La Universidad católica

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Conferencia en la Pontificia Universidad de Santiago de Chile
(Mayo 2014)
La Universidad católica: pastoral e identidad
En marzo del 2000, al nombrarme obispo de
Angers, el Santo Padre me confiaba simultáneamente la
Universidad católica del Oeste está vinculada al obispado.
El mundo académico no era desconocido para mí, puesto
que ya había ensenado teología moral fundamental, primero
en el Instituto Católico de Toulouse y después en la
Universidad de Friburgo (Suiza); más en ninguna de esas
ocasiones
había
asumido
responsabilidades
administrativas. ¿Cómo debía yo ejercer mi cargo de Gran
Canciller? Las reflexiones y observaciones que os voy a
exponer, provienen en gran parte de mi experiencia
personal.
Al poco tiempo después de mi llegada, me
propuse seguir unas pautas de conducta para dar un
impulso y un contenido más preciso a cada una de las
realidades designadas por las tres letras de la sigla U.C.O.
Aquello no fue fácil. U.: antes que nada, era necesario
conseguir una aceptación y una valorización por parte de
las autoridades públicas, como cualquier otra universidad,
igual de exigentes o incluso más que las del Estado. Nunca
quise resignarme y acatar el punto de vista de la ley
nacional, admitiendo que las universidades públicas eran las
herederas legítimas de las universidades primitivas, todas
nacidas en el seno de la Iglesia, mientras que a las
1
universidades creadas por esa misma Iglesia en la segunda
mitad del siglo XIX, se las excluía de esa herencia.
Sin embargo, esas dificultades no se comparaban
en nada con los obstáculos que se presentaban en el camino
de la aplicación de la segunda letra de la sigla, C. Al
recibirme, el rector de la Universidad me había resumido la
situación de esta manera: “Un tercio de los profesores se
sienten unidos a la dimensión católica de la facultad y la
escogieron por esa razón, un tercio se le opone y acecha la
mínima ocasión para hacerla desaparecer, al último tercio le
es totalmente indiferente”. No pasó mucho tiempo para
que yo comprobara que su descripción era exacta. ¿En tales
condiciones, cómo justificar la apelación católica? ¿Cuál es
el sitio y las funciones que debe ocupar la pastoral dentro
de la universidad? ¿En qué medida la pastoral puede
contribuir a modelar la identidad de la misión educativa? Os
invito a reflexionar sobre estas cuestiones.
I Una de las PRIMERAS «POTENCIAS EDUCATIVAS»
Los casi cinco años pasados en la Congregación
romana para la Educación Católica, ampliaron mi
perspectiva. La Iglesia católica puede enorgullecerse de su
enseñanza superior. Empezando por el número. El
aumento ha sido considerable en los últimos cincuenta
años: la cifra global de las universidades católicas ahora se
aproxima a los 1 300 y las solicitudes de creación se
multiplican. Los sectores más dinámicos se encuentran en
América latina, en África y en India. Si además se suman las
250 000 escuelas que afirman tener una afiliación católica,
fuera de África y de Asia, llegamos a la conclusión de que la
2
Iglesia se ha convertido en una de las primeras potencias
educativas del mundo.
No obstante, quisiera destacar específicamente
la calidad de la enseñanza. En América latina, por ejemplo,
las universidades católicas son consideradas como las
mejores del continente. Según la clasificación del QS World
University Rankings del 2013, sobre unos 2500
establecimientos, la Universidad Pontificia de Santiago de
Chile se clasificaba entre las doscientas mejores del mundo,
y en tercera posición en Latinoamérica. El ministro de la
educación de este país, una socialista, que me recibió en el
2009, me confesó que cuando se preveía lanzar una reforma
de la educación en su país, se empezaba por solicitar las
opiniones de las universidades católicas… En marzo del
2012, mientras descubría el magnífico campus
norteamericano de Notre-Dame, me percaté de que eran
varios los profesores de universidades prestigiosas tales
como Yale o Princeton que venían a dar clase. En Italia, no
es nada infrecuente que la televisión pública solicite la
opinión de los investigadores de las universidades católicas,
como la del Sacro-Cuore, en Milán, para analizar tal
fenómeno social o las repercusiones de tal descubrimiento
científico.
