Descargar Revista en PDF - Revista Temas

Anuncio
no. 62-63: 4-15, abril-septiembre de 2010.
Jorge I. Domínguez
Reconfiguración
de las r
elaciones
relaciones
de los Estados Unidos
y Cuba
Jor
ge I. Domínguez
Jorge
Profesor. Universidad de Harvard.
E
Cuando a fines del decenio de los 80 redacté un
capítulo para la obra U.S.-Cuban Relations in the 1990s,1
ese listado no habría podido escribirse. En aquellos
momentos aún no se habían desarrollado relaciones
bilaterales directas de índole profesional y de
cooperación entre militares y servicios de guardacostas
en el Estrecho de la Florida ni alrededor de la base
estadounidense cercana a Guantánamo (en lo adelante
GTMO). 2 La exportación a Cuba de productos
agrícolas norteamericanos y su pago en efectivo era
algo inconcebible. Un acuerdo bilateral en materia de
migración firmado en 1984, suspendido y puesto
nuevamente en vigor en 1987, cambiaría muchísimo
en 1995. No era difícil imaginar que algún día habría
mejores relaciones culturales bilaterales, aunque todavía
ello no hubiera ocurrido. La larga historia de
colaboraciones entre los servicios meteorológicos
de Miami y La Habana insinuaban un promisorio
incremento de la cooperación en temas científicos y
ambientales, pero esas perspectivas más abarcadoras
todavía no se habían hecho realidad. Solo existían
representaciones diplomáticas en las capitales de cada
país. Por otra parte, a finales de los 80 y principios de
n cierto sentido, Cuba y los Estados Unidos ya
son vecinos ejemplares. El siguiente listado no
pertenece a la ciencia (social) ficción:
z
z
z
z
z
z
z
Relaciones directas de índole profesional y de
cooperación entre militares en la frontera terrestre.
Relaciones directas de índole profesional y de
cooperación entre servicios de guardacostas en el
mar.
Comercio agrícola en gran escala, ajustado al
mercado, y de beneficio recíproco.
Acuerdo sobre relaciones bilaterales eficaces en
materia de migración entre iguales soberanos.
Valoración recíproca de la música, el arte y la cultura
del otro pueblo.
Relaciones profesionales eficaces de muy larga data
en materia de seguimiento de huracanes.
Grandes misiones diplomáticas en las respectivas
capitales.
Se trata de una lista exacta, aunque la mayoría de las
obras sobre las relaciones mutuas no comiencen de
este modo, sino destacando la inflexible hostilidad entre
ambos gobiernos.
4
Reconfiguración de las relaciones de los Estados Unidos y Cuba
los 90 tuvo lugar un importante viraje en la historia de
las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, así
como en las de estos países y el resto del mundo. Luego
del desplome de la Unión Soviética y el final de la Guerra
fría en Europa, el sistema internacional cambió de
manera espectacular y reconfiguró aquel escenario
mucho más de lo que los autores de U.S.-Cuban Relations
in the 1990s habían imaginado.
No obstante, la cooperación bilateral no fue
resultado de una revaloración estratégica de las
relaciones mutuas, sino más bien una respuesta a un
problema particular. Los dos gobiernos socavaron
nuevos proyectos estratégicos de gran importancia,
aunque también acomodaron espacios para la
cooperación. La retórica de las relaciones oficiales se
mantuvo belicosa incluso mientras se llegaba a acuerdos
concretos.3 ¿Por qué entonces se produjo un fracaso
estratégico a pesar de los numerosos éxitos tácticos
alcanzados entre los dos gobiernos? ¿Por qué
desaprovecharon las posibilidades brindadas por el
nuevo contexto internacional para establecer otro tipo
de acuerdos bilaterales encaminados a fomentar la
cooperación en asuntos prácticos? ¿Cuál es la razón de
que las relaciones entre ambos países cambiaran tan
poco durante las administraciones de William Clinton
y de George W. Bush? ¿Desaprovecharán también
Barack Obama y Raúl Castro la oportunidad que se les
presenta de efectuar un cambio estratégico en las
relaciones?
Este dio menos preeminencia a la quinta
preocupación estadounidense en materia de seguridad:
las controversias entre los dos países respecto de los
procesos y regímenes revolucionarios en América
Central, a pesar de que a otros obser vadores
norteamericanos les preocupara más esta cuestión. En
lugar de ello, este autor observaba la relativa cautela
que había caracterizado las posiciones de Cuba y de
la URSS en Centroamérica a fines de los 80. Apuntó
que «mucho dependerá del proceso de paz y de cómo
les van las cosas tanto a los regímenes como a la
oposición en Nicaragua y El Salvador».6 En el mismo
libro, Juan Valdés Paz observaba las dos características
de la política cubana hacia dicha región en esos años:
«por una parte, brindar el mayor apoyo posible a los
movimientos populares contra las políticas
contrarrevolucionarias de los Estados Unidos y, por
otra, apoyar una solución política negociada al
conflicto».7
La derrota del Frente Sandinista de Liberación
Nacional en las elecciones celebradas en Nicaragua
en 1990, así como los acuerdos de paz suscritos en El
Salvador en 1992, y en Guatemala en 1996, pusieron
fin a las guerras en América Central. Los Estados
Unidos y Cuba desempeñaron papeles constructivos
en la organización de esos acuerdos y en su respaldo.
La agenda de seguridad estadounidense referida
a Cuba desapareció —un acicate propiciatorio para
el mejoramiento de las relaciones. Ambos gobiernos
habían dado pruebas de visión y competencia al
trabajar juntos con miras a terminar las guerras en
África meridional y en América Central. Entonces, si
dieron muestras de creatividad, honradez y capacidad
para trabajar unidos en lo tocante a terceros países,
¿por qué no lograron crear una nueva relación
estratégica? La respuesta ha de buscarse en decisiones
discretas, que en aquellos momentos parecieron
racionales a las dos partes, aunque el resultado final
impidiera llegar a un acuerdo estratégico bilateral.
Ambos centraron la atención en las características del
régimen político interno existente en Cuba.
Respondieron con suspicacia a las iniciativas del otro
en materia de política exterior, y solo las bilaterales
más limitadas salieron con vida de semejante examen.
Desde principios de los 90, únicamente en dos
ocasiones estos gobiernos han tratado de reconfigurar
las relaciones bilaterales de manera abarcadora —los
Estados Unidos en 1995 y Cuba a fines de 2001 y
principios de 2002—, pero en esos momentos «el
otro» no estaba listo para responder. Casi todo el
tiempo los Estados Unidos y Cuba siguieron
aferrados a sus respectivas estructuras normativas,
limitadas exclusivamente a «sanciones» o «resistencia».
La ventana estratégica internacional se abre
de par en par
El derrumbe de la Unión Soviética, en 1991, tuvo
una repercusión de gran importancia en el sistema
internacional y en la propia Cuba. Tal como Gregory
Treverton reseñara con gran habilidad,4 a inicios de los
90 una de esas consecuencias fue la solución de la
agenda de seguridad estadounidense respecto de Cuba,
a saber:
z
z
z
z
armas nucleares ofensivas de la Unión Soviética en
Cuba,
Cuba como una fortaleza del poderío militar
soviético y cubano,
despliegues militares de Cuba en África,
despliegues militares de Cuba en América Latina.
La desaparición de la URSS eliminó las
preocupaciones de los Estados Unidos por la presencia
soviética en Cuba. Un resultado parcial de este cambio
fue que La Habana repatriara sus efectivos. Ello disipó
las inquietudes de Washington por el resto del programa
de seguridad presentado por Treverton.5
5
Jorge I. Domínguez
Bush I: ninguna ventana estratégica
en intercambios académicos, sobre todo con la
Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), con
sede en territorio estadounidense. La Academia de
Ciencias de Cuba también trabajó con Diálogo
Interamericano, con miras a realizar intercambios
profesionales para una mayor cooperación en materia
de ciencias ambientales y afines. Washington respondió
con suspicacia a esas iniciativas cubanas, y en ocasiones
desaprobó la participación de norteamericanos en ese
tipo de eventos.11
De repente, se abrió una ventana estratégica bilateral.
En el verano de 1994, desórdenes ocurridos en el
Malecón habanero —primeros disturbios importantes
desde principios de los 60— hicieron que el gobierno
cubano permitiera la emigración no regulada, a bordo
de embarcaciones o balsas, hacia las costas de la Florida.
A fines de ese verano, los Estados Unidos y Cuba
negociaron un nuevo acuerdo bilateral, que se amplió
en mayo de 1995. Este sigue vigente y ha regido la
emigración legal de trescientos mil cubanos hacia los
Estados Unidos.
Más adelante, para evitar conflictos militares fortuitos
y hacer valer las respectivas leyes de migración en el
Estrecho de la Florida, ambos gobiernos negociaron
acuerdos especiales para la cooperación en materia
de seguridad entre Guardafronteras y el servicio de
Guardacostas estadounidense, así como entre el Ejército
Oriental de Cuba y las autoridades militares de GTMO.
Durante la crisis de los balseros muchos cubanos que
fueron recogidos por guardacostas estadounidenses
permanecieron detenidos temporalmente en GTMO.
El gobierno de Clinton se abstuvo de dar publicidad
a esos acuerdos militares, tan delicados desde el punto
de vista político.12
Los acuerdos fueron posibles porque los dos
gobiernos aprovecharon la crisis migratoria de 1994
para trabajar juntos a fin de abrir la ventana estratégica
bilateral. Nadie los obligó a responder de forma
constructiva a una crisis que podía haber tenido peores
resultados; no obstante, moldearon sus normas
generales con miras a fomentar la cooperación
recíproca.
En los Estados Unidos la situación política era,
además, propicia. Los acuerdos de 1994 y 1995
constituyeron un revés para la FNCA y sus aliados, y
liberaron por un tiempo a la administración Clinton de
ese tipo de complicaciones. En octubre de 1995, con
el apoyo de ambos partidos, esta dio al traste con un
proyecto de ley patrocinado por el senador Jesse Helms
para recrudecer las sanciones contra Cuba. En aquellos
momentos, la mayoría del senado norteamericano
estaba constituida por republicanos.
El acuerdo de migración, los de seguridad, algunos
elementos del vilipendiado Carril II de la CDA, así
El gobierno de George H. W. Bush se abstuvo de
aprovechar las experiencias positivas adquiridas durante
las negociaciones con Cuba sobre África meridional
(1989) y El Salvador (1992), en espera del desplome
del régimen político cubano a raíz del derrumbe de los
regímenes comunistas europeos.8 Entonces, la decisión
parecía sensata, aunque luego resultara errónea. El
gobierno cubano había negociado respecto de África
y Centroamérica, pero no negociaría su régimen político.
Durante las elecciones presidenciales de 1992, el
candidato demócrata, William Clinton, aventajó
a Bush ante la derecha política. En aras de ganar la
Florida, respaldó un proyecto de ley patrocinado
fundamentalmente por el representante Robert
Torricelli, que tenía como principal defensora a la
Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA). Bush
se había opuesto a tal proyecto; pero en medio de la
campaña presidencial para su reelección, dio
contramarcha y también lo respaldó. Con el apoyo de
ambos partidos, se promulgó en 1992 como Ley para
la democracia en Cuba (CDA). La conducta racional de
ambos candidatos tuvo consecuencias que ninguno
de los dos apoyaría como estadista.9
Clinton: la ventana estratégica bilateral se
abre para luego cerrarse
Enardecido por las nuevas sanciones, el gobierno
cubano se opuso furiosamente a las otras disposiciones
de la CDA, conocidas como Carril II, las cuales se
aplicaron de forma gradual entre 1993 y 1995. La Ley
contemplaba autorizar la exportación a la Isla de
productos agrícolas y farmacéuticos, la donación
de alimentos y medicinas a organizaciones no
gubernamentales (ONG) cubanas, comunicaciones
telefónicas eficientes entre ambos países, la promoción
de intercambios académicos y deportivos, la agilización de
los viajes de ciudadanos cubanoamericanos a Cuba,
la apertura de oficinas de prensa en ambos países y la
viabilización de remesas monetarias.
Cuba optó por no considerar estas medidas como
bases sólidas para el establecimiento de nuevas relaciones
bilaterales y, en lugar de ello, se preocupó ante sus
posibilidades de desestabilizar el régimen político
interno. Consideró las nuevas oportunidades de forma
cautelosa y casuística a pesar de todo lo que podía
beneficiarse el país.10
Cuba y los Estados Unidos llegaron a un acuerdo
respecto de las donaciones a las ONG y el mejoramiento
de los servicios de telefonía. Los cubanos participaban
6
Reconfiguración de las relaciones de los Estados Unidos y Cuba
como una actitud favorable en los Estados Unidos
podían haber constituido la piedra angular de una nueva
relación estratégica bilateral. A la sazón, Washington inició
esfuerzos sostenidos para renovar su enfoque estratégico
alejándose de un sistema que solo preveía sanciones;
situación que duraría hasta febrero de 1996. La iniciativa
fracasó porque su objetivo fundamental era cambiar
el régimen político en Cuba —único aspecto que el
gobierno cubano no estaba dispuesto a negociar.
El artífice de esta orientación ambiciosa, aunque
efímera, fue Richard Nuccio, que en mayo de 1995
fuera nombrado Asesor especial del presidente y del
secretario de Estado para asuntos cubanos. Las
directrices del Carril II, elaboradas por él, constaban
de tres ramas. El Carril II.1 buscaba obtener el apoyo de
los cubanoamericanos para «ayudar a la sociedad civil
cubana» a lograr cambios, alejándolos de una política
limitada exclusivamente a la imposición de sanciones,
en la que los líderes de esa comunidad habían enfatizado
hasta el momento. El Carril II.2 reorientaba las
directrices estadounidenses «para ayudar a la sociedad
civil cubana». El Carril II.3 se dirigía a trabajar con los
gobiernos de Europa y América Latina con miras
a configurar una política común hacia Cuba, cediendo,
deliberadamente, a la Comisión Europea las funciones
de liderar el diseño de la política cubana.13
El Carril II.3 fue el que obtuvo mejores resultados.
A principios de febrero de 1996, el vicepresidente de
la Comisión Europea, Miguel Marín, se reunió por
separado en La Habana con el presidente Fidel Castro,
y con líderes de Concilio Cubano, coalición opositora y
de derechos humanos de reciente creación en Cuba.
Solicitó que se revisara la legislación que tipificaba
determinados discursos políticos y que se autorizara el
funcionamiento de pequeñas empresas. También
propuso ampliar la cooperación económica y política
con la Unión Europea. Contaba con el respaldo y
aliento de Nuccio. No se llegó a ningún acuerdo.
Regresó a Bruselas con las manos vacías, y el gobierno
detuvo a los líderes de Concilio Cubano.
Luego, el 24 de febrero de 1996, la Fuerza aérea
cubana derribó dos aeronaves civiles no artilladas. La
Organización de Aviación Civil Internacional y el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas —con los
votos a favor de Rusia y la República Popular China—
criticaron el hecho. El gobierno de los Estados Unidos
consideró dar una respuesta militar directa a Cuba, pero
en lugar de ello promulgó la Ley para la libertad en
Cuba y la solidaridad democrática, más conocida como
Helms-Burton. El poder ejecutivo también canceló
o puso muchas dificultades a los esfuerzos de
colaboración de años anteriores. La ventana estratégica
bilateral se cerró.
Aun así, ambos gobiernos intentaron reconciliarse.
La Casa Blanca no llegó a poner realmente en vigor la
Helms-Burton. En virtud de esa ley, el presidente de
los Estados Unidos puede diferir la aplicación del Título
III que, de ponerse en práctica, autorizaría el inicio de
prolongados litigios por concepto de reclamaciones
de propiedades en Cuba. A partir de julio de 1996,
cada seis meses, sin falta, los presidentes Clinton, George
W. Bush y Barack Obama han diferido la ejecución de
esas disposiciones. Gracias a las negociaciones
emprendidas con la Unión Europea, en la mayoría de
los casos los Estados Unidos han evitado aplicar el
Título IV de la Ley, que negaría la concesión de visas
a los ejecutivos de empresas internacionales que «trafican»
con Cuba. Además, el 16 de mayo de 1996, el gobierno
estadounidense decidió, de forma unilateral, desactivar
catorce mil minas sembradas alrededor de GTMO.
Este proceso concluyó a principios de 1999.14 En enero
de ese año, Washington volvió a autorizar casi todas las
medidas de cooperación que había permitido antes de
febrero de 1996, ampliándolas a fin de incluir los viajes
culturales a Cuba para visitar museos, obras de arte y
demás, así como los vuelos aéreos directos, las remesas
y los intercambios académicos.
Cuba también adoptó directrices para la
cooperación. El 8 de octubre de 1996, ambos países
colaboraron en la captura de 1 700 000 toneladas
de cocaína a bordo de la embarcación Limerick. A
fines de los 90, Cuba propuso cooperar más en la lucha
contra el tráfico de drogas. En julio de 1999, los dos
gobiernos convinieron en facilitar la coordinación y
autorizar el abordaje conjunto de embarcaciones
sospechosas de realizar actividades ilícitas.15 Sin embargo,
los funcionarios cubanos reaccionaron en forma airada
a la reaparición de la diplomacia del Carril II —ahora
denominada «relaciones persona a persona»—, aunque
acogieron favorablemente la atenuación de las
regulaciones relacionadas con el turismo «cultural» y
demás transacciones.
A fines de 1999 y comienzos de 2000, la
conmovedora y exaltada batalla por el niño Elián
González refleja la manera en que los dirigentes
estadounidenses y cubanos «configuran» sus posiciones
hacia el otro país. La madre de Elián partió con su hijo
y cruzó el Estrecho de la Florida sin que el gobierno
cubano autorizara su salida de Cuba ni el estadounidense
aprobara su entrada. Ella murió en la travesía y los
parientes del niño en Miami lo reclamaron. El padre,
que permanecía en Cuba, exigió su devolución, a lo que
—como convinieran tanto el presidente Fidel Castro
como el presidente William Clinton— tenía derecho
según las legislaciones cubana y estadounidense. Los
Estados Unidos le devolvieron el niño a su padre
residente en Cuba.
Ambos gobiernos podían haber festejado el
resultado del incidente de Elián como un adelanto en
7
Jorge I. Domínguez
las relaciones bilaterales, un acuerdo entre los presidentes
de los dos países y la observancia del Estado de
derecho. Tal como hiciera la crisis de los balseros en
1994, el caso Elián pudo haber desbrozado el camino
hacia una mayor cooperación y no hacia una retórica
de rayos y centellas. En lugar de ello, creó un fortísimo
conflicto preñado de exaltación. La ventana estratégica
continuó cerrada.
de nuestro pueblo no corra ningún tipo de peligro». Se
comprometió a no impedir esos despliegues y a
abstenerse de aumentar sus efectivos alrededor de la
base, aunque se habían enviado al lugar más fuerzas
estadounidenses. Cuba también prometió «mantenerse
en contacto con el personal de la base naval
norteamericana a fin de adoptar [...] medidas [...]
para evitar posibles accidentes». La declaración cubana
hacía hincapié en que haría «todos los esfuerzos posibles
para preservar la atmósfera de distensión y respeto
mutuo que ha prevalecido en los últimos años», incluida
una mayor cooperación médica y sanitaria.18
El 19 de ese mismo mes, el ministro de las Fuerzas
Armadas, general de ejército Raúl Castro, tomó nota
de esa atmósfera de respeto mutuo y cooperación,
evidente durante años entre oficiales en el entorno de
la cerca alrededor de GTMO, y declaró: «Esta
cooperación mínima evidencia lo que podría hacerse
en otras esferas», para luego añadir: «Estamos listos
a cooperar tanto como sea posible».19
Cuba ha sido una valiosa participante en los
intercambios científicos y académicos, una
colaboradora de confianza en la aplicación del Acuerdo
de migración y una colega profesional en asuntos de
seguridad. Durante los años 90, cooperó en situaciones
de intercepción del tráfico de drogas y propuso un
marco mayor de cooperación bilateral. En aquella
ocasión, el gobierno de los Estados Unidos vaciló. Las
palabras del general Castro situaban estas nuevas
iniciativas en un contexto estratégico más amplio.
Asimismo, en 2002, el gobierno de la Isla hizo una
proposición más abarcadora, con miras a firmar
acuerdos con los Estados Unidos en materia de
migración, terrorismo y tráfico de drogas.
Los funcionarios norteamericanos no tomaron nota
pública de los ofrecimientos de Cuba el 11 de
septiembre, ni más adelante, respecto del terrorismo.
Parecían avergonzados de que los cubanos hubieran
sido más hábiles al penetrar el embargo comercial
estadounidense, y reconocieron, aunque fue
desestimada, la cooperación de Cuba en las fronteras
de GTMO o el Estrecho de la Florida. De todos
modos, hubo algún movimiento en los Estados Unidos.
En mayo de 2002, el ex presidente James Carter
viajó a Cuba. El subsecretario de Estado John Bolton
trató de torpedear la visita acusando a Cuba de realizar
limitados esfuerzos de investigación y desarrollo en
materia de guerra biológica. El secretario de Estado
Colin Powell descalificó tal declaración al afirmar que
Washington solo tenía pruebas de que Cuba era capaz
de realizar investigaciones biotecnológicas de avanzada,
y no de que hubiera emprendido un programa de
armas biológicas.20
Bush II: Cuba vuelve a abrir la ventana
estratégica; ambos gobiernos la cierran
La Habana abrió la ventana estratégica bilateral el
11 de septiembre de 2001, aunque los sucesos que
tuvieron lugar después resultaran inesperados para los
dos gobiernos. Los instintos del presidente Fidel Castro
no andaban errados: en respuesta a los ataques
terroristas ocurridos en Nueva York y Washington, el
gobierno de Cuba condenó tales incidentes y trasmitió
sus condolencias a los Estados Unidos. También ofreció
asistencia médica y abrió el espacio aéreo y los
aeropuertos cubanos a aviones estadounidenses o
de otros países que necesitaran efectuar aterrizajes de
emergencia o desviar su ruta. 16 En los meses
subsiguientes, Cuba ratificó los doce convenios de
Naciones Unidas contra el terrorismo.
En ese mismo otoño, el gobierno cubano se mostró
más hábil que el de George W. Bush en las negociaciones
sobre las relaciones económicas. En noviembre, el
gobierno norteamericano ofreció donaciones a Cuba
con motivo de los efectos devastadores del huracán
Michelle, e hizo públicas dos declaraciones: una carta
respetuosa del Departamento de Estado y una
declaración poco diplomática de la Casa Blanca.
A sabiendas, Cuba hizo caso omiso de la segunda
declaración y solo respondió a la primera empleando
un lenguaje igualmente respetuoso —vieja técnica
diplomática conocida como el ardid de Trollope—, la
misma estratagema utilizada por los Estados Unidos
en 1962 durante la Crisis de Octubre en las
negociaciones con la Unión Soviética. Planteó que se le
autorizara a comprar alimentos y medicinas, con pago
en efectivo, al amparo de la Ley de reforma de
las sanciones comerciales y la ampliación de las
exportaciones, promulgada en 2000, pero aún no puesta
en práctica. Esta propuesta sirvió de base al acuerdo.
A fines del primer mandato de Bush, en 2004, los
Estados Unidos suministraban 44% de las
importaciones agrícolas de Cuba.17
El 11 de enero de 2002, Cuba informó que el
gobierno de los Estados Unidos le había dado
«información amplia y minuciosa de las medidas que
se tomarían» para albergar a los prisioneros afganos y
del Talibán en GTMO, y «garantizar que la seguridad
8
Reconfiguración de las relaciones de los Estados Unidos y Cuba
El 20 de mayo de 2002, el presidente Bush pronunció
los dos discursos más conciliatorios de su mandato
respecto de Cuba. Para entonces ya había pasado por
alto, en dos ocasiones, la ejecución del Título III de la
Helms-Burton, y solo había aplicado ligeramente el IV.
En el otoño de 2001 su gobierno había informado al
cubano los planes de enviar a GTMO prisioneros
afganos del Talibán. Ambos países habían conveniado
los trámites para la exportación a Cuba de productos
agrícolas norteamericanos. A menudo, la retórica oficial
de los Estados Unidos se mantuvo insultante, aunque
las normas de conducta auguraban un marco hipotético
similar al viaje de Richard Nixon a China: un presidente
norteamericano genuinamente anticastrista tenía más
libertad para llegar a un arreglo con el gobierno cubano.
Bush emitió estos dos discursos en Miami y en la
Casa Blanca, respectivamente. Con la presencia de
numerosos líderes cubanoamericanos, subrayó que el
futuro de Cuba estaría en manos de los cubanos, y esa
era la razón por la cual proponía brindar asistencia
directa a los disidentes y a la sociedad civil en Cuba.
Estipuló las medidas que el gobierno de La Habana
debía emprender, tales como liberar a los prisioneros
políticos, respetar los derechos humanos y las protestas
legales, permitir la existencia de partidos políticos y
organizaciones de la sociedad civil independientes, abrir
el paso a la celebración de elecciones con la presencia
de observadores internacionales, y emprender reformas
económicas adicionales orientadas al mercado. Aseguró
que si el gobierno cubano adoptaba esas normas, él
cooperaría con el Congreso para «aliviar la prohibición
del comercio y los viajes entre ambos países».21 En un
párrafo que solo se incluyó en el discurso de la Casa
Blanca, afirmó: «Fidel Castro tiene la oportunidad de
librarse de este aislamiento paralizante. Si acepta nuestro
ofrecimiento, puede ayudar a su pueblo y dar esperanzas
a nuestras relaciones».22
El gobierno cubano desestimó el discurso. El
presidente Bush había empleado un tono áspero.
Los fondos propuestos para la oposición interna
indicaban que estaba tratando de cambiar el régimen
existente en Cuba —posición no negociable para los
cubanos. No obstante, estos pasaron por alto tres
elementos presentes en el discurso:
z
z
z
aceptado el desafío lanzado por Bush, aprovechando
las iniciativas empleadas a principios de año, y pasado
por alto la retórica estridente. En cambio, se desperdició
la oportunidad.
Los cubanoamericanos comprendieron por qué el
discurso de Bush era importante. Rápidamente se
alzaron lamentos estentóreos que pusieron fin a esa
nueva política. No deseaban subordinarse a los
procesos que tuvieran lugar en Cuba. Sabían que la ley
Helms-Burton excluye a Fidel y a Raúl Castro de un
gobierno de transición, con arreglo a la Sección 205 a)
7), y limita la ayuda a Cuba a una asistencia muy modesta
en materia de alimentos, medicina, energía y
desmovilización militar, según la Sección 202 b) 2) A).
En lugar de ello, el presidente Bush propuso tratar con
un gobierno dirigido por Castro, como si este reuniera
los requisitos previstos en la Helms-Burton, con la
intención de acelerar el levantamiento de las sanciones
norteamericanas a Cuba.
Entre mediados de 2002 y marzo de 2003, la
ventana estratégica bilateral se cerró con candado.
La administración Bush dejó bien claro, en junio de
2002, que no estaba interesada en el temario amplio
para las negociaciones bilaterales sugerido por Cuba.23
Cuando los Estados Unidos entraron en guerra con
Iraq, en marzo de 2003, La Habana tomó medidas
enérgicas con la oposición interna y encarceló a decenas
de sus líderes. La Unión Europea impuso un conjunto de
sanciones modestas al gobierno cubano a las que este
último respondió iracundo.24
En octubre de 2003, el presidente Bush creó la
Comisión para la asistencia a una Cuba libre. En mayo
de 2004, esta recomendó normas para impedir las
relaciones directas entre ambas sociedades y el gobierno
las puso en práctica. Se hizo muy difícil para los
ciudadanos norteamericanos viajar a Cuba. Los
intercambios culturales y académicos eran casi imposibles.
A la mayoría de los especialistas cubanos se les negaba la
visa de inmediato. Los programas universitarios de
estudio en el extranjero se interrumpieron casi por
completo.25 Los cubanoamericanos solo podrían visitar
a sus familiares cada tres años. El gobierno de los Estados
Unidos eliminó el adjetivo «pacífica» al referirse a la política
estadounidense encaminada a una «transición
democrática» en Cuba. El informe abordaba el futuro
de la Isla en términos duros, mezquinos y poco
informados.26 En julio de 2006, la Comisión, integrada
por otros especialistas, presentó un segundo informe.
En él se recomendaban algunas sanciones adicionales,
pero se incluían varias afirmaciones sensatas. Por ejemplo,
«reafirma[ba] al pueblo cubano que el gobierno
norteamericano no apoyará ningún tipo de esfuerzos
arbitrarios por desahuciarlos de sus hogares».27
Declaró a los líderes cubanoamericanos que ellos
no serían los protagonistas del futuro de Cuba.
Manifestó la voluntad de trabajar con un gobierno
aun encabezado por el presidente Fidel Castro.
Prometió, bajo determinadas condiciones, acelerar
el levantamiento de las sanciones antes de lo previsto
en el cronograma detallado en la Helms-Burton.
Cuba pudo haber hecho caso omiso de los
elementos ofensivos, al igual que hiciera en el otoño de
2001 sobre las negociaciones agrícolas. Pudo haber
9
Jorge I. Domínguez
Desde mediados de 2002, ni Cuba ni los Estados
Unidos adoptaron iniciativas positivas respecto del otro.
De todos modos, se mantuvo la cooperación bilateral
indicada al inicio de este ensayo, aguardando el momento
de convertirse en piedra angular de un nuevo tipo de
relación.
Reiteró las aspiraciones manifestadas por Bush de
que se produjera un cambio interno en Cuba; apuntó que
esta no aceptó, pero que «la oferta sigue sobre el tapete».
Y añadió: «Lo que estamos viendo [en Cuba] es el
traspaso de poderes a instituciones y no a personas», lo
que se ajusta a la manera en que los dirigentes cubanos
explicaron oficialmente los procesos que estaban
teniendo lugar en el país.30 El 13 de diciembre, volvió a
exponer que la política de los Estados Unidos apoyaba
la transición pacífica a la democracia en Cuba. Usando
un lenguaje inusual en funcionarios estadounidenses,
observó que el presidente Fidel Castro gozaba de «una
legitimidad revolucionaria que databa de finales de los
años 50. Tenía carisma, talento político».31
Raúl Castro y George W. Bush: reevaluación
de las relaciones
En el período transcurrido desde que el 31 de julio
de 2006 el presidente Fidel Castro transfiriera el poder
al primer vicepresidente Raúl Castro y a un grupo de
altos funcionarios, el mundo evocó hipotéticos modelos
de conflicto en las futuras relaciones de los Estados
Unidos y Cuba. La Isla movilizó a las fuerzas armadas
y puso en estado de alerta a la reserva. En Miami,
algunos políticos cubanoamericanos llamaron a los
cubanos a alzarse en armas. El gobierno estadounidense
desplegó lanchas rápidas del servicio de Guardacostas
para impedir la emigración en masa a los Estados
Unidos. En realidad no pasó nada, pero esos hechos
nos advierten que muchas cosas pueden salir mal.
La secretaria de Estado, Condolezza Rice, tomó
cartas en el asunto el 6 de agosto al declarar:
Raúl Castro y Barack Obama
Durante la campaña electoral para la presidencia
de los Estados Unidos, Barack Obama habló poco de
Cuba. Su país estaba en guerra y la economía se hallaba
en medio de una caída en picada. Cuba era menos
importante. Sin embargo, prometió tres cosas en
relación con la política hacia la Isla. En primer lugar,
facilitaría las relaciones entre cubanoamericanos y
cubanos, aboliendo las directrices establecidas por el
gobierno de Bush que dificultaban sobremanera los
viajes a la Isla y el envío de remesas. En segundo, como
norma de conducta de alcance mundial, conversaría
con cualquier gobierno para solucionar las dificultades,
y no excluyó a Cuba de ese propósito. En tercer lugar,
no cambiaría mucho la política de los Estados Unidos
hacia la Isla. Al finalizar el primer año en la presidencia
ya había cumplido la primera promesa, había dado
algunos pasos respecto de la segunda y andado
alrededor de la tercera.
El 13 de abril de 2009, se eliminaron las restricciones
referidas a la regularidad y duración de las visitas de los
cubanoamericanos a sus parientes en Cuba, así como
la periodicidad y el monto de las remesas enviadas a
ellos. Asimismo, fueron liberalizadas las normas sobre
los enlaces de telecomunicaciones y el reglamento para
el envío de paquetes de regalo.32 Cuatro días después,
durante la inauguración de la Cumbre de las Américas,
el presidente Obama adoptó un nuevo criterio:
Quiero dejar algo bien claro. La idea de que por alguna
razón los Estados Unidos van a invadir Cuba porque hay
problemas allí es algo traído por los pelos y sencillamente
no es cierto [...] No vamos a hacer nada que agudice un
sentido de crisis o un sentido de inestabilidad en Cuba.28
En su primera declaración pública al asumir la
máxima dirección del país, publicada el 17 de agosto
de 2006, Raúl Castro aseguró a los cubanos que todo
marchaba igual y propuso al gobierno de los Estados
Unidos negociar para mejorar las relaciones. Repitió
las mismas ideas el 2 de diciembre, Día de las Fuerzas
Armadas en Cuba, quincuagésimo aniversario del
desembarco del yate Granma. Para que no se le
malinterpretara, el presidente en funciones apuntó que
Cuba se opondría a los esfuerzos de los Estados
Unidos por imponerle sus preferencias.29
El secretario de Estado adjunto para asuntos del
hemisferio occidental, Thomas Shannon, respondió esa
misma semana a la primera declaración del general
Castro y, dos semanas después, a la segunda. Para ello
desempolvó las palabras del presidente Bush, del 20
de mayo de 2002, como fundamento de la política
norteamericana hacia Cuba, haciendo caso omiso de
los dos informes de la Comisión para la Asistencia
a una Cuba Libre:
Para avanzar no podemos seguir aprisionados en viejas
discrepancias. Estoy muy agradecido de que el presidente
[Daniel] Ortega [de Nicaragua] no me haya culpado de
cosas que ocurrieron cuando yo tenía tres meses de edad
[...] No he venido a debatir el pasado. He venido
a ocuparme del futuro.
Somos de la opinión de que el futuro de Cuba ha de estar
determinado por los cubanos, que en última instancia no
es posible imponer una solución política desde el exterior,
ni desde los Estados Unidos ni desde ningún otro país.
Respecto de Cuba, añadió:
Estoy dispuesto a que mi gobierno converse con el gobierno
cubano sobre una serie de cosas —desde las drogas, la
10
Reconfiguración de las relaciones de los Estados Unidos y Cuba
migración y los problemas económicos, hasta los derechos
humanos, la libertad de expresión y la reforma
democrática.33
régimen interno de Cuba. Insistió en que estaba
respondiendo directamente a los comentarios hechos
con anterioridad por la secretaria Clinton.38
En consonancia con la tercera promesa de Barack
Obama durante la campaña presidencial, las cosas no
habían cambiado mucho en la política norteamericana
hacia Cuba. El gobierno seguía empeñado en cambiar
el régimen interno de Cuba. El 14 de diciembre de
2009, en un abarcador discurso acerca de la política
estadounidense en materia de derechos humanos, la
secretaria Clinton afirmó que el gobierno de Cuba
«podía, pero no quería, realizar los cambios que los
ciudadanos merecen». Se comprometió a «presionar
enérgicamente a líderes», como los de Cuba, «para poner
fin a la represión, mientras apoyaba a aquellos que dentro
de las sociedades están trabajando en aras del cambio».39
En el mes de noviembre, el presidente Obama había
enviado una declaración para que se publicara en el
blog disidente de Yoani Sánchez.40
Los elementos fundamentales de la política de
sanciones económicas contra Cuba tampoco habían
cambiado. La ley Helms-Burton seguía siendo la regla,
aunque el presidente, al igual que Bush y Clinton, había
diferido la aplicación de las sanciones previstas en el
Título III.41 Cuba continuó en la lista de países que
apoyan actos terroristas, y las nuevas medidas
estadounidenses contra el terrorismo anunciadas
a principios de 2010 no establecieron diferencias entre
la Isla y otros países mucho más sospechosos.
No obstante, al iniciarse la segunda década del nuevo
siglo se podía hacer otra lectura de las relaciones. La
lista que aparece al inicio de este ensayo seguía teniendo
validez y ambos países estaban tomando medidas para
fortalecer la cooperación. En forma discreta y
sistemática el gobierno de Obama había cambiado los
criterios para otorgar visas a académicos, artistas y
actores cubanos.42 Y, en una decisión rebosante de
simbolismo, en abril de 2009, fiscales federales
aumentaron las causas contra Luis Posada Carriles,
detenido en los Estados Unidos. El gobierno cubano
tomó nota de la decisión.43
Por otra parte, las relaciones entre ambos países
adquirieron mayor peso que al final del gobierno de
Clinton. En 2001, las exportaciones agrícolas de los
Estados Unidos a Cuba se autorizaron por primera
vez. En 2008, llegaron a un valor de más de ochocientos
millones de dólares, y este país se convirtió en el cuarto
socio de importancia en este rubro. Si bien las
condiciones financieras más críticas de Cuba en 2009
dieron lugar a una disminución en las importaciones
provenientes de numerosos países, de todas formas
compró a los Estados Unidos ochenta y cinco millones
de dólares más que en 2007 o en años anteriores.44 Ya
para 2006, los Estados Unidos suministraban a Cuba
96% del arroz y 70% de la carne de ave.45
El 22 de mayo, los Estados Unidos propusieron
reanudar las conversaciones bilaterales en materia de
migración, suspendidas por Bush en 2003 y, el 30
de mayo, Cuba aceptó. Ambos gobiernos también
convinieron en debatir la reanudación de los servicios
directos de correo. La Habana además propuso celebrar
conversaciones bilaterales en materia de tráfico de
drogas y lucha contra el terrorismo, así como la
preparación en caso de desastres y huracanes.
Washington no respondió. Las primeras conversaciones
en materia de migración tuvieron lugar el 14 de julio
de 2009 y las relativas a servicios postales, el 17 de
septiembre del propio año.34
En varias ocasiones el presidente Raúl Castro reiteró
su disposición a negociar con los Estados Unidos. En
vísperas de la Cumbre de las Américas, de la que Cuba
fue excluida, abrió nuevos horizontes al afirmar su
voluntad de debatir «cualquier tema», incluida la
liberación de personas encarceladas en Cuba por realizar
acciones contra el gobierno, siempre que, al mismo
tiempo, fueran liberados los cinco cubanos encarcelados
por el gobierno norteamericano por cargos de
espionaje.35 La secretaria de Estado, Hillary Clinton,
saludó el ofrecimiento del presidente Castro.36 Algunos
días después, el ex presidente Fidel Castro, en calidad
de columnista («Reflexiones»), respaldó la iniciativa de
Raúl y calificó la disposición de debatir cualquier tema
como un ejemplo de «valentía y confianza en los
principios de la Revolución». Comparó el ofrecimiento
de amnistiar a quienes llamó «agentes de los Estados
Unidos» (disidentes), encarcelados en marzo de 2003,
a la decisión que él tomara de devolver los invasores
capturados luego del fracaso de Bahía de Cochinos, en
1961.37
No obstante, a finales de 2009, ambos gobiernos
habían redescubierto la capacidad de frustrar las
oportunidades de solucionar los conflictos. En su discurso
del 20 de diciembre ante la Asamblea Nacional, el
presidente Raúl Castro recalcó que los Estados Unidos
mantenían vigentes todos los «instrumentos de su política
de agresión contra Cuba [...] no ceja en sus esfuerzos
por destruir a la Revolución y provocar un cambio en
nuestro régimen social y económico». Afirmó que
semanas atrás estos habían apoyado «la subversión» en
Cuba. Asimismo, comunicó la detención de un contratista
estadounidense acusado de colaborar con los disidentes.
También denunció una «campaña coordinada contra
Cuba» para dar la impresión de que había aumentado la
represión. Reiteró el compromiso de resolver el
diferendo con los Estados Unidos, siempre listo a debatir
«cualquier tema», pero no si ello entrañaba cambiar el
11
Jorge I. Domínguez
a autorizar las «relaciones persona a persona» que
permitían a los ciudadanos norteamericanos viajar
a Cuba con fines culturales (museos, monumentos,
conciertos de música y exposiciones de arte, pero no
turismo de playa), así como intercambios culturales,
deportivos y académicos de diferente duración.
El elemento «plus» de este escenario entraña que
continuarían las ventas de productos agrícolas y que las
medidas para liberalizar las remesas y los viajes de los
cubanoamericanos por parte del gobierno de Obama
—que han ido más allá de las normas aprobadas durante
la presidencia de Clinton— se mantendrían vigentes.
Los sistemas político y económico internos de Cuba
cambian poco. No habría una reconsideración
estratégica de las relaciones bilaterales. El gobierno de
los Estados Unidos mantendría las sanciones a Cuba y
esta opondría resistencia.
Escenario 2. Cooperación táctica bilateral: Ambos
gobiernos dejan de impedirles a los diplomáticos del
otro país realizar las actividades normales en las
respectivas capitales y comienzan a emplear una retórica
libre de virulencia para manifestar su desacuerdo. Realzan
e institucionalizan la cooperación para impedir el tráfico
de drogas. Elaboran un método para colaborar en la
lucha contra el terrorismo internacional. La Habana,
con anterioridad, ha propuesto ese tipo de
colaboración, pero Washington considera que las
iniciativas cubanas «no se han presentado conjuntamente
con las medidas directas o procesables que el gobierno
de los Estados Unidos esperaría de la futura
cooperación con Cuba» 49 —dificultad que puede
solucionarse a través de negociaciones diplomáticas
activas. Los Estados Unidos eliminan a Cuba de la lista
de países que patrocinan actividades terroristas. (En
enero de 2010, como parte del recrudecimiento de las
medidas antiterroristas, el gobierno de Obama
confirmó la inclusión de Cuba en esta lista).50 Ambos
gobiernos amplían los intercambios académicos y
culturales y otorgan becas para apoyar a los ciudadanos
del otro país a estudiar en sus instituciones respectivas.
Realizan intercambios en materia de ciencia y medio
ambiente permitiendo, en primer lugar, a las ONG
tomar la iniciativa y, luego, abordando la cooperación
a nivel intergubernamental. Comienzan a trabajar en
temas de interés común, como especies migratorias,
seguimiento de huracanes, derrames en el Estrecho de
la Florida e investigaciones en materia de biodiversidad.
Y ahí terminan las cosas.
El escenario 2 se diferencia del 1 porque en el
segundo cada gobierno toma iniciativas discretas que
la otra parte reciproca.
Escenario 3. Obama toma la iniciativa: La administración
Obama asume que, con arreglo a la ley Helms-Burton,
el presidente puede autorizar excepciones a casi todos
La cantidad de personas indocumentadas se
mantuvo bastante estable en los años transcurridos
desde que, en 1995, se firmara el Acuerdo bilateral en
materia de migración, si bien hubo un ligero incremento
desde finales de los 90 hasta los 2000.46
En relación con los estupefacientes, ningún gobierno
de los países cercanos al sur de los Estados Unidos
recibe tantos elogios del Departamento de Estado:
Cuba no es un consumidor ni un productor importante
de drogas ilícitas [...] El gobierno de los Estados
Unidos no tiene pruebas directas de que en la actualidad
haya corrupción relacionada con los estupefacientes entre
altos funcionarios del gobierno de Cuba.
La administración Obama tomó nota de algunas
operaciones de prohibición de las drogas que fueron
coordinadas por las fuerzas de la seguridad cubana y el
servicio de Guardacostas de los Estados Unidos.47 De
hecho, La Habana también divulgó la cooperación
bilateral en materia de prohibición de las drogas.48
Barack Obama y Raúl Castro pudieron solucionar
muchas de las diferencias menores, pero no había
posibilidades de que se produjera una confluencia de
pareceres en lo relativo a las características del régimen
interno en Cuba. Seguían en libertad de utilizar un marco
de cooperación, como hicieron durante la primera
mitad de 2009, o un régimen de conflicto, como ocurrió
en la segunda mitad del año.
Posibles situaciones en las relaciones de Cuba
y los Estados Unidos
Escenario 0: Las posibilidades de que el Escenario 0
se hiciera realidad fueron evidentes en las horas que
siguieron al traspaso de la autoridad ocurrido en Cuba,
el 31 de julio de 2006 —movilizaciones militares en los
Estados Unidos y Cuba, así como el llamamiento
a empuñar las armas hecho por fanáticos en la
comunidad cubanoamericana en Miami. Imaginemos
una chispa accidental, y estalla la guerra.
Escenario 1. Clinton plus: Las relaciones regresan al
nivel alcanzado al final de Clinton. Parte de ese escenario
ya se ha hecho realidad. Existe cierto grado de
cooperación, tal como se indicó al inicio del ensayo.
Ambos gobiernos han reanudado las conversaciones
en materia de migración e iniciaron las referidas a los
servicios de correo directo. El gobierno norteamericano
ha empezado a conceder visas a artistas y académicos
cubanos. Los posibles cambios en este escenario
incluyen el mejoramiento del intercambio de opiniones
respecto de los límites de GTMO, así como la
cooperación entre el servicio de Guardacostas
estadounidenses y el cuerpo de Guardafronteras. En
algún momento, el gobierno de Obama volvería
12
Reconfiguración de las relaciones de los Estados Unidos y Cuba
los aspectos de la política de sanciones norteamericanas
a Cuba, excepto que los ciudadanos estadounidenses
viajen libremente a la Isla.51 El gobierno de los Estados
Unidos aceptaría la propuesta hecha por el ministro de
Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez,52 y
eliminaría unilateral e incondicionalmente todas las
restricciones que impiden la libre circulación de
información entre los dos países, facilitando incluso el
acceso de Cuba a Internet y a la tecnología de la
información. Permitiría el comercio y las donaciones
de este tipo de artículos, así como la comercialización
de productos médicos. Con ello se haría posible la
exportación de algunos artículos cubanos a los Estados
Unidos.
La motivación del gobierno norteamericano sería
propiciar las condiciones necesarias para el cambio
dentro de Cuba. El gobierno cubano reaccionaría con
confianza en sí mismo —sin ofenderse o experimentar
temor— en espera de beneficiarse del crecimiento
económico. El tiempo diría quién tiene la razón.
Escenario 4. Raúl Castro toma la iniciativa: Cuba imita
la exitosa estrategia económica seguida en China y Viet
Nam, y da paso a la reorientación al mercado. China la
apoyaría. Canadá y la Unión Europea la alentarían. Una
estrategia de esa índole haría más fácil al gobierno de
Obama cambiar sus políticas hacia Cuba, y hacerlo más
rápidamente.
Escenario 5. Cambio de régimen: Supongamos que los
ciudadanos de Cuba deciden que la competencia
multipartidista y la celebración de elecciones competitivas
de diferentes partidos, la libre expresión de ideas
diferentes y a menudo contrarias, la presencia de
organizaciones independientes de la sociedad civil en pos
de sus propios objetivos, la liberalización de las
reglamentaciones en gran parte de la vida económica y
social, la existencia de medios de difusión independientes
del Estado, el surgimiento de la economía de mercado y
la disminución del derecho del Estado a conformar gran
parte de la vida cotidiana, constituyen un marco político
adecuado para la Isla. Esto ampliaría las posibilidades
de establecer relaciones cualitativamente diferentes con
los Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea, la
mayoría de los países de América Latina y Japón.
interamericana. La Unión Europea también es
consciente de constituir una unión de países
democráticos. El debate en la sociedad estadounidense,
así como entre su gobierno y los de otros países, ha
sido sobre la manera de promover en Cuba una
política pública, multipartidista, abierta y competitiva,
que respete y apoye a una sociedad civil vital
e independiente, y no acerca de esos objetivos. Por
consiguiente, la calidad de las futuras relaciones de
Cuba con los gobiernos de países democráticos —y
con cualquier gobierno estadounidense— dependerá
de las características del régimen político interno.
No solo a los líderes cubanos de la generación
histórica les importa el legado socialista y los logros
alcanzados por Cuba. A muchísimos cubanos también
les preocupa. De hecho, los elementos claves en
cualquier versión futura de Cuba son lo que muchos
en Cuba llaman «logros de la Revolución». Las
inversiones hechas en materia de salud y educación
preparan a los cubanos para competir en el mundo.
Las privaciones económicas sufridas por el país desde
1990 también disminuyeron los costos de producción
según las normas imperantes en el resto del mundo. La
combinación de capital humano barato y de alta calidad
con eficaces incentivos de mercado, similares a los
establecidos en China y Viet Nam, debe hacer de Cuba
un competidor lleno de vitalidad en los mercados
mundiales de servicios y productos de calidad,
e impulsarán rápidamente la economía hacia la
prosperidad.
Hoy Cuba necesita que los Estados Unidos eliminen
el régimen de sanciones. Mañana necesitará más. Está
pronta a dar muchas respuestas posibles a la eliminación
de las sanciones estadounidenses. En relación con el
comercio, no tiene barreras proteccionistas arancelarias
y no arancelarias que le impidan participar en los
mercados internacionales. En cuanto a la protección
de la propiedad intelectual de patentes y marcas
comerciales cubanas, obtendría pingües ganancias, sobre
todo en los mercados de los Estados Unidos por
concepto de rones, música y productos de la
biotecnología.
Las relaciones de los Estados Unidos con la Isla en
materia de migración deben ser más sencillas que con
México, República Dominicana, o los países de la
América Central, ya que, desde 1978, Cuba ha estado
por debajo del nivel de reemplazo demográfico. Es
muy probable que la estructura de envejecimiento de
la población cubana determine la existencia de una
discreta corriente migratoria a largo plazo.
La ventaja fundamental de Cuba es la creatividad de
la población. El «capital humano» genera cultura como
un valor para el disfrute e ilustración de los ciudadanos,
la reafirmación de su identidad y la exportación de una
Advertencias, especulaciones y conclusiones
No solo a los fanáticos derechistas radicados en
los Estados Unidos les interesa la transición a otro
régimen político en Cuba. Allí y en gran parte de
América Latina existe amplio consenso acerca de la
importancia de la política democrática liberal,
institucionalizada en la Carta para la democracia
13
Jorge I. Domínguez
serie de servicios. La dinámica presencia de Cuba en la
economía mundial puede compararse a la de Taiwán
—otro país pequeño y antiguo productor de azúcar—,
que estuvo gobernado durante mucho tiempo por un
solo partido guiado por principios leninistas, vivió
decenas de años a la orilla de un gigantesco vecino
septentrional que le era hostil, y se asoció a la diáspora
taiwanesa hasta llegar a convertirse en una de las fuentes
motrices de la economía mundial.
En el futuro, el cuerpo diplomático de Cuba puede
servir honrosamente al país, tal como ha hecho durante
mucho tiempo. Las Fuerzas Armadas pueden prestar
servicios en las misiones de Naciones Unidas para el
establecimiento y mantenimiento de la paz,
aprovechando los amplios conocimientos especializados
que adquirieran en África y otras partes del mundo.
Los bienes públicos de Cuba —el capital humano
integrado a mejores instituciones estatales— pueden
salvaguardar y realzar la soberanía de Cuba en el futuro,
igual que en el pasado
Actualmente, los gobiernos de Cuba y los Estados
Unidos pueden comenzar a pensar de nuevo y en gran
escala o, como han hecho en repetidas ocasiones,
desperdiciar otra nueva oportunidad para reconfigurar
sus relaciones. Lo bueno de todo esto es que los dos
países han evitado la guerra. Lo malo es que ambos
han perdido la paz. Los cubanos han padecido
lastimosamente por costos directos y de oportunidad.
Pero no deben temer el futuro. En muchos sentidos,
ya están listos gracias a los esfuerzos realizados por
numerosas personas durante mucho tiempo. El futuro
puede ser mejor si los ciudadanos y los funcionarios
públicos de ambos países se arriesgan y sientan las
bases para compartir el éxito.
políticas de Cuba, véase Carlos Alzugaray Treto, «Cuban Foreign
Policy during the “Special Period”: Interests, Aims, Outcomes», y
Soraya Castro Marino, «Cuban-U.S. Relations: A View from Havana,
1989-2002», ambos en H. Michael Erisman y John M. Kirk, eds.,
Redefining Cuban Foreign Policy, University Press of Florida,
Gainesville, 2006.
5. Gregory Treverton, ob. cit.
6. Ibídem, ob. cit., p. 75.
7. Juan Valdés Paz, «Cuba´s Foreign Policy toward Latin America
and the Caribbean in the 1980s», en Jorge I. Domínguez y Rafael
Hernández, eds., ob. cit., p. 198.
8. El gobierno de Bush también puso en práctica enojosas
disposiciones tales como limitar a cien dólares diarios los gastos que
podían hacer en Cuba los viajeros norteamericanos autorizados a ir
a la Isla, restringir los horarios de partida y llegada de los vuelos
fletados entre Miami y La Habana, reducir de quinientos a trescientos
dólares la cantidad de dinero que los cubanoamericanos podían
enviar a sus parientes en Cuba cada tres meses, etc.
9. La CDA dio fuerza de ley a sanciones comerciales más severas
para impedir que las filiales de empresas norteamericanas en terceros
países comerciaran con Cuba, lo que la imposibilitó de importar
productos agrícolas de aquellas, que equivalían a 18% de todo el
comercio cubano en 1991 (Donna Rich Kaplowitz, Anatomy of a
Failed Embargo: U.S. Sanctions against Cuba, Lynne Rienner, Boulder,
1998, p. 152). La Ley permitió al gobierno afirmar que la política
de los Estados Unidos estaba encaminada a rendir por hambre a los
cubanos.
10. Por ejemplo, a mediados de los 90, las remesas de los
cubanoamericanos se habían convertido en el motor impulsor de la
recuperación económica de la Isla y, junto a las exportaciones de
azúcar y el turismo, constituía una de las tres principales fuentes
de divisas del país.
11. Conozco personalmente muchos de estos intercambios. A los
funcionarios de los Estados Unidos les desagradaba la participación
cubana en los Congresos internacionales de LASA. El intercambio
de Diálogo Interamericano con la Academia de Ciencias de Cuba
fue un proyecto mío. Algunos funcionarios norteamericanos me
apoyaron, mientras que, a la larga, otros imposibilitaron la
participación continuada de algunos científicos de los Estados
Unidos tras la promulgación de la ley Helms-Burton en 1996.
Traducción: Esther C. Muñiz.
12. Véase Hal Klepak, Cuba’s Military 1990-2005, Palgrave, Nueva
York, 2005, capítulo 5.
Notas
13. Estos párrafos se basan en Richard A. Nuccio, «Cuba: A U.S.
Perspective», ponencia preparada para la Conferencia de la Brookings
Institution «Transatlantic Tensions: The Challenge of Difficult
Countries», celebrada el 9 y 10 de marzo de 1998, Washington, DC.
1. Jorge I. Domínguez, «The Obstacles and Prospects for Improved
U.S.-Cuban Relations: A. U.S. Perspective», en Jorge I. Domínguez
y Rafael Hernández, eds., U.S.-Cuban Relations in the 1990s, cap. 1,
Westview Press, Boulder, 1989.
14. Departamento de Defensa de los Estados Unidos, DefenseLink
News, 16 de mayo de 1996, 11 de diciembre de 1997, 15 de enero
de 1998, 20 de enero de 1998 y 29 de julio de 1999, disponibles en
www.defenselink.mil/news.
2. Al igual que Jana K. Lipman (Guantánamo: A Working-Class History
between Empire and Revolution, University of California Press, Berkeley,
2009), llamaré Guantánamo a la ciudad cubana y GTMO a la base
estadounidense cercana a esa ciudad, tal como hacen muchas
personas que trabajan allí.
15. Entrevistas, Miami, 4 de febrero de 1998. Véase también Peter
Kornbluh, «Cuba, Counternarcotics, and Collaboration: A Security
Issue in U.S.-Cuban Relations», Cuba Briefing Paper Series, n. 24,
Universidad de Georgetown, Washington, DC, 2000, p. 810.
3. Para una explicación general de las relaciones entre los Estados
Unidos y Cuba, véase Daniel P. Erikson, The Cuba Wars: Fidel
Castro, the United States, and the Next Revolution, Bloomsbury Press,
Nueva York, 2008.
16. Para el uso hecho por el Ministerio de Relaciones Exteriores de
Cuba de esta medida anterior para explicar la política cubana hacia
los Estados Unidos, véase «Declaración del Ministerio de Relaciones
Exteriores», Granma, La Habana, 7 de enero de 2010.
4. Gregory F. Treverton, «Cuba in U.S. Security Perspective», en
Jorge I. Domínguez y Rafael Hernández, eds., ob. cit. Para las
14
Reconfiguración de las relaciones de los Estados Unidos y Cuba
17. Departamento de Agricultura de los Estados Unidos,
www.fas.usda.gov/itp/cuba/cuba-faq.html.
39. Hillary R. Clinton, «Remarks on the Human Rights Agenda for
the 21st. Century», disponible en www.state.gov/secretary/rm/
2009a/12/133544.htm
18. «Declaración del gobierno de Cuba a la opinión pública nacional
e internacional», 11 de enero de 2002. Cortesía de la Sección de
Intereses de Cuba, Washington, DC.
40. Véase www.desdecuba.com/generationy/?=1179.
41. Por ejemplo, en agosto de 2009 el gobierno impuso una multa
al Australia & New Zealand Bank Group, por ayudar a Cuba y a
Sudán a financiar compras internacionales. Más adelante, obligó al
Credit Suisse a pagar 536 millones de dólares por tramitar pagos a
Irán, Cuba y otros países bajo sanciones de los Estados Unidos
(Granma, La Habana, 27 de agosto de 2009; véase además
www.miamiherald.com/banking/story/1385652.html). En
octubre de 2009, el Departamento del Tesoro denegó la licencia
solicitada por la Orquesta Filarmónica para que sus donantes
asistieran a los conciertos que esperaba realizar en La Habana; sin
cuya presencia, la orquesta tuvo que cancelar las funciones. Granma,
La Habana, 2 de octubre de 2009.
19. Raúl Castro Ruz, «Comparecencia televisiva», Noticiero
Dominical, La Habana, 20 de enero de 2002.
20. Colin Powell, 2002, disponible en www.state.gov/secretary/
rm/2002/10113.htm.
21. La versión del discurso pronunciado en Miami es más corta:
«aliviar las sanciones económicas».
22. Para el discurso del Salón oriental, véase www.whitehouse.gov/
news/releases/2002/05/print/20020520-1.html; para el de Miami,
véase www.whitehouse.gov/news/releases/2002/05/print/
20020520-6.html.
42. El gobierno de Bush había interrumpido casi todas esas visitas,
pero en 2009 los trámites para la obtención de visas habían vuelto
a la situación prevaleciente a principios del decenio. Además, la
Oficina del Tesoro para el control de recursos en el extranjero había
otorgado numerosas licencias específicas para viajes a Cuba
organizados por entidades deportivas, culturales o académicas, lo
que también se correspondía con las directrices de a principios de la
década.
23. Véase www.cubaminrex.cu/politicaregional/amenorte3.htm.
24. Para las políticas de la Unión Europea, véase Joaquín Roy,
«Cuba and the European Union: Chronicle of a Dead Agreement
Foretold», en H. Michael Erisman y John M. Kirk, ob. cit.
25. El programa de Harvard College para que sus estudiantes de
pregrado estudien en la Universidad de La Habana ha funcionado
con arreglo a la legislación de ambos países y nunca ha sido
interrumpido.
43. Véase Granma, La Habana, 9 de abril de 2009. Cuba
responsabiliza a Posada del estallido de un avión civil cubano y de
perpetrar otros actos de terrorismo.
26. Véase Comisión para la asistencia a una Cuba libre, «Report to
the President», Departamento de Estado de los Estados Unidos,
mayo de 2004, pp. 32 y 33, 171 y 172, 193, 223, 227 y 419.
44. Oficina Nacional de Estadísticas, Anuario estadístico de Cuba,
2008, Tabla 15.3, ONE, La Habana, 2009. Véase, además, TradeStats
Express, disponible en http://tse.export.gov.
27. Ibídem, julio de 2006, pp. 39-42, 48, 69, 70, 73, 84 y 86.
28. Condoleeza Rice, 6 de agosto de 2006, disponible en
www.state.gov/secretary/rm/2006/70014.htm.
45. Véase USDA Foreign Agricultural Service, disponible en
www.fas.usda.gov/itp/cuba/cuba-faq.html y TradeStats Express,
ed. cit.
29. Raúl Castro, «Ningún enemigo podrá derrotarnos», Granma, La
Habana, 18 de agosto de 2006; y «Discurso en el Acto central por
el 50 aniversario del desembarco del Granma», Granma, La Habana,
2 de diciembre de 2006.
46. Departamento de Seguridad Interna de los Estados Unidos,
Guardacostas de los Estados Unidos, «Alien Migrant Interdiction»,
disponible en www.uscg.mil/hq/cg5/cg531/AMIO/FlowStats/FY.asp.
30. Thomas Shannon, 2006, disponible en www.state.gov/p/wha/
rls/rm/2006/71070.htm.
47. Departamento de Estado de los Estados Unidos, Oficina de
asuntos internacionales para los estupefacientes y aplicación de la
ley, 2009 International Narcotics Control Strategy Report, v. 1: «Drug
and Chemical Control. Cuba», 27 de febrero de 2009, disponible
en www.state.gov/pinl/rls/nrcrpt/2009/vol1/116521.htm
31. Thomas Shannon, 2006, disponible en www.state.gov/p/wha/
rls/rm/2006/q4/77864.htm.
32. Véase www.whitehouse.gov/the_press_office/Fact-SheetReaching-out-to-the-Cuban-people.
48. Granma, La Habana, 12 de febrero de 2009.
49. Departamento de Estado de los Estados Unidos, 2009
International Narcotics..., ob. cit.
33. Barack Obama, 17 de abril de 2009, disponible en
www.whitehouse.gov/the_press_office/Remarks-by-thePresident-at-the-Summit-of-the-Americas.
50. Conferencia de prensa diaria del secretario adjunto del
Departamento de Estado de los Estados Unidos, Philip Crowley,
5 de enero de 2010, disponible en www.state.gov/r/pa/prs/dpb/
2010/01/134720.htm.
34. Granma, La Habana, 15 de julio y 18 de septiembre de 2009;
Departamento de Estado de los Estados Unidos, «Cuba-U.S. Postal
Talks», 18 de septiembre de 2009, disponible en www.state.gov/r/
pa/prs/ps/sept/129358.htm; «Cuba Migration Talks», 14 de julio
de 2009, disponible en www.state.gov/r/pa/prs/ps/2009/july/
126041.htm.
51. Véase Vicki Huddleston y Carlos Pascual, Learning to Salsa: New
Steps in U.S.-Cuban Relations, cap. 2, Brookings Institution Press,
Washington, DC, 2010.
35. Granma, La Habana, 17 de abril de 2009.
52. Véase Bruno Rodríguez, «Discurso ante la Asamblea General
de Naciones Unidas», Granma, La Habana, 29 de octubre de 2009.
36. Véase www.america.gov/st/texttrans-English/2009/April.
37. Granma, La Habana, 22 de abril de 2009.
38. Granma, La Habana, 21 de diciembre de 2009.
©
15
, 2010
no. 62-63: 16-29, abril-septiembre de 2010.
Rafael Hernández
Enemigos íntimos
íntimos.
Paradojas en el conflicto
Estados Unidos-Cuba
Rafael Hernández
Politólogo. Revista Temas.
D
ifícilmente exista otra problemática de las relaciones
internacionales y el análisis político sometida a un
cúmulo tan curioso de verdades aprendidas y juicios
preestablecidos como el de las relaciones entre los
Estados Unidos y Cuba. Tanto en el discurso político
como en buena parte del interpretativo, el conflicto se
construye en torno a una lógica lineal, que lo reduce
a una interacción bilateral, nacida de actitudes obstinadas
de uno y/u otro de los actores, y perpetuadas en acciones
y reacciones que se prolongan cíclicamente ad infinitum.
Este enfoque unidimensional produce razonamientos
circulares, puntos muertos y reducciones al absurdo,
de los que se desprende una cierta ilógica fatal,
alimentada por dos fuentes. Una, más general, proviene
de las perplejidades que el sentido común experimenta
ante la política. La segunda, sin embargo, surge de los
propios argumentos aceptados tanto por la razón
política como por muchos análisis que intentan explicar
su curso. ¿Por qué este enfrentamiento inacabable y
empecinado, donde ambos gobiernos mantienen
rumbos de confrontación que, en muchas ocasiones,
son contraproducentes para los dos? Este ensayo
aborda un grupo de aspectos de ese conflicto, revisando
sus nódulos «ilógicos» o paradojas; intenta un enfoque
alternativo, que rebase la visión del «diferendo» entre
«dos terquedades» atrapadas en sus respectivas
intransigencias, y procura entenderlo en su complejidad
política mayor.
Invertir la lógica atribuida al conflicto requiere
examinar su reverso, donde se despliegan acciones y
opciones de diálogo y convergencia de intereses. Así,
se trata de explicar ambas dimensiones, confrontación/
cooperación, no como escenarios incongruentes o
sucesivos, sino coexistentes, y en cierta medida,
mutuamente consistentes. La hipótesis de este análisis
es que los mismos factores y tópicos que mantienen
tensiones y enfrentamientos generan espacios de
cercanía y entendimiento —aunque no necesariamente
de acuerdo. Su corolario es que la ecuación del conflicto
—en la que actúan no dos o tres, sino múltiples
actores— funciona de manera contradictoria; si bien
las relaciones parecen congeladas en los términos de la
Guerra fría, corrientes de intercambio las atraviesan
a distintos niveles.
16
Enemigos íntimos. Paradojas en el conflicto Estados Unidos-Cuba
expresión de disentimientos, flexibilizó los procedimientos
migratorios y la actividad de las ONG. Todo esto ocurrió
a pesar del impacto de la crisis, en el llamado Período
especial.4 Ninguno de estos cambios llevó, del lado
estadounidense, al relajamiento de tensiones, ni siquiera a
señas de diálogo hacia la Isla, sino al reforzamiento del
embargo (Ley Torricelli, 1992). Si nos atenemos a esa
dinámica durante los últimos veinte años, no hay indicios
de que cambios en Cuba —diferentes a los que preconiza
la restauración capitalista— den lugar a un progreso en
las relaciones.
Ahora bien, ¿hasta qué punto la extensión al caso
cubano de la nueva política norteamericana hacia China
y Viet Nam posee un fundamento histórico y estratégico?
Cuando los Estados Unidos modificaron sus relaciones
con China en 1972, esta estaba muy lejos del socialismo
de mercado actual; su principal atractivo para un político
como Nixon y un estratega como Kissinger era su
antagonismo con la URSS, que representaba una profunda
división en el campo socialista y en el movimiento
revolucionario internacional. Cuando la administración
Clinton restableció relaciones con Viet Nam, en 1995, el
acicate simbólico más importante no fue su liberalización
económica, sino la posibilidad de saldar el trauma
pendiente de los prisioneros de guerra norteamericanos
(POW) y los desaparecidos en combate (MIA), cuyos
restos no habían sido recuperados.
Naturalmente, las corporaciones norteamericanas
estaban a favor de estas aperturas diplomáticas y
comerciales. Pero cualquier comparación entre estos
casos y el cubano debe incorporar la diferencia de escala
entre los intereses geoeconómicos y estratégicos en uno
y otros. Si Cuba tuviera mil millones de consumidores
potenciales o se ubicara en una región como la de los
tigres asiáticos, con una intensa dinámica financiera y
comercial, y un crecimiento galopante, la política
norteamericana se enfrentaría a retos completamente
distintos. Pero no hay tigres en el Caribe, ni los cubanos
tienden a multiplicarse —más bien todo lo contrario.
Por último, si se toma al pie de la letra la posición
de Washington hacia la Isla, no se trata de exigir meras
reformas económicas o algunos cambios en el sistema
político, sino una inversión fundamental de su
ordenamiento económico, social y político. Nada
indica que se contentaría con un socialismo de
mercado, sino con nada menos que una restauración
del capitalismo.
Cuando se traspasan las sucesivas «capas» del conflicto,
en el fondo persiste el residuo duro de desconocimiento
y desconfianza que la hostilidad, la hegemonía, la
diferencia de escala y la insubordinación han generado
durante doscientos años, en coexistencia con los intensos
vasos comunicantes entre ambas naciones, surgidos de
la enorme proximidad geopolítica, cultural y social.
Intentaré sistematizar, mediante siete paradojas,
algunos ejes significativos de estas relaciones, y resaltar,
de manera muy sumaria, los elementos básicos con que
estas se han construido.1
1. ¿Cuáles son los principales obstáculos?
En la posguerra fría (1991-2001), las objeciones y
reacciones de ambos gobiernos sufrieron un cambio
dramático. Entre 1959 y 1990, los Estados Unidos
culpaban a Cuba de ser agente soviética,2 y de exportar
la Revolución hacia América Latina y África. La respuesta
cubana era que ni su internacionalismo ni sus alianzas
con gobiernos y movimientos revolucionarios eran
negociables. Con el fin del campo socialista en Europa
del Este (1989-1991), la terminación del conflicto del
suroeste de África (1988), y la conclusión de las guerras
centroamericanas (1988-90), Cuba ya no era aliada de
Moscú (la URSS había desaparecido), no tenía tropas en
África, no mantenía asesores militares en el ejército
sandinista de Nicaragua, ni apoyaba de ninguna manera
al Frente Farabundo Martí de El Salvador.
Las objeciones de los Estados Unidos volvieron
a concentrarse en el sistema mismo. En su lógica, Cuba
debe «instaurar una economía de mercado y democratizar
el sistema político»; de ahí se derivaría la normalización.
La reacción cubana pasó a ser «socialismo o muerte».
Según la lógica de la Isla, Washington debe eliminar su
doble rasero y sus precondiciones, y lidiar con Cuba
igual que con China y Viet Nam.
¿Cuán realistas resultan estas alternativas? En primer
lugar, consideremos hasta qué punto cambios
económicos y políticos internos en la Isla provocarían
una modificación sustancial de la posición norteamericana.
En la posguerra fría, Cuba dejó de percibirse como
amenaza para la seguridad nacional de los Estados
Unidos. En el ámbito estratégico-militar, además del
retorno de sus fuerzas dislocadas afuera, redujo a la mitad
sus tropas, reservando solo un nivel mínimo de recursos
para la defensa.3 En lo económico, el Estado cedió
importantes zonas de la agricultura, el abasto de alimentos,
ciertos servicios domésticos y de pequeña manufactura
a la producción no estatal y al mercado de libre formación
de precios; impulsó una nueva política de inversión
extranjera, expandió el turismo, abrió el mercado interno
al libre uso de divisas convertibles. En el plano de las
libertades, amplió la esfera pública y los espacios de
2. ¿Cuáles son las fuerzas principales que influyen
en las políticas cubanas de los Estados Unidos?
En la Guerra fría, el actor absoluto del lado
estadounidense era el establishment de seguridad nacional;
a saber, los órganos de mando estratégico de la política
17
Rafael Hernández
competir con la derecha y la FNCA? Más que la
acción del gobierno de la Isla, se requeriría que fueran
reconocidas como interlocutores por el de los
Estados Unidos —como hizo Reagan con la FNCA
en 1983.8 La decisión de alternar no solo con la
extrema derecha cubanoamericana —opción
siempre abierta para la Casa Blanca— podría poner
a estos moderados del exilio en el primer plano del
escenario político, y legitimar con ello un nuevo
capítulo en su política hacia Cuba.
c) Si se aceptara como real que el actor principal en la
política cubana ha cambiado, estaríamos ya viviendo
la transición post-(Fidel) Castro, y los Estados Unidos
deberían estar negociando con Raúl Castro. Como
esto no ocurre, habría que cuestionar también la
validez de esta hipótesis. Discutir sus implicaciones
requiere profundizar en otras paradojas que
consideraré más adelante.
exterior, representados en el Consejo de Seguridad
Nacional. Desde su punto de vista, todo el entramado
político-estratégico del Estado cubano se resumía en
una sola persona: Fidel Castro. La posguerra fría traería
un cambio inesperado. Según los funcionarios
norteamericanos y muchos analistas, la política hacia
Cuba dependería en lo adelante de la Fundación
Nacional Cubano Americana (FNCA), a la que se le
atribuía el control del voto en la Florida y, por tanto, el
poder para mantener la línea dura y contrarrestar toda
iniciativa de cambio de parte del Ejecutivo y el Congreso.
Curiosamente, esta idea encontraría su espejo en Cuba,
donde se ha afirmado desde entonces que «la mafia
cubanoamericana» controla la política de Washington
hacia la Revolución.
En 2006, se produciría, del lado cubano, una
modificación imprevista, cuando Raúl Castro tomó el
mando de la política nacional. Desde su posición de
presidente sustituto en funciones, y luego en plena
posesión del cargo, ha ofrecido «ramos de olivo» al
Norte, y expresado su disposición a hablar sobre
cualquier tema, sin precondiciones ni doble rasero.5
Si nos atuviéramos a la representación de los actores
y fuerzas en juego formulada arriba, las alternativas
hipotéticas a la solución del conflicto serían: a) Cuba
debe negociar con la Fundación Nacional Cubano
Americana; b) el gobierno de la Isla debería trabajar
para promover un nuevo lobby cubanoamericano que
derrote a la FNCA; y c) los Estados Unidos deben
reconocer el cambio significativo en la situación política
de Cuba.
3. ¿Qué circunstancias políticas serían necesarias del
lado de los Estados Unidos para un mejoramiento
de relaciones?
Clásicamente, se suelen identificar al menos tres:
a) que Cuba no sea percibida como una amenaza a la
seguridad nacional; b) un presidente demócrata, pues
los liberales son más propensos a la negociación que
los conservadores; y c) un segundo mandato de este
presidente, cuando ya no se tenga que preocupar por
ganar las próximas elecciones. Examinemos cada una.
a) Al avanzar la posguerra fría, el Pentágono y la
comunidad de inteligencia establecieron oficialmente
que la Isla había dejado de representar una amenaza
militar.9 Por esa misma razón, múltiples focos de
atención internacional —Asia Central, Medio Oriente,
la República Popular de Corea, China, Rusia— la
rebasaban en el radar primordial de los órganos de
la seguridad nacional, el nivel que gobernó la política
hacia Cuba durante décadas. Sin embargo, esa
política tampoco cambió, precisamente porque el
Ejecutivo tiene las manos llenas con otros graves
problemas nacionales e internacionales, y el tema de
Cuba no suele llegar a su buró. El argumento de la
«no amenaza cubana», paradójicamente, funciona
ahora contra el cambio de política.
b) Si se compara el récord histórico de las relaciones
bilaterales durante las presidencias de John F.
Kennedy y Lindon B. Johnson con el de Richard
Nixon, Gerald Ford y el propio George Bush Sr.,
parecería, por el contrario, que —con la única
excepción de Jimmy Carter, en sus dos primeros
años (1977-1978)— los demócratas no fueron
mejores que los republicanos. La escasa evidencia
de la posguerra fría apenas revela que Clinton no
a) Resulta cuando menos sorprendente que dos
perspectivas tan distintas como las de La Habana y
Washington coincidan en la idea de que «la cola
mueve al perro» en su apreciación de la ecuación
FNCA-gobierno norteamericano. De reconocerse
un peso determinante a este lobby, sería difícil
explicarse cómo los dos gobiernos se entendieron
para negociar la paz en el suroeste de África, firmar
dos acuerdos migratorios (1984, 1995) y devolver
a Elián González a Cuba (2000), por mencionar solo
tres negociaciones muy importantes a las que la
FNCA se opuso radicalmente.6
b) Hace muchos años que ha existido un anti-lobby
cubanoamericano como alternativa potencial.
Personalidades y asociaciones cubanoamericanas
—incluso algunas declaradamente anticastristas— se
oponen al bloqueo y favorecen un diálogo con el
actual gobierno cubano. Se pueden identificar figuras
moderadas7 con suficientes credenciales anticomunistas
ante el gobierno estadounidense para que este las
acepte como legítimas «voces democráticas que
piden una nueva política dirigida a apoyar la lucha
por la libertad del pueblo cubano». ¿Qué les impide
18
Enemigos íntimos. Paradojas en el conflicto Estados Unidos-Cuba
llegó a los extremos de George W. Bush. Es probable
también que el presidente Obama sea mejor que su
predecesor —lo cual, en términos generales, no es
mucho decir a favor de los demócratas. Como
es natural, para Cuba y los que favorecen un cambio
de política, es preferible contar con Jimmy Carter,
Bill Clinton o Barack Obama en la Casa Blanca, en
vez de Ronald Reagan o George W. Bush. Pero nada
más. El gradiente representado por este factor en
un cambio de relaciones se ha revelado como
secundario e insuficiente, en términos prácticos, a lo
largo de medio siglo.
c) El origen de esta tesis del «segundo mandato», que
se repite, resulta un enigma. Lo primero es que,
a partir de 1959, y en medio de la Guerra fría, ningún
demócrata consiguió reelegirse, con lo cual la
posibilidad de su comprobación se reduce de manera
sustancial. De los cuatro presidentes que lo lograron,
el único demócrata, ya en la posguerra fría, fue
Clinton, quien no amenazó con usar la fuerza contra
la Revolución, como Reagan y Bush Jr., pero sí
promulgó el Apoyo para una transición democrática
en Cuba,10 no exactamente un paso de avance. De
los otros tres, Reagan y Bush Jr. no tuvieron tampoco
un segundo término favorable a Cuba, más bien al
contrario. En el caso del segundo período de Richard
Nixon, la relativa distensión de 1973-74 parece más
bien obra de Kissinger, así como del breve
interregno de Gerald Ford, y no del Presidente,
enredado en Watergate.
recursos del Big Oil, el grupo de interés más poderoso
en la política norteamericana, solo comparable al de la
industria militar. De forma automática, Cuba subiría
en el radar de preemptive war scenarios del Pentágono. Lo
mismo ocurriría respecto a una variante de reanudación
del proyecto de Juraguá. Por otro lado, en ambos casos
las organizaciones ecologistas y muchos ciudadanos a
ambos lados del Estrecho de la Florida, se alarmarían
ante la amenaza de estos «avances» para el entorno
natural del sur de los Estados Unidos y para la Isla. En
consecuencia, la subida de Cuba en la agenda de
prioridades de seguridad nacional acarrearía una
situación contradictoria, así como costos y beneficios
potenciales, que incrementarían tanto las oportunidades
como los riesgos, la incertidumbre y la volatilidad del
clima político.
En cuanto a la segunda, si bien el gobierno de Cuba,
junto con el resto del mundo, votó por Obama en las
elecciones de 2008, no sería aconsejable que trazara una
estrategia basada en la expectativa de «un demócrata»
que no esté preocupado por ganar «un segundo
mandato» y que gaste el capital político necesario para
cambiar el rumbo de cincuenta años en las relaciones
con La Habana. Nada en esta historia indica que las
decisiones pospuestas para «el momento adecuado»,
«las condiciones propicias», «paso a paso», etc., hayan
sido otra cosa que un wishful thinking. Por otro lado, lo
que los analistas llaman entanglement, es decir, la alta
«adherencia» del tema de Cuba a otros asuntos internos
e internacionales —eventuales crisis en Centroamérica
y el Caribe, acciones de grupos de interés en la política
local de Florida y Nueva Jersey, percepciones sobre
contingencias en la Isla infladas por la manipulación
mediática, etc.— propias de la atmósfera inestable en
las relaciones con Cuba, suscitan una alta franja de
impredictibilidad, que pesaría en el ánimo de cualquier
presidente-demócrata-en-segundo-mandato y de sus
expertos-sobre-Cuba a la hora de decidir si es
conveniente gastar lo necesario en cambiar esa política
establecida. Por todas estas razones, resulta improbable
—tanto si ocurren, como si no— que alguno de estos
escenarios pueda operar eficazmente un proceso de
cambio real.
Si, a pesar de todo, se asumieran como válidos los
axiomas sobre el peso de las circunstancias políticas de
los Estados Unidos hacia Cuba, tendríamos las siguientes
alternativas «lógicas»: 1) Esperar a que aumente la
producción petrolera cubana hasta hacer de la Isla un
exportador neto, o que se reanude con Rusia la
construcción de la planta electronuclear de Juraguá, o
que tenga lugar una crisis inesperada, de manera que
Cuba aparezca más arriba entre las prioridades de
seguridad nacional del Norte; 2) esperar un segundo
término del presidente Obama, hasta que se desocupe
de las prioridades políticas internas e internacionales
actuales.
Respecto a la primera alternativa, el perfil cambiante
de la Isla en el esquema de seguridad nacional
norteamericana ofrece un ejemplo perfecto de cómo
un mismo tema puede ser acicate u obstáculo, refuerzo
y amenaza en las relaciones. Es probable que el gobierno
cubano, casi todos los habitantes de Cuba y las
corporaciones petroleras festejaran un aumento en la
prospección y extracción de crudo en la plataforma y
en la zona patrimonial cubana en el Golfo de México.
Los grupos que hacen lobby en Washington posiblemente
se sumarían a este entusiasmo, al poder contar con los
4. ¿Qué circunstancias políticas serían necesarias,
del lado de Cuba, para un mejoramiento
de las relaciones?
Desde el ángulo estadounidense, se han identificado
al menos tres: a) Fidel Castro fuera del gobierno;
b) que Cuba manifieste una voluntad política real de
mejoramiento, en lugar de sabotear los progresos
alcanzados; y c) que Cuba dé el primer paso,
haciendo concesiones que emitan señales positivas, y
19
Rafael Hernández
respondiendo a cada medida favorable tomada por
los Estados Unidos.
histórico, se habría podido calcular la reacción de
La Habana, incluso la más extrema.
c) La etapa más reciente brinda nuevos ejemplos del
toma y daca como lógica constructiva de un diálogo:
«Cuba no ha respondido a las medidas de la
administración Obama dirigidas a suprimir las
restricciones a los viajes y a las remesas de los
cubanoamericanos: la bola está del lado cubano»;
Cuba debe hacer cambios [internos] para mejorar
las relaciones [bilaterales] con los Estados Unidos:
liberar presos políticos, instaurar una economía de
mercado, compensar a los cubanos cuyas
propiedades fueron afectadas por las leyes de 1959
y 1960». Resulta curiosa la adopción indiscutida de
este enfoque, si se toma en cuenta que las acciones
de referencia —ante las que La Habana debería
reaccionar— se basan en promesas electorales ante
votantes del sur de la Florida durante la campaña
presidencial, cuyos principales beneficiarios son los
cubanoamericanos y sus parientes en la Isla, no el
gobierno de Raúl Castro.
a) Cuba es gobernada por Raúl Castro desde el 31 de
julio de 2006, sin que se advierta ninguna señal
favorable del otro lado. Washington no ha
considerado el cambio de presidente como
significativo, e incluso se ha cuestionado si realmente
Raúl es el que decide, y no Fidel detrás de las
bambalinas.
b) Como evidencias de que el gobierno cubano
perturba deliberadamente cualquier proceso de
acercamiento, se mencionan hechos como la apertura
del puerto de Mariel a la libre emigración (abril,
1980), en medio de la campaña presidencial
norteamericana; y especialmente, el derribo de las
avionetas del grupo Hermanos al Rescate (24 de
febrero, 1996), cuando el proyecto de la ley HelmsBurton se negociaba en los pasillos del Congreso.
Según este enfoque, tanto en 1980 como en 1996,
estaba en curso un acercamiento entre los dos países,
que las inesperadas acciones cubanas torpedearon.
El hecho es que, en 1980, cuando el gobierno cubano
abrió el puerto de Mariel,11 las relaciones con la
administración Carter ya se habían enfriado, debido
a varios incidentes congresionales desencadenados
por altas figuras en el Consejo Nacional de Seguridad
y, sobre todo, por el cambio de clima regional que
acarrearon, en 1979, la revolución sandinista en
Nicaragua y el gobierno de la New Jewel en
Granada.12
En cuanto al incidente de las avionetas, desde antes
de su derribo y de la aprobación de la Helms Burton,
el discurso del presidente, y en especial el de sus
asesores sobre Cuba, no anunciaban políticas
alternativas, sino más bien una estrategia de
desestabilización interna, conocida como Track II,
complementaria del bloqueo.13 Según el gobierno
cubano, tanto en la víspera del Mariel como en la de
las avionetas, se informó a altos niveles de la
administración norteamericana acerca del peligro de
una crisis, y de la necesidad de que se tomaran
medidas preventivas, advertencias que fueron
desoídas. Todas las aperturas que han desencadenado
crisis migratorias (1965, 1980 y 1994), han tenido
lugar en ausencia de acuerdos realmente vigentes,
de manera que las medidas cubanas han buscado
presionar para alcanzarlos. Respecto a las violaciones
del espacio aéreo a baja altura, la posición cubana
ha sido la misma desde las postrimerías de la Crisis
de Octubre, en noviembre de 1962.14
En resumen, aunque en todos estos casos es posible
juzgar la respuesta cubana como muy drástica, en
ninguno era impredecible. A partir de tales
antecedentes y patrones de comportamiento
Si se asumiera hipotéticamente la lógica estadounidense
sobre las condiciones políticas necesarias del lado
cubano, se podrían construir los siguientes escenarios
de resolución y estrategias para Cuba: a) Esperar al
segundo término de Raúl Castro, en 2014, cuando haya
transcurrido suficiente tiempo para que los Estados
Unidos identifiquen su gobierno como distinto al de
Fidel; b) que Cuba se asegure de que ninguna de sus
respuestas a la política norteamericana pueda
interrumpir el diálogo real o potencial, o desencadenar
una crisis; c) que Cuba responda a cada medida de los
Estados Unidos con otra equivalente, de manera que
la política de aquel se vea estimulada. El realismo y
eficacia de estos escenarios para hacer avanzar las
relaciones resultan improbables. Además de los
comentarios anotados arriba, podrían añadirse
los siguientes:
a) Si bien para muchos cubanos el gobierno de Raúl
Castro no ha hecho todo lo necesario ni ha aplicado
aún los «cambios estructurales» preconizados, sería
difícil sostener que sus políticas son más de lo mismo.
La pérdida de relieve de la política conocida como
Batalla de Ideas, la entrega de tierras estatales
a cooperativas privadas, la fusión de organismos y
la reducción del aparato estatal, la sustitución de dos
tercios del gabinete ministerial y otros altos
funcionarios (entre ellos, prácticamente la totalidad
del equipo económico), el otorgamiento de nuevas
licencias para el trabajo por cuenta propia, el
levantamiento de las restricciones para rentar
habitaciones y adquirir cuentas de celulares en
moneda convertible, la clausura del plan de educación
preuniversitaria obligatoria en zonas rurales («escuelas
20
Enemigos íntimos. Paradojas en el conflicto Estados Unidos-Cuba
El sentido de la libertad puede encontrar caminos de
comunicación inesperados, asociados a profundas relaciones
tejidas históricamente, que subsisten en forma paralela al
conflicto, y lo atraviesan con una fuerza equivalente a la
del antagonismo.
Unidos con una crisis migratoria o de otro tipo. En
la lógica de evitar una escalada del conflicto con el
Norte, el gobierno cubano ha mantenido una postura
radical ante los secuestros de naves, al punto de
juzgar a sus responsables con la máxima extensión
de la ley y aplicarles sanciones muy drásticas. Sin
embargo, el patrón crisis-progreso prueba que
Washington solo se ha sentado a negociar con La
Habana obligado por las circunstancias, y en torno
a un asunto de interés nacional. Esto ha ocurrido
cuando se trata de un tópico bilateral que coincide
con una prioridad global.
c) Este requisito contrasta con el resto de las relaciones
exteriores cubanas, incluso con los países europeos y
la propia Unión, desarrolladas a partir de intereses
internacionales, no de precondiciones que impliquen
cambios internos en la Isla.15 Según demuestra esta
experiencia, mientras más estrechas sean las relaciones
bilaterales, mayores probabilidades de que las
políticas o experiencias de otro país pudieran ser
tomadas en consideración por Cuba.
en el campo»), así como el anuncio de un reajuste que
implica un millón de despidos, cierre de comedores
en centros de trabajo, eliminación de la libreta de
abastecimientos y otros subsidios o gratuidades, con
el fin de ajustar las cuentas nacionales, corresponden
a nuevos contenidos y a otro estilo de liderazgo.
Apreciar el presente y futuro de estas políticas sobre
la base de los artículos que Fidel escribe —la mayoría
acerca de temas globales e históricos— y adoptar la
premisa de que este se mantiene al timón de la política
cubana, resulta un razonamiento carente de
fundamento y poco útil para entenderlas.
b) Aun reconociendo los peligros que las crisis con los
Estados Unidos implican para la seguridad nacional
de Cuba, se puede comprobar que su saldo no ha
sido siempre negativo. Como consecuencia de la Crisis
de los Misiles (1962), Washington se comprometió a
no hacer uso de sus medios militares para atacar
directamente a Cuba. A raíz de las crisis migratorias,
aquel se vio compelido a una negociación para
establecer sendos acuerdos con Cuba y, en el último
caso, a cambiar diametralmente su política migratoria.
Es cierto que, en algunos casos, donde han estado
involucrados medios militares —como el derribo de
las avionetas en 1996— esta decisión se podría juzgar
como muy costosa, por el peligro de una
confrontación directa y sus consecuencias políticas más
inmediatas. Sin embargo, es un hecho que, desde
entonces, ninguna nave aérea o embarcación
proveniente de territorio norteamericano ha vuelto a
violar el espacio aéreo o marítimo cubano. De manera
que, en términos reales, este controvertido
acontecimiento reconfirmó la postura de ambas partes
ante violaciones que pudieran desencadenar escaladas
peligrosas para la seguridad nacional de cada cual.
De hecho, estos avances no solo han afectado la
política estadounidense, sino también la cubana. El
desenlace de la última crisis migratoria (1994), con el
acuerdo de 1995, llevó a Cuba a comprometerse a
recibir de vuelta y no sancionar a los que intenten salir
ilegalmente y sean interceptados por las autoridades
norteamericanas o por el propio Cuerpo de
Guardafronteras de la Isla.
La lección de estas experiencias no es que Cuba
debería provocar de vez en cuando a los Estados
Otra construcción con poca evidencia es la idea de
que una política de quid pro quo —acción y reacción
ante medidas del otro—, puede conducir al diálogo y
la normalización. Los acuerdos puntuales sobre
secuestro de naves y migración,16 la cooperación ad hoc
entre guardacostas y servicios meteorológicos, las
licencias para intercambio académico o venta de
alimentos, los permisos para sobrevuelos y el diálogo
entre militares en la base de Guantánamo, la apertura y
mantenimiento de las secciones de intereses en ambas
capitales, han sido pasos puntuales significativos; pero
ninguno ha demostrado ser consecuencia de una política
de acción-reacción, ni poseer capacidad para extender
su efecto a otras dimensiones de las relaciones. Con la
excepción del tema migratorio, que implica el control
de su flanco sur y, por tanto, una prioridad de seguridad
nacional, ningún otro asunto ha podido resolverse de
manera estable gracias al efecto multiplicador de ciertos
islotes de cooperación —ni siquiera en materia de
drogas, control ecológico y prevención de desastres
naturales. La experiencia sugiere que si una política de
paso a paso pudiera funcionar sería la unilateral, que
cada parte tomara sus propias iniciativas, sin atarlas
21
Rafael Hernández
a las respuestas del otro, ni que se vieran contaminadas
o amenazadas por la «falta de reciprocidad».
y se sienta más seguro entre los vecinos de Santa
Clara, Bayamo o Guanabacoa que en ninguna ciudad
del Medio Oriente, Asia Central o África, e incluso
en casi todas las capitales de América Latina y el
Caribe.
b) Aun los cubanos que critican el socialismo, encuentran
que los Estados Unidos no tratan a Cuba como a
otros países —China, Viet Nam, RPDC, Libia, Arabia
Saudita, y muchos más— que no calificarían, según
los estándares norteamericanos, como democráticos.
Muchos de ellos se sorprenderían al ver cuán
conforme está la mayoría de los norteamericanos con
su democracia. Sería improbable que la mayoría de
los socialistas cubanos asumiera como misión
redentora en sus relaciones con los norteamericanos,
esclarecerlos y convertirlos a su ideología. Tampoco
parecería que los estadounidenses comunes y corrientes
adoptaran hoy la postura clásica de la «carga del
hombre blanco» en su manera de colocarse ante Cuba
y sus problemas.
5. ¿Cuán factible es alcanzar un entendimiento
mutuo en torno al tema de la democracia?
Si existe un asunto sobre el cual han existido
profundas discordancias no solo entre los dos
gobiernos, sino entre los dos países y culturas políticas,
es el de la democracia. La idea norteamericana de que
los cubanos son ineptos para autogobernarse, y que la
misión de los Estados Unidos es «ayudarlos a liberarse
de sí mismos»,17 es mucho más vieja que la Revolución.
La visión latinoamericana de que «los Estados Unidos
parecen destinados por la Providencia a plagar la
América de miserias en nombre de la libertad» es al
menos tan antigua como la famosa frase de Simón
Bolívar.18
Tanto en la Guerra fría como después, las respectivas
percepciones sobre sus sistemas políticos se han
mantenido estrictamente simétricas: Cuba es solo una
dictadura totalitaria, despojada de toda cualidad
democrática/los Estados Unidos no son más que una
superpotencia imperialista, carente de todo ejercicio
democrático. Cada parte piensa que las instituciones de
las que la otra se ufana no funcionan, simplemente
porque son antidemocráticas y manipuladas por una
élite poderosa; carecen de un sistema electoral legítimo,
justo y realmente popular; y no eligen a los mejores
estadistas. De estas percepciones, solo podrían derivarse
las siguientes alternativas de solución del conflicto:
a) Conseguir que Cuba cambie sus juicios sobre la
democracia de los Estados Unidos; y b) trabajar para
lograr un cambio en las opiniones norteamericanas sobre
el socialismo cubano. Aparentemente, a partir de estas
premisas, no sería previsible el más mínimo cambio
presente o futuro entre los dos países. No obstante,
sería útil examinarlas más de cerca.
Si la cuestión de la democracia fuera tan importante
para los norteamericanos en cuanto a sus relaciones
con la Isla, la mayoría de la opinión pública no habría
cambiado a favor de la normalización y el levantamiento
del bloqueo. Esa evolución, naturalmente, no revela que
haya dejado de considerar a Fidel, Raúl y el sistema
cubano como totalitarios; sino que el cuestionamiento
democrático no es una precondición para conversar.
Por el contrario, paradójicamente, la naturaleza misma
de un régimen político tan extraño al estadounidense,
mantenido durante medio siglo en su propio vecindario,
tiene un efecto más estimulante que de repulsión.
Muchos estadounidenses sueñan con visitar Cuba no
solo para disfrutar de su cultura y su sociedad, sino
para conocer «el socialismo castrista antes de que se
extinga», como quienes se entusiasman ante la idea de
visitar un parque jurásico cuya entrada les ha estado
prohibida.
a) Aunque el antimperialismo cubano se ha visto
reforzado por cincuenta años de socialismo, en rigor
ha estado presente como actitud desde la era colonial.
Si bien el sistema norteamericano no es un modelo
para la mayoría de los cubanos, y su política imperial
puede resultarle odiosa, cree que es posible o al
menos deseable coexistir en paz con el vecino
poderoso (incluso si casi nunca es un «buen vecino»).
Para los habitantes de la Isla, el beisbol, la tecnología
moderna, la ética de trabajo, la organización
empresarial, además de la música y el cine
norteamericanos han sido objetos de admiración
e influencia cultural, en muchos casos desde hace
siglo y medio. Estos lazos de singular intimidad,
como decía el presidente William McKinley,
permiten que un yanqui sea mucho mejor recibido
6. ¿Qué normalización?
Para muchos, la ruptura formal de relaciones
diplomáticas con Cuba, en enero de 1961, y la
legislación del bloqueo económico a la Isla, en febrero
de 1962, han encarnado el «diferendo» entre los dos
países. En su expresión actual, este se puede resumir en
los siguientes tér minos: la falta de relaciones
diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba, y el
bloqueo, expresan la continuación de un conflicto nacido
en la Guerra fría, que ya no tiene razón de ser. De esta
lógica se derivaría, en términos de solución del conflicto,
que la normalización de relaciones y el fin del bloqueo
facilitarían el predominio del diálogo pacífico, el respeto
22
Enemigos íntimos. Paradojas en el conflicto Estados Unidos-Cuba
de la libertad de los cubanos. La conducta de estos
ante esa contribución, especialmente desde 1898, ha
sido percibida como ingratitud por muchos
norteamericanos. Al margen de sus ideologías, una parte
de los cubanos está convencida de que Cuba estaría
mucho mejor si los Estados Unidos dejaran de
inmiscuirse en sus asuntos internos. La idea de que esta
convicción está asociada a la ideología revolucionaria
o al socialismo es solo parcialmente verdadera. Muchos
en la Isla —incluidos no comunistas— han entendido
su propia historia como la búsqueda de una libertad
reiteradamente frustrada, justo por la presencia
estadounidense en la vida nacional. Estas dos visiones
encontradas podrían expresarse así: a) «El compromiso
de los Estados Unidos [consiste] en apoyar al pueblo
cubano contra la tiranía del régimen de Fidel Castro
[mediante políticas] que lo ayuden a conseguir el final
expedito de la dictadura».19 b) «Nadie que mantenga
una alianza, o asociación, o que reciba el apoyo de los
Estados Unidos, es un defensor legítimo de la libertad
de Cuba».
Esta polaridad inconciliable no implica, sin embargo,
que todos los cubanos rechacen cualquier tipo de
«libertades» norteamericanas, en particular las asociadas
al consumo, la variedad de productos, el confort de la
vida doméstica, y otras como la llamada industria del
entretenimiento, desde Disneylandia hasta los juegos de
azar, incluyendo las múltiples encarnaciones del «sueño
americano». Este es el Norte que tienen en la mente
numerosos cubanos aspirantes a emigrar.
Ahora bien, si consideramos el reverso de esta
polaridad, podríamos encontrar que, paradójicamente,
la búsqueda de la libertad constituye también un
poderoso puente de encuentro entre los dos lados.
Aunque los polos ideológicos se repelan, los sociales,
culturales y económicos se atraen. En efecto, la libertad
de viajar y la de comercio constituyen hoy, probablemente,
los dos mayores puntos de convergencia entre los dos
países. A la larga, el sentido de la libertad puede
encontrar caminos de comunicación inesperados,
asociados a profundas relaciones tejidas históricamente,
que subsisten en forma paralela al conflicto, y lo
atraviesan con una fuerza equivalente a la del
antagonismo.
y entendimiento mutuos, y la no injerencia en asuntos
internos, en lugar de la confrontación.
El corolario de esta definición es que la
normalización de relaciones constituye un fin en sí
mismo. En virtud de esta operación diplomática —la
apertura de embajadas— y del fin del embargo
comercial y financiero, ambos países podrían empezar
a relacionarse como ocurre con cualesquiera otros dos
en el sistema internacional. Planteado de esta manera,
el problema se reduciría a considerar qué tipo de
circunstancias políticas permitirían facilitar y articular
un proceso de diálogo-negociación–normalización
diplomática.
Sin embargo, el problema mismo de la normalización
resulta más complejo que el de las condiciones y
voluntades que conducirían a una mesa de
negociaciones. La primera cuestión es: ¿alguna vez los
Estados Unidos y Cuba han tenido relaciones normales
«como cualesquiera otros dos Estados en el sistema
internacional»? Ni aun antes de 1959, las relaciones reales
se parecían a las que tenían otros del hemisferio. Para
los Estados Unidos, el tema Cuba estaba más cercano
a un asunto doméstico que a una relación internacional.
Tanto antes como después de la abolición de la
Enmienda Platt (1934), la relación con los Estados
Unidos determinaba un cierto tipo de Estado, un orden
económico y social, una estructura de poder y hasta
una cultura política.
Si llegaran a ser normales, ¿serían como las que
Washington mantiene con México o Canadá, con el
Reino Unido o Alemania? Además de reponer las tarjas
que identificaban a ambas embajadas, y eliminar el
embargo, ¿qué distinguiría esas relaciones normales? No
está claro si la normalización implicaría automáticamente
abstenerse de interferir en asuntos considerados internos
por el otro, de confrontar en materia político-ideológica
más allá de «desacuerdos normales entre dos Estados
cualesquiera», de permitir el despliegue de ciertos actores
que el otro percibe como desestabilizadores a su
seguridad nacional o su soberanía. La cuestión de la
normalización resulta más problemática de lo que parece
a primera vista.
Reconociendo toda su significación, si se le apreciara
como algo más que un cierto estatus técnico-jurídico
entre ambos Estados, la normalización no sería un fin
en sí mismo, sino apenas una esperanza de que ciertos
problemas de interés mutuo pudieran quedar sujetos
a un diálogo diplomático.
Áreas para la cooperación
En el contexto de la política exterior de los Estados
Unidos, el caso cubano se ilustra como la paradoja
por excelencia, en las antípodas de su agenda
latinoamericana. Mientras esta enfatiza el libre comercio,
con múltiples vertientes políticas y económicas, hacia la
Isla mantiene el embargo total —comercio, finanzas, uso
7. ¿Qué peso real tiene el problema de la libertad
entre Cuba y los Estados Unidos?
Históricamente, los gobiernos del Norte se han
considerado responsables de velar por la preservación
23
Rafael Hernández
incluyen ciertas agencias oficiales, gubernaturas estatales,
legisladores, así como corporaciones, ONG,
organizaciones de la sociedad civil, universidades,
instituciones culturales, iglesias y otras entidades.
del dólar, vínculos bancarios, transporte, bienes de
origen cubano en terceros países, compras a subsidiarias
norteamericanas en otros territorios, viajes y estancias
personales, transferencias monetarias a ONG cubanas
o radicadas en Cuba, acceso de estudiantes cubanos a
programas graduados en Estados Unidos, etc.—, o lo
que es lo mismo, el bloqueo.
La misma inversión radical se revela en su agenda
de seguridad regional — narcotráfico, migración ilegal,
terrorismo—, caracterizada en la mayoría de los casos
latinoamericanos por el estancamiento o el encono;
mientras, en estos tópicos, precisamente, es donde se
registra el mayor grado de entendimiento y cooperación
mutua con Cuba. Como algunos observadores han
notado,20 y ha sido reconocido por el propio gobierno
cubano, a pesar de la inclusión de Cuba en la lista de
países terroristas,21 los militares norteamericanos se llevan
mejor y tienen un mayor respeto profesional hacia los
cubanos que hacia muchos otros en el hemisferio.
Paradójicamente, aunque la «amenaza cubana» se ha
perpetuado en el imaginario político estadounidense
como el corazón del conflicto con la Revolución, no
hay otro Estado en la región con el cual se haya logrado
un nivel de cooperación y progresos sustanciales en
torno a estos puntos críticos de la seguridad nacional.
Es sobre esta experiencia concreta y discreta donde se
ha ido sedimentando una capa de confianza mutua,
que el diálogo sostenido y la negociación podrían seguir
expandiendo en lo adelante, en dirección contraria a la
negación y la retórica estentórea.
En sentido general, parto de considerar que los dos
lados tienen mucho que aprender y ganar en un
acercamiento. La idea de que, en una recuperación real
de esas relaciones, a los cubanos les tocarían los
principales beneficios resulta un razonamiento curioso.
No hay que subestimar el conocimiento acumulado
en instituciones y organismos especializados cubanos,
ni asumir que los emprendedores cubanoamericanos
descenderán sobre la isla a alfabetizar a sus rústicos
primos. Los profesionales emigrados en países que
mantienen programas de reclutamiento laboral en Cuba
—Canadá, Australia—, o los que residen en otros
lugares —México, Chile, Finlandia, España, o los
propios Estados Unidos— no se comportan como si
tuvieran un handicap de origen, e incluso muchos afirman
que su formación cubana es superior a la que se recibe
en esas otras latitudes.
Ni siquiera en un sentido «estrictamente económico»,
el contenido fundamental de una relación entre las dos
partes se reduce al comercio y la inversión. Intentaré
bosquejar un grupo de tópicos concretos en torno
a los cuales ambos países han manifestado interés,
disposición a cooperar, e incluso, en determinados
casos, han alcanzado un grado de colaboración. Las
partes que identifico no se reducen a los Ejecutivos;
Economía
Estimar la capacidad del mercado cubano para el
comercio o las inversiones norteamericanas requiere
tomar en cuenta que el levantamiento del bloqueo
crearía condiciones completamente nuevas para
desenvolvimiento de la economía y la sociedad de la
Isla, e induciría un cambio sobre bases diferentes a las
imperantes hoy. Por ejemplo, facilitaría nuevas
oportunidades para productos no tradicionales y
servicios (médicos, educativos, culturales, científicos,
deportivos) que, vía cooperación —como la
desarrollada con países de América Latina y África—,
serían una alternativa a la tradicional consideración de
Cuba como «tierra de azúcar, níquel, tabaco y ron».
Para entender este proceso, sería necesario descender
al nivel micro —es decir, a las economías regionales,
corporaciones de distintas escalas, segmentos y nichos
de mercado, etc.— donde ocurren realmente los
encadenamientos de intereses.22
Sin la premisa del fin del bloqueo —o su
debilitamiento progresivo—, no habría cambio
fundamental de las circunstancias. Ese posible
debilitamiento no debe confundirse con las licencias
concedidas puntualmente a determinadas corporaciones
norteamericanas, para vender cantidades discretas de
alimentos a Cuba, mediante autorizaciones sujetas
a restricciones específicas, sin financiamiento bancario
o créditos. Los Estados Unidos no han liberalizado su
política hacia Cuba; el embargo se mantiene intacto
desde el punto de vista legal y práctico, pues no permite
un comercio normal entre ambos; pero, al mismo
tiempo, sugiere que, si se levantara, se desplegaría un
potencial de intercambio económico beneficioso para
los dos países.
Entre las áreas para esta cooperación se encuentran:
programas de investigación-desarrollo en diversos
sectores; 23 medicina tropical, verde y tradicional;
producción y comercialización alternativa de fármacos
(al margen del control transnacional); administración
pública; apoyo institucional y gestión de cooperativas y
pequeños productores; organización del trabajo; diseño
de pequeñas y medianas empresas, y otras.
Salud pública
Como en la mayoría de las áreas, la relación bilateral
en materia de salud no está en cero. De hecho, la
Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha sido
una de las pocas instituciones hemisféricas en donde
24
Enemigos íntimos. Paradojas en el conflicto Estados Unidos-Cuba
caribeñas, manipulación de medios nucleares y
prevención contra epidemias; protección de costas;
manejo legal y comunitario de la contaminación;
protección de la seguridad aérea y marítima, salvamento
de migrantes ilegales y prevención de piratería y
secuestro de naves y aeronaves; vigilancia e intercepción
del narcotráfico; contactos entre militares para mejorar
las relaciones y cooperación mutuas, medidas de
confianza en relación con las maniobras, intercambio
de información sobre diversos temas; encuentros
deportivos, históricos, culturales y académicos,
e intercambio de delegaciones militares.
Cuba y los Estados Unidos han podido sentarse juntos.
En más de una ocasión, el Center for Disease Control
(CDC) de Atlanta ha cooperado con las autoridades
cubanas en la atención de epidemias como el dengue
hemorrágico y la polineuritis. Tomando en cuenta que
la OPS ha identificado el sistema de salud cubano como
uno de los mejores de la región, y la relevancia de este
tema en la agenda doméstica norteamericana
—especialmente priorizado por la administración
actual—, los nexos ya existentes podrían ampliarse. Un
ejemplo de esta expansión es la ayuda a las víctimas del
terremoto de Haití. Al margen de los recelos ante la
presencia de tropas norteamericanas en territorio
haitiano, Cuba y los Estados Unidos han sostenido
diálogos a nivel de cancillería para coordinar esta
asistencia.24
Si bien con connotaciones diferentes, el concepto
de médico de la familia (family doctor) es de uso común
en ambos lados; así como la idea de una medicina
preventiva y comunitaria. Los programas de educación
masiva puestos en práctica en la Isla en torno al VIH/
SIDA y el consumo de drogas, el papel de los activistas
comunitarios y juveniles, son experiencias de mutuo
interés.
Gestión del sector público
Dentro de la situación cubana actual, el tránsito
desde un sistema de gestión altamente centralizado a
uno más participativo y menos vertical ha sido
reconocido como eje principal en la «actualización del
modelo»30 —lo que algunos llaman «el camino de las
reformas». En ese camino para reordenar la economía,
liberar las fuerzas productivas, recuperar el desarrollo
social y el nivel de vida, las líneas maestras son
descentralizar, desburocratizar, elevar la participación
y el control.31 En estas prioridades —esencialmente
políticas, no puramente «económicas»— resulta clave
que los niveles regionales y locales puedan disponer de
mayor control y poder de decisión sobre recursos
propios.
Protección contra desastres. Control del medio
ambiente. Cooperación cívico-militar y entre
militares.
La capacidad instalada para enfrentar desastres en
Cuba constituye un capital para la cooperación
internacional. Como se sabe, el sistema de Defensa civil
involucra a las fuerzas armadas, las instituciones
científicas, los medios de difusión, las organizaciones
sociales.25 La base de este sistema es la participación
activa de las comunidades y sectores sociales
directamente afectados, y de la ciudadanía en general.
Aunque no existe un tratado bilateral, los servicios
de lucha contra el tráfico de drogas de ambos lados
han colaborado puntualmente. Como se ha dicho,26
Cuba mantiene cooperación en esta esfera con países
europeos, que han suministrado entrenamiento y
equipos al MININT. Solo la política de la Casa Blanca
impide que la DEA, el Servicio de Guardacostas, la
Marina, las agencias de inteligencia y el FBI puedan
apoyarse en un acuerdo con Cuba, igual al que
mantienen con otros países caribeños, para su trabajo.27
En el campo de las relaciones entre fuerzas armadas,
la posición cubana ha sido la de promover, «acuerdos
que proporcionen a todos los países confianza en el
uso de los espacios marítimos y aéreos que la rodean».28
Una lista preliminar de áreas específicas susceptibles de
cooperación bilateral y multilateral incluiría:29 protección
preventiva ante desastres naturales; control del medio
ambiente, en particular, evitar sustancias tóxicas en aguas
Política social. Problemas urbanos y de desarrollo
social
El examen de las agendas en este aspecto revelan
un muestrario de problemas susceptibles de canalizarse
mediante el intercambio de experiencias, a saber: el
énfasis en el trabajo social y otras fórmulas de
prevención y atención a las comunidades más
desfavorecidas; el desarrollo de nuevos mecanismos y
programas participativos para enfrentar la pobreza
y la marginalidad; las políticas de promoción de negros,
mujeres y jóvenes a cargos de responsabilidad; el
tratamiento de las causas de inseguridad ciudadana y
humana; la accesibilidad a los servicios comunales y el
transporte. En este campo, Cuba se enfrenta a la
búsqueda y puesta en práctica de un nuevo modelo de
desarrollo social sostenible y a la necesidad de transitar
de una política social uniforme a una más focalizada y
descentralizada.
Educación
Cuba ha acumulado una vasta experiencia no solo
en la socialización de la educación en su territorio, sino
en la cooperación internacional, que podría ponerse en
25
Rafael Hernández
función de la colaboración con los Estados Unidos,
tanto a nivel básico de política social, como en la calidad
de la enseñanza —en comparación con el resto de la
región—, el acceso a la educación especial, etc. Por su
parte, la Isla podría beneficiarse en cuanto a
configuración flexible de planes de estudio, pedagogía
interactiva, aprovechamiento de las tecnologías de la
información, etc. Algunas de las áreas de intercambio
serían: programas de alfabetización y educación básica
masiva; diseño de planes y gestión de instituciones;
enseñanza universitaria; formación de maestros y
personal docente; enseñanza técnica y superior
a distancia.
empresariado cubanoamericano, rehén de la política
establecida, para expresarse y organizarse en apoyo al
estrechamiento de vínculos; facilitar, con el
levantamiento del embargo, que las corporaciones
nacionalizadas en 1960 puedan reclamar las
indemnizaciones pendientes, según la ley cubana;
eliminar un punto de discordia con América Latina y
otros países industrializados en torno a la Ley HelmsBurton, y distender la confrontación bilateral incesante
en los organismos internacionales; mejorar el flujo
informativo entre ambos, mediante el intercambio
legítimo de programas de radio y TV, la conexión al
cable de fibra óptica, el mejoramiento del correo, la
telefonía e Internet; consolidar la estabilidad de los
acuerdos migratorios, evitar el flujo desordenado y las
crisis; acordar formalmente la cooperación en la
intercepción del narcotráfico, la seguridad naval y aérea,
la coordinación entre militares y guardacostas, la
protección al medio ambiente y otros.
Atendiendo a sus intereses nacionales, los objetivos
de Cuba podrían definirse como la preservación de la
independencia, la soberanía y el modelo de desarrollo
nacional. Respecto a los Estados Unidos, podría
enunciarse como «minimizar el nivel de hostilidad
existente desde 1959». ¿Qué gana y pierde Cuba en un
acercamiento con el Norte?
Entre los beneficios: recibir el reconocimiento al
régimen revolucionario, que favorecería su independencia
y autodeterminación; aliviarse del costo en materia de
seguridad y defensa, y del lastre sobre el desarrollo
económico causados por la hostilidad constante y el
embargo; acceder al mercado y los flujos de capital
norteamericanos, con un efecto multiplicador sobre el
conjunto de sus relaciones externas; mejorar sus
relaciones con la comunidad emigrada; constituir
alianzas o convergencias de intereses con sectores de la
sociedad norteamericana; facilitar la cooperación en
problemas derivados de la contigüidad geográfica,
como los apuntados arriba; poder plantear la restitución
de la base naval de Guantánamo a la soberanía nacional.
En cuanto a los costos, aunque muchos cubanos
favorecen la distensión, y aprecian sus beneficios
económicos, mantienen preocupaciones por sus efectos
políticos e ideológicos. Estas inciden sobre el consenso
nacional, en un período donde la cohesión social y
política resulta estratégica. La irrupción del capital
estadounidense en una economía cubana que no ha
completado su proceso de reformas podría tener
algunos efectos contraproducentes. El gobierno de los
Estados Unidos puede querer aconsejar o tutorear el
flujo de capitales, para favorecer sus objetivos políticos.
Grupos de interés —incluidos los del exilio, ONG,
instituciones en general, los aparatos ideológicos
norteamericanos— tendrían más facilidades para incidir
en el contexto doméstico cubano.
Consideraciones finales
Los cubanos se han acostumbrado a prepararse para
la guerra con los Estados Unidos, no para el diálogo y la
negociación. Los órganos de mando de la política
norteamericana se han especializado en atacar a la isla
comunista, lo que les ha impedido aprender a entenderla
y a procurar sus objetivos por otros medios. Ninguna
de las dos partes está preparada para lidiar con un
adversario, sino con un enemigo. El éxito de cada uno
en un escenario de acercamiento depende de su
capacidad para adquirir ese conocimiento y
transformarlo en política real.
Un cambio en las relaciones no supone el típico
juego de suma cero: ambos pueden tener ganancias
sustanciales y minimizar sus costos.32 Atendiendo a sus
propios intereses nacionales, los objetivos de una nueva
política norteamericana deberían ser: neutralizar
la afectación que le ha producido y aun le produce la
Revolución cubana; contener las posibles tendencias
de esta que puedan afectar esos intereses en el futuro;
aumentar su capacidad de influencia en general en la
política de la Isla; y obtener mayores beneficios en áreas
específicas bilaterales. Ninguno de estos objetivos
implican necesariamente una relación amistosa con el
régimen cubano, pero sí un diálogo.
¿Qué pierden y ganan los Estados Unidos en un
diálogo-negociación con Cuba? Los costos podrían ser:
afrontar resistencias establecidas en la burocracia
permanente (aparatos que se mantienen en sucesivas
administraciones), y en grupos que hacen política interna
en torno al tema de Cuba, incluida la derecha
cubanoamericana; reconocer de jure al régimen cubano,
después de medio siglo de ignorarlo; sujetar los
intercambios con la Isla a un acuerdo recíproco, en
lugar del unilateralismo prevaleciente en su política
exterior (Radio y TV Martí, etc.).
Por su parte, los beneficios serían: responder a una
constituency de grupos de interés —agroindustriales,
petroleros, biomédicos, turísticos—, liberar al
26
Enemigos íntimos. Paradojas en el conflicto Estados Unidos-Cuba
Dada la fundamental asimetría de poderes entre las
dos partes, si se diera la voz de hagan juego —como en
una partida de cartas—, ambas partes dispondrían de
«manos» muy desiguales. Si los Estados Unidos girara
en redondo su política y empezara a «hacer
concesiones», a cambio de «respuestas equivalentes»
cubanas, el gobierno de la Isla se vería en una situación
estratégica y táctica inédita. No se trataría de una partida
más, sino de un nuevo juego. En otras palabras,
considerando la probabilidad de una relación alternativa,
aumenta el perfil de riesgo de la mecánica del quid pro
quo. Para Cuba, hacerse cargo de este desafío plantearía
la opción de adoptar una línea conservadora y limitarse
a jugar a la defensiva, o bien repensar una estrategia
proactiva de juego. En ese replanteo, la capacidad para
rearticular los recursos de poder político disponibles
resultaría decisiva. Clásicamente, las fuentes de poder
político —si de una estrategia de enfrentamiento
asimétrico se trata— radican en las alianzas y el consenso.
Esta cuestión se presenta más compleja, tanto para Cuba
como para los Estados Unidos. Además de los actores
afines en el sistema internacional, y de las corrientes
ideológicas simpatizantes, la dinámica del acercamiento
no solo trae o potencia el papel de «contrincantes», sino
de «aliados» dentro del propio campo del «enemigo».
Son obvios cuáles son los de Estados Unidos en la
región, en Europa, y también dentro de la Isla. Los de
Cuba, también; aunque se suman algunos más
novedosos, como muchos empresarios y militares,
paradójicamente, clásicas «puntas de lanza del
imperialismo».
En un escenario de reencuentro, ambos gobiernos
tienen ante sí el desafío de superar viejos esquemas,
lidiar con los cambios en sus consensos políticos
respectivos, intentar incidir en ellos y rearticular sus
alianzas. La mayor debilidad que Cuba debe superar
no es su menor poder militar o físico, sino su mentalidad
de fortaleza sitiada; la de los Estados Unidos no es su
ineptitud para lidiar eficazmente con «regímenes
comunistas», sino su omnipotencia de superpower.
En el contexto de la posguerra fría, es difícil sostener
que el bottom line de los Estados Unidos es el mismo de
los 60 o los 80 —evitar a toda costa «otras Cubas» en
la región—; sino cómo mantener la relación bilateral
con la Isla por encima del umbral de «control del daño»,
en un hemisferio donde podrían aparecer «otras
Venezuelas» u «otras Bolivias». El bottom line real de la
política cubana podría reducirse a dos principios: no
precondiciones y no doble rasero.
En cuanto al juego del quid pro quo, si bien la estrategia
cubana no lo ha asumido nunca, en rigor los Estados
Unidos tampoco le ha dado la oportunidad, pues hasta
el presente ha preferido la negación, no la negociación,
como medio para conseguir sus fines. Ahora bien, al
avanzar el acercamiento bilateral y el diálogo
diplomático, todos los temas pueden aparecer sobre el
tapete. El límite cubano, en este escenario de
intercambio, sería cómo evitar que los asuntos de política
interna pasaran del diálogo a la negociación. La cuestión
de las transformaciones estructurales en el sistema
económico y político cubano, las libertades individuales
(en particular, las de expresión, movimiento y
asociación), la naturaleza y papel de los medios de
difusión, y todos los demás asuntos relacionados con
los derechos ciudadanos, no solo son cuestiones
«internas», sino atinentes a la «actualización del modelo
socialista»; por lo mismo, sujetarlas a la dinámica de las
relaciones con los Estados Unidos, u otra potencia
extranjera, podría resultar políticamente contraproducente,
en términos de la opinión pública cubana. Una voluntad
política de cambio, que vinculara los temas de su agenda
interna a las conveniencias de una relación más
«armónica» con su vecino, perdería legitimidad, incluso
a los ojos de quienes los promueven dentro de la Isla;
algo similar a subordinar las normas de convivencia de
una familia a acuerdos con el vecino del piso de arriba.
Del lado norteamericano, el azimut del cambio
estaría dado por el carácter pragmático de sus objetivos
(damage control). Desde la década de los 90, analistas
liberales y conservadores han convergido en torno a la
ineficacia de la tradicional política norteamericana hacia
la Isla, y a la conveniencia de excluir las amenazas
(preventive, no preemptive strategy) de un escenario de
cambio que desemboque en la estabilidad o la crisis.
Por otra parte, resulta un elemento de consenso en
la sociedad civil cubana —desde los militantes del
Partido hasta la Iglesia católica— que una política de
diálogo hacia Cuba contribuiría a descompresionar la
atmósfera interna, facilitaría el proceso de cambio, el
relevo generacional del liderazgo, la mayor
descentralización del sistema, y contribuiría a potenciar
los elementos más constructivos y valiosos entre ambas
culturas y pueblos. Incluso si se cerrara el foco a solo
los integrantes de la «familia socialista» —aquellos que
prefieren un socialismo cubano transformado en lugar
de un capitalismo caribeño o latinoamericano— estos
estarían en mejores condiciones de promover un
modelo más democrático, si una distensión con el Norte
permitiera ventilar un poco la atmósfera de la fortaleza
sitiada. Si se escucha el debate sobre este tema dentro
de Cuba, se puede constatar que los socialistas cubanos
aspiran a una democracia diferente a la predominante
en América Latina y el Caribe —definida por el cese
de las dictaduras militares, la adhesión al multipartidismo
y las elecciones periódicas con sistemas de partidos
altamente reglamentados.33 El debate cubano, sin
embargo, apunta a una democratización radical de la
sociedad y el sistema en su conjunto, incluido el proceso
productivo, la comunidad, la escuela, el centro de
27
Rafael Hernández
prevaleciente, disminuiría la probabilidad de que los clásicos
torpedos surgidos de las redes de hostilidad y de las propias
burocracias desestabilizaran el proceso de acercamiento.
Un dique de contención ante posibles contingencias
adversas y amenazas imprevisibles podría ser, precisamente,
la multiplicación de los nexos. Más allá de estas
contingencias, el conflicto ya ha entrado en una fase de
transición. Como ocurre muchas veces entre los hombres
y entre las naciones, cuando se dan circunstancias favorables,
un paso aparentemente menor puede desencadenar una
marcha inusitada, superior a todas las expectativas. Este
proceso impredecible ha comenzado ya.
trabajo, la gestión económica, las organizaciones sociales
y políticas, incluido el PCC.34
Por otra parte, no porque se negocien las diferencias
de la agenda bilateral se cancelarían las redes de intereses
hostiles a la Revolución cubana. La normalización de
relaciones no implica la desactivación de esos sectores;
ni la aceptación a dialogar con el gobierno cubano exige
que los Estados Unidos renuncien a reconstituir su
influencia dentro de la Isla. Esta perspectiva atañe por
igual a las políticas futuras de ambos gobiernos.
Una relación más cercana, y un flujo de
comunicación creciente entre las dos orillas, difumina
la «línea del frente» en el teatro del conflicto. Pierden
sentido las definiciones claras y distintas de «adentro» y
«afuera»; el enfrentamiento se traslada más bien a una
multiplicidad de espacios de la esfera pública, vasos
comunicantes con el sistema internacional,
reconfigurando instantáneamente la correlación de
fuerzas. Para el gobierno cubano, la cuestión ya no sería
evitar que «entre» el enemigo, pues en cierto modo ya
está «adentro», sino rearticular y fomentar el consenso
interno sobre nuevas bases. Más allá de barricadas reales
o trincheras ideológicas en puntos determinados, esta
nueva situación pone en primer plano la cuestión de
reactivar una cultura política que se da por instalada.
Este desafío no se reduce a movilizar contingentes
físicos en momentos escogidos, sino en facilitar una
movilización de la conciencia social, que le permita
liberarse de cauces y rituales consagrados, ya ineficaces.
¿Cómo podría mutar el conflicto dentro del campo
norteamericano? Además de los «nuevos aliados» de
Cuba ya mencionados, la nueva relación abriría la
posibilidad inédita de que se tejieran nuevos vínculos
entre cubanoamericanos, no solo académicos, sino
miembros de organizaciones, instituciones, e incluso
empresarios, y sus contrapartes cubanas. ¿Seguirá la élite
cubanoamericana siendo tributaria de la declinante
industria del anticastrismo, aun si los negocios
prosperaran entre ambas orillas? ¿Mantendrán su
identidad como ideólogos, antes que businessmen, u optarán
por comportarse como otros emigrados históricos
(vietnamitas, chinos)? Esta pregunta no tiene mucho
sentido a partir de las verdades aceptadas sobre la
naturaleza de esta élite y su proyección pública; pero
una nueva relación entre ambos países conllevaría
también un cambio fundamental en esas circunstancias.
Finalmente, ¿en qué medida esas redes hostiles
—los viejos jinetes del anticomunismo y sus editorialistas
«de habla hispana»— podrán sostenerse ante la arribada
de intereses económicos y estratégicos que, gracias a
una decisión política «de arriba», extendiera la superficie
de contacto entre los dos lados? En la medida en que
esta correlación de fuerzas se resolviera, y el tráfico
creciente en el estrecho de la Florida desplazara a la
volatilidad y fragilidad propias del clima político
Notas
1. Agradezco a los participantes en el taller de autores convocado
para este número sus valiosos comentarios.
2. Department of State and Department of Defense, The SovietCuban Connection in Central America and the Caribbean, Washington,
DC, marzo, 1985.
3. Según estimados del Instituto de Investigaciones sobre la Paz, de
Estocolmo, el peso del gasto militar cubano descendió bruscamente
de 4,2 % del Producto Nacional Bruto en 1989 a 1,6 % en 1995;
una reducción de 4,7 veces en términos absolutos. Casi 300 000
fuerzas se convertían en apenas 70 000, Stockholm International
Peace Research Institute, Cuba - Military Expenditures, Armed Force,
GNP, Central Government Expenditure and Population, 1985-1995,
SIPRI, Estocolmo, 1997.
4. «Los cambios provocados por la desconexión abrupta de Cuba
del bloque socialista tendrían repercusiones económicas solo
comparables a las de una guerra, por lo que este escenario sería
denominado período especial en tiempo de paz». Colegio de Defensa
Nacional (CODEN), Defensa nacional. Unidad, independencia y soberanía,
Ediciones Verde Olivo, La Habana, 1997, p. 83.
5. Raúl Castro, «Ningún enemigo podrá derrotarnos», entrevista en
Granma, La Habana, 18 de agosto de 2006; «Discurso el 2 de
diciembre de 2006», Granma, La Habana, 3 de diciembre de 2006;
«Raúl Castro tiende un ramo de olivo al próximo presidente de
Estados Unidos», Agencia EFE, 26 de julio de 2007. Sobre negociar
intercambio de presos, véase su intervención durante la reunión
cumbre del ALBA, Cumaná, Venezuela, 16 de abril de 2009,
disponible en http://cubadebate.superforo.net/politica-en-cubaf1/discurso-de-raul-en-la-cumbre-del-alba-t1559.htm.
6. Para un análisis detallado, véanse los ensayos de Lorena G. Barberia
y Antonio Aja Díaz en este número de Temas.
7. Eloy Gutiérrez Menoyo, Alfredo Durán, María Cristina Herrera,
Silvia Wilhelm, Carlos Saladrigas, entre otros.
8. Raúl García, Lourdes Cervantes Vázquez y Rafael Hernández,
«La FNCA, y la conexión anticubana en EEUU», Cuadernos de
Nuestra América, v. 7, n. 1, La Habana, enero-julio de 1984.
9. Defense Intelligence Agency, Cuban Threat to U.S. National Security,
noviembre 18, 1997.
10. William J. Clinton, Apoyo para una transición democrática en Cuba,
Washington, DC, 1997, disponible en www.state.gov.
11. Rafael Hernández y Redi Gómis, «Retrato del Mariel: el ángulo
socioeconómico», Cuadernos de Nuestra América, v. 3, n. 5, La Habana,
enero-junio de 1986, pp. 123-51.
