Derechos Reales

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Derechos Reales
UNIVERSIDAD INTERAMERICANA DE PUERTO RICO
FACULTAD DE DERECHO
Curso: Derechos Reales
Agosto-diciembre 1999
Prof. María de los Ángeles Diez
Lunes y jueves: 8:30 a.m. - 10:30 a.m.
Número: 109; Sección 4592
4 créditos
Requisitos: N/A
PRONTUARIO
O BJETIVOS DEL C URSO
Al finalizar el curso de Derechos Reales el estudiante:
1.
Identificará y aplicará las principales figuras jurídicas y conceptos sobre la
propiedad y los bienes, los derechos reales limitados, y los dispositivos
procesales relacionados con los mismos.
2.
Describirá, reconocerá y aplicará la diferencia entre derechos reales y
derechos personales de crédito.
3.
Identificará y aplicará las leyes especiales que limitan el derecho real de
propiedad.
4.
Identificará y aplicará los principios fundamentales del régimen de propiedad
horizontal.
5.
Reconocerá la importancia y valor del origen y desarrollo histórico de las
figuras vigentes en esta disciplina.
6.
Evaluará las normas jurídicas vigentes y anticipará y recomendará
modificaciones a las mismas para conformarlas a las necesidades sociales
presentes y futuras.
7.
Reconocerá y apreciará el marco ético jurídico en que se desenvuelven los
conceptos de derechos reales.
-i-
C RITERIOS DE E VALUACIÓN
Asistencia y participación en clase:
5%
1er Examen parcial:
20%
2do Ejercicio parcial:
20%
Ejercicios:
10%
Examen final:
45%
La concesión de una calificación de incompleto al finalizar el semestre es
discrecional de la profesora. Procederá solamente en casos extremos.
Lecturas Requeridas
Dr. J.R. Vélez Torres, Curso de Derecho Civil, Tomo II, 1983.
J. Puig Brutau, Fundamentos de Derecho Civil, Tomo III, Vol. 1
Código Civil de Puerto Rico / 31 L.P.R.A.
Las lecturas suplementarias aparecen identificadas en cada uno de los tópicos del
curso.
-ii-
C ONTENIDO DEL C URSO
I.
Los Derechos Subjetivos
A.
Concepto
B.
Clasificación
Patrimoniales
a.
Reales
b.
Personales
Extrapatrimoniales
C.
El patrimonio
Teoría clásica o subjetiva
Teoría objetiva
Lecturas:
1.
Dr. J. Vélez Torres, Op. Cit., págs. 7-17.
Jurisprudencia:
1.
II.
Vda. de Delgado v. Boston Insurance Co., 99 D.P.R. 714 (1971)
(derechos personales v. derechos personalísimos)
El Derecho Real
Características principales de los derechos reales: aprovechamiento directo, concepto
“erga omnes”. Situaciones intermedias: arrendamiento inscrito, obligaciones “propter rem”,
expectativas reales de adquisición de trascendencia real, etc. Diferencias con el derecho de
crédito.
Lecturas:
Código Civil – Arts. 280, 281, 396, 451, 452, 465; 31 L.P.R.A. 1111, 1112,
1501, 1591, 1592, 1631.
Dr. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 19-32
-iii-
Jurisprudencia:
III.
1.
First Federal Savings v. Registrador, 113 D.P.R. 857 (1983)
(Derechos Personales con Trascendencia Real; una cláusula de
aceleración en una escritura de hipoteca – “due on sale” – tiene
trascendencia real)
2.
Maeso v. The Chase Manhattan, 133 D.P.R. 196 (1993)
(Constitución de Nuevos Derechos Reales; diferencia entre los
derechos personales y los reales y la relación con el término
prescriptivo para ejercitar las acciones)
Los Bienes
Definición del concepto de “bien” para el derecho civil; bienes corporales e
incorporales, muebles e inmuebles, bienes comunes y de uso público, la clasificación de los
frutos.
Lecturas:
1.
Código Civil – Arts. 252-279, 341 y 1832; 31 L.P.R.A. §§1021-1087,
1311, 5243.
2.
Ley #21 de 20 de mayo de 1987, según enmendada, 23 L.P.R.A.
§§64-64h.
Jurisprudencia:
A.
Bienes de uso público
1.
Saldaña v. Consejo Municipal, 15 D.P.R. 37 (1909) (bienes
destinados al uso público)
2.
Gobierno Municipal v. Casino Español, 56 D.P.R. 790 (1940) (bien
patrimonial del Estado)
3.
Rubert Armstrong v. E.L.A., 97 D.P.R. 588 (1969) (opcional) (bienes
inmuebles; bienes de uso público v. bienes patrimoniales del estado)
4.
E.L.A. v. Tribunal Superior, 97 D.P.R. 644 (1969) (opcional) (bienes
de uso público v. bienes patrimoniales del estado)
5.
Figueroa v. Municipio, 98 D.P.R. 534 (1970) (reversión a bien
patrimonial privado de un bien dedicado a uso público)
-iv-
6.
Caquías Mendoza v. Asociación de Residentes Mansiones de Río
Piedras, 134 D.P.R. 181 (1993) (calles como bienes de uso público)
7.
Asoc. Pro Control de Acceso v. Cardona, 144 D.P.R. 1 (1997)
(derecho al uso y disfrute de bienes y lugares públicos, aunque
fundamental, no es absoluto)
B.
Naturaleza de los bienes
Jurisprudencia:
1.
Pérez Guerra v. Matos Bernier, 48 D.P.R. 599 (1935) (naturaleza de
bien mueble – inmueble por incorporación)
2.
Romaguera & Hijos v. Tribunal, 61 D.P.R. 114 (1942) (naturaleza
del bien y la intención de las partes)
IV. Derecho de Posesión
Origen del concepto, carácter provisional, relación con el derecho de propiedad.
Distintas clases de posesión, inmediata y mediante mera detención, posesión de buena y
mala fe. El interdicto posesorio y el desahucio.
A.
Concepto y clases
Lecturas:
1.
Código Civil Arts. 360-366, 31 L.P.R.A. §§1421-1427
2.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 115-127kk
Jurisprudencia:
1.
Texaco v. González, 96 D.P.R. 305 (1968) (posesión natural v.
posesión civil; posesión de hecho; posesión mediata v. posesión
inmediata)
2.
Freyre v. Blasini, 68 D.P.R. 211 (1948) (poseedor de buena fe, gastos
necesarios)
-v-
Adquisición de la posesión
Lecturas:
1.
Código Civil Arts. 367-374, 31 L.P.R.A. §§1441-1448
2.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 127-129
Jurisprudencia:
1.
Vélez Cordero v. Medina, 99 D.P.R. 113 (1970) (inversión de título;
acto obstativo)
Efectos de la posesión
Lecturas:
1.
Código Civil Arts. 375-388, 31 L.P.R.A. §§1461-1474
2.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 131-141
Jurisprudencia:
1.
Capó v. Hartman, 57 D.P.R. 196 (1940) (frutos derivados por el
poseedor) (opcional)
2.
Santos Green v. Cruz, 100 D.P.R. 9 (1971) (poseedor de mala fe;
derechos en cuanto a mejoras y frutos)
3.
Jiménez Lugo v. Reyes Ramírez, 146 D.P.R. 657 (1998)
(indemnización a poseedor de buena fe).
La protección de la posesión (el interdicto posesorio)
Lecturas:
1.
C.E.C. Arts. 690-691, 32 L.P.R.A. §§3561-3562
2.
Godreau Robles, M., La posesión y su protección sumaria, LV III
Rev. Jur. U.P.R. 299 (1989)
Jurisprudencia:
1.
Martorell v. Municipio, 70 D.P.R. 380 (1949) (naturaleza sumaria del
interdicto posesorio; lo que se litiga es el hecho de la posesión, no el
-vi-
derecho)
2.
Disdier Pacheco v. García, 101 D.P.R. 541 (1973) (naturaleza
sumaria del interdicto posesorio; sólo se dilucida el hecho de la
posesión) (opcional)
3.
Navedo v. Amato, 70 D.P.R. 673 (1949) (interdicto posesorio por
arrendatario; actos que constituyen posesión)
4.
Segarra v. Vilariño, 92 D.P.R. 314 (1965) (fin del interdicto
posesorio)
Pérdida de la posesión
Lecturas:
1.
Código Civil Arts. 389-395, 31 L.P.R.A. §§1475-1481
2.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 129-131
Jurisprudencia:
V.
1.
Marín v. Montijo, 109 D.P.R. 268 (1979) (arrendatario edificante de
buena fe; derecho de retención)
2.
Catalán González v. García, 104 D.P.R. 380 (1975) (posesión
violenta; derechos de los rescatadores de terrenos)
3.
Amézquita v. Hernández Colón, 518 F.2d 8 (1975) (opcional)
(posesión violenta; derechos de los rescatadores de terrenos)
4.
Zenón v. Jones, 141 D.P.R. 202 (1996) (animales amansados)
Derecho Real de Propiedad
A.
Concepto
Lecturas:
1.
Código Civil Arts. 280-284, 31 L.P.R.A. §§1111-1115
2.
Ley de Expropiación Forzosa de 12 de mayo de 1903, 32 L.P.R.A.
§§2901 y ss., según enmendada
-vii-
3.
Ley #187 de 26 de diciembre de 1997 (enmienda secciones 5(a) y
5(b) de Ley de 12 de mayo de 1903).
4.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 63-84.
Jurisprudencia:
B.
1.
E.L.A. v. Rosso, 95 D.P.R. 501 (1968) (opcional) (interés social en
derecho de propiedad)
2.
Asociación de Condóminos v. Centro I y II, 106 D.P.R. 185 (1977)
(desnaturalización del derecho de propiedad)
3.
Sociedad de Gananciales v. González Padín, 117 D.P.R. 94 (1986)
(contenido del derecho de propiedad; facultades del propietario,
limitaciones)
Adquisición y Pérdida de la Propiedad
Ocupación y hallazgo
Lecturas:
1.
Código Civil Arts. 285-286; 550-557
2.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 251-258 (no aplica último párrafo,
pág. 258)
Jurisprudencia:
1.
López Sobá v. Fitzgerald, 92 JTS 26 (adquisición bienes hallados en
el fondo del mar)
2.
Mieres v. Pagán, 76 D.P.R. 699 (1954) (bienes hallados; abandono
voluntario; deber de reintegrarlos al dueño; derecho de recompensa)
Tradición
Lecturas:
1.
Código Civil Art. 1351
2.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 259-263
-viii-
Jurisprudencia:
1.
Segarra v. Vda de Llorens, 99 D.P.R. 60 (1970) (adquisición de
bienes inmuebles)
2.
Betancourt v. Secretario, 104 D.P.R. 174 (1975) (tradición
simbólica)
Usucapión
Lecturas:
1.
Código Civil Arts. 1830-1860, 363-364, 393, 372
2.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 263-279
Jurisprudencia:
1.
Dávila v. Córdova, 77 D.P.R. 136 (1954) (posesión en concepto de
dueño; tolerancia y mera tolerancia; requisitos de la prescripción
extraordinaria)
2.
E.L.A. v. Tribunal Superior, 97 D.P.R. 644 (1969) (opcional)
(usucapión contra el estado)
3.
Silva v. Weber Dental, 119 D.P.R. 550 (1987) (diferencia entre
prescripción adquisitiva y prescripción extintiva; interrupción)
4.
Ayala v. Autoridad de Tierras, 116 D.P.R. 337 (1985) (usucapión y
los terrenos baldíos del estado)
5.
Figueroa v. Municipio, 98 D.P.R. 534 (1970) (la reversión de
titularidad y la prescripción)
6.
Nazario García v. Almodóvar, 94 D.P.R. 517 (1967) (usucapión
extraordinaria) (opcional)
7.
Sucesión Carrera v. Sucesión Castillo, 105 D.P.R. 691 (1977)
(interrupción de la prescripción adquisitiva; citación judicial)
8.
Fuentes v. Fulano de Tal, 84 D.P.R. 506 (1962) (opcional) (billetes
de lotería)
9.
Mojica v. Román, 116 D.P.R. 45 (1985) (opcional) (naturaleza
billetes de lotería)
-ix-
10.
C.
González v. Cooperativa de Ahorro, 122 D.P.R. 1 (1988)
(prescripción instantánea de persona que compra billetes de lotería de
vendedores que aparentan dedicarse al comercio de billetes)
El Derecho de Accesión
Clasificación de los bienes en principales y accesorios, la norma “superficie
solo cedit”. La buena fe, aluvión, avulsión y mutación de cauce.
Lecturas:
1.
Código Civil Arts. 287-318, 31 L.P.R.A. §§1131, 1141-1146; 11611176; 1191-1199
2.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 85-113
Jurisprudencia:
1.
Vachier v. McCormick, 86 D.P.R. 714 (1963) (aluvión)
2.
Calvo Manga v. Aragonés, 115 D.P.R. 219 (1984) (accesión a la
inversa)
3.
E.L.A. v. Tribunal, 94 D.P.R. 157 (1967) (opción del dueño del
terreno entre hacer suya la edificación, previa indemnización, y
vender la propiedad)
4.
Lippit v. Llanos, 47 D.P.R. 269 (1934) (opcional)
5.
Cedó v. Laboy, 79 D.P.R. 788 (1956) (opcional) (edificante de mala
fe)
6.
Marchand v. Montes, 78 D.P.R. 131 (1955) (edificación sin permiso
del dueño; edificación que no es obra útil o de recreo; derecho a
solicitar la demolición)
7.
Sucesión Echegaray v. Esso, 87 D.P.R. 825 (1963) (accesión de un
tanque de gasolina debido a que no es socialmente útil su separación
del inmueble)
8.
C.R.U.V. v. Román, 100 D.P.R. 318 (1971) (edificante de mala fe;
construcción a la vista, ciencia y paciencia del dueño del terreno)
-x-
D.
9.
Cesaní v. Tribunal, 92 D.P.R. 239 (1965) (opcional)
10.
Sucesión Ramos Muñiz v. Apollo Hardware, 110 D.P.R. 855 (1981)
(opcional) (parcelero edificante de buena fe)
11.
Castro Anguita v. Figueroa, 103 D.P.R. 847 (1975) (opcional)
(derecho de indemnización del agregado)
Acciones Protectoras del Dominio
La Acción Reivindicatoria
Lecturas:
1.
Código Civil Art. 280 (3), 31 L.P.R.A. §1111
Jurisprudencia:
1.
Pérez Cruz v. Fernández, 101 D.P.R. 365 (1973) (requisitos de la
acción reivindicatoria)
2.
Velázquez v. Velázquez, 82 D.P.R. 619 (1960) (opcional) (necesidad
de probar el título sobre la porción reclamada)
3.
Castillo v. Maldonado, 95 D.P.R. 885 (1968) (el uso de planos en la
acción reivindicatoria; fijar situación, cabida linderos)
4.
Arce v. Díaz, 77 D.P.R. 624 (1995) (acción de deslinde v. acción
reivindicatoria)
5.
Rossy v. Tribunal, 80 D.P.R. 729 (1958) (opcional) (acción
reivindicatoria; acción de deslinde)
La Acción Declaratoria
Lecturas:
1.
Regla 59 de Procedimiento Civil
La Acción de Deslinde
Lecturas:
1.
Código Civil Arts. 319-321, 31 L.P.R.A. §§1211-1213
-xi-
Jurisprudencia:
1.
Zayas v. Autoridad de Tierras, 73 D.P.R. 897 (1952) (la acción de
deslinde puede solicitarse en cualquier tiempo)
Desahucio
Lecturas:
1.
Código de Enjuiciamiento Civil, 32 L.P.R.A. §§2821-2838
Jurisprudencia:
E.
1.
Turabo Ltd. Partnership v. Velardo, 130 D.P.R. 226 (1992) (acción
de desahucio)
2.
C.R.U.V. v. Román, 100 D.P.R. 318 (1971) (acción de desahucio)
Limitaciones al Derecho de Propiedad
Prohibiciones de Enajenar
Jurisprudencia:
1.
Iglesia Católica v. Registrador, 96 D.P.R. 511 (1968) (razón de la
prohibición; prohibición convencional o voluntaria)
2.
E.L.A. v. Márquez, 93 D.P.R. 393 (1966) (Ley de Tierras; prohibición
de enajenar el usufructo)
3.
Rosario v. Registrador, 115 D.P.R. 491 (1984) (embargo con
prohibición de enajenar)
4.
Estados Unidos v. Registrador, 64 D.P.R. 982 (1945) (ley especial
que faculta a los E.U. a imponer condiciones y restricciones sobre
enajenaciones sucesivas) (opcional)
Estorbos
Lecturas:
1.
Código de Enjuiciamiento Civil: Art. 277, 32 L.P.R.A. §2761
2.
Ley Sobre Controversias y Estados Provisionales de Derecho, #140
de 23 de julio de 1974, según enmendada, 32 L.P.R.A. §§2871-2877.
-xii-
Jurisprudencia:
1.
Sucn. de Victoria v. Iglesia Pentecostal, 102 D.P.R. 20 (1974) (ritos
religiosos)
2.
Torres v. Rodríguez, 101 D.P.R. 177 (1973) (operación de funeraria
en urbanización)
3.
Ríos v. Municipio, 106 D.P.R. 172 (1978) (vertedero; contaminación
ambiental; injunction)
Obra ruinosa y árboles que amenazan caerse
Lecturas:
1.
Código Civil Arts. 323-325, 31 L.P.R.A. §§1241-1243; Arts. 1807-8,
31 L.P.R.A. §§5146-7
Jurisprudencia:
1.
F.
Berrios v. Municipio, 31 D.P.R. 54 (1922) (edificio ruinoso;
obligación de demoler del propietario)
Modos de Perder el Dominio
Lecturas:
1.
G.
Puig Brutau, J., Op. Cit., págs. 421-435
Derecho de Superficie
Lecturas:
1.
J.R. Vélez Torres, Op. Cit., págs. 421-435
Jurisprudencia:
1.
Losada v. Registrador, 99 D.P.R. 435 (1970) (se reconoce en Puerto
Rico el derecho de superficie)
-xiii-
H.
Limitaciones al Derecho de Propiedad
Lecturas (opcional):
I.
1.
Limitaciones resultantes de la naturaleza del dominio
Puig Brutau, Op. Cit., págs. 264-271
2.
Limitaciones de utilidad privada
Puig Brutau, Op. Cit., págs. 271-290
3.
Limitaciones de utilidad pública
Puig Brutau, Op. Cit., págs. 295 y ss.
Las propiedades especiales
Minas
Lecturas:
1.
Ley de Minas, 28 L.P.R.A. §§111-124
Jurisprudencia:
2.
Pagán Torres v. Srio. de Recursos Naturales, 106 D.P.R. 15 (1977)
(las minas son bienes de dominio público; la Ley de Minas, no el
Código Civil, determina los derechos de propiedad)
Aguas
Lecturas:
1.
Ley de Aguas, 12 L.P.R.A. 1501 y ss.
Jurisprudencia:
1.
ADCVP v. CSP, 105 D.P.R. 219 (1976) (casas ubicadas en la orilla
del mar – La Parguera; inaplicabilidad de la Ley de Aguas)
(opcional)
2.
Paoli Méndez v. Rodríguez, 138 D.P.R. 449 (1995) (fines de Ley de
Aguas; franquicias; titularidad de las aguas)
-xiv-
Propiedad Intelectual
Lecturas:
1.
Derecho patrimonial, 17 U.S.C. §1 y ss.
2.
Derecho moral de autor, Ley Núm. 96 de 15 de julio de 1988
(Derecho moral del autor y creación del Registro de Propiedad
Intelectual), 31 L.P.R.A. §§1401-1402m.
3.
El derecho moral del autor en las legislaciones puertorriqueña,
norteamericana y española, Prof. Pedro G. Salazar, XXXI Rev. Jur.
U.I.A. 407 (1997) RESERVA
Jurisprudencia:
1.
Pancorbo v. Wometco, 115 D.P.R. 495 (1984) (campo ocupado por
la Ley Federal)
2.
Osorio Ruiz v. Secretario, 106 D.P.R. 49 (1977) (naturaleza del
derecho moral de autor; el injunction)
3.
Reynal v. Tribunal Superior, 102 D.P.R. 260 (1974) (legislación
federal y la de Puerto Rico)
4.
Cotto Morales v. Ríos, 140 D.P.R. 604 (1996) (diferencias entre el
derecho moral y el patrimonial, legislación aplicable y jurisdicción
de los tribunales)
5.
Harguindey Ferrer v. Univ. Interamericana, 99 JTS 54 (jurisdicción;
derecho moral v. derecho patrimonial)
Propiedad Industrial (marcas de fábrica)
Lecturas:
1.
Ley Núm. 63 de 14 de agosto de 1991, 10 L.P.R.A. §§171 y ss.
2.
Procedimientos administrativos bajo la Ley de Marcas del Estado
Libre Asociado de Puerto Rico, Ramón Luis Nieves, 53 (4) Rev. Col.
Abog. de Puerto Rico 9 (1992) RESERVA.
-xv-
Jurisprudencia:
VI.
1.
Posadas de P.R. v. Sands Hotel, 92 JTS 89 (ley federal de marcas de
fábrica – Lanham Act– las marcas de servicio; la Ley de Marcas de
P.R.)
2.
Colón v. Martínez, 112 D.P.R. 846 (1982) (el vocablo genérico no es
inscribible)
La Comunidad de Bienes
Pactos de indivisión, ley, uso, administración, alteración o enajenación del bien,
usucapión entre comuneros, etc.
A.
Concepto y naturaleza jurídica
Lecturas:
1.
Código Civil Arts. 326-340, 1412; 31 L.P.R.A. §§1271-1285, 3922
2.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 143-158
Jurisprudencia:
1.
B.
Kogan v. Registrador, 125 D.P.R. 636 (1990) (comunidad germánica
v. comunidad romana; diferencias entre la comunidad de herederos
y la comunidad de bienes en general)
Clases
Jurisprudencia:
1.
Cintrón v. Cintrón, 120 D.P.R. 39 (1987) (comunidad hereditaria)
2.
Daubón v. Secretario, 106 D.P.R. 400 (1977) (opcional) (diferencia
entre comunidad de bienes y sociedad)
3.
Universal Funding Corp. v. Registrador, 133 D.P.R. 549 (1993)
(comunidad de bienes privativos y gananciales) (opcional)
4.
Soto López v. Colón Méndez, 143 D.P.R. 282 (1997) (opcional)
(surge comunidad de bienes una vez decretado el divorcio)
-xvi-
C.
Derechos y obligaciones de los comuneros
Jurisprudencia:
D.
1.
De la Fuente v. Roig, 82 D.P.R. 514 (1961) (alteraciones de la cosa
común; uso de los bienes conforme a su destino)
2.
Santos Green v. Cruz, 100 D.P.R. 9 (1971) (diferencia entre dar en
arrendamiento la finca y dar la cuota indivisa)
3.
González v. Quintana, 98 JTS 53 (responsabilidad por conducta
culposa o intencional mientras se controla comunidad posterior al
divorcio)
División de la cosa común: requisitos y procedimiento
Jurisprudencia:
E.
1.
Passalacqua v. Passalacqua, 87 D.P.R. 587 (1963) (La acción de
división de comunidad)
2.
Ortiz v. Ortiz, 103 D.P.R. 628 (1975) (imprescriptibilidad de la
acción de división de comunidad)
3.
Cabassa v. Registrador, 116 D.P.R. 861 (1985) (la segregación de
una finca que pertenece indivisa a varios dueños requiere la
concurrencia de todos)
4.
Preciosas Vistas del Lago v. Registrador, 110 D.P.R. 802 (1979)
(simulación de venta de cuota)
El Derecho de Retracto
Jurisprudencia:
1.
Shrivell v. Barber y Bocio, 92 D.P.R. 400 (1965) (¿quién es un
extraño para la comunidad?)
2.
Ortiz v. Ortiz, 103 D.P.R. 628 (1975) (fin que persigue el retracto)
3.
Zalduondo v. Iturregui, 83 D.P.R. 1 (1962) (el retracto de comuneros;
naturaleza real del término de 9 días para ejercitar el retracto)
4.
Rivera v. Archevald, 83 D.P.R. 604 (1961) (retracto y prohibición de
enajenar en cuatro años)
-xvii-
VII.
Propiedad Horizontal
Lecturas:
1.
Ley 104 de 25 de junio de 1958, según enmendada (31 L.P.R.A.
§§1291 y ss.)
2.
Colón García, Ennio M., The Horizontal Property Regime or
Condominium System of Property in Puerto Rico and Louisiana: A
Comparative Outlook. XVI Rev. Jur. I.A.U., Núm. 2 (1981)
(opcional)
3.
Godreau, M. El Condominio: el régimen de propiedad horizontal en
Puerto Rico, Ed. Dictum, San Juan, 1992.
4.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 159-208.
Jurisprudencia:
1.
Arce v. Caribbean Home, 108 D.P.R. 225 (1978) (concepto del
régimen de propiedad horizontal)
2.
Costa Linda, Inc. v. Registrador, 109 D.P.R. 861 (1980) (el vuelo es
un elemento común general no susceptible de disposición o
estipulación en contrario) (opcional)
3.
Vázquez v. Caguas Federal, 118 D.P.R. 806 (1987) (adquirente
involuntario-acreedor hipotecario que ejecuta crédito no está
obligado a satisfacer cuotas impagadas) (opcional)
4.
García Larrinaga v. Lichtig, 118 D.P.R. 120 (1986) (naturaleza
catastral de la inscripción de la propiedad horizontal; requisitos para
la agrupación y separación de apartamientos)
5.
De la Cruz v. Toro, 112 D.P.R. 650 (1982) (acceso y uso exclusivo
de la azotea)
6.
Sociedad v. Suárez, 122 D.P.R. 46 (1988) (el vuelo es un elemento
común general no susceptible de apropiación particular; diferencia
entre techo y azotea)
7.
Consejo de Titulares v. Vargas, 101 D.P.R. 579 (1973) (opcional)
(diferencia entre techo y azotea; construcción o sobreelevación)
-xviii-
8.
Cond. Prof. S.J. Health Centre v. P.R.F., Inc., 133 D.P.R. 488 (1993)
(no es válido un acuerdo genérico para alterar el edificio;
personalidad jurídica del Consejo de Titulares; reserva del derecho
de alterar el uso y destino de los apartamientos; la escritura matriz)
9.
Junta de Directores del Condominio Montebello v. Torres, 138
D.P.R. 150 (1995) (cambio de fachada)
10.
Asociación v. Condominio Centro I y Centro II, 106 D.P.R. 185
(1977) (opcional) (concepto de responsabilidad solidaria por la cuota
de mantenimiento; responsabilidad del acreedor cesionario de las
rentas de abonar los gastos)
11.
Asociación de Condóminos v. Naveira, 106 D.P.R. 88 (1977)
(opcional) (deudas por cuotas de mantenimiento de elementos
comunes; el adquirente involuntario–subasta pública)
12.
Asociación de Condóminos v. Trelles, 120 D.P.R. 574 (1987) (no
procede la imposición de cuota especial a un condómino que
ocasiona temerariamente gastos legales a la Asociación de
Condóminos) (opcional)
13.
Alvarez Figueredo v. González Lamela, 134 D.P.R. 374 (1993)
(distinción de conceptos “techo”, “azotea”, “vuelo” y
“sobreelevación”), 138 D.P.R. 958 (1995) (reconsideración;
consentimiento unánime para construir pisos nuevos)
14.
First Federal Savings v. Asociación de Condóminos, 114 D.P.R. 426
(1983) (opcional) (jurisdicción exclusiva de DACO para dilucidar
controversias de condóminos residenciales y mixtos)
15.
Consejo de Titulares del Condominio Galerías Ponceñas, Inc., 145
D.P.R. 315 (1998) (facultad de junta de directores para excluir a
titular con participación mayoritaria; facultades consejo de titulares
y junta de directores; diferencias)
-xix-
VIII. Servidumbres
A.
Servidumbres Prediales y Personales
Definición; clasificación en positivas y negativas, continuas y discontinuas,
aparentes y no aparentes, por signo aparente o destino del padre de familia;
constitución, modificación y extinción; gastos para la conservación de la
servidumbre.
Lecturas:
1.
Código Civil Arts. 465-484
2.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 355-379
Jurisprudencia:
B.
1.
Díaz v. Consejo de Titulares Condominio El Monte, 132 D.P.R. 452
(1993) (servidumbre de paso por signo aparente)
2.
Ibáñez v. Tribunal, 102 D.P.R. 615 (1974) (opcional) (signo
aparente)
3.
Soc. de Gananciales v. Municipio de Aguada, 144 D.P.R. 114 (1997)
(servidumbre de paso por signo aparente y mediante uso inmemorial)
4.
Figueroa v. Guerra, 69 D.P.R. 607 (1949) (la servidumbre de paso
no puede adquirirse por usucapión)
5.
López Amaral v. Márquez, 102 D.P.R. 239 (1974) (menoscabo de la
servidumbre)
6.
Sociedad v. Secretario de Justicia, 137 D.P.R. 70 (1994)
(servidumbre de paso de finca enclavada)
7.
Don Quijote Hotel v. Tribunal, 100 D.P.R. 19 (1971) (servidumbres
de paso, ej. de acueductos convencionales; variación de la
servidumbre)
Servidumbres Legales
Relación con los reglamentos de planificación urbana, finca enclavada, luces
y vistas.
-xx-
Lecturas:
1.
Código Civil Arts. 485-529 (31 L.P.R.A. §§1701-1805)
2.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 379-399
Jurisprudencia:
C.
1.
Borges v. Registrador, 91 D.P.R. 112 (1964) (servidumbres legales
en casos de lotificación)
2.
Zayas v. Sucn. Daleccio, 80 D.P.R. 158 (1957) (servidumbre de paso
y seguridad)
3.
Collazo v. The Shell Co., 110 D.P.R. 327 (1980) (aguas que
descienden de predios superiores)
4.
Delgado v. Rodríguez, 71 D.P.R. 445 (1951) (opcional)
(servidumbres de luces y vistas; acción negatoria de servidumbre)
5.
Delgado Cruz v. Girau Bernal, 115 D.P.R. 61 (1984) (servidumbre
de luces y vistas; servidumbres continuas y aparentes; modos de
adquirirlas; la prescripción de 20 años y el acto obstativo)
6.
Vélez Toro v. Látimer, 125 D.P.R. 109 (1990) (árboles, ramas y
raíces)
Servidumbres de Servicio Público
Lecturas:
1.
D.
Ley 143 de 20 de julio de 1979 (27 L.P.R.A. §§2151-2154)
La Medianería
Definción, su constitución, derechos y obligaciones de los medianeros.
Lecturas:
1.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 209-213.
Jurisprudencia:
1.
Reyes v. Alvarez, 39 D.P.R. 566 (1929) (signos contrarios a la
existencia de medianería)
-xxi-
E.
2.
Monclova v. Blanco, 40 D.P.R. 305 (1929) (derecho a levantar pared)
3.
González v. Hawayeck, 71 D.P.R. 528 (1951) (facultad del dueño de
pared medianera para abrir ventanas y huecos)
Servidumbres en Equidad
Lecturas:
1.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 399-420.
2.
Vélez Torres, J.R., Las servidumbres en equidad en el Derecho
Puertorriqueño, Vol. X, Núm. 2, Rev. Jur. UIA 218 (1976)
(opcional)
Jurisprudencia:
1.
Glines v. Matta, 19 D.P.R. 409 (1913) (concepto)
2.
Colón v. San Patricio, 81 D.P.R. 242 (1959) (modificación o
extinción; los cambios en el vecindario)
3.
Castro Lund v. Registrador, 102 D.P.R. 295 (1974) (opcional) (la
cancelación de la servidumbre)
4.
Carrillo Norat v. Camejo, 107 D.P.R. 132 (1979) (opcional)
(inscripción, modificación o cancelación en el Registro de la
Propiedad)
5.
Sands v. Ext. Sagrado Corazón, 103 D.P.R. 826 (1975) (opcional) (la
servidumbre en equidad y la aprobación de proyectos por la agencia
administrativa contrarios a la misma)
6.
Asociación de Vecinos de Villa Caparra, Inc. v. Iglesia Católica, 117
D.P.R. 346 (1986) (cambios en el vecindario; razonabilidad de la
servidumbre)
7.
Olmeda Nazario v. Sueiro Jiménez, 123 D.P.R. 294 (1989) (uso
comercial en violación de la servidumbre; incuria; diferencias entre
las acciones de A.R.P.E. y las de los vecinos)
8.
Luan v. Román, 125 D.P.R. 533 (1990) (A.R.P.E. y las servidumbres
de equidad; zonificación v. servidumbre en equidad)
-xxii-
9.
IX.
Soto Vázquez v. Vázquez Torres, 138 D.P.R. 282 (1995) (servidumbre
en equidad en el Régimen de Propiedad Horizontal)
Los Derecho Reales Sobre la Cosa de Otro
A.
Usufructo
1.
Concepto
2.
Naturaleza Jurídica
Lecturas:
1.
Código Civil Arts. 396-450, 31 L.P.R.A. §§1501-1580
2.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 315-347.
Jurisprudencia:
B.
1.
Pérez v. Rodríguez, 71 D.P.R. 783 (1947) (los contratos celebrados
por el usufructuario se resuelven al concluir el usufructo)
2.
Sucn. Ramos v. Apollo Hardware, 110 D.P.R. 855 (1981) (Usufructo
de Parceleros bajo la Ley de Tierras, Tit. V)
3.
Rovira v. Srio. de Hacienda, 88 D.P.R. 173 (1963) (usufructo legal
sobre los bienes de los hijos)
Uso y Habitación
1.
Concepto
2.
Naturaleza Jurídica
Lecturas:
1.
Código Civil Arts. 451-464; 31 L.P.R.A. §§1591-1604
2.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 349-353
-xxiii-
X.
Los Derechos Reales de Garantía (opcional)
La prenda, la hipoteca y la anticresis
Lecturas:
1.
J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 479-499
Jurisprudencia
XI.
1.
Banco Central v. Registrador, 111 D.P.R. 773 (1981) (procedimiento
de ejecución de prenda)
2.
Eastern Sands, Inc. v. Roig Commercial Bank, 140 D.P.R. 703 (1996)
(concepto de prenda; necesidad de la transferencia de la posesión)
3.
Liechty v. Descartes, 109 D.P.R. 496 (1980) (definición y
características de la hipoteca)
4.
Rodríguez v. Sucn. Pirazzi, 89 D.P.R. 509 (1963) (definición de la
anticresis; derecho real accesorio y de garantía)
Hogar Seguro
Lecturas:
1.
31 L.P.R.A. §§1851-1857
2.
Ley #184 de 26 de diciembre de 1996 (añadió art. 109 al Código
Civil)
Jurisprudencia:
1.
Cruz Cruz v. Irizarry, 107 D.P.R. 655 (1963) (opcional) (el hogar
seguro y la liquidación de la sociedad legal de gananciales)
-xxiv-
B IBLIOGRAFÍA
J. Puig Brutau, Fundamentos de Derecho Civil, T. III, vols. I, II y III.
E. Vázquez Bote, Derecho Privado Puertorriqueño, Derechos Reales I, 1991.
J. Castán Tobeñas, Derecho Civil Español, Común y Foral, T. II, vols. I y II.
L. Díez Picaso y A. Gullón, Sistema de Derecho Civil, Derecho de Cosas y Derecho
Inmobiliario Registral, vol. III, 6ta ed., (1997).
-xxv-
I.
Los Derechos Subjetivos
A.
Concepto
B.
Clasificación
Patrimoniales
a.
Reales
b.
Personales
Extrapatrimoniales
C.
El patrimonio
Teoría clásica o subjetiva
Teoría objetiva
Lecturas:
1.
Dr. J. Vélez Torres, Op. Cit., págs. 7-17.
Jurisprudencia:
1.
Vda. de Delgado v. Boston Insurance Co., 99 D.P.R. 714 (1971)
(derechos personales v. derechos personalísimos)
-1-
Jurisprudencia
Vda. de Delgado v. Boston Ins. Co.
99 D.P.R. 714 (1971)
[Inocencia Figueroa Vda. de Delgado et al.,
demandantes y recurrentes, v. Boston
Insurance Company, demandada y
recurrida.]
Número: R-68-234 Resuelto: 11 de marzo
de 1971 {717
Sentencia de Fausto Ramos Quirós, J. (San
Juan) declarando sin lugar una demanda en
Daños y Perjuicios. Revocada, y en su lugar
se dicta sentencia condenando a la
recurrida a pagar ciertos daños a los
recurrentes.
Amadeo & Benet y Rodolfo Gluck,
abogados de los recurrentes; Castro &
Castro, abogados de la recurrida.
Sr. Ramírez Bages, Juez Asociado:
Contrario a lo resuelto por el tribunal
de instancia, concluimos que bajo las
circunstancias de este caso, el dueño de una
lancha de motor es responsable por la
muerte de un ebanista a quien empleó para
ayudarle a cambiar los motores de gasolina
de la lancha por motores diesel, muerte que
sobrevino al ocurrir una explosión en el
lugar a donde el difunto fue, por órdenes del
dueño, a taladrar unas perforaciones en los
tanques de combustible. Procede, por lo
tanto, condenar a los recurridos a pagar los
daños sufridos por los recurrentes, según se
determina más adelante.
La prueba con respecto a las
circunstancias del accidente consistió del
-2-
testimonio de Wilfredo Beltrán el dueño de
la lancha de motor llamada "Contigo" y el de
un perito en trabajos en tanques de gasolina.
En 4 de febrero de 1966 ocurrió una
explosión en uno de los tanques de gasolina
de dicha lancha con motivo de lo cual se
quemaron Ramón Delgado y Beltrán y se
quemaron la lancha "Contigo" y otra más.
Delgado murió a consecuencias de las
quemaduras. Era ebanista. Beltrán lo
empleó para que lo ayudara a "remoldear" la
lancha y a montar un motor. Durante los
tres días antes del accidente, Beltrán y
Delgado trabajaron "poniendo un flange...."
en los tanques de gasolina "para hacer una
conexión de tubería a los motores diesel que
se iban a instalar en la lancha." Esos flanges
son dos "planchuelas" de bronce, una con
rosca y otra sin rosca "para cogerlo con una
junta donde va enroscado un tubo para de
ahí seguir al motor ... y se pone justo para
que no se salga el líquido que sea." Beltrán
sabía cómo realizar la operación.
Terminaron de colocar los flanges en la
parte de arriba de los tanques. Faltaban los
últimos dos en la parte baja de los tanques,
a pulgada y media o dos pulgadas del fondo
de los tanques. Para hacer esto, por
instrucciones de Beltrán, Delgado iba a
barrenar unas perforaciones que faltaban.
Beltrán estaba haciendo la misma operación
en el tanque de agua cuando ocurrió la
explosión. Beltrán vio a Delgado por última
vez antes de la explosión {719
"preparándose para seguir haciendo ese
trabajo." Dijo que cuando ocurrió la
explosión supuso que Delgado estaba
taladrando pero en ese momento "no lo
estaba mirando taladrando, él podía estar
usando una sierra ... pero yo creo que no";
que presume que habían gases cuando
ocurrió la explosión. Al ocurrir la explosión
Beltrán testificó que "me quedé atontado un
rato. Cuando desperté tenía el piso de la
lancha encima, entonces pues ya había
cogido bastante fuego la lancha, entonces,
Ramón Delgado estaba donde mismo estaba
trabajando, estaba atontado, y no podía
`menearme' y salimos los dos prendidos en
candela." La barrena o taladro eléctrico
estaba al lado de Delgado. Este estaba
trabajando en la popa de la lancha en el
hueco donde estaban situados los tanques de
combustibles debajo del piso, los que eran
de cinco pies de largo, tres de ancho y
catorce pulgadas de alto con capacidad para
150 galones, cada uno. Preguntado Beltrán
sobre la causa del accidente dijo que "lo que
creo es que Ramón Delgado estaba con el
taladro, yo no lo vi, perforando los huecos
en el tanque, entonces, pues aparentemente
los gases que habían dentro del tanque al
barreno calentarse hubo la explosión,
entonces, de la explosión vino el fuego,
porque es material de `fiberglass', y eso
cuando coge fuego, es como el acetileno
cuando coge fuego no hay quien lo apague."
No tomó otras precauciones para cerciorarse
que no habían vapores de gasolina en el
tanque. Dijo que "Lo olía pero no olía a
nada" el día antes de la explosión. Beltrán
había regalado con anterioridad al accidente
el "sniffer" de la lancha, aparato usado para
medir la densidad de los vapores de
gasolina. No sabía que era una precaución
normal mantener los tanques de combustible
llenos de agua cuando se trabaja en la lancha
para evitar explosiones ni hizo diligencia
alguna para enterarse de esto pues unos
mecánicos "me vieron trabajando y no me
dijeron nada yo seguí para adelante." El no
les preguntó. Beltrán había poseído botes de
motor antes y conocía lo que es y el uso del
taladro por {720 veinte años. Dijo que
durante su uso se calienta al rojo vivo lo
suficiente para quemar y para prender vapor.
Dijo no saber esto cuando el accidente.
Repitió que el fuego comenzó en el tanque y
siguió caminando "porque el fiberglass
[material del tanque] se va rápido."
-3-
Testificó que sabía que la gasolina se
convierte en gases "pero no sabía que iba a
pasar eso" (la explosión); que Delgado no
sabía nada de bregar con tanques de
gasolina; que en la lancha no había algo que
produjera la explosión fuera del tanque de
gasolina; que "No puede haber nada más."
Delgado no fumaba. No se cocinaba en la
lancha cuando ocurrió la explosión ni había
otra persona allí entonces.
Se admitió en evidencia la póliza
emitida por la recurrida la cual provee un
seguro hasta $300,000 por pérdida de vida,
lesiones y daños a la propiedad.
El perito Luis Hernández Bonet
testificó que "Cuando se va a reparar un
tanque de gasolina lo primero que hay que
hacer es trabajar en un sistema de
ventilación, que haya ventilación, lo
segundo es estar bien seguro que no hayan
vapores, o sea, los gases explosivos, hay
varias formas de probar esto, bien sea con
instrumento, ya sea por el olfato. Para tomar
las precauciones debidas lo más importante
es lavar el tanque por lo menos dos o tres
veces y cuando se va a trabajar en el tanque
tenerlo lleno de agua con los `plots'
abiertos"; que si no se toman esas
precauciones puede ocurrir una explosión en
más del 70% de los casos; que uno se
percata de los gases por el olfato; que por lo
regular los gases se quedan en la parte más
baja de la lancha; si no se perciben los gases
se puede trabajar "siempre y cuando se
tomen las precauciones"; que no "todo hijo
de vecino" sabe que esas precauciones hay
que tomarlas.
El juez de instancia, al desestimar la
demanda, concluyó que:
(1) "No hubo prueba sobre cuál fue la causa
de la explosión, salvo conjeturas y
suposiciones. Tampoco hubo prueba sobre
los actos que estaba {721 realizando el
difunto cuando ocurrió la explosión en el
cuarto de los tanques de gasolina. La última
vez que se vio al difunto fue en la cubierrta
de la lancha cinco minutos antes de la
explosión.
(2) "El asegurado y el difunto tomaron las
medidas de seguridad que una persona
prudente y ordinaria hubiera tomado en
similares circunstancias.
(3) "No hay hechos probados ... de los cuales
podamos inferir la presunción de que la
explosión y el fuego fueron causados por
actos o instrumentalidades por las cuales el
asegurado es responsable; que no se puede
inferir que cuando ocurrió la explosión el
difunto estaba taladrando uno de los tanques
y que el taladro se calentó o produjo una
chispa y por ello se prendieron los gases en
los tanques que ocasionaron la explosión;
que no es aplicable la doctrina de res ipsa
loquitur pues el accidente ocurrió en un sitio
no bajo el exclusivo control del asegurado."
Apuntan los recurrentes, en síntesis,
que el tribunal de instancia incidió en la
apreciación de la prueba, al concluir que
Beltrán no fue negligente.
A los fines de resolver debemos
determinar, de ser posible, primero, dónde se
originó la explosión y cuál fue su causa;
segundo, si el dueño de la lancha fue
negligente en este caso y si esa negligencia
fue la causa próxima del accidente; y
tercero, si el difunto fue negligente y en qué
grado.
Del anterior resumen del testimonio oral
relativo al accidente, se han establecido los
siguientes hechos:
dirigía y participaba en la operación de
arreglar los tanques de combustible de dicha
lancha.
(2) Delgado era un ebanista empleado por
Beltrán para ayudarle en la faena
previamente mencionada. No sabía cómo
bregar con tanques de gasolina.
(3) Beltrán (a) había usado el taladro
eléctrico durante veinte años; (b) sabía que
hay gases en los tanques de gasolina,
circunstancia de {722 peligrosidad; que para
evitarlos dejaron abiertos unos huecos,
drenaron los tanques y los secaron con un
palo y un trapo; (c) que el día antes del
accidente olió el tanque pero "no olía a
nada"; (d) no conocía de ningunas otras
precauciones que hubiese que tomar; que no
indagó si las habían y cuáles eran.
(4) Momentos antes de la explosión Beltrán
ordenó a Delgado taladrar unos huecos, para
los últimos flanges, bien al fondo del tanque.
Lo vio por última vez antes de la explosión
cuando se disponía a hacerlo.
(5) Beltrán descartó por inexistente toda otra
posible causa de la explosión que no fuera el
taladro del tanque.
(6) La posible explicación de por qué el
tanque no explotó cuando se taladró por
arriba y sí pudo explotar cuando se hizo el
taladro muy cerca de su fondo, es que los
gases de gasolina tienden a descender a la
parte más baja del lugar en que se
encuentran.
Relacionamos a continuación las
normas de derecho aplicables al caso ante
nos.
1.--En Vda. de López v. García
Espinosa, 86 D.P.R. 702, 707 (1962),
(1) Beltrán, dueño de la lancha, controlaba,
-4-
dijimos que cuando este Tribunal ha ejercido
su discreción en el sentido de elevar ante sí
una causa para revisarla, la revisión cubre
las conclusiones de hecho con sujeción a
cieertas normas aplicables.
2.--En Rodríguez v. Ponce Cement
Corp., 98 D.P.R. 201 (1969), dijimos que no
obstante corresponder la carga de la prueba
a la parte actora, no se le exige aquel grado
de prueba que, excluyendo la posibilidad de
error, produce certeza absoluta; que
"Explicada satisfactoriamente la falta de
evidencia directa por ausencia de testigos ...
y por incompetencia del demandante como
consecuencia del accidente mismo podía
descargarse esta responsabilidad mediante la
presentación de prueba indirecta, en este
caso, inferencias. Todo cuanto se requería
era la presentación de prueba a cuya luz una
persona {723 razonable pueda quedar
convencida de que el acto general de la
responsabilidad es atribuible a la parte
demandada."
En Murcelo v. H. I. Hettinger & Co.,
92 D.P.R. 411, 426 (1965), dijimos que "...
El litigante puede probar su caso con
evidencia indirecta, que es de dos clases,
inferencias y presunciones. Es inferencia, la
deducción que de los hechos probados, o
acreditados completamente, hace en su
discernimiento el juzgador. A veces se
denomina presunción hominis. Representa
ese discernimiento una actividad humana
valorativa de comparación o confrontación,
un proceso interno que constituye, a juicio
del profesor Serra Domínguez, algo
inabordable; el movimiento de la razón
yacente en el hombre."
En Renfro v. J. D. Coggins
Company, 378 P.2d 130 (N.Mex. 1963), se
resolvió que un demandante no tiene que
probar negligencia más allá de duda
-5-
razonable pero las circunstancias reveladas
por la prueba deben ser lo suficientemente
fuertes de manera que el tribunal de
instancia pueda, tomando en consideración
las probabilidades existentes en el caso,
excluir inferencias favorables al demandado.
No es suficiente que la negligencia imputada
pudiera justa y razonablemente haber
causado la lesión si las circunstancias
demuestran una probabilidad igual de que se
debió a otra causa. Grange v. Finlay, 364
P.2d 234 (Wash. 1961); Lindgren v. Voge,
109 N.W.2d 754, 760 (Minn. 1961).
3. --Es de conocimiento general que
la gasolina produce vapores que por ser más
pesados que el aire, tienden a bajar al fondo
del receptáculo o lugar en que se encuentra
y que ambos son altamente explosivos e
inflamables. La persona que tiene el
dominio o derecho del dominio del lugar u
operación en que existen las anteriores
circunstancias está en el deber de advertir
del peligro existente así como de las
precauciones que se deben tomar a aquellas
que, por invitación suya, se encuentran en
dicho lugar. Dicha persona debe {724
ejercer el mayor cuidado y tomar todas las
precauciones que conoce o debió conocer
para evitar tal peligro. Moore v. Beard
Laney Inc., 139 S.E.2d 879 (N.C. 1965);
Mathis v. Lukens Steel Co., 203 A.2d 482
(Pa. 1964); Taormina Corporation v.
Escobedo, 254 F.2d 171, 174 (5th Cir.
1958); Wichita City Lines v. Puckett, 295
S.W.2d 894 (Texas 1956); Dean v. Coombs
Motor Co., 97 N.E.2d 531 (Mass. 1951);
Gunnarson v. Robert Jacob Inc., 94 F.2d
170, 172 (2d Cir. 1938); Nelson v. Zamboni,
204 N.W. 943 (Minn. 1925); Carpenter v.
Sinclair Refining Co., 129 N.E. 383 (Mass.
1921). Véase, además, la monografía
titulada "Botes de Motor--Responsabilidad
por Daños en Caso de Explosiones y
Fuego", 63 A.L.R.2d 343, 389-390.
4.
--La negligencia debe
establecerse por prueba o por inferencia de
los hechos establecidos. Puede quedar
establecida cuando la prueba permite a
personas de mente razonable concluir que la
mayor probabilidad es de que el fuego
ocurrió en una forma que responsabiliza a
una persona como su causante, en lugar de
que ocurrió en forma tal que dicha persona
no sería su causante. Al considerar la
evidencia circunstancial aducida para probar
un hecho, el juzgador debe reconocer la
distinción existente entre aquella que es una
mera conjetura y la que es una inferencia
razonable. Wolverine Upholstery Company
v. Ammerman, 135 N.W.2d 572, 579 (Mich.
1965); Chaloupka v. Cyr, 387 P.2d 740, 745
(Wash. 1964).
5.
