Capitulo 203. La participación electoral en Baleares 1975

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Del libro: El complejo comportamiento del voto en Baleares, Vol,s I y II
Autores: Gonzalo Adán y Miquel Payeras
ISBN: 978-84-16116-56-0
Cap. II.03
El abstencionismo electoral en Baleares.
1977-2016
Para la RAE, la abstención electoral es la renuncia voluntaria a votar en unas
elecciones. Por su influencia sobre los resultados, pero también sobre la
cuestionada legitimidad de los representantes elegidos caso de que sea muy alta,
ha sido objeto de muchísimos estudios, estando las primeras teorías enfocadas
bien hacia una dimensión sociológica donde lo importante era determinar los
estratos sociales más proclives a no votar, como una más psicológica donde lo
importante son más bien las evaluaciones individuales sobre la oferta política.
Otros enfoques posteriores han incidido sobre visiones más transversales como la
falta de motivación ante una oferta electoral poco atractiva, la insatisfacción con la
política, el voto de castigo, la influencia de los medios de comunicación, o la
interacción entre todos ellos, pero tanto en unas como en otras visiones, siempre
subyace una cierta racionalidad en la decisión voluntaria de votar o no votar.
Esta mayor o menor voluntariedad ha dado lugar a clasificar la abstención
tradicionalmente en dos grandes tipos casi opuestos, la activa y la pasiva, pero
que aquí somos de la opinión de hacerlo bajo un continuo de tres, con límites
mucho menos precisos: (1) La activa o ideológica, considerada como un acto
político volitivo y decisorio, de rechazo o castigo al sistema político en general, o a
lo que ha sido la primera opción hasta ese momento (2) la pasiva, provocada
sencillamente por una falta de interés en la política en general, en la elección
concreta que se dirime, o en la falta de una oferta atractiva, y (3) la involuntaria o
técnica, cuando el elector no ejerce su derecho por razones que considera más
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allá de su voluntad, que incluirían los defectos en el censo electoral, la
enfermedad o incapacidad física, el aislamiento del centro electoral, o en el caso
de encontrarse de viaje, el no haber podido ejercer su voto por correo1.
En su nivel agregado, mucha abstención, suelen suponer falta de confianza
ciudadana en el sistema, y como consecuencia de ello, escasa legitimidad de los
representantes elegidos y consiguiente debilitamiento institucional. Sin embargo,
no todos los autores coinciden con esta visión, existiendo partidarios de un
enfoque opuesto en que una elevada participación no es un requisito esencial
para asegurar la estabilidad democrática, y que bastaría que una élite minoritaria
de la sociedad eligiera a los representantes para que el sistema siguiera
funcionando con normalidad, de tal manera que tasas bajas de participación no
sólo serían buena, sino deseables, ya que estarían revelando que el sistema
funciona satisfactoriamente y no es necesario intervenir más allá de una minoría
implicada, dejando las participaciones masivas únicamente para casos
excepcionales.
Visión general de la participación en España y en Baleares
A la vista de los datos medios, tanto de España en general como de Baleares en
particular, así como de los contextos en que se han dado tanto tasas altas como
bajas, es difícil asegurar cuál de las dos visiones es más acertada, aunque tal y
como se podrá comprobar en este capítulo, la participación ha sido en Baleares
además de baja, de tendencia decreciente, lo que si por un lado podría hacer
pensar que si bien existe desafección, desinterés o rechazo al sistema, también es
cierto que no parece preocupar ni a los que votan ni a los que no votan. ¿Es por lo
tanto realmente baja la participación en Baleares?. Y si es baja, ¿debe considerarse
un problema?.
1
En las encuestas postelectorales del CIS, este dato oscila entre el 4% y el 10% del censo total.
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Para contestar por lo tanto a las preguntas planteadas dos párrafos más arriba, y
ante la ausencia de baremos, podríamos de momento acudir a la calificación
intuitiva, popularmente aceptada, de entender tasas satisfactorias por encima del
75% e insatisfactorias por debajo del 70%. Estos valores máximos y mínimos
quedarían también confirmados por la propia posición de España respecto de
países de similar cultura democrática, ya que el promedio actual le hace ocupar los
últimos puestos junto a Irlanda (73%) y del caso excepcional de Suiza (58%), pero
después de Francia (75%), Reino Unido (76%), o Noruega, Suecia, Dinamarca e
incluso Alemania (todas superiores al 80%).
Con estas referencias, se llega por lo tanto a la conclusión de que si España
presenta tasas bajas respecto de los países de su entorno, y Baleares todavía más
respecto de la media nacional (es la tercera comunidad más baja después de
Galicia y Cataluña), entonces Baleares presenta efectivamente tasas bajas de
participación electoral.
Esta afirmación no implica defender la primera de las
teorías, en el sentido de afirmar que estemos ante un problema crónico de
desafección, pasividad o rechazo generalizado al sistema, pero tampoco puede
pasarse por alto que deben existir causas estructurales de efecto diferencial que
expliquen estas diferencias autonómicas, además de causas coyunturales que
puedan explicar valores tan bajos en elecciones generales como el 62% de los años
2000 y 2011, o el 63% del año 2016, coincidiendo por cierto con los mismos años
en el nivel nacional: 2000 (70%), 2011 (72%) y 2016 (70%).
Tabla 1. Participación media por tipo de CCAA y elección
generales
autonómicas
municipales
europeas
Promedio todas CCAA2
73,8%
67,7%
67,1%
55,3%
Promedio Baleares
69,1%
61,5%
61,7%
46,7%
Diferencia
-4,7%
-6,2%
-5,4%
-8,6
Comparando todos los tipos de elección (tabla-1), se observa que la diferencia
entre las series nacional y balear es, efectivamente, significativa. En cuanto a los
2
Todas, históricas y no históricas, exceptuando Ceuta y Melilla
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diferenciales, es de -5 puntos en generales, -6 en autonómicas3 -5 en municipales
y casi -9 en europeas. Este efecto, además, ha ocurrido en todas y cada una de las
39 elecciones de la democracia (gráfico-1), con diferencias crecientes entre
mínimas de -1 y-3 puntos en las locales de 1979, europeas de 1987 o generales de
1982 y 1977, pero máximas iguales o mayores a -10 puntos en las europeas de
1989 y 2009, autonómicas y generales de 2011, y autonómicas de 2015.
Además de ello, comparando CCAA entre sí, la baja participación electoral en
Baleares la coloca en el penúltimo puesto como ya hemos dicho, formando un
cluster altamente abstencionista junto con Galicia, Canarias y Cataluña. Esta baja
posición ordinal se da además en todos los tipos de elección, siendo la tercera
comunidad más baja en elecciones generales y autonómicas, la segunda más baja
en municipales, y la última en el caso de las europeas, siendo todos estos rangos
relativamente estables a lo largo de todas las convocatorias. Sobre ello se volverá
más adelante.