Sin embargo, en cualquier parte del mundo, la
misma pregunta vuelve a surgir con insistencia, como un
leitmotiv: ¿Qué es una universidad católica? La
secularización, aunque bien diferente de un país a otro, que
concierne hoy en día la mayoría de nuestras sociedades, la
mezcla social, el pluralismo de las tradiciones espirituales, la
desconfianza hacia todas las religiones que predomina en
Occidente, muy a menudo acusadas de ser vectores de
división social y factores de violencia, y, en paralelo, el
3
incremento del indiferentismo masivo hacia toda dimensión
transcendental de la existencia humana, caracterizan el
contexto en el cual se desarrolla hoy en día la educación. En
su exhortación apostólica Evangelii gaudium, el papa
Francisco afirma con insistencia: «El proceso de secularización
tiende a reducir la fe y la Iglesia al ámbito de lo privado y de lo
íntimo. Además, al negar toda trascendencia, ha producido una
creciente deformación ética, un debilitamiento del sentido del pecado
personal y social y un progresivo aumento del relativismo, que
ocasionan una desorientación generalizada, especialmente en la etapa
de la adolescencia y la juventud, tan vulnerable a los cambios»
(§64).
Con este nuevo enfoque, nos podemos disponer
a explorar las condiciones de la identidad católica en los
institutos de estudios superiores que han sido confiados a la
Iglesia.
Previamente, deseo plantearos esta pregunta:
¿Por qué la Iglesia siente la necesidad de crear y administrar
universidades? Los Padres del Vaticano II habían dado una
respuesta: las instituciones católicas deben consolidar una
presencia “pública, estable y universal del pensamiento
cristiano en el empeño de promover la cultura superior y
que los alumnos de estos institutos se formen hombres
prestigiosos por su doctrina, preparados para el desempeño
de las funciones más importantes en la sociedad y testigos
de la fe en el mundo”1.
Para completar esta respuesta, consideremos
esta observación complementaria: para la Iglesia, la
universidad católica es un modo privilegiado de formar
1
CONCILIO VATICANO II, Declaración Gravissimum educationis, n. 10.
4
parte de la cultura del país, y de ejercer en ella como un
agente dinámico y activo. ¡Sabiendo hasta qué punto las
sociedades secularizadas anteponen las competencias
profesionales y sociales delante de cualquier otra cosa,
imaginemos cual sería la credibilidad de la Iglesia, si los
mejores economistas, los mejores científicos, los mejores
arquitectos proviniesen todos de sus universidades, o mejor
aún, si la moral sexual católica fuese explicitada y defendida
por los mejores médicos! Tal y como lo decía Juan-Pablo II:
para la Iglesia católica, el mundo de la educación es “un
campo privilegiado para promover la inculturación del
Evangelio”2. El papa Francisco recordaba de manera
similar este pensamiento: “Las Universidades son un
ámbito privilegiado para pensar y desarrollar este empeño
evangelizador de un modo interdisciplinario e integrado.”
(EG 134). Queda claro que el buen funcionamiento de la
Universidad es un tema de alta importancia para los papas
de estos tiempos modernos.
II PASTORAL Y COMUNIDAD CRISTIANA
En los escritos de estos dos papas hallamos dos
expresiones similares: “inculturación(o inculturización) del
Evangelio”, con Juan-Pablo II, y “empeño evangelizador”
según el Papa Francisco. El anuncio del Evangelio se
encuentra en el centro de toda pastoral. Un artículo reciente
que acabo de leer decia: “Lo que importa es evangelizar no
de un manera decorativa, aplicando un barniz cristiano
superficial a una persona, pero abriéndole la posibilidad de
encontrar a Cristo y de vivir su misterio”3. Cuando
entrevistaba a los agentes de la pastoral de mi diócesis o de
2 JEAN-PAUL
II, Discurso al Consejo Pontifical para la Cultura (15 enero 1988), n. 5, Insegnamenti, 11/1
(1988), p. 103.