--El requisito de que el
demandante pruebe hechos de los cuales se
pueda razonablemente inferir la negligencia
del demandado, no quiere decir que deba
eliminarse toda posibilidad de causas
distintas de la que se alega. Debe
establecerse, sin embargo, que la posibilidad
de tales otras causas queda tan reducida que
la mayor posibilidad es que la negligencia
del demandado fue la causa próxima del
accidente. Aunque se requiere una {725
inferencia razonable de que la negligencia
del demandado fue la causa próxima del
accidente, no es necesario que se pruebe con
exactitud matemática que el accidente se
debió a una causa con exclusión de todas las
demás probabilidades, pero debe
demostrarse que ninguna de éstas, en el caso
de ser justamente sugeridas por la prueba,
fue la causa. Dicho en otra forma, no es
necesario que el demandante excluya toda
probabilidad de que su lesión fue ocasionada
por la negligencia de otras personas aparte
del demandado. Por parte del demandado no
es suficiente hacer mera referencia a otras
posibles causas de un fuego de las que el
-6-
demandado no es responsable y que
pudieron ocasionar el daño. Causas posibles
o probables no quiere decir conjeturas o
especulaciones sobre posibles causas. La
prueba de una causa suficiente de un
accidente junto con circunstancias que
fuertemente indican que es la verdadera
causa, sólo puede ser rebatida mediante otra
prueba de que la muerte o lesión fue
ocasionada por otra causa. Dijimos en
Rodríguez v. Ponce Cement Corp., supra,
que el hecho de que un accidente pudiere
obedecer a otras causas no es suficiente por
sí solo para derrotar una reclamación. Sólo
es necesario que el tribunal estime que la
acción u omisión indicada por el actor fue la
que con mayores probabilidades causó el
accidente.
Kuster v. Gould National
Batteries, Inc., 429 P.2d 220 (Wash. 1967);
Parlow v. Dan Hamn Drayage Co., 391
S.W.2d 315 (Mo. 1965); Cuthbert v. City of
Philadellphia, 209 A.2d 261 (Pa. 1965);
Sommer v. Yakima Motor Coach Co., 26
P.2d 92 (Wash. 1933).
Aplicando las anteriores normas se
responsabilizó (1) en Kuster, supra, al
manufacturero de un acumulador por las
lesiones que recibió un mecánico al conectar
el acumulador a otro que estaba descargado;
(2) en Grange, supra, al dueño de un yate
por los daños al muelle donde atracó una
tarde, ocasionados por fuego a media noche,
indicándose que durante la travesía antes de
atracar, dicho dueño había apagado fuego a
bordo en repetidas {726 ocasiones y no
removió de la cabina una colchoneta que se
había incendiado y a la cual echó agua en
varias ocasiones; (3) en Dean, supra, al
dueño de un taller de reparaciones, por la
destrucción de un camión por fuego cuando
luego de levantarlo de atrás para reponer
unas sopandas, se procedió a quemar unos
remaches con una antorcha de acetileno,
concluyendo el tribunal que chispas
incandescentes diseminadas por la antorcha
incendiaron la gasolina que se debió regar
del tanque situado en el centro del camión al
inclinarse éste en un ángulo de 30 grados;
explosión violenta, tendencia que puede
controlarse ejerciendo el debido cuidado.
(4) en Gunnarson, supra, al dueño de
un yate por lesiones ocasionadas al capitán
debido a una explosión cuando éste
accidentalmente cortó una rosca de cobre en
el cuello de un tanque de gas propeno en el
curso de instalar otro con motivo de lo cual
ocurrió un escape de gas, concluyendo el
tribunal, por voz del Juez Learned Hand que
"La probabilidad de que alguien fuese
descuidado al hacer la instalación no era
imposible. Por el contrario, era muy
probable en ausencia de ser prevenido y era
un peligro en contra del cual se debió tomar
alguna providencia. Era esencial, por lo
tanto, que se hubiera instruido a Gunnarson
que bajo ninguna circunstancia debía
permitir el corte de la rosca y que se hiciese
obedecer tal orden hasta donde fuese
razonablemente posible"; (5) en Sommer v.
Yakima Motor Coach Co., supra, al dueño
de una diligencia de motor en la que se
apagó un fuego en varias ocasiones durante
su travesía, por la destrucción por fuego del
edificio en que se estacionó.
En Nelson, supra, un cliente de una
estación de gasolina murió con motivo de
una explosión ocurrida en la estación de
cuya causa no se adujo prueba. Desestimada
la demanda por daños por dicha muerte y
dictada orden denegando una moción de
nuevo juicio, se revocó dicha orden al
concluirse que la doctrina de res ipsa
loquitur aplicaba al caso pues el accidente
era del tipo que corrientemente no ocurría si
los que estaban en el dominio de la
instrumentalidad hubiesen usado el grado de
cuidado requerido por el peligro {727 ya que
es bien conocida la tendencia de la gasolina
a vaporizar y así producir material para una
-7-
En el caso ante nos la operación de
taladrar el tanque de gasolina era de suma
peligrosidad debido a la naturaleza explosiva
de este combustible y de los gases que
genera, residuos de los cuales permanecen,
como es sabido generalmente por dueños y
operadores de botes y lanchas de motor, no
tan sólo en el fondo de tanques cuando éstos
se drenan, sino también en el lugar debajo
del piso donde están situados los tanques.
También es conocido que la precaución más
efectiva para evitar una explosión al
procederse a taladrar un tanque de gasolina,
además de removerlo del lugar donde se
encuentra, es mantenerlo totalmente lleno de
agua. El dueño del yate en este caso, y bajo
cuyo dominio y dirección se realizaba el
cambio de motores y las modificaciones en
los tanques, debió conocer y cerciorarse de
estas precauciones y asegurarse que no se
realizase taladro alguno hasta que se
cumpliese con las mismas. No sólo fue
negligente al no tomarlas sino que también
lo fue al no advertirle a Delgado del peligro
existente ya que éste obviamente desconocía
el mismo pues era un ebanista empleado por
el dueño para ayudarle en la faena en
cuestión.
Aunque no
se comprobó con
absoluta certeza cuál fue la causa de la
explosión y el incendio de la embarcación,
el propio dueño admitió que distintas causas
no ocasionaron el accidente, quedando como
posible causa el taladro de uno de los
tanques por Delgado. La inferencia de que
ésta fue la causa inmediata de la explosión
está sostenida por la prueba. Momentos
antes del accidente, el recurrido había
ordenado a Delgado que procediese a
taladrar la parte baja del tanque casi al fondo
del mismo y lo vio por última vez con
anterioridad al suceso "preparándose para
seguir haciendo ese trabajo." Luego de la
explosión apareció el taladro en el lugar de
la explosión. Días {728 antes se había
drenado del tanque la gasolina contenida en
el mismo y se había procedido a secar el
interior del tanque con un trapo. Esta
operación no podía evitar que residuos de
los gases permanecieran en el fondo del
tanque y, además, en el fondo del limitado
lugar donde estaban los tanques debajo del
piso de la cubierta en la popa del yate.
Precisamente porque estos gases tienen la
tendencia a permanecer al fondo del tanque
y del referido lugar es que al hacerse
perforaciones en la parte superior del tanque
no ocurrió explosión o fuego alguno. Pero
cuando Delgado procedió a taladrar cerca
del fondo del tanque con un taladro
eléctrico, es inferible que una de las dos
cosas ocurrieron, o los gases al fondo del
lugar vinieron en contacto con el taladro
candente al rojo vivo, o con una chispa
producida por el mismo; o los gases en el
fondo del tanque vinieron en contacto con el
calor excesivo del taladro. Cualquiera de
estas situaciones pudo ocasionar la
explosión y el fuego. El recurrido anticipó
estos peligros pero fue negligente en no
tomar las referidas precauciones. Era su
obligación conocerlas, cerciorarse de ellas y
tomarlas, así como advertir al difunto del
peligro envuelto en las operaciones e
instruirle sobre las referidas precauciones y
asegurarse que las tomara y las siguiera. Por
lo tanto, concluimos que debe
responsabilizarse a la aseguradora del dueño
del yate por los daños ocasionados por la
referida explosión inclusive los resultantes
con motivo de la muerte del artesano en
cuestión.
Veamos ahora cuáles fueron los
daños ocasionados con motivo de la muerte
del referido obrero.
Procede considerar como elemento
de daño el lucro cesante. De acuerdo con la
prueba aducida, Delgado era un artesano que
gozaba de un ingreso semanal de $100.00.
Murió a los 48 años de edad de manera que
tenía una expectativa útil de vida de 17 años.
Las reglas para determinar la cuantía de tales
daños en un caso como éste, están expuestas
en Rodríguez v. Ponce Cement Corp., supra,
y en Vda. de Seraballs v. Abella Hernández,
90 D.P.R. 368 {729 (1964). Es necesario
aclarar que los daños por lucro cesante no se
deben determinar exclusivamente a base de
la ecuación matemática a que se ha hecho
referencia en los anteriores casos. La
mmisma es sólo uno de los factores, en
adición a todas las circunstancias del caso
que se puede tomar en consideración, a los
fines de determinar la razonabilidad de la
cuantía en que se estima la pérdida por el
lucro cesante. A esos fines, debe aducirse la
prueba que hubiere sobre el estado de salud
del fenecido antes del accidente y el
promedio del ingreso derivado de su trabajo
durante algunos años antes del suceso que
ocasionó su muerte. Consideradas todas las
circunstancias del caso, concluimos que el
justo valor actual del lucro cesante es la
suma de $30,000.00, de los cuales $14,000
corresponden a la viuda, $4,300 a cada uno
de los hijos menores y $3,100 a la hija
mayor.
Por las angustias mentales sufridas
por la viuda del Sr. Delgado al contemplar
su horrendo sufrimiento producido por las
extensas quemaduras en tres cuartas partes
del cuerpo que a los tres días de recibidas le
causaron la muerte, y al verse privada de su
compañía, debe concederse la suma de
$20,000.00 como compensación justa y
razonable por unos daños que en realidad
son irreparables.
Por los daños sufridos por los tres
-8-
hijos menores, al ser privados de la
compañía, cariño y de la dirección de su
padre en la formación emocional y espiritual
de ellos, en la temprana edad que es cuando
más lo necesitaban, concluimos que procede
conceder la suma de $10,000.00 a cada uno.
Los de la hija mayor, producto de un
matrimonio anterior, los determinamos en la
suma de $5,000.00, ya que ésta era viuda
que volvió a vivir en casa de su padre sólo
dos años con anterioridad al accidente.
Jordán v. Sindicato Empleados, 95 D.P.R.
681, 687 (1968).
Procede también que se condene a la
recurrida a pagar los gastos de
hospitalización y del funeral del difunto
ascendentes a $1,217.60. {730 En vista de
que el tribunal se ha dividido con respecto a
la procedencia de la acción de daños de los
herederos por los sufrimientos de su
causante el Sr. Delgado durante los tres días
de su agonía hasta que murió a causa de las
extensas y graves quemaduras que le
ocasionó la explosión y el incendio en la
lancha, el tribunal no se pronuncia en esta
oportunidad sobre la referida cuestión.
El Juez Asociado Señor Ramírez
Bages emitió opinión explicativa con la cual
concurren los Jueces Asociados Señores
Hernández Matos y Rigau.
El Juez
Asociado Señor Martínez Muñoz no
intervino.
–O–
Opinión explicativa del Juez Asociado
Señor Ramírez Bages con la cual
concurren los Jueces Asociados Señores
Hernández Matos y Rigau.
San Juan, Puerto Rico, a 11 de marzo de
1971
Lamento que el tribunal no haya
podido pronunciarse sobre la procedencia de
la acción de los herederos de una persona
lesionada en un accidente y que muere sin
haber radicado demanda por los daños
morales que sufrió, por los referidos daños.
En el caso que nos ocupa, los
recurrentes comprobaron ser los herederos
del obrero que murió a causa de las
quemaduras que sufrió al incendiarse la
lancha. A esos efectos presentarron en
evidencia copia certificada de la resolución
del tribunal en el correspondiente
procedimiento sobre declaratoria de
herederos. En la demanda en este caso
incluyeron en su reclamación "el valor del
sufrimiento físico y mental del Sr. Delgado
antes de morir", y en el recurso ante nos
apuntaron como error del tribunal de
instancia el habérselo negado. {731
Se aducen varios argumentos en
apoyo de negar este tipo de reclamación. A
mi juicio carecen de validez. Pasamos a
analizarlos.
1. --Se arguye que no se sabe si el fallecido
hubiera resuelto reclamar judicialmente los
referidos daños. En vista de que la recurrida
es la aseguradora del patrono causante del
accidente en cuestión, debemos presumir
que de haber vivido, el obrero se hubiera
unido a la demanda radicada por sus
herederos en reclamación de los daños
-9-
sufridos por todos y cada uno de ellos. No
existe impedimento legal alguno que evite
hacer tal presunción basada en la realidad
prevaleciente en nuestra comunidad al efecto
de que cuando ocurren accidentes como el
de este caso todas las personas lesionadas
invariablemente reclaman el valor de los
daños que sufren.
2.
--Que no es necesario proveer
específicamente para el recobro de tales
daños pues al justipreciar los sufridos por los
herederos, los tribunales toman en
consideración los que sufrió el fenecido.
Este argumento es especioso.
Nada
encontramos en derecho que justifique esta
conclusión. Es posible que algunos jueces
inconscientemente estimen los daños
sufridos por los herederos en una cantidad
mayor debido a los que sufrió su causante.
Pero esta reacción aislada de los jueces no
constituye un derecho. Por el contrario al
ahora determinar el tribunal que no se
pueden reclamar los daños del causante que
éste no reclamó en vida, indudablemente se
desarrollará una tendencia en sentido
contrario en los jueces al estimar los daños
de los herederos, reduciéndolos, ya que
como cuestión de derecho no deben tomar
en consideración los de tal causante.
muerte no es parte del patrimonio del
causante y no se transmite en virtud de las
reglas referentes a la sucesión hereditaria....
No se ha operado sucesión alguna de la
causa de acción por muerte ya que ella era
personalísima del causante y se extinguió
con su muerte." Este es un obiter dictum
pues en Travieso, supra, lo que se resolvió
fue que la acción del padre por la muerte de
su hijo no provenía de su carácter de
heredero sino de lo dispuesto en el Art. 1802
del Código Civil (31 LPRA sec. 5141). En
este caso el padre no trató de recobrar por
los sufrimientos ocasionados al hijo
fenecido.
Obviamente éste no es un argumento
basado en algún principio o doctrina jurídica
sino en una alegada reacción o actitud que
puede tener algún viso de realidad en
algunos jueces. No creemos que es justo
dictaminar sobre la {732 procedencia de un
derecho a base de un argumento tan
especulativo como éste.
En Porto Rico Railway Light &
Power Co. v. Corte de Distrito, 38 D.P.R.
340, 349 (1928), dijimos que no puede
equipararse el derecho de reclamar daños y
perjuicios por lesiones sufridas por una
persona a virtud de la culpa o negligencia de
otra ya ejercitado en corte y trabada la
contienda, al usufructo, al uso, a la
habitación, a la renta vitalicia que estuviera
disfrutando el finado, a la patria potestad, a
los alimentos, a la tutela o a las
servidumbres personales; que la acción por
tales daños pendiente ya en el tribunal
demostraba la decidida voluntad de la
persona de reclamar como reclamó; que en
tal virtud se le debía algo tan susceptible de
cobro como si se tratara del producto de su
trabajo personal o daños a su propiedad,
concluyéndose, por lo tanto, que tal acción
no moría con el reclamante pues "No se trata
de algo que sea personalísimo que necesite
de la vida natural de la persona para
continuar ejerciéndose."
3. --Que el derecho en esta jurisdicción más
bien es contrario al reconocimiento de tal
derecho pues en Travieso v. Del Toro y
Travieso, Int., 74 D.P.R. 1009, 1015, 1016
(1953), dijimos que "la causa de acción por
Hernández v. Fournier, 80 D.P.R.
93, 97 (1957), confirma el hecho que no
hemos resuelto si el derecho de una persona
de exigir indemnización por {733 lesiones es
transmisible a sus herederos. Véase su
-10-
inciso (1) en que se citan varios tratadistas
que favorecen tal transmisibilidad.
En Robles Menéndez v. Tribunal
Superior, 85 D.P.R. 665, 672 (1962),
dijimos que "El antiguo y ya casi desechado
principio de que en los daños personales no
tiene lugar la subrogación ... colorario de la
descartada doctrina de que la acción
personal se extingue al morir su titular no ha
tenido entre nosotros vigencia." (Énfasis
nuestro.)
compensación por los daños sufridos por el
reclamante.
De ser esto cierto los
reclamantes sólo podrían recobrar sus
propios daños, y no podrían continuar la
acción que dejó radicada su causante en la
que {734 reclamó el valor de los daños
morales que sufrió. Lo que esto quiere decir
es que el derecho de acción de la víctima
fenecida es personalísimo cuando ya en
Robles Menéndez y en Porto Rico Railway
Light & Power Co., supra, resolvimos lo
contrario.
En Compania Trasatlantica
Espanola, S.A. v. Melendez Torres, 358 F.2d
209, 214 (1st Cir. 1966), se confirma,
aunque se reduce, la concesión de daños a
los hijos de un lesionado fenecido por el
sufrimiento de éste mientras estuvo vivo el
lesionado. En Santa v. United States, 252
F.Supp. 615 (1966), el Tribunal Federal de
Distrito para Puerto Rico concluyó que los
menores demandantes tienen derecho a
recobrar, en su carácter de herederos
legítimos del fenecido, por todo el dolor y
sufrimiento de éste.
En otras palabras, si ya hemos
resuelto que los herederos pueden recobrar
sus propios daños con motivo de la muerte
de su causante y, además, los daños morales
de éste según aparecen alegados en la
demanda por los mismos que dicho causante
pudo radicar antes de morir, no vemos
porqué deba negárseles el derecho a recobrar
los daños morales sufridos por su causante
cuando éste no pudo radicar su acción antes
de morir debido a su gravedad de tal
magnitud que murrió a los pocos días del
accidente.
Nos parece evidente de lo expuesto
que no hemos resuelto explícitamente la
cuestión planteada. Resulta claro de los
referidos casos, sin embargo, que si el
lesionado llegó a radicar su demanda por los
daños que sufrió, su causa de acción no se
extingue por su muerte, pues no se trata de
un derecho personalísimo como lo son el
usufructo, el uso, la habitación, la renta
vitalicia, la patria potestad, los alimentos, la
tutela o las servidumbres personales. Y
añadimos nosotros, ¿Si el derecho a
reclamar no se extingue con su muerte, por
qué ha de negarse a sus herederos el valor
atribuible a los sufrimientos del fenecido por
el hecho de que murió antes de poder radicar
su acción? Se nos contesta que bajo el Art.
1802 del Código Civil sólo podemos dar
4. --Se nos dice que en España sólo
se ha reconocido el derecho de los herederos
a recobrar sus propios daños y no los
sufridos por el causante. Concluimos lo
contrario. En su sentencia de 20 de
diciembre de 1930 se negó este derecho por
l a r a z ó n d e q u e "s obreven i d a
instantáneamente la muerte de la víctima de
un accidente no llegó ésta a poseer ni en un
momento el derecho a ser indemnizada, de
suerte que por este hecho nació una nueva
acción a favor de quienes no tienen
necesidad de justificar su carácter de
herederos, sino el de hijos y cónyuge del
difunto." La sentencia de 17 de febrero de
1956 determinó que en cuanto al daño moral
sufrido por una persona lesionada que luego
falleció, "sigue constituyendo aun en la
-11-
doctrina de la jurisprudencia un problema, el
de la transmisibilidad de la acción
competente a los herederos...."
El catedrático Luis Diez-Picazo en su
obra "Estudios sobre la Jurisprudencia
Civil", págs. 671-672, nos dice que de
acuerdo con el anterior dictamen, el daño
consistente en la pérdida de la vida de la
víctima es un daño indemnizable; que
"Parece, aunque no se dice claramente, que
la acción para exigir la indemnización
compete a los herederos."{735
Por la sentencia de 25 de noviembre
de 1969 se desestimó la demanda en un caso
de daños y perjuicios en cuanto a los daños
morales sufridos por el lesionado quien
murió a consecuencia del accidente, porque
la reclamante no estableció ser heredera ni
poder representar a los herederos del
fallecido. Es evidente que el tribunal asume
que de haber reclamado los herederos por
tales daños la demanda hubiese prosperado.
Aranzadi, Repertorio de Jurisprudencia,
(1969) tomo XXXVI, pág. 3689.
El catedrático Federico de Castro y
Bravo informa que la jurisprudencia del
Tribunal Supremo de España "está [sobre la
materia aquí tratada] en un momento
decisivo o crucial"; que "Una masa
considerable de resoluciones de la Sala de lo
Civil y la doctrina de la Sala de lo Penal
estiman que la vida es un bien, cuya pérdida
origina un perjuicio valorable, del que debe
indemnizarse a la víctima y, a falta de ella, a
sus sucesores o derechohabientes. Alguna
sentencia de la Sala de lo Civil sigue el
criterio contrario. Contradicción que ha
señalado de modo solemne la sentencia de
17 de febrero de 1956 (184)."
La
Indemnización por Causa de Muerte,
Anuario de Derecho Civil, 1956, págs.
449-504.
Borrell nos dice que "No
prohibiéndolo la ley, es indudable que la
acción de indemnización por daños y
perjuicios la pueden ejercitar los herederos
de aquél que la adquirió en un principio."
Borrell, Responsabilidades Derivadas de la
Culpa Extracontractual, págs. 262-264.
P l ani ol y R i per t f av o r ec e n l a
transmisibilidad de tal acción. Tratado
Práctico de Derecho Civil Francés, Vol. 6,
págs. 896-897. Puig Brutau en su obra
Fundamentos De Derecho Civil, Tomo V,
Volumen 1, pág. 55 citando a de Castro y las
precedentes decisiones, nos dice:
"s) El derecho del causante a obtener
indemnización de los daños y perjuicios que
se le hayan ocasionado durante su vida se
transmite, naturalmente, a sus herederos,
pues, en definitiva, es un derecho de crédito
{736 perfectamente transmisible al amparo
de las reglas generales que regulan la
transmisibilidad de los derechos. Pero el
caso es diferente cuando la obligación de
indemnizar surge a consecuencia de la
muerte producida al causante. En tal
supuesto se discute si las personas que
experimentan un perjuicio adquieren un
derecho propio a exigir del responsable la
indemnización correspondiente al daño
material y moral que directamente han
experimentado, o si en definitiva lo
adquieren quienes justifiquen ser herederos
de la víctima. Las consecuencias podrán ser
muy distintas en uno y otra caso, aunque en
ambos se considere que se trata de un
derecho normalmente transmisible.
La jurisprudencia española relativa a
esta cuestión ha sido especialmente
examinada por Federico De Castro."
(Énfasis en el original.)
5. --Se arguye que los daños morales
del lesionado fenecido son especulativos.
-12-
No lo son el grado mayor que cuando el
lesionado muere luego de haber radicado su
demanda por los daños morales que sufrió
en cuyo caso hemos resuelto que la acción
no se extingue sino que pasa y puede
continuarse por sus herederos. Si bien es
cierto que en este último caso existen unas
alegaciones en la demanda del propio
lesionado con respecto a sus daños, no es
menos cierto que tales daños hay que
probarlos y que por consecuencia, tanto en
el caso en que el lesionado deja su demanda
radicada antes de morir como en el caso de
que la muerte le sobreviene antes de
radicarla, el problema de probar sus daños
morales es idéntico. En ambas situaciones
hay que estimar el valor razonable de dichos
daños a base de la naturaleza y extensión de
las lesiones, del sufrimiento que debe
ocasionar y del testimonio de los testigos
que estuvieron junto al lesionado hasta que
murió.
En el caso ante nos, la prueba
demostró que el causante de los recurrentes
tenía tres cuartas partes de su cuerpo
quemado; no resistía ropa de ninguna
especie; llegó a hablar con su esposa en el
hospital aunque vivió sólo tres días.
Testificó su viuda que "Su estado físico se
veía que estaba sufriendo {737 demasiado."
El Tribunal puede tomar conocimiento
judicial de que todo ser humano consciente
durante tres días con quemaduras en tres
cuartas partes de su cuerpo sufre intenso
dolores.
6. --Habiendo resuelto este Tribunal
que la acción radicada por una persona antes
de morir para recobrar indemnización por
los sufrimientos que sufrió no muere con él,
y, por el contrario, es transmisible a sus
herederos porque no se trata de un derecho
personalísimo, no vemos razón porqué el
derecho a tal indemnización no sea
igualmente transmisible cuando el lesionado
muere antes de haber radicado la acción
correspondiente para hacer valer tal
derechoo. Si el acto de hacer efectivo el
derecho mediante la acción judicial en estos
casos no es personalísimo igualmente no lo
es el derecho de indemnización que da lugar
a tal acción. No creemos que por el hecho
de que circunstancias, tales como la
gravedad del lesionado, su limitado término
de vida pasado el accidente, y el estado de
conmoción que necesariamente surge al
ocurrir la tragedia, impiden o evitan que el
lesionado radique su acción antes de morir,
deban impedir en justicia la transmisión de
tal derecho a sus herederos.
7. --Se nos ha dicho que esta
conclusión no está en armonía con la
doctrina que sentamos en Robles Ostalaza v.
U.P.R., 96 D.P.R. 583-593 (1968).
Asumimos que esta aseveración se basa en
que en dicho caso dijimos que "puede
argumentarse que la causa de acción por
daños a la persona es una de naturaleza
personal o personalísima y que la
compensación que repara el daño a la
persona es privativa."
El alcance de este comentario en
Robles Ostalaza, supra, debe determinarse
dentro del marco de la cuestión resuelta en
dicho caso, es decir, si la causa de acción
por daños a la persona de una esposa es
privativa de ella o de la sociedad de
gananciales constituida por ella y su esposo.
Al calificar dicha causa de acción como
personal en el referido caso, debe entenderse
que lo es a los efectos de justificar que es
privativa de la {738 persona que sufre el
daño por los fundamentos expresados en la
opinión en dicho caso. El hecho que ahora
concluyamos que la causa de acción por los
daños morales sufridos por tal persona no se
extingue por su muerte sino que, por el
-13-
contrario, sus herederos pueden reclamar
tales daños, no es en forma alguna
inconsistente o conflictiva con el hecho de
que tal causa de acción es privativa de la
persona que sufrió el daño. La subsistencia
de dicha causa de acción en los herederos es
más bien una doctrina complementaria y en
todos sus aspectos armónica con la de que la
causa de acción de un esposo o esposa por
daños a su persona es privativa de la persona
que los sufrió.
8. --La referida acción del lesionado
fenecido está provista por los Arts. 41 y 584
del Código de Enjuiciamiento Civil aún en
vigor en Puerto Rico y que leen así:
"Si una persona con derecho a
ejercitar una acción muriese antes de
terminar el período de prescripción
requerido para deducir aquélla, y la causa de
la acción subsistiera, los representantes de
tal persona podrán ejercitar dicha acción
después de la terminación de aquel período
y dentro de un año de la defunción. Si una
persona contra la cual puede ejercitarse una
acción muriese antes de la terminación del
período de tiempo requerido para dar
principio a la misma, podrá deducirse dicha
acción contra sus representantes, después de
la terminación de aquel período, y dentro de
un año después del nombramiento judicial
del albacea o administrador testamentario."
(Énfasis nuestro.)
Será deber de los administradores y
mientras éstos se nombren, de los aalbaceas,
representar al finado en todos los
procedimientos comenzados por o contra el
mismo antes de su muerte, y los que se
promovieran después por o contra el caudal
de la herencia.
Las acciones o
procedimientos instruidos por o contra el
finado se suspenderán a su muerte ínterin se
haga cargo el albacea o se nombre un
administrador y el albacea o administrador
quedará subrogado como parte en la acción."
(Énfasis nuestro.) (32 LPRA secs. 255 y
2471.)
Hemos determinado el alcance del
referido Art. 41 en varios casos que
comentamos a continuación. {739
Radicada acción en cobro de parte
del monto de un pagaré por el heredero del
tenedor en contra de una heredera del
deudor, concluyó este Tribunal en Rovira v.
Oliver, 70 D.P.R. 114 (1949), que la acción
procedía y no había prescrito pues dicho Art.
41 "amplía más bien que limita el término
prescriptivo cuando las partes mueren antes
de que expire el término."
En demanda de una heredera de los
beneficios derivados de fondos depositados
por su causante con los demandados y que
éstos en parte invirtieron y en parte se
apropiaron, se alegó enriquecimiento
torticero en violación de un mandato. La
causa de acción por devolución de dichos
fondos expropiados y que falsamente se
alegó se pagaron por concepto de una
comisión, está comprendida en el Art. 1802
del Código Civil. El término de un año se
cuenta desde que la demandante tuvo
conocimiento de los hechos. El Art. 41 del
Código de Enjuiciamiento Civil no puede
tener efectos de acortar el término señalado
para la prescripción.
McCormick v.
González Martínez, 49 D.P.R. 473, 477, 487,
489, 490 (1936).
En Torres v. Sucn. Córdova, 31
D.P.R. 897 (1923), se sostuvo una demanda
de daños contra la Sucesión cuyo causante
ocasionó los daños sosteniendo el Tribunal
que lo dispuesto en el referido Art. 41 no
favorece la Sucesión y es otro argumento
más en favor del apelante.
-14-
En Rivera v. Viejo, 49 D.P.R. 906
(1936), se resolvió que el término
"representantes" en el Art. 41 incluye a las
personas realmente interesadas que son los
herederos y al Administrador Judicial si lo
hubiere.1 {740 La supervivencia de la
referida acción del lesionado que muere,
antes de radicarla, está en armonía con las
disposiciones pertinentes sobre la sucesión.
Arts. 559-602 Código Civil (31 LPRA secs.
2081-2084).2
Luego de un riguroso examen del
estado de derecho sobre esta cuestión, nos
dice el compañero García Martínez en su
monografía titulada "Reconocimiento de la
Acción Hereditaria por Muerte Ilegal", 27
Rev. C. Abo. P.R., 463, 476 (1966-67), que:
"3.
--El reconocimiento de la
existencia de esa acción y de su
transmisibilidad es una medida de justicia
por cuanto permite el resarcimiento de los
daños cuando la lesión produce el daño
máximo que es la muerte.
1
El referido Art. 41 fue tomado del
Art. 353 del Código de Enjuiciamiento Civil
de California.
En esa jurisdicción no se ha
considerado el caso de la supervivencia de la
acción por daños personales no radicada en
vida del lesionado. Los pocos casos
resueltos tratan de la supervivencia de la
acción para recobrar la posesión de bienes
inmuebles o de un inmuebles. Harris v.
McGovern, 99 U.S. 161 (1879); Hennessy v.
The Instrument Trust Co., 228 P.2d 714
(D.C.A. Cal. 1924). En un caso de daños
ocasionados por los actos impropios de un
abogado se resolvió que podía radicarse la
acción en contra de su "estate". Igualmente
se dijo que la acción por servicios rendidos
a una persona que murió antes de radicarse
la acción, ésta le sobrevivía. Fazio v.
Hayburst, 55 Cal. Rptr. 370 (D.C.A. Cal.
1967); Vonchina v. Turner's Estate, 315
P.2d 723 (D.C.A. Cal. 1957).
2
4. --El reconocimiento de la acción
de la víctima inicial y de su transmisibilidad
a los herederos en modo alguno conflige y
por el contrario complementa la acción
propia de aquellos que, siendo o no siendo
herederos, se perjudican con la muerte de la
víctima inicial.
5. --El reconocimiento de la acción
de la víctima inicial y de su transmisibilidad
está en armonía con el principio civilista de
la sucesión universal en los derechos y
obligaciones del causante aceptando como
premisa fundamental que se trata de un
derecho personal transmisible y no
personalísimo intransmisible.
6. --El reconocimiento de la acción
de la víctima inicial y de su transmisibilidad
sería la rúbrica del rechazo definitivo de la
arcaica e injusta doctrina de que las acciones
personales mueren con la persona." {741
Estas disposiciones fueron tomadas
del Código Civil de Luisiana (Arts. 871-874
de dicho Código).
En vista de lo expuesto creo que
debemos reconocer el derecho de los
En esa jurisdicción se ha resuelto que
el derecho de acción de un donante para
atacar la donación es una causa de acción
heredable. Así también lo es la que se funda
en una obligación que nace de un contrato de
correr un caballo. Castleman v. Smith, 86
So. 778 (La. 1920); Grayson v. Whatley, 15
La. Ann. 525 (1860).
-15-
herederos a recobrar por los daños morales
sufridos por su causante los que estimo en la
suma de $10,000.00.
-16-
II.
El Derecho Real
Características principales de los derechos reales: aprovechamiento directo, concepto
“erga omnes”. Situaciones intermedias: arrendamiento inscrito, obligaciones “propter rem”,
expectativas reales de adquisición de trascendencia real, etc. Diferencias con el derecho de
crédito.
Lecturas:
Código Civil – Arts. 280, 281, 396, 451, 452, 465; 31 L.P.R.A. 1111, 1112, 1501,
1591, 1592, 1631.
Dr. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 19-32
Jurisprudencia:
I.
First Federal Savings v. Registrador, 113 D.P.R. 857 (1983) (Derechos
Personales con Trascendencia Real; una cláusula de aceleración en una
escritura de hipoteca – “due on sale” – tiene trascendencia real)
II.
Maeso v. The Chase Manhattan, 133 D.P.R. 196 (1993) (Constitución de
Nuevos Derechos Reales; diferencia entre los derechos personales y los
reales y la relación con el término prescriptivo para ejercitar las acciones)
(19)
Leyes
31 L.P.R.A.
§1111. Propiedad, definición de; derechos que concede
La propiedad es el derecho por virtud del cual una cosa pertenece en particular a una
persona con exclusión de cualquiera otra.
La propiedad concede el derecho de gozar y disponer de las cosas sin más
limitaciones que las establecidas en las leyes.
El propietario tiene acción contra el tenedor y el poseedor de la cosa para
reivindicarla.– Código Civil, 1930, art. 280.
§1112. Clases del derecho de propiedad
El derecho de propiedad sobre las cosas puede ser de diferentes clases:
(1) La plena y entera propiedad, o sea el derecho de usar, disfrutar o enajenar las
cosas.
(2) El derecho de usarlas o disfrutarlas, o ambas cosas a la vez.
(3) El derecho a ciertas servidumbres constituidas sobre los bienes inmuebles.–
Código Civil, 1930, art. 281.
§1501. Definición
Usufructo es el derecho de disfrutar de una cosa cuya propiedad es ajena, percibiendo
todos los productos, utilidades y ventajas que aquélla produzca, con la obligación de
conservar su forma y sustancia, a no ser que el título de su constitución o la ley autoricen
otra cosa. – Código Civil, 1930, art. 396.
§1591. Uso, definición de
Uso es el derecho concedido a una persona para disfrutar graciosamente de una cosa
perteneciente a otra, o para percibir una porción de los frutos que ella produzca, en cuanto
fuere bastante para las necesidades del usuario y de su familia. – Código Civil, 1930, art.
451.
§1592.
Derecho de habitación, definición de
Derecho de habitación es el derecho de ocupar graciosamente una casa de la
(20)
propiedad de otra persona – Código Civil, 1930, art. 452.
§1631. Servidumbre, definición de; predios dominante y sirviente
La servidumbre es un gravamen impuesto sobre un inmueble en beneficio de otro
perteneciente a distinto dueño.
El inmueble a cuyo favor está constituida la servidumbre se llama predio dominante;
el que la sufre, predio sirviente. – Código Civil, 1930, art. 465.
(21)
aplica a los hechos ante nos y nos obliga a
revocar las notas recurridas.
Jurisprudencia
La referida cláusula de aceleración
dice así:
First Federal Savings v.
Registrador
113 D.P.R. 857 (1983)
[First Federal Savings and Loan Association
of Puerto Rico, recurrente, v. El Registrador
de la Propiedad de Caguas, Sección Primera,
recurrido; Pan American Federal Savings
and Loan Association of Puerto Rico,
recurrente, v. El Registrador de la Propiedad
de Caguas, Sección Primera, recurrido.]
RECURSO GUBERNATIVO para revisar una
NOTA de Luis Mojica Sandoz, r. (Sección I
de Caguas), que deniega la inscripción de
una cláusula de aceleración de la deuda,
incluida en ciertas escrituras de constitución
de hipoteca. Revocada.
Javier Miranda Casasnovas, de Baralt,
Miranda & Ledesma, abogado de la parte
recurrente; El Registrador recurrido
compareció por escrito.
PER CURIAM :
Se trata de dos recursos gubernativos
presentados por Pan American Federal
Savings and Loan Association of Puerto
Rico y First Federal Savings and Loan
Association of Puerto Rico contra la
negativa del Registrador de la Propiedad,
sección primera de Caguas, de inscribir una
cláusula de aceleración de la deuda, incluida
en ciertas escrituras de constitución de
hipoteca.
Hemos consolidado ambos
recursos porque plantean cuestiones
comunes de hechos y de Derecho. La
reciente decisión del Tribunal Supremo
federal – Fidelity Federal Sav. & Loan Assn.
v. De la Cuesta, 458 U.S. 141 (1982)--
Si toda o parte de la Propiedad, o un
interés en la misma, es vendido o transferido
por el Deudor sin el consentimiento previo
por escrito del Prestador, excluyendo (a) la
creación de una carga o gravamen
subordinada a esta Hipoteca, (b) la creación
de una garantía del precio de compraventa
de enseres del hogar, (c) una transferencia
por legado o herencia, o(d) la concesión de
un derecho de arrendamiento de tres años o
menos que no contenga una opción de
compra, el Prestador podrá, a opción del
Prestador, declarar todas las sumas
aseguradas por esta Hipoteca
inmediatamente vencidas y pagaderas. El
Prestador habrá renunciado tal derecho de
aceleración si, antes de la venta o
transferencia, el Prestador y la persona a
quien la Propiedad ha de ser vendida o
transferida llegan a un acuerdo por escrito a
efectos de que el crédito de dicha persona es
satisfactorio al Prestador y de que el interés
pagadero sobre las sumas aseguradas por
esta Hipoteca será el tipo que requiera el
Prestador. La renuncia por el Prestador a la
opción de aceleración dispuesta en este
párrafo 17 no será interpretada como un
relevo de las obligaciones del Deudor bajo
esta Hipoteca y el Pagaré.
Si el Prestador ejerce dicha opción
de aceleración, el Prestador enviará por
correo al Deudor notificación de aceleración
de acuerdo con las disposiciones del párrafo
14 de la presente. Dicha notificación
concederá un período de no menos de treinta
(30) días a partir de la fecha de envío por
correo de la notificación durante el cual el
Deudor podrá pagar las sumas declaradas
(22)
vencidas. Si el Deudor dejare de pagar
dichas sumas antes de la expiración de dicho
período, el Prestador podrá, sin necesidad de
notificación o requerimiento adicional al
Presta[tario], invocar cualquiera de los
remedios permitidos por el párrafo 18 de la
presente.
En su nota denegatoria el Registrador
expuso las siguientes razones para denegar
la inscripción:
De tratarse de una mera obligación
contraída por el deudor, no sería inscribible
por efecto de los artículos 41 y 53.1 de la
Ley y su Reglamento Hipotecario,
respectivamente. De tratarse de una cláusula
con trascendencia real, afectaría
directamente la facultad de enajenar del
dueño, elemento esencial del derecho de
propiedad, con vista de sus propios términos
y cómo éstos han sido interpretados en otras
jurisdicciones, y no poder tener acceso al
Registro, por no expresar causa alguna que
justifique tal limitación quedando totalmente
a la irrestricta voluntad del acreedor declarar
vencida la deuda, quien no está obligado a
aceptar la venta o concesión de algún
interés, no importa qué garantía pueda
ofrecerle el adquirente y por estar prohibida
la inscripción de dicha restricción por el
Artículo 84 de la Ley Hipotecaria y
declarada ineficiencia [sic] por el Artículo
158 tercero de la misma ley. La deuda es
declarada vencida no sólo si la finca es
vendida sin el consentimiento por escrito del
acreedor sino por la concesión de un "interés
en la misma" concepto impreciso cuya
publicidad registral violenta el principio
hipotecario de especialidad que informa,
entre otros, el artículo 87.2 de la Ley
Hipotecaria; al igual que la primera
excepción, puesto que sugiere que una
segunda hipoteca, y por tanto si la finca es
transferida por su ejecución, no causaría el
vencimiento acelerado de la deuda. Se alude
al título 12 del Código de los Estados
Unidos, secciones 1461 y siguientes y al
Título 12 de Regulaciones Federales,
Sección 545, 8-3, los que permiten dicha
cláusula como enervantes de cualquier
disposición legal puertorriqueña; pero no
aparece de tales leyes y reglamentos la
intención del Congreso de los Estados
Unidos de hacerla prevalecer sobre
legislación vigente en Puerto Rico y ni
siquiera es mandatoria, al respecto que nos
ocupa, para los que a su amparo contraten.
Caguas, a 17 de agosto de 1981.
Las recurrentes señalan que el
Registrador cometió tres errores, a saber:
(1) Erró al añadir nuevos motivos legales
para su denegatoria a los mencionados en su
notificación de calificación.
(2) Erró al determinar que la cláusula de
aceleración no tiene acceso al Registro por
constituir una violación al Art. 84 de la Ley
Hipotecaria de 1979 (30 LPRA sec. 2305 y
ss.).
(3) Erró al determinar que por razón de la
cláusula de Supremacía de la Constitución
de Estados Unidos, Art. VI, cláusula 2, las
asociaciones federales de ahorro y préstamos
están inmunes a toda legislación o
reglamentación local que prohíba, limite,
restrinja, infrinja o en cualquier otra forma
interfiera con los negocios y actividades
autorizados a tales asociaciones mediante
ley o reglamentación federal.
En su denegatoria el Registrador no
determina cuál es la naturaleza de la
cláusula, sino que deniega su inscripción por
razones alternativas. Nos parece que esta
determinación es esencial porque de
constituir una obligación personal no sería
(23)
inscribible, ya que como norma general los
derechos personales no son inscribibles.3
La cláusula de aceleración impone
una penalidad al deudor hipotecario que
transfiere la propiedad sin el consentimiento
previo por escrito del acreedor.
La
penalidad consiste en la aceleración del
vencimiento de la deuda. Vencida la deuda,
si no es pagada, el acreedor puede pedir la
ejecución del bien hipotecado para satisfacer
su crédito. Ello demuestra que se trata de
una obligación con trascendencia real y no
una mera obligación personal.
Su
incumplimiento pone en función la garantía
hipotecaria.
Probablemente la idea de que la
cláusula de aceleración constituye un
derecho personal surge de la particularidad
de que en la hipoteca, a diferencia de la
mayoría de los gravámenes reales, hay una
relación compleja de dos elementos: un
crédito o débito personal y un derecho o
gravamen real. Roca Sastre y Roca-Sastre
Muncunill, Derecho Hipotecario, 7ma ed.,
Barcelona, Ed. Bosch, 1979, T. IV, Vol. 1,
pág. 411. Sin embargo, al examinar la
cláusula vemos que su incumplimiento
repercute sobre la garantía real.
No
obstante, la determinación de que la cláusula
de aceleración tiene trascendencia real no es
suficiente para resolver que es inscribible,
pues hay que determinar si es válida.
El Registrador entiende que es nula
porque constituye una prohibición de
enajenar no permitida por el Art. 84 de la
Ley Hipotecaria, 30 LPRA sec. 2305.4 El
análisis del Registrador es que de no haber
aceptación previa para la venta o
transferencia, el comprador se encuentra con
una deuda vencida y en una situación que
4
Dicho Art. 84 dispone:
"Sec. 2305. --Prohibiciones de
disponer o enajenar; normas
"Las prohibiciones de disponer o
enajenar se harán constar en el Registro de
la Propiedad y producirán efecto con arreglo
a las siguientes normas:
"1ra. Las establecidas por la ley, que sin
e x p r e s a d e c l a r ac i ó n j u d i c i a l o
administrativa, tengan plena eficacia
jurídica, no necesitarán inscripción separada
y especial y surtirán sus efectos como
limitaciones legales del dominio.
"2da. Las que deban su origen inmediato a
alguna resolución judicial o administrativa
serán objeto de anotación preventiva.
"3ra. Las impuestas por el testador o
donante en actos o disposiciones de última
voluntad, capitulaciones matrimoniales,
donaciones y demás actos a título gratuito,
serán inscribibles siempre que la legislación
vigente reconozca su validez.
3
Existen ciertas excepciones a esta
norma, e.g., el contrato de arrendamiento de
bienes inmuebles por un período de seis
años o más, o cuando se pacta su
inscripción; el contrato de opción, cuando se
cumplan ciertos requisitos que exige la ley.
Art. 38 de la Ley Hipotecaria, 30 LPRA sec.
2201.
"4ta. Las prohibiciones de disponer que no
tengan su origen en actos o contratos de los
comprendidos en los números anteriores, no
tendrán acceso al Registro, sin perjuicio de
que mediante hipoteca o cualquiera otra
forma de garantía real se asegure su
cumplimiento."
(24)
unilateralmente controla el acreedor.
Entiende que ello va en contra del principio
que establece que la hipoteca no impide al
dueño de la cosa gravada el ejercicio de sus
facultades dispositivas respecto a ésta. Este
principio que se remonta al Derecho romano
ha pasado al Derecho moderno y por ello se
ha declarado que es nulo todo pacto a favor
de un acreedor hipotecario de no volver a
hipotecar. Roca Sastre, op. cit., pág. 410.
La controversia de si la cláusula de
aceleración constituye una prohibición de
enajenar ha sido objeto de gran debate. En
los Estados Unidos la cláusula ha sido objeto
de legislación y de interpretación por los
tribunales estatales y federales. L. Kreicher,
Much Ado About Due-on-Sale: Avoiding the
Tempest in New York, 10 Hofstra L. Rev.
1229 (1982). Éstos, de forma uniforme, han
permitido el uso de la cláusula cuando se
utiliza con el propósito de que el acreedor
pueda asegurarse de que el nuevo adquirente
es una persona solvente y que puuede
mantener la propiedad en buenas
condiciones. P. Ashley, Use of "Due-On"
Clauses to Gain Collateral Benefits: A
Commonsense Defense, 10 Tulsa L.J. 590
(1975). Esta uniformidad no existe, sin
embargo, cuando se utiliza la cláusula para
obtener el beneficio de un aumento en los
intereses del préstamo hipotecario. Ashley,
op. cit., pág. 592. Un mayor número de
tribunales comenzó a prohibir el uso de la
cláusula de aceleración para obtener un
aumento en los intereses porque limitaba
irrazonablemente las enajenaciones de los
bienes hipotecados. Véase, Comment,
Due-on-Sale Clause not a Restraint on
Alienation of Propert, 59 Wash. Univ. L.Q.
1047 (1981).
El uso de la cláusula para obtener
mayores intereses surge como consecuencia
de la inflación que comenzó a sufrir la
economía a mediados de la década de 1960
y que aún permanece. Las asociaciones de
ahorro y préstamo, como son las recurrentes,
obtienen los fondos para sus préstamos
hipotecarios de certificados y cuentas de
ahorro a corto plazo. Al tenerlos que
invertir en préstamos a largo plazo con un
interés fijo sufren pérdidas, porque para
atraer depositantes tienen que pagar
intereses cada vez más altos. Fidelity
Federal Sav. & Loan Assn. v. De la Cuesta,
supra. La cláusula due-on-sale ayuda a
aliviar la situación permitiendo que la
institución financiera aumente los intereses
de los préstamos hipotecarios a la tasa de
interés prevaleciente en el mercado. Fidelity
Federal Sav. & Loan Assn., supra, pág. 685.
En 1976 la Federal Home Loan Bank
Board, organismo que reglamenta y
supervisa las asociaciones federales de
ahorro y préstamo, preocupada por las
pérdidas millonarias que estaban sufriendo
estas asociaciones y estimando que estas
pérdidas aumentarían considerablemente si
los estados continuaban imponiendo
limitaciones al uso de la cláusula para
obtener aumento en los intereses, aprobó la
siguiente reglamentación que en su parte
pertinente establece:
An association continues to have the
power to include, as a matter of contract
between it and the borrower, a provision in
its loan instrument whereby the association
may, at its option, declare immediately due
and payable sums secured by the
association's security instrument if all or any
part of the real property securing the loan is
sold or transferred by the borrower without
the association's prior written consent.
Except as [otherwise] provided in ... this
section ..., exercise by the association of
such option (hereafter called a due-on-sale
clause) shall be exclusively governed by the
(25)
terms of the loan contract, and all rights and
remedies of the association and borrower
shall be fixed and governed by that contract.
12 C.F.R. sec. 545.8-3(f) (1982).
A pesar de esta reglamentación la
Corte de Apelaciones de California en de la
Cuesta v. Fidelity Federal Sav. & Loan, 121
Cal. App. 3d 328, 175 Cal. Rptr. 467 (1981),
resolvió que ésta no desplazaba el derecho
estatal con relación a la cláusula
due-on-sale, ya que por tratarse de
r egl am e n t a c i ón de u na agen ci a
administrativa no cumplía con el requisito
de intención congresional para que aplicase
la doctrina de desplazamiento, por lo que el
estado de California podía prohibir su
ejercicio a menos que la institución
prestataria pudiera demostrar que la
ejecución de la cláusula era necesaria para
proteger su garantía.5 La Corte Suprema de
California se negó a revisar.
El Tribunal Supremo federal,
tomando en consideración que la mayoría de
los tribunales que habían considerado la
controversia, a diferencia de la Corte de
Apelaciones de California, había resuelto
que la reglamentación de la Junta desplazaba
la reglamentación estatal de las asociaciones
de ahorro y préstamo federales, decidió
revisar y revocó la decisión de California.
Resolvió que la reglamentación de la Junta
sobre la cláusula due-on-sale desplazaba
cualquier limitación estatal de dicha cláusula
que fuera conflictiva con ella. Fidelity
Federal Sav. & Loan Assn., supra. El
fundamento de la decisión fue que la
reglamentación de una agencia federal tiene
el mismo efecto de desplazamiento que un
estatuto federal, cuando existe la intención
de desplazar. Determinó que tanto el
preámbulo de la reglamentación como su
texto expresaban la intención inequívoca de
desplazar el derecho estatal para que el
ejercicio de la cláusula due-on-sale fuera
gobernado exclusivamente por
reglamentación de la Junta. Fidelity Federal
Sav. & Loan Assn., supra, pág. 678.
Esta decisión del Tribunal Supremo
federal nos obliga a resolver que las
cláusulas de aceleración, conocidas
popularmente como cláusulas due-on-sale,
incluidas en las escrituras de hipoteca que
los recurrentes presentaron al Registro de la
Propiedad, son válidas y nos está vedado
imponer limitaciones que conflijan con la
reglamentación federal.
Por los fundamentos anteriores se
revocarán las notas recurridas.
El Juez Asociado Señor Negrón
García no intervino.
5
Este requisito para el ejercicio de la
cláusula se conoce como doctrina de
Wellenkamp, porque fue expuesta por
primera vez en Wellenkamp v. Bank of
America, 21 Cal. 3d 943, 582 P.2d 970
(1978).
