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LA METAÉTICA DE LA CONFRONTACIÓN ARMADA COMO ESPACIO DE
CONSTITUCIÓN DEL SENTIDO JURÍDICO:
UN HORIZONTE DE
POSIBILIDAD HUMANA EN EL ESCENARIO BÉLICO
HÉCTOR ALEJANDRO BARRAGÁN CRUZ
Presentado para optar al título de Abogado
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS
CARRERA DE DERECHO
Bogotá D.C.
2004
2
LA METAÉTICA DE LA CONFRONTACIÓN ARMADA COMO ESPACIO DE
CONSTITUCIÓN DEL SENTIDO JURÍDICO:
UN HORIZONTE DE
POSIBILIDAD HUMANA EN EL ESCENARIO BÉLICO
HÉCTOR ALEJANDRO BARRAGÁN CRUZ
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS
CARRERA DE DERECHO
Bogotá D.C.
2004
3
NOTA DE ADVERTENCIA
Artículo 23 de la Resolución No. 13 de Julio de 1946.
“La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por sus alumnos
en sus trabajos de tesis. Solo velará por que no se publique nada contrario al dogma y
a la moral Católica y por que las tesis no contengan ataques personales contra
persona alguna, antes bien se vea en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia”
4
Al Creador, artífice de los magníficos sueños de la humanidad, el único y
Todopoderoso gestor de las obras de amor. Un amor que apuesta por el hombre,
aunque dicha apuesta sea dolorosa.
A mis padres, forjadores de un presente pleno en entrega, en una apuesta por el
hombre.
A la vocación de todo ser humano, que requiere de diario esfuerzo y entrega en la
búsqueda de la corona más preciada: su propia trascendencia.
V.C.R.
5
AGRADECIMIENTOS
Debo agradecer en primer lugar a las personas a quienes dedico este texto, su
paciencia, entrega generosa, su esfuerzo fueron los facilitadotes del tiempo para el
estudio, la reflexión en torno a las ideas acá planteadas.
A mis maestros en las Facultades de Ciencias Jurídicas y de Filosofía de la
Pontificia Universidad Javeriana: los maestros Jorge Enrique Ibáñez Najar,
Alfonso Flórez, Roberto Vidal y Jaime Rubio.
Su espíritu crítico, exigente,
honesto y sobretodo humano, los hace herederos de la estirpe de San Ignacio de
Loyola en su talante de la mayor Gloria a Dios.
A tantas otras personas que anónimamente, pero en lo profundo de mi ser
reconozco su labor en la transmisión de valores y experiencias de vida,
encaminadas a la búsqueda del Bien Común, cuyas semillas germinan lentamente
en la historia de nuestro pueblo y cuyos frutos acaso retumbarán en el sentir de
una vida más humana y esperanzadora. Es un honor compartir los sueños de una
mejor sociedad.
6
TABLA DE CONTENIDO
1. INTRODUCCIÓN
2. ¿ ES FACTIBLE UNA REFLEXIÓN ÉTICA Y METAÉTICA SOBRE
LOS ACTOS DE GUERRA Y SU DISCURSO?
2.1.
Una aproximación a los discursos éticos sobre la convención bélica.
2.2.
La guerra discursiva como elemento de persuasión y afianzamiento del
ganador frente al papel discursivo del Derecho.
2.3.
El terror y la reificación de la guerra y sus actos.
2.4.
La metaética en la argumentación jurídica. Naturalismo, intuicionismo,
emotivismo, los juegos del lenguaje y el reificación religiosa del “otro”
guerrero.
2.5.
La racionalidad del sentido religioso de la guerra.
2.6.
La posibilidad de la ética desde la metaética o la teoría de la
argumentación.
2.7.
Los discursos de la guerra en Colombia, un ejemplo no tan lejano.
3.
UNA PROPUESTA HACIA EL SENTIDO DEL DERECHO
DESDE LAS POSTURAS DE LA FILOSOFÍA DEL HOMBRE Y
LA FILOSOFÍA DEL CONOCIMIENTO.
3.1.
Las perspectivas de la antropología filosófica y la epistemología.
3.2.
Desde la antropología filosófica hasta el campo del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional
Humanitario.
7
3.3.
La Totalidad.
3.4.
La Alteridad.
3.5.
La Diferenciación.
3.6.
La Dialéctica.
3.7.
La Metafísica.
4. LA APROXIMACIÓN EPISTEMOLÓGICA.
4.1.
La propuesta de Bernard Lonergan y su articulación a la exigencia
estructural del sentido.
4.2.
La estructura de los actos de significación.
4.3.
Los actos de la significación.
5.
CONCLUSIÓN.
6.
BIBLOGRAFÍA.
8
LA METAÉTICA DE LA CONFRONTACIÓN ARMADA
COMO ESPACIO DE CONSTITUCIÓN DEL SENTIDO
JURÍDICO: UN HORIZONTE DE POSIBILIDAD
HUMANA EN EL ESCENARIO BÉLICO
Quien no ha vivido una guerra civil y tampoco la ha “contemplado”en virtud de
los informes históricos, tiene que esforzar su fantasía para imaginarse lo que
ella significa: peligran los intereses más importantes, tales como la vida, la
libertad, la seguridad y sucesivamente se produce el embrutecimiento moral por
el miedo, odio, traición, desconfianza, venganza, sadismo. A ello se agrega el
inevitable desplazamiento de la razón, del conocimiento, del enfoque justo y
diferenciado por esquemas simplistas amigo – enemigo y el fanatismo. Lo peor
son la desesperación, y el bien fundado miedo del fin de la guerra civil. Pues
cuando una de las partes vence a otra, no termina en modo alguno la miseria,
ya que continúa bajo la forma del terror.
MARTÍN KRIELE.
1. INTRODUCCIÓN
En la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana, se ha
emprendido una labor institucional, dando lugar a diversas líneas investigativas en las
áreas jurídicas, tendientes a construir puentes teóricos con disciplinas complementarias
y auxiliares del Derecho, en un esfuerzo por realizar un trabajo verdaderamente
interdisciplinario, que permita cumplir con los objetivos institucionales de la Pontificia
Universidad Javeriana, dentro de su visión y misión educativa. Dentro de ese empeño,
el Departamento de Filosofía del Derecho, conformó en julio de 2002, una línea
investigativa dentro del programa de Derechos Humanos, Derecho Internacional
Humanitario y paz, cuyo trabajo giró en torno al tema de Las Prácticas Jurídicas en
9
Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario en el Contexto del Conflicto
Armado, y fue dirigido de manera conjunta por los profesores Roberto Vidal y Nancy
Tapias , en una colaboración inicial del profesor Danny Marrero.
El propósito específico de la investigación, como elaboración del conocimiento
disponible y producción de nuevo conocimiento, fue el de hacer un cruce de ejes de
reflexión jurídica, apelando a un estudio de las prácticas jurídicas colombianas,
referidas a las teorías de la argumentación, cuyo objeto fue el de estudiar las estrategias
que los sujetos sociales despliegan a través del derecho, para obtener fines
particulares. Así, se entendió que el Derecho no podía ser definido a priori, como una
estructura fija, de corte deductivo y dogmático, donde los sujetos sociales obtienen
respuestas verdaderas y unívocas , enmarcadas dentro de valores objetivos de justicia y
bien común, puesto que la realidad demostraría que dichos actores sociales utilizan las
estrategias del Derecho, en combinación con otras múltiples estrategias, para
desarrollar sus conflictos y obtener fines propuestos, en un ámbito de intereses
personales o grupales. Tales estrategias e intereses tienen pretensiones en las áreas
económica, política y cultural (las cursivas refieren a las propuestas presentadas por los
directores del programa y de la línea investigativa).
De la construcción de tales estrategias, se da paso a la construcción del Derecho,
modificando y configurando el sistema jurídico, que se caracteriza, desde esta
perspectiva, como un conjunto de lenguajes ambiguos, flexibles y que generan
resultados distintos, a veces imprevisibles para los mismos operadores jurídicos.
10
Así las cosas, la línea de investigación, previó hacer una relectura del sistema jurídico,
que se orientara desde las prácticas de los mismos sujetos sociales (sin que
necesariamente se pretendiera hacer un trabajo de campo) con el fin de dar una
apreciación no enciclopédica, ni histórica (mucho menos historiográfica) de los distintos
tipos de discursos sobre los Derechos Humanos y sus ámbitos jurídicos, políticos,
económicos o filosóficos, a cambio de hacer un trabajo interdisciplinario desde estas
distintas áreas al Derecho, que permitan lograr un nuevo tipo de lectura sobre el
problema del conflicto armado y su implicación y pertinencia para el Derecho
Internacional de los Derecho Humanos y el Derecho Internacional Humanitario.
Este trabajo de grado, resultante del propósito de la investigación, pretende dar cabida a
una perspectiva de la Filosofía, hacia el campo de los Derechos Humanos. De tal
forma, se entiende que existe una gran dificultad a la hora de armonizar los discursos
jurídico y filosófico, no porque dichos discursos sean inconmensurables el uno para el
otro, o ellos entre sí, sino más bien porque existe en la base jurídica un conjunto de
prácticas y lecturas, que son de textura abierta,1 esto es, factibles de ser interpretadas y
utilizadas de manera diversa y válida por distintos operadores jurídicos, incluso parados
en orillas divergentes en sus fundamentos jurídicos e ideológicos; los fundamentos
filosóficos de tan diversas lecturas y apropiaciones de los conceptos y las categorías
1
Sobre los conceptos de la textura abierta del lenguaje jurídico se recomienda mirar los textos de H.L.A.
HART “El cielo de los conceptos jurídicos de Ihering y la juisprudencia analítica moderna”, en El ámbito
de lo jurídico. Lecturas de pensamiento jurídico contemporáneo, de Pompeu Casanovas, Juan Moreso
(Eds.) o en el texto El concepto del derecho de H.L.A. Hart, así como también tener presente la
inveterada discusión (por lo menos para la ciencia jurídica, en su Teoría Jurídica o jurisprudence en
inglés) entre Hart y Dworkin sobre la discrecionalidad en la decisión judicial y la vaguedad de las normas
jurídicas confrontada con la postura positivista que asume la posibilidad de encontrar en el sistema
jurídico un conjunto de respuestas correctas, propias del hermetismo interno de esta ciencia jurídica.
Como el propósito de este trabajo no es demostrar la textura abierta del lenguaje jurídico, puesto que se
parte de esta premisa hipotética (enriquecida por los análisis básicos de Hart, Dworkin o Alexy), no se
redundará en dicha discusión, no por carecer ésta de tematicidad, sino porque el objeto de este estudio es
otro distinto que no deja de demostrar la vaguedad lingüística del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos y el Derecho Internacional Humanitario, con el fin de proponer adelante una fijación de
lenguaje, en otro sentido.
11
jurídicas, pueden llegar a ser incoherentes o ambiguas para la perspectiva filosófica,
disciplina ésta que trata de hacer sólido el trabajo intelectual, dando sistematicidad y
fundamentación a los temas y las realidades que aborda, no siendo siempre así en las
estrategias y los textos de los lenguajes jurídicos, llenos de una teleología que no
siempre está mediada por la coherencia teórica, ni la pureza sistemática y sí muchas
veces, por una racionalidad marcada por intereses de grupos de presión, alcances y
decisiones económicas, o propósitos políticos e incluso militares.
Como base académica fundante de esta investigación y de este trabajo, está la asunción
del propósito de no querer jerarquizar las disciplinas ni las aproximaciones científicas,
que en él interactúan. No se aceptaría intentar hacer un estudio interdisciplinario
pretendiendo tener ya bien en el Derecho o en la Filosofía, la metaciencia, desde la cual
se lee y se teoriza hacia las otras ciencias; mucho menos si se entiende que el trabajo
filosófico puede tener como origen las temáticas y las preocupaciones no-filosóficas que
encarnan la vida humana, como lo dijera Jolif.2 Por el contrario, se tiene el supuesto de
querer hacer una construcción interdisciplinaria, desde diversos saberes, reconociendo
las dificultades internas que cada disciplina tiene para sí y ofrece a las demás ciencias
que le interrogan.
De tal forma, se renuncia a la posibilidad de hacer un rastreo histórico o genético de las
propuestas y estrategias argumentativas en el campo de los Derechos Humanos y se
asume el interrogante sobre la posibilidad de teorización, en el campo de las estrategias
2
Sobre el origen de la Filosofía se pregunta Jolif si lo no-filosófico puede ser ese elemento generador de
la preocupación y la actividad del filósofo, a tal pregunta la respuesta es afirmativa en tanto el hombre
vive en un mundo que le interpela y al cual merece darle sentido.
12
argumentativas de los operadores jurídicos del Derecho Internacional de los Derecho
Humanos y el Derecho Internacional Humanitario.
Sin embargo, la posibilidad de que los operadores jurídicos y los activistas en derechos
humanos (entendiendo por éstos tanto a miembros de organizaciones no
gubernamentales, como a los ideólogos de los grupos en confrontación, como también a
los miembros de organismos internacionales que están presentes en el sistema
internacional de los Derechos Humanos: Comité internacional de la Cruz Roja o la
Organización de Naciones Unidas Ad. Ex.) hagan del uso del lenguaje de los Derechos
Humanos, una práctica calculada frente a estrategias de guerra, en las que puedan
“manipular” e instrumentalizar los mecanismos de defensa de los individuos, para
justificar acciones bélicas que deslegitiman la vigencia del Derecho Internacional de los
Derecho Humanos y del Derecho Internacional Humanitario, al convalidar actos de
guerra atroces, es una posibilidad que deja perplejo al investigador y le propone un
vértigo frente a la estrategia argumentativa. Por tanto, en este estudio se pretende fijar
un lenguaje humanista, que le propone la Filosofía y sus vertientes antropológica, ética
y epistemológica al Derecho Internacional de los Derecho Humanos y al Derecho
Internacional Humanitario, con el fin de proponer una nueva forma de lectura de la
realidad jurídica de los Derechos Humanos, intentando apropiar los fundamentos
conceptuales que se ofrecen desde la Filosofía misma.
Es por todo lo anterior, que en una primera instancia, se presenta la manera como en los
actos de la guerra se ha intentado dar un sustento filosófico y ético a la racionalidad de
la guerra, puesto que el lenguaje de la guerra no carece de racionalidad y por tanto, es
atractivo para sectores generadores de políticas internacionales, jurídicas y sociales. En
13
tal sentido, los esquemas del análisis que la metaética propone, frente a discursos éticos,
puede dar elementos de juicio y análisis para que el operador jurídico conozca las
fuentes de justificación del caso específico de los actos de la guerra.3
Existe una realidad que emerge del contacto con los discursos sobre la guerra que se han
estudiado, tal realidad es la “plasticidad” con la que los usuarios del lenguaje jurídico
sobre la guerra, van argumentando sus posturas. Dichas posturas no son unívocas, ni
siquiera tienden a ser coherentes, puesto que no hay una exigencia de coherencia a la
base de la realidad de la guerra, lo que se tiene en sí es una exigencia de resultados
militares y políticos, que pueden permitirle al “guerrero” tener una versión variable
sobre la percepción que éste tiene frente a sus propios actos de guerra y los efectos de
dichos actos. Así, no hay uniformidad en la manera como se presentan las posturas de
los actores armados a la hora de intentar dar cuenta de sus actos, o de justificar los
escenarios en los que se desenvuelven, incluso muy en contra de la lógica dogmática de
los Derechos Humanos.
Es por esto que la presente lectura sobre el Derecho Internacional de los Derecho
Humanos y el Derecho Internacional Humanitario, no pretende ser un marco descriptivo
del lenguaje de los Derechos Humanos, ni de su normatividad por una parte. Tampoco
puede ser un estudio de los distintos discursos que sobre los Derechos Humanos tienen
los diferentes actores armados, puesto que como se ha puesto de presente, tales
3
Sobre los estudios de la Teoría de la Argumentación se tienen estudios mucho más minuciosos y
estrictos que el presentado por el texto en lectura, sin embargo, se considera pertinente el hacer
enunciaciones breves sobre distintas categorías argumentativas que pueden permitirle al lector lego en la
materia, tener una aproximación menos tortuosa ante los supuestos teóricos que se asumen, puesto que el
objeto de este estudio no es el de profundizar en la Filosofía del lenguaje, ni hacer una recopilación
omnicomprensiva del asunto. Se apela a la compasión del lector, si no se postulan los fundamentos
teóricos de la Teoría de la Argumentación Jurídica de manera sistemática y enciclopédica, pero se remite
a los estudios de Robert Alexy, Ch. Perelman y Christian Platin, como a textos en lógica como los de
Bertrand Russell o Irving Copi y Carl Cohen.
14
lenguajes son variables, no necesariamente enmarcables en matrices de análisis fijo, en
algunos casos ni siquiera, justificables a la luz de la lógica discursiva de un actor
armado propuesta por él mismo, antes de un ejercicio bélico moderadamente
justificable.
