Si yo no tengo amor

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SI YO NO TENGO AMOR...
Colección
Dame de beber
Retiros predicados por el presbítero
Manuel F. Pascual
1. El mirar de Dios es amar
2. Lo reconocieron al partir el pan
3. Si yo no tengo amor...
4. Certezas en la oscuridad
Como un hombre cualquiera *
Camino a Damasco *
Andar en tu Presencia *
El arte de vivir *
* En preparación
Pbro. Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
12 meditaciones
Pascual, Manuel F.
Si yo no tengo amor. - 1a ed. – Buenos Aires : Guadalupe, 2004.
176 p. ; 21x14 cm. - (Dame de beber , 3)
ISBN 950-500-456-7
1. Catolicismo-Espiritualidad I. Título.
CDD 248
Diseño y composición: Alberto Azzolini y Adrián Broggini
Foto de Tapa: archivo Editorial Guadalupe
Editorial Guadalupe
Mansilla 3865
1425 Buenos Aires, Argentina
Tel. / Fax.: (11) 4826-8587
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Todos los derechos reservados
Impreso, en la Argentina
©Editorial Guadalupe, 2004
¡Gracias!
a todos los que me ayudaron
a ser y a hacer
EL AUTOR
Una guía para el Lector
A fin de poder identificar en forma sencilla y rápida las diversas
meditaciones de este volumen, hemos impreso, en el margen derecho de las
páginas impares, una serie de “manchas”, en forma escalonada hacia
abajo, que señalan con claridad el número de la meditación de la que se
trata en esas páginas.
1. Si yo no tengo amor...
1
2. La gratuidad del amor
2
3. Lo incndicional del amor
3
4. El amor es progresivo: la mostaza y la levadura
4
5. Los últimos recursos del amor: vulnerabilidad,
sufrimiento y muerte
5
6. La libertad: condición y creación del amor
6
7. Amar bien es disponer lo mejor de sí
para el amado
7
8. El descenso a los infiernos: el amor va hasta el fondo
8
9. María eligió la mejor parte
9
10. Amar desde lo que somos y podemos
10
11. Amar aunque...
11
12. Lo imposible para los hombres es posible para Dios
12
7
A modo de Introducción
“Sin la certeza del amor no hay enamorados ni
aventura posible”
La certeza del amor es algo que brota de la experiencia.
Es difícil creer que el amor existe cuando no se lo ha probado
y, si se ha probado, se puede creer. Y cuando se lo cree se
pueden tener experiencias todavía más profundas del amor;
es como un círculo sin fin.
La experiencia y la fe se llaman una a otra. Y esa primera
experiencia es una experiencia humana, que no es algo previo
a nuestra experiencia del Amor de Dios sino que es parte de
nuestra experiencia de Dios a través de personas, padres,
que nos fueron puestos en la vida, y desde los cuales podemos
lanzarnos juntamente a Él.
Y cuando uno tiene certezas va teniendo confianza
implícita, no siempre consciente, de que la vida tiene sentido.
Y por eso empieza la pasión por tratar de leer la realidad, es
decir, de tratar de entenderla.
Nunca fui amigo de los libros, ni me imaginé que iba a
estar escribiendo uno, porque pese a pertenecer a una familia con mucha cultura, lo que deseaba era leer la vida y
no quedarme en los libros. Así que el objetivo humilde que
pretendo con estos libros es justamente no quedarse en ellos
sino que sean un medio que ayude a leer la verdad de uno
mismo y la realidad toda.
1
La EDITORIAL GUADALUPE. cree conveniente, con la venia del Autor, publicar aquí «A modo de Introducción» al presente volumen el texto íntegro de la
«charla» que pronunció el Pbro. Manuel F. Pascual en la XXX Feria
Internacional del Libro, el 7 de mayo de 2004 en Buenos Aires, con motivo
de la presentación, por parte de la EDITORIAL GUADALUPE, de cuatro nuevos
volúmenes, dos de ellos de autoría del Pbro. Pascual.
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Siempre me dije con pasión: no me quiero morir mirando
el mundo por los ojos de otro, ni tampoco quiero saber quién
es Dios porque leí sobre Él, sino quiero tener experiencia de
Dios, de la vida, y del hombre.
Y, justamente, cuando uno se atreve a leer la realidad y a
vivir con los ojos abiertos, se encuentra con la crudeza de la
vida que nos invita -cuanto más profunda es esa mirada-, a
buscar una experiencia y una idea mucho más elevada de
Dios, capaz de soportar la realidad sin desvanecerse. Y, al
revés: cuanto más profunda es la experiencia de Dios, más
coraje da para mirar la realidad tal cual es, con todas sus
sombras, con todas sus deficiencias y con todas sus
maravillas.
San Juan de la Cruz -me atrevería a decir-, es uno de mis
amigos. También él fue un escritor a la fuerza, a la fuerza por
dos sentidos. Primero porque se encontró con el amor y, ante
el amor, como ante lo inefable, sucede algo extraño: no puede
callar aunque nunca lo va a saber decir. Ese es el problema
del que conoce el amor: cómo callarlo y cómo decirlo. Y, en
segundo lugar, la gente conocida le pidió siempre que
escribiera, que explicara, ese poeta, ese hombre que rompió
el silencio en lenguaje lleno de belleza para decir lo que no
se puede decir pero que no todos pueden leer y, por eso, le
pidieron que escribiera y explicara. Me atrevería a decir que
mis libros son el fruto del pedido de muchos, incluso de los
aquí presentes, sin los cuales no lo hubiera hecho nunca.
¡Qué lindo cuando uno escribe y los que lo leen o lo
escuchan dicen: “eso que está diciendo es lo que me pasa a
mí, pero usted lo pudo decir”. Esto quisiera: que estos libros
fueran un amigo en la soledad; en esos momentos en los
que uno dice ¿quién me puede entender?, y que el libro fuera
un amigo, una compañía o una luz en la oscuridad.
El amor es un don para todos y creo que en los que hemos
tenido la gracia de tener fe y experiencia de amor hay algo
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que nos lastima, y es que haya otros hombres que atraviesen
la vida no habiéndolo experimentado y, por eso, quienes
tienen esa experiencia, creo que tienen una deuda: poner a
disposición de los demás lo más profundo de sí para que
otros la tengan. Ya sea brindando amor, luz, sabiduría o lo
poco que tenemos. El que ofrece y pone a disposición de los
otros el corazón y lo mejor de sí, puede despertar vida pero
quedando inevitablemente expuesto.
Decía el título, “sin la certeza del amor no hay
enamorados” y del enamorado, normalmente, pensamos que
es una persona ciega, que no ve. En cambio la experiencia
es totalmente al revés. El que está enamorado es el que puede
ver lo profundo y lo que vale la pena. Y si no hay enamorados
-usando el lenguaje de las parábolas-, no se puede descubrir
el tesoro escondido, lo que vale la pena de la vida. Sólo el
amor es capaz de descubrir eso y quiere justamente
consagrarse, gastarse en desenterrar esos tesoros que encierra
el corazón de cada hombre y la realidad.
Las paradojas que tienen el amor y el enamorado son
muchas. Es fácil de decir pero difícil de vivir. El que vive
enamorado o vive ante el amor, va a empezar a experimentar
situaciones extrañas como esta: nunca más vulnerable y
nunca tan seguro. Quien vive de amor está a merced del
otro y, al mismo tiempo, nunca tan vulnerable y nunca tan
seguro por haber encontrado lo que al hombre le da firmeza
y sentido. Nunca más luminoso; el amor es lo que da sentido
a la vida, y nunca más oscuro, porque nunca vamos a
terminar de entender por qué nos aman, ya sea Dios u otro.
El amor es un misterio. Pacifica y desinstala, elimina el temor;
cuando nos aman perdemos el miedo pero nos nace otro
miedo, el miedo a perder. Cuando uno encontró amor,
encontró lo que le da vida a la vida y no lo quiere perder.
El amor invita a abrazar, el enamorado abraza la realidad
-no lo ideal- y, paradójicamente, es aquel que quiere
transformarlo todo pero partiendo de lo que es. Sólo los
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verdaderos enamorados engendran la verdadera aventura
de la transformación que siempre parte de lo real.
Decía que “sin certeza del amor no hay enamorado ni
aventura posible”. ¿Y cuál es la aventura que todos tenemos?
La aventura de ser humanos. Y, aunque parezca extraño, es
un punto de llegada poder decir: la aventura humana es
posible. Ser hombre no es algo absurdo; es algo precioso.
Pero esta aventura de ser hombre sólo se la puede hacer ante
el amor de Dios y ante el amor de los demás. Sólo así el
hombre se puede atrever a escuchar lo infinito de su sed de
felicidad, de amor, de perduración. Si hay que silenciar los
grandes gritos para poder vivir, la aventura humana no es
posible ni vale la pena.
El primero de los libros “El mirar de Dios es amar”, es un
comentario meditado al Cántico Espiritual de SAN JUAN DE LA
CRUZ y, podríamos decir, que se resume en un grito: “¿Adónde
te escondiste?”. Al que fue herido por el amor divino o
humano, se le despierta pasión por conocer y poseer en
plenitud al ser amado. Y, justamente, quien tenga experiencia
de Dios, va a experimentar con estas otras palabras este
gemido en su corazón y en su vida: “¿Adónde te escondiste?”.
Después de que te conocimos en la Encarnación, después
que vimos que sos capaz, por nosotros, de morir en la Cruz,
te quiero conocer. ¿Dónde estás, dónde te escondiste? Ese es
el gemido y el clamor de nuestro corazón.
Y el segundo libro, “Lo reconocieron al partir el pan”,
pretende ser una comprensión, una meditación -nada más y
nada menos-, del gesto que es el testamento de la Persona y
de la obra de Jesús. En la Última Cena, en la Eucaristía, Jesús
nos regaló su Persona y ahí nos regaló su acción amorosa.
Podríamos decir que en ella, con la paciente artesanía del
amor, Jesús está transformando el corazón del hombre, de
su Iglesia y del mundo. Siempre me inquietó una pregunta
que es la más elemental que nos hacen a todos los cristianos:
“¿por qué van a Misa y viven igual o peor que los demás?”.
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Entonces o el sacramento es ineficaz o no sabemos cómo
disponernos y vivirlo para que su acción amorosa pueda
actuar en nosotros.
Por lo tanto este libro pretende ser un humilde aporte para
entender el sentido profundo, mucho más allá de los ritos en
el sentido pequeño de la palabra, el sentido hondo de ese
gesto de Jesús que da mucha luz, no sólo para lo religioso
sino también para lo humano, ya que es el encuentro
profundo de Jesús con sus amigos donde, si sabemos mirar,
podríamos aprender a vivir, a orar y encontrar encarnada la
pedagogía amorosa de Dios para con nosotros.
Alguien podría pensar que los destinatarios de los libros,
en una mirada superficial -y lo digo con todo cariño y respetoson, aparentemente, las religiosas. Pero me atrevería a decir
que cuando hablo con una de ellas -o les predico-, en realidad
estoy hablando con un ser humano; nunca pienso que estoy
ante una Hermana sino ante un ser humano que tiene pasión
por vivir en plenitud y que, por eso, se consagró -nada más y
nada menos-, a encontrar y comunicar el amor.
Creo que estos libros son para todo hombre que tenga
inquietud. Y, me atrevería a decir más, tal vez sólo los entienda
quien tenga sed y esté buscando, padeciendo, o se haya
enamorado.
Una de las introducciones termina con estas palabras; son
palabras surgidas de la vida hecha oración. Nunca pensé
que estos escritos iban a ser libros. Más bien eran oración
que se transformaron en retiros para ayudar a rezar y ayudar
a vivir. Que esta palabra no tenga otro destino que el que
tuvo la Palabra en María, en la Virgen. La Palabra en María
se hizo carne. ¡Qué triste sería que quedaran en libros y no
en palabra hecha vida, más aún, en palabras que se hagan
pan. Es decir, que los que los lean y los vivan se hagan, a su
vez, pan; o, dicho en el lenguaje del título, personas que, con
su amor y con su vida, permitan, a quienes los traten,
sospechar el Amor de Dios y les brinden, a los que no tuvieron
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la dicha de haber encontrado el amor, esa certeza que
enamora y que anima a ser hombres.
PBRO. MANUEL F. PASCUAL
XXX Feria Internacional del Libro
Buenos Aires, 7 de mayo de 2004.
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1ª meditación
“Si yo no tengo amor...”
“Aunque repartiera todos mis bienes
para alimentar a los pobres
y entregara mi cuerpo a las llamas,
si no tengo amor,
no me sirve para nada.
(1 Corintios 13, 3)
Esta lectura nos sirve para tomar no sólo el tema de esta
primera meditación, sino el tema del retiro, que lo podríamos
titular “Si yo no tengo amor…”. A veces ayuda comprender
la génesis de un retiro. ¿Qué es lo que estaba detrás? Cuando
uno se detiene y se pregunta ¿qué es lo esencial? Incluso
teniendo presente qué es lo que las personas van a buscar,
en última instancia, cuando recurren al sacerdote, a la Iglesia
y qué es lo que finalmente nosotros les trasmitimos que, en
definitiva, es lo esencial. Recogiendo eso, recogiendo el
pedido que está detrás de todos los que se nos acercan y al
mismo tiempo cuál es la respuesta de fondo a esos que se
nos acercan y que, en definitiva, somos nosotros mismos
también podemos ver lo que estaba detrás.
Quien lea o escuche el corazón humano, el nuestro, el de
los otros, quien lea las primeras páginas de la Biblia, del
Génesis, sabrá que el único fracaso, es la soledad. ¿Y esto
por qué? Porque justamente nuestro destino, nuestra vocación,
aquello que nos hace justamente humanos es haber sido
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
creados para la comunión. Nuestra vocación más profunda
es la comunión, y la soledad es la antítesis de la comunión.
Por supuesto que en la vida acumulamos muchos fracasos
pero no son fatales si hay comunión. Podríamos tener muchos
éxitos pero si no llegamos a la comunión con Él y con los
otros lo esencial nuestro no lo habremos realizado, no lo
habremos desplegado.
El amor es creador, y vaya si lo es: Dios justamente es
Amor y es el Creador. El amor es artesano; por eso, si no nos
hemos dejado convertir, si no nos estamos dejando convertir
en un amable amante, es que nos hemos resistido al amor.
Fíjense: “amable-amante”. Los hombres somos amables,
Dios nos está amando, pero Dios nos quiere convertir en
amantes, no sólo en amables, sino en amables que se
convierten en amantes. Nos habremos dejado amar si el
amor ha podido realizar su obra en nosotros y, justamente,
el arte de Dios, el arte de amar en Dios, consiste en hacernos
a nosotros capaces de amar. La señal de que no nos hemos
resistido al amor es que podemos amar. Dios está actuando
porque nos está haciendo parecidos, nos está haciendo a su
imagen y semejanza.
Si nuestro amor no ha sido capaz de gestar amables es
que no hemos sabido amar. No nos dejamos amar si Dios
no nos convierte en ser capaces de amar y, si nuestro amor
no es capaz de gestar amables en los que nos rodean, es
que nosotros no los hemos sabido amar. Nuestro amor
también tiene que ser artista de los otros. Cuando uno vive
un tiempo en un lugar, tarde o temprano, es responsable de
su contexto. Los otros también son lo que nosotros hacemos
con ellos, ahí viene el gran desafío. La sal tiene que salar, la
luz tiene que iluminar, los testigos del amor tienen que volver
amable su contexto, su entorno.
Vivir es vivir ante alguien, vivir no es estar ahí y nada más,
es vivir ante alguien. La vida es frente a Dios, frente a los
otros; la vida no es aislarse. Vivir no sólo es vivir ante alguien,
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1ª meditación
“Si yo no tengo amor...”
sino vivir para alguien: uno vive cuando vive para alguien,
uno vive cuando vive por alguien. Para alguien amanecemos,
para alguien trabajamos, por alguien sufrimos y hasta para
alguien morimos. La vida pierde fuerza, nos cuesta levantarnos
cuando no hay un para alguien, cuando no hay amor, cuando
no hay tensión amorosa hacia Dios o hacia el prójimo nos
cuesta vivir para nosotros mismos. En cambio, quien es
reclamado por el amor de otro, quien se sabe reclamado para
amar a otro, ese tendría razones para amanecer, para vivir y
hasta para morir. ¡Qué maravilla que hasta la muerte puede
ser humana! La muerte que parece que es lo que más nos
deshumaniza, nos quita la vida, hasta la muerte se hace
humana cuando llega a ser lenguaje de amor. La muerte puede
ser también un acto de amor humano para otro, una ofrenda.
Piensen cuántas citas bíblicas que hay atrás.
“Para el Señor vivimos, para el Señor morimos, nadie
vive sólo para sí...”.
Nosotros no hemos inventado el amor para poder
sobrevivir, sino al contrario es el amor el que nos inventó a
nosotros y todo lo que existe… Me acuerdo -y lo repito siempre
porque me dolió oír un día por radio, hace no mucho
tiempo-, que el premio Nóbel de literatura, Saramago, un
portugués del que no recuerdo el nombre, que es un hombre
genial, lo que decía: el hombre es tan genial que creó el
amor para poder sobrevivir. Y él no cree en Dios, él no cree y
dice: el hombre es tan genial que creó el amor para poder
sobrevivir... Me permito decir, con toda humildad, que este
hombre no es tan genial porque no se dio cuenta o no se
pudo dar cuenta que, justamente, no es que el hombre creó
el amor para sobrevivir, sino que lo que existe ha sido creado
por el amor, que es distinto. ¡Qué distintas perspectivas de
vida! ¿Nosotros vivimos distinto a los que no creen esto? Creer
que todo lo que existe, existe por obra del amor, nos obliga a
ser testigos y estar en el mundo con otra calidad de vida y ni
hablemos como consagrados...
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1
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
Por lo tanto la única realización, en la vida, llega a ser
haber sido amado y haber podido amar. Cuando uno quiere
evaluar su vida, hace una pregunta: ¿he vivido bien? No
tenemos que medirla por lo que alcanzamos sino por si nos
hemos dejado amar o si pudimos amar. Qué espanto el del
hombre que pone su meta en otra cosa, y que tal vez después
de muchos esfuerzos termina desolado al sentarse en tronos
vacíos. Y cuidado que esto no le pasa, entre comillas, sólo al
mundo cuando aspira al consumismo; a nosotros también
nos pasa. Nos ha sucedido que, después de mucho trabajo y
esfuerzo, el día que nos callamos, el día que nos quedamos
solos ante Dios, tuvimos que reconocer que apostamos mal,
que llegamos a tronos vacíos, a lugares que no son vida.
El hombre maduro no es el que prescinde de todos y se
arregla solo; ese aprendió a ser inhumano, ese no es el
hombre maduro. El hombre maduro, al contrario, es el que
llega a aceptar la necesidad del amor. El que no tiene temor
en reconocerse necesitado de los otros y de Dios, y esa es,
justamente, la grandeza del hombre: aquel que necesita de
Dios para alcanzar su plenitud.
Los hombres no podemos hacer equilibrio en nosotros
mismos, no tenemos dentro nuestro todo lo necesario para
vivir, necesitamos de lo que está fuera, del otro, de los otros,
de Dios. Qué curioso, sólo se hace equilibrio en el amor, así
como sólo hacemos equilibrio cuando pisamos piso firme.
El corazón humano hace equilibrio cuando encuentra alguien
que lo ama; así se hace firme y, sin embargo,
paradójicamente, el amor que nos hace firmes nos pide
abandonar toda seguridad. El amor es como una aventura
que nos hace salir, es quedarse a merced de otro, a merced
de los otros. El piso no soy yo, el piso es él; ya no hago
equilibrio en mí, el equilibrio está en él, dependo de su amor,
dependo de su libertad. Para quien ha encontrado el amor
ya no importan los “adónde” sino los “con quien”. Cuando
uno ha descubierto lo esencial, ya no importa tanto dónde
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1ª meditación
“Si yo no tengo amor...”
vivo, sino con quién vivo. El lugar para vivir es el otro, más
que los lugares.
Hay un amor con minúscula, y que no nos debe avergonzar,
porque somos humildes creaturas, un amor que necesita todo
aquello y a todos aquellos que nos ayudan a ser y
desplegarnos. Por ejemplo en estos días necesitamos de la
estufa y necesitamos también de los otros, esa es nuestra
humildad. Pero el misterio está en que hay un amor que
excede la necesidad; es cierto que necesitamos cosas pero
hay un amor que excede la necesidad. Ese amor es el origen
de todo, en Dios el amor es el punto de partida, la gratuidad
del amor de Dios; sin necesidad creó el mundo y a todos
nosotros. En Dios la gratuidad es el punto de partida, ama
porque ama; en el hombre es punto de llegada. Nosotros
empezamos con un amor-necesidad y qué lindo si un día,
como santa Teresa, como tantos decimos: “Señor, ya no me
mueve para quererte, ni el cielo que me tienes prometido, ni
el temor al infierno”, etc.; ahora te quiero porque te quiero.
Los humanos tenemos una estructura relacional. ¿Qué
quiere decir? Que nuestro ser tiene capacidad de relación
con los otros y con Dios y con las cosas. Somos capaces y
tenemos necesidad de darnos y de acogernos. Esta estructura
relacional es física y espiritual. Por ejemplo, si miramos al
hombre y a la mujer, ellos expresan este misterio: estamos
creados para complementarnos. Lo mismo que observamos
en el plano físico nos pasa en un plano más profundo.
También nuestra psicología necesita del otro, nuestro corazón,
nuestra alma, todo nuestro ser clama por el encuentro de
amor para alcanzar plenitud.
Pero, al mismo tiempo, porque es comunión y no fusión, a
la cual estamos invitados, siempre hay una carga de soledad
y particularidad que serán irreductibles; cada uno de nosotros
es un único. Por más que encontremos amor siempre seremos
alguien y no una mezcla, y esto que nos deja aparentemente
solos, es justamente, la dignidad de la persona y lo que nos
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
permite encontrarnos pero no perdernos. Acá encontramos
una señal de la buena amistad; ella me hace cada vez más
libre y más yo, y no una mezcla. El amor siempre tiene una
tensión, solos y en comunión, y esa soledad lejos de aislarnos
es una soledad que nos capacita para entrar en comunión
con el otro como un único, un distinto. ¡Qué misterio: somos
un único! Por eso es tan difícil comunicarse.
Hay tantas experiencias humanas como hombres existen.
No es tan raro que aunque estemos mirando lo mismo, viendo
lo mismo, escuchando lo mismo, en realidad estamos viendo,
escuchando y viviendo cosas distintas. Sentimos distinto,
somos distintos. Pero esto lo podemos ver tanto como un
imposible de unir o como la riqueza de una comunión, en la
cual, juntos, podemos ver mucho más, sentir mucho más que
si estuviéramos aislados. Sin embargo, vivir en comunión,
no significa sólo vivir juntos; no basta vivir en sociedad, no
es suficiente la cercanía física, no basta no pelearse. La
comunión es más, no es suficiente dialogar sobre algo, ni
siquiera es suficiente que hablemos; depende sobre qué
hablemos, podemos conversar mucho de cosas superficiales;
eso tampoco es comunión, la comunión es poner a la persona en comunión, mi corazón, mis sentimientos, mis anhelos,
mis dolores, mis sueños, mis angustias. Ni basta siquiera tener
fe en algo o en alguien lejano; yo creo en los otros, pero en
los que están lejos, no en los que están cerca, en los que
forman parte de mi vida, de mi cercanía.
No nos es posible mantener desnudo nuestro fondo, en la
intemperie nuestro corazón, si no estamos dispuestos a un
encuentro sin defensas. Si yo no estoy dispuesto a la comunión,
a un encuentro sin defensas, no voy a vivir con mi corazón
encontrable. Porque no estoy dispuesto a que me encuentren,
entonces lo voy a abrigar en el mal sentido de la palabra, lo
voy a proteger. Sólo quien esté dispuesto al encuentro sin
defensas se animará a vivir con su fondo expuesto para que
lo conozcan, aunque lo hieran.
20
1ª meditación
“Si yo no tengo amor...”
Los humanos somos un grito infinito, casi podríamos definir
al hombre como un grito infinito de amor. Un hombre es un
grito infinito de amor. Ese lloro que hace el niño recién nacido,
que parece que se muere si no encuentra a la mamá, eso lo
sigue haciendo nuestro corazón toda la vida aunque no se
note. Somos un grito infinito que está deseando encontrar a
Dios, al Padre, que está deseando encontrar el hogar. A los
humanos nos duele el infinito espacio de acogida que Dios
nos puso en el corazón, tenemos un espacio infinito de
acogida, por eso nada nos llena, por eso no tenemos donde
reclinar la cabeza, por eso la vida nos resulta insuficiente
aunque hayamos alcanzado muchas cosas, aunque tengamos
incluso muchos amigos. Tenemos un infinito espacio de
acogida, y al mismo tiempo nos hiere nuestro infinito deseo
y necesidad de darnos. No sólo tenemos infinito deseo de
acoger sino infinito deseo de darnos.
¿Por qué somos así? Es que fuimos creados a imagen y
semejanza de Dios, de un Dios que se nos reveló como
misterio de comunión, y no como soledad. Si Dios nos creó a
su imagen y semejanza, Dios es espacio de infinita acogida
y tiene infinita capacidad de darse, eso es la Trinidad, por
eso somos así.
Existir, estar en este mundo, es un sinónimo de ser
“amable”. ¿Por qué? porque no existiríamos si Dios no nos
amara, si Dios no nos hubiera hecho con amor, si Dios no
nos hubiera hecho buenos. Somos amables. Existir es sinónimo
de estar siendo amado. Uno a veces dice: “Señor, dame una
prueba de tu amor, ¿Vos me querés?” ¡Cómo no me va a
querer si existo! A veces nos parece que no es suficiente existir.
Sólo haber sido sacado de la nada, sólo estar aquí, es un
sinónimo de que me están amando, y que soy amable.
Dios es garantía de posibilidad, es decir nos podemos
animar a esta aventura, que es vivir porque Dios se animó.
¿Por qué puedo tomar mi vida en serio? Porque Dios se la
tomó en serio. Dios es garantía de posibilidad de la vida.
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
Dios es garantía de que vivir es posible ya que Él empezó, Él
cree que mi vida vale la pena. El hombre es garantía de
realidad, su existencia y su amor, el amor de los otros hacia
nosotros, las personas que nos aman al ser reales nos
confirman, nos afirman, nos invitan a desplegarnos. Las personas que nos aman son como embajadores de ese Dios
que nos ama, que nos garantiza que vivir vale la pena, pero
las personas, con su amor, nos confirman, nos afirman y nos
invitan a desplegar nuestra vida. Todo el que nos ame bien,
aunque no nos diga nunca estas palabras nos va a estar
diciendo “por favor florecé, desplegate, crecé, sé feliz”.
El amor es un don; los dones no se compran, no se ganan,
pero sí se consienten, hay que recibirlos. Me hacen un regalo,
lo puedo rechazar o recibir. El amor es un don, pero hay que
consentirlo. Dejarse amar es la mejor forma de amar a Dios
que nos quiere regalar la vida y su amor. Dejarse amar es la
manera más fina del culto. Lo dejo a Dios ser Dios cuando le
permito que me ame. Cuando dejo que me amen le permito
al hombre que sea hombre y a Dios que sea Dios. Porque
nada hace más humano a un hombre que poder amar.
Cuando, a los que me quieren, yo los dejo que me quieran,
les estoy haciendo el regalo más grande, les estoy permitiendo
hacer lo mejor que pueden hacer, que es amar, y lo mismo a
Dios.
La vida, en definitiva, es una entrega progresiva; la oferta
es Dios mismo. Vivir es ir dejándolo a Dios que se nos vaya
dando hasta que un día se nos regale en plenitud en la
eternidad. Dicho más fácil: ¿para qué vivimos? Para ir
diciéndole a Dios que sí en su deseo de dársenos. En este
mundo lo hacemos en la fe dejándolo que conduzca nuestra
vida y se nos vaya entregando. Lo que hizo María, la hermana
de Marta: lo dejó a Jesús darse. Vivir es dejar a Dios que se
nos vaya dando. Un Dios que no se nos quiere imponer, que
se nos quiere ofrecer. Convivir es ir dejando que los demás
se nos den, es ir dándonos a aquellos que viven con nosotros.
De parte de Dios la vida es un ir dándose. De parte del
22
1ª meditación
“Si yo no tengo amor...”
hombre es un consentimiento cada vez más profundo y libre:
consentir que Dios se nos regale. ¿Qué es crecer en la vida
espiritual, qué es crecer en santidad? Crecer en capacidad
de acogida de un Dios que se nos da; eso es crecer en
santidad.
Lo mismo en el plano humano, ¿quién sabe amar? No
sólo el que da sino el que se da. Dar es darse, recibir es
recibirse. Sabe vivir no el que recibe cosas de los demás,
sabe vivir el que recibe a los demás. Amar bien es ir
despertando la conciencia en el otro, ayudarlo a ir superando
el temor que todo hombre tiene a ser despreciado o no
valorado, ¿Por qué los hombres están –estamos- a la
defensiva y nos cuesta dejarnos encontrar? Tenemos miedo
a que nos desprecien, que no nos valoren; tememos muchas
heridas. Por lo tanto quien nos ame bien nos animará a ir
superando ese temor. Lógico un poco de temor, ilógico si es
tan fuerte que, por protegerme, me muero en soledad. Amar
a los demás y amarlos bien es ir gestando en los demás, es ir
despertando la capacidad de acoger algo tan sagrado, tan
único como es una persona que se ofrece, un Dios que se
dona...
Dicho más fácil: habré amado bien a alguien cuando, al
lado mío, aprendió qué importante es recibir a los otros y
recibir a Dios. No esperar de la vida cosas, triunfos y logros
sino esperar de la vida encuentros, amor, recepción de Dios.
Eso es haber enseñado a vivir.
Hay una pregunta ineludible a esta altura de la vida de
cada uno de nosotros: ¿para quién vivimos?, si vivir es vivir
para alguien, por alguien, ¿para quién vivimos? ¿Ante qué
mirada nos exponemos? Es casi lo mismo que dejarse
preguntar por Jesús: ¿quién dicen ustedes que soy? Lo
podemos traducir: Yo soy Aquel para quien vivís, por quien
vivís.
Sin amor la única salida en la vida es la desesperación o
la hipocresía. No tanto en el sentido moral -“sos un hipócrita,
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
un falso”-, sino en el sentido literal; si no existiera el amor
habría que vivir con una máscara, con una careta, el espanto
de tener que criar una imagen amable, el titanismo
desesperado de vivir conformando las expectativas de los
otros. Si los demás no me pueden amar como soy tengo que
vivir tratando de embellecer mi careta para que sea como
los demás esperan que sea. Es muy triste vivir así; eso no es
vivir y, lamentablemente, como no sabemos amar, también
muchos tienen que vivir y muchos, muchas veces, tenemos
que vivir aparentando para recibir migajas de amor. Esto
hace que uno se pregunte ¿es amor si aman lo que yo les
mostré para que me amen y no lo que soy? Por eso alguien
desde afuera podría decir: “pero si a vos todos te quieren”.
¿Pero me quieren a mí o al personaje que tuve que ser para
que me aprueben? ¿A quién rechazan cuando me rechazan?,
¿a quién aman cuando me aman?, ¿es a mí o a la imagen
que les dejo ver? Me rechazan, pero ¿a quién rechazan?, ¿al
que sos o al que les mostrás? Cuántas veces uno habla con
alguien y este dice: “A mí no me quiere nadie”. Y cuando uno
conoce a esta persona resulta que es muy buena en su fondo,
pero ¿qué les muestra a los demás?. Uno puede tener en su
comunidad, en su entorno un aspecto agrio, agresivo, hosco,
resentido, de persona herida pero ¿soy ese yo? Claro que se
rechaza a ese, pero yo no soy ese, ese es el que les muestro,
no el que soy.
¡Qué tragedia la de poder morir sin haber nacido, sin haber
sido dado a luz! Vivir escondido, a la defensiva, agrediendo,
lleno de angustia, en permanente tensión. Eso es sobrevivir,
no vivir. El punto de partida para que pueda haber amor -lo
dice el Génesis-, es dejarse encontrar… (Génesis 3). ¿Dónde
estás Adán? Te quiero encontrar, dejame encontrarte como
sos. El punto de partida es dejarse encontrar aunque si es
demasiado rápido puede fracasar, como en el caso de Adán.
¿Sabés las veces que fui auténtico y me golpearon..? Hasta
le pasó a Dios. Pensemos en Adán; Dios y Adán empezaron
con una calidad de amor demasiado alta, demasiado pronto,
24
1ª meditación
“Si yo no tengo amor...”
a tal punto que Adán ni se llegó a dar cuenta qué regalo era
ser imagen y semejanza de Dios, vivir en el Paraíso, estar en
amistad con Dios, no se dio cuenta porque era tan común
que creyó que eso no era tan importante.
El anciano Simeón, a diferencia de Adán, ha esperado
mucho, ha sufrido mucho pero sabe valorar lo que significa
estar en comunión con Dios:
“Ahora Señor puedes dejar a tu servidor irse en
paz…” (Lucas 2, 29).
Había pasado la vida a la intemperie, en la esperanza y
por eso valoraba el encuentro con Jesús. A veces uno lo tiene
todo tan de entrada que ni se da cuenta de que lo tiene. Qué
curiosa suerte la del hombre, la nuestra, que parece que sólo
aprende a valorar después, con la perspectiva del tiempo,
con el dolor de la ausencia. Qué buena era esa persona…,
me di cuenta cuando se fue; qué linda era mi casa… y
cuando estaba no la valoraba; qué bueno era ese amigo…
y cuando estaba cerca hasta lo desprecié.
El desnudo demasiado prematuro, ya sea físico o
psicológico, nos deja solos, porque normalmente no sabemos
apreciar el misterio ofrecido… ¿dónde seguir buscando si
ya miramos todo, oímos todo y no hemos visto ni escuchado?
Dicho más claro, en ciertas relaciones prematrimoniales: a
la semana no hay misterio. Por supuesto que sigue habiendo
misterio, porque no se conocen todavía, pero creen que se
agotó el misterio porque ya lo vi todo, lo sé todo y no es así.
Lo mismo nos pasa en la vida comunitaria, supongamos que
alguien, todos, seamos muy sinceros de entrada, a lo mejor
ni nos damos cuenta que estamos ante el fondo del otro, y
por eso lo pisoteamos, lo herimos. Normalmente hace falta
un camino progresivo, deseos de comunión, deseos de
amistad profunda, deseos de desnudez de corazón, pero
tengo que tener en cuenta que vivimos en un mundo con un
hombre herido que no sabemos normalmente valorar y que
muchas veces nos han pisoteado no porque desprecien
25
1
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
nuestro fondo, sino porque ni se dieron cuenta que estábamos
ofreciendo el fondo. Esto lo digo para que no nos cerremos y
nos animemos a volver a exponernos, pero con mayor inteligencia, con mayor prudencia.
Si podemos mirar es para ver que nos miran con amor.
¿Por qué los hombres podemos mirar, por qué Dios nos regaló
esa capacidad, para qué nos regaló la vista? Para mirar que
nos miran con amor. En todo paisaje buscamos un rostro; en
todo paisaje siempre estamos buscando un rostro. El hombre
tiene la mirada para ver rostros más que paisajes y, si
miramos paisajes, es porque estamos buscando un rostro, el
Rostro del Señor. Todo paisaje, en el fondo, es como un
vestigio del Rostro de Dios, por eso nos deja con hambre.
Uno ve un paisaje hermoso y queda como diciendo, me
mostraste y me ocultaste, me dejaste con sed. Y no sólo un
paisaje; hasta los rostros humanos son también paisajes en
los cuales estamos buscando otro Rostro. Somos sacramento
de Él. Si podemos oír es para escuchar que alguien pronuncia
nuestro nombre con amor.
Cuando un hombre pudo al fin escuchar, cuando escuchó
que alguien pronunció su nombre con amor: ahora mis oídos
pueden irse en paz, escucharon lo que tenían que escuchar,
es para dejarnos decir, lo que nosotros no podríamos saber
de ninguna manera si los demás no tuvieran el deseo de
comunicarse; eso que nosotros no podemos alcanzar, en el
fondo, es lo único que añoramos.
Dicho más claro, en el fondo, lo que nosotros deseamos,
es conocer a Dios y a los demás. Y eso nunca lo sabríamos
estudiando, eso sólo lo podemos saber si los demás se nos
quieren comunicar. Tenemos oídos para dejarnos decir lo que
no podemos alcanzar explorando, sino escuchando. A Dios,
por más que lo investiguemos toda la vida, sólo llegaremos
a la corteza del árbol. A Dios, si lo escuchamos, le
conoceremos el corazón. Hay que escucharlo, que significa:
estar a merced de su libertad de darse.
