MEMORIA HISTORICA D E L.A. E d ü c a c i ó i í p ú b l i c a (1810 - i q o o ) POR Guillermo FAVORECIDA CON SEGUNDO Gopzálcz PREMIO M- EN EL CERTAMEN 1913. I m p r e n t a de Meza Hnos. S A N T I A G O D E 1913 C H I L E LITERARIO MEMORIA HISTORICA DE LA Edücacióq pública MEMORIA HISTÓRICA DE LA gdiicacioij pública (1810-1900) POR GUILLERMO G O N Z A L E Z M- (Favorecida con Segundo Premio en el Consejo Superior de Letras) IMPRENTA DE MEZA SANTIAGO DE 1913 CHILE HNOS. Nuestros A través de la Historia Nacional el desarrollo de nuestra Educación Pública aparece fragmentado y en forma ocasional, y sus períodos más sobresalientes están marcados como atributos secundarios de diversas administraciones, sin que sea dado formarse con facilidad una idea de conjunto sobre este importante problema y el espíritu con que ha sido resuelto o combatido por las personalidades que han determinado los rumbos de la actividad nacional. Hacer esta obra de análisis primero y presentar después una síntesis armónica de las inspiraciones y actos que se han sucedido desde la ini- — 6 — dación de la Independencia hasta la conclusión del siglo X I X en materia de Educación, tal es la tarea que hoy nos proponemos. Si nuestro trabajo hubiera de ser destinado a los Institutos Normales, en donde se le reclama urgentemente como complemento directo de la Historia General de la Pedagogía, al variar el propósito habria variado también el método de exposición y acaso habríamos intentado una variación correspondiente en la forma literaria. Pero nuestra intención del momento no es sino pre sentar en forma de un códice completo hasta donde nos sea posible, el trabajo de los grandes educadores de la Patria y de sus grandes estadistas, con el fin de complementar el estudio de la Historia Nacional, interesando a todos los chilenos en esta materia que a ninguno debe ser desconocida. Nuestra modesta contribución al estudio de la Historia .Nacional, está, pues, encuadrada no solo, en el mandato constitucional que eleva la Educación a la categoría de atención preferente del Es tado, sino al criterio moderno que nos dice que la Educación es problema general, de todos y para todos, camino obligado hacia la vida repu- blicana y democrática, piedra angular de todas las reformas y único cimiento de instituciones que aspiren a perdurar. Queda justificado el orden cronológico que seguimos. ÉPOCA DE LA INDEPENDENCIA DURANTE LA PATRIA VIEJA I Abatida la imaginación bajo el peso de antiquísimas preocupaciones, abandonada la existen cia en el ocio continuo de la razón, los hijos de esta tierra, tan llena de elementos de prosperidad, tan rica en temas de investigación científica, tan privilegiada en fuentes de inspiración literaria, cruzaron la prolongada y melancólica noche de la Colonia, extraños a esta luz vivísima que derrama la Educación sobre los pueblos, a la noble satisfacción de las inteligencias cultivadas, ajenos a IO estos sentimientos que se fecundan en la Escuela, privados de la acción, que es la resultante motriz de ideas y sentimientos, ignorantes, en fin, de la gran misión que cumple desempeñar a cada hombre y a cada pueblo en la evolución ilimitada por donde va la humanidad realizando su programa de progreso, buscando el bienestar individual y colectivo, y saciando su eterna aspiración ai mas allá. Fueron otras circunstancias felices—no la Escuela—las que concurrieron al despertar de la Nación y las que dieron al pueblo de Chile su primera lección de civismo y libertad: las que vinieron a hablarle por primera vez de sus derechos a la vida, al gobierno y a la escuela, a levantarle de la postración moral en que yacía, y a fomentar aquella revolución que no solo debemos interpretar como aspiración a la libertad política sino también como el grito supremo a toda la libertad de la conciencia. Llegó la aurora de la República, y en el arco de triunfo de 1810 los grandes hombres de la epopeya nacional, tuvieron la tuición del porvenir. Y al construir con sus brazos y con sus luces — II — los cimientos de la felicidad pública, al derribar el trono de la üraní.i, sostenido siempre por las armas de la superstición y de ia ignorancia, al proclamar la inviolabilidad de los derechos-, pensaron que la educación era la única fuerza que podía hacer incontenible el movimiento revolucionario y afianzar para siempre la libertad que sus almas aspiraban. El concepto educación se ha identificado muchas veces con el de libertad. Grandes maestros son los que nos han dicho que es necesario que padres y maestros dejen las funciones espirituales de los niños en sus libres y expontáneas manifestaciones, estimulándolas, dirigiéndolas, ayudándolas si es necesario, no impidiéndolas jamás. L a moralidad de un hombre es lo consciente, no lo servil: es el carácter puesto al servicio de los principios. Ahora bien, si esto puede decirse de la libertad en el sentido individual, la lógica aconseja razo- nar del mismo modo en sentido colectivo. La escuela ha sido creada para iniciar al niño en la vida real, preparándolo para someterse únicamente a la voluntad colectiva, expresada en las leyes y costumbres que rigen la sociedad: allí debe ad- 12 quirir la convicción de que la mayor suma de bienestar individual se encuentra siempre contenida en la mayor suma de prosperidad colectiva. La educación es así una fuerza creadora de la igualdad, de la fraternidad, de la solidaridad social, y la que inspira al hombre el sentimiento y la acción de la libertad en el terreno de su propia conciencia, para conocerse, respetarse y gobernarse a sí mismo, y para que en el terreno social el pueblo sea solidario de los actos de todos, res pete el sentir de todos expresados en la ley, y se gobierne a sí mismo. «Hay que despertar el amor a la libertad, decía Camilo Henriquez; hay que honrar a la Patria empleando el tiempo en educar a los niños y a los jóvenes, preparándolos en la ciencia y en la verdadera moral para el servicio público v para el ejercicio de profesiones útiles». Al lado del problema de la libertad política, se planteaba, pues, el de la educación pública, cuya solución era imperativa para afianzar los progresos que alcanzara la primera o para evitar sus posibles fracasos. II Vamos a indicar a continuación las medidas que dieron realidad a esas nobles aspiraciones. Es la primera la apertura de las primeras escuelas públicas para hombres, mandadas abrir por el Gobierno revolucionario como anexos obligatorios en los conventos de regulares. Pertenece la segunda a las glorias del más audaz de los jefes de la gran revolución, el ilustre patricio don José Miguel Carrera. Dice así: E S C U E L A S DE N I Ñ A S Santiago, 21 de Agosto de 1812. La indiferencia con que miró al antiguo Gobierno la educación del bello sexo, si no pudo ser un resultado del sistema depresivo, es el comprobante menos equívoco de la degradación con que era mirado el americano: parecerá una paradoja en el mundo culto, que la capital de Chile, poblada de más de 50,000 habitantes, no haya aún conocido una escuela de mujeres; acaso podría creerse a la distancia un comprobante de aquella — 14 — máxima bárbara de que el americano no es sus ceptible de enseñanza. Pero ya es preciso desmentir errores, y sobre todo dar ejercicio a los claros talentos del sexo femenino, y para verificarlo con la decencia, religiosidad y buen éxito que se ha prometido el Gobierno, ordena que a ejemplo de lo que se ha hecho en los conventos de regulares, destine cada monasterio en su patio de fuera o compases una salá capaz para situar la enseñanza de niñas que deben aprender por principios la religión, a leer, escribir y los demás menesteres de una matrona, a cuyo estado debe prepararlas la Patria; aplicando el ayuntamiento de sus fondos los salarios de maestras que bajo la dirección y clausura de cada monasterio, s£an capaces de llenar tan loable como indispensable objeto. Trascríbase al Cabildo y monasterios e.imprím a s e . — C a r r e r a . — P r a d o . — P o r t a l e s . — Vial, secretario. El padre del periodismo chileno, propagando la excelencia de esas medidas, exclamaba: «La felicidad y grandeza de los Estados es in- — — separable de las verdaderas virtudes, y estas son difíciles de practicarse sin el previo conocimiento de los hombres y de las cosas». «No es el número de sus hombres lo que constituye el poder de una nación, sino sus fuerzas bien arregladas, y estas provienen de la solidez y profundidad de sus entendimientos. Las escuelas son la cuna en donde nacen las opiniones para difundirse después en el pueblo. Es, pues, de necesidad que se arbitren medidas para asegurar la majestad de los derechos del pueblo y facilitarle mayores destinos a fin de aumentar el número de escuelas y obligar a los padres de familias pobres que destinen sus hijos primeramente a leer, escribir y contar. De este modo tendremos mejores artesanos, gente mejor dispuesta para el ejército y todos estaríamos mejor instruidos en nuestra sana moral», (i) Aunque no se . expresen con la claridad hcy exigimos los fines de la obra que educacional, bien se deja ver que el padre del periodismo chileno, como los demás prohombres de su época, quisieron indicarnos para la educación el mismo (1) Aurora de Chile, número 9. — i6 — imperativo categórico de Spencer: « preparar hombres para la vida completa», y que no sólo entendieron la resolución del problema en sentido individual «capacitar al hombre para bastarse a sí mismo», sino también en el sentido social «para hacerlo eficiente a la colectividad en que va a actuar». III Con tales principios ayudaban los hombres in teligentes a la obra emancipadora del Gobierno, y fué así como en ese despertar glorioso de los chilenos, los que mejor comprendían el valor de la enseñanza ofrecieron su esfuerzo y su talento, su dinero y sus virtudes al servicio de esta causa redentora. Ellos se sentían los directamente interesados, y por eso fueron ellos los que sellaron con el sello de la razón los deseos indefinibles de aquel pueblo de guerreros que, si se hubiera sacrificado por un principio que no comprendía, no habría sido al fin mas que un pueblo libre de infelices y de bárbaros La propagación de las luces importaba, pues, la salvación y el progreso de la Patria naciente. — i7 — El Gobierno revolucionario no ignoraba que la libertad abandonada a sí misma es, según la bella expresión de Vicuña Mackenna, «como esas plagas que asolan la tierra sin dejar tras de sí mas que la destrucción y la muerte». Los cuidados que incesantemente preocupaban a la Junta Nacional, la formación de milicias, la impulsión a la industria y al comercio, y otros tantos problemas de imperiosa solución no bastaron para distraerla del que debia influir mas segura y directamente en el bien público. No satisfaciendo a aquel Gobierno la creación y mantenimiento de esas escuelas públicas que hubieran merecido execración bajo el reinado de los Austrias y los Borbones, la Junta Nacional insistía en una hermosa circular dirigida a los jefes de colegios, pidiéndoles todo su concurso y patriotismo para desplegar mayor actividad por el desarrollo de las escuelas, y en una proclama dirigida al pueblo, verdadero monumento histórico, trataba de interesar a todos los hombres d e buena voluntad en esta santa campaña de la redención intelectual. Memoria Histórica 3 — i8 — IV. La Jnnta Nacional de Gobierno, que formaban don Francisco Antonio Pérez, don José Miguel Infante y don Agustín Eyzaguirre, dictaba poco después, 18 de Junio de 1813, el primer reglamento para las escuelas públicas del Estado. Dignos de recuerdo son los considerandos de aquel olvidado decreto y dignas de aplicación no alcanzada todavía algunas de sus sabias disposi ciones. Decía: «Santiago, 18 de Junio de 1813. Un sistema metódico de opresión, y en donde no se presentaba arbitrio de ruina, aniquilamicn to y destrucción que no se adaptase para tratar la América, hizo que esta hermosa porción de tierra gimiese 300 años en la esclavitud y en incultura. El gabinete de Madrid expedia muy frecuentemente órdenes para que se suprimiesen escuelas, se quitasen cátedras y se desterrase en América toda clase de estudio útil. Interesada la dura España en que los naturales de estos países no des- — 19 — pertasen por un momento del letargo que les hacía no sentir las cadenas que les oprimían, no solamente se les dejaba sin industria, cultura, comercio, sino que llegando su crueldad hasta el extremo de querer se ignorasen los primeros rudimentos de las ciencias, se tomaban medidas indirectas a fin de evitar la vergüenza y execración que tal procedimiento podia ocasionar si aun todavía conservaba algún "rastro de pudor en es ta materia Los mismos decretos y reglamentos que se expedían en Madrid para el arreglo y buena disposición de las escuelas, ni tenían efecto, ni siquiera se circulaban en América. Para confirmación de estas tristes verdades baste saber que en Chile, en un país extenso y proporcionalmente de los más poblados de América, no se contaban cuatro escuelas de primeras letras dotadas suficientemente, y que apesar de las solicitudes del Ayuntamiento de Santiago, no se quiso permitir una imprenta, y se pidieron informes a los presidentes para que expusiesen si convenía que la hubiese en este país. Recuperada nuestra libertad, el primer cuidado del Gobierno ha sido la educación pública, que debe empezar a formar, porque nada halló prin- 20 cipiado en el antiguo sistema; y convencido de que el acierto en la elección de maestros para la enseñanza de primeras letras pende el dar la me jor instrucción a la infancia, formar buenas inclinaciones y costumbres y hacer ciudadanos útiles y virtuosos, Decreta: Las disposicioues mas importantes de aquel decreto son las que a continuación copiamos: « i . ° En toda ciudad, toda villa y todo pueblo que contenga cincuenta vecinos, habrá una escuela costeada por los propios del lugar, que se invertirán con preferencia a todo otro... 2.° En toda escuela habrá un fondo destinado para costear libros, papel y demás utensilios de que necesiten los educandos, de tal modo que los padres de familia por ningún pretexto y bajo ningún título, sean grabados con la más pequeña contribución. 3. 0 Se destinarán lugares cómodos y situados en medio de la población para facilitar la concurrencia a las escuelas,.. 21 9-° Por la importancia de su ministerio y por el servicio que h icen a la Patria, los maestros deben ser mirados con toda consideración y honor: por consiguiente, sus personas son de lo más respetables; quedan exentos de todo servicio militar y cargas co ipegües y el Gobierno los tendrá presentes para dispensarles particular protección. 13.0 Las maestras de niñas deben ser personas de una vid t la más calificada y virtuosa, y se declara su destino. u;io de los más honrosos y distinguidos del Estado». Aunque 110 es el anterior sino un ensayo de legislación de enseñanza primaria, deja claramente establecidos principios que son honra de aquella época, y lo serían de cualquiera, como la primacía de la educación en la inversión de los fondos, y otros que son caracteres de la escuela chilena, como la gratuidad en la enseñanza, o que son todavía aspiraciones de la época actual, como la correcta edificación escolar y la dignificación del magisterio. II Entre tanto avanzaba la revolución, la propagación significaba el afianzamiento de la libertad. El Gobierno habia fundado ya la prensa na cional y abierto con ella un anchuroso cauce al torrente revolucionario que, desde entonces, se deslizó majestuosamente sin temor de desbor darse, cuando antes, no reconociendo ley ni vallas, se habría precipitado turbulento, devastán cjolo todo hacía un fin que no habría estimado ni comprendido siquiera. La razón sancionaba de ese modo la causa patriota, y desde ese momento la inteligencia y el corazón marcharon unidos en la prosecución del ideal. Esa era la obra del presente; pero nuestros proceres pensaban también en el futuro, y por eso anhelaban, a la par-que la educación primaria, el levantamiento de un templo majestuoso en que se robusteciera el árbol de la ciencia. He ahí por que persiguiendo ese fin el Gobierno buscaba la manera de reunir las inteligencias de los pocos hombres ilustrados, a fin de que, concentrándolos, resplandeciese en su unión la sabiduría y se guiara a la juventud por el accir — 23 — dentado terreno de la revolución. Y fué de esta manera que mientras los mártires de la espada regaban el suelo de la Patria con la sangre que convirtió en símbolo la franja roja del baluarte nacional, otros hombres no menos ilustres arrojaban en el surco de la concien cia popular la semilla que debia fecundar esta tierra y cultivaban la inteligencia destinada a hermosear la libertad con las dotes del saber. Tan sentida como noble aspiración alcanzó su realidad con la creación del Instituto Nacional, cuna en que se meció la inteligencia virgen del nuevo pueblo. La historia ha conservado con veneración la proclama del 18 de Junio de 1813, en que-la Junta Nacional de Gobierno anunciaba al pueblo la creación del Instituto. «Chilenos, decía, los heroicos sacrificios que habéis hecho en la presente invasión de los tiranos, exigían un premio que se extendiese a todas las clases del Estado. ¿Y qué recompensa mas digna podia presentarse a un pueblo que el proporcionarle la industria y los conocimientos que carece? Un diputado ha partido de para el ex- tranjero llevando considerables auxilios para tra — 24 — ernos sabios químicos, mineralogistas, libros, toda clase de instrumentos de arles y de ciencias, un laboratorio químico y una colonia de fabricantes y artesanos. No es esta, como la que nosotros sufrimos, una de aquellas embajadas que llevan la destrucción y el terror a los pueblos. Nó, ella conduce la felicidad y la prosperidad a un país que debe ser libre y virtuoso» Apesar de las preocupaciones de la guerra, el Gobierno miraba con interés el cumplimiento de esta halagadora promesa y arreglaba los estatutos que debian regir aquel nuevo plantel de educación. El día que este se inauguró — : o de Agosto de i 8 1 3 — f u é un día de triunfo, como el de Chacabuco, como el de Maipo, como el primero en que apareció «La Aurora». Desde la primera luz resonaban los cañones, flameaban las banderas y las campanas vibraban con las notas de aquel himno sublime que ellas cantan en los grandes regocijos populares. Un pueblo alegre se agolpaba a las puertas de la Universidad. Desfilaban los magistrados en traje de gala a presidir el. acto mas hermoso que haya presenciado un pueblo naciente: «la consagración 25 — de su destino en el aula de un colegio» Se abria en aquellos instantes el gran libro en que mas tarde se iban a inscribir los nombres de lautas inteligencias eminentes, de tanto ilustre guerrero, de tanto hábil político, que daiian brillo a la patria en e1 terreno de la literatura y de las ciencias, laureles en el campo de honor, so'idez y bienestar en el dominio de la política El Instituto Nacional fué la obra mas bella y benéfica de los padres de la Patria Vieja; en él se rindió culto a la inteligencia y a la razón, se cantaron en odas brillantes las victorias sobre el antiguo régimen y se- plantó la semilla bendita del árbol que no muere. VI Los Padres de la Patria intelectual chilena, cuyos nombres conserva la nación con cariñoso recuerdo, fueron don Juan Martínez de Rozas, el alma de la primera Junta Nacional, don José Miguel Carrera, «autor de una minuciosa y exacta traducción de un tratado completo de educación infantil, que encontró al parecer en una enciclopedia inglesa y que consta de treinta pliegos de la medida y esmerada letra con que acostumbra- — 26 — ba escribir (i). El 28 de Marzo de 1818 mandó aquel recuerdo a su esposa, acompañado con esta tierna y melancólica inscripción: «Es el único obsequio que por la primera vez he hecho a mis hijas» (2). A continuación nombraremos a Camilo Henriquez, don Juan Egaña, don José Francisco Echáurren, primer Rector del Instituto Nacional y al exclarecido filántropo y patrint 1 don Manuel de Salas. VII Recuerdo que don Juan Egaña decía: «La obra de Chile debe ser un gran colegio de artes y de ciencias y sobre todo de una educación civil y moral capaces de da nos costumbres y carácter. Allí debe haber talleres y maestros de las artes principales, catedráticos y libros de todas las ciencias ». Muchos y eminentes fueron los servicios de este gran ciudadano, tanto en el terreno de la organización política, de la judicatura y de las cien cias cuanto en el desarrollo de la enseñanza popular. (1) Manuscritos de la Biblioteaa Nacional. (2) Vicuña Mackenna.