REAL ACADEMIA ALFONSO X EL SABIO SOCIEDADES MERCANTILES EN LA REGIÓN DE MURCIA. EVOLUCIÓN, CASOS Y FUENTES (1865-1993) Numero 134 Año LXVII 2016 Director: Francisco Javier Díez de Revenga Torres Consejo de Redacción: Francisco Sánchez Bautista, Miguel Ortuño Palao, Francisco López Bermúdez, Alfredo Vera Botí, Juan González Castaño, Cayetano Tornel Cobacho, Pilar Díez de Revenga Torres Secretario de Redacción: Ángel-Luis Molina Molina Comité Científico: Jean Bourg (París), Denis Menjot (Lyon), Gonzalo Sobejano (Nueva York), Jean Canavaggio (París), Juan Cano Ballesta (Virginia), Gabriele Morelli (Bérgamo), Robert Hérin (Caen), Edward Cooper (Londres). Administrador: José Sebastián Riquelme Monográfico coordinado por Susana Martínez-Rodríguez y Vicente Montojo Montojo Cubierta: Etiqueta de una empresa murciana de pulpa de albaricoque: Pedro Cascales Vivancos. Alcantarilla, 1910. Fotografía cedida por el Archivo Municipal de Alcantarilla. Con el patrocinio de Consejería de Educación y Universidades Pedidos y suscripciones: Real Academia Alfonso X el Sabio Plz. Preciosa s/n. Ed. Museo Arqueológico. 30008 Aptdo. Correos, 4347. 30080 Murcia ISSN: 0213-0939. Depósito Legal: MU-16-1958 Impreso en Tipografía San Francisco, S.A. C/. S. Nicolás, 31. 30005 Murcia SUMARIO Susana Martínez Rodríguez - Vicente Montojo Montojo. Presentación.. 9 José Francisco Arribas Álvarez. La estrella el origen murciano de la filial española de Generali Seguros............................................... 13 Miguel José Deyá Bauzá. Redes y estrategias de colaboración entre mercaderes del Reino de Mallorca (C. 1580-1630)...................... 25 Gabriel García Rosauro. Un pequeño exportador de Beniaján en el siglo XX.......................................................................................... 43 Miguel A. López-Morell y Miguel A. Pérez de Perceval Verde. Empresas y empresarios en la minería murciana contemporánea................ 51 Susana Martínez-Rodríguez. Precedentes de la sociedad de responsabilidad limitada en España (1869-1885)....................................... 79 Vicente Montojo Montojo. Fuentes para la historia del comercio de Cartagena en los años 1865-1936................................................. 97 Gonzalo Wandosell Fernández de Bobadilla. Un ejemplo de industrialización en Murcia en el siglo XIX: Alejandro Delgado y Cía, sociedad en comandita................................................................... 119 Esta Murgetana1 recoge siete artículos que tienen como motivo el dar a conocer la evolución de las sociedades mercantiles en España y, más en concreto, en la Región de Murcia. La cronología compartida abraza la efeméride de la llegada del ferrocarril en 1865 (si bien en Murcia la inauguración fue en 1862), que significó el inicio de fase de desarrollo económico en la región. La mayor parte de los trabajos (cinco) se centra en diversos aspectos de la evolución económica de la Región entre los siglos XIX y XX, ya en la trayectoria minera, las sociedades mercantiles o de entidades concretas. Además un estudio tiene su ámbito geográfico en Mallorca, lugar de origen del conservero Juan Esteva que se instaló en Alcantarilla en las postrimerías del Diecinueve. Una última contribución enmarca la evolución de la legislación societaria en España para la etapa 1868-1885, con la aprobación del nuevo código de comercio. Esta publicación se realiza en el marco del proyecto de investigación Evolución de las Sociedades Mercantiles en España 1886-1936 (Proyecto 15147/PHCS/10) financiado por la Fundación Séneca a través del programa de Ayudas para la realización de proyectos de investigación en Humanidades y Ciencias Sociales (convocatoria de 2010). Agradecemos el apoyo económico recibido de la Fundación Séneca. A continuación describimos brevemente las líneas directrices de cada una de las contribuciones. La primera contribución, realizada por Vicente Montojo, analiza las fuentes para la historia del comercio en Cartagena para la cronología 1865-1936. La actividad portuaria y comercial de Cartagena fue grande a finales del siglo XIX. Cartagena 1 En esta publicación ha colaborado en la financianciación la Fundación Séneca - Agencia de Ciencia y Tecnología de la Región de Murcia (Proyecto 15147/PHCS/10: «Evolución de las Sociedades Mercantiles en España (1869-1936)») 10 Susana Martínez-Rodríguez - Vicente Montojo Montojo contaba entonces con una población en crecimiento, que a partir de la primera década del XX superó cuantitativamente a la de Murcia, con una gran demanda de trabajo en torno a actividades comerciales e industriales: la exportación de mineral y su transformación industrial, la industria del vidrio, o a la del esparto. No obstante, el puerto fue la principal fuente de riqueza para el comercio cartagenero, al tiempo que redundó en grandes beneficios para el resto de la población. Todas estas actividades fueron organizadas en gran medida mediante compañía o sociedad mercantil: colectiva o comanditaria, muy pocas anónimas o de acciones. Muchos de los implicados en las sociedades descendían de catalanes, más unos pocos alemanes, franceses e ingleses que actuaron como socios comerciantes e industriales. Otro aspecto a considerar son los lazos familiares entre los miembros de las sociedades. Miguel A. López-Morell y Miguel A. Pérez de Perceval Verde realizan una revisión de empresas y empresarios en la minería murciana contemporánea. Cronológicamente la minería murciana contemporánea comienza en 1840, con la extracción a gran escala de los minerales de la sierra de Cartagena-La Unión y concluye, de algún modo, con el cierre de las labores en la misma sierra al comienzo de la década de 1990. Durante ese periodo se va a formar un empresariado minero, con unas características especiales, al calor de las posibilidades que ofrecía este negocio. Destaca la gran dispersión del laboreo, en una multitud de empresas propietarias y arrendatarias. Paulatinamente se va a producir un proceso de concentración y de introducción de sociedades extranjeras. El estudio de José Francisco Arribas analiza el origen murciano de la filial española de Generali Seguros. La historia de la sociedad está construida a partir de la información contenida en los libros de inscripciones del Registro Mercantil de Madrid. La Estrella, que si bien tuvo una efímera historia en Murcia, fue una inequívoca muestra del proyecto de expansión territorial de burgueses asturianos por el sureste español, teniendo uno de sus centros en Cartagena, su expansión económica de principios del XX, y sus minas. Los intereses de los socios no se pararon en Cartagena, sino que extendiendo más allá éstos, cruzaron el Mar Mediterráneo hasta el norte de Marruecos y sus minas del Rif, constituyendo la Compañía Española de Minas del Rif el 21 de julio de 1908 en Madrid, coincidiendo sorprendentemente en el tiempo y en el lugar con el traslado de la sociedad. Gonzalo Wandosell estudia la historia de una sociedad en comandita concreta, Alejandro Delgado y Cía, a modo de ejemplo de industrialización en la Región de Murcia. Y es que la economía murciana de la segunda mitad del siglo XIX tuvo un gran desarrollo, impulsado por el crecimiento de la demanda internacional, y caracterizado por la modernización tecnológica de las sociedades mercantiles creadas para aprovechar oportunidades empresariales, y verdaderas protagonistas de ese desarrollo. Uno de los sectores con mayor crecimiento fue el agroalimentario y sus empresas auxiliares, sobre todo, las fábricas de embalajes de madera para la exportación, y aunque la mayoría de las grandes firmas conserveras fabricaban sus propios envases, hubo empresas independientes, como la sociedad comanditaria Alejandro Delgado y Cia., que tuvo un constante desarrollo desde su nacimiento en 1887. Presentación 11 Otro estudio de caso lo aporta Gabriel García Rosauro que ha investigado la experiencia exportadora de Santiago Sánchez Martínez, quien se enfrentará a la compañía inglesa Isaac Sons Limited. El negocio de la exportación en la Murcia de los años veinte y treinta del pasado siglo se sustentaba en dos productos estrella: los cítricos y el pimentón. En el caso de los primeros, este comercio se sustentará gracias a una demanda creciente de los países del norte de Europa que fomentó a su vez un auge de los monocultivos de cítricos. Esta relación llevará aparejada tensiones entre los distintos actores así como prácticas comerciales propias, algunas de ellas muy curiosas. El artículo de Miguel José Deyá analiza las redes y estrategias colaborativas entre mercaderes del Reino de Mallorca a finales del XVI y principios del XVII. Durante el periodo de tiempo indicado en el título mercaderes y otros agentes económicos mallorquines establecieron pactos con homólogos insulares y de otros lugares para desarrollar actividades mercantiles. Los ejemplos que estudia confirman la importancia del flujo Mallorca-Cerdeña para el período, así como la importancia de las relaciones económicas entre Mallorca y Valencia. Como en las compañías legalmente constituidas cabe insistir en las relaciones entre mercaderes, ya que en ambas los lazos familiares, de paisanaje o de amistad juegan un importante papel. El estudio que cierra el monográfico, realizado por Susana Martínez-Rodríguez, analiza la legislación societaria española del ultimo tercio del siglo XIX, una etapa convulsa políticamente, dominada por el credo liberal. El artículo, que hace referencias amplias a toda la legislación mercantil, se centra en los precedentes de las sociedades de responsabilidad limitada en España combinando el análisis histórico y legal. Si bien España carece de una ley propia para esta figura societaria hasta la segunda mitad del siglo XX, ya a mediados del XIX existe conocimiento de la misma, fruto de la circulación internacional de las ideas económicas y legales. El estudio además reflexiona desde una perspectiva general sobre los mecanismos que permiten introducir innovaciones jurídico-mercantiles en un país con un régimen de derecho civil. Se alternan a propósito artículos más centrados en una comunicación narrativa y amena con otros de carácter más analítico y estadístico, con el fin de procurar un mayor atractivo al lector. La finalidad última de este monográfico es reflexionar sobre el desarrollo del contexto societario en la Región de Murcia en una etapa clave para la modernización económica y social. Nuevamente agradecemos la financiación recibida de la fundación Sénea a través del programa de Ayudas para la realización de proyectos de investigación en Humanidades y Ciencias Sociales (convocatoria de 2010), que ha financiado el Proyecto «Evolución de las Sociedades Mercantiles en España 1886-1936» (Proyecto 15147/PHCS/10). Susana Martínez-Rodríguez Vicente Montojo Montojo MVRGETANA. ISSN: 0213-0939. Número 134, Año LXVII, 2016. Pág. 13-24. LA ESTRELLA EL ORIGEN MURCIANO DE LA FILIAL ESPAÑOLA DE GENERALI SEGUROS JOSÉ FRANCISCO ARRIBAS ÁLVAREZ Licenciado en Historia Oficial Jefe Recursos Humanos en el Registro Mercantil de Madrid Resumen: Esta es una pequeña historia, construida sobre dos coordenadas básicas. La primera es: la potencialidad de los libros de inscripciones del Registro Mercantil de Madrid como fuente para el estudio de la Historia; la segunda: encontrar en dichos libros alguna empresa relacionada con Murcia. Es La Estrella, de efímera historia en Murcia, pero inequívoca muestra de la expansión territorial de burgueses asturianos por el sudeste español. Su final como filial en España de la multinacional italiana de seguros Assicurazioni Generali será otra historia. Palabras clave: Historia financiera, compañía aseguradora, Registro Mercantil Abstract: This is a story built on two key points. The first is the potential of the registration books of Business Register of Madrid, as a source for the study of history. The second is to link those books with the business history of Murcia. La Estrella is an example of the territorial expansion of an Asturian bourgeois family towards the Southeast of Spain, particularly in Murcia. This insurance company will become in a branch of the Italian multinational firm Assicurazioni Generali. Key Works: Financial History, insurance history, business register 14 José Francisco Arribas Álvarez Esta historia podría haber empezado en Trieste, ciudad del Imperio Austríaco, el 26 de diciembre de 1831, fecha en la que bajo el nombre de Imperial Regia Privilegiata Compagnia di Assicurazioni Generali Austro-Italiche, se funda una compañía de seguros. Dicha compañía está presente en España desde 1834, según señalan ellos en su página web. Está documentada registralmente su presencia en Madrid, desde el 6 de julio de 1906, en virtud de la inscripción de una apertura de sucursal. A través de esta sucursal, incorporan paulatinamente diversas compañías españolas de seguros, como Hermes o La Mundial. Pero en 1998, el 24 de junio es dicha sucursal la que es integrada en otra sociedad española, de nombre La Estrella, que es controlada por la sociedad matriz, austríaca en el momento de su fundación e italiana desde el final de la Primera Guerra Mundial ya que la ciudad de Trieste pasó a ser parte de este Estado, por otro lado inexistente en el momento de la creación de Generali. En 2010, La Estrella pasa a ser la filial de Generali en España. Pero esto es el final. Así pues, la historia ha de continuar, o mejor volver a comenzar bajo otros derroteros, y porqué no sobre lo publicado en la Gaceta número 289 de 16 de Octubre de 1885. El nuevo y flamante Código de Comercio, publicado en ella, en su Libro II titulado: De los contratos especiales del comercio y en su título primero, referido a las compañías mercantiles, señala en su Sección Primera, sobre la constitución de las compañías y de sus clases, en su artículo 116, que: El contrato de compañía, por el cual dos o más personas se obligan a poner en fondo común bienes, industria o alguna de estas cosas para obtener lucro, será mercantil, cualquiera que fuese su clase, siempre que se haya constituido con arreglo a las disposiciones de este Código. Una vez constituida la compañía mercantil, tendrá personalidad jurídica en todos sus actos y contratos. Probablemente en ello estaban pensando un casi veraniego día de comienzos del siglo XX, exactamente el 7 de junio de 1901, cuando se citan en el notario de Cartagena, Román Rodríguez Arango Méndez Castrillón,1 varios personajes destacados de la ciudad. El motivo no era otro que otorgar la escritura de constitución de la sociedad mercantil anónima de nombre La Estrella. Precisamente, ese año nace en ciudad, que ya superaba los cien mil habitantes en el término municipal, y más de cuarenta mil en la ciudad propiamente dicha, esto es intramuros, considerada entonces la novena de España, un conocido cartagenero del siglo XX, Ramón Serrano Suñer, político y abogado, que llegó a ser ministro de los primeros gobiernos de Francisco Franco, en las carteras de Interior, Gobernación y Asuntos Exteriores, resaltando su labor diplomática durante las negociaciones con Es de resaltar, que el notario al que acudieron, era también asturiano, y como dato anecdótico, señalaré, que fue el primer vecino que registró un coche en el Gobierno Civil de Oviedo. Su nombre, era Román Rodríguez-Arango Méndez-Castrillón. Fue en 1914 y le correspondió la matricula O- 274. El coche era un S.C.A.R. de 15 CV. Hasta 1920 no volverá a matricularse otro, y lo hará el mismo señor con un Ford matricula O-714. 1 La Estrella, el origen murciano de la filial española de Generali Seguros 15 el gobierno alemán que culminaron con la Entrevista de Hendaya, la fundación de la ONCE y de la Agencia Efe. El ser cuñado de Carmen Polo, esposa de Francisco Franco Bahamonde, le valió el apodo de el cuñadísimo. Pero volviendo a la ciudad de la cita en el despacho del notario, es preciso señalar que, la pérdida de las últimas colonias tuvo notable incidencia en Cartagena, por la necesidad de reconstruir la perdida flota marítima. Más importante aún, quizá fue el resurgimiento de la minería en la sierra cercana y el enriquecimiento que tuvo lugar. Estos hechos ocasionaron: La construcción de numerosas edificaciones de estilo modernista. Esta proliferación de edificios de este estilo, sitúan a Cartagena entre las principales ciudades de España en este tipo de arquitectura.2 La creación de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Cartagena, una de las precursoras de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, que está integrada actualmente en Banco Sabadell. La creación del Banco de Cartagena (inscrito en el Registro Mercantil de Madrid, en la hoja número 3.068) el 23 de marzo de 1900, con diez millones de pesetas como capital inicial, representadas en 20.000 acciones de 500 ptas. cada una.3 El Banco creció rápidamente y tuvo numerosas sucursales. En 1908 absorbió al Banco de Andalucía. Incluso se barajó la posibilidad de establecer en la ciudad un Bolsín Oficial para facilitar las operaciones crediticias y la transmisión de acciones.4 De estos edificios destacan muy especialmente los construidos por el arquitecto Víctor Beltri, (Gran Hotel, Palacio de Aguirre, sede del Museo Regional de Arte Moderno, Casa Maestre, Casa Llagostera, Palacio Consistorial (Ayuntamiento), Casino y Casa Cervantes). También dignas de ser reseñadas, son la Casa Clarés, el Palacio Pedreño, la Casa Dorda o Casa Zapata, y la Estación de Ferrocarril. 2 Los socios del Banco de Cartagena SA fueron: Luis Vereterra y Estrada famoso jurisconsulto y escritor que, si bien nacido en Madrid en 1852, siendo aún un niño se trasladó a Oviedo. En la capital asturiana cursó el Bachillerato en Artes y seguidamente pasó a la Universidad, obteniendo la licenciatura en Derecho el 20 de junio de 1872. En Oviedo ejerció la abogacía. Fue miembro de número y secretario de la Academia de Bellas Artes de San Salvador de Oviedo, y Comisario Regio del Consejo Provincial de Agricultura, Industria y Comercio, del que más tarde fue Presidente. Asimismo, desempeñó el cargo de jefe provincial de Fomento. Estaba en posesión de la Gran Cruz de Isabel la Católica), con un 64,5% del capital. Son accionistas minoritarios el Banco de Gijón con un 5% del capital. Con idéntico porcentaje tenemos al Banco Asturiano de Industria y Comercio. Algo menos sin poder precisar cuánto, poseía el Banco Mercantil de Santander. Otros accionistas minoritarios, fueron los hermanos Gonzalo y Álvaro Figueroa y Torres, el primero I Conde de Mejorada del Campo, I Duque de las Torres y VII Marqués de Villamejor (1861-1921) y Presidente de la entidad y el segundo I Conde de Romanones (nacido en Madrid, el 9 de agosto de 1863 y muerto en la misma ciudad, el 11 de septiembre de 1950. Fue Alcalde de Madrid, Presidente del Senado, Presidente del Congreso de los Diputados, varias veces ministro y tres veces Presidente del Consejo de Ministros durante el reinado de Alfonso XIII. Formó parte del Partido Liberal). 3 4 En 1923, el Banco se integró en el Banco Internacional de la Industria y el Comercio SA (inscrito en la hoja 4.986 del Registro Mercantil de Madrid), éste fue absorbido en 1943 por el Banco Central –el origen quizá de que la sociedad La Estrella acabe en manos de este banco, si bien eso es otra historia-, el cual ahora está integrado en el Banco Santander. Desarrolló en Andalucía, una de 16 José Francisco Arribas Álvarez Centrémonos algo más en el socio de referencia de nuestra compañía de seguros. Como se ha señalado, el Banco de Cartagena fue una creación del capitalismo asturiano, en concreto de esa burguesía regional que de alguna manera lideró el financiero e industrial José Tartiere Lenegre,5 que además, conjuntamente con las demás familias asturianas promovieron en 1899 el Banco Asturiano de Industria y Comercio, y pusieron en marcha un año más tarde una operación de expansión por el Sur y el Levante, con la fundación de los Bancos de Andalucía, de Valencia y de Cartagena. La entidad bancaria cartagenera se crea para facilitar la exportación de minerales de la cercana zona de La Unión y del sudeste de Andalucía; siendo uno de sus impulsores D. Álvaro de Figueroa y Torres, I Conde de Romanones. Como director gerente fue nombrado D. Vicente Elvira y Menéndez, y el director de la oficina principal en Cartagena D. Joaquín Payá, que era el representante político y económico del conde de Romanones. El Sr. Payá había sido anteriormente embajador de España en Shanghái, y afincado en Cartagena recorre Andalucía y Marruecos, donde gracias a su brillante gestión extiende los negocios de esta nueva entidad cambiaria. El arquitecto Tomas Rico Valarino, proyectó en 1903 la sede del Banco de Cartagena en la plaza de Valarino-Togores, actual plaza de San Francisco. Desde su inicio, intervino el banco en la creación de la entidad aseguradora cartagenera las primeras redes de la banca privada (excluyendo al Banco de España). Fue pues pionero en dicha región en una de las estrategias de expansión que utilizarían posteriormente los bancos madrileños y bilbaínos. En 1920 traslada la sede de Cartagena a Madrid, a la Carrera de San Jerónimo núm. 46, y toman el control los belgas de la Societé Generale de Banque por l’Etranger y la Banca Marsans. Acaba pues la consideración de Cartagena como centro de toma de decisiones. Aunque sea extendernos creo interesante reseñar la biografía de este personaje, modelo del burgués español de la Restauración. Nacido en Bilbao el 21 de noviembre de 1848, de ascendencia francesa, murió en Lugones, Siero, Principado de Asturias, el 18 de abril de 1927. Estudió Ingeniería Industrial en Barcelona y en 1875 se traslada a Asturias, fundando la sociedad anónima Santa Bárbara en 1880, para producir pólvora. Participa en la Guerra de Cuba, y tras su participación en ella, entra a formar parte de la Unión Española de Explosivos, que trataba de unificar todas las empresas del sector para intentar evitar la competencia entre ellas. Tras quince años de trabajos en la Sociedad Anónima Santa Bárbara, José Tartiere, junto con Policarpo Herrero y Hemógenes González Oliveros, entre otros inversores, inicia un nuevo proyecto industrial, la Sociedad Industrial Asturiana Santa Bárbara, en cuyos estatutos se establecía como objeto social la adquisición y explotación de ferrocarriles y minas, el establecimiento o compra de fábricas y talleres, adquirir obligaciones o acciones de bancos y sociedades. Abre el abanico de sus intereses al abastecimiento de agua, electricidad y gas, a través de la Sociedad Popular Ovetense en 1898. Y para tratar de ayudar al desarrollo de sus empresas, da el salto definitivo con la fundación de una entidad bancaria en 1899, Banco Asturiano de Industria y Comercio, en Oviedo, contando con la ayuda de sus colaboradores habituales. Como parte de su trabajo en el abastecimiento de agua, en 1912 se le encargó realizar las obras pertinentes para el aprovechamiento de las aguas de los lagos de Somiedo para la obtención de energía eléctrica, para lo que contó con la ayuda de otras sociedades como la Sociedad Popular Ovetense y la Compañía Popular de Gas y Electricidad de Gijón, con las que formó en 1920 una nueva sociedad anónima, la llamada Hidroeléctrica del Cantábrico-Saltos de Agua de Somiedo. Diversificó todavía más su campo de acción, acercándose incluso al mundo de la prensa, fundando en 1923 el periódico La Voz de Asturias. Recibió reconocimiento de su labor como gran empresario y emprendedor tanto por parte del gobierno español, ya que en 1921 el rey Alfonso XIII le concedió el título de I conde de Santa Bárbara de Lugones, como por parte del gobierno de Francia, el cual, tres años después de su fallecimiento le concedió la Legión de Honor. 5 La Estrella, el origen murciano de la filial española de Generali Seguros 17 La Estrella, siendo su sede la oficina bancaria. En el año 1919 su capital social asciende a 20 millones de pesetas, gracias a la creación de 20.000 nuevas acciones de 500 pesetas., de las cuales 5.000 fueron adquiridas por la firma Banque Belge pour l’Etranger. En aquel momento Cartagena manifestaba su pujanza mercantil e industrial en España. La bonanza del banco se demostraba en el reparto de dividendos: el 4% en 1916 y 1917; 5% en 1918, 5,5% en 1919, 6,5% en 1920, 6% en 1921 y el 4% en 1922. En este año es el séptimo de España por número de sucursales. Además otro hecho a reseñar es que la entidad cartagenera fuera pionera al disponer en Sevilla (en Andalucía y seguramente de las primeras de España) de dos oficinas del mismo banco en la misma plaza. Como consejeros en Andalucía tuvo a los sevillanos Cayetano Luca de Tena, Federico Amores y Pedro Rodríguez de la Borbolla, nombres conocidos si bien alejados del interés de este artículo. En 1922, antes de disolverse en 1923, el 30 de noviembre era el séptimo banco español por número de sucursales, y ya tenía desembolsadas 1.240.000 pesetas de los 5.000.000 de pesetas suscritos en la constitución. Observamos un escaso desembolso para los más de veinte años transcurridos desde su constitución. La liquidación el 20 de febrero de 1936, con unas pérdidas reconocidas de 25.000.000 de pesetas, explicita la realidad vivida en sus años de existencia. En esta Cartagena de principios de siglo conviene hacer una parada y señalar que, tanto las líneas anteriores como las siguientes, responden al objetivo de relacionar la región de Murcia y en especial su mundo empresarial, con lo ocurrido en el resto de España a través de Madrid, a ser posible. Y ello, además utilizando los libros del Registro Mercantil, nuevamente como base y pista para la búsqueda de realidades empresariales y empresarios. Es por ello que la sociedad mercantil anónima La Estrella, dedicada a los seguros, nos sirve de plataforma perfecta para nuestro objetivo. Se crea en Cartagena (Murcia) como una manifestación más de capitalistas asturianos expandiéndose por todo el sureste peninsular, pero la aventura no se perpetúa con centro en Murcia por muchos años, y rápidamente se trasladan a Madrid, siendo utilizada, como hemos señalado al principio, la sociedad de seguros como empresa del grupo de seguros Generali en España. Este hecho se produce muchísimos años después y nadie en aquellos primeros años del siglo XX hubiera sido capaz de imaginar que se fuera a producir. Así que, no vamos a dejar de contar la exigua existencia murciana de La Estrella, ni biografiar someramente a algunos de los protagonistas encontrados, en el firme convencimiento de volver a mostrar el interés de una fuente para la historia como son los Libros de Inscripciones de los Registros Mercantiles. Volvamos a la notaría. Obtenida la copia de la escritura los otorgantes no la presentan a inscripción hasta 7 años después, y en el Registro Mercantil de Madrid en que se inscribe el 5 de diciembre de 1907 en la hoja número 2.259. Sorprendente. No sabemos si intuían escaso recorrido en su intento de establecer una plataforma de 18 José Francisco Arribas Álvarez inversión para el sudeste español, desde la Región de Murcia y con sede en Cartagena. O simplemente fue consecuencia de tardanza u olvido en el cumplimiento de sus obligaciones legales. Para el caso es lo mismo. Lo que nos interesa documentar en esta pequeña historia con final largo y porqué no feliz, es que con la documentación inscrita referida al período en que el domicilio se mantiene en Cartagena, podemos elaborar el siguiente relato de los hechos: 1.- Primero En la inscripción primera de la hoja asignada a la sociedad en el Registro Mercantil de Madrid, con el número 2.259 aparece transcrita parcialmente la copia de la escritura de constitución. Destaco de ella, en primer lugar, los señores que acuden al notario y que son los que otorgan la escritura. Joaquín Payá López (de Amezola), que es el director del Banco de Cartagena en el momento del otorgamiento de la escritura en 1901. Nacido el 25 de noviembre de 1872, en Bilbao, Vizcaya, en 1890, publica en Cartagena una serie de poesías. Más tarde marcha a Madrid e Italia donde estudió Derecho y Filosofía y Letras. Se casa con Mercedes Navarro y se le destina como diplomático a la embajada de España en Shangai. Tras la pérdida de Filipinas regresa a Murcia y comienza a trabajar como apoderado en el Banco de Cartagena. Participa en la expansión del banco por toda la región murciana e incluso Sevilla y Melilla. En su vertiente política es elegido diputado en dos ocasiones por el partido Liberal. La primera en las elecciones de 8 de mayo de 1910 de la legislatura 1910/1911, por el distrito de Cieza, circunscripción de Murcia, obteniendo la friolera de 9.035 votos de los 11.084 votantes que ejercen su derecho de los potenciales 13.218 electores. Jura su cargo el 30 de junio de 1910. La segunda en la legislatura de 1914/1915, en las elecciones de de 8 de marzo de 1914. En este caso por el distrito de Cartagena, también de la circunscripción de Murcia. Obtiene esta vez solamente 13.931 votos de los 52.857 electores potenciales. Jura su cargo el 29 de abril de 1914. Su paso por la política le hizo, según se dice trabar amistad o al menos relaciones con personajes tan conocidos del momento como Melquíades Álvarez, Santiago Alba o Sánchez Guerra. Pero su perfil más destacado ha de ser necesariamente el empresarial, ligado tanto a la empresa Eléctrica del Segura, que tuvo un destacado protagonismo en la electrificación de la región de Murcia. O, la empresa de conservas Triptolemos, o la dedicada a la explotación de las minas de hierro de Cehegín. Falleció en 1958, en Murcia, a los 86 años. Hilarión de Aguirre Aurich, natural de Cartagena, propietario, con destacada presencia social y económica en Cartagena. Así, en 1903, en unión de otros propietarios de minas en Cartagena y La Unión -que como sabemos se había instituido en La Estrella, el origen murciano de la filial española de Generali Seguros 19 municipio independiente del de Cartagena en 1860- forma un Sindicato de propietarios para gestionar el obligatorio desagüe para sus minas, que el gobierno de la nación obliga a construir. Nuestro personaje es elegido secretario general de dicho sindicato.6 Sabemos por el Archivo General de la Región de Murcia, que cursó estudios de Bachillerato de Arte entre 1873 y 1879, tanto en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza Alfonso X el Sabio de Murcia, como en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Alicante y en el Instituto de Noviciado de Madrid.7 Francisco Martínez Hernández, otro propietario del que no he podido localizar reseña alguna que nos permita, siquiera situarle económica, social, cultural o políticamente en Murcia en aquellos primeros años del siglo XX. Mariano Sanz Zabala, calificado como comerciante en la escritura de constitución, es conocido especialmente por ser alcalde de Cartagena en el momento del otorgamiento de la mencionada escritura de constitución de la sociedad, La Estrella. Últimamente ha sido noticia por la decisión adoptada por su bisnieto, Adolfo Sanz, de ceder al Ayuntamiento de Cartagena el retrato que de su bisabuelo poseía la familia, pintado por el artista cartagenero Vicente Ros, al conocer que dicho ayuntamiento no poseía ningún retrato de su familiar. Este alcalde, que lo fue de 1899 a 1901, tiene en su haber el haberse iniciado durante su mandato las obras de dos importantes edificios, quizá porque el mismo coincide con un período de expansión económica en la ciudad. El primero es por supuesto el Palacio Consistorial.8 Derribado el edificio antiguo del ayuntamiento en 1893, se decidió construir el nuevo en el mismo solar. Se encomendó su construcción al arquitecto municipal, Tomás Rico Valarino, colocándose la primera piedra el 7 de marzo de 1900, en un acto presidido por nuestro protagonista en su condición de alcalde.9 Se inauguró en 1907, coincidiendo con la 6 Así consta en la interesante obra de Pedro María Egea Bruno, El distrito minero de Cartagena en torno a la Primera Guerra Mundial (1909-1923). Su casa en Cartagena, un edificio en la calle Ignacio García 10, fue proyectada para él y su familiar Manuel Aguirre, y es de un estilo ecléctico en la línea de otros edificios de la ciudad, sin presentar novedad digna de resaltar sobre la tradición isabelina de compartimentar la fachada con fajeados y neo-cuadros, según aparece documentado en la obra de Javier Pérez Rojas, Cartagena 1874-1836 (transformación urbana y arquitectura). 7 8 Se trata de un edificio de planta triangular. En su interior destaca la gran escalera imperial. Son reseñables las obras de fundición como columnas y lámparas y la colección de cuadros de personajes ilustres de la ciudad desde el siglo XVIII, y entre ellos el recuperado últimamente del Alcalde aquí biografiado. No obstante, debido a su construcción sobre terrenos inestables ganados al mar, y a un deficiente sistema de cimentación, el edificio comenzó a sufrir importantes daños estructurales que lo llevaron un progresivo proceso de ruina, por lo que en 1995 se cerró el edificio y se acometieron obras de restauración. En 2006 terminan estas obras de restauración y consolidación, y en la actualidad el edificio vuelve a lucir con el esplendor con el que fue inaugurado hace cien años. El edificio tuvo un coste de 1.780.437, 37 pesetas. Puede servir de comparación que apenas 7 años después la edificación del edificio del Hotel Ritz en Madrid, con todos los equipamientos necesarios para su funcionamiento, incluyendo el precio del solar, que fueron algo más de millón y media de pesetas, que en el caso del Palacio Consistorial de Cartagena, el solar ya era propiedad municipal, ascendió en números redondos a cinco millones de pesetas. Se nos antoja si descontamos del precio del Hotel Ritz 9 20 José Francisco Arribas Álvarez visita Cartagena del rey Alfonso XIII acompañado del rey Eduardo VII de Inglaterra para la firma de los Acuerdos mediterráneos de 16 de mayo de 1907, que se conocen como Declaraciones de Cartagena.10 El segundo son las Escuelas Graduadas de Cartagena. Se coloca la primera piedra, el 9 de diciembre de 1900, en un acto presidido por García Alix, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, siendo Alcalde de Cartagena Mariano Sanz Zabala. Ubicadas en la calle Gisbert, de Cartagena, tienen el honor de ser las primeras escuelas graduadas de España. Estas escuelas serán el origen de los actuales centros de enseñanza. La iniciativa para construir este tipo de escuelas había partido en 1887 de un maestro (Enrique Martínez Muñoz, sumándose también Félix Martí Alpera). En el haber de nuestro personaje fundador de la compañía La Estrella, se encuentra el interés por esta innovación pedagógica. Encargó al citado arquitecto municipal Tomás Rico el proyecto del edificio, que abrió sus puertas en 1903.11 Para seguir profundizando en el personaje, es necesario mencionar con el único objetivo de resaltar su anclaje en la sociedad cartagenera del momento, la sentencia número 76/1898 del Tribunal Supremo Sala 1ª, de lo Civil, de fecha 17 de Febrero de 1898. Es destacable, aunque en ella nuestro protagonista solo es el representante de su esposa, Cándida Cabo y Lagorio en un complicado pleito emprendido por herencia en 1885 en Cartagena. El monto de la herencia en litigio se evalúa en la cifra de 300.000 pesetas en una peritación muy baja, como reconocen en el propio documento judicial. Para bien de nuestro protagonista su esposa resulta favorecida en la sentencia. Solo a modo comparativo destaquemos que construir el palacio consistorial veinte años después de iniciado el pleito no llegó a costar más de seis veces de lo peritado muy a la baja en el litigio, veinte años antes Si bien la esposa de Mariano Sanz hubo de compartir lo heredado con sus dos hermanas debió de ser una noticia recibida con alegría por el alcalde. La sentencia del Supremo, llego tres años antes de la constitución de la sociedad y uno antes de su elección como alcalde de Cartagena. Vicente Serrat Andreu es el otro comerciante de los comparecientes al otorgamiento de la escritura de constitución. Alcalde de Cartagena como Mariano Sanz, el solar y los equipamientos, elevado o desproporcionado el precio del palacio Consistorial del ayuntamiento de Cartagena, toda vez teniendo además en cuenta el mayor tamaño del edificio madrileño. 10 La visita de Eduardo VII a su sobrino político estaba programada para los primeros días de abril, en las aguas del puerto de Cartagena. El monarca inglés hubiera querido que fuese en Madrid; pero los miembros de su Gabinete se opusieron, debido a la experiencia del atentado del terrorista Mateo Morral contra la vida del Alfonso XIII el día de su boda, el 31 de mayo del año anterior. Así aparece reseñado en la obra Las «Declaraciones de Cartagena» (1907): Significación en la política exterior de España y repercusiones internacionales Enrique Rosas Ledezma. Es una construcción vertebrada por tres ejes, y en el central se eleva un piso culminado con un frontón con un emblema alegórico. Fueron descritas como poseedoras de dependencias grandes, ventiladas, y luminosas. En el edificio se organizaron dos Escuelas Graduadas, con cuatro aulas cada una. Ambas ramas tenían los mismos programas y el mismo concepto de educación integral. Tras su rehabilitación, fue reabierto el edificio en 1995 como centro de usos sociales y culturales. 