3 V. GUIBERT, L’unité des sacrements de l’initiation chrétienne, ‘Nouvelle Revue Théologique” 136/1, janv.mars 2014
5
mi Universidad, les daba una consigna sencilla: la pastoral
pretende esencialmente hacer conocer y querer a Jesucristo.
En esta charla quisiera exponer y defender dos
convicciones : la pastoral universitaria implica ante todo
que sea constituida una comunidad cristiana dentro de la
Universidad misma, y segundo, que la comunidad educativa
entera se ponga al servicio de la búsqueda de la verdad.
1°) La necesidad de una comunidad confesante
¿Qué es lo que califica a una institución de
estudios superiores como siendo católica? ¿Cuáles son las
diferencias que existen entre las universidades católicas y las
demás?
La respuesta que nos viene en mente más a
menudo sostiene que la Universidad católica es un centro
católico académico caracterizándose, ante todo, por la
presencia de personas quienes, animadas por la fe y la
lealtad al magisterio de la Iglesia, obran por el renacer del
orden temporal dentro del campo especifico de la
educación superior4. Esta respuesta suena correcta:
efectivamente, es recomendable que los profesores de una
Universidad católica sean en gran parte, católicos
convencidos y practicantes; y ello es aún más preferible
cuando ejercen responsabilidades tales como las del rector y
del decano. Sin embargo, el riesgo es que los profesores, los
responsables y el personal administrativo actúen como
individuos solos: su buena voluntad, su compromiso y su
testimonio quedarían relegados al ámbito individual más
que al nivel institucional.
4
Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución Lumen gentuim, n. 37.
6
Ahora bien, una Universidad representa algo más
que una serie de individuos, es más que un grupo de
personas pensando lo mismo y trabajando juntos para la
promoción de la educación superior. Es precisamente
como instituciones que las universidades católicas
presentan un “ethos especifico”, una conciencia que perdura,
aun cuando unos individuos dentro de la institución misma
la traicionan”5. Más aún, las facultades católicas de
enseñanza superior son expresiones estructuradas de la
misión de la Iglesia; ya que representan instituciones
reconocidas públicamente cuyas actividades académicas
fundamentales, la escolarización y el servicio, “deberán
vincularse y armonizarse con la misión evangelizadora de la
Iglesia”6. Como tales, las universidades aceptan los
derechos y las responsabilidades resultantes de su relación
visible con la Iglesia local y universal.
Como bien lo dijo el papa Juan Pablo II, es
por ello mismo que la Universidad católica debe manifestar
« una inspiración cristiana por parte, no solo de cada
miembro, sino también de la Comunidad universitaria
como tal »7. Es decir que ha de garantizar de manera
institucional y no solo personal, una auténtica presencia
cristiana en el mundo universitario. Ante todo, esta
presencia es sostenida por la comunidad cristiana.
2°) El perfil de la comunidad cristiana
- En mi primera visita a la Universidad de
Angers, era mío el deseo de poder celebrar la misa. Me
5
Francis GEORGE, « Catholic Higher Education and Ecclesial Communion », Origins, 28/35 (18 febrero
1999), p. 611; cf. Donald WUERL, « The Institutional Identity of a Catholic University », Origins, 29/15 (23
septiembre 1999), p. 234.