—El Ostracismo de los Carreras. — 27 — Don Agustín Lizardi publicó en 1828 su labor en un interesante folleto titulado «Los escritos y servicios del ciudadano d o n j u á n Egaña». VIII Don Manuel de Salas, aquel hombre de cariñosa memoria, de corazón tan puro como ninguno de nuestros estadistas, apellidado el Padre de los Pobres y «el más firme sostén de la prospe ridad de Chile», habia envejecido cuando lo sorprendió la revolución en el cuidado de los pobres y de los enfermos; la idea de libertad encendió, sin embargo, su corazón en llamaradas de patriótico entusiasmo, y lo incitó en aquella segunda época, la más brillante de su vida, en que su carácter apacible se hizo ardiente, en que hablaba lleno de elocuencia en el primer Congreso en favor de las obras de beneficencia, del establecimiento de industrias nuevas,y sobre todo de la importancia y necesidad de la educación pública. Habia nacido en 1754. La Universidad de San Marcos (Lima), le habia otorgado su diploma de bachiller y la Audiencia su título dé Abogado. — 28 — De vuelta de su viaje a España, dióse a cono cer en Chile por su espíritu de filantropía y por su espíritu de apóstol en el desarrollo intelectual de sus conciudadanos. Fundador de la Academia de San Luis (i 797) en donde por muchos años se enseñaron las pri meras letras, la gramática latina, las matemáticas elementales, en vez de la teología, y demás asig naturas de las escuelas conventuales, sus anhelos iban directamente a la difusión de conocimientos prácticos que hicieian hombres capaces de la industria, de la agricultura y del comercio. Fué el primero que logró implantar en Chile la enseñanza del castellano En su Academia de San Luis logró formar un pequeño gabinete de historia natural y reunir algunos mapas geográficos, esferas y otros materiales de enseñanza, cuando todo esto era deseo nocido en los colegios nacionales. También echó las bases de una pequeña biblioteca científica. En 1810 el fundador de la Academia de San Luis se convirtió en uno de los partidarios masardientes del nuevo régimen y en uno de los propagandistas mas fervorosos de la educación popular, dando formas a sus ideas en numerosas obras — 29 — y discursos, y, sobre todo, en una representación a la Junta Gubernativa, exponiendo un nuevo plan de enseñanza pública que, con otros trabajos análogos, fueron el origen del Instituto Nacional. (i) Después de la victoria de Maipo, miembro de numerosas comisiones, individuo activo en la restauración del Instituto Nacional, partidario del sistema lancasterian o, todavía en su ancianidad el ilustre filántropo y apóstol de la educación, visitaba con frecuencia las escuelas para detenerse conmovido por el adelanto de los niños y para ayudar paternalmente a los maestros con sus sabias experiencias. IX Aquella figura pálida de Camilo Henriquez encerraba un alma en que ardían con fuego inextinguible los mas santos ideales. Fué el soldado valeroso de la idea que corriera entre los primeros a enrolarse en las filas de los más audaces innovadores del régimen imperante y uno de los que mas contribuyera al mismo tiempo a generalizar (1) Sesiones de los Cuerpos Legislativos. Tomo I. — S o - la enseñanza. Cuantas veces no nos hemos detenido en sus artículos de educación publicados en «La Aurora» y no nos hemos admirado de que ya en aquellos días hubiera hombres que miraran las extensas proyecciones de este magno problema de la educación, y que con espíritu profundo y sereno dieran las premisas de su resolución en medidas que ni aún en nuestros días aplicamos. En 1811 habia presentado al Congreso Nacional un plan de organización del Instituto Nacional de Chile, «escue'a central y normal para la difusión y adelantamiento de los conocimientos útiles •>. Allí exponía que «el fin de la educación es dar a la patria ciudadanos que la defiendan, la dirijan, la hagan florecer y le den honor». Clasificaba los estudios en tres categorías: ciencias físicas y matemáticas, ciencias morales, e idio mas y literatura. En su plan aparecían asignaturas que nunca se habían profesado en Chile, como la educación cívica, la economía política y el inglés. Abogaba valientemente porque la base de la enseñanza fuese la lengua materna, no el latín, — 3i — característica la mas pronunciada de la educación colonial. Luchó incansablemente por la creación de las escuelas de artes y oficios y por la apertura de un museo de historia natural: esto último pudo verlo realizado en el Instituto Nacional. Escribió una cartilla de educación cívica intitulada Catecismo de los Pátriotas, la cual aunque dedicada a las escuelas, no consiguió que se enseñase. (i) Fué uno de los más decididos partidarios del sistema de enseñanza mutua, del cual mas tarde nos ocuparemos con mayor detenimiento, propagando en Santiago y en Buenos Aires la conveniencia de adoptarlo para sacar al pueblo con mayor rapidez del estado de ignorancia en que yacía. Don Manuel Antonio Ponce termina los rasgos biográficos de Camilo Henriquez con estas bellas palabras: «El fraile de la Buena Muerte queria la educa-, ción primaria universal y gratuita: (1) Monitor Araucano, niímero 99. queria que el — 32 — edificio de la República tuviera la escuela por cimiento ». (i) X La reconquista española apagó casi por completo aquella luz vivísima que encendió en la prensa, en los colegios nacionales y en los campos del honor la Patria Vieja. (1) Poirro.—Bibliografía Pudigógica Chilena, página 244. Administración O'Higgins i Asegurada ya la libertad, empezóse bajo la administración O'Higgins a organizarse definitivamente la República. Repartió el Gobierno su actividad en los distintos departamentos de la administración; pero no podia merecer su mayor preocupación sino el A gran problema de la forma de Gobierno que debía adoptarse para la Patria naciente. Sin embargo, son glorias de la administración O'Higgins estas que pasamos a estudiar. El 5 de Agosto de 1818 se creó la Biblioteca Memotia Histórica 3 - 34 — Nacional, abriéndose con ella un templo para que los ciudadanos continuaran su obra de perfeccionamiento y adquirieran por su esfuerzo personal, aquella ilustración que ha formado tantos talentos esclarecidos, la que puede suplir la falta de enseñanza en la época oportuna, y la que satisface las inclinaciones particulares del espíritu, haciendo a los hombres mas libremente ilustrados. Es obra de justicia recordar que la idea de fundar definitivamente una Biblioteca Nacional pertenece al ilustre general don José de San Martín. No se apagaban todavía los ecos de la espléndida victoria que obtuviera en Chacabuco, cuando se desprendió generosamente de la suma de dinero que el Cuerpo Municipal de Santiago habia puesto a su disposición para que atendiera a sus gastos de regreso a Buenos Aires, y depositándola en manos de don Bernardo Vera y de don José Ignacio ' Zenteno, les pedia con nobleza y altruismo ejemplares, que se tomasen el trabajo de proceder a la erección de dicha Biblioteca y abrirla «con toda la anticipación que demanda el importante objeto de su creación». Y les agregaba; «Amantes Uds, del progreso — 35 — de las letras y, dedicados desde la cuna al estudio de los sagradqs derechos que forman la exención de los hombres libres, espero que dejarán airosa mi elección, con todo el esmero que quepa para que no se fustre- un establecimiento en que tendrán tanto interés como yo, para que la Patria les deba este servicio de tanta preferencia» Una biblioteca pública es una fuerza productora de inteligencia. Es un taller en que incesantemente se fraguan ideales de progreso y se afirman el criterio y la moralidad del pueblo que la frecuenta. II En sesión de 26 de Febrero de 1819 el Senado aprobó el segundo Reglamento para las Escuelas Publicas del Estadp. Creemos de valor histórico y pedagógico ese documento en el sentido de que fija un plan de estudios y la dirección a que debe someterse el maestro en la educación moral de sus alumnos. Así dice: Art. 5. 0 En todas las escuelas se enseñará a leer, escribir y contar, teniendo los maestros especial- cuidado en que aprendan los jóvenes la gramática castellana, instruyéndoles en los fun- damentos de nuestra sagrada religión y la doctrina cristiana por el catecismo de Astete, Fleurí y el compendio de Pouget, procurando ilustrarles en los rudimentos sobre el origen y objeto de la sociedad, derechos del hombre y sus deberes hacia ella y el Gobierno que la rige. Art. 17. Procurarán los maestros, con su conducta y expresiones juiciosas, inspirar a los alumnos el amor al orden, respeto a la religión, moderación y dulzura en el trato, sentimientos de honor, apego a la virtud y a la ciencia, hoiror al vicio, inclinación al trabajo, despego de intereses, desprecio de todo lo que diga profusión y lujo del comer, vestir y demás necesidades de la vidp., infundiéndoles un espíritu nacional que les haga preferir el bien público al privado, estimando mas la calidad de americano que de extranjero. Art. 18. Habrá gran cuidado en que todos los jóvenes se presenten con aseo en su persona y vestido, sin permitirse que alguno use lujo, aunque sus padres puedan y quieran costearlo. Es finalmente digno de recordarse que solo hoy, en 1913, se vaya a cumplir por iniciativa de la Inspección General de Instrucción Primaria — 37 — la hermosa prescripción contenida en él art. 19 de este'reglamento: Art. 19. A la puerta de cada una de las escuelas se fijarán o grabarán las armas del Estado de Chile. III En 1821 la administración O'Higgins creaba el Liceo de la Serena sobre la base del Instituto Nacional de Santiago y a la vez con carácter regional porque sus estatutos prescribían' atención especial a la mineralogía y a la química. Existia ya en nuestros estadistas la intención de organizar LUÍ sistema de educación nacional que, respondiendo a las necesidades generales del país, considerara también las condiciones y necesidades especiales de las distintas zonas. IV En el mismo año una disposición suprema obligaba a los maestros de primeras letras a concurrir a la Escuela Normal de enseñanza mutua establecida en la Universidad con el objeto de que se instruyeran en el nuevo sistema de énseñanza — 3« — mutua, o monitorial, que Bell y Lancaster habían aplicado con éxito en Madras y en Inglaterra, que permitía a un solo maestro ayudado de los mejores discípulos, enseñar hasta un mil de alumnos a la vez, y que encontró entre los libertadores de América distinguidos protectores, como Bolívar y O'Higgins. Efectivamente, el Gobierno del Director Supremo expedía el i 7 de Enero el siguiente de- creto: «Siendo e1 medio probado y seguro de fijar la felicidad en los pueblos el hacerlos ilustrados y laboriosos, y habiendo llegado el término de los obstáculos que sofocaban en Chile la aptitud de los naturales para entrar al goce de los bienes que con menos proporciones logran las naciones que lo precedieron en la libertad de cultivar las letras y las artes, es necesario hacer los últimos esfuerzos para recuperar el tiempo del ocio y las tinieblas, empezando por franquear a todos sin excepción de calidad, fortuna, sexo o edad, la entrada a las luces. El sistema de Lancaster o enseñanza mutua, establecido en la mayor parte del mundo civilizado y al cual deben muchos la mejoría de sus eos- — 39 — tumbres, ha empezado entre nosotros con aquella aceptación que predice sus benéficos efectos y exige su propagación, como el árbitro seguro de extirpar radicalmente los principios de nuestra decadencia. El Gobierno se propone protejerlo con predilección, y cree realizar sus deseos asociándose las personas que junten a iguales sentimientos, la actividad, celo e instrucción que demanda su importancia. En todas partes prospera y se dilata por ( sociedades, circunstancia que basta para seguir el ejemplo y que me decide a establecerla. Me constituyo protector y primer individuo de ella. Mi primer Ministro de Estado será su Presidente y miembros natos el Procurador General de la ciudad, el Protector de Escuelas que ella nombre y el Rector del Instituto Nacional. La institución es dilatar hacia todos los puntos de Chile la enseñanza en todas sus clases, especialmente en la más numerosa e indigente, adquirir los adelantamientos que se hagan en el método y abrir recursos con que adaptarlos a nuestras necesidades y situación, en suma, erigirse y con- — 4o — siderarse los instrumentos de un bien tan recomendable por su magnitud y eficacia, como por la inmensa extensión de que es susceptible. O'Higgins. Administración Freire i «El trabajo de organización de la República, emprendido por la administración del general Freire, se dirigió con preferencia a la educación pública», (i) Para que el Instituto Nacional pudiera satisfacer las necesidades del país, recibió del Senado Consulto de Junio de 1823 una asignación cuantiosa para ese tiempo, de 25,000 pesos. S e queria que llenando los fines que se propusieron sus fundadores, sirviera como norma en la enseñanza pública y de modelo a todos los establecimientos similares que se crearan. (1) G-ay.—Historia de Chile. — 42 — Ya el Gobierno de O'Higgins habia decretado el restablecimiento del Instituto Nacional en 1819. Vino ahora su reorganización en el sentido de' hacerlo un centro universitario, dividiéndolo, según leyes y reglamentos, en una sección de instrucción científica, otra industrial, y en un museo de instrumentos para las ciencias experimentales. Nada se avanzó, sin embargo, en cuanto al régimen interno, obra de don Juan Egaña, «que dejaba al Instituto sometido a la santa tutela del principio religioso». (1) II Del mismo año 1S23 es la creación de la Academia Chilena, principal sección del Instituto Nacional, dividida también en tres secciones: Cien- cias Murales y Políticas, Ciencias Físicas y Matemáticas, y finalmente Literatura y Artes. Impuestas imperiosamente la necesidad y la conveniencia de organizar la administración de justicia, en la cual luchaban en serios y diarios conflictos las nuevas ideas con las antiguas leyes coloniales; sobre la tabla de discusión obligada los principios constitucionales que debian convul•(1) Lastarria.—Recuerdos literarios. — 43 — sionar durante largos años la nación, cuya suerte habría de pasar del poder militar a los letrados, el estudio de las leyes fué el predominante en el Instituto Nacional, contrariándose de hecho la universalidad que quisieron imprimirle sus leyes y reglamentos. Sin embargo, los estudios legales y los de filosofía y gramática latina que les servían de fundamento necesario, no habian avanzado ni en cuanto al fondo de las doctrinas ni en la forma pedagógica en que se impartían durante la Colonia, como si todos los generosos esfuerzos gastados por ellos hubieran merecido una injusta condenación. Mas extensos los conocimientos que se impartían, no alcanzaban, sin embargo, a satisfacer la generosa sed de los espíritus de la época. Impregnaba todavía la escolástica con su ambiente pesado y mortificante las aulas escolares. Mas que al cultivo de las disciplinas mentales y que al estímulo de la individualidad y de su libre y expontáneo vuelo, se atendía a las fórmulas abstractas, vacías de sentido casi todas, y era la memorización la cúspide del sistema de enseñanza. Por eso el Gobierno y la opinión pública anhelaban una dirección mas científica para la edu- — 44 — cación, y una mejor armonía de ésta con las necesidades del país y con el progreso del espíritu moderno. He aquí el momento en que los poderes públicos empiezan a preocuparse con mayor atención de las influencias que podrían ser benéficas para el desarrollo intelectual de la nación. A partir de este momento, por largos años se dejó sentir la influencia de la escuela francesa en el desarro'lo de nuestras instituciones educacionales, mediante la obra de eminentes profesores que, como Lozier, Gay y Sazie, colaboraron eficazmente en tal sentido. 1826 a 1831 i Conforme al criterio expresado anteriormente, las miradas del Gobierno se detuvieron en el hombre que podia mas seguramente realizar esa reforma: Carlos Ambrosio Lozier. Lozier habia recibido en 1823 la comisión de Gobierno de estudiar la historia natural del país y de levantar el mapa geográfico de Chile; pero en 1826 aún no habia realizado los estudios cien tíficos que esperaban prematuramente los hombres de Gobierno He ahí por qué prefirieron utilizarlo en la reforma de los estudios, abandonando la esperanza — 4 6 — del término de una comisión que no llegaría en prolongados años, y lo llevaron al Instituto para que sacara la enseñanza de la rutina peripatética y ensanchara su esfera de acción, como antes se habia pretendido, al darle el carácter de estable cimiento normal de educación universal El ilustre patricio don José Miguel Infante que, con un espíritu innovador, habia procurado levantar de su postración la enseñanza pública, fué quien desde la suprema magistratura reorganizó el Instituto en 1826 y entregó a Lozier su dirección, autorizándole ampliamente para hacer una reforma completa con nuevos métodos de enseñanza y con nuevos sistemas de disciplina. Las aptitudes de Lozier eran, garantías de éxito: aspiraba dar a la educación un fundamento positivo, implantando un ciclo de ciencias matemáticas y físicas, obligatorio aún para los que se dedicaran a las leyes; reformó en seguida el plan de las humanidades y de los estudios de derecho, y se adelantó hasta la reforma de los métodos. Fundó una sociedad para, la propagación de los métodos elementales de instrucción, cuya difusión importaba el progreso de la educación en general. Emprendió con ese objeto la publicación de «El Re- — 47 — dactor de la Educación», instituyendo de ese modo en Chile el periodismo pedagógico. Pero su obra de franca oposición a prácticas antiquísimas atrajo la desconfianza primero y la burla después «de los partidarios de la rutina, es decir, la generalidad de los hombres instruidos», y finalmente de sus propios alumnos, emancipa- dos ya del látigo, que se levantaron en abierta rebelión contra el eminente maestro innovador. «Sus ideas respecto de la enseñanza, dice Gay, chocaban de frente y demasiado contra los usos inveterados, las costumbres, las tradiciones y memorias que constituían las tan temibles preocupaciones del país», Pero no todas las ideas, una vez sembradas, perecen en el surco o en las zarzas del camino: algunas caen en el buen terreno y germinan, florecen y fructifican. Y así fué como a raiz de la caída de Lozier, ocurrida bajo el mismo gobierno de don José Miguel Infante, los preparativos ya hechos facilitaron la reforma, y se abrieron nuevos cursos que profesaron don José Miguel Varas, don Manuel Camilo Vial, don Ventura Marín, don Andrés Antonio Gorbea y don Pedro Fernández Garfias, — 4S - el primero que enseñó latín en lengua castellana. Y así fué también como las mismas ideas esbozadas sin orden ni armonía aparecieron al año siguiente en forma sistematizada en el Plan de Estudios del Liceo de Chile, que publicó don José Joaquín de Mora. II Fueron los profesores del Instituto Nacional que habian trabajado bajo la dirección de Lozier, los que en una digna emulación ayudaron a la implantación de los nuevos métodos y formas de disciplinas en el Liceo de Chile, fundado por Mora en 1828, y los que en 1830 procuraron su aplicación en el Colegio de Santiago, fundado por franceses, para rivalizar con el Liceo de Chile. Desgraciadamente, la consolidación del régimen político conservador trajo como consecuencia la caída de esos institutos y la vuelta a los antiguos sistemas imperantes. La revolución intelectual de este período tiene, pues, como adalid al ilustre literato y maestro español don José Joaquín de Mora, a quien aún no se hace entera justicia en la historia de nuestro desenvolvimiento intelectual, tratando de obs- — 49 — curecer su gloria en beneficio de la del ilustre venezolano que desde 1833, con sus lecciones en latín y de memoria, inició una contra revolución haciéndolos retroceder a los antiguos planes, textos y disciplinas. (1) La emigración argentina se espantó del retroceso de nuestras letras y de nuestra educación, siendo no solo los discípulos de Bello los que vindicaron el honor nacional, sino muy principalmente los de Mora y los del Instituto Nacional, que habian sentido, de cerca la influencia bienhechora de Lozier. En el plan de estudios del Liceo de Chile aparecen por primera vez en Chile los estudios de humanidades divididos en cinco años, basados en las asignaturas científicas que dirigía Gorbea; seguidos de la enseñanza de la gramática latina, cursada no por la del viejo Antonio de Nebrija (1492), el francés, la geografía, la historia, la literatura española y la francesa, la gramática y la literatura, la aritmética y la astronomía, la física y la química. Textos especialmente elaborados (1) Lastarria.