11 La Estrella, el origen murciano de la filial española de Generali Seguros 21 pero de 1913 a 1914, no he podido localizar reseña alguna que nos permita situarle económica, social o culturalmente en Murcia en aquellos primeros años del siglo XX, salvo su cargo de alcalde de la ciudad de Cartagena. Sin poder haber establecido la conexión en la actualidad existe con este nombre en Cartagena una sociedad de responsabilidad limitada que se dedica a ser consignataria de buques. Como sabemos el consignatario es un agente o intermediario independiente que actúa en nombre y por cuenta del propietario de un buque en los puertos y ejecuta las fases terrestres del transporte marítimo, entregando y recibiendo la carga. Si esta empresa es continuadora de nuestro personaje, es perfectamente lógico que entrara en el capital de una empresa dedicada a todas las operaciones de los seguros, tanto marítimos como terrestres. Pero es algo que está por comprobar. A continuación, y en segundo lugar, me referiré a los aspectos fundamentales de la sociedad constituida, que figuran en esta primera inscripción de la hoja registral, y que son los siguientes: Es una sociedad de forma social anónima. En aquellos años, como formas sociales básicas, los emprendedores tenía a su disposición la sociedad regular colectiva, la sociedad comanditaria y la sociedad anónima. Eligen esta última, derivada de ser la que mejor se adecúa a los objetivos buscados. Es una sociedad cuyo objeto social, son todas las operaciones de seguro, tanto marítimos como terrestres, mercaderías, transportes, seguros de vida, accidentes y del trabajo. Es una sociedad que en principio tendrá una duración de treinta años, prorrogables por otro plazo igual. Es una sociedad cuyo domicilio social será el del Banco de Cartagena, que está en Cartagena, al parecer en la plaza de Valarino Togores en el número 25, actual plaza de San Francisco. Es una sociedad cuyo capital social será de diez millones de pesetas. Está dividido en dos series de cinco millones de pesetas cada una. Cada serie está dividida en veinte mil acciones de doscientas cincuenta pesetas cada una. Estas acciones se denominarán adhesiones o participaciones. La sociedad se dará por plenamente constituida, una vez que se hubiesen suscrito (cubierta la suscripción) de los cinco millones de pesetas que corresponden a la primera serie. Importante es señalar que los accionistas no tenían obligación de efectuar el desembolso en metálico del importe que representan las acciones o adhesiones que hayan suscrito o sean poseedores. ¿Cómo se interpreta esto? La propia inscripción lo explica de la siguiente manera: las obligaciones de los accionistas o adheridos serán las siguientes: la primera obligación hacer entrega en la caja de garantías que establezca la sociedad y dentro del plazo que señale la administración de valores mobiliarios y metales preciosos que por sus condiciones sean admisibles a juicio de la administración, siempre y cuando la suma de lo entregado cubra al menos el ochenta por ciento del importe de las acciones que el accionista represente; la segunda obligación es mantener en toda su extensión la garantía entregada en tanto en cuanto sea accionista de la sociedad, 22 José Francisco Arribas Álvarez completándola en su caso si ésta sufre depreciación o disminución de su valor original, de tal forma que la garantía entregada siempre ha de cumplir con la norma de que su valor siempre sea al menos el ochenta por ciento del importe nominal de las participaciones poseídas por el accionista; la tercera obligación se refiere a la entrega en metálico en la caja social en los plazos que señale la administración para cubrir responsabilidades de siniestros u otras que sean de su incumbencia. Lógicamente estas aportaciones extras tienen un límite, que es doble, el primero no exceder cada vez del cinco por ciento del valor nominal de las acciones suscritas, y el segundo que el conjunto de todas ellas durante el período social no podrá ser superior al valor nominal total de las acciones suscritas. Es importante señalar que las garantías depositadas en la caja de garantías, reseñadas en las obligaciones indicadas en primer y segundo lugar, continúan siendo de la exclusiva propiedad del accionista depositante, teniendo sobre ellas la sociedad un primer privilegio de preferente cobro por el importe total del valor nominal de las acciones o adhesiones a que éstas afecten. Sin embargo la responsabilidad de los efectos dados en garantía quedará reducida cuando con cargo a las acciones se hubieren hecho entregas en metálico, pudiendo disponer el accionista del exceso de su garantía. Los cinco millones de pesetas que constituyeron la primera serie de acciones que se pusieron en circulación la suscribieron los señores: Joaquín Payá López (de Amezola), Hilarión de Aguirre Aurich, Francisco Martínez Hernández, Mariano Sanz Zabala y Vicente Serrat Andreu. Lamentablemente no se señala en la inscripción registral la proporción de esta suscripción, ni los bienes entregados en depósito, carencia esta que quizá pueda ser solucionada consultando la escritura que originó dicha inscripción, del mencionado notario Román Rodríguez Arango. Es una sociedad que será regida, gobernada y administrada por: 1. la Junta General de Accionistas, 2. cuatro administradores, uno de los cuales tendrá además el carácter de depositario y, 3. tres delegados inspectores de cuentas. En consecuencia dichos señores dan por constituida la sociedad. Se inscribe en Madrid el 5 de diciembre de 1907, sin perder de vista que la escritura de constitución fue otorgada el 7 de junio de 1901, como hemos tenido ocasión de contemplar más arriba del relato. 2.- Segundo En la inscripción siguiente y segunda por tanto, de la hoja asignada a la sociedad, aparece transcrita la copia de la escritura otorgada el 6 de junio de 1903, esto es dos años después de la de constitución. Se inscribe asimismo en Madrid el 5 de diciembre de 1907. Esta vez comparecen al otorgamiento de la misma, además de La Estrella, el origen murciano de la filial española de Generali Seguros 23 Francisco Martínez Hernández, Mariano Sanz Zabala y Vicente Serrat Andreu, que lo hacen en nombre de nuestra sociedad de seguros, y además el tercero en representación del Banco de Gijón, con domicilio en Gijón; Joaquín Paya López, que lo hace en representación del Banco de Cartagena; y Bartolomé Ferro y Tallarie,12 que comparece como representante del Banco Asturiano de Industria y Comercio, con domicilio en Oviedo y, como vimos liderado por José Tartiere. Esta inscripción se refiere a los acuerdos adoptados en la Junta General Extraordinaria, celebrada el 30 de marzo de 1903. Se refieren éstos, los acuerdos a la modificación de los estatutos sociales. De lo que podemos documentar de la inscripción, resulta que: La Caja de Garantías donde se depositaban los valores mobiliarios o metales preciosos, o se entregaban en metálico en caso de depreciación o disminución de los valores de los metales y valores mobiliarios entregados, se sustituye por la Caja de algunos de los tres bancos depositarios, que son el Banco de Cartagena, el Banco de Gijón y el Banco Asturiano de Industria y Comercio. Se admite como garantía de adhesiones las fincas urbanas que radiquen en Oviedo, Gijón y Cartagena y estén aseguradas en la sociedad de seguros La Estrella, quedando a juicio del banco depositario domiciliado en el punto en que aquellas radiquen, fijar las condiciones y tipos para aceptarlas o desecharlas, siendo por cuenta de los adheridos lo gastos ocasionados por la inscripción de la garantía en el Registro de la Propiedad. Se incrementa el número de administradores y delegados, de tal forma que en lo sucesivo, la sociedad será regida, gobernada y administrada por: la Junta General de Accionistas, ocho (antes eran cuatro) administradores, y cinco (antes tres) delegados inspectores de cuentas. 3.- Y tercero La inscripción tercera acaba la historia cartagenera y murciana de la sociedad. La Junta General Extraordinaria de 30 de junio de 1907 aprueba unos nuevos estatutos sociales. Es importante señalar de entre ellos los siguientes, que son los que nos interesan para lo tratado en este pequeño estudio: El artículo primero, en especial que ya aparece como domicilio de la misma la ciudad de Madrid. 12 También conocido personaje de la vida social de Cartagena, Hermano del Santo y Real Hospital de la Caridad de la ciudad, y que en la prensa de 1928, en el Eco de Cartagena de 19 de septiembre, aparece en el papel cuché como padrino de la boda de su hijo, Oficial del Banco de España, con Elisa Soria Gasseud. 24 José Francisco Arribas Álvarez Otra serie de artículos se refieren a la novedad importante que supone la aparición del Consejo de Administración como estructura del órgano administrativo, el cual estará compuestos por ocho miembros. Otros artículos importantes documentan y quiero especialmente destacar la conversión de las participaciones o adhesiones al portador una vez se consume el desembolso del cincuenta por ciento de las mismas, seguramente con el fin de facilitar la negociación de las mismas. Y para finalizar indicar que todavía los bancos depositarios, Banco de Cartagena, Banco de Gijón y Banco Asturiano de Industria y Comercio se reservan cada uno el nombramiento de un consejero, siendo los otros cinco de libre elección por la Junta General. Hasta aquí esta pequeña historia, construida sobre dos coordenadas básicas. La primera hacer referencia a la potencialidad de los libros de inscripciones del Registro Mercantil como fuente para el estudio de la Historia. La segunda, es una petición expresa y curiosa: encontrar en los libros del Registro Mercantil alguna empresa relacionada con la Región de Murcia. Y la hay. Es la sociedad de seguros La Estrella, que si bien tuvo una efímera historia en Murcia, fue una inequívoca muestra del proyecto de expansión territorial de burgueses asturianos por el sudeste español, teniendo uno de sus centros en Cartagena, su expansión económica de principios del XX, y sus minas. Hemos visto personajes de enorme trascendencia en la historia española del período, y creemos intuir que dichos personajes y sus intereses no se pararon en Cartagena, sino que extendiendo más allá éstos, cruzaron el Mar Mediterráneo hasta el norte de Marruecos y sus minas del Rif, constituyendo la Compañía Española de Minas del Rif el 21 de julio de 1908 en Madrid, coincidiendo sorprendentemente en el tiempo y en el lugar con el traslado de nuestra sociedad. Esta será otra historia así como su final como filial en España de la multinacional italiana de seguros Assicurazioni Generali. MVRGETANA. ISSN: 0213-0939. Número 134, Año LXVII, 2016. Pág. 25-42. REDES Y ESTRATEGIAS DE COLABORACIÓN ENTRE MERCADERES DEL REINO DE MALLORCA (C. 1580-1630)1 Miguel José Deyá Bauzá Universitat de les Illes Balears Resumen: Durante el periodo de tiempo indicado en el título mercaderes y otros agentes económicos mallorquines establecieron pactos con homólogos insulares y de otros lugares para desarrollar actividades mercantiles. Por medio de la formación de compañías o acuerdos más informales esos mercaderes generaban un tráfico comercial que corrige la impresión de un comercio exterior mallorquín en crisis durante esos años. Palabras clave: Compañías, comerciantes factores. Résumé: Au cours de la période de temps indiquée dans titre des commerçants et des autres agents économiques du royaume de Majorque ont établi des accords avec leurs homologues majorquins ou d’autres lieux pour développer des activités commerciales. Avec la formation des compagnies ou des accords informels ces marchands ont soutenu un trafic commercial qui corrige l’impression d’un commerce extérieur majorquin en crise au cours de ces années Mots clés: Compagnies, marchands-facteurs 1 Abreviaturas utilizadas: A.R.M.: Archivo del Reino de Mallorca. B.S.A.L.: Bolletí de la Societat Arqueològica Lul·liana. ll.: libras. s.: sueldos. d.: dineros 26 Miguel José Deyá Bauzá Introducción Es de sobras conocida la importancia de la actividad mercantil en el Reino de Mallorca. La propia conquista cristiana se explica en buena parte por motivos mercantiles. Del mismo modo los estudios sobre este tema son numerosos, aunque quizás más para la época medieval que para la moderna y más desde una perspectiva macro que desde el estudio de mercaderes y comerciantes concretos.2 Como consecuencia de ello se ha superado el paradigma del carácter depresivo del comercio exterior mallorquín de la época moderna, el cual a grandes trazos nos es conocido. Cronológicamente el período que ha tenido menor fortuna historiográfica es la primera mitad del siglo XVII, aunque los últimos estudios de Onofre Vaquer aportan un sinfín de datos útiles para el estudioso. Si desde la visión global del comercio exterior pasamos a temas más concretos como las formas de colaboración o asociación entre agentes mercantiles o, mejor dicho, con actividad mercantil nos daremos cuenta del camino que aún queda por recorrer. Noticias sobre compañías mercantiles y otras formas de asociación entre mercaderes insulares tenemos desde casi la inmediata post-conquista. Más difícil es encontrar estudios monográficos sobre este fenómeno. Por supuesto que tenemos noticias de compañías mercantiles de los siglos XVI y XVII, pero insertas en trabajos cuya finalidad es ofrecer un visión global y cuantitativa del comercio exterior mallorquín y no tanto un análisis de las alianzas, formales o no, entre agentes económicos que lo sustentan. Desde este último punto de vista en el presente trabajo no nos interesa exclusivamente la asociación entre mercaderes, artesanos y otro tipo de individuos que formalmente proceden a la constitución de una compañía con una finalidad mercantil. La asociación entre particulares para la exportación o importación no siempre exigía la formación de una compañía mercantil, aunque abundan. Paralelamente a la constitución formal de estas compañías era práctica habitual, sobre todo por lo que se refiere a actividades de reducidas dimensiones económicas, la existencia de pactos con un menor grado de oficialización al de la constitución ante notario de una compañía. Por otra parte sabemos que era relativamente habitual la constitución de compañías a partir de documentos privados que no necesariamente se protocolizaban.3 Por ello a lo largo del presente trabajo no nos limitaremos a las compañías mercantiles formalmente constituidas como tales, sino que se incluirán otros ejemplos de asociación de facto de agentes económicos con la finalidad de lucro a partir de la actividad mercantil. Algunos estudios de Andreu Bibiloni podrían ser una excepción a este respecto por la atención que el autor dedica a las actividades de mercaderes concretos, aunque siempre insertas en la intención de dar una visión de conjunto del comercio exterior mallorquín a partir de mediado el siglo XVII (Andreu Bibiloni, Mercaders i navegants a Mallorca durant el segle XVII, Palma de Mallorca, El Tall, 1992). 2 Un ejemplo de ello es la compañía constituida en documento privado en Septiembre de 1623 entre Joan Orlandis, Michel Gallo y el francés Jaques Scoper y que no se protocolizó hasta 1629 a petición del primero (A.R.M., Notarios, A- 574, f. 213). Como ejemplo del carácter sumamente amplio de las compañías de Antiguo Régimen por lo que a su actividad se refiere cabe citar como ésta se constituyó para llevar a cabo actividades mercantiles, pesqueras y mineras tal y como se analiza más adelante. 3 Redes y estrategias de colaboración entre mercaderes… 27 De hecho el presente trabajo lo estructuramos en dos aspectos: - los mercaderes factores - las compañías mercantiles En este tipo de asociaciones y de colaboraciones los vínculos familiares jugaban un papel fundamental como hemos tenido oportunidad de exponer en otros estudios referidos al mundo manufacturero4 o por lo que se refiere a mercaderes extranjeros.5 Por otra parte nos centraremos en el ámbito cronológico del último cuarto del siglo XVI y el primer tercio del XVII, período para el cual nuestra información sobre los flujos mercantiles y las estructuras que lo sustentaban son menores que para la segunda mitad del seiscientos. Factores mercantiles: Bernat Femenia y Pere Femenia6 Es de sobras conocido que una de las principales formas de ascensión social de los artesanos de Antiguo Régimen, sino la principal, es adentrase en el mundo del comercio. Para el caso mallorquín y para el período que nos interesa conocemos el caso de los Femenia, un padre e hijo (Bernat y Pere) que partiendo de la actividad manufacturera logran tener cierto protagonismo en el comercio exterior de la isla y en parte a partir de acuerdos con otros elementos mercantiles con los que están ligados a menudo por lazos de parentesco o paisanaje. Se trataba de una familia de propietarios y pelaires oriundos de Santa Margarita (en el N.E. de la isla) que a finales del siglo XVI se habían ya establecido en Ciutat de Mallorca, actual Palma. El padre, Bernat, parece que mantuvo aún una actividad mayoritariamente manufacturera, aunque empieza su entrada en la esfera de la comercialización exterior, concretamente con Cataluña, a donde envía pequeñas cantidades de tejidos mallorquines ya en 1580.7 4 Miguel José Deyá, «Gremios y familias artesanas en España. La producción de bienes de consumo», en La familia nell’economia europea secc. XIII-XVIII, Simonetta Cavaciocchi (ed.), Firenze, Fondazione Istituto Internazionale di Storia Economia F. Datini, 2009, págs. 279-303. Ricard Franch, «El papel de los extranjeros en las actividades artesanales y comerciales del Mediterráneo espanyol durante la Edad Moderna», en Los extranjeros en la España Moderna, M B. Vilar y P. Pezzi (eds.), Málaga, Ministerio de Ciencia y Tecnología, 2003, pág. 55.; Miguel José Deyá, «Extranjeros en el comercio y la manufactura del Reino de Mallorca en los siglos XVI y XVII», B.S.A.L., vol. 62, 2006, págs.43-68. 5 6 Aunque lo habitual actualmente es que este apellido se nos presente en su forma plural (Femenias) nosotros optamos por respetar la forma vigente en la época; del mismo modo a lo largo de este trabajo empleamos la forma catalana de los apellidos y nombres de pila, por lo cual lo transcribimos como Femenia y no como Femenía. 7 Miguel José Deyá, La manufactura de la llana a la Mallorca moderna (segles XVI-XVII), Palma 28 Miguel José Deyá Bauzá A cambio Bernat recibía mercancía desde Cataluña, como agujas de coser, pastel, rubia, peines, naipes, espejos, constanzas. Otro claro ejemplo de Bernat Femenia actuando como mercader asociado con otro, en este caso su cuñado Pere Martínez, residente en Barcelona, lo tenemos en Septiembre de 1585 cuando llegó a Mallorca un cargamento para su venta en la isla formado por 3.000 agujas saqueras8 vendidas por 5 ll. 19 s., 4.000 agujas de coser vendidas a 5 reales castellanos el millar y por un importe total de 2 ll., 16 s. 8 d., 8.000 corchetes vendidos a 5 reales castellanos el millar y por un importe total de 5 ll. 13 s., 29.000 agujas de labor, vendidas a razón de 5 sueldos el millar por un importe total de 7 ll.; 7 quintars y medio de pastel por un precio total de 75 ll.,9 12 docenas de juegos de naipes a 12 sueldos la docena por un importe de 7 ll. 4 s.10 Una de las peculiaridades de esta operación es que Bernat Femenia no era un mero factor de Pere Martínez, sino que dicho cargamento era propiedad de los dos en un cincuenta por ciento,11 lo que es una muestra más de la diversidad de formas con que se nos puede presentar las alianzas entre agentes económicos durante el Antiguo Régimen. De que la relación entre Femenia y su cuñado Martínez no era esporádica encontramos un claro ejemplo en 1581 cuando en las cuentas del primero aparece el segundo calificado como factor y el propio Femenia actúa como factor de Martínez haciéndose cargo de los gastos derivados de la llegada de tres càrregues de rubia enviadas por Pere Martínez, pagando los fletes, gastos de descarga, traslado al almacén…12 Aproximadamente en este año Bernat Femenia adquiere ropas, concretamente un escote vulgar de fabricación mallorquina, para remitir Pere Martínez, residente en Barcelona.13 En estos años Bernat Femenia también mantiene negocios con otro residente en Barcelona, Bernadí Parera, al cual en 1580 remite, entre otras cosas una pieza de escote y otra de estameña por un valor total de 33 ll., 4 s. 6 d. A este coste cabe sumar el impuesto sobre la exportación (victigal) que ascendió a 17 s. 4 d. (un 2’60% sobre el valor de la mercancía) y 2 sueldos del porte de las mercancías hasta Sóller (0’30%). El escaso peso del gasto de transportar la mercancía de Mallorca, El Tall, 1998, pág. 144. 8 Agujas más largas de lo normal empleadas para confeccionar sacos. 9 El quintar mallorquín, quintal castellanizado, equivalía a 40’7 kilogramos. 10 A.R.M., Conventos, 4288, asiento del 25 de septiembre de 1580. Compte de tota la roba d’amiges del Sr. Pere Martínez y de Bernat Femenia, son cunyat, la qual aporta de Barcelona... (A.R.M., Conventos, 4288, asiento del 25 de Septiembre de 1580). 11 A.R.M., Conventos, 4288, asiento del 1 de noviembre de 1581. La càrrega es una unidad de peso del Antiguo Régimen mallorquín equivalente a tres quintars (122’1 kilogramos). 12 Esta pieza medía 19 canas y 4 palmos (30’49 metros) a 19 s. 6 d. la cana, con un coste total de producción de19 ll. 3 s. (A.R.M., Conventos, 4288, asiento de fecha 29 de marzo sin año pero sin duda de alrededor de 1580). La cana es la unidad de longitud en la Mallorca de Antiguo Régimen empleada para la medición de textiles y equivalente a 1’564 metros (Claudi Alsina, Gaspar Feliu, Lluís Marquet, Pesos i mesures dels Països Catalans, Barcelona, Ed. Curial, 1990, pág. 130). 13 Redes y estrategias de colaboración entre mercaderes… 29 hasta Sóller nos hace pensar que se debía realizar el transporte por vía marítima en una navegación de cabotaje que ha dejado muy escasa impronta documental.14 Otro ejemplo de su actividad lo tenemos en Junio de 1588 cuando en nombre de su socio instalado en Barcelona, Pere Dalmau, compra ropas a diversas personas para enviar a aquél. Se adquieren escotes, estameñas a personas de las que en general que no nos consta que sean artesanos, lo que no descarta que fuesen coordinadores del proceso productivo.15 Lo que está claro es el acuerdo entre Pere Dalmau y nuestro Femenia, una colaboración que sin necesidad de constituir una compañía formalmente actuaba como tal con la finalidad de proveer a Mallorca de los artículos necesarios, para lo cual se procedía a la exportación de las ropas que en ese momento podía ofrecer la isla.16 De que Pere Dalmau era mallorquín y había estado en Mallorca no puede haber duda. De hecho sabemos que Bernat Femenia y el propio Dalmau tenían tratos anteriores a la fecha de la operación referida. En concreto en el libro de cuentas de Bernat Femenia se recoge un pago de 13 libras realizado por Dalmau a él el 18 de Mayo de 1588 quan se’n anà a Barcelona. Pere Dalmau contaba con un hermano residente en Mallorca que en ocasiones recibía pagos de Bernat Femenia en nombre del propio Pere.17 De lo dicho hasta ahora se deduce: 1º) la existencia de colaboraciones entre agentes económicos sin necesidad de conformar compañías legalmente constituidas pero actuando de forma muy similar. 2º) la importancia de los vínculos de parentesco o amistad a la hora de establecer las redes mercantiles derivadas de dichas colaboraciones. Una carta reproducida en el libro de cuentas de Bernat Femenia y fechada el 20 de Febrero de 1581 da cuenta de las actividades que su factor en Barcelona lleva a cabo en su nombre y de las que él realizaba en Mallorca como factor a su vez de su colega residente en Cataluña:18 - Se le notifica a Bernat Femenia la posibilidad de que se le remita hilo –sin duda de fibra vegetal- aunque de mala calidad y caro; el factor queda a la espera de sus órdenes para remitirle tanta cantidad como quiera. - El factor en Barcelona notifica a su colega mallorquín que aún no ha recibido el dinero derivado del pastel que le envió en su día y que desde el día de la fecha le cobrará intereses. 14 A.R.M., Conventos, 4288. 15 Miguel José Deyá, La manufactura, cit., pág. 144. 16 A.R.M., Conventos, 4288, asiento del 2 de Junio de 1588. Deu Pere Dalmau 40 lliures que (h)e donades a son germà per una letra m’ha mostrada (A.R.M., Conventos, 4288, folio fechado el 6 de Octubre de 1588). 17 18 A.R.M., Conventos, 4288, asiento del 20 de Febrero de 1581. 30 Miguel José Deyá Bauzá - El mismo notifica a Bernat Femenia que los escotes catalanes que tenían demanda en Mallorca se vendían al precio mínimo de 20 o 21 sueldos por cana, mientras que el aceite mallorquín se vendía en Barcelona a 10 sueldos el quartà.19 Cabe destacar como las mercancías que de Mallorca se dirigían a Barcelona lo hacían desde el puerto de Sóller, con lo cual en las cuentas de gastos se inserta el coste del traslado de los productos hasta esa villa. Bernat Femenia actuaba no sólo como factor de su homólogo en Barcelona, también de mercaderes valencianos como Guillem Nicolau, del cual el 10 de Enero de 1581 reconoce haber recibido 17 libras y 11 onzas20 de filadís21 blanco a 2 ll. 4 s. la libra con un valor total superior a las 39 ll. Además Bernat Femenia realiza pagos en Mallorca en nombre de Guillem Nicolau derivados de ropas enviadas por éste a la isla y a título de procurador.22 Cabe desatacar como, al igual que pasará con su hijo cuando esté en Cagliari, la comisión que cobraba Bernat Femenia sobre el valor de esta y otras mercancías que diligenciaba llegadas del exterior era del 2%.23 Evidentemente Bernat Femenia remitía ropas a Valencia a nombre de Guillem Nicolau, como es el caso de dos piezas de ropa mallorquina alrededor de 1580, aunque la documentación no cita la fecha.24 Si Bernat Femenia tiene una presencia no despreciable en el campo del comercio, aunque su actividad principal seguía siendo la manufacturera, su hijo Pere se vincula más claramente hacia la primera, sobre todo a partir de aproximadamente 1623 cuando lo hallamos en Cagliari como factor de un grupo de mallorquines que le remiten productos, sobre todo tejidos de lana y aceite, a cambio de la remisión de sémola, bizcocho (en menor medida cereales sin transformar), atún y productos alimenticios. Téngase en cuenta que a pesar de que puede parecer que se trata de cifras pequeñas, la situación cerealícola mallorquina, con cosechas sumamente deficientes durante esos años y en general durante las tres primeras décadas del siglo XVII, daba un valor añadido a la importación de alimentos básicos, sobre todo si su pago se podía realizar mediante el intercambio de productos mallorquines, alejando así el importante problema de la salida de numerario del Reino. De hecho durante el primer tercio del siglo XVII Mallorca articuló mecanismo de maximización de exportaciones, sobre todo de pañería, para conseguir la provisión más fácil de cereales y otros productos de primera necesidad. En este orden de cosas el tradicional flujo con Cerdeña conoce un importante dinamismo en esos años, de manera que 19 Unidad de medida mallorquina de Antiguo Régimen empleada para el aceite i equivalente a 4’145 litros (Claudi Alsina, Gaspar Feliu, Lluís Marquet, op. cit., pág. 207). 20 La onza mallorquina es una duodécima parte de la libra y, por tanto, equivale 33’91 gramos. 21 Hilo de seda de baja calidad. 22 A.R.M., Conventos, 4288, asiento del 16 de Septiembre de 1580. 23 A.R.M., Conventos, 4288, asiento del 10 de Enero de 1580. 24 A.R.M., Conventos, 4288, asiento sin fecha creemos que circa 1580. Redes y estrategias de colaboración entre mercaderes… 31 puede afirmarse que se dio una revitalización de la diagonal insular de que nos habló Vicens Vives.25 A partir de 1623 Pere Femenia actúa como factor en Cagliari de diez mallorquines.26 Antes de esta larga estancia en Cagliari, Pere Femenia ya había estado en la ciudad vendiendo ropas que le habían dejado en comanda inversores mallorquines, algunos de ellos, formalmente al menos, artesanos como Pere Mascaró.27 Como factor de mercaderes mallorquines en Cagliari Pere Femenia cobraba un cuatro por ciento sobre el valor de las mercancías recepcionadas o enviadas, excepto en el caso del aceite, producto para el cual su comisión era del dos. Como ya se ha dicho, a cambio de los productos mallorquines, desde Cerdeña Femenia remitía productos alimenticios, singularmente cereales transformados (sémola, bizcocho), en lo que puede considerarse una vigencia del antiguo comercio de paños por trigo que operó entre los territorios hispánicos de la Corona de Aragón y Cerdeña desde la Baja Edad Media. Cabe recordar que teóricamente los paños de Cataluña, Valencia y Mallorca tenían en Cerdeña un mercado protegido, aunque desde época de Carlos I esta consideración era más teórica que real habida cuenta de la alianza, cuando no dependencia, del César con los genoveses que reclamaban presencia en dicho mercado.28 Es por ello que cabe concluir que la presencia de paños mallorquines en Cerdeña durante esta época se debe más a la competitividad vía precios de la producción mallorquina que a supuestos privilegios ya poco operativos en esos años. Por otra parte cabe no olvidar que la remisión de productos mallorquines a Cerdeña era una forma de abaratar los fletes de los indispensable productos alimenticios que Jaime Vicens, «La economía de los países de la corona de Aragón en la Baja Edad Media», Actas del VIº Congreso de Historia de la Corona de Aragón, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1959, págs. 103-134. 25 26 Los mallorquines que le remiten mercancías entre 1623 y 1626 son Onofre Campaner que remite tejidos por un importe global de 2.147 ll., 19 s. 6 d., Llorenç Flor (2.777 ll., 19 s. 3 d.), Joan Colom (135 ll., 11 s. 9 d.), Gaspar Llompart (430 ll., 7 s. 6 d.), Salvador Suau (213 ll. 13 s. 10 d.), L. Florentina (62 ll., 15 s., 9 d.), Cristòfol Colat (245 ll., 13 s.), Pere Florit (189 ll.), Francesc Miró (222 ll. 19 s.), Abric (60 ll. 19 s. 3 d.). El valor del conjunto de los tejidos remitidos por los citados a Pere Femenia en ese período de tiempo más algunas de la remesas de las que no nos consta el remitente asciende a la cifra de 6.728 ll., 16 s. 4 d. (Miguel José Deyá, La manufactura, cit., pág. 148). Buena parte de estos mercaderes residentes en Mallorca remiten a Femenia productos distintos a los tejidos, aunque en principio se trata de envíos de valor inferior. Del único que nos consta a ciencia cierta que era pelaire es de Francesc Miró (A.R.M, 4288, folio fechado el 27 d abril de 1618). 27 A.R.M. Conventos, 4288, asiento fechado el 5 de Abril de 1614. Sea como fuere todo apunta a una inoperatividad de esos privilegios a favor de la producción pañera de la Corona de Aragón desde los años treinta del siglo XVI (Xavier Torras, «Barcelona dins la Catalunya Moderna (s. XVI-XVII). Activitats econòmiques», en Història de Barcelona. La ciutat consolidada, Jaume Sobrequés Callicó (dir.), Barcelona, Enciclopèdia Catalana, 1992, pág. 220-221). Por lo que respecta a Cataluña Junqueras aboga por un mayor peso de causas endógenas que no a los privilegios de Carlos I a los genoveses como factor explicativo del menor protagonismo catalán en Italia (Oriol Junquera, «La mediterraneïtat de l’economia catalana del segle XV», Afers, 60, 2008, pág. 313-331). 28 32 Miguel José Deyá Bauzá debían importarse, una forma de proveerse de ellos minimizando la salida de moneda y, en fin, una manera de intentar tener un balanza comercial menos negativa. Un ejemplo de lo que se acaba de decir nos lo ofrece la actividad de uno de los mayores socios, por así decirlo, de Pere Femenia. Nos referimos a Onofre Campaner, que sólo en tejidos y dejando aparte otro tipo de productos remite a Cerdeña entre 1623 y 1626 mercancías por un valor de 2.147 ll. 19 s. y 6 d. y recibe desde allí por valor de 2.573 ll. 7 s. 3 d, de ellas 408 ll. 9 s. 4 d. en cereales o bizcocho, 885 ll., 12 s., 7 d. en atún, 178 ll. 19 s. en queso salado y cantidades de menor valor en forma de aguardiente. De cualquier modo las actividades desarrolladas por Pere Femenia como factor de Onofre Campaner nos ponen en aviso de no analizar ese flujo mercantil sólo desde el punto de vista bilateral, sino inserto en un auténtico sistema. Efectivamente Campaner emplea su presencia, por medio de su factor, en Cagliari como un instrumento para garantizar sus contactos con Génova. Así una de las partidas más importantes que Femenia carga a su favor y en el debe de Campaner (780 ll.) es el pago realizado por parte del primero, por vía de letra de cambio a cobrar en Génova, a favor de un mercader llamado Torseralo.29 Sin duda se trata del pago de mercancías remitidas desde Génova a Mallorca, muy probablemente –como era habitual en la época- tejidos de cierto lujo o al menos que no se fabricaban en Mallorca, sobre todo a partir de fibra vegetal. En la misma línea cabe destacar el pago que el 2 de Abril de 1623 realiza desde Cagliari Pere Femenia a favor de ese mismo mercader residente en Génova en nombre de uno de los mallorquines con los que realizaba negocios, Salvador Cristià, por importe de 303 ll.30 El 2 de Abril de 1624 el propio Femenia remite un cambio a Génova para que sea cobrado por el propio Torseralo por cuenta de Francesc Miró por un valor de 404 ll., cantidad que obviamente se asienta como deuda del propio Miró para con Femenia.31 Del empleo del factor en Cagliari para realizar comercio con Génova tenemos otros ejemplos. Es el caso del asiento fechado en 1626 que recoge la compra realizada por Femenia en nombre de Llorens Flor de brinets de Génova, ropa realizada a partir de fibra vegetal, por un importe de 112 libras. A ello hay que añadir los gastos derivados de la compra y envío hacia Mallorca: - Gastos del corredor (0’5 % ad valorem): 11 s. 2 d. - Derechos de aduana (1’66%, equivalente a 4 dineros por libra): 1 ll. 17 s. 4 d. - Por el acta del seguro marítimo: 5 s. Miguel José Deyá, La manufactura, cit., pág. 151. Erróneamente en este libro el nombre fue transcrito como Tafevollo. 29 30 A.R.M., Conventos, 4289, asiento fechado el 2 de Abril de 1623. A.R.M., Conventos, 4289. Por otra parte Torseralo aparece vinculado a otros aspectos del comercio mallorquín. Así en Mayo de1625 aparece como receptor de 1.732 quesos exportados desde Mallorca y otras mercancías también remitidas desde Mallorca en Julio y Agosto de ese mismo año (A.R.M., Notarios, A-570, f. 103, 137, 155, 166). El mismo aparece en Abril de 1629 como receptor también de mercancías que parten del puerto de Mallorca (A.R.M., Notarios, A-574, f. 154). 31 Redes y estrategias de colaboración entre mercaderes… 33 - Por la prima del seguro marítimo al 7%: 7 ll. 14 s. - Comisión de Femenia (2% sobre el valor y los gastos referidos): 2 ll. 9 s. Total costes de gestión más impuestos: 12 ll. 16 s. 6 d. (11’45% sobre el valor de la mercancía). Aunque este ejemplo es ilustrativo de los costes de gestión e impuestos que suponía la exportación desde Cerdeña a Mallorca deben tenerse en cuenta algunos aspectos: - Tanto las ventas de productos mallorquines destinados a Cagliari como los productos que en Cerdeña se adquirían para ser remitidos a Mallorca eran comprados siempre por parte de Bernat Femenia por vía de un corredor que cobraba una comisión siempre del 0’5% ad valorem; sin duda el empleo de corredores debía derivarse de una imposición legal en Cagliari. - Los derechos de aduana variaban según el producto de que se trataba y, obviamente, si era importado o exportado y de si el exportador o importador tenía exención de aranceles por su origen estamental.32 - Algunos productos como la sémola y el bizcocho debían abonar, además del derecho de aduana, otros derechos como un derecho real que gravaba precisamente la exportación de sémola y, cabe pensar, que cereales con 1 ll. 15 sueldos por quintar de Cerdeña,33 10 s. por quintar en el caso del queso,34 15 s. en el caso del bizcocho35 y 10 en el caso del cereal no transformado (forment).36 - El coste del seguro era variable, sin duda según la evolución de la situación política en el Mediterráneo y el tipo de producto de que se trataba. 32 Así, por lo que respecta a las entradas en Cerdeña, cabe citar como el azafrán enviado desde Mallorca se gravaba con un arancel del 11’66% (A.R.M., Clero, 4290, f. 2, 34, 72, 98, 108, 110), como el aceite (A.R.M., Clero, 4290, f. 12, 54,70,82, 106, 112, 114, 118, 120, 128, 148), y ropas de lana (A.R.M., Clero, 4290, f. 36, 38, 50, 56, 76,78, 88,96, 108,136, 144, 154,160, 168, 174), aunque en alguna ocasión el azafrán y las ropas de lana se gravaban con el 13.33 (ARM, Clero, 4290, f. 46, 62,66,104, 150) dado que el importador no contaba con franqueza. En las exportaciones cabe citar el arancel del 12’5% sobre el queso (AR.M. Conventos, 4290, f. 30, 40,42, 48,68), aunque en ocasiones se gravaba con el 11’25% (AR.M. Conventos, 4290, f. 18,58), 12’5% (A.R.M. Conventos, 4290, f. 30, 40,42, 48,68), con 12’9 (A.R.M. Conventos, 4290, f. 30), 10’41% (A.R.M., Conventos, 4289, asientos fechados el 15 de Abril de 1623), posiblemente dependiendo del tipo de queso exportado, amén de otros factores. La sémola se gravaba con 5 s. el quintal (A.R.M. Conventos, 4290, f. 132) y el aguardiente y la pimienta con 1’66 % (A.R.M. Conventos, 4290, f. 30, 100,176). El quintal de Cerdeña equivale a 47’4 kilogramos. 33 A.R.M., Clero, 4290, f. 2. 34 A.R.M., Clero, 4290, f. 10, 16,30. 35 A.R.M., Clero, 4290, f. 28, 52, 178. 36 A.R.M., Clero, 4290, f. 60. 34 Miguel José Deyá Bauzá - Habitualmente Bernat Femenia asumía otros gastos que los recogidos en el asiento que se ha reproducido; así si se trataba de exportar desde Cerdeña sémola, bizcocho o cereal él debía avanzar el coste de la tela para confeccionar los sacos y el gasto de su confección y los gastos derivados de su pesaje o medición; por lo que respecta a las importaciones Femenia debía avanzar el pago de las llamadas barcas de San Telmo, es decir de las embarcaciones encargadas de transportar las mercancía desde el barco hasta el muelle; a ello hay que añadir, en el caso de que se dieran, los gastos de carga y descarga; en el caso del aceite y algún que otro producto Femenia debía avanzar los gastos del alquiler del almacén en que se depositaban, del transporte desde el muelle hasta la propia tienda o almacén, el coste de vaciar las pipas, limpiarlas y medir el aceite; del mismo modo habitualmente debía avanzar el coste de los fletes. En ocasiones Pere Femenia compraba mercancías por cuenta de mallorquines para remitir a Valencia, como es el caso del queso que adquiere a 30 de Marzo de 1623 por cuenta de Silvestre Lleonart,37 de los 80 barriles de atún que el propio Femenia embarca en nombre de Francesc Miró de Mallorca con destino a Mallorca y Valencia.38 Un destino compartido también se cita el 15 de Abril de 1623 en relación a 25 quintars de queso que Femenia había comprado por cuenta del mercader mallorquín Llorenç Flor y con igual fecha en relación a 50 quintars de queso que el mismo Femenia adquiere por cuenta del mallorquín Francesc Miró. Con igual fecha el mismo Femenia adquiere otros 25 quintars de queso por orden del mallorquín Salvador Cristià con destino a Valencia y Mallorca. Con fecha 3 de Junio de 1623 Pere Femenia consigna a nombre de Onofre Campaner 17 quintars de queso con destino de Mallorca y Valencia y el dos de Agosto al mismo mercader e idéntico destino 6 barriles de atún. Del mismo modo, la documentación de Pere Femenia indica acuerdos entre mercaderes mallorquines y valencianos, como se deriva del hecho de que con fecha 30 de Abril de 1623 Pere Femenia embarque 22 quintars de queso desde Cerdeña a Valencia, concretamente a entregar a Antonio Vallès, pero indicando que su importe ha de ser cobrado por Francesc Miró de Mallorca, prueba evidente de la existencia de operaciones mercantiles entre estos dos últimos. A nombre de ese mismo Francesc Miró y para ser entregado en Valencia Pere Femenia consigna el 15 de Abril de 1623 50 quintars de queso con un valor de 700 ll., 17 s. 11 d., el 1 de Junio de ese mismo años otros 20 quintales por valor de 248 ll. 6 d. y el 2 de Agosto de 1624 80 barriles de atún por un valor de 658 ll. 13 s. 3 d. a entregar en Valencia y Mallorca.39 Ejemplos de mallorquines que actúan como factores en el Sur de Italia de paisanos o parientes abundan en la documentación del siglo XVII. Es, además de los casos vistos, el de Agustí Mas que en 1611 remite ropas de elaboración mallorquina 37 A.R.M., Clero, 4290, f. 33. 38 A.R.M., Clero, 4290, f. 80. 39 Desde la referencia de Flor hasta esta última: A.R.M., Conventos, 4289. Redes y estrategias de colaboración entre mercaderes… 35 a su cuñado y factor en Palermo, Antoni Serra, por un valor de 214 ll., 18 s. 8 d.40 Se trata de ropas que Agustí Mas compra ya totalmente elaboradas a terceros, de manera que él no se halla presente en la esfera de la producción. Una operación similar la encontramos en 1613, aunque en este caso Agustí Mas organiza personalmente y no por medio de terceros el tintado de las ropas a enviar a Sicilia.41 Si en la isla italiana su agente es su cuñado, años después nos consta que cuenta con un agente ligado también a su familia en Valencia, su hermano Joan Baptista al que remite ropas mallorquinas por ejemplo en Enero de 161842 año en que nos consta seguía enviando mantas a Palermo. Estamos ante un ejemplo de la importancia del flujo Valencia-Mallorca en los primeros años del siglo XVII.43 Los ejemplos podrían ser muy numerosos; cabe citar el envío de mercancías mallorquinas a los importantes mercaderes milaneses instalados en Valencia Constantino y Francisco Sernesios.44 Dichos hermanos contaban como factor en Mallorca con el importante mercader Juan Antoni Pavesi, el cual en 1614 paga al capitán flamenco Folcar Yarris la nada despreciable cifra de 11.952 reales castellanos (aproximadamente unas 1.692 libras mallorquinas) por los fletes del trigo que dicho capitán había llevado de Tabarca a Valencia.45 Como factor de los Sernesio Juan Antoni Pavesi hace efectivas letras de cambio giradas por aquellos desde Valencia a Palma.46 40 A.R.M., Conventos, 4475, f. 122 v. 41 Miguel José Deyá, La manufactura, cit., pág. 157 42 A.R.M., Conventos, 4475, f. 141. Pere Molas, «El comerç: de la Mediterrània a l’Atlàntic», en Crisi Institucional i canvi social, seles XVI i XVII, Història . Política Societat i Cultura dels Països Catalans, Eva Serra y Xavier Torres (drs.), Barcelona, Ed- Enciclopèdia Catalana, 1997, vol. IV, pág. 131; Oriol Junquera, op. cit., pág. 329. 