(26)
Maeso v. Chase Manhattan Bank
133 D.P.R. 196 (1993)
[EFRAÍN , ANA ROSA , LUIS F., ILIA y JOSÉ G.
MAESO , ETC., demandantes y recurridos, v.
THE CHASE MANHATTAN BANK (NATIONAL
ASSOCIATION ), demandado y recurrente.]
Número: RE-90-98.
Resuelto: 29 de abril
de 1993
SENTENCIA de Benigno Dapena Yordan, J.
(Carolina), que dictaminó que las
disposiciones de la escritura inscrita en el
Registro de la Propiedad constituían un
derecho real sobre la propiedad y que la
acción de los demandantes no estaba
prescrita por tratarse de una acción real de
treinta (30) años. Revocada y se declara sin
lugar la demanda.
[Roberto López García, abogado del
recurrente; Melvin Rosario Rodríguez,
abogado del recurrido.]
NEGRÓN GARCÍA , JUEZ ASOCIADO :
I
El 30 de marzo de 1961, Gerardo
Maeso Birriel y otros familiares vendieron a
Haydee Llabres Vda. de Muxworthy sus
participaciones en común pro indiviso1 en
1
Según la Escritura Num. 3 otorgada
en San Juan ante el notario publico Elmer
Toro Lucchetti, dos (2) de las codueñas eran
incapaces jurídicamente para efectuar el
negocio. En la escritura, los vendedores se
comprometieron a realizar todo "acto que
fuere necesario de cualquier índole para
ayudar a la Compradora a obtener
judicialmente y por compraventa los
condo m i ni os adicionales de las
unas fincas por $452,900 con sus
edificaciones. Como el total de los
condominios y las participaciones de los
vendedores ascendía al 81.66%, les
correspondió $369,838.14. El precio se pago
de la manera siguiente: $14,700 que
recibieron en el acto; $9,800 el 30 de
septiembre de 1961, y $34,300 el 30 de
marzo de 1962. El balance de $311,038.14
quedo aplazado a ser satisfecho en un
termino no mayor de diez (10) años,
constituyendose sobre las fincas un
gravamen hipotecario por igual suma a
favor de los vendedores.
En la décima clausula de la escritura
se acordó:
"DÉCIMO: Es parte de las obligaciones y
condiciones de esta compraventa que los
comparecientes DONA AMPARO MAESO
{198 BIRRIEL Y
DON GERARDO
MAESO BIRRIEL recibirán cada uno un
solar segregado de aproximadamente Dos
Mil Metros (2,000 m.) los cuales se
designara, DIGO, los cuales no colindaran
entre si, y cuya ubicación se designara
mutuamente por cada uno de ellos y la
Compradora." Recurso de revisión, pag. 2.
La clausula vigésimo octava aclaro
que esas parcelas tendrían una cabida de
2,161.50m. La compradora Doña Haydee se
comprometió a gestionar en la Junta de
Planificación su segregación en un mes.
Trataría que la parcela correspondiente a
Doña Amparo Maeso Birriel ubicara en el
lugar de su residencia. En cuanto a Don
Gerardo, disponía la escritura que "su
parcela seria asignada en el área que abre a
la carretera de Trujillo Bajo, y lo mas cerca
posible de donde tiene una casa de su
incapacitadas ...".
(27)
propiedad". Clausula decimoquinta.
Se convino, también, que la
compradora Doña Haydee, a su opción,
podía resolver la compraventa (perdiendo el
dinero pagado), si en el termino de dos (2)
años no obtenía la reclasificación de los
terrenos. Se consigno, como condición
especialísima, que la compraventa era a
$2,500 por cuerda, resultando así que se
trataba de una venta a razón de un tanto por
unidad de medida. Se acordó que la
obligación del precio aplazado quedaría
garantizada únicamente con la hipoteca
constituida.
Por ultimo, la clausula vigésimo
tercera de la escritura dispuso:
"Los derechos y obligaciones que se
contienen en este instrumento continuaran
en existencia en cuanto a cualquier
cesionario o
sucesor en interés de
cualquiera de las partes comparecientes."
La escritura se inscribió en el
Registro de la Propiedad. La compradora
Doña Haydee cumplió con Doña Amparo,
mas no con Don Gerardo.
Así las cosas, el 1ro de julio de 1963
Doña Haydee agrupo las fincas adquiridas
con otra (Num. 305) y las vendió a James T.
Barnes de Puerto Rico, Inc. A su vez, esta
{199 corporación la vendió a Lomas de
Carolina Corporation el 23 de noviembre de
1968. Mas adelante, el 14 de julio de 1980
el Chase Manhattan Bank advino titular del
remanente de la finca, al adjudicarsela como
resultado de una ejecución de hipoteca.
El 9 de noviembre de 1984, los
sucesores de Don Gerardo solicitaron del
Tribunal Superior, Sala de Carolina, el
cumplimiento especifico de la obligación
que Doña Haydee había contraído con su
causante. La demanda se dirigió contra el
Chase Manhattan Bank (Chase), titular de la
finca, a base de que el derecho pactado era
de naturaleza real.
Oportunamente, el tribunal de
instancia (Hon. Benigno Dapena Yordan,
Juez) dictamino que las disposiciones de la
escritura inscrita en el Registro de la
Propiedad constituían un derecho real sobre
la referida propiedad. Concluyo que ese
derecho dotaba a los demandantes Maeso de
una acción real de treinta (30) años que no
estaba prescrita. Declaro con lugar la
demanda y ordeno al Chase entregar la
parcela reclamada. Acordamos revisar este
dictamen.2
II
Precisar que constituye la naturaleza
del derecho real es una tarea compleja cuya
2
El Chase Manhattan Bank (Chase)
argumenta como errores: (1) determinar que
una mención en el Registro de la Propiedad
tiene efectos contra terceros; (2) que la
obligación de constituir un derecho real es
un derecho real y no personal; (3) imponerle
la obligación de cumplir con una obligación
personal pactada por un predecesor en titulo;
(4) que la acción no estaba prescrita; (5) que
no eran partes indispensables en el pleito los
titulares de porciones de terrenos segregados
de la finca sobre la cual se constituyo la
obligación personal; (6) que el demandado
recurrente era mas responsable que otros
titulares de cumplir con una obligación
personal pactada por un predecesor en titulo,
y (7) que el hecho de que el causante de los
demandantes hubiese seleccionado el predio
de terreno deseado no hacia improcedente la
demanda.
(28)
conclusión definitiva sigue eludiendo a la
doctrina científica.3 A primera vista, la
solución {200 de este recurso parecía
requerir que nos expresáramos sobre la
naturaleza del derecho adquirido por el
causante Don Gerardo, esto es, la naturaleza
jurídica del derecho real distinguible del
personal o de crédito. No es necesario.
Podemos precisar la naturaleza del derecho
aquí involucrado sin entrar en ese
interesante debate.
Como indicáramos, el ilustrado
tribunal de instancia resolvió que el derecho
de Don Gerardo a recibir el solar, según la
escritura, era real. Añadió que podía
3
En palabras del profesor Vázquez
Bote:
"Así como un gran numero de
instituciones jurídicas ofrecen a los ojos de
la doctrina unanimidad en punto a la
determinación de su significado, variando
las opiniones y tendencias en orden a
circunstancias de carácter secundario, o en
consecuencias mas o menos relevantes pero
siempre de orden subsiguiente, existen otras
que, por el contrario, ofrecen una
imprecisión entre los estudiosos que alcanza
incluso el criterio definidor, provocando con
ello serias dudas y vacilaciones en
cuestiones básicas. Esto es lo que ocurre con
el derecho real, que ofrece como problema
primario el de la determinación de sus
naturaleza jurídica, la fijación de esta; y no
solo con finalidad sistemática, de distinguir
el derecho real de otras figuras jurídicas,
sino previamente para saber que es el
derecho real (Puig Pena)." E. Vázquez Bote,
Tratado teórico practico y critico de
derecho privado puertorriqueño, New
Hampshire, Ed. Equity, 1991, T. VII, pag.
101.
determinarse con certeza la cantidad de
terreno objeto de esa obligación y la forma
de cumplirla. Erro.
Básicamente existen dos (2)
posibilidades para que Don Gerardo,
causante de los demandantes Maeso, hubiese
adquirido un derecho real. La primera, que
el negocio realizado le hubiera transmitido
el derecho de propiedad sobre el solar y, la
segunda, que las partes hubiesen tenido la
intención de constituir una nueva figura de
derecho real.
Al respecto, la fuente de la cual
surgiría el derecho real pretendido seria la
clausula décima. En lo pertinente, dispuso
que era parte de las obligaciones y
condiciones de esta compraventa que los
comparecientes recibirían cada uno un solar
segregado los cuales no colindaran entre si,
y cuya ubicación se designara mutuamente
por cada uno de ellos y la compradora Doña
Haydee.
De inmediato, es claro que el solo
acuerdo de Don Gerardo con la compradora
Doña Haydee sobre la posible ubicación del
solar --faltando su segregación-- no le
transfirió {201 su dominio. Para adquirir la
propiedad no bastaba el contrato, era
menester su entrega. El Art. 549 de nuestro
Código Civil dispone:
La propiedad se adquiere por la
ocupación.
La propiedad y los demás derechos
sobre los bienes se adquieren y transmiten
por la ley, por donación, por sucesión
testada e intestada y por consecuencia de
ciertos contratos mediante la tradición.
Puede también adquirirse por medio
de la prescripción. 31 L.P.R.A. sec. 1931.
(29)
Este precepto incorpora en nuestro
ordenamiento la teoría que exige que
concurran los requisitos de titulo y modo
para la adquisición por contrato de la
propiedad. Vázquez Bote, op. cit., pags.
119120; J. Castán Tobeñas, Derecho civil
español, común y foral, 13ra ed., Madrid,
Ed. Reus, 1987, T. 2, Vol. I, pags. 287291;
L. Diez Picazo y A. Gullón, Sistema de
Derecho Civil, 4ta ed. rev., Madrid, Ed.
Tecnos, 1989, Vol. III, pags. 6970; J. Santos
Briz, Derecho Civil: Teoría y Practica,
Madrid, Ed. Rev. Der. Privado, 1973, T. II,
pags. 175177. Se denomina "titulo" al
"fundamento o causa jurídica de la
adquisición", mientras que "modo" se
refiere a "la transferencia de la posesión" del
objeto de la adquisición. Castán Tobeñas,
op. cit., pag. 289. Esa transferencia no es
otra cosa que la tradición.
En sentido corriente, la tradición se
refiere a un hecho físico como lo es la
entrega de la cosa. La nomenclatura del
derecho civil trasciende ese significado y se
emplea para señalar un efecto jurídico: la
entrega de la posesión con animo de
transmitir la propiedad. Esa entrega puede
ser simultanea y, por lo tanto, responder al
concepto de pago en el sentido amplio,
como una solución de una obligación
preexistente o asumida de manera coetánea
con el acto que ejecuta la tradición. J. Puig
Brutau, Fundamentos de Derecho Civil, 2da
ed., Barcelona, Ed. Bosch, 1971, T. III, Vol.
I, pags. 339340. {202
El Código Civil, en su Art. 1351,
alude a dos (2) de las formas que puede
asumir la tradición: real e instrumental.4
4
Este articulo, equivalente al 1462
del Código Civil español, dispone:
Esta ultima forma es la que aquí nos ocupa.
En la tradición instrumental el otorgamiento
de la escritura equivale a la entrega. El
consentimiento al contrato conlleva
implícitamente la anuencia a que la entrega
se realice mediante el otorgamiento. Claro
esta, esta equivalencia entre escritura y
entrega no esta presente cuando "de la
misma escritura resulta o se deduce
claramente que no ha habido entrega".
(Énfasis suprimido.) Diez-Picazo y Gullón,
op. cit., pag. 73.
De acuerdo con la teoría del titulo y
el modo, si únicamente hay titulo, habrá una
obligación personal. Si solo hay tradición,
sin estar fundamentada en un titulo, habrá
una transferencia de posesión pero no del
derecho real. Diez- Picazo y Gullón, op. cit.,
pag. 68. Vease Vázquez Bote, op. cit., pags.
355-356.
"Se entenderá entregada la cosa
vendida cuando se ponga en poder y
posesión del comprador.
"Cuando se haga la venta mediante
escritura publica, el otorgamiento de esta
equivaldrá a la cosa objeto del contrato, si de
la misma escritura no resultare o se dedujere
claramente lo contrario." 31 L.P.R.A. sec.
3811.
El primer párrafo alude a la tradición
real, el segundo a la instrumental. Vázquez
Bote, op. cit., pags. 361362; J. Castán
Tobeñas, Derecho civil español, común y
foral, 13ra ed., Madrid, Ed. Reus, 1987, T.
2, pags. 337338; L. Diez-Picazo y A.
Gullón, Sistema de Derecho Civil, 4ta ed.
rev., Madrid, Ed. Tecnos, 1989, Vol. III,
pags. 7172; J. Santos Briz, Derecho Civil:
Teoría y Practica, Madrid, Ed. Rev. Der.
Privado, 1973, T. II, pag. 200.
(30)
Según expuesto, la clausula décima
de la escritura dispone que recibirán un
solar cuya ubicación se designara. Resulta,
pues, de la propia escritura que no hubo el
consentimiento para que el contrato
equivaliese a la entrega. No hubo tradición
y, por ende, el pacto solo genero una
obligación personal, un titulo, y no un
derecho real. Esta cláusula definitivamente
no se hizo con el propósito de transmitir un
derecho real sobre los solares. La
compradora Doña Haydee simplemente se
obligo a entregar los solares, acto que se
realizaría después por medio de una efectiva
{203 entrega con el animo de transmitir la
titularidad. No hubo tradición por medio de
la escritura.
III
Sabido es que en Puerto Rico rige, en
materia de creación de derechos reales, la
doctrina de numerus apertus que admite la
posibilidad de crear derechos reales fuera de
los previstos por el Código Civil. Borges v.
Registrador, 91 D.P.R. 112, 132 (1964);
Colon v. San Patricio Corporation, 81
D.P.R. 242, 260 (1959). Distinto a lo que
sucede respecto a la creación de derechos de
crédito, nuestro ordenamiento no contiene
un precepto análogo al Art. 1207 del Código
Civil, 31 L.P.R.A. sec. 3372, que delimite el
ámbito de la autonomía de la voluntad al
crear derechos reales no previstos por el
Código.
Diez-Picazo y Gullón distinguen las
dificultades del problema -- determinar si en
un caso especifico las partes han querido o
no constituir un derecho real-- y provee el
siguiente criterio para su solución:
Ahora bien, reconocida la eficacia de
la autonomía de la voluntad para la creación
de los derechos reales, es claro que tiene que
contar con unos limites al igual que los pone
la ley en materia de derechos de obligación
(art. 1.255). Cuestión distinta es la de
resolver si en un determinado supuesto las
partes han querido o no la constitución de un
derecho real. Entendemos que si
expresamente así lo han manifestado, lo que
hay que ver es si se respetan los limites de la
autonomía de la voluntad. Pero si lo único
que han hecho ha sido la manifestación de
unos propósitos empíricos y la
instrumentación jurídica adecuada, sin
puntualizar que los efectos que se quieren
deben ser o no reales, la interpretación ha
de ser restrictiva en orden a los efectos
reales y favorecedoras de los efectos
meramente personales u obligacionales. Es
doctrina jurisprudencial reiterada, de
aplicación en la órbita de los iura in re
aliena, que la propiedad se presume libre de
toda carga o limitación, y que ha de hacerse
uso de una interpretación restrictiva en caso
de duda sobre su existencia. (Énfasis
suplido.) Diez-Picazo y Gullon, op. cit., pag.
54. {204
Procede, pues, examinar desde esta
perspectiva el contrato celebrado entre el
causante de los demandantes Maeso y la
compradora Doña Haydee.
Contrario a la conclusión del foro
sentenciador, a los efectos de que la clausula
vigésimo tercera elevo a categoría de
derecho real la obligación contraída por la
compradora en la clausula décima, nada hay
en los términos del contrato que sostenga
que esa haya sido la intención de las partes.
Dicha clausula únicamente dispone que los
derechos y las obligaciones en la escritura
continuarían existiendo en cuanto a
cualquier cesionario o sucesor en interés de
las partes. Se trata de una cláusula genérica
cuya referencia es el contrato en su
totalidad. Difícilmente puede servir para
(31)
precisar cuales de los derechos u
obligaciones contraídas
por la partes
tendrían efectos reales. En esta materia
–elevar una obligación a la categoría de
derecho real– hemos de insistir en un
lenguaje claro y terminante, no ambiguo,
susceptible de diversas interpretaciones. No
hay una manifestación expresa y clara en la
escritura de que el derecho reclamado por
los demandantes Maeso, en virtud de la
clausula décima, fuera a tener efectos
reales.
En el contexto integral de todo el
contrato, el alcance de la clausula vigésimo
tercera era informar a cualquier cesionario o
sucesor en interés de las partes contratantes
que su transmitente tenia una obligación
personal contraída a favor del señor Maeso.
Era parte del contrato entre la compradora
original Doña Haydee y cualquier cesionario
o sucesor en interés de esta. Quienes
adquiriesen los intereses de la compradora
Doña Haydee en el contrato lo harían
considerando esta clausula, por lo que no
podrían oponerse a su efecto mientras
estuviese vigente.5 {205
5
La publicidad del registro no se
extiende a la obligación plasmada en la
clausula décima. Recuerdese que el Art. 101
de la Ley Hipotecaria y del Registro de la
Propiedad, 30 L.P.R.A. sec. 2351, dispone:
"La publicidad del Registro no se
extenderá a la mención de derechos
susceptibles de inscripción separada y
especial. Y tanto dichos derechos como los
personales que carezcan de especial
aseguramiento no tendrán condición de
gravámenes, a excepción de los efectos
correspondientes a las condiciones
suspensivas y resolutorias inscritas, así
como la trascendencia real de las causas que
En resumen, estamos ante una
situación en la que los solares que habrían
de recibir los covendedores eran parte del
precio de la compraventa. El pago del
precio solo es una obligación personal en la
que incurre el comprador al realizarse una
compraventa.
IV
Finalmente, anotamos que la deuda
de la compradora Doña Haydee era exigible
a partir del mes del otorgamiento de la
escritura. Por ser una acción personal, tenia
un termino prescriptivo de quince (15)
años.6 Transcurrido en exceso, la acción
estaba prescrita.7
Por los fundamentos que anteceden,
se dictara sentencia revocatoria.
El Juez Asociado Señor Alonso
Alonso concurrió con el resultado sin
opinión escrita. El Juez Asociado Señor
consten explícitamente del Registro sobre la
naturaleza y extensión de los derechos
inscritos.
"Los derechos personales que
carezcan de especial aseguramiento y las
menciones de derechos susceptibles de
inscripción separada y especial, serán
cancelados por el registrador de oficio o a
instancia de parte interesada."
6
A igual solución arribaríamos si
resolviéramos que el Chase "no es cualquier
cesionario o sucesor en interés" de la
compradora Doña Haydee.
7
Este resultado hace innecesario
considerar los restantes señalamientos de
error.
(32)
Fuster Berlingeri
escrita.
disintió sin opinión
(33)
III.
Los Bienes
Definición del concepto de “bien” para el derecho civil; bienes corporales e
incorporales, muebles e inmuebles, bienes comunes y de uso público, la clasificación de los
frutos.
Lecturas:
1.
Código Civil – Arts. 252-279, 341 y 1832; 31 L.P.R.A. §§1021-1087,
1311, 5243.
2.
Ley #21 de 20 de mayo de 1987, según enmendada, 23 L.P.R.A.
§§64-64h.
Jurisprudencia:
A.
Bienes de uso público
1.
Saldaña v. Consejo Municipal, 15 D.P.R. 37 (1909) (bienes
destinados al uso público) [P. 57]
2.
Gobierno Municipal v. Casino Español, 56 D.P.R. 790 (1940) (bien
patrimonial del Estado) [P. 71]
3.
Rubert Armstrong v. E.L.A., 97 D.P.R. 588 (1969) (bienes inmuebles;
bienes de uso público v. bienes patrimoniales del estado) (opcional)
4.
E.L.A. v. Tribunal Superior, 97 D.P.R. 644 (1969) (bienes de uso
público v. bienes patrimoniales del estado) (opcional)
5.
Figueroa v. Municipio, 98 D.P.R. 534 (1970) (reversión a bien
patrimonial privado de un bien dedicado a uso público) [P. 83]
6.
Caquías Mendoza v. Asociación de Residentes Mansiones de Río
Piedras, 134 D.P.R. 181 (1993) (calles como bienes de uso público)
[P. 108]
7.
Asoc. Pro Control de Acceso v. Cardona, 144 D.P.R. 1 (1997)
(derecho al uso y disfrute de bienes y lugares públicos, aunque
fundamental, no es absoluto) [P. 226]
(34)
B.
Naturaleza de los bienes
Jurisprudencia:
1.
Pérez Guerra v. Matos Bernier, 48 D.P.R. 599 (1935) (naturaleza de
bien mueble – inmueble por incorporación) [P. 275]
2.
Romaguera & Hijos v. Tribunal, 61 D.P.R. 114 (1942) (naturaleza
del bien y la intención de las partes) [P. 277]
(35)
Leyes
31 L.P.R.A.
§1021. Bienes y cosas, definición de
La palabra bienes es aplicable en general a cualquiera cosa que puede constituir
riqueza o fortuna. Esta palabra hace relación al mismo tiempo a la palabra cosas que
constituye el segundo objeto de la jurisprudencia, según la cual sus principios y reglas se
refiere a las personas, a las cosas y a las acciones. – Código Civil, 1930, art. 252.
§1022. Comunes o públicos; propiedad
Las cosas o los bienes son, o comunes o públicos.
Los bienes además son susceptibles de ser, o propiedad de las corporaciones o
propiedad de los individuos.– Código Civil, 1930, art. 253.
§1023. Cosas comunes, definición de
Las cosas comunes son aquéllas cuya propiedad no pertenece a nadie en particular
y en las cuales todos los hombres tienen libre uso, en conformidad con su propia naturaleza:
tales son el aire, las aguas pluviales, el mar y sus riberas.– Código Civil, 1930 art. 254.
§1024. Bienes de dominio público
Son bienes de dominio público, los destinados al uso público, como los caminos,
canales, ríos, torrentes, y otros análogos.– Código Civil, 1930, art. 255.
§1025. Bienes de uso público, bienes patrimoniales
Son bienes de uso público en Puerto Rico y en sus pueblos, los caminos estaduales
y los vecinales, las plazas, calles, fuentes y aguas públicas, los paseos y las obras públicas
de servicio general, costeadas por los mismos pueblos o con fondos del tesoro de Puerto
Rico.
Todos los demás bienes que el Estado Libre Asociado de Puerto Rico o los
municipios posean, son patrimoniales y se regirán por las disposiciones de este título.
§1026. Bienes de propiedad privada
Son bienes de propiedad privada, además de los patrimoniales del pueblo de los
Estados Unidos, del pueblo de Puerto Rico y de los municipios, los pertenecientes a
particulares individual o colectivamente.
(36)
§1027. Cosas corporales e incorporales
Las cosas se dividen también en corporales e incorporales. Son cosas corporales
aquellas que se manifiestan a los sentidos, que pueden tocarse o gustarse, que tienen un
cuerpo, ya sea animado o inanimado. De esta clase de cosas son los frutos, los cereales, el
oro, la plata, los vestidos, los muebles, las tierras, los pastos, las maderas, las casas y otras.
Las cosas incorporales son aquellas que no se manifiestan a los sentidos y cuya existencia
sólo se concibe por el entendimiento, tales como los derechos hereditarios, las servidumbres
y las obligaciones.
§1028. Cosas incorporales consideradas muebles o inmuebles
Las cosas incorporales que consisten solamente en un derecho, no son por sí mismas
estrictamente susceptibles de la cualidad de muebles o inmuebles. Sin embargo, se
considerará que ellas pertenecen a una de estas clases de conformidad con el objeto al que
sean aplicables y las disposiciones que más adelante se establecen.
§1029. Cosas divididas en muebles e inmuebles
La tercera y última división de las cosas es en muebles e inmuebles.
§1041. Bienes inmuebles, definición de
Los bienes inmuebles en general son aquellos que no pueden moverse por sí mismos
ni ser trasladados de un lugar a otro.
Esta definición, estrictamente hablando, es aplicable solamente a las cosas inmuebles
por su propia naturaleza y no a las que lo son solamente por disposición de la Ley.
§1042. Bienes inmuebles, definición de
Los bienes inmuebles en general son aquellos que no pueden moverse por sí mismos
ni ser trasladados de un lugar a otro.
Esta definición, estrictamente hablando, es aplicable solamente a las cosas inmuebles
por su propia naturaleza y no a las que lo son solamente por disposición de la Ley.
§1043. Qué son bienes inmuebles
Son bienes inmuebles:
(1) Las tierras, edificios, caminos y construcciones de todo género adheridas al suelo.
(2) Los árboles y plantas y los frutos pendientes, mientras estuvieren unidos a la
tierra o formaren parte integrante de un inmueble.
(37)
(3) Todo lo que esté unido a un inmueble de una manera fija, de suerte que no pueda
separarse de él sin quebrantamiento de la materia o deterioro del objeto.
(4) Las estatuas, relieves, pinturas u otros objetos de uso u ornamentación, colocados
en edificios o heredades por el dueño del inmueble en tal forma, que resulten unidos
de un modo permanente al fundo.
(5) Las máquinas, vasos, instrumentos o utensilios destinados por el propietario de
la finca a la industria o explotación que se realice en un edificio o heredad, y que
directamente concurran a satisfacer las necesidades de la explotación misma.
(6) Los viveros de animales, palomares, colmenas, estanques de peces o criaderos
análogos, cuando el propietario los haya colocado o los conserve con el propósito de
mantenerlos unidos a la finca y formando parte de ella de un modo permanente.
(7) Los abonos destinados al cultivo de una heredad, que esté en las tierras donde
hayan de utilizarse.
(8) Las minas, canteras y escoriales, mientras su materia permanece unida al
yacimiento, y las aguas vivas o estancadas.
(9) Los diques y construcciones que aun cuando sean flotantes, estén destinados por
su objeto y condiciones a permanecer en un punto fijo de un río, lago o costa.
(10) Las concesiones administrativas de obras públicas y las servidumbres y demás
derechos reales sobre bienes inmuebles.
§1044. Cosas incorporales consideradas como inmuebles
Las siguientes cosas incorporales son consideradas como inmuebles por razón del
objeto al cual se aplican:
(1) El usufructo y el uso de las cosas inmuebles.
(2) Cualquier derecho u obligación constituido sobre una propiedad inmueble.
(3) Toda acción para recobrar o reivindicar la propiedad inmueble para reclamar el
todo de una herencia.
§1061. Bienes muebles, definición de
Se reputan bienes muebles los susceptibles de apropiación no comprendidos en las
secs. 1041 a 1044 de este título, y en general todos los que se puedan transportar de un punto
a otro sin menoscabo de la cosa inmueble a que estuvieren unidos.
(38)
§1062. Muebles por naturaleza o por disposición de ley
Los bienes muebles lo son, o por su propia naturaleza o por disposición de la ley.
§1063. Muebles por naturaleza
Las cosas muebles por su propia naturaleza son aquellas que pueden trasladarse, bien
por sí mismas si fueren animadas o por un poder extraño si fueren inanimadas.– Código
Civil, 1930, art. 267.
§1064. Muebles por disposición de ley
Las cosas muebles por disposición de la ley son las obligaciones y las acciones cuyo
objeto sea cobrar dinero debido o muebles que lo sean por su naturaleza, aunque dichas
obligaciones vayan acompañadas de una hipoteca; las obligaciones que tienen por objeto un
hecho determinado y aquéllas otras que por su naturaleza lleven consigo una indemnización
de perjuicios; las acciones o intereses en bancos o compañías de comercio, industrias, o
cualquiera otra especulación, aun cuando fueren poseedores de bienes inmuebles que
dependan de dichas empresas. Tales acciones o intereses son considerados como muebles
respecto de cada miembro de una sociedad durante el tiempo de su existencia; pero si la
sociedad fuese disuelta, el derecho que cualquiera de sus miembros tuviese para reclamar
la división de los bienes inmuebles o una participación en ellos, producirá una acción real.–
Código Civil, 1930, art. 268.
§1065. Otras cosas consideradas muebles
Tienen también la consideración de cosas muebles las rentas o pensiones, sean
vitalicias o hereditarias, afectas a una persona o familia, siempre que no graven con carga
real una cosa inmueble, los contratos sobre servicios públicos y las cédulas y títulos
representativos de préstamos hipotecarios. – Código Civil, 1930, art. 269.
§1066. Muebles considerados fungibles o no fungibles
Los bienes muebles son fungibles o no fungibles.
A la primera especie pertenecen aquéllos de que no puede hacerse el uso adecuado
a su naturaleza sin que se consuman; a la segunda especie corresponden los demás.– Código
Civil, 1930, art. 270.
§1067. Cosas corporales o incorporales consideradas muebles
Todas las cosas corporales o incorporales que no tengan el carácter de inmuebles por
su naturaleza o por disposición de la ley, deben ser consideradas como muebles.– Código
Civil, 1930, art. 271.
(39)
§1068. Materiales para demoler, levantar o reparar construcción
Los materiales procedentes de la demolición de un edificio, así como los acopiados
para el propósito de levantar una nueva construcción, son muebles en tanto no se empleen
para una nueva construcción.
Pero si los materiales fuesen separados de una casa u otro edificio para el solo
propósito de hacer en dicha casa o edificio reparaciones o adiciones y con la intención de
volver a colocarlos, conservan su naturaleza de cosas inmuebles, y son considerados coma
tales.– Código Civil, 1930, art. 272.
§1081. Cosas en relación con los que las poseen
Las cosas en relación a las personas que las posean o de ellas disfruten, se dividen
en dos clases; cosas susceptibles de apropiación y cosas no susceptibles de apropiación.–
Código Civil, 1930, art. 273.
§1082. Cosas no susceptibles de apropiación
Entre las cosas que no son susceptibles de apropiación están comprendidas aquellas
que no pueden ser propiedad particular por razón de su objeto, tales como las cosas en
común o sean aquéllas cuyo uso y disfrute pertenece a todos los hombres.
Hay otras cosas, por el contrario, que aunque por su naturaleza son susceptibles de
propiedad particular, pierden esta cualidad como consecuencia de la aplicación que de ellas
se hace para fines públicos incompatibles con la propiedad privada, si bien pueden adquirir
su primitiva condición tan pronto cese el fin público que se las hubiera dado; tales son los
terrenos de las carreteras, calles y plazas públicas.– Código Civil, 1930, art. 274.
§1083. Cosas susceptibles de apropiación
Las cosas susceptibles de propiedad son aquellas que pueden ser objeto de
apropiación individual, pudiendo ser enajenadas por venta, permuta, donación, prescripción
o de otra manera.– Código Civil, 1930, art. 275.
§1084. Disposición o enajenación de la propiedad
Los individuos tienen la libre disposición de la propiedad que legítimamente
hubiesen adquirido, sin más restricciones que las establecidas por la ley.
La propiedad de los ayuntamientos de ciudades y pueblos y de las demás
corporaciones, será administrada de acuerdo con las leyes y reglamentos peculiares a ellas
y solamente podrán ser objeto de enajenación en la manera y con las restricciones prescritas
en las leyes o actas de su constitución.– Código Civil, 1930, art. 276.
(40)
§1085. Disposiciones comunes a los tres capítulos anteriores-Alcance de las expresiones
Cuando por disposición de la ley, o por declaración individual, se use la expresión
de cosas o bienes inmuebles, o de cosas o bienes muebles, se entenderán comprendidos en
ella respectivamente los enumerados en el Capítulo 129 y en el Capítulo 131 de este título.–
Código Civil, 1930, art. 277.
§1086. Muebles, definición de
Cuando se use tan sólo la palabra "muebles" no se entenderán comprendidos el
dinero, los créditos, efectos de comercio, valores, alhajas, colecciones científicas o artísticas,
libros, medallas, armas, ropas de vestir, caballerías o carruajes y sus arreos, granos, caldos
y mercancías, ni otras cosas que no tengan por principal destino amueblar o alhajar las
habitaciones, salvo el caso en que del contexto de la ley o de la disposición individual resulte
claramente lo contrario.– Código Civil, 1930, art. 278.
§1087. Metálico, valores, créditos, y otros excluidos de la transmisión
Cuando en venta, legado, donación u otra disposición en que se haga referencia a
cosas muebles o inmuebles, se transmita su posesión o propiedad con todo lo que en ella se
halle, no se entenderán comprendidos en la transmisión el metálico, valores, créditos o
acciones cuyos documentos se hallen en la cosa transmitida, a no ser que conste claramente
la voluntad de extender la transmisión a tales valores y derechos.– Código Civil, 1930, art.
279.
§1311. Aguas de dominio público
Son de dominio público:
(1) Los ríos y sus cauces naturales.
(2) Las aguas continuas o discontinuas de manantiales o arroyos que corran por sus
cauces naturales y estos mismos cauces.
(3) Las aguas que nazcan continua o discontinuamente en terrenos del mismo
dominio público.
(4) Los lagos y lagunas formados por la naturaleza en terrenos públicos y sus álveos.
(5) Las aguas pluviales que discurran por barrancos o ramblas, cuyo cauce sea
también del dominio público.
(6) Las aguas subterráneas que existan en terrenos públicos.
(7) Las aguas halladas en la zona de trabajos de obras públicas, aunque se ejecuten
(41)
por concesionario.
(8) Las aguas que nazcan continua o discontinuamente en predios particulares, del
Pueblo de los Estados Unidos, del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, o de los
municipios, desde que salgan de dichos predios.
(9) Los sobrantes de las fuentes, cloacas y establecimientos públicos. – Código Civil,
1930, art. 341; Const., art. IX, sec. 4, ef. Julio 25, 1952.
§5243. Extinción de derechos y acciones por la prescripción
Los derechos y acciones se extinguen por la prescripción en perjuicio de toda clase
de personas, inclusas las jurídicas, en los términos prevenidos por la ley. – Código Civil,
1930, art. 1832.
23 L.P.R.A.
§64. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público de ciertas calles – Permisos
Los municipios podrán conceder permisos para el control del tráfico de vehículos de
motor y del uso público de las vías públicas en paseos peatonales, calles, urbanizaciones y
comunidades residenciales, públicas o privadas, con un solo acceso de entrada y salida o que
tengan más de un acceso de entrada o salida, pero que ninguna de sus vías públicas se use
para la entrada o salida a otra calle, urbanización o comunidad que no haya solicitado el
control de acceso. Cuando las calles, urbanizaciones o comunidades sean parte de más de
un municipio, la jurisdicción recaerá en aquel municipio en que se ubiquen la mayor parte
de las fincas.
No se construirán estructuras permanentes que imposibiliten el tránsito por las
entradas que sean cerradas. Será requisito, para cumplir con esta condición, la construcción
de portones que faciliten el uso de estas calles en casos de emergencias.
Los paseos peatonales cuyos accesos no sean controlados podrán ser vendidos por
el valor nominal de $1.00 a los vecinos colindantes previa consulta con los municipios a los
residentes del área circundante.
No obstante lo antes dispuesto y lo establecido en el inciso (o)(1) de la sec. 4054 del
Título 21 los municipios podrán expedir autorizaciones o permisos para el control de acceso
de calles, urbanizaciones o comunidades cuyas vías públicas se usen como medios de
entrada a, o salida de, otras calles, urbanizaciones o comunidades, siempre y cuando:
(a) La otra calle, urbanización o comunidad tenga vías públicas alternas de entrada
y salida y en caso que no tenga tales vías, se garantice a cada propietario y a cada
(42)
residente los medios adecuados y necesarios de acceso vehicular a la calle,
urbanización o comunidad en que se reside sin carga alguna en igualdad de
condiciones.
(b) No se impida, obstaculice o limite a los propietarios y residentes de la otra calle,
urbanización o comunidad el flujo vehicular y peatonal por las vías y aceras públicas
que tengan continuidad entre las calles, urbanizaciones o comunidades de que se
trate.
(c) Se notifique individualmente a cada propietario y residente de esa otra calle,
urbanización o comunidad la fecha, hora y lugar de las vistas públicas, con copia de
la solicitud del permiso de control de acceso y en el término dispuesto en el inciso
(a) de la sec. 64b de este título.
(d) Se ofrezcan garantías suficientes para que los propietarios y los residentes de la
otra calle, urbanización o comunidad reciban los servicios que requieran de agencias
e instituciones, entidades y personas privadas.
El municipio podrá autorizar un cierre parcial, durante las horas de menos tránsito,
los fines de semana y días feriados en aquellos casos en que no sea posible un cierre total
por razón de tránsito u otra razón aducida por cualquiera de las agencias concernidas.
Toda autorización o permiso de control de acceso se emitirá sujeto a las condiciones
y requisitos establecidos en las secs. 64 et seq. de este título y en el reglamento que adopte
la Junta de Planificación de Puerto Rico. El municipio y la Asociación de Residentes estarán
obligados a notificar por correo certificado a los residentes sus gestiones relacionadas con
el proceso del cierre de las calles.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 1; Agosto 10, 1988,
Núm. 156, p. 723, art. 2; Julio 16, 1992, Núm. 22, art. 1; Agosto 14, 1997, Núm. 77, art. 1
§64a. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público de ciertas
calles–Requisitos
A los fines de poder solicitar y obtener el permiso a que se refiere la sec. 64 de este
título, se deberá cumplir con los siguientes requisitos:
(a) Que las urbanizaciones, calles o comunidades tengan Consejo, Junta o
Asociación de Residentes debidamente organizada y registrada en el Departamento
de Estado como una institución sin fines de lucro.
(b) Que en la urbanización, calle o comunidad no exista ningún edificio o facilidad
propiedad del Gobierno del Estado Libre Asociado de Puerto Rico o de los
municipios para uso y disfrute del público en general a excepción de aquéllos
dedicados a escuelas, parques recreativos o centros comunales.
(c) Que la solicitud de autorización para controlar el acceso o los accesos a la
(43)
urbanización, calle o comunidad sea adoptada por lo menos por tres cuartas (3/4)
partes de los propietarios de las viviendas allí establecidas. La participación de
dichos propietarios estará limitada a un propietario por vivienda y deberá constar por
escrito bajo la firma de cada uno de ellos. Una autorización para solicitar el permiso
para controlar el acceso o accesos a la urbanización, calle o comunidad prestada
voluntariamente por un propietario mayor de edad y en representación de una
vivienda obligará al propietario a cumplir con lo dispuesto en la sec. 64d-3 de este
título y estará en pleno efecto y vigor mientras no se emita un documento escrito que
claramente revoque la autorización prestada con fecha anterior. Una revocación de
autorización para solicitar el permiso para controlar el acceso o accesos a la
urbanización, calle o comunidad será válida únicamente si se presenta en cualquier
momento hasta la fecha de celebración de la primera vista pública. Luego de esta
fecha aplicará lo dispuesto en la sec. 64d-3 de este título. Aquellas personas que
favorezcan la implantación del sistema deberán hacerlo expresamente y por escrito
en el momento en que se lleve a cabo la gestión para obtener de los propietarios las
autorizaciones necesarias para solicitar el permiso de control de acceso.
(d) Que la comunidad se comprometa y presente garantías de que ha de asumir los
gastos de instalación, operación y mantenimiento de las facilidades necesarias para
el control del acceso a la urbanización o comunidad.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p.
67, sec. 2, ef. 120 días después de Mayo 20, 1987; Agosto 10, 1988, Núm. 156, p.
723, art. 3, ef. Agosto 10, 1988; Julio 16, 1992, Núm. 22, art. 2.
§64b. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles –
Notificaciones
(a) Radicación de solicitud y notificación de vistas públicas. –
Toda petición de permiso o autorización de control de acceso deberá
radicarse ante el municipio en cuya jurisdicción radique la calle o calles que su
acceso se proponga controlar de conformidad con lo establecido en las secs. 64 et
seq. de este título y en los reglamentos adoptados conforme a ella. El municipio
deberá celebrar vistas públicas no más tarde de los cuarenta y cinco (45) días del
recibo de dicha petición, luego de dar aviso al público de la fecha, sitio y naturaleza
de la vista mediante notificación escrita a los residentes de la urbanización, calles y
comunidad residencial, pública o privada, para la que se solicita el control de acceso
y la publicación de un aviso en uno de los periódicos de circulación general o
regional en Puerto Rico, con no menos de treinta (30) días de anticipación a la fecha
de la vista. Sólo podrán utilizarse periódicos de circulación regional si el municipio
de que se trate está dentro de la región servida por el mismo.
(b) Notificación a las agencias. –
No más tarde de los diez (10) días siguientes a la fecha de su presentación,
el municipio enviará copia de la solicitud de control de acceso y notificará la fecha,
(44)
hora y lugar señalado para las vistas públicas del Departamento de Transportación
y Obras Públicas, la Policía de Puerto Rico, el Cuerpo de Bomberos de Puerto Rico,
la Autoridad de Energía Eléctrica, Autoridad de Acueductos y Alcantarillados y al
Servicio de Correos. También notificará al Departamento de Recursos Naturales
cuando para la construcción, instalación, mantenimiento y operación del control de
acceso propuesto se requiera el corte o poda de árboles en propiedad pública o
privada; a la Autoridad Metropolitana de Autobuses en caso de solicitudes para
calles, urbanizaciones o comunidades ubicadas en áreas servidas por dicha Autoridad
y a cualesquiera otras agencias de servicios públicos que el municipio estime
necesario o conveniente. El municipio enviará, además, a cada una de dichas
agencias copia de toda la documentación en su poder que sea útil, conveniente o
necesaria para que las agencias puedan evaluar la solicitud de permiso de control de
acceso y emitir su opinión y decisión.
(c) Endoso de agencias. –
Cada agencia deberá expresar por escrito si endosa o no el control de acceso
propuesto en o antes de la celebración de la primera vista pública. De favorecerlo,
pero con modificaciones y condiciones, expresará claramente en qué consisten y las
justificaciones de las mismas.
De oponerse al control de acceso se expresarán las razones para negar su
endoso y de ser solicitado por el municipio acompañará copia certificada de los
estudios, informes, mensuras, opiniones y otros documentos que fundamenten la
determinación de la agencia de que se trate. Las agencias que no comparezcan por
escrito antes de concluir la primera vista pública se entenderá que endosan los
controles de acceso en la forma y extensión propuesta en la solicitud al efecto.
(d) Dictamen del municipio. –
El municipio emitirá su decisión sobre toda solicitud de permiso de control
de acceso no más tarde de los diez (10) días laborables siguientes a la fecha de
celebración de la última vista pública.
Si la determinación del municipio favorece los controles propuestos por la
Junta, Consejo o Asociación de Residentes, emitirá un dictamen final y autorizará
la implantación. Dicho dictamen será firme desde la fecha del archivo en el
municipio de copia de su notificación. Si la autorización del municipio modifica o
establece restricciones a los controles propuestos por la Junta, emitirá un dictamen
preliminar que contendrá las condiciones, cambios o modificaciones bajo los cuales
deberá desarrollarse el proyecto teniendo que adoptarse dicho dictamen preliminar
mediante declaración firmada por no menos de tres cuartas (3/4) partes de los
propietarios, dentro de los quince (15) días siguientes a la fecha de archivo en el
municipio de copia de su notificación. La firma de dichos propietarios estará limitada
a un propietario por vivienda.
(45)
El dictamen preliminar adoptando el control de acceso con las condiciones
impuestas por el municipio será firme a la fecha del archivo en el municipio de la
declaración antes requerida.
(e) Reconsideración y revisión judicial. –
Toda persona, Asociación de Residentes, urbanizador o desarrollador que no
esté de acuerdo con la decisión del municipio sobre una solicitud de permiso de
control de acceso, podrá solicitar su revisión judicial dentro de los veinte (20) días
siguientes a la fecha de archivo en el municipio de copia de la notificación
concediendo la autorización o permiso de control de acceso o del archivo de la
declaración jurada adoptando el dictamen preliminar, según sea el caso. El Tribunal
emitirá su decisión dentro de los treinta (30) días siguientes a la fecha de la solicitud
de revisión.
Toda agencia que de acuerdo a la ley y reglamentos correspondientes deba
aprobar, endosar, recomendar o tomar alguna otra acción sobre el diseño, planos y
otros particulares necesarios para solicitar y obtener los permisos de construcción y
uso de controles de acceso en una calle, urbanización o comunidad, deberá emitir su
decisión o determinación dentro del término de treinta (30) días, contados a partir de
la fecha en que la Asociación de Residentes o su representante someta todos los
documentos requeridos para ello. Por su parte la Administración de Reglamentos y
Permisos deberá emitir o denegar el permiso de construcción dentro del término de
cuarenta y cinco (45) días, contados a partir de la fecha en que la Asociación de
Residentes someta la solicitud de dicho permiso con las aprobaciones o endosos de
otras agencias que se requieran y con todos los documentos o estudios exigidos por
ley y reglamento.
La autorización estará igualmente sujeta a que no se imposibilite cumplir con
la reglamentación vigente sobre acceso a las playas; que no se imposibilite o dificulte
a los residentes externos a la comunidad el uso y disfrute de las instalaciones
deportivas, recreativas y de otras facilidades comunales, ni se le imposibilite recibir
servicios de las instituciones privadas, como escuelas, iglesias, hospitales, clubes
cívicos y otros, ubicados en la comunidad y que no constituya una barrera física o
arquitectónica a ciudadanos impedidos; derechos que se dilvulgarán al público
mediante la colocación de rótulos visibles a las entradas de las comunidades que
disfruten del sistema de control de acceso conforme a lo dispuesto en las secs. 64 et
seq. de este título, identificándose en dichos rótulos las instalaciones y facilidades
públicas existentes en dicha comunidad. – Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 3, ef.
120 días después de Mayo 20, 1987; Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 4, ef.
Agosto 10, 1988; Julio 16, 1992, Núm. 22, art. 3.
(46)
§64b-1.
Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles
– Solicitud antes de lotificar o desarrollar
Cualquier urbanizador, desarrollador de terrenos o constructor de urbanización,
lotificación o lotificación simple, antes de vender, de haber concedido una opción de compra
o de cualquier otra forma haberse comprometido a vender una vivienda, solar, lote o terreno
de los que se propone desarrollar o lotificar, podrá establecer en éste los controles de acceso,
sujeto a que cumpla con las
disposiciones de las secs. 64 et seq. de este título y de las ordenanzas y reglamentos que
adopte el municipio que le sean aplicables y obtenga previamente la correspondiente
autorización o permiso de control de acceso del municipio donde ubique la urbanización,
lotificación o lotificación simple, según sea el caso.
El municipio establecerá por reglamento, en consulta con la Junta de Planificación
de Puerto Rico, el procedimiento para conceder autorizaciones o permisos de control de
acceso bajo esta sección. Los urbanizadores o desarrolladores no estarán sujetos a lo
dispuesto en los incisos (a), (c) y (d) de la sec. 64a, ni de la sec. 64b de este título.--Mayo
20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 4, adicionada en Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 6,
ef. Agosto 10, 1988; Julio 16, 1992, Núm. 22, art. 4.
§64b-2.
Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas
calles--Demostración de solicitud
Todo urbanizador o desarrollador de terrenos o constructor de urbanización,
lotificación o lotificación simple que por sí, a través de cualquier otra persona, o en cualquier
forma ofrezca, exhiba, promueva o anuncie la venta de viviendas, solares, lotes o terrenos
con acceso controlado deberá mostrar el original certificado del correspondiente permiso,
según expedido por el municipio, al momento de acordar o firmar cualquier compromiso u
opción de compraventa. Si a la fecha de firmarse dicha opción la solicitud de permiso de
control de acceso todavía se encuentra pendiente en el municipio correspondiente, el
urbanizador o desarrollador vendrá obligado a informar al potencial comprador la etapa en
que se encuentra dicha solicitud. Todo urbanizador o desarrollador deberá entregar a todo
adquirente copia certificada del permiso de control de acceso otorgado por el municipio
correspondiente en el momento que se otorgue escritura de compraventa.
Toda persona que incumpla lo antes dispuesto estará sujeta a una multa
administrativa no menor de mil quinientos (1,500) dólares ni mayor de tres mil (3,000)
dólares. Se considerará una violación separada por cada vez que se deje de cumplir la
obligación antes impuesta.
Ningún urbanizador o desarrollador de terrenos o constructor de urbanización,
lotificación o lotificación simple podrá por sí, a través de cualquier otra persona o en
cualquier forma, ofrecer, exhibir, promover o anunciar la venta de viviendas, solares, lotes
o terrenos induciendo a creer que la calle, urbanización o comunidad tendrá acceso
controlado sin haber obtenido del municipio a que corresponda y tener vigente el permiso
(47)
de control de acceso exigido en las secs. 64 et seq. de este título, de haber solicitado permiso,
indicar la etapa en que se encuentre el mismo. Toda persona que viole las disposiciones de
esta sección estará sujeta a una multa administrativa no menor de mil quinientos (1,500)
dólares ni mayor de tres mil (3,000) dólares. Se considerará una violación separada por cada
día que se incurra en la conducta antes prohibida.
El Departamento de Asuntos del Consumidor tendrá jurisdicción primaria para
dilucidar y resolver las querellas presentadas al amparo de esta sección de acuerdo a los
procedimientos y normas establecidos en las secs. 341 et seq. del Título 3, conocidas como
Ley Orgánica del Departamento de Asuntos del Consumidor y de los reglamentos adoptados
en virtud de la misma, que no sean incompatibles con lo dispuesto en esta 20, 1987, Núm.
21, p. 67, sec. 4a, adicionada en Julio 16, 1992, Núm. 22, art. 5.
§64c. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles –
Limitaciones
Esta autorización se concederá sujeto a que bajo ninguna circunstancia se impida el
libre acceso a la Policía, Bomberos o cualquier otro servicio de emergencia, incluyendo los
servicios de ambulancias públicas o privadas y de los empleados de las corporaciones
públicas, sus agentes o contratistas que ofrecen servicio de agua, energía eléctrica, teléfono
o recogido de desperdicios sólidos como tampoco de ningún funcionario o empleado que
deba visitar la comunidad en funciones oficiales, estudiantes, maestros, funcionarios y
empleados del Departamento de Instrucción Pública que presten servicios en las escuelas.
Disponiéndose, que si por razón de no haber una persona o mecanismo eficaz que
se pueda activar para facilitar el acceso a la comunidad en circunstancias de emergencia y
los agentes de seguridad y orden público antes mencionados se vieran en la obligación de
forzar, destruir, mutilar o remover las facilidades de control de acceso, el Estado Libre
Asociado de Puerto Rico ni los municipios serán responsables por los daños ocasionados a
éstos.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 4, ef. 120 días después de Mayo 20, 1987;
renumerada como sec. 5 en Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 5, ef. Agosto 10, 1988.
