no. 62-63: 4-15, abril-septiembre de 2010. Jorge I. Domínguez Reconfiguración de las r elaciones relaciones de los Estados Unidos y Cuba Jor ge I. Domínguez Jorge Profesor. Universidad de Harvard. E Cuando a fines del decenio de los 80 redacté un capítulo para la obra U.S.-Cuban Relations in the 1990s,1 ese listado no habría podido escribirse. En aquellos momentos aún no se habían desarrollado relaciones bilaterales directas de índole profesional y de cooperación entre militares y servicios de guardacostas en el Estrecho de la Florida ni alrededor de la base estadounidense cercana a Guantánamo (en lo adelante GTMO). 2 La exportación a Cuba de productos agrícolas norteamericanos y su pago en efectivo era algo inconcebible. Un acuerdo bilateral en materia de migración firmado en 1984, suspendido y puesto nuevamente en vigor en 1987, cambiaría muchísimo en 1995. No era difícil imaginar que algún día habría mejores relaciones culturales bilaterales, aunque todavía ello no hubiera ocurrido. La larga historia de colaboraciones entre los servicios meteorológicos de Miami y La Habana insinuaban un promisorio incremento de la cooperación en temas científicos y ambientales, pero esas perspectivas más abarcadoras todavía no se habían hecho realidad. Solo existían representaciones diplomáticas en las capitales de cada país. Por otra parte, a finales de los 80 y principios de n cierto sentido, Cuba y los Estados Unidos ya son vecinos ejemplares. El siguiente listado no pertenece a la ciencia (social) ficción: z z z z z z z Relaciones directas de índole profesional y de cooperación entre militares en la frontera terrestre. Relaciones directas de índole profesional y de cooperación entre servicios de guardacostas en el mar. Comercio agrícola en gran escala, ajustado al mercado, y de beneficio recíproco. Acuerdo sobre relaciones bilaterales eficaces en materia de migración entre iguales soberanos. Valoración recíproca de la música, el arte y la cultura del otro pueblo. Relaciones profesionales eficaces de muy larga data en materia de seguimiento de huracanes. Grandes misiones diplomáticas en las respectivas capitales. Se trata de una lista exacta, aunque la mayoría de las obras sobre las relaciones mutuas no comiencen de este modo, sino destacando la inflexible hostilidad entre ambos gobiernos. 4 Reconfiguración de las relaciones de los Estados Unidos y Cuba los 90 tuvo lugar un importante viraje en la historia de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, así como en las de estos países y el resto del mundo. Luego del desplome de la Unión Soviética y el final de la Guerra fría en Europa, el sistema internacional cambió de manera espectacular y reconfiguró aquel escenario mucho más de lo que los autores de U.S.-Cuban Relations in the 1990s habían imaginado. No obstante, la cooperación bilateral no fue resultado de una revaloración estratégica de las relaciones mutuas, sino más bien una respuesta a un problema particular. Los dos gobiernos socavaron nuevos proyectos estratégicos de gran importancia, aunque también acomodaron espacios para la cooperación. La retórica de las relaciones oficiales se mantuvo belicosa incluso mientras se llegaba a acuerdos concretos.3 ¿Por qué entonces se produjo un fracaso estratégico a pesar de los numerosos éxitos tácticos alcanzados entre los dos gobiernos? ¿Por qué desaprovecharon las posibilidades brindadas por el nuevo contexto internacional para establecer otro tipo de acuerdos bilaterales encaminados a fomentar la cooperación en asuntos prácticos? ¿Cuál es la razón de que las relaciones entre ambos países cambiaran tan poco durante las administraciones de William Clinton y de George W. Bush? ¿Desaprovecharán también Barack Obama y Raúl Castro la oportunidad que se les presenta de efectuar un cambio estratégico en las relaciones? Este dio menos preeminencia a la quinta preocupación estadounidense en materia de seguridad: las controversias entre los dos países respecto de los procesos y regímenes revolucionarios en América Central, a pesar de que a otros obser vadores norteamericanos les preocupara más esta cuestión. En lugar de ello, este autor observaba la relativa cautela que había caracterizado las posiciones de Cuba y de la URSS en Centroamérica a fines de los 80. Apuntó que «mucho dependerá del proceso de paz y de cómo les van las cosas tanto a los regímenes como a la oposición en Nicaragua y El Salvador».6 En el mismo libro, Juan Valdés Paz observaba las dos características de la política cubana hacia dicha región en esos años: «por una parte, brindar el mayor apoyo posible a los movimientos populares contra las políticas contrarrevolucionarias de los Estados Unidos y, por otra, apoyar una solución política negociada al conflicto».7 La derrota del Frente Sandinista de Liberación Nacional en las elecciones celebradas en Nicaragua en 1990, así como los acuerdos de paz suscritos en El Salvador en 1992, y en Guatemala en 1996, pusieron fin a las guerras en América Central. Los Estados Unidos y Cuba desempeñaron papeles constructivos en la organización de esos acuerdos y en su respaldo. La agenda de seguridad estadounidense referida a Cuba desapareció —un acicate propiciatorio para el mejoramiento de las relaciones. Ambos gobiernos habían dado pruebas de visión y competencia al trabajar juntos con miras a terminar las guerras en África meridional y en América Central. Entonces, si dieron muestras de creatividad, honradez y capacidad para trabajar unidos en lo tocante a terceros países, ¿por qué no lograron crear una nueva relación estratégica? La respuesta ha de buscarse en decisiones discretas, que en aquellos momentos parecieron racionales a las dos partes, aunque el resultado final impidiera llegar a un acuerdo estratégico bilateral. Ambos centraron la atención en las características del régimen político interno existente en Cuba. Respondieron con suspicacia a las iniciativas del otro en materia de política exterior, y solo las bilaterales más limitadas salieron con vida de semejante examen. Desde principios de los 90, únicamente en dos ocasiones estos gobiernos han tratado de reconfigurar las relaciones bilaterales de manera abarcadora —los Estados Unidos en 1995 y Cuba a fines de 2001 y principios de 2002—, pero en esos momentos «el otro» no estaba listo para responder. Casi todo el tiempo los Estados Unidos y Cuba siguieron aferrados a sus respectivas estructuras normativas, limitadas exclusivamente a «sanciones» o «resistencia». La ventana estratégica internacional se abre de par en par El derrumbe de la Unión Soviética, en 1991, tuvo una repercusión de gran importancia en el sistema internacional y en la propia Cuba. Tal como Gregory Treverton reseñara con gran habilidad,4 a inicios de los 90 una de esas consecuencias fue la solución de la agenda de seguridad estadounidense respecto de Cuba, a saber: z z z z armas nucleares ofensivas de la Unión Soviética en Cuba, Cuba como una fortaleza del poderío militar soviético y cubano, despliegues militares de Cuba en África, despliegues militares de Cuba en América Latina. La desaparición de la URSS eliminó las preocupaciones de los Estados Unidos por la presencia soviética en Cuba. Un resultado parcial de este cambio fue que La Habana repatriara sus efectivos. Ello disipó las inquietudes de Washington por el resto del programa de seguridad presentado por Treverton.5 5 Jorge I. Domínguez Bush I: ninguna ventana estratégica en intercambios académicos, sobre todo con la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), con sede en territorio estadounidense. La Academia de Ciencias de Cuba también trabajó con Diálogo Interamericano, con miras a realizar intercambios profesionales para una mayor cooperación en materia de ciencias ambientales y afines. Washington respondió con suspicacia a esas iniciativas cubanas, y en ocasiones desaprobó la participación de norteamericanos en ese tipo de eventos.11 De repente, se abrió una ventana estratégica bilateral. En el verano de 1994, desórdenes ocurridos en el Malecón habanero —primeros disturbios importantes desde principios de los 60— hicieron que el gobierno cubano permitiera la emigración no regulada, a bordo de embarcaciones o balsas, hacia las costas de la Florida. A fines de ese verano, los Estados Unidos y Cuba negociaron un nuevo acuerdo bilateral, que se amplió en mayo de 1995. Este sigue vigente y ha regido la emigración legal de trescientos mil cubanos hacia los Estados Unidos. Más adelante, para evitar conflictos militares fortuitos y hacer valer las respectivas leyes de migración en el Estrecho de la Florida, ambos gobiernos negociaron acuerdos especiales para la cooperación en materia de seguridad entre Guardafronteras y el servicio de Guardacostas estadounidense, así como entre el Ejército Oriental de Cuba y las autoridades militares de GTMO. Durante la crisis de los balseros muchos cubanos que fueron recogidos por guardacostas estadounidenses permanecieron detenidos temporalmente en GTMO. El gobierno de Clinton se abstuvo de dar publicidad a esos acuerdos militares, tan delicados desde el punto de vista político.12 Los acuerdos fueron posibles porque los dos gobiernos aprovecharon la crisis migratoria de 1994 para trabajar juntos a fin de abrir la ventana estratégica bilateral. Nadie los obligó a responder de forma constructiva a una crisis que podía haber tenido peores resultados; no obstante, moldearon sus normas generales con miras a fomentar la cooperación recíproca. En los Estados Unidos la situación política era, además, propicia. Los acuerdos de 1994 y 1995 constituyeron un revés para la FNCA y sus aliados, y liberaron por un tiempo a la administración Clinton de ese tipo de complicaciones. En octubre de 1995, con el apoyo de ambos partidos, esta dio al traste con un proyecto de ley patrocinado por el senador Jesse Helms para recrudecer las sanciones contra Cuba. En aquellos momentos, la mayoría del senado norteamericano estaba constituida por republicanos. El acuerdo de migración, los de seguridad, algunos elementos del vilipendiado Carril II de la CDA, así El gobierno de George H. W. Bush se abstuvo de aprovechar las experiencias positivas adquiridas durante las negociaciones con Cuba sobre África meridional (1989) y El Salvador (1992), en espera del desplome del régimen político cubano a raíz del derrumbe de los regímenes comunistas europeos.8 Entonces, la decisión parecía sensata, aunque luego resultara errónea. El gobierno cubano había negociado respecto de África y Centroamérica, pero no negociaría su régimen político. Durante las elecciones presidenciales de 1992, el candidato demócrata, William Clinton, aventajó a Bush ante la derecha política. En aras de ganar la Florida, respaldó un proyecto de ley patrocinado fundamentalmente por el representante Robert Torricelli, que tenía como principal defensora a la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA). Bush se había opuesto a tal proyecto; pero en medio de la campaña presidencial para su reelección, dio contramarcha y también lo respaldó. Con el apoyo de ambos partidos, se promulgó en 1992 como Ley para la democracia en Cuba (CDA). La conducta racional de ambos candidatos tuvo consecuencias que ninguno de los dos apoyaría como estadista.9 Clinton: la ventana estratégica bilateral se abre para luego cerrarse Enardecido por las nuevas sanciones, el gobierno cubano se opuso furiosamente a las otras disposiciones de la CDA, conocidas como Carril II, las cuales se aplicaron de forma gradual entre 1993 y 1995. La Ley contemplaba autorizar la exportación a la Isla de productos agrícolas y farmacéuticos, la donación de alimentos y medicinas a organizaciones no gubernamentales (ONG) cubanas, comunicaciones telefónicas eficientes entre ambos países, la promoción de intercambios académicos y deportivos, la agilización de los viajes de ciudadanos cubanoamericanos a Cuba, la apertura de oficinas de prensa en ambos países y la viabilización de remesas monetarias. Cuba optó por no considerar estas medidas como bases sólidas para el establecimiento de nuevas relaciones bilaterales y, en lugar de ello, se preocupó ante sus posibilidades de desestabilizar el régimen político interno. Consideró las nuevas oportunidades de forma cautelosa y casuística a pesar de todo lo que podía beneficiarse el país.10 Cuba y los Estados Unidos llegaron a un acuerdo respecto de las donaciones a las ONG y el mejoramiento de los servicios de telefonía. Los cubanos participaban 6 Reconfiguración de las relaciones de los Estados Unidos y Cuba como una actitud favorable en los Estados Unidos podían haber constituido la piedra angular de una nueva relación estratégica bilateral. A la sazón, Washington inició esfuerzos sostenidos para renovar su enfoque estratégico alejándose de un sistema que solo preveía sanciones; situación que duraría hasta febrero de 1996. La iniciativa fracasó porque su objetivo fundamental era cambiar el régimen político en Cuba —único aspecto que el gobierno cubano no estaba dispuesto a negociar. El artífice de esta orientación ambiciosa, aunque efímera, fue Richard Nuccio, que en mayo de 1995 fuera nombrado Asesor especial del presidente y del secretario de Estado para asuntos cubanos. Las directrices del Carril II, elaboradas por él, constaban de tres ramas. El Carril II.1 buscaba obtener el apoyo de los cubanoamericanos para «ayudar a la sociedad civil cubana» a lograr cambios, alejándolos de una política limitada exclusivamente a la imposición de sanciones, en la que los líderes de esa comunidad habían enfatizado hasta el momento. El Carril II.2 reorientaba las directrices estadounidenses «para ayudar a la sociedad civil cubana». El Carril II.3 se dirigía a trabajar con los gobiernos de Europa y América Latina con miras a configurar una política común hacia Cuba, cediendo, deliberadamente, a la Comisión Europea las funciones de liderar el diseño de la política cubana.13 El Carril II.3 fue el que obtuvo mejores resultados. A principios de febrero de 1996, el vicepresidente de la Comisión Europea, Miguel Marín, se reunió por separado en La Habana con el presidente Fidel Castro, y con líderes de Concilio Cubano, coalición opositora y de derechos humanos de reciente creación en Cuba. Solicitó que se revisara la legislación que tipificaba determinados discursos políticos y que se autorizara el funcionamiento de pequeñas empresas. También propuso ampliar la cooperación económica y política con la Unión Europea. Contaba con el respaldo y aliento de Nuccio. No se llegó a ningún acuerdo. Regresó a Bruselas con las manos vacías, y el gobierno detuvo a los líderes de Concilio Cubano. Luego, el 24 de febrero de 1996, la Fuerza aérea cubana derribó dos aeronaves civiles no artilladas. La Organización de Aviación Civil Internacional y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas —con los votos a favor de Rusia y la República Popular China— criticaron el hecho. El gobierno de los Estados Unidos consideró dar una respuesta militar directa a Cuba, pero en lugar de ello promulgó la Ley para la libertad en Cuba y la solidaridad democrática, más conocida como Helms-Burton. El poder ejecutivo también canceló o puso muchas dificultades a los esfuerzos de colaboración de años anteriores. La ventana estratégica bilateral se cerró. Aun así, ambos gobiernos intentaron reconciliarse. La Casa Blanca no llegó a poner realmente en vigor la Helms-Burton. En virtud de esa ley, el presidente de los Estados Unidos puede diferir la aplicación del Título III que, de ponerse en práctica, autorizaría el inicio de prolongados litigios por concepto de reclamaciones de propiedades en Cuba. A partir de julio de 1996, cada seis meses, sin falta, los presidentes Clinton, George W. Bush y Barack Obama han diferido la ejecución de esas disposiciones. Gracias a las negociaciones emprendidas con la Unión Europea, en la mayoría de los casos los Estados Unidos han evitado aplicar el Título IV de la Ley, que negaría la concesión de visas a los ejecutivos de empresas internacionales que «trafican» con Cuba. Además, el 16 de mayo de 1996, el gobierno estadounidense decidió, de forma unilateral, desactivar catorce mil minas sembradas alrededor de GTMO. Este proceso concluyó a principios de 1999.14 En enero de ese año, Washington volvió a autorizar casi todas las medidas de cooperación que había permitido antes de febrero de 1996, ampliándolas a fin de incluir los viajes culturales a Cuba para visitar museos, obras de arte y demás, así como los vuelos aéreos directos, las remesas y los intercambios académicos. Cuba también adoptó directrices para la cooperación. El 8 de octubre de 1996, ambos países colaboraron en la captura de 1 700 000 toneladas de cocaína a bordo de la embarcación Limerick. A fines de los 90, Cuba propuso cooperar más en la lucha contra el tráfico de drogas. En julio de 1999, los dos gobiernos convinieron en facilitar la coordinación y autorizar el abordaje conjunto de embarcaciones sospechosas de realizar actividades ilícitas.15 Sin embargo, los funcionarios cubanos reaccionaron en forma airada a la reaparición de la diplomacia del Carril II —ahora denominada «relaciones persona a persona»—, aunque acogieron favorablemente la atenuación de las regulaciones relacionadas con el turismo «cultural» y demás transacciones. A fines de 1999 y comienzos de 2000, la conmovedora y exaltada batalla por el niño Elián González refleja la manera en que los dirigentes estadounidenses y cubanos «configuran» sus posiciones hacia el otro país. La madre de Elián partió con su hijo y cruzó el Estrecho de la Florida sin que el gobierno cubano autorizara su salida de Cuba ni el estadounidense aprobara su entrada. Ella murió en la travesía y los parientes del niño en Miami lo reclamaron. El padre, que permanecía en Cuba, exigió su devolución, a lo que —como convinieran tanto el presidente Fidel Castro como el presidente William Clinton— tenía derecho según las legislaciones cubana y estadounidense. Los Estados Unidos le devolvieron el niño a su padre residente en Cuba. Ambos gobiernos podían haber festejado el resultado del incidente de Elián como un adelanto en 7 Jorge I. Domínguez las relaciones bilaterales, un acuerdo entre los presidentes de los dos países y la observancia del Estado de derecho. Tal como hiciera la crisis de los balseros en 1994, el caso Elián pudo haber desbrozado el camino hacia una mayor cooperación y no hacia una retórica de rayos y centellas. En lugar de ello, creó un fortísimo conflicto preñado de exaltación. La ventana estratégica continuó cerrada. de nuestro pueblo no corra ningún tipo de peligro». Se comprometió a no impedir esos despliegues y a abstenerse de aumentar sus efectivos alrededor de la base, aunque se habían enviado al lugar más fuerzas estadounidenses. Cuba también prometió «mantenerse en contacto con el personal de la base naval norteamericana a fin de adoptar [...] medidas [...] para evitar posibles accidentes». La declaración cubana hacía hincapié en que haría «todos los esfuerzos posibles para preservar la atmósfera de distensión y respeto mutuo que ha prevalecido en los últimos años», incluida una mayor cooperación médica y sanitaria.18 El 19 de ese mismo mes, el ministro de las Fuerzas Armadas, general de ejército Raúl Castro, tomó nota de esa atmósfera de respeto mutuo y cooperación, evidente durante años entre oficiales en el entorno de la cerca alrededor de GTMO, y declaró: «Esta cooperación mínima evidencia lo que podría hacerse en otras esferas», para luego añadir: «Estamos listos a cooperar tanto como sea posible».19 Cuba ha sido una valiosa participante en los intercambios científicos y académicos, una colaboradora de confianza en la aplicación del Acuerdo de migración y una colega profesional en asuntos de seguridad. Durante los años 90, cooperó en situaciones de intercepción del tráfico de drogas y propuso un marco mayor de cooperación bilateral. En aquella ocasión, el gobierno de los Estados Unidos vaciló. Las palabras del general Castro situaban estas nuevas iniciativas en un contexto estratégico más amplio. Asimismo, en 2002, el gobierno de la Isla hizo una proposición más abarcadora, con miras a firmar acuerdos con los Estados Unidos en materia de migración, terrorismo y tráfico de drogas. Los funcionarios norteamericanos no tomaron nota pública de los ofrecimientos de Cuba el 11 de septiembre, ni más adelante, respecto del terrorismo. Parecían avergonzados de que los cubanos hubieran sido más hábiles al penetrar el embargo comercial estadounidense, y reconocieron, aunque fue desestimada, la cooperación de Cuba en las fronteras de GTMO o el Estrecho de la Florida. De todos modos, hubo algún movimiento en los Estados Unidos. En mayo de 2002, el ex presidente James Carter viajó a Cuba. El subsecretario de Estado John Bolton trató de torpedear la visita acusando a Cuba de realizar limitados esfuerzos de investigación y desarrollo en materia de guerra biológica. El secretario de Estado Colin Powell descalificó tal declaración al afirmar que Washington solo tenía pruebas de que Cuba era capaz de realizar investigaciones biotecnológicas de avanzada, y no de que hubiera emprendido un programa de armas biológicas.20 Bush II: Cuba vuelve a abrir la ventana estratégica; ambos gobiernos la cierran La Habana abrió la ventana estratégica bilateral el 11 de septiembre de 2001, aunque los sucesos que tuvieron lugar después resultaran inesperados para los dos gobiernos. Los instintos del presidente Fidel Castro no andaban errados: en respuesta a los ataques terroristas ocurridos en Nueva York y Washington, el gobierno de Cuba condenó tales incidentes y trasmitió sus condolencias a los Estados Unidos. También ofreció asistencia médica y abrió el espacio aéreo y los aeropuertos cubanos a aviones estadounidenses o de otros países que necesitaran efectuar aterrizajes de emergencia o desviar su ruta. 16 En los meses subsiguientes, Cuba ratificó los doce convenios de Naciones Unidas contra el terrorismo. En ese mismo otoño, el gobierno cubano se mostró más hábil que el de George W. Bush en las negociaciones sobre las relaciones económicas. En noviembre, el gobierno norteamericano ofreció donaciones a Cuba con motivo de los efectos devastadores del huracán Michelle, e hizo públicas dos declaraciones: una carta respetuosa del Departamento de Estado y una declaración poco diplomática de la Casa Blanca. A sabiendas, Cuba hizo caso omiso de la segunda declaración y solo respondió a la primera empleando un lenguaje igualmente respetuoso —vieja técnica diplomática conocida como el ardid de Trollope—, la misma estratagema utilizada por los Estados Unidos en 1962 durante la Crisis de Octubre en las negociaciones con la Unión Soviética. Planteó que se le autorizara a comprar alimentos y medicinas, con pago en efectivo, al amparo de la Ley de reforma de las sanciones comerciales y la ampliación de las exportaciones, promulgada en 2000, pero aún no puesta en práctica. Esta propuesta sirvió de base al acuerdo. A fines del primer mandato de Bush, en 2004, los Estados Unidos suministraban 44% de las importaciones agrícolas de Cuba.17 El 11 de enero de 2002, Cuba informó que el gobierno de los Estados Unidos le había dado «información amplia y minuciosa de las medidas que se tomarían» para albergar a los prisioneros afganos y del Talibán en GTMO, y «garantizar que la seguridad 8 Reconfiguración de las relaciones de los Estados Unidos y Cuba El 20 de mayo de 2002, el presidente Bush pronunció los dos discursos más conciliatorios de su mandato respecto de Cuba. Para entonces ya había pasado por alto, en dos ocasiones, la ejecución del Título III de la Helms-Burton, y solo había aplicado ligeramente el IV. En el otoño de 2001 su gobierno había informado al cubano los planes de enviar a GTMO prisioneros afganos del Talibán. Ambos países habían conveniado los trámites para la exportación a Cuba de productos agrícolas norteamericanos. A menudo, la retórica oficial de los Estados Unidos se mantuvo insultante, aunque las normas de conducta auguraban un marco hipotético similar al viaje de Richard Nixon a China: un presidente norteamericano genuinamente anticastrista tenía más libertad para llegar a un arreglo con el gobierno cubano. Bush emitió estos dos discursos en Miami y en la Casa Blanca, respectivamente. Con la presencia de numerosos líderes cubanoamericanos, subrayó que el futuro de Cuba estaría en manos de los cubanos, y esa era la razón por la cual proponía brindar asistencia directa a los disidentes y a la sociedad civil en Cuba. Estipuló las medidas que el gobierno de La Habana debía emprender, tales como liberar a los prisioneros políticos, respetar los derechos humanos y las protestas legales, permitir la existencia de partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil independientes, abrir el paso a la celebración de elecciones con la presencia de observadores internacionales, y emprender reformas económicas adicionales orientadas al mercado. Aseguró que si el gobierno cubano adoptaba esas normas, él cooperaría con el Congreso para «aliviar la prohibición del comercio y los viajes entre ambos países».21 En un párrafo que solo se incluyó en el discurso de la Casa Blanca, afirmó: «Fidel Castro tiene la oportunidad de librarse de este aislamiento paralizante. Si acepta nuestro ofrecimiento, puede ayudar a su pueblo y dar esperanzas a nuestras relaciones».22 El gobierno cubano desestimó el discurso. El presidente Bush había empleado un tono áspero. Los fondos propuestos para la oposición interna indicaban que estaba tratando de cambiar el régimen existente en Cuba —posición no negociable para los cubanos. No obstante, estos pasaron por alto tres elementos presentes en el discurso: z z z aceptado el desafío lanzado por Bush, aprovechando las iniciativas empleadas a principios de año, y pasado por alto la retórica estridente. En cambio, se desperdició la oportunidad. Los cubanoamericanos comprendieron por qué el discurso de Bush era importante. Rápidamente se alzaron lamentos estentóreos que pusieron fin a esa nueva política. No deseaban subordinarse a los procesos que tuvieran lugar en Cuba. Sabían que la ley Helms-Burton excluye a Fidel y a Raúl Castro de un gobierno de transición, con arreglo a la Sección 205 a) 7), y limita la ayuda a Cuba a una asistencia muy modesta en materia de alimentos, medicina, energía y desmovilización militar, según la Sección 202 b) 2) A). En lugar de ello, el presidente Bush propuso tratar con un gobierno dirigido por Castro, como si este reuniera los requisitos previstos en la Helms-Burton, con la intención de acelerar el levantamiento de las sanciones norteamericanas a Cuba. Entre mediados de 2002 y marzo de 2003, la ventana estratégica bilateral se cerró con candado. La administración Bush dejó bien claro, en junio de 2002, que no estaba interesada en el temario amplio para las negociaciones bilaterales sugerido por Cuba.23 Cuando los Estados Unidos entraron en guerra con Iraq, en marzo de 2003, La Habana tomó medidas enérgicas con la oposición interna y encarceló a decenas de sus líderes. La Unión Europea impuso un conjunto de sanciones modestas al gobierno cubano a las que este último respondió iracundo.24 En octubre de 2003, el presidente Bush creó la Comisión para la asistencia a una Cuba libre. En mayo de 2004, esta recomendó normas para impedir las relaciones directas entre ambas sociedades y el gobierno las puso en práctica. Se hizo muy difícil para los ciudadanos norteamericanos viajar a Cuba. Los intercambios culturales y académicos eran casi imposibles. A la mayoría de los especialistas cubanos se les negaba la visa de inmediato. Los programas universitarios de estudio en el extranjero se interrumpieron casi por completo.25 Los cubanoamericanos solo podrían visitar a sus familiares cada tres años. El gobierno de los Estados Unidos eliminó el adjetivo «pacífica» al referirse a la política estadounidense encaminada a una «transición democrática» en Cuba. El informe abordaba el futuro de la Isla en términos duros, mezquinos y poco informados.26 En julio de 2006, la Comisión, integrada por otros especialistas, presentó un segundo informe. En él se recomendaban algunas sanciones adicionales, pero se incluían varias afirmaciones sensatas. Por ejemplo, «reafirma[ba] al pueblo cubano que el gobierno norteamericano no apoyará ningún tipo de esfuerzos arbitrarios por desahuciarlos de sus hogares».27 Declaró a los líderes cubanoamericanos que ellos no serían los protagonistas del futuro de Cuba. Manifestó la voluntad de trabajar con un gobierno aun encabezado por el presidente Fidel Castro. Prometió, bajo determinadas condiciones, acelerar el levantamiento de las sanciones antes de lo previsto en el cronograma detallado en la Helms-Burton. Cuba pudo haber hecho caso omiso de los elementos ofensivos, al igual que hiciera en el otoño de 2001 sobre las negociaciones agrícolas. Pudo haber 9 Jorge I. Domínguez Desde mediados de 2002, ni Cuba ni los Estados Unidos adoptaron iniciativas positivas respecto del otro. De todos modos, se mantuvo la cooperación bilateral indicada al inicio de este ensayo, aguardando el momento de convertirse en piedra angular de un nuevo tipo de relación. Reiteró las aspiraciones manifestadas por Bush de que se produjera un cambio interno en Cuba; apuntó que esta no aceptó, pero que «la oferta sigue sobre el tapete». Y añadió: «Lo que estamos viendo [en Cuba] es el traspaso de poderes a instituciones y no a personas», lo que se ajusta a la manera en que los dirigentes cubanos explicaron oficialmente los procesos que estaban teniendo lugar en el país.30 El 13 de diciembre, volvió a exponer que la política de los Estados Unidos apoyaba la transición pacífica a la democracia en Cuba. Usando un lenguaje inusual en funcionarios estadounidenses, observó que el presidente Fidel Castro gozaba de «una legitimidad revolucionaria que databa de finales de los años 50. Tenía carisma, talento político».31 Raúl Castro y George W. Bush: reevaluación de las relaciones En el período transcurrido desde que el 31 de julio de 2006 el presidente Fidel Castro transfiriera el poder al primer vicepresidente Raúl Castro y a un grupo de altos funcionarios, el mundo evocó hipotéticos modelos de conflicto en las futuras relaciones de los Estados Unidos y Cuba. La Isla movilizó a las fuerzas armadas y puso en estado de alerta a la reserva. En Miami, algunos políticos cubanoamericanos llamaron a los cubanos a alzarse en armas. El gobierno estadounidense desplegó lanchas rápidas del servicio de Guardacostas para impedir la emigración en masa a los Estados Unidos. En realidad no pasó nada, pero esos hechos nos advierten que muchas cosas pueden salir mal. La secretaria de Estado, Condolezza Rice, tomó cartas en el asunto el 6 de agosto al declarar: Raúl Castro y Barack Obama Durante la campaña electoral para la presidencia de los Estados Unidos, Barack Obama habló poco de Cuba. Su país estaba en guerra y la economía se hallaba en medio de una caída en picada. Cuba era menos importante. Sin embargo, prometió tres cosas en relación con la política hacia la Isla. En primer lugar, facilitaría las relaciones entre cubanoamericanos y cubanos, aboliendo las directrices establecidas por el gobierno de Bush que dificultaban sobremanera los viajes a la Isla y el envío de remesas. En segundo, como norma de conducta de alcance mundial, conversaría con cualquier gobierno para solucionar las dificultades, y no excluyó a Cuba de ese propósito. En tercer lugar, no cambiaría mucho la política de los Estados Unidos hacia la Isla. Al finalizar el primer año en la presidencia ya había cumplido la primera promesa, había dado algunos pasos respecto de la segunda y andado alrededor de la tercera. El 13 de abril de 2009, se eliminaron las restricciones referidas a la regularidad y duración de las visitas de los cubanoamericanos a sus parientes en Cuba, así como la periodicidad y el monto de las remesas enviadas a ellos. Asimismo, fueron liberalizadas las normas sobre los enlaces de telecomunicaciones y el reglamento para el envío de paquetes de regalo.32 Cuatro días después, durante la inauguración de la Cumbre de las Américas, el presidente Obama adoptó un nuevo criterio: Quiero dejar algo bien claro. La idea de que por alguna razón los Estados Unidos van a invadir Cuba porque hay problemas allí es algo traído por los pelos y sencillamente no es cierto [...] No vamos a hacer nada que agudice un sentido de crisis o un sentido de inestabilidad en Cuba.28 En su primera declaración pública al asumir la máxima dirección del país, publicada el 17 de agosto de 2006, Raúl Castro aseguró a los cubanos que todo marchaba igual y propuso al gobierno de los Estados Unidos negociar para mejorar las relaciones. Repitió las mismas ideas el 2 de diciembre, Día de las Fuerzas Armadas en Cuba, quincuagésimo aniversario del desembarco del yate Granma. Para que no se le malinterpretara, el presidente en funciones apuntó que Cuba se opondría a los esfuerzos de los Estados Unidos por imponerle sus preferencias.29 El secretario de Estado adjunto para asuntos del hemisferio occidental, Thomas Shannon, respondió esa misma semana a la primera declaración del general Castro y, dos semanas después, a la segunda. Para ello desempolvó las palabras del presidente Bush, del 20 de mayo de 2002, como fundamento de la política norteamericana hacia Cuba, haciendo caso omiso de los dos informes de la Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre: Para avanzar no podemos seguir aprisionados en viejas discrepancias. Estoy muy agradecido de que el presidente [Daniel] Ortega [de Nicaragua] no me haya culpado de cosas que ocurrieron cuando yo tenía tres meses de edad [...] No he venido a debatir el pasado. He venido a ocuparme del futuro. Somos de la opinión de que el futuro de Cuba ha de estar determinado por los cubanos, que en última instancia no es posible imponer una solución política desde el exterior, ni desde los Estados Unidos ni desde ningún otro país. Respecto de Cuba, añadió: Estoy dispuesto a que mi gobierno converse con el gobierno cubano sobre una serie de cosas —desde las drogas, la 10 Reconfiguración de las relaciones de los Estados Unidos y Cuba migración y los problemas económicos, hasta los derechos humanos, la libertad de expresión y la reforma democrática.33 régimen interno de Cuba. Insistió en que estaba respondiendo directamente a los comentarios hechos con anterioridad por la secretaria Clinton.38 En consonancia con la tercera promesa de Barack Obama durante la campaña presidencial, las cosas no habían cambiado mucho en la política norteamericana hacia Cuba. El gobierno seguía empeñado en cambiar el régimen interno de Cuba. El 14 de diciembre de 2009, en un abarcador discurso acerca de la política estadounidense en materia de derechos humanos, la secretaria Clinton afirmó que el gobierno de Cuba «podía, pero no quería, realizar los cambios que los ciudadanos merecen». Se comprometió a «presionar enérgicamente a líderes», como los de Cuba, «para poner fin a la represión, mientras apoyaba a aquellos que dentro de las sociedades están trabajando en aras del cambio».39 En el mes de noviembre, el presidente Obama había enviado una declaración para que se publicara en el blog disidente de Yoani Sánchez.40 Los elementos fundamentales de la política de sanciones económicas contra Cuba tampoco habían cambiado. La ley Helms-Burton seguía siendo la regla, aunque el presidente, al igual que Bush y Clinton, había diferido la aplicación de las sanciones previstas en el Título III.41 Cuba continuó en la lista de países que apoyan actos terroristas, y las nuevas medidas estadounidenses contra el terrorismo anunciadas a principios de 2010 no establecieron diferencias entre la Isla y otros países mucho más sospechosos. No obstante, al iniciarse la segunda década del nuevo siglo se podía hacer otra lectura de las relaciones. La lista que aparece al inicio de este ensayo seguía teniendo validez y ambos países estaban tomando medidas para fortalecer la cooperación. En forma discreta y sistemática el gobierno de Obama había cambiado los criterios para otorgar visas a académicos, artistas y actores cubanos.42 Y, en una decisión rebosante de simbolismo, en abril de 2009, fiscales federales aumentaron las causas contra Luis Posada Carriles, detenido en los Estados Unidos. El gobierno cubano tomó nota de la decisión.43 Por otra parte, las relaciones entre ambos países adquirieron mayor peso que al final del gobierno de Clinton. En 2001, las exportaciones agrícolas de los Estados Unidos a Cuba se autorizaron por primera vez. En 2008, llegaron a un valor de más de ochocientos millones de dólares, y este país se convirtió en el cuarto socio de importancia en este rubro. Si bien las condiciones financieras más críticas de Cuba en 2009 dieron lugar a una disminución en las importaciones provenientes de numerosos países, de todas formas compró a los Estados Unidos ochenta y cinco millones de dólares más que en 2007 o en años anteriores.44 Ya para 2006, los Estados Unidos suministraban a Cuba 96% del arroz y 70% de la carne de ave.45 El 22 de mayo, los Estados Unidos propusieron reanudar las conversaciones bilaterales en materia de migración, suspendidas por Bush en 2003 y, el 30 de mayo, Cuba aceptó. Ambos gobiernos también convinieron en debatir la reanudación de los servicios directos de correo. La Habana además propuso celebrar conversaciones bilaterales en materia de tráfico de drogas y lucha contra el terrorismo, así como la preparación en caso de desastres y huracanes. Washington no respondió. Las primeras conversaciones en materia de migración tuvieron lugar el 14 de julio de 2009 y las relativas a servicios postales, el 17 de septiembre del propio año.34 En varias ocasiones el presidente Raúl Castro reiteró su disposición a negociar con los Estados Unidos. En vísperas de la Cumbre de las Américas, de la que Cuba fue excluida, abrió nuevos horizontes al afirmar su voluntad de debatir «cualquier tema», incluida la liberación de personas encarceladas en Cuba por realizar acciones contra el gobierno, siempre que, al mismo tiempo, fueran liberados los cinco cubanos encarcelados por el gobierno norteamericano por cargos de espionaje.35 La secretaria de Estado, Hillary Clinton, saludó el ofrecimiento del presidente Castro.36 Algunos días después, el ex presidente Fidel Castro, en calidad de columnista («Reflexiones»), respaldó la iniciativa de Raúl y calificó la disposición de debatir cualquier tema como un ejemplo de «valentía y confianza en los principios de la Revolución». Comparó el ofrecimiento de amnistiar a quienes llamó «agentes de los Estados Unidos» (disidentes), encarcelados en marzo de 2003, a la decisión que él tomara de devolver los invasores capturados luego del fracaso de Bahía de Cochinos, en 1961.37 No obstante, a finales de 2009, ambos gobiernos habían redescubierto la capacidad de frustrar las oportunidades de solucionar los conflictos. En su discurso del 20 de diciembre ante la Asamblea Nacional, el presidente Raúl Castro recalcó que los Estados Unidos mantenían vigentes todos los «instrumentos de su política de agresión contra Cuba [...] no ceja en sus esfuerzos por destruir a la Revolución y provocar un cambio en nuestro régimen social y económico». Afirmó que semanas atrás estos habían apoyado «la subversión» en Cuba. Asimismo, comunicó la detención de un contratista estadounidense acusado de colaborar con los disidentes. También denunció una «campaña coordinada contra Cuba» para dar la impresión de que había aumentado la represión. Reiteró el compromiso de resolver el diferendo con los Estados Unidos, siempre listo a debatir «cualquier tema», pero no si ello entrañaba cambiar el 11 Jorge I. Domínguez a autorizar las «relaciones persona a persona» que permitían a los ciudadanos norteamericanos viajar a Cuba con fines culturales (museos, monumentos, conciertos de música y exposiciones de arte, pero no turismo de playa), así como intercambios culturales, deportivos y académicos de diferente duración. El elemento «plus» de este escenario entraña que continuarían las ventas de productos agrícolas y que las medidas para liberalizar las remesas y los viajes de los cubanoamericanos por parte del gobierno de Obama —que han ido más allá de las normas aprobadas durante la presidencia de Clinton— se mantendrían vigentes. Los sistemas político y económico internos de Cuba cambian poco. No habría una reconsideración estratégica de las relaciones bilaterales. El gobierno de los Estados Unidos mantendría las sanciones a Cuba y esta opondría resistencia. Escenario 2. Cooperación táctica bilateral: Ambos gobiernos dejan de impedirles a los diplomáticos del otro país realizar las actividades normales en las respectivas capitales y comienzan a emplear una retórica libre de virulencia para manifestar su desacuerdo. Realzan e institucionalizan la cooperación para impedir el tráfico de drogas. Elaboran un método para colaborar en la lucha contra el terrorismo internacional. La Habana, con anterioridad, ha propuesto ese tipo de colaboración, pero Washington considera que las iniciativas cubanas «no se han presentado conjuntamente con las medidas directas o procesables que el gobierno de los Estados Unidos esperaría de la futura cooperación con Cuba» 49 —dificultad que puede solucionarse a través de negociaciones diplomáticas activas. Los Estados Unidos eliminan a Cuba de la lista de países que patrocinan actividades terroristas. (En enero de 2010, como parte del recrudecimiento de las medidas antiterroristas, el gobierno de Obama confirmó la inclusión de Cuba en esta lista).50 Ambos gobiernos amplían los intercambios académicos y culturales y otorgan becas para apoyar a los ciudadanos del otro país a estudiar en sus instituciones respectivas. Realizan intercambios en materia de ciencia y medio ambiente permitiendo, en primer lugar, a las ONG tomar la iniciativa y, luego, abordando la cooperación a nivel intergubernamental. Comienzan a trabajar en temas de interés común, como especies migratorias, seguimiento de huracanes, derrames en el Estrecho de la Florida e investigaciones en materia de biodiversidad. Y ahí terminan las cosas. El escenario 2 se diferencia del 1 porque en el segundo cada gobierno toma iniciativas discretas que la otra parte reciproca. Escenario 3. Obama toma la iniciativa: La administración Obama asume que, con arreglo a la ley Helms-Burton, el presidente puede autorizar excepciones a casi todos La cantidad de personas indocumentadas se mantuvo bastante estable en los años transcurridos desde que, en 1995, se firmara el Acuerdo bilateral en materia de migración, si bien hubo un ligero incremento desde finales de los 90 hasta los 2000.46 En relación con los estupefacientes, ningún gobierno de los países cercanos al sur de los Estados Unidos recibe tantos elogios del Departamento de Estado: Cuba no es un consumidor ni un productor importante de drogas ilícitas [...] El gobierno de los Estados Unidos no tiene pruebas directas de que en la actualidad haya corrupción relacionada con los estupefacientes entre altos funcionarios del gobierno de Cuba. La administración Obama tomó nota de algunas operaciones de prohibición de las drogas que fueron coordinadas por las fuerzas de la seguridad cubana y el servicio de Guardacostas de los Estados Unidos.47 De hecho, La Habana también divulgó la cooperación bilateral en materia de prohibición de las drogas.48 Barack Obama y Raúl Castro pudieron solucionar muchas de las diferencias menores, pero no había posibilidades de que se produjera una confluencia de pareceres en lo relativo a las características del régimen interno en Cuba. Seguían en libertad de utilizar un marco de cooperación, como hicieron durante la primera mitad de 2009, o un régimen de conflicto, como ocurrió en la segunda mitad del año. Posibles situaciones en las relaciones de Cuba y los Estados Unidos Escenario 0: Las posibilidades de que el Escenario 0 se hiciera realidad fueron evidentes en las horas que siguieron al traspaso de la autoridad ocurrido en Cuba, el 31 de julio de 2006 —movilizaciones militares en los Estados Unidos y Cuba, así como el llamamiento a empuñar las armas hecho por fanáticos en la comunidad cubanoamericana en Miami. Imaginemos una chispa accidental, y estalla la guerra. Escenario 1. Clinton plus: Las relaciones regresan al nivel alcanzado al final de Clinton. Parte de ese escenario ya se ha hecho realidad. Existe cierto grado de cooperación, tal como se indicó al inicio del ensayo. Ambos gobiernos han reanudado las conversaciones en materia de migración e iniciaron las referidas a los servicios de correo directo. El gobierno norteamericano ha empezado a conceder visas a artistas y académicos cubanos. Los posibles cambios en este escenario incluyen el mejoramiento del intercambio de opiniones respecto de los límites de GTMO, así como la cooperación entre el servicio de Guardacostas estadounidenses y el cuerpo de Guardafronteras. En algún momento, el gobierno de Obama volvería 12 Reconfiguración de las relaciones de los Estados Unidos y Cuba los aspectos de la política de sanciones norteamericanas a Cuba, excepto que los ciudadanos estadounidenses viajen libremente a la Isla.51 El gobierno de los Estados Unidos aceptaría la propuesta hecha por el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez,52 y eliminaría unilateral e incondicionalmente todas las restricciones que impiden la libre circulación de información entre los dos países, facilitando incluso el acceso de Cuba a Internet y a la tecnología de la información. Permitiría el comercio y las donaciones de este tipo de artículos, así como la comercialización de productos médicos. Con ello se haría posible la exportación de algunos artículos cubanos a los Estados Unidos. La motivación del gobierno norteamericano sería propiciar las condiciones necesarias para el cambio dentro de Cuba. El gobierno cubano reaccionaría con confianza en sí mismo —sin ofenderse o experimentar temor— en espera de beneficiarse del crecimiento económico. El tiempo diría quién tiene la razón. Escenario 4. Raúl Castro toma la iniciativa: Cuba imita la exitosa estrategia económica seguida en China y Viet Nam, y da paso a la reorientación al mercado. China la apoyaría. Canadá y la Unión Europea la alentarían. Una estrategia de esa índole haría más fácil al gobierno de Obama cambiar sus políticas hacia Cuba, y hacerlo más rápidamente. Escenario 5. Cambio de régimen: Supongamos que los ciudadanos de Cuba deciden que la competencia multipartidista y la celebración de elecciones competitivas de diferentes partidos, la libre expresión de ideas diferentes y a menudo contrarias, la presencia de organizaciones independientes de la sociedad civil en pos de sus propios objetivos, la liberalización de las reglamentaciones en gran parte de la vida económica y social, la existencia de medios de difusión independientes del Estado, el surgimiento de la economía de mercado y la disminución del derecho del Estado a conformar gran parte de la vida cotidiana, constituyen un marco político adecuado para la Isla. Esto ampliaría las posibilidades de establecer relaciones cualitativamente diferentes con los Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea, la mayoría de los países de América Latina y Japón. interamericana. La Unión Europea también es consciente de constituir una unión de países democráticos. El debate en la sociedad estadounidense, así como entre su gobierno y los de otros países, ha sido sobre la manera de promover en Cuba una política pública, multipartidista, abierta y competitiva, que respete y apoye a una sociedad civil vital e independiente, y no acerca de esos objetivos. Por consiguiente, la calidad de las futuras relaciones de Cuba con los gobiernos de países democráticos —y con cualquier gobierno estadounidense— dependerá de las características del régimen político interno. No solo a los líderes cubanos de la generación histórica les importa el legado socialista y los logros alcanzados por Cuba. A muchísimos cubanos también les preocupa. De hecho, los elementos claves en cualquier versión futura de Cuba son lo que muchos en Cuba llaman «logros de la Revolución». Las inversiones hechas en materia de salud y educación preparan a los cubanos para competir en el mundo. Las privaciones económicas sufridas por el país desde 1990 también disminuyeron los costos de producción según las normas imperantes en el resto del mundo. La combinación de capital humano barato y de alta calidad con eficaces incentivos de mercado, similares a los establecidos en China y Viet Nam, debe hacer de Cuba un competidor lleno de vitalidad en los mercados mundiales de servicios y productos de calidad, e impulsarán rápidamente la economía hacia la prosperidad. Hoy Cuba necesita que los Estados Unidos eliminen el régimen de sanciones. Mañana necesitará más. Está pronta a dar muchas respuestas posibles a la eliminación de las sanciones estadounidenses. En relación con el comercio, no tiene barreras proteccionistas arancelarias y no arancelarias que le impidan participar en los mercados internacionales. En cuanto a la protección de la propiedad intelectual de patentes y marcas comerciales cubanas, obtendría pingües ganancias, sobre todo en los mercados de los Estados Unidos por concepto de rones, música y productos de la biotecnología. Las relaciones de los Estados Unidos con la Isla en materia de migración deben ser más sencillas que con México, República Dominicana, o los países de la América Central, ya que, desde 1978, Cuba ha estado por debajo del nivel de reemplazo demográfico. Es muy probable que la estructura de envejecimiento de la población cubana determine la existencia de una discreta corriente migratoria a largo plazo. La ventaja fundamental de Cuba es la creatividad de la población. El «capital humano» genera cultura como un valor para el disfrute e ilustración de los ciudadanos, la reafirmación de su identidad y la exportación de una Advertencias, especulaciones y conclusiones No solo a los fanáticos derechistas radicados en los Estados Unidos les interesa la transición a otro régimen político en Cuba. Allí y en gran parte de América Latina existe amplio consenso acerca de la importancia de la política democrática liberal, institucionalizada en la Carta para la democracia 13 Jorge I. Domínguez serie de servicios. La dinámica presencia de Cuba en la economía mundial puede compararse a la de Taiwán —otro país pequeño y antiguo productor de azúcar—, que estuvo gobernado durante mucho tiempo por un solo partido guiado por principios leninistas, vivió decenas de años a la orilla de un gigantesco vecino septentrional que le era hostil, y se asoció a la diáspora taiwanesa hasta llegar a convertirse en una de las fuentes motrices de la economía mundial. En el futuro, el cuerpo diplomático de Cuba puede servir honrosamente al país, tal como ha hecho durante mucho tiempo. Las Fuerzas Armadas pueden prestar servicios en las misiones de Naciones Unidas para el establecimiento y mantenimiento de la paz, aprovechando los amplios conocimientos especializados que adquirieran en África y otras partes del mundo. Los bienes públicos de Cuba —el capital humano integrado a mejores instituciones estatales— pueden salvaguardar y realzar la soberanía de Cuba en el futuro, igual que en el pasado Actualmente, los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos pueden comenzar a pensar de nuevo y en gran escala o, como han hecho en repetidas ocasiones, desperdiciar otra nueva oportunidad para reconfigurar sus relaciones. Lo bueno de todo esto es que los dos países han evitado la guerra. Lo malo es que ambos han perdido la paz. Los cubanos han padecido lastimosamente por costos directos y de oportunidad. Pero no deben temer el futuro. En muchos sentidos, ya están listos gracias a los esfuerzos realizados por numerosas personas durante mucho tiempo. El futuro puede ser mejor si los ciudadanos y los funcionarios públicos de ambos países se arriesgan y sientan las bases para compartir el éxito. políticas de Cuba, véase Carlos Alzugaray Treto, «Cuban Foreign Policy during the “Special Period”: Interests, Aims, Outcomes», y Soraya Castro Marino, «Cuban-U.S. Relations: A View from Havana, 1989-2002», ambos en H. Michael Erisman y John M. Kirk, eds., Redefining Cuban Foreign Policy, University Press of Florida, Gainesville, 2006. 5. Gregory Treverton, ob. cit. 6. Ibídem, ob. cit., p. 75. 7. Juan Valdés Paz, «Cuba´s Foreign Policy toward Latin America and the Caribbean in the 1980s», en Jorge I. Domínguez y Rafael Hernández, eds., ob. cit., p. 198. 8. El gobierno de Bush también puso en práctica enojosas disposiciones tales como limitar a cien dólares diarios los gastos que podían hacer en Cuba los viajeros norteamericanos autorizados a ir a la Isla, restringir los horarios de partida y llegada de los vuelos fletados entre Miami y La Habana, reducir de quinientos a trescientos dólares la cantidad de dinero que los cubanoamericanos podían enviar a sus parientes en Cuba cada tres meses, etc. 9. La CDA dio fuerza de ley a sanciones comerciales más severas para impedir que las filiales de empresas norteamericanas en terceros países comerciaran con Cuba, lo que la imposibilitó de importar productos agrícolas de aquellas, que equivalían a 18% de todo el comercio cubano en 1991 (Donna Rich Kaplowitz, Anatomy of a Failed Embargo: U.S. Sanctions against Cuba, Lynne Rienner, Boulder, 1998, p. 152). La Ley permitió al gobierno afirmar que la política de los Estados Unidos estaba encaminada a rendir por hambre a los cubanos. 10. Por ejemplo, a mediados de los 90, las remesas de los cubanoamericanos se habían convertido en el motor impulsor de la recuperación económica de la Isla y, junto a las exportaciones de azúcar y el turismo, constituía una de las tres principales fuentes de divisas del país. 11. Conozco personalmente muchos de estos intercambios. A los funcionarios de los Estados Unidos les desagradaba la participación cubana en los Congresos internacionales de LASA. El intercambio de Diálogo Interamericano con la Academia de Ciencias de Cuba fue un proyecto mío. Algunos funcionarios norteamericanos me apoyaron, mientras que, a la larga, otros imposibilitaron la participación continuada de algunos científicos de los Estados Unidos tras la promulgación de la ley Helms-Burton en 1996. Traducción: Esther C. Muñiz. 12. Véase Hal Klepak, Cuba’s Military 1990-2005, Palgrave, Nueva York, 2005, capítulo 5. Notas 13. Estos párrafos se basan en Richard A. Nuccio, «Cuba: A U.S. Perspective», ponencia preparada para la Conferencia de la Brookings Institution «Transatlantic Tensions: The Challenge of Difficult Countries», celebrada el 9 y 10 de marzo de 1998, Washington, DC. 1. Jorge I. Domínguez, «The Obstacles and Prospects for Improved U.S.-Cuban Relations: A. U.S. Perspective», en Jorge I. Domínguez y Rafael Hernández, eds., U.S.-Cuban Relations in the 1990s, cap. 1, Westview Press, Boulder, 1989. 14. Departamento de Defensa de los Estados Unidos, DefenseLink News, 16 de mayo de 1996, 11 de diciembre de 1997, 15 de enero de 1998, 20 de enero de 1998 y 29 de julio de 1999, disponibles en www.defenselink.mil/news. 2. Al igual que Jana K. Lipman (Guantánamo: A Working-Class History between Empire and Revolution, University of California Press, Berkeley, 2009), llamaré Guantánamo a la ciudad cubana y GTMO a la base estadounidense cercana a esa ciudad, tal como hacen muchas personas que trabajan allí. 15. Entrevistas, Miami, 4 de febrero de 1998. Véase también Peter Kornbluh, «Cuba, Counternarcotics, and Collaboration: A Security Issue in U.S.-Cuban Relations», Cuba Briefing Paper Series, n. 24, Universidad de Georgetown, Washington, DC, 2000, p. 810. 3. Para una explicación general de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, véase Daniel P. Erikson, The Cuba Wars: Fidel Castro, the United States, and the Next Revolution, Bloomsbury Press, Nueva York, 2008. 16. Para el uso hecho por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba de esta medida anterior para explicar la política cubana hacia los Estados Unidos, véase «Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores», Granma, La Habana, 7 de enero de 2010. 4. Gregory F. Treverton, «Cuba in U.S. Security Perspective», en Jorge I. Domínguez y Rafael Hernández, eds., ob. cit. Para las 14 Reconfiguración de las relaciones de los Estados Unidos y Cuba 17. Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, www.fas.usda.gov/itp/cuba/cuba-faq.html. 39. Hillary R. Clinton, «Remarks on the Human Rights Agenda for the 21st. Century», disponible en www.state.gov/secretary/rm/ 2009a/12/133544.htm 18. «Declaración del gobierno de Cuba a la opinión pública nacional e internacional», 11 de enero de 2002. Cortesía de la Sección de Intereses de Cuba, Washington, DC. 40. Véase www.desdecuba.com/generationy/?=1179. 41. Por ejemplo, en agosto de 2009 el gobierno impuso una multa al Australia & New Zealand Bank Group, por ayudar a Cuba y a Sudán a financiar compras internacionales. Más adelante, obligó al Credit Suisse a pagar 536 millones de dólares por tramitar pagos a Irán, Cuba y otros países bajo sanciones de los Estados Unidos (Granma, La Habana, 27 de agosto de 2009; véase además www.miamiherald.com/banking/story/1385652.html). En octubre de 2009, el Departamento del Tesoro denegó la licencia solicitada por la Orquesta Filarmónica para que sus donantes asistieran a los conciertos que esperaba realizar en La Habana; sin cuya presencia, la orquesta tuvo que cancelar las funciones. Granma, La Habana, 2 de octubre de 2009. 19. Raúl Castro Ruz, «Comparecencia televisiva», Noticiero Dominical, La Habana, 20 de enero de 2002. 20. Colin Powell, 2002, disponible en www.state.gov/secretary/ rm/2002/10113.htm. 21. La versión del discurso pronunciado en Miami es más corta: «aliviar las sanciones económicas». 22. Para el discurso del Salón oriental, véase www.whitehouse.gov/ news/releases/2002/05/print/20020520-1.html; para el de Miami, véase www.whitehouse.gov/news/releases/2002/05/print/ 20020520-6.html. 42. El gobierno de Bush había interrumpido casi todas esas visitas, pero en 2009 los trámites para la obtención de visas habían vuelto a la situación prevaleciente a principios del decenio. Además, la Oficina del Tesoro para el control de recursos en el extranjero había otorgado numerosas licencias específicas para viajes a Cuba organizados por entidades deportivas, culturales o académicas, lo que también se correspondía con las directrices de a principios de la década. 23. Véase www.cubaminrex.cu/politicaregional/amenorte3.htm. 24. Para las políticas de la Unión Europea, véase Joaquín Roy, «Cuba and the European Union: Chronicle of a Dead Agreement Foretold», en H. Michael Erisman y John M. Kirk, ob. cit. 25. El programa de Harvard College para que sus estudiantes de pregrado estudien en la Universidad de La Habana ha funcionado con arreglo a la legislación de ambos países y nunca ha sido interrumpido. 43. Véase Granma, La Habana, 9 de abril de 2009. Cuba responsabiliza a Posada del estallido de un avión civil cubano y de perpetrar otros actos de terrorismo. 26. Véase Comisión para la asistencia a una Cuba libre, «Report to the President», Departamento de Estado de los Estados Unidos, mayo de 2004, pp. 32 y 33, 171 y 172, 193, 223, 227 y 419. 44. Oficina Nacional de Estadísticas, Anuario estadístico de Cuba, 2008, Tabla 15.3, ONE, La Habana, 2009. Véase, además, TradeStats Express, disponible en http://tse.export.gov. 27. Ibídem, julio de 2006, pp. 39-42, 48, 69, 70, 73, 84 y 86. 28. Condoleeza Rice, 6 de agosto de 2006, disponible en www.state.gov/secretary/rm/2006/70014.htm. 45. Véase USDA Foreign Agricultural Service, disponible en www.fas.usda.gov/itp/cuba/cuba-faq.html y TradeStats Express, ed. cit. 29. Raúl Castro, «Ningún enemigo podrá derrotarnos», Granma, La Habana, 18 de agosto de 2006; y «Discurso en el Acto central por el 50 aniversario del desembarco del Granma», Granma, La Habana, 2 de diciembre de 2006. 46. Departamento de Seguridad Interna de los Estados Unidos, Guardacostas de los Estados Unidos, «Alien Migrant Interdiction», disponible en www.uscg.mil/hq/cg5/cg531/AMIO/FlowStats/FY.asp. 30. Thomas Shannon, 2006, disponible en www.state.gov/p/wha/ rls/rm/2006/71070.htm. 47. Departamento de Estado de los Estados Unidos, Oficina de asuntos internacionales para los estupefacientes y aplicación de la ley, 2009 International Narcotics Control Strategy Report, v. 1: «Drug and Chemical Control. Cuba», 27 de febrero de 2009, disponible en www.state.gov/pinl/rls/nrcrpt/2009/vol1/116521.htm 31. Thomas Shannon, 2006, disponible en www.state.gov/p/wha/ rls/rm/2006/q4/77864.htm. 32. Véase www.whitehouse.gov/the_press_office/Fact-SheetReaching-out-to-the-Cuban-people. 48. Granma, La Habana, 12 de febrero de 2009. 49. Departamento de Estado de los Estados Unidos, 2009 International Narcotics..., ob. cit. 33. Barack Obama, 17 de abril de 2009, disponible en www.whitehouse.gov/the_press_office/Remarks-by-thePresident-at-the-Summit-of-the-Americas. 50. Conferencia de prensa diaria del secretario adjunto del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Philip Crowley, 5 de enero de 2010, disponible en www.state.gov/r/pa/prs/dpb/ 2010/01/134720.htm. 34. Granma, La Habana, 15 de julio y 18 de septiembre de 2009; Departamento de Estado de los Estados Unidos, «Cuba-U.S. Postal Talks», 18 de septiembre de 2009, disponible en www.state.gov/r/ pa/prs/ps/sept/129358.htm; «Cuba Migration Talks», 14 de julio de 2009, disponible en www.state.gov/r/pa/prs/ps/2009/july/ 126041.htm. 51. Véase Vicki Huddleston y Carlos Pascual, Learning to Salsa: New Steps in U.S.-Cuban Relations, cap. 2, Brookings Institution Press, Washington, DC, 2010. 35. Granma, La Habana, 17 de abril de 2009. 52. Véase Bruno Rodríguez, «Discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas», Granma, La Habana, 29 de octubre de 2009. 36. Véase www.america.gov/st/texttrans-English/2009/April. 37. Granma, La Habana, 22 de abril de 2009. 38. Granma, La Habana, 21 de diciembre de 2009. © 15 , 2010 no. 62-63: 16-29, abril-septiembre de 2010. Rafael Hernández Enemigos íntimos íntimos. Paradojas en el conflicto Estados Unidos-Cuba Rafael Hernández Politólogo. Revista Temas. D ifícilmente exista otra problemática de las relaciones internacionales y el análisis político sometida a un cúmulo tan curioso de verdades aprendidas y juicios preestablecidos como el de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba. Tanto en el discurso político como en buena parte del interpretativo, el conflicto se construye en torno a una lógica lineal, que lo reduce a una interacción bilateral, nacida de actitudes obstinadas de uno y/u otro de los actores, y perpetuadas en acciones y reacciones que se prolongan cíclicamente ad infinitum. Este enfoque unidimensional produce razonamientos circulares, puntos muertos y reducciones al absurdo, de los que se desprende una cierta ilógica fatal, alimentada por dos fuentes. Una, más general, proviene de las perplejidades que el sentido común experimenta ante la política. La segunda, sin embargo, surge de los propios argumentos aceptados tanto por la razón política como por muchos análisis que intentan explicar su curso. ¿Por qué este enfrentamiento inacabable y empecinado, donde ambos gobiernos mantienen rumbos de confrontación que, en muchas ocasiones, son contraproducentes para los dos? Este ensayo aborda un grupo de aspectos de ese conflicto, revisando sus nódulos «ilógicos» o paradojas; intenta un enfoque alternativo, que rebase la visión del «diferendo» entre «dos terquedades» atrapadas en sus respectivas intransigencias, y procura entenderlo en su complejidad política mayor. Invertir la lógica atribuida al conflicto requiere examinar su reverso, donde se despliegan acciones y opciones de diálogo y convergencia de intereses. Así, se trata de explicar ambas dimensiones, confrontación/ cooperación, no como escenarios incongruentes o sucesivos, sino coexistentes, y en cierta medida, mutuamente consistentes. La hipótesis de este análisis es que los mismos factores y tópicos que mantienen tensiones y enfrentamientos generan espacios de cercanía y entendimiento —aunque no necesariamente de acuerdo. Su corolario es que la ecuación del conflicto —en la que actúan no dos o tres, sino múltiples actores— funciona de manera contradictoria; si bien las relaciones parecen congeladas en los términos de la Guerra fría, corrientes de intercambio las atraviesan a distintos niveles. 16 Enemigos íntimos. Paradojas en el conflicto Estados Unidos-Cuba expresión de disentimientos, flexibilizó los procedimientos migratorios y la actividad de las ONG. Todo esto ocurrió a pesar del impacto de la crisis, en el llamado Período especial.4 Ninguno de estos cambios llevó, del lado estadounidense, al relajamiento de tensiones, ni siquiera a señas de diálogo hacia la Isla, sino al reforzamiento del embargo (Ley Torricelli, 1992). Si nos atenemos a esa dinámica durante los últimos veinte años, no hay indicios de que cambios en Cuba —diferentes a los que preconiza la restauración capitalista— den lugar a un progreso en las relaciones. Ahora bien, ¿hasta qué punto la extensión al caso cubano de la nueva política norteamericana hacia China y Viet Nam posee un fundamento histórico y estratégico? Cuando los Estados Unidos modificaron sus relaciones con China en 1972, esta estaba muy lejos del socialismo de mercado actual; su principal atractivo para un político como Nixon y un estratega como Kissinger era su antagonismo con la URSS, que representaba una profunda división en el campo socialista y en el movimiento revolucionario internacional. Cuando la administración Clinton restableció relaciones con Viet Nam, en 1995, el acicate simbólico más importante no fue su liberalización económica, sino la posibilidad de saldar el trauma pendiente de los prisioneros de guerra norteamericanos (POW) y los desaparecidos en combate (MIA), cuyos restos no habían sido recuperados. Naturalmente, las corporaciones norteamericanas estaban a favor de estas aperturas diplomáticas y comerciales. Pero cualquier comparación entre estos casos y el cubano debe incorporar la diferencia de escala entre los intereses geoeconómicos y estratégicos en uno y otros. Si Cuba tuviera mil millones de consumidores potenciales o se ubicara en una región como la de los tigres asiáticos, con una intensa dinámica financiera y comercial, y un crecimiento galopante, la política norteamericana se enfrentaría a retos completamente distintos. Pero no hay tigres en el Caribe, ni los cubanos tienden a multiplicarse —más bien todo lo contrario. Por último, si se toma al pie de la letra la posición de Washington hacia la Isla, no se trata de exigir meras reformas económicas o algunos cambios en el sistema político, sino una inversión fundamental de su ordenamiento económico, social y político. Nada indica que se contentaría con un socialismo de mercado, sino con nada menos que una restauración del capitalismo. Cuando se traspasan las sucesivas «capas» del conflicto, en el fondo persiste el residuo duro de desconocimiento y desconfianza que la hostilidad, la hegemonía, la diferencia de escala y la insubordinación han generado durante doscientos años, en coexistencia con los intensos vasos comunicantes entre ambas naciones, surgidos de la enorme proximidad geopolítica, cultural y social. Intentaré sistematizar, mediante siete paradojas, algunos ejes significativos de estas relaciones, y resaltar, de manera muy sumaria, los elementos básicos con que estas se han construido.1 1. ¿Cuáles son los principales obstáculos? En la posguerra fría (1991-2001), las objeciones y reacciones de ambos gobiernos sufrieron un cambio dramático. Entre 1959 y 1990, los Estados Unidos culpaban a Cuba de ser agente soviética,2 y de exportar la Revolución hacia América Latina y África. La respuesta cubana era que ni su internacionalismo ni sus alianzas con gobiernos y movimientos revolucionarios eran negociables. Con el fin del campo socialista en Europa del Este (1989-1991), la terminación del conflicto del suroeste de África (1988), y la conclusión de las guerras centroamericanas (1988-90), Cuba ya no era aliada de Moscú (la URSS había desaparecido), no tenía tropas en África, no mantenía asesores militares en el ejército sandinista de Nicaragua, ni apoyaba de ninguna manera al Frente Farabundo Martí de El Salvador. Las objeciones de los Estados Unidos volvieron a concentrarse en el sistema mismo. En su lógica, Cuba debe «instaurar una economía de mercado y democratizar el sistema político»; de ahí se derivaría la normalización. La reacción cubana pasó a ser «socialismo o muerte». Según la lógica de la Isla, Washington debe eliminar su doble rasero y sus precondiciones, y lidiar con Cuba igual que con China y Viet Nam. ¿Cuán realistas resultan estas alternativas? En primer lugar, consideremos hasta qué punto cambios económicos y políticos internos en la Isla provocarían una modificación sustancial de la posición norteamericana. En la posguerra fría, Cuba dejó de percibirse como amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos. En el ámbito estratégico-militar, además del retorno de sus fuerzas dislocadas afuera, redujo a la mitad sus tropas, reservando solo un nivel mínimo de recursos para la defensa.3 En lo económico, el Estado cedió importantes zonas de la agricultura, el abasto de alimentos, ciertos servicios domésticos y de pequeña manufactura a la producción no estatal y al mercado de libre formación de precios; impulsó una nueva política de inversión extranjera, expandió el turismo, abrió el mercado interno al libre uso de divisas convertibles. En el plano de las libertades, amplió la esfera pública y los espacios de 2. ¿Cuáles son las fuerzas principales que influyen en las políticas cubanas de los Estados Unidos? En la Guerra fría, el actor absoluto del lado estadounidense era el establishment de seguridad nacional; a saber, los órganos de mando estratégico de la política 17 Rafael Hernández competir con la derecha y la FNCA? Más que la acción del gobierno de la Isla, se requeriría que fueran reconocidas como interlocutores por el de los Estados Unidos —como hizo Reagan con la FNCA en 1983.8 La decisión de alternar no solo con la extrema derecha cubanoamericana —opción siempre abierta para la Casa Blanca— podría poner a estos moderados del exilio en el primer plano del escenario político, y legitimar con ello un nuevo capítulo en su política hacia Cuba. c) Si se aceptara como real que el actor principal en la política cubana ha cambiado, estaríamos ya viviendo la transición post-(Fidel) Castro, y los Estados Unidos deberían estar negociando con Raúl Castro. Como esto no ocurre, habría que cuestionar también la validez de esta hipótesis. Discutir sus implicaciones requiere profundizar en otras paradojas que consideraré más adelante. exterior, representados en el Consejo de Seguridad Nacional. Desde su punto de vista, todo el entramado político-estratégico del Estado cubano se resumía en una sola persona: Fidel Castro. La posguerra fría traería un cambio inesperado. Según los funcionarios norteamericanos y muchos analistas, la política hacia Cuba dependería en lo adelante de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), a la que se le atribuía el control del voto en la Florida y, por tanto, el poder para mantener la línea dura y contrarrestar toda iniciativa de cambio de parte del Ejecutivo y el Congreso. Curiosamente, esta idea encontraría su espejo en Cuba, donde se ha afirmado desde entonces que «la mafia cubanoamericana» controla la política de Washington hacia la Revolución. En 2006, se produciría, del lado cubano, una modificación imprevista, cuando Raúl Castro tomó el mando de la política nacional. Desde su posición de presidente sustituto en funciones, y luego en plena posesión del cargo, ha ofrecido «ramos de olivo» al Norte, y expresado su disposición a hablar sobre cualquier tema, sin precondiciones ni doble rasero.5 Si nos atuviéramos a la representación de los actores y fuerzas en juego formulada arriba, las alternativas hipotéticas a la solución del conflicto serían: a) Cuba debe negociar con la Fundación Nacional Cubano Americana; b) el gobierno de la Isla debería trabajar para promover un nuevo lobby cubanoamericano que derrote a la FNCA; y c) los Estados Unidos deben reconocer el cambio significativo en la situación política de Cuba. 3. ¿Qué circunstancias políticas serían necesarias del lado de los Estados Unidos para un mejoramiento de relaciones? Clásicamente, se suelen identificar al menos tres: a) que Cuba no sea percibida como una amenaza a la seguridad nacional; b) un presidente demócrata, pues los liberales son más propensos a la negociación que los conservadores; y c) un segundo mandato de este presidente, cuando ya no se tenga que preocupar por ganar las próximas elecciones. Examinemos cada una. a) Al avanzar la posguerra fría, el Pentágono y la comunidad de inteligencia establecieron oficialmente que la Isla había dejado de representar una amenaza militar.9 Por esa misma razón, múltiples focos de atención internacional —Asia Central, Medio Oriente, la República Popular de Corea, China, Rusia— la rebasaban en el radar primordial de los órganos de la seguridad nacional, el nivel que gobernó la política hacia Cuba durante décadas. Sin embargo, esa política tampoco cambió, precisamente porque el Ejecutivo tiene las manos llenas con otros graves problemas nacionales e internacionales, y el tema de Cuba no suele llegar a su buró. El argumento de la «no amenaza cubana», paradójicamente, funciona ahora contra el cambio de política. b) Si se compara el récord histórico de las relaciones bilaterales durante las presidencias de John F. Kennedy y Lindon B. Johnson con el de Richard Nixon, Gerald Ford y el propio George Bush Sr., parecería, por el contrario, que —con la única excepción de Jimmy Carter, en sus dos primeros años (1977-1978)— los demócratas no fueron mejores que los republicanos. La escasa evidencia de la posguerra fría apenas revela que Clinton no a) Resulta cuando menos sorprendente que dos perspectivas tan distintas como las de La Habana y Washington coincidan en la idea de que «la cola mueve al perro» en su apreciación de la ecuación FNCA-gobierno norteamericano. De reconocerse un peso determinante a este lobby, sería difícil explicarse cómo los dos gobiernos se entendieron para negociar la paz en el suroeste de África, firmar dos acuerdos migratorios (1984, 1995) y devolver a Elián González a Cuba (2000), por mencionar solo tres negociaciones muy importantes a las que la FNCA se opuso radicalmente.6 b) Hace muchos años que ha existido un anti-lobby cubanoamericano como alternativa potencial. Personalidades y asociaciones cubanoamericanas —incluso algunas declaradamente anticastristas— se oponen al bloqueo y favorecen un diálogo con el actual gobierno cubano. Se pueden identificar figuras moderadas7 con suficientes credenciales anticomunistas ante el gobierno estadounidense para que este las acepte como legítimas «voces democráticas que piden una nueva política dirigida a apoyar la lucha por la libertad del pueblo cubano». ¿Qué les impide 18 Enemigos íntimos. Paradojas en el conflicto Estados Unidos-Cuba llegó a los extremos de George W. Bush. Es probable también que el presidente Obama sea mejor que su predecesor —lo cual, en términos generales, no es mucho decir a favor de los demócratas. Como es natural, para Cuba y los que favorecen un cambio de política, es preferible contar con Jimmy Carter, Bill Clinton o Barack Obama en la Casa Blanca, en vez de Ronald Reagan o George W. Bush. Pero nada más. El gradiente representado por este factor en un cambio de relaciones se ha revelado como secundario e insuficiente, en términos prácticos, a lo largo de medio siglo. c) El origen de esta tesis del «segundo mandato», que se repite, resulta un enigma. Lo primero es que, a partir de 1959, y en medio de la Guerra fría, ningún demócrata consiguió reelegirse, con lo cual la posibilidad de su comprobación se reduce de manera sustancial. De los cuatro presidentes que lo lograron, el único demócrata, ya en la posguerra fría, fue Clinton, quien no amenazó con usar la fuerza contra la Revolución, como Reagan y Bush Jr., pero sí promulgó el Apoyo para una transición democrática en Cuba,10 no exactamente un paso de avance. De los otros tres, Reagan y Bush Jr. no tuvieron tampoco un segundo término favorable a Cuba, más bien al contrario. En el caso del segundo período de Richard Nixon, la relativa distensión de 1973-74 parece más bien obra de Kissinger, así como del breve interregno de Gerald Ford, y no del Presidente, enredado en Watergate. recursos del Big Oil, el grupo de interés más poderoso en la política norteamericana, solo comparable al de la industria militar. De forma automática, Cuba subiría en el radar de preemptive war scenarios del Pentágono. Lo mismo ocurriría respecto a una variante de reanudación del proyecto de Juraguá. Por otro lado, en ambos casos las organizaciones ecologistas y muchos ciudadanos a ambos lados del Estrecho de la Florida, se alarmarían ante la amenaza de estos «avances» para el entorno natural del sur de los Estados Unidos y para la Isla. En consecuencia, la subida de Cuba en la agenda de prioridades de seguridad nacional acarrearía una situación contradictoria, así como costos y beneficios potenciales, que incrementarían tanto las oportunidades como los riesgos, la incertidumbre y la volatilidad del clima político. En cuanto a la segunda, si bien el gobierno de Cuba, junto con el resto del mundo, votó por Obama en las elecciones de 2008, no sería aconsejable que trazara una estrategia basada en la expectativa de «un demócrata» que no esté preocupado por ganar «un segundo mandato» y que gaste el capital político necesario para cambiar el rumbo de cincuenta años en las relaciones con La Habana. Nada en esta historia indica que las decisiones pospuestas para «el momento adecuado», «las condiciones propicias», «paso a paso», etc., hayan sido otra cosa que un wishful thinking. Por otro lado, lo que los analistas llaman entanglement, es decir, la alta «adherencia» del tema de Cuba a otros asuntos internos e internacionales —eventuales crisis en Centroamérica y el Caribe, acciones de grupos de interés en la política local de Florida y Nueva Jersey, percepciones sobre contingencias en la Isla infladas por la manipulación mediática, etc.— propias de la atmósfera inestable en las relaciones con Cuba, suscitan una alta franja de impredictibilidad, que pesaría en el ánimo de cualquier presidente-demócrata-en-segundo-mandato y de sus expertos-sobre-Cuba a la hora de decidir si es conveniente gastar lo necesario en cambiar esa política establecida. Por todas estas razones, resulta improbable —tanto si ocurren, como si no— que alguno de estos escenarios pueda operar eficazmente un proceso de cambio real. Si, a pesar de todo, se asumieran como válidos los axiomas sobre el peso de las circunstancias políticas de los Estados Unidos hacia Cuba, tendríamos las siguientes alternativas «lógicas»: 1) Esperar a que aumente la producción petrolera cubana hasta hacer de la Isla un exportador neto, o que se reanude con Rusia la construcción de la planta electronuclear de Juraguá, o que tenga lugar una crisis inesperada, de manera que Cuba aparezca más arriba entre las prioridades de seguridad nacional del Norte; 2) esperar un segundo término del presidente Obama, hasta que se desocupe de las prioridades políticas internas e internacionales actuales. Respecto a la primera alternativa, el perfil cambiante de la Isla en el esquema de seguridad nacional norteamericana ofrece un ejemplo perfecto de cómo un mismo tema puede ser acicate u obstáculo, refuerzo y amenaza en las relaciones. Es probable que el gobierno cubano, casi todos los habitantes de Cuba y las corporaciones petroleras festejaran un aumento en la prospección y extracción de crudo en la plataforma y en la zona patrimonial cubana en el Golfo de México. Los grupos que hacen lobby en Washington posiblemente se sumarían a este entusiasmo, al poder contar con los 4. ¿Qué circunstancias políticas serían necesarias, del lado de Cuba, para un mejoramiento de las relaciones? Desde el ángulo estadounidense, se han identificado al menos tres: a) Fidel Castro fuera del gobierno; b) que Cuba manifieste una voluntad política real de mejoramiento, en lugar de sabotear los progresos alcanzados; y c) que Cuba dé el primer paso, haciendo concesiones que emitan señales positivas, y 19 Rafael Hernández respondiendo a cada medida favorable tomada por los Estados Unidos. histórico, se habría podido calcular la reacción de La Habana, incluso la más extrema. c) La etapa más reciente brinda nuevos ejemplos del toma y daca como lógica constructiva de un diálogo: «Cuba no ha respondido a las medidas de la administración Obama dirigidas a suprimir las restricciones a los viajes y a las remesas de los cubanoamericanos: la bola está del lado cubano»; Cuba debe hacer cambios [internos] para mejorar las relaciones [bilaterales] con los Estados Unidos: liberar presos políticos, instaurar una economía de mercado, compensar a los cubanos cuyas propiedades fueron afectadas por las leyes de 1959 y 1960». Resulta curiosa la adopción indiscutida de este enfoque, si se toma en cuenta que las acciones de referencia —ante las que La Habana debería reaccionar— se basan en promesas electorales ante votantes del sur de la Florida durante la campaña presidencial, cuyos principales beneficiarios son los cubanoamericanos y sus parientes en la Isla, no el gobierno de Raúl Castro. a) Cuba es gobernada por Raúl Castro desde el 31 de julio de 2006, sin que se advierta ninguna señal favorable del otro lado. Washington no ha considerado el cambio de presidente como significativo, e incluso se ha cuestionado si realmente Raúl es el que decide, y no Fidel detrás de las bambalinas. b) Como evidencias de que el gobierno cubano perturba deliberadamente cualquier proceso de acercamiento, se mencionan hechos como la apertura del puerto de Mariel a la libre emigración (abril, 1980), en medio de la campaña presidencial norteamericana; y especialmente, el derribo de las avionetas del grupo Hermanos al Rescate (24 de febrero, 1996), cuando el proyecto de la ley HelmsBurton se negociaba en los pasillos del Congreso. Según este enfoque, tanto en 1980 como en 1996, estaba en curso un acercamiento entre los dos países, que las inesperadas acciones cubanas torpedearon. El hecho es que, en 1980, cuando el gobierno cubano abrió el puerto de Mariel,11 las relaciones con la administración Carter ya se habían enfriado, debido a varios incidentes congresionales desencadenados por altas figuras en el Consejo Nacional de Seguridad y, sobre todo, por el cambio de clima regional que acarrearon, en 1979, la revolución sandinista en Nicaragua y el gobierno de la New Jewel en Granada.12 En cuanto al incidente de las avionetas, desde antes de su derribo y de la aprobación de la Helms Burton, el discurso del presidente, y en especial el de sus asesores sobre Cuba, no anunciaban políticas alternativas, sino más bien una estrategia de desestabilización interna, conocida como Track II, complementaria del bloqueo.13 Según el gobierno cubano, tanto en la víspera del Mariel como en la de las avionetas, se informó a altos niveles de la administración norteamericana acerca del peligro de una crisis, y de la necesidad de que se tomaran medidas preventivas, advertencias que fueron desoídas. Todas las aperturas que han desencadenado crisis migratorias (1965, 1980 y 1994), han tenido lugar en ausencia de acuerdos realmente vigentes, de manera que las medidas cubanas han buscado presionar para alcanzarlos. Respecto a las violaciones del espacio aéreo a baja altura, la posición cubana ha sido la misma desde las postrimerías de la Crisis de Octubre, en noviembre de 1962.14 En resumen, aunque en todos estos casos es posible juzgar la respuesta cubana como muy drástica, en ninguno era impredecible. A partir de tales antecedentes y patrones de comportamiento Si se asumiera hipotéticamente la lógica estadounidense sobre las condiciones políticas necesarias del lado cubano, se podrían construir los siguientes escenarios de resolución y estrategias para Cuba: a) Esperar al segundo término de Raúl Castro, en 2014, cuando haya transcurrido suficiente tiempo para que los Estados Unidos identifiquen su gobierno como distinto al de Fidel; b) que Cuba se asegure de que ninguna de sus respuestas a la política norteamericana pueda interrumpir el diálogo real o potencial, o desencadenar una crisis; c) que Cuba responda a cada medida de los Estados Unidos con otra equivalente, de manera que la política de aquel se vea estimulada. El realismo y eficacia de estos escenarios para hacer avanzar las relaciones resultan improbables. Además de los comentarios anotados arriba, podrían añadirse los siguientes: a) Si bien para muchos cubanos el gobierno de Raúl Castro no ha hecho todo lo necesario ni ha aplicado aún los «cambios estructurales» preconizados, sería difícil sostener que sus políticas son más de lo mismo. La pérdida de relieve de la política conocida como Batalla de Ideas, la entrega de tierras estatales a cooperativas privadas, la fusión de organismos y la reducción del aparato estatal, la sustitución de dos tercios del gabinete ministerial y otros altos funcionarios (entre ellos, prácticamente la totalidad del equipo económico), el otorgamiento de nuevas licencias para el trabajo por cuenta propia, el levantamiento de las restricciones para rentar habitaciones y adquirir cuentas de celulares en moneda convertible, la clausura del plan de educación preuniversitaria obligatoria en zonas rurales («escuelas 20 Enemigos íntimos. Paradojas en el conflicto Estados Unidos-Cuba El sentido de la libertad puede encontrar caminos de comunicación inesperados, asociados a profundas relaciones tejidas históricamente, que subsisten en forma paralela al conflicto, y lo atraviesan con una fuerza equivalente a la del antagonismo. Unidos con una crisis migratoria o de otro tipo. En la lógica de evitar una escalada del conflicto con el Norte, el gobierno cubano ha mantenido una postura radical ante los secuestros de naves, al punto de juzgar a sus responsables con la máxima extensión de la ley y aplicarles sanciones muy drásticas. Sin embargo, el patrón crisis-progreso prueba que Washington solo se ha sentado a negociar con La Habana obligado por las circunstancias, y en torno a un asunto de interés nacional. Esto ha ocurrido cuando se trata de un tópico bilateral que coincide con una prioridad global. c) Este requisito contrasta con el resto de las relaciones exteriores cubanas, incluso con los países europeos y la propia Unión, desarrolladas a partir de intereses internacionales, no de precondiciones que impliquen cambios internos en la Isla.15 Según demuestra esta experiencia, mientras más estrechas sean las relaciones bilaterales, mayores probabilidades de que las políticas o experiencias de otro país pudieran ser tomadas en consideración por Cuba. en el campo»), así como el anuncio de un reajuste que implica un millón de despidos, cierre de comedores en centros de trabajo, eliminación de la libreta de abastecimientos y otros subsidios o gratuidades, con el fin de ajustar las cuentas nacionales, corresponden a nuevos contenidos y a otro estilo de liderazgo. Apreciar el presente y futuro de estas políticas sobre la base de los artículos que Fidel escribe —la mayoría acerca de temas globales e históricos— y adoptar la premisa de que este se mantiene al timón de la política cubana, resulta un razonamiento carente de fundamento y poco útil para entenderlas. b) Aun reconociendo los peligros que las crisis con los Estados Unidos implican para la seguridad nacional de Cuba, se puede comprobar que su saldo no ha sido siempre negativo. Como consecuencia de la Crisis de los Misiles (1962), Washington se comprometió a no hacer uso de sus medios militares para atacar directamente a Cuba. A raíz de las crisis migratorias, aquel se vio compelido a una negociación para establecer sendos acuerdos con Cuba y, en el último caso, a cambiar diametralmente su política migratoria. Es cierto que, en algunos casos, donde han estado involucrados medios militares —como el derribo de las avionetas en 1996— esta decisión se podría juzgar como muy costosa, por el peligro de una confrontación directa y sus consecuencias políticas más inmediatas. Sin embargo, es un hecho que, desde entonces, ninguna nave aérea o embarcación proveniente de territorio norteamericano ha vuelto a violar el espacio aéreo o marítimo cubano. De manera que, en términos reales, este controvertido acontecimiento reconfirmó la postura de ambas partes ante violaciones que pudieran desencadenar escaladas peligrosas para la seguridad nacional de cada cual. De hecho, estos avances no solo han afectado la política estadounidense, sino también la cubana. El desenlace de la última crisis migratoria (1994), con el acuerdo de 1995, llevó a Cuba a comprometerse a recibir de vuelta y no sancionar a los que intenten salir ilegalmente y sean interceptados por las autoridades norteamericanas o por el propio Cuerpo de Guardafronteras de la Isla. La lección de estas experiencias no es que Cuba debería provocar de vez en cuando a los Estados Otra construcción con poca evidencia es la idea de que una política de quid pro quo —acción y reacción ante medidas del otro—, puede conducir al diálogo y la normalización. Los acuerdos puntuales sobre secuestro de naves y migración,16 la cooperación ad hoc entre guardacostas y servicios meteorológicos, las licencias para intercambio académico o venta de alimentos, los permisos para sobrevuelos y el diálogo entre militares en la base de Guantánamo, la apertura y mantenimiento de las secciones de intereses en ambas capitales, han sido pasos puntuales significativos; pero ninguno ha demostrado ser consecuencia de una política de acción-reacción, ni poseer capacidad para extender su efecto a otras dimensiones de las relaciones. Con la excepción del tema migratorio, que implica el control de su flanco sur y, por tanto, una prioridad de seguridad nacional, ningún otro asunto ha podido resolverse de manera estable gracias al efecto multiplicador de ciertos islotes de cooperación —ni siquiera en materia de drogas, control ecológico y prevención de desastres naturales. La experiencia sugiere que si una política de paso a paso pudiera funcionar sería la unilateral, que cada parte tomara sus propias iniciativas, sin atarlas 21 Rafael Hernández a las respuestas del otro, ni que se vieran contaminadas o amenazadas por la «falta de reciprocidad». y se sienta más seguro entre los vecinos de Santa Clara, Bayamo o Guanabacoa que en ninguna ciudad del Medio Oriente, Asia Central o África, e incluso en casi todas las capitales de América Latina y el Caribe. b) Aun los cubanos que critican el socialismo, encuentran que los Estados Unidos no tratan a Cuba como a otros países —China, Viet Nam, RPDC, Libia, Arabia Saudita, y muchos más— que no calificarían, según los estándares norteamericanos, como democráticos. Muchos de ellos se sorprenderían al ver cuán conforme está la mayoría de los norteamericanos con su democracia. Sería improbable que la mayoría de los socialistas cubanos asumiera como misión redentora en sus relaciones con los norteamericanos, esclarecerlos y convertirlos a su ideología. Tampoco parecería que los estadounidenses comunes y corrientes adoptaran hoy la postura clásica de la «carga del hombre blanco» en su manera de colocarse ante Cuba y sus problemas. 5. ¿Cuán factible es alcanzar un entendimiento mutuo en torno al tema de la democracia? Si existe un asunto sobre el cual han existido profundas discordancias no solo entre los dos gobiernos, sino entre los dos países y culturas políticas, es el de la democracia. La idea norteamericana de que los cubanos son ineptos para autogobernarse, y que la misión de los Estados Unidos es «ayudarlos a liberarse de sí mismos»,17 es mucho más vieja que la Revolución. La visión latinoamericana de que «los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad» es al menos tan antigua como la famosa frase de Simón Bolívar.18 Tanto en la Guerra fría como después, las respectivas percepciones sobre sus sistemas políticos se han mantenido estrictamente simétricas: Cuba es solo una dictadura totalitaria, despojada de toda cualidad democrática/los Estados Unidos no son más que una superpotencia imperialista, carente de todo ejercicio democrático. Cada parte piensa que las instituciones de las que la otra se ufana no funcionan, simplemente porque son antidemocráticas y manipuladas por una élite poderosa; carecen de un sistema electoral legítimo, justo y realmente popular; y no eligen a los mejores estadistas. De estas percepciones, solo podrían derivarse las siguientes alternativas de solución del conflicto: a) Conseguir que Cuba cambie sus juicios sobre la democracia de los Estados Unidos; y b) trabajar para lograr un cambio en las opiniones norteamericanas sobre el socialismo cubano. Aparentemente, a partir de estas premisas, no sería previsible el más mínimo cambio presente o futuro entre los dos países. No obstante, sería útil examinarlas más de cerca. Si la cuestión de la democracia fuera tan importante para los norteamericanos en cuanto a sus relaciones con la Isla, la mayoría de la opinión pública no habría cambiado a favor de la normalización y el levantamiento del bloqueo. Esa evolución, naturalmente, no revela que haya dejado de considerar a Fidel, Raúl y el sistema cubano como totalitarios; sino que el cuestionamiento democrático no es una precondición para conversar. Por el contrario, paradójicamente, la naturaleza misma de un régimen político tan extraño al estadounidense, mantenido durante medio siglo en su propio vecindario, tiene un efecto más estimulante que de repulsión. Muchos estadounidenses sueñan con visitar Cuba no solo para disfrutar de su cultura y su sociedad, sino para conocer «el socialismo castrista antes de que se extinga», como quienes se entusiasman ante la idea de visitar un parque jurásico cuya entrada les ha estado prohibida. a) Aunque el antimperialismo cubano se ha visto reforzado por cincuenta años de socialismo, en rigor ha estado presente como actitud desde la era colonial. Si bien el sistema norteamericano no es un modelo para la mayoría de los cubanos, y su política imperial puede resultarle odiosa, cree que es posible o al menos deseable coexistir en paz con el vecino poderoso (incluso si casi nunca es un «buen vecino»). Para los habitantes de la Isla, el beisbol, la tecnología moderna, la ética de trabajo, la organización empresarial, además de la música y el cine norteamericanos han sido objetos de admiración e influencia cultural, en muchos casos desde hace siglo y medio. Estos lazos de singular intimidad, como decía el presidente William McKinley, permiten que un yanqui sea mucho mejor recibido 6. ¿Qué normalización? Para muchos, la ruptura formal de relaciones diplomáticas con Cuba, en enero de 1961, y la legislación del bloqueo económico a la Isla, en febrero de 1962, han encarnado el «diferendo» entre los dos países. En su expresión actual, este se puede resumir en los siguientes tér minos: la falta de relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba, y el bloqueo, expresan la continuación de un conflicto nacido en la Guerra fría, que ya no tiene razón de ser. De esta lógica se derivaría, en términos de solución del conflicto, que la normalización de relaciones y el fin del bloqueo facilitarían el predominio del diálogo pacífico, el respeto 22 Enemigos íntimos. Paradojas en el conflicto Estados Unidos-Cuba de la libertad de los cubanos. La conducta de estos ante esa contribución, especialmente desde 1898, ha sido percibida como ingratitud por muchos norteamericanos. Al margen de sus ideologías, una parte de los cubanos está convencida de que Cuba estaría mucho mejor si los Estados Unidos dejaran de inmiscuirse en sus asuntos internos. La idea de que esta convicción está asociada a la ideología revolucionaria o al socialismo es solo parcialmente verdadera. Muchos en la Isla —incluidos no comunistas— han entendido su propia historia como la búsqueda de una libertad reiteradamente frustrada, justo por la presencia estadounidense en la vida nacional. Estas dos visiones encontradas podrían expresarse así: a) «El compromiso de los Estados Unidos [consiste] en apoyar al pueblo cubano contra la tiranía del régimen de Fidel Castro [mediante políticas] que lo ayuden a conseguir el final expedito de la dictadura».19 b) «Nadie que mantenga una alianza, o asociación, o que reciba el apoyo de los Estados Unidos, es un defensor legítimo de la libertad de Cuba». Esta polaridad inconciliable no implica, sin embargo, que todos los cubanos rechacen cualquier tipo de «libertades» norteamericanas, en particular las asociadas al consumo, la variedad de productos, el confort de la vida doméstica, y otras como la llamada industria del entretenimiento, desde Disneylandia hasta los juegos de azar, incluyendo las múltiples encarnaciones del «sueño americano». Este es el Norte que tienen en la mente numerosos cubanos aspirantes a emigrar. Ahora bien, si consideramos el reverso de esta polaridad, podríamos encontrar que, paradójicamente, la búsqueda de la libertad constituye también un poderoso puente de encuentro entre los dos lados. Aunque los polos ideológicos se repelan, los sociales, culturales y económicos se atraen. En efecto, la libertad de viajar y la de comercio constituyen hoy, probablemente, los dos mayores puntos de convergencia entre los dos países. A la larga, el sentido de la libertad puede encontrar caminos de comunicación inesperados, asociados a profundas relaciones tejidas históricamente, que subsisten en forma paralela al conflicto, y lo atraviesan con una fuerza equivalente a la del antagonismo. y entendimiento mutuos, y la no injerencia en asuntos internos, en lugar de la confrontación. El corolario de esta definición es que la normalización de relaciones constituye un fin en sí mismo. En virtud de esta operación diplomática —la apertura de embajadas— y del fin del embargo comercial y financiero, ambos países podrían empezar a relacionarse como ocurre con cualesquiera otros dos en el sistema internacional. Planteado de esta manera, el problema se reduciría a considerar qué tipo de circunstancias políticas permitirían facilitar y articular un proceso de diálogo-negociación–normalización diplomática. Sin embargo, el problema mismo de la normalización resulta más complejo que el de las condiciones y voluntades que conducirían a una mesa de negociaciones. La primera cuestión es: ¿alguna vez los Estados Unidos y Cuba han tenido relaciones normales «como cualesquiera otros dos Estados en el sistema internacional»? Ni aun antes de 1959, las relaciones reales se parecían a las que tenían otros del hemisferio. Para los Estados Unidos, el tema Cuba estaba más cercano a un asunto doméstico que a una relación internacional. Tanto antes como después de la abolición de la Enmienda Platt (1934), la relación con los Estados Unidos determinaba un cierto tipo de Estado, un orden económico y social, una estructura de poder y hasta una cultura política. Si llegaran a ser normales, ¿serían como las que Washington mantiene con México o Canadá, con el Reino Unido o Alemania? Además de reponer las tarjas que identificaban a ambas embajadas, y eliminar el embargo, ¿qué distinguiría esas relaciones normales? No está claro si la normalización implicaría automáticamente abstenerse de interferir en asuntos considerados internos por el otro, de confrontar en materia político-ideológica más allá de «desacuerdos normales entre dos Estados cualesquiera», de permitir el despliegue de ciertos actores que el otro percibe como desestabilizadores a su seguridad nacional o su soberanía. La cuestión de la normalización resulta más problemática de lo que parece a primera vista. Reconociendo toda su significación, si se le apreciara como algo más que un cierto estatus técnico-jurídico entre ambos Estados, la normalización no sería un fin en sí mismo, sino apenas una esperanza de que ciertos problemas de interés mutuo pudieran quedar sujetos a un diálogo diplomático. Áreas para la cooperación En el contexto de la política exterior de los Estados Unidos, el caso cubano se ilustra como la paradoja por excelencia, en las antípodas de su agenda latinoamericana. Mientras esta enfatiza el libre comercio, con múltiples vertientes políticas y económicas, hacia la Isla mantiene el embargo total —comercio, finanzas, uso 7. ¿Qué peso real tiene el problema de la libertad entre Cuba y los Estados Unidos? Históricamente, los gobiernos del Norte se han considerado responsables de velar por la preservación 23 Rafael Hernández incluyen ciertas agencias oficiales, gubernaturas estatales, legisladores, así como corporaciones, ONG, organizaciones de la sociedad civil, universidades, instituciones culturales, iglesias y otras entidades. del dólar, vínculos bancarios, transporte, bienes de origen cubano en terceros países, compras a subsidiarias norteamericanas en otros territorios, viajes y estancias personales, transferencias monetarias a ONG cubanas o radicadas en Cuba, acceso de estudiantes cubanos a programas graduados en Estados Unidos, etc.—, o lo que es lo mismo, el bloqueo. La misma inversión radical se revela en su agenda de seguridad regional — narcotráfico, migración ilegal, terrorismo—, caracterizada en la mayoría de los casos latinoamericanos por el estancamiento o el encono; mientras, en estos tópicos, precisamente, es donde se registra el mayor grado de entendimiento y cooperación mutua con Cuba. Como algunos observadores han notado,20 y ha sido reconocido por el propio gobierno cubano, a pesar de la inclusión de Cuba en la lista de países terroristas,21 los militares norteamericanos se llevan mejor y tienen un mayor respeto profesional hacia los cubanos que hacia muchos otros en el hemisferio. Paradójicamente, aunque la «amenaza cubana» se ha perpetuado en el imaginario político estadounidense como el corazón del conflicto con la Revolución, no hay otro Estado en la región con el cual se haya logrado un nivel de cooperación y progresos sustanciales en torno a estos puntos críticos de la seguridad nacional. Es sobre esta experiencia concreta y discreta donde se ha ido sedimentando una capa de confianza mutua, que el diálogo sostenido y la negociación podrían seguir expandiendo en lo adelante, en dirección contraria a la negación y la retórica estentórea. En sentido general, parto de considerar que los dos lados tienen mucho que aprender y ganar en un acercamiento. La idea de que, en una recuperación real de esas relaciones, a los cubanos les tocarían los principales beneficios resulta un razonamiento curioso. No hay que subestimar el conocimiento acumulado en instituciones y organismos especializados cubanos, ni asumir que los emprendedores cubanoamericanos descenderán sobre la isla a alfabetizar a sus rústicos primos. Los profesionales emigrados en países que mantienen programas de reclutamiento laboral en Cuba —Canadá, Australia—, o los que residen en otros lugares —México, Chile, Finlandia, España, o los propios Estados Unidos— no se comportan como si tuvieran un handicap de origen, e incluso muchos afirman que su formación cubana es superior a la que se recibe en esas otras latitudes. Ni siquiera en un sentido «estrictamente económico», el contenido fundamental de una relación entre las dos partes se reduce al comercio y la inversión. Intentaré bosquejar un grupo de tópicos concretos en torno a los cuales ambos países han manifestado interés, disposición a cooperar, e incluso, en determinados casos, han alcanzado un grado de colaboración. Las partes que identifico no se reducen a los Ejecutivos; Economía Estimar la capacidad del mercado cubano para el comercio o las inversiones norteamericanas requiere tomar en cuenta que el levantamiento del bloqueo crearía condiciones completamente nuevas para desenvolvimiento de la economía y la sociedad de la Isla, e induciría un cambio sobre bases diferentes a las imperantes hoy. Por ejemplo, facilitaría nuevas oportunidades para productos no tradicionales y servicios (médicos, educativos, culturales, científicos, deportivos) que, vía cooperación —como la desarrollada con países de América Latina y África—, serían una alternativa a la tradicional consideración de Cuba como «tierra de azúcar, níquel, tabaco y ron». Para entender este proceso, sería necesario descender al nivel micro —es decir, a las economías regionales, corporaciones de distintas escalas, segmentos y nichos de mercado, etc.— donde ocurren realmente los encadenamientos de intereses.22 Sin la premisa del fin del bloqueo —o su debilitamiento progresivo—, no habría cambio fundamental de las circunstancias. Ese posible debilitamiento no debe confundirse con las licencias concedidas puntualmente a determinadas corporaciones norteamericanas, para vender cantidades discretas de alimentos a Cuba, mediante autorizaciones sujetas a restricciones específicas, sin financiamiento bancario o créditos. Los Estados Unidos no han liberalizado su política hacia Cuba; el embargo se mantiene intacto desde el punto de vista legal y práctico, pues no permite un comercio normal entre ambos; pero, al mismo tiempo, sugiere que, si se levantara, se desplegaría un potencial de intercambio económico beneficioso para los dos países. Entre las áreas para esta cooperación se encuentran: programas de investigación-desarrollo en diversos sectores; 23 medicina tropical, verde y tradicional; producción y comercialización alternativa de fármacos (al margen del control transnacional); administración pública; apoyo institucional y gestión de cooperativas y pequeños productores; organización del trabajo; diseño de pequeñas y medianas empresas, y otras. Salud pública Como en la mayoría de las áreas, la relación bilateral en materia de salud no está en cero. De hecho, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha sido una de las pocas instituciones hemisféricas en donde 24 Enemigos íntimos. Paradojas en el conflicto Estados Unidos-Cuba caribeñas, manipulación de medios nucleares y prevención contra epidemias; protección de costas; manejo legal y comunitario de la contaminación; protección de la seguridad aérea y marítima, salvamento de migrantes ilegales y prevención de piratería y secuestro de naves y aeronaves; vigilancia e intercepción del narcotráfico; contactos entre militares para mejorar las relaciones y cooperación mutuas, medidas de confianza en relación con las maniobras, intercambio de información sobre diversos temas; encuentros deportivos, históricos, culturales y académicos, e intercambio de delegaciones militares. Cuba y los Estados Unidos han podido sentarse juntos. En más de una ocasión, el Center for Disease Control (CDC) de Atlanta ha cooperado con las autoridades cubanas en la atención de epidemias como el dengue hemorrágico y la polineuritis. Tomando en cuenta que la OPS ha identificado el sistema de salud cubano como uno de los mejores de la región, y la relevancia de este tema en la agenda doméstica norteamericana —especialmente priorizado por la administración actual—, los nexos ya existentes podrían ampliarse. Un ejemplo de esta expansión es la ayuda a las víctimas del terremoto de Haití. Al margen de los recelos ante la presencia de tropas norteamericanas en territorio haitiano, Cuba y los Estados Unidos han sostenido diálogos a nivel de cancillería para coordinar esta asistencia.24 Si bien con connotaciones diferentes, el concepto de médico de la familia (family doctor) es de uso común en ambos lados; así como la idea de una medicina preventiva y comunitaria. Los programas de educación masiva puestos en práctica en la Isla en torno al VIH/ SIDA y el consumo de drogas, el papel de los activistas comunitarios y juveniles, son experiencias de mutuo interés. Gestión del sector público Dentro de la situación cubana actual, el tránsito desde un sistema de gestión altamente centralizado a uno más participativo y menos vertical ha sido reconocido como eje principal en la «actualización del modelo»30 —lo que algunos llaman «el camino de las reformas». En ese camino para reordenar la economía, liberar las fuerzas productivas, recuperar el desarrollo social y el nivel de vida, las líneas maestras son descentralizar, desburocratizar, elevar la participación y el control.31 En estas prioridades —esencialmente políticas, no puramente «económicas»— resulta clave que los niveles regionales y locales puedan disponer de mayor control y poder de decisión sobre recursos propios. Protección contra desastres. Control del medio ambiente. Cooperación cívico-militar y entre militares. La capacidad instalada para enfrentar desastres en Cuba constituye un capital para la cooperación internacional. Como se sabe, el sistema de Defensa civil involucra a las fuerzas armadas, las instituciones científicas, los medios de difusión, las organizaciones sociales.25 La base de este sistema es la participación activa de las comunidades y sectores sociales directamente afectados, y de la ciudadanía en general. Aunque no existe un tratado bilateral, los servicios de lucha contra el tráfico de drogas de ambos lados han colaborado puntualmente. Como se ha dicho,26 Cuba mantiene cooperación en esta esfera con países europeos, que han suministrado entrenamiento y equipos al MININT. Solo la política de la Casa Blanca impide que la DEA, el Servicio de Guardacostas, la Marina, las agencias de inteligencia y el FBI puedan apoyarse en un acuerdo con Cuba, igual al que mantienen con otros países caribeños, para su trabajo.27 En el campo de las relaciones entre fuerzas armadas, la posición cubana ha sido la de promover, «acuerdos que proporcionen a todos los países confianza en el uso de los espacios marítimos y aéreos que la rodean».28 Una lista preliminar de áreas específicas susceptibles de cooperación bilateral y multilateral incluiría:29 protección preventiva ante desastres naturales; control del medio ambiente, en particular, evitar sustancias tóxicas en aguas Política social. Problemas urbanos y de desarrollo social El examen de las agendas en este aspecto revelan un muestrario de problemas susceptibles de canalizarse mediante el intercambio de experiencias, a saber: el énfasis en el trabajo social y otras fórmulas de prevención y atención a las comunidades más desfavorecidas; el desarrollo de nuevos mecanismos y programas participativos para enfrentar la pobreza y la marginalidad; las políticas de promoción de negros, mujeres y jóvenes a cargos de responsabilidad; el tratamiento de las causas de inseguridad ciudadana y humana; la accesibilidad a los servicios comunales y el transporte. En este campo, Cuba se enfrenta a la búsqueda y puesta en práctica de un nuevo modelo de desarrollo social sostenible y a la necesidad de transitar de una política social uniforme a una más focalizada y descentralizada. Educación Cuba ha acumulado una vasta experiencia no solo en la socialización de la educación en su territorio, sino en la cooperación internacional, que podría ponerse en 25 Rafael Hernández función de la colaboración con los Estados Unidos, tanto a nivel básico de política social, como en la calidad de la enseñanza —en comparación con el resto de la región—, el acceso a la educación especial, etc. Por su parte, la Isla podría beneficiarse en cuanto a configuración flexible de planes de estudio, pedagogía interactiva, aprovechamiento de las tecnologías de la información, etc. Algunas de las áreas de intercambio serían: programas de alfabetización y educación básica masiva; diseño de planes y gestión de instituciones; enseñanza universitaria; formación de maestros y personal docente; enseñanza técnica y superior a distancia. empresariado cubanoamericano, rehén de la política establecida, para expresarse y organizarse en apoyo al estrechamiento de vínculos; facilitar, con el levantamiento del embargo, que las corporaciones nacionalizadas en 1960 puedan reclamar las indemnizaciones pendientes, según la ley cubana; eliminar un punto de discordia con América Latina y otros países industrializados en torno a la Ley HelmsBurton, y distender la confrontación bilateral incesante en los organismos internacionales; mejorar el flujo informativo entre ambos, mediante el intercambio legítimo de programas de radio y TV, la conexión al cable de fibra óptica, el mejoramiento del correo, la telefonía e Internet; consolidar la estabilidad de los acuerdos migratorios, evitar el flujo desordenado y las crisis; acordar formalmente la cooperación en la intercepción del narcotráfico, la seguridad naval y aérea, la coordinación entre militares y guardacostas, la protección al medio ambiente y otros. Atendiendo a sus intereses nacionales, los objetivos de Cuba podrían definirse como la preservación de la independencia, la soberanía y el modelo de desarrollo nacional. Respecto a los Estados Unidos, podría enunciarse como «minimizar el nivel de hostilidad existente desde 1959». ¿Qué gana y pierde Cuba en un acercamiento con el Norte? Entre los beneficios: recibir el reconocimiento al régimen revolucionario, que favorecería su independencia y autodeterminación; aliviarse del costo en materia de seguridad y defensa, y del lastre sobre el desarrollo económico causados por la hostilidad constante y el embargo; acceder al mercado y los flujos de capital norteamericanos, con un efecto multiplicador sobre el conjunto de sus relaciones externas; mejorar sus relaciones con la comunidad emigrada; constituir alianzas o convergencias de intereses con sectores de la sociedad norteamericana; facilitar la cooperación en problemas derivados de la contigüidad geográfica, como los apuntados arriba; poder plantear la restitución de la base naval de Guantánamo a la soberanía nacional. En cuanto a los costos, aunque muchos cubanos favorecen la distensión, y aprecian sus beneficios económicos, mantienen preocupaciones por sus efectos políticos e ideológicos. Estas inciden sobre el consenso nacional, en un período donde la cohesión social y política resulta estratégica. La irrupción del capital estadounidense en una economía cubana que no ha completado su proceso de reformas podría tener algunos efectos contraproducentes. El gobierno de los Estados Unidos puede querer aconsejar o tutorear el flujo de capitales, para favorecer sus objetivos políticos. Grupos de interés —incluidos los del exilio, ONG, instituciones en general, los aparatos ideológicos norteamericanos— tendrían más facilidades para incidir en el contexto doméstico cubano. Consideraciones finales Los cubanos se han acostumbrado a prepararse para la guerra con los Estados Unidos, no para el diálogo y la negociación. Los órganos de mando de la política norteamericana se han especializado en atacar a la isla comunista, lo que les ha impedido aprender a entenderla y a procurar sus objetivos por otros medios. Ninguna de las dos partes está preparada para lidiar con un adversario, sino con un enemigo. El éxito de cada uno en un escenario de acercamiento depende de su capacidad para adquirir ese conocimiento y transformarlo en política real. Un cambio en las relaciones no supone el típico juego de suma cero: ambos pueden tener ganancias sustanciales y minimizar sus costos.32 Atendiendo a sus propios intereses nacionales, los objetivos de una nueva política norteamericana deberían ser: neutralizar la afectación que le ha producido y aun le produce la Revolución cubana; contener las posibles tendencias de esta que puedan afectar esos intereses en el futuro; aumentar su capacidad de influencia en general en la política de la Isla; y obtener mayores beneficios en áreas específicas bilaterales. Ninguno de estos objetivos implican necesariamente una relación amistosa con el régimen cubano, pero sí un diálogo. ¿Qué pierden y ganan los Estados Unidos en un diálogo-negociación con Cuba? Los costos podrían ser: afrontar resistencias establecidas en la burocracia permanente (aparatos que se mantienen en sucesivas administraciones), y en grupos que hacen política interna en torno al tema de Cuba, incluida la derecha cubanoamericana; reconocer de jure al régimen cubano, después de medio siglo de ignorarlo; sujetar los intercambios con la Isla a un acuerdo recíproco, en lugar del unilateralismo prevaleciente en su política exterior (Radio y TV Martí, etc.). Por su parte, los beneficios serían: responder a una constituency de grupos de interés —agroindustriales, petroleros, biomédicos, turísticos—, liberar al 26 Enemigos íntimos. Paradojas en el conflicto Estados Unidos-Cuba Dada la fundamental asimetría de poderes entre las dos partes, si se diera la voz de hagan juego —como en una partida de cartas—, ambas partes dispondrían de «manos» muy desiguales. Si los Estados Unidos girara en redondo su política y empezara a «hacer concesiones», a cambio de «respuestas equivalentes» cubanas, el gobierno de la Isla se vería en una situación estratégica y táctica inédita. No se trataría de una partida más, sino de un nuevo juego. En otras palabras, considerando la probabilidad de una relación alternativa, aumenta el perfil de riesgo de la mecánica del quid pro quo. Para Cuba, hacerse cargo de este desafío plantearía la opción de adoptar una línea conservadora y limitarse a jugar a la defensiva, o bien repensar una estrategia proactiva de juego. En ese replanteo, la capacidad para rearticular los recursos de poder político disponibles resultaría decisiva. Clásicamente, las fuentes de poder político —si de una estrategia de enfrentamiento asimétrico se trata— radican en las alianzas y el consenso. Esta cuestión se presenta más compleja, tanto para Cuba como para los Estados Unidos. Además de los actores afines en el sistema internacional, y de las corrientes ideológicas simpatizantes, la dinámica del acercamiento no solo trae o potencia el papel de «contrincantes», sino de «aliados» dentro del propio campo del «enemigo». Son obvios cuáles son los de Estados Unidos en la región, en Europa, y también dentro de la Isla. Los de Cuba, también; aunque se suman algunos más novedosos, como muchos empresarios y militares, paradójicamente, clásicas «puntas de lanza del imperialismo». En un escenario de reencuentro, ambos gobiernos tienen ante sí el desafío de superar viejos esquemas, lidiar con los cambios en sus consensos políticos respectivos, intentar incidir en ellos y rearticular sus alianzas. La mayor debilidad que Cuba debe superar no es su menor poder militar o físico, sino su mentalidad de fortaleza sitiada; la de los Estados Unidos no es su ineptitud para lidiar eficazmente con «regímenes comunistas», sino su omnipotencia de superpower. En el contexto de la posguerra fría, es difícil sostener que el bottom line de los Estados Unidos es el mismo de los 60 o los 80 —evitar a toda costa «otras Cubas» en la región—; sino cómo mantener la relación bilateral con la Isla por encima del umbral de «control del daño», en un hemisferio donde podrían aparecer «otras Venezuelas» u «otras Bolivias». El bottom line real de la política cubana podría reducirse a dos principios: no precondiciones y no doble rasero. En cuanto al juego del quid pro quo, si bien la estrategia cubana no lo ha asumido nunca, en rigor los Estados Unidos tampoco le ha dado la oportunidad, pues hasta el presente ha preferido la negación, no la negociación, como medio para conseguir sus fines. Ahora bien, al avanzar el acercamiento bilateral y el diálogo diplomático, todos los temas pueden aparecer sobre el tapete. El límite cubano, en este escenario de intercambio, sería cómo evitar que los asuntos de política interna pasaran del diálogo a la negociación. La cuestión de las transformaciones estructurales en el sistema económico y político cubano, las libertades individuales (en particular, las de expresión, movimiento y asociación), la naturaleza y papel de los medios de difusión, y todos los demás asuntos relacionados con los derechos ciudadanos, no solo son cuestiones «internas», sino atinentes a la «actualización del modelo socialista»; por lo mismo, sujetarlas a la dinámica de las relaciones con los Estados Unidos, u otra potencia extranjera, podría resultar políticamente contraproducente, en términos de la opinión pública cubana. Una voluntad política de cambio, que vinculara los temas de su agenda interna a las conveniencias de una relación más «armónica» con su vecino, perdería legitimidad, incluso a los ojos de quienes los promueven dentro de la Isla; algo similar a subordinar las normas de convivencia de una familia a acuerdos con el vecino del piso de arriba. Del lado norteamericano, el azimut del cambio estaría dado por el carácter pragmático de sus objetivos (damage control). Desde la década de los 90, analistas liberales y conservadores han convergido en torno a la ineficacia de la tradicional política norteamericana hacia la Isla, y a la conveniencia de excluir las amenazas (preventive, no preemptive strategy) de un escenario de cambio que desemboque en la estabilidad o la crisis. Por otra parte, resulta un elemento de consenso en la sociedad civil cubana —desde los militantes del Partido hasta la Iglesia católica— que una política de diálogo hacia Cuba contribuiría a descompresionar la atmósfera interna, facilitaría el proceso de cambio, el relevo generacional del liderazgo, la mayor descentralización del sistema, y contribuiría a potenciar los elementos más constructivos y valiosos entre ambas culturas y pueblos. Incluso si se cerrara el foco a solo los integrantes de la «familia socialista» —aquellos que prefieren un socialismo cubano transformado en lugar de un capitalismo caribeño o latinoamericano— estos estarían en mejores condiciones de promover un modelo más democrático, si una distensión con el Norte permitiera ventilar un poco la atmósfera de la fortaleza sitiada. Si se escucha el debate sobre este tema dentro de Cuba, se puede constatar que los socialistas cubanos aspiran a una democracia diferente a la predominante en América Latina y el Caribe —definida por el cese de las dictaduras militares, la adhesión al multipartidismo y las elecciones periódicas con sistemas de partidos altamente reglamentados.33 El debate cubano, sin embargo, apunta a una democratización radical de la sociedad y el sistema en su conjunto, incluido el proceso productivo, la comunidad, la escuela, el centro de 27 Rafael Hernández prevaleciente, disminuiría la probabilidad de que los clásicos torpedos surgidos de las redes de hostilidad y de las propias burocracias desestabilizaran el proceso de acercamiento. Un dique de contención ante posibles contingencias adversas y amenazas imprevisibles podría ser, precisamente, la multiplicación de los nexos. Más allá de estas contingencias, el conflicto ya ha entrado en una fase de transición. Como ocurre muchas veces entre los hombres y entre las naciones, cuando se dan circunstancias favorables, un paso aparentemente menor puede desencadenar una marcha inusitada, superior a todas las expectativas. Este proceso impredecible ha comenzado ya. trabajo, la gestión económica, las organizaciones sociales y políticas, incluido el PCC.34 Por otra parte, no porque se negocien las diferencias de la agenda bilateral se cancelarían las redes de intereses hostiles a la Revolución cubana. La normalización de relaciones no implica la desactivación de esos sectores; ni la aceptación a dialogar con el gobierno cubano exige que los Estados Unidos renuncien a reconstituir su influencia dentro de la Isla. Esta perspectiva atañe por igual a las políticas futuras de ambos gobiernos. Una relación más cercana, y un flujo de comunicación creciente entre las dos orillas, difumina la «línea del frente» en el teatro del conflicto. Pierden sentido las definiciones claras y distintas de «adentro» y «afuera»; el enfrentamiento se traslada más bien a una multiplicidad de espacios de la esfera pública, vasos comunicantes con el sistema internacional, reconfigurando instantáneamente la correlación de fuerzas. Para el gobierno cubano, la cuestión ya no sería evitar que «entre» el enemigo, pues en cierto modo ya está «adentro», sino rearticular y fomentar el consenso interno sobre nuevas bases. Más allá de barricadas reales o trincheras ideológicas en puntos determinados, esta nueva situación pone en primer plano la cuestión de reactivar una cultura política que se da por instalada. Este desafío no se reduce a movilizar contingentes físicos en momentos escogidos, sino en facilitar una movilización de la conciencia social, que le permita liberarse de cauces y rituales consagrados, ya ineficaces. ¿Cómo podría mutar el conflicto dentro del campo norteamericano? Además de los «nuevos aliados» de Cuba ya mencionados, la nueva relación abriría la posibilidad inédita de que se tejieran nuevos vínculos entre cubanoamericanos, no solo académicos, sino miembros de organizaciones, instituciones, e incluso empresarios, y sus contrapartes cubanas. ¿Seguirá la élite cubanoamericana siendo tributaria de la declinante industria del anticastrismo, aun si los negocios prosperaran entre ambas orillas? ¿Mantendrán su identidad como ideólogos, antes que businessmen, u optarán por comportarse como otros emigrados históricos (vietnamitas, chinos)? Esta pregunta no tiene mucho sentido a partir de las verdades aceptadas sobre la naturaleza de esta élite y su proyección pública; pero una nueva relación entre ambos países conllevaría también un cambio fundamental en esas circunstancias. Finalmente, ¿en qué medida esas redes hostiles —los viejos jinetes del anticomunismo y sus editorialistas «de habla hispana»— podrán sostenerse ante la arribada de intereses económicos y estratégicos que, gracias a una decisión política «de arriba», extendiera la superficie de contacto entre los dos lados? En la medida en que esta correlación de fuerzas se resolviera, y el tráfico creciente en el estrecho de la Florida desplazara a la volatilidad y fragilidad propias del clima político Notas 1. Agradezco a los participantes en el taller de autores convocado para este número sus valiosos comentarios. 2. Department of State and Department of Defense, The SovietCuban Connection in Central America and the Caribbean, Washington, DC, marzo, 1985. 3. Según estimados del Instituto de Investigaciones sobre la Paz, de Estocolmo, el peso del gasto militar cubano descendió bruscamente de 4,2 % del Producto Nacional Bruto en 1989 a 1,6 % en 1995; una reducción de 4,7 veces en términos absolutos. Casi 300 000 fuerzas se convertían en apenas 70 000, Stockholm International Peace Research Institute, Cuba - Military Expenditures, Armed Force, GNP, Central Government Expenditure and Population, 1985-1995, SIPRI, Estocolmo, 1997. 4. «Los cambios provocados por la desconexión abrupta de Cuba del bloque socialista tendrían repercusiones económicas solo comparables a las de una guerra, por lo que este escenario sería denominado período especial en tiempo de paz». Colegio de Defensa Nacional (CODEN), Defensa nacional. Unidad, independencia y soberanía, Ediciones Verde Olivo, La Habana, 1997, p. 83. 5. Raúl Castro, «Ningún enemigo podrá derrotarnos», entrevista en Granma, La Habana, 18 de agosto de 2006; «Discurso el 2 de diciembre de 2006», Granma, La Habana, 3 de diciembre de 2006; «Raúl Castro tiende un ramo de olivo al próximo presidente de Estados Unidos», Agencia EFE, 26 de julio de 2007. Sobre negociar intercambio de presos, véase su intervención durante la reunión cumbre del ALBA, Cumaná, Venezuela, 16 de abril de 2009, disponible en http://cubadebate.superforo.net/politica-en-cubaf1/discurso-de-raul-en-la-cumbre-del-alba-t1559.htm. 6. Para un análisis detallado, véanse los ensayos de Lorena G. Barberia y Antonio Aja Díaz en este número de Temas. 7. Eloy Gutiérrez Menoyo, Alfredo Durán, María Cristina Herrera, Silvia Wilhelm, Carlos Saladrigas, entre otros. 8. Raúl García, Lourdes Cervantes Vázquez y Rafael Hernández, «La FNCA, y la conexión anticubana en EEUU», Cuadernos de Nuestra América, v. 7, n. 1, La Habana, enero-julio de 1984. 9. Defense Intelligence Agency, Cuban Threat to U.S. National Security, noviembre 18, 1997. 10. William J. Clinton, Apoyo para una transición democrática en Cuba, Washington, DC, 1997, disponible en www.state.gov. 11. Rafael Hernández y Redi Gómis, «Retrato del Mariel: el ángulo socioeconómico», Cuadernos de Nuestra América, v. 3, n. 5, La Habana, enero-junio de 1986, pp. 123-51. 28 Enemigos íntimos. Paradojas en el conflicto Estados Unidos-Cuba 12. Una discusión más amplia en Rafael Hernández, «La lógica de la frontera en las relaciones Estados Unidos-Cuba», Cuadernos de Nuestra América, La Habana, n. 7, 1987. estrategia en la reducción de desastres», Defensa Civil de Cuba, diciembre de 2007, p. 10. 26. Véase artículo de Hal Klepak en este número. 13. «Richard Nuccio, Asesor de Asuntos Cubanos de la Casa Blanca, resume la política hacia Cuba en dos palabras: presión y contacto [...] similar estrategia contribuyó al derrumbe del comunismo en la desaparecida URSS». Véase «Nuccio defiende política de Clinton hacia Cuba», El Nuevo Herald, Miami, 4 de febrero de 1996. 27. En varias oportunidades, Cuba ha ofrecido colaboración al gobierno de los Estados Unidos en este campo, sin conseguir un acuerdo. Véase Fidel Castro, «Discurso en el Aniversario del 26 de julio», Granma, 27 de julio de 1999. 28. CODEN, ob. cit., p. 36. 14. Un análisis más extenso en Rafael Hernández, «30 días. Las lecciones de la Crisis de octubre y las relaciones Estados UnidosCuba», Otra guerra. Ensayos cubanos sobre estrategia y seguridad internacional, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1999. 29. Ibídem, p. 45. 30. Raúl Castro Ruz, «Clausura de la Asamblea Nacional del Poder Popular», Granma, La Habana, 21 de diciembre de 2009. 15. Cuba tiene embajadas en 120 de los 192 países miembros de ONU; de ellos, 103 tienen embajadas acreditadas en La Habana. Véase «Intervención del embajador de Cuba» en la Conferencia «La normalización de las relaciones Unión Europea-Cuba y las potencialidades de la cooperación al desarrollo», http:// america.cubaminrex.cu/Actualidad/2008/Mayo/Intervencion.html 31. Raúl ha criticado «la tendencia a aplicar la misma receta en todas partes» y a «los que piensan que cada problema exige medidas de alcance nacional para resolverse». Véase «Conclusiones de la sesión constitutiva de la VII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular», Granma, La Habana, 25 de febrero de 2008. 