43 44 Así en Febrero de 1614 se les remite un mínimo de 6.548 quartans de aceite (A.R.M., Notarios, C-749, f. 86). Constantino Sernesio o Cernesio es un importante importador de acero residente en Valencia (Roberto Blanes, «El comercio marítimo de Alicante hacia Valencia en el segundo cuarto del seiscientos (1626-1650)», Revista de Historia Moderna, núm. 26, 2008, pág. 299) y él y el resto de su familia de trigo procedente de Tabarca (Roberto Blanes, «Las embarcaciones, los mercaderes y sus productos en las relaciones comerciales entre Tabarka y Valencia (1600-1703)», Saitabi, núm. 62-63, 2012-13, pág. 314), teniendo un importante papel en el comercio exterior valenciano del segundo cuarto del siglo XVII (Roberto Blanes, «Mercaderes extranjeros en las importaciones marítimas valencianas en el segundo cuarto del seiscientos (1626-1650)», en M. B. Villar y P. Pezzi (ed.), op. cit., tomo I, pág. 225 y ss. A.R.M., Notarios, C-749, f. 127 y ss. Para un análisis de las actividades mercantiles llevadas a cabo por la familia Pavesi a fines del XVI y principios del XVII vid. Miguel José Deyá, «Extranjeros en el…», cit., págs. 43-68. 45 46 Ibíd., pág. 49. 36 Miguel José Deyá Bauzá Las compañías No pretendemos hacer aquí un inventario de las compañías mercantiles existentes entre 1580 y 1630, sino exponer el funcionamiento de algunas de ellas que consideramos pueden ser ilustrativas. Si cuando hemos analizado el comercio por medio de factores y singularmente de los Femenia ha quedado patente la importancia del mercado sardo para las ropas mallorquinas, tenemos en esa misma línea ejemplos de compañías mercantiles formadas con el exclusivo objetivo de exportar ropas mallorquinas a ese mercado. Así el 1 de Junio 1594 se constituye una compañía formada por Francesc Coll, mercader, Jaume Palmer, pelaire, y Joan Juaneda, alfarero. Entre los pactos de la constitución de la compañía cabe citar: 1º) Se establece una duración de tres años con un capital inicial de 1.800 ll., de las cuales Coll proporcionaría 800 a entregar en cinco meses a Jaume Palmer; por su parte Juaneda aportaría otras 400 a entregar al mismo Palmer, el cual aportaría las 600 restantes. 2º) A los cinco meses de constitución de la compañía Palmer debía tener preparadas las ropas por valor de las 1.800 libras. 3º) Palmer debía encargarse durante los tres años de invertir los fondos de la compañía en la compra de ropas mallorquinas a enviar a Cagliari, donde Coll se habría desplazado; se deja claro el papel dirigente del mercader Coll, pues se establece que las ropas se enviarán a Cerdeña o allí en di Col donará odre.47 4º) En el caso de que el pelaire Palmer muriera durante el período de tres años o no pudiera seguir ejerciendo sus funciones, Joan Juaneda debería asumirlas. 5º) Coll se trasladaría a Cagliari junto a la ropas adquiridas por Palmer, abriendo una botiga una vez llegado allí junto a Pere Palmer, hijo de Jaume Palmer, el cual trabajaría en dicha tienda por el espacio de tres años o el período que Coll considerase oportuno, cobrando 100 reales castellanos anualmente. La manutención de los dos durante el período de vida de la compañía correría a cargo del capital de la misma, explicitándose que Coll no recibiría salario alguno a cuenta de la compañía, sino sólo la parte que le correspondiera en los beneficios de la misma y la manutención. Palmer y Juaneda que quedarían en Mallorca tampoco recibirían ningún salario. 6º) Coll se reservaba el derecho a invertir lo procedente de la venta de ropas en Cagliari en productos de Cerdeña a remitir a Mallorca o de cualquier otra parte según su exclusivo criterio. Es de destacar cómo se comprometía enviar dichas mercancías a Palmer o, en caso de ausencia, a Juaneda o a Valencia a los mercaderes Galceran y Bartomeu Vallès, lo que subraya –de nuevo- no sólo la importancia del tráfico entre Mallorca y Valencia sino también como la relación entre las dos ciudades ha de tenerse muy en cuenta cuando se trata de las estructuras mercantiles en las que los mercaderes mallorquines del momento participaban. En caso de que 47 A.R.M., Notarios, M-1181, f. 26 v. Redes y estrategias de colaboración entre mercaderes… 37 las mercancías se remitieran a alguno de los hermanos Vallès, estos tendrían que ajustar cuentas con Palmer. 7º) Si alguno de los socios quería abandonar la compañía antes del vencimiento, los otros dos podrían retener su capital invertido durante un año. Un peculiar ejemplo de compañías mallorquinas del siglo XVII, aunque es verdad que conocemos mejor para la segunda mitad de siglo que para su primera parte, son las compañías mercantiles entre chuetas, es decir judíos conversos. Por ubicarse en la primera mitad del seiscientos y por sus peculiaridades creemos que vale la pena referirnos a la constituida el 2 de Junio de 1625 entre Rafael Valentí Forteza, Joan Pomar, Baltasar Forteza y Antoni Fuster, todos ellos chuetas. Los rasgos más distintivos de esta compañía son: 1º) Se trata de una compañía pensada originalmente para comerciar con Sicilia, aunque no se descartaba hacerlo con cualquier parte del mundo.48 2º) El capital social de la compañía es realmente importante, pues cada uno de los socios se comprometía a invertir en la misma 2.000 libras, lo que da una inversión inicial conjunta de 8.000 libras que se custodiarían en la caja de la compañía cerrada con dos llaves, una en poder de Baltazar Forteza y otra en poder de Joan Pomar. 3º) Por su parte los otros dos socios se comprometía a desplazase a Palermo, por lo cual cobrarían un porcentaje del 2% sobre toda mercancía recibida o remitida antes del reparto de beneficios, o sobre cualquier letra de cambio o cantidad que gestionaran; ese porcentaje era único a compartir entre los dos factores residentes en Sicilia. 4º) Ninguno de los socios realizarían operaciones por cuenta de persona ajena a la compañía, de manera que si alguno de ellos vulneraba ese precepto la partida que negociara para persona ajena a la misma sería confiscada por la propia compañía que se formaba. 5º) Por lo que respecta a negociar por cuenta propia, la compañía se reservaba el derecho de adquirir los productos con que comerciara individualmente alguno de sus miembros al mismo precio que le habrían costado excepto para el caso del aceite. 6º) Se prohibía la venta a crédito en Palermo, no así de los productos que desde Sicilia se trajeran a Mallorca. 7º) Todas las mercancías que se negociaran por cuenta de la compañía debían estar aseguradas, permitiendo que aproximadamente un diez por ciento de lo que se negociase no pudiera estarlo, en caso de incumplimiento de este porcentaje y de que se produjera un siniestro el socio responsable debía abonar el coste de lo perdido al arca de la compañía. 48 ... fem una companyia entre nosaltres per a negociar d’aquí en Palerm y en qualsevol altra part del món (A.R.M., Notarios, A-570, f. 116). 38 Miguel José Deyá Bauzá 8º) La compañía debería durar cuatro años durante el transcurso de los cuales si alguno de ellos quería abandonarla debería abonar 500 libras al fondo de la misma. 9º) Los factores en Palermo debía habitar en una sola casa y antes de partir recibirían del capital de la compañía 1. 000 reales castellanos como ayuda de costas.49 Si la compañía que se acaba de referir es esencialmente mercantil y sus socios se caracterizan sobre todo por su aportación de capital, encontramos otras de características distintas. Es el caso de la constituida en documento privado el 10 de Septiembre de 1623 formada por el mallorquín Joan Orlandis, del estamento de ciudadanos, Michel Gallo y Jacques Scoper, francés. Dicha compañía se caracteriza por: 1º) Su largo período de duración prevista que se establecía en 10 años. 2º) Un amplio objeto social, concretamente en su constitución se citan actividades mercantiles, minerales y pesqueras.50 3º) Aparece un único socio capitalista, Joan Orlandis, que de los primeros ingresos que obtuviera la compañía recuperaría la parte invertida. 4º) Los otros dos miembros de la compañía se limitarían a trabajar para la misma a las órdenes de Joan Orlandis.51 5º) Scoper y Gallo se comprometían a viajar por cuenta de la compañía si así se lo ordenaba Orlandis y sos companyons… si dons no fos que estigués malalt o altra just impediment. 6º) Si en uno de dichos viajes alguno de los miembros de la compañía era capturado por enemigos, la compañía se comprometía a pagar un rescate hasta la cifra de 400 escudos castellanos y en caso de que el rescate fuese de mayor cuantía debería ser abonada la diferencia por parte del socio que hubiese sido capturado. 7º) Los socios de la compañía que debieran emprender viaje podría confeccionarse alguns vestits per aparexer davant los mercaders o davant altres persones y la compañía le pagaría la mitad de su coste ab talem però que aquells vestits no sien excessius y açò estarà a la discreció dels restants associats. En Enero de 1626 se procedió a la modificación de las cláusulas constitutivas de esa compañía en el sentido de que en lugar de partir hacía Palermo Antoni Fuster iría Baltazar Forteza (A.R.M., Notarios, A-571, f. 17) 49 50 ...havem feta una societat... per raó de les pesques de peix que s’han de fer en Menorca y en qualsevol altra part y així mateix de qualsevol sort de mercaderia y també per raó de les mines que se trobaran tant en dit loch de Menorca, Mallorca, Cabrera i Eivissa sobre totes les minerals, ço és aram, plom, vernís, ferro, estany y tota altra sort de mines (A.R.M., Notarios, A-574, f. 213). Como se ha dicho se trata de un documento privado fechado en 1623 y que, sin duda a petición de Orlandis, fue protocolizado e inserto en el registro de protocolos notariales de ese notario correspondiente a 1629. 51 La redacción del documento parece señalar que Joan Orlandis no actuaba como inversor individual, sino que a su vez representaba a una sociedad que invertía en esa compañía en concreto, pues se indica que Scoper y Gallo deberían trabajar en assò que li serà designat per lo dit senyor Orlandis y sos companyons en aquell negoci... (A.R.M., Notarios, A-574, f. 213). Redes y estrategias de colaboración entre mercaderes… 39 8º) Semestralmente los asociados deberían reunirse para presentar ante los otros las gestiones realizadas y resultados obtenidos. 9º) En caso de que alguno de los socios discrepara sobre cualquier aspecto referido al funcionamiento o resultados de la compañía debería plegarse a lo que decidirán los otros dos y en caso de no aceptar su decisión podrían proceder a la expulsión del socio en cuestión, pagándole lo que en aquel momento le correspondería de ganancia si es que la hubiera, ya fuera en dinero como en mercancías. 10º) Se prohibía a los socios acudir a la justicia ordinaria en caso de conflicto con el resto de la compañía y en el caso de que acudiera el recurrente sería multado con 200 escudos castellanos a cobrar en un tercio por el Rey y en dos tercios por el Hospital General de Ciutat de Mallorca. 11º) En caso de defunción de uno de los tres socios podía ser sustituido por su heredero siempre y cuando trabajase en la compañía y en caso de que no lo hiciera podría nombrar un sustituto a sus expensas siempre que pareciese adecuado a los otros dos socios. 12º) Se podrían añadir capítulos nuevos a los citados por el mero acuerdo de dos de los tres socios. Sin duda existieron compañías sólo constituidas por documento privado, lo que dificulta una visión completa de las estrategias mercantiles. A ello se une el hecho de que la documentación fiscal en numerosas ocasiones recoge el nombre de uno de los socios de la compañía, aunque las mercancías que se embarquen o se reciban sean propiedad de la misma y no de uno de sus socios individualmente.52 Obviamente al igual que existían compañías muy centradas en la exportación, las había que contaban como actividad principal la importación de ropas, sobre todo tejidos tanto de lana como de seda, al Reino de Mallorca y en ellas –de nuevo- la variable familiar era muy importante. Es el caso de la formada por el tío y sobrino Pere Joan Rius y Joan Rius. Dicha compañía se había creado el 24 de Abril de 1624 y liquidado el 19 de Agosto de 1630. Es de destacar que la disolución de dicha sociedad se hace por medio de documento privado,53 en el que no existe ninguna referencia a documento notarial sobre la creación y/o disolución de la misma, documentos que por otra parte no nos constan al menos por ahora. Siguiendo con el ejemplo de compañías destinadas a la venta en Mallorca de ropas extranjeras puede citarse el pacto al que llegan en 1588 César Facio y el botiguer Bartomeu Julià. Facio invertía 1.200 libras en la compañía, dedicada a las ropas de seda.54 Por su parte Julià aportaba 300 ll. además de su trabajo personal y el de un mozo. Cabe destacar como se acordaba que Julià también procedería a la 52 Andreu Bibiloni, opus cit., pág. 69. 53 A.R.M., Conventos, 4303, f. 33. ... ab tantes sedes, ço és velluts, satins, e tafetans de diversos color (A.R.M., Notarios, D-161, f. 65). 54 40 Miguel José Deyá Bauzá venta de ropas que César Facio le facilitara de forma individual y no como socio de la compañía. Los beneficios de la compañía debían reinvertirse en la misma. Es obvio que se trataba de ropas de importación que Facio importaba y Julià vendía en el mercado interior, lo que viene reforzado por el hecho de que la industria mallorquina de la seda del momento no era capaz de abastecer la demanda interna. Esta sociedad es muy similar a la establecida en 1601 por parte de un mercader nizano establecido en Mallorca, Jeroni Genoin, y el botiguer Joan Melià; el primero importaba ropas extranjeras y el segundo las distribuía en el mercado interior.55 Otro tipo de compañías particulares son las que se constituían, con ese nombre o no, para la compra o/y gestión de embarcaciones. Un caso concreto es el que se nos presenta en 1614 cuando de hecho se constituye una compañía para la adquisición de una embarcación. Se trata del acuerdo al que llegan el importante mercader de Saona establecido en Mallorca Antonio Pavesi y el mercader Folcar Yaris, flamenco, capitán de la nave llamada El Tigre en ese momento amarrada en el puerto del Palma. El primero se comprometía a otorgar poderes al segundo para que, adquiriera una embarcación flamenca. Su precio debía hacerse efectivo en Ibiza con sal que proporcionaría el propio Pavesi. Folcar Yaris adquiría un tercio de la embarcación que pagaría con sal que Pavesi le haría llegar a Ibiza y que él compraría a Pavesi a un precio fijo, de 24 reales castellanos por mudi.56 Se constituía así una auténtica compañía en la cual Folcar Yaris era propietario de 1/3 de la embarcación y Pavesi de 2/3.57 El mercader se aseguraba así la compra de una nueva embarcación que muy posiblemente le hubiera sido imposible sin la información y las gestiones de Yaris y, por otra parte, vendiéndole un tercio de la misma diversificaba sus inversiones, asumiendo así un menor riesgo en esa operación. Ibiza tenía cierta importancia en los negocios de los Pavesi, contando con una persona que se encargaba de la venta de mercancías en aquella isla por cuenta de los Pavesi. En 1616 era el catalán domiciliado en Mallorca Francisco Ortiz58 y anteriormente Pere Antoni Llobet.59 De hecho los Pavesi actúan en Mallorca no sólo como mercaderes por cuenta propia, sino como factores de mercaderes extranjeros. Es este el caso de Joan Antoni Pavesi quien en 1613 actúa como factor de los herederos del mercader de Saona Bartolomé Gastadenghi (sic) ante las autoridades de Ibiza para el cobro de 993 ll., 3 s. 3 d. por el precio y los intereses del trigo que Jerónimo Nigro vendió a la Universitat de Ibiza en Diciembre de 1583 y Enero de 1584. Nigro había vendido sus derechos de 55 Miguel José Deyá, La manufactura, cit., pág. 171. 56 Según el Diccionario Català-Valencià-Balear el almudí equivale a 1.687’68 litros. 57 A.R.M-. Notarios, C-749, f. 129 y ss. 58 A.R.M., Notarios, C-751, f. 372 v. 59 Miguel José Deyá, «Extranjeros en el …», cit., pág. 47. Redes y estrategias de colaboración entre mercaderes… 41 cobro al Gastadenghi, que en 1613 aparece como difunto.60 De la importancia de la sal ibicenca en los negocios de los Pavesi no puede haber duda.61 En la línea de las peculiaridades de las compañías donde interviene la propiedad de una embarcación y sin salir del ámbito de la familia Pavesi está el acuerdo al que en Marzo de 1614 llega Nicolás Pavesi, hijo de Joan Baptista Pavesi, y el patrón genovés en ese momento residente en Mallorca Baptistam Busono. El primero vende al segundo una cuarta parte de su embarcación Nostra Senyora del Roser i Sant Antoni Bonaventura por el precio de 584 ll., 7 s. 6 d. Por otra parte el segundo se obligaba a ser patrón de la embarcación mientras Pavesi lo considerase oportuno.62 Dicha nave, con el nombre de Sant Felip, ya había pertenecido a los Pavesi, concretamente a uno de los tíos de Nicolás, Juan Francisco, a cuya muerte en 1611 su mujer –Isabel Castell, hija del también mercader mallorquín Martí Castell- la vendió a Pastor Zaforteza junto a una cantidad de sal que desconocemos. Se trataba de una embarcación pequeña que en 1614 se hallaba dotada de ocho piezas de artillería, cuatro grandes y cuatro pequeñas, y que con todos sus arreos se valoró en ese año en 1.337 ll. 10 s.63 Conclusiones Ante la falta de fuentes fiscales que nos permitan una reconstrucción del tráfico mercantil en el último cuarto del siglo XVI y primer tercio del XVII el estudio de mercaderes concretos nos aporta una importante luz sobre los flujos más importantes. Del mismo modo el estudio de estos personajes nos permite observar su multifuncionalidad en el sentido que tanto operan individualmente, como factores en el extranjero de agentes económicos mallorquines como factores en la isla de inversores foráneos. Se consigue así una visión del funcionamiento y operatividad de las redes mercantiles que no siempre se pueden observar si se analiza el comercio con fuentes fiscales que nos permiten reconstruir el tráfico mercantil pero no los sistemas de relación entre sus protagonistas. Los ejemplos examinados confirman la importancia del flujo Mallorca-Cerdeña para el período examinado así como la importancia de las relaciones económicas entre Mallorca y Valencia que ya se nos habían manifestado a nivel macro y que 60 A.R.M., Notarios, C.748, f. 394. 61 Miguel José Deyá, «Extranjeros en el …», cit., pág. 45. 62 A.R.M., Notarios, C-749, f. 125 v. Se da la circunstancia de que precisamente el patrón genovés Bautista Bosomo había sido el agente que en 1611 había diligenciado la compra de esta misma embarcación para el tío de Nicolás Pavesi, Juan Francisco (Miguel José Deyá, «Extranjeros en el …», cit., pág. 45). 63 42 Miguel José Deyá Bauzá aquí hemos advertido a partir del examen de la actuación de agentes económicos concretos. Del mismo modo cabe señalar como, amén del estudio de las compañías legalmente constituidas, cabe insistir en las relaciones de facto entre mercaderes, ya sea como factores unos de otros en territorios distintos como con otra forma de colaboración que no requería un nivel de institucionalización. Tanto en las compañías como en las colaboraciones más informales de mercaderes los lazos familiares, de paisanaje o de amistad juegan un importante papel. MVRGETANA. ISSN: 0213-0939. Número 134, Año LXVII, 2016. Pág. 43-49. UN PEQUEÑO EXPORTADOR DE BENIAJÁN EN EL SIGLO XX Gabriel García Rosauro Resumen: El negocio de la exportación en la Murcia de los años veinte y treinta del pasado siglo se sustentaba en dos productos estrella: los cítricos y el pimentón. En el caso de los primeros, este comercio se sustentará gracias a una demanda creciente de los países del norte de Europa que fomentó a su vez un auge de los monocultivos de cítricos. Esta relación llevará aparejada tensiones entre los distintos actores así como prácticas comerciales propias, algunas de ellas muy curiosas. Palabras clave: Cítricos, demanda, oferta, exportación, prácticas comerciales, pequeño exportador. Abstract: The export business in Murcia during the 20s and 30s of the last century was based on two star products:citrus fruits, pepper and paprika. As regards the former, this business will be sustained thanks to an increasing demand of the Northern European countries, what, in turn, made the citrus fruit monoculture grow too. This relationship will bring with it tensions among the different actors as well as new trade practices of their own, some of them really curious. Keywords: citrus fruits, demand, supply, export business, trade practices, small exporter. 44 Gabriel García Rosauro 1. INTRODUCCIÓN Es lugar común hablar de la importancia de las exportaciones murcianas en los años veinte y treinta del pasado siglo. Un somero estudio de las fuentes históricas y bibliográficas nos va indicar su importancia cuantitativa y cualitativa además de lugares, empresas, cifras y mil particularidades. No obstante, cuando descendemos al plano de las prácticas comerciales, encontraremos determinadas mecánicas que pueden servirnos para conocer la intrahistoria comercial de la región en estos años. Veremos así como este comercio afecta a varias personas y niveles de la realidad del momento: el agricultor, el exportador, las fuentes de crédito, los intermediarios, las compañías importadoras,... Vamos a intentar en este artículo ahondar y aprehender un caso de estas relaciones comerciales. La figura principal va a ser un pequeño exportador de Beniaján que a finales de los años veinte y principios de los treinta se embarca en un negocio de exportación a Inglaterra con muchas ganas y poco dinero. 2. LA IMPORTANCIA DE LOS CÍTRICOS EN LA REGIÓN DE MURCIA EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX En el primer tercio del siglo XX se produjo un ascenso de las exportaciones de frutas, una buena parte de éstas dirigidas al norte de Europa, en especial Inglaterra. En este salto cualitativo y cuantitativo destacará el aumento de los productos agrícolas de regadío frente a los del secano (las exportaciones de los primeros duplicarán a los segundos). En nuestra región destacará la importancia de dos productos: el pimentón y los cítricos. Como es fácil de deducir, este aumento de las ventas al exterior llevó aparejado cambios técnicos que trajeron un incremento de la superficie de regadío y un crecimiento de las inversiones, lo que favoreció la aparición e incremento de los negocios de apoyo a estas actividades: exportadores, corredores-intermediarios, almacenes de venta de abonos, trabajadores agrícolas especializados,… En esta situación, los pueblos y zonas productoras de cítricos, en especial los zona naranjeras, van a combinar un aumento de las exportaciones y un abaratamiento de costes que permitió que la crisis de 1929 fuera menos palpable tal como lo avalan las cifras de exportación de productos agrícolas que, aún descendiendo en sus conjunto para toda España, ve como la venta de cítricos sube del 20% en el período 1921-1928 y al 31% en el período posterior de 1929-1935. En el terreno de los capitales, necesarios para desarrollar estas actividades, ahora existirá una demanda de créditos, una necesidad que variará según el nivel de los actores y las garantías que puedan ofrecer sus demandantes. Un pequeño exportador de Beniaján en el siglo XX 45 3. EL PROBLEMA DE LAS FUENTES DE CRÉDITO EN LA AGRICULTURA Y EL COMERCIO MURCIANO DE LOS AÑOS 30 Especialistas de la materia coinciden en señalar que uno de los graves problemas de la agricultura murciana del período es la escasez de capital, provocada por la complejidad de las estructuras agrarias murcianas que, pese a los cambios ya indicados en determinados cultivos, adolecen de fuentes de financiación modernas que provocará, como no podía ser de otra manera, el mantenimiento de practicas crediticias del siglo anterior. Si el pequeño y mediano agricultor no tiene fondos para recurrir a los créditos de los bancos privados u oficiales, es fácil deducir que caerá en las redes de los prestamistas locales, los únicos que eran capaces de prestar un dinero con la garantía de tierras o de la propia cosecha, lo que excluirá de estos préstamos a un gran porcentaje de posibles clientes: los agricultores que trabajan la tierra sin ser los propietarios, un gran porcentaje en la huerta de Murcia donde era frecuente el arrendamiento de pequeñas y medianas propiedades. Al igual que los agricultores, correrán la misma suerte los pequeños intermediarios y exportadores que más de una vez, como veremos más adelante, recurrirán a otras estratagemas para conseguir un dinero que les era vital para dar señales de compra de pequeñas partidas de frutas que después acabarán en el mercado de la exportación. Una de estas prácticas consistía en recibir de la empresa importadora distintos créditos a cuenta para que el exportador pudiera comprar o dar la señal del pago de la cosecha que se pagaría más tarde cuando se zanjara la relación e incluso mucho más tarde. Estas realidades del agro murciano traerán varias consecuencias: - La incertidumbre en los ingresos de los agricultores que al no cobrar tendrán que recurrir a préstamos e incluso a su aplazamiento, con la consiguiente carga para los perjudicados. -El aumento de los pleitos entre pequeños exportadores y empresas de importación cuando los impagados aparecen. -El abandono de la tierra de colonos que al no cobrar la cosecha se ven abocados a la emigración o la búsqueda de otros trabajos. Un repaso somero de los pleitos entre prestamistas y prestatarios avala estas dificultades y nos habla de la importancia del aval de la tierra de regadío, la estrella para numerosos prestamistas. 4. EL PLEITO DE UN EXPORTADOR DE BENIAJÁN CON LA COMPAÑÍA INGLESA ISAACS SONS LIMITED Vamos a intentar reflejar una parte de la realidad de la exportación naranjera de estos años en la región. Para ello acudiremos a un largo pleito que mantendrá un 46 Gabriel García Rosauro pequeño exportador de Beniaján, Santiago Sánchez Martínez, con la citada compañía domiciliada en la ciudad de Londres. ¿Qué lleva a que estos dos actores tengan que enfrentarse? La respuesta es aparentemente sencilla: el exportador de Beniaján inicia una relación comercial en Noviembre de 1929 cuando recibe de la Compañía inglesa la cantidad de 1208 libras esterlinas como préstamo para “atender la próxima campaña naranjera” e iniciar la compra de naranjas de cara a la exportación. La cantidad inicial se ampliará días después con 500 libras más, lo que dará en conjunto la cantidad de 55.138 pesetas, cantidad que deberá reembolsar al año siguiente, en concreto el 31 de Julio. Como cualquier prestamista, la compañía inglesa exigirá un aval al exportador, en este caso cuatro fincas de riego moreral que suman siete tahúllas. Llegada la fecha de la devolución, el exportador sólo puede pagar 608 libras, 7 chelines y cinco peniques. Como la cantidad no es suficiente, días después acordará ante notario al acuerdo de ampliar la fecha de devolución del resto de la deuda al 30 de julio de 1932: reconociendo el deudor que no tiene liquidez, la parte demandante acuerda una prórroga para el pago de la cantidad pendiente. El interés es de un 7% -un punto por debajo de lo que daban los prestamistas locales- y, como es lógico, una prórroga de la garantía de las fincas del primer acuerdo. El asunto se complicará, como lo prueba que lo que se había iniciado como un acuerdo comercial seguido de un crédito, acaba en conflicto: «...han sido inútiles cuantas gestiones de carácter amistoso se han puesto en práctica por las entidades antes y después de....» El agravamiento de la situación llevará al inicio de un proceso judicial con toda la parafernalia que eso supone en estos momentos y que acabará, como era de prever, con el inicio de un embargo de todos los bienes disponibles del deudor, una relación de pertenencias que nos va a mostrar el estilo de vida de una pequeña burguesía que posee muebles de haya, nogal, sillones orejeros, máquinas de coser o escribir y, por otro lado, muebles de morera, pino o un aparador chinero de ínfimo valor; claro indicio de una clase social que roza el estilo de vida del pequeño propietario agrícola que se aventura a empresas de demasiado fuste para su débil economía. Para complicar más el asunto, la parte demandante comprueba que todos esos bienes ya habían sido embargados anteriormente por un juicio ejecutivo de 8.200 pesetas y que a su vez la cosecha de naranjas estaba embargada por otro acreedor. Cinco años después del inicio del proceso, en 1934, cuando ya parecía que la única opción era meterse en un pleito sin fin, los dos directores y el secretario de la compañía inglesa darán plenos poderes a su representante en Murcia, Fausto Escribano, para que desista de la acción ejecutiva. El porqué de este freno es muy sencillo: se ha llegado a una transacción amistosa. Esta nueva situación se admitirá a los pocos días y servirá para acabar el pleito que se inició en 1929. Un pequeño exportador de Beniaján en el siglo XX 47 ¿Qué se esconde en la filosofía de este pleito? La documentación que hemos consultado sobre estos exportadores nos lleva a considerar que el día a día de las prácticas comerciales de estos pequeños comerciantes tienen que ver mucho con el capital riesgo y la abundancia de créditos. A falta de estudios monográficos que nos hablen de las dificultades de estos actores, podemos entender las serias dificultades que tendrían los pequeños agricultores que venden a pequeños intermediarios como el que nos ocupa, y que más de una vez verían aplazados sus ingresos cuando no impagados por la dinámica de un sistema que participa de dos mundos: el antiguo, aquel que se mueve por la palabra, el pacto, la tradición, y el moderno, el que tiene que hacer frente a contratos por escrito con toda la parafernalia de una legalidad y unas relaciones comerciales con una compañía de otro país. Como consecuencia de lo anterior, las relaciones de estos intermediarios con los agricultores quedarán viciadas por la necesaria relación con el extranjero. Como hemos dicho antes, sería muy interesante disponer de fuentes primarias que nos hablaran de estas relaciones y contrastarlas con otras fuentes más accesibles como la de los prestamistas locales. Vistas estas dificultades, la única fuente que nos puede ofrecer más luz sería la oral. Una somera cata en la localidad nos dice que fueron los pequeños agricultores arrendatarios la clientela natural y habitual de estos pequeños exportadores. Tanto unos como otros están en franca desventaja para colocar su mercancía frente a las grandes fincas naranjeras, propiedades donde los agricultores más potentes van a realizar fuertes inversiones y eso llevará aparejada una relación comercial diferente a la que hemos descrito. Su potencial facilitará su crecimiento así como un progresivo debilitamiento de los pequeños y medianos propietarios que, al empeñarse en los prestamistas para modernizar sus explotaciones, verán como pierden sus propiedades a manos de prestamistas que posteriormente venderán las tierras a grandes propietarios que a su vez arrendarán sus tierras a agricultores sometidos al filo de la navaja de los intermediarios. Esta realidad será observada por varios estudiosos de la agricultura mediterránea del momento que dan un diagnóstico claro: la pequeña propiedad no puede hacer frente a la reducción de costes y la mejora de comercialización. 5. CONCLUSIÓN Aprovechando el pleito entre una compañía importadora inglesa de cítricos y un pequeño exportador de Beniaján, hemos intentado desmenuzar la historia de este último en una fecha clave para entender el comercio español y europeo: el periodo 1929-1934. Su día a día nos hablará de prácticas comerciales muy particulares. Prácticas que se sustentan en una realidad tan particular que le aleja de las instituciones oficiales 48 Gabriel García Rosauro –Bancos Oficiales de Crédito, que sí negocian con los grandes exportadores del momento– y se acerca a los prestamistas locales y a la necesidad, como ya se ha visto, de pedir préstamos a la empresa importadora para llevar a cabo sus transacciones. Hemos entrevisto en este somero acercamiento lo difícil de implantar órganos estatales de crédito dada la complejidad de una tierra que, aunque moderniza en estos años su agricultura de exportación, adolece aún de problemas como el minifundismo, el excesivo arrendamiento que lastra las inversiones en las explotaciones, la falta de capitales, excesiva atomización del crédito, falta de una burguesía agraria más potente,... , aunque para ahondar más en las últimas afirmaciones no sería malo un estudio más hondo de las circunstancias y, sobre todo, de sus protagonistas. Esto último es lo que hemos intentado haciendo una breve semblanza de los avatares económicos de uno de aquellos pequeños exportadores, como lo fue Santiago Sánchez Martínez, que se ven envueltos en un comercio en auge que no acaban de entender, ya que vienen de un mundo donde las transacciones eran más tranquilas, un mundo antiguo que lucha por no desaparecer ante la avalancha que se avecina. ÍNDICE DE FUENTES -A.H.MURCIA. JUSTICIA. CAJAS 11.778, 793, 804, 808, 819, 821, 832, 833 Y 41.858. -A.H.MURCIA. AUDIENCIA. CAJAS 36.846, 36. 847, 36.848 -A.H.MURCIA.GOB. CAJAS 6552, 6580. -A.H.MURCIA. MERCANTIL. CAJAS 6498,6499 Y 6550. -LEVANTE AGRARIO. Años1926, 27 y 28. -INE. Estadísticas del Comercio Exterior de España (1848-1935) ÍNDICE BIBLIOGRÁFICO. -CONFEDERACIÓN ESPAÑOLA DE CAJAS DE AHORRO. Los cítricos en España. Fondo para la investigación económica y social de las Confederación Española de Cajas de Ahorro. Madrid,1974. -EGEA BRUNO, PEDRO Mª. Neutralidad, comercio y relaciones internacionales de España durante la Primera Guerra Mundial. Anales de Historia Contemporánea, nº25, 2009. -GALLEGO MARTÍNEZ, DOMINGO. De la naturaleza, de la sociedad y del cambio técnico en el sector agrario español (1900-1930). Cuadernos Aragoneses de Economía, volumen 3, Zaragoza, 1995. Un pequeño exportador de Beniaján en el siglo XX 49 -GALLEGO MARTÍNEZ, DOMINGO Y PINILLA NAVARRO, VICENTE. Del librecambio matizado al proteccionismo selectivo: el comercio exterior de productos agrarios y alimentos en España entre 1849 y 1935. Revista de Historia Económica, volumen 14. -GÓMEZ ESPIN, JOSÉ MARÍA. La citrícultura española y la Europa de los doce. Universidad de Murcia. -MARTÍNEZ CARRIÓN, JOSÉ MIGUEL. Historia Económica de la región de Murcia. Editora. Editora regional de Murcia, Murcia, 2002. -MARTÍNEZ SOTO, ÁNGEL PASCUAL. Las vías de financiación de la agricultura murciana entre 1870-1936: el problema del crédito agrícola. 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Pérez de Perceval Verde Universidad de Murcia Resumen: La minería murciana contemporánea comienza en 1840, con la extracción a gran escala de los minerales de la sierra de Cartagena-La Unión y concluye, de algún modo, con el cierre de las labores en la misma sierra al comienzo de la década de 1990. Durante ese periodo se va a formar un empresariado minero, con unas características especiales, al calor de las posibilidades que ofrecía este negocio. Destaca la gran dispersión del laboreo, en una multitud de empresas propietarias y arrendatarias. Paulatinamente se va a producir un proceso de concentración y de introducción de sociedades extranjeras. Palabras Clave: Minería murciana, empresarios mineros, inversión extranjera, historia contemporánea de Murcia. Abstract: Murcia contemporary mining begins in 1840 with the large-scale extraction of minerals from the mountains of Cartagena-La Union and concludes, somehow, with the closing of the work in the same range at the beginning of the 1990s. During that period it will be forming a mining entrepreneurship, with special features, the heat of the possibilities offered by this business. It stands out the great dispersion of tillage, in a multitude of proprietary companies and tenants. Gradually it will be producing a process of concentration and introduction of foreign companies. Keywords: Murcia mining, mining companies, foreign investment, contemporary history of MurciaEmpresas y empresarios en la minería murciana contemporánea. 52 Miguel A. López-Morell - Miguel A. Pérez de Perceval Verde 1. Introducción La extracción contemporánea de los recursos mineros en Murcia, después de una tradición milenaria, tuvo su punto de arranque en la década de 1840. Fue el momento de despegue de una actividad que se mantuvo como una de las industrias relevantes de la Región durante el resto de siglo XIX y buena parte del XX. La extracción de diversos minerales, especialmente el plomo, cinc y hierro, fue una fuente de oportunidades empresariales y laborales en una ocupación de la que se carecía prácticamente de experiencia previa. Ello obligó a configurar un empresariado minero y metalúrgico, que estuvo condicionado por las posibilidades económicas de este negocio y por la reglamentación que pesaba sobre este sector. Este punto es necesario resaltarlo ya que constituye uno de los elementos claves que va a determinar la evolución futura de la minería en Murcia. La legislación vigente en este momento de arranque sólo permitía acceder a unas concesiones mineras de limitada extensión. La liberalización de la superficie que podían tener las minas no tardó en implantarse, concretamente en la Ley minera de 1859. Pero, cuando se promulgó ya se había demarcado buena parte de las cuencas principales, especialmente la de la sierra de Cartagena-La Unión. Por ello, la realidad empresarial estuvo marcada por el extraordinario minifundismo de las explotaciones. Las concesiones se contaban por miles y su extensión no sobrepasaba en muchas ocasiones la hectárea. En esas condiciones, era imposible a priori la explotación a gran escala, a la manera de los gigantes de la pirita como Río Tinto o Tharsis, o incluso al nivel de las explotaciones de las comarcas mineras al norte y el sur de Sierra Morena. Los mayores explotadores no eran sino grandes concentradores de infinidad de concesiones y participaciones minúsculas en numerosas sociedades especiales mineras, con todos los problemas de coste y eficiencia que traía consigo esta dispersión. El panorama se complica por la existencia de un elevado porcentaje de explotación indirecta: a las compañías y personas propietarias hay que sumar las empresas arrendatarias, que en esta zona se conocía con el nombre de “partidos” o sociedades “partidarias”. Se trata de un entramado complejo, un verdadero puzle donde resaltaron unos peculiares hombres de empresa. Otro de los elementos interesantes de los emprendedores de esta cuenca, que la diferencia de otras de la Península, es la permeabilidad relativa del grupo: aunque veremos fortunas mineras que se asentaban en sociedades bancarias o mercantiles previas, muchos empresarios mineros desarrollaron importantes patrimonios prácticamente de la nada. Naturalmente, después de largos años de trabajo y de acumular experiencia y relaciones en este complejo mundo que se fue organizando alrededor del aprovechamiento de estos recursos. Hay que desterrar el mito de los enriquecimientos milagrosamente rápidos. También constatamos que el paso de los años vio desaparecer, con variable velocidad, la mayor parte de las inmensas fortunas que hicieron famosa a la minería de la comarca. Los efectos de arrastre fueron bastante relativos y la tasa de supervivencia a largo plazo limitada. Frente a la dispersión inicial, va a existir una progresiva concentración de la extracción minera. En un primer momento, hasta finales del siglo XIX, fueron Empresas y empresarios en la minería murciana contemporánea 53 empresas e inversores nacionales los que encabezaron las iniciativas y lideraron el desarrollo de la producción. Los intentos de penetración de las empresas extranjeras chocaron con la enorme atomización y la compleja estructura que se desarrolló a su alrededor. Al final, fueron predominando dichas sociedades extranjeras (sólo unas pocas), pero que tuvieron que actuar como veremos condicionadas por el mantenimiento de la propiedad de un porcentaje variable de las concesiones que explotaban en manos españolas1. 