jaime huenún

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Gutiérrez
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textos inéditos
GUTIÉRREZ
UTIÉRREZ
recolección y edición: andrés braithwaite
Santiago de Chile
Noviembre, 2005
El trabajo de recolección y edición de este volumen ha sido realizado
con el apoyo de
y el patrocinio
de la Corporación Patrimonio Cultural de Chile
y la Ley de Donaciones Culturales.
Ningún texto contenido en esta publicación puede ser reproducido,
ni total ni parcialmente, ya sea mediante procedimientos mecánicos,
electrónicos, fotoquímicos, electroópticos, agropecuarios, magnéticos
o de otra naturaleza, sin la autorización de su autor o de quien la ley
determine para tal efecto.
Diseño: A. C. T. & Son
Impresión: Quebecor World Chile S. A.
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andrés anwandter
claudio bertoni
roberto bolaño
roberto brodsky
florencia browne
josé ángel cuevas
antonio cussen
paulo de jolly
claudia donoso
juan emar
kurt folch
benjamín galemiri
antonio gil
rafael gumucio
jaime huenún
enrique lihn
diego maquieira
germán marín
adán méndez
adán méndez & viviana méndez
roberto merino
gonzalo millán
bruno montané
erick pohlhammer
matías rivas
juan cristóbal romero
leonardo sanhueza
pablo torche
silvia veloso
alejandro zambra
gutiérrez
9
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se supone que no ocupan
su lanceta más que en casos
de emergencia es necesario
consultar especialistas
o rociar las entradas
del panal con bencina
protegerse la piel
salpicada de mínimos
cráteres rompen
el suelo reseco
del campo da a luz
un enjambre que zumba
de fondo orquestando
la tarde estival
por el televisor
que fumiga los ojos
con la vida salvaje
en lugares lejanos
el valor del progreso
las tragedias del agro
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andrés anwandter
se supone que no pican sino muerden
andrés anwandter
con la ayuda del fisco
sin hileras de parras
ni mallas que ordenen
la vista del valle
bajamos al choapa
los cerros intactos
de cactus y salvia
el río un edén de
zancudos gigantes
rebuscamos la escritura
en las piedras leímos
una máscara o escudo
con cachos espirales
camarones inexistentes
que un señor del lugar
imagina producir
y exportar a santiago
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un chercán diminuto
merodea en las ramas
del oído el rumor
majestuoso lejano
de avionetas orquesta
la marcha que emprenden
como una manada
de bueyes las nubes
por sobre los cerros
esparcen la sombra
que ahuyenta mis pasos
crepitan en medio
del bosque persigo
las tenues visiones
que instigan los hongos
y nada sagrado
sucede la tarde
me alumbra por dentro
su hoguera de imágenes
fuego mental
pasajero sin ganas
enciendo un cigarro
que humea figuras
azules al sol
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andrés anwandter
deportes extremos
andrés anwandter
los párpados copian
sus giros cerrados
devienen patrones
aztecas danzantes
circuitos eléctricos
diseminados
en una quebrada
del parque mahuida
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mes de la sombra más larga
gira el eje aceitado
de la tierra a distancia
prudente del sol
con la cara cubierta
de crema los cerros
nevados al fondo
ligeros derrumbes
discuten los tres
si volver o seguir
y el rumor del glaciar
una sombra de avión
inaudible veloz
en la nieve disuade
por fin al más terco
del grupo se aleja
la cumbre invisible
sonríe tras ellos
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andrés anwandter
meridiano
andrés anwandter
estratos
si escribo sol implacable no estoy
repitiendo una metáfora el verano
en santiago es así mediodía
perenne si pienso en barroco
pero chile no es barroco
los ministros de estado usan togas
la moneda es un templo romano
adoramos el rigor de su diseño
económico que enfrenta la barbarie
por todos los flancos aquí
se recorta la sombra y deshace
por esto la calle a pedazos
para abrir otros huecos al sol
que demanda el progreso la historia
en partes iguales simétricas
vías conducen los autos
cromados de vuelta a sus casas
domingo en la tarde y al centro
del patio reseco se aplican
suplicios con lupa a un insecto
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no le queda claro qué es peor
si mascar lauchas
o la hucha
no sabe
si se dice con la mano
en el corazón
o la mano en el bolsillo
escarba
sus archivos económicos
en busca de boletas
vacías
las calles
chorrean al revés
y carecen de sombra
que modele sus facciones
vehículo de ideas
a largo plazo
explosivas
disemina su cabeza
la peina hacia atrás
reprime aparatos
domésticos
perdona
la vida a los grillos
que escapan de la alfombra
cuando aspira
recorta
por la línea punteada
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andrés anwandter
bilbao
andrés anwandter
su silueta en el espejo
con los ojos cerrados
dirige al dormirse películas
íntimas que reaparecen
como manchas en un test
proyectivo
delibera qué sacarse
una capa de pintura
la conciencia como casco
de caballo al galope
utiliza el lenguaje
de la publicidad
tabaquera
le ofrece
el asiento a las damas
y la música de fondo
distorsiona su mensaje
que baraja nervioso en la mesa
de centro
separa
las piezas que sobran
del puzzle
y las guarda en una bolsa
transparente
como prueba
su fortuna en los cartones
reciclados
o construye
barricadas con sacos de nueces
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es tu pelo de cobre en virutas
te lo hice notar una vez
la verdad imaginé solamente
hacerlo
demoraba
en llegar el ascensor
y guardé con cuidado
la libreta en mi mochila
el lápiz
esbozo
bocetos mecánicos tuyos
durante la clase
repaso peinados y faldas
pasadas de moda
con una tijera en la mano
después de la lluvia
corrieron al patio tus piernas
la imagen cortada
montamos
una tienda entre los dos
sobre el lecho del río
pero eso fue mucho más tarde
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andrés anwandter
idilio
claudio bertoni
Ley pareja
a veces
cuando estamos
haciendo el amor
suena tu celular
y por supuesto
no lo contestas
pienso esto
ahora que te llamo
y tampoco lo contestas
Pubis
el placer
vino silencioso
y se comió el bosquecito
como un incendio
Landscape
mientras
me lo chupa
veo entre dos
alas negras el
sendero mate y
encerado de la
partidura de una
veraneante con el
pelo recién lavado
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en la baranda de
una enorme terraza
de una enorme casa
una enorme mujer morena
echada para adelante
con todo su peso
y todos sus labios
me mira como diciendo
¿por qué no das la vuelta
por la cocina y
abres la puerta del living
y después la de la terraza
y a esta hora somnolienta y calentona
me subes la falda me bajas los calzones
y me culeas?
Sentada
apenas se levantó
me fui a sentar donde
había estado para sentir
el calor de su culo
Divina
no se mire en esa vitrina corazón
mírese en mis ojos
yo soy su espejo fidedigno
está divina con esa mini
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claudio bertoni
En la subida
claudio bertoni
Una polola que yo tuve
decía
que le gustaba
usar rouge
porque era
como pasarse
la pilucha de un perro
por la boca
Bárbara
yo y ella tendidos en el capó
de su auto deportivo que nadie
conduce mientras le pido autorización
para deslizar mi mano debajo de su
polera de algodón ceñida y tocarle
una de sus famosas tetas o el famoso
pezón morado y duro y ultra
dibujadito de su también famosa
otra teta
De repente
me mira y me dice
culéame así no más
se quita el pantalón
se tiende y abre las piernas
a mí me da risa
y le digo te pasaste
cómo se te ocurre
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Por qué no decirlo
desde reñaca el mar se veía como
un enorme bistec azul que ha sido
dejado demasiado tiempo en el freezer
y el sol hacía el mar dorado y enceguecedor
y bajamos frente al cine arte y le compraste
unos sobres aéreos a una señora gorda y bajita
que los vendía en una caja de zapatos a la
entrada del correo
mientras escribías la dirección en un sobre
yo te miraba los pelos negros cayendo sobre
la espalda y por qué no decirlo te miraba
también el culo
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claudio bertoni
pero me quito los pantalones
y ella los calzones
culeamos mirándonos fijos
generalmente no eyaculo
ella se aburre
y después seguimos conversando
roberto bolaño
El viejo de la montaña
Siempre hay casualidades. Un día Belano conoce a Lima y se hacen amigos. Ambos viven en México DF y su amistad se cimenta, como suele
ocurrir entre los jóvenes poetas, en el rechazo a ciertas normas, en la
afinidad con ciertas lecturas. He dicho que son jóvenes. En realidad, son
muy jóvenes, y también son, a su manera, vigorosos y creen en el poder
lenitivo de la literatura. Recitan a Homero y Frank O’Hara, a Arquíloco y
John Giorno, y sus vidas discurren, aunque ellos no lo saben, en el borde
del abismo.
Un día, esto ocurre en 1975, Belano dice que William Burroughs ha
muerto y Lima, al escucharlo, palidece intensamente y dice que no puede ser, que Burroughs está vivo. Belano no insiste, dice que él cree que
Burroughs está muerto pero que probablemente se equivoque. ¿Cuándo
murió?, dice Lima. Hace poco, creo, dice Belano cada vez menos convencido, lo leí en alguna parte. En este punto de la historia se produce algo
que podemos llamar silencio. O vacío. Un vacío, en cualquier caso, muy
breve, pero que en la percepción de Belano se prolonga misteriosamente
hasta las postrimerías del siglo.
Al cabo de dos días Lima aparece con la noticia, esta vez irrefutable, de que Burroughs está vivo.
Pasan los años. A veces, muy de tanto en tanto y sin saber por qué,
Belano recuerda el día en que anunció arbitrariamente la muerte de Burroughs. Era un día claro, Lima y él caminaban por Sullivan, salían de la
casa de un amigo, tenían el resto del día a su disposición. Posiblemente
hablaban de los beatniks. Entonces él dijo que Burroughs había muerto
y Lima palideció y dijo no puede ser. En ocasiones, Belano cree recordar
que Lima gritó. No puede ser. Es imposible. Injusto. Algo así. Y también
recuerda la pesadumbre de Lima, como si le estuvieran anunciando la
muerte de un familiar muy querido, pesadumbre (aunque la palabra, Belano lo sabe, no es pesadumbre) que sólo se evaporó dos días después,
cuando Lima sabía, fehacientemente, que la información era errónea.
Algo de aquel día, sin embargo, algo impreciso, deja en Belano un rastro
de inquietud. De inquietud y de alegría. La inquietud, en realidad, es un
disfraz del miedo. ¿Y la alegría? Generalmente, para su propia comodi-
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roberto bolaño
dad, Belano suele pensar que tras la alegría se esconde la nostalgia por su
propia juventud, pero en realidad tras la alegría se esconde la ferocidad:
un espacio reducido y oscuro en donde se mueven, pegadas e incluso sobreimpuestas, unas figuras borrosas y en permanente acción. Unas figuras que se alimentan de violencia, unas figuras que apenas gobiernan (o
que gobiernan con una economía curiosísima) la violencia. La inquietud
que el recuerdo de aquel día le provoca es, contra lo que dicta el sentido
común, aérea. Y la alegría es subterránea, como un buque de perfecta
geometría rectangular navegando por un surco.
A veces, Belano contempla el surco.
Se arquea, se agacha, su columna vertebral se cimbra como el tronco de un árbol en medio de una tormenta y contempla el surco: una huella
profunda, limpia, que hiende una piel extraña cuya pura contemplación
le produce náuseas. Pasan los años. Retroceden los años. En 1975 Belano y Lima son amigos y caminan cada día, inconscientes, por el borde del
abismo. Hasta que un día abandonan México. Lima parte hacia Francia
y Belano hacia España. A partir de allí sus vidas, hasta entonces unidas, discurren por derroteros diferentes. Lima recorre Europa y el Medio
Oriente. Belano recorre Europa y África. Ambos se enamoran, ambos
intentan, vanamente, encontrar la felicidad o hacerse matar. Belano, al
cabo de los años, se establece en un pueblo a orillas del Mediterráneo.
Lima regresa a México. Regresa al DF.
Pero antes han ocurrido otras cosas. En 1975 el DF es una ciudad
resplandeciente. Belano y Lima publican sus poemas en revistas, casi
siempre juntos, y dan recitales de poesía en la Casa del Lago. En 1976
ambos son conocidos y sobre todo temidos por un establishment literario que no los soporta. Dos hormigas salvajes y suicidas. Belano y Lima
capitanean un grupo de poetas adolescentes que no respeta a nadie. Absolutamente a nadie. El poder establecido de la literatura no lo perdona
y Belano y Lima quedan vetados para siempre. Esto ocurre en 1976. A
finales de año Lima, que es mexicano, abandona el país. Poco después,
en enero de 1977, Belano, que es chileno, lo sigue.
Esto es lo que hay. 1975. 1976. Dos jóvenes condenados a cadena
perpetua. Europa. Un nuevo ciclo que comienza y que al comenzar los
aleja del borde del abismo. Y la separación, pues si bien es cierto que
roberto bolaño
Belano y Lima se encuentran en París y luego en Barcelona y luego en
una estación ferroviaria del Rosellón, finalmente sus destinos divergen
y sus cuerpos se alejan, como dos flechas que de improviso y fatalmente
adquirieran trayectorias divergentes.
Y esto es lo que hay. 1977. 1978. 1979. Y después 1980, y la década que le sigue, nefasta para Latinoamérica.
En cualquier caso Belano y Lima de vez en cuando tienen noticias
el uno del otro. Sobre todo Belano tiene noticias de Lima. Así, en una
ocasión, sabe que un autobús ha atropellado a su amigo, quien salva la
vida de milagro. Lima sale del accidente con una cojera que arrastrará el
resto de su vida. Sale, también, convertido en leyenda. O al menos eso es
lo que piensa Belano, lejos del DF. De vez en cuando un amigo de Belano
que vive en Barcelona recibe visitantes de México que traen noticias de
Lima y que el amigo de Belano le hace llegar a éste.
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Belano, nuestro querido Arturo Belano, vuelve a la Ciudad de México.
Han pasado más de veinte años desde la última vez que estuvo allí. El
avión sobrevuela el DF y Belano despierta de golpe. La sensación de malestar que lo ha acompañado durante todo el viaje se hace más aguda. En
el aeropuerto del DF tiene que tomar un enlace para Guadalajara, para
la Feria del Libro, adonde ha sido invitado. Belano es ahora un autor de
cierto prestigio y suelen invitarlo a muchos lugares, aunque él no viaja
mucho. Éste es el primer viaje a México en más de veinte años. El año
pasado lo invitaron dos veces y a última hora decidió no asistir. El año
antepasado lo invitaron cuatro veces y a última hora decidió no asistir.
Hace tres años lo invitaron ya no recuerdo cuántas veces y a última hora
decidió no asistir. Ahora, sin embargo, está en México, en el aeropuerto
del DF, y camina tras la gente, unos perfectos desconocidos, que se dirigen a la zona de tránsito para tomar el avión que lo llevará a Guadalajara.
El pasillo es un laberinto encristalado. Belano es el último de la fila. Sus
pasos cada vez se hacen más lentos, más dubitativos. En una sala de
espera divisa a un joven escritor argentino que también va hacia Guadalajara. De inmediato Belano se refugia tras una columna. El argentino
está leyendo el periódico, posiblemente las páginas culturales, en donde
sólo se habla de la Feria del Libro, y al cabo de unos instantes, como si se
supiera observado, alza la vista y mira en todas las direcciones, pero no
ve a Belano y vuelve a las páginas del periódico. Al cabo de un rato una
mujer muy guapa se acerca al argentino y lo besa por detrás. Belano la
conoce. Es la mujer del argentino, una mexicana nacida en Guadalajara.
Ambos, el argentino y la mexicana, viven juntos en Barcelona y Belano
es amigo de ellos. La mexicana y el argentino cruzan unas palabras. De
alguna manera ambos se sienten observados. Belano intenta leerles los
labios, pero resulta imposible descifrar nada. Escondido detrás de la columna, espera hasta que ellos le dan la espalda para salir de su escondite.
Cuando por fin puede salir del pasillo la cola que se dirigía a tomar el
enlace de Guadalajara ha desaparecido y Belano descubre, con una creciente sensación de alivio, que a él ya no le interesa viajar a Guadalajara
ni participar en la Feria del Libro, sino quedarse en el DF. Y eso hace.
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roberto bolaño
Muerte de Ulises
roberto bolaño
Se dirige a la salida. Le miran el pasaporte y poco después está fuera,
buscando un taxi.
Otra vez en México, piensa.
El taxista lo mira como si lo conociera desde siempre. Belano ha
oído historias sobre los taxistas del DF y sobre los asaltos en los aledaños
del aeropuerto. Pero todas esas historias ahora se desvanecen. ¿Adónde
vamos a ir, joven?, dice el taxista, que es más joven que él. Belano le
da la última dirección conocida de Ulises Lima. Órale, dice el taxista y
acelera y el coche se interna en la ciudad. Belano cierra los ojos, como
cuando vivía allí y cerraba los ojos, pero ahora está tan cansado que los
abre casi de inmediato y la ciudad, su vieja ciudad de la adolescencia, se
despliega gratuitamente para él. Nada ha cambiado, piensa, aunque sabe
que todo ha cambiado.
La mañana es una mañana de camposanto. El cielo es de color
amarillo terroso. Las nubes, que se mueven lentamente de sur a norte, parecen cementerios perdidos que por momentos se separan, permitiéndole
ver fragmentos de cielo gris, y por momentos se funden con un chirrido
de tierra seca que nadie, ni él, escucha, y que hace que le duela la cabeza, como cuando era adolescente y vivía en la colonia Lindavista o en la
colonia Guadalupe-Tepeyac.
La gente que camina por las aceras, sin embargo, es la misma,
acaso más jóvenes, probablemente aún no habían nacido cuando él se
marchó por última vez de allí, pero en el fondo son las mismas caras que
vio en 1968, en 1974, en 1976. El taxista intenta entablar conversación,
pero Belano no tiene ganas de hablar. Cuando por fin puede cerrar los
ojos sólo ve su taxi que se desplaza por una avenida llena de coches, a
toda velocidad, mientras otros taxis son asaltados y sus ocupantes mueren con expresiones de horror. Gestos y palabras que le son vagamente
familiares. El miedo. Después ya no ve nada y cae en el sueño como una
piedra en el interior de un pozo.
Ya hemos llegado, dice el taxista.
Belano mira por la ventana. Están en la calle donde vivía Ulises
Lima. Paga y se baja. ¿Es su primera visita a México?, le pregunta el
taxista. No, dice, hace tiempo yo viví aquí. ¿Es usted mexicano?, dice el
taxista mientras le da el cambio. Más o menos, dice Belano.
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Belano lleva el pelo corto. Una calvicie redonda tonsura su coronilla.
Ya no es el joven de pelo largo que una vez recorrió estas calles. Ahora se
viste con una americana negra y pantalones grises y camisa blanca y usa
zapatos Martinelli. Ha venido a México invitado a un congreso de escritores
hispanoamericanos. En el congreso participan, por lo menos, dos amigos
suyos. Sus libros se leen (aunque no mucho) en España y en Latinoamérica
y están todos traducidos a varias lenguas. ¿Qué hago aquí?, piensa.
Camina hacia el portal del edificio. Saca su libreta de direcciones.
Llama al piso en donde vivió Ulises Lima. Tres timbrazos largos. No le
contesta nadie. Llama a otro departamento. Una voz de mujer pregunta
quién es. Soy amigo de Ulises Lima, dice Belano. Cuelgan abruptamente. Llama a otro departamento. Una voz de hombre grita ¿quién es? Un
amigo de Ulises Lima, dice Belano sintiéndose cada vez más ridículo.
Con un chasquido eléctrico la puerta se abre y Belano empieza a subir
por las escaleras hasta el tercer piso. Cuando alcanza el rellano se ha
puesto a sudar por el esfuerzo. Hay tres puertas y un pasillo largo y mal
iluminado. Aquí vivió Ulises sus últimos días, piensa, pero cuando toca
el timbre tiene la irrazonable esperanza de oír al otro lado los pasos de
su amigo que se acerca y luego ver su rostro sonriente asomándose a la
puerta entreabierta.
Nadie contesta a su llamada.
Belano vuelve a bajar las escaleras. Cerca, en la misma colonia
Cuauhtémoc, encuentra un hotel. Durante mucho rato permanece sentado
en la cama, mirando la televisión mexicana y sin pensar en nada. Ya no
reconoce ningún programa, pero de alguna manera los viejos programas
se infiltran en los nuevos y así Belano ve en la pantalla el rostro del Loco
Valdés o cree oír su voz. Más tarde, mientras cambia de canal, encuentra
una película de Tin-Tan y la deja hasta el final. Tin-Tan era el hermano
mayor del Loco Valdés. Tin-Tan ya estaba muerto cuando él se vino a
vivir a México. Posiblemente el Loco Valdés haya muerto también.