3
Que se eleva a casi -8 si eliminamos País Vasco, Galicia, Cataluña y Andalucía, que las celebran
en fechas diferentes e independientes del resto.
diferencia
Baleares
España
6,7%
6,6%
7,0%
6,9%
L-2003
L-2007
L-2011
L-2015
8,9%
10,4% 35,6%
10,2% 35,6%
E-2004
E-2009
E-2014
37,6%
9,0%
7,8%
66,2%
63,8%
60,4%
66,9%
64,7%
62,6%
65,2%
62,2%
68,2%
45,8%
46,0%
46,5%
57,0%
78,1%
76,9%
72,1%
69,8%
69,8%
73,0%
71,7%
75,4%
77,3%
70,0%
65,8%
68,7%
69,3%
70,9%
67,1%
73,0%
66,5%
70,3%
68,3%
64,8%
69,6%
64,9%
66,2%
66,4%
69,2%
65,9%
71,0%
64,7%
58,8%
55,4%
66,8%
58,0%
59,2%
59,8%
62,5%
57,6%
64,2%
60,4%
67,9%
64,9%
62,0%
57,1%
58,8%
60,1%
63,5%
70,9%
80,0%
78,8%
69,9%
64,2%
71,9%
69,5%
61,9%
68,0%
79,7%
72,7%
63,6%
57,5%
49,8%
44,7%
E-1999
30%
E-1994
10,7%
40%
E-1989
2,8%
8,3%
L-1999
E-1987
6,8%
L-1995
4,3%
2,4%
L-1987
L-1991
3,4%
8,7%
A-2015
L-1983
9,9%
A-2011
2,2%
9,2%
A-2007
L-1979
7,4%
9,6%
A-2003
9,2%
A-1999
6,1%
A-1991
A-1995
5,2%
A-1987
5,1%
7,2%
G-2016
A-1983
7,8%
G-2015
G-2008
9,5%
7,8%
7,2%
G-2004
20%
G-2011
8,1%
6,2%
G-2000
G-1996
4,2%
6,3%
50%
G-1993
4,7%
0,3%
G-1989
0%
G-1986
G-1982
60%
69,7%
80%
G-1979
10%
78,8%
70%
0,0%
90%
G-1977
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Gráfico-1. Participación media en voto CER, de las CA,s y de Baleares por elección y año
(fuente generales, locales y europeas, MIR, fuente autonómicas: IBESTAT)
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Importancia ordinal de los tipos de elección
Estos datos confirman no sólo la extremadamente baja participación en Baleares,
en términos absolutos y relativos (respecto de la media nacional), sino la tesis
denominada “elecciones de segundo orden”, que afirma que la participación es
menor en aquellas elecciones que se perciben menos importantes, como las
europeas, siendo tradicional entender como de “primer orden” a las generales, al
suponerlas como más importantes.
Tabla 2. Participación media por tipo de CCAA y elección
generales
autonómicas
municipales
europeas
Aut.-Mun.
Promedio todas CCA
73,8%
67,7%
67,1%
55,3%
+0,6
Promedio Baleares
68,6%
61,5%
61,7%
46,7%
-0,2
Diferencia
-5,2%
-6,2%
-5,4%
-8,6%
CCAA no históricas (n=13)
72,9%
69,1%
67,5%
54,0%
-1,6
CCAA históricas (n=4)
69,9%
63,9%
63,3%
51,1%
+0,6
diferencia
-3,0%
-5,2%
-4,2%
-2,9%
Sin embargo, el orden decreciente observado, en que entre las generales y las
europeas se hallan empatadas autonómicas y locales (en ambas series), merece
al menos dos propuestas de reflexión. La primera sugeriría denominar a las
elecciones europeas “de tercer orden”, y no sólo porque la diferencia con las
anteriores es realmente elevada (más de veinte puntos respecto de las generales
y algo más de trece respecto de autonómicas y locales), sino que de no haber
coincidido con las autonómicas y locales de los años 1987 y 1999, la diferencia aún
sería mayor.
Y la segunda sería la relativa a intentar determinar si existen diferencias
significativas -en importancia percibida-, entre autonómicas y locales, habida
cuenta de que al celebrarse el mismo día, en urnas pegadas, la diferencia
matemática es prácticamente nula y se pierde la posibilidad de saberlo (en la media
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española las autonómicas superan en 0,6 a las locales, y en Baleares al contrario
con 0,2 puntos de diferencia). También porque la coincidencia puede ser atribuída
al mero efecto de igualación, pues la motivación al voto de la de mayor importancia
impulsaría a votar a la otra, sin dejar oportunidad para comprobar cuál de ellas es
precisamente la de mayor interés. Un segundo camino para intentar responder a la
cuestión sería comparar las diferencias de participación entre autonómicas y
locales en aquellas comunidades en que ambas elecciones se celebran en fechas
diferentes, pero este análisis tampoco permite discernir la cuestión, pues en el
promedio las autonómicas parecen tener algo más de participación, pero en el
interlectoral hay diferencias de décimas en uno u otro sentido, nada significativas y
que parecen ser debidas más a efectos de azar o circunstancia, que a voluntad real
en el elector.
Un tercer camino consistiría en eliminar en las municipales el efecto del CERE, ya
que a pesar de su escasa relevancia cardinal, al estar incluido en el censo de las
municipales y no en el de las autonómicas, en realidad se estarían comparando dos
índices diferentes. Sin embargo su exclusión tampoco aumenta las diferencias,
pues comparando en Baleares una a una la participación de los años 1983, 1987 y
1991 por un lado (que utilizaban los censos CER+CERA en ambos tipos de
elección) y la de 1995, 1999, 2003 y 2007 por otro (que utilizaban
CER+CERA+CERE), resulta que en el primer período la participación siempre fue
mayor en las municipales (0,3 puntos), y en el segundo caso en las autonómicas
(0,6 puntos), debiéndose considerar estas diferencias, más que contradictorias,
estadísticamente despreciables4. A falta de análisis individuales, la conclusión sería
pues que ambas elecciones parecen tener la misma importancia percibida por el
votante, si no bajo parámetros cualitativos sí cuantitativos, y que, exceptuando
situaciones de contexto particular, por sí mismas ni las autonómicas ni las
municipales parecen instar más a la participación una que la otra, dejando en
ambos casos, eso sí, a las generales por encima y a las europeas por debajo.