6 JEAN-PAUL II, Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae, n. 49.
7 JEAN-PAUL II, Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae, n. 13.
7
explicaron que la capilla corría el riesgo de derrumbarse y
por lo tanto, estaba prohibido entrar en ella. La Universidad
había invertido sumas considerables para crear nuevos
institutos; en cambio había sido incapaz de restaurar la
capilla. Con lo cual, en las pocas ocasiones que se
presentaban, se celebraba en un anfiteatro o en una sala
más pequeña. Esta situación era propiamente indebida :
toda universidad católica ha de tener a disposición un lugar
de celebración visible y central, al igual que un pueblo
construido alrededor de su iglesia, abierto durante el día y
pudiendo así acoger a quienes deseen recogerse, ofreciendo
a todos el poder asistir a la misa cotidiana y a las principales
oraciones de la Iglesia. La iglesia de piedra ha de atraer la
mirada de los que se adentran en el campus. En la
Universidad de Notre-Dame, la iglesia está coronada por
una cúpula cubierta de hojas de oro que confiere al espacio
una dimensión ciertamente transcendental. El dominicano
que soy, tuvo siempre la convicción de que la vía maestra
de la evangelización era y será la celebración de la liturgia.
- Esa iglesia tiene que ser animada por personas
que hayan recibido el mandato para ello, por la autoridad
eclesiástica. Los agentes pastorales desempeñan un papel
esencial en la capellanía. Los obispos no deberían tomar la
baja de las vocaciones como pretexto para no enviar a los
campus a sacerdotes y a religiosos. A mi parecer, es esencial
que los jóvenes de las universidades estén en contacto con
los miembros del clérigo, y cuanto más sea posible, con
jóvenes clérigos: los jóvenes atraen a los jóvenes.
- No me expandiré sobre los encargos que
incumben a la comunidad cristiana, pues son de sobra
conocidos: por un lado la transmisión de nuestra catequesis
y la iniciación a la vida sacramental; por otro lado, el
8
aprendizaje de la caridad y de la solidaridad. Finalmente,
consideremos que si la pastoral de la universidad goza de
una autonomía legítima, es recomendable que esta
entretenga unos lazos y una cercanía fraternal con las
parroquias. La unidad de la Iglesia diocesana depende de
ello.
3°) La misión del obispo
Tras las discusiones que tuvieron lugar tanto
antes como después de la publicación de la Constitución
Ex corde Ecclesiæ, muchos fueron los comentaristas quienes
sugirieron que el papa y los obispos mantuviesen las
distancias, por respeto a la autonomía institucional de las
Universidades católicas. Los críticos querían separar la
cuestión de la identidad católica del vínculo jurídico
presunto con la Iglesia visible. Para estas personas, el papa y
los obispos debían ser outsiders, es decir quedar fuera de
juego.
Juan-Pablo II defendió una perspectiva
opuesta e insistió en que el obispo local, bien lejos de ser un
“agente exterior”, participaba de manera contundente en la
vida de la Universidad: al igual que todas las otras
instituciones católicas, esta también formaba parte de su
carga pastoral. Asimismo, la designación « católico » no
podía ser empleada implícita o explícitamente sin la
intervención de la autoridad episcopal o papa: «Los
obispos, explicaba Juan-Pablo II en Ex corde Ecclesiae, tienen
la particular responsabilidad de promover las Universidades
Católicas y, especialmente, de seguirlas y asistirlas en el
mantenimiento y fortalecimiento de su identidad católica»8.
8 JEAN-PAUL II,
Constitución Apostólica, Ex corde Ecclesiae, n. 28.
9
El Directorio para el ministerio pastoral de los
obispos, publicado en el 2004 a modo de guía para los
deberes y las responsabilidades del obispo, confirma que es
suyo el deber de mantener su vigilancia “para que no
decaiga la fidelidad a las líneas de su identidad católica”, y a la
vez, su deber es el de respetar la autonomía de la institución
universitaria y sus propios estatutos9. Para ello se debe
apoyar a los obispos a que ejerciten plenamente su cargo de
Gran Canciller de las Universidades: pues ella pertenece a
su munus docendi. Su implicación y su función no se limitan a
la sola vigilancia doctrinal, pero se extiende también a la
promoción y el aura de la Universidad, por ejemplo yendo
al encuentro de sus profesores o de sus responsables.