—-Carta a don Benjamín Vicuña Mackenna. El Ferrocarril: 15 de Febrero de 1871. Memoria Histórica 4 — 5 o — por Mora daban la norma en la enseñanza de la literatura y de la elocuencia, de la gramática y de la geografía, dejando a la histoiia los vestigios perniciosos de la rutinaria didáctica española. Pero apagada casi en su cuna la benéfica reforma, y olvidado injustamente el trabajo de Mora, la contra-revolución intelectual siguió triunfante encabezada por Bello, siendo muy pocos—Lastarria entre ellos—como él mismo lo asegura, los que escaparon a su influencia desgraciada. Administración Prieto LA E D U C A C I Ó N PÚBLICA ÉN LA CONSTITUCIÓN DEL ESTADO I Terminado con la exaltación del general Prieto el turbulento período que siguió a la abdicación de O'Higgins, y acallada en los campos de Lircay la voz del liberalismo, la República entró a una época de equilibrio cuyo régimen es bastante conocido. La obra mas fecunda de la revolución triunfante fué la dictación de la Constitución Política de Chile el 25 de Mayo de 1833. — 52 — Señalamos esta fecha en nuestros apuntes porque ella significa la consagración de un principio de nuestra política educacional, en el alcance que los constituyentes quisieron dar a esta actividad al declararla atención preferente del Estado. Continuaban, pues, las inspiraciones de los padres de la patria en una reviviscencia creadora que se manifestó aún en aquella administración, señalada como ninguna de anti-democrática. Camilo Henriquez vivia todavía en el alma de sus conciudadanos y dictaba leyes como versículos sagrados destinados a escribirse en páginas de oro. El habia recordado desde las columnas de la Aurora que entre los ántiguos espartanos, uno de los pueblos que mas amplia e intensamente ha satisfecho los fines que se propuso, ei tratado de educación abarcaba dos tercios de las leyes de Licurgo. «Fecundo y hermoso campo, decía, ofrece la educación a un código sabio. En ella se concentra la parte mas esencial de una legislación que de nada sirve si se dirige a gobernar seres débiles, desarreglados, ignorantes y de malas costumbres ». — 53 — La Constitución Política de la República inscribe entre sus preceptos estos dos que hacen su gloria y que inspiran hacia los que la dictaron una muy profunda gratitud en el alma de todos los chilenos: «Art 153 (hoy 144). La educación pública es una atención preferente del Gobierno. El Congreso formará un plan general de educación y el Ministro del despacho respectivo le dará cuenta anualmente del estado de ella en toda la República. Art. 154 (145). Habrá una superintendencia de educación pública, a cuyo cargo estará la inspección de la enseñanza nacional, y su dirección bajo la autoridad del Gobierno. Demasiado reconocida ha sido ya la primera parte del artículo 153. La segunda, sin embargo, no se ha realizado todavía: el Congreso no ha formado un plan general de educación; leyes orgánicas de diversas legislaturas han prescrito lo que debe hacerse en educación primaria, secundaria y superior: ningún Congreso ha considerado todavía el problema en su completa y amplia magnitud. Como fragmentos sin coordinación han sido — 54 — consideradas las diversas secciones de nuestra educación por un ilustre maestro extranjero que, movido por anhelos de perfeccionamiento, ha expresado su propósito de la manera siguiente: «La falta de unidad en la educación debe ser abolida, haciendo de toda la educación dada en Chile un solo sistema, eslabonado de tal manera que quien haya de recibir educación superior o profesional, pase forzosamente por las escuelas primarias, de estas a las secundarias, y finalmente a las supe^ riores». «La educación del hombre desde su iniciación hasta su completo desarrollo debe ser, pues, un proceso continuo, no interrumpido por línea alguna de división imaginaria, como no lo es su crecimiento», (i) Dividida la educación en general y especial, cumple a la primera preparar y perfeccionar a los ciudadanos, y a la segunda habilitarlos para el ejercicio de todos los oficios y profesiones que constituyen el progreso nacional. La enseñanza general es, de ese modo, el verdadero tronco de un sistema dividido en tres grados: primario, secundario y superior; de él se desprenden, como (1) A. de E. N.— Declaración de Principios. — 55 — diferentes ramas, los tres grados de la enseñanza profesional, al término de los cuales la educación ofrece a la República, como sazonados, frutos los ideales convertidos en acción. Es, pues, necesario el cumplimiento del precepto constitucional, sometiendo a una sola dirección todos los establecimientos de educación pública, excepto los de régimen militar: esta dirección debe ser la Superintendencia de educación pública. II En 1837 empezóse a dar cumplimiento a una de las prescripciones constitucionales con la creación del Ministerio de Instrucción Pública. Mucho mas tarde, en la administración Balmaceda, se reorganizó este Ministerio adicionándose a la cartera de Relaciones Exteriores el Ministerio del Culto, que antes estaba unido al de Instrucción. Hoy solo nos falta conseguir que el Secretario de Estado que tenga a su cargo la educación nacional pueda dedicar a ella toda su actividad y su tiempo, segregando de esta Cartera la de Justicia, a la cual se encuentra unida todavia. Administración Bulnes SARMIENTO F u é en el mismo año de i 83 i, en que los Tribunales de Justicia condenaban a un ladrón por espacio de tres años, a servir de maestro de escuela, en Copiapó, cuando un joven militar argentino, emigrado de su patria, vino a formar en las filas del magisterio chileno, triste y miserable magisterio, sin consideración ninguna entre las clases sociales y falto en absoluto en orientación científica. Y desde el humilde puesto de una escuela primaria de los Andes inició una carrera ascendente, — 58 — demostrando a los Poderes Públicos v al pueblo la nobilísima función de la enseñanza. El análisis de aquella personalidad, que viviendo algunos años en la obscuridad y la pobreza, surgió de pronto majestuosamente en una vida señalada como pocas en grandes hechos, hace considerarlo con justicia entre los prohombres de la América Latina, y lo llevan a un lugar de honor en la historia del continente, haciendo recordar, como justo simil, a esas cumbres eminentes que de distancia en distancia se levantan en la cordillera andina en elocuente y eterna aspiración al infinito. Y deja ese análisis en e! ánimo una huella tan profunda como imborrable, una estupefacción singular por aquella actividad que 110 reposó un instante, y un impulso educativo que nos inspira fe para seguir trabajando en la realización de sus ideales. Fué su espíritu formado al acaso sobre felices disposiciones nativas, en una humilde escuela de San Juan, y mas tarde bajo la tutela cariñosa de un pariente, lo que hizo mover a aquel muchacho de quince años todavía, guerrero, patriota y maestro, pero sobre todo maestro, hasta hacerlo — 59 — concebir, entre los desmantelados muros de una escuela, que la obra educativa debia seguir en evolución histórica aquella brillante campaña de la libertad americana, para hacer que las conquistas del alma inteligencia, sellaran para siempre las epopeyas de la espada e hicieran cruzar a estos pueblos, al recuerdo de aquellos días de laureles de sus campos de batalla, bajo el arco de triunfo en donde alcanzan los pueblos por la ilustración y la virtud, la concepción altísima de todos sus deberes y el ejercicio pleno de todos sus derechos. No queremos recordar lo que aquel paladín de las ideas abogara en la prensa y la tribuna, llevando como bandera la redención de la ignorancia, por un sistema de edificación escolar en salvaguardia de la salud del niño y del maestro; las veces que levantó su voz para significar el valor de ]as condiciones materiales del edificio en la educación física, artística y moral; cuantas veces pidió la creación de rentas propias para la educación primaria, la educación de los adultos analfabetos, los cursos de perfeccionamientos para maestros y su elevación social por remuneración correspondiente a su labor, el mejoramiento del — 6o — mobiliario y útiles escolares, la apertura de museos y bibliotecas, y cuanto problema nos agita hasta el presente y sobre los cuales él abrió la discusión Queremos solamente poner de relieve los tres puntos a que consagró sus mas desinteresados anhelos y a los cuales dedicó sus horas de vigilia en sus largas peregrinaciones de estudio por América y Europa Ellos son la institución de la carrera pedagógica, la educación de la mujer y el establecimiento de la escuela primaria común. I Dentro de aquella concepción grandiosa que en la mente de Sarmiento habia de afianzar y completar la emancipación del espíritu americano, era natural que pensara en el agente con que es preciso contar ante todo tratándose de la escuela, y que el maestro de primera enseñanza fuera una de sus mas acentuadas preocupaciones. Nadie puede intentar la fundación de un sistema de educación popular cuya acción sea intensa dentro y fuera de la escuela, sin tener buenos — 6i — maestros o sin buscar antes la manera adecuada de formarlos. No basta la vocación; la inspiración que feliz mente revelan algunos individuos en la labor educativa tampoco es suficiente: Son pocos por un lado los que demuestran esas aptitudes injénitas, y aún tratándose de las más sobresalientes, es necesario que sean dirigidas en el estudio por un aprendizaje teórico y práctico a la vez, que dé las nociones científicas en que se basa el proceso educativo, y de otro lado desarrolle la habilidad técnica para que pue dan los maestros hacer una obra mas fácil y eficiente. Es preciso formar a los que aspiran a ser educadores. No es posible soportar impasiblemente que al acaso los hombres y mujeres de buena voluntad adquieran la ciencia de educar en forma fragmentaria y el arte de la enseñanza después de ensayos sin dirección y de fracasos sin responsabilidades. A satisfacer estas necesidades tienden las instituciones pedagógicas, y a pedir su creación dedicó Sarmiento sus esfuerzos. Sus artículos relativos a este punto ilustraron — 62 — las columnas de El Mercurio y El Monitor, insi- nuando y haciendo sentir la necesidad de tener buenos maestros. Veia justificado el interés que las escuelas normales merecen en los países mas cultos; veia que aquellos que las poseen en mayor número y mejor organizadas, poseen también las mejores escuelas; veia que de ellas sale la corriente de cultura mas intensificada y fecunda, a derramarse en los colegios y en el pueblo, cuando forman los maestros no solo dándoles preparación científica y práctica para ejercer su ministerio, sino estimulando su perfeccionamiento después de formados, sosteniéndolos y dirigiéndolos en el avance de los estudios relativos a su carrera, dándoles nuevas orientaciones y abriéndoles nuevos campos de investigación, desarrollando su espíritu de análi- sis, imponiéndolos de los nuevos adelantos peda gógicos, verificando continuamente a su vista los ensayos y comunicándoles las aplicaciones. Conocido el alcance que daba su genio a estas instituciones, era natural que aquel joven ministro que, como él, surgía de la humildad sobre el pedestal de su talento y su virtud, mirara en el maestro argentino al hombre que debia realizar - 63 — la idea que por primera vez insinuara en Chile el sabio venezolano, y que fuera Sarmiento comisionado por el Gobierno Supremo para dirigir la primera Escuela. Normal solo dos años después que los Estados Unidos creaban en Massachussetts el primer instituto de esta clase. Instituyóse, pues, la carrera pedagógica con la apertura de la Escuela Normal de Preceptores en ei viejo Portal de Sierra-Bella, y abrióse en Junio de 1842 aquel templo de donde debian salir los maestros de la República a decir a las gentes el evangelio de la verdad, y a preparar los ciudadanos de un país más fuerte, más inteligente, más laborioso y más bueno La nueva profesión encontró su fuente de inspiración en la cátedra de pedagogía, que el maestro ilustró con numerosas obras para la enseñanza normal y primaria; de estas últimas es su silabario en que Chile aprendió a leer por espacio de medio siglo. II Hácia la época de que hablamos, la educación de la mujer estaba en miserable situación. La falta de preceptoras habia impedido la multiplica- — 64 — ción de las escuelas de niñas. Tampoco podia desterrarse aún, a pesar de aquella brillante emancipación del intelecto chileno en los años que siguieron a 1840, la absurda creencia de que los conocimientos eran perjudiciales a la morali- dad de la mujer, que sentía de ese modo agoviada su naturaleza espiritual bajo el peso de preocupaciones coloniales. Contra este prejuicio, Sarmiento solicitaba un rayo de misericordia para esta noble mitad del género humano: pedia conducirla prontamente al conocimiento de sus deberes, de sus intereses, de su noble misión en el hogar y en las actividades sociales, de su importante papel en la época moderna: pedia que brillara también su libertad sobre el cielo de la libertad americana, y que la legislación reparara su olvido, trabajando por el bien de la mujer en el fecundo terreno de su educación. Y todo esto lo pedia cuando nada o casi nada se habia hecho ni intentado, cuando se creia intempestivo y hasta indigno del Gobierno el rentar o subvencionar colegios para mejorar la condición intelectual ele la mujer. Al abogar Sarmiento por mejorar el espíritu de la mujer ¿se perdería su voz en el vacío o so- - 65 — los esfuerzos aislados responderían a ella? La evolución del pensamiento científico nunca ha sido uniforme. Si los progresos de las disciplinas históricas, los fenómenos sociales y los educacionales comprendidos en ellos, no han corrido a parejas con el desenvolvimiento físico y biológico del hombre, dentro del desarrollo del espíritu humano, la evolución del espíritu femenino tampoco ha sido coexistente, sino que a, través del tiempo ha marchado en distancia considerable del espíritu del hombre. Olvidados casi todos los maestros de la pedagogía y olvidados casi todos los gobiernos de la educación de la mujer, se levantó en Chile aquella voz magistral pidiendo que se le prestara la misma atención que a la del hombre, toda vez que «de la educación de las mujeres depende la suerte de los estados», y que «la civilización se detiene a la puerta del hogar doméstico cuando ellas no están preparadas para recibirla ni para cooperar a su natural desenvolvimiento». Si la mujer en su carácter de esposa, de madre o de sirviente, destruye con su ignorancia la educación que reciben los niños en las Memoria Histórica escuelas, 5 — .66 — es natural que las preocupaciones y las costumbres se perpetúen por ella, y que no pueda alterarse jamás en sentido benéfico el modo de ser de un pueblo, si no se trata de cambiar primero los hábitos e ideas de la mujer. E s necesario entonces educarla: educarla conociendo ante todo su naturaleza y las inclinaciones de su ser, «adaptando esa educación a la nobilísima función biológica, intelectual y moral que está llamada a desempeñar en la educación ma-. terna, para la conservación y perfeccionamiento de la raza y para la formación de los hijos de la República». D e aquí la necesidad imperiosa, dentro de cualquier estado social, de que todas las facilidades educativas qúe desde Sarmiento hasta hoy ha venido obteniendo la mujer, loda la amplitud en su educación física, intelectual y moral, práctica y económica, 'y aún su misma enseñanza profesional, -deban mirar y converger principalmente a la misión de la maternidad educadora. Nadie puede ignorar que la conservación y perfeccionamiento de la raza humana, dependen antes que de cualquier otro elemento, de la actuación de la mujer en el hogar y que si repeti- — mos con Rousseau III — «los hombres serán siempre lo que quieran las mujeres, y el que desee a los hombres grandes y virtuosos, que eduque a las mujeres en la grandeza y en la virtud», se impone la educación completa y armoniosa de la madre de familia. Antes, sin embargo, que viva la mujer su vida de esposa y madre, haciendo la felicidad de otros seres y trabajando por el porvenir de la sociedad, ella debe ser un individuo perfecto en sí mismo, vivir para sí misma y bastarse a sí misma. H e ahí su necesidad de adquirir indispensablemente una educación general completa y una enseñanza especial que la haga útil en algupa actividad correspondiente a su sexo Ella debe sentir— si no lo siente es necesario que la educación se lo infunda—el anhelo de ayudar o reemplazar al hombre, pero no de suplantarlo en una competencia que muchas veces la perjudica y desvirtúa siempre su noble personalidad. Habilitada así para levantar su propio peso en la sociedad, no aspiraría la mujer el cambio de su estado civil por interés: constituiríanse los hogares sobre bases afectivas, y la sólida y comple- — III — ta educación de la mujer sería desde luego la mejor garantía de su felicidad y eficiencia educadora. Inicióse, pues, la educación de la mujer, a insinuaciones de Sarmiento, por un camino aceptable con la creación de la Escuela Normal de Preceptoras (1854) creada a su consejo poco después de la publicación del valioso monumento que levantó con su obra Educación Popular; el primero en lengua castellana sobre este asunto, en que expone observaciones de sus viajes por Europa, libro el más estimado por el autor, en el cual, según su propio decir, «cada página es el fruto de una diligencia, recorriendo incesantemente ciudades, hablando con hombres profesionales, reuniendo datos,, consultando libros, estados y folletos, mirando y escuchando». Fué el fruto sazonado de aquella semilla que en su niñez asomó en la Escuela de San Francisco del Monte, en la campiña semi-bárbara de San Luis. Desde allá venía caminando en la enseñanza de escuela en escuela, hasta llegar a Versalles, y a los Seminarios de Prusia, que son el pináculo de la humilde carrera del maestro. «La ciencia y el arte de la educación primaria — III — me la he inventado yo, y a despecho de la indiferencia general, he traído a la América del Sur el programa entero de la educación popular». De este programa forma parte esencial la educación de la mujer, no solo en lo que a ella misma se refiere en su carácter social, sino también sobre la consideración pedagógica de que ella posee aptitudes de carácter y de moral, que la hacen superior al hombre para la