4
Aunque fuera de este debate, suele ser objeto de análisis postelectoral si el voto CERA, cuyo recuento se
incluye en los resultados unos días posteriores, influye poco o mucho en los datos iniciales en cuanto al voto a
partidos concretos. Si se analiza todo el historial, su efecto máximo puede tasarse alrededor de ±0,2 puntos,
pues aunque hay diferencias entre partidos, los niveles de partición del voto ausente son muy bajos, alrededor
del 30% hasta 2011, y no mayor del 5% desde la legislación del voto rogado.
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Evolución de la participación electoral en elecciones generales
Si nos centramos en las elecciones generales, y comparando históricamente la
serie regional con la nacional5, la diferencia era ya de 5 puntos menos promediando
las 16 elecciones a Cortes celebradas entre 1858 y 1933, conservándose esta
misma diferencia en la actual etapa democrática, exactamente un 69% de media
en el primer caso frente al 74% en el segundo (gráfico 1)6.
Además de una media más baja, esta diferencia es divergente, desde la casi nula
diferencia en las tres primeras elecciones hasta valores entre 8 y 10 puntos en las
últimas,
diferencias
siempre
motivadas
por
la
tendencia
acusadamente
descendente en Baleares, que ha bajado de un promedio del 75% en las tres
primeras a un promedio del 63% en las tres últimas (12 puntos), ante un
comportamiento más lineal en la media española (4 puntos de bajada). Por último,
las series son sincrónicas, es decir, que las oscilaciones son paralelas dando a
entender que las motivaciones para votar o no votar son, casi las mismas en toda
España (r Pearson= 0,81. Coeficiente de determinación=66%).
5
Sólo voto CER, por motivos que más tarde comentaremos
Es muy importante hacer notar la diferencia entre la participación en toda España, de la participación
promedio de todas las CCAA. El primer caso es 73,4%, frente al 72,3% del segundo caso.
6
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Gráfico-2. Evolución de la participación en e' generales según CER España-Baleares (datos MIR)
85,0%
80,0%
75,0%
70,0%
65,0%
60,0%
55,0%
50,0%
1977
1979
1982
1986
1989
1993
1996
2000
2004
2008
2011
2015
2016
Esp. CER
78,8%
68,0%
80,0%
70,9%
69,9%
76,9%
78,1%
70,0%
77,3%
75,4%
71,7%
73,0%
69,8%
Bal. CER
78,8%
69,7%
79,7%
66,2%
63,6%
72,7%
71,9%
61,9%
69,5%
68,2%
62,2%
65,2%
62,6%
La participación electoral en CER y CERA. ¿Qué dato utilizar?
Los datos anteriores hacen referencia únicamente al voto CER, es decir, al
emitido por los residentes en España. Cuando se computan los votos de los
residentes en el exterior, unos cuantos días más tarde, tradicionalmente los
resultados no varían mucho (gráfico 2), pero justo es decir que desde la
implantación del “voto rogado”, la escasísima participación del voto CERA sí
influye en el resultado final, bajando la participación final unos dos puntos en
Baleares, y casi tres en el total nacional (datos de 2016)7
7
Desde enero de 2011, los ciudadanos españoles residentes en el exterior, están obligados a "rogar" su voto. La reforma
de algunos artículos de la legislación electoral española para evitar los errores de los censados fallecidos, originó a su
vez una bajada muy brusca de la participación, de valores superiores al 30%, a valores inferiores al 5%. Para muchos, los
problemas principales de esta práctica están ligados, no solo al "ruego" en sí, sino a la multiplicación de trámites para
poder votar, y a un acortamiento de los tiempos.
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Gráfico-3. Participación del voto CERA y diferencias (CER+CERA) con CER en Baleares (datos MIR)
0,8
0,7
0,6
0,5
0,4
0,3
0,2
0,1
0
-0,1
1977
1979
1982
Dif. Baleares
Bal. CER
78,8%
69,7%
79,7%
Bal.CERA
Bal.Total
78,8%
69,7%
79,7%
1986
1989
1993
1996
2000
2004
2008
2011
2015
2016
-0,2%
-0,1%
-0,1%
-0,3%
-0,5%
-0,7%
-0,6%
-1,2%
-1,8%
-1,9%
66,2%
63,6%
72,7%
71,9%
61,9%
69,5%
68,2%
62,2%
65,2%
62,6%
20,0%
38,3%
29,5%
29,9%
21,3%
25,5%
28,3%
4,0%
2,6%
2,9%
66,0%
63,5%
72,6%
71,6%
61,4%
68,8%
67,6%
61,0%
63,4%
60,7%
Así, se destaca que mientras la participación del voto CERA supera más o menos
el 20% (la media hasta 2011 es del 25%), la participación entre el CER y el
CER+CERA prácticamente no varía. Sin embargo, a partir de las modificaciones
de 2011, donde la participación del CERA baja por debajo del 4%, las diferencias
ya son más importantes, cerrándose por ejemplo en 2016 la noche electoral
(CER) con un 62,6%, pero bajando hasta el 60,7% cuando se añade el
escasísimo 2,9% de participación CERA.
Evolución de la participación en elecciones autonómicas
Todo lo dicho es absolutamente aplicable al ámbito autonómico. Analizando de
forma diferencial los datos de participación en Baleares y con la media autonómica
estatal9, se extrae como conclusión que éstos son también significativamente bajos,
con un promedio entre 1983 y 2015 del 61%, frente al también bajo 69% nacional,
y además de ello, la tendencia es descendente, desde valores que rondan el 65%
en las primeras elecciones propiamente autonómicas (1983), a valores que bajan
del 60% en las dos últimas convocatorias (gráfico-4).
9
En aquellas CA que celebran elecciones el mismo día (es decir todas excepto Cataluña, País Vasco,
Andalucía y Galicia).
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Gráfico 4. Participación en Baleares y en España en elecciones autonómicas
75,0%
70,0%
65,0%
60,0%
55,0%
50,0%
1983
1987
1991
1995
1999
2003
2007
2011
2015
Baleares
64,7%
66,9%
60,4%
63,8%
57,5%
63,5%
60,1%
58,8%
57,1%
España
69,8%
72,1%
66,5%
73,0%
67,1%
70,9%
69,3%
68,7%
65,8%
Baleares
España
Además de ello, tres características más definen ambas series. Por un lado que las
dos presentan una tendencia descendente, aunque igual que pasaba con las
elecciones generales, la pendiente de Baleares es mucho más acusada. En
segundo lugar que
la sincronía es perfecta en ambas, de tal manera que la
participación podría decirse que sube, baja o se mantiene en Baleares, al mismo
vaivén que ocurren con las oscilaciones en el promedio nacional, presentando un
coeficiente de Pearson=0,84, paradójicamente mayor que el 0,81 visto para las
elecciones generales. Y en tercer lugar, que los característicos dientes de sierra en
las oscilaciones hasta 2007, parecen haberse suavizado en las dos últimas, con
tres elecciones consecutivas de bajada de la participación.