En estos tiempos en que los ejércitos, las facciones y los bandos en las confrontaciones
armadas recurren a los canales de televisión para “reportar” el estado de la guerra desde
el frente de batalla, o desde la sala de conferencias establecida en su propio centro de
inteligencia y medios, pareciera que una reflexión, una constitución de sentido4 o una
crítica a la impasible y hegemónica apropiación de la tematicidad de los actos de la
guerra, termina siendo inocua frente a la contundencia de la misma acción armada o la
alienación que produce la apertura de espacios de benevolencia o “pausas de
humanidad” en medio de la furia de la lucha.5
En realidad, la vigencia y el perpetuo horror que Kriele prefigura en Introducción a la
teoría del Estado, no se encuentra herméticamente aislado en las calles de Monrovia, la
estepa de Nasiriya o la zona de seguridad de Srebrenica; es más que obvio que de igual
forma en Mapiripán o El Bordo, el miedo por el peligro que corre lo básico (vida,
libertad, seguridad Ad. Ex.) no se vive únicamente cuando detona un cilindro de gas
acondicionado como granada de fragmentación, sino que persiste también en el
imaginario de la población tras el triunfo -así sea pasajero- del bando que toma posesión
del territorio, para dar paso al ejercicio de su forma particular de “hacer justicia” o
4
En el más lato significado de la expresión constitución de sentido enunciado por la filosofía
fenomenológica de Edmund Husserl, en el despliegue de un proceso noemático hacia la conquista del
reinado de la subjetividad, en el mundo de la vida, dentro de una intencionalidad que propende por la
recuperación del papel ético, social y político del pensador, del filósofo y en fin, del científico que se
aproxima al mundo y constituye un sentido yendo “a las cosas mismas”.
5
AGAMBEN, Giorgio. Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo Sacer III. Valencia,
Pre-textos, 24.
15
convalidar el “orden” que impone este bando ganador (que detenta su fuero de para –
Estado) en dichos lugares.6
No solamente el horror de la guerra está próximo a la realidad que coimplica la
existencia propia, sino que pone en juego la posibilidad de constitución intersubjetiva de
un horizonte colectivo. Aún si la confrontación bélica no implicase una proximidad al
sujeto que reflexiona sobre el sentido de la guerra y sus actos, su desconocimiento u
olvido, redundaría en la anulación culpable del sentido político racional, quedando “a
merced de las creencias políticas primitivas”, sobre las cuales nadie aún ha constituido
un sentido crítico e independiente.7 Si se calla frente a la atrocidad o se acepta el asunto
de la guerra como un comodín de rating televisivo, no sólo se está presente ante un
insospechado desarrollo de tolerancia engañosa, sino que se olvida el papel político
esencial del filósofo y del científico, que tanto Husserl como Berlin esperan de un
pensador serio o de un humano, comprometidos con su condición de humanidad.
La postura del discurso de los Derechos Humanos ha sido la de dar un alcance extenso
al conjunto de la normatividad internacional, cuyos textos tienen no sólo la posibilidad
amplia de interpretación, sino también una textura abierta que permite a los múltiples
operadores e intérpretes de dichas normas, dar diversa aplicación a tales normas, incluso
en sentidos contradictorios o divergentes. Sin embargo, una posible salida al asunto no
puede estar en la vía de la precisión conceptual o gramatical de las normas (aunque no
6
AGUILERA PEÑA, Mario. “Justicia guerrillera y población civil” y MOLANO Alfredo. “La justicia
guerrillera”en El caleidoscopio de las justicias en Colombia. Bogotá. Siglo del Hombre. 2001. Al
respecto la lectura de Aguilera nos contextualiza en el sentido de los conceptos de justicia ejemplarizante,
justicia retaliadora y justicia del poder local como parámetros del ejercicio potestativo de elementos
activos, para impartir orden y seguridad en un despliegue y repliegue de las incursiones de dominio de los
actores armados en las zonas de conflicto.
7
BERLIN, Isaiah. “Dos conceptos de libertad” en Cuatro ensayos sobre la libertad. Madrid. Alianza.
1988.
16
se descarta que un elemento de mayor precisión y asunción de los contextos jurídicos y
sociales hace falta en dichas normas), una verdadera posibilidad de reificación del papel
del Derecho Internacional y dentro de éste, del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos y el Derecho internacional Humanitario, debiera ir en la línea de hacer
explícitos los horizontes de posibilidad del sentido de humanidad, de ser humano, de
dignidad de la persona humana, sin omitirlo por el miedo a la dificultad de la amplitud
terminológica, o a la exigencia de inmediatez en la solución de los problemas que
generan las violaciones de los derechos que tales normas protegen o dicen proteger.
En definitiva, aún con la inmediatez de una norma “clara y concisa” los más
fundamentales derechos son vulnerados, incluso con el mismo pretexto de la
interpretación variada de las normas humanitarias o de los Derechos Humanos.
Desde la Antropología Filosófica, desde la Fenomenología y desde los mismos estudios
del Derecho, se resalta la imperiosa necesidad de encontrar un sentido, o mejor, de
constituir un sentido sobre el ser humano, su mundo de vida, sus contextos y la realidad
transformada y transformante de la vida jurídica que lo engloba. Dicha insistencia se da
no solamente por un irrestricto deseo de teorizar y ahondar en la elaboración de
conceptos y definiciones de corte jurídico o filosófico, tal necesidad se impone ya que
de la concepción, pero sobretodo, del sentido que de hombre y su dignidad se tenga, se
pueden estructurar los niveles de comprensión y aproximación a la realidad en la que se
encuentra, que está requiriendo transformación y explicitación de su sentido.
En ese orden de ideas, el sentido va totalmente unido con el discurso y es el discurso
mismo. Ya que las normas gozan de una esencia discursiva entonces también van
indiscutiblemente unidas con la exigencia del sentido, acompañadas de las dimensiones
17
humanas que se proyectan a través de las mediaciones (herramientas para entender el
sentido, explicitarlo, comprenderlo), que pueden ser por ejemplo, las normas de
Derecho Internacional de los Derechos Humanos o de Derecho Internacional
Humanitario y que tienen concreción en la acción humana, dentro del digno ejercicio de
la política y del Derecho.
Por tales consideraciones se pretende, en un primer estadio de esta reflexión, encontrar
un fundamento desde la Filosofía para entender en el discurso de los Derechos
Humanos, la presencia de diversas comprensiones éticas que serán abordadas
someramente, con el fin de tratar de entender desde un estudio metaético, los
imaginarios, las motivaciones e intuiciones que cimientan tan variadas formas de
interpretar los actos de guerra a la luz de este tipo de Derecho Internacional, a la vez que
se permitirá comprender factibles interpretaciones, desde posturas aún mucho más
diversas. Si el discurso de los actores armados adoptare una postura visible desde la
metaética, y cuál fuere su descripción o categorización, sería objeto de un trabajo
mucho más extenso que se puede proyectar desde ahora, no siendo – hay que
clarificarlo – el propósito de este estudio.
Seguidamente, se pretende hacer una incursión en las apreciaciones filosóficas de la
antropología filosófica, la fenomenología y la epistemología, tratando de estructurar un
modelo filosófico que soporte unas categorías de sentido del hombre y por tanto, un
sentido del Derecho y específicamente del Derecho Internacional de los Derechos
18
Humanos y del Derecho Internacional Humanitario, en el que se expliciten contextos y
horizontes de posibilidad para la vida y la experiencia humana.8
Finalmente, en un giro hacia lo plenamente jurídico (que no puede desconocer los
vasos-comunicantes desde y hacia la ciencia filosófica) proponer un nivel de
apropiación de los elementos que enriquecen las dos primeras partes de este estudio, con
el fin de hacer un paso metodológico de lo abstracto a lo concreto, a través de las
mediaciones contextuales, normativas (pretendiendo que sean, como lo deben ser,
mediaciones) y políticas, hacia un mejor ejercicio del análisis y la práctica jurídica
contemporánea.
Es importante reiterar que en el presente estudio se han dejado de lado profundizaciones
teóricas (necesarias sí, pero lejanas al propósito de la investigación y del trabajo) en las
áreas de la ética, la fenomenología, la antropología o el Derecho Internacional de los
Derecho Humanos y el Derecho Internacional Humanitario, puesto que la riqueza de los
textos primarios que soportan este estudio, permite la aproximación necesaria (no
suficiente) para comprender los conceptos investigados, que de ser descritos en el
presente trabajo, lo alejarían de su objetivo inicial, de proponer una nueva lectura, desde
posturas teóricas distintas a las del dogmatismo jurídico.
Ante la posibilidad de atribuirle distintos significados al lenguaje de la guerra y al
lenguaje del Derecho Internacional de los Derecho Humanos y el Derecho Internacional
8
Se hace necesario dar cuenta de conceptos propuestos por la Antropología Filosófica de Jean Jolif en
Comprender al Hombre, la Fenomenología de Edmund Husserl y la Epistemología desde perspectivas
como las de Bernard Lonergan en Insigth, sin que esto signifique el que la pretensión de que este estudio
sea hacer un tratado descriptivo, ni mucho menos, una propuesta para dichas áreas, sino más bien, la
posibilidad de apropiación de las categorías (relevantes para esas áreas de la filosofía) por parte de los
estudios jurídicos y en especial, en el estudio del Derecho Internacional de los Derechos Humanos y el
Derecho Internacional Humanitario.
19
Humanitario, se hace necesario fijar un significado no universalista ni homogeinizante,
pero sí fundante de sentido, desde las afirmaciones de la antropología filosófica, la
epistemología y la ética, junto con sus mediaciones en el Derecho, puesto que es
fehaciente la posibilidad de la instrumentalización de dichos lenguajes por parte de las
estrategias y los estrategas de la guerra, sin que esto suponga la imposición de un único
significado o sentido, puesto que el modelo propuesto permite una constante
constitución del sentido, enriquecida por los elementos que se aportan desde dichas
perspectivas humanistas.
El propósito temático no busca darle un “verdadero piso” o una “verdadera fuerza” al
discurso existente en la actualidad sobre el Derecho Internacional de los Derecho
Humanos y el Derecho Internacional Humanitario, puesto que su fuerza discursiva no
emana únicamente de la solidez de los argumentos expresados, sino también y de
manera más evidente, de la practicidad y el efecto material que dicho discurso tiene
sobre el destinatario del ordenamiento de los Derechos Humanos, en la contundencia
del respeto efectivo de las normas y de los pactos políticos que supone el
reconocimiento del sujeto víctima de los atropellos militares.
Es claro que en la actualidad va tomando forma una manera crítica de asumir el discurso
que de los Derechos Humanos presentan los organismos internacionales como los
activistas en esta área, la causa está en que la eficacia de las normativas emanadas de
dichos sujetos generadores y operadores del Derecho Internacional de los Derecho
Humanos y el Derecho Internacional Humanitario, no han generado un mejoramiento
real de la situación de las víctimas en los conflictos bélicos internos e internacionales,
por tanto, un compromiso con el destinatario de dichas normas de Derechos Humanos,
20
exige una constitución del sentido humano de dicho destinatario, una efectividad en la
manera como se le reconoce, bien sea como víctima o victimario y un esfuerzo por
hacer de su perspectiva un horizonte ante la desaforada racionalidad de la guerra.
Lo que se gana a partir de una propuesta como la que se expondrá, son los elementos de
esquematización de un futuro nuevo lenguaje de Derechos Humanos, que no tiene un
único generador o enunciador, sino que permite que haya distintos tipos de sujetos
enunciadores, a partir de las mediaciones que en la configuración del sistema
internacional de Derechos Humanos, puedan hacer los sistemas normativos,
jurisprudenciales, a la vez que las decisiones políticas y estratégicas de los actores
armados, que comprendan un sentido más humano en ese destinatario de la protección y
víctima de la confrontación, bien como actor social, político, militar, económico o
internacional.
El trabajo ha sido llamado La Metaética de la Confrontación Armada como Espacio de
Constitución del Sentido Jurídico: Un Horizonte de Posibilidad Humana en el Escenario
Bélico. Supone este título, un argumento que inicia con el entendido de la textura
abierta del lenguaje en Derechos Humanos; dicha textura abierta da pie (y efectivamente
ha dado pie) a la manipulación e instrumentalización de los textos jurídicos en materia
de Derecho Internacional de los Derecho Humanos y el Derecho Internacional
Humanitario.
Se hace necesario establecer cuáles podrían ser las motivaciones
discursivas que llevan a hacer del uso discursivo de dicho lenguaje, una estrategia
militar o política (y dentro de ésta la jurídica), por esto, de manera general se hace
alusión a las propuestas de Walzer en el lenguaje de la racionalidad bélica y
posteriormente a los estudios metaéticos, como demostrativos de diversas motivaciones
21
racionales en la justificación discursiva de la guerra y los comportamientos éticos. Una
vez descubierta la racionalidad del discurso bélico y de la estrategia utilizada en el
contexto colombiano (en el caso de los soldados secuestrados tras las incursiones
guerrilleras en campamentos militares), se hace patente la necesidad de dotar al discurso
de los Derechos Humanos de una fijación lingüística desde elementos conceptuales, que
aportan las ciencias filosóficas, sobre una concepción del hombre y del sentido de dicha
existencia, que permiten hacer una lectura jurídica más relevante para el destinatario de
los Derechos Humanos y que podrían aportarle a los actores en conflicto, una ganancia
en la forma como asumen al “otro” con el que se encuentran en conflicto. Por tales
razones se hace la progresión sintética de la antropología filosófica, desde lo abstracto a
lo concreto, a través de las mediaciones que confieren las categorías antropológicas, que
llenan de concreción al esquema, en la medida en que tienen en cuenta al hombre
mismo, a su experiencia y al mundo en el que despliega dicha experiencia humana.
Hasta allí, se ha ganado un elemento no sólo cognitivo del mismo hombre, sino una
base elemental de la forma como el mismo hombre (destinatario de los Derechos
Humanos) puede concebirse a sí mismo y puede concebir al mundo y a los “otros” que
lo rodean. En su experiencia y su contexto, el hombre gana elementos de comprensión
de un discurso verdaderamente humano sobre su realidad.
Sin embargo, como el elemento experiencial no es el único elemento de la racionalidad
humana9, según lo presentan distintas aproximaciones a la epistemología como lo son
las de Olivé, Lonergan, Sierra o Villoro, se hace necesario, en esta parte del estudio,
9
En esto hay que referir necesariamente a las bases epistemológicas que dan los estudiosos del tema y
que se mencionan a lo largo del texto y de su bibliografía, puesto que no es éste un estudio
epistemológico, siendo sí un estudio jurídico de apropiación de categorías filosóficas.
22
introducir un esquema que facilita el retorno al nivel abstracto del discurso
antropológico, par poder dinamizar el sistema y poder a su vez, evitar las totalizaciones
homogeinizantes en el discurso sobre el hombre, lo cual derivaría homogeinizaciones en
la comprensión que del hombre hacen el Derecho Internacional de los Derecho
Humanos y el Derecho Internacional Humanitario. Se hace énfasis en el papel de las
mediaciones que para tal discurso pueden aportar desde el Derecho, los sistemas
normativos, jurisprudenciales, de democracia participativa y en definitiva, de acción
política desde la comprensión que del hombre se ha ganado. Este es el esquema del
argumento propuesto, acaso más lleno de cuerpo en la propia introducción del texto que
en el mismo estudio, pero es el elemento de aporte a una ciencia jurídica tan llena de
elementos dogmáticos, cerrados y no abiertos a la realidad humana, con unos elementos
propiamente jurídicos que pueden ser explotados de manera más real y material desde
las perspectivas presentadas y ganadas.
Este es pues el horizonte de posibilidad
humano entre las confrontaciones bélicas, de las que se espera algún día prescindir.
23
2. ¿ ES FACTIBLE UNA REFLEXIÓN ÉTICA Y METAÉTICA
SOBRE LOS ACTOS DE GUERRA Y SU DISCURSO?
2.1.
Una aproximación a los discursos éticos sobre la convención bélica.
La ética como saber práctico que se ocupa de las acciones humanas,10 se distingue de
otro tipo de saberes relativos al hombre mismo, en la medida en que la ética constituye
su sentido en la enunciación de juicios normativos respecto de acciones
deliberadamente conscientes que despliegan los seres humanos, en torno a sus
apreciaciones, sentidos o cosmovisiones del mundo. Tales juicios de valoración de
orden normativo que constituyen a la ética, pasan por un espectro diverso de posturas
dentro de la racionalidad práctica: unas posturas comprenden el sentido teleológico de la
ética, como en Aristóteles donde se conduce el camino hacia los “modos de vida
buena”11, en las Éticas del filósofo griego; otras, con una visión ética del deber en
Fundamentación de la metafísica de las costumbres o La metafísica de las costumbres
de Immanuel Kant; o en la perspectiva utilitarista de John Stuart Mill en sus escritos El
utilitarismo o Sobre la libertad con una visión de “un mayor bienestar para la mayoría”;
la Metaética y las vías de la argumentación práctica que se encuentran en Moore,
Wittgenstein o Habermas; o en aproximaciones discursivas a la ética como en los casos
de Apel o Cortina; o incluso, en la indagación sobre la genealogía de la moral en
Nietzsche o Foucault.
10
Al respecto la bibliografía es amplia y diversa, pero para una aproximación pueden tenerse en cuenta
los textos de: HOSPERS, John. La conducta humana. Madrid. Tecnos. 1979. GARZÓN VALDÉS,
Ernesto. Derecho y moral. en Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía. Tomo XI. Madrid. Trotta. 1996.