26
1ª meditación
“Si yo no tengo amor...”
Si podemos hablar es para agradecer, para hacer inteligible nuestro gemido. Los hombres somos un gemido infinito.
Las palabras son para hacer entendible el gemido infinito
de amor. Aprender a hablar no es aprender a decir palabras;
aprender a hablar es aprender a expresarle a los demás y a
Dios nuestro infinito deseo de ser amados y de comunicar
nuestro ser.
Si podemos caminar, si podemos andar, si nos podemos
trasladar, justamente es para llegar hasta donde está el otro.
Es para salir de nuestro encierro. Si podemos pensar es para
entender que el amor no se entiende, no se puede entender.
¿Quién de nosotros entendió? El que entendió que el amor
no se entiende y que, sin embargo, es el que explica todo. Si
ustedes quieren entender el amor se van a pasar la vida
razonando sin poder terminar de comprender por qué los
quieren; si se dejan querer terminarán comprendiendo todo.
Si podemos amar es porque nos han amado, si podemos
amar es porque alguien un día nos amó.
Paradójicamente el amor es lo único que buscamos y al
mismo tiempo el amor nos da miedo. ¿Por qué? El amor es
el único que nos puede ayudar a ser nosotros mismos, sólo
quien encuentra amor puede llegar a ser él mismo. Pero es
cierto también que el amor me puede convertir en otro. Parece
que estoy diciendo cosas contradictorias. El amor es el único
que me puede llegar a permitir ser yo mismo, pero el amor
me puede convertir en otro. ¿Por qué? porque todavía no
soy yo mismo si no tengo amor. Y lo que estoy defendiendo
no es lo que yo soy. Uno está a veces defendiendo este ser
precario que todavía no llegó a ser él mismo. Por eso sólo el
amor me puede permitir ser el que tengo que ser, por eso el
amor me da miedo, porque me puede convertir en otro que
el que ahora soy. ¡Qué paradoja! No estoy conforme con lo
que soy, y a su vez tengo miedo de dejar lo que soy porque
es lo que conozco, es lo que tengo, es lógico, y sin embargo,
si me dejara amar me dejaría convertir en otro que es en
27
1
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
definitiva el que yo soy. Por eso el amor nos da miedo, porque
nos pone en estado de vulnerabilidad, nos hace arcilla en
manos del artista.
Dejarse amar es quedarse sin medidas, ya que el amor
las desconoce por eso hace flexible a quien lo toca.
Justamente por eso, una señal de que a alguien lo tocó el
amor, es la flexibilidad y no la dureza. Cuando uno es muy
duro, justo, justiciero, en el fondo, no se quedó sin medidas.
Los que han sido amados, y tocados por el amor sin
medida, los que han sido tocados por la misericordia, ya no
saben dónde está lo justo, son más amplios que lo justo. ¡Qué
lindo si fuéramos más flexibles, más compasivos, señal de
que nos tocó a nosotros el amor y nos dejó distintos.
El amor requiere intimidad y soledad. El amor requiere
eso para poder ser vivido en profundidad, ya sea el amor
humano o el amor divino. Hay cosas que requieren intimidad,
no podemos hacerlo en plena calle. El enamorado es un gran
distraído porque es el único que se da cuenta de lo que está
pasando… El enamorado está percibiendo, además de lo
que pasa, lo más profundo, no se agota en el quehacer. Hay
maneras de trabajar que nos dejan vacíos, porque estuvimos
tan ocupados en lo que estábamos haciendo que nos
desconectamos de nuestro fondo y del fondo de las cosas,
de las personas. Hay maneras de estar ocupados, al modo
del enamorado, del santo, del profundo, que es estar en lo
que estamos, pero siempre conectados con nuestro fondo,
siempre saliendo desde lo más profundo de nosotros y
entrando en lo más profundo de la realidad y del otro. El
enamorado abraza todo presente y circunstancia, porque lo
sabe a Dios detrás. El enamorado no está tratando de zafar
de lo que hace y zafar del presente y de la circunstancia que
le toca vivir, sino abraza este presente y esta circunstancia,
pero a su vez todo siempre le queda chico y siempre le parece
pobre… Al que ama todo gesto de amor le parece
insuficiente. Quien haya intuido el infinito Amor de Dios,
28
1ª meditación
“Si yo no tengo amor...”
siempre sentirá que lo que él le devuelve es poco aunque
esté haciendo mucho. Todo presente es poco, todo presente
le queda chico, por más que este libro sea muy lindo, esta
experiencia, este paisaje, esto que estoy viviendo, no es Dios,
me habla de Dios, no es Dios, me queda chico.
El amor es inefable, ese es el dolor del artista, del amante,
del santo; que ningún gesto, que ninguna realidad le alcanza
para expresar lo que intuyó, lo que sabe, lo que vive. Nosotros
nos maravillamos cuando vemos una gran obra de arte y
decimos “qué envidia, cómo sabés decir lo que querés”. Y el
artista es el que se siente como mudo, como diciendo no dije
nada de lo que quería decir, de lo que quería expresar. Es tan
poco lo que se puede expresar, es tanto lo que se vislumbró…
Y aunque sea doloroso, ¡qué hermoso es vivir así! ¡Qué
lindo si viviéramos así, que todo lo que hacemos nos parezca
poco! Lo voy a decir mal, qué lástima si somos religiosos
cansados, “estoy fatigado, todo lo que hacemos, cuánto
trabajo, no doy más, no sabés todo lo que…”.
En cambio: ¡qué lindo si estuviéramos enamorados!
Diríamos: “qué poco que hago, qué poco que vivo”. El amor
no cansa, nunca es suficiente. Cuidado que hay cansancios
legítimos, pero no ese cansancio del que perdió el para quién
vivo, para quién amanezco, la tensión que da el amor, la
vitalidad que da el amor.
Darse cuenta de los otros y celebrarlos, es señal de haber
sido encontrado…, de haber encontrado el amor. Darse
cuenta de los otros, el que se da cuenta que hay otros, que
no vive solo. Darme cuenta y celebrarlos.
Por eso el servicio de la mirada, que es una forma de
celebrar al otro. Saber mirar con amor es una manera de
celebrar. Saber decir “buen día” con amor, estar en la mesa
y mirarlo, y no sólo decirle: “¿me pasás el pan?”. Mirar es
nuestra dulce deuda con los demás. Nuestra deuda más
preciosa. ¿Cuál es la deuda que nos ha dejado el amor de
29
1
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
Jesús? Traducir el amor en el servicio de la mirada. Nuestra
atención a los otros es la dulce deuda que nos dejó el amor
de Jesús.
Aunque el hombre se vista y se esconda, aunque los
humanos nos escondamos y nos vistamos, nos resistamos al
amor, el Padre, nuestro Padre Dios, se revela y se entrega en
Jesús. Adán se escondió, nosotros vivimos protegiéndonos
de Dios por temor y Dios no se protege del hombre por amor.
Los hombres nos protegemos de Dios por temor, nos cuesta
dejarnos encontrar por Él, y Dios porque nos ama, no se protege del hombre, nos entregó su propio Hijo Jesús,
desarmado, para que nosotros comprendamos el amor. Y
Dios derrama su Espíritu en nuestro corazón, que está tan
herido, tan lastimado, que es tan desconfiado. Dios derramó
su Espíritu en nuestros corazones. El amor de Dios no pone
condiciones, las crea, las suscita. Nuestro mérito es Jesús, no
nos dijo “cuando seas bueno te voy a amar”. Dios nos regaló
al Bueno para poder amarnos, nos regaló un hermano bueno
para que nos hagamos dignos del amor. Por eso nuestro único
mérito consiste en dejarnos amar.
Aprender a vivir es darse cuenta de la centralidad del amor,
san Pablo se dio cuenta, había vivido mucho, había
observado a muchos cristianos y un día se dio cuenta que el
amor es lo central. Es lo central en el mensaje de Jesús. Si no
tengo amor nada soy, aunque entregue mi cuerpo a las llamas, aunque dé todos mis bienes a los pobres, aunque me
maten, si no tengo amor no sirve para nada. Una campana
hueca que suena.
Aprender a vivir es darse cuenta de la centralidad del amor,
es llegar a suplicar con el Espíritu, sin despreciar sino por
haber entendido al mundo y a la historia, “¡Ven Señor
Jesús!”(Apocalipsis). ¿Quién aprendió a vivir? El que le dice
a Dios: “Ven Señor Jesús” que, dicho de otra manera significa,
“Señor, por supuesto que necesito cosas para vivir, no estoy
cansado de la vida, pero te quiero a Vos, te busco a Vos”.
30
1ª meditación
“Si yo no tengo amor...”
Eso es decirle “Ven Señor Jesús”. No necesariamente significa
el fin del mundo, sino “Ven Señor Jesús: lo que necesita mi
corazón es a Jesús para vivir”.
Ya desde la Anunciación la encontramos a María centrada
en el amor. A Pablo le llevó muchos años, tal vez a nosotros
también. María se había centrado en el amor y aceptado
conscientemente su vértigo infinito. El vértigo es eso que nos
da cuando miramos un abismo. El amor es un vértigo porque
es un abismo. María aceptó el vértigo infinito del Amor de
Dios que significa: “sé donde está la baranda, pero no sé
donde termina el abismo”. Ella aceptó saltar, estaba
dispuesta al vértigo infinito de decirle que sí al infinito Amor
de Dios.
31
1
2ª meditación
“La gratuidad del amor”
“Si alguien ofreciera toda su fortuna
a cambio del amor,
tan sólo conseguiría desprecio”
(Cantar de los Cantares 8, 7)
El amor es gratuito. En la meditación anterior nos fuimos
metiendo en el tema de la centralidad del amor y, de a poco,
vamos a empezar a mirar matices, aspectos, detalles del
amor. Justamente esta nota, esta característica tan maravillosa que tiene el amor, es decir, la gratuidad.
La gratuidad es el origen de todo. ¿Recuerdan esa
expresión tan clásica que les gusta emplear a los santos: todo
es gracia, que es lo mismo que decir, todo es amor gratuito
de Dios? Cuando la teología se pone a razonar, a querer
entender justamente el por qué de la creación, de la salvación,
de la encarnación, de toda la obra de la historia de la
salvación, no llega a otro punto de conclusión sino de que
no hay otro fundamento, otra base, otro pilar para este
universo sacado de la nada, para este hombre que es tomado
de la tierra, que el amor gratuito de Dios.
Y, en el plano humano, la gratuidad, el amar de este
modo, como ama Dios, es la única actitud que respeta al
otro en cuanto otro, al no convertirlo en instrumento. Cuando
yo te amo si me das o te amo para lograr esto o para alcanzar
aquello, en el fondo estamos instrumentalizando al hombre,
33
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
lo estamos usando como una cosa. El que ama con gratuidad
es el único que lo respeta y que le permite ser otro, distinto, y
no simplemente algo ni siquiera alguien para mí. Es lo que
hacen los niños cuando juegan despreocupados: la
gratuidad. Si uno le preguntara a un chico, ¿por qué jugás?
Porque me gusta jugar, no lo hago para algo, juego, juego,
porque me gusta jugar. No sé para qué sirve jugar, pero me
gusta, juego. Dicho de modo más profundo, es lo que hacen
los santos cuando viven la gratuidad, aman porque aman.
No hacen algo por una segunda intención, hacer esto para
ver si logro aquello. No, amo. ¿Y por qué amás? Porque
amo. Volvieron a ser como niños, juegan a amar, están como
jugando en la vida.
Muchas cosas, en este mundo, usando el lenguaje del
Génesis, tendremos que ganar con el sudor de la frente,
muchas cosas en este mundo no se logran sin esfuerzo. Habrá
incluso muchos partos dolorosos, no sólo el de los niños;
muchas cosas cuestan mucho darlas a luz pero, curiosamente,
esto no pasa con lo más valioso. El amor no se compra ni
con dinero; a veces también lo queremos comprar con
favores, es otra manera de comprar, con méritos, es otra
manera de querer comprar. El amor ya está, eso es lo que
tenemos que creer, no a ver si ya está, ya estuvo y estará,
Dios es amor. Sólo hay que acogerlo, sólo hay que ofrecerlo,
hay que recibirlo.
El hombre, para usar una comparación, no es creador del
viento, ni siquiera lo podemos dominar, como decía Jesús
“El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero
no sabes de dónde viene ni adónde va” (Juan 3, 8)
No sabemos bien de dónde viene ni adónde va, está ahí
pero el hombre, si aprendió a corresponder, aprendió a
utilizar las velas, desarrolló los molinos, porque
aprovechamos esa fuerza que está. No la podemos crear
pero la aprovechamos, desplegamos velas para que el viento
nos lleve. Así hay que hacer con el amor, no lo inventamos,
34
2ª meditación
“La gratuidad del amor”
no lo podemos dominar, pero podemos consentirlo,
corresponderlo para aprovecharlo, para que nos mueva. Así
hay que hacer con el amor, aprender a corresponderlo con
la humilde docilidad de una veleta. Cambia el viento y la
veleta sin hacer resistencia cambia, sabe mirar a dónde va
el viento, al sur, al norte. Con la humilde docilidad de la veleta,
nosotros también queremos aprender a corresponder el amor.
Solo recibiéndolo, uno se hace más capaz de recibirlo mejor.
Quien se deja amar, cada vez se deja amar mejor. El mismo
amor nos va disponiendo al amor.
En este mundo herido y con un hombre siempre a la
defensiva, parece muy extraño encontrarla. La gratuidad
existe pero es muy difícil de encontrar. Y sin embargo es lo
más humano, aunque no lo más común. No siempre lo más
común es lo más humano y, sin embargo, es lo más humano.
Es lo que se asoma por encima de instintos y necesidades,
los hombres también nos movemos por instintos y por
necesidades, somos humanos, pero porque somos humanos
tenemos una capacidad más honda, esta de la gratuidad.
Digo que se asoma la gratuidad por encima de instintos y
necesidades porque normalmente el amor empieza mal, no
empieza bien en la vida humana, pero puede terminar bien.
¿Qué quiero decir con esto? Muchas veces nos asustamos al
constatar que amamos con segundas intenciones, que no
tenemos siempre un amor puro. En el hombre, normalmente,
el amor no empieza puro, pero termina puro.
Ejemplos: el clásico, un niño que ama a su mamá es muy
egoísta, necesita de su madre para vivir, hasta que ese niño
la ame con gratuidad falta mucho tiempo. Hasta que un día,
a lo mejor esa viejita le de trabajo, y el niño grande pierda
con gozo por su mamá tiempo y dinero. Tal vez cuando ya
no le sea útil pero, en el fondo, aprendió a amarla; hicieron
falta muchos años. Lo mismo varón, mujer, cuántas veces se
pusieron de novios porque ella era linda, él era pintón o tenía
plata o lo que fuere, a lo mejor fueron descubriendo que
35
2
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
había alguien mucho más querible por razones mucho más
hondas y aunque se puso un poco más fea, aunque no sea
tan pintón, se quieren mucho más porque se conocieron más.
El amor no empieza bien pero termina bien, puede terminar
bien.
El amor se va purificando cuando comienza a obrar sin
recompensa… Muchas veces uno hace algo y enseguida
tiene una recompensa. Voy a hacer apostolado y todos me
quieren, todavía es un poco sospechoso de segundas
intenciones. A veces voy a hacer apostolado y es arduo,
entonces empieza a poder purificarse el amor. El amor se
termina de purificar, sobre todo cuando incluye dolor y
sacrificio. Aunque todo esté mal yo los quiero y voy, aunque
vuelva llorando a casa, tal vez no me escucharon, me
despreciaron, etc. Amar a los que los aman lo hacen también
los paganos, dice Jesús:
“Si ustedes aman solamente a quienes los aman,
¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los
publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos,
¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo
los paganos?” (Mateo 5, 46-47).
El tema es perseverar en el amor, aún con las resistencias.
Y acá viene la gran pregunta. ¿No es esto lo que
aprendimos en la historia de la salvación, no es esto lo que
vimos en Dios? Justamente un Padre que no sólo nos crea y
nos invita a su intimidad, sino un Padre con entrañas de madre,
con fidelidad de amigo que no puede dejar de amarnos y
conducirnos con paciencia, incluso cuando nosotros le
decimos que no. Él puso de manifiesto que su Amor era hasta
el fondo, más que purificar su amor, nosotros lo purificamos.
Un Padre que no sabe reservarse nada, que es capaz de
aceptar que su Hijo abrace nuestra pobreza para hacernos
experimentar la gratuidad en lenguaje humano. Nos quiere
enseñar a amar como ama Él, por eso se encarnó su Hijo,
para decirnos en lenguaje humano cómo ama Dios.
36
2ª meditación
“La gratuidad del amor”
Dicho más claro, Él nos amó hasta el extremo:
“no hay amor más grande que dar la vida por los
amigos” (Juan 15, 13).
La gratuidad en Jesús se hace clara, se hace entendible
para los hombres. Un Padre que no sólo quiere expresarnos
su amor, darnos ejemplos en Jesús de cómo se ama. Sino un
Padre que nos ama todavía más, no sólo quiere darnos
ejemplos y decirnos lo que hay que hacer, sino que nos quiere
despertar y hacernos capaces de amar como Él, al derramar
su Espíritu en nuestros corazones. Por eso el amor no es para
nosotros una aventura imposible. ¿Por qué a pesar de ser tan
pobres -yo el primero-, hablamos de algo que nos queda
tan grande? Porque creemos que el Espíritu que nos fue
concedido en el Bautismo es capaz de hacer que este pobre
que somos ame como ama Él. La gratuidad se hace suprema:
lo aprendimos de Dios en el perdón, ese es el súper don,
amar aun al enemigo, amar cuando no hay recompensa.
Ese es el Evangelio si a uno le preguntaran cuál es la Buena
Noticia. El amor gratuito de Dios. Aunque éramos pecadores,
el Padre envió a su Hijo... Eso es lo que hay que creer, ¿Cuál
es el objeto de la fe, qué es lo que hay que creerle a Dios?
Que es capaz de amar y que me ama aunque parezca que
no lo merezco. Ese es el objeto de la fe.
No sólo lo que hay que creer sino que eso es lo que hay
que contemplar, ¿Qué es lo que hay que mirar y nunca
acabaríamos de mirar y entender? ¿Cuál es la zarza ardiente
que no se consume? (cf. Éxodo 3). El corazón del Padre
ardiendo de amor por el hombre, siempre, a pesar de todo.
Eso es lo que hay que celebrar, vamos a celebrar Misa... ¿Por
qué digo celebrar y no ir a Misa? ¿Qué están celebrando?
Celebramos la gratuidad siempre, eternamente, es lo que
no se agota. Eso es lo que hay que anunciar, para qué van
los misioneros a misionar, para anunciar la gratuidad, la
noticia: Alguien nos amó, nos ama. O mejor dicho, no es lo
que hay que ir a anunciar. Es lo que hay que hacer
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2
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
experimentar. La Iglesia, cuando misiona, no sólo va a decir
palabras; la Iglesia quiere ir a hacer experimentar a los
hombres lo que ha experimentado de Jesús.
“Hagan esto en memoria mía” (Lucas 22, 19).
No sólo digan lo que les dije, hagan lo que he hecho con
ustedes.
Sin experiencias es difícil sospechar la realidad de tal
calidad de amor. Hay cosas que uno no cree que existen hasta
que no las experimenta, quien siempre experimentó el trato
con personas egoístas, cuando uno le dice, gratuidad del
amor, sonríe, como diciendo, vos soñás con los peces de
colores, siempre que te dan, te piden, vas a ver.... Nunca han
encontrado quien da y no pide. Y tienen razón, cómo van a
creer eso, si nunca lo probaron. No se compra no se consigue.
Sólo quien ha experimentado la gratuidad la comunica. Hay
que comunicarla con la vida, si la queremos hacer creíble.
El encuentro con la Iglesia de Jesús, cualquiera sea este
encuentro, no debería ser otra cosa que tener una experiencia
de gratuidad. Acá me aman más allá de lo justo. Qué bueno
sería que uno se preguntara, mi colegio, mi parroquia, el
apostolado que hago, los Institutos: el trato con nosotros ¿es
una experiencia de gratuidad?, ¿vamos más allá? Eso nos
convierte en Iglesia de Jesús. Si no hacemos esto, ya no somos
ni sal ni luz; ya no tenemos razón de ser si no somos
portadores de lo distinto. Lo común hay otros que lo tienen
mejor que nosotros, lo distinto sólo lo pueden comunicar los
que tocaron al Distinto, al Santo. El Santo es el distinto. Hay
que velar por la ortodoxia, la verdad y está bien, pero si lo
que creemos no lo traducimos en obras, si no lo encarnamos
en gestos, si no hacemos signos inteligibles, no se podrá
comprender jamás el Evangelio.
El Evangelio, más que para razonarlo, es para probarlo
en la calidad de amor de otro. El amor gratuito es el único
idioma que todo hombre puede comprender que no
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2ª meditación
“La gratuidad del amor”
entiende… Alguien me hace un favor, no entiendo. No
entiendo cómo alguien me hace algo si no es para algo:
qué me vas a cobrar, qué me querés vender. Todo hombre
entiende que hay algo que no entiende, va más allá de la
justicia y que, por lo tanto, ante el amor gratuito está ante
una noticia siempre nueva y siempre buena. Eso lo entienden
todos. Por ejemplo visitar a un preso, a un enfermo, tomar la
iniciativa en el amor. ¿Por qué hacen esto? Qué lindo sería
que el amor cristiano suscitara siempre esta pregunta. ¿Por
qué están haciendo esto? No entiendo. Ojalá, fíjense en
nuestra vida comunitaria: no entendemos tanto, a veces,
lamentablemente decimos: entiendo porqué hacen esto, me
la están devolviendo....Nos movemos muchas veces en el
plano de la justicia; qué lindo sería que no entendiéramos.
¿Cuál es la contrapartida de la gratuidad? ¿Por qué la
gratuidad, si es algo tan lindo, aparentemente es algo tan
difícil de vivir y, a veces, hasta la rechazamos? La
contrapartida de la gratuidad es una profunda experiencia
de pobreza, de creatureidad, de humildad. Porque si el amor
es gratuito, quiere decir que no me lo merezco, que yo no lo
compré, que no lo valgo. ¿Se entiende? Y hay una raíz de
orgullo, de soberbia, como diciendo yo quiero tener lo que
gané, lo que valgo, yo puedo esto... La gratuidad es la
confesión de la radicalidad de nuestra pobreza total.
Muchos dirán: “Puedo abandonar todo menos la sensación
de estar haciendo algo que justifique mi existencia”. Yo tengo
que tener la sensación de que me estoy ganando la salvación.
Nos cuesta entregar esa sensación, no nos rendimos, yo me
la quiero ganar de muchas formas. Fíjense si no se descubren
intentando merecer el amor. En el fondo hasta por seguridad;
porque estar a merced de otro… ¿y si se cansa? Cuando uno
tiene algo que ganó, no sólo es el orgullo de decir me lo
gané, sino si lo pierdo sé cómo lo encuentro, me lo gané. En
cambio cuando dependo de otro es una pobreza, estoy a
merced:
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2
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
“como los ojos de los servidores están fijos en las
manos de su señor, y los ojos de la servidora en las
manos de su dueña” (Salmo 123, 2).
La gratuidad del amor es la más maravillosa y tremenda
de las intemperies. Si alguno de nosotros quiere vivir en la
intemperie, mucho más que vivir sin techo es vivir sin méritos,
no es no tener un peso en el bolsillo, es no tener ninguna
garantía de que el amor me lo merezco y, sin embargo, te lo
creo y descanso en tu fidelidad aunque me sienta un pobre.
La gratuidad no es bien vivida si se soporta porque no
hay más remedio, ello engendraría un amargo resentimiento.
Y cuando se soporta engendra resentimiento, la pobreza material y la espiritual. Cuando soy pobre resentido es que
todavía no he terminado de entender el amor y la gratuidad.
La gratuidad bien vivida engendra gratitud, gozo, libertad.
La libertad que nos da el hecho de haber sido liberados de
lo peor, de autosalvarse. “Amor con amor se paga”, se
acuerdan qué lindo lo de Teresa, amor con amor se paga,
que es lo mismo que decir gratuidad, gratuidad. La vida y el
amor son un gesto de Dios y mi respuesta amorosa y libre es
un gesto gratuito a Dios. ¡Qué diferente es estar comprándose
el Cielo, a vivir agradeciéndolo! ¡Qué distinto saberse
consagrado para salvarse que, porque me salvaron, me
consagro a la gratitud! Quiero pasar mi vida dándole gracias
a Dios, en los hermanos, en el culto, porque Él me amó. La
vida cristiana es una gran acción de gracias; bien vivida es
la gratitud, una vida hecha gratitud.
El amor no se conquista; él nos conquista. El amor nos va
seduciendo. Por eso es imprescindible, como Pedro, aprender
a dejarse lavar los pies, él quería hacer y, primero, tuvo que
dejar que lo limpien, aceptar desde lo más profundo que Él
muera por nosotros. Aceptar que Él me va a salvar, o dejar
que alguien se sacrifique por mí. Cuántas hermanas se
sacrifican por todos, pero qué pocas dejan que alguien se
40
2ª meditación
“La gratuidad del amor”
sacrifique por ellas. ¿Dejo que alguien me haga un favor a
mí? Un signo de esto, de estar en esta atmósfera de gratuidad
es dejarse regalar: cuando me dejo regalar (que alguien me
regale su tiempo, su cariño, un favor, su presencia, me dejo
regalar) y cuando sé regalarme (me sé regalar: yo también
sé donar lo más lindo que tengo, mi tiempo, mi persona, mis
talentos, mi corazón), es decir darme y permitir que se me
den.
El verdadero arte tiene por origen la gratuidad. Cuando
uno está con un artista, un artista de raza, en el fondo es
alguien que tiene la necesidad de expresar, de comunicar la
belleza, que, finalmente, es la gratuidad que encontró.
Encontró algo que lo sorprende, lo cautiva y no se lo puede
callar. Encontró la belleza, el amor, la vida. El arte se desvirtúa
cuando tiene otra finalidad, el verdadero artista nunca le
puede poner precio a su obra, los verdaderos artistas son
tontos, comercialmente hablando, porque el arte no tiene
precio. Los hombres seremos verdaderamente hombres
cuando seamos artistas, los artistas no son sólo algunos, todos
somos artistas. El hombre es imagen y semejanza del Creador,
somos creadores. Pero ¿cuándo seremos artistas?, que es lo
mismo que decir: ¿cuándo seremos verdaderamente
hombres? Cuando nuestro obrar, sea el que fuere, ya no sea
para adquirir dignidad sino para expresar y comunicar la
que tenemos. No hago esto para ver si valgo a los ojos de
los demás, no es que tenga que hacer algo para volverme
valioso sino: porque descubrí que soy valioso hago algo para
expresarlo. Muchas veces nosotros vivimos haciendo algo
para volvernos valiosos. Hay vidas esclavas, como diciendo,
a ver si viendo mi colegio, valgo; a ver si viendo el apostolado,
a ver si ven este retiro y valgo, ¡qué triste! En cambio, el artista:
descubrí que soy valiosísimo a los ojos de Dios, entonces
expreso lo que encontré, lo comunico.
La gratuidad es tan extraña a nuestra cotidianeidad, que
si no velamos para contemplarla, con el tiempo creeremos
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2
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
que no existe. Si todos los días no rezamos y nos ponemos
ante el misterio del Amor de Dios, si no paramos y pensamos
lo que en el fondo nuestro corazón desea, si no somos
profundos, a la larga creemos que la gratuidad no existe
porque no se ve, no está a flor de piel. ¿Y cómo nos damos
cuenta que perdimos la gratuidad? Cuando nos encontramos
luchando y no adorando, cuando nos encontramos angustiados
y no servidores, tristes y no alegres. Hay que ir a buscar la
sabiduría; está, pero hay que ir a buscarla. El paisaje está
pero hay que salir a caminar para verlo. Don y tarea.
Cuando un hombre dice gracias, es que ha tomado
conciencia de que hubo un trato no debido o más allá de lo
debido. Yo fui a comprar zapatos; si el zapatero es agrio,
¿cuánto vale? deme..., tome..., no hubo gracias. En cambio
“Hermana ¿cómo le va?”. Una sonrisa, ¡gracias! ¿Por qué
dijimos gracias si no hubo un trato comercial? Hubo algo
más. Los humanos percibimos enseguida lo distinto, es un
más allá de la justicia, gracias es expresión de haber percibido
la gratuidad. Es la expresión religiosa por excelencia, al
comenzar a vislumbrar cómo Dios nos trata.
La vida religiosa es un “gracias” totalizador. “Gracias” es
la actitud totalizadora de la vida. Quiero decirte gracias,
Señor, no sólo con palabras sino con todo mi ser; mis votos
son una manera de decirte gracias, por eso los tres votos
tienen esa pretensión de totalizar la existencia. Yo te quiero
decir gracias porque vislumbré la gratuidad de tu amor.
Gracias es la actitud totalizadora, un “gracias” que abraza
toda la existencia, fruto del encuentro con Jesús. ¿Se puede
terminar experimentando otra cosa al escuchar la parábola
del hijo pródigo? ¿Se puede vivir de otra manera si nos hemos
detenido a contemplar la cruz?
Un contemplativo no es el que dice palabras bonitas o el
que sale extasiado de la oración, dicho de mal modo, “con
cara de estampita”. El contemplativo sale de la oración con
42
2ª meditación
“La gratuidad del amor”
deseos de abrazar con gratuidad y de encontrar la oportunidad de decirle gracias a Dios en todo lo arduo que hoy
encuentre. Hay maneras de quedarse diez minutos en la
capilla que son malas: porque te di gracias ahora voy a vivir
mi vida. Por supuesto hay que dar gracias un rato,
entiéndanme bien. Qué lindo sería un ratito de acción de
gracias en la capilla, pero ahora empieza la acción de
gracias en la vida. Santa Teresita se quedaba dormida y por
eso decía: “Te voy a dar gracias todo el día”.
La Eucaristía es justamente el sacramento de la gratuidad.
Fíjense la palabra, acción de gracias, la Eucaristía, es un
gracias que se ofrece y un gracias que se expresa. Dios nos
ofrece su gracia y nosotros le damos las gracias. Es un
encuentro de gratitud. Celebración y acogida de la gratuidad
del Amor de Dios, eso es la Eucaristía. Y yo mismo, al decir
esto, digo ¡qué ciego que soy!, todos los días celebro la
Eucaristía y no sé si todos los días tengo la temperatura del
corazón que tengo ahora, no sé si me doy cuenta de lo que
estoy haciendo.
El culto más sublime consiste en consentir ser amados sin
entender por qué, es el culto más bonito que le puedo dar a
Dios, sin escarbar angustiados en nuestra nada, sino gozosos
en su amor. ¿Querés escarbar? Bueno, pero dejate de
escarbar tu nada y empezá a escarbar su Corazón. Sin
entender porqué pero comprendiendo esto: que de no
comunicar esa gratuidad, tal vez podríamos estar constatando
con los hechos que todavía no la hemos recibido. Amor saca
amor.
Quien no comunica gratuidad en el fondo es quien todavía
no la ha recibido porque quien la recibe no puede sino darla.
Es la sabiduría de la muerte, esa sabiduría que tiene la persona que se está muriendo, y es esa visión clara de la vida
que tiene el hombre al final. ¿Cuál es esa sabiduría?
Comprender que todo nos fue ofrecido. ¿Cuál es la terrible
lucidez del hombre que agoniza? Dios me regaló todo y yo
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2
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
¿qué hice?, ¿lo gocé?, ¿lo viví? Pensar que era gracia, don,
oferta, no conquista; la vida me la dieron, la vida me la
sacan; era don, era oferta. Esa es la lucidez de la muerte, la
sabiduría de la muerte. Que no sea una sabiduría tardía y
llena de arrepentimiento por no haber vivido; que no seamos
lúcidos sólo en el último instante; a ver si podemos ser un
poco más lúcidos antes pero no para no condenarnos, sino
para vivir mejor. ¡Ojalá nos diéramos cuenta de que todo
nos ha sido ofrecido!
Vivir es dejarse regalar la vida, vivir es dejarse regalar
este ser que somos. Todos los días tenemos que decirle a
Dios cuando amanecemos: ¡Gracias! Me diste nuevo este
regalo que soy, acojo este regalo que soy. Convivir es dejarse
regalar hermanos, amanecer un día con hermanos; no es
tengo que soportar a estos, sino estos son los que hoy el Padre me regala para amar y para hacer conmigo el camino.
¿Acaso un hombre simple no se llena de alegría al ver
que su hijo disfruta de un humilde regalo? Si queremos llenar
de gozo el Corazón del Padre, ¿cómo podemos hacer?
Sepamos en Cristo y con todo el amor que el Espíritu infunde
en nuestro corazón, sepamos abrazar esta vida concreta con
las circunstancias concretas que nos tocan vivir, ellas son el
regalo que Dios nos hace, que nosotros podemos convertir
en ofrenda. Si queremos contentar al Padre tenemos que
terminar de abrazar con amor la vida real que nos toca vivir,
sabiéndola regalo suyo y oportunidad de ofrenda para
nosotros. Nosotros también la podemos hacer regalo, si la
pasamos por el corazón y se la devolvemos “salada”, si
ustedes quieren; salada por nuestro amor, algo le pasó, no
sólo pasó por un caño, este día pasó por mi corazón.
En María, “gracias”, no es sólo un canto, sino es servicio…
María canta su actitud de gratitud, que encontramos en la
visita a Isabel, se hace canto y servicio. La acción de gracias
no se reduce a cantos de acción de gracias, canto y servicio.
O podríamos decir no sólo servicio sino también canto.
44
2ª meditación
“La gratuidad del amor”
Porque a veces servimos con cara larga. Canto y servicio,
servicio y canto.
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45
3ª meditación
“Lo incondicional del amor”
“Me compadecí de ti con amor eterno”
(Isaías 54, 8)
El verdadero amor es incondicional. Porque el amor es
gratuito, es incondicional, no está condicionado por nada
para empezar, no es “te amo si...”, sino “te amo”. Por eso,
aunque todo cambie nada cambia, porque la motivación
no es nuestra bondad sino es su bondad. La gratuidad es el
fundamento de lo incondicional; no está condicionada por
nada, no se fundamenta en otra cosa que en la libre decisión
de amar. El fundamento es su libertad, su decisión y no lo
que somos.
El amor es más fuerte que el tiempo, que a veces parece
llevárselo todo. Con el tiempo vemos que se deterioran los
edificios, que cambian los paisajes, que cambiamos nosotros,
parece desgastarlo todo. Sin embargo el amor es más fuerte
que el tiempo, el tiempo al amor no lo toca. El olvido y el
cansancio, el cambio de circunstancias parecen amenazar
lo incondicional del amor. A veces uno dice: “a tal persona
la conocí, cambiaron las circunstancias y parece otra”, y eso
hace que nuestras amistades fluctúen, varíen, sean tan
inestables. Estamos tentados a pensar que también es así
para Dios.
Por eso no es extraño que Moisés se haya detenido ante la
zarza ardiente que no se consume (Éxodo 3), y era justamente
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
la imagen del Amor de Dios que no cambia, que no se gasta,
que no se apaga. Lo extraño no era ver un fuego en el desierto
sino que este no se consumiera. Allí estaba Dios, eso era lo
distinto; no cambia, no se apaga; cuando Moisés se acerca:
“Dios dijo a Moisés: «Yo soy el que soy»” (Éxodo,
14),
el que está amando y no se cansa ni se olvida aun ante las
resistencias e ingratitudes del hombre.
Se acuerdan que Dios le va a decir, bien vista tengo la
aflicción de mi pueblo; habían pasado 400 años, parecía
que Dios se había olvidado. Sin embargo, soy el Dios de
Abraham, de Isaac, de Jacob.
Algo de esto, de lo incondicional, si vamos a un ejemplo
humano simple, expresamos cuando decimos: hay hombres
de palabra, hay gente que cuando dice te doy mi palabra la
cumple, cuyo sí es sí y cuyo no es no, esos hombres para los
cuales dar la mano vale más que un documento, como
diciendo papeles, recibos, no, yo te doy mi palabra, te doy
la mano; en algún momento era sinónimo del hombre noble.