La participación electoral por Islas
En el desagregado por islas o circunscripciones, las tasas y las tendencias en
autonómicas son muy similares a las observadas en elecciones generales, pues sin
existir diferencias apreciables entre Mallorca y Menorca, (64% y 63% de
participación media respectivamente), dejan en evidencia la enorme diferencia con
Ibiza, cuya tasa media de participación es extraordinariamente baja no sólo en
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generales y autonómicas, sino también en europeas y municipales (tabla-3),
concretamente seis puntos menos en generales, siete en autonómicas y
municipales, y cinco en europeas.
Tabla-3. Promedios de participación por Islas y tipo de elección (hasta 2011)
generales
autonómicas
municipales
europeas
promedio
Promedio Baleares
69,1%
61,5%
61,1%
46,7%
59,6%
Mallorca
69,1%
62,1%
61,9%
47,7%
60,2%
Menorca
69,2%
62,4%
61,9%
46,6%
60,0%
Ibiza
63,2%
55,0%
54,4%
42,6%
53,8%
Formentera
62,1%
65,8%
64,6%
45,1%
59,4%
El gráfico-3 incluye los datos de participación en elecciones generales por islas,
donde puede observarse por un lado que si bien Mallorca y Menorca presenta una
evolución muy similar (promedio histórico del 69% en ambos casos), la de Ibiza es
extremadamente baja (63%), y que por otro, las tendencias de las tres islas es
igualmente descendente.
Gráfico-5. Participación CER por Islas
85,0%
80,0%
75,0%
70,0%
65,0%
60,0%
55,0%
50,0%
1977
1979
1982
1986
1989 1993
1996
2000
2004
2008
2011
2015
2016
Mallorca
82,0% 66,9% 80,5% 67,2% 64,2% 73,6% 72,4% 62,0% 70,0% 68,9% 63,1% 63,8% 63,1%
Menorca
83,5% 74,2% 81,9% 66,2% 64,5% 72,4% 71,0% 61,6% 68,4% 66,1% 61,2% 65,0% 63,1%
Ibiza
68,8% 63,5% 70,6% 57,5% 57,7% 67,8% 68,4% 61,2% 66,4% 65,1% 57,2% 59,2% 58,4%
Formentera 62,6% 62,9% 71,4% 65,0% 60,9% 69,8% 68,9% 62,3% 65,0% 60,5% 53,3% 51,0% 53,4%
Mallorca
Menorca
Ibiza
Formentera
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Autores: Gonzalo Adán y Miquel Payeras
ISBN: 978-84-16116-56-0
Además, parece que las tasas de las tres islas tienen a converger entre el 60% y el
65%, con idénticos datos en Mallorca y Menorca (63% en ambas en las últimas
elecciones de 2016), y a 5 puntos del Ibiza (sólo un 58%, la más baja de toda
España), cuando en 1977 la diferencia fue de 14 puntos entre Menorca (84%), e
Ibiza (69%). Por último, la coherencia sincrónica es muy elevada en las tres islas,
con coeficientes de correlación entre el 0,94 Mallorca-Menorca, y el 0,81 entre
Menorca e Ibiza.
Llegados a este punto, la cuestión central, lejos de aclararse, se hace más compleja
pues a la pregunta de qué hace a Baleares una de las autonomías con participación
más baja y descendente, habría que añadir el caso especial de Ibiza, con la
participación media en elecciones generales, más baja de España.
En el caso de elecciones autonómicas las tendencias además son igualmente
descendentes. En el caso de Menorca e Ibiza desde valores entre el 65% y el 70%
en las primeras elecciones, a valores por debajo del 60% en las últimas, si bien
Ibiza siempre ha estado por debajo del 60%, llegando a un preocupante 49% en las
últimas elecciones autonómicas de 2015 (gráfico-6). En el gráfico 6 y en la tabla 3,
se puede observar una absoluta analogía con las elecciones generales, salvando
las distancias de que mientras que el promedio global de las primeras era del 68%
en Baleares, en autonómicas es del 62% como ya se ha dicho con anterioridad.
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Gráfico-6. Participación en elecciones autonómicas por Islas
70,0%
65,0%
60,0%
55,0%
50,0%
45,0%
1983
1987
1991
1995
1999
2003
2007
2011
2015
Mallorca
65,0%
67,8%
60,5%
64,6%
57,9%
64,4%
61,1%
59,9%
58,6%
Menorca
66,8%
67,4%
65,8%
65,7%
60,6%
61,2%
58,7%
59,0%
56,8%
Ibiza
58,5%
58,5%
54,2%
55,3%
56,1%
58,1%
54,5%
51,3%
48,3%
Formentera
72,8%
75,8%
67,3%
66,9%
68,6%
68,3%
63,3%
59,2%
50,2%
Mallorca
Menorca
Ibiza
Causas de la baja participación en Baleares
Es cierto que la decisión de participar o abstenerse es un acto individual y libre,
pero si existen diferencias territoriales importantes es que deben existir aspectos
socioestructurales propios de cada territorio (sociológicos, demográficos, políticos,
históricos, geográficos e incluso normativos o institucionales) que están modulando
este comportamiento individual dando como resultado que unos municipios, islas,
o comunidades, tengan niveles estructurales de participación mucho mayores o
menores que otras, dando además como resultado agregado unos límites máximos
y mínimos difíciles de sobrepasar.
No existe acuerdo en identificar de manera precisa cuáles son éstos aspectos,
aunque estamos seguros que en Baleares coexisten al menos cinco causas de
efectos sumatorios. En primer lugar una distribución de población sobre todo en
municipios grandes o medio-grandes, ante la escasez de municipios pequeños tan
propios de la mayoría de comunidades y que por efectos de presión social son los
de mayor participación. En segundo lugar, una elevada litoralidad que convierte al
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archipiélago es excesivamente dependiente del sector terciario y de servicios,
sociológicamente volátil, desarraigado y poco dado a responsabilidades sociales
como el voto. En tercer lugar, una baja tasa de residentes nacidos en la región, la
menor de España junto a Murcia, que junto a una fuerte tasa inmigratoria, estaría
inhibiendo la identificación con las instituciones propias. En cuarto lugar, el
consabido hecho geográfico isleño alejado de los centros de poder, que genera
desconfianza institucional cuando no rechazo. El quinto factor, más electoral, deriva
de la elevada fragmentación electoral, a su vez motivada por la existencia de
partidos nacionalistas y regionalistas que hacen menos competitivas las elecciones,
al menos si se comparan con comunidades con alta participación en las que sólo
hay dos o tres partidos en liza. Y un último factor, más cultural, subjetivo, y
difícilmente cuantificable que haría referencia al estereotipo del carácter isleño,
caracterizado por el individualismo y la escasa tendencia a las expresiones
colectivas de cualquier tipo, entre las que por supuesto se encontraría la
participación social y más concretamente la participación política y electoral.