32. Retomo argumentos expuestos hace casi dos décadas en Rafael Hernández, «Conflict Resolution between the U.S. and Cuba: Clarifications, Premises and Precautions», en Archibald Ritter y John Kirk, eds., Cuba in the International System. Normalization and Integration, MacMillan, Londres, 1995. 16. Declaración a la prensa de la delegación cubana a la ronda de conversaciones migratorias con los Estados Unidos, La Habana, 19 de febrero de 2010, Granma, 20 de febrero de 2010. 17. «Nuestras responsabilidades no terminan [...] en darle a Cuba las formas y títulos de la libertad. Tenemos que ayudar a mantener a Cuba libre, salvando a los cubanos de sí mismos», George Marvin, «Keeping Cuba Libre», World´s Work, septiembre de 1917, p. 55367. 33. La opinión pública y los movimientos sociales en AL y el Caribe han puesto en entredicho los sistemas de partidos, la credibilidad de las instituciones políticas tradicionales y la propia partidocracia. 34. Solo en Temas, la lista incluye Aurelio Alonso, «La institucionalidad civil y el debate sobre la legitimidad» (n. 29, 2002), Alfredo González, «Socialismo y mercado» (n. 30, 2002), Lilia Núñez, «Más allá del cuentapropismo» (n. 11, 1997), Juan Valdés Paz, «Agricultura y gobierno local» (n. 11, 1997), Nelson Valdés, «El Estado y la transición en el socialismo» (n. 9, 1997), Haroldo Dilla, «Pensando la alternativa desde la participación» (n. 8, 1996), Gilberto Valdés, «La alternativa socialista: reforma y estrategia de orden» (n. 6, 1996), Julio Carranza et al., «Cuba: reestructuración económica, socialismo y mercado» (n. 1, 1995), Víctor Figueroa, «Los campesinos en el proyecto social cubano» (n. 44, 2005), Ariel Dacal, «¿Por qué fracasó el socialismo soviético?» (n. 50-51, 2007), Julio Díaz Vázquez, «Diez reflexiones sobre el socialismo» (n. 53, 2008), Julio A. Fdez y Julio C. Guanche, «Constitución, república y socialismo en Cuba» (n. 55, 2008), Hiram Hernández, Simposio «50 años de Revolución: los jóvenes opinan» (n. 56, 2008), Mayra Espina, «Mirar a Cuba hoy» (n. 56, 2008), Emilio Duharte, «Reformas y tendencias del sistema político cubano» (n. 56, 2008), René Márquez, «Meditaciones sobre la transición socialista cubana» (n. 59, 2009), Carlos Alzugaray, «Cuba 50 años después: continuidad y cambio político» (n. 60, 2009); los debates «¿Por qué cayó el socialismo en Europa Oriental?» (n. 39-40, 2004) y «Sociedad civil en los 90» (n. 16-17, 1999), y los simposios «Miradas sobre el socialismo y el hombre» (n. 44, 2005) y «Sobre la transición socialista en Cuba» (n. 50-51, 2007). 18. «Carta al Cor. Patricio Campbell», Guayaquil, 5 de agosto de 1829. Disponible en www.simon-bolivar.org. 19. Report to the President from the Commission for Assistance to a Free Cuba, Mayo 6, 2004, http://state.gov/p/wha/rt/cuba/ 20. Véase en este número los ensayos de Jorge I. Domínguez y Hal Klepak. 21. US Department of State, «Patterns of Global Terrorism» (Entry for Cuba), mayo 21, 2002, http://www.state.gov/s/ct/rls/crt/ 2001/html/10249.htm. 22. El Center for Agricultural and Rural Development de la Iowa State University afirmaba: «Cuba has the potential to be one of Iowa’s top export markets in a number of key product categories. (www.card.iastate.edu). Según un representante de Louisiana: «If the strict trade sanctions were lifted [...] the market size for U.S. rice could reach 800,000 MT, with Louisiana´s share totaling as much as 480,000 MT. This is 14 times as much rice as Louisiana is currently selling». Rodney Alexander, «Trip to Cuba Sheds Light on Untapped Market for Louisiana Producers», Thoughts from Capitol Hill, 6 de junio de 2007, disponible en www.house.gov (énfasis de RH). 23. David Cyranoski, «El diplomático científico», Nature, 20 de enero, 2010. 24. Según la cancillería cubana, «algunas acciones de cooperación ya han tenido lugar entre Cuba y los Estados Unidos, en el esfuerzo de enfrentar con diligencia la emergencia provocada por el sismo»; «Futuros intercambios de ese carácter se espera tengan lugar en el terreno». Véase «EEUU y Cuba sostuvieron reunión de alto nivel en Nueva York sobre ayuda a Haití», Escambray, Sancti Spíritus, 1 de abril de 2010. 25. Véase http://www.cubagob.cu/ingles/otras_info/minfar/ defensa, y cor. José E. Betancourt Lavastida, «La prevención como © 29 , 2010 no. 62-63: 30-42, abril-septiembre de 2010. Hal Klepak Cuba y los Estados Unidos en las esferas de la defensa y la seguridad Hal Klepak Profesor. Royal Military College of Canada. E de los 30, hasta que, al inicio del período conocido como la Política del Buen Vecino (1934-1954), el gobierno de Franklin D. Roosevelt abrogó la ley del Congreso de los Estados Unidos que imponía a Cuba la Enmienda Platt, y limitaba su independencia.1 Los Estados Unidos fueron el modelo de las tres fuerzas armadas (ejército, marina y fuerza aérea), suministraron la gran mayoría de sus armas, tácticas, naves, vehículos, aeronaves, oportunidades de entrenamiento en el exterior y doctrinas. La ampliación y perfeccionamiento de la Guardia Rural en estos tres servicios armados se produjo esencialmente en respuesta a necesidades estadounidenses en las dos guerras mundiales y en la Guerra fría, así como, por supuesto, a necesidades cubanas de seguridad interna y protección de la propiedad —mucha de ella estadounidense— en el campo. Las fuerzas armadas cubanas no tenían, en esencia, otro papel que apoyar los objetivos nacionales de importancia para los Estados Unidos en la esfera de la seguridad.2 Esta situación, subrayada por la presencia de una estación naval norteamericana en Guantánamo, el Tratado de Asistencia Mutua firmado durante la Guerra ste ensayo pretende responder cinco preguntas sobre la cooperación entre Cuba y los Estados Unidos en materia de seguridad y defensa. Estas son: ¿Cuál ha sido la evolución de esta colaboración desde 1989? ¿Cuál es hoy el contexto real de esa colaboración? ¿Qué es probable que veamos en esta esfera de persistir la situación diplomática actual? ¿Qué podría originar mejores relaciones? ¿Qué tipo de cooperación podría haber si mejoraran las relaciones? El contexto histórico Un examen muy somero del desenvolvimiento de lo que pudiera denominarse la relación de defensa antes de 1989 fijaría la escena para este debate. En los dos primeros años del gobierno revolucionario en Cuba, el ejército puso fin de manera definitiva a la dependencia que había mantenido durante sesenta años con las fuerzas armadas norteamericanas. El Ejército y la Guardia Rural cubanos habían sido creados por los Estados Unidos de modo directo, en los varios años de repetida ocupación militar entre 1898 y la década 30 Cuba y los Estados Unidos en las esferas de la defensa y la seguridad despliegue naval, de efectivos o misiles. En otros casos, la amenaza, aunque presente, no se consideraba fundamental; se tenía más en cuenta aquello que los Estados Unidos veían como un «aventurerismo» de La Habana en el apoyo a la subversión e insurgencia en América Central y del Sur, y en África y Medio Oriente, que a un supuesto peligro cubano, en un sentido estrictamente militar. Por otra parte, Cuba estaba permanentemente preocupada por la posibilidad, unas veces remota, otras cercana, de una invasión estadounidense, así como por las políticas de Washington que, si bien admitían el carácter ilegal del empleo de territorio norteamericano por cubanoamericanos extremistas para lanzar ataques terroristas a la Isla, se hacían de la vista gorda ante ellos. Aunque nunca concertó una alianza oficial con Moscú, La Habana se alarmaba cuando se producían tensiones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, aunque durante gran parte de este período instó a la URSS a adoptar una política más resuelta para hacer valer sus derechos ante Washington. La posición militar de Cuba, sin embargo, no era ofensiva sino que más bien se basaba en la disuasión armada. En los años posteriores a la Crisis de los misiles, se estableció una enorme fuerza regular, a partir del servicio militar obligatorio, complementado por una vasta milicia nacional. Todo esto se apoyaba en el suministro de una gran cantidad de equipos bélicos soviéticos. La estrategia escogida fue garantizar que cualquier ataque de los Estados Unidos fuera tan costoso en bajas para ese país, que ningún objetivo político de Washington tuviera importancia suficiente para que mereciera la pena lanzarse. En palabras del propio Raúl Castro, para Cuba «evitar la guerra equivale a ganarla».6 Debe decirse además que, incluso en aquellos años de la profunda Guerra fría, las relaciones en torno a la base de Guantánamo fueron, en general, relativamente buenas. Aunque a veces hubo incidentes, incluso algunos graves, entre 1989 y 1994 los problemas humanitarios, cuando se producían, se manejaban si no como rutina, al menos con corrección y no se permitió que ningún incidente se saliera de control.7 de Corea —que daba a los Estados Unidos acceso especial a recursos estratégicos en caso de conflicto— y las grandes misiones aéreas, navales y terrestres estadounidenses en las fuerzas cubanas, sufrió un cambio inmediato y drástico con la llegada del gobierno de Fidel Castro,3 quien, aunque en los primeros días deseaba comprar armas de los Estados Unidos o sus aliados, pronto comprendió que su programa de reformas iba a provocar una reacción tan negativa de Washington que sería un objetivo inalcanzable. Entonces buscó otras fuentes, ignorando y reduciendo la tradicional influencia estadounidense en el ejército cubano y el resto de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), como se les llamaría a partir de septiembre de 1959.4 La conexión de defensa bilateral, de gran fuerza durante sesenta años, desapareció simplemente en pocos meses, y pronto la Unión Soviética sustituyó a los Estados Unidos como modelo y fuente de casi todo lo que Cuba necesitaba para mantener su defensa. Al propio tiempo, ante los crecientes intentos estadounidenses de deponer la Revolución, esta se hizo mucho más sólida y las FAR se transformaron en una fuerza de disuasión grande y poderosa como nunca se había visto en la Isla y aun en América Latina. La subsiguiente alianza con la Unión Soviética —aunque, de hecho, nunca se firmó un pacto militar formal, ni Cuba se incorporó al de Varsovia— inquietó enormemente a Washington aunque tal vez no en la medida en que algunos creen. En el Pentágono existía la tendencia a ver a Cuba no tanto como una amenaza en el sentido más amplio, sino más bien como un peligro potencial para las naves estadounidenses que se dirigían a Europa a través del Canal de Panamá o atravesaban el Golfo de México por el Estrecho de la Florida o el Caribe. Mientras los Estados Unidos estuvieron seguros de que podían neutralizar con facilidad los esfuerzos militares de la Isla si a La Habana se le ocurría la insensatez de participar en una guerra entre los dos grandes sistemas de alianzas, las FAR podrían de todos modos añadir un factor negativo a las preocupaciones sobre las líneas de comunicación con Europa.5 Con el fin de las relaciones diplomáticas en 1961, la situación militar continuó deteriorándose, y el ejército estadounidense esperó, casi hasta el último minuto, desempeñar algún papel en el apoyo a la invasión de Bahía de Cochinos. Al año siguiente, durante la Crisis de los misiles, la Isla fue sometida a cuarentena y se planeó activamente la posibilidad de una verdadera invasión. Más tarde, el aumento de la conexión cubana con la Unión Soviética mantuvo la atención del Pentágono, pero solo desencadenó una preocupación seria cuando parecieron reales las perspectivas de un El período de 1989 hasta hoy Inicialmente, los agobiantes golpes sufridos por Cuba durante el Período especial provocaron en los Estados Unidos algunos llamados a suavizar su trato con la Isla, pero prevalecieron otras cabezas y pronto el país estaba «aprestándose para caer sobre su presa», primeramente con la Ley Torricelli y luego con la Helms-Burton, de 1992 y 1996 respectivamente. Sin embargo, algo había ocurrido en la esfera de defensa 31 Hal Klepak que no reflejaba en modo alguno lo que se producía en el Congreso, porque en 1986 el presidente Ronald Reagan, reaccionando sin dudas a la animación de las relaciones con la Unión Soviética de Gorbachov, declaró que esta había dejado de ser la amenaza de seguridad número 1, que entonces pasó a ser la importación ilegal de drogas. Al propio tiempo, después de la caída del bloque soviético y los «dividendos de la paz» era posible esperar que las fuerzas armadas estadounidenses tomaran un rumbo menos convencional. Estas preocupaciones «no tradicionales» eran muchas y extendían la «amenaza» a otras esferas como la migración ilegal, las introducción de epidemias, los desastres naturales e incluso el clima. Parecía que todo se metería en la canasta de la seguridad a pesar de las advertencias latinoamericanas de que el involucramiento de las fuerzas armadas como responsables de todos los asuntos de seguridad era lo que más había amenazado la democracia regional en tiempos recientes, en un contexto en que esto solo exacerbaba su papel abrumador dentro del Estado. En los Estados Unidos se produjo un aumento del aporte de las fuerzas armadas no solo en el enfrentamiento al comercio internacional de estupefacientes ilegales —misión adjudicada al ejército en el exterior desde fines de los años 80—, sino también en atender la migración ilegal y los desastres naturales (cuestión de la que también se ocupaba desde hace mucho, pero que ahora aumentaba). Acostumbrada a los asuntos de «alta política» de la defensa nacional tradicional y la Guerra fría, la institución militar estadounidense, al principio reacia, mostró recelo hacia el indebido incremento de esas funciones y a que estas amenazaran su prestigio histórico e importancia. Pero con las condiciones presupuestarias existentes, pronto cambió de parecer y tomó los nuevos papeles al menos con cierto grado de entusiasmo. Esto, junto con el desplome de toda perspectiva de colaboración militar cubana con Rusia, resultó el elemento clave que permitiría el inicio y el crecimiento de la cooperación de seguridad entre Cuba y los Estados Unidos. Porque con estas nuevas funciones como responsabilidad suya, y por tanto con la nueva colaboración de otros organismos estadounidenses como los Guardacostas de los Estados Unidos (USCG), el Organismo de Represión de Drogas (DEA) y otros que también participaban en actividades contra las drogas y la migración ilegal, el Departamento de Defensa encontró que su idea de dónde se encontraba Cuba cambiaba con rapidez. Por tanto, la tendencia a considerar que Cuba ya no constituía una amenaza para los Estados Unidos se fortaleció en círculos de seguridad y defensa claves de Washington, salvo en el sentido, un tanto vago, de que un fin demasiado rápido y violento del régimen allí existente podría implicar una migración amplia hacia el norte, y esto debía evitarse por todo tipo de razones políticas internas. Esta idea se confirmó de manera drástica cuando congresistas cubanoamericanos y otros congresistas conservadores obligaron al Pentágono, en 1997, mediante la Enmienda Graham, a responder a la pregunta directa de si Cuba continuaba siendo una amenaza para el país. Incluso cuando su informe se le devolvió para revisión, luego de recibir una reacción enormemente crítica de Miami, mantuvo su opinión. Declaró que las FAR no tenían capacidad ofensiva fuera de Cuba, ni programas para el desarrollo de armas de destrucción masiva de ningún tipo, y su interés en la subversión era escaso; por ende, no representaban tal amenaza. En respuesta a las críticas, altos funcionarios estadounidenses defendieron el informe y sugirieron que los Estados Unidos debían encontrar formas de colaborar con su vecino del sur y no de hacerle frente, lo que se estaba convirtiendo en algo parecido a una tendencia, aunque no poderosa.8 Esto, por supuesto, se basaba en la nueva valoración sobre Cuba, que ahora se consideraba un socio interesante para los Estados Unidos por el análisis estratégico compartido acerca de ciertas amenazas centrales para las dos partes. La Habana y Washington, cada cual por razones propias, temían el crecimiento del fenómeno de los estupefacientes ilegales. Fidel Castro tenía excelentes antecedentes en esta esfera por haber prohibido el cultivo de marihuana en las zonas de «Cuba Libre» —territorios liberados durante la insurrección en la Sierra Maestra entre 1956-1959. Además, había logrado que La Habana dejara de ser uno de los centros principales de uso y distribución de drogas como ocurrió durante el dominio de la mafia en los años 40 y 50, para convertirse en un lugar prácticamente libre de ellas gracias a la campaña contra la corrupción llevada a cabo de 1959 a 1961.9 En 1989, en el famoso proceso al general Arnaldo Ochoa y otros miembros de las FAR y el Ministerio del Interior (MININT) por participar en tratos de drogas con narcotraficantes colombianos, Fidel y Raúl no mostraron tolerancia alguna hacia el tema. A pesar de su fama como héroe en la lucha en Angola, Ochoa fue fusilado, al igual que otros dos altos oficiales. En el contexto de los intentos de algunos en los Estados Unidos de vincular a las FAR, al Estado cubano y al propio Raúl en el tráfico de drogas ilegales y usarlo como pretexto para una acción firme contra el régimen —del mismo modo que en aquel momento se hacía contra el presidente Noriega en Panamá—, el crimen 32 Cuba y los Estados Unidos en las esferas de la defensa y la seguridad En este contexto se desarrollaron vínculos aún más estrechos entre las autoridades de la base de Guantánamo y las Tropas Guardafronteras cubanas (TGF). Los contactos mensuales establecidos a partir de entonces podían complementarse con otros eventuales solicitados por cualquiera de las partes. Además, a ambos lados se establecieron vías para facilitar la comunicación en caso de emergencia. Cuando entraron en servicio nuevos tipos de aviones de las fuerzas navales estadounidenses que requerían más espacio aéreo y marítimo cubano a fin de aterrizar con seguridad, La Habana dio su autorización con presteza.14 Lo mismo sucedía, a diferencia de períodos anteriores, cuando un avión estadounidense —hiciera uso de Guantánamo o no— necesitaba sobrevolar el espacio aéreo cubano camino a desastres naturales u otras misiones de ayuda en el sur: el permiso se obtenía con facilidad. En el cambio tal vez más visible, como parte de los acuerdos migratorios, la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana recibió a un funcionario permanente de la USCG, con el rango de capitán de corbeta, para supervisar los acuerdos que se habían concertado y actuar, en general, como oficial de enlace entre esta institución y las fuerzas de seguridad pertinentes de Cuba. Cuba le dio un nivel de acceso a las Tropas Guardafronteras y otras operaciones e instalaciones de defensa y seguridad del Estado cubano que muchas veces fue la envidia de los agregados militares de otros países en La Habana, incluso de los vinculados estrechamente con la Isla por lazos ideológicos o de otro tipo.15 de Ochoa se vio como una traición y no solo como narcotráfico.10 La seriedad con que Cuba atendía el problema de los estupefacientes, situación que se acentuó en el Período especial, el gran esfuerzo de apretarse el cinturón, declarado por Fidel en el verano de 1990 —porque el turismo se dispararía en la Isla y muchos visitantes llevarían drogas como algo natural—, difícilmente pudiera no haber impresionado a la DEA, los Guardacostas y el Pentágono.11 Fidel estaba decidido a que la sociedad cubana no fuera socavada por ese flagelo, como lo estaba siendo gran parte del resto del mundo. La colaboración con los Estados Unidos en este sentido, y otras razones de política exterior más vinculadas a raisons d’état, parecieron más cruciales que en cualquier otro momento anterior. El Período especial subrayó esta necesidad, incluyendo el tema de la migración, en términos más severos en los años subsiguientes. El enor me sufrimiento del pueblo cubano provocado por la caída de la conexión con la Unión Soviética y el recrudecimiento del bloqueo dio lugar a un incremento de la presión migratoria en la primera mitad de los 90. En 1994, el lanzamiento de botes, balsas, neumáticos y casi todo otro dispositivo flotante a las costas cubanas se había convertido en una constante de la vida nacional. Los Guardacostas de los Estados Unidos, e incluso la Marina, participaron intensamente en salvar a los pasajeros de estas naves y se produjo una crisis de inmigración de proporciones significativas, a raíz de la cual la mayoría de los rescatados fueron enviados, por períodos muy largos, a la base de Guantánamo sin permitírsele la entrada automática a los Estados Unidos, como había sido la práctica anterior. En esta ocasión, Cuba no intentó detener la corriente y, de ese modo, obligó a los Estados Unidos a entrar en negociaciones sobre el manejo de la crisis. Las conversaciones sobre migración dieron origen a dos acuerdos nuevos que pusieron fin al peor de los aspectos del problema para los Estados Unidos. Se convocaron reuniones regulares entre las autoridades de ambos países para examinar el avance del tema y la colaboración directa entre los dos servicios de seguridad nacional en el enfrentamiento a la migración ilegal y sus efectos.12 Nuevamente la colaboración floreció y permitió que se atendiera a un asunto importante de seguridad en un tema de amenaza no tradicional para ambos países. Para entonces, la retirada de Angola de los cubanos, en 1991, y la derrota en 1990 del gobierno sandinista de Nicaragua, combinados con el desastre financiero interno, sellaron el fin de la política exterior «aventurera» que tanto desagradaba a los Estados Unidos.13 Hoy Esta evolución en el pensamiento de las dos partes ha permitido una relación relativamente estable entre sus fuerzas de seguridad, que es discreta y beneficiosa para ambos, no atrae gran atención pública indeseada y ha creado el marco para una expansión de los vínculos, si las partes desearan moverse en esa dirección. Si es difícil para el Pentágono, la DEA, la USCG y otros organismos de seguridad hablar en alta voz sobre su colaboración con Cuba, como resultado del poderoso grupo de presión cubanoamericano en el Congreso y su excepcional influencia sobre la prensa, también lo es para las FAR pregonar a los cuatro vientos una conexión estrecha con un país al que en Cuba se le llama constantemente «el enemigo». La colaboración continúa regularmente, como puede deducirse de lo que a continuación se expone. La colaboración directa sigue centrada en torno a Guantánamo y las acciones contra la migración ilegal 33 Hal Klepak que se iniciaron con los acuerdos bilaterales de mediados de los 90. Se trata de un asunto diario que incluye la intercepción de embarcaciones que van rumbo a los Estados Unidos con emigrantes ilegales y son detenidas e incautadas por naves patrulleras de guardacostas, y a veces de las fuerzas navales, de cualquiera de los dos países, o incluso de los dos a un tiempo.16 Los pasajeros se devuelven a la Isla por colaboración entre las dos redes de fuerzas de seguridad, mientras que la tripulación puede ser arrestada por tráfico ilegal de seres humanos. En Guantánamo la colaboración se ha mantenido por décadas; y solo es hoy más visible por la apertura allí de centros de interrogación de terroristas. De hecho, Cuba ofreció, con rapidez, asistencia a los Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo internacional y no solo dio a Washington una garantía de que los espacios aéreo, marítimo y terrestre cubanos no serían usados por terroristas contra ese país, sino que también garantizó que, de haber necesidades ulteriores en Guantánamo vinculadas al tema, Cuba intentaría ayudar. Por otra parte, la cooperación en la intercepción de estupefacientes es más sutil, pero en modo alguno menos real. Las FAR han asignado papeles importantes a cada uno de los tres servicios en la lucha contra las drogas. La Marina ayuda a las Tropas Guardafronteras a encontrar e interceptar naves sospechosas que entran al espacio aéreo o a las aguas cubanas o incluso fuera de ellas. La Fuerza Aérea actúa de manera similar ubicando con exactitud los movimientos de estas naves y comprobando posibles «bombardeos» de drogas en el mar que rodea la Isla.17 El Ejército tiene la tarea de «barrer», a veces en muy gran escala, zonas de playa o pantanos donde haya indicios de que se ha producido un bombardeo. Esto suele hacerse con reservistas, pues requiere gran cantidad de hombres. El Reino Unido tiene, desde 1994, un programa relativamente amplio de entrenamiento y suministro de equipos para el MININT, destinados a la lucha contra las drogas. No solo se brinda a La Habana equipos de alta tecnología, sino que se ofrece a oficiales cubanos el entrenamiento más actualizado en la esfera, tanto en territorio cubano como en el propio Reino Unido. Los británicos han expresado, en términos inequívocos, su admiración por el papel de Cuba y han continuado el programa incluso cuando la presión política les ha obligado a cerrar otros.18 Los Estados Unidos no han realizado declaraciones públicas al respecto, pero sus oficiales están convencidos de que les encanta que se desarrolle esta colaboración.19 En este contexto, la inteligencia cubana sobre el movimiento de naves aéreas o marítimas sospechosas se pone libremente a disposición de los británicos, así como de la Real Fuerza de Defensa de Bahamas, con la que Cuba tiene vínculos estrechos. Los cubanos están al corriente de que la información pasa, con la mayor rapidez, a manos estadounidenses, que en definitiva es la razón principal de dicho proceder.20 El problema, como siempre, es que tener a mano la información en el momento oportuno y trasmitirla de este modo indirecto, evidentemente dista de ser lo ideal. Abundan rumores de que en ocasiones más apremiantes los cubanos han encontrado otros métodos más expeditos para comunicarse con la USCG, a fin de que sea posible actuar con rapidez.21 En el momento en que escribo no está claro hasta qué punto ha habido colaboración con posterioridad al terremoto de Haití de principios de 2010. También en este caso existen muchos rumores sobre cooperación no oficial. Lo mismo es válido, en cierta medida, para la colaboración en lo referente a los pronósticos del tiempo y, sobre todo, a la esfera clave de la preparación ante desastres naturales. Esta se menciona con frecuencia como un área lógica de trabajo conjunto y, tras el paso del huracán Katrina, se ha dado mayor participación al ejército estadounidense en ella.22 Pero hasta la fecha no ha habido anuncios oficiales sobre qué colaboración puede haber o cómo se desarrollará. La política exterior de Cuba ha tenido un objetivo claro, al menos desde fines de los años 80: crear confianza en los Estados Unidos, o al menos en algunos sectores claves del aparato de seguridad de ese país, mediante esfuerzos de colaboración claramente útiles, en correspondencia con objetivos estadounidenses en la esfera más amplia de la seguridad. Un ejemplo especialmente agudo de ello es que, en las condiciones desesperadas del Período especial, la Marina no ha obtenido ni comprado barcos desde los años 80, salvo tres patrulleros rápidos que fueron construidos y puestos recientemente en servicio para luchar contra el narcotráfico y la migración ilegal. Esto no es accidental y, en este caso, es evidente que Cuba está predicando con el ejemplo. La oposición evidente del Pentágono a cualquier movimiento provocador por parte de los Estados Unidos en la situación potencialmente tensa surgida el 31 de julio de 2005 con la enfermedad de Fidel Castro también ha confirmado a las FAR que sus esfuerzos por construir puentes con sectores de seguridad claves en dicho país han logrado al menos resultados parcialmente exitosos. Las FAR saben muy bien que no pueden esperar, en esta etapa, que esos sectores sean pro-cubanos, pero también que desde hace algún tiempo se ha producido algo parecido al desarrollo de confianza con esos organismos y que, a veces, como ocurrió en el verano de 2006, esas conexiones demuestran su valor.23 34 Cuba y los Estados Unidos en las esferas de la defensa y la seguridad ¿Y si las relaciones siguen siendo malas? estadounidenses que se ocupan de desastres naturales, inmigración, antiterrorismo y otras, están dispuestos a volver la página y comenzar a colaborar más con Cuba, existen pocas oportunidades de hacer más sin indicaciones procedentes de las instancias políticas superiores. Hasta el momento estas han sido pocas, para decir lo menos. Al parecer, el deshielo en la relación bilateral sigue distante a pesar de que, durante su campaña electoral, el presidente Barack Obama habló de abrir diálogos con adversarios en lugar de hacerles la guerra. Y Cuba, aunque está dispuesta a hablar de colaboración en cualquiera de estas esferas, o en todas, muestra poca prisa y, después de todos estos años, comprende muy bien la dinámica política estadounidense. Existe poco optimismo después de todo el tiempo transcurrido bajo la presidencia de Obama con tan poco cambio en su política exterior en relación con Cuba e incluso con América Latina. Por tanto, cabría esperar que se mantengan las operaciones contra la migración ilegal bajo los acuerdos existentes, pero sin profundización de los vínculos. Igualmente, sin un convenio oficial, la colaboración en la lucha contra las drogas continuaría de modo indirecto y no con el nivel de eficiencia que desearían los servicios de seguridad estadounidense y cubano. Por otra parte, es probable que en Guantánamo no veamos un progreso significativo, aunque tal vez haya algunos pequeños pasos en el mejoramiento de disposiciones de seguridad, como el reciente ejercicio conjunto de brigadas contra incendios. Solo en el campo de los pronósticos meteorológicos sería posible imaginar pasos ligeramente mayores sin atraer la ira del público. Sin dudas, en la esfera clave de la colaboración antiterrorista se mantendrá un total punto muerto mientras la política oficial de Washington continúe tratando a Cuba como un Estado patrocinador, mientras que en las declaraciones no oficiales de muchos funcionarios estadounidenses se le sigue viendo como un posible asociado.26 No parece haber mayor margen de mejoría en la colaboración entre los dos países en materia de defensa y seguridad si no hay una situación general de mejores relaciones que las que existen hoy. La colaboración se basa en visiones comunes sobre temas centrales de la esfera de inquietud y, sin dudas, en este caso existen. Pero ha sido posible mantener el nivel actual a este respecto relativamente al margen de la mirada pública, y su importancia ha garantizado que extremistas de ambos lados del Estrecho de la Florida hayan tenido que pensarlo dos veces antes de abordar el asunto de forma crítica. A pesar de los esfuerzos por torpedear la respuesta del Pentágono a la Enmienda Graham, los extremistas estadounidenses sabían que enfrentarse al Departamento de Defensa —un organismo al que es difícil acusar de «blando con el comunismo» o de no estar interesado en asuntos de seguridad nacional— probablemente sería contraproducente. Sin embargo, debe decirse que esto no siempre fue así entre los más extremistas.24 Es probable que casi cualquier acontecimiento ulterior sea visto en el sur de la Florida de maneras difíciles de controlar. La forma en que, en el invierno de 2009-10, de nuevo se produjo la inclusión de Cuba en la lista de países que patrocinan el terrorismo, a pesar del asombro, tanto de aliados como de opositores de los Estados Unidos, indica que la batalla sobre la mayor colaboración en materia de defensa y seguridad dista mucho de haber sido ganada. No obstante el número de opiniones positivas expuestas desde 2001 por funcionarios del Departamento de Seguridad Interior y organismos afines en territorio norteamericano, la influencia de la política interna, incluso en un aspecto central de seguridad del país como la «guerra a las drogas», sigue siendo clara. Es vital que las relaciones mejoren realmente para que haya un ambiente en el que las ya mencionadas visiones comunes puedan dar origen a una colaboración más amplia y reconocida públicamente. Aun en asuntos tan vitales para los Estados Unidos como las drogas, y con casi todos los organismos del gobierno estadounidense relacionados con la lucha contra los estupefacientes, interesados en cooperar con Cuba, no ha habido en Washington valor para responder de modo favorable a los repetidos llamados de La Habana para la concertación de un acuerdo oficial entre ambos países, con el propósito de trabajar contra este flagelo. La frustración de las FAR y el MININT en este sentido se refleja con creces en los corredores del Pentágono, la USCG y, en especial, la DEA.25 Aunque existen pocas dudas de que el Departamento de Defensa, la USCG, la DEA, las agencias ¿Posibles desencadenantes del cambio? ¿Qué pudiera desencadenar un cambio tal en la relación? Estamos aquí en la esfera de las conjeturas. El primer elemento pudiera ser la propia Miami. La naturaleza de la comunidad cubanoamericana ha evolucionado y existe mucho más espacio para el debate político sobre temas vinculados con la forma de tratar con Cuba y un patrón de comportamiento electoral mucho menos seguro que en el pasado; además, la vieja generación de extremistas parece estar desapareciendo con rapidez de la escena. De continuar esta tendencia, los presidentes o las agencias de seguridad 35 Hal Klepak Si los Estados Unidos cuentan con la tecnología, poderío militar, dinero, armas y equipos, impulso estratégico, capacidades de mando y control, y tantas otras cosas que ofrecer a un esfuerzo de colaboración más amplio, Cuba tiene el personal médico, la experiencia, la legitimidad internacional, la posición geográfica y la voluntad política de hacer lo máximo con estos recursos. establecen las disposiciones de la Ley Helms-Burton de 1996 respecto a negociar con Fidel o con Raúl. Desde la perspectiva de quienes toman las decisiones en el campo estratégico-militar estadounidense, la desaparición física de Fidel y Raúl Castro resultaría un escenario donde sería esperable una oleada migratoria hacia los Estados Unidos. Según esta percepción, este flujo podría ocurrir por diversos factores, entre ellos, desórdenes públicos y la probable inminencia de la cancelación de la Ley de Ajuste Cubano de 1966 (en virtud de la cual se brinda acceso garantizado a los Estados Unidos y posición privilegiada a los migrantes cubanos una vez que estos ponen los pies en su territorio). En la perspectiva de ese escenario, habría un fuerte interés de parte de los guardacostas, servicios de inmigración y probablemente el Pentágono —y, por supuesto, de muchos políticos opuestos a una dosis masiva mayor de inmigrantes— por controlar rápidamente la situación y detener la migración. Desde este mismo punto de vista, si se mantiene un gobierno revolucionario en el poder, y este controla cualquier posible desorden, de manera que fuera innecesaria una intervención militar, a la larga habría negociaciones, para garantizar un cambio pacífico y fluido en la calidad de la relación, y que se mantenga la calma a ambos lados del Estrecho de la Florida. Una tercera situación pudiera ser la continuación o intensificación de la serie de desastres naturales que en los últimos años ha golpeado al continente americano y, de hecho, al mundo. Como mostraron Katrina, y Haití en 2010, las repercusiones de estos sucesos pueden ser locales o amplias, y parece no haber razones para pensar que el hemisferio no estará afectado, al menos de igual modo, por fenómenos similares. Cuba es un archipiélago, con una isla larga y estrecha que yace a lo largo de gran parte del paso directo a los Estados Unidos desde el sur y el este. Los huracanes que la golpean suelen dirigirse al norte, la Florida o al noroeste, hacia los estados del Golfo. La meteorología cubana constituye un importante recurso potencial considerable para los Estados Unidos en caso de ciclones y, como se mencionó en el citado informe Diálogo Interamericano, hay mucho margen para la colaboración en esta esfera. También es notorio que de los Estados Unidos podrían estar dispuestos a enfrentar el riesgo político y electoral, ya atenuado, que presenta a quienes desean modificar la relación, y emprendieran un verdadero diálogo con la Isla, el cual, sin dudas, haría público y claro el grado en que los puntos de vista cubano y estadounidense en materia de seguridad regional se engranan en diversas formas. El surgimiento de un líder moderado en dicha comunidad pudiera ser un catalizador de cambio y provocar que esta se inclinara hacia un acercamiento más rápido a Cuba y a la política estadounidense hacia la Isla. El viejo liderazgo de la Fundación Nacional Cubano Americana ha desaparecido y los nuevos líderes —sobre todo desde el fracaso de los puntos de vista extremistas que dominaron el caso de Elián González, y la muerte de Jorge Más Canosa— han mostrado más mesura en años recientes. Alguien que pudiera dirigirse al ala moderada de la vieja guardia de exiliados y a los nuevos inmigrantes que no son visceralmente anticastristas, y que pudiera ofrecer unidad a la comunidad para el futuro, podría resultar lo suficientemente popular para deshacer los esfuerzos de los extremistas que la han dominado durante tanto tiempo. Incluso, de ser cierto, como muchos han afirmado, que no es tanto los votos del sur de la Florida como las contribuciones de la «vieja» comunidad cubanoamericana a los políticos lo que mantiene a la política estadounidense tan firmemente anticastrista, ese cabildeo político sin dudas se debilitaría enormemente en una Miami visiblemente más moderada. Desde la lógica de los Estados Unidos, otro posible desencadenante pudiera ser la desaparición física de Fidel y de Raúl. Su presencia en el gobierno cubano ha sido enarbolada históricamente en los Estados Unidos, y especialmente entre los grupos de interés cubanoamericano del sur de la Florida, como un obstáculo a una «normalización» de las relaciones. Como hemos visto, en los asuntos de seguridad estadounidense —y también en los sectores del comercio, las inversiones y el turismo, por supuesto— hay poderosas fuerzas en funcionamiento que esperan avances en el caso de Cuba más temprano que tarde, y que estarían en capacidad de moverse con más beligerancia, en condiciones en que el presidente no tuviera las limitaciones que 36 Cuba y los Estados Unidos en las esferas de la defensa y la seguridad muchos expertos crean que Cuba tiene mucho que enseñar, incluso a los países más desarrollados, en lo relativo a la preparación ante eventos atmosféricos extremos y a la asistencia pública posterior. El descubrimiento de recursos petroleros verdaderamente importantes y explotables en aguas cubanas del Golfo de México pudiera también actuar como catalizador para el cambio. Hasta el momento, como se sabe, la explotación económica de esos depósitos no ha sido de interés, por los costos que entraña en comparación con los precios que pueden obtenerse en el mercado actual. Pero muchos piensan que es probable que esta situación se modifique con el tiempo. De ser así, las presiones que se ejercerían en los Estados Unidos para participar en esto, sobre todo en una región tan segura y contigua al territorio estadounidense como la zona cubana del Golfo, pudieran ser irresistibles para quienes dirigen la política estadounidense. En ese contexto, la colaboración sería esencial para crear el marco destinado al trabajo directo conjunto en lo que probablemente sería un proyecto enorme. Vinculado a lo anterior, otro desencadenador posible sería una reforma de la economía cubana que estimule un verdadero acceso internacional a la Isla y una carrera para explotar su potencial en todos o casi todos los sectores. De este modo, los inversionistas y exportadores estadounidenses pudieran presionar a su gobierno hasta que convenga en hacer un esfuerzo real por mejorar las relaciones. Dadas las ventajas de la colaboración en materia de defensa y seguridad, es difícil imaginar que en tales circunstancias Washington no intente aprovechar el contexto general mejorado para impulsar también una mayor colaboración en este campo. Si en los Estados Unidos vencieran las presiones ejercidas sobre el Congreso o, en general, las de activistas que defienden su derecho a viajar y se produjera un boom de turismo estadounidense en Cuba, los que en ese país procuran mayor colaboración de seguridad con la Isla podrían aducir, con más fuerza, que los ciudadanos estadounidenses necesitan una seguridad adecuada y que, por tanto, se requiere una relación bilateral más estrecha. Por último, en esta lista de conjeturas, existe la posibilidad de que una pandemia —una de las muchas sobre las que se ha tenido conocimiento en los últimos años— golpee la región con tal fuerza que ambos países estuvieran desesperados por controlar su propagación. Solo Cuba, en todo el Tercer mundo y tal vez también en el primero, se encuentra en posición de montar una campaña médica masiva lejos de sus costas. En el contexto de amenazas «nuevas» o «no tradicionales» en que recientemente han participado las fuerzas armadas y los servicios de seguridad estadounidenses, esto pudiera conducir a una cooperación más estrecha al respecto, entre ambas naciones. ¿Y si las cosas en realidad mejoraran? Independientemente del estímulo para una mejoría en las relaciones, existen amplias razones para ver que un cambio de este tipo conduciría a una colaboración significativamente mayor en lo concerniente a la defensa y a la seguridad. Y, como cabría esperar, esto se debe a que ambos países perciben muchos elementos de la imagen estratégica actual en forma similar, aunque existen muchos límites para una visión general compartida. Puede que lo más importante sea que La Habana y Washington consideran la inestabilidad de México una causa de alarma. Desde tiempos coloniales, cuando la Isla y el continente compartían mucho, los sucesos ocurridos en México han afectado profundamente a Cuba. El movimiento mexicano de independencia tuvo allí una enorme repercusión y en el decenio de 1820 muchos realistas huyeron de la nueva república hacia territorio cubano, donde, tres décadas después, se les unieron blancos de Yucatán que huían de la rebelión maya. Por su parte, la Revolución mexicana influyó considerablemente en una figura de la talla de Fidel Castro, que escogió ese país para organizar la expedición que conduciría al derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista.27 Este temor a la inestabilidad de México se vincula, por supuesto, con la visión compartida sobre la importancia de hacer frente a la amenaza internacional de las drogas ilegales. Aunque Cuba ha denunciado a veces lo que considera una «militarización» del esfuerzo internacional contra el narcotráfico, siempre ha estado de acuerdo en que el problema debe atenderse con energía y originalidad de enfoque, combinando un fuerte elemento de represión y un esfuerzo igualmente firme en educación y apoyo médico. Los vecinos de Cuba, sin excepción, sienten los efectos del flagelo más que la propia Isla, pero las autoridades cubanas no están en modo alguno satisfechas y abogan por una acción conjunta, cada vez más eficaz, para el futuro. Esta es, sin dudas, la idea que comparte Washington, y la situación de seguridad en México, sobre todo en las regiones de la frontera norte, la ha inquietado. La corrupción, el mal entrenamiento, lo inadecuado de los servicios de inteligencia, los bajos salarios y otras condiciones de vida, además de la dirección mediocre y el equipo insuficiente de las muchas y variadas fuerzas policiales mexicanas no contribuyen mucho al éxito de la lucha por controlar a los capos de la droga. Hacer 37 Hal Klepak Aunque lo anterior se examina a partir del interés que comparten La Habana y Washington de ver un México más estable, ilustra la perspectiva común que tienen ambas capitales sobre el tráfico de personas y la migración ilegal en general, aun cuando no necesariamente perciben las causas raigales del problema de igual forma. No obstante, esto no ha limitado la colaboración en esta dramática esfera de apoyo mutuo realmente logrado. Y no hay razón para pensar que fuera imposible ampliarlo para lograr una colaboración más fluida y extenderla más allá de la esfera meramente bilateral, donde de nuevo la legitimidad cubana es de enor me utilidad potencial para la cooperación interamericana y pancaribeña. Ambos países también desean una cuenca del Caribe estable y próspera para el desarrollo del turismo, así como una colaboración mutua de todo tipo que incluya la esfera de la seguridad y tal vez, más crucialmente, la preparación y recuperación ante desastres naturales y su alivio. En el contexto del mejoramiento de las relaciones bilaterales entre los Estados Unidos y Cuba, sin dudas no existen razones para demorar la expansión de esfuerzos que hagan de la región un lugar más seguro en general. Aunque Cuba inicialmente criticó con dureza la «toma» militar estadounidense de Haití tras el terremoto de 2010, no hizo lo mismo en lo relacionado con la asistencia brindada, y hay pruebas amplias, aunque no enteramente claras, de cooperación en el terreno entre organismos de asistencia cubanos y estadounidenses.28 Cuba y los Estados Unidos también están de acuerdo en que la estabilidad de Haití tiene un papel importante en buenas relaciones de mayor amplitud, sobre todo por su constante dimensión inmigratoria para sus vecinos. Consideran grave, además, la amenaza terrorista, con independencia de cuál sea la política declarada de los Estados Unidos. Como hemos visto en las declaraciones del Pentágono y de Barry McCaffery antes citadas y visibles en innumerables intervenciones públicas de funcionarios de Seguridad Interna y otros, esos servicios son perfectamente conscientes de que Cuba no representa una amenaza en esa esfera ni es un patrocinador del terrorismo. Aunque Cuba, sin dudas, tuvo un período en el que la «exportación de la revolución» formó parte de su estrategia de defensa nacional, hace mucho abandonó ese enfoque para lograr un cambio importante en América Latina y el mundo. Por otra parte, el desagrado individual de Fidel Castro hacia los métodos terroristas reales es evidente desde los días de la insurrección en la Sierra, donde su reacción al pretendido uso de estos enfoques fue rápida y firme.29 Gracias a la situación geoestratégica de Cuba, la colaboración a largo plazo con la Isla en la lucha contra el terrorismo internacional puede ser invaluable. Cuando partícipe al ejército ha demostrado ser necesario, pero apenas suficiente, para llevar orden al caos. La excelente fuerza policial cubana, combinada con sus buenos servicios de inteligencia y alta moral, pudiera ser tenida en cuenta para una posible colaboración entre los tres países en lo que sería una visión compartida de la amenaza. Esto pudiera extenderse al combate contra las drogas, que incluya también a las fuerzas armadas, porque el ejército mexicano ha desempeñado un papel importante en ella al menos desde los años 70 y conoce bien el problema, y las FAR tienen un historial de primera línea en el enfrentamiento a los especiales desafíos de esta lucha. Bilateralmente, el margen para la colaboración en esta esfera es mucho mayor. Cuba necesita naves y aviones patrulleros para garantizar que la cobertura de su larga isla, cientos de islitas y cayos y una vasta zona marítima, se realice con la mayor eficiencia posible. Los Estados Unidos podrían fácilmente asistirla en esto y hacerlo en un nivel muy superior de lo que puede el Reino Unido, con todo lo que esa nación ha ayudado a Cuba hasta el presente. El acceso a las nuevas tecnologías y la formación en ellas serían igualmente importantes para que Cuba hiciera una tarea incluso mejor en la intercepción y posterior trasmisión de información sobre este asunto. Debe decirse además que, independientemente de lo que algunos piensen en los Estados Unidos, en casi toda América Latina y el Caribe, Cuba representa legitimidad y un interés adecuado en el bienestar de los pobladores locales, y ha demostrado su devoción a esos ideales a largo plazo. La participación cubana en un esfuerzo interamericano, pero sobre todo caribeño en la esfera del control de los estupefacientes constituye un elemento legitimador que no se adquiere con facilidad en otras partes, y del que los Estados Unidos ahora carecen. En el contexto de los grupos de trabajo, como el que opera en estos momentos desde Cayo Hueso y de otras iniciativas regionales, la presencia cubana podría ser invaluable. Los tres países que tienen costas en el Golfo también comparten, en gran parte, las visiones sobre la migración ilegal. México está, por supuesto, sumido en esta cuestión: tiene no solo que atender su enorme problema propio, sino también debe hacer frente a inmigrantes ilegales procedentes de América Central y del Sur y, de modo más reciente, incluso algunos asiáticos, y otros que usan sus espacios terrestres o marítimos para ir al norte. Una dimensión cubana a un enfoque trilateral daría a los esfuerzos estadounidenses la legitimidad con la que actualmente no cuentan y pudiera permitir que el asunto, que aún carece de enfoques comunes en la región, se atienda de forma más humana y eficiente. 38 Cuba y los Estados Unidos en las esferas de la defensa y la seguridad Washington de que Cuba da abrigo o apoyo de algún tipo a movimientos terroristas; y los servicios de inteligencia toman el asunto con extrema seriedad. Sería sencillo para los dos países que sus servicios de seguridad trabajaran juntos independientemente de cuáles sean sus diferencias ideológicas, pues claramente compartirían los beneficios, que permitirían una mayor seguridad nacional para ambos. En caso de que se produjeran acontecimientos ulteriores en la exploración petrolera en el Golfo de México existirían también grandes posibilidades y todas las razones para la colaboración bilateral (o incluso trilateral) en garantizar la seguridad de las plataformas petroleras y otros elementos desplegados en la zona. Tal seguridad no solo sería contra posibles ataques terroristas, sino también contra el peligro de desastres naturales y, dados los requerimientos estadounidenses y cubanos en la era del terrorismo, contribuiría a atender un fenómeno mutuamente perturbador. Es evidente que antes de que pueda hacerse cualquier progreso en un frente de este tipo tendría que ponerse fin a la aseveración de que Cuba es, de algún modo que aún no ha definido el Departamento de Estado de los Estados Unidos, un patrocinador del terrorismo internacional. Por ende, en sentido general y específico, una relación bilateral mejorada pudiera producir una colaboración de defensa y seguridad bien importante entre los dos países. Qué raro, pues, que el empuje hacia relaciones más estrechas no tenga mayor fuerza. ¿Es realmente raro? se produjeron los ataques del 11 de septiembre, no fue solo Canadá quien, a pesar de los posibles peligros para sí, se brindó de inmediato para recibir aeronaves que no pudieran aterrizar en los Estados Unidos. Cuba también hizo ese ofrecimiento, aunque en este caso la política prevaleció de nuevo y no fue aceptado. Dado el prestigio de la Isla ante numerosos movimientos revolucionarios de todo el mundo, esta ha demostrado ser una salida útil para aquellos países que desean facilitar a algunos de sus terroristas lugares adonde ir (sobre todo después de un incidente), pero que al propio tiempo quieren que estén controlados y no se les permita seguir actuando contra los Estados objetivos de sus acciones. El Movimiento Vasco de Liberación (ETA, por sus siglas en vasco) de España, y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), de Colombia, son dos ejemplos de ello. Pero resulta vital tener en mente que estos arreglos no se realizan contra los deseos de los Estados en cuestión, sino más bien con su conformidad activa. España y Colombia, por ejemplo, agradecen a La Habana y están seguros de que mantiene vigilancia estrecha sobre esas personas. Lejos de estar a favor del terrorismo, Cuba ha mostrado exactamente lo opuesto. Esto no significa que no simpatice con la causa a favor de la cual actúan los terroristas. Cuba, a diferencia de los Estados Unidos, considera que la única forma de tratar con eficacia a casi todo el terrorismo es atacar sus causas raigales de injusticia, dominio extranjero y desigualdad, pero reconoce la necesidad de tener mano fuerte con los terroristas, aunque no piensa que las campañas militares internacionales extendidas logren mucho más que crear nuevos terroristas. De ahí que la consigna cubana haya sido «Contra el terrorismo y contra la guerra», algo con lo que Washington evidentemente, no está de acuerdo. En los asuntos cotidianos, sin embargo, Cuba es, claramente, un posible colaborador para garantizar la seguridad estadounidense en esta esfera, según ha venido ofreciendo con frecuencia desde 2001. Y una vez más, su legitimidad incomparable como Estado que comprende las causas raigales del terrorismo y la necesidad de hacerle frente si se pretende librar al mundo de este flagelo, le permite muchas veces hablar con autoridad a ambas partes. Esto no escapa a muchos analistas estratégicos estadounidenses, aun si no se refieren a ello con frecuencia.30 Los servicios cubanos de aduanas e inmigración son eficientes, forman parte integral del Ministerio del Interior y tienen claro que Cuba nunca debe ser vista por los Estados Unidos como un verdadero problema en la esfera del terrorismo. El resto del MININT quizás domina mejor los posibles peligros que, para la supervivencia de Cuba, causaría una percepción en Los límites a la colaboración en materia de defensa y seguridad A pesar de todo lo anterior, Cuba y los Estados Unidos aún difieren en estos momentos en una amplia gama de temas importantes y es improbable que puedan cambiar esa situación de modo significativo sin que surja una forma distinta de ver el mundo en La Habana, en Washington, o en ambos. Esta diferencia de enfoques refleja mucho, pero sobre todo es consecuencia de la experiencia histórica de cada país, tanto de modo general como en función de la relación bilateral entre ellos. Cuba es un Estado socialista revolucionario; los Estados Unidos, un régimen capitalista conservador. De hecho, en muchos sentidos, Cuba es hoy en el mundo el portaestandarte del socialismo; del mismo modo que los Estados Unidos son más o menos el del capitalismo desenfrenado. Cuba está inmensamente orgullosa de su condición, aunque también esta resulta una fuente de preocupación; los Estados Unidos, 39 Hal Klepak no meramente en la ganancia, algo improbable que vea en ningún momento cercano la mayor potencia económica del mundo y principal beneficiaria de la forma actual de hacer las cosas. Las propias FAR son el sirviente armado de un proyecto revolucionario que se propone transformar la sociedad, mientras las fuerzas armadas estadounidenses se ven como ayuda para el mantenimiento de un status quo con efectos abrumadoramente positivos para los Estados Unidos. Tienden a ser en extremo conservadoras, aunque esta es una generalización, como ha podido observarse incluso en este breve ensayo. Es difícil imaginar que los Estados Unidos abandonen por entero su derecho de inspección sobre los asuntos cubanos, incluso los más internos. La relación nunca ha sido «normal» en este sentido, aspecto mencionado por más de un autor en este número. No solo tienen los dos países proyectos diferentes y en muchos casos contradictorios para el hemisferio y el mundo. También los tienen para el futuro de Cuba. La Habana incluye la libertad completa, para el Estado cubano, de optar por su camino, mientras Washington insiste en que cualquier situación final hacia la que la Isla se mueva deberá ser, en esencia, una que agrade a los Estados Unidos.31 Sin el fin del bloqueo/embargo es impensable que Cuba acepte reintegrarse al sistema interamericano. De hecho, su diplomacia, como la de varios otros miembros de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA) —el proyecto alternativo izquierdista para el continente americano— es establecer un nuevo sistema latinoamericano en el que los Estados Unidos no tengan la posición abrumadora que hizo decir al pensador argentino Manuel Ugarte que la organización predecesora de la OEA, la Unión Panamericana, era el «ministerio de colonias» y «un congreso de ratones presidido por un gato».32 Dado que en estos nuevos organismos los Estados Unidos ni siquiera estarán presentes, lo más que puede esperar Washington es que los países latinoamericanos miembros, de ideas afines a ellos, sometan sus preocupaciones al grupo. Es en extremo improbable que Cuba firme (de nuevo) el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (Tratado de Río), acuerdo bajo el cual se ha concertado la mayoría de los planes de seguridad interamericanos. Sin embargo, según algunos juristas internacionales, Cuba sigue siendo formalmente signataria de ese acuerdo de seguridad colectiva y, por ende, al menos de jure, un aliado de los Estados Unidos. Tampoco es probable que se integre en otros organismos de seguridad hemisférica, aunque sin dudas no es demasiado imaginar que si las cosas marcharan mejor bilateralmente pudiera asistir a la Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas y, es posible aunque profundamente conmovidos por la crisis económica, siguen orgullosamente capitalistas y orientados hacia el mercado libre. Al mismo tiempo, Cuba practica una democracia popular, que desdeña lo que percibe como elecciones competitivas burguesas; y que —al menos mientras se mantenga el bloqueo /embargo y la guerra económica estadounidenses— privilegia los derechos colectivos por encima de ciertos derechos individuales. Mientras tanto, los Estados Unidos practican la democracia electoral tradicional, con gran énfasis en los derechos individuales, por encima de los económicos y sociales. En concordancia con esta divergencia general, Cuba sigue una política exterior que evita el apoyo militar directo a las revoluciones en el Tercer mundo, pero que, de todos modos muestra solidaridad con los que reciben el nombre de movimientos progresistas en muchos de esos países, incluso cuando con gran frecuencia su trayectoria para una distinción de esa índole sea leve. Los Estados Unidos, por su parte, suelen tomar partido por regímenes muy conser vadores, y normalmente apoyan la estabilidad y el status quo, aun cuando los gobiernos que se benefician de él sean represivos en extremo. Aunque esto no es lo que ocurre con tanta frecuencia en América Latina desde que terminó la Guerra fría, continúa sucediendo en una enorme parte del mundo. Esta distancia entre los dos países solo puede cerrarse con gran dificultad. Cuba está en contra de la actual moda de redefinición de la soberanía destinada a limitar su alcance y repercusión pues siente que, en las condiciones reales de lo que en muchos sentidos es un mundo unipolar, el único país que se beneficia de esta limitación es la potencia hegemónica en sí y que aquellas naciones más pequeñas deben ineludiblemente sufrir. Los Estados Unidos, aunque no están dispuestos a renunciar a mucha soberanía en su propio caso, sí creen que los demás deben hacerlo. Aquí, de nuevo, es grande la disparidad de ambas posiciones, sobre todo en lo referente al derecho de intervención militar en los asuntos internos de los Estados. La Habana no considera que la inestabilidad en muchos países sea necesariamente algo malo, si conduce a una reforma profunda de lo que Cuba ve como regímenes corruptos o reaccionarios. Los Estados Unidos, por su parte, tienden a ver cualquier inestabilidad como un problema, pues tienen vastas inversiones en todo el mundo, especialmente en América Latina, y sienten que los cambios, que según Cuba son necesarios para mejorar las condiciones mundiales, amenazan esas inversiones y dan prioridad a las necesidades colectivas y no a las ganancias corporativas o individuales. La Habana convoca aún a un nuevo orden económico mundial basado en la necesidad y 40 Cuba y los Estados Unidos en las esferas de la defensa y la seguridad que a la de los Ministros de Seguridad Pública, si esta reunión se vuelve permanente. Lo que, con casi toda certeza, Cuba aceptaría es un pacto de no agresión con los Estados Unidos, que garantizara que ambas partes se regirían por normas de comportamiento en general no provocadoras en sus relaciones con la otra parte. Que los Estados Unidos estén dispuestos a firmar un acuerdo de este tipo, dadas sus propias ideas sobre sus derechos históricos a inspeccionar Cuba, es otra cosa. Pero, sin avance en la relación bilateral, es evidente que en la actualidad cualquier movimiento en este sentido es imposible. Cuba tiene el personal médico, la experiencia, la legitimidad interamericana y, más ampliamente, internacional, la posición geográfica y la voluntad política de hacer lo máximo con estos recursos. Dadas las mejores relaciones en el nivel bilateral, resulta difícil imaginar que las conexiones existentes entre las fuerzas armadas y otros servicios de seguridad de ambos países no puedan florecer si tuvieran la oportunidad de hacerlo. Pero todo examen de estos avances debe tomar en cuenta que ambas naciones ven el mundo de manera muy diferente y así reaccionan a los sucesos. La creación de una colaboración de defensa y seguridad ulterior, esta esfera tan dada, en todo caso, a incomprensiones y exageración, tendría que ser emprendida con la debida cautela, pero también con la esperanza de que contribuirá a generar —y ser resultado de— una mayor colaboración en todos los ámbitos y una relación más saludable para ambas partes. Conclusión La evolución de los elementos de defensa y seguridad en la relación entre Cuba y los Estados Unidos, tal como es, resulta fascinante en muchos niveles. Aunque antes de terminada la Guerra fría la seguridad y la defensa, al menos en el discurso público, eran los elementos más peliagudos para hacer posible cualquier relación de amistad, desde su fin este mismo terreno ha sido uno de los más positivos para el mantenimiento de vínculos, al menos vagamente favorables en algunos sectores claves. Con los Estados Unidos y Cuba de acuerdo en muchos asuntos de seguridad y defensa, sobre todo aquellos relativos a la migración ilegal y el narcotráfico, pero también de cierto modo al terrorismo, los desastres naturales y algunos otros temas, se ha desarrollado un conjunto de acuerdos informales, que sirven a los intereses de ambos países y no provocan gran reacción pública negativa. Los acuerdos oficiales sobre migración se combinan con procedimientos y enfoques oficiosos sobre la intercepción de drogas, la seguridad y el fomento de confianza en Guantánamo, la colaboración en desastres naturales y un clima para producir una imagen de dos países incapaces de hablar uno con el otro. La colaboración diaria entre naciones en estas esferas ha hecho a más de un funcionario de los servicios de seguridad de ambos países observar no solo cuán buena es la colaboración en estos momentos, sino con cuánta facilidad podría mejorarse en beneficio de ambas capitales. Los Estados Unidos tienen una inmensa capacidad para asistir a Cuba en la realización de una tarea aún mejor en las áreas de mayor preocupación para los organismos de seguridad norteamericanos; y Cuba posee enormes recursos humanos para hacerlo. Si los Estados Unidos cuentan con la tecnología, poderío militar, dinero, armas y equipos, impulso estratégico, capacidades de mando y control, y tantas otras cosas que ofrecer a un esfuerzo de colaboración más amplio, Traducción: María Teresa Ortega Sastriques. Notas 1. Para el período anterior, véase «La Guardia Rural: un instrumento de dominación neocolonial», en Mildred de la Torre, ed., La sociedad cubana en los albores de la República, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2002, pp. 25-282; y para el posterior, Rafael Fermoselle, The Evolution of the Cuban Military 1492-1986, Ediciones Universal, Miami, 1987, y Louis A. Pérez, Army Politics in Cuba. 1898-1958, University of Pittsburgh Press, Pittsburgh, 1976. 2. Véase el capítulo sobre Cuba en Adrian English, The Armed Forces of Latin America, Jane’s, Londres, 1984. 3. Para el período hasta la caída de Batista, véase Servando Valdés Sánchez, Cuba y los Estados Unidos: relaciones militares, Editora Política, La Habana, 2005, especialmente pp. 51-92. 4. La abolición de los viejos servicios armados y su sustitución oficial por las tres fuerzas revolucionarias que componen hoy las FAR, se produjeron con las Leyes 599 y 600 de septiembre de 1959, las cuales nombraron Ministro a Raúl Castro y le dieron el nuevo rango de General del Ejército. Véase Luis Buch Rodríguez y Reinaldo Suárez Suárez, Otros pasos del gobierno revolucionario cubano, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2002, pp. 90-2. 5. Véase la mejor obra sobre la conexión bilateral Cuba-URSS en Yuri Pavlov, The Soviet-Cuban Alliance 1959-1991, Transaction Publishers, New Brunswick, 1993, y para un análisis estadounidense, véase el magnífico estudio de Lars Schoultz, National Security and United States Policy toward Latin America, Princeton University Press, Princeton, 1987. 6. Raúl Castro, «Discurso por el 30 aniversario del desembarco del Granma», La Habana, 2 de diciembre de 1986, disponible en www.cuba.cu/gobierno/discursos/1986/esp/f021286e.html 7. Entrevista al brigadier general José Solar Fernández, ex comandante de la Brigada de la Frontera de las FAR en Guantánamo, citado en Luis Báez, Secretos de Generales, Losada, Barcelona, 1997, pp. 277-8. 41 Hal Klepak y entrevistas del autor al personal del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba y de la Commonwealth, Londres, abril de 2000. 8. Anthony Boadle, «Cuba’s Military No Threat, Turns to Farming», The Miami Herald, Miami, 31 de marzo de 1998; y Christopher Marquis, «Cuba Still No Threat, Pentagon Insists but Defense Chief Tempers Report», The Miami Herald, Miami, 7 de mayo de 1998. 21. Son, en realidad, más que rumores. Véase Francisco Arias Fernández, Drogas y mentiras: dos agresiones contra Cuba, Editorial Capitán San Luis, La Habana, 2008, p. 104. 9. Francisco Arias Fernández, Cuba contra el narcotráfico: de víctimas a centinelas, La Habana, Editora Política, 2001. 22. Véase Inter-American Dialogue, The Environment in U.S.-Cuban Relations: Recommendations of Cooperation, Inter-American Dialogue, Washington, DC, 1997. 10. El presidente Reagan había dicho en 1983 que «había pruebas sólidas de que funcionarios de Castro participaban en el narcotráfico, vendiendo drogas como delincuentes comunes, aprovechándose del sufrimiento de los adictos». Véase Jay Mallin, History of the Cuban Armed Forces: from Colony to Castro, Ancient Mariners Press, Reston, 2000, p. 350. Para más acusaciones, véase Armando Ferrer Castro, Conexión en Cuba: la historia de la poderosa red de funcionarios cubanos con el narcotráfico internacional, Planeta, México, DF, 1990. Las ideas de Raúl Castro aparecen en una entrevista posterior, «Somos los más antidroga del mundo», El Sol de México, México, DF, 23 de abril de 1991, p. 20. Para las ideas de Fidel sobre el asunto Ochoa, véase Ignacio Ramonet y Fidel Castro, Cien horas con Fidel, Consejo de Estado, La Habana, 2006, pp. 419-35. 23. El autor pudo desarrollar algunas de estas ideas en su investigación «Confidence Building and the Cuba-United States Confrontation», International Security Research Paper, Department of External Affairs and International Trade, Ottawa, marzo de 2000. 24. La representante republicana de Miami Ileana Ros-Lehtinen realizó un significativo comentario sobre la forma en que el Departamento de Defensa de los Estados Unidos evaluaba a Cuba: «Estos tipos del Pentágono están muy politizados. Reciben sus instrucciones muy directamente de la Casa Blanca». Véase Christopher Marquis, «Pentagon Wants U.S. Military to Work with Cuba», The Miami Herald, Miami, 21 de febrero de 1998. 11. «Politics-Cuba: Worried about Drugs», International Press Service (IPS), 5 de octubre de 1998. 25. Sobre estos temas, véase el excelente trabajo de Jorge Rodríguez Beruff y Gerardo Cordero, El Caribe: la «tercera frontera» contra las drogas, Biblos, Buenos Aires, 2005. 12. Véase «Joint Communique between the United States and Cuba concerning Normalizing Migration Procedures», US State Department Consolidated Treaties and International Agreements, Washington, DC, 1994, pp. 301-4. 26. Muchos militares y miembros de los servicios de seguridad retirados se han hecho eco de estas evaluaciones. El general Barry McCaffery, el «zar» de la droga como se le llamaba cuando dirigía la DEA, no solo dijo que Cuba era «una isla de resistencia a la amenaza de los estupefacientes», sino que, en relación con el terrorismo, añadió que Cuba «apoyaría cualquier intento de solucionar el problema por medios pacíficos» y que los cubanos «sin dudas no constituyen una amenaza terrorista y no creo que den refugio a organizaciones terroristas», Sobre los ataques terroristas cubanoamericanos contra objetivos civiles cubanos, McCaffery expresó: «Los Estados Unidos deben asegurarse de que esto no vuelva a producirse». Marc Frank, «Former U.S Drug Tsar Meets Castro in Cuba», Reuters, 3 de marzo de 2002. 13. Véase la serie de artículos sobre este tema en H. Michael Erisman y John Kirk, eds, Cuba’s Foreign Relations in a Post-Soviet World, University Press of Florida, Gainesville, 2000. 14. Conversaciones del autor con miembros de las FAR y funcionarios del Ministerio de Realciones Exteriores, en La Habana, 1996-2003. 15. Conversaciones del autor con oficiales del USCG en La Habana y Washington, así como con agregados militares de siete países en Cuba, en el período 1998-2006. 16. En el caso de Cuba, la independencia del sistema de patrullas de las Tropas Guardafronteras está limitada por vínculos estrechos entre ellas y la Marina. La cadena de mando es, en todos los casos, de las FAR, y gran parte de las reparaciones, entrenamiento, comunicaciones, doctrina, táctica y personal se realizan en conjunto. Hay poca información abierta sobre esto, pero puede extraerse algo de obras como Las reglas del juego: 30 años de Seguridad del Estado, Editorial Capitán San Luis, La Habana, 1992; y Francisco Arias Fernández, ob. cit., pp. 92-105. 27. Véase Otto Hernández Garcini et al., Huellas del exilio: Fidel en México 1955-1956, Casa Editora Abril, La Habana, 2004; para la visión de Fidel, véase Ignacio Ramonet y Fidel Castro, ob. cit., pp. 206 y 589. 28. «Reitera Cuba disposición de cooperar con todos», Juventud Rebelde, La Habana, 19 de enero de 2010. 29. Tad Szulc examina este aspecto en Fidel: a Critical Portrait, Avon, Nueva York, 1986, p. 342. 17. Se llama «bombardeo» al acto de arrojar paquetes de drogas desde aviones o embarcaciones que luego recogen botes más pequeños y menos visibles, provenientes de los Estados Unidos, Haití o Bahamas. Un gran número de bultos caen en aguas cubanas y muchos recalan en sus playas. 30. Sobre Cuba y el terrorismo, véase Anya Landau y Wayne Smith, «Keeping Things in Perspective: Cuba and the Question of International Terrorism», Center for International Policy, Washington, DC, 20 de noviembre de 2001, disponible en www.ciponline.org. 18. «Entrega Reino Unido donativo a Cuba», Granma Internacional, La Habana, 21 de febrero de 1997, citado en Francisco Arias Fernández, ob. cit., pp. 178-9. 31. El «Informe del Presidente» a la Comisión de Asistencia para una Cuba Libre, presentado por el presidente George W. Bush en 2004, no ha sido rechazado por el gobierno de Obama. Para la visión de Cuba al respecto, véase Nicanor León Cotayo, El Plan Bush: Made in USA, Editorial Unicornio, La Habana, 2006. 19. En 2002, el jefe de la INTERPOL, ciudadano estadounidense, elogió el papel de Cuba en la lucha contra las drogas. Véase «Chief of Interpol Praises Cuba for its Fight against Drug Traffic», Prensa Latina (PL), 17 de enero de 2002. 32. Manuel Ugarte, La Patria Grande y otros textos, Theoria, Buenos Aires, 1996. 20. No siempre es así. La Marina Real mantiene en el Caribe un buque escolta contra las drogas, y la inteligencia cubana ha conducido algunas sorprendentes incautaciones de estupefacientes realizadas por los británicos. Francisco Arias Fernández, ob. cit., pp. 167-8, © 42 , 2010 62-63: 43-53, abril-septiembre de 2010. La seguridad nacional de Cuba frente a los Estados no. Unidos: conflicto y ¿cooperación? La seguridad nacional de Cuba fr ente a los Estados Unidos: frente conflicto y ¿cooperación? Carlos Alzugaray Treto Profesor. Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos, Universidad de La Habana. D No faltaron tampoco situaciones de tensión relacionadas con asuntos de seguridad. Incluso en el único período desde 1959 en que los dos gobiernos se acercaron y comenzaron a cooperar activamente para buscar la normalización de sus relaciones —entre 1977 y 1981—, en más de una ocasión se produjo un deterioro o un retroceso causado por eventos que fueron percibidos por una o ambas partes como amenazas a sus intereses de seguridad nacional. La sucesión de acontecimientos considerados de esta manera en tan corto período resultó paradójica si se tiene en cuenta que durante esa etapa tuvieron lugar, asimismo, muchas señales recíprocas que demostraban que, tanto La Habana como Washington, estaban dispuestas a tomar medidas de confianza mutua para soslayar tensiones y hacer avanzar la cooperación.1 La hipótesis del presente trabajo es que, en relación con los asuntos de seguridad entre Cuba y los Estados Unidos, existen varias condiciones que hacen sumamente difícil avanzar, y que el desarrollo futuro de sus vínculos requerirá de mucha paciencia y voluntad política no solo por parte de ambos gobiernos, sino de otros sujetos sociales que puedan contribuir a la urante la Guerra fría, el conflicto entre Cuba y los Estados Unidos estuvo signado por una serie de enfrentamientos en el terreno de la seguridad que, en algunos casos, elevaron aterradoramente las tensiones internacionales. Así fue durante la Crisis de Octubre de 1962. Se estuvo al borde de la guerra nuclear. Pero la amenaza de un enfrentamiento armado no se limitó a esa crisis. Al respecto, dice mucho que los cubanos —a diferencia de los estadounidenses, que la llaman usualmente Crisis de los Misiles, y los soviéticos, para quienes fue la Crisis del Caribe—, la designáramos por la fecha en que tuvo lugar, porque no fue esa la única vez que enfrentamos la amenaza de una invasión de las fuerzas armadas de los Estados Unidos. Hubo también peligro de ataque armado al menos en cuatro ocasiones más: en 1961, durante la batalla de Playa Girón; en 1965, cuando el presidente Lyndon B. Johnson ordenó la invasión de República Dominicana; a principios de la década de los 80, cuando los Estados Unidos acusaron a Cuba de ser la promotora de los conflictos centroamericanos; y en 1983, pues en el contexto de la invasión a Granada tropas estadounidenses atacaron instalaciones de constructores cubanos. 43 Carlos Alzugaray Treto normalización, lo cual no significa necesariamente la desaparición de áreas de conflicto agudo.2 Para la mayoría de los cubanos, la causa fundamental de la confrontación actual entre los dos países está en la política de Washington hacia la Isla, como escribí en 2005: su amplificación», incluso entre países de igual sistema político-social.4 2. El segundo es de carácter geopolítico y tiene que ver con la posición estratégica de Cuba en el contexto hemisférico y mundial y en las relaciones entre los Estados Unidos y el Caribe, y con América Latina en su conceptualización más amplia. En las preocupaciones de seguridad, tanto de Cuba como de los Estados Unidos este elemento ha sido significativo antes y después de la Guerra fría.5 3. El tercero es de carácter histórico-político y reside en la inevitabilidad de una relación íntima y, a la vez, conflictual. a) Íntima para cualquiera de las dos naciones, que no puede ignorar la presencia de la otra y la existencia de dos polos de atracción. Ha resultado difícil que algo que suceda en territorio estadounidense no repercuta sobre Cuba y, un poco menos, pero no tanto, que algo que suceda en Cuba no sea de interés para los Estados Unidos. b) Conflictual, porque mientras las élites gobernantes norteamericanas han visto en Cuba un país cuyo control resulta importante para la seguridad nacional propia; una mayoría de sectores sociales, económicos y políticos de la sociedad cubana ha considerado que mantener una vinculación mutuamente beneficiosa entre ambos países no debe estar determinada por una relación de subordinación, como sucedió entre 1902 y 1959. Se podrían citar discursos de Fidel Castro y otros dirigentes, y/o trabajos de académicos cubanos para demostrar lo que antecede; pero, en mi opinión, quien mejor lo ha descrito es Louis A. Pérez, Jr., académico estadounidense de padres cubanos, uno de los más reconocidos especialistas en el tema de las relaciones entre ambos lados del Estrecho de la Florida: Para las distintas administraciones estadounidenses, y ya van diez, de lo que se ha tratado es de provocar un «cambio de régimen» mediante la creación de una oposición viable, subordinada a los intereses de Washington, que sea capaz de sustituir a la autoridades revolucionarias en La Habana y reinstaurar un régimen que responda a la lógica de dominación que prevaleció en Cuba hasta 1958. Sin embargo, la disyuntiva principal de esta política ha sido siempre la misma: cómo lograr este propósito cuando el gobierno cubano ha gozado siempre de un amplio apoyo popular gracias a dos factores importantes: su defensa de la soberanía del país y su proyección exterior internacionalista autónoma que enorgullece a la mayor parte de los cubanos; y la puesta en práctica de políticas de justicia social que resuelven los principales dilemas del país y lo ubican en una situación bien distinta del resto de América Latina y el Caribe, donde prevalece la pobreza y la desigualdad. Para resolver esta contradicción, Washington ha intentado llevar adelante una política múltiple y compleja, en varios carriles, que ha incluido desde el entrenamiento de grupos paramilitares (e incluso organizados militarmente como la llamada Brigada 2506, que protagonizó la derrota de Playa Girón o Bahía de Cochinos) para realizar acciones bélicas y/o terroristas en territorio cubano; hasta la aplicación de un implacable bloqueo económico, comercial y financiero, pasando por el financiamiento de grupos minoritarios de ciudadanos cubanos dispuestos a traicionar a su país colaborando con un gobierno enemigo, y por la puesta en vigor de todo tipo de operaciones de guerra psicológica dirigidas a afectar la imagen externa de Cuba y subvertir política e ideológicamente al sistema cubano.3 Criterios de partida Los factores que agudizan las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos en todos los terrenos no son solo de carácter histórico. Pudieran resumirse de la siguiente manera: 1. El primero y más importante es el factor físicogeográfico, determinante para dos elementos que han incidido siempre en la relación. a) Cercanía. Sin ser vecinos contiguos, ambos países combinan una frontera marítima importante, y una terrestre en la base naval de Guantánamo. Aunque esta última no tiene la permanencia de la primera, ha existido durante más de un siglo. b) Asimetría. Cuba y los Estados Unidos son dos naciones con recursos de «poder duro» asimétricos. Esta relación desigual conduce a «patrones característicos de mala interpretación estructural y Cuba ocupa un lugar especial en la historia del imperialismo americano. Ha servido como una suerte de laboratorio para el desarrollo de los métodos por los cuales los Estados Unidos han buscado la creación de un imperio global. En suma, los medios usados por los Estados Unidos en Cuba constituyen un microcosmos de la experiencia imperial americana: intervención armada y ocupación militar; construcción de naciones y redacción de constituciones; penetración de capitales y saturación cultural; instalación de regímenes títeres, formación de clases políticas clientelares, y organización de ejércitos tutelados; imposición de tratados vinculantes; establecimiento de una base militar permanente; asistencia económica —o no— y reconocimiento diplomático —o no— según las circunstancias lo aconsejaran. Después de 1959, sanciones comerciales, aislamiento político, operaciones encubiertas, y embargo económico. Todo lo que es imperialismo americano se ha practicado en Cuba.6 44 La seguridad nacional de Cuba frente a los Estados Unidos: conflicto y ¿cooperación? Resulta igualmente paradójico que las críticas al concepto de seguridad multidimensional hayan surgido de dos grupos que difícilmente coinciden entre sí en otros asuntos: los especialistas tradicionales en temas de seguridad o estratégicos, generalmente adheridos al realismo político como corriente dentro de la disciplina de las relaciones internacionales, y los activistas del sector progresista de la sociedad civil global. Sin embargo, las razones de sus cuestionamientos son diferentes. Los tradicionalistas consideran que extender la agenda de seguridad a los temas referidos amplía excesivamente el campo de estudio y difumina la definición de la esencia pura y dura de la seguridad, que tiene que ver exclusivamente con el Estado y su supervivencia. Los activistas de la sociedad civil que militan en las organizaciones contestatarias o progresistas estiman que incluir lo económico, lo social, lo cultural y lo ambiental en los estudios de seguridad o darles una connotación de tal significa «securitizar» la agenda social y, por tanto, obliga a proporcionarles una solución preferentemente bélica a estos asuntos. Ello, en su opinión, favorece a aquellos Estados capitalistas más poderosos militarmente y, en particular, a los Estados Unidos. Los peligros de esta interpretación son evidentes. No obstante, vale argumentar que aceptar que un tema afecta la seguridad de una nación o grupo social no conduce necesariamente a una solución militar. Se trata tan solo de establecer que un determinado tópico es de tal gravedad que su desatención significa un peligro para su supervivencia, aun cuando su solución sea económica, social o política.10 En el caso de la relación entre Cuba y los Estados Unidos, cabría preguntarse si puede existir alguna duda de que las acciones de Washington contra La Habana, en su persistente política dirigida a imponer un cambio de régimen a toda costa, constituyen un peligro constante para la seguridad de la nación cubana. Aunque en este ensayo trataré de balancear las perspectivas tradicionalista y la «ensanchadora», no me queda duda alguna de que la sociedad cubana debe tomar muy en cuenta una concepción amplia y abarcadora de su seguridad si quiere mantenerse libre de imposiciones externas. 4. El cuarto factor es de índole económica y tiene que ver, sobre todo por el lado cubano, con la vulnerabilidad de la Isla a causa de la escasez de recursos naturales, que le impide tener un desarrollo económico social autárquico y la obliga a buscar aliados y socios en esta esfera para hacer avanzar sus metas. El asociado económico-comercial idóneo para Cuba, por su cercanía y desarrollo tecnológico, ha sido los Estados Unidos. A su vez, la Isla tuvo en cierta etapa una importancia relativamente alta para Washington. Sin embargo, vale apuntar que, aun reconociendo la importancia económica de una relación normal con el vecino norteño, la historia de las relaciones pasadas, que nunca fueron normales, pareciera recomendar cierta aprensión por parte de los cubanos ante la posible pretensión de que las relaciones comerciales y financieras tengan el oneroso precio de la dependencia política. Una última consideración de partida sobre los vínculos entre ambas naciones en materia de seguridad se refiere al debate sobre la definición de ese término en el contexto de las relaciones internacionales. Tres reconocidos estudiosos del tema, Barry Buzan, Ole Waever, y Jaap de Wilde, lo han descrito de la siguiente forma: «En consecuencia, dos puntos de vista sobre los estudios de seguridad están hoy sobre el tapete, el nuevo de los ensanchadores7 y la vieja visión de los tradicionalistas, centrada en lo militar y el Estado».8 Los acontecimientos del 11 de septiembre y la mayor relevancia otorgada al tema del terrorismo han insuflado una renovada preeminencia a la agenda de seguridad político-militar global y regional. Se obtiene el paradójico resultado de que esta, además de resaltar la visión tradicional, abarca también lo económicosocial. Ello, realmente, no es algo inesperado: ya desde las décadas de los 60, los 70 y principios de los 80 la mayor parte de los académicos y practicantes (militares, políticos y funcionarios nacionales e internacionales) reconocieron que el desarrollo económico y la seguridad estaban intrínsecamente vinculados.9 En este contexto ha surgido un nuevo término: «seguridad multidimensional», a través del cual se pretende reflejar toda la diversidad que incluye la nueva realidad individual, nacional, regional, y global o internacional; y, a la vez, militar, política, económica, social, cultural, y ambiental. ¿Quién puede negar que para algunas islas del Caribe la seguridad individual y nacional pasa por la lucha contra el calentamiento climático que va destruyendo sus costas y sus medios de sustentación, mientras que para la supervivencia de las identidades de algunos grupos sociales la tendencia homogeneizante del proyecto neoliberal de globalización representa un peligro? Las relaciones de seguridad después del fin de la Guerra fría Terminada la Guerra fría, desaparecieron muchos de los principales cuestionamientos estadounidenses a la política cubana en materia de seguridad. Ya no figuraba en la agenda la invocada amenaza que supuestamente representaba para sus intereses nacionales la alianza de La Habana con Moscú, porque la Unión 45 Carlos Alzugaray Treto puedan calificarse como propensas a crear un clima de confianza mutua. Ciertamente, no fueron «prudentes», término muy utilizado por la parte estadounidense en los intercambios diplomáticos entre ambos países, para enfatizar lo que esperaban del comportamiento cubano en el escenario mundial.15 La investigadora anglonorteamericana, Gilliam Gunn las recontó en 1993: Soviética dejó de existir. Cuba no solo negoció y firmó los acuerdos de paz de África suroccidental que, entre otros resultados, pusieron fin a la presencia de tropas cubanas en Angola, sino que fue retirando paulatina, pero firmemente su contingente militar en Etiopía. A fines de los 80 y principios de los 90, la diplomacia cubana contribuyó al proceso negociador y de pacificación de Centroamérica, eliminando otro obstáculo señalado frecuentemente como importante por el gobierno de Washington en su agenda del conflicto con Cuba.11 Se abría, por tanto, una nueva etapa en las relaciones, de la que podría esperarse una mayor cooperación entre ambos países. Pero ello no sucedería. La administración de George W. Bush estaba empeñada en la construcción de «un nuevo orden mundial», en el cual no cabía tolerancia para una Cuba socialista a noventa millas. Desde el inicio, ante las insinuaciones de que la exitosa negociación de los acuerdos de paz de África suroccidental —que tuvo lugar durante la presidencia de Ronald Reagan, en 1988— demostraba que podían dialogarse otros temas con La Habana, el secretario de Estado, James Baker, dejó clara la posición estadounidense. El 28 de marzo de 1989, cables de prensa dieron a conocer la existencia de un «filtrado» memorando del flamante canciller dirigido a todas las misiones en América Latina y el Caribe, en el cual se cancelaba cualquier posibilidad de mejorar los vínculos con Cuba. El Memorando Baker especificaba que bajo Bush los Estados Unidos no negociarían una normalización, siquiera parcial, de las relaciones, y que con La Habana solo se llevarían a cabo conversaciones que fueran de interés para la seguridad nacional estadounidense, siempre que no ofrecieran beneficio alguno a Cuba o legitimaran a sus autoridades.12 Por otra parte, las memorias del propio Presidente, escritas en conjunto con su asesor de Seguridad Nacional, general Brent Scowcroft, demuestran hasta qué punto, en los intercambios con las autoridades moscovitas, figuró prioritariamente presionar a la URSS para que pusiera fin a la ayuda económica y militar a Cuba.13 Las presiones generadas por la diplomacia de Washington en Moscú no podían ser interpretadas por La Habana sino como un claro intento por afectar la seguridad nacional de Cuba. Esto se puso especialmente de manifiesto en 1991, cuando el presidente Mijaíl Gorbachov anunció unilateralmente la retirada de todo el personal militar soviético de la Isla, sin comunicación previa al gobierno cubano.14 Además de la invasión de Panamá en diciembre de 1989, interpretada en La Habana como una amenaza indirecta para la seguridad cubana, la administración Bush llevó a cabo una serie de acciones que difícilmente 1990 Enero: Naves del ser vicio de Guardacostas norteamericano intentaron abordar y dispararon, en aguas internacionales, contra un barco mercante arrendado por Cuba, alegando sospechas de narcotráfico, lo que fue desmentido cuando autoridades mexicanas inspeccionaron la nave. Febrero: Cuestionado reiteradamente en ese sentido, durante una visita al parlamento soviético en Moscú, el propio secretario Baker se negó a descartar la posibilidad de una invasión a Cuba por las fuerzas armadas norteamericanas. Marzo: En abierto desafío a las regulaciones y leyes internacionales, la administración creó Televisión Martí. El vicepresidente Dan Quayle comentó públicamente la posibilidad de establecer en Cuba un grupo de resistencia clandestino similar a la «contra» nicaragüense. Mayo: Las fuerzas armadas norteamericanas realizaron maniobras militares en el Caribe, incluido un simulacro de invasión en costas puertorriqueñas, que parecían prácticas para un eventual ataque a Cuba (se trataba de «liberar» una isla en poder de un dictador apellidado Ortsac). 1991 Mayo: Nuevas maniobras militares en el Caribe e incremento del personal militar en Guantánamo a causa de la afluencia de refugiados haitianos. Mediados de año: Altos oficiales del Pentágono sugirieron públicamente la posibilidad de llevar a cabo planes de «intervención humanitaria» en Cuba. Diciembre: Cuba descubrió un comando de terroristas provenientes de los Estados Unidos que intentaba infiltrarse en el país con armas y explosivos.16 La respuesta cubana a lo que percibía como crecientes amenazas consistió en reforzar las medidas defensivas —con el desarrollo de maniobras militares, llamadas «Escudo Cubano», a finales de 1991. En otro orden de cosas, el gobierno tomó medidas extraordinarias con funcionarios militares que fueron descubiertos cuando intentaban montar una operación de tráfico de drogas entre Colombia y los Estados Unidos, a través del territorio cubano. Estos hechos fueron juzgados en la Causa Nº 1 de 1989 y resultaron 46 La seguridad nacional de Cuba frente a los Estados Unidos: conflicto y ¿cooperación? en la ejecución de varios altos oficiales, entre ellos, un general de división y un coronel. La dirigencia cubana valoró de manera justa que tal proceder constituía una amenaza a la seguridad nacional de Cuba, pues ofrecía el casus belli que ciertos sectores estadounidenses hubieran necesitado para exigir una invasión, como, efectivamente, sucedió ese mismo año con Panamá. Sumado al conjunto de amenazas tradicionales a la seguridad nacional de Cuba, los años de la administración de Bush padre coincidieron con el inicio del momento económico más difícil que ha vivido la sociedad cubana después del triunfo de la Revolución, solo comparable con los duros años de la década de los 60 cuando fuera implantado el bloqueo económico, comercial y financiero total por la administración de John F. Kennedy, y comenzó a surtir efecto sobre una economía hasta entonces totalmente subordinada a la de los Estados Unidos. En ese contexto, cobran su real significado las presiones a la URSS para que cesara sus relaciones económicas preferenciales con Cuba. Esto llevó también a las autoridades cubanas a tomar medidas extraordinarias que se han conocido como Período especial en tiempos de paz, haciendo alusión a los planes de contingencia adoptados antes de 1989 para enfrentar situaciones de guerra. Según la lógica argumentativa de Buzan, Weaver y De Wilde en torno al uso de la noción de seguridad, Cuba enfrentó en 1989-1995 una situación de «amenaza existencial» que la condujo a tomar «medidas extraordinarias».17 El último acto significativo de la administración de George H. W. Bush con respecto a Cuba, la aprobación de la Ley Torricelli en 1992, constituyó una nueva amenaza contra la seguridad del país porque vedó el comercio de subsidiarias de empresas norteamericanas en terceros países con la Isla, e implantó una medida punitiva contra la navegación marítima al prohibir durante seis meses el ingreso a puertos estadounidenses de cualquier navío que hubiera recalado en puertos cubanos. La Ley Torricelli, al incorporar a su texto las que fueron calificadas como medidas de acercamiento a la población cubana, bajo el presuntuoso título de Carril II, puso de manifiesto un modus operandi ya conocido en la política estadounidense hacia Cuba: combinar la presión económica contra el gobierno (el palo) con aparentes beneficios para la sociedad (la zanahoria), con el objetivo de fomentar la subversión y/o desestabilización del sistema político. Este proceder implica una contradicción insalvable: convencer al pueblo cubano de la conveniencia de derrocar a su actual gobierno a fin de obtener los parabienes de una relación normal con los Estados Unidos. Fue en estas circunstancias y ya bajo la administración de William Clinton que, entre 1994 y 1996, una serie de acontecimientos tensionó las relaciones de seguridad hasta tal punto que pudo provocar un conflicto militar. Me refiero a la llamada Crisis de los Balseros, en el verano de 1994, y el derribo de dos avionetas de la organización contrarrevolucionaria Hermanos al Rescate (HAR), establecida en Miami, en febrero de 1996. La Crisis de los Balseros tuvo como causa principal la Ley de Ajuste Cubano de 1966, que permite a cualquier ciudadano cubano que entre en los Estados Unidos, aunque lo haga de manera ilegal, ser admitido «bajo palabra» hasta cumplido un año, momento en que automáticamente recibe la residencia permanente, un privilegio exclusivo, no otorgado a ningún otro extranjero. Es incuestionable que tal política ha favorecido la emigración ilegal y continúa haciéndolo. Esta ley estuvo en el fondo de la crisis migratoria de Mariel, en 1980. En las críticas circunstancias de 1994 el gobierno cubano enfrentó un dilema sumamente complejo: si impedía las salidas ilegales, cada vez más numerosas, era criticado; si no, podría provocar una situación incontrolable que posiblemente desembocaría en un conflicto armado. Las circunstancias se tornaron particularmente difíciles en ese verano, y el gobierno decidió abrir las puertas y no interferir con las salidas ilegales.18 Enfrentado a una situación igualmente difícil y en medio de otra crisis migratoria relacionada con la salida de miles de ciudadanos haitianos —que no gozaban de una Ley de Ajuste, pero se sentían impelidos por el golpe militar contra el gobierno de Jean-Bertrand Aristide—, la administración de William Clinton, no sin cierta reticencia,19 optó por negociar una serie de acuerdos migratorios con Cuba. Estos, los primeros de importancia firmados entre ambos países después de 1959, tuvieron varios efectos: 1. Fomentaron la cooperación entre Tropas Guardafronteras, de Cuba, y el servicio de Guardacostas estadounidense. Ambos cuerpos de seguridad habían cooperado anteriormente, pero ahora se traspasaba el umbral de lo informal adentrándose en lo institucional, para garantizar que los emigrantes ilegales interceptados en alta mar por Guardacostas fueran entregados formalmente a su contraparte cubana. Se inauguró así lo que se ha llamado la política de «pies secos-pies mojados». 2. Debido a que durante la crisis —y hasta el momento en que se firmaron los acuerdos— la administración Clinton decidió enviar algunos emigrantes al territorio de la base naval de Guantánamo, donde estableció un campamento de refugiados, fue necesario establecer una cooperación entre las autoridades militares a ambos lados de la línea de demarcación. Esta colaboración se ha ido expandiendo. 47 Carlos Alzugaray Treto Existe una contradicción estructural, en materia de seguridad, entre las medidas de confianza mutua en las zonas de peligro de conflicto armado y el pragmatismo con que ambas partes han actuado en temas tan sensibles como el migratorio, de un lado, y la manifiesta hostilidad estadounidense al régimen social, económico y político que prevalece en Cuba desde hace cincuenta años. Y le advertimos, se lo hicimos saber en términos pacíficos, realmente, en términos razonables, que, por favor, hiciera lo posible por evitar esos vuelos, y prometió evitar los vuelos. No quiso, o no pudo cumplir. Él sabe bien cómo es la historia de esas avionetas y el esfuerzo que nosotros hicimos por evitar un incidente, con mucha más razón en pleno período electoral, cuando cualquier cosa podía servir de materia prima para involucrar a Cuba en su campaña política.20 3. Los acuerdos migratorios formalizaron la celebración de encuentros semestrales entre altos funcionarios diplomáticos de ambas partes con el propósito de monitorear su cumplimiento. Esto permitió mantener un canal de comunicación que muchas veces trascendió lo meramente migratorio, hasta que el presidente George W. Bush suspendiera los encuentros en 2006. El otro incidente aleccionador para dichas relaciones fue el derribo de dos avionetas de la organización contrarrevolucionaria Hermanos al Rescate, el 24 de febrero de 1996. Este lamentable acontecimiento tuvo sus orígenes en las maniobras provocadoras de los pilotos de la organización, encabezados por José Basulto, un cubanoamericano que sirvió como agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en la década de los 60. A medida que la Crisis de los Balseros fue agudizándose, aviones de HAR comenzaron a sobrevolar el Estrecho de la Florida con el alegado propósito de brindar ayuda humanitaria a los improvisados navegantes. Sin embargo, al firmarse los acuerdos migratorios y comenzar a reducirse el número de emigrantes ilegales que se lanzaban al aventurado cruce para clasificar dentro de la Ley de Ajuste Cubano, Basulto y sus seguidores empezaron a penetrar ilegalmente en territorio cubano y a efectuar provocaciones como el lanzamiento de octavillas sobre la ciudad de La Habana. Tales acciones, violatorias de leyes internacionales y cubanas, implicaban también la transgresión de regulaciones de la Agencia de Aviación Civil de los Estados Unidos, ya que falseaban los planes de vuelos, para obtener permisos de salida. Según se confirmó por distintas fuentes —incluso por Richard Nuccio, funcionario para Cuba en la oficina del asesor de Seguridad Nacional del presidente Clinton—, el asunto fue tratado por la vía diplomática por ambos gobiernos, y el cubano insistió en que debía ponerse fin a estos vuelos o, de lo contrario, tomaría medidas que se correspondieran con las regulaciones vigentes y con sus competencias en el mantenimiento de la seguridad internacional de vuelos. El presidente Fidel Castro explicó este intercambio, al acusar personalmente al presidente Clinton de no haber actuado: Jorge I. Domínguez ha recordado cuán cerca estuvieron Cuba y los Estados Unidos de un conflicto militar a causa de este acontecimiento, inducido por la provocadora irresponsabilidad de sujetos sociales no estatales que realizaron acciones cuasi-terroristas, y por la negligente complacencia del aparato gubernamental norteamericano. Por primera vez desde la crisis de los misiles en 1962, un presidente de los Estados Unidos contemplaba dar órdenes a las fuerzas armadas norteamericanas para iniciar una acción militar contra Cuba (entrevistas confidenciales en Washington D.C., 1996). Hubo varias opciones militares que implicaban diversas formas de represalia. El presidente decidió en contra de todas ellas pero, en su lugar, acordó aceptar la Ley Helms-Burton.21 La Ley Helms-Burton, por su naturaleza y contenido, constituye una codificación de la mayor parte de los elementos de la política de «cambio de régimen» que los Estados Unidos han seguido contra Cuba desde el principio de la Revolución. Entre las notas positivas de los dos períodos de la administración Clinton debe mencionarse la ejecución de una operación antinarcotráfico organizada conjuntamente por los cuerpos policiales de ambos países; las positivas declaraciones del general Barry McCaffrey, jefe de la Oficina de Control de Drogas de la Casa Blanca, sobre la necesidad de cooperar con Cuba; la expansión de la colaboración entre Guardacostas y Guardafronteras para evitar nuevos incidentes violentos en la frontera marítima; y la ampliación de los contactos y la coordinación entre los mandos militares en la zona de Guantánamo. 22 Sin embargo, antes de que Clinton pasara la silla presidencial a su sucesor, George W. Bush, tuvieron lugar varios incidentes relacionados con el terrorismo 48 La seguridad nacional de Cuba frente a los Estados Unidos: conflicto y ¿cooperación? posteriormente modificada por el pleno de dicho Tribunal. En el verano de 2009, el Tribunal Supremo no aceptó analizar el caso, que ha quedado en el limbo después de cortas reducciones de sus condenas.25 Lo que ha complicado las cosas es que Luis Posada Carriles y sus cómplices fueron indultados por la presidenta de Panamá en 2005 y enviados a un lugar desconocido de Centroamérica, desde donde el terrorista confeso entró ilegalmente en territorio estadounidense. Se encuentra hoy en libertad condicional en la ciudad de Miami, donde goza del apoyo de los elementos ultraderechistas de la emigración cubanoamericana. El gobierno de los Estados Unidos se ha mostrado remiso a buscar su procesamiento y a la presentación de las pruebas que posee en su contra, así como a extraditarlo a Venezuela, donde es requerido por la justicia después de su escandalosa fuga. En materia de seguridad tradicional, bajo la administración de George W. Bush hubo solo un momento de amenaza real en 2003. Vista desde La Habana, la victoria inicial de las fuerzas armadas estadounidenses en Iraq en la primavera de ese año solo podía tener una repercusión negativa para Cuba. Miami fue la única ciudad en el mundo donde ocurrieron manifestaciones de apoyo al curso de acción adoptado por Washington, y se llegó a sugerir que, después de Saddam Hussein, le tocaba el turno a Castro. Es evidente que el asunto pasó por la mente del presidente y de sus colaboradores. Así parece confirmarlo Bob Woodward, el estelar reportero del Washington Post, en la tercera parte de su crónica sobre la guerra. Según este relato, el propio Presidente le dijo al general Jay Garner que después de Iraq podía aspirar a ejercer un papel similar: jefe del gobierno militar de ocupación en Cuba, cuando llegara el momento.26 Otra iniciativa de esa administración, que pareció apuntar en la dirección de un posible conflicto armado, aunque con mucha menos urgencia, fue la creación de una Comisión para la Ayuda a una Cuba Libre, que emitió dos voluminosos informes en 2004 y 2006. Estos trascendían la amenaza tradicional y, por su envergadura, reforzaron la percepción de que los Estados Unidos seguían implacablemente comprometidos con una política de cambio de sistema político en Cuba. En consonancia, se creó el cargo de coordinador de la transición cubana en el Departamento de Estado, al que se le asignaron fondos para fomentar el «cambio de régimen» en la Isla. No obstante, las medidas de confianza mutua en Guantánamo y la frontera marítima del Estrecho de la Florida siguieron consolidándose. También se mantuvo la cooperación entre Guardacostas y Guardafronteras, en cumplimiento de los acuerdos migratorios; aunque se suspendieron las conversaciones para monitorearlos. que han enturbiado las relaciones mutuas en materia de seguridad, y aún tienen el potencial para seguirlas complicando si ambas partes no buscan su solución, ya sea unilateralmente o por la vía negociada. En 1999, hubo evidencias de un incremento en la actividad terrorista dirigida contra Cuba desde territorio estadounidense. Después de una denuncia del presidente Fidel Castro, las autoridades policiales de Panamá arrestaron a Luis Posada Carriles y a varios terroristas cubanoamericanos, quienes se encontraban en ese país con el propósito de realizar un atentado contra la vida del mandatario durante la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de gobierno. Posada Carriles tiene una larga hoja de servicios para las agencias de inteligencia norteamericanas, en la que se incluye su participación en las acciones conocidas como el caso Irán-Contra, y la «guerra sucia» contra Nicaragua. Fue el autor intelectual de la voladura en pleno vuelo de un avión de pasajeros de Cubana de Aviación, entre Barbados y La Habana, en octubre de 1976, su más notorio acto criminal.23 Está reclamado por la justicia de varios países de la región y se fugó de una cárcel venezolana. En 1999 organizó varios atentados terroristas contra hoteles en La Habana, uno de los cuales provocó la muerte de un turista italiano. De ahí que se haya ganado el sobrenombre de «Bin Laden latinoamericano». Un año antes, en septiembre de 1998, cinco jóvenes cubanos fueron detenidos por agentes del Buró Federal de Investigaciones (FBI) en Miami, y acusados de realizar actos de espionaje contra los Estados Unidos y a favor del gobierno de La Habana. Fueron mantenidos 33 meses en prisión sin fianza y, finalmente, se les sometió a juicio en 2001, en la propia ciudad donde vive la mayor concentración de ciudadanos de origen cubano en ese país. Como se demostró en las vistas, los acusados no buscaron ni obtuvieron información que perjudicara la seguridad nacional estadounidense. Sin embargo, reconocieron que trabajaban para el gobierno cubano y que tenían la misión de buscar información que permitiera la neutralización de futuros actos terroristas contra Cuba. Pero el clima hostil a Cuba prevaleciente en Miami motivó que se les condenara a largas penas de prisión, cadenas perpetuas en dos de los casos.24 Fue bajo la administración de George W. Bush que se produjo el juicio y condena de los cinco cubanos, conocidos en su país como los «Cinco Héroes» y en los Estados Unidos como los «Miami 5» o «Cuban 5». También fue durante esa administración que tuvieron lugar varias apelaciones, que inicialmente parecieron tener éxito cuando un panel del Tribunal de Apelaciones de Atlanta (11º Circuito) decidió revocar las condenas y ordenar un nuevo juicio, acción que fue 49 Carlos Alzugaray Treto Por la parte cubana, ha habido más de un gesto aperturista en materia de seguridad. En septiembre de 2001, Cuba ofreció ayuda médica y abrió sus aeropuertos a las aeronaves norteamericanas. También brindó asistencia sanitaria para contribuir a restañar los daños causados por el huracán Katrina en 2005. Otro gesto significativo tuvo lugar en 2001, cuando no puso objeciones al traslado a la base naval de Guantánamo de los prisioneros de guerra detenidos por los Estados Unidos en Afganistán, y ofreció su colaboración en caso de ser necesaria. «cambio de gobierno». Han ocurrido crisis migratorias en 1965, 1980 y 1994. Su causa fundamental fue la política norteamericana de estimular la emigración ilegal desde Cuba, consolidada después de la aprobación de la Ley de Ajuste Cubano en 1966. Luego de varios intentos fallidos, ambos países firmaron finalmente en 1994 y 1995 sendos Acuerdos migratorios que establecen el otorgamiento anual de veinte mil visas de inmigrantes permanentes, a ciudadanos cubanos. El objetivo es permitir un flujo migratorio regular, legal y controlado por ambos gobiernos. Bajo este acuerdo, las Tropas Guardafronteras cubanas y su homólogo estadounidense, el servicio de Guardacostas, cooperan y han contribuido a la navegación segura en el Estrecho de la Florida. Sin embargo, la negativa de Washington a suspender o repudiar la Ley de Ajuste Cubano dificulta la efectiva aplicación de los Acuerdos. Terrorismo. Cuba ha sido el blanco de organizaciones terroristas que han tenido lazos cercanos con el gobierno de los Estados Unidos, debido a los años en que la CIA promovió acciones encubiertas contra la Isla. Los actos más recientes fueron bombas en hoteles de La Habana, en 1999, dos años antes del ataque contra las Torres Gemelas y el Pentágono. El hombre detrás de ellos es Luis Posada Carriles. Este connotado terrorista, quien aún no ha sido procesado en los Estados Unidos por sus crímenes, representa un espinoso problema para las relaciones de seguridad pues mina la credibilidad de cualquier medida estadounidense respecto a ese flagelo. Cuba ha intentado detener estas acciones y ha enviado agentes para penetrar a los grupos terroristas en territorio norteamericano. Aun cuando las autoridades estaban al tanto de estas actividades y aparentemente las dejaron continuar durante varios años, ya que algunos de los agentes cooperaron con agencias estadounidenses de aplicación de la ley, estos fueron arrestados y condenados a largas penas de cárcel. Inexplicablemente, los Estados Unidos continúan poniendo a Cuba en la lista de países promotores del terrorismo, aunque la casi totalidad de los especialistas en la materia consideran que no hay evidencia alguna para tal acusación.27 Tráfico de drogas. Existe cooperación puntual, pero no formalmente institucional en este terreno, a pesar de que Cuba ha presentado varias propuestas al respecto. Se sabe que agencias policiales y autoridades estadounidenses han defendido la idea de un acuerdo formal que sería mucho más efectivo. Hubo intentos en el pasado de acusar a la Isla de vinculación con el narcotráfico, pero han resultado fallidos. La mayor parte de los especialistas estima que esta tiene mecanismos eficientes de lucha contra el narcotráfico. Situación actual Seguridad tradicional. Hostilidad, asimetría y cercanía hacen necesario que Cuba desarrolle y mantenga una estrategia disuasoria que se ha venido desarrollando a lo largo de los años y requiere unas fuerzas armadas pequeñas, pero bien entrenadas. Con muy poca advertencia previa, los Estados Unidos tienen la capacidad de atacar a Cuba y ocupar una parte del país. La respuesta cubana ha sido la de proclamar y garantizar abiertamente que el costo de tal acción sería insostenible a largo plazo aunque se obtengan éxitos iniciales. Lo sucedido en Iraq confirma el acierto de la estrategia cubana de Guerra de todo el pueblo. Al propio tiempo, el gobierno cubano ha llevado a cabo un programa de medidas de confianza mutua en todos los sectores de posible conflicto. Esta política ha dado resultados. Guantánamo. Aunque Cuba ha reiterado en varias ocasiones que considera ilegal el tratado por el cual se estableció una base naval estadounidense en Guantánamo, también ha insistido en que buscará la devolución de ese territorio por la vía de una negociación diplomática más amplia. En consecuencia, La Habana no ha cobrado los cheques que emite el gobierno de los Estados Unidos para «pagar» el arrendamiento de ese territorio. En un reciente debate sobre los detenidos allí, en el marco de la guerra global contra el terrorismo, Washington ha reconocido que Cuba es el verdadero poder soberano sobre el territorio. Ambos países han establecido medidas de confianza mutua en la zona que rodea la base, y conducido incluso maniobras de entrenamiento conjunto para casos de desastres naturales: incendios, huracanes, pandemias, etc. Migraciones. Este es uno de los temas más conflictivos de la relación en materia de seguridad. Cuba ha sido tradicionalmente una fuente de emigrantes hacia los Estados Unidos. Después del triunfo de la Revolución, Washington utilizó el tema migratorio como un instrumento más de su política desestabilizadora de 50 La seguridad nacional de Cuba frente a los Estados Unidos: conflicto y ¿cooperación? Esto tiene importancia para los Estados Unidos, que puede obstaculizar o facilitar ese proceso, aunque no impedirlo. Medio ambiente y desastres naturales. Existe colaboración limitada e insuficiente entre las autoridades meteorológicas de ambos países. El bloqueo y la ausencia de una relación normal entorpecen la búsqueda y establecimiento de nuevos espacios de colaboración. La reciente crisis humanitaria en Haití demuestra el potencial existente para la cooperación, pero también las dificultades para establecerla. No se ha confirmado aún públicamente, pero ambas partes han comenzado un proceso de negociaciones con la finalidad de para establecer vínculos de cooperación con ese país. Seguridad hemisférica. Hasta ahora, Cuba no ha participado en los actuales mecanismos de seguridad hemisférica. Se ha alineado con los países que critican a los Estados Unidos por la restauración de la Cuarta Flota, el acuerdo con Colombia para ubicar siete instalaciones militares en su territorio, el golpe de Estado en Honduras y la presencia de miles de tropas norteamericanas en Haití. Sin embargo, al momento de redactar estas líneas, se abre una ventana de cooperación, ya que la próxima reunión de Jefes de Ejércitos de las Américas tendrá lugar en Bolivia, uno de los principales aliados de Cuba en la región. En esas reuniones participan países igualmente críticos de las más recientes decisiones estadounidenses en materia de seguridad continental. La Paz parece interesada en promover la presencia de representantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, pero se abren dos interrogantes: ¿podrá superar la oposición de los Estados Unidos?, ¿cómo reaccionaría La Habana ante una invitación de ese tipo? Estabilidad y seguridad económico-política. Durante años, los Estados Unidos han llevado a cabo una política contra Cuba que tiene sobrados elementos de subversión y desestabilización: sanciones económicas para producir «hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno»; financiamiento y entrenamiento de la oposición; campañas mediáticas a través de estaciones como Radio Martí o TV Martí; etc. Esta política no ha logrado derrocar al gobierno ni desestabilizar al país. La estabilidad de Cuba —algo que debiera interesar a un vecino tan poderoso como los Estados Unidos— ha sido preservada gracias a las políticas emprendidas. Pero las autoridades de la Isla han reconocido que es posible que la Revolución sea destruida desde dentro. Esto introduce un elemento importante en la política de seguridad nacional cubana y abre interrogantes para Washington. El gobierno cubano se encuentra en un proceso de rediseño de su modelo económico, lo que inevitablemente traerá consecuencias políticas. Quiérase o no, todo ello tendrá influencia en la capacidad de Cuba de mantener la estabilidad y cohesión de su sociedad, o sea, en su política de seguridad nacional. A manera de conclusión (escenarios de futuro) En el período histórico previo al objeto de este análisis, se conformaron dos visiones contrapuestas. Para los gobernantes y la mayoría del pueblo cubano existe la de los Estados Unidos como una amenaza permanente y poderosa a la seguridad nacional. Para los gobernantes y las élites estadounidenses y una buena parte del pueblo norteamericano, la de Cuba como un pequeño país capaz de poner en peligro intereses legítimos de los Estados Unidos, tanto por su alianza con potencias extra-continentales (verbigracia, la Unión Soviética), su ejemplo y atracción para otros países de América Latina, como por su política internacionalista, que la llevó a participar activamente en el apoyo a los procesos de liberación de África desde Argelia hasta Sudáfrica. La Guerra fría dejó como herencia una relación de seguridad compleja y, por lo general, conflictiva y potencialmente explosiva. Esa agenda se ha mantenido en el período posterior, en el que ha prevalecido una dinámica marcada por la continuidad de la política multicarriles de Washington con vistas a producir un «cambio de régimen» en Cuba y a contener el ejemplo cubano en la región; y por una respuesta cubana consecuente, al enfatizar una resistencia intransigente, pero realista, y una disposición a buscar cualquier posibilidad de normalización a partir del respeto a su soberanía y autodeterminación. Ello ha abierto posibilidades de cooperación limitada en distintas esferas de seguridad. El potencial para un conflicto armado surge de la existencia de dos fronteras entre países que han sido mutuamente hostiles en los últimos cincuenta años. La marítima, que corre a lo largo del Estrecho de la Florida y llega a ser tan cercana como 145 kilómetros, distancia que puede ser recorrida por un avión de retropropulsión en cuestión de minutos. La terrestre, que separa directamente un perímetro defensivo cubano de tropas norteamericanas en la base naval de Guantánamo, territorio ocupado por los Estados Unidos desde hace más de cien años según un tratado sobre el cual la parte cubana argumenta, con sobradas razones, que carece de legitimidad. El hecho más importante es que ambas naciones están lo suficientemente cercanas como para tener problemas de seguridad comunes (fronteras, terrorismo, migraciones, medio ambiente, desastres naturales, narcotráfico), pero la naturaleza hostil de la actitud de 51 Carlos Alzugaray Treto de oportunidades que muy bien permitiría la entrada de nuevos aires más apacibles y cooperativos. los Estados Unidos hacia una Cuba independiente, unida a la enorme asimetría en los recursos de poder duro, imponen a La Habana actuar cautelosamente en todos estos temas. No obstante, en condiciones de normalidad las posibilidades de cooperación serían amplias. En términos de amenazas tradicionales a la seguridad han existido síntomas evidentes de que ambas partes prefieren apegarse a un régimen de estabilidad. Tanto en la frontera marítima como en la terrestre se han consolidado medidas de confianza mutua que propician modos de cooperación entre las fuerzas armadas de los dos países, incluyendo las presentes entre las Tropas Guardafronteras de Cuba y los Guardacostas de los Estados Unidos. El acuerdo fronterizo firmado durante la administración Carter resultó fortalecido por el Acuerdo migratorio de 1995. Ambos gobiernos lo respetan y aplican. Los Estados Unidos han impedido que grupos hostiles a Cuba en Miami desarrollen provocaciones en la zona fronteriza, sobre todo después del derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate en 1996. Sin embargo, existe una contradicción estructural, en materia de seguridad, entre las medidas de confianza mutua en las zonas de peligro de conflicto armado y el pragmatismo con que ambas partes han actuado en temas tan sensibles como el migratorio y la manifiesta hostilidad estadounidense al régimen social, económico y político que prevalece en Cuba desde hace cincuenta años. Si bien es posible ampliar la colaboración en áreas como la lucha contra el narcotráfico, la contradicción estructural apuntada constituye un obstáculo que entorpece un avance mayor sobre todo en temas como la lucha contra el terrorismo. La condición asimétrica de la relación cercana entre ambos países hace difícil superar el obstáculo sin apelar a medidas más audaces. Para los Estados Unidos, la búsqueda de una cooperación más amplia con Cuba en materia de seguridad no es un asunto de alta prioridad. Tampoco parece serlo dar los pasos necesarios para modificar el estado actual de las relaciones, reducir el conflicto y avanzar en la cooperación. Sin embargo, no es así para Cuba. La relación con los Estados Unidos es de de alta prioridad. Normalizarla es un objetivo estratégico alcanzable. Al igual que Cuba tomó la decisión de buscar su invulnerabilidad militar y lo ha logrado en condiciones sumamente difíciles, el propósito central de toda la política cubana en un futuro pasa por garantizar su invulnerabilidad económica y política. En ese contexto, alcanzar una normalidad no exenta de conflictos en la relación con los Estados Unidos, sin constituir una meta imprescindible, resulta un fin deseable. Superados los peores momentos en esos vínculos después de la salida de escena de la administración Bush, se abre una ventana Notas 1. Se trata, por supuesto, del período en que James Carter fue presidente de los Estados Unidos. Al respecto, pueden consultarse: Luis Mesa del Monte, «La Administración Carter (1976-1980)», en Instituto Superior de Relaciones Internacionales, De Eisenhower a Reagan: la política de los Estados Unidos contra la Revolución cubana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987, pp. 237-90; y Lars Schoultz, «Reconciliation and Estrangement: The Carter Years», That Infernal Little Cuban Republic: the United States and the Cuban Revolution, The University of North Carolina Press, Chapel Hill, 2009, pp. 291-361. 2. Rafael Hernández, «El problema de la “solución del conflicto” entre los Estados Unidos y Cuba», Otra guerra. Ensayos cubanos sobre estrategia y seguridad internacional, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1999, pp. 122-48. También he especulado sobre este tema en «Is Normalization Possible in Cuban-U.S. Relations after 100 Years of History?», ponencia presentada en el Congreso de la Asociación de Estudios Internacionales de Washington, 16-20 de febrero de 1999, y en un seminario en el Centro Robert Schuman del Instituto Universitario Europeo de Florencia, el 7 de marzo del 2000 [inédita]. 3. Carlos Alzugaray, «La política de los Estados Unidos hacia Cuba durante la segunda administración Bush: continuidad y cambio», en Víctor López Villafañe y Soraya Castro Mariño, coords., Estados Unidos-América Latina. Los nuevos desafíos: ¿Unión o desunión?, Joralé Editores y Orfila, México, DF, 2007, pp. 189-90. 4. Brantly Womack, «Asymmetry and Systemic Misperception: China, Vietnam and Cambodia during the 1970s», The Journal of Strategic Studies, v. 26, n. 2, Londres, junio de 2003, p. 116. 5. Rafael Hernández, «Cuba y la seguridad en el Caribe», Otra guerra. Ensayos cubanos..., ob. cit., pp. 70-97. 6. Louis A. Pérez, Jr., Cuba in the American Imagination: Metaphor and the Imperial Ethos, The University of North Carolina Press, Chapel Hill, 2009, p. 1. 7. Para los autores de este texto (ver nota 8), los «ensanchadores» (wideners en inglés) son aquellos especialistas que proponen ampliar los estudios de seguridad a tópicos provenientes de los sectores económicos, ambientales y sociales. A los efectos de este trabajo, es el concepto que permite extender la cooperación puntual a temas como huracanes, cambio climático o un derrame de petróleo en el Golfo de México, lo que resulta importante para vecinos cercanos como Cuba y los Estados Unidos. 8. Barry Buzan, Ole Waever y Jaap de Wilde, Security: A New Framework for Analysis, 1998, Lynne Rienner Publishers, Boulder, p. 1. 9. Ya he tratado los temas más amplios en varios textos: «La seguridad nacional de Cuba y el diferendo con los Estados Unidos», Estudios e Investigaciones del ISRI, n. 18, Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García, La Habana, 1988 y su traducción al inglés, «Problems of National Security in the Cuba-U.S. Historic Breach», en Jorge I. Domínguez y Rafael Hernández, comps., U.S.Cuban Relations in the 1990s, Westview Press, Boulder, 1989; «Dinámica de la seguridad nacional y regional en la Cuenca del Caribe», en Sistemas políticos: poder y sociedad (estudios de casos en América Latina), Recopilación de ponencias del XVIII Congreso de 52 La seguridad nacional de Cuba frente a los Estados Unidos: conflicto y ¿cooperación? Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS), Nueva Sociedad, Caracas, 1992; y «Cuban Security in the Post-Cold War World: Old and New Challenges and Opportunities», en Archibald R. M. Ritter y John M. Kirk, comps., Cuba in the International System: Normalization and Integration, Macmillan Press, Londres, 1995. 18. Para una interpretación alternativa muy interesante, véase Jorge I. Domínguez, «¿Cooperando con el enemigo? Las políticas de inmigración de los Estados Unidos hacia Cuba», La política exterior de Cuba (1962-2009), Editorial Colibrí, Madrid, 2009, pp. 491-566. 19. Lars Schoultz, ob. cit., pp. 469 y ss. 10. Barry Buzan, Ole Weaver y Jaap de Wilde, ob. cit., p. 21. 20. Fidel Castro Ruz, «Discurso en la clausura del Congreso Pedagogía 97 (Teatro Carlos Marx, 7 de febrero de 1997)», disponible en www.cuba.cu. 11. Para una descripción y análisis de lo que los Estados Unidos consideraron como principales amenazas provenientes de Cuba a finales de la Guerra fría, véase Gregory F. Treverton, «Cuba in U.S. Security Perspective», en Jorge I. Domínguez y Rafael Hernández, ob. cit., pp. 63-84. 21. Jorge I. Domínguez, «Las relaciones cubano-norteamericanas: de la Guerra fría a la guerra más fría», La política exterior..., ob. cit., pp. 448-9. 12. René Mujica Cantelar (entonces segundo jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington), «El futuro de las relaciones Cuba-Estados Unidos: una visión cubana sobre la perspectiva de Washington», Cuadernos de Nuestra América, v. VII, n. 15, La Habana, julio-diciembre de 1990, pp. 214-5, y su versión en inglés «The Future of Cuban-US Relations: A Cuban View», en H. Michael Erisman y John M. Kirk, Cuban Foreign Policy Confronts a New International Order, Lynne Rienner Publishers, Boulder, 1991, p. 68. 22. Véase Jorge I. Domínguez, «La política de los Estados Unidos hacia Cuba durante la segunda presidencia Clinton», La política exterior..., ob. cit., pp. 459-86. 23. Es considerado el primer ataque terrorista contra un avión civil en el hemisferio occidental. 24. Uno de ellos, Gerardo Hernández Nordelo, fue condenado a dos cadenas perpetuas consecutivas. 13. George Bush y Brent Scowcroft, A World Transformed, Vintage Books, Nueva York, 1989, pp. 134-5, 155, 163, 165, 223, 273, 287, 507, 509, 530, 533 y 547. 25. El caso ha sido objeto de amplios reportajes en la prensa nacional e internacional. 26. Bob Woodward, State of Denial: Bush at War, Part III, Simon & Schuster, Nueva York, 2006, p. 224. 14. La prontitud con que Mijaíl Gorbachov cedió ante las representaciones de James Baker está relatada en Lars Schoultz, ob. cit., p. 429. 27. Véase Wayne Smith y Anya Landau, Keeping Things in Perspective: Cuba and the Question of International Terrorism, Center for International Policy, Washington, DC, 20 de noviembre de 2001. 15. Memorias personales del autor, a la sazón funcionario de la Dirección de América del Norte de la Cancillería cubana. 16. Gilliam Gunn, Cuba in Transition: Options for U.S. Policy, The Twentieth Century Fund Press, Nueva York, 1993, pp. 19-20. 17. Barry Buzan, Ole Weaver y Jaap de Wilde, ob. cit., p. 21. © 53 , 2010 no. 62-63: 54-58, abril-septiembre de 2010. Peter Kornbluh El terr orismo terrorismo y el acuer do anti-secuestr os acuerdo anti-secuestros en las r elaciones de Cuba relaciones con los Estados Unidos Peter Kornbluh Investigador. National Security Archive, Washington, DC. E Tal como lo hizo la del año pasado, ya ha indicado que añadirá a Cuba, tal como ha sucedido desde 1982, cuando la administración Reagan decidió hacerlo como vía para equiparar el apoyo a la revolución con el apoyo al terrorismo, y para castigar al gobierno de Castro por respaldar a los sandinistas en Nicaragua y al FMLN en El Salvador. «Cuba permanece en la lista», advirtió el Departamento de Estado a los miembros del Congreso en un carta fechada el 28 de diciembre de 2009, «porque el gobierno cubano sigue cobijando a miembros de organizaciones terroristas extranjeras dentro de su territorio», en referencia a militantes de la organización vasca ETA, y del ELN y las FARC de Colombia que viven en Cuba.1 Lo que no dice es que el gobierno español solicitó —y de hecho firmó un acuerdo con Cuba— que se recibiese a los miembros de la ETA en 1984, y el presidente Álvaro Uribe aceptó esa presencia y pidió a Cuba que ayudara en la mediación del conflicto guerrillero en curso. El gobierno norteamericano también ha acusado a Cuba de «oponerse a la política de contra-terrorismo de los Estados Unidos». Pero el expediente histórico demuestra que el gobierno cubano se ha esforzado por l 25 de marzo de 2010, la infame figura de Luis Posada Carriles apareció públicamente en las calles de Miami durante una marcha de protesta contra Cuba. Al participar abiertamente en la demostración y conversar con los reporteros, la muy publicitada presencia de Posada recordó a la comunidad internacional que los Estados Unidos han brindado santuario —en vez de aplicarle justicia— a uno de los más renombrados terroristas internacionales de su era: un fugitivo buscado por la Interpol, alguien que admitió haber saboteado con bombas hoteles y discotecas en La Habana, y al que la comunidad de inteligencia norteamericana ha identificado como el responsable por la destrucción en el aire del vuelo 455 de Cubana de Aviación en octubre de 1976, en el que perecieron setenta y tres personas. La presencia abierta de Posada en los Estados Unidos socava la credibilidad de la lista confeccionada por el Departamento de Estado sobre los «patrocinadores estatales del terrorismo» que se publica todos los años. Este ensayo se basa en el libro Hablando con Fidel: la historia ignorada del diálogo entre Cuba y los Estados Unidos (en coautoría con William LeoGrande), de próxima aparición. 