Cuando la película acaba Belano se mete en la ducha y después,
aún sin secarse, telefonea a un amigo. No hay nadie en casa. Sólo el contestador autómatico, pero Belano prefiere no dejar ningún mensaje.
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roberto bolaño
Luego se queda solo en la acera contemplando la fachada del edificio.
roberto bolaño
Cuelga. Se viste. Se acerca a la ventana y contempla la calle Río
Pánuco. No ve gente ni coches ni árboles, sólo el pavimento gris y una
calma que tiene algo de inmemorial. Después aparece un niño y una joven, tal vez su hermana mayor o su madre, que caminan por la acera de
enfrente. Belano cierra los ojos.
No tiene hambre, no tiene sueño, no tiene ganas de salir. Así que
vuelve a sentarse en la cama y sigue viendo la televisión mientras fuma
un cigarrillo detrás de otro, hasta que se le acaba el paquete. Entonces se
pone su americana negra y sale a la calle.
Inevitablemente, como si tarareara una canción de moda, vuelve a
la casa de Ulises Lima.
Empieza a ponerse el sol en el DF cuando Belano consigue, tras
varios intentos infructuosos, que un vecino le franquee el portal. Debo de
estar volviéndome loco, piensa mientras sube las escaleras de dos en dos.
La altura no me afecta. No comer no me afecta. Estar solo en el DF no me
afecta. Durante unos segundos interminables y, a su manera, felices, permanece junto a la puerta de Ulises sin llamar. Toca el timbre tres veces.
Cuando está dándose la vuelta, dispuesto a abandonar el edificio (aunque
no para siempre, él lo sabe), la puerta de al lado se abre y una cabeza sin
pelos, enorme, de color cobrizo pero en donde también se pueden adivinar algunos relámpagos rojos, como si hubiera estado pintando una pared
o un cielorraso, se asoma y le pregunta a quién busca.
Belano, al principio, no sabe qué contestar. No sirve de nada decir
que busca a Ulises Lima. De pronto ya no tiene ganas de mentir. Así que
se queda callado y observa a su interlocutor: la cabeza pertenece a un
joven, no debe de tener más de veinticinco años, y por la manera en que
lo mira deduce que está ofuscado o que vive en un permanente estado
de ofuscación. Ese dep está vacío, dice el joven. Ya lo sé, dice Belano.
¿Entonces por qué tocas, buey?, dice el joven. Belano lo mira a los ojos y
no contesta. La puerta se abre del todo y el joven sin pelos sale al pasillo.
Es gordo y está vestido sólo con unos bluejeans muy anchos, sujetos con
una correa antigua. La hebilla es grande, metálica, aunque la barriga del
joven la oculta en parte. ¿Quiere pegarme?, piensa Belano. Durante un
instante ambos se estudian. Nuestro Arturo Belano, queridos lectores,
tiene ya cuarentaiséis años y está mal, como todos sabéis o deberíais sa-
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roberto bolaño
ber, del hígado, del páncreas e incluso del colon, pero aún sabe boxear y
sopesa con la mirada la figura voluminosa que tiene enfrente. Cuando vivió en México se peleó muchas veces y nunca perdió, lo que ahora le parece increíble. Peleas en la prepa y broncas tabernarias. Así que Belano
ahora mira al joven gordo y calcula en qué momento embestirá y en qué
momento pegarle y en dónde. Pero el gordo se lo queda mirando y luego
mira hacia el interior de su propio departamento y entonces aparece otro
joven, éste vestido con una sudadera marrón con un transfer en donde se
ve a tres tipos en actitud desafiante, de pie en medio de una calle llena
de basura, con una leyenda en letras rojas en la parte superior: Los amos
del barrio.
El dibujo, por un instante, concita toda la atención de Belano. Esos
tres tipos más bien patéticos de la camiseta le resultan familiares. O tal
vez no. Tal vez es la calle la que le resulta familiar. Hace muchos años yo
estuve allí, piensa, hace muchos años yo pasé por allí, sin prisas, mirándolo todo, inútilmente.
El de la camiseta, que es casi tan gordo como el primero, le hace
una pregunta que le suena a agua hirviendo y que no entiende. No es, sin
embargo, de eso está seguro, una pregunta agresiva. ¿Qué?, dice Belano.
¿Eres fan de Los amos del barrio, buey?, repite el gordo de la camiseta.
Belano sonríe. No, yo no soy de aquí, dice.
Entonces alguien empuja al segundo gordo y aparece un tercer gordo, éste muy moreno, una especie de gordo azteca con bigotito, y les
pregunta a sus compañeros de departamento qué pasa. Tres contra uno,
piensa Belano, es hora de marcharse. El gordo del bigotito lo mira y le
pregunta qué quiere. Este pendejo estaba tocando el timbre en el departamento de Ulises Lima, dice el primer gordo. ¿Conociste a Ulises Lima?,
dice el gordo del bigotito. Sí, dice Belano, fui su amigo. ¿Y tú cómo te
llamas, cabrón?, dice el gordo de la camiseta. Entonces Arturo Belano
dice su nombre y luego añade que se va a marchar, que siente haberlos
molestado, pero esta vez los tres gordos lo miran con verdadero interés,
como si lo vieran bajo otro prisma, y el gordo de la camiseta sonríe y dice
no me vaciles, tú no te puedes llamar Arturo Belano, aunque por la forma
en como lo dice Belano se da cuenta de que el otro, aunque no lo crea,
quiere creerlo.
roberto bolaño
Después se ve a sí mismo, como si estuviera contemplando una
película tan triste que él jamás iría a ver, en el interior del departamento
de los gordos, atendido por éstos, que le ofrecen cervezas, no gracias, ya
no bebo, dice Belano, sentado en un sillón destartalado con un estampado de flores marchitas, y un vaso de agua en la mano que no se decide
a probar, pues el agua del DF, se lo advirtieron y además siempre lo ha
sabido, provoca gastroenteritis, mientras los gordos toman posiciones en
las sillas que hay alrededor e incluso uno, el que lleva el torso desnudo,
se sienta en el suelo, como si temiera romper con su peso otra silla o como
si temiera la reacción de sus compañeros ante tal eventualidad.
El gordo que lleva el torso desnudo se comporta de alguna forma
como un esclavo, piensa Belano.
Lo que sigue es caótico y sentimental: los gordos le informan que
ellos fueron los últimos discípulos de Ulises Lima (lo expresan así: discípulos). Le hablan de su muerte, atropellado por un coche misterioso,
un Impala negro, y le hablan de su vida, una sucesión de borracheras
sin cuento en las cuales fue dejando su impronta, como si los bares y los
cuartos en donde Ulises Lima se sintió mal y vomitó fueran los diversos
volúmenes de su obra completa. También, sobre todo, hablan de ellos
mismos: tienen un grupo de rock llamado El ojete de Morelos y tocan en
discotecas de los suburbios del DF. Han grabado un disco que las emisoras de radio oficiales se niegan a poner debido al contenido de sus letras.
Las pequeñas emisoras, por el contrario, están todo el día pinchando sus
canciones. Somos cada día más famosos, dicen, pero seguimos siendo
rebeldes. La senda de Ulises Lima, dicen, las balas trazadoras de Ulises
Lima, la poesía del más grande poeta mexicano.
Luego pasan del dicho al hecho y ponen un compact disc con temas
de El ojete de Morelos que Belano escucha inmóvil, con la mano agarrotada sosteniendo el vaso de agua que aún no ha bebido y mirando el suelo,
sucio, y las paredes, llenas de afiches de Los amos del barrio y de El ojete
de Morelos y de otros grupos que él desconoce o que tal vez sean formaciones musicales en donde antes tocaron Los amos del barrio o El ojete de
Morelos, muchachos mexicanos que lo miran desde las fotos o desde el
infierno esgrimiendo sus guitarras eléctricas como si fueran armas o como
si se estuvieran muriendo de frío.
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Vagan por estas celestes carreteras muchachos que jamás
supieron de política sobrevivientes del rock que publicaron un libro a los 17 años titulado Marijuana Blues
de la misma manera en que alguien de finales del siglo
XIX pudo titularlo Florilegio o Suspiros Nocturnos
Vagan muchachos franceses, alemanes, ingleses, con libros de Kerouac y canciones de Morrison y la luna alumbra sus cabellos largos antes de ocultarse atrás del
bosque
Comunas hablan de comunas y son avaros hablan de poesía
pero cuidan de que la grasa de sus panes con jamón no
ensucie sus cheques viajeros
Castelldefels, junio 1977
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roberto bolaño
[Vagan por estas celestes...]
roberto bolaño
Postal para Mario Santiago
Recuerda, Mario, la poesía ha hundido
a muchos; si los días favorecen la extensión
del viento, es porque el viento se extiende
con fuerza y ya nada queda por hacer sino
decir sí o no y contemplar esas manchas; nuestros
trabajos, por así decirlo, nos han arruinado
un buen número de sueños y el bosque
sigue intacto. ¿Cuál es el tamaño de nuestra
leyenda? Pobres muchachos arrastrados por la marea.
Un techo de estalactitas siempre se movió sobre
los caminos rurales. Y de tantas formas extremas
de comunicarnos ya sólo quedan mapas que ni el más joven
de nosotros puede leer. O tal vez sí. No lo sé.
Es difícil caminar una cuidad sin amor, pero
es más difícil caminar amando, como lo hicimos
nosotros en México D. F.
Barcelona, julio 1978
— 32 —
para Luis Lagos
Hay muchas formas de decir adiós. Permíteme
que esta tarde lo diga a la manera
de los hermanos Keats. Ya sé que en Latinoamérica
la presión es fuerte, pero ahora no puedo
empuñar mi mano sino sacar un imaginario
pañuelo azul (como fuego de cocina, si así
lo prefieres) y despedir este atardecer
que se DESVANECE con nuestros 10 ó 15
nuevos gestos irremplazables.
Barcelona, febrero 1979
— 33 —
roberto bolaño
Una membrana
roberto bolaño
Apuntes para una anti-elegía a Sophie Podolski
La primera noticia que tuve de ella la encontré en una
Antología publicada por Seghers que Mario compró en
La Librería Francesa de México principalmente por los
Poemas de Daniel Biga (Encore une fois je dis Chéri
Mais pour la première fois à un jeune homme
Combien de temps aura-t-il fallu?) cosas de ese estilo
Y además una guía de revistas y noticias de premios
Literarios y una pequeña lista de muertos: Roger Giroux
Nacido en 1925 Georges Henein nacido en 1914 Georges
Hugnet nacido en 1906 Emmanuel Looten nacido en 1908
Georges Ribemont-Dessaignes nacido en 1884 y Sophie
Podolski nacida en 1953 y muerta por suicidio el
29 de diciembre de 1974 una pequeña Anne Sexton para
Los editores de París aunque Seghers o alguno de sus
Empleados diga “habíamos decidido publicar estos
Fragmentos mucho antes de conocer la información de
Su muerte” y luego Sollers escribió algo que sirviera
De prólogo a la edición parisina de Le pays où tout
Est permis que ya había sido publicado en vida de Sophie
En edición facsimilar por el Montfaucon Research Center
Y alguien pudo cantar tal vez en otro país tal vez en
Otro lugar y así eludir el problema pero tú sabes
Hubiera sido casi lo mismo no es el clima ni los largos
Inviernos sexuales (se habla ahora de su fijación anal
Y de las drogas que florecen entre sus palabras y dibujos)
El suicidio adolescente no empieza con ella los rostros
De sus ángeles se ríen del amor y para la poeta europea
El último gesto es la muerte así como para los parias
Es el exilio o ese corrido mexicano de la catatonia
Y todo se une y desune los ojos azules y los ojos negros
Podríamos escribir sagas de ciencia-ficción
Tan sólo con escuchar y mirar y tocar las líneas de
Nuestras manos así que si todavía pienso que estoy lejos
— 34 —
Port-Vendres-Ville, marzo 1977
— 35 —
roberto bolaño
De lo que he querido pues me equivoco completamente
Manito nuestro mejor recital ha sido nuestra ignorancia
Y “tal vez en otro lugar etcétera” me sirve de consuelo
Aquí en Port-Vendres descargando barcos pero mañana
En cualquier otro lugar ya no y la foto de Sophie Podolski
En un Art-Press escribe aún sobre una mesa llena de platos
Y papeles y ceniceros terriblemente cotidiana tan cerca
De esas imágenes aparentemente desordenadas que usamos en
El lugar de la memoria marginales todavía pudimos vagar
Por el valle los dos teníamos 21 años y a nadie olvidábamos
Y qué brisa más bella llega del Mediterráneo qué bellas
Muchachas detenidas a orillas del mar los límites mismos
De nuestros propios gestos 27 meses después
Hacia el país donde todo está permitido
roberto bolaño
Alrededor de Lacan
En una fotografía de Lacan impartiendo un curso
se puede ver a una muchacha, de pie a su lado
izquierdo, unos tres metros de distancia, fumando
apoyada en la pared, el rostro vuelto hacia Lacan,
los ojos no mirando la mano que el psiquiatra
inmoviliza en el aire, sino su rostro: los ojos
de él miran a sus estudiantes y los de ella,
que seguramente llegó tarde y por eso no se pudo
sentar, lo miran a él, con ternura, y algo de tristeza,
con indiferencia, como si acabara de hacer el amor
esa misma mañana, y pese a que todo estuvo bien, algo,
ella lo intuye, no funcionara.
La soledad de la muchacha remonta los años,
y su mirada, además de desdoblarse en la mirada
de otras muchachas frente a aparadores comerciales
o viajando por países del tercer mundo, es semejante
a la palabra escuchada en sueños, que a veces nos explica
contra qué hay que abandonar lo que más amamos
y correr, cuando el sueño se transforma en pesadilla,
por universidades interminables hacia los fracturados brazos
de ciertos ángeles; pero sabemos que estamos soñando.
Y la soledad sólo es una fotografía en blancos y negros
diluidos, una tormenta dibujada en un papel,
y la muchacha vuelve su rostro ovalado, sus ojos
se ladean en la dirección de Lacan, y entre ella y él
hay una mujer que parece que escribiera la lección
para que la vehemencia sea leída en los años venideros.
La estudiante mira con pureza, ella sí sabe que
no va a salvarse. Lo que ha dejado o lo que dejará,
aquello que le dará una forma, le abrirá también el vacío.
Mira con pureza, hizo el amor en la mañana, o en la noche
del día anterior (con un muchacho de destino similar
o con una broma cruel y cotidiana que se juega a sí misma)
— 36 —
Barcelona, julio 1978
— 37 —
roberto bolaño
y sabe de algún modo que no va a salvarse. Los ojos
de Lacan están hundidos, el izquierdo en el perfil oculto,
el derecho en una depresión que la cámara no capta.
Este Lacan de labios entreabiertos, levantando la mano
izquierda, los dedos extendidos, fuertes, la abundante
cabellera peinada hacia atrás, con una camisa oscura
y una chaqueta oscura, dando la espalda a una gran
pizarra con constelaciones de tiza, palabras legibles ahora
de otra manera, y números licuados en nubes, de
una clase anterior, tal vez ya olvidada cuando sacaron
la foto y tomaron, sin desearlo, por supuesto,
a esa bella muchacha sosteniendo un cigarrillo, en
los amaneceres fijos de la memoria, algo así como
la confidencia de una niña salvaje que besa al azar
en las escaleras de incendio del poema.
roberto bolaño
La compañía del camino
a Ricardo Pascoe
Lo que hemos amado cambia. A veces
nuestros ojos ya no ven el resplandor,
pero el resplandor sigue allí. Sabemos
que ni las palabras ni los trabajos que
nos desgastan cotidianamente podrán servirnos
para seguir adelante, cuando las bellas viajeras
se han ido, y si miramos los días
sólo veremos manchas dejando una estela
de vacío en los párpados del que tiene sueño.
Y no es hora de pensar, por ejemplo, en los
que se levantan a las 5 de la mañana
para ser explotados en las fábricas, sino
en que también los compañeros se han sentido solos.
Todos amamos, en los dormitorios de todos
está pintada la ignorancia, nuestra oscuridad
que balbucea y gruñe, nuestra luz inmóvil que habla
en sueños. Afuera de nuestras zonas llueve
y también en el alma del que está triste,
y no encontramos aún la manera de unir los dos bosques.
Los dos bosques llenos de movimiento.
El amor y su ausencia nos hacen ver todas
las aventuras desde una ventana increíblemente
alta, casi al final de un rascacielos de pequeñas
cositas tibias que se van helando en la memoria.
Es bueno que ese edificio exista, y es bueno
mirar por esa ventana confundidos entre
nuestra tristeza personal y el vértigo.
Pero los museos suelen ser horribles
y poco compatibles con las bellas viajeras.
Nada tenemos, todo se acaba. Cuántos amigos
les han dicho eso a sus amigos una tarde cualquiera.
— 38 —
Barcelona, agosto 1978
— 39 —
roberto bolaño
Pero yo sólo tengo estos versos. Nada queda sino
nuestra ternura. Ese incendio gratuito: una forma
de morir en un universo que no muere nunca (a ver
si lo entiendes). Sabemos que las palabras pueden
ser cambiadas, tampoco es la memoria una hilera
de pinturas viejas. El amor, y su ausencia, a veces
más amorosa que el amor mismo, nos devuelve nuestros
cuerpos. Lo que hemos querido tanto sólo cambia,
el resplandor continúa, también nosotros
debemos cambiar y continuar, como los pájaros
en los vientos del Norte y del Sur.
Nada queda, pero tal vez nuestra ternura ya estaba allí,
antes que la ilusión del vacío, tal vez nuestras
contradicciones son como lunas en el final
de la noche, tal vez la bella viajera no está
muy lejos todavía, y si corres la alcanzas,
desesperada, alegremente, un minuto o unos días
o una estación completa del año, compartir
con ella libremente el camino, sin que haya
muerte en este poema para ti, ni en ti, ni en ella.
roberto brodsky
Pliegues
Era apenas una estudiante en práctica, una chica menudita con un corte
de pelo irregular y furioso que llamaba la atención por su forma piadosa
de preguntar, como si me engañara sin poder evitarlo. Fue todo lo que
retuve de ella, siguiendo de refilón el absorbente pliegue de carne que
nacía y moría de forma natural entre el hueco de su axila y el bulto del
pecho, una línea recta y fina, paralela al tirante de la blusa y con un leve
arqueo en los extremos cada vez que estiraba el brazo para arrancarme de
la boca una pitada más de confianza. Halagaba falsamente lo mucho que
se comentaba sobre mí. Le había costado trabajo ubicarme, pero ambos
sabíamos que aquello era un juego ensayado mil veces en los cursos de
ayudantía profesional. Ella olfateaba la presa y yo su elegancia. Sólo eso,
porque no volvería a encontrarla. Dejé que su impresión se diluyera como
un destello de realidad entre dos sueños. Después vino otra, ya mayor, de
cuarenta o más, enfundada en unos jeans ajustados y de cuyo cinto colgaba un teléfono portátil. A ésta sí que la reconocería en cualquier sitio. No
por su vestimenta, que era más bien de batalla, con una chaquetín pletórico de cierres, bolsillos y tapas de velcro, sino por el tono imperativo que
utilizó en un determinado momento para hablar por el celular (y yo imaginaba que se dirigía a la estudiante de las mechas disparadas con la que
yo había simpatizado tres días antes, metida todavía en el sobresalto de la
noche siguiente donde Castaño y yo discutíamos por ella), manejando con
destreza el lápiz para anotar en la libreta que apoyaba en sus rodillas: ajá,
sí-sí, correcto, busca en los archivos, ¿me oyes?, luego te llamo. Colgó y
reunió sus instrumentos en una mano antes de proponer nada.
–Caldera, vamos a grabarte –concluyó, salvando cualquier distancia y dando por descontada mi colaboración–. ¿El lunes te parece bien?
Estábamos a viernes, de tarde, y dije que sí, pero nunca antes de
la diez de la mañana. Recién a esa hora me reconozco en lo que hablo,
considerando el insomnio de rigor. Como mi trabajo en el comité recién
se iniciaba después del almuerzo, cuatro horas me parecieron suficientes.
Ella estuvo de acuerdo. Se llamaba María Angélica no sé cuanto, un apellido como Larraín o Echeñique que le daba cierto derecho a la omisión,
según me dio a entender. En el canal todos conocían la jerarquía oculta
— 40 —
— 41 —
roberto brodsky
detrás de ese nombre compuesto, por lo que bastaba pronunciarlo en la
extensión adecuada para que María Angélica se pusiera al teléfono.
De su explicación, precedida por el dulce sondeo de la practicante,
entendí que el programa buscaba vivencias íntimas, y no sé si secretas,
para documentar los tercos años en los que Castaño operó. No era el único, pero formaba parte de lo que María Angélica llamaba con pomposidad
el período sombra, o también la época sombría, según lo que le escuché
esa tarde mientras me instaba a aceptar la oferta.
–Voy a serte franca –me dijo, a mitad de la conversación–. Sólo
gente de segunda o tercera fila como tú nos sirve para los que estamos
pensando.