educación de la infancia. Hacia estos puntos llamaba la atención en la prensa y la tribuna, al Gobierno como a los maestros y pensadores de aquella época fecunda, representando una y cien veces que donde quiera que no es vana y sin sentido la palabra cultura, se reconoce y pronuncia que la civilización no continuará su camino ascendente, o lo hará con paso lento, sin que reciban los pueblos su provechoso fruto, mientras los hombres de buena voluntad no se decidan a impulsar con brazo poderoso y a dirigir por el camino que señala la sicología moderna, la educación de la mujer, llamada por tanto título a ejercer una influencia decisiva en el desarrollo de los destinos humanos. — 7o — IV Pero la obra mas gigante de Sarmiento es su aspiración a la Escuela Primaria Común, aquella patriótica aspiración mil veces noble, mil veces sentida todavía después de sesenta años, de su acción sobre nuestro sistema educacional, con la cual quería acomodar nuestra enseñanza a nuestro modo de ser republicano, al espíritu y a las necesidades de este pueblo, que debía ser grande no solo por el esfuerzo de sus ingenios esclarecidos sino por el establecimiento de una alta democracia, en que absolutamente todos los chilenos, sintiéndose ciudadanos iguales en derechos educacionales y políticos, y sin otras distinciones que las-que merecen la virtud y el talento, llegarían a hacer de Chile una gran familia ilustrada, progresista y feliz. Fué por decreto supremo de Julio de 1853 que el Gobierno, llamando a certámen a los miembros del magisterio para premiar la mejor obra que sobre educación primaria expresara mejor la influencia de la instrucción primaria en las costumbres, en la moral pública, en las industrias y en desarrollo general de la prosperidad nacional, y sobre la mejor organización que convendría dar — 71 — a las escuelas, atendidas las circunstancias del país, fué, repetimos, por la feliz oportunidad de una disposición gubernativa, que el maestro argentino escribió su libro «Educación Común», aquella grande y hermosa obra en que expresó sus anhelos de estadista americano y de maestro de corazón y de verdad, y organizó sus experiencias de la escuela chilena en armonía con la de sus maestros y amigos de la escuela norte-americana». Los rasgos de vigorosa elocuencia de esta obra de Sarmiento, rica en hechos importantes de la vida escolar y política de un pueblo que empieza su vida libre y ha de marchar hacia un republicanismo democrático, dejan en el ánimo del lector una profunda e imborrable impresión. «Su autor ha recogido y comparado, dice el informe del jurado, que presidía don Andrés Bello, todos los datos de Chile y Estados Unidos que estaban a su alcance; ha analizado las ventatajas e inconvenientes de los diversos sistemas de educación primaria; ha fijado con maestría la extensión que debe tener en nuestro país y el carácter' de práctica utilidad que debiera dársele para hacer sin demora sensible su beneficio. La — 72 — obra abunda en ideas grandes, de aplicación mas o menos inmediata a las necesidades de Chile, presentadas de una manera nueva, que no dejará de interesar hasta a las personas menos instruidas y aún a las indiferentes a la causa de la civilización». El principio fundamental sostenido en esta obra de Sarmiento puede sintetizarse así: «La igualdad política consagrada en nuestra Constitución sólo puede generarse en la escuela común». O como mas tarde decía Amunátegui: «La enseñanza común, dada sin distinciones de clases ni personas, es el medio mas eficaz de que el Gobierno de todos y para todos eche nume- rosas y sólidas raíces en nuestro suelo». Naturalmente esta educación igualitaria supone de hecho la necesidad de la enseñanza de manera tal que sus partes todas constituyan un sistema único y armónico. Y es aquí donde aparece el carácter forzoso de la escuela primaria, la continuidad del proceso educativo, el encadenamiento natural de las diversas ramas de la enseñanza, cuya base es la escuela primaria, abolida en ella toda especie de — III — clasificación, la escuela primaria única, la escuela común. Lo dice al terminar este capítulo de su obra: «Yo llego a la conclusión de que toda división de la escuela primaria debe ser abolida, haciendo de toda la instrucción dada en Chile un solo sistema, de manera que quien haya de recibir educación superior o profesional pase forzosamente por las escuelas primarias, de estas a las secundarias y de las secundarias a los cursos superiores». Este sistema de educación igualitaria se inspira en el deber fundamental de toda organización social civilizada de proporcionar las mismas facilidades educacionales a todos los individuos que la componen, sin exclusiones ni privilegios, sin distinciones basadas en la fortuna o en órdenes de ideas políticas o religiosas. Porque tal es el mas imperioso deber de una organización democrática que buscando el Gobierno del pueblo por el pueblo, no puede tomar otro camino para el progreso y bienestar sociales que proporcionar a los que han de cumplir los mismos deberes y ejercitar iguales derechos, las mismas probabilidades de adquirir una educación que les de una indivi- — III — dualidad y los haga factores conscientes y organizados en el desarrollo y manejo de los negocios sociales y políticos. Este es el fundamento social y político de lo que la Pedagogía llama la escuela común, ardiente anhelo que el insigne maestro pudo contemplar realizado durante largos años en su patria adoptiva, en la provincia de Buenos Aires desde 1875, poco después de su ex-primera magistratura, y en la Dirección General de Escuelas de la misma provincia. Pero en nuestro país un decreto de 16 de Septiembre de 1 866 instituyó la escuela preparatoria del Instituto Nacional, y otro de Noviembre de 1880 las demás de los liceos de la República, dividiendo la acción de la educación primaria en dos actividades, atacando su carácter igualitario y consagrando de ese modo una que se ha llamado irritante división social. Tal fué la suerte de aquella institución de la escuela primaria común, en que cifraba Sarmiento sus mas elevados anhelos de estadista americano y por la cual desplegó en cuatro países sus mayores energías de apóstol y de maestro. En lugar de continuar nosotros en la creación — III — de grandes escuelas, en que se concentraran las miradas y la acción gubernativa, en que los maestros sintieran la satisfacción de ser los educadores de la nación entera y no de clases determinadas, y en las cuales el pueblo contemplara en la comunidad de una misma educación la consagración de la igualdad y armonía de los futuros ciudadanos; en lugar de esta escuela, sólido fundamento de una política educacional, se han desarrollado las escuelas preparatorias, a las cuales acuden por diversidad de causas que 110 es momento de estudiar pero que son de dominio genera', solamente los niños ricos y los acomodados, que miran desdeñosamente la escuela primaria por creerla destinada únicamente a gente menesterosa. Por el contrario, la escuela común, en cuyos bancos, a! decir de un ilustre maestro chileno, «se codean el pobre con el rico y en donde solo se premian la aplicación y la virtud, es la escuela de la verdadera democracia y la que conviene a los países americanos. Solo una escuela frecuentada por todos los hijos de la República merecería entre nosotros la alta consideración que ha alcanzado en los países verdaderamente democráticos ». _ 7 6 — La escuela común sustentada por Sarmiento y perfeccionada con la institución de la carrera pedagógjca, era la base racional en.que podia reposar el sistema de educación nacional prescrito en el artículo 154 de la Carta Fundamental Levantándose a su lado la escuela preparato ría, cabe preguntar cuál de las dos será el principio de ese sistema constitucional. Indudablemente la escuela primaria, porque es la única establecida por la ley orgánica de 1860, que en su artículo 3. 0 no reconoce otra clasificación que las escuelas superiores y elementales, dependientes de la Inspección General de Iustrucción Primaria. Pensemos si conviene reaccionar y volver a los días y a los propósitos del maestro argentino. La educación tiene la obligación de responder a las necesidades del pueblo y de la época y hace tiempo que este pueblo atraviesa por una intensa crisis moral y cívica, con su cortejo de anarquía política, de dolorosas rivalidades sociales, de hondas inquietudes en el orden económico y de profunda indiferencia por la suerte de la patria. En un período de crisis semejante, Fichte el — III — patriota, el filósofo, el profeta y el santo, recomendaba a la nación alemana una educación común que uniera sus elementos dispersos y anarquizados, para conquistar y asegurar la independencia contra el genio de la conquista que surgiera en Francia a raiz de la gran revolución. No queremos significar que en Chile la reconquista de la escuela común pudiera producir por sí sola el levantamiento de una democracia austera y consciente, capacitada para librar a la República de los males que la aquejan y evitar las consecuencias fatales que el actual orden de co sas necesariamente tendrá que producir. No querernos significar eso, porque sabemos que la educación es un proceso que requiere un medio social que no destruya su fuerza sino que la favorezca y ayude. Tienen los individuos en la vida de las plantas dos maneras de asociarse en existencia común: unos, los parásitos, sustraen la savia al árbol que los alimenta, sin cederle de su parte nada que pudiera serle útil; matan la vitalidad del generoso protector y ellos mismos perecen en el robusto tronco que les servia de dosel. Los otros, en estado de simbiosis, se hermanan, se ayudan y - 78 - compenetran en sus funciones orgánicas, trans formando en vida, como pasa en el liquen, con sorcio de hongo y de alga, la luz del cielo y la savia fecunda de la tierra. Como las últimas anhelamos que sean las actividades de un pueblo para que puedan ayudarse mutuamente en pro de una mayor eficiencia social, y no para destruirse en una lucha en que la una o la otra hace el oficio de parásito y terminan por destruir mutuamente su vitalidad. La educación, como actividad esencial de un pueblo, necesita compenetrarse con las demás funciones del organismo nacional; pero es necesario también que estas últimas respondan a ella con la armoniosa solidaridad con que concurren simultáneamente nuestros órganos en el desarrollo de la actividad vital. Así la República exige una escuela que la eduque, que enseñe a conocer y a respetar sus leyes y sus instituciones, haciendo caminar del respeto a una voluntad mas educada al respeto cons- ciente y elevado de los principios, de la persona a la ley. de la obediencia honrosa al padre o al maestro, al libre ejercicio de los derechos del hombre, en el círculo cada vez mas dilatado de la — III — familia, de la Patria y de la humanidad. Pero así también la escuela necesita que la República mire en ella el hogar de todos sus hijos, en el cual se eleva la columna en que reposa todo el edificio de su progreso. «La educación no ha fundado la República, pero la República no puede vivir sin la educación». (Rooselvet). V D e aquella generación de maestros que educó Sarmiento, fué el último en rendir su tributo a la naturaleza, el benemérito maestro don José Bernardo Suarez, que durante 59 años sobresalió en el servicio de la educación primaria dando lecciones, escribiendo textos, organizando escuelas e inspeccionándolas para someterlas a un régimen que respondiera a las necesidades del país. VI Mas tarde la educación primaria, sin llegar todavía al desarrollo que le imprimió la influencia alemana en los últimos años del siglo XIX, tuvo entusiastas propagandistas. Preceptores eminentes, cuyos nombres la modestia ha silenciado, de- — 8o — sarrollaron su acción en nuestras escuelas primarias, enseñando muchas virtudes que escasamente encontramos hoy. Al hacer el elogio de sus vidas, muchas veces se ha dicho que algún día vendrá la historia a señalar justicieramente la obra de grandeza que ellos construyeron silenciosamente sobre el banco de la escuela. Por eso, aunque estos apuntes sean breves, no podemos dejar de recordar en ellos, después de don José Bernardo Suarez, ilustre maestro de Prat, al distinguido educacionista don José Mercedes Mesías, cuyos discípulos se distinguieron por el acendrado afecto que le profesaban; don Avelino Ramírez, fallecido hace poco, que se distinguió por su celo inquebrantable en el cumplimiento del deber, y que en una hermosa carrera abarcó desde el mas humilde hasta el mas elevado puesto en el servicio de la educación primaria; doña Rita Letelier, sabia preceptora durante medio siglo de la ciudad de Talca; doña Edelmira Ríos, por sus virtudes el modelo mas puro de una educadora de la niñez; doña Natalia Carvacho, distinguida en todas las asignaturas, y hoy, por desgracia, retirada del servicio activo de la educación pública; y tantos otros maestros que con sus obras, con su enseñanza y con su ejemplo contribuyeron en otro — 8I — tiempo a hacer de Chile un pueblo de hombres fuertes .y de ciudadanos probos. BELLO Por Jos mismos años en que Sarmiento desarrollaba sus ideas sobre educación primaria, el eminente venezolano don Andrés Bello encabezaba la mayor evolución en la enseñanza secundaria y superior. Habia prestado grandes servicios a su patria e iba a desplegar en Chile una actividad prodigiosa en bien de la educación y la judicatura. Como el de Sarmiento, su espíritu superior comprendía los destinos de la América. Como él sabía que no era el número de sus hombres, ni el poder de sus armas, ni su inagotable riqueza, lo que haría la grandeza y felicidad de los estados independientes, las cuales solo son la resultante de la solidez en la educación que se imparte a los ciudadanos, cuando se piensa que la vida del Estado es inseparable de las verdaderas virtudes, y que estas son difíciles de practicarse sin el previo conocimiento de los hombres y de las cosas. Memoria Histórica 6 — III — I Un decreto de 1839 habia clausurado la Universidad de San Felipe, el templo que nos erigiera en Santiago Felipe V, cuya corona fué la única que extendió los rayos de su luz por el vasto continente de la América española. Pero la Universidad de Felipe V no satisfacía ya las aspiraciones del país. Sus estudios, cuyos programas ocupaban casi por entero la Teología y la Filosofía escolástica, se hacían en latín. Se conservaba en ella, como en los colegios conventuales, aquellos estudios perjudiciales e inútiles, aquel bárbaro ejercicio de la memoria, aquella ridicula aficción a las sutilezas y a las vanas investigaciones, como si los estudios que debían dirigirse a perfeccionar el intelecto, se hubieian establecido para disertar y discutir con refinamiento sobre creaciones abstractas. Clausurada la Universidad de San Felipe, el Ministro d e Instrucción Pública d o n Manuel Montt, uno de los hombres a quienes debe mas Chile su progreso intelectual, se preocupó en 1841 de fundar una corporación que, con arreglo al precepto constitucional del 33, tuviera la su- — 83 — pervigilancia y la dirección de la instrucción nacional. En desempeño de una comisión de Gobierno, Bello presentó el proyecto de una nueva Universidad, el que fué informado favorablemente por una comisión compuesta por don Miguel de la Barra y don José Gabriel Palma, y convertido en ley de la República el 19 de Septiembre de 1842. El 21 de Julio de 1843 Ministerio de Ins- trucción Pública expedía el siguiente decreto: «Desde esta fecha cesará completamente en sus funciones la Universidad de San Felipe, y el rector de esta corporación hará que se entreguen por el correspondiente inventario al secretario general de la Universidad de Chile, los libros, papeles, archivos y demás cosas que le pertenecieron ». D e este modo desaparecía la Universidad de San F'elipe sin dejar huella alguna de progreso. Sus doctores sobrevivientes fueron incorporados a las facultades de Leyes y Teología de la nueva Universidad, y desde ese momento se dedicaron a esta todas las aspiraciones del desenvolvimiento científico. — III — El plan que fija la creación de la Universidad de Chile, descontadas las reformas que la experiencia ha aconsejado en el trascurso de los años, y especialmente la reforma del 9 de Enero de 1879, dió su actual organización, a la Universidad, haciéndola, al mismo tiempo, un Instituto docente, una corporación académica y una autoridad administrativa. En conformidad a una de las prescripciones de su Estatuto Orgánico, el Claustro Pleno de 2 1 de Julio de 1843 se reunió para elegir al primer rector. Cupo a Bello la justicia honrosa de ser elegido casi por unanimidad, y bajo sus auspicios se inauguró solemnemente la Universidad de Chile el 17 de Septiembre de 1843. La minoría del Claustro Pleno sostuvo en aque lia ocasión, en contra de la candidatura de Bello, la de don Juan Francisco Meneses, canónigo chileno, último rector de la Universidad de San Felipe, de larga actuación en el profesorado, representante en la enseñanza de los antiguos sistemas, y en la política, activo cooperador de la reacción ultra-conservadora; pero el Gobierno no oyó esta vez sino los dictados de la justicia, y sin distinguir ideas políticas ni nacionalidades, designó só- - 85 - lo a aquellos hombres cuya sabiduría auguraba el florecimiento de la nueva institución. El decreto que designó a Bello primer rector, contenía además los siguientes nombramientos: secretario general, don Salvador Sanfuentes; Facultad de Teología, decano don Rafael Valentín Valdivieso; secreta:io don Justo Donoso; Facul- tad de Leyes, decano don Mariano Egaña, secretario don Miguel María Güemes; Facultad de Medicina, decano don Lorenzo Sazie, secretario don Francisco Javier Tocornal; Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, decano don Andrés Gorbea, secretario don Ignacio Domeyko; Facultad de Humanidades, decano don Miguel de la Barra, secretario don Antonio García Reyes. Don Diego Barros Arana relata de este modo la solemne apertura de la nueva corporación: «El día 17 de Septiembre fué señalado para la instalación de la Universidad de Chile. Debía celebrarse esta ceremonia en el salón de honor de la antigua Universidad, que desde años atrás servia de sala de sesiones de la Cámara de Diputados, y que siguió prestando este servicio hasta fines de 1852. A las doce del día se agolpaba en la plaza principal de la ciudad una masa coinpac- — III — ta de gente de todas condiciones para ver pasar al Presidente de la República y a su numerosa comitiva, en marcha de la casa de gobierno (hoy intendencia de Santiago) a la Universidad, donde hoy se levanta el Teatro Municipal. La comitiva, en ordenada formación de a dos en dos indivi dúos, ocupaba cerca de tres cuadras. El Presiden te de la República, rodeado de sus ministros, cerraba la columna. Precedíanlo en el orden que sigue, las corporaciones o personas que pasamos a enumerar: una diputación de cada una de las cámaras, el cabildo eclesiástico, los prelados de las órdenes regulares, los dos tribunales de justicia, los generales y militares francos, así veteranos como cívicos, la municipalidad de Santiago, todo el cuerpo universitario agrupado en cinco secciones, entre las cuales ocupaba el puesto de honor la facultad de teología, los profesores del Instituto Nacional, los del seminario, una diputación de la academia dé práctica forense, la sociedad de agricultura, y por último, los alumnos del Instituto. La banda de músicos de la escolta presidencial acompañaba a la comitiva: «La ceremonia de la instalación de la Universidad fué revestida de solemne aparato. Cuando - 8; - toda la concurrencia hubo ocupado los lugares que le estaban asignados, el ministro de instrucción pública se adelantó en el estrado que ocupaba el Presidente de la República y después de declarar a nombre de éste instalada la Universidad de Chile, y de pronunciar un corto discurso para señalar el objeto de esta corporación, dió lectura a la lista de los miembros que debian componerla. Leyó entonces don Andrés Bello el notable discurso de apertura de las tareas universitarias que la prensa ha reproducido en numerosas ocasiones Señalando en sus rasgos generales las funciones que los cuerpos de esa clase están llamados a desempeñar en las sociedades modernas, Bello trazaba magistralmente, aunque solo con unas cuantas plumadas, el programa de trabajos de cada una de las facultades, programa que solo ha sido desempeñado en parte. Por último, el secretario general don Salvador Sanfuentes dió a conocer los temas que proponía cada facultad para los certámenes literarios del año siguiente. Una salva de veintiún cañonazos, disparada en el cerro de Santa Lucía, anunció a Santiago que quedaba instalada la Universidad de Chile», (i) (1) Barras Arana.