MACINTYRE, Alasdair. Tras la virtud. Barcelona. Crítica. 1987. MIDGLEY, Mary. El origen de la
Ética. en SINGER, Peter. Compendio de Ética. Madrid. Alianza. 1995. NIETZSCHE, Friedrich. La
genealogía de la moral. Madrid. Alianza. 1990. NUSSBAUM, Martha. La fragilidad del bien. Fortuna y
ética en la tragedia y la filosofía griega. Madrid. Visor. 1995.
11
ARISTÓTELES. Ética nicomáquea. Madrid. Gredos. 1998.
24
Sin embargo, no es el propósito temático de este trabajo, ahondar en cada una de estas
perspectivas éticas, más allá de poder entender cómo desde éstas y algunas otras
posturas morales o éticas, la guerra y los actos de la guerra plantean un reto y un medio
de indagación, en el que al estar presentes las acciones humanas deliberativas,
generadoras de consecuencias en el propio ser que las realiza o en su entorno social, son
susceptibles del escrutinio normativo de los juicios contenidos en los análisis éticos.
Con independencia de la taxonomía bibliográfica de las posturas éticas, el fenómeno
bélico, que está en el mundo y dentro del mundo en las instancias sociales, genera una
evaluación ética, no sólo en el grado de justicia o injusticia de la convención bélica,
sino que se llega a analizar si las conductas humanas gestadas en las confrontaciones
armadas, están determinadas por los elementos biológicos de los seres humanos o por
contextos socioculturales de mayor sofisticación.
Supuesta la guerra, como el desbordamiento en un conflicto de unos cauces de
maniobrabilidad en la contradicción (como suele verse en un contexto occidental y
moderno)12 aparecen a su vez perspectivas o criterios que asumen la confrontación
armada como un medio de concepción del “otro”; como forma integradora al universo
que se comparte con él (con ese “otro); como medio eficiente en el camino hacia la paz
que no se alcanza ni se pierde de vista; o como elemento de indagación sobre la
pretensión de corrección del concepto de paz, como legitimante de modelos políticos o
económicos que hacen del conflicto armado un escenario de imposible finalización y
desdeñosa tolerancia enmascarada.
12
En pocas palabras, como una expresión de la
Hay que tener en cuenta las matrices propuestas por Hathaway sobre aproximaciones o modelos
racionales y normativos que incluyen cada uno, estructuras conceptuales diversas.
25
alteridad del otro, totalmente distinto y profundamente implicado en el mundo en que se
le reconoce.13
Otra apreciación de la convención bélica puede ir más allá de la misma confrontación
armada, perfilándole como un mecanismo de impunidad, que se estructura en sí mismo
en un elemento de persuasión a favor de derroteros políticos, institucionales o para –
institucionales,14 que perduran en el tiempo bajo la inacción de las instituciones
legalmente constituidas, que despliegan duras condenas morales en contra de los
victimarios a la vez que no ejercen una labor de reparación en beneficio de las víctimas,
ni imponen efectivamente los estatutos penales en contra de los victimarios,
judicialmente determinados como tales, pero que hacen insuficiente el ejercicio de la
normatividad y de la imputabilidad, distanciando cada vez más la ética del derecho.15
Finalmente, cabe dentro de estos distintos esquemas enunciados, la perspectiva que
asimila la guerra como un medio de perfeccionamiento religioso y cultural que aceptará
o desechará unos u otros comportamientos bélicos.
2.2.
La guerra discursiva como elemento de persuasión y afianzamiento del
ganador frente al papel discursivo del Derecho.
Se ha visto hasta acá cómo efectivamente existen unas aproximaciones desde distintas
posturas éticas a la realidad de la guerra. Veamos cómo en la presentación de Michael
13
Como se verá más adelante, la categoría de alteridad tendrá una importancia notoria en el desarrollo de
los esquemas que se propondrán, importancia que radica en la concepción del hombre y que es
profundamente estudiada por Jean Jolif en Comprender al Hombre. Tal categoría se articula con otras
cuatro categorías básicas que ayudarán a darle articulación al planteamiento antropológico del estudio.
14
MARRERO AVENDAÑO, Danny. La responsabilidad moral como mecanismo de impunidad.
Facultad de Filosofía – Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá. 2002.
15
AGAMBEN, Giorgio. Op. Cit. 21.
26
Walzer, la guerra tiene un elemento discursivo y persuasivo, en la que el ganador
afianza su papel como emisor de un mensaje bélico.
Michael Walzer en su libro Guerras justas e injustas define la guerra como la cosa más
vil de la vida, en palabras de Tolstoi que se pregunta:
¿Y qué es la guerra? ¿Qué es necesario para triunfar en la milicia? ¿cuáles son las
costumbres de la casta militar? El fin de la guerra es el asesinato; los instrumentos
de la guerra son el espionaje, la traición, la ruina de los habitantes, el saqueo el
robo llevado a cabo para mantener a los ejércitos, el engaño y la mentira que
reciben el nombre de astucia militar. La vida de la clase militar descansa en la
disciplina (es decir la falta de libertad), en el ocio, la ignorancia, la crueldad, la
16
disolución de costumbres, la embriaguez.
En el estudio de Walzer se recorren las distintas posturas y la suya propia, que reconoce
un género discursivo en la apropiación de la guerra por parte de los actores que la
enarbolan y que para su despliegue como juego del lenguaje, comprende un contexto y
una estrategia, ya que el discurso mismo se convierte en un arma utilizada para
conseguir la victoria militar.17
Es un arma discursiva porque compromete conceptos valorativos y lingüísticos sobre el
papel del militar y la materialización de sus acciones en la guerra misma, de donde se
edifican construcciones normativas del comportamiento, dentro de los conocidos
esquemas del ius ad bellum y del ius in bello, no sólo porque le permite al hombre de
16
Citado en Michael Walzer. Guerras justas e injustas. Un razonamiento moral con ejemplos históricos.
Buenos Aires. Paidos. 2001. 83.
17
Ibíd. 198.
27
guerra acudir a los fundamentos normativos positivos, para reconocer el momento y las
causales de justificación de su comportamiento bélico, en la argumentación afirmativa
del despliegue de los actos bélicos antes y dentro de la confrontación armada, sino
también porque le permite ganar aceptación dentro de la comunidad de vida donde se
efectúan estos actos bélicos, por parte la comunidad circundante que sopesa o puede
tomar una distancia crítica respecto de las motivaciones y la justificación de dichos
comportamientos.
Se esgrimen argumentaciones justificativas y atenuantes que
develan, en la instrumentalización del lenguaje, un propósito persuasivo y del que es
fiel ejemplo la parafernalia comunicativa y televisiva que se estructuró en torno a la
reciente invasión armada en Irak, donde el elemento objetivizante, “constituyente de
sentido”, generador o apaciguador de la opinión y, en últimas, referente cognoscitivo de
los eventos y el desarrollo de las operaciones militares, eran los informes mediáticos
que sentaban “la verdad de los hechos”, cosa que para algunos no está totalmente
demostrada.18 El lenguaje y en especial el lenguaje de difusión masiva se convierte en
el arma más efectiva de cualquiera de los bandos en la conformación, de sus estructuras
de apoyo afectivo o político, generadores a posteriori de los respaldos logísticos,
económicos y jurídicos frente a las acciones realizadas durante el conflicto.
18
Corresponsales de guerra en Irak de las distintas cadenas televisivas y demás medios de comunicación,
fueron invitados por las tropas de la invasión, a viajar “empotrados” dentro de los tanques de guerra de
los contingentes de caballería de “la Coalición” (Estados Unidos e Inglaterra) y desde esa ubicación
produjeron la información mediática y los reportes de los acontecimientos de la guerra. Sin embargo,
varios reportes hechos por periodistas de la BBC de Londres, permitieron conocer que dichos reporteros
se ubicaron en los carros de guerra que iban a una distancia de más o menos cincuenta (50) millas de la
punta de avanzada, “donde realmente se estaba librando la guerra”. Lo curioso del dato está en que
mientras la segunda línea de los ejércitos de la “Coalición” llegaba a los lugares donde se había dado la
confrontación, había pasado el tiempo suficiente para que las tropas de avanzada, en primera línea
hubiesen “arreglado” las ruinas y la destrucción que la confrontación dejaba. Es decir, los periodistas no
encontraban cadáveres ni rastros de lo sangriento del conflicto, sólo se reportaban escaramuzas por parte
de “reductos leales a Sadam”, los cuales parecían ser el resultado de levantamientos civiles armados
contra las tropas de las segundas líneas que llegaban cincuenta millas más tarde. La idea generalizada
que quedó de los reportes periodísticos fue la de ataques de rebeldes (que también se ha documentado, los
hubo) que no fueron totalmente tales. El comentario al respecto de la “verdad” que deja la mediatización
de la guerra. Dicha mediatización no escapa del riesgo de la inmediatez que denuncia Jolif.
28
Es un manejo discursivo de la guerra, puesto que a posteriori, las razones
argumentativas se plasman en un problema de fundamentación de decisiones políticas y
sobretodo jurídicas, en tanto los actos de la guerra generan evidentes antipatías o
aceptación abierta, en sectores que les imputan a tales actos, efectos jurídicos y
políticos, expresados en enunciados empíricos que pretenden dar fin al conflicto que se
llevó por las armas y que en una segunda o tercera instancia, se pretende precaver en
tribunales o cortes internacionales, cuando no en las nacionales. Es allí cuando aparece
vinculada de modo más vehemente, la arista lingüística de la interpretación jurídica y
sus reflexiones sobre la vaguedad del lenguaje jurídico, la posibilidad de conflictos
entre las normas jurídicas, la posibilidad de verificación en los casos de los enunciados
normativos, la necesidad de su regulación jurídica y la posibilidad de pronunciar
decisiones jurisdiccionales, incluso en contravía de la literalidad del conjunto de
normas, en los casos especiales donde se acude a otros supuestos lingüísticos en el
campo jurídico.19
El papel de la metaética se amplía generosamente en estos aspectos y constituye una de
las posibilidades afirmativas de la filosofía práctica y de la iusfilosofía con pretensiones
de corrección normativa y política.
Frente a tales giros discursivos y lingüísticos de la guerra y su carga jurídica, Walzer
afirma la condición de posibilidad ya no sólo de una reflexión ética y su consecuente
juicio sobre la justicia o injusticia del fenómeno bélico, sino que se le atribuye toda una
teoría de la justicia originada en el fenómeno mismo y amplificado a conceptos
19
ALEXY, Robert. Teoría de la argumentación jurídica. Madrid. Centro de Estudios Constitucionales.
1997. 23.
29
correlativos a la guerra, como lo son el concepto de tolerancia20 , el derecho21 o el
referente social y político de la guerra incrustada en una reflexión ética.22
Tal condición de posibilidad es verificada en Walzer por los elementos epistemológicos
de aproximación al fenómeno bélico, como lo es el argumento realista que involucra en
un diálogo a la ética y a la estrategia militar y la implicación del relativismo histórico,
que convalida y afirma como aceptables, decisiones políticas bélicas a favor de las
consideraciones y las aproximaciones éticas de los actos de guerra23 y que a la luz de
otro tipo de sentidos éticos, serían desaprobadas e injustificables siquiera. Walzer
reconoce el estatuto ético de la guerra, existente también en las enunciaciones
valorativas que afirman como crímenes de guerra ciertas conductas y se diferencian de
otros comportamientos armados por el elemento subjetivo, intuitivo o moralizante y
que corresponde a patrones morales “densos o tenues”, según sea la matriz ética
visualizadora24.
Se encuentra también verificado el espacio para la ética en las afirmaciones sobre los
límites del consentimiento frente a los actos de guerra; el principio de distinción que
también es parte de la normatividad internacional25 y los distintos tipos de
comportamientos dentro de la confrontación armada que Walzer estudia.
No queda duda de que para el autor norteamericano, es no sólo factible sino también
deseable y necesario un discurso ético sobre las condiciones de posibilidad de la guerra
20
WALZER Michael. Tratado sobre la tolerancia. Madrid. Paidos. 1999.
Ibíd. Esferas de justicia. 1985.
22
Ibíd. Interpretation and social criticism. 1987.
23
Ibíd. Guerras justas e injustas. Op. cit. 45.
24
GRASA, Rafael. “La actualidad de una reflexión clásica sobre guerra y justicia” en Michael Walzer,
Guerras justas e injustas.
25
Artículo III común a los Protocolos de Ginebra.
21
30
y de los conflictos armados de índole nacional, regional o internacional, sin que sea
supuesta dicha exigencia teórica, ya que se desprende de las propias motivaciones y
pretensiones que acusa el operador bélico, el operador jurídico y la víctima de la
confrontación.
2.3. El terror y la reificación de la guerra y sus actos.
Si para Walzer la guerra tiene un tipo de estrategia discursiva, algunos autores de la
Teoría del Derecho, encuentran en la guerra y sus posibles discursos, un elemento
atroz, que deja perplejo al auditorio científico del Derecho, porque en el fondo, la
guerra tiene una realidad paradójica como catalizador en la unión de las voluntades en
la conformación de esa entelequia que se denominó Estado y que supuso un contrato
social, que requiere dentro del escenario político, el encausamiento de los conflictos
sociales a través de unas reglas de tipo jurídico y político, que impidan la guerra civil.
La abominabilidad y el terror que infunde en el ciudadano o en cualquier particular
dentro de un territorio, la vivencia de la guerra, lleva a que Martín Kriele esgrima en el
núcleo argumentativo de la soberanía, la justificación del Estado, sus instituciones y los
instrumentos propios de los estudios de la Teoría del Estado, una motivación hacia la
paz, casi teleológica, ante el terror que produce ya no la guerra civil sino la tortura, la
masacre, la desaparición o el genocidio a manos del bando triunfador de un conflicto
bélico. El terror motiva la paz, o por lo menos, debe generar el sometimiento de los
bandos a la acción pacificadora de un Estado, que permite la consecución de la paz
31
interna y el monopolio de la fuerza26. Este esquema teórico, tributario del pensamiento
positivista liberal que puede encontrarse en las posturas del contractualismo racional de
Thomas Hobbes27 en el siglo XV, o más adelante en el tiempo, en los siglo XVII a
XVIII en Voltaire y su Tratado sobre la tolerancia o en Locke con su Carta sobre la
tolerancia, ejemplifican una intencionalidad el desplazamiento de los temas religiosos
o las convicciones morales, del plano de la vida pública a la esfera del subjetivismo
egoísta, en el que se hace ejercicio de la tolerancia, como principio de minimización de
la violencia y como un medio estratégico para afianzar la posesión de los bienes
materiales y trascendentales a través del contrato social.28.
La guerra es un último recurso de acción estatal en defensa de las “razones de estado”,
que son deleznables en la medida en que pertenecen a ese tipo de palabras o textos
abiertos de variada interpretación o tautológica definición.
Sin embargo, para tales posturas y aunque extrema, la guerra es susceptible de
justificación, en pro de la defensa de los derechos que han sido entregados al soberano
como tercero garantizador de la paz interna y la seguridad nacional, en la única
26
Aquí cabe toda una reflexión desde la Teoría del Derecho y el Derecho Constitucional de la paradoja
que enfrenta esta postura moderna del Contractualismo social en la que el lugar originario de toda
reconciliación, paz, estado civil (en oposición al estado de naturaleza) o posibilidad de convivencia social,
es el terror que la muerte y la guerra misma dejan a su paso y el afán por la supervivencia humana.
27
HOBBES, Thomas. Leviatán. Madrid. Alianza. 1998.
28
Carlos B. Gutiérrez en su escrito Cultura de conflictos en vez de tolerancia de la Revista de estudios
sociales de la Universidad de los Andes, hace un estudio de la evolución del concepto y el sentido de la
tolerancia y afirma contundentemente cómo para el liberalismo ilustrado, que parte de finales del siglo
XV y tiene una etapa insigne en el siglo XVII y XVIII, adecua a sus intereses burgueses de propiedad y
empresa, el ejercicio de una tolerancia egoísta que por más que afirme la aceptación o mejor, la negación
de la disputa política por las diferencias religiosas o morales, entiende a toda persona con la que se tengan
este tipo de fracturas ideológicas, como un extraño muy diferente al sujeto tolerante, que no es puesto en
igualdad de condiciones ni es aceptado como un “uno de nosotros” dentro del círculo de partidarios de
una u otra ideología. Tal percepción, que para Gutiérrez se manifiesta de manera más sofisticada en la
actualidad pero que enfrenta los retos de la multiculturalidad, no es el tipo de tolerancia propia de una
sociedad que aboga por los derechos de primera a tercera generación y donde el respeto por el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario, están al alcance de una
ciudadanía que deplora las discriminaciones y la homogeinización de los seres humanos.
32
escapatoria al estado de naturaleza, en el que se entendía vivía el hombre
precontractual. Se reifica la guerra, acaso como un elemento determinante de los
fenómenos sociales que construyen sus estructuras y sus imaginarios, rodeados por
atmósferas de pavor frente al fenómeno mismo.
Contrario Sensu, las posturas que propenden por el sentido y el horizonte de
posibilidad de una vida más humana, rechazarán cualquier tipo de justificación del uso
de la violencia, al comportar una negación de plano del sentido racional, del uso
discursivo racional y por ser germen de la negación del discurso y la confrontación de
las ideas en el plano del discurso29.