54 El terrorismo y el acuerdo anti-secuestros en las relaciones de Cuba con los Estados Unidos un retorno a los inicios del decenio de 1960-1969, cuando el asunto del terrorismo en los cielos se convirtió en primerísima parte de las relaciones de La Habana con Washington, para apoyar e incluso auspiciar medidas que desalentaran las actividades terroristas. Hace ya tiempo que esta historia se olvidó en el debate dentro de los Estados Unidos en relación con Cuba y el terrorismo. No obstante, debería recordarse como terreno común para el combate contra el terrorismo, así como para hacer progresar el mejoramiento de las relaciones. violencia para secuestrar aviones y buques con vistas a escapar de la Isla. Cuba dio el primer paso: en una nota diplomática de 1961, el gobierno propuso un acuerdo recíproco para devolver a todos los secuestradores a sus países de origen. Pero la administración Kennedy ignoró la solicitud. En aquel momento —como recordaría Goodwin muchos años después, en la conferencia por el XL aniversario de Playa Girón, celebrada en La Habana—, la administración Kennedy no estaba interesada en discutir sobre un mejoramiento de las relaciones, ni siquiera sobre esfuerzos para contrarrestar el incipiente asunto de los secuestros aéreos y la temprana manifestación del terror en el aire. En lugar de ello, la Casa Blanca instigó la Operación Mangosta, que condujo a la Crisis de Octubre. A raíz de esa crisis, Castro y Kennedy sí procedieron a intercambiar una serie de mensajes con el objetivo de regresar a la idea de la coexistencia pacífica; de hecho, el 22 de noviembre de 1963, Kennedy fue asesinado en el instante mismo en que un emisario suyo, el periodista francés Jean Daniel, estaba reunido con Fidel para transmitirle un «mensaje de paz». Primera discusión: Che Guevara y los secuestros de aeronaves La reunión a mitad de la noche, entre Ernesto Che Guevara y el asistente de la Casa Blanca de tiempos de John F. Kennedy, Richard Goodwin, en Montevideo, Uruguay, el 17 de agosto de 1961, quedará en la historia como la primera discusión de envergadura entre un alto funcionario norteamericano y un representante del gobierno cubano sobre cómo mejorar las relaciones entre La Habana y Washington. Luego de «agradecer» a Goodwin por la invasión de Girón que, según dijera Guevara, «había sido una gran victoria política [para los cubanos], les permitió consolidarse y los transformó de un paisito ofendido en un igual», el Comandante propuso un esfuerzo para llegar a un modus vivendi entre las dos naciones. Fue en ese contexto que Cuba presentó, por vez primera, el inquietante tema de los secuestros de aeronaves de los Estados Unidos en dirección a Cuba. Goodwin informó a Kennedy sobre lo dicho por el Che: Castro, Nixon y el acuerdo anti-secuestros El tema de buscar mejores relaciones entre los Estados Unidos y Cuba fue dejado a un lado durante años, pero la piratería aérea emergió como un fenómeno terrorista significativo y creciente que ninguno de los dos países podía darse el lujo de ignorar. Entre 1961 y 1967, diecisiete aviones fueron secuestrados y llevados a Cuba; diecisiete más fueron desviados en 1968, de un total de 35 secuestros aéreos en todo el mundo. Entre 1969 y 1972, el número global de secuestros de aeronaves saltó a 280. La mayoría de ellos fueron desviados hacia Cuba.4 Richard Nixon era de los que odiaban a Fidel Castro de manera empedernida; a él, «Castro le disgustaba intensamente», según recordaría su asesor de Seguridad nacional, Henry Kissinger. 5 En su calidad de vicepresidente Nixon se convirtió, en abril de 1959, en el funcionario norteamericano de más alto nivel en reunirse con Fidel Castro —y sigue siéndolo. (Incluso existe una foto de ellos estrechándose las manos). Aunque en el informe que Nixon rindió al presidente Dwight D. Eisenhower dejó bien claro que había quedado bastante impresionado con el carisma y las cualidades de dirigente de Fidel, más tarde escribiría, en sus memorias, que había salido de aquella reunión como uno de los principales partidarios de derrocar el régimen revolucionario de Cuba. Pero con la docena de secuestros de aviones hacia Cuba, solo en los dos primeros meses de 1969, la nueva Guevara tocó el asunto de los robos de aviones. Dijo no saber si yo lo sabía, pero que ellos no habían sido responsables por ningún secuestro. El que se apoderó del primer avión fue un tipo joven que era un buen chico, pero un poco alocado, y que ahora está en la cárcel. Ellos sospechaban que el que se apoderó del último avión era un provocador (un agente de la CIA). Teme que si estos robos siguen ocurriendo, serán algo muy peligroso.2 Guevara llegó a sugerir que los Estados Unidos y Cuba negociaran un acuerdo referido al asunto de los secuestros desde ambos países y pusieran fin a esta «peligrosa» práctica. Puesto que él comprendía que sería difícil hallar «una formula práctica para semejante modus vivendi», recomendaba comenzar por «asuntos subordinados». Sugirió «discutir el tema de los aviones» como punto de partida para conversaciones bilaterales sobre coexistencia pacífica.3 Ciertamente, Cuba tenía sus propios intereses de seguridad al querer crear una disuasión respecto a los secuestros aéreos, y también los oceánicos. De hecho, el gobierno de Castro deseaba que Washington repatriase a los exiliados que hubieran recurrido a la 55 Peter Kornbluh administración Nixon emprendió conversaciones secretas sobre la devolución a los Estados Unidos de los perpetradores. Utilizando a la embajada suiza como intermediaria en La Habana, el Departamento de Estado se acercó a Castro para negociar una disuasión. Con discreción, Cuba comenzó a expulsar a algunos secuestradores hacia terceros países y a alentar a otros a marcharse. No obstante, puesto que la virtual epidemia de aviones secuestrados seguía poniendo a la Isla en el centro de la atención internacional, como destino de piratas aéreos, Fidel Castro emitió un mensaje público para Washington: el 19 de septiembre de 1969, anunció una nueva ley sobre el trato a los secuestradores. Esta establecía que Cuba juzgaría o extraditaría a todos los secuestradores extranjeros. Ello, sin embargo, solo ocurriría con países que hubieran negociado un acuerdo bilateral anti-secuestros con Cuba. «El decreto exhorta a firmar acuerdos recíprocos y también abarca a personas que desvíen buques», informó a Nixon el Departamento de Estado. «El quid pro quo que, al parecer, Castro pretende forzar no queda claro y podría crearnos problemas», observaba el memorando respecto a la posición de Cuba en lo referente a que esa reciprocidad significaba que los Estados Unidos tendrían que tratar como terroristas a los exiliados cubanos que hubieran secuestrado aeronaves y embarcaciones, y devolverlos a la Isla. «No obstante, creemos que el decreto cubano podría representar un paso significativo, y estamos considerando cuál será la mejor forma de responderlo». La muy publicitada ley «ahora parece ser una apuesta de envergadura de parte de Cuba, no solo con respecto a la situación de los secuestros, sino, quizás, en términos de relaciones con nosotros también» —advirtió Viron Vaky.6 Pronto el Departamento de Estado estaba enviando notas diplomáticas secretas a través de la embajada suiza, intentando hallar una solución «neutral» a la devolución de los secuestradores norteamericanos desde Cuba. Pero, por razones políticas, la administración Nixon rehusó modificar su posición respecto a lo que Kissinger llamaba los «problemáticos elementos recíprocos»: la demanda de Castro respecto a que los Estados Unidos también devolviesen a los exiliados cubanos que hubieran cometido crímenes de secuestros. Los esfuerzos de 1969 para alcanzar un acuerdo oficial antisecuestros concluyeron sin un desenlace exitoso. Sin embargo, tanto en sus palabras como en sus acciones, Cuba seguía indicando su disposición a hallar una solución a los secuestros de naves aéreas. Un memorando secreto de la oficina de Kissinger sobre «sanciones contra países que no cooperen en el asunto de los secuestros» —predecesor de la actual lista del Departamento de Estado sobre los países patrocinadores del terrorismo— decía que, de hecho, Cuba estaba cooperando: «ahora Cuba se ha convertido en uno de los Estados secuestradores de mejor comportamiento, puesto que de inmediato permite a los aviones y a los pasajeros regresar, y a menudo encarcela a los secuestradores», informó el Consejo de Seguridad Nacional. Recientemente, devolvió a su primer secuestrador, y ofreció devolver a todos los secuestradores, siempre y cuando nosotros hagamos lo mismo (algo a lo que no podemos comprometernos, debido al aspecto del asilo político).7 Por temor a que la repatriación de cubanos que hubieran secuestrado embarcaciones y otras formas de transporte ofendiese a la comunidad exiliada, el gobierno de Nixon demoró de manera significativa la formulación de un acuerdo al respecto. Luego de un conjunto particularmente violento de secuestros criminales en octubre y noviembre de 1972, incluido uno en el que resultó muerto un guardia y los perpetradores extorsionaron dos millones de dólares de la aerolínea Southern Airways, Fidel Castro volvió a adoptar la iniciativa diplomática de proponer un acuerdo oficial para detener este fenómeno terrorista. Radio Habana Cuba anunció que el gobierno cubano estaba «dispuesto a dar pasos que puedan conducir a la adopción de un acuerdo amplio» para disuadir futuros secuestros, si el gobierno de los Estados Unidos «muestra iguales disposición e interés». La declaración gubernamental proseguía: Creemos [...] que ambos países están interesados en dar pasos para resolver este problema, que es sistemáticamente recurrente. El gobierno de Cuba declara que no resulta de su interés, ni en modo alguno desea, que el territorio de Cuba sea utilizado como refugio para personas responsables de actos criminales [...] Tampoco está interesado el gobierno cubano en modo alguno en la promoción de secuestros de aviones, naves marítimas o ingresos o salidas ilegales hacia o desde los Estados Unidos.8 En respuesta, el 16 de noviembre, el secretario de Estado, William Rogers, pasó el siguiente mensaje a los cubanos: el gobierno norteamericano está «dispuesto a negociar un acuerdo respecto a los secuestros y a otros crímenes serios que pudieran ser cometidos en el futuro». La administración Nixon también «consideraría favorablemente cualquier arreglo y lugar para dichas conversaciones que pudiera apresurar el acuerdo». Los cubanos reaccionaron de manera expedita; nueve días después, funcionarios de Castro se reunieron con el embajador suizo y formalmente presentaron un borrador de tratado sobre los secuestros. «Sobre la base la igualdad y la estricta reciprocidad», decía, ambos gobiernos castigarían con diez a treinta años de prisión a cualquier persona que «se apodere, tome, asuma el control de, se apropie de, o desvíe» un avión u otra nave. En una cláusula sobre las operaciones violentas de los exiliados en los Estados Unidos, el borrador 56 El terrorismo y el acuerdo anti-secuestros en las relaciones de Cuba con los Estados Unidos también obligaba a ambos países a perseguir y castigar severamente a aquellas personas que usaran su territorio o promovieran o planeasen «actos de violencia o depredación en contra de los aviones o las naves de cualquier tipo». En el lapso de una semana, los funcionarios norteamericanos elaboraron una respuesta para que el Presidente Nixon la aprobase. «Para facilitar el acuerdo, hemos seguido el texto cubano tan fielmente como nos fue posible, pero se requirieron ciertos cambios», informó el secretario Rogers al Presidente, el 2 de diciembre. Las principales diferencias en la contrapropuesta norteamericana fueron: z z z z de Cuba como refugio de terroristas. Obligar a los Estados Unidos a juzgar o a devolver a los cubanos que secuestrasen embarcaciones o aviones podría servir como medio de disuasión para los secuestros de naves cubanas en la Isla; además, la cooperación en contraterrorismo podría atender la principal preocupación de seguridad nacional de Cuba: las operaciones violentas contrarrevolucionarias de la comunidad de exiliados militantes, con bases en los Estados Unidos. Y también existía la posibilidad de que el éxito de estas negociaciones pudiera ser el primer paso para conversaciones más amplias sobre un cambio en la política norteamericana, en el sentido de lograr relaciones más normales. Tal como señalara Che Guevara a Richard Goodwin, en agosto de 1961, un acuerdo sobre piratería aérea podría ser uno de esos «temas subordinados» que pudieran facilitar el diálogo sobre un modus vivendi entre Washington y La Habana. Para Washington, el acuerdo se convirtió en parte de un paquete más amplio de cambios políticos sobre la seguridad de las aerolíneas. En la era anterior al 11 de septiembre, el año 1973 fue un pivote para el reconocimiento oficial de la amenaza terrorista en los cielos; por vez primera, los pasajeros serían sometidos a registros en busca de armas, y los esfuerzos por combatir la toma de aviones se coordinaron internacionalmente. Desde el comienzo de las conversaciones, no obstante, Nixon temía que un acuerdo anti-secuestros pudiera ser interpretado como un cambio en la posición general de hostilidad de Washington respecto a Cuba. El 13 de febrero de 1973, mientras el secretario Rogers presentaba al Presidente el texto final del acuerdo, el sistema secreto de grabación de Nixon, en la Oficina Oval, registró su continua ansiedad sobre este asunto: Acceder a considerar seriamente la extradición de los secuestradores, en vez de juzgarlos en el país de arribo. Descartar las acciones retroactivas contra los actos de piratería, protegiendo con ello a los emigrados cubanos en los Estados Unidos. Endurecer las penas por piratería aérea. Devolver cualesquiera fondo o propiedades ilegalmente obtenidos. Los funcionarios norteamericanos pasaron este borrador a los intermediarios suizos en Washington pocos días después. En el transcurso de las ocho semanas siguientes, la embajada suiza en La Habana dio cabida a los funcionarios cubanos para negociar el acuerdo según las líneas de la propuesta norteamericana. A la altura de mediados de febrero, los dos países habían alcanzado un acuerdo formal y firmaron un «Memorando de entendimiento sobre el secuestro de aviones y naves y otros delitos». El acuerdo del 15 de febrero de 1973 establece que todos los secuestradores de aviones u otras naves «serán considerados como autores de un delito», y serían o bien devueltos a su país de origen para ser juzgados, o bien juzgados en el país al que arribasen. Ambas naciones acordaron facilitar el rápido regreso de pasajeros y tripulantes, así como de las naves y aviones. Cuba arrancó una concesión a los Estados Unidos, la de castigar a los grupos de exiliados que utilizasen el territorio norteamericano para planear sabotajes contra embarcaciones y aeronaves cubanas. El acuerdo estableció que Nixon: ¿Tiene algo que ver en algo en términos de la normalización de relaciones? Porque eso es lo único que me preocuparía. Si pudieras asegurar eso, porque no quiero que la comunidad cubana se levante en… se levante en… Rogers: Yo diría que no cambia ninguna política en lo que respecta a Cuba.10 Dos días después, al anunciar Rogers el nuevo acuerdo, se desvió un poco del tema para declarar que la cooperación en cuanto a secuestros no era una señal de deshielo en el enfoque norteamericano hostil respecto al régimen de Castro. El acuerdo bilateral —explicó a los reporteros— «no prefigura un cambio de políticas en lo que a los Estados Unidos concierne».11 cada parte juzgará, con vistas a imponerle un severo castigo [...] a cualquier persona que, dentro de su territorio, a partir de ahora conspire para promover, o promueva, o prepare, o dirija, o forme parte de una expedición que, desde su territorio o cualquier otro sitio, lleve a cabo actos de violencia o depredación contra aviones o naves de cualquier tipo.9 Después del Acuerdo Para Fidel, la firma del tratado sobre secuestros con la administración Nixon representó un avance de múltiples intereses cubanos. Los continuos secuestros, cada vez más violentos, propalaban una imagen negativa El Acuerdo sobre secuestros de 1973 duró hasta octubre de 1976, cuando resultó descarrilado por el 57 Peter Kornbluh y por mentir sobre actos terroristas —en lugar de ser encausado por cometerlos—, y no queda claro si alguna vez será juzgado, y mucho menos encarcelado. Su presencia pública en las calles de esa ciudad es un símbolo vivo de la hipocresía de los Estados Unidos al poner a Cuba en la lista de Estados que dan refugio a terroristas. acto más horrendo de terrorismo contra una línea aérea en el hemisferio occidental, antes del ataque de Al Qaeda en Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001. El objetivo entonces no fueron los Estados Unidos, sino Cuba. El 6 de octubre de 1976, exiliados terroristas cubanos que obraban desde Caracas, colocaron una bomba a bordo de un avión CD 10 de pasajeros, que estalló cerca de las costas de Barbados y se precipitó al mar, lo cual causó la muerte de las setenta y tres personas a bordo, incluido el equipo juvenil cubano de florete. Los documentos del FBI y la CIA identificaron a los autores intelectuales del sabotaje como los dos padrinos de la violencia anti-Castro: Orlando Bosch y el antiguo operativo de la CIA, Luis Posada Carriles. Un informe altamente secreto de la CIA citó a Posada, quien habría declarado, apenas unos días antes de que el avión estallase justo tras el despegue del aeropuerto de Barbados: «vamos a golpear un avión cubano de pasajeros, y Orlando tiene los detalles».12 Luego de que el número de teléfono y el nombre del agregado del FBI fuese hallado en el cuaderno de anotaciones de uno de los venezolanos que colocaron la bomba en el avión, Fidel Castro denunció, con enojo, lo que creía era complicidad norteamericana con el ataque terrorista. En represalia, abrogó el acuerdo sobre secuestros, que ahora parecía carente de trascendencia para disuadir atroces actos de terror contra el pueblo cubano. Sin embargo, durante la administración Carter, Cuba y los Estados Unidos continuaron con el Acuerdo y está vigente desde entonces; su historia refleja la cooperación y el interés recíproco que Cuba ha aplicado, desde hace ya casi cincuenta años, respecto de las preocupaciones que tienen ambos países sobre el terror, la violencia y su impacto sobre los ciudadanos. Según revela el expediente histórico, fue Cuba la que inició las negociaciones para hacer frente al temprano fenómeno de acciones terroristas relacionadas con el transporte, y la que persistió, incluso cuando el gobierno norteamericano prefirió atender los violentos intereses de grupos de exiliados que han operado, durante la mayor parte de las cinco décadas, desde sus costas. El acuerdo permanece como un raro ejemplo exitoso de diplomacia bilateral entre Cuba y los Estados Unidos. Pudiera argüirse que el acuerdo sobre secuestros obliga a los Estados Unidos a aplicar un «severo castigo» a Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, quienes, después de todo, conspiraron para llevar a cabo un acto de extrema violencia contra una aeronave cubana y sus pasajeros. Pero Posada y Bosch viven libremente en Miami; Bosch ha estado allí durante 23 años. Posada enfrenta solo cargos mínimos de fraude de inmigración Notas 1. Véase la carta del Departamento de Estado al congresista James McGovern, del 28 de diciembre de 2009. El autor recibió una copia de la oficina del congresista. 2. Richard Goodwin, Memorando al Presidente, «Conversation with Commandante Ernesto Che Guevara of Cuba» (22 de agosto de 1961), p. 2, disponible en www.gwu.edu/-nsarchiv/bayofpigs/ 19610822.pdf. 3. Ibídem, p. 4. 4. Para datos sobre Cuba y los secuestros de aviones, véase Karen Feste, «Reducing International Terrorism, Negotiation Dynamics in the U.S-Cuba Skyjack Crisis», ponencia presentada a la XIX Conferencia Anual de la Association for Conflict Management, Montreal, junio de 2006. 5. Henry Kissinger, Years of Renewal, Simon and Schuster, Nueva York, 1999, p. 771. 6. Véase memorando de Viron P. Vaky a Henry Kissinger, «Cuba´s New Anti-Hijacking Law —A Significant Development» (23 de septiembre de 1969), en Departamento de Estado, Foreign Relations of the United States, v. E-10 (American Republics, 1969-1972), Washington, DC, 2009. 7. Véase memorando de Henry Kissinger a Peter Flanigan, «Possible Actions Against Countries Which Are Uncooperative on Hijacking» (31 de octubre de 1970), Archivo Nacional, RG 69, n. 3, Washington, DC, 1973, p. 619. 8. El anuncio de Radio Habana Cuba fue citado en «Havana Decries Hijacks», The Washington Post, Washington, DC, 16 de noviembre de 1972. 9. El «Memorando de entendimiento», de 1973, fue publicado en American Journal of International Law, v. 67, n. 3, Washington, DC, 1973, p. 619. 10. «Conversación no. 43-66», grabaciones de Richard Nixon, 13 de febrero de 1973, (WH Telephone, enero 31-febrero 27, 1973). 11. Citado en Lars Schoultz, That Infernal Little Cuban Republic, University of North Carolina Press, North Carolina, 2009, p. 259. 12. CIA, «Activities of Cuban Exile Leader Orlando Bosch during his Stay in Venezuela» (reporte de inteligencia), 14 de octubre de 1976. Disponible en www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/ NSAEBB157/19761014.pdf © 58 , 2010 no. 62-63: 59-67, abril-septiembre de 2010. La política de la Unión Europea en el triángulo Cuba-Estados Unidos-España L a política de la Unión Eur opea Europea en el triángulo Cuba-Estados Unidos-España Susanne Gratius Investigadora. Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE), Madrid. A restablecimiento de las relaciones al logro de avances visibles en esta dirección. Con este argumento, la UE no ha firmado un acuerdo de cooperación con Cuba, lo cual sería una decisión válida si no existieran los más de veinte acuerdos bilaterales que sus Estados miembros firmaron con la Isla. Algo similar ocurre con la Delegación de la UE en La Habana que, diferente a las diecinueve sedes diplomáticas de los Estados miembros, no tiene el estatus de Embajada (una situación que, en este sentido, comparte con la Sección de Intereses de los Estados Unidos). Tampoco se entiende por qué Cuba tiene una identidad dual en la política de la Comisión Europea: en algunos temas, es considerada un país latinoamericano, en otros, una isla del Caribe que pertenece al grupo Asia Caribe Pacífico (ACP), pero sin haber firmado un acuerdo o tener acceso a los fondos de cooperación. Esta excepcionalidad se explica por tres variables, que han determinado la política de la UE hacia Cuba: el contexto internacional, el diferendo Cuba-Estados Unidos y las relaciones entre España y Cuba. La cambiante postura de la UE es la suma de este triángulo unque la relación de la Unión Europea (UE) con Cuba siempre ha estado condicionada por el diferendo entre los Estados Unidos y la Isla, sería incorrecto decir que la política de Bruselas refleja la de Washington. Los hechos hablan por sí mismos. La UE restableció sus relaciones diplomáticas con Cuba en plena Guerra fría, mantiene un diálogo político con el gobierno cubano, continúa con su cooperación de mínimos, es el principal socio comercial de la Isla, su segundo inversor y la segunda fuente de turismo. Aun así, por su propia naturaleza como actor plural o multidimensional, su política hacia Cuba está llena de paradojas y contradicciones. La primera de ellas es el peso desmesurado de dicho país en las relaciones exteriores de la UE, comparado con su tamaño y escasa relevancia para Europa; fue el único de Latinoamérica que mereció la definición de una política común. Desde 1996, cuando José María Aznar impulsó la Posición Común, el Consejo de la UE convoca cada año un debate sobre el caso de Cuba. Esta, que abarca poco más de una página, preconiza «una transición pacífica y gradual hacia la democracia», preferentemente desde dentro, y condiciona el pleno 59 Susanne Gratius Cuba-UE en el mundo unipolar y de la presión que ejercen determinados Estados miembros. Los cambios internacionales y los vaivenes en la política de España hacia la UE contrastan con la relativa continuidad de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos En cuanto a la UE, las dos variables en sus relaciones con Cuba han sido el pilar político y la cooperación al desarrollo, que oscilaron entre períodos de luna de miel y divorcio, mientras que los dos pilares constantes han sido la presencia diplomática y la económica. 1988-1990: Restablecimiento de relaciones diplomáticas y primer debate sobre un acuerdo de cooperación UE-Cuba. 1990-1993: Congelación de relaciones, derrumbe del bloque socialista y «crisis de embajadas». 1993-1995: Inclusión de Cuba en la cooperación de la UE, viaje de una delegación del Parlamento Europeo a Cuba, mandato de la Comisión para negociar un acuerdo de cooperación con la Isla. 1996-1998: Congelación de relaciones después de la visita del entonces comisario Manuel Marín, e incidente de las dos avionetas de Hermanos al Rescate, aprobación de la ley Helms-Burton y la Posición Común. 1998-2000: Inclusión de Cuba en el grupo ACP e inicio de negociaciones para su ingreso en el Acuerdo de Cotonou. 2001-2003: Congelamiento de las relaciones después de retomar el diálogo político. Cuba no ingresa en «Cotonou», detención de 75 disidentes y aprobación de «cuatro medidas» de la UE que suponen nuevo revés en las relaciones. Los cambios trascendentales en el sistema internacional No fue hasta 1988 que la UE retomó, en el marco del establecimiento de relaciones con el CAME, sus contactos diplomáticos con Cuba. Durante la Guerra fría, ambos se encontraron en los polos opuestos del enfrentamiento y se percibieron en clave ideológica. El período siguiente abrió un margen mucho mayor para desarrollar las relaciones, que experimentaron su mejor momento a mitad de los años 90, cuando la UE se perfiló como principal socio económico y cooperante de Cuba, al sustituir la anterior alianza con el bloque socialista y compensar (e ignorar) el embargo de los Estados Unidos. Fue en esta «época de oro» que la Unión restableció su cooperación con Cuba, intensificó las visitas y aprobó, en 1995, un mandato de negociación para suscribir un acuerdo bilateral que, por diferencias políticas, no llegó a concretarse. En estos veintidós años, las relaciones han llegado a una cierta madurez, pero apenas han logrado avances en la agenda compartida. La condicionalidad democrática de la Posición Común sigue obstaculizando la plenitud de relaciones, incluyendo un marco jurídico, mayores recursos de cooperación o la definición de una «estrategia país» por parte de la Comisión Europea. Desde finales de los años 80, ha ocurrido un constante vaivén entre acercamiento y distancia, en un contexto internacional determinado por dos etapas: el momento unipolar marcado por los «años duros», post 11 de septiembre de 2001, de George W. Bush, en el cual los Estados Unidos condicionaron las relaciones; y su segundo mandato, que junto la crisis financiera global y la llegada de Barack Obama dieron paso a un paulatino declive de la superpotencia. A la vez, un orden mundial marcado por el ascenso de China y otras potencias emergentes dejaron un mayor margen para flexibilizar las relaciones en un ambiente de relativa distensión entre Cuba y los Estados Unidos. Cuba-UE en el mundo multi o bipolar 2004-2010: Fase de apertura, eliminación de las cuatro medidas, reinicio del diálogo político y restablecimiento de cooperación con Cuba por parte de España y la Comisión Europea, España plantea eliminar la Posición Común. 2010: Nuevo revés en las relaciones, debido a las huelgas de hambre de algunos disidentes (y la muerte de un preso), que influirán en el debate de la UE sobre la Posición Común. En principio, el actual contexto internacional parece más favorable a avances en la relación UE-Cuba y los Estados Unidos-Cuba. En primer lugar, porque ya no vivimos en el «siglo americano» sino que, por el simultáneo ascenso de China e India, hemos entrado en el «asiático». En este nuevo mundo donde el Sur pesa más y el Norte menos, no es una casualidad que Cuba esté casi plenamente insertada en la comunidad internacional. Nos encontramos en un momento de transición hacia un contexto geopolítico diferente, donde las potencias tradicionales como los Estados Unidos y la UE han perdido poder (un proceso gradual acelerado por la crisis financiera internacional) y otras, sobre todo China, pero también Brasil, India y Rusia, están aumentando su influencia global. En las Américas, los Estados Unidos y la UE pesan algo menos, y Brasil y China algo más. Fue Brasil quien empujó a readmitir a Cuba en el Grupo de Río durante 60 La política de la Unión Europea en el triángulo Cuba-Estados Unidos-España la Cumbre de Costa de Sauípe, celebrada en diciembre de 2008, y junto con Venezuela, presionó a los Estados Unidos en la Cumbre de las Américas de abril de 2009, a aceptar la eliminación de la cláusula discriminatoria que prohibía el regreso de Cuba a la OEA. Hoy Cuba mantiene relaciones diplomáticas con todos los países latinoamericanos, no se aplica ninguna condicionalidad y las voces críticas parecen haberse callado. El aislamiento de los años 80 y los 90 ha sido sustituido, poco a poco, por una política de compromiso incondicional. Entre otros factores, fue el resultado de la simultánea llegada al poder de gobiernos de izquierda en el área, el liderazgo regional de Lula da Silva, una mayor presencia de China, la influencia de Venezuela y la alianza ChávezCastro en el marco del ALBA. Es en este nuevo escenario multipolar que Cuba logra su inserción regional y global, sin tener que realizar cambios en su sistema político. Por otra parte, la diversificación y normalización de sus relaciones exteriores —salvo con su enemigo histórico— también refleja una cierta resignación de la comunidad internacional después de más de cincuenta años de continuidad y políticas fracasadas para modificar dicho sistema. Finalmente, como efecto del 11 de septiembre de 2001 y la inmediata condena del ataque terrorista por parte del gobierno cubano, se percibe, además, un mayor sentido de pertenencia de la Isla a Occidente. La diversificación de modelos políticos y económicos a raíz del ascenso de China y los BRIC influyen también en las políticas de los Estados Unidos, América Latina y la UE hacia Cuba. De ahí que «el compromiso» se perfila como el mínimo denominador común de los actores externos frente a ella: z z z z z con un fuerte papel del Estado. Su peso internacional modifica también la visión occidental o euroestadounidense de impulsar la democracia como un modelo universal. En este mundo diferente, ese paradigma y la economía de mercado se han visto claramente debilitados frente a otras opciones políticas y económicas. La constante del diferendo Cuba-Estados Unidos Los trascendentales cambios de los últimos cincuenta años en el sistema internacional contrastan con la escasa alteración del marco bilateral Estados Unidos-Cuba. Aunque en estas cinco décadas ha habido constantes modificaciones en cuanto a tener más o menos contactos, los niveles de conflictividad bilateral han permanecido iguales. Cuba sigue en guerra verbal con Washington y lo responsabiliza de su crisis económica; los Estados Unidos mantienen las sanciones y la condicionalidad, no han autorizado los viajes de sus ciudadanos a Cuba, ni han derogado la ley HelmsBurton. Dentro de este cuadro, el margen de cambios ha sido muy pequeño. Contra algunos pronósticos, con la llegada al poder del presidente Obama, Washington no regresó a la política de apertura de Carter, sino a la «era Clinton» de los people-to-people contacts. Esta continuidad refleja que las relaciones bilaterales se desarrollan al margen del contexto internacional. Ni el fin de la Guerra fría, ni el momento hegemónico, ni el actual proceso de transición hacia un mundo multipolar —del G-20, o el bipolar del G-2— han tenido resultados visibles en el diferendo Cuba-Estados Unidos Ello confirma la impronta bilateral y la longevidad de un conflicto cuya resolución no depende de un cambio de gobierno en los Estados Unidos, sino, en la lógica de Washington, de un nuevo régimen político en Cuba y, en la lógica de La Habana, en la renuncia de una política hostil e imperialista. Las ofertas mutuas de diálogo, que inicialmente formularon tanto Raúl Castro como Barack Obama, no han tenido ninguna repercusión. Después de una fase inicial de apertura y expectativas mutuas, las relaciones volvieron al business as usual. La cautela caracteriza las políticas de ambos presidentes: en un momento de crisis y declive, la amenaza del exterior justifica la continuidad del proyecto político cubano, y para Obama los costes —en imagen, credibilidad, disputas internas y seguridad migratoria— de un levantamiento del embargo son más altos que los beneficios. La continuidad en la política estadounidense hacia Cuba probó una vez más que se trata de una Desde el levantamiento de algunas restricciones para exportar alimentos y medicinas, los Estados Unidos aplican una política de «sanciones y compromiso»; Canadá apenas varía su postura de «compromiso constructivo o crítico» cuando cambian sus gobiernos, y mantiene una política de Estado; la UE aplica una política ambigua de «compromiso condicionado», que oscila entre apertura y cierre de su diálogo y cooperación con el gobierno; América Latina transita de uno condicionado al «compromiso incondicional»; China y Venezuela apoyan al régimen cubano y son sus principales aliados económicos e ideológicos. En dicho contexto, la relación Cuba-Estados Unidos ya no es un diferendo bilateral, sino que refleja la hegemonía del pasado frente a nuevas potencias para las que la normalización de sus relaciones significa diferenciarse de la «superpotencia» en declive. Asimismo, cabe recordar que China y Rusia no son potencias democráticas, sino, salvando las distancias, autocracias 61 Susanne Gratius política de Estado, basada en el pacto tácito entre demócratas y republicanos de mantener el embargo. La presencia del exilio, cuya capacidad económica se ha traducido en participación política —en el gobierno, los dos principales partidos políticos y el Congreso—, explica el peso desmesurado de Cuba en la política exterior norteamericana. Y aunque esta influencia disminuya, y ganar la Florida ya no dependa de la condena del castrismo, el debate sobre la Isla forma parte del establishment y es, por tanto, un asunto muy sensible en términos de estrategias internas. Además, a partir de la ley Helms-Burton, el Presidente ya no tiene el monopolio de la definición de políticas, con lo cual el margen para realizar cambios importantes se ha reducido aún más. Desde el levantamiento parcial de las restricciones del embargo para medicinas y alimentos en el año 2000, las administraciones demócratas favorecen un acercamiento gradual de la política de los Estados Unidos a la posición europea del compromiso condicionado. No tener relaciones diplomáticas bilaterales no ha impedido que ambos países mantengan un diálogo técnico sobre temas sectoriales de mutuo interés como el control de fronteras, el narcotráfico, la migración o la historia compartida. Ni el embargo ni la Ley Helms-Burton impidieron que los Estados Unidos se convirtieran en el principal suministrador de alimentos de Cuba. Incluso en los ocho años oscuros del gobierno de Bush, que endureció las sanciones, no se interrumpieron los contactos familiares ni la coordinación entre los guardacostas de los dos países. Con Obama, no solo se restablecieron las remesas y las visitas de cubanoamericanos, sino que la subsecretaria de Estado, Bisa Williams, realizó, en septiembre de 2009, una visita oficial a Cuba. Estas medidas de compromiso no eliminan las sanciones, pero las suavizan. La flexibilización responde a los intereses del sector privado y parte de la comunidad de cubanoamericanos y contrasta con la posición política del gobierno y del Congreso, que defienden las sanciones. En la medida en que aumenta la presión desde abajo para cambiarlo, el embargo se vuelve «más una tradición que una política». Lo mismo ocurre con el conflicto bilateral, que representa, a la vez, un reflejo del pasado y una inercia del presente. Ninguna de las dos partes se atreve a cambiarlo, porque los costos serían demasiado altos y las consecuencias, demasiado inciertas. Tanto los Estados Unidos como Cuba se acostumbraron a vivir con él y a utilizarlo para sus fines: z z «democracia», los «derechos humanos» o la «sociedad civil» en conceptos de uso exclusivo del «enemigo». Los Estados Unidos lo utilizan como garante de estabilidad y concesión a la comunidad del exilio. Se ha acomodado a la situación: el embargo evita los temidos flujos de migración y un cambio político brusco con un desenlace imprevisible. Asimismo, su existencia se justifica en una política (aunque errónea y contraproducente) de promoción de la democracia. Dentro del marco general del embargo, hay matices o acentos a favor de más sanciones o más diálogo que dependen de si la administración es republicana o demócrata. Algo similar ocurre con la ley Helms-Burton, que, sin embargo, condiciona mucho más el futuro que el presente de las relaciones. La eliminación de las sanciones parece altamente improbable mientras se mantenga Raúl Castro en el poder. Su fecha de caducidad depende del proyecto político en Cuba, que determina la posición de Washington. Más allá de la constante del embargo, similar a la de la UE, la política de los Estados Unidos es pendular: fases del endurecimiento de las sanciones de administraciones republicanas son alternadas con períodos de distensión y diálogo durante las demócratas. Después del hardliner Bush, Obama inauguró nuevamente una fase de diálogo y distensión. El resultado es la inmovilidad. Obama no es una excepción a esta regla. Durante su gobierno no se perfila ningún cambio al respecto, más allá de un retorno a la época de Clinton. El único presidente que estuvo a punto de interrumpir esta lógica de continuidad fue James Carter, que inició un diálogo político sin precedentes, y fracasó. Desde entonces, sus sucesores aprendieron que, mientras no se produzcan cambios en la Isla, es mejor no alterar el marco político de las relaciones con Cuba. El embargo es la principal carta negociadora, y mientras ninguno de los dos países tenga claro qué pasaría si desaparece, no se levantará. La variable relación España-Cuba Desde 1898, los Estados Unidos y España son los principales ejes externos de Cuba. Para ambos países, la Isla es un intermestic issue, de interés en la política interna e internacional: en los Estados Unidos por la comunidad del exilio; en España, por razones históricas y el debate ideológico entre los principales partidos políticos. Para Madrid y Washington, Cuba tiene una connotación y es un asunto que polariza. Por otra parte, los dos se sitúan en campos diferentes: si el embargo ha sido la constante en la política (de Estado) norteamericana, el «La mentalidad de fortaleza sitiada perjudica cualquier apertura democrática hacia un sistema menos centralista». 1 El embargo convierte la 62 La política de la Unión Europea en el triángulo Cuba-Estados Unidos-España de 1996, cuando en los Estados Unidos se aprueba la ley Helms-Burton y José María Aznar es electo en España. El «compromiso condicionado» de Aznar (19962004) modifica la política a favor de un mayor acercamiento a la posición de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), de Miami, y a la de los Estados Unidos. El conflicto que se insinúa en la Cumbre Iberoamericana en Viña de Mar, en la cual Aznar recomienda que Fidel Castro «mueva ficha», conduce al retiro temporal del embajador de España en Cuba. En el seno de la UE, después de la aprobación de la ley Helms-Burton, España sugiere la Posición Común de la UE sobre Cuba —aprobada el 2 de diciembre de 1996—, cuya primera versión era mucho más dura que el resultado final, suavizado por otros países, entre ellos Alemania. En aquel momento, el principal objetivo de la Posición Común no fue promover cambios en Cuba, sino preservar los intereses económicos europeos y conseguir una tregua con los Estados Unidos con respecto a la Helms-Burton, que posteriormente se tradujo en el «Entendimiento Unión Europea-Estados Unidos». Fue, al mismo tiempo, una concesión a la entonces «vocación atlanticista» de la política exterior española.5 A esta fase conflictiva siguió un período de apaciguamiento: en abril de 1997 volvió el embajador a Cuba; en 1998, Fidel Castro visitó La Moncloa para preparar la Cumbre Iberoamericana que tendría lugar en La Habana al año siguiente. Esta tregua terminó cuando Aznar propuso las cuatro sanciones de la UE —entre ellas, invitar a disidentes a fiestas nacionales— como respuesta a la detención de 75 de ellos en Cuba, en el verano de 2003. Cuba respondió con la congelación de la Asistencia Oficial al Desarrollo (AOD). El «compromiso incondicional» de José Luis Rodríguez Zapatero modifica esta política y vuelve a fortalecer el elemento de compromiso: reabre los canales bilaterales de diálogo con Cuba, incluyendo el controvertido tema de los derechos humanos; restablece la cooperación al desarrollo y convence a los Estados miembros de la UE de levantar las cuatro medidas contra Cuba. Aparte del ministro Miguel Ángel Moratinos, que visita la Isla por primera vez en abril de 2007, el símbolo para esta nueva política promovida es el embajador Carlos Alonso Zaldívar, ex miembro del Partido Comunista Español (PCE) y situado a la izquierda del PSOE. Un contexto político diferente (la alianza Cuba-Venezuela) impide volver al compromiso constructivo de González, cuyo gobierno influyó en el proceso interno de reformas. No obstante, España se suma a la posición de compromiso de sus socios iberoamericanos. Asimismo, aprovecha su última presidencia de la UE, y de transición hacia una política compromiso es el elemento que no ha cuestionado ningún gobierno de España. Por tanto, el «factor Estados Unidos» tiende a unir a Cuba y España, históricamente por la anexión de facto realizada por los Estados Unidos (1898-1902), hecho que fue interpretado de forma negativa en ambos países, y, desde los años 60, por el embargo, claramente rechazado y condenado por los gobiernos cubano y español. Desde la Revolución cubana, España mantiene relaciones diplomáticas con la Isla que ni siquiera fueron interrumpidas durante el franquismo.2 Hoy es el socio europeo más importante de Cuba: su primer donante, su segundo inversor y su cuarto socio comercial. Asimismo, tiene la embajada europea más importante en ese país. Aparte del gobierno central, se mantiene una fluida red de cooperación entre Cuba y las comunidades autónomas, particularmente el País Vasco, Cataluña y Andalucía,3 y con la sociedad civil. También hay una comunidad de cubanos residentes en España, aunque, a diferencia de los Estados Unidos, apenas influyen en la política. La importancia de Cuba en la política española4 —también sobredimensionada si se compara con el nivel de relaciones y el tamaño del país— demuestra que el factor cultural crea lazos mucho más duraderos, pero también más conflictivos que el ideológico. En España, Cuba trasciende lo político; no es un tema de la agenda exterior, sino interno: tiene un componente emocional (familiar y poscolonial), nostálgico (de parte de la izquierda) y numantino (enemigo externo). Igual que la de Washington, dentro de la constante del compromiso económico, la política de España es pendular y varía entre más condicionalidad —impuesta por un gobierno del Partido Popular (PP)— o más compromiso —promovido por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Como demuestra la trayectoria de las relaciones, se trata de un juego de suma cero con pocos resultados: El «compromiso constructivo» o crítico de Felipe González (1982-1996) marcó una nueva relación con Cuba. González inicia un diálogo con el gobierno cubano en el cual incluye el tema de los derechos humanos, aumenta la cooperación al desarrollo y fortalece los intercambios económicos y culturales. Durante su gobierno, España asume también un importante papel de asesoría en las reformas económicas que Cuba comenzó en los años 90. Fue por iniciativa de González, respaldado por algunos países latinoamericanos, que Cuba entró, en 1991, en la Comunidad Iberoamericana de Naciones. Tres años después, Madrid empuja a la Comisión Europea a negociar un acuerdo de cooperación con Cuba. Su política de compromiso constructivo termina en marzo 63 Susanne Gratius Dicho esto, también es cierto que su relación con la Isla se desarrolla a la sombra de la de Cuba-Estados Unidos. No ha sido una casualidad que la Posición Común fuera aprobada el mismo año que la ley HelmsBurton; ambas están estrechamente vinculadas, aunque con filosofías muy diferentes. Similar a su contraparte estadounidense, la Posición Común es la principal carta negociadora de la UE, y su eliminación dejaría a Europa sin «moneda de cambio». exterior más cohesionada, para impulsar la eliminación de la Posición Común. En su intervención en el Congreso de Diputados, el 23 de marzo de 2010, Moratinos subraya la falta de resultados y argumenta que «la Posición Común es una posición unilateral, no es una posición bilateral, no es un compromiso de las autoridades cubanas de mejorar su situación de los derechos humanos». Incluso si logra eliminarla, la UE volvería al statu quo de antes de la política de Aznar, sin avances reales en su relación con la Isla. Estos vaivenes demuestran que Cuba es una plataforma para marcar distancias ideológicas en el único campo de batalla de política exterior del que dispone España dentro y fuera de la UE: América Latina. Es, además, un buen barómetro para marcar distancias y cercanías hacia Washington y medir la temperatura política en esas relaciones. El dicho español «más se perdió en Cuba» refleja los resultados de esta política de disenso, poco favorable a los intereses de España en la Isla y su influencia en la UE. En el pasado, los pocos intentos de consensuar la política de España hacia Cuba no han sido exitosos.6 Sin embargo, en abril de 2010, los principales partidos políticos del país lograron, por primera vez, un texto común, aprobado por el Congreso de Diputados, que «condena la muerte del preso de conciencia Orlando Zapata» e «impulsa un diálogo [...] para sentar las bases para un futuro de reconciliación nacional». Podría ser un inicio para que España desarrollara una política común hacia Cuba. Una polçitica española de Estado hacia la Isla, también pondría fin a las fluctuaciones de la posición de la UE, que reflejan las relaciones triangulares Cuba-Estados Unidos-España. El constante pero limitado compromiso económico Cuba es el único mercado sin presencia norteamericana, lo cual es una excepcionalidad histórica y el resultado del embargo que hace que Bruselas y Washington sean rivales antes que aliados en la cuestión cubana. Es un lugar común recordar que la UE y sus Estados miembros siempre han rechazado la política de sanciones de Washington, porque la consideran contraproducente al objetivo de promover un cambio democrático en Cuba. Mientras que el diálogo político entre la UE y Cuba ha estado condicionado por el triángulo Cuba-Estados Unidos-España, la Unión ha mantenido su compromiso económico. Su papel en Cuba no es simbólico, pues garantizó, junto con China, la sobrevivencia económica de la Isla, cuando, de un día a otro, desaparecieron sus principales socios económicos. No cabe duda de que sin la UE, el bloqueo habría tenido un impacto mucho mayor después de la desaparición del CAME.7 Hoy es algo menos relevante: las reformas económicas se han desacelerado, las empresas mixtas se han ido reduciendo, y Venezuela ha entrado en el mercado cubano para sustituir la anterior alianza económica de Cuba con la URSS. Comparada con la apuesta europea, la alianza cubano-venezolana es un negocio a corto plazo, con perspectivas limitadas. Primero, porque Cuba no puede seguir incrementando la exportación de sus especialistas necesarios en la Isla. Segundo, porque Venezuela está expuesta a problemas internos económicos y de seguridad. Ante la ausencia de los Estados Unidos, el lugar que ocupa la UE en la economía cubana es, probablemente, sobredimensionado. Las perspectivas económicas están limitadas por varias razones: 1) la ausencia de un acuerdo de cooperación que cree un marco jurídico compartido, y las diferencias sistémicas que impiden el ingreso de Cuba, con una economía socialista, al Acuerdo de libre comercio UE-Caribe; 2) las limitaciones internas por una apertura económica muy modesta y la ausencia de grandes oportunidades de negocios, al ser Cuba un país pequeño, carente de La política de la UE ante el triángulo CubaEstados Unidos-España y el Tratado de Lisboa Comparada con los Estados Unidos y España, la UE es un actor infinitamente más complejo. Interpretaciones simples, como las frecuentes afirmaciones desde Cuba de que esta «sigue el juego de Washington», no hacen justicia ni a la esencia de la política europea, claramente diferenciada de la de los Estados Unidos, ni al difícil proceso de búsqueda de consenso interno. La aprobación de la Posición Común no fue el resultado de las visitas de Stuart Eizenstat, ni las «cuatro sanciones» respondieron a la poco influyente figura del Cuba Transition Coordinator, sino a los vaivenes en la política de España hacia Cuba y los grupos de presión de derechos humanos y coyunturas políticas internas, en la UE. 64 La política de la Unión Europea en el triángulo Cuba-Estados Unidos-España recursos estratégicos; 3) las relaciones responden al clásico esquema Norte-Sur: materia prima a cambio de tecnología y productos manufacturados; 4) la espada de Damocles que sigue representando una ley Helms-Burton que no solo condiciona una futura negociación Estados Unidos-Cuba, sino también las relaciones UE-Cuba. La amenaza potencial de sanciones contra empresas europeas ha conducido a una «autocensura económica» que, junto con las restricciones sistémicas, limita un mayor avance en las relaciones económicas. Pocas empresas europeas están dispuestas a correr el riesgo de pagar indemnizaciones millonarias a los anteriores dueños de negocios en los Estados Unidos. La propiedad es un tema clave en la futura mesa de negociación, donde Europa tendrá un papel (secundario) por sus inversiones en propiedades nacionalizadas no reconocidas por los Estados Unidos. Hasta entonces, Bruselas y Washington, se rigen por la tregua del «entendimiento». Aunque seguirán presentes, si se levantara el embargo es evidente que, ante los bajos costes de transporte y la cercanía, los Estados Unidos serían un competidor demasiado fuerte para las empresas europeas. La Posición Común introduce otra particularidad: la doble condicionalidad. Puesto que la política de la UE es diseñada por veintisiete Estados miembros, la Comisión Europea y sus diferentes Direcciones, y el Parlamento Europeo, tal disposición no es más que un marco político general que permite diferentes interpretaciones y genera nuevas contradicciones. z z z z Cuba es parte de la Comunidad Iberoamericana y participa en las Cumbres, pero es el único país que no tiene un acuerdo de cooperación con la UE. Hay una delegación de la UE en Cuba, pero no tiene estatus de embajada, aunque diecinueve Estados miembros han abierto embajadas en la Isla. Se han firmado más de veinte acuerdos bilaterales, pero ninguno entre la UE y Cuba. Pese a la Posición Común, existen diversas políticas de los Estados miembros e incluso dentro de la misma Comisión Europea, (antes del Tratado de Lisboa) entre la DG Desarrollo y la DG Relex. Consensos y disensos entre los actores En el seno de la UE se pueden identificar cuatro posiciones frente a la cuestión cubana. Estas varían según las coyunturas políticas y no pueden asignarse a determinados países: La anormalidad de Cuba en la política de la UE La aprobación de una Posición Común como instrumento de la política exterior de la UE no es la norma, sino la excepción. La UE tiene posiciones comunes sobre Birmania, Iraq, Nigeria, Zimbabwe y Cuba. La Posición Común señala que la Isla tiene un lugar sobredimensionado en dicha política, que se debe al diferendo histórico España-Estados Unidos sobre Cuba. La Unión aplica una política contradictoria, secuestrada por España y enmarcada en la relación transatlántica. Estos son los dos ejes que la hacen sumamente incoherente y sujeta a cambios permanentes dentro de las constantes del rechazo del embargo y la presencia económica. Desde que restablecieron relaciones diplomáticas, Cuba no ha encontrado su lugar en la política de la UE. Es un país del grupo ACP; pero no forma parte de los acuerdos regionales ni del Convenio de Cotonou. Hasta la aprobación del Tratado de Lisboa, que modificará el conjunto de la estructura institucional comunitaria, la UE percibió a la Isla como parte de la Dirección General de Desarrollo (DG Desarrollo), pero la de Relaciones Exteriores (DG Relex) negoció el diálogo político. Cuba es tratada como un país caribeño, pero en realidad tiene una identidad latinoamericana. z z z z Los fundamentalistas de derechos humanos (que exigen liberar todos los presos políticos antes de avanzar en las relaciones). Los aliados de los Estados Unidos (que priorizan sus relaciones con Washington y actúan con cautela). Los anticastristas convertidos (que reclaman un diálogo privilegiado con los disidentes y una mayor presión política). Los comprometidos (que favorecen una política de compromiso crítico o incondicional, por principios o antiamericanismo). Los «comprometidos» están en clara minoría. La eliminación de la Posición Común hoy parece menos probable que un año atrás. Aunque España mantiene su postura de sustituirla arguyendo que no ha tenido resultados, después de la muerte de Zapata y la huelga de hambre de otros, el gobierno de Zapatero actúa con más cautela y menos entusiasmo. Para cuidarse, España ya ha dado marcha atrás declarando que aún intenta modificar la Posición Común, pero que «Cuba no es prioridad de la presidencia española». Eliminar la Posición Común o reemplazarla por otro documento requiere unanimidad entre los actuales veintisiete. 65 Susanne Gratius de las relaciones con Cuba. La Isla nunca ha sido un tema prioritario, pero, en la UE post-Lisboa, será aún menos relevante. La aprobación del Tratado de Lisboa cambia los interlocutores, y ninguno de ellos —Karel Gucht (comercio), Kristalina Georgieva (ayuda humanitaria) y Catherine Ashton— tiene un interés especial en Cuba. España está mucho menos presente en la nueva estructura de la UE: Javier Solana salió y no hay otro español que ocupe un cargo importante. Esto podría conducir a dos escenarios: una mayor bilateralización de las relaciones, con España como principal socio de Cuba; o una mayor «europeización» de estas, con menor protagonismo e interés de España. Más que antes, «las políticas comunes de la UE» serán el resultado de un compromiso entre las posiciones de sus Estados miembros, la Comisión Europea y, a partir de ahora, también de la alta representante y del presidente de la UE. El complejo proceso de búsqueda de consenso que involucra a más de treinta actores oficiales y, además, representantes de la sociedad civil europea, difícilmente puede conducir a políticas claras, sino, a lo sumo, a posiciones conveniadas en torno a un mínimo denominador común. En el mejor de los casos, el resultado es una «Europa de las cuotas». Este escenario se consolida con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa que, entre otras cosas, elimina las presidencias rotativas de la UE en materia exterior, crea un servicio de acción exterior común y embajadas de la UE. Estos cambios tienen consecuencias en las relaciones europeo-cubanas. Hasta ahora, España ha sido un actor mucho más importante que Washington a la hora de definir la política de la UE. Antes del Tratado de Lisboa, España tenía el monopolio de definición de la política europea hacia Cuba. Pero en la medida en que la UE logre definir posiciones comunes más allá del peso de determinados Estados miembros y se siga ampliando hacia países con un interés escaso o inexistente por Cuba, España perderá este margen de maniobra. Es altamente probable que con esta «europeización» de la política disminuya también el peso desmesurado de la Isla en la agenda exterior de la Unión. Ello es, al mismo tiempo, una buena noticia, pues la presión externa será menor, y una mala, porque la UE reducirá su compromiso con Cuba. Ante una UE post-Lisboa que fortalecerá su política exterior común, Cuba debería seguir apostando a España, pero sin descuidar sus relaciones con Bruselas y otros Estado miembros. Con vistas al futuro, tiene la ventaja de partir de intensas relaciones históricas con muchos países de Europa del Este que hoy son miembros de la UE y podrían servir de puerta de entrada a vínculos más favorables con Europa. Aunque en el contexto actual tienden a ser negativos, porque la República Checa, Polonia y otros la comparan con su propia transición y son aliados estrechos de los Estados Unidos, los lazos creados en el pasado podrían rescatarse en algún momento para relanzar el tema Cuba en la UE. Cuba en la agenda post-Lisboa Como indican las diferentes posiciones respecto a Cuba (ver cuadro), la UE carece de una política común Posiciones comunes UE z z z z z z z z Rechazo de sanciones y del embargo. Tener presencia en Cuba. Mantener relaciones económicas. Promover cambios internos en la Isla. Respetar la soberanía nacional. Reconocer la situación de propiedad. Mejorar la situación económica y apoyar un proceso de reformas. Transformación desde adentro de forma pacífica y gradual. Posiciones divergentes UE z z z z z z z z Trato preferencial o secundario de disidentes. Niveles altos o bajos de cooperación. Coordinación con los Estados Unidos o política independiente. Condicionamiento y gestos sí o no. Mantenimiento o abolición de la Posición Común. Trato de la deuda externa. Coordinación de la política de la UE con los socios latinoamericanos (España lo hace en el marco iberoamericano). Grado de diálogo político con el gobierno cubano. hacia Cuba. Aunque los desacuerdos no son fundamentales, será difícil, si bien necesario, definir una estrategia coherente aprobada por todos los actores. Mientras tanto, se puede destacar una creciente frustración por los escasos avances en las relaciones y un cierto cansancio en la UE, que se manifiesta incluso durante la presidencia española. Esta será, al mismo tiempo, la última con un protagonismo del Estado miembro de turno en política exterior, antes de crearse una «nueva UE», menos dependiente de agendas nacionales. A partir de 2010, la Alta Representante Exterior de la UE, Catherine Ashton, será responsable El futuro de la agenda transatlántica La UE y los Estados Unidos aplican políticas que hasta ahora parecían irreconciliables. Mientras que en el seno de esta prevalece el compromiso, que incluye un diálogo político y presencia en la Isla, las sanciones y el aislamiento diplomático siguen dominando en la política 66 La política de la Unión Europea en el triángulo Cuba-Estados Unidos-España norteamericana. Dentro de estas lógicas diferentes, ambos han reducido la presión hacia Cuba. Aunque no la elimine, la UE se inclina cada vez menos a aplicar una condicionalidad democrática plasmada en una Posición Común sin resultados. Y los Estados Unidos socavan el embargo por una medidas de compromiso que contemplan los viajes y remesas de cubanoamericanos, el diálogo sobre migración, la exportación de alimentos, la coordinación bilateral en materia de narcotráfico, el control de fronteras, los contactos entre exilio y cubanos de la Isla, y el intercambio académico. El mantenimiento de la Posición Común, en el caso de la UE, y de las sanciones, por parte de los Estados Unidos, reflejan cada vez menos una realpolitik. Puesto que el exilio determinó la política de Washington, Cuba y los Estados Unidos no mantienen una relación entre Estados, sino que el conflicto entre el gobierno cubano y la oposición se ha trasladado o extraterritorializado. En la política de la UE, España y su juego político interno explican la existencia de una política hacia Cuba. En la medida en que se debilite la posición de los más reacios en los Estados Unidos, en que España comience a definir una política de Estado y la UE fortalezca su política común, Europa y los Estados Unidos podrían acercar las suyas. Este cambio gradual hacia una menor presión se inserta en un contexto político latinoamericano de plena inclusión de Cuba. A mediano y largo plazo, tanto el embargo como la Posición Común tienen los días contados. No obstante, actualmente las posiciones siguen siendo diferentes. Empezando por los objetivos de sus políticas, la UE quiere promover cambios desde dentro encaminados hacia una transición pacífica, mientras que los Estados Unidos quieren acabar con el régimen cubano. Estas dos visiones opuestas se encuentran en la crítica de la situación de los derechos humanos y, particularmente, la libertad de expresión y asociación. La selección de los interlocutores también es difícil: la UE dialoga ante todo con el gobierno cubano y coloca a los disidentes en un segundo lugar, mientras que los Estados Unidos orientan su política a los intereses del exilio y los disidentes, y apenas ha abierto canales de diálogo con el gobierno. Otra diferencia fundamental e importante en el futuro es el hecho de que la Unión reconoce la soberanía del país y las nacionalizaciones, y los Estados Unidos no. A raíz de ello, se anuncia un prolongado conflicto por los intereses económicos que comparten en Cuba. Debido a la ausencia norteamericana, la UE se ha convertido en el principal socio comercial de Cuba, lo cual le asigna una posición privilegiada en términos de presencia en la Isla. Contrario a todos los análisis, nuestros instrumentos no son tan diferentes como parecen: la principal política de la UE hacia Cuba es la presencia económica, y los Estados Unidos se han convertido en el quinto socio comercial de la Isla. También compartimos un componente de sanciones: por la «doble condicionalidad», la UE no firma un acuerdo con Cuba, y los Estados Unidos mantienen el embargo. Aunque predomina la continuidad, se anuncian cambios: Cuba ha dejado de ser un conflicto transatlántico entre la UE y los Estados Unidos y existe un consenso en torno al compromiso. El conocimiento de la realidad cubana es el principal capital de Europa frente a los Estados Unidos. En más de cincuenta años de aislamiento, estos y Cuba siguen viéndose bajo el prisma de la Guerra fría. Quedarse sin presencia en la Isla ha tenido un elevado precio para Washington: el desconocimiento de la realidad cubana y una política de ciencia ficción creada en el imaginario anticastrista de la primera ola de exiliados.8 Reconstruir el presente y construir el futuro es uno de los desafíos que afrontan ambos países. En este proceso, Europa puede ayudar, pero tendrá un lugar secundario, con la única excepción de España, el rival histórico de los Estados Unidos. Notas 1. Rafael Hernández, «¿Tendrán los Estados Unidos una política latinoamericana (y caribeña) que incluya a Cuba?», Foreign Policy, v. 8, n. 4, México, DF, 2008. p. 50. 2. Francesc Bayo, «Las relaciones políticas entre España y Cuba: continuidad histórica y ajustes frecuentes», Documentos CIDOB América Latina, n. 16, Barcelona, 2006. 3. Francesc Bayo y Christian Freres, «An Overview of the Linkages Between Spain´s Regions and Cuba», FOCAL Background Briefing on Cuba, Ottawa, 2005. 4. Joaquín Roy, The Cuban Revolution (1959-2009): Relations with Spain, the European, and the United States, Palgrave-MacMillan, Londres, 2010. 5. Celestino del Arenal, «La dimensión regional en la política iberoamericana de España», Revista de Pensamiento Iberoamericano, n. 19, Madrid, 2008, pp. 27-36. 6. Uno de ellos fue una iniciativa de la Fundación FRIDE en Madrid que organizó tres reuniones entre los principales partidos políticos. Véase Jorge I. Domínguez y Susanne Gratius, «La política española ante la Cuba del futuro», Working Papers América Latina, n. 6, Cambridge, 2006. 7. Susanne Gratius, «¿Ayudando a Castro? Las políticas de los Estados Unidos y la UE hacia Cuba», Documento de trabajo No. 15, FRIDE, Madrid, 2006. 8. Susanne Gratius, «Cuba, Estados Unidos y Europa: perspectivas de cambio», Política Exterior, n. 130, Madrid, julio-agosto de 2009, pp. 93-103. © 67 , 2010 no. 62-63: 68-78, abril-septiembre de 2010. Eduardo Perera Gómez L a Unión Eur opea Europea y su papel en las r elaciones relaciones Estados Unidos-Cuba Eduar do P er era Gómez Eduardo Per erera Investigador. Centro de Estudios Europeos. L supranacional y el intergubernamental. En este último opera la llamada Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) con veintisiete realidades nacionales distintas, 3 bajo la regla de la unanimidad para la adopción de decisiones, lo que se refleja en su carencia de resultados a nivel global. La proyección hacia Cuba se construye así en el Consejo de la UE, a partir del acuerdo unánime4 de sus Estados miembros, que se diferencian por su interés particular en el asunto, o el grado de prioridad que le confieren, o su papel en temas transversales que afectan la relación con la Isla (derechos humanos, democracia, anticomunismo), pero cuyo posicionamiento político varía en el tiempo por los cambios de gobierno; circunstancias relacionadas con el ordenamiento institucional interno; el estado de sus relaciones y las de Cuba con los Estados Unidos, y los puntos en discusión dentro de la agenda comunitaria. Resulta en extremo difícil establecer «posiciones comunes» reales de los países europeos respecto a Cuba, como también a otros temas, más allá de ciertos acuerdos mínimos. Solo en esta dimensión encaja la Posición Común de 1996,5 que los Estados miembros han aplicado ad libitum, de a relación entre la Unión Europea (UE) y Cuba, breve en el tiempo,1 pero singularmente intensa, ha estado lastrada por el vínculo entre ambos actores y los Estados Unidos, hasta el punto de mostrarse, más que como una relación bilateral típica, como triangular, en la que el peso específico del tercero es, proporcionalmente mayor que en otros subsistemas. En este triángulo no equilátero, las líneas más cortas unen a la UE con los Estados Unidos —la más profunda y extensa relación entre dos continentes en la historia—2 y la otra, a los Estados Unidos con Cuba, por evidentes razones históricas, geopolíticas y de seguridad. No es posible atribuir a la UE una capacidad de influencia significativa sobre la naturaleza de las relaciones Estados Unidos-Cuba, lo que obedece ante todo a sus insuficiencias estructurales y funcionales para articular una política exterior común; ejercer presión sobre Washington, y superar su propia permeabilidad y susceptibilidad a las presiones estadounidenses. La UE no es una entidad monolítica ni homogénea. Su estructura híbrida se organiza en torno a dos niveles de soberanía interconectados, pero diferenciados: el 68 La Unión Europea y su papel en las relaciones Estados Unidos-Cuba Tampoco logró impedir sendas menciones específicas a Cuba en las declaraciones de las Cumbres Trasatlánticas celebradas en 2007 y 2008, impuestas por la administración de George W. Bush. En 2008 logró que esta retirara del borrador de la Declaración Trasatlántica una mención paralela sobre Venezuela, no así la referente a Cuba. Cuba es una variable dependiente de los vínculos de la UE con los Estados Unidos. La proyección de aquella hacia Cuba, muy vulnerable a la influencia de la política de Washington, toma especialmente en consideración no solo el estado de las relaciones Estados Unidos-Cuba, sino las posiciones y sensibilidades estadounidenses sobre el tema, por lo que puede afirmarse que es construida «a su sombra».8 El caso del Entendimiento UE-Estados Unidos, de 1998, sobre la Ley Helms-Burton es paradigmático. Algunos autores apuntan que este acuerdo ha significado, en la práctica, el hundimiento de esa ley, en relación con las propiedades y las visas.9 Esta no es, lógicamente, la lectura que se hace desde Cuba acerca de una transacción que «en la práctica significaba la renuncia europea, a cambio de nada, a su oposición a la ley Helms-Burton y su apoyo a la política de subversión que dirige Estados Unidos»;10 que evitó la guerra comercial entre ambos —en un terreno en el que las consideraciones políticas son evidentes— sin eliminar los efectos disuasorios de este instrumento sobre las inversiones europeas en Cuba, y en la que se evidenció la visión sesgada de la UE sobre la Ley Helms-Burton, al cuestionar como extraterritoriales, únicamente, sus títulos III y IV. El Entendimiento ha sido para los Estados Unidos una operación de ganarganar: el waiver sobre el título III era un imperativo en clave doméstica, no cumplió sus improbables compromisos con respecto al título IV y logró frenar el panel de la UE ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). El Entendimiento fue posible, fundamentalmente, porque Cuba no merecía una guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo. Cuba es más importante para la política norteamericana —de hecho, es un tema de política doméstica— que para la política exterior de la UE. La escasa relevancia de la Isla en la pirámide de prioridades externas de la UE lleva a un cálculo de costo-beneficio cuyo resultado privilegia, como norma, la calidad del vínculo con los Estados Unidos. Last but not the least, deben tenerse en cuenta las coincidencias ideológicas entre los Estados Unidos y la UE, y sus respectivas divergencias con Cuba. Las relaciones de la UE con la Isla son un subproducto de la reestructuración del sistema internacional generada por la ruptura de los equilibrios de la Guerra fría. acuerdo con sus intereses nacionales, aunque se mantiene como el referente de la UE en su política hacia Cuba. No es extraño entonces que las relaciones UE-Cuba hayan sido hasta hoy dominadas por un bilateralismo Estado miembro-Cuba en el cual se ponen de manifiesto los intereses reales implicados, mientras el vínculo con la UE tributa a una dimensión ideológicosimbólica que no puede, sin embargo, ser soslayada. Desde que el Tratado de Roma (1958) dio origen a la Comunidad Económica Europea, la proyección exterior de la UE, en lo que al Tercer mundo se refiere, se basa en un sistema de ejes y radios (hubs and spokes), determinados por la preeminencia de unos u otros Estados miembros en los temas relacionados con países o áreas específicas fuera de las fronteras de la Unión, los cuales trazan la línea y en muchos casos establecen la política hacia sus antiguas colonias. España, por razones obvias, es el eje de la política de la UE hacia América Latina y, en específico, hacia Cuba. El resto apoya el consenso así construido o se opone a él a través de disímiles fórmulas de negociación. La resultante es un mínimo común denominador muy variable, sobre todo en casos donde no existe una clara política de Estado. Tanto este aspecto como el anterior explican las ambigüedades de la «política» de la UE hacia Cuba y sus dificultades para competir con la puesta en práctica por diferentes administraciones estadounidenses, y con la sostenida consistencia de la política cubana hacia la UE, basada en las siguientes claves: no aceptar precondiciones a la relación; desarrollar relaciones bilaterales con los Estados miembros sin descuidar el objetivo de normalizar el vínculo con la UE, pero sin sacrificarlas a esta perspectiva; un diálogo no discriminatorio basado en la igualdad soberana, y la definición de áreas de interés común en la cooperación, a partir de las prioridades del país. El grado de madurez alcanzado por la integración económica entre los miembros de la UE tiene solo un precario reflejo en la conformación de una política exterior común, por lo que la Unión sigue siendo un gigante económico y un enano político con capacidad de influencia limitada, especialmente cuando los temas involucran, de manera especial, los intereses de una contraparte como los Estados Unidos. Ha sido persistente, por ejemplo, la incapacidad de la UE para influir sobre la modificación de la política estadounidense de bloqueo a Cuba, a pesar de su oposición a las medidas coercitivas de carácter extraterritorial.6 En la práctica, la UE coincide con los Estados Unidos en considerar el bloqueo como un tema bilateral.7 69 Eduardo Perera Gómez Europeo— determinados eventos en Cuba, mientras se guarda silencio pertinaz ante los más variados acontecimientos de la escena mundial.13 Ello responde con toda evidencia a factores políticos.14 Con más o menos matices en cuanto a los medios para lograrlo, existe una coincidencia en el fin de las políticas respectivas de los Estados Unidos y la UE. Está claro que la meta va más lejos para los primeros, que persiguen la reimposición de su hegemonía sobre Cuba y la recuperación del poder por el bloque oligárquico antinacional desplazado por la Revolución, lo que no es de esperar que concuerde con los objetivos de la UE. El punto de convergencia se sitúa en promover la modificación de las bases del sistema político y económico cubano, un «cambio de régimen», independientemente de las diversas interpretaciones que puedan hacerse de la hipotética «transición pacífica hacia la democracia». 15 El discurso político de factura europea, en particular española, tiende a la manida e insostenible comparación entre sistemas antagónicos como la Revolución cubana y el franquismo, un tenebroso cliché mediático convertido en verdad incontestable,16 cuyo corolario es tomar la transición española como paradigma de la propuesta «transición pacífica» en Cuba. Como es de suponer, la contradicción entre este fin, los respectivos métodos empleados y los intereses y la voluntad de Cuba, es insalvable. El nuevo contexto afianzó las tendencias globalizadoras y se estructuró en torno a un modelo fundamentalista de democracia liberal y de economía de mercado. Después de la caída del muro de Berlín, la UE quedó como el único factor de equilibrio en Europa, por defecto, frente a la hegemonía político-militar norteamericana, por lo que sus vínculos con Cuba nacieron perturbados por exigencias políticas de una «transición» similar a la esteuropea. Ello coincidió con uno de los períodos en los que la Isla recibió con mayor fuerza el impacto negativo de la política norteamericana, que desde la segunda mitad de los 80 había puesto en práctica una estrategia de condena en los organismos internacionales, y principalmente en la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU). El componente ideológico y político ha desempeñado así un papel fundamental, con antecedentes en la vinculación de Cuba al extinto Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), y continuidad en la supervivencia de su socialismo. Esto se ha reflejado en las percepciones recíprocas, y ha aflorado con intensidad variable en no pocos momentos de la relación UE-Cuba, cuando no la ha condicionado. Aunque no es posible explicar únicamente la proyección de la UE hacia Cuba a partir de una alianza estratégica incondicional con los Estados Unidos, que obedece mucho más a cánones de la Guerra fría y a una comprensión incompleta del proceso de integración comunitaria, la alianza existe, y sigue siendo estratégica, aunque el objeto haya cambiado. Tampoco es posible justificarla desde el discurso habitual de la UE sobre democracia y derechos humanos, deslegitimado por una proyección exterior de doble estándar. Esta falta de coherencia se manifiesta en una actitud desigual frente a las contrapartes, cuyo referente son los intereses de la UE. Los ejemplos abundan, y Cuba es un caso paradigmático, al que, además, se imponen condicionamientos previos a la negociación de cualquier instrumento contractual.11 Resulta difícil explicarlo como no sea por consideraciones ideológicas. Cuba es el único país de América Latina y el Caribe —y uno de los pocos en el mundo— no vinculado a la UE por un acuerdo, y el único de la región objeto de una Posición Común que establece condiciones para avances futuros en la cooperación; aunque señala en su punto 3d) que la UE «evaluará el desarrollo de la política interior y exterior cubanas de acuerdo con los mismos criterios que aplica en sus relaciones con otros países».12 Esto contrasta con su cooperación con países cuya actuación democrática y en materia de derechos humanos es francamente deplorable. Un elemento adicional es el cariz sobredimensionado y estentóreo que adquieren desde la UE —en particular desde el Parlamento ¿Oportunidades perdidas? Al final del período 1988-1995, caracterizado por numerosas oscilaciones en la relación,17 se vislumbró la posibilidad de entablar negociaciones con la UE para la eventual firma de un acuerdo de cooperación económica y comercial. Sin embargo, después de avanzar aceleradamente entre junio de 1995 18 y diciembre del propio año —mandato del Consejo Europeo para la elaboración de las directivas de negociación correspondientes—,19 el proceso se vio frustrado por una particular confluencia de factores. España ostentaba la presidencia semestral del Consejo en los últimos días del gobierno socialista de Felipe González, quien había desarrollado una política exterior muy activa en relación con Cuba. Su intensa gestión negociadora en el seno de la UE, permitió que el dossier avanzara rápidamente. González contaba con la predisposición favorable de los Estados Unidos: aunque sin la evidencia de un pacto entre estos y la UE, «la sintonía entre Bruselas y Washington entonces era notable, y se habían efectuado numerosas consultas cuidadosas entre los responsables de la política cubana de los Estados Unidos, España, Italia y Francia».20 70 La Unión Europea y su papel en las relaciones Estados Unidos-Cuba solo con la política de Washington, sino con la promovida por los sectores más reaccionarios de la emigración cubana en la Florida. La política española secuestró a la de la UE cuando esta adoptó la Posición Común, de la cual sigue siendo rehén, y con la que redujo de manera drástica sus posibilidades de influencia sobre Cuba. Varios acontecimientos posteriores sirvieron para corroborar que el gobierno español se había convertido en «punta de lanza de los intereses norteamericanos en el marco de la UE».28 La proyección de la administración George W. Bush durante su primer mandato y los efectos de la subordinación europea a la hegemonía y el unilateralismo estadounidenses se conjugaron con la política desarrollada por el gobierno del Partido Popular (PP) en España, para dibujar uno de los períodos más difíciles y enrarecidos del triángulo UE-Estados Unidos-Cuba: se transfirió un elevado nivel de crispación a las relaciones bilaterales hispano-cubanas, y una fuerte carga ideológica, así como un sensible deterioro de los vínculos UE-Cuba, que alcanzaron el peor momento de su historia. La ofensiva del gobierno español se verificó en todas las instituciones comunitarias, y aprovechó no solo su ascendiente en el tema Cuba, sino también su representatividad en los grupos mayoritarios dentro del Parlamento Europeo, disputándole a Miami el papel de centro de la contrarrevolución cubana en el exilio.29 El gobierno de Aznar dejó entre sus más importantes secuelas el estancamiento del diálogo político bilateral con la UE, reanudado en el semestre anterior bajo la presidencia de Bélgica; la suspensión sine die (promovida por la comisaria europea Loyola de Palacio) del examen de la solicitud de adhesión de Cuba a la Convención de Cotonou, y las sanciones adoptadas en junio de 2003 por el Consejo de la UE.30 En febrero de 1996, el comisario europeo para el Desarrollo y las relaciones con América Latina, Manuel Marín, realizó una visita imprevista a La Habana, cuyo objetivo fue obtener determinados compromisos políticos de la parte cubana, antes de la apertura de negociaciones formales, a pesar de que se había asegurado que no habría precondiciones.21 Los requisitos básicos planteados por la UE incluían la reforma del Código penal y el reconocimiento de la oposición, un serio obstáculo para la aprobación cubana.22 El intento de condicionar la negociación del acuerdo estaba de origen condenado al fracaso; no obstante, Marín culpó posteriormente de la inutilidad de sus gestiones personales al supuesto desinterés de la parte cubana,23 que contrasta con que la UE representaba entonces más de un tercio del comercio exterior de Cuba y más de la mitad de los flujos de turismo e inversión extranjera. Richard Nuccio, quien se desplazó a Bruselas menos de veinticuatro horas después de aprobarse la Comunicación de la Comisión, y poco antes del viaje de Marín a La Habana, reconoció claramente en la conferencia de prensa que ofreció al final de esta segunda visita la fragilidad del consenso existente entre los Estados miembros de la UE sobre el tema cubano, y sus dudas acerca de que el proceso lograra concretarse. Tiempo después expresó que, en términos estratégicos, el proyecto fracasó porque fue interpretado como una oferta hecha en coalición con los Estados Unidos, algo que Castro no estaba dispuesto en absoluto a aceptar.24 La suspensión del proceso por parte de la UE se vio favorecida por modificaciones importantes de contexto durante el primer semestre de 1996: el derribo por la Fuerza aérea cubana de dos avionetas de la organización Hermanos al Rescate; la aprobación de la Ley Helms-Burton, que puso de manifiesto las «debilidades estructurales» de la UE y la ambigüedad y fragilidad presentes en su política hacia Cuba, y el cambio de gobierno en España, así como en Francia. A finales del año, el Consejo adoptó la Posición Común sobre Cuba, basada en el «catálogo de medidas» presentado por el enviado especial de los Estados Unidos, Stuart Eisenstadt, a sus socios europeos durante la gira realizada por varios países de la Unión en septiembre de 1996.25 No por gusto, Cuba ha reiterado que fue aprobada por la UE bajo la presión de José María Aznar, a partir de un borrador escrito en el Departamento de Estado norteamericano.26 Para algunos Estados miembros de la UE, esta propuesta constituyó un mecanismo de presión proporcional, para otros fue un asentimiento obediente a los Estados Unidos. Para el Departamento de Estado norteamericano la Posición Común fue motivo de satisfacción.27 La adopción de la Posición Común ratificó el alineamiento del gobierno conservador español, no Oportunidad aprovechada Las Conclusiones adoptadas por el Consejo de la UE el 23 de junio de 2008,31 aun acompañadas por la habitual retórica sobre Cuba, constituyeron el punto de giro más importante en las relaciones UE-Cuba desde el año 2003, al incluir la decisión de eliminar definitivamente las sanciones impuestas a la Isla. De este modo, se apartó el principal obstáculo para el reinicio del diálogo político bilateral y para que pudiera retomarse la cooperación con la Comisión Europea. El proceso que condujo a la eliminación de las sanciones tuvo su inicio en el cambio de tendencia provocado por el retorno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) a la presidencia en las elecciones de marzo de 2004. El gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero mostró desde el principio un claro interés 71 Eduardo Perera Gómez la cooperación entre España y Cuba, y se acordó la celebración de un diálogo político bilateral. Madrid también respondió a las reacciones de disconformidad del gobierno de Washington en más de una ocasión. Durante la visita a España de la secretaria de Estado, Condoleeza Rice —quien expresó la oposición de los Estados Unidos al compromiso español con Cuba—, las autoridades españolas defendieron el derecho de conducir su propia política exterior y opinaron que la confrontación entre los Estados Unidos y Cuba era cosa del pasado. Las estrechas relaciones entre Bush y Aznar se mantuvieron aun después del cambio de gobierno en Madrid, en particular alrededor de temas relacionados con la «seguridad global». Bush contaba con Aznar también en Iberoamérica, donde el presidente de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) ha querido situar bien a esta institución. Aznar comenzó a ser, en cierto modo, un referente de la comunidad hispana en los Estados Unidos, y nunca ha ocultado que su firme alianza con Bush tenía también como objetivo implantar, con creciente solidez, la cultura española en la primera potencia del mundo.37 Por otra parte, Aznar y Vaclav Havel, el ex presidente checo, conformaron la punta de lanza en Europa del Committee on the Present Danger, un think tank de gran influencia en la política exterior estadounidense bajo la última administración republicana, y al que los dos antiguos mandatarios se unieron para «la lucha global contra el terrorismo». El peso político de ambos en los países del Este incorporados a la UE ha trascendido los años que Bush necesitaba para afianzar ante Bruselas su política «antiterrorista», manteniéndolos estrechamente unidos en otros terrenos: ambos integran, junto con Lech Walesa, el International Committee for Democracy in Cuba. Paralelamente, el escenario interno de la UE se complicó considerablemente, como resultado de la herencia del aznarismo y de la ampliación a nuevos Estados miembros. El tradicional peso específico de España en el diseño de las políticas comunitarias relativas a América Latina y Cuba sufrió una importante reducción de su margen de maniobra e influencia como consecuencia de la ampliación de la UE hacia el este. Algunos de los nuevos Estados miembros procedentes del antiguo campo socialista europeo buscaron mantener el consenso construido y legado por el gobierno de José María Aznar. Las particularidades de la transición política en estos países, sus actitudes en relación con Cuba, y su compromiso con los Estados Unidos, mayor y menos responsable, en muchos casos, que el de algunos de sus socios occidentales en la UE, se convirtieron en un factor de influencia negativa sobre las relaciones por desmarcarse a toda costa de la política anterior, aunque no pudo superar la ruptura del consenso político interno. Zapatero «realineó» a España con los Estados líderes de la integración regional —Alemania y Francia— y la regresó a una Europa sacrificada por el PP en función de la alianza con los Estados Unidos, lo que provocó reacciones airadas de la derecha, a pesar de que, paralelamente, puso en práctica una política de «mano tendida» a Washington e intentos de mejorar las relaciones bilaterales —dañadas desde el anuncio de la retirada española de Iraq—, favorecidos por los deseos y la necesidad de Europa de «recomponer los platos rotos».32 El Ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, propuso lanzar «una nueva agenda transatlántica», confiando en que Bush adoptara, en su segundo mandato, una actitud más «multilateral».33 El canciller español planteó igualmente el interés del gobierno en dialogar con Washington en todas las áreas donde España podía ejercer cierta capacidad de influencia, como Latinoamérica. Al respecto, dijo que había «suficientes canales» para explicar a los Estados Unidos cuál era, por ejemplo, la visión en las relaciones con Cuba. Según Moratinos, Washington «entendería plenamente» la posición española, como había ocurrido en el pasado en momentos difíciles con Cuba, Venezuela u otros países de la zona. «España tiene un enorme prestigio en todo el continente americano. Es un actor al que se debe respetar y se tiene que escuchar, como nosotros también queremos escuchar y respetar a los Estados Unidos».34 En el escenario doméstico hubo intentos fallidos de construir un consenso con el PP que, en la práctica, se había roto durante el segundo mandato de los populares. 35 La oposición conservadora española comenzó a ejercer la intensa presión que ha desplegado en los últimos seis años, aprovechando cualquier tema para atacar y descalificar, en particular, la política que el gobierno del PSOE ha defendido respecto a Cuba. Parte de los desencuentros con los Estados Unidos experimentados por la política exterior española se derivaron del contraste con el modelo de subordinación a Washington que había sido impuesto por el gobierno de Aznar. El distanciamiento no solo se manifestó en algunas «señales».36 El gobierno de Madrid abandonó la alianza incondicional con los Estados Unidos, que había constituido el núcleo de la proyección exterior del PP. También comenzó a rectificar la proyección bilateral hacia Cuba, y a trasladar a la UE sus consideraciones sobre la ineficacia de las sanciones de 2003 y la necesidad de un diálogo político. El ministro Moratinos visitó La Habana sin sostener encuentros con la llamada disidencia. En 2007, se restableció 72 La Unión Europea y su papel en las relaciones Estados Unidos-Cuba Cuba no acepta que la Posición Común se mantenga como el referente de sus relaciones con la UE, por lo que los escenarios pueden ir desde el más positivo y deseable —sustitución de la Posición Común por un marco bilateral de relaciones bajo la forma de un acuerdo— pasando por el mantenimiento del statu quo, hasta los más negativos —un nuevo impasse u otra confrontación. Por otra parte, el paso de la presidencia de los Consejos de Estado y de Ministros de Fidel a Raúl Castro no supuso un cambio en la naturaleza del sistema político cubano ni en la política de Cuba hacia la UE. Por el contrario, se insertó en unas relaciones más estrechas que nunca con América Latina y el Caribe favorecidas por el contexto político conformado a escala regional durante los últimos años. La incorporación al Grupo de Río dejó a Cuba únicamente al margen del sistema interamericano, dominado por los Estados Unidos, aunque participando en todos los niveles de la concertación intra-regional y con Europa. La decisión del Consejo de eliminar las sanciones tuvo el valor simbólico añadido de producirse antes del fin de la era Bush, superando ingentes presiones norteamericanas.39 El desgaste de la administración estadounidense, su descrédito entre la mayoría de los aliados europeos, y la perspectiva de un cambio de gobierno en Washington fueron decisivos. La influencia de una suerte de «efecto Obama» debe entenderse como doble perspectiva de cambio: en la relación con los aliados y con Cuba. Ello permitió a la UE disponer de un ambiente y un margen de maniobra más confortables en su proyección hacia la Isla, que se hizo efectivo a lo largo de 2009, al menos por tres factores: una mejoría en la relación WashingtonBruselas, un discurso menos crispado y agresivo hacia Cuba que el de Bush, y el cumplimiento de sus mínimas promesas electorales de cambio respecto a la Isla. La nueva administración no cuestionó la decisión europea de eliminar las sanciones a Cuba. Por primera vez en tres años, en 2009 no apareció ninguna mención particularizada a Cuba en la Declaración de la Cumbre Trasatlántica. Los resultados de todo este proceso han sido: bilaterales entre la UE y Cuba, que se hicieron más difíciles, más lentas y más complicadas. Desaparecido el socialismo en los nuevos Estados miembros provenientes de Europa del Este, Cuba perdió relevancia en sus agendas exteriores, lo que contribuyó adicionalmente a diluir el ya relativo interés de la UE por la Isla. El anticomunismo visceral que acompañó a la transición y fue el leitmotiv de las consignas del «regreso a Europa» echó más leña al fuego y se unió al predominio del conservadurismo en el interior de la UE, traducido a las políticas comunitarias, y reflejado en actitudes particularmente intransigentes hacia Cuba. Este proceso discurrió paralelamente a una etapa que combinó una fuerte introspección eurocentrista, determinada por la amplitud y las complejidades de la agenda doméstica de la UE, con la necesidad de recomponer la alianza transatlántica. En el contexto dominado por el Informe de la Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre (el llamado Plan Bush), la UE tuvo una constatación adicional de su incapacidad para proyectar su política hacia Cuba más allá del corto término: el fracaso de una proyectada Estrategia a Mediano Plazo para la Democracia en Cuba (Policy Paper on EU Medium Term Strategy Towards Democracy in Cuba, de inspiración alemana), con algunas concomitancias, no por circunstanciales menos curiosas.38 Desde Cuba, la suspensión de la cooperación con la UE y sus Estados miembros como reacción a las sanciones de junio de 2003 puso en tela de juicio algunos fundamentos del poder en las relaciones internacionales. Adicionalmente, el «congelamiento» sufrido por los diplomáticos de los gobiernos de la UE que se sumaron a la política de invitaciones a la llamada disidencia, le dio una clara señal de que había cometido un error de cálculo en cuanto a las posibilidades de las sanciones, y de una política basada en la presión. Para algunos especialistas, esta situación fue equiparable a una ruptura de relaciones, aunque no fue realmente así. Los Estados miembros comenzaron paulatinamente a darse cuenta de cuán contradictoria podía ser, a veces con sus intereses nacionales, la política consensuada por sus capitales en Bruselas. z 73 Una relación no regida aún por acuerdo alguno, bilateral o multilateral, de los que componen el sistema de instrumentos que vinculan a la UE con sus contrapartes internacionales, que es, por lo tanto, proclive a ser víctima de los avatares de la coyuntura, en específico de acontecimientos internos en Cuba, tomados por los gobiernos de los Estados miembros Eduardo Perera Gómez z z z z o un sector de las fuerzas políticas dentro de la UE como argumento para desmontar, o montar, líneas de acción. Esta relación bilateral se concretó a partir de la eliminación de las sanciones que el Consejo impuso a Cuba en junio de 2003. Si bien estas se habían «suspendido» en enero de 2005 ante la insistencia de España y, para algunos, no eran más que «un fantasma», en la práctica seguían vigentes y eran aplicadas discrecionalmente por algunos Estados miembros. La política de Cuba era clara al respecto: no era posible sentarse a la mesa de negociaciones con la UE como no fuera en igualdad de condiciones; algo que las sanciones impedían, y que, a la inversa, la propia UE ni sus países miembros, por separado, hubieran aceptado. La relación actual se basa en tres ejes: un diálogo político bilateral, establecido mediante canje de notas con la presidencia francesa del Consejo (juliodiciembre de 2008); cooperación con la Comisión Europea, retomada durante una visita a La Habana, en octubre de 2008, del entonces comisario europeo para el Desarrollo y la Ayuda Humanitaria, Louis Michel, y la firma de una Declaración Conjunta, y mantenimiento del acceso, nunca interrumpido, al Sistema Generalizado de Preferencias (SGP) de la UE, como fórmula de cooperación comercial. El diálogo político acordado se instauró «sobre bases recíprocas, con carácter incondicional y no discriminatorio». Hasta junio de 2010, se habían celebrado cuatro encuentros a nivel ministerial entre Cuba y la troica de la UE, encabezada en cada uno de ellos por la correspondiente presidencia rotativa semestral del Consejo: Francia, República Checa, Suecia y España, sin contar otras dos acciones desarrolladas en el primer semestre de 2009, también en el marco del diálogo político. La reanudación de la cooperación con la Comisión Europea movilizó con relativa rapidez unos cuarenta millones de euros de las líneas temáticas del presupuesto comunitario para proyectos en áreas específicas de interés prioritario convenidas por ambas partes, a los que se agregaron posteriormente otros veinte millones. Este proceso estuvo acompañado por la visita a Cuba de varias misiones técnicas de la Comisión Europea, así como por cuatro de comisarios europeos, la mayor proporción en toda la historia de las relaciones entre la Isla y la UE:40 el comisario europeo para el Desarrollo y la Ayuda Humanitaria, Louis Michel, en octubre de 2008 y marzo de 2009; la comisaria de Relaciones Exteriores, Benita Ferrero-Waldner, en julio de 2009, y el comisario para el Desarrollo y la Ayuda Humanitaria, Karel De Gucht, en octubre de 2009. z En marzo de ese año, la Comisión Europea organizó en La Habana un evento sobre cooperación con Cuba, al que asistieron más de veinte funcionarios del Ejecutivo comunitario, la mayor presencia simultánea de oficiales de esta institución en Cuba desde que se establecieron las relaciones. En este contexto, se reanuda la cooperación bilateral con diferentes Estados miembros. A la nunca interrumpida cooperación con Bélgica se añadió, en 2007, la recuperación de la colaboración con España. Posteriormente se reinauguró con Austria, Chipre, Italia y Portugal, con perspectivas de ampliación a otros países. La asignatura pendiente es aún la existencia de la Posición Común. Oportunidades futuras La entrada en vigor del Tratado de Lisboa, el 1 de diciembre de 2009, introduce una reforma institucional largo tiempo acariciada dentro de la UE, a la vez que plantea más interrogantes que respuestas: ¿se abren posibilidades para una política exterior verdaderamente común de la UE o, dicho de otra forma, logrará la UE fortalecer su soberanía supranacional en política exterior? Está claro que mientras esta pregunta no tenga una respuesta afirmativa la Unión seguirá siendo un terreno de enfrentamiento de los intereses nacionales de los Estados miembros, en el que se ocultan del resto del mundo sus mutuas rivalidades, y el ámbito en que muchos de ellos proponen y aplican políticas y estrategias con las que no son consecuentes en sus relaciones bilaterales con terceros países, y que a veces afectan sus propios intereses. ¿Cuál será, por otra parte, la relación de la Europa del Tratado de Lisboa con el poder de los Estados Unidos, que a pesar del avance mundial hacia la multipolaridad sigue siendo la única potencia «multidimensional»? 41 ¿Cómo se manifestaría la debilidad europea en su competencia con ella en el terreno cubano, en un escenario posbloqueo? El modo en que el Tratado rediseña la dinámica interinstitucional de la UE podría tener relevancia para su capacidad de redefinir la proyección hacia Cuba, de modo tal que favorezca una normalización de las relaciones bilaterales.42 ¿Qué significa, en este contexto, «relaciones normales»? Significa el mantenimiento de unas no discriminatorias con respecto a las que la UE mantiene con cualquier otra parte del mundo, que, sin dejar de ser conflictuales, estén referidas a la regla o a lo que tiende a serlo y no sean objeto de un tratamiento de excepción. Para Cuba, ello pasa por la eliminación de 74 La Unión Europea y su papel en las relaciones Estados Unidos-Cuba la Posición Común, el punto no resuelto de la agenda bilateral, cuya ineficacia es reconocida. Su sustitución por un marco bilateral de relaciones —un acuerdo de cooperación económica y comercial— parece ser la vía más apropiada para que este instrumento deje de ser el referente de la UE en sus relaciones con Cuba. La gran interrogante es si resulta probable, e incluso posible, eliminar la Posición Común. De hecho, una vez eliminadas las sanciones diplomáticas de junio de 2003, reanudado el diálogo político y retomada la cooperación con la Comisión Europea, este instrumento constituye, a simple vista, el único obstáculo para una evolución positiva del entramado bilateral y su concreción en un marco contractual que le otorgue estabilidad y la posibilidad de avanzar hacia nuevos espacios. El momento habría parecido especialmente propicio: z z z el más positivo y deseable —sustitución de la Posición Común por un marco bilateral de relaciones bajo la forma de un acuerdo— pasando por el mantenimiento del statu quo, hasta los más negativos —un nuevo impasse u otra confrontación. Los gobiernos de los Estados Unidos, por su parte, han apoyado hasta ahora la Posición Común. No puede olvidarse que esta fue adoptada en momentos en que la administración demócrata de William Clinton presidía la Casa Blanca, y que se inserta en el contexto diseñado por la adopción de la Ley Helms-Burton. Aun cuando son administraciones y contextos diferentes, la de Obama no ha defendido la Posición Común abiertamente, pero tampoco la ha rechazado, ni parece apoyar los esfuerzos públicamente declarados del gobierno de España por promover y lograr su eliminación. Lo más evidente en la postura de la actual administración norteamericana sobre la posibilidad de su eliminación han sido las declaraciones del secretario de Estado adjunto para el hemisferio occidental, Arturo Valenzuela, quien afirmó a inicios de febrero: «En este momento, a nuestro juicio, el cambio de la Posición Común no lo vemos necesariamente positivo, pero depende mucho de cómo se plantee al buscar cómo cambiarla». Subrayó que una eventual variación de la postura de la UE debe dejar «muy claro que lo que se requiere» es una «expectativa» de «apertura democrática en Cuba». «Ese creo yo que es el objetivo que tenemos todos hacia adelante. Ver a una Cuba democrática», insistió.44 La eliminación de la Posición Común sería un paso de avance importante para la normalización de las relaciones UE-Cuba y para mostrar lo que algunos autores llaman su «compromiso constructivo» con la Isla. Por su alcance político, podría ser fuente de un conflicto entre la UE y los Estados Unidos, que obligue a Bruselas a dar algo a cambio a Washington. Aunque haría más evidentes las limitaciones de la administración Obama, no es probable que influya de manera decisiva en un giro de la política estadounidense, como sí influiría, sobre la política de la UE, el levantamiento del bloqueo. Sobre esto existe un antecedente importante: la UE no firmó un acuerdo de cooperación con Viet Nam, cuya negociación demoró ocho años, hasta después de que los Estados Unidos levantaron el embargo contra ese país. Ello es contradictorio con el hecho de que, de cara al futuro, el campo para la colaboración en el marco del triángulo Estados Unidos-UE-Cuba podría ser potencialmente amplio. Incluso sin un acuerdo bilateral, la cooperación con la Comisión Europea incluye sectores que constituyen puntos naturales de una eventual agenda de trabajo conjunto entre Cuba y los Estados Desde el último cuarto de 2008 ha habido una relación institucional fluida entre la UE y Cuba, que ha circulado predominantemente por canales diplomáticos y se ha despojado un tanto del tono confrontacional a nivel del discurso público. Las adaptaciones institucionales previstas por el Tratado de Lisboa entrarán en vigor progresivamente, durante un período de transición, cuyo comienzo coincide con el semestre de presidencia española, la cual, por lo que se ha dicho, tiene una especial importancia en el proceso. A la presidencia española le sucederá, en el segundo semestre de 2010, la de Bélgica, el único país miembro de la UE con el que Cuba mantuvo la cooperación durante el período 2003-2008, en respuesta a su posición constructiva y su distanciamiento en el tema de las sanciones. Aunque menos influyente que España en el tema Cuba, y ya en un período más avanzado de aplicación del Tratado de Lisboa, la presidencia belga del Consejo se sumaría a la española para dibujar 2010 como un «buen año», a diferencia de 2009 con las presidencias checa y sueca. Sin embargo, aunque el consenso de los Veintisiete sobre la ineficacia de este instrumento es mayoritario, cualquier decisión al respecto tiene que ser adoptada por el voto unánime de los Estados miembros, lo que no resulta fácil. Algunos gobiernos europeos, como el sueco, manifestaron su desacuerdo desde que España anunció su intención de eliminarlo.43 Cuba no acepta que la Posición Común se mantenga como el referente de sus relaciones con la UE, por lo que, en dependencia de los resultados que pueda tener un análisis del tema en el seno del Consejo y, sobre todo, de la forma en que estos se manifiesten, los escenarios pueden ir desde 75 Eduardo Perera Gómez sus grandes beneficiarios son todos aquellos que, en cualquiera de los vértices del triángulo, se oponen al diálogo entre los Estados Unidos y Cuba, y entre la UE y Cuba. La derecha española, una de las más activas por razones obvias, incluso toma a Obama como ejemplo de que ninguna transformación debe hacerse.45 Las opciones no parecen ser muchas, teniendo en cuenta que los cambios «a la carta», bajo presión foránea, están fuera de consideración y que la naturaleza del modelo cubano no es punto de agenda en ninguno de los diálogos bilaterales. Así, o prevalece la voluntad de acercamiento que se retomó en 2008, permitiendo el avance, tal vez lento pero progresivo, de la cooperación posible entre los vértices de este triángulo, o se cierra «hasta nuevo aviso». Para cualquier mente medianamente lúcida está claro cuál es la mejor alternativa. Unidos (drogas, cambio climático, catástrofes naturales, intercambio científico y académico, cooperación triangular) y la reanudación progresiva de la colaboración con los Estados miembros de la UE debería contribuir a reforzarla. Previo acuerdo sobre la definición de áreas de interés común, y según las prioridades de desarrollo de Cuba, los campos de una futura colaboración son amplísimos, y sus potencialidades proporcionalmente directas a la eliminación del bloqueo y la normalización de las relaciones con la UE, y de la cooperación con sus Estados miembros. Cuba no solo dispone de capacidad de absorción en términos de economía de escala, sino que, desde una nueva perspectiva, y con una visión más abierta de todos los actores, sus recursos humanos, su experiencia y su know-how en numerosas áreas de cooperación internacional podrían unirse a la capacidad material, técnica y financiera de que disponen, tanto la Comisión Europea y los Estados miembros de la UE como los Estados Unidos para explorar y abrir importantes avenidas de cooperación. Entre las múltiples dimensiones que esta colaboración podría adoptar, una posibilidad interesante sería la de contribuir, mediante fórmulas multilaterales de diverso formato, a programas de desarrollo en otros países. De hecho, no pocas propuestas de explorar campos de cooperación triangular han sido formuladas por Cuba a los países europeos. El más reciente y cercano ejemplo de estas posibilidades es Haití, donde alguna colaboración ya ha tenido lugar entre Cuba y los Estados Unidos, en el esfuerzo de enfrentar con rapidez la emergencia provocada por el sismo: Washington solicitó a Cuba sendos permisos de sobrevuelo sobre el oriente cubano para evacuar heridos y trasladar ayuda humanitaria a Haití, respectivamente. Mientras, se ha estado intercambiando información sobre el tema con Cheryl Mills, jefa de gabinete de Hillary Clinton y responsable de los esfuerzos de ayuda humanitaria estadounidenses, lo que permite suponer la posibilidad de otras colaboraciones sobre el terreno. Lamentablemente, la cruzada que desde medios y partidos europeos ha instrumentalizado con fines políticos la muerte de un preso común, en cuyo contexto se inserta la Resolución adoptada por el Parlamento Europeo el 11 de marzo, introduce un factor negativo en este proceso. La utilización de la política interna cubana como coartada para subvertir tendencias favorables en las relaciones UE-Cuba constituye una reiteración que, por ello mismo, deja de ser coincidencia. El alud propagandístico desatado desde Madrid y Miami tiene tres blancos fundamentales: el gobierno de Cuba, los intentos de eliminar o sustituir la Posición Común, y la gestión del PSOE, mientras Notas 1. Las relaciones entre las Comunidades Europeas y Cuba datan de septiembre de 1988. 2. Daniel S. Hamilton y Joseph P. Quinlan, Partners in Prosperity: The Changing Geography of the Transatlantic Economy, citado por Sandy Núñez Martínez, «EE.UU.-Europa: unidos hasta que la economía los separe», Revista de Estudios Europeos, n. 71, La Habana, septiembrediciembre de 2005. 3. La UE nace del Tratado de Maastricht (1987), el cual añadió a las Comunidades Europeas (CECA, EURATOM, CEE), pilar económico, comunitarizado de la integración, otros dos de carácter intergubernamental: PESC y Justicia y Asuntos de Interior (JAI). Sucesivas ampliaciones llevaron la integración europea de seis miembros fundadores (Alemania, Bélgica, Francia, Holanda, Italia y Luxemburgo) a los 27 actuales con la incorporación de Dinamarca, Irlanda y Reino Unido (1973); Grecia (1981); España y Portugal (1986); Austria, Finlandia y Suecia (1995); Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia y República Checa (2004) y Rumania y Bulgaria (2007). Véase Eduardo Perera, «Impacto de la ampliación en las relaciones exteriores de la Unión Europea», Revista de Estudios Europeos, n. 69, La Habana, enero-abril de 2005. 4. No por consenso, como a veces se señala. 5. Consejo de Ministros de la UE, «Posición común de 2 de diciembre de 1996 definida por el Consejo en virtud del artículo J.2 del Tratado de la Unión Europea, sobre Cuba», 96/697/PESC, Diario Oficial, n. L 322, 12 de diciembre de 1996, pp. 0001-2. 6. Los Estados miembros de la UE nunca han votado en contra del proyecto de resolución «Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos de América contra la República de Cuba». 7. «La Unión Europea considera que la política comercial de los Estados Unidos relativa a Cuba es fundamentalmente una cuestión bilateral. Sin embargo, la Unión Europea y sus Estados miembros han venido expresando claramente su oposición a la extensión extraterritorial del bloqueo impuesto por los Estados Unidos, como 76 La Unión Europea y su papel en las relaciones Estados Unidos-Cuba la que se dispone en la Ley sobre la Democracia en Cuba, de 1992, y la Ley Helms-Burton, de 1996». Véase «Informe del Secretario General de la ONU», A/59/150, 16 de julio de 2004, disponible en www.cubavsbloqueo.cu. Los resultados pueden ser paradójicos: bajo la Ley Torricelli, las sucursales europeas de empresas norteamericanas no pueden comerciar con Cuba, mientras sí pueden hacerlo, bajo licencia, las sedes centrales; los barcos europeos que toquen puertos cubanos no pueden tocar puertos norteamericanos en un plazo de seis meses; mientras los norteamericanos que realizan comercio con Cuba no están sometidos a dicha restricción. 19. Consejo Europeo de Madrid, «Conclusiones de la Presidencia», Boletín de la Unión Europea, Luxemburgo, diciembre de 1995. 20. Joaquín Roy, «La Unión Europea ante Cuba y Colombia: de buenas intenciones y altas esperanzas a notables contradicciones y grandes frustraciones», América Latina Hoy, n. 31, Salamanca, 2002. 21. Respuesta de José M. Anacoreta Correia —entonces Director de América Latina en la DG I de la Comisión Europea— a una pregunta formulada durante la conferencia magistral que ofreció en el III Encuentro Internacional de Estudios Europeos, La Habana, octubre de 1995; Revista de Estudios Europeos, n. 36, La Habana, octubre-diciembre de 1995. 8. Véase Joaquín Roy, «European Views on Cuba (1959-2009): Milestones and Trends», ponencia presentada en la conferencia de la Asociación Canadiense de Estudios Latinoamericanos (CALACS), Vancouver, 4 al 7 de junio de 2008, p. 12; y también Susanne Gratius, «Cuba, los Estados Unidos y Europa: perspectivas de cambio», Política Exterior, n. 130, Madrid, julio-agosto de 2009, p. 100, donde plantea: «Las relaciones entre Cuba y la UE [...] siempre han estado condicionadas por los Estados Unidos». 22. Ángel Viñas, «La Unión Europea y Cuba: historia de una acción de estrategia exterior en la posguerra fría», citado por Joaquín Roy, «La Unión Europea…», ed. cit. 23. En su discurso a la VI Conferencia Interministerial UE-Grupo de Río (Cochabamba, Bolivia, abril de 1996) Manuel Marín expresó: «Estuvimos haciendo una oferta al Gobierno cubano, que era la de concluir un acuerdo de cooperación con la UE, acompañada por una oferta del Grupo de Río, aquí en Cochabamba, de incluir a Cuba como país observador [...] Las autoridades cubanas son estrictamente responsables de que Cuba no esté hoy aquí en Cochabamba y de que un acuerdo de cooperación con la UE no sea posible». Europe Bulletin, Bruselas, 16 de abril de 1996. 9. Joaquín Roy, ob. cit., p. 24; Jorge I. Domínguez, intervención en Taller de autores de la revista Temas, 11 de febrero de 2010, véase su texto en el presente número. 10. Pascual Serrano, «La democracia cubana no se agota en la representación formal, sino que incorpora mecanismos y formas de la democracia directa» (entrevista a Ricardo Alarcón), Rebelión, 6 de diciembre de 2003, disponible en www.rebelion.org. 24. Véase Richard Nuccio, «Cuba: A U.S. Perspective», citado por Joaquín Roy, «La Unión Europea…», ed. cit. 11. Véase Eduardo Perera, «Condicionalidad y condicionamientos previos en la política de cooperación al desarrollo de la Unión Europea», Revista de Estudios Europeos, no. 53-54, La Habana, enerojunio de 2000. 25. Para una comparación entre la propuesta española, la formulada por los Estados Unidos a sus principales contrapartes europeas, y la adoptada por el Consejo de la UE, véase «Fidel-Aznar. Sigue la partida. ¿Y los cubanos qué?», Cambio 16, n. 1310, Madrid, 9 de diciembre de 1996. 12. Cuba es uno de los cinco países objeto de la aplicación de este instrumento, junto a Zimbabwe, Myanmar, Nigeria e Iraq. 26. «Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores sobre las Conclusiones del Consejo de Relaciones Exteriores de la Unión Europea sobre Cuba», 22 de junio de 2007, disponible en http://embacuba.cubaminrex.cu. 13. El ejemplo más reciente es la resolución adoptada por el Parlamento Europeo tomando como argumento la muerte de Orlando Zapata («Resolución del Parlamento Europeo, de 11 de marzo de 2010, sobre la situación de los presos políticos y de conciencia en Cuba», P7_TA-PROV(2010)0063, disponible en http://europarl.europa.eu), mientras no adoptó una sola resolución de condena al golpe de Estado en Honduras. 27. «State Department Communiqué», 3 de diciembre de 1996, citado por Joaquín Roy, «La Unión Europea…», ed. cit. 28. «Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores» [de la República de Cuba], Granma Internacional, La Habana, 4 de diciembre de 1996. 14. Véase Gerardo Arreola, «Ayuno de presos afecta el diálogo de Cuba con EU y la UE» (entrevista a Rafael Hernández), La Jornada, México, DF, 16 de marzo de 2010, p. 20, disponible en www.jornada.unam.mx; y Salim Lamrani, «Cuba, los medios occidentales y el suicidio de Orlando Zapata Tamayo», Cubadebate, 2 de marzo de 2010, disponible en www.cubadebate.cu. 29. En tal sentido apuntó la constitución de la Fundación HispanoCubana en Madrid, una especie de rama de la Fundación Nacional Cubano Americana, con participación plena del liderazgo del PP y la utilización de la Casa de América como lugar de encuentro. 15. Véase Carlos Alzugaray, «Cuba cincuenta años después: continuidad y cambio político», Temas, n. 60, octubre-diciembre de 2009, donde señala que el concepto «transición» «está en la actualidad demasiado “cargado” y presupone un “cambio de régimen”». 30. En marzo de 2003, setenta y cinco personas fueron condenadas por los tribunales cubanos, al amparo de la Ley 88 (Ley de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba), bajo cargos de colaboración con una potencia extranjera. 16. José Manzaneda, «La guerra mediática contra Cuba y Venezuela necesita peones progresistas», Cubainformación, 21 de mayo de 2010, disponible en www.cubainformacion.tv. 31. Consejo de la Unión Europea, «Comunicado de Prensa, Sesión No. 2881 del Consejo Agricultura y Pesca», Luxemburgo, 23 y 24 de junio de 2008, disponible en www.consilium.europa.eu. 17. Véase Eduardo Perera, «La Unión Europea y Cuba. Hacia un mayor realismo en las relaciones», Revista de Estudios Europeos, n. 31, La Habana, julio-septiembre de 1994. 32. Andrés Ortega, «Dios, armas y ley», Foreign Policy en Español, n. 6, Madrid, diciembre de 2004. 33. Miguel Ángel Moratinos, «Nueva oportunidad», Foreign Policy en Español, n. 6, Madrid, diciembre de 2004. 18. Comisión Europea, «Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo sobre las relaciones entre la Unión Europea y Cuba», COM (95)306, Boletín de la Unión Europea, Luxemburgo, junio de 1995, p. 306. 34. Embajada de Cuba en Madrid, «Resumen de la prensa española», 10 de noviembre de 2004. 77 Eduardo Perera Gómez que le confiere el Tratado de Lisboa, y el margen de maniobra real que sepa construirse y que le permitan tener los Estados miembros, así como el carácter de su propia relación con los Estados Unidos. 35. Joaquín Roy, «Confrontación, irritación y desilusión: balance de las relaciones entre la Unión Europea y Cuba», ARI, n. 165, Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos, Madrid, 2004. 43. En octubre de 2010, la directora de América Latina de la Cancillería sueca, Elizabeth Eklund, dijo a nombre de la Presidencia del Consejo estar «sorprendida» por los planes y manifestó su rechazo a la propuesta: «Semejante cambio requerirá el apoyo de los Veintisiete, y nosotros no apoyaremos el cambio». Véase Aitor Hernández Morales, «La Presidencia española plantea cambiar la relación entre la Unión y Cuba», El Mundo, Madrid, disponible en www.elmundo.es. «El ministro español [Moratinos —N. del A.] defendió su propuesta cuando viajó a La Habana el pasado mes de octubre, pero ya entonces reconoció que sería difícil cualquier cambio por las reticencias de países como Suecia, Holanda, el Reino Unido, la República Checa o Alemania». «España desiste de cambiar Posición Común de la UE con Cuba», EFE, Madrid, 15 de abril de 2010, reproducido por varios medios, entre ellos El Nuevo Herald y Casa América. El corresponsal de La Jornada, de México, comentaba el 20 de octubre de 2009, desde La Habana, en ocasión de la visita de Moratinos, que «algunos países europeos, como Suecia, República Checa, Holanda y Alemania, se niegan a eliminar la posición común sin que Cuba tome alguna decisión significativa en materia de derechos humanos, como una liberación de opositores presos». Véase Gerardo Arreola, «Llama canciller cubano a eliminar la Posición Común de Bruselas», La Jornada, 20 de octubre de 2009, disponible en www.jornada.unam.mx. 36. Mientras en Washington George W. Bush se encontraba con Tony Blair y recibía en visita privada a Aznar, sin devolver a Zapatero la felicitación por su victoria, el Ejecutivo de Madrid demoraba en nombrar a su embajador en Washington. 37. IBLNEWS, Nueva York, 10 de noviembre de 2004. 38. Véase Salim Lamrani, «La Unión Europea en el fondo del abismo», Rebelión, disponible en www.rebelion.org. 39. Parte de ellas ejemplificadas a través de los encuentros sostenidos por Kirsten Madison —subsecretaria de Estado para Centroamérica y Cuba, de la administración Bush— y Caleb McCarry, en las Cancillerías de varios Estados miembros, y del giro de 180 grados en las posiciones de la delegación alemana en la negociación de las Conclusiones del Consejo, luego de la visita de despedida de Bush a Alemania. 40. Anteriormente, solo habían visitado Cuba el Comisario para la Cooperación al Desarrollo y las Relaciones con América Latina, Manuel Marín (abril de 1994 y febrero de 1996) y Emma Bonino, comisaria de Pesca y Ayuda Humanitaria (1995). 41. Los Estados Unidos son la única potencia tridimensional: económica, política y militar. Pedro Canales, «La cara de la nueva Administración será más cercana a Powell que a Rumsfeld», La Razón, Madrid, 4 de noviembre de 2004. 44. «EE.UU. rechaza un cambio de la UE hacia Cuba, como pedía Moratinos». EFE-ABC, Washington, DC, 2 de febrero de 2010. 