—Un decenio de la Historia de Chile (1841 1851) Tomo T. — III — Don Miguel Luis Amunátegui ha señalado, con la precisión característica de su estilo clásico, lo que el. sabio rector auguraba a la Universidad del Estado: «Aplicar la ciencia europea a las peculiaridades de la naturaleza y de la sociedad chilenas». Se imponía de ese modo a la Universidad el estudió de la historia y la preparación de los futuros adelantos materiales y morales; se le imponía el conocimiento de la geología del país, su flora y su fauna y todos sus accidentes físicos; quedaba ligada a la cooperación en el desenvolvimiento de la industria y del comercio, a la observación de las enfermedades propias de nuestro clima y sus preservativos: en una palabra, el papel de la Universidad estaba en atender a la utilidad práctica, a los resultados positivos y a las mejoras sociales. II En su plan de trabajos literarios y científicos, Bello decía cinco años después: «Nuestra ley orgánica, inspirada en las mas sanas y liberales ideas, ha encargado a la Universidad no solo la enseñanza sino el cultivo de la — III — literatura y de las ciencias, ha querido que fuese a un tiempo Universidad y Academia, que contribuyese al aumento y desarrollo de los conoci- mientos científicos; que no fuese un instrumento pasivo destinado únicamente a la trasmisión de conocimientos adquiridos en naciones mas adelantadas, sino que trabajase como los institutos de otros pueblos en aumentar el caudal común Este propósito aparece a cada paso en la ley orgánica y hace honor al Gobierno y a la legislatura que la dictaron ¿Hay en él algo de presuntuoso, de inoportuno, de superior a nuestras fuerzas, como han supuesto algunos? Estaremos condenados todavía a repetir servilmente las lecciones de las ciencias europeas sin atrevernos a descubrirlas, a ilustrarlas con aplicaciones locales, a darles el sello de nuestra nacionalidad? Si así lo hiciéramos, seríamos infieles al espíritu de esa misma ciencia y le tributaríamos un culto supersticioso que ella misma condena». Efectivamente, el espíritu ha prescrito el exámen de las verdades antes de su aceptación, la observación atenta y detallada, la discusión, la convicción de principios por la propia experimentación. — 90 — No hay imposiciones que amengüen la inteligencia humana sino en la enseñanza escolástica, cuyo rastro profundo medioeval, aún se marca en instituciones arcaicas que tendrán que evolucionar ante el imperio incontenible del progreso. Rechacemos los métodos y los sistemas que dejan inactivas algunas de las fuerzas de! alumno. Que no haya estados pasivos para él. Que se vea todo su esfuerzo personal. Que una dificultad vencida, le estimule a soñar un nuevo triunfo. Que el maestro proceda como quiere Wickerssham: «que cree el interés por el estudio, solicite la curiosidad, provoque la investigación, despierte la iniciativa, evite la preponderancia o tiranía de una función sobre las otras,-especialmente de la memoria, que conduce a la mecanización funesta de la enseñanza, que inspire la confianza en sí mismo, sugiera analogías y mueva en fin el ensayo de las fuerzas y la prueba de su habilidad». La educación ha recibido, pues, el soplo benéfico del espíritu filosófico moderno, aceptando el análisis y aplicando a la enseñanza el proceso experimental. Y este espíritu ordena la modificación de los principios en presencia de las circunstancias de la — 91 — raza, del clima y del medio social en que se aplican. Por eso cada Universidad, como el verdadero cerebro de su pueblo, ha de vivir en incesante experimentar, en incansable aspiración de hallar a las leyes científicas una útil aplicación y de ilustrarlas con las observaciones de los fenómenos que se operan bajo el radio de su mirada. Si para corroborar este acertó buscamos un ejemplo en la medicina, 110 nos sería posible encontrar la higiene y la patología chilenas en los libros europeos; somos nosotros quienes debemos estudiar hasta qué punto se modifica el organismo humano bajo los accidentes de nuestro clima y de nuestras costumbres. Y entonces es indudable que esto debe hacerse en los laboratorios chilenos y en la amplia observación de los hombres y las cosas que hay en Chile. Este modo d e razonar ha de abrir a la medicina un extenso terreno de acción, en cuyo cultivo se consideran la educación física, el servicio sanitario, y, por lo tanto, el incremento de la población de la República. Lo dicho sobre la medicina, podria expresarse sobre cualquiera de las asignaturas del saber, — 92 — para asegurar con aquel sabio maestro la necesidad de la investigación, para hacer útiles los estudios, para estimular el desarrollo de la intelectualidad chilena. Son ideas que podrían contemplarse en la política, en la moral, en la poesía misma, si se quiere que la primera haga un pueblo progresista, que la segunda le otorgue la felicidad, que la tercera cree su propia literatura en la inspiración de la naturaleza chilena, tan llena de augustas hermosu as, y de esta raza tan rica de glorias y de anhelos. A pesar de estas nobles aspiraciones y del progreso educacional alcanzado desde Bello hasta nuestros días, uno de los defectos capitales en todos los órdenes de,nuestra enseñanza es su carácter académico y teórico, su esflorescenda y su lujo. «No todos nuestros maestros y profesores se han esforzado por formar inteligencias para la lucha diaria de la vida», de instruir a la juventud para los fines verdaderamente prácticos en cosas relativas a la industria, en el aprovechamiento de las fuerzas vivas, sino en ejercitar las memorias, para formar teóricos y políticos. — III — III Quedó, pues, bajo la administración del general Bulnes definitivamente instalada la Universidad del Estado. - En virtud de la ley orgánica, la educación superior y profesional que se ofrece en sus diversos departamentos, es costeada por el Estado, facilidad de que no disfrutan la mayoría de las naciones, en que la enseñanza universitaria se sostiene con emolumentos de los alumnos. En virtud de la misma ley, que no sufrió modificaciones en este punto en la ley de 9 de Enero del 79, la educación costeada por el Estado y todo lo relativo a la concesión de grados y títulos profesionales, se encuentra en manos de una comisión superior, el Consejo de Instrucción Pública, formado por el Rector de la Universidad, el secretario general, los decanos de las cinco Facultades, tres miembros nombrados por el Presidente de la República y dos elegidos por el Claustro Pleno. Las atribuciones del Consejo son amplias y esencialmente liberales; se refieren especialmente a la dictación de los planes de estudio y reglamentos internos de los establecimientos fiscales d e — III — enseñanza secundaria y superior; a la determinación de las pruebas finales para obtener los grados universitarios; a la proposición de aumentos o suspensiones de cursos en los colegios del Estado; a la determinación de las pruebas a que deben someterse los profesores contratados; a la designación del profesorado secundario y superior; a la resolución de las cuestiones que se susciten sobre la.validez y dispensa de grados; a la inspección de la enseñanza en todos los establecimientos de educación secundaria y superior, y de los privados de la misma categoría en lo que se refiere a la higiene, moralidad y seguridad de los alumnos y empleados, y finalmente, a la co rrespondencia con las Universidades y demás corporaciones científicas extranjeras. La amplitud de estas atribuciones hace del Consejo un cuerpo respetable, obligado a imprimir a la educación un rumbo que nunca pueda impugnarse de sectario, y a mantenerse dentro de una atmósfera serena, que no perturben ni las pasiones personales, ni las controversias religiosas o políticas. — III — LAST En ARRIA el mismo año en que se inauguraba bajo tan felices auspicios la Universidad de Chile, el eminente sociólogo, literato, político y maestro don José Victorino Lastarria presentaba a la Cámara de Diputados el primer proyecto de una ley orgánica para la difusión y mejoramiento de la educación primaria. En el discurso que precede a dicho proyecto se afirma que «el Gobierno tiene el pensamiento de aprovecharse de la corporación de la Universidad para hacer, el arreglo de la instrucción primaria en la República y formar un plan de ascensos y recompensas para los maestros de primeras letras que se distingan por su contracción y buen desempeño de sus funciones, (i) El proyecto promovió un largo e interesante debate. El Mercurio de Valparaíso hizo el estudio mas completo del proyecto, de las objeciones que se le hicieron y de los interesantes problemas que con oportunidad de aquella moción dilucidó la Cámara. (1) Lastarria.—Discursos parlamentarios. — III — «Es decir, una verdadera novedad si nó precisamente por el celo y las luces que arguye el tenor de la moción en el diputado que la presenta, sino porque este paso parece ser el primero que se da en nuestro país hacia el grande objetivo de sistemar y regularizar la enseñanza. «Hasta aquí se han visto, en verdad, muchos esfuerzos patrióticos ya por parte de los Congresos, ya por parte de los Gobiernos, para fomentar la instrucción primaria; así es que en este sentido no es una cosa nueva la moción del señor Lastarria; pero aún no había asomado el propó sito de reglamentar las escuelas y de darles una forma idéntica en toda la República sobre bases fijas y tan amplias cual requiere el estado de nuestra civilización y de las urgentes necesidades del país. < : La instrucción primaria no está regularizada en Chile, y en blanco se halla todavía la página de nuestras instituciones sobre el ramo de nuestra enseñanza, aguardando a que la llenen nuestros ilustrados sistemadores. Hay materiales dispersos y buenos deseos por do quiera; mas no existe el lazo que debe unirlos y darles una tendencia concéntrica, ni hay una declaración legal que pueda servir de regla al Gobierno y mostrar al pueblo sus responsabilidades. Abusos y vacíos se sienten en todas partes y estamos cansados de los remedios y de las necesidades mezquinas». A la satisfacción de esjas necesidades intensamente sentidas todavía, estaba encaminada la obra de Lastarria. Las ideas culminantes de su moción son las siguientes: «Clasificación de la enseñanza primaria en elemental y superior. Obligación de las Municipalidades de mantener escuelas primarias gratuitas de ambos sexos en la proporción que sus fondos les permitan. Obligación de todos los conventos y monasterios de mantener escuelas públicas elementales gratuitas. Validez e importancia para servir en las escuelas públicas, del título de normalista otorgado por la Escuela Normal del Estado. Inhabilidad para desempeñar las funciones de maestros, de los individuos procesados o condenados por delitos que merezcan pena infamante o aflictiva. t Memoria Histórica 7 — 123 — Fijación de los sueldos del preceptorado; premios. Juntas directivas departamentales. Ingerencia de la Universidad del Estado y especialmente de la Facultad de Humanidades en la dirección de la enseñanza primaria. T r a s ej primer debate que esta moción originó en la Cámara, su autor la retiró para llevarla a la Universidad, con el objeto de que la ilustración y el patriotismo de los consejeros pudieran dar mayores ]uces al país y a la Cámara sobre este trascendental problema. La prensa, sin embargo, lo recogió desde luego y suscitó las diversas controversia^ que desde entonces han traido el criterio nacional dividido en distintas corrientes de opinión. La Universidad lo estudió con detención en la Facultad y en el Consejo, y don Antonio García Reyes, recogiéndolo nuevamente, lo presentó a la legislatura de 1848 con el apoyo de su autor. Al finalizarse el debate y después de numerosas objeciones, se suscitó la discusión mas entusiasta sobre el problema de los fondos que debian destinarse al fomento de la enseñanza primaria. Si el tesoro público destinaría la totalidad de — III — los fondos que se invirtieran en el ramo, o si correspondía mas directamente a las municipalidades esta atención preferente, lo que indica que ella se efectuaría con fondos de la localidad, o si, finalmente, como cuestión ^nte todo de interés in- dividual, ella debía sostenerse con el producto de una nueva contribución dedicada a este solo y exclusivo objeto: he aquí planteado en el difícil aspecto económico aquel gran problema educa- cional. ¿Debía crearse un fondo especial para el sostenimiento de las escuelas primarias? El señor Lastarria contestó negativamente en la Cámara; del mismo modo opinaba la Facultad de Humanidades. La edución primaria ¿correspondía, pues, al Estado o a la localidad? El señor Lastarria contestaba: ;<Para mí no cabe duda que al Estadó, en países nuevos como el nuestro». i Mientras la civilización no se desarrolle suficientemente para emancipar la esfera de las ciencias y de la educación dándole una vida propia que haga inútil la intervención del Estado, es imposible dejar la educación al cuidado de la localidad; se nos cita el ejemplo de Norte América, también lo tuve presente. Pero ¡qué diferenciál IOI En Norte América es un negocio de la familia, porque cada padre atiende a ello como a su propio asunto, a causa sin duda de ese espíritu nacido de la civilización y la riqueza. Cada padre de familia concurre allí con su cuota al fomento de la instrucción y lo hace expontáneamente porque cree que el hacerlo es un deber social. ¿Podría conseguirse igual cosa en Chile por mas que se le impusiese esta obligación por cuantas leyes se dictaran? Podría siquiera conseguirse en Santiago y en Valparaíso, que son los pueblos mas adelantados de Ja República? No estamos viendo lo que cuesta ahpra recaudar unos cuantos reales por la contribución de sereno y alumbrado público? ¿Qué no costaría la de cuatro reales más que se impusiera por la educación? No exagero si digo que estó podría ser causa de una revolución La educación primaria en Chile tiene por enemigos la pobreza, }a incuria de las familias y lo diseminado de la población. Talvez esto último es lo que impone maypres dificultades, hasta el extremo de no corresponder el provecho de las escuelas existentes a las sumas que en ellas se invierten», (i) (1) LasUrrá—Discursos parlamentarios, primer» serie. IOI II Aplazóse la discusión de ese proyecto, y reabierta 1111 mes después, don Manuel Montt presentó por encargo de la Cámara una nueva forma de la moción Lastarria, recogiendo las ideas vertidas por la Cámara y la prensa, y agregando algunas de su propio haber. Nombróse entonces una nueva comisión para que refundiese los dos proyectos en urío solo, el cual debía presentar alguna fórmula para resolver o para evitar los inconvenientes que ofrecía una nueva contribución para ese objeto. Brillante fué el discurso de Lastarria defendiendo el proyecto primitivo, cuyas cláusulas esenciales conocemos. «Mucho se pondera en el proyecto del señor Montt, exclamaba, la necesidad que tiene la República de proveer a la instrucción primaria y de propagarla. ¿A qué fin? ¿Quién no está convenido con esto? ¿Quién puede formar cuestión sobre el particular? Un tomo entero que se escribiera sobre esto, podría reducirse a estas palabras. «La República tiene por primera necesidad la de propagar la instrucción primaria». Esto está en el corazón, en la conciencia de todos», 102 «Se quiere hacer entender que el segundo proyecto provee mejor a esta necesidad, y yo creo que nó: la difenencia que hay entre ambos es que uno es realizable y el otro no lo es; y yo creo que cuando la Cámara da una ley, debe dar una que sea practicable: ha de tener presente que debe hacer una ley antes que una ilusión». III La comisión nombrada por la Cámara, compuesta por don Salvador Sanfuentes, don Manuel Ramón Infante y don Juan Bello, formuló su opinión, apoyada por el señor Lastarria, pronunciándose en contra de una nueva contribución y formando los fondos de la educación primaria con la cantidad que anualmente le asigna el tesoro público, con la qué las municipalidades destinan al mismo objeto y con «las erogaciones que cada municipal podría cobrar a los padres pudientes, cuyos hijos se educaran en las escuelas del de partamento o en escuelas sostenidas con fondos fiscales o municipales». IV De las obras didácticas de Lastarria, podríariios citar numerosas en estas líneas. Bástenos recor- — dar sus «Lecciones ic>3 — de Geografía moderna», (1838), la primera nacional de este ramo, escrita para los alumnos del célebre colegio del presbítero don Juan de Dios Romo, fundado en 1836 y en el cual el autor inició a los 20 años su carrera pedagógica; sus «Recuerdos Literarios» en cuya primera parte se exponen las ideas pedagógicas dominantes en la época de Bello; su obra «Ob- jeto de la Educación Social», dedicada a la Sociedad de Instrucción Pública; «El Libro de Oro de las Escuelas», aprobado como texto de lectura por el Consejo Universitario, en que trata de propagar la moral independiente; y la traducción del Compendio de Moral Racional de Courcelle Seneuil. Al lado de esta labor literaria, recordemos al terminar estas líneas su trabajo práctico, incansablemente ejemplarizador en bien de, la educación primaria, que se manifestó en 1844, a p e . tición del Ministro de Instrucción Pública, por visitas a las escuelas de la capital para tomar conocimiento de sus deficiencias mas sensibles y para proponer medidas que tendieran a remediar" las; en 1 849 por la cooperación que prestó a las comisiones visitadoras de las escuelas; y finalmen- — ic>4 — te por la elaboración de los programas de Geografía y Gramática Castellana. La obra vastísima de este insigne maestro de Chile, esbozada aquí tan a la ligera, ha sido expuesta en el admirable libro «Lastarria y su tiempo», de don Alejandro Fuenzalida Grandón. GORBEA En el tomo XVIII de los Anales de la Universidad, correspondiente al primer semestre de 1861, aparece en relieve la obra del eminente profesor español don Andrés Antonio de Gorbea, debido a la pluma de don Manuel Salustio Fernández, miembro de la Universidad de Chile en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. Había venido a-Chile en 1823 contratado para profesar las Ciencias Matemáticas en el Instituto Nacional, y contribuir, como eficazmente lo hizo, a la reforma que ideaba el Gobierno. Su gran contribución al desarrollo de la enseñanza secundaria, superior y especial, le han hecho acreedor al reconocimiento público. «Consagrado-incesantemente a las nobles tareas del magisterio, su vida no era sino la vida del profesor y del sabio. Estudiaba diariamente, — ios — porque era máxima suya que el tiempo bien empleado le aprovechaba al discípulo». En i 843 interrumpió su enseñanza con verdadero pesar para ejercer el cargo de director del Cuerpo de Ingenieros Civiles. Ese mismo año fué uno de los miembros fundadores y primer decano de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad. En 1850 volvió a su cátedra del Instituto a dar lecciones de mecánica racional aplicada. «Componíase su numeroso auditorio de los jóvenes mas adelantados en matemáticas y aún de profesores del ramo, que asistían gustosos a escuchar su elocuente .palabra, revestida del prestigio que le daban la antigüedad de sus títulos y su afamada nombradía». (¡) DOMEYKO Es otro de los grandes colaboradores de la en señanza secundaria y superior. Habia nacido en Polonia en 1802, cursado humanidades en un colegio de escolapios, ciencias físicas y matemáticas en la Universidad de Vilna, y mineralogía en Paris. (1) Ponce.