–Que es... –quise saber.
–Llenar los hoyos de esa época sombría –explicó con didáctica elocuencia–. Hacer la luz sobre ese período de sombra.
Acepté mi vicaria condición sin protestar ni avergonzarme. Ya se
sabe lo que es eso. Hay vidas que se justifican únicamente por la accidental aparición en una fotografía célebre, y otras que sólo adquieren una
efímera dirección entre los recuerdos acodados sobre la barra del bar. Yo
estaba a salvo de sublimaciones trabajando donde trabajaba, y por otra
parte me respaldaba un hecho incontestable: nadie del grupo original de
Castaño había sobrevivido, a excepción suya, claro. Sólo él podía desmentirme, y se daba la casualidad de que yo tenía la llave de su encierro.
Enfrentado a su silencio, todo lo que yo dijera sería mentira. Y viceversa.
En consecuencia, decidí hablar. La política es para gente de tercera fila.
–Tengo una condición –le dije a María Angélica.
La mujer dejó la libreta y el celular a un lado como si le estorbaran.
Pensé que en un momento sacaría la chequera. Sus ojos se iluminaron, atentos y victoriosos. Sí, por supuesto, Caldera. No debe ser fácil
para ti, por eso vine yo misma a negociar contigo. Algo así dijo. Entonces
atrapé una de sus manos libres y la cubrí entre las mías. Su brazo quedó
colgando a ambos lados sobre el ángulo del codo. Ella vaciló, sin entender. Estaba incómoda, pero no quería contravenirme. No al menos en esta
fase inicial del trato. Soltó una sonrisa bonachona, de patrona que acepta
las molestias de su triunfo. Debió pensar que me tenía, porque preguntó
si acaso necesitaba tiempo para reflexionar. Su ayudanta volvería a con-
roberto brodsky
tactarme cuándo y cómo lo deseara. Yo estaba de acuerdo en hacerlo de
inmediato, qué otra cosa podía hacer, y en señal de amistad balanceé
su mano recogida entre las mías, religiosamente como si fueran dados o
anillos, pero unos dados marcados por la mala suerte y ante la cual María
Angélica ostentaba con sus modos una oblicua responsabilidad. Desde
hacía un tiempo me ocurría que espantaba a las personas de mi lado porque no sabía qué esperar de ellas, y mientras la mano de María Angélica
comenzaba a sudar yo pensaba que, si alguien iba a moverse, lo mejor era
no alejarse demasiado.
— 42 —
Rostros pegados
al semáforo en rojo
de la mañana.
Las clínicas iban a toda velocidad por ese parque de castaños, sólo
la gente andaba a saltos como las cabras sobre sus dedos duros. Si lo
recordaras, si lo recordaras bien, con ángulos precisos y con radios de
curvatura, no dejarías de
abotonar
la rasgada camisa
de las canciones
que solíamos escuchar cuando las olas se iban al liceo nocturno
con los ojos rojos de lágrimas y los bolsillos desatentos con el sándwich
desmigajado. Todo sería diferente: el aparato circulatorio tendría esa cadencia que viene de la pasta dental, con la desesperada prisa de
un sol que sale
debajo de las ramas
de nuestra almohada,
las horas estarían en urgente formación, se organizarían mejor en
sus conciertos, como los huevos en la puerta del refrigerador, y nosotros
sabríamos muy bién qué hacer con esos prejuicios que nunca hemos saneado del todo sólo por flojera, sólo por
la negligencia
del fuego que se prende
y que se apaga
con tal rapidez que da vértigo. Al menos pudieron habernos asignado el don de la clarividencia, como a Nina Simone, que sabía dónde
— 43 —
florencia browne
Sushi
florencia browne
cantar cada nota sin que la nota cayera en el vacío. Pero ese hombre que
se desplomó vigorosamente hacia los rieles del metro de París
era un gran hombre
que tomaba martini
mientras moría
cuando su sensual traje a rayas era realmente lo único que interesaba. Es rico. ¿Cómo no va a ser rico? Lo que más me gusta es sentirlo
cuando crece en mi boca y se pone cristalino como ese verso de Nicanor
Parra que tanto celebras, pero gordo y azul
como la luna
que un niño echa a rodar
en su alcancía,
porque prever es una manera de amar y nunca nadie nos lo dijo,
sobrada razón para inquietarse algo más que un caramelo hacinado en la
piñata. Yo pienso que estamos puro dando la hora, saliendo y entrando
desplumados del reloj hasta que se rompan los resortes y
salgamos juntos
a ver los crisantemos
y el agua verde.
Todos los días hay que hacer una compra, pero los malos sentimientos se agolpan contra ti cuando arrojas a las petunias una lluvia de trigo y
comienza el cacareo. Es la moda. Y la moda es la absenta idiota y bebida
con odio mientras los negros escupen desde el puente de Brooklyn
unas polillas
que sueñan con tus dedos
de tibio aceite,
porque no ha habido clínica tan veloz para llegar a tiempo donde
— 44 —
se acaba el día
entre los hilanderos
de algodón dulce.
Solamente los libros de cubismo resistirán hasta que llegue nuestro
arqueólogo con su palita. El resto –la palabra ajonjolí– se deshace en
los jugos gástricos y se incorpora al humus o pachamama o cementerio
o tierra de litre, de manera que los árboles no salgan a flotar por el aire
cada vez que
las camas cambian
de sudor y de piel
como serpientes,
y aunque algo debería quedar, y aunque no podemos ser tan crueles, sólo la naturaleza es sabia y la mejor sabiduría es la gimnasia. El
Kamasutra es gimnasia, el catre es Miguel Ángel, y el cenicero lleno de
colillas cuando cae la mañana y su rocío de secos limones
es la verdad:
en el bosque de Sherwood
duerme Cupido.
Ahora recuerdo el día en que te conocí: eras el más chiquito de los
tres alpinos que venían de la guerra. Y el autobús pasó por encima tuyo y
te reventó como un globo y tu ramo de flores se volvió una hermosa ráfaga
de pétalos, goles de la U, panfletos contra la dictadura
de Pinochet.
¿De parte de quién dices?
De Pinochet.
— 45 —
florencia browne
debe y porque las únicas ruedas que van acompasadas con tus labios son
las de los afiladores de cuchillos. Pedales: ritmo del ritmo en la rueca y
en la batería, pie que sube, pie que baja y
florencia browne
Entonces la aceituna rodó entre tus dedos hasta encajarse en la
juntura de mis sostenes, como un billete de puta o de chola en la plaza de
La Paz. Y yo sabía que te iba a querer hasta el fondo, con toda la virutilla,
en el raspado de los compases que parecían arena escurrida desde los
labios de Stan Getz, rumbo a la playa,
rumbo a la nada
que se ha puesto a adornar
los precipicios.
–¿Me leerás uno de tus poemas? ¿Me darás un besito en la boquita? ¿Me cantarás unos temas de los Sex Pistols en italiano? –dices, mientras clavas tu pupila azul, etcétera. Las ambulancias de los trabajadores
sonríen cada vez que se estrellan contra una torre de espejos y dejan las
letras tiradas
en la alfombra que vuela
dentro de ti.
Pero no es ése el punto ni la estrella solitaria: lo que nos pasa es
que tenemos deudas. Muchas deudas y poca droga. Mucho rock and roll
y poco sentido del ritmo. Muchos malos entendidos y poca agua caliente
para ducharnos juntos y hacer el amor enjabonados como en las películas
sin perder el equilibrio y sin
perder palabras
como el sol pierde rayos
tras las persianas
cuando el amor se ha ido y no hay moros en la costa, porque entonces me acuerdo de ti y de las cintas de embalar y de las clínicas que nos
quedaron demasiado ajustadas al cuerpo y no podían durarnos hasta el
próximo verano y mucho menos hasta la adolescencia.
Las nubes pasan
— 46 —
y nos volvemos más sofisticados, como un sistema de riego digital
que conoce cada necesidad de sus azaleas y de sus susanas de los ojos
negros, cada cuento nocturno ilustrado en 3D, porque la música se marea
sin saberlo hasta su punto de cocción, cuando ya se le ha hecho tarde y
es incapaz de prepararnos el desayuno, mientras
la lluvia oblicua
dibuja los contornos
del sentimiento
que despega el papel decomural, imitándote, calcando la mancha
del beso que da el aire mientras duermo, como las golondrinas en la
canción que tocan los automóviles con sus focos veloces, allá abajo, en la
autopista que corta en dos mitades la ciudad de las mariposas.
Sushi y wasabi:
sabor y sinsabor
de un día ciego
que nos busca para regalarnos su edad de los porqués y su cucharada de monotonía. Ya no hacen la ropa interior como entonces, cuando
todo era feo y podías distinguir la belleza a un kilómetro de distancia e
incluso podías decir la marca de la vela y el color de la palmatoria, pero
es un hecho que
el mar Caribe
necesita colirio
esta mañana,
en que las cosas podrían andar mejor, incluso mucho mejor, en el
sentido en que un violín andaría mejor en manos de un gitano que lo adora aunque lo llene de aguardiente y le muerda el alma. Así es en Berlín.
— 47 —
florencia browne
moradas sobre el pecho
que olvida el golpe
florencia browne
Así es en Roma. Así es en todas las ciudades que disfrutan la música a
medida que ésta se cuelga del cableado telefónico,
donde tú y yo
conversamos contigo
en otro idioma,
para ver si al fin logran entenderse los plazas y sus farolas. –Faroles, se dice. –¿En serio? ¿Y tú dices caracoles cuando quieres decir
caracolas? ¿Y soles cuando solas? ¿Y violes cuando violas? El mar Cantábrico tenía tantos juegos de palabras que la navegación se hacía imposible y los barcos eran todos
barcos lejanos,
fijos sobre la tela
de sus naufragios,
pero ahora es un mar llano, libre de enjambres, mecido en el pelo
de esa niña borrosa que señala el riachuelo y que luego correrá por la
pradera como un oso porque lleva el corazón lleno de manzanas. Arroz
pegoteado: espiral negra. Discos en desorden, sábanas cortas, toallas mojadas,
en el espejo
el vapor ha borrado
aquellos ojos
que amaban la neblina mientras los taladros cosían de oro el bienestar, días antes de que las ventanas perdieran su hermetismo para ganar el silbido del viento, el ronco y leve silbido que mueve las cortinas
y las deja heladas como la tinta de un calamar que se esfuma, blanco y
armónico, hacia el oscuro fondo de sus intereses.
— 48 —
I
¿habrá algún hombre amargado de la vida
alguien que le dé pena su país
y pena los robos de ciruelas
que se entristezca con la cordillera de los andes?
¿habrá alguno?
pobre gente que llora y sigue llorando
por algo
que no ha existido nunca
II
sueño con una casa oscura
que vaga encima de la cama
hay como una niebla que lo cubre todo
sólo una bandera rara
que remece el sueño
y unos pueblos lejanos
III
amor por los extramuros
y viejos puertos interiores
por las trasnochadas de ojos negros
que piden dinero
viejos olores de vino derramado
el saludo de una hembra corrupta
toda la lujuria del tijuana
del jako
del blue moon
una pobre mujer teatrera y triste
— 49 —
josé ángel cuevas
Plegarias públicas
josé ángel cuevas
IV
decíanle que no llorara
que dejara dormir
entre arbustos
y blancos campos
que no ensuciara de lágrimas la pieza
— 50 —
I
en las micros vienen todos borrachos
y hablan borracheras
se ejerce la locura / de echar a andar historias / muertos / sangre
al borde de las casas apiladas
afuera se debaten hospitales iluminados de la noche
llenos de enfermos
fábulas para engañarse a sí mismos / no a los otros
despliegan sus palacios juegos de ojos / voces
son una mierda cada uno
y su maldad humana yace dentro de sí
en la micro
II
putas pintarrajeadas
gordas / viejas / queridas / como loras
vengan a casarse susurraban con sus tetas paradas
junto al brasero de los sahumerios
feliz / fellini vagando por escombros
de maipú / la cabeza entre la herrumbre
del olor a puta
cuando el piano iba volando en el blue moon
putas que al amanecer se sacarán
el rouge / el polvo / la crema
se volverán a poner sus ropas de mujeres pobres
y partirán de vuelta a sus hogares
— 51 —
josé ángel cuevas
El humo de la noche
josé ángel cuevas
III
respetad / respetad a quienes ya no beben alcohol
que lo han dejado y viven otra vida
ellos merecen vuestra total admiración
más que los que beben / se emborrachan / pierden la brújula
son grandes timadores de todo
quienes beben piensan que viven situaciones extraordinarias
no es así
ni los pobres hedonistas nihilistas / no
la única droga para este momento de la vida
es contemplar el mar violento / la noche
de una ciudad mediterránea
desde esta ventana a medio abrir
IV
cada uno se quedó
en sí mismo y nada más frente al vacío
dando fin a los conglomerados de hombres / mujeres
este suscrito siempre ha estado de pie
sobre un desierto / y no le afecta
en su pieza camino a la cordillera
oye el zumbido de la noche
toma su pastilla para dormir
se va a su subterráneo
— 52 —
entrar en un hotel hediondo a podrido
con una mapuche / perdidos en la locura
del deseo y la lucha final
presiento
que un sueño va a entrar en mí
que voy en una micro conversando y viene gente
se levanta
y lo abraza a uno en la puerta de una iglesia católica
rezando por mi patria muerta / la familia / el padre demente
una madre que vaga por la vida
por esta postciudad de los derrotados / caídos / olvidados
seguir / seguir junto al mapocho pensando
en un programa de vida
desde aquí se ven / en medio de la noche
nidos de monstruos humanos
monstruos chilenos sin respeto a nada
y abrazados / entrando al hotel de la locura
— 53 —
josé ángel cuevas
V
antonio cussen
Enoc, ilumíname
Yo soy Enoc, el mayor de los sabios.
Visionarios borrachos y poetas
vagabundos se encumbran a mi cueva
por un brinco de la imaginación
o un concentrado ascenso a lo innombrable.
Yo soy Melquisedec. Yo soy la Vida
Anterior. Llegan todos confundidos
y se alejan aun más confundidos,
balbuceando fragmentos del gran Todo.
Pero el día que vea que te veo
mandaré una ráfaga de energía
y vendrás volando a la alta rampa.
Subiremos al carro y los cocheros
nos llevarán sin rumbo navegando
por el paseo de mis firmamentos,
y alborotados con la oscuridad
llena de llamas ni el hielo de riendas
frenará a los potros que se abalanzan
desembocados sobre el universo
ardiendo. Luego pondré paños fríos
por el cielo ya calmado y verás
que de mis ojos brotarán los astros
y una leve inclinación de batuta
hará cantar al coro de galaxias.
Al regresar te enseñaré el Zodíaco,
te enseñaré a dibujar los enigmas
que enloquecerán al mono pensante.
Yo soy Matusalén. Yo soy el Río
del Olvido y el que anuncia las Ruinas
y las Resurrecciones. De mi mente
surgen las palabras que se dijeron,
se dicen y se dirán.
— 54 —
soy
el
poeta
de
de vastas explanadas
los
terrazas
que
se
abren
horizontes
infinitos
donde
se
respira
un
saludable
soy
el
poeta
de
los
inmensos y de las
florestas
donde
se
y
escribe
durante
enteras
— 55 —
jardines
de
a
aire
parques
grandes
lee
jornadas
paulo de jolly
Flota en este chambergo adornado de perlas el mayor
plumaje que pueda recordar las alas del divino tocado
claudia donoso
Paseo
Levanta la vista sabiendo que se halla en medio de una noche que no es
de tormenta. Ni adoquines ni carruajes ni encajes ni yugulares. No está
sobrecogida. Simplemente llueve. El paraguas que descansa en el estante
es un murciélago. Vuelan los paraguas, caen los murciélagos.
–Hoy no es día de usar sombrero.
–Sin embargo lleva usted uno puesto y la veo dispuesta a hacer con
él innumerables venias.
–Muy a mi pesar.
Sale a la calle y abre el murciélago. Encerrarse definitivamente en
su caracol sería una locura. Hay que nutrirse. Camina por una avenida
con árboles no demasiado firmes. Una rama podría desprenderse súbitamente y aplastar su futuro entero. Sacude el murciélago, entra al café y
se ubica en una mesa esquinada bajo un afiche del lago de Como. Busca
un nombre para un personaje femenino que no es ni fatal ni cruel ni de
origen ruso, aunque viste de terciopelo negro, tiene afición al naipe y
bebe su segundo kyr royal.
Cruza una pierna sobre la otra, ignora que se le ha corrido un punto a su media izquierda y boquilla en mano atraviesa otro domingo sin
novedad. El chorro violáceo de su sonrisa expresionista revela el hormigueo de un recuerdo que no le pertenece. Se levanta y amparada por el
murciélago retorna a su cubil. No hay cielo sin cama, se dice, y cierra las
cortinas. Mañana verá irrumpir por la bocacalle un conjunto de guaripolas con pollerines de un rosa pálido y anverso anaranjado desde el balcón
de su pieza arrendada. Es la vieja del gato.
— 56 —
Después de vaciar su pistola sobre el pecho del estafador, la mujer burlada
se encontró más parecida a sí misma. El hombre había regresado al cabo de
otra de sus ausencias ostentosas con un par de jarrones demasiado chinos a
modo de ofrenda y le había recordado que las reglas del juego excluían entre
ellos el mal gusto de pronunciar la palabra amor. Lejos de esa servidumbre y
con el caudal de conocimiento que puede acarrear el dar muerte, Irina
cumple la condena de veinte años y un día a que su cursilería la hizo
acreedora.
Aturdida por el sol de verano que incendia el techo de la celda,
practica una serie de desnudos magníficos, decapitada sobre el lecho.
Libre de los celos que encarcelaron su corazón, abusa del tiempo y de un
estilo pasional para el que no hubo ni habrá depositario.
— 57 —
claudia donoso
Desnudo
claudia donoso
Rito
De la sangre y de su mancha nace la proclama inhibidora que manda esconderse de la luz a las mujeres en edad de procrear. Las niñas pequeñas
quedan con sus abuelas en el campamento, a cargo de la preparación de
la comida. La más anciana es ciega. Una nube celeste cubre sus ojos,
inútilmente vueltos hacia lo alto. En el suelo, allegada a sus faldas, su
nieta desgrana alubias.
Entretanto las casadas se han marchado con sus descendientas núbiles a las carpas fronterizas, lejos de la noria. Sólo tienen derecho a una
mínima ración de agua que por la mañana les depositan las ancianas en
un cántaro a diez metros de los toldos oscuros. Las adolescentes cuchichean en voz baja mientras aprenden de sus madres mañas infalibles.
Durante siete días trenzarán las primeras riendas que las vírgenes
obsequiarán a los guerreros que con sus caballos barren las estepas. Así
ellos sabrán aquilatar la habilidad de sus futuras esposas en las labores
de curtiembre y cada cual eligirá a quien confiarle sus aperos. El plazo
ritual se cumple la primera noche de luna nueva y las jóvenes casaderas
emergen de las carpas fronterizas en tropel. Han dejado atrás a sus madres y corren hacia el poblado a zambullirse como golondrinas en toneles
de agua fresca.
— 58 —
El se casó a los 21
mui peinado a la gomina
pero una no es ninguna
i se cabrió con su prima
Cuando cumplió 32
ya parecía macaco
ensayó con la segunda
i se cabrió con su chaco
I hoi a los 43
hizo estallar una bomba
pues a todos nos anuncia
se quedará con su tomba
Que viva doña Metec
cogollo e papel secante
que le quitó a su tombito
la botella por delante
I ustedes los concurrentes
aprovechen el instante
nunca se ha visto en la vida
un milagro semejante
— 59 —
juan emar
[El se casó a los 21...]
juan emar
[Nancy 699...]
Nancy 699,
Segundo piso, atelier;
Hay vecinos que pelean,
Franquistas de misma mier...
Cocina sin la Collita,
Baño sin calentador,
Teléfono que no existe,
Casa que el Viejo parchó,
Y en ella con ansiedad
Se espera hora tras hora
Que salga la nulidad.
Y adentro está Pépèche
Que es sólo una métèque,
Y un hombre peladito
Secándose de sed;
Le da sólo Aliviol,
Le soba la cabeza,
Y el exquisito alcohol
¡Lo bebe la francesa!
Es sólo una alpargata
La leyenda de don Juan;
Un pintor que yo conozco
Lo ha dejado bien atrás.
Parrandas, tangos, mujeres
Era la existencia de él;
Tratándose de cocteles
Era muy poco un tonel,
Hasta que Pépèche cayó
Y le dijo: “¡Toma agua,
Que el trago fuerte soy yo!”.
— 60 —
— 61 —
juan emar
Pépèche lo convenció
Que con agua le basta
Y ella pasa la vida
Jugando a la canasta.
De beber y jugar al paico y a la lila
¡Les regaló a Jean-Marc!
juan emar
[Sobre las ondas de un terso lago...]