28
Enemigos íntimos. Paradojas en el conflicto Estados Unidos-Cuba
12. Una discusión más amplia en Rafael Hernández, «La lógica de
la frontera en las relaciones Estados Unidos-Cuba», Cuadernos de
Nuestra América, La Habana, n. 7, 1987.
estrategia en la reducción de desastres», Defensa Civil de Cuba,
diciembre de 2007, p. 10.
26. Véase artículo de Hal Klepak en este número.
13. «Richard Nuccio, Asesor de Asuntos Cubanos de la Casa Blanca,
resume la política hacia Cuba en dos palabras: presión y contacto
[...] similar estrategia contribuyó al derrumbe del comunismo en la
desaparecida URSS». Véase «Nuccio defiende política de Clinton
hacia Cuba», El Nuevo Herald, Miami, 4 de febrero de 1996.
27. En varias oportunidades, Cuba ha ofrecido colaboración al
gobierno de los Estados Unidos en este campo, sin conseguir un
acuerdo. Véase Fidel Castro, «Discurso en el Aniversario del 26 de
julio», Granma, 27 de julio de 1999.
28. CODEN, ob. cit., p. 36.
14. Un análisis más extenso en Rafael Hernández, «30 días. Las
lecciones de la Crisis de octubre y las relaciones Estados UnidosCuba», Otra guerra. Ensayos cubanos sobre estrategia y seguridad
internacional, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1999.
29. Ibídem, p. 45.
30. Raúl Castro Ruz, «Clausura de la Asamblea Nacional del Poder
Popular», Granma, La Habana, 21 de diciembre de 2009.
15. Cuba tiene embajadas en 120 de los 192 países miembros de
ONU; de ellos, 103 tienen embajadas acreditadas en La Habana.
Véase «Intervención del embajador de Cuba» en la Conferencia «La
normalización de las relaciones Unión Europea-Cuba y las
potencialidades de la cooperación al desarrollo», http://
america.cubaminrex.cu/Actualidad/2008/Mayo/Intervencion.html
31. Raúl ha criticado «la tendencia a aplicar la misma receta en
todas partes» y a «los que piensan que cada problema exige medidas
de alcance nacional para resolverse». Véase «Conclusiones de la
sesión constitutiva de la VII Legislatura de la Asamblea Nacional
del Poder Popular», Granma, La Habana, 25 de febrero de 2008.
32. Retomo argumentos expuestos hace casi dos décadas en Rafael
Hernández, «Conflict Resolution between the U.S. and Cuba:
Clarifications, Premises and Precautions», en Archibald Ritter y
John Kirk, eds., Cuba in the International System. Normalization and
Integration, MacMillan, Londres, 1995.
16. Declaración a la prensa de la delegación cubana a la ronda de
conversaciones migratorias con los Estados Unidos, La Habana, 19
de febrero de 2010, Granma, 20 de febrero de 2010.
17. «Nuestras responsabilidades no terminan [...] en darle a Cuba las
formas y títulos de la libertad. Tenemos que ayudar a mantener a
Cuba libre, salvando a los cubanos de sí mismos», George Marvin,
«Keeping Cuba Libre», World´s Work, septiembre de 1917, p. 55367.
33. La opinión pública y los movimientos sociales en AL y el Caribe
han puesto en entredicho los sistemas de partidos, la credibilidad
de las instituciones políticas tradicionales y la propia partidocracia.
34. Solo en Temas, la lista incluye Aurelio Alonso, «La
institucionalidad civil y el debate sobre la legitimidad» (n. 29, 2002),
Alfredo González, «Socialismo y mercado» (n. 30, 2002), Lilia
Núñez, «Más allá del cuentapropismo» (n. 11, 1997), Juan Valdés
Paz, «Agricultura y gobierno local» (n. 11, 1997), Nelson Valdés,
«El Estado y la transición en el socialismo» (n. 9, 1997), Haroldo
Dilla, «Pensando la alternativa desde la participación» (n. 8, 1996),
Gilberto Valdés, «La alternativa socialista: reforma y estrategia de
orden» (n. 6, 1996), Julio Carranza et al., «Cuba: reestructuración
económica, socialismo y mercado» (n. 1, 1995), Víctor Figueroa,
«Los campesinos en el proyecto social cubano» (n. 44, 2005), Ariel
Dacal, «¿Por qué fracasó el socialismo soviético?» (n. 50-51, 2007),
Julio Díaz Vázquez, «Diez reflexiones sobre el socialismo» (n. 53,
2008), Julio A. Fdez y Julio C. Guanche, «Constitución, república
y socialismo en Cuba» (n. 55, 2008), Hiram Hernández, Simposio
«50 años de Revolución: los jóvenes opinan» (n. 56, 2008), Mayra
Espina, «Mirar a Cuba hoy» (n. 56, 2008), Emilio Duharte,
«Reformas y tendencias del sistema político cubano» (n. 56, 2008),
René Márquez, «Meditaciones sobre la transición socialista cubana»
(n. 59, 2009), Carlos Alzugaray, «Cuba 50 años después: continuidad
y cambio político» (n. 60, 2009); los debates «¿Por qué cayó el
socialismo en Europa Oriental?» (n. 39-40, 2004) y «Sociedad civil
en los 90» (n. 16-17, 1999), y los simposios «Miradas sobre el
socialismo y el hombre» (n. 44, 2005) y «Sobre la transición socialista
en Cuba» (n. 50-51, 2007).
18. «Carta al Cor. Patricio Campbell», Guayaquil, 5 de agosto de
1829. Disponible en www.simon-bolivar.org.
19. Report to the President from the Commission for Assistance to
a Free Cuba, Mayo 6, 2004, http://state.gov/p/wha/rt/cuba/
20. Véase en este número los ensayos de Jorge I. Domínguez y Hal
Klepak.
21. US Department of State, «Patterns of Global Terrorism» (Entry
for Cuba), mayo 21, 2002, http://www.state.gov/s/ct/rls/crt/
2001/html/10249.htm.
22. El Center for Agricultural and Rural Development de la Iowa
State University afirmaba: «Cuba has the potential to be one of
Iowa’s top export markets in a number of key product categories.
(www.card.iastate.edu). Según un representante de Louisiana: «If
the strict trade sanctions were lifted [...] the market size for U.S.
rice could reach 800,000 MT, with Louisiana´s share totaling as
much as 480,000 MT. This is 14 times as much rice as Louisiana is
currently selling». Rodney Alexander, «Trip to Cuba Sheds Light on
Untapped Market for Louisiana Producers», Thoughts from Capitol
Hill, 6 de junio de 2007, disponible en www.house.gov (énfasis de
RH).
23. David Cyranoski, «El diplomático científico», Nature, 20 de
enero, 2010.
24. Según la cancillería cubana, «algunas acciones de cooperación
ya han tenido lugar entre Cuba y los Estados Unidos, en el esfuerzo
de enfrentar con diligencia la emergencia provocada por el sismo»;
«Futuros intercambios de ese carácter se espera tengan lugar en el
terreno». Véase «EEUU y Cuba sostuvieron reunión de alto nivel
en Nueva York sobre ayuda a Haití», Escambray, Sancti Spíritus,
1 de abril de 2010.
25. Véase http://www.cubagob.cu/ingles/otras_info/minfar/
defensa, y cor. José E. Betancourt Lavastida, «La prevención como
©
29
, 2010
no. 62-63: 30-42, abril-septiembre de 2010.
Hal Klepak
Cuba y los Estados Unidos
en las esferas de la defensa
y la seguridad
Hal Klepak
Profesor. Royal Military College of Canada.
E
de los 30, hasta que, al inicio del período conocido
como la Política del Buen Vecino (1934-1954), el
gobierno de Franklin D. Roosevelt abrogó la ley del
Congreso de los Estados Unidos que imponía a Cuba
la Enmienda Platt, y limitaba su independencia.1
Los Estados Unidos fueron el modelo de las tres
fuerzas armadas (ejército, marina y fuerza aérea),
suministraron la gran mayoría de sus armas, tácticas,
naves, vehículos, aeronaves, oportunidades de
entrenamiento en el exterior y doctrinas. La ampliación
y perfeccionamiento de la Guardia Rural en estos tres
servicios armados se produjo esencialmente en
respuesta a necesidades estadounidenses en las dos
guerras mundiales y en la Guerra fría, así como, por
supuesto, a necesidades cubanas de seguridad interna y
protección de la propiedad —mucha de ella
estadounidense— en el campo. Las fuerzas armadas
cubanas no tenían, en esencia, otro papel que apoyar
los objetivos nacionales de importancia para los Estados
Unidos en la esfera de la seguridad.2
Esta situación, subrayada por la presencia de una
estación naval norteamericana en Guantánamo, el
Tratado de Asistencia Mutua firmado durante la Guerra
ste ensayo pretende responder cinco preguntas
sobre la cooperación entre Cuba y los Estados
Unidos en materia de seguridad y defensa. Estas son:
¿Cuál ha sido la evolución de esta colaboración desde
1989? ¿Cuál es hoy el contexto real de esa colaboración?
¿Qué es probable que veamos en esta esfera de persistir
la situación diplomática actual? ¿Qué podría originar
mejores relaciones? ¿Qué tipo de cooperación podría
haber si mejoraran las relaciones?
El contexto histórico
Un examen muy somero del desenvolvimiento de
lo que pudiera denominarse la relación de defensa antes
de 1989 fijaría la escena para este debate. En los dos
primeros años del gobierno revolucionario en Cuba,
el ejército puso fin de manera definitiva a la dependencia
que había mantenido durante sesenta años con las
fuerzas armadas norteamericanas. El Ejército y la
Guardia Rural cubanos habían sido creados por los
Estados Unidos de modo directo, en los varios años
de repetida ocupación militar entre 1898 y la década
30
Cuba y los Estados Unidos en las esferas de la defensa y la seguridad
despliegue naval, de efectivos o misiles. En otros casos,
la amenaza, aunque presente, no se consideraba
fundamental; se tenía más en cuenta aquello que los
Estados Unidos veían como un «aventurerismo» de
La Habana en el apoyo a la subversión e insurgencia en
América Central y del Sur, y en África y Medio Oriente,
que a un supuesto peligro cubano, en un sentido
estrictamente militar.
Por otra parte, Cuba estaba permanentemente
preocupada por la posibilidad, unas veces remota, otras
cercana, de una invasión estadounidense, así como por
las políticas de Washington que, si bien admitían el
carácter ilegal del empleo de territorio norteamericano
por cubanoamericanos extremistas para lanzar ataques
terroristas a la Isla, se hacían de la vista gorda ante ellos.
Aunque nunca concertó una alianza oficial con Moscú,
La Habana se alarmaba cuando se producían tensiones
entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, aunque
durante gran parte de este período instó a la URSS
a adoptar una política más resuelta para hacer valer sus
derechos ante Washington.
La posición militar de Cuba, sin embargo, no era
ofensiva sino que más bien se basaba en la disuasión
armada. En los años posteriores a la Crisis de los misiles,
se estableció una enorme fuerza regular, a partir del
servicio militar obligatorio, complementado por una
vasta milicia nacional. Todo esto se apoyaba en el
suministro de una gran cantidad de equipos bélicos
soviéticos. La estrategia escogida fue garantizar que
cualquier ataque de los Estados Unidos fuera tan costoso
en bajas para ese país, que ningún objetivo político de
Washington tuviera importancia suficiente para que
mereciera la pena lanzarse. En palabras del propio Raúl
Castro, para Cuba «evitar la guerra equivale a ganarla».6
Debe decirse además que, incluso en aquellos años
de la profunda Guerra fría, las relaciones en torno a la
base de Guantánamo fueron, en general, relativamente
buenas. Aunque a veces hubo incidentes, incluso algunos
graves, entre 1989 y 1994 los problemas humanitarios,
cuando se producían, se manejaban si no como rutina,
al menos con corrección y no se permitió que ningún
incidente se saliera de control.7
de Corea —que daba a los Estados Unidos acceso
especial a recursos estratégicos en caso de conflicto—
y las grandes misiones aéreas, navales y terrestres
estadounidenses en las fuerzas cubanas, sufrió un
cambio inmediato y drástico con la llegada del gobierno
de Fidel Castro,3 quien, aunque en los primeros días
deseaba comprar armas de los Estados Unidos o sus
aliados, pronto comprendió que su programa de
reformas iba a provocar una reacción tan negativa
de Washington que sería un objetivo inalcanzable.
Entonces buscó otras fuentes, ignorando y
reduciendo la tradicional influencia estadounidense en
el ejército cubano y el resto de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias (FAR), como se les llamaría a partir de
septiembre de 1959.4
La conexión de defensa bilateral, de gran fuerza
durante sesenta años, desapareció simplemente en pocos
meses, y pronto la Unión Soviética sustituyó a los
Estados Unidos como modelo y fuente de casi todo
lo que Cuba necesitaba para mantener su defensa. Al
propio tiempo, ante los crecientes intentos
estadounidenses de deponer la Revolución, esta se hizo
mucho más sólida y las FAR se transformaron en una
fuerza de disuasión grande y poderosa como nunca se
había visto en la Isla y aun en América Latina.
La subsiguiente alianza con la Unión Soviética
—aunque, de hecho, nunca se firmó un pacto militar
formal, ni Cuba se incorporó al de Varsovia— inquietó
enormemente a Washington aunque tal vez no en la
medida en que algunos creen. En el Pentágono existía
la tendencia a ver a Cuba no tanto como una amenaza
en el sentido más amplio, sino más bien como un
peligro potencial para las naves estadounidenses que se
dirigían a Europa a través del Canal de Panamá
o atravesaban el Golfo de México por el Estrecho de
la Florida o el Caribe. Mientras los Estados Unidos
estuvieron seguros de que podían neutralizar con
facilidad los esfuerzos militares de la Isla si a La Habana
se le ocurría la insensatez de participar en una guerra
entre los dos grandes sistemas de alianzas, las FAR
podrían de todos modos añadir un factor negativo
a las preocupaciones sobre las líneas de comunicación
con Europa.5
Con el fin de las relaciones diplomáticas en 1961, la
situación militar continuó deteriorándose, y el ejército
estadounidense esperó, casi hasta el último minuto,
desempeñar algún papel en el apoyo a la invasión de
Bahía de Cochinos. Al año siguiente, durante la Crisis
de los misiles, la Isla fue sometida a cuarentena y se
planeó activamente la posibilidad de una verdadera
invasión. Más tarde, el aumento de la conexión cubana
con la Unión Soviética mantuvo la atención del
Pentágono, pero solo desencadenó una preocupación
seria cuando parecieron reales las perspectivas de un
El período de 1989 hasta hoy
Inicialmente, los agobiantes golpes sufridos por
Cuba durante el Período especial provocaron en los
Estados Unidos algunos llamados a suavizar su trato
con la Isla, pero prevalecieron otras cabezas y pronto
el país estaba «aprestándose para caer sobre su presa»,
primeramente con la Ley Torricelli y luego con la
Helms-Burton, de 1992 y 1996 respectivamente. Sin
embargo, algo había ocurrido en la esfera de defensa
31
Hal Klepak
que no reflejaba en modo alguno lo que se producía
en el Congreso, porque en 1986 el presidente Ronald
Reagan, reaccionando sin dudas a la animación de las
relaciones con la Unión Soviética de Gorbachov, declaró
que esta había dejado de ser la amenaza de seguridad
número 1, que entonces pasó a ser la importación ilegal
de drogas.
Al propio tiempo, después de la caída del bloque
soviético y los «dividendos de la paz» era posible esperar
que las fuerzas armadas estadounidenses tomaran un
rumbo menos convencional. Estas preocupaciones «no
tradicionales» eran muchas y extendían la «amenaza» a
otras esferas como la migración ilegal, las introducción
de epidemias, los desastres naturales e incluso el clima.
Parecía que todo se metería en la canasta de la seguridad
a pesar de las advertencias latinoamericanas de que el
involucramiento de las fuerzas armadas como
responsables de todos los asuntos de seguridad era lo
que más había amenazado la democracia regional en
tiempos recientes, en un contexto en que esto solo
exacerbaba su papel abrumador dentro del Estado.
En los Estados Unidos se produjo un aumento del
aporte de las fuerzas armadas no solo en el enfrentamiento
al comercio internacional de estupefacientes ilegales
—misión adjudicada al ejército en el exterior desde fines
de los años 80—, sino también en atender la migración
ilegal y los desastres naturales (cuestión de la que
también se ocupaba desde hace mucho, pero que ahora
aumentaba). Acostumbrada a los asuntos de «alta
política» de la defensa nacional tradicional y la Guerra
fría, la institución militar estadounidense, al principio
reacia, mostró recelo hacia el indebido incremento de
esas funciones y a que estas amenazaran su prestigio
histórico e importancia. Pero con las condiciones
presupuestarias existentes, pronto cambió de parecer y
tomó los nuevos papeles al menos con cierto grado de
entusiasmo.
Esto, junto con el desplome de toda perspectiva
de colaboración militar cubana con Rusia, resultó
el elemento clave que permitiría el inicio y el
crecimiento de la cooperación de seguridad entre
Cuba y los Estados Unidos. Porque con estas nuevas
funciones como responsabilidad suya, y por tanto
con la nueva colaboración de otros organismos
estadounidenses como los Guardacostas de los
Estados Unidos (USCG), el Organismo de
Represión de Drogas (DEA) y otros que también
participaban en actividades contra las drogas y la
migración ilegal, el Departamento de Defensa
encontró que su idea de dónde se encontraba Cuba
cambiaba con rapidez.
Por tanto, la tendencia a considerar que Cuba ya no
constituía una amenaza para los Estados Unidos se
fortaleció en círculos de seguridad y defensa claves de
Washington, salvo en el sentido, un tanto vago, de que
un fin demasiado rápido y violento del régimen allí
existente podría implicar una migración amplia hacia el
norte, y esto debía evitarse por todo tipo de razones
políticas internas. Esta idea se confirmó de manera
drástica cuando congresistas cubanoamericanos y otros
congresistas conservadores obligaron al Pentágono, en
1997, mediante la Enmienda Graham, a responder a la
pregunta directa de si Cuba continuaba siendo una
amenaza para el país.
Incluso cuando su informe se le devolvió para
revisión, luego de recibir una reacción enormemente
crítica de Miami, mantuvo su opinión. Declaró que las
FAR no tenían capacidad ofensiva fuera de Cuba, ni
programas para el desarrollo de armas de destrucción
masiva de ningún tipo, y su interés en la subversión era
escaso; por ende, no representaban tal amenaza. En
respuesta a las críticas, altos funcionarios estadounidenses
defendieron el informe y sugirieron que los Estados
Unidos debían encontrar formas de colaborar con su
vecino del sur y no de hacerle frente, lo que se estaba
convirtiendo en algo parecido a una tendencia, aunque
no poderosa.8
Esto, por supuesto, se basaba en la nueva valoración
sobre Cuba, que ahora se consideraba un socio
interesante para los Estados Unidos por el análisis
estratégico compartido acerca de ciertas amenazas
centrales para las dos partes. La Habana y Washington,
cada cual por razones propias, temían el crecimiento
del fenómeno de los estupefacientes ilegales. Fidel
Castro tenía excelentes antecedentes en esta esfera por
haber prohibido el cultivo de marihuana en las zonas
de «Cuba Libre» —territorios liberados durante la
insurrección en la Sierra Maestra entre 1956-1959.
Además, había logrado que La Habana dejara de ser
uno de los centros principales de uso y distribución de
drogas como ocurrió durante el dominio de la mafia
en los años 40 y 50, para convertirse en un lugar
prácticamente libre de ellas gracias a la campaña contra
la corrupción llevada a cabo de 1959 a 1961.9
En 1989, en el famoso proceso al general Arnaldo
Ochoa y otros miembros de las FAR y el Ministerio
del Interior (MININT) por participar en tratos de
drogas con narcotraficantes colombianos, Fidel y Raúl
no mostraron tolerancia alguna hacia el tema. A pesar
de su fama como héroe en la lucha en Angola, Ochoa
fue fusilado, al igual que otros dos altos oficiales. En el
contexto de los intentos de algunos en los Estados
Unidos de vincular a las FAR, al Estado cubano y al
propio Raúl en el tráfico de drogas ilegales y usarlo
como pretexto para una acción firme contra el régimen
—del mismo modo que en aquel momento se hacía
contra el presidente Noriega en Panamá—, el crimen
32
Cuba y los Estados Unidos en las esferas de la defensa y la seguridad
En este contexto se desarrollaron vínculos aún más
estrechos entre las autoridades de la base de
Guantánamo y las Tropas Guardafronteras cubanas
(TGF). Los contactos mensuales establecidos a partir
de entonces podían complementarse con otros
eventuales solicitados por cualquiera de las partes.
Además, a ambos lados se establecieron vías para
facilitar la comunicación en caso de emergencia. Cuando
entraron en servicio nuevos tipos de aviones de las
fuerzas navales estadounidenses que requerían más
espacio aéreo y marítimo cubano a fin de aterrizar con
seguridad, La Habana dio su autorización con presteza.14
Lo mismo sucedía, a diferencia de períodos anteriores,
cuando un avión estadounidense —hiciera uso de
Guantánamo o no— necesitaba sobrevolar el espacio
aéreo cubano camino a desastres naturales u otras
misiones de ayuda en el sur: el permiso se obtenía con
facilidad.
En el cambio tal vez más visible, como parte de
los acuerdos migratorios, la Sección de Intereses de los
Estados Unidos en La Habana recibió a un funcionario
permanente de la USCG, con el rango de capitán de
corbeta, para supervisar los acuerdos que se habían
concertado y actuar, en general, como oficial de enlace
entre esta institución y las fuerzas de seguridad
pertinentes de Cuba. Cuba le dio un nivel de acceso
a las Tropas Guardafronteras y otras operaciones e
instalaciones de defensa y seguridad del Estado cubano
que muchas veces fue la envidia de los agregados
militares de otros países en La Habana, incluso de
los vinculados estrechamente con la Isla por lazos
ideológicos o de otro tipo.15
de Ochoa se vio como una traición y no solo como
narcotráfico.10
La seriedad con que Cuba atendía el problema de
los estupefacientes, situación que se acentuó en el
Período especial, el gran esfuerzo de apretarse
el cinturón, declarado por Fidel en el verano de 1990
—porque el turismo se dispararía en la Isla y muchos
visitantes llevarían drogas como algo natural—,
difícilmente pudiera no haber impresionado a la DEA,
los Guardacostas y el Pentágono.11 Fidel estaba decidido
a que la sociedad cubana no fuera socavada por ese
flagelo, como lo estaba siendo gran parte del resto del
mundo. La colaboración con los Estados Unidos en
este sentido, y otras razones de política exterior más
vinculadas a raisons d’état, parecieron más cruciales que
en cualquier otro momento anterior.
El Período especial subrayó esta necesidad,
incluyendo el tema de la migración, en términos más
severos en los años subsiguientes. El enor me
sufrimiento del pueblo cubano provocado por la
caída de la conexión con la Unión Soviética y el
recrudecimiento del bloqueo dio lugar a un incremento
de la presión migratoria en la primera mitad de los 90.
En 1994, el lanzamiento de botes, balsas, neumáticos y
casi todo otro dispositivo flotante a las costas cubanas
se había convertido en una constante de la vida nacional.
Los Guardacostas de los Estados Unidos, e incluso la
Marina, participaron intensamente en salvar a los
pasajeros de estas naves y se produjo una crisis de
inmigración de proporciones significativas, a raíz de la
cual la mayoría de los rescatados fueron enviados, por
períodos muy largos, a la base de Guantánamo sin
permitírsele la entrada automática a los Estados Unidos,
como había sido la práctica anterior.
En esta ocasión, Cuba no intentó detener la corriente
y, de ese modo, obligó a los Estados Unidos a entrar
en negociaciones sobre el manejo de la crisis. Las
conversaciones sobre migración dieron origen a dos
acuerdos nuevos que pusieron fin al peor de los aspectos
del problema para los Estados Unidos. Se convocaron
reuniones regulares entre las autoridades de ambos
países para examinar el avance del tema y la
colaboración directa entre los dos servicios de
seguridad nacional en el enfrentamiento a la migración
ilegal y sus efectos.12 Nuevamente la colaboración
floreció y permitió que se atendiera a un asunto
importante de seguridad en un tema de amenaza no
tradicional para ambos países. Para entonces, la retirada
de Angola de los cubanos, en 1991, y la derrota en
1990 del gobierno sandinista de Nicaragua, combinados
con el desastre financiero interno, sellaron el fin de la
política exterior «aventurera» que tanto desagradaba
a los Estados Unidos.13
Hoy
Esta evolución en el pensamiento de las dos partes
ha permitido una relación relativamente estable entre
sus fuerzas de seguridad, que es discreta y beneficiosa
para ambos, no atrae gran atención pública indeseada
y ha creado el marco para una expansión de los vínculos,
si las partes desearan moverse en esa dirección. Si es
difícil para el Pentágono, la DEA, la USCG y otros
organismos de seguridad hablar en alta voz sobre su
colaboración con Cuba, como resultado del poderoso
grupo de presión cubanoamericano en el Congreso y
su excepcional influencia sobre la prensa, también lo es
para las FAR pregonar a los cuatro vientos una conexión
estrecha con un país al que en Cuba se le llama
constantemente «el enemigo». La colaboración continúa
regularmente, como puede deducirse de lo que
a continuación se expone.
La colaboración directa sigue centrada en torno
a Guantánamo y las acciones contra la migración ilegal
33
Hal Klepak
que se iniciaron con los acuerdos bilaterales de mediados
de los 90. Se trata de un asunto diario que incluye la
intercepción de embarcaciones que van rumbo a los
Estados Unidos con emigrantes ilegales y son detenidas
e incautadas por naves patrulleras de guardacostas, y
a veces de las fuerzas navales, de cualquiera de los dos
países, o incluso de los dos a un tiempo.16 Los pasajeros
se devuelven a la Isla por colaboración entre las dos
redes de fuerzas de seguridad, mientras que la tripulación
puede ser arrestada por tráfico ilegal de seres humanos.
En Guantánamo la colaboración se ha mantenido
por décadas; y solo es hoy más visible por la apertura
allí de centros de interrogación de terroristas. De hecho,
Cuba ofreció, con rapidez, asistencia a los Estados
Unidos en la lucha contra el terrorismo internacional y
no solo dio a Washington una garantía de que los
espacios aéreo, marítimo y terrestre cubanos no serían
usados por terroristas contra ese país, sino que también
garantizó que, de haber necesidades ulteriores en
Guantánamo vinculadas al tema, Cuba intentaría ayudar.
Por otra parte, la cooperación en la intercepción de
estupefacientes es más sutil, pero en modo alguno
menos real. Las FAR han asignado papeles importantes
a cada uno de los tres servicios en la lucha contra las
drogas. La Marina ayuda a las Tropas Guardafronteras
a encontrar e interceptar naves sospechosas que entran
al espacio aéreo o a las aguas cubanas o incluso fuera
de ellas. La Fuerza Aérea actúa de manera similar
ubicando con exactitud los movimientos de estas naves
y comprobando posibles «bombardeos» de drogas en
el mar que rodea la Isla.17 El Ejército tiene la tarea de
«barrer», a veces en muy gran escala, zonas de playa
o pantanos donde haya indicios de que se ha producido
un bombardeo. Esto suele hacerse con reservistas, pues
requiere gran cantidad de hombres.
El Reino Unido tiene, desde 1994, un programa
relativamente amplio de entrenamiento y suministro de
equipos para el MININT, destinados a la lucha contra
las drogas. No solo se brinda a La Habana equipos de
alta tecnología, sino que se ofrece a oficiales cubanos el
entrenamiento más actualizado en la esfera, tanto en
territorio cubano como en el propio Reino Unido. Los
británicos han expresado, en términos inequívocos, su
admiración por el papel de Cuba y han continuado el
programa incluso cuando la presión política les ha
obligado a cerrar otros.18 Los Estados Unidos no han
realizado declaraciones públicas al respecto, pero sus
oficiales están convencidos de que les encanta que se
desarrolle esta colaboración.19
En este contexto, la inteligencia cubana sobre el
movimiento de naves aéreas o marítimas sospechosas
se pone libremente a disposición de los británicos, así
como de la Real Fuerza de Defensa de Bahamas, con
la que Cuba tiene vínculos estrechos. Los cubanos están
al corriente de que la información pasa, con la mayor
rapidez, a manos estadounidenses, que en definitiva es
la razón principal de dicho proceder.20 El problema,
como siempre, es que tener a mano la información en
el momento oportuno y trasmitirla de este modo
indirecto, evidentemente dista de ser lo ideal. Abundan
rumores de que en ocasiones más apremiantes los
cubanos han encontrado otros métodos más expeditos
para comunicarse con la USCG, a fin de que sea posible
actuar con rapidez.21
En el momento en que escribo no está claro hasta
qué punto ha habido colaboración con posterioridad
al terremoto de Haití de principios de 2010. También
en este caso existen muchos rumores sobre
cooperación no oficial. Lo mismo es válido, en cierta
medida, para la colaboración en lo referente a los
pronósticos del tiempo y, sobre todo, a la esfera clave
de la preparación ante desastres naturales. Esta se
menciona con frecuencia como un área lógica de
trabajo conjunto y, tras el paso del huracán Katrina,
se ha dado mayor participación al ejército
estadounidense en ella.22 Pero hasta la fecha no ha
habido anuncios oficiales sobre qué colaboración
puede haber o cómo se desarrollará.
La política exterior de Cuba ha tenido un objetivo
claro, al menos desde fines de los años 80: crear
confianza en los Estados Unidos, o al menos en algunos
sectores claves del aparato de seguridad de ese país,
mediante esfuerzos de colaboración claramente útiles,
en correspondencia con objetivos estadounidenses en
la esfera más amplia de la seguridad. Un ejemplo
especialmente agudo de ello es que, en las condiciones
desesperadas del Período especial, la Marina no ha
obtenido ni comprado barcos desde los años 80, salvo
tres patrulleros rápidos que fueron construidos y
puestos recientemente en servicio para luchar contra el
narcotráfico y la migración ilegal. Esto no es accidental
y, en este caso, es evidente que Cuba está predicando
con el ejemplo.
La oposición evidente del Pentágono a cualquier
movimiento provocador por parte de los Estados
Unidos en la situación potencialmente tensa surgida el
31 de julio de 2005 con la enfermedad de Fidel Castro
también ha confirmado a las FAR que sus esfuerzos
por construir puentes con sectores de seguridad claves
en dicho país han logrado al menos resultados
parcialmente exitosos. Las FAR saben muy bien que
no pueden esperar, en esta etapa, que esos sectores sean
pro-cubanos, pero también que desde hace algún
tiempo se ha producido algo parecido al desarrollo de
confianza con esos organismos y que, a veces, como
ocurrió en el verano de 2006, esas conexiones
demuestran su valor.23
34
Cuba y los Estados Unidos en las esferas de la defensa y la seguridad
¿Y si las relaciones siguen siendo malas?
estadounidenses que se ocupan de desastres naturales,
inmigración, antiterrorismo y otras, están dispuestos
a volver la página y comenzar a colaborar más con
Cuba, existen pocas oportunidades de hacer más sin
indicaciones procedentes de las instancias políticas
superiores. Hasta el momento estas han sido pocas,
para decir lo menos. Al parecer, el deshielo en la relación
bilateral sigue distante a pesar de que, durante su
campaña electoral, el presidente Barack Obama habló
de abrir diálogos con adversarios en lugar de hacerles
la guerra. Y Cuba, aunque está dispuesta a hablar de
colaboración en cualquiera de estas esferas, o en todas,
muestra poca prisa y, después de todos estos años,
comprende muy bien la dinámica política
estadounidense. Existe poco optimismo después de
todo el tiempo transcurrido bajo la presidencia
de Obama con tan poco cambio en su política exterior
en relación con Cuba e incluso con América Latina.
Por tanto, cabría esperar que se mantengan las
operaciones contra la migración ilegal bajo los acuerdos
existentes, pero sin profundización de los vínculos.
Igualmente, sin un convenio oficial, la colaboración en
la lucha contra las drogas continuaría de modo indirecto
y no con el nivel de eficiencia que desearían los servicios
de seguridad estadounidense y cubano. Por otra parte,
es probable que en Guantánamo no veamos un
progreso significativo, aunque tal vez haya algunos
pequeños pasos en el mejoramiento de disposiciones
de seguridad, como el reciente ejercicio conjunto de
brigadas contra incendios. Solo en el campo de los
pronósticos meteorológicos sería posible imaginar
pasos ligeramente mayores sin atraer la ira del público.
Sin dudas, en la esfera clave de la colaboración
antiterrorista se mantendrá un total punto muerto
mientras la política oficial de Washington continúe
tratando a Cuba como un Estado patrocinador,
mientras que en las declaraciones no oficiales de muchos
funcionarios estadounidenses se le sigue viendo como
un posible asociado.26
No parece haber mayor margen de mejoría en la
colaboración entre los dos países en materia de defensa
y seguridad si no hay una situación general de mejores
relaciones que las que existen hoy. La colaboración se
basa en visiones comunes sobre temas centrales de la
esfera de inquietud y, sin dudas, en este caso existen.
Pero ha sido posible mantener el nivel actual a este
respecto relativamente al margen de la mirada pública,
y su importancia ha garantizado que extremistas de
ambos lados del Estrecho de la Florida hayan tenido
que pensarlo dos veces antes de abordar el asunto de
forma crítica. A pesar de los esfuerzos por torpedear
la respuesta del Pentágono a la Enmienda Graham, los
extremistas estadounidenses sabían que enfrentarse al
Departamento de Defensa —un organismo al que es
difícil acusar de «blando con el comunismo» o de no
estar interesado en asuntos de seguridad nacional—
probablemente sería contraproducente. Sin embargo,
debe decirse que esto no siempre fue así entre los más
extremistas.24
Es probable que casi cualquier acontecimiento
ulterior sea visto en el sur de la Florida de maneras
difíciles de controlar. La forma en que, en el invierno
de 2009-10, de nuevo se produjo la inclusión de Cuba
en la lista de países que patrocinan el terrorismo, a pesar
del asombro, tanto de aliados como de opositores de
los Estados Unidos, indica que la batalla sobre la mayor
colaboración en materia de defensa y seguridad dista
mucho de haber sido ganada. No obstante el número
de opiniones positivas expuestas desde 2001 por
funcionarios del Departamento de Seguridad Interior
y organismos afines en territorio norteamericano, la
influencia de la política interna, incluso en un aspecto
central de seguridad del país como la «guerra a las
drogas», sigue siendo clara.
Es vital que las relaciones mejoren realmente para
que haya un ambiente en el que las ya mencionadas
visiones comunes puedan dar origen a una colaboración
más amplia y reconocida públicamente. Aun en asuntos
tan vitales para los Estados Unidos como las drogas, y
con casi todos los organismos del gobierno
estadounidense relacionados con la lucha contra los
estupefacientes, interesados en cooperar con Cuba,
no ha habido en Washington valor para responder de
modo favorable a los repetidos llamados de La
Habana para la concertación de un acuerdo oficial
entre ambos países, con el propósito de trabajar contra
este flagelo. La frustración de las FAR y el MININT
en este sentido se refleja con creces en los corredores
del Pentágono, la USCG y, en especial, la DEA.25
Aunque existen pocas dudas de que el Departamento
de Defensa, la USCG, la DEA, las agencias
¿Posibles desencadenantes del cambio?
¿Qué pudiera desencadenar un cambio tal en la
relación? Estamos aquí en la esfera de las conjeturas. El
primer elemento pudiera ser la propia Miami. La
naturaleza de la comunidad cubanoamericana ha
evolucionado y existe mucho más espacio para el
debate político sobre temas vinculados con la forma
de tratar con Cuba y un patrón de comportamiento
electoral mucho menos seguro que en el pasado;
además, la vieja generación de extremistas parece estar
desapareciendo con rapidez de la escena. De continuar
esta tendencia, los presidentes o las agencias de seguridad
35
Hal Klepak
Si los Estados Unidos cuentan con la tecnología, poderío militar,
dinero, armas y equipos, impulso estratégico, capacidades de
mando y control, y tantas otras cosas que ofrecer a un esfuerzo
de colaboración más amplio, Cuba tiene el personal médico, la
experiencia, la legitimidad internacional, la posición geográfica
y la voluntad política de hacer lo máximo con estos recursos.
establecen las disposiciones de la Ley Helms-Burton
de 1996 respecto a negociar con Fidel o con Raúl.
Desde la perspectiva de quienes toman las decisiones
en el campo estratégico-militar estadounidense, la
desaparición física de Fidel y Raúl Castro resultaría un
escenario donde sería esperable una oleada migratoria
hacia los Estados Unidos. Según esta percepción, este
flujo podría ocurrir por diversos factores, entre ellos,
desórdenes públicos y la probable inminencia de la
cancelación de la Ley de Ajuste Cubano de 1966 (en
virtud de la cual se brinda acceso garantizado a los
Estados Unidos y posición privilegiada a los migrantes
cubanos una vez que estos ponen los pies en su
territorio). En la perspectiva de ese escenario, habría
un fuerte interés de parte de los guardacostas, servicios
de inmigración y probablemente el Pentágono —y, por
supuesto, de muchos políticos opuestos a una dosis
masiva mayor de inmigrantes— por controlar
rápidamente la situación y detener la migración. Desde
este mismo punto de vista, si se mantiene un gobierno
revolucionario en el poder, y este controla cualquier
posible desorden, de manera que fuera innecesaria una
intervención militar, a la larga habría negociaciones, para
garantizar un cambio pacífico y fluido en la calidad de
la relación, y que se mantenga la calma a ambos lados
del Estrecho de la Florida.
Una tercera situación pudiera ser la continuación
o intensificación de la serie de desastres naturales que
en los últimos años ha golpeado al continente americano
y, de hecho, al mundo. Como mostraron Katrina, y
Haití en 2010, las repercusiones de estos sucesos pueden
ser locales o amplias, y parece no haber razones para
pensar que el hemisferio no estará afectado, al menos
de igual modo, por fenómenos similares.
Cuba es un archipiélago, con una isla larga y estrecha
que yace a lo largo de gran parte del paso directo a los
Estados Unidos desde el sur y el este. Los huracanes
que la golpean suelen dirigirse al norte, la Florida o al
noroeste, hacia los estados del Golfo. La meteorología
cubana constituye un importante recurso potencial
considerable para los Estados Unidos en caso de
ciclones y, como se mencionó en el citado informe
Diálogo Interamericano, hay mucho margen para la
colaboración en esta esfera. También es notorio que
de los Estados Unidos podrían estar dispuestos
a enfrentar el riesgo político y electoral, ya atenuado,
que presenta a quienes desean modificar la relación, y
emprendieran un verdadero diálogo con la Isla, el cual,
sin dudas, haría público y claro el grado en que los
puntos de vista cubano y estadounidense en materia de
seguridad regional se engranan en diversas formas.
El surgimiento de un líder moderado en dicha
comunidad pudiera ser un catalizador de cambio y
provocar que esta se inclinara hacia un acercamiento
más rápido a Cuba y a la política estadounidense hacia
la Isla. El viejo liderazgo de la Fundación Nacional
Cubano Americana ha desaparecido y los nuevos líderes
—sobre todo desde el fracaso de los puntos de vista
extremistas que dominaron el caso de Elián González,
y la muerte de Jorge Más Canosa— han mostrado más
mesura en años recientes. Alguien que pudiera dirigirse
al ala moderada de la vieja guardia de exiliados y a los
nuevos inmigrantes que no son visceralmente
anticastristas, y que pudiera ofrecer unidad a la
comunidad para el futuro, podría resultar lo
suficientemente popular para deshacer los esfuerzos de
los extremistas que la han dominado durante tanto
tiempo. Incluso, de ser cierto, como muchos han
afirmado, que no es tanto los votos del sur de la Florida
como las contribuciones de la «vieja» comunidad
cubanoamericana a los políticos lo que mantiene a la
política estadounidense tan firmemente anticastrista, ese
cabildeo político sin dudas se debilitaría enormemente
en una Miami visiblemente más moderada.
Desde la lógica de los Estados Unidos, otro posible
desencadenante pudiera ser la desaparición física de
Fidel y de Raúl. Su presencia en el gobierno cubano ha
sido enarbolada históricamente en los Estados Unidos,
y especialmente entre los grupos de interés
cubanoamericano del sur de la Florida, como un
obstáculo a una «normalización» de las relaciones. Como
hemos visto, en los asuntos de seguridad estadounidense
—y también en los sectores del comercio, las inversiones
y el turismo, por supuesto— hay poderosas fuerzas en
funcionamiento que esperan avances en el caso de Cuba
más temprano que tarde, y que estarían en capacidad
de moverse con más beligerancia, en condiciones en
que el presidente no tuviera las limitaciones que
36
Cuba y los Estados Unidos en las esferas de la defensa y la seguridad
muchos expertos crean que Cuba tiene mucho que
enseñar, incluso a los países más desarrollados, en lo
relativo a la preparación ante eventos atmosféricos
extremos y a la asistencia pública posterior.
El descubrimiento de recursos petroleros
verdaderamente importantes y explotables en aguas
cubanas del Golfo de México pudiera también
actuar como catalizador para el cambio. Hasta el
momento, como se sabe, la explotación económica de
esos depósitos no ha sido de interés, por los costos
que entraña en comparación con los precios que pueden
obtenerse en el mercado actual. Pero muchos piensan
que es probable que esta situación se modifique con el
tiempo. De ser así, las presiones que se ejercerían en los
Estados Unidos para participar en esto, sobre todo
en una región tan segura y contigua al territorio
estadounidense como la zona cubana del Golfo,
pudieran ser irresistibles para quienes dirigen la política
estadounidense. En ese contexto, la colaboración sería
esencial para crear el marco destinado al trabajo directo
conjunto en lo que probablemente sería un proyecto
enorme.
Vinculado a lo anterior, otro desencadenador
posible sería una reforma de la economía cubana que
estimule un verdadero acceso internacional a la Isla y
una carrera para explotar su potencial en todos o casi
todos los sectores. De este modo, los inversionistas y
exportadores estadounidenses pudieran presionar a su
gobierno hasta que convenga en hacer un esfuerzo real
por mejorar las relaciones. Dadas las ventajas de la
colaboración en materia de defensa y seguridad, es difícil
imaginar que en tales circunstancias Washington
no intente aprovechar el contexto general mejorado
para impulsar también una mayor colaboración en este
campo.
Si en los Estados Unidos vencieran las presiones
ejercidas sobre el Congreso o, en general, las de activistas
que defienden su derecho a viajar y se produjera un
boom de turismo estadounidense en Cuba, los que en
ese país procuran mayor colaboración de seguridad
con la Isla podrían aducir, con más fuerza, que los
ciudadanos estadounidenses necesitan una seguridad
adecuada y que, por tanto, se requiere una relación
bilateral más estrecha.
Por último, en esta lista de conjeturas, existe la
posibilidad de que una pandemia —una de las muchas
sobre las que se ha tenido conocimiento en los últimos
años— golpee la región con tal fuerza que ambos países
estuvieran desesperados por controlar su propagación.
Solo Cuba, en todo el Tercer mundo y tal vez también
en el primero, se encuentra en posición de montar una
campaña médica masiva lejos de sus costas. En el
contexto de amenazas «nuevas» o «no tradicionales» en
que recientemente han participado las fuerzas armadas
y los servicios de seguridad estadounidenses, esto
pudiera conducir a una cooperación más estrecha al
respecto, entre ambas naciones.
¿Y si las cosas en realidad mejoraran?
Independientemente del estímulo para una mejoría
en las relaciones, existen amplias razones para ver que
un cambio de este tipo conduciría a una colaboración
significativamente mayor en lo concerniente a la defensa
y a la seguridad. Y, como cabría esperar, esto se debe
a que ambos países perciben muchos elementos de la
imagen estratégica actual en forma similar, aunque existen
muchos límites para una visión general compartida.
Puede que lo más importante sea que La Habana y
Washington consideran la inestabilidad de México una
causa de alarma. Desde tiempos coloniales, cuando la
Isla y el continente compartían mucho, los sucesos
ocurridos en México han afectado profundamente
a Cuba. El movimiento mexicano de independencia
tuvo allí una enorme repercusión y en el decenio de
1820 muchos realistas huyeron de la nueva república
hacia territorio cubano, donde, tres décadas después,
se les unieron blancos de Yucatán que huían de la
rebelión maya. Por su parte, la Revolución mexicana
influyó considerablemente en una figura de la talla de
Fidel Castro, que escogió ese país para organizar
la expedición que conduciría al derrocamiento de la
dictadura de Fulgencio Batista.27
Este temor a la inestabilidad de México se vincula,
por supuesto, con la visión compartida sobre la
importancia de hacer frente a la amenaza internacional
de las drogas ilegales. Aunque Cuba ha denunciado a
veces lo que considera una «militarización» del esfuerzo
internacional contra el narcotráfico, siempre ha estado
de acuerdo en que el problema debe atenderse con
energía y originalidad de enfoque, combinando un
fuerte elemento de represión y un esfuerzo igualmente
firme en educación y apoyo médico. Los vecinos de
Cuba, sin excepción, sienten los efectos del flagelo más
que la propia Isla, pero las autoridades cubanas no están
en modo alguno satisfechas y abogan por una acción
conjunta, cada vez más eficaz, para el futuro.
Esta es, sin dudas, la idea que comparte Washington,
y la situación de seguridad en México, sobre todo en
las regiones de la frontera norte, la ha inquietado. La
corrupción, el mal entrenamiento, lo inadecuado de los
servicios de inteligencia, los bajos salarios y otras
condiciones de vida, además de la dirección mediocre
y el equipo insuficiente de las muchas y variadas fuerzas
policiales mexicanas no contribuyen mucho al éxito de
la lucha por controlar a los capos de la droga. Hacer
37
Hal Klepak
Aunque lo anterior se examina a partir del interés
que comparten La Habana y Washington de ver un
México más estable, ilustra la perspectiva común que
tienen ambas capitales sobre el tráfico de personas
y la migración ilegal en general, aun cuando no
necesariamente perciben las causas raigales del problema
de igual forma. No obstante, esto no ha limitado la
colaboración en esta dramática esfera de apoyo mutuo
realmente logrado. Y no hay razón para pensar que
fuera imposible ampliarlo para lograr una colaboración
más fluida y extenderla más allá de la esfera meramente
bilateral, donde de nuevo la legitimidad cubana es de
enor me utilidad potencial para la cooperación
interamericana y pancaribeña.
Ambos países también desean una cuenca del Caribe
estable y próspera para el desarrollo del turismo, así
como una colaboración mutua de todo tipo que incluya
la esfera de la seguridad y tal vez, más crucialmente, la
preparación y recuperación ante desastres naturales y
su alivio. En el contexto del mejoramiento de las
relaciones bilaterales entre los Estados Unidos y Cuba,
sin dudas no existen razones para demorar la expansión
de esfuerzos que hagan de la región un lugar más seguro
en general. Aunque Cuba inicialmente criticó con dureza
la «toma» militar estadounidense de Haití tras el
terremoto de 2010, no hizo lo mismo en lo relacionado
con la asistencia brindada, y hay pruebas amplias,
aunque no enteramente claras, de cooperación en el
terreno entre organismos de asistencia cubanos y
estadounidenses.28 Cuba y los Estados Unidos también
están de acuerdo en que la estabilidad de Haití tiene un
papel importante en buenas relaciones de mayor
amplitud, sobre todo por su constante dimensión
inmigratoria para sus vecinos.
Consideran grave, además, la amenaza terrorista,
con independencia de cuál sea la política declarada de
los Estados Unidos. Como hemos visto en las
declaraciones del Pentágono y de Barry McCaffery antes
citadas y visibles en innumerables intervenciones
públicas de funcionarios de Seguridad Interna y otros,
esos servicios son perfectamente conscientes de que
Cuba no representa una amenaza en esa esfera ni es un
patrocinador del terrorismo. Aunque Cuba, sin dudas,
tuvo un período en el que la «exportación de la
revolución» formó parte de su estrategia de defensa
nacional, hace mucho abandonó ese enfoque para lograr
un cambio importante en América Latina y el mundo.
Por otra parte, el desagrado individual de Fidel Castro
hacia los métodos terroristas reales es evidente desde
los días de la insurrección en la Sierra, donde su reacción
al pretendido uso de estos enfoques fue rápida y firme.29
Gracias a la situación geoestratégica de Cuba, la
colaboración a largo plazo con la Isla en la lucha contra
el terrorismo internacional puede ser invaluable. Cuando
partícipe al ejército ha demostrado ser necesario, pero
apenas suficiente, para llevar orden al caos.
La excelente fuerza policial cubana, combinada con
sus buenos servicios de inteligencia y alta moral, pudiera
ser tenida en cuenta para una posible colaboración entre
los tres países en lo que sería una visión compartida
de la amenaza. Esto pudiera extenderse al combate
contra las drogas, que incluya también a las fuerzas
armadas, porque el ejército mexicano ha desempeñado
un papel importante en ella al menos desde los años 70
y conoce bien el problema, y las FAR tienen un historial
de primera línea en el enfrentamiento a los especiales
desafíos de esta lucha.
Bilateralmente, el margen para la colaboración en
esta esfera es mucho mayor. Cuba necesita naves y
aviones patrulleros para garantizar que la cobertura de
su larga isla, cientos de islitas y cayos y una vasta zona
marítima, se realice con la mayor eficiencia posible. Los
Estados Unidos podrían fácilmente asistirla en esto y
hacerlo en un nivel muy superior de lo que puede el
Reino Unido, con todo lo que esa nación ha ayudado
a Cuba hasta el presente. El acceso a las nuevas
tecnologías y la formación en ellas serían igualmente
importantes para que Cuba hiciera una tarea incluso
mejor en la intercepción y posterior trasmisión de
información sobre este asunto.
Debe decirse además que, independientemente de
lo que algunos piensen en los Estados Unidos, en casi
toda América Latina y el Caribe, Cuba representa
legitimidad y un interés adecuado en el bienestar de los
pobladores locales, y ha demostrado su devoción
a esos ideales a largo plazo. La participación cubana en
un esfuerzo interamericano, pero sobre todo caribeño
en la esfera del control de los estupefacientes constituye
un elemento legitimador que no se adquiere con
facilidad en otras partes, y del que los Estados Unidos
ahora carecen. En el contexto de los grupos de trabajo,
como el que opera en estos momentos desde Cayo
Hueso y de otras iniciativas regionales, la presencia
cubana podría ser invaluable.
Los tres países que tienen costas en el Golfo también
comparten, en gran parte, las visiones sobre la migración
ilegal. México está, por supuesto, sumido en esta
cuestión: tiene no solo que atender su enorme problema
propio, sino también debe hacer frente a inmigrantes
ilegales procedentes de América Central y del Sur y, de
modo más reciente, incluso algunos asiáticos, y otros
que usan sus espacios terrestres o marítimos para ir al
norte. Una dimensión cubana a un enfoque trilateral
daría a los esfuerzos estadounidenses la legitimidad con
la que actualmente no cuentan y pudiera permitir que
el asunto, que aún carece de enfoques comunes en la
región, se atienda de forma más humana y eficiente.
38
Cuba y los Estados Unidos en las esferas de la defensa y la seguridad
Washington de que Cuba da abrigo o apoyo de algún
tipo a movimientos terroristas; y los servicios de
inteligencia toman el asunto con extrema seriedad. Sería
sencillo para los dos países que sus servicios de seguridad
trabajaran juntos independientemente de cuáles sean sus
diferencias ideológicas, pues claramente compartirían
los beneficios, que permitirían una mayor seguridad
nacional para ambos.
En caso de que se produjeran acontecimientos
ulteriores en la exploración petrolera en el Golfo de
México existirían también grandes posibilidades y todas
las razones para la colaboración bilateral (o incluso
trilateral) en garantizar la seguridad de las plataformas
petroleras y otros elementos desplegados en la zona.
Tal seguridad no solo sería contra posibles ataques
terroristas, sino también contra el peligro de desastres
naturales y, dados los requerimientos estadounidenses y
cubanos en la era del terrorismo, contribuiría a atender
un fenómeno mutuamente perturbador. Es evidente
que antes de que pueda hacerse cualquier progreso en
un frente de este tipo tendría que ponerse fin a la
aseveración de que Cuba es, de algún modo que
aún no ha definido el Departamento de Estado de los
Estados Unidos, un patrocinador del terrorismo
internacional.
Por ende, en sentido general y específico, una relación
bilateral mejorada pudiera producir una colaboración
de defensa y seguridad bien importante entre los dos
países. Qué raro, pues, que el empuje hacia relaciones
más estrechas no tenga mayor fuerza. ¿Es realmente
raro?
se produjeron los ataques del 11 de septiembre, no
fue solo Canadá quien, a pesar de los posibles peligros
para sí, se brindó de inmediato para recibir aeronaves
que no pudieran aterrizar en los Estados Unidos. Cuba
también hizo ese ofrecimiento, aunque en este caso la
política prevaleció de nuevo y no fue aceptado. Dado
el prestigio de la Isla ante numerosos movimientos
revolucionarios de todo el mundo, esta ha demostrado
ser una salida útil para aquellos países que desean facilitar
a algunos de sus terroristas lugares adonde ir (sobre
todo después de un incidente), pero que al propio
tiempo quieren que estén controlados y no se les permita
seguir actuando contra los Estados objetivos de sus
acciones. El Movimiento Vasco de Liberación (ETA,
por sus siglas en vasco) de España, y el Ejército de
Liberación Nacional (ELN), de Colombia, son dos
ejemplos de ello. Pero resulta vital tener en mente que
estos arreglos no se realizan contra los deseos de los
Estados en cuestión, sino más bien con su conformidad
activa.
España y Colombia, por ejemplo, agradecen a La
Habana y están seguros de que mantiene vigilancia
estrecha sobre esas personas. Lejos de estar a favor del
terrorismo, Cuba ha mostrado exactamente lo opuesto.
Esto no significa que no simpatice con la causa a favor
de la cual actúan los terroristas. Cuba, a diferencia de
los Estados Unidos, considera que la única forma
de tratar con eficacia a casi todo el terrorismo es atacar
sus causas raigales de injusticia, dominio extranjero y
desigualdad, pero reconoce la necesidad de tener mano
fuerte con los terroristas, aunque no piensa que las
campañas militares internacionales extendidas logren
mucho más que crear nuevos terroristas. De ahí que la
consigna cubana haya sido «Contra el terrorismo y
contra la guerra», algo con lo que Washington
evidentemente, no está de acuerdo.
En los asuntos cotidianos, sin embargo, Cuba es,
claramente, un posible colaborador para garantizar
la seguridad estadounidense en esta esfera, según ha
venido ofreciendo con frecuencia desde 2001. Y una
vez más, su legitimidad incomparable como Estado
que comprende las causas raigales del terrorismo y la
necesidad de hacerle frente si se pretende librar al
mundo de este flagelo, le permite muchas veces hablar
con autoridad a ambas partes. Esto no escapa a muchos
analistas estratégicos estadounidenses, aun si no se
refieren a ello con frecuencia.30
Los servicios cubanos de aduanas e inmigración son
eficientes, forman parte integral del Ministerio del
Interior y tienen claro que Cuba nunca debe ser vista
por los Estados Unidos como un verdadero problema
en la esfera del terrorismo. El resto del MININT quizás
domina mejor los posibles peligros que, para la
supervivencia de Cuba, causaría una percepción en
Los límites a la colaboración en materia
de defensa y seguridad
A pesar de todo lo anterior, Cuba y los Estados
Unidos aún difieren en estos momentos en una amplia
gama de temas importantes y es improbable que
puedan cambiar esa situación de modo significativo
sin que surja una forma distinta de ver el mundo en La
Habana, en Washington, o en ambos. Esta diferencia
de enfoques refleja mucho, pero sobre todo es
consecuencia de la experiencia histórica de cada país,
tanto de modo general como en función de la relación
bilateral entre ellos.
Cuba es un Estado socialista revolucionario; los
Estados Unidos, un régimen capitalista conservador.
De hecho, en muchos sentidos, Cuba es hoy en el
mundo el portaestandarte del socialismo; del mismo
modo que los Estados Unidos son más o menos el del
capitalismo desenfrenado. Cuba está inmensamente
orgullosa de su condición, aunque también esta resulta
una fuente de preocupación; los Estados Unidos,
39
Hal Klepak
no meramente en la ganancia, algo improbable que vea
en ningún momento cercano la mayor potencia
económica del mundo y principal beneficiaria de la
forma actual de hacer las cosas.
Las propias FAR son el sirviente armado de un
proyecto revolucionario que se propone transformar
la sociedad, mientras las fuerzas armadas estadounidenses
se ven como ayuda para el mantenimiento de un status
quo con efectos abrumadoramente positivos para los
Estados Unidos. Tienden a ser en extremo conservadoras,
aunque esta es una generalización, como ha podido
observarse incluso en este breve ensayo.
Es difícil imaginar que los Estados Unidos
abandonen por entero su derecho de inspección sobre
los asuntos cubanos, incluso los más internos. La relación
nunca ha sido «normal» en este sentido, aspecto
mencionado por más de un autor en este número. No
solo tienen los dos países proyectos diferentes y en
muchos casos contradictorios para el hemisferio y el
mundo. También los tienen para el futuro de Cuba. La
Habana incluye la libertad completa, para el Estado
cubano, de optar por su camino, mientras Washington
insiste en que cualquier situación final hacia la que la Isla
se mueva deberá ser, en esencia, una que agrade a los
Estados Unidos.31
Sin el fin del bloqueo/embargo es impensable que
Cuba acepte reintegrarse al sistema interamericano. De
hecho, su diplomacia, como la de varios otros
miembros de la Alianza Bolivariana de las Américas
(ALBA) —el proyecto alternativo izquierdista para el
continente americano— es establecer un nuevo sistema
latinoamericano en el que los Estados Unidos no tengan
la posición abrumadora que hizo decir al pensador
argentino Manuel Ugarte que la organización
predecesora de la OEA, la Unión Panamericana, era el
«ministerio de colonias» y «un congreso de ratones
presidido por un gato».32 Dado que en estos nuevos
organismos los Estados Unidos ni siquiera estarán
presentes, lo más que puede esperar Washington es que
los países latinoamericanos miembros, de ideas afines
a ellos, sometan sus preocupaciones al grupo.
Es en extremo improbable que Cuba firme (de
nuevo) el Tratado Interamericano de Asistencia
Recíproca (Tratado de Río), acuerdo bajo el cual se ha
concertado la mayoría de los planes de seguridad
interamericanos. Sin embargo, según algunos juristas
internacionales, Cuba sigue siendo formalmente
signataria de ese acuerdo de seguridad colectiva y, por
ende, al menos de jure, un aliado de los Estados Unidos.
Tampoco es probable que se integre en otros
organismos de seguridad hemisférica, aunque sin dudas
no es demasiado imaginar que si las cosas marcharan
mejor bilateralmente pudiera asistir a la Conferencia
de Ministros de Defensa de las Américas y, es posible
aunque profundamente conmovidos por la crisis
económica, siguen orgullosamente capitalistas y
orientados hacia el mercado libre. Al mismo tiempo,
Cuba practica una democracia popular, que desdeña
lo que percibe como elecciones competitivas burguesas;
y que —al menos mientras se mantenga el bloqueo
/embargo y la guerra económica estadounidenses—
privilegia los derechos colectivos por encima de ciertos
derechos individuales. Mientras tanto, los Estados
Unidos practican la democracia electoral tradicional,
con gran énfasis en los derechos individuales, por encima
de los económicos y sociales.
En concordancia con esta divergencia general, Cuba
sigue una política exterior que evita el apoyo militar
directo a las revoluciones en el Tercer mundo, pero
que, de todos modos muestra solidaridad con los que
reciben el nombre de movimientos progresistas en
muchos de esos países, incluso cuando con gran
frecuencia su trayectoria para una distinción de esa índole
sea leve. Los Estados Unidos, por su parte, suelen tomar
partido por regímenes muy conser vadores, y
normalmente apoyan la estabilidad y el status quo, aun
cuando los gobiernos que se benefician de él sean
represivos en extremo. Aunque esto no es lo que ocurre
con tanta frecuencia en América Latina desde que
terminó la Guerra fría, continúa sucediendo en una
enorme parte del mundo. Esta distancia entre los dos
países solo puede cerrarse con gran dificultad.
Cuba está en contra de la actual moda de
redefinición de la soberanía destinada a limitar su alcance
y repercusión pues siente que, en las condiciones reales
de lo que en muchos sentidos es un mundo unipolar, el
único país que se beneficia de esta limitación es la
potencia hegemónica en sí y que aquellas naciones más
pequeñas deben ineludiblemente sufrir. Los Estados
Unidos, aunque no están dispuestos a renunciar a mucha
soberanía en su propio caso, sí creen que los demás
deben hacerlo. Aquí, de nuevo, es grande la disparidad
de ambas posiciones, sobre todo en lo referente
al derecho de intervención militar en los asuntos internos
de los Estados.
La Habana no considera que la inestabilidad en
muchos países sea necesariamente algo malo, si conduce
a una reforma profunda de lo que Cuba ve como
regímenes corruptos o reaccionarios. Los Estados
Unidos, por su parte, tienden a ver cualquier
inestabilidad como un problema, pues tienen vastas
inversiones en todo el mundo, especialmente en América
Latina, y sienten que los cambios, que según Cuba son
necesarios para mejorar las condiciones mundiales,
amenazan esas inversiones y dan prioridad a las
necesidades colectivas y no a las ganancias corporativas
o individuales. La Habana convoca aún a un nuevo
orden económico mundial basado en la necesidad y
40
Cuba y los Estados Unidos en las esferas de la defensa y la seguridad
que a la de los Ministros de Seguridad Pública, si esta
reunión se vuelve permanente.
Lo que, con casi toda certeza, Cuba aceptaría es un
pacto de no agresión con los Estados Unidos, que
garantizara que ambas partes se regirían por normas
de comportamiento en general no provocadoras en
sus relaciones con la otra parte. Que los Estados Unidos
estén dispuestos a firmar un acuerdo de este tipo,
dadas sus propias ideas sobre sus derechos históricos
a inspeccionar Cuba, es otra cosa. Pero, sin avance en
la relación bilateral, es evidente que en la actualidad
cualquier movimiento en este sentido es imposible.
Cuba tiene el personal médico, la experiencia, la
legitimidad interamericana y, más ampliamente,
internacional, la posición geográfica y la voluntad
política de hacer lo máximo con estos recursos. Dadas
las mejores relaciones en el nivel bilateral, resulta difícil
imaginar que las conexiones existentes entre las fuerzas
armadas y otros servicios de seguridad de ambos países
no puedan florecer si tuvieran la oportunidad de hacerlo.
Pero todo examen de estos avances debe tomar en
cuenta que ambas naciones ven el mundo de manera
muy diferente y así reaccionan a los sucesos. La creación
de una colaboración de defensa y seguridad ulterior,
esta esfera tan dada, en todo caso, a incomprensiones y
exageración, tendría que ser emprendida con la debida
cautela, pero también con la esperanza de que contribuirá
a generar —y ser resultado de— una mayor
colaboración en todos los ámbitos y una relación más
saludable para ambas partes.
Conclusión
La evolución de los elementos de defensa y
seguridad en la relación entre Cuba y los Estados
Unidos, tal como es, resulta fascinante en muchos
niveles. Aunque antes de terminada la Guerra fría la
seguridad y la defensa, al menos en el discurso público,
eran los elementos más peliagudos para hacer posible
cualquier relación de amistad, desde su fin este mismo
terreno ha sido uno de los más positivos para el
mantenimiento de vínculos, al menos vagamente
favorables en algunos sectores claves.
Con los Estados Unidos y Cuba de acuerdo en
muchos asuntos de seguridad y defensa, sobre todo
aquellos relativos a la migración ilegal y el narcotráfico,
pero también de cierto modo al terrorismo, los
desastres naturales y algunos otros temas, se ha
desarrollado un conjunto de acuerdos informales, que
sirven a los intereses de ambos países y no provocan
gran reacción pública negativa. Los acuerdos oficiales
sobre migración se combinan con procedimientos y
enfoques oficiosos sobre la intercepción de drogas, la
seguridad y el fomento de confianza en Guantánamo,
la colaboración en desastres naturales y un clima para
producir una imagen de dos países incapaces de hablar
uno con el otro. La colaboración diaria entre naciones
en estas esferas ha hecho a más de un funcionario de
los servicios de seguridad de ambos países observar
no solo cuán buena es la colaboración en estos
momentos, sino con cuánta facilidad podría mejorarse
en beneficio de ambas capitales.
Los Estados Unidos tienen una inmensa capacidad
para asistir a Cuba en la realización de una tarea aún
mejor en las áreas de mayor preocupación para los
organismos de seguridad norteamericanos; y Cuba
posee enormes recursos humanos para hacerlo. Si los
Estados Unidos cuentan con la tecnología, poderío
militar, dinero, armas y equipos, impulso estratégico,
capacidades de mando y control, y tantas otras cosas
que ofrecer a un esfuerzo de colaboración más amplio,
Traducción: María Teresa Ortega Sastriques.
Notas
1. Para el período anterior, véase «La Guardia Rural: un instrumento
de dominación neocolonial», en Mildred de la Torre, ed., La sociedad
cubana en los albores de la República, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 2002, pp. 25-282; y para el posterior, Rafael Fermoselle,
The Evolution of the Cuban Military 1492-1986, Ediciones Universal,
Miami, 1987, y Louis A. Pérez, Army Politics in Cuba. 1898-1958,
University of Pittsburgh Press, Pittsburgh, 1976.
2. Véase el capítulo sobre Cuba en Adrian English, The Armed
Forces of Latin America, Jane’s, Londres, 1984.
3. Para el período hasta la caída de Batista, véase Servando Valdés
Sánchez, Cuba y los Estados Unidos: relaciones militares, Editora Política,
La Habana, 2005, especialmente pp. 51-92.
4. La abolición de los viejos servicios armados y su sustitución
oficial por las tres fuerzas revolucionarias que componen hoy las
FAR, se produjeron con las Leyes 599 y 600 de septiembre de
1959, las cuales nombraron Ministro a Raúl Castro y le dieron el
nuevo rango de General del Ejército. Véase Luis Buch Rodríguez y
Reinaldo Suárez Suárez, Otros pasos del gobierno revolucionario cubano,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2002, pp. 90-2.
5. Véase la mejor obra sobre la conexión bilateral Cuba-URSS en
Yuri Pavlov, The Soviet-Cuban Alliance 1959-1991, Transaction
Publishers, New Brunswick, 1993, y para un análisis estadounidense,
véase el magnífico estudio de Lars Schoultz, National Security and
United States Policy toward Latin America, Princeton University Press,
Princeton, 1987.
6. Raúl Castro, «Discurso por el 30 aniversario del desembarco del
Granma», La Habana, 2 de diciembre de 1986, disponible en
www.cuba.cu/gobierno/discursos/1986/esp/f021286e.html
7. Entrevista al brigadier general José Solar Fernández, ex
comandante de la Brigada de la Frontera de las FAR en Guantánamo,
citado en Luis Báez, Secretos de Generales, Losada, Barcelona, 1997,
pp. 277-8.
41
Hal Klepak
y entrevistas del autor al personal del Ministerio de Relaciones
Exteriores de Cuba y de la Commonwealth, Londres, abril de 2000.
8. Anthony Boadle, «Cuba’s Military No Threat, Turns to Farming»,
The Miami Herald, Miami, 31 de marzo de 1998; y Christopher
Marquis, «Cuba Still No Threat, Pentagon Insists but Defense Chief
Tempers Report», The Miami Herald, Miami, 7 de mayo de 1998.
21. Son, en realidad, más que rumores. Véase Francisco Arias
Fernández, Drogas y mentiras: dos agresiones contra Cuba, Editorial
Capitán San Luis, La Habana, 2008, p. 104.
9. Francisco Arias Fernández, Cuba contra el narcotráfico: de víctimas
a centinelas, La Habana, Editora Política, 2001.
22. Véase Inter-American Dialogue, The Environment in U.S.-Cuban
Relations: Recommendations of Cooperation, Inter-American Dialogue,
Washington, DC, 1997.
10. El presidente Reagan había dicho en 1983 que «había pruebas
sólidas de que funcionarios de Castro participaban en el narcotráfico,
vendiendo drogas como delincuentes comunes, aprovechándose
del sufrimiento de los adictos». Véase Jay Mallin, History of the
Cuban Armed Forces: from Colony to Castro, Ancient Mariners Press,
Reston, 2000, p. 350. Para más acusaciones, véase Armando Ferrer
Castro, Conexión en Cuba: la historia de la poderosa red de funcionarios
cubanos con el narcotráfico internacional, Planeta, México, DF, 1990.
Las ideas de Raúl Castro aparecen en una entrevista posterior,
«Somos los más antidroga del mundo», El Sol de México, México,
DF, 23 de abril de 1991, p. 20. Para las ideas de Fidel sobre el
asunto Ochoa, véase Ignacio Ramonet y Fidel Castro, Cien horas con
Fidel, Consejo de Estado, La Habana, 2006, pp. 419-35.
23. El autor pudo desarrollar algunas de estas ideas en su
investigación «Confidence Building and the Cuba-United States
Confrontation», International Security Research Paper, Department of
External Affairs and International Trade, Ottawa, marzo de 2000.
24. La representante republicana de Miami Ileana Ros-Lehtinen
realizó un significativo comentario sobre la forma en que el
Departamento de Defensa de los Estados Unidos evaluaba a Cuba:
«Estos tipos del Pentágono están muy politizados. Reciben sus
instrucciones muy directamente de la Casa Blanca». Véase
Christopher Marquis, «Pentagon Wants U.S. Military to Work with
Cuba», The Miami Herald, Miami, 21 de febrero de 1998.
11. «Politics-Cuba: Worried about Drugs», International Press
Service (IPS), 5 de octubre de 1998.
25. Sobre estos temas, véase el excelente trabajo de Jorge Rodríguez
Beruff y Gerardo Cordero, El Caribe: la «tercera frontera» contra las
drogas, Biblos, Buenos Aires, 2005.
12. Véase «Joint Communique between the United States and Cuba
concerning Normalizing Migration Procedures», US State Department
Consolidated Treaties and International Agreements, Washington, DC,
1994, pp. 301-4.
26. Muchos militares y miembros de los servicios de seguridad
retirados se han hecho eco de estas evaluaciones. El general Barry
McCaffery, el «zar» de la droga como se le llamaba cuando dirigía la
DEA, no solo dijo que Cuba era «una isla de resistencia a la amenaza
de los estupefacientes», sino que, en relación con el terrorismo,
añadió que Cuba «apoyaría cualquier intento de solucionar el
problema por medios pacíficos» y que los cubanos «sin dudas no
constituyen una amenaza terrorista y no creo que den refugio
a organizaciones terroristas», Sobre los ataques terroristas
cubanoamericanos contra objetivos civiles cubanos, McCaffery
expresó: «Los Estados Unidos deben asegurarse de que esto no
vuelva a producirse». Marc Frank, «Former U.S Drug Tsar Meets
Castro in Cuba», Reuters, 3 de marzo de 2002.
13. Véase la serie de artículos sobre este tema en H. Michael Erisman
y John Kirk, eds, Cuba’s Foreign Relations in a Post-Soviet World,
University Press of Florida, Gainesville, 2000.
14. Conversaciones del autor con miembros de las FAR y
funcionarios del Ministerio de Realciones Exteriores, en La Habana,
1996-2003.
15. Conversaciones del autor con oficiales del USCG en La Habana
y Washington, así como con agregados militares de siete países en
Cuba, en el período 1998-2006.
16. En el caso de Cuba, la independencia del sistema de patrullas de
las Tropas Guardafronteras está limitada por vínculos estrechos
entre ellas y la Marina. La cadena de mando es, en todos los casos,
de las FAR, y gran parte de las reparaciones, entrenamiento,
comunicaciones, doctrina, táctica y personal se realizan en conjunto.
Hay poca información abierta sobre esto, pero puede extraerse algo
de obras como Las reglas del juego: 30 años de Seguridad del Estado,
Editorial Capitán San Luis, La Habana, 1992; y Francisco Arias
Fernández, ob. cit., pp. 92-105.
27. Véase Otto Hernández Garcini et al., Huellas del exilio: Fidel en
México 1955-1956, Casa Editora Abril, La Habana, 2004; para la
visión de Fidel, véase Ignacio Ramonet y Fidel Castro, ob. cit.,
pp. 206 y 589.
28. «Reitera Cuba disposición de cooperar con todos», Juventud
Rebelde, La Habana, 19 de enero de 2010.
29. Tad Szulc examina este aspecto en Fidel: a Critical Portrait,
Avon, Nueva York, 1986, p. 342.
17. Se llama «bombardeo» al acto de arrojar paquetes de drogas
desde aviones o embarcaciones que luego recogen botes más
pequeños y menos visibles, provenientes de los Estados Unidos,
Haití o Bahamas. Un gran número de bultos caen en aguas cubanas
y muchos recalan en sus playas.
30. Sobre Cuba y el terrorismo, véase Anya Landau y Wayne Smith,
«Keeping Things in Perspective: Cuba and the Question of
International Terrorism», Center for International Policy,
Washington, DC, 20 de noviembre de 2001, disponible en
www.ciponline.org.
18. «Entrega Reino Unido donativo a Cuba», Granma Internacional,
La Habana, 21 de febrero de 1997, citado en Francisco Arias
Fernández, ob. cit., pp. 178-9.
31. El «Informe del Presidente» a la Comisión de Asistencia para
una Cuba Libre, presentado por el presidente George W. Bush en
2004, no ha sido rechazado por el gobierno de Obama. Para la
visión de Cuba al respecto, véase Nicanor León Cotayo, El Plan
Bush: Made in USA, Editorial Unicornio, La Habana, 2006.
19. En 2002, el jefe de la INTERPOL, ciudadano estadounidense,
elogió el papel de Cuba en la lucha contra las drogas. Véase «Chief
of Interpol Praises Cuba for its Fight against Drug Traffic», Prensa
Latina (PL), 17 de enero de 2002.
32. Manuel Ugarte, La Patria Grande y otros textos, Theoria, Buenos
Aires, 1996.
20. No siempre es así. La Marina Real mantiene en el Caribe un
buque escolta contra las drogas, y la inteligencia cubana ha conducido
algunas sorprendentes incautaciones de estupefacientes realizadas
por los británicos. Francisco Arias Fernández, ob. cit., pp. 167-8,
©
42
, 2010
62-63: 43-53,
abril-septiembre
de 2010.
La seguridad nacional de Cuba frente a los Estados no.
Unidos:
conflicto
y ¿cooperación?
La seguridad nacional de Cuba
fr
ente a los Estados Unidos:
frente
conflicto y ¿cooperación?
Carlos Alzugaray Treto
Profesor. Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos, Universidad de La Habana.
D
No faltaron tampoco situaciones de tensión
relacionadas con asuntos de seguridad. Incluso en el
único período desde 1959 en que los dos gobiernos se
acercaron y comenzaron a cooperar activamente para
buscar la normalización de sus relaciones —entre 1977
y 1981—, en más de una ocasión se produjo un
deterioro o un retroceso causado por eventos que
fueron percibidos por una o ambas partes como
amenazas a sus intereses de seguridad nacional. La
sucesión de acontecimientos considerados de esta
manera en tan corto período resultó paradójica si se
tiene en cuenta que durante esa etapa tuvieron lugar,
asimismo, muchas señales recíprocas que demostraban
que, tanto La Habana como Washington, estaban
dispuestas a tomar medidas de confianza mutua para
soslayar tensiones y hacer avanzar la cooperación.1
La hipótesis del presente trabajo es que, en relación
con los asuntos de seguridad entre Cuba y los Estados
Unidos, existen varias condiciones que hacen
sumamente difícil avanzar, y que el desarrollo futuro
de sus vínculos requerirá de mucha paciencia y voluntad
política no solo por parte de ambos gobiernos, sino
de otros sujetos sociales que puedan contribuir a la
urante la Guerra fría, el conflicto entre Cuba y los
Estados Unidos estuvo signado por una serie de
enfrentamientos en el terreno de la seguridad que, en
algunos casos, elevaron aterradoramente las tensiones
internacionales. Así fue durante la Crisis de Octubre de
1962. Se estuvo al borde de la guerra nuclear. Pero la
amenaza de un enfrentamiento armado no se limitó a
esa crisis. Al respecto, dice mucho que los cubanos
—a diferencia de los estadounidenses, que la llaman
usualmente Crisis de los Misiles, y los soviéticos, para
quienes fue la Crisis del Caribe—, la designáramos por
la fecha en que tuvo lugar, porque no fue esa la única
vez que enfrentamos la amenaza de una invasión de las
fuerzas armadas de los Estados Unidos. Hubo también
peligro de ataque armado al menos en cuatro ocasiones
más: en 1961, durante la batalla de Playa Girón; en
1965, cuando el presidente Lyndon B. Johnson ordenó
la invasión de República Dominicana; a principios de la
década de los 80, cuando los Estados Unidos acusaron
a Cuba de ser la promotora de los conflictos
centroamericanos; y en 1983, pues en el contexto de la
invasión a Granada tropas estadounidenses atacaron
instalaciones de constructores cubanos.
43
Carlos Alzugaray Treto
normalización, lo cual no significa necesariamente la
desaparición de áreas de conflicto agudo.2
Para la mayoría de los cubanos, la causa fundamental
de la confrontación actual entre los dos países está en
la política de Washington hacia la Isla, como escribí
en 2005:
su amplificación», incluso entre países de igual sistema
político-social.4
2. El segundo es de carácter geopolítico y tiene que
ver con la posición estratégica de Cuba en el contexto
hemisférico y mundial y en las relaciones entre los
Estados Unidos y el Caribe, y con América Latina
en su conceptualización más amplia. En las
preocupaciones de seguridad, tanto de Cuba como
de los Estados Unidos este elemento ha sido
significativo antes y después de la Guerra fría.5
3. El tercero es de carácter histórico-político y reside
en la inevitabilidad de una relación íntima y, a la vez,
conflictual.
a) Íntima para cualquiera de las dos naciones, que
no puede ignorar la presencia de la otra y la existencia
de dos polos de atracción. Ha resultado difícil que
algo que suceda en territorio estadounidense no
repercuta sobre Cuba y, un poco menos, pero no tanto,
que algo que suceda en Cuba no sea de interés para
los Estados Unidos.
b) Conflictual, porque mientras las élites gobernantes
norteamericanas han visto en Cuba un país cuyo
control resulta importante para la seguridad nacional
propia; una mayoría de sectores sociales,
económicos y políticos de la sociedad cubana ha
considerado que mantener una vinculación
mutuamente beneficiosa entre ambos países no
debe estar determinada por una relación de
subordinación, como sucedió entre 1902 y 1959. Se
podrían citar discursos de Fidel Castro y otros
dirigentes, y/o trabajos de académicos cubanos para
demostrar lo que antecede; pero, en mi opinión,
quien mejor lo ha descrito es Louis A. Pérez, Jr.,
académico estadounidense de padres cubanos, uno
de los más reconocidos especialistas en el tema de
las relaciones entre ambos lados del Estrecho de la
Florida:
Para las distintas administraciones estadounidenses, y ya
van diez, de lo que se ha tratado es de provocar un «cambio
de régimen» mediante la creación de una oposición viable,
subordinada a los intereses de Washington, que sea capaz
de sustituir a la autoridades revolucionarias en La Habana
y reinstaurar un régimen que responda a la lógica de
dominación que prevaleció en Cuba hasta 1958. Sin
embargo, la disyuntiva principal de esta política ha sido
siempre la misma: cómo lograr este propósito cuando el
gobierno cubano ha gozado siempre de un amplio apoyo
popular gracias a dos factores importantes: su defensa de
la soberanía del país y su proyección exterior
internacionalista autónoma que enorgullece a la mayor parte
de los cubanos; y la puesta en práctica de políticas de justicia
social que resuelven los principales dilemas del país y lo
ubican en una situación bien distinta del resto de América
Latina y el Caribe, donde prevalece la pobreza y la
desigualdad.
Para resolver esta contradicción, Washington ha intentado
llevar adelante una política múltiple y compleja, en varios
carriles, que ha incluido desde el entrenamiento de grupos
paramilitares (e incluso organizados militarmente como la
llamada Brigada 2506, que protagonizó la derrota de Playa
Girón o Bahía de Cochinos) para realizar acciones bélicas
y/o terroristas en territorio cubano; hasta la aplicación de
un implacable bloqueo económico, comercial y financiero,
pasando por el financiamiento de grupos minoritarios de
ciudadanos cubanos dispuestos a traicionar a su país
colaborando con un gobierno enemigo, y por la puesta en
vigor de todo tipo de operaciones de guerra psicológica
dirigidas a afectar la imagen externa de Cuba y subvertir
política e ideológicamente al sistema cubano.3
Criterios de partida
Los factores que agudizan las relaciones entre Cuba
y los Estados Unidos en todos los terrenos no son
solo de carácter histórico. Pudieran resumirse de la
siguiente manera:
1. El primero y más importante es el factor físicogeográfico, determinante para dos elementos que
han incidido siempre en la relación.
a) Cercanía. Sin ser vecinos contiguos, ambos países
combinan una frontera marítima importante, y una
terrestre en la base naval de Guantánamo. Aunque
esta última no tiene la permanencia de la primera,
ha existido durante más de un siglo.
b) Asimetría. Cuba y los Estados Unidos son dos
naciones con recursos de «poder duro» asimétricos.
Esta relación desigual conduce a «patrones
característicos de mala interpretación estructural y
Cuba ocupa un lugar especial en la historia del imperialismo
americano. Ha servido como una suerte de laboratorio
para el desarrollo de los métodos por los cuales los Estados
Unidos han buscado la creación de un imperio global. En
suma, los medios usados por los Estados Unidos en Cuba
constituyen un microcosmos de la experiencia imperial
americana: intervención armada y ocupación militar;
construcción de naciones y redacción de constituciones;
penetración de capitales y saturación cultural; instalación de
regímenes títeres, formación de clases políticas clientelares,
y organización de ejércitos tutelados; imposición de tratados
vinculantes; establecimiento de una base militar permanente;
asistencia económica —o no— y reconocimiento
diplomático —o no— según las circunstancias lo
aconsejaran. Después de 1959, sanciones comerciales,
aislamiento político, operaciones encubiertas, y embargo
económico. Todo lo que es imperialismo americano se ha
practicado en Cuba.6
44
La seguridad nacional de Cuba frente a los Estados Unidos: conflicto y ¿cooperación?
Resulta igualmente paradójico que las críticas al
concepto de seguridad multidimensional hayan surgido
de dos grupos que difícilmente coinciden entre sí en
otros asuntos: los especialistas tradicionales en temas
de seguridad o estratégicos, generalmente adheridos al
realismo político como corriente dentro de la disciplina
de las relaciones internacionales, y los activistas del sector
progresista de la sociedad civil global. Sin embargo, las
razones de sus cuestionamientos son diferentes. Los
tradicionalistas consideran que extender la agenda de
seguridad a los temas referidos amplía excesivamente
el campo de estudio y difumina la definición de la
esencia pura y dura de la seguridad, que tiene que ver
exclusivamente con el Estado y su supervivencia.
Los activistas de la sociedad civil que militan en las
organizaciones contestatarias o progresistas estiman que
incluir lo económico, lo social, lo cultural y lo ambiental
en los estudios de seguridad o darles una connotación
de tal significa «securitizar» la agenda social y, por tanto,
obliga a proporcionarles una solución preferentemente
bélica a estos asuntos. Ello, en su opinión, favorece a
aquellos Estados capitalistas más poderosos militarmente
y, en particular, a los Estados Unidos. Los peligros de
esta interpretación son evidentes.
No obstante, vale argumentar que aceptar que un
tema afecta la seguridad de una nación o grupo social
no conduce necesariamente a una solución militar. Se
trata tan solo de establecer que un determinado tópico
es de tal gravedad que su desatención significa un
peligro para su supervivencia, aun cuando su solución
sea económica, social o política.10
En el caso de la relación entre Cuba y los Estados
Unidos, cabría preguntarse si puede existir alguna duda
de que las acciones de Washington contra La Habana,
en su persistente política dirigida a imponer un cambio
de régimen a toda costa, constituyen un peligro
constante para la seguridad de la nación cubana. Aunque
en este ensayo trataré de balancear las perspectivas
tradicionalista y la «ensanchadora», no me queda duda
alguna de que la sociedad cubana debe tomar muy en
cuenta una concepción amplia y abarcadora de su
seguridad si quiere mantenerse libre de imposiciones
externas.
4. El cuarto factor es de índole económica y tiene que
ver, sobre todo por el lado cubano, con la
vulnerabilidad de la Isla a causa de la escasez de
recursos naturales, que le impide tener un desarrollo
económico social autárquico y la obliga a buscar
aliados y socios en esta esfera para hacer avanzar sus
metas. El asociado económico-comercial idóneo
para Cuba, por su cercanía y desarrollo tecnológico,
ha sido los Estados Unidos. A su vez, la Isla tuvo en
cierta etapa una importancia relativamente alta para
Washington. Sin embargo, vale apuntar que, aun
reconociendo la importancia económica de una
relación normal con el vecino norteño, la historia de
las relaciones pasadas, que nunca fueron normales,
pareciera recomendar cierta aprensión por parte de
los cubanos ante la posible pretensión de que las
relaciones comerciales y financieras tengan el oneroso
precio de la dependencia política.
Una última consideración de partida sobre los
vínculos entre ambas naciones en materia de seguridad
se refiere al debate sobre la definición de ese término
en el contexto de las relaciones internacionales. Tres
reconocidos estudiosos del tema, Barry Buzan, Ole
Waever, y Jaap de Wilde, lo han descrito de la siguiente
forma: «En consecuencia, dos puntos de vista sobre
los estudios de seguridad están hoy sobre el tapete, el
nuevo de los ensanchadores7 y la vieja visión de los
tradicionalistas, centrada en lo militar y el Estado».8
Los acontecimientos del 11 de septiembre y la mayor
relevancia otorgada al tema del terrorismo han
insuflado una renovada preeminencia a la agenda de
seguridad político-militar global y regional. Se obtiene
el paradójico resultado de que esta, además de resaltar
la visión tradicional, abarca también lo económicosocial. Ello, realmente, no es algo inesperado: ya desde
las décadas de los 60, los 70 y principios de los 80 la
mayor parte de los académicos y practicantes (militares,
políticos y funcionarios nacionales e internacionales)
reconocieron que el desarrollo económico y la
seguridad estaban intrínsecamente vinculados.9
En este contexto ha surgido un nuevo término:
«seguridad multidimensional», a través del cual se
pretende reflejar toda la diversidad que incluye la nueva
realidad individual, nacional, regional, y global
o internacional; y, a la vez, militar, política, económica,
social, cultural, y ambiental. ¿Quién puede negar que
para algunas islas del Caribe la seguridad individual y
nacional pasa por la lucha contra el calentamiento
climático que va destruyendo sus costas y sus medios
de sustentación, mientras que para la supervivencia de
las identidades de algunos grupos sociales la tendencia
homogeneizante del proyecto neoliberal de
globalización representa un peligro?
Las relaciones de seguridad después del fin
de la Guerra fría
Terminada la Guerra fría, desaparecieron muchos
de los principales cuestionamientos estadounidenses
a la política cubana en materia de seguridad. Ya no
figuraba en la agenda la invocada amenaza que
supuestamente representaba para sus intereses nacionales
la alianza de La Habana con Moscú, porque la Unión
45
Carlos Alzugaray Treto
puedan calificarse como propensas a crear un clima de
confianza mutua. Ciertamente, no fueron «prudentes»,
término muy utilizado por la parte estadounidense en
los intercambios diplomáticos entre ambos países, para
enfatizar lo que esperaban del comportamiento cubano
en el escenario mundial.15 La investigadora anglonorteamericana, Gilliam Gunn las recontó en 1993:
Soviética dejó de existir. Cuba no solo negoció y firmó
los acuerdos de paz de África suroccidental que, entre
otros resultados, pusieron fin a la presencia de tropas
cubanas en Angola, sino que fue retirando paulatina,
pero firmemente su contingente militar en Etiopía.
A fines de los 80 y principios de los 90, la diplomacia
cubana contribuyó al proceso negociador y de
pacificación de Centroamérica, eliminando otro
obstáculo señalado frecuentemente como importante
por el gobierno de Washington en su agenda del
conflicto con Cuba.11
Se abría, por tanto, una nueva etapa en las relaciones,
de la que podría esperarse una mayor cooperación entre
ambos países. Pero ello no sucedería. La administración
de George W. Bush estaba empeñada en la construcción
de «un nuevo orden mundial», en el cual no cabía
tolerancia para una Cuba socialista a noventa millas.
Desde el inicio, ante las insinuaciones de que la
exitosa negociación de los acuerdos de paz de África
suroccidental —que tuvo lugar durante la presidencia
de Ronald Reagan, en 1988— demostraba que podían
dialogarse otros temas con La Habana, el secretario de
Estado, James Baker, dejó clara la posición
estadounidense.
El 28 de marzo de 1989, cables de prensa dieron
a conocer la existencia de un «filtrado» memorando
del flamante canciller dirigido a todas las misiones en
América Latina y el Caribe, en el cual se cancelaba
cualquier posibilidad de mejorar los vínculos con Cuba.
El Memorando Baker especificaba que bajo Bush los
Estados Unidos no negociarían una normalización,
siquiera parcial, de las relaciones, y que con La Habana
solo se llevarían a cabo conversaciones que fueran de
interés para la seguridad nacional estadounidense,
siempre que no ofrecieran beneficio alguno a Cuba o
legitimaran a sus autoridades.12 Por otra parte, las
memorias del propio Presidente, escritas en conjunto
con su asesor de Seguridad Nacional, general Brent
Scowcroft, demuestran hasta qué punto, en los
intercambios con las autoridades moscovitas, figuró
prioritariamente presionar a la URSS para que pusiera
fin a la ayuda económica y militar a Cuba.13
Las presiones generadas por la diplomacia de
Washington en Moscú no podían ser interpretadas por
La Habana sino como un claro intento por afectar la
seguridad nacional de Cuba. Esto se puso especialmente
de manifiesto en 1991, cuando el presidente Mijaíl
Gorbachov anunció unilateralmente la retirada de todo
el personal militar soviético de la Isla, sin comunicación
previa al gobierno cubano.14
Además de la invasión de Panamá en diciembre de
1989, interpretada en La Habana como una amenaza
indirecta para la seguridad cubana, la administración
Bush llevó a cabo una serie de acciones que difícilmente
1990
Enero: Naves del ser vicio de Guardacostas
norteamericano intentaron abordar y dispararon, en
aguas internacionales, contra un barco mercante
arrendado por Cuba, alegando sospechas de
narcotráfico, lo que fue desmentido cuando
autoridades mexicanas inspeccionaron la nave.
Febrero: Cuestionado reiteradamente en ese sentido,
durante una visita al parlamento soviético en Moscú,
el propio secretario Baker se negó a descartar la
posibilidad de una invasión a Cuba por las fuerzas
armadas norteamericanas.
Marzo: En abierto desafío a las regulaciones y leyes
internacionales, la administración creó Televisión
Martí.
El vicepresidente Dan Quayle comentó
públicamente la posibilidad de establecer en Cuba
un grupo de resistencia clandestino similar a la
«contra» nicaragüense.
Mayo: Las fuerzas armadas norteamericanas realizaron
maniobras militares en el Caribe, incluido un
simulacro de invasión en costas puertorriqueñas, que
parecían prácticas para un eventual ataque a Cuba
(se trataba de «liberar» una isla en poder de un
dictador apellidado Ortsac).
1991
Mayo: Nuevas maniobras militares en el Caribe
e incremento del personal militar en Guantánamo
a causa de la afluencia de refugiados haitianos.
Mediados de año: Altos oficiales del Pentágono sugirieron
públicamente la posibilidad de llevar a cabo planes
de «intervención humanitaria» en Cuba.
Diciembre: Cuba descubrió un comando de terroristas
provenientes de los Estados Unidos que intentaba
infiltrarse en el país con armas y explosivos.16
La respuesta cubana a lo que percibía como
crecientes amenazas consistió en reforzar las medidas
defensivas —con el desarrollo de maniobras militares,
llamadas «Escudo Cubano», a finales de 1991. En otro
orden de cosas, el gobierno tomó medidas
extraordinarias con funcionarios militares que fueron
descubiertos cuando intentaban montar una operación
de tráfico de drogas entre Colombia y los Estados
Unidos, a través del territorio cubano. Estos hechos
fueron juzgados en la Causa Nº 1 de 1989 y resultaron
46
La seguridad nacional de Cuba frente a los Estados Unidos: conflicto y ¿cooperación?
en la ejecución de varios altos oficiales, entre ellos, un
general de división y un coronel. La dirigencia cubana
valoró de manera justa que tal proceder constituía una
amenaza a la seguridad nacional de Cuba, pues ofrecía
el casus belli que ciertos sectores estadounidenses
hubieran necesitado para exigir una invasión, como,
efectivamente, sucedió ese mismo año con Panamá.
Sumado al conjunto de amenazas tradicionales a la
seguridad nacional de Cuba, los años de la
administración de Bush padre coincidieron con el inicio
del momento económico más difícil que ha vivido la
sociedad cubana después del triunfo de la Revolución,
solo comparable con los duros años de la década de
los 60 cuando fuera implantado el bloqueo económico,
comercial y financiero total por la administración de
John F. Kennedy, y comenzó a surtir efecto sobre una
economía hasta entonces totalmente subordinada a la
de los Estados Unidos. En ese contexto, cobran su real
significado las presiones a la URSS para que cesara sus
relaciones económicas preferenciales con Cuba.
Esto llevó también a las autoridades cubanas a tomar
medidas extraordinarias que se han conocido como
Período especial en tiempos de paz, haciendo alusión
a los planes de contingencia adoptados antes de 1989
para enfrentar situaciones de guerra. Según la lógica
argumentativa de Buzan, Weaver y De Wilde en torno
al uso de la noción de seguridad, Cuba enfrentó en
1989-1995 una situación de «amenaza existencial» que
la condujo a tomar «medidas extraordinarias».17 El
último acto significativo de la administración de George
H. W. Bush con respecto a Cuba, la aprobación de la
Ley Torricelli en 1992, constituyó una nueva amenaza
contra la seguridad del país porque vedó el comercio
de subsidiarias de empresas norteamericanas en terceros
países con la Isla, e implantó una medida punitiva contra
la navegación marítima al prohibir durante seis meses
el ingreso a puertos estadounidenses de cualquier navío
que hubiera recalado en puertos cubanos.
La Ley Torricelli, al incorporar a su texto las que
fueron calificadas como medidas de acercamiento a la
población cubana, bajo el presuntuoso título de Carril
II, puso de manifiesto un modus operandi ya conocido en
la política estadounidense hacia Cuba: combinar la
presión económica contra el gobierno (el palo) con
aparentes beneficios para la sociedad (la zanahoria),
con el objetivo de fomentar la subversión y/o
desestabilización del sistema político. Este proceder
implica una contradicción insalvable: convencer al
pueblo cubano de la conveniencia de derrocar a su
actual gobierno
a fin de obtener los parabienes de
una relación normal con los Estados Unidos.
Fue en estas circunstancias y ya bajo la administración
de William Clinton que, entre 1994 y 1996, una serie de
acontecimientos tensionó las relaciones de seguridad
hasta tal punto que pudo provocar un conflicto militar.
Me refiero a la llamada Crisis de los Balseros, en el
verano de 1994, y el derribo de dos avionetas de la
organización contrarrevolucionaria Hermanos al Rescate
(HAR), establecida en Miami, en febrero de 1996.
La Crisis de los Balseros tuvo como causa principal
la Ley de Ajuste Cubano de 1966, que permite
a cualquier ciudadano cubano que entre en los Estados
Unidos, aunque lo haga de manera ilegal, ser admitido
«bajo palabra» hasta cumplido un año, momento en
que automáticamente recibe la residencia permanente,
un privilegio exclusivo, no otorgado a ningún otro
extranjero. Es incuestionable que tal política ha
favorecido la emigración ilegal y continúa haciéndolo.
Esta ley estuvo en el fondo de la crisis migratoria de
Mariel, en 1980. En las críticas circunstancias de 1994
el gobierno cubano enfrentó un dilema sumamente
complejo: si impedía las salidas ilegales, cada vez más
numerosas, era criticado; si no, podría provocar una
situación incontrolable que posiblemente desembocaría
en un conflicto armado. Las circunstancias se tornaron
particularmente difíciles en ese verano, y el gobierno
decidió abrir las puertas y no interferir con las salidas
ilegales.18
Enfrentado a una situación igualmente difícil y en
medio de otra crisis migratoria relacionada con la salida
de miles de ciudadanos haitianos —que no gozaban
de una Ley de Ajuste, pero se sentían impelidos por el
golpe militar contra el gobierno de Jean-Bertrand
Aristide—, la administración de William Clinton, no
sin cierta reticencia,19 optó por negociar una serie de
acuerdos migratorios con Cuba. Estos, los primeros
de importancia firmados entre ambos países después
de 1959, tuvieron varios efectos:
1. Fomentaron la cooperación entre Tropas
Guardafronteras, de Cuba, y el servicio de
Guardacostas estadounidense. Ambos cuerpos
de seguridad habían cooperado anteriormente, pero
ahora se traspasaba el umbral de lo informal
adentrándose en lo institucional, para garantizar que
los emigrantes ilegales interceptados en alta mar por
Guardacostas fueran entregados formalmente a su
contraparte cubana. Se inauguró así lo que se ha
llamado la política de «pies secos-pies mojados».
2. Debido a que durante la crisis —y hasta el momento
en que se firmaron los acuerdos— la administración
Clinton decidió enviar algunos emigrantes al
territorio de la base naval de Guantánamo, donde
estableció un campamento de refugiados, fue
necesario establecer una cooperación entre las
autoridades militares a ambos lados de la línea de
demarcación. Esta colaboración se ha ido
expandiendo.
47
Carlos Alzugaray Treto
Existe una contradicción estructural, en materia de
seguridad, entre las medidas de confianza mutua en las zonas
de peligro de conflicto armado y el pragmatismo con que
ambas partes han actuado en temas tan sensibles como el
migratorio, de un lado, y la manifiesta hostilidad
estadounidense al régimen social, económico y político que
prevalece en Cuba desde hace cincuenta años.
Y le advertimos, se lo hicimos saber en términos pacíficos,
realmente, en términos razonables, que, por favor, hiciera
lo posible por evitar esos vuelos, y prometió evitar los
vuelos. No quiso, o no pudo cumplir. Él sabe bien cómo
es la historia de esas avionetas y el esfuerzo que nosotros
hicimos por evitar un incidente, con mucha más razón en
pleno período electoral, cuando cualquier cosa podía servir
de materia prima para involucrar a Cuba en su campaña
política.20
3. Los acuerdos migratorios formalizaron la celebración
de encuentros semestrales entre altos funcionarios
diplomáticos de ambas partes con el propósito de
monitorear su cumplimiento. Esto permitió mantener
un canal de comunicación que muchas veces trascendió
lo meramente migratorio, hasta que el presidente
George W. Bush suspendiera los encuentros en 2006.
El otro incidente aleccionador para dichas relaciones
fue el derribo de dos avionetas de la organización
contrarrevolucionaria Hermanos al Rescate, el 24 de
febrero de 1996. Este lamentable acontecimiento tuvo
sus orígenes en las maniobras provocadoras de los
pilotos de la organización, encabezados por José
Basulto, un cubanoamericano que sirvió como agente
de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en la década
de los 60.
A medida que la Crisis de los Balseros fue
agudizándose, aviones de HAR comenzaron a sobrevolar
el Estrecho de la Florida con el alegado propósito de
brindar ayuda humanitaria a los improvisados navegantes.
Sin embargo, al firmarse
los acuerdos migratorios y
comenzar a reducirse el número de emigrantes ilegales
que se lanzaban al aventurado cruce para clasificar dentro
de la Ley de Ajuste Cubano, Basulto y sus seguidores
empezaron a penetrar ilegalmente en territorio cubano y
a efectuar provocaciones como el lanzamiento de
octavillas sobre la ciudad de La Habana. Tales acciones,
violatorias de leyes internacionales y cubanas, implicaban
también la transgresión de regulaciones de la Agencia de
Aviación Civil de los Estados Unidos, ya que falseaban
los planes de vuelos, para obtener permisos de salida.
Según se confirmó por distintas fuentes —incluso
por Richard Nuccio, funcionario para Cuba en la oficina
del asesor de Seguridad Nacional del presidente
Clinton—, el asunto fue tratado por la vía diplomática
por ambos gobiernos, y el cubano insistió en que debía
ponerse fin a estos vuelos o, de lo contrario, tomaría
medidas que se correspondieran con las regulaciones
vigentes y con sus competencias en el mantenimiento de
la seguridad internacional de vuelos. El presidente Fidel
Castro explicó este intercambio, al acusar personalmente
al presidente Clinton de no haber actuado:
Jorge I. Domínguez ha recordado cuán cerca
estuvieron Cuba y los Estados Unidos de un conflicto
militar a causa de este acontecimiento, inducido por la
provocadora irresponsabilidad de sujetos sociales no
estatales que realizaron acciones cuasi-terroristas, y por
la negligente complacencia del aparato gubernamental
norteamericano.
Por primera vez desde la crisis de los misiles en 1962, un
presidente de los Estados Unidos contemplaba dar órdenes
a las fuerzas armadas norteamericanas para iniciar una acción
militar contra Cuba (entrevistas confidenciales en
Washington D.C., 1996). Hubo varias opciones militares
que implicaban diversas formas de represalia. El presidente
decidió en contra de todas ellas pero, en su lugar, acordó
aceptar la Ley Helms-Burton.21
La Ley Helms-Burton, por su naturaleza y
contenido, constituye una codificación de la mayor parte
de los elementos de la política de «cambio de régimen»
que los Estados Unidos han seguido contra Cuba desde
el principio de la Revolución.
Entre las notas positivas de los dos períodos de la
administración Clinton debe mencionarse la ejecución
de una operación antinarcotráfico organizada
conjuntamente por los cuerpos policiales de ambos
países; las positivas declaraciones del general Barry
McCaffrey, jefe de la Oficina de Control de Drogas
de la Casa Blanca, sobre la necesidad de cooperar con
Cuba; la expansión de la colaboración entre
Guardacostas y Guardafronteras para evitar nuevos
incidentes violentos en la frontera marítima; y la
ampliación de los contactos y la coordinación entre los
mandos militares en la zona de Guantánamo. 22
Sin embargo, antes de que Clinton pasara la silla
presidencial a su sucesor, George W. Bush, tuvieron
lugar varios incidentes relacionados con el terrorismo
48
La seguridad nacional de Cuba frente a los Estados Unidos: conflicto y ¿cooperación?
posteriormente modificada por el pleno de dicho
Tribunal. En el verano de 2009, el Tribunal Supremo
no aceptó analizar el caso, que ha quedado en el limbo
después de cortas reducciones de sus condenas.25
Lo que ha complicado las cosas es que Luis Posada
Carriles y sus cómplices fueron indultados por la
presidenta de Panamá en 2005 y enviados a un lugar
desconocido de Centroamérica, desde donde el
terrorista confeso entró ilegalmente en territorio
estadounidense. Se encuentra hoy en libertad condicional
en la ciudad de Miami, donde goza del apoyo de los
elementos ultraderechistas de la emigración
cubanoamericana. El gobierno de los Estados Unidos
se ha mostrado remiso a buscar su procesamiento y
a la presentación de las pruebas que posee en su contra,
así como a extraditarlo a Venezuela, donde es requerido
por la justicia después de su escandalosa fuga.
En materia de seguridad tradicional, bajo la
administración de George W. Bush hubo solo un
momento de amenaza real en 2003. Vista desde La
Habana, la victoria inicial de las fuerzas armadas
estadounidenses en Iraq en la primavera de ese año
solo podía tener una repercusión negativa para Cuba.
Miami fue la única ciudad en el mundo donde
ocurrieron manifestaciones de apoyo al curso de acción
adoptado por Washington, y se llegó a sugerir que,
después de Saddam Hussein, le tocaba el turno a Castro.
Es evidente que el asunto pasó por la mente del
presidente y de sus colaboradores. Así parece
confirmarlo Bob Woodward, el estelar reportero del
Washington Post, en la tercera parte de su crónica sobre
la guerra. Según este relato, el propio Presidente le dijo
al general Jay Garner que después de Iraq podía aspirar
a ejercer un papel similar: jefe del gobierno militar de
ocupación en Cuba, cuando llegara el momento.26
Otra iniciativa de esa administración, que pareció
apuntar en la dirección de un posible conflicto armado,
aunque con mucha menos urgencia, fue la creación de
una Comisión para la Ayuda a una Cuba Libre, que
emitió dos voluminosos informes en 2004 y 2006.
Estos trascendían la amenaza tradicional y, por su
envergadura, reforzaron la percepción de que los
Estados Unidos seguían implacablemente comprometidos
con una política de cambio de sistema político en Cuba.
En consonancia, se creó el cargo de coordinador de la
transición cubana en el Departamento de Estado, al
que se le asignaron fondos para fomentar el «cambio
de régimen» en la Isla.
No obstante, las medidas de confianza mutua en
Guantánamo y la frontera marítima del Estrecho de la
Florida siguieron consolidándose. También se mantuvo
la cooperación entre Guardacostas y Guardafronteras,
en cumplimiento de los acuerdos migratorios; aunque
se suspendieron las conversaciones para monitorearlos.
que han enturbiado las relaciones mutuas en materia de
seguridad, y aún tienen el potencial para seguirlas
complicando si ambas partes no buscan su solución,
ya sea unilateralmente o por la vía negociada.
En 1999, hubo evidencias de un incremento en la
actividad terrorista dirigida contra Cuba desde territorio
estadounidense. Después de una denuncia del presidente
Fidel Castro, las autoridades policiales de Panamá
arrestaron a Luis Posada Carriles y a varios terroristas
cubanoamericanos, quienes se encontraban en ese país
con el propósito de realizar un atentado contra la vida
del mandatario durante la Cumbre Iberoamericana de
Jefes de Estado y de gobierno.
Posada Carriles tiene una larga hoja de servicios para
las agencias de inteligencia norteamericanas, en la que
se incluye su participación en las acciones conocidas
como el caso Irán-Contra, y la «guerra sucia» contra
Nicaragua. Fue el autor intelectual de la voladura en
pleno vuelo de un avión de pasajeros de Cubana de
Aviación, entre Barbados y La Habana, en octubre de
1976, su más notorio acto criminal.23 Está reclamado
por la justicia de varios países de la región y se fugó de
una cárcel venezolana. En 1999 organizó varios
atentados terroristas contra hoteles en La Habana, uno
de los cuales provocó la muerte de un turista italiano.
De ahí que se haya ganado el sobrenombre de «Bin
Laden latinoamericano».
Un año antes, en septiembre de 1998, cinco jóvenes
cubanos fueron detenidos por agentes del Buró Federal
de Investigaciones (FBI) en Miami, y acusados de
realizar actos de espionaje contra los Estados Unidos y
a favor del gobierno de La Habana. Fueron mantenidos
33 meses en prisión sin fianza y, finalmente, se les sometió
a juicio en 2001, en la propia ciudad donde vive la
mayor concentración de ciudadanos de origen cubano
en ese país. Como se demostró en las vistas, los
acusados no buscaron ni obtuvieron información que
perjudicara la seguridad nacional estadounidense. Sin
embargo, reconocieron que trabajaban para el gobierno
cubano y que tenían la misión de buscar información
que permitiera la neutralización de futuros actos
terroristas contra Cuba. Pero el clima hostil a Cuba
prevaleciente en Miami motivó que se les condenara a
largas penas de prisión, cadenas perpetuas en dos de
los casos.24
Fue bajo la administración de George W. Bush que
se produjo el juicio y condena de los cinco cubanos,
conocidos en su país como los «Cinco Héroes» y en
los Estados Unidos como los «Miami 5» o «Cuban 5».
También fue durante esa administración que tuvieron
lugar varias apelaciones, que inicialmente parecieron
tener éxito cuando un panel del Tribunal de
Apelaciones de Atlanta (11º Circuito) decidió revocar
las condenas y ordenar un nuevo juicio, acción que fue
49
Carlos Alzugaray Treto
Por la parte cubana, ha habido más de un gesto
aperturista en materia de seguridad. En septiembre de
2001, Cuba ofreció ayuda médica y abrió sus
aeropuertos a las aeronaves norteamericanas. También
brindó asistencia sanitaria para contribuir a restañar los
daños causados por el huracán Katrina en 2005. Otro
gesto significativo tuvo lugar en 2001, cuando no puso
objeciones al traslado a la base naval de Guantánamo
de los prisioneros de guerra detenidos por los Estados
Unidos en Afganistán, y ofreció su colaboración en
caso de ser necesaria.
«cambio de gobierno». Han ocurrido crisis migratorias
en 1965, 1980 y 1994. Su causa fundamental fue la
política norteamericana de estimular la emigración ilegal
desde Cuba, consolidada después de la aprobación de
la Ley de Ajuste Cubano en 1966. Luego de varios
intentos fallidos, ambos países firmaron finalmente en
1994 y 1995 sendos Acuerdos migratorios que
establecen el otorgamiento anual de veinte mil visas de
inmigrantes permanentes, a ciudadanos cubanos. El
objetivo es permitir un flujo migratorio regular, legal y
controlado por ambos gobiernos. Bajo este acuerdo,
las Tropas Guardafronteras cubanas y su homólogo
estadounidense, el servicio de Guardacostas, cooperan
y han contribuido a la navegación segura en el Estrecho
de la Florida. Sin embargo, la negativa de Washington
a suspender o repudiar la Ley de Ajuste Cubano
dificulta la efectiva aplicación de los Acuerdos.
Terrorismo. Cuba ha sido el blanco de organizaciones
terroristas que han tenido lazos cercanos con el gobierno
de los Estados Unidos, debido a los años en que la
CIA promovió acciones encubiertas contra la Isla. Los
actos más recientes fueron bombas en hoteles de La
Habana, en 1999, dos años antes del ataque contra las
Torres Gemelas y el Pentágono. El hombre detrás de
ellos es Luis Posada Carriles. Este connotado terrorista,
quien aún no ha sido procesado en los Estados Unidos
por sus crímenes, representa un espinoso problema para
las relaciones de seguridad pues mina la credibilidad
de cualquier medida estadounidense respecto a ese
flagelo.
Cuba ha intentado detener estas acciones y ha
enviado agentes para penetrar a los grupos terroristas
en territorio norteamericano. Aun cuando las
autoridades estaban al tanto de estas actividades y
aparentemente las dejaron continuar durante varios años,
ya que algunos de los agentes cooperaron con agencias
estadounidenses de aplicación de la ley, estos fueron
arrestados y condenados a largas penas de cárcel.
Inexplicablemente, los Estados Unidos continúan
poniendo a Cuba en la lista de países promotores del
terrorismo, aunque la casi totalidad de los especialistas
en la materia consideran que no hay evidencia alguna
para tal acusación.27
Tráfico de drogas. Existe cooperación puntual, pero
no formalmente institucional en este terreno, a pesar
de que Cuba ha presentado varias propuestas al
respecto. Se sabe que agencias policiales y autoridades
estadounidenses han defendido la idea de un acuerdo
formal que sería mucho más efectivo. Hubo intentos
en el pasado de acusar a la Isla de vinculación con el
narcotráfico, pero han resultado fallidos. La mayor parte
de los especialistas estima que esta tiene mecanismos
eficientes de lucha contra el narcotráfico.
Situación actual
Seguridad tradicional. Hostilidad, asimetría y cercanía
hacen necesario que Cuba desarrolle y mantenga una
estrategia disuasoria que se ha venido desarrollando
a lo largo de los años y requiere unas fuerzas armadas
pequeñas, pero bien entrenadas. Con muy poca
advertencia previa, los Estados Unidos tienen la
capacidad de atacar a Cuba y ocupar una parte del
país. La respuesta cubana ha sido la de proclamar y
garantizar abiertamente que el costo de tal acción sería
insostenible a largo plazo aunque se obtengan éxitos
iniciales. Lo sucedido en Iraq confirma el acierto de la
estrategia cubana de Guerra de todo el pueblo. Al
propio tiempo, el gobierno cubano ha llevado a cabo
un programa de medidas de confianza mutua en todos
los sectores de posible conflicto. Esta política ha dado
resultados.
Guantánamo. Aunque Cuba ha reiterado en varias
ocasiones que considera ilegal el tratado por el cual se
estableció una base naval estadounidense en
Guantánamo, también ha insistido en que buscará la
devolución de ese territorio por la vía de una
negociación diplomática más amplia. En consecuencia,
La Habana no ha cobrado los cheques que emite el
gobierno de los Estados Unidos para «pagar» el
arrendamiento de ese territorio. En un reciente debate
sobre los detenidos allí, en el marco de la guerra global
contra el terrorismo, Washington ha reconocido que
Cuba es el verdadero poder soberano sobre el
territorio. Ambos países han establecido medidas de
confianza mutua en la zona que rodea la base, y
conducido incluso maniobras de entrenamiento
conjunto para casos de desastres naturales: incendios,
huracanes, pandemias, etc.
Migraciones. Este es uno de los temas más conflictivos
de la relación en materia de seguridad. Cuba ha sido
tradicionalmente una fuente de emigrantes hacia los
Estados Unidos. Después del triunfo de la Revolución,
Washington utilizó el tema migratorio como un
instrumento más de su política desestabilizadora de
50
La seguridad nacional de Cuba frente a los Estados Unidos: conflicto y ¿cooperación?
Esto tiene importancia para los Estados Unidos, que
puede obstaculizar o facilitar ese proceso, aunque no
impedirlo.
Medio ambiente y desastres naturales. Existe colaboración
limitada e insuficiente entre las autoridades
meteorológicas de ambos países. El bloqueo y la
ausencia de una relación normal entorpecen la búsqueda
y establecimiento de nuevos espacios de colaboración.
La reciente crisis humanitaria en Haití demuestra el
potencial existente para la cooperación, pero también
las dificultades para establecerla. No se ha confirmado
aún públicamente, pero ambas partes han comenzado
un proceso de negociaciones con la finalidad de para
establecer vínculos de cooperación con ese país.
Seguridad hemisférica. Hasta ahora, Cuba no ha
participado en los actuales mecanismos de seguridad
hemisférica. Se ha alineado con los países que critican a
los Estados Unidos por la restauración de la Cuarta
Flota, el acuerdo con Colombia para ubicar siete
instalaciones militares en su territorio, el golpe de Estado
en Honduras y la presencia de miles de tropas
norteamericanas en Haití. Sin embargo, al momento
de redactar estas líneas, se abre una ventana de
cooperación, ya que la próxima reunión de Jefes
de Ejércitos de las Américas tendrá lugar en Bolivia,
uno de los principales aliados de Cuba en la región. En
esas reuniones participan países igualmente críticos de
las más recientes decisiones estadounidenses en materia
de seguridad continental. La Paz parece interesada en
promover la presencia de representantes de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias, pero se abren dos
interrogantes: ¿podrá superar la oposición de los
Estados Unidos?, ¿cómo reaccionaría La Habana ante
una invitación de ese tipo?
Estabilidad y seguridad económico-política. Durante años,
los Estados Unidos han llevado a cabo una política
contra Cuba que tiene sobrados elementos de
subversión y desestabilización: sanciones económicas
para producir «hambre, desesperación y el
derrocamiento del gobierno»; financiamiento y
entrenamiento de la oposición; campañas mediáticas
a través de estaciones como Radio Martí o TV Martí;
etc. Esta política no ha logrado derrocar al gobierno ni
desestabilizar al país.
La estabilidad de Cuba —algo que debiera interesar
a un vecino tan poderoso como los Estados Unidos—
ha sido preservada gracias a las políticas emprendidas.
Pero las autoridades de la Isla han reconocido que es
posible que la Revolución sea destruida desde dentro.
Esto introduce un elemento importante en la política
de seguridad nacional cubana y abre interrogantes para
Washington. El gobierno cubano se encuentra en un
proceso de rediseño de su modelo económico, lo que
inevitablemente traerá consecuencias políticas. Quiérase
o no, todo ello tendrá influencia en la capacidad de
Cuba de mantener la estabilidad y cohesión de su
sociedad, o sea, en su política de seguridad nacional.
A manera de conclusión (escenarios de futuro)
En el período histórico previo al objeto de este
análisis, se conformaron dos visiones contrapuestas.
Para los gobernantes y la mayoría del pueblo cubano
existe la de los Estados Unidos como una amenaza
permanente y poderosa a la seguridad nacional. Para
los gobernantes y las élites estadounidenses y una buena
parte del pueblo norteamericano, la de Cuba como un
pequeño país capaz de poner en peligro intereses
legítimos de los Estados Unidos, tanto por su alianza
con potencias extra-continentales (verbigracia, la Unión
Soviética), su ejemplo y atracción para otros países de
América Latina, como por su política internacionalista,
que la llevó a participar activamente en el apoyo a los
procesos de liberación de África desde Argelia hasta
Sudáfrica.
La Guerra fría dejó como herencia una relación de
seguridad compleja y, por lo general, conflictiva y
potencialmente explosiva. Esa agenda se ha mantenido
en el período posterior, en el que ha prevalecido una
dinámica marcada por la continuidad de la política
multicarriles de Washington con vistas a producir un
«cambio de régimen» en Cuba y a contener el ejemplo
cubano en la región; y por una respuesta cubana
consecuente, al enfatizar una resistencia intransigente,
pero realista, y una disposición a buscar cualquier
posibilidad de normalización a partir del respeto a su
soberanía y autodeterminación. Ello ha abierto
posibilidades de cooperación limitada en distintas esferas
de seguridad.
El potencial para un conflicto armado surge de la
existencia de dos fronteras entre países que han sido
mutuamente hostiles en los últimos cincuenta años. La
marítima, que corre a lo largo del Estrecho de la Florida
y llega a ser tan cercana como 145 kilómetros, distancia
que puede ser recorrida por un avión de retropropulsión
en cuestión de minutos. La terrestre, que separa
directamente un perímetro defensivo cubano de tropas
norteamericanas en la base naval de Guantánamo,
territorio ocupado por los Estados Unidos desde hace
más de cien años según un tratado sobre el cual la parte
cubana argumenta, con sobradas razones, que carece
de legitimidad.
El hecho más importante es que ambas naciones
están lo suficientemente cercanas como para tener
problemas de seguridad comunes (fronteras, terrorismo,
migraciones, medio ambiente, desastres naturales,
narcotráfico), pero la naturaleza hostil de la actitud de
51
Carlos Alzugaray Treto
de oportunidades que muy bien permitiría la entrada de
nuevos aires más apacibles y cooperativos.
los Estados Unidos hacia una Cuba independiente, unida
a la enorme asimetría en los recursos de poder duro,
imponen a La Habana actuar cautelosamente en todos
estos temas. No obstante, en condiciones de normalidad
las posibilidades de cooperación serían amplias.
En términos de amenazas tradicionales a la
seguridad han existido síntomas evidentes de que ambas
partes prefieren apegarse a un régimen de estabilidad.
Tanto en la frontera marítima como en la terrestre se
han consolidado medidas de confianza mutua que
propician modos de cooperación entre las fuerzas
armadas de los dos países, incluyendo las presentes entre
las Tropas Guardafronteras de Cuba y los Guardacostas
de los Estados Unidos.
El acuerdo fronterizo firmado durante la
administración Carter resultó fortalecido por el Acuerdo
migratorio de 1995. Ambos gobiernos lo respetan y
aplican. Los Estados Unidos han impedido que grupos
hostiles a Cuba en Miami desarrollen provocaciones
en la zona fronteriza, sobre todo después del derribo
de las avionetas de Hermanos al Rescate en 1996.
Sin embargo, existe una contradicción estructural,
en materia de seguridad, entre las medidas de confianza
mutua en las zonas de peligro de conflicto armado y el
pragmatismo con que ambas partes han actuado en
temas tan sensibles como el migratorio y la manifiesta
hostilidad estadounidense al régimen social, económico
y político que prevalece en Cuba desde hace cincuenta
años. Si bien es posible ampliar la colaboración en áreas
como la lucha contra el narcotráfico, la contradicción
estructural apuntada constituye un obstáculo que
entorpece un avance mayor sobre todo en temas como
la lucha contra el terrorismo.
La condición asimétrica de la relación cercana entre
ambos países hace difícil superar el obstáculo sin apelar
a medidas más audaces. Para los Estados Unidos, la
búsqueda de una cooperación más amplia con Cuba en
materia de seguridad no es un asunto de alta prioridad.
Tampoco parece serlo dar los pasos necesarios para
modificar el estado actual de las relaciones, reducir el
conflicto y avanzar en la cooperación.
Sin embargo, no es así para Cuba. La relación con
los Estados Unidos es de de alta prioridad. Normalizarla
es un objetivo estratégico alcanzable.
Al igual que Cuba tomó la decisión de buscar su
invulnerabilidad militar y lo ha logrado en condiciones
sumamente difíciles, el propósito central de toda la
política cubana en un futuro pasa por garantizar su
invulnerabilidad económica y política. En ese contexto,
alcanzar una normalidad no exenta de conflictos en la
relación con los Estados Unidos, sin constituir una meta
imprescindible, resulta un fin deseable. Superados los
peores momentos en esos vínculos después de la salida de
escena de la administración Bush, se abre una ventana
Notas
1. Se trata, por supuesto, del período en que James Carter fue
presidente de los Estados Unidos. Al respecto, pueden consultarse:
Luis Mesa del Monte, «La Administración Carter (1976-1980)», en
Instituto Superior de Relaciones Internacionales, De Eisenhower a
Reagan: la política de los Estados Unidos contra la Revolución cubana,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987, pp. 237-90; y Lars
Schoultz, «Reconciliation and Estrangement: The Carter Years»,
That Infernal Little Cuban Republic: the United States and the Cuban
Revolution, The University of North Carolina Press, Chapel Hill,
2009, pp. 291-361.
2. Rafael Hernández, «El problema de la “solución del conflicto”
entre los Estados Unidos y Cuba», Otra guerra. Ensayos cubanos sobre
estrategia y seguridad internacional, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1999, pp. 122-48. También he especulado sobre este tema
en «Is Normalization Possible in Cuban-U.S. Relations after 100
Years of History?», ponencia presentada en el Congreso de la
Asociación de Estudios Internacionales de Washington, 16-20 de
febrero de 1999, y en un seminario en el Centro Robert Schuman
del Instituto Universitario Europeo de Florencia, el 7 de marzo del
2000 [inédita].
3. Carlos Alzugaray, «La política de los Estados Unidos hacia Cuba
durante la segunda administración Bush: continuidad y cambio», en
Víctor López Villafañe y Soraya Castro Mariño, coords., Estados
Unidos-América Latina. Los nuevos desafíos: ¿Unión o desunión?, Joralé
Editores y Orfila, México, DF, 2007, pp. 189-90.
4. Brantly Womack, «Asymmetry and Systemic Misperception: China,
Vietnam and Cambodia during the 1970s», The Journal of Strategic
Studies, v. 26, n. 2, Londres, junio de 2003, p. 116.
5. Rafael Hernández, «Cuba y la seguridad en el Caribe», Otra guerra.
Ensayos cubanos..., ob. cit., pp. 70-97.
6. Louis A. Pérez, Jr., Cuba in the American Imagination: Metaphor and
the Imperial Ethos, The University of North Carolina Press, Chapel
Hill, 2009, p. 1.
7. Para los autores de este texto (ver nota 8), los «ensanchadores»
(wideners en inglés) son aquellos especialistas que proponen ampliar
los estudios de seguridad a tópicos provenientes de los sectores
económicos, ambientales y sociales. A los efectos de este trabajo, es
el concepto que permite extender la cooperación puntual a temas
como huracanes, cambio climático o un derrame de petróleo en el
Golfo de México, lo que resulta importante para vecinos cercanos
como Cuba y los Estados Unidos.
8. Barry Buzan, Ole Waever y Jaap de Wilde, Security: A New
Framework for Analysis, 1998, Lynne Rienner Publishers, Boulder,
p. 1.
9. Ya he tratado los temas más amplios en varios textos: «La seguridad
nacional de Cuba y el diferendo con los Estados Unidos», Estudios
e Investigaciones del ISRI, n. 18, Instituto Superior de Relaciones
Internacionales Raúl Roa García, La Habana, 1988 y su traducción
al inglés, «Problems of National Security in the Cuba-U.S. Historic
Breach», en Jorge I. Domínguez y Rafael Hernández, comps., U.S.Cuban Relations in the 1990s, Westview Press, Boulder, 1989;
«Dinámica de la seguridad nacional y regional en la Cuenca del
Caribe», en Sistemas políticos: poder y sociedad (estudios de casos en América
Latina), Recopilación de ponencias del XVIII Congreso de
52
La seguridad nacional de Cuba frente a los Estados Unidos: conflicto y ¿cooperación?
Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS), Nueva
Sociedad, Caracas, 1992; y «Cuban Security in the Post-Cold War
World: Old and New Challenges and Opportunities», en Archibald
R. M. Ritter y John M. Kirk, comps., Cuba in the International System:
Normalization and Integration, Macmillan Press, Londres, 1995.
18. Para una interpretación alternativa muy interesante, véase Jorge
I. Domínguez, «¿Cooperando con el enemigo? Las políticas de
inmigración de los Estados Unidos hacia Cuba», La política exterior
de Cuba (1962-2009), Editorial Colibrí, Madrid, 2009, pp. 491-566.
19. Lars Schoultz, ob. cit., pp. 469 y ss.
10. Barry Buzan, Ole Weaver y Jaap de Wilde, ob. cit., p. 21.
20. Fidel Castro Ruz, «Discurso en la clausura del Congreso
Pedagogía 97 (Teatro Carlos Marx, 7 de febrero de 1997)», disponible
en www.cuba.cu.
11. Para una descripción y análisis de lo que los Estados Unidos
consideraron como principales amenazas provenientes de Cuba
a finales de la Guerra fría, véase Gregory F. Treverton, «Cuba in
U.S. Security Perspective», en Jorge I. Domínguez y Rafael
Hernández, ob. cit., pp. 63-84.
21. Jorge I. Domínguez, «Las relaciones cubano-norteamericanas:
de la Guerra fría a la guerra más fría», La política exterior..., ob. cit.,
pp. 448-9.
12. René Mujica Cantelar (entonces segundo jefe de la Sección de
Intereses de Cuba en Washington), «El futuro de las relaciones
Cuba-Estados Unidos: una visión cubana sobre la perspectiva de
Washington», Cuadernos de Nuestra América, v. VII, n. 15, La Habana,
julio-diciembre de 1990, pp. 214-5, y su versión en inglés «The
Future of Cuban-US Relations: A Cuban View», en H. Michael
Erisman y John M. Kirk, Cuban Foreign Policy Confronts a New
International Order, Lynne Rienner Publishers, Boulder, 1991, p. 68.
22. Véase Jorge I. Domínguez, «La política de los Estados Unidos
hacia Cuba durante la segunda presidencia Clinton», La política
exterior..., ob. cit., pp. 459-86.
23. Es considerado el primer ataque terrorista contra un avión civil
en el hemisferio occidental.
24. Uno de ellos, Gerardo Hernández Nordelo, fue condenado
a dos cadenas perpetuas consecutivas.
13. George Bush y Brent Scowcroft, A World Transformed, Vintage
Books, Nueva York, 1989, pp. 134-5, 155, 163, 165, 223, 273,
287, 507, 509, 530, 533 y 547.
25. El caso ha sido objeto de amplios reportajes en la prensa nacional
e internacional.
26. Bob Woodward, State of Denial: Bush at War, Part III, Simon &
Schuster, Nueva York, 2006, p. 224.
14. La prontitud con que Mijaíl Gorbachov cedió ante las
representaciones de James Baker está relatada en Lars Schoultz,
ob. cit., p. 429.
27. Véase Wayne Smith y Anya Landau, Keeping Things in Perspective:
Cuba and the Question of International Terrorism, Center for International
Policy, Washington, DC, 20 de noviembre de 2001.
15. Memorias personales del autor, a la sazón funcionario de la
Dirección de América del Norte de la Cancillería cubana.