Todas ellas son importantes, y desde luego la referente al escaso arraigo que
supone una sociedad donde – según el padrón de 2015 -, el 45% de los residentes
han nacido fuera de las Islas, y un 17% en otro país, mucho más, pero la que nos
parece de mayor peso es sin duda la distribución poblacional municipal. En este
sentido, se asume con escasa discusión que en España la participación tiene una
relación significativa con el tamaño de hábitat, de tal manera que ésta es mayor en
municipios de pocos habitantes o rurales, y menor en municipios grandes o
urbanos. Por consiguiente, aquellas autonomías como en Baleares, cuyo tamaño
poblacional medio es elevado, la participación es menor. De hecho, el tamaño
medio municipal de Baleares es de algo más de 12.000 habitantes, frente a los
9.000 de media española, existiendo solamente un 9% de población que vive en
municipios menores de 5.000 habitantes, frente a un 19% nacional.
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El efecto de baja participación en municipios grandes se enmarca dentro del
denominado modelo comunitario, que atribuye a las grandes poblaciones un
anonimato que inhibe la participación al existir poca presión social, mayor dificultad
para entrar en contacto con las redes políticas, y por consiguiente, menor
compromiso al voto. Por el contrario, la mayor participación en núcleos pequeños
quedaría atribuida a la importancia de las redes sociales más densas donde existe
un mayor control social sobre los deberes cívicos, así como a una mayor proximidad
a los políticos y a las consecuencias de sus decisiones.
La baja participación ibicenca por ejemplo, cumple casi perfectamente el modelo
de seis pautas, y sobre todo en lo que respecta a una configuración territorial
basada en tamaños municipales grandes (tiene cinco municipios con la media de
habitantes más grande de las tres islas mayores), todos de litoral, así como una
socioeconomía basada en el sector terciario, de ocio y servicios. En cuanto a
Formentera, su comportamiento es peculiar pues presenta un promedio de
participación algo más elevado que en el resto de islas (61,7%), pero el motivo no
es otro que su pequeño tamaño demográfico y territorial (censos de 6.064 y 6.313
en las autonómicas y municipales de 2011, respectivamente), cuyo comportamiento
de voto le hace estar más próximo al de un pequeño municipio que a una
circunscripción con Consell Insular propio.
El ámbito municipal como causa abstencionista
Analizando en detalle el efecto del tamaño poblacional, (tabla-5)13, se observa que
efectivamente, ésta es significativamente mayor conforme aumenta el tamaño
municipal en todos los tipos de elección, pudiendo existir hasta veinte o incluso
treinta puntos de diferencia entre los municipios del primer grupo y los del último.
El caso de Palma termina por confirmar la hipótesis planteada, pues con un censo
de 266.130 su participación media es la menor de todos los municipios, y aunque
debería presentar tasas mucho menores que los municipios entre 20.000 y 30.000
votantes, el dato estaría proponiendo una nueva hipótesis: Que a partir de dichos
13
Según los censos electorales de las elecciones generales de 2011.
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tamaños municipales, la participación parece tocar fondo sin que un aumento del
tamaño implique necesariamente menor participación14.
Gráfico-7. Participación en elecciones autonómicas por Islas
90
80
70
60
50
40
Menores de 2.000 entre 2.000-5.000
30
Entre 5.00010.000
entre 10.00020.000
entre 20.00030.000
Palma de Mallorca
generales
77,5
75,6
72,9
69,6
67,4
68,2
autonómicas
83,8
77,7
72,2
64,2
59,9
55,5
municipales
83,3
77,2
71,5
63
59,5
54,6
62
56,8
52
46,5
44,9
44,5
europeas
generales
autonómicas
Así, la alta participación en los contextos
municipales
de muy bajo censo electoral es
especialmente significativo en elecciones autonómicas y municipales, y se
concentra en los municipios mallorquines más pequeños (de menos de 2.000
habitantes), concretamente en Petra, Fornalutx, Ariany, Costitx y Mancor, Sta.
Eugènia, Alaró, Campanet, Maria, Montuïri y Escorca, todos ellos con tasas
superiores al 78%, no existiendo ninguno de este tipo ni en Menorca ni en Ibiza. En
cambio, las menores tasas de participación (menores del 65%) se concentran en
los municipios mayores de 20.000 habitantes, destacando no sólo el paradigmático
ejemplo de Palma (56%), sino Manacor, Son Servera y Llucmajor en Mallorca,
Mahón, Es Castell, y Ciutadella en Menorca, y los cinco municipios de Ibiza, todos
ellos con tasas menores del 60%.
14
de igual manera que estaría ocurriendo con los tamaños municipales más pequeños, donde parece difícil
superar la barrera del 90% de participación aunque disminuya el tamaño municipal.
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Gráfico-8. Municipios según censo electoral y participación media en todas las elecciones
85,0
80,0
75,0
70,0
Sóller
Inca
Sant Llorenç
Pollença
Marratxí
Felanitx
Sant Joan
Alcúdia
Llucmajor
Ciutadella
Capdepera
Sant Lluís
60,0
Sant.Antoni
Es Castell
Maó
Calvià
Manacor
65,0
Es Mercadal
Son.Servera
Sant.Josep
55,0
Sta Eulalia
Eivissa
50,0
35.000
30.000
25.000
20.000
15.000
censo electoral
10.000
5.000
0
45,0
-5.000
participación media
Maria Búger
Mancor
Campanet
Alaró
Ariany
Petra
Montuïri
Fornalutx
Sta. Eugènia
Escorca
Selva
Costitx
Lloseta
Valldemossa
Sa.Pobla
Sant Joan Deià
Muro
Banyalbufar
SencellesLlubí
Puigpunyent
Binissalem
Estellencs
Ses Salines
Lloret
Porreres Consell
Santanyí
Ferreries
Villafranca
Algaida
CamposAlaior Sta. MariaEsporles Sineu Es Migjorn
Sta.Margalida
Bunyola
Andratx Artà
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El comportamiento abstencionista coyuntural entre elecciones
El modelo de las cinco pautas explica con bastante precisión la diferencia de
participación entre municipios e incluso entre autonomías, y discrimina muy bien al
grupo más abstencionista formado por Cataluña, Baleares, Galicia y Canarias. Sin
embargo, no explica las elevadas oscilaciones de la participación entre elecciones
consecutivas (gráfico 9) y que han llegado a ser casi de -14 puntos porcentuales en
elecciones generales (entre 1982 y 1986) o casi de +10 (entre 1979 y 1982, y entre
1996 y 2000).