Sobre las ondas de un terso lago
Puse tu nombre, puse tu nombre una mañana.
Pero a medida que lo escribía
Venían las olas, venían las olas y lo borraban.
Sobre la arena lo escribí entonces
Y al contemplarlo, y al contemplarlo perdí la calma.
Vino la brisa, llevóse el polvo
Y allí tu nombre, y allí tu nombre volvióse nada.
En duro mármol grabélo entonces
Por si en la piedra, por si en la piedra se conservaba.
Como en el agua, como en la arena
Borrólo el tiempo, borrólo el tiempo que todo acaba.
Ábrome el pecho y allí la esculpo
Aun temeroso, aun temeroso tu cifra amada.
Allí la guardo perpetuamente
Nunca se olvida, nunca se borra, jamás se acaba.
— 62 —
sería necesario
un lenguaje
crematorio
de lo que dice
esta gente
que aparece
a destajo
lograr
el lenguaje
de carpinteros
la imagen
que brilla
en la sangre
hundiéndose
en otra
imagen
como una
quemadura
— 63 —
kurt folch
A destajo
kurt folch
Nube que pasa
la forma
en que los
japoneses
por ejemplo
pintaban
el paso
del viento
entre las hojas
esa es la forma
de esa nube
que pasa
sola
sobre
el espino
*
la nube que pasa
esa forma que
es ir
deshaciéndose
una y otra vez
al soplo de una estrella
que nos tiene
en órbita
— 64 —
la forma
que compone
cada
cosa
visible e
invisible
es
los límites
de la inteligencia
la forma
inmejorable
inexplicable
de la materia
en la nada
a partir
de nada
— 65 —
kurt folch
cayendo
sin caer
kurt folch
Trapo húmedo
se pudre
la mañana
la meta es
un trapo
húmedo
tirado en
el suelo
del baño
de una fuente
de soda
del centro
se pudre
la tarde
— 66 —
este es un día excelente
pido mi revólver
me dan agua de fuego
me dan una criatura
de vidrio desangrada
pido mi revólver
me dan una carreta
llena con costales
de vísceras
me dan agua de fuego
en una caverna
me dan mi zapato izquierdo
a los 12 años un día
con viento manchado
de hojas
pido mi revólver
el día es excelente
pido mi revólver
tengo sed
me dan una botella
de vino con agua
agua de mar
y algo espeso
en el fondo
pido mi revólver
— 67 —
kurt folch
Viva Chile
kurt folch
me dan un diario
viejo quemado
me dan una sonrisa
de araña una mujer
desnuda
pido mi revólver
me dan una mujer
dormida
fría como una criatura
del infierno
una moneda de cobre
lleva su perfil
llenando
frascos
fetos en formol
pido mi revólver
me dan agua de fuego
cerámicas de pesadilla
paños de cocina
estoy harto
el día es espléndido
haré lo que sea necesario
el viento murmura
algo que no sucede
pido mis armas
mis camisas
de domingo
me dan un vaso
— 68 —
el cielo blando
y rojizo
de la tarde
un cigarro
ese letrero de no
fumar
pido mi revólver
mi mejor dibujo
de la guillotina
mi tos
pido mis documentos
me dan una almohada
polillas en cajas de fósforos
una tina llena de pelos
jaspeados de jabón
pido mi revólver
me dan agua de pozo
— 69 —
kurt folch
de vinagre
un litro de leche
un kilo de pan
batido
una radio
encendida
un televisor
encendido
un dedal
de plomo
una trapo empapado
un espejo de plástico
rosado
kurt folch
me dan un trozo
de carne verde
me arrojan
sobre páginas
de diario
un enredo
de anguilas
siseando y babeando
una ventana a un día
nublado en un pueblo
muerto del litoral
un cascabel
de huesos
el dibujo
de un rayo
o un río
o una rama negra
trazada con musgo
en la pared
un mundo regido
por sicópatas
me dan un tambor
de tumores
una cerveza
un martillo
un puñado
de fósforos
quemados
días sin sol
ni lluvia
— 70 —
sin asco
una vejez miserable
pido mi revólver
pido mi capa
me dan agua de fuego
me dan la postal
de la ciudad
de un amigo
me dan la piedra
negra que se hunde
en la frente de su hija
me pasan
las tijeras
y mechones de canas
pido mi revólver
me dan a paladas
terrones de miedo
me dicen escoge
ver una nueva forma
de humillación
escoge (es justo
los otros escogerán
algo para ti la jubilación
— 71 —
kurt folch
el olor de suelos
trapeados con cloro
kurt folch
de tu madre por ejemplo)
pido mi revólver
mis guantes de lana
la foto de mi abuela
me dan un plato
de guiso frío
una copa llena
de orina
me dan agua
servida
y aire radiado
la casposa luz
de los tubos
de la cocina
el día es excelente
pido mi revólver
los perros se aparean
me entregan una carta
de hace tres años
acerca de nada
me dan una manzana
reflejada en los ojos
de un animal rabioso
una esfera de lacre
otra de mercurio
camionadas de insectos
— 72 —
un texto
una noticia a medias
la silueta de una caminata
a través de la nieve
pasajes de bus
a la costa
una prenda del alma
hecha pebre
entrañas tiradas
en el erial
el día es excelente
bebemos y bebemos
no recuerdo nada más
— 73 —
kurt folch
que he asesinado
porque sí
kurt folch
Parejas se juntan abajo
risa que traspasa
el suelo como
un pájaro
horrible
los monstruos
siempre traman
con obtusas
palabras
sentimentales
luego viene
la carcajada
como esta risa
horrible
que imagino
un buitre
picoteando
un cadáver
— 74 —
kurt folch
A cada rato
las pastillas
de la noche
caen al suelo
el incómodo
no dormir
con los ojos
cerrados
acomodándose
de lado a lado
de espalda
de pecho
allegado
a las paredes
que apenas
tiritan
de blanco
la carga
del año
arriba avanza
una cartulina
de acero
todo es normal
las cosas
son trozos
de témpanos
vapor de herrumbre
— 75 —
kurt folch
sale de la boca
(pasen
pasen
a ver)
— 76 —
(monólogo teatral)
Soy Bethsabé, la prostituta indomable.
La preferida de los hombres en Sudamérica.
Como currículum no está mal, ¿ah?
Algunos me envidian.
Piensan: esta mujer los lleva al deleite sexual conocido como “los
siete estallidos mántricos y el grito vernacular” o técnica “King David”.
Fue mi tatarabuela la que le traspasó la técnica a mi bisabuela y mi
bisabuela a mi abuela y a mi madre, soy testigo de eso, y de otras cosas,
pero de ellas no hablaré en este monólogo.
Mi testimonio, señores jurados, será breve pero no por eso menos
intenso.
Me han pedido que revele aquí mi técnica.
Lo que diré estremecerá a todo el mundo.
¿Están preparados?
No. No están preparados.
Soy una prostituta reputada.
¿Conocen mi oficina?
Está en Las Urbinas esquina Costanera, en un edificio muy de los
setenta, de cuatro pisos.
He curado a mucha gente de Providencia, pero también de Ñuñoa,
Bellavista y Las Tranqueras.
¿Quieren saber cómo procedo?
Les explicaré, pero antes les diré que curo especialmente la impotencia y la frigidez.
¿Les parece infamante?
Hay ciertas cosas que no debería ni mencionar aquí.
Enseño cosas a hombres tímidos y los hago florecer.
En mi oficina desfilan pusilánimes y vencidos.
He visto llantos y sollozos de poderosos.
Todos nacemos solos.
— 77 —
benjamín galemiri
Falso raccord
benjamín galemiri
La cuestión está en saber disimular.
Alivio contra el desaliento sexual y la desmotivación sensual.
Hay una técnica que despliego por la que me han difamado.
Y encarcelado.
Y vilipendiado.
Pero ¿qué me dicen de los diecisiete senadores izquierdistas que
vigoricé?
¿Qué me cuentan de los cuarenta y dos neo-marxistas a los que les
endurecí ustedes ya saben qué?
¿Qué me pueden comentar de las veinte diputadas liberales de derecha que combustioné y salvé de la frigidez?
¿Qué me dicen de los cuarenta y dos ultraderechistas que salvé del
fracaso matrimonial y les puse la pija enorme?
Hice cosas por la democracia y no me fueron reconocidas.
Ahora quieren condenarme.
No los entiendo, verdaderamente.
Hubo un alto funcionario estatal frígido y gruñón al que llevé por la
senda del éxtasis mántrico y los aullidos eróticos.
Por discreción, no lo nombraré.
Pero no me presionen.
Hay un general activo al que liberé de la impotencia.
No lo denunciaré. No lo torturaré.
Respetaré sus derechos humanos.
Soy una neo-dama.
Pero no me neo-provoquen.
Es verdad: mi especialidad es la pequeña burguesía.
Al proletariado no lo entiendo.
A la burguesía no la capto.
¿Qué quieren?
Nací así.
Les contaré algo de mi técnica.
No todo.
Lo esencial lo guardaré.
— 78 —
¿Le hace quite al sexo?
¿Nunca, nunca ha leído decentemente a León Trotski?
Trague saliva, relájese, yo lo voy a orientar.
Antes, tenga homeopatía.
Cinco de éstas, siete de estas otras.
Alivio, alivio.
¿No es lo que todos buscamos?
Alivio de las inmensas y devoradoras culpas que cargamos durante
todo el semestre académico.
¿Se puede congelar el sufrimiento?
Angustia percutante en el bajo vientre, nada lo quita, está ahí, sólo
que bajo la forma de una pesadez estomacal.
No hay nada peor que esos cincuenta años de angustia tratados
como gastritis.
Todos tenemos miedo.
— 79 —
benjamín galemiri
Les contaré avances de mi técnica.
Es más o menos así.
Estando a solas con algún cliente digo: hablemos.
Eso. Hablemos.
Usted estructura su vida y yo lo escucho.
¿Sabía que su iris me indica que nunca, nunca va a hacer fortuna,
pero va a ser espantosamente feliz?
¿Ama usted a Bakunin, por ejemplo?
¿Prefiere leer la teoría de la liberación?
¿En su fuero interno adora el modelo social de mercado?
Suéltelo. Suéltelo.
¿Entendió bien la reforma laboral?
Sus manos me indican que pasa de un tema a otro con la misma
frivolidad que un marinero de puerto en puerto.
¿Orina muy seguido?
¿Cuántas veces?
Deme una cifra, no sea mezquino.
¿Cinco, seis veces?
¿Necesita comer dulces a toda hora?
benjamín galemiri
Todos estamos deshechos por dentro.
Nadie está verdaderamente tranquilo.
La zozobra.
Tome.
Beba.
Beba.
Beba.
¿Quiere que lo guíe, subsecretario?
¿Quiere que lo encamine, jefe de recursos humanos?
¿Está demasiado perplejo?
¿Le asusta ver mi rostro?
¿Quiere llevar mis bolsas de mierda a alguna parte?
Usted me asusta con su expresión abominable, intentando hacerse
el encantador.
Usted no puede someterse a ninguna prueba de decencia.
Las perdería todas.
Perdone que sea tan atrevido.
Usted me conmueve.
¿Le gusta John Cassavetes?
¿Se embriaga con The Sopranos?
¿Lee el Le Monde?
¿Está suscrito a The Economist?
¿Nunca pudo superar la pérdida de La Época?
¿Qué hace cuando está solo?
Piensa.
Piensa en las mujeres.
En aquellas dos mil mujeres.
Piensa en un neo-harem.
Setecientas dos mujeres en una noche, ¿ah? ¿Eso desea?
Sí, estaba atontado.
— 80 —
¿Soy su progenitora?
Soy una extraña.
Usted quiso que le hablara.
¿Tiene dinero?
Ponga aquí dos mil euros.
Ponga aquí su integridad.
Se pierde tanto al no estimarse.
¿No se va a abrir frente a su propio padre?
¿Tiene miedo?
¿Va a llorar?
Dígame, ¿cuánto ha hecho sufrir?
No digo a mí.
Una madre perdona todo.
¿Pero cuánto ha hecho sufrir a su alrededor?
Por ejemplo a su esposa.
¿A cuál de todas me refiero?
Soy vuestra madre.
Témame mucho.
Hable.
Eso.
— 81 —
benjamín galemiri
Piensa en el placer de una isla secreta no propia.
Piensa insensateces.
No piensa nada noble.
Su cerebro bombea como una máquina vieja.
Usted es el ciego.
Usted es el anciano.
Usted no reacciona mientras le hablo.
Yo soy su hermana.
Su amiga.
Su madre.
Usted me necesita a su lado.
benjamín galemiri
Hable de vuestras codicias.
No alce la voz frente a vuestra progenitora.
¿Quiere llorar?
Llorad.
¿Quiere hacerse caca detrás de las puertas?
Hágase caca.
¿Quiere masturbarse día y noche?
Mastúrbese, utilice las cortinas de seda de vuestra tía Daliah para
fregarse la cosa, si quiere.
¿Quiere ver tres mil horas de deportes con los dedos en las mucosas?
Hágalo.
Bendecidos sean los que hacen lo que hacen.
¿Quiere faltar al trabajo cuatro meses, un año, tres años?
Lo entiendo.
Lo mantengo.
¿Quiere ser comprendido?
Comprendo.
Comprendo su desgarro, desnudo, con ese barullo de sentimiento
cercenándole la garganta.
Tan aislado.
Que la acción responda a la palabra.
Que la palabra responda a la acción.
¿Tiene un corazón cascado?
¿Un fogoso espíritu?
¿Se siente turbado?
Acometa.
Deléitese.
El día, la noche.
Los días.
Uno primero.
Después el otro.
El abismo final.
— 82 —
Nunca.
¿Se ufana?
Carroña vieja.
Su fisonomía.
Su sello.
Traspasar los límites.
El vicio.
Su verdadera imagen.
Ésa es la que aman.
Infestado de mediocridad lo desean.
Con sobrepeso lo anhelan.
Calvo, turba.
Flojo, excita.
Diputados con bajas votaciones se sobrecalientan conmigo.
Hago que ministros despedidos mojen a las damas.
Enseño a generales en retiro a hacer babear a sus amantes.
No sean otros.
Sean los que son.
Desgarros del otoño.
¿Aceptarían una ganancia ilegítima?
— 83 —
benjamín galemiri
No me diga su nombre.
No me hable de su árbol genealógico.
Es usted a quien busco.
El mismo que se oculta tras su prudencia.
¿Sondeó su melancolía atroz?
¿Tomó sus tabletas, como un cumplido caballero?
¿Quiere ese bistec?
¿Qué grasa?
¿Usted, un diabético?
¿Usted, con colesterol?
benjamín galemiri
Sus lenguas traposas.
Sus sentidos desdibujados.
¿Qué buscan?
Una mujer que lo chupa toda la noche es una mujer que busca.
Busca y no encuentra.
Hurguen.
Hurguen.
Beban de vuestro vino Cánepa cabernet sauvignon viña emergente.
Húndanse en un salpicadero.
Profundo.
Vuestros sentidos estallan.
Vuestro corazón se desvanece.
Digamos las cosas frontalmente.
Fui una hija rebelde y contestataria.
Con extraños instintos parricidas no consumados y uno que otro
desliz edípico-erótico no declarado.
Recuerdo claramente que durante treinta años deseé olímpicamente a mi padre.
Y odié a mi madre.
Hasta que un día los vi tal cual son.
Una cobarde y un pusilánime.
Desde niñita era capaz de palpar.
De presentir cosas.
Y me detestaba por eso.
Claramente yo quería, así como la mayoría de mis amigos, no sentir
más que vaguedades.
Intrascendencias.
Sin embargo estaba formada para explorar emociones intolerables
que me dejaban exhausta al borde del camino.
Tampoco se imaginen que era una persona demasiado especial.
Sólo que sencillamente esas cosas me pasaban sin la participación
de mi voluntad.
— 84 —
En suma, seré más una adolescente aproblemada que una niña común y silvestre.
Probaré de todo durante mi primera juventud.
Incluso cambiarme de religión, lo que liquidará anímicamente a
mis padres.
Y no me dejará de alegrarme un poco, puesto que porto un considerable resentimiento de origen bastardo contra ellos.
No me odien gratuitamente.
Déjenme entrar a explicar.
Sucedieron en mi vida en aquel período infausto cosas un tanto
oscuras de las que me ocuparé un poco más adelante.
No quiero distraerlos del nervio esencial de la narración.
¿Los estoy insultando?
Díganme.
Esta historia de principios, de erotismo frustrado, de paternidad
equivocada, ¿les provoca náuseas?
¿Qué clase de prestigio estoy intentando erigir?
Es cierto que yo sentía mucho, pero no hice mucho.
Más bien fui avara a la hora de las ejecuciones.
Pobre en mis obras.
Me bastó quizás haber probado la angustia y la ebriedad hasta ese
extraño y atontador límite.
¿Me comprenden?
Espero que me sigan.
Hay algo gracioso en este relato.
Todo comienza el día en que intenté ahogar a mi mejor amigo sólo
para borrarle su pequeña dicha, esa especie de repugnante felicidad burguesa.
Mientras yo sea desdichada que nadie ría a mi alrededor.
¿Tienen miedo de que ésta sea una maldita historia de amour noir?
No teman.
Desfilarán todos los géneros y estilos en este monólogo.
— 85 —
benjamín galemiri
¿Me están siguiendo, señores del jurado?
benjamín galemiri
Y se reirán también.
Pero también llorarán.
Vanidad de vanidades.
Un hombre recitando el Eclesiastés.
¿Lo tolerarán?
Es una linda historia después de todo.
Y terminó muy mal.
¿Quieren saber qué pasó?
¿Quieren hacer saltar vuestros sentidos?
Vengan a ver lo que les cuento.
Revivan conmigo aquella época preciosa de mi vida.
Piensan que la cercanía de mi edad madura me ha debilitado.
Eso piensan.
Feo es lo bello.
Y lo bello es feo.
Y eso no lo entienden.
Recen.
Aprendan.
Sigan la teoría de la liberación y serán libres.
Una mujer de clase media predicando el neo-marxismo.
¿Lo aguantarán?
Les diré una sola cosa.
No fueron mis acciones justas y resplandecientes las que destacaron, sino mis ideas negras y carbonizadas de odio y bobo resentimiento.
Yo temí.
Y sufrí.
Fui vana y descreída.
¿Cuál era el tema que nos unía?
Mi nacimiento.
La corrupta historia de mi génesis.
— 86 —
¿Es demasiado melodramático lo que les cuento?
¿Too sad?
Lo hice por el bien de la historia que nos ocupa.
¿Soy de la clase de personas de la cual todos huyen en las fiestas,
en las ceremonias, en las firmas de los tratados?
A lo lejos, una agria como yo se distingue.
No pueden negarlo.
Tiene sus pequeñas ventajas.
Como llevar una aureola de la cual no se puede escapar.
Déspota.
Hablemos de eso un rato.
No creáis que me importa esta situación.
Pero tengo razones para detestar este mundo.
¿Soy una buena madre?
Después les hablaré de eso.
Ahora, señores del jurado, ¿quién es más culpable?
Decidan.
¿Les cuesta tanto?
¿No les dije que les haría hacer saltar lo sentidos?
¿Vieron que mi encendida historia los salvó de la impotencia?
Ya saben, Las Urbinas esquina Costanera, estacionamiento propio.
Hago precios paquetes a coaliciones y alianzas políticas.
— 87 —
benjamín galemiri
No es que quisiera mantenerme en ese repulsivo líquido amniótico,
flotando como una ballena bebé.
No.
Sólo quiero que reflexionemos con frases cortantes y despectivas
acerca de todo un poco.
De lo que es el sexo, el principio, el medio y el final.
¿Acaso me detestan?
benjamín galemiri
Incluso puedo tratar a candidatos de centroizquierda y centroderecha al mismo tiempo por un solo precio acordado.
Soy Bethsabé, la sanadora sexual.
Soy Bethsabé, la indomable, candidata a sanadora sexual, perdón,
senadora sexual por la Región Metropolitana.
Con mi técnica, primera mayoría nacional fija.
— 88 —
(poesía de aventuras)
“Contemplo a los marineros del mundo... ¡Esperan en Valparaíso!”.
Walt Whitman
I
Ese hombre mortal debe alimentarse ahora sobre la criatura
que alimenta su lámpara
Y –como Stubb come su propia luz– Ahab escupe noche a noche
la sombra de sus fauces
II
Llámame Ishmael. Hace años –nunca sabremos
cuántos– la blanca nadó en torno a la Mocha
como encarnación de todas las agencias malévolas
Y algunos profundos de entonces sintieron
que podían comer de ella sobre su propio cuerpo
y hasta dejarse la vida olvidada en mitad de su estructura
III
Melville había prometido a Bentley que el libro estaría listo ese otoño,
en la expectativa de lo cual se le envió un anticipo de 150 libras inglesas
IV
Todos los demonios de la realidad y del pensamiento, sutiles,
navegan dentro de Ahab loco visiblemente vuelto el mismo Moby Dick
Animal
blanco donde debe ser negro
— 89 —
antonio gil
Mocha Dick
antonio gil
el trazado de la estela escribe con Cap Horniers
desde las Molucas hasta Siete Espejos en mitad de la nada
¡con un fusil y dos pistolas!