16. Gilliam Gunn, Cuba in Transition: Options for U.S. Policy, The
Twentieth Century Fund Press, Nueva York, 1993, pp. 19-20.
17. Barry Buzan, Ole Weaver y Jaap de Wilde, ob. cit., p. 21.
©
53
, 2010
no. 62-63: 54-58, abril-septiembre de 2010.
Peter Kornbluh
El terr
orismo
terrorismo
y el acuer
do anti-secuestr
os
acuerdo
anti-secuestros
en las r
elaciones de Cuba
relaciones
con los Estados Unidos
Peter Kornbluh
Investigador. National Security Archive, Washington, DC.
E
Tal como lo hizo la del año pasado, ya ha indicado que
añadirá a Cuba, tal como ha sucedido desde 1982,
cuando la administración Reagan decidió hacerlo como
vía para equiparar el apoyo a la revolución con el apoyo
al terrorismo, y para castigar al gobierno de Castro
por respaldar a los sandinistas en Nicaragua y al FMLN
en El Salvador. «Cuba permanece en la lista», advirtió
el Departamento de Estado a los miembros del
Congreso en un carta fechada el 28 de diciembre de
2009, «porque el gobierno cubano sigue cobijando a
miembros de organizaciones terroristas extranjeras
dentro de su territorio», en referencia a militantes de la
organización vasca ETA, y del ELN y las FARC de
Colombia que viven en Cuba.1 Lo que no dice es que
el gobierno español solicitó —y de hecho firmó un
acuerdo con Cuba— que se recibiese a los miembros
de la ETA en 1984, y el presidente Álvaro Uribe aceptó
esa presencia y pidió a Cuba que ayudara en la
mediación del conflicto guerrillero en curso.
El gobierno norteamericano también ha acusado
a Cuba de «oponerse a la política de contra-terrorismo
de los Estados Unidos». Pero el expediente histórico
demuestra que el gobierno cubano se ha esforzado por
l 25 de marzo de 2010, la infame figura de Luis
Posada Carriles apareció públicamente en las calles
de Miami durante una marcha de protesta contra Cuba.
Al participar abiertamente en la demostración y
conversar con los reporteros, la muy publicitada
presencia de Posada recordó a la comunidad
internacional que los Estados Unidos han brindado
santuario —en vez de aplicarle justicia— a uno de los
más renombrados terroristas internacionales de su era:
un fugitivo buscado por la Interpol, alguien que admitió
haber saboteado con bombas hoteles y discotecas en
La Habana, y al que la comunidad de inteligencia
norteamericana ha identificado como el responsable
por la destrucción en el aire del vuelo 455 de Cubana
de Aviación en octubre de 1976, en el que perecieron
setenta y tres personas.
La presencia abierta de Posada en los Estados Unidos
socava la credibilidad de la lista confeccionada por el
Departamento de Estado sobre los «patrocinadores
estatales del terrorismo» que se publica todos los años.
Este ensayo se basa en el libro Hablando con Fidel: la historia ignorada
del diálogo entre Cuba y los Estados Unidos (en coautoría con William
LeoGrande), de próxima aparición.
54
El terrorismo y el acuerdo anti-secuestros en las relaciones de Cuba con los Estados Unidos
un retorno a los inicios del decenio de 1960-1969,
cuando el asunto del terrorismo en los cielos se convirtió
en primerísima parte de las relaciones de La Habana
con Washington, para apoyar e incluso auspiciar
medidas que desalentaran las actividades terroristas. Hace
ya tiempo que esta historia se olvidó en el debate dentro
de los Estados Unidos en relación con Cuba y el terrorismo.
No obstante, debería recordarse como terreno común
para el combate contra el terrorismo, así como para
hacer progresar el mejoramiento de las relaciones.
violencia para secuestrar aviones y buques con vistas
a escapar de la Isla. Cuba dio el primer paso: en una
nota diplomática de 1961, el gobierno propuso un
acuerdo recíproco para devolver a todos los secuestradores
a sus países de origen. Pero la administración Kennedy
ignoró la solicitud.
En aquel momento —como recordaría Goodwin
muchos años después, en la conferencia por el XL
aniversario de Playa Girón, celebrada en La Habana—,
la administración Kennedy no estaba interesada en
discutir sobre un mejoramiento de las relaciones, ni
siquiera sobre esfuerzos para contrarrestar el incipiente
asunto de los secuestros aéreos y la temprana
manifestación del terror en el aire. En lugar de ello, la
Casa Blanca instigó la Operación Mangosta, que
condujo a la Crisis de Octubre. A raíz de esa crisis,
Castro y Kennedy sí procedieron a intercambiar una
serie de mensajes con el objetivo de regresar a la
idea de la coexistencia pacífica; de hecho, el 22 de
noviembre de 1963, Kennedy fue asesinado en el
instante mismo en que un emisario suyo, el periodista
francés Jean Daniel, estaba reunido con Fidel para
transmitirle un «mensaje de paz».
Primera discusión: Che Guevara y los secuestros
de aeronaves
La reunión a mitad de la noche, entre Ernesto Che
Guevara y el asistente de la Casa Blanca de tiempos de
John F. Kennedy, Richard Goodwin, en Montevideo,
Uruguay, el 17 de agosto de 1961, quedará en la historia
como la primera discusión de envergadura entre un
alto funcionario norteamericano y un representante del
gobierno cubano sobre cómo mejorar las relaciones
entre La Habana y Washington. Luego de «agradecer»
a Goodwin por la invasión de Girón que, según dijera
Guevara, «había sido una gran victoria política [para
los cubanos], les permitió consolidarse y los transformó
de un paisito ofendido en un igual», el Comandante
propuso un esfuerzo para llegar a un modus vivendi entre
las dos naciones. Fue en ese contexto que Cuba
presentó, por vez primera, el inquietante tema de los
secuestros de aeronaves de los Estados Unidos en
dirección a Cuba. Goodwin informó a Kennedy sobre
lo dicho por el Che:
Castro, Nixon y el acuerdo anti-secuestros
El tema de buscar mejores relaciones entre los
Estados Unidos y Cuba fue dejado a un lado durante
años, pero la piratería aérea emergió como un
fenómeno terrorista significativo y creciente que ninguno
de los dos países podía darse el lujo de ignorar. Entre
1961 y 1967, diecisiete aviones fueron secuestrados y
llevados a Cuba; diecisiete más fueron desviados en
1968, de un total de 35 secuestros aéreos en todo el
mundo. Entre 1969 y 1972, el número global de
secuestros de aeronaves saltó a 280. La mayoría
de ellos fueron desviados hacia Cuba.4
Richard Nixon era de los que odiaban a Fidel Castro
de manera empedernida; a él, «Castro le disgustaba
intensamente», según recordaría su asesor de Seguridad
nacional, Henry Kissinger. 5 En su calidad de
vicepresidente Nixon se convirtió, en abril de 1959, en
el funcionario norteamericano de más alto nivel
en reunirse con Fidel Castro —y sigue siéndolo. (Incluso
existe una foto de ellos estrechándose las manos).
Aunque en el informe que Nixon rindió al presidente
Dwight D. Eisenhower dejó bien claro que había
quedado bastante impresionado con el carisma y las
cualidades de dirigente de Fidel, más tarde escribiría,
en sus memorias, que había salido de aquella reunión
como uno de los principales partidarios de derrocar el
régimen revolucionario de Cuba.
Pero con la docena de secuestros de aviones hacia
Cuba, solo en los dos primeros meses de 1969, la nueva
Guevara tocó el asunto de los robos de aviones. Dijo no
saber si yo lo sabía, pero que ellos no habían sido
responsables por ningún secuestro. El que se apoderó del
primer avión fue un tipo joven que era un buen chico, pero
un poco alocado, y que ahora está en la cárcel. Ellos
sospechaban que el que se apoderó del último avión era un
provocador (un agente de la CIA). Teme que si estos robos
siguen ocurriendo, serán algo muy peligroso.2
Guevara llegó a sugerir que los Estados Unidos y
Cuba negociaran un acuerdo referido al asunto de los
secuestros desde ambos países y pusieran fin a esta
«peligrosa» práctica. Puesto que él comprendía que sería
difícil hallar «una formula práctica para semejante modus
vivendi», recomendaba comenzar por «asuntos
subordinados». Sugirió «discutir el tema de los aviones»
como punto de partida para conversaciones bilaterales
sobre coexistencia pacífica.3
Ciertamente, Cuba tenía sus propios intereses de
seguridad al querer crear una disuasión respecto a los
secuestros aéreos, y también los oceánicos. De hecho,
el gobierno de Castro deseaba que Washington
repatriase a los exiliados que hubieran recurrido a la
55
Peter Kornbluh
administración Nixon emprendió conversaciones secretas
sobre la devolución a los Estados Unidos de los
perpetradores. Utilizando a la embajada suiza como
intermediaria en La Habana, el Departamento de Estado
se acercó a Castro para negociar una disuasión. Con
discreción, Cuba comenzó a expulsar a algunos
secuestradores hacia terceros países y a alentar a otros a
marcharse. No obstante, puesto que la virtual epidemia
de aviones secuestrados seguía poniendo a la Isla en el
centro de la atención internacional, como destino de
piratas aéreos, Fidel Castro emitió un mensaje público
para Washington: el 19 de septiembre de 1969, anunció
una nueva ley sobre el trato a los secuestradores. Esta
establecía que Cuba juzgaría o extraditaría a todos los
secuestradores extranjeros. Ello, sin embargo, solo
ocurriría con países que hubieran negociado un acuerdo
bilateral anti-secuestros con Cuba.
«El decreto exhorta a firmar acuerdos recíprocos y
también abarca a personas que desvíen buques», informó
a Nixon el Departamento de Estado. «El quid pro quo
que, al parecer, Castro pretende forzar no queda claro y
podría crearnos problemas», observaba el memorando
respecto a la posición de Cuba en lo referente a que esa
reciprocidad significaba que los Estados Unidos tendrían
que tratar como terroristas a los exiliados cubanos que
hubieran secuestrado aeronaves y embarcaciones, y
devolverlos a la Isla. «No obstante, creemos que el decreto
cubano podría representar un paso significativo, y estamos
considerando cuál será la mejor forma de responderlo».
La muy publicitada ley «ahora parece ser una apuesta de
envergadura de parte de Cuba, no solo con respecto a
la situación de los secuestros, sino, quizás, en términos
de relaciones con nosotros también» —advirtió Viron
Vaky.6
Pronto el Departamento de Estado estaba enviando
notas diplomáticas secretas a través de la embajada suiza,
intentando hallar una solución «neutral» a la devolución
de los secuestradores norteamericanos desde Cuba.
Pero, por razones políticas, la administración Nixon
rehusó modificar su posición respecto a lo que Kissinger
llamaba los «problemáticos elementos recíprocos»: la
demanda de Castro respecto a que los Estados Unidos
también devolviesen a los exiliados cubanos que
hubieran cometido crímenes de secuestros. Los
esfuerzos de 1969 para alcanzar un acuerdo oficial antisecuestros concluyeron sin un desenlace exitoso.
Sin embargo, tanto en sus palabras como en sus
acciones, Cuba seguía indicando su disposición a hallar
una solución a los secuestros de naves aéreas. Un
memorando secreto de la oficina de Kissinger sobre
«sanciones contra países que no cooperen en el asunto
de los secuestros» —predecesor de la actual lista
del Departamento de Estado sobre los países
patrocinadores del terrorismo— decía que, de hecho,
Cuba estaba cooperando: «ahora Cuba se ha convertido
en uno de los Estados secuestradores de mejor
comportamiento, puesto que de inmediato permite a
los aviones y a los pasajeros regresar, y a menudo
encarcela a los secuestradores», informó el Consejo de
Seguridad Nacional.
Recientemente, devolvió a su primer secuestrador, y ofreció
devolver a todos los secuestradores, siempre y cuando
nosotros hagamos lo mismo (algo a lo que no podemos
comprometernos, debido al aspecto del asilo político).7
Por temor a que la repatriación de cubanos que
hubieran secuestrado embarcaciones y otras formas de
transporte ofendiese a la comunidad exiliada, el
gobierno de Nixon demoró de manera significativa la
formulación de un acuerdo al respecto.
Luego de un conjunto particularmente violento de
secuestros criminales en octubre y noviembre de 1972,
incluido uno en el que resultó muerto un guardia y los
perpetradores extorsionaron dos millones de dólares
de la aerolínea Southern Airways, Fidel Castro volvió
a adoptar la iniciativa diplomática de proponer un
acuerdo oficial para detener este fenómeno terrorista.
Radio Habana Cuba anunció que el gobierno cubano
estaba «dispuesto a dar pasos que puedan conducir a la
adopción de un acuerdo amplio» para disuadir futuros
secuestros, si el gobierno de los Estados Unidos
«muestra iguales disposición e interés». La declaración
gubernamental proseguía:
Creemos [...] que ambos países están interesados en dar
pasos para resolver este problema, que es sistemáticamente
recurrente. El gobierno de Cuba declara que no resulta de
su interés, ni en modo alguno desea, que el territorio
de Cuba sea utilizado como refugio para personas
responsables de actos criminales [...] Tampoco está
interesado el gobierno cubano en modo alguno en la
promoción de secuestros de aviones, naves marítimas
o ingresos o salidas ilegales hacia o desde los Estados
Unidos.8
En respuesta, el 16 de noviembre, el secretario de
Estado, William Rogers, pasó el siguiente mensaje a los
cubanos: el gobierno norteamericano está «dispuesto a
negociar un acuerdo respecto a los secuestros y a otros
crímenes serios que pudieran ser cometidos en el
futuro». La administración Nixon también «consideraría
favorablemente cualquier arreglo y lugar para dichas
conversaciones que pudiera apresurar el acuerdo». Los
cubanos reaccionaron de manera expedita; nueve días
después, funcionarios de Castro se reunieron con el
embajador suizo y formalmente presentaron un
borrador de tratado sobre los secuestros. «Sobre la base
la igualdad y la estricta reciprocidad», decía, ambos
gobiernos castigarían con diez a treinta años de prisión
a cualquier persona que «se apodere, tome, asuma el
control de, se apropie de, o desvíe» un avión u otra
nave. En una cláusula sobre las operaciones violentas
de los exiliados en los Estados Unidos, el borrador
56
El terrorismo y el acuerdo anti-secuestros en las relaciones de Cuba con los Estados Unidos
también obligaba a ambos países a perseguir y castigar
severamente a aquellas personas que usaran su territorio
o promovieran o planeasen «actos de violencia o
depredación en contra de los aviones o las naves de
cualquier tipo».
En el lapso de una semana, los funcionarios
norteamericanos elaboraron una respuesta para que el
Presidente Nixon la aprobase. «Para facilitar el acuerdo,
hemos seguido el texto cubano tan fielmente como
nos fue posible, pero se requirieron ciertos cambios»,
informó el secretario Rogers al Presidente, el 2 de
diciembre. Las principales diferencias en la contrapropuesta norteamericana fueron:
z
z
z
z
de Cuba como refugio de terroristas. Obligar a los
Estados Unidos a juzgar o a devolver a los cubanos
que secuestrasen embarcaciones o aviones podría
servir como medio de disuasión para los secuestros de
naves cubanas en la Isla; además, la cooperación en
contraterrorismo podría atender la principal
preocupación de seguridad nacional de Cuba: las
operaciones violentas contrarrevolucionarias de la
comunidad de exiliados militantes, con bases en los
Estados Unidos. Y también existía la posibilidad de
que el éxito de estas negociaciones pudiera ser el primer
paso para conversaciones más amplias sobre un cambio
en la política norteamericana, en el sentido de lograr
relaciones más normales. Tal como señalara Che
Guevara a Richard Goodwin, en agosto de 1961, un
acuerdo sobre piratería aérea podría ser uno de esos
«temas subordinados» que pudieran facilitar el diálogo
sobre un modus vivendi entre Washington y La Habana.
Para Washington, el acuerdo se convirtió en parte
de un paquete más amplio de cambios políticos sobre
la seguridad de las aerolíneas. En la era anterior al 11
de septiembre, el año 1973 fue un pivote para el
reconocimiento oficial de la amenaza terrorista en los
cielos; por vez primera, los pasajeros serían sometidos
a registros en busca de armas, y los esfuerzos por
combatir la toma de aviones se coordinaron
internacionalmente.
Desde el comienzo de las conversaciones, no
obstante, Nixon temía que un acuerdo anti-secuestros
pudiera ser interpretado como un cambio en la
posición general de hostilidad de Washington respecto
a Cuba. El 13 de febrero de 1973, mientras el secretario
Rogers presentaba al Presidente el texto final del
acuerdo, el sistema secreto de grabación de Nixon, en
la Oficina Oval, registró su continua ansiedad sobre
este asunto:
Acceder a considerar seriamente la extradición de
los secuestradores, en vez de juzgarlos en el país
de arribo.
Descartar las acciones retroactivas contra los actos
de piratería, protegiendo con ello a los emigrados
cubanos en los Estados Unidos.
Endurecer las penas por piratería aérea.
Devolver cualesquiera fondo o propiedades
ilegalmente obtenidos.
Los funcionarios norteamericanos pasaron este
borrador a los intermediarios suizos en Washington
pocos días después. En el transcurso de las ocho
semanas siguientes, la embajada suiza en La Habana
dio cabida a los funcionarios cubanos para negociar el
acuerdo según las líneas de la propuesta norteamericana.
A la altura de mediados de febrero, los dos países habían
alcanzado un acuerdo formal y firmaron un
«Memorando de entendimiento sobre el secuestro de
aviones y naves y otros delitos».
El acuerdo del 15 de febrero de 1973 establece que
todos los secuestradores de aviones u otras naves «serán
considerados como autores de un delito», y serían o
bien devueltos a su país de origen para ser juzgados,
o bien juzgados en el país al que arribasen. Ambas
naciones acordaron facilitar el rápido regreso de
pasajeros y tripulantes, así como de las naves y aviones.
Cuba arrancó una concesión a los Estados Unidos, la
de castigar a los grupos de exiliados que utilizasen el
territorio norteamericano para planear sabotajes contra
embarcaciones y aeronaves cubanas. El acuerdo
estableció que
Nixon: ¿Tiene algo que ver en algo en términos de la
normalización de relaciones? Porque eso es lo único que
me preocuparía. Si pudieras asegurar eso, porque no quiero
que la comunidad cubana se levante en… se levante en…
Rogers: Yo diría que no cambia ninguna política en lo que
respecta a Cuba.10
Dos días después, al anunciar Rogers el nuevo
acuerdo, se desvió un poco del tema para declarar que
la cooperación en cuanto a secuestros no era una señal
de deshielo en el enfoque norteamericano hostil
respecto al régimen de Castro. El acuerdo bilateral
—explicó a los reporteros— «no prefigura un cambio
de políticas en lo que a los Estados Unidos concierne».11
cada parte juzgará, con vistas a imponerle un severo castigo
[...] a cualquier persona que, dentro de su territorio, a partir
de ahora conspire para promover, o promueva, o prepare,
o dirija, o forme parte de una expedición que, desde su
territorio o cualquier otro sitio, lleve a cabo actos de violencia
o depredación contra aviones o naves de cualquier tipo.9
Después del Acuerdo
Para Fidel, la firma del tratado sobre secuestros con
la administración Nixon representó un avance de
múltiples intereses cubanos. Los continuos secuestros,
cada vez más violentos, propalaban una imagen negativa
El Acuerdo sobre secuestros de 1973 duró hasta
octubre de 1976, cuando resultó descarrilado por el
57
Peter Kornbluh
y por mentir sobre actos terroristas —en lugar de ser
encausado por cometerlos—, y no queda claro si alguna
vez será juzgado, y mucho menos encarcelado. Su
presencia pública en las calles de esa ciudad es un
símbolo vivo de la hipocresía de los Estados Unidos
al poner a Cuba en la lista de Estados que dan refugio
a terroristas.
acto más horrendo de terrorismo contra una línea aérea
en el hemisferio occidental, antes del ataque de Al Qaeda
en Nueva York y Washington el 11 de septiembre de
2001. El objetivo entonces no fueron los Estados
Unidos, sino Cuba. El 6 de octubre de 1976, exiliados
terroristas cubanos que obraban desde Caracas,
colocaron una bomba a bordo de un avión CD 10 de
pasajeros, que estalló cerca de las costas de Barbados y
se precipitó al mar, lo cual causó la muerte de las setenta
y tres personas a bordo, incluido el equipo juvenil
cubano de florete. Los documentos del FBI y la CIA
identificaron a los autores intelectuales del sabotaje
como los dos padrinos de la violencia anti-Castro:
Orlando Bosch y el antiguo operativo de la CIA, Luis
Posada Carriles. Un informe altamente secreto de la
CIA citó a Posada, quien habría declarado, apenas unos
días antes de que el avión estallase justo tras el despegue
del aeropuerto de Barbados: «vamos a golpear un avión
cubano de pasajeros, y Orlando tiene los detalles».12
Luego de que el número de teléfono y el nombre
del agregado del FBI fuese hallado en el cuaderno de
anotaciones de uno de los venezolanos que colocaron
la bomba en el avión, Fidel Castro denunció, con enojo,
lo que creía era complicidad norteamericana con el
ataque terrorista. En represalia, abrogó el acuerdo sobre
secuestros, que ahora parecía carente de trascendencia
para disuadir atroces actos de terror contra el pueblo
cubano.
Sin embargo, durante la administración Carter, Cuba
y los Estados Unidos continuaron con el Acuerdo y
está vigente desde entonces; su historia refleja la
cooperación y el interés recíproco que Cuba ha aplicado,
desde hace ya casi cincuenta años, respecto de las
preocupaciones que tienen ambos países sobre el terror,
la violencia y su impacto sobre los ciudadanos. Según
revela el expediente histórico, fue Cuba la que inició las
negociaciones para hacer frente al temprano fenómeno
de acciones terroristas relacionadas con el transporte, y
la que persistió, incluso cuando el gobierno norteamericano
prefirió atender los violentos intereses de grupos de
exiliados que han operado, durante la mayor parte
de las cinco décadas, desde sus costas. El acuerdo
permanece como un raro ejemplo exitoso de
diplomacia bilateral entre Cuba y los Estados Unidos.
Pudiera argüirse que el acuerdo sobre secuestros
obliga a los Estados Unidos a aplicar un «severo castigo»
a Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, quienes,
después de todo, conspiraron para llevar a cabo un
acto de extrema violencia contra una aeronave cubana
y sus pasajeros. Pero Posada y Bosch viven libremente
en Miami; Bosch ha estado allí durante 23 años. Posada
enfrenta solo cargos mínimos de fraude de inmigración
Notas
1. Véase la carta del Departamento de Estado al congresista James
McGovern, del 28 de diciembre de 2009. El autor recibió una
copia de la oficina del congresista.
2. Richard Goodwin, Memorando al Presidente, «Conversation
with Commandante Ernesto Che Guevara of Cuba» (22 de agosto
de 1961), p. 2, disponible en www.gwu.edu/-nsarchiv/bayofpigs/
19610822.pdf.
3. Ibídem, p. 4.
4. Para datos sobre Cuba y los secuestros de aviones, véase Karen
Feste, «Reducing International Terrorism, Negotiation Dynamics
in the U.S-Cuba Skyjack Crisis», ponencia presentada a la XIX
Conferencia Anual de la Association for Conflict Management,
Montreal, junio de 2006.
5. Henry Kissinger, Years of Renewal, Simon and Schuster, Nueva
York, 1999, p. 771.
6. Véase memorando de Viron P. Vaky a Henry Kissinger, «Cuba´s
New Anti-Hijacking Law —A Significant Development» (23 de
septiembre de 1969), en Departamento de Estado, Foreign Relations
of the United States, v. E-10 (American Republics, 1969-1972),
Washington, DC, 2009.
7. Véase memorando de Henry Kissinger a Peter Flanigan, «Possible
Actions Against Countries Which Are Uncooperative on Hijacking»
(31 de octubre de 1970), Archivo Nacional, RG 69, n. 3,
Washington, DC, 1973, p. 619.
8. El anuncio de Radio Habana Cuba fue citado en «Havana Decries
Hijacks», The Washington Post, Washington, DC, 16 de noviembre de
1972.
9. El «Memorando de entendimiento», de 1973, fue publicado en
American Journal of International Law, v. 67, n. 3, Washington, DC,
1973, p. 619.
10. «Conversación no. 43-66», grabaciones de Richard Nixon, 13
de febrero de 1973, (WH Telephone, enero 31-febrero 27, 1973).
11. Citado en Lars Schoultz, That Infernal Little Cuban Republic,
University of North Carolina Press, North Carolina, 2009, p. 259.
12. CIA, «Activities of Cuban Exile Leader Orlando Bosch during
his Stay in Venezuela» (reporte de inteligencia), 14 de octubre de
1976. Disponible en www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/
NSAEBB157/19761014.pdf
©
58
, 2010
no. 62-63:
59-67, abril-septiembre
de 2010.
La política de la Unión Europea en el triángulo
Cuba-Estados
Unidos-España
L a política
de la Unión Eur
opea
Europea
en el triángulo
Cuba-Estados Unidos-España
Susanne Gratius
Investigadora. Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE), Madrid.
A
restablecimiento de las relaciones al logro de avances
visibles en esta dirección.
Con este argumento, la UE no ha firmado un
acuerdo de cooperación con Cuba, lo cual sería una
decisión válida si no existieran los más de veinte acuerdos
bilaterales que sus Estados miembros firmaron con la
Isla. Algo similar ocurre con la Delegación de la UE en
La Habana que, diferente a las diecinueve sedes
diplomáticas de los Estados miembros, no tiene el
estatus de Embajada (una situación que, en este sentido,
comparte con la Sección de Intereses de los Estados
Unidos). Tampoco se entiende por qué Cuba tiene una
identidad dual en la política de la Comisión Europea:
en algunos temas, es considerada un país
latinoamericano, en otros, una isla del Caribe que
pertenece al grupo Asia Caribe Pacífico (ACP), pero
sin haber firmado un acuerdo o tener acceso a los
fondos de cooperación.
Esta excepcionalidad se explica por tres variables,
que han determinado la política de la UE hacia Cuba:
el contexto internacional, el diferendo Cuba-Estados
Unidos y las relaciones entre España y Cuba. La
cambiante postura de la UE es la suma de este triángulo
unque la relación de la Unión Europea (UE) con
Cuba siempre ha estado condicionada por el
diferendo entre los Estados Unidos y la Isla, sería
incorrecto decir que la política de Bruselas refleja la de
Washington. Los hechos hablan por sí mismos. La UE
restableció sus relaciones diplomáticas con Cuba en
plena Guerra fría, mantiene un diálogo político con el
gobierno cubano, continúa con su cooperación de
mínimos, es el principal socio comercial de la Isla, su
segundo inversor y la segunda fuente de turismo.
Aun así, por su propia naturaleza como actor plural
o multidimensional, su política hacia Cuba está llena
de paradojas y contradicciones. La primera de ellas
es el peso desmesurado de dicho país en las relaciones
exteriores de la UE, comparado con su tamaño y
escasa relevancia para Europa; fue el único de
Latinoamérica que mereció la definición de una
política común. Desde 1996, cuando José María Aznar
impulsó la Posición Común, el Consejo de la UE
convoca cada año un debate sobre el caso de Cuba.
Esta, que abarca poco más de una página, preconiza
«una transición pacífica y gradual hacia la democracia»,
preferentemente desde dentro, y condiciona el pleno
59
Susanne Gratius
Cuba-UE en el mundo unipolar
y de la presión que ejercen determinados Estados
miembros. Los cambios internacionales y los vaivenes
en la política de España hacia la UE contrastan con la
relativa continuidad de las relaciones entre Cuba y los
Estados Unidos En cuanto a la UE, las dos variables
en sus relaciones con Cuba han sido el pilar político y
la cooperación al desarrollo, que oscilaron entre
períodos de luna de miel y divorcio, mientras que los
dos pilares constantes han sido la presencia diplomática
y la económica.
1988-1990: Restablecimiento de relaciones diplomáticas
y primer debate sobre un acuerdo de
cooperación UE-Cuba.
1990-1993: Congelación de relaciones, derrumbe del
bloque socialista y «crisis de embajadas».
1993-1995: Inclusión de Cuba en la cooperación de la
UE, viaje de una delegación del Parlamento
Europeo a Cuba, mandato de la Comisión para
negociar un acuerdo de cooperación con la Isla.
1996-1998: Congelación de relaciones después de la
visita del entonces comisario Manuel Marín, e
incidente de las dos avionetas de Hermanos al
Rescate, aprobación de la ley Helms-Burton y la
Posición Común.
1998-2000: Inclusión de Cuba en el grupo ACP e inicio
de negociaciones para su ingreso en el Acuerdo
de Cotonou.
2001-2003: Congelamiento de las relaciones después
de retomar el diálogo político. Cuba no ingresa
en «Cotonou», detención de 75 disidentes y
aprobación de «cuatro medidas» de la UE que
suponen nuevo revés en las relaciones.
Los cambios trascendentales en el sistema
internacional
No fue hasta 1988 que la UE retomó, en el marco
del establecimiento de relaciones con el CAME, sus
contactos diplomáticos con Cuba. Durante la Guerra
fría, ambos se encontraron en los polos opuestos del
enfrentamiento y se percibieron en clave ideológica.
El período siguiente abrió un margen mucho mayor
para desarrollar las relaciones, que experimentaron su
mejor momento a mitad de los años 90, cuando la
UE se perfiló como principal socio económico y
cooperante de Cuba, al sustituir la anterior alianza con
el bloque socialista y compensar (e ignorar) el
embargo de los Estados Unidos. Fue en esta «época
de oro» que la Unión restableció su cooperación con
Cuba, intensificó las visitas y aprobó, en 1995, un
mandato de negociación para suscribir un acuerdo
bilateral que, por diferencias políticas, no llegó a
concretarse.
En estos veintidós años, las relaciones han llegado
a una cierta madurez, pero apenas han logrado avances
en la agenda compartida. La condicionalidad
democrática de la Posición Común sigue
obstaculizando la plenitud de relaciones, incluyendo
un marco jurídico, mayores recursos de cooperación
o la definición de una «estrategia país» por parte de la
Comisión Europea. Desde finales de los años 80, ha
ocurrido un constante vaivén entre acercamiento y
distancia, en un contexto internacional determinado
por dos etapas: el momento unipolar marcado por
los «años duros», post 11 de septiembre de 2001, de
George W. Bush, en el cual los Estados Unidos
condicionaron las relaciones; y su segundo mandato,
que junto la crisis financiera global y la llegada de
Barack Obama dieron paso a un paulatino declive
de la superpotencia. A la vez, un orden mundial
marcado por el ascenso de China y otras potencias
emergentes dejaron un mayor margen para flexibilizar
las relaciones en un ambiente de relativa distensión
entre Cuba y los Estados Unidos.
Cuba-UE en el mundo multi o bipolar
2004-2010: Fase de apertura, eliminación de las cuatro
medidas, reinicio del diálogo político y
restablecimiento de cooperación con Cuba por
parte de España y la Comisión Europea, España
plantea eliminar la Posición Común.
2010: Nuevo revés en las relaciones, debido a las huelgas
de hambre de algunos disidentes (y la muerte de
un preso), que influirán en el debate de la UE
sobre la Posición Común.
En principio, el actual contexto internacional parece
más favorable a avances en la relación UE-Cuba y los
Estados Unidos-Cuba. En primer lugar, porque ya no
vivimos en el «siglo americano» sino que, por el
simultáneo ascenso de China e India, hemos entrado
en el «asiático». En este nuevo mundo donde el Sur
pesa más y el Norte menos, no es una casualidad que
Cuba esté casi plenamente insertada en la comunidad
internacional. Nos encontramos en un momento de
transición hacia un contexto geopolítico diferente,
donde las potencias tradicionales como los Estados
Unidos y la UE han perdido poder (un proceso gradual
acelerado por la crisis financiera internacional) y otras,
sobre todo China, pero también Brasil, India y Rusia,
están aumentando su influencia global.
En las Américas, los Estados Unidos y la UE pesan
algo menos, y Brasil y China algo más. Fue Brasil quien
empujó a readmitir a Cuba en el Grupo de Río durante
60
La política de la Unión Europea en el triángulo Cuba-Estados Unidos-España
la Cumbre de Costa de Sauípe, celebrada en diciembre
de 2008, y junto con Venezuela, presionó a los Estados
Unidos en la Cumbre de las Américas de abril de 2009,
a aceptar la eliminación de la cláusula discriminatoria
que prohibía el regreso de Cuba a la OEA. Hoy Cuba
mantiene relaciones diplomáticas con todos los países
latinoamericanos, no se aplica ninguna condicionalidad
y las voces críticas parecen haberse callado. El aislamiento
de los años 80 y los 90 ha sido sustituido, poco a poco,
por una política de compromiso incondicional. Entre
otros factores, fue el resultado de la simultánea llegada
al poder de gobiernos de izquierda en el área, el
liderazgo regional de Lula da Silva, una mayor presencia
de China, la influencia de Venezuela y la alianza ChávezCastro en el marco del ALBA.
Es en este nuevo escenario multipolar que Cuba
logra su inserción regional y global, sin tener que realizar
cambios en su sistema político. Por otra parte, la
diversificación y normalización de sus relaciones
exteriores —salvo con su enemigo histórico— también
refleja una cierta resignación de la comunidad
internacional después de más de cincuenta años de
continuidad y políticas fracasadas para modificar dicho
sistema. Finalmente, como efecto del 11 de septiembre
de 2001 y la inmediata condena del ataque terrorista
por parte del gobierno cubano, se percibe, además, un
mayor sentido de pertenencia de la Isla a Occidente.
La diversificación de modelos políticos y
económicos a raíz del ascenso de China y los BRIC
influyen también en las políticas de los Estados Unidos,
América Latina y la UE hacia Cuba. De ahí que «el
compromiso» se perfila como el mínimo denominador
común de los actores externos frente a ella:
z
z
z
z
z
con un fuerte papel del Estado. Su peso internacional
modifica también la visión occidental o euroestadounidense de impulsar la democracia como un
modelo universal. En este mundo diferente, ese
paradigma y la economía de mercado se han visto
claramente debilitados frente a otras opciones políticas
y económicas.
La constante del diferendo Cuba-Estados
Unidos
Los trascendentales cambios de los últimos
cincuenta años en el sistema internacional contrastan
con la escasa alteración del marco bilateral Estados
Unidos-Cuba. Aunque en estas cinco décadas ha habido
constantes modificaciones en cuanto a tener más o
menos contactos, los niveles de conflictividad bilateral
han permanecido iguales. Cuba sigue en guerra verbal
con Washington y lo responsabiliza de su crisis
económica; los Estados Unidos mantienen las sanciones
y la condicionalidad, no han autorizado los viajes de
sus ciudadanos a Cuba, ni han derogado la ley HelmsBurton. Dentro de este cuadro, el margen de cambios
ha sido muy pequeño. Contra algunos pronósticos, con
la llegada al poder del presidente Obama, Washington
no regresó a la política de apertura de Carter, sino a la
«era Clinton» de los people-to-people contacts.
Esta continuidad refleja que las relaciones bilaterales
se desarrollan al margen del contexto internacional. Ni
el fin de la Guerra fría, ni el momento hegemónico, ni el
actual proceso de transición hacia un mundo multipolar
—del G-20, o el bipolar del G-2— han tenido
resultados visibles en el diferendo Cuba-Estados
Unidos Ello confirma la impronta bilateral y la
longevidad de un conflicto cuya resolución no depende
de un cambio de gobierno en los Estados Unidos, sino,
en la lógica de Washington, de un nuevo régimen
político en Cuba y, en la lógica de La Habana, en la
renuncia de una política hostil e imperialista.
Las ofertas mutuas de diálogo, que inicialmente
formularon tanto Raúl Castro como Barack Obama,
no han tenido ninguna repercusión. Después de una
fase inicial de apertura y expectativas mutuas, las
relaciones volvieron al business as usual. La cautela
caracteriza las políticas de ambos presidentes: en un
momento de crisis y declive, la amenaza del exterior
justifica la continuidad del proyecto político cubano, y
para Obama los costes —en imagen, credibilidad,
disputas internas y seguridad migratoria— de un
levantamiento del embargo son más altos que los
beneficios. La continuidad en la política estadounidense
hacia Cuba probó una vez más que se trata de una
Desde el levantamiento de algunas restricciones para
exportar alimentos y medicinas, los Estados Unidos
aplican una política de «sanciones y compromiso»;
Canadá apenas varía su postura de «compromiso
constructivo o crítico» cuando cambian sus
gobiernos, y mantiene una política de Estado;
la UE aplica una política ambigua de «compromiso
condicionado», que oscila entre apertura y cierre de
su diálogo y cooperación con el gobierno;
América Latina transita de uno condicionado al
«compromiso incondicional»;
China y Venezuela apoyan al régimen cubano y son
sus principales aliados económicos e ideológicos.
En dicho contexto, la relación Cuba-Estados Unidos
ya no es un diferendo bilateral, sino que refleja la
hegemonía del pasado frente a nuevas potencias para
las que la normalización de sus relaciones significa
diferenciarse de la «superpotencia» en declive. Asimismo,
cabe recordar que China y Rusia no son potencias
democráticas, sino, salvando las distancias, autocracias
61
Susanne Gratius
política de Estado, basada en el pacto tácito entre
demócratas y republicanos de mantener el embargo.
La presencia del exilio, cuya capacidad económica
se ha traducido en participación política —en el gobierno,
los dos principales partidos políticos y el Congreso—,
explica el peso desmesurado de Cuba en la política
exterior norteamericana. Y aunque esta influencia
disminuya, y ganar la Florida ya no dependa de la
condena del castrismo, el debate sobre la Isla forma
parte del establishment y es, por tanto, un asunto muy
sensible en términos de estrategias internas. Además, a
partir de la ley Helms-Burton, el Presidente ya no tiene
el monopolio de la definición de políticas, con lo cual
el margen para realizar cambios importantes se ha
reducido aún más.
Desde el levantamiento parcial de las restricciones
del embargo para medicinas y alimentos en el año 2000,
las administraciones demócratas favorecen un
acercamiento gradual de la política de los Estados
Unidos a la posición europea del compromiso
condicionado. No tener relaciones diplomáticas
bilaterales no ha impedido que ambos países mantengan
un diálogo técnico sobre temas sectoriales de mutuo
interés como el control de fronteras, el narcotráfico, la
migración o la historia compartida. Ni el embargo ni
la Ley Helms-Burton impidieron que los Estados
Unidos se convirtieran en el principal suministrador de
alimentos de Cuba. Incluso en los ocho años oscuros
del gobierno de Bush, que endureció las sanciones, no
se interrumpieron los contactos familiares ni la
coordinación entre los guardacostas de los dos países.
Con Obama, no solo se restablecieron las remesas y
las visitas de cubanoamericanos, sino que la subsecretaria
de Estado, Bisa Williams, realizó, en septiembre de
2009, una visita oficial a Cuba.
Estas medidas de compromiso no eliminan las
sanciones, pero las suavizan. La flexibilización responde
a los intereses del sector privado y parte de la
comunidad de cubanoamericanos y contrasta con
la posición política del gobierno y del Congreso, que
defienden las sanciones. En la medida en que aumenta
la presión desde abajo para cambiarlo, el embargo se
vuelve «más una tradición que una política». Lo mismo
ocurre con el conflicto bilateral, que representa, a la
vez, un reflejo del pasado y una inercia del presente.
Ninguna de las dos partes se atreve a cambiarlo, porque
los costos serían demasiado altos y las consecuencias,
demasiado inciertas. Tanto los Estados Unidos como
Cuba se acostumbraron a vivir con él y a utilizarlo para
sus fines:
z
z
«democracia», los «derechos humanos» o la «sociedad
civil» en conceptos de uso exclusivo del «enemigo».
Los Estados Unidos lo utilizan como garante de
estabilidad y concesión a la comunidad del exilio. Se
ha acomodado a la situación: el embargo evita los
temidos flujos de migración y un cambio político
brusco con un desenlace imprevisible. Asimismo, su
existencia se justifica en una política (aunque errónea
y contraproducente) de promoción de la
democracia. Dentro del marco general del embargo,
hay matices o acentos a favor de más sanciones o
más diálogo que dependen de si la administración
es republicana o demócrata.
Algo similar ocurre con la ley Helms-Burton, que,
sin embargo, condiciona mucho más el futuro que el
presente de las relaciones. La eliminación de las sanciones
parece altamente improbable mientras se mantenga Raúl
Castro en el poder. Su fecha de caducidad depende
del proyecto político en Cuba, que determina la
posición de Washington.
Más allá de la constante del embargo, similar a la de
la UE, la política de los Estados Unidos es pendular:
fases del endurecimiento de las sanciones de
administraciones republicanas son alternadas con
períodos de distensión y diálogo durante las
demócratas. Después del hardliner Bush, Obama
inauguró nuevamente una fase de diálogo y distensión.
El resultado es la inmovilidad. Obama no es una
excepción a esta regla. Durante su gobierno no se perfila
ningún cambio al respecto, más allá de un retorno a la
época de Clinton.
El único presidente que estuvo a punto de
interrumpir esta lógica de continuidad fue James Carter,
que inició un diálogo político sin precedentes, y fracasó.
Desde entonces, sus sucesores aprendieron que,
mientras no se produzcan cambios en la Isla, es mejor
no alterar el marco político de las relaciones con Cuba.
El embargo es la principal carta negociadora, y mientras
ninguno de los dos países tenga claro qué pasaría si
desaparece, no se levantará.
La variable relación España-Cuba
Desde 1898, los Estados Unidos y España son los
principales ejes externos de Cuba. Para ambos países,
la Isla es un intermestic issue, de interés en la política interna
e internacional: en los Estados Unidos por la comunidad
del exilio; en España, por razones históricas y el debate
ideológico entre los principales partidos políticos. Para
Madrid y Washington, Cuba tiene una connotación y
es un asunto que polariza. Por otra parte, los dos se
sitúan en campos diferentes: si el embargo ha sido la
constante en la política (de Estado) norteamericana, el
«La mentalidad de fortaleza sitiada perjudica
cualquier apertura democrática hacia un sistema
menos centralista». 1 El embargo convierte la
62
La política de la Unión Europea en el triángulo Cuba-Estados Unidos-España
de 1996, cuando en los Estados Unidos se aprueba la
ley Helms-Burton y José María Aznar es electo en
España.
El «compromiso condicionado» de Aznar (19962004) modifica la política a favor de un mayor
acercamiento a la posición de la Fundación Nacional
Cubano Americana (FNCA), de Miami, y a la de los
Estados Unidos. El conflicto que se insinúa en la
Cumbre Iberoamericana en Viña de Mar, en la cual
Aznar recomienda que Fidel Castro «mueva ficha»,
conduce al retiro temporal del embajador de España
en Cuba. En el seno de la UE, después de la aprobación
de la ley Helms-Burton, España sugiere la Posición
Común de la UE sobre Cuba —aprobada el 2 de
diciembre de 1996—, cuya primera versión era mucho
más dura que el resultado final, suavizado por otros
países, entre ellos Alemania. En aquel momento, el
principal objetivo de la Posición Común no fue
promover cambios en Cuba, sino preservar los intereses
económicos europeos y conseguir una tregua con los
Estados Unidos con respecto a la Helms-Burton, que
posteriormente se tradujo en el «Entendimiento Unión
Europea-Estados Unidos». Fue, al mismo tiempo, una
concesión a la entonces «vocación atlanticista» de la
política exterior española.5 A esta fase conflictiva siguió
un período de apaciguamiento: en abril de 1997 volvió
el embajador a Cuba; en 1998, Fidel Castro visitó La
Moncloa para preparar la Cumbre Iberoamericana que
tendría lugar en La Habana al año siguiente. Esta tregua
terminó cuando Aznar propuso las cuatro sanciones
de la UE —entre ellas, invitar a disidentes a fiestas
nacionales— como respuesta a la detención de 75 de
ellos en Cuba, en el verano de 2003. Cuba respondió
con la congelación de la Asistencia Oficial al Desarrollo
(AOD).
El «compromiso incondicional» de José Luis
Rodríguez Zapatero modifica esta política y vuelve a
fortalecer el elemento de compromiso: reabre los
canales bilaterales de diálogo con Cuba, incluyendo el
controvertido tema de los derechos humanos; restablece
la cooperación al desarrollo y convence a los Estados
miembros de la UE de levantar las cuatro medidas
contra Cuba. Aparte del ministro Miguel Ángel
Moratinos, que visita la Isla por primera vez en abril de
2007, el símbolo para esta nueva política promovida
es el embajador Carlos Alonso Zaldívar, ex miembro
del Partido Comunista Español (PCE) y situado a la
izquierda del PSOE. Un contexto político diferente (la
alianza Cuba-Venezuela) impide volver al compromiso
constructivo de González, cuyo gobierno influyó en el
proceso interno de reformas. No obstante, España se
suma a la posición de compromiso de sus socios
iberoamericanos. Asimismo, aprovecha su última
presidencia de la UE, y de transición hacia una política
compromiso es el elemento que no ha cuestionado
ningún gobierno de España. Por tanto, el «factor
Estados Unidos» tiende a unir a Cuba y España,
históricamente por la anexión de facto realizada por
los Estados Unidos (1898-1902), hecho que fue
interpretado de forma negativa en ambos países, y,
desde los años 60, por el embargo, claramente
rechazado y condenado por los gobiernos cubano y
español.
Desde la Revolución cubana, España mantiene
relaciones diplomáticas con la Isla que ni siquiera fueron
interrumpidas durante el franquismo.2 Hoy es el socio
europeo más importante de Cuba: su primer donante,
su segundo inversor y su cuarto socio comercial.
Asimismo, tiene la embajada europea más importante
en ese país. Aparte del gobierno central, se mantiene
una fluida red de cooperación entre Cuba y las
comunidades autónomas, particularmente el País Vasco,
Cataluña y Andalucía,3 y con la sociedad civil. También
hay una comunidad de cubanos residentes en España,
aunque, a diferencia de los Estados Unidos, apenas
influyen en la política.
La importancia de Cuba en la política española4
—también sobredimensionada si se compara con el
nivel de relaciones y el tamaño del país— demuestra
que el factor cultural crea lazos mucho más duraderos,
pero también más conflictivos que el ideológico. En
España, Cuba trasciende lo político; no es un tema de
la agenda exterior, sino interno: tiene un componente
emocional (familiar y poscolonial), nostálgico (de parte
de la izquierda) y numantino (enemigo externo).
Igual que la de Washington, dentro de la constante
del compromiso económico, la política de España es
pendular y varía entre más condicionalidad —impuesta
por un gobierno del Partido Popular (PP)— o más
compromiso —promovido por el Partido Socialista
Obrero Español (PSOE). Como demuestra la
trayectoria de las relaciones, se trata de un juego de
suma cero con pocos resultados:
El «compromiso constructivo» o crítico de Felipe
González (1982-1996) marcó una nueva relación con
Cuba. González inicia un diálogo con el gobierno
cubano en el cual incluye el tema de los derechos
humanos, aumenta la cooperación al desarrollo y
fortalece los intercambios económicos y culturales.
Durante su gobierno, España asume también un
importante papel de asesoría en las reformas
económicas que Cuba comenzó en los años 90. Fue
por iniciativa de González, respaldado por algunos
países latinoamericanos, que Cuba entró, en 1991, en la
Comunidad Iberoamericana de Naciones. Tres años
después, Madrid empuja a la Comisión Europea a
negociar un acuerdo de cooperación con Cuba. Su
política de compromiso constructivo termina en marzo
63
Susanne Gratius
Dicho esto, también es cierto que su relación con la
Isla se desarrolla a la sombra de la de Cuba-Estados
Unidos. No ha sido una casualidad que la Posición
Común fuera aprobada el mismo año que la ley HelmsBurton; ambas están estrechamente vinculadas, aunque
con filosofías muy diferentes. Similar a su contraparte
estadounidense, la Posición Común es la principal carta
negociadora de la UE, y su eliminación dejaría a Europa
sin «moneda de cambio».
exterior más cohesionada, para impulsar la eliminación
de la Posición Común. En su intervención en el
Congreso de Diputados, el 23 de marzo de 2010,
Moratinos subraya la falta de resultados y argumenta
que «la Posición Común es una posición unilateral, no
es una posición bilateral, no es un compromiso de las
autoridades cubanas de mejorar su situación de los
derechos humanos». Incluso si logra eliminarla, la UE
volvería al statu quo de antes de la política de Aznar, sin
avances reales en su relación con la Isla.
Estos vaivenes demuestran que Cuba es una
plataforma para marcar distancias ideológicas en el
único campo de batalla de política exterior del que
dispone España dentro y fuera de la UE: América
Latina. Es, además, un buen barómetro para marcar
distancias y cercanías hacia Washington y medir la
temperatura política en esas relaciones. El dicho español
«más se perdió en Cuba» refleja los resultados de esta
política de disenso, poco favorable a los intereses de
España en la Isla y su influencia en la UE.
En el pasado, los pocos intentos de consensuar la
política de España hacia Cuba no han sido exitosos.6
Sin embargo, en abril de 2010, los principales partidos
políticos del país lograron, por primera vez, un texto
común, aprobado por el Congreso de Diputados, que
«condena la muerte del preso de conciencia Orlando
Zapata» e «impulsa un diálogo [...] para sentar las bases
para un futuro de reconciliación nacional». Podría ser
un inicio para que España desarrollara una política
común hacia Cuba. Una polçitica española de Estado
hacia la Isla, también pondría fin a las fluctuaciones de
la posición de la UE, que reflejan las relaciones
triangulares Cuba-Estados Unidos-España.
El constante pero limitado compromiso
económico
Cuba es el único mercado sin presencia
norteamericana, lo cual es una excepcionalidad histórica
y el resultado del embargo que hace que Bruselas y
Washington sean rivales antes que aliados en la cuestión
cubana. Es un lugar común recordar que la UE y sus
Estados miembros siempre han rechazado la política
de sanciones de Washington, porque la consideran
contraproducente al objetivo de promover un cambio
democrático en Cuba. Mientras que el diálogo político
entre la UE y Cuba ha estado condicionado por el
triángulo Cuba-Estados Unidos-España, la Unión ha
mantenido su compromiso económico.
Su papel en Cuba no es simbólico, pues garantizó,
junto con China, la sobrevivencia económica de la Isla,
cuando, de un día a otro, desaparecieron sus principales
socios económicos. No cabe duda de que sin la UE, el
bloqueo habría tenido un impacto mucho mayor
después de la desaparición del CAME.7 Hoy es algo
menos relevante: las reformas económicas se han
desacelerado, las empresas mixtas se han ido reduciendo,
y Venezuela ha entrado en el mercado cubano para
sustituir la anterior alianza económica de Cuba con la
URSS. Comparada con la apuesta europea, la alianza
cubano-venezolana es un negocio a corto plazo, con
perspectivas limitadas. Primero, porque Cuba no puede
seguir incrementando la exportación de sus especialistas
necesarios en la Isla. Segundo, porque Venezuela está
expuesta a problemas internos económicos y de
seguridad.
Ante la ausencia de los Estados Unidos, el lugar
que ocupa la UE en la economía cubana es,
probablemente, sobredimensionado. Las perspectivas
económicas están limitadas por varias razones: 1) la
ausencia de un acuerdo de cooperación que cree un
marco jurídico compartido, y las diferencias sistémicas
que impiden el ingreso de Cuba, con una economía
socialista, al Acuerdo de libre comercio UE-Caribe;
2) las limitaciones internas por una apertura económica
muy modesta y la ausencia de grandes oportunidades
de negocios, al ser Cuba un país pequeño, carente de
La política de la UE ante el triángulo CubaEstados Unidos-España y el Tratado de Lisboa
Comparada con los Estados Unidos y España, la
UE es un actor infinitamente más complejo.
Interpretaciones simples, como las frecuentes
afirmaciones desde Cuba de que esta «sigue el juego
de Washington», no hacen justicia ni a la esencia de la
política europea, claramente diferenciada de la de los
Estados Unidos, ni al difícil proceso de búsqueda de
consenso interno. La aprobación de la Posición Común
no fue el resultado de las visitas de Stuart Eizenstat, ni
las «cuatro sanciones» respondieron a la poco influyente
figura del Cuba Transition Coordinator, sino a los
vaivenes en la política de España hacia Cuba y los grupos
de presión de derechos humanos y coyunturas políticas
internas, en la UE.
64
La política de la Unión Europea en el triángulo Cuba-Estados Unidos-España
recursos estratégicos; 3) las relaciones responden al
clásico esquema Norte-Sur: materia prima a cambio
de tecnología y productos manufacturados; 4) la
espada de Damocles que sigue representando una ley
Helms-Burton que no solo condiciona una futura
negociación Estados Unidos-Cuba, sino también las
relaciones UE-Cuba.
La amenaza potencial de sanciones contra empresas
europeas ha conducido a una «autocensura económica»
que, junto con las restricciones sistémicas, limita un
mayor avance en las relaciones económicas. Pocas
empresas europeas están dispuestas a correr el riesgo
de pagar indemnizaciones millonarias a los anteriores
dueños de negocios en los Estados Unidos. La
propiedad es un tema clave en la futura mesa de
negociación, donde Europa tendrá un papel
(secundario) por sus inversiones en propiedades
nacionalizadas no reconocidas por los Estados Unidos.
Hasta entonces, Bruselas y Washington, se rigen por la
tregua del «entendimiento». Aunque seguirán presentes,
si se levantara el embargo es evidente que, ante los bajos
costes de transporte y la cercanía, los Estados Unidos
serían un competidor demasiado fuerte para las
empresas europeas.
La Posición Común introduce otra particularidad:
la doble condicionalidad. Puesto que la política de la
UE es diseñada por veintisiete Estados miembros,
la Comisión Europea y sus diferentes Direcciones, y el
Parlamento Europeo, tal disposición no es más que un
marco político general que permite diferentes
interpretaciones y genera nuevas contradicciones.
z
z
z
z
Cuba es parte de la Comunidad Iberoamericana y
participa en las Cumbres, pero es el único país que
no tiene un acuerdo de cooperación con la UE.
Hay una delegación de la UE en Cuba, pero no
tiene estatus de embajada, aunque diecinueve Estados
miembros han abierto embajadas en la Isla.
Se han firmado más de veinte acuerdos bilaterales,
pero ninguno entre la UE y Cuba.
Pese a la Posición Común, existen diversas políticas
de los Estados miembros e incluso dentro de la
misma Comisión Europea, (antes del Tratado de
Lisboa) entre la DG Desarrollo y la DG Relex.
Consensos y disensos entre los actores
En el seno de la UE se pueden identificar cuatro
posiciones frente a la cuestión cubana. Estas varían
según las coyunturas políticas y no pueden asignarse a
determinados países:
La anormalidad de Cuba en la política de la UE
La aprobación de una Posición Común como
instrumento de la política exterior de la UE no es la
norma, sino la excepción. La UE tiene posiciones
comunes sobre Birmania, Iraq, Nigeria, Zimbabwe y
Cuba. La Posición Común señala que la Isla tiene un
lugar sobredimensionado en dicha política, que se debe
al diferendo histórico España-Estados Unidos sobre
Cuba. La Unión aplica una política contradictoria,
secuestrada por España y enmarcada en la relación
transatlántica. Estos son los dos ejes que la hacen
sumamente incoherente y sujeta a cambios permanentes
dentro de las constantes del rechazo del embargo y la
presencia económica.
Desde que restablecieron relaciones diplomáticas,
Cuba no ha encontrado su lugar en la política de la
UE. Es un país del grupo ACP; pero no forma parte
de los acuerdos regionales ni del Convenio de Cotonou.
Hasta la aprobación del Tratado de Lisboa, que
modificará el conjunto de la estructura institucional
comunitaria, la UE percibió a la Isla como parte de la
Dirección General de Desarrollo (DG Desarrollo),
pero la de Relaciones Exteriores (DG Relex) negoció
el diálogo político. Cuba es tratada como un país
caribeño, pero en realidad tiene una identidad
latinoamericana.
z
z
z
z
Los fundamentalistas de derechos humanos (que
exigen liberar todos los presos políticos antes de
avanzar en las relaciones).
Los aliados de los Estados Unidos (que priorizan
sus relaciones con Washington y actúan con cautela).
Los anticastristas convertidos (que reclaman un
diálogo privilegiado con los disidentes y una mayor
presión política).
Los comprometidos (que favorecen una política de
compromiso crítico o incondicional, por principios
o antiamericanismo).
Los «comprometidos» están en clara minoría. La
eliminación de la Posición Común hoy parece menos
probable que un año atrás. Aunque España mantiene
su postura de sustituirla arguyendo que no ha tenido
resultados, después de la muerte de Zapata y la huelga
de hambre de otros, el gobierno de Zapatero actúa
con más cautela y menos entusiasmo.
Para cuidarse, España ya ha dado marcha atrás
declarando que aún intenta modificar la Posición
Común, pero que «Cuba no es prioridad de la
presidencia española». Eliminar la Posición Común o
reemplazarla por otro documento requiere unanimidad
entre los actuales veintisiete.
65
Susanne Gratius
de las relaciones con Cuba. La Isla nunca ha sido un
tema prioritario, pero, en la UE post-Lisboa, será aún
menos relevante.
La aprobación del Tratado de Lisboa cambia los
interlocutores, y ninguno de ellos —Karel Gucht
(comercio), Kristalina Georgieva (ayuda humanitaria)
y Catherine Ashton— tiene un interés especial en Cuba.
España está mucho menos presente en la nueva
estructura de la UE: Javier Solana salió y no hay otro
español que ocupe un cargo importante. Esto podría
conducir a dos escenarios: una mayor bilateralización
de las relaciones, con España como principal socio de
Cuba; o una mayor «europeización» de estas, con menor
protagonismo e interés de España.
Más que antes, «las políticas comunes de la UE» serán
el resultado de un compromiso entre las posiciones de
sus Estados miembros, la Comisión Europea y, a partir
de ahora, también de la alta representante y del presidente
de la UE. El complejo proceso de búsqueda de consenso
que involucra a más de treinta actores oficiales y, además,
representantes de la sociedad civil europea, difícilmente
puede conducir a políticas claras, sino, a lo sumo, a
posiciones conveniadas en torno a un mínimo
denominador común. En el mejor de los casos, el
resultado es una «Europa de las cuotas». Este escenario
se consolida con la entrada en vigor del Tratado de
Lisboa que, entre otras cosas, elimina las presidencias
rotativas de la UE en materia exterior, crea un servicio
de acción exterior común y embajadas de la UE.
Estos cambios tienen consecuencias en las relaciones
europeo-cubanas. Hasta ahora, España ha sido un actor
mucho más importante que Washington a la hora de
definir la política de la UE. Antes del Tratado de Lisboa,
España tenía el monopolio de definición de la política
europea hacia Cuba. Pero en la medida en que la UE
logre definir posiciones comunes más allá del peso de
determinados Estados miembros y se siga ampliando
hacia países con un interés escaso o inexistente por
Cuba, España perderá este margen de maniobra. Es
altamente probable que con esta «europeización» de la
política disminuya también el peso desmesurado de
la Isla en la agenda exterior de la Unión. Ello es, al
mismo tiempo, una buena noticia, pues la presión
externa será menor, y una mala, porque la UE reducirá
su compromiso con Cuba.
Ante una UE post-Lisboa que fortalecerá su política
exterior común, Cuba debería seguir apostando a
España, pero sin descuidar sus relaciones con Bruselas
y otros Estado miembros. Con vistas al futuro, tiene la
ventaja de partir de intensas relaciones históricas con
muchos países de Europa del Este que hoy son
miembros de la UE y podrían servir de puerta de
entrada a vínculos más favorables con Europa. Aunque
en el contexto actual tienden a ser negativos, porque la
República Checa, Polonia y otros la comparan con su
propia transición y son aliados estrechos de los Estados
Unidos, los lazos creados en el pasado podrían
rescatarse en algún momento para relanzar el tema Cuba
en la UE.
Cuba en la agenda post-Lisboa
Como indican las diferentes posiciones respecto a
Cuba (ver cuadro), la UE carece de una política común
Posiciones comunes UE
z
z
z
z
z
z
z
z
Rechazo de sanciones y del
embargo.
Tener presencia en Cuba.
Mantener relaciones
económicas.
Promover cambios
internos en la Isla.
Respetar la soberanía
nacional.
Reconocer la situación de
propiedad.
Mejorar la situación
económica y apoyar un
proceso de reformas.
Transformación desde
adentro de forma pacífica
y gradual.
Posiciones divergentes UE
z
z
z
z
z
z
z
z
Trato preferencial o
secundario de disidentes.
Niveles altos o bajos de
cooperación.
Coordinación con los
Estados Unidos o política
independiente.
Condicionamiento y gestos
sí o no.
Mantenimiento o abolición
de la Posición Común.
Trato de la deuda externa.
Coordinación de la política
de la UE con los socios
latinoamericanos (España
lo hace en el marco
iberoamericano).
Grado de diálogo político
con el gobierno cubano.
hacia Cuba. Aunque los desacuerdos no son
fundamentales, será difícil, si bien necesario, definir una
estrategia coherente aprobada por todos los actores.
Mientras tanto, se puede destacar una creciente
frustración por los escasos avances en las relaciones y
un cierto cansancio en la UE, que se manifiesta incluso
durante la presidencia española. Esta será, al mismo
tiempo, la última con un protagonismo del Estado
miembro de turno en política exterior, antes de crearse
una «nueva UE», menos dependiente de agendas
nacionales. A partir de 2010, la Alta Representante
Exterior de la UE, Catherine Ashton, será responsable
El futuro de la agenda transatlántica
La UE y los Estados Unidos aplican políticas que
hasta ahora parecían irreconciliables. Mientras que en el
seno de esta prevalece el compromiso, que incluye un
diálogo político y presencia en la Isla, las sanciones y el
aislamiento diplomático siguen dominando en la política
66
La política de la Unión Europea en el triángulo Cuba-Estados Unidos-España
norteamericana. Dentro de estas lógicas diferentes,
ambos han reducido la presión hacia Cuba. Aunque
no la elimine, la UE se inclina cada vez menos a aplicar
una condicionalidad democrática plasmada en una
Posición Común sin resultados. Y los Estados Unidos
socavan el embargo por una medidas de compromiso
que contemplan los viajes y remesas de cubanoamericanos,
el diálogo sobre migración, la exportación de alimentos,
la coordinación bilateral en materia de narcotráfico, el
control de fronteras, los contactos entre exilio y cubanos
de la Isla, y el intercambio académico.
El mantenimiento de la Posición Común, en el caso
de la UE, y de las sanciones, por parte de los Estados
Unidos, reflejan cada vez menos una realpolitik. Puesto
que el exilio determinó la política de Washington, Cuba
y los Estados Unidos no mantienen una relación entre
Estados, sino que el conflicto entre el gobierno cubano
y la oposición se ha trasladado o extraterritorializado.
En la política de la UE, España y su juego político interno
explican la existencia de una política hacia Cuba. En la
medida en que se debilite la posición de los más reacios
en los Estados Unidos, en que España comience a definir
una política de Estado y la UE fortalezca su política
común, Europa y los Estados Unidos podrían acercar
las suyas. Este cambio gradual hacia una menor presión
se inserta en un contexto político latinoamericano de plena
inclusión de Cuba. A mediano y largo plazo, tanto el
embargo como la Posición Común tienen los días
contados.
No obstante, actualmente las posiciones siguen
siendo diferentes. Empezando por los objetivos de sus
políticas, la UE quiere promover cambios desde dentro
encaminados hacia una transición pacífica, mientras que
los Estados Unidos quieren acabar con el régimen
cubano. Estas dos visiones opuestas se encuentran en
la crítica de la situación de los derechos humanos y,
particularmente, la libertad de expresión y asociación.
La selección de los interlocutores también es difícil: la
UE dialoga ante todo con el gobierno cubano y coloca
a los disidentes en un segundo lugar, mientras que los
Estados Unidos orientan su política a los intereses del
exilio y los disidentes, y apenas ha abierto canales de
diálogo con el gobierno.
Otra diferencia fundamental e importante en el
futuro es el hecho de que la Unión reconoce la soberanía
del país y las nacionalizaciones, y los Estados Unidos
no. A raíz de ello, se anuncia un prolongado conflicto
por los intereses económicos que comparten en Cuba.
Debido a la ausencia norteamericana, la UE se ha
convertido en el principal socio comercial de Cuba, lo
cual le asigna una posición privilegiada en términos de
presencia en la Isla. Contrario a todos los análisis,
nuestros instrumentos no son tan diferentes como
parecen: la principal política de la UE hacia Cuba es la
presencia económica, y los Estados Unidos se han
convertido en el quinto socio comercial de la Isla.
También compartimos un componente de sanciones:
por la «doble condicionalidad», la UE no firma un
acuerdo con Cuba, y los Estados Unidos mantienen el
embargo.
Aunque predomina la continuidad, se anuncian
cambios: Cuba ha dejado de ser un conflicto
transatlántico entre la UE y los Estados Unidos y existe
un consenso en torno al compromiso. El conocimiento
de la realidad cubana es el principal capital de Europa
frente a los Estados Unidos. En más de cincuenta años
de aislamiento, estos y Cuba siguen viéndose bajo el
prisma de la Guerra fría. Quedarse sin presencia en la
Isla ha tenido un elevado precio para Washington: el
desconocimiento de la realidad cubana y una política
de ciencia ficción creada en el imaginario anticastrista
de la primera ola de exiliados.8 Reconstruir el presente
y construir el futuro es uno de los desafíos que afrontan
ambos países. En este proceso, Europa puede ayudar,
pero tendrá un lugar secundario, con la única excepción
de España, el rival histórico de los Estados Unidos.
Notas
1. Rafael Hernández, «¿Tendrán los Estados Unidos una política
latinoamericana (y caribeña) que incluya a Cuba?», Foreign Policy,
v. 8, n. 4, México, DF, 2008. p. 50.
2. Francesc Bayo, «Las relaciones políticas entre España y Cuba:
continuidad histórica y ajustes frecuentes», Documentos CIDOB
América Latina, n. 16, Barcelona, 2006.
3. Francesc Bayo y Christian Freres, «An Overview of the Linkages
Between Spain´s Regions and Cuba», FOCAL Background Briefing
on Cuba, Ottawa, 2005.
4. Joaquín Roy, The Cuban Revolution (1959-2009): Relations with
Spain, the European, and the United States, Palgrave-MacMillan,
Londres, 2010.
5. Celestino del Arenal, «La dimensión regional en la política
iberoamericana de España», Revista de Pensamiento Iberoamericano,
n. 19, Madrid, 2008, pp. 27-36.
6. Uno de ellos fue una iniciativa de la Fundación FRIDE en
Madrid que organizó tres reuniones entre los principales partidos
políticos. Véase Jorge I. Domínguez y Susanne Gratius, «La política
española ante la Cuba del futuro», Working Papers América Latina,
n. 6, Cambridge, 2006.
7. Susanne Gratius, «¿Ayudando a Castro? Las políticas de los Estados
Unidos y la UE hacia Cuba», Documento de trabajo No. 15, FRIDE,
Madrid, 2006.
8. Susanne Gratius, «Cuba, Estados Unidos y Europa: perspectivas
de cambio», Política Exterior, n. 130, Madrid, julio-agosto de 2009,
pp. 93-103.
©
67
, 2010
no. 62-63: 68-78, abril-septiembre de 2010.
Eduardo Perera Gómez
L a Unión Eur
opea
Europea
y su papel en las r
elaciones
relaciones
Estados Unidos-Cuba
Eduar
do P
er
era Gómez
Eduardo
Per
erera
Investigador. Centro de Estudios Europeos.
L
supranacional y el intergubernamental. En este último
opera la llamada Política Exterior y de Seguridad
Común (PESC) con veintisiete realidades nacionales
distintas, 3 bajo la regla de la unanimidad para la
adopción de decisiones, lo que se refleja en su carencia
de resultados a nivel global.
La proyección hacia Cuba se construye así en el
Consejo de la UE, a partir del acuerdo unánime4 de
sus Estados miembros, que se diferencian por su interés
particular en el asunto, o el grado de prioridad que le
confieren, o su papel en temas transversales que afectan
la relación con la Isla (derechos humanos, democracia,
anticomunismo), pero cuyo posicionamiento político
varía en el tiempo por los cambios de gobierno;
circunstancias relacionadas con el ordenamiento
institucional interno; el estado de sus relaciones y las de
Cuba con los Estados Unidos, y los puntos en discusión
dentro de la agenda comunitaria. Resulta en extremo
difícil establecer «posiciones comunes» reales de los
países europeos respecto a Cuba, como también a
otros temas, más allá de ciertos acuerdos mínimos. Solo
en esta dimensión encaja la Posición Común de 1996,5
que los Estados miembros han aplicado ad libitum, de
a relación entre la Unión Europea (UE) y Cuba,
breve en el tiempo,1 pero singularmente intensa,
ha estado lastrada por el vínculo entre ambos actores y
los Estados Unidos, hasta el punto de mostrarse,
más que como una relación bilateral típica, como
triangular, en la que el peso específico del tercero es,
proporcionalmente mayor que en otros subsistemas.
En este triángulo no equilátero, las líneas más cortas
unen a la UE con los Estados Unidos —la más
profunda y extensa relación entre dos continentes en la
historia—2 y la otra, a los Estados Unidos con Cuba,
por evidentes razones históricas, geopolíticas y de
seguridad.
No es posible atribuir a la UE una capacidad de
influencia significativa sobre la naturaleza de las
relaciones Estados Unidos-Cuba, lo que obedece ante
todo a sus insuficiencias estructurales y funcionales para
articular una política exterior común; ejercer presión
sobre Washington, y superar su propia permeabilidad
y susceptibilidad a las presiones estadounidenses.
La UE no es una entidad monolítica ni homogénea.
Su estructura híbrida se organiza en torno a dos niveles
de soberanía interconectados, pero diferenciados: el
68
La Unión Europea y su papel en las relaciones Estados Unidos-Cuba
Tampoco logró impedir sendas menciones
específicas a Cuba en las declaraciones de las Cumbres
Trasatlánticas celebradas en 2007 y 2008, impuestas por
la administración de George W. Bush. En 2008 logró
que esta retirara del borrador de la Declaración
Trasatlántica una mención paralela sobre Venezuela, no
así la referente a Cuba.
Cuba es una variable dependiente de los vínculos
de la UE con los Estados Unidos. La proyección de
aquella hacia Cuba, muy vulnerable a la influencia de la
política de Washington, toma especialmente en
consideración no solo el estado de las relaciones Estados
Unidos-Cuba, sino las posiciones y sensibilidades
estadounidenses sobre el tema, por lo que puede
afirmarse que es construida «a su sombra».8
El caso del Entendimiento UE-Estados Unidos,
de 1998, sobre la Ley Helms-Burton es paradigmático.
Algunos autores apuntan que este acuerdo ha
significado, en la práctica, el hundimiento de esa ley, en
relación con las propiedades y las visas.9 Esta no es,
lógicamente, la lectura que se hace desde Cuba acerca
de una transacción que «en la práctica significaba la
renuncia europea, a cambio de nada, a su oposición
a la ley Helms-Burton y su apoyo a la política de
subversión que dirige Estados Unidos»;10 que evitó la
guerra comercial entre ambos —en un terreno en el
que las consideraciones políticas son evidentes— sin
eliminar los efectos disuasorios de este instrumento
sobre las inversiones europeas en Cuba, y en la que se
evidenció la visión sesgada de la UE sobre la Ley
Helms-Burton, al cuestionar como extraterritoriales,
únicamente, sus títulos III y IV. El Entendimiento ha
sido para los Estados Unidos una operación de ganarganar: el waiver sobre el título III era un imperativo en
clave doméstica, no cumplió sus improbables
compromisos con respecto al título IV y logró frenar
el panel de la UE ante la Organización Mundial del
Comercio (OMC). El Entendimiento fue posible,
fundamentalmente, porque Cuba no merecía una
guerra comercial entre las dos mayores economías del
mundo.
Cuba es más importante para la política
norteamericana —de hecho, es un tema de política
doméstica— que para la política exterior de la UE. La
escasa relevancia de la Isla en la pirámide de prioridades
externas de la UE lleva a un cálculo de costo-beneficio
cuyo resultado privilegia, como norma, la calidad del
vínculo con los Estados Unidos.
Last but not the least, deben tenerse en cuenta las
coincidencias ideológicas entre los Estados Unidos y
la UE, y sus respectivas divergencias con Cuba. Las
relaciones de la UE con la Isla son un subproducto de
la reestructuración del sistema internacional generada
por la ruptura de los equilibrios de la Guerra fría.
acuerdo con sus intereses nacionales, aunque se
mantiene como el referente de la UE en su política
hacia Cuba.
No es extraño entonces que las relaciones UE-Cuba
hayan sido hasta hoy dominadas por un bilateralismo
Estado miembro-Cuba en el cual se ponen de
manifiesto los intereses reales implicados, mientras el
vínculo con la UE tributa a una dimensión ideológicosimbólica que no puede, sin embargo, ser soslayada.
Desde que el Tratado de Roma (1958) dio origen
a la Comunidad Económica Europea, la proyección
exterior de la UE, en lo que al Tercer mundo se refiere,
se basa en un sistema de ejes y radios (hubs and spokes),
determinados por la preeminencia de unos u otros
Estados miembros en los temas relacionados con países
o áreas específicas fuera de las fronteras de la Unión,
los cuales trazan la línea y en muchos casos establecen
la política hacia sus antiguas colonias. España, por
razones obvias, es el eje de la política de la UE hacia
América Latina y, en específico, hacia Cuba. El resto
apoya el consenso así construido o se opone a él
a través de disímiles fórmulas de negociación. La
resultante es un mínimo común denominador muy
variable, sobre todo en casos donde no existe una clara
política de Estado.
Tanto este aspecto como el anterior explican las
ambigüedades de la «política» de la UE hacia Cuba y
sus dificultades para competir con la puesta en práctica
por diferentes administraciones estadounidenses, y con
la sostenida consistencia de la política cubana hacia la
UE, basada en las siguientes claves: no aceptar
precondiciones a la relación; desarrollar relaciones
bilaterales con los Estados miembros sin descuidar el
objetivo de normalizar el vínculo con la UE, pero sin
sacrificarlas a esta perspectiva; un diálogo no
discriminatorio basado en la igualdad soberana, y la
definición de áreas de interés común en la cooperación,
a partir de las prioridades del país.
El grado de madurez alcanzado por la integración
económica entre los miembros de la UE tiene solo un
precario reflejo en la conformación de una política
exterior común, por lo que la Unión sigue siendo un
gigante económico y un enano político con capacidad
de influencia limitada, especialmente cuando los temas
involucran, de manera especial, los intereses de una
contraparte como los Estados Unidos.
Ha sido persistente, por ejemplo, la incapacidad de
la UE para influir sobre la modificación de la política
estadounidense de bloqueo a Cuba, a pesar de su
oposición a las medidas coercitivas de carácter
extraterritorial.6 En la práctica, la UE coincide con los
Estados Unidos en considerar el bloqueo como un
tema bilateral.7
69
Eduardo Perera Gómez
Europeo— determinados eventos en Cuba, mientras
se guarda silencio pertinaz ante los más variados
acontecimientos de la escena mundial.13 Ello responde
con toda evidencia a factores políticos.14 Con más
o menos matices en cuanto a los medios para lograrlo,
existe una coincidencia en el fin de las políticas respectivas
de los Estados Unidos y la UE. Está claro que la meta
va más lejos para los primeros, que persiguen la
reimposición de su hegemonía sobre Cuba y
la recuperación del poder por el bloque oligárquico
antinacional desplazado por la Revolución, lo que no
es de esperar que concuerde con los objetivos de la
UE. El punto de convergencia se sitúa en promover la
modificación de las bases del sistema político y
económico cubano, un «cambio de régimen»,
independientemente de las diversas interpretaciones que
puedan hacerse de la hipotética «transición pacífica hacia
la democracia». 15 El discurso político de factura
europea, en particular española, tiende a la manida
e insostenible comparación entre sistemas antagónicos
como la Revolución cubana y el franquismo, un
tenebroso cliché mediático convertido en verdad
incontestable,16 cuyo corolario es tomar la transición
española como paradigma de la propuesta
«transición pacífica» en Cuba. Como es de suponer, la
contradicción entre este fin, los respectivos métodos
empleados y los intereses y la voluntad de Cuba, es
insalvable.
El nuevo contexto afianzó las tendencias globalizadoras
y se estructuró en torno a un modelo fundamentalista
de democracia liberal y de economía de mercado.
Después de la caída del muro de Berlín, la UE quedó
como el único factor de equilibrio en Europa, por
defecto, frente a la hegemonía político-militar
norteamericana, por lo que sus vínculos con Cuba
nacieron perturbados por exigencias políticas de una
«transición» similar a la esteuropea. Ello coincidió con
uno de los períodos en los que la Isla recibió con mayor
fuerza el impacto negativo de la política norteamericana,
que desde la segunda mitad de los 80 había puesto en
práctica una estrategia de condena en los organismos
internacionales, y principalmente en la Comisión de
Derechos Humanos de la Organización de Naciones
Unidas (ONU). El componente ideológico y político
ha desempeñado así un papel fundamental, con
antecedentes en la vinculación de Cuba al extinto
Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), y
continuidad en la supervivencia de su socialismo. Esto
se ha reflejado en las percepciones recíprocas, y ha
aflorado con intensidad variable en no pocos momentos
de la relación UE-Cuba, cuando no la ha condicionado.
Aunque no es posible explicar únicamente la
proyección de la UE hacia Cuba a partir de una alianza
estratégica incondicional con los Estados Unidos, que
obedece mucho más a cánones de la Guerra fría y
a una comprensión incompleta del proceso de
integración comunitaria, la alianza existe, y sigue siendo
estratégica, aunque el objeto haya cambiado. Tampoco
es posible justificarla desde el discurso habitual de la
UE sobre democracia y derechos humanos,
deslegitimado por una proyección exterior de doble
estándar. Esta falta de coherencia se manifiesta en una
actitud desigual frente a las contrapartes, cuyo referente
son los intereses de la UE. Los ejemplos abundan, y
Cuba es un caso paradigmático, al que, además, se
imponen condicionamientos previos a la negociación
de cualquier instrumento contractual.11
Resulta difícil explicarlo como no sea por
consideraciones ideológicas. Cuba es el único país de
América Latina y el Caribe —y uno de los pocos en
el mundo— no vinculado a la UE por un acuerdo, y el
único de la región objeto de una Posición Común que
establece condiciones para avances futuros en la
cooperación; aunque señala en su punto 3d) que la UE
«evaluará el desarrollo de la política interior y exterior
cubanas de acuerdo con los mismos criterios que aplica
en sus relaciones con otros países».12 Esto contrasta
con su cooperación con países cuya actuación
democrática y en materia de derechos humanos es
francamente deplorable. Un elemento adicional es el
cariz sobredimensionado y estentóreo que adquieren
desde la UE —en particular desde el Parlamento
¿Oportunidades perdidas?
Al final del período 1988-1995, caracterizado por
numerosas oscilaciones en la relación,17 se vislumbró la
posibilidad de entablar negociaciones con la UE para
la eventual firma de un acuerdo de cooperación
económica y comercial. Sin embargo, después de
avanzar aceleradamente entre junio de 1995 18 y
diciembre del propio año —mandato del Consejo
Europeo para la elaboración de las directivas de
negociación correspondientes—,19 el proceso se vio
frustrado por una particular confluencia de factores.
España ostentaba la presidencia semestral del
Consejo en los últimos días del gobierno socialista de
Felipe González, quien había desarrollado una política
exterior muy activa en relación con Cuba. Su intensa
gestión negociadora en el seno de la UE, permitió que
el dossier avanzara rápidamente. González contaba con
la predisposición favorable de los Estados Unidos:
aunque sin la evidencia de un pacto entre estos y la UE,
«la sintonía entre Bruselas y Washington entonces era
notable, y se habían efectuado numerosas consultas
cuidadosas entre los responsables de la política cubana
de los Estados Unidos, España, Italia y Francia».20
70
La Unión Europea y su papel en las relaciones Estados Unidos-Cuba
solo con la política de Washington, sino con la
promovida por los sectores más reaccionarios de
la emigración cubana en la Florida. La política española
secuestró a la de la UE cuando esta adoptó la Posición
Común, de la cual sigue siendo rehén, y con la que
redujo de manera drástica sus posibilidades de influencia
sobre Cuba. Varios acontecimientos posteriores
sirvieron para corroborar que el gobierno español se
había convertido en «punta de lanza de los intereses
norteamericanos en el marco de la UE».28 La proyección
de la administración George W. Bush durante su primer
mandato y los efectos de la subordinación europea a la
hegemonía y el unilateralismo estadounidenses se
conjugaron con la política desarrollada por el gobierno
del Partido Popular (PP) en España, para dibujar uno de
los períodos más difíciles y enrarecidos del triángulo
UE-Estados Unidos-Cuba: se transfirió un elevado nivel
de crispación a las relaciones bilaterales hispano-cubanas,
y una fuerte carga ideológica, así como un sensible
deterioro de los vínculos UE-Cuba, que alcanzaron el
peor momento de su historia.
La ofensiva del gobierno español se verificó en
todas las instituciones comunitarias, y aprovechó no
solo su ascendiente en el tema Cuba, sino también su
representatividad en los grupos mayoritarios dentro del
Parlamento Europeo, disputándole a Miami el papel
de centro de la contrarrevolución cubana en el exilio.29
El gobierno de Aznar dejó entre sus más importantes
secuelas el estancamiento del diálogo político bilateral
con la UE, reanudado en el semestre anterior bajo la
presidencia de Bélgica; la suspensión sine die (promovida
por la comisaria europea Loyola de Palacio) del examen
de la solicitud de adhesión de Cuba a la Convención de
Cotonou, y las sanciones adoptadas en junio de 2003
por el Consejo de la UE.30
En febrero de 1996, el comisario europeo para el
Desarrollo y las relaciones con América Latina, Manuel
Marín, realizó una visita imprevista a La Habana, cuyo
objetivo fue obtener determinados compromisos
políticos de la parte cubana, antes de la apertura de
negociaciones formales, a pesar de que se había
asegurado que no habría precondiciones.21 Los requisitos
básicos planteados por la UE incluían la reforma del
Código penal y el reconocimiento de la oposición, un
serio obstáculo para la aprobación cubana.22 El intento
de condicionar la negociación del acuerdo estaba de
origen condenado al fracaso; no obstante, Marín culpó
posteriormente de la inutilidad de sus gestiones
personales al supuesto desinterés de la parte cubana,23
que contrasta con que la UE representaba entonces más
de un tercio del comercio exterior de Cuba y más de la
mitad de los flujos de turismo e inversión extranjera.
Richard Nuccio, quien se desplazó a Bruselas menos
de veinticuatro horas después de aprobarse la
Comunicación de la Comisión, y poco antes del viaje
de Marín a La Habana, reconoció claramente en la
conferencia de prensa que ofreció al final de esta
segunda visita la fragilidad del consenso existente entre
los Estados miembros de la UE sobre el tema cubano,
y sus dudas acerca de que el proceso lograra concretarse.
Tiempo después expresó que, en términos estratégicos,
el proyecto fracasó porque fue interpretado como una
oferta hecha en coalición con los Estados Unidos, algo
que Castro no estaba dispuesto en absoluto a aceptar.24
La suspensión del proceso por parte de la UE se
vio favorecida por modificaciones importantes de
contexto durante el primer semestre de 1996: el derribo
por la Fuerza aérea cubana de dos avionetas de la
organización Hermanos al Rescate; la aprobación de
la Ley Helms-Burton, que puso de manifiesto las
«debilidades estructurales» de la UE y la ambigüedad y
fragilidad presentes en su política hacia Cuba, y el
cambio de gobierno en España, así como en Francia.
A finales del año, el Consejo adoptó la Posición
Común sobre Cuba, basada en el «catálogo de
medidas» presentado por el enviado especial de los
Estados Unidos, Stuart Eisenstadt, a sus socios
europeos durante la gira realizada por varios países de
la Unión en septiembre de 1996.25 No por gusto, Cuba
ha reiterado que fue aprobada por la UE bajo la presión
de José María Aznar, a partir de un borrador escrito
en el Departamento de Estado norteamericano.26 Para
algunos Estados miembros de la UE, esta propuesta
constituyó un mecanismo de presión proporcional,
para otros fue un asentimiento obediente a los Estados
Unidos. Para el Departamento de Estado norteamericano
la Posición Común fue motivo de satisfacción.27
La adopción de la Posición Común ratificó el
alineamiento del gobierno conservador español, no
Oportunidad aprovechada
Las Conclusiones adoptadas por el Consejo de la
UE el 23 de junio de 2008,31 aun acompañadas por
la habitual retórica sobre Cuba, constituyeron el punto de
giro más importante en las relaciones UE-Cuba desde
el año 2003, al incluir la decisión de eliminar
definitivamente las sanciones impuestas a la Isla. De
este modo, se apartó el principal obstáculo para el reinicio
del diálogo político bilateral y para que pudiera
retomarse la cooperación con la Comisión Europea.
El proceso que condujo a la eliminación de las
sanciones tuvo su inicio en el cambio de tendencia
provocado por el retorno del Partido Socialista Obrero
Español (PSOE) a la presidencia en las elecciones de
marzo de 2004. El gobierno de José Luis Rodríguez
Zapatero mostró desde el principio un claro interés
71
Eduardo Perera Gómez
la cooperación entre España y Cuba, y se acordó la
celebración de un diálogo político bilateral.
Madrid también respondió a las reacciones de
disconformidad del gobierno de Washington en más de
una ocasión. Durante la visita a España de la secretaria
de Estado, Condoleeza Rice —quien expresó la
oposición de los Estados Unidos al compromiso
español con Cuba—, las autoridades españolas
defendieron el derecho de conducir su propia política
exterior y opinaron que la confrontación entre los
Estados Unidos y Cuba era cosa del pasado.
Las estrechas relaciones entre Bush y Aznar se
mantuvieron aun después del cambio de gobierno en
Madrid, en particular alrededor de temas relacionados
con la «seguridad global». Bush contaba con Aznar
también en Iberoamérica, donde el presidente de la
Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales
(FAES) ha querido situar bien a esta institución. Aznar
comenzó a ser, en cierto modo, un referente de la
comunidad hispana en los Estados Unidos, y nunca ha
ocultado que su firme alianza con Bush tenía también
como objetivo implantar, con creciente solidez, la cultura
española en la primera potencia del mundo.37
Por otra parte, Aznar y Vaclav Havel, el ex presidente
checo, conformaron la punta de lanza en Europa del
Committee on the Present Danger, un think tank de
gran influencia en la política exterior estadounidense
bajo la última administración republicana, y al que los
dos antiguos mandatarios se unieron para «la lucha
global contra el terrorismo». El peso político de ambos
en los países del Este incorporados a la UE ha
trascendido los años que Bush necesitaba para afianzar
ante Bruselas su política «antiterrorista», manteniéndolos
estrechamente unidos en otros terrenos: ambos integran,
junto con Lech Walesa, el International Committee for
Democracy in Cuba.
Paralelamente, el escenario interno de la UE se
complicó considerablemente, como resultado de la
herencia del aznarismo y de la ampliación a nuevos
Estados miembros.
El tradicional peso específico de España en el diseño
de las políticas comunitarias relativas a América Latina
y Cuba sufrió una importante reducción de su margen
de maniobra e influencia como consecuencia de la
ampliación de la UE hacia el este. Algunos de los nuevos
Estados miembros procedentes del antiguo campo
socialista europeo buscaron mantener el consenso
construido y legado por el gobierno de José María
Aznar. Las particularidades de la transición política en
estos países, sus actitudes en relación con Cuba, y su
compromiso con los Estados Unidos, mayor y menos
responsable, en muchos casos, que el de algunos de sus
socios occidentales en la UE, se convirtieron en un
factor de influencia negativa sobre las relaciones
por desmarcarse a toda costa de la política anterior,
aunque no pudo superar la ruptura del consenso político
interno.
Zapatero «realineó» a España con los Estados líderes
de la integración regional —Alemania y Francia— y la
regresó a una Europa sacrificada por el PP en función
de la alianza con los Estados Unidos, lo que provocó
reacciones airadas de la derecha, a pesar de que,
paralelamente, puso en práctica una política de «mano
tendida» a Washington e intentos de mejorar las
relaciones bilaterales —dañadas desde el anuncio de la
retirada española de Iraq—, favorecidos por los deseos
y la necesidad de Europa de «recomponer los platos
rotos».32
El Ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel
Moratinos, propuso lanzar «una nueva agenda
transatlántica», confiando en que Bush adoptara, en su
segundo mandato, una actitud más «multilateral».33 El
canciller español planteó igualmente el interés del
gobierno en dialogar con Washington en todas las áreas
donde España podía ejercer cierta capacidad de
influencia, como Latinoamérica. Al respecto, dijo que
había «suficientes canales» para explicar a los Estados
Unidos cuál era, por ejemplo, la visión en las relaciones
con Cuba. Según Moratinos, Washington «entendería
plenamente» la posición española, como había ocurrido
en el pasado en momentos difíciles con Cuba, Venezuela
u otros países de la zona. «España tiene un enorme
prestigio en todo el continente americano. Es un actor
al que se debe respetar y se tiene que escuchar, como
nosotros también queremos escuchar y respetar a los
Estados Unidos».34
En el escenario doméstico hubo intentos fallidos
de construir un consenso con el PP que, en la práctica,
se había roto durante el segundo mandato de los
populares. 35 La oposición conservadora española
comenzó a ejercer la intensa presión que ha desplegado
en los últimos seis años, aprovechando cualquier tema
para atacar y descalificar, en particular, la política que el
gobierno del PSOE ha defendido respecto a Cuba.
Parte de los desencuentros con los Estados Unidos
experimentados por la política exterior española se
derivaron del contraste con el modelo de subordinación
a Washington que había sido impuesto por el gobierno
de Aznar. El distanciamiento no solo se manifestó en
algunas «señales».36 El gobierno de Madrid abandonó
la alianza incondicional con los Estados Unidos, que
había constituido el núcleo de la proyección exterior
del PP. También comenzó a rectificar la proyección
bilateral hacia Cuba, y a trasladar a la UE sus
consideraciones sobre la ineficacia de las sanciones de
2003 y la necesidad de un diálogo político. El ministro
Moratinos visitó La Habana sin sostener encuentros
con la llamada disidencia. En 2007, se restableció
72
La Unión Europea y su papel en las relaciones Estados Unidos-Cuba
Cuba no acepta que la Posición Común se mantenga como el
referente de sus relaciones con la UE, por lo que los escenarios
pueden ir desde el más positivo y deseable —sustitución de
la Posición Común por un marco bilateral de relaciones bajo
la forma de un acuerdo— pasando por el mantenimiento del
statu quo, hasta los más negativos —un nuevo impasse u otra
confrontación.
Por otra parte, el paso de la presidencia de los
Consejos de Estado y de Ministros de Fidel a Raúl
Castro no supuso un cambio en la naturaleza del sistema
político cubano ni en la política de Cuba hacia la UE.
Por el contrario, se insertó en unas relaciones más
estrechas que nunca con América Latina y el Caribe
favorecidas por el contexto político conformado
a escala regional durante los últimos años. La
incorporación al Grupo de Río dejó a Cuba únicamente
al margen del sistema interamericano, dominado por
los Estados Unidos, aunque participando en todos los
niveles de la concertación intra-regional y con Europa.
La decisión del Consejo de eliminar las sanciones
tuvo el valor simbólico añadido de producirse antes
del fin de la era Bush, superando ingentes presiones
norteamericanas.39 El desgaste de la administración
estadounidense, su descrédito entre la mayoría de los
aliados europeos, y la perspectiva de un cambio de
gobierno en Washington fueron decisivos.
La influencia de una suerte de «efecto Obama» debe
entenderse como doble perspectiva de cambio: en la
relación con los aliados y con Cuba. Ello permitió a
la UE disponer de un ambiente y un margen de
maniobra más confortables en su proyección hacia la
Isla, que se hizo efectivo a lo largo de 2009, al menos
por tres factores: una mejoría en la relación WashingtonBruselas, un discurso menos crispado y agresivo hacia
Cuba que el de Bush, y el cumplimiento de sus mínimas
promesas electorales de cambio respecto a la Isla. La
nueva administración no cuestionó la decisión europea
de eliminar las sanciones a Cuba. Por primera vez en
tres años, en 2009 no apareció ninguna mención
particularizada a Cuba en la Declaración de la Cumbre
Trasatlántica.
Los resultados de todo este proceso han sido:
bilaterales entre la UE y Cuba, que se hicieron más
difíciles, más lentas y más complicadas. Desaparecido
el socialismo en los nuevos Estados miembros
provenientes de Europa del Este, Cuba perdió
relevancia en sus agendas exteriores, lo que contribuyó
adicionalmente a diluir el ya relativo interés de la UE
por la Isla. El anticomunismo visceral que acompañó
a la transición y fue el leitmotiv de las consignas del
«regreso a Europa» echó más leña al fuego y se unió al
predominio del conservadurismo en el interior de la
UE, traducido a las políticas comunitarias, y reflejado
en actitudes particularmente intransigentes hacia Cuba.
Este proceso discurrió paralelamente a una etapa
que combinó una fuerte introspección eurocentrista,
determinada por la amplitud y las complejidades de la
agenda doméstica de la UE, con la necesidad de
recomponer la alianza transatlántica. En el contexto
dominado por el Informe de la Comisión para la
Asistencia a una Cuba Libre (el llamado Plan Bush),
la UE tuvo una constatación adicional de su incapacidad
para proyectar su política hacia Cuba más allá del corto
término: el fracaso de una proyectada Estrategia
a Mediano Plazo para la Democracia en Cuba (Policy
Paper on EU Medium Term Strategy Towards
Democracy in Cuba, de inspiración alemana), con
algunas concomitancias, no por circunstanciales menos
curiosas.38
Desde Cuba, la suspensión de la cooperación con
la UE y sus Estados miembros como reacción a las
sanciones de junio de 2003 puso en tela de juicio algunos
fundamentos del poder en las relaciones internacionales.
Adicionalmente, el «congelamiento» sufrido por los
diplomáticos de los gobiernos de la UE que se sumaron
a la política de invitaciones a la llamada disidencia, le
dio una clara señal de que había cometido un error de
cálculo en cuanto a las posibilidades de las sanciones, y
de una política basada en la presión. Para algunos
especialistas, esta situación fue equiparable a una ruptura
de relaciones, aunque no fue realmente así. Los Estados
miembros comenzaron paulatinamente a darse cuenta
de cuán contradictoria podía ser, a veces con sus
intereses nacionales, la política consensuada por sus
capitales en Bruselas.
z
73
Una relación no regida aún por acuerdo alguno,
bilateral o multilateral, de los que componen el
sistema de instrumentos que vinculan a la UE con
sus contrapartes internacionales, que es, por lo tanto,
proclive a ser víctima de los avatares de la coyuntura,
en específico de acontecimientos internos en Cuba,
tomados por los gobiernos de los Estados miembros
Eduardo Perera Gómez
z
z
z
z
o un sector de las fuerzas políticas dentro de la UE
como argumento para desmontar, o montar, líneas
de acción.
Esta relación bilateral se concretó a partir de la
eliminación de las sanciones que el Consejo impuso
a Cuba en junio de 2003. Si bien estas se habían
«suspendido» en enero de 2005 ante la insistencia de
España y, para algunos, no eran más que «un
fantasma», en la práctica seguían vigentes y eran
aplicadas discrecionalmente por algunos Estados
miembros. La política de Cuba era clara al respecto:
no era posible sentarse a la mesa de negociaciones
con la UE como no fuera en igualdad de condiciones;
algo que las sanciones impedían, y que, a la inversa,
la propia UE ni sus países miembros, por separado,
hubieran aceptado.
La relación actual se basa en tres ejes: un diálogo
político bilateral, establecido mediante canje de notas
con la presidencia francesa del Consejo (juliodiciembre de 2008); cooperación con la Comisión
Europea, retomada durante una visita a La Habana,
en octubre de 2008, del entonces comisario europeo
para el Desarrollo y la Ayuda Humanitaria, Louis
Michel, y la firma de una Declaración Conjunta, y
mantenimiento del acceso, nunca interrumpido, al
Sistema Generalizado de Preferencias (SGP) de la
UE, como fórmula de cooperación comercial.
El diálogo político acordado se instauró «sobre bases
recíprocas, con carácter incondicional y no
discriminatorio». Hasta junio de 2010, se habían
celebrado cuatro encuentros a nivel ministerial entre
Cuba y la troica de la UE, encabezada en cada uno
de ellos por la correspondiente presidencia rotativa
semestral del Consejo: Francia, República Checa,
Suecia y España, sin contar otras dos acciones
desarrolladas en el primer semestre de 2009, también
en el marco del diálogo político.
La reanudación de la cooperación con la Comisión
Europea movilizó con relativa rapidez unos cuarenta
millones de euros de las líneas temáticas del
presupuesto comunitario para proyectos en áreas
específicas de interés prioritario convenidas por
ambas partes, a los que se agregaron posteriormente
otros veinte millones. Este proceso estuvo
acompañado por la visita a Cuba de varias misiones
técnicas de la Comisión Europea, así como por
cuatro de comisarios europeos, la mayor proporción
en toda la historia de las relaciones entre la Isla y la
UE:40 el comisario europeo para el Desarrollo y la
Ayuda Humanitaria, Louis Michel, en octubre de
2008 y marzo de 2009; la comisaria de Relaciones
Exteriores, Benita Ferrero-Waldner, en julio de 2009,
y el comisario para el Desarrollo y la Ayuda
Humanitaria, Karel De Gucht, en octubre de 2009.
z
En marzo de ese año, la Comisión Europea organizó
en La Habana un evento sobre cooperación con
Cuba, al que asistieron más de veinte funcionarios
del Ejecutivo comunitario, la mayor presencia
simultánea de oficiales de esta institución en Cuba
desde que se establecieron las relaciones.
En este contexto, se reanuda la cooperación bilateral
con diferentes Estados miembros. A la nunca
interrumpida cooperación con Bélgica se añadió, en
2007, la recuperación de la colaboración con España.
Posteriormente se reinauguró con Austria, Chipre,
Italia y Portugal, con perspectivas de ampliación
a otros países.
La asignatura pendiente es aún la existencia de la
Posición Común.
Oportunidades futuras
La entrada en vigor del Tratado de Lisboa, el 1 de
diciembre de 2009, introduce una reforma institucional
largo tiempo acariciada dentro de la UE, a la vez que
plantea más interrogantes que respuestas: ¿se abren
posibilidades para una política exterior verdaderamente
común de la UE o, dicho de otra forma, logrará la
UE fortalecer su soberanía supranacional en política
exterior? Está claro que mientras esta pregunta no tenga
una respuesta afirmativa la Unión seguirá siendo un
terreno de enfrentamiento de los intereses nacionales
de los Estados miembros, en el que se ocultan del resto
del mundo sus mutuas rivalidades, y el ámbito en que
muchos de ellos proponen y aplican políticas y
estrategias con las que no son consecuentes en sus
relaciones bilaterales con terceros países, y que a veces
afectan sus propios intereses.
¿Cuál será, por otra parte, la relación de la Europa
del Tratado de Lisboa con el poder de los Estados
Unidos, que a pesar del avance mundial hacia la
multipolaridad sigue siendo la única potencia
«multidimensional»? 41 ¿Cómo se manifestaría la
debilidad europea en su competencia con ella en el
terreno cubano, en un escenario posbloqueo? El modo
en que el Tratado rediseña la dinámica interinstitucional
de la UE podría tener relevancia para su capacidad de
redefinir la proyección hacia Cuba, de modo tal que
favorezca una normalización de las relaciones
bilaterales.42
¿Qué significa, en este contexto, «relaciones
normales»? Significa el mantenimiento de unas no
discriminatorias con respecto a las que la UE mantiene
con cualquier otra parte del mundo, que, sin dejar de
ser conflictuales, estén referidas a la regla o a lo que
tiende a serlo y no sean objeto de un tratamiento de
excepción. Para Cuba, ello pasa por la eliminación de
74
La Unión Europea y su papel en las relaciones Estados Unidos-Cuba
la Posición Común, el punto no resuelto de la agenda
bilateral, cuya ineficacia es reconocida. Su sustitución
por un marco bilateral de relaciones —un acuerdo de
cooperación económica y comercial— parece ser la
vía más apropiada para que este instrumento deje de
ser el referente de la UE en sus relaciones con Cuba.
La gran interrogante es si resulta probable, e incluso
posible, eliminar la Posición Común. De hecho, una
vez eliminadas las sanciones diplomáticas de junio de
2003, reanudado el diálogo político y retomada la
cooperación con la Comisión Europea, este
instrumento constituye, a simple vista, el único obstáculo
para una evolución positiva del entramado bilateral y
su concreción en un marco contractual que le otorgue
estabilidad y la posibilidad de avanzar hacia nuevos
espacios.
El momento habría parecido especialmente
propicio:
z
z
z
el más positivo y deseable —sustitución de la Posición
Común por un marco bilateral de relaciones bajo la
forma de un acuerdo— pasando por el mantenimiento
del statu quo, hasta los más negativos —un nuevo impasse
u otra confrontación.
Los gobiernos de los Estados Unidos, por su parte,
han apoyado hasta ahora la Posición Común. No puede
olvidarse que esta fue adoptada en momentos en que la
administración demócrata de William Clinton presidía
la Casa Blanca, y que se inserta en el contexto diseñado
por la adopción de la Ley Helms-Burton. Aun cuando
son administraciones y contextos diferentes, la de
Obama no ha defendido la Posición Común
abiertamente, pero tampoco la ha rechazado, ni parece
apoyar los esfuerzos públicamente declarados del
gobierno de España por promover y lograr su
eliminación.
Lo más evidente en la postura de la actual
administración norteamericana sobre la posibilidad de
su eliminación han sido las declaraciones del secretario
de Estado adjunto para el hemisferio occidental, Arturo
Valenzuela, quien afirmó a inicios de febrero: «En este
momento, a nuestro juicio, el cambio de la Posición
Común no lo vemos necesariamente positivo, pero
depende mucho de cómo se plantee al buscar cómo
cambiarla». Subrayó que una eventual variación de la
postura de la UE debe dejar «muy claro que lo que se
requiere» es una «expectativa» de «apertura democrática
en Cuba». «Ese creo yo que es el objetivo que tenemos
todos hacia adelante. Ver a una Cuba democrática»,
insistió.44
La eliminación de la Posición Común sería un paso
de avance importante para la normalización de las
relaciones UE-Cuba y para mostrar lo que algunos
autores llaman su «compromiso constructivo» con la
Isla. Por su alcance político, podría ser fuente de un
conflicto entre la UE y los Estados Unidos, que obligue
a Bruselas a dar algo a cambio a Washington. Aunque
haría más evidentes las limitaciones de la administración
Obama, no es probable que influya de manera decisiva
en un giro de la política estadounidense, como sí influiría,
sobre la política de la UE, el levantamiento del bloqueo.
Sobre esto existe un antecedente importante: la UE no
firmó un acuerdo de cooperación con Viet Nam, cuya
negociación demoró ocho años, hasta después de que
los Estados Unidos levantaron el embargo contra ese
país.
Ello es contradictorio con el hecho de que, de cara
al futuro, el campo para la colaboración en el marco
del triángulo Estados Unidos-UE-Cuba podría ser
potencialmente amplio. Incluso sin un acuerdo bilateral,
la cooperación con la Comisión Europea incluye
sectores que constituyen puntos naturales de una eventual
agenda de trabajo conjunto entre Cuba y los Estados
Desde el último cuarto de 2008 ha habido una
relación institucional fluida entre la UE y Cuba, que
ha circulado predominantemente por canales
diplomáticos y se ha despojado un tanto del tono
confrontacional a nivel del discurso público.
Las adaptaciones institucionales previstas por el
Tratado de Lisboa entrarán en vigor progresivamente,
durante un período de transición, cuyo comienzo
coincide con el semestre de presidencia española,
la cual, por lo que se ha dicho, tiene una especial
importancia en el proceso.
A la presidencia española le sucederá, en el segundo
semestre de 2010, la de Bélgica, el único país
miembro de la UE con el que Cuba mantuvo la
cooperación durante el período 2003-2008, en
respuesta a su posición constructiva y su
distanciamiento en el tema de las sanciones. Aunque
menos influyente que España en el tema Cuba, y ya
en un período más avanzado de aplicación del
Tratado de Lisboa, la presidencia belga del Consejo
se sumaría a la española para dibujar 2010 como un
«buen año», a diferencia de 2009 con las presidencias
checa y sueca.
Sin embargo, aunque el consenso de los Veintisiete
sobre la ineficacia de este instrumento es mayoritario,
cualquier decisión al respecto tiene que ser adoptada
por el voto unánime de los Estados miembros, lo que
no resulta fácil. Algunos gobiernos europeos, como el
sueco, manifestaron su desacuerdo desde que España
anunció su intención de eliminarlo.43 Cuba no acepta
que la Posición Común se mantenga como el referente
de sus relaciones con la UE, por lo que, en dependencia
de los resultados que pueda tener un análisis del tema
en el seno del Consejo y, sobre todo, de la forma en
que estos se manifiesten, los escenarios pueden ir desde
75
Eduardo Perera Gómez
sus grandes beneficiarios son todos aquellos que, en
cualquiera de los vértices del triángulo, se oponen al
diálogo entre los Estados Unidos y Cuba, y entre la
UE y Cuba. La derecha española, una de las más activas
por razones obvias, incluso toma a Obama como
ejemplo de que ninguna transformación debe
hacerse.45
Las opciones no parecen ser muchas, teniendo en
cuenta que los cambios «a la carta», bajo presión foránea,
están fuera de consideración y que la naturaleza del
modelo cubano no es punto de agenda en ninguno de
los diálogos bilaterales. Así, o prevalece la voluntad
de acercamiento que se retomó en 2008, permitiendo
el avance, tal vez lento pero progresivo, de la
cooperación posible entre los vértices de este triángulo,
o se cierra «hasta nuevo aviso». Para cualquier mente
medianamente lúcida está claro cuál es la mejor
alternativa.
Unidos (drogas, cambio climático, catástrofes naturales,
intercambio científico y académico, cooperación
triangular) y la reanudación progresiva de la
colaboración con los Estados miembros de la UE
debería contribuir a reforzarla.
Previo acuerdo sobre la definición de áreas de interés
común, y según las prioridades de desarrollo de Cuba,
los campos de una futura colaboración son amplísimos,
y sus potencialidades proporcionalmente directas a la
eliminación del bloqueo y la normalización de las
relaciones con la UE, y de la cooperación con sus
Estados miembros. Cuba no solo dispone de
capacidad de absorción en términos de economía
de escala, sino que, desde una nueva perspectiva, y con
una visión más abierta de todos los actores, sus recursos
humanos, su experiencia y su know-how en numerosas
áreas de cooperación internacional podrían unirse a la
capacidad material, técnica y financiera de que disponen,
tanto la Comisión Europea y los Estados miembros
de la UE como los Estados Unidos para explorar y
abrir importantes avenidas de cooperación. Entre las
múltiples dimensiones que esta colaboración podría
adoptar, una posibilidad interesante sería la de
contribuir, mediante fórmulas multilaterales de diverso
formato, a programas de desarrollo en otros países.
De hecho, no pocas propuestas de explorar campos
de cooperación triangular han sido formuladas por
Cuba a los países europeos.
El más reciente y cercano ejemplo de estas
posibilidades es Haití, donde alguna colaboración ya
ha tenido lugar entre Cuba y los Estados Unidos, en el
esfuerzo de enfrentar con rapidez la emergencia
provocada por el sismo: Washington solicitó a Cuba
sendos permisos de sobrevuelo sobre el oriente cubano
para evacuar heridos y trasladar ayuda humanitaria
a Haití, respectivamente. Mientras, se ha estado
intercambiando información sobre el tema con Cheryl
Mills, jefa de gabinete de Hillary Clinton y responsable
de los esfuerzos de ayuda humanitaria estadounidenses,
lo que permite suponer la posibilidad de otras
colaboraciones sobre el terreno.
Lamentablemente, la cruzada que desde medios y
partidos europeos ha instrumentalizado con fines
políticos la muerte de un preso común, en cuyo
contexto se inserta la Resolución adoptada por el
Parlamento Europeo el 11 de marzo, introduce un
factor negativo en este proceso. La utilización de la
política interna cubana como coartada para subvertir
tendencias favorables en las relaciones UE-Cuba
constituye una reiteración que, por ello mismo, deja de
ser coincidencia. El alud propagandístico desatado
desde Madrid y Miami tiene tres blancos fundamentales:
el gobierno de Cuba, los intentos de eliminar o sustituir
la Posición Común, y la gestión del PSOE, mientras
Notas
1. Las relaciones entre las Comunidades Europeas y Cuba datan de
septiembre de 1988.
2. Daniel S. Hamilton y Joseph P. Quinlan, Partners in Prosperity: The
Changing Geography of the Transatlantic Economy, citado por Sandy
Núñez Martínez, «EE.UU.-Europa: unidos hasta que la economía
los separe», Revista de Estudios Europeos, n. 71, La Habana, septiembrediciembre de 2005.
3. La UE nace del Tratado de Maastricht (1987), el cual añadió
a las Comunidades Europeas (CECA, EURATOM, CEE), pilar
económico, comunitarizado de la integración, otros dos de carácter
intergubernamental: PESC y Justicia y Asuntos de Interior (JAI).
Sucesivas ampliaciones llevaron la integración europea de seis
miembros fundadores (Alemania, Bélgica, Francia, Holanda, Italia
y Luxemburgo) a los 27 actuales con la incorporación de Dinamarca,
Irlanda y Reino Unido (1973); Grecia (1981); España y Portugal
(1986); Austria, Finlandia y Suecia (1995); Chipre, Eslovaquia,
Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia y
República Checa (2004) y Rumania y Bulgaria (2007). Véase
Eduardo Perera, «Impacto de la ampliación en las relaciones
exteriores de la Unión Europea», Revista de Estudios Europeos, n. 69,
La Habana, enero-abril de 2005.
4. No por consenso, como a veces se señala.
5. Consejo de Ministros de la UE, «Posición común de 2 de
diciembre de 1996 definida por el Consejo en virtud del artículo J.2
del Tratado de la Unión Europea, sobre Cuba», 96/697/PESC,
Diario Oficial, n. L 322, 12 de diciembre de 1996, pp. 0001-2.
6. Los Estados miembros de la UE nunca han votado en contra del
proyecto de resolución «Necesidad de poner fin al bloqueo
económico, comercial y financiero de los Estados Unidos de América
contra la República de Cuba».
7. «La Unión Europea considera que la política comercial de los
Estados Unidos relativa a Cuba es fundamentalmente una cuestión
bilateral. Sin embargo, la Unión Europea y sus Estados miembros
han venido expresando claramente su oposición a la extensión
extraterritorial del bloqueo impuesto por los Estados Unidos, como
76
La Unión Europea y su papel en las relaciones Estados Unidos-Cuba
la que se dispone en la Ley sobre la Democracia en Cuba, de 1992,
y la Ley Helms-Burton, de 1996». Véase «Informe del Secretario
General de la ONU», A/59/150, 16 de julio de 2004, disponible
en www.cubavsbloqueo.cu. Los resultados pueden ser paradójicos:
bajo la Ley Torricelli, las sucursales europeas de empresas
norteamericanas no pueden comerciar con Cuba, mientras sí pueden
hacerlo, bajo licencia, las sedes centrales; los barcos europeos que
toquen puertos cubanos no pueden tocar puertos norteamericanos
en un plazo de seis meses; mientras los norteamericanos que realizan
comercio con Cuba no están sometidos a dicha restricción.
19. Consejo Europeo de Madrid, «Conclusiones de la Presidencia»,
Boletín de la Unión Europea, Luxemburgo, diciembre de 1995.
20. Joaquín Roy, «La Unión Europea ante Cuba y Colombia: de
buenas intenciones y altas esperanzas a notables contradicciones y
grandes frustraciones», América Latina Hoy, n. 31, Salamanca, 2002.
21. Respuesta de José M. Anacoreta Correia —entonces Director
de América Latina en la DG I de la Comisión Europea— a una
pregunta formulada durante la conferencia magistral que ofreció
en el III Encuentro Internacional de Estudios Europeos, La
Habana, octubre de 1995; Revista de Estudios Europeos, n. 36, La Habana,
octubre-diciembre de 1995.
8. Véase Joaquín Roy, «European Views on Cuba (1959-2009):
Milestones and Trends», ponencia presentada en la conferencia de
la Asociación Canadiense de Estudios Latinoamericanos (CALACS),
Vancouver, 4 al 7 de junio de 2008, p. 12; y también Susanne
Gratius, «Cuba, los Estados Unidos y Europa: perspectivas de
cambio», Política Exterior, n. 130, Madrid, julio-agosto de 2009,
p. 100, donde plantea: «Las relaciones entre Cuba y la UE [...]
siempre han estado condicionadas por los Estados Unidos».
22. Ángel Viñas, «La Unión Europea y Cuba: historia de una acción
de estrategia exterior en la posguerra fría», citado por Joaquín Roy,
«La Unión Europea…», ed. cit.
23. En su discurso a la VI Conferencia Interministerial UE-Grupo
de Río (Cochabamba, Bolivia, abril de 1996) Manuel Marín expresó:
«Estuvimos haciendo una oferta al Gobierno cubano, que era la de
concluir un acuerdo de cooperación con la UE, acompañada por
una oferta del Grupo de Río, aquí en Cochabamba, de incluir a
Cuba como país observador [...] Las autoridades cubanas son
estrictamente responsables de que Cuba no esté hoy aquí en
Cochabamba y de que un acuerdo de cooperación con la UE no sea
posible». Europe Bulletin, Bruselas, 16 de abril de 1996.
9. Joaquín Roy, ob. cit., p. 24; Jorge I. Domínguez, intervención en
Taller de autores de la revista Temas, 11 de febrero de 2010, véase
su texto en el presente número.
10. Pascual Serrano, «La democracia cubana no se agota en la
representación formal, sino que incorpora mecanismos y formas de
la democracia directa» (entrevista a Ricardo Alarcón), Rebelión,
6 de diciembre de 2003, disponible en www.rebelion.org.
24. Véase Richard Nuccio, «Cuba: A U.S. Perspective», citado por
Joaquín Roy, «La Unión Europea…», ed. cit.
11. Véase Eduardo Perera, «Condicionalidad y condicionamientos
previos en la política de cooperación al desarrollo de la Unión
Europea», Revista de Estudios Europeos, no. 53-54, La Habana, enerojunio de 2000.
25. Para una comparación entre la propuesta española, la formulada
por los Estados Unidos a sus principales contrapartes europeas, y
la adoptada por el Consejo de la UE, véase «Fidel-Aznar. Sigue la
partida. ¿Y los cubanos qué?», Cambio 16, n. 1310, Madrid, 9 de
diciembre de 1996.
12. Cuba es uno de los cinco países objeto de la aplicación de este
instrumento, junto a Zimbabwe, Myanmar, Nigeria e Iraq.
26. «Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores sobre las
Conclusiones del Consejo de Relaciones Exteriores de la
Unión Europea sobre Cuba», 22 de junio de 2007, disponible en
http://embacuba.cubaminrex.cu.
13. El ejemplo más reciente es la resolución adoptada por el
Parlamento Europeo tomando como argumento la muerte de
Orlando Zapata («Resolución del Parlamento Europeo, de 11
de marzo de 2010, sobre la situación de los presos políticos y de
conciencia en Cuba», P7_TA-PROV(2010)0063, disponible en
http://europarl.europa.eu), mientras no adoptó una sola resolución
de condena al golpe de Estado en Honduras.
27. «State Department Communiqué», 3 de diciembre de 1996,
citado por Joaquín Roy, «La Unión Europea…», ed. cit.
28. «Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores» [de la
República de Cuba], Granma Internacional, La Habana, 4 de
diciembre de 1996.
14. Véase Gerardo Arreola, «Ayuno de presos afecta el diálogo de
Cuba con EU y la UE» (entrevista a Rafael Hernández), La Jornada,
México, DF, 16 de marzo de 2010, p. 20, disponible en
www.jornada.unam.mx; y Salim Lamrani, «Cuba, los medios
occidentales y el suicidio de Orlando Zapata Tamayo», Cubadebate,
2 de marzo de 2010, disponible en www.cubadebate.cu.
29. En tal sentido apuntó la constitución de la Fundación HispanoCubana en Madrid, una especie de rama de la Fundación Nacional
Cubano Americana, con participación plena del liderazgo del PP y
la utilización de la Casa de América como lugar de encuentro.
15. Véase Carlos Alzugaray, «Cuba cincuenta años después:
continuidad y cambio político», Temas, n. 60, octubre-diciembre
de 2009, donde señala que el concepto «transición» «está en la
actualidad demasiado “cargado” y presupone un “cambio de
régimen”».
30. En marzo de 2003, setenta y cinco personas fueron condenadas
por los tribunales cubanos, al amparo de la Ley 88 (Ley de Protección
de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba), bajo cargos
de colaboración con una potencia extranjera.
16. José Manzaneda, «La guerra mediática contra Cuba y Venezuela
necesita peones progresistas», Cubainformación, 21 de mayo de 2010,
disponible en www.cubainformacion.tv.
31. Consejo de la Unión Europea, «Comunicado de Prensa, Sesión
No. 2881 del Consejo Agricultura y Pesca», Luxemburgo, 23 y 24
de junio de 2008, disponible en www.consilium.europa.eu.
17. Véase Eduardo Perera, «La Unión Europea y Cuba. Hacia un
mayor realismo en las relaciones», Revista de Estudios Europeos, n. 31,
La Habana, julio-septiembre de 1994.
32. Andrés Ortega, «Dios, armas y ley», Foreign Policy en Español,
n. 6, Madrid, diciembre de 2004.
33. Miguel Ángel Moratinos, «Nueva oportunidad», Foreign Policy en
Español, n. 6, Madrid, diciembre de 2004.
18. Comisión Europea, «Comunicación de la Comisión al Consejo y
al Parlamento Europeo sobre las relaciones entre la Unión Europea
y Cuba», COM (95)306, Boletín de la Unión Europea, Luxemburgo,
junio de 1995, p. 306.
34. Embajada de Cuba en Madrid, «Resumen de la prensa española»,
10 de noviembre de 2004.
77
Eduardo Perera Gómez
que le confiere el Tratado de Lisboa, y el margen de maniobra real
que sepa construirse y que le permitan tener los Estados miembros,
así como el carácter de su propia relación con los Estados Unidos.
35. Joaquín Roy, «Confrontación, irritación y desilusión: balance
de las relaciones entre la Unión Europea y Cuba», ARI, n. 165,
Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos,
Madrid, 2004.
43. En octubre de 2010, la directora de América Latina de la
Cancillería sueca, Elizabeth Eklund, dijo a nombre de la Presidencia
del Consejo estar «sorprendida» por los planes y manifestó su rechazo
a la propuesta: «Semejante cambio requerirá el apoyo de los
Veintisiete, y nosotros no apoyaremos el cambio». Véase Aitor
Hernández Morales, «La Presidencia española plantea cambiar la
relación entre la Unión y Cuba», El Mundo, Madrid, disponible en
www.elmundo.es. «El ministro español [Moratinos —N. del A.]
defendió su propuesta cuando viajó a La Habana el pasado mes de
octubre, pero ya entonces reconoció que sería difícil cualquier
cambio por las reticencias de países como Suecia, Holanda, el Reino
Unido, la República Checa o Alemania». «España desiste de cambiar
Posición Común de la UE con Cuba», EFE, Madrid, 15 de abril de
2010, reproducido por varios medios, entre ellos El Nuevo Herald y
Casa América. El corresponsal de La Jornada, de México, comentaba
el 20 de octubre de 2009, desde La Habana, en ocasión de la visita
de Moratinos, que «algunos países europeos, como Suecia, República
Checa, Holanda y Alemania, se niegan a eliminar la posición común
sin que Cuba tome alguna decisión significativa en materia de
derechos humanos, como una liberación de opositores presos». Véase
Gerardo Arreola, «Llama canciller cubano a eliminar la Posición
Común de Bruselas», La Jornada, 20 de octubre de 2009, disponible
en www.jornada.unam.mx.
36. Mientras en Washington George W. Bush se encontraba con
Tony Blair y recibía en visita privada a Aznar, sin devolver a Zapatero
la felicitación por su victoria, el Ejecutivo de Madrid demoraba en
nombrar a su embajador en Washington.
37. IBLNEWS, Nueva York, 10 de noviembre de 2004.
38. Véase Salim Lamrani, «La Unión Europea en el fondo del
abismo», Rebelión, disponible en www.rebelion.org.
39. Parte de ellas ejemplificadas a través de los encuentros sostenidos
por Kirsten Madison —subsecretaria de Estado para Centroamérica
y Cuba, de la administración Bush— y Caleb McCarry, en las
Cancillerías de varios Estados miembros, y del giro de 180 grados
en las posiciones de la delegación alemana en la negociación de las
Conclusiones del Consejo, luego de la visita de despedida de Bush
a Alemania.
40. Anteriormente, solo habían visitado Cuba el Comisario para la
Cooperación al Desarrollo y las Relaciones con América Latina,
Manuel Marín (abril de 1994 y febrero de 1996) y Emma Bonino,
comisaria de Pesca y Ayuda Humanitaria (1995).
41. Los Estados Unidos son la única potencia tridimensional:
económica, política y militar. Pedro Canales, «La cara de la nueva
Administración será más cercana a Powell que a Rumsfeld», La
Razón, Madrid, 4 de noviembre de 2004.
44. «EE.UU. rechaza un cambio de la UE hacia Cuba, como pedía
Moratinos». EFE-ABC, Washington, DC, 2 de febrero de 2010.
45. El diario ABC, en su edición digital del 3 de abril de 2010,
señalaba: «España debe estar agradecida por esa posición
inconfundible de Washington en lo que nos afecta más directamente
y ha de extraer las consecuencias de lo que significa que Cuba siga
en la lista de los países que apoyan el terrorismo [...] la administración
Obama no ha tenido ningún plan para allanar el camino de las
relaciones con Cuba más allá de los intentos de resolver problemas
migratorios que se conocen». «Cuba y el terrorismo», ABC, Madrid,
3 de abril de 2010, disponible en www.abc.es.
42. El Alto Representante para la PESC presidirá siempre, en lo
adelante, el Consejo de Relaciones Exteriores de la UE, lo que
comporta una pérdida de importancia de las presidencias semestrales
en el ámbito de la política exterior. La reforma tiene consecuencias
también para la conformación de la troica de la UE, teniendo en
cuenta que el Alto Representante es, a la vez, vicepresidente de la
Comisión Europea a cargo de las relaciones exteriores. A ello se
añade la eventualidad de que Cuba, actualmente atendida por la
Dirección General de Desarrollo (DG DEV) de la Comisión
Europea, pase a serlo por la de Relaciones Exteriores (DG RELEX)
que preside la baronesa Catherine Ashton, Alta Representante.
Aunque estas son por el momento conjeturas, el papel de Ashton es
también una incógnita, y un elemento de importancia que tener en
cuenta por sus capacidades y proyección futuras; el enorme poder
©
78
, 2010
no.económicas
62-63: 79-89, abril-septiembre
de 2010.
Estados Unidos-Cuba: potenciales implicaciones
de la normalización
Estados Unidos-Cuba:
potenciales
implicaciones económicas
de la normalización
Archibald R. M. Ritter
Profesor. Universidad de Carlton, Ottawa.
A
la altura de mediados de 2010, los obstáculos a la
normalización de relaciones entre los Estados
Unidos y Cuba parecían casi insuperables. Aunque en
los primeros meses de la presidencia de Barack Obama
hubo optimismo respecto a que se estuviera echando
a andar un proceso de acercamiento, este pareció
estancarse después de las primeras medidas de la nueva
administración: la liberalización de las remesas y los
viajes para los cubanoamericanos. El hecho de no
conseguir avanzar resulta desafortunado por muchas
razones. El costo económico de proseguir el
estancamiento es inmenso.
Las ventajas económicas directas de normalizar las
relaciones se producirían a través de cierto número de
canales, que incluyen el movimiento de personas, el
comercio de bienes y servicios, la inversión extranjera
directa, los flujos financieros y la transferencia
tecnológica. Estos tendrían una variedad de impactos
sobre la eficiencia económica, los estándares de vida,
los niveles de ingresos y su distribución. Tales impactos se
esbozarán recurriendo a dos escenarios. En el primero,
se da por sentado que la normalización se produce sin
que haya otros cambios de política económica interna
en Cuba. En el segundo, se parte de la idea de que la
Isla adopta cierto número de reformas económicas
cuyo resultado es un grado razonable de liberalización
económica.
Este ensayo no analiza cómo lograr la normalización
ni sugiere hoja de ruta alguna en esta dirección; tampoco
examina los actuales intercambios económicos entre
los Estados Unidos y Cuba, ni las importantes
consecuencias políticas de la normalización para ambos
países. En lugar de ello, su propósito es explorar las
posibles consecuencias económicas de tal proceso en
los dos escenarios.
La nor malización tiene que ver con el
restablecimiento de las relaciones diplomáticas, el cese
del embargo, el inicio de una relación abierta de
comercio, una apertura mutua para canalizar inversiones
extranjeras directas (IED), y una liberalización del
movimiento de personas y de flujos financieros. Incluiría
la eliminación de las numerosas restricciones al
comercio, a las comunicaciones, a los vínculos por
Internet y a los viajes que hoy caracterizan la política de
79
Archibald R. M. Ritter
expansión del espectro de sus exportaciones a la Isla.
Además, muchos cubanoamericanos, sobre todo los
radicados en la Florida, están preparados para
desempeñar un papel significativo en la facilitación de
la interacción económica entre los dos países. Esta
comunidad incluye a personas dotadas de un marcado
interés por la promoción de acciones de este tipo, así
como de recursos financieros y una amplia experiencia
en el campo de los negocios, y el talento para llevarlas
a cabo.
A pesar de estos factores positivos, las exportaciones
de mercancías de Cuba a los Estados Unidos
probablemente se incrementen solo de un modo
modesto, debido a problemas de oferta. En contraste
con ello, las exportaciones cubanas de servicios
—especialmente el turismo— deberán crecer de
manera significativa.
Una normalización de relaciones resultaría un
beneficio de envergadura para los Estados Unidos, que
adquirirían de ese modo un mercado cercano para sus
mercancías. Con algunas gestiones mediadoras por parte
de la comunidad de negocios cubanoamericana y de
una más amplia, sus exportaciones de muchos tipos de
productos crecerían rápidamente. Estas desplazarían
de manera parcial a algunos productos que Cuba
importa en la actualidad desde Europa, Latinoamérica
y Asia, así como de Canadá. Un indicador sobre la
velocidad con la que aumentarían lo brinda la
liberalización de las ventas agrícolas y médicas en 2002.
En el período que media entre 2001 y 2008, las agrícolas
se incrementaron de 4,6 millones de dólares a casi 700
millones.1 Este aumento puede atribuirse en parte a una
mayor disponibilidad de divisas por parte de Cuba.
En efecto, los granjeros estadounidenses, las empresas
exportadoras, los estados productores y la economía
norteamericana en general se estuvieron beneficiando
del incremento de la prosperidad de Cuba.
Por otra parte, hallarían mercados potenciales los
bienes de capital —incluidos equipos de generación
eléctrica y trasmisores, medios de construcción,
vehículos especializados de muchos tipos, camiones
ligeros y de transporte, equipos y sistemas de teléfono,
Internet y comunicaciones, de mantenimiento de
carreteras y vías férreas, de exploración, extracción y
procesamiento de petróleo, de fabricación de cemento,
aeronaves y muchos sistemas integrados de producción.
Productos intermedios como los químicos especializados,
plásticos y minerales, petróleos y combustibles, metales
semifabricados, maderas, de papel semiacabados y
otros materiales de construcción; y muchos más tendrían
también buenas perspectivas de mercado. Se sumarian
algunos tipos de bienes de consumo, incluidos
amueblamiento casero, equipos hogareños de
reparación y del tipo «hágalo usted mismo», alimentos
procesados y automóviles.
los Estados Unidos respecto a Cuba, más la clausura
de Radio Martí.