III EN EL CENTRO, LA TEOLOGIA
Acabamos de detallar brevemente el perfil de la
comunidad cristiana. No obstante, en una Universidad
católica, no son todos católicos los estudiantes ni los
profesores. Ellos pueden pertenecer a otras confesiones
cristianas, o a otras religiones e incluso no profesar religión
alguna. Considerando esta diversidad que se observa por
todas partes en el mundo, hemos de hablar de la
comunidad educativa: ¿De qué manera esta comunidad
educativa contribuye a la identidad católica de la
institución?
El Código de Derecho canónico, (n. 807-821)
prevé dos tipos de instituciones universitarias relacionadas
con la Iglesia. Las primeras son las Universidades y las
9
CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el ministerio pastoral de los obispos, Ciudad del Vaticano,
2004, n. 135.
10
Facultades eclesiásticas. Su finalidad es promover los estudios
« eclesiásticos »: entre los más conocidos, la teología, la
filosofía y el derecho canonico. Estas instituciones están
regidas por la Constitución Apostólica Sapientia christiana del
15 de abril 1979. Ellas expiden los grados académicos en
nombre y bajo la autoridad de la Santa Sede. En 2005, su
número alcanzaba las 258. La más reciente era la
Universidad eclesiástica de San Dámaso, en Madrid, que se
estableció en julio del 2011.
La más importante de estas instituciones es,
sin lugar a duda, la facultad de teología. Se ha conservado la
visión medieval según la cual la teología es la “reina de las
ciencias”. De ello se deriva que la facultad de teología
acapare el papel de prínceps y que por lo consiguiente,
represente el centro, no solo de las universidades
eclesiásticas, pero también de las universidades católicas. Su
finalidad expuesta en Sapientia cristiana, es la de
« profundizar y estudiar sistemáticamente con su propio
método la doctrina católica, sacada de la divina Revelación
con máxima diligencia; y también el de buscar
diligentemente las soluciones de los problemas humanos a
la luz de la misma Revelación” (66).
Con lo cual, el carácter católico de una
universidad católica depende en gran parte de la presencia
en su seno de una facultad eclesiástica de teología, este
siendo el centro de la doctrina y el corazón espiritual. La
Universidad debería dispensar una enseñanza elemental por
lo menos, en antropología y en ética cristiana a todos sus
estudiantes, sin excepción alguna, aún a los que cursan
estudios profanos. La mayor parte de las universidades se
han percatado de esta necesidad, lo cual representa un
avance importante comparado con los años pasados. Sin
11
embargo, la formación cristiana que se imparte no lo es
siempre por las facultades eclesiásticas, a veces lo hacen los
institutos o los departamentos mismos de la universidad...
Este es el caso de prácticamente todas las universidades y
colegios norteamericanos, donde los diplomas de teología
son reconocidos legalmente, mas no tienen el
reconocimiento eclesiástico. A menudo, la enseñanza
impartida es de muy buen nivel, mas cabe dudar sobre la
capacidad y a veces hasta la voluntad de ciertos grandes
cancilleres y Boards of trustees de comprobar y garantizar la
ortodoxia de su contenido.
Acabamos de ver porqué la existencia de
una facultad eclesiástica de teología representaba la primera
condición de la catolicidad de la universidad. Pero esta
afirmación no es una evidencia para todos. En el transcurso
de mi viaje por el mundo, visitando nuestras instituciones,
pude experimentar aquí y allá, una cierta forma de sospecha
hacia todo lo que viniese de Roma, como si el gobierno
central de la Iglesia buscase imponer una suerte de
procedimiento inquisitorial con el fin de hacer triunfar su
doctrina.