45. El diario ABC, en su edición digital del 3 de abril de 2010, señalaba: «España debe estar agradecida por esa posición inconfundible de Washington en lo que nos afecta más directamente y ha de extraer las consecuencias de lo que significa que Cuba siga en la lista de los países que apoyan el terrorismo [...] la administración Obama no ha tenido ningún plan para allanar el camino de las relaciones con Cuba más allá de los intentos de resolver problemas migratorios que se conocen». «Cuba y el terrorismo», ABC, Madrid, 3 de abril de 2010, disponible en www.abc.es. 42. El Alto Representante para la PESC presidirá siempre, en lo adelante, el Consejo de Relaciones Exteriores de la UE, lo que comporta una pérdida de importancia de las presidencias semestrales en el ámbito de la política exterior. La reforma tiene consecuencias también para la conformación de la troica de la UE, teniendo en cuenta que el Alto Representante es, a la vez, vicepresidente de la Comisión Europea a cargo de las relaciones exteriores. A ello se añade la eventualidad de que Cuba, actualmente atendida por la Dirección General de Desarrollo (DG DEV) de la Comisión Europea, pase a serlo por la de Relaciones Exteriores (DG RELEX) que preside la baronesa Catherine Ashton, Alta Representante. Aunque estas son por el momento conjeturas, el papel de Ashton es también una incógnita, y un elemento de importancia que tener en cuenta por sus capacidades y proyección futuras; el enorme poder © 78 , 2010 no.económicas 62-63: 79-89, abril-septiembre de 2010. Estados Unidos-Cuba: potenciales implicaciones de la normalización Estados Unidos-Cuba: potenciales implicaciones económicas de la normalización Archibald R. M. Ritter Profesor. Universidad de Carlton, Ottawa. A la altura de mediados de 2010, los obstáculos a la normalización de relaciones entre los Estados Unidos y Cuba parecían casi insuperables. Aunque en los primeros meses de la presidencia de Barack Obama hubo optimismo respecto a que se estuviera echando a andar un proceso de acercamiento, este pareció estancarse después de las primeras medidas de la nueva administración: la liberalización de las remesas y los viajes para los cubanoamericanos. El hecho de no conseguir avanzar resulta desafortunado por muchas razones. El costo económico de proseguir el estancamiento es inmenso. Las ventajas económicas directas de normalizar las relaciones se producirían a través de cierto número de canales, que incluyen el movimiento de personas, el comercio de bienes y servicios, la inversión extranjera directa, los flujos financieros y la transferencia tecnológica. Estos tendrían una variedad de impactos sobre la eficiencia económica, los estándares de vida, los niveles de ingresos y su distribución. Tales impactos se esbozarán recurriendo a dos escenarios. En el primero, se da por sentado que la normalización se produce sin que haya otros cambios de política económica interna en Cuba. En el segundo, se parte de la idea de que la Isla adopta cierto número de reformas económicas cuyo resultado es un grado razonable de liberalización económica. Este ensayo no analiza cómo lograr la normalización ni sugiere hoja de ruta alguna en esta dirección; tampoco examina los actuales intercambios económicos entre los Estados Unidos y Cuba, ni las importantes consecuencias políticas de la normalización para ambos países. En lugar de ello, su propósito es explorar las posibles consecuencias económicas de tal proceso en los dos escenarios. La nor malización tiene que ver con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, el cese del embargo, el inicio de una relación abierta de comercio, una apertura mutua para canalizar inversiones extranjeras directas (IED), y una liberalización del movimiento de personas y de flujos financieros. Incluiría la eliminación de las numerosas restricciones al comercio, a las comunicaciones, a los vínculos por Internet y a los viajes que hoy caracterizan la política de 79 Archibald R. M. Ritter expansión del espectro de sus exportaciones a la Isla. Además, muchos cubanoamericanos, sobre todo los radicados en la Florida, están preparados para desempeñar un papel significativo en la facilitación de la interacción económica entre los dos países. Esta comunidad incluye a personas dotadas de un marcado interés por la promoción de acciones de este tipo, así como de recursos financieros y una amplia experiencia en el campo de los negocios, y el talento para llevarlas a cabo. A pesar de estos factores positivos, las exportaciones de mercancías de Cuba a los Estados Unidos probablemente se incrementen solo de un modo modesto, debido a problemas de oferta. En contraste con ello, las exportaciones cubanas de servicios —especialmente el turismo— deberán crecer de manera significativa. Una normalización de relaciones resultaría un beneficio de envergadura para los Estados Unidos, que adquirirían de ese modo un mercado cercano para sus mercancías. Con algunas gestiones mediadoras por parte de la comunidad de negocios cubanoamericana y de una más amplia, sus exportaciones de muchos tipos de productos crecerían rápidamente. Estas desplazarían de manera parcial a algunos productos que Cuba importa en la actualidad desde Europa, Latinoamérica y Asia, así como de Canadá. Un indicador sobre la velocidad con la que aumentarían lo brinda la liberalización de las ventas agrícolas y médicas en 2002. En el período que media entre 2001 y 2008, las agrícolas se incrementaron de 4,6 millones de dólares a casi 700 millones.1 Este aumento puede atribuirse en parte a una mayor disponibilidad de divisas por parte de Cuba. En efecto, los granjeros estadounidenses, las empresas exportadoras, los estados productores y la economía norteamericana en general se estuvieron beneficiando del incremento de la prosperidad de Cuba. Por otra parte, hallarían mercados potenciales los bienes de capital —incluidos equipos de generación eléctrica y trasmisores, medios de construcción, vehículos especializados de muchos tipos, camiones ligeros y de transporte, equipos y sistemas de teléfono, Internet y comunicaciones, de mantenimiento de carreteras y vías férreas, de exploración, extracción y procesamiento de petróleo, de fabricación de cemento, aeronaves y muchos sistemas integrados de producción. Productos intermedios como los químicos especializados, plásticos y minerales, petróleos y combustibles, metales semifabricados, maderas, de papel semiacabados y otros materiales de construcción; y muchos más tendrían también buenas perspectivas de mercado. Se sumarian algunos tipos de bienes de consumo, incluidos amueblamiento casero, equipos hogareños de reparación y del tipo «hágalo usted mismo», alimentos procesados y automóviles. los Estados Unidos respecto a Cuba, más la clausura de Radio Martí. Normalización en el marco del statu quo de la política económica de Cuba En este primer escenario, se da por sentado que los principales rasgos de la administración económica permanecen inalterables y que Cuba no realiza cambios respecto a sus políticas de comercio e inversión extranjera, libertad de movimiento y flujos financieros. El ambiente de política económica del momento se caracteriza por lo siguiente: z z z z z z z z Sistemas monetario y cambiario duales. Ambiente de regulaciones restrictivas y de elevados impuestos al trabajo por cuenta propia. Prohibición de empresas pequeñas, medianas y cooperativas del sector privado (EPM). Proteccionismo burocrático y «comercio estatal centralizado», es decir, controles sobre las importaciones de mercancías y servicios, sin permitir que esto lo determine el mercado descentralizado. Restricción de la inversión extranjera a las empresas mixtas, y un proceso de autorización caso por caso. Restricciones a la inversión extranjera respecto a la contratación y la remuneración, la repatriación de utilidades, y la limitación a actividades de captación de divisas. Exclusión de organizaciones laborales al margen de la CTC, limitación de marcos para negociaciones colectivas y derecho a huelga. Limitaciones a los movimientos de ciudadanos cubanos que desean salir de Cuba y retornar a ella. Partiendo de ello, ¿cuáles serían los impactos de la normalización? Comercio Se ampliaría considerablemente el comercio entre los Estados Unidos y Cuba, lo cual tendría consecuencias beneficiosas para el comportamiento económico y el bienestar de los ciudadanos de ambos países, sobre todo para los cubanos. Tomando en cuenta la rapidez con la que se ampliaron las exportaciones agrícolas norteamericanas a Cuba luego de que fueran excluidos del embargo los alimentos y las medicinas, las fuerzas geoeconómicas gravitacionales —por ejemplo, la cercanía, la complementariedad y los inferiores costos de transportación—, sumados a la diversa gama de bienes y servicios que la economía estadounidense puede brindar, conducirán a una rápida 80 Estados Unidos-Cuba: potenciales implicaciones económicas de la normalización inferiores a los de otras fuentes, si se toma en consideración la calidad. En segundo, los costos de transportación son más bajos que con Europa, Asia, gran parte de América Latina y Canadá. Con conexiones navieras normales, muchos productos podrían llegar a Cuba uno o dos días después de ser ordenados desde los cercanos puertos norteamericanos —Nueva Orleans, Houston, Mobile o Miami—, mientras que las demoras desde otras regiones del mundo son mucho mayores. La reparación, el mantenimiento y la disponibilidad de piezas de recambio son también más convenientes y probablemente más baratos en muchos casos. El resultado —ya visto para los productos agrícolas— será una mejor combinación de precio, calidad y costos de embarque y de almacenamiento. Por otra parte, en Cuba la importación de bienes no es «libre» en el sentido de que cualquiera pueda importar cualquier cosa desde cualquier lugar, siempre que la operación esté de acuerdo con la ley y el marco regulador y fiscal. En lugar de ello, por lo general, el gobierno, a través de su Ministerio de Comercio, determina lo que se importa y de dónde. El «comercio de Estado» políticamente motivado —con Venezuela, por ejemplo— puede invalidar el económicamente motivado. Sin embargo, al mismo tiempo, algunas de las mayores empresas conglomeradas de propiedad pública —pero que operan con cierta independencia tanto dentro de la anterior economía de moneda nacional, como la de moneda libremente convertible— tienen una considerable amplitud para importar lo que necesitan para vender al detalle en las antiguamente llamadas «tiendas de dólares» o de «pesos cubanos convertibles» (CUC) en la economía interna de moneda dura. El volumen de importaciones provenientes de los Estados Unidos, al igual que de cualquier otra parte, estaría determinado por las divisas captadas por la economía cubana a partir de la exportación de bienes y servicios o por flujos de capitales al país o préstamos de diversos tipos, para lo que existen serias limitaciones. Las importaciones también resultan afectadas por la disponibilidad de crédito. Históricamente, Cuba ha tenido éxito en la obtención de créditos en diversos países, en especial de la Unión Soviética entre 1970 y 1988, y más recientemente de Venezuela. Sin embargo, los créditos subsidiados de este último país dependen del presidente Hugo Chávez, así como de sus ingresos por concepto de petróleo que, a su vez, dependen de los precios y volúmenes de exportación. No es probable que estos aumenten pronto a pesar de las vastas reservas de ese país, y los precios podrían no volver a los niveles pico de 2007-2008 por algún tiempo. Por lo tanto, la sustentabilidad de sus créditos resulta ambigua. Además, en estos momentos, Cuba no es miembro de las principales instituciones financieras internacionales como Cuando se examina el comercio de los Estados Unidos con países de la región, como República Dominicana y Costa Rica, es posible hacerse una idea del potencial del comercio con Cuba. Por ejemplo, las exportaciones norteamericanas a Costa Rica, cuya población representa un poco menos de un tercio de la de Cuba, con un ingreso per cápita algo superior, fueron de 5 700 millones de dólares en 2008. Para República Dominicana —con 9,5 millones de habitantes, cifra inferior a la de Cuba, y un ingreso per cápita más bajo—, estas alcanzaron, en el mismo año, los 6 600 millones.2 Estas cantidades sugerirían la posibilidad de una multiplicación por diez de las exportaciones norteamericanas a Cuba, a partir del nivel aproximado de 2008 correspondiente a 700 millones de dólares. Sin embargo, el control centralizado del comercio y una proclividad a comerciar con países de mentalidad semejante, como Venezuela, podrían limitar la penetración de productos norteamericanos en el mercado cubano durante cierto tiempo. De otro lado, las decisiones cubanas de importación también parecen basarse, sobre todo, en consideraciones de precio y calidad: testimonio de ello lo brinda el rápido giro de Canadá a los Estados Unidos, como principal fuente de productos agrícolas. El cese del embargo, por ende, tendrá un positivo impacto de gran envergadura para este último país por la vía de sus exportaciones, pequeñas quizás en relación con la escala total de la economía norteamericana, pero razonablemente grandes en términos absolutos. Los Estados Unidos también saldrán ganando en la medida en que Cuba sea capaz de desarrollar sus mercados de exportación allí, a través de algunos productos de más bajo precio, o de mayor calidad, o una variedad más diversificada. En particular, las exportaciones de níquel podrían revelarse como valiosas, aunque en estos momentos no parece existir la capacidad requerida para refinarlo en Cuba. Sería útil que los Estados Unidos tuvieran acceso al concentrado de níquel cubano que hoy es refinado en Canadá u Holanda. Inicialmente, el embargo causó daños de envergadura a la economía cubana, porque muchas de las cadenas de abasto eran norteamericanas, y la red de transporte y el sistema de conservación/almacenamiento estaban diseñados para el comercio de corta distancia, y cuando las piezas de repuesto dejaron de estar disponibles, los recursos capitalizables se deterioraron con mayor rapidez. Aunque en el presente decenio Cuba puede importar virtualmente todo lo que necesita de fuentes no norteamericanas, el cese del embargo tendrá beneficios económicos de envergadura. En primer lugar, los precios de algunos productos y servicios importados de los Estados Unidos son probablemente 81 Archibald R. M. Ritter minas y de concentración es prolongado. Cuba tiene, en efecto, el potencial para acrecentar la producción minera y de concentrado, de modo que con el paso del tiempo esto podría convertirse en un importante renglón de exportación a los Estados Unidos. Resulta improbable que haya exportaciones de nuevos productos manufacturados en el marco del actual ambiente político, en particular el bloqueo de las empresas de pequeña y mediana escala y de las actividades innovadoras que dicho sector podría engendrar. Además, los disfuncionales sistemas monetarios duales y la tasa de cambio, obstaculizan la producción para ese fin, mientras las empresas sean compensadas por sus ganancias en virtud de sus exportaciones a la tasa de 1.00 peso (MN),3 por cada 1.10 dólares (USD) del valor de los productos exportados, en tanto que la tasa real de cambio para los ciudadanos cubanos siga siendo alrededor de 22 pesos por 1 dólar. En resumen, poner fin al embargo aportará un gran beneficio a los Estados Unidos en lo que atañe a la expansión de sus exportaciones de mercancías a la Isla a pesar de algunos obstáculos potenciales. Cuba se beneficiará en lo referido al verdadero poder de compra de sus ingresos de divisas, así como de la disponibilidad de importaciones de mejor calidad y precios relativamente más bajos comparados con los de otras fuentes. Pero será poco probable que pueda ampliar sus exportaciones de mercancías a los Estados Unidos tan pronto cese el embargo debido a problemas de oferta. No obstante, con el paso del tiempo, el mercado norteamericano para medicamentos, bebidas y productos de tabaco debería mejorar. Probablemente Cuba llegará a experimentar algunos aumentos significativos de exportaciones de servicios al vecino país, más allá del turismo. Podría ofrecer servicios médicos a algunos ciudadanos norteamericanos o a sus compañías de seguros que deseen atención de más bajo costo y de buena calidad. Podría esperarse un crecimiento en los terrenos de la música, las artes y los deportes, especialmente el beisbol. Los ciudadanos cubanos también podrían beneficiarse por la vía de mejores comunicaciones y acceso a Internet. A su vez, los Estados Unidos se beneficiarían del suministro de servicios de variados tipos a Cuba. Sería probable que una amplia variedad de exportaciones especializadas, profesionales y de negocios, pudieran comenzar a fluir hacia Cuba y alcanzar rápidamente niveles considerables. Entre estas, sería posible incluir las consultorías de ingeniería, los ser vicios arquitectónicos, de información, computación y comunicaciones, legales, financieros y medioambientales, por solo mencionar algunos. De nuevo, los ciudadanos cubanoamericanos probablemente tendrían un papel destacado en tales actividades. el Banco de Desarrollo Interamericano o el Banco Mundial, de modo que la disponibilidad de créditos para importaciones a partir de esas fuentes no se vislumbra aún. Pero después de la normalización, la membresía y las facilidades de créditos estarían disponibles. Un riesgo a largo plazo para Cuba, que remeda los patrones históricos, sería una excesiva concentración de vínculos comerciales con los Estados Unidos, de modo que sería lógico esperar esfuerzos sostenidos por parte de Cuba para garantizar relaciones comerciales diversificadas. Las exportaciones cubanas de bienes y servicios a los Estados Unidos también se incrementarían con la normalización bajo el actual statu quo de política gubernamental, pero, de nuevo, en un monto inferior al que se produciría a partir de reformas económicas claves. Las exportaciones de mercancías cubanas están limitadas en la actualidad por una débil capacidad de producción. El sector azucarero se contrajo en más de 80% desde finales de los 80, y muestra pocos síntomas de recuperación en el corto plazo.3 Esto pudiera cambiar en un futuro, pero solo con inversiones enormes y transferencia tecnológica, de países como Brasil, para la producción de azúcar y etanol. A corto plazo y sin reformas políticas, sería improbable que la producción de café para la exportación aumente, pues se requiere un precio real sustancialmente más alto al productor, junto a mercados que funcionen bien para las inversiones y para el producto final. Las exportaciones tabacaleras —principalmente tabacos de excelencia— podrían hallar un mercado significativo en los Estados Unidos al margen de las preocupaciones respecto a la salud, aunque ya allí hay disponibles tabacos de alta calidad provenientes de otras fuentes. No obstante, el valor relativo a la curiosidad por los habanos en el mercado estadounidense podría conducir a incrementos de las ventas. Si bien los pequeños agricultores que producen hoja de tabaco de alta calidad podrían ciertamente generar mayores volúmenes bajo condiciones idóneas, la cuestión es si unas políticas de precio apropiadas y el aporte de inversiones brindarán la necesaria estructura de incentivación para el incremento de la producción. Las ventas de ron a los Estados Unidos también aumentarían probablemente de manera significativa, aunque puede esperarse que prosigan las complicaciones legales por el uso de la marca Havana Club. Existe algún potencial para las exportaciones de medicamentos cubanos, pero las pruebas a las que se les someten son trabajosas y demoradas, de modo que el desarrollo de ese mercado requerirá algún tiempo. Del mismo modo, el níquel cubano pudiera entrar al mercado norteamericano, pero el período de gestación para los proyectos de nuevas 82 Estados Unidos-Cuba: potenciales implicaciones económicas de la normalización El movimiento de personas z La normalización de relaciones con los Estados Unidos, incluso sin cambios en la estructura política, generará una bonanza de turismo para Cuba. En la década de los 2000, hubo un monto significativo de visitantes provenientes del Norte, que alcanzó casi 85 000 en 2003, antes de que la administración Bush endureciera las restricciones a los viajes. Buena parte del turismo norteamericano a la Isla en ese período fue legal, del tipo de reunificación familiar o educativo. Pero cierta proporción realizó viajes de manera ilegal, a través de Canadá, México u otros países, y de lo cual no queda constancia en los Estados Unidos, pero sí en Cuba. Los incrementos del turismo luego de la normalización podrían ser espectaculares. Ciertamente, la libertad de los ciudadanos norteamericanos para viajar a Cuba podría implementarse antes de que esta ocurra.4 Se podría prever la expansión en gran medida de los siguientes tipos de turismo: z z z z z z z z Educativo. Es probable que estudiantes y profesores norteamericanos se inscriban o visiten instituciones cubanas de docencia superior o centros culturales y deportivos para pasar cursos, años sabáticos, entrenamientos de idioma, etc., en cifras más altas que las que hasta ahora el embargo ha posibilitado. De receso docente. Los estudiantes de los Estados Unidos probablemente se inclinarán por una visita a Cuba durante el receso de marzo, en lugar de dirigirse a la Ribera Maya, Florida u otras partes. Cuando ocurra la normalización, es probable que cantidades significativas de jubilados se muden a Cuba sobre una base semipermanente. Aunque esto puede no ser «turismo» en términos estrechos, sus consecuencias económicas son las mismas, en particular la captación de divisas a cambio de brindar servicios a nacionales de otros países. Algunos cubanoamericanos, especialmente los de la porción norte y algunos otros ciudadanos podrían optar por pasar la mitad o más tiempo del año en Cuba, tal como a menudo lo hacen hoy día en México, Costa Rica o las regiones del sur de los Estados Unidos. En resumen, Cuba probablemente ha de experimentar un boom turístico que podría ser en principio inmenso, para luego disminuir algo en la medida en que el «turismo de curiosidad» comience a ceder, pero que permanecería en niveles relativamente altos. Podría pensarse que el turismo norteamericano duplicase de manera rápida el monto del canadiense, para luego volver a hacerlo en una década o algo así, tras la normalización, en la medida en que crezca la capacidad de Cuba para alojar cantidades mayores de turistas. Esto también conduciría velozmente a grandes incrementos, quizás a duplicar en el lapso de una década el monto total de los ingresos de Cuba en divisas por concepto de turismo, que ya se ubicaban en 2 360 millones de CUC, o sea, unos 2 600 millones de dólares, en 2008.5 Pero existirán consecuencias negativas para los Estados Unidos, pues los aumentos de los viajes a la Isla podrían ocurrir a costa de destinos en territorio estadounidense, especialmente del sur de la Florida. Este podría ser el caso, sobre todo, del turismo de estación, de sol y playa, de jubilados, e incluso del de convenciones y de receso docente. De otro lado, Miami podría convertirse en un centro principal de tránsito para los viajes a Cuba, mediante hidrodeslizadores de alta velocidad y buques transbordadores convencionales. Pueden concebirse también paquetes conjuntos de turismo Miami-Habana del mismo modo; así que el sur de la Florida podría salir ganando en emprendimientos simbióticos o cooperativos con Cuba. Por su parte, el turismo cubano a los Estados Unidos también se facilitará. No obstante, sin algunos cambios De curiosidad. Podría haber un enorme influjo de ciudadanos norteamericanos deseosos de ver Cuba por primera vez desde 1961. Relativamente pocos deben haber violado las restricciones de viajes, de modo que la demanda, hasta entonces reprimida, podría ser enorme. De reunificación familiar. Cuando se levanten todos los controles a los viajes a Cuba, es probable que ocurra un gran aumento de las visitas de corta duración por parte de cubanoamericanos para cumplir propósitos familiares, como ya ocurrió en 2009 y 2010. De sol y playa. Muchos ciudadanos norteamericanos, especialmente de las regiones nordeste y central del país, probablemente sigan a los canadienses que se escapan del invierno en playas cubanas durante una o dos semanas. De estación. Algunos ciudadanos de los Estados Unidos, principalmente los retirados, se pasarán varios de los meses de invierno en Cuba. Esto permanecerá limitado hasta que sean posibles los arreglos de alojamiento como los condominios de tiempo compartido. De salud. Podría haber algunos viajes a la Isla para acceder a servicios médicos que probablemente sigan siendo más económicos que los de los Estados Unidos. De convenciones. Podrían aumentar significativamente las visitas de corta duración para asistir a convenciones. Cultural y deportivo. Seguramente habría más visitas para interactuar y aprender de los cubanos en áreas de la música, el cine y los deportes. 83 Archibald R. M. Ritter cooperación en exploración, extracción y protección medioambiental son mutuamente deseables para Cuba y los Estados Unidos. Este tipo de inversión extranjera tiene beneficios de gran envergadura, pero también algunos costos. Los primeros contemplarían la transferencia de experiencia empresarial, pericia gerencial, habilidad técnica, recursos financieros, acceso a mercado y equipos de capital en «paquetes» integrados que pueden aplicarse rápida y orgánicamente. Los segundos incluirían la repatriación de utilidades y el desplazamiento hacia ultramar de cierta porción de la toma de decisiones. ¿Exceden los beneficios a los costos? Los gobiernos de la mayoría de los países —también el de Cuba desde 1992— consideran que sí, y por esa razón dan la bienvenida a la inversión extranjera, aunque dentro de marcos reguladores e impositivos de variada intensidad. El ejemplo de Sherritt International resulta instructivo: ha obtenido utilidades que han sido repatriadas —aunque con cierta dificultad en 2009— pero ha generado inmensos beneficios en Cuba en términos de transferencia de tecnología, mejoramiento de la productividad y de los estándares medioambientales, de salud y protección, e ingresos por concepto de impuestos y captación de divisas. ¿Habría inversiones si las relaciones se normalizaran sin cambios de política en Cuba? Probablemente algunos proyectos ocurrirían dentro de los actuales arreglos de empresas mixtas y del sistema de regulaciones; no obstante, hay una variedad de restricciones, de problemas y de incertidumbres que reducen el atractivo para invertir en la Isla. Estos limitan actualmente la inversión extranjera de todos los países y lo seguirán haciendo después de la normalización. En primer lugar, existen dudas con respecto al compromiso del gobierno cubano con el rumbo adoptado hacia las inversiones extranjeras. Aunque los documentos oficiales destinados al consumo internacional la han saludado, otras declaraciones del gobierno cubano y la prensa oficial, así como las conferencias internacionales contra la globalización, celebradas en La Habana entre 1999 y 2007, suscitaron interrogantes sobre el papel futuro de la inversión extranjera en la Isla. Ni siquiera la Sherritt International se ha sentido inmune a esta situación: de política en Cuba, las actuales limitaciones al movimiento de sus ciudadanos hacia territorio estadounidense —como a cualquier destino en estos momentos— podrían continuar. Hoy día, si alguno desea viajar al extranjero en su capacidad personal tiene que ser invitado por un ciudadano extranjero, que ha de pagar, en el caso de Canadá, una cuota consular de 224 dólares canadienses (más 32 para que el consulado cubano se dirija por correo electrónico a la Consultoría Jurídica Internacional competente en Cuba), y «garantizar todos los gastos relacionados con el viaje, tales como alojamiento, subsistencia, seguro médico, etc., de modo que la persona invitada quede legalmente cubierta durante su estancia».6 También es probable que se les cobren cuotas de visa a los ciudadanos cubanos que visiten los Estados Unidos. De ser mantenidas después de la normalización, estas restricciones y cuotas limitarían los beneficios para el país anfitrión y para los propios ciudadanos cubanos. Además, el sistema monetario dual prácticamente imposibilita a la mayoría de los ciudadanos cubanos viajar al extranjero, puesto que la moneda nacional que ganan por su trabajo no es convertible a la tasa oficial de cambio o a una razonable. El salario promedio era, en 2008, de 415 pesos mensuales (aproximadamente 20 o 21 dólares, al cambio oficial).7 A ese nivel de ingresos, el acceso a viajes no es posible, a no ser que se cuente con patrocinadores extranjeros, apoyo estatal o amplias ganancias en pesos convertibles. Perspectivas de inversiones norteamericanas directas en Cuba Existe un importante potencial para las inversiones extranjeras directas en Cuba después de la normalización. La gama de esferas en las que pudieran producirse es amplia y abarca muchos tipos de actividades económicas, incluidas la producción de algunos bienes de consumo, mercancías tradicionales, procesamiento de alimentos, agricultura, servicios profesionales, financieros y de negocios, construcción y transportes, por ejemplo. De nuevo, podría esperarse que la comunidad cubanoamericana en particular tuviese un interés importante y la visión necesaria para ver y cultivar las oportunidades emergentes. El petróleo de plataforma marina es una esfera particular en la que las empresas norteamericanas tienen destreza y experiencia, que podrían ser beneficiosas para la Isla. La conjunción de la cercanía, necesidad y oportunidad promovería este tipo de inversiones. También las regiones de petróleo en las profundidades marinas se hallan en aguas contiguas en el Estrecho de la Florida y el Golfo de México, de modo que la Sin embargo, no puede asegurarse que esta actitud para con la inversión extranjera y la repatriación de capitales vaya a continuar o que un cambio en las condiciones económicas no dé por resultado un cambio en las políticas del gobierno cubano o la imposición de restricciones más fuertes a la inversión extranjera. Semejantes cambios están más allá del control de la Sherritt, y el efecto de cualquier cambio semejante no puede predecirse con acierto.8 En segundo lugar, aunque la ley esboza las «reglas del juego» para los inversionistas extranjeros, en el 84 Estados Unidos-Cuba: potenciales implicaciones económicas de la normalización En vista de los beneficios económicos perspectivos para Cuba y los Estados Unidos, el movimiento en dirección a la normalización es un imperativo. Ambos podrían promover el proceso mediante una secuencia de acciones de apoyo, recíprocamente respondidas. países no tienen escrúpulos con respecto a las inversiones en China, que tiene leyes laborales similares a las de Cuba. La diferencia podría radicar en la existencia de la comunidad cubanoamericana, que podría convertir en un problema el hecho de invertir en la Isla, mediante boicots y campañas publicitarias contra estas empresas; la pérdida potencial de una porción del mercado dentro de los Estados Unidos y la mala propaganda podrían reducir las perspectivas de inversiones por parte de empresas norteamericanas. Vale la pena observar que Cuba también es un inversionista extranjero. La empresa mixta con la canadiense Sherritt International implica que Cuba es 50% dueña de la refinería de níquel en Fort Saskatchewan, Alberta, a cambio de que la Sherritt tenga 50% de la propiedad de la mina de Moa y de la planta de concentración en Cuba. ¿Aceptaría la actual dirigencia cubana esta fórmula para obtener oportunidades en territorio estadounidense tras la normalización? La respuesta, probablemente, es positiva, concediendo un período de ajuste tras dicho proceso. transcurso de los 2000 cada inversión se ha aceptado sobre la base de un análisis individual. Cada proyecto potencial debe ser negociado con la empresa contraparte y con el Ministerio de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera (MINCEX) y después de demoras y considerables gastos de tiempo y dinero, puede ser rechazado por una variedad de razones. Una tercera limitación general es que las actividades orientadas al consumo interno en MN permanecen esencialmente cerradas a los inversionistas extranjeros. En efecto, solo vale la pena acceder a aquellas operaciones que captan divisas directamente y algunas que dan servicios al sector del turismo a cambio de moneda dura, porque de otro modo la repatriación de los beneficios no puede ocurrir. En cuarto lugar, el reclutamiento y la selección de empleados debe realizarse a través de la Agencia de Contratación a Representaciones Comerciales (ACOREC). El gobierno determina también la estructura salarial. Además, las empresas extranjeras han de pagar sueldos y salarios en CUC, a la tasa de cambio de 1.00 CUC por 1.10 USD, mientras que a sus trabajadores se les paga en MN (y la tasa de cambio que interesa a los ciudadanos cubanos ha estado fijada en 1.00 MN = 0.04 USD). Esto quiere decir que el Estado establece impuestos como sobretasas a estos pagos de alrededor de 96%, de modo que el costo real de la fuerza de trabajo es relativamente alto. En quinto lugar, la repatriación de beneficios puede ser problemática. Cuando las ganancias declinan debido a la reducción de precios o volúmenes de exportación, el gobierno de Cuba pospone el pago de beneficios en lugar de reducir las compras de importación. Un problema potencial más que podría producir una reacción política negativa en los Estados Unidos es que los trabajadores cubanos tienen limitaciones para emprender negociaciones colectivas independientes, con sus empleadores o a la huelga. Solo los sindicatos oficiales son legales. Si las empresas norteamericanas fuesen a ingresar a Cuba bajo las actuales condiciones de la legislación laboral, podría haber una reacción contra ellas en los Estados Unidos, encabezada principalmente por componentes de la comunidad cubanoamericana. Sin embargo, las empresas norteamericanas y de otros Flujos financieros La normalización también generará una variedad de nuevos tipos de flujos financieros que, en su gran mayoría, ocurrirán de los Estados Unidos a Cuba. En sentido contrario, estos serán tan pequeños durante algún tiempo tras la normalización que podemos ignorarlos aquí. Por supuesto, actualmente las remesas familiares constituyen un amplio flujo de divisas para la Isla y pudiera ubicarse en alrededor de los mil millones de dólares norteamericanos. Los nuevos flujos financieros a Cuba podrían incluir potencialmente z z z 85 Préstamos informales o donativos a amigos o parientes. Créditos concedidos por ONG para propósitos específicos; por ejemplo, financiar un programa de microcrédito para pequeños agricultores o pequeñas empresas no agrícolas. Créditos de abastecedores, suministrados por empresas exportadoras norteamericanas a compradores cubanos, para la adquisición de productos. Archibald R. M. Ritter z z z z z escasa de divisas, y de muchos tipos de equipos de capital requeridos para incrementar la productividad y los niveles de producción necesarios para mejorar el bienestar de sus ciudadanos. Resulta imperativo que aumenten las inversiones en la economía cubana, puesto que han sido muy bajas, con un promedio de 8,6% de la inversión bruta con respecto al PIB entre 2000 y 2008, en comparación con 18,7% para América Latina.10 El suministro de una variedad de tipos de crédito puede contribuir a mejorar esta situación y brindar divisas, cruciales para la compra de dichos equipos. Un beneficio final para los Estados Unidos sería la eliminación del aparato burocrático necesario para hacer cumplir las regulaciones sobre el comercio y los flujos financieros, aplicados a Cuba de manera casi exclusiva, junto a la eliminación de Radio Martí. Los ahorros del presupuesto —que reflejan los verdaderos ahorros de recursos— por concepto de esos recortes no serían de poca monta. Préstamos comerciales bancarios a empresas cubanas importadoras o a empresas productivas para propósitos de inversión. «Inversiones de cartera», o compra de acciones corrientes o de dividendo no fijo en empresas cubanas. El Banco de Exportación e Importación de los Estados Unidos, que podría extender créditos a compradores cubanos y apoyar a pequeñas empresas norteamericanas que exporten a Cuba (contra la posibilidad de que no se les pague, por ejemplo); Subvenciones o préstamos blandos de la Agencia Norteamericana para el Desarrollo Internacional; Financiamiento del Banco de Desarrollo Interamericano o del Banco Mundial, dando por sentado que a la normalización con los Estados Unidos seguirá la incorporación como miembro a estas organizaciones. Estos tipos de flujos financieros son solo potenciales. ¿Permitirá Cuba que estos ocurran? ¿Resulta apropiado el ambiente de la política actual para que los flujos financieros se vuelvan efectivos? Préstamos y donativos informales entre familiares ya vienen teniendo lugar a través del proceso de remesas. Continuarán y se ampliarán si aumentan las oportunidades para utilizar dichos fondos de un modo productivo. Bajo el actual marco, podría haber préstamos a través de ONG, pero solo si estas y sus programas fuesen políticamente aceptables.9 Ciertamente, tras la normalización los abastecedores podrían dar créditos y los bancos comerciales préstamos a empresas cubanas. Si Cuba fuese a tratar a los Estados Unidos como a otros países, también sería posible la compra de acciones de dividendo no fijo en empresas cubanas por parte de las norteamericanas bajo arreglos de empresa mixta. Entonces podría utilizar préstamos del Banco de Importación y Exportación de los Estados Unidos. ¿Aceptaría Cuba, bajo la dirigencia actual o su sucesora inmediata, asistencia de USAID? Esto podría suceder, pero parece improbable. ¿Sería miembro del Banco Mundial, el FMI y el Banco Interamericano de Desarrollo (BIAD) tras la normalización? Esto se convertiría en una posibilidad. Las ventajas al obtener tales créditos sugerirían que estas facilidades, o al menos el Banco Mundial y el BIAD, serían rápidamente utilizadas si fuesen puestas a su disposición. En resumen, dentro del actual ambiente de política económica y política en general, algunos tipos de flujos financieros surgirían, unos podrían resultar bloqueados y no queda clara la situación de otros. La liberalización de los flujos financieros a Cuba desde los Estados Unidos tendría algunos resultados útiles. La economía cubana está, en 2010, desesperadamente La normalización en el contexto de la liberalización económica Las ganancias de la normalización para Cuba aumentarían considerablemente si esto ocurriese simultáneamente o poco después de un proceso de reforma política económica en la Isla. Una mayor prosperidad de su parte tendría por resultado un incremento de la interacción y de los beneficios para los Estados Unidos también. Imaginemos que los siguientes tipos de reforma fuesen aplicados en Cuba: z z z z z z z z z 86 Unificación de los sistemas monetario y de tasas de cambio duales. Relajación de la carga impositiva y de las restricciones al trabajo por cuenta propia. Establecimiento de un marco regulador que apoye a la pequeña empresa. Legalización de las empresas del sector privado de talla pequeña, mediana y cooperativas (EPMC). Relajación de los controles burocráticos sobre las importaciones en el contexto de una tasa de cambio realista. Modificación de la política respecto a la inversión extranjera que permita la propiedad mayoritaria en algunos sectores con un ambiente legal basado en reglas respecto a su aprobación. Relajación de los controles sobre la inversión extranjera en lo referente a la contratación y remuneración, etcétera. Relajación de los controles sobre el flujo de fondos a través de las ONG. Préstamos bancarios comerciales relajados. Estados Unidos-Cuba: potenciales implicaciones económicas de la normalización producción de bienes y servicios requeridos que ocurrió tras la legalización del trabajo por cuenta propia en 1993. Esto sería provechoso para los ciudadanos cubanos desde numerosos puntos de vista. Entre los beneficios se contarían la creación de puestos de trabajo productivos y la generación de ingresos; mejoramiento de la calidad, cantidad y diversidad de los bienes y servicios; incremento de la productividad, que permitirá un alza de ingresos reales; reducción de la economía subterránea; aumento de los ingresos por concepto de impuestos; promoción de la innovación; crecimiento de la competencia y generalmente descenso de los precios; el desarrollo de una cultura de respeto por la política pública en lugar de la ilegalidad, y, de manera general, un mejoramiento generalizado de la calidad de vida. No obstante, en este punto resulta de particular pertinencia el hecho de que la proliferación y expansión de las EPMC conducirían al cultivo de los mercados de exportación hacia los Estados Unidos y otros países. Además, dichas empresas producirían una gama de productos y servicios de mejor calidad que remplazarían las importaciones y convertirían a Cuba en un destino turístico aún más atractivo. Resulta útil observar que, al ser legalizada, la producción de artesanías, principalmente para el sector turístico, mejoró muy pronto en términos de cantidad, calidad y diversidad. Es probable que esto ocurra en todas las esferas asumiendo que habrá un marco regulador razonable. Además, la legalización y expansión de tales empresas también ofrecerá un canal para que los flujos financieros y las inversiones extranjeras directas ingresen en Cuba, lo cual, a su vez, acelerará la ampliación del sector. Los cambios en el sistema legal —basado en reglas, propiedad plena y control sobre las formas de contratación y remuneración— alentarían a empresas de los Estados Unidos y de otras naciones a invertir en Cuba. Esto promovería la transferencia tecnológica, los recursos financieros y la pericia gerencial y empresarial, lo cual, a su vez, provocaría un aumento de la productividad, la diversificación económica y volúmenes de producción para la exportación y/o para el uso interno. Si tuviera lugar una exitosa reforma de la tasa de cambio monetaria y se alentara a las EPMC, algunos tipos de influjos financieros desde los Estados Unidos y el mundo hacia Cuba se incrementarían tras la normalización. Sería dable esperar aumentos de inversiones de cartera, créditos de los abastecedores, préstamos de bancos comerciales, e informales en este caso. Con una moneda unificada, un marco regulador razonable para la inversión extranjera directa y la legalización de las EPMC, las oportunidades para el influjo de fondos también crecerían. Todos estos La aplicación de estas modificaciones tendría como consecuencia una similitud entre la economía cubana y la china, caracterizada por la liberalización económica en un sistema de partido único. Algunos de esos cambios han sido sometidos a discusión en Cuba desde hace algún tiempo. Las políticas monetarias y cambiarias se han debatido en medios académicos y en el Banco Central de Cuba, desde los 90, y en 2009 se publicó un excelente análisis del asunto.11 La conversión, en abril de 2010, de centenares de peluquerías y barberías en cooperativas dirigidas por sus empleados también sugiere que podría estarse iniciando un proceso de reforma en el ambiente de las regulaciones para la pequeña empresa. Aunque se trata de un cambio modesto, podría tener implicaciones significativas también para la mediana a un plazo más largo.12 Transformaciones económicas como las anteriores aumentarían y mejorarían la interacción de Cuba con el mundo, incluidos los Estados Unidos, y tendrían igualmente efectos saludables en la economía interna. La unificación de los sistemas monetario y cambiario, y el establecimiento de una tasa de cambio realista, pondrían fin a la estructura de incentivos, disfuncional y antiproductiva, que ha deformado el comportamiento económico y las vidas de los ciudadanos durante casi dos décadas. También esa tasa resulta necesaria para vincular la economía interna con el resto del mundo de un modo racional. Esta unificación brindaría la estructura de incentivos y los recursos para que las empresas cubanas, tanto públicas como privadas, exporten con efectividad, pues recibirían las ganancias en divisas por sus ventas en el extranjero convertidas según una tasa de cambio razonable. El resultado sería un aumento de las exportaciones a los Estados Unidos y al mundo, y un incremento en la sustitución de algunas importaciones por productos y servicios generados en la Isla. Semejante unificación también permitiría a los inversionistas extranjeros tener la posibilidad de invertir en sectores que ofrezcan servicios a la economía interna, así como a mercados donde se capten divisas fuera de Cuba. La relajación de las restricciones sobre el trabajo por cuenta propia y la legalización de las EPMC del sector privado posibilitarían un florecimiento del ingenio y de la iniciativa empresarial. Podría esperarse que las empresas de pequeña escala penetren en muchos sectores de producción de bienes y servicios y conduzcan al cultivo de nichos de mercado y la formación de «racimos» de empresas similares, interrelacionadas y complementarias. Los volúmenes y la diversidad de los productos se ampliarían rápidamente, y prueba de ello podría ser la explosión de actividad empresarial y los mejoramientos en las esferas del empleo, la generación de ingresos y la 87 Archibald R. M. Ritter del gobierno para invertir más en bienes públicos como infraestructuras de todo tipo, la educación y la salud. Los ingresos de los empleados en estas áreas y otros sectores públicos, lastimosamente inadecuados en la actualidad, podrían elevarse de manera estable. Una mayor prosperidad económica en general, y réditos públicos más altos en lo específico, permitirían un alza de los ingresos y de los niveles de desarrollo humano. El gobierno y los propios ciudadanos cubanos tendrían la capacidad de invertir más en estas actividades. Se requerirían medidas cuidadosas de política social para mantener un nivel aceptable de equidad en la distribución de los ingresos.13 Esto será difícil, porque en cualquier proceso de cambio económico, algunos individuos resultan más capaces que otros para aprovechar las nuevas posibilidades de obtener ingresos, de modo que la subida de la marea no alza a todos lo botes al mismo ritmo. Por otra parte, en la medida en que prospere la economía cubana, las exportaciones norteamericanas se incrementarán. Los Estados Unidos saldrían ganando con la ampliación de importaciones procedentes de Cuba en la medida en que la economía cubana y sus exportaciones se diversifiquen. Con el tiempo, se beneficiarían de la bonanza de turistas provenientes de Cuba. Para los ciudadanos cubanos ha sido sumamente difícil visitar los Estados Unidos —o cualquier otro sitio— durante el último medio siglo. Con la reforma de la divisa y una creciente prosperidad en la Isla —sumadas a nuevas regulaciones sobre los viajes de sus ciudadanos al extranjero— podría esperarse una oleada de visitantes cubanos al Norte, así como un alza del turismo de curiosidad, el de conferencias, el de reunificación familiar, el geográficamente orientado, etc., lo cual redundará en un beneficio mutuo. efectos ayudarían a generar un aumento del empleo productivo y la elevación de los ingresos reales y de los niveles de vida para los ciudadanos cubanos. La prosperidad en Cuba también tendría un efecto de retroalimentación positiva para los Estados Unidos mediante un incremento de la demanda cubana. Las consecuencias de una interacción económica más intensa entre los Estados Unidos y Cuba en el contexto del ambiente de política económica del segundo escenario podrían resumirse rápidamente. En primer lugar, desde la perspectiva cubana, las exportaciones de mercancías experimentarían un crecimiento apreciable con la reforma de la tasa de cambio, la liberalización de las empresas de talla pequeña y mediana y la facilitación de las IED y los influjos financieros. Estos cambios también promoverían un incremento de la sustitución de importaciones para algunos productos y un aumento de la exportación de servicios. Se elevaría la cifra de importaciones, gracias a la ampliación de las exportaciones. Un mayor número de compras de maquinarias y equipos estimularía las inversiones y el aumento de la productividad de los recursos. La ampliación de las importaciones de productos intermedios posibilitaría un alza y una diversificación de la producción interna, y la de las importaciones de bienes de consumo ayudaría a subir de manera directa los niveles materiales de vida de las personas. Los cambios de política mencionados anteriormente también favorecerían las exportaciones de servicios, en particular del turismo, pero también otros en las esferas artística y deportiva y, muy pronto, en las de negocios y personales. Dando por sentada la liberalización de los viajes para los cubanos a los Estados Unidos, sus ganancias en el beisbol y las artes, por ejemplo, aumentarían y serían repatriadas a Cuba. El incremento de las IED y de los variados tipos de influjos financieros impulsaría las inversiones en todos los sectores de la economía cubana, incluido el estatal, las empresas mixtas, las EPMC y el trabajo por cuenta propia. Estos promoverían el desarrollo empresarial, el crecimiento de los recursos capitalizables, la transferencia tecnológica (mediante la importación de maquinarias y equipos, importación de sistemas de producción integrados completos y el movimiento de personas) y la transferencia y el conocimiento gerenciales y empresariales. De nuevo, el resultado sería una mayor productividad del uso de recursos en Cuba y niveles más altos de empleo productivo e ingresos reales más elevados. Una prosperidad económica para Cuba incrementará el nivel potencial de los ingresos por concepto de impuestos, que fortalecería la capacidad Conclusión e implicaciones de política La normalización de relaciones entre los Estados Unidos y Cuba —definida como el cese del embargo, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y la autorización de flujos financieros, inversión extranjera y libre movimiento de personas— generará para ambos países importantes beneficios netos, que serían incluso mayores si estuviese acompañada de algunas reformas económicas en la Isla. La normalización conducirá pronto a un inmediato influjo de turistas provenientes de los Estados Unidos a Cuba, que tendrá dimensiones de bonanza. Las exportaciones norteamericanas se ampliarán rápidamente, y desplazarán a las de otros países menos competitivos en términos de calidad, precio y conveniencia. La inversión extranjera y variados tipos 88 Estados Unidos-Cuba: potenciales implicaciones económicas de la normalización de flujos financieros promoverán la expansión y la diversificación económicas cubanas y serán beneficiosos para los intereses norteamericanos involucrados en ello. La normalización, unida a un conjunto de reformas económicas en Cuba, promovería una más intensa interacción entre Cuba y los Estados Unidos y el resto del mundo, y generará mayor prosperidad para ambos países. Estos tendrían ganancias tan significativas que sería sabio facilitar y promover el proceso. En vista de los beneficios económicos perspectivos para los dos países, el movimiento en dirección a la normalización es un imperativo. Ambos podrían promover el proceso mediante una secuencia de acciones de apoyo, recíprocamente respondidas, que pudiera incluir importantes medidas del lado norteamericano como permitir los viajes de sus ciudadanos y el levantamiento del embargo; y, del lado cubano, la eliminación del 10% de impuestos sobre los pagos de las remesas en dólares norteamericanos y la institución de otras medidas para fomentar amplios cambios. las exportaciones agrícolas. A mediados de mayo de 2010, la aprobación de este proyecto no parecía estar garantizada. 5. Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), Panorama económico y social de Cuba 2009, disponible en www.one.cu (1 de marzo de 2010), tabla 15.11. 6. Embajada de Cuba en Canadá, Sección consular, «New Procedure to Invite a Cuban National to Come Visit Canada», disponible en http://embacu.cubaminrex.cu (3 de marzo de 2010). 7. ONE, Anuario Estadístico 2009, disponible en www.one.cu (10 de marzo de 2010), tabla 7.4. 8. Sherritt International, Annual Report 2000, disponible en www.sherritt.com (septiembre de 2007), p. 23. 9. Sin embargo, la extensión de créditos a los trabajadores por cuenta propia en Cuba no es aceptable en ese país en estos momentos. Además, las empresas de pequeña y mediana escala no son aún posibles dentro del marco regulador actual. 10. CEPAL, Naciones Unidas, Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe 2009, disponible en www.eclac.cl (2 de febrero de 2010). 11. Pável Vidal Alejandro, «Política monetaria y doble moneda», en Omar Everleny Pérez Villanueva et al., Miradas a la economía cubana, Editorial Caminos, La Habana, 2009. 12. Marc Frank, «Cuba Handing Beauty, Barber Shops Over to Workers», Reuters, La Habana, 12 de abril de 2010. Notas 13. Resulta interesante el hecho de que el presidente Raúl Castro parece haber modificado el objetivo de justicia social de Cuba, de igualdad de ingresos a igualdad de oportunidades, al declarar: «El socialismo significa justicia social e igualdad, pero igualdad de derechos, de oportunidades, no de ingresos». Véase Will Weissert, «Raúl Castro: Communism is not Egalitarianism», Associated Press, La Habana, 15 de julio de 2008. 1. Departamento de Agricultura, Servicio para la Agricultura Extranjera, disponible en www.fas.usda.gov (25 de febrero de 2010). 2. Oficina de los Representantes Comerciales de los Estados Unidos, disponible en www.ustr.gov (5 de marzo de 2010). 3. Cálculos tempranos ubican la cosecha azucarera para 2010 en alrededor de un millón de toneladas, la más baja de todos los tiempos. 4. Un proyecto de ley titulado la «Reforma de las restricciones de viaje e intensificación de las exportaciones, H.R. 4645» ha estado circulando en la Cámara de Representantes y fue objeto de una reciente vista el 11 de marzo de 2010. El proyecto pondría fin a todas las restricciones a los viajes de los ciudadanos norteamericanos a la Isla y eliminaría las barreras al incremento de © 89 , 2010 no. 62-63: 90-102, abril-septiembre de 2010. Jorge Mario Sánchez Egozcue L as r elaciones económicas relaciones Estados Unidos-Cuba. L a normalización pendiente Jor ge Mario Sánchez Egozcue Investigador y profesor. Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos, Universidad de La Habana. E arreglos especiales, sorteando las barreras legales vigentes mediante licencias excepcionales que, en última instancia, terminan contribuyendo a consolidar las distorsiones existentes. El resultado de esta polaridad es la ausencia de un terreno medio reconocido por los dos gobiernos para establecer consensos, por lo que parece no haber otro camino que transitar por etapas, en las que se vaya logrando un clima de pragmatismo en temas específicos, que estimule la capacidad de adaptación de uno y otro lado. Hasta la fecha, las áreas en las que se ha alcanzado algún avance, (acuerdos migratorios, intercambios comerciales, viajes familiares y envío de remesas) tienen en común ser construcciones bilaterales no calificables, en propiedad, como relaciones «normales». Las evaluaciones sobre la normalización de las relaciones económicas entre ambos países no deben ser reducidas a estimaciones del número de turistas, volumen de remesas, mercancías o inversiones posibles y sus impactos. Se trata de un espectro en el que se interconectan tanto efectos favorables como adversos, en tópicos como las relaciones políticas, la preservación l tema de de la normalización de las relaciones económicas entre Cuba y los Estados Unidos suele provocar reacciones extremas cada vez que se establece una discusión al respecto en ambos lados. Para muchos en Cuba, nunca habrá forma de establecer ningún tipo de vínculo entre los dos países sin que ello represente una amenaza, pues se asocia a un camino de concesiones sobre la soberanía, en una suerte de regreso al pasado; otros suponen que habría que afrontar una avalancha de turistas y mercancías norteamericanas para los que no se dispone ni de infraestructura ni de capacidad técnico-cultural, además de la potencial dislocación de las políticas económica y social de la Isla. Otro tanto puede decirse del lado norteamericano. Hay quienes están convencidos de que nada es viable en tanto el gobierno cubano no cambie hasta satisfacer los requerimientos de un sector con posiciones extremas que no quiere ni puede conectarse con el país real. En el otro lado del espectro se encuentran los que han alcanzado algunos resultados y, partiendo de esa experiencia circunstancial, dan por sentado que solo son posibles las relaciones económicas por vía de 90 Las relaciones económicas Estados Unidos-Cuba. La normalización pendiente Unidos han ocupado, en los años recientes, el cuarto puesto entre los países que comercian con Cuba. La lógica convencional, inspirada en nociones de competitividad, beneficios, complementariedades, etc., resulta insuficiente para explicar plenamente los desarrollos concretos de los últimos años. Es probable que en el futuro cercano suceda algo similar, puesto que se trata de un contexto en el que los elementos de inercia y ruptura conviven. También complica el análisis el hecho de que la noción de normalización no ha sido sometida a un consenso entre las partes, de manera que cada país actúa según consideraciones de riesgo o de influencia, lo que dificulta situar bases, mutuamente aceptables, que puedan consolidarse y extenderse, sobre todo porque las visiones recíprocas tienen raíces históricas que han configurado un «legado de desconfianza» imposible de ignorar. Las relaciones establecidas hasta la fecha se insertan en un marco disfuncional que debe ser cambiado. No es casual que casi todas las propuestas de flexibilización del embargo presentadas al Congreso norteamericano acudan a argumentos como la promoción del cambio interno, o la obtención de utilidades unilaterales en sectores específicos. Todavía están por verse las que sostengan la noción de beneficios compartidos, como ocurre con otras naciones. Sin embargo, el factor decisivo en ese proceso es la realidad interna cubana. En el país está en marcha un cambio generacional de la dirigencia, coincidente con el inicio de un proceso de reformas a fin de recomponer la economía, atenazada por rigideces e ineficiencias, como consecuencia de la hiperestatalización y las distorsiones acumuladas, así como por los impactos de eventos climáticos y las adversidades del mercado internacional. Este proceso es una necesidad ineludible que, de extenderse, puede resultar en profundas transformaciones. Se puede acelerar o frenar su dinámica en dependencia de sus resultados y de la percepción de estabilidad o riesgo derivados del contexto externo, incluyendo el clima de las relaciones con los Estados Unidos, aunque este último factor no es un requisito indispensable. De hecho, existen más mecanismos para convivir con el conflicto que para asimilar su solución. Por ello, lo que suceda en el futuro de las relaciones económicas bilaterales depende, en gran medida, de la capacidad de Cuba de transformarse a sí misma y del modo en que los Estados Unidos asuman esos cambios. La normalización de los intercambios económicos entre los dos países representa un reto singular porque, además de la asimetría de poderes y las diferencias políticas, se han desarrollado, en el caso de Cuba, sobre la base de mecanismos que deben ser reemplazados. Las experiencias regionales indican que «relaciones de la identidad cultural y del medio ambiente, la adaptación del modelo de desarrollo socioeconómico, deportes, ciencias, religión, etcétera. El propósito de este ensayo es presentar un sumario de las potencialidades más inmediatas en el terreno de las relaciones económicas entre las dos naciones, tratando de identificar vías específicas de aproximación, dejando de lado la cuestión (no menos importante) sobre cuándo y cómo se produciría un proceso de flexibilización en las restricciones vigentes, como resultado del diálogo político, o de acciones unilaterales por parte de la administración norteamericana. No se trata tanto de un ejercicio de «meteorología política», en el sentido de anticipar desplazamientos en las variables claves de las relaciones bilaterales y sus implicaciones para el entorno económico, como de una evaluación de la importancia relativa de aquellos componentes que definen las capacidades de reacción de ambas partes en lo inmediato, a partir de la experiencia acumulada. Se incluye en esa perspectiva la inercia de los precedentes cercanos, los referentes regionales, así como factores institucionales, y la «cultura» de negocios con la que Cuba se presenta en ese escenario. En numerosos trabajos sobre el tema se constata la reiteración de supuestos que ilustran hasta qué punto la falta de contactos entre las dos sociedades ha llevado a que se consoliden estereotipos de sobre-simplificación del asunto. El más común es el enfoque de «interruptor de luz», que implica un proceso quasi-automático de conexión y fluidez en las relaciones económicas mutuas, el cual se desencadenaría, casi espontáneamente, apenas se levanten las restricciones vigentes y en el que nunca habría conflictos de intereses. En otros textos, se presupone la transferencia, más o menos rápida, de normativas y prácticas, cuya compatibilidad con las condiciones reales de implantación no se examinan, ignorando el papel de las diferencias de tecnología, de cultura de negocios y del tejido institucional. Se asume que Cuba tendrá, cuando más, un papel receptor-pasivo; no se consideran las visiones internas sobre estrategia de desarrollo e inserción internacional, las experiencias previas de comercio e inversión con Canadá y la Unión Europea, ni las lecciones aprendidas de otras prácticas regionales. Si se juzgase el atractivo del mercado cubano a partir de los indicadores convencionales —el alto nivel de riesgo dado en las clasificaciones de las agencias internacionales, la magnitud de la deuda externa acumulada, los altos costos iniciales y las sobreextendidas demoras burocráticas para establecer una empresa extranjera— resultaría imposible comprender cómo, en un período relativamente corto y a pesar de las fuertes limitaciones a las operaciones comerciales autorizadas, los Estados 91 Jorge Mario Sánchez Egozcue Antes de 2001, el tema del comercio Cuba-Estados Unidos era percibido más como un objeto de especulación académica antes que una realidad a corto plazo para las compañías.2 Entre los empresarios norteamericanos, hasta los más optimistas se inclinaban por otras posibilidades en la región, y no invertir tiempo, dinero y energías en algo que se presumía tan incierto. Tal percepción cambia drásticamente hacia fines del mismo año, cuando las condiciones dan un giro favorable tras el paso del huracán Michelle, que causó daños muy severos. Washington ofreció entonces ayuda humanitaria, rechazada por el gobierno cubano, dada la condicionalidad con que esta se ofrecía. Como alternativa, se propuso, por la Oficina de Activos Extranjeros (OFAC), del Departamento del Tesoro, la concesión de licencias basada en la Ley TSRA 2000,3 para facilitar la compra de alimentos. En diciembre de 2001 se efectúan las primeras por un valor de 35 millones de dólares. En septiembre del año siguiente, se celebró en La Habana la primera Feria Agrícola Estados Unidos-Cuba, con presencia de 750 representantes de 288 compañías de 33 estados. Los contratos firmados alcanzaron la cifra de 112 millones de dólares.4 A partir de ese momento, bajo la cobertura de las licencias especiales concedidas, más de 4 350 compañías y 132 asociaciones agrícolas y federaciones visitaron la Isla entre los años 2001 y 2006, para explorar las posibilidades de su mercado. Se firmaron contratos con 159 empresas de 35 estados, y se involucraron 23 puertos para esas transacciones. Cuba se ubicó como el mercado número 25 en términos absolutos para las exportaciones norteamericanas en esos rubros. En un período relativamente corto, los Estados Unidos se convirtieron en el principal abastecedor de productos agrícolas y alimentos para Cuba, con un saldo máximo, en 2008, de 710 millones de dólares (cerca de tres millones y medio de toneladas), equivalentes a 27% de tales importaciones del país; ello, a pesar de la reducción que se produjo como resultado del endurecimiento de las condiciones de pago tras la reelección de George W. Bush. Los aumentos más importantes se deben, sobre todo, al incremento de los precios (61% solo de 2007 a 2008), y no a las cantidades físicas adquiridas. Lo acelerado de este intercambio comercial, a pesar de las limitaciones bajo las cuales se realiza, se explica por la combinación de varios factores. Además de los menores costos en transporte y seguros por la cercanía geográfica y precios relativamente mejores, se produjo, por diversas causas, un agudo deterioro de la eficiencia doméstica en la producción de alimentos, lo que contribuyó a aumentar las importaciones. Es por ello que no debe verse, en esta evolución, un fenómeno económicas normales» con los Estados Unidos no significa que estén exentas de discrepancias, ni que se resuelvan siempre con facilidad. En todo caso, sin renunciar a la soberanía, no constituyen la panacea que algunos prevén, como tampoco el abismo que otros vaticinan. Los antecedentes cercanos. Hasta dónde se ha llegado El intercambio comercial entre los dos países, a partir de los años 90, se caracteriza por la baja diversificación de su contenido, concentrado casi exclusivamente en las compras cubanas de alimentos y productos agrícolas, sujetas a un régimen especial de pagos, y restringidas por un marco regulatorio y de supervisión de operaciones que se define a sí mismo como de excepcionalidad coyuntural dentro de las normas de comercio con países enemigos. Los otros dos componentes de la relación han sido el turismo y las remesas. La presencia norteamericana en la economía cubana actual comenzó, casi de manera inadvertida, a fines de los años 80, cuando se produjeron algunos intercambios de medicinas, equipos y alimentos, provenientes de subsidiarias de empresas norteamericanas en terceros países. No fue hasta comienzos de los 90, con la desaparición del campo socialista, que se incrementó de manera significativa y llegó a alcanzar una cifra ligeramente superior a los 700 millones de dólares. Este flujo se desplomó tras la aprobación de la Ley Torricelli —The Cuban Democracy Act (CDA)—, en 1992, bajo la expectativa de que sin el campo socialista el gobierno cubano se vería enfrentado a una suerte de «efecto dominó», asociado a la pérdida de su capacidad de reinserción económica internacional efectiva. La CDA también abrió la posibilidad de exportaciones de productos agrícolas y farmacéuticos para las ONG, de intercambios académicos y deportivos, así como del establecimiento de comunicaciones telefónicas y envío de remesas. En relación con las décadas precedentes de aislamiento recíproco, lo logrado en los 90 confirmó un potencial que estimuló al sector de negocios norteamericano a buscar opciones dentro de las restricciones vigentes, reflejado en un activismo que facilitaría los pasos posteriores, en especial de sectores académicos y de algunas empresas que empezaron a demandar, de manera creciente, estimaciones y propuestas. Se realizaron no menos de treinta estudios de evaluación del potencial de mercado para distintas áreas como minería, pesca, agricultura, turismo y servicios conexos, y otros.1 92 Las relaciones económicas Estados Unidos-Cuba. La normalización pendiente ingresos del país. Las estimaciones de esos flujos varían según la fuente y los métodos empleados. El rango se sitúa entre setecientos y mil millones de dólares anuales, sus impactos son mixtos: de un lado, fueron un factor de compensación a la caída de la actividad económica que siguió al colapso del campo socialista, al permitir la expansión del consumo familiar y funcionar como soporte del surgimiento de pequeños negocios privados; y, de otro, sirvió para el financiamiento de parte de la actividad productiva del país una vez que esos flujos entraban al circuito estatal, por compras en tiendas en divisas, o mediante las casas de cambio de moneda. El cálculo más reciente de los envíos desde los Estados Unidos es de unos 4,6 a 6,2 millones de dólares (53% del total).10 La mayoría de los estudios ha confirmado que el destino principal de las remesas es el consumo (alimentación, vestimenta, equipos electrodomésticos, etc.) y, en una proporción menor, se utiliza para otros fines como reparación de casas, ahorro e inversión, a microescala, en pequeños negocios. atribuible exclusivamente a los procesos de desvío de comercio o sustitución de mercados, como también se le conoce, ya que se superpone el efecto coyuntural de la contracción de la oferta interna al de los menores costos relativos. Del récord de 963 millones de dólares en 2008, las compras cubanas de bienes agrícolas estadounidenses cayeron a 675 millones en 2009. El declive se atribuye a la compleja situación económica de Cuba y a los efectos de la crisis internacional. Hasta enero de 2010, las exportaciones norteamericanas de alimentos y productos agrícolas decrecieron 24%, en comparación con el año anterior, y solo alcanzaron unos 51 302 millones de dólares, según se ha reportado.5 En marzo de 2010 fue aprobada por el Congreso una normativa de la OFAC que flexibiliza las reglas para la venta de alimentos a Cuba, a partir de septiembre y durante el resto de dicho año fiscal, que reinterpreta el mecanismo vigente de pagos anticipados en efectivo.6 De esa manera, al permitirse a los compradores cubanos pagar por los bienes adquiridos justo antes de que sean descargados en Cuba, se reduce el costo de las transacciones realizadas a través de bancos de terceros países, si bien es poco probable que su efecto sea inmediato, dadas las difíciles circunstancias financieras del país. Las actuales restricciones impiden las importaciones cubanas de otros renglones como materias primas, bienes intermedios, materiales y equipos, manufacturas varias, así como servicios especializados (de marketing, jurídicos, de consultoría, medioambientales, de control biológico, etcétera). El segundo componente en los intercambios de los años recientes es el turismo. De 1990 a 2007, Cuba recibió unos 24 millones de turistas, cuyos ingresos superaron los 25 000 millones de dólares, y elevó la capacidad hotelera de 13 000 a 47 000 habitaciones, de las cuales la mitad es operada por compañías internacionales, con tasas de ocupación entre 60% y 80%. En 2009, la cifra de visitantes a la Isla fue de 2,5 millones7 —la mitad entre canadienses y cubanos, y 50 000 norteamericanos.8 Los turistas provenientes de los Estados Unidos son mayoritariamente cubanos (cerca de 200 000) y los norteamericanos quedan apenas en el entorno de 30 000, aunque en 2003 llegaron a 84 000. De los visitantes cubanos residentes en el extranjero (12,3% del total), los que procedían de los Estados Unidos representaban, en 2008, 55%. Una novedad reciente fue el anuncio hecho por el ministro cubano de Turismo, sobre la disposición de que cadenas hoteleras norteamericanas puedan administrar hoteles en Cuba.9 El tercer componente de las relaciones han sido las remesas. Estas han tenido un efecto importante en los 90, y han llegado a convertirse en la tercera fuente de Resultados de las proyecciones estimadas y alcance de las propuestas legislativas Se han realizado varias estimaciones sobre el potencial de comercio bilateral, empleando métodos diversos. La Comisión de Comercio Internacional de los Estados Unidos (USITC) ha presentado, a solicitud del Congreso, dos estudios con ese fin. En el último de ellos,11 mediante una versión del «modelo de gravedad» utilizado por la Organización Mundial del Comercio (OMC), se estableció un estimado de comercio potencial sobre la base de dos escenarios. Primero, si las restricciones financieras se eliminan (representan costos adicionales entre 2,5% y 10% del valor de compra), la parte estadounidense en las importaciones cubanas de productos agrícolas, de pesca y forestales podría aumentar desde el doble hasta dos tercios del nivel actual. De los dieciséis grupos examinados, las exportaciones de alimentos tendrían incrementos anuales significativos —frutas y vegetales, de 34 a 65 millones de dólares; leche en polvo, de 14 a 41 millones; alimentos procesados, de 18 a 34 millones; trigo, de 17 a 33 millones; granos, de 9 a 22 millones—, con cuotas de participación en el mercado cubano que oscilan entre 10% y 90%, según el producto.12 En el segundo escenario, suponiendo que se suprimieran al mismo tiempo las restricciones financieras y las de viajes, la demanda adicional del turismo representaría incrementos de uno a ocho millones de dólares para al menos cuatro productos. Otras estimaciones pronosticaron un comercio bilateral total en el primer año de unos 2 602 millones,13 coincidiendo con el rango ya obtenido por 93 Jorge Mario Sánchez Egozcue aunque se requerirán más inversiones en infraestructura (cajeros automáticos, restaurantes, renta de transportes, etc.) y de facilitación en las operaciones de reservas internacionales por Internet, así como en los pagos con tarjeta, para poder competir con los vecinos regionales que tienen un perfil similar, pero cuentan con una mayor variedad de la oferta y mejores parámetros de calidad, por lo que obtienen rendimientos superiores en ingresos por visitante. En todo caso, los especialistas concuerdan en que, a corto plazo, se produciría una sustitución de emisores antes que una expansión abrupta. La idea de un tsunami de turismo estadounidense no tiene que ver tanto con los cubanos residentes —cuya tasa de retorno es mucho mayor que la del turista convencional, por razones obvias— como con el hecho de que la prohibición legal a los ciudadanos norteamericanos de viajar a Cuba ha contribuido a generar una expectativa que no se corresponde con las tendencias que se aprecian en otros países del Caribe donde no hay tales restricciones. Por lo pronto, la crisis internacional ha frenado, en parte, el incremento en este sector, si bien se pueden generar tensiones, en cuanto a la velocidad de expansión, si se llegase a un escenario de apertura. Hasta ahora, los crecimientos acumulados descansaron en el aumento de capacidades de alojamiento, y desde el punto de vista estratégico, una inversión excesiva en esa dirección puede crear problemas de rentabilidad a mediano plazo si no va acompañada de una recuperación de la eficiencia en los niveles de ingresos generados por visitante, indicador que ha tendido a decrecer en los últimos años. En sentido general, la mayor parte de los estudios de corte sectorial le ha concedido atención preferente al potencial de las exportaciones cubanas tradicionales (tabaco, ron, níquel, frutas tropicales, pesca, etc.).16 En realidad las áreas de mayor impacto, por sus efectos de derrame hacia la economía cubana y por su potencial multiplicador, son las que se vinculan a la última generación de productos que Cuba exporta (biotecnológicos, médico-farmacéuticos, software, manufacturas varias, hidrocarburos y sus derivados), a partir de las capacidades creadas en años recientes. Estas son susceptibles de una asimilación rápida de inversiones para incrementar los niveles de calidad y expandirse hacia nuevos mercados. Menos estudiadas aún son las reservas latentes en materia de producciones manufacturadas con destino a la re-exportación. Los intentos, a inicios de los 90, de establecer zonas francas crearon condiciones de infraestructuras actualmente subutilizadas, en las que hay, sin dudas, ventajas potenciales que demandan una revisión, sobre todo si se considera que la calificación de la fuerza laboral cubana permite la asimilación de tecnologías investigaciones previas,14 a partir de supuestos diferentes. Estas y otras evaluaciones coinciden en que lo más probable es que se produzca una relación en la que Cuba importe más de lo que podría vender a los Estados Unidos; este déficit comercial anticipado (entre 15-30%) podría ser compensado, en parte o totalmente, por los ingresos generados por el turismo y las inversiones. En el caso del turismo, el estudio de USITC-2007, estimó que los visitantes norteamericanos pasarían de de 171 000, inicialmente, a una cifra entre 554 000 y un millón, con un incremento anual entre 226 000 y 538 000; lo que representa un efecto directo en los ingresos entre 13% y 33%. Otro pronóstico de la Asociación Americana de Agencias de Viajes (ASTA) calculó que dos años después de levantarse las prohibiciones, unos 850 000 estadounidenses viajarían a Cuba a hospedarse en hoteles, y medio millón más lo haría en cruceros.15 Estas cantidades serían asimilables por Cuba en lo inmediato, si prevalece el desplazamiento de otros emisores o si se logra su distribución a lo largo del año; en cambio, si se asumiera como demanda adicional durante una temporada, se requerirían más capacidades de alojamiento. Sin acometer nuevas inversiones hoteleras, las reservas disponibles están en la ampliación de los arrendatarios del sector privado —Bed & Breakfast—, que representan hoy alrededor de 20% del mercado (casi 500 000 visitantes), y en el aumento de capacidades a partir de la reorientación de instalaciones existentes, si el grueso de este crecimiento es de turismo medio. La demanda de alto estándar, que no es tan masiva, sí requeriría de algunas inversiones nuevas. Como es natural, una política de crecimiento turístico a esa escala debe tener, además del alojamiento, una respuesta equivalente en la infraestructura estatal y privada (aeropuertos y sus servicios, medios de transporte y de mantenimiento de vías, telecomunicaciones, sistemas automatizados de control de procesos, etc.), así como en los suministros de insumos (materiales de construcción, muebles, equipos, partes y piezas, alimentos naturales y semiprocesados, bebidas y servicios colaterales). En la década de los 90, estas necesidades se aseguraron, en parte, con inversión foránea; y si cambiasen las condiciones, también podría contarse con la participación de inversionistas norteamericanos. La oferta cubana es predominantemente de sol y playa y, en menor cuantía, de cultura e historia en las ciudades. La estructura hotelera se ha ido acercando a los patrones regionales, con hoteles de tamaño medio de 4 o 5 estrellas. Otras alternativas de diversificación del mercado como las visitas para eventos de negocios, educacionales, de ecoturismo, deportivos, religiosos, tratamientos de salud, etc., son factibles de implementación, 94 Las relaciones económicas Estados Unidos-Cuba. La normalización pendiente Para ambos gobiernos no es viable un proceso de normalización sin transitar por etapas; por eso, es esencial preservar la flexibilidad de adaptación a nuevas circunstancias sin que ello implique, para la parte cubana, cesión de la soberanía nacional o costos sociales inaceptables. considerarse dentro de esa perspectiva. Las iniciativas legales presentadas recientemente en el Senado y la Cámara, con el propósito de relajar parcialmente las restricciones, son varias: de carácter general; para flexibilizar las prohibiciones en los viajes; para permitir viajes educacionales; sobre las exportaciones agrícolas, productos médicos; para el tema de los hidrocarburos, y para modificar las restricciones en los procesos de registro de marcas.19 Los pasos concretos dados por Barack Obama para flexibilizar algunos aspectos del bloqueo, en concordancia con los pronunciamientos de su campaña electoral, incluyen el relajamiento de las medidas reforzadas en el segundo período presidencial de Bush, retrotrayéndolas al nivel de 2004 (eliminación de restricciones de viajes para los cubanoamericanos; extensión de los límites de gastos en las visitas, envíos de remesas y paquetes postales; concesión de visas para intercambios académicos y culturales), y una innovación: licencia para proveer servicios privados, o establecer contratos en las telecomunicaciones (uso o envío de celulares, cámaras, computadoras, servicios de comunicaciones por satélite, Internet y fibra óptica).20 En sentido general, las nuevas medidas representan una descompresión parcial, calificadas por Cuba de «positivas, pero mínimas», a excepción de las adoptadas para los viajes y las comunicaciones, donde se ha avanzado mas allá de lo logrado en las presidencias de James Carter y William Clinton. Respecto a las instituciones financieras internacionales o interamericanas, en las circunstancias actuales y en un futuro inmediato hay que descartar una inserción cubana. No solo está el veto de los Estados Unidos, sino el rechazo explícito del gobierno cubano a recurrir a ellas. De manera que, a diferencia de otros países latinoamericanos, la fuente principal de financiamiento para operaciones de comercio e inversiones sería el sector privado. Si se admitieran las exportaciones cubanas en los Estados Unidos, la capacidad de respuesta estaría seriamente restringida por dos factores: el acceso a financiamiento (doméstico o externo) y la sobreevaluación que encarece artificialmente los productos cubanos, además de la competitividad requerida para desplazar a los países ya presentes en ese mercado. A pesar de esos inconvenientes hay numerosas posibilidades. diversas, desde la producción de equipos electrónicos hasta la de componentes para las construcciones turísticas, por citar dos sectores que no han dejado de crecer en las ventas a nivel mundial en los últimos diez años y en los que Cuba aún no se ha insertado. Por el momento, pocas de estas alternativas son seriamente consideradas en los Estados Unidos. En términos concretos, los pasos dados a inicios de 2009 son las recomendaciones contenidas en el reporte del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, a partir de la evaluación de la viabilidad de acciones combinadas de las ramas ejecutiva y legislativa, a fin de facilitar la ampliación de las relaciones comerciales entre los dos países. Estas incluían: 1) revisar el requerimiento de pagos en efectivo por adelantado; 2) permitir el financiamiento privado de las ventas agrícolas; 3) expandir las categorías de bienes autorizados a venderse para incluir maquinaria agrícola y suministros; 4) autorizar licencias generales de viaje para mercadeo, negociación y entrega de bienes agrícolas, y 5) facilitar visas para que funcionarios cubanos puedan realizar actividades relacionadas con las compras, incluyendo inspecciones sanitarias.17 Otras recomendaciones hechas a la administración Obama por varias instituciones que siguen estos temas incluyen usar las facultades ejecutivas para permitir licencias de exportación cubana para trabajos y manufacturas de arte; reimplantar la excepcionalidad en la restricción vigente que permita la importación de cantidades limitadas de bienes cubanos, de uso personal, por los viajeros que visiten Cuba; revocar la sección 1705 (d) de la Ley Helms-Burton que establece la verificación in situ del uso de las medicinas y equipos médicos exportados a Cuba, o en su defecto suavizar la interpretación regulatoria de este proceso; autorizar la venta y/o arrendamiento de equipos de origen norteamericano para extracción de petróleo en aguas del Golfo de México por empresas cubanas o de terceros países; y, finalmente, encargar un estudio para evaluar las pérdidas ocasionadas a la economía norteamericana por el bloqueo a Cuba. Se ha señalado que un aspecto relativamente complejo está asociado a las propuestas que buscan condicionar, de una u otra forma, el relajamiento del embargo a los cambios políticos internos.18 Aunque esto sucede en algunos casos, hay otros que no deben 95 Jorge Mario Sánchez Egozcue anticipados en efectivo. Por tal motivo, las compras en ese mercado tienen un componente de seguridad alimentaria que no existe para otros proveedores. Sería poco prudente promover de manera inmediata una expansión descontrolada de dichas importaciones, puesto que en la medida en que aumentasen, lo haría también la vulnerabilidad por cambios de actitud política. El marco regulatorio actual de la OFAC se concentra en dos procesos: las licencias de viajes y las regulaciones de financiamiento y pagos a exportaciones. El primero es probablemente el que más se comenta por su vínculo con el turismo, pero es el segundo el que ha estado configurando hasta ahora los intercambios comerciales existentes. Las exportaciones cubanas a los Estados Unidos están prohibidas, y las ventas permitidas se reducen a unos pocos bienes (fundamentalmente alimentos), regulados por condiciones anormales. Debido al pago en efectivo por adelantado, los bienes por transportar se convierten automáticamente en propiedad cubana mientras aún están en puertos norteamericanos. De ese modo, se vuelven vulnerables a confiscaciones por reclamaciones legales de los residentes cubanoamericanos.21 Para reducir ese riesgo, se ha recurrido al pago con cartas de crédito. Al pasar por bancos europeos el trámite de pagos aumenta el costo hasta 25% por transferencia. Además, cualquier demora supone cargos de sobreestadía del buque —habitualmente entre 20 000 y 40 000 dólares—, que debe pagar Cuba. Otro tanto sucede con las gestiones administrativas, que en el caso cubano tienen complicaciones adicionales.22 Primero, pueden ser alteradas sin notificación previa, en virtud del carácter de las regulaciones especiales; segundo, las operaciones comerciales están sujetas únicamente a la ley conocida como Administrative Procedure Act (APA), que no permite retrasos en los pagos, mientras otros países pueden recurrir a una alternativa (Regulatory Flexibility Act) que les posibilita un margen de maniobra adicional. Esto tiene por consecuencia que, para los compradores cubanos, resulte incierto poder contar con la respuesta a tiempo del exportador norteamericano, y si por cualquier motivo burocrático se produce una demora no prevista en los trámites, los costos de la operación se multiplican agresivamente, como ya ha sucedido. Está asimismo prohibido para los empresarios norteamericanos que negocian con Cuba usar los fondos conocidos como «Check-Off», del Federal Farm Promotion Programs, Market Acces Program (MAP), que permiten recurrir a programas de financiamiento colectivo para actividades de promoción, asistencia técnica, investigación, información de la industria y de los consumidores, destinados a mantener o expandir mercados. También se les prohíbe a los representantes En la perspectiva regional, Cuba comparte con sus vecinos caribeños varios rasgos en la composición de parte de sus exportaciones, y los mismos retos en cuanto a los efectos de una liberalización comercial. Existen tres perfiles diferenciados en la región: República Dominicana —que se sumó al Acuerdo de Libre Comercio de Centroamérica (DR-CAFTA), y captura una cuarta parte del comercio regional con los Estados Unidos, fundamentalmente de equipos y servicios turísticos—; Trinidad y Tobago —ventas de petróleo y gas—; Jamaica y Bahamas —turismo—; el resto son países más pequeños, o de posicionamiento marginal, que tienen una actitud más reacia hacia una apertura comercial conjunta desde CARICOM o la Asociación de Estados del Caribe (AEC) por los impactos indeseados en temas como la protección de la propiedad intelectual, los servicios financieros, turísticos, tecnológicos y profesionales, y les resulta vital preservar en lo posible el tratamiento especial y diferenciado en el comercio. En 2000, se aprobó la Iniciativa de Comercio para la Cuenca del Caribe (CBTPA) en reemplazo de la de los 80 (CBI). Gracias a ella se provee un tratamiento arancelario temporal relativamente cercano a un acuerdo de libre comercio, en especial para las exportaciones de textiles y manufacturas. Cuba no tiene ninguna relación con esos instrumentos, ni una estructura compleja de barreras arancelarias y extraarancelarias, ni ha introducido políticas específicas para potenciar las exportaciones de textiles y electrodomésticos, alternativa seguida por algunos países de la región. Por otro lado, el retraso relativo en infraestructura de comunicaciones y régimen jurídico hace poco viable una inserción cubana, a corto plazo, en el área de los servicios financieros internacionales, como han hecho algunas naciones del área. El marco regulatorio actual de la OFAC Incluso bajo el supuesto de un escenario de normalización de relaciones económicas sin complicaciones extremas, para Cuba constituyen un reto de no poca magnitud los reacomodos que este proceso pudiera tener en la composición de sus asociaciones comerciales y económicas con otros países, ya que en la práctica se plantea una relación de intercambio —trade-off— entre estabilidad y diversificación de riesgo, de un lado y, de otro, los beneficios del acceso a un mercado geográficamente más cercano, con menores costos de transporte, fletes y seguros, así como elevados estándares de calidad. Sin embargo, esos beneficios pueden llegar a anularse mediante acciones ejecutivas, como sucedió en 2004, cuando se impusieron los pagos 96 Las relaciones económicas Estados Unidos-Cuba. La normalización pendiente siempre que, a partir de referentes internacionales, incluyan la discrepancia y la negociación para llegar a un entendimiento. Parte del aprendizaje de la cultura de negocios cubana actual se dio en los 90, con la apertura al mercado internacional, la inversión y los bancos extranjeros. Este proceso incluyó la necesaria actualización sobre estándares y regulaciones internacionales relacionadas con los aspectos jurídicos, medioambientales, fitosanitarios, etc. Se llegó a establecer una suerte de «cultura de negocios local», de la que el mejor ejemplo son las guías de negocios en Cuba, una hecha por la embajada canadiense y otra por la firma Ernst & Young, donde explícitamente se reconoce, por ejemplo, que «los procesos regulatorios son burocráticos y demorados, pero pueden llegar a ser flexibles cuando el plan propuesto resulta de interés a la parte cubana».23 Esta hibridación entre estándares modernos en las leyes, y prácticas donde la discrecionalidad tiene un amplio margen no siempre es bien entendida por los empresarios extranjeros. Para algunos, esto es prueba de la necesidad de continuar avanzando en ese terreno mediante la transferencia de know how (servicios de consultorías, entrenamientos, etc.), pero es innegable que fue funcional para los resultados alcanzados, y que en muchos aspectos es mucho más cercana a los procesos «normales» a nivel internacional que los mecanismos que actualmente regulan los intercambios entre Cuba y los Estados Unidos. de las agencias compradoras cubanas viajar a los Estados Unidos para inspeccionar las condiciones sanitarias, lo que forma parte de los estándares internacionales en estas operaciones. De manera que, sin necesidad de complicaciones políticas adicionales, existe un conjunto de regulaciones que no solo inhiben el desarrollo del comercio normal, sino que crean condiciones para que este genere deformaciones que derivan en mayores costos y riesgos. A pesar de ello, paradójicamente, el mayor nivel de comercio entre los dos países se ha alcanzado justo en el momento en que se recrudecieron las sanciones y las tensiones políticas, durante el segundo término de Bush. Algunos analistas han querido ver en la práctica cubana de distribución de las compras de un mismo producto entre varios estados una política dirigida a fomentar el interés del lobby del sector de negocios por relajar las restricciones en el Congreso. De hecho, una vez concedida la licencia, el incentivo para apoyar iniciativas legales con ese fin se atenúa, pues ya se cuenta con el acceso al mercado cubano, donde, además de los beneficios de los pagos adelantados en efectivo, se dispone de facilidades excepcionales en la negociación (un solo contrato con Alimport da acceso al mercado en su conjunto, sin tener que lidiar con múltiples empresas y complejos procedimientos legales), y adicionalmente, protegidos, por el mismo embargo, de la competencia de otras empresas norteamericanas que no tienen licencia. Todos estos elementos conforman un entorno enrarecido y contraproducente, pues a partir de los mayores beneficios y menos riesgos asociados al mecanismo de las licencias especiales, se generan incentivos, a corto plazo, para su continuación, en lugar de fomentar su desmantelamiento ante la dificultad práctica de un complejo proceso de revisión de la política. Esta relación disfuncional crea una inercia institucional que solo puede ser modificada con iniciativas que logren flexibilizar progresivamente algunas áreas de las restricciones; pero, dadas las circunstancias políticas actuales, parece poco probable que esto se produzca en lo inmediato. Es por ello que cobra importancia examinar el precedente más cercano como punto de comparación. Los patrones de intercambios económicos cubanos con Canadá y la Unión Europea no están exentos de contradicciones; sin embargo, lograron por más de una década expandir el comercio y las inversiones a niveles sin precedentes, y en áreas estratégicas. El resultado ha sido una cultura de business que tiene sus peculiaridades. ¿Resultaría este un referente de know how «transferible»? El comercio exterior y, por extensión, las relaciones económicas internacionales constituyen un «canal» conveniente para ensayar espacios de concertación, Nuevas alternativas en perspectiva y reclamaciones pendientes Además del turismo, las remesas y el comercio en alimentos, existen tres áreas relativamente nuevas con un potencial importante que considerar: energía, telecomunicaciones y productos y servicios médicos avanzados —biotecnología, vacunas, software. En el campo de la energía pueden destacarse dos direcciones de interés recíproco; la primera concierne al hallazgo de reservas de hidrocarburos en la zona del Golfo de México que se encuentra dentro de los límites fronterizos marítimos cubanos establecidos en los acuerdos con la administración Carter. Una segunda dirección es la modernización de las redes y la infraestructura del sistema energético cubano, que ya ha comenzado a introducir proyectos de energía renovable con apoyo del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas. El petróleo de las aguas profundas en el Golfo de México tiene, sin dudas, un impacto estratégico en la configuración del perfil de las relaciones económicas futuras entre ambos países, si se llegan a dar las condiciones necesarias. No solo en la extracción y procesamiento del crudo hay reservas considerables 97 Jorge Mario Sánchez Egozcue los huracanes; sin embargo, a más largo plazo se necesita de una segunda generación de inversiones más eficiente en su operación y que cuente con capacidad para asumir los incrementos futuros de la demanda energética del sector privado y productivo con estándares medioambientales actuales. Las telecomunicaciones son un campo en el que hay todavía mucho por hacer. Ya está en marcha un proyecto de 70 millones de dólares, previsto para fines de 2010, de una empresa mixta (60% propiedad venezolana y 40% cubana) que tenderá un cable de fibra óptica de unos 1 550 km. Este conectará Cuba, Jamaica, Haití y Venezuela, y más adelante pudiera incluir a Trinidad y Tobago. Esta inversión multiplicará el acceso cubano a Internet 3 000 veces, con una capacidad de 640 gigabytes, que permite soportar unos veinte millones de llamadas telefónicas simultáneas. Actualmente, 90% del tráfico mundial de información es por esta vía. Ello coincide con la indicativa de la administración Obama para la concesión de licencias de la OFAC que permitan establecer contratos, realizar pagos y viajes relacionados con el establecimiento de servicios telefónicos celulares, de telecomunicaciones, por satélite, tendido de cable de fibra óptica y reexportación de bienes y tecnologías en ese sector.27 Aunque hasta la fecha no se ha concretado, hay numerosas compañías de Florida y el Caribe que ya están en fase exploratoria para presentar propuestas. En el campo de los productos y servicios médicos avanzados Cuba ha sido reconocida en la comunidad científica internacional por su eficiencia en la producción de vacunas (meningitis, hepatitis B) y la prevención epidemiológica. La capacidad cubana en los estudios de enfermedades tropicales, biotecnología e investigaciones sobre biodiversidad representa alternativas sumamente atractivas para los centros de investigación norteamericanos interesados en establecer programas conjuntos de cooperación como los existentes con el Reino Unido, Brasil, México, China e India.28 Otro tanto sucede con la producción de softwares especializados para usos médicos y de sistemas de control de procesos. Las reservas potenciales cubanas para exportar esos ser vicios a los Estados Unidos tienen amplias posibilidades, dado el reconocimiento internacional ya alcanzado. Una rara excepción fue, en 2004, la compañía CancerVax de California, que recibió autorización del Departamento del Tesoro para realizar ensayos clínicos de tres vacunas contra el cáncer junto al Centro de Inmunología Molecular cubano. Una vez aprobadas, las importaciones de estos y otros productos cuentan con una demanda segura. Existe un creciente interés hacia las posibilidades vinculadas con las exportaciones cubanas de bienes y servicios médicos, si bien estos requieren protocolos para expandir las inversiones y el comercio; es extensible a la producción de derivados, químicos y lubricantes, así como a la re-exportación en el Caribe. Un estudio sobre el potencial de estas reservas, realizado por el Servicio de Exploración Geológica de los Estados Unidos,24 las estimó en 4,6 millones de barriles de petróleo, y 9,8 trillones de pies cúbicos de gas; ello equivale aproximadamente al nivel de las reservas de Ecuador, y en principio, haría de Cuba un exportador potencial que podría llegar a estar —a largo plazo— entre el cuarto y el sexto puesto entre los países latinoamericanos exportadores de petróleo. Este hallazgo ha activado la participación de ejecutivos del sector en la búsqueda de alternativas de acceso a un mercado que ofrece atractivos para productores, distribuidores y consignatarios. Hasta la fecha, Cuba tiene contratos de exploración en esas aguas con compañías de España (Repsol), Noruega (NorskHydro), India (ONGC), Venezuela (PDVSA), Malasia (Petronas), Viet Nam (Petrovietnam), Brasil (Petrobras) y Rusia (Zarubezhneft). Una propuesta de ley presentada en el Senado en julio de 2009 sobre la distribución de ingresos generados por la extracción de petróleo y gas en aguas federales para cinco estados, 25 permitiría por primera vez a ejecutivos y empleados de este sector viajar a Cuba,26 según una adición al texto propuesta por la senadora demócrata Mary Landrieu, de Louisiana, que la prensa señala fue alentado por Petroleum Equipment Suppliers Association (PESA), entre cuyos miembros se incluye la Halliburton. Analistas del tema señalan que los costos de operación y logísticos de las inversiones actuales por parte de compañías internacionales podrían estar sobrecargados entre 30% y 40% como consecuencia de las restricciones del bloqueo para obtener partes y piezas, que deben ser obtenidas en México, Brasil o Venezuela, en lugar de Texas o Florida. Por otro lado, la viabilidad de estos proyectos depende de que los precios de los hidrocarburos en el mercado internacional no desciendan demasiado, pues se tornarían incosteables las instalaciones para la extracción en aguas profundas. Asimismo, el reciente desastre de la British Petroleum puede inhibir temporalmente el interés al respecto. En cuanto a los proyectos de desarrollo y reemplazo de la infraestructura de generación y distribución energética, en los últimos años se han ido introduciendo, con apoyo financiero de organismos internacionales y ONG, sistemas de pequeña escala en comunidades agrícolas y de montañas, que recurren al empleo de paneles solares y plantas hidráulicas. También se ha acudido a una variante de generación redistribuida, que sustituye las viejas plantas generadoras por grupos menores que reducen las afectaciones provocadas por 98 Las relaciones económicas Estados Unidos-Cuba. La normalización pendiente previos de certificación, así como garantías sobre la propiedad intelectual de los resultados de la investigación, que aún están en fase temprana. Si se lograse la certificación de los servicios médicos, y hacer extensiva hacia las agencias cubanas la cobertura de seguros médicos de los ciudadanos norteamericanos, estos pudieran también beneficiarse de tal modalidad alternativa, empleada durante años en pacientes de otras regiones, que viajan para conocer el país y ser operados o recibir tratamientos especializados, en no pocos casos a precios mucho más competitivos que en sus países de origen. La industria de productos farmacéuticos es otro campo donde existen condiciones favorables para expandir las ventas cubanas a corto plazo, partiendo de las instalaciones actuales, sin necesidad de recurrir a grandes inversiones, utilizando, por ejemplo, la opción de producciones cooperadas en joint ventures, o facilitando la inversión extranjera en ese sector, como han hecho países vecinos. Existen también opciones poco exploradas en el campo de la producción de softwares (sistemas integrados para usos diversos —médicos, gestión hotelera, procesos industriales, climatización, cultivos especializados, etc.—), en los que Cuba cuenta con algún grado de especialización y ha logrado colocar productos competitivos en el mercado internacional. Un factor de peso son las demandas recíprocas de compensaciones. Cuba reclama indemnización por el costo del bloqueo. Aunque difícil de cuantificar con precisión, este toma muchas formas, incluyendo reorientación de mercados —con sus costes implícitos de transportes y seguros— y las pérdidas, por reorientación en las exportaciones, el turismo y los vuelos comerciales; los impactos tecnológicos; mayores recargos en la deuda externa, y la migración laboral calificada, para referenciar sucintamente los más reconocidos; pero también su efecto se ha extendido hacia terceros países, con consecuencias significativas. Las pérdidas cubanas acumuladas, registradas oficialmente, sobrepasan los 96 mil millones de dólares. Ambos gobiernos tienen también pendientes las compensaciones por las nacionalizaciones que el gobierno cubano realizara en los años 60. Este es, sin dudas, uno de los temas más complicados, pues tiene múltiples aristas, muchas de las cuales requieren de una negociación marco de tipo político-jurídica que establezca definiciones, métodos de valoración y esquemas de tratamiento, sin lo cual resulta difícil avanzar hacia una normalización de las relaciones económicas en sentido amplio. Además, hay que considerar las posibles vinculaciones sobre los beneficios generados por las operaciones comerciales actuales con esas reclamaciones pendientes, pues pueden llegar a convertirse en un serio impedimento para su desarrollo. Algunas de las propuestas sugeridas a la administración Obama en ese terreno son: rescindir la prohibición de venta o transferencia a herederos de propiedades que forman parte de las reclamaciones contra Cuba, sin autorización especial (de OFAC o del Congreso); autorizar a dichos propietarios la negociación individual con el gobierno cubano, lo que requeriría licencias del Departamento del Tesoro para que puedan ser compensados con dinero o acciones en entidades cubanas; precisar (en una declaración de la administración) que el gobierno atendería solo las compensaciones de los que eran ciudadanos norteamericanos en el momento de la expropiación; iniciar un acercamiento con el gobierno cubano para negociaciones bilaterales por intermedio de la Foreign Claims Settlement Commission y, finalmente, rechazar la sección 211 de la Ley de apropiaciones, de 1999, que niega a los reclamantes la potestad de registrar o renovar los derechos de marcas si estas están asociadas a propiedades nacionalizadas.29 En la dinámica de transformaciones en la inserción internacional cubana de las últimas dos décadas, las relaciones económicas con los Estados Unidos han tenido un carácter singular. En momentos en que el eje de los intercambios eran la Unión Europea y Canadá, con un entorno caracterizado por la volatilidad de los acuerdos y altos costos financieros, los intercambios con los Estados Unidos fueron una alternativa coyuntural decisiva para la supervivencia, tras el colapso del campo socialista, en los 90. El turismo devino la primera fuente de ingresos, y una parte significativa de este provenía de dicho país, las remesas llegaron a constituir la tercera fuente de ingresos, y en sus inicios estas se enviaban, casi en su totalidad, desde territorio norteamericano. A partir de 2000, el eje se desplaza hacia Asia (China), y América Latina (Venezuela), bajo otro marco de relaciones, caracterizadas por acuerdos intergubernamentales y mayor estabilidad financiera a partir de la cobertura provista por los créditos y los acuerdos suscritos en el marco de la integración con el ALBA. Se produce entonces una alta concentración del volumen de compras e inversiones en estos dos países. En paralelo, las compras de alimentos a los Estados Unidos se expanden hasta convertirlos en el cuarto socio comercial, justo cuando las restricciones se hacen más rigurosas. En resumen, en ninguno de los dos períodos de Bush puede decirse que el marco de referencia de las relaciones económicas externas cubanas fuera particularmente favorable para que se ampliasen los intercambios; sin embargo, ese ha sido el resultado. ¿Se puede inferir algunas lecciones de estos desarrollos? Al menos una: a pesar de la obstinada política para fomentar el aislamiento durante los últimos cincuenta años, ambos países han derivado progresivamente hacia mecanismos alternativos que, sin cambiar el marco jurídico, tienden a hacerlo cada vez más poroso. 99 Jorge Mario Sánchez Egozcue Continuidad y cambio. Una propuesta de escenarios tentativos desplazado suficientemente, alejándose de la primera perspectiva que ha prevalecido en los últimos ocho años. Algunas restricciones pueden eliminarse de forma expedita; otras requieren un desmontaje gradual, pero por ahora no hay garantía de que el Congreso esté dispuesto a ir demasiado lejos. La prueba es lo lentas que se han tornado las negociaciones para lograr suficiente apoyo a las propuestas de leyes presentadas. Por lo tanto, aun contando con el deseo explícito de relajar parcialmente las prohibiciones, no cabe esperar que, a corto plazo, la nueva administración se involucre en una ofensiva que reformule a fondo la política del bloqueo; no es su aspiración ni tiene motivos de fuerza como para hacer de ello una prioridad. En el caso de las relaciones económicas entre Cuba y los Estados Unidos, se pueden considerar algunos «marcos de maniobra». A partir de los elementos antes descritos, y considerando tanto la inercia de los procesos en curso como la falta de incentivos para innovaciones sustantivas inmediatas para ambas partes, lo más probable es que prevalezca el contexto actual como una variante de «continuismo suave», en lugar de un replanteo estratégico de las relaciones bilaterales que establezca un escalonamiento de acciones. De producirse alguna modificación, parecen más viables las del tipo gradual que las de cambio drástico. Grosso modo, estas pueden ser las siguientes: Cuando se hacen pronósticos, en gran medida se proyecta el presente sobre el futuro subestimando las innovaciones radicales que, hasta en un statu quo prolongado, se pueden producir. Esa fue la lección de los años 90 con las transformaciones que siguieron al colapso del socialismo soviético, y de los 2000 con el intercambio económico entre Cuba y los Estados Unidos. Además, hasta los ejercicios en escenarios consensuados pueden derivar hacia construcciones del tipo wishful thinking (proyectar deseos); pero no por ello tienen por qué ser excluidos, pues siempre son útiles para explorar algunas opciones alternativas. El conocido intelectual Ignacio Ramonet apuntaba, meses antes de finalizar la campaña electoral de Obama, que si este resultaba electo, y si realmente trataba de reemplazar la filosofía del cambio de régimen cubano por un tipo de convivencia más o menos flexible, entonces «ello significaría una revolución copernicana para el sistema político cubano», que se vería obligado a redefinir a su enemigo histórico en términos compatibles con una política más pragmática de «normalización» de las relaciones.30 Transcurrido más de un año, el desempeño efectivo ha desinflado esta expectativa. Del lado norteamericano hay al menos dos factores que considerar: primero, Obama ya ha cumplido con las promesas hechas sobre Cuba durante la campaña; ahora, la compleja coyuntura actual, la crisis económica, la guerra y los temas domésticos se hacen más perentorios; segundo, la naturaleza misma del proceso de modificación de la política exterior no concede suficiente margen al ejecutivo como para implementar cambios profundos en corto tiempo. Como señala Henry Kissinger: 1) Obama «clintonizado» o «descafeinado». Como sucedió con la administración Clinton, una agenda inicial relativamente liberal se fue modificando sobre la marcha hasta quedar reducida sustancialmente como resultado del corrimiento del presidente hacia el centro del espectro político para preservar la oportunidad de optar por un segundo período. Dentro de ese marco, es posible una modesta recuperación de los intercambios académicos y culturales, las remesas y los viajes de cubanoamericanos. Continuarían limitados los intercambios científicos, las ventas de bienes agrícolas y los viajes de ciudadanos norteamericanos, en su mayor parte autorizados discrecionalmente, solo con licencias generales. No hay replanteo de los fundamentos de las relaciones; siguen los intentos en el Congreso por flexibilizar el turismo, pero con escaso margen de éxito. Desgaste y pérdida de incentivos para Obama y Cuba, ocasionales discrepancias, pero sin recrudecimiento de la confrontación. Habría que esperar por un segundo mandato (si lo hubiese) para ver si se producen nuevas iniciativas. La reducción en los niveles de comercio bilateral es consecuencia de la crisis internacional; las remesas no aumentan demasiado por las mismas razones; el turismo de cubanos residentes se mantiene en los niveles La política exterior de Obama debe navegar entre dos tipos de presiones públicas hacia la diplomacia que son endémicas de las actitudes norteamericanas. Ambas buscan trascender la diplomacia tradicional de dar y tomar. La primera refleja la aversión a negociar con sociedades que no comparten sus valores y puntos de vista generales. Rechaza el esfuerzo por alterar el comportamiento del otro lado mediante negociaciones. Trata el compromiso como una contemporización y busca la conversión o el derrocamiento del adversario. Los críticos de este enfoque representan la segunda fuente de presiones, y enfatizan la psicología. Ellos consideran la apertura de negociaciones como una transformación inherente; para ellos, el simbolismo y los gestos representan sustancia.31 El reconocimiento tácito de la necesidad de renovar la imagen internacional de los Estados Unidos, y los esfuerzos del Presidente por recurrir a una diplomacia menos agresiva que la de su predecesor no significan que el balance de fuerzas en el Congreso se haya 100 Las relaciones económicas Estados Unidos-Cuba. La normalización pendiente mostrados. En el escenario en curso, la posición relativa de los Estados Unidos (comercio, turismo y remesas) en la economía cubana cambia poco. 2) Incentivos moderados (allegro ma non troppo). Flexibilización en áreas con precedencia como turismo, academia, religión y cultura, a partir de un cambio en el balance de fuerzas en el Congreso. Crece el incentivo, pero con este puede agudizarse el conflicto con las regulaciones, lo que conduciría a revisar algunas de ellas —en su interpretación jurídica, no en la formulación— siguiendo el patrón reciente de los pagos en efectivo. En este contexto, los actores no institucionales de ambos gobiernos (ONG, academia, prensa, cultura, etc.) tienen un papel inicial clave en ensayar o facilitar alternativas de diálogo. El restablecimiento de programas de intercambio entre tales interlocutores puede, a su vez, ser de utilidad al generar un clima constructivo que facilite la cooperación formal en otros temas de interés recíproco. Los beneficios por concepto de expansión del turismo serían importantes por dos vías: ingresos directos y efecto derrame hacia actividades vinculadas. La comercialización de bienes «intelectuales» (música, servicios de consultoría, entrenamientos, etc.) conllevaría algún nivel de concertación sobre protección recíproca de derechos de propiedad intelectual. Se requiere modificar el discurso actual de promoción del cambio de régimen, por el de apoyo a los intercambios, a pesar de las diferencias. En términos económicos, puede extender los ingresos cubanos al menos en un tercio de los niveles precedentes sin necesidad de asumir grandes inversiones. Puede llegar a requerir algún nivel de concertación con normas regionales. 3) Optimista evolutivo (el menos probable, de largo plazo). Las diferencias de sistemas políticos y de posiciones en el contexto internacional no van a desaparecer en lo fundamental; sin embargo, puede lograrse un escenario de convivencia sin llegar a una confrontación sostenida, como ha ocurrido con China y Viet Nam, por ejemplo. En ese contexto, pueden producirse avances graduales para desplazar el centro de gravedad, que haría suficientemente porosa la aplicación de la HelmsBurton (CLDSA), al punto que requiera un replanteo. Sin precisar detalles en el marco político requerido, supone, en lo económico, opciones como la desregulación parcial en comercio y energía, así como para el financiamiento y la inversión limitados en sectores seleccionados. Este proceso desborda, en tiempo, el margen de una sola administración y puede ser muy vulnerable a cambios políticos norteamericanos. Básicamente, obligaría a derogar la aplicación a Cuba del Acta de Comercio con el Enemigo (TWEA-1917, sección 5 (b), la mayor parte de las regulaciones contenidas en la Export Administration Regulations (EAR) y, al menos, las prohibiciones de financiamiento privado a las exportaciones a Cuba y a las exportaciones cubanas contenidas en la Trade Sanctions Reform and Export Enhancement Act (TSRA), de 2000. Los efectos económicos resultantes serían importantes para los dos países. Conclusiones En tanto el marco de referencia en las relaciones políticas no se modifique, el potencial de las económicas no pasará de ser una opción hipotética, como en los últimos años. No obstante, la prosperidad de Cuba no depende en lo absoluto de que haya relaciones económicas —buenas o malas— con los Estados Unidos, sino de la capacidad de los cubanos de reinventar el país, de manera que lo positivo de estas relaciones (si las hubiese) sea un complemento bienvenido, y sus inconvenientes puedan ser contenidos sin tener que recurrir a sacrificios excepcionales que hipotequen el futuro. Para ambos gobiernos no es viable un proceso de normalización sin transitar por etapas; por eso, es esencial preservar la flexibilidad de adaptación a nuevas circunstancias sin que ello implique, para la parte cubana, cesión de la soberanía nacional o costos sociales inaceptables. Los desafíos que suponen estos procesos no superan las actuales capacidades técnicas cubanas, ni plantean problemas nuevos que requieran recomponer el apoyo a nivel público y gubernamental. Cuba ya ha establecido esos vínculos con otros países desarrollados en las dos décadas pasadas y los resultados muestran que son posibles avances importantes en sectores económicos estratégicos, si se da un mínimo de condiciones aceptables. Las diferencias que se derivan, en el caso de los Estados Unidos, de la asimetría de poder, sistemas políticos y huella histórica no van a desaparecer en el futuro inmediato; pero tampoco hay que asumir que el conflicto entre los dos países es un callejón sin salida, pues existen soluciones asequibles en temas que son de interés común, aunque no se haya conseguido aún construir un marco político apropiado para alcanzarlas. No se debe reducir la normalización de las relaciones económicas entre ambas naciones a un conflicto pendular entre soberanía y beneficios. Por complejo que sea, se puede y se debe trabajar por avanzar más allá de lo obtenido hasta ahora, en beneficio de ambas naciones. 101 Jorge Mario Sánchez Egozcue Notas 15. «Cancún flujo turístico a Cuba», EFE, 24 de marzo de 2010. 16. US Department of Agriculture (USDA), «Cuba’s Food & Agriculture Situation Report», 26 de marzo de 2008, disponible en www.fas.usda.gov. 1. Se incluyen en esta etapa algunos trabajos de investigación hechos en colaboración entre centros especializados de la Universidad de La Habana y las de Austin, Texas, y Gainesville, Florida. 17. Comité de Relaciones Internacionales, Senado de los Estados Unidos, «Changing Cuba Policy in the United States National Interest», 111 Congress, 23 de febrero de 2009, disponible en www.access.gpo.gov. 2. Jorge Mario Sánchez Egozcue, «Economic Relations Cuba-U.S., Bilateralism or Geopolitics?», ponencia presentada al XXVII Congreso de Latin American Studies Association (LASA), Montreal, 2007. 18. Carmelo Mesa-Lago, «Posible restablecimiento de relaciones económicas entre Cuba y Estados Unidos: ventajas y desventajas», Espacio Laical, n. 2, La Habana, 2008. 3. Trade Sanctions Reform and Export Enhancement Act (TSRA), Ley Pública 106-387, 18 de octubre de 2000, en 22 USC 72017209. 19. Mark P. Sullivan, «Cuba: Issues for the 111th Congress», Congressional Research Service (CRS), reporte n. R40193, 13 de enero de 2010, disponible en www.crs.gov. 4. Informe de Alimport Cuba, MINAL y United States International Trade Commission (USITC), «U.S. Agricultural Sales to Cuba: Certain Economic Effects of U.S. Restrictions», Investigación n. 332-489, Washington, DC, julio de 2007, disponible en www.usitc.gov. 20. Departamento del Tesoro, Oficina de Activos Extranjeros (OFAC), «Treasury Amends Cuban Assets Control Regulations to Implement the President Initiative on Family Visits, Remittances, and Telecommunications», 3 de septiembre de 2009, disponible en www.treasury.gov. 5. Economic Eye on Cuba, «2010-2001 U.S. Export Statistics for Cuba», U.S.-Cuba Trade and Economic Council, Inc., marzo de 2010, disponible en www.cubatrade.org. 21. Ana Radelat, «In Wake of Tough New OFAC Regulations, Food Exporters Turn to Letters of Credit», CubaNews, Wheaton, 1 de marzo de 2005. 6. FY2009 Omnibus Appropriations Measure (P.L. 111-8); «EEUU flexibiliza reglas de pago para venta de alimentos a Cuba», Reuters, Washington, DC, 9 de marzo de 2009. 22. USITC, «U.S. Agricultural Sales to Cuba...», ob. cit., nota 47. 7. José Luis Perelló Cabrera, «Factores de éxito, impactos y amenazas en el modelo de desarrollo turístico cubano, 1990-2009», Centro de Estudios Turísticos, Universidad de La Habana, 2009, pp. 9-14. 23. Embajada de Canadá en La Habana, «Cuba – A Guide for Canadian Business», marzo de 2001; Ernst & Young Caribbean Services Ltd., «A Business Guide to Cuba», enero de 2006. 8. Leticia Pineda, «Cuba y empresarios de los Estados Unidos exploran llegada libre de turistas a la isla», AFP, 25 de marzo de 2010. 24. U.S. Energy Information Administration, «Country Analysis Briefs: Caribbean», octubre de 2008; U.S. Geological Survey, «Assessment of Undiscovered Oil and Gas Resources of the North Cuban Basin, Cuba, 2004», febrero de 2005. 9. Gerardo Arreola, «Cuba abre la puerta a cadenas hoteleras de los Estados Unidos», La Jornada, México, DF, 26 de marzo de 2010. 25. Leslie Moore Mira, «Senate Bill Eases Cuba Restrictions for US Oil, Gas Industry», Platts, Nueva York, 8 de enero de 2010. 10. Manuel Orozco, «The Cuban Condition: Migration, Remittances, and its Diaspora», ponencia presentada en la Conferencia «El Caribe en su inserción internacional», InterAmerican Dialogue, San José de Costa Rica, 3-4 de febrero de 2009. Los datos por estimados se deben, sobre todo, a la superposición de las remesas con otros flujos, como los «derrames» del turismo, los ingresos de artistas y profesionales tras cumplimentar contratos en el exterior, los pagos complementarios en moneda convertible y otras formas de interacciones en la recirculación doméstica. 26. Ídem. 27. OFAC, ob. cit. 28. Michael T. Clegg y Sergio Jorge Pastrana, «U.S.-Cuban Scientific Relations», Science, v. 322, Washington, DC, 17 de octubre de 2008, disponible en www.sciencemag.org. 29. Omnibus Consolidated and Emergency Supplemental Appropriations Act, 1999; 11. USITC, «The Economic Impact of US Sanctions with Respect to Cuba», Investigación n. 332-413, Washington, DC, 2001, disponible en www.usitc.gov. 30. Jorge Halperín, «Obama puede provocar un sismo en el futuro de Cuba» (Diálogo con Ignacio Ramonet), El Mundo, Madrid, 2 de marzo de 2008. 12. USITC, «U.S. Agricultural Sales to Cuba...», ob. cit., tabla ES.1, p. VIII. 31. Henry A. Kissinger, «Obama’s Foreign Policy Challenge», The Washington Post, Washington, DC, 22 de abril de 2009. 13. Jorge Mario Sánchez Egozcue, «Challenges of Cuba’s Insertion in Caribbean – U.S. Trade», en Jorge I. Domínguez, Omar E. Pérez y Lorena G. Barberia, eds., The Cuban Economy at the Start of the Twenty First Century, Harvard University Press, 2004. 14. USITC, «The Economic Impact...», ob. cit.; Claudio Montenegro y Raimundo Soto, «How Distorted is Cuba´s Trade? Evidence and Predictions from a Gravity Model», Journal of International Trade and Economic Development, a. 5, n. 1, Nueva York, 1996, pp. 45-68. © 102 , 2010 62-63: 103-112, de 2010. Cuba, su emigración y lasno.relaciones conabril-septiembre los Estados Unidos Cuba, su emigración y las r elaciones relaciones con los Estados Unidos Lorena G. Barberia Investigadora. Universidad de Harvard. A Estratégicamente, el gobierno de los Estados Unidos también reconocía que estos constituirían una fuerza de oposición que contribuiría a su estrategia de aislar a Cuba. Los estudiosos concuerdan en que, desde los 80, había ocurrido un importante giro en la política migratoria hacia Cuba. Como Jorge I. Domínguez ha planteado, los Estados Unidos comenzaron a adoptar políticas restrictivas, a medida que sus intereses estratégicos cambiaban y trataban de debilitar el poder unilateral de Cuba para influir en su política migratoria. Investigaciones que han tratado de explicar los cambios en política migratoria hacia Cuba durante el período que siguió al final de la Guerra fría, por el contrario, han subrayado el mayor peso de las consideraciones de política interna.3 Sin desestimar lo anterior, este ensayo argumenta que las consideraciones de política exterior continúan desempeñando un importante papel en el curso que siguen las políticas migratorias de los Estados Unidos hacia Cuba en la época posterior a la Guerra fría. Estos han priorizado la defensa de sus fronteras de la llegada desordenada de flujos masivos de cubanos durante los períodos de crisis en las relaciones migratorias. La l finalizar la Guerra fría y desatarse una profunda crisis económica en Cuba, el número de cubanos que emigra a los Estados Unidos comenzó a incrementarse significativamente a partir del año 1994. Esta oleada migratoria, que se mantiene y que ha continuado durante más de una década y media, representa la de más larga duración —aunque no la mayor en cuanto a magnitud— de las cuatro que han tenido lugar desde inicios de la década de los 60. Los Estados Unidos siguen siendo el destino preferido por los que dejan el país, y el último censo norteamericano reveló que casi la quinta parte de su población nacida en Cuba llegó entre 1994 y 2000.1 Las distintas explicaciones que se han ofrecido para explicar las variaciones producidas en las políticas migratorias de los Estados Unidos hacia Cuba coinciden en que fueron factores internacionales los que motivaron sus reacciones durante las primeras décadas de la Revolución cubana.2 Al apoyar políticas que recibían la inmigración cubana, los presidentes Dwight Eisenhower, John Kennedy, Lyndon Johnson y Richard Nixon acogieron a los emigrados cubanos como parte de la tradicional ideología anticomunista. 103 Lorena G. Barberia durante el período siguiente a la Guerra fría puede apreciarse gran continuidad con respecto a las políticas adoptadas durante la década de los 80. Las consideraciones de política interna y externa han influido en este tema. La migración de cubanos continúa siendo una esfera muy debatida, sobre la que hay desacuerdos significativos en lo que respecta a qué políticas deben seguirse, tanto por el país receptor como por el emisor. Por consiguiente, en la sección final de este ensayo se retoman esferas de esas políticas que representan nudos importantes de conflictos entre los dos gobiernos, con la finalidad de llamar la atención sobre aquellas que pudieran adoptarse con el propósito de mejorar las relaciones entre ambos países. administración de William Clinton eligió una política de cooperación al tratar con Cuba los conflictos sobre migraciones bilaterales en la década de los años 90, durante la crisis de los balseros y la provocada por el caso de Elián González, porque se correspondía con los intereses nacionales. Los Estados Unidos, además, continuaron cooperando con el gobierno cubano sobre la cuestión migratoria durante la administración de George W. Bush. Incluso en este período de ocho años, en el cual las relaciones bilaterales se consideraban sumamente tensas —fue intensificado el embargo comercial, se impuso límites más estrictos a las visitas familiares, a los envíos de remesas, a los viajes e intercambios profesionales con la Isla, se acusó al gobierno cubano de haber desarrollado un programa de agresión biológica, y se lanzó un proyecto de transición democrática cuyo objetivo era ayudar a organizar un gobierno en Cuba luego de la deposición de Fidel y Raúl Castro—, los Estados Unidos mantuvieron su adhesión a los compromisos contraídos por la administración de Clinton sobre cuestiones migratorias. La razón por la cual decidieron cooperar con Cuba en este aspecto se entiende mejor cuando se sabe que la noción de seguridad nacional se expandió durante el período que siguió a la Guerra fría para incluir las amenazas no-militares. La proximidad de Cuba, unido a volátiles flujos de cubanos que continúan intentando entrar a los Estados Unidos, los ha llevado a cooperar con el gobierno cubano. Y estas consideraciones de política exterior aún rigen las reacciones políticas de ese país en el período que abarca de 1989 hasta el presente. Al mismo tiempo, los intereses internos han conformado las respuestas de los Estados Unidos en términos de sus políticas migratorias hacia Cuba. Los cubanoamericanos han presionado para impedir políticas migratorias restrictivas y han logrado algunas victorias importantes, tanto en la etapa en que se estaban formulando, como en la de su puesta en vigor, pero no han logrado evitar que tenga lugar la cooperación. Las presiones políticas internas, por parte de los electores fuera de Miami, han fortalecido aquellos objetivos de política exterior de los Estados Unidos orientados a limitar la inmigración cubana. Este ensayo adopta un enfoque históricamente fundamentado para analizar las políticas que se han puesto en práctica por el gobierno de los Estados Unidos hacia aquellos que buscan salir de Cuba. Los Estados Unidos fueron cambiando gradualmente, por razones estratégicas, sus políticas migratorias, durante el período entre la Revolución cubana de 1959 y el inicio del Período especial, que siguió al colapso del comercio entre la Isla y el bloque soviético. En el proceso de la puesta en vigor de las políticas migratorias Los Estados Unidos: de fronteras abiertas a políticas restrictivas En 1980, la política de los Estados Unidos dio un giro de 180 grados, en contraste con las dos décadas anteriores, cuando habían alentado, ayudado y auspiciado una emigración masiva de los considerados «refugiados que escapaban del comunismo» en la Isla.4 Esos cambios, que restringían el flujo migratorio de cubanos, comenzaron con la administración de James Carter y se consolidaron durante la de Ronald Reagan, y se dirigían a evitar el arribo de oleadas masivas a las costas estadounidenses. Durante la crisis de los balseros de 1994, y como su secuela, los Estados Unidos han seguido tratando de ajustar su política inmigratoria hacia la Isla, con el fin de garantizar un flujo ordenado. Aunque esta nueva política hacia los inmigrantes cubanos se ha visto afectada por los intereses de los emigrados —concentrados y con una influyente base fundamentalmente en el sur de la Florida—, así como por otras consideraciones de política interna, estos no han podido evitar que prevalezca este cambio fundamental durante la posguerra fría. A raíz de la Revolución cubana, los Estados Unidos acogieron a casi medio millón de cubanos que salieron en los 60 y los 70.5 Durante los primeros años, los emigrados fueron admitidos como «refugiados que huían del comunismo» bajo los auspicios de la Ley Walter-McCarran y se les otorgaba beneficios a los que les daba derecho el Programa para los Refugiados Cubanos establecido en 1961 por el presidente John F. Kennedy. Guiados por la creencia de que abrir sus fronteras a los emigrados cubanos debilitaba al gobierno cubano, el de los Estados Unidos posteriormente aprobó la Ley de Ajuste Cubano (CAA) en 1966. Esta concedía privilegios exclusivos a todos los que querían emigrar de Cuba, sin los límites establecidos por cuotas nacionales de inmigración en 104 Cuba, su emigración y las relaciones con los Estados Unidos serían repatriados a su país de origen. Con la política de «pies mojados», el gobierno de Estados Unidos encontró una manera de controlar la anterior admisión instantánea de cubanos a su territorio. Al mismo tiempo, con la política de «pies secos», aseguraba su adhesión a la Ley de Ajuste Cubano: los que llegaran a las costas estadounidenses conservaban el derecho a solicitar asilo y se mantenían calificados para el estatus de residente y ciudadano, según dicha Ley. Los Estados Unidos no hicieron concesiones adicionales en 1995, sino acordaron regirse por el acuerdo de 1984. Al igual que lo sucedido durante la Guerra fría, fue inmediatamente después de haberse producido una crisis migratoria que ambos gobiernos llevaron a cabo el mayor avance en las negociaciones dirigidas a establecer una migración segura, legal, y ordenada. Este acuerdo, en respuesta a la crisis del Mariel, había sido el más abarcador en términos de cambios introducidos en la política hacia Cuba, comparado con los acuerdos oficiales de migración firmados por ambos países en 1965 y 1978. La administración Reagan retiró la excepcionalidad cubana respecto a las cuotas de inmigración otorgadas a otros países, concedida por la Ley de Ajuste Cubano de 1966. Aunque el acuerdo de 1984 fue posteriormente suspendido por Cuba en respuesta a las emisiones radiales de Radio Martí y reinstituido solo en 1987, incluyó disposiciones de que se otorgarían al menos 20 000 visas anuales. En los años de la posguerra fría, sin embargo, los Estados Unidos no aumentaron el número de inmigrantes cubanos admitidos. De hecho, la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana otorgó solamente 11 222 visas de inmigrantes entre 1985 y 1994.13 En 1995, los Estados Unidos reiteraron su compromiso anterior de admitir anualmente no menos de 20 000 inmigrantes procedentes de Cuba, sin incluir a los familiares inmediatos de ciudadanos norteamericanos.14 A diferencia de lo ocurrido con los acuerdos bilaterales que se habían concluido en 1984 y 1987, sin embargo, esta vez los Estados Unidos hicieron un esfuerzo de buena fe por cumplir sus compromisos de 1995. En los tres años siguientes a la firma del acuerdo, otorgaron entrada a más de 32 000 cubanos, además de procesar los casos de aquellos que habían estado retenidos en Guantánamo. El servicio de Guardacostas también ha trabajado en estrecha colaboración con los Guardafronteras cubanos y ha repatriado balseros a Cuba.15 Una investigación, realizada por el Centro de Estudios de las Migraciones Internacionales de la Universidad de La Habana, ha calculado que 10 011 de los 21 900 cubanos, o casi la mitad de los que trataron de salir clandestinamente de vigor para otros países, y les otorgaba residencia legal permanente después de solamente un año de permanencia en los Estados Unidos.6 A través de todo el período, se subsidió la carga financiera que representaba la reubicación de los refugiados en el sur de la Florida. En 1980, cuando Cuba emitió un llamado a los emigrados para que recogieran a aquellos que deseaban abandonar la Isla, y abrió el puerto de Mariel para este fin, los Estados Unidos decidieron admitir a 125 000 cubanos llevados a la Florida en embarcaciones privadas, tal y como había sucedido en el caso de Camarioca, en 1965. Sin embargo, por primera vez en dos décadas, la administración Carter determinó que los nacionales cubanos ya no serían automáticamente admitidos como refugiados o asilados, sino como «entrantes cubanos-haitianos (estatus pendiente)».7 Con el Mariel comenzó a surgir un consenso dentro del gobierno estadounidense en el sentido de evitar que Cuba pudiera determinar unilateralmente cuándo permitir oleadas masivas de cubanos hacia las costas de la Florida;8 así como ante los costos económicos, sociales y políticos de absorber a estos emigrados. En consecuencia, los Estados Unidos cerró, en 1981, el Programa para Refugiados Cubanos, en medio del proceso de ubicación de los marielitos. La tendencia a restringir la inmigración cubana se consolidó con la crisis de los balseros en 1994. A diferencia de las crisis de Camarioca y del Mariel, la administración Clinton revocó, dos semanas después de iniciado el flujo, la admisión de balseros cubanos a los Estados Unidos, y ordenó a la Marina y el servicio de Guardacostas que los llevaran a la base naval de Guantánamo y a campamentos de refugiados en Panamá. 9 Al mantener a casi 29 000 cubanos detenidos fuera de su territorio, los Estados Unidos mejoraron su posición negociadora, y ambos países comenzaron rápidamente conversaciones concluidas con la firma de un acuerdo migratorio en septiembre de 1994.10 Según este acuerdo, ambos gobiernos garantizarían una «migración segura, legal y ordenada» de la Isla a los Estados Unidos;11 acordaron que los balseros serían llevados a la base naval de Guantánamo y Cuba se comprometió a desalentar este tipo de salida peligrosa para los migrantes. El presidente Clinton declaró, a raíz del acuerdo, que gracias a este se había logrado desalentar la «inmigración ilegal» de cubanos.12 En mayo de 1995, se firmó el sexto acuerdo migratorio, que representaba un cambio mayor en política migratoria hacia Cuba: los cubanos interceptados en el mar serían tratados como los demás emigrantes que intentaban entrar a Estados Unidos, y 105 Lorena G. Barberia Cuba por vía marítima entre 1995 y 2004, fueron repatriados desde las Bahamas, las Islas Caimán y los Estados Unidos. Además, el acuerdo migratorio de 1995 estableció un sorteo para nacionales cubanos. El resultado neto de esta lotería especial fue que se redujeron los requisitos de entrada.16 Las políticas migratorias estadounidenses desde 1994 y 1995, sin embargo, han sido eficaces solo hasta cierto punto respecto a poner fin a la migración riesgosa, ilegal y desordenada desde Cuba. Como demuestra el caso del niño Elián González,17 al mantener vigentes las disposiciones que garantizan la admisión de los «pies secos», los cubanos siguen teniendo el incentivo de intentar alcanzar las costas y fronteras de los Estados Unidos. Patrullas de Fronteras de los Estados Unidos, se concluye que la emigración ilegal hacia los Estados Unidos está aumentando en cifras sin precedentes. Por otra parte, cubanos y cubanoamericanos de la Florida han abierto rutas alternativas vía México, para evadir completamente las patrullas. La comunidad cubanoamericana y sus esfuerzos para la continuación de políticas migratorias de aceptación En la etapa posterior a la Guerra fría, el lobby cubanoamericano ha desempeñado un papel importante en las políticas hacia Cuba, y ha conseguido limitar los intentos gubernamentales para restringir la inmigración proveniente de la Isla. Este grupo ha logrado importantes victorias, tanto sobre la formulación de esas políticas como en su puesta en práctica. Aunque algunos balseros pasaron un período de tiempo de hasta dieciocho meses en la base naval de Guantánamo, aproximadamente 38 500 fueron admitidos finalmente en los Estados Unidos. El peso del lobby cubanoamericano fue determinante en esta decisión del gobierno estadounidense; y a la postre, a todos los detenidos en Guantánamo se les concedió libertad bajo supervisión. Gracias a esta influencia, el gobierno de los Estados Unidos no revocó la Ley de Ajuste Cubano; al contrario, el Congreso puso en vigor disposiciones según las cuales dicha ley podría ser revocada solo «cuando Cuba llegara a ser una democracia»; y prohibió limitar la autoridad del Fiscal General de concederles residencia permanente al cabo de solo un año de permanencia en los Estados Unidos. 