—Bibliggrafía pedagógica, página 214. — loó — Vino a Chile en 1838, contratado para desempeñar las clases de Física, Química y Mineralogía en el colegio de Coquimbo o sea en el actual Liceo de la Serena, donde trabajó cinco años, revelando sus altas condiciones de profesor ilustrado y laborioso. «Don Ignacio Domeyko tomó parte principal en las reformas realizadas en el Instituto Nacional durante el rectorado de don Antonio Varas. En su memoria sobre el modo mas conveniente de reformar la instrucción pública en Chile, publicada en los números 26 y 27 de 29 de Diciembre de 1842 y 5 de Enero de 1843 del Semanario de Santiago, define la finalidad de la instrucción y propone un plan de estudio general, sin atender a la profesión 11 ocupación futura de los alumnos y en conformidad al sistema denominado concéntrico; la creación de visitaciones'de liceos; el establecimiento de una escuela normal de profesores y la fundación de una academia de pintura y otra de música. Al organizarse la Universidad de Chile en 1843, Domeyko fué designado uno de los miembros fundadores de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. — ic>7 — En 1850 habia publicado ya numerosos estu- dios, folletos y libros, con los cuales habia cimentado dentro y fuera del país su reputación de sabio naturalista y escritor científico y ameno. En 1852 fué nombrado para el cargo de delegado universitario, o sea jefe de la sección superior del Instituto Nacional. Son innumerables sus servicios en el desempeño de este destino, pres- tados 110 solo a los cursos científicos sino a las escuelas de pintura, escultura y arquitectura, anexas a dicha sección. En 1867, en vista de la terna formada por el Claustro Pleno de la Universidad, el Gobierno le designó para las funciones de rector de esa corporación, sucediendo a don Andrés Bello y a don Manuel Antonio Tocornal. Su «Reseña de los trabajos de la Universidad desde 1855 hasta 1872», es una pieza acabada. Forma un cuadro completo y animado de la instrucción y de la literatura en Chile durante el período referido. Los historiadores de nuestro tiempo no pueden menos de leerla y consultarla para sus investigaciones». El venerable sabio se retiró de la enseñanza — ic>8 — en 1883 después de servirla 46 años continuos. Emprendió entonces un viaje a su tierra nativa y volvió a morir a su segunda, patria. (1) (1) Ponue—Bibliografía Pedagógici Chilena. Administración Montt i La administración de don Manuel Montt, cuya candidatura representaba el espíritu civil en la primera: magistratura y dentro de su mismo partido el principio de autoridad en contra de los movimientos populares que promovieron los principios liberales, pudo, a pesar del agitadísimo período en que se inició, continuar la benéfica obra educacional que el ilustre Presidente habia hecho como rector del Instituto Nacional y como Ministro de Instrucción de don Manuel Quines. Asegurada la paz con la derroca del general Cruz, y sofocada con el ostracismo la revolución, el Gobierno se consagró a las tareas administra- 110 tivas, reorganizando la Hacienda Pública, tendiendo ferrocarriles, dando base al crédito agrícola, poniendo en vigencia los códigos. Pero su obra imperecedera es, sin duda, la obediencia al mandato constitucional en orden a educación. El corazón de aquel hombre superior parecía latir con el de Horacio Mann: «En nuestro país y en nuestros días, nadie es digno del título honroso de hombre de Estado, si la educación del pueblo no ocupa el primer lugar en su programa de administración. Un hombre puede ser elocuente, conocer a fondo la historia, la diplomacia, la jurisprudencia, y esto sería suficiente caudal en otros países para que pretendiera el concepto de que hablamos; pero si sus palabras, sus proyectos y sus esfuerzos no se consagran en todo momento a la educación, no es ni debe ser un hombre de Estado americano». Por eso aquel hombre que se, sentía y era en realidad un verdadero hombre de Estado, pasó por la administración pública dejando un reguero de luz. Suya es la gratitud que debe la República al fundador de la Universidad y de la Escuela Normal de Preceptores, en el Gobierno anterior; suya — III — la que le debe por la creación del Taller de Dibujo en el Curso de Ingeniería, por la creación del Instituto de Sordo-Mudos, de la Escuela de Minería, de la primera Normal de Preceptoras, del Liceo de Chillan; por el plan de esludios de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, por la organización de la Sección de Bellas Artes, por el contingente de sabios que atrajo a nuestros centros intelectuales, y finalmente por la promulgación de la Ley Orgánica de Instrucción Primaria. A pesar del impulso que la obra de Sarmiento imprimió a la educación primaria y de la solicitud con que la administración del general Bulnes continuó su desarrollo, fundando numerosas escuelas primarias, este servicio no era tpdavia sino un conjunto heterogéneo, sin unidad administrativa, sin clasificación de las diversas categorías de establecimientos primarios, sin un sistema de opción a empleos y ascensos, sin determinación de planes y de programas y sin comunión de aspiraciones en el magisterio. Antes, sin embargo, de que concluyera aquella administración tan agitada por las pasiones poli ticas, pero tan gloriosa por el movimiento educa- — 112 — cional, la firma del ilustre mandatario debía promulgar la Ley Orgánica de Instrucción Primaria, refrendada por don Rafael Sotomayor, el 24 de Noviembre de 1 860. En ella desarrolla el eminente estadista un plan armonioso y completo de educación primaria, indicando qué sentencias se debian seguir, qué ciencias y qué artes enseñar, marcando rumbo determinado al desarrollo de las escuelas para convertirlas en verdaderos centros de cultura popular, a fin de que los padres y los vecinos, observando en ellas un principio de felicidad y una garantía de orden y de progreso, tuvieran fijas en ellas sus miradas con paternal solicitud. «En países regidos por instituciones republicanas, decía en su moción a la Cámara de Diputados en 1 848, en donde todos los miembros de la sociedad son llamados a trabajar por el bien común, y a tomar parte mas o menos importante en los negocios públicos, el primer deber de los encargados de regirlos es preparar a los ciudadanos para que llenen sus funciones, ilustrando su inteligencia y desarrollando en su corazón los principios de moralidad y de virtud. Aun cuando se prescindiera de esa consideración poderosa, — » í3 — bastaría, reflexionar que el mayor bien social para el mayor número de individuos no puede lograrse sin una instrucción primaria competente, que, al mismo tiempo que ilustre y perfeccione el juicio, despierte la actividad y habilite para sacar partido de los recursos personales y para mejorar nuestra condición con un trabajo inteligente »• La Ley Orgánica de Instrucción Primaria de 1860 (1) reconoce en su artículo i.° el derecho a la educación de todos los habitantes del Estado, derecho correlativo a los deberes que impone la sociedad, y que capacita a la vez para ejercitar los derechos del ciudadano, que solo se hacen inviolables cuando los gobiernos ven en sus pueblos colectividades—no rebaños—de hombres ilustrados y conscientes. «El derecho a la instrucción competente reposa en los mismos fundamentos que el que tiene el ciudadano para que se le proteja en su persona y propiedad, para que se le administre justicia en sus contiendas, para que se le asegure la libre publicación de sus pensamientos, y al lado de ellos (1.) Ponce.—Prontuario de Legislación Escolar. Memoria Histórica 8 — H4 — ha sido consignado en las cartas constitucionales de algunos pueblos de Europa. Reconozcámoslo nosotros y habremos consignado en la ley un principio fecundo en bienes para la República. Seguidamente , la Ley Orgánica reconoce a la mujer igual educación que al hombre, dicta la clasificación de las eseuelas en elementales y superiores, cor} cuatro y seis años de estudios respectivamente, fija el número de asignaturas, determina la proporción de las escuelas con respecto a la población (una de niños y otra de niñas por cada dos mil habitantes que contuviere la población), instituye las escuelas temporales para las aldeas y los campos, en que la escasez de la población no exige escuelas permanentes, organiza las escuelas normales, crea la Inspección General de Instrucción Primaria para dirigir el servicio en toda la República, y ordena, lo que hasta hoy no se ha hecho, la creación de rentas propias para la educación primaria. Un Reglamento General para las Escuelas Primarias, up Reglamento Interno para el régimen de las mismas, y Reglamentos Generales y Especiales para Escuelas Normales, han completado posteriormente la Ley Orgánica, de modo que — M5 — han satisfecho las necesidades del servicio, aunque a la fecha reclaman su reforma como la misma Ley. II M E R C E D E S MARÍN D E L S O L A R La educación de la mujer, nula en la Colonia, rutinaria en la época de Sarmiento, no se reducía al empezar la segunda mitad del siglo, en aquellas que tenian la suerte de recibirla, a otra cosa que a la enseñanza primaria y al aprendizaje de las labores propias de su sexo. Cuando el maestro argentino abogaba en la prensa y en la cátedra por libertar el espíritu femenino, su acento se perdía en el vacío o solo esfuerzos aislados respondían a él. La creación de la Escuela Normal de Preceptoras, en 1854, marca, sin embargo, un paso hacia el progreso, a lo menos por entonces, en el terreno de la educación primaria femenina. Si en la administración Montt la enseñanza primaria era suministrada en la capital en proporción de 1 p o r c a d a 17 individuos, mayor asombro sentimos al saber que por cada 7 hombres solo — i r6 — concurría a la escuela una mujer. Ambos sexos merecen, sin embargo, una igual atención, porque un mismo derecho les asiste. «La preferencia que se ha dado a los hombres, si en la práctica ha debido disculparse por la mayor dificultad con que se tropieza para crear escuelas de mujeres, sería en la ley una injusticia que privaría a la mitad de los habitantes del Estado las ventajas de la instrucción, y precisamente a la mitad que tiene a su cargo la formación del corazón y de la inteligencia en la época de la vida en que mas se graban los errores o verdades que se inculcan, para decidir con frecuencia de la suerte de los hombres s>. Una mujer, que es gloria de la república de las letras, brillaba en la época que diseñamos, y con cultura superior, singular para su tiempo, abría el camino intelectual de la mujer. No desconocía la señora' Marín del .Solar que la función social de mayor importancia en la mujer se realiza en el cumplimiento de sus deberes en el seno del hogar, en cuya serenidad brilla sin ostentacióp pero con luz purísima la chispa de su ingenio; por eso mismo anhelaba el perfeccionamiento de su cultura, su desarrollo en el cultivo — ii7 — de las letras, su iniciación en el santuario de las ciencias y las artes, y su mayor influencia en el desenvolvimiento moral de la sociedad. Aparte de su ejemplo nobilísimo en el trabajo de su propia educación dado a las jóvenes de su época, es justo consignar en esta memoria algunos de sus esfuerzos intencionados en pro de la educación de la mujer. Su posesión del francés, que acaso alcanzó antes que ninguna chilena, recreó continuamente su espíritu en las Cartas de Educación de Mdme. Genlis y en otras obras de la época, que dieron a su estilo la gracia, flexibilidad y dulce sencillez que lo distingue, e inspiraron su criterio pedagógico haciéndole ver claramente el camino señalado a la mujer. La Alborada Poética de don Miguel Luis Amunátegui, nos ofrece la copia de un plan de estudios en el cual la ilustre chilena expresó lo que sus felices disposiciones la habian hecho por sí misma practicar. Ese plan es, pues, ante todo un bosquejo de su propia vida; y en segundo lugar, la explicación de sus ideas en orden a educación. Ver.dad que aquel plan es incompleto, acaso — 118 — por la anterioridad con que fuera redactado, y que un desequilibrio entre la importancia capital que asigna a la educación religiosa, y la secundaria que da a las demás fases de la educación in- tegral, hacen de él un programa impracticable en nuestros días. Con todo, es el primer plan de educación femenina elaborado en Chile y su autora merece el reconocimiento de la Patria. Ella da por base de la educación el principio religioso, sin supersticiones ni prejuicios. La religión es en su espíritu un conjunto de altísimas verdades y la práctica constante de todas las vir tudes. ¡Hermosa concepción que no siempre ha inspirado a la mujer en nuestra tierra! Insistía en la necesidad de desenvolver progresivamente la inteligencia de la niña, para lo cual recomendaba el aprendizaje del francés. Pero lo que ha. llamado más' la atención de sus biógrafos es el hecho de que la señora Marín del Solar, no obstante sús felices inclinaciones hacia la Literatura, recomendara insistentemente que la mujer adquiriera a ló menos los rudimentos de las ciencias y lá práctica de las tareas domésticas, para que con su ilustración y sentido práctico pudiera ser a la vez la providencia y el encanto del hogar. — H9 — De un discurso pronunciado por la señora Marín en la distribución de premios de un colegio de niñas, tomamos el siguiente párrafo, para engalanar el afectuoso recuerdo que aquí hacemos de su obra educadora: «Vosotras tornaréis algún dia al hogar paterno, y, empezando a dejar de ser niñas, haréis al lado de vuestras madres el aprendizaje de las virtudes domésticas, tanto mas necesarias cuanto ellas son la herencia de la mujer y están de acuerdo con su naturaleza y con su posición. Solo el desorden de las costumbres, el trastorno de todos los principios, pueden hacer que se miren en una sociedad como bajos y despreciables los cuidados caseros. Ellos nos recuerdan los cuadros mas interesantes de la Biblia, aquella sencillez primitiva tan eocantadora en la pluma de los escritores antiguos; las nobles castellanas de la Edad Media, cuyo modesto decoro templaba por su dulzura el carácter agreste de aquellos siglos de hierro y la índole demasiado belicosa de sus esposos y de sus padres. Creedme: nunca es mas interesante una mujer que, cuando retirada en el interior de su familia, regla las ocupaciones, cuida de la economía, entabla el orden en todo y aplica 120 sus dedos industriosos a la'costura y al bordado. Los griegos divinizaron este arte y lo asociaron a la sabiduría en la imagen de Minerva; y las princesas mas elevadas de todos los tiempos lo han practicado en medio del esplendor de sus cortes. No es en el tumulto de los saráos, rodeadas del oropel del lujo donde vuestras gracias aparecerán mas seductoras, ni donde inspiraréis afecciones mas fuertes y profundas. En el hogar doméstico, os lo aseguro, no faltarán ojos penetrantes que se fijen en todo ese conjunto de prendas que prometen una felicidad duradera. Pero cuan tos hechizos podéis aún añadir al mérito sólido, si desenvolviéndose en vosotras el sentimiento de lo bello, quereis cultivar los talentos agradables y adornaros con ese lujo del arte y de la naturaleza que tanto realza al ser humano'. Entonces vuestro imperio será mucho mayor, no lo dudéis, y jamás el fastidio vendrá a perseguiros en las horas de vuestro descanso. ¡Qué de veces he visto yo correr dulces lágrimas por el rostro de un padre a quien acosaban las penas, al oir la voz melodiosa de su hija, ya entonando un aire expresivo, ya vertiendo sus pensamientos en una conversación sazonada por la finura, la discreción 121 y el ingenio! Las madres ven desaparecer con indiferencia al lado de tales hijas los atractivos de su propia belleza, y no temen para la vejez el menosprecio y el olvido, pues saben que serán indemnizadas de sus desvelos por aquellos mismos seres inocentes a quienes los han consagrado, y que con el tiempo se tornan en verdaderas madres y protectoras de las que les dieron el ser. Aspirad, niñas, a una felicidad tan pura», (i) III S AZIE El sabio filántropo francés don Lorenzo Sazie había venido a Chile bajo la administración de don José Joaquín Prieto, pero su actividad se desplegó mas intensamente después de la fundación de la Universidad, bajo los gobiernos de Bulnes, de Montt y de Pérez. Por espacio de 30 años numerosos discípulos escucharon sus enseñanzas: del eminente sabio puede decirse con justicia que es uno de los fundadores en Chile de la carrera médica. (1) M. L. Amunátegui.—Alborada Poética. 122 Sazie era un hombre y un maestro extraordi nario. A su talento preclaro, a su laboriosidad singular, al espíritu filantrópico con que abrazó su profesión,.unía la suerte de haber sido en París discípulo de los eminentes profesores de la época: Cuvier, Orfila y Gay-Lussac, entre otros. «Bruossais decíaj hablando de él, -¿que estaba dotado de sólida intuición y que tenía todas las cualidades necesarias para ser un excelente pro fesor»; Velperan: « que era apto para llenar las mas altas exigencias de la cirugía y la medicina»; M Emery: «que habia dado pruebas de alta ca- pacidad médica y quirúrgica, y que durante el tiempo que habia estado como interno en su ser vicio, habia desempeñado sus funciones con celo y talento dignos de los más grandes elogios»; el barón Dublois: «que el celo y abnegación del joven Sazie solo podían compararse con la solidez de sus conocimientos»; Jober: ««que él en su servicio se habia distinguido por su talento, no solo como médico práctico, sino como hombre erudito y sabio»; M. Maury: «que estaba a la altura de todas las misiones que se le confiaran y que era digno de todo el interés que por él se tuviera». H e aquí las razones que nos autorizan para llamarle un — III — hombre eminente; he ahí las razones que determinaron a Orfila a recomendarle, al Gobierno de Chile como la persona mas a propósito para llenar sus exigencias Rarísimo es encontrar reuni- das en un solo individuo las cualidades que adornaban al doctor Sazie; el hombre que las posee es un hombre extraordinario». (i) El día en que el país perdió a aquel eminente sabio, que la Representación Nacional habia honrado expontáneamente con la ciudadanía chilena, la Facultad de Medicina perdió a uno de sus mas activos profesores, los infelices a uno de los mas abnegados filántropos y el cuerpo médico chileno al mas ilustre de todos sus fundadores. (1) Adolfo Valderrama.—Biblioteca de Escritores de Chile.