Desde las vías de la argumentación práctica o también denominada metaética hay un
sinnúmero de posturas que pudieran afirmar el carácter ético de la reflexión sobre la
guerra.
A manera enunciativa se estudiarán algunas posturas argumentativas
propuestas como futuras matrices de análisis de los discursos de la guerra, en estudios
posteriores.
2.4.
La metaética en la argumentación jurídica. Naturalismo, intuicionismo,
emotivismo, los juegos del lenguaje y el reificación religiosa del “otro”
guerrero.
Si bien Kriele y Walzer aportan una visión útil para la concepción del discurso sobre la
guerra, el estudio quedaría corto si por lo menos no se hiciera un estudio somero
referente a la Teoría de la Argumentación, presentando posibles mecanismos de
29
En esta línea están las posturas de Hannah Arendt, Jean Jolif, Edmund Husserl y muchos otros que
hacen una apuesta por el discurso y la racionalidad argumentativa.
33
argumentación, que pudieran ser utilizados por los actores del conflicto armado, en
defensa de sus posturas y estrategias bélicas.
El texto de Alexy, permite encontrar elementos conceptuales sobre el lenguaje
normativo en general y con particularizaciones en mecanismos y estrategias
argumentativas, que aunque no se tratan a profundidad en este estudio y esta
investigación, permiten comprender la lógica argumentativa del campo jurídico y ético.
Robert Alexy en su Teoría de la argumentación jurídica, observa cómo en las
oraciones, enunciados o proposiciones normativas se encuentra a la base una teoría del
lenguaje normativo, denominada metaética.30
Dentro de las vertientes o las aristas que posibilitan los estudios metaéticos, Alexy
estudia las estructuras del Naturalismo, con su reprochada “falacia naturalista”
(naturalistic fallacy), que le aplica postulados empíricos, casi provenientes de las
ciencias naturales, en la forma de predicados de valoración social a sustantivos o
adjetivos éticos, cuyo significado no es claro en su totalidad y donde se cae en una
falacia porque tal definición es equívoca, puesto que es aplicable a distintas
definiciones que se presenten.31 Agrega a las objeciones frente al naturalismo, el
argumento de la open-question, que por tener una posibilidad de validez para distintas
propuestas de definición, no excluye la imposibilidad de su aplicación a otras
significaciones lingüísticas. Lo que deja abierta la pregunta sobre la validez de las
significaciones afirmadas.
30
31
ALEXY, Robert. Op. Cit. 51.
Ibíd. 53.
34
Finalmente, la objeción en torno a la sinonimia encubierta (covert synomynity) sobre la
equivalencia significativa de expresiones diversas, que en el caso de los derechos
humanos y del derecho internacional humanitario son de frecuente uso. En todo caso,
las críticas apuntan a un naturalismo que da cabida a la tautología en las definiciones
que pretenden ser cerradas y agotar el campo de la significación, error que se queda en
asignar significados sucesivos que se implican los unos a los otros sin cerrar el círculo,
como pretendería dicha postura.
En segundo lugar, puede mencionarse el Intuicionismo, cuyo elemento justificativo en
los juicios de valor emitidos, está en una sola propiedad moral directamente
reconocible, cual es la de “bueno”, en un orden simple y sin posibilidad de análisis y
que puede expresar un significado de la evidencia intuitiva de cada persona sin más.
De ello se desprenden las objeciones en la diversidad de las evidencias de las distintas
personas, sin la posibilidad de una objetivización verificable. Una “intuición” sería la
base del juicio de valor, un elemento tan variante, como el tipo de interlocutor o emisor
del juicio de valor mismo.
El Emotivismo es la tercera posibilidad de análisis metaético, por la que las expresiones
que son de uso frecuente en las proposiciones de tipo normativo, no sólo enuncian algo,
sino que ejercen la función de provocar sentimientos, emociones o actitudes,32 que con
sus elementos subjetivistas y descriptivos, pretende influir en la persona a la que
interpela o a la que se dirige, como un instrumento de influencia sicológica33 en la que
no se presentan relaciones lógicas, sino relaciones síquicas, entre las razones que se
esgrimen en contra o a favor de un enunciado o proposición normativa y su
32
33
ALEXY, Robert. Op. Cit. 56.
STEVENSON, CH. L. Facts and values citado en Robert Alexy Op. Cit.
35
proposición, lo cual en lógica, establece una contradicción. Una expresión emotiva
pretende dar claridad sobre el elemento justificativo de un juicio, cuyo contenido
racional es indudable; la dificultad está en los niveles de racionalidad que se ponen en
juego.
Existen también fundamentos de la filosofía lingüística que encuentran en Wittgenstein
y Austin sus más conocidos representantes, el primero con sus consideraciones en torno
a los juegos del lenguaje en los que la intersubjetividad se ve distanciada en la medida
en que los distintos discursos, como juegos de lenguaje que son, carecen de
posibilidades de diálogo profundo, al ser partes de un universo de lenguajes con una
cierta “familiaridad” entre ellos y regulados por una suerte de parámetros que establece
el mismo lenguaje, dentro del cual se halla todo tipo de juego de lenguaje moral o ético
(aquí la importancia para el tema de la valoración ética de la guerra), con sus
respectivas representaciones del mundo y formas de vida, que no se califican como
correctas ni falsas y cuyas fundamentaciones sólo pueden provenir de la propia forma
de vida que se representa el mundo.
Desde esta perspectiva la guerra puede ser
interpretada diversamente válida, desde cada forma de vida que la asume como
fundementable en su representación de vida, quedando abierto el interrogante hasta acá
de la posibilidad de fundamentación de cualquier comportamiento en la guerra sin
posibilidades de reproche, imputación o culpabilización. Una dificultad basada en la
inconmensurabilidad de los juegos de lenguaje que pretendan entrar en juego, contacto
o discusión.
36
Austin por su parte establece una teoría de los actos de habla, en las que se efectúan
acciones que se representan diciendo algo.34 Para esta postura será fundamental el acto
de habla, el acto lingüístico, ya sea locucionario, perlocucionario o ilocucionario35 del
hablante y en el análisis de los lenguajes de la guerra, se puede iniciar un abordaje
sobre los discursos de los actores armados, en sus justificaciones lingüísticas de las
acciones bélicas que generan y que desde la postura de Austin, podrían ser evaluados
única y exclusivamente en una dimensión de verdad o falsedad, en la medida en que
cada acto de habla sea expresado correcta o adecuadamente y cumpliendo la función
originariamente propuesta, en el ámbito lingüístico en que se generó.36 Es decir, que si
hay un acto fallido del habla el análisis quedaría limitado al estudio de las causas del
fallo de tal acto de habla. De difícil aplicación en el discurso bélico colombiano, si se
tiene en cuenta que son casi nulos los actos de habla de los interlocutores armados y
que además, pueden ser en su mayoría fallidos, cuando se afirman frases con un
contenido al que se le da poca credibilidad, incluso por el propio emisor de la frase.
2.5.
La racionalidad del sentido religioso de la guerra.
Hay una lógica discursiva presente, de corte racional – legal, o lingüístico, que permite
entender el decurso constructivo de argumentaciones útiles para el Derecho y dentro de
la ciencia jurídica, pertinentes para el Derecho Internacional de los Derecho Humanos y
34
AUSTIN, J. L. How to do things with words citado en Robert Alexy Op. Cit.67.
Locucionario será todo acto de habla que expresa un enunciado con significados determinados, dentro
del cual coexisten distintos actos como el acto fonético (expresión sonora), el acto fático (expresión de
palabras en un tipo de gramática determinada) y el acto rético (un uso de palabras que enuncian un
significado o sentido de dichas palabras, referidas a un objeto o elemento de representación de la realidad
o del sentido del habla); Ilocucionario es “lo que se hace diciendo algo” cuya racionalidad reside en
convenciones lingüísticas y sociales, una acción convencional que trabaja dentro de las reglas que le dan
base al acto; Perlocucionario será el efecto práctico que tenga el acto de habla, es decir “lo que se hace
por decir algo”, es decir, los efectos que tiene en la persona que escucha, lo que se ha dicho.
36
Ibíd. 72.
35
37
el Derecho Internacional Humanitario. Sin embargo, existen otro tipo de racionalidades
que no necesariamente responden a los formalismos de la lógica deductiva, las
matemáticas, los métodos experimentales, ni las prácticas lingüísticas según modelos
deductivos e inductivos.37 En los argumentos más próximos a las ciencias sociales, el
fundamento argumentativo se enfatiza en las concepciones del mundo, los elementos
valiosos, el tipo de orador y su auditorio, o la percepción que del receptor del mensaje
que tiene cada orador, dentro de una especie de retórica propia de una comunidad o un
actor de la guerra que habla de su ejercicio bélico.
Así pues, este otro ámbito discursivo, los actos de guerra pueden ser asumidos desde la
perspectiva religiosa, que implica una constitución de sentido, propia de intuiciones o
motivaciones de un sentido religioso frente a un contendor, en un campo de guerra no
únicamente físico sino discursivo.
Castañeda en su escrito Sobre la posibilidad de la guerra justa entre fieles y paganos
en Tomás de Aquino indaga sobre la factibilidad de una guerra justa, en la línea
discursiva de los trabajos del Doctor Angélico, desde una perspectiva moral que
introduce un propósito social en la posibilidad de guerra que afirma Tomás, el cual
postula unas reglas clásicas de una guerra justa: en la medida en que la guerra sea
declarada por una autoridad competente, si cumple con el fin de defender una causa
justa (incluyendo la posibilidad de respuesta ante una agresión o injuria recibida) y si
finalmente, con la lucha se busca establecer la paz.38
37
Al respecto es pertinente la lectura de textos como La nueva retórica de Chaim Perelman o The uses of
arguments de Stephen Toulmin.
38
CASTAÑEDA, Felipe. Sobre la posibilidad de la guerra justa entre fieles y paganos en Tomás de
Aquino. Revista de estudios sociales de la Universidad de los Andes. Bogotá. Febrero 2003. 34
38
Esta última condición del establecimiento de la paz, remite a Castañeda a la indagación
por el sentido de paz que refiere Tomás de Aquino en su trabajo teológico y en la
concepción de la paz, como un derivado de unos dones específicos y unas virtudes
teologales propias de los cristianos. Para Tomás, una guerra justa no sería factible entre
paganos y cristianos, en la medida en que los paganos no comparten la fe cristiana que
se exige para ser beneficiario de la virtud teologal de la caridad, de la cual se deriva el
don de la paz. El asunto pareciera de un ámbito más teológico que jurídico, pero en los
tiempos en que se hace referencia a los escritos de Huntington,39 en medio de los
enfrentamientos y los bombardeos a uno de los símbolos de la civilización musulmana
en Irak, el argumento de la justicia en el despliegue militar y la confrontación en
búsqueda de la paz mundial y la seguridad internacional, recuerda claramente las
expresiones del tiempo de Tomás de Aquino, en las que se enarbolaban los valores de
la justicia y la paz como motivaciones de las acciones bélicas en contra de otros
pueblos.
Se podrá invocar el uso de la fuerza en defensa de la paz, pero no dentro de las líneas
discursivas de la paz tomista, se podrá decir que la guerra contra un régimen dictatorial
pretende devolver la paz a las naciones y a los pobladores de una región, pero nunca en
el sentido de la consecución tomista del don de la paz, cuyo perfeccionamiento es
derivativo de valores cristianos con vocación de universalidad sí, pero que no le son
propios a culturas paganas con confesiones de fe distintas a las del cristianismo y por lo
tanto, no son beneficiarios de la paz en el estricto sentido tomista.
39
HUNTINGTON, Samuel P. Choque de civilizaciones. Buenos Aires. Paidos. 1997.
39
En este argumento, el elemento teológico se hace central para la concepción de
cualquier posibilidad de guerra, puesto que apela a un sentido de pertenencia, de
comunión en una fe y esto delimita el argumento a la lectura “pagana” que se hace de la
justificación tomista de la guerra.40
Una perspectiva religiosa de otro orden, donde la reflexión antropológica auxilia al
concepto jurídico pero no le reemplaza,41 comprende el significado del acto de guerra
en contra del enemigo, culminando en eventos posteriores a la actividad bélica, es
decir, a la disposición y destinación del cadáver del enemigo eliminado o puesto bajo
custodia, dentro de la cultura de los pueblos amerindios o aborígenes de América del
sur y América Central.
Para tales culturas la antropofagia y la guerra tienen una relación íntima según Pineda,42
además de los factores sociales determinantes de las guerras en torno a la constitución
de los Estados, en condiciones de presión demográfica y al acceso a recursos; descritos
por antropólogos que estudian este fenómeno,43 se pueden verificar elementos
religiosos que fundamentan incluso grados en la escalada del conflicto entre culturas
aborígenes de la Amazonía venezolana, ya sea en el desarrollo de conflictos
intergrupales o internos,44 donde se despliegan sentidos de solidaridad social o de
grupo, que hacen de la práctica antropofágica una experiencia de expiación en cabeza
del enemigo, que asume la falta de su pueblo perdedor o agredido. La exhibición final
40
CASTAÑEDA, Felipe. Op. cit. 28.
GLÜER, Kathrin. Bedeutung zwischen Norm und Naturgesetz. Berlin. 2001.
42
PINEDA, Roberto. La pasión por la guerra y la calavera del enemigo. Revista de estudios sociales de
la Universidad de los Andes. Bogotá. Febrero 2003. 46.
43
Pineda cita a Robert Carneiro en su escrito señalado arriba, en el que se exploran los valores rituales,
míticos y mágicos de la concepción del enemigo y del ejercicio de las acciones bélicas en su contra
incluso después de finalizada la contienda.
44
Para esta parte cita a Napoleón Chagnon en su escrito Yanomamo y sobre críticos de la descripción de
Chagnon, cita a René Girard en La violencia y lo sagrado de 1972.
41
40
de los cráneos sustenta una práctica irreconciliable con las convenciones
internacionales sobre la guerra, pero es a su vez la expresión cultural de la victoria que
en el tema de la guerra, es el culmen y el propósito de la confrontación bélica en
occidente, en oriente y en la mayoría de comunidades étnicas, en tanto no se tiene
documentación de que la guerra física, no simbólica de los pueblos, tiene por propósito
el triunfo con fundamentaciones diversas, como se ha visto, pero que es un elemento
común a todas las acciones de guerra como lo recordaba Kriele en boca de Tolstoi.
Es sentido del consumo de la energía vital del enemigo, como lo puede ser el caso de la
antropofagia en comunidades de la Polinesia, de donde se describió la enfermedad del
Kuru o la encefalopatía espongiforme,45 que en occidente tuvo relevancia por su
expansión a través del denominado “mal de las vacas locas”. Tal padecimiento es
resultado del consumo de los tejidos del sistema nervioso central de seres humanos que
en el caso comentado, refieren un sentido de succión del elemento vital del enemigo y
de la fuente de la sabiduría o la inteligencia del otro que es sacrificado. Conlleva a su
vez un sentido de ritualidad religiosa y social puesto que envuelve una necesidad de ser
efectuado el consumo en un vínculo social de familiaridad y fraternidad.
En otros casos, el consumo de carne humana se refiere a necesidades de tipo proteico
en épocas de carencia de suministros o fuentes de alimentación.
Sin justificarse en los casuismos de los estudios sociales, el aporte que encontramos en
el sentido de la guerra que desborda en las prácticas de la antropofagia y el
45
Enfermedad que se deriva del consumo de los tejidos del sistema nervioso central y que en las culturas
polinesias se deriva de un sentido de apropiación del carácter de fortaleza y sabiduría que encierra un
enemigo derrotado, según se describe en distintos libros de antropología o de patología como el de
Robins.
41
canibalismo, nos permite encontrar elementos de juicio ético en las conductas de la
guerra que van más allá de los factores económico, político o militar y que rebasan los
supuestos de normatividad del tema de la guerra, donde evidentemente el ordenamiento
jurídico internacional de texto abierto y general, no ahonda en una muestra de silencio
desconocedor, o de negación deliberada de esas otras realidades que sólo son asumidas
por la comunidad internacional, en los casos en que el desastre humanitario es
inocultable. Aquí tal vez una primera posibilidad de aporte al sistema internacional de
los Derechos Humanos que ha encontrado en la línea de las codificaciones una fuerza
primigenia pero que debiera darle más fortaleza a la costumbre misma y al precedente
judicial internacional como fuentes prevalentes en estas áreas; asumiendo el contexto y
la presencia del “otro” como un factor constructivo y de apertura humana.
2.6. La posibilidad de la ética desde la metaética o la teoría de la argumentación.
Se ha visto hasta acá cómo desde las perspectivas discursivas planteadas, es posible y
acaso necesario para el orador o el productor de un discurso sobre la guerra(o mejor, un
discurso en general) llenar de un contenido persuasivo acerca de su objeto de discurso,
posibilidad esta que se permite desde distintas contextualizaciones o compresiones de la
propia visión del mundo.
La reflexión hasta esta parte del estudio, se ha centrado en la posibilidad o la
factibilidad del debate ético o de la reflexión moral en torno a los actos de guerra. La
diversidad de las aproximaciones a la guerra ha demostrado que el fenómeno tiene una
incidencia social enorme que no puede desconocer el juicio o la valoración, no sólo
42
normativa sino incluso coercitiva de los ordenamientos jurídicos, reflejo de posturas e
idearios éticos, políticos, religiosos, culturales, económicos y estratégicos.