Hay cosas que se van perdiendo si no hay incondicionales,
hombres de palabra, hombres capaces de mantenerse fieles,
esos hombres que son capaces de mirar a los ojos y
permitirnos asomarnos hasta el fondo, que no tienen nada
que ocultar, donde no hay doblez. ¡Qué lindo cuando estamos
ante alguien que es lo que es, incondicional, que no se oculta,
que se lo puede mirar!
Con el tiempo creo que todos hemos aprendido a
desconfiar del mañana, empezamos a sentir inseguridad con
respecto al futuro, ya que al ser temporales no sólo sabemos
que el tiempo transcurre, que el tiempo va pasando sino que
nos va haciendo diferentes. Hemos aprendido que pensábamos una cosa a una edad y a otra pensamos distinto, que
sentimos una cosa y a otra edad sentimos diferente. Cuando
miramos el futuro decimos: ¿y yo voy a sentir lo mismo,
48
3ª meditación
“Lo incondicional del amor”
pensar lo mismo? Empezamos a darnos cuenta que la
palabra “siempre” es difícil de usar.
Hasta santa Teresa, dialogando un día con san Juan de la
Cruz le dice: “aprende a desconfiar de la palabra siempre”.
Ella era mayor, a ese joven le va a decir que, con los años,
aprendió a desconfiar de la palabra “siempre”. Muy pocas
cosas son para siempre, otras cambian, varían.
Las circunstancias son más poderosas de lo que solemos
imaginar. Muchas veces decimos “yo nunca voy a pensar de
otra manera” y, con el tiempo, “mirá lo que me encuentro
pensando, o sintiendo o haciendo”. Las circunstancias nos
hacen ver las cosas de otra manera, nos hacen cambiar de
opinión.
Por eso el amor exige un buen fundamento o, mejor dicho,
no hay otro fundamento que el verdadero amor. Para que
algo no cambie tiene que estar muy bien solidificado, muy
bien apoyado, hace falta una base muy sólida. Sólo el
verdadero amor es el que no cambia; por eso los gustos, los
fervores cambian, muchas cosas cambian; lo que puede no
cambiar es justamente el amor. Como dice la canción: “Cambia, todo cambia, pero no cambia mi amor…”. Menos mal.
Hay cosas que permanecen. El amor es garantía de lo inalterable, por eso el hombre vale el compromiso eterno de
Dios. Fíjense lo que le dice Isaías en nombre de Dios al
hombre: “Con amor eterno” te amé..., el hombre vale el
compromiso eterno de Dios, ¡vaya si es valioso! El hombre
vale el compromiso eterno del hombre, por eso por ejemplo,
en el matrimonio, cuando la Iglesia defiende la
indisolubilidad no es que está queriendo poner como grillos,
en el sentido de cadenas, al amor humano, sino al contrario,
está defendiendo al hombre diciéndole: “Vos valés que
alguien se comprometa con vos hasta el fin”, no sos
descartable; el hombre es para siempre. Y eso es lo que hace
Dios con el hombre, y por eso la respuesta, para siempre, es
el eco de haber sido amados para siempre. Nuestro para
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3
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
siempre es la manera de devolver, o decir: “entendimos tu
fidelidad, y por eso queremos responderte con fidelidad”.
Un signo de la presencia del verdadero amor consiste en
la resistencia a los límites. Cuando hay amor no soporta los
límites. Aun la expresión más vulgar, humana, dice: “te quiero
para siempre, no te vayas, te quiero todo, toda, no un poco”.
El amor lo quiere “todo”, esto lo dicen las novelas y lo dice
Teresita de Lisieux; quiero todo, cuando hay amor, no quiero
un poquito, yo quiero todo, el amor lo quiere todo y lo quiere
“siempre”. No hay derecho al todo si no hay siempre. Un
ejemplo más fácil en el plano humano, vos querés a esta
chica entera, bueno pero para siempre, no por un rato. Lo
mismo con Dios.
No hay derecho al “todo” si no hay “siempre” y, sin
“siempre”, es difícil asumir “todo”. Un educador, un padre,
un esposo necesita tiempo para amar, el amor necesita
tiempo para desplegar su obra. Yo me hago cargo de alguien,
pero denme tiempo; como diciendo hay que educar a estos
chicos, hay que educar a esta novicia, pero necesito tiempo.
Denme tiempo, porque sin tiempo yo no me puedo hacer
cargo del todo. Todo, implica siempre y, para asumir a la
persona entera, hace falta toda la vida.
Lo incondicional del amor hace que Dios no se pueda
desentender del hombre que creó y de todo lo que ama. “Con
amor eterno” te amé. Su amor no se puede desentender de
nosotros. Esa es la debilidad de Dios, una vez que amó no
puede dejar de amar. Su amor es fiel, misericordioso,
compasivo. Todas palabras que empleamos para decir lo
que descubrimos de un amor incondicional aunque cambien
las circunstancias. Un Dios que no sólo no se detiene ni se
desentiende de nosotros, sino al contrario, si uno mira la
Biblia, Dios es el Dios que por las alianzas se quiere
comprometer cada vez más. La historia de la salvación la
podríamos titular la historia de las alianzas progresivas y
cada vez más profundas con el hombre (con Noé, la del Sinaí,
50
3ª meditación
“Lo incondicional del amor”
la Nueva Alianza prometida por los profetas; esta es la
Sangre de la Alianza nueva y eterna, en Jesús y, como dice la
Carta a los Hebreos, de una vez y para siempre). Un Dios
que acelera cada vez más el dinamismo del amor
queriéndose comprometer e invitándonos a comprometernos
con Él. Como Dios nos ama, no quiere ser sólo Él el que
actúa, porque en el amor hacen falta dos. Dios se
compromete, alguien empieza, pero hacen falta dos. Dios
se compromete para despertarnos, para comprometernos a
que nosotros nos comprometamos con Él.
“Haré de ustedes mi Pueblo y yo seré su Dios” (Éxodo
6, 7).
“Ustedes serán mis amigos si hacen lo que yo les
mando” (Juan 15, 14).
Yo lo hice; ahora les pido también a ustedes la respuesta.
Tanto se compromete Dios que se hace uno de nosotros,
tanto se compromete con el hombre, que nuestro problema
ahora es suyo. Al asumir Jesús al hombre ya no es “ese es tu
problema”. Desde que Dios se encarnó ahora mira al hombre
y dice: “ese es mi problema”. Es un Dios que quiere que lo
nuestro sea suyo. “Esto es mi Cuerpo” esto que pusiste vos en
el altar, ahora es mío, esto que pusiste sobre el altar ahora es
mi Sangre. ¿Para qué? Para que lo mío sea tuyo, tu problema
es mío y mi plenitud es tuya. El que era rico se hizo pobre
para enriquecernos con su pobreza. Recuerdo al ver la película
“La Misión” que, cuando el P. Gabriel, superior de la
comunidad, termina de enterrar al sacerdote que había
enviado primero entre los aborígenes, dice: “a este lo envié
yo, ahora me toca a mí” y, despojado de todo menos de su
oboe, se introduce en la selva. Algo de esto es lo que hace el
Padre con nosotros, como si Dios hubiera mirado la historia,
hubiera visto nuestros dramas, la guerra, la pobreza, los odios
y hubiera dicho: “a este lo creé yo y está en problemas, ahora
me toca a mí…”.
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3
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
Dios se hace responsable hasta el fondo de lo que crea.
Qué bueno sería encontrar más personas que se
comprometieran hasta el fondo. Esto lo empecé, esto lo
termino, y no: me desentiendo. ¿Acaso no es este el mensaje
de la parábola del Buen Pastor, de La oveja perdida? ¿No es
esto lo que tuvo que aprender Pedro cuando Jesús le dice,
lleno de ternura, que él debe ir primero y solo a la cruz.
En la Escritura hay ejemplos incondicionales muy lindos
como la amistad entre Jonatán y David,
“Apenas David terminó de hablar con Saúl, Jonatán
se encariñó con él y llegó a quererlo como a sí mismo.
Y Jonatán hizo un pacto con David, porque lo amaba
como a sí mismo. El se despojó del manto que llevaba
puesto y se lo dio a David, y lo mismo hizo con su
indumentaria y hasta con su espada, su arco y su
cinturón” (1 Samuel 18, 1-4),
el anciano Eleazar
“Eleazar, uno de los principales maestros de la Ley,
de edad muy avanzada y de noble aspecto, fue
forzado a abrir la boca para comer carne de cerdo.
Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida
infame, marchó voluntariamente al suplicio.
«A nuestra edad, decía, no está bien fingir. De lo
contrario, muchos jóvenes creerán que Eleazar, a los
noventa años, se ha pasado a las costumbres
paganas». De este modo, Eleazar dejó al morir, no sólo
a los jóvenes, sino a la nación entera, su propia muerte
como ejemplo de generosidad y como recuerdo de
virtud (2 Macabeos 6, 18 ss.).
Rut:
“Noemí insistió: «Regresen, hijas mías. ¿Por qué quieren
venir conmigo? Vuélvanse, hijas mías, vayan. Yo soy
demasiado vieja para casarme». Ellas volvieron a
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3ª meditación
“Lo incondicional del amor”
prorrumpir en sollozos, pero al fin Orpá despidió a su
suegra con un beso, mientras que Rut se quedó a su
lado. Noemí le dijo: «Mira, tu cuñada regresa a su
pueblo y a sus dioses; regresa tú también con ella».
Pero Rut le respondió: «No insistas en que te abandone
y me vuelva, porque yo iré adonde tú vayas y viviré
donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será
mi Dios. Moriré donde tú mueras y allí seré enterrada.
Que el Señor me castigue más de lo debido, si logra
separarme de ti algo que no sea la muerte». Al ver
que Rut se obstinaba en ir con ella, Noemí dejó de
insistir” (Rut 1, 12. 14-18).
María Magdalena que ya no teme nada sino quedarse sin
Jesús:
“Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo,
y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su
casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada
a los pies del Señor, escuchaba su Palabra. Marta, que
estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa,
dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana
me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude».
Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas
y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas
cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió
la mejor parte, que no le será quitada»" (Lucas 10, 3842).
Ahí tenemos una incondicional; ella aprendió el modo
incondicional de amar de Jesús y por eso se encontró con
Jesús antes que los apóstoles cuando lo fue a buscar entre
los muertos.
Los mártires son los testigos por excelencia del amor
incondicional de Dios. Un Dios que se hace responsable y
suscita la respuesta acorde a lo ofrecido. Los mártires son los
testigos que Dios suscitó desde su Amor incondicional. Mártir
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3
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
significa testigo de lo incondicional del amor de Jesús.
Cuando Jesús le habla a Pedro: “Pedro si comprendiste mi
amor y me amás, apacentá a mis ovejas…, confirmá a tus
hermanos”; si entendiste, ahora te toca a vos, confirmá a tus
hermanos, le está pidiendo que sea testigo.
Lo incondicional no es empecinamiento; una cosa es ser
terco y otra es ser incondicional. Una cosa es lo incondicional
y otra la rigidez, que quiere que nada cambie: que se
mantengan las costumbres, las formas, el modo de pensar,
el horario. A veces, por el contrario, lo incondicional del amor
pide el cambio de las formas. Ser incondicional al hombre
tal vez implique cambiar formas para poder hacernos
entendibles. Ser incondicional no es empecinamiento, no es
rigidez, no es tradicionalismo, en el sentido malo de la
palabra; ortodoxos sí, tradicionalistas no, ortodoxos, fieles a
la verdad, incondicionales a Jesús, sí, pero no a las formas.
Lo incondicional es una calidad de amor que confía que
todo tiene un sentido, el que cree que Dios nos ama en forma
incondicional cree que la vida no es absurda, que no es una
broma. Puede saber, por ejemplo en el plano de la vida
religiosa, que habrá momentos de crisis pero que no es
absurdo ser religioso aunque puede ser que tenga que
cambiar mucho las formas, pero esto no es absurdo. Y por
eso nada más lejano al amor que el escepticismo y la
desesperación. Son escépticos los que pusieron su confianza
en lo que cambia, y se sintieron defraudados, porque
cambió, entonces ahora no creen en nada, ni en nadie. El
que comprendió en qué debe poner la confianza, ese se
sobrepone a los cambios aunque cuesten, porque
comprendió el fondo. No hay que confundir lo absoluto con
lo relativo, Dios es Absoluto, nuestra respuesta de amor es
absoluta, hay formas que son relativas.
Pero hay que comprender que hay “relativos” donde se
pone en juego lo absoluto. Parece un juego de palabras. Por
ejemplo, si todo es tan relativo, son relativos los votos, es
54
3ª meditación
“Lo incondicional del amor”
relativo rezar, la liturgia, participar en la Misa, todo es relativo,
pero ¿dónde expresar mi manera de ser incondicional sino
en forma relativa? Los humanos no tenemos otra forma de
vivir lo absoluto que a través de lo relativo. El amor
incondicional acepta vivir lo absoluto en un camino relativo…
Cuando estaba en el Seminario, como formador, me tocó
siempre el primer año, cuando los seminaristas ingresaban;
yo les decía: hay distintos seminarios con distintos estilos,
entonces tienen razón si ustedes descubren que la forma de
educarlos podría ser de otra manera, sabemos que esto es
relativo, pero lo vamos a vivir como absoluto. Esto es relativo
pero tenemos que ir por un lugar, entonces vamos a ser
honestos, no vamos a decir: esta es la única forma y la
absoluta, y nunca hay que cambiarla, y el que no es como
nosotros no sirve. ¡No! Habría otras formas de hacerlo pero
vamos a hacer esta porque si no hacemos una, no nos
educamos. Lo mismo las Constituciones. Para cada una de
ustedes, en eso relativo, se juega el amor incondicional.
Lo incondicional es el tesoro de una buena amistad, a la
larga es lo único fiable en la vida. Encontrar personas fieles,
amigos fieles, es el tesoro de la vida. Eso que engendra la
confianza en medio de una realidad que tantas veces parece
inestable e incierta. En este mundo que todo parece cambiar
qué bueno es encontrar lo que no cambia, tener esos amigos
o ser uno de ese tipo de amigos con respecto a los demás.
Esta confianza, llena de fe, esperanza y caridad, fruto del
encuentro con lo incondicional del amor, implica una profunda aceptación de la creatureidad. Si confío en el amor de
Dios voy a aceptar y a confiar en que, siguiendo este sendero
que me toca caminar, habiendo tantos otros, no voy a quedar
frustrado si camino por él. Lo creo a Dios incondicional y
creo que si sigo este sendero que es uno de los mil que hay,
siguiéndolo no voy a quedar defraudado.
Tener confianza en Dios y en un Dios incondicional en querer
hacerme feliz implica renunciar a otras cosas o caminos, y
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3
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
creer que no voy a quedar defraudado si me apoyo en Él y
en su Palabra, e implica una renuncia a solucionar “el todo”,
dejándoselo a Dios. A veces nos angustiamos porque
queremos solucionar todo. Lo que pasa está más allá de
nuestros límites. El todo está en manos de Dios, no en manos
de nosotros. El Padre se hizo cargo de todo y nosotros por
Cristo, en Él y con Él nos hacemos humildemente cargo de
todo porque todo nos incumbe, pero sólo a partir de algo y
de algunos… Empezamos a hacernos cargo de todo a partir
del prójimo, a partir de estos “algunos” que forman nuestro
entorno, por supuesto con la mirada lo más amplia posible
y según nuestra responsabilidad tan lejos cuanto podamos.
Si nos hiciéramos cargo de todo nos paralizaríamos y no
haríamos nada. El amor es concreto. Ocupate de esto y creé
que Dios está suscitando por otro lado otros instrumentos
capaces de hacerse cargo de eso a lo que no llegás.
Dicho de otra manera: el abandono consiste en dejar a
Dios el cuidado de mi persona, de mi propia vida, de mi
futuro, de mis seres queridos, la suerte del mundo y de la
Iglesia. Te creo y confío en ti. Yo voy a hacer todo lo que
pueda pero lo voy a saber dejar en tus manos. Mi futuro está
en tus manos de Padre.
Encontrarse con un incondicional es encontrarse con una
encarnación del amor de Dios. Un santo es una especie de
encarnación del amor incondicional de Dios. Lo incondicional
sólo se puede conocer por experiencia, como la gratuidad.
Cuántas personas dicen: “Yo no creo en nadie”, “Nadie ama
para siempre”, y lo dicen porque siempre vieron eso.
Sólo empezamos a creer que hay seres distintos cuando
aparecen, y como apareció un ser distinto en Jesucristo, sus
testigos tienen que seguir mostrando que hay algo distinto
en este mundo. Si la Iglesia tiene que ser testigo de algo, es
de esto. Ser testigo de que el Buen Pastor es incondicional y
lo tiene que mostrar en sus maneras de amar. Amar
incondicionalmente es reconocer que hay algo más absoluto
56
3ª meditación
“Lo incondicional del amor”
que mi propia vida, es confesar la primacía del otro sobre
mí. ¿Cómo se conoce lo incondicional? Lo incondicional sólo
se puede “conocer” por experiencia. Es haber experimentado
que alguien es capaz de morir por mí, con las mil formas
que tiene la muerte… ¿Qué quiere decir mil formas? Desde
el que me dejó elegir la mejor fruta y no se la sirvió primero,
desde lo más simple hasta muchas otras formas, uno dice
éste fue capaz de morir por mí.
Educar no es ilustrar en un enciclopedismo plástico,
permítanme ser malo. Hoy a las novicias se les hacen hacer
muchos cursos pero no sé si saben que sus maestras las aman
hasta la muerte. Eso es plástico. Lo que entra en la cabeza se
evapora. A la hora de la prueba el plástico no sirve, se derrite
con el fuego. La novicia que sabe que las hermanas la quieren,
aun hasta el sacrificio, esa se queda y está formada, porque
formarse no es llenarse la cabeza, es saber que existe el amor
en serio. Y si no lo pude saber antes en mis padres, en mi
historia, lo tengo que aprender en el noviciado, eso es lo que
hay que aprender en el noviciado: existe el amor en serio.
Cuando uno ama incondicionalmente le está diciendo al
otro, tu vida es más importante que la mía; cuando uno es
fiel incondicionalmente a Dios está siendo testigo en el mundo
de que Dios es lo Absoluto y todo lo demás es lo relativo.
Esos son los testigos. Es morir amando a otro como lo hace
un padre o madre con sus hijos, como lo hizo Jesús con sus
discípulos. “Fiel en lo poco fiel en lo mucho”. Es progresivo
el aprendizaje de amar incondicionalmente. No es lo que le
tengo que pedir a la novicia, sí a la maestra; la novicia de a
poquito aprenderá. Es lo que hizo Jesús con los apóstoles,
ellos fueron inestables hasta el final, y Él los amó
incondicionalmente hasta el fin.
“Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que
había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban
en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan 13, 1).
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
Él les enseñó lo incondicional. El camino es lento y
progresivo. Si con tres años (de noviciado) los apóstoles de
Jesús no aprendieron, no nos desanimemos. Si con ese Maestro de Novicios no lo aprendieron en tres años, con nuestros
maestros de novicios no se los pidamos en dos.
El camino es lento y progresivo, pero quien ha sido herido
por el amor incondicional ya está herido de muerte como el
joven Saulo; en el camino a Damasco se encontró con Jesús,
se había enfurecido y convertido porque había visto en
Esteban el amor incondicional de Jesús.
Pablo ya estaba herido de muerte, por eso en Damasco
cayó enseguida, porque Pablo había sido un testigo, era un
novicio que ya había visto que el Maestro lo amaba hasta el
fin; no cambió en el primer momento pero ya estaba muerto
porque había visto lo que nunca había visto: que un hombre
había muerto amando a los que lo mataban y entendió que
no entendía. Cuando Jesús lo encuentra ya está dispuesto.
La buena madera, es un material fiable, duro, resistente,
pero es lenta para crecer… los yuyos crecen rápido, los robles, los árboles buenos, son lentos. Un fiel se hace de a poco.
Los amigos crecen despacio. No caer en la tentación.
Hoy hay mucha necesidad de hermanas y pensamos que
la solución es hacer noviciados intensivos, juniorados
ajetreados. ¿Faltan hermanas? Seamos más lentos en formar
y no más apurados en quemar.
El amor de Jesús es capaz de hacer del inestable Simón
un Pedro roca. Fíjense lo que es capaz de hacer el amor, el
Pedro cascote que se hunde en el mar se convierte en roca
donde apoyar la Iglesia. Cómo el amor puede cambiar a
las personas, pero sólo las cambia el amor incondicional.
Si no cambian mucho los que están frente a mí, me tengo
que preguntar si yo los estaré amando bien. Es la invitación
que Jesús le hizo a Pablo:
58
3ª meditación
“Lo incondicional del amor”
“Tres veces pedí al Señor que me librara, pero él
me respondió: «Te basta mi gracia, porque mi poder
triunfa en la debilidad»” (2 Corintios, 12, 8-9).
La fe en el amor incondicional de
con la falta de compromiso con nada
esté casado, tenga votos o haya sido
del amor de Jesús no puede ser
comprometa con nada ni con nadie.
Dios es incompatible
ni con nadie, aunque
ordenado. Un testigo
alguien que no se
Lo incondicional es ser capaz de compromiso. Es incompatible con la angustia paralizante o hiperactiva. Hay dos
cosas que parecen tan distintas y que, sin embargo son
parecidas. Supongamos el ejemplo típico del paralizado que
no hace nada y el que vive haciendo todo, los dos están
temiendo el silencio y el encuentro con la realidad. Hay dos
maneras de no querer ver, meterme en la cama, cerrando la
puerta y bajando la cortina: entonces todo está oscuro. Hay
otra forma: estoy afuera pero tan ajetreado, que en el fondo
tampoco veo nada. El incondicional puede mirar la realidad
aunque sea dura, pero la ve como es, y se compromete con
la realidad a pesar de que ella es la que es.
Lo incondicional es incompatible con el no poder, no saber o no querer descansar. El que cree que Dios está velando
sobre el mundo, sobre mí, sobre los que amo, sabe irse a
dormir, sabe descansar, sabe tomarse vacaciones. Hay
maneras de no descansar nunca, que más que fidelidad hasta
el extremo, es dudar de que si yo no lo hago, no lo hace
Dios. Si le creo al Padre, tengo que dejarlo un poco más ser
Padre.
Es sano tener un cierto temor a defraudar a quienes confían
en nosotros, es sano haberse dado cuenta de que es muy
grande lo que tenemos que mostrar, pero si esto llega a
atormentarnos, ya no sería válido. Si impide dejar que las
personas confíen en mí por temor a defraudarlos, en el fondo
no confío.
59
3
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
Hay que animarse, aunque nos quede grande, a que los
demás se apoyen en nosotros.
Hay una falsa humildad en decir, yo no puedo, no me meto;
en el fondo es no me quiero hacer cargo, me da miedo. Como
es tan difícil ser testigo del amor incondicional de Dios, el
Padre que nos ama nos va disponiendo para poder ser sus
testigos, por eso nos templa como al acero, nos pone a
prueba para hacernos fuertes.
Si un hombre tiene que hacer un arado va a tener que
buscar un acero muy duro y resistente, porque ese acero va a
tener que abrir la tierra dura; no es lo mismo el acero
necesario para hacer un arado que una mesada de cocina.
Los dos pueden ser de acero pero una es una capa finita y la
otra tendrá que ser a prueba de resistencias, y eso lo hará
quien sabe hacer el acero dándole solidez.
Lo mismo Dios con nosotros; para formar un arado Dios
también nos tiene que templar, nos tiene que ir haciendo
fuertes. Por eso hay que permitirle que nos vaya haciendo
fuertes, incluso a través de pruebas; hay que saberse dejar
poner a prueba sabiendo abrazar nuestro camino, el que
nos toca vivir. Dios nos está educando y nos está haciendo
fuertes a través de las pruebas que nos está haciendo vivir. Le
tenemos que dar permiso para que nos convierta en alguien
fuerte, capaz de sostener la fragilidad de los otros.
Pablo dirá en su ancianidad, los fuertes debemos sobrellevar a los débiles. Pero nadie nace fuerte, la fortaleza que
viene de Dios, suele manifestarse curiosamente en los más
débiles. “Mi fuerza se muestra en la debilidad”. Digamos
con Pablo
“Sé en quien he puesto mi confianza” (2 Timoteo,
1, 12).
El sí de María, podemos constatarlo al fin de su vida, fue
tan incondicional como el amor que supo acoger de parte
de Dios.
60
3ª meditación
“Lo incondicional del amor”
Ese Sí de la Anunciación no fue un sí juvenil, entusiasta,
ignorante, fue un sí tan profundo como el amor que supo
Dios le estaba dando. Jesús es la encarnación del amor
incondicional del Padre. Si aprendiéramos a contemplar la
cruz o a mirar el pesebre, nos encontraríamos justamente con
lo incondicional del amor del Padre.
3
61
4ª meditación
“El amor es progresivo.
La mostaza y la levadura”
“El Reino de los Cielos se parece
a un grano de mostaza
que un hombre sembró en su campo.
En realidad, esta es la más pequeña de las semillas,
pero cuando crece es la más grande de las hortalizas
y se convierte en un arbusto,
de tal manera que los pájaros del cielo
van a cobijarse en sus ramas”
(Mateo 13, 31-33)
Así como la mostaza y la levadura son pequeñitas pero
fermentan y van creciendo, así también el amor, puede tener
comienzos muy humildes, pero progresivamente va creciendo.
Una vez que hemos descubierto (y acá cada palabra tiene
peso) y aceptado que el Absoluto (lo que busca nuestro
corazón, Dios) es trascendente, (no está a nuestra vista, a
nuestro alcance, a la medida de nuestros oídos, de nuestro
tacto, de nuestra razón, cuando decimos trascendente es que
trasciende todos nuestros modos), se puede abrazar y celebrar
lo relativo, este mundo en el que vivimos con todo lo que implica. Si no hacemos esto, es señal o que renunciamos a lo
63
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
Absoluto, es decir que nos hemos conformado con una
medida más pequeña que la que tiene nuestro corazón,
entonces abrazamos y celebramos lo relativo como un fin;
vivimos permanentemente sobre valorando todo,
idolatrando, dando a las cosas o a las personas más valor
de lo que tienen, para poder saciar ese espacio infinito que
tiene el corazón. La única manera de abrazar y celebrar lo
relativo como tal es si antes hemos descubierto y aceptado
que Dios es Dios y está más allá. Esto que parece muy
razonado y frío, que tiene consecuencias existenciales muy
concretas, es una verdad espiritual aplicable permanentemente.
Un Padre que nos quiere dar todo. Dios nos quiere dar todo,
no es que nos quiere dar un poco o sacar lo poco que nos
queda; nos quiere dar todo, pero porque nos ama bien, sabe
que tendrá que disponernos progresivamente, por nuestra
pequeñez y por lo grande que nos ofrece. Por eso hay cosas
que se aprenden progresivamente porque somos muy
pequeñitos y porque aquello que nos quieren enseñar es muy
grande, por las dos cosas: entonces el Padre nos tendrá que
disponer progresivamente ¿Para qué? Para que puedan
convivir simultáneamente, acá la palabra tiene fuerza, la
conciencia de tanta pobreza con la de tan sublime destino
como tenemos los hombres. A veces o nos olvidamos que
somos pobres y nos creemos más de lo que somos o nos
acordamos sólo de que somos pobres y no de que estamos
llamados a algo muy grande. Para poder vivir bien frente a
Dios y frente a la realidad hace falta acordarse siempre,
simultáneamente, de estas dos cosas: somos pobres pero
llamados a algo muy grande. Una humildad que no paraliza
sino que hace tomar conciencia de que, para alcanzar la
plenitud, nos tendremos que tomar de la mano de otro, porque
nuestro destino es grande, es amplio y nosotros pequeñitos.
Tal vez sea bueno recordar aquella definición que decía:
“la oración más que un instrumento en manos del hombre para
64
4ª meditación
“El amor es progresivo: la mostaza y la levadura”
pedirle cosas a Dios, es un instrumento en manos de Dios para
entregarse al hombre sin violencia”. Dios, a través de la
oración, nos va educando hasta el punto de que comencemos
pidiendo cosas como Abraham, hasta terminar pidiéndole
que se nos dé: “¡Ven Señor Jesús!”. Nuestra oración comienza
pidiendo cosas, pero si la oración fue verdadera y dejó que
Dios en ella nos fuera trabajando el corazón, un día vamos a
descubrir que ya no queremos cosas sino que le decimos:
“Te entendí”. La oración nos va ayudando a entender y a
pedir el verdadero objeto de la esperanza humana y cristiana
que es Dios.
¿Acaso la creación y la historia entera, no son un crear las
posibilidades de un encuentro amoroso, un ir seduciendo
nuestro tímido y asustado corazón? ¿Se puede soportar tanta
grandeza, tanto amor, tanta belleza, tanta verdad como la
que nos están ofreciendo? Es verdad, lo que Dios nos quiere
ofrecer es a Dios. Esa es la altura, la estatura de la vida, ¿No
nos aniquilará tanta desproporción?.
No siempre huimos del rostro de Dios por desprecio, del
amor, de la verdad, sino porque tememos morir, cegarnos, y
extasiarnos…Cuántas veces no nos animamos a rezar en
serio, a ver si nos damos cuenta que esto es en serio, porque
si esto es en serio la vida es otra cosa, la tenemos que tomar
de otra manera, por eso a veces nos evadimos porque no
nos queremos dar cuenta que esto es tan grande.
Por esto mismo, porque la grandeza, la belleza es tan
grande, a veces vivimos a medias, nos protegemos. Ahora
voy a decir la otra cara de la moneda: a veces no queremos
vivir con tanta conciencia y profundidad porque tememos un
día hacernos esta pregunta: ¿se puede soportar tanto dolor,
tantos corazones desgarrados, tanta pobreza y tanta miseria
como vemos, tanta soledad? ¿Acaso a alguna de ustedes no
se les movió el corazón al ver una mamá con un niño muerto?
Por eso a veces queremos anestesiarnos, incluso a veces nos
hacemos falsos problemas. ¿Nunca les pasó de estar
65
4
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
hablando una hora de problemas, pero que no son sus
verdaderos problemas? Miren si un día no tenemos
problemas y nos damos cuenta del problema que es vivir,
que es existir.
Y sin embargo en cada creatura, en cada acontecimiento,
en cada circunstancia, pero sobre todo en el rostro humano
de Jesús, el Padre se nos ofrece. Si supiéramos creer y mirar
nos estaríamos dando cuenta de que Dios se nos está
ofreciendo. Quien sepa vivir, quien vaya interpretando bien
su existencia, se dará cuenta de que, en el fondo, hay un Dios
que se nos va entregando, hasta que un día rompa el velo de
este encuentro; eso es lo que entendieron los místicos.
Lo que voy a decir es una simplificación pero a veces son
necesarias para entender. Es relativo pero es válido. En nuestra
vida hay un necesario proceso, uno va pasando por etapas,
no sólo etapas de edad, sino etapas espirituales y
psicológicas, voy a poner tres, podría haber muchísimas más.
Hay un necesario proceso de infancia o encandilamiento
natural, ¿qué quiere decir infancia o encandilamiento natural? Cuando uno está encandilado ve una luz que lo ciega y,
paradójicamente es una luz que ciega. Un niño va
descubriendo la vida y, encandilado por las cosas que
descubre, está como fascinado por la existencia, porque va
descubriendo todo. El estado del niño es el estado de
sorpresa. Esta etapa dura mucho, estrenando la vida, por
primera vez.
Hay una segunda etapa: de defraudación desesperada,
cuando uno tiene la sensación que ya vio todo, que probó
más o menos todo y no lo llena. Defraudación desesperada.
Y por último, una etapa de reconciliación esperanzada,
¿qué quiere decir? Yo buscaba todo y no lo encontré pero
me reconcilio con este mundo porque algo me ofrece, algo
hay. Este libro no es el cielo pero me ayudó, me dijo algo,
encontré luces, consuelos, me ayudó a rezar. Fue leña que
66
4ª meditación
“El amor es progresivo: la mostaza y la levadura”
encendió mi fuego por unos días. Algo de esto expresa aquel
dicho popular que nos dice que para un niño su padre es un
genio, para un joven ni sabe, ni sirve para nada y, para un
adulto, el clásico: “en esto el viejo tenía razón”.
Cuanto antes hagamos este proceso mejor, cuanto antes
podamos llegar a lo último mejor, no vaya a ser que nos
pasemos la vida luchando y no viviendo, luchando con una
realidad que no es como la soñamos, pero que es la que es,
y en la cual tenemos que vivir. Digo cuanto antes lleguemos,
pero por las dudas aclaro, que no se pueden quemar etapas.
Y el que pretende pasar demasiado rápido a la última vuelve
a la primera. Las etapas hay que vivirlas: que el niño se
encandile, que el que está defraudado lo experimente hasta
el fondo y que el que se reconcilie, se reconcilie de a poco y
con esperanza profunda, y no con una nueva ilusión que
pronto lo va a defraudar.
La música y los paisajes se quedan siempre balbuceando
un más allá; cuando uno escucha una bella música, cuando
uno mira un hermoso paisaje, siempre se quedan
balbuceando, intentando decir y mostrar lo que no se puede
mostrar, posible de sugerir pero imposible de entregar; las
palabras, aun las más precisas de un filósofo o de un teólogo
o las más dúctiles y humildes del poeta y del místico,
relativamente pronto se muestran insuficientes para poder
decir lo que está más allá; el gesto más profundo de amor,
defrauda nuestras expectativas ya que el otro siempre será el
otro. Por ejemplo, yo estoy solo y quiero darle un abrazo a
alguien para sentirme acompañado; al rato me doy cuenta
que el otro es el otro y que yo soy yo, aunque estemos
abrazados; el gesto no puede terminar de hacernos uno.
El rostro de alguien, el cuerpo de alguien serán siempre
una epifanía, una manifestación de un misterio siempre
escondido; puedo ver el rostro de alguien, pero su misterio
está más allá. Yo puedo ver el cuerpo de alguien pero su
misterio siempre está más allá. Y, sin embargo, si somos
67
4
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
capaces de superar el desconcierto que nos provoca esto de
estar buscando lo que no se puede encontrar, si somos
capaces de superar la sensación de defraudación que a veces
la vida nos deja, si somos capaces de superar el enojo y
sobreponernos de las heridas que nos provocó este choque
con lo real, constataremos que es falsa la alternativa “todo o
nada”, y que “algo” puede ser mucho.
A ver si se entiende, queremos todo y como no encontramos
todo, despreciamos lo que encontramos. Encontrar algo es
mucho, ese algo es mucho, ese algo que encontramos nos
hace humildes, es ir aceptando de a poco, no todo de golpe.
¿Buscás la verdad?, aceptá, tené la humildad de encontrar
verdades, no de un día para otro entender todo. ¿Querés saber quién sos?, tené la humildad de ir encontrando rasgos de
tu persona, y no poderlo saber todo ya.
Ese algo, nos educa en la ansiedad que devora la realidad
sin gustarla. La persona ansiosa, exagerándolo un poco, traga
y no saborea. Eso que algunos hacen cuando comen, es lo
que nosotros hacemos cuando vivimos, tragamos sin
saborear. Por ejemplo, uno le presta a otro un libro que es
profundo, viene a la semana y dice, ya lo leí, quiero otro.
¿Lo habrá leído? Nos van educando dándonos de a poco,
¿para qué? para que rumiemos, para que asimilemos, si nos
dan todo de golpe, no lo podemos recibir.
Más aun, que ese “algo” puede esconder un “todo” que
nos toca y consuela, ¿Qué quiero decir con esto? Cuántas
veces hemos tenido experiencias de Dios escondidas en
humildes circunstancias. Entonces el “algo” no lo
despreciemos, porque puede esconder un todo, esto les pasó
a los que Jesús les pasó al lado y no lo reconocieron: “pero
si éste es el Hijo del carpintero, si a éste lo conocemos” y les
pasó al lado.
“¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es
la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos
68
4ª meditación
“El amor es progresivo: la mostaza y la levadura”
Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas?” (Mateo 13, 55-56).
Sin embargo ese algo escondía un todo, ese hombre, que
era como unos tantos, no era sólo un hombre...
Ese algo puede esconder un todo que nos toca y nos
consuela, que nos toca y nos hiere más. Cuántas veces, por
ejemplo, decimos, leí este libro, fui a este retiro, hablé con
tal persona, fui a rezar, me siento vacío pero se me aumentó
la sed, tengo más hambre, algo toqué, algo experimenté que
me encendió un poco más, aunque no sepa decir qué. Esas
son experiencias que casi todos tenemos, sino no estaríamos
buscando.