— Obras escogidas. <»> <•» <<>• <»» «<>> <•> <»• <<»• Administraciones Pérez, Erráznriz y Pinto. i P H IL IP PI El sabio naturalista don Rudulfo Armando Philippi, que tanta influencia ejerció durante medio siglo en el desarrollo científico de la nacionalidad chilena, habia sido educado por el mas eminente educador de los tiempos modernos, el profundo y tierno Pestalozzi, en el célebre Instituto de Iverdon. Doctor en medicina titulado en Berlín, director de la Escuela Politécnica de Hesse-Castel, ya era I 20 su nombre conocido en el campo de la ciencia cuando vino a Chile, por feliz oportunidad de familia, y empezó a servir en la causa intelectual de la nación. Miembro corresponsal de la Universidad de Chile en 1852, rector al año siguiente del Liceo de Valdivia, profesor de Botánica y Zoología, y director del Museo Nacional poco después, profesor de Geografía Física y de Historia Natural del Instituto Nacional en 1868, miembro del Consejo de Instrucción Pública dos años después y en 1872 miembro honorario de la Facultad de Medicina, su carrera luminosa no solo es notable por sus ascensos en el escalafón de la educación pública sino por innumerables memorias, informes, comisiones y obras científicas, entre las cuales recordamos sus Elementos de Historia Natural y sus Elementos de Botánica. Recordaremos siempre como la apoteosis en vida de aquel ilustre maestro—de uno siquiera —aquel que rindió la Universidad en el nonagésimo aniversario de su nacimiento (1898) al último sobreviviente de los discípulos de Pestalozzi, al sabio de reputación universal. — III — 11 Pasaron muchos años antes que el Gobierno cumpliera los anhelos de doña Mercedes Marín del Solar, organizara la enseñanza femenina y le diera la clasificación gradual y completa que ha alcanzado en nuestros días. Mientras se desenvolvía la educación de la mujer con el benéfico resultado de la Escuela Nor- mal de Preceptoras, y con la Ley Orgánica de 1860, algunas congregaciones religiosas intentaban una educación mas esmerada para la alta clase social. Nada por cierto era aquello de lo que es hoy la educación secundaria femenina; pero ese fué, y debemos declararlo con justicia, su principio entre nosotros. Vino en seguida la apertura de los liceos particulares no congregacionistas, en donde han prestado eminentes servicios la señora Manue- la Cabezón en Valparaíso, y en Santiago las señoras Josefa Cabezón, Antonia Tarrago, Isabel Le-Brun de Pinochet y Mercedes Turenne. Estos liceos merecieron de aquellas administraciones en que se fundaron, la confianza y ayuda pecuniarias que necesitaban para surgir en un — 123 — medio que todavía no era propicio a un vasto desarrollo de la cultura femenina. Es de particular importancia el decreto de 6 de Febrero de 1877, que declara que las mujeres pueden dar exámenes para obtener títulos profesionales, sujetándose a las mismas reglas que los hombres. Lleva la firma del Presidente Pinto y de su Ministro don Miguel Luis Amunátegui. Dice así: «Considerando: i.° Que conviene estimular a las mujeres a que hagan estudios serios y sólidos; 2. 0 Que ellas pueden ejercer con ventaja algunas de las profesiones denominadas científicas; y 3. 0 Que importa facilitar los medios de que puedan ganar la subsistencia por sí mismas, Decreto: Se declara que las mujeres deben ser admitidas a rendir exámenes válidos para obtener títulos profesionales con tal que ellas se sometan para ello a las mismas pruebas a que están sujetos los hombres». Nueve años después, el 27 de Diciembre de 1886, doña Eloísa Díaz obtenía el primer título 129 universitario. El Rector don Jorge Huneeus, al licenciarla en Medicina y Farmacia, le presentaba las felicitaciones del Consejo y las suyas personales, por haber sido la primera persona de su sexo que habia obtenido este grado en la Universidad de Chile. Era también la primera doctora de la América del Sur. Finalmente, se abren los liceos fiscales de niñas, que marcan un enorme progreso en las ideas pedagógicas, y habilitan a la mujer para el estudio de las profesiones liberales. D e estos liceos, cuyo desarrollo es felizmente acentuado, solo el Superior, anexo al Instituto Pedagógico, está sometido al Estatuto Universitario, como lo ordena la ley para todos; los demás dependen directamente del Ministerio. III Es de importancia para la educación la promulgación del Código Civil, 14 de Diciembre de 1855, y la del Código Penal, 12 de Noviembre de 1874, que vamos a considerar conjuntamente. El Código Civil establece en su Art. 222 que Memoria Histórica 9 125 «incumbe al padre o madre que ha reconocido al hijo natural los gastos de su crianza y edución». Se incluirá en esta, por lo menos, la enseñanza primaria y el aprendizaje de una profesión u oficio; en el Art. 434 establece «que la continuada negligencia del tutor en proveer a la cóng r u a - sustentación y educación del pupilo es motivo suficiente para removerle de la tutela», en el Art. 241 dice: «la obligación de alimentar y educar al hijo que carece de bienes pasa, por falta o insuficiencia de los padres, a los abuelos legítimos; por una y otra línea conjuntamente, y por último, en el Art. 323, al hablar de. los alimentos que se deben por la ley a ciertas personas, establece que «los alimentos sean congruos o necesarios, comprenden la obligación de proporcionar al. alimentario menor de 25 años, la. enseñanza primaria y la de alguna profesión u oficio». El niño chileno tiene, pues, el derecho de ser criado y educado. El Código Penal, por su parte, afianza ese derecho en su Art. 494, N.° 15, diciendo: «sufrirán la pena de prisión en sus grados medio a máximo, o multa de 10 a 100 pesos, los padres de familia o. los que legalmente hagan sus veces, que abando- — i3i — nen a sus hijos, no procurándoles la educación que permitan y requieran su clase o facultades». Existe, pues, en Chile la Educación Obligatoria establecida en los códigos, es decir, existe implícitamente la educación primaria obligatoria: falta solo que una ley especial determine la manera de cumplir ese sagrado deber, y que establezca las causas que eximen de esa responsabilidad. IV La Ley Orgánica de la Universidad de Chile, de Noviembre de 1842, había venido completándose con una serie de disposiciones y modificándose en lo que tenían de inadecuados sus Esta- tutos. Entre los vacíos que se llenaron hasta organizar las reformas en la nueva ley de 9 de Enero de 1879, figuran el reglamento del Consejo de la Universidad y el reglamento para la concesión de grados en las diversas Facultades (1844), las formalidades que deben observarse para el nombramiento de miembros honorarios y corresponsales (1848), el reconocimiento de las universidades extranjeras (1866), la reparación del Instituto Nacional, el establecimiento de la Delegación — 13 2 — Universitaria, el plan de estudios médicos y legales (1868), los de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (1853), el establecimiento de la sección de Bellas Artes (1858), el plan de exámenes secundarios y superiores (1867), el plan de estudios para el Instituto Nacional y los liceos provinciales (1872), las condiciones de los textos de enseñanza, la oposición a las cátedras, los reglamentos especiales de los liceos, y otras disposiciones. Al reorganizar el servicio de educación secundaría y superior, los legisladores aseguraron una vez el carácter gratuito de la enseñanza, el derecho de toda persona, natural o jurídica, a quien la ley no se lo prohiba, de fundar establecimientos de instrucción secundaria superior y enseñar pública o privadamente cualquiera ciencia o arte, sin sujeción a métodos ni a textos especiales, la excención del servicio militar obligatorio de los empleados y alumnos de los establecimientos secundarios y superiores, la constitución del Consejo de Instrucción Pública y de las diversas Facultades, la clasificación de los establecimientos secundarios en dos categorías; el plan que decreta el aumento de cursos especiales, la reglamentación de los exámenes que confieren grados y — títulos, y finalmente 133 — la colación de grados, qiie tantas controversias suscitó. Muchas veces se ha hecho una observación general a nuestros estudios universitarios en lo que se relaciona con su larga extensión. Ello hace que el alumno viva lo mejor de su juventud consagrado casi completamente a la teoría; por esa misma prolongación los estudios son gravosos a la juventud, privando a la nación del talento de muchos jóvenes pobres que no se atreven a emprenderlos, o haciendo que los que a ello se deciden, tengan que empeñarse a la vez en trabajos extraños al estudio para libertar a la famila de gastos onerosos. Para terminar estos rasgos de nuestra educación universitaria, vamos a repetir aquí las inspiradas palabras dichas por el eminente Rector don Manuel Barros Borgoño en el Congreso Pedagógico de 1902, quien, al terminar su brillante conferencia sobre la reorganización de la'Universidad — 134 — y después de abogar valientemente por la derogación de las incompatibilidades parlamentarias y judiciales, por la autonomía universitaria en materia económica, por acentuar las tendencias investigadoras en la enzeñanza, concluía haciendo votos porque el Gobierno y el pueblo de Chile ensancharan los horizontes de esa institución. «La'Universidad no sería, dijo, un recinto cerrado y estrecho, cuyo único fin es formar profesionales, sino un templo abierto al culto de las ciencias y de las letras, en donde toda idea encontraría eco, toda aspiración cobraría estímulo, todo calor tendría hogar: sería lo que debe ser una Universidad, lo que nuestros padres desearon que fuera; no la pálida sacerdotisa que en la soledad del santuario conserva el fuego sagrado, sino la diosa augusta que lanza de su frente rau•dales de ciencia y luz». V Desde la fundación del Instituto Nacional- hasta la creación de la Universidad de Chile el Gobierno se había preocupado solo accidentalmente de la educación secundaria; pero dióle al fin una forma definitiva en la Ley Orgánica, forma que so- — III — lo vino a reformarse en la ley del 79. Se comprende que la correlación de este grado de la enseñanza, con la primaria en su punto inicial y con la superior a su término, debía ser una exigencia primordial, si obedeciendo a un precepto de la Constitución, se había de hacer de toda la enseñanza un sistema armónico de educación nacional. No investiguemos las causas que se han opuesto a realizar esas miras. La división profunda que marcan en las clases sociales de la nación el Liceo y la Escuela Primaria, la institución de las preparatorias y la relegación en las escuelas de los hijos del pueblo, son hechos que han contrariado la armonía del sistema y merecido distintas y enojosas apreciaciones. Los establecimientos de educación secundaria, de primera y segunda clase, internos, externos y de medio pupilaje, han venido desarrollándose desde el ministerio de don Manuel Montt, con espíritu de libertad para el profesor en la designación de los textos, y en lo que se refiere a la enseñanza religiosa, con la cláusula de conciencia, que deja al padre la facultad de eximir a su hijo de la enseñanza católica. El Instituto Pedagógico, fundado en el ministq- — III — rio Bañados Espinosa de la Administración Bal- maceda, acrecentó enormemente el mejoramiento de los liceos, empezando a formar el personal idóneo para la enseñanza secundaria y preparando profesores para las humanidades superiores. D e los 36 liceos fiscales de hombres que existen en el país, figura en primera línea el Instituto Nacional, cuya separación de la Universidad se decretó en 1847; Internado Barros Arana, que funciona en un grande edificio construido bajo la administración Balmaceda; el liceo de Aplicación anexo al Instituto Pedagógico, en donde hacen su práctica profesional los que se preparan para el profesorado secundario, y algunos liceos de provincias, entre los cuales sobresale en primer lugar, el de Concepción, fundado en 5838, bajo el ministerio de don Mariano Egaña y con la patriótica ayuda del Obispo de esa diócesis, de cuyo patriotismo habla el decreto de fundación, y que sucedió al Instituto Literario Provincial de Concepción. El decreto que estableció en él el Curso de Leyes, germen de lo que será algún día nuestra segunda Universidad, lleva las firmas del Presidente don José Joaquín Pérez y de su ministro — 137 — don Federico Errázuriz Zañartu. Estos mismos estadistas dictaron en 1866 el reglamento interno que lo rige. VI Obra de alto reconocimiento cívico es la del recuerdo cariñoso que debe conservar la conciencia chilena de los propulsores de la enseñanza secundaria. Bello y Montt, Lastarria y los Amunátegui, don Sandalio Letelier, don Gonzalo Cruz, don José Alejo Fernández y el ilustre historiador don Diego Barros Arana son, entre otros ya nombrados o que no mencionamos tensión d e . e s t a en razón de la ex- reseña, acreedores por su tra- bajo en bien de las luces a la gratitud de este pueblo que paga tarde, pero que paga al .fin a los que se sacrifican por su bien, a los que lo enaltecen con sus virtudes y lo dignifican con el ejemplo de su dedicación al trabajo y su consagración al apostolado de la enseñanza. VII AMUNÁTEGUI E s difícil diseñar la obra inmensa de este ilustre estadista. A través de los Anales Parlamen- - 138 - tarios, de los Anales de la Universidad, prensa y de la tribuna, de la su obra incansable, ins- pirada en el mas puro patriotismo, aparece diseñando con enérgicos rasgos su figura. Profesor y estadista, la preocupación constante de su espíritu fué la educación pública, cuyos resultados, decía, «son,los mas decisivos en la suerte futura de un pueblo», y con profusión podríanse indicar sus numerosos discursos, sus estudios didácticos e históricos, sus trabajos prácticos desde la Universidad, desde su asiento en las Cámaras, desde el Ministerio de Instrucción Pública. Jefe de sección del Ministerio de Instrucción Pública, creó en 1853 la estadística completa de este ramo. Sus estudios de Instrucción Pública «contienen las memorias anuales del mismo Ministerio en los años 1877 y 1878, cuando él desempeñaba esa cátedra. Se diferencian esas dos memorias de todas las anteriores en que encie- rran numerosas y acertadas observaciones pedagógicas, expuestas con un arte literario que le era característico. Su personalidad eminente ha abarcado en su carrera de escritor, secundado hábilmente por su hermano Gregorio Amunátegui, Víctor todos los ramos desde el de histo- — 139 — riador hasta el de periodista. Sus obras todas «se distinguen por su. lenguaje puro y correcto, por la claridad de las ideas, por la lógica de raciocinio, por los principios luminosos que propagan, y por el orden y método que sabe dar a la exposición». (i) De la «Recopilación de sus Discursos Parlamentarios », tomamos algunos párrafos de un discurso sobre el estado y el fomento de la enseñanza pública, la intervención del Estado en la resolución del problema educacional. « ¿Debe el Estado, decía, dirigir la enseñanza pública? ¿Debe esforzarse por instruir, para que mayor número de ciudadanos que sea posible, adquiera una cierta copia de conocimientos? Todos, al parecer, estamos de acuerdo en que el Estado debe fomentar la enseñanza de aquellos ramos que, según la clasificación admitida entre nosotros, constituyen lo que se llama la enseñanza primaria. ¿Semejante mínimum de instrucción sería suficiente para una sociedad que'aspira a ser com(1) Cortés.—Diccionario Biográfico Americano. — III — prendida entre las que merecen el dictado de cultas? Pudiera ser muy bien que algunos lo creyesen así en el secreto del alma; pudiera ser quizá que hubiese algunos que creyeren esa instrucción excesiva; pero dudo que haya alguien que ose declararlo en alta voz. Todos dirán probablemente que las naciones deben saber mucho mas que todo eso. ¡Sea, en hora buena! Pero ¿quiénes se lo harán enseñar? Esta es la importante cuestión que debe resolverse antes que todas las demás. El'honorable señor diputado que acaba de hablar, rechaza toda intervención del Estado en la dirección y fomento de la instrucción pública. No admite otra excepción sobre el particular que la instrucción primaria. El Estado, según su Señoría, da una inversión ilícita al producto de las contribuciones, aplicando una parte de él al sostenimiento de colegios en que se enseña algo más que los simples rudimentos escolares. Según Su Señoría, los particulares solo son los que deben suministrar la instrucción. — i4i — En general, los individuos que tengan esta caridad, si los. hay, deben procurar a sus prógimos el alimento de la ciencia; y en especial, los padres de familia deben procurarlo a sus hijos. La existencia del Instituto Nacional y de Ips liceos provinciales es, más que anomalía, una verdadera monstruosidad. Es un recuerdo de la Edad Media; es un absurdo; es una muestra palpitante de que aún no se tiene una noción clara de de las facultades que en la administración de un país corresponden al Gobierno y de aquellas que corresponden a los particulares. Ningún hombre de ciencia sostendría que entre las atribuciones y obligaciones de un Gobierno está la de dar instrucción secundaria y superior. Esto es lo que afirma el señor Diputado, y esto es lo que yo le niego. T e n g o la desgracia de creer que los hombres de ciencia no pueden enseñar que para una sociedad o un Estado importe lo mismo que sus ciudadanos sean semejantes a los hotentotes o a los araucanos, o que lleven con honor el título de hombres ilustrados; y por lo tanto me parece que la sociedad o el Estado no puede dejar completa- — III — mente abandonado a la iniciativa individual el cuidado de instruir a los ciudadanos en aquellos ramos que son más indispensables en la práctica de la vida. Indudablemente el conocimiento de la lectura, de la caligrafía y del cálculo son instrumentos muy valiosos que habilitan al hombre para cultivar y perfeccionar su inteligencia, pero si no se ejercitan, son más o menos estériles. Sucede con ellos lo que con los sentidos corporales, lo que con la vista, con el oído, con el gusto, con el olfato, con el tacto. El individuo a quien le falta uno o más de estos sentidos es un ser incompleto que no puede adelantar como el que los tiene todos; pero la posesión simple e iniciativa de estos sentidos no forman al observador ' aprovechado, al verdadero sabio. Así como el Estado o la sociedad tiene interés en que sus miembros no sean sordo - mudos, así también lo tiene en que todos ellos o el mayor número que sea posible, sepan leer, escribir y calcular. Pero la posesión de estos rudimentos no basta, del mismo modo que no es suficiente que el individuo tenga sanos y expeditos sus cinco sentidos — 143 — y los órganos correspondientes. E s además indispensable que adquiera ciertas nociones de distinto género que le sirvan para adiestrar la inteligencia y para saber gobernar con acierto en los negocios de la vida. Este es un asunto de la mayor importancia que afecta no solo a los individuos, sino también a la sociedad entera. Creería agraviar a los señores que me oyen si me detuviera a demostrar una verdad tan obvia. Y, sin embargo, siendo así, se pretende que el Estado desatienda completamente un punto de tan vital trascendencia y que lo abandone del todo a la acción de los particulares. Supongamos (lo que es una hipótesis por desgracia harto posible) que estos carezcan de la voluntad o de los recursos necesarios para satisfacer una necesidad tan imprescindible. ¿Qué hace entonces el Estado? Se quiere que se cruce de brazos y deje seguir a las cosas su curso natural, esto es, se quiere que acate el triunfo de la ignorancia más supina y vergonzosa. Por lo que a mí respecta, antes de conformarme con una condición social semejante, preferiría — 144 — volver a la Edad Media, si es cierto que en aquella época ya remota,-los gobiernos se empeñaban porque los hombres no fuesen muy parecidos a las bestias. VIII BARROS ARANA Es una de las glorias más brillantes de la educación secundaria. A los 20 años ya publicaba en Santiago el primer fruto de sus felices inclinaciones a la investigación histórica y de su constante revisión de libros y documentos, con sus Estudios Históricos sobre Vicente Benavides y las campañas del Sur (1850). A partir desde entonces y por espacio de medio siglo, casi no hubo diario o periódico literario a que no contribuyera con artículos biográficos, históricos, críticos o científicos. La Galería Nacional de Chilenós Célebres lo contó en el número de sus más laboriosos colaboradores. Los Anales de la Universidad se engalanaron con numerosos trabajos debidos a su pluma. La prensa, a la cual lo llevaron sus ideas liberales, publicó sus artículos llenos de franqueza, de profundidad — 145 — y de corrección en el lenguaje. La Bibliografía Pedagógica Chilena registra, numerosos textos dedicados a la enseñanza secundaria; por sus lecciones de Historia de América, por sus Elementos de Literatura, por sus Elementos de Historia Literaria, por Manual de Composición