La importancia de la valoración axiológica de dichos comportamientos, genera los
derroteros de sociedad que local o globalmente, van impulsando los proyectos de
humanidad, en el sueño de una convivencia más humana, que dé cabida al respeto por
el “otro”, por el diferente y por el excluido, de la misma forma como se respeta a aquél
que está en el área de privilegio social y al que necesariamente interesa solidarizarse
política y culturalmente con un individuo de su misma especie.46
La metaética ha ido mostrando, en la breve síntesis hecha, la implicación que tiene el
lenguaje como medio de aproximación al fenómeno bélico y a la propia ética, al
momento de su valoración como conducta humana. Ofrece campos de análisis más
profundos sobre las construcciones lingüísticas de los discursos de la guerra, según las
motivaciones que llevan a dichos constructos, bien sean de tipo económico, político,
militar, familiar, territorial, etcétera.
Un estudio más profundo sobre el tema podrá arrojar claridad sobre la posibilidad de
hacer conmensurables los discursos que hasta ahora parecen tan distantes, para lograr
un acercamiento y unos puntos de discusión hacia derroteros no sólo lingüísticos sino
también económicos, políticos, militares, familiares, territoriales y jurídicos, entre
otros.
46
La reflexión de Husserl sobre el papel del filósofo y del científico se ha de resaltar de nuevo al tratar el
tema de los proyectos de humanidad. Corresponde a los científicos y también a quienes se preparan para
ello, el ser “funcionarios de la humanidad” en una constitución de un sentido más humano, en el que
Husserl permite que prime el sujeto sobre el objeto, la ética sobre la técnica y le ser por encima del tener,
parafraseando al Papa Juan Pablo II en su encíclica Evangelium Vitae de 1995.
43
2.7. Los discursos de la guerra en Colombia, un ejemplo no tan lejano.
Baste por ahora con decir que en los distintos usos lingüísticos y políticos de la teoría
de los Derechos Humanos y dentro de éstos, en las distintas apreciaciones que sobre los
hechos y actos de guerra, de los “grupos armados ilegales” o los “actores del conflicto”
colombianos, ha habido una frecuente variación en las posturas de cómo se asume la
figura de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario. Distintas
publicaciones de medios de comunicación en Colombia, dan cuenta de la variación
histórica de las posturas.
Por ejemplo, frente a los soldados “retenidos”,
“secuestrados”, o “tomados como prisioneros de guerra”, tales han sido las
designaciones que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (F.AR.C.) han
dado al grupo de soldados combatientes, regulares o que en desarrollo de la prestación
de su servicio militar, fueron puestos en cautiverio, tras diversas tomas y ataques a
bases militares en diversos puntos del territorio colombiano. El ejemplo es diciente en
la medida en que los acontecimientos políticos e internacionales han ido cambiando.47
Según si el reconocimiento de beligerancia de las F.A.R.C. ha estado más cercano, o se
ha pasado al plano del reconocimiento político de dicho grupo, o simplemente si se les
ha catalogado como una organización terrorista, narcotraficante o delincuencial, dicha
organización varía el manejo del lenguaje a través del cual designa el estatus o la
condición de las personas cautivas o hechas prisioneras de guerra, que son miembros de
la Fuerza Pública colombiana.48
47
En el grupo de investigación para la elaboración del conjunto de monografías de grado, del que hago
parte, dirigido por el Doctor Roberto Vidal, se presentó por parte del alumno Eliseo Mantilla B., un
estudio sobre las distintas posturas de los negociadores de los Gobiernos de Ernesto Samper P. y Andrés
Pastrana A., conjuntamente con las distintas posturas de los grupos armados y el desarrollo histórico de
los acontecimientos de las negociaciones entre los bandos en conflicto. En tal estudio se pueden rastrear
los datos históricos de cómo la realidad nacional e internacional han modificado el discurso del que hablo.
48
Hay similitudes con los otros grupos armados en conflicto, puestas de presente las diferencias no sólo
ideológicas sino organizacionales del Ejercito Nacional de Liberación, E.L.N., las Autodefensas Unidas
44
Este simple ejemplo demuestra cómo dicho manejo lingüístico es a su vez un manejo
político, que denota un emotivismo muy grande por parte del interlocutor que profiere
el discurso (llámese F.A.R.C. o E.L.N., o el que fuere); emotivismo que tiene expresión
en los elementos significativos que representan los mensajes políticos existentes en la
identificación del “otro” (el oponente bajo cautiverio), bien como “prisionero de
guerra”, “retenido”, o “cautivo”. El lenguaje respecto del sujeto de la retención, denota
un carácter jurídico-político que va cambiando según el mensaje que se le quiera dar a
entender a la contraparte en el debate. Supone también un elemento generador de
emociones, reacciones o actitudes en el sujeto receptor del mensaje, que es visto como
un detentador de una postura política susceptible de ser modificada por las realidades
de la acción y por las acciones que genera el lenguaje. Hay no sólo un emotivismo de
por medio sino también, una concepción de la acción a través del lenguaje, “se hace
mundo con lo dicho”. Ahí el valor que tiene la aproximación de Austin y en general de
la metaética.
Sin embargo, la variabilidad demostrada en los cambios políticos de la confrontación
desbordaría el campo de la investigación, puesto que habría que generar unas matrices
aplicables a cada versión del discurso, en cada uno de los discursos de cada uno de los
generadores del discurso, es decir, habría que analizar el discurso de las F.A.R.C., del
E.L.N., de las A.U.C., etcétera, según sea que se refieran a cada acto de la guerra que
realizan y estudiar cada discurso según el sentido y el efecto que cada grupo quiera
darle a su discurso sobre las acciones de guerra. En tal sentido, habría que proyectar un
estudio de tal alcance. No es el propósito de este estudio, aunque se dejan sentadas las
bases para ahondar en un trabajo de tal índole.
de Colombia, A.U.C., -junto con sus derivaciones organizacionales- o el Ejército Popular de Liberación,
E.P.L., entre otros.
45
Con los elementos de análisis acá propuestos, se demuestra cómo no sólo es factible y
posible, sino que deviene necesario y muy útil, una reflexión ética y metaética sobre el
discurso de los actos de la guerra y de los actos de guerra en sí. Se ha puesto de
presente el imaginario que acompaña a un discurso, sobretodo con las implicaciones
políticas y jurídicas, como las que se plantean frente a las acciones de guerra de los
combatientes y de cara a una lectura que de tales actos hacen, no sólo los intérpretes y
operadores del Derecho Internacional de los Derechos Humanos y el Derecho
Internacional Humanitario, sino los mismos operadores de la guerra y los gestores de
las políticas internas e internacionales.
Adicionalmente, es innegable el vértigo que le propone al jurista dicha realidad
discursiva, en la cual es posible llenar de contenidos diversos las razones de la lógica de
la argumentación. Dicho vértigo no es gratuito, en realidad lo produce el hecho de
pensar que siendo el lenguaje de los Derechos Humanos un lenguaje de textura abierta,
sea posible de esta forma llenarle de cualquier tipo de contenido, incluso (y aquí el
motivo de preocupación) de un contenido netamente estratégico en temas de guerra y
de confrontación armada, que sostengan discursivamente una justificación de actos que
desconocen la esencia garantista del sistema de Derechos Humanos y que pasan por
encima de un sentido humano propiamente dicho. Ante esta preocupación se hace
evidente la necesidad de llenar dicho lenguaje del Derecho Internacional de los
Derecho Humanos y el Derecho Internacional Humanitario, de contenidos (no
meramente conceptuales o lexicográficos) antropológicos, éticos y epistemológicos,
que se desprenden de la forma como se comprende al ser humano, en una dimensión de
dignidad humana, a través de los elementos le que ofrecen las categorías antropológicas
al campo jurídico que se pone cara a cara con el fenómeno de la guerra. En adelante, se
46
dará paso al estudio somero de los esquemas epistemológico y antropológico de la
filosofía que pueden dar luces sobre una aproximación a la construcción de un discurso
sobre los actos de guerra, que posteriormente se articulen con el discurso jurídico, para
ver desde qué perspectiva cabe la estructuración del discurso de la guerra.
47
3. UNA PROPUESTA HACIA EL SENTIDO DEL DERECHO
DESDE LAS POSTURAS DE LA FILOSOFÍA DEL HOMBRE Y
LA FILOSOFÍA DEL CONOCIMIENTO.
3.1. Las perspectivas de la antropología filosófica y la epistemología.
Se ha visto cómo en el nivel de la teoría de la argumentación se abre la posibilidad a la
afirmación racional de posturas bélicas muy distintas, que pueden dar paso a una
instrumentalización ya no sólo del lenguaje de los Derechos Humanos, sino en
definitiva, una instrumentalización del hombre mismo, como un engranaje dentro de la
dinámica y la maquinaria de la guerra. Es por esto que se requiere fijar un contenido y
un tipo de lenguaje humanístico al discurso del Derecho Internacional de los Derecho
Humanos y el Derecho Internacional Humanitario. Dicha fijación de lenguaje, proviene
de una visión antropológica que discurre desde una visión abstracta del hombre y que va
ganando concreción en la medida en que los elementos constitutivos del ser humano, los
va aportando la experiencia humana, el mundo donde el hombre desarrolla su vida y sus
urgencias vitales, en definitiva, se hace concreta la fijación del lenguaje en un hombre
que es comprendido desde sus propias vivencias y desde sus dinámicas y desde el
aporte que dichas dinámicas de su existencia le hacen a la construcción de un discurso
de los Derechos Humanos, verdaderamente humano, en las instancias políticas,
culturales y sociales del mundo en el que vivimos.
Se inicia ahora un breve estudio de las propuestas que desde la Filosofía se hacen
respecto del estudio del hombre y sus estructuras cognoscitivas, entendiendo que la una
48
implica necesariamente a la otra, aunque la segunda no agote la primera y sin que la
primera olvide la segunda, ya que como lo dice Jolif, el hombre se constituye en un
horizonte de posibilidades, un proceso de totalización, no acabado, en curso, no
determinado y pletórico de mediaciones en la constitución de su sentido.49
De la mano de la antropología filosófica, va el conocimiento epistemológico del mismo
hombre, que ha aprendido del decurso histórico de la comprensión humana,50 los giros,
retos y limitaciones o condiciones de posibilidad del conocimiento humano.51
Así, si el hombre es un proyecto inacabado, que se abre como un horizonte, las
condiciones de posibilidad del conocimiento pueden tener una vocación de apertura en
la medida en que el sujeto epistemológico se abra, desde unas facultades y actividades
de la estructura cognitiva, que se tienen como trascendentales y que amplían el mismo
horizonte epistemológico.
Se trata acá de dar una explicación a los sistemas y las propuestas de Jolif y Lonergan,
de manera somera, para intentar articularlos con el discurso del Derecho Internacional
de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario, entendiendo que tal
discurso, para que sea realmente humano y si pretende aportar elementos significativos
para la misma sociedad y su estructuración en el devenir histórico, se le exige hacer de
sus elementos normativos, por un lado ser mediaciones en el proceso de constitución del
sentido humano que pretende y por otro lado, se requiere que sean mediaciones para que
49
JOLIF, Jean. Comprender al Hombre. Sígueme. Salamanca. 1969.
LONERGAN, Bernard. Insight.- Estudio de la comprensión humana. Salamanca. 1999.
51
Immanuel Kant en su Crítica de la razón pura justamente hace el estudio de las condiciones de
posibilidad del conocimiento humano. El texto clásico de la filosofía kantiana propone la articulación de
las dos posturas, la epistemológica y la antropológica, desde luego con la apertura que plantea Jolif en
unión con el esquema de Lonergan.
50
49
el ser humano las vea como útiles, significativas y valiosas en su proyecto de vida y de
sociedad.
Ya que el proceso de compresión del hombre consiste en la elaboración de un discurso
de totalización y dicho discurso – proyecto, tiene una exigencia estructural, tal exigencia
estructural implica a los elementos que constituyen al hombre, dentro de los cuales, en
la construcción de un sentido social y personal, están los discursos del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario.
3.2.Desde la antropología filosófica hasta el campo del Derecho Internacional de
los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario.
Si la guerra tiene un elemento discursivo y persuasivo, como se ha visto desde la
presentación de Walzer y las distintas orillas argumentativas del fenómeno bélico. Si a
su vez, los discursos son susceptibles de ser llenados por un contenido referido a
distintas concepciones ideológicas; y si dentro de esos discursos está el Derecho
Internacional de los Derecho Humanos y el Derecho Internacional Humanitario, los
cuales pueden adoptar un contenido diverso (como por ejemplo el contenido que se
desprende de una estrategia de guerra, que niegue los derechos de los seres humanos)
incluso negativo frente a la afirmación de las garantías y los derechos propios de las
sociedades llamadas democráticas; es necesario fijar un lenguaje, un horizonte para este
lenguaje, que es un lenguaje jurídico, pero que debe mirar al horizonte de ciencias y
saberes que le aportan sentido, más allá de lo meramente jurídico.
50
Una breve explicación del modelo de Jolif, lleva el estudio propuesto a entender que
existe un proyecto, un proyecto que es el mismo hombre. Dicho proyecto humano dará
luces más adelante en la forma como el Derecho puede aprehender sus categorías
antropológicas para la fijación del discurso del Derecho Internacional de los Derecho
Humanos y el Derecho Internacional Humanitario.
En el proceso de la antropología filosófica, Jolif plantea un modelo en el que se va de lo
abstracto a lo concreto, es decir de lo que él llama neutro, vacío, inmediato o abstracto
hacia lo pleno, mediato o concreto, en un proceso que se denomina de totalización.
Todo, con el propósito de vencer a un mundo que se le propone acabado, determinado,
cerrado y no como un proyecto feliz de apertura y en búsqueda de significación:
Nos encontramos aquí, tal vez, con una de las formas más graves que reviste hoy
la crisis de la razón.
El hombre contemporáneo no puede vivir ya en la
simplicidad y en la armonía de una totalidad que le sería inmediatamente dada. La
ciencia, más que ninguna otra experiencia quizá, le ha enseñado que el discurso
final no puede ser adquirido sino después de una tarea infinita. El mundo que
capta en su experiencia cotidiana no es ya un mundo, sino una yuxtaposición de
regiones irreductiblemente diversas cuya unidad no es dada. Esta pérdida de la
totalidad, en la medida en que se impone con mayor evidencia, hace más profunda
su nostalgia. Habiendo aprendido lo que quiere decir hablar, sabiendo que el
lenguaje no significa al mundo sino abriendo ante él un más allá irrecuperable y
silencioso, todos nos hemos hecho capaces de discursos e impacientes por los
límites que nos impone. (Subrayado fuera de texto).52
52
JOLIF, Jean. Cfr. Op. Cit. 120.
51
Este proceso es, a su vez, una exigencia estructural del propio modelo antropológico y
como tal, le exige al hombre entender su totalización, referida a un entorno, a sus
necesidades, pasiones y satisfacciones, por ende, si se preguntare si el Derecho (y en
especial el Derecho Internacional de los Derechos Humanos o el Derecho Internacional
Humanitario) tiene un papel por jugar en dicha propuesta, la respuesta no puede ser otra
que un contundente y resonante “sí”, ya que la política y el derecho, son las expresiones
sociales de un logos que no puede separarse de lo vivido; en la medida en que el
“derecho vivo” aparezca como mediación, es un discurso que le compete a la
producción humana y social, de una vida que es acaso amenazada por la misma acción
del hombre que absolutiza discursos y evita de cuando en cuando las mediaciones,
negando de paso, la significación y el sentido.53
En la estructura (y su exigencia) que discurre de lo abstracto a lo concreto (lo que no
implica necesariamente seguir el modelo cartesiano de lo simple a lo complejo), se
requiere de unas categorías, unas mediaciones que permiten ir elaborando el sentido del
mismo proceso humano; dichas categorías permiten ir concretando lo abstracto, le van
dando asidero en la vida misma, en la medida en que permiten establecer unos límites o
unas condiciones que a su vez, validan el discurso dentro del que se mueve el mismo
hombre, bien sea el discurso de las ciencias, el político o el mismo discurso jurídico. Si
el proceso permite encontrar en el hombre un proyecto inacabado (como efectivamente
lo hace) el discurso jurídico mismo y dentro de éste, el discurso de los Derechos
Humanos, no podrá pensarse como una matriz de conceptos inamovibles,
determinadores de la condición humana, anquilosadamente unidos a estructuras
jurídicas de pétrea afirmación, sino por el contrario, entendidos ellos como unos
53
Cfr. Ibíd. 103 – 104, 167 –169 y 219 – 221.
52
modelos adaptables a la misma condición humana, catalizadores del proceso de
significación del hombre jurídico (y no es esto sólo referido a los operadores jurídicos
sino obviamente también al hombre de la calle que recibe o a veces padece el derecho) y
de su sentido de vida. El elemento valioso está en que tanto el Derecho Internacional de
los Derechos Humanos como el Derecho Internacional Humanitario, pueden tornarse en
puntos de significación y sentido para la vida del hombre y no en arquetipos de
funcionalidad de las normas, que a la larga, en muchas ocasiones, pueden ser usados
para “justificar” las acciones de guerra de uno u otro bando. Sin embargo, esto requiere
de más mediaciones en las que el discurso iusfilosófico (y todo discurso jurídico)
aprehenda al hombre como una exigencia y una norma, en el sentido normativo
kantiano.