Paradojas del amor que no se queja, por haber sido herido
sino porque la herida no lo mató, es decir no lo terminó de
unir. La mejor queja a Dios es la de decirle “me dejaste con
hambre”, no la de “todo es una porquería”, sino: me dejaste
con hambre, quiero más.
Parece poco, pero qué sería la vida sin esas pequeñas
cosas, sin el cada día humilde pero real. Los humanos
caminamos en días vulgares hacia lo pleno, pero en días
vulgares. ¡Qué sería la vida sin esas pequeñas cosas que
encierran grandes cosas, sin esos humildes mensajes que nos
orientan, nos hieren y nos ponen en camino, sin esos humildes
encuentros que nos dan sed del Encuentro. “Vanidad de
vanidades, atrapar vientos…”, eso es lo que parece la vida,
hasta al Eclesiastés le pareció eso.
Ser hombre es aceptar el pan de cada día, nos dice Jesús;
el pan de cada día… ¿quién entendió el Evangelio? El que
sabe vivir del pan de cada día, no del de ayer ni del de
mañana, del de hoy, salir a recoger el maná hoy. “Señor,
¿qué hay para mí hoy?”; pan humilde pero capaz de
sostenerme en esta marcha por el desierto hacia la tierra
prometida.
69
4
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
Es aceptar, como en Emaús (Lucas 24, 13-31), que sólo
después nuestra desilusión será reinterpretada a la luz de la
fe. Es aceptar, como en Emaús, que se nos puede encender el
corazón ya en el camino, si nos dejamos interpretar la vida
por la Palabra. Cuando todos los días rezamos y a la luz de
la Palabra tratamos de reinterpretar nuestras desilusiones,
en el fondo nos dejamos encender el corazón, y no sólo
encender el corazón ya en el camino sino al anochecer de
nuestro día y de nuestra vida. Al saber que alguien nos
aguarda para al fin partirnos el pan y quedarse con nosotros.
Por eso el Evangelio de Emaús es tan lindo y tan rico,
porque expresa esta cotidianeidad humana. Cuando
empezamos a profundizar nuestra fe nos encontramos con
estos lenguajes extraños: “Sí, pero no”, “ya, pero todavía no”,
esas frasecitas que expresan la realidad humana, ¿Estoy
convertido? Sí, pero todavía no. ¿Ya entendí? Sí, pero todavía
no. ¿Ya estamos resucitados? Sí, pero todavía no.
“Sí pero no, ya pero todavía no”, esa es la suerte del
hombre, estos lenguajes raros están expresando nuestra
realidad, algo tenemos pero todavía no tenemos todo, algo
entendimos pero todavía no todo, entonces ya, pero todavía
no, expresan la suerte del hombre y la sabiduría de vivir. Saber vivir consiste en no luchar inútilmente por escapar de esa
tensión que tendremos hasta el final de nuestros días.
Nosotros quisiéramos que no fuera así, pero no; la sabiduría
estará en que no intentemos escapar de esto, sino en que lo
aceptemos: ir caminando así, de a poco, dando pasos
humildes. La sabiduría consiste en descubrirlo y creer que es
una amorosa pedagogía de Dios, una amorosa seducción,
y una progresiva pero real manera de entregarse que tiene
Él. Amorosa pedagogía, amorosa seducción, una amorosa
y real entrega. Después de protestar muchos años, un día le
decimos a Dios: ·¡Qué bien hacés las cosas! Seguí
llevándome así, yo te protesté tanto tiempo, qué sabio sos,
qué bien que me llevás”.
70
4ª meditación
“El amor es progresivo: la mostaza y la levadura”
Podemos vivir intentando evitar la experiencia de vacío,
de aburrimiento y hastío, de soledad y sin sentido. Todos
cuando amanecemos cada día, sin decirlo, nos despertamos
con esto, “por favor que hoy no sienta esto, ni aburrimiento,
ni hastío, ni soledad, ni sin sentido, esto no lo quiero sentir,
que ni se asomen por mi casa”, y sin embargo, esos
sentimientos deben ser experiencias cotidianas del hombre
para ponernos en camino hacia lo pleno.
Quien no se sienta un poco vacío, aburrido, hastiado, sólo,
sin sentido, no buscará la compañía, ni el sentido, ni el cielo,
porque ya tiene todo. Quisiéramos no sentir que nos falta
algo, y ojalá todos los días, aunque nos duela, sintiéramos
que nos falta mucho porque es la manera de dejarnos regalar.
Uno tendría que hacerse amigo de esa comunidad de
sentimientos que nos acompañan amigablemente en el
camino. Me acuerdo que había un libro que se llamaba “Buen
día tristeza”, me estoy acordando no por el contenido sino
por el título, uno tendría que decirle: “buen día hastío, buen
día aburrimiento, buen día soledad, buen día mi comunidad,
mi entorno, gracias por estar”.
Para celebrar la luz hay que estar padeciendo la oscuridad;
para llorar de gozo ante el milagro del amor hay que estar
herido por la soledad; para tener un corazón alegre en la
esperanza hay que experimentar el cotidiano aguijón del
absurdo.
Es curiosamente fina y frágil la frontera entre la maldición
y la adoración; están muy cerca adorar y maldecir. Uno está
muy cerca cada día de decir, “desespero porque nada tiene
sentido”, y muy cerca de decir, “todo es maravilloso”.
Depende de un hilo, depende de creer que Dios es el que
conduce para creer que lo que parece horrible es hermoso o
que lo que parecía hermoso se vuelva frágil. Voy a poner un
ejemplo fuerte: la semana pasada se suicidó un sacerdote.
Si hay alguien que está expuesto a la desesperación o a la
adoración es un sacerdote o una hermana. ¿Quién como
71
4
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
una hermana o un sacerdote son conscientes de las exigencias
de nuestra vocación de ser cristianos y a veces sentir que no
podemos, que no llegamos, que somos pecadores? Es
consciente de la pobreza humana, de la miseria de la Iglesia,
está más cerca de sentirse defraudado por todo, porque lo
ha visto con crudeza. Es cierto también que nadie tiene más
elementos que un sacerdote para darle sentido a todo, pero
nadie está más cerca de ver qué horrible puede ser todo. Y si
no miremos la Cruz, qué cerquita están:
“Dios mío por qué me has abandonado” (Mateo
27, 46) y “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”
(Lucas 23, 46),
o Job:
“¡Desaparezca el día en que nací y la noche que
dijo: «Ha sido engendrado un varón»!” (Job 3, 3), y
“Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo
volveré allí. El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó:
¡bendito sea el nombre del Señor!” (Job 1, 21).
Las cosas están muy cerca, no están tan lejos como parecen.
Es un comentario, para que recemos. Y qué bueno que a
tiempo nos ocupemos más de los que están cerca.
Sólo quien ha descubierto las amorosas intenciones del
Padre termina de abrir los ojos y el corazón a una realidad
que parece ser trágica. ¿Quién puede terminar de abrir los
ojos y el corazón para ver la vida como es, sino sólo aquel
que intuye las amorosas intenciones del Padre? Le haría mal
ver tanta crudeza sin esperanza.
Si uno no reza, tarde o temprano, huye de lo real. Fíjense
qué paradoja, no es que el que reza huye de lo real; el que
no reza en serio se saca la gente de encima, porque no
soporta ver tanta pobreza, tanto drama, si no lo mira con los
ojos de Dios. Solo el corazón que se rebela ante un destino
absurdo, no descansará hasta encontrar el rostro sufriente y
amoroso de Jesús, su mirada llena de dolor y ternura, la única
72
4ª meditación
“El amor es progresivo: la mostaza y la levadura”
mirada capaz de reconciliarnos, con filial obediencia, a todo
lo que acontece.
¿Quiénes pueden reconciliarse con lo real sino aquellos
que han mirado la mirada de Jesús y han comprendido que
esta vida puede tener otra manera de ser interpretada, aún
la cruz? Hay que mirar mucho la cruz, para que la cruz tenga
sentido; la de Jesús y la nuestra y la de los otros. Sólo entendió
el que no resiste ya más nada y está profundamente de
acuerdo con todo. Qué bueno cuando alguien comprende
que Dios está haciendo las cosas bien y ya no resiste lo real.
Lo de Jesús a Pablo, no pegues coces contra el aguijón, te
vas a lastimar. Qué bueno si un día nos descubrimos que ya
no luchamos con lo que somos, con lo que nos pasa, con
nuestro entorno.
Pero esta actitud será auténtica y sincera, en la medida
que nos empeñemos con todo lo que somos y todo lo que
tenemos para plasmar ya desde ahora lo que hemos
vislumbrado y aguardamos. Aunque parezca poco, aunque
más que un mundo nuevo, seamos capaces de hacer florecer
sólo un pequeño oasis en el desierto…
De muy jóvenes pensamos cambiar el mundo. Con los
años, descubrimos que lo que pudimos hacer fue cultivar un
humilde y pequeño jardín en el desierto. Si todos cultiváramos
un humilde jardín en el desierto, el desierto sería un jardín. El
tema es que todos seamos fieles a la pequeña porción de
realidad que nos toca.
El amor es progresivo. Así entendemos y aceptamos, la
humilde repetición de la liturgia, supongamos que alguien
diga, otra vez Pascua, otra vez Adviento, otra vez Cuaresma,
para qué, si total.... Probablemente esta Pascua me encuentre
igual que el año pasado, pero un pasito puedo dar. Así
aceptamos los humildes ciclos de la liturgia, vamos de a
poquito, Dios nos lleva por etapas. Volvé a vivir la Pascua, a
mirar el Pesebre, a leer el Evangelio, a ver si esta vez te entra
un poco más. Nos pasa con todo, con un libro, un retiro, un
73
4
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
rostro amigo, una mano amable…. ¿Por qué? Porque todo
parece poco y lo podemos despreciar, pero si lo miramos de
otra manera, eso poquito nos puede llevar de la mano hasta
la Casa del Padre.
Hay que velar en la noche y saber seguir las estrellas para
poder encontrar la luz escondida en la humildad de un
pesebre y en la fragilidad de un niño. El sol estaba escondido
en la humildad del pesebre, en un niño. Pero para eso hubo
que seguir estrellas, para encontrar el sol hubo que seguir
estrellas.
Hay que dejarse visitar por el ángel, como María, para
poder acoger al Señor que se nos da…
74
5ª meditación
“Los últimos recursos del amor:
vulnerabilidad, sufrimiento y muerte”
““Antes de la fiesta de Pascua,
sabiendo Jesús que había llegado la hora
de pasar de este mundo al Padre,
él, que había amado a los suyos
que quedaban en el mundo,
los amó hasta el fin»
(Juan 13, 1)
El amor alcanza su máximo grado de veracidad cuando
se mantiene intacto aún en medio del dolor. Cuando el amor
se mantiene intacto en las horas de dolor puede tener
garantía de un amor auténtico, veraz. El mismo día en que
Carlos de Foucauld muere, había escrito en la oración de
esa mañana: “amar y sufrir al mismo tiempo es lo más que
podemos hacer en esta vida”, cuando el amor es capaz de
sostenerse en las horas difíciles.
El amor tiene múltiples recursos, puede asomarse desde
las entrañas de cualquier acto humano: uno puede barrer
con amor, hablar con amor, callar con amor; todas las
acciones humanas pueden, desde sus entrañas, ser inundadas
por el amor para darles vida; el amor termina dándoles vida,
75
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
vigor y trascendencia. Barrer puede ser simplemente barrer
o puedo darle trascendencia a ese acto al convertirlo en un
acto de amor a los demás y en un acto de culto a Dios.
El amor tiene múltiples recursos pero tiene últimos recursos.
Cuando no alcanzan los comunes hay que usar los
extraordinarios; cuando el corazón humano parece indiferente
y cerrado a los recursos normales, uno tiene que apelar a los
extraordinarios. Hay muchas resistencias; a veces nos
encontramos con un corazón muy herido, muy lastimado, muy
descreído de la veracidad del amor de nosotros o de alguien
y hace falta apelar a los recursos extraordinarios para que
ese corazón pueda creer en la veracidad del amor.
Esa es la hora del amor hasta el extremo, por eso Jesús
vivió entre nosotros, predicó, hizo algunos milagros, gestos,
se expresó con sus discípulos. Pero también llegó el momento
de tener que apelar al lenguaje del amor extremo para poder
terminar de interpelar al corazón humano.
Amar hasta el extremo donde servicio, palabra y gestos
asumen el último recurso, que es sufrir con amor; incluso ser
capaz, como en el caso de Jesús, de morir amando al que
me quita la vida. El último recurso que tiene el amor es morir
amando aun al que me quita la vida, no sólo en el caso
extraordinario de que alguien alguna vez venga a matarme
sino morir amando cotidianamente, a los que cotidianamente
me quitan la vida...
Aceptando la libertad del otro, incluso el rechazo y la
violencia, sin resentimiento, si nuestro amor quiere ser fino,
va a tener que aceptar la libertad del otro que me rechaza,
que incluso me trata con violencia, sin resentimiento, sin
aguantarlo sino asumiéndolo, como si uno dijera, lo elijo, lo
quiero, lo acepto. Tal vez la única manera de desmantelar la
violencia que está frente a nosotros agrediéndonos es tratarlos
con amor. A lo mejor lo están haciendo adrede para poder
creer que nuestro amor es auténtico.
76
5ª meditación
“Los últimos recursos del amor“
Es la hora de la sustitución, Jesús ocupa nuestro lugar en
la cruz. El que echó a los vendedores del templo con el látigo,
sube a la cruz por ellos, por nosotros y dice: “perdónalos
ellos no saben lo que hacen, yo asumo la cruz”. Es la hora de
la sustitución, de hacerse cargo de lo que los demás han
hecho y hecho mal.
Es la hora de la intercesión: “perdónalos, no saben lo que
hacen…”. La última palabra y la última exigencia del amor
es la muerte. Morir es la última palabra que tiene quien ama
para decir que ama en serio, eso es apelar al corazón del
hombre creyendo que a pesar de sus deterioros y miserias
fue creado a imagen y semejanza de Dios y, por lo tanto, es
capaz de reaccionar frente al amor. Eso es lo que creyó Dios
con nosotros. No pudo con otros lenguajes, entonces apeló
al último recurso.
Así como de Dios no se consigue nada si no es por amor,
así también del hombre no se consigue nada humano si no
es por amor. A la fuerza me pueden sacar un sí, a la fuerza
me pueden hacer arrodillar, a la fuerza me pueden hacer
trabajar, me pueden hacer callar, pero eso no es humano. En
el fondo ¿me tienen cuando creen que me tienen? Yo puedo
tener a toda la comunidad temblando y ser tan firme que los
tenga a todos callados. ¿Estoy seguro que los tengo como
oyentes? ¡No!, los tendré callados, pero no sé si oyentes, no
sé si abiertos... Cuidado, por otros caminos se consiguen
cosas más rápidamente, pero si queremos conseguir
respuestas humanas, cristianas y amorosas, esas tardan en
venir y hay que conseguirlas con amor.
El dolor lo podemos sufrir por diversas cosas en la vida.
Puede ser por indiferencia, por desprecio o por violencia
física, pero no cualquier dolor es válido. No cualquier dolor
es el último recurso del amor, no siempre que sufrimos
significa que estamos apelando al último recurso del amor.
A veces se puede sufrir mal. Puedo sufrir rabiando: es inútil
77
5
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
mi dolor; puedo tener un gran dolor inútil y un pequeño dolor
fecundo. La cantidad de dolor no es el problema, lo que hace a
la calidad es la calidad con la que lo vivo, cómo lo asumo,
cómo lo tomo. Por eso, hay una caricatura, una manera de
desvirtuar esto de apelar al último recurso cuando a veces lo
que buscamos, más que una respuesta de amor, es un querer
hacer sentir culpable. Alguien nos hizo sufrir, y nosotros le
refregamos nuestro dolor como diciéndole “ahora te vas a sentir
culpable porque te voy a hacer sentir que me hiciste sufrir”, y
eso no es apelar al último recurso; o cuando, en el fondo,
buscamos llamar la atención, incluso pasar por víctimas, o hacer
sentir culpable al otro para que responda por culpa y no por
respuesta amorosa. Eso no es apelar al último recurso, es una
manera fina de extorsionar. Más que buscar amor, estaríamos
buscando amor en mala forma. Y lo que vamos a lograr es que
alguien por culpa nos lleve un poco la atención, pero por culpa,
no por amor, entonces vamos a seguir solos; esa es la pena.
Cuando el Padre lo busca desconsolado a Adán:
“¿Dónde estás?” (Génesis 3, 9),
o cuando se dirige a Israel para decirle:
“¿Qué te hice, pueblo mío, o en qué te molesté?
Respóndeme” (Miqueas 6, 3),
o cuando por medio de los profetas nos hace saber que
“por eso mis entrañas se estremecen por él, no puedo
menos que compadecerme de él” (Jeremías 31, 20)
de sólo pensar en castigarnos y que su amor es más fuerte
que el de una madre que no puede olvidar a su hijo:
“¿Se olvida una madre de su criatura, no se
compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella
se olvide, yo no te olvidaré!” (Isaías 49, 15),
que no puede dejar de mirar el camino al ver la casa sin el
hijo querido
78
5ª meditación
“Los últimos recursos del amor“
“Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se
conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo
abrazó y lo besó” (Lucas 15, 20).
Lo que está haciendo no es llamar la atención, no es
hacernos sentir culpables sino diciéndonos que no le somos
indiferentes, que nos necesita, que su condición de Dios no le
impide sufrir por nuestra suerte. A veces pensamos que Dios
no sufre y Dios no sufre como nosotros pero el que ama sufre.
Todo el que ama sufre. Cuando Dios decide amar acepta
sufrir.
El dolor legítimo de Dios por nosotros lo llevará por amor
a aceptar por amor la condición humana:
“Él, que era de condición divina, no consideró esta
igualdad con Dios como algo que debía guardar
celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor y haciéndose
semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto
humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la
muerte y muerte de cruz” (Filipenses 2, 6-8).
Nos dice Pablo que Jesús es el último recurso de un Padre
que nos ofrece su amistad. El amor y el dolor legítimo de
Dios por nuestra lejanía lo llevan a apelar a su último recurso
que es su Hijo amado, como el instrumento para interpelar
el corazón del hombre.
Cómo no sufrir, Dios o nosotros, al ver que el ser amado
no es fiel a sí mismo. Cuando es un dolor legítimo por los
que amamos, no cuando no hace lo que nosotros queremos,
no cuando no cumplen nuestros caprichos, nuestras expectativas, no cuando no nos son, en el mal sentido de la palabra
obedientes, sino en el fondo, el dolor legítimo hacia una
persona, cuando la amamos bien, es ver que esa persona no
se es fiel, no le es fiel a Dios, se engaña, no está viviendo lo
que es su verdad.
79
5
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
¡Qué dolor cuando alguien que amamos se desprecia,
qué triste es querer a alguien y que ese alguien no se quiera,
se desprecie, no se valore, entierre sus talentos, no los
desarrolle y sufra por no creerse amado; es la máxima ironía,
yo te quiero y vos sufrís porque nadie te quiere! Eso nos pasa;
¿cómo no sufrir al ver que alguien no encuentra amor a pesar
de tantos esfuerzos, cómo no sufrir al ver la crueldad que
podemos tener los unos con los otros. Cómo no sufrir al ver
tanta belleza malograda, tantas personas que no encontraron
su camino, tanta inocencia pisoteada?
San Juan de la Cruz pondrá un ejemplo de apelar al último
recurso: El Pastorcito es una poesía que él modificó, porque
era un canto de amor de un pastor que estaba enamorado
de una pastorcita. Una canción de la época y un santo la
consagra, la transfigura, la toma, le sirve para expresar lo
que le pasa a Jesús con nosotros, dirá contemplando el
misterio de la cruz:
“Un Pastorcito sólo está penando ajeno de placer y
de contento, y en su pastora puesto el pensamiento, y
el pecho del amor muy lastimado. No llora por haberle
amor llagado […] mas llora por pensar que está
olvidado”, dice: “desdichado de aquel que de mi amor
ha hecho ausencia…” y, al cabo de un gran rato, “se
encumbró sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos y
muerto se ha quedado asido dellos, el pecho del amor
muy lastimado”.
Y llora no porque lo llagó el amor, no porque el amor le
hace sufrir; llora al pensar que está olvidado, el dolor más
fino del amor es pensar que el que quiero no me quiere. Esto
le pasa a Jesús. “Pobre, desdichado de aquel que de mi amor
ha hecho ausencia”. Dios mira al mundo: pobre de aquel
que se olvidó que Yo lo quiero. ¡Qué difícil es ser hombre
olvidando que Dios nos ama! ¿Qué hizo el pastor? Al cabo
de un gran rato se encumbró sobre un árbol, la cruz, y abrió
sus hermosos brazos y muerto se quedó. El pecho del amor
80
5ª meditación
“Los últimos recursos del amor“
muy lastimado. ¿Qué nos dice? ¿De qué murió Jesús? No
porque lo crucificaron; Jesús murió de pena al verse olvidado,
pero muriendo de pena y de amor por los que quiere. Apeló
al último recurso del amor, a ver si ahora le creen que está
enamorado, que es capaz de morir por amor de los que
quiere.
El Padre al amarnos está dispuesto a sufrir; y esto no sólo
le pasa al Padre. ¿Por qué nos cuesta tanto amar? No somos
tontos, intuimos que el que ama sufre. Lo aprendimos, lo
sabemos, y por eso nos cuesta decidirnos a amar en serio,
porque cada vez que amamos en serio a alguien, gozamos
pero sufrimos. Cuando uno no quiere sufrir, a la larga se va
frenando en el amor y, sin querer, va perdiendo vida. Cuando
uno no ama no vive.
El Padre, al amarnos, está dispuesto a sufrir, ya que el amor
no descansa hasta ver la plenitud; la espera es un largo y
doloroso parto:
“Sabemos que la creación entera, hasta el presente,
gime y sufre dolores de parto. Y no sólo ella: también
nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu,
gemimos interiormente anhelando que se realice la
redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8, 22-23).
Una mujer que se anima a tener un hijo está dispuesta a
sufrir, pero no a sufrir el parto sino sufrir hasta que ese hijo o
hija sea una persona plena que alcanzó la madurez. Cuando
una madre es santa, como santa Mónica, no descansa hasta
ver que su hijo es santo, ahí sí mi hijo nació, alcanzó la
plenitud. No es broma animarse a tener un hijo.
Entiéndaseme bien, muchas religiosas tienen resistencia a que
se les diga madre, “yo no soy madre de nadie”. En algunos
casos es sano no querer ser la madre, la autoridad pero
cuidado, que muchas veces lo que está detrás es “yo no quiero
ser madre de nadie”. Como el sacerdote, “¡qué lindo nombre:
«Padre»”! Ojalá lo llenemos del contenido que tiene.
81
5
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
Hermana es lindo, pero madre es más comprometido. Ser
madre no es sólo dar a luz; lo peor, lo duro es llevar a
plenitud. Un rato con alguien; empezar no es tan complicado,
asumir hasta el fin el camino de los que amamos, ahí viene
lo difícil, pero es lo más precioso de la vida. Quien de
nosotros ame, sabe que lo que da vida a la vida es amar a
alguien. Amanecemos para alguien, vivimos para alguien,
sufrimos para alguien. Es horrible vivir para uno, amanecer
para mí, morir para mí. Es lo más espantoso.
El amor nos hace vulnerables, cuando uno ama abre las
puertas del corazón. Los chicos se dieron cuenta de que los
quiero; ahora saben que no soy el ogro, descubrieron que
los quiero, estoy a merced de ellos. Cuando alguien descubre
que lo queremos, nos hacemos vulnerables. Incluso Dios se
hizo vulnerable por amor al hombre; tanto nos ama que se
hizo vulnerable en Jesús, se puso a merced de nosotros; tanto
nos ama que se puso en nuestras manos.
El amor nos pone a merced del otro, nos hace perder el
equilibrio. El eterno, el todopoderoso, el inmortal quiso
perder el equilibrio por todos nosotros. A Dios el amor lo
hace mortal, a nosotros el amor nos hace inmortales…
Esto es para adorar. El amor a Dios lo hizo mortal; qué
bueno si el amor nos complica la vida, por lo menos a
nosotros. Yo era una religiosa ordenada, empecé a amar,
¡qué lío! ¡Qué difícil es tener ordenado el día si amo! ¡Qué
lindo que me rompieron un poco el orden! Es horrible ser
demasiado ordenado, pero qué lindo cuando lo rompe no
la desidia, la inconstancia, sino el amor. ¡Qué linda una casa
cuando hay vida; es difícil tener orden, pero hay un desorden
ordenado, el desorden del amor! Una cosa es una casa
dejada, una comunidad-hotel, otra bien distinta es una
comunidad desordenada por el amor.
Siempre tendiendo a ordenarla. Jesús había programado
un retiro con sus discípulos, desembarcó y le desordenaron
el día:
82
5ª meditación
“Los últimos recursos del amor“
“Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron
todo lo que habían hecho y enseñado. El les dijo:
«Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para
descansar un poco». Porque era tanta la gente que
iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.
Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto.
Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas
las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y
llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una
gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque
eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles
largo rato” (Macos 6, 30-34).
Al Padre el amor le hace resucitar a su Hijo de entre los
muertos, a su Hijo lo hizo hermano nuestro y el amor lo hizo
rescatarlo de entre los muertos; el amor a nosotros nos hace
salir de todas nuestras tumbas; cuando hacemos memoria
del amor, el amor nos hace resucitar de las muertes con
minúscula y el amor nos sacará de la tumba.
El amor a Jesús lo hace llorar y gozar en carne humana,
por amor se hizo hombre, y por eso el amor lo hizo llorar.
Llorar la suerte del hombre, la muerte de Lázaro y gozar de
las cosas humanas. El amor nos hace llorar y gozar. El amor,
a Dios, le hace sentir “terror y espanto”, cuando por amor
había que beber el cáliz. Le hace experimentar el abandono
y el olvido del Padre. Tan lejos nos fue a buscar que hasta se
sintió Dios lejos de Dios. Esto lo digo porque más de una vez
esto le pasa al pastor que busca sus ovejas.
A veces, el compromiso con aquellos que tenemos que
amar, que están lejos de Dios, a veces nos hacen sentir a
nosotros lejos de Dios. A Jesús ir a buscar lejos a sus ovejas
lo hizo sentir lejos del Padre.
A Jesús, el amor le hace sentir soledad. Sólo saben lo que
es la soledad los que supieron lo que es el amor. La soledad
sólo la conocen los que supieron lo que era la compañía. Un
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5
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
objeto no sufre la soledad, un hombre sí la sufre, pero sólo o
mayormente cuando supo lo que era la compañía.
El amor le hizo sentir sed y le hizo experimentar el fracaso;
el amor le terminó rompiendo el corazón; a Jesús el corazón
se le abrió. A Don Orione, el corazón se le rompió. El amor
rompe el corazón. No sólo el corazón de Jesús, sino el corazón
del Padre al ver la suerte del Hijo, al ver cómo lo tratamos
nosotros pero, al mismo tiempo, el corazón se rompe por
dolor y por gozo. Es tan grande la alegría que, por
momentos, parece que no entra.
El corazón a veces se nos rompe de amor y, a veces, de
dolor. Al Padre se le rompió el corazón de dolor al ver cómo
tratamos a su Hijo y de gozo al ver el Amor del Hijo, y al ver
que se rompe el velo, el muro que nos separaba de Él… Al
terminar de ser “ser humano”, al consumar el desposorio,
nos hizo hijos. Jesús al terminar de ser humano, al consumar
su matrimonio con la humanidad, al compartir la muerte,
nos hizo al fin hijos.
Santa Teresa llena de amor exclama:
“Vuestra soy para vos nací, ¿qué queréis Señor de
mí? […] vuestra porque me sufriste…”.
Teresa entendió los últimos recursos del amor. Cosas que
Dios hizo por ella y la movieron al amor. La movió al amor
ver que Dios la sufrió. “Soy tuya porque me aguantaste, me
esperaste, no te cansaste”. Es difícil resistirse a quien nos sufre
por amor. Hay personas difíciles; qué lindo si algún día nos
dicen: “¡Gracias porque me sufriste! Tu gotita diaria me aflojó,
tu constancia en padecer mis malas respuestas, mis enojos,
mis caprichos, tu constancia me convirtió. Me sufriste y me
mataste”. Con razón Pedro dirá:
“Señor […] ¡no sólo los pies, sino también las manos
y la cabeza!” (Juan 13, 9),
como diciendo, pasá, me querés lavar los pies, hacelo,
amame, a ver si cambio.
84
5ª meditación
“Los últimos recursos del amor“
Los mansos pasan sin rozar, sin ni siquiera rozar; el
verdadero amor es fino y delicado, no impone. ¡Los mansos
pasan sin rozar! El amor no hace ruido. La cruz del pastor es
ofrecer amor; saber del amor, saber que el amor existe y ver
vivir y morir a tantos sin creer que el amor existe, ver que su
amor parece no conmover.
¡Qué triste es haberse enterado del amor y ver que tantos
viven sin amor creyendo que no existe y, encima, no sé cómo
comunicárselos, porque no lo sé decir, porque no me lo creen,
porque no sé amar, porque no los despierto al amor, porque
mi amor parece no conmover a nadie! ¡Qué duro es querer
amar y no conmover a nadie! Vivo haciendo tantas cosas
por los que viven conmigo y me da la impresión que no pasa
nada, es un dolor fino. ¡Qué tremendo amar frente a una
libertad! “Mi esposa era alcohólica y murió de eso -decía
lleno de impotencia un psicólogo. Que a un médico se le
muera un hijo, la esposa, qué dolor lleno de impotencia... Si
amáramos más tendríamos que sufrir más por amor, ya que
tantos no reaccionan con nuestro amor.
Ojalá estuviéramos más heridos. ¡Cuántos no duermen
por sus hijos! ¡Qué bien dormimos nosotros! ¿Por quién nos
desvelamos? Un padre pierde el sueño. Una señal de que
amo es que pierdo un poco el sueño. Ojalá tuviera más
desvelos por amor.
Amar bien es saber descender e interrumpir nuestro viaje,
como el buen samaritano, para recoger al herido, curarlo y
ponerlo sobre los hombros, sin preguntar porqué sufre sino
qué le duele, detenerse ante el dolor es estar dispuesto a
hacerse cargo de los gastos
“Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al
dueño del albergue, diciéndole: «Cuídalo, y lo que
gastes de más, te lo pagaré al volver»” (Lucas 10, 35).
¿Por qué nos cuesta detenernos ante el dolor? Porque es
hacernos cargo de los gastos, perder el tiempo, la vida por
amor.
85
5
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
A María, el amor la hace aceptar la pérdida de su Hijo,
María por amor, porque entendió los designios amorosos
del Padre, no resistió la pérdida de su Hijo; incluso la
consiente, la acepta si ese es el precio del vino para la fiesta
del hombre… (Juan 2).
En Caná María ya no lo aferra a Jesús, lo expone a que
comience su misión, porque se da cuenta que si su Hijo no
actúa, no sólo en las Bodas de Caná no van a tener vino,
sino que la historia humana se quedará sin fiesta al no
conocer el amor.
86
6ª meditación
“La libertad,
condición y creación del amor”
“Muchos de sus discípulos se alejaron de él
y dejaron de acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce:
«¿También ustedes quieren irse?»”
(Juan 6, 66-67)
Tan importante es la libertad para el amor que, sin
libertad, no puede haber amor, ya que el amor es el acto
humano, la decisión más profunda, más personal y más
totalizadora que puede realizar una persona. Al ser el acto y
la decisión más totalizadora, más profunda, si no es con
libertad, no se da.
Toda coacción, toda presión, en realidad, desvirtuaría su
esencia, la esencia propia del amor. Cuanta más libertad,
más calidad de amor; cuanta más presión, menos libertad,
menos amor. Por otra parte es una condición pero también
es creación del amor. Sólo el amor es el que crea las
condiciones para la libertad. Quien ama bien favorece la
libertad, la suscita.
Sólo el amor es respetuoso, es casto, en el sentido de dejar
ser profundamente al otro. Este es el sentido más profundo
87
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
de la castidad, permitirle al otro su independencia, lo que
no significa que no quiera que me ame, pero permitir que lo
haga libremente, no presionar. En realidad sólo el amor
confía en la libertad, sólo confiaron los que saben lo que es
el amor, porque ellos la han ejercido, la están ejerciendo.
Por eso saben esperar la respuesta, la respuesta libre. Confía
que la libertad es capaz de responder.
El amor es como un grito profundo, muy profundo que
sabe esperar el eco proveniente de otra libertad. Así como
gritamos frente a una montaña, a una pared y sabemos
esperar el eco, también quien ama sabe esperar. El amor es
un grito profundo a otro corazón, sabe que puede despertar
el eco de una respuesta amorosa.
El Padre, nuestro Padre Dios, nos ha dicho y entregado su
Palabra, que en realidad es su grito de amor. El Verbo de
Dios, su Hijo Jesús es el grito del Padre a la humanidad, y
esa Palabra es acogida por la humanidad en María virgen.
Pero ese grito recién se hace eco en el corazón humano de
Jesús, que comprende que no son “sacrificios y holocaustos”
los que el Padre espera como respuesta, sino una confianza
obediente y filial, libre y amorosa.
“Cristo, al entrar en el mundo, dijo: «Tú no has
querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado
un cuerpo. No has mirado con agrado los holocaustos
ni los sacrificios expiatorios. Entonces dije: Aquí estoy,
yo vengo -como está escrito de mí en el libro de la Leypara hacer, Dios, tu voluntad»” (Hebreos 10, 5-7).
¿Quién es el que da la respuesta por excelencia a la
palabra amorosa del Padre? El mismo Jesús es Palabra que
interpela y respuesta amorosa al Padre.
Nuestro corazón asustado y desconfiado será capaz, con
la ayuda del Espíritu, de creer que Alguien nos está llamando
“hijos” y esperando que al fin le digamos “Padre”, Papá. ¡Qué
lindo es esto: que en el Hijo el Padre nos regaló la Palabra
88
6ª meditación
“La libertad, condición y creación del amor”
que interpela y el hermano capaz de responder; eso nos
mereció el don del Espíritu que nos permite creer que nosotros,
asustados y desconfiados, vamos a poder llegar en esta vida
a creerle a Dios que nos está diciendo “hijo querido, hija
querida” y está esperando que nosotros nos animemos a decir
“Papá”; esa es la misión del Espíritu en nuestros corazones.
Así somos los hombres, necesitados de horizontes; qué bien
nos hace salir a campo abierto, a respirar, a tomar aire en el
sentido más hondo, poder mirar lejos; pero también
necesitamos techos, horizontes y techos, intemperies y cobijos,
así somos los hombres. Sólo techos nos ahogan, sólo
intemperies nos asustan. Todo límite nos asfixia y, sin límites,
nos abismamos, es decir, nos da la sensación de que caemos
en un abismo. Por eso el camino de la libertad es un camino
largo y humilde entretejido de nidos y de cielos. Nos
parecemos a los pájaros. Por momentos nuestra libertad
necesita refugiarse en un nido y por momentos necesitamos
volar a cielo abierto, así es nuestro camino.
La vida es un gran acto de libertad; vaya si lo es. La vida,
por parte de Dios, al crearnos, es una decisión amorosa y,
por parte del hombre, es una invitación a consentir el amor,
una invitación a la libertad en el sentido de consentir ese
amor que Dios nos quiere dar. Un misterio que jamás
terminaremos de entender, pero que sí podemos empezar a
acoger. Puedo empezar a recibirlo aunque no lo entienda. Si
lo quiero entender no terminaré jamás, pero sí puedo empezar
a recibirlo, a acogerlo y, tal vez así, a entender la dinámica
del amor, qué es el amor. ¿Acaso el sentido profundo de todo
lo que existe no es ofrecernos Su amor? Todo ha sido puesto
en nuestras manos.
La libertad es un don que se conquista lentamente. Hay
que ser muy humilde, hay que dudar mucho del que dice: yo
soy libre. No es tan fácil ser libre y, más que enseñarse, la
libertad se comunica; sólo los libres hacen libres a los que
tocan. No hay cursos de libertad, sino trato con personas libres:
89
6
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
esto fomenta la libertad. Estar al lado del que nos ama bien,
nos hace libres.
Educar en la libertad no significa neutralidad, no le vamos
a proponer nada a nuestros hijos, novicias, alumnos, ¡no!