19 Este lobby de emigrados cubanos ha continuado ejerciendo presiones sobre el gobierno para que admita como refugiados políticos a aquellos cubanos que emigran, en lo que ha tenido un notable éxito. Los Estados Unidos han seguido clasificando como refugiados a una parte significativa de los cubanos que emigran hacia ese país.20 Los inmigrantes cubanos aún son tratados especialmente dentro del programa federal de reubicación de refugiados, que les concede beneficios federales, incluyendo subvenciones económicas y seguro médico.21 A medida que las restricciones a la inmigración ilegal procedente de Cuba han aumentado, los Estados Unidos han continuado introduciendo programas dirigidos a privilegiar ciertas categorías de cubanos. En 2006, la administración de George W. Bush lanzó una nueva iniciativa designada Programa para Profesionales Médicos Cubanos bajo Palabra» (Cuban Medical Professional Parole Program)22 con el propósito de flexibilizar las restricciones relativas a la inmigración Tabla 1. Captura de emigrantes cubanos en las fronteras de los Estados Unidos y en el mar, 1989-2008. Interceptados en el mar Aprehendidos por Patrullas de Fronteras por Guardacostas de los E.U. de los E.U. 1989 257 n.a. 1990 443 n.a. 1991 1 722 n.a. 1992 2 066 n.a. 1993 2 882 n.a. 1994 38 560 n.a. 1995 525 n.a. 1996 411 n.a. 1997 421 n.a. 1998 903 n.a. 1999 1 619 2 789 2000 1 000 2 405 2001 777 2 858 2002 666 1 541 2003 1 555 1 303 2004 1 225 819 2005 2 712 3 263 2006 2 810 4 021 2007 2 868 4 295 2008 2 199 3 351 ……………………………………………………………………………………………… Fuente: Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Guardacostas de los Estados Unidos, Alien Migrant Interdiction, disponible en www.uscg.mil (6 de febrero de 2010) y Ruth Ellen Wasem, «Cuban Migration to the United States: Policy and Trends», Congressional Research Service Report R40566, Congressional Research Service, Washington, DC, 2009. La Tabla 1 muestra que, aunque no sean tan altos como los niveles pico alcanzados en 1994, la cifra anual de emigrantes cubanos interceptados en el mar por Guardacostas de los Estados Unidos ha ido en aumento a partir de 1999 y actualmente se mantiene en niveles tan altos como los de los años inmediatamente precedentes a la crisis de los balseros de 1994.18 Si a esto se suma el número de aprehendidos por las 106 Cuba, su emigración y las relaciones con los Estados Unidos derrota del candidato demócrata. Las tropas norteamericanas se vieron obligadas a sofocar un motín de 8 600 refugiados detenidos en Panamá, en diciembre de 1994. Temiendo que un incidente similar o peor pudiera ocurrir en Guantánamo, Clinton tuvo que enfrentar la cuestión de qué acción tomar cuando el número de balseros empezó a incrementarse en la primavera y el verano de 1995. La capacidad de la base y el costo de mantener a los detenidos iba en ascenso y la admisión de la nueva oleada de balseros podía detonar de nuevo una crisis. En mayo de 1995, la administración Clinton volvió a la mesa de negociaciones y firmó un segundo acuerdo con Cuba. Como resume Leogrande: de profesionales cubanos de la medicina que estuvieran trabajando en terceros países, sus cónyuges e hijos menores de edad.23 Este esfuerzo de reclutamiento de profesionales de la medicina contrasta con el patrón predominante en las características socioeconómicas de los cubanos que han entrado a los Estados Unidos en oleadas más recientes. Mientras que los de las primeras provenían sobre todo de la clase alta o media, en cada oleada sucesiva se ha ido produciendo un alza notable en la proporción de trabajadores menos calificados admitidos.24 Ya en 1997, casi la mitad de los inmigrantes era trabajadores semicalificados o no calificados.25 En la etapa posterior a la Guerra fría, el lobby cubanoamericano tuvo éxito al abogar por privilegios especiales a los emigrados de la Isla, cuyos beneficios están muy por encima de los que pueden alcanzar otros grupos de inmigrantes, incluso los refugiados políticos. Sin embargo, el poder de este lobby se ha visto limitado, especialmente al influenciar a los Estados Unidos durante crisis migratorias: no pudo impedir que la administración Clinton continuara conversaciones sobre temas migratorios con el gobierno cubano, o que firmara acuerdos durante la crisis de 1994 y posteriormente; tampoco logró que Elián González permaneciera en los Estados Unidos. A medida que la crisis empeoraba, el costo, en términos de política interna, de no encontrarle solución, ascendía vertiginosamente, al igual que el flujo de refugiados; primero, obligando a Clinton a imponer la política de detención y luego, cuando esta resultó inadecuada, a negociar con Cuba.26 A pesar de que la Administración actuó en contra de los intereses de la mayoría de los cubanoamericanos, William Clinton ganó en el estado de la Florida por un margen de 5,7% en su contienda por la reelección y más de 40% del voto cubanoamericano que se concentra en el Condado de Dade estuvo a su favor.27 La administración Clinton optó por la devolución de Elián González, no obstante las amenazas de la Fundación Nacional Cubano Americana. Esta arriesgada decisión respondió a señales contrapuestas en el Congreso, y entre el público en general, en el sentido de que esta política sería aceptable, e incluso preferida, por las grandes mayorías. A pesar de estar dominado por los republicanos, el Congreso no había logrado aprobar ni anular ninguno de los siete proyectos de leyes y resoluciones que se habían presentado a la Cámara y al Senado favoreciendo el regreso del niño o su retención. Además, el asunto coincidía con una notable alza de la influencia política de grupos de intereses, incluyendo los representantes de los negociantes e intereses agrícolas, quienes cabildeaban para propugnar cambios en la política hacia Cuba, en el período inmediatamente anterior a la crisis y durante su desarrollo.28 Aún en tiempos de la Guerra fría, la política interna había comenzado a influir en las negociaciones migratorias entre los Estados Unidos y Cuba y en la adopción de políticas que limitaban la inmigración.29 Posteriormente, estas fuerzas se han hecho notar más. Cada vez hay más consenso dentro del gobierno y sus estructuras acerca de una mayor equiparación entre las medidas legales para tratar a los cubanos y las vigentes para los no cubanos. Estas presiones han respaldado los esfuerzos gubernamentales en política exterior, La política interna y su impacto en restringir las políticas migratorias estadounidenses hacia Cuba Entre los factores que han limitado la capacidad del lobby cubanoamericano para influir las políticas migratorias de los Estados Unidos hacia la Isla durante el período de la posguerra fría —además de otros elementos de la política exterior— está el impacto ejercido por la política interna. Los electores fuera de Miami han fortalecido los objetivos de política exterior de los Estados Unidos orientados a limitar la inmigración cubana. Estos otros factores fueron cruciales para el reforzamiento de las decisiones adoptadas por los Estados Unidos durante la crisis de los balseros y en el caso de Elián González. En 1994, el Partido Demócrata y el presidente Clinton estaban presionados para enfrentar la creciente preocupación que manifestaba la opinión pública estadounidense sobre las cuestiones de inmigración, y dar una respuesta efectiva que terminara con la desorganizada llegada de cubanos a las costas de la Florida. Ambos tenían clara necesidad de evitar que se repitiera el error cometido por el presidente James Carter durante la Crisis del Mariel, cuando la respuesta de los Estados Unidos fue vista como signo de debilidad, lo que contribuyó a la 107 Lorena G. Barberia dos días una operación masiva en la que agentes federales, estatales y locales procedentes de 85 agencias vinculadas con la aplicación de las leyes simularon una respuesta a una oleada de dos mil supuestos emigrantes ilegales cubanos, en marzo de 2007.35 Los temores sobre la emigración cubana, por lo tanto, no solo han llevado a los Estados Unidos a mantener sus compromisos referentes a los acuerdos migratorios con Cuba, sino que han profundizado la cooperación, incluso bajo la administración Bush. En marzo de 2003, funcionarios norteamericanos permitieron que seis hombres que habían secuestrado un avión cubano con más de veinte pasajeros a bordo, aterrizara en Cayo Hueso, tal y como habían hecho en el caso de un avión de fumigación que había aterrizado en noviembre de 2002; pero, a diferencia de aquel, los seis fueron encausados en tribunales norteamericanos y recibieron condenas de veinte años.36 Cuando doce cubanos secuestraron una embarcación en julio de 2003, oficiales de Guardacostas la abordaron en aguas internacionales, y devolvieron a los secuestradores a Cuba —una vez que el gobierno de la Isla diera seguridad de que estarían sujetos a penas de diez años de prisión—, a pesar de las escandalosas protestas de los legisladores cubanoamericanos.37 en dirección a restringir la inmigración, muy particularmente durante los períodos de crisis. La política migratoria hacia Cuba y la política exterior estadounidense Un análisis de los documentos del gobierno de los Estados Unidos y los testimonios de funcionarios gubernamentales confirma que la amenaza potencial a la seguridad nacional que representa la emigración sin control desde Cuba constituye una preocupación fundamental. Dan Fisk, por ejemplo, argumenta que las políticas de la administración Clinton pueden interpretarse como un conjunto coherente y consistente de iniciativas, entre 1993 y 2000, dirigidas a enviar señales que «confirmaran a Castro que no necesitaba desatar otro Mariel y que alentara a los cubanos a quedarse a pesar de la deplorable situación económica».30 En varias ocasiones durante el curso de los últimos quince años, los generales norteamericanos que han dirigido el Comando Sur (Southcom), han emitido valoraciones similares sobre la amenaza que Cuba representa para la seguridad nacional de los Estados Unidos. Teniendo en cuenta que la Isla ha reducido sus fuerzas armadas, y perdió la ayuda económica y militar del bloque soviético, su capacidad para proyectar su poderío militar fuera de sus fronteras se ha visto reducida significativamente.31 Aunque ha disminuido la percepción de esa amenaza, existe un consenso en los círculos norteamericanos de seguridad nacional que enfatiza la necesidad de mantenerse preparados para un éxodo masivo de cubanos.32 Con frecuencia, funcionarios estadounidenses han vinculado esta visión sobre una potencial crisis migratoria, con el inicio de una transición en Cuba. En parte como respuesta al incremento en el número de cubanos que llegan por mar o que cruzan las fronteras, y en parte debido a los cambios que han tenido lugar en la dirigencia cubana, los Estados Unidos han aumentado la protección de sus fronteras y han desarrollado planes para prevenir una tercera gran crisis migratoria originada en la Isla. Como respuesta preventiva a la posibilidad de esta oleada de cubanos en balsas y pequeñas embarcaciones sin control alguno, el servicio de Guardacostas desarrolló, en 2003, la operación Centinela Vigilante.33 El plan, que propone «establecer un perímetro alrededor de Cuba para interceptar a los emigrantes e inmediatamente devolverlos a Cuba, con la esperanza de desalentar más salidas», continúa en vigor.34 Después de que Fidel Castro efectuara el traspaso de poder a su hermano Raúl, en julio de 2006, el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos llevó a cabo durante Mejorando la cooperación entre los Estados Unidos y Cuba en cuestiones migratorias Los acuerdos vigentes estipulan que las conversaciones migratorias deben tener lugar dos veces al año. Aunque los Estados Unidos mantuvieron su respaldo a los principios más importantes delineados en los acuerdos que suscribieron con Cuba en 1994 y 1995, la administración de George W. Bush suspendió estas conversaciones semestrales en 2003. Luego de la elección de Barack Obama, ambos gobiernos acordaron reanudarlas, en julio de 2009 y en febrero y junio de 2010. A continuación, resumo las cuestiones claves sobre las cuales los Estados Unidos y Cuba pudieran mejorar la cooperación bilateral. Aunque este análisis se centra en la política estadounidense, los cambios efectuados en la cubana también se recalcan, ya que son fundamentales para que progresen las negociaciones bilaterales. Políticas de los Estados Unidos a) Ley de Ajuste Cubano. Los refugiados cubanos podrían ser admitidos a los Estados Unidos según la ley de refugiados vigente, en vez de hacerlo según las disposiciones de la Ley de Ajuste Cubano. Como ha señalado Robert Bach: «Los Estados Unidos 108 Cuba, su emigración y las relaciones con los Estados Unidos Los intereses de la política interna continuarán conformando las políticas de respuesta por parte de los Estados Unidos, pero estos contribuirán a incrementar la cooperación con Cuba, no a reducirla. sobre la cooperación multilateral con los Estados Unidos y sus vecinos. tienen ahora mejores formas de ayudar a los que solicitan asilo y a los casos humanitarios, en vez de los procedimientos de 1966, incluyendo principios y procedimientos que son aplicables a todas las nacionalidades. Un sistema moderno de asilo en los Estados Unidos proporciona protección ante la persecución por medio de una revisión caso por caso e incluye mecanismos para devolver a sus países de origen, en caso necesario, a aquellos que son interceptados en tierra o mar».38 b) Política de «pies secos-pies mojados». Los Estados Unidos podrían valerse de la autoridad del Departamento de Justicia para descontinuar su política de «pies secos», para liberar bajo supervisión a los cubanos ingresados ilegalmente o presentados en las fronteras de los Estados Unidos y, en su lugar, procesarlos según estos mismos principios. c) Concesión de visas de inmigrantes a ciudadanos cubanos. Dado que el número de visas otorgadas a todo tipo de nacionales cubanos por parte del gobierno norteamericano ha tenido un máximo de veinte mil desde 1984, los Estados Unidos podrían aumentar esta cifra y/o anunciar un nuevo sorteo para ciudadanos cubanos. d) Operación Centinela Vigilante. El servicio de Guardacostas de los Estados Unidos podría reevaluar la operación Centinela Vigilante, así como revisar las políticas vigentes, que ordenan crear un perímetro alrededor de la Isla para interceptar a los emigrantes y devolverlos inmediatamente. El gobierno estadounidense podría ayudar en el traslado de estos emigrados a un tercer país, o concederles refugio temporal, según las normas vigentes de derecho internacional. e) Cooperación multilateral en cuestiones migratorias. El control de la inmigración se va reconociendo cada vez más como una esfera donde es posible aumentar la cooperación multilateral. En octubre de 2008, México y Cuba firmaron un acuerdo migratorio que exhortaba a una mayor cooperación entre la Marina mexicana y las Tropas Guardafronteras cubanas, para lidiar con el contrabando y la emigración ilegal. México también estuvo de acuerdo en devolver a Cuba a los ciudadanos cubanos que estaban en México sin legalizar su estatus. El gobierno cubano podría ser invitado a participar en conversaciones Políticas del gobierno cubano a) Permisos de salida y de residencia temporal. Cuba podría eliminar el requisito del permiso de salida, necesario para que los ciudadanos cubanos puedan viajar desde la Isla. Este se mantiene desde 1962. En 1994, el gobierno introdujo reformas, según las cuales cualquier cubano mayor de 18 años resulta elegible. Cuba podría también empezar a otorgar permisos de residencia en el exterior a aquellos que desean emigrar a los Estados Unidos, con lo cual se permitiría a aquellos que buscan residir allí, permanecer en el extranjero más de once meses, sin perder sus derechos y privilegios como ciudadanos. b) Emigración sin autorización. Según la política vigente, aquellos que eligen salir ilegalmente del país, como los 45 000 cubanos que se calcula salieron entre 1990 y 1994 durante la crisis de los balseros, no son elegibles para volver a entrar al territorio nacional durante un período de cinco años. El gobierno cubano podría elaborar y poner en vigor políticas que permitieran la readmisión y reintegración de aquellos que salen clandestinamente y de los que son repatriados. c) Cubanos calificados como excluibles para ser admitidos a los Estados Unidos. El rechazo de Cuba a readmitir emigrantes que hayan cometido delitos en el país que los recibió ha sido una fuente de conflictos con los Estados Unidos. 39 Cuba podría firmar un acuerdo con los Estados Unidos aceptando el retorno de los que hayan cometido delitos. Conclusión Durante la Guerra fría, las políticas migratorias estadounidense y cubana influyeron significativamente en el momento y la forma en que los cubanos ingresaron a los Estados Unidos. Como se ha apuntado, desde que colapsara el bloque soviético, ambos gobiernos han continuado ejerciendo una influencia considerable sobre los flujos migratorios. 109 Lorena G. Barberia cuestiones que han contribuido a hacer de la emigración una fuente de conflictos en las relaciones bilaterales. Las consideraciones de política exterior de los Estados Unidos siguen desempeñando un papel importante en la orientación de sus políticas migratorias hacia Cuba, porque consideran de alta prioridad la protección de sus fronteras de la llegada masiva y descontrolada de cubanos. Los períodos en que ha habido crisis en las relaciones migratorias entre ambos países ayudan a ejemplificar este punto. A pesar de las fuertes presiones ejercidas por el lobby cubanoamericano y de las internas, la administración Clinton optó por políticas de cooperación cuando se produjeron conflictos con Cuba, en torno a políticas migratorias bilaterales en los 90, durante la crisis de los balseros y la de Elián González, porque estas se correspondían con los intereses nacionales de los Estados Unidos. Tal cooperación continuó durante la administración Bush. Se ha argumentado aquí que la convergencia por lograr una mayor cooperación con Cuba, por parte de los Estados Unidos, está impulsada por su deseo de controlar sus fronteras. La proximidad de la Isla, conjuntamente con la situación potencialmente volátil creada por el gran flujo de cubanos que continúan intentando entrar a los Estados Unidos, ha llevado a estos a cooperar con el gobierno cubano, y este sigue siendo un factor impulsor de la política migratoria de Washington hacia Cuba. En la posguerra fría, los Estados Unidos han incrementado sus esfuerzos por combatir amenazas no militares a sus intereses nacionales. Estos factores explican las decisiones tomadas por las administraciones estadounidenses, tanto en la crisis de los balseros como en el caso de Elián González, y van a continuar determinando la política migratoria hacia Cuba, en el corto y mediano plazo. Los intereses de la política interna continuarán conformando las políticas de respuesta por parte de los Estados Unidos, pero estos contribuirán a incrementar la cooperación con Cuba, no a reducirla. La comunidad cubanoamericana, cada vez más compuesta por quienes salieron recientemente de Cuba socialista, y que está más fragmentada en cuanto a los objetivos de su lobby, continuará reclamando políticas de aceptación de emigrantes. Dado que los cubanos que llegan son vistos cada vez más como inmigrantes económicos, los intereses políticos internos continuarán favoreciendo políticas migratorias que no los traten como refugiados políticos, sino de acuerdo con los mismos principios establecidos por la política de inmigración restrictiva adoptada hacia otros inmigrantes latinoamericanos. A corto plazo, por tanto, es probable un mayor acuerdo entre ambos gobiernos, con el fin de solucionar algunas importantes Traducción: Silvia Santa María. Notas 1. Véase Lisandro Pérez, «Cuba», en M. C. Waters, R. Ueda y H. B. Marrow, The New Americans: A Guide to Immigration since 1965, Cambridge, Harvard University Press, 2007. 2. Véase Jorge I. Domínguez, «Cooperating with the Enemy? U.S. Immigration Policies toward Cuba», en C. Mitchell, ed., Western Hemisphere Immigration and United States Foreign Policy, University Park, Pennsylvania State University Press, 1992; William M. Leogrande, «From Havana to Miami: U.S. Cuba Policy as a TwoLevel Game», Journal of Interamerican Studies and World Affairs, a. 40, n. 1, Miami, 1998, pp. 67-86. 3. William Leogrande analiza las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba como un juego con dos niveles y presenta la hipótesis de que el resultado de la crisis de los balseros en el año 1994 fue determinado, en gran medida, por imperativos internos. Él menciona como elementos determinantes en los resultados de la crisis a la opinión pública norteamericana y al lobby cubanoamericano. Argumentando que los intereses del público norteamericano (por ejemplo, favorecer políticas que restringieran la inmigración) y de la comunidad cubanoamericana (por ejemplo, favorecer políticas que acepten a los emigrantes) entran en conflicto, Leogrande concluye que la opinión pública norteamericana prevaleció sobre los intereses de los emigrados cubanos en 1994. Véase William M. Leogrande, ob. cit. 4. Véase Jorge I. Domínguez, ob. cit. 5. Véase Lisandro Pérez, ob. cit. 6. La provisión de la Sección 1 de la Ley de Ajuste Cubano estipula: «Sin prejuicio de lo establecido en la sección 245 (c) del Acta de Inmigración y Nacionalidad, el estatus de cualquier extranjero nativo o ciudadano cubano o que haya sido inspeccionado y admitido o puesto bajo supervisión (parolee) en los Estados Unidos después del 1 de enero de 1959 y que haya estado presente físicamente en los Estados Unidos al menos durante un año, puede ser ajustado por el Fiscal General, a su discreción y conforme a las regulaciones que pueda prescribir, a la de extranjero admitido legalmente para residir permanentemente, si el extranjero hace una solicitud de dicho ajuste, y el extranjero es elegible para recibir una visa de inmigrante y es admisible en los Estados Unidos para residir permanentemente». 7. Véase Ruth Ellen Wasem, «Cuban Migration to the United States: Policy and Trends», Congressional Research Service Report R40566, Congressional Research Service, Washington, DC, 2009. Aunque a los marielitos eventualmente se les concedió residencia permanente según la Ley de Control y Reforma de la Inmigración (IRCA), de 1986, la definición del estatus legal de estos emigrados, diferente de los grupos anteriores, representó un vuelco fundamental en la política estadounidense. 8. Véase Jorge I. Domínguez, ob. cit. 9. Véase Jon Nordheimer, «Flight from Cuba: U.S. Will Expand Patrols to Stop Cuban Refugees», The New York Times, Nueva York, 23 de agosto de 1994. Un éxodo masivo de balseros haitianos había precedido a la crisis de balseros cubanos en 1992. El detonante del éxodo de haitianos hacia las costas de los Estados Unidos fue el 110 Cuba, su emigración y las relaciones con los Estados Unidos golpe de Estado de 1991 y la posterior persecución de los seguidores de Aristide. Guardacostas de los Estados Unidos informó haber interceptado 37 618 haitianos en 1992, y comenzó a llevar haitianos a la Base Naval de Guantánamo durante este período. solo por determinación del Presidente, según la sección 203(c)(3) de la Ley de la Libertad y la Solidaridad Democrática Cubana (LIBERTAD) de 1996 (Ley Pública 104-114), de que un gobierno democráticamente electo en Cuba està en el poder.» Ruth Ellen Wasem, ob. cit. 10. Contrastando con esto, la mayoría de los 21 000 balseros haitianos retenidos en Guantánamo durante la crisis, fueron repatriados a su país de origen, al ser considerados «emigrantes económicos». Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Guardacostas de los Estados Unidos, Alien Migrant Interdiction, disponible en www.uscg.mil (6 de febrero de 2010). 20. En 1999, los cinco grupos que encabezaban la lista de refugiados admitidos en los Estados Unidos, según su nacionalidad, eran los procedentes de Bosnia-Herzegovina, Yugoslavia, la ex Unión Soviética, Viet Nam, y Cuba. Nueve años después, Cuba continúa en el quinto lugar en esa lista, después de Birmania, Iraq, Bhután e Irán. Véase Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, 2008 Yearbook of Immigration Statistics, ob. cit. 11. Véase Ruth Ellen Wasem, ob. cit. 12. Véase John T. Woolley y Gerhard Peters, «William J. Clinton Statement on the Cuba-United States Agreement on Migration, September 9, 1994», The American Presidency Project, disponible en www.presidency.ucsb.edu. 21. Los emigrados cubanos que reúnan los requisitos para ser elegibles, incluyendo edad, discapacidad o ceguera, o aquellos que no alcanzan los niveles de ingresos y recursos establecidos, son elegibles para recibir ingresos por concepto de seguridad social suplementaria hasta siete años después de su entrada a los Estados Unidos. En el año 2008 los beneficiados con ingresos por concepto de seguridad social pueden haber recibido hasta el máximo estipulado para beneficios federales: $7 644 al año, y las parejas casadas haber recibido hasta $11 472 al año. 13. Para los datos sobre visas de inmigración, véase Antonio Aja Díaz, Al cruzar las fronteras, Centro de Estudios Demográficos, Universidad de La Habana y United Nations Population Fund, La Habana, 2009, pp. 167, 171; para el número de visas de refugiados, véase Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, 2008 Yearbook of Immigration Statistics, Washington, DC, 2009. 22. Véase Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Guardacostas de los Estados Unidos, Alien Migrant Interdiction, ob. cit. 14. Véase Ruth Ellen Wasem, ob. cit. 15. Véase Randy Beardsworth, «U.S.-Cuba Functional Relationships: A Security Imperative», en S. Stephens y A. Dunscomb, eds., 9 Ways For US to Talk to Cuba and For Cuba to Talk to U.S., Center for Democracy in the Americas, Washington, DC, 2009. 23. En 2007, la oficina del congresista Lincoln Díaz-Balart anunciaba que mil profesionales médicos cubanos de los cuarenta mil que se estima están desplegados y trabajando en 68 países en misiones médicas auspiciadas por el gobierno cubano, habían sido admitidos por el programa. Véase Tal Abbady, «Hundreds of Cuban Medical Workers Defecting to U.S. while Overseas», South Florida Sun-Sentinel, Fort Lauderdale, 10 de octubre de 2007. 16. El sorteo otorga a los ciudadanos cubanos de entre 18 y 55 años el ser elegibles para ser admitidos en los Estados Unidos si cumplen dos de los siguientes tres criterios: a) haber completado la enseñanza secundaria o un nivel superior de educación; b) tener al menos tres años de experiencia laboral; c) tener familiares que residan en los Estados Unidos. Desde que fuera puesto en práctica el acuerdo, se han convocado tres sorteos. En cada uno, el número de aspirantes calificados ha ido en aumento y está muy por encima del límite establecido de las 20 000 visas. El Departamento de Estado ha confirmado que el número de solicitudes que reunían los requisitos aumentó de 189 000 en el año 1994 a 433 000 en 1996 y 541 000 en 1998. Ruth Ellen Wasem, ob. cit. 24. Véase Susan Eckstein y Lorena G. Barberia, «Grounding Immigrant Generations in History: Cuban Americans and Their Transnational Ties», International Migration Review, a. 36, n. 3, Nueva York, 2002, pp. 799-837. 25. Los emigrantes que trabajaban como profesionales, semiprofesionales o en puestos administrativos, por el contrario, representaban solo 9% de los 16 750 cubanos admitidos en los Estados Unidos. 17. El caso del niño Elián González, rescatado en el mar el 25 de noviembre de 1999, ejemplifica este dilema. Según el acuerdo migratorio bilateral de 1995 y el derecho internacional, Elián debió haber sido devuelto enseguida a su padre residente en Cuba —quien mantenía legalmente su custodia—. El incidente se convirtió rápidamente en un problema diplomático para la administración Clinton, dada la solicitud de asilo presentada por los familiares del niño residentes en Miami y su negativa a reconocer la custodia del niño al padre en la Isla. Elián solo pudo regresar a Cuba el 28 de junio del 2000, más de dos meses después que la Fiscal General Janet Reno ordenara al Servicio de Inmigración y Naturalización que lo tomara por la fuerza del control de sus familiares en Miami, una vez que el Tribunal de Apelaciones del Undécimo Circuito de Estados Unidos fallara a favor del padre y la Corte Suprema declinara revisar la decisión. 26. Véase William M. Leogrande, ob. cit., p. 79. 27. Véase David Leip, Atlas of U.S. Presidential Elections, 2010, disponible en http://uselectionatlas.org (15 de marzo de 2010); y Katherine Q. Seelye, «Boy´s Case Could Sway Bush-Gore Contest», New York Times, Nueva York, 30 de marzo de 2000. 28. Véase Philip Brenner, Patrick J. Haney y Walter Vanderbush, «The Confluence of Domestic and International Interests: U.S. Policy Toward Cuba, 1998-2001», International Studies Perspectives, a. 3, n. 2, Portland, 2002, pp. 192-208; Morris H. Morley y Chris McGillion, Unfinished Business: America and Cuba after the Cold War, 1989-2001, Cambridge University Press, Cambridge y Nueva York, 2002; Daniel P. Erikson, The Cuba Wars: Fidel Castro, the United States, and the Next Revolution, Bloomsbury Press, Nueva York, 2008. El presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana señaló en una entrevista la mala interpretación que ellos habían hecho del posible impacto que tendría la escalada de este conflicto sobre el poder del lobby de dicha organización. Como señaló Francisco «Pepe» Hernández: «Todo cambió después de Elián. Cometimos el terrible error de convertirlo en una cuestión entre nosotros y Castro [...] Fuimos incapaces de entender por qué el resto del mundo no lo 18. Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Guardacostas de los Estados Unidos, Alien Migrant Interdiction, ob. cit. 19. La Sección 606 de la Ley sobre la Reforma de la Inmigración Ilegal y la Responsabilidad del Inmigrante de 1996, División C de P.L. 104-208, afirma que «la Ley Pública 89-732 puede revocarse 111 Lorena G. Barberia comprendía. Pero cuando todo hubo terminado, realizamos una encuesta: un enorme porcentaje estaba en contra nuestra en el asunto Elián; éramos vistos como inflexibles, como personas exclusivamente interesadas en la venganza». Véase Ed Vulliamy, «Elián González and the Cuban Crisis: Fallout from a Big Row over a Little Boy», The Observer, Londres, 21 de febrero de 2010. nominados y de haber respondido a las preguntas. Documento leído en el Comité de las Fuerzas Armadas, Washington, DC, 16 de septiembre de 1997. 33. Véase Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Fact Sheet-Operation Vigilant Sentr y, disponible en www.piersystem.com (2 de marzo de 2007). 29. Véase Jorge I. Domínguez, ob. cit. 34. Robert Bach, «Missteps and Next Steps in U.S.-Cuba Migration Policies», en S. Stephens y A. Dunscomb, ob. cit. 30. Daniel W. Fisk, «Cuba: the End of an Era», Washington Quaterly, a. 24, n. 1, Washington, DC, 2001, p. 95. 35. Véase Jane Sutton, «U.S. Halts Imaginary Cubans in Security Drill», Washington Post, Washington, DC, 8 de marzo de 2007. 31. Véase James T. Hill, «A Time to Normalize Relations Between the U.S. and Cuban Militaries», en S. Stephens y A. Dunscomb, ob. cit.; Bantz J. Craddock y Bárbara Fick, «Security Cooperation with a Democratic and Free Cuba: What Would It Look Like?», Cuban Affairs, v. 1, n. 4, Miami, 2004. 36. Catorce de los veinticuatro pasajeros solicitaron y recibieron permiso del Departamento de Seguridad Nacional para permanecer en los Estados Unidos. Los doce restantes regresaron a Cuba. Véase Daniel P. Ericsson, ob. cit. 32. En 1997, durante la audiencia del Comité Senatorial de las Fuerzas Armadas sobre la designación del General Charles Wilhelm como Comandante en Jefe del Comando Sur, este respondió que la única amenaza que representaba Cuba era la de la emigración como secuela inmediata de la crisis de los balseros. En el testimonio de Wilhelm y en sus respuestas a preguntas que se le formularon durante la audiencia, una parte significativa de la discusión se centró en las amenazas que representaba la inmigración ilegal desde América Latina y el Caribe, incluyendo a Cuba. Véase Senado de los Estados Unidos: El Comité concluye las audiencias sobre la nominación del General Michael E. Ryan, USAF, para Jefe de Estado Mayor, Fuerza Aérea de los Estados Unidos, Almirante Harold W. Gehman Jr., USN para Comandante en Jefe del Comando del Atlántico de los Estados Unidos y del Teniente General Charles E. Wilhelm, USMC, para Comandante en Jefe del Comando Sur de los Estados Unidos y para el grado de general, luego de haber dado testimonio los 37. Véase Phil Peters, «Issue No.5 The Imperfect Migration Accords at Work», Cuba Policy Reports, Arlington, 14 de julio de 2003. Los tribunales cubanos habían ordenado la ejecución de tres secuestradores, en abril de 2003, por cargos relacionados con el terrorismo en el caso de la captura de un bote de paso (ferryboat) en La Habana. 38. Véase Robert Bach, ob. cit. 39. Véase Ruth Ellen Wasem, ob. cit. © 112 , 2010 62-63: 113-123, de 2010. Los Estados Unidos-Cuba.no.Emigración y abril-septiembre relaciones bilaterales Los Estados Unidos-Cuba. Emigración y r elaciones relaciones bilaterales Antonio Aja Díaz Historiador y sociólogo. Centro de Estudios Demográficos, Universidad de La Habana. E emigración de la Isla. Han manejado ese factor como parte de su política de hostilidad hacia la Revolución cubana, en diferentes etapas, de acuerdo con la táctica desestabilizadora contra Cuba.1 En 1989 se inicia otra etapa migratoria en Cuba, con subdivisiones que abarcan los años 90 y la primera década del siglo XXI. El desarrollo del Período especial,2 bajo el impacto de la fuerte crisis económica por la que atravesó el país, determina que los 90 tengan una especial significación en este análisis. En particular, a partir del rol que comenzó a desempeñar la familia emigrada en la vida cotidiana cubana. Su papel se redimensionó y surgió una percepción que relacionaba el hecho de poseerla con la posibilidad de una ayuda económica ante la situación de crisis. En esa década, el flujo migratorio se caracterizó por la combinación de la salida definitiva y la temporal, con significativas cifras de visitas a la Isla —estimadas en más de cien mil personas solo entre 1995 y 1996. La emigración legal mantuvo un nivel bajo hasta inicios de 1995. Las salidas ilegales irrumpieron con fuerza y, en 1994, más de cincuenta mil personas estuvieron involucradas en el proceso, ya fuera exitoso o no. ntre la última década del siglo XX y el primer decenio del XXI, se han producido acontecimientos de gran significación en las relaciones internacionales. La desintegración del campo socialista, la eliminación del proyecto del socialismo real y la desaparición de la URSS marcan profundos cambios en la correlación de fuerzas a escala mundial. Concluyó la Guerra fría; sin embargo, entre los Estados Unidos y Cuba se mantuvo la confrontación, la ausencia del diálogo, la persistencia de la hostilidad en las políticas de diferentes administraciones estadounidenses, y la resistencia de la Revolución cubana. En este escenario, continúa la tendencia de la emigración desde la Isla hacia el Norte. El tema migratorio ha sido prácticamente el único canal concreto de comunicación en el marco de las relaciones bilaterales entre los dos países. Principales tendencias de la emigración cubana hacia los Estados Unidos Desde 1959 hasta nuestros días, los Estados Unidos se han mantenido como principal país receptor de la 113 Antonio Aja Díaz La composición y motivaciones de los que emigraron eran diferentes a las de oleadas migratorias anteriores. Tenían un componente predominantemente económico —incluyendo la movilidad laboral—, en combinación con factores de orden político, y otros como la reunificación familiar y la falta de confianza en el proyecto social de la Revolución para salir de la crisis. Desde 1959 y en consecuencia con la politización e ideologización que rodearon el tema migratorio entre los dos países, en Cuba al acto de emigrar se le otorgó el significado de «abandono de la patria» y, por ende, adquirió niveles de estigmatización acordes con el momento inicial del triunfo revolucionario. Algunos aún se mantienen, tal es el caso de la definición de una «emigración sin retorno definitivo al país». Las políticas de ambas partes constituyen factores que estimulan o no el flujo migratorio: introducen elementos de regulación y desregulación e incluso influyen en las vías por las cuales se realiza el movimiento de migrantes. En los Estados Unidos, la imagen de los cubanos que emigran hacia ese país, independientemente de sus causas y motivaciones, implica significados como «perseguido político», «escapado del comunismo», o «disidente». En lo esencial, esta representación se mantiene, aunque en los últimos años de la década de los 90 comienza a observarse cierto cuestionamiento de su efectividad. El año 1995 constituyó un punto de viraje y búsqueda de normalización en las relaciones migratorias, al firmarse un acuerdo que significaba la posibilidad de regular el flujo legal de cubanos hacia los Estados Unidos, e intentar detener la emigración ilegal desde Cuba. Este propósito fue refrendado y elevado a un nivel que pudo resultar definitorio para la consecución de ese objetivo, cuando el 2 de mayo de ese año se dio a conocer la «Declaración Conjunta» para continuar la normalización de las relaciones migratorias. En dicho documento, al solucionarse el caso de los emigrantes cubanos en la base naval de Guantánamo, se reafirmó el interés de los dos países de impedir las «salidas peligrosas». Los propios Acuerdos migratorios, en función de dar solución al grave problema creado por la interrupción del flujo legal, posibilitaban su trato preferencial, utilizando diferentes prerrogativas contenidas en la Ley General de Inmigración de los Estados Unidos, que fueron aplicadas durante 1995 y permitieron otorgar más de 26 224 visados a ciudadanos cubanos solicitantes.3 desde 1960, por el saldo migratorio externo negativo del país (226 078 personas). El componente femenino representó 54,5%. Entre 1994 y 2006, la cifra ascendió a 407 145 personas, de las cuales 51,1% eran mujeres.4 Sobre esa dinámica es necesario analizar la migración internacional como variable en el contexto de las tendencias demográficas de la población cubana. Un resumen de estas muestra un crecimiento poblacional insuficiente, caracterizado por los bajos niveles de fecundidad y un franco proceso de envejecimiento. El impacto de la emigración en esta situación ha estado definido en las últimas seis décadas por el ya referido saldo negativo. En este escenario influye la mayoritaria proporción femenina, con un predominio de poco más de 50%. A ello se une que los grupos de edades más representados entre los emigrantes son los comprendidos entre 10 y 29 años (46,6%). En la emigración desde Cuba a inicios del siglo XXI se constató la presencia de sujetos y grupos de profesionales jóvenes. Los emigrantes profesionales representan 12% del total en el último lustro, lo que ubica a Cuba dentro de las corrientes migratorias actuales de robo y pérdida de importante capital humano. La evaluación del potencial «retorno» de los emigrantes cubanos y de las condiciones para que se produzca, refleja que 40% de las personas que habían valorado su posible regreso o no habían pensado en la opción, lo harían si se produce una mejoría económica en el país, o si no logran realizar sus proyectos de vida en el exterior. En el caso del tema político, para 80% de los sujetos que no descartan el retorno, los posibles cambios en el sistema político del país carecen de un peso significativo. Este análisis pudiera complementarse y llamar a la reflexión cuando observamos el aumento, en los últimos cuatro años, de los intentos de retorno desde los Estados Unidos y otras regiones del mundo. Sus protagonistas son esencialmente personas de la tercera edad y emigrantes que salieron del país desde mediados de los 90 en adelante.5 La emigración de retorno temporal —las visitas de cubanos residentes en el exterior— también ha sido evaluada, en el caso de personas radicadas en los Estados Unidos y Puerto Rico. Sus resultados muestran un sostenido crecimiento del interés por viajar de visita y enviar remesas a familiares en Cuba. Asimismo, quieren que se levanten las restricciones y se reduzcan los costos de viaje, se incrementen las facilidades para desarrollar las relaciones familiares y se amplíen las opciones para disfrutar con su familia durante su estancia en Cuba.6 En cuanto a las salidas ilegales por vía marítima hacia los Estados Unidos, aún es un componente de las tendencias de los flujos migratorios externos de Cuba. Un estudio realizado demuestra que este fenómeno se incrementó a partir de 1998, y continuó de manera La emigración a inicios del siglo XXI El período que abarca los primeros seis años del siglo XXI clasifica como el segundo en importancia, 114 Los Estados Unidos-Cuba. Emigración y relaciones bilaterales la edad, el nivel profesional, la ocupación, la filiación política y la conducta como ciudadano. A partir de finales de la década de los 70 y el comienzo de los 80, se estructuraron y aplicaron las principales modificaciones en la política migratoria de Cuba. Estas tienen, hasta el presente, varias etapas de flexibilización que agrupan cambios significativos vinculados con las salidas del país definitivas y temporales. La relación diferenciada con la emigración cubana residente en disímiles regiones del planeta, con la asentada en los Estados Unidos y, en especial, con la comunidad de origen cubano en el sur de la Florida, evidencia elementos de continuidad y cambio. En la primera década del siglo XXI, la política migratoria y hacia la emigración sigue un proceso de adecuación, a tono con la característica del país receptor y la realidad política nacional e internacional. Representa retos y desafíos en función de lograr estructurar y aplicar una política moderna, objetiva y acorde con las exigencias de los ciudadanos y la seguridad nacional. ascendente en 1999, 2001, 2004 y los primeros nueve meses de 2005, si se consideran las salidas exitosas —arribo y aceptación en los Estados Unidos—, así como las devoluciones efectuadas por el servicio de Guardacostas de ese país y por otras naciones adonde se desvían los que intentan alcanzar territorio estadounidense. El total de participantes entre 1995 y 2004 fue superior a las 21 900 personas, sin incluir aquellos que posiblemente llegaron a otros lugares y no han sido devueltos.7 A partir de 1999 aumentó la cifra de los que lograron arribar a suelo estadounidense, debido al auge de la actividad de tráfico de personas. Otro elemento a tener en cuenta es que, ante la imposibilidad de llegar a costas de los Estados Unidos por ser interceptados por el servicio de Guardacostas, se han abierto nuevas rutas por el sur. Se utiliza la ruta sur que conduce a Centroamérica como ruta alternativa. En los dos últimos años se han incrementado las salidas ilegales con destino a Honduras, directamente o pasando por Islas Caimán, para transitar la frontera de México con los Estados Unidos.8 Las personas que optan por la vía marítima para emigrar desde Cuba son mayoritariamente hombres jóvenes (68% entre 15 y 35 años), con nivel escolar de medio a medio superior, marcado índice de desocupación (cerca de 50%), alto índice de antecedentes penales (20%) y 8% repite en la utilización de esta variante para salir del país. La evaluación de las causas y motivaciones de la decisión de emigrar señala la presencia de elementos económicos, en un contexto donde otros factores sociales y políticos ocupan un espacio según las características de los protagonistas.9 En resumen, en los inicios del siglo XXI, Cuba continúa presentando los rasgos que la tipifican como país de emigrantes, aunque no aporte grandes cantidades al flujo migratorio en el planeta. El refugio político La política inmigratoria que establecieron los Estados Unidos en el caso de Cuba se inscribe abiertamente en la categoría de refugio político. El resultado es una presión crítica que se libera en una especie de válvula de escape y produce ciclos relacionados con las situaciones internas de la Isla, en los últimos cincuenta años. En noviembre de 1966 se adoptó la Ley de Ajuste Cubano, que reafirmó, de manera más clara y directa, el tratamiento particular para la inmigración cubana, al concederle asilo político de forma prácticamente automática. La Ley ofrece la posibilidad de ajustar el estatus migratorio al año y un día de permanecer en territorio estadounidense. Gracias a ello, los cubanos pueden optar por la residencia sin tener que salir de los Estados Unidos, como lo establecen las regulaciones para el resto de los inmigrantes. Fue aprobada sin poner término a su actuación en el tiempo, por lo que aún tiene plena vigencia. A partir de 1991, cuando irrumpe con fuerza la crisis económica en la sociedad cubana, reaparece el fenómeno de los balseros. Las salidas ilegales —incluidos los intentos frustrados— ascendieron a más de sesenta mil entre 1991 y 1994, año de la llamada «crisis de los balseros».11 En los meses previos a esta, se apreciaba otro comportamiento contradictorio por parte de los Estados Unidos, con respecto al otorgamiento de visas temporales a ciudadanos cubanos para visitar a sus familiares, cuyo número se redujo significativamente. Se alegaba que muchos de Política migratoria de Cuba La política migratoria cubana ha transitado por diversos momentos que van desde 1959, cuando no existían restricciones para viajar, hasta la actual etapa de ese proceso. En ella, han influido el diferendo y la agresión permanente de los Estados Unidos, así como situaciones internas.10 Esta política atañe a la seguridad nacional de Cuba, como ha sido enfocada por su gobierno a partir de 1961. Los instrumentos legales así lo reflejan y se vinculan con la intensa actividad contrarrevolucionaria desarrollada y la utilización con tales propósitos de la relación migratoria entre los Estados Unidos y Cuba. Su aplicación se basa en una serie de aspectos —la mayoría vinculados a razones de seguridad— como 115 Antonio Aja Díaz Cuba enfrenta retos significativos en el tema migratorio —en particular con los Estados Unidos— que debe asumir con objetividad y en función de los intereses de la nación, donde la seguridad nacional no puede quedar relegada a un segundo plano. más de treinta y seis años los Estados Unidos se comprometieron a devolver a todo cubano interceptado en alta mar con intenciones de entrar en ese país, y Cuba expresó su decisión de recibirlo sin tomar medida alguna en su contra. Este paso podría haber resultado decisivo para desalentar este tipo de salidas, si el país receptor le otorgara un tratamiento igual que al resto de las miles de personas de todo el mundo que intentan penetrar a territorio norteamericano de manera ilegal o indocumentada. Solo que, para eso, tendría que cesar la ejecución de una política inmigratoria iniciada en 1959; sobre todo, eliminar la Ley de Ajuste, lo que no sucedió. El tema medular de la emigración legal y ordenada desde la Isla hacia territorio estadounidense se retomó a partir de considerar la cifra de veinte mil visas anuales, como mínimo, para emigrantes cubanos, a diferencia de lo estipulado en el anterior Acuerdo de 1984. Para el cumplimiento de los del 94-95, se incluyó la aplicación de un grupo de prerrogativas otorgadas por la propia legislación inmigratoria norteamericana, con el propósito de agilizar la concesión de los visados correspondientes. Exactamente lo contrario a lo puesto en práctica por el Acuerdo de 1984. Se estableció, además, un sorteo o lotería especial para Cuba —al margen del que se realiza para todo el mundo en los Estados Unidos anualmente— a través del cual también pueden presentar solicitudes los ciudadanos cubanos. Este modo de otorgar visas de inmigrantes se orienta hacia aquellos sectores poblacionales de mayor interés para el país receptor. Las obtienen migrantes jóvenes, con preparación educacional y profesional, en su mayoría blancos, y que presumiblemente no constituyen una carga pública para los Estados Unidos, pues pueden insertarse en su mercado laboral en un plazo breve. Con la ejecución de los Acuerdos, desde 1994-1995 a la fecha se estableció un flujo migratorio legal, ordenado y regular. El fenómeno de las salidas ilegales se controló solo en parte, en tanto se mantuvo la vigencia de la Ley de Ajuste Cubano. Desde 1995 hasta 2008 fueron otorgadas no más de 190 000 visas a emigrantes cubanos, según estimados del autor. Ocuparon un lugar importante las del sorteo-lotería, las concedidas por reunificación familiar, refugiados, y las que bajo palabra los solicitantes eran posibles inmigrantes. Con esta práctica denegaron hasta 80% de las solicitudes, lo cual, al estimular las salidas ilegales, creó un conflicto adicional al flujo migratorio. Con la crisis de los balseros se generó una nueva oleada migratoria (salieron 36 900 personas desde inicios de año hasta septiembre); lo que representó la continuación de los cambios operados en el patrón migratorio de Cuba a partir del Mariel. En este caso, la crisis económica y sus impactos sociales se constituyeron en uno de los detonantes principales. En su mayoría se trataba de jóvenes, varones blancos, con nivel medio y alto de instrucción, motivados esencialmente por aspiraciones de realización personal que, según estimaban, no podían satisfacerlas a corto plazo en la Isla, dada la situación imperante en el país. La presión del fenómeno de las salidas ilegales desembocó en desórdenes que condujeron a que, el 12 de agosto, el gobierno cubano decidiera eliminar las restricciones para este tipo de salidas del país. Se repetía la historia de los sucesos de Camarioca, en 1965, y Mariel, en 1980, cuando la migración legal desde Cuba hacia los Estados Unidos estaba interrumpida y la ilegal cobraba matices significativos. Ante los acontecimientos, el país receptor dio un viraje en la aplicación de su política inmigratoria hacia Cuba, al impedir la entrada de los balseros a su territorio y enviarlos transitoriamente a la base naval de Guantánamo, territorio cubano ocupado por los Estados Unidos. De esta forma se rompía una tradición de más de treinta y cinco años. La base y Panamá acogerían a cerca de treinta mil de estas personas, que de momento quedaron sin un estatus migratorio definido. Se abría un nuevo escenario donde la dinámica de las relaciones migratorias entre los Estados Unidos y Cuba requería de un nuevo entendimiento. Los Acuerdos migratorios firmados en 1994 se refieren, en primer lugar, al control de la emigración ilegal por vía marítima hacia los Estados Unidos. Tales acuerdos podían significar un cambio sustancial de la política norteamericana con respecto a la mayor de las Antillas. Ambas partes se comprometieron a impedir el uso de la violencia en el acto de emigrar. Por primera vez en 116 Los Estados Unidos-Cuba. Emigración y relaciones bilaterales (parole) obtuvieron los familiares y personas que convivían con aquellos que lograron el visado como inmigrante. De los acontecimientos de agosto de 1994 quedaba pendiente un tema: la situación de las personas recluidas en Guantánamo y Panamá. De ahí que se realizaran nuevas conversaciones y el 2 de mayo de 1995 se diera a conocer la firma de una ampliación de los Acuerdos, que incluía la admisión paulatina de esos cubanos en territorio estadounidense. Con la «Declaración Conjunta» de mayo de 1995 se intentaba reforzar el cierre a la emigración ilegal por vía marítima, con el compromiso de enviar a la Isla a los balseros capturados en alta mar. Sin embargo, la vigencia de la Ley de Ajuste Cubano provoca otra situación; concretamente, por su efecto sobre el fenómeno de las salidas ilegales por vía marítima. La aplicación de los Acuerdos migratorios detuvo de manera significativa las posibles avalanchas de balseros, pero no pudo cerrar definitivamente esta puerta, ya que el emigrante cubano que consigue arribar a territorio norteamericano por esa vía tiene una alta probabilidad de no ser devuelto a Cuba. El caso del niño Elián González demostró hasta dónde pueden llegar las consecuencias de tales prácticas. En la década actual el problema se mantiene. Desde 1998 se le incorporó el delicado y peligroso componente del tráfico ilegal de personas, organizado y financiado por grupos de cubanoamericanos del sur de la Florida, a riesgo de perder vidas humanas. Entre 1997 y 2008 arribaron a las costas de la Florida alrededor de ocho mil personas por este medio. Uno de los mitos que con más fuerza se ha mantenido es el que intenta presentar a todos los que han emigrado de Cuba hacia los Estados Unidos como un grupo homogéneo, en gran medida debido a que una parte se autodefine como exiliado. Sin embargo, las diferencias clasistas y otras que se derivan de las propias características sociodemográficas que han marcado cada oleada migratoria, parecen negar esto. El elemento político no deja de existir, pero la categorización de los que migran se modifica según sus motivaciones, pertenencias sociales, expectativas de vida y vínculos con el sistema social cubano. de la intención de trabajar estrechamente con el Congreso para legislar medidas de castigo más severas para los contrabandistas. En una primera lectura, pareciera que tales acciones complementarían los Acuerdos migratorios de 1994-1995. No obstante, un análisis más apegado a la realidad sugiere otras valoraciones. A ellas se puede arribar a partir de la evaluación de los siguientes aspectos: La escalada de agresiones de la administración Bush Las visiones y aspiraciones acerca del derrocamiento de la Revolución intentaron materializarse en planes concretos para ser ejecutados ante la supuesta «transición en Cuba», en oposición a lo que se denomina «sucesión del poder», cuyo propósito es impedir la continuidad histórica de la Revolución cubana. Se profundizó la alianza estratégica entre el pensamiento de extrema derecha que domina el poder político en los Estados Unidos con los sectores más recalcitrantes de la contrarrevolución de origen cubano. El ejemplo lo constituye el «Informe de la Comisión para la asistencia a una Cuba libre», de julio de 2006, bajo la dirección de la secretaria de Estado y el de Comercio. Este documento dedica varios párrafos al tema migratorio, y su esencia consiste en imputar a Cuba hechos de los que son responsables, en gran medida, los Estados Unidos. También se refiere a otros temas vinculados con la migración, como los viajes a la Isla de cubanos residentes en ese país y el envío de remesas a sus familiares. En él se afirma que aunque el Comunicado Conjunto de 1994 obliga a la Isla a tomar medidas para garantizar que la emigración sea segura, legal y ordenada, el gobierno cubano continúa negando a los funcionarios estadounidenses el permiso para controlar a los emigrantes que son devueltos; facilitando la salida de miles de cubanos anualmente por la frontera terrestre de México hacia los Estados Unidos; negando los permisos de salida a ciudadanos cubanos que están calificados para viajar; haciendo que algunas personas esperen años para emigrar, o prohibiendo rotundamente a otros que emigren incluyendo médicos y familiares de funcionarios del gobierno.12 Se acusa a Cuba de establecer medidas burocráticas que impiden a la Sección de Intereses de Washington (SINA) en La Habana realizar esfuerzos por cumplir los compromisos estadounidenses según el Acuerdo, así como operar con estos y otros mecanismos para continuar manipulando los flujos migratorios hacia los Estados Unidos. Finalmente, se intenta responsabilizarla no solo por lo que consideran fracaso en el cumplimiento de sus obligaciones con los Acuerdos migratorios, sino además por realizar gestiones, repetidas y consistentes, para impedir la emigración legal, ordenada y segura, Medidas inmigratorias El 11 de agosto de 2006, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) de los Estados Unidos anunció cambios en su política inmigratoria hacia Cuba; supuestamente con el propósito de desestimular el contrabando de personas y evitar la pérdida de vidas humanas, a partir del aumento de las oportunidades de reunificación familiar. Al mismo tiempo, se informó 117 Antonio Aja Díaz de inmigrantes ilegales procedentes de Cuba que se considerarían una amenaza para los Estados Unidos. En la información sobre la reunión del gobernador de la Florida con el comandante de Guardacostas, Thad Allen, para revisar el plan ante una posible avalancha, se señaló que se pondrían en acción treinta embarcaciones, botes patrulla, helicópteros y aviones del servicio de Guardacostas, si la cantidad de emigrantes alcanzaba las trescientas personas por semana. Si la cifra llegara a setecientas, se agregarían barcos de la armada. Más de ochenta aviones y embarcaciones marítimas se desplegarían si el éxodo llegaba a tres mil personas semanales. Desde la firma de la Ley Helms-Burton, en 1996, las administraciones estadounidenses han señalado reiteradamente que una salida masiva sería considerada una amenaza para su seguridad nacional. Sin embargo, hasta ese momento no se podían determinar exactamente los límites de lo que era para ellos una cifra mínima que pueda utilizarse como excusa para una intervención en Cuba. Otro hecho interesante se produjo el 2 de agosto de 2006, cuando la administración Bush manifestó preocupación ante la posibilidad de una salida por mar desde el sur de la Florida con destino a Cuba. El portavoz de la Casa Blanca, Tony Snow, declaró la intención de evitar movimientos en ambas direcciones: «Es importante decir [...] a la gente: quédense donde están, este no es el momento para que la gente se eche al agua y vaya en ambas direcciones».13 Nuevamente se puso de manifiesto que en la disyuntiva de tomar posición ante los intereses de la contrarrevolución de origen cubano, cuando estos no coinciden ocasionalmente con los de los Estados Unidos, la balanza se inclina a garantizar los estadounidenses. Permitir un descontrol migratorio entre la Florida y Cuba no está en los presupuestos de la política norteamericana. La decisión del presidente William Clinton de enviar a los balseros cubanos a Guantánamo, en vez de permitir su acceso a la Florida, en 1994, constituye un antecedente de esto. encaminadas a interferir la política inmigratoria estadounidense. Los acápites dedicados a otras for mas de agresión contra el país, como la «Negación de ingresos al régimen» y «Regulaciones de la Oficina de Control de Activos Extranjeros» (OFAC), se vinculan, de una u otra forma, con aspectos del tema migratorio. Otro tanto ocurre con las regulaciones para la OFAC, dirigidas a prohibir el envío de remesas a Cuba a través de instituciones en terceros países; o sea, exigir que todas sean encauzadas mediante agentes expedidores norteamericanos autorizados, y a eliminar el empleo de tarjetas para extraer dinero en los viajes que permiten realizar a la Isla. Esas medidas complementan un cuadro de regulaciones migratorias a partir de la acción de la Ley de Ajuste Cubano, la interpretación de la llamada política de «pies secos, pies mojados», las normativas restrictivas para los viajes de los ciudadanos de origen cubano a la Isla (que implican una interpretación distorsionada del concepto de familia), y la selectividad hacia sectores de la sociedad cubana para el otorgamiento de visas a emigrantes según el Acuerdo migratorio vigente. En relación con el proceso de reforma inmigratoria en los Estados Unidos, debe añadirse la actuación de la extrema derecha cubanoamericana. En sus intentos de presionar al gobierno norteamericano para endurecer la política agresiva contra Cuba, cuestionó la propia existencia de los Acuerdos migratorios de 19941995 a partir de la aplicación —en su opinión, injusta— de la política de «pies secos, pies mojados». Percepciones sobre la situación interna en Cuba El anuncio de Fidel Castro sobre la cesión de responsabilidades, por su enfermedad, tuvo repercusión en el tema migratorio entre Cuba y los Estados Unidos. La primera reacción del servicio de Guardacostas estadounidense fue anunciar que no habría ningún cambio especial en las misiones previstas. Sin embargo, los medios de prensa que reportaron la noticia aludieron a los planes de contingencia ante una eventual crisis en Cuba y al temor de las autoridades a un nuevo éxodo, o que cientos de cubanos residentes en la Florida traten de ir a buscar a sus familiares en pequeñas embarcaciones. Tal sensación fue confirmada por el gobernador de la Florida en declaraciones en las que reconoció la existencia de un plan para evitar el paso de una ola de inmigración masiva que podría crear un gran riesgo de pérdida de vidas humanas. En esa situación surgió un elemento novedoso: por primera vez se dio a conocer públicamente la cantidad Las medidas implementadas Las noticias iniciales sobre un posible cambio en la política inmigratoria hacia Cuba coincidieron con las primeras declaraciones públicas del presidente George W. Bush realizadas en una conferencia de prensa, en Texas el 8 de agosto, después del anuncio de la enfermedad del presidente cubano. Aunque el gobierno de los Estados Unidos no mencionó los posibles cambios, trascendió la existencia de «un borrador de trabajo» que circulaba entre legisladores y funcionarios gubernamentales. 118 Los Estados Unidos-Cuba. Emigración y relaciones bilaterales El documento contenía un plan con el objetivo de frenar la inmigración ilegal desde Cuba e impedir el ingreso de «funcionarios del régimen sobre quienes pesen sospechas de abusos contra derechos humanos».14 La idea de la administración, al parecer, era usar el paquete de veinte mil visas anuales acordadas con el gobierno cubano para facilitar la reunificación familiar. Pudiera interpretarse que de esta forma intentaban evitar que residentes de origen cubano estimularan las entradas ilegales mediante contrabandistas. En cuanto a las visas de inmigrantes, era evidente la pretensión de facilitar el ingreso en los Estados Unidos a profesionales cubanos, particularmente los médicos que trabajaban en terceros países, los cuales tendrían derecho a beneficiarse de ese paquete. Los cambios en la política inmigratoria dictados en 2006 incluyeron el incremento en la proporción de visas para reunificación familiar, la negativa de elegibilidad para ello a los interceptados en alta mar, la implementación de un sistema que informara a los familiares en los Estados Unidos sobre estos últimos, la negativa de beneficios migratorios a funcionarios cubanos «violadores de los derechos humanos» y la utilización de la potestad de parole para los médicos cubanos en terceros países.15 El contenido de la primera de estas acciones se basa en que el proceso de inmigración desde Cuba es regulado por el Comunicado Conjunto del 4 de septiembre de 1994 y este permite a los Estados Unidos procesar un mínimo de migrantes para viajar a ese país, a cuenta de la reunificación familiar. Una significativa cantidad de individuos que cada año solicitan visas de reunificación familiar, no las obtienen. El plan apuntaba a reducir esta acumulación a partir del reconocimiento de estos individuos como una cuarta clase de migrantes. En adición a los ganadores de la lotería cubana, el plan se propuso ejercer, a discreción, la entrada de esas personas, mediante parole. Se explica que con esta nueva política la reunificación familiar bajo palabra representará, aproximadamente, 60% de los beneficiados cada año, y los ganadores de la lotería, el resto. Si la medida que negaba los beneficios de la reunificación familiar a los cubanos que fueran interceptados en el mar, en su intento de entrar ilegalmente a los Estados Unidos, se llevaba a la práctica, podría ser otro factor en contra de las salidas ilegales por vía marítima; aunque no sería el decisivo, en tanto se mantuviera la Ley de Ajuste Cubano y la interpretación en curso de la política de «pies secos, pies mojados». Podría entenderse como una continuidad del sentido inicial de los Acuerdos migratorios actuales, solo que aún es parcial, fragmentado y no toca la médula del problema: aquello que realmente propicia y facilita la presencia de los balseros cubanos. En consecuencia, la medida pareciera responder más a las circunstancias inmigratorias de los Estados Unidos, donde el tema de los indocumentados y el tráfico de personas ocupa un espacio de significación y polémica, que a una real intención de la administración de solucionar definitivamente el tema con Cuba. Respecto a la reunificación familiar y la supuesta preferencia que se le otorga por las nuevas medidas inmigratorias de los Estados Unidos para Cuba, esas acciones no necesariamente tendrían un efecto disuasivo sobre aproximadamente 55% de los potenciales emigrantes por vía ilegal que, o no tienen familia en los Estados Unidos o sus familiares son tíos o primos que no pueden reclamarlos. Un proceso de reclamación por vía familiar que abarque a un mayor número de personas y tenga un rol realmente disuasivo, no podría llevarse a cabo sobre la base solo de los primeros grados de consanguinidad, según lo que estipula la Ley inmigratoria de ese país. Por otra parte, implementar un sistema que informara sobre los interceptados en alta mar a sus familiares en los Estados Unidos, pudiera incrementar la petición de noticias acerca de los devueltos, por parte de la SINA, y sus intentos de visitar a estas personas o enviar emisarios con este fin. Síntesis cronológica sobre el tema migratorio 2004 Enero. Los Estados Unidos comunican su decisión de suspender las conversaciones migratorias y reclaman a Cuba que demuestre su voluntad de discutir las cuestiones planteadas por la parte norteamericana en anteriores rondas: la salida pendiente de personas con visados, una nueva convocatoria para la lotería de visas, un puerto de mayor calado para las devoluciones de los balseros cubanos, y la aceptación de nuevos retornos de cubanos excluibles. Cuba responsabiliza a la parte norteamericana de la suspensión y de entorpecer el principal mecanismo de diálogo y revisión del cumplimiento de los Acuerdos. Señala la notable reducción del otorgamiento de visados, y la no devolución de una parte de los balseros interceptados en el mar, entre otras irregularidades y violaciones por parte de los Estados Unidos. Julio. Los Estados Unidos anuncian el cumplimiento del otorgamiento de los visados correspondiente al año en curso y culpan a Cuba de negar la salida a un grupo de personas y de fomentar el éxodo migratorio masivo. 119 Antonio Aja Díaz 2005 Guardacostas asegura su plena disposición ante un posible éxodo masivo desde Cuba. Agosto. Fallecen 31 ciudadanos cubanos que buscaban emigrar bajo una operación de tráfico de personas. Cuba responsabiliza a la administración Bush. Los Estados Unidos informan del cumplimiento del otorgamiento de visados; acusan a Cuba de no otorgar el permiso de salida a un grupo de personas, de no acceder a que se realice una nueva convocatoria del sorteo de visas y de someter a los que son devueltos a la Isla por el servicio de Guardacostas, a persecución y supuestas torturas. Octubre. El servicio de Guardacostas de Miami reconoce el aumento de las acciones de los contrabandistas, con medios de acción rápida, originadas en el sur de la Florida para traficar con emigrantes cubanos. 2007 Enero. The New York Times publica un artículo sobre la preparación de la base naval de Guantánamo ante un posible éxodo masivo desde Cuba. Marzo. Se realizan ejercicios militares, bajo la conducción del DHS en la Florida, con el propósito de enfrentar un flujo de inmigrantes procedentes de Cuba. Julio. Cuba alerta sobre la baja ejecución del otorgamiento de visados para emigrantes cubanos, a tenor de los Acuerdos migratorios. Reitera su condena a la Ley de Ajuste... y a la aplicación de la política de «pies secos-pies mojados». Los Estados Unidos admiten que no cumplirían, pero responsabilizan a Cuba por ello, reiterando los argumentos esgrimidos sobre la necesidad del aumento del personal en su oficina en La Habana y la demora en el otorgamiento de visados a funcionarios estadounidenses. El Servicio de Inmigración y Ciudadanía (USCIS) informa la extensión de los beneficios de la Ley de Ajuste Cubano a ciudadanos de terceros países descendientes de cubanos. Agosto. Cuba denuncia el envío hacia la base naval de Guantánamo de emigrantes ilegales cubanos interceptados en alta mar. Noviembre. El USCIS anuncia la constitución del Programa de permisos para reunificación de familias cubanas. 2006 Febrero. Cuba denuncia, mediante una intervención de Fidel Castro, en el programa televisivo Mesa redonda, la política agresiva de los Estados Unidos, en particular la violación de los Acuerdos migratorios. Los Estados Unidos, mediante una declaración de su secretaria de Estado, ratifican que no se producirían cambios en la política migratoria hacia la Isla. Marzo. Se produce la condena, en los Estados Unidos, de dos personas de origen cubano, residentes en ese país, por tráfico ilegal de personas y el fallecimiento de un menor, durante el año anterior. Abril. Cuba denuncia, a través del diario Granma, la continuación de las operaciones de tráfico de personas organizadas desde la Florida —de lo cual responsabiliza a las autoridades estadounidenses y a la aplicación de la Ley de Ajuste Cubano. Julio. Como resultado de la renovación en la Florida de los planes en caso de éxodo masivo desde Cuba, se conocen las cifras de inmigrantes que serían consideradas para la toma de medidas por el gobierno de ese estado. Agosto. Con posterioridad a la información sobre la salud de Fidel Castro, el 31 de julio, los Estados Unidos declaran, mediante el vocero de la Casa Blanca, que se mantienen las políticas migratorias encaminadas a una migración segura, ordenada y legal desde Cuba. El servicio de Guardacostas informa de su quehacer para controlar una posible emergencia migratoria procedente de la Isla. El Departamento de Estado alude a supuestos incumplimientos de la parte cubana, reiterando los argumentos ya conocidos. Diciembre. La prensa europea publica la información del cumplimiento de la cifra de visados a cubanos para emigrar a los Estados Unidos y el aumento de las otorgadas para visitas temporales. El servicio de 2008 Abril. Los Estados Unidos anuncian la aplicación del Programa de permisos para reunificación de familias cubanas. Mayo. Los Estados Unidos anuncian la presentación de cargos, por tráfico ilegal de personas, a más de veinte residentes en el sur de la Florida. Octubre. Se conoce de nuevos procesos a personas de origen cubano, por operaciones de contrabando y secuestro de inmigrantes cubanos. Lo ocurrido entre 2000 y 2008 es lo que heredó, en 2009, la administración de Barack Obama, quien representaba la esperanza y la posibilidad de un cambio. Se enfrenta a una agenda compleja en el campo de la política interna y exterior de los Estados Unidos, cuando su hegemonía en el mundo se fragmenta por múltiples puntos, e incluso sus aliados ideológicos europeos difieren en términos de la acción política, en más de una ocasión. En este contexto, Cuba no es —como tampoco lo ha sido en otros momentos durante los últimos cincuenta años— una de las principales prioridades de 120 Los Estados Unidos-Cuba. Emigración y relaciones bilaterales la administración demócrata, lo cual no significa que pueda obviarse toda la política de hostilidad, agresiones y provocaciones que el imperio del norte viene ejecutando contra la Revolución cubana. La permanencia del bloqueo es la muestra más palpable de ello. El tema migratorio debe continuar fungiendo como uno de los principales canales de comunicación, intercambio e incluso implementación de acciones de acercamiento que alivien tensiones y presenten un nuevo escenario con respecto a las relaciones entre ambos países. Para evaluar el posible accionar de la administración Obama acerca del tema migratorio entre los Estados Unidos y Cuba, se pueden tomar en consideración, además de lo analizado, la situación inmigratoria de su país y la proyección de la comunidad cubana del sur de la Florida sobre el asunto. de presentar una iniciativa bipartidista sobre una posible reforma inmigratoria y el cumplimiento de las promesas de la campaña presidencial. Proyección de la comunidad cubana del sur de la Florida Principales factores: z z Situación inmigratoria de los Estados Unidos z Los principales factores que tomar en consideración son: z z z z z z z z El proceso de endurecimiento de las condiciones inmigratorias durante la administración Bush. Los acontecimientos del 11 de septiembre. Criminalización de los inmigrantes y de la inmigración. El problema de las fronteras y la baja efectividad de las medidas de control ante la magnitud de los flujos migratorios. La tendencia a vincular la seguridad nacional con el fenómeno histórico de la inmigración y la puesta en práctica de medidas que afectan los derechos humanos de los que migran. Aumento de la vulnerabilidad de los indocumentados. Los cambios paulatinos en la legislación inmigratoria y en la estructura y funciones de las agencias competentes. La Ley de Seguridad Nacional y la división del Servicio de Inmigración y Naturalización (INS) en dos agencias que priorizan el control inmigratorio. Ley de Protección de la Frontera, Antiterrorismo y Control de Inmigración Ilegal: penalización de traficantes, sistema de verificación retroactiva del empleo con los patronos, autorización a la policía estatal para solicitar documentos migratorios, construcción del muro en la frontera con México, entre otras medidas. Las implicaciones del aumento de la presencia latina en los Estados Unidos —más de cuarenta millones— y los factores que estimulan la inmigración hacia ese país. El debate en el poder legislativo, judicial y ejecutivo, y en la sociedad, sobre la inmigración. La posibilidad z z z z 121 El crecimiento demográfico resultado del flujo permanente de personas desde Cuba, integrado por actores sociales diferentes de las primeras oleadas. La emigración de los 90 e inicios del siglo XXI y sus posiciones sobre Cuba. Temas que movilizan a esa comunidad: remesas, viajes a Cuba, reunificación familiar, retorno al país, bloqueo, restablecimiento de relaciones diplomáticas y transición hacia la democracia. El cuestionamiento de la aplicación de la política de «pies secos-pies mojados», pero no de la existencia de la Ley de Ajuste Cubano. El tráfico y contrabando de cubanos y la participación de las familias al optar por esta vía como la más rápida y posible para personas que no pueden acceder a lo regulado en los acuerdos migratorios. Se amplía la diferencia entre las posiciones de la ultraderecha de origen cubano, incluyendo a los tres congresistas, las organizaciones contrarrevolucionarias de alta beligerancia, los denominados moderados en el espectro político de los cubanos en el sur de la Florida, y el amplio conglomerado de esa población. La capacidad real que puedan tener los diferentes sectores políticos y sociales cubanos para incidir en la agenda de las relaciones migratorias de la nueva administración, a favor o en contra de la actual dinámica. La evaluación del impacto que tendría, en esa comunidad y en el resto de los asentamientos de origen cubano en los Estados Unidos, la introducción de modificaciones sustanciales a la política migratoria de ese país hacia Cuba, aplicada en los últimos cincuenta años. En particular la posible eliminación de las preferencias y privilegios hacia los inmigrantes cubanos, y su conceptualización como refugiados políticos. La existencia en los Estados Unidos de más de 1 250 000 personas de origen cubano, ubicados por su situación económica, sociodemográfica y cultural, por encima de la mayoría de los grupos inmigrantes de origen latino en ese país. La actualidad y el futuro del funcionamiento de ese enclave en el sur de la Florida, en su proyección dentro de la sociedad estadounidense y hacia la cubana, su rol en los procesos de atracción migratoria. Antonio Aja Díaz Continuación de las conversaciones migratorias Con posterioridad, el escenario de diálogo se enturbiaría por el encuentro que sostuvo la delegación norteamericana con supuestos disidentes cubanos. No obstante, la parte cubana, mediante una declaración de su Ministerio de Relaciones Exteriores, al evaluar lo ocurrido, reiteró su disposición de El 14 de julio de 2009 se reiniciaron las rondas de conversaciones migratorias entre Cuba y los Estados Unidos, suspendidas por la parte norteamericana en 2004. Con antelación, en abril, la administración Obama levantó las restricciones de viajes a Cuba para los cubanos. Menos de treinta días después, se propuso a la Isla reanudar las conversaciones, y Cuba aceptó el 31 de mayo. En esta vigésimoprimera ronda migratoria, La Habana ratificó su compromiso con los acuerdos migratorios vigentes entre los dos países y presentó a la parte norteamericana una propuesta de nuevo Acuerdo, con el objetivo de garantizar una emigración legal, segura y ordenada, y cooperar de forma más efectiva en el enfrentamiento del tráfico ilícito de personas. Los Estados Unidos dieron a conocer su intención de que las conversaciones se centraran en la mejor manera de promover una política migratoria segura, legal y ordenada, mediante un comunicado del Departamento de Estado. Ambas partes reiteraron sus demandas esenciales. El 19 de febrero de 2010 se celebró en La Habana una nueva ronda de conversaciones. Al igual que durante las celebradas en Nueva York, se habló de otros temas. Cuba reiteró las propuestas hechas en julio referentes a la cooperación en el enfrentamiento al narcotráfico, al terrorismo y al tráfico de personas, y para proteger el medio ambiente y afrontar los desastres naturales. Según el comunicado de la parte cubana, esta expresó su disposición a firmar con el gobierno de los Estados Unidos un acuerdo para el enfrentamiento al narcotráfico. Los temas básicos identificados por Cuba para un proceso de diálogo dirigido a mejorar las relaciones bilaterales han sido: z z z z z z z z sostener un diálogo respetuoso sobre cualquier tema con el gobierno de los Estados Unidos siempre que sea entre iguales, sin menoscabo de la independencia, soberanía y autodeterminación.17 En consecuencia, un escenario posible a corto y mediano plazo en la relación migratoria entre los Estados Unidos y Cuba puede estar caracterizado por: z z El cumplimiento en todas sus partes de los Acuerdos migratorios vigentes, incluyendo en las conversaciones la evaluación de otros asuntos de interés en esta dimensión; como ha ocurrido hasta el momento, en particular con el tema de las comunicaciones. Ello significaría retornar al momento final de la anterior administración demócrata y utilizar el tema migratorio como posible canal de comunicación entre las dos partes, como ha ocurrido en la historia de las últimas cinco décadas. El cumplimiento de las promesas electorales: eliminación de las trabas para el envío de remesas y para los viajes a Cuba, a la vez que se abre el canal a una comunicación, entre otros, al tema migratorio, aunque el equilibrio de este proceso se mantiene incierto y ante constantes posibles amenazas. Aunque la eliminación de la Ley de Ajuste Cubano sería el paso medular para el cambio de la política migratoria de los Estados Unidos para Cuba, los elementos conocidos hasta el momento, no indican que pueda esperarse a corto y mediano plazos, o sea, entre el primer y un posible segundo mandato del presidente Obama. Sin embarg o, esta administración tiene ante sí un grupo de medidas y antecedentes propicios para dar pasos en el orden de la normalización de las relaciones migratorias, que serían funcionales a la situación y urgencias del problema inmigratorio de la Unión. A la vez, pueden establecer un canal de comunicación y diálogo con Cuba, a partir de la disposición reiterada por parte de esta a discutir cualquier tema en condición de plena igualdad. Cuba, por su parte, enfrenta retos significativos en el tema migratorio —en particular con los Estados Unidos— que debe asumir con objetividad y en función de los intereses de la nación, donde la seguridad nacional no puede quedar relegada a un segundo plano. El levantamiento del bloqueo económico, comercial y financiero. La exclusión de Cuba de la lista de países terroristas. La abrogación de la Ley de Ajuste Cubano y la política de «pies secos-pies mojados». La compensación por daños económicos y humanos. La devolución del territorio ocupado por la base naval de Guantánamo. El fin de las agresiones radiales y televisivas desde los Estados Unidos contra Cuba. El cese del financiamiento a la subversión interna. La solicitud de liberación de los cinco antiterroristas cubanos, en prisión desde hace once años.16 122 Los Estados Unidos-Cuba. Emigración y relaciones bilaterales Notas 10. Antonio Aja Díaz, Al cruzar..., ob. cit., pp. 129-131. 11. Ibídem, p. 142. 1. Antonio Aja Díaz, Al cruzar las fronteras, CEDEM-UNFPA, La Habana, 2009, pp. 108-10. 12. Comisión para la asistencia a una Cuba libre, «Informe al Presidente» (julio de 2006), Washington, DC, disponible en www.cubavsbloqueo.cu. 2. Etapa de crisis económica, con profundo impacto social, que se produce por el derrumbe del campo socialista y la desaparición de la URSS, principal socio económico y político del proyecto cubano. 13. Tony Snow, «Conferencia de prensa», AFP, Washington, DC, agosto de 2006. 3. Antonio Aja Díaz, «Cuban Emigration in the 1990s», Cuban Studies, n. 30, Pittsburgh, 1999, pp. 1-25. 14. «Con Castro enfermo, los Estados Unidos se preparan ante posible ola migratoria», Reuters, Miami, 2 de agosto de 2006. 4. Antonio Aja Díaz, Al cruzar..., ob. cit., pp. 199-212. 15. Tony Snow, ob. cit. 5. Ibídem, pp. 201-10. 16. Antonio Guerrero, Fernando González, Gerardo Hernández, Ramón Labañino y René González fueron apresados por el FBI en septiembre de 1998 [N. del E.] 6. Investigación realizada por Consuelo Martín y el autor sobre el retorno temporal de cubanos residentes en los Estados Unidos y Puerto Rico, Fondos bibliográficos del Centro de Estudios de la Migración Internacional (CEMI), Universidad de La Habana, 2004. 17. «Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Cuba», La Habana, 20 de febrero de 2010, disponible en www.cubaminrex.cu. 7. Antonio Aja Díaz, Consuelo Martín, Magali Martín, «Estudios de las salidas ilegales por vía marítima desde Cuba hacia los Estados Unidos. Continuidad del análisis a partir de los Acuerdos migratorios de 1994-1995», Fondos bibliográficos del CEMI, Universidad de La Habana, 2006. 8. Antonio Aja Díaz, Al cruzar..., ob. cit., pp. 199-212. 9. Consuelo Martín y Antonio Aja Díaz, ob. cit., pp. 24-40. © 123 , 2010 no. 62-63: 124-135, abril-septiembre de 2010. Sheryl Lutjens Corrientes académicas y culturales Cuba-Estados Unidos: temas y actor es actores Sheryl Lutjens Investigadora. Universidad del Estado de California, en San Marcos. L os intercambios académicos, educacionales y culturales entre Cuba y los Estados Unidos han creado un complejo campo de relaciones dentro del cual interactúan la gestión, el poder y las posibilidades de un cambio de paradigmas. Las dificultades para que se llevaran a cabo durante las tres primeras décadas de la Revolución cubana fueron enormes, igual que lo han sido los retos y problemas que han marcado los años 90 y los primeros de este siglo. La política de los Estados Unidos hacia Cuba ha aspirado a controlar las relaciones académicas y culturales aunque sin tener una comprensión cabal de los vínculos entre la educación, los intelectuales y la generación de conocimientos, en sus propios términos. Al emplear las transacciones económicas como instrumento de control y someter las relaciones históricas a narrativas en donde prevalecen razonamientos de seguridad, las políticas anteriores y las presentes han soslayado la realidad de la globalización y las dinámicas —cada vez más transnacionales— vigentes en la educación, en la generación de conocimiento y en las tecnologías de la información, que facilitan la rápida circulación de datos, ideas, y prácticas culturales.1 Aquellas personas involucradas en establecer y poner en práctica los intercambios —académicos, estudiantiles, intelectuales, artísticos— tienen un lugar importante en las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba por obvias y no tan obvias razones. Al ubicar la cooperación que marca los intercambios dentro de la dinámica de su contexto histórico, este ensayo se vale de experiencias, logros y retos bien conocidos, y de otros menos visibles, para hacer una nueva lectura, en particular, de las agencias académicas e intelectuales.2 Historias: 1959-1989 y más allá La historia de las relaciones académicas y de los intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos después de la revolución de 1959 se puede explicar en términos de las acciones bilaterales, de las políticas estatales que las controlan, y de los esfuerzos por renegociar y ampliar las interacciones. Los elementos de esta historia —o, tal vez, historias contrapuestas— ya han sido descritos, analizados e interpretados por estudiosos, antes y después de 1989, aunque las visiones 124 Corrientes académicas y culturales Cuba-Estados Unidos: temas y actores América y LASA firmaron un acuerdo formal para crear grupos de investigaciones particulares con miembros de los dos países; el proyecto recibió financiamiento de la Fundación Ford y se mantuvo durante más de una década. La Enmienda Berman (1988) limitó la capacidad del Presidente para controlar (por medio de licencias) la importación de materiales informativos procedentes de Cuba y, ya en 1991, ello incluía publicaciones, materiales grabados (música), pinturas, dibujos y esculturas. de conjunto son bastante escasas. El desarrollo de las relaciones académicas y culturales después de 1959 es, pues, parte de una historia de persistencia y expansión;4 los logros alcanzados, incluyendo la creación de un campo interdisciplinario denominado Estudios Cubanos, llaman la atención si se tiene en cuenta las incesantes dificultades a que se han enfrentado los anteriores y los actuales contactos y colaboraciones. 3 Después de 1959 Después de 1989 Los factores que condicionan las relaciones bilaterales Estados Unidos-Cuba, incluyendo su ruptura, la hostilidad, y la ideología de la Guerra fría explican, en parte, los impedimentos posteriores a 1959.5 Lo que Stephenson llama el período de las «corrientes congeladas» concluyó con la apertura de los viajes a Cuba por el presidente James Carter. Ya estudiantes y académicos habían tomado decisiones en este sentido por su interés en conocer Cuba. Académicos de los Estados Unidos y de otros países llevaron a cabo, durante los primeros años, investigaciones que dieron como resultado algunos de los estudios clásicos sobre la joven revolución; la brigada Venceremos se creó en 1969; y el Centro de Estudios Cubanos, inaugurado en Nueva York en 1972, organizó el primer encuentro —que estuvo patrocinado por una institución— entre expertos de ambos países en el mes de diciembre de 1973.6 Las interacciones se incrementaron con la apertura a los viajes durante la administración Carter, y las nuevas casirelaciones diplomáticas, materializadas en la creación de Secciones de Intereses, en La Habana y Washington, DC. Dos senadores estadounidenses viajaron a La Habana en 1977, y en octubre, varios académicos cubanos asistieron, en Houston, al Congreso Internacional de la Asociación de Estudios sobre América Latina (LASA). Un intercambio formal se estableció entre el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Johns Hopkins y la Universidad de la Habana, en 1979.7 El cambio de regulaciones que se produjo durante el gobierno de Carter facilitó también las «aperturas musicales», incluyendo giras por los Estados Unidos de Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Irakere y el Conjunto Folklórico Nacional, entre otros.8 Durante la década de los 80, el gobierno de Ronald Reagan reafirmó oficialmente el anticomunismo y restableció las restricciones a los intercambios académicos. En 1982, se estableció la licencia general para investigadores; aunque la Proclama Presidencial 5377, de octubre de 1985, restringía los viajes de cubanos a los Estados Unidos, y prohibía la entrada a funcionarios o empleados del gobierno o del Partido Comunista de Cuba. No obstante, los intercambios continuaron.9 En 1983, el Centro de Estudios sobre En la esfera de los intercambios académicos y culturales había muchos puntos firmes de contacto, que vinculaban a individuos, grupos, instituciones y organizaciones no-gubernamentales, y a pesar de la legislación perjudicial que aprobó el Congreso durante los primeros años de la década de los 90, la colaboración siguió aumentando. La reconfiguración del orden mundial después de 1989 minó, de alguna manera, la lógica anticomunista de la seguridad nacional, y los cambios durante el gobierno de William Clinton mantuvieron el anticastrismo, pero con una nueva forma de intervencionismo, que se expresó en la Ley para la Democracia en Cuba, de 1992 y la Helms-Burton, de 1996. Los viajes e intercambios con Cuba ahora se verían desde un punto de vista «instrumentalista», como un medio para lograr el colapso del régimen cubano.10 Por ejemplo, el equipo de beisbol Orioles de Baltimore jugó, con un seleccionado «todos-estrellas», en Cuba y después en Baltimore. En mayo de 1999, se volvió a poner en vigor el permiso general a profesionales, para viajes de investigación a tiempo completo; se autorizaron otros específicos (de hasta dos años de duración) para actividades educacionales de estudiantes de todos los niveles, así como para estudios no académicos, que alentaran el intercambio directo entre personas de Cuba y los Estados Unidos. El Carril II, aunque tenía como intención subvertir el régimen cubano, abrió más puertas culturales. En 1996, el popular grupo cubano Los Van Van viajó al país del norte, y «durante los siguientes cinco años, la mayoría de las personalidades más importantes de la música cubana contemporánea realizaron presentaciones en los Estados Unidos».11 La institución Global Exchange organizó a quinientas personas para sus viajes a Cuba entre 1995 y 2005.12 Las leyes de la década de los 90 y las intenciones subversivas del gobierno de William Clinton provocaron fuertes respuestas por parte del Estado cubano, anunciadas por la crítica pública realizada por el Comité Central del PCC, en abril de 1996, a varias instituciones de investigación que regularmente participaban en intercambios internacionales, como apunta Kimberly Stanton: 125 Sheryl Lutjens Se revisaron los objetivos de investigación, se establecieron nuevos procedimientos para la aprobación de colaboraciones con entidades de los Estados Unidos, los permisos de salida para los investigadores y especialistas —particularmente para viajar a los Estados Unidos— se hicieron más difíciles de obtener, y el ritmo de trabajo de los proyectos de colaboración ya existentes se hizo más lento.13 de 1977, la participación de Cuba fue constante hasta bien entrada la década de los 2000.19 Los viajes de estudiantes a Cuba fueron otro indicador de la expansión de la colaboración en el campo de la educación. Ya en 2003, la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) había otorgado 760 licencias por un término de dos años a instituciones educacionales de los Estados Unidos. Stephenson informa de al menos 35 programas de estudios en Cuba en 2002.20 En 2004, Cuba ocupaba el número catorce en la lista de destinos de los estudiantes norteamericanos de educación superior. La floreciente cooperación académica y educacional antes descrita fue creando un conjunto de espacios definidos por distintos tipos de compromisos disciplinarios y personales, sitios institucionales, y propósitos. Sin embargo, fueron más los espacios y las relaciones de cooperación que prosperaron en la década de los 90 (y antes). Los nuevos programas universitarios ayudaron a darle una nueva forma al intercambio, con frecuencia apoyándose en el trabajo y los esfuerzos de estudiosos y expertos. El Centro David Rockefeller, de Harvard, por ejemplo, creó un Programa Cuba con financiamiento de las fundaciones MacArthur, Ford y Christopher Reynolds. Ya en 2005 había servido de anfitrión a más de sesenta expertos cubanos, auspiciado seis conferencias académicas, editado dos colecciones de ensayos de estudiosos de ambos países, y sostenía un intercambio sistemático con el Instituto Pedro Kourí, de La Habana.21 Menos visibles o reconocidas son otras colaboraciones, como el programa de becas para estudiantes norteamericanos en la Escuela Latinoamericana de Medicina, en las afueras de La Habana. El primero de ellos entró en la primavera de 2001 y en la de 2009 había más de 119, de 37 estados diferentes, así como de Puerto Rico y Washington, DC. También señalado por la iniciativa de individuos es el caso de la Conferencia de la Asociación de Filósofos Radicales en Cuba. Comenzó con un viaje de seis filósofos a la Isla en mayo de 1982.22 En el año 2009 se realizó la vigésima edición de este tipo de reunión. Otra colaboración académica sustentada de manera similar a través de los años, por esfuerzo personal, es el Seminario Científico sobre la Calidad de la Educación: Intercambio de Experiencias de Profesionales Cubanos y Norteamericanos. 23 Durante quince años de colaboración han tenido más de cuatrocientos participantes (algunos de los cuales regresan todos los años) y el Seminario se celebra en distintas provincias, a diferencia de otros tipos de colaboración que se desarrollan solamente en la capital. Son numerosos los resultados de las tres primeras décadas de cooperación académica posrevolucionaria. Es útil resumir brevemente algunos más, antes de volver A través de los años, los problemas de acceso han caracterizado las relaciones de intercambio académico, estudiantil, y cultural.14 Entre estos se hallan los creados por medidas de los Estados Unidos y otros que reflejan las posiciones cubanas: los límites de financiamiento para investigaciones, los problemas de comunicación, las restricciones de los viajes a Cuba y «la falta de información en los Estados Unidos sobre el país».15 Todos estos factores contribuyeron a que decayeran las relaciones profesionales e institucionales necesarias en cualquier contexto de investigación, pero tal vez especialmente en el caso de Cuba. Al mismo tiempo, su deterioro afecta el acceso al trabajo de campo. La aprobación de proyectos de investigación requiere apoyo institucional y lograrlo puede llevar años. Como afirma Fuller: Sobre el fondo de virulencia extrema que ha caracterizado las relaciones Estados Unidos-Cuba durante mucho tiempo, los vínculos —tanto personales como profesionales— se han atrofiado en ambas direcciones, y como consecuencia, muchos cubanos que están en posición de facilitar la investigación a un especialista norteamericano en ciencias sociales se muestran —comprensiblemente— reticentes a hacerlo.16 Cuatro notables acontecimientos en la esfera de las relaciones de intercambio han resuelto algunos de los problemas de las investigaciones que se realizan en el terreno prohibido que identificó Fuller. La financiación de las fundaciones ha sido un factor crítico en la expansión de las individuales y en la colaboración entre instituciones y grupos.17 Se ha hecho más fácil encontrar financiamiento para investigaciones de tesis en Cuba y algunos cubanos lo han recibido para trabajar en los Estados Unidos. Las capacidades de comunicación e información se han expandido notablemente a partir de los primeros tiempos de los intercambios académicos posrevolucionarios. Especialmente en la última década, ha sido asombrosamente rápida la transición de llamadas telefónicas y faxes, a Internet y la transferencia electrónica de documentos. La comunicación profesional también ha aumentado mucho con la creciente participación cubana en las asociaciones académicas internacionales y en las que tienen su base en los Estados Unidos. Más de veinte asociaciones profesionales de este país tenían miembros cubanos o vinculados con Cuba al inicio de la década de los 2000.18 La Asociación de Estudios Latinoamericanos es un buen ejemplo. A continuación de su congreso internacional 126 Corrientes académicas y culturales Cuba-Estados Unidos: temas y actores a la seguridad nacional y a la guerra contra el terrorismo. Las demoras en conceder visas reflejaron las nuevas reglas que se habían puesto en vigor para todos aquellos que quisieran entrar a territorio estadounidense, y la exclusión de los que estaban en desacuerdo con la política de Washington. La Iniciativa para una Nueva Cuba se anunció en 2003, y sus principales medidas fueron incrementar los viajes por motivos familiares, por parte de cubanoamericanos y poner punto final a los programas culturales de persona a persona, que habían llevado unos cuarenta mil ciudadanos norteamericanos a Cuba anualmente, en visitas no académicas. No se renovaron licencias. Por ejemplo, las solicitudes del Museo Metropolitano de Arte y del Museo de Historia Natural de los Estados Unidos fueron denegadas.26 Nuevas regulaciones identificaron con más claridad qué actores en Cuba eran, con mayor probabilidad, promotores de cambios y, por tanto, merecedores del apoyo norteamericano, priorizando a grupos de oposición por medio de talleres, funciones y actividades humanitarias. Todavía más impresionantes fueron los cambios que se propugnaron en 2004 por la Comisión de Ayuda a una Cuba Libre, cuyo informe de 453 páginas presentaba planes para una Cuba post-Castro, una estrategia para acelerar el cambio, y la base para reformar las reglas de los compromisos con la Isla. En junio se promulgaron nuevas regulaciones, que eliminaban los viajes por cuenta de los anfitriones, abolían por completo la categoría persona-a-persona, restringían (entre otros cambios) los estudios en el extranjero a programas de diez semanas o más de duración; eliminaban los viajes de estudiantes de la enseñanza media, reafirmaban que asistir a conferencias no equivale a una actividad investigativa, y limitaban severamente las visitas familiares por parte de los cubanoamericanos.27 Los efectos de las nuevas regulaciones fueron rápidos y dramáticos. Se eliminaron los cursos cortos, los de verano, así como los viajes individuales de estudiantes, y los estrictos requisitos que se establecieron trajeron como resultado el cierre de muchos programas semestrales vigentes. En 2003, aproximadamente 210 000 estadounidenses (de todas las categorías) viajaron a Cuba. En 2006 había habido una reducción de 80% en los viajes por motivos familiares y de 90% en todos los otros tipos para los que se habían otorgado licencias. De igual modo que a los académicos e investigadores internacionales, se negaron visas a los académicos y artistas cubanos. Por ejemplo, solo 20% de las solicitudes del Ministerio de Cultura en el período de enero de 2004 a junio de 2005 recibieron visas.28 En 2006, Robin Moore se lamentaba de que nuestra atención al estudio de los impedimentos, retos y acciones a partir del año 2000. El intercambio académico, educacional y cultural ha favorecido la publicación de los resultados de investigaciones y estudios en muchos formatos. Los trabajos de autores cubanos han sido traducidos para publicarse en revistas científicas, volúmenes editados, y como monografías de un solo autor. Paralelamente, se han publicado en Cuba artículos, capítulos y libros escritos por académicos e investigadores norteamericanos.24 Ya en el año 2000 habían surgido nuevas generaciones de investigadores, tanto en Cuba como en los Estados Unidos. El distanciamiento cultural creado por las hostilidades bilaterales se ha mitigado gracias al acceso a filmes y literatura, a la actuación de artistas y al flujo mucho más libre de materiales culturales y académicos hacia ambos lados del Estrecho. Cuban Studies, revista fundada en 1970, construyó líneas disciplinarias notables por los debates y la reflexión.25 LASA creó una Sección de Relaciones Académicas con Cuba en la segunda mitad de la década de los 90. Existen varias instituciones donde se llevan a cabo estudios sobre este país en los Estados Unidos, incluyendo el Proyecto Cuba del Centro Bildner, que organiza simposios anuales para «reflejar y promover aquellos trabajos académicos de excelencia dentro de los estudios cubanos». A Cuban Studies se han sumado Temas, que se publica en La Habana, y el International Journal of Cuba Studies, una revista electrónica que edita en Londres el Instituto Internacional para el Estudio de Cuba. Condiciones actuales, 2000-2008 Las relaciones académicas y culturales en el período posterior al 11 de septiembre se presentan particularmente complicadas. La política de los Estados Unidos en relación con los intercambios educacionales y otros, en el contexto de la «guerra contra el terror», está saturada de la lógica contradictoria del gobierno de George W. Bush. El Homeland Security (Departamento de Seguridad Nacional) pretendió reforzar las fronteras, lo que afectó la entrada de académicos y estudiantes, aun cuando los fines de la diplomacia pública (y los beneficios económicos derivados de recibir estudiantes extranjeros) ejercían más presión. La «entrada en sinrazón» de Bush priorizó la subversión, fortaleció un programa de sanciones criticado severamente por la comunidad internacional, y logró cerrar muchas puertas a la colaboración. Prevaleció el anticastrismo, que generó resistencia y reveló otros retos de la cooperación académica y cultural que se mantenía. La estrategia de la administración Bush para Cuba se delineó teniendo como telón de fondo la prioridad dada los procedimientos que están en vigor para invitar a artistas cubanos a los Estados Unidos son tan complejos, caros, y toman tanto tiempo, que de hecho han puesto fin a todas esas visitas [...] Puede que Cuba sea el único país del mundo tratado de este modo tan riguroso.29 127 Sheryl Lutjens Center for Cross-Cultural Study, de Amherst, Massachusetts, que brindaba servicios de estudios en el extranjero, llegó a un arreglo con la OFAC por la cifra de 15 000 dólares, en relación con supuestos problemas por sub-contratación. El Augsburg College, de Minnesota, pagó una multa de 9 000 dólares, por estudiantes que viajaron sin licencia entre 2000 y 2004; la Universidad de Pace pagó 5 600 dólares en 2004 por haber hecho reservaciones con una agencia de viajes sin la licencia correspondiente (¡y el viaje nunca llegó a realizarse!).35 La vigilancia por parte del FBI, que Fuller menciona como un riesgo posterior a las investigaciones, en los años 80, continua siendo una amenaza real o imaginaria para aquellos que viajan a Cuba,36 y que ocupa su lugar dentro de los planes de vigilancia sistemáticos que contempla la Patriot Act. El clima en torno a la seguridad planteó cuestiones relativas a la libertad académica, que fueron asumidas por aquellos que deseaban defender los intercambios académicos y culturales con Cuba. LASA integró un grupo de trabajo especial sobre la situación de las visas en el año 2004, por ejemplo, y con la segunda negativa total a cubanos, más de 1 500 miembros de LASA firmaron una carta, dirigida a Condoleezza Rice, que censuraba la violación de la libertad académica. La directiva de la organización decidió en lo adelante reubicar sus congresos en terceros países para evitar las restricciones directas a la participación cubana.37 El pleito entablado por la American Civil Liberties Union (ACLU) contra la Florida por la prohibición a nivel de estado, de que viajaran a Cuba miembros del claustro de universidades y estudiantes, fue exitoso. La brigada Venceremos, con sus viajes anuales, presentó retos en los que resaltaba su resistencia al sistema de licencias.38 Mantener los intercambios que ya existían fue, sin duda, un logro notable, y también tuvo lugar otro adelanto en este período. La Universidad de California, por ejemplo, creó un consorcio de seis universidades llamado Iniciativa Académica UC-Cuba. Auspiciado por el sistema de la Universidad de California como una de sus Unidades y Programas de Investigación Multi-universitarios, los objetivos de la Iniciativa se formalizaron en enero de 2006 y reflejaban actividades investigativas, educacionales e informativas que ya estaban realizándose. Organizó un sitio web, viajes a Cuba para los miembros del consorcio, clases y talleres para estudiantes de postgrado, y Conferencias nacionales bianuales. También resulta notable la Declaración Conjunta de Sergio Jorge Pastrana y Michael T. Clegg, que fuera publicada como editorial en la revista Science, en octubre de 2008. La Declaración reconocía el estatus histórico de las Academias de Ciencias de Cuba, de los Estados Unidos, y muchas áreas en que había potencial para la cooperación. Subrayaba que Los extremos de la política relativa a las visas se aprecian en el sistemático rechazo a otorgarlas para que los académicos e investigadores cubanos participaran en los congresos de LASA.30 Los aspectos subyacentes en la política para el otorgamiento de visas se revelan por la concesión de asilo a 50 de los 53 cubanos que actuaban en el Havana Night Show, en Las Vegas, en el momento en que se celebraba el congreso de LASA, en 2004.31 Otros efectos negativos de las nuevas medidas eran menos visibles. Las fundaciones se afectaron, limitadas por el miedo que siguió a los acontecimientos del 11 de septiembre y que dieran lugar a la aprobación de la Patriot Act y sus múltiples restricciones a las libertades de las instituciones académicas y de los individuos; pero también por las regulaciones que estableciera la OFAC, que limitó las actividades educacionales, y otras relacionadas. La OFAC prohibió la publicación de los trabajos de académicos e investigadores de países que tuvieran impuesto un embargo, incluida Cuba; aunque, como resultado de los litigios que se produjeron, se establecieron reglas más flexibles que en realidad beneficiaron la colaboración académica. La Biblioteca Nacional José Martí, de Cuba, realizó un estudio de los efectos, sobre los académicos y los estudiantes, como consecuencia del programa de sanciones y el aumento de restricciones. El número de libros recibidos se redujo de 3 293 en 1992, a 872 en 2001; y los ejemplares de revistas científicas, en el mismo lapso, de 4 623 a 2 546. Mientras, en 2003, 35 investigadores y académicos norteamericanos utilizaron locales especializados para lectura en la Biblioteca Nacional, solamente ocho lo hicieron en el año 2005.32 El acceso a los servicios de la OCLC se retiró en el año 2003. La disminución de los intercambios institucionales contrasta, muy marcadamente, con las actividades de la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana (SINA). Como parte de la política, distribuyó más de 269 000 libros y revistas —algunos de los cuales eran revendidos (lo que supuestamente no está permitido)—; entre los años 2000 y 2005, el peso de los envíos de cargamentos para la SINA creció de 51 000 a 155 000 libras.33 La puesta en vigor de las restricciones de la OFAC y varios episodios de vigilancia contribuyeron a la confusión y el miedo alrededor de los viajes legales a Cuba. Tres jueces de Derecho Administrativo fueron reclutados para que instrumentaran audiencias sobre acciones de la Oficina contra individuos, al tiempo que se intensificaba la búsqueda de violaciones. A más de novecientos ciudadanos se les impusieron multas o tuvieron que llegar a arreglos informales con la OFAC, entre 2004 y 2009, por haber violado las regulaciones. Se recolectaron al menos 1,2 millones de dólares por concepto de sanciones.34 Las instituciones académicas y educacionales también estuvieron en su mirilla. El 128 Corrientes académicas y culturales Cuba-Estados Unidos: temas y actores el sistema de valores de las ciencias —apertura, comunicación compartida, integridad, y respeto por las evidencias— proporciona un marco favorable para establecer compromisos abiertos, y podría alentar enfoques basados en evidencias que se extrapolan de las ciencias al terreno social, económico y político […] los contactos científicos pudieran crear importantes vínculos culturales y sociales entre personas.39 describe está probablemente relacionado con las tensiones ideológicas que aún existen en relación con los estudios de Cuba. Aún más problemática es la reproducción de estas acciones ideológicas por medio de actividades privadas subvencionadas con fondos de la USAID. Las malas prácticas de investigación perjudican la libertad académica y contribuyen a la deficiente información que circula en la elaboración de políticas sobre Cuba por parte de los Estados Unidos. Finalmente, los años de acceso restringido a los Estados Unidos han afectado a los académicos cubanos que se especializan en este país o que tienen colaboradores de investigación que trabajan en él. Por significativas que sean sus relaciones con los norteamericanos es, sin embargo, importante reconocer que los científicos y profesores cubanos tienen relaciones con especialistas de otros países, en todo el mundo. La «entrada en sinrazón» de la administración Bush ha ayudado a dar nuevas formas a actores y organizaciones, y en el transcurso de este proceso ha dado lugar a nuevas preguntas acerca de la naturaleza y la necesidad del intercambio académico. En tanto la política y las regulaciones de los Estados Unidos tienden a preocupar a los académicos, en la parte cubana también se han producido cambios, que incluyen la insistencia para que entren con visas de investigadores, y no de turistas, y para que la planificación de los viajes educacionales de grupos sea centralizada por Havanatur. Una cuestión que aún persiste es la relativa a las capacidades de comunicación e información. En tanto la modernización ha contribuido al flujo de información, la confianza en la tecnología no resuelve todos los problemas, e Internet y la circulación virtual han creado otros. La aún escasa cobertura para la población de Cuba —considerando la Isla como un todo y no simplemente La Habana— no puede garantizar que todos los académicos cubanos tengan acceso a la tecnología, ni esta es siempre eficaz. En Cuba, las complicaciones de la tecnología son múltiples; van desde el problema del ancho de banda hasta los costos y el control del software, el acceso individual, hasta el papel que desempeña la SINA. La brecha digital existe, pero mientras la «década electrónica» transmuta a la «abierta», hace falta un mejor análisis de las condiciones imperfectas —y los avances— para poder comprender la ubicación de Cuba en cuanto a la electrónica. El tema del acceso, en los debates sobre tecnología y capacidad, es importantes. Es muy posible realizar investigaciones sin viajar a «tierras prohibidas». Sin embargo, eso depende de la naturaleza del proyecto, y hay cuestiones de calidad asociadas. Algunas de ellas son la «metodología anecdótica» (conversaciones accidentales y encuentros casuales que se convierten en evidencias), y el trabajo realizado en los intersticios de las estructuras establecidas para el intercambio académico, entre otras. Los problemas de entrada y de acceso pueden exacerbar los malos hábitos y, a veces, el comportamiento poco ético, cuando la investigación traspasa los acuerdos tomados en Cuba y con la universidad que la auspicia en los Estados Unidos, basándose en el criterio de que la búsqueda de «la verdad» requiere que se dejen de lado las reglas y normas que regulan las investigaciones en cualquier lugar. El orgullo con el que semejante comportamiento se Trayecto de la administración Obama Los pronósticos de que el presidente de los Estados Unidos Barack Obama realizaría cambios importantes y expeditos en el programa de sanciones contra Cuba fueron exagerados, resultado más bien de hacerse ilusiones que de observar con atención lo que acontecía. Con una estructura de seguridad heredada, casi en su totalidad, de la administración anterior y que está profundamente involucrada en el control de los intercambios de investigaciones, educacionales y culturales con Cuba, ¿cuáles son en realidad las opciones de cambio? Hay una mejoría notable de algunas de las circunstancias que contribuyen a las posibilidades de intercambios educacionales y culturales entre los Estados Unidos y Cuba. Por ejemplo, se han producido algunas aperturas de fronteras que se habían cerrado después del 11 de septiembre. Se aprecia un cambio aparente en la posición de la administración Obama en lo que respecta a otros tipos de visas. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, puso fin a la exclusión de dos académicos a los que se les habían denegado visas y cuyos casos habían sido llevados a los tribunales. Jameel Jaffer, director del Proyecto de Seguridad Nacional (ACLU), afirmó que «la decisión de poner fin a la exclusion de los profesores Habib y Ramadan es una señal satisfactoria de que la administración Obama está comprometida con la viabilización, más que con la obstrucción, del intercambio de ideas a través de las fronteras internacionales».40 Con este telón de fondo, son varios los cambios apreciables en las relaciones académicas y culturales que se han producido a partir de la toma de posesión de Obama, en el mes de enero de 2009. En abril, anunció la liberación de los viajes y las remesas de los 129 Sheryl Lutjens La historia de las relaciones académicas y de los intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos después de la revolución de 1959 se puede explicar en términos de las acciones bilaterales, de las políticas estatales que las controlan, y de los esfuerzos por renegociar y ampliar las interacciones. cubanoamericanos; a partir de entonces el número de viajes ha ido en aumento. Los funcionarios cubanos informaron que en el año 2009 se habían producido 250 000 visitas de cubanoamericanos, en comparación con 170 000 en 2008. 41 Grupos artísticos norteamericanos, tanto aficionados como profesionales, están visitando la Isla, y artistas cubanos reciben visas para entrar a los Estados Unidos. Los intercambios culturales, por tanto, se recuperan, lo que demuestra no solamente la voluntad de ambos gobiernos de cooperar, sino lo altas que son las expectativas en relación con esta área de colaboración y creatividad. Mientras que en el año 2007, la OFAC solo aprobó licencias para siete presentaciones públicas en Cuba, en 2008 aprobó 21 (la mayoría fueron para eventos deportivos); a finales del verano de 2009 la OFAC de Obama había otorgado veinte licencias.42 En marzo de 2009, U.S. News Weekly presentaba los puntos de vista de Fernando Rojas Gutiérrez, viceministro de Cultura, favorables al intercambio cultural: «Para nuestros dos pueblos es útil tener un intenso intercambio cultural. Por la parte cubana existe una disposición favorable para la apreciacion de la cultura norteamericana».43 La revitalizada colaboración cultural incluye visitas de los actores Robert Duvall, James Caan y Bill Murray, en julio de 2009, para investigar. En agosto, doce actores cubanos viajaron a Tuscaloosa, Alabama, para colaborar en una producción conjunta de Sueño de una noche de verano, que sería presentada en La Habana. 44 Los estudiantes del USA Youth Debates viajaron a Cuba, organizados por el profesor John Tredway del New College (Sarasota, Florida), al cual se le había negado el permiso en tres ocasiones anteriores,45 y se realizó el concierto de Juanes «Paz sin fronteras» en la Plaza de la Revolución de La Habana, al que asistió un millón de personas, entre las cuales se encontraba Bisa Williams, jefa de la Oficina de Asuntos Cubanos.46 Global Exchange, una organización sin fines de lucro de San Francisco que enviaba grupos a Cuba respaldada por las licencias para contactos persona-a-persona, está en la actualidad trabajando con el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y otras asociaciones cubanas que se dedican a cuestiones del medioambiente, para llevar grupos a Cuba. El viaje de Carlos Varela, en diciembre de 2009, tuvo menos publicidad en los medios. Sin embargo, Varela se reunió con cinco miembros del Congreso, almorzó con un funcionario de la Casa Blanca, participó en entrevistas con la prensa y en paneles de discusión. «Las canciones —dijo— pueden alimentar las almas de hombres y mujeres, incluso de aquellos que crean embargos y guerras. Porque si escuchan la música, esto los ayudará a hacer del mundo un lugar mejor».47 Es posible que el número de intercambios académicos esté aumentando. Marazul Charters envió tres mil personas a Cuba en viajes no familiares en 2009. No es una cifra alta, pero es mayor que los dos mil del año anterior.48 Se están otorgando visas a académicos e investigadores cubanos.49 Se han creado nuevos programas de intercambio de estudiantes por parte de la Universidad de La Habana y otras instituciones, y se mantienen los ya establecidos. A pesar de estas señales de progreso, Obama mantiene la política básica de sus predecesores con respecto a Cuba. Su administración continúa aplicando el programa de sanciones por violaciones de las regulaciones.50 Hasta inicios de 2010, se niegan licencias a académicos y a aquellos que tienen esperanzas de impulsar los intercambios culturales. Alrededor de treinta médicos norteamericanos no pudieron participar en el Congreso Internacional de Ortopedia en La Habana, en septiembre de 2009, y en octubre, el viaje de la Filarmónica de Nueva York fue cancelado porque los patrocinadores no pudieron obtener las licencias correspondientes. Se le niegan visas, incluso al presidente de la Asamblea Nacional de Cuba.51 Se sigue canalizando el dinero hacia la sociedad civil en Cuba con la esperanza de cambiar el régimen. Obama continúa enfatizando los contactos selectivos persona-a-persona que difieren muy poco de lo que perseguía la administración Bush. La tecnología sigue siendo un elemento crucial en la visión tradicional, incluyendo teléfonos e Internet. La respuesta del presidente a las preguntas de la bloguera cubana Yoani Sánchez es un sorprendente ejemplo (no solo por su manifiesto desinterés en hablar con el presidente Raúl Castro, sino por preguntarse cuál de los ciudadanos de los Estados Unidos tendría el privilegio de semejante comunicación). Este año, el Buró de Asuntos Educacionales y Culturales, del Departamento de 130 Corrientes académicas y culturales Cuba-Estados Unidos: temas y actores Estado, incluyó a los cubanos en la convocatoria a becas. El proceso estuvo organizado por la SINA, y se seleccionaron 26 estudiantes para programas de un año en escuelas norteamericanas. Un funcionario del Departamento de Estado manifestó estar desilusionado porque, al final, no fueron autorizados a participar,52 una respuesta verdaderamente desconcertante ya que los estudiantes norteamericanos tienen pocas oportunidades de viajar a Cuba. Los cambios, que se producen con suma lentitud, no resultan satisfactorios para muchos que esperan más y mayor rapidez. En julio del año 2009, se le envió una carta al presidente Obama por parte de dieciocho grupos vinculados con la política y la educación, donde insistían en que se flexibilizaran las regulaciones para viajar a Cuba con propósitos académicos y educacionales y se instaba a las autoridades cubanas a otorgar permisos de salida a los estudiantes y académicos aceptados por instituciones académicas de los Estados Unidos. Se programó para el 20 de septiembre un día nacional de lobby en el Capitolio, auspiciado por la Washington Office on Latin America y por el Latin American Working Group, dos organizaciones del DC que defienden esas políticas. En febrero de 2010, se presentó al Congreso otro proyecto de ley para restablecer los viajes. Wayne Smith, de ECDET, organizó una conferencia (9 de marzo de 2010) con oradores que se referirían a aquellos argumentos que podrían alentar a la administración Obama a eliminar las restricciones de los viajes académicos y educacionales. El informe de la conferencia resume los argumentos y algunas de las cuestiones que surgieron, incluyendo las tendencias dentro del Departamento de Estado; las expectativas de Obama sobre Cuba; el otorgamiento del derecho a viajar a los cubanoamericanos, pero no a otros; los medios para llevar a cabo cambios (toma de decisiones del Ejecutivo); quiénes se beneficiarían con la apertura de los viajes educacionales; y el costo de no hacer nada a favor de la política regional. En relación con las posibilidades de llevar a cabo investigaciones, el Premio Nobel de Química (2002), Peter Agre, se refirió a su viaje a Cuba, en noviembre de 2009, auspiciado por la American Association for the Advancement of Science (AAAS), con el propósito de ver las investigaciones cubanas en el área de las ciencias, e hizo comentarios positivos sobre el interés y la reputación de los científicos cubanos.53 Stan Katz, de Princeton, quien está a cargo del programa conjunto ACLS/SSRC-Cuba, en sus comentarios estaba de acuerdo en que hay límites en la realización de investigaciones en Cuba, al igual que los había en la Unión Soviética, China, Viet Nam, o Europa oriental antes del año 1989: «No hay ni que decir que hay limitantes comparables en lo que respecta a las investigaciones, especialmente las de ciencias sociales, en muchos países en todo el mundo, pero también hay oportunidades».54 ¿Adónde va el futuro? Teniendo en cuenta las realidades de Obama y las preguntas que estas hacen surgir, ¿qué posibilidades hay para un mayor desarrollo de la cooperación académica y educacional? Varias, cada una de las cuales se acerca a los argumentos que se presentan en este ensayo y se organiza en términos de actores y gestiones. Ante todo, está la posibilidad de que exista más apoyo por parte de las fundaciones para la colaboración individual e institucional. Ya reconocidas como un elemento crucial en el desarrollo y permanencia de las investigaciones y en los avances de los estudios cubanos en el transcurso de los años, las principales fundaciones se vieron afectadas por las prohibiciones y restricciones promulgadas durante la administración Bush. A pesar de las difíciles condiciones económicas actuales, los compromisos ya formalizados por las fundaciones Ford, la Christopher Reynolds, y otras, pudieran ampliarse.55 Dicha expansión depende, por supuesto, del curso que tomen las investigaciones, los intereses y las necesidades que se derivan de la planificación de estas fundaciones. En segundo lugar, las organizaciones profesionales han sido y serán elementos importantes para obtener ventajas de los nuevos espacios que se abren, dentro del terreno ya delimitado por la administración Obama, en lo que respecta a la implementación de las sanciones contra Cuba. La concesión de visas significa que las organizaciones y asociaciones pudieran esperar que los cubanos participen en sus futuras reuniones profesionales. Continuar utilizando a terceros países como sedes de reuniones internacionales permitirá que los miembros cubanos mantengan su presencia en sus organizaciones académicas y profesionales hasta tanto quede claro que la política norteamericana con respecto a la concesión de visas se ha flexibilizado. De esta manera, los contactos entre colegas pueden sostenerse a través del intercambio de ideas y de los resultados de las investigaciones. Por supuesto que las relaciones de cooperación siempre son más que una transferencia instrumental de información, y los encuentros personales logran lo que no se obtiene a través de conversaciones electrónicas. En tercer lugar, la ampliación y profundización de las relaciones de unas universidades con otras parece ser una tendencia probable, que requiere de iniciativas, pero que puede ampliar áreas de interés y desarrollo mutuos. En algunos sentidos, el incremento de la cooperación por medio de las relaciones institucionales permitirá la descentralización de la toma de decisiones que ha estado 131 Sheryl Lutjens fijada en un esfuerzo por controlar a los estudiosos y la dinámica de las investigaciones. No hay razones para esperar que las universidades vayan a actuar fuera de los límites de las políticas estatales, pero la descentralización permitirá más flexibilidad y toma de decisiones más oportunas, alentando la colaboración y las investigaciones empíricas. Igual que el proceso legal de la ECDET necesitó administradores de universidades valientes y comprometidos, la colaboración institucional exige energía y visión de futuro. En cuarto lugar, los viajes de estudiantes a Cuba pudieran incrementarse fácilmente y los estudios en el extranjero reformularse de manera que incluyan programas para estudiantes cubanos en los Estados Unidos. Ello requeriría que este país eliminara las restricciones a la libertad académica en el diseño y puesta en práctica de programas de estudios en Cuba, y planes para cubanos en los Estados Unidos podrían organizarse de manera similar a los programas en Cuba: sobre la base de las instituciones, oficinas de Estudios en el Extranjero, y miembros de los claustros que estén interesados. La SINA no estaría involucrada en las convocatorias ni en el diseño de nuevos programas (la Sección de Intereses de Cuba en Washington no realiza estas funciones en relación con los programas que se llevan a cabo en la Isla). Las investigaciones existentes sobre el nivel de aprendizaje de los estudiantes que participan en Programas de Estudio en el Extranjero serían útiles para meditar sobre cómo y dónde se hace necesario mejorarlos. En quinto lugar, al igual que en el pasado, los proyectos individuales de investigación deben permanecer en el orden del día de todos aquellos que están interesados en que se realicen análisis serios sobre Cuba, los Estados Unidos, las relaciones entre ambos o, como sugieren las ciencias, en temas y proyectos cuya importancia académica no esté anclada en la geografía y la política de la bilateralidad. El amplio alcance y la profundidad generacional de los Estudios Cubanos —como comunidad paradigmática (a lo Thomas Kuhn) y como proyecto de conocimiento— sugieren que existen puntos fuertes y flexibilidad, especialmente en las humanidades, los estudios culturales, la historia y el trabajo acerca de cuestiones sociales; esta es probablemente una descripción más exacta de aquella erudición que no requiere de trabajos de campo sistemáticos. El desarrollo desigual de los intercambios en los últimos años se aprecia en la generación más joven de académicos e investigadores cubanos que han tenido poco acceso a la investigación, el estudio, los viajes y las conversaciones con académicos e instituciones norteamericanas, mientras que los de los Estados Unidos no han sufrido, en general, las mismas exclusiones por parte de Cuba. Con una flexibilización de la guerra de las visas, es posible vislumbrar una recuperación de actividades, como conferencias, estancias cortas y largas en universidades y centros de investigación norteamericanos, y un mayor acceso a las bibliotecas y otros recursos que pueden no estar disponibles digitalmente. Sería también útil considerar, con más amplitud, aquellas cuestiones de desigualdad en la colaboración investigativa. Las colaboraciones en la investigación serán cada vez más factibles si las restricciones en cuanto a visas y licencias se flexibilizan, y si se facilitan las autorizaciones por parte de Cuba para proyectos y viajes. Es difícil imaginar una situación peor que la que existió con las limitaciones entre 2003 y 2008 y sus altos costos. Hay cambios pequeños que pueden proporcionar oportunidades cualitativamente mejores cuando los esfuerzos en cada etapa de un proyecto dan frutos oportunamente. Dadas las tensiones y el estrés que se derivan de crear y sostener proyectos de colaboración, la dosis de paciencia requerida tiene que ir unida al impulso y al entusiasmo. En sexto lugar, restablecer la autorización para tramitar los viajes de contactos persona-a-persona restituiría un derecho fundamental, pero solo informal, del pueblo norteamericano a la enseñanza no institucional, facilitando encuentros que permitan que se estudie y también que se consuma cultura en el proceso de intercambio. Este tipo de encuentro ha resurgido en el discurso político hacia Cuba: la Notificación del Congreso en relación con Fondos de Apoyo Económico para el Proyecto Cuba, y la intención de Obama de comprometer veinte millones de dólares para el año 2010, identifican 2,5 millones para vínculos persona-a-persona con otros en la región. Tal vez los académicos, artistas, estudiantes y todos aquellos que están interesados en poner fin a las restricciones de los viajes y del aprendizaje podrán mostrar a Obama, Clinton, Valenzuela, o al Congreso, que quien decide qué «personas» pueden hablar con cuáles otras tiene una importancia tremenda. Finalmente, con todos o con algunos de los pasos que se han mencionado anteriormente, las relaciones académicas, educacionales y culturales perderían la pátina de desconfianza que ha dado lugar a los excesos de control, a la politización de las relaciones personales, profesionales y académicas, así como a la érronea interpretación y el uso incorrecto del conocimiento. Un académico norteamericano sugiere que uno de los objetivos de los sostenidos esfuerzos por lograr un cambio pudiera ser el auspicio estatal de los intercambios académicos. En el contexto actual, quizás sería más prudente imaginarnos cómo las políticas estatales podrían ser informadas sobre Cuba y también sobre las realidades (y necesidades) académicas y educacionales, como parte de las dinámicas transnacionales de nuestro mundo. 132 Corrientes académicas y culturales Cuba-Estados Unidos: temas y actores Algunas alternativas aquellos interesados en las investigaciones y en los intercambios educacionales y culturales. Esa entidad podría hacer recomendaciones y sugerir los pasos que se seguirían en relación con las licencias, la apertura de programas de estudios en el extranjero, la obtención de permisos para investigar, y la organización de eventos culturales. Mejorar la infraestructura informacional es otra esfera en la que la cooperación puede ascender a un nuevo nivel cualitativamente superior. Los mecanismos innovadores para compartir recursos —nuevos libros, artículos, informes, así como la colaboración en investigaciones y los intercambios culturales que se están realizando— podrían facilitar el logro de múltiples objetivos. Ya en el pasado, se han realizado esfuerzos por compartir la información y los recursos. El sitio web de la Sección de Relaciones Académicas con Cuba podría establecerse, más formalmente, como un espacio de cooperación, asequible para sus miembros y para otros que estén interesados en unirse a la comunidad de académicos que abarca la Sección. En su deseo de servir de representante de las necesidades e intereses de los académicos cubanos y norteamericanos, puede hacer mucho más en el espacio que ya existe. Finalmente, el futuro alternativo pudiera ser uno en el que las mismas cuestiones relativas a la producción de conocimiento se analicen y discutan. Estas reflexiones suponen ubicarnos a nosotros mismos en términos de agencias, poderes, y construcciones paradigmáticas del trabajo académico individual y colectivo. El debate podría iniciarse con el estimado de la producción pasada y presente, pasando al análisis de cómo puede ampliarse, y después involucrar cuestiones de contextos, limitaciones y conflictos. Por mucho que la metodología crítica exija nuevas relaciones en las investigaciones, nuestras propias contribuciones —bien sean académicas, educacionales o culturales— podrían beneficiarse al comprender mejor el poder de la cooperación. Resulta útil pensar en la cooperación académica y cultural como una red viva y compleja de espacios relacionados, creados por individuos y grupos, instituciones y organizaciones no gubernamentales (y por intereses comerciales también), así como por el Estado cubano y el de los Estados Unidos. Los compromisos que regulan y estimulan los intercambios que van conformando este terreno en el año 2010 son parte de políticas que tienen que ver con la producción de conocimiento —en estudios cubanos, en el de las relaciones Cuba-Estados Unidos, y en otros campos de las actividades científicas y culturales. En contraste con otras áreas de esta cooperación, los agentes de los intercambios académicos, educacionales y culturales están directamente comprometidos con crear, mantener y enriquecer las relaciones. Para pensar en otras alternativas sería útil reflexionar seriamente sobre lo que hemos producido, cómo y qué enseñanzas se derivan de ello para el futuro. Una podría comenzar con la cooperación necesaria para reflexionar juntos sobre qué hemos construido, cómo lo hemos hecho y si está bien realizado. Estas reflexiones empezarían con la recopilación de nuevas historias de relaciones académicas, educacionales y culturales. La capacidad de recuperación de las que se desarrollaron a partir de 1959 es impresionante; también lo son la expansión y lo alcanzado en la colaboración, y resultaría de utilidad colocarlos en un marco teórico. Otra podría encontrar su reflejo en los problemas, puntos importantes de debate, y en los éxitos alcanzados en los diversos espacios de la cooperación. Como esta se desarrolla de distinta manera (según los actores, sujetos, y objetivos), aquellos seguramente son también diferentes. Por ejemplo, reconocer la importancia de grupos de profesionales como LASA, y considerar la Sección para las Relaciones Académicas con Cuba, y analizarlas críticamente, podría conducir a nuevas iniciativas. Siguiendo esta misma línea, un futuro posible podría ser la creación de una organización independiente para los estudios cubanos. Una mayor autonomía sería un beneficio resultante de este tipo de asociación profesional, aunque hay cuestiones prácticas como el financiamiento, el centro de interés y la membresía, que sugieren que la sustitución de un grupo de políticas por otro es una posibilidad. Y los estudios cubanos son solo uno de los muchos espacios para el intercambio cultural y educacional. Es mucho el trabajo por hacer dadas las realidades politizadas de los intercambios y la colaboración. Como argumentaba el informe Retreat from Reason, una esfera de trabajo es la creación de una entidad para recopilar y distribuir información que pudiera brindarse a todos Notas 1. Sheryl L. Lutjens, «National Security, the State, and the Politics of U.S.