El hombre, sujeto del Derecho Internacional de los Derechos Humanos y del Derecho
Internacional Humanitario, requiere ser el punto generador o generatriz de dichas
normas jurídicas y aún de los pactos políticos y territoriales que las producen.54
Se ha dicho que el proceso de totalización requiere de unas mediaciones o categorías,
que permitan la construcción de ese discurso plenamente humano, filosófico y en este
caso, plenamente jurídico, en el que se haga patente el sentido de la dignidad del
hombre.
Tales mediaciones, en el esquema de Jolif, comportan cinco categorías:
totalidad, alteridad, diferenciación, dialéctica y metafísica.
54
Acá la referencia a la frecuente noción del origen político e histórico de las normas de Derecho
Internacional de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario, en la que no se pueden
olvidar los pactos entre vencedores y vencidos y los intereses geoestratégicos que acompañaron y
acompañan estas definiciones.
53
3.3.
La Totalidad.
Totalidad es el carácter ambiguo del mismo hombre, que se puede considerar como un
“esto”, pero que a su vez es mucho más que “esto”; un hombre que puede intentar
definirse a sí mismo, pero que en el momento que logra dicha definición, entiende que
su plena humanidad se escapa del límite propuesto por tal definición. ¿La razón a tal
realidad desbordante? el que el mismo hombre es como se ha dicho: un proyecto
inacabado, tendiente al infinito, que requiere de una actualización y una constante
reconstrucción de su propia comprensión. No significando esto que sea un proceso
incomprensible, tal vez sí inabarcable; y es allí donde el aporte a dicho proceso de
comprensión humana, lo puede hacer el diálogo con las generaciones futuras que vayan
dando contenido y sentido al Derecho Internacional de los Derechos Humanos y al
Derecho Internacional Humanitario. Tal vez, dicho sentido pueda tener una apertura
hacia una propuesta que poco a poco, vaya erradicando de las opciones de respuesta
bélica humana, la posibilidad de acudir al uso de la fuerza (actos de guerra) y menos de
la violencia (¿abuso de la fuerza?) en pro, más bien, de una opción irrenunciable por el
discurso y la acción comunicativa, constructora de un sentido de humanidad, mediado
por la reflexión y no el enojo.55
La totalidad pues, permite que la comprensión del hombre no se limite a la inmediatez
de los datos del momento, exige sí una constante tarea de comprensión y constitución
del sentido plenamente humano. Ahí el por qué de que las matrices jurídicas del
55
Respecto de lo cual las tipologías de dominación tan famosas en boca de Max Weber, también tienen
que ser mediadas y agotadas por el sentido más humano, casi hasta hacerlas desaparecer a cambio de una
opción por una libertad y un ejercicio de la autoridad, también mediado por el proyecto humano y por la
dignidad del mismo ser humano. Las reflexiones de Hannah Arendt son acá bastante pertinentes y
conducentes; sus textos de Hanna Arendt. Tres escritos en tiempos de guerra., comentados por Anna
Masó.
54
Derecho Internacional de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional
Humanitario, no sean pétreas, sino que deben dar un paso al sentido humano, no ya sólo
a través de su modificación en tratados internacionales cuyas firmas son recurrentes,
sino más bien, en la apertura que sus textos tengan a ese sentido del hombre y su
contexto, que cada vez se puede enriquecer más. Adicionalmente, está en este lugar de
la propuesta, la posibilidad de hacer de los discursos interdisciplinarios y también de los
discursos políticos, unos diálogos conmensurables, interactuantes y no arrojados a la
hiper-especialización que distancia y olvida al sentido.
La totalidad refiere a ese “ser en el mundo”, por tal razón también el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario deben
estar referidos a la vida del hombre en el mundo (sin limitarse únicamente a ella, pero sí
teniéndola en cuenta) y entender que en ese mundo, la guerra, los actos de guerra, la
violencia y el uso desmedido de la fuerza (incluso en aras del orden) subyugan y
sobretodo deshacen al hombre, a un hombre al que se le han reconocido sus derechos y
que de alguna manera sigue confiando en tales construcciones institucionales, que le
siguen siendo útiles, pero que a veces olvidan al “rey que muere”, parafraseando a
Shakespeare.
En otras palabras, aunque el Derecho Internacional Humanitario impida que los bandos
en conflicto, se asesinen en su confrontación a través del uso de dispositivos armados
que mutilan o aniquilan a los no combatientes, la urgencia del “hombre de a pie” no es
tanto ya si su herida por un fusil es de una munición de fragmentación o de choque, sino
que la urgencia vital es la vida misma, el no tener que padecer la confrontación, porque
entre otras, si un campesino muere víctima de un proyectil “doom – doom” o de uno
55
“5.57”, no tiene ya a quién reclamar la violación de su derecho humanitario. No se trata
de vanalizar la importancia de la limitación de los armamentos “permitidos para hacer la
guerra” (puesto que la realidad es que tal limitación, por lo menos exige de los
combatientes un grado menor de barbarie), puesto que las implicaciones de tales
normatividades hacen menos lesiva la confrontación, sin embargo, un llamado a la
construcción de un Derecho Internacional de los Derechos Humanos y un Derecho
Internacional Humanitario verdaderamente humanos, tiene una exigencia estructural
que los rebasa y que debe ser atendida en algún momento y que en virtud de la totalidad,
los volverá a rebasar en el momento en que se sometan a la exigencia estructural,
momento en el cual se deberán pensar de nuevo, en la constitución de su propio sentido:
tarea de nunca acabar, como la vida misma de la humanidad.
3.4.
La Alteridad.
La segunda categoría es la alteridad. Dicha categoría reconoce al hombre “con los
otros”, en un mundo al que rebasa, pero en el que no está solo, en el que no puede
abstraerse de la realidad del “otro”, a la vez que le exige entenderse a sí mismo como
“ese yo que es también, totalmente otro”.
Es una categoría que le permite una
medicación en la comprensión de ese mundo totalizante (no debe entenderse
obviamente como totalitario, ni mucho menos), en el que el hombre entra en contacto
con otros seres humanos con los cuales “se altera”, al mismo momento de entablar
dicho contacto. Hay una alteración en el momento de interactuar puesto que no es ya él
mismo quien está enfrente, sino uno totalmente otro, que de paso es igual a él, que le
acompaña en su vida como “una sombra”, en su lenguaje, en sus relaciones vitales, en
su vida misma. Por tanto, la llamada al reconocimiento del “otro”, hace más concreto el
56
proceso de totalización humano,56 va ganando concreción lo que inició siendo
plenamente abstracto.
Esta categoría supone para el estudio de los actos de guerra y el discurso del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario, un
necesario reconocimiento del adversario y del no adversario y acá podría decirse que el
principio de distinción, que proponen los artículos III común de los Convenios de
Ginebra y el 4º del Protocolo II, relativo a los conflictos no internacionales, son un
avance significativo en la concreción de la misma categoría en el sistema jurídico, pero
como en todo lo que hemos dicho, no es suficiente, puesto que el sistema internacional e
interno de las normas sobre los conflictos armados, tendrá que llegar en algún momento
dado a reconocer el carácter humano al “otro” (ya no sólo el de combatiente y enemigo),
como un sujeto que para que tenga deseo y necesidad de implicación en los derroteros
humanitarios, tendrá que ponerse del otro lado de una mesa de negociación, utilizando
la negociación política como el instrumento eficiente, pero también paciente, en la
estructuración de un proyecto netamente político, de las aspiraciones de ese “otro” que
es confrontado, ya no con las armas sino ahora con la acción discursiva e
intersubjetiva.57
56
JOLIF, Jean. Cfr. Op. Cit. 171 ss.
En esta propuesta hay plena conciencia de lo idealista que pudiera ser, sin serlo totalmente, la
erradicación de cualquier medio violento tiene que ser un ideal hecho concreto, respondiendo a la
exigencia estructural. Hay un ejemplo en las estrategias militares utilizadas en Israel contra los
extremismos islámicos, referenciada por Shibley Telhami en The ties that bind - Americans, Arabs and
Israelis after September 11, en la revista Foreing Affairs de marzo y abril de 2004. En este estudio,
Shibley Telhami estudia cómo la política israelí de deterrent deffense (defensa disuasiva) poco a poco ha
sido minada por la creciente acción de los terroristas suicidas del Hezbollah o de Hammas. Dicha política
de defensa, hizo de la disuasión su medio de credibilidad, en la medida en que el repliegue de las fuerzas
armadas de Israel de la franja de Gaza, no se efectuaba sino dentro de los parámetros de la negociación
política con la O.L.P. Sin embargo, la renuencia de los gobernantes israelíes a ceder partes del territorio
como efecto de una decisión unilateral, se descartaba casi siempre, por el temor a que esto fuera visto
como un signo de debilidad, de cara a los terroristas islámicos. En todo caso, hoy día en que las
conversaciones no están siquiera contempladas en la agenda de los bandos, la estrategia de la disuasión no
tiene los mismos efectos frente al fundamentalismo islámico, que ve en el suicidio la vía expedita para ir
57
57
El “otro” no solo tiene derecho a ser reconocido, sino que tiene una exigencia
estructural de reconocimiento; ese reconocimiento que da fragilidad al ser, según la
propuesta freudiana. Tal reconocimiento, tiende a ser dado a través de la acción política
que la acción bélica niega. El reto está en no hacer del discurso un elemento de
negación del otro, o de homogeinización de la alteridad.
3.5.
La Diferenciación.
Surge la tercera categoría que media en la constitución del sentido y del proyecto de
totalización. Es la diferenciación. Tal categoría, pretende entender a ese “otro” como
un alguien o un algo (porque el mundo también es parte de eso “totalmente otro”) que
aunque es parte del mundo y está ahí como parte del sí, es algo “totalmente distinto al
yo del hombre”, es decir, que aunque haya seres humanos cuya dignidad y valor sean
algo absolutamente iguales al ser de otros hombres, no son el mismo hombre, no tienen
un elemento de homogeinización, ni pueden ser reducidos a una condición de
igualitarismo.
Es pues, una opción por la individualidad en contra de la
estandarización, y la homogeinización.
Permite reconocer al diferente dentro del
mundo y dentro de la humanidad; reconocerlo en su diferencia y en su valor como
diferente, al igual que en la valía de la propia existencia personal, distinta del otro que le
es diferente al ser que la reconoce.
Así, no sólo se flanquea el obstáculo de los igualitarismos, sino que se ha dado paso a
que la alteridad se ponga en diálogo en ese proceso de totalización, con ese “otro” que
al cielo, al lado de “vírgenes y riquezas”. Por el contrario, dicha política disuasiva ha incrementado el
hecho de que los suicidas del Hammas o el Hezbollah, afiancen su decisión en la utilización de esos
medios que tantas muertes producen a diario. Una vez más, la puerta cerrada de la negociación política
espera por ser abierta y dar paso a lugares de disputa en el plano del discurso.
58
está presente, pero que no hace homogéneo el panorama en la medida en que es “eso
otro” pero ambiguamente, algo mucho más “que eso otro”.58
De nuevo, el principio de distinción de las normativas internacionales puede ser un buen
inicio en el cumplimiento de la exigencia estructural, que busca un proyecto por el
sentido humano en las ciencias jurídicas. Se insiste en que no es suficiente, aunque
ayude.
3.6.
La Dialéctica.
La dialéctica en la estructura, implica y exige un método de reflexión que intente darle
un hilo conductor a la diversidad anteriormente descubierta (por medio de la alteridad y
la diferenciación), pero que vaya dando pasos en polos distintos en el discurrir de la
totalidad a la alteridad, de ésta a la diferenciación, girando en torno a la misma
dialéctica, aunque sin dejar de ir y volver de ella. Esto en el campo del esquema.
Significa esto que se entra en un movimiento de síntesis y análisis, en el que la
distinción, la descomposición, la oposición de los conceptos, categorías, normas,
estructuras, tienen que pasar por el espacio reflexivo, haciendo explícitas las categorías
y los sentidos ya ganados hasta este nivel.
En este campo, las mediaciones del Derecho pueden ser muy atractivas a la vez que
útiles.
El análisis puede vincularse a los conceptos y estructuras del Derecho
Constitucional, en los conceptos clásicos de Estado, Soberanía, Constitución, pueblo,
58
JOLIF, Jean. Cfr. Op. Cit. 199 ss.
59
Nación, territorio y funciones públicas, que pueden y deben tenerse en cuenta, a la vez
que deben ser revisados. Igualmente, entran a jugar las categorías constitucionales de
las estructuras y la funciones del Estado, en las que deben mediar las categorías
antropológicas que se han ganado hasta esta parte de la reflexión. Categorías en las que
el sentido del hombre no puede ser un supuesto racional que deja de constituirse, sino
que por el contrario, sea un eje transversal de la reflexión de iuspublicistas, filósofos y
antropólogos. Pero en la que también sean mediaciones las normas jurídicas, bien como
estructuras que merecen revisión, bien como fuentes de la realidad jurídica y por ende
de cierta fracción de la realidad social y política a la que se pertenece.
Las normas jurídicas y los conceptos constitucionales deben ser mediación a la vez que
deben ser mediados por las categorías ya estudiadas y puestas en discusión.
Los elementos categoriales de la antropología, ven a lo jurídico como eso “otro” que
debe ser mediado y constituido, a la vez que lo jurídico ve a lo filosófico en el mismo
plano de construcción del proyecto totalizante, entendiendo que se puede ir del todo
parcial al todo global, haciendo valiosas las construcciones de mundo que los otros
tienen, para que las oposiciones y las negaciones sean superadas (aunque tenidas en
cuenta) a través de las mediaciones y para que la constitución de la identidad personal
pase por la constitución de la identidad del “otro”. Todo esto dentro del proceso de
análisis y síntesis que exige la dialéctica, en la que el todo buscado, inalcanzado,
permite la configuración de la identidad histórica a la vez que preside y organiza el
proceso de estructuración de la experiencia humana, tan valiosa para la historia.59
59
JOLIF, Jean. Cfr. Op. Cit. 227 ss.
60
3.7.
La Metafísica.
Finalmente, la categoría metafísica prefigura un elemento crítico, referido a la
experiencia del hombre, en la que se recuerda que la dialéctica se abre a la trascendencia
del hombre (por eso el presente también es inacabado y no puede ser el punto de
llegada, como tampoco lo es el futuro también inacabado).
Se acepta un futuro
existente como la proyección de un presente, que le da contenido y le impone un límite,
un contorno.60
El futuro próximo está ya determinado porque es mío, porque es correlativo a mis
proyectos de hoy e integrado de antemano a una totalización en curso. Si el futuro
lejano parece escapar a toda determinación, ello no significa necesariamente que
me revele lo puro negativo; si lo evoco más bien como el lugar en donde todo es
aún posible, o donde puede ser concebida una existencia nueva porque no hay
nada hecho, ni prometido, ni comenzado; lo que aquí me es anunciado no es lo
negativo, sino muy al contrario, la plenitud posible de lo positivo. Dicho de otro
modo, entre las dos percepciones del futuro, la diferencia que interviene es la de lo
real y la de lo imaginario: cuando yo tomo por mi cuenta mi existencia, el futuro
está ya estructurado, mas cuando sueño mi vida, el futuro se me ofrece en una
completa indeterminación, es la pura posibilidad que nada delimita aún y que me
permite
imaginar que todas las determinaciones encontrarán su realización
61
efectiva.
Aun cuando el futuro escapa a cualquier control, se plantea desde la posibilidad de
presente. La segunda perspectiva o figura metafísica, está en la acción, referida al
campo de la experiencia, donde hay apertura, ya que la acción es posible al encontrar
60
61
JOLIF, Jean. Cfr. Op. Cit. 302 ss.
Ibíd. 304.
61
una continuidad entre el presente y el futuro, que permite una comprensión de este
presente proyectado al futuro, en el que el paso o cambio al lenguaje de la filosofía,
permite la mediación.62
Referido a lo jurídico, al Derecho Internacional de los Derechos Humanos y al Derecho
Internacional Humanitario, la categoría o mediación dialéctica permitirá una
estructuración futura de las normatividades que pretendan ser establecidas desde las
exigencias ya previstas, es decir, la vocación de futuro de dichas normas se articula con
el sentido cambiante e inacabado del ser humano, que no queda fijo a una
determinación, sino que se abre y se imagina, se proyecta.
La normatividad
internacional logra satisfacer la exigencia estructural, en la medida en que desde el
presente signifique algo para el futuro de la realidad humana, y logre desde la
experiencia humana, llena de necesidades y ansiosa por plenitud, una conjunción
operativa entre el hombre que acude al discurso y a la política como su medio efectivo,
a través de los cuales se erradique la violencia como posibilidad de diferenciación y
afirmación individual.
Una categorización hasta acá construida, permitiría en el afianzamiento de los modelos
democráticos, de ejercicio de los representantes del pueblo en los parlamentos o
congresos, o a través de los mecanismos de participación democrática, abrir los espacios
para la constitución del sentido que del hombre se constituye, desde su experiencia en el
mundo y en su existencia misma. Los grupos intermedios de la sociedad, generadores
de mediación entre el ciudadano y los Estados o sus instituciones, pueden ser los
62
Ibíd. 305.