§64d. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas
calles--Violaciones; revocación
Cualquier violación o incumplimiento de los requisitos antes establecidos conllevará
la revocación automática de la autorización, excepto cuando el permiso o autorización se
haya inscrito en el Registro de la Propiedad de Puerto Rico según se autoriza en la sec. 64d-1
de este título. Los gastos de desmantelar o remover las facilidades de control de acceso serán
responsabilidad y por cuenta de los residentes y propietarios de la urbanización o comunidad
concernida que favorecieron el control de accesos.
Cuando el permiso o autorización conste inscrito en el Registro de la Propiedad de
Puerto Rico no se podrá revocar la autorización pero el municipio en donde ubique el
desarrollo o lotificación podrá imponer sanciones, de existir una ordenanza municipal a tal
(48)
efecto, a toda persona natural o jurídica responsable de violar o incumplir los requisitos antes
establecidos. Cuando el permiso o autorización se haya solicitado por el urbanizador, el
desarrollador o el constructor éstos serán responsables por dichos incumplimientos o
infracciones mientras no se hayan vendido y entregado más del sesenta y cinco por ciento
(65%) de las residencias, solares o lotes de que consta la urbanización, lotificación o
lotificación simple. Cuando hubiese constituido un Consejo, Junta o Asociación de
Residentes ésta será responsable del incumplimiento o infracción de las disposiciones de la
sec. 64c de este título y mantendrá bajo su autoridad el control de acceso para administrarlo
y mantenerlo.
Los gobiernos municipales de Puerto Rico tendrán facultad para aprobar aquellas
ordenanzas municipales que sean necesarias para sancionar las violaciones a las
disposiciones de las secs. 64 a 64g de este título o del reglamento promulgado a su amparo
hasta un máximo de doscientos cincuenta (250) dólares por cada violación. Cada día en que
se incurra en la misma violación será considerada como una violación separada.– Mayo 20,
1987, Núm. 21, p. 67, sec. 5, ef. 120 días después de Mayo 20, 1987; enmendada y
renumerada como sec. 6 en Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 7, ef. Agosto 10, 1988.
§64d-1.
Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles
– Inscripción; requisitos
El permiso y autorización a que se refiere la sec. 64 de este título podrá inscribirse
en el Registro de la Propiedad de Puerto Rico como un gravamen real sobre la finca
cumpliendo los siguientes requisitos:
(a) Cuando la solicitud de permiso y autorización fue hecha por un urbanizador,
desarrollador o constructor que haya cumplido con lo establecido en la sec. 64b-1 de
este título deberá el titular y propietario registral hacer la solicitud de inscripción en
escritura pública y someterá certificación de la Junta de Planificación de Puerto Rico
y del municipio en donde ubique el desarrollo o lotificación en la que se haga constar
que se cumplieron los requisitos expuestos en la sec. 64b-1 de este título y las
condiciones o limitaciones impuestas para la concesión del permiso o autorización.
Si la finca sobre la que ha de inscribirse el gravamen estuviese segregada o su
segregación fuere solicitada se inscribirá el gravamen sobre cada una de las nuevas
fincas segregadas o a segregarse. Si no estuviese segregada la finca y luego se
segrega entonces al momento de cada segregación el registrador de la propiedad hará
constar en cada inscripción de las nuevas fincas la existencia del gravamen.
(b) Cuando la solicitud de inscripción sea hecha por cualquier otra persona que no
sea el urbanizador, desarrollador o constructor se requerirá que la solicitud de
inscripción sea hecha mediante escritura pública suscrita por los titulares registrales
que son propietarios de más del cincuenta por ciento (50%) de las fincas que forman
parte de la urbanización, calle o comunidad a la que se le ha extendido el permiso y
autorización y se acompañará una certificación del municipio que concedió la
autorización y permiso en la que se hará constar el otorgamiento de dicho permiso
(49)
y las condiciones impuestas. Dicha solicitud de inscripción podrá hacerse mediante
escritura pública por el Consejo, Junta o Asociación de Residentes que esté
debidamente organizado a tenor con las leyes de Puerto Rico y esté en funciones,
pero en este caso deberá presentarse una declaración jurada de cada titular registral
que sea propietario de cada una de las fincas sobre las que ha de constituirse el
gravamen en la que éstos certifiquen que consienten la inscripción del gravamen y
que autorizan al Consejo, Junta o Asociación a solicitar la inscripción y se hará
constar la descripción registral del inmueble. La inscripción aquí dispuesta sólo
surtirá efecto sobre aquellas fincas cuyos titulares hayan consentido la inscripción.
Cuando el titular haya consentido la inscripción del gravamen condicionado a que
el gravamen sea constituido por determinado por ciento de propietarios de la urbanización,
calle o comunidad se deberá acreditar adecuadamente el cumplimiento de la condición antes
de que se pueda inscribir la autorización y permiso como gravamen sobre la finca del
propietario autorizante sujeto a dicha condición.
La inscripción aquí autorizada estará sujeta al pago de derechos de inscripción de
cinco (5) dólares en comprobantes de rentas internas, y la de cancelación igual cantidad, sin
que pueda cobrarse cantidad adicional alguna por el Registrador de la Propiedad de Puerto
Rico.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 8, adicionada en Agosto 10, 1988, Núm. 156,
p. 723, art. 8, ef. Agosto 10, 1988.
§64d-2.
Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas
calles--Cancelación de inscripción; requisitos
La inscripción en el Registro de la Propiedad de Puerto Rico del permiso y
autorización señalado en la sec. 64d-1 de este título podrá cancelarse cumpliendo con las
siguientes disposiciones:
(a) Cuando la inscripción fue solicitada bajo las disposiciones del inciso (a) de la sec.
64d-1 de este título se requerirá que consientan a la cancelación el noventa por ciento
(90%) de los propietarios de las fincas sujetas al gravamen.
(b) Cuando la inscripción fue solicitada bajo las disposiciones del inciso (b) de la
sec. 64d-1 de este título se requerirá que consientan a la cancelación el setenta y
cinco por ciento (75%) de los propietarios de las fincas sujetas al gravamen.
(c) Cuando el control del tráfico y acceso no sea de utilidad para la urbanización,
calle o comunidad, el Consejo, Junta o Asociación de Residentes podrá recurrir al
Tribunal Superior con competencia para que éste autorice la cancelación de la
inscripción con citación a todas las partes interesadas. Este procedimiento podrá
utilizarse cuando no se pueda utilizar los mecanismos establecidos en los dos incisos
anteriores.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 9, adicionada en Agosto 10, 1988,
Núm. 156, p. 723, art. 8, ef. Agosto 10, 1988.
(50)
§64d-3.
Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas
calles--Obligación de contribuir proporcionalmente; propietarios
(a) El Consejo, Junta o Asociación de Residentes está facultada para imponer una
cuota para cubrir los costos y gastos de instalación, operación y mantenimiento del
sistema de control de acceso, incluyendo los salarios o jornales del personal
contratado. Asimismo, está facultada para cobrar dicha cuota y reclamar la deuda a
un propietario por este concepto por la vía judicial.
La obligación de pago recaerá en los siguientes propietarios:
(1) Los propietarios de fincas en las que se haya inscrito la autorización o permiso
bajo el procedimiento establecido en la sec. 64d-1 de este título.
(2) Los propietarios que autorizaron la solicitud para establecer el control de acceso,
según fue implantado.
(3) Todo propietario adquirente de una finca, ubicada en una urbanización, calle o
comunidad que ha sido autorizada por el municipio correspondiente para controlar
el acceso o que, a la fecha de la compraventa, se encontrara en trámite de obtener el
consentimiento de tres cuartas (3/4) partes de los propietarios y así conste en actas.
(4) Cuando la solicitud fue hecha por el urbanizador, desarrollador o constructor, el
pago de cuota será obligatorio para toda persona que advenga dueño del inmueble.
(5) Los propietarios que no autorizaron expresamente el establecimiento del sistema
de control de acceso, pero que en fecha posterior se comprometieron al pago
mediante contrato escrito.
(b) La cantidad proporcional con que debe contribuir cada uno de dichos
propietarios a los gastos señalados se determinará, fijará e impondrá al
principio de cada año calendario o fiscal y vencerá y será pagadera en plazos
mensuales. Las cuotas que no sean satisfechas dentro del plazo fijado para
su pago devengarán intereses al tipo máximo legal fijado para préstamos
personales, según lo establezca la Junta Reguladora de Tasas de Interés para
préstamos personales concedidos por la banca comercial. La falta de pago de
tres (3) o más plazos consecutivos conllevará una penalidad adicional
equivalente a uno por ciento (1%) mensual del total adeudado.
El propietario que esté en mora será requerido de pago mediante correo certificado
con acuse de recibo y de no efectuar el pago en el plazo de quince (15) días a partir del
recibo de la notificación por correo certificado se le podrá exigir el pago por la vía judicial,
en cuyo caso el tribunal impondrá al deudor moroso el pago de costas y honorarios de
abogado.
(51)
Cuando el demandante así lo solicitare, en aquellos casos en que el propietario
moroso hubiere arrendado el inmueble, el tribunal ordenará al arrendatario que consigue
judicialmente a favor del demandante la cantidad necesaria de los pagos correspondientes
al arrendador por concepto de cánones de arrendamiento, según vayan venciendo, hasta que
se cubra totalmente la deuda del propietario. – Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 10,
adicionada en Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 8, ef. Agosto 10, 1988; Julio 16, 1992,
Núm. 22, art. 6.
§64d-4.
Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles
– Crédito preferente; limitación
El crédito contra cualquier propietario por su parte en los gastos a los que se refiere
el inciso (a) de la sec. 64d-3 de este título tendrá preferencia sobre cualquier otro crédito de
cualquier naturaleza, excepto los siguientes:
(a) Los créditos a favor del Estado Libre Asociado de Puerto Rico y la
correspondiente municipalidad por el importe de las cinco (5) últimas anualidades
y la corriente no pagada, vencidas y no satisfechas de las contribuciones que graven
al inmueble.
(b) Los créditos hipotecarios inscritos en el Registro de la Propiedad de Puerto
Rico.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 11, adicionada en Agosto 10, 1988,
Núm. 156, p. 723, art. 8, ef. Agosto 10, 1988; Julio 16, 1992, Núm. 22, art. 7.
§64d-5.
Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas
calles--Responsabilidad solidaria de adquirentes voluntarios
La obligación del propietario de un inmueble por su parte proporcional de los gastos
señalados en la sec. 64d-3 de este título constituirá un gravamen sobre dicho inmueble
cuando éste se haya constituido conforme a lo establecido en la sec. 64d-1 de este título. Por
lo tanto, el adquirente voluntario del inmueble así gravado será solidariamente responsable
con el transmitente del pago de las sumas que éste adeude, a tenor con la sec. 64d-3 de este
título, hasta el momento de la transmisión, sin perjuicio del derecho del adquirente a repetir
contra el otro otorgante, por las cantidades que hubiese pagado como deudor solidario.
El propietario de un inmueble sujeto a un gravamen por virtud de lo dispuesto en las
secs. 64 a 64g de este título estará obligado a informar a cualquier adquirente voluntario de
dicho inmueble los gravámenes que afecten al mismo por concepto de los gastos señalados
en la sec. 64d-3 de este título. La información sobre los gravámenes que afecten el inmueble
tendrá que ser suministrada al adquirente voluntario con anterioridad al cierre de la
transacción que corresponda.
El adquirente voluntario podrá incoar contra el titular que dejare de informar dichos
gravámenes una acción por dos (2) veces el importe de lo adeudado por concepto de los
gastos señalados en la sec. 64d-3 de este título, más las costas y honorarios del abogado
(52)
demandante.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 12, adicionada en Agosto 10, 1988, Núm.
156, p. 723, art. 8, ef. Agosto 10, 1988.
§64e. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles –
Reglamentos
La Junta de Planificación de Puerto Rico adoptará un reglamento para ser utilizado
por todos los gobiernos municipales en el establecimiento de normas y procedimientos
necesarios para la obtención de autorizaciones y permisos para el control de tráfico de
vehículos de motor y el uso público de las calles en las urbanizaciones y comunidades
conforme a lo dispuesto en las secs. 64 et seq. de este título.
Los gobiernos municipales podrán adoptar aquellas normas mediante ordenanza que
estimen pertinentes en todo aquello que no sea incompatible con lo ya establecido en el
reglamento de la Junta de Planificación y que sea necesario para llevar a cabo los propósitos
de las secs. 64 et seq. de este título.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 6, ef. 120 días
después de Mayo 20, 1987; enmendada y renumerada como sec. 13 en Agosto 10, 1988,
Núm. 156, p. 723, art. 9, ef. Agosto 10, 1988; Julio 16, 1992, Núm. 22, art. 8.
§64f. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles – Fianza
A los fines de conceder la autorización o permiso a tenor con lo dispuesto en las secs.
64 y 64b de este título el municipio donde ubique el desarrollo o lotificación podrá requerir
la prestación de una fianza o garantía cuya cuantía no excederá de dos mil (2,000) dólares.
Dicha fianza o garantía responderá en las situaciones previstas en la sec. 64d de este título.–
Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 14, adicionada en Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723,
art. 10, ef. Agosto 10, 1988.
§64g. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles –
Excepción al pago de cuota
Los propietarios que no autorizaron expresamente el establecimiento del sistema de
control de acceso no estarán obligados al pago de cuotas para el establecimiento, operación,
mantenimiento o remoción de dicho sistema excepto en aquellos casos en que se
comprometan a dichos pagos mediante contrato escrito. Cuando así se comprometan, estos
propietarios estarán sujetos a las obligaciones y disposiciones de la sec. 64d-3 de este título.
Todo propietario o residente tendrá acceso al área sujeta al control de acceso en igualdad de
condiciones y todo propietario podrá participar con voz y voto en las asambleas generales
que celebre el Consejo, Junta o Asociación de Residentes, independientemente de que sea
o no miembro de dicho organismo.– Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 15, adicionada en
Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 10, ef. Agosto 10, 1988; Julio 16, 1992, Núm. 22,
art. 9.
(53)
§64h. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas
calles--Notificación de adquisición
(a) Toda persona que adquiera el título de una residencia en una urbanización, calle
o comunidad donde se haya establecido un sistema de control de acceso notificará al
Consejo, Junta o Asociación de Residentes su nombre, dirección y fecha en que adquirió la
propiedad no más tarde de los treinta (30) días siguientes a la fecha de adquisición. Dentro
de este término acreditará además con documentos fehacientes el hecho de la adquisición.
Todo vendedor de cualquier propiedad en una calle, urbanización o comunidad de
acceso controlado viene obligado a comunicar al adquirente voluntario el requisito de
notificación aquí establecido en o antes de la fecha de adquisición.
(b) En todo caso de venta o arrendamiento de una residencia dentro de una
urbanización, calle o comunidad donde se haya establecido un sistema de control de acceso,
el titular de dicha residencia lo notificará al Consejo, Junta o Asociación de Residentes,
dentro de los treinta (30) días siguientes a la fecha de la venta o arrendamiento. La
notificación incluirá el nombre completo del adquirente o arrendador, la dirección y la fecha
exacta de dicha venta o arrendamiento. Además deberá exigir al adquirente o arrendatario
en el documento de venta o arrendamiento, según sea el caso, la expresión de que conoce y
observará plenamente los preceptos de las secs. 64 et seq. de este título y del reglamento
adoptado en virtud de la misma por el Consejo, Junta o Asociación de Residentes.
El titular arrendador seguirá siendo el responsable exclusivo de las contribuciones
para los gastos de reparación y mantenimiento de los dispositivos, equipos, sistemas y otros
de control de acceso y además responderá del incumplimiento por parte del arrendatario de
las disposiciones de las secs. 64 et seq. de este título y del Reglamento que le sean
aplicables.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 65, sec. 16, adicionada en Julio 16, 1992, Núm. 22,
art. 10.
(54)
Jurisprudencia
Saldaña v. Consejo Municipal
15 D.P.R. 37 (1909)
[Saldaña et al. v. El Concejo Municipal de
San Juan, et al.]
Apelación procedente de la Corte de Distrito
de San Juan. No. 267.-Resuelto en enero 22,
1909. Los hechos están expresados en la
opinión.
Abogados de los apelantes: Sres. Alvarez
Nava y Falcón. Abogados de los apelados:
Sr. Hernández López.
Sr. MacLeary, Juez Asociado:
Como al dictarse la resolución de
este caso se encontrara ausente el Presidente
del Tribunal, y de los cuatro Jueces
Asociados tuvieran dos una opinión y los
otros dos opinaran de distinto modo, quedó
subsistente la sentencia de la corte de
distrito, en la forma en que la misma se
dictara. Esta acción fué entablada ante la
Corte de Distrito de San Juan, sección 1 a.,
por los siguientes ciudadanos de dicha
capital de San Juan, á saber: José E. Saldaña,
Eduardo Villar, apoderado de Alejandro
Villar, C. Fredericksen, Isidro Luiña y
Ramón Daubón, contra El Consejo
Municipal de San Juan, y Antonio Pérez
Pierret, en solicitud de una resolución del
tribunal que revocara y anulara un acuerdo
del consejo municipal de San Juan
concediendo á Antonio Pérez Pierret el
privilegio de construir y edificar un edificio
de tres pisos, anexo á la fachada oeste del
Teatro Municipal, que se levanta en la
esquina de las calles de Tetuán y Allen, con
su fachada principal hacia la plaza de Colón,
de dicha ciudad de San Juan. y para obtener
la revocación y anulación, asimismo, del
contrato que por virtud y bajo la autoridad
de dicha resolución se otorgara, y suplicando
además que se expidiera una orden de
injunction de carácter preliminar contra los
demandados, el concejo municipal de San
Juan y Antonio Pérez Pierret, prohibiéndoles
llevar adelante la construcción de dicho
edificio, y que en definitiva ordenara el
tribunal la demolición de tal edificio y se
repusiera la acera situada en la fachada oeste
del teatro, sobre la que tal edificación se está
llevando á cabo, al mismo estado que tenía
antes de que concediera la expresada
autorización al demandado Pierret.
Entre otras cosas, alega la demanda,
substancialmente, que el día 14 de diciembre
de 1907, Antonio Pérez Pierret otorgó un
contrato con el concejo municipal de San
Juan para edificar, sin costo alguno para la
ciudad, un edificio de tres pisos anexo á la
fachada oeste del edificio del Teatro
Municipal, en la calle de Tetuán, y
establecer en el mismo un café restaurant,
según los planos y pliego de condiciones que
aprobara el Departamento de Obras
Públicas. Que inmediatamente después que
estuviera terminado dicho edificio anexo, é
implantado el café en el mismo, Pierret
quedaba obligado, según los términos de
dicho contrato, á traspasar la propiedad de
dicho edificio, por escritura pública, á la
ciudad de San Juan; y en remuneración de
dicho traspaso, se concedería al Señor
Pierret el libre uso de dicho edificio y Café,
con el único fin de explotar un restaurant en
el mismo, durante el período de veinticinco
años á contar desde la fecha en que hiciera el
traspaso de dicho edificio á la ciudad de San
Juan.
Se expresa también en la demanda,
que el edificio anexo que Pierret está
(55)
construyendo, por virtud y autoridad del
expresado contrato otorgado entre él y el
concejo municipal de San Juan, ha de
levantarse en la fachada oeste del edificio
del Teatro Municipal, sobre la acera que
hasta entonces formara parte de la calle de
Tetuán, situada dicha acera entre el
pavimento principal de dicha calle y el
mencionado edificio del teatro.
No. 94, situada en frente del edificio del
Teatro Municipal, en su fachada oeste,
haciendo esquina con la plaza de Colón; y
que el terreno sobre el que se está
construyendo dicho edificio anexo se
encontraba, con anterioridad á dicha
construcción construído de la misma manera
que todas las aceras de la ciudad de San
Juan.
Se expresa también en la demanda,
que dicha acera y el trozo de terreno sobre el
que Pierret está construyendo dicho edificio
ha sido usado anteriormente, y por muchos
años, ó desde tiempo inmemorial, como vía
pública destinada á uso público y forma
parte de la calle de Tetuán, y ha sido hasta
ahora usada para la comodidad del público y
de todas aquellas personas que asisten al
teatro, proporcionando espacio suficiente
para la entrada al edificio y salida del
mismo.
Presentaron los demandantes una
solicitud especial interesando un injunction
mientras durara el pleito, expresando en ella
nuevamente los hechos expresados en la
demanda y alegando especialmente la
ilegalidad del acuerdo por el que se otorgara
la concesión y las grandes injusticias á que
el mismo daría lugar.
Se alega también en la demanda que
el demandante José E. Saldaña es dueño de
la casa No. 89 de la calle de Allen, de la
ciudad de San Juan, con puertas, ventanas y
habitaciones que dan á la calle de Tetuán
frente por frente á la acera sobre la cual se
está construyendo el edificio ya
mencionado; que el demandante Alejandro
Villar es propietario de la casa situada en la
calle de Tetuán de dicha ciudad, contigua ó
siguiente al edificio del Teatro Municipal en
dirección sudoeste del mismo; es decir, que
después que termina la acera del teatro
empieza la acera de la casa del demandante;
que el demandante C. Fredericksen es
propietario de la casa No. 64, de la calle de
Tetuán de dicha ciudad, contigua á la casa
propiedad de Saldaña y frente por frente al
Teatro Municipal y al proyectado edificio
anexo que se está construyendo frente á
dicho teatro; y que el demandante José
Antonio Daubón es propietario de la casa
El tribunal inferior concedió un
injunction que había de expedirse después
de presentada la fianza que se exigiera, y por
él se prohibía, por tiempo determinado, al
demandado Pierret, que continuara la
construcción de dicho edificio, y se prohibía
asimismo al otro demandado, la
municipalidad de San Juan que procediera
con arreglo al contrato; y de esta resolución
interpusieron ambos demandados apelación
para ante este tribunal.
El concejo municipal de San Juan y
el demandado Pierret comparecieron, como
apelantes, ante este tribunal, por medio de
sus respectivos abogados, y sometieron á su
consideración cinco proposiciones que
sirven de fundamento á la petición que
formularan interesando la revocación de la
sentencia.
Estas cuestiones serán
consideradas en el mismo orden en que han
sido propuestas.
1.
–Los apelantes alegan falta de
jurisdicción en la corte inferior sobre la
materia que es objeto de este pleito,
(56)
sosteniendo que es indiscutible el punto de
que las resoluciones del concejo municipal
tienen carácter de ley y tienen el mismo
valor y la misma eficacia que aquellas leyes
que emanan ó proceden de la Asamblea
Legislativa, y que el tribunal no tiene
jurisdicción alguna para declarar su nulidad,
á no ser que se haya entablado antes un
pleito entre las partes del que resultara que
tales resoluciones se encuentran en conflicto
con otras leyes ó disposiciones
constitucionales. Se alega, además, que es el
deber de los tribunales resolver casos
pendientes entre partes, en las quee una
alegue un derecho que sea negado por la
otra, y que siempre es necesario que exista
alguna controversia en que se niegue uno á
reconocer derechos que otro alegue, y que
tal controversia sea de naturaleza tal que
envuelva cuestiones que propiamente
puedan ser sometidas á la resolución de los
tribunales. Citan los apelantes en apoyo de
esta proposición la opinión de este tribunal
en el caso de la Liga de Propietarios v. El
Concejo Municipal de San Juan, en el que se
discutía la validez de una ordenanza
municipal.
El caso de autos difiere muy
sustancialmente del que se entablara entre la
Liga de Propietarios y el Concejo Municipal
de San Juan, porque en ese caso el pleito se
entabló en la corte de distrito directamente
para obtener la nulidad de una ordenanza
aprobada, disponiendo la forma en que los
propietarios de casas y los inquilinos de las
mismas debían proceder á la recogida de las
basuras y dictando las reglas á que habían de
someterse en la recogida de tales basuras. El
objeto de esa ordenanza era beneficiar la
salud pública é impedir la propagación de
enfermedades en la ciudad.
El caso de autos fué entablado en la
corte de distrito para anular un acuerdo del
concejo de la ciudad concediendo un
privilegio á un ciudadano particular para
levantar y construir un edificio en una calle
pública de la ciudad de San Juan y contiguo
al Teatro Municipal, y autorizando el
otorgamiento de un contrato con él por el
que se le confiriera el uso y ocupación
exclusiva de dicho edificio por el término de
veinticinco años, al vencimiento del cual
debía quedar á beneficio de la ciudad como
medio de compensación ó pago del
arrendamiento del suelo, que debería fijarse
mientras tanto de mutuo acuerdo. En el
primer caso, la ciudad de San Juan procedió
como cuerpo legislativo; en el segundo caso
sus actos son los de un propietario particular
que trata de hacer un contrato de
arrendamiento con un individuo sobre una
propiedad que alega ser suya y sobre la cual
ha tratado de ejercer los derechos de único
propietario. Hay una gran diferencia entre
los actos del concejo municipal, como
cuerpo legislativo y los actos del mismo
concejo ejecutados con el carácter de dueño
ó propietario; por consiguiente, el caso
citado, en que se emitiera la opinión de esta
corte y en que las partes eran la Liga de
Propietarios y el Concejo Municipal de San
Juan, no constituye autoridad alguna á que
deba sujetarse la resolución de este caso, ni
en sentido favorable ni en sentido adverso, á
las cuestiones planteadas en el mismo. Por
consiguiente, es evidente que la corte
inferior tenía jurisdicción, según se alegó,
con arreglo a la Ley Municipal de esta Isla
que fué adoptada y aprobada el día 8 de
marzo de 1906.
2. –Alegan los apelantes que hay falta de
personalidad ó capacidad en los
demandantes, que son apelados ante este
tribunal, para presentar demanda y solicitud
de injunction, en casos como el de autos,
toda vez que, según los autos, tal demanda y
solicitud parecen referirse á una
(57)
perturbación de carácter público (nuisance),
y en tales casos la única persona que tendría
capacidad para entablar una acción
semejante es el Attorney General de Puerto
Rico. En apoyo de esta alegación citan los
apelantes el artículo 64 del Código Político
y el artículo 12 de la Ley de Injunction,
aprobada en 8 de marzo de 1906. Mas, el
caso presente, según resulta de los autos del
mismo, no es un caso de perturbación
(nuisance) de carácter público ó privado. Ni
en las alegaciones, ni en la sentencia objeto
de esta apelación, se hace referencia á
perturbación alguna. Pero aun suponiendo
que el injunction se expidiera por ese motivo
y que la obstrucción de la acera, que aparece
de los autos se considerara una perturbación
de carácter público, no hay nada que impida
á los demandantes obtener á su favor un
mandamiento de injunction; como lo
obtuviera el Estado de Pennsylvania
actuando con capacidad privada en el caso
de Pennsylvania v. The Wheeling Bridge
Co., 54 U. S., 518; caso que ha sido citado
con aprobación por el Tribunal Supremo de
los Estados Unidos muchos años después en
el de U. T. R. R. Co. v. Hall, 91 U. S., 355, y
al cual caso hacemos referencia. Según la
demanda, los demandantes suplican á la
corte de distrito que dicte sentencia
revocando y dejando sin efecto, ó anulando
los acuerdos del concejo de la ciudad de San
Juan aprobados en 5 y 12 de diciembre de
1907, y en veinte de enero de 1908, y que en
su consecuencia revoque y deje sin efecto,
en todas sus partes, la concesión que por
virtud de tales acuerdos se otorgara á Don
Antonio Pérez Pierret, ordenando la
destrucción ó demolición de aquella parte
del edificio que estuviere ya construída por
virtud de esa concesión, y que la acera sobre
la cual ha sido levantado ese edificio se
reponga á su primitiva condición. Es, pues,
bien claro que por la demanda no se trata de
obtener simplemente la desaparición de un
obstáculo público (nuisance) sino que su
objeto principal es el de anular las
expresadas resoluciones y los contratos
otorgados entre el concejo de la ciudad y un
ciudadano particular, que según se alega son
ilegales y constituyen una violación de los
derechos de los demandantes, pidiéndose
también en la demanda la destrucción del
edificio que ha sido construído, petición que
es consecuencia necesaria de la nulidad de
las resoluciones por virtud de las cuales el
edificio se estaba construyendo. Y se hace
esta petición, no porque el edificio
constituya un obstáculo ó perturbación, ya
de carácter público ó privado, sino porque el
concejo de la ciudad de San Juan carecía de
facultades para autorizar la construcción del
mismo, y sus resoluciones en este sentido
eran ultra vires, y por consiguiente, nulas y
sin ningún valor. La petición de injunction
concuerda en todas sus partes con la súplica
de la demanda, y solicita que se dicte un
injunction prohibitorio ordenando á los
demandados que se abstengan de cumplir ó
llevar á efecto en cualquiera de sus
particulares la concesión otorgada a Pierret
por virtud de los acuerdos del concejo
municipal, y que se dicte sentencia definitiva
en ese sentido; por consiguiente, la solicitud
de injunction se ajusta á la demanda al
solicitar que se demore el cumplimiento de
dichos acuerdos y la ejecución del contrato
otorgado entre las partes, durante la
pendencia del pleito y hasta que recaiga
sentencia definitiva; y además no trataron
los demandantes de ejercitar solamente un
derecho de carácter público y de impedir que
el público se perjudicara por los actos de los
demandados, sino que ejercitaron un recurso
para obtener reparación de ciertos perjuicios
especiales que se ocasionaban á sus propias
fincas, expresando las propiedades que cada
uno poseía y probando que éstas estaban
situadas muy cerca del edificio á cuya
construcción se objetaba, y por consiguiente,
(58)
que sufrían perjuicios especiales, además de
los perjuicios generales que sufrieran los
habitantes de San Juan, por la construcción
del edificio en cuestión sobre la acera
perteneciente á la calle de Tetuán, frente al
teatro. El demandante Villar probó que
tenía una casa con fachada á la calle de
O'Donell, en la esquina de la calle de
Tetuán, y que las ventanas y puertas del
norte daban hacia la acera sobre la que se
estaba construyendo el edificio anexo al
teatro, y el cual necesariamente privaba á
una parte de su edificio de ser vista desde la
plaza de Colón. De la misma manera el
demandante Saldaña posee una casa frente
por frente al edificio en cuestión, y el
demandante Daubón posee otra en la esquina
adjunta, teniendo Fredericksen otra casa
entre la de Villar y la de Saldaña, y todas
ellas muy cerca del Teatro Municipal y del
edificio salón que se pretende construir
anexo á dicho teatro. Ha de ser, pues,
evidente á cualquiera que examine
cuidadosamente las alegaciones de este caso
y las declaraciones juradas que se
acompañaran con la solicitud de injunction,
así como los planos presentados por cada
una de las partes de este pleito, que los
demandantes que entablaron este pleito y
solicitaron la orden de injunction tienen un
interés especial en este caso y alegan que
sufren perjuicios especiales por razón del
edificio en cuestión, además de aquellos que
ha de sufrir la comunidad en general; es,
pues, claro que los demandantes tienen
perfecto derecho para establecer esta
demanda, y que si el Attorney General
tuviera algún derecho para entablar alguna
acción, que es muy posible, ese derecho es
independiente de los que tienen los
demandantes en este caso, y en manera
alguna se opone el derecho de aquél al
ejercicio del derecho de los últimos; que el
recurso que confieren los estatutos al
Attorney General y especialmente el artículo
12 de la Ley de Injunction, es concurrente
con los derechos de los contribuyentes y
propietarios de la ciudad de San Juan de
solicitar la protección de los tribunales
siempre que sufran perjuicios especiales, y
siempre que sus bienes ó fincas estén
expuestos á sufrir daños ó deterioros por
actos que ilegalmente ejecute el concejo
municipal de San Juan en relación con algún
individuo particular que resida en la misma
ciudad.
Por consiguiente, me parece
completamente claro que los demandantes
poseen personalidad ó capacidad suficiente
para entablar este pleito.
3. –Alegan los apelantes que si los
demandantes tuvieron en alguna ocasión
derecho alguno para entablar una demanda
de la naturaleza de la que han establecido
contra los demandados, éste ha quedado
prescrito con anterioridad á la institución del
mismo, y alegan, en apoyo de esta
proposición, que los acuerdos del concejo de
la ciudad de San Juan que los demandantes
tratan de anular, fueron tomados en sesiones
públicas celebradas en los días cinco y doce
de diciembre de 1907, y que desde esa fecha
hasta el 25 de enero de 1908, en que se
entablara la demanda, han transcurrido más
de 30 días que es el término que fija la ley
municipal, en su sección 93, para impugnar
las resoluciones y los acuerdos de carácter
municipal. Suponiendo que esta objección
fuera buena, nunca podría hacerse en
oposición á la concesión de un injunction,
sino que debe ser alegada en oposición á las
peticiones formuladas en la demanda
original. El injunction concedido en este
caso es una medida de carácter subsidiario y
solamente temporal y si la alegación de
prescripción fuera en definitiva declarada
con lugar, el injunction caería juntamente
con la demanda que le diera origen. Pero
examinemos el estatuto en que los
demandados basan su alegación de que la
(59)
causa de acción, si es que ha habido alguna,
ha quedado prescrita y no puede prosperar.
La sección de la ley municipal que se
cita como fundamento de esa alegación se
encuentra en el tomo de leyes de 1906,
página 134 y dice así:
"Sección 93. --Cualquier persona residente
dentro de los límites de un municipio que se
crea lesionada por cualquier acuerdo, ó
resolución ó por cualquier acto de un
concejo municipal ó de un funcionario
municipal, podrá impugnar dicho acuerdo,
resolución ó acto, mediante el ejercicio de
una acción ante un tribunal de justicia de
jurisdicción competente. Del propio modo
podrá interponerse por cualquier persona
residente en el municipio una acción judicial
contra cualquier acuerdo ó resolución de un
concejo municipal que lesione los intereses
generales del municipio siempre que la
demanda se establezca en el término de
treinta días, á contar de la fecha en que el
acuerdo ó resolución sean publicados. Caso
de que dicha persona esté imposibilitada
para emplear letrado ó defensor que lleve
adelante la citada acción podrá recurrir al
Attorney General de Puerto Rico por medio
de solicitud acompañada de una declaración
jurada manifestando que carece de recursos
pecuniarios para emplear letrado por su
cuenta, y si el Attorney General estimare
que dicha solicitud está bien fundada y que
el recurrente se halla pecuniariamente
imposibilitado para utilizar los servicios de
un letrado defensor, puede por sí mismo ó
por medio del fiscal de distrito, llevar la
representación del recurrente ante el
tribunal. El Attorney General de Puerto
Rico podrá conocer por sí mismo de
cualquier ordenanza, resolución ó acuerdo,
al tener conocimiento de ello en cualquiera
forma y procederá como si se hubiere
recurrido personalmente ante él."
Se ve fácilmente que esta sección
trata de dos clases de casos: El primero se
refiere á pleitos por perjuicios ocasionados
á individuos particulares, y el segundo á
pleitos por razón de ordenanzas ó
resoluciones que pudieran perjudicar los
intereses de la municipalidad. Para los casos
de la primera clase no se fija limitación
alguna, especial, al término dentro del cual
deba entablarse la acción, y desde luego se
entiende que tal limitación es la prescrita por
las leyes generales que al asunto se refieran.
En cuanto á la segunda clase de casos "la
acción debe entablarse dentro de un período
de treinta días á contar de la fecha en que el
acuerdo ó resolución sean publicados." Por
consiguiente, si el caso de autos está
comprendido dentro de aquellos que
corresponden á la primera clase, la
limitación de treinta días no tiene aplicación
alguna. Y si está comprendido dentro de los
casos que á la segunda clase pertenezcan el
término concedido no empieza á correr sino
desde que la ordenanza ó resolución sean
publicados, que según aparece de los autos
tal publicación ha tenido lugar desde el
momento en que se dió principio á la obra en
la construcción del edificio, ó sea menos de
una semana antes de entablarse la presente
acción.
Por consiguiente, en cualquiera de
esos casos, el término fijado por el estatuto
no había expirado.
En contestación á esta objeción que
se hace con respecto á la ley de prescripción,
alegan los apelados que las resoluciones ó
acuerdos impugnados por ellos no fueron
publicados en la forma que requiere la ley
municipal, á la que ha de sujetarse la ciudad
de San Juan, y que los apelados, que son los
demandantes ante el tribunal inferior, no
tuvieron conocimiento de los acuerdos del
concejo de la ciudad, ó del contrato que por
(60)
virtud de los mismos se otorgara, sino
cuando dieron verdadero principio á la obra
que, según se observara, empezó á mediados
del mes de enero, ó poco tiempo después.
Así, tomando en consideración todas las
circunstancias que rodearon este caso, y
apreciándolas con arreglo á las disposiciones
del Código Civil, así como de la Ley
Municipal que sirve de fundamento á esta
demanda no podemos aceptar que la
prescripción podía alegarse con éxito en
relación con la solicitud de injunction
presentada en este caso. Debemos resolver
por el contrario, que dicha solicitud fué
presentada en época oportuna; y que si la
prescripción habría de invocarse en forma
alguna, debe ser alegada y sostenida en
relación con la demanda original, al venir
definitivamente á juicio el pleito principal
que es el que envuelve la nulidad de las
resoluciones ó acuerdos del concejo de la
ciudad y del contrato que por virtud de los
mismos se otorgara.
4. –Alegan los apelantes que es principio de
jurisprudencia que toda solicitud de
injunction debe expresar y consignar en
forma clara y concisa los perjuicios precisos
y concretos causados por los actos cuya
suspensión se interese por virtud del auto de
injunction; y que en el caso presente, los
demandantes han dejado de expresar en su
demanda, y en su solicitud de injunction, los
daños específicos, distintos y determinados,
que pudieran derivarse para ellos ó para la
comunidad por virtud de las resoluciones ó
acuerdos del concejo de la ciudad ó de las
obras que se están construyendo como
consecuencia de los mismos.
Es
conveniente expresar que los demandantes,
en su solicitud de injunction, así como en la
demanda que le sirve de fundamento,
alegaron una violación de sus derechos, y
demostraron que sus fincas, construídas
desde hace mucho tiempo cerca del lugar en
que se levanta el edificio cuya construcción
impugnan, han sido desmejoradas y puestas
en condiciones tales que hace menos
probable el alquiler de las mismas para
residencia particular ó para el
establecimiento de negocios, siendo la causa
de ello la construcción del proyectado
edificio anexo al teatro, y la destrucción de
la acera que se extiende entre el pavimiento
principal de las calles de Tetuán y O'Donell
y la fachada oeste de dicho edificio del
teatro. No es la extensión del daño ó
perjuicio lo que da derecho á entablar un
pleito, sino la existencia de tal daño, no
importa cuan pequeño sea. La alegación de
perjuicios por valor de un dollar, ó de un
águila, es tan suficiente para fundar en ella
una demanda, como si se alegaran perjuicios
por valor de cien dollars ó de mil águilas.
Por consiguiente, no estimamos que pueda
sostenerse esta objeción dadas las
alegaciones que en este caso se han hecho y
las declaraciones juradas que en apoyo de
las mismas se han presentado é incluido en
los autos de esta causa.
5. –La quinta y última objeción planteada
por los apelantes y por virtud de la cual
pretenden que se revoque la orden dictada
por la corte inferior concediendo el
injunction temporal en este caso, es más
complicada que cualquiera de las anteriores.
Sostienen los apelantes que el terreno sobre
el que ha de hacerse la proyectada
construcción de este edificio, y á que hace
referencia la orden de injunction, es
propiedad particular de la municipalidad y
forma parte de sus bienes patrimoniales, ya
se la considere como parte ó parcela anexa
al edificio del Teatro Municipal ó
dependiente del mismo ó como un sobrante
de la vía pública; y en apoyo de esta
proposición citan los apelantes los
comentarios de Scaevola con respecto al
artículo 344 del Código Civil Español, que
(61)
es equivalente al artículo 328 del presente
Código Civil de Puerto Rico; se cita además
el artículo 22 de la Ley Municipal de 1906,
enmendado por la Ley de la Legislatura de
Puerto Rico aprobada en 14 de marzo de
1907, y por virtud de esas autoridades se
alega que el contrato hecho de acuerdo con
las resoluciones citadas entre el concejo de
la ciudad de San Juan y el demandado
Antonio Pérez Pierret, no es un contrato de
venta, ni de hipoteca, ni de arrendamiento,
sino que es un contrato que no se encuentra
comprendido en ninguno perteneciente á
cualquiera de las tres clases citadas; que no
es venta, porque no hay traspaso de
propiedad; que no es hipoteca, porque no se
exige finca alguna que responda al
cumplimiento de la obligación; y que no es
arrendamiento ó alquiler, porque no existe
precio en efectivo, ni pago alguno que haya
de hacerse periódicamente.
En mi opinión, esta objeción carece
de fundamento; porque me parece claro que
el contrato existente entre el concejo de la
ciudad de San Juan y el demandado Antonio
Pérez Pierret es un contrato de
arrendamiento que exige un alquiler por
aquella parte de la calle ó acera ocupada por
el edificio que dicho demandado está
autorizado para fabricar, contiguo y anexo á
la fachada oeste del Teatro Municipal; y no
hace al caso el que tal renta ó alquiler se
pague en efectivo ó mensual ó
trimestralmente, ó anualmente ó que se
pague en forma de un edificio que ha de ser
entregado, después de vencido el término de
veinticinco años al concejo de la ciudad de
San Juan como completo pago de los
alquileres del terreno durante todo el
término de dicho arrendamiento.
Examinado el caso bajo un punto de
vista imparcial y á pesar de cuantos
tecnicismos y habilidades se hayan puesto
en práctica en relación con este contrato para
evitar los efectos de las disposiciones de la
Ley Municipal que requiere la aprobación
del Consejo Ejecutivo, y del Gobernador de
Puerto Rico, parece completamente claro,
después de todo, que el convenio celebrado
entre Antonio Pérez Pierret y el concejo de
la ciudad de San Juan no es ni más ni menos
que el arrendamiento de un terreno por
veinticinco años, que ha de pagar una parte,
entregando á la otra el edificio que ha de
levantarse sobre el terreno arrendado.
Además, el concejo de la ciudad de
San Juan no tiene facultades, con arreglo á la
ley para autorizar á ninguna persona
particular á que construya un edificio
permanente sobre una de las calles, aceras ó
plazas de la ciudad. Estas han sido
destinadas al uso de los habitantes de la
ciudad, y todos y cada uno de ellos desde el
Gobernador, en su palacio, hasta el
limosnero en su choza, tienen derecho al uso
libre y continuado de las mismas. Cualquier
acto del concejo de la ciudad por el que se
trate de autorizar la construcción de un
edificio sobre una de las aceras de esta
ciudad es ultra vires, nulo y sin ningún
valor; y cualquier ciudadano puede recurrir
á los tribunales para que se le proteja contra
un acto tan ilegal.
Sect. 22, Leyes de 1906, p. 112. Sect. 65,
Leyes de 1906, p. 124.
Compañías de Ferrocarriles v. Keokuk
Bridge Co., 131 U. S., 384. Brenham v.
Water Company, 67 Tex., 554. Field et al.
v. Barling et al., 149 Ill., 557-566. Smith et
al. v. Mc. Dowell, 148 Ill., 51, 63, 68.
Wheeler v. County of Wayne, 132 Ill., 599.
Huesing v. City of Rock Island et al., 128
Ill., 477. Chicago Dock Co. v. Garrity et al.,
115 Ill., 167. Cook County v. McCrea, 93
Ill., 238. Carter v. City of Chicago et al., 57
(62)
Ill., 283.
Si la apreciación nuestra con
respecto á los hechos del caso es correcta,
entonces el concejo de la ciudad de San Juan
extendió las facultades y autoridad que le
confiere la ley al tratar de hacer semejante
contrato sobre el uso de una calle pública ó
una parte de la misma, y su acción en este
sentido es nula y sin valor alguno.
Estas son las cinco cuestiones
planteadas por los demandados, que son
apelantes ante este tribunal, y ninguna de
ellas, en mi opinión, presenta razón alguna
que justifique la revocación ó nulidad de la
orden de la corte de distrito concediendo el
injunction temporal en este caso. Por las
razones expuestas y habiéndose dictado
perfectamente la orden de injunction para la
protección temporal de los derechos que
asistan á los demandantes, y habiéndose
otorgado fianza para asegurar los perjuicios
que pudieran sufrir los demandados por
razón de la concesión ó expedición ilegal ó
impremeditada de la orden de injunction, la
sentencia dictada por la corte de distrito
debe ser confirmada en todas sus partes.
Confirmada.
Juez concurrente: Sr. Figueras.
Los Jueces Sres. Hernández y Wolf
votaron por la revocación de la sentencia.
El Juez Presidente Sr. Quiñones, no
intervino en la resolución de este caso.
OPINIÓN DEL JUEZ ASOCIADO , SR . WOLF:
Este pleito fué entablado ante la
Corte de Distrito de San Juan, sección
primera, por José E. Saldaña, Eduardo
Villar, apoderado de Alejandro Villar, C.
Fredericksen, Isidro Luiña, Ramón Daubón,
como apoderado de su padre José Antonio
Daubón, representados todos por el Sr. Juan
Hernández López contra el Concejo
Municipal de San Juan y Antonio Pérez
Pierret, en solicitud de una orden del
tribunal por la que se revoque y anule un
acuerdo del concejo municipal de San Juan,
concediendo autorización a Antonio Pérez
Pierret para construir un edificio de tres
pisos anexo al del Teatro Municipal, por su
fachada oeste, teatro que está situado en la
esquina de las calles de Tetuán y Allen, con
frente á la plaza de Colón, de la ciudad de
San Juan, é interesando además que se
expidiera un injunction pendente lite contra
el Concejo Municipal de San Juan y Antonio
Pérez Pierret, y que el tribunal ordene la
destrucción ó demolición de lo edificado, y
que la acera contigua á la fachada oeste del
edificio del teatro, sobre la que se está
fabricando dicho edificio anexo, sea
repuesta al ser y estado que tenía antes de
otorgarse dicha concesión al demandado
Pierret.
En la demanda se expresa, entre
otros hechos, que el día 14 de diciembre de
1907, Antonio Pérez Pierret celebró un
contrato con el concejo municipal de San
Juan para construir y fabricar, sin costo
alguno para la ciudad, un edificio de tres
pisos, con su jardín, anexo a la fachada oeste
del edificio del Teatro Municipal en la calle
de Tetuán, con arreglo a los planos y
especificaciones que aprobara el
departamento de obras públicas. Que
inmediatamente después de terminada la
construcción de dicho edificio anexo y
jardín, Pierret quedaba obligado a otorgar
escritura de traspaso de dicho edificio y
jardín á favor de la ciudad de San Juan; que
á cambio de dicha cesión el mencionado
Pierret tendría el libre uso del indicado
edificio y jardín con el objeto exclusivo de
(63)
instalar en él y mantener un restaurant por el
término de 25 años á contar desde la entrega
de dicho edificio á la ciudad de San Juan.
Que el edificio que Pierret estaba
construyendo por virtud de la autorización
concedídale en dicho contrato celebrado con
el concejo municipal de San Juan está
situado en la fachado oeste del edificio del
Teatro Municipal sobre la acera que según
se alegaba formaba parte de la calle de
Tetuán situada entre lo que se alega ser
pavimento central de dicha calle y el actual
edificio del teatro.
Que la expresada acera y el terreno
sobre el que Pierret estaba construyendo
dicho edificio vienen destinados desde hace
muchos años, ó por tiempo inmemorial á
vías públicas destinadas al uso público, y
forman parte de lla calle de Tetuán, y han
sido usados para la comodidad del público
que acude al teatro, dando expansión
cómoda á los que entran y salen del mismo.
Que el demandante José E. Saldaña
es dueño de la casa No. 89 situada en la calle
de Allen de esta ciudad y tiene la fachada,
puertas, ventanas y habitaciones que dan á la
calle de Tetuán y precisamente frente por
frente de la acera sobre la que se está
construyendo actualmente el edificio antes
mencionado.
Que el demandante Alejandro Villar
es dueño de la casa situada en la calle de
Tetuán de dicha ciudad que está contigua é
inmediata al edificio del Teatro Municipal,
estando situada en dirección nordeste á
sudoeste; es decir, que después del término
de la acera del teatro, empieza la acera
contigua á la casa de este demandante.
Que el demandante C. Fredericksen
es propietario de la casa No. 64 situada en la
calle de Tetuán de dicha ciudad y contigua á
la casa propiedad de Saldaña y precisamente
en frente del Teatro Municipal y del edificio
anexo que se está construyendo al lado de
dicho teatro.
Que el demandante José Antonio
Daubón es propietario de la casa No. 34
situada frente al Teatro Municipal, por su
lado oeste y forma esquina con la plaza de
Colón.
Que el trozo de terreno sobre el que
se está construyendo el edificio no se
encuentra en condición ó estado distinto á
las demás aceras de la ciudad de San Juan.
Los demandantes presentaron una
solicitud especial interesando la expedición
de un injunction pendente lite y en ella
establecieron nuevamente los hechos de la
demanda alegando especialmente la
ilegalidad de la ordenanza y el perjuicio
público que resultaría de la misma.
El tribunal inferior concedió un
injunction prohibiendo que el demandado
Pierret continuara, durante el litigio, la
construcción del edificio anexo al teatro y
prohibiendo también á la municipalidad
demandada que procediera de acuerdo con el
contrato durante la pendencia de dicho
litigio, y de esa resolución apelaron los
demandados para ante este tribunal.
Los apelados no trataron de
establecer que han sido perjudicados por
razón de la construcción del expresado
edificio anexo al teatro. El fundamento de la
solicitud interesando la expedición de la
orden de injunction temporal era que los
apelantes con sus actos darían lugar á la
creación de un obstáculo de naturaleza
pública. Los apelados no alegan ningún
perjuicio en cuanto á luz y acceso de alguna
(64)
de sus propiedades, ó en cuanto á la
ventilación de las mismas, ni expresan que
sean perjudicados en algún modo distinto al
resto de la comunidad. Hay una alegación
en el informe escrito de los apelados
tendente á expresar que el restaurant mismo
pudiera resultar en un perjuicio, pero esto
mismo podría decirse de cualquier restaurant
que estuviera situado dentro del límite
natural é interior de la acera. Lo mismo
podría decirse con respecto al restaurant de
Luiña establecido ya en la calle de Allen. El
hecho de la edificación de un teatro puede
ser algo más desagradable á las personas que
tienen sus propiedades en las cercanías del
mismo, pero si no se demuestra
especialmente que la proyectada fábricación
afecta á los intereses privados del
demandante, tal incomodidad ó molestia no
es suficiente á establecer ó determinar un
perjuicio especial. Con igual razón podría
alegarse que el teatro mismo con sus ruidos
y su muchedumbre resultaría en perjuicio
para los vecinos, y esta manera de
argumentar podría continuarse ad libitum.
No es suficiente que una persona sufra una
molestia ó incomodidad de carácter moral.
