AURORA y AURORA Por: La hermana de Gelman Después de haber estado trabajando desde las 7 de la mañana hasta las 4 de la tarde cargando bultos de abastos, decidió ir a beber una cerveza Póker con sus compañeros, acompañada de un chorizo y un liberal colorado para hacerse el almuerzo. Cuando llegaron, el Paisa como siempre les tenía la mesa apartada esperándolos. – ¿¡Qué tal Aurora?! ¿Mucho trabajo? Siéntense pues que ya está todo listo – dijo. Siempre los recibía con una alegría y una sonrisa que descubre todos sus dientes de oro falso. En el televisor de la tiendita, se transmitía el final del partido del Deportivo Cali contra Millonarios, y habían perdido como siempre ante los azules con un 3 – 1. – Es que eso mientras jueguen en Bogotá y yo no esté apoyando a mi equipo acá en el Pascual Guerrero es muy difícil que gane – dijo Aurora, y agregó – Pero como siempre los llevo en el corazón gracias a mi papito que me convirtió en hincha de ese equipo, los apoyo con todo el fervor de mi alma. – No hombe, esos azules siempre se salen con la suya en todo y uno aquí parqueado disque apoyando al equipo pero ni en la apuesta de empate me sale parné del verde. El fútbol aquí es muy jodido y yo que siempre le he sido fiel al Cali porque en mi familia eso es tradición. Yo no vuelvo a poner patrimonio por ellos – comentó Gaguito, uno de los compañeros que más conocía Aurora. Ambos se habían ido de Bogotá y llegaron juntos a Cali, huyendo de sus vidas y pasado incierto a improvisarla. Pero si algo sabía Aurora, era que sin estudio y sin apoyo, lo único que persiste es la calentura del sol para recordarles que seguían vivos. – ¡Ayyy Gaguito!, ponéle fe. Mirá que tal vez algún día cuando vos menos lo esperés, tu equipito no te va a defraudar y tu patrimonio habrá valido de algo – le dijo a Gaguito, con un acento caleño que se le había pegado con el tiempo y, con la intención de que siguiera creyendo en este pueblo que se mueve a punta de sol y salsa. – Usted desde que vive aquí ya se cree morena, mulata y caleña. – dijo él y añadió – No me jodás, porque esa moneda que yo invertí era la del arriendo de la pieza y, ahora, me he quedado en ceros. – ¿Me va a dejar dormir en su cama con usted otra vez negra? Perdóneme el abuso y la grosería, pero le juro que es la última vez – le dijo Gaguito acercándose, abriéndole los ojos de cachorro que tiene cuando se preocupa. – Pues claro Gago, ni que usted fuera un extraño, no se preocupe – le dijo Aurora a Gaguito con todo el cariño del mundo. Gago siempre había sido un apoyo incondicional desde que juntaron las moneditas para el bus y salieron rumbo a Cali. 1 – El Gago siempre insistiéndome en una relación bonita, que nos irá bien, que tengamos una familia y empecemos una vida. – pensó para sí Aurora. – Pero hijos yo ya no quiero tener después del que tuve, y familia menos, cuando no entiendo ese término todavía. – concluyó en silencio. Mientras andaban comiendo con gran gusto, acomodó el bultico de papa de paseo que le regalaron en el mercado donde trabajaba y lo puso debajo de la mesa cerca a sus pies para no incomodarle el paso a la gente. Tenía el televisor justo al frente, y Gaguito estaba de espaldas. Mientras estaba viendo los comerciales del canal de las tres sílabas, se interrumpió la transmisión y comenzaron unos mensajes del Ministerio de Bienestar. – Excúseme amable televidente (del canal de las tres sílabas), pero quisiera presentarme como Doña Aurora Jiménez. Tengo 68 años, vivo en Bogotá y vengo a hablarles sobre el servicio de transporte público tal como lo es el bus común y corriente que usted toma en la calle todos los días. – miraba el televisor Aurora como hipnotizada. Interrumpió su sagrada cerveza, seria y asombrada, le señaló a Gago el televisor y, él entendió que también debía ver la transmisión. - Para comenzar, le vengo a hacer la amable recomendación que a cualquier lugar al que Usted se dirija en la ciudad, salga con una hora y media de anticipación, porque no se imagina como son los trancones todos los días, ni mucho menos lo que le pueda llegar a pasar y contribuya al