Gráfico-9. Oscilaciones a nivel nacional entre elecciones generales
(coef. correl=0,97)
15,0
10,0
5,0
-5,0
-10,0
-15,0
77-79
79-82
82-86
86-89
89-93
93-96
96-00
00-04
04-08
08-11
11-15
Baleares
-9,1
10,0
-13,5
-2,6
9,1
-0,8
-10,0
7,6
-1,3
-6,0
3,0
España
-10,8
12,0
-9,1
-1,0
7,0
1,2
-8,1
7,3
-1,9
-3,7
1,3
Baleares
España
Para ahondar en las causas de estas elevadas oscilaciones debe por lo tanto a
acudirse a acontecimientos de fuerte impacto político de tipo coyuntural y variable
de unas elecciones a otras como por ejemplo los casos de corrupción, el clima
interno de los partidos, la agitación de las campañas, la evaluación de la gestión, la
competencia política, el efecto de los líderes, o el papel de los medios de
comunicación, cuyo peso diferencial harían cambiar la decisión de algunos
individuos de votar a no votar, o viceversa, y cuyos saldos agregados explicarían
las citadas oscilaciones.
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Sin embargo, analizando con algo más de detalle la citada tabla, aparecen otros
datos que podrían matizar lo dicho. En primer lugar, existe una significativa
frecuencia de oscilación, de tal manera que de los once intervalos, ocho lo son en
diente de sierra, tanto en Baleares como en la media nacional. En segundo lugar,
esta frecuencia de oscilación es absolutamente sincrónica entre España y
Baleares15, y con un altísimo coeficiente de correlación. Y en tercero y último lugar,
en Baleares han existido sólo tres oscilaciones de escasa amplitud (alrededor de
un punto), ante cinco en que se han superado los nueve puntos, lo que puede
considerarse oscilaciones muy amplias y que implicarían motivos muy concretos
para activarse o inhibirse, además, de forma común en toda España.
La conclusión general es pues obvia. Independientemente de las causas
socioestructurales que hacen a Baleares singularmente abstencionista, los motivos
coyunturales afectan a toda España de forma simultánea, independientemente de
lo que ocurra a nivel local. Este hecho es de suma importancia, no tanto porque
pone en evidencia la escasa influencia de los asuntos autonómicos en este tipo de
elección, sino porque las activaciones o desactivaciones de mayor envergadura
estarían relacionadas con aspectos de coyuntura nacional – probablemente los
mencionados tres párrafos más arriba -, y que además afectarían a todas las
autonomías de manera simultánea.
En elecciones autonómicas, cuyas diferencias deberían ser mayores entre Baleares
y la media nacional por motivos de singularidad territorial, nos encontramos
paradójicamente con un comportamiento sincrónico muy similar. Anteriormente ya
se ha hablado de la enorme diferencia entre valores de participación
considerablemente bajos como los de las elecciones de 1999 (58%), 2011 (59%) y
2015 (57%), y los relativamente altos en 1983 (65%) y 1987 (67%), pero lo que
realmente puede llamar la atención son las oscilaciones de cierta magnitud. Así,
considerando oscilaciones entre ±3 o ±4 puntos como normales, quedarían como
elevadas las que ocurrieron en toda Baleares entre 1987 y 1991 (-7 puntos), entre
15
Con la única excpción de 1989-1993 en que en España bajó y en Baleares subió, pero en ambos casos
magnitudes insignificantes, menores de 1 punto.
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1995 y 1999 (-6), y entre 1999 y 2003
(+6). Aunque si desagregamos por
circunscripciones, también serían elevados los decrementos entre 1987 y 1991
(siete puntos en Mallorca, cuatro en Ibiza y nueve en Formentera), los decrementos
entre 1995 y 1999 (siete puntos en Mallorca, y cinco en Menorca), o los incrementos
entre 1999 y 2002 (siete puntos en Mallorca).
Gráfico-10. Oscilaciones a nivel nacional entre elecciones autonómicas
(coef. correl=0,93)
8,0%
6,0%
4,0%
2,0%
0,0%
-2,0%
-4,0%
-6,0%
-8,0%
83-87
87-91
91-95
95-99
99-03
03-07
07-11
11-15
Baleares
2,2%
-6,5%
3,4%
-6,3%
6,0%
-3,4%
-1,3%
-1,7%
España
2,3%
-5,6%
6,5%
-5,9%
3,8%
-1,6%
-0,6%
-2,9%
Baleares
España
El sentido común dicta que más allá de pequeñas oscilaciones, para explicar las
más elevadas hay que acudir a acontecimientos sociales o económicos de fuerte
impacto político durante la campaña electoral, desde luego acompañados del
correspondiente impacto mediático, como los ya dichos de casos de corrupción, la
aparición o desaparición brusca de candidatos, tensiones internas en la confección
de listas, episodios de crispación entre partidos o alta competitividad en algún
episodio de la campañas, la propia evaluación positiva o negativa de la gestión, o
promesas programáticas impactantes, cuyo peso diferencial en la motivación de los
electores harían cambiar la decisión de algunos de ellos de votar cuando en las
anteriores no lo hizo, o viceversa, dando un saldo agregado en positivo o negativo
que explicaría las citadas y a veces grandes oscilaciones.
Pero si ello fuera así, las oscilaciones de las respectivas autonomías deberían ser
independientes entre sí, pues no en todas ocurren dichos acontecimientos
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simultáneamente y en la misma dirección, pues deberían ocurrir en algunas un
saldo a favor de la participación, y en otras un saldo neutro o negativo.
Sin embargo el asunto es algo más complejo, porque resulta que las oscilaciones
de Baleares (pero también las de la totalidad de las CCAA) son notablemente
sincrónicas con la media nacional, llamando incluso la atención coincidencias tan
notables como las ocurridas entre 1983 y 1987 (+2 en ambos casos), entre 1987 y
1991 (-7 y -6 respectivamente), o entre 1995 y 1999 (-6 en ambos casos). Desde
luego todas en el mismo sentido exceptuando 2011-2015 en que las magnitudes
son tan pequeñas que la contradicción es claramente una excepción no
significativa.