Lo que los apelados han tratado de probar es
que la municipalidad de San Juan ha
permitido á Antonio Pérez Pierret que
empiece la construcción de un edificio de
una acera que forma parte de la vía pública.
No deseo entrar a discutir el punto de
si esa acera es ó no parte de la vía pública,
toda vez que esta cuestión puede resolverse
con más propiedad en el pleito principal. La
razón principal que justifica mi actitud en
este caso es que los demandantes no son las
partes que propiamente puedan tener
derecho a un injunction de la clase á que
pertenece el consignado en la orden de la
corte inferior.
La diferencia entre un perjuicio ó
incomodidad (nuisance) de carácter público
y los de naturaleza privada está bien
expresada en la Enciclopedia de Derecho y
Procedimiento, en la forma siguiente:
"A. Definición. La expresión nuisance
(perjuicio ó incomodidad) significa
literalmente annoyance (disgusto ó
malestar); es algo que produzca molestia,
daño ó algún mal ó que esencialmente
intervenga en el goce de la vida y de la
propiedad.
"B.
Nuisances (perjuicios ó
incomodidades), de carácter público y
privado. Un nuisance ó perturbación de
carácter público es aquel que afecta a los
derechos de que gozan los ciudadanos como
parte del público, es decir, los derechos a
que todo ciudadano es acreedor, a diferencia
de un nuisance ó perturbación de carácter
privado que significa algo que se realiza en
perjuicio, daño ó detrimento de las tierras,
bienes ó heredades de otro y que no
constituyan una violación del derecho de
propiedad (trespass); así cualquier uso
injustificado, poco razonable ó ilegal que
una persona haga de sus propios bienes, ya
sean muebles ó inmuebles con perjuicio de
otro constituye un nuisance de carácter
privado. Se verá, pues, que la diferencia
entre un nuisance de carácter público y uno
de carácter privado no estriba en la
naturaleza de la cosa que se haga sino de las
circunstancias de que afecte al público en
general ó solamente a algún individuo ó
individuos en particular, y así, un mismo
acto ó una misma construcción puede
constituir un nuisance de carácter público y
también de carácter privado con respecto á
algún individuo a quien le ocasione un
perjuicio especial distinto de aquel que
ocasiona al público en general; mientras que,
por el contrario, el hecho de que un nuisance
constituya un perjuicio para un gran número
(65)
de personas no es suficiente para
considerarla de carácter público, si el
perjuicio se realiza con respecto a la
propiedad individual de cada persona y no
con respecto al público en general como una
comunidad. (29 Cyc., p. 1152.)"
Ahora bien, si se ha probado algún
perjuicio especial en este caso, ó si se
pudiera probar, los demandantes podrían
entablar su pleito á pesar del hecho de que
hubiera asimismo un nuisance de carácter
público. Pero el perjuicio que ellos sufren es
el mismo que en unión de ellos sufre toda la
comunidad, esto es, la obstrucción que se
alega de la vía pública. Siendo esto así, creo
que el caso está previsto ó regulado por la
sección 12 de la Ley de Injunction. Leyes
de 1906, página 85, que dice así:
"Puede otorgarse un injunction para
impedir la imposición ilegal de cualquier
contribución, carga ó derecho, que sea
ilegal, ó cualquier procedimiento para
hacerlo cumplir; y cualquier número de
personas, cuyas propiedades se hallen
afectadas por una contribución ó derecho así
impuesto, pueden unirse en la solicitud para
obtener aquel injunction. Puede otorgarse
éste, á nombre de "El Pueblo de Puerto
Rico," para suspender y obtener la supresión
de un perjuicio común (common nuisance).
El fiscal del tribunal de distrito en que
existiese un perjuicio común (common
nuisance), ó el Fiscal General, apoyará,
según su mejor saber y entender, la solicitud,
y no exigirá fianza."
Sostengo que, con arreglo á esta
sección, la única persona que puede entablar
un pleito para la supresión de un perjuicio
público (public nuisance) es el Fiscal de la
corte de distrito ó el Attorney General.
Expresio unius est exclusio alterious. Si
cualquier contribuyente ó propietario tuviera
derecho á entablar un pleito semejante, sería
ocioso autorizar al Pueblo de Puerto Rico
para que lo hiciera, y creo que el objeto de la
Legislatura fué evitar la institución de
pleitos en general, cada vez que existiera un
supuesto perjuicio público (public nuisance);
en otras palabras, no habría de quedar al
criterio variable de cada ciudadano la
cuestión de si se debiera ó nó entablar un
pleito para la supresión de un perjuicio
público (public nuisance), pues si así fuera
los tribunales se verían hostigados con
solicitudes de esta naturaleza. Otra de las
razones en que se inspira esta opinión se
establece en el caso de Yost v. Philadelphia
etc. R. Co., 29 Leg. Int., 85, 29 Cyc. 1208,
en los siguientes términos:
"La razón que informa el principio
de que la equidad no intervendrá para
suprimir un perjuicio público á instancias de
un individuo particular que no ha sufrido
daño especial alguno, consiste en que si un
individuo pudiera oponerse a una violación
contra los derechos públicos ó á la comisión
de un perjuicio público, cualquier otra
persona podría hacerlo, y como una
absolución ó sobreseimiento en un caso
determinado no sería obstáculo para la
institución de otro pleito, no habría fin en los
litigios."
Con respecto a las leyes generales
que gobiernan este punto consúltense
también los siguientes casos:
Johnson v. Baltimore, etc., R. Co., 4 App.
Cas. (D. C., 491).
Spring Valley
Waterworks v. Fifield, 136 Cal., 14. Redway
v. Moore, 3 Idaho, 312.
Otros casos se encuentran citados en la
página 1208 de la Obra Cyc., volumen 29.
(66)
En el caso Redway v. Moore, de
Idaho, citado en la página 317, la opinión
expresa también los casos en que una
persona particular puede entablar una acción
para la supresión de un perjuicio público, ó
sea, cuando pueda probar un perjuicio
especial contra él mismo. En este caso no se
ha alegado ni probado la existencia de un
perjuicio especial, tal como esta expresión
debe ser entendida en derecho. Pero en este
caso se ha indicado que el artículo 93 de la
Ley Municipal concede á toda persona un
derecho especial para entablar una acción en
casos de esta naturaleza. En substancia se
dispone que cualquier persona residente
dentro de los límites de un municipio que se
crea lesionado por cualquier ordenanza ó
resolución ó por cualquier acto de un
concejo municipal, ó de un funcionario
municipal, podrá impugnar los mismos,
mediante el ejerciicio de una acción ante un
tribunal de competente jurisdicción, y de la
misma manera cualquier persona que resida
en la municipalidad podrá interponer una
acción judicial contra cualquier acto ó
resolución de un concejo municipal que
lesione los intereses de la municipalidad,
siempre que la demanda se establezca en el
término de treinta días á contar de la fecha
en que el acuerdo ó resolución sean
publicados. Hay muchas resoluciones del
concejo municipal que pudieran perjudicar
los intereses de la comunidad. Pero á esta
sección debe dársele una interpretación
razonable; por ejemplo, no puede suponerse
que la intención de la Legislatura fuera que
un tribunal determinara los beneficios
posibles que habrían de derivarse para la
comunidad de determinada acción
legislativa como por ejemplo la inclinación
que deba darse á ciertas calles ó la extensión
ó amplitud de determinadas vías públicas.
La interpretación que debe darse á la ley es
que esa acción podrá entablarse cuando
aparezca que los actos realizados por el
concejo municipal estén en forma alguna en
conflicto con las leyes de Puerto Rico. Pero
cualquiera que sea la interpretación que se le
dé, habrá ciertamente un gran número de
actos realizados por la autoridad municipal
que en sus efectos no constituirían un
perjuicio público, aún en el caso de que
fueran perjudiciales a los intereses de la
comunidad en general, y tales actos podrían
remediarse en la forma prevista en esta
sección de la ley municipal. El concejo
municipal podría adoptar una ordenanza
exigiendo el desalojo de determinados sitios
públicos, ó adoptar cualquier otra resolución
que pudiera afectar á la comunidad sin
constituir por ello un perjuicio público. La
Ley de Injunction, que tiene la misma fecha
de la Ley Municipal, y que expresamente
comprende en sus disposiciones los casos de
perjuicio público (public nuisance) no
siendo incompatible con los recursos que se
establecen, en cierto modo confusamente, en
la sección 93, es una regla de derecho que
debe gobernar en litigios promovidos ante
los tribunales de justicia.
Se ha sugerido también durante la
discusión habida en esta corte que la sección
12 de la Ley de Injunction tiene aplicación
solamente a aquellos casos en que el objeto
primordial del pleito lo constituye la
supresión de un perjuicio (nuisance) y se
solicitaba el injunction con tal propósito. El
párrafo 1 de la sección 3 de la Ley de
Injunction comprende el caso de un pleito
entablado principalmente con el solo fin de
obtener un injunction. El mismo párrafo 1 y
los 2 y 3 de la misma sección autorizan en
términos categóricos la expedición de un
injunction durante la pendencia de un litigio.
La sección 5 de la misma ley dice:
"Podrá otorgarse un injunction en
cualquier tiempo antes de haberse dictado
sentencia, mediante petición ó declaración
juradas, siempre que aquélla ó ésta en su
(67)
respectivo caso, demostraren
satisfactoriamente que existen motivos
suficientes para concederlo."
Gobierno de la Capital v. Casino
Español
La sección 12 de esa ley no hace
distinción alguna entre aquellos casos en que
el injunction constituya el objeto primordial
del pleito, ó aquéllos en que sea sólo un
recurso incidental del mismo.
[Gobierno de la Capital, demandante y
apelante, v. Casino Español, demandado y
apelado.]
Según hemos manifestado ya, el
objeto que se trata de conseguir con este
pleito es la supresión de un supuesto
perjuicio público. Si fuera un perjuicio
público la supresión del mismo, no podría
obtenerse por una persona particular que
entablare un pleito para otro objeto y tratara
de obtener por tal pleito la supresión del
perjuicio como un incidente del mismo. La
ley prescribe la forma en que un perjuicio
público debe ser suprimido, y los individuos
particulares no tienen derecho alguno para
obtener esa supresión en una forma
indirecta.
Siendo mi opinión en este caso que
el injunction no fue entablado ni concedido
en la forma propia, estimo que es inútil
discutir las demás cuestiones envueltas en el
mismo.
La sentencia debió haberse
revocado.
56 D.P.R. 790 (1940)
SENTENCIA declarando prescrita la acción
sobre reivindicación de bienes muebles y
absolviendo de ella al demandado, sin
costas. Confirmada.
SR . DEL TORO , JUEZ PRESIDENTE :
V e r s a e s t e p l ei to s obr e
reivindicación de bienes muebles. Se
reclama un retrato de Isabel II, Reina de
España, pintado por Federico Madrazo. Fue
resuelto en contra de la parte demandante
que apeló y señala en su alegato dos errores,
el primero atribuido a la corte sentenciadora
al apreciar la prueba y el segundo al declarar
prescrita la acción ejercitada.
El debate fue planteado por el
Gobierno de la Capital de Puerto Rico, parte
demandante, como sigue:
El Gobierno de la Capital es el
sucesor del Municipio de San Juan, y como
tal, dueño del retrato reclamado. Este se
encuentra en la posesión ilegal del
demandado. Vale treinta mil dólares.
El Casino Español, demandado, negó
que el demandante fuera dueño del retrato y
en contrario alegó que él es el dueño por
haberlo adquirido por donación que le
hiciera en 1913 don Manuel Fernández
Juncos.
Como materia nueva alegó que la
acción ejercitada por el demandante había
(68)
prescrito de acuerdo con los artículos 1863,
1856 y 616 del Código Civil Revisado que
corresponden a los artículos 1862, 1855 y
549 de la edición de 1930.
Fue el pleito a juicio y la corte lo
resolvió por sentencia de septiembre 12,
1936, como ya dijimos, en contra del
demandante, por estimar que el retrato se
encontraba en la legítima posesión del
demandado a virtud de donación que le
hiciera don Manuel Fernández Juncos y el
tiempo transcurrido. Declaró prescrita la
acción del demandante.
Examinemos la prueba. El primer
testigo que llamó el demandante fue Roberto
H. Todd. Dijo, en resumen, que a partir del
1903 sirvió como Alcalde de San Juan por
muchos años y en varias ocasiones, y antes,
en 1901, como Concejal. No vió el retrato
de que se trata en el municipio. Se le mostró
un libro titulado "Inventario firmado el 25
de septiembre de 1873" en cuya página 6
tiene la siguiente anotación: "Un retrato al
óleo de cuerpo entero, de doña Isabel II, de
marco dorado. Cuatro mil pesos", y
manifestó que suponía que fuera del
Ayuntamiento de San Juan. El libro fue
introducido en evidencia y admitido sin
objeción.
Vio el retrato en casa de don Manuel
Fernández Juncos, un español bien
acreditado, de muy buen arraigo entre
puertorriqueños y españoles, que fue
Ministro de Hacienda durante la Autonomía.
El retrato estaba en la sala junto a otros
cuadros. Volvió a verlo en el Casino
Español cuando estaba en la calle de la
Fortaleza, en su salón principal. En mejores
condiciones que antes. Observó que tenía la
siguiente inscripción, "Ayuntamiento de
Puerto Rico" y luego el nombre del autor,
Madrazo. Era el testigo entonces Alcalde de
San Juan y no hizo gestión alguna para
reclamar el retrato. Nada manifestó en
sentido contrario a un inspector de
Auditoría. Se comunicó con el Sr. Pérez
Lozada, Secretario del Casino, quien le dijo
que éste había adquirido el retrato por
donación o compra, no recuerda bien, de don
Manuel Fernández Juncos. Y no investigó
más.
Se leyó entonces una declaración
jurada de José Mauleón, manifestando que
comenzó a trabajar en el Ayuntamiento de
San Juan de Puerto Rico, hoy Gobierno de la
Capital, siendo Alcalde Militar el Dr.
Francisco del Valle Atiles y entonces vió en
el salón de sesiones del Ayuntamiento el
cuadro de que se trata. Que los cuadros
permanecieron allí hasta el cambio de
soberanía en 1899 y luego no sabe por qué
no continuaron en la posesión del Pueblo en
el Ayuntamiento.
Llamado Arsenio R. Rodríguez,
inspector de la oficina del Auditor de Puerto
Rico declaró que como tal practicó una
investigación en los libros del Gobierno de
la Capital relacionada entre otras cosas con
el retrato de la Reina Isabel II pintado por
Madrazo y habló con el Sr. Todd al igual
que con los Sres. Mariano Abril, Adolfo de
Hostos y Mario Brau respecto del asunto;
que examinó el inventario que cubre hasta el
año 1873 y rindió su informe.
Luis A. Castro, Secretario de la
Capital, dijo que el archivo del municipio
data de 1631 y hecho un examen no
encontró en él documento oficial alguno del
que conste que el Municipio se desprendiera
de la propiedad o posesión del cuadro de
doña Isabel II. Sí consta que el cuadro se
compró por suscripción de los vecinos de
San Juan quienes lo donaron al Municipio.
(69)
Esa fue la evidencia aportada por el
demandante. El demandado llamó a Juan
García Verdomar, de setenta y cinco años de
edad, nacido en la Coruña, España. Llegó a
esta isla en diciembre 3, 1885. Fue
empleado del Municipio desde mediados de
julio, 1890, guardia urbano primero, luego
ordenanza del Alcalde. Continuó sirviendo
hasta que el Sr. Todd desempeño la Alcaldía
siendo entonces jubilado. Vió en el salón de
sesiones el retrato de la Reina. Recuerda
que cuando el cambio de soberanía, 1898,
vió a don Manuel Fernández Juncos en el
Ayuntamiento con otros señores paseando
por las galerías inmediatas al salón y
hablando "de los objetos de España", y
observó que un señor preguntó a don
Manuel "¿Para qué tú quieres eso?" y que él
contestó, "Pues para hacer un museo."
José Pérez Lozada, Secretario del
Casino Español desde 1909, declaró que en
el Casino había dos retratos de la Reina
Isabel II pintados por Madrazo, uno de ellos
de tamaño monumental, de cuerpo entero,
que fue adquirido por donación de don
Manuel Fernández Juncos, prócer de la
colonia española, reconocido tanto como
amigo de los españoles como del país
puertorriqueño.
Presentado al testigo un libro, lo
reconoció como el de actas del Casino de 6
de diciembre 1907 a marzo 1916. El
demandado introdujo en evidencia el párrafo
final del acta que figura a la página 249 en
lo relativo al cuadro de la Reina Isabel II.
Se admitió con la objeción del demandante.
Siguió el testigo declarando que
desde 1913 en que el cuadro fue donado al
Casino, éste lo colocó en el salón anexo al
de baile. Cuando el Casino se instaló en la
Calle de San José y luego en la de Fortaleza,
estaba en el salón de baile. Ahora, en la
Casa de España, está en el salón de lectura.
El retrato fue retocado y barnizado y se le
puso un marco nuevo. El Casino nunca ha
sido inquietado en la posesión del mismo.
La inscripción que el retrato tiene dice
"Ayuntamiento de Puerto Rico, 1866."
Recuerda haber visto el retrato en
casa de don Manuel Fernández Juncos allá
por el año 1899 ó 1900 y le consta
personalmente que don Manuel lo donó al
Casino. Este no tiene edificio. Está alojado
en la Casa de España con otra institución
española. El solo documento que tiene para
acreditar la donación es el acta. El retrato
puede valer cinco mil pesos.
Compareció Ramón Fernández
Náter, hijo de don Manuel. Dijo que el
retrato en litigio fue llevado a su casa allá
por el año 1898, en octubre. Antes lo tenían
tirado en el Municipio en un cuarto que
había abajo donde había trastos viejos. Lo
llevaron a su casa junto con otros objetos
procedentes del Municipio. "Mi padre vió
ese cuadro allí y él sintió mucho esto y habló
con el Alcalde don Francisco del Valle
Atiles, y don Francisco le dijo que no tenía
inconveniente en cederle ese cuadro a él,
pero tenía sus temores que había un
gobernador militar, el General Ortega, que
sin él.... Estuvo (el General) en casa .... le
dijo a mi padre que él no ponía ningún
inconveniente en que esos cuadros pasaran
a manos de él, que fueran para él."
Manifestó que el retrato estuvo
siempre colocado en sitio ostensible en las
varias casas que vivió su padre. "Al morir
mi madre, quedó mi padre solo, con mis
hermanas, y cogieron una casa más pequeña
y papá le regaló ese retrato de Isabel II al
Casino Español." Durante el tiempo que el
cuadro estuvo en poder de su padre, nunca
fue reclamado por el Municipio.
(70)
Llamado Angel Cruz, Archivero del
Gobierno de la Capital desde julio 1934
citado para que trajera los inventarios
posteriores al 1898, declaró que dado el
término breve que se le diera no pudo
encontrarlos, no siendo fácil la búsqueda
porque no estaban organizados.
La declaración termina así:
"P. --¿En alguna ocasión se quejó el
Municipio de San Juan o el Gobierno
de la Capital de que le faltaban esos
cuadros?
"R. --No señor.
Se le presenta un libro y contesta,
"Por el conocimiento que tengo, y lo que
puedo leer aquí, es un libro de actas que dice
`Material Ayuntamiento San Juan, 1899.'"
Se le pide que diga si en el libro "aparece o
no un acuerdo relativo a un cuadro de la
reina doña Isabel II de España." Contesta
que para ello tendría que leer todo el libro.
El incidente se repite en relación con otros,
sin que el testigo aporte dato concreto
alguno sobre el particular.
Terminada la prueba del demandado,
el demandante llamó nuevamente al
Inspector de la Auditoría de Puerto Rico
Arsenio R. Rodríguez. Dijo que la oficina
del Auditor tiene a su cargo la propiedad y
cuentas de los Municipios de Puerto Rico.
Se le muestran los libros de actas del
Municipio de San Juan de 1898, 1900 y
1901 y dijo que los había examinado cuando
practicó la investigación y también
otros--1895 a 1935--"página por página
buscando a ver si existía algún acuerdo
donde se donara, transfiriera, vendiera o de
modo alguno se cedieran esos cuadros de la
Reina Isabel II, pintado por Madrazo, y el de
don Ramón de Castro, pintado por
Campeche", al Casino Español o al señor
Marxuach. La investigación, que ordenó el
Auditor como consecuencia de una
denuncia, le llevó un mes completo. Rindió
un informe, copia del cual se ofrece en
evidencia. Se opone el demandado y el Juez
resuelve "que quede como prueba ofrecida y
no admitida."
"P. --¿De modo que eso obedeció a
una queja de un individuo particular,
a una denuncia?
"R. --Sí señor."
Sigue la declaración de Mario Brau
Zuzuárregui, Director del Museo Insular. A
la fecha del juicio tenía sesenta y seis años.
Conoció el Ayuntamiento de Puerto Rico
desde la edad de diez--la Casa
Consistorial--donde había varios retratos,
entre ellos el de Isabel II. Asegura que el
cuadro de Isabel II estuvo allí hasta tres años
y pico después de la llegada de los
americanos, el mismo que luego vio en el
Casino Español retocado y barnizado
convenientemente. Calcula su valor en dos
mil dólares.
Tras una serie de preguntas termina
reconociendo que fue él el que originó esta
controversia con miras más bien a que se
investigara la suerte que había corrido no el
retrato de Isabel II sino el del General
Castro.
En la transcripción no aparece
incluido el particular del libro de actas del
Casino Español ofrecido en evidencia por el
demandado y admitido por la corte con la
oposición del demandante. A ese particular
se refiere el juez sentenciador en su relación
del caso y opinión, así:
“Sigue el señor Fernández Juncos en
(71)
posesión del cuadro hasta 1913, fecha en que
dicho señor lo dona al Casino Español,
según aparece del acuerdo que figura en el
acta de la sesión celebrada el 23 de
diciembre de 1913 transcrito a los folios 248
y 249 del libro de actas de dicho centro
social. El precitado acuerdo dice así:
“‘Se acuerda también aceptar el
obsequio que don Manuel Fernández Juncos
hace al casino con el muy apreciable
presente del cuadro al óleo de la que fue
Reina de España, doña Isabel II, pintado por
el insigne Madrazo, y que se den al Señor
Fernández Juncos las más cumplidas
gracias.’”
Examinada la evidencia en relación
con el fallo de la corte, hay que concluir que
no fue cometido el primero de los errores
señalados, o sea el que se refiere a la
apreciación de la prueba.
Prescindiendo de ciertas
manifestaciones innecesarias, más o menos
justificadas, que su opinión contiene, lo que
la corte sentenciadora declaró probado fue
que desde 1866 el Municipio de San Juan
poseía y tenía inventariado como de su
propiedad un cuadro de la Reina de España
Isabel II, que decoraba el salón de actos de
la casa consistorial; que al ocurrir el cambio
de soberanía (1898) don Manuel Fernández
Juncos obtuvo del Alcalde de San Juan Sr.
Francisco del Valle Atiles con la
intervención del último Gobernador Militar
Español de la Isla, General Ortega, la
entrega de dicho cuadro, poseyéndolo desde
entonces y donándolo en 1913 al Casino
Español que aceptó la donación y colocó el
cuadro en sitio visible en los varios edificios
que ha ocupado, poseyéndolo a su vez sin
reclamación de nadie hasta enero 20, 1936,
en que este pleito fue entablado. Y esa
declaración de hechos probados encuentra
amplio apoyo en la evidencia.
Ahora bien ¿pudo el Alcalde por sí
solo o con el asentimiento del Gobernador,
disponer del cuadro, en la forma en que lo
hiciera? ¿Adquirió don Manuel Fernández
Juncos un título válido a la propiedad del
retrato, a virtud de la entrega?
Esas
preguntas
tienen
necesariamente que contestarse en la
negativa. No cabe otra respuesta. El acto
del Alcalde y el del Gobernador no
estuvieron autorizados por la ley. Ellos no
tenían facultad para disponer de la propiedad
del Municipio en la forma en que lo
hicieron. El Sr. Fernández Juncos no
adquirió por la entrega derecho al dominio
del retrato.
Ley Municipal de 1896,
artículos 89 y siguientes y 118 y siguientes;
Pueblo v. Municipio de San Juan.
Pero la entrega fue una realidad y
realidades también fueron la posesión del
retrato por parte de don Manuel Fernández
Juncos públicamente, en concepto de dueño
y sin interrupción hasta 1913, la donación
hecha por él en esa fecha al demandado, la
aceptación por éste y su posesión pública,
pacífica, como dueño, hasta 1936, y esas
realidades se invocaron por el demandado
como defensa a la acción ejercitada en
contra suya.
¿Surge de ellas el derecho del Casino
Español, demandado, a continuar en el
disfrute del bien mueble de que se trata, no
obstante el título original del municipio y la
entrega ilegal que del mismo se hiciera al
poseedor de quien trae causa el demandado,
como resolvió la corte del distrito?
Veámoslo.
El artículo 1862 del Código Civil, ed.
1930, invocado por el demandado, dispone:
(72)
"Artículo 1862. --Las acciones reales sobre
bienes muebles prescriben a los seis años de
perdida la posesión, salvo que el poseedor
haya ganado por menos término el dominio,
conforme al artículo 1855, y excepto los
casos de extravío y venta pública, y los de
hurto o robo, en que se estará a lo dispuesto
en el párrafo tercero del mismo artículo
citado."
propietario obtener la restitución sin
reembolsar el precio dado por ella.
El 1855 a que se hace referencia
dispone:
El 549 del propio cuerpo legal,
también invocado por el demandado, al
determinar los diferentes medios de adquirir
la propiedad incluye entre ellos el de la
prescripción y el de la donación.
"Artículo 1855. --El dominio de los bienes
muebles se prescribe por la posesión no
interrumpida de tres años con buena fe.
"También se prescribe el dominio de
las cosas muebles por la posesión no
interrumpida de seis años, sin necesidad de
ninguna otra condición.
"En cuanto al derecho del dueño para
reivindicar la cosa mueble perdida o de que
hubiese sido privado ilegalmente, así como
respecto a las adquiridas en venta pública,
en bolsa, feria o mercado, o de comerciante
legalmente establecido y dedicado
habitualmente al tráfico de objetos análogos,
se estará a lo dispuesto en el artículo 393,
capítulo III, título V, libro segundo de este
código."
Y el 393:
"Artículo 393. --La posesión de los bienes
muebles adquiridos de buena fe equivale al
título. Sin embargo, el que hubiese perdido
una cosa mueble o hubiese sido privado de
ella ilegalmente, podrá reivindicarla de
quien la posea.
"Si el poseedor de la cosa mueble
perdida o sustraída la hubiese adquirido de
buena fe en venta pública, no podrá el
"En cuanto a las cosas adquiridas en
la bolsa, feria o mercado, o de un
comerciante legalmente establecido y
dedicado habitualmente al tráfico de objetos
análogos, se estará a lo que dispone el
Código de Comercio."
Comentando Manresa el artículo
1962 del Código Civil Español igual al 1862
del nuestro que dejamos copiado, se expresa
como sigue:
"Esta regla de prescripción es
consecuencia de la establecida para la
adquisitiva de dicha clase de bienes. En
efecto:
en el examen hecho de las
disposiciones comprendidas en el artículo
1955, vimos que la prescripción ordinaria
del dominio de las cosas muebles se
producía por la posesión no interrumpida y
con buena fe durante tres años, y la
extraordinaria tenía lugar por el transcurso
de seis años en la posesión de la cosa que se
prescribe, sin necesidad del concurso de
ningún otro requisito. Y si por virtud de
cualquiera de dichas prescripciones el
poseyente adquiere el dominio de dichas
clases de bienes, es indudable que por el
lapso del término marcado para cada una de
ellas habrá de extinguirse el derecho del
propietario, y por consiguiente, la acción
que al mismo pudiera corresponder para
reclamar o reivindicar la cosa objeto de la
prescripción, porque no puede existir el
dominio en dos personas distintas, a no ser
en caso de indivisión. Por eso el artículo
(73)
1962, que establece dicha regla de
prescripción, establece el término de seis
años para cuando no haya ganado dicho
dominio el poseedor por menos tiempo; es
decir, para el caso de que no se haya
producido con anterioridad la prescripción
ordinaria.
"En cuanto a las otras salvedades que
consigna, no son más que reproducción de
las establecidas en el párrafo 3 o. del citado
art. 1955, según el cual, habrá de estarse en
dichos casos a lo dispuesto en el 464, y
como al ocuparnos de lo relativo al término
para la prescripción adquisitiva de las cosas
muebles expusimos cuanto a dichos
extremos se refiere, nos remitimos a lo
entonces dicho y no insistimos más en este
punto." 12, Manresa, Comentarios al
Código Civil, pág. 795 de la cuarta edición.
Lo antes dicho, en lo pertinente, fue:
"A primera vista parecerá que existe
cierta contradicción entre el precepto del art.
1940, que exige en todo caso como
condición precisa para la prescripción
adquisitiva ordinaria la concurrencia de justo
título, y el de los párrafos indicados del 1955
según lo que no es necesario dicho requisito
para la prescripción ordinaria ni para la
extraordinaria en cuanto a las cosas
muebles; pero dicha contradicción
desaparece teniendo en cuenta lo dispuesto
en el art. 464, con arreglo al cual, la
posesión de los bienes de dicha clase,
adquirida de buena fe, equivale al título, y,
por lo tanto, la disposición del artículo 1940
en la parte que exige la concurrencia de
dicho requisito se refiere a aquellos casos en
que la posesión por sí solo no equivalga a él
como sucede en la prescripción adquisitiva
ordinaria de los bienes inmuebles.
"Fuera del caso de la prescripción de
las cosas muebles con buena fe en todos los
demás es necesario el justo título para la
prescripción ordinaria; y faltando dicho
requisito sólo puede tener lugar la
extraordinaria.
"La prescripción extraordinaria de
cosas muebles, autorizada por el párrafo 2 o.
del art. 1955 antes indicado, no requiere
ningún otro requisito más que la posesión
continuada por el término expresado en el
mismo, y así lo tiene declarado el Tribunal
Supremo, con relación a los efectos
públicos, en sentencia de 31 de marzo de
1902 (93 J. C. 528), en la que, entre otras
cosas, se estableció la doctrina de que `el
dominio de las cosas muebles, entre las
cuales se comprenden los efectos públicos,
prescribe por el transcurso de seis años, sin
más requisito que el lapso de tiempo, y que
la sentencia que no aplica esta doctrina
consagrada por el segundo apartado del art.
1955 del Código Civil, lo infringe.'
Excusado es decir que esa posesión
continuada por dicho espacio de tiempo, que
la ley estima como medio eficaz para la
adquisición de dichos bienes por
prescripción, ha de ser tenida en concepto de
dueño, pues si bien la ley no lo dice, hay que
sobreentenderlo así en vista del precepto del
art. 447, que establece que sólo la posesión
que se adquiere y disfruta en concepto de
dueño puede servir de título para adquirir el
dominio, pues la generalidad de dicha regla
excluye toda distinción respecto de este
particular entre la prescripción ordinaria y la
extraordinaria." 12, Manresa, Comentarios
al Código Civil Español, págs. 760 y 762 de
la cuarta edición.
Véanse además las decisiones de esta
corte en los casos de García et al. v. Sabino
et al., y García et al. v. Suro et al., donde la
cuestión de prescripción de bienes muebles
ordinaria y extraordinaria se encuentra
(74)
discutida.
Y si aplicamos la ley, el comentario
y la jurisprudencia a los hechos de este caso,
tendremos necesariamente que concluir que
el primer poseedor ya había adquirido por
prescripción extraordinaria el dominio del
retrato cuando lo donó al actual y que
aunque no fuera así, el actual o sea el Casino
siempre lo habría adquirido ya se aplique el
período de tres, ya el de seis.
No seis años transcurrieron en cuanto
al primero, si que alrededor de catorce y no
tres o seis en cuanto al segundo si que
alrededor de veinte y tres. En junto entre
ambos más de treinta que es el tiempo que se
necesita para prescribir el dominio sobre
bienes inmuebles.
Es, pues, evidente que a virtud de la
prescripción adquirió en todo caso el
demandado el derecho que alegó en su
defensa y perdió el demandante el que
ejercitó en su acción.
Sin embargo, el demandante alega
que eso sería así si de particulares se tratara,
pero que siendo él como es una corporación
de gobierno creada para facilitar la
administración del estado, la prescripción no
corre en contra suya, es decir, sostiene que
le es aplicable la máxima Nullum tempus
occurrit regi.
prescripción los terrenos de que se trata en
este pleito. A este respecto se expresa así el
juez sentenciador:
"‘....Según la máxima Nullum tempus
occurrit regi, aplicada en el derecho inglés
como una regla invariable, no podía
adquirirse ningún título a los terrenos de la
Corona por la posesión adversa de los
mismos. Esta regla ha sufrido más tarde
algunos cambios por los estatutos. La
doctrina inglesa prevalece en los Estados
Unidos, donde como en Inglaterra, no puede
adquirirse título alguno contra la Soberanía
por medio de la posesión adversa. De
acuerdo con este principio, únicamente por
medio de una ley del Congreso haciendo
directamente la concesión o autorizando a
algún funcionario público para que la lleve
a efecto, es que puede adquirirse el dominio
sobre terrenos pertenecientes al Estado. En
este caso, aunque los terrenos cedidos a los
Estados Unidos pudieran adquirirse por
prescripción bajo las antiguas leyes, no
obstante, si el dominio no llegó a
consolidarse en el poseedor antes de haberse
realizado la cesión, la prescripción no puede
alegarse contra los Estados Unidos. Véase
sobre estos extremos el tomo 1, pág. 1111 y
1112 del Cyc.
En el caso de El Pueblo v. Dimas,
dijimos:
"‘El mismo principio se aplica en
favor de los Estados de la Unión. En la
ausencia de una disposición autorizando la
prescripción de los terrenos que a los
Estados pertenezcan, no puede adquirirse
título por la posesión adversa.
"Al fijar los derechos del demandado
en este caso con referencia a la cuestión de
prescripción, sólo podemos considerar los
hechos acaecidos hasta el año de 1898 en
que cesó la soberanía española en esta Isla y
comenzó la americana. A partir de esa
fecha, no era posible adquirir por
"‘Aunque la Legislatura del país
hubiese permanecido en silencio, el dominio
del pueblo sobre los terrenos de su
propiedad no podría prescribir hoy aplicando
la misma regla que a los Estados se aplica
La Asamblea Legislativa, sin embargo, ha
consignado este precepto en el Código
(75)
Político, cuyo artículo 9 dice de modo claro
y terminante, que no puede adquirirse título
a terrenos baldíos insulares por la posesión
adversa de los mismos.
"‘De acuerdo con esta doctrina,
aunque los terrenos cedidos a los Estados
Unidos y adquiridos más tarde por el Pueblo
de Puerto Rico, estuvieran sujetos a
prescripción bajo las leyes en vigor
anteriormente, no obstante, si al efectuarse
el cambio de Soberanía el dominio no se
había consolidado en el poseedor, la
prescripción quedó interrumpida, no
pudiendo invocarse hoy en contra de la parte
demandante.
"‘La prescripción como dice muy
bien el Sr. Manresa, en sus comentarios al
Código Civil Español, no es un derecho
creado o adquirido ya, sino una mera
expectativa, una esperanza, cuyo
cumplimiento o realización depende de una
multitud de eventualidades; y como no es un
derecho adquirido, no puede estimarse sujeta
su realización a la legislación que antes
rigiera, y bajo cuyo imperio quedara
perfeccionado dicho derecho, o el acto
jurídico de que tuviera origen, o al que
debiera su nacimiento.
"‘En virtud del cambio de Soberanía,
consumado al firmarse el Tratado de Paz, se
operó un cambio fundamental en las leyes
políticas de este país, e ipso facto quedaron
completamente derogadas todas las leyes de
origen político, así como aquéllas que
dependían de la voluntad del Soberano, tales
como la disposición y gobierno de la
propiedad pública.
"‘Es una doctrina firmemente
establecida que cuando una Soberanía cede
a otra algún territorio, las leyes de la primera
autorizando la enajenación de la propiedad
pública y la autoridad de los funcionarios
encargados de llevarla a efecto, quedan
completamente derogadas.
(More
Steinbach, 127 U.S. 70, 81; Ely's Adm'r. v.
United States, 171 U.S. 220, 230; United
States v. Vallejo, 1 Black 541; Harcourt v.
Gaillard, 12 Wheat 523.)
"‘De acuerdo con esta doctrina, los
terrenos cedidos por la nación española a los
Estados Unidos, deben gobernarse y
regularse por las leyes de este país y no por
las leyes de la nación cedente.' (Opinión del
Juez sentenciador, Sr. Córdova Dávila, págs.
36, 37 y 38 de la transcripción.)"
Mas eso se dijo en relación con el
Pueblo de Puerto Rico, entidad soberana, no
en relación con los municipios. Con
respecto a éstos la regla aplicable se fijó en
el caso de Logan County v. City of Lincoln,
81 Ill. 156, 158, como sigue:
"Nuestra interpretación de la ley es
que, en relación con todos los derechos de
carácter público, con respecto a la propiedad
poseída para uso público, o por virtud de
fideicomiso, las corporaciones municipales
no están sujetas a los estatutos de limitación
(prescripción); pero en relación con los
contratos o meros derechos privados, la
regla es diferente, y tales corporaciones, al
igual que los ciudadanos particulares,
pueden alegar o tienen que sufrir que se
alegue contra ellas, la prescripción."
Y con mayor extensión y más amplio
y convincente razonamiento por la Corte
Suprema de los Estados Unidos en el caso de
Metropolitan R'D v. Dist. of Columbia, 132
U.S. 1. Hablando por la corte el Juez Sr.
Bradley se expresó, en parte, como sigue:
"Alega el apelante que él (el Distrito
de Columbia) no se halla sujeto al `Estatuto
(76)
de Limitaciones' (prescripción) por tres
razones: primero, por la dignidad con que se
halla investido por participar del poder
soberano del gobierno; segundo, porque él
no está incluido dentro de los términos del
estatuto de limitaciones en vigor en el
Distrito; y tercero, porque asumiendo que las
palabras generales del estatuto sean lo
suficientemente amplias para incluir al
Distrito, sin embargo, las corporaciones
municipales no están sujetas a las
disposiciones del estatuto a menos que sean
especialmente mencionadas.
"1. La primera cuestión a decidir será, por
consiguiente, si el Distrito de Columbia es o
no un mero cuerpo municipal, o si posee tal
carácter soberano o se halla en tal forma
identificado con o es representativo de la
soberanía de los Estados Unidos que puede
invocar las prerrogativas y exenciones de la
soberanía."
Examina entonces el gobierno del
distrito y los cambios que tuvieron lugar
desde su organización y continúa:
"Somos claramente de opinión que el
demandante es una corporación municipal,
con derecho a demandar y ser demandada, y
sujeta a las reglas ordinarias que gobiernan
la ley de procedimientos entre particulares.
"2. Pero la Corte Suprema del Distrito
supone que las corporaciones municipales
no están comprendidas en las palabras del
estatuto de limitaciones. Veamos si es
posible sostener ese criterio.
"El estatuto en vigor en el Distrito es
el de Maryland, aprobado en 1715, c. 23. La
ley, en cuanto concierne a las acciones
personales, es fundamentalmente igual a la
de 21 James I. Comienza con el siguiente
preámbulo:
`Por cuanto, nada puede
resultar más esencial a la paz y tranquilidad
de esta provincia que la estabilización de los
títulos de la propiedad de sus habitantes,
para cuya realización no puede adoptarse
mejor medida que limitar el tiempo para el
comienzo de acciones semejantes a aquéllas
que son juzgadas en las cortes de esta
provincia, desde el momento que surge la
causa de acción. Se resuelve por tanto que
todas las acciones de....deberán ser
comenzadas dentro de....'
"Las corporaciones son `personas' en
derecho. No existe razón aparente por la
cual no deban ser incluídas en el estatuto.
Se admite que las corporaciones privadas
están incluídas. ¿Por qué entonces las
corporaciones municipales ser excluídas?
Ciertamente que no será basado en que ellas
no son `personas', pues eso excluiría a las
corporaciones privadas. Se hallan por
consiguiente, dentro de los términos de la
ley.
"3. ¿No caen igualmente dentro del espíritu
y razón de la ley? Están ciertamente dentro
de la razón del preámbulo. Tanto concierne
a los intereses y tranquilidad públicos el que
se limite a las corporaciones municipales el
tiempo para instituir acciones como aa los
individuos o corporaciones privadas. La
razón aducida en el preámbulo como
fundamento para la aprobación de la ley, se
aplica a todos; y además, demuestra que los
fines de la ley son beneficiosos, y que por lo
tanto, deben ser liberalmente interpretados.
No puede desde luego, ser aplicable al poder
soberano.
Ninguna ley de carácter
restrictivo se aplica al soberano, salvo que
así se disponga expresamente.
Y
especialmente ninguna ley que afecte un
derecho basada en negligencia o `laches',
porque la negligencia y `laches' no pueden
ser imputadas al soberano. Y no importa
que el soberano sea un monarca individual,
(77)
una república o un estado. El principio se
aplica a todo soberano.
La razón
usualmente aducida para explicar esta
prerrogativa es que el soberano no responde
de la desidia de sus agentes. Pero, sea cual
fuere la verdadera razón, tal es la ley
general--la ley universal, salvo que
expresamente se renuncie a ella.
El
privilegio sin embargo, envuelve una
prerrogativa y no puede ser invocado por
ninguna persona inferior al soberano, ya sea
esa persona natural o corporativa.
"A duras penas resulta necesario el
discutir con más amplitud la cuestión de la
aplicabilidad del estatuto de limitaciones a
una corporación puramente municipal,
cuando ésta se encuentra comprendida
dentro de los términos generales de la ley.
Se decidió expresamente que era aplicable
en los casos de Kennebunkport v. Smith, 22
Maine 445; Cincinnati v. First Presbyterian
Church, 8 Ohio 298; Cincinnati v. Evans, 5
Ohio St. 594; St. Charles County v. Powell,
22 Missouri 525; Armstrong v. Dalton, 4
Devereux, (Law) 568; y en otros casos
citados en las monografías que aparecen en
Wood on Limitations, Sec. 53; 2 Dillon on
Municipal Corporations, Secs. 668, 3 a. ed.
El Juez Dillon, en la sección citada de su
obra, dice muy acertadamente:
"‘Es bien clara la doctrina de que la
máxima, "nullum tempus occurrit regi," es
de aplicación al poder soberano y que los
Estados Unidos y los varios Estados no
están, salvo un pronunciamiento expreso, en
contrario, sujetos a las disposiciones del
estatuto de limitaciones.
Si bien se
considera a las corporaciones municipales
como agencias públicas, que ejercitan, a
nombre del estado, funciones públicas, hay
sin embargo muchos casos que sostienen
que tales corporaciones no están exentas de
la aplicación de los estatutos de limitaciones
y que por el contrario, tales estatutos, al
menos con respecto a toda acción real o
personal, se aplica tanto en favor o en contra
de estas corporaciones en igual forma y
extensión que contra las personas naturales.’
"No es necesario determinar cuál
puede ser la regla con respecto a
usurpaciones de terrenos y estorbos públicos
surgidos como consecuencia de intrusiones
(encroachments) en las carreteras y otros
sitios públicos. Son éstas generalmente
ofensas contra el poder soberano mismo, y
como tales, ningún período de tiempo puede
protegerlas.
Cuando el derecho de
propiedad en tales sitios está investido en la
municipalidad, la reclamación de tal derecho
puede estar o no sujeta a la ley de
prescripción. No expresamos opinión sobre
este punto, ya que el mismo puede ser
afectado por consideraciones que no están
envueltas en el presente caso."
Aplicando la regla del modo más
amplio, esto es, tomando en cuenta la
diferencia reconocida por la Corte Suprema
de Illinois y por Dillon e insinuada en el
párrafo final de la parte de la opinión de la
Corte Suprema Federal que dejamos
transcrita, aún así no quedaría comprendido
este caso entre los no prescriptibles, por no
tratarse de un bien de uso público.
Como pauta a seguir puede tomarse
la fijada por el Código Civil, ed. 1930, en
sus artículos 255, 256 y 257. Según ellos
son bienes de dominio público, los
destinados al uso público, como caminos,
canales, ríos, torrentes, y otros análogos, y
están destinados al uso público en Puerto
Rico y en sus pueblos los caminos insulares
y los vecinales, las plazas, calles, fuentes y
aguas públicas, los paseos y las obras
públicas de servicio general, costeadas por
los mismos pueblos o con fondos del tesoro
(78)
de Puerto Rico.
Sr. Santana Becerra, Juez Asociado:
Todos los demás que los municipios
posean, se declaran patrimoniales, esto es,
bienes de propiedad privada, prescribiéndose
que se regirán por las disposiciones del
Código, entre las cuales se encuentran las
relativas a la prescripción.
Los demandantes-recurridos
interpusieron demanda contra el Estado
Libre Asociado de Puerto Rico para
reivindicar dos predios de terreno que en la
demanda se describieron así:
El bien de que aquí se trata por más
que en verdad pudiera considerarse como
una obra de arte adquirida y preservada por
el municipio para beneficio del público, no
está comprendida entre las especificadas por
la ley como de dominio o uso público, ni es
a ellas análoga. Por lo menos ni la parte
apelante ha citado ni hemos podido nosotros
encontrar entre los precedentes españoles y
americanos que hemos consultado nada que
nos permita llegar a una conclusión
contraria.
Eso resuelto claro es que debemos
resolver también que el segundo y último de
los errores señalados, el relativo a la
aplicación al caso de la ley de prescripción,
tampoco fue cometido y que procede en su
consecuencia la desestimación del recurso y
la confirmación de la sentencia apelada.
Rubert Armstrong v. E.L.A.
97 D.P.R. 588 (1969)
[José Angel Rubert Armstrong et al.,
demandantes y recurridos, v. El Estado
Libre Asociado de Puerto Rico, demandado
y recurrente. ]
SENTENCIA declarando con lugar una
demanda de sentencia declaratoria, nulidad
y cancelación de título inscrito, y
reivindicación. Confirmada.
"Parcela Núm. 10--Principal (1)
Rústica: Finca radicada en el Barrio
Monacillos de Río Piedras, término
municipal de San Juan, compuesta de seis
cuerdas con ochocientos noventa y seis
milésimas de cuerda (6.896 cds.)
equivalentes a dos hectáreas, setenta y una
(71) áreas y quinientas noventa y cinco
(595) centiáreas, en lindes por el Norte, con
el `viejo Río Puerto Nuevo; por el Sur, con
el nuevo Río Puerto Nuevo; por el Este y
Oeste, con el viejo Río Puerto Nuevo'."
"Parcela Núm. 10--Principal (2)
Rústica: Finca radicada en el Barrio
Monacillos de Río Piedras, término
municipal de San Juan, compuesta de ciento
veinte cuerdas con cuarenta y ocho céntimos
de cuerdas (120.48 cds.), equivalentes a
cuarenta y siete (47) hectáreas, treinta y
cinco (35) áreas, treinta y dos (32) centiáreas
y cincuenta y cuatro (54) miliáreas, en lindes
por el Norte con el nuevo Río Puerto Nuevo;
por el Sur, con terrenos de la finca principal
San Patricio; por el Este, con el nuevo Río
Puerto Nuevo, y terrenos de la finca
principal San Patricio; y por el Oeste, con la
Quebrada Barraco."
Por Resolución Conjunta Núm. 13 de
13 de marzo de 1956, el Estado Libre
Asociado de Puerto Rico otorgó su
consentimiento para que se le demandara en
este caso en lo referente a la reivindicación
de las parcelas anteriormente descritas, las
cuales se describieron en igual forma en
dicha Resolución Conjunta.
(79)
A todos los fines del litigio, la
Parcela Núm. 10 ha sido un solo cuerpo de
129.74 cuerdas deslindado en el Plano de
Mangles del Pueblo de Puerto Rico en la
Bahía de San Juan, levantado oficialmente
por el Gobierno de Puerto Rico en 4 de
diciembre de 1919. Véase dicha Parcela en
el Anexo-A [Véase el Apéndice] que es una
copia fotográfica de una porción de dicho
Plano oficial. El Gobierno de los Estados
Unidos segregó de este cuerpo 2.29 acres
que constituyen un pasaje dentro de la
Parcela, uniendo los puntos 636 y 695 en
dicho Anexo, dejándola dividida en Parcela
Núm. 10 Principal (11) y Parcela Núm. 10
Principal (2), con las descripciones dadas en
la demanda, y reducida el área total de
129.74 a 127.376 cuerdas. Esta segregación
no está en litigio.
Después de un juicio en los méritos
en que se aportó cuantiosa prueba
documental, complementada con la
declaración de testigos de una y otra parte, y
efectuada una inspección ocular, la Sala de
San Juan del Tribunal Superior dictó
sentencia en 11 de mayo de 1965 decretando
que los demandantes son los legítimos
dueños de la Parcela Núm. 10 en litigio,
Principal (1) y Principal (2); ordenando la
cancelación en el Registro de la Propiedad
del título inscrito del Estado Libre Asociado
sobre dicha parcela y ordenando el cese de
toda intervención del Estado contra los
demandantes en la finca.
Historial del título en controversia de los
demandantes
(1) En 17 de diciembre de 1881 Don
Antonio Ramos y Mencos tramitó un
expediente posesorio ante el Juez Municipal
de Río Piedras en el que expuso ser dueño
de la Hacienda denominada San Patricio en
el Barrio Monacillos de Río Piedras,
compuesta de 760 cuerdas de terreno más o
menos en un solo cuerpo, colindando por el
Norte con el Río de Río Piedras que
atraviesa la estancia denominada "Puerto
Nuevo"; por el Oeste con la quebrada
Margarita, la Sucn. de Don Ramón Arroyo y
el Presbítero Don Manuel Díaz Caneja; por
el Sur con Don Gerónimo Landrau; por el
Este con Landrau y el río citado; y se
compone de terrenos de vegas, sobre vegas
y montes, conteniendo edificios que se
describen. Dijo haber adquirido dicha finca
por herencia de su padre Don Antonio
Ramos Sandoval a la muerte de éste en 6 de
febrero de 1854, desde cuya fecha la ha
poseído como dueño sin interrupción de
nadie.8
Acompañó al escrito certificación del
Alcalde, del Regidor Síndico y del
Secretario del Ayuntamiento de Río Piedras
al efecto de que de acuerdo con el archivo
municipal, resultaba que Don Antonio
Ramos y Mencos era dueño de la finca San
Patricio, de 760 cuerdas según descrita, y
que a nombre propio pagaba las
contribuciones correspondientes a la misma.