Normalización en el marco del statu quo
de la política económica de Cuba
En este primer escenario, se da por sentado que los
principales rasgos de la administración económica
permanecen inalterables y que Cuba no realiza cambios
respecto a sus políticas de comercio e inversión
extranjera, libertad de movimiento y flujos financieros.
El ambiente de política económica del momento se
caracteriza por lo siguiente:
z
z
z
z
z
z
z
z
Sistemas monetario y cambiario duales.
Ambiente de regulaciones restrictivas y de elevados
impuestos al trabajo por cuenta propia.
Prohibición de empresas pequeñas, medianas y
cooperativas del sector privado (EPM).
Proteccionismo burocrático y «comercio estatal
centralizado», es decir, controles sobre las
importaciones de mercancías y servicios, sin permitir
que esto lo determine el mercado descentralizado.
Restricción de la inversión extranjera a las empresas
mixtas, y un proceso de autorización caso por caso.
Restricciones a la inversión extranjera respecto a la
contratación y la remuneración, la repatriación de
utilidades, y la limitación a actividades de captación
de divisas.
Exclusión de organizaciones laborales al margen de
la CTC, limitación de marcos para negociaciones
colectivas y derecho a huelga.
Limitaciones a los movimientos de ciudadanos
cubanos que desean salir de Cuba y retornar a ella.
Partiendo de ello, ¿cuáles serían los impactos de la
normalización?
Comercio
Se ampliaría considerablemente el comercio entre
los Estados Unidos y Cuba, lo cual tendría
consecuencias beneficiosas para el comportamiento
económico y el bienestar de los ciudadanos de ambos
países, sobre todo para los cubanos. Tomando en cuenta
la rapidez con la que se ampliaron las exportaciones
agrícolas norteamericanas a Cuba luego de que fueran
excluidos del embargo los alimentos y las medicinas,
las fuerzas geoeconómicas gravitacionales —por
ejemplo, la cercanía, la complementariedad y los
inferiores costos de transportación—, sumados a la
diversa gama de bienes y servicios que la economía
estadounidense puede brindar, conducirán a una rápida
80
Estados Unidos-Cuba: potenciales implicaciones económicas de la normalización
inferiores a los de otras fuentes, si se toma en
consideración la calidad. En segundo, los costos de
transportación son más bajos que con Europa, Asia,
gran parte de América Latina y Canadá. Con conexiones
navieras normales, muchos productos podrían llegar a
Cuba uno o dos días después de ser ordenados desde
los cercanos puertos norteamericanos —Nueva
Orleans, Houston, Mobile o Miami—, mientras que
las demoras desde otras regiones del mundo son
mucho mayores. La reparación, el mantenimiento y la
disponibilidad de piezas de recambio son también más
convenientes y probablemente más baratos en muchos
casos. El resultado —ya visto para los productos
agrícolas— será una mejor combinación de precio,
calidad y costos de embarque y de almacenamiento.
Por otra parte, en Cuba la importación de bienes
no es «libre» en el sentido de que cualquiera pueda
importar cualquier cosa desde cualquier lugar, siempre
que la operación esté de acuerdo con la ley y el marco
regulador y fiscal. En lugar de ello, por lo general, el
gobierno, a través de su Ministerio de Comercio,
determina lo que se importa y de dónde. El «comercio
de Estado» políticamente motivado —con Venezuela,
por ejemplo— puede invalidar el económicamente
motivado. Sin embargo, al mismo tiempo, algunas de
las mayores empresas conglomeradas de propiedad
pública —pero que operan con cierta independencia
tanto dentro de la anterior economía de moneda
nacional, como la de moneda libremente convertible—
tienen una considerable amplitud para importar lo que
necesitan para vender al detalle en las antiguamente
llamadas «tiendas de dólares» o de «pesos cubanos
convertibles» (CUC) en la economía interna de moneda
dura. El volumen de importaciones provenientes de
los Estados Unidos, al igual que de cualquier otra parte,
estaría determinado por las divisas captadas por la
economía cubana a partir de la exportación de bienes
y servicios o por flujos de capitales al país o préstamos
de diversos tipos, para lo que existen serias limitaciones.
Las importaciones también resultan afectadas por
la disponibilidad de crédito. Históricamente, Cuba ha
tenido éxito en la obtención de créditos en diversos
países, en especial de la Unión Soviética entre 1970 y
1988, y más recientemente de Venezuela. Sin embargo,
los créditos subsidiados de este último país dependen
del presidente Hugo Chávez, así como de sus ingresos
por concepto de petróleo que, a su vez, dependen de
los precios y volúmenes de exportación. No es probable
que estos aumenten pronto a pesar de las vastas reservas
de ese país, y los precios podrían no volver a los niveles
pico de 2007-2008 por algún tiempo. Por lo tanto, la
sustentabilidad de sus créditos resulta ambigua. Además,
en estos momentos, Cuba no es miembro de las
principales instituciones financieras internacionales como
Cuando se examina el comercio de los Estados
Unidos con países de la región, como República
Dominicana y Costa Rica, es posible hacerse una idea
del potencial del comercio con Cuba. Por ejemplo, las
exportaciones norteamericanas a Costa Rica, cuya
población representa un poco menos de un tercio de
la de Cuba, con un ingreso per cápita algo superior,
fueron de 5 700 millones de dólares en 2008. Para
República Dominicana —con 9,5 millones de habitantes,
cifra inferior a la de Cuba, y un ingreso per cápita más
bajo—, estas alcanzaron, en el mismo año, los 6 600
millones.2 Estas cantidades sugerirían la posibilidad de
una multiplicación por diez de las exportaciones
norteamericanas a Cuba, a partir del nivel aproximado
de 2008 correspondiente a 700 millones de dólares.
Sin embargo, el control centralizado del comercio
y una proclividad a comerciar con países de mentalidad
semejante, como Venezuela, podrían limitar la
penetración de productos norteamericanos en el
mercado cubano durante cierto tiempo. De otro lado,
las decisiones cubanas de importación también parecen
basarse, sobre todo, en consideraciones de precio y
calidad: testimonio de ello lo brinda el rápido giro de
Canadá a los Estados Unidos, como principal fuente
de productos agrícolas. El cese del embargo, por ende,
tendrá un positivo impacto de gran envergadura para
este último país por la vía de sus exportaciones,
pequeñas quizás en relación con la escala total de la
economía norteamericana, pero razonablemente
grandes en términos absolutos.
Los Estados Unidos también saldrán ganando en
la medida en que Cuba sea capaz de desarrollar sus
mercados de exportación allí, a través de algunos
productos de más bajo precio, o de mayor calidad,
o una variedad más diversificada. En particular, las
exportaciones de níquel podrían revelarse como valiosas,
aunque en estos momentos no parece existir la
capacidad requerida para refinarlo en Cuba. Sería útil
que los Estados Unidos tuvieran acceso al concentrado
de níquel cubano que hoy es refinado en Canadá
u Holanda.
Inicialmente, el embargo causó daños de envergadura
a la economía cubana, porque muchas de las cadenas
de abasto eran norteamericanas, y la red de transporte
y el sistema de conservación/almacenamiento estaban
diseñados para el comercio de corta distancia, y cuando
las piezas de repuesto dejaron de estar disponibles, los
recursos capitalizables se deterioraron con mayor
rapidez. Aunque en el presente decenio Cuba puede
importar virtualmente todo lo que necesita de fuentes
no norteamericanas, el cese del embargo tendrá
beneficios económicos de envergadura. En primer
lugar, los precios de algunos productos y servicios
importados de los Estados Unidos son probablemente
81
Archibald R. M. Ritter
minas y de concentración es prolongado. Cuba tiene,
en efecto, el potencial para acrecentar la producción
minera y de concentrado, de modo que con el paso
del tiempo esto podría convertirse en un importante
renglón de exportación a los Estados Unidos.
Resulta improbable que haya exportaciones de
nuevos productos manufacturados en el marco del
actual ambiente político, en particular el bloqueo de las
empresas de pequeña y mediana escala y de las
actividades innovadoras que dicho sector podría
engendrar. Además, los disfuncionales sistemas
monetarios duales y la tasa de cambio, obstaculizan la
producción para ese fin, mientras las empresas sean
compensadas por sus ganancias en virtud de sus
exportaciones a la tasa de 1.00 peso (MN),3 por cada
1.10 dólares (USD) del valor de los productos
exportados, en tanto que la tasa real de cambio para
los ciudadanos cubanos siga siendo alrededor de
22 pesos por 1 dólar.
En resumen, poner fin al embargo aportará un gran
beneficio a los Estados Unidos en lo que atañe a la
expansión de sus exportaciones de mercancías a la Isla
a pesar de algunos obstáculos potenciales. Cuba se
beneficiará en lo referido al verdadero poder de
compra de sus ingresos de divisas, así como de la
disponibilidad de importaciones de mejor calidad y
precios relativamente más bajos comparados con los
de otras fuentes. Pero será poco probable que pueda
ampliar sus exportaciones de mercancías a los Estados
Unidos tan pronto cese el embargo debido
a problemas de oferta. No obstante, con el paso del
tiempo, el mercado norteamericano para medicamentos,
bebidas y productos de tabaco debería mejorar.
Probablemente Cuba llegará a experimentar algunos
aumentos significativos de exportaciones de servicios
al vecino país, más allá del turismo. Podría ofrecer
servicios médicos a algunos ciudadanos norteamericanos
o a sus compañías de seguros que deseen atención de
más bajo costo y de buena calidad. Podría esperarse
un crecimiento en los terrenos de la música, las artes y
los deportes, especialmente el beisbol. Los ciudadanos
cubanos también podrían beneficiarse por la vía de
mejores comunicaciones y acceso a Internet.
A su vez, los Estados Unidos se beneficiarían del
suministro de servicios de variados tipos a Cuba. Sería
probable que una amplia variedad de exportaciones
especializadas, profesionales y de negocios, pudieran
comenzar a fluir hacia Cuba y alcanzar rápidamente
niveles considerables. Entre estas, sería posible incluir
las consultorías de ingeniería, los ser vicios
arquitectónicos, de información, computación y
comunicaciones, legales, financieros y medioambientales,
por solo mencionar algunos. De nuevo, los ciudadanos
cubanoamericanos probablemente tendrían un papel
destacado en tales actividades.
el Banco de Desarrollo Interamericano o el Banco
Mundial, de modo que la disponibilidad de créditos
para importaciones a partir de esas fuentes no se
vislumbra aún. Pero después de la normalización, la
membresía y las facilidades de créditos estarían
disponibles.
Un riesgo a largo plazo para Cuba, que remeda los
patrones históricos, sería una excesiva concentración
de vínculos comerciales con los Estados Unidos, de
modo que sería lógico esperar esfuerzos sostenidos por
parte de Cuba para garantizar relaciones comerciales
diversificadas.
Las exportaciones cubanas de bienes y servicios a los
Estados Unidos también se incrementarían con la
normalización bajo el actual statu quo de política
gubernamental, pero, de nuevo, en un monto inferior al
que se produciría a partir de reformas económicas claves.
Las exportaciones de mercancías cubanas están
limitadas en la actualidad por una débil capacidad de
producción. El sector azucarero se contrajo en más de
80% desde finales de los 80, y muestra pocos síntomas
de recuperación en el corto plazo.3 Esto pudiera
cambiar en un futuro, pero solo con inversiones
enormes y transferencia tecnológica, de países como
Brasil, para la producción de azúcar y etanol. A corto
plazo y sin reformas políticas, sería improbable que la
producción de café para la exportación aumente, pues
se requiere un precio real sustancialmente más alto al
productor, junto a mercados que funcionen bien para
las inversiones y para el producto final. Las
exportaciones tabacaleras —principalmente tabacos de
excelencia— podrían hallar un mercado significativo
en los Estados Unidos al margen de las preocupaciones
respecto a la salud, aunque ya allí hay disponibles tabacos
de alta calidad provenientes de otras fuentes. No
obstante, el valor relativo a la curiosidad por los
habanos en el mercado estadounidense podría conducir
a incrementos de las ventas. Si bien los pequeños
agricultores que producen hoja de tabaco de alta calidad
podrían ciertamente generar mayores volúmenes bajo
condiciones idóneas, la cuestión es si unas políticas de
precio apropiadas y el aporte de inversiones brindarán
la necesaria estructura de incentivación para el
incremento de la producción. Las ventas de ron a los
Estados Unidos también aumentarían probablemente
de manera significativa, aunque puede esperarse que
prosigan las complicaciones legales por el uso de la
marca Havana Club. Existe algún potencial para
las exportaciones de medicamentos cubanos, pero las
pruebas a las que se les someten son trabajosas y
demoradas, de modo que el desarrollo de ese mercado
requerirá algún tiempo. Del mismo modo, el níquel
cubano pudiera entrar al mercado norteamericano, pero
el período de gestación para los proyectos de nuevas
82
Estados Unidos-Cuba: potenciales implicaciones económicas de la normalización
El movimiento de personas
z
La normalización de relaciones con los Estados
Unidos, incluso sin cambios en la estructura política,
generará una bonanza de turismo para Cuba. En la
década de los 2000, hubo un monto significativo de
visitantes provenientes del Norte, que alcanzó casi
85 000 en 2003, antes de que la administración Bush
endureciera las restricciones a los viajes. Buena parte
del turismo norteamericano a la Isla en ese período fue
legal, del tipo de reunificación familiar o educativo. Pero
cierta proporción realizó viajes de manera ilegal, a través
de Canadá, México u otros países, y de lo cual no queda
constancia en los Estados Unidos, pero sí en Cuba.
Los incrementos del turismo luego de la
normalización podrían ser espectaculares. Ciertamente,
la libertad de los ciudadanos norteamericanos para viajar
a Cuba podría implementarse antes de que esta ocurra.4
Se podría prever la expansión en gran medida de los
siguientes tipos de turismo:
z
z
z
z
z
z
z
z
Educativo. Es probable que estudiantes y profesores
norteamericanos se inscriban o visiten instituciones
cubanas de docencia superior o centros culturales y
deportivos para pasar cursos, años sabáticos,
entrenamientos de idioma, etc., en cifras más altas
que las que hasta ahora el embargo ha posibilitado.
De receso docente. Los estudiantes de los Estados Unidos
probablemente se inclinarán por una visita a Cuba
durante el receso de marzo, en lugar de dirigirse a la
Ribera Maya, Florida u otras partes.
Cuando ocurra la normalización, es probable que
cantidades significativas de jubilados se muden a Cuba
sobre una base semipermanente. Aunque esto puede
no ser «turismo» en términos estrechos, sus
consecuencias económicas son las mismas, en particular
la captación de divisas a cambio de brindar servicios a
nacionales de otros países. Algunos cubanoamericanos,
especialmente los de la porción norte y algunos otros
ciudadanos podrían optar por pasar la mitad o más
tiempo del año en Cuba, tal como a menudo lo hacen
hoy día en México, Costa Rica o las regiones del sur de
los Estados Unidos.
En resumen, Cuba probablemente ha de
experimentar un boom turístico que podría ser en
principio inmenso, para luego disminuir algo en la
medida en que el «turismo de curiosidad» comience
a ceder, pero que permanecería en niveles relativamente
altos. Podría pensarse que el turismo norteamericano
duplicase de manera rápida el monto del canadiense,
para luego volver a hacerlo en una década o algo así,
tras la normalización, en la medida en que crezca la
capacidad de Cuba para alojar cantidades mayores de
turistas. Esto también conduciría velozmente a grandes
incrementos, quizás a duplicar en el lapso de una década
el monto total de los ingresos de Cuba en divisas por
concepto de turismo, que ya se ubicaban en 2 360 millones
de CUC, o sea, unos 2 600 millones de dólares, en
2008.5
Pero existirán consecuencias negativas para los
Estados Unidos, pues los aumentos de los viajes a la
Isla podrían ocurrir a costa de destinos en territorio
estadounidense, especialmente del sur de la Florida. Este
podría ser el caso, sobre todo, del turismo de estación,
de sol y playa, de jubilados, e incluso del de convenciones
y de receso docente. De otro lado, Miami podría
convertirse en un centro principal de tránsito para los
viajes a Cuba, mediante hidrodeslizadores de alta
velocidad y buques transbordadores convencionales.
Pueden concebirse también paquetes conjuntos de
turismo Miami-Habana del mismo modo; así que el sur
de la Florida podría salir ganando en emprendimientos
simbióticos o cooperativos con Cuba.
Por su parte, el turismo cubano a los Estados Unidos
también se facilitará. No obstante, sin algunos cambios
De curiosidad. Podría haber un enorme influjo de
ciudadanos norteamericanos deseosos de ver Cuba
por primera vez desde 1961. Relativamente pocos
deben haber violado las restricciones de viajes, de
modo que la demanda, hasta entonces reprimida,
podría ser enorme.
De reunificación familiar. Cuando se levanten todos los
controles a los viajes a Cuba, es probable que ocurra
un gran aumento de las visitas de corta duración
por parte de cubanoamericanos para cumplir
propósitos familiares, como ya ocurrió en 2009 y
2010.
De sol y playa. Muchos ciudadanos norteamericanos,
especialmente de las regiones nordeste y central del
país, probablemente sigan a los canadienses que se
escapan del invierno en playas cubanas durante una
o dos semanas.
De estación. Algunos ciudadanos de los Estados
Unidos, principalmente los retirados, se pasarán
varios de los meses de invierno en Cuba. Esto
permanecerá limitado hasta que sean posibles los
arreglos de alojamiento como los condominios de
tiempo compartido.
De salud. Podría haber algunos viajes a la Isla para
acceder a servicios médicos que probablemente
sigan siendo más económicos que los de los Estados
Unidos.
De convenciones. Podrían aumentar significativamente
las visitas de corta duración para asistir a
convenciones.
Cultural y deportivo. Seguramente habría más visitas
para interactuar y aprender de los cubanos en áreas
de la música, el cine y los deportes.
83
Archibald R. M. Ritter
cooperación en exploración, extracción y protección
medioambiental son mutuamente deseables para Cuba
y los Estados Unidos.
Este tipo de inversión extranjera tiene beneficios de
gran envergadura, pero también algunos costos. Los
primeros contemplarían la transferencia de experiencia
empresarial, pericia gerencial, habilidad técnica, recursos
financieros, acceso a mercado y equipos de capital en
«paquetes» integrados que pueden aplicarse rápida y
orgánicamente. Los segundos incluirían la repatriación
de utilidades y el desplazamiento hacia ultramar de cierta
porción de la toma de decisiones. ¿Exceden los
beneficios a los costos? Los gobiernos de la mayoría
de los países —también el de Cuba desde 1992—
consideran que sí, y por esa razón dan la bienvenida a
la inversión extranjera, aunque dentro de marcos
reguladores e impositivos de variada intensidad. El
ejemplo de Sherritt International resulta instructivo: ha
obtenido utilidades que han sido repatriadas —aunque
con cierta dificultad en 2009— pero ha generado
inmensos beneficios en Cuba en términos de
transferencia de tecnología, mejoramiento de la
productividad y de los estándares medioambientales,
de salud y protección, e ingresos por concepto de
impuestos y captación de divisas.
¿Habría inversiones si las relaciones se normalizaran
sin cambios de política en Cuba? Probablemente
algunos proyectos ocurrirían dentro de los actuales
arreglos de empresas mixtas y del sistema de regulaciones;
no obstante, hay una variedad de restricciones, de
problemas y de incertidumbres que reducen el atractivo
para invertir en la Isla. Estos limitan actualmente la
inversión extranjera de todos los países y lo seguirán
haciendo después de la normalización.
En primer lugar, existen dudas con respecto al
compromiso del gobierno cubano con el rumbo
adoptado hacia las inversiones extranjeras. Aunque los
documentos oficiales destinados al consumo
internacional la han saludado, otras declaraciones del
gobierno cubano y la prensa oficial, así como las
conferencias internacionales contra la globalización,
celebradas en La Habana entre 1999 y 2007, suscitaron
interrogantes sobre el papel futuro de la inversión
extranjera en la Isla. Ni siquiera la Sherritt International
se ha sentido inmune a esta situación:
de política en Cuba, las actuales limitaciones al
movimiento de sus ciudadanos hacia territorio
estadounidense —como a cualquier destino en estos
momentos— podrían continuar. Hoy día, si alguno
desea viajar al extranjero en su capacidad personal tiene
que ser invitado por un ciudadano extranjero, que ha
de pagar, en el caso de Canadá, una cuota consular de
224 dólares canadienses (más 32 para que el consulado
cubano se dirija por correo electrónico a la Consultoría
Jurídica Internacional competente en Cuba), y «garantizar
todos los gastos relacionados con el viaje, tales como
alojamiento, subsistencia, seguro médico, etc., de modo
que la persona invitada quede legalmente cubierta
durante su estancia».6 También es probable que se les
cobren cuotas de visa a los ciudadanos cubanos que
visiten los Estados Unidos. De ser mantenidas después
de la normalización, estas restricciones y cuotas
limitarían los beneficios para el país anfitrión y para
los propios ciudadanos cubanos.
Además, el sistema monetario dual prácticamente
imposibilita a la mayoría de los ciudadanos cubanos
viajar al extranjero, puesto que la moneda nacional que
ganan por su trabajo no es convertible a la tasa oficial
de cambio o a una razonable. El salario promedio era,
en 2008, de 415 pesos mensuales (aproximadamente
20 o 21 dólares, al cambio oficial).7 A ese nivel de
ingresos, el acceso a viajes no es posible, a no ser que se
cuente con patrocinadores extranjeros, apoyo estatal
o amplias ganancias en pesos convertibles.
Perspectivas de inversiones norteamericanas
directas en Cuba
Existe un importante potencial para las inversiones
extranjeras directas en Cuba después de la
normalización. La gama de esferas en las que pudieran
producirse es amplia y abarca muchos tipos de
actividades económicas, incluidas la producción de
algunos bienes de consumo, mercancías tradicionales,
procesamiento de alimentos, agricultura, servicios
profesionales, financieros y de negocios, construcción
y transportes, por ejemplo. De nuevo, podría esperarse
que la comunidad cubanoamericana en particular tuviese
un interés importante y la visión necesaria para ver
y cultivar las oportunidades emergentes.
El petróleo de plataforma marina es una esfera
particular en la que las empresas norteamericanas tienen
destreza y experiencia, que podrían ser beneficiosas para
la Isla. La conjunción de la cercanía, necesidad y
oportunidad promovería este tipo de inversiones.
También las regiones de petróleo en las profundidades
marinas se hallan en aguas contiguas en el Estrecho de
la Florida y el Golfo de México, de modo que la
Sin embargo, no puede asegurarse que esta actitud para
con la inversión extranjera y la repatriación de capitales vaya
a continuar o que un cambio en las condiciones económicas
no dé por resultado un cambio en las políticas del gobierno
cubano o la imposición de restricciones más fuertes a la
inversión extranjera. Semejantes cambios están más allá
del control de la Sherritt, y el efecto de cualquier cambio
semejante no puede predecirse con acierto.8
En segundo lugar, aunque la ley esboza las «reglas
del juego» para los inversionistas extranjeros, en el
84
Estados Unidos-Cuba: potenciales implicaciones económicas de la normalización
En vista de los beneficios económicos perspectivos para Cuba
y los Estados Unidos, el movimiento en dirección a la
normalización es un imperativo. Ambos podrían promover
el proceso mediante una secuencia de acciones de apoyo,
recíprocamente respondidas.
países no tienen escrúpulos con respecto a las
inversiones en China, que tiene leyes laborales
similares a las de Cuba. La diferencia podría radicar
en la existencia de la comunidad cubanoamericana,
que podría convertir en un problema el hecho de
invertir en la Isla, mediante boicots y campañas
publicitarias contra estas empresas; la pérdida
potencial de una porción del mercado dentro de los
Estados Unidos y la mala propaganda podrían
reducir las perspectivas de inversiones por parte de
empresas norteamericanas.
Vale la pena observar que Cuba también es un
inversionista extranjero. La empresa mixta con la
canadiense Sherritt International implica que Cuba es
50% dueña de la refinería de níquel en Fort
Saskatchewan, Alberta, a cambio de que la Sherritt tenga
50% de la propiedad de la mina de Moa y de la planta
de concentración en Cuba. ¿Aceptaría la actual dirigencia
cubana esta fórmula para obtener oportunidades en
territorio estadounidense tras la normalización? La
respuesta, probablemente, es positiva, concediendo un
período de ajuste tras dicho proceso.
transcurso de los 2000 cada inversión se ha aceptado
sobre la base de un análisis individual. Cada proyecto
potencial debe ser negociado con la empresa contraparte
y con el Ministerio de Comercio Exterior y la Inversión
Extranjera (MINCEX) y después de demoras y
considerables gastos de tiempo y dinero, puede ser
rechazado por una variedad de razones.
Una tercera limitación general es que las actividades
orientadas al consumo interno en MN permanecen
esencialmente cerradas a los inversionistas extranjeros.
En efecto, solo vale la pena acceder a aquellas
operaciones que captan divisas directamente y algunas
que dan servicios al sector del turismo a cambio de
moneda dura, porque de otro modo la repatriación
de los beneficios no puede ocurrir.
En cuarto lugar, el reclutamiento y la selección
de empleados debe realizarse a través de la Agencia de
Contratación a Representaciones Comerciales
(ACOREC). El gobierno determina también la
estructura salarial. Además, las empresas extranjeras han
de pagar sueldos y salarios en CUC, a la tasa de cambio
de 1.00 CUC por 1.10 USD, mientras que a sus
trabajadores se les paga en MN (y la tasa de cambio
que interesa a los ciudadanos cubanos ha estado fijada
en 1.00 MN = 0.04 USD). Esto quiere decir que el
Estado establece impuestos como sobretasas a estos
pagos de alrededor de 96%, de modo que el costo
real de la fuerza de trabajo es relativamente alto.
En quinto lugar, la repatriación de beneficios puede
ser problemática. Cuando las ganancias declinan debido
a la reducción de precios o volúmenes de exportación,
el gobierno de Cuba pospone el pago de beneficios en
lugar de reducir las compras de importación.
Un problema potencial más que podría producir
una reacción política negativa en los Estados Unidos
es que los trabajadores cubanos tienen limitaciones para
emprender negociaciones colectivas independientes, con
sus empleadores o a la huelga. Solo los sindicatos
oficiales son legales.
Si las empresas norteamericanas fuesen a ingresar
a Cuba bajo las actuales condiciones de la legislación
laboral, podría haber una reacción contra ellas en
los Estados Unidos, encabezada principalmente por
componentes de la comunidad cubanoamericana. Sin
embargo, las empresas norteamericanas y de otros
Flujos financieros
La normalización también generará una variedad
de nuevos tipos de flujos financieros que, en su gran
mayoría, ocurrirán de los Estados Unidos a Cuba. En
sentido contrario, estos serán tan pequeños durante algún
tiempo tras la normalización que podemos ignorarlos
aquí. Por supuesto, actualmente las remesas familiares
constituyen un amplio flujo de divisas para la Isla y
pudiera ubicarse en alrededor de los mil millones de
dólares norteamericanos. Los nuevos flujos financieros
a Cuba podrían incluir potencialmente
z
z
z
85
Préstamos informales o donativos a amigos o parientes.
Créditos concedidos por ONG para propósitos
específicos; por ejemplo, financiar un programa de
microcrédito para pequeños agricultores o pequeñas
empresas no agrícolas.
Créditos de abastecedores, suministrados por empresas
exportadoras norteamericanas a compradores cubanos,
para la adquisición de productos.
Archibald R. M. Ritter
z
z
z
z
z
escasa de divisas, y de muchos tipos de equipos de
capital requeridos para incrementar la productividad y
los niveles de producción necesarios para mejorar el
bienestar de sus ciudadanos. Resulta imperativo que
aumenten las inversiones en la economía cubana, puesto
que han sido muy bajas, con un promedio de 8,6% de
la inversión bruta con respecto al PIB entre 2000 y
2008, en comparación con 18,7% para América Latina.10
El suministro de una variedad de tipos de crédito puede
contribuir a mejorar esta situación y brindar divisas,
cruciales para la compra de dichos equipos.
Un beneficio final para los Estados Unidos sería la
eliminación del aparato burocrático necesario para hacer
cumplir las regulaciones sobre el comercio y los flujos
financieros, aplicados a Cuba de manera casi exclusiva,
junto a la eliminación de Radio Martí. Los ahorros del
presupuesto —que reflejan los verdaderos ahorros de
recursos— por concepto de esos recortes no serían de
poca monta.
Préstamos comerciales bancarios a empresas cubanas
importadoras o a empresas productivas para
propósitos de inversión.
«Inversiones de cartera», o compra de acciones
corrientes o de dividendo no fijo en empresas
cubanas.
El Banco de Exportación e Importación de los
Estados Unidos, que podría extender créditos a
compradores cubanos y apoyar a pequeñas empresas
norteamericanas que exporten a Cuba (contra la
posibilidad de que no se les pague, por ejemplo);
Subvenciones o préstamos blandos de la Agencia
Norteamericana para el Desarrollo Internacional;
Financiamiento del Banco de Desarrollo
Interamericano o del Banco Mundial, dando por
sentado que a la normalización con los Estados
Unidos seguirá la incorporación como miembro
a estas organizaciones.
Estos tipos de flujos financieros son solo potenciales.
¿Permitirá Cuba que estos ocurran? ¿Resulta apropiado
el ambiente de la política actual para que los flujos
financieros se vuelvan efectivos? Préstamos y donativos
informales entre familiares ya vienen teniendo lugar
a través del proceso de remesas. Continuarán y se
ampliarán si aumentan las oportunidades para utilizar
dichos fondos de un modo productivo. Bajo el actual
marco, podría haber préstamos a través de ONG, pero
solo si estas y sus programas fuesen políticamente
aceptables.9
Ciertamente, tras la normalización los abastecedores
podrían dar créditos y los bancos comerciales
préstamos a empresas cubanas. Si Cuba fuese a tratar a
los Estados Unidos como a otros países, también sería
posible la compra de acciones de dividendo no fijo en
empresas cubanas por parte de las norteamericanas bajo
arreglos de empresa mixta. Entonces podría utilizar
préstamos del Banco de Importación y Exportación
de los Estados Unidos. ¿Aceptaría Cuba, bajo la
dirigencia actual o su sucesora inmediata, asistencia de
USAID? Esto podría suceder, pero parece improbable.
¿Sería miembro del Banco Mundial, el FMI y el Banco
Interamericano de Desarrollo (BIAD) tras la
normalización? Esto se convertiría en una posibilidad.
Las ventajas al obtener tales créditos sugerirían que estas
facilidades, o al menos el Banco Mundial y el BIAD,
serían rápidamente utilizadas si fuesen puestas a su
disposición. En resumen, dentro del actual ambiente de
política económica y política en general, algunos tipos
de flujos financieros surgirían, unos podrían resultar
bloqueados y no queda clara la situación de otros.
La liberalización de los flujos financieros a Cuba desde
los Estados Unidos tendría algunos resultados útiles.
La economía cubana está, en 2010, desesperadamente
La normalización en el contexto
de la liberalización económica
Las ganancias de la normalización para Cuba
aumentarían considerablemente si esto ocurriese
simultáneamente o poco después de un proceso de
reforma política económica en la Isla. Una mayor
prosperidad de su parte tendría por resultado un
incremento de la interacción y de los beneficios para
los Estados Unidos también. Imaginemos que los
siguientes tipos de reforma fuesen aplicados en Cuba:
z
z
z
z
z
z
z
z
z
86
Unificación de los sistemas monetario y de tasas de
cambio duales.
Relajación de la carga impositiva y de las restricciones
al trabajo por cuenta propia.
Establecimiento de un marco regulador que apoye
a la pequeña empresa.
Legalización de las empresas del sector privado de
talla pequeña, mediana y cooperativas (EPMC).
Relajación de los controles burocráticos sobre las
importaciones en el contexto de una tasa de cambio
realista.
Modificación de la política respecto a la inversión
extranjera que permita la propiedad mayoritaria en
algunos sectores con un ambiente legal basado en
reglas respecto a su aprobación.
Relajación de los controles sobre la inversión
extranjera en lo referente a la contratación y
remuneración, etcétera.
Relajación de los controles sobre el flujo de fondos
a través de las ONG.
Préstamos bancarios comerciales relajados.
Estados Unidos-Cuba: potenciales implicaciones económicas de la normalización
producción de bienes y servicios requeridos que ocurrió
tras la legalización del trabajo por cuenta propia en
1993. Esto sería provechoso para los ciudadanos
cubanos desde numerosos puntos de vista. Entre los
beneficios se contarían la creación de puestos de trabajo
productivos y la generación de ingresos; mejoramiento
de la calidad, cantidad y diversidad de los bienes y
servicios; incremento de la productividad, que permitirá
un alza de ingresos reales; reducción de la economía
subterránea; aumento de los ingresos por concepto de
impuestos; promoción de la innovación; crecimiento
de la competencia y generalmente descenso de los
precios; el desarrollo de una cultura de respeto por la
política pública en lugar de la ilegalidad, y, de manera
general, un mejoramiento generalizado de la calidad
de vida.
No obstante, en este punto resulta de particular
pertinencia el hecho de que la proliferación y expansión
de las EPMC conducirían al cultivo de los mercados
de exportación hacia los Estados Unidos y otros países.
Además, dichas empresas producirían una gama de
productos y servicios de mejor calidad que remplazarían
las importaciones y convertirían a Cuba en un destino
turístico aún más atractivo. Resulta útil observar que,
al ser legalizada, la producción de artesanías,
principalmente para el sector turístico, mejoró muy
pronto en términos de cantidad, calidad y diversidad.
Es probable que esto ocurra en todas las esferas
asumiendo que habrá un marco regulador razonable.
Además, la legalización y expansión de tales empresas
también ofrecerá un canal para que los flujos financieros
y las inversiones extranjeras directas ingresen en Cuba,
lo cual, a su vez, acelerará la ampliación del sector.
Los cambios en el sistema legal —basado en reglas,
propiedad plena y control sobre las formas de
contratación y remuneración— alentarían a empresas
de los Estados Unidos y de otras naciones a invertir en
Cuba. Esto promovería la transferencia tecnológica,
los recursos financieros y la pericia gerencial y
empresarial, lo cual, a su vez, provocaría un aumento
de la productividad, la diversificación económica
y volúmenes de producción para la exportación y/o
para el uso interno.
Si tuviera lugar una exitosa reforma de la tasa de
cambio monetaria y se alentara a las EPMC, algunos
tipos de influjos financieros desde los Estados Unidos
y el mundo hacia Cuba se incrementarían tras la
normalización. Sería dable esperar aumentos de
inversiones de cartera, créditos de los abastecedores,
préstamos de bancos comerciales, e informales en este
caso. Con una moneda unificada, un marco regulador
razonable para la inversión extranjera directa y la
legalización de las EPMC, las oportunidades para el
influjo de fondos también crecerían. Todos estos
La aplicación de estas modificaciones tendría como
consecuencia una similitud entre la economía cubana y
la china, caracterizada por la liberalización económica
en un sistema de partido único. Algunos de esos
cambios han sido sometidos a discusión en Cuba desde
hace algún tiempo. Las políticas monetarias y cambiarias
se han debatido en medios académicos y en el Banco
Central de Cuba, desde los 90, y en 2009 se publicó un
excelente análisis del asunto.11 La conversión, en abril
de 2010, de centenares de peluquerías y barberías en
cooperativas dirigidas por sus empleados también
sugiere que podría estarse iniciando un proceso de
reforma en el ambiente de las regulaciones para la
pequeña empresa. Aunque se trata de un cambio
modesto, podría tener implicaciones significativas
también para la mediana a un plazo más largo.12
Transformaciones económicas como las anteriores
aumentarían y mejorarían la interacción de Cuba con el
mundo, incluidos los Estados Unidos, y tendrían
igualmente efectos saludables en la economía interna.
La unificación de los sistemas monetario y cambiario,
y el establecimiento de una tasa de cambio realista,
pondrían fin a la estructura de incentivos, disfuncional
y antiproductiva, que ha deformado el comportamiento
económico y las vidas de los ciudadanos durante casi
dos décadas. También esa tasa resulta necesaria para
vincular la economía interna con el resto del mundo de
un modo racional. Esta unificación brindaría la
estructura de incentivos y los recursos para que las
empresas cubanas, tanto públicas como privadas,
exporten con efectividad, pues recibirían las ganancias
en divisas por sus ventas en el extranjero convertidas
según una tasa de cambio razonable. El resultado sería
un aumento de las exportaciones a los Estados Unidos
y al mundo, y un incremento en la sustitución de algunas
importaciones por productos y servicios generados en
la Isla. Semejante unificación también permitiría a los
inversionistas extranjeros tener la posibilidad de invertir
en sectores que ofrezcan servicios a la economía interna,
así como a mercados donde se capten divisas fuera de
Cuba.
La relajación de las restricciones sobre el trabajo
por cuenta propia y la legalización de las EPMC del
sector privado posibilitarían un florecimiento del
ingenio y de la iniciativa empresarial. Podría esperarse
que las empresas de pequeña escala penetren en muchos
sectores de producción de bienes y servicios y
conduzcan al cultivo de nichos de mercado y la
formación de «racimos» de empresas similares,
interrelacionadas y complementarias. Los volúmenes y
la diversidad de los productos se ampliarían
rápidamente, y prueba de ello podría ser la explosión
de actividad empresarial y los mejoramientos en las
esferas del empleo, la generación de ingresos y la
87
Archibald R. M. Ritter
del gobierno para invertir más en bienes públicos como
infraestructuras de todo tipo, la educación y la salud.
Los ingresos de los empleados en estas áreas y otros
sectores públicos, lastimosamente inadecuados en la
actualidad, podrían elevarse de manera estable. Una
mayor prosperidad económica en general, y réditos
públicos más altos en lo específico, permitirían un alza
de los ingresos y de los niveles de desarrollo humano.
El gobierno y los propios ciudadanos cubanos tendrían
la capacidad de invertir más en estas actividades.
Se requerirían medidas cuidadosas de política social
para mantener un nivel aceptable de equidad en la
distribución de los ingresos.13 Esto será difícil, porque
en cualquier proceso de cambio económico, algunos
individuos resultan más capaces que otros para
aprovechar las nuevas posibilidades de obtener ingresos,
de modo que la subida de la marea no alza a todos lo
botes al mismo ritmo.
Por otra parte, en la medida en que prospere la
economía cubana, las exportaciones norteamericanas
se incrementarán. Los Estados Unidos saldrían ganando
con la ampliación de importaciones procedentes de
Cuba en la medida en que la economía cubana y sus
exportaciones se diversifiquen. Con el tiempo, se
beneficiarían de la bonanza de turistas provenientes de
Cuba. Para los ciudadanos cubanos ha sido sumamente
difícil visitar los Estados Unidos —o cualquier otro
sitio— durante el último medio siglo. Con la reforma
de la divisa y una creciente prosperidad en la Isla
—sumadas a nuevas regulaciones sobre los viajes de
sus ciudadanos al extranjero— podría esperarse una
oleada de visitantes cubanos al Norte, así como un alza
del turismo de curiosidad, el de conferencias, el de
reunificación familiar, el geográficamente orientado, etc.,
lo cual redundará en un beneficio mutuo.
efectos ayudarían a generar un aumento del empleo
productivo y la elevación de los ingresos reales y de los
niveles de vida para los ciudadanos cubanos. La
prosperidad en Cuba también tendría un efecto de
retroalimentación positiva para los Estados Unidos
mediante un incremento de la demanda cubana.
Las consecuencias de una interacción económica más
intensa entre los Estados Unidos y Cuba en el contexto
del ambiente de política económica del segundo
escenario podrían resumirse rápidamente. En primer
lugar, desde la perspectiva cubana, las exportaciones
de mercancías experimentarían un crecimiento
apreciable con la reforma de la tasa de cambio, la
liberalización de las empresas de talla pequeña y mediana
y la facilitación de las IED y los influjos financieros.
Estos cambios también promoverían un incremento
de la sustitución de importaciones para algunos
productos y un aumento de la exportación de servicios.
Se elevaría la cifra de importaciones, gracias a la
ampliación de las exportaciones. Un mayor número
de compras de maquinarias y equipos estimularía las
inversiones y el aumento de la productividad de los
recursos. La ampliación de las importaciones de
productos intermedios posibilitaría un alza y una
diversificación de la producción interna, y la de las
importaciones de bienes de consumo ayudaría a subir
de manera directa los niveles materiales de vida de las
personas.
Los cambios de política mencionados anteriormente
también favorecerían las exportaciones de servicios, en
particular del turismo, pero también otros en las esferas
artística y deportiva y, muy pronto, en las de negocios y
personales. Dando por sentada la liberalización de los
viajes para los cubanos a los Estados Unidos, sus
ganancias en el beisbol y las artes, por ejemplo,
aumentarían y serían repatriadas a Cuba.
El incremento de las IED y de los variados tipos
de influjos financieros impulsaría las inversiones en todos
los sectores de la economía cubana, incluido el estatal,
las empresas mixtas, las EPMC y el trabajo por cuenta
propia. Estos promoverían el desarrollo empresarial, el
crecimiento de los recursos capitalizables, la transferencia
tecnológica (mediante la importación de maquinarias y
equipos, importación de sistemas de producción
integrados completos y el movimiento de personas)
y la transferencia y el conocimiento gerenciales y
empresariales. De nuevo, el resultado sería una mayor
productividad del uso de recursos en Cuba y niveles
más altos de empleo productivo e ingresos reales más
elevados.
Una prosperidad económica para Cuba
incrementará el nivel potencial de los ingresos por
concepto de impuestos, que fortalecería la capacidad
Conclusión e implicaciones de política
La normalización de relaciones entre los Estados
Unidos y Cuba —definida como el cese del embargo,
el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y la
autorización de flujos financieros, inversión extranjera
y libre movimiento de personas— generará para ambos
países importantes beneficios netos, que serían incluso
mayores si estuviese acompañada de algunas reformas
económicas en la Isla.
La normalización conducirá pronto a un inmediato
influjo de turistas provenientes de los Estados Unidos
a Cuba, que tendrá dimensiones de bonanza. Las
exportaciones norteamericanas se ampliarán
rápidamente, y desplazarán a las de otros países menos
competitivos en términos de calidad, precio y
conveniencia. La inversión extranjera y variados tipos
88
Estados Unidos-Cuba: potenciales implicaciones económicas de la normalización
de flujos financieros promoverán la expansión y la
diversificación económicas cubanas y serán beneficiosos
para los intereses norteamericanos involucrados en ello.
La normalización, unida a un conjunto de reformas
económicas en Cuba, promovería una más intensa
interacción entre Cuba y los Estados Unidos y el resto
del mundo, y generará mayor prosperidad para ambos
países.
Estos tendrían ganancias tan significativas que sería
sabio facilitar y promover el proceso. En vista de los
beneficios económicos perspectivos para los dos países,
el movimiento en dirección a la normalización es un
imperativo. Ambos podrían promover el proceso
mediante una secuencia de acciones de apoyo,
recíprocamente respondidas, que pudiera incluir
importantes medidas del lado norteamericano como
permitir los viajes de sus ciudadanos y el levantamiento
del embargo; y, del lado cubano, la eliminación del 10%
de impuestos sobre los pagos de las remesas en dólares
norteamericanos y la institución de otras medidas para
fomentar amplios cambios.
las exportaciones agrícolas. A mediados de mayo de 2010, la
aprobación de este proyecto no parecía estar garantizada.
5. Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), Panorama económico y
social de Cuba 2009, disponible en www.one.cu (1 de marzo de
2010), tabla 15.11.
6. Embajada de Cuba en Canadá, Sección consular, «New Procedure
to Invite a Cuban National to Come Visit Canada», disponible en
http://embacu.cubaminrex.cu (3 de marzo de 2010).
7. ONE, Anuario Estadístico 2009, disponible en www.one.cu
(10 de marzo de 2010), tabla 7.4.
8. Sherritt International, Annual Report 2000, disponible en
www.sherritt.com (septiembre de 2007), p. 23.
9. Sin embargo, la extensión de créditos a los trabajadores por
cuenta propia en Cuba no es aceptable en ese país en estos momentos.
Además, las empresas de pequeña y mediana escala no son aún
posibles dentro del marco regulador actual.
10. CEPAL, Naciones Unidas, Balance preliminar de las economías de
América Latina y el Caribe 2009, disponible en www.eclac.cl (2 de
febrero de 2010).
11. Pável Vidal Alejandro, «Política monetaria y doble moneda», en
Omar Everleny Pérez Villanueva et al., Miradas a la economía cubana,
Editorial Caminos, La Habana, 2009.
12. Marc Frank, «Cuba Handing Beauty, Barber Shops Over to
Workers», Reuters, La Habana, 12 de abril de 2010.
Notas
13. Resulta interesante el hecho de que el presidente Raúl Castro
parece haber modificado el objetivo de justicia social de Cuba, de
igualdad de ingresos a igualdad de oportunidades, al declarar: «El
socialismo significa justicia social e igualdad, pero igualdad de
derechos, de oportunidades, no de ingresos». Véase Will Weissert,
«Raúl Castro: Communism is not Egalitarianism», Associated Press,
La Habana, 15 de julio de 2008.
1. Departamento de Agricultura, Servicio para la Agricultura
Extranjera, disponible en www.fas.usda.gov (25 de febrero de
2010).
2. Oficina de los Representantes Comerciales de los Estados Unidos,
disponible en www.ustr.gov (5 de marzo de 2010).
3. Cálculos tempranos ubican la cosecha azucarera para 2010 en
alrededor de un millón de toneladas, la más baja de todos los tiempos.
4. Un proyecto de ley titulado la «Reforma de las restricciones de
viaje e intensificación de las exportaciones, H.R. 4645» ha estado
circulando en la Cámara de Representantes y fue objeto de una
reciente vista el 11 de marzo de 2010. El proyecto pondría fin
a todas las restricciones a los viajes de los ciudadanos
norteamericanos a la Isla y eliminaría las barreras al incremento de
©
89
, 2010
no. 62-63: 90-102, abril-septiembre de 2010.
Jorge Mario Sánchez Egozcue
L as r
elaciones económicas
relaciones
Estados Unidos-Cuba.
L a normalización pendiente
Jor ge Mario Sánchez Egozcue
Investigador y profesor. Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos, Universidad de La Habana.
E
arreglos especiales, sorteando las barreras legales vigentes
mediante licencias excepcionales que, en última instancia,
terminan contribuyendo a consolidar las distorsiones
existentes.
El resultado de esta polaridad es la ausencia de un
terreno medio reconocido por los dos gobiernos para
establecer consensos, por lo que parece no haber otro
camino que transitar por etapas, en las que se vaya
logrando un clima de pragmatismo en temas
específicos, que estimule la capacidad de adaptación
de uno y otro lado. Hasta la fecha, las áreas en las que
se ha alcanzado algún avance, (acuerdos migratorios,
intercambios comerciales, viajes familiares y envío de
remesas) tienen en común ser construcciones bilaterales
no calificables, en propiedad, como relaciones
«normales».
Las evaluaciones sobre la normalización de las
relaciones económicas entre ambos países no deben
ser reducidas a estimaciones del número de turistas,
volumen de remesas, mercancías o inversiones posibles
y sus impactos. Se trata de un espectro en el que se
interconectan tanto efectos favorables como adversos,
en tópicos como las relaciones políticas, la preservación
l tema de de la normalización de las relaciones
económicas entre Cuba y los Estados Unidos suele
provocar reacciones extremas cada vez que se establece
una discusión al respecto en ambos lados. Para muchos
en Cuba, nunca habrá forma de establecer ningún
tipo de vínculo entre los dos países sin que ello
represente una amenaza, pues se asocia a un camino de
concesiones sobre la soberanía, en una suerte de regreso
al pasado; otros suponen que habría que afrontar una
avalancha de turistas y mercancías norteamericanas para
los que no se dispone ni de infraestructura ni de
capacidad técnico-cultural, además de la potencial
dislocación de las políticas económica y social de la
Isla.
Otro tanto puede decirse del lado norteamericano.
Hay quienes están convencidos de que nada es viable
en tanto el gobierno cubano no cambie hasta satisfacer
los requerimientos de un sector con posiciones extremas
que no quiere ni puede conectarse con el país real. En
el otro lado del espectro se encuentran los que han
alcanzado algunos resultados y, partiendo de esa
experiencia circunstancial, dan por sentado que solo
son posibles las relaciones económicas por vía de
90
Las relaciones económicas Estados Unidos-Cuba. La normalización pendiente
Unidos han ocupado, en los años recientes, el cuarto
puesto entre los países que comercian con Cuba. La
lógica convencional, inspirada en nociones de
competitividad, beneficios, complementariedades, etc.,
resulta insuficiente para explicar plenamente los
desarrollos concretos de los últimos años. Es probable
que en el futuro cercano suceda algo similar, puesto
que se trata de un contexto en el que los elementos de
inercia y ruptura conviven.
También complica el análisis el hecho de que la
noción de normalización no ha sido sometida a un
consenso entre las partes, de manera que cada país actúa
según consideraciones de riesgo o de influencia, lo que
dificulta situar bases, mutuamente aceptables, que
puedan consolidarse y extenderse, sobre todo porque
las visiones recíprocas tienen raíces históricas que han
configurado un «legado de desconfianza» imposible de
ignorar. Las relaciones establecidas hasta la fecha se
insertan en un marco disfuncional que debe ser
cambiado. No es casual que casi todas las propuestas
de flexibilización del embargo presentadas al Congreso
norteamericano acudan a argumentos como la
promoción del cambio interno, o la obtención de
utilidades unilaterales en sectores específicos. Todavía
están por verse las que sostengan la noción de beneficios
compartidos, como ocurre con otras naciones.
Sin embargo, el factor decisivo en ese proceso es la
realidad interna cubana. En el país está en marcha un
cambio generacional de la dirigencia, coincidente con
el inicio de un proceso de reformas a fin de
recomponer la economía, atenazada por rigideces e
ineficiencias, como consecuencia de la hiperestatalización y las distorsiones acumuladas, así como
por los impactos de eventos climáticos y las
adversidades del mercado internacional. Este proceso
es una necesidad ineludible que, de extenderse, puede
resultar en profundas transformaciones. Se puede
acelerar o frenar su dinámica en dependencia de sus
resultados y de la percepción de estabilidad o riesgo
derivados del contexto externo, incluyendo el clima de
las relaciones con los Estados Unidos, aunque este
último factor no es un requisito indispensable. De
hecho, existen más mecanismos para convivir con el
conflicto que para asimilar su solución. Por ello, lo que
suceda en el futuro de las relaciones económicas
bilaterales depende, en gran medida, de la capacidad
de Cuba de transformarse a sí misma y del modo en
que los Estados Unidos asuman esos cambios.
La normalización de los intercambios económicos
entre los dos países representa un reto singular porque,
además de la asimetría de poderes y las diferencias
políticas, se han desarrollado, en el caso de Cuba, sobre
la base de mecanismos que deben ser reemplazados.
Las experiencias regionales indican que «relaciones
de la identidad cultural y del medio ambiente, la
adaptación del modelo de desarrollo socioeconómico,
deportes, ciencias, religión, etcétera.
El propósito de este ensayo es presentar un sumario
de las potencialidades más inmediatas en el terreno de
las relaciones económicas entre las dos naciones,
tratando de identificar vías específicas de aproximación,
dejando de lado la cuestión (no menos importante)
sobre cuándo y cómo se produciría un proceso de
flexibilización en las restricciones vigentes, como
resultado del diálogo político, o de acciones unilaterales
por parte de la administración norteamericana. No se
trata tanto de un ejercicio de «meteorología política»,
en el sentido de anticipar desplazamientos en las
variables claves de las relaciones bilaterales y sus
implicaciones para el entorno económico, como de una
evaluación de la importancia relativa de aquellos
componentes que definen las capacidades de reacción
de ambas partes en lo inmediato, a partir de la
experiencia acumulada. Se incluye en esa perspectiva
la inercia de los precedentes cercanos, los referentes
regionales, así como factores institucionales, y la «cultura»
de negocios con la que Cuba se presenta en ese
escenario.
En numerosos trabajos sobre el tema se constata la
reiteración de supuestos que ilustran hasta qué punto
la falta de contactos entre las dos sociedades ha llevado
a que se consoliden estereotipos de sobre-simplificación
del asunto. El más común es el enfoque de «interruptor
de luz», que implica un proceso quasi-automático de
conexión y fluidez en las relaciones económicas mutuas,
el cual se desencadenaría, casi espontáneamente, apenas
se levanten las restricciones vigentes y en el que nunca
habría conflictos de intereses. En otros textos, se
presupone la transferencia, más o menos rápida, de
normativas y prácticas, cuya compatibilidad con las
condiciones reales de implantación no se examinan,
ignorando el papel de las diferencias de tecnología, de
cultura de negocios y del tejido institucional. Se asume
que Cuba tendrá, cuando más, un papel receptor-pasivo;
no se consideran las visiones internas sobre estrategia
de desarrollo e inserción internacional, las experiencias
previas de comercio e inversión con Canadá y la Unión
Europea, ni las lecciones aprendidas de otras prácticas
regionales.
Si se juzgase el atractivo del mercado cubano a partir
de los indicadores convencionales —el alto nivel de riesgo
dado en las clasificaciones de las agencias internacionales,
la magnitud de la deuda externa acumulada, los altos
costos iniciales y las sobreextendidas demoras burocráticas
para establecer una empresa extranjera— resultaría
imposible comprender cómo, en un período
relativamente corto y a pesar de las fuertes limitaciones a
las operaciones comerciales autorizadas, los Estados
91
Jorge Mario Sánchez Egozcue
Antes de 2001, el tema del comercio Cuba-Estados
Unidos era percibido más como un objeto de
especulación académica antes que una realidad a corto
plazo para las compañías.2 Entre los empresarios
norteamericanos, hasta los más optimistas se inclinaban
por otras posibilidades en la región, y no invertir tiempo,
dinero y energías en algo que se presumía tan incierto.
Tal percepción cambia drásticamente hacia fines del
mismo año, cuando las condiciones dan un giro
favorable tras el paso del huracán Michelle, que causó
daños muy severos. Washington ofreció entonces ayuda
humanitaria, rechazada por el gobierno cubano, dada
la condicionalidad con que esta se ofrecía. Como
alternativa, se propuso, por la Oficina de Activos
Extranjeros (OFAC), del Departamento del Tesoro, la
concesión de licencias basada en la Ley TSRA 2000,3
para facilitar la compra de alimentos. En diciembre de
2001 se efectúan las primeras por un valor de
35 millones de dólares. En septiembre del año
siguiente, se celebró en La Habana la primera Feria
Agrícola Estados Unidos-Cuba, con presencia de
750 representantes de 288 compañías de 33 estados.
Los contratos firmados alcanzaron la cifra de
112 millones de dólares.4
A partir de ese momento, bajo la cobertura de las
licencias especiales concedidas, más de 4 350 compañías
y 132 asociaciones agrícolas y federaciones visitaron la
Isla entre los años 2001 y 2006, para explorar las
posibilidades de su mercado. Se firmaron contratos
con 159 empresas de 35 estados, y se involucraron
23 puertos para esas transacciones. Cuba se ubicó como
el mercado número 25 en términos absolutos para las
exportaciones norteamericanas en esos rubros.
En un período relativamente corto, los Estados
Unidos se convirtieron en el principal abastecedor de
productos agrícolas y alimentos para Cuba, con un
saldo máximo, en 2008, de 710 millones de dólares
(cerca de tres millones y medio de toneladas),
equivalentes a 27% de tales importaciones del país; ello,
a pesar de la reducción que se produjo como resultado
del endurecimiento de las condiciones de pago tras la
reelección de George W. Bush. Los aumentos más
importantes se deben, sobre todo, al incremento de
los precios (61% solo de 2007 a 2008), y no a las
cantidades físicas adquiridas.
Lo acelerado de este intercambio comercial, a pesar
de las limitaciones bajo las cuales se realiza, se explica
por la combinación de varios factores. Además de los
menores costos en transporte y seguros por la cercanía
geográfica y precios relativamente mejores, se produjo,
por diversas causas, un agudo deterioro de la eficiencia
doméstica en la producción de alimentos, lo que
contribuyó a aumentar las importaciones. Es por ello
que no debe verse, en esta evolución, un fenómeno
económicas normales» con los Estados Unidos no
significa que estén exentas de discrepancias, ni que se
resuelvan siempre con facilidad. En todo caso, sin renunciar
a la soberanía, no constituyen la panacea que algunos prevén,
como tampoco el abismo que otros vaticinan.
Los antecedentes cercanos. Hasta dónde se
ha llegado
El intercambio comercial entre los dos países, a partir
de los años 90, se caracteriza por la baja diversificación
de su contenido, concentrado casi exclusivamente en
las compras cubanas de alimentos y productos
agrícolas, sujetas a un régimen especial de pagos, y
restringidas por un marco regulatorio y de supervisión
de operaciones que se define a sí mismo como de
excepcionalidad coyuntural dentro de las normas
de comercio con países enemigos. Los otros dos
componentes de la relación han sido el turismo y las
remesas.
La presencia norteamericana en la economía cubana
actual comenzó, casi de manera inadvertida, a fines de
los años 80, cuando se produjeron algunos intercambios
de medicinas, equipos y alimentos, provenientes de
subsidiarias de empresas norteamericanas en terceros
países. No fue hasta comienzos de los 90, con la
desaparición del campo socialista, que se incrementó
de manera significativa y llegó a alcanzar una cifra
ligeramente superior a los 700 millones de dólares. Este
flujo se desplomó tras la aprobación de la Ley
Torricelli —The Cuban Democracy Act (CDA)—, en
1992, bajo la expectativa de que sin el campo socialista
el gobierno cubano se vería enfrentado a una suerte de
«efecto dominó», asociado a la pérdida de su capacidad
de reinserción económica internacional efectiva. La
CDA también abrió la posibilidad de exportaciones
de productos agrícolas y farmacéuticos para las ONG, de
intercambios académicos y deportivos, así como del
establecimiento de comunicaciones telefónicas y envío
de remesas.
En relación con las décadas precedentes de
aislamiento recíproco, lo logrado en los 90 confirmó
un potencial que estimuló al sector de negocios
norteamericano a buscar opciones dentro de las
restricciones vigentes, reflejado en un activismo que
facilitaría los pasos posteriores, en especial de sectores
académicos y de algunas empresas que empezaron a
demandar, de manera creciente, estimaciones y
propuestas. Se realizaron no menos de treinta estudios
de evaluación del potencial de mercado para distintas
áreas como minería, pesca, agricultura, turismo y
servicios conexos, y otros.1
92
Las relaciones económicas Estados Unidos-Cuba. La normalización pendiente
ingresos del país. Las estimaciones de esos flujos varían
según la fuente y los métodos empleados. El rango se
sitúa entre setecientos y mil millones de dólares anuales,
sus impactos son mixtos: de un lado, fueron un factor
de compensación a la caída de la actividad económica
que siguió al colapso del campo socialista, al permitir
la expansión del consumo familiar y funcionar como
soporte del surgimiento de pequeños negocios
privados; y, de otro, sirvió para el financiamiento de
parte de la actividad productiva del país una vez que
esos flujos entraban al circuito estatal, por compras en
tiendas en divisas, o mediante las casas de cambio de
moneda. El cálculo más reciente de los envíos desde
los Estados Unidos es de unos 4,6 a 6,2 millones
de dólares (53% del total).10 La mayoría de los estudios
ha confirmado que el destino principal de las remesas
es el consumo (alimentación, vestimenta, equipos
electrodomésticos, etc.) y, en una proporción menor,
se utiliza para otros fines como reparación de casas,
ahorro e inversión, a microescala, en pequeños negocios.
atribuible exclusivamente a los procesos de desvío de
comercio o sustitución de mercados, como también
se le conoce, ya que se superpone el efecto coyuntural
de la contracción de la oferta interna al de los menores
costos relativos.
Del récord de 963 millones de dólares en 2008, las
compras cubanas de bienes agrícolas estadounidenses
cayeron a 675 millones en 2009. El declive se atribuye
a la compleja situación económica de Cuba y a los
efectos de la crisis internacional. Hasta enero de 2010,
las exportaciones norteamericanas de alimentos y
productos agrícolas decrecieron 24%, en comparación con
el año anterior, y solo alcanzaron unos 51 302 millones
de dólares, según se ha reportado.5
En marzo de 2010 fue aprobada por el Congreso
una normativa de la OFAC que flexibiliza las reglas
para la venta de alimentos a Cuba, a partir de septiembre
y durante el resto de dicho año fiscal, que reinterpreta
el mecanismo vigente de pagos anticipados en efectivo.6
De esa manera, al permitirse a los compradores
cubanos pagar por los bienes adquiridos justo antes de
que sean descargados en Cuba, se reduce el costo
de las transacciones realizadas a través de bancos de
terceros países, si bien es poco probable que su efecto
sea inmediato, dadas las difíciles circunstancias financieras
del país. Las actuales restricciones impiden las
importaciones cubanas de otros renglones como
materias primas, bienes intermedios, materiales y
equipos, manufacturas varias, así como servicios
especializados (de marketing, jurídicos, de consultoría,
medioambientales, de control biológico, etcétera).
El segundo componente en los intercambios de los
años recientes es el turismo. De 1990 a 2007, Cuba
recibió unos 24 millones de turistas, cuyos ingresos
superaron los 25 000 millones de dólares, y elevó la
capacidad hotelera de 13 000 a 47 000 habitaciones, de
las cuales la mitad es operada por compañías
internacionales, con tasas de ocupación entre 60% y
80%. En 2009, la cifra de visitantes a la Isla fue de
2,5 millones7 —la mitad entre canadienses y cubanos, y
50 000 norteamericanos.8 Los turistas provenientes de
los Estados Unidos son mayoritariamente cubanos
(cerca de 200 000) y los norteamericanos quedan apenas
en el entorno de 30 000, aunque en 2003 llegaron a
84 000. De los visitantes cubanos residentes en el
extranjero (12,3% del total), los que procedían de los
Estados Unidos representaban, en 2008, 55%. Una
novedad reciente fue el anuncio hecho por el ministro
cubano de Turismo, sobre la disposición de que cadenas
hoteleras norteamericanas puedan administrar hoteles
en Cuba.9
El tercer componente de las relaciones han sido las
remesas. Estas han tenido un efecto importante en los
90, y han llegado a convertirse en la tercera fuente de
Resultados de las proyecciones estimadas
y alcance de las propuestas legislativas
Se han realizado varias estimaciones sobre el
potencial de comercio bilateral, empleando métodos
diversos. La Comisión de Comercio Internacional de
los Estados Unidos (USITC) ha presentado, a solicitud
del Congreso, dos estudios con ese fin. En el último de
ellos,11 mediante una versión del «modelo de gravedad»
utilizado por la Organización Mundial del Comercio
(OMC), se estableció un estimado de comercio potencial
sobre la base de dos escenarios. Primero, si las restricciones
financieras se eliminan (representan costos adicionales
entre 2,5% y 10% del valor de compra), la parte
estadounidense en las importaciones cubanas de
productos agrícolas, de pesca y forestales podría
aumentar desde el doble hasta dos tercios del nivel actual.
De los dieciséis grupos examinados, las exportaciones
de alimentos tendrían incrementos anuales significativos
—frutas y vegetales, de 34 a 65 millones de dólares; leche
en polvo, de 14 a 41 millones; alimentos procesados,
de 18 a 34 millones; trigo, de 17 a 33 millones; granos, de
9 a 22 millones—, con cuotas de participación en el
mercado cubano que oscilan entre 10% y 90%, según
el producto.12 En el segundo escenario, suponiendo que
se suprimieran al mismo tiempo las restricciones
financieras y las de viajes, la demanda adicional del
turismo representaría incrementos de uno a ocho
millones de dólares para al menos cuatro productos.
Otras estimaciones pronosticaron un comercio
bilateral total en el primer año de unos 2 602 millones,13
coincidiendo con el rango ya obtenido por
93
Jorge Mario Sánchez Egozcue
aunque se requerirán más inversiones en infraestructura
(cajeros automáticos, restaurantes, renta de transportes,
etc.) y de facilitación en las operaciones de reservas
internacionales por Internet, así como en los pagos con
tarjeta, para poder competir con los vecinos regionales
que tienen un perfil similar, pero cuentan con una mayor
variedad de la oferta y mejores parámetros de calidad,
por lo que obtienen rendimientos superiores en ingresos
por visitante.
En todo caso, los especialistas concuerdan en que,
a corto plazo, se produciría una sustitución de emisores
antes que una expansión abrupta. La idea de un tsunami
de turismo estadounidense no tiene que ver tanto con
los cubanos residentes —cuya tasa de retorno es mucho
mayor que la del turista convencional, por razones
obvias— como con el hecho de que la prohibición
legal a los ciudadanos norteamericanos de viajar a Cuba
ha contribuido a generar una expectativa que no se
corresponde con las tendencias que se aprecian en otros
países del Caribe donde no hay tales restricciones. Por
lo pronto, la crisis internacional ha frenado, en parte, el
incremento en este sector, si bien se pueden generar
tensiones, en cuanto a la velocidad de expansión, si se
llegase a un escenario de apertura. Hasta ahora, los
crecimientos acumulados descansaron en el aumento
de capacidades de alojamiento, y desde el punto de
vista estratégico, una inversión excesiva en esa dirección
puede crear problemas de rentabilidad a mediano plazo
si no va acompañada de una recuperación de la
eficiencia en los niveles de ingresos generados por
visitante, indicador que ha tendido a decrecer en los
últimos años.
En sentido general, la mayor parte de los estudios
de corte sectorial le ha concedido atención preferente
al potencial de las exportaciones cubanas tradicionales
(tabaco, ron, níquel, frutas tropicales, pesca, etc.).16 En
realidad las áreas de mayor impacto, por sus efectos
de derrame hacia la economía cubana y por su potencial
multiplicador, son las que se vinculan a la última
generación de productos que Cuba exporta
(biotecnológicos, médico-farmacéuticos, software,
manufacturas varias, hidrocarburos y sus derivados),
a partir de las capacidades creadas en años recientes.
Estas son susceptibles de una asimilación rápida de
inversiones para incrementar los niveles de calidad y
expandirse hacia nuevos mercados. Menos estudiadas
aún son las reservas latentes en materia de producciones
manufacturadas con destino a la re-exportación.
Los intentos, a inicios de los 90, de establecer zonas
francas crearon condiciones de infraestructuras
actualmente subutilizadas, en las que hay, sin dudas,
ventajas potenciales que demandan una revisión, sobre
todo si se considera que la calificación de la fuerza
laboral cubana permite la asimilación de tecnologías
investigaciones previas,14 a partir de supuestos diferentes.
Estas y otras evaluaciones coinciden en que lo más
probable es que se produzca una relación en la que Cuba
importe más de lo que podría vender a los Estados
Unidos; este déficit comercial anticipado (entre 15-30%)
podría ser compensado, en parte o totalmente, por los
ingresos generados por el turismo y las inversiones.
En el caso del turismo, el estudio de USITC-2007,
estimó que los visitantes norteamericanos pasarían de
de 171 000, inicialmente, a una cifra entre 554 000 y un
millón, con un incremento anual entre 226 000 y
538 000; lo que representa un efecto directo en los
ingresos entre 13% y 33%. Otro pronóstico de la
Asociación Americana de Agencias de Viajes (ASTA)
calculó que dos años después de levantarse las
prohibiciones, unos 850 000 estadounidenses viajarían
a Cuba a hospedarse en hoteles, y medio millón más lo
haría en cruceros.15 Estas cantidades serían asimilables
por Cuba en lo inmediato, si prevalece el desplazamiento
de otros emisores o si se logra su distribución a lo
largo del año; en cambio, si se asumiera como demanda
adicional durante una temporada, se requerirían más
capacidades de alojamiento.
Sin acometer nuevas inversiones hoteleras, las
reservas disponibles están en la ampliación de los
arrendatarios del sector privado —Bed & Breakfast—,
que representan hoy alrededor de 20% del mercado
(casi 500 000 visitantes), y en el aumento de capacidades
a partir de la reorientación de instalaciones existentes, si
el grueso de este crecimiento es de turismo medio. La
demanda de alto estándar, que no es tan masiva, sí
requeriría de algunas inversiones nuevas. Como es
natural, una política de crecimiento turístico a esa escala
debe tener, además del alojamiento, una respuesta
equivalente en la infraestructura estatal y privada
(aeropuertos y sus servicios, medios de transporte y de
mantenimiento de vías, telecomunicaciones, sistemas
automatizados de control de procesos, etc.), así como
en los suministros de insumos (materiales de
construcción, muebles, equipos, partes y piezas,
alimentos naturales y semiprocesados, bebidas y
servicios colaterales). En la década de los 90, estas
necesidades se aseguraron, en parte, con inversión
foránea; y si cambiasen las condiciones, también podría
contarse con la participación de inversionistas
norteamericanos.
La oferta cubana es predominantemente de sol y
playa y, en menor cuantía, de cultura e historia en las
ciudades. La estructura hotelera se ha ido acercando a
los patrones regionales, con hoteles de tamaño medio
de 4 o 5 estrellas. Otras alternativas de diversificación
del mercado como las visitas para eventos de negocios,
educacionales, de ecoturismo, deportivos, religiosos,
tratamientos de salud, etc., son factibles de implementación,
94
Las relaciones económicas Estados Unidos-Cuba. La normalización pendiente
Para ambos gobiernos no es viable un proceso de normalización
sin transitar por etapas; por eso, es esencial preservar la
flexibilidad de adaptación a nuevas circunstancias sin que ello
implique, para la parte cubana, cesión de la soberanía nacional
o costos sociales inaceptables.
considerarse dentro de esa perspectiva. Las iniciativas
legales presentadas recientemente en el Senado y la
Cámara, con el propósito de relajar parcialmente las
restricciones, son varias: de carácter general; para
flexibilizar las prohibiciones en los viajes; para permitir
viajes educacionales; sobre las exportaciones agrícolas,
productos médicos; para el tema de los hidrocarburos,
y para modificar las restricciones en los procesos de
registro de marcas.19
Los pasos concretos dados por Barack Obama para
flexibilizar algunos aspectos del bloqueo, en
concordancia con los pronunciamientos de su campaña
electoral, incluyen el relajamiento de las medidas
reforzadas en el segundo período presidencial de
Bush, retrotrayéndolas al nivel de 2004 (eliminación
de restricciones de viajes para los cubanoamericanos;
extensión de los límites de gastos en las visitas, envíos
de remesas y paquetes postales; concesión de visas para
intercambios académicos y culturales), y una innovación:
licencia para proveer servicios privados, o establecer
contratos en las telecomunicaciones (uso o envío de
celulares, cámaras, computadoras, servicios de
comunicaciones por satélite, Internet y fibra óptica).20
En sentido general, las nuevas medidas representan una
descompresión parcial, calificadas por Cuba de
«positivas, pero mínimas», a excepción de las adoptadas
para los viajes y las comunicaciones, donde se ha
avanzado mas allá de lo logrado en las presidencias de
James Carter y William Clinton.
Respecto a las instituciones financieras internacionales
o interamericanas, en las circunstancias actuales y en un
futuro inmediato hay que descartar una inserción
cubana. No solo está el veto de los Estados Unidos,
sino el rechazo explícito del gobierno cubano a recurrir
a ellas. De manera que, a diferencia de otros países
latinoamericanos, la fuente principal de financiamiento
para operaciones de comercio e inversiones sería el
sector privado. Si se admitieran las exportaciones
cubanas en los Estados Unidos, la capacidad de
respuesta estaría seriamente restringida por dos factores:
el acceso a financiamiento (doméstico o externo) y la
sobreevaluación que encarece artificialmente los
productos cubanos, además de la competitividad
requerida para desplazar a los países ya presentes en
ese mercado. A pesar de esos inconvenientes hay
numerosas posibilidades.
diversas, desde la producción de equipos electrónicos
hasta la de componentes para las construcciones
turísticas, por citar dos sectores que no han dejado de
crecer en las ventas a nivel mundial en los últimos diez
años y en los que Cuba aún no se ha insertado.
Por el momento, pocas de estas alternativas son
seriamente consideradas en los Estados Unidos. En
términos concretos, los pasos dados a inicios de 2009
son las recomendaciones contenidas en el reporte del
Comité de Relaciones Exteriores del Senado, a partir
de la evaluación de la viabilidad de acciones combinadas
de las ramas ejecutiva y legislativa, a fin de facilitar la
ampliación de las relaciones comerciales entre los dos
países. Estas incluían: 1) revisar el requerimiento de
pagos en efectivo por adelantado; 2) permitir el
financiamiento privado de las ventas agrícolas;
3) expandir las categorías de bienes autorizados a venderse
para incluir maquinaria agrícola y suministros;
4) autorizar licencias generales de viaje para mercadeo,
negociación y entrega de bienes agrícolas, y 5) facilitar
visas para que funcionarios cubanos puedan realizar
actividades relacionadas con las compras, incluyendo
inspecciones sanitarias.17
Otras recomendaciones hechas a la administración
Obama por varias instituciones que siguen estos temas
incluyen usar las facultades ejecutivas para permitir
licencias de exportación cubana para trabajos y
manufacturas de arte; reimplantar la excepcionalidad
en la restricción vigente que permita la importación de
cantidades limitadas de bienes cubanos, de uso personal,
por los viajeros que visiten Cuba; revocar la sección
1705 (d) de la Ley Helms-Burton que establece la
verificación in situ del uso de las medicinas y equipos
médicos exportados a Cuba, o en su defecto suavizar la
interpretación regulatoria de este proceso; autorizar
la venta y/o arrendamiento de equipos de origen
norteamericano para extracción de petróleo en aguas
del Golfo de México por empresas cubanas o de
terceros países; y, finalmente, encargar un estudio para
evaluar las pérdidas ocasionadas a la economía
norteamericana por el bloqueo a Cuba.
Se ha señalado que un aspecto relativamente
complejo está asociado a las propuestas que buscan
condicionar, de una u otra forma, el relajamiento del
embargo a los cambios políticos internos.18 Aunque esto
sucede en algunos casos, hay otros que no deben
95
Jorge Mario Sánchez Egozcue
anticipados en efectivo. Por tal motivo, las compras en
ese mercado tienen un componente de seguridad
alimentaria que no existe para otros proveedores. Sería
poco prudente promover de manera inmediata una
expansión descontrolada de dichas importaciones,
puesto que en la medida en que aumentasen, lo haría
también la vulnerabilidad por cambios de actitud
política.
El marco regulatorio actual de la OFAC se concentra
en dos procesos: las licencias de viajes y las regulaciones
de financiamiento y pagos a exportaciones. El primero
es probablemente el que más se comenta por su vínculo
con el turismo, pero es el segundo el que ha estado
configurando hasta ahora los intercambios comerciales
existentes. Las exportaciones cubanas a los Estados
Unidos están prohibidas, y las ventas permitidas se
reducen a unos pocos bienes (fundamentalmente
alimentos), regulados por condiciones anormales.
Debido al pago en efectivo por adelantado, los bienes
por transportar se convierten automáticamente en
propiedad cubana mientras aún están en puertos
norteamericanos. De ese modo, se vuelven vulnerables
a confiscaciones por reclamaciones legales de los
residentes cubanoamericanos.21 Para reducir ese riesgo,
se ha recurrido al pago con cartas de crédito.
Al pasar por bancos europeos el trámite de pagos
aumenta el costo hasta 25% por transferencia. Además,
cualquier demora supone cargos de sobreestadía del
buque —habitualmente entre 20 000 y 40 000 dólares—,
que debe pagar Cuba. Otro tanto sucede con las
gestiones administrativas, que en el caso cubano tienen
complicaciones adicionales.22 Primero, pueden ser
alteradas sin notificación previa, en virtud del carácter
de las regulaciones especiales; segundo, las operaciones
comerciales están sujetas únicamente a la ley conocida
como Administrative Procedure Act (APA), que no
permite retrasos en los pagos, mientras otros países
pueden recurrir a una alternativa (Regulatory Flexibility
Act) que les posibilita un margen de maniobra adicional.
Esto tiene por consecuencia que, para los compradores
cubanos, resulte incierto poder contar con la respuesta
a tiempo del exportador norteamericano, y si por
cualquier motivo burocrático se produce una demora
no prevista en los trámites, los costos de la operación
se multiplican agresivamente, como ya ha sucedido.
Está asimismo prohibido para los empresarios
norteamericanos que negocian con Cuba usar los
fondos conocidos como «Check-Off», del Federal Farm
Promotion Programs, Market Acces Program (MAP),
que permiten recurrir a programas de financiamiento
colectivo para actividades de promoción, asistencia
técnica, investigación, información de la industria y de
los consumidores, destinados a mantener o expandir
mercados. También se les prohíbe a los representantes
En la perspectiva regional, Cuba comparte con sus
vecinos caribeños varios rasgos en la composición de
parte de sus exportaciones, y los mismos retos en cuanto
a los efectos de una liberalización comercial. Existen
tres perfiles diferenciados en la región: República
Dominicana —que se sumó al Acuerdo de Libre
Comercio de Centroamérica (DR-CAFTA), y captura
una cuarta parte del comercio regional con los Estados
Unidos, fundamentalmente de equipos y servicios
turísticos—; Trinidad y Tobago —ventas de petróleo
y gas—; Jamaica y Bahamas —turismo—; el resto son
países más pequeños, o de posicionamiento marginal,
que tienen una actitud más reacia hacia una apertura
comercial conjunta desde CARICOM o la Asociación
de Estados del Caribe (AEC) por los impactos
indeseados en temas como la protección de la
propiedad intelectual, los servicios financieros, turísticos,
tecnológicos y profesionales, y les resulta vital preservar
en lo posible el tratamiento especial y diferenciado en
el comercio.
En 2000, se aprobó la Iniciativa de Comercio para
la Cuenca del Caribe (CBTPA) en reemplazo de la de
los 80 (CBI). Gracias a ella se provee un tratamiento
arancelario temporal relativamente cercano a un
acuerdo de libre comercio, en especial para las
exportaciones de textiles y manufacturas. Cuba no tiene
ninguna relación con esos instrumentos, ni una
estructura compleja de barreras arancelarias y extraarancelarias, ni ha introducido políticas específicas
para potenciar las exportaciones de textiles y
electrodomésticos, alternativa seguida por algunos países
de la región. Por otro lado, el retraso relativo en
infraestructura de comunicaciones y régimen jurídico
hace poco viable una inserción cubana, a corto plazo,
en el área de los servicios financieros internacionales,
como han hecho algunas naciones del área.
El marco regulatorio actual de la OFAC
Incluso bajo el supuesto de un escenario de
normalización de relaciones económicas sin
complicaciones extremas, para Cuba constituyen un reto
de no poca magnitud los reacomodos que este proceso
pudiera tener en la composición de sus asociaciones
comerciales y económicas con otros países, ya que en
la práctica se plantea una relación de intercambio
—trade-off— entre estabilidad y diversificación de riesgo,
de un lado y, de otro, los beneficios del acceso a un
mercado geográficamente más cercano, con menores
costos de transporte, fletes y seguros, así como elevados
estándares de calidad. Sin embargo, esos beneficios
pueden llegar a anularse mediante acciones ejecutivas,
como sucedió en 2004, cuando se impusieron los pagos
96
Las relaciones económicas Estados Unidos-Cuba. La normalización pendiente
siempre que, a partir de referentes internacionales,
incluyan la discrepancia y la negociación para llegar
a un entendimiento. Parte del aprendizaje de la cultura
de negocios cubana actual se dio en los 90, con la
apertura al mercado internacional, la inversión y los
bancos extranjeros. Este proceso incluyó la necesaria
actualización sobre estándares y regulaciones
internacionales relacionadas con los aspectos jurídicos,
medioambientales, fitosanitarios, etc. Se llegó a
establecer una suerte de «cultura de negocios local», de
la que el mejor ejemplo son las guías de negocios en
Cuba, una hecha por la embajada canadiense y otra
por la firma Ernst & Young, donde explícitamente se
reconoce, por ejemplo, que «los procesos regulatorios
son burocráticos y demorados, pero pueden llegar a ser
flexibles cuando el plan propuesto resulta de interés
a la parte cubana».23 Esta hibridación entre estándares
modernos en las leyes, y prácticas donde la discrecionalidad
tiene un amplio margen no siempre es bien entendida
por los empresarios extranjeros. Para algunos, esto es
prueba de la necesidad de continuar avanzando en ese
terreno mediante la transferencia de know how (servicios
de consultorías, entrenamientos, etc.), pero es innegable
que fue funcional para los resultados alcanzados, y que
en muchos aspectos es mucho más cercana a
los procesos «normales» a nivel internacional que los
mecanismos que actualmente regulan los intercambios
entre Cuba y los Estados Unidos.
de las agencias compradoras cubanas viajar a los
Estados Unidos para inspeccionar las condiciones
sanitarias, lo que forma parte de los estándares
internacionales en estas operaciones. De manera que,
sin necesidad de complicaciones políticas adicionales,
existe un conjunto de regulaciones que no solo inhiben
el desarrollo del comercio normal, sino que crean
condiciones para que este genere deformaciones que
derivan en mayores costos y riesgos.
A pesar de ello, paradójicamente, el mayor nivel de
comercio entre los dos países se ha alcanzado justo en
el momento en que se recrudecieron las sanciones y las
tensiones políticas, durante el segundo término de Bush.
Algunos analistas han querido ver en la práctica cubana
de distribución de las compras de un mismo producto
entre varios estados una política dirigida a fomentar el
interés del lobby del sector de negocios por relajar las
restricciones en el Congreso. De hecho, una vez
concedida la licencia, el incentivo para apoyar iniciativas
legales con ese fin se atenúa, pues ya se cuenta con el
acceso al mercado cubano, donde, además de los
beneficios de los pagos adelantados en efectivo, se
dispone de facilidades excepcionales en la negociación
(un solo contrato con Alimport da acceso al mercado
en su conjunto, sin tener que lidiar con múltiples
empresas y complejos procedimientos legales), y
adicionalmente, protegidos, por el mismo embargo,
de la competencia de otras empresas norteamericanas
que no tienen licencia.
Todos estos elementos conforman un entorno
enrarecido y contraproducente, pues a partir de los
mayores beneficios y menos riesgos asociados al
mecanismo de las licencias especiales, se generan
incentivos, a corto plazo, para su continuación, en lugar
de fomentar su desmantelamiento ante la dificultad
práctica de un complejo proceso de revisión de la
política. Esta relación disfuncional crea una inercia
institucional que solo puede ser modificada con
iniciativas que logren flexibilizar progresivamente
algunas áreas de las restricciones; pero, dadas las
circunstancias políticas actuales, parece poco probable
que esto se produzca en lo inmediato. Es por ello que
cobra importancia examinar el precedente más cercano
como punto de comparación. Los patrones de
intercambios económicos cubanos con Canadá y la
Unión Europea no están exentos de contradicciones;
sin embargo, lograron por más de una década expandir
el comercio y las inversiones a niveles sin precedentes,
y en áreas estratégicas. El resultado ha sido una cultura
de business que tiene sus peculiaridades. ¿Resultaría este
un referente de know how «transferible»?
El comercio exterior y, por extensión, las relaciones
económicas internacionales constituyen un «canal»
conveniente para ensayar espacios de concertación,
Nuevas alternativas en perspectiva
y reclamaciones pendientes
Además del turismo, las remesas y el comercio en
alimentos, existen tres áreas relativamente nuevas con
un potencial importante que considerar: energía,
telecomunicaciones y productos y servicios médicos
avanzados —biotecnología, vacunas, software. En el
campo de la energía pueden destacarse dos direcciones de
interés recíproco; la primera concierne al hallazgo
de reservas de hidrocarburos en la zona del Golfo de
México que se encuentra dentro de los límites fronterizos
marítimos cubanos establecidos en los acuerdos con
la administración Carter. Una segunda dirección es la
modernización de las redes y la infraestructura del
sistema energético cubano, que ya ha comenzado a
introducir proyectos de energía renovable con apoyo
del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas.
El petróleo de las aguas profundas en el Golfo de
México tiene, sin dudas, un impacto estratégico en la
configuración del perfil de las relaciones económicas
futuras entre ambos países, si se llegan a dar las
condiciones necesarias. No solo en la extracción y
procesamiento del crudo hay reservas considerables
97
Jorge Mario Sánchez Egozcue
los huracanes; sin embargo, a más largo plazo se necesita
de una segunda generación de inversiones más eficiente
en su operación y que cuente con capacidad para asumir
los incrementos futuros de la demanda energética del
sector privado y productivo con estándares
medioambientales actuales.
Las telecomunicaciones son un campo en el que
hay todavía mucho por hacer. Ya está en marcha un
proyecto de 70 millones de dólares, previsto para fines
de 2010, de una empresa mixta (60% propiedad
venezolana y 40% cubana) que tenderá un cable de fibra
óptica de unos 1 550 km. Este conectará Cuba, Jamaica,
Haití y Venezuela, y más adelante pudiera incluir
a Trinidad y Tobago. Esta inversión multiplicará el
acceso cubano a Internet 3 000 veces, con una capacidad
de 640 gigabytes, que permite soportar unos veinte
millones de llamadas telefónicas simultáneas.
Actualmente, 90% del tráfico mundial de información
es por esta vía. Ello coincide con la indicativa de la
administración Obama para la concesión de licencias
de la OFAC que permitan establecer contratos, realizar
pagos y viajes relacionados con el establecimiento de
servicios telefónicos celulares, de telecomunicaciones,
por satélite, tendido de cable de fibra óptica y reexportación de bienes y tecnologías en ese sector.27
Aunque hasta la fecha no se ha concretado, hay
numerosas compañías de Florida y el Caribe que ya
están en fase exploratoria para presentar propuestas.
En el campo de los productos y servicios médicos
avanzados Cuba ha sido reconocida en la comunidad
científica internacional por su eficiencia en la producción
de vacunas (meningitis, hepatitis B) y la prevención
epidemiológica. La capacidad cubana en los estudios
de enfermedades tropicales, biotecnología e investigaciones
sobre biodiversidad representa alternativas sumamente
atractivas para los centros de investigación norteamericanos
interesados en establecer programas conjuntos de
cooperación como los existentes con el Reino Unido,
Brasil, México, China e India.28 Otro tanto sucede con
la producción de softwares especializados para usos
médicos y de sistemas de control de procesos. Las
reservas potenciales cubanas para exportar esos
ser vicios a los Estados Unidos tienen amplias
posibilidades, dado el reconocimiento internacional ya
alcanzado. Una rara excepción fue, en 2004, la compañía
CancerVax de California, que recibió autorización del
Departamento del Tesoro para realizar ensayos clínicos
de tres vacunas contra el cáncer junto al Centro de
Inmunología Molecular cubano. Una vez aprobadas,
las importaciones de estos y otros productos cuentan
con una demanda segura.
Existe un creciente interés hacia las posibilidades
vinculadas con las exportaciones cubanas de bienes y
servicios médicos, si bien estos requieren protocolos
para expandir las inversiones y el comercio; es extensible
a la producción de derivados, químicos y lubricantes,
así como a la re-exportación en el Caribe. Un estudio
sobre el potencial de estas reservas, realizado por el
Servicio de Exploración Geológica de los Estados
Unidos,24 las estimó en 4,6 millones de barriles de
petróleo, y 9,8 trillones de pies cúbicos de gas; ello
equivale aproximadamente al nivel de las reservas de
Ecuador, y en principio, haría de Cuba un exportador
potencial que podría llegar a estar —a largo plazo—
entre el cuarto y el sexto puesto entre los países
latinoamericanos exportadores de petróleo. Este
hallazgo ha activado la participación de ejecutivos del
sector en la búsqueda de alternativas de acceso a un
mercado que ofrece atractivos para productores,
distribuidores y consignatarios. Hasta la fecha, Cuba
tiene contratos de exploración en esas aguas con
compañías de España (Repsol), Noruega (NorskHydro), India (ONGC), Venezuela (PDVSA), Malasia
(Petronas), Viet Nam (Petrovietnam), Brasil (Petrobras)
y Rusia (Zarubezhneft).
Una propuesta de ley presentada en el Senado en
julio de 2009 sobre la distribución de ingresos generados
por la extracción de petróleo y gas en aguas federales
para cinco estados, 25 permitiría por primera vez
a ejecutivos y empleados de este sector viajar a Cuba,26
según una adición al texto propuesta por la senadora
demócrata Mary Landrieu, de Louisiana, que la prensa
señala fue alentado por Petroleum Equipment Suppliers
Association (PESA), entre cuyos miembros se incluye
la Halliburton. Analistas del tema señalan que los costos
de operación y logísticos de las inversiones actuales por
parte de compañías internacionales podrían estar
sobrecargados entre 30% y 40% como consecuencia
de las restricciones del bloqueo para obtener partes y
piezas, que deben ser obtenidas en México, Brasil o
Venezuela, en lugar de Texas o Florida. Por otro lado,
la viabilidad de estos proyectos depende de que los
precios de los hidrocarburos en el mercado
internacional no desciendan demasiado, pues se tornarían
incosteables las instalaciones para la extracción en aguas
profundas. Asimismo, el reciente desastre de la British
Petroleum puede inhibir temporalmente el interés al
respecto.
En cuanto a los proyectos de desarrollo y reemplazo
de la infraestructura de generación y distribución
energética, en los últimos años se han ido introduciendo,
con apoyo financiero de organismos internacionales y
ONG, sistemas de pequeña escala en comunidades
agrícolas y de montañas, que recurren al empleo de
paneles solares y plantas hidráulicas. También se ha
acudido a una variante de generación redistribuida, que
sustituye las viejas plantas generadoras por grupos
menores que reducen las afectaciones provocadas por
98
Las relaciones económicas Estados Unidos-Cuba. La normalización pendiente
previos de certificación, así como garantías sobre la
propiedad intelectual de los resultados de la investigación,
que aún están en fase temprana. Si se lograse la
certificación de los servicios médicos, y hacer extensiva
hacia las agencias cubanas la cobertura de seguros
médicos de los ciudadanos norteamericanos, estos
pudieran también beneficiarse de tal modalidad
alternativa, empleada durante años en pacientes de otras
regiones, que viajan para conocer el país y ser operados
o recibir tratamientos especializados, en no pocos casos
a precios mucho más competitivos que en sus países de
origen.
La industria de productos farmacéuticos es otro
campo donde existen condiciones favorables para
expandir las ventas cubanas a corto plazo, partiendo
de las instalaciones actuales, sin necesidad de recurrir a
grandes inversiones, utilizando, por ejemplo, la opción
de producciones cooperadas en joint ventures, o
facilitando la inversión extranjera en ese sector, como
han hecho países vecinos. Existen también opciones
poco exploradas en el campo de la producción de
softwares (sistemas integrados para usos diversos
—médicos, gestión hotelera, procesos industriales,
climatización, cultivos especializados, etc.—), en los que
Cuba cuenta con algún grado de especialización y ha
logrado colocar productos competitivos en el mercado
internacional.
Un factor de peso son las demandas recíprocas de
compensaciones. Cuba reclama indemnización por el
costo del bloqueo. Aunque difícil de cuantificar con
precisión, este toma muchas formas, incluyendo
reorientación de mercados —con sus costes implícitos
de transportes y seguros— y las pérdidas, por
reorientación en las exportaciones, el turismo y los vuelos
comerciales; los impactos tecnológicos; mayores recargos
en la deuda externa, y la migración laboral calificada,
para referenciar sucintamente los más reconocidos; pero
también su efecto se ha extendido hacia terceros países,
con consecuencias significativas. Las pérdidas cubanas
acumuladas, registradas oficialmente, sobrepasan los
96 mil millones de dólares.
Ambos gobiernos tienen también pendientes las
compensaciones por las nacionalizaciones que el
gobierno cubano realizara en los años 60. Este es, sin
dudas, uno de los temas más complicados, pues tiene
múltiples aristas, muchas de las cuales requieren de una
negociación marco de tipo político-jurídica que
establezca definiciones, métodos de valoración y
esquemas de tratamiento, sin lo cual resulta difícil avanzar
hacia una normalización de las relaciones económicas
en sentido amplio. Además, hay que considerar las
posibles vinculaciones sobre los beneficios generados
por las operaciones comerciales actuales con esas
reclamaciones pendientes, pues pueden llegar a
convertirse en un serio impedimento para su desarrollo.
Algunas de las propuestas sugeridas a la administración
Obama en ese terreno son: rescindir la prohibición de
venta o transferencia a herederos de propiedades que
forman parte de las reclamaciones contra Cuba, sin
autorización especial (de OFAC o del Congreso);
autorizar a dichos propietarios la negociación individual
con el gobierno cubano, lo que requeriría licencias del
Departamento del Tesoro para que puedan ser
compensados con dinero o acciones en entidades
cubanas; precisar (en una declaración de la administración)
que el gobierno atendería solo las compensaciones de
los que eran ciudadanos norteamericanos en el momento
de la expropiación; iniciar un acercamiento con el
gobierno cubano para negociaciones bilaterales por
intermedio de la Foreign Claims Settlement Commission
y, finalmente, rechazar la sección 211 de la Ley de
apropiaciones, de 1999, que niega a los reclamantes la
potestad de registrar o renovar los derechos de marcas
si estas están asociadas a propiedades nacionalizadas.29
En la dinámica de transformaciones en la inserción
internacional cubana de las últimas dos décadas, las
relaciones económicas con los Estados Unidos han tenido
un carácter singular. En momentos en que el eje de los
intercambios eran la Unión Europea y Canadá, con un
entorno caracterizado por la volatilidad de los acuerdos
y altos costos financieros, los intercambios con los
Estados Unidos fueron una alternativa coyuntural
decisiva para la supervivencia, tras el colapso del campo
socialista, en los 90. El turismo devino la primera fuente
de ingresos, y una parte significativa de este provenía de
dicho país, las remesas llegaron a constituir la tercera
fuente de ingresos, y en sus inicios estas se enviaban, casi
en su totalidad, desde territorio norteamericano. A partir
de 2000, el eje se desplaza hacia Asia (China), y América
Latina (Venezuela), bajo otro marco de relaciones,
caracterizadas por acuerdos intergubernamentales y
mayor estabilidad financiera a partir de la cobertura
provista por los créditos y los acuerdos suscritos en el
marco de la integración con el ALBA. Se produce
entonces una alta concentración del volumen de compras
e inversiones en estos dos países. En paralelo, las compras
de alimentos a los Estados Unidos se expanden hasta
convertirlos en el cuarto socio comercial, justo cuando
las restricciones se hacen más rigurosas. En resumen, en
ninguno de los dos períodos de Bush puede decirse que
el marco de referencia de las relaciones económicas
externas cubanas fuera particularmente favorable para
que se ampliasen los intercambios; sin embargo, ese ha
sido el resultado. ¿Se puede inferir algunas lecciones de
estos desarrollos? Al menos una: a pesar de la obstinada
política para fomentar el aislamiento durante los últimos
cincuenta años, ambos países han derivado
progresivamente hacia mecanismos alternativos que, sin
cambiar el marco jurídico, tienden a hacerlo cada vez
más poroso.
99
Jorge Mario Sánchez Egozcue
Continuidad y cambio. Una propuesta
de escenarios tentativos
desplazado suficientemente, alejándose de la primera
perspectiva que ha prevalecido en los últimos ocho años.
Algunas restricciones pueden eliminarse de forma
expedita; otras requieren un desmontaje gradual, pero
por ahora no hay garantía de que el Congreso esté
dispuesto a ir demasiado lejos. La prueba es lo lentas
que se han tornado las negociaciones para lograr
suficiente apoyo a las propuestas de leyes presentadas.
Por lo tanto, aun contando con el deseo explícito de
relajar parcialmente las prohibiciones, no cabe esperar
que, a corto plazo, la nueva administración se involucre
en una ofensiva que reformule a fondo la política del
bloqueo; no es su aspiración ni tiene motivos de fuerza
como para hacer de ello una prioridad.
En el caso de las relaciones económicas entre Cuba
y los Estados Unidos, se pueden considerar algunos
«marcos de maniobra». A partir de los elementos antes
descritos, y considerando tanto la inercia de los procesos en
curso como la falta de incentivos para innovaciones
sustantivas inmediatas para ambas partes, lo más
probable es que prevalezca el contexto actual como
una variante de «continuismo suave», en lugar de un
replanteo estratégico de las relaciones bilaterales que
establezca un escalonamiento de acciones. De producirse
alguna modificación, parecen más viables las del tipo
gradual que las de cambio drástico. Grosso modo, estas
pueden ser las siguientes:
Cuando se hacen pronósticos, en gran medida se
proyecta el presente sobre el futuro subestimando las
innovaciones radicales que, hasta en un statu quo
prolongado, se pueden producir. Esa fue la lección de
los años 90 con las transformaciones que siguieron al
colapso del socialismo soviético, y de los 2000 con el
intercambio económico entre Cuba y los Estados
Unidos. Además, hasta los ejercicios en escenarios
consensuados pueden derivar hacia construcciones del
tipo wishful thinking (proyectar deseos); pero no por ello
tienen por qué ser excluidos, pues siempre son útiles
para explorar algunas opciones alternativas. El conocido
intelectual Ignacio Ramonet apuntaba, meses antes de
finalizar la campaña electoral de Obama, que si este
resultaba electo, y si realmente trataba de reemplazar la
filosofía del cambio de régimen cubano por un tipo
de convivencia más o menos flexible, entonces «ello
significaría una revolución copernicana para el sistema
político cubano», que se vería obligado a redefinir a su
enemigo histórico en términos compatibles con una
política más pragmática de «normalización» de las
relaciones.30 Transcurrido más de un año, el desempeño
efectivo ha desinflado esta expectativa.
Del lado norteamericano hay al menos dos factores
que considerar: primero, Obama ya ha cumplido con
las promesas hechas sobre Cuba durante la campaña;
ahora, la compleja coyuntura actual, la crisis económica,
la guerra y los temas domésticos se hacen más
perentorios; segundo, la naturaleza misma del proceso
de modificación de la política exterior no concede
suficiente margen al ejecutivo como para implementar
cambios profundos en corto tiempo. Como señala
Henry Kissinger:
1) Obama «clintonizado» o «descafeinado». Como
sucedió con la administración Clinton, una agenda
inicial relativamente liberal se fue modificando sobre
la marcha hasta quedar reducida sustancialmente
como resultado del corrimiento del presidente hacia
el centro del espectro político para preservar la
oportunidad de optar por un segundo período.
Dentro de ese marco, es posible una modesta
recuperación de los intercambios académicos y
culturales, las remesas y los viajes de cubanoamericanos.
Continuarían limitados los intercambios científicos,
las ventas de bienes agrícolas y los viajes de
ciudadanos norteamericanos, en su mayor parte
autorizados discrecionalmente, solo con licencias
generales. No hay replanteo de los fundamentos de
las relaciones; siguen los intentos en el Congreso por
flexibilizar el turismo, pero con escaso margen de
éxito. Desgaste y pérdida de incentivos para Obama
y Cuba, ocasionales discrepancias, pero sin
recrudecimiento de la confrontación. Habría que
esperar por un segundo mandato (si lo hubiese) para
ver si se producen nuevas iniciativas. La reducción
en los niveles de comercio bilateral es consecuencia
de la crisis internacional; las remesas no aumentan
demasiado por las mismas razones; el turismo de
cubanos residentes se mantiene en los niveles
La política exterior de Obama debe navegar entre dos tipos
de presiones públicas hacia la diplomacia que son endémicas de
las actitudes norteamericanas. Ambas buscan trascender la
diplomacia tradicional de dar y tomar. La primera refleja
la aversión a negociar con sociedades que no comparten
sus valores y puntos de vista generales. Rechaza el esfuerzo
por alterar el comportamiento del otro lado mediante
negociaciones. Trata el compromiso como una
contemporización y busca la conversión o el derrocamiento
del adversario. Los críticos de este enfoque representan la
segunda fuente de presiones, y enfatizan la psicología. Ellos
consideran la apertura de negociaciones como una
transformación inherente; para ellos, el simbolismo y los
gestos representan sustancia.31
El reconocimiento tácito de la necesidad de renovar
la imagen internacional de los Estados Unidos, y los
esfuerzos del Presidente por recurrir a una diplomacia
menos agresiva que la de su predecesor no significan
que el balance de fuerzas en el Congreso se haya
100
Las relaciones económicas Estados Unidos-Cuba. La normalización pendiente
mostrados. En el escenario en curso, la posición
relativa de los Estados Unidos (comercio, turismo
y remesas) en la economía cubana cambia poco.
2) Incentivos moderados (allegro ma non troppo).
Flexibilización en áreas con precedencia como
turismo, academia, religión y cultura, a partir de un
cambio en el balance de fuerzas en el Congreso.
Crece el incentivo, pero con este puede agudizarse
el conflicto con las regulaciones, lo que conduciría
a revisar algunas de ellas —en su interpretación
jurídica, no en la formulación— siguiendo el patrón
reciente de los pagos en efectivo. En este contexto,
los actores no institucionales de ambos gobiernos
(ONG, academia, prensa, cultura, etc.) tienen un
papel inicial clave en ensayar o facilitar alternativas
de diálogo. El restablecimiento de programas de
intercambio entre tales interlocutores puede, a su
vez, ser de utilidad al generar un clima constructivo
que facilite la cooperación formal en otros temas
de interés recíproco. Los beneficios por concepto de
expansión del turismo serían importantes por dos
vías: ingresos directos y efecto derrame hacia
actividades vinculadas. La comercialización
de bienes «intelectuales» (música, servicios de
consultoría, entrenamientos, etc.) conllevaría algún
nivel de concertación sobre protección recíproca
de derechos de propiedad intelectual. Se requiere
modificar el discurso actual de promoción del
cambio de régimen, por el de apoyo a los
intercambios, a pesar de las diferencias. En términos
económicos, puede extender los ingresos cubanos
al menos en un tercio de los niveles precedentes
sin necesidad de asumir grandes inversiones. Puede
llegar a requerir algún nivel de concertación con
normas regionales.
3) Optimista evolutivo (el menos probable, de largo
plazo). Las diferencias de sistemas políticos y de
posiciones en el contexto internacional no van
a desaparecer en lo fundamental; sin embargo,
puede lograrse un escenario de convivencia sin
llegar a una confrontación sostenida, como ha
ocurrido con China y Viet Nam, por ejemplo. En
ese contexto, pueden producirse avances graduales
para desplazar el centro de gravedad, que haría
suficientemente porosa la aplicación de la HelmsBurton (CLDSA), al punto que requiera un
replanteo. Sin precisar detalles en el marco político
requerido, supone, en lo económico, opciones
como la desregulación parcial en comercio y
energía, así como para el financiamiento y la
inversión limitados en sectores seleccionados. Este
proceso desborda, en tiempo, el margen de una
sola administración y puede ser muy vulnerable a
cambios políticos norteamericanos. Básicamente,
obligaría a derogar la aplicación a Cuba del Acta
de Comercio con el Enemigo (TWEA-1917,
sección 5 (b), la mayor parte de las regulaciones
contenidas en la Export Administration Regulations
(EAR) y, al menos, las prohibiciones de
financiamiento privado a las exportaciones a Cuba
y a las exportaciones cubanas contenidas en la Trade
Sanctions Reform and Export Enhancement Act
(TSRA), de 2000. Los efectos económicos resultantes
serían importantes para los dos países.
Conclusiones
En tanto el marco de referencia en las relaciones
políticas no se modifique, el potencial de las económicas
no pasará de ser una opción hipotética, como en los
últimos años. No obstante, la prosperidad de Cuba
no depende en lo absoluto de que haya relaciones
económicas —buenas o malas— con los Estados
Unidos, sino de la capacidad de los cubanos de
reinventar el país, de manera que lo positivo de estas
relaciones (si las hubiese) sea un complemento
bienvenido, y sus inconvenientes puedan ser contenidos
sin tener que recurrir a sacrificios excepcionales que
hipotequen el futuro. Para ambos gobiernos no es
viable un proceso de normalización sin transitar por
etapas; por eso, es esencial preservar la flexibilidad de
adaptación a nuevas circunstancias sin que ello
implique, para la parte cubana, cesión de la soberanía
nacional o costos sociales inaceptables.
Los desafíos que suponen estos procesos no
superan las actuales capacidades técnicas cubanas, ni
plantean problemas nuevos que requieran recomponer
el apoyo a nivel público y gubernamental. Cuba ya ha
establecido esos vínculos con otros países desarrollados
en las dos décadas pasadas y los resultados muestran
que son posibles avances importantes en sectores
económicos estratégicos, si se da un mínimo de
condiciones aceptables. Las diferencias que se derivan,
en el caso de los Estados Unidos, de la asimetría de
poder, sistemas políticos y huella histórica no van a
desaparecer en el futuro inmediato; pero tampoco
hay que asumir que el conflicto entre los dos países es
un callejón sin salida, pues existen soluciones asequibles
en temas que son de interés común, aunque no se
haya conseguido aún construir un marco político
apropiado para alcanzarlas. No se debe reducir la
normalización de las relaciones económicas entre
ambas naciones a un conflicto pendular entre soberanía
y beneficios. Por complejo que sea, se puede y se debe
trabajar por avanzar más allá de lo obtenido hasta
ahora, en beneficio de ambas naciones.
101
Jorge Mario Sánchez Egozcue
Notas
15. «Cancún flujo turístico a Cuba», EFE, 24 de marzo de 2010.
16. US Department of Agriculture (USDA), «Cuba’s Food &
Agriculture Situation Report», 26 de marzo de 2008, disponible en
www.fas.usda.gov.
1. Se incluyen en esta etapa algunos trabajos de investigación hechos
en colaboración entre centros especializados de la Universidad de
La Habana y las de Austin, Texas, y Gainesville, Florida.
17. Comité de Relaciones Internacionales, Senado de los Estados
Unidos, «Changing Cuba Policy in the United States National
Interest», 111 Congress, 23 de febrero de 2009, disponible en
www.access.gpo.gov.
2. Jorge Mario Sánchez Egozcue, «Economic Relations Cuba-U.S.,
Bilateralism or Geopolitics?», ponencia presentada al XXVII
Congreso de Latin American Studies Association (LASA), Montreal,
2007.
18. Carmelo Mesa-Lago, «Posible restablecimiento de relaciones
económicas entre Cuba y Estados Unidos: ventajas y desventajas»,
Espacio Laical, n. 2, La Habana, 2008.
3. Trade Sanctions Reform and Export Enhancement Act (TSRA),
Ley Pública 106-387, 18 de octubre de 2000, en 22 USC 72017209.
19. Mark P. Sullivan, «Cuba: Issues for the 111th Congress»,
Congressional Research Service (CRS), reporte n. R40193, 13 de
enero de 2010, disponible en www.crs.gov.
4. Informe de Alimport Cuba, MINAL y United States International
Trade Commission (USITC), «U.S. Agricultural Sales to Cuba:
Certain Economic Effects of U.S. Restrictions», Investigación n.
332-489, Washington, DC, julio de 2007, disponible en
www.usitc.gov.
20. Departamento del Tesoro, Oficina de Activos Extranjeros
(OFAC), «Treasury Amends Cuban Assets Control Regulations to
Implement the President Initiative on Family Visits, Remittances,
and Telecommunications», 3 de septiembre de 2009, disponible en
www.treasury.gov.
5. Economic Eye on Cuba, «2010-2001 U.S. Export Statistics for
Cuba», U.S.-Cuba Trade and Economic Council, Inc., marzo de
2010, disponible en www.cubatrade.org.
21. Ana Radelat, «In Wake of Tough New OFAC Regulations,
Food Exporters Turn to Letters of Credit», CubaNews, Wheaton,
1 de marzo de 2005.
6. FY2009 Omnibus Appropriations Measure (P.L. 111-8); «EEUU
flexibiliza reglas de pago para venta de alimentos a Cuba», Reuters,
Washington, DC, 9 de marzo de 2009.
22. USITC, «U.S. Agricultural Sales to Cuba...», ob. cit., nota 47.
7. José Luis Perelló Cabrera, «Factores de éxito, impactos y amenazas
en el modelo de desarrollo turístico cubano, 1990-2009», Centro
de Estudios Turísticos, Universidad de La Habana, 2009, pp. 9-14.
23. Embajada de Canadá en La Habana, «Cuba – A Guide for
Canadian Business», marzo de 2001; Ernst & Young Caribbean
Services Ltd., «A Business Guide to Cuba», enero de 2006.
8. Leticia Pineda, «Cuba y empresarios de los Estados Unidos
exploran llegada libre de turistas a la isla», AFP, 25 de marzo de
2010.
24. U.S. Energy Information Administration, «Country Analysis
Briefs: Caribbean», octubre de 2008; U.S. Geological Survey,
«Assessment of Undiscovered Oil and Gas Resources of the North
Cuban Basin, Cuba, 2004», febrero de 2005.
9. Gerardo Arreola, «Cuba abre la puerta a cadenas hoteleras de los
Estados Unidos», La Jornada, México, DF, 26 de marzo de 2010.
25. Leslie Moore Mira, «Senate Bill Eases Cuba Restrictions for US
Oil, Gas Industry», Platts, Nueva York, 8 de enero de 2010.
10. Manuel Orozco, «The Cuban Condition: Migration, Remittances,
and its Diaspora», ponencia presentada en la Conferencia «El Caribe
en su inserción internacional», InterAmerican Dialogue, San José
de Costa Rica, 3-4 de febrero de 2009. Los datos por estimados se
deben, sobre todo, a la superposición de las remesas con otros
flujos, como los «derrames» del turismo, los ingresos de artistas y
profesionales tras cumplimentar contratos en el exterior, los pagos
complementarios en moneda convertible y otras formas de
interacciones en la recirculación doméstica.
26. Ídem.
27. OFAC, ob. cit.
28. Michael T. Clegg y Sergio Jorge Pastrana, «U.S.-Cuban Scientific
Relations», Science, v. 322, Washington, DC, 17 de octubre de 2008,
disponible en www.sciencemag.org.
29. Omnibus Consolidated and Emergency Supplemental
Appropriations Act, 1999;
11. USITC, «The Economic Impact of US Sanctions with Respect
to Cuba», Investigación n. 332-413, Washington, DC, 2001,
disponible en www.usitc.gov.
30. Jorge Halperín, «Obama puede provocar un sismo en el futuro
de Cuba» (Diálogo con Ignacio Ramonet), El Mundo, Madrid, 2 de
marzo de 2008.
12. USITC, «U.S. Agricultural Sales to Cuba...», ob. cit., tabla ES.1,
p. VIII.
31. Henry A. Kissinger, «Obama’s Foreign Policy Challenge», The
Washington Post, Washington, DC, 22 de abril de 2009.
13. Jorge Mario Sánchez Egozcue, «Challenges of Cuba’s Insertion in
Caribbean – U.S. Trade», en Jorge I. Domínguez, Omar E. Pérez y
Lorena G. Barberia, eds., The Cuban Economy at the Start of the Twenty
First Century, Harvard University Press, 2004.
14. USITC, «The Economic Impact...», ob. cit.; Claudio Montenegro
y Raimundo Soto, «How Distorted is Cuba´s Trade? Evidence and
Predictions from a Gravity Model», Journal of International Trade and
Economic Development, a. 5, n. 1, Nueva York, 1996, pp. 45-68.
©
102
, 2010
62-63: 103-112,
de 2010.
Cuba, su emigración y lasno.relaciones
conabril-septiembre
los Estados Unidos
Cuba, su emigración
y las r
elaciones
relaciones
con los Estados Unidos
Lorena G. Barberia
Investigadora. Universidad de Harvard.
A
Estratégicamente, el gobierno de los Estados Unidos
también reconocía que estos constituirían una fuerza
de oposición que contribuiría a su estrategia de aislar
a Cuba. Los estudiosos concuerdan en que, desde los
80, había ocurrido un importante giro en la política
migratoria hacia Cuba. Como Jorge I. Domínguez ha
planteado, los Estados Unidos comenzaron a adoptar
políticas restrictivas, a medida que sus intereses
estratégicos cambiaban y trataban de debilitar el poder
unilateral de Cuba para influir en su política migratoria.
Investigaciones que han tratado de explicar los
cambios en política migratoria hacia Cuba durante
el período que siguió al final de la Guerra fría, por el
contrario, han subrayado el mayor peso de las
consideraciones de política interna.3
Sin desestimar lo anterior, este ensayo argumenta
que las consideraciones de política exterior continúan
desempeñando un importante papel en el curso que
siguen las políticas migratorias de los Estados Unidos
hacia Cuba en la época posterior a la Guerra fría. Estos
han priorizado la defensa de sus fronteras de la llegada
desordenada de flujos masivos de cubanos durante los
períodos de crisis en las relaciones migratorias. La
l finalizar la Guerra fría y desatarse una profunda
crisis económica en Cuba, el número de cubanos
que emigra a los Estados Unidos comenzó a
incrementarse significativamente a partir del año 1994.
Esta oleada migratoria, que se mantiene y que ha
continuado durante más de una década y media,
representa la de más larga duración —aunque no la
mayor en cuanto a magnitud— de las cuatro que han
tenido lugar desde inicios de la década de los 60. Los
Estados Unidos siguen siendo el destino preferido por
los que dejan el país, y el último censo norteamericano
reveló que casi la quinta parte de su población nacida
en Cuba llegó entre 1994 y 2000.1
Las distintas explicaciones que se han ofrecido para
explicar las variaciones producidas en las políticas
migratorias de los Estados Unidos hacia Cuba coinciden
en que fueron factores internacionales los que
motivaron sus reacciones durante las primeras décadas
de la Revolución cubana.2 Al apoyar políticas que
recibían la inmigración cubana, los presidentes
Dwight Eisenhower, John Kennedy, Lyndon Johnson
y Richard Nixon acogieron a los emigrados cubanos
como parte de la tradicional ideología anticomunista.
103
Lorena G. Barberia
durante el período siguiente a la Guerra fría puede
apreciarse gran continuidad con respecto a las políticas
adoptadas durante la década de los 80. Las
consideraciones de política interna y externa han influido
en este tema. La migración de cubanos continúa siendo
una esfera muy debatida, sobre la que hay desacuerdos
significativos en lo que respecta a qué políticas deben
seguirse, tanto por el país receptor como por el emisor.
Por consiguiente, en la sección final de este ensayo se
retoman esferas de esas políticas que representan nudos
importantes de conflictos entre los dos gobiernos, con
la finalidad de llamar la atención sobre aquellas que
pudieran adoptarse con el propósito de mejorar las
relaciones entre ambos países.
administración de William Clinton eligió una política
de cooperación al tratar con Cuba los conflictos sobre
migraciones bilaterales en la década de los años 90,
durante la crisis de los balseros y la provocada por el
caso de Elián González, porque se correspondía con
los intereses nacionales. Los Estados Unidos, además,
continuaron cooperando con el gobierno cubano sobre
la cuestión migratoria durante la administración de
George W. Bush. Incluso en este período de ocho años,
en el cual las relaciones bilaterales se consideraban
sumamente tensas —fue intensificado el embargo
comercial, se impuso límites más estrictos a las visitas
familiares, a los envíos de remesas, a los viajes e
intercambios profesionales con la Isla, se acusó al
gobierno cubano de haber desarrollado un programa
de agresión biológica, y se lanzó un proyecto de
transición democrática cuyo objetivo era ayudar
a organizar un gobierno en Cuba luego de la deposición
de Fidel y Raúl Castro—, los Estados Unidos
mantuvieron su adhesión a los compromisos contraídos
por la administración de Clinton sobre cuestiones
migratorias.
La razón por la cual decidieron cooperar con Cuba
en este aspecto se entiende mejor cuando se sabe que
la noción de seguridad nacional se expandió durante el
período que siguió a la Guerra fría para incluir las
amenazas no-militares. La proximidad de Cuba, unido
a volátiles flujos de cubanos que continúan intentando
entrar a los Estados Unidos, los ha llevado a cooperar
con el gobierno cubano. Y estas consideraciones de
política exterior aún rigen las reacciones políticas de
ese país en el período que abarca de 1989 hasta el
presente. Al mismo tiempo, los intereses internos han
conformado las respuestas de los Estados Unidos en
términos de sus políticas migratorias hacia Cuba. Los
cubanoamericanos han presionado para impedir
políticas migratorias restrictivas y han logrado algunas
victorias importantes, tanto en la etapa en que se estaban
formulando, como en la de su puesta en vigor, pero
no han logrado evitar que tenga lugar la cooperación.
Las presiones políticas internas, por parte de los electores
fuera de Miami, han fortalecido aquellos objetivos de
política exterior de los Estados Unidos orientados
a limitar la inmigración cubana.
Este ensayo adopta un enfoque históricamente
fundamentado para analizar las políticas que se han
puesto en práctica por el gobierno de los Estados
Unidos hacia aquellos que buscan salir de Cuba. Los
Estados Unidos fueron cambiando gradualmente, por
razones estratégicas, sus políticas migratorias, durante
el período entre la Revolución cubana de 1959 y el
inicio del Período especial, que siguió al colapso
del comercio entre la Isla y el bloque soviético. En el
proceso de la puesta en vigor de las políticas migratorias
Los Estados Unidos: de fronteras abiertas
a políticas restrictivas
En 1980, la política de los Estados Unidos dio un
giro de 180 grados, en contraste con las dos décadas
anteriores, cuando habían alentado, ayudado y
auspiciado una emigración masiva de los considerados
«refugiados que escapaban del comunismo» en la Isla.4
Esos cambios, que restringían el flujo migratorio de
cubanos, comenzaron con la administración de James
Carter y se consolidaron durante la de Ronald Reagan,
y se dirigían a evitar el arribo de oleadas masivas a las
costas estadounidenses. Durante la crisis de los balseros
de 1994, y como su secuela, los Estados Unidos han
seguido tratando de ajustar su política inmigratoria hacia
la Isla, con el fin de garantizar un flujo ordenado.
Aunque esta nueva política hacia los inmigrantes
cubanos se ha visto afectada por los intereses de los
emigrados —concentrados y con una influyente base
fundamentalmente en el sur de la Florida—, así como
por otras consideraciones de política interna, estos
no han podido evitar que prevalezca este cambio
fundamental durante la posguerra fría.
A raíz de la Revolución cubana, los Estados Unidos
acogieron a casi medio millón de cubanos que salieron
en los 60 y los 70.5 Durante los primeros años, los
emigrados fueron admitidos como «refugiados que
huían del comunismo» bajo los auspicios de la Ley
Walter-McCarran y se les otorgaba beneficios a los que
les daba derecho el Programa para los Refugiados
Cubanos establecido en 1961 por el presidente John F.
Kennedy. Guiados por la creencia de que abrir sus
fronteras a los emigrados cubanos debilitaba al
gobierno cubano, el de los Estados Unidos
posteriormente aprobó la Ley de Ajuste Cubano (CAA)
en 1966. Esta concedía privilegios exclusivos a todos
los que querían emigrar de Cuba, sin los límites
establecidos por cuotas nacionales de inmigración en
104
Cuba, su emigración y las relaciones con los Estados Unidos
serían repatriados a su país de origen. Con la política
de «pies mojados», el gobierno de Estados Unidos
encontró una manera de controlar la anterior admisión
instantánea de cubanos a su territorio. Al mismo tiempo,
con la política de «pies secos», aseguraba su adhesión
a la Ley de Ajuste Cubano: los que llegaran a las costas
estadounidenses conservaban el derecho a solicitar asilo
y se mantenían calificados para el estatus de residente y
ciudadano, según dicha Ley.
Los Estados Unidos no hicieron concesiones
adicionales en 1995, sino acordaron regirse por el
acuerdo de 1984. Al igual que lo sucedido durante la
Guerra fría, fue inmediatamente después de haberse
producido una crisis migratoria que ambos gobiernos
llevaron a cabo el mayor avance en las negociaciones
dirigidas a establecer una migración segura, legal, y
ordenada. Este acuerdo, en respuesta a la crisis del
Mariel, había sido el más abarcador en términos de
cambios introducidos en la política hacia Cuba,
comparado con los acuerdos oficiales de migración
firmados por ambos países en 1965 y 1978. La
administración Reagan retiró la excepcionalidad cubana
respecto a las cuotas de inmigración otorgadas a otros
países, concedida por la Ley de Ajuste Cubano de 1966.
Aunque el acuerdo de 1984 fue posteriormente
suspendido por Cuba en respuesta a las emisiones
radiales de Radio Martí y reinstituido solo en 1987,
incluyó disposiciones de que se otorgarían al menos
20 000 visas anuales.
En los años de la posguerra fría, sin embargo, los
Estados Unidos no aumentaron el número de
inmigrantes cubanos admitidos. De hecho, la Sección
de Intereses de los Estados Unidos en La Habana
otorgó solamente 11 222 visas de inmigrantes entre
1985 y 1994.13
En 1995, los Estados Unidos reiteraron su
compromiso anterior de admitir anualmente no
menos de 20 000 inmigrantes procedentes de Cuba,
sin incluir a los familiares inmediatos de ciudadanos
norteamericanos.14 A diferencia de lo ocurrido con
los acuerdos bilaterales que se habían concluido en
1984 y 1987, sin embargo, esta vez los Estados Unidos
hicieron un esfuerzo de buena fe por cumplir sus
compromisos de 1995. En los tres años siguientes
a la firma del acuerdo, otorgaron entrada a más de
32 000 cubanos, además de procesar los casos de aquellos
que habían estado retenidos en Guantánamo. El
servicio de Guardacostas también ha trabajado en
estrecha colaboración con los Guardafronteras cubanos
y ha repatriado balseros a Cuba.15 Una investigación,
realizada por el Centro de Estudios de las Migraciones
Internacionales de la Universidad de La Habana, ha
calculado que 10 011 de los 21 900 cubanos, o casi la
mitad de los que trataron de salir clandestinamente de
vigor para otros países, y les otorgaba residencia legal
permanente después de solamente un año de
permanencia en los Estados Unidos.6 A través de todo
el período, se subsidió la carga financiera que
representaba la reubicación de los refugiados en el sur
de la Florida.
En 1980, cuando Cuba emitió un llamado a los
emigrados para que recogieran a aquellos que deseaban
abandonar la Isla, y abrió el puerto de Mariel para
este fin, los Estados Unidos decidieron admitir a
125 000 cubanos llevados a la Florida en embarcaciones
privadas, tal y como había sucedido en el caso de
Camarioca, en 1965. Sin embargo, por primera vez
en dos décadas, la administración Carter determinó
que los nacionales cubanos ya no serían
automáticamente admitidos como refugiados o
asilados, sino como «entrantes cubanos-haitianos
(estatus pendiente)».7
Con el Mariel comenzó a surgir un consenso dentro
del gobierno estadounidense en el sentido de evitar
que Cuba pudiera determinar unilateralmente cuándo
permitir oleadas masivas de cubanos hacia las costas
de la Florida;8 así como ante los costos económicos,
sociales y políticos de absorber a estos emigrados.
En consecuencia, los Estados Unidos cerró, en 1981,
el Programa para Refugiados Cubanos, en medio del
proceso de ubicación de los marielitos.
La tendencia a restringir la inmigración cubana se
consolidó con la crisis de los balseros en 1994.
A diferencia de las crisis de Camarioca y del Mariel, la
administración Clinton revocó, dos semanas después
de iniciado el flujo, la admisión de balseros cubanos
a los Estados Unidos, y ordenó a la Marina y el
servicio de Guardacostas que los llevaran a la base
naval de Guantánamo y a campamentos de refugiados
en Panamá. 9 Al mantener a casi 29 000 cubanos
detenidos fuera de su territorio, los Estados Unidos
mejoraron su posición negociadora, y ambos países
comenzaron rápidamente conversaciones concluidas
con la firma de un acuerdo migratorio en septiembre
de 1994.10
Según este acuerdo, ambos gobiernos garantizarían
una «migración segura, legal y ordenada» de la Isla a los
Estados Unidos;11 acordaron que los balseros serían
llevados a la base naval de Guantánamo y Cuba se
comprometió a desalentar este tipo de salida peligrosa
para los migrantes. El presidente Clinton declaró, a raíz
del acuerdo, que gracias a este se había logrado
desalentar la «inmigración ilegal» de cubanos.12
En mayo de 1995, se firmó el sexto acuerdo
migratorio, que representaba un cambio mayor
en política migratoria hacia Cuba: los cubanos
interceptados en el mar serían tratados como los demás
emigrantes que intentaban entrar a Estados Unidos, y
105
Lorena G. Barberia
Cuba por vía marítima entre 1995 y 2004, fueron
repatriados desde las Bahamas, las Islas Caimán y los
Estados Unidos. Además, el acuerdo migratorio de
1995 estableció un sorteo para nacionales cubanos. El
resultado neto de esta lotería especial fue que se
redujeron los requisitos de entrada.16
Las políticas migratorias estadounidenses desde 1994
y 1995, sin embargo, han sido eficaces solo hasta cierto
punto respecto a poner fin a la migración riesgosa, ilegal
y desordenada desde Cuba. Como demuestra el caso
del niño Elián González,17 al mantener vigentes las
disposiciones que garantizan la admisión de los «pies
secos», los cubanos siguen teniendo el incentivo de
intentar alcanzar las costas y fronteras de los Estados
Unidos.
Patrullas de Fronteras de los Estados Unidos, se
concluye que la emigración ilegal hacia los Estados
Unidos está aumentando en cifras sin precedentes. Por
otra parte, cubanos y cubanoamericanos de la Florida
han abierto rutas alternativas vía México, para evadir
completamente las patrullas.
La comunidad cubanoamericana y sus
esfuerzos para la continuación de políticas
migratorias de aceptación
En la etapa posterior a la Guerra fría, el lobby
cubanoamericano ha desempeñado un papel importante
en las políticas hacia Cuba, y ha conseguido limitar los
intentos gubernamentales para restringir la inmigración
proveniente de la Isla. Este grupo ha logrado
importantes victorias, tanto sobre la formulación de
esas políticas como en su puesta en práctica.
Aunque algunos balseros pasaron un período de
tiempo de hasta dieciocho meses en la base naval
de Guantánamo, aproximadamente 38 500 fueron
admitidos finalmente en los Estados Unidos. El peso
del lobby cubanoamericano fue determinante en esta
decisión del gobierno estadounidense; y a la postre,
a todos los detenidos en Guantánamo se les concedió
libertad bajo supervisión. Gracias a esta influencia, el
gobierno de los Estados Unidos no revocó la Ley de
Ajuste Cubano; al contrario, el Congreso puso en vigor
disposiciones según las cuales dicha ley podría ser
revocada solo «cuando Cuba llegara a ser una
democracia»; y prohibió limitar la autoridad del Fiscal
General de concederles residencia permanente al
cabo de solo un año de permanencia en los Estados
Unidos. 19 Este lobby de emigrados cubanos ha
continuado ejerciendo presiones sobre el gobierno para
que admita como refugiados políticos a aquellos
cubanos que emigran, en lo que ha tenido un notable
éxito. Los Estados Unidos han seguido clasificando
como refugiados a una parte significativa de los cubanos
que emigran hacia ese país.20 Los inmigrantes cubanos
aún son tratados especialmente dentro del programa
federal de reubicación de refugiados, que les concede
beneficios federales, incluyendo subvenciones
económicas y seguro médico.21
A medida que las restricciones a la inmigración ilegal
procedente de Cuba han aumentado, los Estados
Unidos han continuado introduciendo programas
dirigidos a privilegiar ciertas categorías de cubanos. En
2006, la administración de George W. Bush lanzó una
nueva iniciativa designada Programa para Profesionales
Médicos Cubanos bajo Palabra» (Cuban Medical
Professional Parole Program)22 con el propósito de
flexibilizar las restricciones relativas a la inmigración
Tabla 1. Captura de emigrantes cubanos en las fronteras de los Estados
Unidos y en el mar, 1989-2008.
Interceptados en el mar
Aprehendidos
por Patrullas de Fronteras
por Guardacostas
de los E.U.
de los E.U.
1989
257
n.a.
1990
443
n.a.
1991
1 722
n.a.
1992
2 066
n.a.
1993
2 882
n.a.
1994
38 560
n.a.
1995
525
n.a.
1996
411
n.a.
1997
421
n.a.
1998
903
n.a.