Es una tentación que se ajusta a los tiempos
que corren. Mas se apoya sobre un error histórico.
Contrariamente a la interpretación restrictiva y tenaz
construida por la Ilustración y ampliamente difundida por
la visión marxista de la evolución, las universidades
medievales no fueron fundadas por unas corporaciones de
laicos que se opusieron a la opresión clerical o por una base
combatiendo contra la alienación impuesta por un poder
imponiéndose desde arriba. Todo lo contrario, fue con la
íntima convicción y con el afán de garantizar la libertad de
enseñanza y de investigación que los primeros centros
12
recurrieron a Roma; para sacudir el yugo de las instituciones
locales, diocesanas y también civiles, deseosas ya en su
época, de reclutar estudiantes e inteligencias al servicio de
sus propias causas. Con lo cual, el riesgo no provenía de la
lejana Roma, mas sí de las instituciones y de los
clericalismos locales. Es por ello que al origen de casi todas
las universidades, se encuentra una bula papal que autoriza
su fundación o, por lo menos, la confirma. Es por ello
también que Juan Pablo II quiso que la Constitución
Apostólica de las universidades católicas – la « Magna
charta » de las instituciones católicas de estudios superioresempezara con estas tres palabras: Ex corde Ecclesiæ, « (nacida)
del corazón de la Iglesia »10. A la vez que salvaguarda su
autonomía vinculada a su naturaleza, cada Universidad
católica está llamada a cumplir una misión particular en la
vida de la Iglesia.
IV En BUSCA De La VERDAD
En la declaración Gravissimum educationis, los
Padres del Concilio no se pronunciaron sobre la necesidad
de proteger y de favorecer la identidad de las instituciones
educativas de la Iglesia11. Tan sólo fue después de los
acontecimientos iniciados por mayo 68, que la Santa Sede
empezó a vislumbrar la importancia del desafío y de lo que
estaba en juego con dicha cuestión12. Procederemos
10 JUAN-PABLO
II, Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae, 15 agosto 1990, n. 1. En realidad, solo fue
a partir de la Reforma protestante que el adjetivo « católico » fue añadido al sustantivo « Universidad’, para
distinguir las Universidades católicas de todas las nuevas Universidades protestantes. La expresión “Magna
carta” es del papa (n. 8).
11 Cf. Ibíd., n. 10.
12 Me refiero al importantísimo documento de la Federación Internacional de las Universidades católicas
(FIUC), La Universidad católica en el mundo moderno (1972), el cual, a la luz del Concilio Vaticano II, delimito
las cuatro características de la Universidad católica. Estas fueron introducidas in toto, 18 años más tarde,
dentro de la Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae (n.13). Lo cual indica su importancia.
13
entonces, a recordar los rasgos esenciales de la política que
fue desplegada en consecuencia.
Tal y como lo explica el punto número 13 de la
Constitución Ex corde Ecclesiae, « El objetivo de una
Universidad católica es de garantizar de forma institucional
una presencia cristiana en el mundo universitario frente a
los grandes problemas de la sociedad y de la cultura. Ella
debe poseer, en cuanta católica, las características esenciales
siguientes:
1. una inspiración cristiana por parte de la Comunidad
universitaria como tal;
2. una reflexión continua a la luz de la fe católica, sobre el
creciente tesoro del saber humano, al que trata de ofrecer
una contribución con las propias investigaciones;
3. la fidelidad al mensaje cristiano tal como es presentado
por la Iglesia;
4. el esfuerzo institucional al servicio del pueblo de Dios y
de la familia humana en su itinerario hacia aquel objetivo
transcendente que da sentido a la vida.”