Admitida la información, fueron
citados y oídos los colindantes quienes
expresaron no tener objeción al expediente,
si bien el colindante Presbítero Manuel Díaz
Caneja hizo constar que aunque no se
oponía, debía entenderse que su lindero con
el Sr. Ramos era "el caño de la quebrada
Margarita siguiendo el rumbo a dos pilares
de mampostería línea recta a la zanja de
dicha quebrada y no por donde corren hoy
8
El río de Río Piedras y el río Puerto
Nuevo que tantas veces se mencionarán es el
mismo río.
(80)
las aguas."9
Oídos los testigos quienes declararon
que el solicitante había estado en posesión
como dueño de la referida finca desde que la
heredó en 1854, el juez municipal declaró
probada la posesión de la finca a favor del
Sr. Ramos desde que la heredara en el año
1854, sin perjuicio de tercero, y ordenó la
inscripción a su favor en el Registro de la
Propiedad conforme a lo dispuesto en la Ley
Hipotecaria, inscripción verificada el 4 de
enero de 1882 al foliio 176, tomo 26 de Río
Piedras, finca Núm. 89, inscripción 1ra.
(Dtes. Exh. 1.)
(2) Por escritura Núm. 534 de 12 de
julio de 1893 otorgada ante el Notario Don
Mauricio Guerra-Mondragón, Don Antonio
Ramos y Mencos vendió la finca San
Patricio a Don Leopoldo Cerecedo. Se
describió la misma en cuanto a la cabida de
760 cuerdas y colindancias igual a como fue
descrita en el expediente posesorio, si bien
ahora se adicionó la siguiente descripción
más detallada:
"Los puntos y guardarrayas de la
finca descrita son los siguientes.
`Empezando en la desembocadura del río de
Río Piedras se encuentra el cañuelo de la
Quebrada Margarita, y de este punto aguas
arriba á encontrarse con el camino antiguo
de Guainabo donde colindan las fincas
`Puerto Nuevo' y `Pueblo Viejo arriba': al
partir de este punto en línea recta á la
Cabesa de la hoya llamada `Barraco' y de
aquí aguas abajo a encontrarse con la punta
9
Esta alegación del Presbítero
colindante resultó luego en un pleito entre la
Sucn. Ramos y él que terminó por sentencia
de este Tribunal de 29 de junio de 1906:
Sucn. Ramos v. Díaz Caneja (1906).
ó esquina de un palenque de emajagua que
atraviesa á encontrarse con la citada
quebrada `Margarita' y de aquí aguas abajo
á la desembocadura del río donde empesó.'"
Idéntica descripción detallada de la
finca San Patricio se hizo en la escritura
pública de 28 de noviembre de 1815 ante el
Notario Don Francisco Acosta, en virtud de
la cual Don Antonio Ramos Sandoval, padre
y causante del vendedor Don Antonio
Ramos y Mencos, adquirió la Hacienda San
Patricio de la viuda del Coronel Don Jaime
O'Daly, y en donde se expresó que la finca
colindaba por el Norte y Este con el Río
Puerto Nuevo, y por el Oeste con la
quebrada Margarita hasta su desembocadura.
El Anexo-B [Véase el Apéndice] es
un plano de la finca San Patricio según estos
linderos, y por donde discurrían las aguas de
la quebrada Margarita en el 1885 cuando
surgió el litigio sobre la dirección de su
cauce inestable, resuelto en definitiva en 11
D.P.R. 211 (1906).
Hicieron constar las partes que se
eliminaban de la venta 80 cuerdas que
estaban en litigio con el Presbítero Díaz
Caneja, por lo que se traspasaron a Cerecedo
la diferenciaa de 680 cuerdas más o menos.
Este traspaso quedó igualmente inscrito en
el Registro de la Propiedad a favor del
adquirente Cerecedo, inscripción 13 de la
finca Núm. 89. (Dtes. Exh. 2; Exh. 15.)
(3) A petición de su dueño Cerecedo
Hnos., en 20 de julio de 1901 el ingeniero
Camilo González realizó una mensura de la
finca San Patricio adquirida por ellos de
Ramos. Según el certificado de mensura y
el plano levantado de igual fecha, la
Hacienda San Patricio colinda por el Norte
con el río de Río Piedras, y Pablo Ubarri;
por el Sur con terrenos de Gerónimo
(81)
Landrau, por el Este con Landrau y el río de
Río Piedras y por el Oeste con la quebrada
Barraco, terrenos de la Sucn. Arroyo y
terrenos de la Sucn. Ramos que están en
litigio con el Presbítero Díaz Caneja. Esta
mensura arrojó dentro de los lindes descritos
una cabida de 776 cuerdas de las cuales 64
cuerdas eran montes; 26 cuerdas de maleza;
38 cuerdas de mangles; 64 cuerdas de
poyales; 86 cuerdas de vega; 100 cuerdas de
sobrevegas; 390 cuerdas de pastos más una
superficie ocupada por la vía del ferrocarril
equivalente a 8 cuerdas.
El Anexo-C10 es el Plano levantado
por el ingeniero González en virtud de esta
mensura. (Dtes. Exhs. 4 y 5.) Según el
cuadro de acotaciones de puntos, ángulos,
distancias, rumbos y estaciones, unido al
certificado de mensura, la misma comenzó
en el punto 1 dentro de un círculo; de ahí al
noreste al punto 2, puente del ferrocarril; de
ahí al noroeste siguiendo el curso río abajo
de las aguas hasta el punto 3,
desembocadura en el río de la quebrada
Barraco; de ahí aguas arriba por el curso de
esta quebrada hacia el sur hasta el punto 4 y
de ahí al punto 1 de partida.
(4) Por escritura de Venta Núm. 45
otorgada en Barcelona el 17 de enero de
1916 ante el Notario Don Melchor Canal y
Soler, Don Luis Rubert y Catala, causante de
10
Nota del Compilador [Equity]:
No se imprime el Anexo "C"--"Plano de la
Finca Denominada San Patricio Propiedad
de los Señores Cerecedo Hermanos & Cía,
sita en el Barrio Monacillos, Jurisdicción de
Río Piedras"--por no haber sido posible
obtener una buena copia para su
reproducción. Dicho Anexo puede ser
examinado en el expediente oficial del caso
en la Secretaría del Tribunal Supremo.
los demandantes, adquirió de un
causahabiente de Don Leopoldo Cerecedo la
finca San Patricio con cabida de 680 cuerdas
descrita en forma igual a los anteriores
documentos y al Registro. Esta adquisición
quedó igualmente inscrita bajo la finca Núm.
89. (Dtes. Exh. 3.)
(5) En 20 de septiembre de 1919,
Rubert y la Sucn. Ramos, condueños de la
finca San Patricio, solicitaron en la Corte
Municipal de Río Piedras la conversión en
inscripción de dominio de la posesión
inscrita en 1882 a favor de Antonio Ramos.
Hicieron constar que si bien en dicho
expediente posesorio se le dio a la finca
descrita una cabida de 760 cuerdas más o
menos, la misma era errónea, y que
practicada después la mensura por
agrimensores competentes y aparatos
adecuados, resultaba tener dentro de los
linderos y puntos referidos, 900 cuerdas de
cabida, siendo el exceso de 140 cuerdas
menos de una sexta parte de la cabida
inscrita. Seguidos los trámites de rigor con
la publicación de los correspondientes
edictos, en 28 de octubre de 1919 la Corte
Municipal dictó sentencia decretando la
conversión en dominio de la posesión
originaalmente inscrita a favor de Ramos,
con la cabida rectificada de 900 cuerdas.
(Dtes. Exh. 8.)
(6) Por escritura Núm. 32 de
Divisoria, otorgada ante el Notario Don Luis
Abella Blanco en 27 de septiembre de 1919,
comparecieron Don Luis Rubert Catala y los
causahabientes de Don Antonio Ramos
fallecido en 14 de enero de 1894, y
expresaron que si bien en el expediente
posesorio tramitado por Ramos se dio a la
finca una cabida de 760 cuerdas más o
menos, practicada una mensura por
agrimensores competentes con aparatos
adecuados, dentro de los linderos descritos
(82)
en dicho expediente la finca tenía una cabida
de 900 cuerdas. Hicieron referencia a la
venta realizada por Ramos a favor de
Cerecedo traspasándole 680 cuerdas y
reservándose el vendedor 80 cuerdas más o
menos que estaban en litigio.
Este
remanente según mensura de la totalidad del
inmueble resultaba ser de 220 cuerdas más o
menos de terreno de vega y mangles; que
por escritura de 10 de junio de 1894, Núm.
670, ante el Notario Don Mauricio Guerra,
los herederos causahabientes de Don
Antonio Ramos se adjudicaron el resto no
vendido a Cerecedo de la referida finca; que
en consecuencia la Hacienda San Patricio
pertenecía a la fecha de este documento a
Don Luis Rubert Catala y a los herederos de
Ramos, siendo el resto perteneciente a los
herederos de Ramos de 220 cuerdas más o
menos; que por error notarial y por error del
Registro al efectuarse la venta de Ramos a
Cerecedo por la escritura Núm. 534 de 12 de
julio de 1893, no se consignó que la parte
vendida era una segregación de la totalidad
del inmueble, ni se hizo un deslinde y
descripción, a fin de que pudiera inscribirse
como finca aparte en el Registro de la
Propiedad, quedando inscrita la venta sin
hacerse segregación bajo el mismo Núm. 89
de la finca así como sucesivos traspasos; que
con el fin de subsanar dichos errores las
partes deslindaban ambas porciones para
formar fincas separadas, describiéndose la
parte vendida a Cerecedo, ahora Rubert, de
la siguiente manera:
río de Río Piedras que atraviesa la estancia
`Puerto Nuevo', por el Oeste con el resto de
la finca principal propiedad de la sucesión
Ramos Buist y con la sucesión de don
Ramón Gutierrez del Arroyo (hoy tierras de
don José S. Cestero); por el Sur con don
Jerónimo Landrau; y por el Este con el
citado Landrau y el río de Río Piedras;
conteniendo dicha finca casa de habitación
de altos de madera y bajos de mampostería,
casa de hornallas y ranchos y varias casas
para peones."
"RUSTICA denominada `San
Patricio', radicada en el barrio de
Monacillos, en el término municipal de Río
Piedras, compuesta de seiscientas ochenta
cuerdas, equivalentes a doscientas sesenta y
siete hectáreas con veinte y seis áreas y
sesenta y cinco centiáreas de terreno de
vegas, sobre-vegas, montes, poyales y
manglares; colindando, por el Norte, con el
En el mismo documento Rubert dio
su conformidad a una venta pendiente de la
parte de los Ramos a Don Luis Llorens
Torres, renunciando a cualquier derecho de
preferencia que pudiera corresponderle
como sucesor de Cerecedo en virtud de
cláusula de preferencia consignada en el
título de éste. Convinieron las partes
expresamente que si en consecuencia de los
y describiéndose la parte correspondiente a
la Sucn. Ramos de la siguiente manera:
"RUSTICA denominada `Monterrey',
radicada en el barrio de Monacillos en el
ttérmino municipal de Río Piedras,
compuesta de doscientas veinte cuerdas, más
o menos, equivalentes a ochenta y seis
hectáreas con cuarenta y seis áreas y ochenta
y seis centiáreas de terreno de vega, poyales
y manglares; colindando por el Norte con el
río de Río Piedras; por el Oeste, con la
quebrada Margarita que la separa de las
tierras del Presbítero don Manuel Díaz
Caneja (hoy de los hermanos Iriarte); por el
Este con la finca segregada propiedad de
don Luis Rubert; y por el Sur, con la misma
finca segregada y con las tierras de la
sucesión de don Ramón Gutierrez del
Arroyo (hoy de don José S. Cestero);
conteniendo dicha finca un ranchón u
ordeñadero y varias casitas para peones."
(83)
mangles que reclama el Pueblo de Puerto
Rico o por cualquier otra causa resultare
menor la cabida total del inmueble principal
que se ha dividido, la pérdida o disminución
que resultare no afectaría en lo más mínimo
al predio segregado como Hacienda San
Patricio de Rubert, sino que dicha pérdida o
rebaja sería imputada y afectaría solamente
al predio Monterrey de los Ramos, al igual
que cualquier exceso si lo hubiere.
De todo lo dispuesto en el anterior
documento, del aumento en cabida de 760 a
900 cuerdas en la totalidad, y del aumento
de 80 a 220 cuerdas en la porción Monterrey
de los Ramos, se tomó razón en el Registro
de la Propiedad, inscribiéndose la porción
San Patricio como finca aparte al folio 182
del tomo 46 de Río Piedras, finca Núm.
2034, inscripción 1ra., y quedando inscrito
el remanente de los Ramos bajo el número
original 89 de la finca. (Dtes. Exh. 7.)
(7) Por escritura Núm. 20 sobre
Determinación de Colindancias, otorgada en
3 de julio de 1922 ante el Notario Don Luis
Abella Blanco, Rubert Catala y Don Luis
Llorens Torres, dueño ahora de la porción
Monterrey de 220 cuerdas, manifestaron que
sus respectivos predios, Monterrey y San
Patricio, colindan entre sí (véase Dte. Exh.
7) y las partes han respetado la quebrada
"Barraco" por el cauce que tiene en el plano
de 19 de julio de 1901, Anexo-C, como línea
d i v i so r i a; y que para precisa r
definitivamente la colindancia y para transar
cualquier diferencia o exceso de terreno que
hubiera, acordaron que la quebrada
"Barraco" era definitivamente la divisoria
entre sus fincas y la colindancia por el Oeste
de la porción San Patricio, de Rubert; que
todo terreno al Este de dicha quebrada
pertenecía a Rubert exclusivamente, y al
Oeste de la exclusiva pertenencia de
Llorens; que Llorens aquí cedía y traspasaba
a Rubert cualquier terreno al Este de la
quebrada en exceso de las 680 cuerdas
registradas de Rubert, y Llorens seguía
dueño de 220. Este traspaso se hizo por la
suma de $3000 que Llorens recibió de
Rubert en el acto, y así quedaba transigida
entre ellos toda controversia sobre el lindero
Oeste de San Patricio y cualquier exceso de
cabida. De lo anterior se tomó nota en el
Registro de la Propiedad, al margen de las
respectivas fincas Núm. 89, Monterrey; y
Núm. 2034, San Patricio. (Dtes. Exh. 9.)
En carta de Llorens a Rubert de 19
de junio de 1922 relacionada con la anterior
escritura, Llorens le informa que seguirá
defendiendo el pleito de los manglares
(Pueblo de Puerto Rico v. Luis Llorens
Torres, Civil #12685, reivindicación) y
Rubert le pagaría $300 en concepto de
honorarios por dicho pleito. Rubert, en carta
de igual fecha, se comprometió a pagar la
mitad de los gastos de dicho pleito. (Dtes.
Exh. 14.)
(8) Por escritura Núm. 21 aclaratoria
de descripción de finca, otorgada en 3 de
julio de 1922 ante el Notario Don Luis
Abella Blanco, Rubert Catala describió la
finca según se ha dicho antes pero hizo
constar que aunque el inmueble aparecía
inscrito con una cabida de 680 cuerdas, de la
mensura realizada por el ingeniero Camilo
González aparecía tener una cabida real de
776 cuerdas según el plano levantado (Dtes.
Exhs. 4 y 5) y solicitó que así quedara
rectificada la cabida en el Registro de la
Propiedad, lo cual ocurrió por la segunda
inscripción de dicha finca Núm. 2034.
(Dtes. Exh. 10.)
(9) Antes del título escriturario de la
finca San Patricio de que se tiene
conocimiento (la escritura de 28 de
noviembre de 1815) se sabía de la existencia
(84)
de dicha finca como tal, según aparece del
Diario de Disposiciones y Ordenes del
Brigadier Don Ramón de Castro,
Gobernador Intendente y Capitán General de
Puerto Rico en relación con el ataque de los
ingleses, desde el 17 de abril de 1797, en
que aparecieron a la vista buques enemigos.
El día 18 se hizo constar: "Llegó noticia de
que una partida enemiga compuesta de
veinte a treinta hombres había llegado hasta
el sitio de Baña-caballos y de que había
saqueado los ingenios inmediatos de D. José
Giral y D. Jaime O'Daly sitos en Puerto
Nuevo y San Patricio." Ya desde 1780, en
informe que rindiera el Gobernador al Rey
de España identifica la hacienda San Patricio
con el río Puerto Nuevo. Estos datos
históricos identifican la hacienda San
Patricio con el río Puerto Nuevo, que
siempre ha sido su colindancia Norte.
Historial del título del demandado Estado
Libre Asociado
(10) El 8 de abril de 1913 el
Departamento de lo Interior envió una
comunicación a Don Luis Rubert como
apoderado del Sr. Cerecedo y arrendatario
de su finca, anunciándole que se había
dispuesto efectuar el deslinde y mensura de
los terrenos y manglares pertenecientes al
Gobierno Insular alrededor de la Bahía de
San Juan y con tal motivo le suplicaba que
permitiera a los empleados de dicho
Departamento la entrada a la finca San
Patricio, necesaria dicha entrada para
colocar banderas en los cerros y partes altas
de ellos para vértices de la triangulación que
había de servir dee base a la mensura. Se
pidió al Sr. Rubert los títulos de la propiedad
del Sr. Cerecedo para estudio y se anunció
que cuando se fuera a determinar el lindero
con la propiedad del Sr. Cerecedo se le
notificaría oportunamente a fin de que
presenciara la mensura.
En 22 de abril de 1913 contestó el Sr.
Rubert como apoderado del Sr. Cerecedo
manifestando estar dispuesto a darle al
Gobierno todas las facilidades para el
deslinde y mensura pero que,para su
protección, un empleado del Departamento
y otro designado por él debían hacer el
deslinde de los terrenos que poseía el Sr.
Cerecedo sin que ello prejuzgara la cuestión
de propiedad.
En 8 de mayo de 1913 el Sr. Rubert
envió al Departamento el título del Sr.
Cerecedo que le fue devuelto en mayo 16
siguiente. Nada demuestra la prueba en
cuanto a lo ocurrido con posterioridad a
estas comunicaciones, y cómo se efectuó el
deslinde y la mensura. (Ddo. Exh. E.)
(11) En 28 de mayo de 1918 el
Gobernador de Puerto Rico emitió el Boletín
Administrativo Núm. 143, una Proclama,
declarando bosques insulares todos los
manglares de la costa de la Isla de Puerto
Rico e islotes adyacentes, pertenecientes a
El Pueblo de Puerto Rico, Proclama que se
emitió bajo la autoridad del Art. 2 de la Ley
Núm. 22 de 22 de noviembre de 1917, "Ley
estableciendo un Servicio Forestal en Puerto
Rico". Todos los manglares de la Isla de
Puerto Rico fueron descritos en la referida
Proclama, y en lo que se refiere a este litigio,
se incluyó un manglar de 1003.61 cuerdas
descrito:
"Manglar de la Punta de Cataño,
Ensenada de Pueblo Viejo, Sabana-Hoyos,
Caño de San Fernando, Santa Catalina,
Portuguez, Boca del Río de Puerto Nuevo,
Caño de El Seboruco de Rey y de Quebrada
Margarita. Lindantes por el Norte con la
bahía de San Juan; Sur, terrenos de Marcos
T. Caneja, Eduardo González Caneja y los
de la Suc. Ramos; Este y Oeste, manglares."
(Ddo. Exh. G.)
(85)
(12) Incuestionablemente, como
consecuencia de la mensura y deslinde antes
dichos y de la Proclama, se levantó por El
Pueblo de Puerto Rico el Plano Oficial de
dicho Manglar de la Bahía de San Juan de
1003.61 cuerdas. (Ddo. Exh. C), al cual nos
referimos al principio, fechado en 4 de
diciembre de 1919, y del cual el Anexo-A
representa una porción. En este plano,
Anexo-A, está deslindada la Parcela Núm.
10 en litigio con su cabida de 129.74
cuerdas, con el río de Río Piedras o río
Puerto Nuevo por su Norte, y con la
quebrada Barraco por su Oeste.
(13) En 18 de junio de 1940 el
entonces Comisionado de lo Interior, Sr.
José E. Colom, expidió certificación dirigida
al Registrador de la Propiedad solicitando se
procediera a inscribir a nombre del Pueblo
de Puerto Rico varias parcelas, entre ellas la
Parcela Núm. 10 aquí en litigio, que fue
descrita con una cabida de 129.74 cuerdas,
como terreno bajo cubierto por manglares, y
colindando por el Norte con el río Puerto
Nuevo; por el Sur con terrenos de Luis
Rubert y la Hacienda San Patricio; por el
Este con la Hacienda San Patrricio y por el
Oeste con un caño donde desemboca la
quebrada denominada "Barraco" que separa
de manglares propiedad de la Sucn. de Petra
de la Torre, antes Luis Llorens Torres.
(Ddo. Exh. A.)
públicos y edificios en la Isla de Puerto Rico
para uso público, y cediendo otros terrenos
y edificios públicos al Gobierno de Puerto
Rico." En esa forma la Parcela Núm. 10
obtuvo su primera inscripción a favor del
Pueblo de Puerto Rico al folio 64 del tomo
140 de Río Piedras, finca Núm. 6971, el 25
de junio de 1940.
(14) En 20 de noviembre de 1940 y
por escritura Núm. 16 otorgada ante el
Notario R. B. Pérez Mercado, el Pueblo de
Puerto Rico traspasó a Estados Unidos la
Parcela Núm. 10 conjuntamente con otras
parcelas deslindadas en el Plano de
Manglares de 1919 ya referido, y Estados
Unidos inscribió su título sobre la misma.
(Ddo. Exh. A-1.)
(15) En 11 de enero de 1950 y por la
escritura Núm. 1 de Segregación y Traspaso
otorgada ante el Notario Francisco A. Quirós
Méndez, los Estados Unidos de América
traspasaron de nuevo al Gobierno de Puerto
Rico la referida Parcela Núm. 10, y otras
más, sujeto a ciertas segregaciones hechas
por Estados Unidos, entre ellas, la
segregación de 2.29 acres dentro de la
Parcela Núm. 10 a que hicimos mención al
principio en la página 591. El Gobierno de
Puerto Rico inscribió su derecho
nuevamente sobre la Parcela Núm. 10.
Conformidad de las fincas en litigio
La autoridad invocada en su
certificación por el Comisionado de lo
Interior para solicitar la inscripción en el
Registro a favor del Pueblo de Puerto Rico
de la referida parcela y otras más, según
deslindada en el Plano de 1919, fue el Art.
13 de la Ley Orgánica de 12 de abril de 1900
(Acta Foraker) y la Ley del Congreso de los
Estados Unidos aprobada el 1ro. de julio de
1902 titulada "Ley autorizando al Presidente
de los Estados Unidos a reservar terrenos
Surge de lo anteriormente expuesto
que cada parte hace descansar su derecho de
propiedad a la finca en litigio en un título
escriturario inscrito a su favor sin limitación
alguna en el Registro de la Propiedad. Ante
esa situación es preciso determinar, antes de
entrar en la consideración del derecho de los
litigantes, si la Parcela Núm. 10 y la finca de
los demandantes son congruentes en toda o
en parte de su extensión.
(86)
Si se coloca el Plano Anexo-A sobre
los Planos Anexos-B y C de modo que
coincidan en los tres el curso del Río Puerto
Nuevo, el punto donde la quebrada Barraco
desemboca en dicho río y el curso de la
quebrada
Barraco,
surge
incuestionablemente que la Parcela Núm.
10, según aparece deslindada en el Plano
Oficial de 4 de diciembre de 1919 ocupa el
polígono o porción noroeste de la finca San
Patricio siendo el vértice de dicho polígono
el punto donde desemboca la quebrada
Barraco en el río. No puede haber duda que
la Parcela Núm. 10 inscrita a favor del
Gobierno forma parte en toda su extensión
de la finca San Patricio según ésta fue
adquirida por Rubert y después de la
segregación de la parte Monteerrey, que
retuvo Ramos, con el Río Puerto Nuevo
como la colindancia Norte de ambos predios
y la quebrada Barraco como la colindancia
Este de Ramos y Oeste de Rubert.
Forzosamente hay que llegar a la conclusión
que la Parcela Núm. 10 está en toda su
extensión dentro de los linderos conocidos
ya desde 1815 de la finca San Patricio.
El derecho de las partes a la propiedad en
litigio
(1) El de los demandantes recurridos.
partes.11 Declaró el testigo que se hizo cargo
de la finca San Patricio desde el 10 de
agosto de 1927 como mayordomo y
administrador; que le entregaron la finca por
sus puntos y linderos; describió dichos
linderos coincidiendo con la prueba
documental; que la finca se dedicaba a cañas
y la administró hasta el año 1948 en que fue
vendida para edificarse la urbanización
Puerto Nuevo. Manifestó que la porción del
terreno en el rincón entre el Río Puerto
Nuevo y la quebrada Barraco se utilizaba
para madera de espeques para las verjas y lo
demás era pasto. Que todo era aprovechable
en esa esquina. Que en ningún momento fue
interrumpido durante los años que estuvo
administrando la finca en cuanto a porción
alguna. Que nadie pretendió ser durante ese
tiempo dueño de la finca y que siempre
estuvo en posesión de la misma como
mayordomo de Rubert. Declaró que la
esquina noroeste que se usaba para sacar
espeques y pastar ganado era donde estaba el
mangle, el río y la quebrada Barraco, la
esquina del río con dicha quebrada; que esa
esquina podría tener 100 cuerdas más o
menos y tenía parte seca de malojillo. Con
miras al Plano del Gobierno, la esquina
noroeste a que se refería coincidía con la
Parcela Núm. 10 en litigio. A preguntas del
Estado:
Los demandantes basan su derecho
de propiedad en los títulos escriturarios con
su inscripción sin defecto en el Registro de
la Propiedad y en la posesión pública,
quieta, pacíficamente disfrutada por ellos y
sus predecesores a título de dueños.
"P.--En esa esquina del Río Puerto
Nuevo y Quebrada Barraco, qué
clase de monte había ahí?
R.--Mangle.
P.--Esos mangles los utilizaba para
espeques? R.--Sí, señor.
P.--El mangle es apropiado para
espeques? R.--Bastante bueno para
espeques.
En adición a su prueba documental
antes reseñada, los demandantes ofrecieron
prueba testifical.
Se admitió por
estipulación la declaración del Sr. Rafael
Villamil, dada en un pleito anterior entre las
11
#7674.
(87)
Corte de Distrito de San Juan, Civil
P.--Espeques para qué? R.--Para
cercas.
P.--Los sacaba en qué cantidad?
R.--Depende del consumo que
hubiese.
P.--Eso era continuo? R.--Donde
hay caña y ganado hay reparación
constante de verjas.
P.--Esa verja de qué era? R.--De
alambre de púa.
P.--Y los postes eran de madera?
R.--Sí, señor.
P.--Específicamente eran de mangle
los postes? R.--Sí, señor.
P.--Eso es una práctica corriente
hacer verjas con postes de mangle?
R.--Sí, señor.
P.--No lo usaron para ningún otro fin
que para espeques? R.--En leña, los
agregados la usan para leña, para
cocinar.
P.--Qué agregados? R.--De la finca.
P.--Esos mangles están en terreno
firme? R.--Sí, señor.
P.--Se puede transitar por ahí?
R.--En parte se moja los pies y en
parte más hondo y más llano.
P.--Y cuando sube la marea? R.--En
parte entra y en parte no.
P.--Qué parte de esa esquina que
marcó en el plano cubría la marea?
R.--En la misma esquina no cubría,
bien adentro entraba un poco porque
la esquina es alta.
P.--Era alta por configuración del
terreno o se rellenó? R.--En parte se
rellenó pero a toda la orilla del río
era alta antes de rellenarse.
P.--Qué ganado tenía usted bajo su
administración? R.--Bueyes, vacas,
becerros.
P.--Qué pastos había en esa parcela?
R.--En esa parte habíamalojillo.
P.--De eso usted está seguro?
R.--Seguro.
(88)
P.--Está seguro que estamos
hablando de la misma parcela?
R.--Sí, señor.
P.--De la parcela que por el Norte
tiene el río y por el Oeste la
quebrada?
R.--En parte había
malojillo.
P.--Habrá actualmente malojillo? En
el 1948 la última vez que laa vio?
R.--Yo salí en marzo de 1948.
P.--Y había malojillo? R.--Sí, señor.
P.--Sembrado o de clase silvestre?
R.--Silvestre pero malojillo bueno.
P.--El que diga que son poyales no
es verdad? R.--Hay poyales y
malojillos, no es todo general.
P.--Reit rándose12 del Río Puerto
Nuevo directamente al Sur, donde
terminan los pollales qué distancia
hay entre el río y donde terminan los
pollales? R.--Para afuera o de la
orilla del río?
P.--Del río hacia adentro de la finca.
R.--Creo que debe haber 150 o 200
metros.
P.--Camina 200 metros? R.--Para
llegar al río, del río a lo alto.
P.--Usted tiene una idea qué es una
cuerda? R.--Sí, cómo no.
P.--Usted ha medido? R.--Mucho he
medido.
P.--Con cadenas? R.--Y varas.
P.--De cuántas cuerdas era San
Patricio? R.--Exacto no sé porque
no me ocupaba de planos. Creo que
pasaba de 600 cuerdas; exacto no sé.
P.--Sembrado de cañas cuántas
había? R.--Yo tenía dos colonias
unidas y habían 600, 400 o 500
cuerdas.
P.--Había alguna otra colonia
además de las dos? R.--San Patricio
12
Así aparece en el original.
y Puerto Nuevo.
P.--En la de San Patricio cuántas
colonias de cañas tenía? R.--Una
sola.
P.--De cuántas cuerdas en cañas?
R.--En San Patricio 350 a 400
cuerdas de cañas.
P.--Y el resto? R.--Pasto, porque
teníamos mucho ganado.
P.--De 350 a 400 cuerdas de cañas.
Cuántas cuerdas de poyales y
manglares había en la finca San
Patricio? R.--Poco más o menos 80 ó
100 cuerdas.
P.--Esos mangles están localizados
en un sólo sitio de la finca? R.--En
una esquina.
P.--La que usted habla? R.--Sí,
señor.
P.--Usted nunca vió a nadie meterse
en esa finca en el tiempo que usted
fué administrador de ella?
R.--Cuando la draga enderezó el río.
P.--Cuándo fué eso? R.--Creo que
fué por el 1947; no estoy seguro.
P.--Pero antes de usted entregar?
R.--Por el 1946, un par de años
antes.
P.--Antes de usted entregar? R.--Sí,
señor.
P.--Usted no vió nunca allí oficiales
del Navy? R.--Nunca.
P.--Ni vvió empleados del Navy?
R.--No, señor.
P.--No vió ingenieros haciendo
mensuras? R.--No, señor.
P.--Unicamente con excepción del
enderezamiento del río? R.--Sí,
señor. Del Navy no he visto nada.
P.--Quién enderezó el río? R.--Los
de la draga; me dijeron que era el
Gobierno y como era una cosa que
beneficiaba siempre le indiqué algo
al jefe mío.
P.--Quién era el jefe suyo? R.--René
(89)
Jiménez.
P.--Cuál era el cargo de Jiménez?
R.--Era allá en la Central, pero él era
el jefe mío que venía a la finca.
P.--Usted era el administrador de
San Patricio? R.--Mayordomo.
P.--Usted personalmente no le indicó
nada al Sr. Rubert? R.--No, señor.
P.--Ni se le ocurrió que la gente que
llevó la draga lo hicieran creyéndose
que eran dueños? R.--Primeramente
abrieron un caño y estaba el río
bastante ciego y era beneficioso.
P.--Ciego con qué? R.--Con la tierra
que botaba la draga.
P.--Tapiado?
R.--No, lleno de
`bahote' y los desagues los tenía
tapados y al abrir me beneficiaba.
P.--Ahí no se hizo una zanja hace
varios años durante la incumbencia
suya de la finca para desaguar de la
finca grande de San Patricio? R.--Sí,
había un desague.
P.--Quién lo hizo? R.--El Army, no
fué el Navy.
P.--Pero usted me dijo que nadie.
R.--Lo hicieron porque yo insistí con
un teniente que se entendía con los
asuntos de la malaria y yo conseguí
que me abrieran eso.
P.--Fue un favor especial para usted?
R.--Sí, beneficioso para el asunto de
la malaria.
P.--Cuando dice que enderezaron el
río, le cambiaron el curso? R.--Sí,
señor, quedó de la propiedad de San
Patricio una cuerda al lado del Norte
del río que era propiedad y eso yo se
lo reporté al Sr. Rubert.
P.--Lo que era la finca San Patricio?
R.--Sí, cogió una orilla de San
Patricio el río.
P.--Ese río siempre tuvo su cauce
bien definido? Usted lo veía allí?
R.--Siempre tenía su mismo ancho;
los recodos había más.
P.--No se desbordaba? R.--Cuando
crecía la marea, sí.
P.--Hasta dónde llegaba la marea?
R.--Se entraba y volvía a bajar;
entraba a la pieza de cañas; entrar y
salir.
P.--Eso era dos veces al día la
marea? R.--Dos veces en las 24
horas."
Declaró por los demandantes el
testigo Pedro Díaz Monroig quien dijo haber
estado relacionado con la finca San Patricio
desde el año 1912 en que vino a trabajar en
ella como obrero, y luego fue mayordomo.
Estuvo allí trabajando hasta que vendieron la
finca en el año 1947. Describió los lindes de
la finca coincidiendo con la prueba
documental.
Refiriéndose al sector o
esquina formada por el Río Puerto Nuevo y
la quebrada Barraco en su desembocadura,
dijo que había una parte de terreno húmedo
que lo cubría la marea cuando subía y ahí se
sacaban postes para la cerca. Cuando las
mareas eran grandes es que cubrían esa parte
húmeda, pero cuando no eran grandes se
podía caminar por ahí con zapatos. El resto
de la finca se usaba para caña y crianza de
ganado. Se sembraba caña casi hasta la
misma boca de la quebrada, como media
cuerda o una cuerda antes de llegar a la
quebrada Barraco. En esa esquina se
echaban las vacas a pastar.
A preguntas del Estado declaró que
esa finca no estuvo ocupada por el Navy.
Que el gobierno militar compró a Rubert una
parte pero la Marine no ocupó la finca.
El Sr. José Rubert Armstrong declaró
haber estado atendiendo la finca desde el
1927 y explicó que al vendérsele la
propiedad a Long para la urbanización
Puerto Nuevo se encontraron con el hecho
de que en el Registro aparecía parte de la
misma, la Parcela Núm. 10, inscrita a favor
del Pueblo de Puerto Rico. Para no
interrumpir la transacción con Long
procedieron a segregar esta parte y
vendieron el resto. La segregación se hizo
por escritura Núm. 1400 ante el Notario
Juan Rodríguez de Jesús en 19 de diciembre
de 1947. (Dtes. Exh. 11.) Declaró el testigo
que su padre no fue interrumpido por el
Pueblo de Puerto Rico en la posesión de la
finca antes de 1947; que la Marina nunca
había tomado posesión de la misma y que
había pedido permiso para hacer una
rectificación del caño. A la posesión de los
demandantes, pública y pacíficamente a
título de dueños, se une la posesión en igual
concepto, luego convertida en dominio,
acreditada judicialmente en 1881 a favor de
Ramos desde 1854, y la de su causante.13
13
En 10 de febrero de 1948 los
demandantes interpusieron demanda de
injunction contra el Comisionado de lo
Interior Sr. Jorge J. Jiménez alegando que él
y el Almirante Daniel Barbey habían
penetrado ilegal y violentamente en su
propiedad y habían realizado actos
perturbadores de la posesión de los
demandantes. (Cte. Distrito San Juan, Civil
Núm. 7674.) Por las razones que se exponen
en nuestra decisión de Armstrong v. Sánchez
Vilella, Com. (1952), no prosperó el
injunction. Pero dijimos al final: "Si a estas
alturas los demandantes pueden proseguir
con éxito contra el Pueblo de Puerto Rico
una acción reivindicatoria, una acción sobre
sentencia declaratoria o un procedimiento
para cancelar la inscripción que a virtud del
expediente de dominio obtuvo el Pueblo de
Puerto Rico es algo que no está ahora ante
nos y que, por ende, no nos concierne. (El
Pueblo inscribió mediante certificación
expedida al Registrador por el Comisionado
(90)
(Énfasis nuestro.)14
(2) El del demandado recurrente.
El demandado y recurrente Estado
Libre Asociado pretende sostener su derecho
de propiedad sobre la Parcela Núm. 10 en el
Tratado de París, en la Sec. 13 de la Ley
Foraker, en la Ley del Congreso de 1ro. de
julio de 1902, y en determinaciones
administrativas de agencias del Gobierno
Español.
Por el Art. VIII del Tratado de París
de 11 de abril de 1899, la Monarquía
española cedió en Puerto Rico a Estados
Unidos ... "todos los edificios, muelles,
cuarteles, fortalezas, establecimientos, vías
públicas y demás bienes inmuebles que con
arreglo a derecho son del dominio público,
y como tal corresponden a la Corona de
España."
Se aclaró inmediatamente en el
Tratado, que dicha cesión a que se refiere el
párrafo anterior "en nada puede mermar la
propiedad, o los derechos que corresponda,
con arreglo a las leyes, al poseedor pacífico,
de los bienes de todas clases de las
provincias, municipios, establecimientos
públicos o privados, corporaciones civiles o
eclesiásticas, o de cualesquiera otras
colectividades que tienen personalidad
jurídica para adquirir y poseer bienes en los
mencionados territorios renunciados o
cedidos, y los de los individuos particulares,
cualquiera que sea su nacionalidad."
de lo Interior.) Aparte de lo transcrito y de
las otras consideraciones que se usaron para
emitir dicha decisión, no surge de esse caso
que los actos de perturbación alegados
ocurrieron precisamente en el sitio donde
está deslindada la Parcela Núm. 10 objeto de
este otro pleito.
La Sec. 13 de la Ley Foraker de 12
de abril de 1900, 31 Stat. 80, dispuso que
todas las propiedades que pudieran haber
adquirido en Puerto Rico los Estados Unidos
por la cesión de España en el Tratado de
Paz, "en puentes públicos, casas camineras,
fuerza motriz de agua, carreteras, corrientes
no navegables, y los lechos de las mismas,
aguas subterráneas, minas o minerales bajo
la superficie de terrenos particulares, y toda
propiedad que al tiempo de la cesión
pertenecía, bajo las leyes de España
entonces en vigor, a las varias Juntas de
Obras de Puertos de Puerto Rico, y todas las
orillas de los puertos, muelles,
embarcaderos y terrenos saneados, pero sin
incluir la superficie de los puertos o aguas
navegables", quedaban "bajo la dirección"
del gobierno establecido por dicha Ley
Foraker para ser "administrados a beneficio
de El Pueblo de Puerto Rico."
Por la Ley del Congreso de 1ro. de
julio de 1902, se autorizó al Presidente para,
dentro de un año de la aprobación de la Ley,
hacer reservas de terrenos y edificios
públicos pertenecientes a Estados Unidos en
la Isla de Puerto Rico para fines militares,
navales, cuarentenas, faros, correo, aduana,
cortes de Estados Unidos y otros fines
públicos, que el Presidente creyere
necesarios, y todos los terrenos y edificios
públicos, sin incluir áreas de bahías, ríos y
cuerpos de aguas navegables y las tierras
sumergidas debajo de éstos, propiedad de
14
El texto en inglés promulgado por
Estados Unidos como reza es: "... cannot in
any respect impair the property or rights
which by law belong to the peaceful
possession of property of all kinds, of ..., or
of private individuals...." (Énfasis nuestro.)
(91)
los Estados Unidos en la Isla y no
reservados según dicha Ley, se cedieron al
Gobierno de Puerto Rico para que los
mantuviera y dispusiera de ellos para uso y
beneficio del pueblo de la Isla, siendo esta
cesión a condición expresa de que el
Gobierno de Puerto Rico renunciaría a
cualquier interés o reclamación en los
terrenos y edificios reservados por el
Presidente bajo las disposiciones de esa Ley.
32 Stat. pág. 731.
Las anteriores disposiciones del
Tratado de París, de la Ley Foraker y de la
Ley de 1902 que invoca el Estado en apoyo
de su derecho de propiedad, nos obligan a
considerar qué bienes de los aquí disputados
pertenecían a la Corona de España
susceptibles de haber sido cedidos a Estados
Unidos en 1898.
Refiriéndose a los bienes baldíos en
ultramar, expone Alcubilla, Diccionario de
la Administración Española, 4ta. Ed., Tomo
1, pág. 861, que las leyes del Tit. XII, lib. IV
de la Recopilación de Indias, sobre el
repartimiento de solares y tierras a los
nuevos pobladores y su enajenación de las
no repartidas o cultivadas, dispusieron que
labrándolas y poblándolas de ganado,
árboles, etc., adquirían dominio sobre los
terrenos a los cuatro años de morada y labor,
y que las no repartidas, y en que no hubiera
composición, se vendieran a vela y pregón,
dándose a censo al quitar.
Por Real Cédula de 15 de octubre de
1754 se dieron instrucciones para la venta y
composición de los terrenos realengos.
Comenta Alcubilla que hubo de cometerse
abusos en tan importante asunto ya que por
Real Orden de 11 de junio de 1814, se
encargó a la Intendencia de La Habana que
cuidase de que se observaran las Leyes de
Indias y la Real Cédula de 1754, y de que se
respetase a los propietarios que, según
ellas, hubieren obtenido la adquisición legal,
"no admitiendo los jueces el menor recurso
de corporación ni pueblo alguno contra
aquellas tierras, que ya deslindadas y
medidas, deben aplicarse a su dueño en
virtud de título o merced, composición o
compra." (Énfasis nuestro.)
Esta Real Orden es de 11 de junio de
1814, sólo un año antes de la venta, por la
viuda de O'Daly a Ramos Sandoval, padre
de Ramos Mencos, de la finca San Patricio,
ya conocida así y situada en ese sitio por lo
menos desde 1780.
Por otra Real Orden de 16 de julio de
1819, después de la adquisición por título de
Ramos Sandoval, se comunicaron a la
Intendencia del Ejército reglas para que se
respetasen como títulos legítimos de
dominio las mercedes de tierras concedidas
por los Cabildos y Ayuntamientos hasta el
1729, y a falta de otro título, la prescripción
de 40 años.
De haberse suscitado un problema de
dominio al decretarse esta Real Orden de
julio de 1819, ya habían transcurrido más de
40 años que el Ingenio San Patricio era finca
conocida ubicada en ese sitio.
Reales Ordenes de 1834 y 1858 se
manifestaron en igual sentido de respetar y
proteger el dominio de los que tenían tierras.
La Ley de 16 de mayo de 1835,
promulgada 20 años después de haber
adquirido Ramos SSandoval por título
escrito de O'Daly conocida como Ley de
Bienes Mostrencos, transcrita en el Tomo VI
de Scaevola, ed. 1891, pág. 527, dispuso en
su Art. 1 que pertenecían al Estado los
siguientes bienes semovientes, muebles e
inmuebles, derechos y prestaciones:
(92)
"Primero.
Los que estuvieren
vacantes y sin dueño conocido y por no
poseerlos individuo o corporación alguna."
(Énfasis nuestro.)
En su Art. 3 decretó que "También
corresponden al Estado los bienes
detentados o poseídos sin título alguno, los
cuales podrán ser reivindicados con arreglo
a las leyes comunes." Y el Art. 4 dispone
que "En esta reivindicación, incumbe al
Estado probar que no es dueño legítimo el
poseedor o detentador, sin que éstos puedan
ser compelidos a la exhibición de títulos ni
inquietados en la posesión hasta ser
vencidos en juicio." (Énfasis nuestro.)
De haber surgido contienda entre el
Estado Español y los Ramos a partir de la
Ley de 1835 sobre el título de la propiedad
San Patricio, el Estado hubiera tenido que
ser el actor en pleito ordinario como
cualquier otro litigante, con el peso de la
prueba para establecer su derecho, sin que
hubiera podido compeler a los Ramos a
exhibir sus títulos.
Compárese lo anterior con la mera
Certificación enviada al Registro en 1940
por el Comisionado de lo Interior, como
único título escriturario para inscribir la
Parcela Núm. 10 a favor del Estado.
En 17 de abril de 1884, después de
tener Antonio Ramos Mencos inscrito su
título en el Registro de la Propiedad, se
promulgó el Real Decreto de esa fecha
aprobando el "Reglamento para la
Composición de Terrenos Realengos en
Puerto Rico".
El Art. 1ro. de dicho Reglamento
dispuso que se considerarían como realengos
para los efectos del mismo, y con arreglo a
la Ley 14, tit. XII, lib. IV de la Recopilación
de Indias, todos los terrenos "baldíos, suelos
y tierras que no tengan dueño particular
legítimo, o lo que es lo mismo, que no hayan
pasado nunca al dominio privado en virtud
de concesión gratuiita u onerosa por parte de
las autoridades competentes." (Énfasis
nuestro.)
En el Art. 2 se dispuso que se
considerarían propietarios a los efectos del
Reglamento, entre otros, los que acreditaren
título de autoridad competente, y haber
cumplido las condiciones impuestas, "e
igualmente se considerarán propietarios los
que, careciendo de título, acrediten haber
poseído sin interrupción los expresados
terrenos durante veinte años, si se
encuentran en cultivo, y durante treinta si se
hallan incultos." (Énfasis nuestro.) Un
terreno se consideraba cultivado por el
Reglamento si lo había estado en los últimos
3 años, Alcubilla, op. cit., pág. 865. El
período de 40 años de la Real Orden de julio
16, 1819, quedó reducido a 30.
De haberse suscitado pugna entre el
Estado Español y Ramos a tenor de dicho
Reglamento de Composición, la situación
era que al regir el mismo en 1884 ya Ramos
había acreditado judicialmente ante la Corte
Municipal de Río Piedras e inscrito una
posesión pública, pacífica y a título de
dueño de 69 años, más de dos veces el
período de 30 años ahora dispuesto.
En El Pueblo v. Dimas (1912),
haciendo referencia a este Reglamento de
Composición de Terrenos Realengos de 17
de abril de 1884, dijimos, págs. 1078-1080,
que cuando el litigante en ese caso se dirigió
al Gobierno, invocando dicho Reglamento,
él no había adquirido tampoco un título por
prescripción bajo sus disposiciones.
(93)
En Pueblo v. Rojas (1938), hicimos
igualmente referencia al mencionado
Reglamento de Composición. A la pág. 131
expresamos que es de conocimiento judicial
que en su origen, la totalidad territorial de la
Isla de Puerto Rico pertenecía a la Corona
de España por razón de descubrimiento y
conquista, pasando gradualmente a la
propiedad particular parte de ella por
concesiones onerosas o gratuitas hechas por
el Gobierno Central, por título de amparo
concedido por la Junta de Terrenos Baldíos
y Realengos "y mediante posesión adversa
extintiva del derecho dominical", (Énfasis
nuestro.) para concluir más adelante, pág.
136, que ante los hechos probados, no era
"difícil llegar a la conclusión de que al
efectuarse en la isla el cambio de soberanía,
no se había consolidado en el apelante el
dominio sobre el inmueble reclamado en la
demanda. En otras palabras, en aquella
fecha el apelante no podía ostentar un título
ganado a virtud de posesión durante treinta
años o más." (Énfasis nuestro.)
Hemos citado las anteriores leyes,
Ordenes y Decretos del Gobierno Español
sólo como un fondo histórico legislativo
para demostrar la actitud altamente
proteccionista de la Corona de España hacia
los ocupantes y poseedores de tierras, pero
no porque sea de directa aplicación el
Reglamento de Composición de 1884, ya
que a su promulgación, la Hacienda San
Patricio no eran terrenos baldíos ni
realengos según ahí se definen, ni eran
terrenos sin dueño conocido como ahí se
expresa.15
15
Entre las Reales Ordenes antes
mencionadas, la de 15 de octubre de 1754,
ratificada por la de 11 de junio de 1814, al
darse instrucciones sobre terrenos realengos
y su composición, la Corona se preocupaba
aún por los de los indios y encargaba a los
Tampoco San Patricio, con sus lindes
precisos conocidoss cuando menos desde
1815 según el Anexo-B, eran bienes de los
expresamente mencionados en el Art. VIII
del Tratado de París que en 10 de diciembre
de 1898 al firmarse el Tratado pasaron a
Estados Unidos, ni eran otros bienes
inmuebles que, conforme a dicho Artículo,
"con arreglo a derecho" pertenecían en esa
fecha a la Corona de España.
A todo lo anteriormente dicho, nada
ha opuesto el Estado Libre Asociado que
destruya la titulación escrituraria y del
Registro de la finca San Patricio, altere sus
lindes y ubicación o que refute su posesión
conocida en manos privadas por más de un
siglo al 10 de diciembre de 1898.
La posición del Estado Libre
Asociado, y éste es el esencial fundamento
de su alegado derecho de propiedad, es que
la Parcela Núm. 10 en litigio constituye un
bien de dominio y uso públicos de los de
aquella categoría que no son susceptibles de
enajenación y posesión privada, por ser de
eminente uso público por la naturaleza de
los mismos. Veamos:
Ya en la Tercera Partida del Rey
Alfonso el Sabio, año de 1256, se distingue
entre bienes de dominio público del Estado
y los de uso público no alienables.
jueces y subdelegados que, en su
cumplimiento, "procedieran con suavidad,
templanza y moderación, respecto de las
tierras que poseían y necesitaban los indios";
y por la Real Orden de 1ro. de marzo de
1834 "se trató de escogitar medio de proveer
de título de propiedad a las poseedores de
terrenos en los dominios de Indias, para que
gozasen de la seguridad y confianza
debida." (Énfasis nuestro.)
(94)
Comienza el Título XXVIII de dicha
Partida: "Gana ome, o pierde el señorío en
las cosas, non tan solamente por los juyzios
de los Judgadores, de que fablamos en los
Títulos ante deste; más aun en otras muchas
maneras que mostraremos en las leyes deste
Título."
La Ley III:
"Las cosas que
comunalmente pertenescen a todas las
criaturas que biuen en este mundo, son estas;
el ayre, e las aguas de las lluuia, e el mar, en
su ribera. Ca qualquier criatura que biua,
puede vsar de cada vna destas cosas, según
quel fuere menester. E porende todo ome se
puede aprouechar de la mar, e de su ribera,
pescando ... e faziendo y todas las cosas que
entendiere que a su pro son." (Énfasis
nuestro.)
Y la Ley VI: "Los ríos, e los puertos,
e los caminos públicos pertenecen a todos
los omes comunalmente; en tal manera que
también pueden vsar dellos los que son de
otra tierra estraña, como los que moran, e
biuen en aquella tierra, do son." (Énfasis
nuestro.)
Las Leyes IX y X hablan
respectivamente de cuáles son las cosas
propiamente comunales de cada Ciudad o
Villa de que cada uno puede usar, y cuáles
son aquellas del común de la Ciudad o Villa
de que no puede cada uno usar. Se asoma ya
aquí el concepto, luego más definido, de la
diferencia entre bienes públicos
patrimoniales del Estado y bienes de uso
público, no susceptibles del comercio de los
hombres.