-Cuba Educational Exchange», Latin American Perspectives, a. 33, n. 5, Thousands Oaks, septiembre de 2006, pp. 58-80. 2. La autora quisiera agradecer a los participantes del Taller de autores, celebrado en la revista Temas, el 22 de febrero de 2010, por sus sugerencias y comentarios. El foco de atención en los académicos como sujetos en las relaciones Estados Unidos-Cuba fue el argumento presentado, en un formato mucho más breve, en The United States and Cuba: Rethinking Reengagement Conference, Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill, 26-27 de septiembre de 2008. 3. Por ejemplo, Sergio Jorge Pastrana, «Las ciencias en Cuba y los Estados Unidos: encuentros y desencuentros», en Rafael Hernández, ed., Mirar el Niágara: huellas culturales entre Cuba y los Estados Unidos, 133 Sheryl Lutjens Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2000, pp. 217-44; Milagros Martínez, «Academic Exchange between Cuba and the United States: A Brief Overview», Latin American Perspectives, a. 33, n. 5, Thousands Oaks, septiembre de 2006, pp. 29-42; Kimberly Stanton, comp., Retreat from Reason: U.S.-Cuba Academic Exchange and the Bush Administration, Latin America Working Group Education Fund, Washington, DC, 2006; Skye Stephenson, «International Educational Flows between the United States and Cuba (1919-2005): Policy Winds and Exchange Flows», Cuban Studies, n. 37, Pittsburgh, 2006, pp. 122-55. 14. Linda Fuller, a finales de la década de los 80, explora un amplio rango de problemas de los trabajos de campo en el «terreno prohibido» de Cuba. Ella explica: «Por “terrenos de investigación prohibidos” me estoy refiriendo a áreas completas de posibles investigaciones que pueden ser definidas geográfica, intelectual o institucionalmente, en las que se desalienta fuertemente la investigación de los especialistas en ciencias sociales». Véase su «Fieldwork in Forbidden Terrain: The U.S. State and the Case of Cuba», The American Sociologist, a. 19, n. 2, New Brunswick, junio de 1988, p. 99. 4. Las relaciones entre los pueblos de Cuba y los Estados Unidos son parte de las historias coloniales y neocoloniales prerrevolucionarias que se llevan a cabo por medio de movimientos (viajes, exilios, migraciones) y de la consolidación de conexiones culturales, desde las artes plásticas a la música, la danza y otras. Rafael Hernández, ob. cit; Louis A. Pérez, Jr., Cuba and the United States: Ties of Singular Intimacy, 3ª ed., University of Georgia Press, Athens, 2003. La colaboración científica y las relaciones académicas, iniciadas en el siglo XIX, florecieron hasta bien entrado el XX; los cubanos estudiaban en los Estados Unidos; a la colaboración en los campos de la medicina, la arqueología y las ciencias físicas y biológicas, se sumó la de la ingeniería, los negocios y la agronomía. Los académicos de dicho país realizaban trabajos de campo en Cuba. Kimberly Stanton, ob. cit., p. 12. 15. Ibídem, p. 101. 16. Ibídem, p. 103. 17. La Fundación Ford ha sido durante mucho tiempo una defensora del intercambio académico entre los Estados Unidos y Cuba, junto a la John D. y la Catherine T. MacArthur, Arca, General Service, y la Christopher Reynolds. Esta última contribuyó a establecer en Cuba el grupo de trabajo ACLS/SSRC en 1996. Kimberly Stanton, ob. cit., pp. 21-2. 18. Ibídem, p. 51. 19. A excepción de 1985, cuando al denegársele las visas a una parte de la delegación cubana, el resto decidió no asistir. En 1998, más de 70 cubanos viajaron al congreso de Chicago, hubo 99 en Miami para el congreso del año 2000, y en septiembre de 2001, 87 cubanos estuvieron presentes en el de Washington, DC. 5. En 1961, los Estados Unidos dieron por terminadas las relaciones diplomáticas, conformaron el embargo comercial total con Cuba (ya factible al estar amparado por el Trading with the Enemy Act, de 1917), y prohibieron a los ciudadanos norteamericanos viajar a la Isla, con el criterio de que las visitas se oponían a los intereses de la política exterior y la seguridad nacional estadounidense. 20. El primero con duración de un semestre abrió en la Universidad de la Habana, en el año 2000, organizado por el Instituto de Estudios en el Extranjero (IFSA). Ya en 2004, existían ocho programas semestrales en la UH. Skye Stephenson, ob. cit., p. 142. 6. Skye Stephenson, ob. cit., pp. 128-30; Kimberly Stanton, ob. cit., p. 17. 21. Véase DRCLAS Cuban Studies Program, disponible en www.drclas.harvard.edu/cuba/program. 7. Milagros Martínez, ob. cit.; Skye Stephenson, ob. cit. 22. Cuando a dos cubanos que habían sido invitados a las reuniones de la American Philosophical Association se les negaron las visas, surgió el plan de continuar las reuniones en Cuba. La conferencia se organizó con la Universidad de La Habana, el Instituto de Filosofía, y la Sociedad Cubana para la Investigación Filosófica. 8. Ned Sublette, «The Missing Cuban Musicians», Cuba Research and Analysis Group, Albuquerque, 24 de junio de 2004, pp. 6-11, disponible en www.cubaresearch.info. 9. Comenzaron las actividades del Programa de Intercambio Cultural con el Caribe de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY); Boston College, a través de su Facultad de Estudios de Posgrado en Trabajo Social, lanzó su curso de trabajo de campo en Cuba, que se mantuvo largo tiempo, y muchos especialistas cubanos recibieron apoyo para investigaciones en los Estados Unidos. Jean Weisman, «LASA and Travel to Cuba: Academic Exchanges, Lobbying and Civil Disobedience», LASA Forum, Pittsburgh, invierno de 1996, pp. 17-21; Skye Stephenson, ob. cit. 23. Surgió a partir de haberse negado las visas a académicos cubanos que iban a asistir a las reuniones de la Sociedad de Educación Comparada e Internacional (Comparative and International Education Society) a principios de la década de los 90. En 1994, se celebró el primero en La Habana, auspiciado por la Asociación de Pedagogos Cubanos y el Ministerio de Educación. 24. También se han publicado trabajos realizados en coautoría, como es el caso de la colaboración de Manuel Moreno Fraginals, Stanley L. Engelman y Herbert S. Klein, en The American Historical Review, a inicios de los años 80 o, más recientemente, el estudio sobre La Habana realizado por Dick Cluster y Rafael Hernández y la historia de las relaciones los Estados Unidos-Cuba de Esteban Morales Domínguez y Gary Prevost. Véase Louis A. Pérez, Jr., «The Cuban Revolution Twenty-Five Years Later: A Survey of Sources, Scholarship, and State of the Literature», en Sandor Halebsky y John M. Kirk, eds., Cuba: Twenty-Five Years of Revolution, 1959-1984, Praeger Publishers, Nueva York, 1985, p. 409; Dick Cluster y Rafael Hernández, The History of Havana, Palgrave Macmillan, Nueva York, 2006; Esteban Morales Domínguez y Gary Prevost, United States-Cuba Relations: A Critical History, Lexington Books, Lanham, 2008. 10. Kimberly Stanton, ob. cit. Hubo otros cambios: se autorizaron, en octubre de 1995, los «viajes relacionados con actividades educacionales», que permitían el otorgamiento de licencias específicas para estudios de pregrado, y realizar gestiones para respaldar a un especialista cubano que enseñara o realizara actividades de investigación en una universidad de los Estados Unidos. 11. Ned Sublette, ob. cit., p. 12. 12. «Interview with Malia Everette, Director of Global Exchange´s Reality Tours», BootsnAll World Adventure, Vancouver, 2005, disponible en http://adventures.bootsnall.com. 25. Louis A. Pérez, Jr., «The Cuban Revolution…», ob. cit.; Jorge I. Domínguez, «Twenty-five Years of Cuban Studies», Cuban Studies, a. 3, n. 26, Pittsburgh, 1995; Damián J. Fernández, Cuban Studies since the Revolution, University Press of Florida, Gainesville, 1992. 13. Kimberly Stanton, ob. cit., p. 24; Elisa Muñoz, The Right to Travel: The Effect of Travel Restrictions on Scientific Collaboration between American and Cuban Scientists, AAAS, Washington, DC, 1998. 134 Corrientes académicas y culturales Cuba-Estados Unidos: temas y actores 26. Ned Sublette, ob. cit., p. 14. Cuba y tres de los Estados Unidos. El informe del proyecto se presentó en septiembre de 2006, ante varios públicos en Washington, DC —incluyendo académicos reunidos en la Universidad George Washington y, en los días siguientes, en la Cámara y el Senado. 27. Kimberly Stanton, ob. cit., pp. 33-9. El Informe de la Comisión Powell (denominada así por el nombre de su presidente) recomendaba la inversión de 59 millones de dólares para promover la transición en Cuba. Un segundo informe fue preparado bajo la dirección de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, en el año 2006. 39. Sergio Jorge Pastrana y Michael T. Clegg, «Editorial: U.S.-Cuban Scientific Relations», Science, Washington, DC, 17 de octubre de 2008. 28. Lorena G. Barberia, «Cuba Visas Memorandum», David Rockefeller Center for Latin American Studies, Universidad de Harvard, 5 de diciembre de 2005. 40. NYCLU, «State Department Ends Unconstitutional Exclusion of Blacklisted Scholars from U.S.», Nueva York, 20 de enero de 2010, disponible en www.nyclu.org. 29. Robert Moore, Music & Revolution: Cultural change in socialist Cuba, University of California Press, Berkeley, 2006, p. 252. 41. Esteban Israel, «Cuban Americans Filling Planes to Homeland», Agencia Reuters, 24 de marzo de 2010. 30. En marzo de 2003, cuando el enfriamento se hizo notar por primera vez, solo 64 de los 103 que habían solicitado visas para asistir al congreso en Dallas, las recibieron. Ninguna de las 65 solicitudes recibidas para participar en el congreso de Las Vegas en 2004 se aprobó y esto mismo sucedió cuando se recibieron 58 solicitudes para San Juan, Puerto Rico, basándose en la Sección 212(f), y una por otras razones. 42. David Adams, «Cracks Open in U.S. Wall around Cuba», Tampabay.com, 13 de agosto de 2009, disponible en www.tampabay.com. 43. Thomas Omestad, «For Cuba, Eased U.S. Travel Ban Could Open the Door to Cultural Exchanges», U.S. News Weekly, Washington, DC, 30 de marzo de 2009, disponible en www.usnews.com. 31. John M. Broder, «Cuban Performers are Granted Asylum», The New York Times, Nueva York, 22 de julio de 2005, p. A13. 44. Jay Reeves, «Cuban Actors Do Shakespeare in Alabama», US Cuban Normalization, 5 de agosto de 2009, disponible en http://uscubannormalization.blogspot.com. 32. Vilma Ponce Suárez y Nuria Pérez Matos, Impact of the Blockade of the United States Government on Cuban Libraries: 2001-2005. Final Report, Consejo Científico de la Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, 2006, pp. 114-5. 45. David Adams, ob. cit. 46. Salim Lamrani, «Cuba Faces Obama Administration Contradictions», Znet, 25 de octubre de 2009, disponible en www.zcommunications.org. 33. U.S. Government Accountability Office, Foreign Assistance: U.S. Democracy Assistance for Cuba Needs Better Management and Oversight, Washington, DC, noviembre de 2006, p. 24. 47. Center for Democracy on the Americas, «While the U.S. and Cuban Governments Squabble», Cuba Central, 21 de diciembre de 2009, disponible en http://cubacentral.wordpress.com. 34. Mark P. Sullivan, U.S. Restrictions on Travel and Remittances, Congressional Research Service, 7-5700, Washington, DC, 16 de octubre de 2009, p. 15. 48. Bob Guild, «Marazul Charters» (comunicación personal), 22 de febrero de 2010. 35. David Epstein, «Usted no puede ir», Inside Higher Education, Washington, DC, 7 de julio de 2006, disponible en www.insidehighered.com. 49. Guillermo Ferriol Molina asistió a la Convención de la National Lawyers Guild, en Seattle, en octubre de 2009, por ejemplo. Antón Arrufat, Abelardo Estorino, Eduardo Arocha y otros, estaban invitados para participar en un evento de la Universidad de Miami sobre el teatro de la década de los años 60 que se desarrolló en el mes de marzo de 2010; Rafael Hernández fue profesor invitado de la Universidad de Texas, Austin, en el semestre de otoño de 2009; y Harvard tiene una lista de doce académicos cubanos invitados para el período 2009-10. 36. Véase Marguerite Rose Jiménez, «About that Trip to Cuba... When the FBI Came Calling», Counter Punch, Petrolia, 24 de octubre de 2006, disponible en www.counterpunch.org. 37. La Coalición de Emergencia para Defender los Viajes Educacionales (ECDET) se creó en ese mismo año, como respuesta al ataque de la administración Bush al derecho de académicos y estudiantes a viajar. Con sus 450 miembros, la estrategia principal que ha seguido es la de promover procesos legales alegando que las acciones de la OFAC eran arbitrarias (lo que constituye un problema que atañe al Derecho Administrativo) y que constituían una violación de los derechos constitucionales. Ni una sola universidad firmó como demandante en el caso. El caso de la ECDET y la apelación correspondiente no tuvieron éxito. Wayne Smith, «Beyond the Law: The Bush Administration´s Restrictions on Educational Travel to Cuba», Notre Dame Journal of Law, Ethics, and Public Policy, a. 23, n. 1, Notre Dame, 2009, pp. 223-32. 50. Salim Lamrani, ob. cit. 51. Ídem. 52. Wilfredo Cancio Isla, «U.S. Scholarships Get Cuban College Students Expelled», Miami Herald, Miami, 4 de septiembre de 2009. 53. Ídem. 54. Stan Katz, «Quick Trip to Havana», The Chronicle of Higher Education, Washington, DC, 29 de noviembre de 2009. 55. Ídem. 38. Otro ejemplo de iniciativa académica en la prueba de fuego de la primera década de este siglo es el proyecto Retreat from Reason (Entrada en sinrazón). Financiado por un pequeño fondo de la Fundación Ford, el objetivo del proyecto era analizar el estado de las relaciones académicas y educacionales durante el gobierno de Bush y hacer recomendaciones para un cambio. El proyecto comenzó en el año 2003 como un grupo de trabajo con tres participantes de © 135 , 2010 no. 62-63: 136-148, abril-septiembre de 2010. Milagros Martínez Reinosa La diplomacia académica: los inter cambios culturales intercambios entr e Cuba entre y los Estados Unidos Milagros Martínez Reinosa Profesora. Universidad de La Habana. E n el conflicto histórico entre Cuba y los Estados Unidos han existido y existen espacios de colaboración poco divulgados, pero sostenidos y en ascenso. Por encima de silencios, desencuentros y rupturas, sobresalen los intercambios culturales entre ambos países. Ante la tensión que ha caracterizado la relación entre La Habana y Washington, los participantes en estos intercambios han sido, en gran medida, los verdaderos diplomáticos de una nación en la otra; los canales para el necesario y fecundo contacto pueblo a pueblo. Si bien se tiende a incluir bajo la sombrilla de intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos las diversas acciones realizadas entre académicos, científicos, artistas, intelectuales, deportistas y religiosos, se hace imprescindible precisar que cada una de ellas ha tenido una dinámica propia. Al dirigir una mirada retrospectiva sobre el conjunto se obtiene un balance favorable; mas, mirar desde el presente el camino recorrido obliga a reflexionar críticamente y compele a los involucrados en estas acciones a contribuir en la preservación de lo alcanzado y a explorar alternativas para continuar. Sería imposible abarcar en un artículo la amplia gama de tales intercambios. El presente texto se limita a analizar el intercambio académico esencialmente en el área de las ciencias sociales, haciendo énfasis en su desarrollo a partir de la posguerra fría. No se pretende agotar el tema ni realizar un detallado recuento de la colaboración académica bilateral, sino identificar momentos sobresalientes que guardan una estrecha relación con la evolución del conflicto entre las dos naciones y, en cierta medida, con el origen y consolidación de la disciplina de Estudios Cubanos en los Estados Unidos.1 El intercambio académico no ha podido sustraerse a las diferentes coyunturas políticas por las que ha atravesado dicho conflicto. Sin embargo, ha permanecido y se ha reproducido como una suerte de «diplomacia académica». 2 Ha tenido vida propia y establece una red de relaciones formales e informales que han dado crédito a las instituciones involucradas, las cuales comparten el deseo y buena voluntad de que las relaciones entre ambos países se basen en el respeto mutuo y la paz. 136 La diplomacia académica: los intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos La historia de los intercambios Estudios Cubanos, organización que aunaba a muchos académicos cubanoamericanos, dirigida por María Cristina Herrera.7 En ese contexto, la disposición inicial de la administración de James Carter de reducir el nivel de tensión entre los dos países y la apertura de las secciones de intereses en Washington y en La Habana, el 1 de septiembre de 1977, favoreció una mayor distensión en la relación bilateral, lo que facilitó la cooperación académica en lo relativo a la obtención de visas, adquisición de libros e información. Tan solo un mes después, viajaron siete académicos cubanos al país norteño. Fue el primer grupo que lo hizo después de 1959. El viaje fue organizado por Franklin Knight, Riordan Roett, Alfred Stepan y Margaret Crahan, de las universidades Johns Hopkins, Yale y City University of New York (CUNY). Entre las diversas reuniones y encuentros en que participaron se destaca su presencia —la primera de un grupo de cubanos— en el VII Congreso Internacional de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA),8 en Houston, Texas. Es por ello que 1977 marca el inicio de un intercambio más formal. Los contactos continuaron ampliándose, y las medidas aprobadas por la administración Carter para flexibilizar los viajes a la Isla facilitaron una mayor fluidez en los intercambios académicos. Son estos los llamados «años fructíferos». Tal situación fue abruptamente modificada por el ascenso conservador en la sociedad norteamericana y el triunfo de la derecha republicana, que instaló al presidente Ronald Reagan en la Casa Blanca. Este firmó una proclama presidencial, el 4 de octubre de 1985, que hizo extremadamente difíciles las visitas de los académicos e intelectuales cubanos a los Estados Unidos. Los encuentros bilaterales tuvieron que desplazarse hacia México, Canadá y Cuba.9 A pesar de las dificultades durante el doble mandato de Reagan —etapa de «años difíciles»—, se apreció en los 80 una revitalización del interés de la academia norteamericana en realizar estudios sobre Cuba, así como por emprender trabajos conjuntos con los colegas cubanos. La creación de nuevos centros y programas de estudios quiebra el monopolio detentado por los emigrados cubanos en la década de los 70, retado ahora por académicos norteamericanos y europeos. Según Nelson P. Valdés, el órgano rector de los estudios cubanos —que había sido hasta entonces el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh— encontró competidores al establecerse el Programa Cuba de la Johns Hopkins University y el de la Universidad de Miami —este último con estrechos vínculos con Radio Martí, y con todo el apoyo de la administración Reagan—, bajo la dirección de Jaime Suchliki. La imparcialidad que pretendía Extensa es la historia de los contactos culturales entre Cuba y los Estados Unidos, estimulados por los vínculos económicos, comerciales y políticos existentes entre dos países tan próximos geográficamente. El inicio de la colaboración formal entre científicos cubanos y norteamericanos en los campos de la zoología, la botánica, la meteorología y la epidemiología data de mediados del siglo XIX, y se ha mantenido desde entonces, con diferentes niveles de intensidad. El triunfo de la Revolución cubana, el 1 de enero de 1959, constituyó un punto de inflexión en las tradicionales relaciones entre ambos países. Como se ha explicado ampliamente, la ruptura de los nexos diplomáticos, por iniciativa de Washington, el 3 de enero de 1961, limitó severamente el número y alcance de los intercambios académicos. Se produjo un lógico y brusco descenso, pero esto no significó su desaparición total, pues los vínculos continuaron, aunque de manera irregular. En los primeros años de la década de los 60 tiene lugar un incremento paulatino de los estudios sobre Cuba en los Estados Unidos, pero no sería hasta el próximo decenio cuando se establecen los primeros contactos entre académicos de las dos naciones. A partir de entonces hay un aumento de las colaboraciones, especialmente en las áreas de las humanidades y las ciencias sociales,3 que siempre han tenido un espacio privilegiado en ellas.4 Se inicia así un difícil, pero constructivo proceso en cuanto a los intercambios académicos, preñado de escollos, recelos y prejuicios mutuos, pero cuyo saldo ha sido fructífero.5 En la década de los 70 los estudios cubanos en los Estados Unidos conformaron un determinado cuerpo dentro de los referidos a América Latina. Se habían sistematizado las investigaciones, estructurado centros especializados en el campo de los estudios latinoamericanos, y formalizado las fuentes de financiamiento.6 Estaba lista la masa crítica que daría forma y movimiento a gran parte de las propuestas de acciones de colaboración y cooperación con Cuba. Formuladas por la academia norteamericana y cubanoamericana, estas tenían como elemento común el interés por profundizar en los estudios e investigaciones sobre la Isla. Los pioneros en el establecimiento de lazos académicos con Cuba fueron estadounidenses. No sería hasta el diálogo de 1978 y el establecimiento de los viajes a Cuba de la comunidad cubana en el exterior que los académicos cubanos residentes en los Estados Unidos desempeñaran un rol significativo. Vale destacar en este proceso a Lourdes Casal, colega de la Universidad de Rutgers, ya fallecida, y al Instituto de 137 Milagros Martínez Reinosa Miami, el entonces presidente Bush firma la Cuban Democracy Act, más conocida como Ley Torricelli, calificada por algunos como su testamento político. Esta contempla el recrudecimiento del bloqueo, pero también introduce el polémico y controversial «Carril II», que otorgó rango de política a la utilización de los intercambios académicos como vía para la subversión del orden interno en Cuba. Fue este un intento de extrapolar al sistema cubano lo ocurrido en el antiguo campo socialista y la otrora URSS. Al ganar William Clinton las elecciones de noviembre de 1992, dicha ley se convierte en un instrumento extremadamente importante en la política de Washington hacia la Isla. La situación se torna aún más complicada cuando Richard Nuccio, académico devenido asesor para asuntos cubanos del presidente, se entregó en cuerpo y alma a la implementación de la política del Carril II, lógico proceder si se considera que él fue su redactor cuando se desempeñaba como miembro del grupo de asesores del entonces representante demócrata por Nueva Jersey, Robert Torricelli. La reacción del gobierno cubano no se hizo esperar. En síntesis, consistió en asumir una postura defensiva ante el anuncio e implementación de tal política, postura incomprendida y, por ende, criticada por muchos académicos norteamericanos. Aunque se mantuvieron, los intercambios se complejizaron. Se abrió entonces una etapa de mayor control y análisis, por parte de la Isla, de cada una de las acciones propuestas por los colegas norteamericanos. Esto condujo a que un grupo de ellos planteara, de manera algo absoluta, que los intercambios pasaron a ser controlados por los administradores cubanos.10 Hubo una proliferación de las actividades e iniciativas provenientes de universidades y de tanques pensantes que intensificó la reactivación del debate académico sobre Cuba en los Estados Unidos y obligó a la parte cubana a actuar de forma más cautelosa, bajo la premisa de que el intercambio tuviese un carácter institucional, ordenado y coherente. En este período se produjo, en 1996, el V Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC). Como uno de sus resultados se procedió al examen de las líneas de investigación y de los proyectos de un buen número de centros de estudios en Cuba, que se desarrollaban en conjunto con contrapartes norteamericanas. Particularmente significamos los análisis emprendidos en el Centro de Estudios sobre América (CEA), el de Estudios de Europa (CEE), el de Alternativas Políticas (CEAP) y el de Estudios sobre Estados Unidos (CESEU). Como interlocutores se mantuvieron, en ese decenio, algunos expertos, programas y grupos, en universidades Pittsburgh se enfrentó al enfoque liberal de Johns Hopkins University y a las posiciones conservadoras de la Universidad de Miami. Un elemento significativo en esa década fue la consolidación de las relaciones con —y a través de— LASA. En 1988 se vivió un período importante de reanimación de los intercambios académicos al triunfar las gestiones y presiones de los directivos de esa asociación ante las autoridades estadounidenses. Se logró que, a partir de entonces, se estableciera una especie de compromiso del Departamento de Estado encaminado a garantizar la aprobación de visas para los académicos e intelectuales de Cuba invitados a este evento y a otras actividades de dicha asociación. La posguerra fría. Los «años dorados» o de la consolidación Con la llegada de la administración de George H. Bush a la Casa Blanca, en enero de 1989, se volvieron a abrir las puertas de los Estados Unidos para los profesores e investigadores cubanos. En este cambio de política incidieron, además de las ya citadas gestiones por parte de LASA, las de un grupo de profesores y directivos de universidades norteamericanas que reclamaban el intercambio con la Isla. En tal contexto, los cubanos asistieron al Congreso de dicha asociación, celebrado en Miami ese mismo año. Momento significativo fue la realización en Halifax, Canadá, de un relevante evento conmemorativo del trigésimo aniversario de la Revolución cubana, bajo el coauspicio de instituciones norteamericanas y con amplia participación de especialistas de Cuba y de los Estados Unidos. Fue esta una etapa en que se consolidaron muchos de los vínculos iniciados en los 70 y mantenidos, con crecientes dificultades, en los 80. Surgen nuevas instituciones dedicadas a los estudios cubanos como el Programa Cuba de la Universidad de Georgetown, y novedosos programas docentes e investigativos que incluían a Cuba como objeto de estudio en diversas instituciones de la educación superior. Se destacan American University, Chicago University, Harvard University, CUNY, Yale y el sistema de universidades de California. También grupos de académicos vinculados a tanques pensantes como el Institute of Policy Studies (IPS), Woodrow Wilson International Center for Scholars, Interamerican Dialogue, Council on Foreign Relations (CFR) reinician contactos con sus contrapartes en la Isla. En los finales de una intensa campaña presidencial y en un gesto desesperado —finalmente infructuoso— para buscar su reelección, el 23 de octubre de 1992, en 138 La diplomacia académica: los intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos No obstante, en los 90 —década en la que había nacido y crecido un movimiento dentro de los Estados Unidos que planteaba la necesidad de modificar las relaciones entre los dos países— se experimentó un marcado incremento en las colaboraciones, tanto por el número como por el alcance de las acciones propuestas por la academia norteamericana con el fin de fomentar la cooperación intelectual con Cuba.11 También en este período se produjo una diversificación de las fuentes de financiamiento provenientes de las fundaciones, lo que posibilitó realizar proyectos de investigación, publicaciones de libros y la asistencia de académicos e intelectuales cubanos a eventos fundamentalmente en los Estados Unidos. Además de la Fundación Ford, que tiene un papel de primer orden en estos esfuerzos, apareció la John D. and Catherine T. MacArthur, que desplazó a la primera en su protagonismo tradicional, y se convirtió en la principal auspiciadora de proyectos académicos con instituciones de la Isla. También fueron notables los donativos de ARCA Foundation, General Services, y Christopher Reynolds Foundation. Otra consecuencia de lo anterior fue la apertura de nuevos programas de intercambio. Además de mantenerse los establecidos como los de la Universidad Johns Hopkins —sin duda, por muchos años el más importante y prestigioso— y el de la Universidad de Pittsburgh, aparecen el Programa Caribe de la Universidad de Georgetown, el del David Rockefeller Center on Latin American Studies, de la Universidad de Harvard, el Cuba Project, del Bildner Center de CUNY, los programas de la FIU y el de Tulane University. Asimismo, la cantidad de planes de estudio de pregrado para estudiantes norteamericanos en Cuba se incrementó sensiblemente,12 mientras surgían otras estructuras diseñadas para facilitar los intercambios; entre ellos, el programa cubano de Social Science Research Council (SSRC). Se establecieron nuevos canales de comunicación con otras instituciones como fueron los casos de DePaul University, St. Thomas University, Minnesota; University of North Carolina, Chapel Hill; University of Iowa, y el programa cooperativo de California State University San Bernandino, California State University Los Angeles y California State Polytechnic University, también conocida como Cal Poly Pomona. Incluso instituciones no establecidas en universidades, como el Centro de Investigación Marina de Washington, DC, y la Smithsonian Institution se involucraron en la expansión de la colaboración académica entre los dos países, mientras se ampliaba la participación de cubanos en otras conferencias de asociaciones de profesionales. Son los casos de International Studies Association (ISA); como la Johns Hopkins, Indiana, CUNY, Pittsburgh, American University. A su vez, se reactivaron y surgieron otros en instituciones como la Universidad Internacional de la Florida (FIU), la Caribbean Studies Association (CSA), la Universidad de DePaul, la estatal de Indiana y varias del sistema del Estado de California. A la par, determinadas organizaciones dentro de la emigración cubana, cuyo perfil conjugaba acciones culturales, académicas y de promoción social —como el Instituto de Estudios Cubanos (IEC)—, contribuyeron a impulsar ese proceso interactivo. En la Isla, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), junto a otras entidades no gubernamentales, participó también, de modo activo y creativo en ese dinámico intercambio. No obstante, debe reconocerse que los ya citados administradores cubanos trabajaron de manera muy eficiente, pues prácticamente la mayoría de los proyectos presentados se materializó. Solo unos pocos fueron rechazados, lo que produjo malestar en las comunidades académicas de ambos países, especialmente en la de los Estados Unidos. Allá no se podía entender las reticencias cubanas ante iniciativas consideradas puramente académicas. No comprendían que la desconfianza que en Cuba despertaban estos proyectos casi nunca era hacia sus ejecutores, sino debido a las utilizaciones que pudieran darse a sus resultados. En esta etapa, por momentos tensa, en la que Cuba actuaba como plaza sitiada, se lograron avances considerables en materia de intercambios. Se marcaron pautas en la cooperación entre las comunidades académicas de ambos países, incluyendo el inicio y consolidación de los vínculos de la Isla con una nueva generación de profesores e investigadores cubanoamericanos. Se destacaron Lisandro Pérez, entonces director del Instituto de Estudios Cubanos de la FIU; Iraida López, del programa Cuba-Caribe, de CUNY, y Alejandro Portes, jefe del Departamento de Sociología de la Universidad Johns Hopkins. Se acrecentó la publicación de artículos y libros junto a la realización de eventos, frutos de la colaboración, tanto institucional como individual. En febrero de 1996, el gobierno cubano derribó dos avionetas de la organización Hermanos al Rescate que habían penetrado, sin autorización, en el espacio aéreo cubano. Como consecuencia de este incidente se tensaron en extremo las ya complejas relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, lo que repercutió negativamente en los intercambios académicos. No se otorgaron visas a profesores e investigadores cubanos invitados a participar en actividades de instituciones norteamericanas, situación que se mantuvo, con altas y bajas, de marzo a diciembre de 1996. 139 Milagros Martínez Reinosa entonces Cooperative Programs for the Americas (COPA), devenido posteriormente el Institute for the Study Abroad (IFSA), con sede en la Universidad de Butler. Como dato de interés, apuntamos que un año antes, en febrero de 1999, se había realizado la primera visita a Cuba del crucero SS Universe Explorer, del programa Semestre en el Mar, administrado por el Institute for Shipboard Education que, por aquel entonces, tenía su sede en la Universidad de Pittsburgh. Punto de madurez en los intercambios fueron, sin duda, sendas Conferencias por el cuadragésimo aniversario de Playa Girón y de la Crisis de Octubre, en marzo de 2001 y en octubre de 2002, respectivamente, organizadas por los Archivos de Seguridad Nacional de la Universidad de George Washington, junto a un grupo de instituciones académicas cubanas. Conferencias sobre el segundo tema se habían realizado previamente en Moscú, en 1989; Antigua, en 1991, y La Habana, en 1992. También se efectuó una sobre Girón en Georgia (los Estados Unidos), en abril de 1996, aunque no estuvieron presentes académicos residentes en la Isla. Otro reflejo de la consolidación alcanzada fue la reunión de la Asociación Americana de Universidades y Colegios Estatales (AASCU) en septiembre de 2003, catalogada como la primera reunión de rectores de Cuba y los Estados Unidos. A dicha cita asistieron casi una veintena de presidentes de universidades y directivos de esa importante asociación. American Studies Association (ASA); American Political Science Association (APSA); International American Studies Association (IASA); American Sociological Association (ASA); American Public Health (APH); American Neurological Association (ANA); American Library Association (ALA); American Physical Society (APS) y American Chemical Society (ACS). Varias asociaciones hicieron un especial esfuerzo por brindar mayores espacios a académicos cubanos y norteamericanos para investigar conjuntamente en áreas de interés común. LASA ha sido quizás el ejemplo más acentuado, y es significativo el elevado número de académicos cubanos que sistemáticamente han participado en sus reuniones internacionales como foro de intercambio de ideas, discusión y análisis. En ese marco se distingue el énfasis —creciente como tendencia— en las reflexiones de temas vinculados a la cultura artística y literaria. En lo relativo a la presencia de cubanos, en los 90 se apreció una sana diversificación de las instituciones de la Isla con las que se desarrollaron proyectos de investigación y docencia conjuntas. Además de los iniciadores CESEU, CEA y CEAP, se incorporaron de manera más activa la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, el Centro de Investigaciones de la Economía Internacional (CIEI), el de Estudios de la Economía Cubana (CEEC), el de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI), el Instituto de Historia, el Archivo Nacional de Cuba, el Instituto Politécnico Superior José Antonio Echeverría (CUJAE) —en especial su Facultad de Arquitectura— y el de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK). Muy interesante resultó la iniciativa siguiente de la administración Clinton. Enmarcada en la estrategia del Carril II se decide, a través de proclama presidencial del 5 de enero de 1999, otorgar licencias a las universidades norteamericanas para visitas de estudiantes de pregrado. Con ello, se retomaba una modalidad del intercambio que solamente se había puesto en práctica durante el mandato de Carter. Estas preveían estancias cortas, fundamentalmente en la Universidad de La Habana; pero también en otras instituciones académicas y culturales cubanas, lo que implicó un sensible incremento de los viajes de jóvenes universitarios norteamericanos a Cuba.13 Como resultado de las experiencias adquiridas con esas visitas, y dado el éxito de los cursos impartidos, algunas instituciones académicas norteamericanas propusieron el establecimiento de estudios en Cuba. Estos abarcaban desde cursos de verano hasta programas de semestre que otorgaban créditos reconocidos en las universidades norteamericanas. Surgía así, en septiembre de 2000, el programa del Los años de Bush. El congelamiento de las relaciones El triunfo electoral de George W. Bush y su instalación en la Casa Blanca en 2001 significó un brusco giro en la cooperación académica entre los dos países. Comienzan a afrontarse serios obstáculos que limitaron sensiblemente el desarrollo de los intercambios culturales y científico-técnicos, dificultades que se agudizaron después de los sucesos del 11 de septiembre y que se extenderían hasta enero de 2009. Estos se reflejaron, esencialmente, en una aplicación más estricta de las regulaciones establecidas y en la implementación de políticas que afectaron drásticamente las concesiones de licencias solicitadas al Departamento del Tesoro por los diversos programas de instituciones norteamericanas, así como los otorgamientos de visados por parte del Departamento de Estado a los académicos e intelectuales cubanos. A lo anterior se añadieron los crecientes escollos en la búsqueda de financiamiento para la materialización de algunos de estos programas. Tales dificultades ya estaban presentes desde finales de los 90 cuando los 140 La diplomacia académica: los intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos La herencia de la administración Bush fue patética. Una de las consecuencias más lamentables fue que, como resultado de la ausencia de contactos, se afectó el necesario conocimiento mutuo de quienes, a ambos lados del Estrecho, trabajan los temas cubanos. directivos y especialistas de fundaciones no se sentían satisfechos por las demoras en la ejecución de los proyectos que financiaban, y por las negativas que impidieron la materialización en Cuba de los nuevos presentados. Ello incidió en el congelamiento de algunos de los más prestigiosos y serios programas de investigaciones sobre Cuba en las instituciones académicas estadounidenses, cuando no en su cierre definitivo. Esto trajo como consecuencia que comenzaran a escasear las visiones serias y objetivas sobre la realidad cubana, a lo que se unió, en mayo de 1999, la creación del Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos en la Universidad de Miami, que ha obtenido sumas millonarias de la administración Bush para emprender actividades poco ortodoxas en materia de estudios sobre Cuba. Las acciones de la administración Bush se reflejaron también en los programas de semestre. En mayo de 2003 se le retiró la licencia al programa del Council for International Educational Exchange, que hubo de cerrar, tres meses después. Contradictoriamente, el presidente Bush y el entonces secretario de Estado, Colin Powell, se habían pronunciado, a menudo, sobre la importancia de que los norteamericanos estudiasen en el exterior. El propio Bush, después del 11 de septiembre, dijo: grupo de propuestas que implicaban serias limitaciones para el desarrollo de los intercambios académicos, culturales y científico-técnicos entre ambos países. En junio se hicieron públicas las medidas y se cerraron definitivamente los programas de semestre, exceptuando aquellos que operaban de universidad a universidad. Es así como, de los nueve establecidos en la Universidad de La Habana, solo quedaron tres al inicio del curso académico 2004-2005. Fue necesario reajustar el mecanismo de trabajo de estos programas —una de las experiencias más exitosas en materia de intercambio académico— y trabajar solo con los autorizados. Vale la pena subrayar que los conformados en el otoño de 2000 tuvieron tanto éxito que —a pesar de no contar con ninguna promoción comercial, excepto el irresistible atractivo de conocer lo prohibido—, según datos del Institute of Internacional Education, Cuba se ubicó entre los quince primeros países-destinos de study abroad seleccionados por los estudiantes norteamericanos entre 2003 y 2004. La cantidad de jóvenes involucrados creció 45% respecto al año precedente. Los jóvenes estadounidenses que han participado en ellos han resultado no solo excelentes estudiantes, sino sensibles seres humanos que han conectado con el pueblo cubano, en lo que ha sido una verdadera experiencia, calificable como una suerte de diplomacia «pueblo a pueblo». A partir de su estancia en Cuba muchos norteamericanos han podido constatar la realidad de nuestro país. Ven cómo Cuba, injustamente incluida en todas las listas de países terribles por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, los recibe amistosamente. Se sorprenden de no encontrar resentimientos o rechazo y más aún al percibir cómo los jóvenes cubanos tienen muchas más cosas en común con ellos que las imaginadas. Aprenden de la experiencia de la vida cotidiana, a conocer, comprender y aceptar la otredad de lo cubano. Y regresan a los Estados Unidos con un conocimiento mayor, más pleno y real de la realidad de la Isla, ajeno a la manipulación informativa que al respecto inunda al país norteño. Estos estudiantes exploradores, que vinieron en búsqueda de respuestas, encontraron algunas y se fueron con nuevas preguntas. En estas inquietudes saciadas y alimentadas están también la pasión y la razón de las By studying foreign cultures and languages and living abroad, we gain a better understanding of the many similarities that we share and learn to respect our differences. The relationships that are formed between individuals from different countries as part of international education programs and exchanges can also foster goodwill that develops into vibrant, mutually beneficial partnerships among nations.14 [Mediante el estudio de las culturas y lenguas extranjeras y la estancia en otros países, logramos una mejor comprensión de las muchas similitudes que compartimos y aprendemos a respetar nuestras diferencias. Las relaciones que se forman entre personas de diferentes países como parte de los programas de educación internacional y los intercambios también pueden fomentar la buena voluntad que se transforma en vivaces asociaciones, mutuamente beneficiosas, entre las naciones.] En mayo de 2004 y como parte de las recomendaciones del informe de la Comisión Powell —la llamada Comisión de Ayuda a una Cuba Libre—15 se listó un 141 Milagros Martínez Reinosa afectados están el IV Simposio de Coma y Muerte Súbita, en 2004; los encuentros de filósofos cubanos y norteamericanos, de 2004 y 2005; los encuentros sobre Problemas de la globalización y el desarrollo, de 2005 y 2006; la Feria Internacional del Libro, de 2006, y la Conferencia «50 años de Revolución cubana y su impacto en el Caribe», en diciembre de 2008. Es precisamente en ese contexto que LASA decidió, en junio de 2006 —considerando, entre otras razones, que cuatro meses antes se habían negado en bloque las 54 visas solicitadas por académicos e intelectuales cubanos para asistir a su XXVI Congreso, en San Juan, Puerto Rico—, trasladar de Boston a Montreal, Canadá, la sede del siguiente congreso. Quedó planteada la voluntad de que, mientras que no existieran garantías para la presencia de los cubanos en dichos eventos, estos tendrían lugar fuera de los Estados Unidos. Esa decisión fue una de las más divulgadas de la creciente cadena de obstáculos que la administración Bush impuso para el normal desarrollo de los intercambios académicos. clases de sus profesores en los Estados Unidos —quienes los han acercado al tema de Cuba— y de los programas académicos que se han diseñado en la Universidad de La Habana. Cuando se pensaba que habíamos visto todo en materia de obstáculos, el 28 de septiembre de 2004 la Sección de Intereses de los Estados Unidos en Cuba comunicó oficialmente a la Universidad de La Habana la negación de las 64 solicitudes de visas que académicos e intelectuales cubanos habían presentado desde mayo, con el propósito de participar en el XXV Congreso Internacional de LASA a celebrarse del 7 al 9 de octubre en Las Vegas, Nevada. Se adujo la aplicación de la sección 212(f) de la Ley de Inmigración y Naturalización de los Estados Unidos. La decisión, aunque esperada por algunos, causó asombro e indignación a muchos de los miembros de las comunidades académicas cubana y norteamericana. Esta fue una de las medidas más publicitadas, posiblemente por absurda. En el transcurso del congreso en Las Vegas, uno de los paneles afectados por la ausencia de las contrapartes cubanas tuvo la honorable idea de colocar, frente a la mesa, 64 sillas con los nombres de los académicos cuyas visas habían sido negadas, y dedicar la sesión a discutir aquel acto inaudito de violación de libertades. Contrasta lo ocurrido con la tendencia registrada desde la segunda mitad de los 90, caracterizada por la numerosa presencia de cubanos en congresos de LASA, en especial a partir del año 2000. A Miami 2000 asistieron 97; y a Washington 2001, 82. Desde el congreso de Dallas, en 2003, la participación cubana comenzó a verse restringida por problemas con los visados. En esa ocasión asistieron 67 cubanos, mientras que a más de 15 se les negó la entrada a los Estados Unidos. En total coherencia con estas acciones, durante los primeros diez meses de 2004, solamente cinco profesores de la Universidad de La Habana pudieron cumplimentar invitaciones de instituciones norteamericanas para impartir cursos, dictar conferencias o realizar estancias de investigación. Como continuidad de la aplicación de la hostil política, de octubre de 2004 a enero de 2009 se otorgaron menos de diez visas a profesores de la institución bicentenaria, claro reflejo de los impedimentos que se presentaron en el normal desarrollo de los intercambios. Antes de la mencionada fecha, se producía un promedio mensual de 25 salidas de profesores de esta casa de altos estudios a los Estados Unidos. En lo relativo a la concesión de licencias para viajar a Cuba con el fin de participar en actividades académicas, se destacan las negativas a reconocidos académicos e intelectuales norteamericanos. Entre los eventos Obama. Entre el desconocimiento y la desconfianza El 4 de noviembre de 2008 ganó las elecciones presidenciales de los Estados Unidos Barack Hussein Obama, XLIV presidente de la nación y el primer afroamericano. Se estaba ante un desconocido —su paso por el mundo político de Washington no es el que tradicionalmente recorren aquellos que llegan a ganar la silla de la Oficina Oval— que abría interrogantes y esperanzas a gran parte de la humanidad. Se pensaba en el joven demócrata negro como un soplo de aire fresco, al que definitivamente valía la pena concederle el beneficio de la duda.16 Para las comunidades académicas de Cuba y de los Estados Unidos la llegada de la «era Obama» significaba, más que una posibilidad, la certeza del retorno a la normalidad de sus nexos académicos, científico-técnicos y culturales. En esta apreciación influía el hecho simbólico de que el recién electo presidente había ejercido como profesor universitario,17 por lo que era de esperar cierta sensibilidad hacia el asunto, y que tuviese la capacidad de valorarlo con inteligencia y creatividad. Resurgió la esperanza de normalizar los vínculos establecidos desde los 70 y que se habían afectado sensiblemente durante los ocho años de George W. Bush.18 La herencia de la administración Bush fue patética. Una de las consecuencias más lamentables fue que, como resultado de la ausencia de contactos, se afectó el necesario conocimiento mutuo de quienes, a ambos lados del Estrecho, trabajan los temas cubanos. Entre 142 La diplomacia académica: los intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos como podría haberse esperado inicialmente. Las iniciativas son analizadas con extrema prudencia, tanto por las contrapartes como por las diferentes instituciones que integran el entramado que decide si se ejecutan o no. La reunión de Bisa Williams, secretaria asistente interina para Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, el 20 de septiembre de 2009, con la comunidad académica de la Universidad de La Habana fue un elemento significativo en los nuevos tiempos. Nunca antes una funcionaria, de tan elevado rango, del gobierno de los Estados Unidos había visitado la casa de altos estudios, exceptuando cuando el ex presidente James Carter fue recibido en el Aula Magna, en su visita a Cuba en mayo de 2002. La reunión con. Williams no arrojó resultados novedosos para el grupo que se encontró con ella. El propósito esencial del encuentro fue explorar la viabilidad de continuar con un programa de becas iniciado en el otoño de 2008. Para este sistema de entrenamiento en liderazgo, especialmente diseñado para los jóvenes de la Isla, se optaba directamente, a través de contactos electrónicos o directos con la Sección de Intereses de los Estados Unidos en Cuba (SINA), acción que causó irritación en los círculos oficiales cubanos, que la catalogaron como una actividad contrarrevolucionaria. La propuesta de Williams fue que el contacto se produjera a través del trabajo directo entre la institución académica cubana y el Departamento de Estado. Esta se consideró inaceptable, pues no es la forma en que se manejan los programas de becas de la casi tricentenaria institución cubana con ningún país del mundo. Obviamente los Estados Unidos no iban a ser la excepción. La controversial idea de las becas, unida a la reunión con la señora Williams, enrarecieron el ambiente. Se valoró que si este era el tipo de iniciativa que aplicaría el gobierno de Obama, nada bueno podría esperarse de su administración. Se pronosticaba que llegarían nuevas acciones en las que, de una manera directa o solapada, se trataría de politizar, cada vez más, el intercambio académico. No puede obviarse en este análisis que Cuba vive una coyuntura histórica peculiar, marcada por un entorno internacional complejo y en ocasiones impredecible. Los cambios en la Isla, que transita por una transformación político-institucional que, entre otras acciones, ha implicado la designación de no pocos nuevos ministros y equipos de trabajo, han de conjugar el sostenimiento del liderazgo político, la gobernabilidad del sistema y la recomposición de la economía y, a la vez, sumar y entusiasmar a las nuevas generaciones nacidas con la Revolución. A pesar de los ya citados pronósticos de una mayor apertura, al menos en este primer año de Obama, poco ha cambiado. Las restricciones por parte de los Estados Unidos se mantienen como en agosto de 2004. Algunos 2001 y 2009 solo los Congresos de LASA en Montreal y Río de Janeiro, así como la Conferencia «El significado de una revolución. 1959-2009», en la Universidad de Queens, Canadá, fueron los espacios que permitieron reencuentros, y la posibilidad de conocer las nuevas caras que entraban en el área de los estudios cubanos. La peor huella que, en cuestión de intercambios académicos, dejó Bush —con origen en los años del mandato de Clinton cuando la aplicación del Carril II—, fue el sentimiento de desconfianza que ha quedado en los círculos gubernamentales cubanos, e incluso en algunos espacios académicos, que rechazan vincularse con todo lo que provenga de los Estados Unidos. Podría afirmarse que dichos sectores ven en la colaboración una ventana abierta a la política subversiva del gobierno norteamericano contra Cuba, una especie de foco de subversión interna, especialmente cuando se trata de contactos con los científicos sociales cubanos. En los círculos oficiales de la Isla, si bien no disgustó en absoluto la derrota de John McCain, tampoco pareció causar euforia el triunfo de Obama. El aparato político y administrativo no fue presa de la seducción mediática que generó el joven político negro. En Cuba algunos funcionarios denominaron a este fenómeno de encantamiento con el nuevo inquilino de la Casa Blanca: «el mareo Obama». En las predicciones del gobierno cubano lo que se percibía era que el presidente desarrollaría una política que, si bien tendría ciertos ajustes tácticos, trataría de lograr, por otras vías, el objetivo estratégico de todos los gobiernos norteamericanos a partir de 1959: inducir transformaciones en el sistema político cubano y derrocar la Revolución. Se pronosticó que con Obama llegaría una suerte de rediseño del Carril II, renovado y diferente, donde el controversial contacto people to people se acompañaría del mayor uso de las comunicaciones, vía correo electrónico, páginas web y telefonía celular, servicios a los que tiene acceso un grupo considerable de los académicos, intelectuales, artistas, científicos y estudiantes de la Isla. Buena parte, por no decir la mayoría, de los miembros de la comunidad académica, científicotécnica y cultural cubana pensaron que con Obama llegarían los cambios hacia la eliminación de las restricciones impuestas por Bush, o al menos una flexibilización rápida que permitiese contactos fluidos con los colegas estadounidenses. Esa era también la percepción imperante de las contrapartes en los Estados Unidos, las que prácticamente no solo votaron por Obama, sino que se involucraron activamente en su campaña presidencial. Lo anterior justifica que, después del triunfo, comenzó a llegar a Cuba un elevado número de propuestas de acciones de intercambio; verdadera avalancha proveniente de instituciones norteamericanas. Las respuestas por la parte cubana no fueron tan rápidas 143 Milagros Martínez Reinosa que nuestros dos países, efectivamente, vivan en el mismo ambiente. A su vez, el tema medioambiental es uno de los identificados por el gobierno cubano entre aquellos con posibilidades mayores de nuclear el trabajo conjunto de académicos y científicos de ambos países;22 opinión compartida por la comunidad académica norteamericana,23 que considera que un intercambio científico más fluido permitiría a Cuba prepararse para el impacto potencialmente devastador del arribo masivo de turistas norteamericanos. La Isla suele ser considerada una especie de santuario ecológico. En noviembre de 2009 visitó La Habana una importante delegación de ocho científicos estadounidenses, entre los que se encontraban Peter Agre, Premio Nobel de Química de 2003 y presidente de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS). Agre se reunió con destacados colectivos de científicos cubanos en la Universidad de La Habana, en la Academia de Ciencias de Cuba y con Fidel Castro Díaz-Balart, físico nuclear y uno de los líderes de la comunidad científica cubana. El grupo de la AAAS emitió un comunicado que subrayaba que, en el momento en que el viaje ocurría, científicos de Cuba y de los Estados Unidos abogaban por una mayor cooperación entre los dos países. Concluía expresando que, con el gobierno de Obama, existía una buena oportunidad para impulsar dichos contactos. El área de la cultura atraviesa un período de revitalización. Citemos el Concierto por la Paz, en septiembre de 2009, las visitas a Cuba de destacados artistas del cine como Benicio del Toro y Sean Penn —este último logró la primera entrevista al presidente cubano Raúl Castro, publicada en la revista New Yorker—, la presencia de la premiada Omara Portuondo en la ceremonia de los Grammy Latinos de 2009, las visitas y giras de cantantes y agrupaciones musicales cubanas por los Estados Unidos: Buena Fe, Charanga Habanera y Van Van. No obstante, no todo es miel sobre hojuelas. Muy interesante resulta lo que ocurre en el mundo de las artes plásticas. Desde la década de los 90, los coleccionistas estadounidenses se sienten particularmente atraídos por la plástica cubana. La presencia de galeristas, directores de museos y coleccionistas en la Bienal de Arte de La Habana, en mayo de 2009, se entendió como una especie de anticipo de lo que podría registrarse próximamente.24 En la esfera de los deportes pareciera que poco se puede avanzar. En Cuba no están creadas las condiciones para que ocurra algo similar a la conocida diplomacia del ping-pong, que favoreció un clima de distensión entre los Estados Unidos y China. En las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, el deporte llamado a desempeñar ese rol sería el beisbol. Sin embargo, el gobierno cubano percibe como dicen que en el terreno académico, es más de lo mismo, o incluso peor, como consecuencia directa del referido programa de becas para jóvenes. El gobierno cubano estima que este proceder de la nueva administración es resultado de aceptar las presiones de la influyente minoría conservadora de emigrados de la Isla asentada esencialmente en la ciudad de Miami y que conforma el lobby cubanoamericano en el Congreso. En coherencia con la proyección internacional de la Isla, las instituciones cubanas consolidan relaciones con sus homólogas, en el marco de programas especiales con Venezuela y China y, en menor medida, con Bolivia y Ecuador. Entran también con fuerza Rusia y algunos países de África. En todos ellos participa un número importante de académicos e intelectuales, muchos de los cuales estaban involucrados antes activamente en los nexos académicos con los Estados Unidos, y, en cierto sentido, se han desmotivado; prefieren la seguridad de este tipo de acción y no los obstáculos, indefiniciones y hasta suspicacias que levantan las iniciativas con universidades, tanques de pensamiento y asociaciones estadounidenses. Sin embargo, en una valoración más objetiva habría que señalar que hay una leve y lenta mejoría19 pues se están otorgando, prácticamente, todas las visas solicitadas por los académicos cubanos.20 Se están concediendo más licencias a las instituciones estadounidenses para realizar acciones de intercambio en Cuba, y el comportamiento ha sido positivo en el caso de las peticiones realizadas a la OFAC para mantener o abrir nuevos programas de semestre, modalidad del intercambio académico donde el crecimiento ha sido notorio en el último período. En enero de 2010 existían catorce programas de este tipo, y están firmados 25 convenios entre universidades cubanas y de los Estados Unidos, 21 de ellos con la Universidad de La Habana. En el transcurso del año 2009 funcionaron doce programas de semestre con un total de 97 estudiantes. En la primavera de 2010 están presentes nueve universidades con 73 estudiantes. En las instituciones científico-técnicas y culturales, los resultados se perciben más concretos que los obtenidos en las universidades cubanas. En el caso de los intercambios científico-técnicos se aprecia en el último año transcurrido un discreto avance en la normalización de las relaciones en temas ambientales. Destacamos en este sentido la firma, en octubre de 2009, de un proyecto de ciencias marinas asociado a estudios de delfines y tiburones, así como el desarrollo de acciones conjuntas en el área de la meteorología.21 El politólogo Phil Peters, analista del Lexington Institute y estudioso de los temas del conflicto bilateral, afirma que los asuntos marinos son el punto por donde comenzar, pues la proximidad y las corrientes hacen 144 La diplomacia académica: los intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos provocaciones y ataques el asedio constante a peloteros —y a boxeadores— de la Isla, considerado como «robo de talentos». Lo anterior genera y sostiene un ambiente enrarecido en materia deportiva, cargado de un elevado simbolismo político que para la parte cubana dificulta el diseño y puesta en marcha de acciones conjuntas. Resumiendo: en el transcurso del primer año de la administración Obama poco se ha avanzado; y lo que se aprecia del lado de la academia cubana es que hay más esperanza que fe; aunque los colegas norteamericanos y cubanoamericanos crean que en el transcurso de 2010 esto debe cambiar definitivamente. No debe perderse de vista que, a pesar de que la mayor parte de las acciones de la administración Obama, incluso durante los primeros meses de 2010, indican un nuevo momento de intensificación de conflictos, un año es un lapso corto. Se trata solo de 365 días, en contraste con los 1 461 que abarca el período presidencial. De modo que, a pesar del realismo o pesimismo que sugieran los hechos recientes, no deberíamos obviar los beneficios de la duda. En este final de la primera década del siglo XXI prácticamente no existen proyectos importantes en materia de intercambios académicos, de la envergadura de buena parte de los que se realizaron en los últimos veinte años, exceptuando los programas de semestre y las acciones que se vienen ejecutando con la Universidad de Harvard y con la de Alabama, los Congresos de LASA y eventos asociados, y el programa que se está reactivando con el Social Science Research Council. La ausencia de iniciativas de alto vuelo ha traído como consecuencia fundamental la percepción de inmovilismo, letargo o inercia, que incide definitivamente en el insuficiente desarrollo de la disciplina de Estudios Cubanos, en los Estados Unidos, y de los estudios sobre los Estados Unidos, en Cuba. la Universidad de Florida, Gainesville, y cuyo resultado fue premiado, en junio de 1999, como Mejor Investigación, por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. En materia de eventos académicos significamos los Congresos de LASA; el Grupo de Trabajo del Social Science Research Council y de la Academia de Ciencias de Cuba (SSRC/ ACLS) establecido en 1996; la I Conferencia de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos, organizada por el Instituto de Estudios Cubanos de la Universidad Internacional de la Florida, en octubre de 1997; las citadas conferencias «Girón: 40 años después» y «La Crisis de Octubre: 40 años después», celebradas en La Habana, en marzo de 2001 y octubre de 2002, respectivamente; los eventos sobre Globalización, y la referida conferencia de Halifax, que sesionó en Canadá en 1989. También el programa del Instituto de Estudios Cubanos de la FIU, que entre 1991 y 2003 propició estancias y proyectos de investigación y su programa de becas de la Fundación Rockefeller, primero en posibilitar a académicos e intelectuales cubanos estancias de cuatro meses en Miami 25 y el Programa para investigadores visitantes del David Rockefeller Center for Latin American Studies (DRCLAS), de la Universidad de Harvard, inaugurado en el otoño de 1998 y por el que han pasado casi sesenta investigadores de diferentes instituciones cubanas. Entre sus resultados más significativos se destaca el libro The Cuban Economy at the Start of the Twenty-First Century, coeditado por los profesores Jorge I. Domínguez y Lorena G. Barberia, de la Universidad de Harvard y el doctor Omar Everleny Pérez Villanueva, profesor e investigador titular del CEEC. Asimismo, fueron relevantes y ciertamente novedosos, por involucrar a militares norteamericanos —incluyendo hasta generales de cinco estrellas, si bien retirados—, los intercambios académicos que comenzaron a fines de junio de 1993 con los entonces miembros del Centro de Información de la Defensa (CID), institución que, desde esa fecha hasta noviembre de 2004, organizó nueve visitas a Cuba. Una mirada retrospectiva ¿Cuáles han sido las acciones más sobresalientes en estos 33 años de intercambios? Destaquemos algunas de las que han dejado una huella en este largo camino, y que podrían servirnos de paradigmas para el diseño de futuras propuestas de colaboración académica. Merece mención el proyecto de investigación Role of the Agriculture Sector in Cuba´s Integration into the Global Economy and Its Future Economics Structures: Implications for Florida and U.S. Agriculture, coordinado por CIEI y por el Centro Internacional de Agricultura, Comercio y Desarrollo (IATDC), el Departamento de Alimentos y Recursos Económicos y el Instituto de los Alimentos y Ciencias Agrícolas, de Recomendaciones: inventario de instancias de cooperación y propuestas específicas ¿Qué podría hacerse para cambiar la situación actual que, de mantenerse, llevaría prácticamente a la extinción de los intercambios? Las comunidades académicas de ambos países han de emplearse —como ya lo hicieron en años anteriores— en recomponer el espacio en que se está moviendo el intercambio en este primer año de 145 Milagros Martínez Reinosa y presente de Cuba. En su diseño podrían combinarse otros ciclos de conferencias y visitas a lugares de interés. Los académicos de las dos orillas han de trabajar por obtener resultados meritorios en tales proyectos, lo que debería incidir en la valoración mayor de la utilidad de este tipo de acciones por parte del gobierno cubano. Algunos proyectos podrían servir, incluso, como espacios para diálogos informales, un reacercamiento entre actores no institucionales de ambos gobiernos.26 Los colegas en los Estados Unidos, sobre todo aquellos catalogados como líderes académicos —presidentes y ex presidentes de LASA, profesores reconocidos en el tema Cuba—, podrían animarse a organizar encuentros con altos funcionarios de la administración Obama, que incidan en la formulación e implementación de la política hacia Cuba. Estos han de tener la intención expresa de abogar por la materialización de, al menos, los esperados cambios que posibiliten flexibilizar el intercambio académico. Con ese fin, podría explorarse la viabilidad de organizar sesiones de trabajo en el Congreso Federal, al estilo del Academic Freedom Focus Group U.S./ Cuba Academic Freedom Restrictions que, auspiciado por la representante afroamericana Barbara Lee (demócrata por California), sesionó el 19 de noviembre de 2004, o reuniones del Comité Ejecutivo de LASA o de su Sección Cuba. Incluso habría de repensarse la viabilidad de organizar un nuevo viaje de trabajo a Cuba de la Asociación Americana de Colegios y Universidades Estatales (AASCU), como ocurrió entre el 7 y el 12 de septiembre de 2003 cuando se desarrolló un taller sobre el intercambio académico entre los dos países. Para distender el ambiente resultan aconsejables acciones en las que se solicite un cambio en la política de los Estados Unidos hacia Cuba. Destacamos el impacto que ha tenido en la Isla la misiva al presidente norteamericano que firmaron doce oficiales de alto rango retirados, entre ellos Barry McCaffrey —el «zar antidrogas» durante la administración Clinton— y Lawrence B. Wilkerson —ex jefe del Estado Mayor de Colin Powell—, en abril de 2009. También la carta, de julio de 2009, de la Nacional Association of Foreign Studies Abroad (NAFSA) y de otras dieciséis organizaciones académicas de los Estados Unidos pidiendo a Obama que eliminase las restricciones a los viajes de académicos a Cuba, facilitase el otorgamiento de visas a los cubanos y brindase mayores facilidades a los estudiantes norteamericanos de pregrado y posgrado para que puedan viajar a la Isla; y la declaración de expertos, ex políticos y decanos universitarios que solicitaron al mandatario de la Casa Blanca levantar inmediatamente las restricciones para los intercambios académicos, culturales, deportivos y científicos con Cuba, la administración Obama y que transita, mayoritariamente, entre la desconfianza y el desconocimiento. Hay que reaprender a discutir, a argumentar frente a opiniones opuestas, diferentes. Dialogar es más difícil que recurrir a discursos preestablecidos. La receptividad, la credibilidad de la idea, tienen mucho que ver con el portador con nombre y apellido, con su prestigio académico, con su lenguaje, con la manera propia de hablar de cosas pequeñas, con la comunicación humana que logre establecer; porque las potencialidades del intercambio académico radican en el sustrato, en esa corriente subterránea, en esa interconexión cultural histórica cuya dimensión psicológica favorece la comunicación y ha perdurado entre los dos pueblos. La academia cubana podría ser más proactiva en la elaboración de propuestas y tomar la iniciativa. Debe pensar en la necesidad de diversificar los contenidos, ámbitos y participantes —dejar que los jóvenes irrumpan con mayor fuerza— en los intercambios. De manera más específica ha de trabajar en el diseño y propuesta de proyectos de los que se pueden derivar o no eventos, retomar la vieja práctica de realizar pequeños talleres de académicos cubanos y norteamericanos en la Isla, materializar estancias de investigación y publicaciones, sobre todo en aquellas materias en las que la colaboración es una necesidad: el conflicto bilateral, el análisis desde una perspectiva judicial del caso de los cinco, el conocimiento mutuo de los sistemas legales, las migraciones internacionales y los asentamientos de cubanos en los Estados Unidos, los problemas del medio ambiente y el cambio climático, las políticas de enfrentamiento a los eventos extremos, los estudios históricos que incluyan sucesos compartidos por ambos países, la colaboración en el área de salud pública, políticas públicas, política social, educación, problemas urbanos y de desarrollo social, investigaciones de ciencias naturales y exactas, sobre el mundo marino, nanotecnología, investigaciones biomédicas, estudios sobre medicina verde y tradicional, y enfoques teóricos de la física y de la química. Debería considerarse, siempre y cuando esté justificada, la participación de funcionarios de ambos gobiernos, modalidad muy común anteriormente. Otra propuesta de la parte cubana, quizás desde la Universidad de La Habana, con el apoyo de otras instituciones como el Ministerio de Cultura, el de Ciencia y Tecnología y Medio Ambiente y el de Salud Pública, sería la elaboración de un catálogo de cursos de verano de dos o tres semanas de duración —para lo que, obviamente, tendrían que modificarse las restricciones actuales del gobierno de los Estados Unidos para el intercambio académico— que otorguen créditos para estudiantes estadounidenses de pregrado y posgrado y que estén especialmente enfocados en la historia pasada 146 La diplomacia académica: los intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos en una conferencia organizada por el Centro para la Política Internacional, y la Coalición para la Emergencia para la Defensa de los Viajes Educativos (ECDET), el 8 de marzo de 2010. De lo que se trata es de activar un movimiento dentro de los Estados Unidos —conectado con la academia cubana— que incluya a académicos reconocidos y que involucre a los más jóvenes y a los estudiantes que han pasado por los programas de semestre en Cuba, y que llegue a las estructuras donde se diseña y ejecuta la política de Washington hacia la Isla. También han de aprovecharse, creativamente, los espacios que brinda LASA. Como una opción interesante, podría evaluarse un Taller sobre Intercambio Académico, auspiciado por la Sección Cuba, en el contexto del próximo Congreso Internacional de esa asociación, del 6 al 8 de octubre próximo en Toronto, Canadá. Ha de concederse el máximo de divulgación a todas estas acciones en los Estados Unidos y en Cuba. El objetivo es que se conozcan los esfuerzos que las academias de ambos países hacen para modificar las políticas actuales de Washington hacia la Isla y que se eliminen las restricciones de mayo de 2004. De lograrse algunos cambios, la oficialidad cubana podría percibir un gesto positivo en la distensión de la relación bilateral. En un contexto como ese, los académicos podrían conocerse más y reducir el clima de desconfianza y el desconocimiento que caracterizan el momento actual. Pues es en el terreno de los intercambios donde los científicos sociales y los intelectuales de las dos naciones pueden y deben lograr una contribución política, al minar los estereotipos existentes y contribuir a un proceso de reflexión que favorezca la convivencia, siempre que se respeten los derechos de soberanía e independencia que exige, justamente, el pueblo cubano. 4. Para una descripción del origen y desarrollo de los intercambios académicos en el área de las ciencias naturales, véase Sergio Jorge Pastrana, «Las ciencias en Cuba y los Estados Unidos: Encuentros y desencuentros», en Rafael Hernández, ed., Mirar el Niágara: huellas culturales entre Cuba y los Estados Unidos, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2000. 5. «Las trabas provienen de ambos gobiernos, los cuales en el clima dentro del cual se desarrollan las relaciones entre los dos países han encontrado razones para limitar la expedición de visas y permisos de salida, vedando los viajes de académicos de muchos países. Ha variado en el tiempo cuál de los dos gobiernos ha actuado de la forma más restrictiva». Lisandro Pérez, «Estamos dispuestos al diálogo y a la colaboración intelectual», Espacio Laical, La Habana, marzo de 2009, pp. 55-6. 6. Andrés Zaldívar, «Algunas consideraciones sobre el surgimiento y desarrollo de la cubanología», Informe de investigación, DISEUUH, La Habana, 1984. 7. Lisandro Pérez, ob. cit. 8. Sobre el rol de LASA en los intercambios académicos, véase Milagros Martínez Reinosa, «Una pelea cubana contra los demonios», LASA Forum, v. XXXVII, n. 4, Pittsburgh, otoño de 2006. 9. Jane Franklin, Cuba and the United States. A Chronological History, Ocean Press, Nueva York, 1997. 10. Skye Stephenson, Policy Winds and Exchanges Flows: Forty Years of US-Cuban Academic and Educational Exchanges, ponencia presentada al XXV Congreso de LASA, Las Vegas, 2004. 11. Jean Weisman, «The Impact of the U.S Academic Community on U.S.- Cuba Relations», LASA Forum, v. XXX, n. 1, Pittsburgh, primavera de 1999. 12. Rachel Price y Eric Hershberg, «Expanding U.S.-Cuban Scholarly Relations. The ACLS/SSRC Working Group on Cuba», LASA Forum, v. XXX, n. 1, Pittsburgh, primavera de 1999. 13. Beth McMurtrie, «Study-Abroad Numbers Rise», The Chronicle of Higher Education, Washington, DC, 2005, disponible en http://chronicle.com. 14. George W. Bush, Securing America´s Future: Global Education for a Global Age, Report of the Strategic Task Force on Education Abroad, noviembre de 2003. Notas 15. Para una información detallada sobre los integrantes y trabajos realizados por la Comisión para la asistencia para una Cuba Libre, también conocida como Comisión Powell, véase Kimberley Stanton, comp., Retreat from Reason.U.S.-Cuban Academic Relations and the Bush Administration, Latin America Working Group Education Fund (LAWGEF), Washington, DC, 2006, sobre la base de trabajos elaborados por Carlos Alzugaray, Soraya Castro, Sheryl Lutjens, Milagros Martínez, Louis A. Pérez y Kimberley Stanton. 1. Sobre el origen y desarrollo de los intercambios académicos entre Cuba y los Estados Unidos, véase Milagros Martínez Reinosa, «Academic Exchanges between Cuba and the United States. A Brief Overview», Latin American Perspectives, v. 33, n. 5, Thousand Oaks, septiembre de 2006, pp. 29-42. 2. El término «diplomacia académica», que caracteriza la naturaleza y evolución de los intercambios científico-técnicos y culturales entre Cuba y los Estados Unidos, desde sus inicios en la década de los 70, fue acuñado por la autora de este trabajo. 16. Aurelio Alonso, «Para una evaluación de los 100 días del mandato de Obama», Entorno. Boletín Especial de Cubarte, La Habana, abril de 2009. 3. Son pocos los trabajos investigativos sobre los intercambios en la esfera de la cultura, a pesar de que estos han sido importantes y sostenidos, particularmente en la música, el cine y las artes plásticas. Destacamos instituciones como el Instituto Cubano de la Música (ICM), el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y la Fundación Ludwig. En el campo de la cultura literaria resalta el trabajo de Casa de las Américas. 17. Después de Woodrow Wilson, Obama es el segundo presidente que se había desempeñado como profesor universitario. Impartió clases en la Escuela de Leyes de la Universidad de Chicago. 18. Sobre las afectaciones registradas en los intercambios académicos entre Cuba y los Estados Unidos a partir del triunfo de George W. Bush, veáse Kimberley Stanton, ob. cit. 147 Milagros Martínez Reinosa 19. Las demoras de la OFAC para otorgar las licencias y las demoras por la parte cubana para responder si acepta las propuestas presentadas por los norteamericanos imprimen una lentitud al proceso de intercambio en el terreno académico que, en algunos casos, ha implicado la cancelación de lo propuesto. comunicación, no de continuar con las políticas de la Guerra fría». Israel Esteban, Reuters, 27 de octubre de 2009. 24. «Pamela Ruiz, una curadora de Estados Unidos que tiene su oficina en La Habana, calculó que hubo al menos unos mil estadounidenses paseando por aquí y 95% quería comprar arte, eran curadores o trabajaban para organizaciones no gubernamentales». Israel Esteban, Reuters, 16 de mayo de 2009. 20. En el caso de la Universidad de La Habana solo se solicitaron once visas en 2009, y fueron otorgadas diez. La no concedida no se cataloga como negada, porque la solicitud no cumplió el requisito de tiempo que exige el Departamento de Estado, que es de tres meses de antelación al viaje. Se significa, además, que a partir del último trimestre de 2009 las visas se están otorgando generalmente en un período de tan solo un mes. 25. Véase Lisandro Pérez, ob. cit. 26. Estos acercamientos forman parte de una propuesta más amplia, presentada en LASA 2007 por Phillip Brenner, sobre el proceso de normalización de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Para una profundización del tema, veáse Phillip Brenner, «A Puerta Cerrada: Re-thinking the Impasse in US-Cuban Relations», ponencia presentada al XXVIII Congreso Internacional de LASA, Montreal, septiembre de 2007. 21. «Declaraciones de José Rodríguez Chamero, director de relaciones internacionales del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente», ANSA, 8 de octubre de 2009. 22. Véase el discurso del canciller cubano Bruno Rodríguez ante la Asamblea General de la ONU, en octubre de 2009. 23. David Guggenheim, científico marino estadounidense y presidente de la ONG 1 Planet, 1 Ocean, en una conferencia que organizó conjuntamente con el Centro de Investigaciones Marinas, de la Universidad de La Habana, dijo: «Necesitamos un diálogo para hablar, como mínimo, sobre las respuestas de urgencia. Lo mires como lo mires, todo apunta a la necesidad de colaboración y © 148 , 2010 R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín no. 62-63: 150-167, abril-septiembre de 2010. El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión Rafael Betancourt José Buajasán Lorenzo Gonzalo José Pertierra Consuelo Martín Consuelo Martín (moderadora): Este Último Jueves está dedicado a una revisión del acontecimiento histórico que significó el encuentro con la emigración cubana, a treinta años de su primera manifestación, conocido como el Diálogo del 78. Agradezco la presencia de los panelistas. José Buajasán participó como representante de las autoridades cubanas en el Diálogo; Rafael Betancourt fue protagonista del primer encuentro, como miembro de la Brigada Antonio Maceo; José Pertierra, actualmente residente en Washington, es un profundo conocedor de este tema; y Lorenzo Gonzalo, subdirector de Radio Miami, quien también reside en los Estados Unidos y está al tanto de las acciones y reflexiones sobre este acontecimiento. Como en el momento de aquel Diálogo, cubanos residentes dentro y fuera de la Isla, vamos a intentar compartir este interés común de comprender aquel hecho histórico concreto, partiendo de las dinámicas entre el país de origen, Cuba, las características del grupo migrante y las del país receptor, los Estados Unidos. Con ese eje teórico contextual, doy paso al primer grupo de preguntas: ¿Cuáles fueron los primeros pasos para el encuentro en 1978?, ¿qué papel desempeñó la administración de James Carter?, ¿cuáles cambios se percibían en el clima político de la emigración?, ¿cuáles eran los obstáculos principales? José Buajasán: Es lógico que después de veinte años del triunfo de la Revolución, Cuba, como toda nación, aspirara a normalizar sus relaciones con la emigración; todas las revoluciones han pasado por ese mismo proceso, la mexicana, la rusa, la china. Nosotros aspirábamos también, y aspiramos, a que nuestra emigración —independientemente de los factores que hacen que todavía no se logre del todo— *Panel realizado en el Centro Cultural Cinematográfico ICAIC, el 26 de noviembre de 2009. 150 El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión responda a su país, defienda a su pueblo, la unidad familiar, y acabe con todas estas actividades de hostigamiento, de bloqueo, de antipatria. Como militar, yo conocía bastante la actividad enemiga, pero también a mucha gente buena en la emigración. Aunque en los primeros años prácticamente ningún cubano de la Isla hablaba con los emigrados, muchos de los que se fueron lo hicieron por razones muy distintas. Hubo niños arrastrados por la operación Peter Pan —el ejemplo máximo es Carlos Muñiz Varela, que se fue llorando de Cuba—, o fueron llevados por sus padres en contra de su voluntad; personas que emigraron por problemas económicos, o por cuestiones familiares, y no dejaron nunca de amar a la patria, que no estaban en disposición de apoyar un ataque nuclear contra el país, sino la reconciliación de la familia, amar a José Martí, a su pueblo, etc. Estaban los compañeros de la Brigada Antonio Maceo —los «55 hermanos». Incluso se fundó una organización que se llamaba Cuba Socialista, en Nueva York. Nosotros observamos todo eso, nos percatamos de que había cubanos en Miami incluso mejores que muchos de los que estábamos aquí, porque ser bueno donde prevalece el terrorismo, el odio, etc., tiene un mérito extraordinario. Es fácil ser bueno en un país donde la mayoría del pueblo te apoya, pero es más honroso y más difícil serlo en los Estados Unidos, y por eso creímos que era necesario y prudente invitar a todos los que estaban por la reconciliación, para que vinieran a Cuba, que plantearan sus problemas, sus necesidades, sus ideas; intercambiar criterios y ver en qué pudiéramos ayudar, aprovechando el gobierno de Carter, que se diferenciaba de los anteriores, no estaba apoyando el terrorismo contra Cuba, ni ayudando a la contrarrevolución. Sin ser un antimperialista, como tampoco lo es Barack Obama, Carter hizo bastante: abrió la Sección de Intereses, eliminó la ayuda a los terroristas, y facilitó, en cierta forma, las conversaciones entre los cubanos del exterior y los de la Isla. No pudo ir más allá; mantuvo el bloqueo, incluso mandó aviones espías en una ocasión, y utilizó la ayuda que estábamos dándole a África para justificar el no mejoramiento de las relaciones hasta los límites que eran necesarios, o sea, su restablecimiento pleno, llegar a las negociaciones, y acabar con el diferendo CubaEstados Unidos. Hasta ahí no llegó, pero indudablemente fue un factor para que la alta dirección del país participara en el diálogo con la emigración. Rafael Betancourt: El 78 fue un año de muchos cambios; fue un parteaguas. Hubo cambios en Cuba, en los Estados Unidos, y en la comunidad cubana en el exterior. Incluso, en la conferencia de prensa de Fidel Castro con los periodistas cubanos y norteamericanos el 9 de septiembre de 1978, fue la primera vez que se utilizó el término «comunidad». Hasta ese momento, como él mismo dijo, se había hablado de «apátridas», «gusanos». Fidel fue el primero que empleó este término. Ese es un cambio significativo. Como decía Buajasán, en los Estados Unidos cambió el gobierno, se produjo, en 1976, la apertura de las respectivas Oficinas de Intereses, y se suspendió el apoyo a la contrarrevolución. Carter autorizó a los ciudadanos y residentes norteamericanos a viajar la Isla; lo cual creó una situación incómoda para Cuba: no permitía los viajes de norteamericanos de origen cubano. Esto provocó al gobierno cubano a tomar algún tipo de medida. También hubo un cambio de actitud en Cuba, fundamentalmente después del primer contingente de la Brigada Antonio Maceo, entre diciembre de 1977 y enero del 78. Ese viaje, como dijo Fidel en aquella conferencia de prensa, tuvo un impacto muy grande en el país; fue divulgado por la prensa, tuvimos contactos con muchos dirigentes de la Revolución, con gente de base, trabajamos en la construcción. Se presentó una imagen de los cubanos emigrados diferente de la que había hasta ese momento. El ICAIC realizó el documental 55 hermanos, dirigido por Jesús Díaz, que 151 R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín fue muy impactante; el público se emocionó verdaderamente. En esa conferencia de prensa de que hablé antes —estamos hablando de nueve meses después de la llegada del primer contingente de la Brigada—, Fidel hizo hincapié en el cambio que produjo esa experiencia. Existía la preocupación de cómo iba a responder la población después de veinte años de negativizar —para poner algún término— a las personas que se fueron, pero la gente tuvo una reacción muy positiva ante ese documental. En ese septiembre, Fidel invitó a un grupo de periodistas entre los cuales estaba Lourdes Casal, fundadora de la revista Areíto. Eso abrió el espacio para el Diálogo de 1978, que realmente comenzó con la conferencia de prensa de Fidel, porque sentó las bases y estableció la agenda del Diálogo. También hubo cambios en la comunidad cubana en el exterior. En primer lugar, en los Estados Unidos triunfó un presidente demócrata y con él subieron personas que favorecían un cambio de política hacia Cuba, y arrastraron a un grupo de cubanos que estaban más o menos vinculados al Partido Demócrata. También había empresarios, interesados en hacer negocios con Cuba, que empezaron a hacer algunos acercamientos. Surgió una clase obrera —porque en la primera ola migratoria, prácticamente la gente se fue hasta con el gato— que al principio no mantenía vínculos con la familia que quedó atrás; pero después, en la década de los 70 y, sobre todo, después de Camarioca, emigraron muchas personas que sostuvieron las relaciones familiares. Muchos se nuclearon alrededor de las iglesias, algunas de ellas protestantes, como la del reverendo Espinosa en Miami, o la de Andrés Reyes, un sacerdote de Nueva Jersey; en las comunidades empezó a surgir, con diferente naturaleza de clase social, grupos interesados en visitar a su familia, restablecer contactos, etc. Entonces surgió una izquierda, un fenómeno muy interesante. Empezó más o menos en el 69, o 70, a partir de los movimientos, en los Estados Unidos, en contra de la guerra de Viet Nam y el racismo; en Puerto Rico, por la independencia; en España, por la apertura después de la muerte de Francisco Franco. Muchos jóvenes emigrados, casi siempre de las universidades, empezamos a mirar a Cuba en forma diferente. No puedo ahondar demasiado en ello, pero al menos decir que se crea una pequeña masa crítica en la Universidad de la Florida, en Gainesville, a finales de los 60, y principios de los 70. Un fin de año, nos reunimos en Miami y decidimos crear una organización que se dio en llamar Juventud Cubana Socialista, a la que se refirió Buajasán, con alguna gente en Nueva York, otros en Boston y, fundamentalmente, en Miami. La idea de la Brigada surge después de la revista Areíto, cuyo primer ejemplar sale a la luz en 1975. Ambas representaban un cambio en las características de la emigración; el surgimiento de un grupo de jóvenes de izquierda, que no eran para nada mayoría, pero que tenían impacto y la posibilidad de demostrar la heterogeneidad de la comunidad cubana en el exterior, que hasta entonces no se había reconocido. El Diálogo, en cierto modo, le permitió a Fidel sacarse tres piedras de la bota. La primera se refiere a los presos contrarrevolucionarios, unos quince mil en la calle, y otros tres mil todavía en prisión, esa era una presión que existía. La segunda era la migratoria interna que, como siempre pasa, cuando los Estados Unidos le pone freno, se va creando y creciendo con peligro de estallar. La tercera era la necesidad o la posibilidad de fraccionar a la comunidad cubana, sobre todo, a la emigración más agresiva, a partir de una política que permitiera que las personas interesadas en restablecer contactos con Cuba lo hicieran; eso debilitaría al liderazgo tradicional de derecha que había dominado a la comunidad. José Pertierra: El coronel Buajasán habló de las diferentes razones para emigrar, políticas, económicas, etc. Pocas personas han salido de Cuba por razones similares a las de mi familia. Mi madre no tenía problemas con la Revolución ni con los 152 El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión comunistas, su problema era con su suegra; y cuando vio que la gente salía huyendo para Miami, se dijo: «Esta es mi gran oportunidad de deshacerme de la vieja», y convenció a mi padre de que emigráramos. Llegamos en el año 61 a Jamaica, y después viajamos a Miami. La gran preocupación de mi mamá era que pronto «Herrrrrminia —ella nunca decía Herminia— vendrá a Miami». Entonces tuvo la gran suerte de encontrarnos con un norteamericano en la oficina de refugiados de Miami, que nos explicó que había un programa —poca gente lo conoce— por el cual el gobierno de los Estados Unidos le pagaba el vuelo a cualquier cubano que prometiera no vivir en Miami; en aquel entonces, estaban preocupados de la cloaca en que se iba a convertir esa ciudad si toda esa gente se quedaba allá. Cuando el señor nos explicó que ellos nos pagaban el pasaje a cualquier ciudad de los Estados Unidos, mi madre miró un mapa que nos puso enfrente, vio a Miami en el lado derecho, abajo, apuntó hacia la parte extrema izquierda y me preguntó: «José Ignacio, ¿cómo se llama esta ciudad?», y yo dije: «Los Ángeles»; me dijo: «Dile al americano que para allá vamos». Y así fue cómo me crié con César Chávez y no con Jorge Más Canosa, y eso me salvó. Crecí en Los Ángeles, y en el año 75 me gané una beca para hacer un posgrado en Georgetown, Washington, para estudiar Filosofía, y eso más o menos coincide con lo que acaba de contar Rafael. La apertura de la Sección de Intereses de Cuba en Washington era un rinconcito cubano en la capital del imperio norteamericano, y me empecé a relacionar en ese momento con cubanos de la Isla, entre ellos, el primer embajador, Ramón Sánchez Parodi, quien se pasó como doce años allá. Muchos de ellos siguen siendo mis amigos para siempre. En Washington también conocí a Lourdes Casal, la gran inspiradora de la Brigada Antonio Maceo, el Diálogo del 78, Areíto… No participé en aquel Diálogo; pero lo que añorábamos ese pequeño grupo de cubanos era la normalización de las relaciones entre Cuba y los cubanos en el exterior. Aquí todavía cuesta entender que el cubano residente fuera no es extranjero, como José Martí, Félix Varela y tantos que se pasaron muchos años en el exterior y no dejaron de ser cubanos. Hay muchos obstáculos, especialmente en los Estados Unidos, sobre todo de parte de grupos extremistas cubanos. El Diálogo del 78 ocurrió porque hubo un esfuerzo del gobierno norteamericano para normalizar relaciones con Cuba; ya se habían entablado conversaciones secretas entre Henry Kissinger y autoridades cubanas, incluyendo a Ramón Sánchez Parodi; pero había un grupo de cubanos de Miami que querían descarrilar ese proceso con ataques terroristas a Cuba. Es 1976, cuando ya han ocurrido algunas de estas conversaciones, el año más sangriento de la contrarrevolución: hacen explotar el avión de Cubana de Aviación, estallan bombas en consulados cubanos, etc. Esta gente no quiere la normalización, porque para ellos la contrarrevolución es un gran negocio, de millones de dólares, y aunque quizás su modo de operación ha cambiado y no hacen estallar aviones hoy en día, continúan su esfuerzo por descarrilar la normalización, por preservar sus intereses económicos. Una emisora como TV Martí, que nadie ve, les significa millones y millones de dólares que los Estados Unidos pagan para mantenerla. Lorenzo Gonzalo: Este panel puede tener importancia histórica, pero es poco lo que puede brindar a los efectos de las necesidades de cambios en las políticas migratorias del país. Tampoco es mucho lo que puede esclarecer, porque muchos de los sucesos relacionados con los acontecimientos de 1978 permanecen aún clasificados por ambos países. No hubo un diálogo. Tuvo Parte A y Parte B. La primera fue integrada por los llamados representativos, la segunda, por los 55 hermanos. Aquí vale recordar a Lourdes del Casal, no porque haya muerto, sino porque, a mi juicio, fue una de las grandes intelectuales de aquel grupo. 153 R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín El origen fue multicausal. Se había ido creando un nutrido grupo de potenciales emigrantes; también habían sido puestos en libertad varios miles de presos que habían cumplido condena por actividades contrarrevolucionarias. Desde los «Vuelos de la libertad» no existían nuevas vías para emigrar. Por Camarioca salieron aproximadamente 250,000 personas Todo el elemento represivo del anterior Estado, la oligarquía y la burguesía administradora de la Isla, se refugian en Estados Unidos. Para ponerle fin a Camarioca, surgen los «Vuelos de la libertad», que se extienden hasta 1972. Desde ese año, hasta el llamado Diálogo del 78, las personas desafectas o quienes simplemente se sienten inconformes, o quieren irse a otro país para buscar nuevos horizontes, carecen de una vía de salida. Con la administración Carter, en 1976, el nuevo Presidente estructura la política llamada de derechos humanos. De orientación religiosa y seguidor de principios más que de requerimientos políticos, interpreta el concepto como respeto hacia los demás. Comienza un diálogo entre Cuba y Estados Unidos. Carter está dispuesto a cambiar, por vez primera, ciertos procedimientos. Se abren oficinas de intereses; se acuerdan trabajos conjuntos de Guardafronteras y Guardacostas; ordena a la Secretaría de Justicia que se persiga, juzgue y condene a quienes atenten contra Cuba desde suelo estadounidense; se negocia la salida de los prisioneros por contrarrevolución. La administración Carter fue una nueva oportunidad aprovechada por Cuba para deshacerse del pesado fardo de los viejos contrarrevolucionarios y de llegar a acuerdos concretos con los Estados Unidos. Pero surge lo inesperado: un ómnibus cargado de pasajeros es secuestrado y estrellado contra la embajada de Perú; hay otros incidentes en otras embajadas; un policía muerto y la embajada es reforzada. Carter, por ingenuidad o por la influencia de quienes se oponen a su política, o por inexperiencia, declara que su gobierno está dispuesto a abrir los brazos a esas personas. Para Cuba fue la oportunidad de despojarse nuevamente de los inconformes y ante el involucramiento de la administración Carter en un asunto que no debía ser de su competencia, autoriza la salida por el Mariel. Esto finalmente condujo al final de toda negociación, de una era diplomática que había brindado cosas positivas a ambos países. Consuelo Martín: Me gustaría hacer algunas precisiones históricas. Cuando Lorenzo hablaba de una parte A y otra B, antes de entrar al diálogo mismo, se estaba refiriendo no al momento del encuentro, sino a la diversidad de los componentes de la emigración; porque, efectivamente, a la contrarrevolución no le convenían esas conversaciones, pues perdía su sentido de existencia; tenía necesariamente que oponerse y mantener su oposición durante y después del Diálogo. En la rueda de prensa con periodistas cubanos y algunos norteamericanos, a la que se refirió Rafael, Fidel precisó que el tema no era dialogar con el gobierno de los Estados Unidos. Tiene un sentido legítimo evidente tratar los temas que le interesaban a la comunidad cubana residente en el exterior, porque eran problemas para resolver con el país de origen. Esta es una noción positiva de diálogo entre cubanos. Lo segundo es que esa conferencia con los periodistas la realiza Fidel en septiembre; luego, en noviembre, hay un primer encuentro, donde participan setenta y cinco personas de la comunidad, a las que se les llama «la Comisión», y después se vuelven a reunir en diciembre. A lo que históricamente se conoce como «el Diálogo del 78» es a estas dos reuniones. A la de diciembre asistieron setenta de las de noviembre, más otras setenta; o sea, aproximadamente ciento cuarenta personas. Sobre el encuentro en sí mismo, ¿cuál era la composición de ese grupo, de los llamados hoy cubanoamericanos?, ¿cuáles fueron los temas de la agenda, los 154 El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión problemas tratados, las posiciones del gobierno cubano, el balance de esos dos encuentros, y los acuerdos y desacuerdos que se produjeron en ese momento?. José Buajasán: El primer diálogo se realizó los días 20 y 21 de noviembre; el segundo, cuando ya se llegó a acuerdos, el 8 de diciembre. La Brigada Antonio Maceo vino antes de estas reuniones; fue la que creó las mejores condiciones para que se pudiera desarrollar este tipo de actividad. La composición de los miembros del Comité de los setenta y cinco, y después de los setenta, era bastante variada; no había enemigos de la Revolución declarados, terroristas, criminales, como Pilar García o Esteban Ventura, o Lincoln y Rafael Díaz Balart, o Ileana Ross-Lethinen. Conversamos con los que se podía hablar. Asistieron batistianos, como Raúl Acosta Rubio, ex secretario de Batista; Luis Manuel Martínez, Suárez Núñez, periodistas; Rosendo Canto. Vinieron algunos participantes en los grupos de Hubert Matos; otros que habían sido miembros de organizaciones enemigas de la Revolución; que participaron en la invasión por Playa Girón. Un ejemplo fue Carlos Rivero Collado, hijo de Andrés Rivero Agüero, «presidente electo» por Batista, quien se convirtió en revolucionario y defendió la Revolución a sangre y fuego, no fue asesinado no sé ni cómo, y hoy está en los Estados Unidos defendiendo a Cuba, haciendo todo lo que puede en contra del bloqueo. Algunas personas cambian; igual que tenemos antiguos revolucionarios que ahora son contrarrevolucionarios. En Miami, también hay quienes tenían una posición y ahora tienen otra, porque se dieron cuenta. Entre los asistentes al Diálogo había comerciantes, obreros, como la gente de la ATC: Hildo Romeo, Rafaelito Correa, que fue asesinado, como muchos compañeros. Ayer mismo conmemoramos el aniversario 30 del asesinato de José Eulalio Negrín, miembro del Comité de los 75, quien tenía un programa en Nueva Jersey; había sido coordinador del 26 de Julio en el municipio Juan Gualberto Gómez, Sabanilla del Comendador, y por problemas de sectarismo de algunos dirigentes del PSP se fue; pero en los Estados Unidos defendía a la Revolución, por eso fue asesinado delante de su hijo. Si hacemos una relación de esos crímenes —en el libro que escribí con el Dr. José Luis Méndez, que se llama La República de Miami, los relaciono fecha por fecha— hay como cincuenta asesinatos. Lo que pasaba en Cuba en época de Ramón Grau, de Carlos Prío y de Fulgencio Batista, se trasladó para allá, y el gangsterismo siguió, con Rolando Masferrer, con El Extraño, toda esa gente criminal. Hay un chiste en Miami, donde se dice que Masferrer fue el primer cosmonauta de Cuba, porque «voló». ¿Quién lo mató? Luis Posada Carriles. Él preparó los explosivos y se los dio a unos venezolanos, que se los pusieron a Masferrer. Posada mata a cualquiera, no solamente a comunistas. Sobre lo que decía Pertierra acerca de la contrarrevolución en Miami, el gobierno de los Estados Unidos tiene que resolver esa situación tan peligrosa para Obama, como lo fue para John F. Kennedy y para cualquiera. Son gente amiga de Augusto Pinochet, de Alfredo Stroessner, de los franquistas, de los que estaban a favor de la guerra de Viet Nam. La mayoría de los emigrados invitados al Diálogo estaban contra esta guerra, a favor de la independencia de Puerto Rico; eran personas normales, civilizadas, honestas. No se puede ir a un diálogo con gente que practica el crimen y está de acuerdo con las dictaduras. El Diálogo tuvo un papel importantísimo, rompió el plan de la contrarrevolución de erigirse como los jefes de la comunidad cubana en los Estados Unidos, homogéneamente seguidores de los esbirros, de los Díaz Balart, de Ileana Ross, de Más Canosa, etc. Se vio que en la emigración había sectores muy amplios y muy respetables que no coincidían con esa posición, y que, en definitiva, estaban a favor del diálogo, en defensa de los intereses de Cuba y en contra del bloqueo. Ese es uno de los grandes logros, llevado a cabo a través del Diálogo. 155 R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín Rafael Betancourt: Entramos en una sala del Consejo de Estado, nos sentamos, y aparecen Fidel, Almeida, Sergio del Valle —entonces ministro del Interior—, Osmany Cienfuegos —que era el secretario Ejecutivo del Consejo de Ministros—, Machado Ventura, Jaime Crombet, Ricardo Alarcón —viceministro de Relaciones Exteriores en aquel tiempo—, Aleida March, y René Rodríguez Cruz —como director del ICAP. Fidel entra vestido de verde olivo, con un zambrán y una pistola, y lo primero que hace es quitarse el zambrán, diciendo: «Yo creo que esto no nos hace falta aquí». Fue un gesto tremendamente simbólico; un cambio enorme, que se entierren las armas, ya no hay necesidad de enfrentar a la emigración con las armas. Todos nos quedamos choqueados. Había una diferencia muy grande, como decía Buajasán, en la composición de la gente. Los de la Brigada, de Areíto, éramos jóvenes, no teníamos nada que ver con toda aquella ristra de viejos ex gusanos y de comerciantes. Nos sentíamos muy distantes de ellos; después la vida nos obligó a relacionarnos, pero no teníamos absolutamente nada que ver. Sin embargo, ahí se dio un proceso de discusión muy interesante. La agenda fue la que sentó Fidel en septiembre. Su primer punto era la liberación de los presos contrarrevolucionarios que quedaban, que eran alrededor de tres mil, más unos cuantos que estaban presos por salida ilegal del país. Se excluían los responsables de crímenes horrendos en la dictadura, y aquellos que mantenían contactos con los grupos contrarrevolucionarios y con terroristas. Ya había como catorce o quince mil liberados; era necesario negociar con Washington su traslado, con sus familiares, responsabilidad moral —dijo Fidel— del gobierno norteamericano, porque si no hubiera sido por su aliento a la contrarrevolución, no hubieran estado presos en Cuba. El problema era que los Estados Unidos estaban de acuerdo con recibir a los tres mil, pero no a los quince mil; y ahí había un elemento de desacuerdo no con los que estábamos ahí, sino entre los dos países. El segundo tema era la reunificación familiar en el exterior. Se planteó la posibilidad de reunificar a las familias en Cuba y Fidel dijo que no. Se podían reunificar con sus familias afuera, empezando por esos quince mil que estaban en condiciones realmente difíciles, se les hacía casi imposible conseguir trabajo, tenían el estigma de haber sido presos contrarrevolucionarios; pero había mucha otra gente interesada en irse del país y reunificarse con su familia. El tercero era el derecho a visitar Cuba, como dije antes, montado encima del levantamiento a las restricciones de viajes para los norteamericanos, y entonces eran los cubanoamericanos los que estaban limitados para viajar. En el Diálogo, los planteamientos fueron muy diversos. Mariana Gastón, que estuvo con nosotros en el Diálogo, y es más ordenada que yo, me envió sus notas de cuando nos sentamos a redactar la posición de la Brigada, que íbamos a presentar en ese momento. Los puntos fueron: restitución de la ciudadanía de acuerdo con los artículos 32 y 33 de la Constitución. El 32 dice: «Los cubanos no podrán ser privados de su ciudadanía salvo por causas legalmente establecidas»; tampoco podrán ser privados del derecho a cambiar de esta; no se admitirá la doble ciudadanía. Muchos de nosotros teníamos ciudadanía estadounidense; en consecuencia, perdimos la cubana, y el primer punto para nosotros era que se restituyera la ciudadanía cubana. El segundo punto, que se establecieran tribunales extraordinarios para considerar casos de personas acusadas o sentenciadas. Teníamos compañeros entre nosotros que habían estado presos, o habían militado en organizaciones contrarrevolucionarias en su juventud, sobre todo muchos que se asociaron a la Juventud Católica Universitaria, o a la Juventud Obrera Católica, que los arrastraron a la contrarrevolución —incluyendo nuestro gran amigo Francisco González Aruca, quien estando preso en La Cabaña se escapó vestido de niño; o Albor Ruiz, sentenciado a muerte en ausencia, quien se escapó por Varadero, debajo de las 156 El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión faldas de una señora vecina. Era una de aquellas faldas anchas de los 50. Ambos, prófugos de la justicia revolucionaria, fueron fundadores de la revista Areíto. Otros puntos fueron el intercambio cultural, deportivo, científico entre jóvenes residentes en Cuba y en el exterior; los viajes, por supuesto; asistencia como observadores a actividades escogidas del Estado y del gobierno, Partido, organizaciones de masas, científicas y profesionales; intercambio educacional, posibilidades para jóvenes en edad escolar de estudiar y trabajar en Cuba; universitarios que estudien un año de su carrera en Cuba; participación en la democracia socialista; posibilidad de cubanos residentes en el exterior de elegir representantes para participar en todos los niveles del Poder Popular. Ahora están discutiendo, en Bolivia y en Venezuela, el ejercicio del voto en elecciones nacionales por parte de sus ciudadanos residentes en los Estados Unidos y en otros lugares. Y el regreso permanente; esa era la papa caliente: sentar las bases jurídicas y materiales para el regreso permanente. Había incluso posiciones más extremas; una de México que quería organizar núcleos del Partido y de los CDR dentro de la comunidad residente en ese país. Por supuesto, en la derecha había cualquier cantidad de ideas, intereses económicos, y participar en las elecciones, entre otras. Los acuerdos se recogieron en el acta final, así como las posiciones en relación con los tres puntos mencionados, y algunos otros: hacer una revista, crear una entidad dentro del gobierno cubano que atendiera los asuntos de la comunidad en el exterior, etcétera. José Pertierra: Algunos lograron el regreso permanente, como el compañero Rafael, aquí presente. Lo felicito. El Diálogo y la Brigada marcaron para siempre a una generación de cubanos que vivíamos en el exterior, porque, antes de eso, el que salía de Cuba no podía regresar, se americanizaba o se quedaba en 1958, y no tenía la más mínima idea de qué estaba ocurriendo en su tierra natal. A partir del Diálogo y de los esfuerzos de los compañeros de la Brigada Antonio Maceo, se logró el regreso de gente «normal», como dijo el coronel. Creo que usó esa palabra en contraposición a los contrarrevolucionarios o a los terroristas, porque la normalidad es lo que añora cualquier emigrado. Es normal querer regresar a su país; visitar a sus familiares, disfrutar la jubilación en el lugar de origen, enviar los hijos al país de uno para que estudien. Por razones que tienen que ver con el gobierno de los Estados Unidos, y también con la reacción de Cuba ante los obstáculos impuestos por ese gobierno, nada de esto se podía lograr hasta que no ocurrió el Diálogo del 78. Yo, por ejemplo, criado en California, establecido en Washington, tenía ideas sobre Viet Nam, el movimiento de los chicanos, el de los derechos civiles en los Estados Unidos. Sin embargo, conocía muy poquito de lo que estaba pasando en Cuba, a través de libros y otras vías; pero no podía visitar mi país. A partir del Diálogo sí pude venir, llegué en el segundo contingente de la Brigada Antonio Maceo, y ahora vivo en una maleta entre Washington, La Habana y Caracas, y no sé qué tan normal es eso, pero estoy seguro de que mi deseo de establecer una relación con mi país y con mi pueblo, eso sí es normal. Hice algunos de los vuelos para venir a Cuba en Cubana de Aviación; iba a Canadá para montarme en esos aviones. ¿Tú sabes lo sabroso que es escuchar el acento cubano de una aeromoza, después de haber estado escuchando yuma toda la vida? Eso se les prohibía a los cubanos. Les quiero agradecer a Rafael y a todos los compañeros que participaron en el Diálogo, porque me hicieron la vida mucho más fácil y alegre. Lorenzo Gonzalo: De la composición ya hemos hablado. Pero no se trataba de un diálogo sino de un encuentro entre cubanos que se habían ido, por las múltiples y complejas razones generadas por un proceso revolucionario. La primera parte estuvo compuesta por los representativos. Gente de negocios, banqueros y algunos políticos 157 R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín distinguidos. Dentro de ese grupo había moderados, y algunas personas de pensamiento progresista. Luego vinieron los 55 hermanos, la Brigada Antonio Maceo. Se trataba en su mayoría de personas que habían salido de niños por la operación Peter Pan, que apoyaban al gobierno revolucionario, y de otros que eran capaces de reconocerlo como legítimo y simpatizaban con la idea de desarrollar un proceso revolucionario. Algunos habían apoyado a Allende e incluso habían visitado Chile durante su gobierno. Aquellas conversaciones, mal llamadas diálogo, pues se trataba de cubanos que no se identificaban como enemigos del otro, no llegaron a acuerdos. Lo que allí se conversó quedó en los salones de encuentro o en la práctica de los sucesos ocurridos. De esos sucesos, el único vinculable de algún modo al Diálogo es la autorización de salida de los prisioneros contrarrevolucionarios, quienes, en gran medida, recibieron ese beneficio por Washington y la política de Carter. Consuelo Martín: No fue fácil para los que vivíamos en Cuba, para el ciudadano común en su vida cotidiana, la recepción de los emigrados; lo sucedido durante las décadas de los 60 y los 70 era una fusión entre la vida privada y la pública, y estaba bien engarzada la idea de que todo el que se iba estaba abandonando el proceso social de la Revolución. También se dieron esas contradicciones. Fue importante que ese imaginario empezara a cambiar a través de los que eran niños cuando se fueron —y que luego conformaron la Brigada Antonio Maceo—, niños no responsables en la toma de decisión de emigrar. El propio Fidel reflexiona en aquellos documentos —en el propio Diálogo y en la entrevista con los periodistas—, en torno a que tanto las autoridades como la población empezábamos a darnos cuenta de esa diversidad, de esa emigración no monolítica, y de esas necesidades e intereses de vínculos y contactos familiares existentes, la posibilidad de tener esos contactos con las personas emigradas. No era fácil; en esa época yo era estudiante universitaria, y las contradicciones eran muy fuertes dentro de nosotros, los jóvenes universitarios que estábamos discutiendo por qué establecer ahora relaciones después de tantos años, argumentando no hacerlo. Fue un proceso muy importante, y a pesar de que no hay muchos documentos disponibles, sí está un libro, cuyo título es, precisamente, Diálogo del gobierno cubano y personas representativas de la Comunidad cubana en el exterior. 1978 (Editora Política, La Habana, 1994), que recoge todos los documentos del Diálogo. Destaco dos palabras: personas representativas, porque se hizo mucho énfasis en que era con la emigración cubana, con personas representativas de esa diversidad, pero no con cabecillas de las organizaciones contrarrevolucionarias. Con esto ya estoy entrando en la última ronda de preguntas de este posdiálogo. De alguna manera, hemos ido hablando sobre qué pasó después, pero no quisiera dejar fuera la influencia del Diálogo en el clima político migratorio: si fue causa o no de la emigración por el Mariel, la continuidad de este Diálogo, los elementos a favor y en contra, cómo da lugar a los viajes y cien mil personas vienen a visitar a su familia en Cuba durante el año 79, cómo esto, de alguna manera, constituye esa continuidad del Diálogo del 78. José Buajasán: Los Estados Unidos desplegaron todas las formas de lucha para tratar de destruir a la Revolución, entre ellas la división de la familia cubana. Mediante la operación Peter Pan se llevaron a nuestros niños, y después a muchos padres no les dieron visas. Hay un trabajo de la académica María de los Ángeles Torres, quien descubrió, en los archivos de la Biblioteca de Lyndon Baines Johnson, el ex presidente de los Estados Unidos y estratega de la Ley de Ajuste Cubano, un documento del Comisionado para Refugiados, de las Naciones Unidas, que ofrecía pasaje gratuito a todos los padres para que pudieran unirse con sus hijos, que habían sido robados 158 El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión con engaños. El señor Johnson y la dirección del gobierno de los Estados Unidos no aceptaron esa proposición. Como muy bien decía Pertierra, no querían que en Miami estuvieran los cubanos; incluso, distribuyeron a un montón de niños de pequeñas edades, separaban a los varoncitos de las hermanas, y mandaban a muchos a Nevada, a Colorado, a Pennsylvania, a Nebraska. No querían que ocurriera lo que ha pasado ahora en la Florida, una enorme comunidad de cubanos. Siempre pusieron obstáculos a la reunificación familiar, aunque la propaganda, incluso de Carter, hablaba de recibir a los emigrantes de la Isla con los brazos abiertos. La estrategia era que se ganaran el ingreso a los Estados Unidos mediante actos de violencia: secuestros, planes de salida ilegal, ataques a las embajadas, asesinatos de dirigentes, o de militares, como ocurrió con un oficial de la Marina, que fue asesinado, y recibieron al criminal, que está paseándose por las calles como si nada. Cuando las visitas de la comunidad, se produjo una gran expectativa entre muchos ciudadanos que querían ir a los Estados Unidos, incluidos esos miles de ex presos, y otras personas que querían emigrar, y no se les dio entrada a los Estados Unidos. En el Diálogo, Fidel había planteado que ese gobierno estaba reticente a darles visas a los ex presos; empezaron a demorar la entrada de los cuatrocientos que se soltaban mensualmente, tratando de que se creara una situación interna tremenda. El gobierno cubano decía que podían irse, pero el de los Estados Unidos no les daba visas. Entonces hubo asaltos, ataques a barcos, entradas violentas a las embajadas, etc. Ocurrieron los sucesos de la embajada de Perú donde mataron a un custodio, entraron los criminales y Perú no quiso entregarlos a la justicia, y el Comandante en Jefe dijo: «Bueno, pues todo el que se quiera ir, ya que Perú les da entrada a su país, que vayan a Perú», y se quitó la guardia; pasó entonces lo del Mariel, otra respuesta como la de Camarioca. Recordemos que nosotros somos un país del Tercer mundo, y en los Estados Unidos todo es maravilloso para una mentalidad consumista, mucha gente creyó que podía mejorar su vida allá, huyendo del bloqueo, del sabotaje, de las quemas de las cañas, de las movilizaciones masivas. Me pregunto por qué tuvimos que hacer un Ministerio del Interior eficiente, un ejército poderoso. Si no hubiera habido necesidad de que yo fuera miembro del Ministerio, hubiese sido un economista, un historiador. El ataque sistemático y el peligro constante en que está sumida nuestra población nos hace perder miles de posibilidades; muchas de las críticas que se nos hacen son culpa, precisamente, de esta agresión permanente del imperialismo norteamericano contra nuestro pueblo, que nos obliga a tomar una serie de medidas que no quisiéramos tomar, pero hay que defender este país por encima de todo. Rafael Betancourt: Los acuerdos relativos a los presos y a la reunificación familiar fueron implementados a partir de un diálogo posterior entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos, porque había que hacerlo mediante una negociación bilateral. El tercer acuerdo, el de los viajes, ya tuvo otra característica. Se crearon varias agencias que lo llevaron a efecto. Inicialmente, las visitas eran por grupos, no había turismo individual, sino grupos que acudían a estas agencias, contrataban el viaje y venían, al principio por terceros países y después en vuelos directos entre Miami y La Habana. Ese es el origen de agencias como Marazul y otras que aún sobreviven, porque la mayor parte de las que se crearon en ese momento, no continuaron. A la izquierda, diríamos, nos tocaron dos agencias. Abrí la de Nueva York, que primero se llamaría Cuba Travel, nombre que le puso Lourdes Casal, pero ya estaba tomado por una agencia norteamericana y me pedían sesenta mil dólares por vendérnoslo. La abrimos con nuestros fondos personales. Yo era recién graduado y estaba empleado en el Departamento de Trabajo en Washington. Pertierra y yo éramos 159 R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín vecinos y compañeros, ya desde esa época. Sabía que cuando regresara de Cuba me iba a quedar sin trabajo y, efectivamente, cuando volví, ya el FBI había visitado a mi jefe y este me vino a preguntar qué hacía yo en Cuba negociando con el gobierno cubano si yo no era diplomático; por lo que pedí la baja. De inmediato abrimos la agencia de Nueva York, con dos mil dólares de préstamo personal. Aruca abrió la de Washington, y Vicente Dopico, la de Miami. Luego se crearon otras agencias como Viajes Varadero, que abrieron los compañeros nuestros en Puerto Rico: Carlos Muñiz, Raúl Álzaga y Ricardo Fraga. Las demás eran agencias de amigos, de gente que estaba de este lado, o los de compromisos políticos en México, en Miami, la gente de Espinosa, etc. Esas agencias implementaron los viajes de la comunidad. Vinieron cien mil personas en el primer año. En ese momento no había ni base hotelera ni comercial en Cuba, dónde comprar una pacotilla, un electrodoméstico, una ropa, y eso trajo como consecuencia que la gente venía cargada de todo. Esos primeros viajes fueron terribles, los precios altísimos, la calidad del servicio bajísima, la experiencia local era muy poca; además, había mucha hostilidad a nivel personal, incluso por parte de los mismos funcionarios que trabajaban con nosotros, y regulaciones cambiantes. A finales de abril del 79, mataron a Carlos Muñiz, y el 1 de mayo entró en vigor una regulación de la Aduana de la República que ajustaba el peso del equipaje a 22 kg, según normas internacionales que al principio no se exigían; las personas venían con unas maletas que pesaban cien kilos, y no fueron avisadas, de modo que cuando llegaron, ese 1 de mayo, empezaron a decomisarles todo lo que habían traído. Nosotros velando a Carlos Muñiz en Puerto Rico y diciendo: «Lo que hay que hacer ahora es mantener los viajes a toda costa, porque ese es el compromiso con Carlos» y, al otro día, la Aduana cubana decomisando a todo el mundo. Parecía una cosa de locos, y lo era. Quiero referirme a tres impactos posteriores. Las agencias de viajes nos dieron la base económica para el trabajo político que hicimos posteriormente, y con la cual formamos nuevos grupos, Los Maceítos, los hijos de los de la Brigada Antonio Maceo o de gente que no vinieron con la Maceo; el Círculo de Cultura Cubana, que fue una organización creada para divulgar nuestra cultura, exportar productos culturales, música; se llevaron artistas (el Círculo de Cultura Cubana llevó a los primeros músicos que tocaron en Nueva York después del triunfo de la Revolución); el Comité Cubano-Americano: creamos un lobby en Washington para influir en el Congreso de los Estados Unidos a favor del restablecimiento de las relaciones con Cuba. ¿Cómo se financiaba eso? Con el dinero de las agencias; cobrábamos salarios comunistas y toda la ganancia se destinaba a estas actividades. Otras agencias hicieron plata, hubo gente que se enriqueció con ese negocio. La izquierda, no. Los grupos terroristas se reactivaron. Fidel lo previó, y nos dijo al final: son muy valientes. Nosotros no nos dábamos cuenta, sobre todo los más jóvenes no teníamos la más ligera idea del riesgo que corríamos, por ese núcleo terrorista violento que, como decía Buajasán, provocó, en ese año 79, no sé cuántas muertes: Félix García Rodríguez, funcionario de la Misión cubana ante Naciones Unidas; Carlos Muñiz en Puerto Rico, Rafael Correa; también mataron a José Eulalio Negrín, en Nueva Jersey. Yo me levantaba por la mañana y miraba debajo del carro antes de montarme para ver si tenía una bomba colocada; lo encendía con las puertas abiertas para que la presión de la explosión me lanzara para afuera. Así vivíamos y, además, era normal; uno vivía así, con determinada normalidad; pero era terrible. También la derecha se reorganizó, a partir de las elecciones del 80, tomó el modelo del lobby judío, y ahí se creó la Fundación Nacional Cubano Americana. Cuando retomaron el poder los republicanos reformularon su manera de conducir o dirigir la contrarrevolución. Última pregunta, ¿fue el Diálogo la causa del Mariel? Yo diría que no lo fue, pero la visita de cien mil comunitarios contribuyó muchísimo al Mariel. 