1999
1 619
2 789
2000
1 000
2 405
2001
777
2 858
2002
666
1 541
2003
1 555
1 303
2004
1 225
819
2005
2 712
3 263
2006
2 810
4 021
2007
2 868
4 295
2008
2 199
3 351
………………………………………………………………………………………………
Fuente: Departamento de Seguridad Nacional de los Estados
Unidos, Guardacostas de los Estados Unidos, Alien Migrant
Interdiction, disponible en www.uscg.mil (6 de febrero de 2010)
y Ruth Ellen Wasem, «Cuban Migration to the United States:
Policy and Trends», Congressional Research Service Report R40566,
Congressional Research Service, Washington, DC, 2009.
La Tabla 1 muestra que, aunque no sean tan altos
como los niveles pico alcanzados en 1994, la cifra anual
de emigrantes cubanos interceptados en el mar por
Guardacostas de los Estados Unidos ha ido en
aumento a partir de 1999 y actualmente se mantiene
en niveles tan altos como los de los años inmediatamente
precedentes a la crisis de los balseros de 1994.18 Si
a esto se suma el número de aprehendidos por las
106
Cuba, su emigración y las relaciones con los Estados Unidos
derrota del candidato demócrata. Las tropas
norteamericanas se vieron obligadas a sofocar un motín
de 8 600 refugiados detenidos en Panamá, en diciembre
de 1994. Temiendo que un incidente similar o peor
pudiera ocurrir en Guantánamo, Clinton tuvo que
enfrentar la cuestión de qué acción tomar cuando el
número de balseros empezó a incrementarse en la
primavera y el verano de 1995. La capacidad de la
base y el costo de mantener a los detenidos iba en
ascenso y la admisión de la nueva oleada de balseros
podía detonar de nuevo una crisis. En mayo de 1995,
la administración Clinton volvió a la mesa de
negociaciones y firmó un segundo acuerdo con Cuba.
Como resume Leogrande:
de profesionales cubanos de la medicina que estuvieran
trabajando en terceros países, sus cónyuges e hijos
menores de edad.23
Este esfuerzo de reclutamiento de profesionales de la
medicina contrasta con el patrón predominante en las
características socioeconómicas de los cubanos que han
entrado a los Estados Unidos en oleadas más recientes.
Mientras que los de las primeras provenían sobre todo
de la clase alta o media, en cada oleada sucesiva se ha
ido produciendo un alza notable en la proporción de
trabajadores menos calificados admitidos.24 Ya en 1997,
casi la mitad de los inmigrantes era trabajadores
semicalificados o no calificados.25
En la etapa posterior a la Guerra fría, el lobby
cubanoamericano tuvo éxito al abogar por privilegios
especiales a los emigrados de la Isla, cuyos beneficios
están muy por encima de los que pueden alcanzar
otros grupos de inmigrantes, incluso los refugiados
políticos. Sin embargo, el poder de este lobby se ha visto
limitado, especialmente al influenciar a los Estados
Unidos durante crisis migratorias: no pudo impedir
que la administración Clinton continuara conversaciones
sobre temas migratorios con el gobierno cubano, o
que firmara acuerdos durante la crisis de 1994 y
posteriormente; tampoco logró que Elián González
permaneciera en los Estados Unidos.
A medida que la crisis empeoraba, el costo, en términos de
política interna, de no encontrarle solución, ascendía
vertiginosamente, al igual que el flujo de refugiados;
primero, obligando a Clinton a imponer la política de
detención y luego, cuando esta resultó inadecuada, a negociar
con Cuba.26
A pesar de que la Administración actuó en contra
de los intereses de la mayoría de los cubanoamericanos,
William Clinton ganó en el estado de la Florida por un
margen de 5,7% en su contienda por la reelección y
más de 40% del voto cubanoamericano que se
concentra en el Condado de Dade estuvo a su favor.27
La administración Clinton optó por la devolución
de Elián González, no obstante las amenazas de la
Fundación Nacional Cubano Americana. Esta
arriesgada decisión respondió a señales contrapuestas
en el Congreso, y entre el público en general, en el
sentido de que esta política sería aceptable, e incluso
preferida, por las grandes mayorías. A pesar de estar
dominado por los republicanos, el Congreso no había
logrado aprobar ni anular ninguno de los siete proyectos
de leyes y resoluciones que se habían presentado a la
Cámara y al Senado favoreciendo el regreso del niño o
su retención. Además, el asunto coincidía con una notable
alza de la influencia política de grupos de intereses,
incluyendo los representantes de los negociantes e
intereses agrícolas, quienes cabildeaban para propugnar
cambios en la política hacia Cuba, en el período
inmediatamente anterior a la crisis y durante su
desarrollo.28
Aún en tiempos de la Guerra fría, la política interna
había comenzado a influir en las negociaciones
migratorias entre los Estados Unidos y Cuba y en la
adopción de políticas que limitaban la inmigración.29
Posteriormente, estas fuerzas se han hecho notar más.
Cada vez hay más consenso dentro del gobierno y sus
estructuras acerca de una mayor equiparación entre las
medidas legales para tratar a los cubanos y las vigentes
para los no cubanos. Estas presiones han respaldado
los esfuerzos gubernamentales en política exterior,
La política interna y su impacto en restringir
las políticas migratorias estadounidenses
hacia Cuba
Entre los factores que han limitado la capacidad
del lobby cubanoamericano para influir las políticas
migratorias de los Estados Unidos hacia la Isla durante
el período de la posguerra fría —además de otros
elementos de la política exterior— está el impacto
ejercido por la política interna. Los electores fuera de
Miami han fortalecido los objetivos de política exterior
de los Estados Unidos orientados a limitar la
inmigración cubana. Estos otros factores fueron
cruciales para el reforzamiento de las decisiones
adoptadas por los Estados Unidos durante la crisis de
los balseros y en el caso de Elián González. En 1994, el
Partido Demócrata y el presidente Clinton estaban
presionados para enfrentar la creciente preocupación
que manifestaba la opinión pública estadounidense sobre
las cuestiones de inmigración, y dar una respuesta
efectiva que terminara con la desorganizada llegada de
cubanos a las costas de la Florida. Ambos tenían clara
necesidad de evitar que se repitiera el error cometido
por el presidente James Carter durante la Crisis del
Mariel, cuando la respuesta de los Estados Unidos fue
vista como signo de debilidad, lo que contribuyó a la
107
Lorena G. Barberia
dos días una operación masiva en la que agentes
federales, estatales y locales procedentes de 85 agencias
vinculadas con la aplicación de las leyes simularon una
respuesta a una oleada de dos mil supuestos emigrantes
ilegales cubanos, en marzo de 2007.35
Los temores sobre la emigración cubana, por lo
tanto, no solo han llevado a los Estados Unidos a
mantener sus compromisos referentes a los acuerdos
migratorios con Cuba, sino que han profundizado la
cooperación, incluso bajo la administración Bush. En
marzo de 2003, funcionarios norteamericanos
permitieron que seis hombres que habían secuestrado
un avión cubano con más de veinte pasajeros a bordo,
aterrizara en Cayo Hueso, tal y como habían hecho en
el caso de un avión de fumigación que había aterrizado
en noviembre de 2002; pero, a diferencia de aquel, los
seis fueron encausados en tribunales norteamericanos
y recibieron condenas de veinte años.36 Cuando doce
cubanos secuestraron una embarcación en julio de 2003,
oficiales de Guardacostas la abordaron en aguas
internacionales, y devolvieron a los secuestradores
a Cuba —una vez que el gobierno de la Isla diera
seguridad de que estarían sujetos a penas de diez años
de prisión—, a pesar de las escandalosas protestas de
los legisladores cubanoamericanos.37
en dirección a restringir la inmigración, muy
particularmente durante los períodos de crisis.
La política migratoria hacia Cuba
y la política exterior estadounidense
Un análisis de los documentos del gobierno de los
Estados Unidos y los testimonios de funcionarios
gubernamentales confirma que la amenaza potencial a
la seguridad nacional que representa la emigración sin
control desde Cuba constituye una preocupación
fundamental. Dan Fisk, por ejemplo, argumenta que
las políticas de la administración Clinton pueden
interpretarse como un conjunto coherente y consistente
de iniciativas, entre 1993 y 2000, dirigidas a enviar señales
que «confirmaran a Castro que no necesitaba desatar
otro Mariel y que alentara a los cubanos a quedarse a
pesar de la deplorable situación económica».30
En varias ocasiones durante el curso de los últimos
quince años, los generales norteamericanos que han
dirigido el Comando Sur (Southcom), han emitido
valoraciones similares sobre la amenaza que Cuba
representa para la seguridad nacional de los Estados
Unidos. Teniendo en cuenta que la Isla ha reducido sus
fuerzas armadas, y perdió la ayuda económica y militar
del bloque soviético, su capacidad para proyectar su
poderío militar fuera de sus fronteras se ha visto
reducida significativamente.31 Aunque ha disminuido la
percepción de esa amenaza, existe un consenso en los
círculos norteamericanos de seguridad nacional que
enfatiza la necesidad de mantenerse preparados para
un éxodo masivo de cubanos.32
Con frecuencia, funcionarios estadounidenses han
vinculado esta visión sobre una potencial crisis
migratoria, con el inicio de una transición en Cuba. En
parte como respuesta al incremento en el número de
cubanos que llegan por mar o que cruzan las fronteras,
y en parte debido a los cambios que han tenido lugar
en la dirigencia cubana, los Estados Unidos han
aumentado la protección de sus fronteras y han
desarrollado planes para prevenir una tercera gran crisis
migratoria originada en la Isla. Como respuesta
preventiva a la posibilidad de esta oleada de cubanos
en balsas y pequeñas embarcaciones sin control alguno,
el servicio de Guardacostas desarrolló, en 2003, la
operación Centinela Vigilante.33 El plan, que propone
«establecer un perímetro alrededor de Cuba para
interceptar a los emigrantes e inmediatamente
devolverlos a Cuba, con la esperanza de desalentar más
salidas», continúa en vigor.34 Después de que Fidel
Castro efectuara el traspaso de poder a su hermano
Raúl, en julio de 2006, el Departamento de Seguridad
Nacional de los Estados Unidos llevó a cabo durante
Mejorando la cooperación entre los Estados
Unidos y Cuba en cuestiones migratorias
Los acuerdos vigentes estipulan que las
conversaciones migratorias deben tener lugar dos veces
al año. Aunque los Estados Unidos mantuvieron su
respaldo a los principios más importantes delineados
en los acuerdos que suscribieron con Cuba en 1994 y
1995, la administración de George W. Bush suspendió
estas conversaciones semestrales en 2003. Luego de la
elección de Barack Obama, ambos gobiernos
acordaron reanudarlas, en julio de 2009 y en febrero y
junio de 2010.
A continuación, resumo las cuestiones claves sobre
las cuales los Estados Unidos y Cuba pudieran mejorar
la cooperación bilateral. Aunque este análisis se centra
en la política estadounidense, los cambios efectuados en
la cubana también se recalcan, ya que son fundamentales
para que progresen las negociaciones bilaterales.
Políticas de los Estados Unidos
a) Ley de Ajuste Cubano. Los refugiados cubanos podrían
ser admitidos a los Estados Unidos según la ley de
refugiados vigente, en vez de hacerlo según las
disposiciones de la Ley de Ajuste Cubano. Como
ha señalado Robert Bach: «Los Estados Unidos
108
Cuba, su emigración y las relaciones con los Estados Unidos
Los intereses de la política interna continuarán conformando
las políticas de respuesta por parte de los Estados Unidos,
pero estos contribuirán a incrementar la cooperación con
Cuba, no a reducirla.
sobre la cooperación multilateral con los Estados
Unidos y sus vecinos.
tienen ahora mejores formas de ayudar a los que
solicitan asilo y a los casos humanitarios, en vez de
los procedimientos de 1966, incluyendo principios
y procedimientos que son aplicables a todas las
nacionalidades. Un sistema moderno de asilo en los
Estados Unidos proporciona protección ante la
persecución por medio de una revisión caso por
caso e incluye mecanismos para devolver a sus países
de origen, en caso necesario, a aquellos que son
interceptados en tierra o mar».38
b) Política de «pies secos-pies mojados». Los Estados Unidos
podrían valerse de la autoridad del Departamento
de Justicia para descontinuar su política de «pies
secos», para liberar bajo supervisión a los cubanos
ingresados ilegalmente o presentados en las fronteras
de los Estados Unidos y, en su lugar, procesarlos
según estos mismos principios.
c) Concesión de visas de inmigrantes a ciudadanos cubanos. Dado
que el número de visas otorgadas a todo tipo de
nacionales cubanos por parte del gobierno
norteamericano ha tenido un máximo de veinte mil
desde 1984, los Estados Unidos podrían aumentar
esta cifra y/o anunciar un nuevo sorteo para
ciudadanos cubanos.
d) Operación Centinela Vigilante. El servicio de
Guardacostas de los Estados Unidos podría
reevaluar la operación Centinela Vigilante, así como
revisar las políticas vigentes, que ordenan crear un
perímetro alrededor de la Isla para interceptar a los
emigrantes y devolverlos inmediatamente. El
gobierno estadounidense podría ayudar en el traslado
de estos emigrados a un tercer país, o concederles
refugio temporal, según las normas vigentes de
derecho internacional.
e) Cooperación multilateral en cuestiones migratorias. El control
de la inmigración se va reconociendo cada vez más
como una esfera donde es posible aumentar la
cooperación multilateral. En octubre de 2008,
México y Cuba firmaron un acuerdo migratorio que
exhortaba a una mayor cooperación entre la Marina
mexicana y las Tropas Guardafronteras cubanas, para
lidiar con el contrabando y la emigración ilegal.
México también estuvo de acuerdo en devolver
a Cuba a los ciudadanos cubanos que estaban en
México sin legalizar su estatus. El gobierno cubano
podría ser invitado a participar en conversaciones
Políticas del gobierno cubano
a) Permisos de salida y de residencia temporal. Cuba podría
eliminar el requisito del permiso de salida, necesario
para que los ciudadanos cubanos puedan viajar desde
la Isla. Este se mantiene desde 1962. En 1994, el
gobierno introdujo reformas, según las cuales
cualquier cubano mayor de 18 años resulta elegible.
Cuba podría también empezar a otorgar permisos
de residencia en el exterior a aquellos que desean
emigrar a los Estados Unidos, con lo cual se permitiría
a aquellos que buscan residir allí, permanecer en el
extranjero más de once meses, sin perder sus
derechos y privilegios como ciudadanos.
b) Emigración sin autorización. Según la política vigente,
aquellos que eligen salir ilegalmente del país, como
los 45 000 cubanos que se calcula salieron entre 1990
y 1994 durante la crisis de los balseros, no son
elegibles para volver a entrar al territorio nacional
durante un período de cinco años. El gobierno
cubano podría elaborar y poner en vigor políticas
que permitieran la readmisión y reintegración de
aquellos que salen clandestinamente y de los que son
repatriados.
c) Cubanos calificados como excluibles para ser admitidos a los
Estados Unidos. El rechazo de Cuba a readmitir
emigrantes que hayan cometido delitos en el país
que los recibió ha sido una fuente de conflictos con
los Estados Unidos. 39 Cuba podría firmar un
acuerdo con los Estados Unidos aceptando el
retorno de los que hayan cometido delitos.
Conclusión
Durante la Guerra fría, las políticas migratorias
estadounidense y cubana influyeron significativamente
en el momento y la forma en que los cubanos
ingresaron a los Estados Unidos. Como se ha
apuntado, desde que colapsara el bloque soviético,
ambos gobiernos han continuado ejerciendo una
influencia considerable sobre los flujos migratorios.
109
Lorena G. Barberia
cuestiones que han contribuido a hacer de la
emigración una fuente de conflictos en las relaciones
bilaterales.
Las consideraciones de política exterior de los Estados
Unidos siguen desempeñando un papel importante
en la orientación de sus políticas migratorias hacia
Cuba, porque consideran de alta prioridad la
protección de sus fronteras de la llegada masiva y
descontrolada de cubanos. Los períodos en que ha
habido crisis en las relaciones migratorias entre ambos
países ayudan a ejemplificar este punto. A pesar de
las fuertes presiones ejercidas por el lobby
cubanoamericano y de las internas, la administración
Clinton optó por políticas de cooperación cuando se
produjeron conflictos con Cuba, en torno a políticas
migratorias bilaterales en los 90, durante la crisis de
los balseros y la de Elián González, porque estas se
correspondían con los intereses nacionales de los
Estados Unidos. Tal cooperación continuó durante la
administración Bush.
Se ha argumentado aquí que la convergencia por
lograr una mayor cooperación con Cuba, por parte de
los Estados Unidos, está impulsada por su deseo de
controlar sus fronteras. La proximidad de la Isla,
conjuntamente con la situación potencialmente volátil
creada por el gran flujo de cubanos que continúan
intentando entrar a los Estados Unidos, ha llevado
a estos a cooperar con el gobierno cubano, y este
sigue siendo un factor impulsor de la política
migratoria de Washington hacia Cuba. En la posguerra
fría, los Estados Unidos han incrementado sus
esfuerzos por combatir amenazas no militares a
sus intereses nacionales. Estos factores explican las
decisiones tomadas por las administraciones
estadounidenses, tanto en la crisis de los balseros como
en el caso de Elián González, y van a continuar
determinando la política migratoria hacia Cuba, en el
corto y mediano plazo.
Los intereses de la política interna continuarán
conformando las políticas de respuesta por parte de
los Estados Unidos, pero estos contribuirán a
incrementar la cooperación con Cuba, no a reducirla.
La comunidad cubanoamericana, cada vez más
compuesta por quienes salieron recientemente de
Cuba socialista, y que está más fragmentada en cuanto
a los objetivos de su lobby, continuará reclamando
políticas de aceptación de emigrantes. Dado que los
cubanos que llegan son vistos cada vez más como
inmigrantes económicos, los intereses políticos
internos continuarán favoreciendo políticas migratorias
que no los traten como refugiados políticos, sino de
acuerdo con los mismos principios establecidos por
la política de inmigración restrictiva adoptada hacia
otros inmigrantes latinoamericanos. A corto plazo, por
tanto, es probable un mayor acuerdo entre ambos
gobiernos, con el fin de solucionar algunas importantes
Traducción: Silvia Santa María.
Notas
1. Véase Lisandro Pérez, «Cuba», en M. C. Waters, R. Ueda y H. B.
Marrow, The New Americans: A Guide to Immigration since 1965,
Cambridge, Harvard University Press, 2007.
2. Véase Jorge I. Domínguez, «Cooperating with the Enemy? U.S.
Immigration Policies toward Cuba», en C. Mitchell, ed., Western
Hemisphere Immigration and United States Foreign Policy, University
Park, Pennsylvania State University Press, 1992; William M.
Leogrande, «From Havana to Miami: U.S. Cuba Policy as a TwoLevel Game», Journal of Interamerican Studies and World Affairs,
a. 40, n. 1, Miami, 1998, pp. 67-86.
3. William Leogrande analiza las relaciones entre los Estados Unidos
y Cuba como un juego con dos niveles y presenta la hipótesis de que
el resultado de la crisis de los balseros en el año 1994 fue determinado,
en gran medida, por imperativos internos. Él menciona como
elementos determinantes en los resultados de la crisis a la opinión
pública norteamericana y al lobby cubanoamericano. Argumentando
que los intereses del público norteamericano (por ejemplo, favorecer
políticas que restringieran la inmigración) y de la comunidad
cubanoamericana (por ejemplo, favorecer políticas que acepten
a los emigrantes) entran en conflicto, Leogrande concluye que la
opinión pública norteamericana prevaleció sobre los intereses de
los emigrados cubanos en 1994. Véase William M. Leogrande, ob. cit.
4. Véase Jorge I. Domínguez, ob. cit.
5. Véase Lisandro Pérez, ob. cit.
6. La provisión de la Sección 1 de la Ley de Ajuste Cubano estipula:
«Sin prejuicio de lo establecido en la sección 245 (c) del Acta de
Inmigración y Nacionalidad, el estatus de cualquier extranjero nativo
o ciudadano cubano o que haya sido inspeccionado y admitido o
puesto bajo supervisión (parolee) en los Estados Unidos después del
1 de enero de 1959 y que haya estado presente físicamente en los
Estados Unidos al menos durante un año, puede ser ajustado por el
Fiscal General, a su discreción y conforme a las regulaciones que
pueda prescribir, a la de extranjero admitido legalmente para residir
permanentemente, si el extranjero hace una solicitud de dicho ajuste,
y el extranjero es elegible para recibir una visa de inmigrante y es
admisible en los Estados Unidos para residir permanentemente».
7. Véase Ruth Ellen Wasem, «Cuban Migration to the United States:
Policy and Trends», Congressional Research Service Report R40566,
Congressional Research Service, Washington, DC, 2009. Aunque a
los marielitos eventualmente se les concedió residencia permanente
según la Ley de Control y Reforma de la Inmigración (IRCA), de
1986, la definición del estatus legal de estos emigrados, diferente
de los grupos anteriores, representó un vuelco fundamental en la
política estadounidense.
8. Véase Jorge I. Domínguez, ob. cit.
9. Véase Jon Nordheimer, «Flight from Cuba: U.S. Will Expand
Patrols to Stop Cuban Refugees», The New York Times, Nueva York,
23 de agosto de 1994. Un éxodo masivo de balseros haitianos había
precedido a la crisis de balseros cubanos en 1992. El detonante del
éxodo de haitianos hacia las costas de los Estados Unidos fue el
110
Cuba, su emigración y las relaciones con los Estados Unidos
golpe de Estado de 1991 y la posterior persecución de los seguidores
de Aristide. Guardacostas de los Estados Unidos informó haber
interceptado 37 618 haitianos en 1992, y comenzó a llevar haitianos
a la Base Naval de Guantánamo durante este período.
solo por determinación del Presidente, según la sección 203(c)(3)
de la Ley de la Libertad y la Solidaridad Democrática Cubana
(LIBERTAD) de 1996 (Ley Pública 104-114), de que un gobierno
democráticamente electo en Cuba està en el poder.» Ruth Ellen
Wasem, ob. cit.
10. Contrastando con esto, la mayoría de los 21 000 balseros
haitianos retenidos en Guantánamo durante la crisis, fueron
repatriados a su país de origen, al ser considerados «emigrantes
económicos». Departamento de Seguridad Nacional de los Estados
Unidos, Guardacostas de los Estados Unidos, Alien Migrant
Interdiction, disponible en www.uscg.mil (6 de febrero de 2010).
20. En 1999, los cinco grupos que encabezaban la lista de refugiados
admitidos en los Estados Unidos, según su nacionalidad, eran los
procedentes de Bosnia-Herzegovina, Yugoslavia, la ex Unión
Soviética, Viet Nam, y Cuba. Nueve años después, Cuba continúa
en el quinto lugar en esa lista, después de Birmania, Iraq, Bhután
e Irán. Véase Departamento de Seguridad Nacional de los Estados
Unidos, 2008 Yearbook of Immigration Statistics, ob. cit.
11. Véase Ruth Ellen Wasem, ob. cit.
12. Véase John T. Woolley y Gerhard Peters, «William J. Clinton
Statement on the Cuba-United States Agreement on Migration,
September 9, 1994», The American Presidency Project, disponible en
www.presidency.ucsb.edu.
21. Los emigrados cubanos que reúnan los requisitos para ser
elegibles, incluyendo edad, discapacidad o ceguera, o aquellos que
no alcanzan los niveles de ingresos y recursos establecidos, son
elegibles para recibir ingresos por concepto de seguridad social
suplementaria hasta siete años después de su entrada a los Estados
Unidos. En el año 2008 los beneficiados con ingresos por concepto
de seguridad social pueden haber recibido hasta el máximo estipulado
para beneficios federales: $7 644 al año, y las parejas casadas haber
recibido hasta $11 472 al año.
13. Para los datos sobre visas de inmigración, véase Antonio Aja
Díaz, Al cruzar las fronteras, Centro de Estudios Demográficos,
Universidad de La Habana y United Nations Population Fund, La
Habana, 2009, pp. 167, 171; para el número de visas de refugiados,
véase Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos,
2008 Yearbook of Immigration Statistics, Washington, DC, 2009.
22. Véase Departamento de Seguridad Nacional de los Estados
Unidos, Guardacostas de los Estados Unidos, Alien Migrant
Interdiction, ob. cit.
14. Véase Ruth Ellen Wasem, ob. cit.
15. Véase Randy Beardsworth, «U.S.-Cuba Functional Relationships:
A Security Imperative», en S. Stephens y A. Dunscomb, eds.,
9 Ways For US to Talk to Cuba and For Cuba to Talk to U.S., Center for
Democracy in the Americas, Washington, DC, 2009.
23. En 2007, la oficina del congresista Lincoln Díaz-Balart
anunciaba que mil profesionales médicos cubanos de los cuarenta
mil que se estima están desplegados y trabajando en 68 países en
misiones médicas auspiciadas por el gobierno cubano, habían sido
admitidos por el programa. Véase Tal Abbady, «Hundreds of Cuban
Medical Workers Defecting to U.S. while Overseas», South Florida
Sun-Sentinel, Fort Lauderdale, 10 de octubre de 2007.
16. El sorteo otorga a los ciudadanos cubanos de entre 18 y 55 años
el ser elegibles para ser admitidos en los Estados Unidos si cumplen
dos de los siguientes tres criterios: a) haber completado la enseñanza
secundaria o un nivel superior de educación; b) tener al menos tres
años de experiencia laboral; c) tener familiares que residan en los
Estados Unidos. Desde que fuera puesto en práctica el acuerdo, se
han convocado tres sorteos. En cada uno, el número de aspirantes
calificados ha ido en aumento y está muy por encima del límite
establecido de las 20 000 visas. El Departamento de Estado ha
confirmado que el número de solicitudes que reunían los requisitos
aumentó de 189 000 en el año 1994 a 433 000 en 1996 y 541 000
en 1998. Ruth Ellen Wasem, ob. cit.
24. Véase Susan Eckstein y Lorena G. Barberia, «Grounding
Immigrant Generations in History: Cuban Americans and Their
Transnational Ties», International Migration Review, a. 36, n. 3, Nueva
York, 2002, pp. 799-837.
25. Los emigrantes que trabajaban como profesionales,
semiprofesionales o en puestos administrativos, por el contrario,
representaban solo 9% de los 16 750 cubanos admitidos en los
Estados Unidos.
17. El caso del niño Elián González, rescatado en el mar el 25 de
noviembre de 1999, ejemplifica este dilema. Según el acuerdo
migratorio bilateral de 1995 y el derecho internacional, Elián debió
haber sido devuelto enseguida a su padre residente en Cuba
—quien mantenía legalmente su custodia—. El incidente se
convirtió rápidamente en un problema diplomático para la
administración Clinton, dada la solicitud de asilo presentada por
los familiares del niño residentes en Miami y su negativa a reconocer
la custodia del niño al padre en la Isla. Elián solo pudo regresar
a Cuba el 28 de junio del 2000, más de dos meses después que la
Fiscal General Janet Reno ordenara al Servicio de Inmigración y
Naturalización que lo tomara por la fuerza del control de sus
familiares en Miami, una vez que el Tribunal de Apelaciones del
Undécimo Circuito de Estados Unidos fallara a favor del padre y la
Corte Suprema declinara revisar la decisión.
26. Véase William M. Leogrande, ob. cit., p. 79.
27. Véase David Leip, Atlas of U.S. Presidential Elections, 2010,
disponible en http://uselectionatlas.org (15 de marzo de 2010); y
Katherine Q. Seelye, «Boy´s Case Could Sway Bush-Gore Contest»,
New York Times, Nueva York, 30 de marzo de 2000.
28. Véase Philip Brenner, Patrick J. Haney y Walter Vanderbush,
«The Confluence of Domestic and International Interests: U.S.
Policy Toward Cuba, 1998-2001», International Studies Perspectives,
a. 3, n. 2, Portland, 2002, pp. 192-208; Morris H. Morley y Chris
McGillion, Unfinished Business: America and Cuba after the Cold War,
1989-2001, Cambridge University Press, Cambridge y Nueva York,
2002; Daniel P. Erikson, The Cuba Wars: Fidel Castro, the United
States, and the Next Revolution, Bloomsbury Press, Nueva York, 2008.
El presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana señaló
en una entrevista la mala interpretación que ellos habían hecho del
posible impacto que tendría la escalada de este conflicto sobre el
poder del lobby de dicha organización. Como señaló Francisco «Pepe»
Hernández: «Todo cambió después de Elián. Cometimos el terrible
error de convertirlo en una cuestión entre nosotros y Castro [...]
Fuimos incapaces de entender por qué el resto del mundo no lo
18. Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos,
Guardacostas de los Estados Unidos, Alien Migrant Interdiction,
ob. cit.
19. La Sección 606 de la Ley sobre la Reforma de la Inmigración
Ilegal y la Responsabilidad del Inmigrante de 1996, División C de
P.L. 104-208, afirma que «la Ley Pública 89-732 puede revocarse
111
Lorena G. Barberia
comprendía. Pero cuando todo hubo terminado, realizamos una
encuesta: un enorme porcentaje estaba en contra nuestra en el
asunto Elián; éramos vistos como inflexibles, como personas
exclusivamente interesadas en la venganza». Véase Ed Vulliamy,
«Elián González and the Cuban Crisis: Fallout from a Big Row
over a Little Boy», The Observer, Londres, 21 de febrero de 2010.
nominados y de haber respondido a las preguntas. Documento
leído en el Comité de las Fuerzas Armadas, Washington, DC, 16 de
septiembre de 1997.
33. Véase Departamento de Seguridad Nacional de los Estados
Unidos, Fact Sheet-Operation Vigilant Sentr y, disponible en
www.piersystem.com (2 de marzo de 2007).
29. Véase Jorge I. Domínguez, ob. cit.
34. Robert Bach, «Missteps and Next Steps in U.S.-Cuba Migration
Policies», en S. Stephens y A. Dunscomb, ob. cit.
30. Daniel W. Fisk, «Cuba: the End of an Era», Washington Quaterly,
a. 24, n. 1, Washington, DC, 2001, p. 95.
35. Véase Jane Sutton, «U.S. Halts Imaginary Cubans in Security
Drill», Washington Post, Washington, DC, 8 de marzo de 2007.
31. Véase James T. Hill, «A Time to Normalize Relations Between
the U.S. and Cuban Militaries», en S. Stephens y A. Dunscomb,
ob. cit.; Bantz J. Craddock y Bárbara Fick, «Security Cooperation
with a Democratic and Free Cuba: What Would It Look Like?»,
Cuban Affairs, v. 1, n. 4, Miami, 2004.
36. Catorce de los veinticuatro pasajeros solicitaron y recibieron
permiso del Departamento de Seguridad Nacional para permanecer
en los Estados Unidos. Los doce restantes regresaron a Cuba. Véase
Daniel P. Ericsson, ob. cit.
32. En 1997, durante la audiencia del Comité Senatorial de las
Fuerzas Armadas sobre la designación del General Charles Wilhelm
como Comandante en Jefe del Comando Sur, este respondió que la
única amenaza que representaba Cuba era la de la emigración como
secuela inmediata de la crisis de los balseros. En el testimonio de
Wilhelm y en sus respuestas a preguntas que se le formularon
durante la audiencia, una parte significativa de la discusión se centró
en las amenazas que representaba la inmigración ilegal desde América
Latina y el Caribe, incluyendo a Cuba. Véase Senado de los Estados
Unidos: El Comité concluye las audiencias sobre la nominación del
General Michael E. Ryan, USAF, para Jefe de Estado Mayor, Fuerza
Aérea de los Estados Unidos, Almirante Harold W. Gehman Jr.,
USN para Comandante en Jefe del Comando del Atlántico de los
Estados Unidos y del Teniente General Charles E. Wilhelm, USMC,
para Comandante en Jefe del Comando Sur de los Estados Unidos
y para el grado de general, luego de haber dado testimonio los
37. Véase Phil Peters, «Issue No.5 The Imperfect Migration Accords
at Work», Cuba Policy Reports, Arlington, 14 de julio de 2003. Los
tribunales cubanos habían ordenado la ejecución de tres
secuestradores, en abril de 2003, por cargos relacionados con el
terrorismo en el caso de la captura de un bote de paso (ferryboat) en
La Habana.
38. Véase Robert Bach, ob. cit.
39. Véase Ruth Ellen Wasem, ob. cit.
©
112
, 2010
62-63: 113-123,
de 2010.
Los Estados Unidos-Cuba.no.Emigración
y abril-septiembre
relaciones bilaterales
Los Estados Unidos-Cuba.
Emigración y r
elaciones
relaciones
bilaterales
Antonio Aja Díaz
Historiador y sociólogo. Centro de Estudios Demográficos, Universidad de La Habana.
E
emigración de la Isla. Han manejado ese factor como
parte de su política de hostilidad hacia la Revolución
cubana, en diferentes etapas, de acuerdo con la táctica
desestabilizadora contra Cuba.1
En 1989 se inicia otra etapa migratoria en Cuba,
con subdivisiones que abarcan los años 90 y la primera
década del siglo XXI. El desarrollo del Período especial,2
bajo el impacto de la fuerte crisis económica por la
que atravesó el país, determina que los 90 tengan una
especial significación en este análisis. En particular,
a partir del rol que comenzó a desempeñar la familia
emigrada en la vida cotidiana cubana. Su papel se
redimensionó y surgió una percepción que relacionaba
el hecho de poseerla con la posibilidad de una ayuda
económica ante la situación de crisis.
En esa década, el flujo migratorio se caracterizó
por la combinación de la salida definitiva y la
temporal, con significativas cifras de visitas a la Isla
—estimadas en más de cien mil personas solo entre
1995 y 1996. La emigración legal mantuvo un nivel
bajo hasta inicios de 1995. Las salidas ilegales
irrumpieron con fuerza y, en 1994, más de cincuenta
mil personas estuvieron involucradas en el proceso, ya
fuera exitoso o no.
ntre la última década del siglo XX y el primer
decenio del XXI, se han producido acontecimientos
de gran significación en las relaciones internacionales.
La desintegración del campo socialista, la eliminación
del proyecto del socialismo real y la desaparición de la
URSS marcan profundos cambios en la correlación
de fuerzas a escala mundial. Concluyó la Guerra fría;
sin embargo, entre los Estados Unidos y Cuba se
mantuvo la confrontación, la ausencia del diálogo, la
persistencia de la hostilidad en las políticas de diferentes
administraciones estadounidenses, y la resistencia de la
Revolución cubana.
En este escenario, continúa la tendencia de la
emigración desde la Isla hacia el Norte. El tema
migratorio ha sido prácticamente el único canal
concreto de comunicación en el marco de las relaciones
bilaterales entre los dos países.
Principales tendencias de la emigración
cubana hacia los Estados Unidos
Desde 1959 hasta nuestros días, los Estados Unidos
se han mantenido como principal país receptor de la
113
Antonio Aja Díaz
La composición y motivaciones de los que emigraron
eran diferentes a las de oleadas migratorias anteriores.
Tenían un componente predominantemente económico
—incluyendo la movilidad laboral—, en combinación
con factores de orden político, y otros como la
reunificación familiar y la falta de confianza en el
proyecto social de la Revolución para salir de la crisis.
Desde 1959 y en consecuencia con la politización
e ideologización que rodearon el tema migratorio entre
los dos países, en Cuba al acto de emigrar se le otorgó
el significado de «abandono de la patria» y, por ende,
adquirió niveles de estigmatización acordes con el
momento inicial del triunfo revolucionario. Algunos aún
se mantienen, tal es el caso de la definición de una
«emigración sin retorno definitivo al país».
Las políticas de ambas partes constituyen factores
que estimulan o no el flujo migratorio: introducen
elementos de regulación y desregulación e incluso
influyen en las vías por las cuales se realiza el movimiento
de migrantes.
En los Estados Unidos, la imagen de los cubanos
que emigran hacia ese país, independientemente de sus
causas y motivaciones, implica significados como
«perseguido político», «escapado del comunismo»,
o «disidente». En lo esencial, esta representación se
mantiene, aunque en los últimos años de la década de
los 90 comienza a observarse cierto cuestionamiento
de su efectividad.
El año 1995 constituyó un punto de viraje y
búsqueda de normalización en las relaciones migratorias,
al firmarse un acuerdo que significaba la posibilidad
de regular el flujo legal de cubanos hacia los Estados
Unidos, e intentar detener la emigración ilegal desde
Cuba. Este propósito fue refrendado y elevado a un
nivel que pudo resultar definitorio para la consecución
de ese objetivo, cuando el 2 de mayo de ese año se dio
a conocer la «Declaración Conjunta» para continuar la
normalización de las relaciones migratorias. En dicho
documento, al solucionarse el caso de los emigrantes
cubanos en la base naval de Guantánamo, se reafirmó
el interés de los dos países de impedir las «salidas
peligrosas».
Los propios Acuerdos migratorios, en función
de dar solución al grave problema creado por la
interrupción del flujo legal, posibilitaban su trato
preferencial, utilizando diferentes prerrogativas
contenidas en la Ley General de Inmigración de los
Estados Unidos, que fueron aplicadas durante 1995 y
permitieron otorgar más de 26 224 visados a ciudadanos
cubanos solicitantes.3
desde 1960, por el saldo migratorio externo negativo
del país (226 078 personas). El componente femenino
representó 54,5%. Entre 1994 y 2006, la cifra ascendió
a 407 145 personas, de las cuales 51,1% eran mujeres.4
Sobre esa dinámica es necesario analizar la migración
internacional como variable en el contexto de las
tendencias demográficas de la población cubana. Un
resumen de estas muestra un crecimiento poblacional
insuficiente, caracterizado por los bajos niveles de
fecundidad y un franco proceso de envejecimiento. El
impacto de la emigración en esta situación ha estado
definido en las últimas seis décadas por el ya referido
saldo negativo. En este escenario influye la mayoritaria
proporción femenina, con un predominio de poco más
de 50%. A ello se une que los grupos de edades
más representados entre los emigrantes son los
comprendidos entre 10 y 29 años (46,6%).
En la emigración desde Cuba a inicios del siglo XXI
se constató la presencia de sujetos y grupos de
profesionales jóvenes. Los emigrantes profesionales
representan 12% del total en el último lustro, lo que
ubica a Cuba dentro de las corrientes migratorias
actuales de robo y pérdida de importante capital
humano.
La evaluación del potencial «retorno» de los
emigrantes cubanos y de las condiciones para que se
produzca, refleja que 40% de las personas que habían
valorado su posible regreso o no habían pensado en la
opción, lo harían si se produce una mejoría económica
en el país, o si no logran realizar sus proyectos de vida en
el exterior. En el caso del tema político, para 80% de
los sujetos que no descartan el retorno, los posibles
cambios en el sistema político del país carecen de un
peso significativo. Este análisis pudiera complementarse
y llamar a la reflexión cuando observamos el aumento,
en los últimos cuatro años, de los intentos de retorno
desde los Estados Unidos y otras regiones del mundo.
Sus protagonistas son esencialmente personas de la
tercera edad y emigrantes que salieron del país desde
mediados de los 90 en adelante.5
La emigración de retorno temporal —las visitas de
cubanos residentes en el exterior— también ha sido
evaluada, en el caso de personas radicadas en los
Estados Unidos y Puerto Rico. Sus resultados muestran
un sostenido crecimiento del interés por viajar de visita
y enviar remesas a familiares en Cuba. Asimismo, quieren
que se levanten las restricciones y se reduzcan los costos
de viaje, se incrementen las facilidades para desarrollar
las relaciones familiares y se amplíen las opciones para
disfrutar con su familia durante su estancia en Cuba.6
En cuanto a las salidas ilegales por vía marítima hacia
los Estados Unidos, aún es un componente de las
tendencias de los flujos migratorios externos de Cuba.
Un estudio realizado demuestra que este fenómeno se
incrementó a partir de 1998, y continuó de manera
La emigración a inicios del siglo XXI
El período que abarca los primeros seis años del
siglo XXI clasifica como el segundo en importancia,
114
Los Estados Unidos-Cuba. Emigración y relaciones bilaterales
la edad, el nivel profesional, la ocupación, la filiación
política y la conducta como ciudadano.
A partir de finales de la década de los 70 y el
comienzo de los 80, se estructuraron y aplicaron las
principales modificaciones en la política migratoria de
Cuba. Estas tienen, hasta el presente, varias etapas
de flexibilización que agrupan cambios significativos
vinculados con las salidas del país definitivas y
temporales. La relación diferenciada con la emigración
cubana residente en disímiles regiones del planeta, con
la asentada en los Estados Unidos y, en especial, con la
comunidad de origen cubano en el sur de la Florida,
evidencia elementos de continuidad y cambio.
En la primera década del siglo XXI, la política
migratoria y hacia la emigración sigue un proceso de
adecuación, a tono con la característica del país receptor
y la realidad política nacional e internacional. Representa
retos y desafíos en función de lograr estructurar y aplicar
una política moderna, objetiva y acorde con las
exigencias de los ciudadanos y la seguridad nacional.
ascendente en 1999, 2001, 2004 y los primeros nueve
meses de 2005, si se consideran las salidas exitosas
—arribo y aceptación en los Estados Unidos—, así
como las devoluciones efectuadas por el servicio de
Guardacostas de ese país y por otras naciones adonde
se desvían los que intentan alcanzar territorio
estadounidense. El total de participantes entre 1995 y
2004 fue superior a las 21 900 personas, sin incluir
aquellos que posiblemente llegaron a otros lugares y
no han sido devueltos.7
A partir de 1999 aumentó la cifra de los que lograron
arribar a suelo estadounidense, debido al auge de la
actividad de tráfico de personas.
Otro elemento a tener en cuenta es que, ante la imposibilidad
de llegar a costas de los Estados Unidos por ser
interceptados por el servicio de Guardacostas, se han abierto
nuevas rutas por el sur. Se utiliza la ruta sur que conduce
a Centroamérica como ruta alternativa. En los dos últimos
años se han incrementado las salidas ilegales con destino
a Honduras, directamente o pasando por Islas Caimán, para
transitar la frontera de México con los Estados Unidos.8
Las personas que optan por la vía marítima para
emigrar desde Cuba son mayoritariamente hombres
jóvenes (68% entre 15 y 35 años), con nivel escolar de medio
a medio superior, marcado índice de desocupación
(cerca de 50%), alto índice de antecedentes penales
(20%) y 8% repite en la utilización de esta variante para
salir del país. La evaluación de las causas y motivaciones
de la decisión de emigrar señala la presencia de
elementos económicos, en un contexto donde otros
factores sociales y políticos ocupan un espacio según
las características de los protagonistas.9
En resumen, en los inicios del siglo XXI, Cuba
continúa presentando los rasgos que la tipifican como
país de emigrantes, aunque no aporte grandes
cantidades al flujo migratorio en el planeta.
El refugio político
La política inmigratoria que establecieron los
Estados Unidos en el caso de Cuba se inscribe
abiertamente en la categoría de refugio político. El
resultado es una presión crítica que se libera en una
especie de válvula de escape y produce ciclos
relacionados con las situaciones internas de la Isla, en
los últimos cincuenta años.
En noviembre de 1966 se adoptó la Ley de Ajuste
Cubano, que reafirmó, de manera más clara y directa,
el tratamiento particular para la inmigración cubana, al
concederle asilo político de forma prácticamente
automática. La Ley ofrece la posibilidad de ajustar el
estatus migratorio al año y un día de permanecer en
territorio estadounidense. Gracias a ello, los cubanos
pueden optar por la residencia sin tener que salir de
los Estados Unidos, como lo establecen las regulaciones
para el resto de los inmigrantes. Fue aprobada sin poner
término a su actuación en el tiempo, por lo que aún
tiene plena vigencia.
A partir de 1991, cuando irrumpe con fuerza la
crisis económica en la sociedad cubana, reaparece el
fenómeno de los balseros. Las salidas ilegales
—incluidos los intentos frustrados— ascendieron a más
de sesenta mil entre 1991 y 1994, año de la llamada
«crisis de los balseros».11 En los meses previos a esta,
se apreciaba otro comportamiento contradictorio por
parte de los Estados Unidos, con respecto al
otorgamiento de visas temporales a ciudadanos
cubanos para visitar a sus familiares, cuyo número se
redujo significativamente. Se alegaba que muchos de
Política migratoria de Cuba
La política migratoria cubana ha transitado por
diversos momentos que van desde 1959, cuando no
existían restricciones para viajar, hasta la actual etapa de
ese proceso. En ella, han influido el diferendo y la
agresión permanente de los Estados Unidos, así como
situaciones internas.10
Esta política atañe a la seguridad nacional de Cuba,
como ha sido enfocada por su gobierno a partir de
1961. Los instrumentos legales así lo reflejan y se
vinculan con la intensa actividad contrarrevolucionaria
desarrollada y la utilización con tales propósitos de la
relación migratoria entre los Estados Unidos y Cuba.
Su aplicación se basa en una serie de aspectos —la
mayoría vinculados a razones de seguridad— como
115
Antonio Aja Díaz
Cuba enfrenta retos significativos en el tema migratorio
—en particular con los Estados Unidos— que debe asumir
con objetividad y en función de los intereses de la nación,
donde la seguridad nacional no puede quedar relegada a un
segundo plano.
más de treinta y seis años los Estados Unidos se
comprometieron a devolver a todo cubano interceptado
en alta mar con intenciones de entrar en ese país, y
Cuba expresó su decisión de recibirlo sin tomar medida
alguna en su contra.
Este paso podría haber resultado decisivo para
desalentar este tipo de salidas, si el país receptor le
otorgara un tratamiento igual que al resto de las miles
de personas de todo el mundo que intentan
penetrar a territorio norteamericano de manera ilegal
o indocumentada. Solo que, para eso, tendría que cesar
la ejecución de una política inmigratoria iniciada en 1959;
sobre todo, eliminar la Ley de Ajuste, lo que no sucedió.
El tema medular de la emigración legal y ordenada
desde la Isla hacia territorio estadounidense se retomó
a partir de considerar la cifra de veinte mil visas anuales,
como mínimo, para emigrantes cubanos, a diferencia
de lo estipulado en el anterior Acuerdo de 1984. Para
el cumplimiento de los del 94-95, se incluyó la aplicación
de un grupo de prerrogativas otorgadas por la propia
legislación inmigratoria norteamericana, con el
propósito de agilizar la concesión de los visados
correspondientes. Exactamente lo contrario a lo puesto
en práctica por el Acuerdo de 1984.
Se estableció, además, un sorteo o lotería especial
para Cuba —al margen del que se realiza para todo el
mundo en los Estados Unidos anualmente— a través
del cual también pueden presentar solicitudes los
ciudadanos cubanos. Este modo de otorgar visas de
inmigrantes se orienta hacia aquellos sectores
poblacionales de mayor interés para el país receptor.
Las obtienen migrantes jóvenes, con preparación
educacional y profesional, en su mayoría blancos, y que
presumiblemente no constituyen una carga pública para
los Estados Unidos, pues pueden insertarse en su
mercado laboral en un plazo breve.
Con la ejecución de los Acuerdos, desde 1994-1995
a la fecha se estableció un flujo migratorio legal,
ordenado y regular. El fenómeno de las salidas ilegales
se controló solo en parte, en tanto se mantuvo la vigencia
de la Ley de Ajuste Cubano. Desde 1995 hasta 2008
fueron otorgadas no más de 190 000 visas a emigrantes
cubanos, según estimados del autor. Ocuparon un lugar
importante las del sorteo-lotería, las concedidas por
reunificación familiar, refugiados, y las que bajo palabra
los solicitantes eran posibles inmigrantes. Con esta
práctica denegaron hasta 80% de las solicitudes, lo cual,
al estimular las salidas ilegales, creó un conflicto
adicional al flujo migratorio.
Con la crisis de los balseros se generó una nueva
oleada migratoria (salieron 36 900 personas desde
inicios de año hasta septiembre); lo que representó la
continuación de los cambios operados en el patrón
migratorio de Cuba a partir del Mariel. En este caso, la
crisis económica y sus impactos sociales se constituyeron
en uno de los detonantes principales. En su mayoría se
trataba de jóvenes, varones blancos, con nivel medio y
alto de instrucción, motivados esencialmente por
aspiraciones de realización personal que, según
estimaban, no podían satisfacerlas a corto plazo en la
Isla, dada la situación imperante en el país.
La presión del fenómeno de las salidas ilegales
desembocó en desórdenes que condujeron a que, el 12
de agosto, el gobierno cubano decidiera eliminar las
restricciones para este tipo de salidas del país. Se repetía
la historia de los sucesos de Camarioca, en 1965, y
Mariel, en 1980, cuando la migración legal desde Cuba
hacia los Estados Unidos estaba interrumpida y la ilegal
cobraba matices significativos.
Ante los acontecimientos, el país receptor dio un
viraje en la aplicación de su política inmigratoria hacia
Cuba, al impedir la entrada de los balseros a su
territorio y enviarlos transitoriamente a la base naval de
Guantánamo, territorio cubano ocupado por los
Estados Unidos. De esta forma se rompía una tradición
de más de treinta y cinco años. La base y Panamá
acogerían a cerca de treinta mil de estas personas, que
de momento quedaron sin un estatus migratorio
definido.
Se abría un nuevo escenario donde la dinámica de
las relaciones migratorias entre los Estados Unidos y
Cuba requería de un nuevo entendimiento. Los
Acuerdos migratorios firmados en 1994 se refieren,
en primer lugar, al control de la emigración ilegal por
vía marítima hacia los Estados Unidos. Tales acuerdos
podían significar un cambio sustancial de la política
norteamericana con respecto a la mayor de las Antillas.
Ambas partes se comprometieron a impedir el uso de
la violencia en el acto de emigrar. Por primera vez en
116
Los Estados Unidos-Cuba. Emigración y relaciones bilaterales
(parole) obtuvieron los familiares y personas que
convivían con aquellos que lograron el visado como
inmigrante.
De los acontecimientos de agosto de 1994 quedaba
pendiente un tema: la situación de las personas recluidas
en Guantánamo y Panamá. De ahí que se realizaran
nuevas conversaciones y el 2 de mayo de 1995 se diera
a conocer la firma de una ampliación de los Acuerdos,
que incluía la admisión paulatina de esos cubanos en
territorio estadounidense. Con la «Declaración Conjunta»
de mayo de 1995 se intentaba reforzar el cierre a la
emigración ilegal por vía marítima, con el compromiso
de enviar a la Isla a los balseros capturados en alta mar.
Sin embargo, la vigencia de la Ley de Ajuste Cubano
provoca otra situación; concretamente, por su efecto
sobre el fenómeno de las salidas ilegales por vía
marítima. La aplicación de los Acuerdos migratorios
detuvo de manera significativa las posibles avalanchas
de balseros, pero no pudo cerrar definitivamente esta
puerta, ya que el emigrante cubano que consigue arribar
a territorio norteamericano por esa vía tiene una alta
probabilidad de no ser devuelto a Cuba. El caso del
niño Elián González demostró hasta dónde pueden
llegar las consecuencias de tales prácticas.
En la década actual el problema se mantiene. Desde
1998 se le incorporó el delicado y peligroso
componente del tráfico ilegal de personas, organizado
y financiado por grupos de cubanoamericanos del sur
de la Florida, a riesgo de perder vidas humanas. Entre
1997 y 2008 arribaron a las costas de la Florida
alrededor de ocho mil personas por este medio.
Uno de los mitos que con más fuerza se ha
mantenido es el que intenta presentar a todos los que
han emigrado de Cuba hacia los Estados Unidos como
un grupo homogéneo, en gran medida debido a que una
parte se autodefine como exiliado. Sin embargo, las
diferencias clasistas y otras que se derivan de las propias
características sociodemográficas que han marcado cada
oleada migratoria, parecen negar esto. El elemento
político no deja de existir, pero la categorización de los
que migran se modifica según sus motivaciones,
pertenencias sociales, expectativas de vida y vínculos
con el sistema social cubano.
de la intención de trabajar estrechamente con el
Congreso para legislar medidas de castigo más severas
para los contrabandistas. En una primera lectura,
pareciera que tales acciones complementarían los
Acuerdos migratorios de 1994-1995. No obstante, un
análisis más apegado a la realidad sugiere otras
valoraciones. A ellas se puede arribar a partir de la
evaluación de los siguientes aspectos:
La escalada de agresiones de la administración Bush
Las visiones y aspiraciones acerca del derrocamiento
de la Revolución intentaron materializarse en planes
concretos para ser ejecutados ante la supuesta «transición
en Cuba», en oposición a lo que se denomina «sucesión
del poder», cuyo propósito es impedir la continuidad
histórica de la Revolución cubana. Se profundizó la
alianza estratégica entre el pensamiento de extrema
derecha que domina el poder político en los Estados
Unidos con los sectores más recalcitrantes de la
contrarrevolución de origen cubano. El ejemplo lo
constituye el «Informe de la Comisión para la asistencia
a una Cuba libre», de julio de 2006, bajo la dirección
de la secretaria de Estado y el de Comercio. Este
documento dedica varios párrafos al tema migratorio,
y su esencia consiste en imputar a Cuba hechos de
los que son responsables, en gran medida, los Estados
Unidos. También se refiere a otros temas vinculados
con la migración, como los viajes a la Isla de cubanos
residentes en ese país y el envío de remesas a
sus familiares. En él se afirma que
aunque el Comunicado Conjunto de 1994 obliga a la Isla
a tomar medidas para garantizar que la emigración sea
segura, legal y ordenada, el gobierno cubano continúa
negando a los funcionarios estadounidenses el permiso
para controlar a los emigrantes que son devueltos;
facilitando la salida de miles de cubanos anualmente por la
frontera terrestre de México hacia los Estados Unidos;
negando los permisos de salida a ciudadanos cubanos que
están calificados para viajar; haciendo que algunas personas
esperen años para emigrar, o prohibiendo rotundamente
a otros que emigren incluyendo médicos y familiares de
funcionarios del gobierno.12
Se acusa a Cuba de establecer medidas burocráticas
que impiden a la Sección de Intereses de Washington
(SINA) en La Habana realizar esfuerzos por cumplir
los compromisos estadounidenses según el Acuerdo,
así como operar con estos y otros mecanismos para
continuar manipulando los flujos migratorios hacia los
Estados Unidos. Finalmente, se intenta responsabilizarla
no solo por lo que consideran fracaso en el cumplimiento
de sus obligaciones con los Acuerdos migratorios, sino
además por realizar gestiones, repetidas y consistentes,
para impedir la emigración legal, ordenada y segura,
Medidas inmigratorias
El 11 de agosto de 2006, el Departamento de
Seguridad Nacional (DHS) de los Estados Unidos
anunció cambios en su política inmigratoria hacia Cuba;
supuestamente con el propósito de desestimular el
contrabando de personas y evitar la pérdida de vidas
humanas, a partir del aumento de las oportunidades
de reunificación familiar. Al mismo tiempo, se informó
117
Antonio Aja Díaz
de inmigrantes ilegales procedentes de Cuba que se
considerarían una amenaza para los Estados Unidos.
En la información sobre la reunión del gobernador de
la Florida con el comandante de Guardacostas, Thad
Allen, para revisar el plan ante una posible avalancha,
se señaló que se pondrían en acción treinta
embarcaciones, botes patrulla, helicópteros y aviones
del servicio de Guardacostas, si la cantidad de
emigrantes alcanzaba las trescientas personas por
semana. Si la cifra llegara a setecientas, se agregarían
barcos de la armada. Más de ochenta aviones y
embarcaciones marítimas se desplegarían si el éxodo
llegaba a tres mil personas semanales.
Desde la firma de la Ley Helms-Burton, en 1996,
las administraciones estadounidenses han señalado
reiteradamente que una salida masiva sería considerada
una amenaza para su seguridad nacional. Sin embargo,
hasta ese momento no se podían determinar
exactamente los límites de lo que era para ellos una
cifra mínima que pueda utilizarse como excusa para
una intervención en Cuba.
Otro hecho interesante se produjo el 2 de agosto
de 2006, cuando la administración Bush manifestó
preocupación ante la posibilidad de una salida por mar
desde el sur de la Florida con destino a Cuba. El
portavoz de la Casa Blanca, Tony Snow, declaró la
intención de evitar movimientos en ambas direcciones:
«Es importante decir [...] a la gente: quédense donde
están, este no es el momento para que la gente se eche
al agua y vaya en ambas direcciones».13
Nuevamente se puso de manifiesto que en la
disyuntiva de tomar posición ante los intereses de
la contrarrevolución de origen cubano, cuando estos
no coinciden ocasionalmente con los de los Estados
Unidos, la balanza se inclina a garantizar los
estadounidenses. Permitir un descontrol migratorio
entre la Florida y Cuba no está en los presupuestos de
la política norteamericana. La decisión del presidente
William Clinton de enviar a los balseros cubanos
a Guantánamo, en vez de permitir su acceso a la Florida,
en 1994, constituye un antecedente de esto.
encaminadas a interferir la política inmigratoria
estadounidense.
Los acápites dedicados a otras for mas de
agresión contra el país, como la «Negación
de ingresos al régimen» y «Regulaciones de la Oficina
de Control de Activos Extranjeros» (OFAC), se
vinculan, de una u otra forma, con aspectos del tema
migratorio.
Otro tanto ocurre con las regulaciones para la
OFAC, dirigidas a prohibir el envío de remesas a Cuba
a través de instituciones en terceros países; o sea, exigir
que todas sean encauzadas mediante agentes
expedidores norteamericanos autorizados, y a eliminar
el empleo de tarjetas para extraer dinero en los viajes
que permiten realizar a la Isla.
Esas medidas complementan un cuadro de
regulaciones migratorias a partir de la acción de la Ley
de Ajuste Cubano, la interpretación de la llamada
política de «pies secos, pies mojados», las normativas
restrictivas para los viajes de los ciudadanos de origen
cubano a la Isla (que implican una interpretación
distorsionada del concepto de familia), y la selectividad
hacia sectores de la sociedad cubana para el
otorgamiento de visas a emigrantes según el Acuerdo
migratorio vigente.
En relación con el proceso de reforma inmigratoria
en los Estados Unidos, debe añadirse la actuación de
la extrema derecha cubanoamericana. En sus intentos
de presionar al gobierno norteamericano para
endurecer la política agresiva contra Cuba, cuestionó la
propia existencia de los Acuerdos migratorios de 19941995 a partir de la aplicación —en su opinión, injusta—
de la política de «pies secos, pies mojados».
Percepciones sobre la situación interna en Cuba
El anuncio de Fidel Castro sobre la cesión de
responsabilidades, por su enfermedad, tuvo
repercusión en el tema migratorio entre Cuba y los
Estados Unidos. La primera reacción del servicio de
Guardacostas estadounidense fue anunciar que no
habría ningún cambio especial en las misiones previstas.
Sin embargo, los medios de prensa que reportaron
la noticia aludieron a los planes de contingencia ante
una eventual crisis en Cuba y al temor de las autoridades
a un nuevo éxodo, o que cientos de cubanos residentes
en la Florida traten de ir a buscar a sus familiares en
pequeñas embarcaciones. Tal sensación fue confirmada
por el gobernador de la Florida en declaraciones en las
que reconoció la existencia de un plan para evitar el
paso de una ola de inmigración masiva que podría crear
un gran riesgo de pérdida de vidas humanas.
En esa situación surgió un elemento novedoso: por
primera vez se dio a conocer públicamente la cantidad
Las medidas implementadas
Las noticias iniciales sobre un posible cambio en la
política inmigratoria hacia Cuba coincidieron con las
primeras declaraciones públicas del presidente George
W. Bush realizadas en una conferencia de prensa, en
Texas el 8 de agosto, después del anuncio de la
enfermedad del presidente cubano. Aunque el gobierno
de los Estados Unidos no mencionó los posibles
cambios, trascendió la existencia de «un borrador de
trabajo» que circulaba entre legisladores y funcionarios
gubernamentales.
118
Los Estados Unidos-Cuba. Emigración y relaciones bilaterales
El documento contenía un plan con el objetivo de
frenar la inmigración ilegal desde Cuba e impedir el
ingreso de «funcionarios del régimen sobre quienes
pesen sospechas de abusos contra derechos humanos».14
La idea de la administración, al parecer, era usar el
paquete de veinte mil visas anuales acordadas con
el gobierno cubano para facilitar la reunificación familiar.
Pudiera interpretarse que de esta forma intentaban evitar
que residentes de origen cubano estimularan las entradas
ilegales mediante contrabandistas.
En cuanto a las visas de inmigrantes, era evidente la
pretensión de facilitar el ingreso en los Estados Unidos
a profesionales cubanos, particularmente los médicos
que trabajaban en terceros países, los cuales tendrían
derecho a beneficiarse de ese paquete.
Los cambios en la política inmigratoria dictados
en 2006 incluyeron el incremento en la proporción
de visas para reunificación familiar, la negativa de
elegibilidad para ello a los interceptados en alta mar, la
implementación de un sistema que informara a los
familiares en los Estados Unidos sobre estos últimos,
la negativa de beneficios migratorios a funcionarios
cubanos «violadores de los derechos humanos» y la
utilización de la potestad de parole para los médicos
cubanos en terceros países.15
El contenido de la primera de estas acciones se basa
en que el proceso de inmigración desde Cuba es
regulado por el Comunicado Conjunto del 4 de
septiembre de 1994 y este permite a los Estados Unidos
procesar un mínimo de migrantes para viajar a ese país,
a cuenta de la reunificación familiar. Una significativa
cantidad de individuos que cada año solicitan visas de
reunificación familiar, no las obtienen. El plan apuntaba
a reducir esta acumulación a partir del reconocimiento
de estos individuos como una cuarta clase de migrantes.
En adición a los ganadores de la lotería cubana, el plan
se propuso ejercer, a discreción, la entrada de esas
personas, mediante parole. Se explica que con esta nueva
política la reunificación familiar bajo palabra representará,
aproximadamente, 60% de los beneficiados cada año, y
los ganadores de la lotería, el resto.
Si la medida que negaba los beneficios de la
reunificación familiar a los cubanos que fueran
interceptados en el mar, en su intento de entrar
ilegalmente a los Estados Unidos, se llevaba a la práctica,
podría ser otro factor en contra de las salidas ilegales
por vía marítima; aunque no sería el decisivo, en tanto
se mantuviera la Ley de Ajuste Cubano y la interpretación
en curso de la política de «pies secos, pies mojados».
Podría entenderse como una continuidad del sentido
inicial de los Acuerdos migratorios actuales, solo que
aún es parcial, fragmentado y no toca la médula del
problema: aquello que realmente propicia y facilita la
presencia de los balseros cubanos. En consecuencia,
la medida pareciera responder más a las circunstancias
inmigratorias de los Estados Unidos, donde el tema
de los indocumentados y el tráfico de personas ocupa
un espacio de significación y polémica, que a una real
intención de la administración de solucionar
definitivamente el tema con Cuba.
Respecto a la reunificación familiar y la supuesta
preferencia que se le otorga por las nuevas medidas
inmigratorias de los Estados Unidos para Cuba, esas
acciones no necesariamente tendrían un efecto disuasivo
sobre aproximadamente 55% de los potenciales
emigrantes por vía ilegal que, o no tienen familia en los
Estados Unidos o sus familiares son tíos o primos que
no pueden reclamarlos. Un proceso de reclamación
por vía familiar que abarque a un mayor número de
personas y tenga un rol realmente disuasivo, no podría
llevarse a cabo sobre la base solo de los primeros grados
de consanguinidad, según lo que estipula la Ley
inmigratoria de ese país.
Por otra parte, implementar un sistema que
informara sobre los interceptados en alta mar a sus
familiares en los Estados Unidos, pudiera incrementar
la petición de noticias acerca de los devueltos, por parte
de la SINA, y sus intentos de visitar a estas personas
o enviar emisarios con este fin.
Síntesis cronológica sobre el tema migratorio
2004
Enero. Los Estados Unidos comunican su decisión
de suspender las conversaciones migratorias y reclaman
a Cuba que demuestre su voluntad de discutir las
cuestiones planteadas por la parte norteamericana en
anteriores rondas: la salida pendiente de personas con
visados, una nueva convocatoria para la lotería de visas,
un puerto de mayor calado para las devoluciones de
los balseros cubanos, y la aceptación de nuevos retornos
de cubanos excluibles. Cuba responsabiliza a la parte
norteamericana de la suspensión y de entorpecer el
principal mecanismo de diálogo y revisión del
cumplimiento de los Acuerdos. Señala la notable
reducción del otorgamiento de visados, y la no
devolución de una parte de los balseros interceptados
en el mar, entre otras irregularidades y violaciones por
parte de los Estados Unidos.
Julio. Los Estados Unidos anuncian el cumplimiento
del otorgamiento de los visados correspondiente al
año en curso y culpan a Cuba de negar la salida a un
grupo de personas y de fomentar el éxodo migratorio
masivo.
119
Antonio Aja Díaz
2005
Guardacostas asegura su plena disposición ante un
posible éxodo masivo desde Cuba.
Agosto. Fallecen 31 ciudadanos cubanos que
buscaban emigrar bajo una operación de tráfico de
personas. Cuba responsabiliza a la administración Bush.
Los Estados Unidos informan del cumplimiento del
otorgamiento de visados; acusan a Cuba de no otorgar
el permiso de salida a un grupo de personas, de no
acceder a que se realice una nueva convocatoria del
sorteo de visas y de someter a los que son devueltos
a la Isla por el servicio de Guardacostas, a persecución
y supuestas torturas.
Octubre. El servicio de Guardacostas de Miami
reconoce el aumento de las acciones de los
contrabandistas, con medios de acción rápida,
originadas en el sur de la Florida para traficar con
emigrantes cubanos.
2007
Enero. The New York Times publica un artículo sobre
la preparación de la base naval de Guantánamo ante
un posible éxodo masivo desde Cuba.
Marzo. Se realizan ejercicios militares, bajo la
conducción del DHS en la Florida, con el propósito
de enfrentar un flujo de inmigrantes procedentes de
Cuba.
Julio. Cuba alerta sobre la baja ejecución del
otorgamiento de visados para emigrantes cubanos, a
tenor de los Acuerdos migratorios. Reitera su condena
a la Ley de Ajuste... y a la aplicación de la política de
«pies secos-pies mojados». Los Estados Unidos admiten
que no cumplirían, pero responsabilizan a Cuba por
ello, reiterando los argumentos esgrimidos sobre la
necesidad del aumento del personal en su oficina en
La Habana y la demora en el otorgamiento de visados
a funcionarios estadounidenses. El Servicio de
Inmigración y Ciudadanía (USCIS) informa la extensión
de los beneficios de la Ley de Ajuste Cubano a
ciudadanos de terceros países descendientes de cubanos.
Agosto. Cuba denuncia el envío hacia la base naval
de Guantánamo de emigrantes ilegales cubanos
interceptados en alta mar.
Noviembre. El USCIS anuncia la constitución del
Programa de permisos para reunificación de familias
cubanas.
2006
Febrero. Cuba denuncia, mediante una intervención
de Fidel Castro, en el programa televisivo Mesa redonda,
la política agresiva de los Estados Unidos, en particular la
violación de los Acuerdos migratorios. Los Estados
Unidos, mediante una declaración de su secretaria de
Estado, ratifican que no se producirían cambios en la
política migratoria hacia la Isla.
Marzo. Se produce la condena, en los Estados
Unidos, de dos personas de origen cubano, residentes
en ese país, por tráfico ilegal de personas y el
fallecimiento de un menor, durante el año anterior.
Abril. Cuba denuncia, a través del diario Granma, la
continuación de las operaciones de tráfico de personas
organizadas desde la Florida —de lo cual responsabiliza
a las autoridades estadounidenses y a la aplicación de la
Ley de Ajuste Cubano.
Julio. Como resultado de la renovación en la Florida
de los planes en caso de éxodo masivo desde Cuba, se
conocen las cifras de inmigrantes que serían consideradas
para la toma de medidas por el gobierno de ese estado.
Agosto. Con posterioridad a la información sobre la
salud de Fidel Castro, el 31 de julio, los Estados Unidos
declaran, mediante el vocero de la Casa Blanca, que se
mantienen las políticas migratorias encaminadas a una
migración segura, ordenada y legal desde Cuba. El
servicio de Guardacostas informa de su quehacer para
controlar una posible emergencia migratoria
procedente de la Isla. El Departamento de Estado alude
a supuestos incumplimientos de la parte cubana,
reiterando los argumentos ya conocidos.
Diciembre. La prensa europea publica la información
del cumplimiento de la cifra de visados a cubanos para
emigrar a los Estados Unidos y el aumento de las
otorgadas para visitas temporales. El servicio de
2008
Abril. Los Estados Unidos anuncian la aplicación
del Programa de permisos para reunificación de familias
cubanas.
Mayo. Los Estados Unidos anuncian la presentación
de cargos, por tráfico ilegal de personas, a más de veinte
residentes en el sur de la Florida.
Octubre. Se conoce de nuevos procesos a personas
de origen cubano, por operaciones de contrabando y
secuestro de inmigrantes cubanos.
Lo ocurrido entre 2000 y 2008 es lo que heredó, en
2009, la administración de Barack Obama, quien
representaba la esperanza y la posibilidad de un cambio.
Se enfrenta a una agenda compleja en el campo de la
política interna y exterior de los Estados Unidos, cuando
su hegemonía en el mundo se fragmenta por múltiples
puntos, e incluso sus aliados ideológicos europeos
difieren en términos de la acción política, en más de
una ocasión.
En este contexto, Cuba no es —como tampoco lo
ha sido en otros momentos durante los últimos
cincuenta años— una de las principales prioridades de
120
Los Estados Unidos-Cuba. Emigración y relaciones bilaterales
la administración demócrata, lo cual no significa que
pueda obviarse toda la política de hostilidad, agresiones
y provocaciones que el imperio del norte viene
ejecutando contra la Revolución cubana. La permanencia
del bloqueo es la muestra más palpable de ello.
El tema migratorio debe continuar fungiendo como
uno de los principales canales de comunicación,
intercambio e incluso implementación de acciones de
acercamiento que alivien tensiones y presenten un nuevo
escenario con respecto a las relaciones entre ambos
países.
Para evaluar el posible accionar de la administración
Obama acerca del tema migratorio entre los Estados
Unidos y Cuba, se pueden tomar en consideración,
además de lo analizado, la situación inmigratoria de su
país y la proyección de la comunidad cubana del sur
de la Florida sobre el asunto.
de presentar una iniciativa bipartidista sobre una
posible reforma inmigratoria y el cumplimiento de
las promesas de la campaña presidencial.
Proyección de la comunidad cubana del sur
de la Florida
Principales factores:
z
z
Situación inmigratoria de los Estados Unidos
z
Los principales factores que tomar en consideración
son:
z
z
z
z
z
z
z
z
El proceso de endurecimiento de las condiciones
inmigratorias durante la administración Bush.
Los acontecimientos del 11 de septiembre.
Criminalización de los inmigrantes y de la
inmigración.
El problema de las fronteras y la baja efectividad de
las medidas de control ante la magnitud de los flujos
migratorios.
La tendencia a vincular la seguridad nacional con el
fenómeno histórico de la inmigración y la puesta en
práctica de medidas que afectan los derechos
humanos de los que migran. Aumento de la
vulnerabilidad de los indocumentados.
Los cambios paulatinos en la legislación inmigratoria
y en la estructura y funciones de las agencias
competentes.
La Ley de Seguridad Nacional y la división del
Servicio de Inmigración y Naturalización (INS) en
dos agencias que priorizan el control inmigratorio.
Ley de Protección de la Frontera, Antiterrorismo y
Control de Inmigración Ilegal: penalización de
traficantes, sistema de verificación retroactiva del
empleo con los patronos, autorización a la policía
estatal para solicitar documentos migratorios,
construcción del muro en la frontera con México,
entre otras medidas.
Las implicaciones del aumento de la presencia latina
en los Estados Unidos —más de cuarenta millones—
y los factores que estimulan la inmigración hacia ese
país.
El debate en el poder legislativo, judicial y ejecutivo,
y en la sociedad, sobre la inmigración. La posibilidad
z
z
z
z
121
El crecimiento demográfico resultado del flujo
permanente de personas desde Cuba, integrado por
actores sociales diferentes de las primeras oleadas.
La emigración de los 90 e inicios del siglo XXI y sus
posiciones sobre Cuba.
Temas que movilizan a esa comunidad: remesas,
viajes a Cuba, reunificación familiar, retorno al país,
bloqueo, restablecimiento de relaciones diplomáticas
y transición hacia la democracia.
El cuestionamiento de la aplicación de la política de
«pies secos-pies mojados», pero no de la existencia
de la Ley de Ajuste Cubano. El tráfico y contrabando
de cubanos y la participación de las familias al optar
por esta vía como la más rápida y posible para
personas que no pueden acceder a lo regulado en
los acuerdos migratorios.
Se amplía la diferencia entre las posiciones de la
ultraderecha de origen cubano, incluyendo a los tres
congresistas, las organizaciones contrarrevolucionarias
de alta beligerancia, los denominados moderados
en el espectro político de los cubanos en el sur de la
Florida, y el amplio conglomerado de esa población.
La capacidad real que puedan tener los diferentes
sectores políticos y sociales cubanos para incidir
en la agenda de las relaciones migratorias de la
nueva administración, a favor o en contra de la actual
dinámica.
La evaluación del impacto que tendría, en esa
comunidad y en el resto de los asentamientos de
origen cubano en los Estados Unidos, la introducción
de modificaciones sustanciales a la política migratoria de
ese país hacia Cuba, aplicada en los últimos cincuenta
años. En particular la posible eliminación de las
preferencias y privilegios hacia los inmigrantes
cubanos, y su conceptualización como refugiados
políticos.
La existencia en los Estados Unidos de más de
1 250 000 personas de origen cubano, ubicados por
su situación económica, sociodemográfica y cultural,
por encima de la mayoría de los grupos inmigrantes
de origen latino en ese país. La actualidad y el futuro
del funcionamiento de ese enclave en el sur de la
Florida, en su proyección dentro de la sociedad
estadounidense y hacia la cubana, su rol en los
procesos de atracción migratoria.
Antonio Aja Díaz
Continuación de las conversaciones migratorias
Con posterioridad, el escenario de diálogo se
enturbiaría por el encuentro que sostuvo la delegación
norteamericana con supuestos disidentes cubanos. No
obstante, la parte cubana, mediante una declaración de
su Ministerio de Relaciones Exteriores, al evaluar lo
ocurrido, reiteró su disposición de
El 14 de julio de 2009 se reiniciaron las rondas de
conversaciones migratorias entre Cuba y los Estados
Unidos, suspendidas por la parte norteamericana en
2004. Con antelación, en abril, la administración Obama
levantó las restricciones de viajes a Cuba para los
cubanos. Menos de treinta días después, se propuso
a la Isla reanudar las conversaciones, y Cuba aceptó el
31 de mayo.
En esta vigésimoprimera ronda migratoria, La
Habana ratificó su compromiso con los acuerdos
migratorios vigentes entre los dos países y presentó
a la parte norteamericana una propuesta de nuevo
Acuerdo, con el objetivo de garantizar una emigración
legal, segura y ordenada, y cooperar de forma más
efectiva en el enfrentamiento del tráfico ilícito de
personas.
Los Estados Unidos dieron a conocer su intención
de que las conversaciones se centraran en la mejor
manera de promover una política migratoria segura,
legal y ordenada, mediante un comunicado del
Departamento de Estado. Ambas partes reiteraron sus
demandas esenciales.
El 19 de febrero de 2010 se celebró en La Habana
una nueva ronda de conversaciones. Al igual que durante
las celebradas en Nueva York, se habló de otros temas.
Cuba reiteró las propuestas hechas en julio referentes a
la cooperación en el enfrentamiento al narcotráfico, al
terrorismo y al tráfico de personas, y para proteger el
medio ambiente y afrontar los desastres naturales. Según
el comunicado de la parte cubana, esta expresó su
disposición a firmar con el gobierno de los Estados
Unidos un acuerdo para el enfrentamiento al
narcotráfico.
Los temas básicos identificados por Cuba para un
proceso de diálogo dirigido a mejorar las relaciones
bilaterales han sido:
z
z
z
z
z
z
z
z
sostener un diálogo respetuoso sobre cualquier tema con
el gobierno de los Estados Unidos siempre que sea entre
iguales, sin menoscabo de la independencia, soberanía y
autodeterminación.17
En consecuencia, un escenario posible a corto y
mediano plazo en la relación migratoria entre los
Estados Unidos y Cuba puede estar caracterizado por:
z
z
El cumplimiento en todas sus partes de los
Acuerdos migratorios vigentes, incluyendo en las
conversaciones la evaluación de otros asuntos de
interés en esta dimensión; como ha ocurrido hasta
el momento, en particular con el tema de las
comunicaciones. Ello significaría retornar al
momento final de la anterior administración
demócrata y utilizar el tema migratorio como
posible canal de comunicación entre las dos partes,
como ha ocurrido en la historia de las últimas cinco
décadas.
El cumplimiento de las promesas electorales:
eliminación de las trabas para el envío de remesas
y para los viajes a Cuba, a la vez que se abre el
canal a una comunicación, entre otros, al tema
migratorio, aunque el equilibrio de este proceso se
mantiene incierto y ante constantes posibles
amenazas.
Aunque la eliminación de la Ley de Ajuste Cubano
sería el paso medular para el cambio de la política
migratoria de los Estados Unidos para Cuba, los
elementos conocidos hasta el momento, no indican
que pueda esperarse a corto y mediano plazos,
o sea, entre el primer y un posible segundo mandato
del presidente Obama. Sin embarg o, esta
administración tiene ante sí un grupo de medidas y
antecedentes propicios para dar pasos en el orden
de la normalización de las relaciones migratorias, que
serían funcionales a la situación y urgencias del
problema inmigratorio de la Unión. A la vez, pueden
establecer un canal de comunicación y diálogo con
Cuba, a partir de la disposición reiterada por parte
de esta a discutir cualquier tema en condición de plena
igualdad.
Cuba, por su parte, enfrenta retos significativos
en el tema migratorio —en particular con los Estados
Unidos— que debe asumir con objetividad y en
función de los intereses de la nación, donde la
seguridad nacional no puede quedar relegada a un
segundo plano.
El levantamiento del bloqueo económico, comercial
y financiero.
La exclusión de Cuba de la lista de países terroristas.
La abrogación de la Ley de Ajuste Cubano y la
política de «pies secos-pies mojados».
La compensación por daños económicos y
humanos.
La devolución del territorio ocupado por la base
naval de Guantánamo.
El fin de las agresiones radiales y televisivas desde
los Estados Unidos contra Cuba.
El cese del financiamiento a la subversión interna.
La solicitud de liberación de los cinco antiterroristas
cubanos, en prisión desde hace once años.16
122
Los Estados Unidos-Cuba. Emigración y relaciones bilaterales
Notas
10. Antonio Aja Díaz, Al cruzar..., ob. cit., pp. 129-131.
11. Ibídem, p. 142.
1. Antonio Aja Díaz, Al cruzar las fronteras, CEDEM-UNFPA, La
Habana, 2009, pp. 108-10.
12. Comisión para la asistencia a una Cuba libre, «Informe al
Presidente» (julio de 2006), Washington, DC, disponible en
www.cubavsbloqueo.cu.
2. Etapa de crisis económica, con profundo impacto social, que se
produce por el derrumbe del campo socialista y la desaparición de
la URSS, principal socio económico y político del proyecto cubano.
13. Tony Snow, «Conferencia de prensa», AFP, Washington, DC,
agosto de 2006.
3. Antonio Aja Díaz, «Cuban Emigration in the 1990s», Cuban
Studies, n. 30, Pittsburgh, 1999, pp. 1-25.
14. «Con Castro enfermo, los Estados Unidos se preparan ante
posible ola migratoria», Reuters, Miami, 2 de agosto de 2006.
4. Antonio Aja Díaz, Al cruzar..., ob. cit., pp. 199-212.
15. Tony Snow, ob. cit.
5. Ibídem, pp. 201-10.
16. Antonio Guerrero, Fernando González, Gerardo Hernández,
Ramón Labañino y René González fueron apresados por el FBI en
septiembre de 1998 [N. del E.]
6. Investigación realizada por Consuelo Martín y el autor sobre el
retorno temporal de cubanos residentes en los Estados Unidos y
Puerto Rico, Fondos bibliográficos del Centro de Estudios de la
Migración Internacional (CEMI), Universidad de La Habana, 2004.
17. «Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores de la
República de Cuba», La Habana, 20 de febrero de 2010, disponible
en www.cubaminrex.cu.
7. Antonio Aja Díaz, Consuelo Martín, Magali Martín, «Estudios
de las salidas ilegales por vía marítima desde Cuba hacia los Estados
Unidos. Continuidad del análisis a partir de los Acuerdos migratorios
de 1994-1995», Fondos bibliográficos del CEMI, Universidad de
La Habana, 2006.
8. Antonio Aja Díaz, Al cruzar..., ob. cit., pp. 199-212.
9. Consuelo Martín y Antonio Aja Díaz, ob. cit., pp. 24-40.
©
123
, 2010
no. 62-63: 124-135, abril-septiembre de 2010.
Sheryl Lutjens
Corrientes
académicas y culturales
Cuba-Estados Unidos:
temas y actor
es
actores
Sheryl Lutjens
Investigadora. Universidad del Estado de California, en San Marcos.
L
os intercambios académicos, educacionales y
culturales entre Cuba y los Estados Unidos han
creado un complejo campo de relaciones dentro del
cual interactúan la gestión, el poder y las posibilidades
de un cambio de paradigmas. Las dificultades para que
se llevaran a cabo durante las tres primeras décadas de
la Revolución cubana fueron enormes, igual que lo han
sido los retos y problemas que han marcado los años
90 y los primeros de este siglo. La política de los
Estados Unidos hacia Cuba ha aspirado a controlar
las relaciones académicas y culturales aunque sin tener
una comprensión cabal de los vínculos entre la
educación, los intelectuales y la generación de
conocimientos, en sus propios términos. Al emplear
las transacciones económicas como instrumento de
control y someter las relaciones históricas a narrativas
en donde prevalecen razonamientos de seguridad, las
políticas anteriores y las presentes han soslayado la
realidad de la globalización y las dinámicas —cada vez
más transnacionales— vigentes en la educación, en la
generación de conocimiento y en las tecnologías
de la información, que facilitan la rápida circulación de
datos, ideas, y prácticas culturales.1 Aquellas personas
involucradas en establecer y poner en práctica los
intercambios —académicos, estudiantiles, intelectuales,
artísticos— tienen un lugar importante en las relaciones
entre los Estados Unidos y Cuba por obvias y no tan
obvias razones. Al ubicar la cooperación que marca los
intercambios dentro de la dinámica de su contexto
histórico, este ensayo se vale de experiencias, logros y
retos bien conocidos, y de otros menos visibles, para
hacer una nueva lectura, en particular, de las agencias
académicas e intelectuales.2
Historias: 1959-1989 y más allá
La historia de las relaciones académicas y de los
intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos
después de la revolución de 1959 se puede explicar en
términos de las acciones bilaterales, de las políticas
estatales que las controlan, y de los esfuerzos por
renegociar y ampliar las interacciones. Los elementos
de esta historia —o, tal vez, historias contrapuestas—
ya han sido descritos, analizados e interpretados por
estudiosos, antes y después de 1989, aunque las visiones
124
Corrientes académicas y culturales Cuba-Estados Unidos: temas y actores
América y LASA firmaron un acuerdo formal para
crear grupos de investigaciones particulares con
miembros de los dos países; el proyecto recibió
financiamiento de la Fundación Ford y se mantuvo
durante más de una década. La Enmienda Berman
(1988) limitó la capacidad del Presidente para controlar
(por medio de licencias) la importación de materiales
informativos procedentes de Cuba y, ya en 1991, ello
incluía publicaciones, materiales grabados (música),
pinturas, dibujos y esculturas.
de conjunto son bastante escasas. El desarrollo de las
relaciones académicas y culturales después de 1959 es,
pues, parte de una historia de persistencia y expansión;4
los logros alcanzados, incluyendo la creación de un
campo interdisciplinario denominado Estudios
Cubanos, llaman la atención si se tiene en cuenta las
incesantes dificultades a que se han enfrentado los
anteriores y los actuales contactos y colaboraciones.
3
Después de 1959
Después de 1989
Los factores que condicionan las relaciones bilaterales
Estados Unidos-Cuba, incluyendo su ruptura, la
hostilidad, y la ideología de la Guerra fría explican, en
parte, los impedimentos posteriores a 1959.5 Lo que
Stephenson llama el período de las «corrientes congeladas»
concluyó con la apertura de los viajes a Cuba por el
presidente James Carter. Ya estudiantes y académicos
habían tomado decisiones en este sentido por su interés
en conocer Cuba. Académicos de los Estados Unidos
y de otros países llevaron a cabo, durante los primeros
años, investigaciones que dieron como resultado
algunos de los estudios clásicos sobre la joven
revolución; la brigada Venceremos se creó en 1969; y
el Centro de Estudios Cubanos, inaugurado en Nueva
York en 1972, organizó el primer encuentro —que
estuvo patrocinado por una institución— entre expertos
de ambos países en el mes de diciembre de 1973.6 Las
interacciones se incrementaron con la apertura a los
viajes durante la administración Carter, y las nuevas casirelaciones diplomáticas, materializadas en la creación
de Secciones de Intereses, en La Habana y Washington,
DC. Dos senadores estadounidenses viajaron a La
Habana en 1977, y en octubre, varios académicos
cubanos asistieron, en Houston, al Congreso
Internacional de la Asociación de Estudios sobre
América Latina (LASA). Un intercambio formal se
estableció entre el Centro de Estudios Avanzados de
la Universidad Johns Hopkins y la Universidad de la
Habana, en 1979.7 El cambio de regulaciones que se
produjo durante el gobierno de Carter facilitó también
las «aperturas musicales», incluyendo giras por los
Estados Unidos de Pablo Milanés, Silvio Rodríguez,
Irakere y el Conjunto Folklórico Nacional, entre otros.8
Durante la década de los 80, el gobierno de Ronald
Reagan reafirmó oficialmente el anticomunismo y
restableció las restricciones a los intercambios
académicos. En 1982, se estableció la licencia general
para investigadores; aunque la Proclama Presidencial
5377, de octubre de 1985, restringía los viajes de
cubanos a los Estados Unidos, y prohibía la entrada
a funcionarios o empleados del gobierno o del Partido
Comunista de Cuba. No obstante, los intercambios
continuaron.9 En 1983, el Centro de Estudios sobre
En la esfera de los intercambios académicos y
culturales había muchos puntos firmes de contacto, que
vinculaban a individuos, grupos, instituciones y
organizaciones no-gubernamentales, y a pesar de la
legislación perjudicial que aprobó el Congreso durante
los primeros años de la década de los 90, la colaboración
siguió aumentando. La reconfiguración del orden
mundial después de 1989 minó, de alguna manera, la
lógica anticomunista de la seguridad nacional, y los
cambios durante el gobierno de William Clinton
mantuvieron el anticastrismo, pero con una nueva forma
de intervencionismo, que se expresó en la Ley para la
Democracia en Cuba, de 1992 y la Helms-Burton, de
1996. Los viajes e intercambios con Cuba ahora se verían
desde un punto de vista «instrumentalista», como un
medio para lograr el colapso del régimen cubano.10 Por
ejemplo, el equipo de beisbol Orioles de Baltimore jugó,
con un seleccionado «todos-estrellas», en Cuba y después
en Baltimore. En mayo de 1999, se volvió a poner en
vigor el permiso general a profesionales, para viajes de
investigación a tiempo completo; se autorizaron otros
específicos (de hasta dos años de duración) para
actividades educacionales de estudiantes de todos los
niveles, así como para estudios no académicos, que
alentaran el intercambio directo entre personas de Cuba
y los Estados Unidos. El Carril II, aunque tenía como
intención subvertir el régimen cubano, abrió más puertas
culturales. En 1996, el popular grupo cubano Los Van
Van viajó al país del norte, y «durante los siguientes cinco
años, la mayoría de las personalidades más importantes
de la música cubana contemporánea realizaron
presentaciones en los Estados Unidos».11 La institución
Global Exchange organizó a quinientas personas para
sus viajes a Cuba entre 1995 y 2005.12
Las leyes de la década de los 90 y las intenciones
subversivas del gobierno de William Clinton provocaron
fuertes respuestas por parte del Estado cubano, anunciadas
por la crítica pública realizada por el Comité Central del
PCC, en abril de 1996, a varias instituciones de investigación
que regularmente participaban en intercambios
internacionales, como apunta Kimberly Stanton:
125
Sheryl Lutjens
Se revisaron los objetivos de investigación, se establecieron
nuevos procedimientos para la aprobación de colaboraciones
con entidades de los Estados Unidos, los permisos de salida
para los investigadores y especialistas —particularmente para
viajar a los Estados Unidos— se hicieron más difíciles de
obtener, y el ritmo de trabajo de los proyectos de colaboración
ya existentes se hizo más lento.13
de 1977, la participación de Cuba fue constante hasta
bien entrada la década de los 2000.19
Los viajes de estudiantes a Cuba fueron otro
indicador de la expansión de la colaboración en el
campo de la educación. Ya en 2003, la Oficina de
Control de Activos Extranjeros (OFAC) había
otorgado 760 licencias por un término de dos años
a instituciones educacionales de los Estados Unidos.
Stephenson informa de al menos 35 programas de
estudios en Cuba en 2002.20 En 2004, Cuba ocupaba
el número catorce en la lista de destinos de los
estudiantes norteamericanos de educación superior.
La floreciente cooperación académica y educacional
antes descrita fue creando un conjunto de espacios
definidos por distintos tipos de compromisos
disciplinarios y personales, sitios institucionales, y
propósitos. Sin embargo, fueron más los espacios y las
relaciones de cooperación que prosperaron en la década
de los 90 (y antes). Los nuevos programas universitarios
ayudaron a darle una nueva forma al intercambio, con
frecuencia apoyándose en el trabajo y los esfuerzos de
estudiosos y expertos. El Centro David Rockefeller,
de Harvard, por ejemplo, creó un Programa Cuba con
financiamiento de las fundaciones MacArthur, Ford y
Christopher Reynolds. Ya en 2005 había servido de
anfitrión a más de sesenta expertos cubanos, auspiciado
seis conferencias académicas, editado dos colecciones
de ensayos de estudiosos de ambos países, y sostenía
un intercambio sistemático con el Instituto Pedro Kourí,
de La Habana.21
Menos visibles o reconocidas son otras colaboraciones,
como el programa de becas para estudiantes
norteamericanos en la Escuela Latinoamericana de
Medicina, en las afueras de La Habana. El primero
de ellos entró en la primavera de 2001 y en la de 2009
había más de 119, de 37 estados diferentes, así como
de Puerto Rico y Washington, DC. También señalado
por la iniciativa de individuos es el caso de la
Conferencia de la Asociación de Filósofos Radicales
en Cuba. Comenzó con un viaje de seis filósofos a la
Isla en mayo de 1982.22 En el año 2009 se realizó
la vigésima edición de este tipo de reunión.
Otra colaboración académica sustentada de manera
similar a través de los años, por esfuerzo personal, es el
Seminario Científico sobre la Calidad de la Educación:
Intercambio de Experiencias de Profesionales Cubanos
y Norteamericanos. 23 Durante quince años de
colaboración han tenido más de cuatrocientos
participantes (algunos de los cuales regresan todos los
años) y el Seminario se celebra en distintas provincias,
a diferencia de otros tipos de colaboración que se
desarrollan solamente en la capital.
Son numerosos los resultados de las tres primeras
décadas de cooperación académica posrevolucionaria.
Es útil resumir brevemente algunos más, antes de volver
A través de los años, los problemas de acceso han
caracterizado las relaciones de intercambio académico,
estudiantil, y cultural.14 Entre estos se hallan los creados
por medidas de los Estados Unidos y otros que reflejan
las posiciones cubanas: los límites de financiamiento
para investigaciones, los problemas de comunicación,
las restricciones de los viajes a Cuba y «la falta de
información en los Estados Unidos sobre el país».15
Todos estos factores contribuyeron a que decayeran
las relaciones profesionales e institucionales necesarias
en cualquier contexto de investigación, pero tal vez
especialmente en el caso de Cuba. Al mismo tiempo,
su deterioro afecta el acceso al trabajo de campo. La
aprobación de proyectos de investigación requiere
apoyo institucional y lograrlo puede llevar años. Como
afirma Fuller:
Sobre el fondo de virulencia extrema que ha caracterizado
las relaciones Estados Unidos-Cuba durante mucho
tiempo, los vínculos —tanto personales como
profesionales— se han atrofiado en ambas direcciones, y
como consecuencia, muchos cubanos que están en posición
de facilitar la investigación a un especialista norteamericano
en ciencias sociales se muestran —comprensiblemente—
reticentes a hacerlo.16
Cuatro notables acontecimientos en la esfera de las
relaciones de intercambio han resuelto algunos de los
problemas de las investigaciones que se realizan en el
terreno prohibido que identificó Fuller. La financiación
de las fundaciones ha sido un factor crítico en la
expansión de las individuales y en la colaboración entre
instituciones y grupos.17 Se ha hecho más fácil encontrar
financiamiento para investigaciones de tesis en Cuba y
algunos cubanos lo han recibido para trabajar en los
Estados Unidos.
Las capacidades de comunicación e información
se han expandido notablemente a partir de los
primeros tiempos de los intercambios académicos
posrevolucionarios. Especialmente en la última década,
ha sido asombrosamente rápida la transición de
llamadas telefónicas y faxes, a Internet y la transferencia
electrónica de documentos. La comunicación
profesional también ha aumentado mucho con la
creciente participación cubana en las asociaciones
académicas internacionales y en las que tienen su base
en los Estados Unidos. Más de veinte asociaciones
profesionales de este país tenían miembros cubanos
o vinculados con Cuba al inicio de la década de los 2000.18
La Asociación de Estudios Latinoamericanos es un buen
ejemplo. A continuación de su congreso internacional
126
Corrientes académicas y culturales Cuba-Estados Unidos: temas y actores
a la seguridad nacional y a la guerra contra el terrorismo.
Las demoras en conceder visas reflejaron las nuevas reglas
que se habían puesto en vigor para todos aquellos que
quisieran entrar a territorio estadounidense, y la exclusión
de los que estaban en desacuerdo con la política de
Washington. La Iniciativa para una Nueva Cuba se
anunció en 2003, y sus principales medidas fueron
incrementar los viajes por motivos familiares, por parte
de cubanoamericanos y poner punto final a los
programas culturales de persona a persona, que habían
llevado unos cuarenta mil ciudadanos norteamericanos
a Cuba anualmente, en visitas no académicas. No se
renovaron licencias. Por ejemplo, las solicitudes del Museo
Metropolitano de Arte y del Museo de Historia Natural
de los Estados Unidos fueron denegadas.26 Nuevas
regulaciones identificaron con más claridad qué actores
en Cuba eran, con mayor probabilidad, promotores de
cambios y, por tanto, merecedores del apoyo
norteamericano, priorizando a grupos de oposición por
medio de talleres, funciones y actividades humanitarias.
Todavía más impresionantes fueron los cambios que se
propugnaron en 2004 por la Comisión de Ayuda a una
Cuba Libre, cuyo informe de 453 páginas presentaba
planes para una Cuba post-Castro, una estrategia para
acelerar el cambio, y la base para reformar las reglas de
los compromisos con la Isla. En junio se promulgaron
nuevas regulaciones, que eliminaban los viajes por cuenta
de los anfitriones, abolían por completo la categoría
persona-a-persona, restringían (entre otros cambios) los
estudios en el extranjero a programas de diez semanas
o más de duración; eliminaban los viajes de estudiantes de
la enseñanza media, reafirmaban que asistir a conferencias
no equivale a una actividad investigativa, y limitaban
severamente las visitas familiares por parte de los
cubanoamericanos.27
Los efectos de las nuevas regulaciones fueron rápidos
y dramáticos. Se eliminaron los cursos cortos, los de
verano, así como los viajes individuales de estudiantes,
y los estrictos requisitos que se establecieron trajeron
como resultado el cierre de muchos programas
semestrales vigentes. En 2003, aproximadamente
210 000 estadounidenses (de todas las categorías)
viajaron a Cuba. En 2006 había habido una reducción
de 80% en los viajes por motivos familiares y de 90%
en todos los otros tipos para los que se habían otorgado
licencias. De igual modo que a los académicos
e investigadores internacionales, se negaron visas a los
académicos y artistas cubanos. Por ejemplo, solo 20%
de las solicitudes del Ministerio de Cultura en el período
de enero de 2004 a junio de 2005 recibieron visas.28 En
2006, Robin Moore se lamentaba de que
nuestra atención al estudio de los impedimentos, retos
y acciones a partir del año 2000. El intercambio
académico, educacional y cultural ha favorecido la
publicación de los resultados de investigaciones y
estudios en muchos formatos. Los trabajos de autores
cubanos han sido traducidos para publicarse en revistas
científicas, volúmenes editados, y como monografías
de un solo autor. Paralelamente, se han publicado en
Cuba artículos, capítulos y libros escritos por
académicos e investigadores norteamericanos.24 Ya en
el año 2000 habían surgido nuevas generaciones de
investigadores, tanto en Cuba como en los Estados
Unidos. El distanciamiento cultural creado por las
hostilidades bilaterales se ha mitigado gracias al acceso
a filmes y literatura, a la actuación de artistas y al flujo
mucho más libre de materiales culturales y académicos
hacia ambos lados del Estrecho. Cuban Studies, revista
fundada en 1970, construyó líneas disciplinarias notables
por los debates y la reflexión.25 LASA creó una Sección
de Relaciones Académicas con Cuba en la segunda
mitad de la década de los 90. Existen varias instituciones
donde se llevan a cabo estudios sobre este país en los
Estados Unidos, incluyendo el Proyecto Cuba del
Centro Bildner, que organiza simposios anuales para
«reflejar y promover aquellos trabajos académicos de
excelencia dentro de los estudios cubanos». A Cuban
Studies se han sumado Temas, que se publica en La
Habana, y el International Journal of Cuba Studies, una
revista electrónica que edita en Londres el Instituto
Internacional para el Estudio de Cuba.
Condiciones actuales, 2000-2008
Las relaciones académicas y culturales en el
período posterior al 11 de septiembre se presentan
particularmente complicadas. La política de los Estados
Unidos en relación con los intercambios educacionales
y otros, en el contexto de la «guerra contra el terror»,
está saturada de la lógica contradictoria del gobierno
de George W. Bush. El Homeland Security (Departamento
de Seguridad Nacional) pretendió reforzar las
fronteras, lo que afectó la entrada de académicos y
estudiantes, aun cuando los fines de la diplomacia
pública (y los beneficios económicos derivados de
recibir estudiantes extranjeros) ejercían más presión. La
«entrada en sinrazón» de Bush priorizó la subversión,
fortaleció un programa de sanciones criticado
severamente por la comunidad internacional, y logró
cerrar muchas puertas a la colaboración. Prevaleció el
anticastrismo, que generó resistencia y reveló otros retos
de la cooperación académica y cultural que se mantenía.
La estrategia de la administración Bush para Cuba se
delineó teniendo como telón de fondo la prioridad dada
los procedimientos que están en vigor para invitar a artistas
cubanos a los Estados Unidos son tan complejos, caros, y
toman tanto tiempo, que de hecho han puesto fin a todas
esas visitas [...] Puede que Cuba sea el único país del mundo
tratado de este modo tan riguroso.29
127
Sheryl Lutjens
Center for Cross-Cultural Study, de Amherst,
Massachusetts, que brindaba servicios de estudios en el
extranjero, llegó a un arreglo con la OFAC por la cifra
de 15 000 dólares, en relación con supuestos problemas
por sub-contratación. El Augsburg College, de
Minnesota, pagó una multa de 9 000 dólares, por
estudiantes que viajaron sin licencia entre 2000 y 2004;
la Universidad de Pace pagó 5 600 dólares en
2004 por haber hecho reservaciones con una agencia de
viajes sin la licencia correspondiente (¡y el viaje nunca
llegó a realizarse!).35 La vigilancia por parte del FBI,
que Fuller menciona como un riesgo posterior a las
investigaciones, en los años 80, continua siendo una
amenaza real o imaginaria para aquellos que viajan
a Cuba,36 y que ocupa su lugar dentro de los planes de
vigilancia sistemáticos que contempla la Patriot Act.
El clima en torno a la seguridad planteó cuestiones
relativas a la libertad académica, que fueron asumidas
por aquellos que deseaban defender los intercambios
académicos y culturales con Cuba. LASA integró un
grupo de trabajo especial sobre la situación de las visas
en el año 2004, por ejemplo, y con la segunda negativa
total a cubanos, más de 1 500 miembros de LASA
firmaron una carta, dirigida a Condoleezza Rice, que
censuraba la violación de la libertad académica. La
directiva de la organización decidió en lo adelante
reubicar sus congresos en terceros países para evitar las
restricciones directas a la participación cubana.37 El pleito
entablado por la American Civil Liberties Union
(ACLU) contra la Florida por la prohibición a nivel de
estado, de que viajaran a Cuba miembros del claustro
de universidades y estudiantes, fue exitoso. La brigada
Venceremos, con sus viajes anuales, presentó retos en
los que resaltaba su resistencia al sistema de licencias.38
Mantener los intercambios que ya existían fue, sin
duda, un logro notable, y también tuvo lugar otro
adelanto en este período. La Universidad de California,
por ejemplo, creó un consorcio de seis universidades
llamado Iniciativa Académica UC-Cuba. Auspiciado
por el sistema de la Universidad de California como
una de sus Unidades y Programas de Investigación
Multi-universitarios, los objetivos de la Iniciativa se
formalizaron en enero de 2006 y reflejaban actividades
investigativas, educacionales e informativas que ya
estaban realizándose. Organizó un sitio web, viajes
a Cuba para los miembros del consorcio, clases y
talleres para estudiantes de postgrado, y Conferencias
nacionales bianuales.
También resulta notable la Declaración Conjunta
de Sergio Jorge Pastrana y Michael T. Clegg, que fuera
publicada como editorial en la revista Science, en octubre
de 2008. La Declaración reconocía el estatus histórico
de las Academias de Ciencias de Cuba, de los Estados
Unidos, y muchas áreas en que había potencial para la
cooperación. Subrayaba que
Los extremos de la política relativa a las visas se
aprecian en el sistemático rechazo a otorgarlas para que
los académicos e investigadores cubanos participaran
en los congresos de LASA.30 Los aspectos subyacentes en
la política para el otorgamiento de visas se revelan por la
concesión de asilo a 50 de los 53 cubanos que actuaban
en el Havana Night Show, en Las Vegas, en el momento en
que se celebraba el congreso de LASA, en 2004.31
Otros efectos negativos de las nuevas medidas eran
menos visibles. Las fundaciones se afectaron, limitadas
por el miedo que siguió a los acontecimientos del 11
de septiembre y que dieran lugar a la aprobación de la
Patriot Act y sus múltiples restricciones a las libertades
de las instituciones académicas y de los individuos; pero
también por las regulaciones que estableciera la OFAC,
que limitó las actividades educacionales, y otras
relacionadas. La OFAC prohibió la publicación de los
trabajos de académicos e investigadores de países que
tuvieran impuesto un embargo, incluida Cuba; aunque,
como resultado de los litigios que se produjeron, se
establecieron reglas más flexibles que en realidad
beneficiaron la colaboración académica. La Biblioteca
Nacional José Martí, de Cuba, realizó un estudio de
los efectos, sobre los académicos y los estudiantes,
como consecuencia del programa de sanciones y el
aumento de restricciones. El número de libros recibidos
se redujo de 3 293 en 1992, a 872 en 2001; y los
ejemplares de revistas científicas, en el mismo lapso, de
4 623 a 2 546. Mientras, en 2003, 35 investigadores y
académicos norteamericanos utilizaron locales
especializados para lectura en la Biblioteca Nacional,
solamente ocho lo hicieron en el año 2005.32 El acceso
a los servicios de la OCLC se retiró en el año 2003. La
disminución de los intercambios institucionales
contrasta, muy marcadamente, con las actividades de
la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La
Habana (SINA). Como parte de la política, distribuyó
más de 269 000 libros y revistas —algunos de los
cuales eran revendidos (lo que supuestamente no
está permitido)—; entre los años 2000 y 2005, el peso
de los envíos de cargamentos para la SINA creció de
51 000 a 155 000 libras.33
La puesta en vigor de las restricciones de la OFAC
y varios episodios de vigilancia contribuyeron a la
confusión y el miedo alrededor de los viajes legales
a Cuba. Tres jueces de Derecho Administrativo fueron
reclutados para que instrumentaran audiencias sobre
acciones de la Oficina contra individuos, al tiempo que
se intensificaba la búsqueda de violaciones. A más de
novecientos ciudadanos se les impusieron multas
o tuvieron que llegar a arreglos informales con la OFAC,
entre 2004 y 2009, por haber violado las regulaciones.
Se recolectaron al menos 1,2 millones de dólares por
concepto de sanciones.34 Las instituciones académicas
y educacionales también estuvieron en su mirilla. El
128
Corrientes académicas y culturales Cuba-Estados Unidos: temas y actores
el sistema de valores de las ciencias —apertura, comunicación
compartida, integridad, y respeto por las evidencias—
proporciona un marco favorable para establecer
compromisos abiertos, y podría alentar enfoques basados
en evidencias que se extrapolan de las ciencias al terreno
social, económico y político […] los contactos científicos
pudieran crear importantes vínculos culturales y sociales
entre personas.39
describe está probablemente relacionado con las
tensiones ideológicas que aún existen en relación con
los estudios de Cuba. Aún más problemática es la
reproducción de estas acciones ideológicas por medio
de actividades privadas subvencionadas con fondos de
la USAID. Las malas prácticas de investigación
perjudican la libertad académica y contribuyen a la
deficiente información que circula en la elaboración de
políticas sobre Cuba por parte de los Estados Unidos.
Finalmente, los años de acceso restringido a los
Estados Unidos han afectado a los académicos cubanos
que se especializan en este país o que tienen colaboradores
de investigación que trabajan en él. Por significativas que
sean sus relaciones con los norteamericanos es, sin
embargo, importante reconocer que los científicos y
profesores cubanos tienen relaciones con especialistas de
otros países, en todo el mundo.
La «entrada en sinrazón» de la administración Bush
ha ayudado a dar nuevas formas a actores y organizaciones,
y en el transcurso de este proceso ha dado lugar a nuevas
preguntas acerca de la naturaleza y la necesidad del
intercambio académico. En tanto la política y las
regulaciones de los Estados Unidos tienden a
preocupar a los académicos, en la parte cubana también
se han producido cambios, que incluyen la insistencia
para que entren con visas de investigadores, y no de
turistas, y para que la planificación de los viajes
educacionales de grupos sea centralizada por Havanatur.
Una cuestión que aún persiste es la relativa a las
capacidades de comunicación e información. En tanto
la modernización ha contribuido al flujo de
información, la confianza en la tecnología no resuelve
todos los problemas, e Internet y la circulación virtual
han creado otros. La aún escasa cobertura para la
población de Cuba —considerando la Isla como un
todo y no simplemente La Habana— no puede
garantizar que todos los académicos cubanos tengan
acceso a la tecnología, ni esta es siempre eficaz. En
Cuba, las complicaciones de la tecnología son múltiples;
van desde el problema del ancho de banda hasta los
costos y el control del software, el acceso individual, hasta
el papel que desempeña la SINA. La brecha digital
existe, pero mientras la «década electrónica» transmuta
a la «abierta», hace falta un mejor análisis de las
condiciones imperfectas —y los avances— para poder
comprender la ubicación de Cuba en cuanto a la
electrónica.
El tema del acceso, en los debates sobre tecnología
y capacidad, es importantes. Es muy posible realizar
investigaciones sin viajar a «tierras prohibidas». Sin
embargo, eso depende de la naturaleza del proyecto, y
hay cuestiones de calidad asociadas. Algunas de ellas
son la «metodología anecdótica» (conversaciones
accidentales y encuentros casuales que se convierten en
evidencias), y el trabajo realizado en los intersticios de
las estructuras establecidas para el intercambio
académico, entre otras. Los problemas de entrada y de
acceso pueden exacerbar los malos hábitos y, a veces,
el comportamiento poco ético, cuando la investigación
traspasa los acuerdos tomados en Cuba y con la
universidad que la auspicia en los Estados Unidos,
basándose en el criterio de que la búsqueda de «la
verdad» requiere que se dejen de lado las reglas y
normas que regulan las investigaciones en cualquier lugar.
El orgullo con el que semejante comportamiento se
Trayecto de la administración Obama
Los pronósticos de que el presidente de los Estados
Unidos Barack Obama realizaría cambios importantes
y expeditos en el programa de sanciones contra Cuba
fueron exagerados, resultado más bien de hacerse
ilusiones que de observar con atención lo que acontecía.
Con una estructura de seguridad heredada, casi en su
totalidad, de la administración anterior y que está
profundamente involucrada en el control de los
intercambios de investigaciones, educacionales y
culturales con Cuba, ¿cuáles son en realidad las opciones
de cambio?
Hay una mejoría notable de algunas de las
circunstancias que contribuyen a las posibilidades de
intercambios educacionales y culturales entre los Estados
Unidos y Cuba. Por ejemplo, se han producido
algunas aperturas de fronteras que se habían cerrado
después del 11 de septiembre. Se aprecia un cambio
aparente en la posición de la administración Obama en
lo que respecta a otros tipos de visas. La secretaria de
Estado, Hillary Clinton, puso fin a la exclusión de dos
académicos a los que se les habían denegado visas y
cuyos casos habían sido llevados a los tribunales. Jameel
Jaffer, director del Proyecto de Seguridad Nacional
(ACLU), afirmó que «la decisión de poner fin a la
exclusion de los profesores Habib y Ramadan es una
señal satisfactoria de que la administración Obama está
comprometida con la viabilización, más que con
la obstrucción, del intercambio de ideas a través de las
fronteras internacionales».40
Con este telón de fondo, son varios los cambios
apreciables en las relaciones académicas y culturales que
se han producido a partir de la toma de posesión de
Obama, en el mes de enero de 2009. En abril, anunció
la liberación de los viajes y las remesas de los
129
Sheryl Lutjens
La historia de las relaciones académicas y de los intercambios
culturales entre Cuba y los Estados Unidos después de la
revolución de 1959 se puede explicar en términos de las acciones
bilaterales, de las políticas estatales que las controlan, y de los
esfuerzos por renegociar y ampliar las interacciones.
cubanoamericanos; a partir de entonces el número de
viajes ha ido en aumento. Los funcionarios cubanos
informaron que en el año 2009 se habían producido
250 000 visitas de cubanoamericanos, en comparación
con 170 000 en 2008. 41 Grupos artísticos
norteamericanos, tanto aficionados como profesionales,
están visitando la Isla, y artistas cubanos reciben visas
para entrar a los Estados Unidos. Los intercambios
culturales, por tanto, se recuperan, lo que demuestra
no solamente la voluntad de ambos gobiernos de
cooperar, sino lo altas que son las expectativas en
relación con esta área de colaboración y creatividad.
Mientras que en el año 2007, la OFAC solo aprobó
licencias para siete presentaciones públicas en Cuba, en
2008 aprobó 21 (la mayoría fueron para eventos
deportivos); a finales del verano de 2009 la OFAC de
Obama había otorgado veinte licencias.42 En marzo
de 2009, U.S. News Weekly presentaba los puntos de vista
de Fernando Rojas Gutiérrez, viceministro de Cultura,
favorables al intercambio cultural: «Para nuestros dos
pueblos es útil tener un intenso intercambio cultural.
Por la parte cubana existe una disposición favorable
para la apreciacion de la cultura norteamericana».43
La revitalizada colaboración cultural incluye visitas
de los actores Robert Duvall, James Caan y Bill Murray,
en julio de 2009, para investigar. En agosto, doce actores
cubanos viajaron a Tuscaloosa, Alabama, para colaborar
en una producción conjunta de Sueño de una noche de
verano, que sería presentada en La Habana. 44 Los
estudiantes del USA Youth Debates viajaron a Cuba,
organizados por el profesor John Tredway del New
College (Sarasota, Florida), al cual se le había negado
el permiso en tres ocasiones anteriores,45 y se realizó el
concierto de Juanes «Paz sin fronteras» en la Plaza de la
Revolución de La Habana, al que asistió un millón de
personas, entre las cuales se encontraba Bisa Williams,
jefa de la Oficina de Asuntos Cubanos.46 Global
Exchange, una organización sin fines de lucro de San
Francisco que enviaba grupos a Cuba respaldada por
las licencias para contactos persona-a-persona, está en
la actualidad trabajando con el Ministerio de Ciencia,
Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y otras
asociaciones cubanas que se dedican a cuestiones del
medioambiente, para llevar grupos a Cuba. El viaje de
Carlos Varela, en diciembre de 2009, tuvo menos
publicidad en los medios. Sin embargo, Varela se reunió
con cinco miembros del Congreso, almorzó con un
funcionario de la Casa Blanca, participó en entrevistas
con la prensa y en paneles de discusión. «Las canciones
—dijo— pueden alimentar las almas de hombres y
mujeres, incluso de aquellos que crean embargos
y guerras. Porque si escuchan la música, esto los ayudará
a hacer del mundo un lugar mejor».47
Es posible que el número de intercambios
académicos esté aumentando. Marazul Charters envió
tres mil personas a Cuba en viajes no familiares en 2009.
No es una cifra alta, pero es mayor que los dos mil del
año anterior.48 Se están otorgando visas a académicos
e investigadores cubanos.49 Se han creado nuevos
programas de intercambio de estudiantes por parte de
la Universidad de La Habana y otras instituciones, y se
mantienen los ya establecidos.
A pesar de estas señales de progreso, Obama
mantiene la política básica de sus predecesores con
respecto a Cuba. Su administración continúa aplicando
el programa de sanciones por violaciones de las
regulaciones.50 Hasta inicios de 2010, se niegan licencias
a académicos y a aquellos que tienen esperanzas de
impulsar los intercambios culturales. Alrededor de
treinta médicos norteamericanos no pudieron participar
en el Congreso Internacional de Ortopedia en La
Habana, en septiembre de 2009, y en octubre, el viaje
de la Filarmónica de Nueva York fue cancelado porque
los patrocinadores no pudieron obtener las licencias
correspondientes. Se le niegan visas, incluso al presidente
de la Asamblea Nacional de Cuba.51
Se sigue canalizando el dinero hacia la sociedad civil
en Cuba con la esperanza de cambiar el régimen.
Obama continúa enfatizando los contactos selectivos
persona-a-persona que difieren muy poco de lo que
perseguía la administración Bush. La tecnología sigue
siendo un elemento crucial en la visión tradicional,
incluyendo teléfonos e Internet. La respuesta del
presidente a las preguntas de la bloguera cubana Yoani
Sánchez es un sorprendente ejemplo (no solo por su
manifiesto desinterés en hablar con el presidente Raúl
Castro, sino por preguntarse cuál de los ciudadanos de
los Estados Unidos tendría el privilegio de semejante
comunicación). Este año, el Buró de Asuntos
Educacionales y Culturales, del Departamento de
130
Corrientes académicas y culturales Cuba-Estados Unidos: temas y actores
Estado, incluyó a los cubanos en la convocatoria
a becas. El proceso estuvo organizado por la SINA, y
se seleccionaron 26 estudiantes para programas de un
año en escuelas norteamericanas. Un funcionario del
Departamento de Estado manifestó estar desilusionado
porque, al final, no fueron autorizados a participar,52
una respuesta verdaderamente desconcertante ya que
los estudiantes norteamericanos tienen pocas
oportunidades de viajar a Cuba.
Los cambios, que se producen con suma lentitud,
no resultan satisfactorios para muchos que esperan más
y mayor rapidez. En julio del año 2009, se le envió una
carta al presidente Obama por parte de dieciocho
grupos vinculados con la política y la educación, donde
insistían en que se flexibilizaran las regulaciones para
viajar a Cuba con propósitos académicos y
educacionales y se instaba a las autoridades cubanas
a otorgar permisos de salida a los estudiantes y
académicos aceptados por instituciones académicas
de los Estados Unidos. Se programó para el 20 de
septiembre un día nacional de lobby en el Capitolio,
auspiciado por la Washington Office on Latin America
y por el Latin American Working Group, dos
organizaciones del DC que defienden esas políticas. En
febrero de 2010, se presentó al Congreso otro proyecto
de ley para restablecer los viajes.
Wayne Smith, de ECDET, organizó una conferencia
(9 de marzo de 2010) con oradores que se referirían
a aquellos argumentos que podrían alentar a la
administración Obama a eliminar las restricciones de
los viajes académicos y educacionales. El informe de la
conferencia resume los argumentos y algunas de las
cuestiones que surgieron, incluyendo las tendencias
dentro del Departamento de Estado; las expectativas
de Obama sobre Cuba; el otorgamiento del derecho
a viajar a los cubanoamericanos, pero no a otros; los
medios para llevar a cabo cambios (toma de decisiones
del Ejecutivo); quiénes se beneficiarían con la apertura
de los viajes educacionales; y el costo de no hacer nada
a favor de la política regional. En relación con las
posibilidades de llevar a cabo investigaciones, el Premio
Nobel de Química (2002), Peter Agre, se refirió a su
viaje a Cuba, en noviembre de 2009, auspiciado por la
American Association for the Advancement of Science
(AAAS), con el propósito de ver las investigaciones
cubanas en el área de las ciencias, e hizo comentarios
positivos sobre el interés y la reputación de los científicos
cubanos.53 Stan Katz, de Princeton, quien está a cargo
del programa conjunto ACLS/SSRC-Cuba, en sus
comentarios estaba de acuerdo en que hay límites en la
realización de investigaciones en Cuba, al igual que los
había en la Unión Soviética, China, Viet Nam, o Europa
oriental antes del año 1989: «No hay ni que decir que
hay limitantes comparables en lo que respecta a las
investigaciones, especialmente las de ciencias sociales,
en muchos países en todo el mundo, pero también hay
oportunidades».54
¿Adónde va el futuro?
Teniendo en cuenta las realidades de Obama y las
preguntas que estas hacen surgir, ¿qué posibilidades hay
para un mayor desarrollo de la cooperación académica
y educacional? Varias, cada una de las cuales se acerca
a los argumentos que se presentan en este ensayo y se
organiza en términos de actores y gestiones. Ante todo,
está la posibilidad de que exista más apoyo por parte
de las fundaciones para la colaboración individual
e institucional. Ya reconocidas como un elemento crucial
en el desarrollo y permanencia de las investigaciones
y en los avances de los estudios cubanos en el transcurso
de los años, las principales fundaciones se vieron
afectadas por las prohibiciones y restricciones
promulgadas durante la administración Bush. A pesar
de las difíciles condiciones económicas actuales, los
compromisos ya formalizados por las fundaciones
Ford, la Christopher Reynolds, y otras, pudieran
ampliarse.55 Dicha expansión depende, por supuesto,
del curso que tomen las investigaciones, los intereses y
las necesidades que se derivan de la planificación de
estas fundaciones.
En segundo lugar, las organizaciones profesionales
han sido y serán elementos importantes para obtener
ventajas de los nuevos espacios que se abren, dentro
del terreno ya delimitado por la administración Obama,
en lo que respecta a la implementación de las sanciones
contra Cuba. La concesión de visas significa que las
organizaciones y asociaciones pudieran esperar que
los cubanos participen en sus futuras reuniones
profesionales. Continuar utilizando a terceros países
como sedes de reuniones internacionales permitirá que
los miembros cubanos mantengan su presencia en sus
organizaciones académicas y profesionales hasta tanto
quede claro que la política norteamericana con respecto
a la concesión de visas se ha flexibilizado. De esta
manera, los contactos entre colegas pueden sostenerse
a través del intercambio de ideas y de los resultados de
las investigaciones. Por supuesto que las relaciones
de cooperación siempre son más que una transferencia
instrumental de información, y los encuentros
personales logran lo que no se obtiene a través de
conversaciones electrónicas.
En tercer lugar, la ampliación y profundización de
las relaciones de unas universidades con otras parece ser
una tendencia probable, que requiere de iniciativas, pero
que puede ampliar áreas de interés y desarrollo mutuos.
En algunos sentidos, el incremento de la cooperación
por medio de las relaciones institucionales permitirá la
descentralización de la toma de decisiones que ha estado
131
Sheryl Lutjens
fijada en un esfuerzo por controlar a los estudiosos y la
dinámica de las investigaciones. No hay razones para
esperar que las universidades vayan a actuar fuera de los
límites de las políticas estatales, pero la descentralización
permitirá más flexibilidad y toma de decisiones más
oportunas, alentando la colaboración y las investigaciones
empíricas. Igual que el proceso legal de la ECDET
necesitó administradores de universidades valientes y
comprometidos, la colaboración institucional exige
energía y visión de futuro.
En cuarto lugar, los viajes de estudiantes a Cuba
pudieran incrementarse fácilmente y los estudios en el
extranjero reformularse de manera que incluyan
programas para estudiantes cubanos en los Estados
Unidos. Ello requeriría que este país eliminara las
restricciones a la libertad académica en el diseño y puesta
en práctica de programas de estudios en Cuba, y
planes para cubanos en los Estados Unidos podrían
organizarse de manera similar a los programas en Cuba:
sobre la base de las instituciones, oficinas de Estudios
en el Extranjero, y miembros de los claustros que estén
interesados. La SINA no estaría involucrada en las
convocatorias ni en el diseño de nuevos programas (la
Sección de Intereses de Cuba en Washington no realiza
estas funciones en relación con los programas que se
llevan a cabo en la Isla). Las investigaciones existentes
sobre el nivel de aprendizaje de los estudiantes que
participan en Programas de Estudio en el Extranjero
serían útiles para meditar sobre cómo y dónde se hace
necesario mejorarlos.
En quinto lugar, al igual que en el pasado, los
proyectos individuales de investigación deben
permanecer en el orden del día de todos aquellos que
están interesados en que se realicen análisis serios sobre
Cuba, los Estados Unidos, las relaciones entre ambos
o, como sugieren las ciencias, en temas y proyectos cuya
importancia académica no esté anclada en la geografía
y la política de la bilateralidad. El amplio alcance y la
profundidad generacional de los Estudios Cubanos
—como comunidad paradigmática (a lo Thomas
Kuhn) y como proyecto de conocimiento— sugieren
que existen puntos fuertes y flexibilidad, especialmente
en las humanidades, los estudios culturales, la historia y
el trabajo acerca de cuestiones sociales; esta es
probablemente una descripción más exacta de aquella
erudición que no requiere de trabajos de campo
sistemáticos. El desarrollo desigual de los intercambios
en los últimos años se aprecia en la generación más
joven de académicos e investigadores cubanos que han
tenido poco acceso a la investigación, el estudio, los
viajes y las conversaciones con académicos e
instituciones norteamericanas, mientras que los de los
Estados Unidos no han sufrido, en general, las mismas
exclusiones por parte de Cuba. Con una flexibilización
de la guerra de las visas, es posible vislumbrar una
recuperación de actividades, como conferencias,
estancias cortas y largas en universidades y centros de
investigación norteamericanos, y un mayor acceso a las
bibliotecas y otros recursos que pueden no estar
disponibles digitalmente. Sería también útil considerar,
con más amplitud, aquellas cuestiones de desigualdad
en la colaboración investigativa.
Las colaboraciones en la investigación serán cada
vez más factibles si las restricciones en cuanto a visas y
licencias se flexibilizan, y si se facilitan las autorizaciones
por parte de Cuba para proyectos y viajes. Es difícil
imaginar una situación peor que la que existió con las
limitaciones entre 2003 y 2008 y sus altos costos. Hay
cambios pequeños que pueden proporcionar
oportunidades cualitativamente mejores cuando los
esfuerzos en cada etapa de un proyecto dan frutos
oportunamente. Dadas las tensiones y el estrés que se
derivan de crear y sostener proyectos de colaboración,
la dosis de paciencia requerida tiene que ir unida al
impulso y al entusiasmo.
En sexto lugar, restablecer la autorización para
tramitar los viajes de contactos persona-a-persona
restituiría un derecho fundamental, pero solo informal,
del pueblo norteamericano a la enseñanza no
institucional, facilitando encuentros que permitan que
se estudie y también que se consuma cultura en el
proceso de intercambio. Este tipo de encuentro ha
resurgido en el discurso político hacia Cuba: la
Notificación del Congreso en relación con Fondos de
Apoyo Económico para el Proyecto Cuba, y la intención
de Obama de comprometer veinte millones de dólares
para el año 2010, identifican 2,5 millones para vínculos
persona-a-persona con otros en la región. Tal vez los
académicos, artistas, estudiantes y todos aquellos que
están interesados en poner fin a las restricciones de los
viajes y del aprendizaje podrán mostrar a Obama,
Clinton, Valenzuela, o al Congreso, que quien decide
qué «personas» pueden hablar con cuáles otras tiene
una importancia tremenda.
Finalmente, con todos o con algunos de los pasos
que se han mencionado anteriormente, las relaciones
académicas, educacionales y culturales perderían la pátina
de desconfianza que ha dado lugar a los excesos de
control, a la politización de las relaciones personales,
profesionales y académicas, así como a la érronea
interpretación y el uso incorrecto del conocimiento. Un
académico norteamericano sugiere que uno de los
objetivos de los sostenidos esfuerzos por lograr un
cambio pudiera ser el auspicio estatal de los intercambios
académicos. En el contexto actual, quizás sería más
prudente imaginarnos cómo las políticas estatales podrían
ser informadas sobre Cuba y también sobre las realidades
(y necesidades) académicas y educacionales, como parte
de las dinámicas transnacionales de nuestro mundo.
132
Corrientes académicas y culturales Cuba-Estados Unidos: temas y actores
Algunas alternativas
aquellos interesados en las investigaciones y en los
intercambios educacionales y culturales. Esa entidad
podría hacer recomendaciones y sugerir los pasos que
se seguirían en relación con las licencias, la apertura de
programas de estudios en el extranjero, la obtención
de permisos para investigar, y la organización de eventos
culturales. Mejorar la infraestructura informacional es
otra esfera en la que la cooperación puede ascender
a un nuevo nivel cualitativamente superior. Los
mecanismos innovadores para compartir recursos
—nuevos libros, artículos, informes, así como la
colaboración en investigaciones y los intercambios
culturales que se están realizando— podrían facilitar el
logro de múltiples objetivos. Ya en el pasado, se han
realizado esfuerzos por compartir la información y los
recursos. El sitio web de la Sección de Relaciones
Académicas con Cuba podría establecerse, más
formalmente, como un espacio de cooperación,
asequible para sus miembros y para otros que estén
interesados en unirse a la comunidad de académicos
que abarca la Sección. En su deseo de servir de
representante de las necesidades e intereses de los
académicos cubanos y norteamericanos, puede hacer
mucho más en el espacio que ya existe.
Finalmente, el futuro alternativo pudiera ser uno en
el que las mismas cuestiones relativas a la producción de
conocimiento se analicen y discutan. Estas reflexiones
suponen ubicarnos a nosotros mismos en términos de
agencias, poderes, y construcciones paradigmáticas del
trabajo académico individual y colectivo. El debate podría
iniciarse con el estimado de la producción pasada y
presente, pasando al análisis de cómo puede ampliarse, y
después involucrar cuestiones de contextos, limitaciones
y conflictos. Por mucho que la metodología crítica exija
nuevas relaciones en las investigaciones, nuestras propias
contribuciones —bien sean académicas, educacionales
o culturales— podrían beneficiarse al comprender mejor
el poder de la cooperación.
Resulta útil pensar en la cooperación académica y
cultural como una red viva y compleja de espacios
relacionados, creados por individuos y grupos,
instituciones y organizaciones no gubernamentales (y
por intereses comerciales también), así como por el
Estado cubano y el de los Estados Unidos. Los
compromisos que regulan y estimulan los intercambios
que van conformando este terreno en el año 2010 son
parte de políticas que tienen que ver con la producción
de conocimiento —en estudios cubanos, en el de las
relaciones Cuba-Estados Unidos, y en otros campos
de las actividades científicas y culturales. En contraste
con otras áreas de esta cooperación, los agentes de los
intercambios académicos, educacionales y culturales
están directamente comprometidos con crear, mantener
y enriquecer las relaciones. Para pensar en otras
alternativas sería útil reflexionar seriamente sobre lo que
hemos producido, cómo y qué enseñanzas se derivan
de ello para el futuro.