Literaria, por sus Lecciones de Geografía Física, muchas generaciones han hecho sus estudios; en ellas muchos han aprendido la disciplina de su inteligencia y la expresión de sus ideas con corrección y sencillez. El monumento a la República levantado con su Historia de Chile, es imperecedero en los fastos de la nación, en los de la literatura castellana, en los de la didáctica chilena, que lo cuenta con orgullo entre sus hijos más preclaros. Nombrado Rector del Instituto Nacional en 1863, dedicóse incansablemente a la reforma de este plantel de educación, introduciendo notables reformas en los planes de estudio y en el régimen disciplinario, y mostrando profundos conocimientos, pedagógicos y una suma de virtudes difícilmente superada por los demás educadores de la Patria. Memoria Histórica 10 — III — Como Decano de la Facultad de Humanidades desde 1867, continuó exparciendo en el seno del Consejo luz de sus ideas, representando la ne- cesidad de mejorar nuestros métodos y el uso de textos adecuados, de la propagación de los colegios y de la conveniencia de facilitar a la juventud estudiosa,,hacia la cual sentía cariñosa inclinación, los medios más seguros de llevar a término feliz el esfuerzo de sus estudios. Administraciones Santa María y Balmaceda i Bajo las administraciones de don Santa María y de don José Manuel Domingo Balmaceda, operóse un cambio trascendental en el dominio de la enseñanza pública. Se reveló el espíritu contra aquellos métodos inadecuados, atentatorios contra el libre desenvolvimiento de las actividades del individuo, contra aquel desequilibrio exigido a las fuerzas mentales, en que se daba preferencia a la fijación y retención mecánica, olvidando casi por completo la — III — tarea que cumple a la educación integral en el desarrollo del cuerpo, en la educación de las aptitudes elaborativas, en la de los sentimientos, en la de la habilidad práctica, en la de la expresión y finalmente en la del carácter. La evolución dominó en el campo de la enseñanza primaria y secundaria. Distinguidos y numerosos maestros alemanes vinieron a nuestro suelo a ilustrar las cátedras de las escuelas normales y liceos. Schneider, Berg ter, Rossig, Yenschke, Wieghardt, Kzriswan, Langer, Heidrich y Molí son nombres conocidos de distinguidos maestros que han enseñado en las Escuelas Normales la metodología alemana, cuyos fundamentos es la sicología del niño, base racional, base única 1 para una enseñanza que quiere proporcionar los conocimientos necesarios para la lucha por la vida, y desarrollar también una inteligencia disciplinada en los métodos de investigación, a cuya cúspide no puede alcanzarse sin haber seguido en los distintos períodos el desarrollo progresivo de las aptitudes en los períodos de la vida mental. Don José Tadeo Sepúlveda, distinguido maestro graduado en el Real Seminario de Dresde, — 149 — don Juan Madrid y don José María Muñoz, después de brillantes estudios en Alemania, continuaron la reforma en las Escuelas Normales de Santiago, de Chillán y de Valdivia. Al mismo tiempo las profesoras María Weigle, Isabel Bering, María Maluska, Verónica Schaefer, Isolina Bongard y otras tantas distinguidas alemanas, hacían la reforma de la educación femenina desde las escuelas normales de preceptoras. La mayoría de estos profesores ilustraron la tribuna pedagógica en el primer Congreso Pedagógico Chileno, celebrado en 1889 bajo los auspicios del Ministerij del ardoroso propagandista de la educación pública don Julio Bañados Espinosa. Examinadas las ideas principales de esta reforma, es justo reconocer que ella ha sido una de las mas poderosas propulsoras de la enseñanza pública. «Era aquel un período de entusiasmo, de emulación y de trabajo. El profesorado trabajaba, confiado en que las autoridades superiores, así como los hombres de gobierno, reconocían la importancia de la dedicación del magisterio. — i5o — «Sostenidos por el Gobierno, apoyados por un elemento social ávido de progreso, los reformadores ganaron un contingente selecto de hombres influyentes, que de convertidos pasaron a ser cooperadores y propagandistas», (i). El verbo de la reforma alemana era la implantación del sistema concéntrico, la aplicación de métodos racionales y el régimen de disciplina que manda al profesor el uso de los medios persuasivos para mejorar la moralidad de sus alumnos. El personal docente, el mobiliario escolar, el material de enseñanza, la construcción de escuelas, la dirección consultiva, los métodos, los textos y los programas, en una palabra todos los aspectos de educación pública fueron abordados y solucionados satisfactoriamente para el país por aquella benéfica reforma de cuyos frutos es la actual generación el más legítimo exponente. El Certamen Pedagógico de 1893 completó más tarde los propósitos de la reforma con numerosas metodologías, que propagaron las nuevas ideas de la enseñanza y facilitaron la preparación profesional de los maestros. ( I ) Rev. de Instrucción Primaria, J . M. Muñoz. Frutos de la Reforma Pedagógica, año XXIY, núms. 9 y 10. — 15* — II N Ú Ñ E Z El alma de esta reforma y su incansable propagandista fué 'el distinguido hombrp público, Inspector General de Instrucción Prityiaria, don José Abelardo Núñez. La República le debe los desvelos de su existencia entera consagrada a la educación de la niñéz y a la dignificación del magisterio, el fruto de su talento y la experiencia de sus viajes, expresados en numerosos informes y obras didácticas ofrecidas al Gobierno y al pueblo en esa época brillante de la pedagogía patria que informó la reforma alemana. En el hermoso y fecundo camino de su vida, dos sentimientos encendieron sin apagarse nunca su corazón de apóstol y su cerebro de sabio. Dos sentimientos que fueron las fuerzas que lo impulsaron a desarrollar los elevados ideales de su inteligencia: su amor a la niñez y su amor al magisterio. La niñez era para él la esperanza sonriente de la patria, de una patria mejor y progresista, a desarrollar la cual debía moverse diariamente en busca de la escuela y del maestro. — 152 — E r a la luz vivísima que iluminaba el porvenir con irradiaciones de aurora sobre un pueblo inculto y desgraciado todavía, pero lleno de elementos de vitalidad, de impulsos hacia arriba y heredero de un pasado de gloria. Era el libro sin mancha todavía en que el maestro de corazón y de verdad debería escribir la fórmula sublime del progreso y la ventura. A la niñez consagró hasta sus últimos años las energías de su vida. Las páginas del «Lector Americano»—como las estrofas de un himno que todos hemos entonado cuando niños—se inspiraron en aquella feliz inclinación a la niñez, que hacía recordar en él a uno de sus pedagogos favoritos. Su amor al magisterio desde su elevado puesto de la administración pública, se manifestó mil veces en aquella rectitud paternal, en aquel incesante anhelar el perfeccionamiento de la carrera del maestro, en aquellas obras con que ilustró la pedagogía chilena, en aquellos viajes de maestro, ávido de mejoramiento para los otros; y en aquella su justicia proverbial con que siempre premiaba la virtud. Muchas generaciones de maestros entregó a la — i53 — Patria para que llevaran la buena nueva a las mas apartadas regiones del país. Muchas generaciones se desarrollaron al calor de sus doctrinas generosas y se fortificaron con la seriedad de sus métodos, con el régimen que implantó en el servicio de la educación primaria y con el estímulo con que siempre distinguía el talento, la perseverancia y la virtud. La reforma alemana prestó alas a su espíritu organizador y su amplia mirada paternal, protegiendo a la vez las iniciativas nacionales y las innovaciones extranjeras, armonizó la luz que venía del exterior, con esta otra luz nacional que nos obliga a adaptar los sistemas a nuestro ambiente y a nuestra raza. Comprendía, velando solícitamente por el mejoramiento de las escuelas normales, la elevada misión del magisterio en el seno de una nación democrática; la comprendía y la desarrollaba con tesón, sin pensar si el terreno era inculto todavía o si las vicisitudes del camino le impedirían contemplar el final de la jornada. El maestro era para él el modesto sembrador que deposita en el corazón de la niñez una semilla de luz y bendición; la fuerza silenciosa que — III — mueve incesantemente el carro del progreso; el labio cariñoso que no sellan los vientos abrazadores del desierto al ir predicando a las gentes el evangelio de la luz y del amor; el brazo que eleva un monumento de felicidad pública en los bancos de la escuela, el cerebro en que germinan las aspiraciones de la Patria y el corazón en que viven y palpitan sus gloriosas tradiciones. I II La reforma alemana dominó también en el campo de la educación secundaria. Bajo la administración Balmaceda y a iniciativa del hábil Ministro don Julio Bañados Espinosa, tuvo lugar la creación del Instituto Pedagógico, única sección docente de enseñanza general superior que posee la Facultad de Humanidades. El primero en su género de Sud-América y hasta hoy el único, este Instituto que honra a la América y que (han servido sabios de gran reputación como los doctores Hansen, Scheneider, Johow, Lenz, Mann y Ziegler, ha venido a ilustrar nuestro sistema de educación, influyendo poderosamente en el desarrollo de los establecí- — 155 — mientos secundarios. Desempeña entre nosotros el papel que cumple en Europa y Estados Unidos a los Cursos de Ciencias, Artes y Letras de las Humanidades Superiores, unien lo al espíritu científico de las universidades francesas, la preparación pedagógica que se imparte en los Seminarios de Pedagogía de Alemania o en el colegio de profesores de la Universidad de Columbia de Nueva-York. La gran obra del Instituto Pedagógico ha sido la abolición del conocido sistema antiguo y la institución del concéntrico en los liceos. El Ministro de Instrucción Pública, señor Julio Bañados Espinosa, explicaba en una circular dirigida a los rectores de liceos, la significación del método concéntrico, expresándoles como es más científico el método que presenta al niño por primera vez un objeto de estudio en su forma más simple, en nuevas fases en los años siguientes, y al fin profundizando completamente la constitución de ese objeto. IV BALMACEDA La grande y bella obra que la reforma alemana operó en el dominio de la enseñanza pública, — 156 — tuvo su más eficaz apoyo en la administración de don José Manuel Balmaceda, eminente servidor de la nación. Hojas de una inmarcesible córona de laurel, que hoy y siempre se ostentará sobre su frente de mártir y patriota, son sus numerosas inspiraciones y actos en el desenvolvimiento de la educación pública. Recordaremos aquí, entre otros de sus servicios, la creación de Escuelas Prácticas de Agricultura en Concepción, Chillan, Talca, San Fernando y Elqui (1886); la creación del Consejo de Enseñanza Agrícola e Industrial (1887); la creación de la Escuela Práctica de Minería de la Serena (1887); la creación del Liceo de Angol (1887); la institución de las Escuelas Profesionales de Niñas (í 888); la creación del Instituto Pedagógico (1889) para llevar la reforma a la educación secundaria, conjuntamente con la implantación del sistema concéntrico; la creación del Museo Mineralógico (1889); I a reorganización del Instituto de S o r d o - M u d o s (1889); la obligación a la educación física en todas las escuelas primarias, normales y liceos (1889); I a creación de la Escuela Normal de la Serena (1890); la reorganización del — 157 — Conservatorio Nacional de Música y su nuevo plan de estudios (1890); la creación del Consejo de Bellas Artes (1891); y la construcción de los primeros edificios modelos para escuelas primarias, que hoy todavía con su fecha de inauguración, 1891, recuerdan al pueblo el amor que a la educación popular profesaba el egregio ciudadano. Si de sus numerosos discursos y proyectos sobre educación, queremos presentar alguno que refleje sinceramente el modo de opinar de este ilustre estadista, escojamos su moción sobre la reforma de la Ley Orgánica, presentada a la Cámara en Agosto d e ' 1 8 8 7 y publicada en el Diario Oficial el 18 del mismo mes. La redacción de este proyecto había sido encomendada al Inspector General de Instrucción Primaria don José Abelardo Núñez, y su presentación a la Cámara fué suscrita por el Ministro de Instrucción Pública don Pedro Lucio Cuadra. A pesar del interés del Presidente, el proyecto de reforma no llegó a aprobarse. Oigamos hablar de él a don Manuel Antonio Ponce: «Tiende en general a dar nuevo impulso a la instrucción primaria, en armonía con la funda- - I 5 8 - mental reforma realizada pocos años antes en las escuelas normales, con la activa cooperación del mismo señor Núñez. «Al efecto, establece una superintendencia, un consejo o comisión de instrucción primaria y veinte plazas de inspectores de escuelas, en lugar de la Inspección General que hoy existe; imprime al preceptorado el carácter de una profesión titular, mediante pruebas que ofrezcan garantías de equidad y justicia; crea la escuela graduada en reemplazo de las elementales y superiores, con 6 años de enseñanza; funda los distritos escolares para asegurar la permanencia del niño en una misma escuela y estimular la asistencia; organiza una junta para atender a la administración e inversión de los fondos extraordinarios del ramo, provenientes de asignaciones o donaciones para su fomento. «Más todavía: el proyecto, como la ley de instrucción secundaria y superior, prescribe que los maestros eximan de la enseñanza religiosa a los alumnos cuyos padres o guardadores signifiquen expresamente esta voluntad; y no reconoce a los curas el derecho que les confiere la ley vigente para inspeccionar y dirigir la enseñanza del catecismo en las escuelas». — 159 — Por estos motivos, el proyecto ha quedado en la Cámara, obstruido por los conservadores». V. BAÑADOS ESPINOSA Ilustre colaborador de la obra de Balmaceda, don Julio Bañados Espinosa, profesor del Instituto Nacional y de la Universidad del Estado, diputado y ministro de Instrucción Pública, nos ha legado un nombre que vive en obras políticas, en trabajos literarios y en textos de enseñanza, pero que vive y vivirá sobre todo por haber sido un reformador ilustrado y un entusiasta propagandista de la educación popular. Su nombre, asociado al de Balmaceda, queda ligado a la colocación de la primera piedra de numerosas escuelas, a la difusión de la enseñanza secundaria, a la reorganización de la Revista de Instrucción Primaria, a la dictación de programas y a la traducción de textos, y sobre todo a aquel hermoso movimiento educacional que despertó el primer Congreso Pedagógico celebrado bajo sus auspicios en 1889. Crezca sobre su tumba la flor de la gratitud, y su nombre ocupe siempre una página brillante en la historia del desenvolvimiento intelectual de la Nación. Conclusión H e aquí diseñada a grandes rasgos en la forma más ordenada que nos ha sido posible, la historia de la educación pública • desde los primeros días de la revolución de la Independencia hasta la terminación del siglo XIX. Hemos concluido nuestros apuntes con la Administración Balmaceda, porque las dos siguientes tuvieron por principal misión la de levantar la República de la postración dolorosa en que yacía después de la desgraciada Revolución del 91, y poco podía exigir el pueblo y ejecutar el Gobierno en materia de educación en medio de una criMemoria Histórica 11 I62 sis moral y económica tan intensa como la Nación no la había sentido todavía. Salvo el Certámen Pedagógico de 1893, q 1 ! 6 proveyó de ob^as metodológicas a las escuelas normales, y la brillante exposición escolar celebrada durante 1894, que completaron la refor- ma alemana, no recordamos de los últimos años del siglo XIX en materia de educación pública hechos dignos de anotarse, sino aquella brillante polémica que promovió en la prensa contra ]a reforma alemana, el distinguido profesor don Eduardo de la Barra. Intencionalmente hemos omitido, sin embargo, los nombres de distinguidos profesores que ya ^ I * desde ese tiernpo sobresalían en diversas ramas de la enseñanza pública; pero que actuando todavía en la enseñanza, ov viviendo para el país por suerte todavía, hacen que esas circunstancias nos imposibiliten para pronunciarnos sobre ellos en el delicado terreno de la historia. En el curso de esta exposición hemos creído ser justos, y si con frecuencia apoyamos nuestros juicios en los de escritores y maestros eminentes, es en homenaje al criterio de serena imparcialidad y justicia que debe presidir la confección de obras históricas. — ió3 — Hemos creído así dejar a cada cual lo que le pertenece y hacer un bien a la Patria, repitiendo en nuestra conciencia el pensamiento de Tácito: «Es una antigua usanza trasmitir a la posteridad los hechos y virtudes de los varones ilustres». De estos varones ilustres anhelamos que rio se olvide, al b u s c a r e n la educación de la niñez y de la juventud, los modelos permanentes que mejoren y fertilicen la inteligencia y el - corazón del pueblo, que no se olvide nunca por el bien de nosotros y por la patria de nuestros hijos, más grande que la nuestra, a estos hombres ilustres, magistrados, maestros y escritores, que en vida impulsaron la obra de la escuela, que le consagraron sus más puros y patrióticos anhelos, que la iluminaron con su palabra y'la enaltecieron con su ejemplo, que aspiraron a hacer de Chile una sociedad de hombres y mujeres más fuertes, más ilustrados y buenos, y después de muertos, desde el panteón de las glorias nacionales, continúan velando a la República, y haciéndonos sentir como ellos las sintieron las palabras inmorta- les que hace más de 2,000 años Anaxágoras exclamara ante los griegos: «La semilla del rosal guarda la gloria de la ro- sa: en su corazón reside la fragancia del verano y el matiz suave y sonrosado de cada pétalo, hasta que Naturaleza ordene a la Primavera nos revele sus encantos». «El corazón y el cerebro del tierno niño contienen el poder que, andando el tiempo, conmoverá al mundo hasta provocar sus sonrisas o sus lágrimas, y son la vida en potencia que se desarrolla en el trascurso del tiempo». ÍNDICE 1'iígS. Nuestros propósitos Epoca de la Independencia Durante la Patria Vieja Las primeras escuelas La Aurora de Chile El Primer Reglamento para las escuelas públicas del Estado El Instituto Nacional Los Padres de la Patria intelectual Don Manuel de Salas Camilo Henríquez Administración O'Higgins La Biblioteca Nacional Segundo Reglamento para las escuelas públicas del Estado Liceo de la Serena Escuela Normal de enseñanza mutua 5 9 9 13 14 18 22 25 27 29 33 33 35 37 37 — ic>66 — Págs Administración Freire Academia Chilena 1826 a I8JI Don Carlos Ambrosio Lozier Don José Joaquín de Mora Administración Prieto La educación pública en la Constitución del Estado El Ministerio de Instrucción Pública Administración Bulnes Don Domingo Faustino Sarmiento Institución de la carrera pedagógica Educación de la mujer La Escuela Primaria Común Preceptores notables Don Andrés Bello La Universidad de Chile El Consejo de Instrucción Pública Don José Victorino Lastarria Don Andrés Antonio Gorbea Don Ignacio Domeyko Administración Montt .. Ley Orgánica de Instrucción Primaria Doña Mercedes Marín del Solar Don Lorenzo Sazie Administraciones Pérez, Erráztiriz y Pinto Don Rodulfo Armando Philippi Los primeros liceos de niñas Concesión de títulos profesionales a la mujer 41 42 45 45 48 51 51 55 57 57 60 63 70 79* 81 82 93 95 .04 105 109 1 1 1 115 121 1 25 125 127 128 — III — Págs. La educación en los Códigos Civil y Penal. La Ley de 9 de Enero de 1879 Educación secundaria Don Miguel Luis Amunátegui Don Diego Barros Arana Administraciones Santa María y Balmaceda La reforma alemana Don José Abelardo Núñez El Instituto Pedagógico La obra de Balmaceda Don Julio Bañados Espinosa Conclusión FIN 129 131 ¡34 137 144 147 147 151 154 155 159 r 61