Tabla-4. Oscilaciones de participación en Baleares, por Islas, en elecciones autonómicas
Mallorca
Menorca
Ibiza
Formentera
87-83
91-87
95-94
99-95
03-99
07-03
11-07
15-11
2,8%
0,6%
0,0%
3,0%
-7,3%
-1,6%
-4,3%
-8,5%
4,1%
-0,1%
1,1%
-0,4%
-6,7%
-5,1%
0,8%
1,7%
6,5%
0,6%
2,0%
-0,3%
-3,3%
-2,5%
-3,6%
-5,0%
-1,2%
0,3%
-3,2%
-4,1%
0,4%
-0,6%
-2,0%
-7,2%
promedio
absoluto
4,0%
1,4%
2,1%
3,8%
Los datos obligan a matizar pues la hipótesis, en el sentido de que
independientemente de las causas socioestructurales que hacen a Baleares
singularmente abstencionista, los motivos coyunturales afectan a toda España de
forma simultánea, independientemente de lo que ocurra en el ámbito local. Es cierto
que este efecto de simultaneidad o coincidencia es mucho mayor en elecciones
europeas y generales (r=0,97), pero el r=0,93 registrado en la serie autonómica,
pone en evidencia-desde luego de forma paradójica-, la escasa influencia de los
asuntos autonómicos en este tipo de elección, pues las activaciones o
desactivaciones de mayor envergadura estarían relacionadas más con aspectos de
coyuntura nacional, y que además afectan a todas las autonomías de manera
simultánea16.
16
De hecho, entre 1983 y 2007 todas las autonomías oscilaron a la vez en todas las elecciones. Entre 2007 y 2011 se
rompió la pauta y cinco no lo hicieron.
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Los ciclos de movilización electoral y su relación con el voto
Enlazado con lo anterior, un último aspecto sobre la mayor o menor participación
en cada elección, así como las oscilaciones respectivas, hace referencia a su
relación con el sentido del voto, tanto en el beneficio o perjuicio respecto de un
partido concreto, como de las consecuencias de gobierno a que ello pueda derivar.
En este último sentido, es habitual clasificar las elecciones como de continuidad,
de cambio o de vuelco electoral, según la mayor o menor participación haya podido
provocar una u otra consecuencia. Sin embargo los datos demuestran nuevamente
que estas relaciones son muy débiles y por lo tanto la clasificación-aunque cargada
de sentido común-, desafortunada.
En el ámbito nacional por ejemplo suele asociarse los cambios de gobierno de
1982, 1996, 2004, 2011 y 2015 a tasas especialmente altas de participación (dando
a entender que una mayoría de ciudadanos van a votar para provocar estos
cambios), pero ello sólo ha sido cierto en 1982 (participación del 80%) y en 1996
(participación del 77%), ya que en las otras tres, las participaciones del 76%, 72%
y 72% respectivamente no cumplirían esta condición. Es decir, los cambios de
gobierno no guardan relación con las tasas.
Pero casi más importante es comprobar que tampoco lo hacen con las oscilaciones,
como podría desprenderse de la citada teoría, pues si bien ello podría haberse
cumplido en 1982 (14 puntos de incremento), en el resto de cambios de gobierno
las oscilaciones han sido bajas o muy bajas (+1 en 1996, +0,2 en 2015) o bajas y
negativas (-2 en 2011). Incluso grandes cambios electorales como la mayoría
absoluta del 2000 se produjeron con un importante movimiento negativo (-9
puntos), a la vez el resto de grandes movimientos de participación como los 11
puntos negativos de 1979 o los casi 10 negativos de 1986, no llevaron aparejados
cambios significativos de voto ni por supuesto de cambios de gobierno o partido
ganador. Por último, el revolucionario cambio de configuración electoral de 2015,
donde el bipartidismo bajó del 70% al 50%, y donde cuatro partidos (PP, Psoe,
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Podemos y Ciudadanos) pasaron a ocupar el mismo nicho de voto de los dos
primeros, apenas se saldó con un incremento menor de un punto cuando todos los
medios auguraban una subida espectacular de la participación debido
precisamente a la introducción de dos nuevos partidos fuertes.
¿Qué pasa entonces con la teoría?. Para nosotros, hay que ir al ámbito individual
y no tanto al agregado. A partir de los datos, somos de la opinión que existe un
modelo de relaciones en el cual, en cada elección existe aproximadamente un
elevado 30% de electores que tanto pueden votar como no votar, decidiéndolo
muchos de ellos incluso el mismo día de las elecciones, y que aunque un tercio de
ellos suelen ser abstencionistas fijos, es decir no lo harán casi bajo ninguna
circunstancia, el resto actuarán movidos por motivaciones tácticas respecto de sus
partidos de referencia, por lo que el juego de activaciones y desactivaciones
individuales (premiando o castigando a su partido de primera preferencia) dará un
saldo agregado normalmente hacia un partido concreto, sumándolo o restándole
respecto de lo que hubiera obtenido únicamente con sus votantes más estables.
Pero dado que entre todos los partidos deben repartirse el porcentaje total de voto
emitido, esta variación en un partido concreto en realidad acabará afectando a
todos ellos. Como ejemplo vale la sorprendentemente alta mayoría absoluta del PP
en el año 2000 (pasando del 39% al 45%, seis puntos, pero subiendo sólo 600.000
votos, un 6%), y con una bajada de la participación de un millón ochocientos mil
electores. ¿ qué pasó entonces?, pues que este efecto dual fue debido a la
abstención de muchos votantes socialistas, cuyo partido bajó un millón quinientos
mil votos y cuatro puntos, del 38% al 34%.
Estos movimientos compensatorios del voto, que en otro capítulo analizaremos
bajo el concepto de volatilidad electoral, originará por lo tanto elecciones que
podrían denominarse de continuidad o de cambio, pero en ningún caso de vuelco,
ya que un cambio brusco de gobierno no necesariamente debe provenir de un
cambio brusco en los resultados del partido ganador, sino que a veces sólo es la
consecuencia de imperceptibles cambios en unos miles de votos o de décimas en
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los porcentajes sin voluntad masiva en los votantes de producir estos cambios de
gobierno, tal y como acabamos de ver. El otro ejemplo paradigmátco fue sin duda
la mayoría absoluta de Rajoy en 2011.
Por último, a este efecto de la participación sobre el voto, y que podríamos llamar
principal, se le añadiría el hecho de que los votantes oscilantes son, por definición,
poco comprometidos con sus partidos de primera opción, por lo que tras una fase
de activación, la probabilidad de no votar en la siguiente sería mayor, al igual que
al contrario, lo que explicaría el acusado diente de sierra identificado tanto en el
ámbito nacional como autonómico.
En el caso concreto de Baleares, y en elecciones autonómicas, dado que las
tasas son igual de oscilantes pero mucho menores, podríamos pensar que podrían
estar operando a nivel individual efectos de desafección táctica, con efectos
elitistas, esto último debido a que un buen número de ciudadanos decidirían no ir a
votar sencillamente porque su participación no se percibe ni urgente, ni prioritaria,
ni siquiera trascendente, confiando en que si lo hacen los ciudadanos más
motivados o implicados, ya es suficiente para que el sistema siga funcionando con
normalidad. A esta conclusión se llegaría al comprobar que las oscilaciones son
sincrónicas
con
la
media
nacional,
pero
siempre
con
una
magnitud
significativamente mayor, lo que añade al nivel coyuntural del análisis uno más
estructural, donde Canarias y Galicia compartirían, por cierto, este plus de
cronicidad abstencionista.