2. Bases del negocio minero Antes de hablar de empresarios mineros hay que hacer una serie de matizaciones sobre cómo funcionaba este sector y las bases del desarrollo productivo. En primer lugar, hay que aclarar que la mayor parte de los auténticos mineros no eran propietarios de los terrenos que explotaban, sino exclusivamente concesionarios administrativos de la mina o arrendatarios de ese derecho. A esos propietarios, además, tenemos grandes problemas para reconocerlos porque, después de la concentración a escala de concesiones y propiedades que hicieron en la segunda mitad del siglo XX los Celdranes y Peñarroya, y que heredó básicamente Portmán Golf, quedan pocos vestigios de los antiguos propietarios. En definitiva, esta era la pauta general con respecto a los derechos de explotación, que aglutinaban los concesionarios que ni siquiera tenían que explotar directamente esas minas, ya que generalmente las daban en arriendo a un tercero, que no pocas veces la volvía a sub-arrendar. Por consiguiente, haber dispuesto de un mínimo de capital en su momento para hacerse con muchas concesiones fue una vía en la comarca para convertirse en un rentista, a veces acaudalado. De tal manera que encontramos muchos casos escandalosos de personas y empresas con inmensos terrenos deslindados, sin la mínima intención de explotarlos. El arrendador de una concesión minera se denominaba genéricamente partidario en el distrito minero murciano. Estos partidarios no tenían por qué ser pequeños explotadores, con lo cual hay que desterrar la idea de que era un desgraciado productor que trabajaba en precario y con arrendamientos usurarios. Efectivamente, hubo casos de contratos de partido a muy corto plazo, por meses, incluso días. Ese tipo de contratos afectaban a cuadrillas de trabajadores que trabajaban a destajo sin apenas descanso y en unas condiciones de rapiña sobre el filón que debían poner continuamente en peligro la seguridad en las galerías. Sin embargo, apenas están descritos y debieron ser muy subsidiarios. Sí se conocen arrendamientos a largo plazo en la mayoría de las minas, a muchos años vista. En estos contratos, se solía exigir al arrendatario-explotador entre un 8 y un 15% del valor del mineral que salía por 1 Sobre las empresas extranjeras: Albert Broder, Miguel Á Pérez de Perceval, Alejandro Sánchez y Carmen Marchán (eds.), La inversión extranjera en la minería española, Madrid, IGME, 2014. 54 Miguel A. López-Morell - Miguel A. Pérez de Perceval Verde bocamina, más el 3% del impuesto al Estado. Rara vez se exigía pagar al partidario el canon de minas, que era muy pequeño. Se conocen contratos por encima del 20% del producto, pero son escasos o se daban solo en minas con filones muy ricos, aunque todo dependía mucho de la capacidad de negociación del partidario y su seriedad en contratos previos. El concesionario, de hecho, sólo cobraba si se sacaba mineral, por lo que había que evitar desincentivarlo y que se marchara a otras explotaciones. El catastro de minas de 1909 nos da unas pistas muy interesantes sobre la importante cuestión de diferenciar concesionarios de productores, puesto que recoge la titularidad de cada una de las concesiones mineras de Murcia. En consecuencia, gracias a esta fuente podemos conocer cuáles eran los mayores concesionarios que hemos agrupado en la columna izquierda de la Tabla 1. En la misma tabla, hemos colocado a la derecha la lista correspondiente a los mayores productores mineros. Esta última la hemos extraído de las declaraciones que los propios mineros tenían que realizar al fisco. Cada trimestre estaban obligados a comunicar a la Administración Provincial de Hacienda la cantidad de menas extraídas y su precio, con el objeto de calcular el impuesto, que estaba en un 3% de media. Esta fuente, a pesar de sus defectos (especialmente por su carácter fiscal), nos proporciona una imagen de quienes producían y quienes especulaban en la zona. En definitiva, según las fuentes mencionadas, en pleno auge minero el mayor concesionario minero era, oficialmente, Pío Wandosell, con 1.423,5 hectáreas demarcadas. Le seguía el antiguo senador por Murcia Luis Angosto Lapísburu, que aparece en el Catastro como titular de 959 hectáreas. El nombre de este último, sin embargo, no aparece en absoluto en el listado de productores, por lo que podemos considerarlo como el máximo exponente del rentista-especulador. Se equivocan, por tanto, aquellos que lo han confundido, como a otros concesionarios rentistas, con los auténticos mineros. Lo confirman de hecho los siguientes de la lista. El cuarto concesionario, la empresa vasca Sociedad General de Industria y Comercio, propietaria de la fábrica de productos químicos del Hondón no tuvo actividades mineras conocidas esos años. Tampoco la Carthagena Mining and Water Cº. Ltd., sociedad creada en Manchester y que venía operando en Cartagena desde que adquiera en 1889 las aguas de Perín a la Compañía de Aguas de Cartagena para el suministro de la ciudad. Ni nos constan tampoco por parte de los Sucesores de Sebastián Pérez, que deben su noveno puesto casi en exclusiva a las 449 hectáreas de la concesión Trinidad, la mayor de todas las demarcadas en la Región. Tabla 1 Primeros treinta concesionarios y productores de la Región de Murcia en 1909 Mayores concesionarios Pío Wandosell Luis Angosto Juan Jorquera Nº de con- Superficie cesiones (ha) 114 64 54 1.423,5 959,1 728,1 Mayores productores Cie d´Aguilas Escombreras Bleyberg Miguel Zapata Valor producción (ptas.) 2.973.048 697.241 626.734 Empresas Soc. General de Industria y Comercio Cª Franco-Española Alejandro Marín José Maestre Antonio Gabarrón Herederos de Sebastián Pérez Joaquín Paya Soc. J. Jorquera e Hijos Soc. Lomo de Bas Federico Moreno Sandoval The Cartagena Mining Soc. Barrington y Holt Pedro Luengo Gustavo Pérez Soc. Española Casimiro Muñoz Juan de la Cierva Camilo Aguirre Escombreras Bleyberg Jacinto Alcaraz Soc. W. Elhers Manuel Victoria Miguel Zapata Soc. Paciencia Manuel Salas Simón Aguirre Alfonso Carrión 55 y empresarios en la minería murciana contemporánea 34 672,8 Antonio de Lara 321.450 22 672,7 F. Moreno 241.693 54 39 35 5 26 26 47 96 25 41 37 1 4 7 33 22 19 21 30 2 21 6 5 13 9 671,2 614,2 479,9 464,8 440,7 410,5 403,8 402,9 397,1 392,3 359,5 349,0 334,0 330,0 326,1 322,9 307,8 294,4 293,0 288,0 276,7 262,0 238,1 229,8 225,0 Mancomunidad Cehegín Soc. La Razón J. Esparza Luis Canthal Tobal y Cª F. García Pío Wandosell Barrington R. Spottorno Soc. Intransigentes J. Soler Orchadson Camilo Aguirre L. Salmerón R. Martínez J. Avilés F. Mínguez R. Novella Murciana Primera J.M. Díaz Soc. Esperanza J. Ubeda Consuelo Incognito Soc. El Trueno Alfonso Carrión 183.186 137.814 84.261 84.028 68.603 66.472 53.800 52.782 51.012 50.814 49.711 40.710 39.795 39.200 36.382 34.458 32.473 30.300 30.023 29.240 28.549 25.200 24.380 23.769 22.800 Fuente: Catastro de minas y declaraciones de los mineros de 1909 por el impuesto a bocamina. Por consiguiente, los primeros auténticos mineros de la lista de concesionarios son Pío Wandosell2 el cual tenía importantes explotaciones a su cargo en la Sierra de Cartagena-La Unión y en Mazarrón, como la mina Talía. Era además propie2 Véase: Gonzalo Wandosell, Pío Wandosell Gil. Memorias extraviadas de un empresario audaz. Retrato de una época: La Unión 1868-1920, Murcia, Ayuntamiento de La Unión, 2012; Francisco Ródenas, «La historia secreta de Pío Wandosell», El Eco de Alhama de Almería. Revista cultural. Año XI, nº 22, diciembre 2006. 56 Miguel A. López-Morell - Miguel A. Pérez de Perceval Verde tario de la fundición Dos Hermanas, en la zona del descargador, que Rui Wamba3 alababa por sus modernas instalaciones a inicios del siglo XX. Juan Jorquera y sus herederos, gestor de la gran fundición El Porvenir, que aparecen en el tercer lugar de los concesionarios en extensión, pero sin presencia entre los veinte primeros de la lista de productores. En lo alto de la lista de los productores se encuentra la Compagnie d’Aguilas, una sociedad francés de la que hablaremos más adelante. En segundo lugar tenemos a la también francesa Escombrera Bleyberg, que en sus memorias reconocía que el cien por cien de sus explotaciones activas las trabajaba como partidario de otros concesionarios, lo que no le impedía destacar sobre el resto de mineros. Le sigue Miguel Zapata, apodado el Tío Lobo, auténtico personaje de la minería murciana de la época del que también hablaremos más adelante. La lista continúa con Antonio de Lara, gerente entonces de las minas del Cabezo Rajao, propiedad de su familia política, los Dorda. 2.1 Los pioneros de la minería y la metalurgia Hilarión Roux (1819-1898) Este ciudadano francés fue un miembro destacado de los primeros grandes mineros y uno de los más injustamente olvidados. Llegaría a obtener para él y su familia en título de marqués de Escombrera. Era hijo del mercader-banquero Roux de Freissenet, que desde Marsella dirigía una extensa red comercial por todo el Mediterráneo. El padre era corresponsal de la familia de banqueros Rothschild y ese precisamente fue el papel asignado para él en Cartagena: corresponsal y representante de los negocios de la Casa Rothschild y, por supuesto, de su propia casa familiar. La función de personajes como Hilarión Roux fue fundamental para el despegue de las actividades mineras y, sobre todo, de las fundiciones de todo el sudeste. Estas últimas tenían como norma muy pocos recursos y estaban demasiado a expensas de sus abastecedores de escorias o mineral y de las oscilaciones del mercado. El ejercicio de la corresponsalía de los Rothschild no le impidió desarrollar negocios privados. Promocionó por su cuenta las fundiciones de Cuatro Santos y Montserrat, aunque el salto cualitativo más importante lo dio al hacerse con la fundición San Isidoro en 1846. Roux tomó las riendas de la fundición y en poco tiempo la convirtió en un exponente tecnológico en la comarca, lo que alternó con la adquisición de concesiones mineras y participaciones en diversas sociedades, alguna extraordinariamente rentable, como el gran yacimiento de calaminas descubierto en 1863 en la concesión “Dichosa”, cerca de su fábrica de Escombrera. No obstante, la mayor parte de las sociedades que patrocinó se dedicaron a la explotación del plomo. 3 L. Rui Wamba, Una excursión minero-metalúrgica a Levante, Bilbao, Imprenta José Mª de Vivancos, 1900. Empresas y empresarios en la minería murciana contemporánea 57 Entre tanto, Hilarión Roux se naturalizó en Cartagena, casándose en 1844 con la cartagenera María Piedad Aguirre Aldayturriaga. Este matrimonio fue clave para su futuro en la comarca, puesto que Roux delegó en sus cuñados, Eduardo y Simón, la organización de sus negocios, sobre todo tener que volver en 1858 a Marsella, por el fallecimiento de su padre, para hacerse cargo de la casa familiar de Banca. Su relación con los Rothschild fue desapareciendo, fundamente a partir de 1854, cuando dejan de llegar sus misivas desde Cartagena a la casa matriz de los banqueros en París. Este hecho estuvo relacionado con mucha seguridad con la progresiva liberalización de la exportación de mineral con plata, que el gobierno español vuelve a tolerar desde 1852. No obstante, no tardarán en volver a la zona, así como a su antiguo empleado. En 1877 Roux agrupó todos sus negocios mineros en la sociedad que creó al efecto: Mines et Usines de Escombrera, de la que hablaremos más adelante. 2.2 El General Blas Requena, los Dorda y los Pedreño Entre los empresarios nacionales de la primera minería unionense destacó el General Blas Requena (1791-¿1865?), que llegó a ser Gobernador Militar de Cartagena de 1843 a 1844. Varias fuentes indican sin pruebas que fue el primero en fundir escoriales romanos alrededor de 1839 en sus concesiones del Cabezo Rajao. Sí parece constatado que participó en varias de las muchas sociedades mineras fundadas en 1840, casi siempre acompañado de empresarios de Cartagena como Spottorno, Bosh, Reinoso y Ramón de la Guardia. No parece que tuviera problemas para compatibilizar esos años la actividad minera con sus responsabilidades militares y, de hecho, se aprovechó de su puesto de Gobernador al hacer ensayos de fundición de mineral en el horno de reverbero del Arsenal de Cartagena. Al retirarse, en 1853, se instaló definitivamente en Portmán. Desde allí, Requena fue solicitando la concesión de más de 50 minas, más otras 20 que tomó en compañía de su hermana Ascensión. Pero donde parece que más descolló fue en la fundición, sobre todo por la fábrica San Blas, que instaló en 1845 para aprovecharse de escoriales romanos. Requena no tuvo hijos y al fallecer todo su inmenso patrimonio pasó a su hermana Ascensión, que al morir, también sin descendencia y sin testar, en septiembre de 1879, dio inicio a un largo proceso de 8 años que puso en manos sus sobrinos María Concepción y José Requena Morales y Rosa, Juan y José Barthe Requena, todos residentes en Madrid, que se dividieron en cinco partes la fabulosa herencia de su tío. El más beneficiado de la desaparición de Requena fue Francisco Dorda Lloveras, que compró a sus herederos el Cabezo Rajao. Allí Dorda, instaló tres de las minas más productivas de la historia minera de La Unión: Àngeles, Iberia y Nuestra Señora de Montserrat, aglutinadas todas por la sociedad minera Aurora, que debía controlar en su totalidad. Participó en otras 59 sociedades mineras y él y sus descendientes presidieron algunas de las sociedades especiales mineras más importantes como La Bella Unión, Consuelo e Incognita, Joven Matilde y, sobre todas, la sociedad Cartago. 58 Miguel A. López-Morell - Miguel A. Pérez de Perceval Verde Otro minero relevante de la época fue Andrés Pedreño Torralba, que le llegó el boom minero sobrado de recursos por sus importantes actividades comerciales y bancarias en Cartagena. Pedreño no debió participar en las primeras sociedades mineras, pero sí invirtió mucho en fundiciones, al hacerse en 1861 con la fábrica La Soledad, de Portmán, y en 1866 con la conocida como Segunda Cartagenera, de Herrerías. Su hijo José Jesús Pedreño Deu apenas continuó con el negocio. De mucho más largo recorrido son las inversiones de varias familias potentadas de Cartagena, como el grupo de los comerciantes catalanes formados por los Bosh, Bofarull, Breis y Picó o Amatller, así como otros como los Rolandi, Pelegrín, Spottorno o los Collado, que participaron en el primer tirón inversor. 3. La consolidación de los grandes patrimonios mineros En los años 70 y 80 del siglo XIX la minería tomó otros derroteros, con el inicio de las primeras concentraciones importantes de capital, la modernización de las fundiciones y las minas, que invierten con más fuerza en el vapor, y los lavaderos gravimétricos. Todo lo cual no impidió que siguiera habiendo un largo número de minas explotadas con escasos medios y de manera precaria. 3.1. La Compagnie des Mines et Usines d´Escombrera (Bleyberg) El primer vuelco cualitativo lo dio el propio Hilarión Roux, que en agosto de 1877 decidió agrupar todo su patrimonio minero en España en La Compagnie des Mines et Usines d’Escombrera. Era la consolidación de las acciones de Roux en nuestro país. Escombrera se formó en base casi exclusivamente a las aportaciones de H. Roux, entre las que destacaba su modernizada fundición de Escombreras y sus minas de plomo argentífero en las provincias de Murcia, Ciudad-Real, Badajoz y Córdoba. Sólo quedó fuera de la inversión su participación en Puertollano. El capital inicial de la sociedad ascendió a unos importantes 9.500.000 francos y se amplió en 1881 hasta 14.500.000 por la absorción de la Compagnie des mines et fonderies du Bleyberg, lo que motivó el cambio de denominación de la sociedad por Compagnie Française de Mines et Usines d´Escombrera-Bleyberg. Se volvió a subir a 20.000.000 francos el año siguiente, para completar las instalaciones de Bleyberg. En suma, puede decirse que el desarrollo de los primeros años de Escombrera fue espectacular. Se cumplieron las expectativas, gracias su importantísimo patrimonio, un contrato firmado con los Rothschild y los pingües resultado de las numerosas empresas participadas. Sin embargo, en 1883 se produce la inesperada suspensión de pagos de la Banca Roux, que pone al descubierto una serie de irregularidades en Empresas y empresarios en la minería murciana contemporánea 59 los movimientos de efectivo por los metales que recogía Roux de la fundición de Escombrera, que deja en suspenso el pago de más de un millón de francos. Tras el desfalco, muy relacionado con la bajada sin freno de los precios internacionales del plomo y el cinc, Roux debe retirarse de la gestión de la empresa (sustituido por Remy Paquot), la cual inicia un proceso de reestructuración que le lleva a no pagar dividendos por cuatro años, a la cesión en 1884 a la Compagnie d’Aguilas de su concesión más importante en Mazarrón (Santa Ana) y, por último, a un proceso de amortizaciones que dio pronto sus resultados. Se realizaron dos recortes drásticos de capital: en 1896 se redujo a 10.000.000 francos y en 1898 se dejó en 7.000.000 francos. No obstante, el importantísimo patrimonio restante permite a Escombrera mantener un ritmo de producción creciente hasta fin de siglo. 3.2. Los Figueroa4 Ignacio Figueroa, padre del futuro Conde de Romanones, fue el continuador de una de las sagas familiares más potentes del plomo iniciada por Luis Figueroa Cassaus (fallecido en 1853), un afrancesado que se había instalado con éxito en Marsella. Allí, asumió el liderazgo de los importadores y fundidores. En 1865, al poco del traslado definitivo de la familia a España, compró la fundición San Ignacio. Ya en España, Ignacio Figueroa potenció la fundición de Cartagena y nuevas instalaciones en toda España, como la fundición San Luis, en Linares, y la fábrica de elaborados de plomo de Santa Ana, en Barcelona. Además, en 1889 consiguió el alquiler del coto Arrayanes al Estado Español, que la familia mantuvo hasta 1907. Todo ello le permitió seguir siendo uno de los mayores exportadores y manufactureros de plomo de España y el principal suministrador de plata para la Real Casa de la Moneda. Al fallecer en 1899 Ignacio, se hacen cargo del negocio familiar sus hijos Gonzalo, duque de las Torres y marqués de Villamejor y Álvaro, conde de Romanones, famoso político liberal varias veces ministro y presidente del Consejo de Ministros. Ambos, que continuarían asociados durante décadas, hasta que unas desavenencias irreconciliables en los años 20, al hilo de sus inversiones en la Compañía de Minas del Rif les separaron temporalmente. En Murcia los Figueroa controlaban también las fundiciones Extremeña y Trujillo 2, y nos constan varias actuaciones de importancia, como el arrendamiento de la mina de hierro La Trinidad a José Maestre y Andrés Teulón, en 1903 y la toma en alquiler de la Fundición Roma en 1905, por Sobre el apellido Figueroa y sus actividad en la minería y metalurgia: Gérard Chastagnaret, «De Marseille à Madrid, du plomb à la noblesse et au pouvoir d’État: la construction de la fortune de la Casa Figueroa». Cahiers de la Méditerranée, 46-47, 1993, págs.123-137; Gérard Chastagnaret, L´Espagne, puissance minière dans l´Europe du XXe siècle, Madrid, Casa de Velázquez, 2000; Miguel Pérez de Perceval, «Las élites mineras españolas de mediados del siglo XIX: relevo en el liderazgo de la explotación de los minerales», en Xavier Huetz de Lemps y Jean-Philippe Luis (Coor.), Sortir du Labyrinthe. Études d’Histoire Contemporaine de l’Espagne. Hommage à Gérard Chastagnaret, Madrid, Casa de Velázquez, 2012, págs. 69-88. 4 60 Miguel A. López-Morell - Miguel A. Pérez de Perceval Verde veinte años, a la sociedad comanditaria propietaria Francisco Martínez de Galinsoga, Empresa Roma. En cualquier caso, todos estos activos ser integraron en 1906 en un conglomerado industrial, con sede en Bruselas, con el nombre Mines et Metaux Figueroa, que años más tarde traspasaron casi en su integridad a la SMM Peñarroya. Eso no supuso que los Figueroa dejaran de interesarse por la comarca minera, ya que llegaron a un acuerdo para controlar en exclusiva todo el plomo que Peñarroya vendiera en España. 3.3. Otros inversores destacados Junto a estas inversiones aparecen otras muy destacables de mineros locales o de Almería. Uno de los más activos fue el mencionado Juan Jorquera, asociado al británico Julio Walker, con el que construyó la fundición El Porvenir, que entregaría toda su producción a los Rothschild. Sin embargo, no sabemos por qué, en febrero de 1882 Jorquera terminará transfiriendo su negocio, fundición y contrato incluido, a un ingeniero de Cuevas de Almazora, Luis Figuera y Silvela. Figuera desenvolvió una actividad frenéticas desde 1880, ya que no sólo participó activamente en la formación de la Compagnie d’Aguilas, sino que patrocinó dos sociedades financiadas desde Francia por el mismo grupo de socios inversores, una fundidora, supuestamente española, y otra exclusivamente minera, francesa: la Metalúrgica de Levante y la Compagnie de Portmán. La Metalúrgica de Levante, fundada en 1883, con 1.250.00 ptas de capital, poseía dos activos industriales cedidos por Figuera: la fundición El Porvenir de la Industria, sita en La Unión, que había comprado a Juan Jorquera; además de la fundición de Santo Tomás, en Almería, que Figuera tenía alquilada a largo plazo. Se sumaban a estos activos el mencionado contrato de 1884 para el abastecimiento de los Rothschild, junto a los compromisos de recibir mineral de la Compagnie de Portman, que debían dar continuidad a la empresa. La Cie de Porman, fundada un año antes, con un capital de 1.500.000 francos, estaba formada a partir de una serie de concesiones alquiladas en La Unión, fundamentalmente las minas Victoria y El Humo. Figuera era también el presidente de esta sociedad que terminaría derivando sus intereses a fines de siglo a las minas de hierro de Morata, en tanto que la Metalúrgica terminó cerrando. Tras esta hornada de importantes empresarios que hemos descrito para la década de los 70 y 80 del siglo XIX, a partir de finales de los años 80 sí disponemos de mucha más información gracias a las mencionadas declaraciones de los mineros, que nos permiten hacer un “ranking” aproximado de los productores mineros (Tabla 2). Empresas 61 y empresarios en la minería murciana contemporánea Tabla 2 Veinte principales empresas mineras de la Región de Murcia en 1890, 1902 y 1910 (% del valor total producido en Murcia) 1890 Propietario/productor % sobre el total declarado Sandoval, Brígida 12,3 Escombrera-Bleyberg, Cª Francesa 10,9 Cª d’Aguilas 9,3 Sociedad San Juan y Santa Ana Sociedad Buena Fe Sociedad San Fulgencio Guillermo Orchardson Sociedad Especial Minera La Victoria Sociedad El Trueno Guillermo Elhers Sociedad El Porvenir Sociedad La Extranjera José Carlos Roca Sociedad La Esperanza Sociedad La Unión Camilo Aguirre Sociedad Venturosa de Lobosillo Ángel Bruna Sebastián Servet Sociedad Especial Minera El Trueno 1905 Propietario/productor 8,4 6,6 4,8 1902 Propietario/productor Cª d’Águilas Escombrera-Bleyberg, Cía Francesa Federico Moreno Miguel Zapata Camilo Aguirre Antonio de Lara % sobre el total declarado 44,5 15,2 3,4 3,0 2,5 2,3 3,5 Barrington 2,3 3,5 Pío Wandosell 2,2 2,7 2,2 1,7 1,2 0,9 0,9 0,9 0,8 0,8 0,8 0,7 0,7 % sobre el total declarado Cª d’Águilas 46,9 Miguel Zapata 7,7 Escombrera-Bleyberg, Cía Francesa 17,8 Sociedad La Concordia G. Conesa F. Asensio 1,3 1,1 1,1 J. Esparza 0,9 Gil , M. Sociedad La Carmen Luis Canthal J. Albadalejo Sociedad El Trueno J. Ubeda 0,9 0,8 0,8 0,7 0,7 0,6 J. Soler 0,6 A. Carrion 0,6 1910 Propietario/productor Cª d’Águilas Miguel Zapata Escombrera-Bleyberg % sobre el total declarado 33,5 12,2 11,7 62 Miguel A. López-Morell - Miguel A. Pérez de Perceval Verde F. Moreno C. Lanzarote Antonio de Lara Guillermo Orchardson Camilo Aguirre Barrington W. Elhers J. Esparza M. Morales G. Conesa Sociedad El Trueno Sociedad El Fraile A. Carrión J. Ruiz Roberto Doggio F. Rosique M. Gil 2,9 2,4 2,3 1,3 1,3 1,2 1,0 0,7 0,6 0,6 0,6 0,5 0,5 0,5 0,5 0,4 0,4 Antonio de Lara* Mancomunidad de Cehegin F. Moreno F. García J. Esparza S. Carrión Tobal y Cia. Orchadson Luis Canthal Ricardo Spottorno A. Carrión Barrington Camilo Aguirre Sociedad Intransigentes J. Avilés R. Martínez A. González 3,8 3,0 2,9 2,4 1,8 1,5 1,5 1,4 1,3 1,2 1,0 1,0 1,0 1,0 0,9 0,9 0,8 Fuente: Declaraciones de los mineros. *Mancomunidad de Herederos Dorda A la cabeza en 1890 está, sorpresivamente, una mujer: Brígida Sandoval. Se trataba de la viuda de Pedro Moreno Bermejo, un minero de largo recorrido que había acumulado multitud de multitud de concesiones y participaciones societarias en toda la sierra de Cartagena-La Unión. En concreto, en 1890 constan a su nombre 59 minas en explotación, con rendimientos destacados en las minas de plomo Sebastopol, San Dionisio, Segunda Esmeralda, Diosa, Pepita, San Jorge y Belén. Doña Brígida gestionó los negocios familiares y al fallecer en 1890 sus bienes pasaron a su Testamentaría, que hace constar su nombre por dos años más en el pago de impuestos, hasta que se hace cargo del patrimonio su hijo Federico Moreno Sandoval. Federico continuó ocupando todavía las primeras posiciones entre los mineros, pero ya con unos porcentajes reducidos. Resulta muy significativo que desde el inicio del siglo XX las sociedades especiales mineras, mayoritarias en 1890 y antes, vayan perdiendo peso y desapareciendo del ranking. Muchas de ellas fueron dejando la explotación desde la crisis de fin de siglo y se dedicaron a alquilar sus concesiones, cuando no venderlas, aunque será muy difícil verlas desaparecer hasta bien entrado el siglo. Algunas, como La Buen Unión o El Fraile, demuestran una longevidad destacada entonces. A partir de entonces, surgen con fuerza los nombres de Aguirre, Wandosell, Lara (en nombre de los Dorda), Gregorio Conesa, o los extranjeros Barrington y Orcharson, entre otros muchos. Sin embargo, entre todos ellos terminó destacando sobremanera Miguel Empresas y empresarios en la minería murciana contemporánea 63 Zapata Sáez, el “Tío Lobo”, que progresivamente escala en el ranking hasta acercarse definitivamente a Escombrera y tomar el liderazgo a partir de los años siguientes y hasta la guerra Civil. 3.4. La Compagnie d’Aguilas Esta sociedad se constituyó a la par que Peñarroya en 1881. Algunos autores han señalado la posibilidad de una fuerte participación de Rothschild Hnos., pero lo cierto es que funcionó al margen de su intervención5. La formación de la Cie d’Aguilas partió de una iniciativa nacional, en concreto de la oferta de una serie de concesiones y fundiciones en 1880 por parte de las Sociedades “Anglada” y “Figuera, le Roy y Cª”6. Julien Deby, director de la Cia. de Rio Tinto, realizó un informe de estas minas de la comarca de Águilas, donde señaló la conveniencia de reunir estos establecimientos mineros y metalúrgicos, calculando entre 45 y 50 millones de francos la inversión necesaria para acometer este negocio. La intención era constituir una empresa anglo-francesa de grandes proporciones. Al final, será una sociedad únicamente francesa, bajo el patrocinio del “Crédit Industriel et Commercial”, constituida el 30 de junio de 1881 con un capital inicial de 30 millones de francos. Dicho capital era menor del presupuestado por Deby como necesario para esta iniciativa empresarial, por lo que se autorizó la emisión de obligaciones por 20 millones de francos. Las pretensiones de la nueva sociedad eran ambiciosas: hacerse con el control de una parte importante de los yacimientos de Almería y Murcia y desarrollar una actividad que iba desde la extracción a la fundición y la comercialización, pasando por la explotación de medios de transporte y de instalaciones portuarias. Su llegada parecía que iba a ser el acicate para la reactivación de estas cuencas. En Mazarrón (Murcia) hará que rivalice la producción de estas minas (con un mineral de mayor tenor metálico) con el tradicional centro extractivo de la Región, la sierra de Cartagena-La Unión. Pero las previsiones iniciales chocaron con diversos problemas, especialmente el descenso de la cotización del plomo y de la plata, lo que provocó pérdidas en los primeros años de actividad y que sólo fuera capaz de colocar 15.000 (7,5 millones de francos) de las 40.000 obligaciones que autorizaban los Estatutos. Ello obligó a la sociedad a medidas radicales para solventar su situación financiera. En abril de 1887 se acuerda reducir el capital a 15 millones de francos y reorganizar su deuda, intentado abonar los intereses de y la amortización gradual de las deudas con los productos de la explotación. Progresivamente se fue desprendiendo de sus intereses 5 J. Nadal, El fracaso de la Revolución Industrial en España, 1814 1913. Barcelona, Ariel, 1975, págs. 104-105. Pour et Contre, 11-10-1892. Julien Deby: Rapport, 1881. Como menciona este informe, el objeto era conseguir el monopolio del comercio de minerales de plata y de plomo de la costa del sureste de España y ocupar un importante posición sobre los mercados de metales del mundo (p. 21). 6 64 Miguel A. López-Morell - Miguel A. Pérez de Perceval Verde en el puerto de Águilas, de las vías de ferrocarril, de los navíos y de las fundiciones, para concentrarse en el negocio minero. Después de la fulgurante iniciativa, entre 1886 y 1887 liquida la mayor parte de su actividad extractiva y fundidora, paralizando el desagüe e iniciando un retroceso en esta comarca que paulatinamente acabará con la minería del plomo del levante almeriense. La S.M.M. de Peñarroya también había intervenido en 1885 también con fatal desenlace, como señalamos más adelante, constituyendo una de sus más amargas experiencias en el laboreo peninsular. La Cie d’Aguilas pecó, en suma, de exceso de confianza, pensando que una buena organización del negocio, utilizando la tecnología más avanzada, daría buenos resultados. Chocó, al igual que Peñarroya, con la estructura de un negocio difícil de organizar al que costaría doblegar. Cie d’Aguilas no pudo y el varapalo inicial pesaría como una losa en la posterior marcha de la sociedad. El capital fue reduciéndose paulatinamente desde los 30 millones de francos iniciales hasta 7,5 en 1904. De sus amplias pretensiones iniciales, su actividad se centraría en las minas de Mazarrón (abandonando prácticamente el laboreo de las concesiones almeriense de plomo de Almagrera) y dedicándose únicamente a la extracción, sin continuar con sus proyectos metalúrgicos. Lo cierto es que, muy lentamente, fue estabilizando las cuentas en la década de 1920, repartiendo beneficios e incluso incrementando su capital: en 1925 a 10 millones, en 1926 a 12,5 millones, hasta llegar en 1928 a los 20 millones de francos. En estos años se plantea una ampliación de sus actividades7, invirtiendo en diferentes iniciativas en otras partes de la Península, en el norte de África, etc.8. Lo cierto es que esta expansión llegaba tarde y en un momento en el que se van a multiplicar las dificultades para la producción minera internacional. Al final, las concesiones de Mazarrón fueron explotadas en los años treinta por la Compañía Minera de Sierra Carolina, una sociedad constituida en 1918 con participación al 50% de S.M.M. de Peñarroya y de Cª d’Aguilas. En julio de 1936, en las circunstancias bélicas españolas, pasó a manos de la “Comunidad de Obreros Mineros”. Se trata de una cooperativa que, a diferencia de muchas de las que se formaron en la Guerra Civil, siguió explotando estos criaderos una vez acabado el conflicto9. En Mazarrón el avance se orienta al laboreo de otras concesiones, en concreto ponen la esperanzas en 1828 en la mina “Talía”, una mina de renombre en esta zona 7 8 Participa en la “Société des Mines de Timezrit”, “Société de l’Ouenza”, “Société des Mines de Bou-Arfa”. La “S. de Mines de Bédar”, constituida para explotar las minas de esta zona de Almería, terminó explotando concesiones españolas del norte de África. Tenemos la suerte de contar con la documentación empresarial de esta cooperativa gracias a la labor de salvaguarda documental del personal del Archivo Municipal de Mazarrón, que rescataron lo papeles de esta empresa. 9 Empresas y empresarios en la minería murciana contemporánea 65 3.5. Miguel Zapata Sáez (Tío Lobo) y los Maestre Los orígenes de Miguel Zapata son algo difusos10. Había nacido en 1841 en San Javier, en una familia con recursos gracias a la compraventa de ganado. Sin embargo, muy joven decide dejar el entorno familiar y tras un intento fracasado de montar una pesquería en la zona norte de La Manga decide instalarse en la sierra de Cartagena-La Unión, regentando un ventorrillo en el Llano. Según parece, Zapata pudo iniciar un proceso de acumulación de concesiones muy lento, asociándose al principio con otros mineros locales. Con el paso de los años Zapata fue el primer minero nacional de la región que logró integrar todo el proceso productivo, desde el laboreo, pasando por el beneficio y encargándose también del transporte y comercialización. Otros mineros de su época también tuvieron numerosas minas y sus propias fundiciones, como Wandossel (Dos Hermanos), Gregorio Conesa (Segunda Cartagenera), Orchardson (Pura Concepción y Santa Brígida) o los Salmerones (La Trinidad), pero solo Zapata se preocupó de ir más allá, asegurándose además el transporte de minerales a través de su propio cable aéreo (La Lucera) hasta Portmán para exportarlo en su propia naviera, la compañía The Zapata Steams-whipping Company Limited. Nos costa que esta sociedad tenía en 1916 un barco de 2.500 t que hacía el servicio hasta el Reino Unido, volviendo cargado de carbón y tres faluchos para mandar a desplatar el plomo a la fábrica San Ignacio de Santa Lucía. Por añadidura, Zapata fundó en 1890 la Maquinista de Levante para la fabricación de diferentes construcciones metálicas. El propio grupo empresarial de Zapata absorbía el 75 por ciento de la carga de trabajo de la fábrica. Todo este patrimonio estaba pensado que pasara a manos de su único hijo varón, Miguel Zapata Hernández (1879-1910), pero al morir prematuramente, con apenas 31 años, el futuro de la sociedad familiar pasaría a manos de su cuñado José Maestre Pérez. Maestre (1866-1933) llegó en 1888 a Portmán, su primer y último destino como médico rural. Allí debió entablar pronto relaciones con Zapata, que lo introdujo en política y en su familia, pues se casó con su hija Visitación en 1891 y tras su muerte en 1903 con su hermana Obdulia, en 1905. Aunque oficialmente Maestre constara solo como gerente de la Maquinista de Levante, aglutinó en 1916 con su suegro todos los negocios de la familia en la Mancomunidad Miguel Zapata e Hijos. Un informe de la propia empresa del patrimonio declarado (Tabla 3) nos revela algunos elementos muy importantes del concepto del negocio minero generado por su suegro y acrecentado por él. 10 José A. Lorenzo Solano, Biografía de José Maestre Pérez (1866-1933) (El gran mito político de Cartagena). Murcia, Librería Tajo, 1989. 66 Miguel A. López-Morell - Miguel A. Pérez de Perceval Verde Tabla 3 Patrimonio de la Mancomunidad Miguel Zapata e Hijos en 1916 Concesiones mineras Minas arrendadas Exportación de minerales Fundición Concepción (Portmán) La Maquinista de Levante Buques Acciones desagüe del Beal Valoración (ptas.) 1.900.000,00 4.769.018,86 3.160.293,54 8.418.387,92 1.000.000,00 620.000,00 114.000,00 Anticipo a los mineros 2.100.000,00 Existencias de minerales para la exportación 1.345.300,00 Fincas rústicas y Urbanas Existencias de minerales de plomo Almacenes generales de La Maquinista de Levante Efectos en construcción en la misma Almacén de minas TOTAL 254.000,00 520.000,00 250.000,00 130.000,00 25.000,00 24.606.000,32 Fuente: Archivo Peñarroya España (IGME), A 510/1. Como puede verse, la Mancomunidad valoraba mucho más sus contratos de minas arrendadas que las concesiones propias. Lo que nuevamente confirma que no tenían por qué ser pequeños los partidarios y que, en muchas ocasiones, el alquiler era la mejor o única opción. El activo más importante es, sin duda, la fundición Concepción de Portmán, que en esos años acababa de concluir un importante proceso de modernización que posibilitó el cierre de la fundición colindante, La Orcelitana, también propiedad suya. Obsérvese también la importante partida de “anticipos a los mineros” que denota la faceta de prestamistas/financiadores de Zapata y Maestre, lo que les permitió asegurar un plus de abastecimiento de mineral y, posiblemente, llevarse por embargo algunas concesiones. Las 24.606.000 pesetas en el que se valora el conjunto de la empresa representan, sin ninguna duda, el activo industrial más importante, con diferencia, de toda la Región de Murcia en ese momento. El heredero natural de la dirección de los negocios familiares será José Maestre Zapata, el hijo mayor de Maestre, con estudios de Ingeniero Comercial en Suiza, que incluso siguió la estela política de su padre al ser diputado nacional durante la Segunda República. Sin embargo, su temprana muerte, al inicio de la guerra civil, cuando ya estaba al cargo del grupo de empresas familiares descabezó al grupo y puso en la dirección a su hermano Tomás, abogado de formación. Al concluir el Empresas y empresarios en la minería murciana contemporánea 67 conflicto, se puso efectivamente al cargo de los negocios familiares, tomando la presidencia de Contrataciones e Industrias y de la Sociedad Minero Metalúrgica Zapata-Portmán, aunque el auténtico gestor de esta última era sin duda Juan Rubio de La Torre. Tomás demostró ser poco hábil en la gestión del patrimonio familiar y progresivamente fue liquidando el impresionante legado que recibió a precios muy discutibles, empezando por la venta de la mitad de la Sociedad Minero-Metalúrgica Zapata Portmán a Peñarroya (1947), la totalidad de la Contrataciones e Industrias (1945), para terminar con los palacios de la familia en Cartagena. El de su tío Miguel se vendió a las religiosas Carmelitas (1942), para hacer su colegio de la plaza de España y la fabulosa vivienda de su padre, en la Plaza de San Francisco, al Banco Hispano Americano (1940?). 