62
espacios propicios para configurar el sentido e ir fijando el lenguaje del Derecho
Internacional de los Derecho Humanos y el Derecho Internacional Humanitario.
63
4.
LA APROXIMACIÓN EPISTEMOLÓGICA.
Se ha hecho un camino desde la apertura de los textos jurídicos de los Derechos
Humanos, en la fragilidad que le propone la posibilidad de su manipulación o
instrumentalización por parte de los actores sociales y del conflicto. Se ha podido ver
cómo en el campo del lenguaje bélico, la estrategia discursiva es posible e incluso,
necesaria; también cómo desde otras afirmaciones discursivas se puede dar cabida a un
tipo de argumentación que en el campo bélico haga afirmaciones que nieguen la
existencia o la pertinencia de un discurso sobre el Derecho Internacional de los Derecho
Humanos y el Derecho Internacional Humanitario. Así, se vio cómo se hacía necesario
recurrir a elementos de fijación lingüística, que no sólo permanecen en el campo de las
terminologías y las tautologías lexicográficas, sino que apelan a un sentido del hombre
y de su contexto, un lenguaje que apuesta por un sentido más humano según las
categorías antropológicas. Desde allí se ha intentado que el Derecho gane en elementos
para afianzar mecanismos de ejercicio político y democrático que permitan que el
sentido que se busca, no sea estático ni dictado por un sujeto único ni un supuesto
“sujeto epistemológico”, sino a cambio, por una colectividad de sujetos que aportan su
propio sentido o su proceso de constitución de sentido humano tanto a los textos
normativos, como a las decisiones judiciales o a las negociaciones políticas (sin que se
niegue las estrategias propias de cada ámbito), que en su base por lo menos consideren
una comprensión del hombre, irrestricta, abierta, diferenciada, dialéctica y metafísica.
La experiencia del ser humano, se propone en este punto del estudio, como el vínculo
que hay entre la propuesta antropológica y la teoría del conocimiento, ya que en la
experiencia humana (no restringida al sentido sensorial) aporta al sentido humano,
64
desde el referente personal del hombre, que brinda referentes grupales o colectivos a
favor de las identidades y los contextos. Por esto, la epistemología le permite al
esquema propuesto, desde un dinamismo que también afirma el mismo Jolif, impulsar el
proceso de comprensión humana desde lo ganado en concreción, a través de las
mediaciones hechas categorialmente, hacia la abstracción en el plano cognoscitivo,
dentro del esquema dialéctico y metafísico ya resaltado. Es decir, el paso desde la
experiencia hacia los juicios y los juicios a favor de lo “valioso” que la experiencia ha
podido representar.
Este es un paso final, que requiere ser dado en el área de la epistemología, que estudia el
desarrollo de las ciencias, la teoría del conocimiento y en general hace una reflexión
sobre el conocimiento humano.63 Dicho paso es necesario en la medida en que las
estructuras epistemológicas, le permiten al desarrollo filosófico y jurídico que se ha
hecho, llevar la propuesta del discurso de los derechos humanos hacia un sentido más
humano, a un punto de concreción mayor, dentro de la exigencia estructural planteada,
en un camino de regreso al plano de la abstracción.
Es así como desde una postura realista, a la vez que crítica, por su apertura sistémica,
como por su asidero empírico y su insistencia en los aspectos operativos del quehacer
científico (el modelo epistemológico de Bernard Lonergan), le da a la presente
propuesta un piso sólido, en la medida que sugiere un proceso de descubrimiento,
autoafirmación y autoapropiación de las operaciones conscientes, intencionales,
cognitivas y autotrascendentes, para el papel que el jurista de los derechos humanos
63
SIERRA, Francisco. Transformaciones epistemológicas. Simposio permanente sobre la Universidad.
Bogotá. 2001.
65
debe poner en práctica, a sabiendas de la necesidad sobre el trabajo en el área del
sentido humano.64
4.1.
La propuesta de Bernard Lonergan y su articulación a la exigencia
estructural del sentido.
El aporte de Lonergan, no está en estructurar una teoría del mundo (en este caso del
mundo jurídico), sino identificar en el quehacer del conocimiento (conocimiento
jurídico) el proceder humano, que en el caso del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos y del Derecho Internacional Humanitario, permitirían apropiar unos esquemas
cognitivos en los que se articule también el proceso de horizonte propuesto
anteriormente. A su vez, este esquema lonerganiano puede ofrecer otro aporte que
permita hacer un análisis crítico, lejano al realismo ingenuo de antaño, que no acepta las
cosas como “dadas”, sino que intenta cumplir con la exigencia estructural humana y se
exige lograr un descubrimiento de su dinamismo operatorio. Todo lo anterior, lograría
ofrecerle al Derecho Internacional de los Derechos Humanos y al Derecho Internacional
Humanitario la posibilidad de hallar un avance en la consecución de realidades jurídicas
concretas, en la erradicación de la posibilidad de validación de los actos de guerra y en
una confrontación directa contra cualquier medio bélico, como medio “validado” en la
convención bélica.
La exigencia estructural humana ya propuesta, junto con la
exigencia operativa en el plano epistemológico, pueden llevar al Derecho Internacional
de los Derechos Humanos y al Derecho Internacional Humanitario, a hacer una
exigencia también a la propia realidad de los derechos humanos, a favor del campesino,
del desplazado, del legislador, del jurista y también del gobernante.
64
LONERGAN, Bernard. Cfr. Op. cit. 417 - 445.
66
La propuesta de Lonergan adicionalmente, puede permitirle al esquema iusfilosófico ya
estudiado, comprender los distintos universos del discurso existentes, junto con los
universos de la acción humana que comportan, para que ambos apropien un sentido y un
horizonte humano, más abierto a una concepción de la dignidad humana.
4.2.
La estructura de los actos de significación.
Ya que el vehículo que subyace al proceso de significación humana es la
intersubjetividad,65 dicha significación se convierte en un fenómeno público que
evoluciona o crece en distintos niveles y a través de distintos signos y simbolismos, que
tiene como correlato una encarnación en los estilos de vida de las personas y sus formas
de ser. La función de la significación lleva al hombre a producir, descubrir, reproducir e
incluso consumir y recrear los significados de la vida humana.
En tal sentido el
cumplimiento de dicha función de la significación, tiene una estructura comunicativa (el
compartir de la significación), cognitiva (de indagación sobre el verdadero significado
de las cosas), constitutiva (en los planos ético, político, simbólico, convencional que
hace posibles los mundos impensados anteriormente) y efectiva (con efectos
transformadores internos y externos al ser y su mundo); tal desarrollo de las funciones
de la significación, tiene una expresión actual, es decir, a través de los actos del hombre,
siendo a la vez referidos a los actos intelectivos que generan conceptualizaciones.
El conocimiento humano, desde una visión compleja del mismo, se distingue en sus
actividades y en sus contenidos (como ya lo reconocían Aristóteles o Santo Tomás de
Aquino); la significación procede de los actos del significar, sin que sea ésta una opción
65
Ibíd. 621 ss.
67
por la fragmentación de ambas esferas. Lonergan le dará un énfasis a las actividades de
la significación, ya que el circuito de las actividades significativas es más recurrente y
no cae en las disputas por sus contenidos, que varían de un humano a otro, o de una
cultura a la otra. Adicionalmente, el circuito de los actos de la significación escapa del
terreno de la “introspección” o el “sicologismo”66, para dar un giro a las actividades y
haciendo de la “interioridad” un medio propicio o un recurso metodológico que hagan
destacar a la estructura normativa, a los alcances y a los límites del conocimiento.
El circuito de las actividades, adicionalmente tiene una estructura dinámica, en la que
sus partes le permiten tener un equilibrio entre las funciones significativas y sus actos,
para que dichas funciones y actos varíen y operen según el modo de proceder humano,
ya que la estructura es una explicitación de la realidad en que cada hombre piensa,
juzga, decide y valora.
4.3.
Los actos de la significación.
Como el énfasis está en las acciones y como las acciones se refieren a verbos,
generalmente del tipo de verbos transitivos, Lonergan habla de cuatro tipos de verbos
como los designadores de los actos de la significación: Experienciar, Comprender,
Juzgar y Actuar o Decidir.
66
Esta expresión de “sicologísmo” es utilizada por Husserl como uno de los retos que tiene la búsqueda
del sentido en el sujeto, puesto que si se cae en dicho sicologismo, hay el peligro de olvidar el contenido
objetivo del sentido, optando por un subjetivismo radical, que erosiona las mismas posibilidades del
sentido humano.
68
El primer nivel de los actos, el experienciar, se refiere a la experiencia del hombre en
las situaciones diversas que tiene en su vida67, en las que no existen únicamente las
experiencias de los sentidos, sino también las de los sueños, la imaginación, la
representación y los afectos, como un gran universo propedéutico del indagar humano,
aunque en un nivel previo de la producción o de la actividad de la significación, sin que
por ello carezca de valor o utilidad para el conocer del hombre.
De este primer nivel del conocimiento, surgen las preguntas directas sobre el qué, el por
qué y el cómo de las experiencias que recobrarán un nivel superior de significación a
partir de la comprensión o el entendimiento (superior no por un nivel valorativo que le
dé supremacía, sino porque es el segundo estadio, de mayor grado de significación para
el conocimiento humano).68
Frente a este primer nivel del conocimiento, el Derecho Internacional de los Derechos
Humanos y el Derecho Internacional Humanitario puede tomar de la experiencia
humana, a la manera de una instancia institucional que trabaje junto con los ciudadanos
afectados por la guerra, el conocimiento y la contextualización de la realidad que viven
las personas que no sólo sienten afectados sus derechos humanos sino con todas
aquellas que pasan indiferentes frente a la asunción de sus propias libertades y las de
otros seres humanos que aparentemente pueden no estar siendo violentados en el
ejercicio de dichas libertades. El Derecho Internacional de los Derechos Humanos y el
67
Es pertinente en esta parte la distinción que hace Walter Benjamin entre experiencia y experimentación,
ya que Lonergan no habla de experimentación o “experimentar” y tal vez sea porque piensa en la
distinción de Benjamin que reconoce el valor dinámico que tiene la experiencia, que no hace del tiempo
un tiempo uniforme, vacío de significado y lineal, reconociendo más importancia a la experiencia que
edifica, da sentido, hace del tiempo un tiempo pleno para la historia ya que no es fragmentado ni
susceptible de manipulación. BENJAMIN, Walter. “Experiencia y pobreza”, “La obra de arte en la época
de su reproductibilidad técnica” y “Tesis de filosofía de la historia” en Discursos interrumpidos. I.
Taurus. Madrid. 1994.
68
LONERGAN, Bernard. Método en teología. Salamanca. Sígueme. 1972.
69
Derecho Internacional Humanitario pueden generar las instancias de reconocimiento
contextual y de aproximación experiencial no sólo en el presente, sino en el pasado cuya
historia puede reivindicar las voces acalladas de los que no tuvieron tanta fortuna para
siquiera ser escuchados en su momento.69 El experimentar tendrá que ver en el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos, con el hacer viva la indagación por el respeto
de esos derechos humanos y por llevar a la vida los derechos que son vividos por
culturas y sociedades, incluso tan diferentes a la sociedad occidental.
Un segundo nivel, es el del comprender o el entender, en el que están vinculados los
destellos de la intelección, tras un trabajo de indagación e investigación, así sólo sea en
el nivel más simple de la comprensión de una figura geométrica. Es una especie de
lectura interna que hace el hombre, en el que casi insospechadamente, la creatividad
intelectual humana genera procesos de asociación entre lo concreto y lo abstracto, entre
la imaginación, la suposición y la síntesis que estas instancias intelectuales brindan,
posibilitando el aprendizaje, que implica la interacción del hombre con el mundo, dado
previamente el contacto de aquél con éste, a través de sus sentidos y experiencias.
El acto de la comprensión podrá ser directo en un proceso de preguntas, inquietudes y
curiosidad, que tendrá o no una respuesta en el acto de comprender, de manera acabada
y casi final. Podrá también, ser un acto inverso, en el que el hombre entiende que la
anticipación, a manera de respuesta definitiva, debe ser puesta entre paréntesis,
reflexionada, criticada, habiéndole buscado problemas al problema inicialmente
planteado, para lograr finalmente entender que cualquier tipo de respuesta posible, debe
69
Dentro de la idea de la cita entre el pasado y el presente que reivindica las voces acalladas del pasado,
que presenta Benjamin en sus textos de filosofía de la historia.
70
ser entendida de manera matizada o diversificada, aun cuando no se niegue el carácter
objetivo de dicho problema o de sus soluciones aparentes.70
En la teoría jurídica sobre los derechos humanos, el proceso debe darse no sólo en la
mente de cada jurista que busca seguir abriendo el horizonte de contextualización de los
conceptos o las categorías jurídicas, sino también en las instancias sociales de
representatividad pública, donde se maneja el poder público a través de la
representación.
Lugares éstos, donde deberá ponerse a prueba la capacidad de
reconocimiento del “otro” de la exigencia estructural, donde se puede generar el proceso
de identificación del “yo mismo” y del “otro totalmente otro”, donde finalmente, puedan
salir como precipitados de procesos químicos, respuestas o preguntas críticas, que serán
la frontera del conocimiento, de la comprensión y de la estructuración intelectual de la
sociedad y del mundo en el que se vive.
Incluso, hay lugar a que dichas
respuestas71puedan ser a su vez, otro tipo de preguntas reflexivas, inteligentemente
formuladas y que pongan el tema de discusión en la mira de otro horizonte, o del mismo
horizonte pero visto desde otra latitud; tales son las preguntas críticas. Este proceso
arrojará al intelecto a otro proceso o evento de reflexión, a la manera de un evento de
intelección refleja, puesto que en éste segundo estadio, no se agota la pregunta, ni
satisface al proceso intelectivo de manera definitiva.
La instancia institucional que puede permitirle a la sociedad desarrollar esta actividad de
manera colectiva es el espacio de representación pública, que aunque imperfecto y poco
desarrollado, queda bajo la mirada de la misma pregunta crítica, que indaga por el
sentido.
70
71
LONERGAN, Bernard. Op. Cit.
Ibíd.
71
En tercer lugar, se da la actividad del juzgar, como proceso de intelección refleja, al que
se arroja el proceso de comprensión. Busca dar respuesta a ese condicionado sujeto a la
pregunta crítica y se buscan los nexos entre la intelección reflexiva y las condiciones
que daban origen a la pregunta crítica. El intelecto reconoce que hasta este momento,
no hay más preguntas pertinentes que hagan vulnerable la respuesta que se llega a
afirmar. No tanto porque la respuesta sea inmodificable, como más bien porque las
condiciones de hecho y las construcciones argumentativas generadas de los dos
procesos anteriormente descritos, no dan lugar a otro condicionado que no satisfaga al
intelecto y a la comprensión. Es decir, de alguna manera se encuentra el virtualmente
incondicionado que ha agotado las condiciones o condicionamientos planteados, al
tener un rango de probabilidad alta de sensatez, lucidez y evidencia de la respuesta
hallada. Hay que insistir que en todo caso, este paso no cierra el círculo cognoscitivo,
sino que da lugar a bases para que el hombre pase a un nivel de respuesta y de acción a
partir de una pregunta que queda en este nivel: la pregunta práctica, que indaga por el
valor de lo que se da por incondicionado y que exige a la naturaleza humana a dar
realizaciones de eso que ha sido descubierto e incondicionalmente afirmado.
La mediación jurídica puede estar dada en este nivel por la concreción en conjuntos
normativos más claros y explícitos, de los sentidos y las significaciones que ha dejado el
proceso que va del experienciar al juzgar. Dichos conjuntos normativos se pueden
articular de manera productiva, con la interpretación jurídica de los jueces en sus
providencias, dándole un ámbito de interpretación claro, que no desborde el límite
objetivo de la interpretación, ni le adicione a la voz del legislador, elementos de
“dosimetría decisional” que mal interpreten la voluntad de quien es constituyente
primario o derivado.
72
Este tercer nivel permite dar el paso del mundo del ser, al mundo de la acción referida al
deber – ser y catapulta al proceso intelectivo y de comprensión a una dimensión de
encarnación del logos que ha regido toda la reflexión hasta acá comentada. A partir de
esta instancia la labor radicará en que el logos se haga vida y se encarne.72
La culminación del proceso de comprensión está en la actividad del actuar, o decidir, en
donde el logos, el discurso, la fuerza de los argumentos pasa a la objetivación de la
acción humana, que no queda indiferente ante un proceso que aunque diferenciado en
cuatro etapas, no implica que se den una tras la otra, puesto que pueden darse de manera
simultánea y en una forma dinámica.
Esta etapa final logra en el proceso de
comprensión humana, optar por lo que es valioso, como el virtualmente incondicionado
al que da su respaldo la voluntad. En este momento de la comprensión (que se repite,
no excluye a los otros tres momentos) hay lugar para la ética existencial, donde la
existencia cobra su mayor tributo: la opción por la vida humana, por la dignidad del
hombre y por el aprecio vívido de lo que vale la pena encarnar. Es el momento de la
opción por la libertad responsable, en la que la intencionalidad73 hace que el hombre
tienda hacia el elemento valioso descubierto, virtualmente incondicionado.