El Título XXIX de la Tercera Partida
dice que los sabios antiguos señalaron
tiempos ciertos en que el hombre puede
perder, o ganar el señorío de las cosas, y
señala aquello que el hombre puede ganar lo
ajeno por tiempo, o perder lo suyo. Así:
La Ley VII: "Plaza, nin calle, nin
camino, nin defensa, nin exido, nin otro
logar cualquier semejante destos que sea en
uso comunalmente del Pueblo de albuna
Cibdad, o Villa, o Castillo, o de otro Lugar,
non lo puede ningund ome ganar por
tiempo.. Más las otras cosas que sean de
otra natura... maguer sean comunalmente del
Concejo de alguna Cibdad, o Villa, bien se
podrían ganar por tiempo de quarenta años."
(Énfasis nuestro.) Ya la propia Partida
adelanta la explicación del porqué la
diferencia entre unos y otros bienes
comunales, y dice: "E esto es, porque
maguer que sean de todos comunalmente, no
vsan comunalmente dellos todos, assi como
de las otras cosas sobredichas." (Énfasis
nuestro.)
Estos conceptos se recogen en la Ley
de Aguas española de 3 de agosto de 1866,
extendida a Puerto Rico 5 días después por
Real Orden de 8 de agosto. Dispone en su
Art. 1 esta Ley que son de "dominio
nacional y uso público:
1° Las costas o fronteras marítimas
del territorio español, con sus obras,
ensenadas, calas, radas, bahías y puertos.
2° El mar litoral, o bien la zona
marítima que ciñe las costas, en toda la
anchura determinada por el derecho
internacional. [Se refiere al límite de millas
mar afuera internacionalmente reconocido.]
3° Las playas. Se entiende por
playa el espacio que alternativamente cubren
y descubren las aguas en el movimiento de
la marea. Forma su límite interior o
terrestre la línea hasta donde llegan las más
altas mareas y equinocciales. Donde no
fueren sensibles las mareas, empieza la
(95)
playa por la parte de tierra en la línea a
donde llegan las aguas en las tormentas o
temporales ordinarios." (Énfasis nuestro.)
El Art. 2 de dicha Ley, que aparece
publicada en el tomo 96 de la Colección
Legislativa de España, pág. 294, dispone:
"Tienen la consideración de puertos
marítimos las rías y las desembocaduras de
los ríos hasta donde se internan las
embarcaciones de cabotaje y altura que
hacen el comercio marítimo. Fuera de estos
casos, las riberas u orillas de los ríos
conservan su caracter especial de fluviales,
aun cuando estén bañadas por las aguas del
mar.16
Art. 3° Son propiedad del Estado los
fondeaderos, varaderos, astilleros, arsenales
y otros establecimientos destinnados
exclusivamente al servicio de la marina de
guerra.
Lo son igualmente las islas
formadas y que se formaren en la zona
marítima, o en las rías y desembocaduras de
los ríos, considerados como puertos
marítimos según el Art. 2E Más si las islas
procediesen de haber un río cortado terrenos
de propiedad particular, continuarán éstos
perteneciendo a los dueños de la finca o
fincas desmembradas.
Art. 4° Son del dominio público los
terrenos que unen a las playas por las
accesiones y aterramientos que ocasione el
mar. Cuando ya no los bañen las aguas del
mar, ni sean necesarios para los objetos de
utilidad pública, ni para el establecimiento
de especiales industrias, ni para el servicio
de vigilancia, el Gobierno los declarará
propiedad de los dueños de las fincas
16
El río Puerto Nuevo no es
navegable en sitio alguno.
colindantes en aumento de ellas." (Énfasis
nuestro.)
En el extenso y profundo estudio que
hizo la Comisión de 1859 que redactó la Ley
de Aguas de 1866, y que constituye su
Exposición de Motivos--Alcubilla, op. cit.,
pág. 341--después de expresarse que no
pueden darse reglas sobre el
aprovechamiento de las aguas públicas sin
fijarse reglas claras y precisas, hasta ese
momento no fijadas en las leyes civiles o
administrativas, en virtud de las cuales
quedaran perfectamente definidas y
deslindadas las aguas pertenecientes al
dominio público y al privado, ni se podían
señalar los cauces y riberas que deben
quedar del dominio público sin separarlos y
deslindarlos de los que corresponden al
dominio privado, dice la Comisión: (pág.
344).
"La Comisión ha creído, pues, que
debía abstenerse de fijarla, limitándose a
declarar que esa zona marítima territorial,
cualquiera que sea la extensión que el
derecho internacional le conceda, [se refiere
al límite de millas mar afuera], pertenece al
dominio público de la Nación, así como las
obras, bahías, radas, calas y ensenadas
formadas por las costas del territorio español
y los puertos naturales o construidas con
fondos públicos para el servicio general, a
diferencia de los construidos para el servicio
exclusivo del Estado, que pertenecen al
dominio particular de éste."
(Énfasis
nuestro.)
Más adelante expone la Comisión en
su Exposición de Motivos:
"Por dominio público de la Nación
entiende el que a ésta compete sobre
aquellas cosas cuyo uso es común por su
propia naturaleza o por el objeto a que se
(96)
hallan destinadas; tales son, por ejemplo, las
playas, ríos, caminos, muelles y puertos
públicos; su carácter principal es ser
inenajenable e imprescriptible. Y por
dominio particular del Estado entiende el
que a éste compete sobre aquellas cosas
destinadas a su servicio, o sea, a la
satisfacción de sus necesidades colectivas, y
no al uso común, cosas de las que dispone
como los particulares de las que constituyen
su patrimonio: tales son, entre otras muchas,
los montes, minas, arsenales, fortalezas y
edificios militares." (Énfasis nuestro.)
Aún de mayor aplicación a la
cuestión litigiosa que levanta el Estado Libre
Asociado en este caso, dice la Exposición de
Motivos:
"Al declarar también del dominio
público de la Nación las playas, se ha creído
conveniente restablecer la disposición de
nuestras antiguas leyes que de acuerdo con
las romanas, les fijaban por límite aquel
donde alcanzan las olas del mar en sus
temporales ordinarios, espacio bastante para
las necesidades de la navegación y pesca; y
en vez de la zona contigua de 20 varas, que
después se ha considerado como ensanche
de aquellas, se establecen sobre las
heredades limítrofes las servidumbres de
salvamento y vigilancia, con las cuales
quedan suficientemente atendidos los
intereses de la navegación en casos de
naufragios, y los de la Hacienda pública para
vigilancia de las costas, sin necesidad de
condenar a perpetua esterilidad terrenos que
en algunas comarcas son susceptibles de
cultivo." (Énfasis nuestro.)
Conforme a esta legislación, basta
ver el Anexo-A, que es también prueba del
Estado recurrente, para captar la
imposibilidad de que la Parcela Núm. 10,
según deslindada en dicho Plano Oficial de
1919, pudiera bajo criterio alguno de esa
Ley, ser playa. Ya dijimos que el río Puerto
Nuevo no es navegable. En la escala en que
se levantó dicho Plano Oficial, 1:5,000, la
porción más cerca al mar de la Parcela Núm.
10 que es su Norte y Oeste queda a unos
1,400 metros de la playa, o sea, casi a
kilómetro y medio, comparado con la cinta
de unos metros de terreno que cubren o
descubren las olas en sus temporales
ordinarios, o la línea de la marea más alta o
la equinoccial.
Bajo el concepto de montes, la
Parcela Núm. 10 podía haber sido de
dominio del Estado, pero ya vemos que la
propia Ley y su Exposición de Motivos
excluyen los montes de entre aquellos bienes
que por su naturaleza y uso, no son
susceptibles de ser enajenados por el
Gobierno, o de ser poseídos y prescritos por
el individuo particular. A este respecto,
confirmando lo anterior, el Art. 26 de la Ley
de Aguas de 1866 dispuso:
"El gobierno podrá
conceder para su desecación
las marismas propias del
Estado o de uso comunal de
los pueblos, cuando oidos el
Comandante de la Marina, el
Jefe provincial de Ingenieros
de caminos, el Gobernador
de la provincio y la Junta
consultiva de Obras Públicas
en el Ministerio, conste que
de ello no puede resultar
perjuicio a la navegación de
los ríos o conservación de los
puertos.
Las marismas de propiedad
particular podrán ser desecadas por sus
dueños con licencia del Gobernador de la
provincia...." (Énfasis nuestro.)
(97)
La marisma, que como señalaremos
luego, es considerada como monte se ha
definido como terreno bajo y pantanoso que
se inunda con las aguas del mar; y Alcubilla,
Tomo 7, pág. 133, al referirse a las mismas
dice que son terrenos bajos contiguos a las
playas o riberas de los ríos que se inundan
con las aguas extravasadas de los mares y
los ríos; y que la Ley de 1866 disponía la
concesión por el Estado para su desecación
de aquellas que le pertenecían, y las reglas
para la desecación de aquellas de propiedad
privada.
En Sentencia del Tribunal Supremo
de España de 28 de enero de 1878, en que un
concesionario de terrenos que eran marismas
demandó a otro particular para que éste los
dejara a su disposición, y la demandada
invocó ser dueña de los mismos por
documentos que databan del Siglo XVII,
dicho Tribunal revocó la sentencia de
instancia que declaró que tales marismas
eran de dominio público hasta la fecha de la
concesión al demandante. Dijo el Tribunal
Supremo que la sentencia recurrida infringía
la Sentencia de 19 de diciembre de 1870, y
el Art. 26 de la Ley de 3 de agosto de 1866
(Ley de Aguas) al declarar que playa y
marisma son la misma cosa. Transcrita en el
Tomo 7, Alcubilla, op. cit., pág. 135.
En cuanto a la colindancia del río
Puerto Nuevo respecta, dispuso la Ley en su
Art. 72 que eran de dominio público los
álveos y cauces naturales de los ríos; y en el
Art. 73, que "se entienden por riberas de un
río las fajas o zonas laterales de sus álveos
que solamente son bañadas por las aguas en
las crecidas que no causan inundación. El
dominio privado de las riberas está sujeto a
la servidumbre de tres metros de zona para
uso público, en el interés general de la
navegación, la flotación, la pesca y el
salvamento." (Énfasis nuestro.)
Finalmente, de haber conflicto entre
el derecho de los Ramos y el del Estado por
razón de las disposiciones de la Ley de
Aguas de 1866, y en lo que aquí respecta no
captamos conflicto alguno, en sus
Disposiciones Generales dispuso la misma,
Art. 299: "Todo lo dispuesto en esta ley es
sin perjuicio de los derechos legítimamente
adquiridos con anterioridad a su publicación,
así como también del dominio privado que
tienen los propietarios de aguas de
acequias,...." (Énfasis nuestro.)
Sobre este Art. 299 dice la
Exposición de Motivos:
"Con dos
disposiciones generales termina la ley; por la
primera, [Art. 299] fundada en el sabido
principio de que las leyes no deben tener
efecto retroactivo, se declara que todo lo
dispuesto en ella es sin perjuicio de los
derechos adquiridos antes de su
publicación;.... (Énfasis nuestro.)
La Ley de Aguas de 1866 rigió en
Puerto Rico hasta el 5 de febrero de 1886, en
que por Real Orden se extendieron a la Isla
la Ley de Aguas de 13 de junio de 1879, y la
Ley de Puertos de 7 de mayo de 1880. La
Ley de Aguas de 1879 sustituyó a la de 1866
sólo en cuanto a las aguas terrestres, con
pocas modificaciones y no envuelta en el
presente litigio. En cuanto a las aguas
marítimas, fuen sustituida por la de Puertos
de 1880, que empezó a regir aquí según
expresamos, en 1886.
Comenta Alcubilla, op cit., pág. 341,
que con la Ley de Aguas de 1879 y con la
Ley de Puertos de 1880 en nada perdió su
importancia y eficacia la Exposición de
Motivos de la Ley de 1866.
La Ley de Puertos de 1880 según se
hizo extensiva a Puerto Rico, dispone en su
Art. 1 que "son de dominio nacional y uso
(98)
público, sin perjuicio de los derechos que
correspondan a los particulares:
1. La zona marítimo-terrestre, que es
el esppacio de las costas o fronteras
marítimas de la Isla de Puerto Rico y sus
adyacentes, que forman parte del territorio
español, y que baña el mar en su flujo y
reflujo, en donde son sensibles las mareas, y
las mayores olas en los temporales en donde
no lo sean.
Esta zona marítimo-terrestre se
extiende también por las márgenes de los
ríos hasta el sitio en que sean navegables o
se hagan sensibles las mareas." (Énfasis
nuestro.)
Esta Ley reproduce casi todas las
disposiciones sobre el dominio público de la
zona marítima contenidas en la Ley de 1866
y dispone expresamente que: (Art. 1, incisos
7, 8 y 9)
"7. Los terrenos de propiedad
particular colindantes con el mar o
enclavados en la zona marítimo-terrestre,
están sometidos a la servidumbre de
salvamento y de vigilancia litoral.
8. Las servidumbres de salvamento
tienen la misma extensión en los terrenos de
propiedad privada colindantes con el mar,
que la zona marítimo-terrestre, dentro de la
cual están comprendidos y 20 metros más
contados hacia el interior de las tierras, y de
ella se hará uso público en los casos de
naufragio, para salvar y depositar los restos,
efectos y cargamentos de los buques
náufragos.
Esta zona de servidumbre avanzará o
se retirará conforme el mar avance o retire,
según queda establecido en general para la
zona marítimo-terrestre.
Por los daños causados a las
heredades en las ocasiones de salvamento
habrá lugar a indemnización, ....
9. La servidumbre de salvamento no
es obstáculo para que los dueños de los
terrenos contiguos al mar siembren, planten
y levanten, dentro de la zona
marítimo-terrestre, en terreno propio,
edificios agrícolas y casas de recreo."
(Énfasis nuestro.) (Ley de Puertos, 1880,
Compilación de los Estatutos Revisados y
Códigos de Puerto Rico, Ed. 1941, pág. 92.)
En esta legislación el Estado Libre
Asociado recurrente hace descansar
básicamente su derecho de propiedad. El
hecho amerita unas observaciones:
i. Dijimos antes que era imposible
que la Parccela Núm. 10 fuera playa bajo la
Ley de 1866 y el Plano Oficial, ni que allí, a
un kilómetro y medio de distancia, llegaran
las olas.
ii. La Ley de 1880, antes transcrita,
introduce el concepto de "zona
marítimo-terrestre" y la describe como
aquel espacio que baña el mar en su flujo y
reflujo y la extiende hasta donde son
sensibles las mareas y las mayores olas en
los temporales cuando las mareas no sean
sensibles.
iii. Asumiendo--el Estado no aportó
prueba sobre el hecho --que la Parcela Núm.
10 fuera lugar sensible a las mareas y que
con el cambio de éstas se extravasaran en
ella las aguas del mar, o sea, que la Parcela
Núm. 10 era una marisma, 17 las
17
El Acta de los hallazgos de la
Inspección Ocular del juez sentenciador
tiende a indicar lo contrario.
(99)
disposiciones transcritas de esta Ley de
1880, aún en vigor, al igual que aquellas de
la Ley de 1866, plenamente reconocen el
disfrute de propiedad privada en este tipo de
zona "marítimo-terrestre", distinto al criterio
del demandado de que son bienes incapaces
de ser enajenados por el Estado, e incapaces
de ser poseídos particularmente.
iv. Aun cuando lo anterior no fuera
correcto, esta zona "marítimo-terrestre" en la
forma definida hasta donde son sensibles las
mareas, se estableció por primera vez el 5 de
febrero de 1886, años después que Ramos
tenía inscrito en el Registro su título de
propiedad. En consecuencia, todo sucesor
en título de Ramos, como lo son los
demandantes en este pleito, tienen la
incuestionable protección del Art. 34 de la
Ley Hipotecaria de 1883, como terceros que
adquirieron de quien según el Registro podía
transmitir.
Posteriormente haremos
referencia más en detalle al problema de
tercero hipotecario.18
18
Dispone el Art. 33 de la Ley
Hipotecaria de 26 de mayo de 1893:
"La inscripción no convalida los
actos o contratos que sean nulos con arreglo
a las leyes."
Y el Art. 34:
"No obstante lo declarado en el
artículo anterior, los actos o contratos que
se ejecuten u otorguen por persona que en el
Registro aparezca con derecho para ello no
se invalidarán en cuanto a tercero, una vez
inscritos, aunque después se anule o
resuelva el derecho del otorgante en virtud
de título anterior no inscrito o de causas que
no resulten claramente del mismo Registro."
(Énfasis nuestro.)
v. Finalmente, lo mismo que la Ley
de 1866 que protegió los derechos ya
adquiridos y a la cual, según su Exposición
de Motivos, no se le deseó dar efecto
retroactivo (Art. 299), la Ley de 1880, al
declarar el dominio público expresa de
inmediato que es, "sin perjuicio de los
derechos que correspondan a los
particulares", y respeta, como la anterior, a
aquellos ya adquiridos.
En abono de su tesis, el Estado Libre
Asociado presentó un Expediente
Administrativo Núm. 175, de 1 de julio de
1895 (Ddo. Exh. L) en que Leopoldo
Cerecedo, quien adquirió San Patricio en
1893--ante par. 2--y antecesor en título de
los demandantes, presentó una instancia al
Gobernador General pidiendo que se
suspendiera el corte de mangle que por el
personal de las obras del puerto se estaba
haciendo en su hacienda San Patricio,
causándole daño a su propiedad.
Recibida la queja, se suspendió de
inmediato el corte de mangle y se trasladó a
otro sitio "en la margen izquierda del caño
Pto. Nuevo, ... interín se deslinda la
verdadera zona donde deba hacerse la
extracción."
Referido el asunto por la Junta de
Obras del Puerto de la Capital al Ayudante
encargado de las obras, hay un informe de 6
de agosto de 1895 dirigido al Ingeniero Jefe
Director de las Obras. Dice el informe que
el Sr. Cerecedo parecía incurrir en un error
de apreciación "confundiendo los límites de
su proppiedad con los de la zona
marítimo-terrestre." Para "poder desvanecer
Los Arts. 33 y 34 de la Ley
Hipotecaria Española que rigió en Puerto
Rico desde el 1E de mayo de 1880 hasta ésta
de 1883, disponían de igual manera.
(100)
tales errores", entró en consideraciones
sobre la planta de mangle y donde se
produce. Dice:
"El mangle rojo, árbol cuya madera
se utiliza como combustible para el
movimiento de las máquinas de vapor del
Tren de Limpia al servicio de las Obras del
Puerto, es una planta especial, que nace
solamente en las marismas o sea sobre los
terrenos cenagosos bañados por las aguas
del mar en el movimiento de las mareas....
Por el medio especial en que vive esa planta,
no se puede producir sobre otro terreno que
no sea el salitroso bañado por el mar en el
movimiento de sus mareas, ocupando por lo
tanto la zona marítimo-terrestre de las costas
bajas de esta Ysla. El límite de un manglar
o sea su encuentro con el terreno vegetal de
la Costa, está determinado precisamente por
la misma naturaleza, pues en la unión de
ambas zonas, se desarrolla y crece, otra
planta especial que se denomina marunguey
y que necesita para su nutrición, del terreno
salitroso y del vegetal bañado por las lluvias,
de suerte que, el menos avisado, viene
fácilmente en conocimiento del límite de la
zona marítimo-terrestre ocupada por los
mangles en un sitio dado, observando tan
solo donde empieza a desarrollarse la
indicada planta de marunguey, que como ya
se ha dicho, limita los terrenos vegetales de
los salitrosos o marismas de la costa."
(Énfasis nuestro.)
Interrumpimos aquí el informe para
observar que del Acta de la Inspección
Ocular que realizó la Sala sentenciadora,
comenzada en el linde Norte y Oeste de la
Parcela Núm. 10, el Magistrado hace constar
que caminando hacia el Este, a lo largo de la
colindancia Norte, observó mangle a la orilla
izquierda de un canal, probablemente el
cauce anterior del río Puerto Nuevo antes de
desviarse éste para desembocar ahora en el
Caño Martín Peña, y a la derecha, o hacia el
Sur, observó terrenos cubiertos de pasto
natural, marunguey y arbustos de diferentes
especies, incluyendo mangles y otras
especies.
Concluyó el informe aludido que el
corte se estaba haciendo en la zona del
mangle, sin que hubieran entrado para nada
en el predio "San Patricio", y que no parecía
fundada la queja. Recomendó el funcionario
que se hiciera un deslinde de las expresadas
zonas "fijando de una vez los límites en que
quede comprendido el mangle que pueda
explotarse para los usos ya referidos."
(Énfasis nuestro.)
En informe de 18 de julio de 1895
del Ingeniero Director al Presidente de la
Junta de Obras del Puerto de la Capital, se
expresa que el corte de mangle se había
mantenido siempre dentro de los sitios
detallados en la subasta en que se adjudicó a
la Junta de Obras el aprovechamiento de los
manglares del Estado sitos en Bayamón, sin
que se rebasara, en ningún caso la parte
contigua al límite del Sr. Cerecedo, el límite
superior de la zona marítimo-terrestre "en
que crece la planta especial llamada
marunguey."
Acepta el informe que era "innegable
según dice el recurrente y es sabido de
toodos, que dentro de la zona
marítimo-terrestre pueden existir
propiedades particulares" (énfasis nuestro),
pero que el reclamante no había mostrado
documento alguno que demostrara que San
Patricio se hallaba comprendido total o
parcialmente dentro de dicha zona. Insiste
este segundo informe que solo se lograría
resolver el conflicto de un modo radical
practicándose "el deslinde de la zona en que
puede verificarse la explotación de la leña,
a los usos referidos." (Énfasis nuestro.)
(101)
El
anterior
Expediente
Administrativo contemporáneo con la
adopción de la Ley de Puertos de 1880, no
sostiene la tesis del recurrente de que las
marismas, asumiendo que la Parcela Núm.
10 lo fuera, son bienes inajenables y no
susceptibles de dueño privado. Desautoriza
también la conclusión de que los manglares,
por el solo hecho de serlo, son
necesariamente propiedad del Estado, y no
prueba que el Gobierno Español fuera dueño
de la Parcela Núm. 10, que luego pasara bajo
el Tratado de París a Estados Unidos y bajo
la Ley Foraker al Pueblo de Puerto Rico
como bienes "para ser administrados" a
beneficio del Pueblo.19
La Proclama del Gobernador de
Puerto Rico de 28 de mayo de 1918, Boletín
Administrativo Núm. 143, se expidió por
autoridad del Art. 2 de la Ley Núm. 22 de 22
de noviembre de 1917, creando un servicio
forestal. Autorizó esta ley al Gobernador
para que, de tiempo en tiempo, "después de
oir en audiencia pública a los interesados"
(énfasis nuestro), declare bosques insulares
todo terreno insular, y después de las
audiencias, el Gobernador podía modificar
o revocar o suspender cualquier proclama o
parte de ella. (Art. 2.)
Entre las facultades concedidas por
esta Ley al Comisionado de Agricultura, está
19
No obstante el hecho que lla Ley
del Congreso de 1° de julio de 1902 cedió a
Puerto Rico el dominio de aquellos bienes
que Estados Unidos recibió de España que
no fueran reservados por el Presidente en
virtud de dicha Ley, la Carta Orgánica de
1917 volvió a repetir que eran "para ser
administrados" a beneficio del Pueblo de
Puerto Rico; y así se ha perpetuado en la
actual Ley de Relaciones Federales.
la de arrendar, o de otro modo conceder la
ocupación y uso de estos bosques del
Estado. También para adoptar reglamentos
referentes al uso, etc. y ocupación de los
mismos, pero se le impuso la obligación de
conceder audiencia a cualquier persona que
se creyere perjudicada.
Se ordenó la mensura y deslinde de
cualquier bosque insular incluyendo los
terrenos cedidos de la Corona de España
incluidos en cualquier bosque insular antes
de perfeccionarse la mensura y el título de
los mismos, sin que lo dispuesto pudiera
interpretarse "en el sentido de estar en
oposición o conflicto con cualquier derecho
adquirido por virtud de alguna concesión o
concesiones ... del Gobierno ...." (Énfasis
nuestro.)
La Proclama de 1918 no declara que
todos los manglares fueran de propiedad del
Gobierno, sino que declaró bosques
insulares los manglares pertenecientes al
Pueblo de Puerto Rico. En la descripción y
deslinde del que aquí se aplica, se dice en la
Proclama que colinda por el Este con otros
manglares.
Si se hubiera intentado
establecer que todos los manglares eran
propiedad pública, la colindancia Este tenía
que ser terreno vegetal firme. De lo que se
desprende que la confección del Plano
Oficial de 1919 no responde, como cuestión
de derecho, ni a la Proclama, ni a la Ley
Núm. 22 de 1917, ni a la legislación
española aquí en vigor sobre el dominio de
la zona marítimo-terrestre. El recurrente no
ha aportado prueba del certificado de
mensura del Plano de 1919 de donde
surgiera haberse dado audiencia a los
interesados y dueños colindantes, conforme
lo exigía la referida Ley Núm. 22.
página
(102)
En El Pueblo v. Dimas dijimos a la
1072 que los manglares se
consideran como montes del Estado, aunque
constituyan terrenos inundados. Véanse:
Ordenanzas Generales de 22 de diciembre de
1833 descriptivas de los montes. Tomo 6,
Scaevola, op. cit. (1891), pág. 143.
Por Real Decreto de 21 de abril de
1876, se proveyó para el deslinde y
conservación de los montes y terrenos de la
Corona existentes en Cuba y Puerto Rico, y
se aprobaron las Ordenanzas para el Servicio
del Ramo de Montes. En su Art. 1 se
declaró que bajo la denominación de montes
se comprenden "todos los terrenos
destinados particularmente a la producción
de maderas y leñas, y a las tierras de pastos
no cultivados."
Se dividieron los montes en (1)
montes públicos y (2) montes de
particulares, definiéndose éstos como "los
que con justo título pertenezcan al dominio
privado." Se ordenó el deslinde de unos y
otros conforme se dispuso, y se proveyó
para que el Ingeniero Inspector de Montes
presentara al Gobernador General dos
catálogos de montes públicos: (1) los que
por ser altos fueran necesarios para el
suministro de servicios de guerra y marina,
debían ser reservados de la venta y (2)
aquellos montes que sin menoscabo de los
intereses públicos, debían pasar al dominio
particular. Colección Legislativa de España,
tomo 116, pág. 360. Estos catálogos en
verdad se hicieron y existían según se
desprende de la prueba del recurrente. A
esos catálogos e inventario se hace mención
en Pueblo v. Rojas.
Este Tribunal, [en] El Pueblo v.
Dimas, hace referencia a un expediente de
subasta de aprovechamientto de varios
montes del Estado, en que el Gobernador
dispuso que por la alcaldía se procediera a
anunciar la subasta y aprovechamiento de
leñas del monte del Estado denominado
Manglar de la parte norte de la bahía. Otra
vez, judicialmente ahora, hay una expresión
adicional que no comparte la tesis de que los
manglares, o marismas de la zona
marítimo-terrestre sean, por solo esa
condición de manglares, bienes de dominio
y uso público de los de aquella naturaleza
que están fuera del alcance del comercio de
los hombres y no son enajenables por el
Estado ni están sujetos a ser privadamente
tenidos por los medios reconocidos de
obtener título, inclusive, la posesión.
Nuestra Asamblea Legislativa lo reconoció
también así al aprobar la Resolución
Conjunta Núm. 7 de 13 de mayo de 1927,
que autorizó al Comisionado de lo Interior a
vender manglares de El Pueblo de Puerto
Rico.
La legislación común española
contemporánea con la legislación especial de
Aguas y Puertos, tampoco sostiene la
posición del recurrente. El Código Civil
Español de 26 de mayo de 1889, en vigor en
Puerto Rico el 1E de enero de 1890 y hasta
el 1° de julio de 1902, dispuso en su Art.
339 que son bienes de dominio público:
"Los destinados al uso público, como los
`caminos, canales, ríos, torrentes, puertos y
puentes construidos por el Estado, las
riberas, playas, radas y otros análagos'." No
se mencionan manglares ni marismas como
tal. El Art. 344: "Son bienes de uso público
en las provincias y los pueblos los caminos
provinciales y los vecinales, las plazas,
calles, fuentes de aguas públicas, los paseos
y las obras públicas de servicio general,
costeadas por los mismos pueblos o
provincias."
"Todos los demás bienes que unos y
otros posean son patrimoniales y se regirán
por las disposiciones de este Código, salvo
lo dispuesto en leyes especiales."
(103)
El Art. 407 que trata del dominio
público de las aguas no incluye la propiedad
en litigio, aun cuando ésta fuera un manglar.
En ausencia de prueba del Estado
Libre Asociado que impugnara el título
inscrito de Antonio Ramos, su posesión con
justo título escriturario desde 1815, ni que
destruyera la condición de tercero
hipotecario de los demandantes, no hay base
para alterar la sentencia recurrida bajo el
criterio que la Parcela Núm. 10, aun cuando
participare de la naturaleza de manglar o
marisma--y en contrario concluyó la Sala
sentenciadora--es un bien de uso público no
susceptible de ser enajenado o cedido por el
Estado, o de ser poseído en privado.
Tal vez con lo dicho sea suficiente
para disponer de este recurso. Tratándose de
bienes que hoy tienen un inmenso valor
económico y que están inscritos a favor del
Estado Libre Asociado, preferimos, no
obstante, no dejar fuera del análisis nada que
pueda reafirmar el convencimiento de
juzgador, aun a costa de prolongar más esta
exposición.
El Pueblo de Puerto Rico
v.
Luis Llorens Torres,
Civil 12,685, Reivindicación
Con más pujanza y fuerza persuasiva
para la deciisión de este caso que el análisis
anterior interpretativo, están los hechos que
quedaron perpetuados judicialmente en el
pleito de reivindicación tramitado por El
Pueblo de Puerto Rico contra Luis Llorens
Torres en la entonces Corte de Distrito de
San Juan.
En 16 de abril de 1920 el Gobierno
interpuso demanda reivindicando un predio
de 300 cuerdas que alegó Llorens detentaba
sin título alguno. Obtuvo de inmediato un
injunction pendente lite a base de que
Llorens no sólo cortaba leña sino que hacía
obras de roturación y cultivo.
Se describió la parcela como parte
del manglar de 1,003.61 cuerdas declarado
bosque insular por la Proclama de 28 de
mayo de 1918, "colindante la misma por el
Norte con aguas del río Puerto Nuevo; por el
Este con aguas del mismo río y la Hacienda
San Patricio; por el Sur con la Hacienda San
Patricio, perteneciente hoy a Don Luis
Rubert, con terrenos de la Sucesión, Ramos,
antes, hoy de Don Luis Llorens Torres; y
terrenos de Eduardo González Caneja antes,
hoy de Don Eduardo y Don Celestino Iriarte,
y por el Oeste con más manglares de El
Pueblo de Puerto Rico."
No obstante estar ya deslindado el
manglar de 1,003.61 cuerdas en el Plano
Oficial de 1919 por puntos, ángulos, rumbos
y distancias, y dividido en parcelas
identificadas con los números 9, 10, 11, 12,
no se dio en la demanda la descripción
geométrica de este predio de 300 cuerdas, ni
se situó en alguna de dichas parcelas
numeradas.
Llorens negó la demanda, y alegó ser
dueño de la finca Monterrey que describió
de igual manera a como la tenía inscrita
según el deslinde que hizo con Rubert (véase
el párrafo 6 anterior), excepto que alegó que
tenía 397 cuerdas en lugar de 220.
Esta mayor cabida alegada motivó
una estipulación de las partes radicada el 5
de agosto de 1924, en que acordaron que de
la Finca Monterrey de 397 cuerdas descrita
en la contestación de Llorens, el Pueblo sólo
reclamaba 300 cuerdas cenagosas, y
quedaban fuera del pleito 97 cuerdas
situadas en la parte seca, o sea en la parte
(104)
Sur. Describieron estas 97 cuerdas como
colindando por "el Norte, con los terrenos
cenagosos que reclama El Pueblo de Puerto
Rico; por el Este, con la quebrada Barraco
que separa terrenos de Don Luis Rubert; por
el Sur, con los mencionados terrenos de
Rubert y ..., y por el Oeste con dichos
terrenos cenagosos que reclama El Pueblo
de Puerto Rico." (Énfasis nuestro.)
Debe observarse que ahora se
identifica la quebrada Barraco, colindancia
Oeste de Rubert y de la Parcela Núm. 10,
como colindancia Este del terreno seco que
se elimina del pleito.
El 5 de marzo de 1925 el Juez
Charles E. Foote dictó sentencia en contra
de Llorens y decretó la reivindicación. Se
basó el Juez Foote fundamentalmente en lo
que observó en su inspección ocular, y dijo:
"la colindancia Norte de la finca del
demandado es el Río Puerto Nuevo solo
hasta el punto en que el mismo desemboca
sus aguas en la bahía de San Juan, y de ahí
en adelante dicha colindancia es la zona
manglar que hemos descrito antteriormente
[se refiere al manglar de 1,003.61 cdas.] y
dentro de la cual está incluida la porción de
terreno que reclama el demandante, siendo
la línea divisoria, aquella más alta que
marquen las aguas en el flujo y reflujo de la
marea." (Énfasis nuestro.)
Si se tiene en cuenta que desde su
origen la parte más cerca al mar de la finca
San Patricio o su colindancia Oeste, nunca
sobrepasó la quebrada Margarita, y según el
Anexo-B su desembocadura en el río
aparece a 150 metros de la playa, las
observaciones del Juez Foote no estuvieron
equivocadas.
Llorens apeló. No resolvimos el
caso porque las partes estipularon su
solución. En transacción que propusieron a
la Corte de Distrito fechada 12 de febrero de
1931, El Pueblo de Puerto Rico aceptó que
Llorens era un tercero hipotecario protegido
por el Registro en cuanto a la cabida no
aumentada de 220 cuerdas, "cuya cadena de
título se ha comprobado desde el año 1815";
y pidió que se dictara sentencia decretando
que Llorens era legítimo dueño de esas 220
cuerdas registradas, que se volvieron a
describir en la misma forma expresada en el
párrafo 6 anterior de esta opinión.
El demandado Llorens, por su parte,
estuvo conforme en que se decretara que el
Pueblo de Puerto Rico era legítimo dueño
"de todo el terreno excedente situado entre
las 220 cuerdas arriba descritas y la Bahía de
San Juan, debiendo el demandado entregar
la posesión de dicho terreno al demandante
Pueblo de Puerto Rico."
Estipularon además las partes que las
220 cuerdas
"se entenderán comprendidas desde
la Quebrada Verraco [sic] que separa la
finca del demandado de la Hacienda San
Patricio de Don Luis Rubert, hasta una línea
recta y paralela a la carretera, cuya línea se
trazará desde la Quebrada Margarita hasta
el Río Puerto Nuevo; y que desde esta línea,
que será marcada por ingenieros del
Departamento del Interior, el terreno
restante, hasta la Bahía de San Juan,
quedará de la propiedad de El Pueblo de
Puerto Rico. Trazada esa línea, las partes se
obligan a respetarla como línea divisoria
entre ambas propiedades, renunciando a toda
ulterior rectificación o deslinde entre ellas o
sus causahabientes; y en consecuencia, El
Pueblo de Puerto Rico renuncia a todo
derecho o reclamación sobre cualesquiera
otros terrenos reclamados en este pleito y
poseído por Llorens que quedan situados al
(105)
este de la referida línea paralela a la
Carretera, que será trazada por ingenieros
del Departamento del Interior y la cual
servirá de límite en lo sucesivo entre los
terrenos del Pueblo de Puerto Rico y los de
la antigua Hacienda San Patricio, hoy
denominada San Patricio y Monte Rey."
(Énfasis nuestro.)
La Carretera referida es la Núm. 2,
que como puede verse en el Anexo-A, está
considerablemente mucho más cerca del mar
hacia el Oeste que la Parcela Núm. 10. No
obstante, la prueba demuestra que El Pueblo
pagó a Ramos, en 1913, el importe del
terreno ocupado por esta carretera.
Conforme a la anterior estipulación,
la Corte de Distrito de San Juan dictó
sentencia final y firme en 18 de febrero de
1931, perpetuando judicialmente los pactos
y declaraciones hechos por las partes.
El pleito de reivindicación terminó
en realidad, como uno de deslinde, en que el
Gobierno reconoció la quebrada Margarita
como el límite Oeste de la Hacienda San
Patricio según adquirida en 1815, y
reconoció la quebrada Barraco como el
límite Oeste de dicha hacienda después que
la dividieron entre Monte Rey de Llorens, y
San Patricio de Rubert. (Párrafo 6 anterior.)
Aun cuando Rubert podía
indirectamente ser afectado por las
resultancias del pleito de Llorens--de hecho
aportó para sufragar los gastos del
mismo--la sentencia mencionada no es aquí
cosa juzgada, ya que Rubert no fue parte
compareciente.
La aceptación que hizo El Pueblo de
que Llorens era un tercero protegido por el
Registro en lo que a sus 220 cuerdas
inscritas se refiere, fue bien y correctamente
hecha. Llorens incuestionablemente estaba
protegido como tercero en esas 220 cuerdas
inscritas--Art. 34 de la Ley
Hipotecaria--aunque no en cuanto a las 197
cuerdas adicionales que alegó al contestar la
demanda.
A fortiori, los demandantes son
también terceros hipotecarios en cuanto a su
cabida inscrita, ya que la cadena de título de
ellos, como la de Llorens, tiene idéntico
origen y proviene de la misma finca Núm.
89 matriculada en enero de 1882.20
20
En El Pueblo v. Dimas dijimos a la
pág. 1075 que la demanda de reivindicación
del Pueblo había sido declarada sin lugar en
cuanto a los demandados Bosch y Riera "por
estimar la corte sentenciadora que concurría
en favor de ellos la condición de terceros por
ellos alegada." En este caso se trataba de
manglares, y el Gobierno no apeló el
pronunciamiento del juez de instancia
declarando a Bosch y a Riera terceros
hipotecarios.
Este Tribunal continuó entonces
considerando si los otros demandados contra
quienes se declaró con lugar la demanda de
reivindicación eran o no terceros, y
concluimos que no lo eran. 18 D.P.R. 1075.
No fue en el caso de Llorens la única vez
que el Pueblo reconoció que pueden existir
terceros hipotecarios protegidos por el
Registro aun cuando se tratare de este tipo
de zonas marítimo-terrestre. Cf. Fajardo
Sugar Growers Ass'n. v. Kramer (1933),
manglares, en donde a la página 377
discutimos si allí había una condición de
tercero y concluimos que no porque por el
Registro, un posterior adquirente había
quedado claramente informado del
incumplimiento de un concesionario original
de las condiciones impuestas para obtener
(106)
La sentencia de deslinde de 1931 fue
acatada por el Gobierno. El Plano Oficial de
Manglares de 1919 quedó modificado para
trazar en él el deslinde convenido y
ordenado, y se trazó en dicho Plano la línea
dentada (/ / / / / / / /), al Este de la cual el
Gobierno aceptó no tener reclamación
alguna, y que sería la divisoria perpetua
entre los terrenos del Estado y los de la
"antigua Hacienda San Patricio".
Trasladado este hecho al Anexo-A,
se verá que esta línea límite está situada a
825 metros al Oeste de la quebrada Barraco,
o dicho de otro modo, que la colindancia
Oeste de la Parcela Núm. 10, la más
cerccana al mar, está a casi un kilómetro al
Este de dicha línea divisoria, al Este de la
cual el Gobierno aceptó no tener derechos de
propiedad.
Después de esos hechos no
acertamos a explicarnos cómo en 1940, diez
años más tarde, y con el Plano Oficial de
1919 ya modificado conforme a la sentencia
de 1931, el Comisionado del Interior pudo
haberle certificado al Registrador la primera
inscripción de la Parcela Núm. 10 a favor
del Pueblo de Puerto Rico, como un bien
obtenido de la Corona de España a través del
Tratado de París, de la Sec. 13 de la Ley
Foraker y de la Ley del Congreso de 1° de
julio de 1902.
En el estudio de este caso hemos
tenido el beneficio de una excelente labor
realizada por el Juez Polo, Magistrado que
falló en 1ra. Instancia. Su sentencia, que
declaró con lugar la demanda de
reivindicación y ordenó la cancelación en el
Registro de la Propiedad de la inscripción a
favor del Estado Libre Asociado recurrente
título.
de la Parcela Núm. 10, según al presente
está compuesta por un predio de 6.896
cuerdas y otro de 120.48 cuerdas después de
la segregación a favor de Estados Unidos
que no se litiga, será confirmada.
E.L.A. v. Tribunal Superior
97 D.P.R. 644 (1969)
[Estado Libre Asociado de Puerto Rico,
peticionario v. Tribunal Superior de Puerto
Rico, Sala de Expropiaciones, Hon. Pedro
Santos Borges, Juez, demandado; Planta de
Cal Hicaco, Inc., et al., interventores.]
El Juez Asociado Señor Hernández
Matos, en opinión en la cual concurren el
Juez Presidente Señor Negrón Fernández y
el Juez Asociado Señor Santana Becerra,
expone los criterios en que funda su voto de
no ha lugar.] *
–O–
Opinión del Juez Asociado Señor
Hernández Matos exponiendo los criterios
en que funda su voto de no ha lugar a la
moción de reconsideración, en la cual
concurren el Juez Presidente Señor
Negrón Fernández y el Juez Asociado
Señor Santana Becerra.
El peticionario solicitó la reconsideración
de nuestra decisión que confirmó la
resolución de la Sala de Expropiaciones del
Tribunal {645} Superiorque determinó que
el Estado carecía de título de dominio sobre
los islotes Hicacos y Ratones objeto de
expropiación y que los mismos pertenecían
a la fecha de instarse el procedimiento a la
*Nota del Compilador: La opinión
original aparece en 95 D.P.R. 339.
(107)
codemandada Best Builders, Inc.
Expone que erramos (a) al concluir que la
composición tuvo lugar; (b) al determinar
que la condición de cultivo fue
sustancialmente cumplida y (c) al considerar
terceros de buena fe a los adquirentes
subsiguientes frente a la prueba de
acontecimientos ocurridos fuera del
Registro.
Las interventoras se han opuesto a la
solicitud de reconsideración. A su vez
sostienen, en síntesis, que el trámite de la
composición debe estimarse concluido y que
el mismo 'constituye una ratificación del
título que le había transferido don Leandro
Fort' a don Juan Lavaggi; que el Estado no
probó título alguno sobre los islotes; que los
subadquirentes son terceros por haber
comprado sin que constase del Registro el
cumplimiento, con efectos extintivos, de la
condición resolutoria y que 'han adquirido
por usucapión los terrenos objeto de este
procedimiento', solicitando un reexamen de
la actual doctrina de la usucapión contra el
Estado.
inmatriculador. Después los efectos de los
actos extraregistrales relacionados en esta
opinión {646} y, finalmente, la cuestión
prescriptiva y sus efectos sobre el título
envuelto.
I
Antecedentes Registrales
Primera inscripción, 28 de febrero de
1883. Por esta primera inscripción queda
inscrito el islote Hicacos por título de
amparo fechado el 12 de febrero de 1872, a
favor de Leandro Fort Torres, y, según el
título y el Registro:
Reseñaremos primeramente todos los
antecedentes registrales de los islotes
Hicacos y Ratones que forman la finca
rústica Núm. 104 del término municipal de
Fajardo. Comienzan el 28 de febrero de
1883, fecha de su primera inscripción en
virtud del título de amparo concedido por la
Corona de España a don Leandro Fort
Torres, y terminan el 12 de diciembre de
1962, día de presentación del título de
compraventa de Best Builders, Inc.,
cubriendo un estado registral de vigencia
titular dominical ininterrumpido de 79 años
y 9 meses. Luego discutiremos los efectos
hipotecarios específicos de las inscripciones
traslativas subsiguientes frente a la
condición resolutoria constante en el asiento
(108)
'... bajo la condición
indispensable que se impuso
el mismo de tenerla a
disposición del Gobierno en
cualquier tiempo que se le
exija y la indispensable de
cultivarla en su décima parte
dentro del término de un año,
en la cuarta parte dentro de
cuatro años y en la mitad
dentro de diez años a
beneficio de la agricultura
bajo la pena de la revocación
de la gracia y reversión de
esta finca al Estado en el
caso de incumplimiento de la
referida condición y con la
obligación de que a los dos
meses cuanto más de la fecha
de la expedición del título ha
de dar principio al cultivo de
los terrenos concedidos, en
cuyo caso no podrá
turbársele en su posesión ni
disputársele su dominio,
debiendo pagar los derechos
de tierra.' (Énfasis suplido.)
Segunda inscripción de
dominio, de fecha 4 de
marzo de 1887. En este
asiento se dice 'No aparece
afecta a carga alguna.' Se
inscribe la venta que hace
Leandro Fort y Torres a Juan
Lavaggi e Ignacio García del
islote Hicacos, por partes
iguales. Se dice, en parte, en
el asiento: 'En su virtud Don
Juan Lavaggi y Don Ignacio
García inscriben a su favor el
dominio de la finca de este
número que adquieren por
título de compra.'
Quinta inscripción, fechada
el 11 de octubre de 1901.
Queda inscrita, a título de
herencia testada, a favor
también de los cuatro
hermanos García Becerril, la
mitad proindivisa del islote
Hicacos perteneciente al
padre de ellos Ignacio
García, fallecido el 7 de
marzo de 1890, habiéndose
denegado la inscripción
'res pect o al l l a m ad o
?Ratones' por no aparecer
inscrito a nombre del
causante.'
Tercera inscripción, de fecha
30 de septiembre de 1901.
Se inscribe a favor de Rita
Alonso Rivera, viuda de Juan
Lavaggi, y de los cuatro
hermanos José Ignacio,
Heriberta Nicolasa, Josefa
Cirila y Aurelia Braulia
García Becerril, 'proindiviso
y por iguales la participación
que en esta finca
correspondía a don Juan
Lavaggi,' y a título de
herencia testada de éste,
fallecido el 4 de febrero de
1901. Se repite en este
asiento que la finca 'no
aparece afecta a carga
alguna.'
Sexta inscripción de
dominio. Dice literalmente
este asiento registral:
'Rústica:--Islote denominado
?Hicacos' descrito en la
inscripción primera de igual
modo que en el documento
presentado.
No aparece
afecta a carga alguna. Don
José Ignacio, Doña
Heriberta, Doña Josefa y
Doña Aurelia Braulia García
Becerril son dueños de esta
finca según las anteriores
inscripciones y con tal título
la venden en unión de tres
más a su convecino Don
Jorge Bird Arias por el
precio todo de quinientos
dollars, más cien dollars
importe de un carro y una
yunta de bueyes que
enclavan en esta finca, cuya
suma total confesaron
recibida. En su virtud Don
Jorge Bird Arias inscribe a
su favor esta finca por título
Cuarta inscripción, fechada
el 1ro. de octubre de 1901.
Queda inscrita la venta que
hace la condueña Rita
Alonso Rivera de toda su
participación en la finca a los
cuatro hermanos García
Becerril.
(109)
de compra. El documento
comprende tres fincas más
de las que se ha denegado la
inscripción respecto al
llamado ?Ratones' por no
aparecer inscrito hallándose
las demás donde dice la nota
marginal. La presentación y
demás circunstancias constan
de la inscripción extensa
número seis al folio veinte
del tomo presente.
Humacao, once de octubre
de mil novecientos uno.
Hons. No. 7 Arl. 2 pesos 70
cts. (Fdo.) Toro Ríos.'
ella el islote Ratones, cuya
trasmisión aparecía denegada
e r r ó n e a m en t e en l a s
inscripciones Quinta y Sexta.
Octava inscripción de
dominio. Practicada el 8 de
enero de 1954, luego de
haber permanecido en toda
su vigencia, durante más de
52 años, las inscripciones
dominicales Sexta y Séptima
en favor de Don Jorge Bird
Arias. Consta en esta
inscripción Octava que el
titular Bird Arias falleció
testado el 3 de julio de 1950,
dejando como sucesores a su
esposa, dos hijos y una nieta;
que se decretó la
administración judicial de su
herencia y en el curso de la
misma la Sala de San Juan
del Tribunal Superior ordenó
la venta en pública subasta
de los dos islotes con su
planta de cal y sus anexos,
adhesiones y maquinaria y
otra finca más por un precio
mínimo de $115,000.00; que
la subasta se celebró el 16 de
octubre de 1952,
adjudicándose los islotes por
$115,000.00, pagado de
contado, a favor de Pilar
Bird de Veve, quien pagó en
dicha subasta también
$54,683.10 por los bienes
muebles.' Se inscribió el
dominio de la finca rústica, 'a
título de compra en subasta
publica' a favor de la señora
Bird de Veve, dándosele a
esta finca Núm. 104 un valor
de $11,000.00 en la
Séptima inscripción, de la
misma fecha 11 de octubre
de 1901. Este es un asiento
practicado para salvar el
error material cometido al
{648} verificarse la anterior
inscripción Sexta al omitirse
expresar que la finca rústica
Núm. 104 'está compuesta
por los islotes ?Hicacos y
Ratones' y, estando el título
aún en el Registro, la
describe el Registrador
nuevamente en la siguiente
forma: ?Rústica: Islotes
denominados 'Hicacos' y
'Ratones', descrita en la
inscripción primera de igual
modo que en el documento
presentado." A continuación
se repite el texto de la
inscripción sexta, o sean las
circunstancias de la venta
hecha de la finca por los
cuatro hermanos García
Becerril, en pleno dominio, a
favor de Don Jorge Bird
Arias, comprendiéndose en
(110)
distribución que se hizo del
precio total de subasta.
$31,000.00.
En el párrafo Décimo-Primero de la
mencionada Certificación librada el 10 de
enero de 1963, hace constar finalmente el
Registrador que 'en relación con esta finca se
encuentra pendiente de despacho, presentado
a las ocho y quince minutos de la mañana el
asiento ciento veinte y ocho del Diario
ciento noventa y tres, con fecha doce de
diciembre de mil novecientos sesenta y dos-la expropiación se instó el 14 de enero de
1963--el siguiente documento: .....'
Novena inscripción de
dominio. Practicada el 12 de
enero de 1954. En la
descripción de la finca se
dice: 'que enclavan en el
mismo {649} [Hicacos] los
siguientes edificios: Dos
polvorines para pólvora y
dinamita y fulminantes, de
concreto el primero y el otro
de madera y zinc; tres casas
de madera y zinc; un cuartel
para obreros, cisternas de
concreto; muelle de concreto
con piso de madera y railes
de acero; kilómetro y medio
de vía fija de acero. No tiene
cargas.'Consta de ella que la
señora Pilar Bird Cerra y su
esposo Rafael A. Veve
trasmiten la finca a la
corporación 'Planta de Cal
Hicaco, Inc.', por la suma de
$11,000.00 que reciben en
acciones de la corporación
adquirente a cuyo favor se
inscribe en pleno dominio el
inmueble.