Educar en libertad no es educar en neutralidad, sino saber
ofrecer lo que se cree es verdad. Quien ama quiere ofrecer
lo mejor que tiene, lo que se cree mejor para el ser querido,
eso es amar bien. Es animar a escuchar, a reflexionar y sólo
después a decidir. Vos escuchá, recibí lo que te doy,
reflexionalo, decantalo y, después, elegí. Esto requiere, durante mucho tiempo, tutela y disciplina, y una progresión en
la libertad. Esa tutela debe evolucionar y no durar más de lo
necesario porque si no se vuelve en contra. La libertad es
progresión, el árbol necesita del palito al lado pero, si el
palito lo tiene demasiado fuerte, puede ahogar al árbol.
Se hace imprescindible el respeto a la verdad de cada
persona, a los procesos que cada uno tiene que vivir. Respetar
al otro en ese camino a la libertad, requiere un trato
personalizado, requiere que nos demos cuenta, quién es, qué
camino necesita seguir para la libertad, animarnos a respetar
esos procesos que tiene que vivir. Pensemos en el respeto del
Padre del hijo pródigo a la decisión de su hijo: saberlo
esperar, no ahorrarle su propia experiencia, no echarle en
cara su fallido intento, sino saber alegrarse de su decisión de
regresar, de haber comprendido, finalmente, donde estaba
la vida, donde estaba el hogar. El precio fue caro pero lo
aprendió. Al que ama bien no le duele que los precios sean
caros, quiere que se llegue donde hay que llegar. Eso quiere
el que ama bien, que se sepa dónde está el hogar, la vida, la
libertad. Uno vive donde habita sólo cuando el corazón coincide con lo físico. A veces estoy en un lugar físico pero no
de corazón, o estoy con mi corazón en una parte y con mi
cuerpo en otra. El hijo mayor ¿había decidido quedarse o,
tal vez, no se había animado a buscar?. Hay formas de
quedarse y nunca haber estado. El hijo se quedó pero en
90
6ª meditación
“La libertad, condición y creación del amor”
realidad nunca estuvo en la Casa del Padre por decisión libre.
No sabía que el Padre era lo mejor, por eso le echó en cara
al Padre cómo no le hizo más fiesta a él, si él siempre.... En
realidad no se había dado cuenta de que había estado en la
casa del Padre; el hijo menor sí se dio cuenta.
Entre nosotros es bastante común ser el hermano mayor,
porque a veces tuvimos pocos errores, pocas aventuras con
error, pero la gran pregunta es: ¿estamos en casa y nos dimos
cuenta dónde estamos? ¿Es que solamente no hicimos algo
malo o que en el fondo hemos decidido y encontrado la vida
y estamos haciendo fiesta por haber encontrado a Dios?
La libertad de conciencia es tan sagrada que no podemos
juzgar a nadie, nos dice el Evangelio, ni siquiera a nosotros
mismos. Nuestras motivaciones conscientes e inconscientes,
en última instancia, sólo las conoce Dios. Tener la humildad
de decir: “sólo Dios conoce la pureza de mi amor”, “sólo
Dios sabe si lo que hago lo hago para Él o no, yo del todo
no lo sé”, y mucho menos de los demás. No juzgar, sólo Dios
es el que sabe la verdad y la calidad de nuestro amor.
Ese Dios que nos comprende a fondo, no sólo porque su
mirada es penetrante, sino porque nos mira con amor, y sólo
quien mira con amor a otro puede comprender el misterio y
la conducta de un hombre. La verdad de otro es imposible
de tener si no me acerco con amor. Siempre que investigue a
alguien, que lo estudie, que lo vigile, tengo que saber que lo
más bonito se me escapa. La única manera de conocer a
alguien es amándolo.
No es nada fácil ser libre. ¿Se puede ser libre? Son tan
pocas las cosas que podemos elegir dentro de lo que nos
pasa… Cuántas veces elegimos y no nos damos cuenta que
hacemos lo que nos educaron, lo que, en el fondo, hace la
cultura de nuestro medio. ¡Cuántos actos de libertad que no
son libres! No es fácil ser libre y, a veces, lo único que podemos
hacer es aceptar y consagrar lo que nos toca vivir y que no
podemos cambiar. Jesús nos decía:
91
6
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
“Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la
túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo
acompañes un kilómetro, camina dos con él”, (Mateo
5, 40-41),
como diciendo que hasta cuando algo lo hacés obligado,
lo podés hacer tuyo si elegís hacerlo. El verdadero libre nunca
hace nada a la fuerza. Elijo hacerlo, puedo elegir hacerlo.
La libertad es algo que está en el corazón del hombre. A
veces los más privados de libertad son los que descubrieron
los espacios más recónditos de libertad que siempre tiene el
hombre. A veces hay más gente libre en las prisiones que
caminando por las calles. Nuestra libertad está herida y
condicionada, pero es real y la gracia nos asiste para que la
podamos ejercer.
Muchas veces no podemos elegir. Por ejemplo: quiénes
somos, dónde nacimos, qué nos tocó vivir, qué enfermedades,
qué comunidad tengo… ¡Cuántas cosas! El tema es que todo
esto lo puedo convertir; me queda esa posibilidad de la
libertad de elegir lo que me tocó.
Los hombres, no sólo podemos elegir cosas, sino que
fuimos invitados a elegir algo mucho más profundo y que
hace vertiginosa nuestra libertad. En última instancia,
podemos elegir quién queremos ser y cómo queremos vivir.
Ese es el problema, quién quiero ser y cómo quiero vivir. Ese
es el vértigo de la libertad, que Jesús aceptó vivir en carne
humana, quiso compartir con el hombre el vértigo que da
tener que elegir lo que quiero hacer con mi vida y, Dios sabe
-en Jesús-, que hay decisiones que no se toman sin sudar
sangre y quedar bañado en lágrimas.
“Jesús, puesto de rodillas, oraba: «Padre, si quieres,
aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad,
sino la tuya». En medio de la angustia, él oraba más
intensamente, y su sudor era como gotas de sangre
que corrían hasta el suelo” (Lucas 22, 41-44).
92
6ª meditación
“La libertad, condición y creación del amor”
Dios sabe, que a este pobre hombre que somos, elegir
bien, le cuesta mucho.
Al elegir, el hombre se hace responsable de su vida y, lo
más tremendo, que no es sólo de la propia, sino de la de
muchos otros. El peso de la libertad es más fuerte cuando
veo que las decisiones no son sólo para mí y que yo decido,
a veces, la suerte de otros. Qué lindo es volar, pero ya no hay
ramita donde apoyarse. Todos queremos ser libres, pero
cuando llega la hora de ejercer la libertad extrañamos el
punto de apoyo. Libertad y seguridad son dos cosas que no
van juntas. Es el riesgo de la libertad. Volar es lindo, pero ya
no hay suelo, ni una rama donde apoyarse…
La gracia (el amor gratuito de Dios) y la verdad nos hacen
libres de nuestras ignorancias y de nuestras cobardías.
Muchas veces nos descubrimos esclavos y prisioneros de
nuestros temores y pasiones, de la cultura recibida, de las
cosas que tenemos, de los otros, del que dirán, o de un falso
rostro de Dios.
No siempre nuestro trato genera libertad. ¿Cuándo no la
genera en quienes viven al lado nuestro? Sobre todo cuando
nos llenamos de condiciones. Por ejemplo, en un plano
afectivo: “si hacés tal cosa te dejo de querer; si llegás a hacer
esto, no sos más mi amigo”. No es un amor que permite
crecer, madurar, elegir; los tenemos amenazados de ruptura
a los que están al lado nuestro. En el mundo laico, si opino,
me quedo sin trabajo y tengo una familia que alimentar; dejo
de ascender y me cortan la carrera. Cuidado, cuántas cosas
se tienen que soportar. Quedó abolida la esclavitud, pero
hay todavía esclavos en muchos sentidos. Nos cuesta tratar y
hacer libres a las personas.
Pero, tal vez, la peor esclavitud es consecuencia de un falso
rostro de Dios. Esta es una de las esclavitudes más ocultas
que puede vivir una persona. La vemos y parece muy libre.
Un falso rostro de Dios puede generar la peor de las
esclavitudes. Ese falso rostro de Dios es a veces fruto de un
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6
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
Dios que nos hemos fabricado desde nuestros miedos, desde
nuestra imaginación, desde la proyección de la imagen de
los que nos educaron o de los que nos han enseñado un falso
rostro de Dios, un Dios como juez vengativo: mirá que Dios
te está mirando y si te portás mal te parte un rayo. Ese rostro
de Dios no es muy generador de libertad.
“La verdad os hará libres”, decía Jesús, sobre todo la
verdad de Dios, de la cual dependen todas las otras verdades.
“Mientras hablaba así, muchos creyeron en Él. Jesús
dijo a aquellos judíos que habían creído en Él: «Si
ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán
verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad
y la verdad los hará libres»” (Juan 8, 30-31).
Si queremos cultivar nuestra libertad más profunda,
tenemos que escuchar mucho, tanto de Jesús y como de la
Iglesia, quién es el Dios verdadero. Un ejemplo: podemos
mirar una persona y decir “este pullover le queda amplio, es
ancho” pero, a lo mejor, no sabemos que tiene puesta una
camiseta que le queda chica. Parece que está cómoda pero
en el fondo está apretada. Ustedes pueden escuchar a un
sacerdote que predica que Dios es ternura, es Padre, es
perdón y, cuando él se confiesa, uno lo escucha y ve que
tiene delante de sí a un niño de catecismo asustado creyendo
que Dios es un juez implacable. Él para afuera tiene un pullover amplio, cómodo, pero el Dios en el que verdaderamente
cree y que gobierna su conciencia es un Dios del pánico. No
tiene libertad. ¡Qué difícil es hacer que nuestro Dios sea el
Dios de la fe y no el Dios de mi infancia, o de mi educación,
o de mis miedos o imaginación... O, a veces, por el contrario,
es más amplio que el de la fe. La verdad los hará libres.
El mal uso de la libertad se da sobre todo cuando se quiere
cambiar la verdad, cuando no se es “oyente” y se pretende
ser creador de la verdad. La verdad nos hace libres por eso
requiere meditación; buscarla, servirla pero no inventarla.
Mi verdad no me hace libre, me hace esclavo de mi
94
6ª meditación
“La libertad, condición y creación del amor”
ignorancia, de mis caprichos; la verdad me hace libre. Es
necesario subordinarme humildemente a la verdad para
poder alcanzar la libertad y la vida.
La verdad es un misterio, porque la Verdad es Dios, por
eso no tiene dueños sino humildes servidores. Cuidado con
los dueños de la verdad. La verdad no tiene dueños, es un
misterio: tiene servidores humildes pero no dueños, por eso
hay que animarse a decir las cosas como son, sin
dogmatismos, sin ideologías, ni modas. Puedo convertir la
moda en dogma. Humildes servidores.
Hay verdad con mayúscula y muchas verdades con
minúsculas, no las convirtamos en absolutas. La humildad
de sabernos hijos de una época: no podemos ver más de lo
que se ve, pero siempre debemos saber que hay más de lo
que se ve. Un ejemplo: hay hermanas acá no tan jóvenes;
las Madres maestras de ustedes les enseñaron de corazón lo
que creían que era lo mejor y era verdad y, a lo largo de los
años, con buena voluntad, me enseñaron lo mejor y me fue
muy bien, pero también es cierto que, a lo largo de los años,
se vio también cuántas cosas eran relativas o no tan absolutas,
o aparecieron otros matices, otros valores. Esto nos pasa a
nosotros. Dentro de 60 años van a decir: “mirá cómo
pensaban estos” y nosotros que creemos que hoy llegamos
a la verdad... ¡Humildad, humildad!
Hay que tener muchas certezas para aceptar la libertad.
Muy pocas cosas son absolutas y hay que estar muy agarrado
a lo verdaderamente absoluto para animarse a vivir lo relativo
con libertad en todos los planos: afectivo, espiritual, pastoral. Hay que tener muchas certezas para animarse a aceptar
el vértigo de la libertad.
Hay que tener un árbol con muy buenas raíces para
soportar las intemperies, tormentas y vientos, y mantenerse
en pie. Así puedo estar fuera del bosque en plena pampa y
soportar el pampero.
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6
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
A esta altura se impone una pregunta difícil, no para
angustiarnos, sino para que nos la hagamos en paz: ¿Soy
libre?; ¿por qué obro como obro?; ¿a quién sirvo?; ¿a quién
le temo? Lo que hago, lo que vivo, lo que soy, ¿es lo que
realmente quiero ser? En distintas etapas de la vida hay que
hacerse estas preguntas con mucha profundidad. ¿Así quiero
vivir? ¿Es esta la forma en que Dios me pide que le responda?
Somos libres para elegir frente a quién queremos dejar
de serlo. La libertad está al servicio del amor. Somos libres
para perder la libertad pero podemos elegir frente a quién
queremos perderla. El solitario, en el sentido malo de la
palabra, dice: “yo sigo siendo libre, y solo”. En cambio el
que es verdaderamente libre dice: “perdí mi libertad”.
Para el que ama perder muchos gustos y libertades con
minúsculas no es ningún costo. Al contrario, para poder darse
ese gran gusto que es estar con quien uno quiere. Quien no
sepa qué es estar al lado del que quiere se va a sentir esclavo,
porque no puede ir al cine o porque tuvo que hacer la comida.
¿Nunca hubieran deseado tener que hacerle la comida a
alguien? ¡Qué lindo! Una esposa no es una esclava. ¡Ojalá
pudiera hacer algo por el que quiero!, eso no es ser esclavo,
es un gusto.
A ustedes las miran y dicen, “Ustedes están locas”. “No
estoy loca –responden- o, mejor dicho, lo estoy por amor y
viviendo bien. Yo soy libre”. Y cuántos que parecen libres,
son esclavos de pequeños gustos y creen que dárselos es la
libertad. Nunca comprendieron que la libertad la teníamos
para perderla en el amor. De qué sirve todo si no es para
alguien. Nadie más libre y feliz que una abuela que perdió
todo y está dando vida a los hijos, a los nietos y puede decir:
“viví para alguien, fui fecunda”.
La última posibilidad que tiene el amor sin violentar es la
seducción. Toda presión desvirtúa el amor. Lo último que
puedo hacer sin presionar mal es seducir, es una manera de
presionar sin presionar.
96
6ª meditación
“La libertad, condición y creación del amor”
Pedagogía del desierto, de la belleza, de la ausencia…Pedagogía de Dios para enamorar el corazón del
hombre, el desierto, la belleza, la ausencia,
“Yo la seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré a
su corazón” (Oseas 2, 16).
Te llevaré al desierto, te voy a alejar de los otros para que
te quedes conmigo. La belleza nos seduce: la belleza del
amor de Jesús, de la verdad, de la creación y de la ausencia:
Si no me pudiste valorar por la presencia, valorame por la
ausencia y date cuenta en la ausencia qué imprescindible y
valioso puedo ser para vos, que no podés vivir sin mí. Entonces, la próxima vez que pase, agarrame para que no me
escape.
Tanto cree Dios en la libertad que no nos la quitó aun
cuando la usemos mal y lo neguemos. El hombre pecó y Dios
no nos quitó la libertad, y eso que el primer acto de libertad
fue malo. Dios nos trata con tanto respeto porque negar la
libertad es negar al hombre y no es digno del Dios de
Jesucristo, que busca libremente al hombre. Tener un hombre
que no tiene más remedio que estar con Dios, no es digno de
Dios. Dios quiere hombres que quieran estar con Él.
Ese es además el trato que el Padre soñó: que tengamos
entre nosotros relaciones libres y amorosas. Todavía, en la
vida de la Iglesia, no sólo en la vida religiosa, hay mucho
miedo a la libertad, y eso engendra mucha inmadurez,
porque nos da miedo de que la gente crezca, piense y decida.
Va en contra de lo que predicamos. Si no nos animamos a
vivir lo que predicamos, en el fondo dudamos de lo que
predicamos.
A María la encontramos en la Anunciación, Señora de sí
misma, con capacidad de renuncia, de discernimiento, de
escucha, de independencia del juicio ajeno, libre del que
dirán, incluso de José y libre de su propia pobreza. Puso la
objeción: “yo no conozco varón”, digo mi condición pero
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
acepto lo que está por encima de mis capacidades. “En tu
nombre echaré las redes”, en tu gracia digo que sí. Si el poder
del Altísimo me cubre con su sombra, acepto. A María la
encontramos con capacidad de compromiso y de servicio.
La verdadera libertad termina sirviendo y con el corazón lleno
de gozo, como el de María en lo de Isabel.
98
7ª meditación
“Amar bien es disponer
lo mejor de sí para el amado”
“Después de cumplir
todo lo que ordenaba la Ley del Señor,
volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.
El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría,
y la gracia de Dios estaba con él.”
“El regresó con sus padres a Nazaret
y vivía sujeto a ellos.
Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia
delante de Dios y de los hombres.”
(Lucas 2, 39-40; 51-52)
Lo que más desea quien nos quiere, es vernos y sabernos
bien, y amar es tratar de estar bien, disponer lo mejor para
aquel que queremos. Esto lo constatamos desde lo más
simple como es disponer la casa o preparar algo rico de
comer al saber que nos visitará un amigo. Disponer y
disponerse es ya estar amando… Estar bien, no es un fin en sí
mismo, es para alguien.
Dios creó el universo para nosotros. A la luz de la creación
del hombre vemos que nos empezó a amar, no sólo cuando
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor,,,
nos creó, sino que había dispuesto la casa, el hogar que es
este mundo para que se lo podamos devolver como ofrenda
amorosa, incluidos nosotros mismos: Señor, Vos lo dispusiste
para nosotros, ahora nosotros te queremos devolver
enriquecido, el mundo y nosotros. Yo lo cuidé. Lo que dijo
Jesús de los discípulos:
“Manifesté tu Nombre a los que separaste del
mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste.
[…] Yo vuelvo a ti. Padre santo, cuida en tu Nombre
a aquellos que me diste” (Juan 17, 6. 11).
Vos me los diste, yo los cuidé, ahora Padre te los devuelvo.
Nosotros también Señor, aquí tenés mi vida, como los talentos,
los multipliqué, acá están. Padre, acá tenés mi vida.
El amor es un acto específico, pero es capaz de animar,
de potenciar y embellecer todos los actos humanos. Siempre
es circunstancia para amar, porque el amor se puede
manifestar en cualquier acción.
El amor puede desplegarse en las circunstancias más
simples y ordinarias, puede darse incluso como don
sobrenatural en el más pobre y herido de los hombres, es
decir Dios puede hacer que tenga caridad el hombre más
humilde, más simple.
Más de una vez Dios nos regala santos en personas pobres
y simples para mostrarnos que su amor es capaz de
embellecer la vida más simple y confundir nuestra lógica
humana. Como dice la Carta a los Corintios, la sabiduría de
Dios no es la de los hombres.
“¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el hombre culto?
¿Dónde el razonador sutil de este mundo? ¿Acaso
Dios no ha demostrado que la sabiduría del mundo
es una necedad? […] Porque la locura de Dios es
más sabia que la sabiduría de los hombres, y la
debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de
los hombres” (1 Corintios 1, 20. 24).
100
7ª meditación
“Amar bien es disponer lo mejor de sí para el amado”
Pero también es verdad que lo normal sería que los dones,
la caridad, la gracia pudieran desplegarse con mayor
plenitud allí donde encuentra un hombre cultivado, un hombre
que se lo ha educado, un hombre pleno.
Dicho de otra manera, la expresión clásica: la gracia
supone la naturaleza, Dios puede hacer milagros pero a
mejor disposición de la naturaleza, mayor posibilidad de que
la gracia se despliegue con mayor plenitud. A mayor
humanidad, mayor disposición para la caridad. Por eso hoy
estamos muy preocupados por el crecimiento integral, nos
hemos dado cuenta, gracias a Dios, que es imprescindible el
crecimiento humano como disposición para la gracia.
Cuidado que como disposición, no sería suficiente como fin.
Ese sería otro riesgo, creer que porque somos humanos ya
somos cristianos. No. Eso es sólo el principio, la base.
Así como los árboles difícilmente formen una copa pareja,
armónica y abundante si no encuentran espacio y no les da
parejo el sol, así los humanos y tal vez más que los árboles.
Observen: cuando hay árboles muy cerca unos de otros, la
copa difícilmente es armónica, si está pegado a una pared,
desarrollará un lado y no el otro, porque no le dio el sol y no
tenía espacio para crecer. En los bosques se estiran y son un
palito largo con tal de alcanzar un poquito de sol. Y tal vez
la misma especie, el mismo árbol en un lugar donde haya
espacio, es como una gran carpa porque se desplegó y se
hizo armónico, bonito, se desplegó para todos lados. Esto
que les pasa a los árboles nos pasa a nosotros, necesitamos
una serie de circunstancias y de encuentros, ricos en calidad
y profundidad, para poder despertar y desarrollar
armónicamente nuestras mejores capacidades. Muchas cosas
nuestras se desplegaron porque encontraron espacio o
porque encontraron gente que nos ayudó como el sol a los
árboles o, al revés, muchas zonas nuestras no crecieron o
maduraron por no tener oportunidad, espacio o personas
que nos hayan cultivado. Decía un antiguo refrán con firmeza
y claridad: “O se crece entero o no se crece nada”.
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7
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor,,,
Durante muchos años los humanos estamos absolutamente
a merced de otros- Pensemos cuántos años un niño está a
merced de sus padres, educadores y del colegio. Uno depende
muchos años de otros, que son no sólo los que nos dan de
comer y vestir, sino los que nos enseñan a pensar, los que nos
educan, nos conforman, nos van dando oportunidad de crecer
para recién luego, después de muchos años, ir dando nuestros
primeros pasos responsables. Después de esa etapa de
dependencia, necesaria pero no suficiente, llega otra etapa
donde somos responsables de lo que nos empieza a pasar.
Hay una edad donde es lícito decir: la culpa la tiene...., pero
hay un momento en el cual uno dice: bueno ¿hace cuánto
dejaste el Noviciado? Está bien que haya aspectos que no te
enseñaron, pero ¿qué hiciste vos para completarlo? En todas
las familias de algo se habló y de algo no se habló. ¿A quién
buscaste para poder crecer y madurar en eso? Uno puede
completar, cosa que el árbol no puede hacer, nosotros sí.
Cuando nos damos cuenta de lo que nos falta, podemos
procurar lo que no tenemos. Muy lentamente, no es tan fácil,
porque a veces la educación que recibimos nos impide hasta
buscar lo que nos hace falta, por eso despacito y con mucha
humildad. Muy lentamente vamos pudiendo elegir con quién
tratar, aunque de alguna manera, estamos siempre
dependiendo de los otros. Yo puedo querer pero hace falta
que el otro también quiera.
Cuando termina una guerra vemos con dolor, muchos
hombres cercenados, lisiados, huérfanos, heridos
psicológicos. Uno no se repone de un día para otro, después
de una gran guerra. Pero si supiéramos mirar, la humanidad
está llena de amputados, y no sólo por bombas, amputados
por la educación que recibieron, por los límites de los padres que tuvieron, etc., etc. El mundo está lleno de amputados,
de heridos, de ciegos, de muertos de frío en todo sentido, de
corazones desgarrados, de ojos que reflejan el horror del
sufrimiento, de tanta soledad...
102
7ª meditación
“Amar bien es disponer lo mejor de sí para el amado”
¡Qué mirada llena de ternura y de dolor la de Jesús,
cuando ya en posesión plena de su humanidad, sale al
encuentro de los hombres y los encuentra heridos, abatidos
y agobiados, una humanidad sufriente!
“Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque
estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no
tienen pastor” (Mateo 9, 36).
Y qué mirada compasiva, no sólo en el sentido de sentir
con, sino de ocuparse de; a eso vino.
“El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor
me ha ungido. El me envió a llevar la buena noticia a
los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar
la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros,
a proclamar un año de gracia del Señor, un día de
venganza para nuestro Dios; a consolar a todos los
que están de duelo” (Isaías 61, 1-2).
Por supuesto que la gran esperanza, y tal vez el único
consuelo, es la certeza de cielos nuevos y tierra nueva:
“Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, […]
y vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía
del cielo […] Y oí una voz potente que decía: «Esta es
la morada de Dios entre los hombres: él habitará con
ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios estará con
ellos. El secará todas sus lágrimas, y no habrá más
muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de
antes pasó, donde ya no habrá más lágrimas y dolor»” (Apocalipsis 21, 1-4).
Muchas veces uno mira la humanidad y dice: ¡Menos mal
que existe el Cielo!, porque en el fondo no sé si en este mundo
hay solución. ¡Menos mal que tenemos esperanza! La alegría
de la esperanza, es que aunque no pudiésemos cambiar
nada, tenemos certeza de que estamos destinados a la vida,
sobre todo los que en este mundo la pasaron mal. Es certeza,
es una verdad.
103
7
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor,,,
Sin embargo recordemos, esta vida es un don y tiene
sentido. Porque esta vida que tenemos está destinada a
desplegarse en plenitud. Mejor dicho ya es una participación
de la vida plena que Dios nos quiere dar. Por eso hay que
dignificarla, a esta vida, lo más que podamos. Con esa
serenidad de fondo, si no llegamos existe la eternidad, pero
todo lo que podamos procurémoslo ahora. Ya en este mundo
procuremos la plenitud. Ni siquiera está bien decir “esta vida”,
sino “la vida” tiene sentido y apunta a desplegarse en plenitud,
más aún, ya es una plenitud participada, comunicada, que
todavía no podemos terminar de comprender ni acoger, pero
sí intentar vivir. Todavía no sabemos bien qué es la plenitud,
pero vamos entendiendo, comprendiendo, podemos intentar
vivir mejor.
Dios no sería Padre si no desease y procurase nuestra
felicidad, “la gloria de Dios es el hombre viviente” (SAN IRENEO).
Podríamos decir ¿cuál es el padre feliz? El que tiene un hijo
feliz. La gloria de Dios no puede ser el hombre sufriendo, es
el hombre pleno. Dios no sería papá si no gozase de nuestro
gozo, de nuestra vida, y nosotros no lo amaríamos bien a
ese Padre si no disponemos lo que somos y tenemos de la
mejor manera posible para su mayor gloria y honor. Más
simple, si a papá lo pone feliz mi felicidad, procurar mi
felicidad ya no es sólo para mí, sino para contentar a papá.
El descanso de mi padre es mi felicidad, mi crecimiento,
nuestro crecimiento. Qué lindo es rendirle al Padre el culto
de procurar hombres felices. Adorar a nuestro Padre es
procurar que los hombres sean felices. Cada vez que un
hombre se retira de nuestro lado con más gozo o más paz
hemos honrado al Padre que está en el cielo.
Qué maravilla, esto de que coincide su gloria con buscar
nuestra felicidad y la de los demás. No se puede ser feliz
solo, sino con los otros.¿Acaso no decimos cuando despedimos a un ser querido, “si me querés cuidate”? Yo me voy y
no te puedo cuidar, o vos te vas y yo no te puedo cuidar, si me
querés cuidate. Cuidarme es cuidarte, y cuidarme yo es
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7ª meditación
“Amar bien es disponer lo mejor de sí para el amado”
cuidarte a vos. No estamos centrados en nosotros mismos,
yo voy a tratar de ser feliz para que vos lo seas, pero vos
tratá de ser feliz para que yo lo sea. Cuando ya no nos den
más ganas de cuidarnos a nosotros por nosotros, a lo mejor
lo vamos a hacer por aquellos que nos aman y que amamos.
El Padre dispuso lo mejor de sí para nosotros plasmando
con amor el mundo en que vivimos, dándonos a su Hijo
querido y comunicándonos su Espíritu de amor. Si amar es
disponer lo mejor de sí para el que quiero, el Padre, Dios, se
dispuso todo Él para nosotros, se nos dio, nos dio lo mejor.
San Pablo decía:
“nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de
barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios” (2
Corintios 4, 7).
Podríamos decir: es verdad que fuimos sacados de la tierra,
somos muy pobres, pequeñitos, muy frágiles, pero a esta
humilde vasija de barro que somos, esta vasija animada,
este barro que Dios besó, Dios la miró con amor. La amó a
tal punto que la quiso visitar, no sólo la amó, la amó a tal
punto que nos quiso visitar, tanto la amó “que se prendó de
su belleza” y la desposó de “una vez y para siempre”, luego
de haberla “purificado y lavado con su sangre” en la cruz.
Vaya si somos valiosos a sus ojos, que esto es lo que hace
Dios con nosotros. Explorar nuestro mundo, el universo y
someterlo, es glorificar a Dios, es decirle “Vos me regalaste
este mundo para mí” y, aunque no lo sepan, cuando los
científicos, los hombres recorren, exploran, cuando se viaja
por el universo, en el fondo, sin darnos cuenta o dándonos
cuenta, estamos queriendo descubrir qué hay para nosotros,
qué nos regalaron.
Explorar nuestra humanidad, y tratar de crecer integralmente es comenzar a amarlo con fineza. Explorar el mundo
es amarlo, pero explorar nuestra humanidad es comenzar a
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7
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor,,,
amarlo con fineza. Tomarse en serio. Ser exploradores del
hombre que somos. Cada uno es un universo a explorar y a
cultivar. ¿Qué me regalaste, qué dejaste en este ser que soy,
qué tengo que cultivar? Por eso tengo que tratar de
conocerme, de explorarme, para poder utilizar todos los
recursos que Vos me diste para tu mayor gloria y honor, para
amar, para vivir. Para recibir mejor la vida y el amor, y para
poder trasmitir mejor la vida y el amor. Por eso no despreciemos nada, despreciar algo humano, es ofender a Dios.
No despreciemos nada del hombre que somos, todo lo que
somos nos lo puso Dios para que lo cultivemos.
Crecimiento integral significa cultivar todo el hombre que
somos, no sólo la cabeza. No ser hombre-fósforo, tiene una
cabecita y después un palito..., no somos un fósforo. Cultivar
toda nuestra humanidad, todas nuestras capacidades. Tan
ricos somos que nos confunde y asusta ser tan complejos y
profundos. A veces decimos: prefiero abrir sólo el primer
cajón del ropero, me da miedo toda la ropa que tengo,
después no voy a saber qué ponerme, pero si sabés todo lo
que tenés, cuando haga frío sacarás lo abrigado, cuando
haga calor, la ropa de verano. Tan complejos y tan profundos
que nos asusta, nos asusta poseer simultáneamente tantos
niveles de percepción y de ser. Tenemos mucha capacidad
para percibir la realidad, la sentimos, la vemos, la oímos, la
tocamos, la olemos, la intuimos. El hombre vivo es el que
con todo su ser percibe y con todo su ser trasmite.
Tan ricos somos que cada cultura y cada época desarrolla
y despliega sólo un aspecto diferente de la riqueza humana.
Cada época normalmente resalta o descubre algún aspecto,
pero siempre con el riesgo de olvidar y despreciar otras. La
pena es cuando, por lo que descubrimos, despreciamos lo
que estaba en lugar de seguir agregando. A veces hay épocas
que desplazan a otras pero por reacción. Por ejemplo: antes
se educó tanto en la voluntad que ahora, por reacción, sólo
en la sensibilidad. Seríamos esclavos de la sensibilidad si no
siguiéramos educando en la voluntad. Antes importaba sólo
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7ª meditación
“Amar bien es disponer lo mejor de sí para el amado”
lo objetivo, no importaba lo que sentías, ahora importa tanto
lo que sentimos que no importa tanto lo objetivo, y eso nos
termina traicionando. Sigamos recorriendo y sumando, no
desplazando. Cada época desarrolla un aspecto distinto,
siempre con el riesgo de olvidar y despreciar lo que los otros
descubrieron.
Sólo en Jesús, el hombre pleno, descubrimos la verdad
del hombre. En Jesús tenemos al hombre pleno a quien
contemplar para entendernos. Y, sin embargo, al mismo Jesús
cada época lo cercena al mirarlo desde el ángulo que sólo
ella comprende. Cómo, a pesar de ver a Jesús con amigos,
durante tantos años se despreció la amistad en la vida
religiosa. El Evangelio lo dijo siempre, no es que ahora lo
inventamos, ya estaba, pero en una época se sospechó tanto
de la amistad que, hasta cuando se leía el Evangelio, esa
parte no se la miraba tanto. Hoy hay páginas del Evangelio
que no miramos, como cuando Jesús señala un límite o pide
una renuncia.
Sólo mirándolo a Jesús podemos comprender al hombre
pleno, la verdadera jerarquía de valores y las verdaderas
posibilidades del hombre. ¿Cuál es la posibilidad más profunda que tiene el hombre? En Jesús Dios nos lo reveló: la de
ser infinita, profundamente amado y con poder para corresponder al amor que hemos recibido. Esa es la posibilidad
más profunda del hombre, eso es tener vida en abundancia.
“yo he venido para que tengan Vida, y la tengan
en abundancia” (Juan 10, 10).
¿Qué es haber crecido humanamente si, en el fondo
acumulé sólo bienes, ciertas capacidades y si todavía no me
enteré que soy infinitamente amado por Dios? ¿De qué me
sirve conquistar los planetas, si no sé que el Creador es mi
Padre? Te regalo los planetas, me quedo con el Creador.
Los hombres no sólo podemos elegir con quién relacionarnos sino también podemos elegir qué queremos
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7
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor,,,
desplegar. Con los años cada uno de nosotros se fue dando
cuenta de sus falencias, de sus puntos débiles, de lo que no
creció tanto. Tomar con seriedad nuestra vida, tomar con
seriedad la vida espiritual, el amor a Dios, a los demás, es
desplegar nuestro ser.
Ser responsable es hacerse cargo del hombre que somos
y animarnos a amar. No seamos egoístas, los demás y Dios
nos quieren y nos necesitan plenos, necesitan encontrarnos
bien. La gente se merece que seamos normales, la gente se
merece que los amemos lo más parecido a Jesús que
podamos. Y para eso tenemos que crecer, crecer bien, vivir
bien. Por las dudas, viene bien aclarar que plenos no significa
iguales, no significa responder a ningún modelo externo, sino
llevar a plenitud lo más que podamos lo que cada uno de
nosotros es, este que yo soy. Cada uno no mire al costado, “A
ti que te importa, tú sígueme”. La plenitud no es que te compares a, sino que te mires al corazón y a Jesús y despliegues
lo que sos.
En definitiva ¿qué es la plenitud sino coincidir con el sueño
de Dios? Esa debería ser nuestra gran pregunta en la oración:
“¿Señor, qué soñaste de mí?” Ojalá fuéramos como Daniel,
adivinador de sueños. ¿Qué soñaste, Señor, de mí, para mí?
Y acá viene algo para subrayar: ¡Nunca es tarde! Mientras
estamos vivos, significa que Dios cree que es posible todavía.
No sólo hacernos cargo de nosotros mismos, sino darle
permiso a los que nos aman, sólo a los que nos aman, para
que se metan con nosotros. ¿Cuándo quiero crecer en serio?
Cuando le doy permiso a los que me aman para que me
ayuden. ¿Cuándo una novicia quiere crecer en serio? Cuando
le da permiso a la Maestra para que la eduque.
Por eso mismo es necesario no resistir tanto a la vida que
nos toca vivir, sabiendo descubrir la mano providente del
Padre que nos está moldeando. ¿Le dimos permiso a Dios
para que cumpla su sueño? Cada vez que resistimos lo que
nos toca vivir estamos luchando contra su sueño, porque si la
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7ª meditación
“Amar bien es disponer lo mejor de sí para el amado”
Providencia es verdad, lo que nos acontece es adorable. Es
duro y es hermoso. Lo que tengo que dejar que suceda es
que en mi vida real, Dios me vaya dando oportunidad de
crecer, en lo que pasa y cómo pasa. El tema es cómo yo lo
tomo, lo convierto en oportunidad o en carga.
Francisco rezaba diciendo: “Haz de mi un instrumento de
tu paz”. ¿Por qué? porque Francisco se dio cuenta que los
hombres “como tierra reseca, sedienta y sin agua”, están
esperando que alguien los encuentre con amor y los invite al
amor. Recuerdan esa oración tan linda, donde haya odio,
etc., etc. ¿Qué están esperando los hombres? Que alguien
los encuentre con amor y los invite al amor. ¡Cuántos nacen y
mueren sin ver el sol, sin encontrar techo donde cobijarse, sin
ternura, sin salud, sin belleza, ignorantes, sin amistad, sin
amor, sin fe, sin esperanza! Por eso, ¡qué responsabilidad
tenemos”
Cuántos pasan trágicamente por esta vida. Nos necesitan
para despertarlos, pero para eso primero tenemos que
despertarnos nosotros, dejarnos encontrar por el amor que
nos invite al amor. Cuántos consagrados que no llegan a ser
transfigurados por el amor. Qué desgarrador pasar toda una
vida junto al río y morir de sed. ¡Qué triste y qué terrible!