Una podría comenzar con la cooperación necesaria
para reflexionar juntos sobre qué hemos construido,
cómo lo hemos hecho y si está bien realizado. Estas
reflexiones empezarían con la recopilación de nuevas
historias de relaciones académicas, educacionales y
culturales. La capacidad de recuperación de las que se
desarrollaron a partir de 1959 es impresionante; también
lo son la expansión y lo alcanzado en la colaboración, y
resultaría de utilidad colocarlos en un marco teórico.
Otra podría encontrar su reflejo en los problemas,
puntos importantes de debate, y en los éxitos alcanzados
en los diversos espacios de la cooperación. Como esta
se desarrolla de distinta manera (según los actores,
sujetos, y objetivos), aquellos seguramente son también
diferentes. Por ejemplo, reconocer la importancia de
grupos de profesionales como LASA, y considerar la
Sección para las Relaciones Académicas con Cuba, y
analizarlas críticamente, podría conducir a nuevas
iniciativas. Siguiendo esta misma línea, un futuro
posible podría ser la creación de una organización
independiente para los estudios cubanos. Una mayor
autonomía sería un beneficio resultante de este tipo de
asociación profesional, aunque hay cuestiones prácticas
como el financiamiento, el centro de interés y la
membresía, que sugieren que la sustitución de un grupo
de políticas por otro es una posibilidad. Y los estudios
cubanos son solo uno de los muchos espacios para el
intercambio cultural y educacional.
Es mucho el trabajo por hacer dadas las realidades
politizadas de los intercambios y la colaboración. Como
argumentaba el informe Retreat from Reason, una esfera
de trabajo es la creación de una entidad para recopilar
y distribuir información que pudiera brindarse a todos
Notas
1. Sheryl L. Lutjens, «National Security, the State, and the Politics
of U.S.-Cuba Educational Exchange», Latin American Perspectives,
a. 33, n. 5, Thousands Oaks, septiembre de 2006, pp. 58-80.
2. La autora quisiera agradecer a los participantes del Taller de
autores, celebrado en la revista Temas, el 22 de febrero de 2010,
por sus sugerencias y comentarios. El foco de atención en los
académicos como sujetos en las relaciones Estados Unidos-Cuba
fue el argumento presentado, en un formato mucho más breve, en
The United States and Cuba: Rethinking Reengagement Conference,
Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill, 26-27 de septiembre
de 2008.
3. Por ejemplo, Sergio Jorge Pastrana, «Las ciencias en Cuba y los
Estados Unidos: encuentros y desencuentros», en Rafael Hernández,
ed., Mirar el Niágara: huellas culturales entre Cuba y los Estados Unidos,
133
Sheryl Lutjens
Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan
Marinello, La Habana, 2000, pp. 217-44; Milagros Martínez,
«Academic Exchange between Cuba and the United States: A Brief
Overview», Latin American Perspectives, a. 33, n. 5, Thousands Oaks,
septiembre de 2006, pp. 29-42; Kimberly Stanton, comp., Retreat
from Reason: U.S.-Cuba Academic Exchange and the Bush Administration,
Latin America Working Group Education Fund, Washington, DC,
2006; Skye Stephenson, «International Educational Flows between
the United States and Cuba (1919-2005): Policy Winds and
Exchange Flows», Cuban Studies, n. 37, Pittsburgh, 2006, pp. 122-55.
14. Linda Fuller, a finales de la década de los 80, explora un amplio
rango de problemas de los trabajos de campo en el «terreno
prohibido» de Cuba. Ella explica: «Por “terrenos de investigación
prohibidos” me estoy refiriendo a áreas completas de posibles
investigaciones que pueden ser definidas geográfica, intelectual
o institucionalmente, en las que se desalienta fuertemente la
investigación de los especialistas en ciencias sociales». Véase su
«Fieldwork in Forbidden Terrain: The U.S. State and the Case of
Cuba», The American Sociologist, a. 19, n. 2, New Brunswick, junio de
1988, p. 99.
4. Las relaciones entre los pueblos de Cuba y los Estados Unidos
son parte de las historias coloniales y neocoloniales
prerrevolucionarias que se llevan a cabo por medio de movimientos
(viajes, exilios, migraciones) y de la consolidación de conexiones
culturales, desde las artes plásticas a la música, la danza y otras.
Rafael Hernández, ob. cit; Louis A. Pérez, Jr., Cuba and the United
States: Ties of Singular Intimacy, 3ª ed., University of Georgia Press,
Athens, 2003. La colaboración científica y las relaciones académicas,
iniciadas en el siglo XIX, florecieron hasta bien entrado el XX; los
cubanos estudiaban en los Estados Unidos; a la colaboración en
los campos de la medicina, la arqueología y las ciencias físicas y
biológicas, se sumó la de la ingeniería, los negocios y la agronomía.
Los académicos de dicho país realizaban trabajos de campo en
Cuba. Kimberly Stanton, ob. cit., p. 12.
15. Ibídem, p. 101.
16. Ibídem, p. 103.
17. La Fundación Ford ha sido durante mucho tiempo una defensora
del intercambio académico entre los Estados Unidos y Cuba, junto
a la John D. y la Catherine T. MacArthur, Arca, General Service, y
la Christopher Reynolds. Esta última contribuyó a establecer en
Cuba el grupo de trabajo ACLS/SSRC en 1996. Kimberly Stanton,
ob. cit., pp. 21-2.
18. Ibídem, p. 51.
19. A excepción de 1985, cuando al denegársele las visas a una
parte de la delegación cubana, el resto decidió no asistir. En 1998,
más de 70 cubanos viajaron al congreso de Chicago, hubo 99 en
Miami para el congreso del año 2000, y en septiembre de 2001,
87 cubanos estuvieron presentes en el de Washington, DC.
5. En 1961, los Estados Unidos dieron por terminadas las relaciones
diplomáticas, conformaron el embargo comercial total con Cuba
(ya factible al estar amparado por el Trading with the Enemy Act, de
1917), y prohibieron a los ciudadanos norteamericanos viajar a la
Isla, con el criterio de que las visitas se oponían a los intereses de
la política exterior y la seguridad nacional estadounidense.
20. El primero con duración de un semestre abrió en la Universidad
de la Habana, en el año 2000, organizado por el Instituto de Estudios
en el Extranjero (IFSA). Ya en 2004, existían ocho programas
semestrales en la UH. Skye Stephenson, ob. cit., p. 142.
6. Skye Stephenson, ob. cit., pp. 128-30; Kimberly Stanton,
ob. cit., p. 17.
21. Véase DRCLAS Cuban Studies Program, disponible en
www.drclas.harvard.edu/cuba/program.
7. Milagros Martínez, ob. cit.; Skye Stephenson, ob. cit.
22. Cuando a dos cubanos que habían sido invitados a las reuniones
de la American Philosophical Association se les negaron las visas,
surgió el plan de continuar las reuniones en Cuba. La conferencia se
organizó con la Universidad de La Habana, el Instituto de Filosofía,
y la Sociedad Cubana para la Investigación Filosófica.
8. Ned Sublette, «The Missing Cuban Musicians», Cuba Research
and Analysis Group, Albuquerque, 24 de junio de 2004, pp. 6-11,
disponible en www.cubaresearch.info.
9. Comenzaron las actividades del Programa de Intercambio
Cultural con el Caribe de la Universidad de la Ciudad de Nueva
York (CUNY); Boston College, a través de su Facultad de
Estudios de Posgrado en Trabajo Social, lanzó su curso de trabajo
de campo en Cuba, que se mantuvo largo tiempo, y muchos
especialistas cubanos recibieron apoyo para investigaciones en
los Estados Unidos. Jean Weisman, «LASA and Travel to Cuba:
Academic Exchanges, Lobbying and Civil Disobedience», LASA
Forum, Pittsburgh, invierno de 1996, pp. 17-21; Skye Stephenson,
ob. cit.
23. Surgió a partir de haberse negado las visas a académicos cubanos
que iban a asistir a las reuniones de la Sociedad de Educación
Comparada e Internacional (Comparative and International
Education Society) a principios de la década de los 90. En 1994, se
celebró el primero en La Habana, auspiciado por la Asociación de
Pedagogos Cubanos y el Ministerio de Educación.
24. También se han publicado trabajos realizados en coautoría,
como es el caso de la colaboración de Manuel Moreno Fraginals,
Stanley L. Engelman y Herbert S. Klein, en The American Historical
Review, a inicios de los años 80 o, más recientemente, el estudio
sobre La Habana realizado por Dick Cluster y Rafael Hernández y
la historia de las relaciones los Estados Unidos-Cuba de Esteban
Morales Domínguez y Gary Prevost. Véase Louis A. Pérez, Jr.,
«The Cuban Revolution Twenty-Five Years Later: A Survey of
Sources, Scholarship, and State of the Literature», en Sandor
Halebsky y John M. Kirk, eds., Cuba: Twenty-Five Years of Revolution,
1959-1984, Praeger Publishers, Nueva York, 1985, p. 409; Dick
Cluster y Rafael Hernández, The History of Havana, Palgrave
Macmillan, Nueva York, 2006; Esteban Morales Domínguez y Gary
Prevost, United States-Cuba Relations: A Critical History, Lexington
Books, Lanham, 2008.
10. Kimberly Stanton, ob. cit. Hubo otros cambios: se autorizaron,
en octubre de 1995, los «viajes relacionados con actividades
educacionales», que permitían el otorgamiento de licencias
específicas para estudios de pregrado, y realizar gestiones para
respaldar a un especialista cubano que enseñara o realizara
actividades de investigación en una universidad de los Estados
Unidos.
11. Ned Sublette, ob. cit., p. 12.
12. «Interview with Malia Everette, Director of Global Exchange´s
Reality Tours», BootsnAll World Adventure, Vancouver, 2005,
disponible en http://adventures.bootsnall.com.
25. Louis A. Pérez, Jr., «The Cuban Revolution…», ob. cit.; Jorge I.
Domínguez, «Twenty-five Years of Cuban Studies», Cuban Studies,
a. 3, n. 26, Pittsburgh, 1995; Damián J. Fernández, Cuban Studies
since the Revolution, University Press of Florida, Gainesville, 1992.
13. Kimberly Stanton, ob. cit., p. 24; Elisa Muñoz, The Right to
Travel: The Effect of Travel Restrictions on Scientific Collaboration between
American and Cuban Scientists, AAAS, Washington, DC, 1998.
134
Corrientes académicas y culturales Cuba-Estados Unidos: temas y actores
26. Ned Sublette, ob. cit., p. 14.
Cuba y tres de los Estados Unidos. El informe del proyecto se
presentó en septiembre de 2006, ante varios públicos en Washington,
DC —incluyendo académicos reunidos en la Universidad George
Washington y, en los días siguientes, en la Cámara y el Senado.
27. Kimberly Stanton, ob. cit., pp. 33-9. El Informe de la Comisión
Powell (denominada así por el nombre de su presidente)
recomendaba la inversión de 59 millones de dólares para promover
la transición en Cuba. Un segundo informe fue preparado bajo la
dirección de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, en el año
2006.
39. Sergio Jorge Pastrana y Michael T. Clegg, «Editorial: U.S.-Cuban
Scientific Relations», Science, Washington, DC, 17 de octubre de
2008.
28. Lorena G. Barberia, «Cuba Visas Memorandum», David
Rockefeller Center for Latin American Studies, Universidad de
Harvard, 5 de diciembre de 2005.
40. NYCLU, «State Department Ends Unconstitutional Exclusion
of Blacklisted Scholars from U.S.», Nueva York, 20 de enero de
2010, disponible en www.nyclu.org.
29. Robert Moore, Music & Revolution: Cultural change in socialist
Cuba, University of California Press, Berkeley, 2006, p. 252.
41. Esteban Israel, «Cuban Americans Filling Planes to Homeland»,
Agencia Reuters, 24 de marzo de 2010.
30. En marzo de 2003, cuando el enfriamento se hizo notar por
primera vez, solo 64 de los 103 que habían solicitado visas para
asistir al congreso en Dallas, las recibieron. Ninguna de las
65 solicitudes recibidas para participar en el congreso de Las Vegas
en 2004 se aprobó y esto mismo sucedió cuando se recibieron
58 solicitudes para San Juan, Puerto Rico, basándose en la Sección
212(f), y una por otras razones.
42. David Adams, «Cracks Open in U.S. Wall around Cuba»,
Tampabay.com, 13 de agosto de 2009, disponible en
www.tampabay.com.
43. Thomas Omestad, «For Cuba, Eased U.S. Travel Ban Could
Open the Door to Cultural Exchanges», U.S. News Weekly,
Washington, DC, 30 de marzo de 2009, disponible en
www.usnews.com.
31. John M. Broder, «Cuban Performers are Granted Asylum», The
New York Times, Nueva York, 22 de julio de 2005, p. A13.
44. Jay Reeves, «Cuban Actors Do Shakespeare in Alabama»,
US Cuban Normalization, 5 de agosto de 2009, disponible en
http://uscubannormalization.blogspot.com.
32. Vilma Ponce Suárez y Nuria Pérez Matos, Impact of the Blockade
of the United States Government on Cuban Libraries: 2001-2005. Final
Report, Consejo Científico de la Biblioteca Nacional José Martí, La
Habana, 2006, pp. 114-5.
45. David Adams, ob. cit.
46. Salim Lamrani, «Cuba Faces Obama Administration
Contradictions», Znet, 25 de octubre de 2009, disponible en
www.zcommunications.org.
33. U.S. Government Accountability Office, Foreign Assistance: U.S.
Democracy Assistance for Cuba Needs Better Management and Oversight,
Washington, DC, noviembre de 2006, p. 24.
47. Center for Democracy on the Americas, «While the U.S. and
Cuban Governments Squabble», Cuba Central, 21 de diciembre de
2009, disponible en http://cubacentral.wordpress.com.
34. Mark P. Sullivan, U.S. Restrictions on Travel and Remittances,
Congressional Research Service, 7-5700, Washington, DC, 16 de
octubre de 2009, p. 15.
48. Bob Guild, «Marazul Charters» (comunicación personal), 22 de
febrero de 2010.
35. David Epstein, «Usted no puede ir», Inside Higher Education,
Washington, DC, 7 de julio de 2006, disponible en
www.insidehighered.com.
49. Guillermo Ferriol Molina asistió a la Convención de la National
Lawyers Guild, en Seattle, en octubre de 2009, por ejemplo. Antón
Arrufat, Abelardo Estorino, Eduardo Arocha y otros, estaban
invitados para participar en un evento de la Universidad de Miami
sobre el teatro de la década de los años 60 que se desarrolló en el
mes de marzo de 2010; Rafael Hernández fue profesor invitado de
la Universidad de Texas, Austin, en el semestre de otoño de 2009;
y Harvard tiene una lista de doce académicos cubanos invitados
para el período 2009-10.
36. Véase Marguerite Rose Jiménez, «About that Trip to Cuba...
When the FBI Came Calling», Counter Punch, Petrolia, 24 de octubre
de 2006, disponible en www.counterpunch.org.
37. La Coalición de Emergencia para Defender los Viajes
Educacionales (ECDET) se creó en ese mismo año, como respuesta
al ataque de la administración Bush al derecho de académicos y
estudiantes a viajar. Con sus 450 miembros, la estrategia principal
que ha seguido es la de promover procesos legales alegando que las
acciones de la OFAC eran arbitrarias (lo que constituye un problema
que atañe al Derecho Administrativo) y que constituían una
violación de los derechos constitucionales. Ni una sola universidad
firmó como demandante en el caso. El caso de la ECDET y la
apelación correspondiente no tuvieron éxito. Wayne Smith, «Beyond
the Law: The Bush Administration´s Restrictions on Educational
Travel to Cuba», Notre Dame Journal of Law, Ethics, and Public Policy,
a. 23, n. 1, Notre Dame, 2009, pp. 223-32.
50. Salim Lamrani, ob. cit.
51. Ídem.
52. Wilfredo Cancio Isla, «U.S. Scholarships Get Cuban College
Students Expelled», Miami Herald, Miami, 4 de septiembre de 2009.
53. Ídem.
54. Stan Katz, «Quick Trip to Havana», The Chronicle of Higher
Education, Washington, DC, 29 de noviembre de 2009.
55. Ídem.
38. Otro ejemplo de iniciativa académica en la prueba de fuego de
la primera década de este siglo es el proyecto Retreat from Reason
(Entrada en sinrazón). Financiado por un pequeño fondo de la
Fundación Ford, el objetivo del proyecto era analizar el estado de
las relaciones académicas y educacionales durante el gobierno de
Bush y hacer recomendaciones para un cambio. El proyecto comenzó
en el año 2003 como un grupo de trabajo con tres participantes de
©
135
, 2010
no. 62-63: 136-148, abril-septiembre de 2010.
Milagros Martínez Reinosa
La diplomacia académica:
los inter
cambios culturales
intercambios
entr
e Cuba
entre
y los Estados Unidos
Milagros Martínez Reinosa
Profesora. Universidad de La Habana.
E
n el conflicto histórico entre Cuba y los Estados
Unidos han existido y existen espacios de
colaboración poco divulgados, pero sostenidos y en
ascenso. Por encima de silencios, desencuentros y
rupturas, sobresalen los intercambios culturales entre
ambos países. Ante la tensión que ha caracterizado la
relación entre La Habana y Washington, los participantes
en estos intercambios han sido, en gran medida, los
verdaderos diplomáticos de una nación en la otra;
los canales para el necesario y fecundo contacto pueblo
a pueblo.
Si bien se tiende a incluir bajo la sombrilla de
intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos
las diversas acciones realizadas entre académicos,
científicos, artistas, intelectuales, deportistas y religiosos, se
hace imprescindible precisar que cada una de ellas ha
tenido una dinámica propia. Al dirigir una mirada
retrospectiva sobre el conjunto se obtiene un balance
favorable; mas, mirar desde el presente el camino
recorrido obliga a reflexionar críticamente y compele
a los involucrados en estas acciones a contribuir en la
preservación de lo alcanzado y a explorar alternativas
para continuar.
Sería imposible abarcar en un artículo la amplia gama
de tales intercambios. El presente texto se limita
a analizar el intercambio académico esencialmente en
el área de las ciencias sociales, haciendo énfasis en su
desarrollo a partir de la posguerra fría. No se pretende
agotar el tema ni realizar un detallado recuento de la
colaboración académica bilateral, sino identificar
momentos sobresalientes que guardan una estrecha
relación con la evolución del conflicto entre las dos
naciones y, en cierta medida, con el origen y
consolidación de la disciplina de Estudios Cubanos en
los Estados Unidos.1
El intercambio académico no ha podido sustraerse
a las diferentes coyunturas políticas por las que
ha atravesado dicho conflicto. Sin embargo, ha
permanecido y se ha reproducido como una suerte de
«diplomacia académica». 2 Ha tenido vida propia y
establece una red de relaciones formales e informales
que han dado crédito a las instituciones involucradas,
las cuales comparten el deseo y buena voluntad de
que las relaciones entre ambos países se basen en el
respeto mutuo y la paz.
136
La diplomacia académica: los intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos
La historia de los intercambios
Estudios Cubanos, organización que aunaba a muchos
académicos cubanoamericanos, dirigida por María
Cristina Herrera.7
En ese contexto, la disposición inicial de la
administración de James Carter de reducir el nivel de
tensión entre los dos países y la apertura de las secciones
de intereses en Washington y en La Habana, el 1 de
septiembre de 1977, favoreció una mayor distensión
en la relación bilateral, lo que facilitó la cooperación
académica en lo relativo a la obtención de visas,
adquisición de libros e información. Tan solo un mes
después, viajaron siete académicos cubanos al país
norteño. Fue el primer grupo que lo hizo después de
1959. El viaje fue organizado por Franklin Knight,
Riordan Roett, Alfred Stepan y Margaret Crahan, de
las universidades Johns Hopkins, Yale y City University
of New York (CUNY). Entre las diversas reuniones y
encuentros en que participaron se destaca su presencia
—la primera de un grupo de cubanos— en el VII
Congreso Internacional de la Asociación de Estudios
Latinoamericanos (LASA),8 en Houston, Texas. Es por
ello que 1977 marca el inicio de un intercambio más
formal.
Los contactos continuaron ampliándose, y las
medidas aprobadas por la administración Carter para
flexibilizar los viajes a la Isla facilitaron una mayor fluidez
en los intercambios académicos. Son estos los llamados
«años fructíferos». Tal situación fue abruptamente
modificada por el ascenso conservador en la sociedad
norteamericana y el triunfo de la derecha republicana,
que instaló al presidente Ronald Reagan en la Casa
Blanca. Este firmó una proclama presidencial, el 4 de
octubre de 1985, que hizo extremadamente difíciles las
visitas de los académicos e intelectuales cubanos a los
Estados Unidos. Los encuentros bilaterales tuvieron que
desplazarse hacia México, Canadá y Cuba.9
A pesar de las dificultades durante el doble mandato
de Reagan —etapa de «años difíciles»—, se apreció en
los 80 una revitalización del interés de la academia
norteamericana en realizar estudios sobre Cuba, así
como por emprender trabajos conjuntos con los
colegas cubanos. La creación de nuevos centros y
programas de estudios quiebra el monopolio
detentado por los emigrados cubanos en la década de
los 70, retado ahora por académicos norteamericanos
y europeos. Según Nelson P. Valdés, el órgano rector
de los estudios cubanos —que había sido hasta entonces
el Centro de Estudios Latinoamericanos de la
Universidad de Pittsburgh— encontró competidores
al establecerse el Programa Cuba de la Johns Hopkins
University y el de la Universidad de Miami —este último
con estrechos vínculos con Radio Martí, y con todo el
apoyo de la administración Reagan—, bajo la dirección
de Jaime Suchliki. La imparcialidad que pretendía
Extensa es la historia de los contactos culturales entre
Cuba y los Estados Unidos, estimulados por los
vínculos económicos, comerciales y políticos existentes
entre dos países tan próximos geográficamente. El inicio
de la colaboración formal entre científicos cubanos y
norteamericanos en los campos de la zoología, la
botánica, la meteorología y la epidemiología data de
mediados del siglo XIX, y se ha mantenido desde
entonces, con diferentes niveles de intensidad.
El triunfo de la Revolución cubana, el 1 de enero
de 1959, constituyó un punto de inflexión en las
tradicionales relaciones entre ambos países. Como se
ha explicado ampliamente, la ruptura de los nexos
diplomáticos, por iniciativa de Washington, el 3 de enero
de 1961, limitó severamente el número y alcance de los
intercambios académicos. Se produjo un lógico y
brusco descenso, pero esto no significó su desaparición
total, pues los vínculos continuaron, aunque de manera
irregular.
En los primeros años de la década de los 60 tiene
lugar un incremento paulatino de los estudios sobre
Cuba en los Estados Unidos, pero no sería hasta el
próximo decenio cuando se establecen los primeros
contactos entre académicos de las dos naciones. A partir
de entonces hay un aumento de las colaboraciones,
especialmente en las áreas de las humanidades y las
ciencias sociales,3 que siempre han tenido un espacio
privilegiado en ellas.4 Se inicia así un difícil, pero
constructivo proceso en cuanto a los intercambios
académicos, preñado de escollos, recelos y prejuicios
mutuos, pero cuyo saldo ha sido fructífero.5
En la década de los 70 los estudios cubanos en los
Estados Unidos conformaron un determinado cuerpo
dentro de los referidos a América Latina. Se habían
sistematizado las investigaciones, estructurado centros
especializados en el campo de los estudios
latinoamericanos, y formalizado las fuentes de
financiamiento.6 Estaba lista la masa crítica que daría
forma y movimiento a gran parte de las propuestas de
acciones de colaboración y cooperación con Cuba.
Formuladas por la academia norteamericana y
cubanoamericana, estas tenían como elemento común
el interés por profundizar en los estudios e investigaciones
sobre la Isla.
Los pioneros en el establecimiento de lazos
académicos con Cuba fueron estadounidenses. No sería
hasta el diálogo de 1978 y el establecimiento de los
viajes a Cuba de la comunidad cubana en el exterior
que los académicos cubanos residentes en los Estados
Unidos desempeñaran un rol significativo. Vale destacar
en este proceso a Lourdes Casal, colega de la
Universidad de Rutgers, ya fallecida, y al Instituto de
137
Milagros Martínez Reinosa
Miami, el entonces presidente Bush firma la Cuban
Democracy Act, más conocida como Ley Torricelli,
calificada por algunos como su testamento político.
Esta contempla el recrudecimiento del bloqueo, pero
también introduce el polémico y controversial «Carril
II», que otorgó rango de política a la utilización de los
intercambios académicos como vía para la subversión
del orden interno en Cuba. Fue este un intento de
extrapolar al sistema cubano lo ocurrido en el antiguo
campo socialista y la otrora URSS.
Al ganar William Clinton las elecciones de noviembre
de 1992, dicha ley se convierte en un instrumento
extremadamente importante en la política de
Washington hacia la Isla. La situación se torna aún más
complicada cuando Richard Nuccio, académico
devenido asesor para asuntos cubanos del presidente,
se entregó en cuerpo y alma a la implementación de la
política del Carril II, lógico proceder si se considera
que él fue su redactor cuando se desempeñaba como
miembro del grupo de asesores del entonces
representante demócrata por Nueva Jersey, Robert
Torricelli.
La reacción del gobierno cubano no se hizo esperar.
En síntesis, consistió en asumir una postura defensiva
ante el anuncio e implementación de tal política, postura
incomprendida y, por ende, criticada por muchos
académicos norteamericanos. Aunque se mantuvieron,
los intercambios se complejizaron.
Se abrió entonces una etapa de mayor control y
análisis, por parte de la Isla, de cada una de las acciones
propuestas por los colegas norteamericanos. Esto
condujo a que un grupo de ellos planteara, de manera
algo absoluta, que los intercambios pasaron a ser
controlados por los administradores cubanos.10 Hubo
una proliferación de las actividades e iniciativas
provenientes de universidades y de tanques pensantes
que intensificó la reactivación del debate académico
sobre Cuba en los Estados Unidos y obligó a la parte
cubana a actuar de forma más cautelosa, bajo la premisa
de que el intercambio tuviese un carácter institucional,
ordenado y coherente.
En este período se produjo, en 1996, el V Pleno del
Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC).
Como uno de sus resultados se procedió al examen de
las líneas de investigación y de los proyectos de un buen
número de centros de estudios en Cuba, que se
desarrollaban en conjunto con contrapartes
norteamericanas. Particularmente significamos los
análisis emprendidos en el Centro de Estudios sobre
América (CEA), el de Estudios de Europa (CEE), el
de Alternativas Políticas (CEAP) y el de Estudios sobre
Estados Unidos (CESEU).
Como interlocutores se mantuvieron, en ese decenio,
algunos expertos, programas y grupos, en universidades
Pittsburgh se enfrentó al enfoque liberal de Johns
Hopkins University y a las posiciones conservadoras
de la Universidad de Miami.
Un elemento significativo en esa década fue la
consolidación de las relaciones con —y a través de—
LASA. En 1988 se vivió un período importante de
reanimación de los intercambios académicos al triunfar
las gestiones y presiones de los directivos de esa
asociación ante las autoridades estadounidenses. Se logró
que, a partir de entonces, se estableciera una especie de
compromiso del Departamento de Estado
encaminado a garantizar la aprobación de visas para
los académicos e intelectuales de Cuba invitados a este
evento y a otras actividades de dicha asociación.
La posguerra fría. Los «años dorados»
o de la consolidación
Con la llegada de la administración de George H.
Bush a la Casa Blanca, en enero de 1989, se volvieron
a abrir las puertas de los Estados Unidos para los
profesores e investigadores cubanos. En este cambio
de política incidieron, además de las ya citadas gestiones
por parte de LASA, las de un grupo de profesores y
directivos de universidades norteamericanas que
reclamaban el intercambio con la Isla. En tal contexto,
los cubanos asistieron al Congreso de dicha asociación,
celebrado en Miami ese mismo año. Momento
significativo fue la realización en Halifax, Canadá, de
un relevante evento conmemorativo del trigésimo
aniversario de la Revolución cubana, bajo el coauspicio
de instituciones norteamericanas y con amplia
participación de especialistas de Cuba y de los Estados
Unidos.
Fue esta una etapa en que se consolidaron muchos
de los vínculos iniciados en los 70 y mantenidos, con
crecientes dificultades, en los 80. Surgen nuevas
instituciones dedicadas a los estudios cubanos como el
Programa Cuba de la Universidad de Georgetown, y
novedosos programas docentes e investigativos que
incluían a Cuba como objeto de estudio en diversas
instituciones de la educación superior. Se destacan
American University, Chicago University, Harvard
University, CUNY, Yale y el sistema de universidades
de California. También grupos de académicos
vinculados a tanques pensantes como el Institute of
Policy Studies (IPS), Woodrow Wilson International
Center for Scholars, Interamerican Dialogue, Council
on Foreign Relations (CFR) reinician contactos con sus
contrapartes en la Isla.
En los finales de una intensa campaña presidencial
y en un gesto desesperado —finalmente infructuoso—
para buscar su reelección, el 23 de octubre de 1992, en
138
La diplomacia académica: los intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos
No obstante, en los 90 —década en la que había
nacido y crecido un movimiento dentro de los Estados
Unidos que planteaba la necesidad de modificar las
relaciones entre los dos países— se experimentó un
marcado incremento en las colaboraciones, tanto por
el número como por el alcance de las acciones
propuestas por la academia norteamericana con el fin
de fomentar la cooperación intelectual con Cuba.11
También en este período se produjo una diversificación
de las fuentes de financiamiento provenientes de las
fundaciones, lo que posibilitó realizar proyectos de
investigación, publicaciones de libros y la asistencia
de académicos e intelectuales cubanos a eventos
fundamentalmente en los Estados Unidos. Además de
la Fundación Ford, que tiene un papel de primer orden
en estos esfuerzos, apareció la John D. and Catherine
T. MacArthur, que desplazó a la primera en su
protagonismo tradicional, y se convirtió en la principal
auspiciadora de proyectos académicos con instituciones
de la Isla. También fueron notables los donativos de
ARCA Foundation, General Services, y Christopher
Reynolds Foundation.
Otra consecuencia de lo anterior fue la apertura
de nuevos programas de intercambio. Además de
mantenerse los establecidos como los de la Universidad
Johns Hopkins —sin duda, por muchos años el más
importante y prestigioso— y el de la Universidad de
Pittsburgh, aparecen el Programa Caribe de la
Universidad de Georgetown, el del David Rockefeller
Center on Latin American Studies, de la Universidad
de Harvard, el Cuba Project, del Bildner Center de
CUNY, los programas de la FIU y el de Tulane
University.
Asimismo, la cantidad de planes de estudio de
pregrado para estudiantes norteamericanos en Cuba
se incrementó sensiblemente,12 mientras surgían otras
estructuras diseñadas para facilitar los intercambios;
entre ellos, el programa cubano de Social Science
Research Council (SSRC). Se establecieron nuevos
canales de comunicación con otras instituciones como
fueron los casos de DePaul University, St. Thomas
University, Minnesota; University of North Carolina,
Chapel Hill; University of Iowa, y el programa
cooperativo de California State University San
Bernandino, California State University Los Angeles y
California State Polytechnic University, también conocida
como Cal Poly Pomona. Incluso instituciones no
establecidas en universidades, como el Centro de
Investigación Marina de Washington, DC, y la
Smithsonian Institution se involucraron en la expansión
de la colaboración académica entre los dos países,
mientras se ampliaba la participación de cubanos en
otras conferencias de asociaciones de profesionales. Son
los casos de International Studies Association (ISA);
como la Johns Hopkins, Indiana, CUNY, Pittsburgh,
American University. A su vez, se reactivaron y surgieron
otros en instituciones como la Universidad Internacional
de la Florida (FIU), la Caribbean Studies Association
(CSA), la Universidad de DePaul, la estatal de Indiana
y varias del sistema del Estado de California. A la par,
determinadas organizaciones dentro de la emigración
cubana, cuyo perfil conjugaba acciones culturales,
académicas y de promoción social —como el Instituto
de Estudios Cubanos (IEC)—, contribuyeron a
impulsar ese proceso interactivo. En la Isla, la Unión
de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), junto a
otras entidades no gubernamentales, participó también,
de modo activo y creativo en ese dinámico intercambio.
No obstante, debe reconocerse que los ya citados
administradores cubanos trabajaron de manera muy
eficiente, pues prácticamente la mayoría de los
proyectos presentados se materializó. Solo unos pocos
fueron rechazados, lo que produjo malestar en las
comunidades académicas de ambos países,
especialmente en la de los Estados Unidos. Allá no se
podía entender las reticencias cubanas ante iniciativas
consideradas puramente académicas. No comprendían
que la desconfianza que en Cuba despertaban estos
proyectos casi nunca era hacia sus ejecutores, sino
debido a las utilizaciones que pudieran darse a sus
resultados.
En esta etapa, por momentos tensa, en la que Cuba
actuaba como plaza sitiada, se lograron avances
considerables en materia de intercambios. Se marcaron
pautas en la cooperación entre las comunidades
académicas de ambos países, incluyendo el inicio
y consolidación de los vínculos de la Isla con una
nueva generación de profesores e investigadores
cubanoamericanos. Se destacaron Lisandro Pérez,
entonces director del Instituto de Estudios Cubanos
de la FIU; Iraida López, del programa Cuba-Caribe,
de CUNY, y Alejandro Portes, jefe del Departamento
de Sociología de la Universidad Johns Hopkins. Se
acrecentó la publicación de artículos y libros junto a la
realización de eventos, frutos de la colaboración, tanto
institucional como individual.
En febrero de 1996, el gobierno cubano derribó
dos avionetas de la organización Hermanos al Rescate
que habían penetrado, sin autorización, en el espacio
aéreo cubano. Como consecuencia de este incidente se
tensaron en extremo las ya complejas relaciones
entre Cuba y los Estados Unidos, lo que repercutió
negativamente en los intercambios académicos. No se
otorgaron visas a profesores e investigadores cubanos
invitados a participar en actividades de instituciones
norteamericanas, situación que se mantuvo, con altas y
bajas, de marzo a diciembre de 1996.
139
Milagros Martínez Reinosa
entonces Cooperative Programs for the Americas
(COPA), devenido posteriormente el Institute for the
Study Abroad (IFSA), con sede en la Universidad de
Butler. Como dato de interés, apuntamos que un año
antes, en febrero de 1999, se había realizado la
primera visita a Cuba del crucero SS Universe Explorer,
del programa Semestre en el Mar, administrado por el
Institute for Shipboard Education que, por aquel
entonces, tenía su sede en la Universidad de Pittsburgh.
Punto de madurez en los intercambios fueron, sin
duda, sendas Conferencias por el cuadragésimo
aniversario de Playa Girón y de la Crisis de
Octubre, en marzo de 2001 y en octubre de 2002,
respectivamente, organizadas por los Archivos de
Seguridad Nacional de la Universidad de George
Washington, junto a un grupo de instituciones
académicas cubanas. Conferencias sobre el segundo
tema se habían realizado previamente en Moscú, en
1989; Antigua, en 1991, y La Habana, en 1992. También
se efectuó una sobre Girón en Georgia (los Estados
Unidos), en abril de 1996, aunque no estuvieron
presentes académicos residentes en la Isla. Otro reflejo
de la consolidación alcanzada fue la reunión de la
Asociación Americana de Universidades y Colegios
Estatales (AASCU) en septiembre de 2003, catalogada
como la primera reunión de rectores de Cuba y los
Estados Unidos. A dicha cita asistieron casi una veintena
de presidentes de universidades y directivos de esa
importante asociación.
American Studies Association (ASA); American Political
Science Association (APSA); International American
Studies Association (IASA); American Sociological
Association (ASA); American Public Health (APH);
American Neurological Association (ANA); American
Library Association (ALA); American Physical Society
(APS) y American Chemical Society (ACS).
Varias asociaciones hicieron un especial esfuerzo por
brindar mayores espacios a académicos cubanos y
norteamericanos para investigar conjuntamente en áreas
de interés común. LASA ha sido quizás el ejemplo más
acentuado, y es significativo el elevado número de
académicos cubanos que sistemáticamente han
participado en sus reuniones internacionales como foro
de intercambio de ideas, discusión y análisis. En ese
marco se distingue el énfasis —creciente como
tendencia— en las reflexiones de temas vinculados a la
cultura artística y literaria.
En lo relativo a la presencia de cubanos, en los 90
se apreció una sana diversificación de las instituciones
de la Isla con las que se desarrollaron proyectos de
investigación y docencia conjuntas. Además de los
iniciadores CESEU, CEA y CEAP, se incorporaron de
manera más activa la Facultad de Filosofía e Historia
de la Universidad de La Habana, el Centro de
Investigaciones de la Economía Internacional (CIEI),
el de Estudios de la Economía Cubana (CEEC), el de
Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), el
Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI),
el Instituto de Historia, el Archivo Nacional de Cuba,
el Instituto Politécnico Superior José Antonio Echeverría
(CUJAE) —en especial su Facultad de Arquitectura—
y el de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK).
Muy interesante resultó la iniciativa siguiente de la
administración Clinton. Enmarcada en la estrategia del
Carril II se decide, a través de proclama presidencial
del 5 de enero de 1999, otorgar licencias a las
universidades norteamericanas para visitas de estudiantes
de pregrado. Con ello, se retomaba una modalidad del
intercambio que solamente se había puesto en práctica
durante el mandato de Carter. Estas preveían estancias
cortas, fundamentalmente en la Universidad de La
Habana; pero también en otras instituciones académicas
y culturales cubanas, lo que implicó un sensible
incremento de los viajes de jóvenes universitarios
norteamericanos a Cuba.13
Como resultado de las experiencias adquiridas con
esas visitas, y dado el éxito de los cursos impartidos,
algunas instituciones académicas norteamericanas
propusieron el establecimiento de estudios en Cuba.
Estos abarcaban desde cursos de verano hasta
programas de semestre que otorgaban créditos
reconocidos en las universidades norteamericanas.
Surgía así, en septiembre de 2000, el programa del
Los años de Bush. El congelamiento
de las relaciones
El triunfo electoral de George W. Bush y su
instalación en la Casa Blanca en 2001 significó un
brusco giro en la cooperación académica entre los dos
países. Comienzan a afrontarse serios obstáculos que
limitaron sensiblemente el desarrollo de los intercambios
culturales y científico-técnicos, dificultades que se
agudizaron después de los sucesos del 11 de septiembre
y que se extenderían hasta enero de 2009. Estos
se reflejaron, esencialmente, en una aplicación más
estricta de las regulaciones establecidas y en la
implementación de políticas que afectaron drásticamente
las concesiones de licencias solicitadas al Departamento
del Tesoro por los diversos programas de instituciones
norteamericanas, así como los otorgamientos de visados
por parte del Departamento de Estado a los académicos e
intelectuales cubanos.
A lo anterior se añadieron los crecientes escollos en
la búsqueda de financiamiento para la materialización
de algunos de estos programas. Tales dificultades ya
estaban presentes desde finales de los 90 cuando los
140
La diplomacia académica: los intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos
La herencia de la administración Bush fue patética. Una de
las consecuencias más lamentables fue que, como resultado
de la ausencia de contactos, se afectó el necesario
conocimiento mutuo de quienes, a ambos lados del Estrecho,
trabajan los temas cubanos.
directivos y especialistas de fundaciones no se sentían
satisfechos por las demoras en la ejecución de los
proyectos que financiaban, y por las negativas que
impidieron la materialización en Cuba de los nuevos
presentados.
Ello incidió en el congelamiento de algunos de los
más prestigiosos y serios programas de investigaciones
sobre Cuba en las instituciones académicas
estadounidenses, cuando no en su cierre definitivo.
Esto trajo como consecuencia que comenzaran a
escasear las visiones serias y objetivas sobre la realidad
cubana, a lo que se unió, en mayo de 1999, la creación
del Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos
en la Universidad de Miami, que ha obtenido sumas
millonarias de la administración Bush para emprender
actividades poco ortodoxas en materia de estudios
sobre Cuba.
Las acciones de la administración Bush se reflejaron
también en los programas de semestre. En mayo de
2003 se le retiró la licencia al programa del Council for
International Educational Exchange, que hubo de cerrar,
tres meses después. Contradictoriamente, el presidente
Bush y el entonces secretario de Estado, Colin Powell,
se habían pronunciado, a menudo, sobre la importancia
de que los norteamericanos estudiasen en el exterior.
El propio Bush, después del 11 de septiembre, dijo:
grupo de propuestas que implicaban serias limitaciones
para el desarrollo de los intercambios académicos,
culturales y científico-técnicos entre ambos países. En
junio se hicieron públicas las medidas y se cerraron
definitivamente los programas de semestre,
exceptuando aquellos que operaban de universidad
a universidad. Es así como, de los nueve establecidos
en la Universidad de La Habana, solo quedaron tres al
inicio del curso académico 2004-2005. Fue necesario
reajustar el mecanismo de trabajo de estos programas
—una de las experiencias más exitosas en materia de
intercambio académico— y trabajar solo con los
autorizados. Vale la pena subrayar que los conformados
en el otoño de 2000 tuvieron tanto éxito que —a pesar
de no contar con ninguna promoción comercial,
excepto el irresistible atractivo de conocer lo
prohibido—, según datos del Institute of Internacional
Education, Cuba se ubicó entre los quince primeros
países-destinos de study abroad seleccionados por los
estudiantes norteamericanos entre 2003 y 2004. La
cantidad de jóvenes involucrados creció 45% respecto
al año precedente.
Los jóvenes estadounidenses que han participado
en ellos han resultado no solo excelentes estudiantes,
sino sensibles seres humanos que han conectado con el
pueblo cubano, en lo que ha sido una verdadera
experiencia, calificable como una suerte de diplomacia
«pueblo a pueblo». A partir de su estancia en Cuba muchos
norteamericanos han podido constatar la realidad de
nuestro país. Ven cómo Cuba, injustamente incluida
en todas las listas de países terribles por el
Departamento de Estado de los Estados Unidos, los
recibe amistosamente. Se sorprenden de no encontrar
resentimientos o rechazo y más aún al percibir cómo
los jóvenes cubanos tienen muchas más cosas en común
con ellos que las imaginadas. Aprenden de la experiencia
de la vida cotidiana, a conocer, comprender y aceptar
la otredad de lo cubano. Y regresan a los Estados
Unidos con un conocimiento mayor, más pleno y real
de la realidad de la Isla, ajeno a la manipulación
informativa que al respecto inunda al país norteño.
Estos estudiantes exploradores, que vinieron en
búsqueda de respuestas, encontraron algunas y se fueron
con nuevas preguntas. En estas inquietudes saciadas y
alimentadas están también la pasión y la razón de las
By studying foreign cultures and languages and living
abroad, we gain a better understanding of the many
similarities that we share and learn to respect our differences.
The relationships that are formed between individuals from
different countries as part of international education
programs and exchanges can also foster goodwill that
develops into vibrant, mutually beneficial partnerships
among nations.14
[Mediante el estudio de las culturas y lenguas extranjeras y
la estancia en otros países, logramos una mejor
comprensión de las muchas similitudes que compartimos
y aprendemos a respetar nuestras diferencias. Las relaciones
que se forman entre personas de diferentes países como
parte de los programas de educación internacional y los
intercambios también pueden fomentar la buena voluntad
que se transforma en vivaces asociaciones, mutuamente
beneficiosas, entre las naciones.]
En mayo de 2004 y como parte de las recomendaciones
del informe de la Comisión Powell —la llamada
Comisión de Ayuda a una Cuba Libre—15 se listó un
141
Milagros Martínez Reinosa
afectados están el IV Simposio de Coma y Muerte
Súbita, en 2004; los encuentros de filósofos cubanos y
norteamericanos, de 2004 y 2005; los encuentros sobre
Problemas de la globalización y el desarrollo, de 2005
y 2006; la Feria Internacional del Libro, de 2006, y la
Conferencia «50 años de Revolución cubana y su
impacto en el Caribe», en diciembre de 2008.
Es precisamente en ese contexto que LASA decidió,
en junio de 2006 —considerando, entre otras razones,
que cuatro meses antes se habían negado en bloque las
54 visas solicitadas por académicos e intelectuales
cubanos para asistir a su XXVI Congreso, en San Juan,
Puerto Rico—, trasladar de Boston a Montreal, Canadá,
la sede del siguiente congreso. Quedó planteada la
voluntad de que, mientras que no existieran garantías
para la presencia de los cubanos en dichos eventos,
estos tendrían lugar fuera de los Estados Unidos. Esa
decisión fue una de las más divulgadas de la creciente
cadena de obstáculos que la administración Bush
impuso para el normal desarrollo de los intercambios
académicos.
clases de sus profesores en los Estados Unidos
—quienes los han acercado al tema de Cuba— y de
los programas académicos que se han diseñado en la
Universidad de La Habana.
Cuando se pensaba que habíamos visto todo en
materia de obstáculos, el 28 de septiembre de 2004
la Sección de Intereses de los Estados Unidos en Cuba
comunicó oficialmente a la Universidad de La Habana
la negación de las 64 solicitudes de visas que académicos
e intelectuales cubanos habían presentado desde mayo,
con el propósito de participar en el XXV Congreso
Internacional de LASA a celebrarse del 7 al 9 de
octubre en Las Vegas, Nevada. Se adujo la aplicación
de la sección 212(f) de la Ley de Inmigración y
Naturalización de los Estados Unidos. La decisión,
aunque esperada por algunos, causó asombro
e indignación a muchos de los miembros de las
comunidades académicas cubana y norteamericana.
Esta fue una de las medidas más publicitadas,
posiblemente por absurda. En el transcurso del
congreso en Las Vegas, uno de los paneles afectados
por la ausencia de las contrapartes cubanas tuvo la
honorable idea de colocar, frente a la mesa, 64 sillas
con los nombres de los académicos cuyas visas habían
sido negadas, y dedicar la sesión a discutir aquel acto
inaudito de violación de libertades.
Contrasta lo ocurrido con la tendencia registrada
desde la segunda mitad de los 90, caracterizada por la
numerosa presencia de cubanos en congresos de LASA,
en especial a partir del año 2000. A Miami 2000
asistieron 97; y a Washington 2001, 82. Desde el
congreso de Dallas, en 2003, la participación cubana
comenzó a verse restringida por problemas con los
visados. En esa ocasión asistieron 67 cubanos, mientras
que a más de 15 se les negó la entrada a los Estados
Unidos.
En total coherencia con estas acciones, durante los
primeros diez meses de 2004, solamente cinco
profesores de la Universidad de La Habana pudieron
cumplimentar invitaciones de instituciones
norteamericanas para impartir cursos, dictar
conferencias o realizar estancias de investigación. Como
continuidad de la aplicación de la hostil política, de
octubre de 2004 a enero de 2009 se otorgaron menos
de diez visas a profesores de la institución bicentenaria,
claro reflejo de los impedimentos que se presentaron
en el normal desarrollo de los intercambios. Antes de
la mencionada fecha, se producía un promedio mensual
de 25 salidas de profesores de esta casa de altos estudios
a los Estados Unidos.
En lo relativo a la concesión de licencias para viajar
a Cuba con el fin de participar en actividades académicas,
se destacan las negativas a reconocidos académicos
e intelectuales norteamericanos. Entre los eventos
Obama. Entre el desconocimiento
y la desconfianza
El 4 de noviembre de 2008 ganó las elecciones
presidenciales de los Estados Unidos Barack Hussein
Obama, XLIV presidente de la nación y el primer
afroamericano. Se estaba ante un desconocido —su
paso por el mundo político de Washington no es el
que tradicionalmente recorren aquellos que llegan a ganar
la silla de la Oficina Oval— que abría interrogantes y
esperanzas a gran parte de la humanidad. Se pensaba
en el joven demócrata negro como un soplo de aire
fresco, al que definitivamente valía la pena concederle
el beneficio de la duda.16
Para las comunidades académicas de Cuba y de los
Estados Unidos la llegada de la «era Obama» significaba,
más que una posibilidad, la certeza del retorno a la
normalidad de sus nexos académicos, científico-técnicos
y culturales. En esta apreciación influía el hecho simbólico
de que el recién electo presidente había ejercido como
profesor universitario,17 por lo que era de esperar cierta
sensibilidad hacia el asunto, y que tuviese la capacidad
de valorarlo con inteligencia y creatividad. Resurgió la
esperanza de normalizar los vínculos establecidos desde
los 70 y que se habían afectado sensiblemente durante
los ocho años de George W. Bush.18
La herencia de la administración Bush fue patética.
Una de las consecuencias más lamentables fue que, como
resultado de la ausencia de contactos, se afectó el
necesario conocimiento mutuo de quienes, a ambos
lados del Estrecho, trabajan los temas cubanos. Entre
142
La diplomacia académica: los intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos
como podría haberse esperado inicialmente. Las
iniciativas son analizadas con extrema prudencia, tanto
por las contrapartes como por las diferentes instituciones
que integran el entramado que decide si se ejecutan o no.
La reunión de Bisa Williams, secretaria asistente
interina para Asuntos del Hemisferio Occidental del
Departamento de Estado, el 20 de septiembre de 2009,
con la comunidad académica de la Universidad de La
Habana fue un elemento significativo en los nuevos
tiempos. Nunca antes una funcionaria, de tan elevado
rango, del gobierno de los Estados Unidos había
visitado la casa de altos estudios, exceptuando cuando
el ex presidente James Carter fue recibido en el Aula
Magna, en su visita a Cuba en mayo de 2002. La reunión
con. Williams no arrojó resultados novedosos para el
grupo que se encontró con ella. El propósito esencial
del encuentro fue explorar la viabilidad de continuar
con un programa de becas iniciado en el otoño de
2008. Para este sistema de entrenamiento en liderazgo,
especialmente diseñado para los jóvenes de la Isla, se
optaba directamente, a través de contactos electrónicos
o directos con la Sección de Intereses de los Estados
Unidos en Cuba (SINA), acción que causó irritación
en los círculos oficiales cubanos, que la catalogaron
como una actividad contrarrevolucionaria. La propuesta
de Williams fue que el contacto se produjera a través
del trabajo directo entre la institución académica cubana
y el Departamento de Estado. Esta se consideró
inaceptable, pues no es la forma en que se manejan los
programas de becas de la casi tricentenaria institución
cubana con ningún país del mundo. Obviamente los
Estados Unidos no iban a ser la excepción.
La controversial idea de las becas, unida a la reunión
con la señora Williams, enrarecieron el ambiente. Se
valoró que si este era el tipo de iniciativa que aplicaría el
gobierno de Obama, nada bueno podría esperarse de
su administración. Se pronosticaba que llegarían nuevas
acciones en las que, de una manera directa o solapada,
se trataría de politizar, cada vez más, el intercambio
académico.
No puede obviarse en este análisis que Cuba vive
una coyuntura histórica peculiar, marcada por un entorno
internacional complejo y en ocasiones impredecible.
Los cambios en la Isla, que transita por una
transformación político-institucional que, entre otras
acciones, ha implicado la designación de no pocos
nuevos ministros y equipos de trabajo, han de conjugar
el sostenimiento del liderazgo político, la gobernabilidad
del sistema y la recomposición de la economía y, a la
vez, sumar y entusiasmar a las nuevas generaciones
nacidas con la Revolución.
A pesar de los ya citados pronósticos de una mayor
apertura, al menos en este primer año de Obama, poco
ha cambiado. Las restricciones por parte de los Estados
Unidos se mantienen como en agosto de 2004. Algunos
2001 y 2009 solo los Congresos de LASA en Montreal
y Río de Janeiro, así como la Conferencia «El significado
de una revolución. 1959-2009», en la Universidad de
Queens, Canadá, fueron los espacios que permitieron
reencuentros, y la posibilidad de conocer las nuevas
caras que entraban en el área de los estudios cubanos.
La peor huella que, en cuestión de intercambios
académicos, dejó Bush —con origen en los años del
mandato de Clinton cuando la aplicación del Carril II—,
fue el sentimiento de desconfianza que ha quedado
en los círculos gubernamentales cubanos, e incluso en
algunos espacios académicos, que rechazan vincularse
con todo lo que provenga de los Estados Unidos.
Podría afirmarse que dichos sectores ven en la
colaboración una ventana abierta a la política subversiva
del gobierno norteamericano contra Cuba, una especie
de foco de subversión interna, especialmente cuando
se trata de contactos con los científicos sociales cubanos.
En los círculos oficiales de la Isla, si bien no disgustó
en absoluto la derrota de John McCain, tampoco pareció
causar euforia el triunfo de Obama. El aparato político
y administrativo no fue presa de la seducción mediática
que generó el joven político negro. En Cuba algunos
funcionarios denominaron a este fenómeno de
encantamiento con el nuevo inquilino de la Casa Blanca:
«el mareo Obama». En las predicciones del gobierno
cubano lo que se percibía era que el presidente
desarrollaría una política que, si bien tendría ciertos ajustes
tácticos, trataría de lograr, por otras vías, el objetivo
estratégico de todos los gobiernos norteamericanos
a partir de 1959: inducir transformaciones en el sistema
político cubano y derrocar la Revolución. Se pronosticó
que con Obama llegaría una suerte de rediseño del Carril II,
renovado y diferente, donde el controversial contacto
people to people se acompañaría del mayor uso de las
comunicaciones, vía correo electrónico, páginas web y
telefonía celular, servicios a los que tiene acceso un grupo
considerable de los académicos, intelectuales, artistas,
científicos y estudiantes de la Isla.
Buena parte, por no decir la mayoría, de los
miembros de la comunidad académica, científicotécnica y cultural cubana pensaron que con Obama
llegarían los cambios hacia la eliminación de las
restricciones impuestas por Bush, o al menos una
flexibilización rápida que permitiese contactos fluidos
con los colegas estadounidenses. Esa era también la
percepción imperante de las contrapartes en los Estados
Unidos, las que prácticamente no solo votaron por
Obama, sino que se involucraron activamente en su
campaña presidencial. Lo anterior justifica que, después
del triunfo, comenzó a llegar a Cuba un elevado número
de propuestas de acciones de intercambio; verdadera
avalancha proveniente de instituciones norteamericanas.
Las respuestas por la parte cubana no fueron tan rápidas
143
Milagros Martínez Reinosa
que nuestros dos países, efectivamente, vivan en el
mismo ambiente. A su vez, el tema medioambiental es
uno de los identificados por el gobierno cubano entre
aquellos con posibilidades mayores de nuclear el trabajo
conjunto de académicos y científicos de ambos países;22
opinión compartida por la comunidad académica
norteamericana,23 que considera que un intercambio
científico más fluido permitiría a Cuba prepararse para
el impacto potencialmente devastador del arribo
masivo de turistas norteamericanos. La Isla suele ser
considerada una especie de santuario ecológico.
En noviembre de 2009 visitó La Habana una
importante delegación de ocho científicos
estadounidenses, entre los que se encontraban Peter
Agre, Premio Nobel de Química de 2003 y presidente
de la Asociación Estadounidense para el Avance de la
Ciencia (AAAS). Agre se reunió con destacados
colectivos de científicos cubanos en la Universidad de
La Habana, en la Academia de Ciencias de Cuba y con
Fidel Castro Díaz-Balart, físico nuclear y uno de los
líderes de la comunidad científica cubana. El grupo de
la AAAS emitió un comunicado que subrayaba que, en
el momento en que el viaje ocurría, científicos de Cuba
y de los Estados Unidos abogaban por una mayor
cooperación entre los dos países. Concluía expresando
que, con el gobierno de Obama, existía una buena
oportunidad para impulsar dichos contactos.
El área de la cultura atraviesa un período de
revitalización. Citemos el Concierto por la Paz, en
septiembre de 2009, las visitas a Cuba de destacados
artistas del cine como Benicio del Toro y Sean Penn
—este último logró la primera entrevista al presidente
cubano Raúl Castro, publicada en la revista New Yorker—,
la presencia de la premiada Omara Portuondo en la
ceremonia de los Grammy Latinos de 2009, las visitas
y giras de cantantes y agrupaciones musicales cubanas
por los Estados Unidos: Buena Fe, Charanga Habanera
y Van Van. No obstante, no todo es miel sobre hojuelas.
Muy interesante resulta lo que ocurre en el mundo
de las artes plásticas. Desde la década de los 90, los
coleccionistas estadounidenses se sienten particularmente
atraídos por la plástica cubana. La presencia de galeristas,
directores de museos y coleccionistas en la Bienal de
Arte de La Habana, en mayo de 2009, se entendió como
una especie de anticipo de lo que podría registrarse
próximamente.24
En la esfera de los deportes pareciera que poco se
puede avanzar. En Cuba no están creadas las
condiciones para que ocurra algo similar a la conocida
diplomacia del ping-pong, que favoreció un clima de
distensión entre los Estados Unidos y China. En las
relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, el
deporte llamado a desempeñar ese rol sería el beisbol.
Sin embargo, el gobierno cubano percibe como
dicen que en el terreno académico, es más de lo mismo,
o incluso peor, como consecuencia directa del
referido programa de becas para jóvenes. El gobierno
cubano estima que este proceder de la nueva
administración es resultado de aceptar las presiones de
la influyente minoría conservadora de emigrados de la
Isla asentada esencialmente en la ciudad de Miami y
que conforma el lobby cubanoamericano en el Congreso.
En coherencia con la proyección internacional de la
Isla, las instituciones cubanas consolidan relaciones con
sus homólogas, en el marco de programas especiales
con Venezuela y China y, en menor medida, con Bolivia
y Ecuador. Entran también con fuerza Rusia y algunos
países de África. En todos ellos participa un número
importante de académicos e intelectuales, muchos de
los cuales estaban involucrados antes activamente
en los nexos académicos con los Estados Unidos, y, en
cierto sentido, se han desmotivado; prefieren la
seguridad de este tipo de acción y no los obstáculos,
indefiniciones y hasta suspicacias que levantan las
iniciativas con universidades, tanques de pensamiento y
asociaciones estadounidenses.
Sin embargo, en una valoración más objetiva habría
que señalar que hay una leve y lenta mejoría19 pues se
están otorgando, prácticamente, todas las visas
solicitadas por los académicos cubanos.20 Se están
concediendo más licencias a las instituciones
estadounidenses para realizar acciones de intercambio
en Cuba, y el comportamiento ha sido positivo en el
caso de las peticiones realizadas a la OFAC para
mantener o abrir nuevos programas de semestre,
modalidad del intercambio académico donde el
crecimiento ha sido notorio en el último período. En
enero de 2010 existían catorce programas de este tipo,
y están firmados 25 convenios entre universidades
cubanas y de los Estados Unidos, 21 de ellos con la
Universidad de La Habana. En el transcurso del año
2009 funcionaron doce programas de semestre con
un total de 97 estudiantes. En la primavera de 2010
están presentes nueve universidades con 73 estudiantes.
En las instituciones científico-técnicas y culturales,
los resultados se perciben más concretos que los
obtenidos en las universidades cubanas. En el caso de
los intercambios científico-técnicos se aprecia en el
último año transcurrido un discreto avance en la
normalización de las relaciones en temas ambientales.
Destacamos en este sentido la firma, en octubre de
2009, de un proyecto de ciencias marinas asociado
a estudios de delfines y tiburones, así como el desarrollo
de acciones conjuntas en el área de la meteorología.21
El politólogo Phil Peters, analista del Lexington Institute
y estudioso de los temas del conflicto bilateral, afirma
que los asuntos marinos son el punto por donde
comenzar, pues la proximidad y las corrientes hacen
144
La diplomacia académica: los intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos
provocaciones y ataques el asedio constante a peloteros
—y a boxeadores— de la Isla, considerado como
«robo de talentos». Lo anterior genera y sostiene un
ambiente enrarecido en materia deportiva, cargado de
un elevado simbolismo político que para la parte cubana
dificulta el diseño y puesta en marcha de acciones
conjuntas.
Resumiendo: en el transcurso del primer año de
la administración Obama poco se ha avanzado; y lo
que se aprecia del lado de la academia cubana es que
hay más esperanza que fe; aunque los colegas
norteamericanos y cubanoamericanos crean que en el
transcurso de 2010 esto debe cambiar definitivamente.
No debe perderse de vista que, a pesar de que la mayor
parte de las acciones de la administración Obama,
incluso durante los primeros meses de 2010, indican
un nuevo momento de intensificación de conflictos, un
año es un lapso corto. Se trata solo de 365 días, en
contraste con los 1 461 que abarca el período
presidencial. De modo que, a pesar del realismo
o pesimismo que sugieran los hechos recientes,
no deberíamos obviar los beneficios de la duda.
En este final de la primera década del siglo XXI
prácticamente no existen proyectos importantes en
materia de intercambios académicos, de la envergadura
de buena parte de los que se realizaron en los últimos
veinte años, exceptuando los programas de semestre y
las acciones que se vienen ejecutando con la Universidad
de Harvard y con la de Alabama, los Congresos de
LASA y eventos asociados, y el programa que se está
reactivando con el Social Science Research Council. La
ausencia de iniciativas de alto vuelo ha traído como
consecuencia fundamental la percepción de inmovilismo,
letargo o inercia, que incide definitivamente en el
insuficiente desarrollo de la disciplina de Estudios
Cubanos, en los Estados Unidos, y de los estudios sobre
los Estados Unidos, en Cuba.
la Universidad de Florida, Gainesville, y cuyo resultado
fue premiado, en junio de 1999, como Mejor
Investigación, por el Departamento de Agricultura de
los Estados Unidos.
En materia de eventos académicos significamos los
Congresos de LASA; el Grupo de Trabajo del Social
Science Research Council y de la Academia de Ciencias
de Cuba (SSRC/ ACLS) establecido en 1996; la
I Conferencia de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos,
organizada por el Instituto de Estudios Cubanos de la
Universidad Internacional de la Florida, en octubre de
1997; las citadas conferencias «Girón: 40 años después»
y «La Crisis de Octubre: 40 años después», celebradas
en La Habana, en marzo de 2001 y octubre de 2002,
respectivamente; los eventos sobre Globalización, y la
referida conferencia de Halifax, que sesionó en Canadá
en 1989.
También el programa del Instituto de Estudios
Cubanos de la FIU, que entre 1991 y 2003 propició
estancias y proyectos de investigación y su programa
de becas de la Fundación Rockefeller, primero en
posibilitar a académicos e intelectuales cubanos estancias
de cuatro meses en Miami 25 y el Programa para
investigadores visitantes del David Rockefeller Center
for Latin American Studies (DRCLAS), de la
Universidad de Harvard, inaugurado en el otoño de
1998 y por el que han pasado casi sesenta investigadores
de diferentes instituciones cubanas. Entre sus resultados
más significativos se destaca el libro The Cuban Economy
at the Start of the Twenty-First Century, coeditado por los
profesores Jorge I. Domínguez y Lorena G. Barberia,
de la Universidad de Harvard y el doctor Omar
Everleny Pérez Villanueva, profesor e investigador titular
del CEEC.
Asimismo, fueron relevantes y ciertamente
novedosos, por involucrar a militares norteamericanos
—incluyendo hasta generales de cinco estrellas, si bien
retirados—, los intercambios académicos que
comenzaron a fines de junio de 1993 con los entonces
miembros del Centro de Información de la Defensa
(CID), institución que, desde esa fecha hasta noviembre
de 2004, organizó nueve visitas a Cuba.
Una mirada retrospectiva
¿Cuáles han sido las acciones más sobresalientes en
estos 33 años de intercambios? Destaquemos algunas
de las que han dejado una huella en este largo camino,
y que podrían servirnos de paradigmas para el diseño
de futuras propuestas de colaboración académica.
Merece mención el proyecto de investigación Role
of the Agriculture Sector in Cuba´s Integration into
the Global Economy and Its Future Economics
Structures: Implications for Florida and U.S. Agriculture,
coordinado por CIEI y por el Centro Internacional de
Agricultura, Comercio y Desarrollo (IATDC), el
Departamento de Alimentos y Recursos Económicos
y el Instituto de los Alimentos y Ciencias Agrícolas, de
Recomendaciones: inventario de instancias
de cooperación y propuestas específicas
¿Qué podría hacerse para cambiar la situación actual
que, de mantenerse, llevaría prácticamente a la extinción
de los intercambios? Las comunidades académicas de
ambos países han de emplearse —como ya lo hicieron
en años anteriores— en recomponer el espacio en que
se está moviendo el intercambio en este primer año de
145
Milagros Martínez Reinosa
y presente de Cuba. En su diseño podrían combinarse
otros ciclos de conferencias y visitas a lugares de interés.
Los académicos de las dos orillas han de trabajar
por obtener resultados meritorios en tales proyectos,
lo que debería incidir en la valoración mayor de la
utilidad de este tipo de acciones por parte del gobierno
cubano. Algunos proyectos podrían servir, incluso,
como espacios para diálogos informales, un
reacercamiento entre actores no institucionales de
ambos gobiernos.26
Los colegas en los Estados Unidos, sobre todo
aquellos catalogados como líderes académicos
—presidentes y ex presidentes de LASA, profesores
reconocidos en el tema Cuba—, podrían animarse
a organizar encuentros con altos funcionarios de la
administración Obama, que incidan en la formulación
e implementación de la política hacia Cuba. Estos han
de tener la intención expresa de abogar por la
materialización de, al menos, los esperados cambios
que posibiliten flexibilizar el intercambio académico.
Con ese fin, podría explorarse la viabilidad de
organizar sesiones de trabajo en el Congreso Federal,
al estilo del Academic Freedom Focus Group U.S./
Cuba Academic Freedom Restrictions que, auspiciado
por la representante afroamericana Barbara Lee
(demócrata por California), sesionó el 19 de noviembre
de 2004, o reuniones del Comité Ejecutivo de LASA
o de su Sección Cuba. Incluso habría de repensarse la
viabilidad de organizar un nuevo viaje de trabajo a Cuba
de la Asociación Americana de Colegios y Universidades
Estatales (AASCU), como ocurrió entre el 7 y el 12 de
septiembre de 2003 cuando se desarrolló un taller sobre
el intercambio académico entre los dos países.
Para distender el ambiente resultan aconsejables
acciones en las que se solicite un cambio en la política
de los Estados Unidos hacia Cuba. Destacamos el
impacto que ha tenido en la Isla la misiva al presidente
norteamericano que firmaron doce oficiales de alto
rango retirados, entre ellos Barry McCaffrey —el «zar
antidrogas» durante la administración Clinton— y
Lawrence B. Wilkerson —ex jefe del Estado Mayor
de Colin Powell—, en abril de 2009. También la carta,
de julio de 2009, de la Nacional Association of Foreign
Studies Abroad (NAFSA) y de otras dieciséis
organizaciones académicas de los Estados Unidos
pidiendo a Obama que eliminase las restricciones a los
viajes de académicos a Cuba, facilitase el otorgamiento
de visas a los cubanos y brindase mayores facilidades a
los estudiantes norteamericanos de pregrado y posgrado
para que puedan viajar a la Isla; y la declaración de
expertos, ex políticos y decanos universitarios que
solicitaron al mandatario de la Casa Blanca levantar
inmediatamente las restricciones para los intercambios
académicos, culturales, deportivos y científicos con Cuba,
la administración Obama y que transita, mayoritariamente,
entre la desconfianza y el desconocimiento. Hay que
reaprender a discutir, a argumentar frente a opiniones
opuestas, diferentes. Dialogar es más difícil que recurrir
a discursos preestablecidos. La receptividad, la
credibilidad de la idea, tienen mucho que ver con el
portador con nombre y apellido, con su prestigio
académico, con su lenguaje, con la manera propia de
hablar de cosas pequeñas, con la comunicación humana
que logre establecer; porque las potencialidades del
intercambio académico radican en el sustrato, en esa
corriente subterránea, en esa interconexión cultural
histórica cuya dimensión psicológica favorece la
comunicación y ha perdurado entre los dos pueblos.
La academia cubana podría ser más proactiva en la
elaboración de propuestas y tomar la iniciativa. Debe
pensar en la necesidad de diversificar los contenidos,
ámbitos y participantes —dejar que los jóvenes
irrumpan con mayor fuerza— en los intercambios. De
manera más específica ha de trabajar en el diseño y
propuesta de proyectos de los que se pueden derivar
o no eventos, retomar la vieja práctica de realizar
pequeños talleres de académicos cubanos y
norteamericanos en la Isla, materializar estancias de
investigación y publicaciones, sobre todo en aquellas
materias en las que la colaboración es una necesidad: el
conflicto bilateral, el análisis desde una perspectiva
judicial del caso de los cinco, el conocimiento mutuo
de los sistemas legales, las migraciones internacionales
y los asentamientos de cubanos en los Estados Unidos,
los problemas del medio ambiente y el cambio
climático, las políticas de enfrentamiento a los eventos
extremos, los estudios históricos que incluyan sucesos
compartidos por ambos países, la colaboración en el
área de salud pública, políticas públicas, política
social, educación, problemas urbanos y de desarrollo social,
investigaciones de ciencias naturales y exactas, sobre el
mundo marino, nanotecnología, investigaciones
biomédicas, estudios sobre medicina verde y tradicional,
y enfoques teóricos de la física y de la química. Debería
considerarse, siempre y cuando esté justificada, la
participación de funcionarios de ambos gobiernos,
modalidad muy común anteriormente.
Otra propuesta de la parte cubana, quizás desde la
Universidad de La Habana, con el apoyo de otras
instituciones como el Ministerio de Cultura, el de Ciencia
y Tecnología y Medio Ambiente y el de Salud Pública,
sería la elaboración de un catálogo de cursos de verano
de dos o tres semanas de duración —para lo que,
obviamente, tendrían que modificarse las restricciones
actuales del gobierno de los Estados Unidos para el
intercambio académico— que otorguen créditos para
estudiantes estadounidenses de pregrado y posgrado y
que estén especialmente enfocados en la historia pasada
146
La diplomacia académica: los intercambios culturales entre Cuba y los Estados Unidos
en una conferencia organizada por el Centro para la
Política Internacional, y la Coalición para la Emergencia
para la Defensa de los Viajes Educativos (ECDET), el 8
de marzo de 2010.
De lo que se trata es de activar un movimiento dentro
de los Estados Unidos —conectado con la academia
cubana— que incluya a académicos reconocidos y que
involucre a los más jóvenes y a los estudiantes que han
pasado por los programas de semestre en Cuba, y que
llegue a las estructuras donde se diseña y ejecuta la política
de Washington hacia la Isla. También han de aprovecharse,
creativamente, los espacios que brinda LASA. Como
una opción interesante, podría evaluarse un Taller sobre
Intercambio Académico, auspiciado por la Sección Cuba,
en el contexto del próximo Congreso Internacional de
esa asociación, del 6 al 8 de octubre próximo en Toronto,
Canadá.
Ha de concederse el máximo de divulgación a todas
estas acciones en los Estados Unidos y en Cuba. El
objetivo es que se conozcan los esfuerzos que las
academias de ambos países hacen para modificar
las políticas actuales de Washington hacia la Isla y que se
eliminen las restricciones de mayo de 2004. De lograrse
algunos cambios, la oficialidad cubana podría percibir
un gesto positivo en la distensión de la relación bilateral.
En un contexto como ese, los académicos podrían
conocerse más y reducir el clima de desconfianza y el
desconocimiento que caracterizan el momento actual.
Pues es en el terreno de los intercambios donde los
científicos sociales y los intelectuales de las dos naciones
pueden y deben lograr una contribución política, al minar
los estereotipos existentes y contribuir a un proceso de
reflexión que favorezca la convivencia, siempre que se
respeten los derechos de soberanía e independencia
que exige, justamente, el pueblo cubano.
4. Para una descripción del origen y desarrollo de los intercambios
académicos en el área de las ciencias naturales, véase Sergio Jorge
Pastrana, «Las ciencias en Cuba y los Estados Unidos: Encuentros
y desencuentros», en Rafael Hernández, ed., Mirar el Niágara:
huellas culturales entre Cuba y los Estados Unidos, Centro de
Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello,
La Habana, 2000.
5. «Las trabas provienen de ambos gobiernos, los cuales en el clima
dentro del cual se desarrollan las relaciones entre los dos países han
encontrado razones para limitar la expedición de visas y permisos
de salida, vedando los viajes de académicos de muchos países. Ha
variado en el tiempo cuál de los dos gobiernos ha actuado de la
forma más restrictiva». Lisandro Pérez, «Estamos dispuestos al
diálogo y a la colaboración intelectual», Espacio Laical, La Habana,
marzo de 2009, pp. 55-6.
6. Andrés Zaldívar, «Algunas consideraciones sobre el surgimiento
y desarrollo de la cubanología», Informe de investigación, DISEUUH, La Habana, 1984.
7. Lisandro Pérez, ob. cit.
8. Sobre el rol de LASA en los intercambios académicos, véase
Milagros Martínez Reinosa, «Una pelea cubana contra los demonios»,
LASA Forum, v. XXXVII, n. 4, Pittsburgh, otoño de 2006.
9. Jane Franklin, Cuba and the United States. A Chronological History,
Ocean Press, Nueva York, 1997.
10. Skye Stephenson, Policy Winds and Exchanges Flows: Forty
Years of US-Cuban Academic and Educational Exchanges, ponencia
presentada al XXV Congreso de LASA, Las Vegas, 2004.
11. Jean Weisman, «The Impact of the U.S Academic Community
on U.S.- Cuba Relations», LASA Forum, v. XXX, n. 1, Pittsburgh,
primavera de 1999.
12. Rachel Price y Eric Hershberg, «Expanding U.S.-Cuban
Scholarly Relations. The ACLS/SSRC Working Group on Cuba»,
LASA Forum, v. XXX, n. 1, Pittsburgh, primavera de 1999.
13. Beth McMurtrie, «Study-Abroad Numbers Rise», The Chronicle
of Higher Education, Washington, DC, 2005, disponible en
http://chronicle.com.
14. George W. Bush, Securing America´s Future: Global Education for
a Global Age, Report of the Strategic Task Force on Education
Abroad, noviembre de 2003.
Notas
15. Para una información detallada sobre los integrantes y trabajos
realizados por la Comisión para la asistencia para una Cuba Libre,
también conocida como Comisión Powell, véase Kimberley Stanton,
comp., Retreat from Reason.U.S.-Cuban Academic Relations and the
Bush Administration, Latin America Working Group Education Fund
(LAWGEF), Washington, DC, 2006, sobre la base de trabajos
elaborados por Carlos Alzugaray, Soraya Castro, Sheryl Lutjens,
Milagros Martínez, Louis A. Pérez y Kimberley Stanton.
1. Sobre el origen y desarrollo de los intercambios académicos entre
Cuba y los Estados Unidos, véase Milagros Martínez Reinosa,
«Academic Exchanges between Cuba and the United States.
A Brief Overview», Latin American Perspectives, v. 33, n. 5, Thousand
Oaks, septiembre de 2006, pp. 29-42.
2. El término «diplomacia académica», que caracteriza la naturaleza
y evolución de los intercambios científico-técnicos y culturales
entre Cuba y los Estados Unidos, desde sus inicios en la década de
los 70, fue acuñado por la autora de este trabajo.
16. Aurelio Alonso, «Para una evaluación de los 100 días del
mandato de Obama», Entorno. Boletín Especial de Cubarte, La Habana,
abril de 2009.
3. Son pocos los trabajos investigativos sobre los intercambios en la
esfera de la cultura, a pesar de que estos han sido importantes y
sostenidos, particularmente en la música, el cine y las artes plásticas.
Destacamos instituciones como el Instituto Cubano de la Música
(ICM), el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos
(ICAIC) y la Fundación Ludwig. En el campo de la cultura literaria
resalta el trabajo de Casa de las Américas.
17. Después de Woodrow Wilson, Obama es el segundo presidente
que se había desempeñado como profesor universitario. Impartió
clases en la Escuela de Leyes de la Universidad de Chicago.
18. Sobre las afectaciones registradas en los intercambios académicos
entre Cuba y los Estados Unidos a partir del triunfo de George W.
Bush, veáse Kimberley Stanton, ob. cit.
147
Milagros Martínez Reinosa
19. Las demoras de la OFAC para otorgar las licencias y las demoras
por la parte cubana para responder si acepta las propuestas
presentadas por los norteamericanos imprimen una lentitud
al proceso de intercambio en el terreno académico que, en algunos
casos, ha implicado la cancelación de lo propuesto.
comunicación, no de continuar con las políticas de la Guerra fría».
Israel Esteban, Reuters, 27 de octubre de 2009.
24. «Pamela Ruiz, una curadora de Estados Unidos que tiene su
oficina en La Habana, calculó que hubo al menos unos
mil estadounidenses paseando por aquí y 95% quería comprar
arte, eran curadores o trabajaban para organizaciones no
gubernamentales». Israel Esteban, Reuters, 16 de mayo de 2009.
20. En el caso de la Universidad de La Habana solo se solicitaron
once visas en 2009, y fueron otorgadas diez. La no concedida no se
cataloga como negada, porque la solicitud no cumplió el requisito
de tiempo que exige el Departamento de Estado, que es de tres
meses de antelación al viaje. Se significa, además, que a partir del
último trimestre de 2009 las visas se están otorgando generalmente
en un período de tan solo un mes.
25. Véase Lisandro Pérez, ob. cit.
26. Estos acercamientos forman parte de una propuesta más amplia,
presentada en LASA 2007 por Phillip Brenner, sobre el proceso de
normalización de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Para
una profundización del tema, veáse Phillip Brenner, «A Puerta
Cerrada: Re-thinking the Impasse in US-Cuban Relations», ponencia
presentada al XXVIII Congreso Internacional de LASA, Montreal,
septiembre de 2007.
21. «Declaraciones de José Rodríguez Chamero, director de
relaciones internacionales del Ministerio de Ciencia, Tecnología y
Medio Ambiente», ANSA, 8 de octubre de 2009.
22. Véase el discurso del canciller cubano Bruno Rodríguez ante la
Asamblea General de la ONU, en octubre de 2009.
23. David Guggenheim, científico marino estadounidense y
presidente de la ONG 1 Planet, 1 Ocean, en una conferencia que
organizó conjuntamente con el Centro de Investigaciones Marinas,
de la Universidad de La Habana, dijo: «Necesitamos un diálogo
para hablar, como mínimo, sobre las respuestas de urgencia. Lo
mires como lo mires, todo apunta a la necesidad de colaboración y
©
148
, 2010
R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín
no. 62-63: 150-167, abril-septiembre de 2010.
El Diálogo
con la emigración 1978-79:
una revisión
Rafael Betancourt
José Buajasán
Lorenzo Gonzalo
José Pertierra
Consuelo Martín
Consuelo Martín (moderadora): Este Último Jueves está dedicado a una revisión
del acontecimiento histórico que significó el encuentro con la emigración cubana,
a treinta años de su primera manifestación, conocido como el Diálogo del 78.
Agradezco la presencia de los panelistas. José Buajasán participó como representante
de las autoridades cubanas en el Diálogo; Rafael Betancourt fue protagonista del
primer encuentro, como miembro de la Brigada Antonio Maceo; José Pertierra,
actualmente residente en Washington, es un profundo conocedor de este tema; y
Lorenzo Gonzalo, subdirector de Radio Miami, quien también reside en los Estados
Unidos y está al tanto de las acciones y reflexiones sobre este acontecimiento.
Como en el momento de aquel Diálogo, cubanos residentes dentro y fuera de la
Isla, vamos a intentar compartir este interés común de comprender aquel hecho
histórico concreto, partiendo de las dinámicas entre el país de origen, Cuba, las
características del grupo migrante y las del país receptor, los Estados Unidos. Con
ese eje teórico contextual, doy paso al primer grupo de preguntas: ¿Cuáles fueron
los primeros pasos para el encuentro en 1978?, ¿qué papel desempeñó la
administración de James Carter?, ¿cuáles cambios se percibían en el clima político
de la emigración?, ¿cuáles eran los obstáculos principales?
José Buajasán: Es lógico que después de veinte años del triunfo de la Revolución,
Cuba, como toda nación, aspirara a normalizar sus relaciones con la emigración;
todas las revoluciones han pasado por ese mismo proceso, la mexicana, la rusa, la
china. Nosotros aspirábamos también, y aspiramos, a que nuestra emigración
—independientemente de los factores que hacen que todavía no se logre del todo—
*Panel realizado en el Centro Cultural Cinematográfico ICAIC, el 26 de noviembre de 2009.
150
El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión
responda a su país, defienda a su pueblo, la unidad familiar, y acabe con todas estas
actividades de hostigamiento, de bloqueo, de antipatria.
Como militar, yo conocía bastante la actividad enemiga, pero también a mucha
gente buena en la emigración. Aunque en los primeros años prácticamente ningún
cubano de la Isla hablaba con los emigrados, muchos de los que se fueron lo hicieron
por razones muy distintas. Hubo niños arrastrados por la operación Peter Pan —el
ejemplo máximo es Carlos Muñiz Varela, que se fue llorando de Cuba—, o fueron
llevados por sus padres en contra de su voluntad; personas que emigraron por
problemas económicos, o por cuestiones familiares, y no dejaron nunca de amar a
la patria, que no estaban en disposición de apoyar un ataque nuclear contra el país,
sino la reconciliación de la familia, amar a José Martí, a su pueblo, etc. Estaban los
compañeros de la Brigada Antonio Maceo —los «55 hermanos». Incluso se fundó
una organización que se llamaba Cuba Socialista, en Nueva York. Nosotros
observamos todo eso, nos percatamos de que había cubanos en Miami incluso
mejores que muchos de los que estábamos aquí, porque ser bueno donde prevalece
el terrorismo, el odio, etc., tiene un mérito extraordinario. Es fácil ser bueno en un
país donde la mayoría del pueblo te apoya, pero es más honroso y más difícil serlo
en los Estados Unidos, y por eso creímos que era necesario y prudente invitar a
todos los que estaban por la reconciliación, para que vinieran a Cuba, que plantearan
sus problemas, sus necesidades, sus ideas; intercambiar criterios y ver en qué
pudiéramos ayudar, aprovechando el gobierno de Carter, que se diferenciaba de los
anteriores, no estaba apoyando el terrorismo contra Cuba, ni ayudando a la
contrarrevolución. Sin ser un antimperialista, como tampoco lo es Barack Obama,
Carter hizo bastante: abrió la Sección de Intereses, eliminó la ayuda a los terroristas,
y facilitó, en cierta forma, las conversaciones entre los cubanos del exterior y los de
la Isla. No pudo ir más allá; mantuvo el bloqueo, incluso mandó aviones espías en
una ocasión, y utilizó la ayuda que estábamos dándole a África para justificar el no
mejoramiento de las relaciones hasta los límites que eran necesarios, o sea, su
restablecimiento pleno, llegar a las negociaciones, y acabar con el diferendo CubaEstados Unidos. Hasta ahí no llegó, pero indudablemente fue un factor para que la
alta dirección del país participara en el diálogo con la emigración.
Rafael Betancourt: El 78 fue un año de muchos cambios; fue un parteaguas. Hubo
cambios en Cuba, en los Estados Unidos, y en la comunidad cubana en el exterior.
Incluso, en la conferencia de prensa de Fidel Castro con los periodistas cubanos y
norteamericanos el 9 de septiembre de 1978, fue la primera vez que se utilizó el
término «comunidad». Hasta ese momento, como él mismo dijo, se había hablado
de «apátridas», «gusanos». Fidel fue el primero que empleó este término. Ese es un
cambio significativo.
Como decía Buajasán, en los Estados Unidos cambió el gobierno, se produjo, en
1976, la apertura de las respectivas Oficinas de Intereses, y se suspendió el apoyo
a la contrarrevolución. Carter autorizó a los ciudadanos y residentes norteamericanos
a viajar la Isla; lo cual creó una situación incómoda para Cuba: no permitía los
viajes de norteamericanos de origen cubano. Esto provocó al gobierno cubano a
tomar algún tipo de medida.
También hubo un cambio de actitud en Cuba, fundamentalmente después del
primer contingente de la Brigada Antonio Maceo, entre diciembre de 1977 y enero
del 78. Ese viaje, como dijo Fidel en aquella conferencia de prensa, tuvo un impacto
muy grande en el país; fue divulgado por la prensa, tuvimos contactos con muchos
dirigentes de la Revolución, con gente de base, trabajamos en la construcción. Se
presentó una imagen de los cubanos emigrados diferente de la que había hasta ese
momento. El ICAIC realizó el documental 55 hermanos, dirigido por Jesús Díaz, que
151
R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín
fue muy impactante; el público se emocionó verdaderamente. En esa conferencia
de prensa de que hablé antes —estamos hablando de nueve meses después de la
llegada del primer contingente de la Brigada—, Fidel hizo hincapié en el cambio
que produjo esa experiencia. Existía la preocupación de cómo iba a responder la
población después de veinte años de negativizar —para poner algún término— a
las personas que se fueron, pero la gente tuvo una reacción muy positiva ante ese
documental. En ese septiembre, Fidel invitó a un grupo de periodistas entre los
cuales estaba Lourdes Casal, fundadora de la revista Areíto. Eso abrió el espacio
para el Diálogo de 1978, que realmente comenzó con la conferencia de prensa de
Fidel, porque sentó las bases y estableció la agenda del Diálogo.
También hubo cambios en la comunidad cubana en el exterior. En primer lugar,
en los Estados Unidos triunfó un presidente demócrata y con él subieron personas
que favorecían un cambio de política hacia Cuba, y arrastraron a un grupo de
cubanos que estaban más o menos vinculados al Partido Demócrata. También había
empresarios, interesados en hacer negocios con Cuba, que empezaron a hacer
algunos acercamientos. Surgió una clase obrera —porque en la primera ola
migratoria, prácticamente la gente se fue hasta con el gato— que al principio no
mantenía vínculos con la familia que quedó atrás; pero después, en la década de los
70 y, sobre todo, después de Camarioca, emigraron muchas personas que sostuvieron
las relaciones familiares. Muchos se nuclearon alrededor de las iglesias, algunas de
ellas protestantes, como la del reverendo Espinosa en Miami, o la de Andrés Reyes,
un sacerdote de Nueva Jersey; en las comunidades empezó a surgir, con diferente
naturaleza de clase social, grupos interesados en visitar a su familia, restablecer
contactos, etc. Entonces surgió una izquierda, un fenómeno muy interesante.
Empezó más o menos en el 69, o 70, a partir de los movimientos, en los Estados
Unidos, en contra de la guerra de Viet Nam y el racismo; en Puerto Rico, por la
independencia; en España, por la apertura después de la muerte de Francisco Franco.
Muchos jóvenes emigrados, casi siempre de las universidades, empezamos a mirar
a Cuba en forma diferente. No puedo ahondar demasiado en ello, pero al menos
decir que se crea una pequeña masa crítica en la Universidad de la Florida, en
Gainesville, a finales de los 60, y principios de los 70. Un fin de año, nos reunimos
en Miami y decidimos crear una organización que se dio en llamar Juventud Cubana
Socialista, a la que se refirió Buajasán, con alguna gente en Nueva York, otros en
Boston y, fundamentalmente, en Miami. La idea de la Brigada surge después de la
revista Areíto, cuyo primer ejemplar sale a la luz en 1975. Ambas representaban un
cambio en las características de la emigración; el surgimiento de un grupo de jóvenes
de izquierda, que no eran para nada mayoría, pero que tenían impacto y la posibilidad de
demostrar la heterogeneidad de la comunidad cubana en el exterior, que hasta
entonces no se había reconocido.
El Diálogo, en cierto modo, le permitió a Fidel sacarse tres piedras de la bota. La
primera se refiere a los presos contrarrevolucionarios, unos quince mil en la calle, y
otros tres mil todavía en prisión, esa era una presión que existía. La segunda era la
migratoria interna que, como siempre pasa, cuando los Estados Unidos le pone
freno, se va creando y creciendo con peligro de estallar. La tercera era la necesidad
o la posibilidad de fraccionar a la comunidad cubana, sobre todo, a la emigración
más agresiva, a partir de una política que permitiera que las personas interesadas en
restablecer contactos con Cuba lo hicieran; eso debilitaría al liderazgo tradicional
de derecha que había dominado a la comunidad.
José Pertierra: El coronel Buajasán habló de las diferentes razones para emigrar,
políticas, económicas, etc. Pocas personas han salido de Cuba por razones similares
a las de mi familia. Mi madre no tenía problemas con la Revolución ni con los
152
El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión
comunistas, su problema era con su suegra; y cuando vio que la gente salía huyendo
para Miami, se dijo: «Esta es mi gran oportunidad de deshacerme de la vieja», y
convenció a mi padre de que emigráramos. Llegamos en el año 61 a Jamaica, y
después viajamos a Miami. La gran preocupación de mi mamá era que pronto
«Herrrrrminia —ella nunca decía Herminia— vendrá a Miami». Entonces tuvo la
gran suerte de encontrarnos con un norteamericano en la oficina de refugiados de
Miami, que nos explicó que había un programa —poca gente lo conoce— por el
cual el gobierno de los Estados Unidos le pagaba el vuelo a cualquier cubano que
prometiera no vivir en Miami; en aquel entonces, estaban preocupados de la cloaca
en que se iba a convertir esa ciudad si toda esa gente se quedaba allá. Cuando el
señor nos explicó que ellos nos pagaban el pasaje a cualquier ciudad de los Estados
Unidos, mi madre miró un mapa que nos puso enfrente, vio a Miami en el lado
derecho, abajo, apuntó hacia la parte extrema izquierda y me preguntó: «José Ignacio,
¿cómo se llama esta ciudad?», y yo dije: «Los Ángeles»; me dijo: «Dile al americano
que para allá vamos». Y así fue cómo me crié con César Chávez y no con Jorge Más
Canosa, y eso me salvó. Crecí en Los Ángeles, y en el año 75 me gané una beca para
hacer un posgrado en Georgetown, Washington, para estudiar Filosofía, y eso más
o menos coincide con lo que acaba de contar Rafael. La apertura de la Sección de
Intereses de Cuba en Washington era un rinconcito cubano en la capital del imperio
norteamericano, y me empecé a relacionar en ese momento con cubanos de la Isla,
entre ellos, el primer embajador, Ramón Sánchez Parodi, quien se pasó como doce
años allá. Muchos de ellos siguen siendo mis amigos para siempre. En Washington
también conocí a Lourdes Casal, la gran inspiradora de la Brigada Antonio Maceo,
el Diálogo del 78, Areíto… No participé en aquel Diálogo; pero lo que añorábamos
ese pequeño grupo de cubanos era la normalización de las relaciones entre Cuba y
los cubanos en el exterior. Aquí todavía cuesta entender que el cubano residente
fuera no es extranjero, como José Martí, Félix Varela y tantos que se pasaron muchos
años en el exterior y no dejaron de ser cubanos.
Hay muchos obstáculos, especialmente en los Estados Unidos, sobre todo de
parte de grupos extremistas cubanos. El Diálogo del 78 ocurrió porque hubo un
esfuerzo del gobierno norteamericano para normalizar relaciones con Cuba; ya se
habían entablado conversaciones secretas entre Henry Kissinger y autoridades
cubanas, incluyendo a Ramón Sánchez Parodi; pero había un grupo de cubanos de
Miami que querían descarrilar ese proceso con ataques terroristas a Cuba. Es 1976,
cuando ya han ocurrido algunas de estas conversaciones, el año más sangriento de
la contrarrevolución: hacen explotar el avión de Cubana de Aviación, estallan bombas
en consulados cubanos, etc. Esta gente no quiere la normalización, porque para
ellos la contrarrevolución es un gran negocio, de millones de dólares, y aunque
quizás su modo de operación ha cambiado y no hacen estallar aviones hoy en día,
continúan su esfuerzo por descarrilar la normalización, por preservar sus intereses
económicos. Una emisora como TV Martí, que nadie ve, les significa millones y
millones de dólares que los Estados Unidos pagan para mantenerla.
Lorenzo Gonzalo: Este panel puede tener importancia histórica, pero es poco lo
que puede brindar a los efectos de las necesidades de cambios en las políticas
migratorias del país. Tampoco es mucho lo que puede esclarecer, porque muchos
de los sucesos relacionados con los acontecimientos de 1978 permanecen aún
clasificados por ambos países.
No hubo un diálogo. Tuvo Parte A y Parte B. La primera fue integrada por los
llamados representativos, la segunda, por los 55 hermanos. Aquí vale recordar a
Lourdes del Casal, no porque haya muerto, sino porque, a mi juicio, fue una de las
grandes intelectuales de aquel grupo.
153
R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín
El origen fue multicausal. Se había ido creando un nutrido grupo de
potenciales emigrantes; también habían sido puestos en libertad varios miles
de presos que habían cumplido condena por actividades contrarrevolucionarias.
Desde los «Vuelos de la libertad» no existían nuevas vías para emigrar. Por
Camarioca salieron aproximadamente 250,000 personas Todo el elemento
represivo del anterior Estado, la oligarquía y la burguesía administradora de la
Isla, se refugian en Estados Unidos. Para ponerle fin a Camarioca, surgen los
«Vuelos de la libertad», que se extienden hasta 1972. Desde ese año, hasta el
llamado Diálogo del 78, las personas desafectas o quienes simplemente se
sienten inconformes, o quieren irse a otro país para buscar nuevos horizontes,
carecen de una vía de salida.
Con la administración Carter, en 1976, el nuevo Presidente estructura la política
llamada de derechos humanos. De orientación religiosa y seguidor de principios
más que de requerimientos políticos, interpreta el concepto como respeto hacia los
demás. Comienza un diálogo entre Cuba y Estados Unidos. Carter está dispuesto a
cambiar, por vez primera, ciertos procedimientos. Se abren oficinas de intereses; se
acuerdan trabajos conjuntos de Guardafronteras y Guardacostas; ordena a la
Secretaría de Justicia que se persiga, juzgue y condene a quienes atenten contra
Cuba desde suelo estadounidense; se negocia la salida de los prisioneros por
contrarrevolución.
La administración Carter fue una nueva oportunidad aprovechada por Cuba para
deshacerse del pesado fardo de los viejos contrarrevolucionarios y de llegar a
acuerdos concretos con los Estados Unidos. Pero surge lo inesperado: un ómnibus
cargado de pasajeros es secuestrado y estrellado contra la embajada de Perú; hay
otros incidentes en otras embajadas; un policía muerto y la embajada es reforzada.
Carter, por ingenuidad o por la influencia de quienes se oponen a su política, o por
inexperiencia, declara que su gobierno está dispuesto a abrir los brazos a esas
personas.
Para Cuba fue la oportunidad de despojarse nuevamente de los inconformes y
ante el involucramiento de la administración Carter en un asunto que no debía ser de
su competencia, autoriza la salida por el Mariel. Esto finalmente condujo al final
de toda negociación, de una era diplomática que había brindado cosas positivas
a ambos países.
Consuelo Martín: Me gustaría hacer algunas precisiones históricas. Cuando Lorenzo
hablaba de una parte A y otra B, antes de entrar al diálogo mismo, se estaba refiriendo
no al momento del encuentro, sino a la diversidad de los componentes de la
emigración; porque, efectivamente, a la contrarrevolución no le convenían esas
conversaciones, pues perdía su sentido de existencia; tenía necesariamente que
oponerse y mantener su oposición durante y después del Diálogo. En la rueda de
prensa con periodistas cubanos y algunos norteamericanos, a la que se refirió Rafael,
Fidel precisó que el tema no era dialogar con el gobierno de los Estados Unidos.
Tiene un sentido legítimo evidente tratar los temas que le interesaban a la comunidad
cubana residente en el exterior, porque eran problemas para resolver con el país de
origen. Esta es una noción positiva de diálogo entre cubanos. Lo segundo es que
esa conferencia con los periodistas la realiza Fidel en septiembre; luego, en
noviembre, hay un primer encuentro, donde participan setenta y cinco personas de
la comunidad, a las que se les llama «la Comisión», y después se vuelven a reunir en
diciembre. A lo que históricamente se conoce como «el Diálogo del 78» es a estas
dos reuniones. A la de diciembre asistieron setenta de las de noviembre, más otras
setenta; o sea, aproximadamente ciento cuarenta personas.
Sobre el encuentro en sí mismo, ¿cuál era la composición de ese grupo, de los
llamados hoy cubanoamericanos?, ¿cuáles fueron los temas de la agenda, los
154
El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión
problemas tratados, las posiciones del gobierno cubano, el balance de esos dos
encuentros, y los acuerdos y desacuerdos que se produjeron en ese momento?.
José Buajasán: El primer diálogo se realizó los días 20 y 21 de noviembre; el
segundo, cuando ya se llegó a acuerdos, el 8 de diciembre. La Brigada Antonio
Maceo vino antes de estas reuniones; fue la que creó las mejores condiciones para
que se pudiera desarrollar este tipo de actividad. La composición de los miembros
del Comité de los setenta y cinco, y después de los setenta, era bastante variada; no
había enemigos de la Revolución declarados, terroristas, criminales, como Pilar
García o Esteban Ventura, o Lincoln y Rafael Díaz Balart, o Ileana Ross-Lethinen.
Conversamos con los que se podía hablar. Asistieron batistianos, como Raúl Acosta
Rubio, ex secretario de Batista; Luis Manuel Martínez, Suárez Núñez, periodistas;
Rosendo Canto. Vinieron algunos participantes en los grupos de Hubert Matos;
otros que habían sido miembros de organizaciones enemigas de la Revolución; que
participaron en la invasión por Playa Girón. Un ejemplo fue Carlos Rivero Collado,
hijo de Andrés Rivero Agüero, «presidente electo» por Batista, quien se convirtió
en revolucionario y defendió la Revolución a sangre y fuego, no fue asesinado no sé
ni cómo, y hoy está en los Estados Unidos defendiendo a Cuba, haciendo todo lo
que puede en contra del bloqueo. Algunas personas cambian; igual que tenemos
antiguos revolucionarios que ahora son contrarrevolucionarios. En Miami, también
hay quienes tenían una posición y ahora tienen otra, porque se dieron cuenta. Entre
los asistentes al Diálogo había comerciantes, obreros, como la gente de la ATC:
Hildo Romeo, Rafaelito Correa, que fue asesinado, como muchos compañeros. Ayer
mismo conmemoramos el aniversario 30 del asesinato de José Eulalio Negrín,
miembro del Comité de los 75, quien tenía un programa en Nueva Jersey; había
sido coordinador del 26 de Julio en el municipio Juan Gualberto Gómez, Sabanilla
del Comendador, y por problemas de sectarismo de algunos dirigentes del PSP se
fue; pero en los Estados Unidos defendía a la Revolución, por eso fue asesinado
delante de su hijo. Si hacemos una relación de esos crímenes —en el libro que
escribí con el Dr. José Luis Méndez, que se llama La República de Miami, los relaciono
fecha por fecha— hay como cincuenta asesinatos. Lo que pasaba en Cuba en época
de Ramón Grau, de Carlos Prío y de Fulgencio Batista, se trasladó para allá, y el
gangsterismo siguió, con Rolando Masferrer, con El Extraño, toda esa gente criminal.
Hay un chiste en Miami, donde se dice que Masferrer fue el primer cosmonauta de
Cuba, porque «voló». ¿Quién lo mató? Luis Posada Carriles. Él preparó los explosivos
y se los dio a unos venezolanos, que se los pusieron a Masferrer. Posada mata a
cualquiera, no solamente a comunistas.
Sobre lo que decía Pertierra acerca de la contrarrevolución en Miami, el gobierno
de los Estados Unidos tiene que resolver esa situación tan peligrosa para Obama,
como lo fue para John F. Kennedy y para cualquiera. Son gente amiga de Augusto
Pinochet, de Alfredo Stroessner, de los franquistas, de los que estaban a favor de la
guerra de Viet Nam. La mayoría de los emigrados invitados al Diálogo estaban
contra esta guerra, a favor de la independencia de Puerto Rico; eran personas
normales, civilizadas, honestas. No se puede ir a un diálogo con gente que practica
el crimen y está de acuerdo con las dictaduras.
El Diálogo tuvo un papel importantísimo, rompió el plan de la contrarrevolución
de erigirse como los jefes de la comunidad cubana en los Estados Unidos,
homogéneamente seguidores de los esbirros, de los Díaz Balart, de Ileana Ross, de
Más Canosa, etc. Se vio que en la emigración había sectores muy amplios y muy
respetables que no coincidían con esa posición, y que, en definitiva, estaban a
favor del diálogo, en defensa de los intereses de Cuba y en contra del bloqueo. Ese
es uno de los grandes logros, llevado a cabo a través del Diálogo.
155
R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín
Rafael Betancourt: Entramos en una sala del Consejo de Estado, nos sentamos, y
aparecen Fidel, Almeida, Sergio del Valle —entonces ministro del Interior—,
Osmany Cienfuegos —que era el secretario Ejecutivo del Consejo de Ministros—,
Machado Ventura, Jaime Crombet, Ricardo Alarcón —viceministro de Relaciones
Exteriores en aquel tiempo—, Aleida March, y René Rodríguez Cruz —como director
del ICAP. Fidel entra vestido de verde olivo, con un zambrán y una pistola, y lo
primero que hace es quitarse el zambrán, diciendo: «Yo creo que esto no nos hace
falta aquí». Fue un gesto tremendamente simbólico; un cambio enorme, que se
entierren las armas, ya no hay necesidad de enfrentar a la emigración con las armas.
Todos nos quedamos choqueados.
Había una diferencia muy grande, como decía Buajasán, en la composición de la
gente. Los de la Brigada, de Areíto, éramos jóvenes, no teníamos nada que ver con
toda aquella ristra de viejos ex gusanos y de comerciantes. Nos sentíamos muy
distantes de ellos; después la vida nos obligó a relacionarnos, pero no teníamos
absolutamente nada que ver. Sin embargo, ahí se dio un proceso de discusión muy
interesante. La agenda fue la que sentó Fidel en septiembre. Su primer punto era la
liberación de los presos contrarrevolucionarios que quedaban, que eran alrededor
de tres mil, más unos cuantos que estaban presos por salida ilegal del país. Se excluían
los responsables de crímenes horrendos en la dictadura, y aquellos que mantenían
contactos con los grupos contrarrevolucionarios y con terroristas. Ya había como
catorce o quince mil liberados; era necesario negociar con Washington su traslado, con
sus familiares, responsabilidad moral —dijo Fidel— del gobierno norteamericano,
porque si no hubiera sido por su aliento a la contrarrevolución, no hubieran estado
presos en Cuba. El problema era que los Estados Unidos estaban de acuerdo con
recibir a los tres mil, pero no a los quince mil; y ahí había un elemento de desacuerdo
no con los que estábamos ahí, sino entre los dos países.
El segundo tema era la reunificación familiar en el exterior. Se planteó la
posibilidad de reunificar a las familias en Cuba y Fidel dijo que no. Se podían
reunificar con sus familias afuera, empezando por esos quince mil que estaban en
condiciones realmente difíciles, se les hacía casi imposible conseguir trabajo, tenían
el estigma de haber sido presos contrarrevolucionarios; pero había mucha otra gente
interesada en irse del país y reunificarse con su familia.
El tercero era el derecho a visitar Cuba, como dije antes, montado encima del
levantamiento a las restricciones de viajes para los norteamericanos, y entonces
eran los cubanoamericanos los que estaban limitados para viajar.
En el Diálogo, los planteamientos fueron muy diversos. Mariana Gastón, que
estuvo con nosotros en el Diálogo, y es más ordenada que yo, me envió sus notas de
cuando nos sentamos a redactar la posición de la Brigada, que íbamos a presentar
en ese momento. Los puntos fueron: restitución de la ciudadanía de acuerdo con
los artículos 32 y 33 de la Constitución. El 32 dice: «Los cubanos no podrán ser
privados de su ciudadanía salvo por causas legalmente establecidas»; tampoco podrán
ser privados del derecho a cambiar de esta; no se admitirá la doble ciudadanía.
Muchos de nosotros teníamos ciudadanía estadounidense; en consecuencia,
perdimos la cubana, y el primer punto para nosotros era que se restituyera la
ciudadanía cubana. El segundo punto, que se establecieran tribunales extraordinarios
para considerar casos de personas acusadas o sentenciadas. Teníamos compañeros
entre nosotros que habían estado presos, o habían militado en organizaciones
contrarrevolucionarias en su juventud, sobre todo muchos que se asociaron a la
Juventud Católica Universitaria, o a la Juventud Obrera Católica, que los arrastraron
a la contrarrevolución —incluyendo nuestro gran amigo Francisco González Aruca,
quien estando preso en La Cabaña se escapó vestido de niño; o Albor Ruiz,
sentenciado a muerte en ausencia, quien se escapó por Varadero, debajo de las
156
El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión
faldas de una señora vecina. Era una de aquellas faldas anchas de los 50. Ambos,
prófugos de la justicia revolucionaria, fueron fundadores de la revista Areíto.
Otros puntos fueron el intercambio cultural, deportivo, científico entre jóvenes
residentes en Cuba y en el exterior; los viajes, por supuesto; asistencia como
observadores a actividades escogidas del Estado y del gobierno, Partido,
organizaciones de masas, científicas y profesionales; intercambio educacional,
posibilidades para jóvenes en edad escolar de estudiar y trabajar en Cuba;
universitarios que estudien un año de su carrera en Cuba; participación en la
democracia socialista; posibilidad de cubanos residentes en el exterior de elegir
representantes para participar en todos los niveles del Poder Popular. Ahora están
discutiendo, en Bolivia y en Venezuela, el ejercicio del voto en elecciones nacionales
por parte de sus ciudadanos residentes en los Estados Unidos y en otros lugares. Y
el regreso permanente; esa era la papa caliente: sentar las bases jurídicas y materiales
para el regreso permanente. Había incluso posiciones más extremas; una de México
que quería organizar núcleos del Partido y de los CDR dentro de la comunidad
residente en ese país. Por supuesto, en la derecha había cualquier cantidad de ideas,
intereses económicos, y participar en las elecciones, entre otras.
Los acuerdos se recogieron en el acta final, así como las posiciones en relación
con los tres puntos mencionados, y algunos otros: hacer una revista, crear una
entidad dentro del gobierno cubano que atendiera los asuntos de la comunidad en
el exterior, etcétera.
José Pertierra: Algunos lograron el regreso permanente, como el compañero Rafael,
aquí presente. Lo felicito. El Diálogo y la Brigada marcaron para siempre a una
generación de cubanos que vivíamos en el exterior, porque, antes de eso, el que
salía de Cuba no podía regresar, se americanizaba o se quedaba en 1958, y no tenía
la más mínima idea de qué estaba ocurriendo en su tierra natal. A partir del Diálogo
y de los esfuerzos de los compañeros de la Brigada Antonio Maceo, se logró el
regreso de gente «normal», como dijo el coronel. Creo que usó esa palabra en
contraposición a los contrarrevolucionarios o a los terroristas, porque la normalidad
es lo que añora cualquier emigrado. Es normal querer regresar a su país; visitar
a sus familiares, disfrutar la jubilación en el lugar de origen, enviar los hijos al país
de uno para que estudien. Por razones que tienen que ver con el gobierno de los
Estados Unidos, y también con la reacción de Cuba ante los obstáculos impuestos
por ese gobierno, nada de esto se podía lograr hasta que no ocurrió el Diálogo del
78. Yo, por ejemplo, criado en California, establecido en Washington, tenía ideas
sobre Viet Nam, el movimiento de los chicanos, el de los derechos civiles en los
Estados Unidos. Sin embargo, conocía muy poquito de lo que estaba pasando en
Cuba, a través de libros y otras vías; pero no podía visitar mi país. A partir del
Diálogo sí pude venir, llegué en el segundo contingente de la Brigada Antonio
Maceo, y ahora vivo en una maleta entre Washington, La Habana y Caracas, y no sé
qué tan normal es eso, pero estoy seguro de que mi deseo de establecer una relación
con mi país y con mi pueblo, eso sí es normal. Hice algunos de los vuelos para venir
a Cuba en Cubana de Aviación; iba a Canadá para montarme en esos aviones. ¿Tú
sabes lo sabroso que es escuchar el acento cubano de una aeromoza, después de
haber estado escuchando yuma toda la vida? Eso se les prohibía a los cubanos. Les
quiero agradecer a Rafael y a todos los compañeros que participaron en el Diálogo,
porque me hicieron la vida mucho más fácil y alegre.
Lorenzo Gonzalo: De la composición ya hemos hablado. Pero no se trataba de un
diálogo sino de un encuentro entre cubanos que se habían ido, por las múltiples y
complejas razones generadas por un proceso revolucionario. La primera parte estuvo
compuesta por los representativos. Gente de negocios, banqueros y algunos políticos
157
R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín
distinguidos. Dentro de ese grupo había moderados, y algunas personas de
pensamiento progresista. Luego vinieron los 55 hermanos, la Brigada Antonio Maceo.
Se trataba en su mayoría de personas que habían salido de niños por la operación
Peter Pan, que apoyaban al gobierno revolucionario, y de otros que eran capaces de
reconocerlo como legítimo y simpatizaban con la idea de desarrollar un proceso
revolucionario. Algunos habían apoyado a Allende e incluso habían visitado Chile
durante su gobierno.
Aquellas conversaciones, mal llamadas diálogo, pues se trataba de cubanos que
no se identificaban como enemigos del otro, no llegaron a acuerdos. Lo que allí se
conversó quedó en los salones de encuentro o en la práctica de los sucesos ocurridos.
De esos sucesos, el único vinculable de algún modo al Diálogo es la autorización
de salida de los prisioneros contrarrevolucionarios, quienes, en gran medida,
recibieron ese beneficio por Washington y la política de Carter.
Consuelo Martín: No fue fácil para los que vivíamos en Cuba, para el ciudadano
común en su vida cotidiana, la recepción de los emigrados; lo sucedido durante las
décadas de los 60 y los 70 era una fusión entre la vida privada y la pública, y estaba
bien engarzada la idea de que todo el que se iba estaba abandonando el proceso
social de la Revolución. También se dieron esas contradicciones. Fue importante
que ese imaginario empezara a cambiar a través de los que eran niños cuando se
fueron —y que luego conformaron la Brigada Antonio Maceo—, niños no
responsables en la toma de decisión de emigrar. El propio Fidel reflexiona en aquellos
documentos —en el propio Diálogo y en la entrevista con los periodistas—, en
torno a que tanto las autoridades como la población empezábamos a darnos cuenta
de esa diversidad, de esa emigración no monolítica, y de esas necesidades e intereses
de vínculos y contactos familiares existentes, la posibilidad de tener esos contactos
con las personas emigradas. No era fácil; en esa época yo era estudiante universitaria,
y las contradicciones eran muy fuertes dentro de nosotros, los jóvenes universitarios
que estábamos discutiendo por qué establecer ahora relaciones después de tantos
años, argumentando no hacerlo.
Fue un proceso muy importante, y a pesar de que no hay muchos documentos
disponibles, sí está un libro, cuyo título es, precisamente, Diálogo del gobierno cubano
y personas representativas de la Comunidad cubana en el exterior. 1978 (Editora Política,
La Habana, 1994), que recoge todos los documentos del Diálogo. Destaco dos
palabras: personas representativas, porque se hizo mucho énfasis en que era con la
emigración cubana, con personas representativas de esa diversidad, pero no con
cabecillas de las organizaciones contrarrevolucionarias. Con esto ya estoy entrando
en la última ronda de preguntas de este posdiálogo. De alguna manera, hemos ido
hablando sobre qué pasó después, pero no quisiera dejar fuera la influencia del
Diálogo en el clima político migratorio: si fue causa o no de la emigración por el
Mariel, la continuidad de este Diálogo, los elementos a favor y en contra, cómo da
lugar a los viajes y cien mil personas vienen a visitar a su familia en Cuba durante el
año 79, cómo esto, de alguna manera, constituye esa continuidad del Diálogo del
78.
José Buajasán: Los Estados Unidos desplegaron todas las formas de lucha para
tratar de destruir a la Revolución, entre ellas la división de la familia cubana. Mediante
la operación Peter Pan se llevaron a nuestros niños, y después a muchos padres no
les dieron visas. Hay un trabajo de la académica María de los Ángeles Torres, quien
descubrió, en los archivos de la Biblioteca de Lyndon Baines Johnson, el ex presidente
de los Estados Unidos y estratega de la Ley de Ajuste Cubano, un documento del
Comisionado para Refugiados, de las Naciones Unidas, que ofrecía pasaje gratuito
a todos los padres para que pudieran unirse con sus hijos, que habían sido robados
158
El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión
con engaños. El señor Johnson y la dirección del gobierno de los Estados Unidos
no aceptaron esa proposición. Como muy bien decía Pertierra, no querían que en
Miami estuvieran los cubanos; incluso, distribuyeron a un montón de niños de
pequeñas edades, separaban a los varoncitos de las hermanas, y mandaban a muchos
a Nevada, a Colorado, a Pennsylvania, a Nebraska. No querían que ocurriera lo que
ha pasado ahora en la Florida, una enorme comunidad de cubanos. Siempre pusieron
obstáculos a la reunificación familiar, aunque la propaganda, incluso de Carter,
hablaba de recibir a los emigrantes de la Isla con los brazos abiertos. La estrategia
era que se ganaran el ingreso a los Estados Unidos mediante actos de violencia:
secuestros, planes de salida ilegal, ataques a las embajadas, asesinatos de dirigentes,
o de militares, como ocurrió con un oficial de la Marina, que fue asesinado, y
recibieron al criminal, que está paseándose por las calles como si nada. Cuando las
visitas de la comunidad, se produjo una gran expectativa entre muchos ciudadanos
que querían ir a los Estados Unidos, incluidos esos miles de ex presos, y otras
personas que querían emigrar, y no se les dio entrada a los Estados Unidos. En el
Diálogo, Fidel había planteado que ese gobierno estaba reticente a darles visas a los
ex presos; empezaron a demorar la entrada de los cuatrocientos que se soltaban
mensualmente, tratando de que se creara una situación interna tremenda. El gobierno
cubano decía que podían irse, pero el de los Estados Unidos no les daba visas.
Entonces hubo asaltos, ataques a barcos, entradas violentas a las embajadas, etc.
Ocurrieron los sucesos de la embajada de Perú donde mataron a un custodio, entraron
los criminales y Perú no quiso entregarlos a la justicia, y el Comandante en Jefe
dijo: «Bueno, pues todo el que se quiera ir, ya que Perú les da entrada a su país, que
vayan a Perú», y se quitó la guardia; pasó entonces lo del Mariel, otra respuesta
como la de Camarioca. Recordemos que nosotros somos un país del Tercer mundo,
y en los Estados Unidos todo es maravilloso para una mentalidad consumista, mucha
gente creyó que podía mejorar su vida allá, huyendo del bloqueo, del sabotaje, de
las quemas de las cañas, de las movilizaciones masivas. Me pregunto por qué tuvimos
que hacer un Ministerio del Interior eficiente, un ejército poderoso. Si no hubiera
habido necesidad de que yo fuera miembro del Ministerio, hubiese sido un
economista, un historiador. El ataque sistemático y el peligro constante en que está
sumida nuestra población nos hace perder miles de posibilidades; muchas de las
críticas que se nos hacen son culpa, precisamente, de esta agresión permanente del
imperialismo norteamericano contra nuestro pueblo, que nos obliga a tomar una
serie de medidas que no quisiéramos tomar, pero hay que defender este país por
encima de todo.
Rafael Betancourt: Los acuerdos relativos a los presos y a la reunificación familiar
fueron implementados a partir de un diálogo posterior entre los gobiernos de Cuba
y los Estados Unidos, porque había que hacerlo mediante una negociación bilateral.
El tercer acuerdo, el de los viajes, ya tuvo otra característica. Se crearon varias
agencias que lo llevaron a efecto. Inicialmente, las visitas eran por grupos, no había
turismo individual, sino grupos que acudían a estas agencias, contrataban el viaje y
venían, al principio por terceros países y después en vuelos directos entre Miami y
La Habana. Ese es el origen de agencias como Marazul y otras que aún sobreviven,
porque la mayor parte de las que se crearon en ese momento, no continuaron. A la
izquierda, diríamos, nos tocaron dos agencias. Abrí la de Nueva York, que primero
se llamaría Cuba Travel, nombre que le puso Lourdes Casal, pero ya estaba tomado
por una agencia norteamericana y me pedían sesenta mil dólares por vendérnoslo.
La abrimos con nuestros fondos personales. Yo era recién graduado y estaba
empleado en el Departamento de Trabajo en Washington. Pertierra y yo éramos
159
R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín
vecinos y compañeros, ya desde esa época. Sabía que cuando regresara de Cuba me
iba a quedar sin trabajo y, efectivamente, cuando volví, ya el FBI había visitado
a mi jefe y este me vino a preguntar qué hacía yo en Cuba negociando con el gobierno
cubano si yo no era diplomático; por lo que pedí la baja. De inmediato abrimos la
agencia de Nueva York, con dos mil dólares de préstamo personal. Aruca abrió la
de Washington, y Vicente Dopico, la de Miami. Luego se crearon otras agencias
como Viajes Varadero, que abrieron los compañeros nuestros en Puerto Rico: Carlos
Muñiz, Raúl Álzaga y Ricardo Fraga. Las demás eran agencias de amigos, de gente
que estaba de este lado, o los de compromisos políticos en México, en Miami, la
gente de Espinosa, etc. Esas agencias implementaron los viajes de la comunidad.
Vinieron cien mil personas en el primer año. En ese momento no había ni base
hotelera ni comercial en Cuba, dónde comprar una pacotilla, un electrodoméstico,
una ropa, y eso trajo como consecuencia que la gente venía cargada de todo. Esos
primeros viajes fueron terribles, los precios altísimos, la calidad del servicio bajísima,
la experiencia local era muy poca; además, había mucha hostilidad a nivel personal,
incluso por parte de los mismos funcionarios que trabajaban con nosotros, y
regulaciones cambiantes. A finales de abril del 79, mataron a Carlos Muñiz, y el 1
de mayo entró en vigor una regulación de la Aduana de la República que ajustaba el
peso del equipaje a 22 kg, según normas internacionales que al principio no se
exigían; las personas venían con unas maletas que pesaban cien kilos, y no fueron
avisadas, de modo que cuando llegaron, ese 1 de mayo, empezaron a decomisarles
todo lo que habían traído. Nosotros velando a Carlos Muñiz en Puerto Rico y
diciendo: «Lo que hay que hacer ahora es mantener los viajes a toda costa, porque
ese es el compromiso con Carlos» y, al otro día, la Aduana cubana decomisando a
todo el mundo. Parecía una cosa de locos, y lo era.
Quiero referirme a tres impactos posteriores. Las agencias de viajes nos dieron
la base económica para el trabajo político que hicimos posteriormente, y con la
cual formamos nuevos grupos, Los Maceítos, los hijos de los de la Brigada Antonio
Maceo o de gente que no vinieron con la Maceo; el Círculo de Cultura Cubana, que
fue una organización creada para divulgar nuestra cultura, exportar productos
culturales, música; se llevaron artistas (el Círculo de Cultura Cubana llevó a los
primeros músicos que tocaron en Nueva York después del triunfo de la Revolución);
el Comité Cubano-Americano: creamos un lobby en Washington para influir en el
Congreso de los Estados Unidos a favor del restablecimiento de las relaciones con
Cuba. ¿Cómo se financiaba eso? Con el dinero de las agencias; cobrábamos salarios
comunistas y toda la ganancia se destinaba a estas actividades. Otras agencias
hicieron plata, hubo gente que se enriqueció con ese negocio. La izquierda, no.
Los grupos terroristas se reactivaron. Fidel lo previó, y nos dijo al final: son muy
valientes. Nosotros no nos dábamos cuenta, sobre todo los más jóvenes no teníamos
la más ligera idea del riesgo que corríamos, por ese núcleo terrorista violento que,
como decía Buajasán, provocó, en ese año 79, no sé cuántas muertes: Félix García
Rodríguez, funcionario de la Misión cubana ante Naciones Unidas; Carlos Muñiz
en Puerto Rico, Rafael Correa; también mataron a José Eulalio Negrín, en Nueva
Jersey. Yo me levantaba por la mañana y miraba debajo del carro antes de montarme
para ver si tenía una bomba colocada; lo encendía con las puertas abiertas para que
la presión de la explosión me lanzara para afuera. Así vivíamos y, además, era normal;
uno vivía así, con determinada normalidad; pero era terrible. También la derecha
se reorganizó, a partir de las elecciones del 80, tomó el modelo del lobby judío, y ahí se
creó la Fundación Nacional Cubano Americana. Cuando retomaron el poder los
republicanos reformularon su manera de conducir o dirigir la contrarrevolución.
Última pregunta, ¿fue el Diálogo la causa del Mariel? Yo diría que no lo fue, pero
la visita de cien mil comunitarios contribuyó muchísimo al Mariel.
160
El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión
José Pertierra: Rafael cuenta que éramos compañeros en Washington, pero se
olvida de que ya éramos compañeros, desde el segundo o tercer grado, aquí en
Cuba, antes de emigrar.
Aparte de representar al gobierno de Venezuela en algunos asuntos, incluyendo
el pedido de extradición de Posada Carriles, también ejerzo Derecho de inmigración,
y conozco un poquito la emigración latinoamericana hacia los Estados Unidos. Les
puedo decir que hay muchísimos latinoamericanos que desean salir de condiciones
económicas difíciles en sus países y a veces cruzan ilegalmente la frontera, arriesgando
sus vidas. Muchos tienen que atravesar el desierto para poder llegar sin que los
agarre la patrulla fronteriza. Por lo general, les va bastante mal, porque no les dan
permiso de trabajo, ni de residencia; los encarcelan, los deportan. Si existiera una
Ley de Ajuste Mexicano no quiero ni pensar cuánta gente saldría de México hacia
los Estados Unidos. El Mariel no sería nada comparado con Cozumel, por ejemplo.
El problema fundamental que hay en términos de la normalidad que añoramos,
es que cuando un cubano común y corriente pide una visa para ir a los Estados
Unidos a visitar a un familiar, existe una presunción legal de la parte norteamericana,
que implementan sus cónsules, de que el cubano, o el boliviano, o el argentino, o el
guatemalteco, se va a quedar en los Estados Unidos, y eso influye en contra de que
le otorguen la visa de no-inmigrante; pero, en el caso del cubano, es muy difícil
rebatir esa presunción legal, porque existe una Ley de Ajuste Cubano. Entonces el
cónsul sabe que si el cubano llega con visa de turista y se queda en Miami, un año
y un día después le dan el green card o la residencia, y un desfile en Miami; sabe que
si ese mismo cubano, a quien le niegan la visa porque se presupone que va a ser un
inmigrante, se monta en una balsa, arriesga su vida para cruzar el Estrecho de la
Florida, y llega a los Estados Unidos, le dan una residencia y un desfile en Miami.
Lo que ha hecho Washington desde el principio de la Revolución es utilizar las
leyes de inmigración como arma de relaciones exteriores, en su política contra Cuba,
para tratar de desestabilizar a la Isla. Eso ha causado la separación de la familia;
porque hay algunos que quieren montarse en una balsa y cruzar, pero la mayoría no
quiere correr ese riesgo, puesto que es bastante peligroso, hay tiburones, y la balsa
se hunde, y todo lo que eso representa.
Todo el mundo conoce el caso de Elián González. La premisa fundamental de
ese caso —que nunca comprendió el gobierno norteamericano— es que no todos
los cubanos quieren irse para los Estados Unidos. Juan Miguel González, padre de
Elián, prefiere vivir en Cuba; vive modestamente —yo he estado en su casa muchas
veces, en Cárdenas—, trabaja como camarero en un restaurante de Varadero, y
prefiere vivir aquí. Sentado junto a mí, en Washington, lo llamó su tío por teléfono,
para ofrecerle cuatro millones de dólares, los derechos de autor de una película que
querían hacer sobre Elián, si Juan Miguel se quedaba; pero él quiso regresar a Cuba,
a vivir en la tierra que lo vio nacer, y llevar a su hijo. Esto nunca lo entendió el
gobierno de los Estados Unidos, por eso perdieron el caso, y por eso Juan Miguel
pudo regresar.
Lo que añoramos es la normalidad. El Diálogo nos ha dado la oportunidad de
comenzar el proceso de normalizar las relaciones entre el pueblo cubano que vive
dentro de Cuba y fuera, porque sigue siendo el mismo pueblo, Chucho Valdés y
Bebo Valdés.
Lorenzo Gonzalo: El posdiálogo estuvo rodeado de políticas de agresión de nuevo
tipo. Para Miami, centro de la contrarrevolución, pero también para emigrados
esencialmente no proclives a asumir una postura agresiva contra el Estado cubano,
esos encuentros abrieron un camino de debate y confrontación en aquella
comunidad. Las fuerzas se polarizaron y para muchos significó la oportunidad de
161
R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín
revivir el sueño de un proceso que las condiciones de 1959, con la presencia de los
Estados Unidos, no habían permitido delinear en términos diferentes. La Guerra
fría no permitía espacios para nada más que no fuese la defensa territorial. La
administración Reagan tuvo la idea de crear un organismo que por primera vez
sería contrarrevolucionario y participante en la política nacional, la FNCA, en gran
medida la contrapartida de esa nueva corriente que comienza a tomar cuerpo a
partir de la experiencia de las conversaciones de 1978.
Las personas de izquierda que vuelven a ver esperanzas de participación en el
proceso iniciado en 1959, y gente común, trabajadora, profesionales y otros, sintieron
que era posible regresar al país, a su familia y amigos. Cuando llega 1990, hay un
acumulado que siente de cerca al país y desea el regreso y el encuentro. El colapso
de la URRS, obliga a Cuba a buscar nuevas políticas, y los emigrados entran de
nuevo en las consideraciones. Es una buena oportunidad para rescatar aquel
propósito. Las conversaciones con la emigración son el único acontecimiento que
ha demostrado que se puede llegar a una normalización en estos asuntos con los
emigrados, y que la contrarrevolución es solo patrimonio de un grupo cada día
menor, aunque no haya perdido su influencia política.
El diálogo con los Estados Unidos demostró que se puede llegar a acuerdos de
mutuo beneficio con el vecino del Norte. Señaló la presencia en Washington de
fuerzas capaces de reconocer el camino del buen entendimiento, sin necesidad de
exigir cambios de las prácticas políticas cubanas.
Consuelo Martín: Doy la palabra a los asistentes, y luego el panel responderá a las
preguntas realizadas, o hará comentarios.
Yoss: A treinta años de aquellas conversaciones, cuando nuevamente hay un
presidente demócrata dispuesto a conversar con Cuba, como es Obama, como no
lo fue William Clinton, es importante recapitular. El pueblo que olvida su historia,
está condenado a repetirla, y se ha comprobado en la Revolución cubana que la
historia de las crisis migratorias es muy repetitiva: se produce una cada quince
años, aproximadamente, lo cual significa que nos debería tocar una en estos tiempos.
Lo que dijo José Pertierra en su última intervención es un magnífico resumen.
Los cubanos hemos sido fichas de ajedrez en una partida, o quizás la pelota de ping-pong
en un partido que no puede tener ganadores —entre nuestro gobierno y el de los
Estados Unidos. Es cierto que el norteamericano creó la Ley de Ajuste Cubano,
una de las más grandes injusticias migratorias que se puede tener. Pero también hay
que recordar que el cubano es, actualmente, uno de los pocos que impide la libre
salida de sus ciudadanos. Creo que en el momento en que el gobierno cubano deje
de decidir quiénes pueden salir, el norteamericano podrá empezar a considerar
demover la Ley de Ajuste Cubano, o viceversa. ¿Quién empezará? ¿Hasta cuándo
vamos a continuar con esta guerra? ¿No creen que al cabo de medio siglo ya es el
momento de decir basta y bajar la pistola? Como dijo Buajasán, esta Revolución
hay que defenderla por encima de todo, cueste lo que cueste, pero la pregunta es,
¿no hay que defenderla incluso de nosotros mismos?
Consuelo Martín: Les recuerdo que estamos tratando sobre el Diálogo del 78, de
comprender el contexto histórico concreto de hace treinta años; con independencia
de que cualquier reflexión sobre la posteridad y la actualidad sería valiosa, pero
intentemos entender aquel contexto para poder sacar, incluso, algo más de él;
aprender a aprehender la evolución histórica de un fenómeno social vigente.