4. Los últimos grandes mineros, los Celdranes Francisco Celdrán Conesa abre la última etapa de la minería de la sierra de Cartagena-La Unión. Procedía de una familia de empresarios mineros, aunque modesta. Construyó un emporio minero propio que marcó dos décadas de la extracción murciana (de 1947 a fines de los 60). Nació en agosto de 1908, en El Llano del Beal, y estudió medicina. Tras la guerra Civil se trasladó a Cartagena, para ocupar una plaza de médico en Torre Pacheco. La proximidad a las minas de la sierra de Cartagena-La Unión le permitió reuperar el contacto con el negocio de su padre e iniciar las primeras inversiones por su cuenta. Es importante resaltar que, desde muy pronto, su visión de la minería se aleja del esquema de explotaciones de dimensión unifamiliar o de las caóticas Sociedades Especiales. De ahí su convencimiento de que el negocio solo podría ser rentable si se ampliaba y se apostaba con fuerza por los lavaderos diferenciales, que tímidamente habían llegado a esta zona. En consecuencia, a partir de 1945 alterna su profesión con la gestión de un proyecto empresarial que fue in crescendo en tres vías: en primer lugar, la extracción y tratamiento de los minerales a gran escala con las moderna tecnología de flotación diferencial; en segundo lugar, con la intensificación en la exportación de minerales; y, por último, en el desarrollo de una fundición propia. El proyecto minero, que se consolidó entre 1947 y 1952, se comenzó a fraguar a partir de la concesión familiar Nuestra Señora del Buen Consejo, al sur del Llano del Beal. Con la denominación de “Francisco Celdrán, Minas y Minerales”, amplió la superficie de explotación interior con la compra de nuevas concesiones colindantes, al objeto de constituir un coto minero que facilitara la extracción a mayor escala. De este modo, empieza a constituirse el primero, que aglutinó la demasía a Nuestra Señora del Buen Consejo, y las minas Neptuno, Esperanza, Zurbano, Edetana, 2ª Paz, Molinera y Oriolana, que formaban juntas un polígono regular en donde solo permanecerá incrustada la mina Mendigorría, que no se pudo comprar hasta prime- 68 Miguel A. López-Morell - Miguel A. Pérez de Perceval Verde ros de los setenta. Sobre la superficie de la mina Esperanza se construyó el primer lavadero de flotación que se denominó Lavadero de 2ª Paz. El coto continuó expandiéndose con nuevas adquisiciones y concesiones, con lo que se convirtió en el más importante junto con los de Peñarroya, que lo flanqueaba por su lado Oeste y Sur. Paralelamente, se instala el lavadero Pablo y Virginia. También se instalaron los lavaderos, con sus correspondientes cotos de Ponce, situado a la derecha de la carretera de Los Belones en dirección a Portmán y el de Los Pajarillos situado entre sus lavaderos 2ª Paz y el de Pablo y Virginia, en un coto de dicho nombre constituido por minas arrendadas a la familia Moreno Sandoval. Para gestionar tamaño patrimonio, que en superficie llegó a superar los treinta millones de metros cuadrados, Francisco Celdrán fue arrastrando poco a poco a sus familiares al negocio, a los que incorporó en distintas funciones, dándoles participaciones substanciosas. La entrada de sus hermanos fue, sin embargo, motivo de problemas crecientes en el negocio. Las diferencias se fueron agudizando y llega el momento en que hubo que adoptar soluciones, que terminó por dar lugar al nacimiento de la sociedad mercantil Minera Celdrán, S.A., constituida el 29 de diciembre de 1951, con domicilio social en Madrid y participada en un 60% por Francisco Celdrán y en un 40% por su hermano Miguel. A ella se aportan todos los bienes con excepción de la Brunita, que pasa a Eloy Celdrán. Francisco Celdrán cerró su ciclo de negocio, justo después de la segregación familiar, con el establecimiento de una fundición propia. Convence para unirse al proyecto a los empresarios vascos Ramón Churruca Arellano y José Lipperheide Henke, así como al presidente del Banco Central, Ignacio Villalonga, ante una perspectiva de invertir alrededor de 300 millones de pesetas en tres años. Juntos acuerdan constituir la Española del Zinc, S.A. (ZINCSA), que se escritura el 28 de abril de 1956, con un capital social de ciento cincuenta millones de pesetas (representado por 300.000 acciones de 500 ptas. cada una), de los que aportara una tercera parte cada uno de los tres grupos que lo constituyen, a saber, cincuenta millones el grupo Central (Ignacio Villalonga 10 millones, el Banco Central 37,5 millones y Pascual Eguiagaray 2,5 millones), otros cincuenta millones el grupo Celdrán (Francisco Celdrán 25 millones y Minera Celdrán 25 millones) y otros 50 el grupo vasco (Ramón Churruca 25 millones y José Lipperheide 25 millones). La fábrica entró en funcionamiento en el año 1960, con una capacidad de producción de 20.000 toneladas anuales de cinc electrolítico. El suministro procederá en principio de los mineros de la sierra, teniendo en cuenta que entre Peñarroya (primer productor de España de plomo y blenda) y Minera Celdrán, S.A. (segundo productor de plomo y tercero de blenda) más Eloy Celdrán, superaban el 50% del suministro necesario. La andadura de ZINCSA fue positiva desde entonces. Por consiguiente, se va a ir ampliando su capital hasta llegar a los 450 millones de pesetas. Sin embargo, al poco se producen vicisitudes que darán lugar al cambio en la estructura del capital y control de la empresa. Los problemas surgen cuando el Consejo se plantea Empresas y empresarios en la minería murciana contemporánea 69 la conveniencia de tener un grupo minero propio de producción de blendas, para dar mayor entidad a la compañía en la captación de sus materias primas. La vista se pone sobre Minera Celdrán, S.A., el proveedor más importante tras Peñarroya. Las negociaciones son duras y difíciles. El Banco Central le exigió el reembolso de todos sus créditos y nuestro personaje se vio obligado a trasmitir la mayor parte de su paquete accionarial, además del coto y lavadero de Ponce para compensar la deuda que aún quedaba. Francisco Celdrán nunca se recuperó del golpe de perder el control de su mayor proyecto empresarial. En los años siguientes continuará como accionista con un minoritario paquete de acciones y como consejero de ZINCSA hasta su fallecimiento, si bien se negó a asistir nunca más a sus reuniones. Mientras tanto, el negocio minero pasó años nefastos, con 22 millones de pérdidas en 1966 y otros 27 el año siguiente. Tras el saneamiento, Minera Celdrán recupera la senda de los beneficios en 1969. El año siguiente, comienza a negociar un contrato con Peñarroya para asegurarse a largo plazo el abastecimiento a cambio de terrenos y concesiones. El contrato se cerró en febrero de 1972. Minera Celdrán siguió operando un década, sin dejar de dar beneficios, aunque incomparables con los que había tenido, hasta extinguirse definitivamente como empresa en 1982. A cambio, Peñarroya recibió el último gran lote propiedades, concesiones y participaciones en sociedades mineras activas que le quedaba por controlar en la sierra de Cartagena-La Unión, consolidando un monopolio de facto. 5. Pequeños y medianos empresarios Aparte de esos grandes productores y concesionarios, existía una larga lista de pequeños y medianos concesionarios y productores, tanto personas jurídicas como sociedades especiales mineras, de los que conocemos poco fuera de las estadísticas oficiales. La mayor parte de las sociedades especiales fueron desapareciendo con la crisis de los años 20 o quedaron en manos de Peñarroya o su heredera, Portmán Golf. Aunque tenemos poca información, sí cabe mencionar algunos casos muy significativos que hemos podido reconstruir y que nos dan perfiles diversos de estos medianos y pequeños empresarios e inversores mineros. Uno de los casos de más larga presencia en el tiempo y con mayores implicaciones en la minería unionense fue la familia Cierva. Los Cierva tuvieron una larguísima tradición inversora en la minería de todo el Sudeste desde sus inicios, de la mano del patriarca de la familia, Juan de la Cierva Soto, un notario de Murcia con recursos que invirtió importantes cantidades desde el inicio del boom minero. En la sierra Almagrera los Cierva disfrutaron del partido de la mina Patrocinio entre 1889 y 1912. En tanto que en Murcia controlaban las minas La Rebuscada y la Generala en Águilas, que tenía a arrendadas a Gabriel Arcos Wandossel, como también hacían con la Mina La Cruz, de Mazarrón, dada en partido a Jesús Navarro Muñoz desde 70 Miguel A. López-Morell - Miguel A. Pérez de Perceval Verde en 1904. También en Mazarrón dirigían desde 1880 el Condominio Minas del Mingrano, que aglutinaba las minas Aerolito, El Satélite, El Bólido y Ampliación). En La Unión y Cartagena poseían los Cierva en exclusiva 17 concesiones en 1909 que sumaban 195,3 Has. Entre ellas destacaba la mina Cierva, situado al borde de núcleo Urbano junto a la carretera que conecta con Cartagena, cuyo castillete metálico aún se conserva. A parte de estas pertenencias, contaban con una larga lista de pequeñas participaciones accionariales en unas cuarenta sociedades especiales mineras. La incorporación de las tecnologías de flotación dio una nueva oportunidad a los pequeños y medianos promotores después de la Guerra Civil. Con relativo poco capital, en la mayor parte de los casos, y liberados de las viejas formas societarias de las sociedades especiales mineras estas empresas retomaron el carácter familiar. Caso aparte de minero hecho a sí mismo, a la antigua usanza, fue el de Domingo Jiménez Campillo (1891-1983). Jiménez pasó por numerosos oficios (agricultor, tendero, peón minero y partidario) antes de hacer un importante capital en los años veinte con la venta de material de construcción de los derribos masivos de viviendas de La Unión, en plena crisis minera de los años 20. Con esta primera inyección de dinero arrendó varias minas (Cuarta, Artesiana y Lo veremos), antes de comprar a los descendientes de los Dorda las totalidad de las concesiones e instalaciones del Cabezo Rajao, en 1965. No se ha conservado ningún vestigio documental de esta empresa, como de tantos otros, que llegó a tener más de 400 trabajadores. Sí conservamos, en cambio, bastantes datos de las actividades empresariales de dos personajes contemporáneos que fueron también alcaldes de La Unión: Francisco Barrionuevo Sánchez y Esteban Bernal Velasco. La dinastía de los Barrionuevo parte de seis hermanos venidos de Almería, de los que desarrollaron actividades mineras José, Juan Manuel y Francisco Barrionuevo Salmerón. Sabemos poco del devenir de los tres hermanos en los años de la crisis minera, pero sí que el hijo mayor de Juan Manuel, Francisco Barrionuevo Sánchez (1912-1975) aparece desde inicios de los 40 como arrendador y director facultativo de las minas Numancia y San Fulgencio. Allí se incorpora su hermano Juan Manuel (nacido en 1916) en 1942, como vigilante de interior y exterior, hasta 1955. Mientras tanto, Juan Manuel hizo fortuna con la explotación de estaños y ambos establecieron la razón social Francisco Barrionuevo Sánchez, Minas y Minerales, con la que establecieron su propio lavadero, El Bosque, en 1952, en colaboración con Hermógenes Fructuoso. Juntos los tres socios montaron un segundo lavadero, el San Joaquín. Por último, organizan en agosto de 1962 la sociedad Pluriminera La Unión S.A., con pretensiones de dar el salto fuera de La Unión, ante un previsible agotamiento de los filones. Toman en primer lugar el control de una explotación con lavadero en el Pilar de la Jaravía, al norte Águilas, asociados a los Guerrero y, a continuación, montan en sierra Almagrera, en base a unas concesiones que había controlado el INI, un gran lavadero con una batería doble de flotación y capacidad para tratar 800 t/día, construido con materiales de antiguo lavadero Regente. Sin embargo, cometen el mismo error que Celdrán, al sobredimensionar la inversión y no poder alcanzar en plazo los beneficios necesarios para reembolsar el préstamo Empresas y empresarios en la minería murciana contemporánea 71 del Banco Central, que se queda a través de la Española de Zinc con la instalación tras apenas unos meses de funcionamiento y cuando comenzaba a dar unos esperanzadores resultados en cinc, plomo y, sobre todo, plata. Tras este fracaso, que se llevó por delante los recursos familiares, desapareció la empresa familiar en 1970. El desarrollo empresarial de Esteban Bernal (1930-), en cambio, no tuvo los antecedentes familiares de los Barrionuevo. De origen sencillo, este vecino del poblado de La Aldea, en la falda cartagenera del Cabezo Rajao, entró siendo un adolescente a trabajar en la Maquinista de Levante como aprendiz de tornero, aunque al poco accedió a un puesto en la E. N. Bazán de Cartagena, donde inició los estudios de Facultativo de Minas. Al concluir los estudios pasó a trabajar en la Asturiana de Minas, que acababa de recalar en El Llano, a través de su filial Minas de Cartes. Año y medio después, junto con Miguel Castejón, también facultativo de minas, forman Bernal y Castejón, S.R.C. (Sociedad Regular Colectiva). La experiencia de esta sociedad es una muestra inequívoca de cómo los empresarios mineros van buscando hasta la extenuación hasta el último rescoldo de productividad en yacimientos con márgenes cada vez más exiguos. 6. La Sociedad Minero y Metalúrgica de Peñarroya11 Dejamos precisamente para el final a la multinacional francesa, pero obviamente no por ser tener menor importancia o por ser la última en llegar, sino por ser esta sociedad la que cierra el ciclo de la gran minería en La Unión, descontando a Portmán Golf. 6.1. El despegue de Peñarroya La Société Minière et Metallurgique Peñarroya había nacido en 1881 como una más del rosario de medianas compañías que se desperdigaban al norte de la provincia de Córdoba, la cercana comarca de Azuaga, en Badajoz y el sur de Ciudad Real. En realidad fue un simple proyecto colateral entre dos compañías ferroviarias de capital francés, la Compañía de Badajoz y el gigante MZA, controlado por los ubicuos banqueros Rothschild. Ambas fundaron una nueva entidad al 50% que pretendía rentabilizar varias minas de carbón y plomo en la comarca de Peñarroya y Badajoz. Sin embargo, esta sociedad, apoyada por los ingentes recursos de los Rothschild y sus buenos contactos comerciales, fue creciendo a un ritmo continuo hasta alcanzar el liderazgo del plomo nacional y mundial. Miguel Á. López-Morell, «Peñarroya: un modelo expansivo de corporación minero-industrial, 1881-1936», Revista de Historia Industrial, 23, 2003, págs. 95-136; G. Chastagnaret, «Ressources minières espagnoles et marché français au début du XXe siècle: les stratégies divergentes de la Compagnie Royale Asturienne des Mines et de la Société Minière et Métallurgique de Peñarroya», en Españoles y Franceses en la primera mitad del siglo XX, Madrid. C.S.I.C., 1986, págs. 89-104. 11 72 Miguel A. López-Morell - Miguel A. Pérez de Perceval Verde Desde la fundación de Peñarroya hasta 1889, sucesivas mejoras técnicas permitieron a su primera fundición incrementar espectacularmente sus rendimientos, por lo que se decidió la primera de una larga serie de ampliaciones en el taller de fusión del cerco industrial de Peñarroya. Tras dos décadas de vida Peñarroya era ya una empresa de singular importancia en el panorama industrial del sur de España, colocándose entre los primeros productores de mineral de plomo en Badajoz, Córdoba y Ciudad Real en 1900. Un crecimiento que tiene más valor en tanto que se produce en un contexto continuado de bajada de precios y frente a una competencia cada vez más amenazadora de los productores norteamericanos. No obstante, el gran salto delante de Peñarroya se llevó a cabo justo de su periodo anterior al inicio de la Primera Guerra Mundial, cuando la empresa decidió alternar la absorción o compra de activos de la competencia con la creación de filiales con abastecedores potenciales de mineral. El paso previo a este arranque lo dio Peñarroya con una serie compras masivas a partir de 1900, que le permitieron alcanzar el monopolio efectivo del carbón de Bélmez. Consumado su cuasi-monoplio sobre el carbón cordobés, la dirección de Peñarroya se lanzó con decisión a una nueva ampliación de los abastecimientos, que se adecuara mejor a su capacidad creciente de transformación. La vía que se eligió esta vez fue la de combinar la adquisición de nuevas minas con el establecimiento de filiales con sus abastecedores tradicionales. Sociedades que, singularmente, coincidían en la carencia de capital y medios técnicos, de los que Peñarroya hacía ostentación. 6.2 El difícil y lento asentamiento de Peñarroya en Murcia Peñarroya, sin embargo, tardó en recalar en Murcia. Entre otras razones, por el fracaso que sufrió, al poco de ser fundada, en una serie de contratos con la Compagnie d’Aguilas y la Compañía Metalúrgica del Levante que pretendían ampliar su capacidad de refino y extender su influencia al Mediterráneo. Peñarroya mandó a su director para visitar las fábricas de la costa mediterránea y, aunque sus impresiones fueron inferiores a las previstas, se continuaron con las conversaciones hasta llegar a un acuerdo, firmado el 28 de mayo 1885, para la explotación conjunta de la mencionada fundición de El Porvenir (en La Unión) y la Santo Tomás (en Almería) ambas de la Metalúrgica de Levante y las de la Compagnie d’Aguilas de Garrucha y Mazarrón. Pero, como no podía ser de otra manera, los acuerdos fueron un desastre. Las dificultades de maniobrar entre los pequeños abastecedores llevaron a inmovilizar a Peñarroya en estos activos a fines 1886 casi dos millones de francos, con muchas pérdidas. La oportunidad de volver a La Unión surgió en 1912, con la absorción encadenada de la Sociedad Escombrera Bleyberg y del patrimonio industrial de los Figueroa, que permitió consolidar un patrimonio. Tras ello, Peñarroya consigue escalar a lo alto del ranking de productores mundiales de plomo y se convierte en el primer productor de carbón de la Península. De hecho, este poderío demostrado será el Empresas y empresarios en la minería murciana contemporánea 73 principal argumento para que otras sociedades literalmente ofrezcan su patrimonio al gigante francés para evitar el definitivo hundimiento. Tal fue el caso de la Mancomunidad Zapata-Portmán en 1930, al poco de absorber Peñarroya a precio de saldo la Orcharson & Enthoven y la Metalúrgica de Mazarrón. En ese contexto de crisis, fue el propio José Maestre el que se puso en contacto en enero de ese año con Pagézy, Director de Peñarroya en España. Los técnicos de la multinacional analizaron el patrimonio y todas las explotaciones activas de la Mancomunidad y estimaron que la fundición sólo rentaría unos años más y que sólo podía obtener aún un rendimiento minero considerable del llamado Grupo Concilio y algo menor de la mina Trinidad, aunque había interesantes posibilidades de explotación las concesiones del grupo de minas de cinc de El Beal y los silicatos del Santi Spíritu. Todas las demás concesiones (la mayoría) se consideraban agotadas o no rentables. Con estas premisas, el pacto se concretó cinco meses después con la creación de la Sociedad Minero Metalúrgica Zapata Portmán, al 50% entre las dos entidades, con unos respetables 26 millones de pesetas de capital, que seguía constituyendo el mayor de toda la región. El incremento patrimonial en España tras la integración fue muy importante. Sin embargo, Peñarroya no estuvo interesada en centrar nuevas inversiones aquí por el momento, por lo que permitió a la SMM Zapata-Portmán dirigirse con relativa autonomía a manos de los Maestre y su director técnico, Juan Rubio de la Torre. Entre tanto, Peñarroya dibujó un mapa expansivo fuera de España que tomó una lógica aplastante a lo largo de los años. Sólo a partir de la venta de los Maestre de su mitad en la SMM Zapata Portmán a Peñarroya, en 1947, la dirección de la multinacional volvió a interesarse en la sierra de La Unión y desempolvó los numerosos proyectos técnicos que sus ingenieros habían preparado desde los años 30 para reiniciar la minería a cielo abierto y los grandes lavaderos. En 1953 comienzan las explotaciones modernas a cielo abierto con el inicio del desmonte de la Cantera Emilia, en la cual se introducen camiones de gran tonelaje y excavadoras que nunca se habían visto en las sierras murcianas. A esta cantera le seguirán las de Tomasa, San Valentín, Gloria, Los Blancos, San José y, finalmente, Brunita, en los terrenos que habían sido de Eloy Celdrán. En consecuencia, la capacidad de laboreo creció exponencialmente a lo largo de los años, en tanto que se iban liquidando en las últimas minas el tradicional sistema de pozos y galerías, que la empresa abandonó del todo en 1968. La transformación tecnológica se completó con la construcción de un lavadero de mineral de grandes proporciones en la bahía de Portmán, llamado Roberto en honor del Ingeniero francés que elaboró el proyecto. Los minerales, una vez separados en concentrados metálicos, se mandaban a continuación a refinar directamente a la fundición de Santa Lucía, donde se separaba plomo y plata, y a la Española de Zinc, para la extracción del cinc. La gran novedad del lavadero Roberto fue su dimensión con respecto a los anteriormente mencionados. En 1953 empezó produciendo en pruebas unas modestas 74 Miguel A. López-Morell - Miguel A. Pérez de Perceval Verde 300 t/día, ampliado en 1956 hasta las 2.100. La instalación se diseñó con un sistema de lavado de mineral con agua de mar, de tal manera que el lavadero desarrolla el proceso de flotación tradicional, tal y como hemos descrito, aunque a mucha mayor escala y los restos de mineral acababan directamente en el mar. Para poder obtener los permisos para los vertidos en ese momento y en las sucesivas ampliaciones del lavadero, la empresa supo mover todos los hilos en la administración franquista. Las quejas de las autoridades locales no cejaron, aunque no tomaron cariz público hasta 1977, con las acusaciones directas del entonces del diputado por Murcia en el Congreso, Ricardo de La Cierva. Con esta estrategia, el predominio de Peñarroya en la minería murciana terminará siendo aplastante durante la segunda mitad del siglo XX, superando rápidamente a la Minera Celdrán y a Eloy Celdrán. Como podemos ver en la Tabla 4, las otras sociedades ya aparecen en 1970 lejos de la capacidad productiva de Peñarroya. Tabla 4 Distribución de la producción de mineral de plomo y cinc de Murcia entre las diferentes empresas en 1970, en porcentaje del metal contenido. Productores SMM Peñarroya-España Eloy Celdrán Conesa Minera Celdrán S.A. Domingo Giménez Campillo, S.L. Española de Zinc, S.A. Minas de Cartes S.A. Minera Navidad S.A. Andrés Moreno García Bernal y Castejón, S.R.C. E. M. Cruz Chiquita S.L. Crespo y García S.L. Viuda de Jerónimo Sáez Zapata Bibiano López Lucas José Calderón y Juan Conesa Pluriminera La Unión S.A. Antonio Díaz García Andrés Mercader Ros Minera Rosalerta S.A. % Metal contenido 65.55 8.64 6.93 5.08 4.12 3.92 1.87 1.01 0.69 0.54 0.54 0.47 0.39 0.30 0.30 0,26 0.20 0.17 Fuente: J.B. Vilar, P.Mª Egea Bruno y J.C. Fernández, La minería murciana contemporánea (1930-1985), Madrid, Instituto Tecnológico GeoMinero de España, 1991 pág. 207 Empresas y empresarios en la minería murciana contemporánea 75 La caída de precios continuada desde fines de los 40, que se alargaba tres décadas, había puesto en graves dificultades a muchos lavaderos y minas que poco podían extraer ya de los desechos de antaño, con lo que el fenómeno de concentración se amplió. Sólo Peñarroya pudo aguantar y beneficiarse de la subida coyuntural de precios del cinc y del plomo de la década de los 70. En suma, una tras otra, la práctica totalidad de los activos de las medianas empresas mineras de La Unión y Cartagena fueron cayendo en manos de Peñarroya a lo largo de la década de los setenta y primeros de los ochenta. El poderío territorial de la empresa, re-denominada desde 1968 Peñarroya España, al crear la matriz una filial que acogió todos sus activos en España, se hizo aún más apabullante su dominio y su producción tendió al monopolio. La sociedad puede por sí sola alcanzar la mitad de la producción de plomo de la época dorada y los mayores niveles de obtención de cinc jamás alcanzados en Murcia. Su participación a nivel nacional es igualmente creciente según pasan los años (alcanzando el 40% del plomo y el 10% del cinc en 1987). No obstante, a estas alturas las cifras brutas de producción ya no estarán en consonancia con la rentabilidad y las facilidades operativas de las que disfrutó antaño. 7. Conclusiones Después del repaso realizado a las iniciativas empresariales alrededor de los recursos mineros del subsuelo murciano, lo primero a destacar es la gran vitalidad que tuvo la actividad en este campo. Un sinfín de sociedades y negociantes particulares se movieron alrededor de las posibilidades económicas que ofrecían estos minerales. Destaca además la elevada participación nacional frente a otras cuencas en las que el predominio foráneo fue mucho más patente en las fases iniciales del despegue minero. Las características de partida que hemos mencionado, especialmente la extrema subdivisión de la propiedad minera, actuaron como condicionante frente a las pretensiones de las sociedades que venían del exterior. Incluso, como se ha mencionado, el protagonismo que se muestra de determinadas empresas extrajeras habría que relativizarlo ya que hubieron de condicionar buena parte de su intervención a la mencionada propiedad minera. Si bien la atomización de las condiciones preservó la iniciativa nacional, fue un elemento que limitaba el desarrollo de un laboreo moderno. La extracción se realizaba en su mayor parte mediante labores subterránea, que progresivamente hizo que se perdiera competitividad y se creara una situación conflictiva12. Se hacía necesario el paso a unas labores a cielo abierto más rentables y que permitían Sobre los problemas de la minería murciana en las primeras décadas del siglo XX: Bernardino Rolandi, Informe sobre el problema social-minero en la Sierra de Cartagena, Madrid, Instituto de Reformas Sociales, 1924. 12 76 Miguel A. López-Morell - Miguel A. Pérez de Perceval Verde aprovechar los minerales de baja ley de determinadas zonas (especialmente de la sierra de Cartagena-La Unión). Pero para ello era necesario realizar un proceso de concentración, algo complicado dado el mapa de la propiedad minera. Habrá que esperar a la década de 1940-50 para que se pueda consumar el nuevo modelo de explotación minera. Aquí hay que resaltar nuevamente la iniciativa nacional, que fue la tomó la delantera al principio, de la mano principalmente del apellido Celdrán. Al final, la capacidad económica y las relaciones internacionales de la SMM Peñarroya la hicieron con el control del laboreo de la fase final de la extracción murciana del siglo XX. Bibliografía Broder, Albert; Pérez de Perceval, Miguel Á.; Sánchez Rodríguez, Alejandro y Marchán Sanz, Carmen (eds.), La inversión extranjera en la minería española, Madrid, IGME, 2014. Chastagnaret, G., «De Marseille à Madrid, du plomb à la noblesse et au pouvoir d’État : la construction de la fortune de la Casa Figueroa», Cahiers de la Méditerranée, 46-47, 1993, págs. 123-137. 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Precedentes de la Sociedad de Responsabilidad Limitada en España (1869-1885) Susana Martínez-Rodríguez1 Departamento de Economía Aplicada Universidad de Murcia Resumen: Este artículo analiza los precedentes de las sociedades de responsabilidad limitada en España combinando el análisis histórico y legal. Si bien España carece de una ley propia para esta figura societaria hasta la segunda mitad del siglo XX, ya a mediados del XIX existe conocimiento de la misma, fruto de la circulación internacional de las ideas económicas y legales. El estudio además reflexiona desde una perspectiva general sobre los mecanismos que permiten introducir innovaciones jurídico-mercantiles en un país con un régimen de derecho civil. Abstract: This article studies the precedents of the private limited liability companies in Spain, combining the historical and legal analysis. Spain did not pass a law itself to this figure until the second half of the twentieth century. But the legal figure was known since the mid-nineteenth century, as the result of the international circulation of economic and legal ideas. The study also reflects the mechanisms to introduce legal and commercial innovations in a country with a civil law regime from a general perspective. Palabras clave: Sociedad de responsabilidad limitada, legislación societaria, codificación civil Key words: Private Limited Liability Companies, Company law, civil law Esta investigación ha sido financiada por el Programa de Movilidad Castillejo-2011 (Ministerio de Educación, España) y la Fundación Séneca-Agencia de Ciencia y Tecnología de la Región de Murcia (Proyecto 15147/PHCS/10: «Evolución de las Sociedades Mercantiles en España (1869-1936)». 1 80 Susana Martínez Rodríguez 1.- INTRODUCCION España es un país con una sólida tradición legal civil que siguió muy de cerca los cambios de la vecina Francia. Durante el XIX acometió una profusa modernización y renovación de su codificación, lo que contrasta con los magros logros económicos alcanzados. La legislación mercantil, había sido en algunos aspectos, pionera, pero carente de una estructura económica donde aplicarla. En la etapa previa a la codificación, las Ordenanzas de Bilbao (1737) eran admiradas en toda Europa. Con el Código de Comercio de 1829 España fue la primera en permitir la creación de sociedades anónimas prescindiendo de la autorización del monarca y adoptando el principio de publicidad. El Código de Comercio de 1885 rompió, de forma pionera, con el principio de numerus clausus en la tipología de sociedades mercantiles y continuó la tradición de que las sociedades anónimas apenas tenían requisitos o restricciones en su constitución y funcionamiento. El Código Civil de 1891 permitió a las sociedades civiles adquirir cualquier forma mercantil. Estas son algunas de las novedades mercantiles más sobresalientes de la legislación contemporánea y rompen con las pautas seguidas en los países de su entorno. Centramos nuestra atención en el uso del principio de atipicidad, utilizado para innovar en las sociedades mercantiles sin necesidad de modificar el código, y en concreto para introducir sociedades de responsabilidad limitada. Varios estudios publicados en la última década han subrayado la importancia de la sociedad de responsabilidad limitada como fórmula jurídico-empresarial exhortadora del desarrollo económico de las pequeñas y medianas empresas, y de cómo éstas han sido clave en la dinamización de la economía contemporánea.2 Los expertos han señalado a la sociedad de responsabilidad limitada como una figura mercantil propiciadora de la modernización económica, que a la vez requiere una realidad económica en ebullición.3 La sociedad de responsabilidad limitada permite que el socio responda frente a terceros sólo con la cantidad aportada al capital social, como en la sociedad anónima, pero sin soportar los elevados costes en gestión y publicidad que requiere dicha sociedad. El modelo de responsabilidad adoptada permite la atribución de riesgo y de reparto de las pérdidas. El funcionamiento de la responsabilidad ilimitada, que era la fórmula estándar hasta finales del XIX o incluso hasta el XX – salvo casos puntuales, porque el uso de la anónima estaba restringido y la sociedad en comandita sólo permitía responsabilidad limitada al socio comanditario – significaba una asunción personal del riesgo, impidiendo que las pérdidas financieras se desplazasen hacia terceros, y haciendo imposible la permanencia en el mercado del empresario que fracasaba. La responsabilidad limitada supone un cambio de concepción, una alabanza al empresario innovador, y la compensación 2 Desde 2002 el Banco Mundial desarrolla un proyecto mundial, The Doing Business Project, en el que analiza la regulación institucional de las pequeñas y medianas empresas. La sociedad de responsabilidad limitada es una de las fórmulas que más ventajas presenta para este tipo de sociedades (http://www.doingbusiness.org/about-us). 3 Timothy Guinnane, Ron Harris, Naomi Lamoreaux, Jean-Laurent Rosenthal, «Putting the Corporation in its Place», Enterprise and Society, vol. 8(3), 2007, págs. 687-729. Precedentes de la Sociedad de Responsabilidad Limitada… 81 de este riesgo, es socializar su fracaso, con el apoyo del legislador, quien acepta que sea el mismo empresario quien fija su responsabilidad. Antes de que Alemania aprobase la primera ley de sociedades de responsabilidad limitada en 1892, otros países plantearon propuestas para difundir la sociedad de responsabilidad limitada, pero fracasaron (Francia, México y Brazil). El caso español, como los anteriores, exhibe intentos malogrados de sociedad de responsabilidad limitada, si bien lo excepcional es que contó con una tipología abierta – numerus apertus - de sociedades mercantiles que permitiría que la sociedad que cumpliera con la legalidad vigente fuera válida, con independencia de que siguiera o no las características de una de las fórmulas tipificadas del menú (sociedad colectiva –regular y por acciones– y entidades anónimas). En el contexto inmediato, los códigos mercantiles –a semejanza del francés– disponían de una serie de opciones cerradas -numerus clausus- en las opciones mercantiles. Esta característica novedosa del Código español de 1885 con respecto al de 1829 propició que abogados, notarios y registradores mercantiles desempeñasen un papel muy activo en la exitosa difusión de la sociedad limitada antes de que tuvieran una ley propia, porque a ellos correspondía diseñar las características de la naciente sociedad. Lo que acabamos de describir se asemeja a la forma de proceder de los países de ley común, que basaban su sistema legal principalmente en la interpretación de sentencias y sus decisiones evolucionaban con la práctica: un marco legal general definido, pero flexible, donde la experiencia era vital para construir una nueva realidad jurídica. Algunos estudios han matizado la supuesta rigidez de la ley civil, señalando otros mecanismos. Lamoreaux y Rosenthal (2005)4 mostraron que el conservadurismo de los jueces puede frenar las innovaciones legales. Por otro lado, Guinnane5 puntualiza que la modificación que popularizó la GmbH en 1911 no pasó a ser ley escrita hasta los años 1980. Es incomprensible el éxito de la sociedad de responsabilidad limitada sin analizar en profundidad los mecanismos de flexibilidad del Código de Comercio, que ofrece el suficiente margen legal de maniobra para que una nueva realidad jurídica progrese. El Reglamento del Registro Mercantil de 1919 sólo especificaba la forma para registrar la sociedad de responsabilidad limitada, fue el ejercicio privado de los notarios, quienes con su asesoramiento sobre los pactos privados de la sociedad de responsabilidad limitada, teniendo en consideración la experiencia internacional y la jurisprudencia española, propiciaron su difusión. De esta forma, se fue configurando el entorno operativo de la nueva figura: con la experiencia, la práctica y la observación. Cuando se aprueba su ley específica en 1953 más del 40% del total de las nuevas sociedades inscritas son de responsabilidad limitada. El ejercicio continuado, que no la ley escrita, construyeron un ambiente de garantía donde el empresario elegía 4 Naomi Lamoreaux y Jean-Laurent Rosenthal, «Legal regime and contractual flexibility: A comparison of business´ organizational choices in France and the United States during the era of industrialization», American Law and Economics Review, vol. 7 (1), 2005, págs. 28-61. 5 Timothy Guinnane, «Creating a new legal form: GmbH in Germany» [http://tv.um.es/ video?id=68591] (consultado 09.06.2015). 82 Susana Martínez Rodríguez la nueva figura por sus ventajas y la seguridad jurídica que ofrecía, aún sin contar con una ley propia. Y el principio de atipicidad garantiza la legalidad del proceso. La entidad societaria limitada se hizo muy popular. El Gráfico 1 muestra la evolución en el uso de las formas jurídicas que produjo su introducción. La mentada limitada ganó el espacio cedido por las sociedades personales (colectiva y comandita). Estas últimas casi desaparecieron al final del periodo analizado (1886-1936).6 La Ley de Sociedades de Responsabilidad Limitada de 1953 concibe la figura como una opción para que las anónimas que quedaban excluidas de la Ley de Sociedades Anónimas (1951) por tener un capital inferior a 5 millones de pesetas y que deseaban continuar disfrutando de la responsabilidad limitada. Gráfico 1.- Porcentaje de cada tipo particular de forma jurídica. Fuente: T. Guinnane, S. Martínez-Rodríguez (2014) Organizamos el artículo de la siguiente manera. La Sección 2 analiza en primer lugar los precedentes de la sociedad de responsabilidad limitada, anteriores a 1892 –año en el que se aprueba la primera ley de sociedades de responsabilidad limitada en Alemania. Esta sección gira alrededor de la experiencia española, pero con abundantes alusiones internacionales. A continuación en la Sección 3 ahondamos en las propuestas iniciales sobre las entidades limitadas en lugares muy diversos del 6 Timothy Guinnane, Susana Martínez-Rodríguez, «Flexibility in the Spanish Company Law, 18851936”, Revista de Historia Industrial, vol. 56, 2014, págs. 81-113. Precedentes de la Sociedad de Responsabilidad Limitada… 83 globo. En la Sección 4 analizamos con detalle el proceso de formulación y debate del Código de Comercio de 1885, en cuanto a las sociedades mercantiles; nos preguntamos qué hay de particular en el código español y cómo influyó en el ulterior desarrollo de la sociedad de responsabilidad limitada. En la Sección 5 destacamos dos hechos: (1) durante la discusión del código fue presentada una innovadora propuesta de sociedad colectiva con responsabilidad limitada (2). La anterior propuesta fue rechazada, apelando a que el Código incluía mecanismos para incluir nuevas figuras no explicitadas en el texto. Unas breves conclusiones cierran el estudio. 2.- precedentes EN LA ESFERA INTERNACIONAL de la sociedad de responsabilidad limitada La gran aportación de la sociedad de responsabilidad limitada era que permitía a los socios limitar su responsabilidad a la aportación realizada al capital de la sociedad, pero con mayor flexibilidad en la constitución y la organización que lo exigido en una entidad anónima.7 Limitaba el riesgo de los socios a la cantidad limitada y a la vez consideraba las cualidades personales de los mismo, si bien la nueva entidad poseía personalidad jurídica. La sociedad de responsabilidad limitada alemana, aprobada en 1892, surge con el objetivo de superar las excesivas barreras que rodeaban la creación de la anónima en aquel contexto particular.8 Treinta años antes en Inglaterra, la Company Act (1862) había sentado las bases para que las pequeñas empresas tuvieran acceso a la creación de sociedades por acciones. Dos grupos de compañías sacaron partido de esta ley: por un lado, las que funcionaban como anónimas, empresas a las que estaba destinada la ley; por otro lado, negocios más modestos que, a cambio de soportar los costes de publicidad y organizativos requeridos por la ley, accedieron a las ventajas de limitar su responsabilidad al capital aportado. Este segundo tipo de empresas sí ofrecen en la práctica rasgos diferenciadores de las anónimas, que eran las destinatarias originarias de la ley: el negocio surgía entre socios con lazos afectivos o personales de algún tipo (un familiar, un empleado, un colaborador), lo que limitaba la transferibilidad de las acciones (no deseaban perder la afinidad entre los socios); en segundo lugar, precisamente por este carácter cerrado y relativamente modesto, no acudían al mercado del crédito.9 7 R. Jiménez de Parga (dir.), Praxis Mercantil. Sociedades Mercantiles. Sociedades por Acciones de Responsabilidad Limitada 17.7.1953, Barcelona, Praxis, 1954, págs. 2-4. Timothy Guinnane, Jean-Rosenthal Rosenthal, «Making due with imperfect law: Small firms in France and Germany 1890-1935», Entreprises et Histoire, vol. 57, 2009, págs. 79-95. 