En este plano el sujeto se identifica con el objeto, sin que haya una hipostasia de ambos,
pero donde la intencionalidad compromete al hombre en un “proyecto de vida” en el
que vale la pena jugarse la existencia, ya que se mantiene presente la exigencia
estructural, que es, al mismo tiempo, una exigencia existencial humana en su horizonte
72
Siguiendo un poco la noción del texto Encarnación de Michel Henry.
“Tendencia hacia…” de la que hablaron San Agustín, Santo Tomás, Davidson, Husserl o Schorle, entre
otros.
73
73
de totalización que parte de la conciencia del proyecto hacia un compromiso con el
mismo.
A este respecto, la vida del hombre de la justicia, difícilmente puede dudar en
comprometerse en la actividad de lo político, en la búsqueda por los medios de la
participación en la política, de la consecución de ese tan anhelado Bien Común, que en
estos tiempos parece menos común de lo que se quisiera. Dicho Bien Común requiere
se encontrado a partir del medio más efectivo (aunque también el más riesgoso) que es
la utilización del poder al servicio de la colectividad y del público, de la comunidad y
del hombre individualmente considerado, dentro de los parámetros de los intereses
colectivos y en pro de las necesidades más sentidas. Actividad ésta en la que no se
puede olvidar el cumplimiento de la exigencia estructural y existencial, de la exigencia
histórica y de la exigencia cognitiva.
74
5.
CONCLUSIÓN.
El objeto bajo estudio es esta nueva propuesta de fijación de un lenguaje útil y
pertinente para el Derecho Internacional de los Derechos Humanos y el Derecho
Internacional Humanitario, que ofrece una posibilidad a la comunidad del sistema
internacional de los Derechos Humanos, a los operadores jurídicos y a los actores del
conflicto, de dar un contenido lingüístico propio de las áreas antropológica,
epistemológica y ética, a un discurso de suyo abierto o maleable (hipótesis en la base de
esta investigación), para que dicho discurso -tan adaptable incluso por parte de las
estrategias discursivas sobre la guerra- no se deje ver opacado por el vértigo que
produce la instrumentalización de un sistema jurídico, que en su origen fue concebido
como una estructura garantista, protectora de los individuos que se vieran involucrados
en la lógica de la confrontación bélica.
Es por esto, que la propuesta ha discurrido desde el supuesto hipotético74 de la apertura
de los textos jurídicos (y los textos del Derecho Internacional de los Derechos Humanos
y el Derecho Internacional Humanitario son profundamente jurídicos por su origen, su
esencia normativa [para el caso del Derecho Internacional de los Derechos Humanos] o
de tipo consuetudinario [en el caso del Derecho Internacional Humanitario], su
pretensión de corrección y su poder coercitivo e imperativo), al análisis del cuerpo que
tiene el argumento sobre el discurso de la guerra, centrado en un poder discursivo de
74
Supuesto que como se explicó, tiene por fundamento la discusión sobre la textura abierta de los
conceptos jurídicos, presente de manera prevalente en el debate entre las posturas del positivismos
jurídico de H.L.A. Hart o Hans Kelsen y una visión crítica de dicha postura aportada por Ronald Dworkin
o la propia escuela de los Estudios Críticos del Derecho. Dicho supuesto de la textura abierta de los
textos y conceptos jurídicos hoy día tiene un carácter más tético que hipotético, por el grado de
incondicionalidad presente en la postura, aunque la discusión permanece presente e inacabada, por su
naturaleza social y política.
75
persuasión que posee la guerra misma y que se puede verificar, a partir de los vestigios
que presenta la Teoría de la Argumentación sobre las estrategias argumentativas. En
esto consiste la naturaleza metaética de la confrontación armada, propuesta en este
estudio, en entender una estrategia argumentativa, una lógica discursiva a la vez que
lingüística, en la presentación de los conceptos y argumentos jurídicos, vertidos en
normas o en decisiones judiciales (para el caso los de materia humanitaria o de
Derechos Humanos), que a su vez representan textos de apertura conceptual y
lingüística. Es importante y valioso para la comunidad científica, conocer la forma
como son producidos dichos conceptos y textos jurídicos de Derechos Humanos y
reconocer en ellos la posibilidad fáctica y teórica de ser objeto de instrumentalización
por parte de los emisores de discursos relevantes para el Derecho Internacional de los
Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario, con consecuencias dentro
del sistema internacional y local de los Derechos Humanos.
Por tanto, dicha área jurídica, requiere de elementos constitutivos que le permitan
escapar de manera eficaz de la manipulación retórica de los operadores de Derechos
Humanos, no bajo el supuesto ingenuo de una opción fundamental por la pureza de las
normas humanitarias o de Derechos Humanos (puesto que como se puede ver, tales
normas son la consecuencia de decisiones políticas y jurídicas o son el resultado de la
negociación entre los factores armados de las confrontaciones bélicas internacionales o
de carácter interno, todo lo cual tiene unos fundamentos de tipo económico, militar o
cultural entre otros), sino bajo la exigencia constitutiva de carácter garantista y protector
de dichos conceptos y textos jurídicos, cuyo sujeto destinatario es el combatiente, el no
combatiente, el negociador, el operador jurídico, el Estado o los sujetos del Derecho
Internacional, según sea el caso.
76
El propósito de la creación de dichas normas es la protección y la garantía de los
derechos básicos de todo ser humano, puesto en medio de esa terrible realidad de la
guerra, por la cual la naturaleza de dicho destinatario le compete y exige al Derecho
Internacional de los Derechos Humanos y al Derecho Internacional Humanitario. Le
compete por considerarse propiciadores de garantías a favor del sujeto destinatario y por
tenerle como sujeto protagonista del sistema que tal lenguaje integra, además de ser el
sujeto destinatario de tal sistema jurídico (que es un ser humano) un correlato de las
disposiciones y los principios rectores del mismo sistema de Derechos Humanos.
En tanto el hombre es sujeto principal del sistema de Derechos Humanos, requiere de
una consideración como hombre, que permita conceptuar un lenguaje del hombre, de
cara al sistema de Derechos Humanos, a la vez que exige fijar un lenguaje que tenga
como elementos constitutivos, las formulaciones y el sentido aportado por el estudio
sobre dicho ser humano, tal es la constitución de sentido, tomada desde las teorías de la
antropología y la fenomenología, pertinentes para el estudio y conducentes en cuanto
son áreas en las que no hace falta buscar sus aportes y sus gananciales para los estudios
jurídicos.
Es un sentido jurídico que se vierte del sentido que de ser humano se descubre en los
aportes de la antropología filosófica, un hombre abierto, en totalización, que no puede
ser cerrado por las determinaciones jurídicas de “combatiente”, “no combatiente”, o las
determinaciones de la estrategia discursiva del hombre de la guerra como “amigo”,
“enemigo”, puesto que el sujeto titular de los derechos del sistema de Derechos
Humanos, es mucho más que las enunciaciones anteriormente mencionadas, es mucho
más que una diada amigo-enemigo, y requiere que su sentido como persona humana sea
77
constituido en los textos, las normatividades y los pactos del sistema de Derechos
Humanos. Ahí la necesidad y la puerta para la búsqueda del sentido jurídico del
escenario bélico y de la metaética de la confrontación armada.
El aporte que seguidamente hace la antropología filosófica en la constitución del sentido
(y el recurso a la fenomenología como fuente de conceptos y elementos sistemáticos y
estructurales del sentido) y la ética humanista que ella posee, nos permite abrir el
sentido humano hacia las fronteras del sentido jurídico requerido, que encuentra en un
hombre abierto, inacabado, en totalización, el referente de fijación del lenguaje jurídico,
que paradójicamente, no quedará fijo, sino que podrá seguir en constante constitución, a
partir de la experiencia humana, generadora de creencias, juicios, valoraciones y
decisiones en el marco del sentido humano; elementos que no son ajenos a la
constitución de una ciencia en sus elementos especulativos y afirmativos de teorías o
fronteras, como virtualmente incondicionados.
El horizonte de sentido en la confrontación armada, es abierto pues por la configuración
de un sentido plenamente humano, que atiende a la naturaleza racional (no desconocida
en el discurso y las prácticas de la guerra), es aportado por lo expuesto, sin embargo el
reto cognoscitivo y científico permanece presente en la manera como se pueda construir
un sistema jurídico que permita darle cabida a dicho sentido, por eso es pertinente y
necesaria una ayuda por parte de la teoría del conocimiento, que reconoce en la
experiencia un estadio valioso en el proceso del conocimiento humano, en dicha
dimensión de la experiencia sen encuentra entonces, un punto de conexión entre la
teoría del sentido buscado y el mecanismo y el sistema de producir una teoría del
conocimiento para la ciencia jurídica. Tal teoría del conocimiento jurídico, no es parte
78
del propósito de este estudio, aunque no se puede negar que exige una elaboración. Sin
embargo, se encuentra en la propuesta lonerganiana un sistema que apalanca y da
sustento a la teoría del sentido, puesto que hace un rastreo no sólo en la experiencia
(punto de conexión de dicha teoría con la propuesta del sentido jurídico humanista de
este estudio) sino en los ámbitos de la decisión y del valor frente a un sistema que ha
pasado ya por las instancias de la experiencia, el juicio valorativo y crítico y la voluntad
decisoria, como se explicó someramente en su momento.
Es por todo esto que la posibilidad de la constitución del sentido jurídico de corte
humanista, encuentra un medio de despliegue propicio en la política, como campo de
dialéctica permanente, entendida también como espacio de acción social, en lo cual, se
entiende un punto de llegada al ámbito de lo concreto, de lo propiamente vivido. En la
acción política (que no se puede entender de manera facilista como un campo
únicamente electoral, sino que comprende los campos de acción social, cívica, gremial,
sindical, empresarial, en pro de las colectividades) se abre el espacio para el sentido,
para el logos, aunque no se puede negar que los riesgos denunciados por Jolif, para la
constitución del horizonte humano, desaparezcan, por el contrario, están presentes y de
manera más radical, por la lógica y la estrategia de persuasión que exige el
aglutinamiento de las voluntades individuales y por el tipo de mecanismos políticos
para la expresión de dichas voluntades. Es un campo en constante cambio y posibilidad
de perfeccionamiento y la discusión no puede pretender quedar cerrada, aunque es
evidente que existe una posibilidad de sentido tanto para las ciencias jurídicas, como
para las áreas que le aportan al Derecho elementos fundantes o en las cuales el derecho
aporta elementos no filosóficos, en orden a una significación y una comprensión.
79
Si bien es cierto que el origen de los Estados modernos es paradójico, ya que es en el
miedo a la guerra y la posibilidad de perder la vida, donde se movilizan las voluntades
de los seres humanos hacia poder generar las tradiciones contractualistas de las ideas
políticas de finales del siglo XVII, desde Hobbes hasta Hamilton, Rousseau o Bolívar,
la guerra no deja de tener una capacidad movilizadora hasta nuestros días.
Aun cuando pareciera que la facilidad de ceder desde la voluntad racional dialéctica,
hacia la racionalidad de la violencia -generadora incluso de grandes riquezas-, el
proceso de comprensión de un sentido verdaderamente humano, abierto a un horizonte
de posibilidades, que deslegitime y extinga las pretensiones totalitaristas de los
discursos homogeinizantes, se fortalece en la medida en que la necesidad de un espacio
de privilegio a la acción intersubjetiva (no únicamente comunicativa), se hace más
patente.
Este trabajo quiso conducirse al reconocimiento valorativo de un sistema filosófico que
asume las distintas interpretaciones de los actos de la guerra, como indicadores de
elementos de justificación y de juicio de la guerra misma. El recorrido por las teorías de
la argumentación, permitió ganar en contenido y en elementos sobre los discursos de la
guerra y permitió reconocer los juicios valorativos a favor y en contra de los actos de la
guerra, dentro de distintos contextos y para vertientes diversas del pensamiento.
Se pasó al plano de la propuesta iusfilosófica, desde las perspectivas humana y
cognoscitiva en las que los elementos brindados por la antropología, la fenomenología y
la epistemología, pueden llegar a congregar el ánimo y la lógica del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario, hacia
80
la constitución de un sentido propio del Derecho en general, en el que el protagonista
sea el hombre y su propia vida, desde los elementos valiosos de su contexto y su
realidad existencial.
Dicha teoría, se articuló en una propuesta inacabada (por la
exigencia estructural de los modelos planteados) en la práctica jurídica de los derechos
humanos, cuya punta de lanza es la acción en el plano de lo valioso y del sentido, que en
el campo político gana su incidencia más fecunda, si se le es fiel a la propuesta.
El grito por el reconocimiento de la barbarie en la violencia que hiciera Tolstoi, hace un
par de siglos, permanece resonante en la conciencia humana. Aún más, cuando del
propio discurso se ha pretendido hacer un arma, un instrumento de la guerra, dentro de
los deseos de algunos por conseguir la victoria militar “por otros medios”.
La decisión del hombre que comprende, que ha trasegado por el proceso de
comprensión, requiere de una exigencia personal, de compromiso hacia el “otro”, en la
reificación del deber público, que no se agota ni mucho menos, en las vías electorales,
sino que estando al servicio colectivo, puede desplegarse en las vías del servicio social,
académico, gremial o empresarial, religioso, familiar o corporativo, que hacen del
virtualmente incondicionado y valioso, su bandera de acción, a favor de los demás.
La actividad política finalmente, ejercida dentro del uso de la fuerza discursiva e
intersubjetiva, desterrará las posibilidades de la acción violenta, que niega al logos y
afianzará el propósito de hacer del discurso ya no otra arma de guerra, sino el
instrumento de la liberación de los cautivos y de los despreciados por esa brutalidad
retaliativa que es la violencia, negación del ejercicio de la racionalidad dialéctica.
81
El discurso y su relación con la acción abren un panorama algo más esperanzador, en las
actuales circunstancias en las que pareciera triunfar la lógica de la guerra y el discurso
mismo de la guerra (palabras hechas acción). La acción comunicativa lanza al sentido
constituido hacia las posibilidades del compromiso en la acción social e intersubjetiva.
Así, dicha acción puede llenar de sentido el hacer del hombre, tendrá este hombre que
sopesar su decisión hacia el compromiso, su compromiso por un “quemar las barcas” y
partir tierra adentro, al país de las disputas en el terreno del discurso y para tal fin, como
o dice el poeta, embrazar su fe toda, cerrar los ojos y arremeter... frente a los trasgos,
las tinieblas y los espectros de la violencia y la guerra.
La constitución del sentido humano en el escenario bélico, tiende hacia un
perfeccionamiento humano, que en su depuración de sentido o constitución de sentido
cada vea más dinámica, permita ir desterrando la apelación a la acción armada, como
medio de dialéctica y de racionalidad, no porque la historia o las ciencias lo demuestren
(puesto que parece ser todo lo contrario, la afirmación cada vez más virulenta de los
medios bélicos como elementos de coexistencia y asunción del sentido del “otro”) sino
por la exigencia del sistema configurado de la propia naturaleza humana, cuyos
referentes pueden encausarse de manera preferente por el sentido del discurso y no por
la racionalidad de la barbarie o la barbaridad racionalizada.
82
“ FIDES ”
Amado Nervo.
De “ Elevaciones ”
No te resignes antes de perder
definitiva, irrevocablemente,
la batalla que libras. Lucha erguido
y sin contar las enemigas huestes.
¡ Mientras veas resquicios de esperanza,
no te rindas ¡ La suerte
gusta de acumular los imposibles
para vencerlos en conjunto, siempre,
con el fatal y misterioso golpe
de su maza de Hércules.
¿ Sabes tú si el instante
en que, ya fatigado, desesperes,
es justo aquel que a la definitiva
realización de tu ideal precede ?
Quien alienta una fe tenaz el hado
más torvo compromete
en su favor. El sino a la fe solo
es vulnerable y resistir no puede .
La fe otorga el divino privilegio
de la casualidad a quien la tiene
en grado heroico.
Cuando las tinieblas
y los espectros y los trasgos lleguen
a inspirarte pavor, ¡ cierra los ojos,
embraza tu fe toda, y arremete ¡
¡ Verás cómo los monstruos más horribles,
al embestirlos tú, se desvanecen !
Cuanto se opone a los designios puros
del hombre, es irreal ; tan solo tiene
la imaginativa vida
que le dan nuestro miedo y nuestra fiebre.
Dios quiso en su bondad que los obstáculos
Para aguzar las armas nos sirviesen;
quiso que el imposible
estuviera nomás para vencerle,
como está la barrera en los hipódromos
a fin de que la salten los corceles.
Búrlate, pues, de cuanto en el camino
83
tu altivo impulso detener pretende.
¡ No cedas ni a los hombres ni a los ángeles¡
( Con un ángel luchó Jacob, inerme,
por el espacio entero de una noche,
y el ángel le bendijo, complaciéndose
en la suprema audacia del mancebo,
a quien llamó Israel, porque era fuerte
contra Dios ...).
¡ Ama mucho : el que ama embota
hasta los aguijones de la muerte ¡
¡ Que tu fe trace un círculo de fuego
entre tu alma y los monstruos que la cerquen,
y si es mucho el horror de los fantasmas
que ves, cierra los ojos, y arremete ¡
84
6.
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