Enrique López Oliva: Me gustaría que el panel hiciera alguna referencia al papel
que desempeñaron las instituciones religiosas. Tengo entendido que vinieron varios
pastores evangélicos, varios sacerdotes, pero si bien hubo algunas posiciones
162
El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión
a favor del diálogo, otras no estaban totalmente de acuerdo con él, tanto en los
Estados Unidos como en Cuba, por parte de los distintos grupos religiosos. Hubo
iglesias evangélicas —me refiero concretamente al Consejo de Iglesias de Cristo de
los Estados Unidos, con sede en Nueva York— que siempre tuvieron una actitud a
favor del diálogo, de un mejoramiento de las relaciones entre los gobiernos.
Pedro Campos: Es muy difícil en un encuentro como este poder abordar todas las
aristas del Diálogo y todos sus significados e importancia, pero, de manera general,
estaríamos todos de acuerdo en que fue una política efectiva del gobierno cubano
en ese momento. Si tiene algún sentido hacer valoraciones históricas sobre fenómenos
como este, es precisamente por la posibilidad de que en una nueva circunstancia,
un nuevo momento, esas experiencias puedan tenerse en cuenta.
Hoy en los Estados Unidos, cuando el gobierno norteamericano está
desarrollando una política que ellos llaman basada en las fuerzas inteligentes, es
muy importante que tengamos en cuenta que aquella política nuestra lo fue, y efectiva
por los logros que tuvo. Las políticas inteligentes deben enfrentarse con políticas
inteligentes. Creo que es importante retomar eso para el presente.
Yanis González: Quiero hacer una breve reflexión acerca del tema que estamos
abordando hoy. Lo más importante de ese Diálogo es que abrió el camino para todo
lo que hoy en día se ha logrado en cuanto al intercambio con la emigración. Si bien
fue el momento de apertura, y estamos ahora centrados en este análisis, también
sería útil hablar un poco de lo que pasó inmediatamente después del Diálogo del
78. Ha habido todo un proceso permanente de conversaciones y, después, tres
conferencias «La nación y la emigración»; cada cierto período se hacen reuniones
con la emigración. En relación con lo que se ha logrado, solo pondré un ejemplo: la
flexibilización de las salidas al exterior. Quizás algunas personas, puedan decir «no
tengo libertad para salir», pero lo que se requiere realmente es una carta de invitación,
que es un respaldo legal de una persona o una entidad que se hace responsable de
usted en cualquier circunstancia. Este es el requisito fundamental que se exige.
Consuelo Martín: Pasamos nuevamente la palabra a los panelistas para que
comenten las intervenciones del público.
José Buajasán: No creo que después del Diálogo haya habido un retroceso. A
través de esta guerra contra Cuba, puede haber algunas medidas, restricciones, que
no sean las mejores, pero desgraciadamente muchas veces tenemos que adoptarlas
para defender nuestra nación. Las salidas dependen también de las visas. Está el
famoso bombo, que se lleva a un montón de gente en forma selectiva; y a todos, si
reciben visas, se les da salida. El que quiera ir a Europa, tiene que recibir visa
Schengen para poder salir, y también obtienen el permiso de salida. Además, hay
muchos cubanos que están viviendo en el exterior con permisos, vienen y van, y
tienen aquí su casa; o sea, que ha habido un gran avance en ese sentido.
En cuanto a las relaciones con los Estados Unidos, el gobierno de Barack Obama
tiene una situación difícil; mientras la ultraderecha siga unida al lobby cubano y al
sionista —dos de los que están presionando para que no haya ningún tipo de arreglo
con Cuba, ni se mejore la situación del pueblo palestino—, es imposible,
prácticamente, que se puedan hacer mejoras. Algún día, el pueblo norteamericano
se dará cuenta de que ese abrazo entre la derecha y el lobby cubano le es perjudicial;
primero, la derrota de Girón fue gracias a esa alianza; después, el Irán-contras;
Watergate fue la unión entre varios cubanos miembros del batistiano Buró de
Represión de Actividades Comunistas (BRAC), con el gobierno del señor Richard
Nixon. En definitiva, la unión entre la ultraderecha cubana, el gobierno y la
163
R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín
ultraderecha norteamericana está, incluso, contra los intereses del pueblo
norteamericano.
José Pertierra: En respuesta al planteamiento del compañero sobre los viajes a los
Estados Unidos, creo que es muy válido. Hay dos obstáculos principales para
cualquier persona que desee no solamente emigrar, sino salir del país: uno es
conseguir una visa; hay una presunción legal de que la persona se va a quedar, y
probablemente la van a negar. Al joven que puede ganar más dinero en el exterior,
le niegan la visa, aunque sea argentino u hondureño; y, segundo, los vuelos son
caros, los hoteles. Aparte de eso, yo sé que existe en Cuba el requisito de la tarjeta
blanca, el permiso de salida. Cuba ha tomado una serie de medidas a través de
décadas para defenderse del arma en su contra que utilizan los Estados Unidos,
que es la emigración: una de ellas ha sido la tarjeta blanca; pero, de hecho la
abrumadora mayoría de las personas que piden el permiso de salida, lo reciben. Lo
único malo es que le tienen que pedir permiso al sindicato, al Partido, y cuando
vienen a ver, el día del vuelo se aproxima, gastaron el dinero en la visa, en el boleto
de avión, y pasan unos días agónicos hasta que al fin llega la tarjeta. Esa tarjeta
blanca no tiene sentido, y pienso que será eliminada. El verdadero obstáculo para
la salida no es Cuba, sino la visa y el dinero. Pero también los Estados Unidos
utilizan la emigración de la forma más burda: le da residencia permanente en los
Estados Unidos, y un desfile en Miami, a cualquier médico cubano que esté en
cualquier parte del planeta cumpliendo misión internacionalista, y los americanos,
en vez de respaldar eso, lo que hacen es ofrecerle al cubano la residencia si deserta,
si va a una embajada norteamericana en Swazilandia o en Angola. Se pide que
Cuba elimine la tarjeta blanca, pero hay que exigirle al gobierno de los Estados
Unidos que no utilice la emigración como arma política contra nosotros, que respete
la dignidad del pueblo y que trate al cubano como al mexicano o al hondureño.
Lorenzo Gonzalo: Después de haber transcurrido tantos años y haberse sucedido
tantos eventos desde ese conversatorio-diálogo del año 1978, hoy es posible calibrar
el punto en que nos encontramos, revalorizar y reestructurar las regulaciones de
emigración, en las cuales el gobierno cubano ha estado envuelto desde hace mucho
tiempo.
Hubo un gran encuentro de «La nación y la emigración», que se extiende hasta el
día de hoy, por eso estamos aquí, en gran medida; a principios de los 90 se realizaron
en Cuba alrededor de cien seminarios de democracia participativa. La PECA, una
organización de profesionales y empresarios cubanoamericanos, tuvo infinidad de
reuniones en la Isla; estuvo la Asociación de Trabajadores Cubanos (ATC), que se
organizó fuera; la Jewish Solidarity (Solidaridad Judía), que estuvo participando
aquí y lo sigue haciendo. Los conversatorios han continuado; se desencadenó un
proceso de conversaciones de los emigrados, que ha ido poco a poco avanzando y
desbrozando nuevos caminos. El análisis y la reflexión históricos que se hacen hoy
aquí los creo muy convenientes, porque nos ayudan, precisamente, a calibrar lo que
se ha hecho y lo que queda por hacer. Cuando comenzamos las conversaciones con
el gobierno cubano, había infinidad de restricciones, que fueron eliminadas, y se
nos dió toda una serie de posibilidades para poder venir a visitar no solamente a la
familia, sino a los amigos, porque al principio había que hospedarse en hoteles, y
había que ir a determinados lugares asignados. Todas esas disposiciones se fueron
eliminando. Había que pedir visa, lo que también se eliminó. Ha habido todo un
proceso, en dependencia de las condiciones que tenga el país. Como emigrado, sé
que Cuba ha sido una fortaleza sitiada. Hay que comprender en qué momento
estamos y qué posibilidades hay, pero también hay que darse cuenta y ver, a partir
164
El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión
de estas reflexiones, que sí se ha avanzado y ha habido una voluntad de acercamiento
por parte de todos los cubanos, aquellos que vivimos fuera, y los de la Isla.
Rafael Betancourt: Respondiendo a López Oliva, había participación de grupos
religiosos en el Diálogo: por lo menos, cuatro representantes de iglesias evangélicas,
y un sacerdote católico. La Iglesia católica, tanto antes como después, nunca fue
muy favorable a ninguno de estos procesos de acercamiento. La jerarquía en Miami
y otras partes de los Estados Unidos, nunca brindó apoyo. Incluso, el sacerdote
católico que estaba allí, Andrés Rey, aparece solo con su nombre, sin ningún tipo
de organización. De este modo, también se refleja que empieza a surgir en Miami,
entre los cubanos, un acercamiento a las iglesias, sobre todo de los cubanos de
origen más humilde; los de la clase trabajadora se empezaban a acercar a las
evangélicas, y ahí es donde surge una cierta aproximación de algunas de ellas a este
proceso de reunificación familiar.
Quiero también comentar que hubo un antes y un después del Diálogo. Uno
participa en la vida en diferentes acontecimientos históricos, y no se da cuenta de
que está en ellos; esto, de algún modo, me ha hecho recapacitar y valorar que,
efectivamente, hay un antes y un después del Diálogo. Fue, como dije al principio,
un parteaguas, un momento en que se transformó la relación de Cuba con su
emigración, los cubanos de adentro con los de afuera. En aquel momento no eran
nada usuales las relaciones entre cubanos de la misma familia; no era común
mantener correspondencia; tampoco estar informados, oír radio, leer la prensa,
conocer de lo que estaba pasando en un país y en otro, hasta la música se dificultaba.
En ese momento no pensábamos que iba a haber tantos vaivenes en estas relaciones,
en los treinta años que vinieron después, que han sido, en extremo, de sube y baja,
de montaña rusa, resultado de que, igualmente, ha habido mucha variación en
la relación entre los dos gobiernos. Ha habido períodos de tanta agresividad como la
que antecedió al Diálogo.
Quiero leerles un párrafo de lo que Fidel nos dijo al final del segundo encuentro.
En una o dos semanas, entre el primero y el segundo, ya había bastantes presiones
y amenazas. Dice Fidel: «No se desalienten por la mala fe de alguien, no se
desalienten jamás por las campañas, las intrigas, las mentiras, los insultos.
Sosténganse en la convicción de que han hecho algo absolutamente correcto, lo
más correcto que pueda hacerse. Y yo estoy seguro de que ningún resentimiento,
ninguna mala fe, ninguna envidia, podrá arrojar ninguna mancha sobre lo que ustedes
han hecho. Y yo estoy seguro de que tanto ustedes como nosotros nos sentiremos
siempre satisfechos de este esfuerzo común que hemos realizado».
José Buajasán: Quisiera añadir algo sobre el problema religioso. Increíblemente,
las organizaciones protestantes tuvieron una actitud más positiva que la Iglesia
católica. La Iglesia católica, que prácticamente emigró de Cuba, se hizo dueña, o se
puso al frente de la Arquidiócesis de Miami; y odiaban a la Revolución. Ahí estaba
Agustín Román, el obispo Boza Masvidal, McCarthy, una serie de personas que no
tenían ninguna simpatía por la Revolución, muy vinculadas a la burguesía, como lo
estuvieron antes. Aquella Iglesia cubana estaba dirigida por el cardenal Manuel
Arteaga. El clero había incluso cambiado el nombre del Seminario de San Carlos y
San Ambrosio, donde enseñaron Félix Varela, José Antonio Saco, y tantos prohombres
del siglo XIX. Renegaron de ese nombre, y cerraron ese seminario y organizaron el
Seminario del Buen Pastor. Estudié en un colegio religioso, fui incluso dirigente de
Acción Católica, y considero que muchas de las virtudes y cosas buenas que tengo
son del cristianismo. Pero allí no se hablaba de Félix Varela; la influencia fundamental
de la iglesia era falangista, curas que venían de España defendiendo a Franco. Esa
es la Iglesia católica que va a Miami. Sin embargo, el Vaticano tenía una posición
165
R. Betancourt, J. Buajasán, L. Gonzalo, J. Pertierra, C. Martín
más inteligente y profunda. Aquí vino César Sachi, un tremendo político y
diplomático, quien cambió mucho la situación, para beneficio de la Iglesia y del
país. Después, la visita del Papa consolidó este progreso.
Los pastores que vinieron al Diálogo lo hicieron a título personal, no eran de
iglesias muy poderosas. Cuando llegó Ronald Reagan al poder, muchos de los que
vinieron se acobardaron, entre ellos el pastor Espinosa, que se convirtió en una
especie de práctica macartista, hacía listas de las personas que venían a Cuba
diciendo que eran espías. Hubo una persecución en Miami contra todas ellas. Él
después se arrepintió, y volvió, mandó una carta diciendo que fue presionado, que
lo habían amenazado.
El padre Andrés Reyes tuvo que salir huyendo de su iglesia, porque la gente de
la Brigada 2506 le hicieron una campaña que por poco lo linchan. Le había dado
una misa a un mártir, creo que fue a José Eulalio Negrín, y hubo una sublevación de
la derecha falangista y reaccionaria. Los compañeros que están allá en los Estados
Unidos, en Miami, defendiendo algo, diciendo, por ejemplo, que están en contra de
lo que está pasando en Honduras, o en contra de Pinochet, están en una situación
de acoso. Son héroes, hay que reconocerlo y respetarlos.
Las nuevas generaciones de religiosos aquí están cambiando, hay más cultura,
más conocimiento, menos influencia franquista, pues hace rato que se murió Franco.
Consuelo Martín: Hemos abordado, desde diferentes perspectivas y aristas, el
Diálogo con la emigración en 1978-79, y ese contexto también nos ha acercado un
poco a la comprensión de las dinámicas actuales. La historia se construye por actores
protagonistas, y en el momento en que la estamos construyendo, no sabemos que
somos protagonistas de nuestra historia, que lo que tenemos a la mano es la vida de
cada día. Por eso les recomiendo el pequeño libro de que hablé antes, que contiene
información esencial sobre el Diálogo del 78, como lectura obligada de documentos
históricos que contienen la información esencial sobre el Diálogo del 78.
El titular del periódico Granma, del 8 de septiembre del año 78, es: «Entrevista
de Fidel con un grupo de periodistas cubanos que escriben para la comunidad cubana
en el exterior, y varios periodistas norteamericanos». Desde ese momento se les
está llamando cubanos y comunidad cubana en el exterior, desechando términos
peyorativos precedentes. Hay toda una estrategia política detrás, de comprensión y
respeto a la diversidad de las posiciones de Cuba y su emigración. Las distintas
conferencias «La Nación y la emigración» celebradas posteriormente, y la postura
actual, cada vez se acercan más a que sea el respeto mutuo la base de la posibilidad
del contacto y del acercamiento desde la política, la familia, y las vidas cotidianas
de cada uno de nosotros, donde únicamente van a quedar excluidos aquellos que se
afilien a la contrarrevolución, al terrorismo, y a la no posibilidad de tener un contacto
realmente humano y respetuoso.
El Diálogo del 78, ese parteaguas histórico concreto, ha demostrado que la
política migratoria pasa por el tema del contacto familiar, el de los viajes; por
la posibilidad de visitar Cuba, de la reunificación familiar. Se trata de una política
hacia la emigración, con lo cual ese momento nos deja mucho por aprender aún,
conocer, no solo a las jóvenes generaciones, sino a nosotros mismos. Volverlo a
leer para darnos cuenta de cuánto tenemos que seguir flexibilizando, analizando y
proponiendo determinadas cuestiones que impliquen ese mayor acercamiento, ese
mayor respeto mutuo, y ese derecho tanto a emigrar, como a no emigrar, es parte de
la vida y de la posición de cada uno de nosotros.
Cierro este panel con dos ideas. La primera es que entender el Diálogo del 78 en su
momento y en su contexto tiene mucho que ver con la posibilidad de comprensión de la
época contemporánea, dadas las características de la administración de los Estados
166
El Diálogo con la emigración 1978-79: una revisión
Unidos, el desarrollo y la evolución de la sociedad cubana, y de las propias características
de los migrantes, pues ya son otros los condicionamientos de esa emigración. La
propuesta de inicio de cómo entender aquel momento es muy interesante para aplicarlo
a este. La segunda idea es recordar que este Último Jueves de Temas, que trata la cuestión
de la emigración, no es el primero; se ha abordado en muchas ocasiones, y volverá a
tratarse en otros paneles futuros. Los que estamos vinculados, por cuestión profesional
o interés particular, al tema de la emigración, siempre le agradecemos a Último Jueves
esta oportunidad y este espacio que nos abre.
Termino agradeciéndoles su presencia y atención a todos los presentes y, en
particular, a los panelistas que nos han compartido sus historias.
Partipantes:
Consuelo Martín Fernández. Psicóloga e investigadora. Centro de Estudios de
Salud y Bienestar Humanos (CESBH), UH.
José Buajasán. Investigador histórico. Coronel (R) del Ministerio del Interior.
Rafael Betancourt. Economista urbano y consultor en Desarrollo internacional.
José Pertierra. Abogado. Pertierra & Toro.
Lorenzo Gonzalo. Periodista. Subdirector de Radio Miami.
©
167
, 2010
no. 62-63:
abril-septiembre
de 2010.
Norteamericanos en Holguín. Un estudio
desde169-179,
los documentos
históricos
Norteamericanos
en Holguín. Un estudio
desde los documentos
históricos
José V
ega Suñol
Vega
Profesor. Universidad de Holguín.
E
de su zona norte, a fin de estimular la colonización de
ese extenso territorio con familias peninsulares y criollas.
Las tierras del norte de la jurisdicción de Bayamo, donde
se formarían más tarde las de Holguín (1752) y Las
Tunas (1849), estaban literalmente despobladas y, por
ende, requeridas de colonización para fomentar su
cultivo y explotación. Igual sucedió con las haciendas
de Sagua y Mayarí, bajo el control del cabildo
santiaguero, en la zona este de la región, limitada por
una geografía montañosa y de difícil acceso por tierra.
Tanto los hateros del siglo XVII como los del XVIII
se articularon en torno a la propiedad de la tierra. Este
rasgo, primigenio y básico para comprender las
características que adquirieron las relaciones de
propiedad, se acentuó en el siglo XIX. Sobre las formas
de organización y distribución territorial de la economía
agrícola regional influyó un progresivo desmembramiento
celular de la tenencia de la tierra, en tanto esta constituía
la principal fuente de riqueza y de sentido de
pertenencia. 3 El crecimiento demográfico y la
redistribución de terrenos por herencia, en número
creciente, contribuyeron a la progresiva desarticulación
de una parte importante de los hatos primitivos, los
l asunto de referencia propone acercarse a un
estudio de caso sobre los efectos particulares de
la presencia norteamericana en la historia de la nación
cubana, dada la profusión de distintos tipos de enclaves
en esta área del territorio nacional, donde tuvo un
profundo impacto en las estructuras económicas
—expresado en las transferencias de propiedad, la
industria y los medios tecnológicos, el transporte y las
comunicaciones—, cuyo actor y beneficiario fue el
capital estadounidense.1
La región nororiental en la etapa colonial
Desde los inicios de la colonia, una parte importante
de la zona nororiental de Cuba quedó subordinada
a los condominios de la jurisdicción bayamesa y, por
consiguiente, se convirtió en área periférica extensiva
de la economía ganadera y tabacalera que había
cristalizado en la región del Cauto desde el siglo XVII.2
La economía hacendataria comenzó a cobrar forma
en la región una vez que los cabildos de Bayamo y
Santiago de Cuba iniciaron la mercedación de tierras
169
José Vega Suñol
capitalistas anglo-norteamericano, propietario
de pequeños ingenios como Santo Tomás, Victoria,
Santa Lucía, La Caridad, Santa María y Columbia.
Wilsson Wood, Santiago Patterson, Samuel Clark y
William Chapman, entre otros, fueron los protagonistas
de estas acciones. Wilsson Wood, dueño del ingenio y
hacienda Santo Tomás, incorporó a su fábrica la
máquina de vapor hacia fines de la década de los 30,
pero esta tecnología no llegó a extenderse de inmediato
a los ingenios de la comarca debido a su alto costo.
Así, la pequeña y naciente industria azucarera regional
siguió aferrada a las técnicas de producción más
rudimentarias.5
El latifundio azucarero en la región tuvo sus primeras
manifestaciones visibles en la década de los 50, con la
formación de uno de los embriones de este tipo de
organización productiva en Cuba. Ese sería el caso
de lo que primero fue un trapiche, luego un ingenio y
finalmente uno de los centrales azucareros más
productivos de Cuba: Santa Lucía, referencia clásica
para estudiar la transferencia y conversión de un ingenio
a central en la región.
La historia de Santa Lucía, algo perdida en la neblina
del tiempo, se inicia con la llegada del norteamericano
Samuel Clark, natural de Connecticut, en marzo de
1818, a quien «se le concede el permiso que ha solicitado
para establecerse en la ciudad de Holguín aplicado a la
agricultura y al efecto se le despachará un testimonio
de este asunto para que le sirva de carta de domicilio
en forma».6 En 1823, el señor Clark era dueño de un
importante almacén en el puerto de Gibara y fundador
de los ingenios Santa María y Santa Lucía. La historia de
este último se torna más precisa a mediados de los
años 30. Guillermo Sánchez, nacido en San Agustín de
la Florida, junto al también ciudadano norteamericano
Warren D. Gookin, suscribieron un testamento
mancomunado el 6 de junio de 1836 ante el notario
holguinero Manuel de Aguilera. El documento expresa
que la propiedad del ingenio les correspondía, por lo
que debió tener lugar una transferencia anterior de parte
de Clark. De esta forma, Rafael Lucas Sánchez, heredó
las propiedades de Guillermo, entre las que se
encontraba «el ingenio Santa Lucía en el hato de
Guabajaney y otras tierras en Bariay y que de acuerdo
solo eran bienes de la sociedad de Sánchez y Gookin el
ingenio Santa Lucía y 125 pesos de posesión, con casas,
labranzas, enseres, ganado y 32 esclavos».7
Entre 1853 y 1855 tuvo lugar un hecho sin
precedentes en la zona de Bariay. Rafael Lucas Sánchez,
para entonces propietario absoluto del Santa Lucía,
adquirió diecinueve sitios de labor de diferentes
propietarios agrícolas, para ampliar las áreas de caña
del pequeño ingenio. Ello constituyó el inicio de la
primera forma de compra de tierras a fin de organizar
cuales se repartieron hasta quedar convertidos, muchos
de ellos, en pequeñas fincas, estancias y sitios de labor.
También la Real Cédula sobre fomento de la población
blanca, de 1817, se convirtió en asidero legal para
promover la inmigración sobre todo de canarios, así
como otra Real Cédula, promulgada en 1819, otorgó
tierras realengas y baldías. Ambas legislaciones
permitieron incrementar la pequeña propiedad agrícola
y estimular la colonización para fortalecer esta célula
productiva. En consecuencia, se vigorizó la figura
económica y social del sitiero y del estanciero, génesis
del campesinado holguinero, integrado básicamente por
canarios y sus descendientes.
Aunque ya desde el siglo XVIII era común en la región
la existencia de trapiches que molían caña para producir
mascabado, miel y raspadura, destinados al consumo
interno, la industria azucarera con pretensiones
mercantiles comenzó a dibujar sus contornos en la
década de 1820. Los decretos y leyes referidos, así como
la Ley de desestanco del tabaco (1817) y la de libre
comercio (1818) hicieron posible un poblamiento
extranjero a partir de esa década; el cual se incrementó
hasta alcanzar una proporción significativa según los
datos aportados por el censo de 1861.
Algunos de ellos poseían capital y se establecieron
con el afán de invertir. Tal fue el caso de un grupo de
pequeños hacendados norteamericanos e ingleses de la
isla de Providencia, en las Bahamas, quienes, entre 1820
y 1840, desempeñaron un papel activo en la economía
regional, especialmente en el sector azucarero. El
mencionado grupo fundó pequeños ingenios que
permitieron incrementar tanto la producción de azúcar
como la masa de esclavos. Estas nuevas unidades
productivas se ubicaron principalmente en los partidos
de Gibara y Bariay. Algunos de los propietarios
anglosajones aparecen registrados en el listado de los
dueños de esclavos más importantes de la región de
Holguín para esa fecha; entre ellos, Samuel Chapman,
con 57 esclavos, Samuel Clark, con 17, y William
Chapman, con 12. Aunque no llegaron a desarrollar el
latifundio ni a convertir sus fábricas de azúcar en centrales
azucareros, sí se transformaron en los primeros
capitalistas locales en esta rama de la economía regional,
al situar en el mercado mundial la producción del dulce
procedente de sus plantaciones, gracias al puerto de
Gibara, y obtener los primeros flujos de plusvalía con
esta producción.4
En lo concerniente a tecnología azucarera, los
primeros ingenios en utilizar la máquina de vapor en
Cuba en la década de los 20 del siglo XIX se encontraban
situados en el occidente de la Isla, y se trataba de una
técnica importada de Inglaterra y los Estados Unidos.
En la región nororiental, la introducción de la máquina
de vapor estuvo asociada al pequeño grupo de
170
Norteamericanos en Holguín. Un estudio desde los documentos históricos
una estructura latifundiaria capitalista que culminó,
posteriormente, con la transformación del ingenio
Santa Lucía en uno de los centrales más grandes y
modernos de finales del siglo XIX en Cuba.8 Lo anterior
facilita comprender por qué la dotación de esclavos
más numerosa de la región en la década de los 60 estaba
en este ingenio, con unos 280 esclavos en 1866.9 Santa
Lucía preconiza no solo el embrión del latifundio
moderno regional, como preámbulo histórico de lo
que será el gran latifundio azucarero de principios del
siglo XX, sino también da inicio a la primera gran
propiedad del capital azucarero en todo el nordeste de
Cuba. La nueva organización latifundiaria no venía sola,
se hizo acompañar de un proceso de mejoramiento
tecnológico encaminado al incremento de la
producción azucarera, puesto que la extensión física de
las tierras para el cultivo de la caña debía apoyarse en
una respuesta industrial que permitiera procesar los
nuevos volúmenes suministrados por la expansión de
los campos cañeros. De esta manera, el tránsito de Santa
Lucía de ingenio a central azucarero se consuma
definitivamente en la década posterior al fin de la Guerra
de los Diez Años.
Al oeste de Santa Lucía, en el partido de Maniabón,
ya existía en la década de 1850 el pequeño ingenio San
Manuel, muy próximo a Puerto Padre. Hacia 1878 fue
adquirido por la familia habanera encabezada por Don
José Plá y Monje, quien se encargó de modernizarlo
tecnológicamente y convertirlo en un central, y pasó
a un segundo lugar, después de aquel, en capacidad de
molida, número de esclavos y extensión de tierras.10
Ambas familias se convertirían en la primera célula
endógena de la burguesía azucarera regional, cuya acción
desborda el siglo XIX y se extiende al XX.
La tercera gran plantación en secuencia cronológica,
pero la primera por sus dimensiones, se organizó
a fines de la década de los 80 en los partidos de Samá
y Banes. Pertenecía a la familia Dumois, de origen
francés.11 Hipólito Dumois, nacido en Santiago de
Cuba, pero de padres franceses, llegó a administrar
una importante casa comercial, a principios de esa
década, dedicada a la comercialización de frutas
tropicales a través de la sociedad Tur y Dumois. Los
Dumois fueron los primeros en establecer en Cuba el
negocio de exportación de plátano fruta hacia los
Estados Unidos. En 1887, se radicaron en la hacienda
Banes, cuyas propiedades se encontraban repartidas
entre diferentes familias. Se destacaban los Meronge,
Tamayo y Delfín Pupo, quienes poseían las principales
acciones. La adquisición de estas tierras convirtió a los
Dumois en los propietarios más importantes de la
región. Así, llegó a crearse la Banes Fruit Company, en
1889; primera empresa frutera de la Isla dirigida al
mercado norteamericano, de la que se desprende el
fomento de la plantación bananera más importante que
hubo en Cuba a finales del siglo XIX. Las familias PláMonje, Sánchez y Dumois constituyeron la expresión
más visible del capitalismo plantacionista regional,
dejando atrás en liquidez, capitalización y productividad
a los hateros, sitieros y vegueros que habían formado
el principal núcleo económico-social del territorio.
La habilitación del puerto de Gibara, en 1822,
benefició sobre todo a la jurisdicción holguinera, al
estimular la producción agrícola y el comercio. Bastaron
pocas décadas para que en Gibara se consolidara un
grupo de casas comerciales de sello peninsular, que llegó
a controlar lo más significativo del mercado marítimo
de la región, tanto con España como con el resto de
Europa y los Estados Unidos. Para la década de los 50
el comercio marítimo desde Gibara había alcanzado
una notable ramificación internacional, según se deduce
de los registros de entrada y salida de barcos por este
puerto.12 La naciente burguesía comercial gibareña
pretendió emular en elegancia y poder con los grupos
familiares hispanos que controlaban el comercio en otras
partes de la Isla. Sus principales representantes edificaron
suntuosas viviendas siguiendo los aires neoclásicos;
adquirieron mobiliarios, vajillas y porcelanas,
manufacturadas tanto en Europa como en Norteamérica;
se preocuparon por refinar el gusto y alentar la
fundación de periódicos y clubes sociales; aportaron
capital para la construcción de un teatro y apoyaron
financieramente el levantamiento de las murallas que
hizo de Gibara una villa inexpugnable. Además,
promovieron la construcción del ferrocarril que
enlazaría el puerto con la ciudad de Holguín. Este grupo
comercial alcanzó cierto rango y prestigio en el estrecho
marco de la burguesía oriental y, a pesar de ser reducido
en número y capital, ganó una notable autoridad en la
región. En ningún otro punto de la línea costera
nororiental llegó a consolidarse un grupo comercial
como el de Gibara.
La gesta independentista de 1895-1898 tuvo una
repercusión devastadora para el naciente capitalismo
regional. Los centrales Santa Lucía y San Manuel vieron
afectadas, tanto sus plantaciones como sus respectivas
producciones. Los Dumois, a pesar de sus esfuerzos
por mantener la plantación bananera al margen del
conflicto beligerante, sufrieron las consecuencias de la
tea incendiaria mambisa y la producción se paralizó.
Las casas comerciales gibareñas no se mantuvieron
exentas de crisis y la actividad mercantil declinó. Tal
depauperación generó una absorción del capital nativo
por la maquinaria empresarial norteamericana, que
aprovechó el estado ruinoso del territorio para
comprar e invertir, en el marco propicio de la primera
ocupación.
171
José Vega Suñol
debilitada por la guerra, con grandes extensiones de
tierra virgen y escasa población, para fomentar un frente
económico importante a su servicio en el nordeste de
Cuba, a lo cual dedicó cuantiosas inversiones.
Los archivos regionales hablan solos. En uno de los
fondos del Archivo Histórico Provincial de Holguín
aparecen registradas 581 inscripciones de propiedades
norteamericanas; de ellas, 534 corresponden a fincas
rústicas y 47 a fincas urbanas.15 Estas propiedades fueron
adquiridas en el período comprendido entre 1899 y
1920. En el caso de las fincas rústicas se trataba,
fundamentalmente, de sitios de labor y de haciendas
comuneras deslindadas; así como de lotes de terreno
para la construcción de almacenes, comercios y
viviendas, en el caso de las fincas urbanas. Un total de
331 (56,9%) inscripciones de propiedad se adquirieron
entre 1899 y 1902, de lo que se infiere que este fue un
período de gracia para las empresas inversionistas,
colonos y especuladores de tierras, pues una vez que
pasó el estado de ocupación militar, las transacciones
disminuyeron y nunca más alcanzaron el ritmo y la
cantidad de esos años.
Los compradores y accionistas norteamericanos
(aunque también se incluye una minoría de canadienses
e ingleses) se dividían en dos grupos: el primero,
formado por organizaciones empresariales de diferente
tipo y rango; y el segundo, por colonos y otros
propietarios independientes, como granjeros, dueños
de minas, pequeños comerciantes y juntas misioneras.
El primer grupo —por supuesto, el más importante y
poderoso y el que adquirió la mayor proporción de
tierras— se encontraba integrado por más de veinte
entidades empresariales que poseían 230 propiedades
rústicas y dieciséis urbanas. El segundo grupo contaba
con 304 propiedades rurales y 31 urbanas. Como se
aprecia, el grupo empresarial tenía un menor número
de propiedades, pero poseía la mayor extensión de
tierras. Este grupo estaba integrado por compañías
o empresas de diferentes tipos —en su mayoría
vinculadas con la tenencia y especulación de terrenos—
y representaba esferas tales como la industria azucarera,
los ferrocarriles, la minería y la ganadería, cítricos y bienes
raíces. Las empresas más sobresalientes por el número,
el valor y la extensión de sus propiedades eran las
azucareras: la UFC con 35 519 hectáreas en Banes y
Tacajó; la Manatí Sugar Company, con 24 703 ha
repartidas en solo cinco propiedades; la Chaparra Sugar
Company, con 56 propiedades y 22 462 ha; la Sociedad
Tánamo Bay (Atlantic Fruit Company), con una
propiedad de 14 565 ha;16 y la Cupey Sugar Company,
que poseía en cinco propiedades 5 210 ha. Seguían en
importancia la Cuban Land Loan and Title Guarantee
Co. (45 propiedades), The Cuba Company (36) y la
Cuban Colonization Company of Detroit (24).
La sucesión Plá y Monje quedó disuelta una vez que
la Cuban American Sugar Company adquirió el viejo
ingenio San Manuel, tras el montaje de sus dos nuevos
centrales en la región: Chaparra (1901) y Delicias (1911).
Los Dumois regresaron de los Estados Unidos después
de concluida la guerra, en 1898, e incapacitados para
levantar otra vez la plantación, decidieron vender casi
íntegramente sus tierras a la recién creada United Fruit
Company (UFC); en cambio, la administración de la
transnacional les facilitó determinadas cuotas de poder
en el nuevo enclave plantacional, mediante la
conservación de un importante número de acciones.
La sucesión Sánchez se vio compelida a admitir un
creciente número de acciones norteamericanas en Santa
Lucía, a tal grado, que en 1914 se registró, de manera
oficial, como un central azucarero norteamericano.13
De tal suerte, la cabecera del capitalismo nororiental,
germinante en la segunda mitad del XIX, había sido ya
decapitada por el capital norteamericano antes de
iniciarse la Primera guerra mundial. Los documentos
son demostrativos del grado de participación de estos
grupos familiares del capitalismo regional en la
transferencia del poder económico y en el reparto de
las mejores tierras y recursos al nuevo advenedizo.
La compraventa de tierras por compañías
y colonos norteamericanos
Es indiscutible que el período de la primera
ocupación militar norteamericana en Cuba (1899-1902)
brindó la posibilidad para que, tanto compañías y
empresas como especuladores y colonos de ese país,
adquirieran tierras y otras propiedades en áreas rurales
y urbanas del territorio. Los documentos evidencian
que las compraventas se hicieron comunes en esos años.
La región estaba en ruinas; los grandes, medianos y
pequeños propietarios se encontraban endeudados
o incapacitados para reactivar de inmediato las áreas de
cultivos; el campo había sido asolado, las plantaciones
estaban abandonadas y escaseaban los alimentos. Una
parte importante de la tierra estaba ocupada por
haciendas comuneras que no habían sido deslindadas,14
pero al promulgarse la Orden no. 62 del Gobierno
Interventor, que autorizaba los deslindes, se facilitaron
y, en efecto, se dispararon las ventas, sobre todo
a empresas y compradores individuales estadounidenses.
Precisamente, dicha Orden iba dirigida a determinar
qué parte de la tierra estaba respaldada en títulos de
propiedad y cuál no se encontraba debidamente
legalizada, para así poder operar sobre esta a precios
significativamente bajos o absorberlas íntegramente,
como sucedió en varios casos. El capital estadounidense
ponderó las posibilidades que se le abrían en una región
172
Norteamericanos en Holguín. Un estudio desde los documentos históricos
los intereses ferroviarios, como The Cuba Company y
The Cuba Railroad Co.; que adquirieron terrenos no
solo para la expansión del ferrocarril, sino para otros
usos relacionados con este medio de transporte; y las
compañías especuladoras, interesadas en fomentar fincas
citrícolas y ganaderas con colonos extranjeros.17
Son destacables las compras de tierra alrededor de
tres grandes haciendas comuneras que se deslindaron
en la región a raíz de la Orden militar no. 62 del
Gobierno Interventor. Estas fueron las de San José de
las Nuevas, Majibacoa y Tacajó, situadas en la
municipalidad holguinera. En la primera de ellas se
reportaron varias ventas, de las que sobresalen once
lotes adquiridos por la Chaparra Sugar Company por
medio de su abogado y representante, el general Mario
García Menocal. La hacienda Majibacoa, donde su
fundó el poblado de Omaja, fue repartida entre distintas
compañías: la Cuban Land compró diecinueve lotes
que oscilaban entre 4 y 221 ha. En esa misma hacienda,
la Chaparra Sugar Co. compró ocho terrenos. En 1901,
The Cuba Company participaba del reparto con la
adquisición de 355 290 m2 en Majibacoa; más adelante,
los colonos norteamericanos que se establecieron allí
adquirieron decenas de propiedades que oscilaban entre
0,4 y 1 755 ha.
La hacienda Tacajó quedó repartida entre la United
Fruit Co. —que adquirió diecisiete propiedades con una
extensión de 16 935 ha— y el grupo Dumois-Gessé,
que se encargaría de la construcción del central Tacajó.
La UFC ya poseía 18 569 ha en su finca Boston, en
Banes, y alcanzaría la cifra de 35 504 ha de tierra en su
poder, solo en Banes y Holguín.18
La Cuban Colonization Company of Detroit
aprovechó el deslinde de la hacienda comunera Mayabe,
en las cercanías de la ciudad de Holguín, y adquirió en
ese barrio rural 3 059 ha y 33 á, mientras que en otras
partes del municipio compró varias fincas que oscilaban
entre una y quince caballerías. Es de notar que en las
transacciones de propiedad de la tierra refrendadas en
los documentos se utilizaban diferentes unidades de
medida; la mayoría de las veces las ventas aparecen en
hectáreas, pero en otras se consignan por caballerías
e incluso por metros cuadrados, lo cual hace más difícil
precisar la cantidad y extensión total de esas
propiedades.19
Por su parte, las compraventas efectuadas por los
colonos y otros propietarios norteamericanos
independientes estaban relacionadas con la adquisición
de tierras para el fomento agrícola, la minería y el
comercio. Se destacan las compras en Omaja, Pedernales
y Mayabe, así como en otros sitios rurales de la
municipalidad holguinera. Sobre la colonia de Omaja,
instalada en la deslindada hacienda Majibacoa (actual
provincia de Las Tunas), hay constancia de la adquisición
En este grupo, dos importantes compañías
azucareras, Chaparra Sugar Company y United Fruit
Company, llegaron a tener en usufructo las mejores
tierras de los municipios Puerto Padre y Banes-Mayarí,
respectivamente; aunque lograron extenderse también
hasta la municipalidad holguinera, con cuyo territorio
colindaban.
De esta manera, Holguín sufrió una mutilación de
varias porciones territoriales contiguas a aquellas
demarcaciones, ya que no pocos segmentos de sus
linderos municipales más cercanos a Puerto Padre
(fundado en 1899), Banes (1910) y Mayarí (1878), fueron
ocupados por esas empresas; aunque no lograron
internarse en el centro de esta municipalidad. Un muro
de contención a la expansión territorial impulsada por
las empresas colonizadoras fue la existencia de aquella
masa de población campesina que poseía una parte
importante de la tierra, repartida en cientos de sitios de
labor. La pequeña y mediana propiedad agrícola en
manos de cubanos y españoles funcionó como núcleo
de resistencia ante la vorágine. Tanto es así, que solo
una compañía norteamericana pudo construir una
fábrica de azúcar en tierras del municipio de Holguín:
el central Cupey (1915) de la West Indies, denominado
The Cupey Sugar Company en la nomenclatura de la
época.
En una de las periferias municipales de Holguín,
The Cuba Company adquirió importantes franjas de
territorio para el ferrocarril; lo que le permitió fundar
el puerto y pueblo de Antilla, en el litoral de la bahía de
Nipe. Allí compró catorce lotes de terreno para el
establecimiento de almacenes, comercios y otras
edificaciones de la empresa. Se encuentran también en
este grupo dos compañías ya mencionadas, ambas
dedicadas a las especulaciones de tierras: la Cuban Land
Loan and Title Guarantee Co, y la Cuban Colonization
Company of Detroit. La primera era propietaria de
157 caballerías de tierra en la finca El Canal y de un
gran número de hectáreas en la finca Majibacoa.
Después de comprar la tierra se dedicó a revender los
sitios de labor a los colonos norteamericanos que
fundaron el poblado de Omaja —por entonces
territorio de la municipalidad holguinera—, en 1906.
La Cuban Colonization Company of Detroit adquirió
veinticuatro lotes de terreno, situados en su mayoría en
la hacienda comunera de Mayabe, que más tarde fueron
revendidas, a través de transacciones especulativas,
a colonos norteamericanos.
Como se observa, hubo distintos tipos de entidades
encargadas de la expansión del latifundio, como es el
caso de las azucareras, que compraron tierras para la
siembra de caña, pero también utilizaban una parte de
la tierra para fomentar cultivos varios y ganado,
destinados al consumo interno; las que representaban
173
José Vega Suñol
operaba también con capital norteamericano) y The
Cuba Railroad Company; así como varios comerciantes
individuales, entre los que se destacan George Baylis,
con cuatro terrenos adquiridos en la calle Miramar. En
esta misma vía, también compraron terrenos Edwin
James Sharon y Clarence D. Moore, entre otros.
Mientras tanto, en Holguín se registraron propiedades
urbanas a nombre de Samuel W. Douglass, Sherman
Harris, John Smith, Lida Watson Montgomery, M. J.
Bwak, y también una a nombre de The Cuba Company,
y otra de la Junta de Misiones Extranjeras.20
En una muestra selectiva realizada a 98
compraventas, tanto de compañías como de colonos,
se refleja una serie de características comunes a los
vendedores de la tierra. Se trataba de haciendas y
sitios de labor, en muchos casos adquiridos a raíz de
los deslindes comuneros, de las familias que tenían
«pesos de posesión» invertidos en estas haciendas,
aunque no las habitaran necesariamente. Al realizarse
los deslindes y obtener la propiedad de la parte
correspondiente, se les facilitaba a los dueños
comercializar las fincas, mediante la venta de los pesos
de posesión. Algunos de los lotes de las haciendas
deslindadas se ofrecieron a miembros del Ejército
Libertador o, en su lugar, a las viudas de los que habían
caído en combate o habían fallecido por otra razón.
En ocasiones, al adquirir las tierras no podían atenderlas
o no estaban interesados en su fomento, sobre todo
cuando se trataba de familias que ya tenían finca propia
u otros medios de subsistencia. Por eso, en un buen
número de casos la descripción de los lotes vendidos
muestra un estado de abandono y falta de tratamiento
cultural, tal como se muestra a continuación:
de 172 propiedades territoriales por colonos
estadounidenses, en su mayor parte lotes y fincas rústicas
para el cultivo agrícola y la ganadería. El colono más
prominente de Omaja fue Darlington E. Kerr, dueño
de trece fincas en su condición de principal accionista y
especulador de tierras dentro de este grupo de farmers,
fundadores de esa comunidad. Poseía un número de
lotes que iban de 47 a 1 755 ha, hasta alcanzar un total
de 3 884 ha. Lo seguía un pequeño grupo de colonos
que tenía varias propiedades. Entre ellos, Jasper Hayden,
con algo más de 220 ha, repartidas en cuatro
propiedades; Woodford Yerxa, con 202 ha, Grant
Mahan, con 98 ha distribuidas en seis propiedades, y
Noach Cripe, con 120 ha, en seis propiedades. Sin
embargo, en Omaja predominaban los pequeños
colonos, quienes, en su mayoría, no tenían más de ocho
o diez hectáreas de tierra. Cabe mencionar a Mary Anne
Welsh (7), Otto William Porche (3), Sophus Jensen (4),
Carrie B. Cranston (4), y Salomé Riam Blosser (2), entre
tantos otros.
En Pedernales, muy cerca de la ciudad de Holguín,
las tierras adquiridas por colonos estadounidenses
alcanzaron la cifra de veinte lotes en poder de dieciséis
propietarios, quienes en total compraron 532 ha y 10
áreas. Entre ellos, sobresale la Sra. C. Bradley, con cinco
propiedades y 118 ha y 7 áreas; mientras, en Mayabe,
seis colonos obtendrían ocho propiedades ascendentes
a 192 ha y 53 áreas, entre los que sobresale W. Reyner
con tres lotes y 150 ha.
Hay constancia de al menos 71 inscripciones de fincas
en manos de colonos estadounidenses; uno de ellos
—Zenas L. Martin, una figura de la iglesia Los Amigos
(cuáqueros)— poseía algo más de 323 ha de tierra
distribuidas en cuatro haciendas.
Otro grupo de propietarios estaba relacionado con
la explotación de minerales como el oro y el
manganeso. Aparecen registradas un total de 4 297 ha,
repartidas en veinticinco propiedades, en su mayoría
adquiridas durante el período de la primera ocupación
militar. Entre estos colonos se destacan William Carleton,
a cargo de las minas Los Angeles, Buenavista, Carlos,
Carleton, La Esperanza y Santa María, ubicadas en
Majibacoa; y Frank L. Pfeiffer, dueño de las denominadas
Ángeles 2, 5 y 7, en el barrio de Almirante. Por su parte,
The West Indies Mines Ltd. Compró, entre otras, las
minas Erin y Sheyla, en Auras. Estas propiedades fueron
anteriores a las transacciones realizadas para la
adquisición de las minas de Felton, Nicaro y Moa, en el
nordeste de la actual provincia de Holguín.
Las fincas urbanas registradas en este fondo se
concentran en Antilla y Holguín con 32 y quince
inscripciones, respectivamente. En Antilla
predominaron las adquisiciones realizadas por The
Cuba Company, The Royal Bank of Canada (que
La Sra. Leonor de Peña y Pérez, natural de Holguín, vende
para siempre a la Compañía Azucarera de Chaparra
representada en este acto por el Sr. Mario García Menocal,
el sitio de labor El Guasanal, cuya extensión es de seis
caballerías, sin casas, cercas, ni labranzas, al amparo de veinte
y cuatro pesos, ochenta y uno un cuarto de posesión y en
terrenos de la hacienda deslindada San José de las Nuevas;
con todas sus pertenencias, usos y derechos, por un precio
de dos mil ciento diez pesos oro cuño español.21
Llama la atención el número de mujeres que vendía
los pesos de posesión de las fincas otorgadas por la
contribución de sus cónyuges a la gesta libertaria. En
esos casos se refleja una tendencia a vender, tal vez
como solución emergente para mejorar las condiciones
de vida mediante la entrada de buenas sumas de dinero;
porque hay que considerar que, si bien las compañías
norteamericanas adquirieron tierras a precios bajos, los
propietarios cubanos y españoles que tenían legalizada
su propiedad no accedieron con facilidad a ofrecerla
a precios insignificantes. Por el contrario, la tendencia,
según lo prueba la lectura de algunas de estas
transacciones, era vender a precios aceptables para la
174
Norteamericanos en Holguín. Un estudio desde los documentos históricos
El capital de los Estados Unidos se esmeró en montar un
sofisticado mecanismo de relojería económica que contribuyó a
fijar la condición dependiente y neocolonial de la Isla. A partir
de entonces, las relaciones de producción adquirieron un carácter
capitalista más definido y produjeron, en función de los cambios
operados en la estructura, una modificación palpable de los
componentes étnicos, sociales y clasistas tradicionales.
Cambios en el medioambiente, las tecnologías,
el transporte y las comunicaciones
época y, en algunos casos, bastante altos, si se tiene en
cuenta que mil o dos mil pesos en moneda americana
o española era entonces una pequeña fortuna.
Como consecuencia de las compraventas de tierra
se consolidó en la región un nuevo tipo de industria
azucarera, sin precedentes en la época colonial. Para
1913, las primeras cinco fábricas de azúcar en activo
bajo control norteamericano —los centrales Boston,
Preston, Chaparra, Delicias y Manatí— contaban con
más de trece mil caballerías de tierra y exportaban a los
Estados Unidos prácticamente toda su producción. De
este modo quedó consolidado un nuevo modelo de
latifundismo plantacional al servicio de entidades
extranjeras que acorraló a los circuitos productivos
domésticos, los cuales quedaron bajo su esfera de
influencia o fueron literalmente absorbidos por aquellas.
El azúcar pasó a desempeñar un papel central en
las exportaciones del área, hasta convertirse en la fuente
económica básica, en torno a la cual comenzó
a articularse un sistema de relaciones sociales y culturales
totalmente inédito en la región. En 1921, seis centrales
azucareros de compañías norteamericanas poseían ya
un total de 26 200 caballerías de tierra, lo que denota la
expansión de esta industria, con el latifundio como
acompañante. La contracción que sufrió el capital
norteamericano en la industria azucarera de Cuba
a principios de la década de los 30 del siglo XX, no se
constató en la región; por el contrario, se manifestó
una estabilidad, e incluso un incremento, de esta industria
en poder del capital de los Estados Unidos, hasta su
nacionalización por el gobierno revolucionario en el
año 1960.
Los modernos enclaves disfrutaban, en tanto
unidades económicas autónomas, de ciertas prerrogativas.
Sus administraciones podían seleccionar la fuerza
laboral, realizar despidos, paralizar o disminuir la
producción, e incluso cerrar las fábricas si esto fuera
conveniente a la empresa, sin tener que adscribirse a los
intereses nacionales, ni recibir órdenes de los gobiernos
locales. Contaban con amplias facultades de acción en
el orden económico, social, jurídico y laboral. Su
funcionamiento y poder decisorio dependían de lo que
emanara de las cabeceras de esas empresas, por lo
que se trataba de enclaves en el sentido recto del término.
La irrupción de una cultura industrial en un territorio
donde predominaba la rural ocasionó una serie de
modificaciones en el entorno natural. La cultura
campesina, basada en la producción agrícola, carecía
de los instrumentos y las técnicas necesarias para una
transformación raigal del medio físico. El paisaje natural,
a fines del siglo XIX debió parecerse bastante al que
encontraron en el XVI Diego Velásquez y sus huestes
conquistadoras. Sin embargo, la incorporación de una
cultura material con una base científico- técnica más
avanzada trajo consigo una modificación vertiginosa
del marco ecológico. Los enclaves económicoindustriales alteraron, y en casos específicos pulverizaron,
una parte importante del entorno ambiental tradicional
que hasta entonces había permanecido así inamovible.
Los centrales azucareros requerían toneladas de leña
como combustible complementario en tiempos de
zafra, por lo que se talaron miles de hectáreas
de bosques. Solo en la zafra de 1913 el central Chaparra
utilizó 27 754 toneladas de leña, y el Delicias 7 320; por
su parte, el Preston empleó 4 000 toneladas, y el Manatí,
3 000.22 La región poseía una de las áreas boscosas
más importantes del país; pero esta fue calcinada y
convertida en fuente de energía en los primeros quince
años del siglo XX, cuando todavía las compañías
estadounidenses no se habían decidido por maximizar
el uso de la energía eléctrica para apoyar la producción
azucarera. La primera planta eléctrica local con estos
fines, Chaparra Light & Power Company, no
comenzaría a prestar servicios hasta 1916.
La fundación de poblaciones y puertos, el trazado
de caminos y líneas de ferrocarril, el montaje de
industrias y la conversión de tierras vírgenes en
interminables campos de caña acabaron por
desvirginizar el espacio físico-natural de la región. Las
compañías norteamericanas prácticamente crearon otro
paisaje.
Dichas transformaciones se sustentaron en la
revolución agrícola norteamericana que había tenido
lugar entre 1860 y 1910, caracterizada por la
175
José Vega Suñol
Durante ese tiempo, los norteamericanos impusieron
una rígida disciplina laboral, cuyas reglas y exigencias
debían cumplirse cabalmente durante la jornada de
trabajo, bajo la constante observación de administradores,
jefes de departamentos, técnicos o capataces, con el fin
de explotar al máximo y con la más alta eficiencia la
productividad del trabajador. Era de estricta obligación
la puntualidad y la inviolabilidad del horario laboral,
cumplir con las normas técnicas de producción,
solucionar con creatividad y rapidez los problemas que
fueran de la competencia del hombre, así como darle
un seguimiento riguroso al control de la calidad del
producto terminado y a la organización laboral. Las
violaciones o las indisciplinas se pagaban casi siempre
con la expulsión del trabajador o la remisión a un puesto
de menor categoría y salario. Por el contrario, los más
eficientes y productivos recibían como estímulos
mejoras en la escala salarial, el pago de primas, el traslado
a un puesto superior y otras compensaciones; entre ellas,
viajar a los Estados Unidos por la propia empresa, a
través del ofrecimiento de becas y cursos de calificación.
La existencia de un ejército de desempleados en espera
de un puesto de trabajo, garantizaba el estricto
cumplimiento de las normas laborales.25
Las transformaciones se hicieron sentir en los medios
técnicos, los sistemas de transporte y las comunicaciones.
En 1918, la UFC comenzó a experimentar en Preston
el uso de ruedas Caterpillar para carretas de caña, y
después de evaluar los primeros resultados ordenó la
compra de equipamiento en esta esfera. También desde
ese año, la empresa había iniciado el tiro de la caña con
tractores, con lo que se convirtió en una de las primeras
compañías norteamericanas en introducir este medio
de tracción, si se tiene presente que en 1921 solo se
vendieron en Cuba doce tractores agrícolas
procedentes de los Estados Unidos, valorados en
24 951 pesos.26 Algunos ya habían sido adquiridos por
granjeros norteamericanos en Isla de Pinos (actual Isla
de la Juventud) para la preparación de tierras dedicadas
al cultivo de piña, cítricos y vegetales. Firmas comerciales
norteamericanas establecidas en el país se interesaron
en la comercialización de tractores, pero para entonces
aún no se había extendido en Cuba su uso en la
agricultura, sobre todo por el costo y la carencia de
piezas de repuesto. A principios de los años 20, la UFC
adquirió los primeros tractores Caterpillar con ruedas
de estera, sustituidos por los International Harvester
a partir de 1953, así como carretas Caterpillar.27 En
Antilla llegó a montarse una fábrica de grúas marcas
Fernández y Oliver que fueron utilizadas por los ingenios
de la zona, entre ellos el Preston. Eran grúas de madera,
de brazo fijo, para alzar la caña; pero también se
introdujo la norteamericana Fairbanks.28 Estos medios
técnicos se generalizaron en la región, sobre todo en la
introducción de maquinarias en la agricultura, la industria
y los sistemas de transporte, y también por la aplicación
de métodos científicos en el tratamiento de la tierra y la
educación del agricultor. Después de 1890, la producción
agrícola de los Estados Unidos recibió un fuerte impulso
con la puesta en práctica de tales adelantos. Desde sus
colegios agrícolas y estaciones experimentales llegó un
flujo de información sobre análisis del suelo, empleo de
fertilizantes, experimentos para lograr nuevas razas
de ganado mediante cruzamientos, control de plagas y
enfermedades, entre otras.23 Como consecuencia, se
ampliaron las tierras y áreas de cultivo, creció la
producción y el rendimiento agrícola e industrial,
aumentaron las cosechas y creció la masa ganadera. Las
compañías y colonos norteamericanos en Cuba aplicaron
parte de estos resultados en beneficio propio, aunque
también se originó una transferencia, asimilada por los
productores cubanos.
Los medios de producción se sustentaban en el
desarrollo tecnológico de la época, tanto en los
instrumentos de trabajo como en la industria y el
transporte, a lo que se agrega un tipo de organización
laboral respaldada por la experiencia del capitalismo
norteamericano. En el territorio, estos indicadores se
encontraban bastante atrasados, incluso por debajo
de otras regiones de Cuba donde la economía de
plantación había cobrado un vigoroso impulso a lo
largo del siglo XIX con el consiguiente incremento de
inversiones en la industria y el transporte, especialmente
en La Habana y sus alrededores, Matanzas y la región
central.
De todos modos, habrían de pasar varios años antes
de alcanzarse la modernización tecnológica. El factor
más estimulante para la realización de estas
transformaciones sería el alto precio alcanzado por el
azúcar después de iniciada la Primera guerra mundial,
período en el que se consolidaron los intereses
norteamericanos en la región. A partir de 1919 se
incrementaron las inversiones. En 1920 se estimaba la
posibilidad de invertir en Antilla más de treinta millones
de dólares hasta 1923 (aunque no se verifica que llegara
a realizarse); mientras, en Banes y Preston, la UFC se
proponía invertir siete millones para ampliar el
ferrocarril, construir nuevos edificios y extender sus
propiedades agrícolas.24 La acumulación de plusvalía
facilitó que una parte de la ganancia se dedicara al
mejoramiento de los enclaves, con la finalidad de
fortalecer la producción y estimular la productividad,
así como crear mejores condiciones sociales y culturales
de vida a los técnicos y obreros calificados, piezas
estratégicas en estos organismos económicos. De esta
forma, la construcción de nuevas viviendas, un cine
o una escuela alcanzaría un marcado carácter prácticofuncional.
176
Norteamericanos en Holguín. Un estudio desde los documentos históricos
pésimas condiciones, el caballo, la carreta y el carretón;
y por mar, pequeñas embarcaciones de cabotaje. El
transporte marítimo, bastante activo desde el siglo XIX,
conectaba Gibara con otros puntos de la Isla como
Nuevitas, La Habana, Mayarí, Baracoa y Santiago de
Cuba. El ferrocarril central permitió una mejor
comunicación de toda la zona región oriental y
camagüeyana, con el resto de la nación y el ramal Alto
Cedro-Antilla abrió una nueva puerta marítima tras
la fundación del puerto de Antilla en 1907.31 La
inauguración del ramal ferroviario Cacocum-Holguín,
en 1905, permitiría que la municipalidad holguinera
comenzara a utilizar el puerto de Antilla para la
exportación e importación de mercancías. Con este paso,
tanto el ferrocarril como el puerto tradicional de Gibara
recibirían un duro golpe.
Las compañías que realizaron mayores inversiones
en los ferrocarriles de la región fueron la Cuban
American Sugar Company, que hacia 1930 había tendido
365,5 km en Puerto Padre y Holguín; y la UFC, que
desde antes de 1914 había construido 283 km de vía
estrecha en los municipios de Banes y Mayarí. Las
seguían, en ese orden, las líneas férreas de los centrales
Cupey y Alto Cedro, con 57 y 34,1 km de vía ancha.32
En 1914, la Manatí Sugar Company inició el trazado
de su propio ferrocarril para enlazar el subpuerto de
embarque de azúcar con la ciudad de Las Tunas y el
ferrocarril central.33 Sin embargo, algunas promesas de
la Cuba Railroad Company sobre garantizar un
ferrocarril entre Holguín y Mayarí, y otro de Holguín a
Banes quedaron en el proyecto. El enlace de los nuevos
caminos de hierro con la línea del ferrocarril central
contribuyó a una mejor comunicación de las
comunidades del norte del oriente cubano con las demás
poblaciones del país, y significó un paso hacia delante
en comparación con el estado que presentaban antes
de iniciarse el siglo XX en materia de comunicaciones y
transporte, aunque el grueso de estos servicios estaban
bajo el control administrativo norteamericano.
La creación de una infraestructura portuaria
financiada por las compañías estadounidenses en la
región generó una dinámica mercantil con un sensible
incremento de la navegación entre el área y los Estados
Unidos, fundamentalmente. A través de esta red
portuaria se establecieron contactos regulares con los
puertos norteamericanos de la costa atlántica, con mayor
frecuencia que con los propios puertos cubanos, aunque
también se incrementó el movimiento marítimo de
cabotaje. La llamada Flota Blanca de la UFC mantenía
a sus asentamientos de Banes y Nipe en permanente
comunicación con Nueva York y Boston, y con los
demás enclaves de esa transnacional en el Caribe.
Otro de los medios de transporte que irrumpió en
el área, ya en la década de los 30, fue la aviación civil y
comercial. Varios enclaves norteamericanos llegaron
agricultura cañera. También desde 1921, la UFC
adquirió autos, jeeps y camiones para mejorar su sistema
de transporte. En algunos centrales, como el Preston,
llegaron a habilitarse talleres para la fabricación de
carretas. Allí mismo se puso a prueba, en 1920, una
máquina cortadora de caña inventada por John A.
Paine, diseñada para cortar sesenta toneladas de esta
gramínea en una hora, pero el ensayo fracasó.29 La
máquina pesaba más de cinco toneladas y aplastaba los
plantones de caña. Si esta invención hubiera tenido éxito,
tal vez cientos de braceros hubieran quedado sin empleo
en el conocido latifundio.
La estabilidad que gozaron estos enclaves permitió
la continua rehabilitación y perfeccionamiento del
parque tecnológico. Las empresas más poderosas, entre
ellas la UFC, mantuvieron una actualización tecnológica
permanente, como medio para conjurar las crisis
económicas y hacer más rentable la producción.30 Esta
empresa introdujo el sistema de tabulación International
Business Machine (IBM) en la década de los 50. En
Preston llegó a montarse una sala de máquinas de gran
tamaño, con capacidad para realizar operaciones
matemáticas complejas. Esto constituye uno de los
antecedentes de la computación en Cuba.
Una de las transformaciones fundamentales ocurrió
en los medios de transporte. Durante la colonia, los
trapiches e ingenios contaban con carretas tiradas por
bueyes como única opción, a excepción de los centrales
San Manuel y Santa Lucía que lograron desarrollar el
ferrocarril de vía estrecha hasta los puertos de Puerto
Padre y Vita, respectivamente, en la década de 1880.
Las principales compañías azucareras norteamericanas
impulsaron dos medios de transporte que hasta
entonces no habían alcanzado una importancia relevante
en el territorio nororiental: el ferrocarril y las
embarcaciones marítimas. Prácticamente no quedó
ninguna compañía azucarera estadounidense que
no realizara inversiones en los ferrocarriles para el
servicio interno de cargas y de pasajeros. Al adelantado
proyecto de William Van Horne, que llevó el ferrocarril
central hasta Santiago de Cuba, le siguieron otras
inversiones en la rama ferroviaria en la región,
protagonizadas por estas empresas.
Las nuevas líneas de ferrocarril rompieron en parte
el aislamiento, ya que facilitaron una mejor conexión
económica y social entre distintas comunidades. La
comunicación terrestre local se realizaba a través de los
caminos de hierro hasta bien avanzada la República.
De una u otra forma, todos los ferrocarriles de la zona,
excepto el de Holguín-Gibara, concluido en 1893,
nacían o morían en alguna propiedad norteamericana.
La población del territorio empleaba necesariamente
este medio de transporte, dada la inexistencia de otras
vías y medios que no fueran los caminos vecinales, en
177
José Vega Suñol
Notas
a contar con pequeños aeropuertos o pistas de
aterrizaje. En 1938, desde Antilla salían tres vuelos
semanales a Miami, y una de las rutas aéreas de los
Estados Unidos a América del Sur hacía escala en
esta pequeña ciudad, los miércoles, viernes y domingos.
Antilla devino uno de los centros principales del tráfico
aéreo en Cuba. Las rutas Habana-Guantánamo,
Habana-Santiago y Habana-Baracoa hacían escala de
ida y regreso en Antilla, desde antes de 1940.34 La
UFC tenía su propio aeropuerto en Preston, cuya pista
de aterrizaje fue ampliada a 1 220 metros, en 1947.35
Además de estas localidades, también llegaron a contar
con pequeños aeropuertos privados otras
comunidades como Cayo Mambí, Manatí, Nicaro y
Moa.
A fines de la década de los 30, centrales azucareros
como Alto Cedro, Chaparra, Manatí y Preston, entre
otros, contaban con la red telefónica de la Cuban
Telephone Company, lo que permitía la comunicación
telefónica internacional y, en especial, con sus matrices
en los Estados Unidos.
De lo expuesto se infiere cómo una región afectada
considerablemente por las guerras de independencia,
con una economía en estado precario, pasó a
convertirse, por el valor de sus recursos naturales, en
uno de los escenarios favoritos para el capital de los
Estados Unidos, el cual se esmeró en montar un
sofisticado mecanismo de relojería económica que
contribuyó a fijar la condición dependiente y neocolonial
de la Isla. A partir de entonces, las relaciones de
producción adquirieron un carácter capitalista más
definido y produjeron, en función de los cambios
operados en la estructura, una modificación palpable
de los componentes étnicos, sociales y clasistas
tradicionales.
La resultante sería la formación de un dualismo
en el orden económico, social y cultural, perceptible en
todo el entramado regional; una cohabitación, a veces
híbrida y a veces transcultural, entre lo cubano y lo
norteamericano. En consecuencia, emergieron
diferentes tipos de respuesta social, cultural y política,
unas veces protagonizadas por la opinión pública,
otras por la clase obrera, principalmente por los
sindicatos azucareros y los de ferrocarriles y minas, y
por una naciente y creciente intelectualidad nacionalista,
integrada fundamentalmente por educadores,
médicos, abogados, periodistas y otros profesionales,
quienes a través de revistas, periódicos y clubes
sociales, levantaron sus voces con acento crítico hasta
llegar a asumir, en deter minados momentos,
posiciones radicales de signo antimperialista. Figuras
del primer liderazgo marxista cubano como Felipe
Fuentes o poetas como Luis Augusto Méndez,
asumirían el ejercicio de lo que ha llegado a conocerse
como cultura de resistencia.
1. El enfoque regional de este trabajo compromete un sentido de
territorialidad que identifica a una parte importante de la región
nororiental de Cuba con el territorio histórico de la primera
jurisdicción de Holguín; los municipios de Gibara, Puerto Padre,
Banes y Antilla se formaron en el área de esta antigua región. En el
caso de Mayarí, no obstante ser partido pedáneo de Santiago de
Cuba, pasó en 1860 a formar parte de la jurisdicción de Holguín.
Además, una zona de la actual provincia de Las Tunas (Manatí,
Majibacoa, Puerto Padre, Delicias y Chaparra) era territorio
holguinero; de modo que las operaciones relacionadas con la
colonización empresarial y las compraventas de tierras en estas
municipalidades tuvieron lugar en el marco geohistórico de lo que
fuera la antigua jurisdicción de Holguín, la cual abarcaba por el
litoral atlántico desde las bahía de Nipe hasta la de Manatí. La
excepción sería Sagua-Moa-Baracoa, que nunca pertenecieron
a ella. Después del triunfo revolucionario, Sagua de Tánamo y Moa
se inscriben en la llamada «región Oriente-Norte», bajo el control
político-administrativo de Holguín, y se convierten, en 1976, en
municipios de esta provincia. Es necesario apuntar que, durante la
República mediatizada, Holguín tenía rango de municipio fiscal,
razón por la cual la mayor parte de las transacciones de este carácter
en todo el norte de la antigua provincia de Oriente se ventilaban en
esta ciudad.
2. De este modo se explica por qué Holguín aportaba ganado y
tabaco a la jurisdicción de Cuba (Santiago de), desde fecha tan
temprana, así como también tabaco a La Habana. Véase Nicolás
Joseph de Ribera, Descripción de la Isla de Cuba, Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 1975, p. 108.
3. La posesión de la tierra devino fuente de identidad en tanto
contribuyó a fijar una relación de pertenencia local que luego se
tornaría en un sentimiento de nacionalidad, a partir de la
identificación con un territorio patrio.
4. Véase Archivo Museo Provincial de Holguín (AMPH), Fondo
José A. García Castañeda, doc. 31.
5. En la década de 1880, solo los ingenios más grandes, como Santa
Lucía y San Manuel, contaban con la tecnología anglo-americana
más actualizada de la época.
6. Véase AHPH, «Comunicación del gobierno sobre permiso para
radicarse en Holguín un extranjero» (documento aportado al autor
por el historiador holguinero Armando Rodríguez).
7. Véase AMPH, Fondo 1700-1867, doc. 333. Guillermo Sánchez
Hill era hijo de Bernardino Sánchez y María Hill, y había nacido en
San Agustín de la Florida, los Estados Unidos; era hermano de
Rafael Lucas Sánchez Hill e hizo testamento dejando a este y a su
madre como únicos herederos de sus bienes. Guillermo había
comprado, en compañía de Gookin, el ingenio Santa Lucía en el
hato de Guabajaney, así como otras tierras en Bariay y de los
12 626,4 dólares del valor de estos bienes, 10 432,73 pertenecían
a Guillermo y solo 2 193,68 a Gookin. El historiador José A.
García Castañeda incluye a Guillermo y a Rafael en el listado de
norteamericanos en el Holguín colonial. Véase AMPH, Fondo José
A. García Castañeda, Los extranjeros del Holguín colonial, doc. 465. Al
parecer, el apellido Hill se deforma por su pronunciación y se
convierte en Gil, de modo que en las transcripciones aparece con
las dos variantes.
8. AMPH, Fondo 1700-1867, doc. 369. Véase, además, Manuel
Moreno Fraginals, El token azucarero cubano, Museo Numismático
de Cuba, La Habana, s/f.
178
Norteamericanos en Holguín. Un estudio desde los documentos históricos
9. Archivo Nacional de Cuba, Fondo Gobierno General, Padrón
municipal de fincas rústicas con separación por partidos y clases de fincas,
Jurisdicción de Holguín, 1866, legajo 266, no. 13528.
22. Cuba. Secretaría de Agricultura, Comercio y Trabajo, ob. cit.,
pp. 316-18, 320 y 322, 326 y 334. También el central Santa Lucía
reportaba en esa zafra el empleo de 13 728 toneladas de leña como
combustible.
10. En la relación de dueños y arrendatarios de fincas rústicas en
Puerto Padre (1880) aparece Plá y Monje encabezando la
mencionada lista con 60 000 pesos invertidos. Véase AMPH, Fondo
Tregua Fecunda, doc. 308.
23. Véase Harold Underwood Faulkner, Historia económica de los
Estados Unidos, Buenos Aires, 1957, pp. 413-41; Freman R. Butts y
Lawrence A. Cremin, Historia de la educación en la cultura
norteamericana, Editorial Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1953,
pp. 309-10.
11. Los textos más conocidos que han abordado el caso Banes y la
familia Dumois han sido: Ariel James, Banes, imperialismo y nación en
una plantación azucarera, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,
1976; Ricardo Varona Pupo, Banes (Crónicas), Editorial Lex, Santiago
de Cuba, 1930; Oscar Zanetti, Alejando García, et al., United Fruit
Company: un caso del dominio imperialista en Cuba, Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 1976.
24. Véase el «Informe» de Joseph F. Buck, vicecónsul norteamericano
en Antilla, en The Cuba Review, v. XVIII, n. 12, Nueva York,
noviembre de 1920, pp. 17-9.
25. Los datos sobre la cultura laboral proceden de entrevistas a
cincuentenarios de la industria azucarera en la región, algunos de
los cuales trabajaron durante más de treinta años para las compañías
norteamericanas.
12. Véase AMPH, Fondo 1700-1867, doc. 375. En la relación de
buques que entraron al puerto de Gibara en mayo de 1856 se
reporta un total de diecisiete, con bandera española, inglesa y
norteamericana. En el doc. 376 se reportan dieciséis entradas: quince
buques españoles y uno norteamericano, y dieciocho salidas: dieciséis
barcos españoles, uno inglés y uno norteamericano. El doc. 382
hace referencia a seis entradas en el mes de junio; de ellas, un buque
procedente de Nueva York, y cuatro salidas: dos de ellas a Nueva
York.
26. The Cuba Review, v. XX, n. 5, Nueva York, abril de 1922, pp. 18-9.
27. Archivo personal de Víctor M. Urbina, Inventario UFC, División
Preston, Tecnología.
28. Las grúas tenían un costo aproximado de 2 392 pesos entre
1922 y 1957. La incorporación de tecnologías para la agricultura se
aceleró en las décadas de los 40 y los 50. Las motoniveladoras
Cartepillar (1950), el bulldozer International Harvester (1959), el
arado International Harvester para tractores (1952, 1954 y 1956),
entre otros equipos, fueron adquiridos por las compañías azucareras
norteamericanas y cubanas durante esa etapa.
13. En la ficha técnica referida a Santa Lucía se declara como su
fundador a Rafael Lucas Sánchez, «americano», y a este central
como «propiedad de Santa Lucía Sugar Company», también
estadounidense. Véase Cuba. Secretaría de Agricultura, Comercio y
Trabajo, Portafolio azucarero. Industria azucarera de Cuba 1912-1914,
Librería e Imprenta La moderna poesía, La Habana, 1915, p. 326.
29. El anuncio, con un enfoque propagandístico, aparece en The
Cuba Review, v. XVIII, n. 8, Nueva York, julio de 1920, pp. 30-1. En
conversación con el autor, el ingeniero Víctor M. Urbina comentó
que esta cortadora de caña y otras que se ensayaron en los campos
de la UFC no dieron el resultado esperado y ninguna rebasó la fase
experimental. Entrevista, Central Guatemala (antiguo Preston),
15 de febrero de 1988.
14. Véase Benito Celorio Alfonso, La hacienda comunera, Imp. de
Rambla, Bouza y Co., La Habana, 1914; Violeta Serrano, «La
hacienda comunera», Economía y Desarrollo, n. 39, La Habana, enerofebrero de 1977, pp. 108-31.
15. Véase AHPH, Fondo Alcaldía y Ayuntamiento, 1879-1894,
Tesorería (Fincas Rústicas), Libro índice de Fincas rústicas y Libro
índice de fincas urbanas, Fondo 70.
30. Véase Ariel James, ob. cit, p. 157.
31. En 1907, The Cuba Company presentó al Ayuntamiento de
Holguín, para su aprobación, el reparto de solares de una nueva
población que proyectó con el nombre de Antilla. El gobierno
municipal de Holguín comunicó el asunto al provincial por no
existir ninguna ley que le confiriera tomar una decisión al respecto.
Luego, el gobierno provincial concedió la autoridad al ayuntamiento
holguinero, significándole que la compañía debía presentar, junto
con el proyecto, un plano con el número de manzanas y solares,
entre otras solicitudes. Ello dio lugar a la fundación de Antilla.
Véase Archivo Histórico Provincial de Santiago de Cuba, Fondo
Gobierno Provincial, Fundación de poblaciones, año 1907, legajo
659, exp. 13.
16. A principios del siglo XX estas propiedades de la Atlantic Fruit
Company se dedicaron a plantaciones de banano en la zona de
Sagua de Tánamo.
17. De acuerdo con datos aportados por la historiografía local
republicana, al concluir la primera y segunda intervención
norteamericana la mayoría de los agricultores estadounidenses se
retiraron debido a que eran más inversionistas que agricultores
propiamente. En el territorio permaneció una minoría de estos
colonos —a excepción de la colonia de Omaja, que se mantuvo
económicamente activa por más tiempo— y otros en Pedernales y
Mayabe. Véase José A. García Castañeda, La municipalidad holguinera
(comentario histórico), 1898-1955, Imprenta Hermanos Legrá, Holguín,
1955, pp. 169-70.
32. Véase Anuario Azucarero de Cuba, 1938, p. 76.
18. Las cifras no son absolutas, pues la UFC tenía otras propiedades
en Banes —como es el caso de Mano de Pilón, donde en 1901
compró 13 ha y 42 a de terrenos—, así como en Mayarí.
33. Véase The Cuba Review, v. XII, n. 4, Nueva York, marzo de
1914, p. 14.
19. El estado ilegible de algunas transcripciones impide arribar
a datos exactos en cuanto a la extensión física de estas propiedades,
de modo que son aproximados.
35. Véase Archivo personal de Víctor M. Urbina, Inventario UFC,
División Preston, Central Guatemala.
34. Anuario Azucarero de Cuba, 1938, pp. 59-A y 42.
20. AHPH, Fondo Alcaldía y Ayuntamiento 1879-1894, Tesorería
(Fincas Rústicas) Libro índice de fincas urbanas, ed. cit.
21. AHPH, Fondo Protocolos Notariales, notario Emiliano
Espinosa, año 1900, t. 1, instrumento 100, p. 528.
©
179
, 2010
no. 62-63: 180-188, abril-septiembre de 2010.
Fredy Herrarte Raymundo
L a educación popular
en el contexto
de la modernización
neoliberal
Fr edy Herrarte Raymundo
Investigador. Asociación Civil El Observador, Guatemala.
con estos instrumentos es la capacidad crítica, el
compromiso político y una visión liberadora.
Si este es el imaginario social de la educación
popular, considero importante preguntarnos hasta
qué punto el sentido práctico de los espacios de
educación popular en Guatemala propicia la
transformación de las condiciones sociales excluyentes,
opresoras y autoritarias, o bien simplemente reproduce
la razón instrumental del paradigma dominante, desde
el discurso dualista teoría-práctica —donde es imposible
construir sujetos políticos emancipados desde su
experiencia (porque no se trasciende la práctica).
El excesivo énfasis en los instrumentos y técnicas
participativas en los espacios de educación popular,
como característica particular que la diferencia de la
bancaria y domesticadora, está sacrificando el espacio
de reflexión crítica de los sujetos que deben
buscar principalmente los procesos de educación
emancipadora. Dicho énfasis se expresa en que para
cada tema o situación hay una técnica prediseñada, a tal
punto de tener los talleres preparados anticipadamente,
casi sin importar el perfil, el contexto y los múltiples
intereses de las personas que serán «instruidas». He sido
Hoy, ante la propuesta de los organismos
financieros internacionales y ante el discurso
neoliberal predominante basado en una
«racionalidad instrumental» [...] necesitamos una
educación que contribuya a cambiar el mundo,
humanizándolo, transformando las relaciones
autoritarias de poder.
José Luis Rebellato
H
ace algunos meses, realizando un ejercicio de
coordinación entre «asesores» de un proyecto
de apoyo a la participación ciudadana comunitaria en
Guatemala, luego de exponer mi visión sobre la
importancia de la deconstrucción del ejercicio de poder
en relación con la organización y participación
comunitaria, análisis abiertamente político y crítico, se
me solicitó que lo trasladara a la «guía metodológica»
para que tuviera la «visión y la lógica de la educación
popular». Quedé sorprendido y preocupado, pues el
mensaje fue claro: cualquier planteamiento, crítico o
no, para ser trabajado con personas de comunidades
tiene que encasillarse en un cuadro que, al estilo del
marco lógico en los proyectos de desarrollo, pretende
explicar y proyectar la acción social. Nada más contrario
a la educación popular, pues lo que menos se propicia
180
La educación popular en el contexto de la modernización neoliberal
testigo de cómo se preparan, desarrollan y evalúan
espacios de educación con sujetos comunitarios desde
la «lógica de la educación popular», en los que el criterio
de éxito sigue siendo, en el fondo, el control y el
cumplimiento del programa del taller. Ello reduce
el ejercicio crítico a una «metodología a priori universal»
de los talleres «prácticos», donde los educadores
populares hacen alarde de su capacidad de mantener al
público alegre, despierto, activo (al estilo de las
ceremonias religiosas altamente emotivas y solipsistas):
sin embargo, esto no posibilita la reflexión más allá del
taller (como sucede en los retiros espirituales, donde
las personas se sienten muy bien mientras dura, pero
cuando se regresa a la cruda realidad cotidiana, lo que
continúa es la sumisión, la indiferencia, el individualismo
y la posible negación de sus condiciones sociales de
existencia).
Este cuestionamiento no pretende desacreditar la
educación popular en sí ni desvalorizar los procesos
de lucha sociales por una sociedad más justa y solidaria,
sino evidenciar el riesgo de su absorción por la lógica
instrumental del paradigma dominante, que enfatiza la
técnica como el criterio absoluto de verdad y el único
camino para conocer la realidad. Frente a esta situación
quisiera recuperar la intención política de la educación
popular: la crítica de las ideas, estructuras y prácticas
opresoras del modelo capitalista. He aquí uno de los
escenarios donde se debe analizar las bases
epistemológicas desde las cuales se intenta generar
procesos emancipadores. Ello exige resignificar el
ejercicio de la crítica: ¿Qué entendemos por crítica?, ¿la
simple capacidad lógica de desagregar o articular ideas,
o bien el ejercicio de construcción y búsqueda de
alternativas de pensamiento y acción liberadoras?
Existe el riesgo de caer en el juego alienado de
rechazar, bajo el argumento de lo popular, toda
reflexión teórica, específicamente el análisis dialéctico.
Es común escuchar a algunas personas que se
consideran parte de un grupo selecto, de vanguardia
de la educación popular, presumir de su independencia
teórica y de su capacidad de «educador popular»; que
no necesitan comprender, por ejemplo, la dialéctica en
sus diversas construcciones y aplicaciones desde
diferentes propuestas filosóficas, psicológicas y
antropológicas, pues ya han aprendido, y esto es
suficiente, a «aplicar y reproducir la metodología de la
educación popular».
Estos posicionamientos reproducen la lógica elitista
que reduce lo popular a la etiqueta que la «alta cultura»
asigna a la forma de vida de la mayoría de la población
de las sociedades indo-latino-americanas. Ante esta
conceptuación de la cultura como conocimiento
ilustrado de personajes y grupos «educados», debemos
recordar que la educación popular emergió como un
paradigma alternativo dentro de un contexto social
excluyente, en abierta oposición a las ideologías liberales
que reifican la idea evolucionista de una cultura superior,
perteneciente a la oligarquía, frente a la gran masa del
pueblo. Muchas posiciones sobre el estatus de los
educadores populares parecieran reivindicar la idea de
una élite de educadores de lo popular que detentan ese
conocimiento: la negación misma de la educación
popular.
Entonces, ¿cómo podríamos recuperar algunos
elementos del ejercicio de reflexión crítica enunciados
en los espacios de educación popular?
Sugiero repensar la reflexión filosófica en la
educación, y entenderla como el diálogo crítico sobre
la práctica de la enseñanza y el aprendizaje en contextos
comunitarios, y los fundamentos teórico-metodológicos
que la orientan. En este sentido, pretendo diferenciarme
políticamente de corrientes de pensamiento que le
confieren a lo filosófico un lugar muy reducido y lejano
del quehacer cotidiano de los sujetos que participan en
procesos de formación.
Mi intención principal es develar las intenciones de
las ideas que han caracterizado la práctica de la educación
en general y que, de una u otra forma, han alcanzado la
formación y capacitación, en el ámbito de la educación
popular, para la organización, participación y desarrollo
social en Guatemala. Este develamiento de intenciones,
propias y ajenas, no es posible si no se construye una
práctica crítica transformadora de relaciones sociales
orientadas a promover condiciones de justicia social,
equidad entre hombres y mujeres, y el reconocimiento
y respeto de la diversidad cultural y de la dignidad
humana. Esta práctica no responde a una sola
forma de pensar, sino que se alimenta de diversas
corrientes de pensamiento emancipadoras que buscan
cambios profundos en las sociedades de nuestra
América multicultural.
El desafío y el sentido de la crítica
La primera intención de un proceso de formación
dirigido a potenciar sujetos críticos es, justamente, el
posicionamiento en torno a la crítica que se quiere
promover. En este sentido,
La crítica que conlleva la observación de los datos
particulares, sin verlos estructurados en la totalidad social,
es superficial. Y la crítica que no está dirigida por el interés
emancipador no penetra más allá de la apariencia. Se
impone, por tanto, una metodología que atienda a los
datos de la realidad, pero que no olvide que hay que ir más
allá de lo que aparece para captar el fenómeno en su
objetividad. Esto solo se logra si se acepta que la razón
mantiene una relativa autonomía respecto de los hechos».1
181
Fredy Herrarte Raymundo
más allá, hacia la comprensión de lo que está en juego
en la crisis de los esquemas hegemónicos y su
alejamiento de la complejidad social cambiante.
El debate actual en torno a la crisis del paradigma
científico, que se ha ampliado a muchos campos de
la realidad social, versa fundamentalmente sobre la
insuficiencia del modelo económico y político
hegemónico —el capitalismo y su democracia liberal—,
para generar un desarrollo real del ser humano a través
del avance tecnológico; pues en lugar de promover
sociedades más justas, solidarias y equitativas, la ciencia
y la técnica se han convertido en instrumentos del
capitalismo y le han servido de argumento para su
expansión e imposición en todo el mundo. De tal
forma, ciencia y modelo económico y político van de la mano,
y son excluyentes y elitistas, pues solo los competitivos
pueden gozar de sus beneficios; es decir, aquellos que
poseen capital económico y un cierto tipo de
conocimiento, que el mismo modelo acepta como
válidos para su reproducción. Todo lo demás, por
ejemplo, las alternativas comunitarias solidarias para
entender y abordar la realidad, no es digno de ser
considerado «científico» y, por lo mismo, tampoco es
«democrático».
La crisis del paradigma dominante evidencia las
contradicciones en el discurso de la institucionalidad
mundial. Este plantea la necesidad de mejorar la calidad
de vida de las personas pero, a la vez, es cómplice de
las desigualdades en el mundo por imponer un modelo
político y económico que no cede espacio para
alcanzarla. En tal sentido, importantes analistas
reconocen que
Hablamos de una crítica que no se quede solo en
un ejercicio de lógica formal, o de retórica, sino que
denuncie las injusticias, discriminaciones y exclusiones
que agreden la dignidad de las personas y, por ende,
cuestionen la estructura social y el poder que las sostiene.
El reconocimiento de la relativa autonomía de la
conciencia frente a las estructuras posibilita que el sujeto
las modifique, pues «el desarrollo del hombre, como
ser individual y como ser en sociedad, depende, en
buena medida, de los cambios reales que logre imprimir
al mundo en que vive».2
El mismo proceso de formación debe posibilitar,
además, la crítica a los esquemas de pensamiento que
alimentan, reproducen y sostienen dichas estructuras
sociales. Así, esta se encuentra estrechamente vinculada
con el cambio que no puede ocurrir de manera exclusiva
en la conducta individual, como lo proponen modelos
pedagógicos idealistas y pragmáticos, sino en lo social,
donde el individuo está existencialmente imbricado. Al
apostarle solo a la conducta individual como motor
para el cambio y no tocarse las estructuras y relaciones
sociales, el estado de cosas seguirá siendo el mismo. Es
muy fácil y cómodo responsabilizar al individuo de
que las cosas sigan igual, pues se invisibiliza los intereses
y la ideología de clase, y los que ejercen el poder se
benefician al mantener su estatus dentro de una
composición social desigual.
La producción y reproducción de conocimiento
Los procesos formativos, sobre todo de personas
adultas, son espacios privilegiados. Pero mientras no se
reflexione críticamente acerca de la influencia del
paradigma dominante sobre ellos, lo más seguro es
que se reproduzcan ideas, concepciones y prácticas
acordes con mantener el espacio de poder de
En las extensas áreas del mundo no desarrolladas o en
desarrollo de América Latina, África, Asia y Europa Oriental,
parecería que un punto fundamental [...] es el de discutir
en qué consiste que una sociedad progrese. Diferentes
organismos internacionales, entre ellos PNUD, UNICEF,
UNESCO, OMS y otros, han puesto en tela de juicio en
diversos trabajos los criterios puramente economicistas al
respecto. Existe consenso en que para que una sociedad
avance es necesario que logre ciertos equilibrios
macroeconómicos básicos, elimine la inflación y tenga
estabilidad. Pero estos, aunque imprescindibles, no son el
fin último. Progreso implica, según el enfoque de
Desarrollo Humano del PNUD, aumentar el número de
años que la gente vive, mejorar la calidad con que los vive,
incrementar el control sobre su vida, darle acceso a los bienes
culturales, y un conjunto de elementos que hacen la
esencia del ser humano como entidad pensante, libre y
participativa.4
un paradigma epistemológico fundado en una versión
extrema de universalismo antidiferencialista, cuya
hegemonía fue obtenida a costa de sucesivos epistemicidios
cometidos contra los conocimientos rivales. Y como
estos conocimientos fueron siempre formas de racionalidad
constitutivas de identidades y diferencias socialmente
constituidas, los epistemicidios redundaron siempre en
identidadicidios.3
El problema central en el mantenimiento del estatus
de tal paradigma es que ha generado a su vez modelos
económicos y políticos cuyo interés principal se aleja
de la intención de formar sujetos críticos que ejerzan
su poder para el mejoramiento de la calidad de vida
individual y colectiva. Esta imposibilidad del paradigma
de garantizar la calidad de vida de la humanidad
constituye el núcleo de su crisis. Partiendo de esta idea,
es importante no quedarnos en la apariencia, sino ir
Ninguna de estas condiciones: esperanza y calidad
de vida, control sobre ella, acceso y respeto a la
identidad cultural son preocupaciones prioritarias del
capitalismo y su desarrollo tecnológico. Al contrario,
las personas pierden cada vez más el control sobre su
vida y su futuro, pues las grandes decisiones acerca de
182
La educación popular en el contexto de la modernización neoliberal
las oportunidades de acceso a la educación, desde la
propia cultura, a la salud, a la seguridad social y el
trabajo no forman parte de las estrategias de los
megaproyectos y tratados de libre comercio que se
implementan, por ejemplo, en la región centroamericana.
Estos han sido concebidos por la ciencia económica y
administrativa moderna, al servicio de la acumulación
del capital egoísta, excluyente e inhumano.
Tal paradigma (el positivismo y su pretensión
cientificista) y la crisis que afronta parten de su pretensión
de reducir la complejidad social a leyes universales que
se concretan en la tecnologización de la vida diaria,
dejando de lado las dimensiones propias de los sujetos
sociales a los cuales busca controlar limitando sus
posibilidades de pensar y de ser. La crisis no se debe
a la tecnología en sí misma, la cual puede, efectivamente,
ayudar al mejoramiento de la calidad de vida de las
personas desde una visión más amplia, sino a la
intención de universalizar la técnica como único medio
racional para conocer y entender la realidad:
z
z
El problema real no es la razón técnica como tal sino su
universalización, la pérdida de un concepto más
comprensivo de razón, en favor de la validez exclusiva del
pensamiento científico y tecnológico, la reducción de la praxis
a techne, y la extensión de la acción racional [...] a todas las
esferas de decisión.5
z
La mayor contradicción del paradigma dominante
se genera al querer sustituir la libertad de los sujetos
por la aceptación irracional de la tecnología bajo el
argumento de la modernización. Por eso es peligroso
creer a ciegas en la aplicación creciente de las técnicas
participativas como la esencia de la educación popular,
sacrificando el espacio de lo político y el ejercicio de la
crítica social.
Lo interesante es que este control es ejercido
también por hombres particulares, «los sacerdotes de
la ciencia», que con autoridad científica, actúan sobre
los no «científicos». Estamos ante la creación de la lógica
dual de objeto-sujeto que, cuando se aplica a lo social,
reproduce la prepotencia de aceptar solo un tipo de
explicación y se imponen los intereses de los sujetos sobre
los objetos:
Consecuencias del sustento positivista
En la base de la problemática de la hegemonía de
la racionalidad instrumental, en las sociedades
occidentales, se encuentra la hegemonía de la filosofía
positivista en la construcción del conocimiento, cuya
presencia se manifiesta particularmente en los modelos
educativos implementados en nuestros países; por lo
que se hace necesario reconocer sus características
fundamentales:6
z
método positivista es la experimentación como
criterio de validación de hipótesis o ideas apriorísticas
sobre la realidad. En relación a los espacios
educativos comunitarios, ¿hasta qué punto los talleres
prácticos de la educación popular se conciben como
la simple experimentación y validación de ideas y
discursos sobre la comunidad, sobre el desarrollo
y el poder, donde lo que garantiza la validez del
conocimiento es, de por sí, la aplicación de la técnica?
La imposición de las leyes de la física y la matemática para
explicar los fenómenos naturales y también los
sociales. Todo conocimiento, para ser considerado
«científico», tiene que producirse aplicando dichas
leyes o, por lo menos, reproduciendo estos modelos
y su adaptación a la realidad social. De ahí los
discursos sobre los «mecanismos», «las funciones»,
«el peso», «la velocidad», «la cantidad», «lo potencial»,
etcétera.
La universalización de la lógica causalista, que busca el
establecimiento de leyes generales e hipotéticas de la
naturaleza que subsuman los casos o hechos
individuales. Tal es la lógica de la causa-efecto como
explicación de los procesos sociales, que produce
una lógica mecánica en la comprensión de la realidad
y en la posibilidad de acción de los individuos.
El control y dominio de la naturaleza, como su principal
interés en consecuencia, cosifica, reduce a objeto
todo, hasta al hombre mismo. Habría que
preguntarse cómo se han articulado los discursos
entre el desarrollo comunitario y la educación
popular, pues creo que no se está lejos de impulsar
visiones de control sobre la naturaleza, más que
fomentar el aprendizaje de la relación particular de
los pueblos indígenas con esta, y de su sabiduría
histórico-cultural.
En efecto, la ciencia occidental se fundó sobre la eliminación
positivista del sujeto a partir de la idea de que los objetos,
al existir independientemente del sujeto, podían ser
observados y explicados como tales. La idea de universo
de hechos objetivos, liberados de todo juicio de valor, de
toda deformación subjetiva, gracias al método experimental
y a los procedimientos de verificación [...] Dentro de ese
marco de referencia, el sujeto es, o bien el «ruido», es decir,
la perturbación, la deformación, el error, que hace falta
eliminar a fin de lograr el conocimiento objetivo, o bien el
espejo, simple reflejo del universo objetivo.7
La prepotencia del método monológico, expresada en la
unidad metodológica y la homogeneidad doctrinal.
Esto quiere decir que la única forma de conocer y
explicar la realidad es la que la ciencia positivista ha
construido; todas las explicaciones que se realicen
fuera de su método no son «científicas» y se excluyen
del conocimiento «oficial». Una característica del
183
Fredy Herrarte Raymundo
Al plantear procesos de formación comunitaria
desde una visión emancipadora no se puede ignorar
este ambiente instrumentalizante, como tampoco evadir
la exigencia ética de romper con los esquemas de
pensamiento que se derivan de él. Se debe asumir el
desafío de construir sujetos políticos que puedan
resignificar permanentemente sus prácticas
comunitarias; es preciso «recordar la distinción de la
política como utopía y [...] como simple tecnología de
poder».9 En el contexto actual de la participación
ciudadana comunitaria, esto se traduce en el riesgo de
capacitar sobre lo que dicen las nuevas leyes que
favorecen la participación ciudadana trasmitiendo el
mensaje de que solo es cuestión de conocer y aplicar,
sin considerar las implicaciones derivadas de cómo se
han construido las ideas y las prácticas sobre la
participación en un país duramente reprimido por el
autoritarismo y la violencia política. No se trata de
replicar talleres porque así fueron concebidos en los
respectivos proyectos, sino promover una racionalidad
crítica sobre las condiciones objetivas de la participación
comunitaria.
Cuando no se promueve la reflexión crítica sobre
la sociedad, se está contribuyendo a entender la realidad
desde una lógica estática y reducida a los hechos per se,
La objetividad que defiende la filosofía positivista
se revierte en su autonegación, pues cuando se asegura
que el conocimiento debe ser «objetivo», se reafirma
su propia lógica «subjetiva» de no querer «contaminar»
el conocimiento. Dicho en otras palabras:
Si todos los valores son subjetivos, si la orientación práctica
en la vida cae, en última instancia, fuera de la justificación
racional, entonces el compromiso positivista con la ciencia
y la tecnología, su oposición al dogmatismo y a la ideología
es también subjetivo y racionalmente injustificable (esto
es, dogmático).8
Es posible visualizar otro tipo de objetividad que
asume posiciones éticas frente a las condiciones que
niegan o promueven relaciones sociales justas, equitativas
y solidarias como valores políticos para la convivencia
social. Aquella racionalidad configura relaciones sociales
que favorecen el mantenimiento de la desigualdad y la
exclusión bajo el argumento de la «objetividad»
entendida como «neutralidad», lo que constituye una
justificación y acomodamiento irresponsables frente
a las inequidades generadas por el paradigma moderno.
La otra consecuencia del paradigma positivista
consiste en la generalización de una racionalidad
instrumental que enfatiza el procedimiento y descarta
el sentido político de la acción. Lo que actúa como
criterio de verdad es lo útil y lo funcional, según la
lógica de la oferta y la demanda; no cabe la posibilidad
de pensar sobre la razón de esta racionalidad, pues los
individuos solo deben funcionar eficaz, efectiva y
competitivamente.
La fetichización de la técnica y de lo práctico para
la réplica de ideas estáticas sobre la política, la economía
y la cultura se expresa en el auge de los manuales de
procedimientos para las acciones en el desarrollo social,
que se asumen como recetas infalibles para lograr la
participación de las comunidades. Es, a todas luces,
una ampliación de la lógica del funcionamiento de
la tecnología moderna: todos los aparatos
electrodomésticos vienen acompañados de manuales
de instalación y de uso. Aun las mismas técnicas de
grupos utilizadas en los talleres de capacitación
comunitarios han desvirtuado e invisibilizado la intención
política de reflexión de los sujetos sobre sus contextos
y las estructuras sociales. Si Paulo Freire constatara esta
triste realidad, de seguro se sentiría frustrado en grado
sumo. Pero estas reducciones de propuestas
políticamente participativas, a simples procedimientos
«mágicos» para lograr cambios de actitud, constituyen
concreciones de la racionalidad instrumental. Es
preocupante cómo la acción social retoma un carácter
practicista, o sea, las personas se limitan a hacer funcionar
los sistemas en donde les tocó vivir, imposibilitados de
ver más allá de los roles que se les ha asignado.
toda vez que topos (el lugar) es el objetivo empírico. Pensar
la realidad como un topos, como un dato objetivo o con
una perspectiva objetivista; diagnosticarlo y pronosticarlo
a partir de la objetividad, es ya, estructuralmente, quedarse
enraizado y sin avanzar, en el mismo lugar.10
Por esto es urgente concebir una formación en el
espacio comunitario que sea consciente de la
importancia de los ejercicios desideologizantes.
Con este panorama derivado de la crisis de la
filosofía positivista es preciso pensar en otros
paradigmas de pensamiento que conduzcan a nuevas
relaciones sociales. La pregunta obligada en el escenario
de esta reflexión es si se puede afirmar que la educación
popular en Guatemala contribuye a la construcción de
esos paradigmas para la educación en general.
Considerando el acomodamiento institucional desde
el que se realizan muchos proyectos de formación
comunitaria, donde se recurre a la educación popular
como «tecnología apropiada», el taller se ha convertido
en el único espacio de formación y reflexión, abstraído
completamente de la acción social.
Dualismos versus complejidad
El desafío que parte del reconocimiento de la
impertinencia del paradigma dominante exige que se
trascienda la lógica bipolar arraigada en el imaginario
social, y que se concreta en una serie de dicotomías
184
La educación popular en el contexto de la modernización neoliberal
sobre la realidad: objeto-sujeto, teoría-práctica, razónemoción, realidad-mito, conocimiento-creencia, cuerpoalma, Estado-sociedad civil, lo nacional-lo comunitario.
Al aplicarse, estas dicotomías, presentes en la vida
cotidiana, estructuran concepciones y relaciones sociales
reduccionistas. Por ejemplo, en la división entre la teoría
y la práctica se ha creado una división del trabajo entre
personas calificadas y aquellas que no lo están, donde
los teóricos son los calificados y los prácticos son los
no calificados. Esta polarización es asumida socialmente
de tal forma que se han establecido «categorías de
personas» que garantizan la estabilidad de la estructura
social desigual. La visión que separa lo nacional y lo
comunitario ha tenido una fuerte implicación en el
análisis social, donde difícilmente se establecen los
vínculos entre ambos contextos en el devenir histórico,
lo cual es muy conveniente para la reproducción de la
exclusión de lo comunitario (lo rural), en el desarrollo
de lo nacional (lo urbano). La dificultad de construir
un proyecto de nación encuentra en esta división su
mayor obstáculo, pues los discursos nacionales (desde
los centros urbanos) no han tenido la capacidad de
contener la diversidad de las múltiples comunidades
rurales.
La importancia de la crítica orientada hacia la
búsqueda de otros esquemas de pensamiento que
propicien otro tipo de acción, radica en el rompimiento
epistemológico que se debe concretar en las formas
de construir conocimiento y, por ende, de aprender y
enseñar.
fetichiza el método y se reifica el pensamiento
fragmentario.
Otros horizontes de pensamiento y de acción
La crítica a estas lógicas bipolares y reduccionistas
implica concebir la realidad en un sentido complejo,
que posibilite el conocimiento de las diversas
dimensiones, aparentemente contradictorias, desde la
simpleza de lo funcional, pero que en su totalidad nos
presenta otras realidades ignoradas o no imaginadas
por los sujetos. Es preciso
plantearnos la recuperación de la totalidad, por cuanto para
construir la historia debemos romper con el aislamiento
que conlleva la fragmentación económica, social, política y
cultural; recuperación que no tiene relación ninguna con la
exigencia de unidad, como es la que se identifica con la idea
de la humanidad o con la del progreso. La totalidad en
que pensamos consiste en que la multiplicidad de sentidos
se tiene que traducir en determinadas opciones de
construcción.12
Emerge entonces el concepto de totalidad que
exige otras maneras de entender los procesos
sociales, donde lo político está estrechamente
imbricado con lo económico y lo cultural. Es
necesario precisar a qué nos referimos cuando
proponemos ese concepto como criterio de análisis
para superar la fragmentación:
la totalidad no es todos los hechos, sino que es una óptica
epistemológica desde la que se delimitan campos de
observación de la realidad, los cuales permiten reconocer la
articulación en que los hechos asumen su significación
específica. En este sentido se puede hablar de la totalidad
como exigencia epistemológica del razonamiento analítico.13
La historia del desarrollo de la ciencia no se puede juzgar
a través de la dinámica bipolar rígida de la verdad y el error.
La reflexión sobre la historia del conocimiento debe
desplazarse de una razón o un sujeto trascendental, y de
una realidad acabada, constituida a priori y sustancializada
de forma estática y ahistórica, la cual debe ser aprehendida
por el conocimiento de manera definitiva, a una
representación del conocimiento como proceso
permanente, como forma de diálogo, con una realidad
igualmente histórica y cambiante.11
Es decir, es un recurso para organizar nuestro
pensamiento, no intenta formar un objeto total, pues
se centra en definir la base de la teorización sin ser
una teoría en sí misma; ni mucho menos pretende
ser un objeto real. Es una lógica que puede organizar
la apertura de nuestra mente hacia la realidad, sin
ceñirse a determinados corpus teóricos. Esto es así
porque se fundamenta en una concepción de lo real
como articulación compleja de procesos y exige que
cada uno sea analizado en términos de sus relaciones
con otros, aunque estos últimos no constituyan
objetos de análisis como tales.
Con ello se pasa de una lógica de fragmentación al
conocimiento y comprensión de los vínculos y
relaciones de las dimensiones y procesos de lo real en
contextos concretos, lo que se diferencia de entender
la totalidad como la suma de todas sus partes. Estamos
hablando de la construcción de nuevos esquemas para
aprehender la realidad.
Lo preocupante para la educación popular es que
cuando las guías, las matrices y las técnicas de este
modelo se asumen como definitivas, como intocables,
cuando no pueden, incluso, recrearse a través del diálogo
entre los sujetos involucrados en los procesos
educativos (lógicamente fuera del esquema bancario
educador-educando), entonces el carácter libertario y
emancipador que se predica, es demagógico. La
realidad social trasciende la técnica; esta pasa a un
segundo plano en el análisis y discusión real de los sujetos,
y debe quedar a merced de las decisiones de estos, y no
al revés, como he visto en talleres de educación popular:
la guía metodológica donde se expresan intenciones, y
los medios utilizados deben respetarse frente a las
dinámicas generadas por los participantes, es decir, se
185
Fredy Herrarte Raymundo
Así, la crítica deja de ser contestataria e improductiva
y retoma un carácter generador de pensamiento político
desde la articulación de un filosofar crítico y un actuar
emancipador, como dimensiones constitutivas del sujeto
político concreto que tenga la convicción de que
En el caso de los procesos de educación emancipadora,
la totalidad puede facilitar la profundización en la crítica
del discurso hegemónico, ampliamente difundido en
el imaginario de las ciencias sociales y, sobre todo, de
un discurso «comunitarista» que reduce la problemática
político-económica, en Guatemala, a la dicotomía
«indígenas versus ladinos», como grupos étnicos
permanentemente afrontados, lo cual invisibiliza la
compleja relación de diversas dimensiones que
intervienen en la conformación de la estructura social
guatemalteca, caracterizada por la desigualdad y la
exclusión de lo indígena. Abordar la totalidad de
la realidad étnica guatemalteca implica la diferenciación
y vinculación de los procesos sociales que posicionan
un discurso legitimador de una estructura social en la
que los excluidos son, en su mayoría, indígenas, pero
también hay mestizos, y donde la práctica de la
exclusión no solo la reproducen los ladinos, sino que,
además, se manifiesta en espacios indígenas concretos
dentro de la estructura social guatemalteca, por medio,
eso sí, de una lógica «ladina».
La totalidad, entonces, exige una lógica dialéctica
que trascienda lo lineal y lo bipolar, que no se mueva
en márgenes rígidos.
filosofar sobre la política haciendo abstracción de estas
realidades con las cuales la política está tan íntimamente
relacionada no puede producir sino brillantes ejercicios
retóricos, alambicados sofismos o ingeniosos juegos de
lenguaje, pero ningún conocimiento sustantivo que ayude
a comprender mejor nuestra vida política, no digamos
a transformarla.15
Desde esta perspectiva, en el contexto guatemalteco,
uno de los grandes desafíos en los procesos educativos
emancipadores se encuentra, por ejemplo, en el
contrapeso que debe hacerse frente y dentro de los
procesos electorales, donde los partidos políticos hacen
de las suyas cada tres o cuatro años en las comunidades
y, por otra parte, en la apropiación de la intención
política de los nuevos espacios para la participación
ciudadana por parte de los delegados comunitarios y
su concreción en el ejercicio de la democracia
participativa local. Podríamos preguntarnos: ¿cómo los
procesos de educación popular posibilitan que las
comunidades se posicionen como sujetos políticos que
limiten la práctica clientelista de los partidos, y las
manipulaciones para lograr votos y asegurarse espacios
públicos en la municipalidad, en el congreso y el
organismo ejecutivo, según dicta la democracia
moderna?
Rupturas epistemológicas
Las transformaciones sociales solo podrán
concretarse en la medida en que se vayan generando
cambios en los esquemas de pensamiento y de actuación
de una sociedad. Siendo así, el ejercicio de la crítica
tendría que generar rupturas en la manera en que se
pretende conocer la realidad, pues, a fin de cuentas, las
acciones en la sociedad responden a esquemas concretos
(que muchas veces son estereotipos y prejuicios)
aplicados a su comprensión.
Las rupturas epistemológicas constituyen fuentes de
propuestas para avanzar en formas más pertinentes de
aprehender la realidad, y la crítica es inherente a estos
procesos. En la época moderna, estas también demandan
una lógica dialéctica que se recree en las rupturas realizadas
permanentemente, o sea,
La apertura política necesaria
Romper con las lógicas totalitarias que fundamentan
diversas prácticas autoritarias requiere la apertura hacia
otros planteamientos que buscan encontrar nuevos
sentidos a la acción educativa.
Desde una postura abierta al diálogo y a la
construcción de propuestas plurales, se propone un
horizonte teórico y metodológico interdisciplinario
como referente para la resignificación de la educación
y de lo popular que agrupe, en interrelación sistémica,
propuestas psicológicas alternativas (como la teoría
histórico-cultural, el constructivismo y la epistemología
cualitativa y subjetividad) y propuestas filosóficas críticas
(como la teoría crítica de la sociedad, la hermenéutica
social y la filosofía intercultural).
Cada una de ellas, desde una perspectiva dialógica,
aporta sólidas construcciones teóricas y metodológicas
para la visualización de un proceso de acción social y,
por ende, educativo. No obstante, también supone un
gran desafío para los procesos educativos que quieren
contribuir a la emancipación de las mayorías excluidas,
después de consumada la primera ruptura (permitiendo,
con ello, que la ciencia moderna se diferenciase del sentido
común), hay otro acto epistemológico importante que
queda por realizar: romper con la primera ruptura con el
objetivo de transformar el conocimiento científico en un
nuevo sentido común [...] el conocimiento-emancipación
tiene que romper con el sentido común conservador,
mistificado y mistificador, no para crear una forma
autónoma y aislada de conocimiento superior, sino para
transformarse a sí mismo en un sentido común nuevo y
emancipador.14
186
La educación popular en el contexto de la modernización neoliberal
capaz de construir «la historia como posibilidad [...] porque
no somos simplemente objetos de la historia, sino
igualmente sus sujetos» (Paulo Freire). Una ética solidaria,
un nuevo mundo posible en el actual contexto solo tiene
sentido y viabilidad desde los excluidos, quienes podrían
asumir «la responsabilidad planetaria orientada, no a la
supervivencia de la especie, sino a la consecución de una
vida realmente humana, radicalizando la democracia en
la sociedad mundial».18
en el sentido de articular un diálogo entre propuestas
filosóficas críticas y psicopedagógicas emancipadoras,
que si bien son afines en sus intenciones, requieren
superar la separación entre teoría y práctica, y
posicionarse en una epistemología diferente que
políticamente se oponga
al prejuicio conservador y al conocimiento prodigioso e
impenetrable, tiene que ser un conocimiento prudente para
una vida decente. La reinvención del sentido común es
necesaria dado el potencial de esta forma de conocimiento
para enriquecer nuestra relación con el mundo.16
Lo que significa que la construcción del conocimiento
emancipador debe partir de condiciones concretas
generadas por los esfuerzos de lograr espacios
reivindicativos en nuestro continente. La emancipación
no puede ser la simple utopía inalcanzable, sino que exige
la visualización de escenarios posibles desde la dignidad
humana, desde un posicionamiento político frente a las
problemáticas sociales identificadas, en lo local y en lo
global, que se precisa transformar, y como alternativa a
la lógica positivista hegemónica y sus implicaciones
económicas y políticas, en el contexto guatemalteco.
Algunas problemáticas son recurrentes en nuestro
contexto indo-latino-americano; pero no es suficiente
con la descripción positivista de la desigualdad y
exclusión social, es epistemológicamente necesario
visualizar los horizontes hacia los que habría que orientar
los procesos de educación popular. A modo de
ejemplo, el cuadro 1 relaciona ambas variables.
Solo es posible aplicar este enfoque si se trascienden
las visiones positivistas y reduccionistas —que hasta la
fecha han sustentado y guiado los procesos de
desarrollo social desde el modelo dominante— y se
asume el compromiso de continuar la construcción
desde paradigmas plurales abiertos a la complejidad
de la realidad histórico-social.
Los desafíos de la educación emancipadora
La educación en su práctica concreta nunca es
neutral, aséptica o imparcial. Por el contrario,
siempre está determinada por los valores, por la
ideología, por la concepción de sujeto y de sociedad,
y por nuestro posicionamiento en la historia.17
Si bien se reconoce la importancia de encontrar un
nuevo paradigma que posibilite procesos de
conocimiento más humanos y solidarios, este hay que
construirlo desde la propia práctica educativa con los
sujetos comunitarios, y
supone hacer una opción epistemológica que nos permita
pensar los desafíos globales desde «Nuestra América» (José
Martí), recuperando de la Visión de los vencidos (Leopoldo
Zea), la fuerza que emerge de un continente «infinito para
la creación» (José María Arguedas), donde el «realismo
mágico es parte de la cotidianeidad» (Gabriel García
Márquez) y que tiene la posibilidad de imaginar un proyecto
de sociedad que no sea «ni calco ni copia, sino creación
heroica» (José Carlos Mariátegui). En definitiva, una ruptura
epistemológica y una afirmación política que suponga
«optar por el pueblo como sujeto» (José Luis Rebellato),
Cuadro 1
Horizonte a buscar
Problemática a transformar
z
La exclusión étnica y social naturalizada en la sociedad
actual.
z
La reducción modernizante desde la racionalidad
instrumental.
La hegemonía neoliberal y el libre mercado.
z
El Estado de derecho a favor de intereses oligarcas.
z
z
z
z
z
z
z
z
El desconocimiento de las subjetividades comunitarias
y la desvalorización de la historia cultural.
Las prácticas autoritarias y represivas que se reproducen
desde el imaginario social local.
El desgaste anticipado de la participación ciudadana.
z
z
z
187
Construcción de relaciones sociales solidarias que
identifiquen y denuncien las prácticas excluyentes,
priorizando a las mujeres y comunidades indígenas.
La reivindicación de los sujetos políticos desde sus
condiciones vitales de vida.
La defensa de los derechos humanos y la justicia social
La búsqueda de la primacía de la democracia participativa
respetuosa de la pluri-culturalidad y de los derechos de
los pueblos indígenas.
La recuperación de lo comunitario en el discurso político
y en las acciones de desarrollo sostenible desde una visión
compleja y emancipatoria.
Transformación de las ideas y prácticas políticas para lograr
nuevos sentidos de la participación comunitaria.
La incidencia política como estrategia para concretar el
espíritu democrático de la nueva legislación.
Fredy Herrarte Raymundo
Dimensiones filosófico-políticas de la educación
emancipadora
3. Boaventura de Sousa Santos, El milenio huérfano. Ensayos para una
nueva cultura política, Editorial Trotta-ILSA, Bogotá, 2005, p. 223.
4. Bernardo Kliksberg, El rediseño del Estado para el desarrollo
socioeconómico y el cambio: una agenda estratégica para la discusión, FCEINAP, México, DF, 1993.
Nuestra crítica a los reduccionismos tecnicistas que
absorben la metodología de la educación popular nos
exige la realización de permanentes esfuerzos conceptuales
para construir propuestas de educación emancipadora
que no se agoten en la simple técnica o en la absolutización
del método. Es urgente desarrollar procesos educativos
desde la perspectiva de diálogo entre lo filosófico y lo
metodológico, como estrategia para resignificar los
espacios de aprendizaje. Al efecto, considero importante
tomar en cuenta por lo menos tres dimensiones que están
estrechamente vinculadas, pero que cada una requiere
de su comprensión y construcción permanente: la
ontológica, la epistemológica y la metodológica.
Lo ontológico no se refiere a la esencia etérea de un
humanismo burgués, sino más bien a la concreción de
los sujetos desde sus procesos históricos, desde su
identidad y utopía. Ello nos exige partir del sujeto para
proyectar cualquier propuesta epistemológica, donde
la realidad se concibe como una totalidad compleja y
dialéctica, y metodológica, como un proceso dialógico
horizontal entre los sujetos participantes. De esta forma,
la metodología deja de ser el centro hegemónico y da
lugar a la comunidad de sujetos y sus propios esquemas
de conocimiento.
No hay que perder de vista que lo participativo no
consiste en el hecho de dar un espacio para que cada
persona hable en el taller, sino que alude a la formación de
conciencia que posibilite la toma de decisiones y desarrollo
de acciones de los sujetos en sus propios contextos. Esto
solo resultará de la acción misma del ejercicio de la
educación popular, a través de las relaciones horizontales
entre los individuos que participan en la reflexión.
5. Thomas McCarthy, La teoría crítica de Jürgen Habermas, Tecnos,
Madrid, 1998, p. H 42
6. José María Mardones, ob. cit., pp. 29-30.
7. Edgar Morin, citado en Carlos E. Massé Narváez, «Del positivismo
disciplinario y el racionalismo crítico a la epistemología dialéctica
crítica con base en La totalidad, como método alternativo de
investigación científica», Cinta de Moebio, n. 11, septiembre de 2001,
Santiago de Chile, p. 4.
8. Thomas McCarthy, ob. cit., p. 25.
9. Hugo Zemelman, Sujeto: existencia y potencia. Anthropos y el Centro
regional de investigaciones multidisciplinarias, Anthropos-UNAM,
Barcelona, 1998, p. 65.
10 Eugenio Garin, La filosofía y las ciencias en el siglo
Barcelona, 1983, p. 54.
XX,
Icaria,
11. Fernando González Rey, Epistemología cualitativa y subjetividad,
EDUC, São Paulo, 1997, p. 15.
12. Hugo Zemelman, ob. cit., p. 67.
13. Hugo Zemelman, citado por Carlos E. Massé Narváez, ob. cit.
14. Boaventura de Sousa Santos, Crítica de la razón indolente. Contra
el desperdicio de la experiencia, v. I, Desclée de Brouwer, Madrid,
2003, p. 120.
15. Atilio Borón, «Filosofía política y crítica de la sociedad burguesa:
el legado teórico de Karl Marx», en La filosofía política moderna, de
Hobbes a Marx, CLACSO, Buenos Aires, 2003, p. 323.
16. Boaventura de Sousa Santos, Crítica de la razón indolente..., ed. cit.
17. Programa aprendizaje en la acción, Dirección General de Cultura y
Educación de la Provincia de Buenos Aires, disponible en
www.abc.gov.ar.
18. Alfonso Ibáñez, Pensando desde Latinoamérica. Ensayos sobre
modernidad, democracia y utopía, Universidad de Guadalajara,
Guadalajara, 2001.
Notas
1. José María Mardones, Filosofía de las ciencias humanas y sociales. Materiales
para una fundamentación científica, Anthropos, Madrid, 2003, p. 40.
2. Francisco Gutiérrez, Educación como praxis política, Siglo XXI
Editores, México, DF, 1991, p. 81.
©
188
, 2010
no. 62-63:
abril-septiembre
2010.
Los avatares de la literatura
oral189-198,
de origen
africano endeCuba
Los avatar
es
avatares
de la literatura oral
de origen africano en Cuba
Gema V
aldés A
costa
Valdés
Acosta
Profesora. Universidad Central de Las Villas Marta Abreu.
L
as manifestaciones de la discriminación racial toman
complicados y sutiles caminos en la vida de las
sociedades, mucho más intrincados en el mundo
contemporáneo. Ese es el caso del tratamiento que
presenta la rica e irrepetible literatura oral de origen
africano en Cuba. A pesar de los llamados de alerta de
los pocos especialistas que han atendido la triste realidad
de su estudio, este tipo de literatura es prácticamente
ignorado en el panorama de los estudios literarios
cubanos. Tal situación, inadmisible para una valoración
adecuada de nuestra identidad nacional, ha motivado
las ideas que expondremos en el presente ensayo acerca
de la importancia y la necesidad de aceptar, como
parte de la literatura cubana, las expresiones más
autóctonas de la etnoliteratura.
El funcionamiento de la oralidad en los procesos
de conformación de una identidad cultural ha sido
objeto de diversos análisis en las últimas décadas. Sin
embargo, es tanta su complejidad, y sus enfoques son
tan disímiles, e incluso contradictorios, que solo haremos
algunas reflexiones básicas sobre la interrelación entre
oralidad, discurso e identidad para poder enfrentar una
caracterización general de la diversidad discursiva en
los etnotextos narrativos de origen africano en Cuba.
Como bien señala Enrique Ubieta, en el caso de
Cuba y de Latinoamérica el concepto de identidad se
hace particularmente complejo, ya que es un proyecto
muy dinámico;1 por ello, para Eduardo Zamora, «está
en constante devenir a través de modalidades
contradictorias». 2 Esa visión de la identidad como
proceso es doblemente importante a la hora de
enfrentar textos narrativos de trasmisión oral,
aprehendidos en la escritura bajo diferentes niveles de
conciencia lingüística. Nuestro propósito es, pues,
presentar al lector un acercamiento diagnóstico a las
formas y funciones de este tipo de discurso, pocas veces
abordado como variante literaria en las perspectivas
académicas, para facilitar la apreciación de sus
especificidades y la comprensión de sus valores
culturales e identitarios.
Las características en estos textos, como todo lo
relativo a la identidad, están vinculadas a tres elementos
inseparables: lo igual colectivo, lo diferente colectivo y
Premio Temas de Ensayo 2009, en la modalidad de Estudios sobre
arte y literatura.
189
Gema Valdés Acosta
receptor de una particular cosmovisión del mundo, y
que, al mismo tiempo, repercute, fija o altera ese modo
de percibir la realidad.
La oralidad, desde estas perspectivas, tiene una
importancia específica en funciones relacionadas con
lo siguiente:
la herencia en la memoria histórica. Estos discursos,
formas de materializar el conjunto de experiencias
prácticas, solamente pueden concebirse a través del
lenguaje, sistema que fija para la memoria de esos
hombres una manera particular de praxis, y va
conformando su identidad y unas formas específicas
de literatura.
Los llamados «pensamientos tradicionales
colectivos» se sustentan en un soporte único, que ha
trascendido la forma escritural, pero incluye todas las
manifestaciones de carácter identitario: la lengua.
Según Paul Zumthor, en cada grupo social esas
tradiciones orales confirman una red de intercambios
lingüísticos vinculados con conductas, más o menos
cifradas, «cuya finalidad esencial consiste en mantener
la continuidad de una percepción de la vida y de una
experiencia colectiva».3 Esa identidad cultural se expresa,
sin embargo, de forma relativamente nítida a través de
numerosos rasgos. Entre los más significativos están:
relación de pertenencia a un grupo, grado de
identificación positiva con esa pertenencia, revalorización
de las raíces y las tradiciones de la sociedad como
condicionamiento de su personalidad histórica y del
desarrollo de su capacidad creativa, conciencia identitaria
reconocible dentro y fuera de una sociedad dada,
participación de una historia común y en un espacio
geográfico determinado, etcétera.4
Los procesos de formación de una identidad han
sufrido en el Caribe alteraciones específicas y han sido
descritos como transculturales. Sobre ello, María del
Carmen Víctori señala que la región geográfica de las
plantaciones presenta una especificidad marcada.5 En
este contexto histórico-geográfico Cuba ha tenido un
particular desarrollo, pues el proceso revolucionario
cubano marcó un cambio brusco en las estructuras de
vida, discursos culturales, etc., que es valorado aún por
antropólogos y sociólogos. El problema del mestizaje
es especialmente complejo y se refleja en términos
como afrocubano. Muchos estudiosos consideran este
aspecto una de las características peculiares del Caribe,
pues en esta zona se concentra un intenso mestizaje no
solo de europeos y africanos, sino también de chinos,
árabes, gitanos, etcétera.6
Al respecto, Maritza García Alonso afirma:
a) establecer las normas colectivas para fijar la memoria
social,
b) trasmitir la experiencia colectiva en la llamada
«historia oral»,
c) garantizar el vínculo entre generaciones.
Por tanto, los nexos entre lengua y cultura, categorías
interrelacionadas, pero diferentes, han sido enfocados
desde diversos puntos de vista —uno de ellos es el del
estudio de las prácticas discursivas relacionadas con la
oralidad (desde distintos grados)— que, además,
plasman disímiles etapas de estos complejísimos
procesos culturales. Partiremos del sencillo postulado
de que una lengua representa una fracción de la
cosmovisión cultural de los hablantes de ese sistema
lingüístico y, por tanto, las estructuras y redes lingüísticas
de un texto reflejan las conexiones presentes de la
memoria histórico-cultural de un grupo humano.
En Cuba, valiosos intelectuales han enfrentado el
reto de estudiar y conjugar el análisis de tradiciones
populares con la seriedad que este tipo de discurso
exige. Son los casos de José A. Portuondo, Jorge
Mañach, Juan Marinello, Herminio Portell Vilá, unidos
a los ya conocidos Fernando Ortiz, Ramón Guirao,
Lydia Cabrera, Samuel Feijóo. Más tarde, Natalia Bolívar
y Miguel Barnet recopilaron estos textos y realizaron
interesantes acotaciones a los estudios de esta expresión
artística popular, genuina y ligada a nuestros procesos
históricos.
En los últimos años, el desarrollo de la antropología
cultural ha provocado el renacer de estos estudios; la
aparición de recopilaciones como las de Víctori, Barnet
y Rogelio Martínez Furé constituye prueba de ello. Esto
ha llevado al manejo de nuevos enfoques, y las
discusiones sobre la igualdad, contactos, diferencias y
particularidades de estas manifestaciones han regresado
con variantes teórico-metodológicas y matices
sugerentes, y no menos controvertibles.
Por lo tanto, a partir de la década de los 60 del siglo
pasado, con el desarrollo de la sociolingüística y la
etnolingüística, el interés por el papel de los sistemas
lingüísticos en el análisis de las caracterizaciones culturales
de un grupo ha alcanzado un lugar importante en el
panorama de la ciencia lingüística. En otro orden de
cosas, el estudio de la identidad cultural ha conducido
a una intensificación de los enfoques interdisciplinarios
para comprender con mayor precisión los complejos
procesos diacrónicos implícitos en la conformación de
Para llegar a tener una visión científica del mestizaje cultural
se necesita [...] asumir el verdadero contenido cualitativo
de la composición humana y sociocultural que alberga
nuestra región, y concebir de una manera rigurosa el
carácter y el sentido de la totalidad de los procesos
interculturales que han tenido y tienen lugar en su seno,
entre los cuales los de transculturación constituyen solo
uno de ellos, los del mestizaje cultural realmente habido.7
Los elementos activos de estos procesos son los
sujetos sociales portadores de un sistema lingüístico
190
Los avatares de la literatura oral de origen africano en Cuba
sino también en actitudes y creencias ante los hechos
lingüísticos que se utilizan en un proceso de
comunicación. Tales conductas han provocado disímiles
reacciones ante esas expresiones literarias.
Por lo anterior, los avatares de la literatura oral han
sido muchos de acuerdo a diversos contextos históricos
y al valor que en una cultura haya tenido la fijación
escritural. Estos problemas de apreciación motivaron
que en las últimas décadas del siglo pasado los trasvases
entre oralidad y literatura constituyeran un centro de
interés, debido al manejo de formas lingüísticas surgidas
en la comunicación cotidiana como concepción
lingüística, más o menos consciente, en una gran parte
de autores de prestigio (Nicolás Guillén, Onelio Jorge
Cardoso, Severo Sarduy, Guillermo Cabrera Infante,
Pablo Armando Fernández).
Sin embargo, una cara oscura aún queda por estudiar.
Es un campo que, por pertenecer a muchos, casi nadie
enfrenta. Terreno de antropólogos, sociólogos,
lingüistas, historiadores, folcloristas y raramente
estudiosos de la creación literaria, el análisis de la literatura
oral constituye actualmente una imperiosa necesidad,
pues integra el conjunto inmaterial de creaciones del
hombre y debe ser admitida, con su justo valor, en el
amplio concepto de literatura nacional. Poco valorada
por algunos, casi imperceptible para los grandes críticos,
apenas mencionada en las antologías y análisis literarios,
inexistente en los programas docentes, la literatura oral
persiste bajo diferentes formas y nutre, cada vez más,
la llamada «literatura seria»; pero, además, y esto es lo
más importante, existe de forma independiente como
variante de la creación literaria.
El binomio oralidad-literatura escrita ocupa un lugar
destacado en los estudios del análisis del discurso hoy
en día. Como nunca antes, se hace necesario tener
presente que la palabra actual se nutre de toda la
memoria histórica de una comunidad de hablantes. El
antropólogo y escritor argentino Adolfo Colombres
señala: «La oralidad es la casa de lo sagrado, mientras
que la escritura literaria representa un intento de
desacralizar el relato, de afirmar su autonomía».11
La llamada literatura oral, la folclórica, la popular
oral u «oralitura» —cuyas definiciones no siempre son
muy claras—- trata de abordar el estudio de lo auténtico
popular en su expresión primigenia, y con una jerarquía
similar a la literatura escrita. Se quiere, por tanto,
dignificar la narrativa oral como una forma donde «se
encuentra acaso la mayor fuerza expresiva de la literatura
popular».12
Estas escrituras alternativas ocupan un lugar
importante en la teorización literaria. A pesar de la
marginalidad a que son expuestas «ellas configuran un
conjunto documental en el cual las situaciones históricas
de enfrentamiento e interacción cultural se ven
cómodamente “petrificadas” gracias a la escritura».13
nuestra identidad nacional. En el caso que nos ocupa,
las culturas africanas que tuvieron contactos con la
hispánica en tierras americanas dejaron una profunda
impronta en estos procesos de conformación nacional,
y la memoria histórica así lo confirma.