8 9 Ron Harris, «The Private Origins of the Private Company: Britain 1862-1907», Paper SSRN, 2009 [http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1613206]. 84 Susana Martínez Rodríguez La mencionada ley de 1862 consolidó la libertad para crear corporaciones a través del proceso de registro, iniciado con la ley de 1844 y afianzado en 1855-1856 con la opción de que las entidades creadas a su cobijo tuvieran responsabilidad limitada. Ninguna de las anteriores leyes distingue entre las sociedades según el número de socios, o el capital, o especificaba que las participaciones en el capital podían ser (o no) transferibles (libremente) a terceros. Fue la experiencia quien matizó y moldeó las dos realidades antes descritas. Varios hechos acontecidos en fechas cercanas a 1862 muestran que la novedad circuló con rapidez hacia otras latitudes. La aprobación de la Limited Liability Act en 1855-56 y la Company Act en 1862 fueron piezas clave en el desarrollo económico posterior en toda Europa. El ambiente que rodeó la aprobación de estas disposiciones en Inglaterra era de gran actividad económica, con crecientes oportunidades de negocio.10 En el mismo contexto habían surgido otras nuevas formas de organización económica, como las cooperativas, las sociedades mutuas (friendly societies), y había un fuerte clamor por lograr una mayor flexibilidad para invertir capital, sin que su dueño comprometiera toda su fortuna personal. De forma simplista podemos señalar que en Inglaterra había dos opciones societarias fundamentales que equivalían a las colectivas y las anónimas del continente.11 Testimonios de la época desvelan que economistas y empresarios británicos habían solicitado desde mediados del siglo XIX más opciones para organizar legalmente las empresas, mostrado un interés especial por la sociedad comandita continental, admirando el hecho de que algunos de sus socios sólo respondían ante terceros con la cantidad aportada, a cambio de permanecer al margen de la gestión.12 Las reclamaciones consiguieron flexibilizar la ley de la entidades anónimas, y a su amparo creció una figura con ciertas características propias arriba comentadas, que puede considerarse un antecedente de la sociedad de responsabilidad limitada. La misma, como forma societaria del derecho positivo, no fue aprobada en Inglaterra hasta 1907; y con anterioridad ya había sido formalizada en Alemania, Portugal y Austria. Varios hechos concretos muestran las repercusiones de la ley de 1862 fuera del Reino Unido. En Europa existen varias familias legales, por lo que establecer paralelismos entre el régimen jurídico europeo continental y el de Reino Unido no está exento de complicaciones. Podemos tomar como ejemplo el caso francés, dada 10 John Saville, «Sleeping Partnership and Limited Liability, 1850-1856», The Economic History Review, New Series, vol. 8 (3), 1956, págs. 418-433. Para un detallado análisis de las sociedades en el Reino Unido, su legislación y marco institucional: Ron Harris, Industrializing English Law: Entrepreneurship and Business Organization, 1720 -1844, Cambridge, Cambridge University Press, Series: Political Economy of Institutions and Decisions, 2000. 11 12 El empleo más recurrente eran los transportes de ultramar donde la figura del comanditario permitía lograr los capitales precisos para grandes empresas. Algunos estudios vinculan la comandita con una forma de asociación de la ley romana. Jean Hilaire, Introduction historique au droit comercial, Paris, Presses Universitaires de France, 1986, pág 173. Precedentes de la Sociedad de Responsabilidad Limitada… 85 su influencia en toda Europa y en la legislación española en particular.13 El legislador dispuso de 3 fórmulas para organizar las sociedades mercantiles: colectivas, comanditarias (simples o por acciones) y anónimas. En Francia el requerimiento de una autorización gubernativa para la creación de anónimas – presente en Europa durante buena parte del XIX - propició que muchos negocios adoptaran la forma de comanditas por acciones. Creció de forma extraordinaria su número, al tiempo que las barreras legales continuaban obstaculizando la creación de anónima.14 La sociedad en comandita fue objeto en Francia de una nueva ley el 17 de julio de 1856; y la ley de anónimas de 1867 le dedicaría el primer título. Estos hechos ratifican su importancia y desvelan que la clase empresarial demandaba limitar la responsabilidad social a los socios. Francia aprobó en 1863 una ley para Sociétés á Responsabilité Limiteé, que seguía la senda inglesa de ofrecer más libertad para la creación de sociedad anónima. De hecho, la primera denominación barajada fue sociedad anónima libre.15 El preámbulo de la ley manifiesta que la finalidad última era ofrecer un marco legal más adecuado al desarrollo comercial e industrial.16 En los años anteriores varios habían sido los pasos, a veces titubeantes, para permitir la actuación de empresas extranjeras en Francia. A veces los tratados internacionales se encontraban con que el sistema jurídico de los países firmantes carecía de recursos legales para hospedar a las empresas extranjeras. Citaremos dos casos relevantes para nuestro estudio. El tratado de comercio de 1857 (mayo) tenía como objetivo permitir el establecimiento de las corporaciones belgas en Francia – en reciprocidad de un acuerdo previo por el que Bélgica permitía el funcionamiento de anónimas francesas en su territorio-. Y el art. 2 de este tratado establecía que terceros países podrían adherirse a dicho acuerdo. Un grupo de empresas especialmente sensible a esta ventaja, por lo numerosas, fueron las limited company inglesas. ¿Qué era una limited en Francia? Sencillamente no existía. Tenía rasgos comunes con la anónima, pero diferencias insalvables, como que no necesitaba autorización para establecerse. Un nuevo tratado de comercio del 15 13 Para una amplia caracterización de los distintos tipos de sociedades en Francia: Paul Pic y F. Baratin, Des societies a responsabilite limitee. Etude critique el commentaire pratique de la loi du 7 mars 1925, París, Librairie des Juris Classeurs, 1927, págs. 44 y ss. 14 José Girón Tena realiza este comentario pero sin soporte documental. José Girón Tena, «Las sociedades mercantiles en el Código de Comercio», Centenario del Código de Comercio, 3 vols., Madrid, Ministerio de Justicia, v.1, 1986, págs. 167-210, cfr. 204. Amalia D. Kessler ofrece un completo estudio sobre sociedades en comandita y la responsabilidad limitada. El uso abusivo de las comanditas dio lugar a la expresión fievre commandites: entre 1823 y 1838 fueron creadas 1340 comanditas por acciones y tan sólo 157 corporations. En 1830 llegó al Congreso Francés un proyecto de ley con intención de regularlas, pero fue bloqueado por el grupo liberal. Amalia D. Kessler, «Limited Liability in Context: Lessons from the French Origins of the American Limited Parthnership», The Journal of Legal Studies, vol. 32 (2), 2003, págs. 11-548. 15 M. Romiguiere, Commentaire de la Loi sur les Sociétés a Responsabilité Limitée. Promilguée le 23 mai 1863. Imprimerie de Cosse et J. Dumaine. París, 1863, pág. 48. 16 M. Romiguiere, op. cit. págs. 160 y 251. 86 Susana Martínez Rodríguez de mayo de 1862 rectificaba la liberalidad anterior y volvía a la situación pretérita, donde las sociedades anónimas extranjeras deberían asumir, por imperativo, la ley francesa. Una sentencia posterior de 1862 avala el último cambio: la sala segunda de la corte de Rennes (20 junio de 1862) negó a un ciudadano francés el derecho de denominar a una compañía anglo-francesa (de la que era socio) limited, apelando a que se trataba de un tipo de sociedad anónima que no estaba autorizada por la legislación gala. El legislador francés apoyó su decisión en el tratado de comercio internacional de 1862.17 La situación cambió con la ley de 1863. La Sociétés á Responsabilité Limiteé permitía que las sociedades anónimas con un capital de hasta 20 millones de francos pudieran registrarse sin autorización previa.18 La vigencia de esta ley fue corta. A partir de 1867 todas las anónimas, con independencia de su capital podían ser registradas libremente, sin previa autorización, a través de la inscripción en un registro. La inscripción de la comandita, hasta entonces, muestra un progresivo declive hasta 1888 (considerando la etapa 1852-1888); a continuación experimentan un crecimiento significativo en todo el periodo 1888-1914, y a partir de este momento desciende irreversiblemente hasta su práctica desaparición.19 Esta idea de sociedad por acciones limitada a cierto capital viajó a varios países de América. En Brasil, bajo el nombre de sociedad de responsabilidad limitada y de la mano del ministro Jose Thomas Nabuco de Araujo, surgió un proyecto fallido en 1865, reglamentando una modalidad de anónima sin necesidad de autorización previa del gobierno, también inspirado en la ley francesa de 1863.20 El Código de Comercio de México de 1884, caracterizado por ensalzar el principio de libertad -hasta el punto de que la inscripción en el Registro Mercantil era potestativa-,21 efectuó un amago de la ley de 1863,22 también utilizando la denominación de entidades de responsabilidad limitada. La figura desaparece del Código de 1889. Italia en el Código de Comercio de 1882 establece la anónima per quota,23 si bien la falta 17 M. Romiguiere, op. cit. págs. 169-170. La traducción demasiado apegada al término limited companies by guarantee fue motivo de crítica. En Francia hubo otras propuestas, por ejemplo: societe anonyme libre. Paul Pic y F. Baratin, op. cit. M. Romiguiere. op. cit. pág. 3. La primera acepción fue la transmitida a algunos países de lengua romance: España y México, por ejemplo. Brazil, Italia y Portugal emplearán la expresión quotas. 18 19 Timothy Guinnane et al., op. cit., págs. 687-729. Información extraída de Felipe Solá, Tratado de Sociedades de Responsabilidad Limitada en el derecho español, con especial referencia a las legislaciones extranjeras, Barcelona, Salvador Rosas Bayer, 1951. 20 21 Jorge Barrera Graf, Codificación en México: Antecedentes, Código de Comercio de 1889, perspectivas, México, 1990, págs. 75-76 [http://www.bibliojuridica.org/libros/2/640/5.pdf]. A. Salinas, «Las sociedades mercantiles en el Código de Comercio de 1889», en Centenario del Código de Comercio en México, México, 1990, págs. 563-583. [http://www.bibliojuridica.org/ libros/2/640/30.pdf]. 22 23 Codice di Commercio del regno d´Italia (1882), Treves, 1882, págs. 32-33. Precedentes de la Sociedad de Responsabilidad Limitada… 87 de más especificaciones y reglamentación, no favoreció su desarrollo; la anexión a Italia de la región de Trento y de Venecia, así como su proximidad con Austria –con ley propia para la sociedades de responsabilidad limitada desde 1906- estimuló el debate sobre las sociedades de responsabilidad limitada a comienzos del XX.24 Un caso exitoso de sociedades con responsabilidad limitada fue la limited associated, con presencia en la primera mitad del XIX en varios estados de Estados Unidos (de América), promovida por emigrantes alemanes e ingleses.25 En España, en 1883, hubo una propuesta concreta de sociedad colectiva con responsabilidad limitada, presentada en las Cortes durante el debate del futuro Código de Comercio. Lo singular es que no se trataba de una Sociétés á Responsabilité Limiteé à la française, sino de una sociedad colectiva con responsabilidad limitada, o sea, una sociedad con carácter personalista y responsabilidad limitada para todos los socios. La propuesta no prosperó por varios motivos, y el fundamental fue que el futuro código mercantil contemplaba el principio de atipicidad para las sociedades mercantiles. Hasta entonces, aun reconociendo una gran laxitud en la aplicación del código de 1829, habían existido numerus clausus para las sociedades mercantiles, lo que significa que solo estaban a disposición de los particulares (es decir, los hombres de negocios, los comerciantes) los tres modelos dictados por el legislador. La estricta interpretación del código permitía la creación de sociedades de responsabilidad limitada, o de cualquier otro tipo de sociedad mercantil que no estuviera incluida en su articulado –es decir, de una sociedad mercantil atípica- siempre que respetase la legalidad. Este es un hecho excepcional y por tal motivo, procedemos a secuenciar en los siguientes apartados la elaboración, debate y aprobación del código, dado que juega un papel vital en el posterior desarrollo de la sociedad de responsabilidad limitada, carente de ley propia. 3.- La influencia europea en las propuestas de codificación de 1869 En 1869 aparece la primera alusión en la literatura española a un nuevo tipo de sociedades con responsabilidad limitada distinto de las anónimas y de las comanditas que, comenta el legislador, ya estaba funcionando en Europa.26 La anterior invocación tiene lugar justo después de la Revolución Gloriosa (1868), en un contexto intelectual ávido por importar las novedades de la Europa desarrollada, tras una etapa de claro atraso económico, social e intelectual. La Revolución de 1868 destronó a la reina Isabel II y a su régimen de camarillas y privilegios. Los liberales 24 Paul Pic, P. Baratin, Des societies a responsabilite limitee. Etude critique el commentaire pratique de la loi du 7 mars 1925, París, Librairie des Juris Classeurs, 1927, pág. 23. 25 Timothy et at., op. cit. 26 5ª base del RD de 20 de septiembre de 1869. 88 Susana Martínez Rodríguez encargados de formar el nuevo gobierno, con el objetivo de afianzar en España la modernización económica y social, acometerán una gran labor de revisión legislativa. Urgía cimentar una sociedad con bases liberales y modernas; en el aspecto político y social aprobaron las libertades fundamentales del individuo y prepararon una nueva constitución (Constitución de 1869); en lo económico, sentaron nuevas bases jurídicas, que eliminaron los últimos vestigios del Antiguo Régimen y afianzaron las directrices para el desarrollo del capitalismo contemporáneo. Respecto a esto último: (1) aprueban las líneas fundamentales para un nuevo Código de Comercio y (2) aprueban una ley que permite la creación de sociedad anónima sin autorización expresa, sólo a través de la publicidad y el registro público, reinstaurando así la libertad que ya existía en el Código de Comercio de 1829. El Gobierno Provisional era consciente del estado de atraso de la legislación mercantil. La parte de sociedades del Código de Comercio de 1829 había sido prohibida en 1847, precedida por una serie de escándalos financieros y convulsiones bursátiles. La ley de 1847 restringió la creación de todo tipo de sociedades por acciones –sociedades anónimas y comanditarias por acciones, con modificaciones posteriores importantes que permitieron su aparición en determinados sectores de la economía-, a la obtención de un permiso expreso. Esto era un claro retroceso respecto a la situación anterior, dado que el código de 1829 sólo exigía a la anónima cumplir con los requisitos de publicidad registral. Tortella (1968; 1973)27 subrayó que la falta de libertad para crear sociedades por acciones fue un elemento contraceptivo de la actividad industrial; y apuntó como indicador el gran incremento de sociedades por acciones de carácter financiero formadas tras la modificación legislativa de 1856. Esta tesis clásica de la historiografía española ha sido posteriormente matizada, alegando la imposibilidad de determinar con plena seguridad, por tratarse de un contrafactual, que, bajo otro contexto, habrían proliferado las formas anónimas en sectores distintos al ferroviario y financiero, es decir en aquellas actividades que no estaban fuertemente subvencionadas.28 La Ley de Libertad de Creación de Sociedades por Acciones y de Crédito (19.10.1869) además de restituir la legislación previa en materia de sociedades, señalaba la necesidad de modernizarla. El art.1 de la nueva ley establece la libertad para crear todo tipo de asociaciones con carácter industrial o comercial. El art. 2 dictaminaba la obligatoriedad de que toda sociedad mercantil quedara registrada en Gabriel Tortella, «El principio de responsabilidad limitada y el desarrollo industrial de España: 1829-1869», Moneda y Crédito, vol. 104, 1968, págs. 69-84. Gabriel Tortella, Los orígenes del capitalismo en España, Madrid, Tecnos, 1973. 27 28 Algunos autores que han vuelto sobre esta discusión: J. Botrel, F. Chastagneret, «Une source pour l’histoire économique et sociale de l’Espagne contemporaine: los Registros Mercantiles», Mélanges de la Casa de Velázquez, vol. 9, 1973, págs. 747-754. Leandro Prados de la Escosura, De imperio a nación. Crecimiento y atraso económico en España (1780-1930), Madrid, Alianza, 1988. Carmen Erro, «Creación de sociedades mercantiles y formación de capital en Navarra, 1830- 1910», Documento de Trabajo 9506 del Seminario de Historia Económica- Universidad de Navarra, 1995. Precedentes de la Sociedad de Responsabilidad Limitada… 89 escritura pública, y daba libertad a los socios de consignar en los estatutos: los pactos ó reglas que estimen convenientes para su régimen o administración. Desvela por tanto la Ley de Bases de 1869 una cierta insuficiencia –presente o futura- de las formas mercantiles tradicionales para atender las necesidades del tráfico económico. Además señalaba: podrán obtener la forma que los asociados crean conveniente establecer en la escritura fundamental. Y por último contenía dos artículos adicionales que instaban a la revisión del Código de 1829 para que incorporara con plenitud este espíritu de libertad y: cesará[a] la limitación establecida en el artículo 2º de la ley. Es decir, que las sociedades mercantiles no estuvieran obligadas a adoptar las tres fórmulas societarias convencionales.29 El 20 de septiembre de 1869, Echegaray, ministro de Fomento, firmó un Decreto para nombrar una nueva comisión encargada de revisar el Código de Comercio. En la base quinta establecía que en el futuro código tendrían cabida sociedades con responsabilidad más o menos limitada, ya conocidas en Europa. La propuesta conectaba con el candente debate europeo sobre la creación general de anónimas por simple inscripción, es decir, sin necesidad de solicitar autorización expresa. En 1844 Inglaterra permitió la creación de sociedades por acciones a través del simple registro (Registration, Incorporation and Regulation Act, 1844) y en 1855-56 permitiría a las compañías restringir su responsabilidad frente a terceros a la cantidad de capital que aportaban. En Francia el proceso que permitiría la creación de entidades anónimas a partir de su inscripción en el Registro Mercantil se hizo en dos pasos: con la ley de Sociétés á Responsabilité Limiteé de 1863 y la ley de anónimas de 1867. Otros países siguieron la misma senda: España en 1869, Alemania en 1879, Bélgica en 1873, Hungría en 1875 y en Italia a través del Código de Comercio de1882.30 Es importante incidir en el hecho de que, a pesar de la rápida circulación de la novedad de las Companies Act (1862) al resto de Europa, ya directamente o por medio de traducciones a otras lenguas, la asimilación de ideas en España no hubiera sido posible sin un cambio trascendental en la filosofía jurídica. Una nueva concepción filosófica del derecho irrumpió a finales de los años 1840 a través de dos académicos, Sanz del Río y Giner de los Ríos, ambos catedráticos de Filosofía de Derecho en la Universidad Central de Madrid. Desde allí difundieron las ideas de Krause, Aherns, Tiberghien y Röder, que darían lugar a un movimiento filosófico propio, denominado krausismo. La doctrina krausista reclamaba el derecho de absoluta libertad de emisión del pensamiento; y el Derecho ocupaba un puesto central 29 Manuel Andrino, «La configuración notarial de la sociedad limitada», en Tratado de la sociedad limitada, José Cándido Paz-Ares Rodríguez coord., Madrid, Fundación Cultural del Notariado, 1997, págs. 59-126. Carmen Erro, op. cit. 30 Stanley E. Howard, «The Private Business Corporation under Modern French Law», The Accounting Review, vol. 9 (2), 1934, págs. 105-113, cfr. 107. 90 Susana Martínez Rodríguez dentro de su sistema, muy vinculado a la ética.31 Aplicado al campo que nos atañe, estaríamos frente a una escuela de pensamiento que justificaba las tesis liberales y concretaba uno de los mantras del Gobierno provisional: libertad para asociarse –plasmada en la constitución de 1869- y libertad para contratar –materializada en la ley de entidades societarias anónimas y la ley de bases del nuevo Código de Comercio, ambas aprobadas en 1869-. Muchos miembros del Gobierno constituido en 1868, de los redactores de la ley de anónimas y de la Comisión del Código de Comercio de 1869 eran krausistas, o estuvieron vinculados al movimiento. 4.- el nuevo Código de Comercio y la PROPUESTA DE SOCIEDAD COLECTIVAS CON RESPONSABILIDAD LIMITADA En la revisión final de la sección referente a las sociedades mercantiles del que sería el nuevo Código de Comercio (en 1881, durante las sesiones del 8, 12 y 19 de abril) no hay ni una sola mención explícita a la responsabilidad limitada de los socios, o a las sociedades de responsabilidad limitada, ignorando lo que establecía la ley de bases de 20 de septiembre de 1869 acerca de que el nuevo código permitiría el establecimiento de dichas sociedades. No obstante, hay una modificación sobre la libertad de contratación que marcará la literatura y el debate jurídico-mercantil posterior: la ruptura del principio de numerus clausus en las fórmulas societarias.32 Esto significaba que ya no habría un menú cerrado a la hora de elegir una figura mercantil, como en Francia –art. 19 del Código de Comercio de 1807-33 o Alemania. Los expertos que propusieron este cambio fueron Colmeiro y Moret, dos prestigiosos catedráticos de Economía Política de tendencia liberal.34 La modificación del entonces art. 136 pretendía sustituir las restricciones del código vigente (de 1829) a la introducción de nuevas fórmulas que no estuvieran definidas de forma explícita por una libertad absoluta en los contratos mercantiles. La versión definitiva del texto legal confirma en los art. 117 y art. 122 esta atipicidad respecto a los países de derecho Elías Díaz, «Filosofía jurídico-política del krausismo español», Derechos y Libertades. Revista del Instituto Bartolomé de las Casas, vol. 8 (12), 2003, págs. 27-55. 31 32 Sobre el principio de atipicidad: Henry B. Hansmann, Reinier Kraakman, «Property, contract and Verification: the Numerus Clausus problem and the Divisibility of Rights», Journal of Legal Studies, vol. 31, 2002, págs. 373-420. 33 Art. 19: La ley reconoce 3 tipos de sociedades mercantiles: sociedad colectiva, sociedad en comandita y sociedad anónima (Code du Commerce Française, 1807). 34 José María Serrano realiza un análisis de la aportación de estos autores a la historia del pensamiento económico. José María Serrano Sanz, «Escuelas e ideas en la Restauración Decimonónica», en Economía y Economistas. Las críticas a la economía clásica, E. Fuentes Quintana coord., Barcelona, Galaxia Gutemberg-Círculo de Lectores, 2001, págs.129-153, cfr. 133-135. Precedentes de la Sociedad de Responsabilidad Limitada… Detalle del Código de Comercio de 1885 91 92 Susana Martínez Rodríguez civil coetáneos.35 ¿Por qué se introduce esta modificación? En las actas transcritas no hay ninguna aclaración sobre las motivaciones de los dos maestros de la Escuela Liberal. La medida española no imitaba ninguna actuación semejante acaecida en los países de los que recibía influencia, v. gr, de Francia. Sí era coherente con la ley de bases de 1869 y la ley de sociedad anónima del mismo año. Podemos además aducir que la premura por sacar adelante el proyecto –¡en curso desde 1869!- obligó a dejar temas pendientes. La expresión que acaba con el principio de numerus clausus: Por regla general, [las Compañías mercantiles se constituirán adoptando alguna de las siguientes formas (…)] (art.- 122). ¿Puede considerarse azarosa? Rotundamente no. Dicha cláusula ofrecía una opción para incorporar todas las novedades que pudieran surgir en materia de sociedades y estaba en consonancia con el espíritu de 1869 subrayado en el R.D de 1.3.1881. La Exposición de motivos (del Código) reproduce la defensa de la libertad contractual tal y como venía formulada en el texto de la Ley de Bases y ratifica una amplia libertad de asociación.36 Y la fórmula enunciativa del art. 122 queda confirmada con el principio de libertad en el contrato de compañía mercantil del art. 117. No obstante, la interpretación y puesta en práctica de misma estuvo rodeada de profusos debates. 5.- La propuesta de sociedades colectivas con Responsabilidad Limitada El 6 de diciembre de 1882 el proyecto del Código de Comercio fue presentado en las Cortes, a continuación se inició una ronda de enmiendas. Las intervenciones de los diputados desvelan que el Código había defraudado respecto a las figuras societarias, ya que algunas de las propuestas ahondan en la incompletitud del articulado de la anónima y a propósito de la libertad de contratación. El momento y contexto histórico posiblemente fueron determinantes: la crisis financiera de 1882 vendría seguida de una prolongada depresión agraria.37 Del conjunto de propuestas destacan un conjunto realizadas por diputados catalanes, vinculados con el mundo del comercio y la industria.38 Nos centraremos en las alusivas a las sociedades de 35 Jorge Barrera, op. cit.; José Girón Tena, «Las sociedades mercantiles en el Código de Comercio», Centenario del Código de Comercio (3vols), Madrid, Ministerio de Justicia, vol.1, 1986, págs. 167-210, cfr. 90. 36 José Girón Tena, Los conceptos y tipos de sociedades de los Códigos civil y de comercio y sus relaciones, Madrid, Publicaciones conmemorativas del centenario de la Ley del Notariado (IV, Sección 3ª), 1963, pág. 86. Francisco Comín, Mauro Hernández, Enrique Llopis, Historia de España, siglos X- XX, Madrid, Crítica, 2010, pág. 282. 37 38 Se trata de: Pedro Bosh i Labrús, Juan Fabra i Floreta, Maciá Bonaplata y Eduardo Reig. Diario de las Sesiones de las Cortes, 23.2.1883: Sesión, viernes 11 de diciembre, nº 5, pág. 61. J. Palomas i Precedentes de la Sociedad de Responsabilidad Limitada… 93 responsabilidad limitada. Maciá Bonaplata abrió la discusión señalando que faltaba en el proyecto un tipo de sociedades: que en el extranjero vienen titulándose de capitales con responsabilidad limitada, ó sea aquellas en que los socios comanditarios, interviniendo en la gerencia pueden venir a contribuir a la gestión de la sociedad sin arrastrar la responsabilidad como gerentes.39 Y Fabra y Deas presentó una propuesta concreta de sociedades colectivas de responsabilidad limitada; puntualiza que no se refiere a la limited society inglesa, pero no ofrece ninguna referencia geográfica de dónde funcionaban las novedosas sociedades (DSC, Sesión 24.1.1883, nº29, p. 608). En 1883 no existe ninguna sociedad de responsabilidad limitada que esté operando per se. Sí había habido cambios en los menús societarios de las casas legales europeas más importantes que pueden ser interpretados como una nueva figura próxima a la sociedad de responsabilidad limitada. La mayor parte de estas propuestas derivaron de la interpretación francesa de la Company Act (1862), la sociedad de responsabilidad limitada. La propuesta de Fabra y Deas habla con claridad de una colectiva con responsabilidad limitada, no de una sociedad anónima pequeña, por lo que debe descartarse la influencia francesa. ¿De dónde emanaba el modelo? En la década de 1880 hemos localizado dos posibles referencias sobre este asunto: (1) las propuestas para flexibilizar la creación de las sociedad anónima, que daría lugar a la GmbH; (2) las experiencias puntuales de Estados Unidos (de América) con las limited associations. Sabemos que el diputado español tenía acceso preferente a la prensa extranjera, porque era hermano de Nilo Fabra y Deas, también parlamentario y dueño de una de las agencias de noticias más relevantes de Madrid, donde ambos residían.40 Fabra y Deas fundamenta la necesidad de las colectivas con responsabilidad limitada exhibiendo situaciones particulares donde las comanditas y las colectivas resultaban insuficientes.41 Uno de estos ejemplos era el de un inventor que necesitaba del capital; nada garantizaba que además fuera un buen gestor, por lo que el dueño del capital desearía tomar parte activa en la gestión del negocio para velar por su inversión. El caso relatado refleja la situación de los comerciantes que, ante una nueva oportunidad empresarial, no deseaban arriesgar toda su fortuna participando Moncholi ofrece cumplida información sobre los personajes: Pedro Bosh vinculado con el sector empresarial, Fabra i Floreta fue un destacado comerciante, Eduardo Reig, industrial; y Maciá Bonaplata miembro de una prestigiosa saga de empresarios catalanes. Joan Palomas, El referons economics de l´activitat dels parlamentaris catalans (1876-1885), Barcelona, Tesis Doctoral – UAB, 2002, págs. 485-488 y 535-536. 39 Diario de las Sesiones de las Cortes, 24.1.1883. Sesión, Miércoles 24 de Enero, n. 29, págs. 608-609. 40 Xosé Ramón Barreiro (dir.), Parlamentarios de Galicia, biografías de deputados e senadores (1810-2001), A Coruña, Parlamento de Galicia, 2002. María Ángeles Paz, El colonialismo informativo de la Agencia Havas en Madrid, 1870-1940, Madrid, Tesis, UCM-Madrid, 2002 [http://www.cultureduca.com/prensa_agenc_fabra01.php] 41 Diario de las Sesiones de las Cortes, 24.1.1883. Sesión, miércoles 24 de enero, n. 29, pág. 608. 94 Susana Martínez Rodríguez como socios colectivos, ni querían permanecer al margen de la gestión, como socios comanditarios. La propuesta del diputado estaba caracterizada como una colectiva donde los socios restringían su responsabilidad personal a la cantidad aportada al capital social,42 fijaba las características de una sociedad de tipo personalista, y otorgaba grandes poderes al gerente. La protección a terceros estaba garantizada con la rigurosa aplicación del principio de publicidad, y que en todos los documentos de la sociedad la razón social debería incluir las palabras sociedad de responsabilidad limitada más el importe del capital social (art. 149). Además, en el caso de que algún socio no aportara al capital social las cantidades estipuladas, los demás (socios) quedarían obligados solidariamente respecto a terceros. La propuesta de Fabra y Deas fue rechazada por dos razones. Una protocolaria, de forma: la propuesta había sido presentada fuera de plazo, por lo que el reglamento impedía su consideración. Otra de tipo doctrinal, de fondo: porque el código propuesto defendía en su articulado un carácter abierto en cuando a la tipología de sociedades mercantiles (es decir, apelando al principio de atipicidad).43 Fabra y Deas, en su turno de réplica, afirmó que en la legislación vigente -el art. 2 de la ley de sociedad anónima de 1869- había una invitación encubierta a las sociedades de facto con responsabilidad limitada-. Aquí veía el diputado una desvirtuación del uso de la sociedad anónima: que es un molde demasiado amplio cuando se trata de asociarse 2 o 3 individuos que quieren comprometerse hasta cierto punto.44 Los hechos descritos guardan paralelismos con el uso de la Company Act (1862). Lo que Fabra y Deas consideraba un ardid en realidad no lo era, ya que el Código de Comercio de 1829 establecía un marco para las sociedades anónimas muy flexible, sin marcar un capital mínimo, o número de socios. Cuando fue reinstaurado en 1869 no hubo ningún cambio al respecto; es más, se acentuó la libertad en el sentido arriba comentado. Para terminar con este apartado llamamos la atención sobre varios hechos. Primero, la utilización de la sociedad anónima en España desde 1869 habría permitido, al menos sobre el papel, lo mismo que la Company Act. En segundo lugar, Fabra y Deas consideraba que su propuesta daba mejor cobertura a la sociedad anónima pequeña, ya que un capital modesto ensombrecía los grandes horizontes de la sociedad anónima.45 Subrayamos un tercer elemento: en el Reino Unido el desarrollo económico propició la aparición de las sociedades de responsabilidad limitada de facto. 42 Diario de las Sesiones de las Cortes, 24.1.1883. Sesión, miércoles 24 de enero, n. 29, págs. 608-609. 43 Diario de las Sesiones de las Cortes, 23.2.1883. Sesión, viernes 23 de febrero, n. 50, págs.1037- 1048 44 Diario de las Sesiones de las Cortes, 24.2.1883. Sesión, miércoles 24 de enero, n. 29, págs.593-617. En la misma ronda de alegaciones al futuro código tomó la palabra otro diputado que calificó la sociedad anónima como la forma propia de las grandes empresas destinadas a acometer obras públicas. Diario de las Sesiones de las Cortes, 24.2.1883. Sesión, miércoles 24 de enero, n. 29, págs. 593-617. 45 Precedentes de la Sociedad de Responsabilidad Limitada… 95 6.- Conclusiones La implantación de la sociedad de responsabilidad limitada en España fue a través de un sencillo conjunto de reglas administrativas, que básicamente regulaban los pasos para su inscripción y formalización en los Registros Mercantiles. Hubiera sido imposible que este tipo de sociedad progresara si realmente no hubiera nada más que dichas directrices administrativas. En este artículo hemos realizado un exhaustivo recorrido por la situación previa a la aparición del nuevo Reglamento del Registro Mercantil de 1919 para confirmar que España contó con un conjunto de particularidades que certifican la flexibilidad del modelo jurídico de ley civil para introducir cambios. El principal instrumento que hemos analizado ha sido el principio de atipicidad en el menú societario y su interpretación. El Código Mercantil de 1829 fue el primero en el mundo que concedió total libertad para crear sociedad anónima, y confió en las garantías ofrecidas por el principio de publicidad para velar por los derechos de terceros. Es difícil estimar la efectividad de la propuesta, dado que su vigencia en materia de sociedades fue corta; la monarquía liberal reinante, temerosa de las nuevas libertades, aprobó una ley restrictiva en 1847 que tornaba al momento en que una autorización real era preciso para crear no sólo sociedad anónima sino todo tipo de sociedad por acciones –o sea comanditas por acciones-. En 1869, tras un proceso revolucionario y cambio del régimen político, la libertad para crear sociedades fue de nuevo reinstituida, al menos en el papel, porque la situación económico- financiera distaba de la que había impulsado la adopción de leyes semejantes en Reino Unido o en Francia. A finales de la década de 1860 en Europa comenzó a germinar la idea de que el capital necesitaba más libertad, tomando como referencia los cambios iniciados una década antes en Inglaterra; la idea cristalizó en Francia, y como hemos señalado, en España, siempre pendiente de las novedades galas. Esta materialización de una misma idea sucede de formas muy distintas, también por el contexto donde medran. Durante años hubo en Francia un desarrollo de las comanditas por acciones, precisamente por la rigidez de las sociedades anónimas; mientras en España esta figura estuvo restringida en la etapa 1847-1868. También Francia permitió la libre creación de sociedad anónima, hasta un máximo de capital, prueba de que el Estado deseaba seguir controlando las grandes sociedades anónimas. Cuando España permite de nuevo la libertad para crear todo tipo de sociedades por acciones en 1869 ninguna de estas medidas es considerada, quizás por la exaltación de los valores liberales del nuevo gobierno, pero el parco desarrollo económico del país tampoco auguraba que hubiera una avalancha de grandes sociedad anónima. En la reelaboración del nuevo código de comercio, durante los 1880 las convicciones liberales de la Comisión Redactora propician que España rompa con la arraigada tradición del principio de numerus clausus vigente en los países del continente. Es un hecho único, que revela la maleabilidad del código en lo concerniente a las diferentes formas jurídicas; esto significaba que podrían crearse sociedades más allá de los tipos detallados, que primaba la libertad del individuo frente al control del Estado. Esta innovación ideológica no se transmitió en la modernización del articu- 96 Susana Martínez Rodríguez lado sobre las tres sociedades estándar, en parte heredado de 1829. Las sociedades definidas desvelan un molde flexible que también debe ser interpretado en clave negativa, porque quizás el tráfico económico no exigía mayores desvelos: presencia de socios industriales (es decir, socios sin aportación en capital, sino en trabajo) en todas las sociedades; continuidad de la colectiva cuando fallecía un socio, si así estaba pactado en los estatutos; sigue sin existir una tipificación de las comandita con acciones. Y lo que más destaca es la falta de reglas para configurar una sociedad anónima, a finales del XIX. Otro hecho singular estaría en la facultad de que toda sociedad civil, por realizar actividades mercantiles, podría convertirse en mercantil. Durante la discusión del nuevo código de comercio en el Parlamento un diputado lanza una original propuesta sobre sociedad de responsabilidad limitada –en el año 1883, o antes de que Alemania tuviera su ley, en 1892– sin lograr despertar el interés de los parlamentarios. De hecho, la negativa se basó en que el principio de atipicidad consentía que esa y otras figuras existieran sin una autorización expresa. Esta actuación rompe el cliché de que la familia civil es rígida y muestra un instrumento de innovación a través de la praxis muy próximo a la familia de ley común. La rotundidad con la que fue formulada en España la ruptura del principio del numerus clausus fue única, y no existe una acción semejante en los países de su entorno. Para futuras investigaciones creemos de interés analizar qué otros mecanismos hay en los países de ley común para introducir cambios de forma ágil y respetando el marco legal; además sería de interés indagar en la zonas de fusión entre las diferentes familias legales. MVRGETANA. ISSN: 0213-0939. Número 134, Año LXVII, 2016. Pág. 97-117. FUENTES PARA LA HISTORIA DEL COMERCIO DE CARTAGENA EN LOS AÑOS 1865-1936 VICENTE MONTOJO MONTOJO Resumen: La evolución social y económica de la Provincia de Murcia desde 1865, en que se terminó la línea ferroviaria de la Compañía de Ferrocarriles Madrid Zaragoza Alicante (MZA) de Albacete a Cartagena, hasta 1936 fue de crecimiento de sociedades mercantiles en número y variedad. Pero en cuanto a su tipología hubo un predominio de las sociedades regulares colectivas y una lenta introducción de sociedades comanditarias, anónimas y de responsabilidad limitada. El sector minero, pujante desde 1850, y el pimentonero, desde 1860, dio paso a las sociedades mercantiles y fábricas conserveras, a partir de 1915, en que se formó precisamente la Unión Conservera Murciana, una asociación de los conserveros. Palabras clave: Historia Económica. Historia Social. Sociedades mercantiles. Región de Murcia. Historia Contemporánea. Abstract: The social and economic development of the Province of Murcia since 1865, when the railway line Railway Company Madrid Zaragoza Alicante (MZA) from Albacete to Cartagena is finished, until 1936 was growth of corporations in number and variety . But as to their type, there was a predominance of General partnerships and limited partnerships slow introduction, corporations and limited liability . The, thriving since 1850, and pimentonero, since 1860, mining sector gave way to commercial companies and canneries, the latter from 1915, when it was formed precisely Murcia canning Union, an association of the canners. Keywords: Economic History. Social History. Societies. Region of Murcia. Contemporany History. 