Así, aunque quieran buscarse acontecimientos relacionados con dichas
oscilaciones, la realidad es que, además de ser bajas, la alta correlación con las
oscilaciones ocurridas a nivel nacional, así como que a una oscilación de signo
positivo suele sucederle una de signo negativo, podría perfectamente plantearse
bajo la hipótesis complementaria de que estos cambios deben estar más
conectados con una alternancia en el voto a PP y PSOE a nivel nacional, que a un
comportamiento homogéneo de toda la masa electoral en base a un solo
acontecimiento. Con nuestros cálculos, aproximadamente un 50% de votantes en
Del libro: El complejo comportamiento del voto en Baleares, Vol,s I y II
Autores: Gonzalo Adán y Miquel Payeras
ISBN: 978-84-16116-56-0
elecciones autonómicas siempre votan pero otro tanto lo deciden semanas o días
antes de las elecciones, y que aunque un tercio de ellos son abstencionistas fijos17
como ya se ha dicho para las generales, es decir no lo harán casi bajo ninguna
circunstancia, el resto actuarían por motivaciones ideológicas nacionales, por lo que
el juego de activaciones y desactivaciones individuales dará un saldo agregado
normalmente hacia un partido concreto, sumándolo o restándole respecto de lo que
hubiera obtenido únicamente con sus votantes anteriores.
Sin embargo, el posterior cálculo porcentual suaviza el sentido de dicho saldo,
pudiendo dar la sensación que no ha habido ningún cambio significativo en los
apoyos, o incluso que éstos han sido nulos. Por ello, si bien el decremento de-7,3
puntos de participación entre 1987 y 1991 fue efectivamente correlativo a un
incremento del PP de 13 puntos, y un decremento del PSOE de 2, puede tratarse
perfectamente de una excepción, pues cuando en Mallorca la participación volvió a
bajar casi siete puntos entre 1995 y 1999, la variación del voto fue menor de un
punto en el PP y de 3 en el PSOE. De igual manera, el incremento de casi siete
puntos en la participación de 2003, sólo supuso movimientos de voto menores a
dos puntos tanto en PP como en el PSOE.
Por lo tanto, en Baleares y en elecciones autonómicas, tampoco hay motivos para
pensar que existe algún tipo de relación entre participación y cambio de gobierno,
pues en todo caso serían pequeños movimientos de voto y no de participación los
que realmente originan este tipo de cambios bruscos en la configuración política sin
más motivo que este pequeño cambio suponga ganar o perder los pocos escaños
necesarios para formar gobierno por mayoría o por coalición. Por ejemplo, en 1999,
en que el PP perdió la mayoría absoluta y hubo un cambio de gobierno, ocurrió por
un decremento del PP de sólo 1 punto, del 45% al 44%. En 2007, el PP la volvió a
perder pero esta vez incluso por menos de un punto, concretamente 0,4 puntos que
le faltaron para obtener la mayoría absoluta en Mallorca y por lo tanto en la totalidad
17
En el estudio postelectoral nº2709 del CIS (elecciones autonómicas en Baleares de 2007), de los que finalmente no
votaron, un 35% nunca lo hacen, otro 35% lo habían decidido meses antes, y un 25% lo decidieron durante la campaña
electoral. Los resultados son similares en el resto de postelectorales.
Del libro: El complejo comportamiento del voto en Baleares, Vol,s I y II
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del Parlamento. En el primer caso, este mínimo movimiento porcentual de voto
había ocurrido como ya se ha dicho con una bajada en la participación de siete
puntos, mientras que en el segundo caso, con similar movimiento de voto, la
participación había bajado tres. Para hacer más azaroso este efecto combinado,
los otros dos cambios de gobierno (2003 y 2011), en que el PP recuperaría la
mayoría absoluta, se produjeron nuevamente con movimientos de voto para el PP
menores a un punto, con un incremento en la participación de algo más de seis
puntos en el primer caso, pero una bajada de uno en el segundo.
Del libro: El complejo comportamiento del voto en Baleares, Vol,s I y II
Autores: Gonzalo Adán y Miquel Payeras
ISBN: 978-84-16116-56-0
2015
2012
2011
2010
2009
2008
2007
2006
2005
2004
2003
2001
2000
1999
1998
1997
1996
1995
1994
1993
1992
1991
1990
1989
1988
1987
1986
1985
1984
1983
1982
1981
1980
Tabla 5.- Anexo: Tasas de participación por CCAA, en las sucesivas convocatorias autonómicas
C. La Mancha
73,3
75,4
72,5
78,8
74,9
76,3
73,7
76,0
71,5
Extremadura
71,9
74,4
71,0
78,3
73,4
78,0
75,0
74,7
71,4
C. Valenciana
72,7
74,5
69,2
76,0
67,8
71,5
70,1
70,2
69,6
La Rioja
70,2
72,5
69,0
76,2
68,7
75,1
73,3
69,8
67,3
Cantabria
73,6
76,3
72,3
74,0
68,8
73,0
72,0
69,8
66,2
C. y León
70,0
73,2
67,6
74,4
69,4
72,7
70,7
67,5
64,9
Murcia
68,5
73,0
67,2
76,0
67,7
70,0
68,0
65,7
65,2
Madrid
69,7
69,9
58,8
70,4
60,9
65,9
67,3
69,6
65,7
Navarra
70,9
72,9
66,7
68,4
66,2
70,7
73,8
67,4
68,3
Aragón
66,7
69,7
64,6
71,1
65,8
70,4
66,5
67,9
Asturias
65,0
66,8
58,7
69,1
63,6
63,8
61,6
66,9
Baleares
64,7
66,9
60,4
63,8
57,5
63,5
60,1
58,8
57,1
Total general
69,8
72,1
66,5
70,6
65,7
68,4
67,9
66,7
64,8
66,3
51,1
55,8
Canarias
Andalucía
P. Vasco
66,2
59,8
Galicia
Cataluña
68,5
46,3
61,4
70,7
55,3
67,3
69,6
61,0
59,7
57,4
64,3
59,5
59,4
78,1
70,0
64,2
54,9
68,7
62,5
63,6
58,0
74,7
72,7
60,8
79,0
68,0
64,7
64,0
60,2
64,2
64,4
54,9
62,5
56,0
58,8
66,8
62,6
74,9
Del libro: El complejo comportamiento del voto en Baleares, Vol,s I y II
Autores: Gonzalo Adán y Miquel Payeras
ISBN: 978-84-16116-56-0
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