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Luis Benedicto. Sangre ranchera. Edición de Lourdes Franco Bagnouls
y Felipe Francisco Aragón Díaz (recopilación y prólogo). México: Uni­
versidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones
Filológicas, 2009 (Deuda Saldada, 1). 95 pp.
El paso del tiempo ofrece nuevas perspectivas que enriquecen el desarrollo y
crecimiento de una cultura; sin embargo, el olvido también interviene en ese
transcurrir. La indiferencia, posiblemente la poca visión de los críticos y de la
sociedad del momento, así como la atención inflexible hacia el canon existente,
son algunos factores que entorpecieron y velaron el conocimiento o acceso a
obras de gran calidad que pudieron llegar a trascender. Sin duda, este es el caso
de Sangre ranchera, de Luis Benedicto, escritor jalisciense, cuyo trabajo merece
ser revalorado.
Conciente de ello, Lourdes Franco inicia una labor pendiente y por demás
necesaria para proporcionarnos una visión más amplia de la literatura mexica­
na. De esta manera, nace la colección “Deuda Saldada”, la cual reúne peque­
ños números monográficos, que no sólo buscan “modificar el canon existente”
sino también “actualizar en ediciones correctamente preparadas” dichas obras.
“Deuda Saldada” está pensada, entonces, como un espacio para dar a conocer
a los lectores contemporáneos a aquellos autores cuya escritura conserva “aire
vivo”, pero que han quedado ocultos en el desván del papel y la tinta.
Esta colección se inaugura con Sangre ranchera de Luis Benedicto, escritor
nacido a finales del siglo xix y, por tanto, partícipe y crítico de un período cru­
cial de la historia del país: el gobierno de Porfirio Díaz y la Revolución. A pro­
pósito, Francisco Aragón (†) presenta en el prólogo un panorama general tanto
del autor como de su labor literaria; así, nos informa que, ante la ocupación
obregonista de 1914, Benedicto se une a la revolución villista, sucesos que años
más tarde escribiría en un texto autobiográfico. Ahí cuenta “cómo, dentro de
la ‘bola’… conoció al mismo Villa… y recibió el influjo, decisivo para su obra,
del doctor Mariano Azuela” (10).
Después de este episodio, poco se sabe del destino de Luis Benedicto. Se le
ubica en el estado de Tamaulipas a partir de 1927, donde retoma su carrera pe­
riodística y colabora con el diario El Mundo de la ciudad de Tampico. A partir
de 1931, comienza su actividad literaria con obras de ficción, con la novela Los
guerrilleros y publica en El Universal Ilustrado: “El jarabe tapatío”, “El pueblo
está de fiesta”, “Escopeta de dos cañones” y “Dos amores”. Estos tres prime­
ros relatos servirán de base para la realización de Sangre ranchera. Incursionó
también en el género poético, participó en los Juegos Florales de 1934 y fue
ganador del primer lugar con su poema “Salmo de Esperanza”. En el mismo
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guerra
/ Benedicto. Sangre ranchera
año da a conocer Leyendas y tradiciones de Tampico. Un año antes estrena su
obra dramática “Los de Abel”. En el diario El Mundo publica, por entregas, su
segunda novela “En la paz porfiriana” y una serie de reportajes titulados: “La
dama degollada”, “Amores malditos” y “Entre agua y fuego”.
Benedicto tenía en mente un proyecto ambicioso, el cual consistiría en la
elaboración de una serie de novelas histórico-costumbristas, así lo explica él mis­
mo: “Forman su plan treinta novelas, repartidas en diez volúmenes, bajo el ró­
tulo general de ‘Jornadas Nacionales’. El período novelado se divide en diez
etapas, marcadas éstas […] por los cambiantes de transformación dentro del
panorama social” (16-17). En la paz porfiriana es el primer volumen, y el úni­
co sobreviviente, de dicho proyecto. Éste se divide en tres partes conformadas
por novelas relativamente independientes, la primera de ellas es, precisamente,
Sangre ranchera, a la cual le siguen En la corte del dictador y Tierras fecundas.
Tal contexto permite explicarse, no sólo cómo fue concebida la novela aquí
presentada, sino también el por qué fue elegida ésta, y no otra, para su publica­
ción. El ámbito histórico en el que vivió el autor se refleja en la obra, narrada
con un estilo aparentemente sencillo, pero nutrido de simbolismos. La mirada
crítica ante la política y la sociedad costumbrista y nacionalista del momento,
así como el humor incisivo, son constantes. Los escenarios descritos abren un
sendero para que el lector pueda acceder al ambiente de la primera mitad del
siglo pasado y, de esa manera, recrear acontecimientos, ideas y formas de vida
que, no obstante la distancia temporal que los separan de nuestro presente, en
muchos aspectos continúan vigentes.
Sangre ranchera inicia con la introducción de su protagonista don Valentín,
nombre que ya descubre el tipo que representará dicho personaje: “ranchero
más testarudo y mañoso de toda la rancherada” (25). La novela tiene como eje
la vida de este hombre aguerrido, nacido en la pobreza pero que, con tenacidad,
adquiere fortuna, para después convertirse en el más rico de su pueblo. Los tres
hijos de don Valentín representan lo opuesto a él: Ignacio, el primogénito,
“salió holgazán y parrandero” (31); Teresa abandona la vida doméstica para la
que fue educada, para “entregarse a noviazgos y coqueteos” (34); y Salvador,
muchacho con “aire femenil” y vocación por el estudio (48). La maestra del
pueblo, mujer ejemplar, de quien está enamorado don Valentín, funge como
mediadora entre éste y sus hijos.
A lo largo de la obra observamos las costumbres y tradiciones de una sociedad
rural, sus ideas conservadoras, el paternalismo y autoritarismo, simbolizados en
la personalidad de don Valentín, paradigma del régimen porfirista. También son
visibles los contrastes entre la ciudad y el pueblo, el ambiente de modernidad y,
al mismo tiempo, de decadencia de la urbe frente al tradicionalismo y atraso de
la provincia. Asimismo, Benedicto logra definir muy bien las jerarquías en sus
personajes, análogas a la estructura de la nación.
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Por último, es oportuno comentar que la obra de Benedicto bien podría
ser el antecedente de Juan Rulfo, pues aunque la prosa del primero resulte un
tanto más pintoresca y con regulares pinceladas de humor, a diferencia de la
de Rulfo, más desoladora y sórdida, mantienen ciertos rasgos en común, por
ejemplo, la escritura fluida, natural, el lenguaje popular, la penetración en los
instintos humanos y, el más evidente, la crítica social, incisiva pero sutil. De
igual forma, podrá corroborarse la existencia (o ausencia) de paralelismos entre
Benedicto (como él mismo lo confiesa) y Mariano Azuela o con Heriberto Frías
y Agustín Yáñez.
Con lo anterior, cedo el paso al lector interesado que desee introducirse en
el conocimiento, la polémica o la crítica de la obra de Luis Benedicto. Indepen­
dientemente de lo que pueda llegar a suscitarse después, se podrá constatar que
Sangre ranchera es una obra vigente, actual y que, al mismo tiempo, constituye
un testimonio de nuestro pasado. De tal manera, con la publicación de Sangre
ranchera de Luis Benedicto, novela por demás reveladora, la deuda comienza
a saldarse.
Dafne Iliana Guerra Alvarado
Facultad de Filosofía y Letras, unam
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