160 El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión José Pertierra: Rafael cuenta que éramos compañeros en Washington, pero se olvida de que ya éramos compañeros, desde el segundo o tercer grado, aquí en Cuba, antes de emigrar. Aparte de representar al gobierno de Venezuela en algunos asuntos, incluyendo el pedido de extradición de Posada Carriles, también ejerzo Derecho de inmigración, y conozco un poquito la emigración latinoamericana hacia los Estados Unidos. Les puedo decir que hay muchísimos latinoamericanos que desean salir de condiciones económicas difíciles en sus países y a veces cruzan ilegalmente la frontera, arriesgando sus vidas. Muchos tienen que atravesar el desierto para poder llegar sin que los agarre la patrulla fronteriza. Por lo general, les va bastante mal, porque no les dan permiso de trabajo, ni de residencia; los encarcelan, los deportan. Si existiera una Ley de Ajuste Mexicano no quiero ni pensar cuánta gente saldría de México hacia los Estados Unidos. El Mariel no sería nada comparado con Cozumel, por ejemplo. El problema fundamental que hay en términos de la normalidad que añoramos, es que cuando un cubano común y corriente pide una visa para ir a los Estados Unidos a visitar a un familiar, existe una presunción legal de la parte norteamericana, que implementan sus cónsules, de que el cubano, o el boliviano, o el argentino, o el guatemalteco, se va a quedar en los Estados Unidos, y eso influye en contra de que le otorguen la visa de no-inmigrante; pero, en el caso del cubano, es muy difícil rebatir esa presunción legal, porque existe una Ley de Ajuste Cubano. Entonces el cónsul sabe que si el cubano llega con visa de turista y se queda en Miami, un año y un día después le dan el green card o la residencia, y un desfile en Miami; sabe que si ese mismo cubano, a quien le niegan la visa porque se presupone que va a ser un inmigrante, se monta en una balsa, arriesga su vida para cruzar el Estrecho de la Florida, y llega a los Estados Unidos, le dan una residencia y un desfile en Miami. Lo que ha hecho Washington desde el principio de la Revolución es utilizar las leyes de inmigración como arma de relaciones exteriores, en su política contra Cuba, para tratar de desestabilizar a la Isla. Eso ha causado la separación de la familia; porque hay algunos que quieren montarse en una balsa y cruzar, pero la mayoría no quiere correr ese riesgo, puesto que es bastante peligroso, hay tiburones, y la balsa se hunde, y todo lo que eso representa. Todo el mundo conoce el caso de Elián González. La premisa fundamental de ese caso —que nunca comprendió el gobierno norteamericano— es que no todos los cubanos quieren irse para los Estados Unidos. Juan Miguel González, padre de Elián, prefiere vivir en Cuba; vive modestamente —yo he estado en su casa muchas veces, en Cárdenas—, trabaja como camarero en un restaurante de Varadero, y prefiere vivir aquí. Sentado junto a mí, en Washington, lo llamó su tío por teléfono, para ofrecerle cuatro millones de dólares, los derechos de autor de una película que querían hacer sobre Elián, si Juan Miguel se quedaba; pero él quiso regresar a Cuba, a vivir en la tierra que lo vio nacer, y llevar a su hijo. Esto nunca lo entendió el gobierno de los Estados Unidos, por eso perdieron el caso, y por eso Juan Miguel pudo regresar. Lo que añoramos es la normalidad. El Diálogo nos ha dado la oportunidad de comenzar el proceso de normalizar las relaciones entre el pueblo cubano que vive dentro de Cuba y fuera, porque sigue siendo el mismo pueblo, Chucho Valdés y Bebo Valdés. Lorenzo Gonzalo: El posdiálogo estuvo rodeado de políticas de agresión de nuevo tipo. Para Miami, centro de la contrarrevolución, pero también para emigrados esencialmente no proclives a asumir una postura agresiva contra el Estado cubano, esos encuentros abrieron un camino de debate y confrontación en aquella comunidad. Las fuerzas se polarizaron y para muchos significó la oportunidad de 161 R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín revivir el sueño de un proceso que las condiciones de 1959, con la presencia de los Estados Unidos, no habían permitido delinear en términos diferentes. La Guerra fría no permitía espacios para nada más que no fuese la defensa territorial. La administración Reagan tuvo la idea de crear un organismo que por primera vez sería contrarrevolucionario y participante en la política nacional, la FNCA, en gran medida la contrapartida de esa nueva corriente que comienza a tomar cuerpo a partir de la experiencia de las conversaciones de 1978. Las personas de izquierda que vuelven a ver esperanzas de participación en el proceso iniciado en 1959, y gente común, trabajadora, profesionales y otros, sintieron que era posible regresar al país, a su familia y amigos. Cuando llega 1990, hay un acumulado que siente de cerca al país y desea el regreso y el encuentro. El colapso de la URRS, obliga a Cuba a buscar nuevas políticas, y los emigrados entran de nuevo en las consideraciones. Es una buena oportunidad para rescatar aquel propósito. Las conversaciones con la emigración son el único acontecimiento que ha demostrado que se puede llegar a una normalización en estos asuntos con los emigrados, y que la contrarrevolución es solo patrimonio de un grupo cada día menor, aunque no haya perdido su influencia política. El diálogo con los Estados Unidos demostró que se puede llegar a acuerdos de mutuo beneficio con el vecino del Norte. Señaló la presencia en Washington de fuerzas capaces de reconocer el camino del buen entendimiento, sin necesidad de exigir cambios de las prácticas políticas cubanas. Consuelo Martín: Doy la palabra a los asistentes, y luego el panel responderá a las preguntas realizadas, o hará comentarios. Yoss: A treinta años de aquellas conversaciones, cuando nuevamente hay un presidente demócrata dispuesto a conversar con Cuba, como es Obama, como no lo fue William Clinton, es importante recapitular. El pueblo que olvida su historia, está condenado a repetirla, y se ha comprobado en la Revolución cubana que la historia de las crisis migratorias es muy repetitiva: se produce una cada quince años, aproximadamente, lo cual significa que nos debería tocar una en estos tiempos. Lo que dijo José Pertierra en su última intervención es un magnífico resumen. Los cubanos hemos sido fichas de ajedrez en una partida, o quizás la pelota de ping-pong en un partido que no puede tener ganadores —entre nuestro gobierno y el de los Estados Unidos. Es cierto que el norteamericano creó la Ley de Ajuste Cubano, una de las más grandes injusticias migratorias que se puede tener. Pero también hay que recordar que el cubano es, actualmente, uno de los pocos que impide la libre salida de sus ciudadanos. Creo que en el momento en que el gobierno cubano deje de decidir quiénes pueden salir, el norteamericano podrá empezar a considerar demover la Ley de Ajuste Cubano, o viceversa. ¿Quién empezará? ¿Hasta cuándo vamos a continuar con esta guerra? ¿No creen que al cabo de medio siglo ya es el momento de decir basta y bajar la pistola? Como dijo Buajasán, esta Revolución hay que defenderla por encima de todo, cueste lo que cueste, pero la pregunta es, ¿no hay que defenderla incluso de nosotros mismos? Consuelo Martín: Les recuerdo que estamos tratando sobre el Diálogo del 78, de comprender el contexto histórico concreto de hace treinta años; con independencia de que cualquier reflexión sobre la posteridad y la actualidad sería valiosa, pero intentemos entender aquel contexto para poder sacar, incluso, algo más de él; aprender a aprehender la evolución histórica de un fenómeno social vigente. Enrique López Oliva: Me gustaría que el panel hiciera alguna referencia al papel que desempeñaron las instituciones religiosas. Tengo entendido que vinieron varios pastores evangélicos, varios sacerdotes, pero si bien hubo algunas posiciones 162 El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión a favor del diálogo, otras no estaban totalmente de acuerdo con él, tanto en los Estados Unidos como en Cuba, por parte de los distintos grupos religiosos. Hubo iglesias evangélicas —me refiero concretamente al Consejo de Iglesias de Cristo de los Estados Unidos, con sede en Nueva York— que siempre tuvieron una actitud a favor del diálogo, de un mejoramiento de las relaciones entre los gobiernos. Pedro Campos: Es muy difícil en un encuentro como este poder abordar todas las aristas del Diálogo y todos sus significados e importancia, pero, de manera general, estaríamos todos de acuerdo en que fue una política efectiva del gobierno cubano en ese momento. Si tiene algún sentido hacer valoraciones históricas sobre fenómenos como este, es precisamente por la posibilidad de que en una nueva circunstancia, un nuevo momento, esas experiencias puedan tenerse en cuenta. Hoy en los Estados Unidos, cuando el gobierno norteamericano está desarrollando una política que ellos llaman basada en las fuerzas inteligentes, es muy importante que tengamos en cuenta que aquella política nuestra lo fue, y efectiva por los logros que tuvo. Las políticas inteligentes deben enfrentarse con políticas inteligentes. Creo que es importante retomar eso para el presente. Yanis González: Quiero hacer una breve reflexión acerca del tema que estamos abordando hoy. Lo más importante de ese Diálogo es que abrió el camino para todo lo que hoy en día se ha logrado en cuanto al intercambio con la emigración. Si bien fue el momento de apertura, y estamos ahora centrados en este análisis, también sería útil hablar un poco de lo que pasó inmediatamente después del Diálogo del 78. Ha habido todo un proceso permanente de conversaciones y, después, tres conferencias «La nación y la emigración»; cada cierto período se hacen reuniones con la emigración. En relación con lo que se ha logrado, solo pondré un ejemplo: la flexibilización de las salidas al exterior. Quizás algunas personas, puedan decir «no tengo libertad para salir», pero lo que se requiere realmente es una carta de invitación, que es un respaldo legal de una persona o una entidad que se hace responsable de usted en cualquier circunstancia. Este es el requisito fundamental que se exige. Consuelo Martín: Pasamos nuevamente la palabra a los panelistas para que comenten las intervenciones del público. José Buajasán: No creo que después del Diálogo haya habido un retroceso. A través de esta guerra contra Cuba, puede haber algunas medidas, restricciones, que no sean las mejores, pero desgraciadamente muchas veces tenemos que adoptarlas para defender nuestra nación. Las salidas dependen también de las visas. Está el famoso bombo, que se lleva a un montón de gente en forma selectiva; y a todos, si reciben visas, se les da salida. El que quiera ir a Europa, tiene que recibir visa Schengen para poder salir, y también obtienen el permiso de salida. Además, hay muchos cubanos que están viviendo en el exterior con permisos, vienen y van, y tienen aquí su casa; o sea, que ha habido un gran avance en ese sentido. En cuanto a las relaciones con los Estados Unidos, el gobierno de Barack Obama tiene una situación difícil; mientras la ultraderecha siga unida al lobby cubano y al sionista —dos de los que están presionando para que no haya ningún tipo de arreglo con Cuba, ni se mejore la situación del pueblo palestino—, es imposible, prácticamente, que se puedan hacer mejoras. Algún día, el pueblo norteamericano se dará cuenta de que ese abrazo entre la derecha y el lobby cubano le es perjudicial; primero, la derrota de Girón fue gracias a esa alianza; después, el Irán-contras; Watergate fue la unión entre varios cubanos miembros del batistiano Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC), con el gobierno del señor Richard Nixon. En definitiva, la unión entre la ultraderecha cubana, el gobierno y la 163 R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín ultraderecha norteamericana está, incluso, contra los intereses del pueblo norteamericano. José Pertierra: En respuesta al planteamiento del compañero sobre los viajes a los Estados Unidos, creo que es muy válido. Hay dos obstáculos principales para cualquier persona que desee no solamente emigrar, sino salir del país: uno es conseguir una visa; hay una presunción legal de que la persona se va a quedar, y probablemente la van a negar. Al joven que puede ganar más dinero en el exterior, le niegan la visa, aunque sea argentino u hondureño; y, segundo, los vuelos son caros, los hoteles. Aparte de eso, yo sé que existe en Cuba el requisito de la tarjeta blanca, el permiso de salida. Cuba ha tomado una serie de medidas a través de décadas para defenderse del arma en su contra que utilizan los Estados Unidos, que es la emigración: una de ellas ha sido la tarjeta blanca; pero, de hecho la abrumadora mayoría de las personas que piden el permiso de salida, lo reciben. Lo único malo es que le tienen que pedir permiso al sindicato, al Partido, y cuando vienen a ver, el día del vuelo se aproxima, gastaron el dinero en la visa, en el boleto de avión, y pasan unos días agónicos hasta que al fin llega la tarjeta. Esa tarjeta blanca no tiene sentido, y pienso que será eliminada. El verdadero obstáculo para la salida no es Cuba, sino la visa y el dinero. Pero también los Estados Unidos utilizan la emigración de la forma más burda: le da residencia permanente en los Estados Unidos, y un desfile en Miami, a cualquier médico cubano que esté en cualquier parte del planeta cumpliendo misión internacionalista, y los americanos, en vez de respaldar eso, lo que hacen es ofrecerle al cubano la residencia si deserta, si va a una embajada norteamericana en Swazilandia o en Angola. Se pide que Cuba elimine la tarjeta blanca, pero hay que exigirle al gobierno de los Estados Unidos que no utilice la emigración como arma política contra nosotros, que respete la dignidad del pueblo y que trate al cubano como al mexicano o al hondureño. Lorenzo Gonzalo: Después de haber transcurrido tantos años y haberse sucedido tantos eventos desde ese conversatorio-diálogo del año 1978, hoy es posible calibrar el punto en que nos encontramos, revalorizar y reestructurar las regulaciones de emigración, en las cuales el gobierno cubano ha estado envuelto desde hace mucho tiempo. Hubo un gran encuentro de «La nación y la emigración», que se extiende hasta el día de hoy, por eso estamos aquí, en gran medida; a principios de los 90 se realizaron en Cuba alrededor de cien seminarios de democracia participativa. La PECA, una organización de profesionales y empresarios cubanoamericanos, tuvo infinidad de reuniones en la Isla; estuvo la Asociación de Trabajadores Cubanos (ATC), que se organizó fuera; la Jewish Solidarity (Solidaridad Judía), que estuvo participando aquí y lo sigue haciendo. Los conversatorios han continuado; se desencadenó un proceso de conversaciones de los emigrados, que ha ido poco a poco avanzando y desbrozando nuevos caminos. El análisis y la reflexión históricos que se hacen hoy aquí los creo muy convenientes, porque nos ayudan, precisamente, a calibrar lo que se ha hecho y lo que queda por hacer. Cuando comenzamos las conversaciones con el gobierno cubano, había infinidad de restricciones, que fueron eliminadas, y se nos dió toda una serie de posibilidades para poder venir a visitar no solamente a la familia, sino a los amigos, porque al principio había que hospedarse en hoteles, y había que ir a determinados lugares asignados. Todas esas disposiciones se fueron eliminando. Había que pedir visa, lo que también se eliminó. Ha habido todo un proceso, en dependencia de las condiciones que tenga el país. Como emigrado, sé que Cuba ha sido una fortaleza sitiada. Hay que comprender en qué momento estamos y qué posibilidades hay, pero también hay que darse cuenta y ver, a partir 164 El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión de estas reflexiones, que sí se ha avanzado y ha habido una voluntad de acercamiento por parte de todos los cubanos, aquellos que vivimos fuera, y los de la Isla. Rafael Betancourt: Respondiendo a López Oliva, había participación de grupos religiosos en el Diálogo: por lo menos, cuatro representantes de iglesias evangélicas, y un sacerdote católico. La Iglesia católica, tanto antes como después, nunca fue muy favorable a ninguno de estos procesos de acercamiento. La jerarquía en Miami y otras partes de los Estados Unidos, nunca brindó apoyo. Incluso, el sacerdote católico que estaba allí, Andrés Rey, aparece solo con su nombre, sin ningún tipo de organización. De este modo, también se refleja que empieza a surgir en Miami, entre los cubanos, un acercamiento a las iglesias, sobre todo de los cubanos de origen más humilde; los de la clase trabajadora se empezaban a acercar a las evangélicas, y ahí es donde surge una cierta aproximación de algunas de ellas a este proceso de reunificación familiar. Quiero también comentar que hubo un antes y un después del Diálogo. Uno participa en la vida en diferentes acontecimientos históricos, y no se da cuenta de que está en ellos; esto, de algún modo, me ha hecho recapacitar y valorar que, efectivamente, hay un antes y un después del Diálogo. Fue, como dije al principio, un parteaguas, un momento en que se transformó la relación de Cuba con su emigración, los cubanos de adentro con los de afuera. En aquel momento no eran nada usuales las relaciones entre cubanos de la misma familia; no era común mantener correspondencia; tampoco estar informados, oír radio, leer la prensa, conocer de lo que estaba pasando en un país y en otro, hasta la música se dificultaba. En ese momento no pensábamos que iba a haber tantos vaivenes en estas relaciones, en los treinta años que vinieron después, que han sido, en extremo, de sube y baja, de montaña rusa, resultado de que, igualmente, ha habido mucha variación en la relación entre los dos gobiernos. Ha habido períodos de tanta agresividad como la que antecedió al Diálogo. Quiero leerles un párrafo de lo que Fidel nos dijo al final del segundo encuentro. En una o dos semanas, entre el primero y el segundo, ya había bastantes presiones y amenazas. Dice Fidel: «No se desalienten por la mala fe de alguien, no se desalienten jamás por las campañas, las intrigas, las mentiras, los insultos. Sosténganse en la convicción de que han hecho algo absolutamente correcto, lo más correcto que pueda hacerse. Y yo estoy seguro de que ningún resentimiento, ninguna mala fe, ninguna envidia, podrá arrojar ninguna mancha sobre lo que ustedes han hecho. Y yo estoy seguro de que tanto ustedes como nosotros nos sentiremos siempre satisfechos de este esfuerzo común que hemos realizado». José Buajasán: Quisiera añadir algo sobre el problema religioso. Increíblemente, las organizaciones protestantes tuvieron una actitud más positiva que la Iglesia católica. La Iglesia católica, que prácticamente emigró de Cuba, se hizo dueña, o se puso al frente de la Arquidiócesis de Miami; y odiaban a la Revolución. Ahí estaba Agustín Román, el obispo Boza Masvidal, McCarthy, una serie de personas que no tenían ninguna simpatía por la Revolución, muy vinculadas a la burguesía, como lo estuvieron antes. Aquella Iglesia cubana estaba dirigida por el cardenal Manuel Arteaga. El clero había incluso cambiado el nombre del Seminario de San Carlos y San Ambrosio, donde enseñaron Félix Varela, José Antonio Saco, y tantos prohombres del siglo XIX. Renegaron de ese nombre, y cerraron ese seminario y organizaron el Seminario del Buen Pastor. Estudié en un colegio religioso, fui incluso dirigente de Acción Católica, y considero que muchas de las virtudes y cosas buenas que tengo son del cristianismo. Pero allí no se hablaba de Félix Varela; la influencia fundamental de la iglesia era falangista, curas que venían de España defendiendo a Franco. Esa es la Iglesia católica que va a Miami. Sin embargo, el Vaticano tenía una posición 165 R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín más inteligente y profunda. Aquí vino César Sachi, un tremendo político y diplomático, quien cambió mucho la situación, para beneficio de la Iglesia y del país. Después, la visita del Papa consolidó este progreso. Los pastores que vinieron al Diálogo lo hicieron a título personal, no eran de iglesias muy poderosas. Cuando llegó Ronald Reagan al poder, muchos de los que vinieron se acobardaron, entre ellos el pastor Espinosa, que se convirtió en una especie de práctica macartista, hacía listas de las personas que venían a Cuba diciendo que eran espías. Hubo una persecución en Miami contra todas ellas. Él después se arrepintió, y volvió, mandó una carta diciendo que fue presionado, que lo habían amenazado. El padre Andrés Reyes tuvo que salir huyendo de su iglesia, porque la gente de la Brigada 2506 le hicieron una campaña que por poco lo linchan. Le había dado una misa a un mártir, creo que fue a José Eulalio Negrín, y hubo una sublevación de la derecha falangista y reaccionaria. Los compañeros que están allá en los Estados Unidos, en Miami, defendiendo algo, diciendo, por ejemplo, que están en contra de lo que está pasando en Honduras, o en contra de Pinochet, están en una situación de acoso. Son héroes, hay que reconocerlo y respetarlos. Las nuevas generaciones de religiosos aquí están cambiando, hay más cultura, más conocimiento, menos influencia franquista, pues hace rato que se murió Franco. Consuelo Martín: Hemos abordado, desde diferentes perspectivas y aristas, el Diálogo con la emigración en 1978-79, y ese contexto también nos ha acercado un poco a la comprensión de las dinámicas actuales. La historia se construye por actores protagonistas, y en el momento en que la estamos construyendo, no sabemos que somos protagonistas de nuestra historia, que lo que tenemos a la mano es la vida de cada día. Por eso les recomiendo el pequeño libro de que hablé antes, que contiene información esencial sobre el Diálogo del 78, como lectura obligada de documentos históricos que contienen la información esencial sobre el Diálogo del 78. El titular del periódico Granma, del 8 de septiembre del año 78, es: «Entrevista de Fidel con un grupo de periodistas cubanos que escriben para la comunidad cubana en el exterior, y varios periodistas norteamericanos». Desde ese momento se les está llamando cubanos y comunidad cubana en el exterior, desechando términos peyorativos precedentes. Hay toda una estrategia política detrás, de comprensión y respeto a la diversidad de las posiciones de Cuba y su emigración. Las distintas conferencias «La Nación y la emigración» celebradas posteriormente, y la postura actual, cada vez se acercan más a que sea el respeto mutuo la base de la posibilidad del contacto y del acercamiento desde la política, la familia, y las vidas cotidianas de cada uno de nosotros, donde únicamente van a quedar excluidos aquellos que se afilien a la contrarrevolución, al terrorismo, y a la no posibilidad de tener un contacto realmente humano y respetuoso. El Diálogo del 78, ese parteaguas histórico concreto, ha demostrado que la política migratoria pasa por el tema del contacto familiar, el de los viajes; por la posibilidad de visitar Cuba, de la reunificación familiar. Se trata de una política hacia la emigración, con lo cual ese momento nos deja mucho por aprender aún, conocer, no solo a las jóvenes generaciones, sino a nosotros mismos. Volverlo a leer para darnos cuenta de cuánto tenemos que seguir flexibilizando, analizando y proponiendo determinadas cuestiones que impliquen ese mayor acercamiento, ese mayor respeto mutuo, y ese derecho tanto a emigrar, como a no emigrar, es parte de la vida y de la posición de cada uno de nosotros. Cierro este panel con dos ideas. La primera es que entender el Diálogo del 78 en su momento y en su contexto tiene mucho que ver con la posibilidad de comprensión de la época contemporánea, dadas las características de la administración de los Estados 166 El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión Unidos, el desarrollo y la evolución de la sociedad cubana, y de las propias características de los migrantes, pues ya son otros los condicionamientos de esa emigración. La propuesta de inicio de cómo entender aquel momento es muy interesante para aplicarlo a este. La segunda idea es recordar que este Último Jueves de Temas, que trata la cuestión de la emigración, no es el primero; se ha abordado en muchas ocasiones, y volverá a tratarse en otros paneles futuros. Los que estamos vinculados, por cuestión profesional o interés particular, al tema de la emigración, siempre le agradecemos a Último Jueves esta oportunidad y este espacio que nos abre. Termino agradeciéndoles su presencia y atención a todos los presentes y, en particular, a los panelistas que nos han compartido sus historias. Partipantes: Consuelo Martín Fernández. Psicóloga e investigadora. Centro de Estudios de Salud y Bienestar Humanos (CESBH), UH. José Buajasán. Investigador histórico. Coronel (R) del Ministerio del Interior. Rafael Betancourt. Economista urbano y consultor en Desarrollo internacional. José Pertierra. Abogado. Pertierra & Toro. Lorenzo Gonzalo. Periodista. Subdirector de Radio Miami. © 167 , 2010 no. 62-63: abril-septiembre de 2010. Norteamericanos en Holguín. Un estudio desde169-179, los documentos históricos Norteamericanos en Holguín. Un estudio desde los documentos históricos José V ega Suñol Vega Profesor. Universidad de Holguín. E de su zona norte, a fin de estimular la colonización de ese extenso territorio con familias peninsulares y criollas. Las tierras del norte de la jurisdicción de Bayamo, donde se formarían más tarde las de Holguín (1752) y Las Tunas (1849), estaban literalmente despobladas y, por ende, requeridas de colonización para fomentar su cultivo y explotación. Igual sucedió con las haciendas de Sagua y Mayarí, bajo el control del cabildo santiaguero, en la zona este de la región, limitada por una geografía montañosa y de difícil acceso por tierra. Tanto los hateros del siglo XVII como los del XVIII se articularon en torno a la propiedad de la tierra. Este rasgo, primigenio y básico para comprender las características que adquirieron las relaciones de propiedad, se acentuó en el siglo XIX. Sobre las formas de organización y distribución territorial de la economía agrícola regional influyó un progresivo desmembramiento celular de la tenencia de la tierra, en tanto esta constituía la principal fuente de riqueza y de sentido de pertenencia. 3 El crecimiento demográfico y la redistribución de terrenos por herencia, en número creciente, contribuyeron a la progresiva desarticulación de una parte importante de los hatos primitivos, los l asunto de referencia propone acercarse a un estudio de caso sobre los efectos particulares de la presencia norteamericana en la historia de la nación cubana, dada la profusión de distintos tipos de enclaves en esta área del territorio nacional, donde tuvo un profundo impacto en las estructuras económicas —expresado en las transferencias de propiedad, la industria y los medios tecnológicos, el transporte y las comunicaciones—, cuyo actor y beneficiario fue el capital estadounidense.1 La región nororiental en la etapa colonial Desde los inicios de la colonia, una parte importante de la zona nororiental de Cuba quedó subordinada a los condominios de la jurisdicción bayamesa y, por consiguiente, se convirtió en área periférica extensiva de la economía ganadera y tabacalera que había cristalizado en la región del Cauto desde el siglo XVII.2 La economía hacendataria comenzó a cobrar forma en la región una vez que los cabildos de Bayamo y Santiago de Cuba iniciaron la mercedación de tierras 169 José Vega Suñol capitalistas anglo-norteamericano, propietario de pequeños ingenios como Santo Tomás, Victoria, Santa Lucía, La Caridad, Santa María y Columbia. Wilsson Wood, Santiago Patterson, Samuel Clark y William Chapman, entre otros, fueron los protagonistas de estas acciones. Wilsson Wood, dueño del ingenio y hacienda Santo Tomás, incorporó a su fábrica la máquina de vapor hacia fines de la década de los 30, pero esta tecnología no llegó a extenderse de inmediato a los ingenios de la comarca debido a su alto costo. Así, la pequeña y naciente industria azucarera regional siguió aferrada a las técnicas de producción más rudimentarias.5 El latifundio azucarero en la región tuvo sus primeras manifestaciones visibles en la década de los 50, con la formación de uno de los embriones de este tipo de organización productiva en Cuba. Ese sería el caso de lo que primero fue un trapiche, luego un ingenio y finalmente uno de los centrales azucareros más productivos de Cuba: Santa Lucía, referencia clásica para estudiar la transferencia y conversión de un ingenio a central en la región. La historia de Santa Lucía, algo perdida en la neblina del tiempo, se inicia con la llegada del norteamericano Samuel Clark, natural de Connecticut, en marzo de 1818, a quien «se le concede el permiso que ha solicitado para establecerse en la ciudad de Holguín aplicado a la agricultura y al efecto se le despachará un testimonio de este asunto para que le sirva de carta de domicilio en forma».6 En 1823, el señor Clark era dueño de un importante almacén en el puerto de Gibara y fundador de los ingenios Santa María y Santa Lucía. La historia de este último se torna más precisa a mediados de los años 30. Guillermo Sánchez, nacido en San Agustín de la Florida, junto al también ciudadano norteamericano Warren D. Gookin, suscribieron un testamento mancomunado el 6 de junio de 1836 ante el notario holguinero Manuel de Aguilera. El documento expresa que la propiedad del ingenio les correspondía, por lo que debió tener lugar una transferencia anterior de parte de Clark. De esta forma, Rafael Lucas Sánchez, heredó las propiedades de Guillermo, entre las que se encontraba «el ingenio Santa Lucía en el hato de Guabajaney y otras tierras en Bariay y que de acuerdo solo eran bienes de la sociedad de Sánchez y Gookin el ingenio Santa Lucía y 125 pesos de posesión, con casas, labranzas, enseres, ganado y 32 esclavos».7 Entre 1853 y 1855 tuvo lugar un hecho sin precedentes en la zona de Bariay. Rafael Lucas Sánchez, para entonces propietario absoluto del Santa Lucía, adquirió diecinueve sitios de labor de diferentes propietarios agrícolas, para ampliar las áreas de caña del pequeño ingenio. Ello constituyó el inicio de la primera forma de compra de tierras a fin de organizar cuales se repartieron hasta quedar convertidos, muchos de ellos, en pequeñas fincas, estancias y sitios de labor. También la Real Cédula sobre fomento de la población blanca, de 1817, se convirtió en asidero legal para promover la inmigración sobre todo de canarios, así como otra Real Cédula, promulgada en 1819, otorgó tierras realengas y baldías. Ambas legislaciones permitieron incrementar la pequeña propiedad agrícola y estimular la colonización para fortalecer esta célula productiva. En consecuencia, se vigorizó la figura económica y social del sitiero y del estanciero, génesis del campesinado holguinero, integrado básicamente por canarios y sus descendientes. Aunque ya desde el siglo XVIII era común en la región la existencia de trapiches que molían caña para producir mascabado, miel y raspadura, destinados al consumo interno, la industria azucarera con pretensiones mercantiles comenzó a dibujar sus contornos en la década de 1820. Los decretos y leyes referidos, así como la Ley de desestanco del tabaco (1817) y la de libre comercio (1818) hicieron posible un poblamiento extranjero a partir de esa década; el cual se incrementó hasta alcanzar una proporción significativa según los datos aportados por el censo de 1861. Algunos de ellos poseían capital y se establecieron con el afán de invertir. Tal fue el caso de un grupo de pequeños hacendados norteamericanos e ingleses de la isla de Providencia, en las Bahamas, quienes, entre 1820 y 1840, desempeñaron un papel activo en la economía regional, especialmente en el sector azucarero. El mencionado grupo fundó pequeños ingenios que permitieron incrementar tanto la producción de azúcar como la masa de esclavos. Estas nuevas unidades productivas se ubicaron principalmente en los partidos de Gibara y Bariay. Algunos de los propietarios anglosajones aparecen registrados en el listado de los dueños de esclavos más importantes de la región de Holguín para esa fecha; entre ellos, Samuel Chapman, con 57 esclavos, Samuel Clark, con 17, y William Chapman, con 12. Aunque no llegaron a desarrollar el latifundio ni a convertir sus fábricas de azúcar en centrales azucareros, sí se transformaron en los primeros capitalistas locales en esta rama de la economía regional, al situar en el mercado mundial la producción del dulce procedente de sus plantaciones, gracias al puerto de Gibara, y obtener los primeros flujos de plusvalía con esta producción.4 En lo concerniente a tecnología azucarera, los primeros ingenios en utilizar la máquina de vapor en Cuba en la década de los 20 del siglo XIX se encontraban situados en el occidente de la Isla, y se trataba de una técnica importada de Inglaterra y los Estados Unidos. En la región nororiental, la introducción de la máquina de vapor estuvo asociada al pequeño grupo de 170 Norteamericanos en Holguín. Un estudio desde los documentos históricos una estructura latifundiaria capitalista que culminó, posteriormente, con la transformación del ingenio Santa Lucía en uno de los centrales más grandes y modernos de finales del siglo XIX en Cuba.8 Lo anterior facilita comprender por qué la dotación de esclavos más numerosa de la región en la década de los 60 estaba en este ingenio, con unos 280 esclavos en 1866.9 Santa Lucía preconiza no solo el embrión del latifundio moderno regional, como preámbulo histórico de lo que será el gran latifundio azucarero de principios del siglo XX, sino también da inicio a la primera gran propiedad del capital azucarero en todo el nordeste de Cuba. La nueva organización latifundiaria no venía sola, se hizo acompañar de un proceso de mejoramiento tecnológico encaminado al incremento de la producción azucarera, puesto que la extensión física de las tierras para el cultivo de la caña debía apoyarse en una respuesta industrial que permitiera procesar los nuevos volúmenes suministrados por la expansión de los campos cañeros. De esta manera, el tránsito de Santa Lucía de ingenio a central azucarero se consuma definitivamente en la década posterior al fin de la Guerra de los Diez Años. Al oeste de Santa Lucía, en el partido de Maniabón, ya existía en la década de 1850 el pequeño ingenio San Manuel, muy próximo a Puerto Padre. Hacia 1878 fue adquirido por la familia habanera encabezada por Don José Plá y Monje, quien se encargó de modernizarlo tecnológicamente y convertirlo en un central, y pasó a un segundo lugar, después de aquel, en capacidad de molida, número de esclavos y extensión de tierras.10 Ambas familias se convertirían en la primera célula endógena de la burguesía azucarera regional, cuya acción desborda el siglo XIX y se extiende al XX. La tercera gran plantación en secuencia cronológica, pero la primera por sus dimensiones, se organizó a fines de la década de los 80 en los partidos de Samá y Banes. Pertenecía a la familia Dumois, de origen francés.11 Hipólito Dumois, nacido en Santiago de Cuba, pero de padres franceses, llegó a administrar una importante casa comercial, a principios de esa década, dedicada a la comercialización de frutas tropicales a través de la sociedad Tur y Dumois. Los Dumois fueron los primeros en establecer en Cuba el negocio de exportación de plátano fruta hacia los Estados Unidos. En 1887, se radicaron en la hacienda Banes, cuyas propiedades se encontraban repartidas entre diferentes familias. Se destacaban los Meronge, Tamayo y Delfín Pupo, quienes poseían las principales acciones. La adquisición de estas tierras convirtió a los Dumois en los propietarios más importantes de la región. Así, llegó a crearse la Banes Fruit Company, en 1889; primera empresa frutera de la Isla dirigida al mercado norteamericano, de la que se desprende el fomento de la plantación bananera más importante que hubo en Cuba a finales del siglo XIX. Las familias PláMonje, Sánchez y Dumois constituyeron la expresión más visible del capitalismo plantacionista regional, dejando atrás en liquidez, capitalización y productividad a los hateros, sitieros y vegueros que habían formado el principal núcleo económico-social del territorio. La habilitación del puerto de Gibara, en 1822, benefició sobre todo a la jurisdicción holguinera, al estimular la producción agrícola y el comercio. Bastaron pocas décadas para que en Gibara se consolidara un grupo de casas comerciales de sello peninsular, que llegó a controlar lo más significativo del mercado marítimo de la región, tanto con España como con el resto de Europa y los Estados Unidos. Para la década de los 50 el comercio marítimo desde Gibara había alcanzado una notable ramificación internacional, según se deduce de los registros de entrada y salida de barcos por este puerto.12 La naciente burguesía comercial gibareña pretendió emular en elegancia y poder con los grupos familiares hispanos que controlaban el comercio en otras partes de la Isla. Sus principales representantes edificaron suntuosas viviendas siguiendo los aires neoclásicos; adquirieron mobiliarios, vajillas y porcelanas, manufacturadas tanto en Europa como en Norteamérica; se preocuparon por refinar el gusto y alentar la fundación de periódicos y clubes sociales; aportaron capital para la construcción de un teatro y apoyaron financieramente el levantamiento de las murallas que hizo de Gibara una villa inexpugnable. Además, promovieron la construcción del ferrocarril que enlazaría el puerto con la ciudad de Holguín. Este grupo comercial alcanzó cierto rango y prestigio en el estrecho marco de la burguesía oriental y, a pesar de ser reducido en número y capital, ganó una notable autoridad en la región. En ningún otro punto de la línea costera nororiental llegó a consolidarse un grupo comercial como el de Gibara. La gesta independentista de 1895-1898 tuvo una repercusión devastadora para el naciente capitalismo regional. Los centrales Santa Lucía y San Manuel vieron afectadas, tanto sus plantaciones como sus respectivas producciones. Los Dumois, a pesar de sus esfuerzos por mantener la plantación bananera al margen del conflicto beligerante, sufrieron las consecuencias de la tea incendiaria mambisa y la producción se paralizó. Las casas comerciales gibareñas no se mantuvieron exentas de crisis y la actividad mercantil declinó. Tal depauperación generó una absorción del capital nativo por la maquinaria empresarial norteamericana, que aprovechó el estado ruinoso del territorio para comprar e invertir, en el marco propicio de la primera ocupación. 171 José Vega Suñol debilitada por la guerra, con grandes extensiones de tierra virgen y escasa población, para fomentar un frente económico importante a su servicio en el nordeste de Cuba, a lo cual dedicó cuantiosas inversiones. Los archivos regionales hablan solos. En uno de los fondos del Archivo Histórico Provincial de Holguín aparecen registradas 581 inscripciones de propiedades norteamericanas; de ellas, 534 corresponden a fincas rústicas y 47 a fincas urbanas.15 Estas propiedades fueron adquiridas en el período comprendido entre 1899 y 1920. En el caso de las fincas rústicas se trataba, fundamentalmente, de sitios de labor y de haciendas comuneras deslindadas; así como de lotes de terreno para la construcción de almacenes, comercios y viviendas, en el caso de las fincas urbanas. Un total de 331 (56,9%) inscripciones de propiedad se adquirieron entre 1899 y 1902, de lo que se infiere que este fue un período de gracia para las empresas inversionistas, colonos y especuladores de tierras, pues una vez que pasó el estado de ocupación militar, las transacciones disminuyeron y nunca más alcanzaron el ritmo y la cantidad de esos años. Los compradores y accionistas norteamericanos (aunque también se incluye una minoría de canadienses e ingleses) se dividían en dos grupos: el primero, formado por organizaciones empresariales de diferente tipo y rango; y el segundo, por colonos y otros propietarios independientes, como granjeros, dueños de minas, pequeños comerciantes y juntas misioneras. El primer grupo —por supuesto, el más importante y poderoso y el que adquirió la mayor proporción de tierras— se encontraba integrado por más de veinte entidades empresariales que poseían 230 propiedades rústicas y dieciséis urbanas. El segundo grupo contaba con 304 propiedades rurales y 31 urbanas. Como se aprecia, el grupo empresarial tenía un menor número de propiedades, pero poseía la mayor extensión de tierras. Este grupo estaba integrado por compañías o empresas de diferentes tipos —en su mayoría vinculadas con la tenencia y especulación de terrenos— y representaba esferas tales como la industria azucarera, los ferrocarriles, la minería y la ganadería, cítricos y bienes raíces. Las empresas más sobresalientes por el número, el valor y la extensión de sus propiedades eran las azucareras: la UFC con 35 519 hectáreas en Banes y Tacajó; la Manatí Sugar Company, con 24 703 ha repartidas en solo cinco propiedades; la Chaparra Sugar Company, con 56 propiedades y 22 462 ha; la Sociedad Tánamo Bay (Atlantic Fruit Company), con una propiedad de 14 565 ha;16 y la Cupey Sugar Company, que poseía en cinco propiedades 5 210 ha. Seguían en importancia la Cuban Land Loan and Title Guarantee Co. (45 propiedades), The Cuba Company (36) y la Cuban Colonization Company of Detroit (24). La sucesión Plá y Monje quedó disuelta una vez que la Cuban American Sugar Company adquirió el viejo ingenio San Manuel, tras el montaje de sus dos nuevos centrales en la región: Chaparra (1901) y Delicias (1911). Los Dumois regresaron de los Estados Unidos después de concluida la guerra, en 1898, e incapacitados para levantar otra vez la plantación, decidieron vender casi íntegramente sus tierras a la recién creada United Fruit Company (UFC); en cambio, la administración de la transnacional les facilitó determinadas cuotas de poder en el nuevo enclave plantacional, mediante la conservación de un importante número de acciones. La sucesión Sánchez se vio compelida a admitir un creciente número de acciones norteamericanas en Santa Lucía, a tal grado, que en 1914 se registró, de manera oficial, como un central azucarero norteamericano.13 De tal suerte, la cabecera del capitalismo nororiental, germinante en la segunda mitad del XIX, había sido ya decapitada por el capital norteamericano antes de iniciarse la Primera guerra mundial. Los documentos son demostrativos del grado de participación de estos grupos familiares del capitalismo regional en la transferencia del poder económico y en el reparto de las mejores tierras y recursos al nuevo advenedizo. La compraventa de tierras por compañías y colonos norteamericanos Es indiscutible que el período de la primera ocupación militar norteamericana en Cuba (1899-1902) brindó la posibilidad para que, tanto compañías y empresas como especuladores y colonos de ese país, adquirieran tierras y otras propiedades en áreas rurales y urbanas del territorio. Los documentos evidencian que las compraventas se hicieron comunes en esos años. La región estaba en ruinas; los grandes, medianos y pequeños propietarios se encontraban endeudados o incapacitados para reactivar de inmediato las áreas de cultivos; el campo había sido asolado, las plantaciones estaban abandonadas y escaseaban los alimentos. Una parte importante de la tierra estaba ocupada por haciendas comuneras que no habían sido deslindadas,14 pero al promulgarse la Orden no. 62 del Gobierno Interventor, que autorizaba los deslindes, se facilitaron y, en efecto, se dispararon las ventas, sobre todo a empresas y compradores individuales estadounidenses. Precisamente, dicha Orden iba dirigida a determinar qué parte de la tierra estaba respaldada en títulos de propiedad y cuál no se encontraba debidamente legalizada, para así poder operar sobre esta a precios significativamente bajos o absorberlas íntegramente, como sucedió en varios casos. El capital estadounidense ponderó las posibilidades que se le abrían en una región 172 Norteamericanos en Holguín. Un estudio desde los documentos históricos los intereses ferroviarios, como The Cuba Company y The Cuba Railroad Co.; que adquirieron terrenos no solo para la expansión del ferrocarril, sino para otros usos relacionados con este medio de transporte; y las compañías especuladoras, interesadas en fomentar fincas citrícolas y ganaderas con colonos extranjeros.17 Son destacables las compras de tierra alrededor de tres grandes haciendas comuneras que se deslindaron en la región a raíz de la Orden militar no. 62 del Gobierno Interventor. Estas fueron las de San José de las Nuevas, Majibacoa y Tacajó, situadas en la municipalidad holguinera. En la primera de ellas se reportaron varias ventas, de las que sobresalen once lotes adquiridos por la Chaparra Sugar Company por medio de su abogado y representante, el general Mario García Menocal. La hacienda Majibacoa, donde su fundó el poblado de Omaja, fue repartida entre distintas compañías: la Cuban Land compró diecinueve lotes que oscilaban entre 4 y 221 ha. En esa misma hacienda, la Chaparra Sugar Co. compró ocho terrenos. En 1901, The Cuba Company participaba del reparto con la adquisición de 355 290 m2 en Majibacoa; más adelante, los colonos norteamericanos que se establecieron allí adquirieron decenas de propiedades que oscilaban entre 0,4 y 1 755 ha. La hacienda Tacajó quedó repartida entre la United Fruit Co. —que adquirió diecisiete propiedades con una extensión de 16 935 ha— y el grupo Dumois-Gessé, que se encargaría de la construcción del central Tacajó. La UFC ya poseía 18 569 ha en su finca Boston, en Banes, y alcanzaría la cifra de 35 504 ha de tierra en su poder, solo en Banes y Holguín.18 La Cuban Colonization Company of Detroit aprovechó el deslinde de la hacienda comunera Mayabe, en las cercanías de la ciudad de Holguín, y adquirió en ese barrio rural 3 059 ha y 33 á, mientras que en otras partes del municipio compró varias fincas que oscilaban entre una y quince caballerías. Es de notar que en las transacciones de propiedad de la tierra refrendadas en los documentos se utilizaban diferentes unidades de medida; la mayoría de las veces las ventas aparecen en hectáreas, pero en otras se consignan por caballerías e incluso por metros cuadrados, lo cual hace más difícil precisar la cantidad y extensión total de esas propiedades.19 Por su parte, las compraventas efectuadas por los colonos y otros propietarios norteamericanos independientes estaban relacionadas con la adquisición de tierras para el fomento agrícola, la minería y el comercio. Se destacan las compras en Omaja, Pedernales y Mayabe, así como en otros sitios rurales de la municipalidad holguinera. Sobre la colonia de Omaja, instalada en la deslindada hacienda Majibacoa (actual provincia de Las Tunas), hay constancia de la adquisición En este grupo, dos importantes compañías azucareras, Chaparra Sugar Company y United Fruit Company, llegaron a tener en usufructo las mejores tierras de los municipios Puerto Padre y Banes-Mayarí, respectivamente; aunque lograron extenderse también hasta la municipalidad holguinera, con cuyo territorio colindaban. De esta manera, Holguín sufrió una mutilación de varias porciones territoriales contiguas a aquellas demarcaciones, ya que no pocos segmentos de sus linderos municipales más cercanos a Puerto Padre (fundado en 1899), Banes (1910) y Mayarí (1878), fueron ocupados por esas empresas; aunque no lograron internarse en el centro de esta municipalidad. Un muro de contención a la expansión territorial impulsada por las empresas colonizadoras fue la existencia de aquella masa de población campesina que poseía una parte importante de la tierra, repartida en cientos de sitios de labor. La pequeña y mediana propiedad agrícola en manos de cubanos y españoles funcionó como núcleo de resistencia ante la vorágine. Tanto es así, que solo una compañía norteamericana pudo construir una fábrica de azúcar en tierras del municipio de Holguín: el central Cupey (1915) de la West Indies, denominado The Cupey Sugar Company en la nomenclatura de la época. En una de las periferias municipales de Holguín, The Cuba Company adquirió importantes franjas de territorio para el ferrocarril; lo que le permitió fundar el puerto y pueblo de Antilla, en el litoral de la bahía de Nipe. Allí compró catorce lotes de terreno para el establecimiento de almacenes, comercios y otras edificaciones de la empresa. Se encuentran también en este grupo dos compañías ya mencionadas, ambas dedicadas a las especulaciones de tierras: la Cuban Land Loan and Title Guarantee Co, y la Cuban Colonization Company of Detroit. La primera era propietaria de 157 caballerías de tierra en la finca El Canal y de un gran número de hectáreas en la finca Majibacoa. Después de comprar la tierra se dedicó a revender los sitios de labor a los colonos norteamericanos que fundaron el poblado de Omaja —por entonces territorio de la municipalidad holguinera—, en 1906. La Cuban Colonization Company of Detroit adquirió veinticuatro lotes de terreno, situados en su mayoría en la hacienda comunera de Mayabe, que más tarde fueron revendidas, a través de transacciones especulativas, a colonos norteamericanos. Como se observa, hubo distintos tipos de entidades encargadas de la expansión del latifundio, como es el caso de las azucareras, que compraron tierras para la siembra de caña, pero también utilizaban una parte de la tierra para fomentar cultivos varios y ganado, destinados al consumo interno; las que representaban 173 José Vega Suñol operaba también con capital norteamericano) y The Cuba Railroad Company; así como varios comerciantes individuales, entre los que se destacan George Baylis, con cuatro terrenos adquiridos en la calle Miramar. En esta misma vía, también compraron terrenos Edwin James Sharon y Clarence D. Moore, entre otros. Mientras tanto, en Holguín se registraron propiedades urbanas a nombre de Samuel W. Douglass, Sherman Harris, John Smith, Lida Watson Montgomery, M. J. Bwak, y también una a nombre de The Cuba Company, y otra de la Junta de Misiones Extranjeras.20 En una muestra selectiva realizada a 98 compraventas, tanto de compañías como de colonos, se refleja una serie de características comunes a los vendedores de la tierra. Se trataba de haciendas y sitios de labor, en muchos casos adquiridos a raíz de los deslindes comuneros, de las familias que tenían «pesos de posesión» invertidos en estas haciendas, aunque no las habitaran necesariamente. Al realizarse los deslindes y obtener la propiedad de la parte correspondiente, se les facilitaba a los dueños comercializar las fincas, mediante la venta de los pesos de posesión. Algunos de los lotes de las haciendas deslindadas se ofrecieron a miembros del Ejército Libertador o, en su lugar, a las viudas de los que habían caído en combate o habían fallecido por otra razón. En ocasiones, al adquirir las tierras no podían atenderlas o no estaban interesados en su fomento, sobre todo cuando se trataba de familias que ya tenían finca propia u otros medios de subsistencia. Por eso, en un buen número de casos la descripción de los lotes vendidos muestra un estado de abandono y falta de tratamiento cultural, tal como se muestra a continuación: de 172 propiedades territoriales por colonos estadounidenses, en su mayor parte lotes y fincas rústicas para el cultivo agrícola y la ganadería. El colono más prominente de Omaja fue Darlington E. Kerr, dueño de trece fincas en su condición de principal accionista y especulador de tierras dentro de este grupo de farmers, fundadores de esa comunidad. Poseía un número de lotes que iban de 47 a 1 755 ha, hasta alcanzar un total de 3 884 ha. Lo seguía un pequeño grupo de colonos que tenía varias propiedades. Entre ellos, Jasper Hayden, con algo más de 220 ha, repartidas en cuatro propiedades; Woodford Yerxa, con 202 ha, Grant Mahan, con 98 ha distribuidas en seis propiedades, y Noach Cripe, con 120 ha, en seis propiedades. Sin embargo, en Omaja predominaban los pequeños colonos, quienes, en su mayoría, no tenían más de ocho o diez hectáreas de tierra. Cabe mencionar a Mary Anne Welsh (7), Otto William Porche (3), Sophus Jensen (4), Carrie B. Cranston (4), y Salomé Riam Blosser (2), entre tantos otros. En Pedernales, muy cerca de la ciudad de Holguín, las tierras adquiridas por colonos estadounidenses alcanzaron la cifra de veinte lotes en poder de dieciséis propietarios, quienes en total compraron 532 ha y 10 áreas. Entre ellos, sobresale la Sra. C. Bradley, con cinco propiedades y 118 ha y 7 áreas; mientras, en Mayabe, seis colonos obtendrían ocho propiedades ascendentes a 192 ha y 53 áreas, entre los que sobresale W. Reyner con tres lotes y 150 ha. Hay constancia de al menos 71 inscripciones de fincas en manos de colonos estadounidenses; uno de ellos —Zenas L. Martin, una figura de la iglesia Los Amigos (cuáqueros)— poseía algo más de 323 ha de tierra distribuidas en cuatro haciendas. Otro grupo de propietarios estaba relacionado con la explotación de minerales como el oro y el manganeso. Aparecen registradas un total de 4 297 ha, repartidas en veinticinco propiedades, en su mayoría adquiridas durante el período de la primera ocupación militar. Entre estos colonos se destacan William Carleton, a cargo de las minas Los Angeles, Buenavista, Carlos, Carleton, La Esperanza y Santa María, ubicadas en Majibacoa; y Frank L. Pfeiffer, dueño de las denominadas Ángeles 2, 5 y 7, en el barrio de Almirante. Por su parte, The West Indies Mines Ltd. Compró, entre otras, las minas Erin y Sheyla, en Auras. Estas propiedades fueron anteriores a las transacciones realizadas para la adquisición de las minas de Felton, Nicaro y Moa, en el nordeste de la actual provincia de Holguín. Las fincas urbanas registradas en este fondo se concentran en Antilla y Holguín con 32 y quince inscripciones, respectivamente. En Antilla predominaron las adquisiciones realizadas por The Cuba Company, The Royal Bank of Canada (que La Sra. Leonor de Peña y Pérez, natural de Holguín, vende para siempre a la Compañía Azucarera de Chaparra representada en este acto por el Sr. Mario García Menocal, el sitio de labor El Guasanal, cuya extensión es de seis caballerías, sin casas, cercas, ni labranzas, al amparo de veinte y cuatro pesos, ochenta y uno un cuarto de posesión y en terrenos de la hacienda deslindada San José de las Nuevas; con todas sus pertenencias, usos y derechos, por un precio de dos mil ciento diez pesos oro cuño español.21 Llama la atención el número de mujeres que vendía los pesos de posesión de las fincas otorgadas por la contribución de sus cónyuges a la gesta libertaria. En esos casos se refleja una tendencia a vender, tal vez como solución emergente para mejorar las condiciones de vida mediante la entrada de buenas sumas de dinero; porque hay que considerar que, si bien las compañías norteamericanas adquirieron tierras a precios bajos, los propietarios cubanos y españoles que tenían legalizada su propiedad no accedieron con facilidad a ofrecerla a precios insignificantes. Por el contrario, la tendencia, según lo prueba la lectura de algunas de estas transacciones, era vender a precios aceptables para la 174 Norteamericanos en Holguín. Un estudio desde los documentos históricos El capital de los Estados Unidos se esmeró en montar un sofisticado mecanismo de relojería económica que contribuyó a fijar la condición dependiente y neocolonial de la Isla. A partir de entonces, las relaciones de producción adquirieron un carácter capitalista más definido y produjeron, en función de los cambios operados en la estructura, una modificación palpable de los componentes étnicos, sociales y clasistas tradicionales. Cambios en el medioambiente, las tecnologías, el transporte y las comunicaciones época y, en algunos casos, bastante altos, si se tiene en cuenta que mil o dos mil pesos en moneda americana o española era entonces una pequeña fortuna. Como consecuencia de las compraventas de tierra se consolidó en la región un nuevo tipo de industria azucarera, sin precedentes en la época colonial. Para 1913, las primeras cinco fábricas de azúcar en activo bajo control norteamericano —los centrales Boston, Preston, Chaparra, Delicias y Manatí— contaban con más de trece mil caballerías de tierra y exportaban a los Estados Unidos prácticamente toda su producción. De este modo quedó consolidado un nuevo modelo de latifundismo plantacional al servicio de entidades extranjeras que acorraló a los circuitos productivos domésticos, los cuales quedaron bajo su esfera de influencia o fueron literalmente absorbidos por aquellas. El azúcar pasó a desempeñar un papel central en las exportaciones del área, hasta convertirse en la fuente económica básica, en torno a la cual comenzó a articularse un sistema de relaciones sociales y culturales totalmente inédito en la región. En 1921, seis centrales azucareros de compañías norteamericanas poseían ya un total de 26 200 caballerías de tierra, lo que denota la expansión de esta industria, con el latifundio como acompañante. La contracción que sufrió el capital norteamericano en la industria azucarera de Cuba a principios de la década de los 30 del siglo XX, no se constató en la región; por el contrario, se manifestó una estabilidad, e incluso un incremento, de esta industria en poder del capital de los Estados Unidos, hasta su nacionalización por el gobierno revolucionario en el año 1960. Los modernos enclaves disfrutaban, en tanto unidades económicas autónomas, de ciertas prerrogativas. Sus administraciones podían seleccionar la fuerza laboral, realizar despidos, paralizar o disminuir la producción, e incluso cerrar las fábricas si esto fuera conveniente a la empresa, sin tener que adscribirse a los intereses nacionales, ni recibir órdenes de los gobiernos locales. Contaban con amplias facultades de acción en el orden económico, social, jurídico y laboral. Su funcionamiento y poder decisorio dependían de lo que emanara de las cabeceras de esas empresas, por lo que se trataba de enclaves en el sentido recto del término. La irrupción de una cultura industrial en un territorio donde predominaba la rural ocasionó una serie de modificaciones en el entorno natural. La cultura campesina, basada en la producción agrícola, carecía de los instrumentos y las técnicas necesarias para una transformación raigal del medio físico. El paisaje natural, a fines del siglo XIX debió parecerse bastante al que encontraron en el XVI Diego Velásquez y sus huestes conquistadoras. Sin embargo, la incorporación de una cultura material con una base científico- técnica más avanzada trajo consigo una modificación vertiginosa del marco ecológico. Los enclaves económicoindustriales alteraron, y en casos específicos pulverizaron, una parte importante del entorno ambiental tradicional que hasta entonces había permanecido así inamovible. Los centrales azucareros requerían toneladas de leña como combustible complementario en tiempos de zafra, por lo que se talaron miles de hectáreas de bosques. Solo en la zafra de 1913 el central Chaparra utilizó 27 754 toneladas de leña, y el Delicias 7 320; por su parte, el Preston empleó 4 000 toneladas, y el Manatí, 3 000.22 La región poseía una de las áreas boscosas más importantes del país; pero esta fue calcinada y convertida en fuente de energía en los primeros quince años del siglo XX, cuando todavía las compañías estadounidenses no se habían decidido por maximizar el uso de la energía eléctrica para apoyar la producción azucarera. La primera planta eléctrica local con estos fines, Chaparra Light & Power Company, no comenzaría a prestar servicios hasta 1916. La fundación de poblaciones y puertos, el trazado de caminos y líneas de ferrocarril, el montaje de industrias y la conversión de tierras vírgenes en interminables campos de caña acabaron por desvirginizar el espacio físico-natural de la región. Las compañías norteamericanas prácticamente crearon otro paisaje. Dichas transformaciones se sustentaron en la revolución agrícola norteamericana que había tenido lugar entre 1860 y 1910, caracterizada por la 175 José Vega Suñol Durante ese tiempo, los norteamericanos impusieron una rígida disciplina laboral, cuyas reglas y exigencias debían cumplirse cabalmente durante la jornada de trabajo, bajo la constante observación de administradores, jefes de departamentos, técnicos o capataces, con el fin de explotar al máximo y con la más alta eficiencia la productividad del trabajador. Era de estricta obligación la puntualidad y la inviolabilidad del horario laboral, cumplir con las normas técnicas de producción, solucionar con creatividad y rapidez los problemas que fueran de la competencia del hombre, así como darle un seguimiento riguroso al control de la calidad del producto terminado y a la organización laboral. Las violaciones o las indisciplinas se pagaban casi siempre con la expulsión del trabajador o la remisión a un puesto de menor categoría y salario. Por el contrario, los más eficientes y productivos recibían como estímulos mejoras en la escala salarial, el pago de primas, el traslado a un puesto superior y otras compensaciones; entre ellas, viajar a los Estados Unidos por la propia empresa, a través del ofrecimiento de becas y cursos de calificación. La existencia de un ejército de desempleados en espera de un puesto de trabajo, garantizaba el estricto cumplimiento de las normas laborales.25 Las transformaciones se hicieron sentir en los medios técnicos, los sistemas de transporte y las comunicaciones. En 1918, la UFC comenzó a experimentar en Preston el uso de ruedas Caterpillar para carretas de caña, y después de evaluar los primeros resultados ordenó la compra de equipamiento en esta esfera. También desde ese año, la empresa había iniciado el tiro de la caña con tractores, con lo que se convirtió en una de las primeras compañías norteamericanas en introducir este medio de tracción, si se tiene presente que en 1921 solo se vendieron en Cuba doce tractores agrícolas procedentes de los Estados Unidos, valorados en 24 951 pesos.26 Algunos ya habían sido adquiridos por granjeros norteamericanos en Isla de Pinos (actual Isla de la Juventud) para la preparación de tierras dedicadas al cultivo de piña, cítricos y vegetales. Firmas comerciales norteamericanas establecidas en el país se interesaron en la comercialización de tractores, pero para entonces aún no se había extendido en Cuba su uso en la agricultura, sobre todo por el costo y la carencia de piezas de repuesto. A principios de los años 20, la UFC adquirió los primeros tractores Caterpillar con ruedas de estera, sustituidos por los International Harvester a partir de 1953, así como carretas Caterpillar.27 En Antilla llegó a montarse una fábrica de grúas marcas Fernández y Oliver que fueron utilizadas por los ingenios de la zona, entre ellos el Preston. Eran grúas de madera, de brazo fijo, para alzar la caña; pero también se introdujo la norteamericana Fairbanks.28 Estos medios técnicos se generalizaron en la región, sobre todo en la introducción de maquinarias en la agricultura, la industria y los sistemas de transporte, y también por la aplicación de métodos científicos en el tratamiento de la tierra y la educación del agricultor. Después de 1890, la producción agrícola de los Estados Unidos recibió un fuerte impulso con la puesta en práctica de tales adelantos. Desde sus colegios agrícolas y estaciones experimentales llegó un flujo de información sobre análisis del suelo, empleo de fertilizantes, experimentos para lograr nuevas razas de ganado mediante cruzamientos, control de plagas y enfermedades, entre otras.23 Como consecuencia, se ampliaron las tierras y áreas de cultivo, creció la producción y el rendimiento agrícola e industrial, aumentaron las cosechas y creció la masa ganadera. Las compañías y colonos norteamericanos en Cuba aplicaron parte de estos resultados en beneficio propio, aunque también se originó una transferencia, asimilada por los productores cubanos. Los medios de producción se sustentaban en el desarrollo tecnológico de la época, tanto en los instrumentos de trabajo como en la industria y el transporte, a lo que se agrega un tipo de organización laboral respaldada por la experiencia del capitalismo norteamericano. En el territorio, estos indicadores se encontraban bastante atrasados, incluso por debajo de otras regiones de Cuba donde la economía de plantación había cobrado un vigoroso impulso a lo largo del siglo XIX con el consiguiente incremento de inversiones en la industria y el transporte, especialmente en La Habana y sus alrededores, Matanzas y la región central. De todos modos, habrían de pasar varios años antes de alcanzarse la modernización tecnológica. El factor más estimulante para la realización de estas transformaciones sería el alto precio alcanzado por el azúcar después de iniciada la Primera guerra mundial, período en el que se consolidaron los intereses norteamericanos en la región. A partir de 1919 se incrementaron las inversiones. En 1920 se estimaba la posibilidad de invertir en Antilla más de treinta millones de dólares hasta 1923 (aunque no se verifica que llegara a realizarse); mientras, en Banes y Preston, la UFC se proponía invertir siete millones para ampliar el ferrocarril, construir nuevos edificios y extender sus propiedades agrícolas.24 La acumulación de plusvalía facilitó que una parte de la ganancia se dedicara al mejoramiento de los enclaves, con la finalidad de fortalecer la producción y estimular la productividad, así como crear mejores condiciones sociales y culturales de vida a los técnicos y obreros calificados, piezas estratégicas en estos organismos económicos. De esta forma, la construcción de nuevas viviendas, un cine o una escuela alcanzaría un marcado carácter prácticofuncional. 176 Norteamericanos en Holguín. Un estudio desde los documentos históricos pésimas condiciones, el caballo, la carreta y el carretón; y por mar, pequeñas embarcaciones de cabotaje. El transporte marítimo, bastante activo desde el siglo XIX, conectaba Gibara con otros puntos de la Isla como Nuevitas, La Habana, Mayarí, Baracoa y Santiago de Cuba. El ferrocarril central permitió una mejor comunicación de toda la zona región oriental y camagüeyana, con el resto de la nación y el ramal Alto Cedro-Antilla abrió una nueva puerta marítima tras la fundación del puerto de Antilla en 1907.31 La inauguración del ramal ferroviario Cacocum-Holguín, en 1905, permitiría que la municipalidad holguinera comenzara a utilizar el puerto de Antilla para la exportación e importación de mercancías. Con este paso, tanto el ferrocarril como el puerto tradicional de Gibara recibirían un duro golpe. Las compañías que realizaron mayores inversiones en los ferrocarriles de la región fueron la Cuban American Sugar Company, que hacia 1930 había tendido 365,5 km en Puerto Padre y Holguín; y la UFC, que desde antes de 1914 había construido 283 km de vía estrecha en los municipios de Banes y Mayarí. Las seguían, en ese orden, las líneas férreas de los centrales Cupey y Alto Cedro, con 57 y 34,1 km de vía ancha.32 En 1914, la Manatí Sugar Company inició el trazado de su propio ferrocarril para enlazar el subpuerto de embarque de azúcar con la ciudad de Las Tunas y el ferrocarril central.33 Sin embargo, algunas promesas de la Cuba Railroad Company sobre garantizar un ferrocarril entre Holguín y Mayarí, y otro de Holguín a Banes quedaron en el proyecto. El enlace de los nuevos caminos de hierro con la línea del ferrocarril central contribuyó a una mejor comunicación de las comunidades del norte del oriente cubano con las demás poblaciones del país, y significó un paso hacia delante en comparación con el estado que presentaban antes de iniciarse el siglo XX en materia de comunicaciones y transporte, aunque el grueso de estos servicios estaban bajo el control administrativo norteamericano. La creación de una infraestructura portuaria financiada por las compañías estadounidenses en la región generó una dinámica mercantil con un sensible incremento de la navegación entre el área y los Estados Unidos, fundamentalmente. A través de esta red portuaria se establecieron contactos regulares con los puertos norteamericanos de la costa atlántica, con mayor frecuencia que con los propios puertos cubanos, aunque también se incrementó el movimiento marítimo de cabotaje. La llamada Flota Blanca de la UFC mantenía a sus asentamientos de Banes y Nipe en permanente comunicación con Nueva York y Boston, y con los demás enclaves de esa transnacional en el Caribe. Otro de los medios de transporte que irrumpió en el área, ya en la década de los 30, fue la aviación civil y comercial. Varios enclaves norteamericanos llegaron agricultura cañera. También desde 1921, la UFC adquirió autos, jeeps y camiones para mejorar su sistema de transporte. En algunos centrales, como el Preston, llegaron a habilitarse talleres para la fabricación de carretas. Allí mismo se puso a prueba, en 1920, una máquina cortadora de caña inventada por John A. Paine, diseñada para cortar sesenta toneladas de esta gramínea en una hora, pero el ensayo fracasó.29 La máquina pesaba más de cinco toneladas y aplastaba los plantones de caña. Si esta invención hubiera tenido éxito, tal vez cientos de braceros hubieran quedado sin empleo en el conocido latifundio. La estabilidad que gozaron estos enclaves permitió la continua rehabilitación y perfeccionamiento del parque tecnológico. Las empresas más poderosas, entre ellas la UFC, mantuvieron una actualización tecnológica permanente, como medio para conjurar las crisis económicas y hacer más rentable la producción.30 Esta empresa introdujo el sistema de tabulación International Business Machine (IBM) en la década de los 50. En Preston llegó a montarse una sala de máquinas de gran tamaño, con capacidad para realizar operaciones matemáticas complejas. Esto constituye uno de los antecedentes de la computación en Cuba. Una de las transformaciones fundamentales ocurrió en los medios de transporte. Durante la colonia, los trapiches e ingenios contaban con carretas tiradas por bueyes como única opción, a excepción de los centrales San Manuel y Santa Lucía que lograron desarrollar el ferrocarril de vía estrecha hasta los puertos de Puerto Padre y Vita, respectivamente, en la década de 1880. Las principales compañías azucareras norteamericanas impulsaron dos medios de transporte que hasta entonces no habían alcanzado una importancia relevante en el territorio nororiental: el ferrocarril y las embarcaciones marítimas. Prácticamente no quedó ninguna compañía azucarera estadounidense que no realizara inversiones en los ferrocarriles para el servicio interno de cargas y de pasajeros. Al adelantado proyecto de William Van Horne, que llevó el ferrocarril central hasta Santiago de Cuba, le siguieron otras inversiones en la rama ferroviaria en la región, protagonizadas por estas empresas. Las nuevas líneas de ferrocarril rompieron en parte el aislamiento, ya que facilitaron una mejor conexión económica y social entre distintas comunidades. La comunicación terrestre local se realizaba a través de los caminos de hierro hasta bien avanzada la República. De una u otra forma, todos los ferrocarriles de la zona, excepto el de Holguín-Gibara, concluido en 1893, nacían o morían en alguna propiedad norteamericana. La población del territorio empleaba necesariamente este medio de transporte, dada la inexistencia de otras vías y medios que no fueran los caminos vecinales, en 177 José Vega Suñol Notas a contar con pequeños aeropuertos o pistas de aterrizaje. En 1938, desde Antilla salían tres vuelos semanales a Miami, y una de las rutas aéreas de los Estados Unidos a América del Sur hacía escala en esta pequeña ciudad, los miércoles, viernes y domingos. Antilla devino uno de los centros principales del tráfico aéreo en Cuba. Las rutas Habana-Guantánamo, Habana-Santiago y Habana-Baracoa hacían escala de ida y regreso en Antilla, desde antes de 1940.34 La UFC tenía su propio aeropuerto en Preston, cuya pista de aterrizaje fue ampliada a 1 220 metros, en 1947.35 Además de estas localidades, también llegaron a contar con pequeños aeropuertos privados otras comunidades como Cayo Mambí, Manatí, Nicaro y Moa. A fines de la década de los 30, centrales azucareros como Alto Cedro, Chaparra, Manatí y Preston, entre otros, contaban con la red telefónica de la Cuban Telephone Company, lo que permitía la comunicación telefónica internacional y, en especial, con sus matrices en los Estados Unidos. De lo expuesto se infiere cómo una región afectada considerablemente por las guerras de independencia, con una economía en estado precario, pasó a convertirse, por el valor de sus recursos naturales, en uno de los escenarios favoritos para el capital de los Estados Unidos, el cual se esmeró en montar un sofisticado mecanismo de relojería económica que contribuyó a fijar la condición dependiente y neocolonial de la Isla. A partir de entonces, las relaciones de producción adquirieron un carácter capitalista más definido y produjeron, en función de los cambios operados en la estructura, una modificación palpable de los componentes étnicos, sociales y clasistas tradicionales. La resultante sería la formación de un dualismo en el orden económico, social y cultural, perceptible en todo el entramado regional; una cohabitación, a veces híbrida y a veces transcultural, entre lo cubano y lo norteamericano. En consecuencia, emergieron diferentes tipos de respuesta social, cultural y política, unas veces protagonizadas por la opinión pública, otras por la clase obrera, principalmente por los sindicatos azucareros y los de ferrocarriles y minas, y por una naciente y creciente intelectualidad nacionalista, integrada fundamentalmente por educadores, médicos, abogados, periodistas y otros profesionales, quienes a través de revistas, periódicos y clubes sociales, levantaron sus voces con acento crítico hasta llegar a asumir, en deter minados momentos, posiciones radicales de signo antimperialista. Figuras del primer liderazgo marxista cubano como Felipe Fuentes o poetas como Luis Augusto Méndez, asumirían el ejercicio de lo que ha llegado a conocerse como cultura de resistencia. 1. El enfoque regional de este trabajo compromete un sentido de territorialidad que identifica a una parte importante de la región nororiental de Cuba con el territorio histórico de la primera jurisdicción de Holguín; los municipios de Gibara, Puerto Padre, Banes y Antilla se formaron en el área de esta antigua región. En el caso de Mayarí, no obstante ser partido pedáneo de Santiago de Cuba, pasó en 1860 a formar parte de la jurisdicción de Holguín. Además, una zona de la actual provincia de Las Tunas (Manatí, Majibacoa, Puerto Padre, Delicias y Chaparra) era territorio holguinero; de modo que las operaciones relacionadas con la colonización empresarial y las compraventas de tierras en estas municipalidades tuvieron lugar en el marco geohistórico de lo que fuera la antigua jurisdicción de Holguín, la cual abarcaba por el litoral atlántico desde las bahía de Nipe hasta la de Manatí. La excepción sería Sagua-Moa-Baracoa, que nunca pertenecieron a ella. Después del triunfo revolucionario, Sagua de Tánamo y Moa se inscriben en la llamada «región Oriente-Norte», bajo el control político-administrativo de Holguín, y se convierten, en 1976, en municipios de esta provincia. Es necesario apuntar que, durante la República mediatizada, Holguín tenía rango de municipio fiscal, razón por la cual la mayor parte de las transacciones de este carácter en todo el norte de la antigua provincia de Oriente se ventilaban en esta ciudad. 2. De este modo se explica por qué Holguín aportaba ganado y tabaco a la jurisdicción de Cuba (Santiago de), desde fecha tan temprana, así como también tabaco a La Habana. Véase Nicolás Joseph de Ribera, Descripción de la Isla de Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p. 108. 3. La posesión de la tierra devino fuente de identidad en tanto contribuyó a fijar una relación de pertenencia local que luego se tornaría en un sentimiento de nacionalidad, a partir de la identificación con un territorio patrio. 4. Véase Archivo Museo Provincial de Holguín (AMPH), Fondo José A. García Castañeda, doc. 31. 5. En la década de 1880, solo los ingenios más grandes, como Santa Lucía y San Manuel, contaban con la tecnología anglo-americana más actualizada de la época. 6. Véase AHPH, «Comunicación del gobierno sobre permiso para radicarse en Holguín un extranjero» (documento aportado al autor por el historiador holguinero Armando Rodríguez). 7. Véase AMPH, Fondo 1700-1867, doc. 333. Guillermo Sánchez Hill era hijo de Bernardino Sánchez y María Hill, y había nacido en San Agustín de la Florida, los Estados Unidos; era hermano de Rafael Lucas Sánchez Hill e hizo testamento dejando a este y a su madre como únicos herederos de sus bienes. Guillermo había comprado, en compañía de Gookin, el ingenio Santa Lucía en el hato de Guabajaney, así como otras tierras en Bariay y de los 12 626,4 dólares del valor de estos bienes, 10 432,73 pertenecían a Guillermo y solo 2 193,68 a Gookin. El historiador José A. García Castañeda incluye a Guillermo y a Rafael en el listado de norteamericanos en el Holguín colonial. Véase AMPH, Fondo José A. García Castañeda, Los extranjeros del Holguín colonial, doc. 465. Al parecer, el apellido Hill se deforma por su pronunciación y se convierte en Gil, de modo que en las transcripciones aparece con las dos variantes. 8. AMPH, Fondo 1700-1867, doc. 369. Véase, además, Manuel Moreno Fraginals, El token azucarero cubano, Museo Numismático de Cuba, La Habana, s/f. 178 Norteamericanos en Holguín. Un estudio desde los documentos históricos 9. Archivo Nacional de Cuba, Fondo Gobierno General, Padrón municipal de fincas rústicas con separación por partidos y clases de fincas, Jurisdicción de Holguín, 1866, legajo 266, no. 13528. 22. Cuba. Secretaría de Agricultura, Comercio y Trabajo, ob. cit., pp. 316-18, 320 y 322, 326 y 334. También el central Santa Lucía reportaba en esa zafra el empleo de 13 728 toneladas de leña como combustible. 10. En la relación de dueños y arrendatarios de fincas rústicas en Puerto Padre (1880) aparece Plá y Monje encabezando la mencionada lista con 60 000 pesos invertidos. Véase AMPH, Fondo Tregua Fecunda, doc. 308. 23. Véase Harold Underwood Faulkner, Historia económica de los Estados Unidos, Buenos Aires, 1957, pp. 413-41; Freman R. Butts y Lawrence A. Cremin, Historia de la educación en la cultura norteamericana, Editorial Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1953, pp. 309-10. 11. Los textos más conocidos que han abordado el caso Banes y la familia Dumois han sido: Ariel James, Banes, imperialismo y nación en una plantación azucarera, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1976; Ricardo Varona Pupo, Banes (Crónicas), Editorial Lex, Santiago de Cuba, 1930; Oscar Zanetti, Alejando García, et al., United Fruit Company: un caso del dominio imperialista en Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1976. 24. Véase el «Informe» de Joseph F. Buck, vicecónsul norteamericano en Antilla, en The Cuba Review, v. XVIII, n. 12, Nueva York, noviembre de 1920, pp. 17-9. 25. Los datos sobre la cultura laboral proceden de entrevistas a cincuentenarios de la industria azucarera en la región, algunos de los cuales trabajaron durante más de treinta años para las compañías norteamericanas. 12. Véase AMPH, Fondo 1700-1867, doc. 375. En la relación de buques que entraron al puerto de Gibara en mayo de 1856 se reporta un total de diecisiete, con bandera española, inglesa y norteamericana. En el doc. 376 se reportan dieciséis entradas: quince buques españoles y uno norteamericano, y dieciocho salidas: dieciséis barcos españoles, uno inglés y uno norteamericano. El doc. 382 hace referencia a seis entradas en el mes de junio; de ellas, un buque procedente de Nueva York, y cuatro salidas: dos de ellas a Nueva York. 26. The Cuba Review, v. XX, n. 5, Nueva York, abril de 1922, pp. 18-9. 27. Archivo personal de Víctor M. Urbina, Inventario UFC, División Preston, Tecnología. 28. Las grúas tenían un costo aproximado de 2 392 pesos entre 1922 y 1957. La incorporación de tecnologías para la agricultura se aceleró en las décadas de los 40 y los 50. Las motoniveladoras Cartepillar (1950), el bulldozer International Harvester (1959), el arado International Harvester para tractores (1952, 1954 y 1956), entre otros equipos, fueron adquiridos por las compañías azucareras norteamericanas y cubanas durante esa etapa. 13. En la ficha técnica referida a Santa Lucía se declara como su fundador a Rafael Lucas Sánchez, «americano», y a este central como «propiedad de Santa Lucía Sugar Company», también estadounidense. Véase Cuba. Secretaría de Agricultura, Comercio y Trabajo, Portafolio azucarero. Industria azucarera de Cuba 1912-1914, Librería e Imprenta La moderna poesía, La Habana, 1915, p. 326. 29. El anuncio, con un enfoque propagandístico, aparece en The Cuba Review, v. XVIII, n. 8, Nueva York, julio de 1920, pp. 30-1. En conversación con el autor, el ingeniero Víctor M. Urbina comentó que esta cortadora de caña y otras que se ensayaron en los campos de la UFC no dieron el resultado esperado y ninguna rebasó la fase experimental. Entrevista, Central Guatemala (antiguo Preston), 15 de febrero de 1988. 14. Véase Benito Celorio Alfonso, La hacienda comunera, Imp. de Rambla, Bouza y Co., La Habana, 1914; Violeta Serrano, «La hacienda comunera», Economía y Desarrollo, n. 39, La Habana, enerofebrero de 1977, pp. 108-31. 15. Véase AHPH, Fondo Alcaldía y Ayuntamiento, 1879-1894, Tesorería (Fincas Rústicas), Libro índice de Fincas rústicas y Libro índice de fincas urbanas, Fondo 70. 30. Véase Ariel James, ob. cit, p. 157. 31. En 1907, The Cuba Company presentó al Ayuntamiento de Holguín, para su aprobación, el reparto de solares de una nueva población que proyectó con el nombre de Antilla. El gobierno municipal de Holguín comunicó el asunto al provincial por no existir ninguna ley que le confiriera tomar una decisión al respecto. Luego, el gobierno provincial concedió la autoridad al ayuntamiento holguinero, significándole que la compañía debía presentar, junto con el proyecto, un plano con el número de manzanas y solares, entre otras solicitudes. Ello dio lugar a la fundación de Antilla. Véase Archivo Histórico Provincial de Santiago de Cuba, Fondo Gobierno Provincial, Fundación de poblaciones, año 1907, legajo 659, exp. 13. 16. A principios del siglo XX estas propiedades de la Atlantic Fruit Company se dedicaron a plantaciones de banano en la zona de Sagua de Tánamo. 17. De acuerdo con datos aportados por la historiografía local republicana, al concluir la primera y segunda intervención norteamericana la mayoría de los agricultores estadounidenses se retiraron debido a que eran más inversionistas que agricultores propiamente. En el territorio permaneció una minoría de estos colonos —a excepción de la colonia de Omaja, que se mantuvo económicamente activa por más tiempo— y otros en Pedernales y Mayabe. Véase José A. García Castañeda, La municipalidad holguinera (comentario histórico), 1898-1955, Imprenta Hermanos Legrá, Holguín, 1955, pp. 169-70. 32. Véase Anuario Azucarero de Cuba, 1938, p. 76. 18. Las cifras no son absolutas, pues la UFC tenía otras propiedades en Banes —como es el caso de Mano de Pilón, donde en 1901 compró 13 ha y 42 a de terrenos—, así como en Mayarí. 33. Véase The Cuba Review, v. XII, n. 4, Nueva York, marzo de 1914, p. 14. 19. El estado ilegible de algunas transcripciones impide arribar a datos exactos en cuanto a la extensión física de estas propiedades, de modo que son aproximados. 35. Véase Archivo personal de Víctor M. Urbina, Inventario UFC, División Preston, Central Guatemala. 34. Anuario Azucarero de Cuba, 1938, pp. 59-A y 42. 20. AHPH, Fondo Alcaldía y Ayuntamiento 1879-1894, Tesorería (Fincas Rústicas) Libro índice de fincas urbanas, ed. cit. 21. AHPH, Fondo Protocolos Notariales, notario Emiliano Espinosa, año 1900, t. 1, instrumento 100, p. 528. © 179 , 2010 no. 62-63: 180-188, abril-septiembre de 2010. Fredy Herrarte Raymundo L a educación popular en el contexto de la modernización neoliberal Fr edy Herrarte Raymundo Investigador. Asociación Civil El Observador, Guatemala. con estos instrumentos es la capacidad crítica, el compromiso político y una visión liberadora. Si este es el imaginario social de la educación popular, considero importante preguntarnos hasta qué punto el sentido práctico de los espacios de educación popular en Guatemala propicia la transformación de las condiciones sociales excluyentes, opresoras y autoritarias, o bien simplemente reproduce la razón instrumental del paradigma dominante, desde el discurso dualista teoría-práctica —donde es imposible construir sujetos políticos emancipados desde su experiencia (porque no se trasciende la práctica). El excesivo énfasis en los instrumentos y técnicas participativas en los espacios de educación popular, como característica particular que la diferencia de la bancaria y domesticadora, está sacrificando el espacio de reflexión crítica de los sujetos que deben buscar principalmente los procesos de educación emancipadora. Dicho énfasis se expresa en que para cada tema o situación hay una técnica prediseñada, a tal punto de tener los talleres preparados anticipadamente, casi sin importar el perfil, el contexto y los múltiples intereses de las personas que serán «instruidas». He sido Hoy, ante la propuesta de los organismos financieros internacionales y ante el discurso neoliberal predominante basado en una «racionalidad instrumental» [...] necesitamos una educación que contribuya a cambiar el mundo, humanizándolo, transformando las relaciones autoritarias de poder. José Luis Rebellato H ace algunos meses, realizando un ejercicio de coordinación entre «asesores» de un proyecto de apoyo a la participación ciudadana comunitaria en Guatemala, luego de exponer mi visión sobre la importancia de la deconstrucción del ejercicio de poder en relación con la organización y participación comunitaria, análisis abiertamente político y crítico, se me solicitó que lo trasladara a la «guía metodológica» para que tuviera la «visión y la lógica de la educación popular». Quedé sorprendido y preocupado, pues el mensaje fue claro: cualquier planteamiento, crítico o no, para ser trabajado con personas de comunidades tiene que encasillarse en un cuadro que, al estilo del marco lógico en los proyectos de desarrollo, pretende explicar y proyectar la acción social. Nada más contrario a la educación popular, pues lo que menos se propicia 180 La educación popular en el contexto de la modernización neoliberal testigo de cómo se preparan, desarrollan y evalúan espacios de educación con sujetos comunitarios desde la «lógica de la educación popular», en los que el criterio de éxito sigue siendo, en el fondo, el control y el cumplimiento del programa del taller. Ello reduce el ejercicio crítico a una «metodología a priori universal» de los talleres «prácticos», donde los educadores populares hacen alarde de su capacidad de mantener al público alegre, despierto, activo (al estilo de las ceremonias religiosas altamente emotivas y solipsistas): sin embargo, esto no posibilita la reflexión más allá del taller (como sucede en los retiros espirituales, donde las personas se sienten muy bien mientras dura, pero cuando se regresa a la cruda realidad cotidiana, lo que continúa es la sumisión, la indiferencia, el individualismo y la posible negación de sus condiciones sociales de existencia). Este cuestionamiento no pretende desacreditar la educación popular en sí ni desvalorizar los procesos de lucha sociales por una sociedad más justa y solidaria, sino evidenciar el riesgo de su absorción por la lógica instrumental del paradigma dominante, que enfatiza la técnica como el criterio absoluto de verdad y el único camino para conocer la realidad. Frente a esta situación quisiera recuperar la intención política de la educación popular: la crítica de las ideas, estructuras y prácticas opresoras del modelo capitalista. He aquí uno de los escenarios donde se debe analizar las bases epistemológicas desde las cuales se intenta generar procesos emancipadores. Ello exige resignificar el ejercicio de la crítica: ¿Qué entendemos por crítica?, ¿la simple capacidad lógica de desagregar o articular ideas, o bien el ejercicio de construcción y búsqueda de alternativas de pensamiento y acción liberadoras? Existe el riesgo de caer en el juego alienado de rechazar, bajo el argumento de lo popular, toda reflexión teórica, específicamente el análisis dialéctico. Es común escuchar a algunas personas que se consideran parte de un grupo selecto, de vanguardia de la educación popular, presumir de su independencia teórica y de su capacidad de «educador popular»; que no necesitan comprender, por ejemplo, la dialéctica en sus diversas construcciones y aplicaciones desde diferentes propuestas filosóficas, psicológicas y antropológicas, pues ya han aprendido, y esto es suficiente, a «aplicar y reproducir la metodología de la educación popular». Estos posicionamientos reproducen la lógica elitista que reduce lo popular a la etiqueta que la «alta cultura» asigna a la forma de vida de la mayoría de la población de las sociedades indo-latino-americanas. Ante esta conceptuación de la cultura como conocimiento ilustrado de personajes y grupos «educados», debemos recordar que la educación popular emergió como un paradigma alternativo dentro de un contexto social excluyente, en abierta oposición a las ideologías liberales que reifican la idea evolucionista de una cultura superior, perteneciente a la oligarquía, frente a la gran masa del pueblo. Muchas posiciones sobre el estatus de los educadores populares parecieran reivindicar la idea de una élite de educadores de lo popular que detentan ese conocimiento: la negación misma de la educación popular. Entonces, ¿cómo podríamos recuperar algunos elementos del ejercicio de reflexión crítica enunciados en los espacios de educación popular? Sugiero repensar la reflexión filosófica en la educación, y entenderla como el diálogo crítico sobre la práctica de la enseñanza y el aprendizaje en contextos comunitarios, y los fundamentos teórico-metodológicos que la orientan. En este sentido, pretendo diferenciarme políticamente de corrientes de pensamiento que le confieren a lo filosófico un lugar muy reducido y lejano del quehacer cotidiano de los sujetos que participan en procesos de formación. Mi intención principal es develar las intenciones de las ideas que han caracterizado la práctica de la educación en general y que, de una u otra forma, han alcanzado la formación y capacitación, en el ámbito de la educación popular, para la organización, participación y desarrollo social en Guatemala. Este develamiento de intenciones, propias y ajenas, no es posible si no se construye una práctica crítica transformadora de relaciones sociales orientadas a promover condiciones de justicia social, equidad entre hombres y mujeres, y el reconocimiento y respeto de la diversidad cultural y de la dignidad humana. Esta práctica no responde a una sola forma de pensar, sino que se alimenta de diversas corrientes de pensamiento emancipadoras que buscan cambios profundos en las sociedades de nuestra América multicultural. El desafío y el sentido de la crítica La primera intención de un proceso de formación dirigido a potenciar sujetos críticos es, justamente, el posicionamiento en torno a la crítica que se quiere promover. En este sentido, La crítica que conlleva la observación de los datos particulares, sin verlos estructurados en la totalidad social, es superficial. Y la crítica que no está dirigida por el interés emancipador no penetra más allá de la apariencia. Se impone, por tanto, una metodología que atienda a los datos de la realidad, pero que no olvide que hay que ir más allá de lo que aparece para captar el fenómeno en su objetividad. Esto solo se logra si se acepta que la razón mantiene una relativa autonomía respecto de los hechos».1 181 Fredy Herrarte Raymundo más allá, hacia la comprensión de lo que está en juego en la crisis de los esquemas hegemónicos y su alejamiento de la complejidad social cambiante. El debate actual en torno a la crisis del paradigma científico, que se ha ampliado a muchos campos de la realidad social, versa fundamentalmente sobre la insuficiencia del modelo económico y político hegemónico —el capitalismo y su democracia liberal—, para generar un desarrollo real del ser humano a través del avance tecnológico; pues en lugar de promover sociedades más justas, solidarias y equitativas, la ciencia y la técnica se han convertido en instrumentos del capitalismo y le han servido de argumento para su expansión e imposición en todo el mundo. De tal forma, ciencia y modelo económico y político van de la mano, y son excluyentes y elitistas, pues solo los competitivos pueden gozar de sus beneficios; es decir, aquellos que poseen capital económico y un cierto tipo de conocimiento, que el mismo modelo acepta como válidos para su reproducción. Todo lo demás, por ejemplo, las alternativas comunitarias solidarias para entender y abordar la realidad, no es digno de ser considerado «científico» y, por lo mismo, tampoco es «democrático». La crisis del paradigma dominante evidencia las contradicciones en el discurso de la institucionalidad mundial. Este plantea la necesidad de mejorar la calidad de vida de las personas pero, a la vez, es cómplice de las desigualdades en el mundo por imponer un modelo político y económico que no cede espacio para alcanzarla. En tal sentido, importantes analistas reconocen que Hablamos de una crítica que no se quede solo en un ejercicio de lógica formal, o de retórica, sino que denuncie las injusticias, discriminaciones y exclusiones que agreden la dignidad de las personas y, por ende, cuestionen la estructura social y el poder que las sostiene. El reconocimiento de la relativa autonomía de la conciencia frente a las estructuras posibilita que el sujeto las modifique, pues «el desarrollo del hombre, como ser individual y como ser en sociedad, depende, en buena medida, de los cambios reales que logre imprimir al mundo en que vive».2 El mismo proceso de formación debe posibilitar, además, la crítica a los esquemas de pensamiento que alimentan, reproducen y sostienen dichas estructuras sociales. Así, esta se encuentra estrechamente vinculada con el cambio que no puede ocurrir de manera exclusiva en la conducta individual, como lo proponen modelos pedagógicos idealistas y pragmáticos, sino en lo social, donde el individuo está existencialmente imbricado. Al apostarle solo a la conducta individual como motor para el cambio y no tocarse las estructuras y relaciones sociales, el estado de cosas seguirá siendo el mismo. Es muy fácil y cómodo responsabilizar al individuo de que las cosas sigan igual, pues se invisibiliza los intereses y la ideología de clase, y los que ejercen el poder se benefician al mantener su estatus dentro de una composición social desigual. La producción y reproducción de conocimiento Los procesos formativos, sobre todo de personas adultas, son espacios privilegiados. Pero mientras no se reflexione críticamente acerca de la influencia del paradigma dominante sobre ellos, lo más seguro es que se reproduzcan ideas, concepciones y prácticas acordes con mantener el espacio de poder de En las extensas áreas del mundo no desarrolladas o en desarrollo de América Latina, África, Asia y Europa Oriental, parecería que un punto fundamental [...] es el de discutir en qué consiste que una sociedad progrese. Diferentes organismos internacionales, entre ellos PNUD, UNICEF, UNESCO, OMS y otros, han puesto en tela de juicio en diversos trabajos los criterios puramente economicistas al respecto. Existe consenso en que para que una sociedad avance es necesario que logre ciertos equilibrios macroeconómicos básicos, elimine la inflación y tenga estabilidad. Pero estos, aunque imprescindibles, no son el fin último. Progreso implica, según el enfoque de Desarrollo Humano del PNUD, aumentar el número de años que la gente vive, mejorar la calidad con que los vive, incrementar el control sobre su vida, darle acceso a los bienes culturales, y un conjunto de elementos que hacen la esencia del ser humano como entidad pensante, libre y participativa.4 un paradigma epistemológico fundado en una versión extrema de universalismo antidiferencialista, cuya hegemonía fue obtenida a costa de sucesivos epistemicidios cometidos contra los conocimientos rivales. Y como estos conocimientos fueron siempre formas de racionalidad constitutivas de identidades y diferencias socialmente constituidas, los epistemicidios redundaron siempre en identidadicidios.3 El problema central en el mantenimiento del estatus de tal paradigma es que ha generado a su vez modelos económicos y políticos cuyo interés principal se aleja de la intención de formar sujetos críticos que ejerzan su poder para el mejoramiento de la calidad de vida individual y colectiva. Esta imposibilidad del paradigma de garantizar la calidad de vida de la humanidad constituye el núcleo de su crisis. Partiendo de esta idea, es importante no quedarnos en la apariencia, sino ir Ninguna de estas condiciones: esperanza y calidad de vida, control sobre ella, acceso y respeto a la identidad cultural son preocupaciones prioritarias del capitalismo y su desarrollo tecnológico. Al contrario, las personas pierden cada vez más el control sobre su vida y su futuro, pues las grandes decisiones acerca de 182 La educación popular en el contexto de la modernización neoliberal las oportunidades de acceso a la educación, desde la propia cultura, a la salud, a la seguridad social y el trabajo no forman parte de las estrategias de los megaproyectos y tratados de libre comercio que se implementan, por ejemplo, en la región centroamericana. Estos han sido concebidos por la ciencia económica y administrativa moderna, al servicio de la acumulación del capital egoísta, excluyente e inhumano. Tal paradigma (el positivismo y su pretensión cientificista) y la crisis que afronta parten de su pretensión de reducir la complejidad social a leyes universales que se concretan en la tecnologización de la vida diaria, dejando de lado las dimensiones propias de los sujetos sociales a los cuales busca controlar limitando sus posibilidades de pensar y de ser. La crisis no se debe a la tecnología en sí misma, la cual puede, efectivamente, ayudar al mejoramiento de la calidad de vida de las personas desde una visión más amplia, sino a la intención de universalizar la técnica como único medio racional para conocer y entender la realidad: z z El problema real no es la razón técnica como tal sino su universalización, la pérdida de un concepto más comprensivo de razón, en favor de la validez exclusiva del pensamiento científico y tecnológico, la reducción de la praxis a techne, y la extensión de la acción racional [...] a todas las esferas de decisión.5 z La mayor contradicción del paradigma dominante se genera al querer sustituir la libertad de los sujetos por la aceptación irracional de la tecnología bajo el argumento de la modernización. Por eso es peligroso creer a ciegas en la aplicación creciente de las técnicas participativas como la esencia de la educación popular, sacrificando el espacio de lo político y el ejercicio de la crítica social. Lo interesante es que este control es ejercido también por hombres particulares, «los sacerdotes de la ciencia», que con autoridad científica, actúan sobre los no «científicos». Estamos ante la creación de la lógica dual de objeto-sujeto que, cuando se aplica a lo social, reproduce la prepotencia de aceptar solo un tipo de explicación y se imponen los intereses de los sujetos sobre los objetos: Consecuencias del sustento positivista En la base de la problemática de la hegemonía de la racionalidad instrumental, en las sociedades occidentales, se encuentra la hegemonía de la filosofía positivista en la construcción del conocimiento, cuya presencia se manifiesta particularmente en los modelos educativos implementados en nuestros países; por lo que se hace necesario reconocer sus características fundamentales:6 z método positivista es la experimentación como criterio de validación de hipótesis o ideas apriorísticas sobre la realidad. En relación a los espacios educativos comunitarios, ¿hasta qué punto los talleres prácticos de la educación popular se conciben como la simple experimentación y validación de ideas y discursos sobre la comunidad, sobre el desarrollo y el poder, donde lo que garantiza la validez del conocimiento es, de por sí, la aplicación de la técnica? La imposición de las leyes de la física y la matemática para explicar los fenómenos naturales y también los sociales. Todo conocimiento, para ser considerado «científico», tiene que producirse aplicando dichas leyes o, por lo menos, reproduciendo estos modelos y su adaptación a la realidad social. De ahí los discursos sobre los «mecanismos», «las funciones», «el peso», «la velocidad», «la cantidad», «lo potencial», etcétera. La universalización de la lógica causalista, que busca el establecimiento de leyes generales e hipotéticas de la naturaleza que subsuman los casos o hechos individuales. Tal es la lógica de la causa-efecto como explicación de los procesos sociales, que produce una lógica mecánica en la comprensión de la realidad y en la posibilidad de acción de los individuos. El control y dominio de la naturaleza, como su principal interés en consecuencia, cosifica, reduce a objeto todo, hasta al hombre mismo. Habría que preguntarse cómo se han articulado los discursos entre el desarrollo comunitario y la educación popular, pues creo que no se está lejos de impulsar visiones de control sobre la naturaleza, más que fomentar el aprendizaje de la relación particular de los pueblos indígenas con esta, y de su sabiduría histórico-cultural. En efecto, la ciencia occidental se fundó sobre la eliminación positivista del sujeto a partir de la idea de que los objetos, al existir independientemente del sujeto, podían ser observados y explicados como tales. La idea de universo de hechos objetivos, liberados de todo juicio de valor, de toda deformación subjetiva, gracias al método experimental y a los procedimientos de verificación [...] Dentro de ese marco de referencia, el sujeto es, o bien el «ruido», es decir, la perturbación, la deformación, el error, que hace falta eliminar a fin de lograr el conocimiento objetivo, o bien el espejo, simple reflejo del universo objetivo.7 La prepotencia del método monológico, expresada en la unidad metodológica y la homogeneidad doctrinal. Esto quiere decir que la única forma de conocer y explicar la realidad es la que la ciencia positivista ha construido; todas las explicaciones que se realicen fuera de su método no son «científicas» y se excluyen del conocimiento «oficial». Una característica del 183 Fredy Herrarte Raymundo Al plantear procesos de formación comunitaria desde una visión emancipadora no se puede ignorar este ambiente instrumentalizante, como tampoco evadir la exigencia ética de romper con los esquemas de pensamiento que se derivan de él. Se debe asumir el desafío de construir sujetos políticos que puedan resignificar permanentemente sus prácticas comunitarias; es preciso «recordar la distinción de la política como utopía y [...] como simple tecnología de poder».9 En el contexto actual de la participación ciudadana comunitaria, esto se traduce en el riesgo de capacitar sobre lo que dicen las nuevas leyes que favorecen la participación ciudadana trasmitiendo el mensaje de que solo es cuestión de conocer y aplicar, sin considerar las implicaciones derivadas de cómo se han construido las ideas y las prácticas sobre la participación en un país duramente reprimido por el autoritarismo y la violencia política. No se trata de replicar talleres porque así fueron concebidos en los respectivos proyectos, sino promover una racionalidad crítica sobre las condiciones objetivas de la participación comunitaria. Cuando no se promueve la reflexión crítica sobre la sociedad, se está contribuyendo a entender la realidad desde una lógica estática y reducida a los hechos per se, La objetividad que defiende la filosofía positivista se revierte en su autonegación, pues cuando se asegura que el conocimiento debe ser «objetivo», se reafirma su propia lógica «subjetiva» de no querer «contaminar» el conocimiento. Dicho en otras palabras: Si todos los valores son subjetivos, si la orientación práctica en la vida cae, en última instancia, fuera de la justificación racional, entonces el compromiso positivista con la ciencia y la tecnología, su oposición al dogmatismo y a la ideología es también subjetivo y racionalmente injustificable (esto es, dogmático).8 Es posible visualizar otro tipo de objetividad que asume posiciones éticas frente a las condiciones que niegan o promueven relaciones sociales justas, equitativas y solidarias como valores políticos para la convivencia social. Aquella racionalidad configura relaciones sociales que favorecen el mantenimiento de la desigualdad y la exclusión bajo el argumento de la «objetividad» entendida como «neutralidad», lo que constituye una justificación y acomodamiento irresponsables frente a las inequidades generadas por el paradigma moderno. La otra consecuencia del paradigma positivista consiste en la generalización de una racionalidad instrumental que enfatiza el procedimiento y descarta el sentido político de la acción. Lo que actúa como criterio de verdad es lo útil y lo funcional, según la lógica de la oferta y la demanda; no cabe la posibilidad de pensar sobre la razón de esta racionalidad, pues los individuos solo deben funcionar eficaz, efectiva y competitivamente. La fetichización de la técnica y de lo práctico para la réplica de ideas estáticas sobre la política, la economía y la cultura se expresa en el auge de los manuales de procedimientos para las acciones en el desarrollo social, que se asumen como recetas infalibles para lograr la participación de las comunidades. Es, a todas luces, una ampliación de la lógica del funcionamiento de la tecnología moderna: todos los aparatos electrodomésticos vienen acompañados de manuales de instalación y de uso. Aun las mismas técnicas de grupos utilizadas en los talleres de capacitación comunitarios han desvirtuado e invisibilizado la intención política de reflexión de los sujetos sobre sus contextos y las estructuras sociales. Si Paulo Freire constatara esta triste realidad, de seguro se sentiría frustrado en grado sumo. Pero estas reducciones de propuestas políticamente participativas, a simples procedimientos «mágicos» para lograr cambios de actitud, constituyen concreciones de la racionalidad instrumental. Es preocupante cómo la acción social retoma un carácter practicista, o sea, las personas se limitan a hacer funcionar los sistemas en donde les tocó vivir, imposibilitados de ver más allá de los roles que se les ha asignado. toda vez que topos (el lugar) es el objetivo empírico. Pensar la realidad como un topos, como un dato objetivo o con una perspectiva objetivista; diagnosticarlo y pronosticarlo a partir de la objetividad, es ya, estructuralmente, quedarse enraizado y sin avanzar, en el mismo lugar.10 Por esto es urgente concebir una formación en el espacio comunitario que sea consciente de la importancia de los ejercicios desideologizantes. Con este panorama derivado de la crisis de la filosofía positivista es preciso pensar en otros paradigmas de pensamiento que conduzcan a nuevas relaciones sociales. La pregunta obligada en el escenario de esta reflexión es si se puede afirmar que la educación popular en Guatemala contribuye a la construcción de esos paradigmas para la educación en general. Considerando el acomodamiento institucional desde el que se realizan muchos proyectos de formación comunitaria, donde se recurre a la educación popular como «tecnología apropiada», el taller se ha convertido en el único espacio de formación y reflexión, abstraído completamente de la acción social. Dualismos versus complejidad El desafío que parte del reconocimiento de la impertinencia del paradigma dominante exige que se trascienda la lógica bipolar arraigada en el imaginario social, y que se concreta en una serie de dicotomías 184 La educación popular en el contexto de la modernización neoliberal sobre la realidad: objeto-sujeto, teoría-práctica, razónemoción, realidad-mito, conocimiento-creencia, cuerpoalma, Estado-sociedad civil, lo nacional-lo comunitario. Al aplicarse, estas dicotomías, presentes en la vida cotidiana, estructuran concepciones y relaciones sociales reduccionistas. Por ejemplo, en la división entre la teoría y la práctica se ha creado una división del trabajo entre personas calificadas y aquellas que no lo están, donde los teóricos son los calificados y los prácticos son los no calificados. Esta polarización es asumida socialmente de tal forma que se han establecido «categorías de personas» que garantizan la estabilidad de la estructura social desigual. La visión que separa lo nacional y lo comunitario ha tenido una fuerte implicación en el análisis social, donde difícilmente se establecen los vínculos entre ambos contextos en el devenir histórico, lo cual es muy conveniente para la reproducción de la exclusión de lo comunitario (lo rural), en el desarrollo de lo nacional (lo urbano). La dificultad de construir un proyecto de nación encuentra en esta división su mayor obstáculo, pues los discursos nacionales (desde los centros urbanos) no han tenido la capacidad de contener la diversidad de las múltiples comunidades rurales. La importancia de la crítica orientada hacia la búsqueda de otros esquemas de pensamiento que propicien otro tipo de acción, radica en el rompimiento epistemológico que se debe concretar en las formas de construir conocimiento y, por ende, de aprender y enseñar. fetichiza el método y se reifica el pensamiento fragmentario. Otros horizontes de pensamiento y de acción La crítica a estas lógicas bipolares y reduccionistas implica concebir la realidad en un sentido complejo, que posibilite el conocimiento de las diversas dimensiones, aparentemente contradictorias, desde la simpleza de lo funcional, pero que en su totalidad nos presenta otras realidades ignoradas o no imaginadas por los sujetos. Es preciso plantearnos la recuperación de la totalidad, por cuanto para construir la historia debemos romper con el aislamiento que conlleva la fragmentación económica, social, política y cultural; recuperación que no tiene relación ninguna con la exigencia de unidad, como es la que se identifica con la idea de la humanidad o con la del progreso. La totalidad en que pensamos consiste en que la multiplicidad de sentidos se tiene que traducir en determinadas opciones de construcción.12 Emerge entonces el concepto de totalidad que exige otras maneras de entender los procesos sociales, donde lo político está estrechamente imbricado con lo económico y lo cultural. Es necesario precisar a qué nos referimos cuando proponemos ese concepto como criterio de análisis para superar la fragmentación: la totalidad no es todos los hechos, sino que es una óptica epistemológica desde la que se delimitan campos de observación de la realidad, los cuales permiten reconocer la articulación en que los hechos asumen su significación específica. En este sentido se puede hablar de la totalidad como exigencia epistemológica del razonamiento analítico.13 La historia del desarrollo de la ciencia no se puede juzgar a través de la dinámica bipolar rígida de la verdad y el error. La reflexión sobre la historia del conocimiento debe desplazarse de una razón o un sujeto trascendental, y de una realidad acabada, constituida a priori y sustancializada de forma estática y ahistórica, la cual debe ser aprehendida por el conocimiento de manera definitiva, a una representación del conocimiento como proceso permanente, como forma de diálogo, con una realidad igualmente histórica y cambiante.11 Es decir, es un recurso para organizar nuestro pensamiento, no intenta formar un objeto total, pues se centra en definir la base de la teorización sin ser una teoría en sí misma; ni mucho menos pretende ser un objeto real. Es una lógica que puede organizar la apertura de nuestra mente hacia la realidad, sin ceñirse a determinados corpus teóricos. Esto es así porque se fundamenta en una concepción de lo real como articulación compleja de procesos y exige que cada uno sea analizado en términos de sus relaciones con otros, aunque estos últimos no constituyan objetos de análisis como tales. Con ello se pasa de una lógica de fragmentación al conocimiento y comprensión de los vínculos y relaciones de las dimensiones y procesos de lo real en contextos concretos, lo que se diferencia de entender la totalidad como la suma de todas sus partes. Estamos hablando de la construcción de nuevos esquemas para aprehender la realidad. Lo preocupante para la educación popular es que cuando las guías, las matrices y las técnicas de este modelo se asumen como definitivas, como intocables, cuando no pueden, incluso, recrearse a través del diálogo entre los sujetos involucrados en los procesos educativos (lógicamente fuera del esquema bancario educador-educando), entonces el carácter libertario y emancipador que se predica, es demagógico. La realidad social trasciende la técnica; esta pasa a un segundo plano en el análisis y discusión real de los sujetos, y debe quedar a merced de las decisiones de estos, y no al revés, como he visto en talleres de educación popular: la guía metodológica donde se expresan intenciones, y los medios utilizados deben respetarse frente a las dinámicas generadas por los participantes, es decir, se 185 Fredy Herrarte Raymundo Así, la crítica deja de ser contestataria e improductiva y retoma un carácter generador de pensamiento político desde la articulación de un filosofar crítico y un actuar emancipador, como dimensiones constitutivas del sujeto político concreto que tenga la convicción de que En el caso de los procesos de educación emancipadora, la totalidad puede facilitar la profundización en la crítica del discurso hegemónico, ampliamente difundido en el imaginario de las ciencias sociales y, sobre todo, de un discurso «comunitarista» que reduce la problemática político-económica, en Guatemala, a la dicotomía «indígenas versus ladinos», como grupos étnicos permanentemente afrontados, lo cual invisibiliza la compleja relación de diversas dimensiones que intervienen en la conformación de la estructura social guatemalteca, caracterizada por la desigualdad y la exclusión de lo indígena. Abordar la totalidad de la realidad étnica guatemalteca implica la diferenciación y vinculación de los procesos sociales que posicionan un discurso legitimador de una estructura social en la que los excluidos son, en su mayoría, indígenas, pero también hay mestizos, y donde la práctica de la exclusión no solo la reproducen los ladinos, sino que, además, se manifiesta en espacios indígenas concretos dentro de la estructura social guatemalteca, por medio, eso sí, de una lógica «ladina». La totalidad, entonces, exige una lógica dialéctica que trascienda lo lineal y lo bipolar, que no se mueva en márgenes rígidos. filosofar sobre la política haciendo abstracción de estas realidades con las cuales la política está tan íntimamente relacionada no puede producir sino brillantes ejercicios retóricos, alambicados sofismos o ingeniosos juegos de lenguaje, pero ningún conocimiento sustantivo que ayude a comprender mejor nuestra vida política, no digamos a transformarla.15 Desde esta perspectiva, en el contexto guatemalteco, uno de los grandes desafíos en los procesos educativos emancipadores se encuentra, por ejemplo, en el contrapeso que debe hacerse frente y dentro de los procesos electorales, donde los partidos políticos hacen de las suyas cada tres o cuatro años en las comunidades y, por otra parte, en la apropiación de la intención política de los nuevos espacios para la participación ciudadana por parte de los delegados comunitarios y su concreción en el ejercicio de la democracia participativa local. Podríamos preguntarnos: ¿cómo los procesos de educación popular posibilitan que las comunidades se posicionen como sujetos políticos que limiten la práctica clientelista de los partidos, y las manipulaciones para lograr votos y asegurarse espacios públicos en la municipalidad, en el congreso y el organismo ejecutivo, según dicta la democracia moderna? Rupturas epistemológicas Las transformaciones sociales solo podrán concretarse en la medida en que se vayan generando cambios en los esquemas de pensamiento y de actuación de una sociedad. Siendo así, el ejercicio de la crítica tendría que generar rupturas en la manera en que se pretende conocer la realidad, pues, a fin de cuentas, las acciones en la sociedad responden a esquemas concretos (que muchas veces son estereotipos y prejuicios) aplicados a su comprensión. Las rupturas epistemológicas constituyen fuentes de propuestas para avanzar en formas más pertinentes de aprehender la realidad, y la crítica es inherente a estos procesos. En la época moderna, estas también demandan una lógica dialéctica que se recree en las rupturas realizadas permanentemente, o sea, La apertura política necesaria Romper con las lógicas totalitarias que fundamentan diversas prácticas autoritarias requiere la apertura hacia otros planteamientos que buscan encontrar nuevos sentidos a la acción educativa. Desde una postura abierta al diálogo y a la construcción de propuestas plurales, se propone un horizonte teórico y metodológico interdisciplinario como referente para la resignificación de la educación y de lo popular que agrupe, en interrelación sistémica, propuestas psicológicas alternativas (como la teoría histórico-cultural, el constructivismo y la epistemología cualitativa y subjetividad) y propuestas filosóficas críticas (como la teoría crítica de la sociedad, la hermenéutica social y la filosofía intercultural). Cada una de ellas, desde una perspectiva dialógica, aporta sólidas construcciones teóricas y metodológicas para la visualización de un proceso de acción social y, por ende, educativo. No obstante, también supone un gran desafío para los procesos educativos que quieren contribuir a la emancipación de las mayorías excluidas, después de consumada la primera ruptura (permitiendo, con ello, que la ciencia moderna se diferenciase del sentido común), hay otro acto epistemológico importante que queda por realizar: romper con la primera ruptura con el objetivo de transformar el conocimiento científico en un nuevo sentido común [...] el conocimiento-emancipación tiene que romper con el sentido común conservador, mistificado y mistificador, no para crear una forma autónoma y aislada de conocimiento superior, sino para transformarse a sí mismo en un sentido común nuevo y emancipador.14 186 La educación popular en el contexto de la modernización neoliberal capaz de construir «la historia como posibilidad [...] porque no somos simplemente objetos de la historia, sino igualmente sus sujetos» (Paulo Freire). Una ética solidaria, un nuevo mundo posible en el actual contexto solo tiene sentido y viabilidad desde los excluidos, quienes podrían asumir «la responsabilidad planetaria orientada, no a la supervivencia de la especie, sino a la consecución de una vida realmente humana, radicalizando la democracia en la sociedad mundial».18 en el sentido de articular un diálogo entre propuestas filosóficas críticas y psicopedagógicas emancipadoras, que si bien son afines en sus intenciones, requieren superar la separación entre teoría y práctica, y posicionarse en una epistemología diferente que políticamente se oponga al prejuicio conservador y al conocimiento prodigioso e impenetrable, tiene que ser un conocimiento prudente para una vida decente. La reinvención del sentido común es necesaria dado el potencial de esta forma de conocimiento para enriquecer nuestra relación con el mundo.16 Lo que significa que la construcción del conocimiento emancipador debe partir de condiciones concretas generadas por los esfuerzos de lograr espacios reivindicativos en nuestro continente. La emancipación no puede ser la simple utopía inalcanzable, sino que exige la visualización de escenarios posibles desde la dignidad humana, desde un posicionamiento político frente a las problemáticas sociales identificadas, en lo local y en lo global, que se precisa transformar, y como alternativa a la lógica positivista hegemónica y sus implicaciones económicas y políticas, en el contexto guatemalteco. Algunas problemáticas son recurrentes en nuestro contexto indo-latino-americano; pero no es suficiente con la descripción positivista de la desigualdad y exclusión social, es epistemológicamente necesario visualizar los horizontes hacia los que habría que orientar los procesos de educación popular. A modo de ejemplo, el cuadro 1 relaciona ambas variables. Solo es posible aplicar este enfoque si se trascienden las visiones positivistas y reduccionistas —que hasta la fecha han sustentado y guiado los procesos de desarrollo social desde el modelo dominante— y se asume el compromiso de continuar la construcción desde paradigmas plurales abiertos a la complejidad de la realidad histórico-social. Los desafíos de la educación emancipadora La educación en su práctica concreta nunca es neutral, aséptica o imparcial. Por el contrario, siempre está determinada por los valores, por la ideología, por la concepción de sujeto y de sociedad, y por nuestro posicionamiento en la historia.17 Si bien se reconoce la importancia de encontrar un nuevo paradigma que posibilite procesos de conocimiento más humanos y solidarios, este hay que construirlo desde la propia práctica educativa con los sujetos comunitarios, y supone hacer una opción epistemológica que nos permita pensar los desafíos globales desde «Nuestra América» (José Martí), recuperando de la Visión de los vencidos (Leopoldo Zea), la fuerza que emerge de un continente «infinito para la creación» (José María Arguedas), donde el «realismo mágico es parte de la cotidianeidad» (Gabriel García Márquez) y que tiene la posibilidad de imaginar un proyecto de sociedad que no sea «ni calco ni copia, sino creación heroica» (José Carlos Mariátegui). En definitiva, una ruptura epistemológica y una afirmación política que suponga «optar por el pueblo como sujeto» (José Luis Rebellato), Cuadro 1 Horizonte a buscar Problemática a transformar z La exclusión étnica y social naturalizada en la sociedad actual. z La reducción modernizante desde la racionalidad instrumental. La hegemonía neoliberal y el libre mercado. z El Estado de derecho a favor de intereses oligarcas. z z z z z z z z El desconocimiento de las subjetividades comunitarias y la desvalorización de la historia cultural. Las prácticas autoritarias y represivas que se reproducen desde el imaginario social local. El desgaste anticipado de la participación ciudadana. z z z 187 Construcción de relaciones sociales solidarias que identifiquen y denuncien las prácticas excluyentes, priorizando a las mujeres y comunidades indígenas. La reivindicación de los sujetos políticos desde sus condiciones vitales de vida. La defensa de los derechos humanos y la justicia social La búsqueda de la primacía de la democracia participativa respetuosa de la pluri-culturalidad y de los derechos de los pueblos indígenas. La recuperación de lo comunitario en el discurso político y en las acciones de desarrollo sostenible desde una visión compleja y emancipatoria. Transformación de las ideas y prácticas políticas para lograr nuevos sentidos de la participación comunitaria. La incidencia política como estrategia para concretar el espíritu democrático de la nueva legislación. Fredy Herrarte Raymundo Dimensiones filosófico-políticas de la educación emancipadora 3. Boaventura de Sousa Santos, El milenio huérfano. Ensayos para una nueva cultura política, Editorial Trotta-ILSA, Bogotá, 2005, p. 223. 4. Bernardo Kliksberg, El rediseño del Estado para el desarrollo socioeconómico y el cambio: una agenda estratégica para la discusión, FCEINAP, México, DF, 1993. Nuestra crítica a los reduccionismos tecnicistas que absorben la metodología de la educación popular nos exige la realización de permanentes esfuerzos conceptuales para construir propuestas de educación emancipadora que no se agoten en la simple técnica o en la absolutización del método. Es urgente desarrollar procesos educativos desde la perspectiva de diálogo entre lo filosófico y lo metodológico, como estrategia para resignificar los espacios de aprendizaje. Al efecto, considero importante tomar en cuenta por lo menos tres dimensiones que están estrechamente vinculadas, pero que cada una requiere de su comprensión y construcción permanente: la ontológica, la epistemológica y la metodológica. Lo ontológico no se refiere a la esencia etérea de un humanismo burgués, sino más bien a la concreción de los sujetos desde sus procesos históricos, desde su identidad y utopía. Ello nos exige partir del sujeto para proyectar cualquier propuesta epistemológica, donde la realidad se concibe como una totalidad compleja y dialéctica, y metodológica, como un proceso dialógico horizontal entre los sujetos participantes. De esta forma, la metodología deja de ser el centro hegemónico y da lugar a la comunidad de sujetos y sus propios esquemas de conocimiento. No hay que perder de vista que lo participativo no consiste en el hecho de dar un espacio para que cada persona hable en el taller, sino que alude a la formación de conciencia que posibilite la toma de decisiones y desarrollo de acciones de los sujetos en sus propios contextos. Esto solo resultará de la acción misma del ejercicio de la educación popular, a través de las relaciones horizontales entre los individuos que participan en la reflexión. 5. Thomas McCarthy, La teoría crítica de Jürgen Habermas, Tecnos, Madrid, 1998, p. H 42 6. José María Mardones, ob. cit., pp. 29-30. 7. Edgar Morin, citado en Carlos E. Massé Narváez, «Del positivismo disciplinario y el racionalismo crítico a la epistemología dialéctica crítica con base en La totalidad, como método alternativo de investigación científica», Cinta de Moebio, n. 11, septiembre de 2001, Santiago de Chile, p. 4. 8. Thomas McCarthy, ob. cit., p. 25. 9. Hugo Zemelman, Sujeto: existencia y potencia. Anthropos y el Centro regional de investigaciones multidisciplinarias, Anthropos-UNAM, Barcelona, 1998, p. 65. 10 Eugenio Garin, La filosofía y las ciencias en el siglo Barcelona, 1983, p. 54. XX, Icaria, 11. Fernando González Rey, Epistemología cualitativa y subjetividad, EDUC, São Paulo, 1997, p. 15. 12. Hugo Zemelman, ob. cit., p. 67. 13. Hugo Zemelman, citado por Carlos E. Massé Narváez, ob. cit. 14. Boaventura de Sousa Santos, Crítica de la razón indolente. Contra el desperdicio de la experiencia, v. I, Desclée de Brouwer, Madrid, 2003, p. 120. 15. Atilio Borón, «Filosofía política y crítica de la sociedad burguesa: el legado teórico de Karl Marx», en La filosofía política moderna, de Hobbes a Marx, CLACSO, Buenos Aires, 2003, p. 323. 16. Boaventura de Sousa Santos, Crítica de la razón indolente..., ed. cit. 17. Programa aprendizaje en la acción, Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, disponible en www.abc.gov.ar. 18. Alfonso Ibáñez, Pensando desde Latinoamérica. Ensayos sobre modernidad, democracia y utopía, Universidad de Guadalajara, Guadalajara, 2001. Notas 1. José María Mardones, Filosofía de las ciencias humanas y sociales. Materiales para una fundamentación científica, Anthropos, Madrid, 2003, p. 40. 2. Francisco Gutiérrez, Educación como praxis política, Siglo XXI Editores, México, DF, 1991, p. 81. © 188 , 2010 no. 62-63: abril-septiembre 2010. Los avatares de la literatura oral189-198, de origen africano endeCuba Los avatar es avatares de la literatura oral de origen africano en Cuba Gema V aldés A costa Valdés Acosta Profesora. Universidad Central de Las Villas Marta Abreu. L as manifestaciones de la discriminación racial toman complicados y sutiles caminos en la vida de las sociedades, mucho más intrincados en el mundo contemporáneo. Ese es el caso del tratamiento que presenta la rica e irrepetible literatura oral de origen africano en Cuba. A pesar de los llamados de alerta de los pocos especialistas que han atendido la triste realidad de su estudio, este tipo de literatura es prácticamente ignorado en el panorama de los estudios literarios cubanos. Tal situación, inadmisible para una valoración adecuada de nuestra identidad nacional, ha motivado las ideas que expondremos en el presente ensayo acerca de la importancia y la necesidad de aceptar, como parte de la literatura cubana, las expresiones más autóctonas de la etnoliteratura. El funcionamiento de la oralidad en los procesos de conformación de una identidad cultural ha sido objeto de diversos análisis en las últimas décadas. Sin embargo, es tanta su complejidad, y sus enfoques son tan disímiles, e incluso contradictorios, que solo haremos algunas reflexiones básicas sobre la interrelación entre oralidad, discurso e identidad para poder enfrentar una caracterización general de la diversidad discursiva en los etnotextos narrativos de origen africano en Cuba. Como bien señala Enrique Ubieta, en el caso de Cuba y de Latinoamérica el concepto de identidad se hace particularmente complejo, ya que es un proyecto muy dinámico;1 por ello, para Eduardo Zamora, «está en constante devenir a través de modalidades contradictorias». 2 Esa visión de la identidad como proceso es doblemente importante a la hora de enfrentar textos narrativos de trasmisión oral, aprehendidos en la escritura bajo diferentes niveles de conciencia lingüística. Nuestro propósito es, pues, presentar al lector un acercamiento diagnóstico a las formas y funciones de este tipo de discurso, pocas veces abordado como variante literaria en las perspectivas académicas, para facilitar la apreciación de sus especificidades y la comprensión de sus valores culturales e identitarios. Las características en estos textos, como todo lo relativo a la identidad, están vinculadas a tres elementos inseparables: lo igual colectivo, lo diferente colectivo y Premio Temas de Ensayo 2009, en la modalidad de Estudios sobre arte y literatura. 189 Gema Valdés Acosta receptor de una particular cosmovisión del mundo, y que, al mismo tiempo, repercute, fija o altera ese modo de percibir la realidad. La oralidad, desde estas perspectivas, tiene una importancia específica en funciones relacionadas con lo siguiente: la herencia en la memoria histórica. Estos discursos, formas de materializar el conjunto de experiencias prácticas, solamente pueden concebirse a través del lenguaje, sistema que fija para la memoria de esos hombres una manera particular de praxis, y va conformando su identidad y unas formas específicas de literatura. Los llamados «pensamientos tradicionales colectivos» se sustentan en un soporte único, que ha trascendido la forma escritural, pero incluye todas las manifestaciones de carácter identitario: la lengua. Según Paul Zumthor, en cada grupo social esas tradiciones orales confirman una red de intercambios lingüísticos vinculados con conductas, más o menos cifradas, «cuya finalidad esencial consiste en mantener la continuidad de una percepción de la vida y de una experiencia colectiva».3 Esa identidad cultural se expresa, sin embargo, de forma relativamente nítida a través de numerosos rasgos. Entre los más significativos están: relación de pertenencia a un grupo, grado de identificación positiva con esa pertenencia, revalorización de las raíces y las tradiciones de la sociedad como condicionamiento de su personalidad histórica y del desarrollo de su capacidad creativa, conciencia identitaria reconocible dentro y fuera de una sociedad dada, participación de una historia común y en un espacio geográfico determinado, etcétera.4 Los procesos de formación de una identidad han sufrido en el Caribe alteraciones específicas y han sido descritos como transculturales. Sobre ello, María del Carmen Víctori señala que la región geográfica de las plantaciones presenta una especificidad marcada.5 En este contexto histórico-geográfico Cuba ha tenido un particular desarrollo, pues el proceso revolucionario cubano marcó un cambio brusco en las estructuras de vida, discursos culturales, etc., que es valorado aún por antropólogos y sociólogos. El problema del mestizaje es especialmente complejo y se refleja en términos como afrocubano. Muchos estudiosos consideran este aspecto una de las características peculiares del Caribe, pues en esta zona se concentra un intenso mestizaje no solo de europeos y africanos, sino también de chinos, árabes, gitanos, etcétera.6 Al respecto, Maritza García Alonso afirma: a) establecer las normas colectivas para fijar la memoria social, b) trasmitir la experiencia colectiva en la llamada «historia oral», c) garantizar el vínculo entre generaciones. Por tanto, los nexos entre lengua y cultura, categorías interrelacionadas, pero diferentes, han sido enfocados desde diversos puntos de vista —uno de ellos es el del estudio de las prácticas discursivas relacionadas con la oralidad (desde distintos grados)— que, además, plasman disímiles etapas de estos complejísimos procesos culturales. Partiremos del sencillo postulado de que una lengua representa una fracción de la cosmovisión cultural de los hablantes de ese sistema lingüístico y, por tanto, las estructuras y redes lingüísticas de un texto reflejan las conexiones presentes de la memoria histórico-cultural de un grupo humano. En Cuba, valiosos intelectuales han enfrentado el reto de estudiar y conjugar el análisis de tradiciones populares con la seriedad que este tipo de discurso exige. Son los casos de José A. Portuondo, Jorge Mañach, Juan Marinello, Herminio Portell Vilá, unidos a los ya conocidos Fernando Ortiz, Ramón Guirao, Lydia Cabrera, Samuel Feijóo. Más tarde, Natalia Bolívar y Miguel Barnet recopilaron estos textos y realizaron interesantes acotaciones a los estudios de esta expresión artística popular, genuina y ligada a nuestros procesos históricos. En los últimos años, el desarrollo de la antropología cultural ha provocado el renacer de estos estudios; la aparición de recopilaciones como las de Víctori, Barnet y Rogelio Martínez Furé constituye prueba de ello. Esto ha llevado al manejo de nuevos enfoques, y las discusiones sobre la igualdad, contactos, diferencias y particularidades de estas manifestaciones han regresado con variantes teórico-metodológicas y matices sugerentes, y no menos controvertibles. Por lo tanto, a partir de la década de los 60 del siglo pasado, con el desarrollo de la sociolingüística y la etnolingüística, el interés por el papel de los sistemas lingüísticos en el análisis de las caracterizaciones culturales de un grupo ha alcanzado un lugar importante en el panorama de la ciencia lingüística. En otro orden de cosas, el estudio de la identidad cultural ha conducido a una intensificación de los enfoques interdisciplinarios para comprender con mayor precisión los complejos procesos diacrónicos implícitos en la conformación de Para llegar a tener una visión científica del mestizaje cultural se necesita [...] asumir el verdadero contenido cualitativo de la composición humana y sociocultural que alberga nuestra región, y concebir de una manera rigurosa el carácter y el sentido de la totalidad de los procesos interculturales que han tenido y tienen lugar en su seno, entre los cuales los de transculturación constituyen solo uno de ellos, los del mestizaje cultural realmente habido.7 Los elementos activos de estos procesos son los sujetos sociales portadores de un sistema lingüístico 190 Los avatares de la literatura oral de origen africano en Cuba sino también en actitudes y creencias ante los hechos lingüísticos que se utilizan en un proceso de comunicación. Tales conductas han provocado disímiles reacciones ante esas expresiones literarias. Por lo anterior, los avatares de la literatura oral han sido muchos de acuerdo a diversos contextos históricos y al valor que en una cultura haya tenido la fijación escritural. Estos problemas de apreciación motivaron que en las últimas décadas del siglo pasado los trasvases entre oralidad y literatura constituyeran un centro de interés, debido al manejo de formas lingüísticas surgidas en la comunicación cotidiana como concepción lingüística, más o menos consciente, en una gran parte de autores de prestigio (Nicolás Guillén, Onelio Jorge Cardoso, Severo Sarduy, Guillermo Cabrera Infante, Pablo Armando Fernández). Sin embargo, una cara oscura aún queda por estudiar. Es un campo que, por pertenecer a muchos, casi nadie enfrenta. Terreno de antropólogos, sociólogos, lingüistas, historiadores, folcloristas y raramente estudiosos de la creación literaria, el análisis de la literatura oral constituye actualmente una imperiosa necesidad, pues integra el conjunto inmaterial de creaciones del hombre y debe ser admitida, con su justo valor, en el amplio concepto de literatura nacional. Poco valorada por algunos, casi imperceptible para los grandes críticos, apenas mencionada en las antologías y análisis literarios, inexistente en los programas docentes, la literatura oral persiste bajo diferentes formas y nutre, cada vez más, la llamada «literatura seria»; pero, además, y esto es lo más importante, existe de forma independiente como variante de la creación literaria. El binomio oralidad-literatura escrita ocupa un lugar destacado en los estudios del análisis del discurso hoy en día. Como nunca antes, se hace necesario tener presente que la palabra actual se nutre de toda la memoria histórica de una comunidad de hablantes. El antropólogo y escritor argentino Adolfo Colombres señala: «La oralidad es la casa de lo sagrado, mientras que la escritura literaria representa un intento de desacralizar el relato, de afirmar su autonomía».11 La llamada literatura oral, la folclórica, la popular oral u «oralitura» —cuyas definiciones no siempre son muy claras—- trata de abordar el estudio de lo auténtico popular en su expresión primigenia, y con una jerarquía similar a la literatura escrita. Se quiere, por tanto, dignificar la narrativa oral como una forma donde «se encuentra acaso la mayor fuerza expresiva de la literatura popular».12 Estas escrituras alternativas ocupan un lugar importante en la teorización literaria. A pesar de la marginalidad a que son expuestas «ellas configuran un conjunto documental en el cual las situaciones históricas de enfrentamiento e interacción cultural se ven cómodamente “petrificadas” gracias a la escritura».13 nuestra identidad nacional. En el caso que nos ocupa, las culturas africanas que tuvieron contactos con la hispánica en tierras americanas dejaron una profunda impronta en estos procesos de conformación nacional, y la memoria histórica así lo confirma. Consideramos, pues, que el concepto de cultura en Cuba trasciende y adquiere una complejidad que se corresponde con la diversidad discursiva de nuestra literatura, que incluye el estudio de los etnotextos o literatura oral, perspectiva planteada por Luis Álvarez y Margarita Mateo al señalar: «Cada cultura posee un determinado repertorio, históricamente variable, de situaciones comunicativas».8 Las relaciones entre la oralidad y la identidad cultural ocupan un lugar central en estas apreciaciones, y es una condición insoslayable, porque «el lenguaje, como han coincidido todos los lingüistas y culturólogos, es uno de los primeros resultados de la formación de una cultura».9 No obstante, la aceptación académica no se corresponde con el lugar que ocupa en nuestra identidad: la narrativa oral de origen africano no aparece en programas de estudio en ningún nivel de enseñanza (valga el ejemplo de que, en el programa cubano de Español-Literatura para 12º grado se menciona a Lydia Cabrera como ¡puertorriqueña!), es escamoteada en espacios como los medios de comunicación masiva, y los estereotipos ganan terreno de manera superficial y paternalista. Estas formas sutiles, y muchas veces inconscientes, de rechazo, menosprecio o clara discriminación constituyen, aún en el siglo XXI, hechos cotidianos en el panorama de la apreciación real y verdadera de nuestras raíces. Oralidad, escritura, literatura Para enfrentar estas prácticas irracionales abordaremos las interrelaciones de la oralidad con la escritura. Los registros de esta oralidad, sostén activo de la identidad cultural, pueden ser directos (lengua oral espontánea) o indirectos (el resto de las manifestaciones). La lengua es, en ambos casos, vehículo e instrumento de la memoria viva de una cultura. Las relaciones entre los dos registros son muy variadas y discutidas. Autores como Denia García Ronda y Martin Leinhard han apuntado que cuando los discursos orales son llevados a lo escritural se puede producir, incluso, una trasgresión («es traicionada por la escritura»).10 Estas relaciones adquieren grados de diversa índole, sobre todo si se tiene en cuenta que cada registro es portador de especificidades a veces marcadas, y que pueden ocasionar grandes desajustes no solamente de corpus, 191 Gema Valdés Acosta Discurso e identidad cultural: los etnotextos los interlocutores, la inmediatez física, el grado de cooperación de los participantes, y el tema tratado. Estos elementos pueden manejarse conscientemente, desde el punto de vista lingüístico, en la escritura a través de numerosos mecanismos, denominados por muchos autores mímesis de la oralidad. Esta es la línea metodológica que hemos seguido para la exposición de nuestros ejemplos. En el complejo mundo teórico que hoy estudia la literatura oral pretendemos llamar la atención sobre algunas características temáticas, semánticas y estructurales de textos narrativos de origen africano recogidos en Cuba, prototipos de las narraciones recopiladas en diferentes épocas y por distintos autores del país. Estas transcripciones, excepto las realizadas por estudiantes y profesores de la Universidad Central de Las Villas, siguen diferentes criterios en su escrituralidad, atendiendo a la conciencia lingüística de los recopiladores.17 A continuación se exponen las principales características de estos textos como un intento preliminar de acercamiento a las prácticas discursivas de la literatura oral en Cuba. El sistema de textos que hemos escogido, donde se imbrican los elementos formadores de una identidad, es muy variado y abarca formas orales como proverbios, cantos, rezos y narraciones. Los etnotextos seleccionados como prototipos pertenecen a estas últimas formas, vinculadas, además, al funcionamiento de los mitos, componente esencial de la cultura cubana. Por tanto, se hace necesario delimitar y argumentar este tipo de fenómeno. En tal sentido, apoyaremos únicamente las ideas de Álvarez y Mateo, quienes al referirse a este tópico advierten: El mito en la literatura caribeña se convierte, en la creación del siglo XX, en un modo específico de reflejar complejas realidades culturales del Caribe, en particular la interconexión de culturas y, sobre todo, el proceso de transculturación.14 Los hablantes que relatan narraciones de origen africano pertenecen a una red de enlace social y manejan una particular competencia comunicativa sociolingüística. Su conducta lingüística es homogénea, pues estos procesos de comunicación tienen como finalidad garantizar la continuidad de cierta forma de percibir la vida de un grupo social determinado. Ello salta a la vista cuando se trata de una cultura tradicionalmente marginada. En las narraciones orales, la plurisemanticidad se manifiesta en su mayor nivel, debido a que estas implican movilidad no solo en la decodificación, sino también en la emisión. El enfrentamiento físico entre los copartícipes del proceso comunicativo en un relato de ficción, generalmente mítico, produce una especial interrelación cohesionadora, pero, al mismo tiempo, jerarquizante alrededor del funcionamiento del poder de la palabra por parte del relator. Para abordar este tipo de discurso es necesario hablar de sus raíces. La tradición de contar cuentos es extraordinariamente importante en África, y nuestras fuentes están allí. Las funciones de este tipo de literatura se han fortalecido a través de los siglos y en tierras americanas han resurgido creando un género de estructura abierta, ad infinitum, que tiene la problemática del estudio de un modelo narratológico teórico que represente todas las variantes de «un texto concebido como tal solamente a través de la totalidad de sus versiones».15 Para tener premisas básicas en cuanto a las interrelaciones específicas que se dan en este tipo de texto, debemos considerar algunos aspectos de gran utilidad para nuestros propósitos particulares como las condiciones comunicativas en que se realiza el discurso, las características del discurso de la inmediatez, y las de los fenómenos derivados de este en la escrituralidad.16 Entre las condiciones que pueden afectar en el continuo hablado-escrito están el grado de interrelación de El emisor En la emisión de estos relatos se observan dos situaciones bien diferenciadas: a) Narraciones relatadas por emisores cuya relación social con el texto está básicamente condicionada por la religión, sin contacto étnico ni familiar con tradiciones africanas. En este caso el emisor relata en español y utiliza incidentalmente elementos estructurales lingüísticos básicos como léxico. No incluye diálogos ni cantos en remanentes de lenguas africanas. Pide ayuda a emisores del tipo b). Este tipo de emisores, mayoritario en la actualidad, ha permitido la permanencia estable de estas manifestaciones en Cuba. Este grupo de narraciones, adaptadas a las posibilidades de los emisores, se aviene mejor al contexto lingüístico-cultural hispánico y es el más frecuente actualmente, pues el relato puede trasmitirse por cualquier hablante de la lengua española. b) Narraciones relatadas por emisores cuya relación social con el texto es más profunda desde el punto de vista etnosociológico y cultural. En ellas el uso cuantitativo de restos lingüísticos africanos (frases, refranes, cantos) es más intenso. Este tipo de comunicación exige un emisor con características sociolingüísticas más selectivas y, por tanto, de grupo social más cerrado que el emisor a), ya que un hablante no vinculado a una comunidad cultural afrocubana no puede retrasmitir el relato. 