98 Vicente Montojo Montojo En 1862-1868 se dio en España un tiempo de cambio: en el primer año se aprobó la Ley del Notariado y el Registro de la Propiedad, lo que supuso la consolidación de la propiedad privada, y en el último se dio la revolución de Septiembre, que destronó a Isabel II e introdujo unos gobiernos provisionales de Serrano, a Amadeo I y la I República. Puede considerarse que un siglo antes había pasado algo parecido, pues Carlos III dispuso el destierro de los jesuitas (1767), la desamortización de sus bienes (desde 1768), el registro de hipotecas (1768) y el libre comercio con América (1765 y 1778). Tales disposiciones dieron lugar a unas primerizas inversiones mineras en Cartagena. En esta parte monográfica de Murgetana se recogen una serie de textos que tienen como motivo el dar a conocer la evolución de las sociedades mercantiles en España y, más en concreto, en la Región de Murcia desde 1865, en que se inició el funcionamiento del ferrocarril en Cartagena y Murcia, procedente de Albacete y Madrid (Ferrocarriles MZA o Madrid-Zaragoza-Alicante), aunque en Murcia se inauguró en 1862, hasta 1936. Otro texto tiene su ámbito geográfico en Mallorca, de donde salió el conservero Juan Esteva para instalarse en Alcantarilla hacia 18971900; y otro el marco legal de las sociedades. 1. Coyuntura internacional y nacional: de la crisis financiera de 1866-67 a la de 1929 Los primeros años sesenta del XIX fueron los de la introducción del ferrocarril en Murcia y Cartagena, procedente de Madrid y Albacete, más el inicio de la exportación de pimentón y seda y la diversificación de la minería del litoral (Cartagena y Mazarrón). La explotación minera en Cartagena se inició en 1840 y sufrió desde 1865 un problema de agotamiento del plomo superficial y del uso de malacates tirados por caballerías, que resultaba ya poco apropiado para sacar el agua encharcada en las galerías, en las que se requería profundizar para obtener mineral más rico y variado. La aplicación de motores de vapor permitió a partir de 1868-1872 desaguar mejor las galerías y llegar a los sulfuros, así como coincidió con el hallazgo de minas de hierro (Vilar). En esta situación intervino el comercio de Cartagena, por el que puede entenderse tanto un grupo profesional, como una actividad económica. Estas acepciones dan lugar a otras distinciones: en el primer caso, el comercio mayorista (hombres de negocios y mercaderes de lonja abierta) y el comercio minorista (mercaderes de vara o tienda); en el segundo, el comercio marítimo o exterior y el comercio terrestre o interior. Es esta última una distinción apropiada para Cartagena, pues fue ciudad Fuente para la historia del comercio de Cartagena… 99 y puerto marítimo, aunque limitada, pero favorecida por demandas del Arsenal de Marina: los asentistas. Además, el comercio de Cartagena estuvo en conexión con otros grupos socioeconómicos, como los industriales de la ciudad y de Murcia, los grupos obreros del puerto, como los estibadores, las clientelas de Murcia, Lorca y otras poblaciones. Se ha dicho en lo que se refiere al comienzo de la especialización regional agropecuaria, característica de esta época, que: Las huertas murcianas no son menos famosas que las valencianas, pero son más pobres en agua. El naranjo era sustituido por el limonero. Las hortalizas abundantes y los frutales (albaricoqueros) de excelentes frutas propiciaron uno de los focos de industriales conserveros más prósperos de España (Bielza). Al inicio del periodo 1865-1936 se produjo una primera crisis económica mundial, la de 1866-1867, de la Guerra de Secesión norteamericana, que tuvo grandes consecuencias y en el caso de Cartagena se agravó por: la rémora del minifundismo de las explotaciones y la incidencia de los sucesos cantonalistas de 1873 (Bielza y Broder/López-Morell). La pérdida de las últimas colonias españolas en América y Asia, en el Desastre de 1898, nos puede servir, además, de indicador sobre la incidencia de la política exterior e interior de España en el comercio cartagenero, pues fue una época en la que se dieron sublevaciones en Marruecos (Guerra de Melilla, 1893), Cuba y Filipinas (1894-1898), de las que estas últimas fueron perdidas definitivamente por España en el Tratado de París (1899), que agravaron aún más la difícil situación financiera española, pues la reforma del ministro Villaverde afectó a sectores pujantes, como el vino (Vilar). En el desenvolvimiento del comercio cartagenero podemos señalar unos periodos con sus hitos significativos: - A la activación de la minería en 1840-1866, periodo de crecimiento también comercial, siguió el Cantón de Cartagena (1873), que con su precedente de inestabilidad política del Sexenio revolucionario (1868-1874) y el arancel librecambista de Figuerola (1869) (Nadal), fue pórtico de la gran depresión de finales de siglo (1877-1898). Crisis a la que contribuyó la Guerra de Secesión de Estados Unidos (1861-1865) y se manifestó en importantes bancarrotas comerciales, como la de Antonio J. Romero (1867), fluctuación de los precios (Pérez Picazo/Lemeunier) y descenso de exportaciones, pero desde 1897-1898 creció de nuevo el comercio marítimo hasta la crisis económica de 1929. 100 Vicente Montojo Montojo 2. Del Sexenio democrático al fin de la Regencia de Mª Cristina de Austria (1868-1902) Corresponden estos años a las primeras medidas legislativas referentes a las sociedades mercantiles españolas y murcianas, como la liberalizadora de 1869 y el nuevo Código de Comercio de 1885, o, en lo que se refiere a la supervisión judicial, la Ley Orgánica del Poder Judicial de 15 de Septiembre de 1870. 2.1. Comercios y compañías Los comerciantes y sus establecimientos y compañías dieron lugar en su gestión diaria a la emisión de diferentes documentos. Muchos de ellos se conservan hoy en día en: - Protocolos notariales, sus índices y los libros de legalizaciones de firmas - Registro Mercantil de 1886-1957 - Pleitos o procesos de los juzgados (1871-1936) y tribunales (1882-1936) Aunque utilizamos otras fuentes, como la prensa, la principal la forman los libros de sociedades del Registro Mercantil de 1886-1957, hoy en el Archivo Histórico Provincial de Murcia, que comparte sede del Archivo General de la Región de Murcia (Montojo). Según el periódico El Eco de Cartagena, en 1874 existían en Cartagena 28 casas de banca, 5 corredores de comercio, 5 consignatarios de vapores y 9 de buques a vela (3-2-1874); en 1879, en relación con los establecimientos comerciales, había en la ciudad 6 bazares de tejidos, un comercio de drogas por menor, 3 establecimientos de camisería fina, 7 de ferretería, 8 de frutos coloniales y 2 especuladores de muebles (27 en total: Eco 11-8-1879); y en 1884 pertenecía a los herederos de Francisco Dorda un obrador de cera y la droguería más renombrada de la ciudad (Eco 22-1-1884). Si anteriormente había predominado el comercio de los nacionales, en la Restauración desaparecieron muchas de las casas de comercio que hasta no muchos años antes habían sido los principales motores del comercio local. Fueron paulatinamente reemplazadas por sociedades constituidas con un capital financiero. Esta fue precisamente la época de la formación de grandes compañías, con las que se pasó a una nueva forma de comercio. Las compañías mercantiles extranjeras se introdujeron durante la Restauración con más fuerza que nunca. Las compañías más importantes fueron atraídas por los grandes beneficios que podían obtenerse en los negocios mineros y llegaron a competir ventajosamente con las casas españolas, puesto que tenían mayor potencial económico, que les permitió acometer grandes empresas y constituir sociedades de gran capital. Fuente para la historia del comercio de Cartagena… 101 Así, la compañía Escombreras Bleiberg mantuvo negocios en Escombreras (Cartagena) y Puerto Llano (Ciudad Real) (Bielza). Se había constituido en Francia (1877) y su capital llegó a ser de 20 millones de francos (1892), dividido en 40.000 acciones de 500 francos cada una, y tuvo por objeto explotar minas en las provincias de Murcia, Ciudad Real, Badajoz y Córdoba; emitió obligaciones por valor de 1.491.000 francos (Gaceta Minera, 6-IX-1892, 289). Sociedades de capital extranjero intervinieron también en la construcción de líneas férreas, que pusieron en comunicación diversas zonas de la cuenca minera con el puerto de Cartagena, donde exportaron mineral y metal de plomo con destino principalmente a Francia y a Gran Bretaña. El primer tendido ferroviario, el del tranvía de La Unión a Cartagena (1874), lo construyó la empresa The Carthagena and Herrerías Steam Transways Company Limited, de capital inglés, y a éste siguió en 1897 otro entre el Descargador y Los Blancos, llevado a cabo por la empresa Compagnie du chemin de fer de la Sierra de Carthagena, de capital belga. Pero no todo fueron facilidades, pues la Junta de Sanidad de Cartagena denegó en 1890 el permiso de apertura de un lavadero público, propuesto por la compañía The Carthagena Waterworks Cº Limited. El mundo de los negocios llegó a alcanzar unas cotas altas de actividad, diversidad y riqueza. El punto de unión y principal acicate para el crecimiento económico y la llegada de comerciantes fue la minería. A ella se unió una serie de actividades de todo tipo, que convirtieron a Cartagena en un activo puerto mercantil y que desembocó, a pesar de las cíclicas crisis producidas por la fluctuación de la minería, en la creación de sociedades, como el Banco de Cartagena o la Compañía Cartagenera de Navegación, además de todas las grandes explotaciones mineras y metalúrgicas que no cesaron de producir riqueza en todos estos años. Uno de los grandes problemas que tuvo el entorno de la ciudad fue la falta de agua. En estos años se constituyeron diversas sociedades que, a través del alumbramiento y conducción de agua, trataban de surtir el consumo ciudadano o bien el riego de los secos campos de su término municipal. En 1880 se constituyó Aguas de la Magdalena SA, para iluminar, explotar y beneficiar aguas, con duración indeterminada y 100 acciones. Entre sus socios estuvieron Hilarión, Manuel y Eduardo Aguirre (AHPM, RM 2716/5-7). La presencia de comerciantes extranjeros fue constante ya desde los inicios de las explotaciones mineras como sucedió un siglo antes por atracción del Arsenal (Montojo). Importantes sociedades procedieron del Imperio Alemán, como la de Guillermo Ehlers hermanos y compañía. Samuel Bas fue su representante en Cartagena en 1892, en que había fallecido el titular, y sus socios familiares Ehlers residían en Alemania. Se constituyó nuevamente en 1891. En una escritura otorgada en Madrid, constó que su domicilio social estaba radicado en Cartagena, su duración diez años y su objeto la compraventa de minerales, banca, comisiones, consignaciones, minas y otros, el capital social de 106.856 pesetas 70 céntimos (2720/65-7). 102 Vicente Montojo Montojo También la Sociedad Colectiva L. Canthal y compañía fue de capital alemán. En 1885 se instaló en Cartagena Luis Canthal, súbdito alemán, bajo la firma de L. Canthal. En 1888 admitió como socio al alemán Rodolfo Wichel Kayser y pasó a denominarse con su nueva razón social. Se domicilió en Cartagena, se dedicó al comercio y banca, su capital social 80.025 pesetas, su duración indefinida (2718/72-3). Constituida por capital inglés fue la Gray y Milvain S.Co. en 1877: sus dueños Juan Clark Gray, natural de Aberdeen, y Guillermo Gray Davidson, de Newcastle, vecinos en Cartagena, quienes la prorrogaron otros 20 años (1887). Se dedicó a fletamentos, corretajes de embarcaciones, consignaciones de buques y otros negocios. Ambos socios la administraron indistintamente y usaron la firma social. El capital fue 10.000 pesetas por mitad (2716/54-5). También The Queen Insurance Company S.A., de comerciantes residentes en Liverpool para asegurar contra incendios, tempestades y tormentas toda clase de propiedades, otorgar pólizas de seguro sobre el equipaje de pasajeros e instrumentos y efectos de capitanes, seguros de vida, defunción, enfermedades transitorias, inhabilitación o incapacidad sobre el fiel desempeño de los deberes de los dependientes, criados, recaudadores. Su capital: 500.000 libras esterlinas en 50.000 acciones de 10 (2720/37). La Malcolm y cía. S.R.C. la formaron Alejandro Malcolm, natural de Escocia, y Jaime Bernardo Heywood, de Sheffield, Inglaterra (1888). Se dedicó a compraventa de esparto, comisiones, consignaciones, tránsitos. Su capital fue 10.000 pesetas (2719/18). En otras sociedades se mezclaron capitales nacionales y extranjeros. Así Compañía de Tranvías de Cartagena S.A. (1893): Eduardo Aguirre Aldayturriaga, Miguel Zapata Sáez y José Maestre Pérez, su yerno, Luis Cantal, alemán, Bernardo Heywood y Alejandro Malcolm, ingleses, éste morador en La Palma. Mantuvo el tranvía urbano y de los barrios Los Dolores, Los Molinos y el barrio de La Concepción. Constó de 1.000 acciones de 300 pesetas nominales y fue Miguel Zapata Sáez el socio mayoritario, con 331 acciones. La absorbió la compañía belga Transways de Carthagene (RM,2724/29). Germes, Linares y compañía S.Comª la constituyeron Guillermo Milvain y Juan Clark Gray, británicos, por 50 años (1888), con un capital de 20.000 pesetas, para la tienda de los ingleses en la calle Mayor, que fue de De la Vega y Son (RM,2719/74-5). La Vidal y Morales S:R.C. se constituyó (1892) para compraventa de joyas, plata y artículos de lujo, al por mayor, por 12 años, capital de 12.000 pesetas de Ginés Vidal Blanca (RM,2723/6-7). Delgado y Carvajal S.Comª fue constituida en 1900 para venta de paquetes y quincalla, por tiempo indefinido, capital de 80.000 pesetas: Alejandro Delgado Ibernón, comanditario, y Eduardo Delgado Guardia y Cipriano Carvajal, colectivos (2732/17-8). Fuente para la historia del comercio de Cartagena… 103 Hernández Hermosilla Hermanos S.R.C. (1894) vendió artículos de ferretería, herramientas y baterías de cocina, por 6 años, capital de 7.500 pesetas, en partes iguales por los tres hermanos (RM,2730/36-7). Se dedicó a la venta de géneros coloniales y extranjeros, como saladuras, conservas y similares Hijos de José Gómez S.R.C. (1900), con capital de 10.000 pesetas, de José y Enrique Gómez Quiles (RM,2732/62-3). Uno de los negocios florecientes de 1890-1900 fue el de consignar buques. Fue la explotación minera fundamento para el establecimiento de líneas marítimas regulares de exportación de mineral, en bruto o elaborado, para lo que se importó gran cantidad de carbón para fundiciones, o se exportaron esparto, seda, naranjas y otros. Funcionaron diversas sociedades dedicadas a las consignaciones marítimas, como Cucarellas y Clarés S.R.C. (1887), para consignación terrestre y marítima, despachos de aduanas y buques, representaciones, comisiones y compraventa, con 5.000 pesetas de Antonio Cucarellas y Salvador Clarés (RM,2720/84). Relacionada tanto con la actividad minera, como con la marítima, Herederos de Diego Sánchez Egea S.R.C., con sede en el Barrio de Santa Lucía, se dedicó al embarque y desembarque de carbones, plomos y minerales de todas clases, constituida para un plazo de 10 años. Su capital social fue de cinco mil pesetas, valor de las barcazas, capacerías y demás efectos utilizados en su trabajo (RM,2720/52). En 1885 se constituyó en Madrid la Sociedad Marítima y Minera de la Costa de Levante S.A., con sede en Cartagena y cuya actividad abarcó el comercio de cabotaje en la costa de Levante y cualesquiera otros puertos de la península e Islas Baleares, para transporte de minerales, carbones y otros artículos, la adquisición de barcos de vela o de vapor de cualquier tonelaje, en propiedad, arrendamiento o flete, o la adquisición o explotación de minas en cualquier punto de España. Tendría una duración de 50 años y su capital fue de 125.000 pesetas, representado por 125 acciones a mil pesetas cada una, que debían ser suscritas por socios españoles o extranjeros (RM,2717/31-6). La explotación de los adelantos técnicos también dio lugar a la constitución de sociedades. Juan Antonio Alajarín y Compañía S.R.C. (1888) obtuvo una concesión estatal para instalar y explotar una red telefónica en la ciudad, por 20 años. El capital social fue de 40.000 pesetas y todos los socios vecinos de Cartagena (RM,2721/79-81). En el año 1886 se constituyó Herederos de Valarino S.R.C.. La formaron Joaquín Togores y Enrique Peñalver y Zamora. Tuvo por objeto el arrendamiento y explotación de las fábricas de cristal y de loza de Santa Lucía, durante un periodo de 3 años prorrogables, empleando un capital social de 50.000 pesetas, aportando la mitad cada socio. Togores fue el gerente de la sociedad (RM,2715/18). Pascual Marín y compañía S.R.C. se constituyó para la compraventa al por menor de toda clase de tejidos nacionales o extranjeros. Debía durar 5 años, a contar desde el año 1887, que fue cuando quedó formalmente constituida. Su capital 104 Vicente Montojo Montojo social fue de 40.000 pesetas. La formaron 3 socios colectivos y uno comanditario (RM,2717/12-4). A la venta de tejidos se dedicó Juan Andrés y compañía S.R.C., formada por un socio capitalista y otro colectivo e industrial. Su capital fue de 10.000 pesetas y el tiempo de su duración de 5 años (RM,2714/23). Importante fue la actividad desplegada por Dorda y Martínez S.R.C., heredera de actividades comerciales que se remontaban al siglo XVIII, a través de la instalación en Cartagena de Gaspar Carbonell, maestro cerero, quien formó con su cuñado Magín Bofarull la compañía llamada Gaspar Carbonell y compañía, llegando a ser una de las más activas de su época. Continuó Juan Bautista Bofarull y otros asociados catalanes y llegaron a esta sociedad, para la compraventa de hierros y otros metales, comisiones y consignaciones, que contó con un capital de 10.000 pesetas (RM,2719/27-8). Natalio Murcia se dedicó de forma preferente a la venta y elaboración de vinos, aguardientes y licores, pero también actuó en banca y participó en coloniales y nacionales, comisiones y consignaciones. Constituyó en 1887 Natalio Murcia e Hijo S.R.C., para 12 años y su capital 50.000 pesetas (RM,2717/18-20). Los trabajadores del mar S.A. (1886) contó entre sus socios a Vicente Serrat Andreu y Francisco Bosch Montaner, para pesca en la Ensenada de San Juan de los Terreros por calamento de una almadraba, por 5 años, o en otros caladeros, concurrir a la subasta de almadrabas entre el Cabo de Gata y el de San Antonio. También participó en la pesca de coral, crustáceos, mariscos, instalaciones de bancos de ostras, etc., por 20 años, capital de 50.000 pesetas, divididas en 100 acciones de 500 (RM,2715/9-10). Calandre y Lizana S.R.C. (1888) se dedicó a la compraventa al por mayor de frutos del país, coloniales y extranjeros, comisiones y consignaciones, para 15 años y capital de 50.000 pesetas (RM,2719/21-2). Francisco Calandre, un socio, era descendiente de un comerciante francés de igual nombre instalado en Cartagena a finales del siglo XVIII. De este conjunto de ejemplos de sociedades mercantiles de Cartagena se puede deducir que daban servicio privado a distintas necesidades de la población en una línea tradicional desde finales del siglo XVI, como las funciones de abastecimiento de agua y alimentos y suministro de tejidos y quincallería, pero también a sectores económicos característicos del XIX como la explotación y exportación de plomo, mediante fórmulas nuevas, es decir, con formas diferentes de sociedades mercantiles en lo que se refiere a la distribución del trabajo, el capital, la responsabilidad y los beneficios, por medio de acciones. Fuente para la historia del comercio de Cartagena… 105 2.2. Corporaciones mercantiles El punto de vista archivístico, que es parecido al arqueológico, pues analiza la distribución y estratos de los testimonios escritos, tiende a investigar los productores de documentos de archivo. Esta sección se subdivide por ello en los distintos agentes económicos tipo corporaciones que tuvieron intereses económicos colectivos de comerciantes e industriales y sus sociedades, tales como juntas de comercio, cámaras y sindicatos. 2.2.1. La Junta de Comercio La Junta de Comercio existía en 1869, en que fueron vicepresidente Bartolomé Spottorno María y Vicente Bosch síndico del gremio de comerciantes que la formaban, e integraban el gremio 24 contribuyentes, a los que se les hizo el siguiente reparto de la contribución industrial en el año económico 1868-1869 (Not.11244, 1869) (ver anexo). La Junta de Comercio tuvo una actuación destacada en la reivindicación de la continuación de las obras del puerto de Cartagena, que habían quedado interrumpidas con motivo de la sublevación cantonal y la subsiguiente renuncia de la empresa La foto original me la dio José María Rubio Paredes: es el plano del puerto de Cartagena diseñado en 1875, tras la sublevación cantonal, por Fabián Montojo Salcedo, mi bisabuelo, y José Montojo Salcedo, su hermano. Procede del Servicio Histórico del Ejército (Madrid). 106 Vicente Montojo Montojo que las efectuaba, lo que podía ocasionar la destrucción de lo que hasta esa fecha se había hecho, como resultado de los temporales de mar, si no se acometían y acababan por completo. En 1875 Vicente Bosch era alcalde de Cartagena y presidente de la Junta de Comercio, al tiempo que un importante consignatario de buques, así como Bartolomé Spottorno era vicepresidente de dicha Junta y José María Pelegrín primer teniente de alcalde de la corporación municipal, todos ellos consignatarios. Este hecho debió mover a que ambas instituciones aunaran esfuerzos y solicitaran la continuación de las obras y el establecimiento de arbitrios para su financiación al ministro de Fomento, aprovechando una visita que realizó a Cartagena en el mes de marzo (AMC cª 9). Un grupo de comisionados, entre los que se contaban Spottorno y Pelegrín, negoció en Madrid con habilidad hasta que por un Real Decreto de 4 de junio de 1875 el Gobierno estableció una Junta de Obras del Puerto y creo arbitrios necesarios con que culminar las obras. Fue un éxito que debe ser atribuido al mismo tiempo al Ayuntamiento y a la Junta de Comercio, pues ambos trabajaron conjuntamente en el logro de este objetivo. No es de extrañar que en el año de su constitución (1875) la Junta de Obras del Puerto de Cartagena contara entre sus miembros a Vicente Bosch, presidente; Bartolomé Spottorno, vicepresidente, a José María Pelegrín y Andrés Pedreño, vocales, importantes consignatarios. La Junta de Comercio se disolvió un tiempo después. Fue reconstituida de nuevo el 18 de diciembre de 1883. Su directiva la formaron Jaime Bosch, Justo Aznar, Francisco Lizana, Simón Aguirre Aldayturriaga (cuñado de Hilarión Roux), José María Pelegrín, Francisco Calandre, Juan Solé, Vicente Andreu y Venancio Izquierdo, representantes de banca, navegación y comercio en general (Gaceta 2010-1883, 260-1). Adoptó la junta iniciativas en defensa de los intereses comerciales: unas afectaron a sus bolsillos, como la petición al Ministerio de Fomento de que se redujesen las tarifas que cobraba la Junta de Obras del Puerto, otras a su mayor o menor posibilidad de hacer negocios, como los azúcares de Filipinas o tarifas aduaneras con Estados Unidos. 2.2.2. La Cámara de Comercio de Cartagena Las juntas de Comercio dejaron de existir sustituidas por las cámaras de Comercio, Industria y Navegación, creadas por Real Decreto de 9 de abril de 1886. En Cartagena se extinguió y creó estas instituciones por un oficio de 30 de julio de 1886, dirigido a la alcaldía por el gobierno civil, en el que se indicaba que la junta debía hacer entrega a la Cámara de todos los enseres y documentos que tuviera en su poder (AMC cª 461). La desaparición de la Junta de Comercio no se produjo en Cartagena de forma tan inmediata como pretendió la administración. En 1886 los mayores contribuyentes de la ciudad habían elegido a la nueva directiva de la junta, formada por Román Fuente para la historia del comercio de Cartagena… 107 Sánchez, Pedro Postigo, José María Pelegrín, Antonio Norte, Joaquín Dorda, Francisco Conesa, Guillermo Ehlers, Vicente Andreu y Antonio Infantes. Ante las dudas que en ella suscitó la creación de las Cámaras de Comercio realizaron consultas a la superioridad, que respondieron que la Junta podía y debía funcionar, aunque careciese de la facultad de poder recaudar los arbitrios con los que antes se financiaba (Eco 10-10-1889). De hecho las dos instituciones coexistieron, pues la Junta de Comercio se resistió a desaparecer y entregar a la Cámara sus útiles y archivo. En cuanto a la Cámara de Comercio, Industria y Navegación, el alcalde nombró inmediatamente una comisión cuyo cometido fue organizar las listas para la constitución de la de Cartagena. Una vez elegida la Junta Directiva se produjo la toma de posesión, bajo la presidencia del alcalde, en el salón de actos del Ayuntamiento. La misma estuvo formada por: Francisco Lizana Ortiz, presidente; Pedro Conesa Calderón, vicepresidente; Pedro Méndez Egea, tesorero; Gamaliel Lizana, contador; e Isidoro Martínez Rizo, secretario. Al carecer la nueva corporación de sede social, el Círculo Mercantil e Industrial le ofreció desinteresadamente su domicilio, personal, etc. A partir de este momento la cámara se convirtió en la representante en Cartagena de las inquietudes y aspiraciones de industriales, navieros y comerciantes, a los que asesoraba, representaba y velaba por la salvaguarda de sus intereses. En este sentido fue la continuadora de la labor realizada por el Tribunal y por la Junta de Comercio y la única representante de todos los intereses que aquéllas defendieron (Gaceta 13-7-1886). La cámara desarrolló sus órganos de representación. Al lado del presidente, vicepresidente, contador, tesorero y secretario general contó con las secciones de comercio, industria y navegación, las cuales a su vez contaban con presidente y varios vocales (Gaceta 25-4-1893, 131). En 1890 trató de lograr un nuevo modo de financiación, por lo que redactó una circular que remitió a todos los presidentes de cámaras de comercio de España, solicitando se unieran en una petición al Ministerio de Fomento en la que se incluían puntos como: 1º.- Que con destino a las necesidades de cada cámara autorizase la percepción de un tanto por ciento, no mayor del 5, sobre el importe total de las cuotas para el Tesoro, con que contribuían todas las clases que tienen derecho a formar parte de la misma. 2º.- Pedir al gobierno que fijase las zonas que debían corresponder a cada cámara, para los efectos contributivos y derechos que le correspondiesen. 3º.- Que se debían y podían también considerar como miembros de ellas a todos los matriculados en las respectivas clases, cualquiera que fuera la fecha de su inscripción en matrícula (Eco 8-4-1890). 108 Vicente Montojo Montojo Desde su creación la Cámara de Comercio se involucró activamente en la defensa de los intereses comerciales de Cartagena, fueron constantes sus gestiones a favor de su amparo y desarrollo: así, cuando se elevó la presión fiscal sobre la actividad minera, en la que hizo diversas actuaciones, ya que la gran riqueza de Cartagena era la minería; participó en intentar solucionar la huelga de trabajadores portuarios de 1890, en la que medió entre trabajadores y patronos; gestionó ante la empresa ferroviaria MZA en pro de la rebaja de tarifas; criticó la forma de constituir las juntas arbitrales de aduanas que dirimían diferencias entre administración y comerciantes; solicitó se reglamentara la venta ambulante en la ciudad y otras muchas gestiones. También solicitó en 1893 la construcción de un edificio para aduanas, ya que en ese año no contaba dicha dependencia con local propio (Gaceta 16-5-1893, 155-6). 2.2.3. El Círculo Mercantil e Industrial de Cartagena El Círculo Mercantil e Industrial quedó constituido en 1885, fueron aprobados sus estatutos y reglamento por el gobernador civil el 29.4. Se nombraron junta de gobierno y comisiones permanentes de comercio e industria. Su primera directiva la formaron: Justo Aznar presidente; José María Pelegrín y Guillermo Ehlers vicepresidentes; Camilo Pérez Lurbe secretario, Gamaliel Lizana vicesecretario, Ramón Cendra contador, Venancio Izquierdo tesorero, Pedro Conesa Calderón, Juan Jorquera y Alfonso Sánchez vocales; Francisco Lizana Ortiz presidente de comisión de comercio y Joaquín Togores presidente de la comisión de industria (Eco 6-5-1885). Su fin fue defender los intereses de comerciantes e industriales. Su financiación corrió a cargo de ellos mediante cuotas que pagaban por pertenecer a él. El Circulo Mercantil e Industrial fue una asociación voluntaria y particular, es decir no estaba institucionalizada, promovida ni reglamentada a través de ninguna ley ni Real Decreto, a diferencia de lo ocurrido con el Tribunal, la Junta y la Cámara de Comercio, o incluso con la Junta de Obras del Puerto. Se dotó de unos estatutos para su organización y gobierno y desarrolló a través del reglamento de régimen interior. Desde el principio contó con fondos suficientes para su actividad y no dudó en poner su domicilio social y estructura al servicio de la Cámara de Comercio mientras ésta no se organizó en Cartagena. Por otra parte muchos comerciantes formaron parte de ambas instituciones, actitud lógica al ser comunes los intereses que defendían. 2.2.4. El Sindicato Minero La actividad minera que se desarrolló en la provincia de Murcia, que dio gran riqueza en manos de los explotadores de minas, no tardó en ser objeto de fiscalización del gobierno, que impuso gravámenes a las explotaciones como el pago de un canon de superficie y un impuesto del uno por ciento sobre el producto de las minas. Fuente para la historia del comercio de Cartagena… 109 Plano del despacho de Justo Aznar Pedreño e Ignacio Aznar Pedreño, hijos de Aznar Butigieg, por Víctor Beltrí (Cartagena 28.7.1926). AHPM, Fondo Audiencia Provincial de Murcia. En 1892 fueron recargados los impuestos mineros en los nuevos presupuestos: 30% el canon de superficie y 100% el del producto de las minas. Se alarmaron los mineros de la zona y la Cámara de Comercio defendió a los industriales mineros: propuso un concierto con Hacienda, por el que pudiese tomar la recaudación y administración del impuesto del producto a su cargo o al de un sindicato creado al efecto por los explotadores. Una comisión se formó con José Mª Pelegrín, Manuel Aguirre, Guillermo Orchardson y Camilo Pérez Lurbe, a la que se encomendó preparar un plan de propaganda dirigido a los mineros de la provincia para lograr su adhesión (Gaceta 30-8-1892, 279-80). Otro paso fue constituir la comisión gestora para el concierto con Hacienda de los impuestos mineros, que informó a propietarios y explotadores de minas de la provincia de la elevación porcentual de los impuestos, propuso como más favorable crear un sindicato formado por mineros, que tomaría a su cargo recaudar el impuesto, como había solicitado al ministro de Hacienda la Cámara de Comercio, y consiguió que se contemplase esa facultad en la ley de presupuestos. 110 Vicente Montojo Montojo También pidió la comisión la adhesión de todos los mineros, que antes del concierto se previno por ley que debían de personarse la mitad más uno de los dueños o explotadores en una junta, la del 20.9 en Murcia, para por representación negociar la concesión del concierto (Gaceta 13-9-1892). No tardaron en formarse otros grupos de mineros que fueron nombrados por representantes de los mineros de la provincia. La prensa del día 21 informó de la reunión del 20 y de su resultado: firma del concierto con Hacienda, por la cantidad de 252.000 pesetas anuales por las minas de toda la provincia, en que fueron representadas más de 1.500 mineros (Eco 21-9-1892). El 19 de septiembre los comisionados de los distritos de Cartagena, Mazarrón, Lorca y Águilas se reunieron en Murcia y se nombró representantes provisionales del Sindicato Minero a José Mª Pelegrín de Cartagena, Manuel Aguirre de La Unión, José Ledesma de Murcia, Antonio Ges de Mazarrón y Manuel Campoy de Lorca y Águilas (Gaceta 27-9-1892, 313-4). Conseguido el convenio, por 3 años, que vencieron en 1895, pero se renovó otros 3 años (Eco 11-7-1895), los impuestos del canon de superficie y de la producción se cobraron trimestralmente, y el Sindicato, cuya sede se puso en Cartagena, con delegaciones en Murcia, Lorca y Mazarrón, hubo de cobrar a los morosos. El nuevo convenio venció en 1898 y el Sindicato Minero volvió a suscribir uno nuevo por idéntico periodo que los anteriores (BOPM 1-6-1898), pero en 1901 ya no se pudo renovar, pues no se pudo hacer frente a lo pedido, a pesar del ofrecimiento hecho por el Sindicato de contribuir con 700.000 pesetas y dejó de tener carácter oficial, aunque siguió como órgano de defensa de los intereses de los mineros, combativo contra las iniciativas gubernamentales que afectaban a la minería de la provincia (Eco 2-7-1901 Gaceta 13-8). 3. Las sociedades de la época de auge de la minería del plomo de Cartagena(1862-1898) La revolución de 1868 dejó establecida definitivamente la desamortización del subsuelo, favorecida por los apuros de la Hacienda, por lo que el Estado optó por la venta casi total de las minas por él administradas y permitió una auténtica liberalización legislativa, con la Ley de Bases de 1868, que permitió a todo español o extranjero prospectar hasta 10 metros de longitud y profundidad en terrenos públicos y sin previa autorización, y en los privados con el permiso de los dueños. Los impuestos sobre la exportación de minerales y metales, sobre la importación de hulla y coque y sobre las industrias extractivas y transformadoras de minerales, constituyeron una constante y saneada fuente de ingresos para la Hacienda del siglo XIX. Pero con los gobiernos del Sexenio se produjo una liberalización económica, la Fuente para la historia del comercio de Cartagena… 111 del arancel de Figuerola (1868), reduciéndose o desapareciendo la mayor parte de los impuestos, aunque luego fueron gradualmente restablecidos a partir de 1874 (Vilar). Por otra parte, en el Sexenio democrático se impuso el capital extranjero en el sector minero metalúrgico murciano, aunque no fue hegemónico hasta la Restauración (1875-1931) (Vilar). La exportación de minerales y metales de primera fusión (hierro y cobre principalmente) creció de forma extraordinaria a finales del siglo XIX, pasando a ser uno de los capítulos más importantes del comercio exterior, hasta el punto de ocupar el primer puesto en las exportaciones españolas desde 1899 a 1911. Anteriormente había predominado el plomo, que tenía muchas utilidades: se usaba para fabricar municiones, cañerías, en pintura, su óxido entraba además en la composición de los vidrios, cristales y esmaltes; enriquecido tanto con plata propia como con la que podía tener el cobre y llevado a los hornos, llamados de afinación, se podía reducir a un óxido amarillento escamoso, el litargirio, producto de consumo en Suecia, Dinamarca, Polonia e Inglaterra, que era muy demandado por alfareros, tintoreros, pintores. Los efectos de la revolución cantonal, con el sitio y bombardeo de Cartagena en la segunda mitad de 1873 (Vilar, Medioni), afectaron gravemente a la minería, pues fueron interrumpidos los trabajos en fundiciones y explotaciones mineras, como en 1844. En lo que se refiere a la práctica mercantil societaria en Cartagena se había dado una importante formación de sociedades colectivas en 1800-1833 (reinados de Carlos IV y Fernando VII) formadas por catalanes y franceses. Muchas se dedicaron a los suministros del Arsenal de Marina y a los abastos municipales del Ayuntamiento y población de la ciudad. Los catalanes, franceses y descendientes de italianos fueron quienes en 18001833 establecieron sociedades para la explotación del agua de la huerta, mediante un molino (Tomás Amatller: AHPM, 6332, 59-62, 24.5.1828). De los años 1800-1808 hemos reunido 34 actas notariales emitidas por compañías (22 de constitución y 10 de disolución), de 1809-1833 51 (40 y 10 respectivamente) y de 1834-1861 30 (26 y 3). Este corte se debe a que en 1862-1865 se puso en marcha la vía férrea de MZA (Compañía Ferroviaria Madrid Zaragoza Alicante) en Murcia y Cartagena procedente de Madrid y Albacete, que supuso un cambio notable. También para el reinado de Fernando VII se puede poner en 1829-1830 por la promulgación y aplicación del Código de Comercio, pero apenas varían las cifras. Incluso después de 1833 se siguieron formando sociedades para la explotación de manantiales de agua del campo: F. Oliver (AHPM, 6413, 329-30, 31.7.1850), pero otras se diversificaron en 1833-1843 a la minería, fuera el alumbre de Mazarrón (Tomás Amatller y Tomás Valarino: AHPM, 6336, 378-83, 25.5.1832), el plomo de Cartagena (Mateo Frates y T.Valarino: AHPM, 6334, 245-8, 24.5.1830), o el vidrio (Valarino: AHPM, 6240, 23-4, 12.1.1846). 112 Vicente Montojo Montojo Sólo a partir de 1842 encontramos sociedades que se denominen regulares colectivas, nombre que aumentó realmente en 1860. En los años 1861 y 1862 Francisco Dorda Lloveras y Félix Teruel y los componentes de la Primitiva Valenciana establecieron sociedades comanditarias, en lo que rompían con el tradicional predominio de las sociedades colectivas. En las comanditarias hubo socios comanditarios (también colectivos), quienes elegían al gerente (Fco. Dorda: AHPM, 11211, 1532-7, 13-8-1861). Otros emprendedores comerciantes e industriales fueron los del anexo 2. Es muy probable que predominaron los descendientes de los catalanes de Barcelona, Mataró y Olot que se habían establecido en Cartagena en la 2ª mitad del XVIII (Román/Maestre de San Juan, Montojo). Se repitió así la misma situación de los años 1833-1862, en que se prolongó la actividad de compañías como las del anexo 2. De la comparación de sociedades de 1834-1861 con las de 1862-1898, establecidas en Cartagena, resulta el surgimiento de algunas compañías que centraron sus negocios en las diputaciones rurales de Cartagena, como la del diezmo de Los Médicos, La Palma, La Magdalena y La Bermeja, que fue separado del resto de Cartagena por los arrendadores (1836); la de carruajes de transporte al Garbanzal (uno de los 2 núcleos de La Unión, junto con Herrerías), una población minera del término de Cartagena; en una fábrica de ladrillo y loza en La Palma, y de la de vidrio de Valarino en Santa Lucía. Por otra parte, algunas formaciones de compañías entre 1839 y 1844 sólo fueron protocolizaciones de sociedades que se habían formado antes con documento privado. Los beneficios a los que aspiraron las sociedades fueron llamados utilidades, como en el Catastro del marqués de la Ensenada, de 1754-1755, y en ellos se contemplaron tanto salarios de trabajo (en el siglo XX se llamaron rendimientos de trabajo) como rentas de alquileres y réditos de capital. Quien aportó trabajo fue recompensado con gastos de manutención, almacén, correspondencia, dependientes, escritorio, salario. El caudal o capital se dividía en partes, las que se aportaban, y había partes de utilidades o beneficios y de enseres. Las partes de caudal aportadas figuraron en el inventario y su administración contable se llevó mediante libro de cuenta y razón, gastos e ingresos o entradas y salidas, libro de acuerdos y, a partir de 1850 (por la influencia de la ley de contabilidad) también de balance anual de beneficios y pérdidas, que permitía el reparto de beneficios y se unió a libro inventario. Aparte se llevaba una caja de caudales. Se establecieron medidas de control mediante inventarios y balances. El inventario se propuso como anual en Viuda de Fernández y Compañía (1802, 8ª) y Miguel Mato, Francisco Nogués y consorte (1803, 5ª) y era práctica anterior; el balance se exigió en las de Borrás Sala y compañía (1810), Bosch Hermanos (1850), Roca y Fuente para la historia del comercio de Carta en que se menciona a los comerciantes de Cartagena Estárico y Biale y se hace referencia al avance de las tropas carlistas en Alberique (Valencia). AHPM, Fondo Notarial. Cartagena… 113 Legalización de firma del alemán Luís Canthal. Archivo Histórico Provincial de Murcia. Butigieg (1860), Francisco Dorda y compañía (1861) y Bres y Picó (1867), es decir, en las de los catalanes y sus descendientes y sobre todo a partir de 1850. El control se extendió a la firma social: si eran 2 socios ambos tuvieron firma, pero si eran más algunos eran privados de firma y si eran comanditarios la firma se restringió al gerente, como en el caso de Francisco Dorda Lloveras. Conclusiones La actividad portuaria y comercial de Cartagena fue a finales del siglo XIX una realidad prometedora, mucho más que a principios del mismo, pues Cartagena contó no sólo con una población en crecimiento, que a partir de esos años finales del XIX y sobre todo en la primera década del XX superó cuantitativamente a la de Murcia, sino con una gran demanda de trabajo en torno a actividades comerciales e industriales, que no se redujeron a la exportación de mineral, sino a su transformación industrial, como también a la del vidrio, o a la del esparto de la que apenas hemos hablado pero que fue característica de la Región de Murcia y de Cartagena. 