¿Cuál es el momento de olvidarnos
de nosotros mismos?
El sol implacable, las tormentas
seguidas de la más pasmosa calma
(Las Tempulkalwe, representaciones de viejas mujeres transformadas
en ballenas, trasladan el alma de los muertos hasta la orilla del
“mundo de abajo”
El sitio donde se reúnen las almas está en Isla Mocha en un lugar
denominado Ngülchénmaiwe)
Y es por entonces que carga sobre su joroba blanca
la suma de toda la rabia y el odio de la tribu de Adán
Y tal hubiese sido una bombarda eyaculó sobre ella
su corazón
Y entonces la nave gimió y se zambulló pero tiró firmemente
hacia el infierno más y más,
en la oscuridad del mar
V
Y el Pequod la acometió tripulado de salvajes
con el fuego de su propio cuerpo incendiado
un cadáver hundiéndose en el gozo
Y a cada echada de la nave había una echada de aceite que hervía
VI
Es misterio el mar sobre las tumbas macho
— 90 —
VII
El humo sube en rondallas y bajan los cordajes al fondo cuando los chinos
enarbolan
Y así fue narrado en la oscuridad dándose un caprichoso trabajo pensativo
– soñando y soñando su cama de sangre sobre el agua
VIII
Para aquí, hay millones de cortinas y de sombras mezcladas, el relato
soñado y alimentado de su propio aliento
IX
En lo alto, como un zar real y rey y como novia prepara el destino
en la línea del horizonte un movimiento suave
–visto aquí en el ecuador– muestra la confianza con que palpita el aire
la cariñosa alarma con que la novia pobre ofrece el pecho
X
La escotilla librada de la tapa regala ahora un hogar ancho
Y por allí el epílogo perdido. Huyen torbellinos de prosa dispersa
Humo espuma
¿Son estas cenizas la ciudad destruida de Gomorrah? ¿Y estos
arpones cruzados y pecesespada enseñas de sus tabernas?
— 91 —
antonio gil
los osarios de cucharones y huesos de arponeros, calderos,
cuencos, toneles, el lecho nupcial visto en sueños
mientras silba la grasa de ballena en los potes y se encrespa
impaciente por saltarnos a la cara
antonio gil
XI
Llámame Queequee – hace años – imposible contarlos
dieron en Guafo con aquella que traía un barril de arenques en el vientre
y un libro de epílogos: buenos unos otros malos, como los hombres que
suben con frecuencia a los mástiles para ver si logran avistar un cachalote
(el primer descubridor caza un ducat para sus dolores)
De eso trata el destino: del epílogo y del trueno irregular, magnífico
sobre el cielo de Nantucket
En mayo de 1839 el Knickerbocker Magazine publica el artículo firmado
por Jeremiah Reynolds
Lee Melville en su abrigo de plumas / Mocha edredón de aves carniceras.
38º 28’ sur a lontananza Timor Tom y New Zealand Jack los surtidores
que inspiran epílogos – expiran vapor ensangrentado
XII
El texto que se viene en colmillos va también en las sombras de Carlyle
y de Shakespeare cernidas sobre el Pequod
XIII
Melville capitanea entonces el motín al grito de ballena de Chilian
todavía marcada una vieja tortuga
la prosa llana sobre sus flancos
y la cola, tesoro o dote de la reina, tuerce y retuerce su reclamo
“El predicador, de rodillas, rezó con tal devoción que parecía un hombre
arrodillado y rezando en el fondo del mar”
— 92 —
Emerge el corpus en sus últimas aguas
Melville Jonas life & works
(estas naves no deben intercambiar solamente el granizo)
¿Un romance de aventuras fundado sobre ciertas leyendas salvajes?
¿O la epopeya publicitaria de las industrias meridionales de las ballenas
de esperma?
Emerge gran masa libresca jorobada
Y ese hombre mortal alimenta con fuego el aceite de su lámpara
un néctar desde la Posada del Dragón en el distrito de Essex
hasta la abadía de Saint John
cunden las murmuraciones:
(La ausencia de un epílogo, pues de aquello se trata,
de un epílogo
explicando cómo sobrevivió Ishmael a la destrucción del Pequod,
el mismo que fue omitido inadvertidamente de la edición de Bentley
llevó a muchos críticos británicos a condenarlo por no dejar a nadie vivo
para conducir la narración en primera persona)
Huraña soledad
Constelación de Cetus en las borrascas del Pacífico
XV
10 de septiembre de 1851. El trabajo enviado recibió varias reseñas positivas
pero vendió mal y aceleró la caída de Melville
El humo rodó lejos y la nave gimió y se zambulló tirando y tirando con
fuerza hacia una oscuridad donde el material impuro se unió
estrechamente a la materia fina quedando ligados para siempre
Es para crear esa grandeza que se dilata obsesionadamente
— 93 —
antonio gil
XIV
antonio gil
Es con el sólo fin de provocar una densa sensación abrumadora
que la enorme masa se desarrolla con caótica precisión hacia el infierno
Mocha 38º 28’ sur
lecho de plumas tibias
XVI
Lotería Universal ¿en qué echadas de la furia fueron empujadas las
palabras astilla o viruta o mamífero?
¿Para crear qué morosidad la masa se refrena y se dilata?
Sí, Borges, Melville tenía –como Coleridge– el hábito de la desesperación
El cuadro representa al Cabo de Hornos en el huracán; la nave
medio hundida allí con sus tres mástiles desmontados y apenas visibles
y una ballena exasperada cargándole por estribor y lanzando un furioso
chorro. Primeras materias: cuerdas torbellinos y embestidas. Cloruro
de oro y alquitrán (Mientras la ballena está flotando en la popa de la nave
cortan su cabeza y la remolcan tan cerca de la orilla como pueden)
Y como Coleridge traía una botella de láudano Melville se traía en el ADN
la gran ballena
una pesadilla
escrita
en su genética
XVII
Fragor, ellos ven pasado presente y futuro por ese catalejo:
Digamos nuevamente que Cetus es el monstruo que vive en la región
marina de los cielos
En 1603 el cartógrafo Bayer registró en ella la estrella Mira como de cuarta
magnitud
tras unos meses su luz desapareció misteriosamente
volviendo a verse sólo un año después
En tanto Bayer bebía
— 94 —
con la pupila
En 1779 casi alcanzó la magnitud 1
brillando tanto como Aldebarán en Taurus
a 220 años luz
Memoricemos que las ballenas grises pueden recorrer distancias
cercanas a las 7000 millas
Las ballenas jorobadas cantan canciones que pueden ser oídas a cientos
de kilómetros
Nada
rápido y en silencio
pero pierde aire y fuerza a medida que sus predadores la
alcanzan
como un arpón
el plano del Ecuador atraviesa a Cetus
escrita sobre abismos
XVIII
(La crítica sólo descubriría Moby Dick hacia 1920)
Pero la biomasa total se mantiene casi constante
Hay un flujo cíclico de materiales de vieja a nueva vida
y existe un flujo irreversible de energía de la luz solar captada
— 95 —
antonio gil
el cielo
antonio gil
hacia calor disipado
Mocha
nido de arena
XIX
Llámame Ahab, hace muchos años fui patroneado por el diablo
en unas escrituras húmedas y pringosas por los mares del mundo
Secreta
esa historia
una resina
o
luz
roja
por sus poros
Mocha
madriguera
menudencia de pájaros
XX
Llámame Jeremiah Reynolds – hace años – inútil sería hoy contarlos
puse sobre el pliego esta mancha de brea
Dios sabrá a silbo de qué se convirtió en restos náufragos y en fatalidades
una simple historia garrapateada por dos dólares cincuenta
Reynolds escupe la luz y come a dos manos más negrura
mientras habla ladeando la cara
para evitar que el viento lo obligue a tragarse sus palabras:
El de caleta Chome se acodó en la mesa y cantó con los ojos
y con los nudillos y con las uñas (el otro se limitó a acompañarlo
batiendo dos cucharas)
Evansy Bull fue poniendo al galés y al bretón la historia que aullaba
el chileno del Essex y fue asintiendo y dando por verdad todo
cuanto éste cantaba alumbrado por noventa céntimos de spirit
— 96 —
Las palabras se iluminan de una luz cetácea y bajan a los piques
para subir tiznadas
por la nieve
de Anaxágoras
XXI
Esta noche –y por un instante fugaz– la taberna de la calle Benefit
junto a la vaquería de Smokey Robinson se convirtió en el secreto corazón
del mundo
Mocha silencio duro cofre herrado chispa del precámbrico perol jofaina
rebosante
XXII
El silencio besa la huella de la gran ballena
Y el Mamotreto surge y se sumerge aparece y se sume
en su propia inmensidad descuadernada
XXIII
Mocha luz fósil estrella de los avistamientos pajar tizón daguerrotipo
del diablo
XXIV
(Mármol a la sagrada memoria de
JUAN TALBOT
quien a la edad de dieciocho años fue perdido en las aguas
cerca de isla de Desolación, en Patagonia,
en noviembre de 1896)
— 97 —
antonio gil
(Por la lámpara tuve que pagar seis centavos extras)
antonio gil
XXV
Algo del mar y de la sal con todo rezagado en la lengua
el viejo mezcla rezos y juramentos con frases domésticas de antaño
en su jarabe
XXVI
Tomó Reynolds esa noche doble ración de Scriptural
XXVII
Se encomienda el texto entonces a la matemática de los milagros
aguardando el escriba en la playa
a que las tinieblas hagan su descargo
non sunt multiplicanda entia praeter necessitatem
Los entes no deben multiplicarse innecesariamente
(La Navaja de Occam dice que las teorías que usan menos postulados
son intrínsecamente mejores que las que deben usar más para explicar
lo mismo)
XXVIII
¿Por qué el poeta pobre de Tennessee –tras la recepción repentina
de dos puñados de plata– delibera si comprar una capa,
que él necesita tristemente, o invertir su dinero en un viaje
pedestre a la playa de Rockaway?
¿Por qué cae sello empujándolo a esa orilla remota?
Pregúntenselo a Melville señor – ningún hombre en la flota americana
del espermaceti ha hecho tantas capturas como él ni otro luce
tan satisfecho con tales aventuras salvajes
— 98 —
La fama continuó engordando y evadiendo diestramente cada tentativa
de plantar un hierro debajo de su aleta
hasta que su masa se mezcló naturalmente con el argot de los cazadores
del Pacífico – (tanto como lo haría después el Mamotreto con la jerga
literaria de Cambridge)
XXX
¿Alguna noticia de Dick?
Hasta cuando iba armado con el arte completo y había redondeado
el cuerno del Cabo para allegarse al estaño por una ginebra
el diestro sonreía bajando la cabeza
XXXI
A estas alturas Reynolds se acerca a las dosis mortales
Y como si su pecho hubiese sido un mortero
estalló la cáscara de su corazón caliente sobre ella
y todas las ondas rodaron como volutas y se hizo un silencio
y el jet plateado fue visto lejos – Allá –
en aquel sitio solitario y tembloroso donde los argumentos aparecen
y desaparecen
XXXII
Hosca soledad ¿de qué se trata realmente Moby Dick?
Nadie parece haber llegado a saberlo
¿Cuál es el personaje que conduce el relato?
Otro misterio que el epílogo no ayuda a despiojar
— 99 —
antonio gil
XXIX
antonio gil
XXXIII
Turkey, Nippers & Ginger Nut –mis amanuenses– sentados en fila
cada uno con su plana esperan transcribir la voz atónita de Owe Chase
el único librado de la escabechina
Azadones, gubias, limas, escofinas, escoplos, tenazas, azuelas, espejos,
yesqueros, pinzas, navajas de afeitar
XXXIV
Mi querido Hawthorne el aire claro y la ventana abierta
me invitan a escribirle
Aunque cansado con el largo retraso de las prensas y disgustado con el
calor y el polvo de ladrillos, mantengo mi palabra: su cama se hace ya
y la leña está apilada junto al fuego
XXXV
Del ego te del baptiso no en nomine – ése es el lema secreto del libro
que se cocina en el infierno
XXXVI
Naves que dejan la isla pusieron sus cartas en el barril
donde naves que vienen a la isla podrían tomarlos
Éste era un tipo de correo, y todavía existió en 1932
jadeó el contramaestre dejando su arpón sobre la chimenea
Buenas tardes señor Melville
XXXVII
Tirabuzones, agujas, raspadores, espumaderas, garlopas, chinchetas,
sierras, clavos, ropas, espátulas, botones, frascos, percales, guadañas,
— 100 —
Mocha jergón / Eubalaena glacialis
XXXIX
Llámame Pequod. Hace siglos fui botado al mar con este mote de piel roja
y las viejas cubiertas usadas y arrugadas (como la bandera-piedra
peregrino-adorada en la catedral de Canterbury) aún me pertenecen
Esas roldanas funcionaron
mira
no a través de bloques de madera
sino sobre poleas acanaladas de marfil
marino
un arte noble
Y los foques, recuerda capitán Peleg, amurados contra el bauprés
fueron un día el traje de una princesa acometido por todas las manadas
del mar
asediado y maltrecho me arrodillo ahora sangrando al fondo del tiempo
Yo fui el tótem
barnacla ganso canadiense
thorkill-merluza
XL
Los estudios muestran que los cetáceos, en el extremo de la cadena
alimentaria, concentran cantidades importantes de contaminantes
tóxicos de todo tipo, pesticidas, compuestos organoclorados y metales
pesados
–musitó Melville haciendo crujir el papel frente a mis ojos
Caray
señor Melville
veremos forma de remediarlo
Algunos recurren al libraco para conocer sus profecías
— 101 —
antonio gil
XXXVIII
antonio gil
Otros para defecar cabeza gacha en sus despojos
agregó con pesadumbre el viejo – arrojando lejos el pliego chamuscado
XLI
Ese hombre mortal debe alimentarse ahora con la sombra que excreta
su libro
y resistir sobre el cadáver de su propia lámpara náufrago de sí mismo
ahogado de humores
desbordándose de hiel y de saliva pervive la escritura fantasma
XLII
¿Almeja o bacalao? ella repitió. ¿Almeja o bacalao mañana
para el desayuno, hombres? se exaspera la señora Hussey
Con café de guisantes
XLIII
Se acaba el universo y la época de las mareas:
Reynolds duerme su sueño horrible embotado de Euroclydón
Melville con su cigarro y sus ojos españoles lee el folletín que trae
las aventuras de Mocha Dick
El Leviatán de las costas de Chile
y entrevé las colinas boscosas y el gran epílogo debatiéndose
entre los botes que empujan con furia los reseñadores del Herald
y del Guardian
Caramba
Herman no son horas
le susurra
Némesis desde el descanso de la escala
Pero quizá la travesía mera de Siberia en un trineo dibujado
por los perros como Ledyard
o una caminata solitaria por el Tártaro
fueran menos aventura que las mil maromas chilenas vividas por el Essex
— 102 —
XLIV
El artefacto narrativo –pasta dura con camisa y solapas–
no lleva a bordo más salvavidas
que un catafalco
XLV
Del Five Coins en Seattle hasta el Bar Lily en Quellón
la historia se dilata
y pierde fuerza
a medida que sus predadores la alcanzan
escorbuto
erisipela
disentería
viruela
de gacetilleros dominicales encarnizados
sobre el lomo de su alma
XLVI
Mocha – árboles en invierno – corazón arrancado de raíz en el bosque
XLVII
En este palmo de silencio entra Melville
tambaleante de Metaphorazina
Dios
de qué me he perdido
XLVIII
Temblando
— 103 —
antonio gil
a la cuadra de Tirúa – y se embebe
de aquellas ventosidades y salpicaduras
ignorando el traqueteo del American Waltham
ascendiendo la cuesta del amanecer en su bolsillo
antonio gil
como un incunable entre las llamas –diríamos–
pasa la gran nube blanca
por el horizonte
alto
el jet plateado
allá lejos
en aquel lugar deshabitado
donde los argumentos
se
disparan
Por todas partes está el ronquido seco. No un sonido, exactamente, sino
una frecuencia, una longitud de onda desatada
IL
Jeremiah Reynolds
cuentos baratos
literatura de cordel
L
En estos últimos usted ve solamente a marineros pero en New Bedford
Ciudad – criada
los caníbales reales están parados de charla en las esquinas
francamente salvajes
Vaya y mire la mansión alta y cercada de emblemáticos arpones de hierro
está allí
a la vista
y su pregunta será contestada
Sí, todas estas narraciones valientes y jardines floridos
vinieron del ámbar gris
y cada quemadura de la noche
mide su dolor en nadadas de espermaceti
Así entonces en la luna de nuestro corazón amamos la muerte
pródiga
un perfume astral
brisa de las Molucas
— 104 —
y guardamos con celo los regalos del harpooneer / una erupción de osos
la poción de ginebra y melaza
Hurra muchachos ahora tendremos noticias frescas y carne de Melville
¡Bulkington! ¡Bulkington! ¿donde está ese maldito carnicero?
LI
No es Melville
es el combate artificial de los cuatro elementos principales
quien llama a la puerta:
el vendaval
la medianoche
el óxido
la pálida
LII
Queequeg natural de Kokovoko
una isla lejos al oeste y al sur
¿la suciedad de una mosca en la carta
del almirantazgo o el mero afán de malograr la tersura del Pacífico
con una roca oscura?
Bueno
pues
ese hombre mortal debe alimentarse ahora de su propio cuerpo
tumefacto cubierto de su alma
como salsa de barbacoa
se arrebuja
en este patchwork y reza con la devoción de un buzo
LIII
Entonces
otros hechos
que nadie pudo prever
— 105 —
antonio gil
mangles
antonio gil
progresaron hacia su propio clímax
Se enciende la luz testigo
y
el cielo enrojece
Escrito a regañadientes
el versículo da cuenta de un trip tras la ballena albina
por las costas de Chile en el otoño de 1821
Mocha
huesos del amor
cobijo de fantasmas
LIV
La sangre mecanografiada y matasellada
en Nuku Hiva Pamilacan o Lamalera
llega al río
de la literatura
en su ciclo menstrual
Melville escudriña los apuntes en el pupitre
del servicio de aduanas
como algo oculto bajo veinte centímetros de hielo
Mammoth & Elusive
¿Nadie recuerda ya el islote Henderson
pedregal de calaveras?
el viejo atiborrado de ninfetamina mira el frasco a contraluz
formas masculinas y flujos viriles
algo lejano en la profundidad de su corpus libresco
hiede
musgos líquenes coagula
— 106 —
y
él
cristiano
sólo se ama en Dios tras el vidrio empañado de su aliento
La fosforescencia la irisación la cuadratura
de la noche el vaivén de la tierra en el firmamento
nada
sólo
el libro
la novela sagrada
LV
Mocha Dick solución transgénica
LVI
Juez, entonces, ¿a qué cuchitril de la furia fueron impulsadas
las mentes de los cazadores nadando fuera de sí?
El ujier pálido
ahora lo veo. Él sacaba el polvo de los viejos
léxicos y las gramáticas con un pañuelo
Él amó sacar el polvo de sus viejas gramáticas y recordar
a Melville sentado allí
en la sala de los engendros
CETUS, Latino. WHOEL, Anglosajón. HVALT, Danés. WAL, Holandés. HWAL,
Sueco. BALLENA, Islandesa. BALEINE, Francés. BALLENA, Español
Por el borde del cubilete las ondas calientes se ruborizan como el vino
— 107 —
antonio gil
La gran ballena nidifica en su resuello
antonio gil
LVII
Mocha Dick
hipertexto hiperplagio materia fantasmática
LVIII
Mocha miente sobre la costa de Chile
Su clima es suave, con poca diferencia perceptible de la temperatura
entre el verano y la estación del invierno lee Melville en mayo de 1839
torpe papel salvado de la estufa
La helada es desconocida en las tierras bajas, y la nieve se ve
raramente uniforme en las cumbres de las montañas más altas
LIX
Mocha
ouija
ponedero
liber
mutus
LX
¿Quién sale trastabillando de la niebla como de una ensoñación?
¿Algunas damas
el poeta pobre de Tennessee con su capa nueva
los muertos los olvidados los perdidos
los que leen en silencio moviendo los labios?
Ricoeur imagina el texto como un objeto: puede verse desde varios lados
pero no desde todos los lados a la vez, farfulla el ujier montado en aquel
tonel que lo mantiene a flote en su negocio
Entonces fue que el capitán – cruzando los dedos vio hacia el este
y hacia el oeste y hacia el norte
pero se olvidó del sur
— 108 —
como una exhalación
(ésta es la única letra de todas las canciones – sirenas del mar de Suva)
Lotería Universal ¿de qué echadas de la furia brotó la palabra conífera?