La identidad de la Universidad católica le
dicta su misión, la cual implica de saber encarnar y estar al
servicio la Iglesia y de la sociedad, ofreciendo a los
diferentes miembros de la comunidad educativa
(profesores,
estudiantes,
dirigentes
y
personal
administrativo) su presencia pastoral, promoviendo el
dialogo cultural y aportando su contribución a la
evangelización (n. 39-40). Bajo estas circunstancias, y sobre
todo con el empeño de querer servir en la sociedad y de
promover la cultura, la Universidad está llamada a ejercitar
un papel bien particular dentro del fenómeno actual de la
globalización.
14
Estas consideraciones generales implican
unas consecuencias prácticas e institucionales. La vocación
de una Universidad católica es triple: buscar la verdad,
transmitirla desinteresadamente « a los jóvenes y a todos
aquellos que aprendan a razonar con rigor, para obrar con
rectitud y para servir la sociedad »13 ; servir la sociedad y la
Iglesia.
Permítanme volver a insistir sobre la
primera dimensión. La Constitución nos muestra que la
búsqueda de la verdad contiene cuatro aspectos:
- es necesario promover una síntesis del saber
superior, más aún hoy en día cuando notamos cómo se
fragmentan los dominios del conocimiento;
- el dialogo entre fe y razón que, con el respeto
debido a la investigación metódica de todos los campos,
« se encuentran en la única verdad »14 ;
- una preocupación ética, puesto que el saber debe
servir a la persona humana;
- una perspectiva teológica que « desempeña un papel
particularmente importante en la búsqueda de una síntesis
del saber »: considerando esto, es importante que la
Universidad tenga “al menos, una catedra de teología”15.
La verdad, buscada y descubierta, se transmite a
los campos del conocimiento. Ambas comunican mediante
un vínculo estrecho puesto que la enseñanza esta asentada
sobre cuatro aspectos fundamentales que son la
interdisciplinariedad, la reflexión de la razón humana
abierta a las cuestiones de la fe, las implicaciones morales, y
Ibíd., n. 2
Ibíd., n. 17.
15 Ibíd., n. 19; cf. Códice de Derecho Canónico, can. 811.
13
14
15
la luz que proyecta la teología católica16. En ello hallamos
nuevamente esa exigencia de la cual habíamos citado
anteriormente y que nos parece esencial. Concretamente,
nos parece fundamental y no solo recomendable, que todos
los estudiantes reciban a lo largo de su carrera cursada en la
Universidad, una enseñanza elemental sobre la ética y la
antropología cristiana, al igual que sobre ciertas cuestiones
más específicas en relación con la profesión a la cual se
destinan. Una escuela de ciencias de enfermería, por
ejemplo, debe beneficiar de unos cursos sobre la ética
evangélica de la vida.
***
Para finalizar mi intervención y concluir nuestra
reflexión, recordemos las palabras de Benedicto XVI, en el
discurso que destaco con más grande contundencia y rigor
los criterios de la catolicidad de la Universidad: « La misma
dinámica de identidad comunitaria – ¿A quién pertenezco?vivifica el ethos de nuestras instituciones católicas. La
identidad de una Universidad […] católica no es
simplemente una cuestión del número de los estudiantes
católicos. Es una cuestión de convicción: ¿Creemos
realmente que solo en el misterio del Verbo encarnado se
esclarece verdaderamente el misterio del hombre (cf.
Gaudium et spes, n. 22)? ¿Estamos realmente dispuestos a
confiar todo nuestro yo, inteligencia y voluntad, mente y
corazón, a Dios? ¿Aceptamos la verdad que Cristo
revela? En nuestras universidades […], ¿Es « tangible » la
fe? ¿Se expresa férvidamente en la liturgia, en los
sacramentos, por medio de la oración, los actos de caridad,
la solicitud por la justicia y el respeto por la creación de
16
Cf. Ibíd., n. 20.
16
Dios? Solamente de este modo damos realmente testimonio
sobre el sentido de quienes somos y de los que
sostenemos”17.
17
Discurso durante el encuentro con el mundo universitario católico, Universidad Católica de América
en Washington, 17 de abril 2008.
17
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