114 Vicente Montojo Montojo El puerto fue evidentemente una fuente de riqueza para el comercio cartagenero, a pesar de factores negativos que pudieron condicionarlo, y las múltiples posibilidades que ofreció fueron aprovechadas por comerciantes, financieros y transportistas, al tiempo que redundó en grandes beneficios para el resto de la población. Estas actividades fueron organizadas en gran medida mediante compañía o sociedad mercantil: colectiva o comanditaria, muy pocas anónimas o de acciones. Fue ésta una tradición entre los catalanes o descendientes de catalanes, más unos pocos alemanes, franceses e ingleses que actuaron como socios comerciantes e industriales. Procuraron obtener beneficios (o utilidades) mediante adición de capital, procedente muchas veces de herencias, y trabajo (gerencia económica y auxiliar), en que se tuvo en cuenta con frecuencia el horizonte familiar: dar medios de subsistencia a hermanos y sobrinos. Anexo 1 Contribuyentes de la Junta de Comercio Cartagena Calandre y Burcet Andrés Pedreño (dos establecimientos) Viuda e Hijos de Angel Valarino Pedro M. Albareda Calandre y Lizana Bienert Sobrino (D. Bartolomé Spottorno) Joaquín Catá Francisco Dorda Francisco Lizana Ortiz E. Rolandi e Hijos Diego Iglesias Bres y Picó Bosch Hermanos Jacobo Chivers José Abellán e Hijo Hilarión Roux Asociación San Jorge José María Pelegrín Natalio Murcia Pedro Casciaro M. M. Moreno Barrow y Compañía Guillermo Ehlers Cuota para el Tesoro en escudos (Not,11244, 1869) 100 800 300 250 170 300 100 350 150 250 140 700 325 250 100 250 250 100 125 250 240 250 250 Fuente para la historia del comercio de Cartagena… 115 Anexo 2 Compañías mercantiles de Cartagena en protocolos notariales del AHPM N Compañía y miembros de Cartagena (1834-1898) Códº.AHPM Fecha 6229/25-7 29.1.1834 Tomás Amatller, José Alarcón, Juan de Mora, Antonio Sorroca, 2 Manuel y Fco.Lizana, Bernardo Peñafiel, Jaime García, Damián Bas y Jerónimo Pérez. arrendamiento del diezmo 6231/163-4 1.6.1836 Pedro Hdez. y Hnos.: Pedro, Benito, Isidoro Hdez., Mª Carmen 4 Hdez., viuda de José Zammit, maltés, Mª Ángeles Hdez., soltera, y Vicente Zammit Hdez. 6343/222 27.4.1839 6343/306 12.7.1839 Martínez y González: Marcelino Martínez y José González. abacería 6409/149-51 10-6-1842 6 José Galvache Martínez y Hermanos. comisiones y tránsitos 15.7.1842 7 Fco.Bargas y compañía: Bartolomé Spottorno María y Fco. Blanca 4828/55-8 6346/561 13.9.1842 6236/519-21 1.10.1842 Viuda e Hijos de don Pedro Vall: Isabel Morey, Mª Francisca 1 Vall Morey, Mª Isabel Vall Morey, sus maridos Fulgencio Monzón y Juan Romualdo Saura, y 3 hijas más solteras 3 Bres y Picó: Pablo Brest y Manuel Picó 5 8 Jacinto Doménech y Ramón Cañá. comisiones 9 Fco.Balza, Domingo Rubio y Fco.Lavilla. carruajes Fernando, Isidoro, Jacinto y José Jiménez, Antonio y Salvador 10 Carreras y José Gómez, de Santa Lucía. arbitrios de vino y carbón 6409/400 24.12.1842 6529/538-9 31.8.1843 Juan y Tomás Valarino cont. Viuda e Hijos de Ángel Valarino 12 (1825) 6347/693 4.11.1843 6240/23-4 12.1.1846 11 Manuel Faixá, Manuel Carrascosa y Pedro Roca. escoriales 13 Vicente y Jaime Bosch. mercancías Fco.Oliver, José Alarcón, Pablo Bres, Juan Mora y Fco.Berri. 14 molino de agua en Minas y Cañadas 6244/452-3 15.7.1850 6413/329-30 31.7.1850 15 6248/846-7 23.8.1852 11207/1736-7 30.8.1860 11207/1784-6 7.9.1860 11207/1734-5 30.8.1860 11526/1008-9 13-9-1860 11210/959 11.5.1856 11.5.1861 16 17 18 19 20 Fco.Malats, Ángel Ferro y Juan Bautista García y Pedro Ducloux, francés. fábrica de ladrillo y loza Calandre y Lizana: Fco.Calandre Mouly y José Lizana Ramón. coloniales Eduardo Casaux de Grange, Adolfo Quetcuti y compañía: Fco. José Dalmás. minerales Gregorio de Bayo e Hijo S.C.M.: Gregorio de Bayo Lejárcegui y Ricardo de Bayo Mancha. metales Fco.Roca Vinent (Mahón) y José Butigieg Aycardo por Antonio Vinent Vives (Madrid) Almuní Feixó: José Alumní y Calaf y Bernardino Feixó Pijuan, comerciantes 116 21 Vicente Montojo Montojo Fco.Dorda y compañía: Fco.Dorda Lloveras y Carmen Bofarull, esposos, y Fulgencio Teruel y Villalda, auditor interino 22 Ramón Bofill Fontanals (Orihuela)/Fco.Dorda 2 Carmen Bofarull Carbonell, mujer de Dorda: Sociedad Primitiva Valenciana 23 Manuel Picó Payá y Benito Picó Bres Cía. Picó y Bres 24 Juan Dorda Bofarull, Fco.Dorda Bofarull y Joaquín Dorda Bofarull: Dorda Bofarull Hermanos 11.211, 1532-7 11213/143-4 13.8.1861 3.2.1862 6.7.1862 11237/1957-9 30.12.1867 6437 26.10.1877 25 Antonio Plazas y José Plazas Segura: Plazas y cía 11267/1099 11.10.1880 26 13128/1112 14.4.1898 Indalecio Góngora Bueno y Andrés Vidal García: Góngora y Vidal Bibliografía Bielza de Ory, Vicente, «La industria», en Historia General de España y América, t. 16-1, Madrid, Rialp, 1982, págs. 459-492. Broder, Albert/Pérez de Perceval, Miguel Ángel./Sánchez, Alejandro/Marchán, Carmen, La inversión extranjera en la minería española, Madrid, IGME, 2014. Castillo Fernández, Javier/Crocker, A., «William McMurray or Don Guillermo: Wireworker, Papermaker, Espartero. Part 2: Espartero in Spain», en The Quarterly: The Journal of the British Association of Paper Historians, n. 48 (November 2003). 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Uno de los sectores con mayor crecimiento fue el agroalimentario y sus empresas auxiliares, sobre todo, las fábricas de embalajes de madera para la exportación, y aunque la mayoría de las grandes firmas conserveras fabricaban sus propios envases, hubo empresas independientes, como la sociedad comanditaria Alejandro Delgado y Cia., que tuvo un constante desarrollo desde su nacimiento en 1887. Palabras clave: industria maderera, industrialización, siglo XIX, Murcia. Abstract: The regional economy of Murcia in the second half of the 19th century had a great development, driven by the growth of international demand, and characterized by the technological modernization of the companies created to take advantage of business opportunities, and real protagonists of this development. One of the fastest expanding economic sectors was the agribusiness, and its subsidiary companies, particularly factories of wooden packing for export. Although most of the biggest canning companies had their own manufacturing packing workshops, there were independent companies such as the society Alejandro Delgado y Cia., which had a constant development since its founding in 1887. Key words: the wood industry, industrialization, 19th century, Murcia. 120 Gonzalo Wandosell Fernández de Bobadilla El empuje del sector de la madera en el siglo XIX en la Región de Murcia La economía murciana de la segunda mitad del siglo XIX se caracterizó por ser una economía abierta y en crecimiento, con una alta penetración en mercados internacionales, y un tejido empresarial muy dinámico, con cierta diversificación en numerosos y variados sectores económicos. El impulso de la demanda internacional, y las ventajas competitivas derivadas de la situación geográfica de la región, con el puerto de Cartagena situado entre los más importantes de España, sirvieron de motor a todos los sectores de la economía regional, en un desarrollo caracterizado por la modernización tecnológica de las nuevas sociedades mercantiles creadas, e inscritas en el Registro Mercantil desde 1886,1 para aprovechar nuevas oportunidades empresariales. Este movimiento empresarial fue el responsable de que el cambio de siglo se convirtiera en una edad de oro para los negocios en la región.2 Uno de los sectores que más desarrollo tuvo en esa época fue el agroalimentario, y en concreto, el de la conserva vegetal y del pimentón, dando lugar a la aparición de múltiples industrias accesorias como la de maquinaria, la de envases de latón, la del papel, la de la litografía y la de la fabricación de cajas de madera.3 Las empresas auxiliares que más se expandieron fueron las del sector maderero, sobre todo, las fábricas de aserrería mecánica debido a la fabricación de cajas y embalajes para la exportación de frutas,4 porque aunque la mayoría de las grandes firrmas conserveras disponían de talleres propios de fabricación de envases, hubo algunas empresas independientes que se dedicaban a ello, bien como actividad principal o complementaria. Este es el caso de la sociedad comanditaria Alejandro Delgado y Cía.,5 que además de fabricar muebles curvados en Murcia y Cartagena, disponía de un amplio almacén de maderas cerca de la estación ferroviaria de El Carmen en la ciudad de Murcia, y otro en la calle Jabonerías de la ciudad portuaria. Las sociedades en comandita, extendidas con rapidez a lo largo del siglo XIX, eran sociedades que se constituían, según el Código de Comercio de 1885, cuando una o varias personas prestaban sus fondos para obtener unos beneficios proporcionales a su participación. En estas compañías existían dos tipos de socios, los 1 Vicente Montojo Montojo, «Las sociedades mercantiles a través del Registro Mercantil de Murcia en la época de la Restauración (1886-1909)», Murgetana, nº 124, año LXII, Murcia, 2011, pág. 134. 2 José Luis García Ruiz y Carlos Manera, Historia empresarial de España: Un enfoque regional en profundidad, Madrid, Lid editorial empresarial, 2006, pág. 397. Destaca la iniciativa del mallorquín Juan Esteva Canet al trasladar sus negocios a Alcantarilla en 1897. 3 4 José Luis García Ruiz y Carlos Manera, op. cit., pág. 407. Reseñada por Vicente Montojo en su estudio sobre las sociedades mercantiles en Murcia en la época de la Restauración, a través del Registro Mercantil. 5 Un ejemplo de industrialización en Murcia… 121 colectivos, que aportaban capital, ponían el nombre a la sociedad, la gestionaban de forma exclusiva y respondían de sus actuaciones con todos sus bienes, asumiendo un alto riesgo; y los comanditarios, que respondían, en las obligaciones y pérdidas de la compañía, con sus participaciones al capital social (en eso radicaba la condición especial de estas sociedades), y sólo podían seguir la evolución de la administración de la sociedad, bajo las formas establecidas en los estatutos de las compañías, normalmente una vez al año. Los socios comanditarios tampoco podían usar la firma social, ni intervenir en la administración de los intereses de la compañía, ni siquiera con poder notarial de los socios colectivos, pero si podían intervenir en la gestión de la sociedad internamente, de forma que los socios colectivos tuvieran que consultar previamente a los socios comanditarios antes de tomar ninguna decisión importante. Estas sociedades giraban en el tráfico bajo una razón social que se formaba exclusivamente con el nombre de todos los socios colectivos, de alguno de ellos o de uno solo. En los dos últimos casos se añadían al nombre las palabras «y compañía», y en todos los demás casos «Sociedad en comandita». Si un socio comanditario contravenía esa prohibición legal de no figurar su nombre en la razón social de la compañía, quedaba sujeto a las mismas responsabilidades que los colectivos, sin más derechos que los de su condición de socio comanditario. Constitución en 1887 de la sociedad comanditaria Alejandro Delgado y Cía. Una de estas sociedades mercantiles en comandita fue fundada en Cartagena, el 27 de junio de 1887, con el nombre de Alejandro Delgado y Cía., por 10 años a partir del 1 de julio, y con un capital social de quinientas cincuenta mil pesetas. La constituyeron dos reputados comerciantes de la ciudad de Cartagena, D. Alejandro Delgado Ibernón y D. José Jesús Pedreño Deu, con el objeto de: […] la compraventa de maderas, hierros, plomos, carbones minerales, negocios de banco, comisiones, consignaciones, y en una palabra, todo cuanto en la más vasta escala pueda ser materia de licita especulación y lucro […]6 D. José Jesús Pedreño aportó quinientas mil pesetas en existencias realizables, siendo el socio comanditario, con derecho a revisar los libros, la correspondencia de la compañía, el estado de la sociedad y las operaciones realizadas, siempre que lo considerase conveniente, sin perjuicio, de su derecho, regulado por el Código de Comercio, de revisar las cuentas al final del año. Con el fin de abonar su parte del capital social, D. José Jesús Pedreño se comprometió a hacer un inventario, una valoración y a poner a la venta todas las existencias de hierro, maderas y carbones 6 Archivo Histórico Provincial de Murcia (AHPM), acta de 27 de junio de 1887, ante Rafael Blanes, NOT11777. 122 Gonzalo Wandosell Fernández de Bobadilla que tenía en sus almacenes y depósitos, cuyo valor efectivo, a precio de coste, se calculaba en las quinientas mil pesetas que debía aportar a la nueva sociedad, comprometiéndose a que la diferencia entre esa cantidad y el valor real de las existencias, se completaría con créditos que el señor Pedreño tenía de su negocio de hierros y maderas. Además, en la escritura de constitución de la sociedad, D. José Jesús Pedreño se comprometía a dejar de desarrollar negocios comerciales por su cuenta, y a hacerlos todos, a partir de ese momento, bajo el amparo de la nueva razón social. Por la otra parte, D. Alejandro Delgado, el socio colectivo, aportó cincuenta mil pesetas.7 Él ejercería también la gerencia y administración de la sociedad, responsabilidad por la que recibiría, según los estatutos, un veinticinco por ciento de las ganancias obtenidas, pudiendo retirar, por cuenta de esa retribución, mil pesetas mensuales para sus gastos particulares. Si ese porcentaje de las ganancias no alcanzaba las doce mil pesetas adelantadas, el gerente no tendría que devolver nada, considerándose la diferencia como gastos generales. El gerente tenía la representación de la sociedad en juicio y fuera de él, podía hacer toda clase de operaciones, negocios y especulaciones mercantiles, y buscar otro socio comanditario, siempre y cuando la aportación de éste no excediera las doscientas cincuenta mil pesetas. El setenta y cinco por ciento restante de las ganancias se distribuiría entre los dos socios, en proporción a la parte del capital social que ambos tuvieran, y las pérdidas, si las hubiese, las sufrirían también ambos, en la misma proporción. Cada año se haría un inventario, el balance y la cuenta de resultados, pero no se distribuirían beneficios hasta que no hubieran transcurrido cinco años desde la puesta en funcionamiento de la sociedad. A partir de ese momento, julio de 1892, ambos socios podrían retirar el cincuenta por ciento de lo que les correspondiese, quedando lo demás reservado para aumentar su aportación al capital social. Los dos socios podrían, si así lo estimasen, aumentar su aportación al capital social más allá de los beneficios que les correspondiesen en el reparto, siempre y cuando que la parte del capital social del socio colectivo no superase nunca a la del socio comanditario. Las oficinas de la nueva compañía se establecieron en la planta baja de la casa del señor D. José Jesús Pedreño, en las Puertas de Murcia de Cartagena, y en concepto de alquiler la nueva sociedad pagaría el salario de los dos sirvientes y el sereno que atendían al aseo y custodia de toda la finca, con un preaviso de seis meses, por ambas partes, en caso de querer rescindir el contrato. Se establecía también que el fallecimiento del socio comanditario no sería impedimento para la continuidad de la compañía por todo el tiempo establecido, diez años, pero sí el fallecimiento del socio colectivo. En ese caso se disolvería y liquidaría la sociedad, tomando el socio comanditario, como mayor interesado, la liquidación a su cargo. 7 Pagadas en efectivo en un plazo de dos meses desde la fecha de constitución. Un ejemplo de industrialización en Murcia… 123 En todo caso, un año antes de la fecha de término de la actividad de la sociedad, los dos socios se reunirían para decidir la continuación, o no, de la actividad de la compañía, decidiendo, en ese último caso, las bases para la liquidación del haber social, según los artículos 228 y 229 del Código de Comercio de 1885. Por último, también se determinaba en los estatutos de la nueva sociedad, que el 1 de julio de 1887 se pasarían circulares anunciando la creación de la compañía y el cese de los negocios de D. Juan José Pedreño, comprometiéndose el socio comanditario a no competir con la nueva sociedad, hecho que fue recogido por la prensa de la época: «Noticias varias—El comerciante capitalista don José J. Pedreño ha pasado circular retirándose de los negocios que venía llevando en esta Plaza, encargándose de la liquidación la nueva razón social “Alejandro Delgado y C.” que se ha formado entrando en ella como comanditario dicho Sr. Pedreño. El nombre ya muy respetable de D. Alejandro Delgado viene á indicarnos, asociado al de su principal, que la nueva firma es solamente una continuación de la anterior, y que en nada absolutamente para sus relaciones y para su crédito ha variado la importante y antigua casa. Mucho nos felicitamos de ver tan justamente premiados los grandes servicios de asiduidad, probidad é inteligencia que venía prestando durante largos años el Sr. Delgado.»8 Diez años de funcionamiento de Alejandro Delgado y Cía. 1887-1897 Casi tres años después de su fundación, el 3 de marzo de 1890, por escritura notarial, entró en la sociedad, como socio colectivo, D. Alejandro Delgado de la Guardia, hijo del gerente de la sociedad; y el Sr. Pedreño cedió parte de su capital comanditario, setenta mil pesetas, a D. Eduardo de la Guardia Durante, Marqués de Aguiar, cuñado de D. Alejandro Delgado, quien ingresó como socio comanditario, con los mismos derechos que D. José Jesús Pedreño. Aprovechando esta circunstancia, se cambiaron también algunos aspectos de los estatutos de la sociedad, como el nombre de la compañía, que pasó a ser Alejandro Delgado y Cía. Compañía en Comandita, razón bajo la cual giraría todas sus operaciones a partir de ese momento. Se estableció que, desde el 1 de marzo de ese año, los dos nuevos socios pasarían a compartir los riesgos, utilidades y daños de la sociedad; que la existencia de pérdidas sería motivo suficiente para liquidar la sociedad, con el acuerdo de los cuatro socios, o si lo pedía uno de los dos socios comanditarios; y que el derecho de 8 5 de julio de 1887, Gaceta Minera y Comercial, pág. 213. 124 Gonzalo Wandosell Fernández de Bobadilla los socios a percibir beneficios, por trimestres, se devengaría desde el año siguiente a que se produjesen. Si los socios no querían recibir en líquido todos los beneficios que le correspondían, debían comunicarlo por carta al gerente, y éstos pasarían a aumentar su aportación al capital social. Por otra parte, los socios no podrían aportar más capital social, fuera de los beneficios acumulados, ni admitir nuevos socios comanditarios sin el acuerdo unánime de todos. En caso del fallecimiento de alguno de los dos socios comanditarios sin que sus herederos estuvieran interesados en la sociedad, éstos tendrían derecho a retirar su parte del capital social y los beneficios, en el término de un año desde la fecha de presentación del primer balance anual, en los plazos que los herederos acordasen con los demás socios dentro del expresado año. Por último, se estableció que en todos los demás aspectos, quedarían en vigor las clausulas establecidas en el contrato de constitución de la sociedad en 1887. Durante los siete años restantes de vida, de 1891 a 1897, la sociedad amplió sin descanso sus negocios, compró varios inmuebles, puso un responsable al frente de cada una de las casas de comercio de la sociedad en las ciudades de Cartagena y Murcia, con poderes para hacer cuanto en la esfera comercial o mercantil pueda ofrecerse,9 y acabó dedicándose con mayor intensidad a fabricar muebles curvados, al aserrío mecánico y al almacenaje de maderas, procedentes de Finlandia, Suecia, Noruega y Canadá. Con el objeto de cubrir financieramente ese continuo crecimiento se pidieron varios créditos al empresario fundidor de La Unión, D. Pío Wandosell Gil,10 pero pronto surgieron importantes diferencias entre los cuatro socios respecto a la dirección que debía seguir el desarrollo de la compañía, razón por la que, el 23 de mayo de 1892, el socio comanditario D. José Jesús Pedreño cedió a D. Pío Wandosell su parte del capital social en la sociedad, un total de cuatrocientas treinta mil pesetas, por un precio de trescientas treinta y cinco mil, con todos sus derechos y obligaciones, obligándose el nuevo socio comanditario al saneamiento por evicción con arreglo a derecho. Esta venta fue aceptada por el gerente de la compañía, D. Alejandro Delgado. El acaudalado empresario unionense tuvo siempre una especial sensibilidad para descubrir nuevas oportunidades de negocio, por su propia iniciativa, o a través de la red de información tejida con sus relaciones sociales, y su capacidad de generar recursos económicos con sus negocios minero-metalúrgicos le permitió acometer, en varias ocasiones, tanto movimientos estratégicos de diversificación dentro de los sectores productivos básicos (la minería, la agroindustria y la construcción), como en otros sectores más alejados de ese marco, pero siempre sin extender de forma 9 AHPM, Mercantil 6479, Libro de Sociedades 15, 3º asiento Hoja 304. Pío Wandosell Gil (1847-1920): acaudalado empresario minero-metalúrgico establecido en La Unión, que solía realizar operaciones de préstamo a otros empresarios para el desarrollo de sus actividades. 10 Un ejemplo de industrialización en Murcia… 125 irreflexiva el radio de acción de sus inversiones, como le sucedió, por ejemplo, al empresario lorquino Antonio José Romero, que quebró en sus inversiones.11 Aunque los estatutos de la sociedad no admitían nuevos socios sin el consentimiento unánime de todos los demás, en este caso no hubo problemas porque se trataba simplemente de sustituir a D. José Jesús Pedreño, sin que por eso se aumentara ni el capital social, ni el número de socios. En la siguiente Junta de la sociedad se dio la bienvenida, como socio comanditario, al empresario unionense; y se aprobó devolverle, a final de ese año, un crédito que tenían pendiente con él, por unas ciento setenta mil pesetas, cantidad que podría dejarse, si el empresario unionense así lo quería, en cuenta corriente con interés. Unos meses más tarde, y a consecuencia de la muerte del Marqués de Aguiar, el 24 de enero de 1893, su viuda, Dña. Marta de Rojas y Martínez de Velasco, le sucedió en los derechos como socia comanditaria, y a partir de ese momento comenzó a intervenir, de forma decisiva, en el diseño de los planes de expansión de la sociedad. El 18 de enero de 1894 la compañía adquirió, por cuarenta mil pesetas, a D. Justo Aznar Butigieg y a su esposa Dña. Florentina Pedreño Deu, dos fincas en la calle Jabonerías de Cartagena: una para almacén, con salida a la calle Real, de ochocientos cuarenta y tres metros cuadrados, planta baja y piso alto; y un solar de trescientos sesenta y tres metros cuadrados con los números cuarenta y ocho, cincuenta y dos y cincuenta y cuatro de la calle Jabonerías, y número dos de la de San Roque, donde establecieron sus oficinas centrales.12 La Compañía solicitó al Ayuntamiento autorización para construir en el solar una edificio, certificado por el arquitecto D. Francisco de Paula Oliver y Rolandi, que le fue concedida, pero con la condición de dejar para la vía pública dieciocho metros cuadrados. El edificio se componía de planta baja, piso principal y almacén para hierros del comercio.13 En abril de 1896, D. Alejandro Delgado Ibernón concedió poderes a su hijo, D. Alejandro Delgado de la Guardia, para que actuase, junto a él, como gerente de la sociedad,14 y ambos decidieron ampliar su negocio en La Unión, lugar de residencia de D. Pío Wandosell. Por esa razón la sociedad compró, el 2 de mayo de 1896, al industrial Juan Antonio Vivancos Romero, por seis mil pesetas, un edificio para oficinas y almacenes de hierros y maderas, marcado con los números cincuenta y tres y cincuenta y cinco de la calle Mayor de esa ciudad, junto a la casa del propietario D. Joaquín Peñalver. En ese lugar establecieron una tienda de exposición y las oficinas centrales, bajo la 11 María Teresa Pérez Picazo, «La consolidación de los patrimonios burgueses en Murcia en la primera mitad del siglo XIX: el caso de A. J. Romero 1794-1867, en Homenatge al Doctor Sebastiá García Martínez», Vol. III., Consellería de Cultura Educácio y Ciencia de la Generalitat Valenciana, 1988, Valencia, pág. 206. 12 AHPM, acta de 18 de enero de 1894, ante el notario Rafael Blanes, NOT12989, Nº 46. 13 AHPM, acta de 13 de marzo de 1895, ante el notario Rafael Blanes, NOT12993, Nº 231. 14 AHPM, acta de 25 de abril de 1896, ante el notario Rafael Blanes, NOT12998, Nº 343 126 Gonzalo Wandosell Fernández de Bobadilla dirección de Alejandro Delgado hijo.15 La sociedad estuvo presente en esa ciudad durante muchos años, y fue contribuyente por un almacén de maderas e hierros.16 Constitución de la nueva sociedad en septiembre de 1897 En 1896, un año antes del plazo marcado para el fin de la sociedad, julio de 1897, los cuatro socios decidieron crear una nueva empresa para continuar con los negocios, hecho éste, que fue recogido por la prensa.17 Para ello se constituyó una nueva sociedad, por tiempo indefinido, y con el mismo nombre, el 23 de septiembre de 1897, ante el notario Rafael Blanes, que se encargaría de las operaciones y compromisos contraídos por la anterior. El capital social de la nueva sociedad era de un millón veinticinco mil pesetas, siendo D. Pío Wandosell el principal socio comanditario con quinientas sesenta mil, el cincuenta y uno por ciento; y la viuda del Marqués de Aguiar, el otro socio comanditario, con una aportación de doscientas quince mil pesetas, sin poder retirar ambos cantidad alguna de estas sumas, hasta la liquidación de la sociedad. Los dos socios colectivos serían Alejandro Delgado, padre e hijo, con una aportación de doscientas mil y cincuenta mil pesetas, respectivamente. Los dos llevarían la gestión y gerencia de la sociedad, con un salario de quince mil pesetas y el quince por ciento de los beneficios, a repartir entre los dos. Una vez pagadas esas cantidades, con los beneficios obtenidos al final de año, se destinaría un cinco por ciento al fondo de reserva, aumentado al diez por ciento en 1902,18 y el remanente se distribuiría entre los socios, en proporción al capital social aportado. La nueva sociedad se dedicaría especialmente a fabricar muebles curvados, al aserrío mecánico y al almacenaje de carbones y maderas, importadas, a través de comisionistas catalanes, de Finlandia, Suecia, Noruega y Canadá;19 en Cartagena, en la calle Jabonerías y en Murcia, cerca de la estación del Carmen. Desde el 1 de julio de 1897 esta nueva compañía se encargaría de las operaciones y compromisos contraídos por la sociedad extinguida, y para ello se le traspasaría el activo de la extinguida sociedad, que ascendía a 1.638.999 pesetas representadas por mercaderías, créditos y minerales, inmuebles y derechos (tabla 1). 15 AHPM, acta de 2 de mayo de 1896, ante el notario Rafael Blanes, NOT 12998, Nº 375. Archivo Municipal de La Unión (AMLU), Libro de contribuciones del Ayuntamiento de la Unión 1900. Nº 286, 1901. Nº 2, y Nº 208. 16 17 13 de octubre de 1897, El Diario de Murcia, p.3. 18 AHPM, Mercantil 6479, Libro de Sociedades 15, 2º asiento Hoja 304 19 AHPM, acta de 23 de septiembre de 1897, ante el notario Rafael Blanes, NOT 13003, Nº 688. Un ejemplo de industrialización en Murcia… 127 Tabla 1 Activos de «Alejandro Delgado y Cía.» traspasados a la nueva sociedad en 1897 Descripción del activo heredado por la nueva Alejandro Delgado y Cía. Compañía en comandita Edificio de nueva planta con sus oficinas en Cartagena. Calle Jabonerías nº 48 moderno de 343 m2 Un almacén en la calle Jabonerías nº 85 moderno. Planta baja y piso bajo de 843 m2 En la Parroquia de San Antolín de Murcia: Un edificio de 1389 metros cuadrados para oficinas y fábrica de cajas con serrería mecánica. Una máquina de vapor de 25 caballos de fuerza. Dos calderas. Aparatos de aserrar madera. Una bomba de alimentación. Hipoteca de 30.000 pesetas a Andrés García Sánchez para que pudiera retirar mercancía por ese valor Crédito de 200.000 pesetas contra Joaquín Serrano de Hellín Un edificio tienda y almacén en los números 53 y 55 de la calle Mayor de La Unión de 300 m2 Fuente: Elaboración propia con los datos de los protocolos notariales y del Registro Mercantil. Al año siguiente, el 30 de septiembre de 1898, y para evitar los problemas de gestión que estaban surgiendo entre el padre y el hijo, ambos gerentes se dieron poder mutuo para que cualquiera de ellos, indistintamente y en nombre de la sociedad, pudiera realizar cualquier actividad necesaria para el buen desarrollo de los negocios. En 1901 Alejandro Delgado y Cía. abandonó sus instalaciones de La Unión, y D. Alejandro Delgado Jr. decidió constituir una nueva sociedad, Delgado y Teulón, por tiempo indefinido, con el empresario unionense D. Andrés Teulón Bisso, con un capital social de veinte mil pesetas, a medias, para hacerse cargo de las operaciones de Alejandro Delgado y Cía. en la ciudad de La Unión, donde tenían, en la calle Alcocer, unos almacenes y una sierra de cinta sin fin movida a vapor.20 La sociedad fue disuelta de forma voluntaria ocho años después, el 15 de junio de 1909, porque otros dos hermanos Delgado de la Guardia, Rogelio y Luis, constituyeron la sociedad colectiva Delgado Hermanos con el mismo objeto,21 y D. Andrés Teulón Bisso se quedó al frente del negocio.22 El 19 de mayo de 1904 falleció intestado D. Alejandro Delgado Ibernón,23 el padre, dejando nueve hijos, Alejandro, Emilia, Eduardo, Julia, Dolores, Rogelio, AMLU, Libro de contribuciones del Ayuntamiento de la Unión 1902, Nº 320, 1906 Nº 267, 1907, Nº 2, Nº231 y Nº 283. 1908 Nº 257, 1909 Nº 2 y Nº 254 20 21 AHPM, Mercantil 6488, Libro de Sociedades 24, pg. 28 vlta. AMLU, Libro de contribuciones del Ayuntamiento de La Unión 1911, Nº 190 y Nº 228. 1912, Nº190, Nº 223 y Nº 224. 1913 Nº 144 y 198, 22 23 AHPM, Mercantil 6488, Libro de Sociedades 24, 8º asiento. Hoja 107 vuelta. 128 Gonzalo Wandosell Fernández de Bobadilla Carmen, Luis y Justo Delgado de la Guardia, que heredaron su participación de la sociedad en partes proporcionales.24 En ese mismo momento su hijo Alejandro Delgado de la Guardia pasó a ser el único gerente de la sociedad. El diciembre de 1906, para continuar con su proceso de expansión, Alejandro Delgado y Cía. compró a Mariano Sífera García, por quinientas pesetas, un trozo de terreno destinado a la edificación de seiscientos cinco metros cuadrados, en la barriada del Puerto de mar de Mazarrón, calle de la Corredera, con la intención de instalarse en esa villa costera.25 Nacimiento de la sociedad Fernando Delmás y Cía. en 1918 El 16 de marzo de 1918, después de la muerte de D. Alejandro Delgado de la Guardia en diciembre del año anterior, dejando herederos a sus hijos Alejandro, Isabel y Laura,26 se procedió a la liquidación de la compañía, tal y como establecían los estatutos, en caso de la muerte de los dos socios colectivos. La viuda de D. Alejandro Delgado Ibernón y D. Pío Wandosell, representado por su mujer Francisca,27 procedieron a la liquidación de la sociedad como decían los estatutos, nombrando liquidadores a D. Fernando Delmás y Giner y a D. Cristóbal Mata Buenrostro, arrojando ésta un activo de 1.208.844,52 pesetas. Ese mismo día se constituyó una nueva sociedad, Fernando Delmás y Compañía en comandita sucesora de Alejandro Delgado y Compañía, que se especializaría con el tiempo en la construcción de mobiliario escolar.28 El socio colectivo era D. Fernando Delmas, que desde 1910 tenía poder para que en nombre de Alejandro Delgado y Cía., y con respecto a las casas de comercio establecidas en Cartagena y Murcia, las administrara, rigiera y gobernara.29 Él aportó quince mil pesetas, como socio colectivo, y los herederos de la Marquesa de Aguiar30 decidieron permanecer como socios comanditarios, pero no D. Pío Wandosell, que renunció a su condición, a cambio de que la nueva compañía se obligase a pagarle, 24 AHPM, acta de 12 de julio de 1898, ante el notario Rafael Blanes, NOT13116, Nº 620 25 AHPM, acta de 11 de diciembre de 1906, ante el notario Rafael Blanes, NOT13977, Nº 682 26 AHPM, Mercantil 6488, Libro de Sociedades 24. 9º asiento, Hoja 107 vuelta. 27 Por poder concedido en acta notarial en 15 de marzo de 1918. 28 José Luis García Ruiz y Carlos Manera, op. cit, 2006, pág. 405. 29 AHPM, Mercantil 6479, Libro de Sociedades 15, 6º asiento Hoja 304 La Marquesa de Aguiar falleció el 10 de mayo de 1916: se declaró herederos a sus primos hermanos. 30 Un ejemplo de industrialización en Murcia… 129 en cuenta corriente, la suma de quinientas sesenta mil pesetas, o sea, el importe de su capital social en la disuelta sociedad, mas una cantidad convenida.31 El pago se haría por entregas trimestrales de doce mil pesetas, desde el uno de enero de 1919, hasta 1930, y para garantizarlo se estableció una hipoteca sobre la fábrica de muebles curvados, aserrío mecánico y almacén de madera.32 El 26 de noviembre de 1920 la sociedad se transformó de mercantil en anónima, con el nombre de Murciana Industrial Maderera,33 e inició una nueva etapa de crecimiento en la que se aprovechó del gran empuje que cobró el sector agroalimentario, después de la primera guerra mundial, gracias a que España fue una de las naciones que se mantuvo neutral en el conflicto mundial de los años 1914 a 1918,34 especializándose en la fabricación de envases de madera para las grandes firmas conserveras, con materias primas de Suecia y Canadá, porque muchas de esas sociedades, sobre todo las medianas y pequeñas, no disponían de talleres propios de fabricación de envases. La empresa tuvo un gran desarrollo durante la primera mitad del siglo XX, trasladando su domicilio social de Cartagena a Murcia en 1939,35 hasta que la Junta General acordó su disolución el 15 de febrero de 1955, en un momento en que la sociedad contaba con un capital social de un millón trescientas mil pesetas, sin haber podido recuperar sus niveles de actividad anteriores a la Guerra Civil.36 Conclusiones A lo largo del último tercio del siglo XIX y principios del XX se constituyeron en la Región de Murcia gran cantidad de sociedades, colectivas y comanditarias, que aprovecharon las numerosas oportunidades empresariales surgidas en la región, sobre todo alrededor del sector agroalimentario y sus empresas auxiliares, y entre estas últimas, en especial, las dedicadas a la fabricación de envases de madera para la exportación de frutas y conservas. 31 AHPM, Mercantil 6488. Libro de Sociedades 24. 10º asiento. Hoja 107 vuelta. 32 AHPM, Mercantil 6496. Libro de Sociedades 32. 12º asiento. Hoja 82. 33 AHPM, Mercantil 6501. Libro de Sociedades 37. 24º asiento. Hoja 120 Javier Ponce Marrero, «La neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial», en María Encarna Nicolás Marín, Carmen González Martínez (coords.), Ayeres en discusión: temas clave de Historia Contemporánea, Asociación de Historia Contemporánea, Murcia, 2008. 34 35 AHPM, Mercantil 64502. Libro de Sociedades. 27º asiento. Folio 95. 36 AHPM, Mercantil 64502. Libro de Sociedades. 29º asiento. Folio 95. 130 Gonzalo Wandosell Fernández de Bobadilla Una de ellas fue la sociedad comanditaria Alejandro Delgado y Cía., nacida en Cartagena en el año 1887 y que a lo largo de sus sesenta y ocho años de vida, y después de diferentes avatares en la composición de su capital social y en la composición de sus negocios, contribuyó de una forma poco conocida, aunque importante, al gran desarrollo industrial regional de la época. FUENTES DOCUMENTALES Y DE ARCHIVO Archivo Histórico Nacional Expedientes del Tribunal Supremo: • Recurso nº 113/1915 de Juan Montesinos Illán contra la Sociedad Alejandro Delgado. Signatura: FC-TRIBUNAL_SUPREMO_ CIVIL,760,EXP.113 Archivo Histórico Provincial de Murcia Protocolos Notariales de Cartagena: Notario Rafael Blanes: • • • • • • • • • • • • • • • • • 27 de junio de 1887. NOT11777. 3 de marzo de 1890. NOT12058. 23 de mayo de 1892. NOT 12092. Acta nº 546. 18 de enero de 1894. NOT 12989. Acta nº 46. 13 de marzo de 1895. NOT 12993. Acta nº 231. 15 de noviembre de 1895. NOT 12996. Acta nº 912. 25 de abril de 1896. NOT 12998. Acta nº 343. 2 de mayo de 1896. NOT 12998. Acta nº 375. 16 de mayo de 1896. NOT12998. 23 de septiembre de 1897. NOT 13003. Acta nº 688. 3 de enero de 1898. NOT 13114. Acta nº 2. 12 de julio de 1898. NOT 13116. Acta nº 467. 30 de septiembre de 1898. NOT 13116. Acta nº 620. 9 de marzo de 1901. NOT13753. 19 de marzo de 1901. NOT13753. 15 de junio de 1909. NOT14214. 11 de diciembre de 1906. NOT 13977. Acta nº 682. Un ejemplo de industrialización en Murcia… 131 Registro Mercantil: • Mercantil 6468. Libro de sociedades nº 4. Pg. 47-54. • Mercantil 6479. Libro de sociedades nº 15. Pg. 304. • Mercantil 6488. Libro de sociedades nº 24. Pg. 107 vlta. • Mercantil 6488. Libro de sociedades nº 24. Pg. 28 vlta. • Mercantil 6496. Libro de sociedades nº 32. Pg. 82. • Mercantil 6501. Libro de sociedades nº 37. Pg. 120. Audiencia Provincial de Murcia: • Audiencia 23328. Sección 2 año 1929 de 450 a 504. Noticias de Prensa a) Oficial • Boletín Oficial del Estado (BOE). 19 de febrero de 1953. Nº. 50. Pg. 421. • Boletín Oficial de la Provincia de Murcia (BOPRM). 12 de mayo de 1913. Nº. 112. Pg. 4. b) No oficial • El Diario de Murcia 13 de octubre de 1897. Pg.3. • Gaceta Minera y Comercial 5 de julio de 1897. Pg. 213. • ABC 30 de agosto de 1939. Pg. 19. • La Vanguardia 2 de enero de 1944. Pg. 6. 7 de enero de 1938. Pg. 4. 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