192 Los avatares de la literatura oral de origen africano en Cuba fenómenos morfosintácticos (hacer ebbó), lo que provoca una pertinaz isotopía del elemento africano. Veamos uno de los exponentes del legado yoruba en nuestra literatura oral: Sobre las peculiares características de los procesos de emisión de esta literatura oral, Ramón Guirao señala: «Los siervos negros continuaron esta tradición africana en las horas de descanso, en el ambiente industrial o manufacturero del batey de los ingenios de azúcar»,18 y Lydia Cabrera, por su parte: En una época, Ochosi —reconocido como el mejor cazador, ya que sus flechas nunca fallaban— se lamentaba porque no podía llegar hasta sus presas ya que la espesura del monte se lo impedía. Se sentía desesperado y en su sufrimiento pensó que Orula podía ayudarlo. Orula, al oír su gran problema, le aconsejó que hiciera ebbó. Por otra parte, Ogún —enemigo de Ochosi porque Echú había sembrado cizaña entre ellos— tenía un problema similar: aunque nadie era capaz de hacer trillos en el monte con más rapidez que él, nunca conseguía matar a sus presas y se le escapaban. También Ogún fue a ver a Orula y recibió el mismo consejo, hacer ebbó. Fue así que los dos rivales fueron al monte a cumplir con lo suyo. Sin darse cuenta, Ochosi le dejó caer su ebbó arriba a Ogún, que estaba recostado a un tronco: tuvieron una discusión fuerte pero Ochosi se disculpó y se sentaron a conversar y a hablar entre ellos sus problemas. Mientras hablaban, a lo lejos pasó un venado, rápido como un rayo. Ochosi le tiró una flecha que le atravesó el cuello y lo mató. Suspiró Ochosi ya que sabía que no podía cogerlo, entonces Ogún cogió un machete y en menos de nada abrió un trillo y llegaron hasta el animal. Lo compartieron y, desde ese momento, convinieron en que eran necesarios el uno para el otro, y que separados no podían vivir, por lo que hicieron un pacto en casa de Orula. Por esto Ochosi, el cazador, siempre anda con Ogún, el dueño de los hierros.21 Existió en Cuba el narrador de cuentos, como en todo país que importó africanos, e igual que en «tierra lucumí» o en «tierra conga» un negro, viejo generalmente, o alguna vieja que iba de batey en batey —el mismo Akpalo yoruba, que iba de pueblo en pueblo—, seguía narrando, teatralmente, para la dotación que se reunía los domingos a escucharle y coreaba los cantos que continuamente interrumpían y sazonaban el relato, las historias de un repertorio inagotable.19 Estas narraciones se trasmitían, a su vez, a los amos blancos y, según Fernando Ortiz, eran «los cuentos con que las morenas viejecitas entretuvieron como madres a los negritos, y como crianderas manejadoras a los blanquitos».20 A pesar de estas diferencias significativas (resultantes de los complicados caminos en sus procesos de trasmisión), que hacen múltiples las presentaciones de los relatos, se mantienen patrones de sistemas organizativos que permiten cierta estabilidad en su transmisión oral, lo que explica su supervivencia y su integración cultural. El texto De las relaciones de los términos de origen africano (ebbó, Ochosi, Ogún, Orula, Echú) se desprende el esqueleto funcional semántico del relato. Si aplicamos el análisis de oposición de los actantes de este discurso vemos las relaciones básicas de identidad del texto. Por tanto, este tipo de discurso se caracteriza por: vínculo pasado-presente, manejo de unidades lingüísticas de procedencia africana, esqueleto semántico sustentado en estos términos y sistema espacio-temporal marcado por esta tradición lingüístico-cultural africana. En los personajes principales están, además, los emblemas de objetos que resumen su identidad (Ochosiflecha; Ogún-machete, etc.). Así, tenemos una interrelación usual de actantes en la que hay un sujeto (denominado con lexema de origen africano), un destinador (también nombrado por un préstamo), un destinatario —que coincide con el sujeto—, un ayudante, un oponente (ambos nombrados con préstamo) y un objeto (por su abstracción es nombrado con una palabra en español). A través de esta marcada presencia de componentes lingüísticos yoruba se conserva el contacto con el origen primigenio y el proceso transculturador se concreta. El esquema funcional de este cuento es también un prototipo de muchos de los que integran la literatura oral que nos ocupa. A partir de los estudios de Propp sobre el cuento ruso se han hecho múltiples propuestas Como hemos advertido, dichos relatos, que fueron aprendidos originalmente en una lengua africana, al ser narrados por un hablante hispánico, y dirigidos también hacia él, han sido trasmitidos en español. Traducidos de forma totalmente improvisada y popular, estos materiales constituyen, en lo lingüístico, un magnífico testimonio del contacto cultural africano-hispánico en el marco de un proceso general de transculturación y de formación de la cultura cubana. Las narraciones estudiadas presentan las siguientes características generales: a) Son cortas y sintetizan acciones de pocos personajes. b) Incluyen préstamos lexicales de origen africano e incluso cantos en esas lenguas. Desde el punto de vista de la estructuración formal y conceptual los más importantes ejes funcionales fueron los siguientes: socorros y pactos, faltas a tradiciones de la comunidad, rupturas de prohibiciones, engaños, desplazamientos espaciales y llegadas de incógnito. Se hace evidente que la reiteración de aquellos fenómenos relacionados con el origen africano de los relatos se focaliza, desde el punto de vista lingüístico y conceptual, en el léxico (Ochosi, Ogún, ebbó), y en 193 Gema Valdés Acosta con seis jícaras de oñi, seis de epó, seis animales de todas clases y dinero. Ellos respondieron: «¿Vamos a tener que hacer ebbó por tan poca cosa? Para guerrear con las mujeres no tenemos que hacer nada. ¡Con una bofetada que les demos podemos vencerlas!». Y no hicieron el ebbó. En eso, se enteran las mujeres de la guerra que les querían hacer los hombres. Se prepararon y fueron a casa de Orula. Este les dijo que hicieran ebbó con euré meji, adié y owó meridilogún. Ellas hicieron el ebbó. Cuando los hombres llegaron a las murallas del pueblo de las mujeres, era de noche, y empezó a llover de tal manera, que se les mojaron todos los instrumentos de guerra que llevaban y no pudieron hacer uso de ellos. De pronto, empiezan a sentir un frío intenso, y no tuvieron más remedio que pedir auxilio a las mujeres. En la casa de cada una, se quedó un hombre. Al otro día, Olofin dijo que para cada hombre que se había quedado en la casa de una mujer, esta sería su esposa… y de aquí proviene el matrimonio.24 de análisis, pero lo que nos interesa es la importancia de las oposiciones en dichos relatos. En este caso el esquema opositivo se centra en la relación social frente a la arrelación social: división (muerte) / unión (vida). Por otra parte, el mensaje ético explícito en el texto proviene de uno de la oralidad africana sobre un aspecto universal del hombre: la unidad frente a la división. Estas intenciones, marcadas en gran medida por el legado de la literatura oral africana tradicional, constituyen una característica reiterada y significativa en el conjunto de los textos recopilados en Cuba. Las funciones sociales de estos materiales son muy amplias, se manifiestan a través de descripciones de múltiples aspectos como el matrimonio, el papel social del hombre y de la mujer, características éticas ante la vida, etc. Uno de los enfoques más interesantes es el relativo a la visión de la mujer, ya que muchas de las narraciones reflejan conceptos de la doble perspectiva, ya existente en tierras africanas, en las que aparece como compañera del hombre y madre, por un lado, y como su eterna enemiga, por el otro. Algunos problemas son: a) Formas de matrimonio: Haciendo un esquema de las ideas expresadas en el relato podemos plantear las siguientes oposiciones: Hombres: - Usan a las mujeres - Quieren hacer la guerra (no hay motivo que lo justifique) - Desobedecen a Orula - Son prepotentes - Pierden la guerra Al morir Gren-Dami, cacique del pueblo, su hijo EcueIbonó quedó al frente de la casa. Constituyó su familia casándose con veinte mujeres. La mujer principal era jefe de todas las otras. Se llamaba Maurú. Desde entonces todos los hombres distinguidos de África tienen muchas mujeres.22 Mujeres: - Obedientes con Orula - Socorren a los hombres - Ganan la guerra b) Papel de la mujer ante el trabajo: Pues el rey de África tenía muchas mujeres: todas las mujeres del mundo eran mujeres de él.23 Maurú y las otras mujeres de Ecue-Ibonó se dedicaban, como todas las de allá, a la pesca, la agricultura y el cuidado de la casa. El marido era guerrero y cazador, igualmente que todos los otros hombres de valer en su tierra.25 En los fragmentos anteriores podemos constatar la trasmisión de realidades cosmovisivas propias del contexto sociocultural africano. No es casual que en ellos se centre la atención en la reconstrucción evocadora de lo africano a través de varios recursos: préstamos lexicales y la propia palabra África. Otra variante de este interés sobre las formas de la familia, mucho más transculturalizada, es la existente en relatos con una perspectiva de género. Esta perspectiva femenina evidencia una curiosa defensa del matrimonio monogámico —no típico de África—, y explica cómo las mujeres le ganaron la guerra a los hombres. Algunas versiones del tema han sido analizadas por autores como Martínez Furé, quien en «Cada hombre con su mujer», relata: La reconstrucción de África en tierras americanas que se refleja en estas narraciones evidencia la disimilitud social de ambos contextos. Los cuentos hacen reiterada referencia al «aquí» y al «allá» para demarcar las distintas concepciones de los papeles sociales de cada sociedad. En este relato se hace una alusión explícita a que las mujeres «de allá» se dedican a actividades laborales diferentes a las de «acá», según los criterios del narrador. c) El adulterio: Otras narraciones exhiben pinceladas de crítica a la desigualdad de tratamientos hacia el hombre y la mujer ante los mismos hechos, por ejemplo, el adulterio. En la narración de Isabel Mabuke, una de nuestras informantes, hay un lamento cuando dice: «En aquellos tiempos, el adulterio de la mujer se castigaba matándola... pero el del hombre no, él hacía lo que quisiera».26 La diferenciación social ante el adulterio, de raíces muy antiguas, está presente en muchos de estos relatos que se refieren a acciones de trasgresión de normas, Hubo un tiempo en que las mujeres y los hombres vivían separados y cada cual en su tierra. Pero cuando los hombres necesitaban hacer uso de las mujeres, iban a buscarlas, y después que las utilizaban, cada cual volvía para su respectivo lugar. En eso decidieron los hombres hacer la guerra a las mujeres y aprovecharse de ellas. Y así fue, se la declararon. Pero antes de empezar la lucha, fueron a casa de Orula, quien les dijo que si querían vencerlas, tenían que hacer ebbó 194 Los avatares de la literatura oral de origen africano en Cuba La riqueza de las narraciones orales de origen africano resulta una fuente nutricia para los escritores, siempre y cuando se cumpla el requisito fundamental de ser auténtica y que los vasos comunicantes entre estas expresiones surjan de las raíces y no de las ramas. estudiar el comportamiento de género, arrojó los siguientes resultados: En cuanto a los tipos de vocablos de origen africano que se manejan en los cuentos, podemos señalar que en las esferas semánticas de comidas, objetos y relaciones sociales, las mujeres presentan mayor riqueza y retención. Así, términos como calalú (tipo de comida, guiso), enlele (vestido, ropa), muana (hijo) son más frecuentemente manejados por las mujeres, mientras que aquellos repertorios vinculados a las relaciones comerciales o a la praxis masculina son utilizados por los hombres: ensimbo (dinero), empangue (amigo), embele (machete), etcétera. Es interesante apuntar que el papel de la mujer en la trasmisión de las tradiciones orales de origen africano fue principalísimo. Su figura, sin embargo, ha sido opacada por el hombre en la etnolingüística y la historia testimonial. Si bien podemos encontrar relatos de esclavos, de la esclava casi nadie ha hablado. Pero es ella quien mantuvo durante siglos con más fuerza el recuerdo, y su función de conservar la memoria histórica de forma activa y creadora resulta fundamental para nuestro presente. con un castigo más fuerte para la mujer, si es la trasgresora, e inclusive un premio, si es un hombre (especialmente si es un oricha) el trasgresor. d)La discriminación racial: Como un caso nítido de interculturación en las narraciones, se encontraron textos en los que se conjuga el tema de la discriminación racial con la dirigida a la mujer. Lo curioso es que esta existe entre los mismos orichas del panteón yoruba. La narradora Idolidia Valle contó sobre Yemayá lo siguiente: Yemayá es una negrita prieta. Es la única negrita prieta dentro de los orichas, pero por ser negra y mujer era la discriminada. Y ella se sintió muy humillada porque todos los orichas decían: mira esa negra prieta, y la querían poner de esclava. Y entonces ella dijo: —Bueno, ya que yo no puedo vivir entre los orichas porque me discriminan porque soy negra y mujer, yo les voy a hacer ver a ellos que me necesitan a mí. Que yo, la negra, soy necesaria. Y por eso se metió en el mar, y cerró el mar y los canales de agua. No se podía entonces coger agua, no podían cocinar, echarle agua a las siembras, lavar la ropa. Nada. Los orichas se estaban muriendo y fueron con Olofi: —¡Ay, Olofi! ¿Qué hacemos? Las cosechas no se dan. ¿Cómo vamos a vivir? Nos estamos muriendo de hambre. Olofi les dijo: —Bueno, ya Yemayá se cansó de ustedes, la estaban discriminando. Ahora van a tener que darle mucha ofrenda al mar, van a tener que hacer mucha ceremonia. Vayan con ofrendas de melón, que es una de las frutas predilectas de Yemayá, muchas frutas, muchas ofrendas. Y fueron al mar todos los orichas con ofrendas, llorando, suplicando. Yemayá los humilló y entonces ellos reconocieron su error. Yemayá les dijo: —Les voy a abrir el mar porque me dan pena, pero quiero que ustedes sepan que yo, como oricha, siendo mujer y negra, también tengo en el panteón yoruba mi lugar. Ustedes necesitan de mí y yo tengo un valor. Desde entonces los orichas dejaron tranquila a Yemayá, y Yemayá tuvo el lugar que merece en el panteón de los orichas.27 Clasificaciones y otras características textuales Sobre las clasificaciones de los cuentos, hemos tomado en consideración la utilizada por Amparo Barrero en Historia de la literatura cubana. 28 Ella identifica tendencias de la narrativa negrista en Cuba, y menciona la clasificación temática manejada por Susana Montero para analizar los textos de Rómulo Lachatañeré y que, por supuesto, se nutren de una literatura oral similar a la recogida en nuestro estudio. Las temáticas mencionadas son: I. II. III. IV. Esta narración evidencia el enlace entre pasado y presente de las tradiciones orales y la permanencia universal de los valores humanos eternamente difíciles de alcanzar. Desde el punto de vista de los campos semánticos, el análisis comparativo de los informantes, realizado solamente en aquellos casos donde fue posible Hombre frente a la naturaleza. Práctica litúrgica. Propósitos morales. Temas hagiográficos. En el corpus analizado son predominantes los cuentos vinculados a los grupos IV y III, en ese orden. 195 Gema Valdés Acosta Cuentos hagiográficos obligación de trabajar para ganarse la vida. El alejarse de ensambi ha sido la causa de los males que tiene el mundo.29 Estos cuentos narran acciones principalmente de dioses del panteón yoruba. La vida de los orichas es recogida con variantes interesantes por cada emisor. Así, de los setenta cuentos estudiados, veintisiete son de este tipo. Dos terceras partes de ellos presentaron alomorfos (variantes) en cuanto a acciones, personajes y desplazamientos espaciales. Un ejemplo es el que expusimos para ejemplificar las características de estos textos a partir del manejo de vocablos de origen africano («El pacto de Ochosi y Ogún»). Aquí, donde la trasgresión del mandato supremo provoca un castigo a los hombres, se entrelaza, además, un mensaje relacionado con las consecuencias que puede provocar una acción innecesaria contra la naturaleza, debida a la ambición incontrolada de las mujeres, por lo que vemos una particular cosmovisión de género y de ética medioambiental. La lingüística del texto ha abordado el análisis de los llamados (a veces despreciativamente) textos folclóricos, desde nuevos ángulos. Es por ello que el contacto de culturas diferentes en Cuba propone un campo infinito de problemas para diferentes disciplinas, muy en particular para aquellas que tienen que ver con los procesos de comunicación. La caracterización discursiva de estos materiales obliga teórica y metodológicamente a enfocar con un criterio muy amplio los resultados y fenómenos que se constatan en ellos. Para una mejor organización del tratamiento analítico nos hemos centrado en caracterizar el texto en sí y en cómo repercuten los elementos lexicales en el funcionamiento de las relaciones de recepción de esta literatura. En los cuentos analizados es una constante el uso, en mayor o menor medida, de elementos léxicos de origen africano. Estos vocablos, aprendidos por tradición oral, son trasmitidos de emisor a emisor de forma creativa, y cada autor anónimo va matizando y enriqueciendo su función de enlace de pasado y presente. La mayor parte son sustantivos utilizados de forma aislada o insertados en la lengua española. Tienen, en la estrategia discursiva, dos funciones esenciales, ambas vinculadas a mecanismos de decodificación textual: por una parte constituyen los ejes fundamentales de los actantes semánticos (esqueleto conceptual) y, por otra, se insertan en el sistema espacio-temporal de la narración, dando las claves internas y plenamente semánticas del desarrollo de la narración. La progresión temática se manifiesta a través del espacio, el tiempo y los personajes, pero esa interrelación va unida de manera significativa al léxico de procedencia africana; así, la ubicación espacial de las acciones se marca, sobre todo, a través de sustantivos de origen africano que funcionan, en su mayor parte, como nombres propios. Estos activan al máximo sus semas de procedencia y hacen innecesario para la comunicación el uso de otras categorías lingüísticas como adverbios o complementos circunstanciales de lugar. Otro aspecto de interés vinculado a estos términos es el empleo de estructuras fraseológicas mixtas que funcionan como marcas discursivas de importancia en Cuentos morales Estas narraciones son particularmente significativas, pues su relación con las raíces africanas es mayor. Las características éticas ante la vida son mostradas y confirmadas con términos africanos, cantos y proverbios en «lengua» situados al inicio o final del cuento. Muchas veces se vinculan explicaciones acerca del origen del mundo y sentencias morales sobre el bien y el mal, así como las consecuencias de trasgresiones de todo un colectivo social. Como ejemplo de estas características ofrecemos una narración de origen bantú (llamada en esta cultura cutuguango —etimológicamente «escuchado de la madre»; kuto: oído y ngwa: madre): Ensambiempungo (Dios Todopoderoso) vivía solo en munansulo (cielo) y un día creó a entoto (la tierra) y a los bantu (hombres). Pero para tenerlos más cerca y poder sentirse acompañado creó también un árbol sagrado: encuniaungundu (la ceiba). Este árbol servía como una especie de escalera y les advirtió a los hombres que era un palo muy sagrado, que debían cuidarlo mucho ya que era el camino para llegar a su casa en munansulo. El mundo estaba lleno de paz, había felicidad y todos se llevaban bien. Pero el hombre siempre es el hombre, se aburrió, y entonces ensambi enseñó a todos el canto y el baile, pero junto al canto y al baile les dio el instrumento musical que los acompañaba: el engoma (tambor). Entonces comenzaron aquí los problemas y las discusiones. El tamaño y la calidad del engoma causaron muchas disputas. Las mujeres, por un lado, decían que tenían que hacerse bien grandes, poderosos; los hombres intentaban e intentaban, pero nunca lograban satisfacer los deseos de las mujeres. Fue cuando ellas propusieron hacer el engoma con el árbol sagrado: la ungundu. Los hombres talaron la ceiba e hicieron un enorme tambor cuyos sonidos hacían temblar toda la tierra. La entoto se arrugó y nacieron las montañas. Ensambi quiso saber la causa de aquel gran ruido y mandó a mayimbe (aura tiñosa) a que trajera el instrumento hecho con el árbol sagrado. Se dio cuenta de que los hombres habían desobedecido sus órdenes pues habían talado el árbol sagrado, hizo sonar a engome y produjo los truenos. Desde entonces los hombres no ven a ensambi y este se alejó de los bantu desobedientes. Los humanos perdieron el bienestar, aparecieron las enfermedades, la muerte, y la 196 Los avatares de la literatura oral de origen africano en Cuba el trazado narratológico del relato. Casos como «había hecho ebbó» (había hecho una ofrenda), o «se concede aché» (se concede la gracia), en la narración yoruba; y ensambi (Dios), bantu (los hombres), en la bantú, adquieren la jerarquía de nudos en el entramado lexical de la narración, gracias al valor semántico de los vocablos africanos que están integrados al texto en español. La isotopía, que como redundancia mantiene el trayecto de lectura y la coherencia de comprensión, está sustentada esencialmente sobre bases lexicales y morfosintácticas con remanentes de lenguas africanas. Los cambios semánticos de términos españoles son muy frecuentes y constituyen un fenómeno interesante por su repercusión en la trayectoria de lectura oral o escrita. De esta forma, términos como amarrar, fundamento o canastillero pasan a tomar valores significativos de atraer, sujetar mediante poderes mágicos; objeto sagrado en el que se han materializado fuerzas mágicas, y mueble cerrado donde se cobijan algunos orichas, respectivamente. Desde el punto de vista lingüístico, los préstamos lexicales han sufrido históricamente cambios importantes en su comportamiento semántico. Palabras que no tienen ninguna connotación en la lengua matriz relacionada con la religión adquieren esos significados en este tipo de textos. Ejemplos son bilongo (medicina; brujería), aché (alegría, donaire; gracia dada por el oricha), macuto (saco alargado; pequeño receptáculo mágico). Casi todos están sustentados en la vía de la religión como vehículo de permanencia en el contexto social, donde estas historias ocupan un lugar no siempre visible en el marco de la literatura regional y nacional. composición de los receptores el emisor utiliza diferentes mecanismos, que ajusta a las situaciones comunicativas, en el caso de la oralidad, y a las intenciones específicas, en el de la escritura. Estos mecanismos pueden ser explicaciones semánticas, acotaciones y comentarios lingüísticos, en correspondencia con la conciencia lingüística, tanto de emisores como de receptores. No obstante las especificidades de los procesos de emisión y recepción, se ha comprobado que la literatura oral de origen africano es ampliamente conocida en Cuba, y no es exclusiva de un grupo social cerrado. Su asimilación popular se ha evidenciado en algunas antologías y en las múltiples descripciones costumbristas existentes a lo largo del país. A modo de epílogo La estructuración y el funcionamiento de textos resultantes del contacto lingüístico y social entre África y América han propiciado el surgimiento en nuestras tierras de un tipo de literatura oral muy específico, que ha influido a la escrita, al brindarle valores nuevos y una impronta presente en lo más valioso de la literatura nacional. Estas manifestaciones literarias han sido poco apreciadas, y actitudes de ese tipo constituyen un ejemplo concreto de la permanencia de la discriminación hacia hechos culturales que son legados de la raíz africana de nuestra conformación nacional. Por otra parte, la superficialidad, paternalismo e incomprensión de ciertos factores de la sociedad cubana no contribuyen a la eliminación de las valoraciones que sobreviven en nuestro contexto. En el caso particular de Cuba, la riqueza de las narraciones orales de origen africano resulta una fuente nutricia para los escritores, siempre y cuando se cumpla el requisito fundamental de ser auténtica y que los vasos comunicantes entre estas expresiones surjan de las raíces y no de las ramas. El receptor Los actos ilocucionarios, es decir, intencionales, del narrador siempre están encaminados a establecer una conexión entre dos culturas, entre presente y pasado. Él mismo es una herencia del pasado conviviendo con los receptores, también herederos en mayor o menor medida. Esta especial relación provoca reacciones peculiares en el destinatario. Los elementos utilizados en la conformación de estos textos, su engarce particular, han tenido como consecuencia el surgimiento de un tipo de mensaje de gran aceptación. El cuento, narrado en español, tiene una serie de características que sirven de puente entre dos culturas. Cantos, diálogos, términos lexicales africanos no añadidos, sino emergentes de una narración cosmovisiva, hacen que fluyan reacciones totalmente integradoras para el receptor, quien se siente identificado con ese mundo y forma parte de él. La comprensión de los mensajes pasa por diferentes grados de asimilación. Para resolver la diversidad en la Notas 1. Enrique Ubieta, Ensayos de identidad, Letras Cubanas, La Habana, 1993. 2. Eduardo Zamora, «Notas para un estudio de la identidad cultural cubana», en Ana Vera, comp., Pensamiento y tradiciones populares: estudios de identidad cubana y latinoamericana, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2000, p. 82. 3. Paul Zumthor, «Permanencia de la voz», Correo de la UNESCO, París, agosto de 1985, p. 4. 4. Gisela Cárdenas, «Oralidad, variante nacional de lengua e identidad cultural», en Ana Vera, comp., La oralidad: ¿ciencia o sabiduría popular?, 197 Gema Valdés Acosta Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2004, p. 71. 18. Ramón Guirao, Cuentos y leyendas negros de Cuba, Ediciones Mirador, La Habana, 1942, p. 6. 5. María del Carmen Víctori, «El etnos-nación cubano entre tradición y modernidad. Proyectos institucionales y productos», en Ana Vera, comp., Pensamiento y tradiciones populares: estudios de identidad cultural cubana y latinoamericana, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2000, p. 21. 19. Lydia Cabrera, ¿Por qué...? Cuentos negros de Cuba, La Verónica, La Habana, 1948, p. 234. 6. Luis Álvarez Álvarez y Margarita Mateo Palmer, El Caribe en su discurso literario, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2005, p. 56. 21. «Pacto de Ochosi y Ogún», versión recogida en Camajuaní, diciembre de 1997. Ochosi, Ogún, Orula: dioses del panteón yoruba afrocubano; ebbó: ofrenda. 20. Fernando Ortiz, «Cuentos afrocubanos», Archivos del Folklore Cubano, a. IV, n. 2, 1929, p. 98. 7. Maritza García Alonso, «Una aproximación al pensamiento discursivo latinoamericano sobre la identidad cultural», en Ana Vera, comp., Pensamiento y tradiciones..., ed. cit., p. 93. 22. «Siquillángama», en Ramón Guirao, ob. cit., pp. 33-4. 23. José García González, ob. cit., p. 139. 8. Luis Álvarez Álvarez y Margarita Mateo Palmer, ob. cit., p. 20. 24. «Cada hombre con su mujer», en Rogelio Martínez Furé, Diálogos imaginarios, Letras Cubanas, La Habana, 1997, p. 221. Oñi: miel de abeja; epó: manteca de corojo; Euré meji: dos chivos; adié: gallina; owó meridilogún: dieciséis monedas. Olofin: Dios supremo, creador de todas las cosas. 9. Ibídem, p. 21. 10. Denia García Ronda, «La narrativa oral. Los cuentos», Oralidad, n. 12, Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la UNESCO, La Habana, s.f., p. 56. 25. Ramón Guirao, ob. cit., p. 34. 11. Adolfo Colombres, «Oralidad y literatura oral», Oralidad, n. 9, Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la UNESCO, La Habana, 1998, p. 17. 26. Isabel Mabuke, «La muchacha del río», versión recogida en Remedios, enero de 1973. 27. Idolidia Valle, «De cómo Yemayá le ganó a los demás orichas», versión recogida en Placetas, abril de 2008. 12. Ibídem, p. 19. 13. Martin Leinhard, La voz y su huella. Escritura y conflicto étnicosocial en América Latina (1492-1988), Casa de las Américas, La Habana, 1990, p. 18. 28. Amparo Barrero, «La tendencia negrista de Lydia Cabrera y otras figuras», Historia de la literatura cubana, t. II, Instituto de Literatura y Lingüística-Letras Cubanas, La Habana, 2003, p. 456. 14. Luis Álvarez Álvarez y Margarita Mateo Palmer, ob. cit., p. 151. 29. Benito F. García, «El origen de los males del mundo», versión recogida en Sagua la Grande, septiembre de 1998. 15. José García González, «Cuatro cuentos africanos», Islas, n. 46, Santa Clara, 1974, p. 133. 16. Peter Koch y Wolf Osterreicher, «Oralidad y escrituralidad a la luz de la teoría del lenguaje», Lengua hablada en la Romania: español, francés, italiano, Gredos, Madrid, 2007, p. 26. 17. Nuestro corpus de análisis abarca más de setenta cuentos de las culturas yoruba, bantú y arará. Todos los materiales analizados han sido reunidos entre los años 1920 y 2007. © 198 , 2010 no. 62-63: abril-septiembre de 2010. Ciencias sociales, retos199-209, y debates a inicios de siglo Ciencias sociales, retos y debates a inicios de siglo Galia Figueroa Alfonso Profesora. Universidad Central de Las Villas Marta Abreu. H La tan nombrada «creciente complejización» de la sociedad cubana, y los duros retos que ha impuesto el proceso de recuperación de la crisis iniciada a fines de los 80, exige una utilización más directa, organizada y eficaz de sus ciencias sociales. Asimismo, demanda de ellas una reflexión consciente, ética y comprometida con el desarrollo de la sociedad. Su aporte, en el ámbito nacional, necesita de su implicación sensata en el análisis crítico de los contextos y de la construcción de soluciones viables desde nuestra especificidad histórica. ¿Cuál es, entonces, el estado de la «promesa»3 de nuestras ciencias sociales? ¿Qué retos enfrenta? ¿Cuáles son sus principales tensiones? ace unos años Pierre Bourdieu planteaba, de cara a la realidad francesa: Me expongo a contrariar a aquellos [investigadores] que, al elegir las virtuosas facilidades de encerrarse en su torre de marfil, ven en la intervención fuera de la esfera académica una peligrosa falta de la famosa neutralidad axiológica, erróneamente identificada con la objetividad científica […] Cueste lo que cueste, hay que hacer que las conquistas de la ciencia entren en el debate público, del que están trágicamente ausentes.1 En un curso que impartía, la socióloga Mayra Espina comentaba: «Entendemos nuestra producción de las ciencias sociales como patrimonio de la sociedad».2 Tal idea no solo remite al hecho mismo de la posibilidad de socialización/divulgación/publicación de los resultados de las investigaciones, sino al compromiso del científico con la sociedad. Compromiso y «distanciamiento», «vigilancia epistemológica», entre otros términos asociados, usualmente remiten a cuestiones del ámbito de lo metodológico; sin embargo, me inclino a pensar que sus consecuencias rebasan tal límite. Las ciencias sociales cubanas y sus desafíos metodológicos La indagación acerca de temáticas concernientes a los destinos, debates y posibles futuros de las ciencias sociales cubanas no constituye una temática de larga estadía dentro de la agenda nacional. La necesidad de reflexionar sobre su desarrollo apareció como Premio Temas de Ensayo 2009, en la modalidad de Ciencias sociales. 199 Galia Figueroa Alfonso imperativo impostergable para la comunidad de científicos sociales cubanos en la última década del siglo XX. Tal como expresan sus protagonistas, la crisis trajo a la luz, entre otros asuntos concernientes a la realidad social misma, áreas inexploradas, evitadas, guardadas con recelo en lo «inoportuno» e «inconveniente»4 por la ciencia social cubana; así como la pertinencia de su irrupción en espacios de debate, de los cuales se encontraban relegadas. Estos estudios sobre cómo los científicos cubanos hemos pensado nuestra realidad no aparecen fortuitamente, sino ante la perplejidad de una ciencia social que no había podido prever la crisis, «los hechos de la realidad fueron tan fuertes que toda aquella liturgia que caracterizaba el discurso de las ciencias sociales desapareció».5 Se produjo, entonces, un «despertar de la autorreflexión [...] un mirarse interiormente para ajustar cuentas con las prácticas precedentes, para sacar de ellas las mejores enseñanzas y evaluar con justeza sus aportes y limitaciones».6 A pesar de este reconocimiento, no es muy elevado el número de autores que se aventuraron en esa tarea. Resaltan en esta lista Juan Luis Martín, Jorge Núñez Jover, Miguel Limia David, Mayra P. Espina, Teresa Muñoz y Aymara Hernández (estas últimas especializadas en el área de la sociología).7 La producción sobre el tema mostró especial interés en la reconstrucción de la historia de las ciencias sociales cubanas, sobre todo en el período revolucionario.8 La lógica expositiva de estos estudios siguió más o menos un mismo recorrido: explicación de contextos históricos y su influencia para la ciencia, marcos institucionales, publicaciones (dónde y qué se publica) y la relación con la política y sus consecuencias para la ciencia. Parecería que existía consenso en cuanto a las divisiones por etapas realizadas. Las periodizaciones coincidieron con procesos políticos importantes del país: triunfo de la Revolución, Reforma universitaria, Informes de congresos del Partido, cercanías políticas al modelo de la antigua URSS, Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, caída del campo socialista, y crisis. La definición de ciencias sociales, las historias particulares de las distintas disciplinas, así como el criterio de «nacional» asignado constituyen las mayores limitaciones/retos que desde el punto de vista metodológico ha enfrentado y enfrenta este tipo de estudios. ¿A qué llamamos ciencias sociales? ¿Cuáles incluimos dentro de esta denominación? ¿Cómo conformamos esta muestra investigativa? Podría parecer que existe una idea acabada sobre el concepto y sobre «investigaciones» o «estudios sociales». Estos, nombrados con mayúsculas o minúsculas, son raramente definidos.9 Aunque no de manera evidente, podríamos identificar el espacio sociológico y político como los más mencionados dentro de este campo de conocimiento. La inclusión de la economía es más discutida. Trabajar con lo que se autodenomina «ciencias sociales» podría constituir una solución metodológica que zigzagueara en los debates epistemológicos sobre el tema.10 En cuanto al criterio de «nacional» de las ciencias sociales, ¿no constituye ese calificativo, desde el punto de vista metodológico, una pretensión muy amplia? ¿Dónde se hacen las ciencias sociales en Cuba? Los estudios concentran las historias particulares de las disciplinas en un número de instituciones, casi todas con sede en La Habana. ¿Hasta dónde podemos estar seguros de que esto es expresión de la nación? ¿Ciencias sociales cubanas o habaneras? Por esta vía va la manera tradicional en que se ha dividido la polémica sobre el término. Estos debates y otros solo expresan la complejidad que encierra llevar a cabo este tipo de estudios. Este —como parte de ellos—, intenta brindar una visión, por supuesto no acabada, con el modesto propósito de contribuir a este debate trascendente y propiciar otros nuevos, que de una manera u otra pudieran propiciar una práctica superior de las ciencias sociales en Cuba. Algunos apuntes sobre el siglo XXI y las ciencias sociales cubanas Cuando niño yo saqué la cuenta, de mi edad por el año 2000; el 2000 sonaba como puerta abierta a maravillas que silbaba el porvenir Silvio Rodríguez Proponer Los contextos, tanto internacionales como nacionales, están imponiendo presiones a las ciencias sociales en el ámbito de lo propositivo. Desde el taxista que pide a una socióloga explicaciones y soluciones «al problema del salario en Cuba», hasta el continuo reclamo de respuestas a asuntos locales o nacionales por instancias gubernamentales, todos esperan de los sociólogos y demás científicos sociales, respuestas rápidas y soluciones prácticas. Este condicionamiento asigna roles a las ciencias sociales cubanas, que no constituyen reclamos nuevos. La crisis de los modelos académicos de sistematización de la realidad y de aquellos que no rebasan la crítica, en favor de otros más programáticos, más hábiles en la producción de propuestas, está marcando, en el medio intelectual, tendencias que les señalan más responsabilidad. 200 Ciencias sociales, retos y debates a inicios de siglo En Cuba, es un viejo anhelo la participación eficiente de las ciencias sociales en los procesos de dirección y de asesoramiento. En palabras del profesor Alain Basail, La diversificación de la agenda, producida desde la década de los 90, constituye el mejor de los apoyos que las ciencias sociales más recientes han producido en esta materia. Constituye, además, un avance digno de continuar significando. Podría mencionarse un conjunto bien amplio de problemáticas, poco estudiadas anteriormente, que hoy son abordadas como objeto de estudio, o bien revisitadas desde nuevas perspectivas. Saltan a la vista asuntos como la re-estratificación, y la estructura, movilidad y consumo sociales; la pobreza, las desigualdades raciales, de género, espaciales, desde múltiples dimensiones. También han formado parte de esta lista los cambios en las relaciones laborales, la participación, las problemáticas de la vida comunitaria y del medio ambiente La madurez y perfeccionamiento en el abordaje de determinados temas también ha caracterizado el período. Tal es el caso de los relacionados con el desarrollo local y comunitario, los estudios de familia, las dimensiones culturales del desarrollo. También se han desarrollado las temáticas sobre estrategias de vida y las prácticas cotidianas, donde especialistas como Mayra Espina encuentran espacios de complementación disciplinaria entre campos como la economía, la sociología y la psicología. el reto es el de innovar teórica, metodológica y temáticamente para desreificar la facticidad que nos rodea, el cual se asume uniendo reflexiones éticas y políticas sobre para qué y cómo sirve el conocimiento de la realidad. Los resultados son de apreciable valor para el desarrollo de la reflexión social, es decir, para la praxis social y el diseño de políticas en las que los autores exigen participar activamente.11 En los últimos años, al menos desde el punto de vista institucional, se han percibido pasos de avance. La recuperación del polo de Ciencias Sociales y Humanidades, con conexiones muy directas con el Consejo de Estado, puede estar constituyendo un lugar central para ello. Surgido por iniciativa de Fidel en la década de los 90 y reactivado en la primera mitad de 2007, aglutina un número no pequeño de instituciones científicas del país, a fin de dar respuesta a temas y problemáticas priorizados por el partido y el gobierno cubanos. 12 Sus grupos de trabajo, formados por investigadores de experiencia, tienen como función «analizar e integrar resultados ya obtenidos y no aplicados, sobre los temas priorizados, elaborar recomendaciones para su solución y proponer nuevas investigaciones en caso de que se identifiquen aspectos importantes del problema aún no abordados».13 Entre los resultados fundamentales de su trabajo se encuentran: la elaboración de un conjunto de propuestas para la elevación de la productividad en la economía nacional; el diseño y ejecución de experimentos socioeconómicos, la proposición de medidas para elevar la capacidad de enfrentamiento y mitigación de impactos sociales y económicos producidos por desastres naturales; inventario y análisis de artículos sobre política y sociedad cubanas provenientes de instituciones, centros académicos y figuras de la emigración cubana en los Estados Unidos y Europa; informes acerca del debate sobre el socialismo en los inicios del siglo XXI; publicación de artículos, textos e informes sobre los temas priorizados.14 El trabajo del polo también incluye la entrega de los resultados a instancias gubernamentales relacionadas con cada uno de los temas. Estudiar los casos y sus causas La proliferación de estudios de caso constituye una característica importante del período. Tiendo a pensar que no constituye este un hecho aislado o que responda exclusivamente a necesidades o influencias epistemológicas. Las dificultades económicas y limitaciones de recursos para acometer investigaciones de más amplio alcance están dentro de las principales causas. Problemas asociados al acceso a la información, definidos por la profesora Teresa Muñoz como «bloqueo de información», explicado en términos de «insuficiente acceso a la bibliografía, tanto de libros como resultados de investigación, y también [...] tendencia a la capitalización cuando se cuenta con ellos»,16 podrían estar produciendo cierta inclinación (espontánea o no) de los científicos sociales por la realización de estudios de casos, o bien impulsándolos a buscar alternativas de recogida de información de diversos tipos. Sin demeritar la calidad de este tipo de estudios y sus posibilidades de cara a la elaboración de propuestas, valdría la pena pensar en la idoneidad de acompañarlos y/o complementarlos con otros de muestras más amplias. Quizás también sería pertinente reflexionar sobre las posibles consecuencias de ocupar altas proporciones del espacio investigativo con estas maneras de hacer, en detrimento de otras. Pensar en todo El deber de saber de todo lo referido a lo social es algo que rodea la cotidianidad de los científicos sociales. La familia, los vecinos, todos esperan que puedan decir algo sobre distintos temas, sea la educación primaria, la producción de tabaco, el SIDA, las mujeres dirigentes o «la inmortalidad del cangrejo».15 201 Galia Figueroa Alfonso Asimismo, fraccionan y obstaculizan la posibilidad de aunar fuerzas para eventos nacionales «donde se pueda hablar de las dificultades» y demás asuntos concernientes a las ciencias sociales. De manera colateral también limitan las vías de superación de las barreras disciplinares. Esto último puede apreciarse claramente en el espacio académico, de pre y posgrado. Las estructuras disciplinares y sus exigencias dejan poco margen para romper esas barreras. Los tribunales de licenciatura y doctorado poseen marcado carácter disciplinar. Las maestrías, sobre todo aquellas centradas en temas donde se incluyen maestrantes de diversas formaciones, tienen hoy las mayores posibilidades para el logro de enfoques inter, multi, transdisciplinares. La superación de las limitaciones apuntadas, así como la conformación de espacios de socialización más integrales e integrados constituyen reclamos fundamentales de los científicos sociales cubanos. Las carencias en materia editorial y los problemas comentados sobre el acceso a la información han conducido a una gran informalidad en las vías de socialización del conocimiento, proceso esencial para el avance de la ciencia en cualquier rama. Una revisión de las vías más comentadas en entrevistas a especialistas17 corroboraría tal afirmación. La asistencia a eventos donde los científicos se conocen y «pasan sus trabajos», las memorias del evento, la búsqueda de textos de tesis de maestría y doctorados que, en definitiva, son ubicados bajo las mismas redes informales, son de las más comunes. Las relaciones personales, que aquí aparecen como fundamentales, como mediadoras de todos estos ejemplos, no deben erigirse como vía esencial de socialización. El avance en la superación de estas barreras constituye uno de los derroteros más importantes para las ciencias sociales cubanas. Aunque algunos autores cubanos logran publicar en el exterior, y que también se producen publicaciones de corta tirada en determinados centros de investigación o instituciones nacionales, ninguna de estas llega efectivamente al alcance de la generalidad de los científicos sociales de la Isla. «Feudos informativos» y posibles consecuencias Sería incorrecto no señalar algunas de las más obvias consecuencias para nuestras ciencias sociales de las posibles formaciones y/o consolidación de «feudos informativos» y demás limitaciones en el acceso a la información, de cara precisamente a los retos y desafíos que enfrentamos los científicos sociales. La visión de sociedad que tenemos, la misma elaboración y ubicación de los problemas de investigación y, por consiguiente, la agenda de las ciencias sociales se construyen, de manera importante, sobre la base de la información con que contamos. Nuestra cotidianidad, sin ser desdeñable, no puede constituir la principal fuente de interrogantes investigativas, sino un acompañamiento y complementación. La selección de la metodología, los resultados investigativos y su comparabilidad corren la misma suerte. Asimismo, este fenómeno se relaciona con otros elementos esenciales a los desarrollos de las ciencias sociales. El primero se halla vinculado a la socialización de los resultados: niveles de informalidad —me dijeron, yo dije, dónde lo dijo, los que tienen acceso a ellos [los datos] nos dicen—; y el segundo con la posibilidad de re-utilización de los datos y resultados: qué puedo usar y qué no, autocensura, etc. Cada uno de estos elementos impacta de manera directa en las posibilidades de proponer soluciones. No pensar sectorialmente La situación antes comentada con respecto al alcance de la información y sus vías de socialización podría ser una de las causas fundamentales de algunas tendencias negativas. La conformación de «feudos informativos», los sectarismos y la falta de cooperación podrían ser las tres primeras. «Cada cual quiere armar su tinglado y asegurar su propio reino», expresó una especialista entrevistada. La necesidad de rebasar la «sectorialización» o sectarismos es otro de los asuntos que ha cobrado mayor importancia. Las instituciones tienen encargos que las especializan en determinados temas, pero esta división, a veces poco centrada en los problemas y sí en las disciplinas o en áreas y aspectos de la sociedad cubana, produce no pocos inconvenientes. Crea «feudos informativos» de carácter institucional, espacios cerrados de discusión de los temas, «nos reunimos siempre los mismos a hablar del mismo tema». La exclusión de científicos sociales de estos debates «es una enfermedad maligna de carácter burocrático que atenta contra el desarrollo natural de las ciencias sociales […] de manera que a estos les toca investigar tal cosa y a estos otros les toca investigar tal otra». Estos estilos negativos pueden estar produciendo estudios diseñados desde la información con que puede contar cada cual, y no a partir del problema, lo cual se enfrenta a las más elementales bases metodológicas. Construir disensos y consensos Al calor de las ciencias sociales actuales, la producción de disensos resulta casi o más importante que la de consensos. La multiplicación de paradigmas, 202 Ciencias sociales, retos y debates a inicios de siglo metodologías y teorías que se incorporaron a la producción nacional han producido una sana diversidad de puntos de vista y enfoques a los problemas sociales, aunque queda mucho por trabajar aún en la materialización de reales debates y en la «visibilización de tales disensos». Sin embargo, para un grupo no pequeño de científicos cubanos, la cuestión de la producción de consensos aparece como interés renovado, sobre todo de cara a la realización de propuestas específicas. Esta constituye una de las preocupaciones más relevantes. La construcción de consenso, como la explicitan, no se identifica con la formación y acatamiento de criterios uniformes. El proceso tiene que ver con la integración y discusión de esos temas y puntos de vista, con el objetivo de superar limitaciones teórico-metodológicas, para la elaboración de soluciones. Las limitaciones que han enfrentado estos procesos pueden estar asociadas a la ausencia de eventos con tales propósitos, a la ineficiencia de algunos para producir debates reales, así como la especialización de otros en temas muy específicos, «eventos tan fragmentarios tienen poco impacto en esa construcción de afinidades o de controversia». Tiene que ver, también, con la inexistencia de una política institucional con esta intencionalidad de reunir para articular puntos de vista —que, por supuesto, implique un acceso, al menos parcial, a la información—, de manera que los debates partan de diferentes aprehensiones de una misma realidad, y no de partes separadas, aristas, aproximaciones, etcétera. publica no existe, en Cuba eso no se puede decir». Solo una pequeña parte de lo que se produce está representado en libros y revistas, pero, ¿qué es ciencia social no publicada, no difundida? En entrevista a Rafael Hernández, el autor decía: Parte de su misión es difundir; es como pensar que la literatura de un país puede considerarse literatura cuando está producida por los escritores y no publicada por las editoriales [...] eso no termina de ser ciencia social si no se difunde y se consume socialmente. En materia editorial, la etapa que comienza con el siglo XXI no marca grandes diferencias con respecto a la anterior. Aunque puede percibirse «cierta reactivación» si lo comparamos con los peores momentos del Período especial, los espacios para la publicación de temáticas de ciencias sociales en el país continúan siendo pocos. Su relativa escasez —sobre todo aquellas que trabajan temas de la actualidad nacional donde se expresa el quehacer de los investigadores cubanos— está condicionando muchas de las limitaciones identificadas en el ámbito de la socialización de la información y de los resultados de investigación. Una revisión de lo publicado en los últimos años por editoriales cubanas que se autodenominan de ciencias sociales brinda una panorámica del asunto. Un resumen apretado hace hincapié en varios elementos descriptivos: z Pensar complejamente z El acercamiento a la visión compleja constituye un cambio importante en el período, y que pudiera estar marcando pautas en el giro epistemológico de las ciencias sociales cubanas. La Cátedra para el estudio de la complejidad, del Instituto de Filosofía del CITMA, se creó como espacio de reflexión y debate de temas relativos a la complejidad. Ha constituido un lugar de impulso a enfoques transdisciplinares. Si bien estos no han podido concretarse en metodologías de investigación, y la academia cubana no está lista para encarar institucionalmente sus retos, sí abre un espacio de debate y perfeccionamiento epistemológico sustancial hacia el cual podrían estarse trasladando las reflexiones sobre las ciencias sociales mismas. z z z El período mostró, amén de las distintas definiciones de ciencias sociales, un aumento en las publicaciones sobre temáticas sociales.18 Gran representación de autores foráneos (cerca de 50% de los textos). Las categorías o especialidades más publicadas son Historia y Política, sin tomar en cuenta que muchos de los textos que son ubicados en otras categorías poseen marcado carácter histórico, lo que haría esta proporción mucho mayor. Aumento de la proporción de textos que tratan sobre Cuba (sobre todo del pasado) con respecto a la totalidad de textos. Carencia de textos que aborden temáticas de la sociedad cubana actual. Una de las misiones más importantes de las ciencias sociales es «el encargo social de servir como instrumento de orientación en la sociedad, de transparentar la densidad de las relaciones sociales».19 Más allá de las posibles implicaciones positivas para ellas mismas, la socialización y publicación de textos sobre temáticas asociadas a problemáticas actuales, (sobre todo en nuestro contexto) tienen un papel fundamental en ese compromiso. Sin obviar los duros retos que enfrentan los espacios editoriales cubanos debido a limitaciones económicas, Publicar ciencias sociales Es cierto que las ciencias sociales cubanas no pueden percibirse solo a través de lo que se publica. El doctor Jorge Núñez Jover expresó: «Los sociólogos del conocimiento [...] siempre decían que lo que no se 203 Galia Figueroa Alfonso se publica muy poco de ciencias sociales en el país, y menos aún de temas actuales. Las revistas referidas a estas temáticas constituyen el espacio editorial que brinda más posibilidades de publicación, sobre todo en cuanto a la sociedad cubana actual, aunque en ellas nunca estas temáticas adquieran proporciones mayoritarias.20 Tan pequeña representación de textos sobre nuestra actualidad no puede ser atribuida a carencias de estudios. La producción de los científicos cubanos desborda ampliamente los límites editoriales; de este modo, lo que podemos apreciar constituye solo una pequeña muestra y «muy filtrada», una «sub-representación». Otros elementos que propician esta situación son, posiblemente, ciertas ineficiencias en el uso de los espacios existentes, así como en la búsqueda de alternativos. Entre ellos se encuentra, ante los altos niveles de dificultad para publicar, la búsqueda de espacios internacionales, así como las iniciativas de algunos centros investigativos o instituciones que logran divulgar algunos textos, aunque en tiradas cortas. La preferencia por abordajes teóricos e históricos, bien sean de temáticas políticas, culturales, sociales, artísticas, sobre todo de pertinencia internacional, ha sido otro de los elementos que han favorecido que la publicación de textos sobre temáticas actuales de la realidad nacional sea escasa. Poseen amplia repercusión asuntos relacionados con el dominio norteamericano sobre el mundo y el continente americano —textos sobre el ALCA, por ejemplo—; otros sobre las ofensivas contra este dominio —ALBA, movimientos de izquierda, nuevos marxismos—; sobre el pensamiento de personalidades políticas como Fidel Castro, Che Guevara, José Martí, Simón Bolívar, etc.; temas teóricos —fundamentalmente filosóficos—, revisión de aspectos de la teoría marxista, o de otras fuentes, así como temas de la historia de Cuba o latinoamericana, sobre todo. Nadie podría impugnar la importancia que poseen tales temas, pero sí sus proporciones en el monto total de publicaciones. Los temas más recurrentes entre el conjunto de textos que estudian la sociedad cubana actual son los nuevos destinos de la economía, los cambios en las estructuras socio-clasistas y las desigualdades tras la crisis de los 90. En todos ellos, la crisis aparece como la cuestión central. Otros temas como la participación, el desarrollo local y cultural, y el turismo, parecen más como consecuencias de esta. Las políticas sociales, bien desde un enfoque general, bien desde el tratamiento de una en específico, constituyen áreas muy poco tratadas en el período. En este pequeño grupo de publicaciones se hace evidente el predominio de una misma generación de científicos sociales, mayormente de formación económica, filosófica y sociológica. Los científicos jóvenes, si bien han logrado introducirse en algunos espacios, quedan en clara minoría. Enunciar un conjunto de causas que explicara lo que acontece en el ámbito editorial cubano encierra un monto no pequeño de complejidades. Sin embargo, es posible apuntar un grupo de elementos que, de una manera u otra, moldean tales procesos. Si se ubica como telón de fondo la situación económica de las editoriales, la escasez de esos mismos espacios de publicación, así como la sub-representación de la producción de los científicos sociales nacionales, habría que señalar al menos tres dimensiones: la respuesta editorial, la respuesta desde las ciencias sociales, y el devenir histórico de las dos anteriores. Si recurrimos a esta última dimensión, encontraremos que los resúmenes, textos o estudios de autognosis de las ciencias sociales que se realizan sobre estos temas —al menos desde el triunfo revolucionario hasta acá—, no confirman o expresan la existencia de un marcado interés y/o presencia de estudios sociales de la realidad cubana de cada período histórico en los ámbitos editoriales. Preliminarmente los textos que referencian los períodos expresan: z z z z En los 60: énfasis en autores de diversas latitudes; Charles Wright Mills, Max Weber, Vere Gordon Child, y autores latinoamericanos, sobre todo de perspectiva marxista. En los 70 y los 80: constatación de leyes marxistas en estudios de la realidad, baja capacidad de crítica autóctona, y presencia de autores soviéticos. 1986-1990: comienzan a publicarse algunos de los proyectos del Programa Nacional de Investigaciones contenidas en el Plan Quinquenal de Ciencia y Técnica, que sale a la luz al calor del Proceso de rectificación de errores; sin embargo, disminuyen las publicaciones sobre Sociología. Al respecto, Aymara Hernández expresa: «La sobre-ideologización que sufrían las ciencias sociales, la monoteorización dogmática y la negación a la Sociología de su papel polemizador, crítico y de teoría social, limitaba el interés por este tipo de publicaciones».21 En los 90: cierto auge de las publicaciones, aún no suficientes, que se refleja en la investigación, surgimiento de revistas, etc.22 Desde el punto de vista de personas del mundo editorial (por ejemplo, la de Ciencias Sociales), existen criterios importantes anexos a este proceso. El tratamiento de las distintas especialidades dentro de las ciencias sociales posee contrastes significativos, sobre todo atendiendo a su posible caducidad. Los temas de 204 Ciencias sociales, retos y debates a inicios de siglo Multiplicar espacios de publicación, la utilización más eficiente y creativa de los espacios existentes, el aumento de textos que versen sobre problemas epistemológicos de las ciencias sociales cubanas y la superación de aquellas fragmentarias, más de cara a la diversidad y a las discusiones epistemológicas, parecen de las tareas más importantes que acometer por los científicos sociales cubanos. tratamiento y análisis de realidades actuales de nuestra sociedad. Si bien, desde la década de los 90 se viene apuntando un aumento de las visiones críticas, este influjo no ha llegado con fuerza a la generalidad de los textos y artículos publicados en el último período. Introducir temas que fueron tabúes persiste como el gran mérito de las publicaciones. Más allá de otros elementos, el avance más extendido en esta área parece ser mostrar datos, información, muchas veces la exposición de resultados investigativos, y su interés problematizador. Aunque podemos encontrar algunos textos que abordan críticamente nuestra realidad (sobre todo en la revista Temas), la generalización, en las publicaciones, de enfoques críticos y propositivos sobre nuestra actualidad, es todavía una meta para los científicos sociales. Una revisión de lo publicado en el período muestra estas carencias fehacientemente. Los problemas son abordados, descritos, analizados, históricamente ubicados, argumentados con datos. En pocos casos se ha superado la secuencia descripción-explicacióncomprensión. La adición de «solución» permanece como tarea de primer orden. Un nicho donde podrían estarse expresando, con mayor frecuencia, enfoques críticos y propositivos sería el de los estudios sobre desarrollo local y cultural. El énfasis en la importancia de la participación ha propiciado duras críticas a la centralización y tendencias verticalistas del sistema político administrativo cubano.26 Fuera de estos marcos, pocos enfoques críticos trascienden la enumeración de algunos «peros» o «sin embargos», lo que expresa, en muchos sentidos, actitudes triunfalistas. De igual manera, las pocas propuestas existentes poseen bajos niveles de concreción. Amén de que la elaboración de propuestas específicas requiere del diálogo de la ciencia con las instancias políticas y en definitiva con la sociedad, aquellas deben trascender el listado general de cosas por hacer, sin «cómo hacerlas» ni diseño estratégico. De otro lado, el uso de la historia es un buen hábito que no hemos dejado atrás; esto constituye una de las mayores fortalezas de las ciencias sociales cubanas publicadas. La contextualización de las problemáticas historia son eternos, no caducan; no es así para los estudios sobre la actualidad. La importancia estratégica de algunos temas en determinado momento constituye otro criterio importante. Estos son beneficiados por las políticas editoriales, que obvian trabas y lentitudes burocráticas y económicas. Estos asuntos se encadenan con algo que explica Mayra Espina, refiriéndose al período de los 90: El tópico de las publicaciones se me presenta como especialmente funesto [...] Al margen de escaseces, lentitudes burocráticas y censuras, considero que la causa fundamental de esta carencia editorial está en nosotros mismos, en nuestra poca agresividad para elaborar y colocar textos que recojan de forma clara y amena los resultados de los estudios [...] y que sitúen hipótesis, conceptos y perspectivas metodológicas que transciendan las estrechas fronteras del análisis del fenómeno particular.23 Cualquiera de estas respuestas por separado no resume la cuestión, pero su conjunción y entrelazamiento aportan algo al debate. Criticar y proponer en la actualidad publicada El ejercicio de la crítica, su aceptación y recepción adecuada constituye otro de los eslabones esenciales del proceso de elaboración de propuestas y de conexión con los decisores. En entrevista a Eliades Acosta, quien dirigía el Dpto. de Cultura del PCC, él planteaba: Institucionalmente la crítica no siempre se permitió, ni se comprendió, ni se estimuló. Esto crea una actitud reflejo de quienes están obligados por su trabajo a ejercerla. Por cierto, no se trata de una tarea de un gremio, la crítica es una condición consustancial al ser humano.24 Queda claro que la crítica más que un elemento, es el medio por el cual toda coyuntura histórica se elabora para ser eficaz. Ella potencia la capacidad creativa de todos y cada uno de los actores que en una sociedad tratan de reflexionar sobre sí mismos, su entorno y el mundo en que viven, para conscientes de sus múltiples determinaciones y reflexionando sobre ellas, actuar.25 El mundo de las publicaciones, no muestra una presencia generalizada de enfoques críticos en el 205 Galia Figueroa Alfonso como «criterio de expertos», que les facilitarán el diseño de políticas: sociales es un elemento inherente a las reflexiones estudiadas. Sin embargo, las periodizaciones siguen los mismos moldes: antes y después de 1959, antes y después de 1989, o los 90. O bien tales circunstancias explican todas las esferas de la vida social nacional, o nos hemos acostumbrado a pensar nuestra realidad en segmentos históricos omni-explicativos. Otro elemento que caracteriza estas problematizaciones es la referencia a Latinoamérica como espacio con el cual debemos compararnos. Entendernos como parte de la región, con contextos y rasgos similares de base fue uno de los logros más importantes del período anterior, aunque el real sentido de esto no sea expresado en muchas de las publicaciones.27 Esta separación se percibe con claridad en aquellos textos sobre temáticas generales del desarrollo. Las referencias a Cuba como parte de ese mundo subdesarrollado, como consecuencia también del neoliberalismo y de los designios del mercado mundial, son escasas. Pareciera que Cuba es un espacio aislado de tales influencias. Más que un posicionamiento claro sobre cuál es la visión del desarrollo que defender, en muchos textos —sobre todo los de carácter general, global si se quiere— encontramos una oposición manifiesta a determinados enfoques, en torno a los cuales se concentran las más duras críticas. A veces parece que nos centramos más en la oposición a un paradigma que en la afirmación de otro. Podría decirse que existen, en esta esfera del pensamiento, más consensos negativos que afirmativos. Una descripción de áreas bien consensuadas en el tema del desarrollo, en el contexto nacional, sería la negación de determinados enfoques: no neoliberalismo, no imperialismo, no capitalismo. La esfera de consensos afirmativos en este espacio muestra: 1) unanimidad significativa en temas muy generales (sí socialismo como vía, desarrollo no solo económico, entre otros), casi siempre de tipo nominal, no desglosado científicamente, que expresa más bien un compromiso ético y, 2) una diversidad de enfoques, no siempre contradictorios ni nocivos para el pensamiento cubano, pero que revelan carencias en la conformación de consensos y cierta fragmentación en los discursos específicos sobre el tema (local, cultural, sostenible, comunitario). Los problemas y relaciones entre ciencias sociales y toma de decisiones han sido tratados tímidamente por los científicos sociales en los espacios editoriales. Varias visiones pueden identificarse. Algunas ideales, otras utilitarias y, muy escasamente, espacios donde se analizan en profundidad. Una visión bastante generalizada tiene que ver con el uso de las ciencias sociales como instrumento de los decisores para el conocimiento de determinados temas, La función social que les corresponde de diagnosticar el estado de la estructura socio-clasista, profundizar en el modo específico de vida de las clases y otros grupos sociales que la integran, sus características psicológicas y su posicionamiento ideológico, con la finalidad de contribuir a la argumentación de medidas positivas.28 Una perspectiva más completa nos advierte de la posibilidad de utilizar las ciencias sociales en el diseño mismo de determinadas políticas, así como de la necesidad de una comunicación bidireccional entre ambos campos. Consejo Superior de Ciencias Sociales y Humanidades En la Resolución 132/2002 puesta en vigor finales del 2002 por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente se reflejaron los lineamientos y prioridades de investigación para las Ciencias Sociales y Humanidades en el país. El documento expuso: En estos momentos estamos en un proceso de actualización de las prioridades de investigación en las Ciencias Sociales y Humanidades, cuyo objetivo es poder contar con una agenda nacional consensuada entre diferentes organismos, entidades y la comunidad científica y que con posteridad someteremos a la consideración del Comité Central del PCC. La propuesta, según muestra el documento, fue construida a través de la consulta con representantes de órganos de dirección de diecinueve centros de investigación, los Consejos provinciales de Ciencias Sociales y Humanidades, y con la Sección de Ciencias Sociales de la Academia de Ciencias de Cuba. Posteriormente, en julio de 2006, se sometió a la consideración del Consejo Superior de Ciencias Sociales, el cual realizó catorce modificaciones que fueron incluidas en el documento final. Este cuenta con nueve áreas claves de resultados, que poseen varias líneas de investigación: «Desarrollo teórico y metodológico de las Ciencias sociales y humanísticas», «Optimización del modelo económico cubano», «Marginalidad, corrupción, delito y conductas delictivas», «Estructura socio-clasista, ocupacional y socio-profesional», «Historia e identidad nacional, regional y local», «Perfeccionamiento del sistema educacional», «De la Administración pública y el Derecho», «Relaciones económicas y políticas internacionales» y «Perfeccionamiento y desarrollo sostenible de la sociedad cubana». Las líneas de investigación de cada una desglosan varias aristas de cada problemática. En la mayoría de 206 Ciencias sociales, retos y debates a inicios de siglo Contribuir a la toma de decisiones los casos, se incluyen aspectos relacionados con el perfeccionamiento teórico de las temáticas del área clave, muchas veces conectados con temas no cerrados para los científicos sociales cubanos. La sistematización del pensamiento estratégico de la Revolución cubana, las formas de propiedad en el socialismo, el enriquecimiento y desarrollo del pensamiento marxista resaltan entre los más importantes. Se brinda interés a los temas relacionados con los problemas teóricos-metodológicos de las ciencias sociales y humanísticas, sus relaciones con las naturales y exactas, así como a la metodología y la aplicación al trabajo social. Como podemos apreciar, aun cuando el monto de las publicaciones, los eventos que se realizan, y demás debates expresen una disminución del interés por tales temas, sobre todo en comparación con la década de los 90, esta inclusión en las áreas claves del Consejo muestran o corroboran la preocupación por los destinos de la ciencia social. En todas las áreas están incluidas líneas de investigación orientadas a evaluar y elaborar propuestas que puedan revertirse en la construcción de políticas. Tales enfoques están en consonancia con reclamos actuales de las ciencias sociales. Si bien no son claras las vías que conectan esas propuestas con los procesos de toma de decisiones, sí es posible observar, al menos a nivel enunciativo e institucional, un claro afán de participar, intervenir y colaborar con el diseño, implementación y ejecución de políticas sociales. En el campo de las publicaciones, aunque es cierto que podemos encontrar varios de los temas considerados prioritarios, también hay grandes ausentes. La primera área clave, referida a temas teórico-metodológicos, es una de las más representadas en las publicaciones, así como la de las relaciones económicas y políticas internacionales. Una revisión del contenido de las publicaciones del período muestra claramente la predilección, científica o editorial por esos temas, tanto desde la pluma de autores nacionales como extranjeros. Dentro de los estudios que se aproximan a la realidad contemporánea cubana, el tema de las estructuras socio-económicas y las desigualdades parece el favorito. Las problemáticas referidas al perfeccionamiento del sistema educativo, y el combate a los procesos de marginalidad, delito, corrupción y reinserción constituyen grandes ausentes en la muestra estudiada. Los temas restantes, aunque aparezcan enunciados en varios títulos, son tratados básicamente, desde enfoques muy teóricos o históricos. El énfasis en las investigaciones prácticas que permitan conformar propuestas, tal como orienta el Consejo, no es percibido en las publicaciones. El tema del apoyo a la toma de decisiones se conecta de manera directa con la posibilidad de elaboración de propuestas, y a la comunicación con los decisores. El espacio editorial no lo refleja de manera clara. Las publicaciones sobre el tema son encontradas más fácilmente en textos publicados fuera del país, tanto de cubanos como de extranjeros. La mayoría peca de radicalismo. Aun cuando no sean del todo desdeñables, son muy parcializados. En los más radicales, pareciera que los científicos sociales cubanos fueran marionetas estatales. La presencia de tales temáticas en el ámbito nacional, aunque mayor, es aún insuficiente. Más que reflexiones con algún grado de generalización, son referenciados determinados hechos y anécdotas. Dos hechos importantes son continuamente señalados: 1) Debates y encuentros producidos mayormente en el período posterior al año 2000 cuando los órganos del PCC en la ciudad de La Habana se acercaron a científicos sociales que tenían experiencias en determinados temas de interés. 2) Investigaciones realizadas por encargo de diversas instituciones o de niveles altos de dirección del país, sobre temáticas como la corrupción, la violencia o el delito, que no fueron publicadas. Ambos procesos son enunciados como manifestación del interés de las instancias de gobierno por acercarse y utilizar el trabajo de las ciencias sociales. En temas como el desarrollo local y comunitario esta comunicación se ha hecho más evidente. La realización de estos estudios implica el trabajo con los decisores de las comunidades y municipios. En muchos casos, los proyectos de desarrollo local que se realizan incluyen la capacitación de los dirigentes. No obstante, persisten muchas limitaciones que son bien expresadas por los científicos sociales: «esas relaciones no siempre fluyen, ni están bien organizadas», «no hay realmente una cultura política de aprovechamiento, de asimilación del resultado de las investigaciones», «compromiso de intervención no siempre suficientemente correspondido». Expresiones como estas refuerzan la idea de la existencia de un diálogo insuficiente entre las ciencias sociales y los órganos que implementan las políticas sociales. De otro lado, aunque válida, la utilización de las investigaciones por encargo, cuando se necesitan, como recolectoras de información ante determinadas coyunturas, establece una relación unidireccional, unilateral. De modo que se necesita una «actitud más lúcida de la política con respecto a las ciencias sociales, aprovecharlas más, verlas como una sospecha, utilizarlas más para tomar decisiones», así como, de nuestro lado, 207 Galia Figueroa Alfonso epistemológicos de las ciencias sociales cubanas y la superación de aquellas fragmentarias, más de cara a la diversidad y a las discusiones epistemológicas, parecen de las tareas más importantes que acometer por los científicos sociales cubanos. En el mismo sentido, se hace necesaria la multiplicación de textos que aborden temas nacionales —sobre todo aquellos referidos a problemáticas actuales, que reflejen, en mayor número, aspectos entendidos como prioritarios—, desde enfoques críticos y orientados a la construcción de estrategias, que demuestren un compromiso serio con la esfera pública y política del país; y una real representación de la producción de los científicos sociales cubanos del siglo XXI. ganar en agilidad en la construcción de informes (sintéticos y prácticos) que puedan contribuir, de manera más directa, en la toma de decisiones. Conclusiones y algunos retos Pero ahora que se acerca saco en cuenta que de nuevo tengo que esperar; que las maravillas vendrán algo lentas porque el mundo tiene aún muy corta edad. Silvio Rodríguez Las ciencias sociales cubanas de inicios del siglo XXI son herederas de los cambios acaecidos durante la década de los 90 y continuación de los retos que esta dejó para la presente. En el último período se acentuaron las presiones en la esfera de lo propositivo para las ciencias sociales en general. Para ellas, los inicios de siglo están caracterizados por una profundización, maduración y perfeccionamiento de la agenda de trabajo. Se ha ganado en las conexiones con los procesos de toma de decisión, aun con niveles de efectividad insuficientes. Han proliferado los estudios de caso. Se pueden apreciar, en consonancia con las dificultades económico-editoriales, una diversidad de vías de socialización, muchas con altos niveles de informalidad. Las carencias en el orden del acceso a la información han marcado algunos de los rasgos enunciados anteriormente. Este último asunto constituye uno de los problemas más serios de la producción científico social cubana. Aperturas importantes en este sentido posibilitarían un mayor alcance a las investigaciones sociales en la Isla, así como mejores herramientas para el ejercicio de la crítica y la elaboración de propuestas. Quedan también por superar sectarismos y fragmentaciones; ganar en la habilidad de construcción de consenso, así como en el logro de espacios que lo propicien; trabajar en enfoques transdisciplinares y en la integración de campos del conocimiento. Constituye un reto incrementar la presencia de las problemáticas epistemológicas nacionales en los distintos espacios de socialización, eventos y publicaciones. Las publicaciones cubanas de ciencias sociales han sufrido cierta reactivación en comparación con el Período especial. Aunque aún son pocos los espacios destinados a la divulgación de estas temáticas, ha habido un incremento de textos publicados. Quedaría pendiente priorizar la publicación de estudios sobre nuestra realidad actual. Multiplicar espacios de publicación, la utilización más eficiente y creativa de los espacios existentes, el aumento de textos que versen sobre problemas Notas 1. Pierre Bourdieu, Intervenciones 1961-2001. Ciencia social y acción política, Editorial Hiru, Hondarribia, 2004, p. 11. 2. Se refiere, en este caso, a las investigaciones producidas por el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA). 3. Hago referencia al texto emblemático de Charles Wright Mills, La imaginación sociológica, en su capítulo «La promesa», Instituto del Libro, La Habana, 1969, pp. 13-43. 4. Miguel Limia David, «¿Hacia dónde van los estudios sociales?», Temas, n. 1, La Habana, enero-marzo de 1995, pp. 18-26. 5. Mayra P. Espina Prieto, «Cambios estructurales desde los 90 y nuevos temas de estudio de la sociedad cubana», en Colectivo de autores, Cambios en la sociedad cubana de los 90, FLACSO-Woodrow Wilson International Center for Scholars, Santo Domingo, 2005. 6. Mayra P. Espina Prieto, Cuba: la hora de las ciencias sociales, CIPS, La Habana, 1997. 7. Sin dudas la reinserción de la Sociología en el ámbito académico cubano (1990) y su historia de «intermitencias» en el espacio nacional ha inspirado esta búsqueda de la historia pasada de la disciplina en función de su reconstrucción. Véase Teresa Muñoz Gutiérrez y Aymara Hernández Morales, «Sociología y Revolución. La continuidad de una reflexión impostergable», en Colectivo de autores, Selección de lecturas sobre Sociología y trabajo social, La Habana, 2001. 8. Constituyen la principal excepción los estudios que bajo la tutoría de la Dra. Teresa Muñoz, se llevan a cabo en el Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana sobre la perspectiva sociológica en Cuba. 9. Sirva como excepción el trabajo de Jorge Núñez Jover, «Para comprender nuestras ciencias sociales», Academia, v. 1, n. 1-2, La Habana, 2001, donde se brinda una definición de ciencias sociales y se polemizan algunos significados. 10. Es el caso de las investigaciones que respaldan este ensayo. Se trabajó con las publicaciones cubanas que se autodenominan de ciencias sociales. 11. Alain Basail Rodríguez, «Necesidad(es) y astucia(s) de una sociología joven cubana», en Alain Basail Rodríguez, comp., Sociedad 208 Ciencias sociales, retos y debates a inicios de siglo cubana hoy. Ensayos de Sociología joven, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006, p. 4. 22. Una revisión detallada deberá explorar más profundamente el listado de las publicaciones de cada período. 12. «Informe de balance», XIII Plenario del Polo de Ciencias Sociales y Humanidades, La Habana, 2009. [Inédito]. 23. Mayra P. Espina Prieto, «Tropiezos y oportunidades de la sociología cubana», Temas, n. 1, La Habana enero-marzo de 1995, p. 12. 13. Ibídem. 14 Ibídem. 24. Isachi Fernández, «Entrevista a Eliades Acosta», La Haine, 30 de noviembre de 2007, disponible en www.lahaine.org. 15. Homenaje al profesor Víctor M. Figueroa Albelo. 25. Alain Basail Rodríguez, ob. cit., p. 2. 16. Teresa Muñoz Gutiérrez, «Los caminos hacia una Sociología en Cuba. Avatares históricos, teóricos y profesionales», Sociologías, a. 7, n. 14, Porto Alegre, julio-diciembre de 2005, p. 344. 26. Véase Ovidio D’Angelo Hernández, «La autogestión local como vía para la transformacion social» y Cecilia Linares Fleites, «Desarrollo cultural y participación en el contexto municipal cubano», ambos en Temas, n. 36, La Habana, enero-marzo de 2004, pp. 52-63 y 43-51, respectivamente. 17. La investigación que sustenta este ensayo, se sirvió, entre otros métodos, de entrevistas a especialistas de las ciencias sociales cubanas, entre los que se destacan: Juan Luis Martín, Jorge Núñez Jover, Mayra Espina, Teresa Muñoz y Rafael Hernández. Las citas no identificadas pertenecen a esas entrevistas. 27. Constituyen una excepción relevante los textos de la doctora Mayra Espina. 28. Darío L. Machado Rodríguez, «Estructura socioclasista de la sociedad cubana actual», Cuba Socialista, n. 21, La Habana, 2001. (Énfasis mío). 18. Una revisión inicial de los catálogos de la Editorial de Ciencias Sociales puede demostrarlo de manera clara. 19. Alain Basail Rodríguez, ob. cit., p. 4. 20. Una de las excepciones más sobresalientes es la revista Temas. 21. Aymara Hernández Morales, «En Cuba revolucionaria: espacios intermitentes para la Sociología», en Luis J. González Oquendo y Aymara Hernández Morales, El desarrollo de las ciencias sociales en América Latina. Contribuciones a un balance, FLACSO-CRESALCUNESCO, Santo Domingo, 1998. © 209 , 2010 no. 62-63: 211-214, abril-septiembre de 2010. Emanciparse en movimiento: voces cruzadas, perspectivas en consensos Emanciparse en movimiento: voces cruzadas, perspectivas en consensos Armando Chaguaceda Politólogo e historiador. Observatorio Social de América Latina, CLACSO. D aproximamos en el ajustado espacio de estas páginas, continúa el camino desbrozado por un colectivo que, en entregas anteriores,4 ha auspiciado investigaciones y diálogos entre pensadores y publicistas de diversas procedencias, que se articulan en torno a una crítica al capitalismo trasnacionalizado e inmersos en la búsqueda de horizontes libertarios de convivencia humana. Particularmente, en Diversidad, identidad y articulación... asistimos a la difusion editorial de un sostenido proyecto de producción colectiva de saberes y de vinculación con movimientos y actores de izquierda en América Latina y el mundo. En esta ocasión las lecturas cubanas se acompañan por aportes de académicos y militantes foráneos (en varios casos, personas en las que coinciden ambos desempeños), para ofrecer una visión más plural (y no solo internacional) de los fenómenos que se abordan. Abriendo la entrega y provocando el debate, encontramos el texto del investigador cubano Gilberto Valdés quien, en línea de continuidad con toda su obra anterior, ofrece un marco conceptual centrado en la categoría de Sistema de Dominación Múltiple que, al aludir a las diversas naturalezas del sujeto antisistémico y los horizontes de transformación, conecta la necesaria esde hace varios años, la editorial cubana de Ciencias Sociales nos ha venido entregando los textos de su colección Consensos, cuyos primeros libros abarcaron una gama de temáticas tan diversas como la guerra en Iraq y los resultados del 11 de septiembre, las posturas en torno al socialismo cubano, la esencia del liberalismo conservador, cartografias globales del compromiso intelectual, etc. 1 Más allá de sus limitaciones,2 estas obras tuvieron el mérito insoslayable de socializar una agenda de temas centrales de la conflictualidad política internacional, abordados con una perspectiva multidisciplinar, culturalmente ecuménica e ideológicamente orgánica para con un proyecto anticapitalista en el siglo XXI. Como continuidad de este empeño, en 2007 dicha colección publicó el libro Diversidad, identidad y articulación: construyendo alternativas desde los movimientos sociales,* a partir de los resultados del Grupo de Investigación América Latina: Filosofía Social y Axiología (GALFISA), del Instituto de Filosofía.3 Este texto, al que ahora nos * Diversidad, identidad y articulación: construyendo alternativas desde los movimientos sociales, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007. 211 Armando Chaguaceda de psicología y sociología, así como del enfoque estructural-funcionalista hegemónico en la politología triunfante después de la Segunda guerra mundial, enfatiza la importancia de los incentivos, las formas de organización y las dinámicas operativas de actores, con un sesgo marcadamente individualista. Mientras la llamada Escuela de los Nuevos Movimientos Sociales (Alberto Melucci, Alain Touraine, Klaus Offe), nacida en la vieja Europa, toma nota del componente identitario que caracteriza a nuevos actores y discursos emergentes (ecologistas, feministas, juveniles, pacifistas) no reducibles a la contradicción capital-trabajo o los circuitos de competencia política demoliberal, que combinan aportes del marxismo crítico, estudios culturales ingleses, la sociología de posguerra franco-alemana, etcétera. En América Latina numerosos investigadores han advertido el reverdecer de la protesta social, particularmente beligerante tras los devastadores efectos del Consenso de Washington. Formados en diversos paradigmas de análisis, varios grupos académicos han acompañado luchas reivindicativas, organizando cátedras, redes y observatorios sociales, generando de forma paulatina un discurso específicamente latinoamericano sobre esta temática. En esa dirección se destacan los valiosos aportes del Observatorio Social de América Latina, del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), en Argentina; del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), en México; y del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Estadual de Campinas, en Brasil.6 Inspirado, al parecer, en los ecos de tan seductora saga, el trabajo de Alberto Pérez nos introduce de manera explícita en la temática de los movimientos sociales, postula dos enfoques básicos, que el autor denomina «extremoclasista» y «movimientista». Pérez alerta sobre asuntos como la multicausalidad (moda y copismo incluidos) del auge de los nuevos movimientos sociales en su doble condición de campo investigativo y fenómeno real, y señala con justeza la necesidad insoslayable de comprender la relación de lo individual y lo colectivo en la agenda de estos actores. Al reconocer la «combinación e interpenetración entre sujetos diversos en el continente latinoamericano, bajo las reglas de la dominación del capitalismo neoliberal transnacional en condiciones de dependencia» (p. 94), el filósofo pone a dialogar la siempre presente identidad clasista con los perfiles etarios, de género, ambientales, territoriales, culturales, etc., constituyentes de cada actor concreto. Su aporte, sin embargo, tiene un grupo de carencias destacables, que es necesario advertir: no ofrece ejemplos concretos (de movimientos o autores) que ilustren las posturas descritas, hace poca referencia a estudios, procesos y obras recientes sobre el tema, aborda (casi reflexión teórica con un cierto balance de procesos sociopolíticos en curso. Con una perspectiva similar, la socióloga ecuatoriana Irene León aborda el fenómeno de la diversidad en rasgos generales y rescata el valor de identidades particulares en su constitución. Por su parte, el axiólogo cubano José Ramón Fabelo realiza en su propuesta un recorrido histórico por procesos y pensadores disímiles, que reivindica el mestizaje como matriz de identidades particulares de nuestros pueblos frente al modelo blanco y norteeurocéntrico. En clave histórica y comunicológica, el artículo de la periodista y activista Sally Burch constituye una denuncia al control de las transnacionales de la información para mantener la hegemonía del capital. La autora revela el potencial liberador de estos medios ligados a las nuevas tecnologías de información y comunicaciones (particularmente Internet) para el movimiento alterglobalizador. De tal suerte, Burch da cuenta de experiencias concretas como las de las cumbres mundiales de la información y conecta los fenómenos e ideas surgidas en este espacio, con las agendas de género. Varios trabajos conforman el «núcleo duro» de la obra, tanto por su continuidad en relación con entregas anteriores, inscritas en los libros del proyecto colectivo GALFISA, como por los problemas desarrollados en perspectiva teórica.5 Estos textos resultan reveladores para el tratamiento conceptual y la constatación empírica de procesos sociopolíticos vinculados con la crisis de los regímenes neoliberales y la reactualizacion de las estrategias socialistas. Me referiré en particular a los textos de Alberto Pérez y Humberto Miranda, que tratan, respectivamente, las temáticas de los movimientos sociales y la autogestión, no sin antes hacer algunas breves y (según estimo) necesarias precisiones. Los movimientos sociales, como formas de agrupamiento y accionar colectivos, inmersos en procesos de conquista y ejercicio de diversas instancias y modalidades de poder, han sido tratados desde una pluralidad de enfoques. Algunos autores como Immanuel Wallerstein enfatizan una lectura cronológica erigida en torno a la teoría del sistema mundo capitalista, fruto de la erudita empresa de indagación histórica, económica y sociológica del pensador germano-estadounidense. Al estudiar los movimientos antisistémicos que han sacudido al mundo con sus luchas, Wallerstein los divide en movimientos históricos (socialistas y de liberación nacional), que impugnan las lógicas capital-trabajo y centro-periferia; y los nuevos movimientos (horizontales, pluralizados, antivanguardistas); a ambos les sirve como parteaguas el mítico año 1968. Por otro lado, el paradigma norteamericano —articulado alrededor de la lógica de racional choice y la teoría de la movilización de recursos—, hijo de aportes 212 Emanciparse en movimiento: voces cruzadas, perspectivas en consensos en exclusiva) filosóficamente un tema que posee evidente raigambre sociológica.7 Por su parte, Humberto Miranda rescata, desde una perspectiva multidimensional, la idea de la autogestión, uno de los conceptos centrales del proyecto comunista. Despliega una crítica de la concepción que enfoca la economía hacia procesos regidos por la ley del valor y la febril persecución de la plusvalía; pone en solfa las jerarquías y asimetrías inscritas en las modernas divisiones sociales del trabajo, y cuestiona los discursos que identifican desarrollo con crecimiento y consumismo. El autor señala siete desafíos de una sociedad anticapitalista que abarcan las esferas de la ética, la propiedad y la gestión económicas, el ejercicio del poder (en su interdependencia participación-representación) que debe definirse por paulatina y palpable socialización del poder, saber y propiedad (pp. 125-6). En un análisis sucinto, pero provechoso, Miranda describe rasgos estructurales del socialismo de Estado aunque a ratos parece identificarlo, de manera sesgada, con la experiencia esteuropea. Su obra debe entenderse cómo un continuum, pues se trata de uno de los pocos autores que, dentro del escenario cubano, explicita su apuesta por fórmulas concretas como la autogestión, el consejismo, la democracia económica y la planificación participativa como «insumos» para una agenda de refundación socialista en el siglo XXI.8 De particular valía resulta su clara explicación de las potencialidades, confluencias y tensiones de la relación entre el marxismo y la herencia autogestionaria, así como la de los tres rasgos que, a juicio del autor, permiten definir la autogestión como orientación emancipadora de la actividad humana. Miranda aporta un valioso arsenal conceptual que posibilita operacionalizar su discurso, pero no precisa elementos que delimiten los contenidos esenciales, en el caso de nociones que tienden a confundirse entre sí. Ello es importante porque sus tesis, si bien discurren originalmente por los cauces de la filosofía, desbrozan múltiples senderos cobijados por la sociología, la ciencia política, la psicología y, sobre todo, la economía política. Aunque las referencias al cooperativismo son bastante claras, las nociones de autonomía, solidaridad y participación tienden en ocasiones a confundir sus rasgos constituyentes. Otros autores presentan enfoques valiosos para comprender los rumbos de la política emancipadora en el nuevo milenio. Yohanka León aborda el tema complejo y maltratado de la utopía, con prosa agradable y comprensible, sin hacer por ello concesiones en cuanto al rigor científico. Es especialmente significativo su reconocimiento de una pluralidad utópica (de tintes conservadores o populares), y sugiere seis dimensiones analíticas útiles para pensar cualquiera de nuestras identidades y horizontes de acción cotidianos o trascendentes. El historiador Ariel Dacal describe, en un recorrido cronológico, las dinámicas internas del Foro Social Mundial (FSM), haciendo gala de un marxismo crítico y creador que nos lleva de Vladimir I. Lenin a Claudio Katz. Al tiempo que señala el enorme aporte de los cónclaves y redes que articulan el movimiento alterglobalizador y sus desafíos concretos a la agenda del capital, Dacal emite juicios importantes cuando complejiza la discusión corriente en torno a esperanzadores proyectos de integración como el de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) o el Tratado de Comercio de los Pueblos,9 al señalar los gérmenes desarrollistas y tecnoburocráticos presentes en ellos, la necesidad de incrementar la protagónica participación ciudadana y no la mera representación estatal de los intereses populares en sus estructuras y programas. Jorge Coronado y Ariane Grau ofrecen una cronología viva y comentada del Foro Mesoamericano (FM), donde se clarifica el debate entre Movimientos sociales y ONG, frecuentemente invisibilizados por las modas de la cooperación internacional, las teorías de sociedad civil de matriz liberal y las campañas de los mass media imperialistas. Estos autores —militantes comprometidos— no dudan en desplegar en estas líneas significativas (auto)críticas que aluden a los retos y carencias del FM, sobre todo a partir del reconocimiento de su carácter radicalmente antisistémico en comparación con el FSM. A su vez, defienden la vocación programática y orientadora de acción de este espacio articulador en una región como Centroamérica, plagada de injusticias, racismo, genocidio y promesas incumplidas de toda índole. Otros trabajos ofrecen interesantes enfoques. Georgina Alfonso, desde el abordaje de la problemática femenina, narra la experiencia de articulación entre GALFISA y la ONG El Taller, y analiza sus resultados fundamentales. Silvia Marcos y Blanca Chancoso, desde la cosmovisión de la mujer indígena, señalan los efectos concretos de las múltiples dominaciones que en su contexto dotan de voz y rostro a la exclusión generada por el paradigma blanco y machista, al tiempo que ponen en el centro la dimensión ecológica y crítica de las contradicciones generadas por las posturas del feminismo tradicional, en relación con las mujeres de los pueblos originarios. Las propuestas de Isabel Rauber, desde una postura que se reclama marxista, buscan superar las dicotomías simples (partido o movimiento, cambio desde arriba o desde abajo, toma del poder o vía pacífica, etc.) que lastran no pocos análisis de procesos sociales. Su descripción del socialismo real se convierte en una precisa herramienta de diagnóstico y previsión para cambios acometidos por gobiernos progresistas que intentan superar (y no solo hacer las cosas diferentes) las lógicas de la dominación. Esto es particularmente importante 213 Armando Chaguaceda porque ante las fuerzas progresistas continentales ya no solo se erige, como pasó en los 90, el imperativo de evitar la desmoralización interna (resultante del fin del socialismo real), y resistir el enseñoramiento del discurso neoliberal en la vida cotidiana y las agendas públicas regionales; se impone, para poder pensar en «socialismo del siglo XXI», pasar balance a experiencias fenecidas y existentes —incluidas las asiáticas y la cubana—, y articular las nuevas estrategias y actores emergentes con la asunción y renovación crítica de los desempeños del socialismo del XX. Con los trabajos reunidos en Diversidad, identidad y articulación... se puede coincidir o discrepar en varios acápites, excepto en su pertinencia. En sus páginas se aprecian, en sentido general, enfoques idealizadores y poco críticos sobre las limitaciones y distorsiones (autoritarismos, dogmatismos, eclecticismo) que a ratos se perciben, incluso, en el accionar de movimientos emblemáticos como el Movimiento Sin Tierra, las Madres de la Plaza de Mayo, o el zapatismo. Se percibe, además, la necesidad de trascender estudios que, desde perspectivas congruentes con las del presente texto, aborden temáticas como la relación de los disímiles movimientos sociales, los sistemas y culturas políticos nacionales, los vínculos entre las diversas tradiciones de izquierda clásica y los nuevos actores, etcétera. Sin embargo, la pluralidad de sentires y saberes y el compromiso militante que se traslucen de este empeño colectivo constituyen un valor esencial. En Cuba es particularmente urgente socializar empeños como estos, puesto que los inciertos destinos del proceso anticapitalista cubano, en su medio siglo de vida, se hallan genéticamente imbricados con los rumbos de América Latina. Cuando, a partir del masivo debate popular convocado en 2007 (cuyos saldos no conocemos aún), el discurso oficial optó por priorizar cierta ampliación de derechos económicos y de consumo, unidos a una acotada modernizacion administrativa, un refuerzo del control sociopolítico y la disciplina laboral, y el estímulo a formas de participación consultivas, focalizadas y parroquiales, parece muy pertinente socializar la imagen de que otro socialismo mejor es posible en la isla caribeña. Ello puede ayudar a que nuestra cultura política se nutra, desde lo íntimo a lo épico, en una suerte de pedagogía liberadora, de las mutuas caídas, aciertos y esperanzas de las luchas revolucionarias a escala mundial. tanto las urgencias prágmaticas (hijas de coyunturas y encomiendas institucionales) como las limitaciones (auto)críticas que trasuntan las políticas culturales y, en un sentido más amplio, la cultura política revolucionaria en la Cuba actual. Véase Hiram Hernández Castro, «Una cultura de la política revolucionaria», disponible en www.laventana.cu; y Armando Chaguaceda, «Sentidos y fronteras: notas sobre un debate impostergable», disponible en http:// odapensamiento.blogspot.com/2007-04-01-archive.html. 3. GALFISA impulsa diversos proyectos de trabajo, entre los cuales se destacan los talleres sobre Paradigmas emancipatorios en América Latina celebrados en La Habana desde 1995 y las Cortes de mujeres contra la violencia patriarcal. Véanse referencias y resultados de trabajo del grupo en www.filosofia.cu. 4. Véase Colectivo de autores, Las trampas de la globalización. Paradigmas emancipatorios y nuevos escenarios en América Latina, Editorial José Martí, La Habana, 1999; y Colectivo de autores, Paradigmas emancipatorios en América Latina. Diversidad y articulación de pensamientos y prácticas, Editorial Academia, La Habana, 2005. 5. Considero que la obra de Gilberto Valdés, por su depurada matriz conceptual, se erige como eje articulador de buena parte del trabajo de GALFISA y amerita desde hace algún tiempo un análisis particular. 6. Se destacan los trabajos de Emilio Taddei, Clara Algranatti y José Seoane, en Buenos Aires; Guillermo Almeyra, Alberto J. Olvera y Ernesto Isunza, en México, y las brasileñas Maria de Gloria Gohn, Evelina Dagnino y Luciana Tatagiba, entre otros. 7. Entre algunos textos recientes que abordan, desde una perspectiva transdisciplinar, estas problemáticas, véase Evelina Dagnino, Alberto J. Olvera y Aldo Panfichi, coords., La disputa por la construcción democrática en América Latina, Fondo de Cultura EconómicaCIESAS-Universidad Veracruzana, México, DF, 2006; Hans Jurgen Burchardt, Tiempos de cambio: repensar América Latina, Fundación Heinrich Boll, San Salvador, 2006, y Christian Adel Mirza, Movimientos sociales y sistemas políticos en América Latina, CLACSOASDI, Buenos Aires, 2006. 8. En las agendas públicas cubanas (incluidas las académicas) no se ha producido un debate maduro, sostenido, contextualizado y totalizador del fenómeno de la autogestión socialista, y formas afines de involucramiento popular en la gestión social, lo cual evidencia, tanto la falta de voluntad política para propiciarlo, como el peso de la matriz estatista del socialismo en nuestra cultura política. Al margen de la difusión de autores foráneos como Michel Albert, Paul Singer, Catherine Samary, en el patio solo hemos contado con aportaciones que oscilan entre el análisis cuasi filosófico y epistemológico, hasta artículos de matiz programático y publicístico, de limitada constatación empírica y operativa, cuyo valor colectivo reside precisamente en testimoniar los silencios en torno al tema y sugerir estrategias enfocadas en soluciones concretas. Véanse los trabajos del propio Humberto Miranda, Ovidio D´Angelo, Ramón García, Pedro Campos, Roberto Cobas Avivar, publicados fundamentalmente en portales como Filosofia.cu, Kaos en la red, Rebelión, Insurgentes, entre otros. 9. A los que podríamos sumar el promisorio Banco del Sur, objeto de atención de movimientos sociales, activistas y académicos, los que, en carta abierta, defendieron, ante los Estados constituyentes, la necesidad de fiscalización y participación populares en las políticas de dicha institución. Véase http://jubileosuramerica.blogspot.com. Notas 1. Se trata de Consensos 1. Cultura y neofascismo: disidencias, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2003 y Consensos 2. Políticamente incorrecto, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004. 2. Esas limitaciones no se reducen a las carencias en uno u otro texto, o en la caprichosa selección de las obras, ya que reproducen, © 214 , 2010 62-63: 215-227, abril-septiembre de 2010. Literatura testimonial en Cuba. Repaso a unno. «género» tan antiguo como reciente Literatura testimonial en Cuba. R epaso Repaso a un «géner o» tan antiguo «género» como r eciente reciente Ángel Luis F ernández Guerra Fernández Ensayista y editor. N testimonio de un tzotzil y Cien horas con Fidel, el de un líder revolucionario internacional. Jolote sembró maíz y Fidel cultivó una revolución, pero ambos logran centralizar, respectivamente, un texto testimonial. Y esto gracias a un etnólogo y a un periodista que trabajan, cada quien, con sus métodos propios. De manera que, hasta donde llega mi modesta opinión, prefiero conservar el nombre de testimonio, tanto por su alcance como por su tradicional prestigio, mientras propongo como «sinónimo alternativo» el de literatura testimonial para incluir así este género en la amplia órbita de las bellas artes, como una extensión del poder de penetración de estas últimas. En carta fechada el 26 de febrero de 1947, el narrador cubano —de origen español— Lino Novás Calvo le expresaba a su por entonces amigo José Antonio Portuondo: o cabe duda de que el género testimonio ha desbordado con creces los marcos tradicionales dentro de los cuales un Martin Lienhard o un Abdeslam Azougarh han pretendido aherrojarlo. Me parece un poco duro aplicar este último término a esas personalidades, pero no así cuando considero el asombroso explayamiento de este género en las últimas décadas, sus desdoblamientos formales y experiencias creacionales tan disímiles. A la luz de la praxis testimonial en América, y muy particularmente en Cuba, hablar de «un testimonio en puridad» sería como tratar de meter el mar en una pileta. La práctica misma de su escritura (de sus escrituras) ha trascendido conceptos iniciales y se ha adentrado en terrenos como el memorialismo, la correspondencia epistolar, el periodismo, la historiografía, la etnosociología, etc. Quizá sea el testimonio o, mejor, la literatura testimonial, un punto colector donde vienen a remansar sus producciones todas estas y otras vías del pensamiento humano cuando deciden, de alguna manera, unificarse o identificarse. ¿O es que acaso no coinciden aquí Ricardo Pozas cuando entrevista a Juan Pérez Jolote e Ignacio Ramonet cuando dialoga con Fidel? Jolote es el Este enredo en que yo estoy con la novela tiene, creo yo, más que una significación personal. Descubro varias causas: […] me falta tradición. Nos falta en Cuba. Motivos de sensibilidad estragada y mediatizada nos han impedido seguir y continuar un patrimonio literario que debió de partir de Las Casas y llegar hasta nuestro roce, sin fusión con lo americano.1 215 Ángel Luis Fernández Guerra La última idea —esa de una literatura cubana «sin fusión con lo americano»— es, de suyo, enteramente inaceptable, fruto de una angustia de purismo creacional, casi rayana en lo patológico. Lo que sí me interesa destacar, con una valoración positiva, es la idea de «seguir y continuar un patrimonio literario que debió partir de Las Casas y llegar hasta nuestro roce». Sin más ambages, el autor de Pedro Blanco el negrero, de los cuentos de La luna nona y de otras excelentes narraciones, proponía, como origen de la narrativa cubana, nada menos que a aquellos cronistas de Indias que llegaron a estas tierras tras las huellas de Colón. Yendo un poco más atrás, el propio «Descubridor» le dictaba a su escribano: fue espacio de un renacer civilizacional y cultural que, de repente, desembocó con fuerza arremetedora en el XIX esclavista y de ascenso criollo. Cuando nuestra cultura insular abandonaba su modorra de siglos y el poeta cubano José María Heredia crecía en edad y genio literario, surgió la primera obra —que conozcamos— de factura testimonial escrita en Cuba; nos referimos a las Memorias de las revoluciones de Venezuela, a esa «dramática experiencia de un “español liberal de América”, cuyo genuino espíritu justiciero debió enfrentarse a sanguinarios caudillos militares hispanos [...] que lucharon con las peores armas en el intento de retrasar el derrumbe inminente del dominio colonial», como ha explicado Ángel Augier, quien prosigue: «Las escribió en La Habana, donde, enfermo moral y físicamente, retrasó su salida a su nuevo destino judicial en México».4 El memorialista en cuestión es nada menos que el padre del poeta José María Heredia: Don José Francisco Heredia Mieses, quien vivió en Venezuela entre 1812 y 1817 como Regente de la Audiencia de Caracas. Las redactó entre 1818 y 1819 y vieron al fin la luz en 1893.5 Casi cinco siglos hubieron de esperar los «primeros testimonios hispanos de América» para verse oficialmente incluidos en un género literario que solo en 1970 adquiriría denominación y categoría institucional como Premio, en el concurso de Casa de las Américas. Tres siglos mediaban entre aquellos primeros monumentos y las Memorias venezolanas, escritas en Cuba por el padre del poeta y conspirador Heredia. Desde esa fecha podemos rastrear, en los archivos literarios cubanos, vestigios de esta modalidad que, a partir de la Revolución de 1959, adquiriría un auge y un reconocimiento extraordinarios. Pero volvamos atrás en el tiempo. En 1831 aparecían publicadas —en francés— las memorias cubanas de la Condesa de Merlin. Radicada en París con un título nobiliario de origen napoleónico, la cubanita escribió en esa capital europea las deliciosas páginas en que rememora su niñez en la Isla. Dichas remembranzas, recogidas en Mis doce primeros años, se vieron seguidas de Viaje a La Habana 6 (en tres volúmenes), ejemplo temprano de travel literature en que la Condesa atesora lo que vivió y lo que pudo haber vivido, pero con esa gracia salonnarde que la acompañara de por vida. Su profunda fijación con el tema de «la Isla» (Cuba, su patria originaria) le confiere a la Merlin esa aura romántica gracias a la cual, ya desde Bernardin de Saint-Pièrre, llegaba a Europa la luz y la sensualidad de las lejanas islas tropicales. De esta cuarta década decimonónica data también la Autobiografía7 del poeta esclavo (luego manumitido) Juan Francisco Manzano. Redactados a pedido de Domingo del Monte, estos recuerdos autobiográficos XVIII Viernes 12 de octubre [1492]: El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escobedo, escribano de toda la armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dixo que le diesen por fe y testimonio cómo él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, possessión de la dicha isla [Guanahaní] por el Rey y la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hizieron por escripto. Luego se ayuntó allí mucha gente de la isla.2 Más tarde, los cronistas de la época de la conquista afirmaron, con recursos escriturales de diversa índole, que ellos eran testigos de lo que escribían y como tal lo declaraban. Y para enlazar estas aseveraciones con el ejemplo primero, en el que Novás Calvo, casi de hecho, coloca a Las Casas como antecedente de nuestras letras, no queda sino traer a colación algunas líneas del Protector de los Indios en su muy controvertida Brevíssima relación: «Hablo con verdad por lo que sé y he visto todo el dicho tiempo»; «Yo vide todas las cosas arriba dichas y muchas otras infinitas»; «Como sabemos los que lo vimos y palpamos con nuestros ojos e manos los ejemplos desto»; «Venimos a serviros de paz y matáisnos; nuestra sangre quede por estas paredes en testimonio de nuestra injusta muerte y vuestra crueldad» (respuesta de los indios al injusto tratamiento recibido de los españoles).3 Pienso, con absoluta seriedad, que el lenguaje de los cronistas del siglo XVI se tiende como puente entre lo español y lo propiamente americano. A los peninsulares los seguirían los cronistas indios, mestizos étnicos y culturales que heredaron una tradición lingüística y literaria y fueron llevándola, paso a paso, a lo que luego sería la literatura novohispana. En el continente quedaría una fuerza indígena paralela, nutricia de una literatura contestataria que no murió del todo y se agazapa como oro escondido en las cordilleras y los ríos profundos; por supuesto, ahora casi hablamos de Arguedas. Otra fue la historia de Cuba. Siglos oscuros, de escasísima cultura, siguieron a la primitiva colonia. El 216 Literatura testimonial en Cuba. Repaso a un «género» tan antiguo como reciente Betancourt. En resumen, una modalidad narrativa de difícil ubicación dentro de un estricto sentido testimonial. Antes de arribar a las guerras por la independencia, período de alta condensación testimonial, podemos revisar, de pasada, algunas otras obras perfectamente incluibles en lo que hoy ya conocemos y aceptamos como testimonio. En primer lugar, los diarios de rancheadores —como el antes aludido de Francisco Estévez—, algunos de los cuales, pese a su carácter de «literatura de noria», pasan la prueba de fuego de la monotonía. Me refiero concretamente a los de José Pérez Sánchez, en Pinar del Río, y José Rafael Parrado, en Puerto Príncipe, este último casi un ejemplo del género policial de su época.11 Pensemos también en la Autobiografía de Gertrudis Gómez de Avellaneda (de 1839, aunque publicada en 1914); páginas de apasionado romanticismo que adquieren la categoría de un testimonio íntimo, como en el siglo siguiente sucedería con Dulce María Loynaz. Pensemos asimismo en el, por otras razones, famoso Anselmo Suárez y Romero (autor de la novela Francisco), quien dejó páginas personalísimas en Mi vida de preceptor y en el Prólogo a Obras de Ramón de Palma.12 Y, casi como colofón de este período, no podemos dejar de mencionar «Vida de José Antonio Saco. Escrita por él mismo en los primeros meses del año 1878», texto igualmente de línea testimonial, aparecido en Revista Cubana, 1894. Y digo «casi» porque no desearía pasar por alto el Diario llevado por el primo de Félix Varela, Buenaventura Morales, durante el viaje de ambos a las Cortes de España (18 de abril-7 de junio de 1824); páginas que, aunque irrevocablemente perdidas, evocaron a uno de nuestros hombres mayores del XIX. Entonces llegó la guerra y, con ella, esa literatura testimonial que, gracias a Ramón Roa y a Ambrosio Fornet, conocemos bajo el rubro de «literatura de campaña». El ilustre prosista de las luchas por la independencia —abuelo de Raúl Roa— utilizó el término, con todo el poder corrosivo de su ironía, para poner en solfa la baba periodística con que los españoles celebraron «su victoria» sobre una tropa venezolana llegada a Cuba en ayuda de los mambises. El término «literatura de campaña» fue retomado seriamente por Fornet para bautizar cuanto de bueno se escribió entonces —por y sobre nuestros mambises— como testimonio patriótico de aquellas contiendas.13 No es momento para extendernos sobre este tema, si pensamos, con la debida consideración, en el libro de Diana Iznaga, Presencia del testimonio en la literatura sobre las guerras por la independencia nacional (1868-1898),14 cuyas páginas contienen un amplio y sustanciado estudio de la literatura que motivaron nuestras gestas libertarias. Solo mencionaremos, entre otros, El presidio político en describen la triste niñez del esclavo y sus años de sumisión en la casa señorial. De Manzano, dice el profesor marroquí Abdeslam Azougarh: «No escribe su autobiografía para ajustar cuentas con su pasado o para encontrarle un sentido a su existencia, sino que escapa a las reglas del género autobiográfico escribiendo su vida para poder, al fin, vivirla».8 Paradójicamente, una vez manumitido, Manzano perdió sus dotes de poeta y no volvió a escribir. Al parecer, fue el único esclavo que escribió un texto autobiográfico en la América hispana. De estos años data, asimismo, Excursión a Vueltabajo,9 que nos legara el autor de Cecilia Valdés, también en la línea de la travel literature. No por incluir algunos relatos «nada personales», la «excursión» que hace Cirilo Villaverde a sus tierras de origen, en la provincia pinareña, deja de poseer un valor testimonial muy del estilo de un autor amante del costumbrismo, quien, de paso, rescató en esas mismas tierras nada menos que el diario de un famoso rancheador de esclavos: el tenebroso Francisco Estévez. Villaverde aprovechó datos de este diario, así como de Excursión a Vueltabajo, para la tercera parte de su Cecilia Valdés. Diario del rancheador,10 dictado por Estévez a su hija, solo vio la luz —a pesar de los intentos publicísticos de Villaverde— en 1982, en plena Revolución cubana, y fue precedido de una necesaria e inteligente «Introducción» de Roberto Friol. No pensamos que la llamada literatura costumbrista deba adscribirse, por derecho propio, al género testimonio. Inspirada en la obser vación de las costumbres populares, las más de las veces esta modalidad no pasa de ser una «recreación» de lo pulsado en la vida popular cubana de la época, llevada al papel con fuertes visos autorales de carácter «genérico» y no precisamente particular. Si se prefiere, puede comparársela con la pintura costumbrista, que recreaba escenas de la vida cotidiana, pero no las «fotografiaba». De las páginas costumbristas, cuando saben serlo, salta un efecto de verosimilitud que puede confundirse con lo testimonial directo; pero solo se trata de un hecho creacional y no de una toma directa de la realidad. Estamos entonces ante una recreación tipológica de escenas a partir de realidades observadas; o, si se quiere, una mera síntesis de escenas vividas o de relatos escuchados y llevados, quiérase que no, a la fragua tipológica. Sin embargo, en tanto lectores, a veces quedamos impresionados por el pálpito directamente vivencial con que se plasman algunos trozos costumbristas, y pensamos entonces que, sin duda, están tomados como si fueran fotografías de «escenas vivas» que el escritor presenció y trasladó tal cual al papel como quien revela una foto. Es el caso de «Las tortillas de San Rafael» y de «Los negros curros», de José Victoriano 217 Ángel Luis Fernández Guerra Cuba,15 de José Martí: de breve extensión, pero la necesaria para que el gran cubano, apenas un adolescente, dejara constancia de las atrocidades a que eran sometidos quienes se pronunciaban contra el dominio español en Cuba colonial. Desde Yara hasta el Zanjón,16 de Enrique Collazo, para cuya edición de 1990 escribió Julio Le Riverend: párrafo anterior. De la Cruz es un excelente narrador y artista, todo un literato; sin embargo, redactó sus Episodios... sobre auténticos datos de actores y abonadísimos testigos, junto con las noticias de la tradición oral. Un hombre que plasmó, con todo corazón y entrega, instantes de una guerra libertaria nacional en la que él, por motivos de su delicada salud, no pudo participar con las armas en la mano. Personalidad que contrasta con la de José Isabel Herrera, el jovencísimo soldado del Ejército Libertador que se echó a la manigua con catorce años. Apodado «Mangoché», ingresó en el Ejército el 15 de septiembre de 1896 y permaneció en sus filas hasta el 24 de agosto de 1898. Toda la guerra la libró en el regimiento Calixto García, fundado por el coronel Aurelio Collazo, cuerpo que operaba en la provincia habanera. Le dictó sus memorias a una sobrina suya; páginas que conocieron una primera edición en 1949, en modesto formato. En 2005, estas Impresiones de la Guerra de Independencia26 reaparecieron con nota del editor Luis M. de las Traviesas y prólogo de Francisco Pérez Guzmán, quien se encargó de los estudios para esta edición crítica. Raimundo Cabrera completa el siglo XIX cubano con una narración de acentuados valores testimoniales. Nos referimos a Mis buenos tiempos (Memorias de un estudiante),27 publicado en 1891, cuyo autor, de sostenida inclinación testimonial, relata peripecias vividas en sus años mozos. Cabrera, sin llegar a fascinar, fue un atendible prosista que, casi al final de su existencia, nos legó otro relato de temática personal: Mis malos tiempos (1920). Ya en pleno siglo XX, pero en el provincial marco decimonónico de Matanzas, escribe Dolores María de Ximeno y Cruz unas prolijas memorias que luego Fernando Ortiz, editor de fino olfato, se encargará de publicar en dos tomos con el título de Aquellos tiempos (1928-1930). En 1983, una vez suprimidas las páginas que no constituían un legítimo testimonio personal, Ambrosio Fornet apadrinó la edición de este libro, prologándolo y dándolo a la luz bajo el título Memorias de Lola María.28 En su muy certero prólogo a esta obra, escribe Fornet: Es lógico que Collazo, como otros patriotas, contara la historia revolucionaria aprovechando sus experiencias personales [...] el testimonio de los actores tiene una superior fuerza y riqueza: aun cuando ellos hagan al mismo tiempo una especie de historia de su acción y de su pensamiento propios, este como subjetivismo puede ser para los científicos y los lectores del futuro un elemento fundamental en la reconstrucción crítica del pasado.17 Dejó además Collazo una Autobiografía que, por lo que sabemos, aún permanece inédita. La Guerra de los Diez Años (1868-1878) nos dejó, por otra parte, La revolución de Yara,18 de Fernando Figueredo, y esas jocosas y a la vez dramáticas escenas que nos legara el ya mencionado Ramón Roa: «A pie y descalzo» y «Montado y calzado», recogidas en el tomo Con la pluma y el machete,19 de la colección Literatura de Campaña. Habría que añadir a estos textos mambises del 68, las remembranzas de James O’Kelly, el irlandés que tan corajudamente se desempeñó en nuestras gestas guerreras por la independencia: a él le debemos el título La tierra del mambí.20 Y de la Guerra de Independencia (1895-1898) nos llegan Mi diario de la guerra (en dos tomos), de Bernabé Boza; Crónicas de la guerra, de José Miró Argenter; Diario de campaña de un catalán mambí, memorias que dejara José Oller Aragay; y Con el rifle al hombro, pasajes del mambí Horacio Ferrer, quien continúa sus recuerdos con los trajines antimachadistas y, luego, el encontronazo con los militares de Batista desde el Hotel Nacional.21 Mención especial merecen los diarios de guerra, como los llevados por próceres de la talla de Carlos Manuel de Céspedes, Máximo Gómez y José Martí. De este último contamos con esas joyas que son Diario de Montecristi a Cabo Haitiano y el de Cabo Haitiano a Dos Ríos.22 Nunca los escribió para que fueran publicados: «En este diario —dice Ezequiel Martínez Estrada— está el modo de ser de Martí, más que su modo de escribir, aunque el estilo sea de la calidad más conspicua y genuina».23 En este rápido vistazo a la literatura de campaña del XIX , mencionaremos los hermosos relatos de Máximo Gómez, «El viejo Eduá (o mi último asistente)», «Notas autobiográficas», «La odisea del general José Maceo» y «Mi escolta», este último relativo a la guerra final de independencia.24 Los nobles relatos que con el título Episodios de la revolución cubana25 nos legara Manuel de la Cruz no tienen la pureza testimonial consustancial a los evocados en el El testimonio comparte con la novela esta virtud [un género básicamente impuro, con un alto grado de contaminación ambiental], pero contrayéndola a los límites de la propia experiencia [...] Las obras más profundas y ambiciosas del género, de las que solemos decir hiperbólicamente que son el testimonio de una época, no dejan de ser por eso el testimonio de una clase o de los conflictos inherentes a la lucha de clases.29 Lo dicho arriba le viene de perillas a otro texto escrito un poco antes, también de entraña testimonial, y que preludia los años por venir. Se trata de las memorias del Carlos Loveira anarco-sindicalista: De los 26 a los 35: lecciones de la experiencia en la lucha obrera, 1908-1917.30 218 Literatura testimonial en Cuba. Repaso a un «género» tan antiguo como reciente señalar las transmutaciones públicas y personales en que he sido testigo, actor o sujeto, y que quisiera describir en este libro, seguro de encontrar eco en muchos jóvenes de mi carrera en América [...] He tomado mi vida para fundamento de este libro, no tan solo porque es lo que más perfectamente conozco —y aparte de que, francamente, no me creo capaz de escribir sobre hechos o personajes imaginados, sino también porque deseo liquidar la etapa pasada de mi existencia y consignar mis recuerdos de una época, durante la cual he tomado parte activa en hechos que constarán en la historia de Cuba.36 Sus experiencias en la lucha obrera y sus trajines de orientación laboral lo llevan de Cuba al «paraíso» yucateco, en un febril marco de anarquismo típico del momento, que para nada presagia al futuro Loveira, ya cómodamente instalado como escritor y novelista de éxito. Es aquel un libro clasista en que el joven obrero plasma su visión política del mundo. Y ahora entramos en otro período de literatura testimonial, el correspondiente, en Cuba, al despertar proletario, anticolonialista y de solidaridad con la República española, durante la Guerra civil (1936-1939). Es un espacio bien estudiado por Ana Cairo, particularmente en La Revolución del 30 en la narrativa y el testimonio cubanos. 31 Remitimos a su lectura para lo concerniente a este período de la literatura testimonial, sin por ello dejar de recordar aquí que estos autores En este texto, destaca la participación del autor en la expedición sobre Gibara. A modo de conclusión de la etapa testimonial prerrevolucionaria, detengámonos de momento en dos textos autobiográficos: Mi casa en la tierra, de Loló de la Torriente, y Un verano en Tenerife, de Dulce María Loynaz. 37 El primero cuenta con una reedición aumentada (Testimonio desde dentro, 1985) y recoge las vivencias privadas y políticas de su autora en Cuba y México, país este último donde residió largos años y que marcó su vida en forma imborrable. En tanto que Un verano en Tenerife aparece más bien como una pieza de travel literature, de intensas calidades poéticas, delicadísimo documento de una luna de miel en Canarias que la autora perpetuó en un tenue encaje de prosa insuperable y que no por su acendrado y fino lirismo deja de poseer cargas vivenciales poderosas, o tanto más por ello mismo. Obras de esos momentos, como las crónicas periodísticas de Waldo Medina y las de Onelio Jorge Cardoso —compendiadas estas últimas en el tomo Gente de pueblo—,38 si bien anteriores a la Revolución, aparecen recogidas, la primera en 1978 bajo el título Cosas de ayer que sirven para hoy;39 la segunda, en nueva edición (1980), que calza la posterior empresa de Onelio, escrita ya en plena Revolución: Gente de un nuevo pueblo.40 La excelente autobiografía de Marcelo Pogolotti, Del barro y las voces, si bien publicada en 1968, podemos inscribirla en este período; lo mismo ocurre con las memorias en que Dulce María Loynaz evoca su vida al lado de Pablo Álvarez de Cañas (Fe de vida).41 Entonces vino la Revolución y, con ella, el auge del testimonio. Pero, como decíamos, el género no se consolida