Esa puerta de pino flota ahora en la inmensidad y se golpea
abriéndose y cerrándose sobre tu salvaje comité de bienvenida
— 109 —
antonio gil
Y por ahí Moby Dick que es Tempulkalwue – la blanca
una de las cuatro ballenas que se llevan a los mapuches muertos
a la Mocha
rafael gumucio
El castellano
En castellano no hay nada neutral
Es de noche pero no es la noche
No es la noche contra la cual
Escribía la palabra noche
En otro idioma
Es invierno porque hace frío
Y hay verano también y eso es todo
Eso y una gran facilidad que me desarma
A mí que no me es fácil escribir
En ningún idioma
En castellano ni siquiera puedo culpar
A la lengua de mis errores
Y no hay esas palabras antes de decir
Nada
Ni nadie nunca se ríe sobre mis hombros
Es la lengua que me esperaba
Donde mis errores no se equivocan
Tanto
En castellano no hay descanso
— 110 —
Pienso en inglés
Aunque no sepa inglés
Pienso en Vancouver
Al oeste de Vancouver
Cuando hay dos grados de temperatura
Pienso en inglés y no digo nada
En el pasillo
En el inglés mío
Que es tan bueno
Que no habla
Pienso en inglés a veces
Como si me hablaran al oído
En una biblioteca
En un mal colegio
Frente a un auto estacionado
Subo la escalera
Y miro las nubes grandes
Unidas como un pedazo
Separado de otro pedazo
Pienso en inglés
Y mientras no me traduzco
Nada se aferra
Como en Vancouver
Antes que caiga la noche
Sobre el lado oeste
— 111 —
rafael gumucio
Vancouver
rafael gumucio
La mierda
Esclavitud de mí mismo
Contra mí mismo
Cuerpo mío
Deformidad en que me reconozco
Territorio por mis heces delimitado
Pájaro que agita las hojas
Sol que cae
Recuerdo vivo
Dolor temblor miedo
Que a mis tripas se abrazan
Mierda que todo lo sabes
Olor que me devuelves perdido
Espasmos vía crucis
La cadena el cielo
Todo mi peso por el caño
Ido
Heme aquí
Sentado sobre mi huella
Que dejo que he dejado que dejaré
Por miedo a perderme
En una ciudad extranjera
Buscando un baño
Una salida
— 112 —
De tu cuerpo no salgas
Nadie en la playa de la Barceloneta
Lo comprará a su justo precio
Siempre rebajado a sus miedos
Verán el detalle en tu rodilla
La doble papada
Muchas palabras
Muchos gestos en las manos te verán
Y ese pelo hereditario
Y esa mancha al final de los dedos
Y el sol que parece perdonar a la arena
Las rocas en el mar
El propio mar
Verán todo eso
A ti no te verán
Que sólo caminas por la costanera
Los ojos cerrados
Tan libre tan entero irrestible
Realmente verdadero
Intransable a cualquier mercado
Ni un pedazo de ti puedes regalar
Ni regatear siquiera un beso
Hijo de Dios
Frente al chiringuito
Bailas mal las melodías ajenas
Para que te vean
Y ése es el problema
Te ven
Y el sol cae sobre ti
De tu cuerpo no debiste salir
Te lo dije
¿Cómo ahora en él entras
De nuevo?
— 113 —
rafael gumucio
Playa de la Barceloneta
jaime huenún
Tsé sungun
E fablan lingüa bárbara,
vuesa merced,
como cogida del rayo,
torcida reciamente
al modo de las frondas
en tierras de espesuras.
Non caigo en el sentido
desta idioma de árboles,
áspera como pellejo
de merino soleado.
¿Será de faz montuna o
dirá piedad e amor?
Non creo sea fácil
darlos al catecismo
sin convertirlos antes
al acento espaniol.
Verbigracia, excelencia:
los niños parturientos
ploran como entre nos,
mas los cuncos mayiores
al tiempo de penar
gimen, claman sus dioses
con voces de graznar.
Quitar habré de cuajo
el cordón desta idioma
y entrañaré en sus testas
el Alma y la Verdad.
— 114 —
¿Quién fabla, quién susurra
sobre el puente anublado por las aguas?
¿Quién gime entre las piedras como un crío
reñido y azotado por el padre?
Piedras que del tigre tenéis sangre
¿por qué vienen a mí las feas almas
de los yndios atronados
por mi roto arcabuz?
Sin estrellas queda aquí mi sombra
picoteada por los traros
y las águilas del monte.
¿Dónde el capitán al que seguía
sobre el barro y en la lluvia
deste infame bosque interminable?
Corona de torrente mi Dios queda,
mirando aquesta daga
mellada por la sangre de los cuncos
en el Sud.
— 115 —
jaime huenún
Puente de las piedras tigres
jaime huenún
Los viajes, las vigilias
1
Izamos la bandera de la nieve
en nuestros huesos,
–las estrellas de la muerte río arriba–
y caímos al barranco.
Fuego hicimos,
blanco fuego
en la noche aullante de las piedras.
Cómo te llamas, río.
Cuál es tu nombre, árbol.
Dónde te mueres, viento.
Escuchan los caballos ahora
el rumor de nuestra sangre
en el sueño.
Mañana uno de ellos caerá
bajo el hacha de nuestra hambre.
En la roca lucirá su cráneo
como un sol diminuto
en el limpio amanecer de las montañas.
2
Detengamos por fin nuestros pasos
frente al mar que es la sombra extendida
de las verdes montañas.
Partamos con calma el pan de la mañana,
bebamos sin apuro la sidra avinagrada
por el sol y los caminos.
No somos extranjeros en la patria de la arena,
no somos extranjeros en las costas de la luz.
3
Entonces fundamos un pueblo.
Las barcas iban y venían
— 116 —
4
Me dieron la tierra roja
y oscuros bailes y cantos
para despertar.
Mi tierra,
la cuenca vacía de los dioses,
las playas de greda ante el furor del sol
y montes quemados en la raíz y el aire.
Aquí las piedras labradas desde el sueño.
Aquí palabras ocultas bajo el viento.
Mi tierra,
andándome con cardos y pastores,
hundiendo su luna en mi mirada.
Nada más allá de mi mirada,
nada sino la ceniza
— 117 —
jaime huenún
cargadas con peces sin nombre.
Olvidamos para siempre la nieve,
las monturas,
el afilado viento de las serranías.
Abrimos ventanas en las piedras para respirar
el cielo desnudo de la medianoche.
Cuál es tu nombre, estrella sin luz.
Dónde te ocultas, pájaro sin trino.
Las fogatas ondulaban encima de las rocas
para recibirnos.
El jardín estaba lleno de almas cortadas,
de pájaros que buscaban en la hierba
un poco de aire.
Esta aldea se llama Clemencia.
Aquí las mujeres se hunden
en los ojos de los perros silvestres.
Miremos a los niños trepar los árboles parlantes,
contemplemos sus sombras que iluminan nuestras sombras
al atardecer.
jaime huenún
que el oleaje deja a las rocas
y a los bosques frente al mar.
Mi tierra,
el salto de culebras de espesura
abriendo la neblina en los juncales.
Mi tierra,
los muertos en el arco del conjuro
bailando y delirando bajo el sol.
Mi tierra,
la danza,
el lento apareo después de la embriaguez.
— 118 —
Cisne de mí, negrura de mi cuello
que oculto bajo el cielo de las aguas turbias
hundido el corazón, perdido el canto,
lejana la bandada, de mi sangre
sangro.
Solitario soy la herida de la noche,
la luna me congela el corazón y el sueño,
las estrellas caen y queman mi plumaje,
sobre el lago pardo respiro y
amanezco.
Escuchad, hermanos, al mar entre los árboles,
la inmensa soledad de las oscuras olas,
escuchad el trino del sol bajo las piedras,
la voz de los yacentes viajeros de la tierra.
El día que comienza en los castos nidales,
el día de totora, de barro y transparencia,
será para doblar mi cuello en herbazales,
será para rendirme a la mortal belleza
que me trae el viento de las altas montañas,
la neblina verde que crece y se dispersa,
el silencio de oro de la tarde en la arena
el vuelo de los míos sobre aguas eternas.
— 119 —
jaime huenún
Cisne de mí
jaime huenún
Ül de Tripayán
Salíamos de noche y llegábamos de noche.
La luz era mi sueño arriba de los ulmos.
Andábamos sin rumbo en la luna del agua,
huyendo de los pumas y los zorros rabiosos.
Quitábamos los troncos a la tierra quemada
para que germinara el trigo de Castilla.
Mi padre era un hombre con el sol a la espalda
y una prenda de plata guardada en el bolsillo.
Cazaba a los conejos con un palo de quila
y enterraba sus tripas rogando a las alturas.
Marchó después de viejo a los montes oscuros
haciéndose silencio y sombra con rocío.
La casa de los pobres se llama cordillera,
se llama acantilado que termina en un río.
La casa de los pobres es viento que se lleva
bandadas de choroyes a los campos floridos.
— 120 —
Aura de las Aguas, Elías Huenún,
Ezequiel enterrado en los llanos de Osorno.
Todos mis parientes aferrados a las llamas,
bruñidos por el oro de las hechicerías.
Te diré, hijo mío, que soñé con Herminda.
Venía ella a buscarme vestida como novia.
Vamos, me decía, allá donde yo vivo,
todo es tan bonito y no me falta nada.
Después se me allegaron unos niños oscuros,
la cara me escupieron entre sueño y vigilia.
Un tiuque hizo su nido en el techo de alerce,
mi nieta lo espantó con agua y sal batida.
Aura de las Aguas, Elías Huenún,
acérquense a la tierra que arde por las noches,
al pozo, al gallinero, a los blancos manzanos,
al ruido de cadenas chocando en los cimientos.
Mi casa levantada sobre el oro y la plata,
mi casa construida sobre fuego y miseria,
mi casa iluminada por caballos fantasmas,
mi casa abrió su puerta a la muerte y al alba.
Ahora es Francisca Huenún la que yace
mirándome entre flores y cirios encendidos.
Afuera los parientes caminan y se pasan
de mano en mano el vino, la carne, las palabras.
La madre de mi huerto se va con la mañana.
La siguen los cerezos, los sauces, las campanas.
La madre de mis sueños, pequeña y enterrada,
me deja como herencia su sombra fatigada.
Te diré, hijo mío, que he visto sabandijas
bajando de mi cama apenas raya el día.
Por eso me hago cruces de fuego y de ceniza
y santiguo mi frente con agua y sal bendita.
Aura de las Aguas, Elías Huenún,
— 121 —
jaime huenún
Entierros
jaime huenún
Catalina, Zulema, Carlos, Margarita,
todos mis hermanos nombrados noche a noche
en la tierra y el eco de montañas perdidas.
— 122 —
No hablaré de mi sino de las inundaciones de mil novecientos cuarenta y
dos. Bramaban sin parar bueyes perdidos en las lomas. Abajo el trigo se
anegaba, los cueros de toruno, las herramientas de José. Pasaban botes
tras los corderos ahogados. Era de noche, el candil a parafina y los gritos
de los boteros pidiendo socorro. Toda la luz bajo las aguas, mi Dios. Nosotras llorando, los hijos en las camas, el viento en las copas de los álamos. Zulema, Zulema, Víctor, Víctor. El agua cimbró los cimientos toda
la noche –Santa María–. Más abajo sentíamos los rugidos de la bestia, el
culebrón que se cebaba con los cerdos y las vacas moribundas. Todos los
malos caminaban sobre el río. Sus voces escuchamos, sus risas en mitad
del temporal.
Madre que ya floreciste,
sangrante de mí,
éstas son las aguas
desbordadas de tu amor.
Contémplalas
desde tu nuevo nacimiento
en la nieve,
en las playas
y en todo lugar.
Mira.
Caballos flotan muertos en el cielo,
cálices de oro y de rubí
entrechocan y se
hunden
en los bordes de la isla
Trinidad.
Oh, santa
de mis huesos, sí
tierra
de mi sombra,
sálvanos.
— 123 —
jaime huenún
Toda la luz bajo las aguas
jaime huenún
Que ardiente es todavía
la placenta que te como,
ahora
y en la hora
de los ahogados,
amén.
— 124 —
Amanece en la carreta de palo nuevamente, amanece con luna tras los
cerros escarchados. Mi mujer, la Juana Loca, se amarra la cabeza y se
quita las plumas de la tierra y de la noche. Yo me entibio con el vaho de
su orina resbalando a las raíces del manzano. Frío queda luego el gallinero que es mi casa, esta casa que me da la caridad.
Para mí el día del fémur,
la noche del omóplato.
A mi saco la costilla,
la quijada atropellada
del barranco.
Yo recojo
el rastrojo
del hambre en los caminos.
Esqueletos de perros
y de pájaros,
huesería que ya nadie
comerá.
Venga a mi la yunta
descarnada,
el caballo desollado y ya
reseco.
A mi hombro el cráneo
de la vaca,
a mi espalda las tibias del eral.
Ya mondaste el osobuco de tu almuerzo,
ya mataste a tu enemigo
en los eriazos.
Yo recojo el sacro roto,
el cóccix seco,
las astillas ambarinas de esternón.
En mi saco cargo el peso de la muerte
que en la tarde inclina
— 125 —
jaime huenún
Emilio Maldonado, huesero y peregrino
jaime huenún
mi espinazo.
En mi saco cargo huesos,
mi alimento,
mi moneda, mi silencio,
mi sudor.
— 126 —
Como sombras de lluvia hemos pasado
por la amarga tierra de los brujos.
La luna se enlutó sobre la nieve
como sangre de Dios en las alturas.
Y nosotros veneramos las alturas,
es por eso que subimos a este monte.
A matar un animal hemos venido
con cuchillo afilado por las piedras.
Silenciosa es la sangre del cordero
que apacigua a los espíritus del sol.
Que respire el Padre en esta herida
y que nazcan las flores de montaña.
Que amanezca por fin sobre la muerte
de este pobre animalito desangrado.
— 127 —
jaime huenún
Pewunhuentue
jaime huenún
José María Huaiquipán cabalga
en círculos sobre el río de los cielos
Me han llorado mis mujeres y mis padres
en el mes de las cosechas.
Que me he muerto gritan ellos en las lomas
mientras cortan los trigales
sembrados por mi mano.
Vi mi vida reventada por las balas
y cubierta por las flores de febrero.
Vi mi sangre confundirse con la sangre
del caballo que ahora monto sobre el agua.
Ya no sangro y soy más joven en el viento
que levanta mi caballo sobre el río.
No recuerdo ya mi casa ni los bosques
que de noche atravesé borracho.
Sólo escucho el canto de los árboles
donde duermen los pájaros del sol.
Y las voces de los hombres en las lanchas
atestadas de vacunos y corderos.
Miran ellos mi cara transparente
donde brillan las estrellas de la tarde.
Miran ellos mi sombra en la espesura
de las aguas que bajan hacia el mar.
— 128 —
Quizá sea yo homosexual
Incestuoso soy de todas maneras
Amo a mi madre y a mi hija.
A aquélla en el lugar que no hay
Y que desapareció –atópico– bajo la presión de todos los lugares
Y que cedió desde el primer momento, el de mi vagido primero,
A la voracidad del tiempo.
A mi hija la he amado oficiosamente bajo la Ley del Incesto
No como un vulgar creyente sino como un envarado monaguillo.
De los fantasmas de ellas dos se han alimentado mis amores
Vagamente culpables terriblemente celosos.
Mis amores hasta ahora se han visto entristecidos
Por el reflejo culposo de sombras inexistentes.
Hasta ahora en que ha estallado Filis
Como un rayo de primavera devorando con su llama
El árbol negro de la Ley tristemente fálico
Reseco a fuerza de imprimir su sombra con tinta indeleble
Y de ramificarla, a su alrededor, con nuevas tenacillas.
Qué vela –dirás tú– tengo en este entierro
En esta quizá ilusoria resurrección
De una momia viviente.
Ninguna, en cierto modo, salvo el frágil puente reconstituido
Verdaderamente de una vieja amistad liberada, Mauricio,
Que eventualmente debe provocar en el monaguillo
Esa contradictoria ambigüedad declarada
Un oxímoron pero algo más que un tropo:
Una figura viviente
De la que haces ostentación como en esos juegos pánicos
El Ello en letra viva
La escritura que prolonga tu gestualidad bajo el signo (pongámonos
cómodos con los emblemas de mierda)
De una estrella andrógina
Que alumbra gracias a la oscuridad que irradia.
— 129 —
enrique lihn
Para Mauricio Wacquez
enrique lihn
La Ley y la Anti Ley:
Eres en esta frase la conjunción copulativa.
Una figura emblemática: Tiresias, la Afrodita Barbuda.
Una exclamación exultante: Conchudo.
Una declaración a la prensa: Yo ingresaría a la Women’s Lib
sino me rechazaran
Algunas mujeres demasiado machistas.
Una obra: Frente a un Hombre Armado.
Un animal imaginario: La serpiente uterina
Que me sonríe en el fondo de su caparazón
El huevo filosofal
Del que entras y sales cuantas veces quieres.
— 130 —
El hombre se está acabando
vivimos en el ojo
de una aguja
más delgada
que el hilo
ése es el escondite
escurridizo del cielo celeste
donde hasta la muerte
perderá la vida
— 131 —
diego maquieira
In a state of disrepair
germán marín
Mareas
(esquicio bosquejado en 1969)
Déjate narrar, tiempo muerto, despréndete de las murallas de adobe, ven
desde las ovaladas fotografías de matrimonio, asciende a través de la música rayada del bolero, la mano sobre el papel te lo solicita, pero no me
hables de amores. A veces estallan acontecimientos imprevistos fuera del
mundo orquestado, mañanas azules bajo una fluencia de esplendor que
nadie presagiaba más allá de su belleza. Por eso no me hables de amores. Súmate mejor a las palabras que bajan como hormigas por la mano
nemotécnica. Permite, en consecuencia, que se relate esta historia vacía,
deja escapar tu voz desde el ocaso amarillo, echa a volar por los techos
oxidados, mira en Alameda la estatua del caballo de bronce en su eterno
relincho en honor a las gestas marciales. Tiempo muerto, hermano mío en
la memoria, pronto a disolverse todo en un ayer irremediable, llega a la
avenida Bulnes bañada de sangre obrera el año 1946, recuerda la visita
al país de la lady-crooner Lana Turner, platinada y alborozada como la
mejor de las putas norteamericanas. Si de esto que te ruego puedes hablarme, a la novela Fuegos artificiales, que está en la punta del lápiz, sólo
le faltaría escribirse.
— 132 —
primera
–Me permite señorita
que la invite papas fritas
–Le permito caballero
con que sea usted soltero
–No soy ni tan soltero
ni tan casado
pero no pongo pero
sobre su estado
–Sobre mi estado mire
sepa primero:
chuflas de pitoflero
yo no las quiero
–Vamo hacer un tutito
–Vaya solito
segunda
Te quise pero no quiero
caerme por tu pendiente
aguantar tu descariño
ni escucharte cuando mientes
Tu personalidad
no es consistente
Yo ya no seré más
quien la sustente
Quien la sustente mi alma
tu tomatera
donde quieres pasarte
la vida entera
–Ésta es pará de carro
de qué me agarro
— 133 —
adán méndez
Sonetos comprimidos
adán méndez
tercera
Los ríos desde chiquitos
que quieren llegar al mar
pero este recién nacido
ya medio parece mar
Se quejaba un remero
en la Amazona
me quedaron los brazos
como la mona
Como la mona ay samba
sóbate el codo
el que tiene un amigo
lo tiene todo
Andas de punta en pelo
Thiago de Mello
— 134 —
primera
Corazón de chiflichafla
más de alguno te dirá
Lo pensara un par de veces
pondría la marcha atrás
Se paró la bandurria
en el ciruelo
me acordé de ti misma
me puse lelo
me puse lelo ay lola
pensando en cuántos
cuándos y dóndes fueron
no fueron tantos
Se me seque el hocico
si te critico
segunda
Tanta pena que me diste
y tanto leso sufrir
en cambio reírnos tanto
en cuanto te conocí
Más sufrieron los negros
con Duvalier
Más sufrieron los rojos
con Pinochet
Con Pinochet caramba
yo te comparo
Fuera deso no te hallo
ningún reparo
Te mató tu ternura
la dictadura
— 135 —
adán méndez
Segundos sonetos comprimidos
adán méndez
tercera
Para qué abre el abanico
si no para abanicar
Amor que la piensa mucho
es que empieza a terminar
Yo que era así en la vida
distinto al búho
ahora prometo y digo
no hago ni actúo
No hago ni actúo pucha
porque no puedo
porque los pensamientos
salen al ruedo
Mientras más la pensamos
menos amamos
— 136 —
primera
no hay caso no me consué
mirarme y verme tan vié
si en tiempos que yo era cá
ni a palo no me volteá
no me tome más ví
me dijo el mé
abuelito me dí
cabras de mié
cabras de mierda todas
si en ese entó
les daría guará
toda la nó
me le pudren los dié
me quedan sié
segunda
bajo una colcha cochina
suspiraba don guañaño
y en su suspiro decía
te quiero limpiar el caño
doña chucha a su lado
ronca a sus anchas
por más que la puntea
nada lo agancha
nada lo agancha nada
pucha tristeza
no la trastorno más
con mi dureza
ay qué insomnio mi vida
vulva dormida
— 137 —
adán méndez
Últimos sonetos comprimidos
adán méndez
tercera
tu culo es el peor sitio
para que mi amor se instale
son más las pichulas que entran
que los mojones que salen
pero mi pecho se halla
fuera de quicio
palpita por esas nalgas
con su orificio
con su orificio ay prieto
sácate un huiro
gozo hasta por los cachos
cuando lo miro
cueva de la alí babá
ábrete yá
— 138 —
Filogenitura
Amatividad
Habitatividad
Destructividad
Alimentatividad
Afeccionividad
Adquisividad
Constructividad
Combatividad
Secretividad
— 139 —
adán méndez & viviana méndez
El corazón frenológico: Instintivo
adán méndez & viviana méndez
El corazón frenológico: Moral
Credulidad
Dignidad
Perseverancia
Esperanza
Idealismo
Circunspección
Formalismo
Benevolencia
Veneración
Compasión
Humor
— 140 —
Memoria
Música
Orden
Resistencia
Tiempo
Color
Palabra
Configuración
Causalidad
Localidad
Analogía
— 141 —
adán méndez & viviana méndez
El corazón frenológico: Intelectual
roberto merino
Pájaros
En el cercano más allá de las persianas
son esas sombras fatuas de los pájaros
los mismos pájaros del aire pensativo
que en el amanecer de la conciencia
contra el cielo empañado entre los árboles
dan la idea de algún ideograma.