Consideramos, pues, que el concepto de cultura en
Cuba trasciende y adquiere una complejidad que se
corresponde con la diversidad discursiva de nuestra
literatura, que incluye el estudio de los etnotextos
o literatura oral, perspectiva planteada por Luis Álvarez
y Margarita Mateo al señalar: «Cada cultura posee un
determinado repertorio, históricamente variable, de
situaciones comunicativas».8
Las relaciones entre la oralidad y la identidad cultural
ocupan un lugar central en estas apreciaciones, y es
una condición insoslayable, porque «el lenguaje, como
han coincidido todos los lingüistas y culturólogos, es
uno de los primeros resultados de la formación de
una cultura».9
No obstante, la aceptación académica no se
corresponde con el lugar que ocupa en nuestra
identidad: la narrativa oral de origen africano no aparece
en programas de estudio en ningún nivel de enseñanza
(valga el ejemplo de que, en el programa cubano de
Español-Literatura para 12º grado se menciona a Lydia
Cabrera como ¡puertorriqueña!), es escamoteada en
espacios como los medios de comunicación masiva,
y los estereotipos ganan terreno de manera superficial y
paternalista. Estas formas sutiles, y muchas veces
inconscientes, de rechazo, menosprecio o clara
discriminación constituyen, aún en el siglo XXI, hechos
cotidianos en el panorama de la apreciación real y
verdadera de nuestras raíces.
Oralidad, escritura, literatura
Para enfrentar estas prácticas irracionales
abordaremos las interrelaciones de la oralidad con la
escritura.
Los registros de esta oralidad, sostén activo de la
identidad cultural, pueden ser directos (lengua oral
espontánea) o indirectos (el resto de las manifestaciones).
La lengua es, en ambos casos, vehículo e instrumento
de la memoria viva de una cultura. Las relaciones entre
los dos registros son muy variadas y discutidas. Autores
como Denia García Ronda y Martin Leinhard han
apuntado que cuando los discursos orales son llevados
a lo escritural se puede producir, incluso, una trasgresión
(«es traicionada por la escritura»).10 Estas relaciones
adquieren grados de diversa índole, sobre todo si se
tiene en cuenta que cada registro es portador de
especificidades a veces marcadas, y que pueden
ocasionar grandes desajustes no solamente de corpus,
191
Gema Valdés Acosta
Discurso e identidad cultural: los etnotextos
los interlocutores, la inmediatez física, el grado de
cooperación de los participantes, y el tema tratado. Estos
elementos pueden manejarse conscientemente, desde
el punto de vista lingüístico, en la escritura a través de
numerosos mecanismos, denominados por muchos
autores mímesis de la oralidad. Esta es la línea
metodológica que hemos seguido para la exposición
de nuestros ejemplos.
En el complejo mundo teórico que hoy estudia la
literatura oral pretendemos llamar la atención sobre
algunas características temáticas, semánticas y
estructurales de textos narrativos de origen africano
recogidos en Cuba, prototipos de las narraciones
recopiladas en diferentes épocas y por distintos autores
del país. Estas transcripciones, excepto las realizadas
por estudiantes y profesores de la Universidad Central
de Las Villas, siguen diferentes criterios en su
escrituralidad, atendiendo a la conciencia lingüística de
los recopiladores.17
A continuación se exponen las principales
características de estos textos como un intento
preliminar de acercamiento a las prácticas discursivas
de la literatura oral en Cuba.
El sistema de textos que hemos escogido, donde se
imbrican los elementos formadores de una identidad,
es muy variado y abarca formas orales como
proverbios, cantos, rezos y narraciones. Los etnotextos
seleccionados como prototipos pertenecen a estas
últimas formas, vinculadas, además, al funcionamiento
de los mitos, componente esencial de la cultura cubana.
Por tanto, se hace necesario delimitar y argumentar este
tipo de fenómeno. En tal sentido, apoyaremos
únicamente las ideas de Álvarez y Mateo, quienes al
referirse a este tópico advierten:
El mito en la literatura caribeña se convierte, en la creación
del siglo XX, en un modo específico de reflejar complejas
realidades culturales del Caribe, en particular la interconexión
de culturas y, sobre todo, el proceso de transculturación.14
Los hablantes que relatan narraciones de origen
africano pertenecen a una red de enlace social y manejan
una particular competencia comunicativa sociolingüística. Su
conducta lingüística es homogénea, pues estos procesos
de comunicación tienen como finalidad garantizar la
continuidad de cierta forma de percibir la vida de un
grupo social determinado. Ello salta a la vista cuando
se trata de una cultura tradicionalmente marginada.
En las narraciones orales, la plurisemanticidad se
manifiesta en su mayor nivel, debido a que estas implican
movilidad no solo en la decodificación, sino también
en la emisión. El enfrentamiento físico entre los
copartícipes del proceso comunicativo en un relato de
ficción, generalmente mítico, produce una especial
interrelación cohesionadora, pero, al mismo tiempo,
jerarquizante alrededor del funcionamiento del poder
de la palabra por parte del relator.
Para abordar este tipo de discurso es necesario
hablar de sus raíces. La tradición de contar cuentos es
extraordinariamente importante en África, y nuestras
fuentes están allí. Las funciones de este tipo de literatura
se han fortalecido a través de los siglos y en tierras
americanas han resurgido creando un género de
estructura abierta, ad infinitum, que tiene la problemática
del estudio de un modelo narratológico teórico que
represente todas las variantes de «un texto concebido
como tal solamente a través de la totalidad de sus
versiones».15
Para tener premisas básicas en cuanto a las
interrelaciones específicas que se dan en este tipo de
texto, debemos considerar algunos aspectos de gran
utilidad para nuestros propósitos particulares como las
condiciones comunicativas en que se realiza el discurso,
las características del discurso de la inmediatez, y las de
los fenómenos derivados de este en la escrituralidad.16
Entre las condiciones que pueden afectar en el
continuo hablado-escrito están el grado de interrelación de
El emisor
En la emisión de estos relatos se observan dos
situaciones bien diferenciadas:
a) Narraciones relatadas por emisores cuya relación
social con el texto está básicamente condicionada
por la religión, sin contacto étnico ni familiar con
tradiciones africanas. En este caso el emisor relata
en español y utiliza incidentalmente elementos
estructurales lingüísticos básicos como léxico. No
incluye diálogos ni cantos en remanentes de lenguas
africanas. Pide ayuda a emisores del tipo b). Este
tipo de emisores, mayoritario en la actualidad, ha
permitido la permanencia estable de estas
manifestaciones en Cuba. Este grupo de narraciones,
adaptadas a las posibilidades de los emisores, se
aviene mejor al contexto lingüístico-cultural hispánico
y es el más frecuente actualmente, pues el relato
puede trasmitirse por cualquier hablante de la lengua
española.
b) Narraciones relatadas por emisores cuya relación
social con el texto es más profunda desde el punto
de vista etnosociológico y cultural. En ellas el uso
cuantitativo de restos lingüísticos africanos (frases,
refranes, cantos) es más intenso. Este tipo de
comunicación exige un emisor con características
sociolingüísticas más selectivas y, por tanto, de
grupo social más cerrado que el emisor a), ya que
un hablante no vinculado a una comunidad cultural
afrocubana no puede retrasmitir el relato.
192
Los avatares de la literatura oral de origen africano en Cuba
fenómenos morfosintácticos (hacer ebbó), lo que provoca
una pertinaz isotopía del elemento africano.
Veamos uno de los exponentes del legado yoruba
en nuestra literatura oral:
Sobre las peculiares características de los procesos
de emisión de esta literatura oral, Ramón Guirao señala:
«Los siervos negros continuaron esta tradición africana
en las horas de descanso, en el ambiente industrial
o manufacturero del batey de los ingenios de azúcar»,18
y Lydia Cabrera, por su parte:
En una época, Ochosi —reconocido como el mejor cazador,
ya que sus flechas nunca fallaban— se lamentaba porque
no podía llegar hasta sus presas ya que la espesura del
monte se lo impedía. Se sentía desesperado y en su
sufrimiento pensó que Orula podía ayudarlo.
Orula, al oír su gran problema, le aconsejó que hiciera ebbó.
Por otra parte, Ogún —enemigo de Ochosi porque Echú
había sembrado cizaña entre ellos— tenía un problema
similar: aunque nadie era capaz de hacer trillos en el monte
con más rapidez que él, nunca conseguía matar a sus presas
y se le escapaban. También Ogún fue a ver a Orula y recibió
el mismo consejo, hacer ebbó.
Fue así que los dos rivales fueron al monte a cumplir con
lo suyo. Sin darse cuenta, Ochosi le dejó caer su ebbó arriba
a Ogún, que estaba recostado a un tronco: tuvieron una
discusión fuerte pero Ochosi se disculpó y se sentaron
a conversar y a hablar entre ellos sus problemas.
Mientras hablaban, a lo lejos pasó un venado, rápido como
un rayo. Ochosi le tiró una flecha que le atravesó el cuello y
lo mató. Suspiró Ochosi ya que sabía que no podía cogerlo,
entonces Ogún cogió un machete y en menos de nada
abrió un trillo y llegaron hasta el animal. Lo compartieron
y, desde ese momento, convinieron en que eran necesarios
el uno para el otro, y que separados no podían vivir, por lo
que hicieron un pacto en casa de Orula.
Por esto Ochosi, el cazador, siempre anda con Ogún, el
dueño de los hierros.21
Existió en Cuba el narrador de cuentos, como en todo
país que importó africanos, e igual que en «tierra lucumí» o
en «tierra conga» un negro, viejo generalmente, o alguna
vieja que iba de batey en batey —el mismo Akpalo yoruba,
que iba de pueblo en pueblo—, seguía narrando,
teatralmente, para la dotación que se reunía los domingos
a escucharle y coreaba los cantos que continuamente
interrumpían y sazonaban el relato, las historias de un
repertorio inagotable.19
Estas narraciones se trasmitían, a su vez, a los amos
blancos y, según Fernando Ortiz, eran «los cuentos con
que las morenas viejecitas entretuvieron como madres
a los negritos, y como crianderas manejadoras a los
blanquitos».20
A pesar de estas diferencias significativas (resultantes
de los complicados caminos en sus procesos de
trasmisión), que hacen múltiples las presentaciones
de los relatos, se mantienen patrones de sistemas
organizativos que permiten cierta estabilidad en su
transmisión oral, lo que explica su supervivencia
y su integración cultural.
El texto
De las relaciones de los términos de origen africano
(ebbó, Ochosi, Ogún, Orula, Echú) se desprende el
esqueleto funcional semántico del relato. Si aplicamos
el análisis de oposición de los actantes de este discurso
vemos las relaciones básicas de identidad del texto. Por
tanto, este tipo de discurso se caracteriza por: vínculo
pasado-presente, manejo de unidades lingüísticas de
procedencia africana, esqueleto semántico sustentado
en estos términos y sistema espacio-temporal marcado
por esta tradición lingüístico-cultural africana.
En los personajes principales están, además, los
emblemas de objetos que resumen su identidad (Ochosiflecha; Ogún-machete, etc.). Así, tenemos una
interrelación usual de actantes en la que hay un sujeto
(denominado con lexema de origen africano), un destinador
(también nombrado por un préstamo), un destinatario
—que coincide con el sujeto—, un ayudante, un oponente
(ambos nombrados con préstamo) y un objeto (por
su abstracción es nombrado con una palabra en
español). A través de esta marcada presencia de
componentes lingüísticos yoruba se conserva el contacto
con el origen primigenio y el proceso transculturador
se concreta.
El esquema funcional de este cuento es también un
prototipo de muchos de los que integran la literatura
oral que nos ocupa. A partir de los estudios de Propp
sobre el cuento ruso se han hecho múltiples propuestas
Como hemos advertido, dichos relatos, que fueron
aprendidos originalmente en una lengua africana, al ser
narrados por un hablante hispánico, y dirigidos también
hacia él, han sido trasmitidos en español. Traducidos
de forma totalmente improvisada y popular, estos
materiales constituyen, en lo lingüístico, un magnífico
testimonio del contacto cultural africano-hispánico en
el marco de un proceso general de transculturación
y de formación de la cultura cubana.
Las narraciones estudiadas presentan las siguientes
características generales:
a) Son cortas y sintetizan acciones de pocos personajes.
b) Incluyen préstamos lexicales de origen africano
e incluso cantos en esas lenguas.
Desde el punto de vista de la estructuración formal
y conceptual los más importantes ejes funcionales
fueron los siguientes: socorros y pactos, faltas a
tradiciones de la comunidad, rupturas de prohibiciones,
engaños, desplazamientos espaciales y llegadas de
incógnito.
Se hace evidente que la reiteración de aquellos
fenómenos relacionados con el origen africano de los
relatos se focaliza, desde el punto de vista lingüístico y
conceptual, en el léxico (Ochosi, Ogún, ebbó), y en
193
Gema Valdés Acosta
con seis jícaras de oñi, seis de epó, seis animales de todas
clases y dinero. Ellos respondieron: «¿Vamos a tener que
hacer ebbó por tan poca cosa? Para guerrear con las mujeres
no tenemos que hacer nada. ¡Con una bofetada que les
demos podemos vencerlas!». Y no hicieron el ebbó.
En eso, se enteran las mujeres de la guerra que les querían
hacer los hombres. Se prepararon y fueron a casa de Orula.
Este les dijo que hicieran ebbó con euré meji, adié y owó
meridilogún. Ellas hicieron el ebbó.
Cuando los hombres llegaron a las murallas del pueblo de
las mujeres, era de noche, y empezó a llover de tal manera,
que se les mojaron todos los instrumentos de guerra que
llevaban y no pudieron hacer uso de ellos. De pronto,
empiezan a sentir un frío intenso, y no tuvieron más
remedio que pedir auxilio a las mujeres. En la casa de cada
una, se quedó un hombre.
Al otro día, Olofin dijo que para cada hombre que se había
quedado en la casa de una mujer, esta sería su esposa… y
de aquí proviene el matrimonio.24
de análisis, pero lo que nos interesa es la importancia
de las oposiciones en dichos relatos. En este caso el
esquema opositivo se centra en la relación social frente
a la arrelación social: división (muerte) / unión (vida). Por
otra parte, el mensaje ético explícito en el texto proviene
de uno de la oralidad africana sobre un aspecto
universal del hombre: la unidad frente a la división.
Estas intenciones, marcadas en gran medida por el
legado de la literatura oral africana tradicional,
constituyen una característica reiterada y significativa en
el conjunto de los textos recopilados en Cuba.
Las funciones sociales de estos materiales son muy
amplias, se manifiestan a través de descripciones de
múltiples aspectos como el matrimonio, el papel social
del hombre y de la mujer, características éticas ante la
vida, etc. Uno de los enfoques más interesantes es el
relativo a la visión de la mujer, ya que muchas de las
narraciones reflejan conceptos de la doble perspectiva,
ya existente en tierras africanas, en las que aparece
como compañera del hombre y madre, por un lado, y como
su eterna enemiga, por el otro.
Algunos problemas son:
a) Formas de matrimonio:
Haciendo un esquema de las ideas expresadas en el
relato podemos plantear las siguientes oposiciones:
Hombres:
- Usan a las mujeres
- Quieren hacer la guerra
(no hay motivo que lo
justifique)
- Desobedecen a Orula
- Son prepotentes
- Pierden la guerra
Al morir Gren-Dami, cacique del pueblo, su hijo EcueIbonó quedó al frente de la casa. Constituyó su familia
casándose con veinte mujeres. La mujer principal era jefe
de todas las otras. Se llamaba Maurú. Desde entonces todos
los hombres distinguidos de África tienen muchas
mujeres.22
Mujeres:
- Obedientes con Orula
- Socorren a los hombres
- Ganan la guerra
b) Papel de la mujer ante el trabajo:
Pues el rey de África tenía muchas mujeres: todas las mujeres
del mundo eran mujeres de él.23
Maurú y las otras mujeres de Ecue-Ibonó se dedicaban,
como todas las de allá, a la pesca, la agricultura y el cuidado
de la casa. El marido era guerrero y cazador, igualmente
que todos los otros hombres de valer en su tierra.25
En los fragmentos anteriores podemos constatar la
trasmisión de realidades cosmovisivas propias del
contexto sociocultural africano. No es casual que en
ellos se centre la atención en la reconstrucción evocadora
de lo africano a través de varios recursos: préstamos
lexicales y la propia palabra África.
Otra variante de este interés sobre las formas de la
familia, mucho más transculturalizada, es la existente
en relatos con una perspectiva de género. Esta
perspectiva femenina evidencia una curiosa defensa del
matrimonio monogámico —no típico de África—, y
explica cómo las mujeres le ganaron la guerra a los
hombres.
Algunas versiones del tema han sido analizadas por
autores como Martínez Furé, quien en «Cada hombre
con su mujer», relata:
La reconstrucción de África en tierras americanas
que se refleja en estas narraciones evidencia la disimilitud
social de ambos contextos. Los cuentos hacen reiterada
referencia al «aquí» y al «allá» para demarcar las distintas
concepciones de los papeles sociales de cada sociedad.
En este relato se hace una alusión explícita a que las
mujeres «de allá» se dedican a actividades laborales
diferentes a las de «acá», según los criterios del narrador.
c) El adulterio:
Otras narraciones exhiben pinceladas de crítica a la
desigualdad de tratamientos hacia el hombre y la mujer
ante los mismos hechos, por ejemplo, el adulterio.
En la narración de Isabel Mabuke, una de nuestras
informantes, hay un lamento cuando dice: «En aquellos
tiempos, el adulterio de la mujer se castigaba
matándola... pero el del hombre no, él hacía lo que
quisiera».26
La diferenciación social ante el adulterio, de raíces
muy antiguas, está presente en muchos de estos relatos
que se refieren a acciones de trasgresión de normas,
Hubo un tiempo en que las mujeres y los hombres vivían
separados y cada cual en su tierra. Pero cuando los hombres
necesitaban hacer uso de las mujeres, iban a buscarlas, y
después que las utilizaban, cada cual volvía para su respectivo
lugar. En eso decidieron los hombres hacer la guerra a las
mujeres y aprovecharse de ellas. Y así fue, se la declararon.
Pero antes de empezar la lucha, fueron a casa de Orula,
quien les dijo que si querían vencerlas, tenían que hacer ebbó
194
Los avatares de la literatura oral de origen africano en Cuba
La riqueza de las narraciones orales de origen africano resulta
una fuente nutricia para los escritores, siempre y cuando se
cumpla el requisito fundamental de ser auténtica y que los
vasos comunicantes entre estas expresiones surjan de las
raíces y no de las ramas.
estudiar el comportamiento de género, arrojó los
siguientes resultados:
En cuanto a los tipos de vocablos de origen africano
que se manejan en los cuentos, podemos señalar que
en las esferas semánticas de comidas, objetos y
relaciones sociales, las mujeres presentan mayor riqueza
y retención. Así, términos como calalú (tipo de comida,
guiso), enlele (vestido, ropa), muana (hijo) son más
frecuentemente manejados por las mujeres, mientras
que aquellos repertorios vinculados a las relaciones
comerciales o a la praxis masculina son utilizados por
los hombres: ensimbo (dinero), empangue (amigo), embele
(machete), etcétera.
Es interesante apuntar que el papel de la mujer en la
trasmisión de las tradiciones orales de origen africano
fue principalísimo. Su figura, sin embargo, ha sido
opacada por el hombre en la etnolingüística y la historia
testimonial. Si bien podemos encontrar relatos de
esclavos, de la esclava casi nadie ha hablado. Pero es
ella quien mantuvo durante siglos con más fuerza el
recuerdo, y su función de conservar la memoria histórica
de forma activa y creadora resulta fundamental para
nuestro presente.
con un castigo más fuerte para la mujer, si es la
trasgresora, e inclusive un premio, si es un hombre
(especialmente si es un oricha) el trasgresor.
d)La discriminación racial:
Como un caso nítido de interculturación en las
narraciones, se encontraron textos en los que se conjuga
el tema de la discriminación racial con la dirigida a la
mujer. Lo curioso es que esta existe entre los mismos
orichas del panteón yoruba.
La narradora Idolidia Valle contó sobre Yemayá lo
siguiente:
Yemayá es una negrita prieta. Es la única negrita prieta
dentro de los orichas, pero por ser negra y mujer era la
discriminada. Y ella se sintió muy humillada porque todos
los orichas decían: mira esa negra prieta, y la querían poner
de esclava. Y entonces ella dijo:
—Bueno, ya que yo no puedo vivir entre los orichas porque
me discriminan porque soy negra y mujer, yo les voy
a hacer ver a ellos que me necesitan a mí. Que yo, la negra,
soy necesaria.
Y por eso se metió en el mar, y cerró el mar y los canales de
agua. No se podía entonces coger agua, no podían cocinar,
echarle agua a las siembras, lavar la ropa. Nada. Los orichas
se estaban muriendo y fueron con Olofi:
—¡Ay, Olofi! ¿Qué hacemos? Las cosechas no se dan.
¿Cómo vamos a vivir? Nos estamos muriendo de hambre.
Olofi les dijo:
—Bueno, ya Yemayá se cansó de ustedes, la estaban
discriminando. Ahora van a tener que darle mucha ofrenda
al mar, van a tener que hacer mucha ceremonia. Vayan con
ofrendas de melón, que es una de las frutas predilectas de
Yemayá, muchas frutas, muchas ofrendas.
Y fueron al mar todos los orichas con ofrendas, llorando,
suplicando. Yemayá los humilló y entonces ellos
reconocieron su error. Yemayá les dijo:
—Les voy a abrir el mar porque me dan pena, pero quiero
que ustedes sepan que yo, como oricha, siendo mujer y
negra, también tengo en el panteón yoruba mi lugar.
Ustedes necesitan de mí y yo tengo un valor.
Desde entonces los orichas dejaron tranquila a Yemayá, y
Yemayá tuvo el lugar que merece en el panteón de los
orichas.27
Clasificaciones y otras características
textuales
Sobre las clasificaciones de los cuentos, hemos
tomado en consideración la utilizada por Amparo
Barrero en Historia de la literatura cubana. 28 Ella identifica
tendencias de la narrativa negrista en Cuba, y menciona
la clasificación temática manejada por Susana Montero
para analizar los textos de Rómulo Lachatañeré y que,
por supuesto, se nutren de una literatura oral similar
a la recogida en nuestro estudio. Las temáticas
mencionadas son:
I.
II.
III.
IV.
Esta narración evidencia el enlace entre pasado y
presente de las tradiciones orales y la permanencia
universal de los valores humanos eternamente difíciles
de alcanzar. Desde el punto de vista de los campos
semánticos, el análisis comparativo de los informantes,
realizado solamente en aquellos casos donde fue posible
Hombre frente a la naturaleza.
Práctica litúrgica.
Propósitos morales.
Temas hagiográficos.
En el corpus analizado son predominantes los cuentos
vinculados a los grupos IV y III, en ese orden.
195
Gema Valdés Acosta
Cuentos hagiográficos
obligación de trabajar para ganarse la vida. El alejarse de
ensambi ha sido la causa de los males que tiene el mundo.29
Estos cuentos narran acciones principalmente de
dioses del panteón yoruba. La vida de los orichas es
recogida con variantes interesantes por cada emisor.
Así, de los setenta cuentos estudiados, veintisiete son
de este tipo. Dos terceras partes de ellos presentaron
alomorfos (variantes) en cuanto a acciones, personajes
y desplazamientos espaciales. Un ejemplo es el que
expusimos para ejemplificar las características de estos
textos a partir del manejo de vocablos de origen africano
(«El pacto de Ochosi y Ogún»).
Aquí, donde la trasgresión del mandato supremo
provoca un castigo a los hombres, se entrelaza, además,
un mensaje relacionado con las consecuencias que puede
provocar una acción innecesaria contra la naturaleza,
debida a la ambición incontrolada de las mujeres, por
lo que vemos una particular cosmovisión de género y
de ética medioambiental.
La lingüística del texto ha abordado el análisis de
los llamados (a veces despreciativamente) textos
folclóricos, desde nuevos ángulos. Es por ello que el
contacto de culturas diferentes en Cuba propone un
campo infinito de problemas para diferentes disciplinas,
muy en particular para aquellas que tienen que ver con
los procesos de comunicación.
La caracterización discursiva de estos materiales
obliga teórica y metodológicamente a enfocar con un
criterio muy amplio los resultados y fenómenos que se
constatan en ellos.
Para una mejor organización del tratamiento analítico
nos hemos centrado en caracterizar el texto en sí y en
cómo repercuten los elementos lexicales en el
funcionamiento de las relaciones de recepción de esta
literatura.
En los cuentos analizados es una constante el uso,
en mayor o menor medida, de elementos léxicos de
origen africano. Estos vocablos, aprendidos por
tradición oral, son trasmitidos de emisor a emisor de
forma creativa, y cada autor anónimo va matizando y
enriqueciendo su función de enlace de pasado
y presente. La mayor parte son sustantivos utilizados
de forma aislada o insertados en la lengua española.
Tienen, en la estrategia discursiva, dos funciones
esenciales, ambas vinculadas a mecanismos de
decodificación textual: por una parte constituyen los
ejes fundamentales de los actantes semánticos (esqueleto
conceptual) y, por otra, se insertan en el sistema espacio-temporal de la narración, dando las claves internas y
plenamente semánticas del desarrollo de la narración.
La progresión temática se manifiesta a través del espacio,
el tiempo y los personajes, pero esa interrelación va
unida de manera significativa al léxico de procedencia
africana; así, la ubicación espacial de las acciones se
marca, sobre todo, a través de sustantivos de origen
africano que funcionan, en su mayor parte, como
nombres propios. Estos activan al máximo sus semas
de procedencia y hacen innecesario para la
comunicación el uso de otras categorías lingüísticas
como adverbios o complementos circunstanciales de
lugar.
Otro aspecto de interés vinculado a estos términos
es el empleo de estructuras fraseológicas mixtas que
funcionan como marcas discursivas de importancia en
Cuentos morales
Estas narraciones son particularmente significativas,
pues su relación con las raíces africanas es mayor. Las
características éticas ante la vida son mostradas
y confirmadas con términos africanos, cantos y
proverbios en «lengua» situados al inicio o final del
cuento. Muchas veces se vinculan explicaciones acerca
del origen del mundo y sentencias morales sobre el
bien y el mal, así como las consecuencias de trasgresiones
de todo un colectivo social. Como ejemplo de estas
características ofrecemos una narración de origen bantú
(llamada en esta cultura cutuguango —etimológicamente
«escuchado de la madre»; kuto: oído y ngwa: madre):
Ensambiempungo (Dios Todopoderoso) vivía solo en
munansulo (cielo) y un día creó a entoto (la tierra) y a los bantu
(hombres). Pero para tenerlos más cerca y poder sentirse
acompañado creó también un árbol sagrado: encuniaungundu (la ceiba). Este árbol servía como una especie de
escalera y les advirtió a los hombres que era un palo muy
sagrado, que debían cuidarlo mucho ya que era el camino
para llegar a su casa en munansulo. El mundo estaba lleno
de paz, había felicidad y todos se llevaban bien. Pero el
hombre siempre es el hombre, se aburrió, y entonces ensambi
enseñó a todos el canto y el baile, pero junto al canto y al
baile les dio el instrumento musical que los acompañaba:
el engoma (tambor).
Entonces comenzaron aquí los problemas y las discusiones.
El tamaño y la calidad del engoma causaron muchas
disputas. Las mujeres, por un lado, decían que tenían que
hacerse bien grandes, poderosos; los hombres intentaban
e intentaban, pero nunca lograban satisfacer los deseos de
las mujeres. Fue cuando ellas propusieron hacer el engoma
con el árbol sagrado: la ungundu. Los hombres talaron la
ceiba e hicieron un enorme tambor cuyos sonidos hacían
temblar toda la tierra.
La entoto se arrugó y nacieron las montañas. Ensambi quiso
saber la causa de aquel gran ruido y mandó a mayimbe (aura
tiñosa) a que trajera el instrumento hecho con el árbol
sagrado. Se dio cuenta de que los hombres habían
desobedecido sus órdenes pues habían talado el árbol
sagrado, hizo sonar a engome y produjo los truenos.
Desde entonces los hombres no ven a ensambi y este se
alejó de los bantu desobedientes. Los humanos perdieron
el bienestar, aparecieron las enfermedades, la muerte, y la
196
Los avatares de la literatura oral de origen africano en Cuba
el trazado narratológico del relato. Casos como «había
hecho ebbó» (había hecho una ofrenda), o «se concede
aché» (se concede la gracia), en la narración yoruba; y
ensambi (Dios), bantu (los hombres), en la bantú, adquieren
la jerarquía de nudos en el entramado lexical de la
narración, gracias al valor semántico de los vocablos
africanos que están integrados al texto en español.
La isotopía, que como redundancia mantiene el
trayecto de lectura y la coherencia de comprensión, está
sustentada esencialmente sobre bases lexicales y
morfosintácticas con remanentes de lenguas africanas.
Los cambios semánticos de términos españoles son
muy frecuentes y constituyen un fenómeno interesante
por su repercusión en la trayectoria de lectura oral
o escrita. De esta forma, términos como amarrar,
fundamento o canastillero pasan a tomar valores
significativos de atraer, sujetar mediante poderes
mágicos; objeto sagrado en el que se han materializado
fuerzas mágicas, y mueble cerrado donde se cobijan
algunos orichas, respectivamente.
Desde el punto de vista lingüístico, los préstamos
lexicales han sufrido históricamente cambios
importantes en su comportamiento semántico. Palabras
que no tienen ninguna connotación en la lengua matriz
relacionada con la religión adquieren esos significados
en este tipo de textos. Ejemplos son bilongo (medicina;
brujería), aché (alegría, donaire; gracia dada por el oricha),
macuto (saco alargado; pequeño receptáculo mágico).
Casi todos están sustentados en la vía de la religión
como vehículo de permanencia en el contexto social,
donde estas historias ocupan un lugar no siempre visible
en el marco de la literatura regional y nacional.
composición de los receptores el emisor utiliza
diferentes mecanismos, que ajusta a las situaciones
comunicativas, en el caso de la oralidad, y a las
intenciones específicas, en el de la escritura. Estos
mecanismos pueden ser explicaciones semánticas,
acotaciones y comentarios lingüísticos, en
correspondencia con la conciencia lingüística, tanto de
emisores como de receptores.
No obstante las especificidades de los procesos de
emisión y recepción, se ha comprobado que la literatura
oral de origen africano es ampliamente conocida en
Cuba, y no es exclusiva de un grupo social cerrado. Su
asimilación popular se ha evidenciado en algunas
antologías y en las múltiples descripciones costumbristas
existentes a lo largo del país.
A modo de epílogo
La estructuración y el funcionamiento de textos
resultantes del contacto lingüístico y social entre África
y América han propiciado el surgimiento en nuestras
tierras de un tipo de literatura oral muy específico, que
ha influido a la escrita, al brindarle valores nuevos y
una impronta presente en lo más valioso de la literatura
nacional. Estas manifestaciones literarias han sido poco
apreciadas, y actitudes de ese tipo constituyen un ejemplo
concreto de la permanencia de la discriminación hacia
hechos culturales que son legados de la raíz africana de
nuestra conformación nacional. Por otra parte, la
superficialidad, paternalismo e incomprensión de ciertos
factores de la sociedad cubana no contribuyen a la
eliminación de las valoraciones que sobreviven en
nuestro contexto. En el caso particular de Cuba, la
riqueza de las narraciones orales de origen africano
resulta una fuente nutricia para los escritores, siempre y
cuando se cumpla el requisito fundamental de ser
auténtica y que los vasos comunicantes entre estas
expresiones surjan de las raíces y no de las ramas.
El receptor
Los actos ilocucionarios, es decir, intencionales, del
narrador siempre están encaminados a establecer una
conexión entre dos culturas, entre presente y pasado.
Él mismo es una herencia del pasado conviviendo con
los receptores, también herederos en mayor o menor
medida. Esta especial relación provoca reacciones
peculiares en el destinatario. Los elementos utilizados
en la conformación de estos textos, su engarce
particular, han tenido como consecuencia el surgimiento
de un tipo de mensaje de gran aceptación.
El cuento, narrado en español, tiene una serie de
características que sirven de puente entre dos culturas.
Cantos, diálogos, términos lexicales africanos no
añadidos, sino emergentes de una narración
cosmovisiva, hacen que fluyan reacciones totalmente
integradoras para el receptor, quien se siente identificado
con ese mundo y forma parte de él.
La comprensión de los mensajes pasa por diferentes
grados de asimilación. Para resolver la diversidad en la
Notas
1. Enrique Ubieta, Ensayos de identidad, Letras Cubanas, La Habana,
1993.
2. Eduardo Zamora, «Notas para un estudio de la identidad cultural
cubana», en Ana Vera, comp., Pensamiento y tradiciones populares:
estudios de identidad cubana y latinoamericana, Centro de Investigación
y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana,
2000, p. 82.
3. Paul Zumthor, «Permanencia de la voz», Correo de la UNESCO,
París, agosto de 1985, p. 4.
4. Gisela Cárdenas, «Oralidad, variante nacional de lengua e identidad
cultural», en Ana Vera, comp., La oralidad: ¿ciencia o sabiduría popular?,
197
Gema Valdés Acosta
Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan
Marinello, La Habana, 2004, p. 71.
18. Ramón Guirao, Cuentos y leyendas negros de Cuba, Ediciones
Mirador, La Habana, 1942, p. 6.
5. María del Carmen Víctori, «El etnos-nación cubano entre tradición
y modernidad. Proyectos institucionales y productos», en Ana Vera,
comp., Pensamiento y tradiciones populares: estudios de identidad cultural
cubana y latinoamericana, Centro de Investigación y Desarrollo de la
Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2000, p. 21.
19. Lydia Cabrera, ¿Por qué...? Cuentos negros de Cuba, La Verónica,
La Habana, 1948, p. 234.
6. Luis Álvarez Álvarez y Margarita Mateo Palmer, El Caribe en su
discurso literario, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2005, p. 56.
21. «Pacto de Ochosi y Ogún», versión recogida en Camajuaní,
diciembre de 1997. Ochosi, Ogún, Orula: dioses del panteón yoruba
afrocubano; ebbó: ofrenda.
20. Fernando Ortiz, «Cuentos afrocubanos», Archivos del Folklore
Cubano, a. IV, n. 2, 1929, p. 98.
7. Maritza García Alonso, «Una aproximación al pensamiento
discursivo latinoamericano sobre la identidad cultural», en Ana
Vera, comp., Pensamiento y tradiciones..., ed. cit., p. 93.
22. «Siquillángama», en Ramón Guirao, ob. cit., pp. 33-4.
23. José García González, ob. cit., p. 139.
8. Luis Álvarez Álvarez y Margarita Mateo Palmer, ob. cit., p. 20.
24. «Cada hombre con su mujer», en Rogelio Martínez Furé, Diálogos
imaginarios, Letras Cubanas, La Habana, 1997, p. 221. Oñi: miel de
abeja; epó: manteca de corojo; Euré meji: dos chivos; adié: gallina;
owó meridilogún: dieciséis monedas. Olofin: Dios supremo, creador
de todas las cosas.
9. Ibídem, p. 21.
10. Denia García Ronda, «La narrativa oral. Los cuentos», Oralidad,
n. 12, Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe
de la UNESCO, La Habana, s.f., p. 56.
25. Ramón Guirao, ob. cit., p. 34.
11. Adolfo Colombres, «Oralidad y literatura oral», Oralidad, n. 9,
Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la
UNESCO, La Habana, 1998, p. 17.
26. Isabel Mabuke, «La muchacha del río», versión recogida en
Remedios, enero de 1973.
27. Idolidia Valle, «De cómo Yemayá le ganó a los demás orichas»,
versión recogida en Placetas, abril de 2008.
12. Ibídem, p. 19.
13. Martin Leinhard, La voz y su huella. Escritura y conflicto étnicosocial en América Latina (1492-1988), Casa de las Américas, La
Habana, 1990, p. 18.
28. Amparo Barrero, «La tendencia negrista de Lydia Cabrera y
otras figuras», Historia de la literatura cubana, t. II, Instituto de
Literatura y Lingüística-Letras Cubanas, La Habana, 2003, p. 456.
14. Luis Álvarez Álvarez y Margarita Mateo Palmer, ob. cit.,
p. 151.
29. Benito F. García, «El origen de los males del mundo», versión
recogida en Sagua la Grande, septiembre de 1998.
15. José García González, «Cuatro cuentos africanos», Islas, n. 46,
Santa Clara, 1974, p. 133.
16. Peter Koch y Wolf Osterreicher, «Oralidad y escrituralidad a la
luz de la teoría del lenguaje», Lengua hablada en la Romania: español,
francés, italiano, Gredos, Madrid, 2007, p. 26.
17. Nuestro corpus de análisis abarca más de setenta cuentos de las
culturas yoruba, bantú y arará. Todos los materiales analizados han
sido reunidos entre los años 1920 y 2007.
©
198
, 2010
no. 62-63:
abril-septiembre
de 2010.
Ciencias sociales,
retos199-209,
y debates
a inicios de
siglo
Ciencias sociales,
retos y debates
a inicios de siglo
Galia Figueroa Alfonso
Profesora. Universidad Central de Las Villas Marta Abreu.
H
La tan nombrada «creciente complejización» de la
sociedad cubana, y los duros retos que ha impuesto el
proceso de recuperación de la crisis iniciada a fines de
los 80, exige una utilización más directa, organizada y
eficaz de sus ciencias sociales. Asimismo, demanda de
ellas una reflexión consciente, ética y comprometida
con el desarrollo de la sociedad. Su aporte, en el ámbito
nacional, necesita de su implicación sensata en el análisis
crítico de los contextos y de la construcción de
soluciones viables desde nuestra especificidad histórica.
¿Cuál es, entonces, el estado de la «promesa»3 de
nuestras ciencias sociales? ¿Qué retos enfrenta? ¿Cuáles
son sus principales tensiones?
ace unos años Pierre Bourdieu planteaba, de cara
a la realidad francesa:
Me expongo a contrariar a aquellos [investigadores] que, al
elegir las virtuosas facilidades de encerrarse en su torre de
marfil, ven en la intervención fuera de la esfera académica
una peligrosa falta de la famosa neutralidad axiológica,
erróneamente identificada con la objetividad científica […]
Cueste lo que cueste, hay que hacer que las conquistas de la
ciencia entren en el debate público, del que están trágicamente
ausentes.1
En un curso que impartía, la socióloga Mayra Espina
comentaba: «Entendemos nuestra producción de las
ciencias sociales como patrimonio de la sociedad».2 Tal
idea no solo remite al hecho mismo de la posibilidad de
socialización/divulgación/publicación de los resultados
de las investigaciones, sino al compromiso del científico
con la sociedad. Compromiso y «distanciamiento»,
«vigilancia epistemológica», entre otros términos
asociados, usualmente remiten a cuestiones del ámbito
de lo metodológico; sin embargo, me inclino a pensar
que sus consecuencias rebasan tal límite.
Las ciencias sociales cubanas y sus desafíos
metodológicos
La indagación acerca de temáticas concernientes
a los destinos, debates y posibles futuros de las ciencias
sociales cubanas no constituye una temática de larga
estadía dentro de la agenda nacional. La necesidad de
reflexionar sobre su desarrollo apareció como
Premio Temas de Ensayo 2009, en la modalidad de Ciencias sociales.
199
Galia Figueroa Alfonso
imperativo impostergable para la comunidad de científicos
sociales cubanos en la última década del siglo XX.
Tal como expresan sus protagonistas, la crisis trajo
a la luz, entre otros asuntos concernientes a la realidad
social misma, áreas inexploradas, evitadas, guardadas
con recelo en lo «inoportuno» e «inconveniente»4 por
la ciencia social cubana; así como la pertinencia de su
irrupción en espacios de debate, de los cuales se
encontraban relegadas.
Estos estudios sobre cómo los científicos cubanos
hemos pensado nuestra realidad no aparecen
fortuitamente, sino ante la perplejidad de una ciencia
social que no había podido prever la crisis, «los hechos
de la realidad fueron tan fuertes que toda aquella liturgia
que caracterizaba el discurso de las ciencias sociales
desapareció».5 Se produjo, entonces, un «despertar de
la autorreflexión [...] un mirarse interiormente para
ajustar cuentas con las prácticas precedentes, para sacar
de ellas las mejores enseñanzas y evaluar con justeza sus
aportes y limitaciones».6
A pesar de este reconocimiento, no es muy elevado
el número de autores que se aventuraron en esa tarea.
Resaltan en esta lista Juan Luis Martín, Jorge Núñez
Jover, Miguel Limia David, Mayra P. Espina, Teresa
Muñoz y Aymara Hernández (estas últimas especializadas
en el área de la sociología).7 La producción sobre el
tema mostró especial interés en la reconstrucción de la
historia de las ciencias sociales cubanas, sobre todo en
el período revolucionario.8
La lógica expositiva de estos estudios siguió más
o menos un mismo recorrido: explicación de contextos
históricos y su influencia para la ciencia, marcos
institucionales, publicaciones (dónde y qué se publica)
y la relación con la política y sus consecuencias para la
ciencia. Parecería que existía consenso en cuanto a las
divisiones por etapas realizadas. Las periodizaciones
coincidieron con procesos políticos importantes del
país: triunfo de la Revolución, Reforma universitaria,
Informes de congresos del Partido, cercanías políticas
al modelo de la antigua URSS, Proceso de rectificación
de errores y tendencias negativas, caída del campo
socialista, y crisis.
La definición de ciencias sociales, las historias
particulares de las distintas disciplinas, así como el
criterio de «nacional» asignado constituyen las mayores
limitaciones/retos que desde el punto de vista
metodológico ha enfrentado y enfrenta este tipo de
estudios. ¿A qué llamamos ciencias sociales? ¿Cuáles
incluimos dentro de esta denominación? ¿Cómo
conformamos esta muestra investigativa? Podría parecer
que existe una idea acabada sobre el concepto y sobre
«investigaciones» o «estudios sociales». Estos, nombrados
con mayúsculas o minúsculas, son raramente definidos.9
Aunque no de manera evidente, podríamos identificar
el espacio sociológico y político como los más
mencionados dentro de este campo de conocimiento.
La inclusión de la economía es más discutida. Trabajar con
lo que se autodenomina «ciencias sociales» podría
constituir una solución metodológica que zigzagueara
en los debates epistemológicos sobre el tema.10
En cuanto al criterio de «nacional» de las ciencias
sociales, ¿no constituye ese calificativo, desde el punto
de vista metodológico, una pretensión muy amplia?
¿Dónde se hacen las ciencias sociales en Cuba? Los
estudios concentran las historias particulares de las
disciplinas en un número de instituciones, casi todas
con sede en La Habana. ¿Hasta dónde podemos estar
seguros de que esto es expresión de la nación? ¿Ciencias
sociales cubanas o habaneras? Por esta vía va la manera
tradicional en que se ha dividido la polémica sobre el
término.
Estos debates y otros solo expresan la complejidad
que encierra llevar a cabo este tipo de estudios. Este
—como parte de ellos—, intenta brindar una visión,
por supuesto no acabada, con el modesto propósito
de contribuir a este debate trascendente y propiciar
otros nuevos, que de una manera u otra pudieran
propiciar una práctica superior de las ciencias sociales
en Cuba.
Algunos apuntes sobre el siglo XXI
y las ciencias sociales cubanas
Cuando niño yo saqué la cuenta,
de mi edad por el año 2000;
el 2000 sonaba como puerta abierta
a maravillas que silbaba el porvenir
Silvio Rodríguez
Proponer
Los contextos, tanto internacionales como
nacionales, están imponiendo presiones a las ciencias
sociales en el ámbito de lo propositivo. Desde el taxista
que pide a una socióloga explicaciones y soluciones «al
problema del salario en Cuba», hasta el continuo reclamo
de respuestas a asuntos locales o nacionales por instancias
gubernamentales, todos esperan de los sociólogos
y demás científicos sociales, respuestas rápidas y
soluciones prácticas. Este condicionamiento asigna roles
a las ciencias sociales cubanas, que no constituyen
reclamos nuevos. La crisis de los modelos académicos
de sistematización de la realidad y de aquellos que no
rebasan la crítica, en favor de otros más programáticos,
más hábiles en la producción de propuestas, está
marcando, en el medio intelectual, tendencias que les
señalan más responsabilidad.
200
Ciencias sociales, retos y debates a inicios de siglo
En Cuba, es un viejo anhelo la participación eficiente
de las ciencias sociales en los procesos de dirección
y de asesoramiento. En palabras del profesor Alain Basail,
La diversificación de la agenda, producida desde la
década de los 90, constituye el mejor de los apoyos
que las ciencias sociales más recientes han producido
en esta materia. Constituye, además, un avance digno
de continuar significando. Podría mencionarse un
conjunto bien amplio de problemáticas, poco estudiadas
anteriormente, que hoy son abordadas como objeto
de estudio, o bien revisitadas desde nuevas perspectivas.
Saltan a la vista asuntos como la re-estratificación, y la
estructura, movilidad y consumo sociales; la pobreza,
las desigualdades raciales, de género, espaciales, desde
múltiples dimensiones. También han formado parte de
esta lista los cambios en las relaciones laborales, la
participación, las problemáticas de la vida comunitaria
y del medio ambiente
La madurez y perfeccionamiento en el abordaje de
determinados temas también ha caracterizado el
período. Tal es el caso de los relacionados con
el desarrollo local y comunitario, los estudios de familia,
las dimensiones culturales del desarrollo. También se
han desarrollado las temáticas sobre estrategias de vida
y las prácticas cotidianas, donde especialistas como
Mayra Espina encuentran espacios de complementación
disciplinaria entre campos como la economía, la
sociología y la psicología.
el reto es el de innovar teórica, metodológica y
temáticamente para desreificar la facticidad que nos rodea,
el cual se asume uniendo reflexiones éticas y políticas sobre
para qué y cómo sirve el conocimiento de la realidad. Los
resultados son de apreciable valor para el desarrollo de la
reflexión social, es decir, para la praxis social y el diseño de
políticas en las que los autores exigen participar
activamente.11
En los últimos años, al menos desde el punto de
vista institucional, se han percibido pasos de avance.
La recuperación del polo de Ciencias Sociales y
Humanidades, con conexiones muy directas con el
Consejo de Estado, puede estar constituyendo un lugar
central para ello. Surgido por iniciativa de Fidel en la
década de los 90 y reactivado en la primera mitad de
2007, aglutina un número no pequeño de instituciones
científicas del país, a fin de dar respuesta a temas y
problemáticas priorizados por el partido y el gobierno
cubanos. 12 Sus grupos de trabajo, formados por
investigadores de experiencia, tienen como función
«analizar e integrar resultados ya obtenidos y no
aplicados, sobre los temas priorizados, elaborar
recomendaciones para su solución y proponer nuevas
investigaciones en caso de que se identifiquen aspectos
importantes del problema aún no abordados».13
Entre los resultados fundamentales de su trabajo
se encuentran: la elaboración de un conjunto de
propuestas para la elevación de la productividad en
la economía nacional; el diseño y ejecución de experimentos
socioeconómicos, la proposición de medidas para
elevar la capacidad de enfrentamiento y mitigación
de impactos sociales y económicos producidos por
desastres naturales; inventario y análisis de artículos
sobre política y sociedad cubanas provenientes de
instituciones, centros académicos y figuras de la
emigración cubana en los Estados Unidos y Europa;
informes acerca del debate sobre el socialismo en los
inicios del siglo XXI; publicación de artículos, textos
e informes sobre los temas priorizados.14 El trabajo
del polo también incluye la entrega de los resultados
a instancias gubernamentales relacionadas con cada
uno de los temas.
Estudiar los casos y sus causas
La proliferación de estudios de caso constituye
una característica importante del período. Tiendo
a pensar que no constituye este un hecho aislado o que
responda exclusivamente a necesidades o influencias
epistemológicas. Las dificultades económicas y
limitaciones de recursos para acometer investigaciones
de más amplio alcance están dentro de las principales
causas. Problemas asociados al acceso a la información,
definidos por la profesora Teresa Muñoz como
«bloqueo de información», explicado en términos de
«insuficiente acceso a la bibliografía, tanto de libros
como resultados de investigación, y también [...]
tendencia a la capitalización cuando se cuenta con
ellos»,16 podrían estar produciendo cierta inclinación
(espontánea o no) de los científicos sociales por la
realización de estudios de casos, o bien impulsándolos
a buscar alternativas de recogida de información de
diversos tipos.
Sin demeritar la calidad de este tipo de estudios y
sus posibilidades de cara a la elaboración de propuestas,
valdría la pena pensar en la idoneidad de acompañarlos
y/o complementarlos con otros de muestras más
amplias. Quizás también sería pertinente reflexionar
sobre las posibles consecuencias de ocupar altas
proporciones del espacio investigativo con estas
maneras de hacer, en detrimento de otras.
Pensar en todo
El deber de saber de todo lo referido a lo social
es algo que rodea la cotidianidad de los científicos
sociales. La familia, los vecinos, todos esperan que
puedan decir algo sobre distintos temas, sea la
educación primaria, la producción de tabaco, el SIDA,
las mujeres dirigentes o «la inmortalidad del
cangrejo».15
201
Galia Figueroa Alfonso
Asimismo, fraccionan y obstaculizan la posibilidad de
aunar fuerzas para eventos nacionales «donde se pueda
hablar de las dificultades» y demás asuntos concernientes
a las ciencias sociales. De manera colateral también
limitan las vías de superación de las barreras disciplinares.
Esto último puede apreciarse claramente en el espacio
académico, de pre y posgrado. Las estructuras
disciplinares y sus exigencias dejan poco margen para
romper esas barreras. Los tribunales de licenciatura y
doctorado poseen marcado carácter disciplinar. Las
maestrías, sobre todo aquellas centradas en temas donde
se incluyen maestrantes de diversas formaciones, tienen
hoy las mayores posibilidades para el logro de enfoques
inter, multi, transdisciplinares.
La superación de las limitaciones apuntadas, así como
la conformación de espacios de socialización más
integrales e integrados constituyen reclamos fundamentales
de los científicos sociales cubanos.
Las carencias en materia editorial y los problemas
comentados sobre el acceso a la información han
conducido a una gran informalidad en las vías de
socialización del conocimiento, proceso esencial para
el avance de la ciencia en cualquier rama. Una revisión
de las vías más comentadas en entrevistas a especialistas17
corroboraría tal afirmación.
La asistencia a eventos donde los científicos se conocen
y «pasan sus trabajos», las memorias del evento, la
búsqueda de textos de tesis de maestría y doctorados
que, en definitiva, son ubicados bajo las mismas redes
informales, son de las más comunes. Las relaciones
personales, que aquí aparecen como fundamentales,
como mediadoras de todos estos ejemplos, no deben
erigirse como vía esencial de socialización. El avance en
la superación de estas barreras constituye uno de los
derroteros más importantes para las ciencias sociales
cubanas.
Aunque algunos autores cubanos logran publicar
en el exterior, y que también se producen publicaciones
de corta tirada en determinados centros de investigación
o instituciones nacionales, ninguna de estas llega
efectivamente al alcance de la generalidad de los
científicos sociales de la Isla.
«Feudos informativos» y posibles
consecuencias
Sería incorrecto no señalar algunas de las más obvias
consecuencias para nuestras ciencias sociales de las
posibles formaciones y/o consolidación de «feudos
informativos» y demás limitaciones en el acceso a
la información, de cara precisamente a los retos y desafíos
que enfrentamos los científicos sociales.
La visión de sociedad que tenemos, la misma
elaboración y ubicación de los problemas de investigación
y, por consiguiente, la agenda de las ciencias sociales se
construyen, de manera importante, sobre la base de la
información con que contamos. Nuestra cotidianidad,
sin ser desdeñable, no puede constituir la principal
fuente de interrogantes investigativas, sino un
acompañamiento y complementación. La selección de
la metodología, los resultados investigativos y su
comparabilidad corren la misma suerte. Asimismo, este
fenómeno se relaciona con otros elementos esenciales
a los desarrollos de las ciencias sociales. El primero se
halla vinculado a la socialización de los resultados: niveles
de informalidad —me dijeron, yo dije, dónde lo dijo,
los que tienen acceso a ellos [los datos] nos dicen—; y
el segundo con la posibilidad de re-utilización de los
datos y resultados: qué puedo usar y qué no,
autocensura, etc. Cada uno de estos elementos impacta
de manera directa en las posibilidades de proponer
soluciones.
No pensar sectorialmente
La situación antes comentada con respecto al alcance
de la información y sus vías de socialización podría ser
una de las causas fundamentales de algunas tendencias
negativas. La conformación de «feudos informativos»,
los sectarismos y la falta de cooperación podrían ser
las tres primeras. «Cada cual quiere armar su tinglado y
asegurar su propio reino», expresó una especialista
entrevistada.
La necesidad de rebasar la «sectorialización»
o sectarismos es otro de los asuntos que ha cobrado
mayor importancia. Las instituciones tienen encargos
que las especializan en determinados temas, pero esta
división, a veces poco centrada en los problemas y sí
en las disciplinas o en áreas y aspectos de la sociedad
cubana, produce no pocos inconvenientes. Crea «feudos
informativos» de carácter institucional, espacios cerrados
de discusión de los temas, «nos reunimos siempre
los mismos a hablar del mismo tema». La exclusión de
científicos sociales de estos debates «es una enfermedad
maligna de carácter burocrático que atenta contra el
desarrollo natural de las ciencias sociales […] de manera
que a estos les toca investigar tal cosa y a estos otros les
toca investigar tal otra».
Estos estilos negativos pueden estar produciendo
estudios diseñados desde la información con que puede
contar cada cual, y no a partir del problema, lo cual se
enfrenta a las más elementales bases metodológicas.
Construir disensos y consensos
Al calor de las ciencias sociales actuales, la producción
de disensos resulta casi o más importante que la de
consensos. La multiplicación de paradigmas,
202
Ciencias sociales, retos y debates a inicios de siglo
metodologías y teorías que se incorporaron a la
producción nacional han producido una sana diversidad
de puntos de vista y enfoques a los problemas sociales,
aunque queda mucho por trabajar aún en la
materialización de reales debates y en la «visibilización de
tales disensos».
Sin embargo, para un grupo no pequeño de
científicos cubanos, la cuestión de la producción
de consensos aparece como interés renovado, sobre todo de
cara a la realización de propuestas específicas. Esta
constituye una de las preocupaciones más relevantes.
La construcción de consenso, como la explicitan, no
se identifica con la formación y acatamiento de criterios
uniformes. El proceso tiene que ver con la integración y
discusión de esos temas y puntos de vista, con el objetivo
de superar limitaciones teórico-metodológicas, para la
elaboración de soluciones.
Las limitaciones que han enfrentado estos procesos
pueden estar asociadas a la ausencia de eventos con tales
propósitos, a la ineficiencia de algunos para producir
debates reales, así como la especialización de otros en
temas muy específicos, «eventos tan fragmentarios tienen
poco impacto en esa construcción de afinidades o de
controversia». Tiene que ver, también, con la inexistencia
de una política institucional con esta intencionalidad de
reunir para articular puntos de vista —que, por supuesto,
implique un acceso, al menos parcial, a la información—,
de manera que los debates partan de diferentes
aprehensiones de una misma realidad, y no de partes
separadas, aristas, aproximaciones, etcétera.
publica no existe, en Cuba eso no se puede decir». Solo
una pequeña parte de lo que se produce está
representado en libros y revistas, pero, ¿qué es ciencia
social no publicada, no difundida? En entrevista a Rafael
Hernández, el autor decía:
Parte de su misión es difundir; es como pensar que la
literatura de un país puede considerarse literatura cuando
está producida por los escritores y no publicada por las
editoriales [...] eso no termina de ser ciencia social si no se
difunde y se consume socialmente.
En materia editorial, la etapa que comienza con el
siglo XXI no marca grandes diferencias con respecto a
la anterior. Aunque puede percibirse «cierta reactivación»
si lo comparamos con los peores momentos del
Período especial, los espacios para la publicación de
temáticas de ciencias sociales en el país continúan siendo
pocos. Su relativa escasez —sobre todo aquellas que
trabajan temas de la actualidad nacional donde se
expresa el quehacer de los investigadores cubanos—
está condicionando muchas de las limitaciones
identificadas en el ámbito de la socialización de la
información y de los resultados de investigación.
Una revisión de lo publicado en los últimos años
por editoriales cubanas que se autodenominan de
ciencias sociales brinda una panorámica del asunto. Un
resumen apretado hace hincapié en varios elementos
descriptivos:
z
Pensar complejamente
z
El acercamiento a la visión compleja constituye un
cambio importante en el período, y que pudiera estar
marcando pautas en el giro epistemológico de las ciencias
sociales cubanas. La Cátedra para el estudio de la
complejidad, del Instituto de Filosofía del CITMA, se
creó como espacio de reflexión y debate de temas
relativos a la complejidad. Ha constituido un lugar de
impulso a enfoques transdisciplinares. Si bien estos no
han podido concretarse en metodologías de investigación,
y la academia cubana no está lista para encarar
institucionalmente sus retos, sí abre un espacio de debate
y perfeccionamiento epistemológico sustancial hacia el
cual podrían estarse trasladando las reflexiones sobre las
ciencias sociales mismas.
z
z
z
El período mostró, amén de las distintas definiciones
de ciencias sociales, un aumento en las publicaciones
sobre temáticas sociales.18
Gran representación de autores foráneos (cerca de
50% de los textos).
Las categorías o especialidades más publicadas son
Historia y Política, sin tomar en cuenta que muchos
de los textos que son ubicados en otras categorías
poseen marcado carácter histórico, lo que haría esta
proporción mucho mayor.
Aumento de la proporción de textos que tratan sobre
Cuba (sobre todo del pasado) con respecto a la
totalidad de textos.
Carencia de textos que aborden temáticas de la
sociedad cubana actual.
Una de las misiones más importantes de las ciencias
sociales es «el encargo social de servir como instrumento
de orientación en la sociedad, de transparentar la
densidad de las relaciones sociales».19 Más allá de las
posibles implicaciones positivas para ellas mismas, la
socialización y publicación de textos sobre temáticas
asociadas a problemáticas actuales, (sobre todo en
nuestro contexto) tienen un papel fundamental en ese
compromiso.
Sin obviar los duros retos que enfrentan los espacios
editoriales cubanos debido a limitaciones económicas,
Publicar ciencias sociales
Es cierto que las ciencias sociales cubanas no pueden
percibirse solo a través de lo que se publica. El doctor
Jorge Núñez Jover expresó: «Los sociólogos del
conocimiento [...] siempre decían que lo que no se
203
Galia Figueroa Alfonso
se publica muy poco de ciencias sociales en el país, y
menos aún de temas actuales. Las revistas referidas
a estas temáticas constituyen el espacio editorial que
brinda más posibilidades de publicación, sobre todo
en cuanto a la sociedad cubana actual, aunque en
ellas nunca estas temáticas adquieran proporciones
mayoritarias.20
Tan pequeña representación de textos sobre nuestra
actualidad no puede ser atribuida a carencias de estudios.
La producción de los científicos cubanos desborda
ampliamente los límites editoriales; de este modo, lo
que podemos apreciar constituye solo una pequeña
muestra y «muy filtrada», una «sub-representación».
Otros elementos que propician esta situación son,
posiblemente, ciertas ineficiencias en el uso de los
espacios existentes, así como en la búsqueda de
alternativos. Entre ellos se encuentra, ante los altos niveles
de dificultad para publicar, la búsqueda de espacios
internacionales, así como las iniciativas de algunos
centros investigativos o instituciones que logran divulgar
algunos textos, aunque en tiradas cortas.
La preferencia por abordajes teóricos e históricos,
bien sean de temáticas políticas, culturales, sociales,
artísticas, sobre todo de pertinencia internacional, ha
sido otro de los elementos que han favorecido que la
publicación de textos sobre temáticas actuales de
la realidad nacional sea escasa. Poseen amplia
repercusión asuntos relacionados con el dominio
norteamericano sobre el mundo y el continente
americano —textos sobre el ALCA, por ejemplo—;
otros sobre las ofensivas contra este dominio —ALBA,
movimientos de izquierda, nuevos marxismos—; sobre
el pensamiento de personalidades políticas como Fidel
Castro, Che Guevara, José Martí, Simón Bolívar, etc.;
temas teóricos —fundamentalmente filosóficos—,
revisión de aspectos de la teoría marxista, o de otras
fuentes, así como temas de la historia de Cuba
o latinoamericana, sobre todo. Nadie podría impugnar
la importancia que poseen tales temas, pero sí sus
proporciones en el monto total de publicaciones.
Los temas más recurrentes entre el conjunto de textos
que estudian la sociedad cubana actual son los nuevos
destinos de la economía, los cambios en las estructuras
socio-clasistas y las desigualdades tras la crisis de los
90. En todos ellos, la crisis aparece como la cuestión
central. Otros temas como la participación, el desarrollo
local y cultural, y el turismo, parecen más como
consecuencias de esta. Las políticas sociales, bien desde
un enfoque general, bien desde el tratamiento de una en
específico, constituyen áreas muy poco tratadas en el
período.
En este pequeño grupo de publicaciones se hace
evidente el predominio de una misma generación
de científicos sociales, mayormente de formación
económica, filosófica y sociológica. Los científicos
jóvenes, si bien han logrado introducirse en algunos
espacios, quedan en clara minoría.
Enunciar un conjunto de causas que explicara lo
que acontece en el ámbito editorial cubano encierra un
monto no pequeño de complejidades. Sin embargo, es
posible apuntar un grupo de elementos que, de una
manera u otra, moldean tales procesos. Si se ubica como
telón de fondo la situación económica de las editoriales,
la escasez de esos mismos espacios de publicación, así
como la sub-representación de la producción de los
científicos sociales nacionales, habría que señalar al
menos tres dimensiones: la respuesta editorial, la
respuesta desde las ciencias sociales, y el devenir histórico
de las dos anteriores.
Si recurrimos a esta última dimensión,
encontraremos que los resúmenes, textos o estudios
de autognosis de las ciencias sociales que se realizan
sobre estos temas —al menos desde el triunfo
revolucionario hasta acá—, no confirman o expresan
la existencia de un marcado interés y/o presencia de
estudios sociales de la realidad cubana de cada período
histórico en los ámbitos editoriales.
Preliminarmente los textos que referencian los
períodos expresan:
z
z
z
z
En los 60: énfasis en autores de diversas latitudes;
Charles Wright Mills, Max Weber, Vere Gordon
Child, y autores latinoamericanos, sobre todo de
perspectiva marxista.
En los 70 y los 80: constatación de leyes marxistas
en estudios de la realidad, baja capacidad de crítica
autóctona, y presencia de autores soviéticos.
1986-1990: comienzan a publicarse algunos de los
proyectos del Programa Nacional de Investigaciones
contenidas en el Plan Quinquenal de Ciencia y
Técnica, que sale a la luz al calor del Proceso de
rectificación de errores; sin embargo, disminuyen las
publicaciones sobre Sociología. Al respecto, Aymara
Hernández expresa: «La sobre-ideologización que
sufrían las ciencias sociales, la monoteorización
dogmática y la negación a la Sociología de su papel
polemizador, crítico y de teoría social, limitaba el
interés por este tipo de publicaciones».21
En los 90: cierto auge de las publicaciones, aún no
suficientes, que se refleja en la investigación,
surgimiento de revistas, etc.22
Desde el punto de vista de personas del mundo
editorial (por ejemplo, la de Ciencias Sociales), existen
criterios importantes anexos a este proceso. El
tratamiento de las distintas especialidades dentro de las
ciencias sociales posee contrastes significativos, sobre
todo atendiendo a su posible caducidad. Los temas de
204
Ciencias sociales, retos y debates a inicios de siglo
Multiplicar espacios de publicación, la utilización más
eficiente y creativa de los espacios existentes, el aumento de
textos que versen sobre problemas epistemológicos de las
ciencias sociales cubanas y la superación de aquellas
fragmentarias, más de cara a la diversidad y a las discusiones
epistemológicas, parecen de las tareas más importantes que
acometer por los científicos sociales cubanos.
tratamiento y análisis de realidades actuales de nuestra
sociedad. Si bien, desde la década de los 90 se viene
apuntando un aumento de las visiones críticas, este
influjo no ha llegado con fuerza a la generalidad de los
textos y artículos publicados en el último período.
Introducir temas que fueron tabúes persiste como
el gran mérito de las publicaciones. Más allá de otros
elementos, el avance más extendido en esta área parece
ser mostrar datos, información, muchas veces la
exposición de resultados investigativos, y su interés
problematizador.
Aunque podemos encontrar algunos textos que
abordan críticamente nuestra realidad (sobre todo en
la revista Temas), la generalización, en las publicaciones,
de enfoques críticos y propositivos sobre nuestra
actualidad, es todavía una meta para los científicos
sociales. Una revisión de lo publicado en el período
muestra estas carencias fehacientemente. Los problemas
son abordados, descritos, analizados, históricamente
ubicados, argumentados con datos. En pocos casos se
ha superado la secuencia descripción-explicacióncomprensión. La adición de «solución» permanece
como tarea de primer orden.
Un nicho donde podrían estarse expresando, con
mayor frecuencia, enfoques críticos y propositivos sería
el de los estudios sobre desarrollo local y cultural. El
énfasis en la importancia de la participación ha
propiciado duras críticas a la centralización y tendencias
verticalistas del sistema político administrativo cubano.26
Fuera de estos marcos, pocos enfoques críticos
trascienden la enumeración de algunos «peros» o «sin
embargos», lo que expresa, en muchos sentidos,
actitudes triunfalistas. De igual manera, las pocas
propuestas existentes poseen bajos niveles de
concreción. Amén de que la elaboración de propuestas
específicas requiere del diálogo de la ciencia con las
instancias políticas y en definitiva con la sociedad,
aquellas deben trascender el listado general de cosas
por hacer, sin «cómo hacerlas» ni diseño estratégico.
De otro lado, el uso de la historia es un buen hábito
que no hemos dejado atrás; esto constituye una de
las mayores fortalezas de las ciencias sociales cubanas
publicadas. La contextualización de las problemáticas
historia son eternos, no caducan; no es así para los
estudios sobre la actualidad. La importancia estratégica
de algunos temas en determinado momento constituye
otro criterio importante. Estos son beneficiados por
las políticas editoriales, que obvian trabas y lentitudes
burocráticas y económicas. Estos asuntos se encadenan
con algo que explica Mayra Espina, refiriéndose al
período de los 90:
El tópico de las publicaciones se me presenta como
especialmente funesto [...] Al margen de escaseces, lentitudes
burocráticas y censuras, considero que la causa fundamental
de esta carencia editorial está en nosotros mismos, en
nuestra poca agresividad para elaborar y colocar textos que
recojan de forma clara y amena los resultados de los estudios
[...] y que sitúen hipótesis, conceptos y perspectivas
metodológicas que transciendan las estrechas fronteras del
análisis del fenómeno particular.23
Cualquiera de estas respuestas por separado no
resume la cuestión, pero su conjunción y entrelazamiento
aportan algo al debate.
Criticar y proponer en la actualidad publicada
El ejercicio de la crítica, su aceptación y recepción
adecuada constituye otro de los eslabones esenciales
del proceso de elaboración de propuestas y de conexión
con los decisores. En entrevista a Eliades Acosta, quien
dirigía el Dpto. de Cultura del PCC, él planteaba:
Institucionalmente la crítica no siempre se permitió, ni se
comprendió, ni se estimuló. Esto crea una actitud reflejo
de quienes están obligados por su trabajo a ejercerla. Por
cierto, no se trata de una tarea de un gremio, la crítica es una
condición consustancial al ser humano.24
Queda claro que
la crítica más que un elemento, es el medio por el cual toda
coyuntura histórica se elabora para ser eficaz. Ella potencia
la capacidad creativa de todos y cada uno de los actores que
en una sociedad tratan de reflexionar sobre sí mismos, su
entorno y el mundo en que viven, para conscientes de sus
múltiples determinaciones y reflexionando sobre ellas,
actuar.25
El mundo de las publicaciones, no muestra una
presencia generalizada de enfoques críticos en el
205
Galia Figueroa Alfonso
como «criterio de expertos», que les facilitarán el diseño
de políticas:
sociales es un elemento inherente a las reflexiones
estudiadas. Sin embargo, las periodizaciones siguen
los mismos moldes: antes y después de 1959, antes y
después de 1989, o los 90. O bien tales circunstancias
explican todas las esferas de la vida social nacional,
o nos hemos acostumbrado a pensar nuestra realidad
en segmentos históricos omni-explicativos.
Otro elemento que caracteriza estas problematizaciones
es la referencia a Latinoamérica como espacio con el
cual debemos compararnos. Entendernos como parte
de la región, con contextos y rasgos similares de base
fue uno de los logros más importantes del período
anterior, aunque el real sentido de esto no sea expresado
en muchas de las publicaciones.27
Esta separación se percibe con claridad en aquellos
textos sobre temáticas generales del desarrollo. Las
referencias a Cuba como parte de ese mundo
subdesarrollado, como consecuencia también del
neoliberalismo y de los designios del mercado mundial,
son escasas. Pareciera que Cuba es un espacio aislado
de tales influencias.
Más que un posicionamiento claro sobre cuál es la
visión del desarrollo que defender, en muchos textos
—sobre todo los de carácter general, global si se
quiere— encontramos una oposición manifiesta
a determinados enfoques, en torno a los cuales se
concentran las más duras críticas. A veces parece que
nos centramos más en la oposición a un paradigma
que en la afirmación de otro. Podría decirse que existen,
en esta esfera del pensamiento, más consensos negativos
que afirmativos.
Una descripción de áreas bien consensuadas en el
tema del desarrollo, en el contexto nacional, sería la
negación de determinados enfoques: no neoliberalismo,
no imperialismo, no capitalismo. La esfera de consensos
afirmativos en este espacio muestra: 1) unanimidad
significativa en temas muy generales (sí socialismo como
vía, desarrollo no solo económico, entre otros), casi
siempre de tipo nominal, no desglosado científicamente,
que expresa más bien un compromiso ético y, 2) una
diversidad de enfoques, no siempre contradictorios ni
nocivos para el pensamiento cubano, pero que revelan
carencias en la conformación de consensos y cierta
fragmentación en los discursos específicos sobre el tema
(local, cultural, sostenible, comunitario).
Los problemas y relaciones entre ciencias sociales y
toma de decisiones han sido tratados tímidamente por
los científicos sociales en los espacios editoriales. Varias
visiones pueden identificarse. Algunas ideales, otras
utilitarias y, muy escasamente, espacios donde se analizan
en profundidad.
Una visión bastante generalizada tiene que ver con
el uso de las ciencias sociales como instrumento de los
decisores para el conocimiento de determinados temas,
La función social que les corresponde de diagnosticar el estado
de la estructura socio-clasista, profundizar en el modo
específico de vida de las clases y otros grupos sociales que la
integran, sus características psicológicas y su
posicionamiento ideológico, con la finalidad de contribuir a la
argumentación de medidas positivas.28
Una perspectiva más completa nos advierte de la
posibilidad de utilizar las ciencias sociales en el diseño
mismo de determinadas políticas, así como de la
necesidad de una comunicación bidireccional entre
ambos campos.
Consejo Superior de Ciencias Sociales
y Humanidades
En la Resolución 132/2002 puesta en vigor finales
del 2002 por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y
Medio Ambiente se reflejaron los lineamientos
y prioridades de investigación para las Ciencias Sociales y
Humanidades en el país. El documento expuso:
En estos momentos estamos en un proceso de
actualización de las prioridades de investigación en las
Ciencias Sociales y Humanidades, cuyo objetivo es poder
contar con una agenda nacional consensuada entre diferentes
organismos, entidades y la comunidad científica y que con
posteridad someteremos a la consideración del Comité
Central del PCC.
La propuesta, según muestra el documento, fue
construida a través de la consulta con representantes
de órganos de dirección de diecinueve centros de
investigación, los Consejos provinciales de Ciencias
Sociales y Humanidades, y con la Sección de Ciencias
Sociales de la Academia de Ciencias de Cuba.
Posteriormente, en julio de 2006, se sometió a la
consideración del Consejo Superior de Ciencias
Sociales, el cual realizó catorce modificaciones que
fueron incluidas en el documento final. Este cuenta con
nueve áreas claves de resultados, que poseen varias líneas
de investigación: «Desarrollo teórico y metodológico de
las Ciencias sociales y humanísticas», «Optimización del
modelo económico cubano», «Marginalidad,
corrupción, delito y conductas delictivas», «Estructura
socio-clasista, ocupacional y socio-profesional»,
«Historia e identidad nacional, regional y local»,
«Perfeccionamiento del sistema educacional», «De la
Administración pública y el Derecho», «Relaciones
económicas y políticas internacionales» y
«Perfeccionamiento y desarrollo sostenible de la
sociedad cubana».
Las líneas de investigación de cada una desglosan
varias aristas de cada problemática. En la mayoría de
206
Ciencias sociales, retos y debates a inicios de siglo
Contribuir a la toma de decisiones
los casos, se incluyen aspectos relacionados con el
perfeccionamiento teórico de las temáticas del área
clave, muchas veces conectados con temas no cerrados
para los científicos sociales cubanos. La sistematización
del pensamiento estratégico de la Revolución cubana,
las formas de propiedad en el socialismo, el
enriquecimiento y desarrollo del pensamiento marxista
resaltan entre los más importantes.
Se brinda interés a los temas relacionados con los
problemas teóricos-metodológicos de las ciencias
sociales y humanísticas, sus relaciones con las naturales
y exactas, así como a la metodología y la aplicación al
trabajo social. Como podemos apreciar, aun cuando
el monto de las publicaciones, los eventos que se
realizan, y demás debates expresen una disminución
del interés por tales temas, sobre todo en comparación
con la década de los 90, esta inclusión en las áreas claves
del Consejo muestran o corroboran la preocupación
por los destinos de la ciencia social.
En todas las áreas están incluidas líneas de
investigación orientadas a evaluar y elaborar
propuestas que puedan revertirse en la construcción
de políticas. Tales enfoques están en consonancia con
reclamos actuales de las ciencias sociales. Si bien no
son claras las vías que conectan esas propuestas con
los procesos de toma de decisiones, sí es posible
observar, al menos a nivel enunciativo e institucional,
un claro afán de participar, intervenir y colaborar con
el diseño, implementación y ejecución de políticas
sociales.
En el campo de las publicaciones, aunque es cierto
que podemos encontrar varios de los temas considerados
prioritarios, también hay grandes ausentes. La primera
área clave, referida a temas teórico-metodológicos,
es una de las más representadas en las publicaciones,
así como la de las relaciones económicas y políticas
internacionales. Una revisión del contenido de las
publicaciones del período muestra claramente la
predilección, científica o editorial por esos temas, tanto
desde la pluma de autores nacionales como
extranjeros.
Dentro de los estudios que se aproximan a la
realidad contemporánea cubana, el tema de las
estructuras socio-económicas y las desigualdades
parece el favorito. Las problemáticas referidas al
perfeccionamiento del sistema educativo, y el combate
a los procesos de marginalidad, delito, corrupción y
reinserción constituyen grandes ausentes en la muestra
estudiada.
Los temas restantes, aunque aparezcan enunciados
en varios títulos, son tratados básicamente, desde
enfoques muy teóricos o históricos. El énfasis en las
investigaciones prácticas que permitan conformar
propuestas, tal como orienta el Consejo, no es percibido
en las publicaciones.
El tema del apoyo a la toma de decisiones se
conecta de manera directa con la posibilidad de
elaboración de propuestas, y a la comunicación con
los decisores. El espacio editorial no lo refleja de manera
clara.
Las publicaciones sobre el tema son encontradas
más fácilmente en textos publicados fuera del país, tanto
de cubanos como de extranjeros. La mayoría peca de
radicalismo. Aun cuando no sean del todo desdeñables,
son muy parcializados. En los más radicales, pareciera
que los científicos sociales cubanos fueran marionetas
estatales. La presencia de tales temáticas en el ámbito
nacional, aunque mayor, es aún insuficiente. Más que
reflexiones con algún grado de generalización, son
referenciados determinados hechos y anécdotas. Dos
hechos importantes son continuamente señalados:
1) Debates y encuentros producidos mayormente en
el período posterior al año 2000 cuando los órganos
del PCC en la ciudad de La Habana se acercaron
a científicos sociales que tenían experiencias en
determinados temas de interés.
2) Investigaciones realizadas por encargo de diversas
instituciones o de niveles altos de dirección del país,
sobre temáticas como la corrupción, la violencia
o el delito, que no fueron publicadas.
Ambos procesos son enunciados como
manifestación del interés de las instancias de gobierno
por acercarse y utilizar el trabajo de las ciencias sociales.
En temas como el desarrollo local y comunitario esta
comunicación se ha hecho más evidente. La realización
de estos estudios implica el trabajo con los decisores de
las comunidades y municipios. En muchos casos, los
proyectos de desarrollo local que se realizan incluyen la
capacitación de los dirigentes. No obstante, persisten
muchas limitaciones que son bien expresadas por los
científicos sociales: «esas relaciones no siempre fluyen,
ni están bien organizadas», «no hay realmente una cultura
política de aprovechamiento, de asimilación del
resultado de las investigaciones», «compromiso de
intervención no siempre suficientemente correspondido».
Expresiones como estas refuerzan la idea de la existencia
de un diálogo insuficiente entre las ciencias sociales y
los órganos que implementan las políticas sociales.
De otro lado, aunque válida, la utilización de las
investigaciones por encargo, cuando se necesitan, como
recolectoras de información ante determinadas
coyunturas, establece una relación unidireccional,
unilateral. De modo que se necesita una «actitud más
lúcida de la política con respecto a las ciencias sociales,
aprovecharlas más, verlas como una sospecha, utilizarlas
más para tomar decisiones», así como, de nuestro lado,
207
Galia Figueroa Alfonso
epistemológicos de las ciencias sociales cubanas y la
superación de aquellas fragmentarias, más de cara a la
diversidad y a las discusiones epistemológicas, parecen
de las tareas más importantes que acometer por los
científicos sociales cubanos.
En el mismo sentido, se hace necesaria la
multiplicación de textos que aborden temas nacionales
—sobre todo aquellos referidos a problemáticas
actuales, que reflejen, en mayor número, aspectos
entendidos como prioritarios—, desde enfoques
críticos y orientados a la construcción de estrategias,
que demuestren un compromiso serio con la esfera
pública y política del país; y una real representación
de la producción de los científicos sociales cubanos
del siglo XXI.
ganar en agilidad en la construcción de informes
(sintéticos y prácticos) que puedan contribuir, de manera
más directa, en la toma de decisiones.
Conclusiones y algunos retos
Pero ahora que se acerca saco en cuenta
que de nuevo tengo que esperar;
que las maravillas vendrán algo lentas
porque el mundo tiene aún muy corta edad.
Silvio Rodríguez
Las ciencias sociales cubanas de inicios del siglo XXI
son herederas de los cambios acaecidos durante la
década de los 90 y continuación de los retos que esta
dejó para la presente. En el último período se
acentuaron las presiones en la esfera de lo propositivo
para las ciencias sociales en general. Para ellas, los inicios
de siglo están caracterizados por una profundización,
maduración y perfeccionamiento de la agenda de
trabajo. Se ha ganado en las conexiones con los procesos
de toma de decisión, aun con niveles de efectividad
insuficientes. Han proliferado los estudios de caso. Se
pueden apreciar, en consonancia con las dificultades
económico-editoriales, una diversidad de vías de
socialización, muchas con altos niveles de informalidad.
Las carencias en el orden del acceso a la información
han marcado algunos de los rasgos enunciados
anteriormente.
Este último asunto constituye uno de los problemas
más serios de la producción científico social cubana.
Aperturas importantes en este sentido posibilitarían un
mayor alcance a las investigaciones sociales en la Isla,
así como mejores herramientas para el ejercicio de la
crítica y la elaboración de propuestas.
Quedan también por superar sectarismos y
fragmentaciones; ganar en la habilidad de construcción
de consenso, así como en el logro de espacios que lo
propicien; trabajar en enfoques transdisciplinares y en
la integración de campos del conocimiento. Constituye
un reto incrementar la presencia de las problemáticas
epistemológicas nacionales en los distintos espacios de
socialización, eventos y publicaciones.
Las publicaciones cubanas de ciencias sociales han
sufrido cierta reactivación en comparación con el
Período especial. Aunque aún son pocos los espacios
destinados a la divulgación de estas temáticas, ha habido
un incremento de textos publicados. Quedaría pendiente
priorizar la publicación de estudios sobre nuestra
realidad actual.
Multiplicar espacios de publicación, la utilización más
eficiente y creativa de los espacios existentes, el
aumento de textos que versen sobre problemas
Notas
1. Pierre Bourdieu, Intervenciones 1961-2001. Ciencia social y acción
política, Editorial Hiru, Hondarribia, 2004, p. 11.
2. Se refiere, en este caso, a las investigaciones producidas por el
Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), del
Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA).
3. Hago referencia al texto emblemático de Charles Wright Mills,
La imaginación sociológica, en su capítulo «La promesa», Instituto del
Libro, La Habana, 1969, pp. 13-43.
4. Miguel Limia David, «¿Hacia dónde van los estudios sociales?»,
Temas, n. 1, La Habana, enero-marzo de 1995, pp. 18-26.
5. Mayra P. Espina Prieto, «Cambios estructurales desde los 90 y
nuevos temas de estudio de la sociedad cubana», en Colectivo de
autores, Cambios en la sociedad cubana de los 90, FLACSO-Woodrow
Wilson International Center for Scholars, Santo Domingo, 2005.
6. Mayra P. Espina Prieto, Cuba: la hora de las ciencias sociales, CIPS,
La Habana, 1997.
7. Sin dudas la reinserción de la Sociología en el ámbito académico
cubano (1990) y su historia de «intermitencias» en el espacio nacional
ha inspirado esta búsqueda de la historia pasada de la disciplina en
función de su reconstrucción. Véase Teresa Muñoz Gutiérrez y
Aymara Hernández Morales, «Sociología y Revolución. La
continuidad de una reflexión impostergable», en Colectivo de
autores, Selección de lecturas sobre Sociología y trabajo social, La Habana,
2001.
8. Constituyen la principal excepción los estudios que bajo la tutoría
de la Dra. Teresa Muñoz, se llevan a cabo en el Departamento
de Sociología de la Universidad de La Habana sobre la perspectiva
sociológica en Cuba.
9. Sirva como excepción el trabajo de Jorge Núñez Jover, «Para
comprender nuestras ciencias sociales», Academia, v. 1, n. 1-2, La
Habana, 2001, donde se brinda una definición de ciencias sociales
y se polemizan algunos significados.
10. Es el caso de las investigaciones que respaldan este ensayo. Se
trabajó con las publicaciones cubanas que se autodenominan de
ciencias sociales.
11. Alain Basail Rodríguez, «Necesidad(es) y astucia(s) de una
sociología joven cubana», en Alain Basail Rodríguez, comp., Sociedad
208
Ciencias sociales, retos y debates a inicios de siglo
cubana hoy. Ensayos de Sociología joven, Editorial de Ciencias Sociales,
La Habana, 2006, p. 4.
22. Una revisión detallada deberá explorar más profundamente el
listado de las publicaciones de cada período.
12. «Informe de balance», XIII Plenario del Polo de Ciencias Sociales
y Humanidades, La Habana, 2009. [Inédito].
23. Mayra P. Espina Prieto, «Tropiezos y oportunidades de la
sociología cubana», Temas, n. 1, La Habana enero-marzo de 1995,
p. 12.
13. Ibídem.
14 Ibídem.
24. Isachi Fernández, «Entrevista a Eliades Acosta», La Haine,
30 de noviembre de 2007, disponible en www.lahaine.org.
15. Homenaje al profesor Víctor M. Figueroa Albelo.
25. Alain Basail Rodríguez, ob. cit., p. 2.
16. Teresa Muñoz Gutiérrez, «Los caminos hacia una Sociología en
Cuba. Avatares históricos, teóricos y profesionales», Sociologías, a. 7,
n. 14, Porto Alegre, julio-diciembre de 2005, p. 344.
26. Véase Ovidio D’Angelo Hernández, «La autogestión local como
vía para la transformacion social» y Cecilia Linares Fleites,
«Desarrollo cultural y participación en el contexto municipal
cubano», ambos en Temas, n. 36, La Habana, enero-marzo de 2004,
pp. 52-63 y 43-51, respectivamente.
17. La investigación que sustenta este ensayo, se sirvió, entre otros
métodos, de entrevistas a especialistas de las ciencias sociales
cubanas, entre los que se destacan: Juan Luis Martín, Jorge Núñez
Jover, Mayra Espina, Teresa Muñoz y Rafael Hernández. Las citas
no identificadas pertenecen a esas entrevistas.
27. Constituyen una excepción relevante los textos de la doctora
Mayra Espina.
28. Darío L. Machado Rodríguez, «Estructura socioclasista de la
sociedad cubana actual», Cuba Socialista, n. 21, La Habana, 2001.
(Énfasis mío).
18. Una revisión inicial de los catálogos de la Editorial de Ciencias
Sociales puede demostrarlo de manera clara.
19. Alain Basail Rodríguez, ob. cit., p. 4.
20. Una de las excepciones más sobresalientes es la revista Temas.
21. Aymara Hernández Morales, «En Cuba revolucionaria: espacios
intermitentes para la Sociología», en Luis J. González Oquendo y
Aymara Hernández Morales, El desarrollo de las ciencias sociales en
América Latina. Contribuciones a un balance, FLACSO-CRESALCUNESCO, Santo Domingo, 1998.
©
209
, 2010
no. 62-63:
211-214,
abril-septiembre
de 2010.
Emanciparse en movimiento: voces
cruzadas,
perspectivas
en consensos
Emanciparse en movimiento:
voces cruzadas,
perspectivas en consensos
Armando Chaguaceda
Politólogo e historiador. Observatorio Social de América Latina, CLACSO.
D
aproximamos en el ajustado espacio de estas páginas,
continúa el camino desbrozado por un colectivo que,
en entregas anteriores,4 ha auspiciado investigaciones y
diálogos entre pensadores y publicistas de diversas
procedencias, que se articulan en torno a una crítica al
capitalismo trasnacionalizado e inmersos en la búsqueda
de horizontes libertarios de convivencia humana.
Particularmente, en Diversidad, identidad y articulación...
asistimos a la difusion editorial de un sostenido proyecto
de producción colectiva de saberes y de vinculación con
movimientos y actores de izquierda en América Latina y
el mundo. En esta ocasión las lecturas cubanas se
acompañan por aportes de académicos y militantes
foráneos (en varios casos, personas en las que coinciden
ambos desempeños), para ofrecer una visión más plural
(y no solo internacional) de los fenómenos que se abordan.
Abriendo la entrega y provocando el debate,
encontramos el texto del investigador cubano Gilberto
Valdés quien, en línea de continuidad con toda su obra
anterior, ofrece un marco conceptual centrado en la
categoría de Sistema de Dominación Múltiple que, al
aludir a las diversas naturalezas del sujeto antisistémico
y los horizontes de transformación, conecta la necesaria
esde hace varios años, la editorial cubana de
Ciencias Sociales nos ha venido entregando los
textos de su colección Consensos, cuyos primeros libros
abarcaron una gama de temáticas tan diversas como la
guerra en Iraq y los resultados del 11 de septiembre,
las posturas en torno al socialismo cubano, la esencia
del liberalismo conservador, cartografias globales del
compromiso intelectual, etc. 1 Más allá de sus
limitaciones,2 estas obras tuvieron el mérito insoslayable
de socializar una agenda de temas centrales de la
conflictualidad política internacional, abordados con
una perspectiva multidisciplinar, culturalmente
ecuménica e ideológicamente orgánica para con un
proyecto anticapitalista en el siglo XXI.
Como continuidad de este empeño, en 2007 dicha
colección publicó el libro Diversidad, identidad y articulación:
construyendo alternativas desde los movimientos sociales,* a partir
de los resultados del Grupo de Investigación América
Latina: Filosofía Social y Axiología (GALFISA), del
Instituto de Filosofía.3 Este texto, al que ahora nos
* Diversidad, identidad y articulación: construyendo alternativas desde los
movimientos sociales, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007.
211
Armando Chaguaceda
de psicología y sociología, así como del enfoque
estructural-funcionalista hegemónico en la politología
triunfante después de la Segunda guerra mundial, enfatiza
la importancia de los incentivos, las formas de
organización y las dinámicas operativas de actores, con
un sesgo marcadamente individualista. Mientras la
llamada Escuela de los Nuevos Movimientos Sociales
(Alberto Melucci, Alain Touraine, Klaus Offe), nacida
en la vieja Europa, toma nota del componente identitario
que caracteriza a nuevos actores y discursos emergentes
(ecologistas, feministas, juveniles, pacifistas) no reducibles
a la contradicción capital-trabajo o los circuitos de
competencia política demoliberal, que combinan aportes
del marxismo crítico, estudios culturales ingleses, la
sociología de posguerra franco-alemana, etcétera.
En América Latina numerosos investigadores
han advertido el reverdecer de la protesta social,
particularmente beligerante tras los devastadores efectos
del Consenso de Washington. Formados en diversos
paradigmas de análisis, varios grupos académicos han
acompañado luchas reivindicativas, organizando
cátedras, redes y observatorios sociales, generando de
forma paulatina un discurso específicamente
latinoamericano sobre esta temática. En esa dirección se
destacan los valiosos aportes del Observatorio Social
de América Latina, del Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales (CLACSO), en Argentina; del Centro
de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología
Social (CIESAS), en México; y del Departamento de
Ciencia Política de la Universidad Estadual de Campinas,
en Brasil.6
Inspirado, al parecer, en los ecos de tan seductora
saga, el trabajo de Alberto Pérez nos introduce de manera
explícita en la temática de los movimientos sociales,
postula dos enfoques básicos, que el autor denomina
«extremoclasista» y «movimientista». Pérez alerta sobre
asuntos como la multicausalidad (moda y copismo
incluidos) del auge de los nuevos movimientos sociales
en su doble condición de campo investigativo y
fenómeno real, y señala con justeza la necesidad
insoslayable de comprender la relación de lo individual
y lo colectivo en la agenda de estos actores. Al reconocer
la «combinación e interpenetración entre sujetos diversos
en el continente latinoamericano, bajo las reglas de la
dominación del capitalismo neoliberal transnacional en
condiciones de dependencia» (p. 94), el filósofo pone
a dialogar la siempre presente identidad clasista con los
perfiles etarios, de género, ambientales, territoriales,
culturales, etc., constituyentes de cada actor concreto. Su
aporte, sin embargo, tiene un grupo de carencias
destacables, que es necesario advertir: no ofrece ejemplos
concretos (de movimientos o autores) que ilustren las
posturas descritas, hace poca referencia a estudios,
procesos y obras recientes sobre el tema, aborda (casi
reflexión teórica con un cierto balance de procesos
sociopolíticos en curso. Con una perspectiva similar, la
socióloga ecuatoriana Irene León aborda el fenómeno
de la diversidad en rasgos generales y rescata el valor
de identidades particulares en su constitución. Por su
parte, el axiólogo cubano José Ramón Fabelo realiza
en su propuesta un recorrido histórico por procesos y
pensadores disímiles, que reivindica el mestizaje como
matriz de identidades particulares de nuestros pueblos
frente al modelo blanco y norteeurocéntrico.
En clave histórica y comunicológica, el artículo de
la periodista y activista Sally Burch constituye una
denuncia al control de las transnacionales de la
información para mantener la hegemonía del capital.
La autora revela el potencial liberador de estos medios
ligados a las nuevas tecnologías de información y
comunicaciones (particularmente Internet) para el
movimiento alterglobalizador. De tal suerte, Burch da
cuenta de experiencias concretas como las de las
cumbres mundiales de la información y conecta los
fenómenos e ideas surgidas en este espacio, con las
agendas de género.
Varios trabajos conforman el «núcleo duro» de la
obra, tanto por su continuidad en relación con entregas
anteriores, inscritas en los libros del proyecto colectivo
GALFISA, como por los problemas desarrollados en
perspectiva teórica.5 Estos textos resultan reveladores
para el tratamiento conceptual y la constatación empírica
de procesos sociopolíticos vinculados con la crisis de
los regímenes neoliberales y la reactualizacion de las
estrategias socialistas. Me referiré en particular a los
textos de Alberto Pérez y Humberto Miranda, que
tratan, respectivamente, las temáticas de los movimientos
sociales y la autogestión, no sin antes hacer algunas breves
y (según estimo) necesarias precisiones.
Los movimientos sociales, como formas de
agrupamiento y accionar colectivos, inmersos en
procesos de conquista y ejercicio de diversas instancias y
modalidades de poder, han sido tratados desde una
pluralidad de enfoques. Algunos autores como Immanuel
Wallerstein enfatizan una lectura cronológica erigida en
torno a la teoría del sistema mundo capitalista, fruto de
la erudita empresa de indagación histórica, económica y
sociológica del pensador germano-estadounidense. Al
estudiar los movimientos antisistémicos que han sacudido
al mundo con sus luchas, Wallerstein los divide en
movimientos históricos (socialistas y de liberación
nacional), que impugnan las lógicas capital-trabajo y
centro-periferia; y los nuevos movimientos (horizontales,
pluralizados, antivanguardistas); a ambos les sirve como
parteaguas el mítico año 1968.
Por otro lado, el paradigma norteamericano
—articulado alrededor de la lógica de racional choice y la
teoría de la movilización de recursos—, hijo de aportes
212
Emanciparse en movimiento: voces cruzadas, perspectivas en consensos
en exclusiva) filosóficamente un tema que posee evidente
raigambre sociológica.7
Por su parte, Humberto Miranda rescata, desde una
perspectiva multidimensional, la idea de la autogestión,
uno de los conceptos centrales del proyecto comunista.
Despliega una crítica de la concepción que enfoca la
economía hacia procesos regidos por la ley del valor y
la febril persecución de la plusvalía; pone en solfa las
jerarquías y asimetrías inscritas en las modernas divisiones
sociales del trabajo, y cuestiona los discursos que
identifican desarrollo con crecimiento y consumismo. El
autor señala siete desafíos de una sociedad anticapitalista
que abarcan las esferas de la ética, la propiedad y la gestión
económicas, el ejercicio del poder (en su interdependencia
participación-representación) que debe definirse por
paulatina y palpable socialización del poder, saber
y propiedad (pp. 125-6).
En un análisis sucinto, pero provechoso, Miranda
describe rasgos estructurales del socialismo de Estado
aunque a ratos parece identificarlo, de manera sesgada,
con la experiencia esteuropea. Su obra debe entenderse
cómo un continuum, pues se trata de uno de los pocos
autores que, dentro del escenario cubano, explicita su
apuesta por fórmulas concretas como la autogestión, el
consejismo, la democracia económica y la planificación
participativa como «insumos» para una agenda de
refundación socialista en el siglo XXI.8 De particular valía
resulta su clara explicación de las potencialidades,
confluencias y tensiones de la relación entre el marxismo
y la herencia autogestionaria, así como la de los tres rasgos
que, a juicio del autor, permiten definir la autogestión
como orientación emancipadora de la actividad humana.
Miranda aporta un valioso arsenal conceptual que
posibilita operacionalizar su discurso, pero no precisa
elementos que delimiten los contenidos esenciales, en
el caso de nociones que tienden a confundirse entre sí.
Ello es importante porque sus tesis, si bien discurren
originalmente por los cauces de la filosofía, desbrozan
múltiples senderos cobijados por la sociología, la ciencia
política, la psicología y, sobre todo, la economía política.
Aunque las referencias al cooperativismo son bastante
claras, las nociones de autonomía, solidaridad y
participación tienden en ocasiones a confundir sus rasgos
constituyentes.
Otros autores presentan enfoques valiosos para
comprender los rumbos de la política emancipadora
en el nuevo milenio. Yohanka León aborda el tema
complejo y maltratado de la utopía, con prosa agradable
y comprensible, sin hacer por ello concesiones en cuanto
al rigor científico. Es especialmente significativo su
reconocimiento de una pluralidad utópica (de tintes
conservadores o populares), y sugiere seis dimensiones
analíticas útiles para pensar cualquiera de nuestras
identidades y horizontes de acción cotidianos
o trascendentes.
El historiador Ariel Dacal describe, en un recorrido
cronológico, las dinámicas internas del Foro Social
Mundial (FSM), haciendo gala de un marxismo crítico y
creador que nos lleva de Vladimir I. Lenin a Claudio
Katz. Al tiempo que señala el enorme aporte de los
cónclaves y redes que articulan el movimiento
alterglobalizador y sus desafíos concretos a la agenda
del capital, Dacal emite juicios importantes cuando
complejiza la discusión corriente en torno a
esperanzadores proyectos de integración como el de la
Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA)
o el Tratado de Comercio de los Pueblos,9 al señalar los
gérmenes desarrollistas y tecnoburocráticos presentes en
ellos, la necesidad de incrementar la protagónica
participación ciudadana y no la mera representación estatal
de los intereses populares en sus estructuras y programas.
Jorge Coronado y Ariane Grau ofrecen una
cronología viva y comentada del Foro Mesoamericano
(FM), donde se clarifica el debate entre Movimientos
sociales y ONG, frecuentemente invisibilizados por las
modas de la cooperación internacional, las teorías de
sociedad civil de matriz liberal y las campañas de los
mass media imperialistas. Estos autores —militantes
comprometidos— no dudan en desplegar en estas líneas
significativas (auto)críticas que aluden a los retos y carencias
del FM, sobre todo a partir del reconocimiento de su
carácter radicalmente antisistémico en comparación con
el FSM. A su vez, defienden la vocación programática
y orientadora de acción de este espacio articulador en
una región como Centroamérica, plagada de injusticias,
racismo, genocidio y promesas incumplidas de toda
índole.
Otros trabajos ofrecen interesantes enfoques.
Georgina Alfonso, desde el abordaje de la problemática
femenina, narra la experiencia de articulación entre
GALFISA y la ONG El Taller, y analiza sus resultados
fundamentales. Silvia Marcos y Blanca Chancoso, desde
la cosmovisión de la mujer indígena, señalan los efectos
concretos de las múltiples dominaciones que en su
contexto dotan de voz y rostro a la exclusión generada
por el paradigma blanco y machista, al tiempo que
ponen en el centro la dimensión ecológica y crítica de
las contradicciones generadas por las posturas del
feminismo tradicional, en relación con las mujeres de
los pueblos originarios.
Las propuestas de Isabel Rauber, desde una postura
que se reclama marxista, buscan superar las dicotomías
simples (partido o movimiento, cambio desde arriba o
desde abajo, toma del poder o vía pacífica, etc.) que
lastran no pocos análisis de procesos sociales. Su
descripción del socialismo real se convierte en una precisa
herramienta de diagnóstico y previsión para cambios
acometidos por gobiernos progresistas que intentan
superar (y no solo hacer las cosas diferentes) las lógicas
de la dominación. Esto es particularmente importante
213
Armando Chaguaceda
porque ante las fuerzas progresistas continentales ya no
solo se erige, como pasó en los 90, el imperativo de
evitar la desmoralización interna (resultante del fin del
socialismo real), y resistir el enseñoramiento del discurso
neoliberal en la vida cotidiana y las agendas públicas
regionales; se impone, para poder pensar en «socialismo
del siglo XXI», pasar balance a experiencias fenecidas y
existentes —incluidas las asiáticas y la cubana—, y articular
las nuevas estrategias y actores emergentes con la asunción
y renovación crítica de los desempeños del socialismo
del XX.
Con los trabajos reunidos en Diversidad, identidad y
articulación... se puede coincidir o discrepar en varios
acápites, excepto en su pertinencia. En sus páginas se
aprecian, en sentido general, enfoques idealizadores y
poco críticos sobre las limitaciones y distorsiones
(autoritarismos, dogmatismos, eclecticismo) que a ratos
se perciben, incluso, en el accionar de movimientos
emblemáticos como el Movimiento Sin Tierra, las
Madres de la Plaza de Mayo, o el zapatismo. Se percibe,
además, la necesidad de trascender estudios que, desde
perspectivas congruentes con las del presente texto,
aborden temáticas como la relación de los disímiles
movimientos sociales, los sistemas y culturas políticos
nacionales, los vínculos entre las diversas tradiciones de
izquierda clásica y los nuevos actores, etcétera.
Sin embargo, la pluralidad de sentires y saberes y el
compromiso militante que se traslucen de este empeño
colectivo constituyen un valor esencial. En Cuba es
particularmente urgente socializar empeños como estos,
puesto que los inciertos destinos del proceso
anticapitalista cubano, en su medio siglo de vida, se hallan
genéticamente imbricados con los rumbos de América
Latina. Cuando, a partir del masivo debate popular
convocado en 2007 (cuyos saldos no conocemos aún),
el discurso oficial optó por priorizar cierta ampliación
de derechos económicos y de consumo, unidos a una
acotada modernizacion administrativa, un refuerzo del
control sociopolítico y la disciplina laboral, y el estímulo
a formas de participación consultivas, focalizadas y
parroquiales, parece muy pertinente socializar la imagen
de que otro socialismo mejor es posible en la isla caribeña. Ello
puede ayudar a que nuestra cultura política se nutra, desde
lo íntimo a lo épico, en una suerte de pedagogía liberadora,
de las mutuas caídas, aciertos y esperanzas de las luchas
revolucionarias a escala mundial.
tanto las urgencias prágmaticas (hijas de coyunturas y encomiendas
institucionales) como las limitaciones (auto)críticas que trasuntan
las políticas culturales y, en un sentido más amplio, la cultura política
revolucionaria en la Cuba actual. Véase Hiram Hernández Castro,
«Una cultura de la política revolucionaria», disponible en
www.laventana.cu; y Armando Chaguaceda, «Sentidos y fronteras:
notas sobre un debate impostergable», disponible en http://
odapensamiento.blogspot.com/2007-04-01-archive.html.
3. GALFISA impulsa diversos proyectos de trabajo, entre los cuales
se destacan los talleres sobre Paradigmas emancipatorios en América
Latina celebrados en La Habana desde 1995 y las Cortes de mujeres
contra la violencia patriarcal. Véanse referencias y resultados de
trabajo del grupo en www.filosofia.cu.
4. Véase Colectivo de autores, Las trampas de la globalización.
Paradigmas emancipatorios y nuevos escenarios en América Latina, Editorial
José Martí, La Habana, 1999; y Colectivo de autores, Paradigmas
emancipatorios en América Latina. Diversidad y articulación de pensamientos
y prácticas, Editorial Academia, La Habana, 2005.
5. Considero que la obra de Gilberto Valdés, por su depurada matriz
conceptual, se erige como eje articulador de buena parte del trabajo
de GALFISA y amerita desde hace algún tiempo un análisis
particular.
6. Se destacan los trabajos de Emilio Taddei, Clara Algranatti y José
Seoane, en Buenos Aires; Guillermo Almeyra, Alberto J. Olvera
y Ernesto Isunza, en México, y las brasileñas Maria de Gloria Gohn,
Evelina Dagnino y Luciana Tatagiba, entre otros.
7. Entre algunos textos recientes que abordan, desde una perspectiva
transdisciplinar, estas problemáticas, véase Evelina Dagnino, Alberto
J. Olvera y Aldo Panfichi, coords., La disputa por la construcción
democrática en América Latina, Fondo de Cultura EconómicaCIESAS-Universidad Veracruzana, México, DF, 2006; Hans Jurgen
Burchardt, Tiempos de cambio: repensar América Latina, Fundación
Heinrich Boll, San Salvador, 2006, y Christian Adel Mirza,
Movimientos sociales y sistemas políticos en América Latina, CLACSOASDI, Buenos Aires, 2006.
8. En las agendas públicas cubanas (incluidas las académicas) no se
ha producido un debate maduro, sostenido, contextualizado y
totalizador del fenómeno de la autogestión socialista, y formas
afines de involucramiento popular en la gestión social, lo cual
evidencia, tanto la falta de voluntad política para propiciarlo, como
el peso de la matriz estatista del socialismo en nuestra cultura
política. Al margen de la difusión de autores foráneos como Michel
Albert, Paul Singer, Catherine Samary, en el patio solo hemos contado
con aportaciones que oscilan entre el análisis cuasi filosófico y
epistemológico, hasta artículos de matiz programático y publicístico,
de limitada constatación empírica y operativa, cuyo valor colectivo
reside precisamente en testimoniar los silencios en torno al tema y
sugerir estrategias enfocadas en soluciones concretas. Véanse los
trabajos del propio Humberto Miranda, Ovidio D´Angelo, Ramón
García, Pedro Campos, Roberto Cobas Avivar, publicados
fundamentalmente en portales como Filosofia.cu, Kaos en la red,
Rebelión, Insurgentes, entre otros.
9. A los que podríamos sumar el promisorio Banco del Sur, objeto
de atención de movimientos sociales, activistas y académicos, los
que, en carta abierta, defendieron, ante los Estados constituyentes,
la necesidad de fiscalización y participación populares en las políticas
de dicha institución. Véase http://jubileosuramerica.blogspot.com.
Notas
1. Se trata de Consensos 1. Cultura y neofascismo: disidencias, Editorial
de Ciencias Sociales, La Habana, 2003 y Consensos 2. Políticamente
incorrecto, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004.
2. Esas limitaciones no se reducen a las carencias en uno u otro
texto, o en la caprichosa selección de las obras, ya que reproducen,
©
214
, 2010
62-63: 215-227,
abril-septiembre
de 2010.
Literatura testimonial en Cuba. Repaso a unno.
«género»
tan antiguo
como reciente
Literatura testimonial
en Cuba. R
epaso
Repaso
a un «géner
o» tan antiguo
«género»
como r
eciente
reciente
Ángel Luis F
ernández Guerra
Fernández
Ensayista y editor.
N
testimonio de un tzotzil y Cien horas con Fidel, el de un
líder revolucionario internacional. Jolote sembró maíz
y Fidel cultivó una revolución, pero ambos logran
centralizar, respectivamente, un texto testimonial. Y esto
gracias a un etnólogo y a un periodista que trabajan,
cada quien, con sus métodos propios. De manera que,
hasta donde llega mi modesta opinión, prefiero
conservar el nombre de testimonio, tanto por su alcance
como por su tradicional prestigio, mientras propongo como
«sinónimo alternativo» el de literatura testimonial para
incluir así este género en la amplia órbita de las bellas
artes, como una extensión del poder de penetración
de estas últimas.
En carta fechada el 26 de febrero de 1947, el
narrador cubano —de origen español— Lino Novás
Calvo le expresaba a su por entonces amigo José
Antonio Portuondo:
o cabe duda de que el género testimonio ha
desbordado con creces los marcos tradicionales
dentro de los cuales un Martin Lienhard o un Abdeslam
Azougarh han pretendido aherrojarlo. Me parece un
poco duro aplicar este último término a esas
personalidades, pero no así cuando considero el
asombroso explayamiento de este género en las últimas
décadas, sus desdoblamientos formales y experiencias
creacionales tan disímiles. A la luz de la praxis
testimonial en América, y muy particularmente en Cuba,
hablar de «un testimonio en puridad» sería como tratar
de meter el mar en una pileta. La práctica misma de su
escritura (de sus escrituras) ha trascendido conceptos
iniciales y se ha adentrado en terrenos como el
memorialismo, la correspondencia epistolar, el periodismo,
la historiografía, la etnosociología, etc. Quizá sea el
testimonio o, mejor, la literatura testimonial, un punto
colector donde vienen a remansar sus producciones
todas estas y otras vías del pensamiento humano cuando
deciden, de alguna manera, unificarse o identificarse.
¿O es que acaso no coinciden aquí Ricardo Pozas
cuando entrevista a Juan Pérez Jolote e Ignacio
Ramonet cuando dialoga con Fidel? Jolote es el
Este enredo en que yo estoy con la novela tiene, creo yo,
más que una significación personal. Descubro varias causas:
[…] me falta tradición. Nos falta en Cuba. Motivos de
sensibilidad estragada y mediatizada nos han impedido
seguir y continuar un patrimonio literario que debió de
partir de Las Casas y llegar hasta nuestro roce, sin fusión
con lo americano.1
215
Ángel Luis Fernández Guerra
La última idea —esa de una literatura cubana «sin
fusión con lo americano»— es, de suyo, enteramente
inaceptable, fruto de una angustia de purismo
creacional, casi rayana en lo patológico. Lo que sí me
interesa destacar, con una valoración positiva, es la idea
de «seguir y continuar un patrimonio literario que debió
partir de Las Casas y llegar hasta nuestro roce». Sin
más ambages, el autor de Pedro Blanco el negrero, de los
cuentos de La luna nona y de otras excelentes
narraciones, proponía, como origen de la narrativa
cubana, nada menos que a aquellos cronistas de Indias
que llegaron a estas tierras tras las huellas de Colón.
Yendo un poco más atrás, el propio «Descubridor» le
dictaba a su escribano:
fue espacio de un renacer civilizacional y cultural
que, de repente, desembocó con fuerza arremetedora
en el XIX esclavista y de ascenso criollo. Cuando nuestra
cultura insular abandonaba su modorra de siglos y el
poeta cubano José María Heredia crecía en edad y genio
literario, surgió la primera obra —que conozcamos—
de factura testimonial escrita en Cuba; nos referimos
a las Memorias de las revoluciones de Venezuela, a esa
«dramática experiencia de un “español liberal de
América”, cuyo genuino espíritu justiciero debió
enfrentarse a sanguinarios caudillos militares hispanos
[...] que lucharon con las peores armas en el intento de
retrasar el derrumbe inminente del dominio colonial»,
como ha explicado Ángel Augier, quien prosigue: «Las
escribió en La Habana, donde, enfermo moral y
físicamente, retrasó su salida a su nuevo destino judicial
en México».4 El memorialista en cuestión es nada menos
que el padre del poeta José María Heredia: Don José
Francisco Heredia Mieses, quien vivió en Venezuela
entre 1812 y 1817 como Regente de la Audiencia de
Caracas. Las redactó entre 1818 y 1819 y vieron al fin
la luz en 1893.5
Casi cinco siglos hubieron de esperar los «primeros
testimonios hispanos de América» para verse
oficialmente incluidos en un género literario que solo
en 1970 adquiriría denominación y categoría institucional
como Premio, en el concurso de Casa de las Américas.
Tres siglos mediaban entre aquellos primeros
monumentos y las Memorias venezolanas, escritas en
Cuba por el padre del poeta y conspirador Heredia.
Desde esa fecha podemos rastrear, en los archivos
literarios cubanos, vestigios de esta modalidad que,
a partir de la Revolución de 1959, adquiriría un auge y
un reconocimiento extraordinarios. Pero volvamos atrás
en el tiempo.
En 1831 aparecían publicadas —en francés— las
memorias cubanas de la Condesa de Merlin. Radicada
en París con un título nobiliario de origen napoleónico,
la cubanita escribió en esa capital europea las deliciosas
páginas en que rememora su niñez en la Isla. Dichas
remembranzas, recogidas en Mis doce primeros años, se
vieron seguidas de Viaje a La Habana 6 (en tres
volúmenes), ejemplo temprano de travel literature en que
la Condesa atesora lo que vivió y lo que pudo haber
vivido, pero con esa gracia salonnarde que la acompañara
de por vida. Su profunda fijación con el tema de «la
Isla» (Cuba, su patria originaria) le confiere a la Merlin
esa aura romántica gracias a la cual, ya desde Bernardin de
Saint-Pièrre, llegaba a Europa la luz y la sensualidad
de las lejanas islas tropicales.
De esta cuarta década decimonónica data también
la Autobiografía7 del poeta esclavo (luego manumitido)
Juan Francisco Manzano. Redactados a pedido de
Domingo del Monte, estos recuerdos autobiográficos
XVIII
Viernes 12 de octubre [1492]: El Almirante llamó a los dos
capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de
Escobedo, escribano de toda la armada, y a Rodrigo
Sánchez de Segovia, y dixo que le diesen por fe y testimonio
cómo él por ante todos tomaba, como de hecho tomó,
possessión de la dicha isla [Guanahaní] por el Rey y la
Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se
requerían, como más largo se contiene en los testimonios
que allí se hizieron por escripto. Luego se ayuntó allí
mucha gente de la isla.2
Más tarde, los cronistas de la época de la conquista
afirmaron, con recursos escriturales de diversa índole,
que ellos eran testigos de lo que escribían y como tal lo
declaraban. Y para enlazar estas aseveraciones con el
ejemplo primero, en el que Novás Calvo, casi de hecho,
coloca a Las Casas como antecedente de nuestras letras,
no queda sino traer a colación algunas líneas del
Protector de los Indios en su muy controvertida
Brevíssima relación: «Hablo con verdad por lo que sé y he
visto todo el dicho tiempo»; «Yo vide todas las cosas
arriba dichas y muchas otras infinitas»; «Como sabemos
los que lo vimos y palpamos con nuestros ojos e manos los
ejemplos desto»; «Venimos a serviros de paz y
matáisnos; nuestra sangre quede por estas paredes en
testimonio de nuestra injusta muerte y vuestra crueldad»
(respuesta de los indios al injusto tratamiento recibido
de los españoles).3
Pienso, con absoluta seriedad, que el lenguaje de los
cronistas del siglo XVI se tiende como puente entre lo
español y lo propiamente americano. A los peninsulares
los seguirían los cronistas indios, mestizos étnicos y
culturales que heredaron una tradición lingüística
y literaria y fueron llevándola, paso a paso, a lo que luego
sería la literatura novohispana. En el continente quedaría
una fuerza indígena paralela, nutricia de una literatura
contestataria que no murió del todo y se agazapa como
oro escondido en las cordilleras y los ríos profundos;
por supuesto, ahora casi hablamos de Arguedas.
Otra fue la historia de Cuba. Siglos oscuros, de
escasísima cultura, siguieron a la primitiva colonia. El
216
Literatura testimonial en Cuba. Repaso a un «género» tan antiguo como reciente
Betancourt. En resumen, una modalidad narrativa de
difícil ubicación dentro de un estricto sentido
testimonial.
Antes de arribar a las guerras por la independencia,
período de alta condensación testimonial, podemos
revisar, de pasada, algunas otras obras perfectamente
incluibles en lo que hoy ya conocemos y aceptamos
como testimonio. En primer lugar, los diarios de
rancheadores —como el antes aludido de Francisco
Estévez—, algunos de los cuales, pese a su carácter de
«literatura de noria», pasan la prueba de fuego de la
monotonía. Me refiero concretamente a los de José
Pérez Sánchez, en Pinar del Río, y José Rafael Parrado,
en Puerto Príncipe, este último casi un ejemplo del
género policial de su época.11 Pensemos también en la
Autobiografía de Gertrudis Gómez de Avellaneda
(de 1839, aunque publicada en 1914); páginas de
apasionado romanticismo que adquieren la categoría
de un testimonio íntimo, como en el siglo siguiente
sucedería con Dulce María Loynaz. Pensemos asimismo
en el, por otras razones, famoso Anselmo Suárez y
Romero (autor de la novela Francisco), quien dejó páginas
personalísimas en Mi vida de preceptor y en el Prólogo
a Obras de Ramón de Palma.12
Y, casi como colofón de este período, no podemos
dejar de mencionar «Vida de José Antonio Saco. Escrita
por él mismo en los primeros meses del año 1878»,
texto igualmente de línea testimonial, aparecido en Revista
Cubana, 1894. Y digo «casi» porque no desearía pasar
por alto el Diario llevado por el primo de Félix Varela,
Buenaventura Morales, durante el viaje de ambos a las
Cortes de España (18 de abril-7 de junio de 1824);
páginas que, aunque irrevocablemente perdidas,
evocaron a uno de nuestros hombres mayores del XIX.
Entonces llegó la guerra y, con ella, esa literatura
testimonial que, gracias a Ramón Roa y a Ambrosio
Fornet, conocemos bajo el rubro de «literatura de
campaña». El ilustre prosista de las luchas por la
independencia —abuelo de Raúl Roa— utilizó el
término, con todo el poder corrosivo de su ironía, para
poner en solfa la baba periodística con que los españoles
celebraron «su victoria» sobre una tropa venezolana
llegada a Cuba en ayuda de los mambises. El término
«literatura de campaña» fue retomado seriamente por
Fornet para bautizar cuanto de bueno se escribió
entonces —por y sobre nuestros mambises— como
testimonio patriótico de aquellas contiendas.13
No es momento para extendernos sobre este tema,
si pensamos, con la debida consideración, en el libro
de Diana Iznaga, Presencia del testimonio en la literatura sobre
las guerras por la independencia nacional (1868-1898),14 cuyas
páginas contienen un amplio y sustanciado estudio de
la literatura que motivaron nuestras gestas libertarias.
Solo mencionaremos, entre otros, El presidio político en
describen la triste niñez del esclavo y sus años de
sumisión en la casa señorial. De Manzano, dice el
profesor marroquí Abdeslam Azougarh: «No escribe
su autobiografía para ajustar cuentas con su pasado
o para encontrarle un sentido a su existencia, sino que
escapa a las reglas del género autobiográfico escribiendo
su vida para poder, al fin, vivirla».8 Paradójicamente,
una vez manumitido, Manzano perdió sus dotes de
poeta y no volvió a escribir. Al parecer, fue el único
esclavo que escribió un texto autobiográfico en la
América hispana.
De estos años data, asimismo, Excursión a Vueltabajo,9
que nos legara el autor de Cecilia Valdés, también en la
línea de la travel literature. No por incluir algunos relatos
«nada personales», la «excursión» que hace Cirilo
Villaverde a sus tierras de origen, en la provincia
pinareña, deja de poseer un valor testimonial muy del
estilo de un autor amante del costumbrismo, quien, de
paso, rescató en esas mismas tierras nada menos que
el diario de un famoso rancheador de esclavos: el
tenebroso Francisco Estévez. Villaverde aprovechó
datos de este diario, así como de Excursión a Vueltabajo,
para la tercera parte de su Cecilia Valdés. Diario del
rancheador,10 dictado por Estévez a su hija, solo vio la
luz —a pesar de los intentos publicísticos de
Villaverde— en 1982, en plena Revolución cubana, y
fue precedido de una necesaria e inteligente
«Introducción» de Roberto Friol.
No pensamos que la llamada literatura costumbrista
deba adscribirse, por derecho propio, al género
testimonio. Inspirada en la obser vación de las
costumbres populares, las más de las veces esta
modalidad no pasa de ser una «recreación» de lo
pulsado en la vida popular cubana de la época, llevada
al papel con fuertes visos autorales de carácter «genérico»
y no precisamente particular. Si se prefiere, puede
comparársela con la pintura costumbrista, que recreaba
escenas de la vida cotidiana, pero no las «fotografiaba».
De las páginas costumbristas, cuando saben serlo, salta
un efecto de verosimilitud que puede confundirse con
lo testimonial directo; pero solo se trata de un hecho
creacional y no de una toma directa de la realidad.
Estamos entonces ante una recreación tipológica de
escenas a partir de realidades observadas; o, si se quiere,
una mera síntesis de escenas vividas o de relatos
escuchados y llevados, quiérase que no, a la fragua
tipológica. Sin embargo, en tanto lectores, a veces
quedamos impresionados por el pálpito directamente
vivencial con que se plasman algunos trozos
costumbristas, y pensamos entonces que, sin duda, están
tomados como si fueran fotografías de «escenas vivas»
que el escritor presenció y trasladó tal cual al papel como
quien revela una foto. Es el caso de «Las tortillas de
San Rafael» y de «Los negros curros», de José Victoriano
217
Ángel Luis Fernández Guerra
Cuba,15 de José Martí: de breve extensión, pero la
necesaria para que el gran cubano, apenas un adolescente,
dejara constancia de las atrocidades a que eran
sometidos quienes se pronunciaban contra el dominio
español en Cuba colonial. Desde Yara hasta el Zanjón,16
de Enrique Collazo, para cuya edición de 1990 escribió
Julio Le Riverend:
párrafo anterior. De la Cruz es un excelente narrador y
artista, todo un literato; sin embargo, redactó sus
Episodios... sobre auténticos datos de actores y
abonadísimos testigos, junto con las noticias de la
tradición oral. Un hombre que plasmó, con todo
corazón y entrega, instantes de una guerra libertaria
nacional en la que él, por motivos de su delicada salud,
no pudo participar con las armas en la mano.
Personalidad que contrasta con la de José Isabel Herrera,
el jovencísimo soldado del Ejército Libertador que se
echó a la manigua con catorce años. Apodado
«Mangoché», ingresó en el Ejército el 15 de septiembre
de 1896 y permaneció en sus filas hasta el 24 de agosto de
1898. Toda la guerra la libró en el regimiento Calixto
García, fundado por el coronel Aurelio Collazo, cuerpo
que operaba en la provincia habanera. Le dictó sus
memorias a una sobrina suya; páginas que conocieron
una primera edición en 1949, en modesto formato.
En 2005, estas Impresiones de la Guerra de Independencia26
reaparecieron con nota del editor Luis M. de las
Traviesas y prólogo de Francisco Pérez Guzmán, quien
se encargó de los estudios para esta edición crítica.
Raimundo Cabrera completa el siglo XIX cubano con
una narración de acentuados valores testimoniales. Nos
referimos a Mis buenos tiempos (Memorias de un estudiante),27
publicado en 1891, cuyo autor, de sostenida inclinación
testimonial, relata peripecias vividas en sus años mozos.
Cabrera, sin llegar a fascinar, fue un atendible prosista
que, casi al final de su existencia, nos legó otro relato de
temática personal: Mis malos tiempos (1920).
Ya en pleno siglo XX, pero en el provincial marco
decimonónico de Matanzas, escribe Dolores María de
Ximeno y Cruz unas prolijas memorias que luego
Fernando Ortiz, editor de fino olfato, se encargará de
publicar en dos tomos con el título de Aquellos tiempos
(1928-1930). En 1983, una vez suprimidas las páginas
que no constituían un legítimo testimonio personal,
Ambrosio Fornet apadrinó la edición de este libro,
prologándolo y dándolo a la luz bajo el título Memorias
de Lola María.28 En su muy certero prólogo a esta obra,
escribe Fornet:
Es lógico que Collazo, como otros patriotas, contara la
historia revolucionaria aprovechando sus experiencias
personales [...] el testimonio de los actores tiene una superior
fuerza y riqueza: aun cuando ellos hagan al mismo tiempo
una especie de historia de su acción y de su pensamiento
propios, este como subjetivismo puede ser para los
científicos y los lectores del futuro un elemento fundamental
en la reconstrucción crítica del pasado.17
Dejó además Collazo una Autobiografía que, por lo
que sabemos, aún permanece inédita. La Guerra de
los Diez Años (1868-1878) nos dejó, por otra parte,
La revolución de Yara,18 de Fernando Figueredo, y esas
jocosas y a la vez dramáticas escenas que nos legara el
ya mencionado Ramón Roa: «A pie y descalzo» y
«Montado y calzado», recogidas en el tomo Con la pluma
y el machete,19 de la colección Literatura de Campaña.
Habría que añadir a estos textos mambises del 68, las
remembranzas de James O’Kelly, el irlandés que tan
corajudamente se desempeñó en nuestras gestas
guerreras por la independencia: a él le debemos el título
La tierra del mambí.20 Y de la Guerra de Independencia
(1895-1898) nos llegan Mi diario de la guerra (en dos
tomos), de Bernabé Boza; Crónicas de la guerra, de José
Miró Argenter; Diario de campaña de un catalán mambí,
memorias que dejara José Oller Aragay; y Con el rifle al
hombro, pasajes del mambí Horacio Ferrer, quien
continúa sus recuerdos con los trajines antimachadistas
y, luego, el encontronazo con los militares de Batista
desde el Hotel Nacional.21 Mención especial merecen
los diarios de guerra, como los llevados por próceres
de la talla de Carlos Manuel de Céspedes, Máximo
Gómez y José Martí. De este último contamos con
esas joyas que son Diario de Montecristi a Cabo Haitiano y
el de Cabo Haitiano a Dos Ríos.22 Nunca los escribió para
que fueran publicados: «En este diario —dice Ezequiel
Martínez Estrada— está el modo de ser de Martí, más
que su modo de escribir, aunque el estilo sea de la calidad
más conspicua y genuina».23
En este rápido vistazo a la literatura de campaña
del XIX , mencionaremos los hermosos relatos de
Máximo Gómez, «El viejo Eduá (o mi último asistente)»,
«Notas autobiográficas», «La odisea del general José
Maceo» y «Mi escolta», este último relativo a la guerra
final de independencia.24
Los nobles relatos que con el título Episodios de la
revolución cubana25 nos legara Manuel de la Cruz no tienen
la pureza testimonial consustancial a los evocados en el
El testimonio comparte con la novela esta virtud [un
género básicamente impuro, con un alto grado de
contaminación ambiental], pero contrayéndola a los límites
de la propia experiencia [...] Las obras más profundas y
ambiciosas del género, de las que solemos decir
hiperbólicamente que son el testimonio de una época, no
dejan de ser por eso el testimonio de una clase o de los
conflictos inherentes a la lucha de clases.29
Lo dicho arriba le viene de perillas a otro texto
escrito un poco antes, también de entraña testimonial,
y que preludia los años por venir. Se trata de las
memorias del Carlos Loveira anarco-sindicalista: De los 26
a los 35: lecciones de la experiencia en la lucha obrera, 1908-1917.30
218
Literatura testimonial en Cuba. Repaso a un «género» tan antiguo como reciente
señalar las transmutaciones públicas y personales en que
he sido testigo, actor o sujeto, y que quisiera describir en
este libro, seguro de encontrar eco en muchos jóvenes de
mi carrera en América [...] He tomado mi vida para
fundamento de este libro, no tan solo porque es lo que
más perfectamente conozco —y aparte de que, francamente,
no me creo capaz de escribir sobre hechos o personajes
imaginados, sino también porque deseo liquidar la etapa
pasada de mi existencia y consignar mis recuerdos de una
época, durante la cual he tomado parte activa en hechos
que constarán en la historia de Cuba.36
Sus experiencias en la lucha obrera y sus trajines de
orientación laboral lo llevan de Cuba al «paraíso»
yucateco, en un febril marco de anarquismo típico del
momento, que para nada presagia al futuro Loveira, ya
cómodamente instalado como escritor y novelista de
éxito. Es aquel un libro clasista en que el joven obrero
plasma su visión política del mundo.
Y ahora entramos en otro período de literatura
testimonial, el correspondiente, en Cuba, al despertar
proletario, anticolonialista y de solidaridad con la
República española, durante la Guerra civil (1936-1939).
Es un espacio bien estudiado por Ana Cairo,
particularmente en La Revolución del 30 en la narrativa y el
testimonio cubanos. 31 Remitimos a su lectura para lo
concerniente a este período de la literatura testimonial,
sin por ello dejar de recordar aquí que estos autores
En este texto, destaca la participación del autor en
la expedición sobre Gibara.
A modo de conclusión de la etapa testimonial
prerrevolucionaria, detengámonos de momento en dos
textos autobiográficos: Mi casa en la tierra, de Loló de
la Torriente, y Un verano en Tenerife, de Dulce María
Loynaz. 37 El primero cuenta con una reedición
aumentada (Testimonio desde dentro, 1985) y recoge las
vivencias privadas y políticas de su autora en Cuba y
México, país este último donde residió largos años y
que marcó su vida en forma imborrable. En tanto que
Un verano en Tenerife aparece más bien como una pieza
de travel literature, de intensas calidades poéticas,
delicadísimo documento de una luna de miel en
Canarias que la autora perpetuó en un tenue encaje de
prosa insuperable y que no por su acendrado y fino
lirismo deja de poseer cargas vivenciales poderosas, o
tanto más por ello mismo.
Obras de esos momentos, como las crónicas
periodísticas de Waldo Medina y las de Onelio Jorge
Cardoso —compendiadas estas últimas en el tomo
Gente de pueblo—,38 si bien anteriores a la Revolución,
aparecen recogidas, la primera en 1978 bajo el título
Cosas de ayer que sirven para hoy;39 la segunda, en nueva
edición (1980), que calza la posterior empresa de Onelio,
escrita ya en plena Revolución: Gente de un nuevo pueblo.40
La excelente autobiografía de Marcelo Pogolotti, Del
barro y las voces, si bien publicada en 1968, podemos
inscribirla en este período; lo mismo ocurre con las
memorias en que Dulce María Loynaz evoca su vida al
lado de Pablo Álvarez de Cañas (Fe de vida).41
Entonces vino la Revolución y, con ella, el auge del
testimonio. Pero, como decíamos, el género no se
consolida
Descargar