Qué desgarrador pasar una vida junto al río, al manantial
de Agua Viva y morir de sed, estar siempre en compañía del
“manso y humilde de corazón” y morir irónicos, agrios y
calculadores; vivir predicando que “el sábado es para el
hombre” y morir a su servicio; pasar una vida pisoteando el
afecto y la sensibilidad, despreciándola y, paradójicamente,
envejecer buscándose a sí mismos, mendigando el aplauso
de los demás a cualquier precio y moviéndose exclusivamente
por un criterio insuficiente como “me gusta o no me gusta,
me quieren o no me quieren”…
Pasar la vida a la escucha de la Palabra que dejó mudo al
Padre y morir tristes por no haber estudiado y con la sensación
de no ser nadie por no haber acumulado títulos que me den
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor,,,
valor. ¡Es de locos! Tenemos en la mano la Palabra que dejó
mudo al Padre y morimos tristes porque no pudimos estudiar...
Qué dolor seguir al Servidor sufriente y creer que se fracasó
por no haber ocupado “un cargo importante”. Muchos
sacerdotes y muchas religiosas mueren tristes porque nunca
fueron “alguien”. Es tremendo. Lo tremendo es que muramos
tristes cuando nos ofrecieron la vida. Por eso ojalá que nos
acostumbremos al amor y no podamos vivir sin él…
Despertar al amor es despertar a la vida, y poder tal vez,
comprender al fin lo que significa sufrir y morir. Sólo sabe lo
que es sufrir y morir el que sabe lo que es amar. Despertar al
amor es despertar al gozo y al dolor. Sólo padece lo fugaz el
que probó lo eterno, sólo padece la soledad el que sabe de
comunión… Pero ojalá nos acostumbremos al amor. Nuestro
arzobispo Bergoglio nos dice siempre,
“los prefiero lastimados por vivir y no enfermos,
quiero una Iglesia lastimada por vivir, por tratar de
amar, de vivir, de entrar en contacto con los hombres.
Equivóquense pero por favor no se me enfermen en la
sacristía”.
El amor buscará disponer lo mejor de sí para el prójimo,
para poderlo servir como se lo merece, del mejor modo
posible… Los pobres se merecen que seamos serios, la gente
se merece que seamos serios. ¿Cómo me preparo cada vez
que tengo que ir al encuentro de los demás? Ellos se merecen
lo mejor de mí y no sólo mi preparación intelectual. Trato de
prepararme, no de preparar lo que tengo que decir.
¿Quién que se haya descubierto amado finamente y con
delicadeza no se sentirá tarde o temprano interpelado a hacer
lo mismo con los demás? Queremos que un día los demás
sirvan, sirvámoslos. Quien se haya sabido amado con
delicadeza y fineza a la larga se verá interpelado a devolver
eso. Tiene que pasar la hora del reclamo para que llegue la
de sembrar lo que se quiere cosechar. No tengo que vivir
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7ª meditación
“Amar bien es disponer lo mejor de sí para el amado”
llorando lo que mi comunidad no tiene sino sembrando con
lágrimas lo que quiero cosechar con gozo en mi comunidad.
“Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones. El sembrador va llorando cuando
esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae
las gavillas” (Salmo 126, 5-6).
“Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en
mí lo que has dicho” (Lucas 1, 38).
¿Qué me está diciendo María? María dispuso toda su
humanidad, lo mejor posible, su maternidad, para el amado.
He aquí la servidora, todo lo que soy, lo mejor que tengo,
acá lo pongo para vos; supo poner las tinajas con agua en
manos de Jesús… Y yo soy agua. Sepamos poner lo mejor
que tengamos, aunque sea las tinajas con agua, en manos
de Jesús.
7
111
8ª meditación
“El descenso a los infiernos:
el amor va hasta el fondo…”
“Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania,
del pueblo de María y de su hermana Marta.
María era la misma que derramó perfume sobre el Señor
y le secó los pies con sus cabellos.
Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo…”
(Juan 11, 1-2)
Para el amor nada es peor que la ausencia. Por eso mismo
nunca mide el costo de la presencia y de la compañía. Eso
hace que el amor, en el caso de Dios, lo lleve a hacerse “una
sola carne” con el hombre. Si para el amor nada es peor
que la ausencia, justamente el que ama, es el que da el paso
más largo, el que toma la iniciativa. Por eso Dios nos vino a
buscar, se encarnó. ¡Qué bueno es poder verlo como un gesto
de amor: no midió el costo! Qué breve es la expresión del
Credo: “se encarnó por obra y gracia del Espíritu Santo”. No
es una frase; se encarnó, se hizo plenamente hombre,
compartiendo a fondo su fragilidad. No sólo se hizo hombre,
lo quiso ser hasta el extremo.
¿Qué es encarnarse? A veces lo decimos muy ligeramente
y no nos damos cuenta todo lo que implica, hacerse
plenamente hombre, hacerlo plenamente compartiendo su
fragilidad, la temporalidad, vivir el tiempo con su ritmo implacable, con sus lentitudes, con su vertiginosidad; vivir en la
dimensión espacial. Aquel que no tenía el límite de estar aquí
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
o allí quiso sujetarse al espacio: estar aquí y no allí; compartir
las oscuridades y desamparos que sentimos los humanos:
no vemos todo, sentimos la intemperie. Hacerse hombre es
experimentar los consuelos de saber lo que es un hogar, una
madre, la sombra fresca del verano, el calor del fuego en
invierno. Hacerse hombre es compartir con él la tentación,
sufrir la incomprensión, la desconfianza de los demás, la
indiferencia, la saña, la persecución, sentir temor, terror y
espanto, experimentar el dolor y el amor. Jesús quiso
maravillarse, conmoverse, llorar y gozar. Deseó ardientemente:
“He deseado ardientemente comer esta Pascua con
ustedes antes de mi Pasión” (Lucas 22, 15).
Supo lo que es esperar largo tiempo algo muy querido,
supo lo que es el cansancio, la sed y el hambre, supo lo que
es la agitación interior, cuando uno está turbado, el enojo, la
compasión, la amistad, la intimidad, el abrir el corazón a
alguien. Supo lo que es gritar:
“Después de decir esto, gritó con voz fuerte:
«¡Lázaro, ven afuera!»” (Juan 11, 43).
“Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró”
(Marcos 15, 37).
En el templo también gritó:
“Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, gritó:
«¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy?»”
(Juan 7, 28).
“El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús,
poniéndose de pie, gritó: «El que tenga sed, venga a
mí; y beba el que cree en mí»” (Juan 7, 38).
Supo lo que es sentirse condenado, abandonado, el callar
y experimentarse burlado, olvidado, despreciado, acusado,
abandonado, juzgado y crucificado. Experimentó el abandono del Padre, su ausencia, su silencio inentendible, sobre todo
114
8ª meditación
“El descenso a los infiernos: el amor va hasta el fondo”
en las horas supremas; supo lo que es la agonía y la muerte,
más aún, ser puesto en un sepulcro…
Toda esta lista es lo mismo que decir ¡Cómo nos amó!
Libremente quiso venir a compartir esta suerte del hombre.
Por eso leí el texto de san Juan donde Jesús en casa de Lázaro
pregunta: “¿Dónde lo pusieron?”. Jesús pregunta por su amigo
Lázaro pero, en el fondo, pregunta por su amigo el hombre.
Jesús vino a buscar al hombre y se dio cuenta que el hombre
no sólo estaba en este mundo, estaba en el sepulcro. Hay
hombres muertos: ¿dónde está?, ¿dónde lo pusieron? ¿Qué
le responden? Un lenguaje que él conocía: “Ven, Señor, y lo
verás”. A Jesús también le habían preguntado: “Maestro,
¿dónde vives? Vengan y lo verán” (Juan 2, 38-39). Y ahora es
Jesús el que tiene que escuchar: ¿Dónde está mi amigo, el
hombre? “Ven y lo verás”, como diciendo: No era suficiente
compartir la vida para encontrar al amigo hombre, había
que compartir la muerte, irlo a buscar a donde estaba, al
lugar de los muertos.
Los antiguos íconos manifiestan bellamente esta verdad
al mostrarnos a Jesús descendiendo a los infiernos y dándole
la mano a Adán: “Levántate tú que duermes, levántate de
entre los muertos” (Efesios 5, 14). El Padre quiere que nada se
pierda, que hasta los muertos se enteren y participen del
amor, usándolo en un sentido espiritual, que nada en el
hombre esté muerto, Jesús quiere descender hasta las
profundidades del corazón humano, a nuestras zonas muertas,
para decirnos allí: “El Padre te invita al amor”, quiere que te
enteres del amor, que nuestras zonas muertas participen de
la vida.
Esto está bellamente expresado en el Oficio de Lecturas
del Sábado Santo, la segunda lectura, donde se celebra el
descenso de Jesús a los infiernos.
¿Qué es el infierno? El infierno es como una metáfora,
además de su realidad. Una situación invivible, una expe-
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8
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
riencia de lo sin salida, cuando uno está en un pozo y no ve
nada, no sabe cómo entró y no sabe cómo salir. Llamamos
infierno a lo que no tiene solución ni redención. Lo no amable,
me siento tan no amable que creo que estoy en el infierno,
donde no llega nadie; aquí nadie puede venir, hasta ese pozo,
hasta ese fondo, un abismo de dolor, una real capacidad de
mal. Son todas comparaciones de cuando decimos, me siento
en el infierno.
Los hombres estamos heridos por el pecado, amenazados
por nuestra fragilidad, somos mortales, ignorantes, débiles.
Agobiados por nuestra grandeza, nos resolvemos en Dios.
No podemos hacer equilibrio, como humanos, teniendo esta
situación de fragilidad y esta vocación de grandeza, si no es
apoyándonos en Dios, en su fidelidad, en su amor. ¿Por qué
podemos hacer equilibrio cuando estamos al lado de dos
abismos: nuestra pobreza y nuestra grandeza? Porque Él es
fiel. Como Pedro, si dejamos de mirar a Jesús nos hundimos.
No podemos ocultar demasiado tiempo ese infinito que
lastima y ennoblece nuestro ser. A veces uno se quiere distraer
y es un poco superficial, porque en el fondo teme darse cuenta
de lo profundo que somos. Un retiro es una pulseada entre
nuestra profundidad y nuestra superficialidad, tememos
callarnos; más pasan los días más nos damos cuenta. Vivimos
defendiéndonos de nuestra grandeza, de nuestra pequeñez
-no me quiero ni acordar que estoy llamado a algo tan grande
y ni me quiero acordar que soy tan pequeño-, defendiéndonos
de nuestras miserias y dolores, tememos no soportar y, por
eso, no queremos darnos cuenta. No podemos ocultar
demasiado tiempo lo que somos. La Escritura, en más de un
pasaje dice: “no se puede ver a Dios y seguir viviendo”:
“Moisés dijo: «Por favor, muéstrame tu gloria». El
Señor le respondió: «Yo haré pasar junto a ti toda mi
bondad […] pero tú no puedes ver mi rostro, añadió,
porque ningún hombre puede verme y seguir viviendo».
Luego el Señor le dijo: «Aquí a mi lado tienes un lugar.
116
8ª meditación
“El descenso a los infiernos: el amor va hasta el fondo”
Y cuando pase mi gloria […] te cubriré con mi mano
hasta que haya pasado. Después retiraré mi mano y
tú verás mis espaldas. Pero nadie puede ver mi rostro»”
(Éxodo 33, 18-23).
¿Cuál era la experiencia del israelita? Tenía y deseaba un
encuentro con Dios, pero más de un hombre de Dios, un
profeta o un patriarca, después de una experiencia de Dios
dijeron: “Estoy vivo”, como diciendo creí que me iba a morir.
¿Se puede soportar tanta grandeza y seguir vivos?
“Aquella noche, Jacob se levantó […] y cruzó el vado
de Iaboc. […] Se quedó solo, y un hombre luchó con él
hasta rayar el alba […] y le preguntó: «¿Cómo te llamas?», «Jacob», respondió. Él añadió: «En adelante
no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado
con Dios y con los hombres, y has vencido». Jacob le
rogó: «Por favor, dime tu nombre». Pero él respondió:
«¿Cómo te atreves a preguntar mi nombre?». Y allí
mismo lo bendijo. Jacob llamó a aquel lugar con el
nombre de Peniel, porque dijo: «He visto a Dios cara a
cara, y he salido con vida»” (Génesis 32, 23-31).
Podríamos decir o preguntarnos al revés: ¿es posible saber quiénes somos y seguir viviendo? Es muy crudo un espejo
que nos diga la verdad de lo que somos. Por eso es experiencia de infierno cuando un hombre toma conciencia real de
quién es, es muy cruda esta experiencia. No es un juego
conocerse a sí mismo. Si uno no se mira con la mirada de
Dios, con su misericordia. Un consejo de la vida espiritual:
hay temas que sólo son para pensar frente a Dios, frente al
director espiritual o frente a un amigo. Como diciendo, si
estoy sólo y me llego a dar cuenta quién soy, me hundo. Es
para darse cuenta al lado de alguien que nos ama, que nos
rescata con su mirada amorosa.
La memoria más que para recordar, la utilizamos muchas
veces para olvidar, los hombres tenemos una gran capacidad
de hacer inconsciente aquello con lo cual nos cuesta convivir.
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8
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
Como me cuesta mucho tenerlo presente lo mando al fondo.
Si ustedes quieren, cuando uno ordena rápido la pieza, todo
lo mando al fondo, al ropero. Pero que olvidemos algo, que
lo ignoremos o que no lo hagamos consciente, no significa
que esté ordenado, que no exista, que no haya más; significa
que no lo hago consciente. La conciencia no es la medida de
lo real; a veces creemos que sólo existe aquello de lo que yo
soy consciente y existe mucho más de lo que nosotros somos
conscientes, y descubrir eso es más difícil y doloroso de lo
que uno se puede imaginar. Un anciano sacerdote muy sabio
en las cosas de Dios decía: “La noche oscura es hacer
consciente el inconsciente”. Eso también es una terapia, un
momento de oración, una circunstancia, donde se hace
consciente ese fondo oscuro que todos tenemos. Es muy crudo,
muy duro de aceptar y, a su vez, liberador.
¿Acaso no es una experiencia de infierno vivir sabiendo
que vamos a morir tanto nosotros como los que amamos?
Pensemos, por ejemplo, la madre que abraza a un hijo, si
piensa un poco a fondo dice: “este hijo va a morir y yo
también”; dos esposos ¿quién morirá primero? No es tan
simple, a veces uno quiere no pensar. Ese mismo director
espiritual, estaba sentado en una galería, miraba a todos
los seminaristas, me acerco y le digo “¿Qué tal Padre, cómo
anda? Estoy pensando, dijo, que un día todos se van a
morir...”. ¿Acaso no es experiencia de infierno amar sabiendo
que nuestro amor no le puede evitar el dolor ni la muerte a
los que queremos; amar sabiendo que somos capaces de
traición y de ser abandonados? Cómo nos extrañamos de
que podamos traicionar a otro si lo hicimos con Dios; todos
somos capaces de traicionar y de abandonar: vivir sabiendo
que podemos no ser amados por nadie; vivir sabiendo que
no tenemos garantía suficiente de no sufrir violencia. Acaso
¿no podemos fracasar en lo que estamos haciendo, quedarnos
a mitad de camino; vivir sabiendo que somos insignificantes
y pobres? El mundo no se acaba porque desaparezca cualquiera de nosotros; somos insignificantes, no somos “la”
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8ª meditación
“El descenso a los infiernos: el amor va hasta el fondo”
hermana, “el” Padre, somos una hermana, un Padre,
insignificantes y pobres.
¿Acaso no es una experiencia de infierno vivir solo entre
los hombres con un corazón que tiene una medida infinita?
Para cuántos la vida es un infierno porque no saben de Dios.
Su corazón tiene la medida de Dios y sólo pasan la vida
frente a amores humanos. Por eso nunca nada les basta,
porque el corazón tiene otra medida. Podemos vivir sabiendo
que podemos soñarlo todo y tal vez realizar algo. Un joven
es un gran soñador pero, si mira con crudeza a los adultos,
se puede hacer esta consideración: de todo lo que yo sueño
a lo mejor realizo algo, pero no todo, puedo soñar más de
lo que puedo realizar.
Es duro vivir, es una experiencia de infierno vivir sabiendo
que no sabemos; a veces nos animamos a decirnos la verdad:
qué poco sabemos, de todo, no de algo, de todo, qué poco
sabemos. Vivir pudiendo concebir la nada; el hombre puede
concebir la nada, una de las grandes amenazas hacia el futuro ¿y si todo es nada? Eso es lo terrible del hombre, el
animal no se da cuenta de nada, el hombre se da cuenta de
la nada: vivir padeciendo el sin sentido, una vida que parece
no tener rumbo, vivir con sed infinita; el horror de vernos
aparentemente librados a nosotros mismos. Cuando uno
experimenta o tiene la sensación de que está solo en la vida
y depende sólo de sí mismo, de sus fuerzas, de lo que entiende,
parece que Dios nos tiene olvidados y que tenemos que resolver la vida sólo con nuestras fuerzas. Vivir sabiendo que
Dios es una gracia y no un derecho; yo no tengo derecho a
Dios, Dios es un regalo, es don: vivir sabiendo que somos
gracia y no creadores, que alguien nos dio la vida y alguien
nos la puede pedir.
El infierno es darse cuenta de todo esto y de muchas cosas
más y no poder morir, no poder ponerle fin al sufrimiento. Es
darse cuenta de la posibilidad de ser feliz y poder perder la
felicidad que tengo hoy. El infierno es como la sombra que
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
sólo se concibe desde la luz, el frío desde el calor; es creer
que el amor no es para uno, es una ausencia padecida, es
una insoportable presencia de uno mismo; es sufrir sin
esperanza.
Esto para algunos les puede parecer exagerado y a otros
les puede quedar corto. Hay experiencias que a algunos les
suenan extrañas que existan; sin embargo son reales.
¡Qué abismo gris, la vida del que ni sabe lo que pierde!
Ni siquiera fueron conscientes de lo que no tuvieron o
perdieron. ¡Qué abismo atormentado del que sabe e intuye
lo que cree perdido! ¡Qué vida fría la del que no tuvo nunca
esperanza, nunca esperó nada! Una especie de serenidad
congelada, pero qué golpe profundo el haberla tenido y
haberla perdido.
¿Quiénes sienten angustia y el pecho comprimido y
oprimido? Aquellos que, gracias a Dios, no pudieron
domesticar el corazón y resignarse a no ser felices. Cuando
nos duele el corazón es que, gracias a Dios, no lo pudimos
domesticar en el mal sentido de la palabra, y enseñarle a no
ser feliz. Si nos duele es porque le queda chico lo que estamos
viviendo y él quiere espacios grandes. La angustia es la señal
de un corazón que se resiste a ser infeliz, que no quiere ser
infeliz y por eso le aprieta el pecho, aprieta porque le queda
chico lo que estamos viviendo, sin horizontes. La frontera está
demasiado cerca. El corazón que no se resigna a ser infeliz,
a ser solitario, a ser anónimo, el corazón que dice yo no
quiero pasar por este mundo, por esta vida y ser estéril.
El infierno de una vida que se prolonga sin sentido. Vivir
es una agonía interminable para el hombre que no tiene ni
fe ni esperanza, ya está todo perdido. Concebir la vida como
un haber nacido sólo para morir insatisfecho. Haber nacido
es ser consciente de que voy a morir insatisfecho. Me acuerdo
una expresión de Antonio Machado: “Ay de los ojos que un
día se abrieron para tornar a la tierra hartos de mirar sin
120
8ª meditación
“El descenso a los infiernos: el amor va hasta el fondo”
ver”. Cuando leí eso a los 16 años dije, por favor ¡no! El
infierno de que algunos tienen la sensación de que no son
necesarios para nadie; nadie me espera, nadie me necesita.
El infierno de algunos que no se han dado cuenta de todo
esto y creen ser los que entienden, los seguros, los maduros y
equilibrados; son los que creen que entienden y, encima, los
que muchas veces mandan. Ni siquiera rozaron el dolor, cómo
van a entender a los que sufren. Dostoievsky, hizo escribir en
su lápida: “el secreto es enloquecer y volver”. ¿De dónde
sacó esa ciencia del hombre? Tuvo una vida muy dramática.
Enloqueció de dolor, padeció el sinsentido, sus personajes
no los inventó, son un eco del drama humano, de su vida y
de tantas vidas que vio. Pero volvió. Los grandes santos son
los que descendieron a los infiernos y volvieron. Pero volvieron
de las pruebas, de las tentaciones, de las oscuridades, son
los que nos pueden contar después. Esos son los que entienden
la vida. Sólo se empieza a entender después de no haber
hecho pie en el abismo.
¿Quiénes son los que empiezan a entender algo de la vida?
Los que alguna vez no entendieron nada. El que siempre
entendió todo, todavía no entiende nada. Cuando uno pasó
por momentos, y a veces años, en los cuales no entendió
nada, tal vez después empiece a entender un poquito de algo.
Jesús le decía a Pedro:
“Yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú,
después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos”
(Lucas 22, 32).
Antes de volver los vas a aplastar, después se van a poder
apoyar en vos.
Allí nos fueron a buscar; Dios se hizo hombre, el infierno
es tierra habitada, desde que Jesús descendió a los infiernos
de la condición humana, por allí pasó Él y desde allí suplicó
lleno de compasión: “perdónalos no saben lo que hacen”.
Como si, mirando al cielo, desde la pobreza extrema del
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8
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
hombre, Dios le dijo a Dios, mirá, perdonalos, no sabés lo
que es estar de este lado, no saben lo que hacen.
Jesús no vino a aliviar sino a curar, que es muy distinto.
Hay gente que busca alivio, no solución. ¿Qué quiere decir?
Vengo a que me den una palabrita, una manito sobre el
hombro pero, en el fondo, no quiero que me ayuden porque
si me ayudan me complican la vida. Lo podemos aplicar a
la dirección espiritual, a la amistad, a la vida comunitaria, a
la formación, como diciendo, yo quiero alivio no soluciones.
Jesús no vino a aliviar, vino a curar; no vino a barnizar la
superficie, vino a asumir, a sanar y a elevar al hombre, pero
desde el fondo, a fondo.
Por eso Jesús quiso comenzar su ministerio en el desierto.
Cuando sale de Nazareth, antes de encontrarse con los
hombres, quiso terminar de encontrarse a fondo con el hombre
que había en Él. Sólo encontrando “al hombre”, sacándolo
a la superficie y sólo después de eso, encontrarse con “los
hombres”. “Él sabía lo que había en el hombre”. ¡Qué
maravilloso esto! Sólo después encontrarse con los hombres
para terminarlos de entender, porque Él había probado a
fondo lo que es la condición humana.
¡Cuántas veces estamos apurados! Un ejemplo: hay
novicias que hacen apostolado y hay novicias que no pasaron
por el desierto. Las novicias tienen que pasar por el desierto
porque, si no se encuentran con su humanidad y con los
hombres en la mujer que son, nunca van a encontrarse a fondo
con nadie. Van a ser pintoras, no evangelizadoras. Que hagan
un poco de apostolado no está mal, pero que no dejen de ir
al desierto, donde uno no pueda escapar de uno mismo ni
de Dios. El Evangelio sólo es respuesta para un
bienaventurado, es decir para aquel que comprendió con
dolor, con lágrimas, que no se puede terminar de entender y
saber solo. ¿Para quién es una fiesta el encuentro con Jesús?
Para el que estaba perdido, para el que estaba solo,
angustiado, ignorante, vacío, para aquellos que se dieron
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8ª meditación
“El descenso a los infiernos: el amor va hasta el fondo”
cuenta que necesitan de Dios y de los demás…
Si hasta allí nos fueron a buscar, si así nos amaron a
nosotros, ¿hasta dónde hay que ir a buscar al amigo, a la
oveja perdida, al hijo extraviado? La respuesta es muy
simple, hasta donde se encuentre. ¿A dónde hay que ir a
buscar al ser amado? Hasta donde esté. Para el amor nada
peor que la ausencia. Hay que encontrar al hombre entero,
enterarlo que el amor existe y que está dispuesto a todo menos
a perdernos.
Los verdaderos apóstoles y misioneros son los que buscan
al hombre allí donde está, en el infierno en que se encuentre
para decirle con su misma acción de ir hasta ahí: Dios está
dispuesto a todo, menos a perderte, y por eso te vino a buscar
hasta acá. En todos los lugares donde se encuentre el hombre,
cualquiera sea su situación geográfica, moral o cultural, allí
hay que ir a buscarlo y decirle: “Dios está dispuesto a todo,
a cualquier cosa, menos a perderte”. Eso es ir hasta los confines de la tierra.
Encontrar al hombre donde estén sus heridas, sus caídas y
sus miserias, lo que lo avergüenza y humilla, donde estén
esos hechos que cambiaron su vida, eso que quiere olvidar y
negar, eso de lo que vive huyendo y no puede. Si no llegamos
a su fondo, a donde le duele, a donde está su cicatriz más
profunda, no llegamos. Llegar a ese lugar, inconsciente,
profundo y lastimado, donde se esconde un niño asustado y
humillado. En el fondo de todo hombre, y en el que parece
más malo, hay un niño asustado y humillado, al que la vida
lo maltrató. Y a ese niño hay que ir a decirle: “te invito a la
vida, crecé, ahora vas a encontrar sol, no heladas; amor, no
palos; sentido, no sinsentido”.
En esto, en teoría, todos estamos de acuerdo. En la práctica
es muy difícil que un Instituto acepte que los procesos de las
personas vayan hasta el fondo. Queremos que enseguida se
ponga bien, en vez de que termine de estar mal y salga en
123
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
serio del fondo y se recupere, que al fin encuentre sentido.
En teoría todos aceptamos los procesos, pero es muy difícil
que aceptemos convivir con quien está viviendo un proceso
porque es muy incómodo. Incluso, nos parece, buscamos a
los que tienen recetas baratas y rápidas, y alejamos a los
que quieren ir hasta el fondo. El que pueda entender que
entienda.
Hay que estar preparado para situaciones que nos pueden
tocar vivir a todos nosotros; situaciones de pecado, de dolor,
de enfermedad; situaciones afectivas, sociales, psicológicas
que jamás imaginamos nos hubieran tocado vivir. Digo
preparados, pero en el fondo uno no puede prepararse para
esas cosas; tal vez no pueda prepararse pero sí saber que
nos puede tocar vivir cosas justamente para las cuales no
estamos preparados. Hay cosas que sólo se aprenden cuando
nos empiezan a suceder y, si nos las quisieran explicar antes,
no las entenderíamos. Feliz aquel al que se lo dijeron antes
de que le pase; saber que esas noches, esas crisis, esas
pruebas, son una amorosa pedagogía de Dios, una amorosa
oportunidad. Bienaventurado el que lo puede vivir sabiendo
que es una amorosa pedagogía. Seguir al Señor donde quiera
que vaya, como Jesús le dijo a Pedro que se lo aseguraba:
“Señor, le dijo Pedro, estoy dispuesto a ir contigo a
la cárcel y a la muerte” (Lucas 22, 33).
“«Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te
vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo,
extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a
donde no quieras». De esta manera, indicaba con qué
muerte Pedro debía glorificar a Dios” (Juan 21, 1819).
Habrá un momento donde perderás el control de tu vida y
habrá que obedecer por primera vez en la vida. Esa va a ser
la gran obediencia.
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8ª meditación
“El descenso a los infiernos: el amor va hasta el fondo”
María al pie de la cruz terminó de experimentar el infierno
de un mundo que no se dejó visitar por el amor… Pensemos
qué infierno fue para María saber que estaba en un mundo
absolutamente necesitado de la visita de Dios y que lo echó.
¡Qué terrible! ¡Qué soledad la de haber sido consciente de
que el amor nos visitó y encima lo echamos!
8
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9ª meditación
“María eligió la mejor parte:
el clima y el ritmo del amor”
“Pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria.
María eligió la mejor parte,
que no le será quitada.”
(Lucas 10, 42)
Dios no sólo creó sino dispuso, con sabiduría y amor, que
este mundo, este universo en el que vivimos, estuviera
sometido a un ritmo vital que nosotros llamamos estaciones:
invierno, primavera, verano y otoño. Cada una, con su
particularidad, con su característica propia, contribuye,
permite que nuestra tierra sea fecunda. Aún el invierno que
parece tiempo de pura esterilidad es un tiempo durante el
cual la tierra se enriquece, está descansando, asimilando los
restos de la cosecha anterior, se está haciendo de nuevo
sustanciosa para recibir la semilla. Dice con sabiduría el libro
del Eclesiastés:
“Hay un momento para todo y un tiempo para cada
cosa bajo el sol: un tiempo para nacer y un tiempo
para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para
arrancar lo plantado…” (Eclesiastés 3, 1 ss.).
Los hombres también tenemos nuestros tiempos, nuestras
estaciones. La vida no es siempre igual, siendo los mismos,
vamos lenta y vertiginosamente, recorriendo las etapas de
127
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
la vida. Esa es nuestra sensación: lentitud y vértigo. Con los
años nos vamos dando cuenta que la vida no es sólo algo
dado, algo que nos dieron para que pasivamente lo vivamos,
sino que es también una respuesta y posibilidad de elección.
Soy este, pero puedo retocar lo que soy, puedo variar un poco
el rumbo de las cosas, puedo decidir. Un día, casi sin pensarlo,
a determinada altura de la vida se asoma una pregunta:
¿qué quiero hacer con mi vida?, ¿es así como quiero vivir? Y
no sólo una vez sino varias veces surge esta pregunta, y no
sólo en el momento vocacional sino aún durante la vocación
y del camino que elegimos.
Y nos damos cuenta que la pregunta sigue siempre vigente;
nos damos cuenta, y muchas veces con dolor, que lo que no
tiene espacio en nuestra vida, que aquello a lo que nosotros
no le dedicamos tiempo, tarde o temprano termina no
existiendo.
Uno puede pensar de una manera y vivir de otra y eso,
tarde o temprano, nos divide y deteriora. Uno cree que vive
lo que piensa, pero no siempre vive lo que piensa y, por eso,
con el tiempo, si lo que deseo, lo que pienso, lo que sueño,
no lo voy haciendo concreto, me doy cuenta un día que no
existe. Y que estoy dividido: una cosa son mis ideas y otra mi
realidad, una cosa es lo que yo creo que soy, lo que quisiera
vivir, y otra cosa es lo que vivo, lo que soy.
Fe, afectos, convicciones, sueños, necesitan encarnarse o
serán sueños nada más. Lo que decimos, para mí esto es
importante, tendrá siempre que tener una tensión de
concreción. Si nuestros sueños no se concretan de alguna
manera, si no los vamos plasmando un poquito en la
realidad, se pueden evaporar. O voy tratando de vivir como
pienso o terminaré pensando como vivo y, el retorno, será
aún más difícil, al perder hasta la noción de lo que pierdo.
Lo olvidé, terminé reduciendo mi mundo no sólo concreto,
sino mi mundo interior, a un pequeño espacio, a dos o tres
cosas y a nada más. Perdí el horizonte.
128
9ª meditación
“María eligió la mejor parte...”
Para vivir así, como uno piensa, como uno quiere y cree
que tiene que vivir el sueño de Dios, en primer lugar hay que
tener una gran fe. Como si dijera: para volver a ser como
niños, hay que creer en el Padre y dejarlo ser Padre. Para vivir
el sueño de Dios hay que tener mucha fe, sobre todo, cuando
pasan los años. A lo mejor, de entrada, pensamos que es
más simple, pero Dios soñó por encima de nuestras
capacidades, entonces cuando nos damos cuenta que el
sueño nos queda grande, hace falta mucha fe para vivir algo
que nos damos cuenta que nosotros solos no podemos
alcanzar. Abraham tuvo que tener mucha fe para seguir
esperando un hijo, sabiendo que su esposa era estéril y él ya
muy anciano.
“Entonces el Señor le dirigió esta palabra: «[…] tu heredero
será alguien que nacerá de ti». Luego lo llevó afuera y continuó
diciéndole: «Mira hacia el cielo y si puedes, cuenta las
estrellas». Y añadió: «Así será tu descendencia». Abrám creyó
en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación”
(Génesis 15, 4-6).
Confesar con la vida que uno no es Dios, aprender a
descansar en Él, a poner nuestras preocupaciones en sus
manos, no es tan fácil como parece. No es lo mismo tener fe,
que vivir de la fe. Y uno cree que tiene poca fe cuando empieza
a vivir de la fe y se da cuenta que está agarrado sólo de la fe,
ya no de sus convicciones humanas, de sus cálculos. Por eso
sólo sabe descansar el que sabe adorar. Por eso a un adulto
le cuesta descansar, porque tiene muchas preocupaciones.
Para saber descansar hay que saber adorar, es decir reconocer
vitalmente a Dios como Dios.
Y, en segundo lugar, para vivir como uno piensa hay que
estar dispuesto a pagar el precio que esto tiene. Un costo
que puede ser literalmente económico, aunque no siempre.
Vivir como tenemos que vivir puede llevar a reestructurar
obras, a no calcular tanto, a no pensar tanto con criterio económico, y esto puede tener un costo en la vida real. ¿Estamos
129
9
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
dispuestos a tener la libertad de vivir el carisma, aunque esto
tenga un precio? Y cuántas veces nos dimos cuenta, con
vergüenza, que ni siquiera tuvo un costo, porque cuando nos
confiamos en Dios, fue real que Dios proveyó. No había que
calcular, el Señor dijo, el que trabaja merece su salario, no
temas, no te va a faltar. Un costo que no es siempre
económico y, a veces, ni siquiera económico; hay otros costos
más altos y más caros.
Un costo social: cuando nos empezamos a animar a vivir
como tenemos que vivir, ya sea un Instituto, una comunidad,
o una persona dentro de un Instituto, o de una comunidad o
en el mundo, muchos no comprenderán esta manera de vivir.
Hay maneras standard de vivir y, si uno más o menos vive
así, no llama la atención, es lo que hacen todos. Ojo, no es
procurar llamar la atención haciendo cosas distintas, pero
es verdad que al que responde a su más profunda vocación
o vive con cierta radicalidad, muchos no van a comprender
esa manera de vivir, aún dentro de la Iglesia -y tal vez primero
dentro de la Iglesia-; más aún, muchos sentirán la necesidad
de desprestigiar al que les recuerda lo que deberían estar
haciendo ellos y no pueden o no quieren. Ya lo dice la
Escritura:
“Tendamos trampas al justo, porque nos molesta y
se opone a nuestra manera de obrar; nos echa en cara
las transgresiones a la Ley y nos reprocha las faltas
contra la enseñanza recibida. Él se gloría de poseer el
conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del
Señor. Es un vivo reproche contra nuestra manera de
pensar y su sola presencia nos resulta insoportable,
porque lleva una vida distinta de los demás y va por
caminos muy diferentes” (Sabiduría 2, 12-15).
El justo molesta con el sólo hecho de estar, es molesto
alguien que cambió. Sin querer nos dice a todos, se puede
cambiar.
130
9ª meditación
“María eligió la mejor parte...”
“María eligió la mejor parte”, hay una parte que nosotros
podemos elegir, y es la calidad, la radicalidad, el estilo
profundo de vida que queremos tener. María eligió la mejor
parte ¿y nosotros? Para nosotros, como consagrados, ni
siquiera es un asunto meramente individual; nuestra vida está
llamada, debe despertar conciencia de otra cosa, nuestra
vida es una vida que tendría que interpelar, que mostrar que
“el hombre no vive sólo de pan” (Mateo 4, 4), que el hombre
es sagrado y no profano y esto no por lo que hace o donde
está, sino por cómo lo hace, desde dónde lo hace. Lo que
hace sagrada o profana a una persona no es el lugar donde
habita; yo puedo vivir en Tierra Santa y ser profano, y puedo
vivir en la mitad del mundo y vivir religiosamente. Nosotros
no somos Dios, y no lo tenemos que reemplazar; atención,
que hay maneras agitadas de vivir que creen que tenemos
que reemplazar a Dios. Nosotros no tenemos que reemplazar
a Dios sino hacerlo presente, que es distinto, y ser sus
instrumentos. Somos instrumentos de la Providencia, pero no
la Providencia. Dios nos usa como usa de muchos otros
recursos, de todo, no sólo de nosotros.