Uno a uno en desdoradas ramas
en el silencio que el jardín decanta
entre acantos y astrales empedrados
parecen los llamados de un ausente.
Karma de los faroles encendidos
en la lluvia incipiente
y de las tapias de fondo indiferente
que ocultan lo perdido.
— 142 —
Pájaros desdoblados de los árboles
no sólo sueño y despertar traen al día
su espejismo amanecido en el follaje
es la luz de una olvidada compañía.
De la fugacidad de hoy son la memoria
su antiguo canto notas fugitivas
que pasan el tiempo entre las ramas
de silencio en silencio hacia la vida.
Si los mármoles falsos de los parques
y las lunas eléctricas
y las islas tupidas
son del ayer las resquebrajaduras
los pájaros sumergidos en la altura
amaneciendo en una edad temprana
nos buscan como niños irreales.
— 143 —
roberto merino
Otros pájaros
gonzalo millán
El martillo
La mujer le cortó las patas a la mesa
del comedor y comenzaron a comer
con los dedos sentados en el suelo.
Él fue a pedirle un martillo al vecino
para clavar las patas
y volver a usar las sillas
y se encontró a solas con la mujer del prójimo.
Ella hacía yoga vestida solamente
con un turbante y era calva flexible
y pálida como una culebra albina.
Él sostenía en su mano el martillo
que aún no le habían devuelto.
Ella fue desnuda a buscar el martillo
y al volver se lo pasó por las pelotas.
Superada la sorpresa y el miedo
él cayó en cuenta que la pezuña partida
lo enganchaba como en una caricia.
Ella se puso el extremo del martillo
entre las piernas sin dejar de atraerlo.
Él le saco el martillo de las manos
y lo arrojó al suelo. Entonces ambos
contemplaron el martillo caído.
— 144 —
La inspiración tiene que llevar alas
de águilas, de cóndores, de halcones;
de albatros maratónicos y marítimos.
Alas propias de las grandes alturas
y alas con las máximas velocidades;
alas tenaces de gansos migratorios,
las irisadas alas de briosos colibríes.
Alas de cuervos que te sacan palabras
y picotean los ojos y el hígado.
La musa
La musa es una mascota
desnuda con alas de ángel.
Una mujer con la cola de pescado
apretada en una media de malla,
una mujer mitad pájaro con alas de pingüino.
La musa tiene la negrura de la araña
que teje las telas más blancas,
veladamente detrás de los sueños.
La musa tiene la fuerza del tubérculo
que florece a ciegas debajo del lavaplatos.
— 145 —
gonzalo millán
La inspiración
gonzalo millán
Autorretrato dominicano
Con los canes de Dios (domini canos)
conocí la gran Grieta
que separa lo propio de lo ajeno
y el abismo que aparta al ángel de la bestia.
Aprendí sobre el odio implacable y justo.
Conocí a los perros del convento
esos terribles mastines siempre hambrientos
que roían los huesos de los curas muertos.
Conocí a un “semen” (seminarista)
de uñas largas al que le decían El Vampiro.
Después de los partidos del colegio
frecuentaba los camarines de los héroes.
Conocí la Puerta del templo con mayúscula
y las arengas del Gran Khan que los cachorros
dálmatas respondíamos ladrando
formados entre las columnas de mármol.
Conocí las torturas del amor y el cepo
del deseo original, de rodillas mirando
una trenza cortada por una esquina oblicua.
Somos uno solo porque siempre somos dos
nos predicaba el iracundo inquisidor.
Comprendí pronto que era preferible
ser un ayudante del castigo que ser castigado.
Por primera vez oí hablar del Mal
en vez del malo y del Bien en vez del bueno.
Conocí la existencia inaceptable del demonio
y vi girar las aspas movidas por una cebra
alrededor de un pozo
del que surgía un vestido de novia.
Me contaron que los curas y las monjas
se casaban en secreto por las noches
y que había risas, cantos y bailes
sobre los dameros de la nave hermética.
— 146 —
— 147 —
gonzalo millán
Me contaron también que existía un pasaje
instantáneo y secreto entre Santiago y Viña
y quedaron un día de mostrarme la entrada.
gonzalo millán
Pares (I)
— 148 —
gonzalo millán
Pares (II)
— 149 —
gonzalo millán
Pares (III)
— 150 —
gonzalo millán
Pares (IV)
— 151 —
gonzalo millán
Pares (V)
— 152 —
gonzalo millán
Pares (VI)
— 153 —
gonzalo millán
Pares (VII)
— 154 —
gonzalo millán
Pares (VIII)
— 155 —
gonzalo millán
Pares (IX)
— 156 —
gonzalo millán
Pares (X)
— 157 —
bruno montané
Mapas de bolsillo
Mapa 1
A la izquierda, a la izquierda.
Así, sigue esa sombra. Sí,
un poco más allá. Atiende a la
figura, fíjate en la melodía.
Hay una forma roja y alguien
silba una canción que te
recuerda una línea de Kafka.
Una cuerda que divide una
habitación, una cuerda que
no tiene color alguno –eso
te sorprende–. Es por eso
que al sacar alguna
rara conclusión, sabes que
tienes que avanzar.
Así está bien, sigue esa luz
azul y que apenas alumbra.
No lo dudes, llegarás
hasta el final.
Mapa 2
Frágil gesto que es imposible
reconocer como debilidad.
Frágil movimiento que en este
camino apenas sopla.
Leve pulso que empuja
en una vena de tu ojo.
Leve, leve y leve
vaho que alimenta.
Suave clic en el oído.
El sueño será suave.
Leve temblor que vuelve,
frágil miedo que ya no sientes.
— 158 —
Mapa 3
Líneas y líneas, huellas
que remiten a otras huellas.
Escanciados espacios que
unos en otros se vacían.
Revisión y gesto, recuerdo
o deseo de lo que se es
o se cree que seremos.
Música rara, rara música
de esas huellas. Líneas
de largos gestos espaciados.
Resolución inmersa
en el contraste
de este viejo juego,
ofrenda que determina
una forma que no acaba
de saberse. La caja
que siempre suena.
Mapa 4
Te damos la mano para que sepas
lo que es un gesto. Te mostraremos
el corazón cuando acabe de llover.
Te abrazamos en medio del charco,
te recordamos de dónde has salido.
Volvemos a decirte la misma línea
y te hablamos del mismo dolor.
Caminamos juntos durante unos segundos
y comprobamos que nos cubre
la misma sombra, el error que repetimos
en la caída, el mismo sueño.
Te hablamos en la oreja,
— 159 —
bruno montané
Imperceptible vuelo que
te impulsa hacia delante.
bruno montané
equívoco que siempre imaginamos,
suave pesadilla una y otra vez nombrada.
Al fin nos reímos de ti, único revés,
hasta reírnos de nosotros mismos.
Mapa 5
Pavesas que el viento esparce,
señales que dispersa un lento sol.
Cenizas de un acto rápido,
secas huellas que vi en el barro.
Plumas e insectos en un cauce vacío,
ánades y escarabajos que huyen del fuego.
Pavesas que lentamente caen
al agua, un agua lechosa,
un agua casi saliva.
Huellas una vez y otra repetidas,
huellas de cangrejos y ratas,
huellas que el aire hunde y hace durar.
Suaves bajorrelieves, indicios
de un caminar suave, quizá secreto.
Lentas variantes de una huida
que nuestra mente llama avance.
Sutil agitación que el cuerpo
emite mientras se hunde.
Mapa 6
Con este mapa encuentro
algo que no busco, con
este mapa hallaré restos,
con él imaginaré pozos
de fuego, sentiré huellas
que ya no se irán de la piel.
Por un instante me permito creer
que éste es el último mapa,
que ésta es la ofrenda
— 160 —
Sueño que este mapa
me proporciona nuevos caminos
y este sueño se aloja en mí
con la misma tensión
de una nueva vida,
con el mismo temblor
de una mirada que en mí
no conocía.
Mapa 7
Mi cansancio es profundo,
brilla tenue y persistente,
se enciende y dura
como mi agitada respiración.
Mi sueño, mi no poder levantarme
de este lecho que sé que tendré que dejar.
Mi falta de hambre,
mis extraños dolores.
Mi corazón tocado y abierto,
mi cuerpo vencido
y sin embargo fuerte.
Mis pulmones sombreados,
pero aún luminosos.
Desde el fondo del cansancio
aprenderlo todo otra vez.
— 161 —
bruno montané
de los más soterrados indicios,
que ésta es la ayuda
que yo aún no reconocía.
erick pohlhammer
Irarrázaval
Un viaje a Rancagua no es un viaje a Rancagua
Imagínate a Shakespeare huyendo de Inglaterra
Sólo el 15% de los chilenos viaja por Lan Chile
Lan Chile es top ten en calidad de servicio
El apio es el opio del vegetariano nervioso
La poesía llega más rápido a todas partes
en Ferrocarriles del Estado
Los discursos políticos son espurios carriles
Seremos poetas pero no somos giles
La democracia es la dictadura de las formas ocultas
de la propaganda
Ni bufando en la nieve usaba bufanda Yogananda
Qué rica es la cazuela de vacuno con zapallo
Un viaje a la ciudad del yo no es un viaje cualquiera
Día de la madre día del jugo día del trompo día del pico
Imagínate a Chaplin huyendo del cine mudo
A José Donoso le gustaba Huachipato
A Gustavo Laube le gustaba la pintura abstracta
Imagínate a Vicente Huidobro huyendo de la señora muerte
Los chilenos somos enfermos de saludables
Todo café es poético
Yo le enseñé a santa Teresa a tomar cerveza
El nirvana sin ti es una experiencia vana
Naciste original no mueras como una fotocopia
La lógica es una puta vivan las putas
El Señor es mi amor imposible
Cuando Nicanor Parra estire la pata
Me iré llorando x las calles de Macul hasta Grecia
Es histérica perdónala no sabe lo que dice
El papel no tiene otro papel que ser papel
El complejo de Edipo se disuelve en agüita de boldo
Venus de Botticelli sácate la trenza del pubis
La democracia es una amenaza de castración
— 162 —
— 163 —
erick pohlhammer
No importa: somos aristócratas
Hay que matar a la madre sólo si se cree la muerte
El Señor también ama a los curas a veces
La poesía no sirve para nada cosa que el alma agradece
Conciencia sin fronteras o asfixia territorial
Francisco Huneeus y Marta Orrego se aman
La vanidad es la luna lavándose en la artesa
A fallas estructurales espejos sin juicios
En el centro exacto del tórax está la papa
La palabra soltero empieza con sol
Viva el matrimonio entre almas gemelas
El aquí y el ahora es un columpio invisible
Soy mala para la cama pero seca para la alfombra
De tanto haikú el monje quedó cucú
El equilibrio es el suspenso entre la acción y la contemplación
Imagínate a Sartre huyendo de la imaginación
La avaricia tiene la culpa
Imagínate a Dios huyendo del universo para siempre
Las hormigas escriben dios con minúscula
La avenida Irarrázaval es el paraíso
No lo busques en otra parte no lo encontrarás
erick pohlhammer
Musa sobre mesa
Hay una musa sobre una mesa
Sobre una mesa de operaciones
Será operada de úlcera aguda
Se jura Venus y santa Teresa
Sé que va los domingos a misa
Sólo para seducir a los curas
Sólo para coquetear con la cruz
La respeto es cristiana a su manera
La conozco ya que es mi ramera
Favorita: entra el doctor a la sala
La pilla con los dedos en la masa
Hace tortilla con la enfermera
Fingió agudos dolores para que la atendieran
Llegó al hospital de extrema urgencia
Doctor no se inmute yo me la llevo
Me casé con ella aceptando su histeria
Aceptando su belleza y sus tendencias lésbicas
Después del orgasmo vuelve a ser musa
No se moleste yo le pongo la blusa
— 164 —
a Kali, la afortunada
Epicentro erótico de mi ecológica cachondura
neurotransmisora arbustiva en mi sinapsis eclipsada
isis insidiosa amante amablemente transpersonal
reptando por mi hipífisis por circunvalaciones lábiles
balando hacia almendras ovaladas
jacobinia ilicifolia aromática verdosa
augusto arbusto mío de enhiesta curvatura
bilabial morfema en flor de aérea verdallea
Poblabas esta sombra que soy de hospitalaria verdularia
sacudías este valle que soy con brisas olmueínas
¿qué ha sido de la ilusión que eres paseando su holograma
por la gramática otoñal de mi primaveral quimera
cuando el automóvil de tu mirada pasaba a mirarme a la casa
a mi invernal sintaxis de mi caos taoísta y salvaje
y tus muslos adverbiales de proverbiales formas albas
núbiles y nobles y volubles y maleables
fantasías arquetípicas de farmacéuticas consecuencias
que me hicieron amar como al mar las boticas?
Me percato en el sentido zen del término
rememorando cuando apenas brotes
cuajados de magia ajena a las horas
lingüistiando por parajes sausserianas arboledas
dos caras de una mónada de un canto literario
jugamos el evasivo juego de ser adán y eva
me percato en el sentido olfativo de la malvácea
como un sauce lacio reacio a ser llevado por el río
que pese a ser caduca no desdeño tu perenne
amor que las ovejas en parejas van soñando aún
por esas verdes latitudes de paisajes pastoriles
— 165 —
erick pohlhammer
Agricultura epistemológica
erick pohlhammer
¿por qué alejaste el velero hacia puertos ya seguros
que tormentas más intensas verterían a las velas?
Como galileo unificó europa con el telescopio
tu distancia es directamente proporcional
al cuadrado del tiempo de la ilusión del yo
al período pendular de tu amplitud independiente
alusión a la que aludo para eludir este opio
extasiador de evocarte desnuda de ti misma
allá por los follajes donde follábamos de lo lindo
bajo el lindo sol de enero caliente y calerano
Eje argumental romántico de mis vacacionales vocaciones
extraliterarias protopoéticas antiartísticas dichosas
la dura es que ignoro cómo puede respirar
la tierra sin la clase de romanticismo
antirromántico que inventamos camino al no camino
al totoral de los bosques del eterno crecimiento
ya que esto de regar la semilla más sencilla
la semilla eterna compañera girasol de mis días
gardenia quillotana afortunada agricultora
todo agricultor sabe que dependemos de la lluvia
y yo lloví todo este tiempo sobre tus campos de sandías,
guerrera mexicana hexapétala y alada
Seré el último girasol que en el campo quede
sin drama maravilla universal amándote mi sol
— 166 —
qué onda con el doble discurso
o cuádruple u óctuple discurso
yo manejo caleta de discursos
otra cosa es el cultivo de la semilla
de mostaza de la santa hipocresía
que es decir lo contrario de lo que se siente
como el caso de don andrés bello
el venezolano vivaceta de bello
redactó la indisolubilidad del matrimonio
el gil en su famoso código civil
y él mismo se casó dos veces
más soluble lo hizo que el soluble pez de breton
eso no es doble discurso eso es traición
— 167 —
erick pohlhammer
Doble discurso
erick pohlhammer
Triple discurso
levante la mano
quien tenga algo contra el triple discurso
no es triple discurso
es darle curso al yo débil
no es triple discurso es cobardía
es pavor a ser quemado en la parrilla
de la añosa santa inquisición católica española
los anglicanos no tienen pito que tocar
pienso en los conquistadores hispánicos
como el mismo pedro de valdivia
que se afilaban a casi todas las mapuches
a vista y paciencia de la luna
en las mismas rucas de los toquis
y tenían sus esposas en españa
como si yo viviera en osorno con mi mujer
y viera videos porno con usted mijita rica
encerrados en una pieza en la plaza egaña
y si usted fuera a osorno le hiciera la desconocida
los conquistadores españoles y sus secuaces
a sus esposas les juraban al volver a extremadura
ni siquiera haber mirado a las mujeres de los prójimos
en la base del discurso esquizoide paranoico chileno
señoras y señores
es básico estudiar la vida cotidiana
de los conquistadores excitados en sus horas libres
— 168 —
Yo vi jugar a Jesús Trepiana con mis propios ojos
Y eso que todo lo que ven los ojos es ilusión
Pero yo lo vi jugar con estos ojos verdes
En el estadio Santa Laura pegadito a mi novia
Que era un asiento vacío
El vacío es forma la forma es vacío
Rememoro que esa tarde el Santa Laura tenía un aura
a gran coliseo deportivo
Más que el Nacional el 62
Más que el Sausalito en primavera
Más que en otoño el San Eugenio
Repito yo vi jugar al fabuloso Jesús Trepiana
Guardavallas de Unión Española
Por desgracia eterno reserva de Francisco Nitsche
Que también era extraordinario
Insustituible en el arco una especie de senador designado
de la portería roja
Qué chance le quedaba al pobre Jesús Trepiana
Francisco Nitsche tenía una hija se llamaba
Ana María Nitsche
De quien me enamoré a primera a vista durante algunas horas
Cuando yo jugaba en las inferiores de Ferrobádminton
Ocurrió que fui a recoger una pelota a la pista de ceniza
Y vi su preciosa cara tras la reja de contención
Son amores fugaces que ni la fugacidad del tiempo esfuma
Pero vamos a lo nuestro que es lo más importante
Yo vi jugar a Jesús Trepiana con mis propios ojos
Ustedes no
Ustedes estaban en otra esperando algo
Algo intrascendente o la llegada del mesías
Yo ya había encontrado al auténtico mesías
En la persona de Jesús Trepiana
Tengo el recuerdo fresquito era el 5 de junio de 1967
— 169 —
erick pohlhammer
Yo vi jugar a Jesús Trepiana
erick pohlhammer
Meses después del Mundial de Inglaterra
Lo vi jugar ataviado de blanco nieve
Bajo los tres palos del arco norte
Que daba a la avenida Independencia
Soy la persona más afortunada del mundo
Ustedes no vieron jugar a Jesús Trepiana
En qué andaban
Trepando posiciones corriendo la carrera de las ratas
Jamás me cansaré de reiterarlo
Yo vi jugar a Jesús Trepiana con estos ojos de lince
Yo puedo morir en paz
El resto es literatura
— 170 —
Querido maestro:
Hasta hoy usted yace en una tumba equivocada
La que conocí por secreta amistad con uno de sus violadores.
Recuerdo la última tarde en que lo vi
Y me entregó el respectivo encargo, el final.
Aún siento la fetidez a remedios de su carne
Y retengo nítida en la memoria la imagen de su mujer
Aplastada en una esquina de su pieza.
Sepa usted que ella es hoy una cebolla seca
Que trabaja administrando a sus nietas yugoslavas
A las que contrato a menudo como una forma de ayudar
A la economía doméstica de su familia.
Debo confesarle que son la miel de las mieles
Y me encierro con ellas en un subterráneo
Y lloran. Y ruegan.
Y dicen que para ellas lo único que vale es la fuerza bruta
Y adoran los bozales. Y ronronean.
Qué más puedo detallarle que no lo hostigue.
Esta misiva no tiene la intención de referirse
A los hastiados cuerpos rubios
Que heredaron su sangre caliente.