atraso de su cita, o llegada al trabajo – decía la viejita en las transmisión de televisión cogiéndose los dedos, con su pelo gris amarrado en una cola de caballo, chata, gorda, bajita y ojos entrecerrados. – Usted sabrá bien que en esta ciudad el flujo de las calles es lento y generalmente varado – continuó la viejita en la transmisión – Le suplico a usted usuario de este medio de transporte como yo, que salga con gran tiempo de anticipación, porque es probable que sumercé pueda toparse conmigo, y yo no quiero ser esa persona que se interponga entre su cita. – oía Aurora, enredando sus dedos en la maraña que ya era su cabello, apoyando los codos sobre la mesa tratando de entender lo que la viejita iba a decir, desesperándose y dejando de parpadear. Gago viendo a Aurora intranquila le sujeto el antebrazo con su mano, que tenía una textura igual a la de una piedra pómez, y la miró con unos ojos que querían quemar todo el dolor, desconsuelo, tortura y aflicción de su querida Aurora. - Lo que pasa señor usuario de bus – doña Aurora reanudaba en la transmisión - Es que yo tengo un nieto de 16 años, y tiene parálisis cerebral, y no puede moverse bien. – dijo y añadió - Cuando mi nietecito Gelman nació, su mamá no quería aceptarlo por su discapacidad, y prefirió simplemente dejarlo y ver como la vida se iba a encargar de él. –explicó. 2 - Primero dio la espalda el papá de Gelmán, después se voló ella y, yo que soy creyente en Dios y en todo lo bueno, no podía dejar que a mi nietecito me lo pusieran a dormir. – aclaró – Así que tomé la responsabilidad que mi hija no pudo asumir, y decidí encargarme de mi Gelman querido que me ha devuelto el alma al cuerpo todas las mañanas. Aurora parecía una estatua de sal inmóvil, con unos ojos perplejos y una laguna esculpida justo en el borde del párpado inferior que no se movía tampoco, ni siquiera con la más ínfima brisa. Tenía ganas de regurgitar su corazón, sentía que se le iba a caer en las manos, todos sus músculos palpitaban con el movimiento involuntario de sus cejas y sus delgados dedos habían perdido la sensibilidad. Miró a Gaguito por un instante muy corto y pudo notar que él no había despegado por un segundo sus fanales verdes de ella. En ese momento, entendió que Gaguito nunca se separaría de ella. – Como yo no tengo platica, y esto se me nota en los trapos que llevo encima – enseñaba doña Aurora - Vivo en una casa que alguna vez hice con mi esposo cuando las cosas no eran tan costosas. – continuó – Soy viuda en este momento, y lo único que tengo en el mundo es a mi amado Gelman. – siguió diciendo – En el hospital, el doctor me dijo que se debían tomar ciertas implicaciones como el hecho de hacer jisioterapias por el resto de la vida de Gelman, pero que al ver como la madre decidió darle espalda, que él nos iba a realizar las jisioterapias de manera gratuita. – fue en ese momento cuando Aurora derramó la primera caliente y volátil gota de lágrima. – Gracias a ciertos vecinos que me han ayudado con trabajitos o donaciones de platica, es con lo que yo le pago a Gelman todo. – mientras pasaban en la transmisión imágenes de la vida diaria de Doña Aurora alimentando a Gelman, bañándolo, bajándolo por las escaleras, haciéndolo reír, entre otras responsabilidades, - desde su comidita, educación y hasta la ropita que a mi niño le encanta de sus muñecos de la televisión. – Le digo a sumercé que salgan con una hora y media de anticipación, porque yo estaré en las calles con mi querido Gelman postrado en una silla de ruedas, extiendo mi viejo brazo a un bus de buen tamaño para una silla de ruedas y que me lleve hasta el destino. – y explicó – Debo tomar tres buses diferentes así tenga que caminar mucho, llueve, truene o relampaguee, pero es que mi Gelman lo es todo. –dijo y agregó – Cuando por fin conseguimos un busecito, yo le pido a la gente que está a dentro que me ayude a subir a Gelman porque yo no puedo, para mi es imposible – dijo con una ligera mirada al cielo llena de esperanza. Aurora sentía que ya no podía soportar más ese fogón dentro de su pecho, bajo la mirada viendo cómo se acumulaban sus sollozos en la mesa, cómo sus recuerdos se acumulaban en ese espejo improvisado, y cómo el tiempo pasaba terrible cuenta de cobro. 