Hay una noción de eficacia que es profundamente
deshumanizante, que puede esconder una falta de fe en el
Dios Providente, aunque parezca muy generosa, y que nos
termina profanando y estresando. Profanando porque vivimos
tan ajetreados que nos alejamos de nuestro fondo, ya no
actuamos desde dentro. Puedo hacer mucho pero no sé si
hago mucho sin calidad de amor y, encima, nos estresamos,
lo que implica perder muchas cosas: humor, salud, calidad
de oración.
Ser fecundo no es lo mismo que eficaz, la prédica eclesial
normalmente critica la eficiencia del mundo y la competitividad. A veces nosotros somos competitivos y eficaces como
lo hace el mundo, aunque en cosas sagradas. En el fondo
somos un hombre ajetreado más, y no somos fecundos, que
es otra manera de vitalidad que se va a fijar no tanto en la
131
9
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
cantidad sino en la calidad, y lo que engendra es vida, no
cosas. Hay parroquias o diócesis que viven generando cosas
pastorales y no vida. ¡Cuántas “Casas Generalicias” viven
repartiendo papeles, encuestas y trabajos; generan cosas,
no hay vida. Conozco hermanas que están hartas de llenar
papeles. Yo muchas veces les digo, hermanas no entren en la
locura. Vivir es mucho más simple y más fecundo. Von
Balthasar dice “En este momento existen las herejías de las
reuniones”, vivimos reunidos, pero en demasía. Hay pastores
que no están nunca con su rebaño: reunión de, comisión de,
cosa de, y nosotros nos quejamos que los padres no están en
casa… Ser fecundo no es lo mismo que ser eficaz; irradiar no
es siempre hacer, sino ser.
Así vivió Jesús sus treinta años de Nazaret; no fue un
apurado en crecer, cuarenta días en el desierto, buscando y
no sin hacer cierta violencia; momentos importantes de
oración, momentos de descanso con los suyos, momentos
de intimidad con los amigos, aun en las jornadas cargadas
de ocupaciones. Jesús estaría bastante ocupado después de
la entrada a Jerusalén, y, sin embargo, esa noche fue a lo de
Marta, María y Lázaro.
“Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se
conmovió, y preguntaban: «¿Quién es este?». Y la gente
respondía: «Es Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea».
Después Jesús entró en el Templo y echó a todos los
que vendían y compraban allí, derribando las mesas
de los cambistas y los asientos de los vendedores de
palomas. […] En el Templo se le acercaron varios ciegos
y paralíticos, y él los curó. […] En seguida los dejó y
salió de la ciudad para ir a Betania, donde pasó la
noche (Mateo 21, 10-17).
La vida de Jesús como la nuestra, tiene también momentos
en los cuales ya no es posible disponer, sino sólo podemos
consagrar lo que nos toca vivir. Hay momentos en los cuales
132
9ª meditación
“María eligió la mejor parte...”
podemos ser más o menos ordenados, y la vida tiene
momentos en los cuales hay ritmos que no nos permiten ser
ordenados ni elegir lo que nos toca vivir, pero sí podemos
consagrar lo que nos toca vivir. Cómo lo vivimos es el tema.
Podemos vivir con señorío ese estar, a veces, corriendo. Igual
que las horas de dolor y de pasión; ciertas horas en las cuales
la vida tiene un vértigo que no es posible detener.
Así como no se puede detener un río sino sólo encauzarlo,
así la vida tiene momentos en los cuales hay que enfrentarla.
Voy a usar una imagen de la pampa: la humildad con la que
el trébol enfrenta y resiste el viento pampero. El viento pampero es ese viento que limpia; es fuerte, frío; el trébol si saca
pecho y quiere resistir, es cortado por el viento; entonces el
trébol es más vivo, es chiquitito, se pega al piso y le dice al
viento: estás apurado, pasá, y luego que pasa se levanta de
nuevo.
Nosotros también, hay momentos de la vida en los cuales
querer resistir es quebrarse; en cambio, hacerse chiquito y
dejar que pase la tormenta, que pase la locura es lo
conveniente. Por ejemplo, Comuniones: 300 padres en el
colegio o en la misión o en lo que fuere; en ese momento, si
quiero tener la vida ordenada como en el Noviciado, me
será imposible. Hay que saber flexibilizarse, abajarse, dejar
que pase, consagrarlo; hay que hacerse pequeños y pasar
las tormentas lo mejor posible…
A veces nos enfermamos porque somos empecinados y
falta esa gimnasia de: lo que mejor se pueda, lo que
buenamente se pueda. No es esta una pobre opinión personal. Recordemos que, a san Juan de la Cruz, un día le
escribe una carta una hermana y le pregunta: “Padre, ¿qué
tengo que hacer para ser santa, para ser mística?” Entonces
el santo le contesta: “cumpla los mandamientos, ame a sus
hermanas y viva lo mejor que pueda”.
Cada vida tiene un estilo, un ritmo, un clima según sean
sus posibilidades. Algunas de ustedes son un águila, otras un
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9
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
gorrión; sea una buena águila, y la que es un gorrioncito
que sea un buen gorrión. Cada vida tiene su estilo y su ritmo.
Yo sé lo que sos, dejá que los demás sean lo que son; no te
dejes enjaular, pero no enjaules a nadie; vos viví pero no te
quejes, ni pises, ni ahogues, ni empujes. Cada persona tiene
su ritmo. Hay gente que, al mirarla corremos el riesgo de
decir: “no debe rezar nunca”. No hay que juzgar; reza pero
de otra manera, o tiene otro clima interior. Algunos necesitamos muchos medios y un ambiente adecuado para no
perder en espíritu y otros, en medio de la selva, viven con
espíritu. Sepamos respetar todas las especies que hay en el
Arca de Noé.
“Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón”
(Mateo 6, 21)
¿Cuándo administramos bien el tiempo cada uno de
nosotros? El tiempo es bien administrado cuando lo que más
amamos le termina de dar el tono y la proporción a todo lo
que hacemos. En esto no vale la misma medida para todos,
pero cada uno de nosotros sabe dónde está su tesoro, su
corazón; qué soñó Dios para él. Estás siéndole infiel a tu
verdad cuando tu tesoro, el fondo, no es lo que le da a tu
vida el tono y la proporción a todo lo que hacés. Cada uno
de nosotros tiene un algo que no es negociable y, desde ahí,
hay que proporcionar, cuidar el clima interior, la verdad de
lo que somos. Exagerando un poco, podría decir: “muéstrame
tu agenda y te diré donde está tu tesoro”. Si alguien mirara
nuestro horario tendría que adivinar cuál es nuestra prioridad.
Si alguien mirara nuestra agenda: ¿resalta mi opción? A lo
mejor no.
Ya desde la creación, pero sobre todo después de la
Encarnación, para vivir bien no hay que salir de la realidad;
para vivir bien, para vivir religiosamente, no hay que escapar
de la realidad, hay que cargarla de sentido. Las cosas son
religiosas cuando las hacemos en Dios, desde Dios y para
Dios. La vida de un pianista, de un artista, de un poeta, de un
134
9ª meditación
“María eligió la mejor parte...”
deportista, de un trabajador, tiene un cierto estilo. El obrero
no puede trasnochar porque llega cansado y por la mañana
tendrá que ir a llenar la carretilla, a hacer la mezcla; tiene su
ritmo. Si la vida de otros tiene opciones y renuncias, imprime
un cierto hábito y una serie de renuncias. Así, una vida que
da prioridad al amor tiene un clima y un ritmo propio sobre
el cual no hay que dejar de velar. Cuando uno tiene una
opción clara, ya sea por obligación o por gusto, tiene un
ritmo de vida. ¿Se nota que nosotros tenemos algo que nos
entusiasma y le da a nuestra vida una disciplina? Cuando
uno no tiene disciplina en torno a algo, es porque no tiene
ideal. Hay mínimos comunes; después respeto la diversidad,
pero hay una disciplina común. Más allá de la disciplina por
deber, uno nota que, porque dejó de tener tensión amorosa,
está gritando en su desorden que no sabe qué hacer con la
vida.
Hay que velar, más que por cuidar horarios, por tener vivo
el fuego, la pasión por el tesoro, por el amor que rige nuestros
corazones. Un enamorado siempre encontrará tiempo. El que
no tiene tiempo para rezar no está enamorado. Es así; el
tema es interno. Un enamorado duerme dos horas pero a su
novia la ve. El que no reza es porque no está enamorado, no
es porque esté ocupado. Esto es duro pero es así. Hay que
ser mujeres normales, porque las mujeres normales, o se
quedan en la vida consagrada porque están enamoradas
de Jesús, o buscan amor afuera. El que puede vivir sin estar
enamorado, sin una pasión, en el fondo, no es una persona
normal.
La vida contemplativa, con su clausura y sus horarios, está
haciendo una profesión de fe, en la cual todo está dispuesto
para custodiar el amor. ¿Qué es la vida contemplativa sino
una opción radical para custodiar lo esencial? Sin embargo
esto tiene algo de artificial. ¿Por qué? Porque la vida no es
sólo así, tampoco la vida de Jesús es sólo oración e
intimidad; este es sólo un aspecto. La vida contemplativa es
135
9
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
un grito, un testimonio de dónde está la prioridad, una señal
para la Iglesia y para el mundo de dónde está la mejor parte,
como diciendo, no te olvides de lo esencial. Ella existe no
para que imitemos esa forma de vida sino para que
busquemos lo esencial y seamos capaces de crear un estilo
de vida diferente en la vida normal, pero teniendo en cuenta
lo esencial.
Lo nuestro es crear ámbitos de vida, que no es lo mismo
que transmitir una cultura monástica. En la antigüedad se
cometió este error. En lugar de imitar la opción de la
radicalidad por el Señor, se copió la cultura monástica. Todas
las Congregaciones tenían que parecerse a las monjas, y esto
trae tensiones con la vida real.
Pensemos en el apostolado: nuestros horarios no pueden
ser los de los monjes, estos no son los de la vida real. Sí,
nuestra vida tiene que tener la opción por la comunión profunda con Dios y por la oración. No se dejen llamar
“hermanas activas”; ustedes también son contemplativas. No
recen menos que una contemplativa, pero en vez de ir a hacer
una tarea manual harán otra cosa, pero no recen menos. Si
copiamos la cultura monástica, negamos la historia y, a la
larga, provocamos una falsa alternativa entre oración y
acción; no son cosas contradictorias, se complementan, se
puede ser profundamente contemplativo en la acción, siempre
que haya oración. Si no hacemos esto también habrá una
falsa alternativa entre el tiempo y la eternidad. Parecería que,
para estar con Dios, hay que salir del tiempo, en lugar de
consagrar el tiempo, que es lo que hizo la Encarnación. Es
una falsa alternativa optar por lo esencial o lo accidental. La
vida necesita lo esencial y lo accidental.
Las pedagogías, las maneras de educar, las maneras de
vivir de cada Instituto y sus estilos de vida pueden ser muy
diferentes, tantos como Institutos y personas haya. Los Institutos
no pueden ser todos iguales, a veces se parecen demasiado
los estilos de vida. Cada Instituto tiene que tener un estilo
136
9ª meditación
“María eligió la mejor parte...”
propio, no temamos a la diversidad. Lo importante es que
haya un estilo y que lo cuidemos. Cada uno tiene que tener
su estilo y su pedagogía. Lo malo es que no haya estilo ni
pedagogía. Cada uno sabrá cuál es el suyo, cuál es la
pedagogía que sigue la Congregación para vivir el carisma;
lo importante es que lo sigan.
El año tiene sus estaciones, la semana su domingo, el día
sus luces y sus sombras, el largo camino de Emaús, que es la
vida, tiene sus momentos de cansancio y desaliento, de
encuentro y de diálogo, de cobijo y de pan. La vida no es
“todo igual”. Nuestra vida tiene que tener distintos momentos.
La Eucaristía es cima y fuente y crea estilo de vida, es
escuela de vida. Quien vive bien la Eucaristía, sabrá que en
la vida hay un momento para el diálogo, la súplica, un
momento para la oración, para el encuentro, para la
comunión; momentos de silencio, de silencio de presencia,
de silencio de escucha. La Eucaristía, si uno se detuviera a
saborear todos sus instantes, nos estaría diciendo no sólo
cómo rezar sino cómo vivir.
Cuidado, en los Noviciados está muy claro, (eso espero),
un momento de oración, de trabajo, de descanso, de
comunidad; cada cosa tiene su tiempo. Eso no es sólo para
las novicias, es para que las novicias incorporen que la vida
religiosa tiene que tener todos esos momentos, por supuesto
con la elasticidad de la vida real, pero los momentos tienen
que existir. Una comunidad donde falten momentos de
encuentro, momentos de trabajo, de oración, falla el
equilibrio de la vida, la calidad de la vida. Se supone que
creemos en lo que somos, cuando uno deja de creer que la
vida religiosa es fecunda por lo que es, que ella misma es
mensaje y palabra, uno cree que tiene que hacer cosas para
valer y no, en primer lugar, ser para poder hacer.
Hay que buscar la armonía y la belleza; tratemos de tener
una vida bella y armónica, pero siempre con realismo y no
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9
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
como un fin en sí mismo; siempre habrá una sana tensión
entre nuestros planes y la caridad. Tratemos de tener una vida
bella pero siempre en tensión con la caridad. Por eso tenemos
que amar con verdad y amar de verdad. Amar con verdad
significa con belleza, con orden, con armonía, amar con
verdad pero de verdad, entonces siempre estaremos
tensionados. La sana tensión entre el ideal y lo real, entre lo
que debe ser y la caridad que nos interpela y nos desordena.
¿Nos desordena o nos da el verdadero orden y belleza?
Todos, pero la mujer de un modo especial, están llamados
a crear clima. Si nos importa el amor, el amor necesita un
clima y un ritmo y, normalmente, ¿quién pone el clima y el
ritmo en la casa? La mamá es la que pone el clima. El primer
ámbito de vida es el seno materno, la mujer sabe de eso
porque ella misma es capaz de gestar vida; su propio seno
es ámbito de vida, por eso un bebito puede gestarse durante
nueve meses en la mamá. La mujer es creadora de ámbito
de vida, su presencia hace hogar. Hay familias donde hay
una mujer y once varones, pero la mujer es capaz de darle el
toque femenino a la casa. Hay casas donde viven cinco
mujeres y ningún varón y, a veces, no se multiplicó, se
neutralizó.
Así como la mujer crea hogar, así como lo hizo María, así
la Iglesia está llamada a convertir este mundo en un hogar;
esa es la misión. La Iglesia es la madre que tiene que hacer
de este mundo una familia, un hogar. María es la plenitud de
la caridad desplegándose en lo ordinario, en lo cotidiano.
La Virgen María, la más santa, la más grande, desplegó
la caridad en las cosas más simples. No hay tarea pequeña,
no hay nada que no pueda ser vivido con caridad plena. Las
cosas no son importantes sino hasta que las hacemos
importantes con el amor.
138
10ª meditación
“Amar desde lo que somos y podemos”
““Al levantar los ojos, Jesús vio
que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe:
«¿Dónde compraremos pan para darles de comer?»
Felipe le respondió: "Doscientos denarios
no bastarían para que cada
uno pudiera comer un pedazo de pan".
Uno de sus discípulos,
Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:
«Aquí hay un niño que tiene
cinco panes de cebada y dos pescados,
pero ¿qué es esto para tanta gente?»”
(Juan 6, 5. 7-9)
Una afirmación clásica de la filosofía griega dice: el obrar
sigue al ser. Es decir, cada ser tiene una identidad, una verdad.
Por eso es esto y no aquello. Eso nosotros lo llamamos una
naturaleza que lo hace ser de un modo determinado, y le
permite obrar de una manera particular. En definitiva cada
ser obra según su naturaleza, según lo que es.
Nunca nos terminaremos de maravillar, al mirar la
creación, de la infinita variedad de seres y la complementariedad de las creaturas. No sólo existen diversas, sino
diversas en armonía. La creación no es un caos, sino este
inmenso coro, donde los seres están en relación unos con
otros y forman una bella armonía, este bello arco iris del
cual nosotros somos parte. Saber apreciar y gozar esta
maravillosa sinfonía, esta diversidad de creaturas, esta
139
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
maravillosa puesta en escena que es la creación, es celebrar
la infinita bondad y sabiduría de Dios. Aprender a mirar la
diversidad y celebrarla, no sólo de las creaturas sino de tantas
maneras de ser humano, y que cada uno de nosotros sea
este único que es y aprendamos a complementarnos.
La Escritura dice:
“Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen
de Dios, los creó varón y mujer” (Génesis 1, 27).
De ahí se desprende la importancia que cada uno de
nosotros ocupe el lugar que debe; que seamos lo que somos
y obremos de acuerdo a lo que somos, que sepamos
complementarnos con humildad y amor. Si no somos fieles a
nuestra identidad, va a haber un puesto vacío, algo que nadie
hizo. Eso poquito que soy, en manos de Jesús, puede contribuir
a alimentar a la multitud. En este coro faltaría una voz si no
está la mía, en este arco iris, si yo no estoy, faltaría un color.
No sólo obramos según nuestra naturaleza, sino según la
edad que tengamos. En las distintas edades de la vida vamos
obrando de manera diferente. Por eso es imprescindible saber descubrir el secreto de cada una de ellas. Saber por
ejemplo que el joven es más fuerte que sabio, por eso
pidámosle más bien fuerza que sabiduría. El anciano o el
adulto ya no pueden obrar de la misma manera que el joven,
pero tal vez tengan más sabiduría y experiencia. Dos
Sacerdotes en una parroquia: uno entrado en años, no está
para campamentos, “ya estás para otra cosa”, no para la
carpa, no que no servís para nada. Hay quienes quieren ir al
campamento y no dejan lugar al joven. Si pretendo competir
con las novicias o junioras, sería un error, en eso son mejores.
En cambio si ocupo mi lugar, me van a necesitar y yo a ellas,
y podemos trabajar juntas.
A nuestro ser no sólo lo condiciona la edad que tengamos
sino las circunstancias y la historia que hayamos tenido. El
tiempo y las circunstancias van terminando de conformar a
140
10ª meditación
“Amar desde lo que somos y podemos”
esta persona única e irrepetible que es cada uno de nosotros.
No existimos fuera del tiempo y de las circunstancias. Por eso
cada uno de nosotros no sólo es distinto a los demás por lo
que es sino por lo que vivió, por lo que le pasó, por lo que
gozó, por lo que sufrió.
Cuidar nuestra identidad es amar al otro, no dejarlo sin
este que soy, no dejarlo vivir sin este instrumento que Dios
quiso poner en el camino de otros. Somos en gran parte,
cada uno de nosotros, el resultado de encuentros amorosos
con otras personas; por lo tanto, no seríamos el que somos
hoy si esos amigos, padres, maestros no hubieran permanecido fieles a su senda, sin esos amigos, padres, maestros,
que fueron fieles a lo que tenían que ser y que encontramos
en el camino donde tenían que estar. Así como uno dice: “qué
bueno que estaba tal en tal lugar y en tal momento de mi
vida”. Cada uno de nosotros tiene que tratar de ser fiel a lo
que es, a su historia y convertirla en sabiduría, saber hacer
miel de lo que vivimos para que aquellos que pasen a nuestro
lado nos encuentren con lo que tenemos que tener y cómo
tenemos que estar porque Dios los pensó, porque Dios nos
pensó para ellos.
Cualquiera que haya trabajado en algo sabe qué
imprescindible es contar con las herramientas necesarias, la
cocinera dice: alguien se metió en la cocina, ¿quién me tocó
la cuchilla?, ahora ¿dónde está? La costurera: ¿y el dedal y
la aguja?, y así cada oficio. Aunque parezca un poco fría la
comparación, qué importante es ser fieles a nuestra
identidad; eso ya es amar, porque es permitirle a Dios y a
nuestros hermanos que nos encuentren en el momento
adecuado y con la posibilidad de servirlos con lo mejor que
tenemos, con nosotros mismos. Que encuentren esta
herramienta que soy a la hora que Dios pensó que le íbamos
a ser útil a alguien. Ejemplo: Isaías, en el relato de su
vocación, dice que él cometió el error de ir al templo a rezar,
en el momento en que Dios necesitaba un profeta para enviar.
Desde el altar se oye:
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
“«¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?». Yo
respondí: «¡Aquí estoy: envíame!»” (Isaías 6, 8).
Pasé justo por acá, en el momento que hacía falta esto. Y
aunque no escuchemos una voz, es como si la circunstancia
nos dijera hace falta alguien que ayude a este, y uno mira y
dice: me parece que me toca a mí... ¡Qué bueno si nos
dejamos interpelar por la realidad y nos damos cuenta que
nos está reclamando!
Y esto no sólo en el plano personal, sino también en el
plano comunitario, ser fieles a nuestro carisma. Una
Congregación que es fiel permite a Dios, que por algo la
suscitó, que ese carisma esté vivo para lo que haga falta.
Desvirtuamos nuestra identidad, cuando hacemos falta y no
estamos. Ser fieles a nuestro carisma, a nuestro camino, a
nuestro estado, a lo que tenemos que ser, ser lo que somos y
ser fieles a nuestro estilo de vida. Una buena formación debe
poner el acento, en el ser más que en el hacer…
Jesús decía una bienaventuranza que es tal vez de las más
extrañas:
“¡Y feliz aquel para quien Yo no sea motivo de
tropiezo!” (Mateo11, 6).
¿Por qué dice Jesús esto?: “Bienaventurado aquel a quien
Yo un día no lo defraude”, hasta el punto en que uno lee de
nuevo y dice, no, dirá: “bienaventurado el que no me
defraude”. También Jesús experimentó la tensión existente
entre responder a las expectativas de los demás o ser fiel a
su identidad, a su misión. El Padre le había pedido que sea
Mesías de una manera que no coincidía con lo que muchos
esperaban que el Mesías tenía que ser, por eso muchos
quedaron defraudados de lo que ellos esperaban y no
comprendieron lo que Él ofrecía. Nos puede pasar a nosotros.
Uno podría decir, bienaventurado el que no se sienta
defraudado por mí, todos podríamos decir esta expresión.
Muchos esperan de nosotros lo que a lo mejor no somos, y si
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10ª meditación
“Amar desde lo que somos y podemos”
somos fieles, muchos van a quedar defraudados porque
estaban esperando algo que nosotros o no debemos o no
podemos hacer porque no es nuestra misión. Por eso Jesús
curará, alimentará a multitudes, pero su misión es otra, es
mucho más profunda. Esos eran signos. Él es el Mesías, Él es
aquel que viene a llevar a su plenitud todo lo existente, Él es
el testigo del Padre, el revelador del hombre, el redentor.
Nada es ajeno a él y a nosotros, pero tanto cuanto no
impida realizar su específica misión. A Jesús todo le incumbe,
pero Él debe ir a Jerusalén. Jesús quiso una Iglesia
comprometida con la historia, con el hombre, con sus
necesidades, pero testigo del Absoluto. La Iglesia, si quiere
ser fiel a Jesús, siempre tendrá que vibrar con la historia, y la
vida religiosa es un maravilloso ejemplo, Dios suscita personas, santos, que responden a las necesidades del hombre.
Muchos de los carismas son respuesta del espíritu a las
necesidades de los tiempos pero testigos de lo Absoluto,
respondiendo a lo que hace falta pero dando en eso testimonio de lo Absoluto. Tampoco sirven, los testigos de lo
Absoluto que no se comprometen con nadie, demasiado
testigo de lo Absoluto; es un globo, pasa volando y no toca
tierra. Ser testigo de lo Absoluto comprometido con la
historia.
Prácticamente desde los primeros días, la Iglesia padeció
esa tensión. El número de los discípulos crecía y no era
posible atenderlos como correspondía, tampoco era bueno
descuidar la oración y la predicación de la Palabra, por eso
los apóstoles instituyen el diaconado.
“En aquellos días, como el número de discípulos
aumentaba, los helenistas comenzaron a murmurar
contra los hebreos porque se desatendía a sus viudas
en la distribución diaria de los alimentos. Entonces los
Doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron:
«No es justo que descuidemos el ministerio de la
Palabra de Dios para ocuparnos de servir las mesas.
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
Es preferible, hermanos, que busquen entre ustedes a
siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu Santo
y de sabiduría, y nosotros les encargaremos esta tarea.
De esa manera, podremos dedicarnos a la oración y
al ministerio de la Palabra». La asamblea aprobó esta
propuesta y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y
del Espíritu Santo, a Felipe y a Prócoro, a Nicanor y a
Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía.
Los presentaron a los Apóstoles, y estos, después de
orar, les impusieron las manos. Así la Palabra de Dios
se extendía cada vez más, el número de discípulos
aumentaba considerablemente en Jerusalén y muchos
sacerdotes abrazaban la fe (Hechos 6, 1).
No trabajaron el doble, delegaron, compartieron la tarea
con otros. Hoy compartimos el carisma con los laicos y
compartimos también nuestra misión. La pobreza nos obligó
a abrir las puertas de los conventos y compartir el carisma y
no morir trabajando de más, sino vivir compartiendo nuestro
carisma, y no dejando de ser religiosas para cumplir la misión.
En los Hechos de los Apóstoles se relata cómo san Pedro se
encuentra con un hombre lisiado que le pide ayuda:
“En una ocasión, Pedro y Juan subían al Templo para
la oración de la tarde. Allí encontraron a un paralítico
de nacimiento, que ponían diariamente junto a la
puerta del Templo llamada «la Hermosa», para pedir
limosna a los que entraban. Cuando él vio a Pedro y a
Juan entrar en el Templo, les pidió una limosna.
Entonces Pedro, fijando la mirada en él, lo mismo que
Juan, le dijo: «Míranos». El hombre los miró fijamente
esperando que le dieran algo. Pedro le dijo: «No tengo
plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de
Jesucristo de Nazaret, levántate y camina». Y
tomándolo de la mano derecha, lo levantó; de
inmediato, se le fortalecieron los pies y los tobillos.
Dando un salto, se puso de pie y comenzó a caminar;
144
10ª meditación
“Amar desde lo que somos y podemos”
y entró con ellos en el Templo, caminando, saltando y
glorificando a Dios” (Hechos 3, 1-8).
Eso no tengo, tengo esto otro, yo te puedo ayudar a
caminar, no tengo plata, pero lo que tengo te lo doy. Ofrecer
desde lo que se tiene.
Se cuenta que el cardenal Montini, siendo obispo de Milán
recién nombrado, dijo con los ojos llenos de lágrimas a un
grupo de obreros con ocasión de la visita a una fábrica, luego
de ser abucheado y silbado: “Aquí estoy con las manos vacías
para tantas cosas que ustedes necesitan… pero tengo mucho
que darles, puedo hablarles de Dios, del sentido de la vida,
de la alegría y la esperanza” (El encuentro culminó con
aplausos y abrazos). Se metió y padeció esta tensión. El mismo
obispo que dice “yo llego a ustedes con las manos vacías,
no tengo tantas cosas que ustedes necesitan, pero tengo otra
cosa para darles”, es el mismo que, años después como Papa
Pablo VI, nos enseñaría que evangelización y promoción
humana no son dos cosas separadas, sino dos cosas que
van juntas, que la promoción del hombre es parte integrante
del anuncio del Evangelio. Si el Evangelio es ser testigos del
amor, el hombre para vivir necesita de Dios y necesita abrigo,
necesita todo lo que le es indispensable. ¿Qué nos enseñó
este Papa?, que debemos tener pasión por el hombre integral. Todos los hombres y todo el hombre nos incumbe.
Es Jesús que se conmueve del ciego, del cojo, de la viuda,
de los hambrientos pero no deja de cumplir su misión. Anuncia
y revela al Padre. Cuántas veces partió de una necesidad
concreta y material, y eso fue ocasión para anunciar el
Evangelio.
Cuando alguien es contemplativo, religioso, profundo, no
importa por dónde empieza sino dónde termina. Cuántas
veces hay que hablar de cualquier cosa para terminar donde
hay que terminar. Con los discípulos de Emaús, Jesús escuchó
con paciencia un rato de quejas... Para hablar con alguien
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10
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
hay que dejar que se queje, aún entre nosotros. Después de
un rato de quejarse, tal vez comience el verdadero diálogo.
También Jesús, al ver la multitud hambrienta y maltratada,
sufrió la tentación de ser Mesías de otro modo:
“Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la
gente decía: «Este es, verdaderamente, el Profeta que
debe venir al mundo». Jesús, sabiendo que querían
apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez
solo a la montaña” (Juan 6, 14-15).
No es tan fácil ser fiel a la misión cuando uno ve tanta
miseria y necesidad. Jesús se conmueve y los alimenta y en
un determinado momento dice san Juan: “y lo quisieron hacer
rey”. Jesús no se vio tentado por el poder, sí por otra cosa. Él
que amaba tanto sintió que tenía la capacidad con su poder
de suprimir el dolor del hombre con un milagro pero no tenía
que hacerlo. Esa es la tentación, no tenía que bajarse de la
cruz, ni a nosotros sacarnos de la cruz. Eso es lo complicado.
Si nosotros cuando amamos a alguien y está sufriendo
decimos, haría cualquier cosa para que mi hermano, mi madre, mi papá, mi amigo no sufra o no muera, ¡imagínense
cómo lo sentiría Jesús! Tener poder para hacerlo de otro modo
y no tener que hacerlo de ese modo. Y Él mismo tener que
sujetarse a esa ley.
Por eso ¡qué terrible cuando estando en la cruz sutilmente
le dicen, ¿cómo pudiste salvar a otros y vos no te bajás de la
cruz?”. ¡Qué tentación fina! Jesús sintió la tentación de ser
Mesías de otra manera. Y no sólo Él, si siguen leyendo a
Juan 6 van a encontrar que termina ese episodio diciendo:
“¿también ustedes quieren irse?”.
“Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban,
les dijo: «¿Esto los escandaliza? Desde ese momento,
muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron
de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce:
«¿También ustedes quieren irse?»” (Juan 6, 51. 66-67).
146
10ª meditación
“Amar desde lo que somos y podemos”
Porque cuando Jesús reaccionó y siguió siendo el Mesías
que tenía que ser, muchos de los que lo seguían sólo por
pan, se fueron. Y hasta los apóstoles que se quedaron
experimentaron la tentación.
“Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos?
Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos
creído y sabemos que eres el Santo de Dios»” (Juan 6,
68).
Como diciendo: con Vos no la pasamos bien, pero sos el
único que tiene palabras de Vida eterna, ¿a dónde vamos a
ir...?
Servir al hombre desde lo específico, desde lo que somos,
como somos. Esto es importante, hacer lo que buenamente
pueda, cada uno de nosotros ame como es y como pueda,
desde lo que es, podés poco, da poco, pero todo lo que
tenés, lo de la viudita con sus dos moneditas de cobre. Y si el
amor nos lleva a hacer cosas que también hacen los demás,
deben ser realizadas con otra actitud e intensidad.
¿Se nota que esta maestra es una hermana? ¿Se nota que
esta enfermera es una hermana? ¿Se nota que llamamos por
teléfono a un convento y atendió una hermana?
No siempre se trata de hacer cosas distintas, sino con otra
calidad, con otra intensidad, con otra hondura y perspectiva.
“Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde
su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve
para nada, sino para ser tirada y pisada por los
hombres” (Mateo 5, 13).
Hay un parecido entre esta frase, con 1 Corintios 13:
“Si no tengo amor no soy nada”.
No soy nada, no sirvo para nada...
“Y no se enciende una lámpara para meterla
debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el
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10
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
candelero para que ilumine a todos los que están en
la casa” (Mateo 5, 15);
o como dice el Sermón de la montaña:
“Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz
que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas
obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo”
(Mateo 5, 16).
Dios nos puso en el mundo como luz y como sal.
Todos nosotros debemos velar para que haya una proporción entre el silencio y la palabra, entre lo que hacemos, lo
que decimos y lo que somos. Hay que cargar de verdad las
palabras y los gestos que realizamos. Yo no puedo vivir
predicando, tengo que tener una suficiente cantidad de
silencio en mi vida para que las palabras que diga broten
de algún lado y para que me dé cuenta de lo que esté
diciendo. Si tengo más palabras que silencio, las palabras
se van a empezar a licuar.
Y lo mismo los gestos, uno puede hacer un montón de
gestos amables y un día darse cuenta que es una costumbre
sin contenido. Por ejemplo: ¿nunca se dieron cuenta que
entraron a un templo e hicieron la genuflexión, la señal de la
cruz y, al rato dijeron: “no sé lo que hice”? ”Dios mío, ven en
mi auxilio”, ¿quién de nosotros lo dice en serio cuando
empieza la liturgia? Tenemos muchas costumbres, que no es
lo mismo que “hábitos” en el sentido técnico de la palabra.
Una cosa es que tenga facilidad en el mejor sentido de la
palabra, la costumbre de ser bueno, el hábito de ser bueno,
otra cosa es que esté acostumbrado a responder con una
amabilidad vacía muy común entre nosotros. Frases típicas
como: “Hola, ¿cómo estás?”, son standard. Uno no tiene
interés en saber cómo está. Por eso hay también respuestas
standard, “Bien”, o “Te cuento”, cuando no respondemos sino
con la misma pregunta: “Hola, ¿cómo estás?” y, en realidad,
nadie responde. Debemos velar para que haya proporción
148
10ª meditación
“Amar desde lo que somos y podemos”
entre nuestra palabra y nuestro silencio, nuestras obras y la
conciencia de lo que estamos haciendo. Revisemos si lo que
hacemos lo hacemos como gesto o como costumbre.
Si bien es cierto que, gracias a Dios, nosotros no sólo
obramos aquello de lo que somos conscientes, Dios obra en
nosotros, y a través nuestro, muchas más cosas de las que
nos damos cuenta o tenemos conciencia. Un error en la vida
espiritual bastante común es creer que sólo pasa lo que yo
me doy cuenta que pasa, por eso creemos que estamos tan
mal. De hecho pasan muchas más cosas en el corazón, de
las que nosotros creemos que pasan. Sería un gran error
querer evaluar cómo les fue en el retiro. Sepan irse sin saber
qué les pasó. Lo mismo, yo no me tengo que guiar por los
bostezos, ni por los aplausos, no sirven. Es mucho más hondo
el problema, más a largo plazo.
Dios obra en nosotros y a través nuestro mucho más de lo
que somos conscientes. Ejemplo: seguro que alguna
recordará a alguna monjita u otra persona que vivió con
ustedes, que las ayudó mucho, y ustedes nunca se lo dijeron,
ni ella nunca lo supo; les dio ejemplo viviendo y, a lo mejor,
ella murió triste creyendo que no le sirvió a nadie. Si ustedes
están viviendo tristes pensando que no le sirven a nadie,
sospechen que, para muchos, a lo mejor son un testigo,
aunque ustedes mueran sin saberlo.
Aunque suene duro, a la hora del dolor nos veremos
tentados de inutilidad. Muchas veces ante los reclamos
concretos de los hombres, ser testigos de Dios nos va a hacer
sentir inútiles. Muchos nos dejarán de lado como a Jesús
buscando respuestas más inmediatas. Pilatos que era muy
inteligente, ¿qué le dijo al pueblo? Elijan ustedes a quién
quieren salvar, y salvaron a Barrabás, ¿por qué? Barrabás
ofrecía una respuesta concreta para luchar contra los
romanos. Barrabás era más útil y, aparentemente, más concreto. Jesús era a largo plazo y mucho más profundo.
Entonces eligieron a Barrabás.
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10
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
No nos asustemos. A la hora del dolor nos veremos
tentados de inutilidad, y muchas veces nos sentiremos dejados
de lado, porque se buscan respuestas mucho más inmediatas,
aunque más superficiales. Estamos en un tiempo de transición,
donde hay que convivir con muchas oscuridades
institucionales y personales. Entonces cuidado con la tentación
de las recetas; sospechen de pastores, psicólogos, del que
sea que tenga la fórmula y sean capaces de caminar a
oscuras, escuchándolos a todos, pero sabiendo que las
respuestas profundas hay que darlas a luz con dolor.
Ser fieles a nuestra identidad aunque nos sintamos pobres
e insignificantes. Ser como el pozo del desierto, alguien que
es capaz de reflejar el cielo al que se asome a nuestra mirada.
¿Vieron los aljibes? Tienen agua en el fondo y la tiene quieta, porque la tienen en el fondo, por eso normalmente quien
puede mirar un aljibe encuentra que hay un espejo, porque
el agua está quieta. Alguien que tiene agua acumulada
lentamente, a lo largo de años de fidelidad; no tiene tal vez
muchas cosas pero algo de agua hay; por lo tanto es alguien
capaz de poner nuevamente en camino al que se acerque, al
que se asome cansado y agobiado. Por lo menos que haya
un poco de agua. Eso es lo que se le pide a un pozo.