Paso entonces a preguntarle con cierta cautela
Si es verdad que mató a la que le daba aquel fulgor pálido,
Aquella tierna y blanca y morada carne que lo saciaba.
Usted estuvo escondido, mi amado preceptor, lo sé.
Estuvo refugiado en una pieza inmunda
Con un agujero en la pared
Que tapaba con bolsas de basura negras.
Fueron sus años religiosos, cuentan.
Fue cuando empezó el cultivo de la decoración mental
Y pensó en la venganza como en un arte de príncipes.
En crudas palabras: ¿cómo no lamentar su largueza,
Su podredumbre flemática
— 171 —
matías rivas
Responso
matías rivas
Y su cara de raja indisimulada?
Para que entienda claramente por qué le hablo así,
Le advierto que es de conocimiento público
Que trabajó como generoso soplón
Y que como única herencia dejó, de su puño y letra,
Dos cuadernos con poemas canallescos y cientos de papeles delatorios.
Sepa además que la miseria con que trató a su hija,
Negra y loca, terminó por teñir su sangre harinosa:
Ella es hoy su única heredera,
La dueña de su agencia de cartoneros.
Ella vio las fotos y el video
Donde se le ve, con una carcajada en la boca,
Contratar a dueñas de casa aburridas
Para encerrarlas un par de horas en un clóset
Y someterlas a suculentas y sensibles vejaciones.
Pero aquello es cuento aparte, asuntos de familia.
Y si hoy me dirijo a usted
Es sólo tomando en cuenta aquello que nos unió durante décadas:
La memoria de esas jornadas en que salíamos colgados
Y vehementes deseando chuparnos hasta la más podrida breva sexual.
Me atrevo, frente a su lápida, a contarle sin vergüenza y en su memoria
Que soy en verdad un antiguo cliente de su padre
En el negocio de los secuestros.
Y que fui pagado por su madre, una señora distinguida y diligente,
Para que les mostrara a los proxenetas que lo perseguían
La manera más sutil de rebanarle los huevos
Y así calmarlos y ella darse un desahogo.
Ella, que amaba a las putas.
Sí, su querida madre deseaba también que usted se viera
Envuelto en una película porno:
Lo quería en cuatro patas y fascinado gozando el lujo del dolor:
Usted como maricona con tres pacos y un conserje hambriento.
Mi venerado mecenas, no lo lamento.
Usted y yo somos de cepas similares,
O pesadillas equivalentes: traidores de poca monta,
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matías rivas
Aún callados por el asco al amor.
Pero, como bien lo sabe, me repugnan las oraciones,
Especialmente las que adulan a líderes magnánimos.
Comienzo entonces la exhumación de su cadáver.
juan cristóbal romero
Equilibrio de mercado (I)
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juan cristóbal romero
Equilibrio de mercado (II)
juan cristóbal romero
Equilibrio de mercado (III)
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juan cristóbal romero
Equilibrio de mercado (IV)
juan cristóbal romero
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— 178 —
Sobre una
na fotograf
fotografíííaa de B. Herrmann (1885)
(
Poeta de las selvas,
me han llamado
porque les hablo al ulmo y al raulí
en su idioma de arroyos cristalí
como sueños de zorro o de venado.
El notro y el laurel me han escuchado,
sabe el hualle mi voz y la descí
pero hoy calculo qué será de mí
si el canto me lo cierran con candado.
Ni el día me lo compren, ni a Marí
me santigüen la vida en el camastro:
rama seré desnuda y labios frí
comidos de carcasa y no del Astro,
pero un algo de mí –fotografí–
dejaré mudo y duro de alabastro.
Bajo malas noticias
una vela
ni se tuerce en su llama ni se apaga,
mas la risa de un niño es una daga,
ay, que le capa el alma y se la pela.
Así va leve el viento de franela
que raspa su pelusa en nuestra llaga,
pues el fondo de sangre nunca draga
ni remueve el dolor para que duela,
pero chilla el chucao en su quilanto
esta risa de natre y de murtilla
que me sale del rostro con espanto
a posar muy de muerto en una silla
mientras oye el fotógrafo mi canto
que trino yo frondoso y llega astilla.
— 179 —
leonardo sanhueza
Seis sonetos de Segundo Jara Calfún
leonardo sanhueza
Que me llamen Segundo,
mas no falso,
y ese sol que le restan a mi suma
no lo tomen por olas si va espuma
ni tronco sin raíz si va descalzo.
De coigüe el corazón me lo rebalso,
de tepa y de mañío se me esfuma,
pero el puño es de roble y plomba luma
cuando le hablan de cepo o de cadalso.
Y un día ya sin años, cuando lleguen
estos huesos Calfún al polvo Jara
y surcándome el Segundo me lo rieguen,
no hallarán buena voz sino mi cara,
pero en la foto el canto no lo nieguen
por falso ni lo quemen como vara.
Esta manta, la suave
luz nublada,
las botas de patrón y la cabeza
granate de pañuelo y sien espesa
durarán de la noche a la alborada.
El sendero, el copihue en la quebrada,
el chercán de la rama y la torpeza
del tordo cuando vuela y cuando reza
guardarán esta voz: vaina de espada.
Pero un día dirán que soy neblina,
que sobras de madero en la postal,
medalla de buen cuño o de colina
cebada que madura en el quintal:
tal vez nada, tal vez una mezquina
foto de plata y furia sin bozal.
— 180 —
Aquíí no digo adiós
ó
ni buenos días,
callado por el negro y por el blanco
que me dan su respiro cojo y manco
pero respiro al fin, y frases mías.
La alma guerra y las tierras labrantías
pasarán por mi cuerpo y con su tranco
llevarán mis canciones al barranco,
pero llenas serán si son vacías.
No mires estos ojos mortecinos
que hundidos andarán en su osamenta
de cartas por los mares peregrinos,
pues si posé posé a la muerte lenta
por vivir con mis selvas tus destinos
de buscador que no halla lo que cuenta.
— 181 —
leonardo sanhueza
Quéé más voy a decir:
que me afanaron
la tontera y el trato, la verdura
del ojo y el jadeo en la premura,
el criterio, la voz me la soplaron,
y la caja era negra en que dejaron
borrosa de los cielos una albura
y del bosque un betún sin nervadura
para mentirme un muerto que mataron.
Véndanmela al gratín la mapuchada,
cómprenmelo de chaucha el bosque entero,
pero a tantos poemas la tajada
no vengan con que voy por el sendero
al mundo blanco y negro de la nada
sin árboles ni pájaros guerreros.
pablo torche
En el prado
Junto a la pared se extiende un prado y en él, sentada al lado de un arpa
arrojada, ella piensa. Si ha estado tocando el arpa o no, es difícil saberlo.
Recogidas sobre su regazo sus manos lívidas no parecen haberse movido
desde hace mucho tiempo. En sus facciones algo quieto espera, tal vez
una dosis de melancolía, y su mirada oscura también aguarda. Ahora su
vestido, que era azul, se ha vuelto purpúreo con el crepúsculo e infunde
lentamente en el cielo una coloración lila. El frío ha comenzado a caer,
la oscuridad acecha desde los grises muros dentados y ella espera. Sin
una palabra, acaso sin pensamientos, espera. Allí habrán venido otros a
visitarla, allí se habrá despedido de algunos, ahora en el recogimiento
y la soledad se ve aun más hermosa. Junto al arroyo, que durante el día
parece una sierpe de plata, se acerca un hombre, y cuando llega al jardín,
opacado por las sombras que se ciernen, el curso de agua se distingue
sólo como un turbio fluir, apenas algo más que un mero rumor. La observa
callada: pero se ve distinta ahora en cuclillas junto al arpa, enmarcada
por el aire oscuro, su vestido se ha vuelto morado, tal vez burdeos, y lo
que en ella parecía esperar se va haciendo forzado a medida que avanza
la noche y es ya quizás un dolor cuando él llega junto a ella. Los truenos
distantes de una tormenta que se avecina son el primer telón de fondo
para su encuentro, cuando se alejan caminando la luna triza la oscuridad
con sus destellos plateados. La lluvia azota los arbustos estremecidos
detrás de los que se refugian y, amparados por el muro que se yergue
como una fauce, sus cuerpos emergen a dentelladas en la penumbra trémula. Después vendrán las caricias, después los llantos contenidos o enjugados, después el silencio, después la fuga, ahora la lluvia ahoga sus
gemidos y de cuando en cuando la luna, escondida detrás de las nubes,
se roba un reflejo, un músculo o un gesto. Sus corazones laten agitados
cuando reposan el uno en los brazos del otro y la lluvia, deslizándose
por las largas hojas combadas, baña sus cuerpos con un tenue verdor.
Los jadeos necesarios para recuperar el resuello difieren sus palabras.
Tiemblan antes de desprenderse, con suavidad que no basta para evitar
que sea brusco, y buscan en los ojos del otro un sufrimiento que los suyos
puedan aliviar. El hambre de sus cuerpos no ha muerto cuando se prepa-
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pablo torche
ran para la despedida. Pero la lluvia ha amainado y las nubes que se alejan, llenas de relámpagos, impregnadas de un tinte rosado, extravían sus
miradas. Allí está el prado otra vez, allí la sombra del muro, allí el arpa
dormida en el aire cargado de humedad. Allí el arroyo despliega su lamento helado. Allí los llevan sus pasos sobre la alfombra de la oscuridad,
allí viene un momento para un beso sobrecogido por la pasión. Allí sus
manos temblaron después de estrecharse, allí las palabras fueron inútiles o no vinieron. Enseguida el viento extrajo de los árboles su música
ronca. Pero el amanecer estaba lejano, lejano todavía cuando el hombre
se hundió en las tinieblas. Una lágrima se formó en sus ojos mientras lo
observaba desaparecer. Luego se volteó sobre el prado, de nuevo mirando
hacia el muro. Y ya su vestido comenzaba a volverse azul aunque el día se
demoraba en llegar. Sus manos sobre los pliegues esperaron entre estremecimientos el gesto recogido en que las vería el amanecer. Y su mirada
era otra vez azabache, o quizás negra, mientras el arroyo se transformaba
lenta, lentamente en una sierpe de plata y en sus facciones tranquilas, en
las que se colaba un dejo de melancolía, se deslizaba otra vez ese gesto:
esperaba. Luego el vestido celeste brillaba contra el prado reverdecido,
a su espalda el muro se erguía gris y el cielo se volvía prístino detrás del
borde dentado. Y al lado de la mujer, que ahora sufría mientras pensaba,
el arpa arrojada aguardaba en vano que alguien arrancara la música que
dormía entre sus cuerdas.
pablo torche
Entre las mareas
En la cama como en una nave a través de las marejadas de la noche,
ella duerme su sueño de peces. Por la ventana con el aire entran las olas
azules que la envuelven, la cubren, la llevan a través de la noche en su
plácido dormir. Sus rasgos reposan quietos mientras duerme, se despierta
en las profundidades, no sabe que está durmiendo, el agua ruge a su alrededor, se yergue en altas columnas, turquesas, marinas, y se desploma en
una espiral de espuma. Sobre el lecho de arena un cofre entreabierto deja
escapar, como un quejido, un collar de perlas. Más allá candados aherrumbrados, aldabas cubiertas de musgo y piezas de oscuro metal atraen
también su atención. La luz fría de las aguas se baña en su pelo negro a
medida que avanza entre los cardúmenes y las algas que reverdecen el
silencioso reino submarino. Allí pasa al lado de un barco hundido, cuyo
casco se desmorona lentamente ante el paso de las mareas, allí ignora
también un canto adormecido que fluye como una corriente desde una
obertura en la roca, y sigue nadando hasta la fosa profunda en que las
aguas inmóviles se aparean con el fondo sumergido. Allí descansa entre
los moluscos y las grietas y allí llora, como una escultura de mármol, y la
espesa corriente nocturna se lleva su llanto. Luego podría ser un liquen,
o un coral, agitándose apenas sobre la superficie rugosa de piedra, y al
final de mucho rato se comprueba que no se ha convertido en nada, en
nada distinto de lo que realmente es, ni en un fósil ni en una concha, porque se despereza lentamente y asciende a través de las ondas purpúreas,
desnuda en el manantial entumecido, y se aproxima sin miedo hasta el límite mismo del agua. Del otro lado lo que tal vez sea el cielo se distingue
revuelto entre las frágiles ondulaciones acuáticas, pero ella duerme ignorante de todo arrebujada entre los pliegues de las sábanas que a veces
adquieren la apariencia de estelas, a veces de esquirlas burbujeantes. Y
así se asoma al aire de la noche y entre las cuencas plateadas y azabaches
su pelo negro flota como una mancha morada. Y así respira el aire leve
que la luna triza con un quejido. Abajo su cuerpo blanco se distingue
refractado por el sacudir constante de las olas y arriba las estrellas atraviesan el firmamento. Ella aguarda unos momentos entre las marejadas
oscuras y el océano luce más inmenso abarcado por su mirada fascinada.
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pablo torche
Entre los embates de la tinta azul y verde, o quizás negra (y las estrellas
relumbran en el cielo asfixiado), la mujer duerme su sueño de peces y en
el trágico sueño del que no es consciente (por la ventana la noche entra
fría como un vendaval) distingue apenas entre la borrasca creciente un
barco, luchando contra las olas. El agua trepa sobre la cama como una
mano y las nubes tapan la luna colgada en la ventana. Y ella sueña que
le hace señas al barco, el barco se percata de su presencia y navega hacia
ella a través de las rosas fucsias y violetas tendidas sobre la superficie
del mar y finalmente se cimbra al lado suyo con un estruendo de velas y
jarcias. Le parece que transcurre mucho tiempo antes de que alguien se
asome tras la balaustrada, le haga gestos a través de las ráfagas y le arroje
una escalera que cae y se hunde en las aguas azules. Ella nada, mientras
duerme, quizás no recuerda cuánto tiempo ha vivido bajo el agua, pero se
aferra de la escalera que cuelga como una lágrima, el gran buque es entero como una lágrima y ella entre las sábanas duerme, bella al subir por
la escala hasta cubierta, y el lecho se mece en las aguas de su sueño. No
está sola mientras duerme, está con su sueño, y su sueño mece la cama,
y sueña que ella escapa en ese sueño, a través de la tempestad desatada,
en ese buque que es un estruendo de velas y jarcias, y ya no recuerda
que estuvo antes en el mar, cuando despierta y se halla otra vez sola, la
luna colgada como un ojo en la ventana abierta, y la noche entrando en
su habitación como una marea hasta que, todavía soñolienta, se levanta
y la cierra.
silvia veloso
[Canción de cuna...]
Canción de cuna
para mi hija huérfana
de su padre muerto.
Yo juré que no tenía un arma.
No.
No la tenía.
Lo juré en un estribillo.
Lo juré como Pedro juró no conocer al rey de los judíos.
Dije ven.
Dije así, ven así.
Dije cosas sin sentido.
No pensé.
Olvidé cerrar la puerta
hacerles nudos a las cuerdas
y bajar la voz.
Y juré.
Repetí: no, no tengo un arma.
No la tenía.
Yo juré que no la tenía en la canción.
Olvidé dónde se había perdido.
Si no estaba en la letra se escondía en la habitación.
Y seguí.
La busqué.
Dije ven, amigo. Lo llamé, enemigo.
Fue así. Ya no sé. Ya no juro.
Dónde estás. Yo no estoy.
Es verdad, mi niñita, no la tenía.
Juré que no tenía un arma.
No la tenía.
Cantaba para ti. No estaba en el estribillo.
Dónde la encontré. Dónde me perdí.
Tú dormías cerca y ella dormía en el cajón.
— 186 —
Son cuatro las ideas tontas que atraviesan el tiempo:
dios
la muerte
el destino
la nada
mientras la dinamita hace saltar por el aire los paisajes.
Algunos añaden la palabra
pero es facultad excluyente de los ingenieros
conmover con su arte las entrañas de la tierra.
Yo mientras tanto bebo
y me bañaré en todos los afluentes
que me dejarán cómodamente en la sala de embarque
de mi próximo destino.
Puedes explicar el universo por una simple regla de tres
cambiar las coordenadas
contar docenas de huevos
y observar con el ojo atento
cómo avanzan las obras de autopistas faraónicas
sobre ríos escuálidos que un día será posible navegar.
Así es la doma del paisaje
que sólo cambia de lugar
hasta que su antojo lo desboque.
Si toda la pampa húmeda
no hace germinar el trigo
en la llanura amarilla de la meseta seca
diré que es voluntad de dios
y con esa mentira piadosa
afirmaré que fue el destino el que dispuso mis caminos.
Después me sentaré
a esperar con paciencia
hasta cuarenta años más
para estrechar con ceremonia la mano de la nada
en el fértil hoyo del útero americano.
— 187 —
silvia veloso
[Son cuatro las ideas tontas que atraviesan el tiempo...]
silvia veloso
Y de mis entrañas roídas
crecerá una tonelada de soja que alimente a la humanidad.
La web de la academia está siempre colgada.
Quisiera poner dinamita debajo de esa palabra
hacerla estallar
observar sus despojos
y anotar los resultados.
¿Qué bello híbrido mutante encontraré?
Quiero verlo
deforme y contrahecho
bífida la lengua
y clavando su aguijón en el centro justo del agujero de ozono
que ha descosido el cielo para que veamos mejor.
Si no es así
que nadie se atreva a tocar una sola palabra.
No hay más que ideas en el diccionario
y su coro de treinta mil voces que gritan
que quieren ser violadas para engendrar monstruos voraces.
Mi hermano es ingeniero
le pediré prestado un poco de su arte
que me deje su sombrero
y la llave del armario donde está el detonador.
— 188 —
Bailad mujeres bailad
fecundadme
que soy el rey resucitado muerto en Alcazarquivir.
Bello y redimido por el secreto de la eterna juventud
que late bajo el limo y la maleza de este suelo americano
al que entregué el alma
y cuyo tierno corazón he probado en comunión para hacerme inmortal.
Ése es el tesoro y no el oro enquistado a la entraña de la tierra
por el que los hombres matan y deliran y se alimentan los imperios.
Depuesto el reino la gloria y la espada
ahora sólo espero la llegada de la mujer más bella de la historia
aquella que dicen amautas y adivinos hablará la lengua de Camões
y vendrá a nacer virgen algún día en estas vírgenes tierras
as mais grandes do mundo conhecido e por conhecer.
No esperéis por mí lusos ilusos irguiendo monumentos
mito en piedra a mi memoria.
Ni sangra ni habla ni engendra la piedra.
Hijos queridos de esta estirpe: estoy vivo y más lo estaré.
Desde mi verde tálamo en el paraíso testo y prometo una revolución
más perfecta y duradera que la de la biblia y las armas:
¡cuarenta veces Portugal a este lado del mar que miramos
frente a nuestra atlántica nariz!
¿Alguien da más?
Destino envidiable el mío lo sé
habitar el paraíso esperar la belleza
vivir eternamente los rubios veinticuatro años
y engreírme repetido en el eco de millones de bocas por venir.
Ya mi semen riega el río de Manaos a Macapá
fertiliza las selvas y por ósmosis aparea los océanos.
Bebed mujeres bebed
abrid bien vuestras piernas que voy a fecundaros
voy a hacerle tantos hijos a Portugal como nunca imaginaron
Dinis, Enrique ni Pessoa.
— 189 —
silvia veloso
[Bailad mujeres bailad...]
alejandro zambra
Brevísima historia de la literatura infantil
I. Yukio Mishima (1925-1970)
Había una vez
un niño japonés
que no sabía
–todavía–
hablar
inglés.
Pero tenía muy buena memoria.
Recordaba, por ejemplo, el primer baño que
recibió, cuando apenas contaba un día
de vida.
Recordaba el recipiente, y un rayo de sol
que hendía su cuerpo pequeño,
su cuerpo inerme.
Recordaba una sensación de calor voluptuosa.
Luego, en el colegio,
le gustaban la Historia,
la Literatura
y la Gimnasia.
No le gustaba su época.
Quería ser samurái.
Creció y escribió algunas de las mejores
novelas del siglo XX.
— 190 —
Y había también
un niño ruso
que recordaba
–incluso–
divertidas
historias
de cuando
todavía
no
nacía.
Pero hacía
trampa:
cuando era muy pequeño
(no sabía
–todavía–
hablar
inglés)
vio una película en la que su madre
embarazada saludaba a la cámara
y había una cuna vacía.
A los pequeños ojos
del niño ruso
la cuna
parecía
incluso
una tumba
porque en esa escena idílica
de la familia feliz
el único que faltaba
— 191 —
alejandro zambra
II. Vladimir Nabokov (1899-1977)
alejandro zambra
era el niño feliz.
Más tarde, en el colegio,
le gustaban también
la Historia
y la Literatura
y en sus horas libres salía a cazar mariposas.
Creció y escribió algunas de las mejores
novelas del siglo XX.
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— 193 —
— 194 —
— 195 —
— 196 —
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