3 - Afortunadamente hay almas piadosas que Dios espero recompense algún día por sus buenas intenciones conmigo en el bus, y me lo suben y me lo montan en una silla –agradecida seguía narrando doña Aurora Cuando por fin llegamos al hospital, ahí se encuentra el doctor Cueva que me lo atiende como de toda la vida. dijo y agregó - Yo a él le debo la vida de Gelman, porque o si no, no podría lograrla todos los días esta carga que Diosito quiso para mí. Pero es que él es mi niño, es la luz de mis días yo lo quiero porque es todo lo que tengo, y yo también soy todo lo que él tiene. – remató diciendo - Espero que no me vaya partir yo un pie, o una mano porque o sino mi Gelman se quedaría sin su atención – sonriendo entonces doña Aurora y dejando al descubierto sus pocos dientes – y se me le puede pasar algo. – finalizó. – Paisita, ¿no podrás cambiar eso hombe que se ve ya muy maluco? – dijo una de las jóvenes que estaba sentada en la tiendita del Paisita. - ¡Ni se les ocurra cambiar el canal! –gritó Aurora levantándose de su silla, dejando ver su semblante lleno de ira, como si hubiese vivido una gran frustración en segundos, con un aspecto totalmente distinto al de una caleña viva y alegre. El Paisa no tuvo más remedio que subirle el volumen al televisor y, Aurora se volvió a sentar a ver el Sony que colgaba de la pared. - La montada de Gelman al bus se demora por lo menos unos diez minutos, y la bajado puede durar hasta casi quince minutos porque se llena mucho y la gente no se corre y no nos podemos bajar – dijo, mientras en la transmisión se apreciaban imágenes de Gelman y Doña Aurora subiendo y bajando del bus. - Ya nos hemos pasado varias veces del lugar en donde nos debemos bajar, porque mis fuercitas no me dan, y porque quisiera ser más joven por mi Gelman - dijo y explicó - Entonces señor pasajero de bus, quiero que usted entienda la preocupación y por esto es que le recomiendo que salga con tanta anticipación, porque nunca sabrá en que día, momento, le toque aguantarme a mí y mi pobre Gelman subir y bajar de su riolita – aclaró. Aurora apretó con todas sus fuerzas las manos de Gago, y echó su cabeza hacia adelante, apoyando su frente en los puños de ambos, y dejó correr más y más ríos de lágrimas con sal. Pensó por un momento que esa era toda la noticia y dijo por fin: - Gago, me siento muy mal, siento que ya no hay nada que hacer – forzosa hablaba Aurora entre lloriqueos estremecidos cerrando sus ojos. – ¡Negra!, esperá que no ha terminado la transmisión – exaltado exclamó Gago. 4 – Doña Aurora murió hace dos semanas exactamente, y ahora el niño Gelman Jiménez se encuentra bajo los cuidados del Bienestar Familiar en Bogotá – dijo rígidamente un joven funcionario del Ministerio antes de terminar la transmisión – si hay alguien, o familia interesada en Gelman puede comunicarse directamente con el Bienestar Familiar, o con nuestro canal de las tres sílabas. - terminó el locutor con un voz impersonal - Este ha sido un mensaje del Ministerio de Bienestar. El Paisa apagó la televisión. Aurora se quedó un momento analizando el color de la mesa, y levantando su rostro, echó su silla para atrás y visualizó el bulto de papas que le habían regalado en el trabajo. Mirando aquel bulto pensó que había cargado por 16 años, bultos y bultos de abastos en sus hombros, en vez de haber cargado, al menos una vez, con las penas de su hijo Gelmán. – Gaguito, quiero que sepas que no creo en nadie más para pedirle esto, y quiero también que sepas lo importante que eres para mí – se dirigió Aurora a Gago – Pero necesito que me acompañés a Bogotá a buscar a mi hijo Gelmán, porque yo no puedo cometer el mismo error dos veces. – Aurora bonita, Aurora hermosa de mi corazón, Aurora de primavera, tu sabes que a donde vayas negra yo iré contigo, y que así no sea mi hijo, yo quiero una familia contigo, ¿si me entendés? – una vez más con sus ojos de cachorro que pone cuando se preocupa por Aurora. FIN 5