Ser como las estrellas: están allí, marcándonos el rumbo,
iluminando y poblando las noches oscuras y solitarias.
Alguien dirá: “qué inútiles son las estrellas” y, sin embargo,
están ahí marcándonos el rumbo y acompañándonos en las
noches solitarias. Son nuestras hermanas en la oscuridad.
Debemos ser como el árbol al borde del camino que ofrece
sombra, que ofrece leña, testigo humilde y noble de que no
todo es chato. ¡Si al menos fuéramos eso!
Una Iglesia con Pedro y Pablo, con Juan y Santiago, con
Marta y María, con manos y pies, con cabeza y cuerpo, con
diferentes dones y carismas, donde todos tenemos un lugar,
somos inútiles e imprescindibles. Parece que no tenemos nada
y lo tenemos todo.
150
10ª meditación
“Amar desde lo que somos y podemos”
Somos inútiles, es verdad, e imprescindibles, ¿por qué?
Somos poco eficaces pero le podemos dar sentido a todo.
Poco eficaces y, sin embargo, tenemos el sentido de la vida,
la luz del mundo. Tenemos sólo unos pocos peces y panes
pero sabemos en manos de quién podemos multiplicarlos.
Tenemos las redes vacías y pasamos la noche pescando, pero
alguien nos pide que lo volvamos a intentar.
María responde al ángel: “Yo soy la servidora del Señor”.
María comprendió que su humilde pequeñez, puesta en
manos del Padre, era imprescindible para poder plasmar su
sueño de amor para con nosotros los hombres.
María era una pobre mujercita, pero hacía falta una pobre
mujercita para poder ser mamá del Mesías. No se quedó
llorando su pobreza, sino poniendo su pobreza a disposición
de Dios para que Él, a través de Ella, realizara grandes cosas.
10
151
11ª meditación
“Amar aunque…”
“Al oírlo, se conmovieron mis entrañas,
ante el fragor, balbucean mis labios;
la caries penetra en mis huesos
y debajo de mí tiemblan mis pasos.
Espero tranquilo el día de la angustia.
Pero yo me alegraré en el Señor,
me regocijaré en Dios, mi Salvador
El Señor, mi Señor, es mi fortaleza:
él da a mis pies la agilidad de las gacelas
y me hace caminar por las alturas,
(Habacuc 3, 16. 18-19)
El amor de Dios es trascendente, por eso supera nuestra
lógica.
“Porque los pensamientos de ustedes no son los
míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos oráculo del Señor” (Isaías 55, 8).
Sus pensamientos no son los nuestros; hay más distancia
entre el cielo y la tierra que entre nuestro modo de sentir y el
de Dios, por eso aunque no entendamos, aunque no
podamos, aunque no queramos, Él nos ama. Aunque un
hombre no quiera no puede evitar que Dios lo quiera. ¿Qué
es lo que entendimos si no se puede entender? Entendimos
que nos ama, pero no podemos entender cómo, ni porqué.
Por eso las expresiones de san Juan de la Cruz muy profundas,
muy gráficas y muy sintéticas:
153
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
“¡Qué bien sé yo!.. (certeza), aunque es de noche”.
Tengo certezas en la oscuridad, ese es el estado espiritual
del cristiano, del místico, aún del santo, certezas en la
oscuridad: ¡qué bien sé yo!.., aunque es de noche.
La vida -podríamos compararla-, es un viaje en el océano;
en la mitad del océano hay muchos días donde no hay costas,
hay mar, y hay que estar ahí; hay sólo mar y cielo. En el
misterio, las orillas son la certeza y la oscuridad, pero en el
medio está el océano. Tenemos certezas, tenemos
oscuridades, y allí navegamos. Este viaje es así; así vamos
por este mundo.
La experiencia del amor ha encendido en nosotros la
esperanza. Expresiones paulinas muy bonitas, Cristo entre
nosotros, la esperanza de la gloria. La experiencia del amor
es la que enciende en el corazón de un hombre la luz de la
esperanza, y esta es la única que nos permite no abismarnos
en el vacío. La vida que tantas veces nos parece vacía, un
viaje a la nada, tiene esa luz en el corazón que la certeza de
haber sido amado enciende; una luz que ilumina y da calor
cuando todo parece no tener sentido. En Jesús, el amor, lo
hemos comprobado que es eterno; por eso podemos amar
a pesar de la muerte. Justamente si el amor pide no tener
límites, ¿cómo podemos amar si hay certeza de la muerte?,
porque en Jesús hemos aprendido que el amor es más fuerte
que la muerte, que el amor es eterno. Por eso, aunque
dudemos, creemos; aunque desfallezcamos, esperamos;
aunque se nos desgarre el corazón por el dolor, por la muerte,
por las ausencias, amamos…
Podríamos decirlo a modo de oración.
Aunque la muerte parezca tener la última palabra,
aunque los inescrupulosos parezcan triunfar,
aunque parezca que todo está en manos del azar,
¡NO
PERDEMOS LA ESPERANZA!
154
11ª meditación
“Amar aunque ...”
Aunque queramos cambiar, crecer y no
podamos,
aunque estudiemos y busquemos y seamos
siempre ignorantes,
aunque acumulemos tantos fracasos en el amor y
evitemos a toda costa la soledad,
¡NO
PERDEMOS LA ESPERANZA!
Aunque las noches sean largas y en ellas todo sea
confuso,
aunque queramos agradar a Dios y a nuestros
hermanos y no siempre podamos,
aunque pasemos la vida orando y tengamos la
sensación de apenas habernos asomado al misterio,
aunque todo termine fracasando,
¡NO
PERDEMOS LA ESPERANZA!
Aunque desesperados reneguemos un día del Padre al vernos moribundos y abandonados al ver sufrir
desesperadamente a quienes amamos,
aunque las metas se conviertan en puntos de
partida,
aunque nos toque morir como a Moisés, sin llegar
y sólo viendo desde lejos la tierra prometida,
¡NO
PERDEMOS LA ESPERANZA!
Aunque perdamos todo y acontezca lo inesperado,
aunque terminemos donde jamás quisiéramos
haber estado,
aunque nos enfermemos y perdamos la razón,
¡NO
PERDEMOS LA ESPERANZA!
155
11
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
Aunque envejezcamos y terminemos siendo una
carga para todos,
aunque nuestros padres nos abandonen y los
amigos nos fallen,
aunque los violentos nos dominen y nos maten,
¡NO
PERDEMOS LA ESPERANZA!
Aunque nos fallen y traicionen aquellos que eran
garantía de nuestra esperanza,
aunque terminemos descubriendo que la Iglesia
está llena de pecadores y nosotros seamos uno de
ellos,
¡NO
PERDEMOS LA ESPERANZA!
Aunque el más sabio se quede sin palabras,
aunque los médicos ya no sepan qué hacer,
aunque ya no haya pan y nuestros hijos lloren de
hambre…
¡NO
PERDEMOS LA ESPERANZA!
Y LE DECIMOS:
“Te creo y te espero, desde lo más profundo de mi
ser, ahora que todavía estoy consciente y que, en pleno
uso de mi libertad, puedo elegir.
Porque “has gritado y has roto mi sordera, has
brillado y has quebrantado mi ceguera” (San Agustín),
Porque en todo y a través de todo y por caminos
que ni yo mismo puedo explicar e ignoro, me has
manifestado tu amor y me has enseñado que no hay
nada que te guste más que la confianza.
¡AMARTE
ES CREERTE Y ESSPERARTE!
156
11ª meditación
“Amar aunque ...”
Qué lindo esto de “ahora que puedo”. Si ahora pueden,
¡díganlo! Si ahora pueden, díganlo aunque se arrepientan,
aunque durante muchos años -y tal vez hasta el último instanteesa certeza (que tenemos del amor), tengamos que tener la
humildad de que conviva con el pánico, la angustia y las
lágrimas. Tenemos certeza del Amor de Dios y, sin embargo,
seguimos teniendo miedo, angustia y lágrimas. A pesar de
esto no son incompatibles, aunque haya zonas de nuestro
ser que aún no se hayan enterado del amor, en lo más
profundo sí. Me falta mucho, pero mi fondo entendió, mi
fondo se enteró, “¡Te creo!”. La semilla ha llegado y aunque
las hojas no se asomen todavía, la semilla ya está en la tierra
del corazón, todavía no floreció, pero la vida ya se está
gestando.
“Toda la creación espera ansiosamente esta
revelación de los hijos de Dios. Sabemos que la
creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores
de parto. Y no sólo ella: también nosotros, que
poseemos las primicias del Espíritu, gemimos
interiormente anhelando que se realice la redención
de nuestro cuerpo. Porque solamente en esperanza
estamos salvados. Ahora bien, cuando se ve lo que se
espera, ya no se espera más: ¿acaso se puede esperar
lo que se ve? En cambio, si esperamos lo que no vemos,
lo esperamos con constancia” (Romanos 8, 21-25).
En otras palabras, la felicidad no es incompatible con el
dolor. Atención: nosotros esperábamos que fuera blanco o
negro y es blanco y negro. No hay que esperar los días
buenos sino hacerlos buenos. Vivíamos soñando, esperando
que llegara la gran ocasión, y un día nos dimos cuenta de
que la gran ocasión hay que hacerla; todos los días son una
ocasión si ponemos todo nuestro ser, el corazón. No esperar
que todo esté bien para recién allí vivir, sino ir viviendo porque
ya está todo bien. Con razón todavía no vivimos. Uno puede
ser adulto y todavía estar esperando que todo esté bien para
157
11
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
recién allí vivir. “Cuando termine todo descanso.” ¿Por qué
no empezar a gozar un poco más mientras hago todo? Voy
a las vacaciones manejando apurado y nervioso, ¿por qué
no empiezo a gozar de las vacaciones con el viaje?, ¿por
qué no empiezo a saborear la eternidad en el tiempo? La
alegría cristiana, la alegría de la Pascua supone y surge de
lo peor. Miremos con los ojos abiertos lo que surge de lo
más profundo del abismo y del dolor.
Jesús nos decía:
“Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a
lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes
estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo”
(Juan 16, 20),
porque es la alegría que supone haber enfrentado lo peor.
Si la alegría se perdió por algo, todavía no era la verdadera
alegría cristiana.
La alegría cristiana es la que surge cuando ya todo se
perdió y ya no creo en nada ni en nadie y, a pesar de eso,
creo que la vida surge de la muerte, esa es la Pascua. Eso es
lo que simboliza bellamente el cirio pascual cuando, en la
noche de Pascua, todo está oscuro y se enciende la luz. Si no
es de noche, todavía no se puede encender el cirio Pascual.
Por eso aunque suene a una locura, los cristianos podemos
llegar a decir: “Todo está bien”. El hombre puede volver a
ser como niño aunque los lobos aúllen. Todo parece mal y,
sin embargo, si supiéramos mirar, algo se está gestando. No
vaya a ser que el dolor nos impida ver a los otros, nos impida
percibir que el amor puede estar a la puerta aunque en
vasijas de barro. Intentando quitar el “aunque” se nos puede
ir la vida.
Como el ciego al borde del camino te decimos: “Señor
que vea”; como el leproso: “Tú puedes limpiarme”; como
Marta y María: “Creo que tu eres el Mesías”… aunque mi
hermano Lázaro ya huela.
158
11ª meditación
“Amar aunque ...”
Aunque el ayer haya sido duro y fugaz, aunque el hoy sea
vertiginoso e insuficiente, aunque el mañana se manifieste
incierto e imprevisible, aunque el sembrador duerma o
trabaje, tanto la cosecha como el Reino es cosa del Padre.
Dios está actuando.
“El Reino de Dios es como un hombre que echa la
semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de
noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin
que él sepa cómo” (Marcos 4, 26-27).
María, aunque tuvo la certeza de que una espada le
atravesaría el corazón, fue capaz de seguir amando, cantando
y sirviendo. Aunque me pidas a mi Hijo -le dirá María al Padre-, soy hija de Abraham… Dios proveerá.
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159
12ª meditación
“Lo imposible a los hombres
es posible para Dios”
“El amor todo lo disculpa,
todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasará jamás”
(1 Corintios 13, 7-8)
Dios nos creó con capacidad para conocer la verdad; no
sólo verdades, sino también la Verdad con mayúscula, con
capacidad para conocer a Dios. Pero el camino hacia la
Verdad es lento y progresivo, no lo podemos abarcar de una
mirada, en un intento, vamos dando humildes pasos desde
lo conocido a lo desconocido. Esto hace que pensemos e
imaginemos, vayamos teniendo una visión de la realidad,
de Dios, de nosotros mismos, de los otros, de las cosas. Una
noción de todo, verdadera pero muy relativa, no es la mirada
total. Si uno le preguntara a un niño, ¿qué noción tenés de la
vida?, él nos contestaría con lo que sabe y tiene; si después
uno le va preguntando a un joven, a un adulto, va resultando
una síntesis. Uno va teniendo una especie de noción de la
realidad a partir de lo conocido, uno se va haciendo una
imagen de quién es Dios, de todo.
Esta imagen es verdadera, porque surgió de la realidad,
pero es relativa. Algo puede ser verdadero, pero relativo.
¿Vieron? En un diálogo lo que decís es verdad, pero no es
161
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
toda la verdad, y esa verdad hasta se puede volver falsa si la
hacemos absoluta, si decimos esto es todo. No, no es todo,
es un aspecto mío, no todo lo que soy. Lo real es mucho más
profundo y vasto que lo conocido. No coinciden lo conocido
con lo real, lo conocido es una mirada sobre lo real, pero no
es todo lo real. El problema sería llegar a creer que eso es
todo. Si nosotros creemos que lo que yo conozco es todo,
estamos en un problema.
Esto no es un planteo meramente teórico, sino que surge de
repercusiones vitales, permanentes. Si lo único que existe es
lo que veo y conozco, sería lógico desesperar y el corazón
se llenaría de angustia; la vida parecería pura “vanidad y
atrapar vientos”.
“¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Vanidad,
pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! ¿Qué
provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que realiza
bajo el sol? Una generación se va y la otra viene, y la
tierra siempre permanece. El sol sale y se pone, y se
dirige afanosamente hacia el lugar de donde saldrá
otra vez. El viento va hacia el sur y gira hacia el norte;
va dando vueltas y vueltas, y retorna sobre su curso.
Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al
mismo lugar donde van los ríos, allí vuelven a ir. Todas
las cosas están gastadas, más de lo que se puede
expresar. ¿No se sacia el ojo de ver y el oído no se
cansa de escuchar? Lo que fue, eso mismo será; lo que
se hizo, eso mismo se hará: ¡no hay nada nuevo bajo
el sol! Si hay algo de lo que dicen: «Mira, esto sí que
es algo nuevo», en realidad, eso mismo ya existió
muchísimo antes que nosotros. No queda el recuerdo
de las cosas pasadas, ni quedará el recuerdo de las
futuras en aquellos que vendrán después” (Eclesiastés
1, 1-11).
¡Cuántas veces estábamos ahogados, fuimos a hablar con
alguien, y salimos mejor! La realidad es la misma, nos
162
12ª meditación
“Lo imposible para los hombres es posible para Dios”
mostraron que nuestra mirada había perdido perspectiva,
que se había olvidado de algo, hubo que completarla. El
problema era que nosotros creíamos que lo que veíamos
era todo, y por eso estábamos tan mal. Recordémoslo todos,
cuando los días se vuelvan oscuros, grises, y sintamos que
estamos desesperados, ¡qué difícil pero qué importante, en
ese momento recordar: no estoy viéndolo todo, imaginándolo
todo, es real, pero no es todo!
Hay muchos límites que no son reales, son imaginarios,
pero hay otros que sí lo son. Hay límites que nosotros mismos
nos ponemos: yo soy esta, puedo esto y nada más que esto.
Me puse límites, me etiqueté, me encasillé. Es feo ser
encasillado por otro, pero es terrible ser encasillado por uno
mismo. Cuidado que el primer encasillador es uno mismo
cuando uno cree que que lo que ve es todo. Por eso es tan
necesaria la mirada amiga, la Palabra de Dios, el otro, el
espejo, el que me devuelve una visión más completa. Hay
cosas que creemos que no podemos y sí, las podemos;
cuántas veces obedeciendo nos dimos cuenta que podíamos
lo que creíamos que no. Yo creí que no, obedecí, acepté, y
terminé comprobando que sí. Pero hay otras fronteras que sí
superan las capacidades del hombre; hay fronteras
imaginarias y hay fronteras reales. También hay personas que
viven como si no hubiese fronteras y sí, hay fronteras. Tenemos
límites personales, humanos; el hombre tiene límite, nuestra
razón tiene límite, la mirada tiene límite, la muerte es un límite
y bien real. Sin embargo las posibilidades del hombre
superan sus capacidades porque existe frente a un Dios que
lo ama.
Nuestra mirada tiene la capacidad de ver lejos y, cuando
tenemos fe, podemos ver mucho más allá. Las posibilidades
humanas son más que sus capacidades. Capacidad humana:
mirar lejos; posibilidad del hombre: asomarse al Corazón
de Dios, cuando tiene fe. El mejor telescopio podrá ver una
estrella lejana, la fe se asoma al Corazón de Dios.
12
163
Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
Quien tenga sed de verdad, tendrá que partir siempre,
saber siempre dejar, sin menospreciar, el ámbito de lo
conocido para volver a internarse en el misterio. Si lo que
busco es el misterio, no me tengo que quedar tanto gozando
de lo que entendí sino, apoyado en lo que entendí, internarme
en lo todavía desconocido. No vivir con la sola memoria de
mi experiencia de Dios de hace 10 años sino, apoyado en
ella buscar, la experiencia de Dios que todavía no tengo. Los
grandes místicos eran enemigos de las experiencias y
revelaciones, porque, en el fondo, muchos se podían quedar
mirando la experiencia y no el misterio, y esa sería la trampa.
La peor trampa sería quedarme con una experiencia de
Dios y no con Dios. Bendita oscuridad que, aunque incomoda,
me invita a partir y no a que me aferre. Qué incómodo es
vivir la noche de la fe y, sin embargo, ella es la amiga que
me invita a buscar a Dios. Cuántas veces estamos muy bien:
¡qué lindo es este libro!, y me paso la oración durante años
mirando este libro que es bonito. Mucho mejor es esa oración
dura y amarga que me deja sin nada, pero buscando el todo.
Abraham peregrinó, nos dice la Escritura, de “acampada
en acampada”, buscando la tierra prometida, y por eso en
ningún lugar hizo casa, porque iba buscando, iba de camino.
El buscador lo hará de síntesis precaria en síntesis precaria.
En estos días nos hemos hecho una cierta imagen de lo real,
hemos rezado, hemos buceado en nuestro corazón, hemos
tratado de recoger todo lo que vamos viviendo, nuestra
historia. Hemos hecho una síntesis, verdadera y buena, pero
precaria. Ahora hay que ponerse en camino hasta que un
día hagamos otra. ¿Hasta cuándo? Hasta ser introducidos,
más allá de la muerte, en la Verdad de Dios. Hasta que no
muramos iremos de síntesis precaria en síntesis precaria. Por
eso, pobre del hombre que cree que ya sabe todo.
Lamentablemente esto es muy común, “a mí ya nadie tiene
nada que decirme, yo ya lo sé todo, yo ya lo tengo todo
claro”.
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12ª meditación
“Lo imposible para los hombres es posible para Dios”
Por eso el saber verdadero es hermano de la humildad;
los sabios son los más humildes porque tienen mucho más
conciencia que todos, que lo que saben es muy precario y
que lo que les falta por comprender es muchísimo más de lo
que ya tienen. El principiante se queda maravillado de todo
lo que ya tiene, el sabio tiene mucho y cree que no tiene
nada al lado de lo que intuye que es Dios. Así encontramos
seminaristas soberbios manejando la Suma Teológica, y
creyendo que saben de Dios. Santo Tomás, humilde, sin
terminar la Suma Teológica, diciendo: esto es paja. Esa es la
ironía. El saber verdadero es hermano de la humildad.
San Juan de la Cruz nos dirá en sus poemas:
“A quien se supiere vencer… con un saber no sabiendo… toda ciencia trascendiendo”.
Lenguaje de locos: a quien se supiere vencer, a quien venza
la tentación de querer dominar, manejar, domesticar, tener
todo claro, a quien se supiere vencer, con un saber no
sabiendo, y cuidado, que esto no es para intelectuales. Alguno
me entenderá. A lo mejor la más simple de ustedes viene y
me dice, yo no sé cómo decirlo, pero lo sé, voy conociéndolo
a Dios, aunque no pueda decir dos palabras, sé que algo sé
pero ni sé lo que sé, “con un saber no sabiendo...”. Uno cree
que saben los que saben y hay un saber trascendiendo la
ciencia que es más profundo, más simple; ese saber lo irá
guiando como estrella cierta en el camino. Por eso, para
conocer hay que creer, hay que saltar; para poder acceder a
la mirada de Dios que el Padre nos ofrece en la Revelación,
hay que ir más allá…
“Lo imposible a los hombres es posible para Dios”, en el
contexto de la Anunciación, significa que Dios se haga
hombre
“Porque no hay nada imposible para Dios” (Lucas
1, 37),
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
y, en el contexto de una pregunta de los discípulos a Jesús
sobre quién puede salvarse, significa que para Dios es
posible que el hombre se haga Dios.
“Lo que es imposible para los hombres, es posible
para Dios” (Lucas 18, 24).
Y las dos cosas son por amor. El poder del amor, lo llevó a
Dios a hacerse hombre, el poder del amor lo lleva a Dios a
llevar al hombre a su propia vida, a su comunión.
El amor es la fuerza que pone en marcha todo. El amor
busca la unión, la comunión, por eso no soporta las distancias,
ni siquiera la que media entre el hombre y Dios, por eso se
encarna, no soporta la distancia entre Él y nosotros. Para Dios
esa distancia infinita no es imposible, no es insalvable para
el amor, por eso se encarna y tiende un puente. El Cristo es el
puente de Amor entre lo infinito y lo relativo, entre Él y
nosotros. Por eso se encarna y busca la semejanza porque el
amor quiere hacerse entendible, cercano. El amor le permite
a Dios ser totalmente uno de nosotros sin dejar de ser Él
mismo.
“Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Él,
que era de condición divina, no consideró esta
igualdad con Dios como algo que debía guardar
celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor y haciéndose
semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto
humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la
muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio
el Nombre que está sobre todo nombre, para que al
nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en
la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para
gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor»”
(Filipenses 2, 5-11).
El amor nos lleva a acercarnos sin perder identidad. Para
poder ser hombre en plenitud no bastan las fuerzas humanas.
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12ª meditación
“Lo imposible para los hombres es posible para Dios”
Ese es el drama humano, para poder ser hombres necesitamos
la ayuda de Dios. No está en nuestras manos ser hombres en
plenitud sin la gracia.
“Si el hombre supera al hombre” (Pascal), no se puede
vivir sin angustia sin contar con Él. Cuando analicen su propio
corazón y siempre que sientan angustia, van a ver que están
pensando humanamente y buscando la solución
humanamente. Y lógico: no podemos, no sabemos, por eso
la angustia. No se puede vivir sin angustia sin estar abiertos
a lo incierto, a lo trascendente, a Dios.
Muchos no sienten angustia no porque vivan bien, sino
porque no viven con conciencia y dignidad. Sentir angustia
es señal de haber abierto los ojos, hay conciencia. Muchas
personas están muy bien porque hay campos que no exploran,
hay voces que acallan, hay zonas del corazón que ni quieren
saber que existen. Cuidado, eso no es equilibrio. Hay maneras
de estar bien que es estar muy mal, y hay maneras de estar
mal que es señal de que nos estamos poniendo bien. La
aventura humana sólo es posible de vivir con conciencia y
dignidad, tomados como niños de la mano que el Padre Dios
nos ofrece en Jesús. Vieron qué contento va un nene tomado
de la mano de su mamá o de su papá; va caminando seguro
en plena calle. Así como niños, tomados de la mano que el
Padre nos ofrece en Jesús: ese es el secreto para poder
volvernos sanamente locos. ¿Cómo poder estar bien en este
mundo? Estamos bien en este mundo si nos tomamos de la
mano que el Padre nos ofrece en Jesús.
Vivir es haber sido invitados a algo que nos supera y, si no
fuese posible lo imposible, no se podría ser hombre. Por eso
no entendieron mal si se dieron cuenta que fuimos invitados
a algo que nos supera.
Para el amor de Dios, nada es imposible: la creación de
la nada, el orden y sabiduría impresos en la naturaleza, en
el cosmos. El amor es capaz de sanar y elevar al hombre a
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
su plena dignidad. El amor hace posible que este necesitado
que somos, llegue hasta a dar. Qué poderoso es el amor que
hace que nosotros, que somos mendigos, podemos ser
mendigos que dan. No tenemos nada, pero el amor puede
hacer que este que no tiene nada, pueda dar, y que este
inestable no decaiga ni se canse. Muchas veces nuestro estado
de ánimo es como el tiempo: va, viene, sube, baja, está
inestable. Dios puede hacer que no decaiga ni se canse. ¿Qué
somos? Un milagro. El Amor de Dios puede hacer que este
ser frágil y temeroso que es el hombre pueda exclamar:
“Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón
no temerá; aunque estalle una guerra contra mí, no
perderé la confianza” (Salmo 27, 3).
El amor hace posible que nuestro corazón tan propenso
al rencor y a la venganza sea capaz de perdonar y olvidar,
dando una nueva oportunidad, al darnos un corazón nuevo,
capaz de perdonar setenta veces siete. Por las dudas no
malentender la palabra olvidar. A veces uno cree que olvidar
significa no me tengo ni que acordar lo que me pasó, y eso
no se puede, sino no acordarme en el sentido de no revolver
para sacar rencor, eso sí sabemos lo que significa. Cuando
éramos chiquitos y teníamos una lastimadura, nos encantaba
jugar con la cascarita y, más de una vez, nos pegaron en la
mano y nos dijeron: “la cascarita no se toca, dejá que
cicatrice”, y a uno le encantaba sacarla, aunque saliera un
poquito de sangre. Cuando somos más grandes nos encanta
sacar la cascarita, pero no se ve, por eso no nos pueden retar
y seguimos sangrando por la herida.
Los únicos fuertes son los amados, la fuerza no es cuestión
de músculo o de cabeza dura. Los musculosos y cabeza dura,
cuando llegó la cruz se escaparon y se quedaron aquellos
como Juan, Magdalena y María, que no es que no tuvieran
miedo; tenían miedo de quedarse sin Él. Más que miedo a
morir temían quedarse sin Él, y por eso se quedaron. Los
fuertes no son los que no tienen miedo sino los que ya no
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12ª meditación
“Lo imposible para los hombres es posible para Dios”
temen otra cosa que estar sin Él, aquellos cuya única certeza
en la vida es el “Yo estaré contigo”. Cuando Dios pide una
misión difícil ¿qué les dice a los profetas, a los patriarcas, a
los apóstoles?, “No temas, yo estaré contigo”.
“Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del
mundo” (Mateo 28, 20).
El amor espera, es más fuerte que el tiempo. Pensemos en
Abraham, en el anciano Simeón; el amor es más fuerte que
el tiempo y por eso esperan. Esperan y no olvidan. El amor
busca, es más grande que el espacio, por eso Magdalena lo
va a buscar hasta en el sepulcro. El amor perdona y sana, es
más poderoso que el pecado. Lo saben muy bien David y
Pedro. El amor resucita, es más tenaz que la muerte, así lo
vimos con Lázaro y Jesús.
Al crearnos, al encarnarse, Dios nos grita que cree es
posible ser hombre, que vale la pena ser hombre. Dios nos
estaría haciendo la peor de las burlas si nos hubiera creado
para algo imposible. La peor de todas las burlas sería si se
hubiera encarnado y siguiera siendo imposible ser humano
y cristiano. Dios nos está gritando que es posible ser hombre.
La pregunta es: ¿nosotros, lo creemos?. Dios cree en el
hombre, ¿nosotros creemos que es posible ser hombre? No
basta responder en general, sino en particular. Supongamos
que ustedes digan: “Yo creo que es posible para otros, pero
no para mí”. La respuesta es personal: “Creo que para Dios
no es imposible llevar mi vida a plenitud. Mi insignificancia y
mi pecado no son más poderosos que su amor.” A veces
decimos: “Dios puede perdonar a todos, Dios puede
cambiarle la vida a cualquiera, pero a mí no, porque yo soy
tan malo y pecador, mi mal es más poderoso que su amor”.
Si fuera así, en el fondo, no estoy creyendo en Dios.
Los hombres estamos tentados a desesperar al comprobar
que nuestro amor termina manifestándose impotente para
evitar el dolor y la muerte de los que queremos. Nuestro amor
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
tantas veces fracasó en gestar la libertad y la experiencia de
gratuidad de los que amamos. Qué triste es que uno intente
amar y se dé cuenta que los que uno intenta amar no terminan
de creer en el amor a pesar de nuestro amor. Si no podemos
eso, ¿qué importa lo que podamos? ¿Qué triunfo hubo en
nuestra vida, si los que viven a nuestro lado todavía no creen
que es posible ser amados? ¿De qué nos podemos gloriar, si
todavía el que vive a mi lado está triste? ¿Qué conquista de
mi vida fue importante, si el que vive al lado mío todavía
está en el rencor, en el odio, en la tristeza, en la soledad?
Ninguna conquista sirve si todavía no pudimos conquistar al
prójimo.
“Esperar contra toda esperanza” es posible porque su
amor nos puede hacer capaces de amar también a nosotros,
hacer que algo tan humilde como somos cada uno de
nosotros, tenga tanto de Dios. ¿Qué es lo que todavía
podemos esperar en la vida? Que Dios nos haga capaces
de amar, y que nuestro amor geste un poco de amor en
algunos. Supongamos que estuviéramos esperando cargos,
títulos, triunfos, incluso salud o lo que fuere, estamos
esperando poco. ¿Cuál sería una digna esperanza? “Espero
Señor, que tu amor me haga capaz de amar y que mi amor
haga a alguien capaz de amar”.
Por eso, ser hombre, ser cristiano, ser apóstol, es algo
desproporcionado, porque fuimos invitados a amar, y eso es
desproporcionado. Si alguien prestara atención se daría
cuenta que estamos expuestos al ridículo; si alguien mirara
bien se daría cuenta que estamos expuestos a la
desesperación. Supongamos que alguien se acercara y nos
preguntara: “¿Y usted qué es?” “Soy una hermana”. “¿Y qué
es una hermana?” Soy discípula de Jesús y mi misión es que
mi amor...”. Nos daríamos cuenta que nuestra misión excede
nuestras capacidades, estamos expuestos al ridículo. Alguna
de ustedes podría decir: “Padre, usted habla muy lindo pero
usted es una mentira”. Y tiene razón. Espero no serlo, pero si
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12ª meditación
“Lo imposible para los hombres es posible para Dios”
me ponen una lupa, yo soy un mentiroso, en el sentido de
que estoy vestido de una forma que todavía no la puedo
llenar. Si me ponen una lupa tienen razón, soy una mentira.
Espero no serlo y ahí, tal vez, esté mi autenticidad.
El religioso no es falso cuando no cumple los votos, sino
cuando dejó de tender hacia la perfección. Hicimos profesión
no de alcanzar a Cristo sino de buscarlo. Somos falsos cuando
dejamos de buscar, no cuando todavía no llegamos. Por eso
es tan imprescindible vivir ante Alguien. Vivir es vivir ante
alguien. Por eso el que vive frente a Dios no le puede decir
nunca: “basta, suficiente, no se puede”. Cuando empezamos
a usar esas palabras es que dejamos de vivir ante Alguien. El
que vive frente a Dios lo dirá desde la más profunda
oscuridad, pero se va a dar cuenta de que a Dios nunca le
podemos decir: “basta, suficiente, no se puede”. Los límites
no son para Dios, son del hombre.
Por eso no es posible juzgar a nadie. Sólo el amor de Dios
puede entender y conocer la infinita complejidad de un
corazón, del corazón humano.
¿Qué sé yo que puede ese hombre, qué sé yo qué fuerza y
qué gracia Dios le dio? ¿Quién soy yo para juzgar a nadie,
ni siquiera a mí mismo?
Porque fuimos amados, lo imposible a los hombres, ahora
es posible: amar a Dios en los hermanos; más aún, hechos
capaces de gestar amor, es nuestra misión más bonita. ¿Cuál
es la misión más bonita? Que nuestro amor despierte amor.
Ya que nuestro amor es sacramento del suyo.
“Donde no hay amor, ponga amor y sacará amor”
(SAN JUAN DE LA CRUZ).
Ese es un lindo proyecto de vida.
Más que procurar amar, procuremos dejarle a Dios que
nos ame. Porque si lo dejamos, lo demás va a venir por
añadidura...
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Manuel F. Pascual
Si yo no tengo amor...
María comprendió que sólo ante el Padre todo poderoso,
todo cariñoso, todo compasivo, es posible estar de pie con
los ojos abiertos, conscientes de nuestra grandeza y de nuestra
pobreza, simultáneamente y sin desfallecer.
XXXX
Aunque yo hablara todas las lenguas
de los hombres y de los ángeles,
si no tengo amor,
soy como una campana que resuena
o un platillo que retiñe.
Aunque tuviera el don de la profecía,
y conociera todos los misterios y toda la ciencia,
aunque tuviera toda la fe,
una fe capaz de trasladar montañas,
si no tengo amor,
no soy nada.
Aunque repartiera todos mis bienes
para alimentar a los pobres
y entregara mi cuerpo a las llamas,
si no tengo amor,
no me sirve para nada.
El amor es paciente, es servicial;
el amor no es envidioso,
no hace alarde, no se envanece,
no procede con bajeza,
no busca su propio interés,
no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido,
no se alegra de la injusticia,
sino que se regocija con la verdad.
172
12ª meditación
“Lo imposible para los hombres es posible para Dios”
El amor todo lo disculpa, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasará jamás.
Las profecías acabarán,
el don de lenguas terminará,
la ciencia desaparecerá;
porque nuestra ciencia es imperfecta
y nuestras profecías, limitadas.
Cuando llegue lo que es perfecto,
cesará lo que es imperfecto.
Mientras yo era niño,
hablaba como un niño, sentía como un niño,
razonaba como un niño,
pero cuando me hice hombre,
dejé a un lado las cosas de niño.
Ahora vemos como en un espejo, confusamente;
después veremos cara a cara.
Ahora conozco todo imperfectamente;
después conoceré como Dios me conoce a mí.
En una palabra,
ahora existen tres cosas:
la fe, la esperanza y el amor,
pero la más grande de todas
es el amor.
(SAN PABLO APÓSTOL,
Primera Carta a los cristianos de Corinto,
capítulo 13.)
12
173
Índice
Una guía para el Lector .................................................. 7
A modo de Introducción ................................................. 9
1. “Si yo no tengo amor...” ........................................... 15
2. “La gratuidad del amor” ......................................... 33
3. “Lo incondicional del amor” .................................... 47
4. “El amor es progresivo. La mostaza y la levadura” ... 63
5. “Los últimos recursos del amor:
vulnerabilidad, sufrimiento y muerte” ....................... 75
6. “La libertad, condición y creación del amor” ........... 87
7. “Amar bien es disponer lo mejor de sí
para el amado” ....................................................... 99
8. “El descenso a los infiernos:
el amor va hasta el fondo…” ................................. 113
9. “María eligió la mejor parte:
el clima y el ritmo del amor” ................................. 127
10. “Amar desde lo que somos y podemos” ................ 139
11. “Amar aunque…” ................................................ 153
12. “Lo imposible a los hombres
es posible para Dios” ............................................ 161
COLECCIó
N HÉROES EN SERIO
COLECCIóN
Serie Huellas
- San Francisco de Asís
Liliana Ferreirós
- Madre Teresa
Liliana Ferreirós
- Vida de San Cayetano
Pbro. Eduardo A. González
- Padre Obispo Jorge Novak svd,
amigo de los pobres, profeta de la esperanza
Eduardo de la Serna
- Pasión y Resurrección de Jesús
Visiones y Revelaciones de Ana Catalina Emmerick
Alberto Azzolini (compilador)
- Autobiografía
Ana Catalina Emmerick
Alberto Azzolini (compilador)
Serie Testimonios
- Santos, beatos, venerables y siervos de Dios en Argentina
Pedro Siwak
- Víctimas y mártires de la década del setenta en Argentina
Pedro Siwak
- Piloto misionero en África. La fuerza de un ideal
Mario Falcón svd
- Obispos protagonistas en la Iglesia del siglo XX
Pedro Siwak
- Mujeres protagonistas en la Iglesia del siglo XX
Pedro Siwak
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