Décima y última inscripción, según la
Certificación que se relaciona, verificada el
29 de abril de 1954. Se inscribe sobre esta
finca una hipoteca constituida por su dueña
Planta de Cal Hicaco, Inc., en garantía del
pago de una obligación al portador, pagadera
a su presentación, por la suma principal de
$40,000.00, con interés al 6% anual, librada
por la corporación propietaria el 9 de abril
de 1954, extendiéndose la garantía
hipotecaria a $7,000.00 para créditos
adicionales. A los fines de la ejecución
hipotecaria se tasó esta finca en la suma de
A continuación, en esa certificación,
aparece transcrito el texto de la escritura
pública Núm. 180, de compraventa, otorgada
en San Juan, el 7 de diciembre de 1962, ante
el notario R. Elfrén Bernier, mediante la cual
la corporación Planta de Cal Hicaco,
Inc.--titular según el Registro de la finca-- la
vendió a la corporación Best Builders, Inc.,
por la suma de $900,000.00, de la que se
pagó en el {650} acto de la venta
$25,000.00 y los restantes $875,000.00 se
pagarían en cinco plazos anuales de
$175,000.00 cada uno, deduciéndose de
estos plazos el importe de la hipoteca de
$40,000.00 a que se refiere la inscripción
Décima de la finca. En esa escritura se hace
constar también que la cabida de la finca
'según aparece en el Registro de la
Propiedad es de cuarenta y cinco cuerdas
cuarenta y cuatro céntimos, pero según
mensura practicada resultó tener una cabida
de ciento sesenta y nueve punto treinta y
cinco (169.35) cuerdas.'
En la certificación relacionada constan
textualmente las distintas notas marginales
de esas diez inscripciones practicadas.
Ninguna de tales notas marginales se refiere,
en forma alguna, al cumplimiento o
incumplimiento de la condición resolutoria
impuesta en el título de amparo otorgado en
(111)
favor de Leandro Fort y Torres el 12 de
febrero de 1872 que motivó la inscripción
primera.
Ni en el cuerpo de las nueve
inscripciones siguientes a la primera, ni en la
mencionada escritura de compraventa a
favor de Best Builders, Inc., se hace constar
explícita o implícitamente, o se anota o
menciona o indica en forma alguna, el
cumplimiento extintivo--que se dejó de
cultivar--o el incumplimiento
consolidador--que se cultivó del modo
señalado en el Registro de la condición
resolutoria inscrita. Empero, en las nueve
inscripciones subsiguientes a la primera,
unas veces se consigna 'No aparece afecta a
carga alguna.', otras veces 'No tiene cargas
de ninguna clase.' o 'No tiene cargas.'
concesión graciosa del título de amparo de
1872 a favor de Leandro Fort Torres,
relativa al cultivo de los islotes, bajo la pena
de la revocación de la gracia y reversión de
esta finca al Estado en el caso de
incumplimiento de la referida condición.
Del Registro no resulta ni consta cancelada,
revocada, resuelta, renunciada, o anulada su
eficacia; ni cumplida ni incumplida. No ha
cesado o desaparecido registralmente el
período de pendencia de tal condición
resolutoria.
Dice Roca Sastre, en su obra Derecho
Hipotecario, Tomo II, págs. 275 y 276,
Editorial Bosch, Barcelona (1954):
Existe por tanto, en el Registro, una serie
sucesiva y continua de asientos dominicales
respecto a los islotes Hicacos y Ratones, que
figuran debidamente encadenados,
apareciendo cada acto de disposición o
gravamen derivado de la voluntad del titular
o titulares inscritos. Ese eslabonamiento
perfecto de titulares sucesivos del dominio
no consta ni resulta interrumpido en el
Registro por inscripción, anotación o
mención de acto alguno de {651}
revocación o anulación del título de amparo
original o de reversión del título en favor de
la Corona de España, del gobierno de los
Estados Unidos o del Pueblo de Puerto Rico.
II
Efectos Hipotecarios de la Condición
Del mismo modo, durante esos 79 años y
9 meses, ha permanecido inalterada, según
el Registro, la condición indispensable
impuesta por la Junta Superior de
Repartimiento de Terrenos Baldíos a la
(112)
'Los efectos hipotecarios
específicos de la inscripción
de un acto con condición
resolutoria, y mientras se
halle la misma pendiente de
cumplimiento, son los
generales de toda inscripción
normal, si bien con la
limitación que representa la
contingencia de la condición
resolutoria, la cual actúa a
modo de gravamen, y afecta
a los terceros adquirentes.
No obstante, como también
se produce una doble
titularidad inscrita, podrán
inscribirse en el Registro no
sólo los actos dispositivos
del titular sujeto a condición
resolutoria (si bien con la
am en az a del p os i bl e
cumplimiento de la misma,
con sus efectos retroactivos
en general), sino también los
actos dispositivos de las
personas favorecidas por la
condición, los cuales están
asimismo supeditados a la
eventualidad de que se
extinga tal derecho, caso de
incumplirse la condición
resolutoria. {652}
Fuerade estas particularidades, el derecho
inscrito bajo condición resolutoria surte los
efectos hipotecarios propios de todo derecho
puro registrado.
b) Una vez cumplida la condición
suspensiva o resolutoria (existente
condicione), o incumplida la condición
suspensiva o resolutoria (deficiente
condicione), cesa el período de pendencia
(pendente condicione) desapareciendo el
estado de incertidumbre y, con ella, queda
firme o consolidada una de las dos
titularidades, y extinguida o sin efecto la
otra.
Los efectos que en estos supuestos se
producen, interesan al Derecho civil, si bien
repercuten en el orden hipotecario, por
cuanto debe traducirse en los libros del
Registro la nueva situación creada, o sea el
resultado consolidador o extintivo que dicho
cumplimiento o incumplimiento de ambas
clases de condiciones provoca.'
III
Prescripción de la Acción
Resolutoria
dispone que la acción para pedir la rescisión
autorizada por ley dura 4 años. Pero tal
término no es aplicable para el ejercicio de
las acciones resolutorias, sino el general de
15 años que señala el Art. 1864 cuando se
trata de acciones resolutorias de carácter
personal.1
En términos generales, la doctrina
española se inclina a creer que toda vez que
el derecho de resolución implica una
verdadera causa {653}
de extinción
contractual, debe ser incluido en
consecuencia dentro de los derechos de
modificación o de formación no sujetos a
prescripción, si bien la jurisprudencia
española no admite en su integridad ese
principio, estimando que la acción
resolutoria de tipo personal está sujeta al
plazo general de prescripción de quince años
señalado por el Art. 1964 del Código Civil
español, Núm. 1864 del nuestro.
Pero en este caso no se trata de una
acción resolutoria que obre in personam o
meramente obligacional. Se trata de una
acción resolutoria inscrita que obra in rem,
con juego semejante a la rei vindicatio, que
en su caso puede aniquilar o resolver el
derecho o acto adquisitivo afectado por la
misma.2
1
En su octava conclusión de derecho la
Sala de Expropiaciones determinó que dicha
condición resolutoria había prescrito en el
año 1886, fundándose en que 'la acción
resolutoria prescribe a los cuatro anos.' eL
pUeblo alega que tal determinación es
errónea. En ello tiene razón. Nuestro
Código Civil no señala término de
prescripción alguno para las acciones
resolutorias. Es cierto que en su Art. 1251
Véanse sentencias del Tribunal
Supremo de España, de 14 de octubre de
1914, 14 de noviembre de 1927 y 24 de
setiembre de 1930. Manresa, Comentarios al
Código Civil Español, tomo 8, vol. II, pág.
596, 5ta. Ed. 1950; Scaevola, Código Civil,
tomo XX, pág. 946.
2
Varias acciones reivindicatorias ha
instado El Pueblo de Puerto Rico originadas
por la extinción, caducidad o ineficacia de
primitivas concesiones de terrenos realengos
(113)
Toda vez que la condición resolutoria
inscrita, respecto a las partes y terceros
adquirentes interesados en el negocio
jurídico condicionado, constituye una
amenaza constante de posible pérdida,
extinción y caducidad definitiva del dominio
hechas por el gobierno español. Véanse:
Pueblo v. Dimas, 18 D.P.R. 1061 (1912);
Pueblo v. Riera, 27 D.P.R. 1 (1919); Trigo v.
Pueblo, 51 D.P.R. 222 (1937); Pueblo v.
Rojas, 53 D.P.R. 121 (1938); People of
Porto Rico v. Livingston, 47 F.2d 712
(1931).
En el citado tomo II de su obra, a la pág.
284, comenta Roca Sastre:
'Cumplida una condición
resolutoria, la persona
favorecida por ella deviene
titular de una acción
resolutoria, mediante la cual
puede exigir la efectividad
de la resolución con la
consiguiente restauración o
tránsito del derecho afectado;
e incluso puede proceder
contra terceros o posteriores
adquirentes del derecho
sujeto a resolución, puesto
que la acción resolutoria
obra in rem, ya que el
cumplimiento de la
condición resolutoria
produce efectos retroactivos
o ex tunc, según se ha
examinado en otra parte de la
presente obra.
Esta
actuación de la acción
resolutoria afecta a terceros
hipotecarios, siempre que la
condición correspondiente
conste registrada.'
y demás derechos reales adquiridos, y
produce una doble titularidad e
incertidumbre para el tráfico inmobiliario
durante su período de pendencia y después
de su cumplimiento la posibilidad de estados
litigiosos, no debe estimarse perpetua e
imprescriptible la acción resolutoria real que
genera ese cumplimiento extintivo. {654}
Bajoel juego de los Arts. 1830, 1832,
1836, 1861, 1863 y 18693 de nuestro Código
Civil la acción resolutoria de índole real
prescribe a los 30 años contados desde el día
en que pueda ejercitarse.
Tratándose de una condición resolutoria
a término, si no se había cumplido en cada
3
'Art. 1830.--Por la prescripción se
adquieren, de la manera y con las
condiciones determinadas en la ley, el
dominio y demás derechos reales.
'También se extinguen del propio modo por
la prescripción los derechos y las acciones,
de cualquier clase que sean.'
'Art. 1832.--Los derechos y acciones se
extinguen por la prescripción en perjuicio de
toda clase de personas, inclusas las jurídicas,
en los términos prevenidos por la ley.'
'Art. 1836.--Son susceptibles de prescripción
todas las cosas que están en el comercio de
los hombres.'
'Art. 1861.--Las acciones prescriben por el
mero lapso del tiempo fijado por la ley.'
'Art. 1863.--Las acciones reales sobre bienes
inmuebles prescriben a los 30 años.
'Entiéndese esta disposición sin perjuicio de
lo establecido para la adquisición del
dominio o derechos reales por prescripción.'
'Art. 1869.--El tiempo para la prescripción
de toda clase de acciones, cuando no haya
disposición especial que otra cosa
determine, se contará desde el día en que
pudieron ejercitarse.'
(114)
plazo de cultivo, la acción resolutoria
prescribía el 12 de abril de 1903; el 12 de
abril de 1906 y el 12 de abril de 1912, en la
hipótesis de no haberse extinguido por la
reversión al Estado del título de 1891.
a cierta nota manuscrita puesta en la carátula
del antiguo expediente Núm. 108 del
Negociado de Bienes del Estado de la
Administración Central de Contribuciones y
Rentas, que lee así:
'Revertida.--Se concede a los
entonces ocupantes Sociedad
García Lavaggi el derecho de
composición, pero no se
efectuó ésta. P.R.R.'
IV
Validez de la Composición
¿Tuvo lugar la composición en favor de
los señores Lavaggi y García y de sus
herederos? Expusimos en nuestra opinión
que como consecuencia de una investigación
practicada en 1890 por el Estado español
sobre el cultivo de los islotes, el 29 de
agosto de ese año se resolvió la concesión
graciosa del original título de amparo hecha
en 1872, se decretó la reversión del dominio
de los islotes {655} a la Corona Española,
otorgándose posteriormente la composición
final a favor de los sucesores de Lavaggi.
Relacionamos todos los trámites que, en
ese sentido, entonces se observaron al nivel
administrativo hasta llegar al momento en
que se le requiere al interesado para que
finalmente deposite la suma de cien pesos en
la Alcaldía de Fajardo para sufragar los
gastos de mensura y tasa de los islotes. No
existe en la prueba documental presentada
por el Estado resolución, decreto, auto o
comunicación oficial al cual pueda
atribuírsele autenticidad y obligatoriedad,
como acto o disposición de funcionarios
competentes y debidamente autorizados
entonces para intervenir en el asunto de
aquella composición, y que pueda demostrar
legalmente que no se completó el trámite de
la composición. Parte de la documentación
procedente de los antiguos archivos públicos
es ilegible.
Como única evidencia de que la misma
no se efectuó el Estado nos hace referencia
Esa nota no está fechada. No se sabe a
qué o a quién hacen relación esas letras
mayúsculas 'P.R.R.' En toda la parte
presentada del expediente no hay nombre de
funcionario o autoridad a quien propiamente
se puedan atribuir tales letras como las
iniciales de su nombre y apellidos. En la
carátula aparecen otras observaciones
manuscritas con letras distintas.
El no haber recobrado el gobierno
español la posesión material de los islotes, y,
por el contrario, el haber continuado
públicamente en la posesión material y
explotación de esos islotes los sucesores
{656} de Lavaggi y García por más de una
década y hasta que los venden a Jorge Bird
Arias; el haberlos inscrito a nombre de ellos,
en pleno dominio, como tales sucesores; el
no haber solicitado en forma alguna el
Estado la cancelación en el Registro de la
inscripción de dominio a favor de Lavaggi y
García por resolución de la antigua
concesión del título de amparo de 1872 y
que se extendiera a su favor, a título de
reversión, una nueva inscripción de los
islotes a tenor con el Art. 16 de la Ley
Hipotecaria; el que apareciera en distintos
sitios del viejo expediente manifestaciones
de varios funcionarios en el sentido de que
Jorge Bird Arias poseía y era el dueño de
ellos y 'los adquirió de buena fe', y,
finalmente, el que jamás El Pueblo de Puerto
(115)
Rico, a partir del 1 de mayo de 1900 en que
empieza a regir el Acta Foraker, y hasta el
14 de enero de 1963, reclamara derechos de
propiedad alguno sobre los islotes,
constituyen circunstancias adversas a la
teoría de la no conclusión del trámite de la
composición. Todo ello, a falta de evidencia
legítima en contrario, nos inclina a estimar
que en el trámite de composición se siguió
completamente el curso ordinario de los
negocios, que la ley y reglamentos
aplicables a ella se acataron y que en tal
trámite se actuó con celo ordinario. En
definitiva, a la luz de esas circunstancias,
concluimos que por la virtud jurídica de esa
composición los herederos de Lavaggi y
García también adquirieron sobre los islotes
un derecho de propiedad puro, no sujeto a
condición alguna, del cual podían disponer
libremente.
Al desprenderse de nuevo, en forma
incondicional, la Corona de España de la
propiedad de ambos islotes, y al convertirse
los mismos definitivamente en propiedad
privada de Lavaggi y los herederos de
García, ningún derecho real sobre ellos pudo
trasmitir la Corona de España al Gobierno
de los Estados Unidos por medio del Tratado
de París del 10 de diciembre de 1898, ni
éstos a Puerto Rico por la Carta Orgánica de
1900, ni por la de 1917. {657}
Nuestraaseveración de que hubo un
cumplimiento sustancial de la condición de
cultivo impuesta de parte de Lavaggi
encuentra amplio apoyo en los testimonios
obrantes en el antiguo expediente presentado
por el demandante y a los cuales hicimos
referencia en nuestra opinión. No tenemos
que esforzarnos para demostrar que
tratándose de unos islotes rocosos y de
poquísima fertilidad 'empotrados en la
soledad del mar como esos despeñaderos de
costa donde se descuernan los cabros
alzados', el lograr un cultivo de 20 cuerdas
del máximo de 22.72 exigido por la
concesión de 1872, constituyó un
cumplimiento sustancial de la condición.4
4
Dice, en parte, el informe de Manuel
Martínez Mora, Inspector de Terrenos
Públicos, obrante en el tantas veces citado
expediente ofrecido como prueba de El
Pueblo:
'En el islote [se refiere a ?Hicacos'] hay
próximamente una tercera parte de su área
que puede dedicarse al cultivo de frutos
menores, y con preferencia a la siembra de
palmas de coco. Esta parte del suelo está
constituída por arena gris con subsuelo de
roca caliza. Su fuerza vegetativa es bastante
en atención a que los arrastres [de] las aguas
pluviales acumulan en ella los detritus
producidos por la descomposición de las
hojas de losarbustos que cubren las tierras
más altas.
'Las dos terceras partes de área del islote es
de naturaleza accidentada, pero de poca
elevación. Lo constituye una ligera capa de
tierra vegetal formada de detritus orgánicos,
como lo indica su color oscuro; tierra que es
retenida entre las asperezas de la superficie
del subsuelo, que se compone de compacta
roca caliza de cristalización cúbica y
consistencia que se presta a ser labrada en
sillares aplicables a construcción. Roca que
calcinándola se obtiene de ella una cal de
superior calidad para cortar los guarapos en
la elaboración del azúcar de caña, y para
cualquier clase de fabricación de
mampostería.'
También del expediente aparece lo
que sobre este aspecto decimos a la página
343 de nuestra opinión: '... presentando ante
la Intendencia General de Hacienda, ... bajo
testimonio público el hecho jurídico de
haber intentado tanto él [Lavaggi] como su
(116)
La condición no señalo la clase de cultivo
a que deberían someterse las 45.44 cuerdas
concedidas. Si de ellas sólo 15.15 podían
cultivarse 'a beneficio de la agricultura',
aunque fuera con palmas {658} de coco, la
prueba aducida a los fines de la composición
acreditó que se cultivaron 20 cuerdas de
pasto de yerba de guinea y malojillo que
alimentaba una bueyada de una hacienda de
cañas y que en el resto del islote Hicacos se
operaba un horno de cal, es correcto concluir
que hubo un cumplimiento sustancial de la
condición de cultivo.
Es obvio que ante esa realidad, las
autoridades coloniales encargadas de
determinar administrativamente si la
condición de cultivo había sido cumplida,
utilizaron un criterio matemático en la
resolución del asunto. Parece que al mismo
resultado hubieran llegado aun cuando se
hubiera demostrado que se cultivaron 22.71
cuerdas y no 22.72 cuerdas como exigía el
título de amparo.
La condición de cultivo, pensamos, se
ideó para imponerse en general a los
agricultores que recibían graciosamente
terrenos fértiles, productivos, labrantíos y
demás tierras de campo laborables; no para
pescadores y demás habitantes de arrecifes,
cayos, islotes, atolones, bancos de arenas y
tierras de secano. Los nombres geográficos
de los islotes son 'Cayo Icacos' y 'Cayo
Ratones'. Así aparece hasta en varios de los
recibos de contribuciones presentados.
socio don Ignacio García ? hacer siembras
en dichos islotes sin haber obtenido frutos
por ser el terreno seco y demasiado estéril,
sintiéndose en dicho sitio fuertes sequías que
lo hacen improductivo, pudiéndose
únicamente sembrar una muy pequeña parte
de pastos en ciertas épocas del año ....''
La condición impuesta era casi de
naturaleza imposible; el evento del cual se
hizo depender lindaba en lo irrealizable.
Podría estimarse en este caso como una
'condición fallida', de deficiencia en la
condición, que produce efectos inversos a la
condición cumplida, y que, cuando se trata
de condiciones resolutorias, el negocio
jurídico gravado con ella se considera puro
y producirá los efectos que le sean propios,
considerándose definitivos los ya causados,
al desaparecer respecto de ellos la amenaza
de su resolución.5
VI
{659}
Condición De Terceros
Sostiene el Estado que en nuestra opinión
le dimos la razón respecto de su contención
de que la Sala de Expropiaciones había
cometido error al determinar que Planta de
Cal Hicacos, Inc., y Best Builders, Inc., eran
terceros registrales, condición que invocaron
específicamente en la cuarta defensa de su
contestación.
Se funda en que en nuestra opinión
hicimos referencia sobre prueba
extraregistral relativa a la investigación
practicada en 1890 por el Estado español en
la que se descubrió que ni Leandro Fort
Torres ni sus inmediatos sucesores Lavaggi
y García, 'habían cumplido los requisitos de
la segunda condicion' y que, por ello, el
5
Véase la Monografía sobre las
Condiciones, escrita por el jurista español
Alberto de Rovira Mola, en el Tomo IV,
pág. 876, de la Nueva Enciclopedia Jurídica,
Ed. Seix, Barcelona, 1952.
(117)
eStado decretó la reversión.6
(a) Leandro Fort Torres fue parte en la
concesión del título de amparo sujeto al
gravamen de la condición resolutoria. Se
puede afirmar, por la prueba obrante en
autos, que él no cumplió durante los once
años en que los poseyó con la condición de
cultivo, aunque en el propio título de amparo
se dice que había cultivado unas cuatro
cuerdas.
No podía, desde luego,
considerarse tercero a la luz del Art. 27 de la
Ley Hipotecaria que empezó a regir el 1 de
mayo de 1880.
(b) Don Juan Lavaggi y don Ignacio
García, representados por don {660} Joséde
Celis Aguilera por escritura pública del 18
de mayo de 1883, compraron los islotes. En
esa escritura en su cláusula segunda se hizo
constar en parte:
'Segundo: Que vende los
tres islotes reseñados con
todas sus entradas y salidas,
usos, derechos y
servidumbres a los referidos
D. Ignacio García D. Juan
6
Resulta del Exhibit 3 de El Pueblo
que la Junta Superior de Composición y
Venta de Realengos, con la asistencia de sus
cuatro miembros españoles, decretó la
reversión al Estado de los islotes el 26 de
agosto de 1891, estando ausentes los
miembros puertorriqueños de la misma don
Pablo Ubarri, don Francisco de P. Acuña y
don José de Celis Aguilera, quienes tampoco
concurrieron a la siguiente sesión. En esas
reuniones de la Junta de Celis Aguilera no
podía actuar porque él había actuado como
mandatario verbal de Lavaggi y García en el
contrato de compra por ellos de los islotes a
Leandro Fort Torres.– Exh. 4, Dte., foto 83.
Lavaggi representados por D.
José de Celis Aguilera bajo
l as mismas b as es y
condiciones que le fueron
concedidas [a Leandro Fort y
Torres] por el convenido
precio de ....'
Para la fecha de esa escritura estaba
inscrito el título de amparo de 1872 a favor
de Fort Torres y constaba inscrita la
condición resolutoria. Si ellos adquirieron
'bajo las mismas bases y condiciones que le
fueron concedidas' a aquél, están
reconociendo implícitamente que su
vendedor no había cumplido la condición de
cultivo y que ellos se hacían cargo de su
cumplimiento. Tampoco ellos la cumplieron
y ello motivó la revocación de la concesión
y la reversión del título en 29 de agosto de
1891. Estos sucesos los eliminan como
terceros registrales.
Al inscribirse el título de compra de
Lavaggi y García el 4 de marzo de 1887, en
ninguna forma se hizo constar en la
inscripción que ellos adquirían 'bajo las
mismas bases y condiciones que les fueron
concedidas.' Desde luego, ya ellos, por la
primera inscripción tenían conocimiento
claro y preciso de la naturaleza y posibles
efectos resolutorios de la condición de
cultivo en caso de cumplirse.
Ellos y sus herederos fueron partes en los
trámites de la investigación del
cumplimiento de la condición y de la
revocación que produjo la reversión al
Estado. Estos gozaron de una protección
registral que no tuvieron sus causantes.
Es cierto que adquieren después un título
de dominio puro por virtud de la
composición que posteriormente se efectuó,
según concluimos correctamente en nuestra
(118)
opinión original.
Pero el título de
composición no fue llevado al Registro, así
como jamás figuró en el
{661}Registronoticia de índole alguna de la
investigación, revocación y reversión, como
hemos consignado en otro lugar.
(c) Jorge Bird Arias compra a los cuatro
hermanos García Becerril, mediante
escritura pública otorgada el 5 de octubre de
1901, los dos islotes. Los inscribe, en pleno
dominio el 11 de octubre de 1901 por las
inscripciones sexta y sétima. Véase a la pág.
647 el texto completo de la sexta
inscripción. Adquiere de buena fe, por título
justo y oneroso, de personas que en el
Registro resultan titulares dominicales de los
mismos, y con facultades para trasmitirlos,
según las inscripciones tercera, cuarta y
quinta, en las que se dice que la finca 'No
aparece afecta a carga alguna.', o 'No tiene
cargas de ninguna clase.'
A la fecha de la venta la realidad
extraregistral demuestra que los hermanos
vendedores desde las respectivas muertes de
sus causantes disfrutan de la posesión
material de ambos islotes. En ese día el
Registro revela que se ha mantenido, por lo
menos registralmente, durante los anteriores
29 años un tracto sucesivo de titulaciones:
De la Corona Española a Leandro Fort
Torres; de éste a Juan Lavaggi e Ignacio
García; de éstos a sus herederos
mencionados.
Como hemos dicho y
repetido, del Registro no constaba en forma
alguna que esos anteriores titulares, o alguno
de ellos, hubiese incumplido la obligación
de cultivar, ni mucho menos constaba que el
título había revertido al Estado español.
Sin embargo, en aquella fecha del 5 de
octubre de 1901, por la virtud informadora
de la primera inscripción se anunciaba erga
omnes, de manera precisa, clara y expresa,
que Leandro Fort Torres inscribía el derecho
pleno actual sobre los islotes afecto su
derecho dominical a la contingencia de la
condición resolutoria, y que, asimismo,
quedaba registrado a favor del Estado
español el derecho condicional o expectativa
resultante, es decir, ese asiento
inmatriculador publicaba la existencia de
dos titularidades, una, la del adquirente, que
venía a ser propietario de la cosa, si bien
{662} con la amenaza resolutoria derivada
de la condición resolutoria si se cumplía, y
otra, a favor del transferente, caso de
cumplirse la condición, y cuya titularidad
tenía, por tanto, el carácter de condicionada
o preventiva.
Esta conditio iuris, especie de gravamen
que formaba parte de la causa o elemento
integrante del contrato inscrito, que se
denominó requisito indispensable del título
de amparo registrado, era determinante del
derecho real concedido, y afectaba
directamente a subsiguientes adquirentes en
la misma extensión que a Leandro Fort
Torres. En la realidad jurídica extraregistral
había quedado destruida en 1891, por
efectos de la reversión y de la posterior
composición, pero al no cancelarse entonces
y al figurar todavía en 1901 como pendiente
aún de cumplimiento o incumplimeinto tal
condición resolutoria de cultivo, por lo
menos registralmente, aparecía el comprador
Jorge Bird Arias, en su condición de nuevo
titular de los islotes, sometido a los efectos
extintivos o consolidadores de ella.7
¿Pero respecto a la condición resolutoria
en el momento de adquirir Bird Arias,
7
Véase lo que dijimos en nuestra
decisión del caso de Trigo v. Pueblo, 51
D.P.R. 222 (1937), cita precisa a la pág. 234
respecto a este punto.
(119)
existía concordancia entre el contenido del
Registro y la realidad jurídica? No existía.
Al declarar la Junta Superior de
Composición y Venta de Terrenos
Realengos el 29 de agosto de 1891 --casi
diez años antes de comprar Bird
Arias–revocada o resuelta la concesión de
los islotes y decretar la reversión del
dominio sobre ellos a favor del Estado
español, se extinguió ipso jure la condición
resolutoria. Tomó cuerpo de realidad la
amenaza de caducidad del título de amparo
que había surgido a la vida registral el 28 de
febrero de 1883. La titularidad preventiva
de la Corona de España se transformó en
pleno derecho de propiedad a su favor. Poco
tiempo después los trasmite por composición
a Lavaggi y a los {663} herederos de
Ignacio García, en forma pura, sin quedar su
título sujeto a condición resolutoria alguna.
En esa nueva situación de derecho y en el
curso de una nueva soberanía política, se
venden los islotes a Bird Arias y éste los
adquiere de quienes, según el Registro,
tenían facultades para enajenarlos.
No podía Bird Arias, en octubre de 1901,
resultar jurídicamente obligado a cumplir un
requisito del antiguo título de amparo que
había arrastrado consigo la reversión titular
de agosto de 1891, aun cuando figurase
registralmente subsistente. Como dijimos en
Fajardo Sugar Growers Ass'n v. Kramer, 45
D.P.R. 348, 378 (1933):
'... inscribió pero no poseía lo
inscrito, y con que habiendo
la demandante adquirido el
título que invoca desde 1909,
esto es, desde hace más de
20 años, tampoco entró en la
posesión de los manglares.
El Registro de la Propiedad
no se ha hecho para llevar a
él derechos que no existen.
Es cierto que protege a los
terceros, pero parte siempre
de la base que existe algo
real.'
En El Pueblo v. Riera, 27 D.P.R. 1
(1919), el Estado demandó en reivindicación
a Juan D. Riera alegando que éste se hallaba
poseyendo sin título legal cierta parcela de
terreno radicada en el barrio de Puerta de
Tierra de San Juan, que pertenecía en
propiedad a El Pueblo por cesión que le hizo
el gobierno de los Estados Unidos de Norte
América, quien la adquirió de España en
virtud del Tratado de París del 10 de
diciembre de 1898. Contestó Riera alegando
que el gobierno español por escritura pública
de 27 de setiembre de 1897 había vendido la
finca a Manuel J. Gestera, que se habían
hecho posteriormente sucesivas trasmisiones
de la parcela hasta adquirirla del
demandado; que tanto el comprador original
como los subsiguientes habían inscrito sus
títulos, que él era un tercero protegido por la
ley que había adquirido el dominio de
persona que según el Registro aparecía
como dueña de dicho inmueble sin
condición ni defecto alguno. El pleito se
terminó por sentencia que {664} declaró
con lugar la demanda en cuanto a la
devolución de la finca y de ella apeló Riera.
Allí resolvimos que el título del primer
adquirente Manuel J. Gestera se había
otorgado por funcionarios del gobierno sin
facultades para ello, resultando por tanto
nulo, y también nulo porque al solicitarse
por Gestera la adquisición de la parcela él no
era un poseedor que la hubiera cultivado por
lo menos dos años antes del 17 de abril de
1892, requisito indispensable exigido por el
Decreto Real de primero de febrero de 1894.
Por no constar tales causas de nulidad en
el Registro, consideramos a Riera tercero
(120)
amparado por el Art. 34 de la Ley
Hipotecaria, no obstante la nulidad del título
inscrito del primer adquirente. Entre otras
cosas, a las páginas 11, 12 y 16 del citado
tomo, dijimos:
'Pero se sostiene que al que
adquiere de quien en el
registro aparece como dueño
no le basta con examinar los
libros de esa oficina para ver
si de ellos resulta claramente
vicio alguno de nulidad sino
que si no quiere verse
privado de los beneficios que
a los terceros concede el
artículo 34 de la Ley
Hipotecaria deberá por los
datos que el registro arroje,
acudir a otras oficinas a
examinar los documentos
que menciona el registro
para conocer por ellos si
existe vicio de nulidad.
Entendemos que el artículo 34 que
consideramos es claro y terminante en el
sentido de que es en el registro donde debe
aparecer el vicio de nulidad, siendo
necesario que de él aparezca claramente el
mismo para que perjudique a tercero. La ley
lo dice así expresamente y, por tanto, so
pena de violentarla y de destruir el fin que
persiguió el legislador al consignar ese
precepto, no puede sostenerse que el vicio
de nulidad que no consta en el registro
perjudique a tercero, porque él pudo
conocerlo si hubiera ido a examinar en otras
oficinas los documentos mencionados en el
registro. Sería también agregar a la ley
mandatos que no tiene. El legislador quiso
que sólo la nulidad que apareciese del
registro fuera la que perjudicara a tercero, y
si hubiera querido que tuviera igual efecto la
que apareciese fuera del registro pero en
documentos en él mencionados, lo hubiera
dicho. {665}
Pero es que la ley no quiso esto último, y
se comprende fácilmente su razón
recordando el fin primordial perseguido por
el legislador al decretar la Ley Hipotecaria,
que fue el de facilitar el crédito territorial, y
a cuyo fin garantizó a los terceros que no
serían perjudicados por los vicios de nulidad
que no constasen claramente en el registro.
Si, contra lo que dice la ley, no basta a los
terceros lo que aparezca del registro,
entonces se habrá destruído el crédito
territorial pues las personas que quieran
contratar con propiedad inmueble, si quieren
estar garantidas contra vicios de nulidad de
los títulos inscritos del dueño y sus
antecesores en derecho, estarán obligados a
hacer una peregrinación de oficina en
oficina, y de pueblo en pueblo, por lejanos y
extraños que sean, en busca y examen de los
documentos, expedientes y actuaciones de
cualquier clase que estén mencionados en el
registro. Si la ley hubiera tenido este
propósito, entonces le hubiera bastado con
no haber escrito el artículo 34 que
comentamos.
En resumen, pues, como es en el registro
de la propiedad, y no en otras oficinas,
donde deben constar claramente las causas
de nulidad o de rescisión de los actos o
contratos para que perjudiquen a un tercer
adquirente con título inscrito, y como en este
caso el vicio de nulidad del título de Gestera
no consta del mismo registro, el apelante
Riera está protegido por el artículo 34 de
Ley Hipotecaria contra ese vicio de nulidad.'
Desde entonces ese criterio respecto al
tercero hipotecario ha prevalecido en
(121)
nuestras decisiones.8 En los casos de
Kramer, supra, y Trigo v. Pueblo, 51 D.P.R.
222 (1937), en los que las circunstancias
fundamentales son muy distintas al de Riera,
no lo abandonamos como parece creer El
Pueblo.
Jorge Bird Arias y de posesión material del
inmueble por parte de éste y sus herederos,
sin que constara del Registro vicio o causa
de nulidad titular alguna. La sociedad
conyugal de ambos fue un tercer adquirente
protegido por la ley.
Asumiendo que para el 1901 estuviera
vigente la condición resolutoria inscrita, esa
circunstancia, por sí sola, no constituía causa
efectiva de nulidad del título de sus
antecesores en derecho.{666}
(e) Planta de Cal Hicaco, Inc., y Best
Builders, Inc., corporaciones demandadas, a
base de esos antecedentes registrales
(reforzados por la exactitud o concordancia
entre el Registro y la realidad jurídica
existente respecto al título y al hecho
posesorio material) también son terceros
hipotecarios cuyas respectivas y legítimas
condiciones titulares deben mantenerse y
protegerse.9
Enadición a ella nada constaba en el
Registro que pudiera legalmente impedir la
legítima adquisición de los islotes.
Resumiendo, Jorge Bird Arias al adquirir
e inscribir su título en octubre de 1901 se
situó en una posición jurídica semejante a la
del demandado Riera, aunque sujeto, tan
sólo en apariencia registral, a una amenaza
de resolución de su título, imposible de
realizarse desde el 29 de agosto de 1981. Lo
consideramos un tercero hipotecario,
condición que, desde luego favoreció a sus
herederos 49 años después.
9
El actual Art. 34 de la Ley
Hipotecaria española aunque no lo define,
otorga al tercero registral la siguiente
protección:
'Art. 34--El tercero que de
buena fe adquiera título
oneroso algún derecho de
persona que en el Registro
aparezca con facultades para
transmitirlo, será mantenido
en su adquisición, una vez
que haya inscrito su derecho,
aunque después se anule o
resuelva el del otorgante por
virtud de causas que no
consten en el Registro.'
(d) Pilar Bird y su esposo Rafael Veve
adquieren en pública subasta celebrada el 16
de octubre de 1952, ordenada por el Tribunal
Superior, la propiedad de los islotes Hicacos
y Ratones y sus edificaciones. Para esa
fecha había transcurrido más de medio siglo
de ininterrumpida vigencia registral del
dominio de ellos en favor del anterior dueño
8
Annoni v. Sucn. Nadal, 59 D.P.R.
640, 645 (1941); Lizardi v. Caballero, 65
D.P.R. 83, 90-93 (1945); Cruz v. Sucesi ón
González, 72 D.P.R. 308, 316 (1951); Rubio
Sacarello v. Roig, 84 D.P.R. 344, 354-356
(1962); Mundo v. F úster, 87 D.P.R. 363,
375 (1963).
En sus comentarios sobre ese Art. 34, en el
tomo I, págs. 440 y 441 de su citada obra
Derecho Hipotecario, dice Roca Sastre:
(122)
'II. Alcance del art. 34 de la
Ley Hipotecaria.–
'El alcance de este precepto
VII
es mantener a todo
trance, en beneficio
del tercer adquirente
que reúna los cuatro
requisitos que el
mismo establece, la
adquisición efectuada
por este tercero,
frente al peligro y
consecuencias
aniquiladoras que se
produzcan cuando el
título de adquisición
del titular registral
que le transmitió,
resulte ineficaz por
efecto de una acción
de nulidad, de
resolución o de tipo
análogo, cuya causa
originadora no conste
claramente del
Registro, o frente a
u n a i nex a c t i t u d
registral.
{667}
De la Prescripción contra el Estado
En la quinta defensa especial de su
contestación a la demanda las corporaciones
demandadas alegaron:
'La posesión pacífica, quieta,
pública, en concepto de
dueño, sin interrupción y
continuadamente, con justo
título y buena fe por los
dueños de las propiedades
por más de 80 años, excluye
a cualquier persona natural o
jurídica, inclusive el Estado
Libre Asociado, como titular
de derecho alguno sobre
ambas islas, ... habiendo las
demandadas adquirido o
consolidado por usucapión o
prescripción adquisitiva su
'........ 'El art. 34 viene a
disponer lo siguiente: el
tercer adquirente que reúna
las cuatro circunstancias que
el mismo precepto señala
será mantenido en su
adquisición aunque el
contenido del Registro sea
i n e x a c t o , o el act o
adquisitivo o derecho del
transferente sea nulo o quede
resuelto, revocado o ineficaz,
total o parcialmente, por
causas que no consten
explícitamente del Registro.'
Hipotecario presentado bajo el Núm. 782
ante la Cámara de Representantes de Puerto
Rico, sesión ordinaria de 1967, se define y
protege al tercero hipotecario así:
En el Art. 192 del Proyecto de Código
(123)
'Es tercero quien, de buena fe
y a título oneroso, adquiera
algún derecho de persona
que en el Registro aparezca
con facultad para trasmitirlo
y será mantenido en su
adquisición, una vez haya
inscrito su derecho, aunque
después se resuelva o anule
el del otorgante en virtud de
causas que no consten del
Registro.'
título de dominio.'
Contra esta defensa expuso el Estado:
'Las demandadas están
además impedidas de alegar
haber adquirido la propiedad
por prescripción adquisitiva
o usucapión. Es innegable
que por disposición expresa
del Artículo 9 del Código
Político de P.R. no puede
adquirirse por prescripción
título de propiedad sobre
bienes
inmuebles
pertenecientes al Estado a
partir del cambio de
soberanía.' {668}
La Sala sentenciadora, entre otras cosas,
determinó:
'Desde 1872 hasta la fecha de
la expropiación--14 de enero
de 1963--don Leandro Fort y
Torres y sus sucesores en
título poseyeron los islotes
pública, quieta y
pacíficamente, en concepto
de dueños y sin interrupción
alguna, habiendo estado
protegidos en esa posesión
por el Estado, a quien en
diversas ocasiones pagaron
contribuciones territoriales.'
declarar que 'la palabra bienes es aplicable
en general a cualquier cosa que puede
constituir riqueza o fortuna', pasa a clasificar
los bienes por razón del sujeto de ellas, del
fin o carácter de los mismos, así: en cosas
comunes,10 'que son aquellas cuya propiedad
no pertenece a nadie y en las cuales todos
los hombres tienen un libre uso, en
conformidad con su propia naturaleza: tales
son el aire, las aguas pluviales, el mar y sus
riberas'; bienes de dominio público, los
destinados al uso público, como los
caminos, canales, ríos, torrentes y otros
análogos: son bienes de uso público en
Puerto Rico y sus pueblos, los caminos
estaduales y los vecinales, las plazas, calles,
fuentes y aguas públicas, los paseos y las
obras públicas de servicio general, costeadas
por los mismos pueblos o con fondos del
tesoro de Puerto Rico. Sobre los otros
bienes dispone el Art. 256:
'Todos los demás bienes que
el Pueblo de Puerto Rico o
los municipios posean, son
patrimoniales y se regirán
por las disposiciones de este
Codigo.' (Énfasis suplido.)
{669}
¿Es correcta la tesis de que a partir del
cambio de soberanía no pueden adquirirse
por usucapión los bienes inmuebles
pertenecientes al Estado? Resolvemos que
respecto a ciertos bienes lo es; pero que
respecto a otros, no lo es. Veamos.
En los Arts. 252 a 257 del Libro
Segundo, nuestro Código Civil, luego de
Considerael Código bienes de propiedad
privada a los patrimoniales del Pueblo de
Puerto Rico y de los municipios y los
pertenecientes a particulares individual o
colectivamente. Art. 257. Véase Art. 24,
Reglamento Hipotecario.
Los
bienes
10
de
dominio
público,
Sobre el concepto de cosas
comunes, véase la interesante obra del
profesor Pedro Luis Perea Roselló, Res
Communes Ommnium, Burgos, 1964.
(124)
comprendiendo los de uso público, están
sometidos, principalmente, al régimen
jurídico provisto en el Código Político
Administrativo de Puerto Rico. Véanse sus
Arts. 5-9 y 393-426. Véanse Arts. 25 y 26,
Reglamento Hipotecario.
En Gobierno de la Capital v. Consejo
Ejecutivo, 63 D.P.R. 434, 459 (1944)
dijimos que los bienes de uso público se
usan libremente por el público en general,
mientras que a los bienes patrimoniales el
público no tiene constante y general acceso,
a pesar de que nada impide que se les puede
dar un uso público ocasionalmente. Estos
bienes, como toda propiedad particular,
pueden constituir fuente de ingresos para el
erario público o son susceptibles de producir
ingresos, para cubrir atenciones del Estado;
están o pueden estar en el comercio jurídico
humano porque pueden ser vendidos o
arrendados, generalmente, por el Secretario
de Obras Públicas, en las formas legalmente
dispuestas. Art. 135, Código Político.
Como resolvimos en Autoridad sobre
Hogares v. Sagastivelza, 72 D.P.R. 276, 282
(1951) a tenor de lo provisto por el citado
Art. 256, en los casos de expropiación, como
el presente, una vez que se dicte la orden de
incautación, los bienes o derechos
expropiados son patrimoniales. También lo
son todos los adquiridos por el Estado por
herencia intestada--bienes mostrencos--por
el procedimiento de apremio para el cobro
de contribuciones territoriales o de
contribuciones de ingresos, por confiscación
de bienes y cobro de toda clase de créditos
pertenecientes al Estado.
sujetos a las que en dicho Código regulan el
instituto de la prescripción.11
11
Ya lo hemos resuelto respecto a
bienes patrimoniales de los municipios, en
ñGobierno de la Capital v. Casino Espaol,
56 D.P.R. 790, 806 (1940) y Jiménez v.
Municipio, 70 D.P.R. 517, 521 (1949). En
éste en parte dijimos:
'... considerando entonces
cuáles son los bienes de
dominio público y cuáles los
patrimoniales, esto es, bienes
de propiedad privada de los
municipios, se llegó a la
conclusión de que éstos se
rigen por las disposiciones
del Código Civil, entre los
cuales se encuentran las
relativas a la prescripción,
estableciendo que en cuanto
a los bienes patrimoniales de
los municipios, la
prescripción corre contra
ellos y que no siendo el
cuadro envuelto en el pleito,
uno de los bienes entre los
especificados por la ley
como de uso público, ni
siendo tampoco análogo a
ellos, la prescripción le era
aplicable al municipio.
Véanse los artículos 255, 256
y 257 del Código Civil,
edición de 1930.
Si todos los bienes patrimoniales o de
propiedad privada del Estado 'se regir an',
según lo ordena el transcrito Art. 256, 'por
las disposiciones de este C odigo', es obvio
que tales bienes del Estado {670} están
(125)
'En el presente caso no hay
discusión en cuanto a que el
solar objeto del dominio era
un bien patrimonial del
municipio, y siéndolo, la
prescripción corre en su
contra bajo la doctrina
anteriormente expuesta, y
Como regla general dispone nuestro
Código Civil que por la prescripción se
adquieren, de la manera y con las
condiciones determinadas en la ley, el
dominio y demás derechos reales y también
se extinguen del propio modo los derechos y
las acciones, de cualquier clase que sean.
Pero limita el ámbito objetivo de ese modo
de adquirir a todas las cosas que están en el
comercio de los hombres, que equivale a
prevenir que no son susceptibles de
prescripción las cosas que están fuera del
comercio.12 De suerte que para el Código
ciertas cosas tienen la aptitud o cualidad de
prescriptibles y otras no la tienen. En su
Art. 1865 encontramos ejemplos de acciones
declaradas imprescriptibles.
Por la prescripción, señala el Art. 1832,
los derechos y acciones se extinguen 'en
perjuicio de todas las personas, inclusas las
juridicas.' aSí ha de entenderse 'sin perjuicio
de lo que en este Código o en leyes
especiales se establezca respecto a
determinados casos de prescripcion',
conforme al aRt. 1838.
Sólo conocemos dos disposiciones
legales que prohiben la adquisición por
usucapión de ciertos y determinados terrenos
del Estado. Se establecen por los Arts. 9 y
405 del Código Político de 1902. Dispone el
primero según el texto español de la
Compilación de 1941:
'Artículo 9.--Usurpadores de
terrenos, cómo se
expulsarán.--Posesión
adversa.--Si alguna persona
so pretexto de algún derecho
incompatible con la
jurisdicción del Gobierno de
Puerto Rico, usurpare
terrenos baldíos o no
concedidos, pertenecientes a
Puerto Rico, el Fiscal del
distrito judicial en que
radican dichos terrenos
informará de ello en el acto
al Gobernador, quien
dispondrá que el Attorney
General adopte las medidas
necesarias para expulsar al
Así como éstas se encuentran irradiadas
del comercio de los hombres por explícita
disposición de ley, también por diversas
razones hay cosas no prescriptibles como
son, entre otras, las de dominio público, las
de uso público general y las cosas y
derechos no susceptibles de apropiación
individual. Las cosas cuya enajenación
{671} esté prohibida por la ley también se
hallan fuera del comercio humano, y, por
tanto, no pueden prescribirse.13
erró la corte inferior
al no resolverlo así.'
12
Véanse los Arts. 1830, 1832 y 1836
del Código, cuyos textos insertamos en el
escolio (3).
13
Manresa, Código Civil Español,
Tomo XII, pág. 799, 5ta. Ed. Reus, 1951;
Scaevola, Código Civil, Tomo XXXII (Vol.
1), págs. 359, 361 y 364, Ed. Reus, 1965;
Castán, Derecho Civil Español, Común y
Foral, Tomo I (Vol. 2), pág. 839, 10ma. Ed.
Reus, 1962; Borrell, Derecho Civil Español,
Tomo I, págs. 294-300, Barcelona, 1955;
Puig Peña, Compendio de Derecho Civil
Español, Tomo I, págs. 502-505, Ediciones
Nauta, Barcelona, 1966; Sánchez Román,
Estudios de Derecho Civil, Tomo 2, pág.
484, 2da. Ed. y Tomo 3, pág. 258, Madrid,
1900; Diccionario de Derecho Privado, De
Casso y Cervera, Tomo II, pág. 3084.
(126)
usurpador.
No podrán
adquirirse títulos a terrenos
baldíos insulares por
posesión adversa, o contraria
al título de otra u otras
personas.' (Énfasis suplido.)
possession.'
El Art. 405 citado dispone, en lo
pertinente, que 'La posesión u ocupación,
cualquiera que fuere el período de tiempo,
de terrenos pertenecientes a las carreteras
insulares, por parte de algún dueño u
ocupante de terrenos adyacentes, no
constituirá derecho alguno {672} sobre el
terreno así ocupado a favor del citado dueño
u ocupante de la persona que pretenda
tenerlo por virtud del que aquél alega, ....'
(Énfasis suplido.)
Si literalmente se tomara en
consideración esta última oración del texto
inglés, con entera independencia de lo
demás dispuesto en el Art. 9, la prohibición
de adquirir título por usucapión sería
aplicable a toda clase de terrenos insulares,
no sólo a los 'terrenos baldíos insulares'
como señala el texto castellano.
Pero en la resolución del problema
prescriptivo en este caso, estamos obligados
a preferir y atender sólo al texto castellano,
aplicando las reglas que para estos casos
provee el Art. 13 de nuestro Código Civil, en
los siguientes términos:
El transcrito Art. 9 del Código Político,
en su última oración, en términos claros y
precisos, limita la prohibición de adquirir
títulos contra el Estado por posesión
adversa, a terrenos baldíos insulares
solamente.
Sin duda alguna, tal prohibición fue
establecida en ese artículo para evitar que el
usurpador de terrenos baldíos alegara como
defensa la prescripción. Al reducir su ámbito
objetivo a terrenos baldíos tal prohibición
restringida jamás podría entenderse como
una de general aplicación respecto a los
bienes patrimoniales del Estado.14 {673}
14
Entre los textos inglés y castellano
del Art. 9 del Código Político existe una
fundamental discrepancia respecto al
alcance o ámbito objetivo de la prohibición.
Mientras que en el texto castellano se
circunscribe a 'terrenos baldíos insulares', en
el inglés se extiende en general a todos los
terrenos insulares, al decir: 'Title to insular
lands shall not be acquired by adverse
'Artículo 13. Discrepancia
entre los textos inglés y
castellano de un estatuto,
cómo se resolverá.
En caso de existir discrepancia entre
los textos inglés y castellano de un estatuto
de la Asamblea Legislativa de Puerto Rico,
prevalecerá en la interpretación del mismo el
texto en que se hubiere originado en
cualquiera de las Cámaras, salvo en los
casos siguientes: (a) si el estatuto fuere una
traducción o adaptación de un estatuto de los
Estados Unidos o de algún Estado o
Territorio de los Estados Unidos, se dará
preferencia al texto inglés sobre el texto
castellano; (b) si el estatuto fuere de origen
español se atenderá al texto castellano con
preferencia al texto inglés; (c) si la cuestión
de preferencia no pudiera resolverse por las
reglas precedentes, se atenderá al texto
castellano.'--Código Civil, 1930, Art. 13.
El Art. 9 de nuestro Código Político
se tomó, en parte, del Art. 42 del Código
(127)
Político de 1872, del estado de California
que dice así:
Legislativa en los idiomas inglés y español.
Dicha comisión preparó los códigos,
con excepción del Código de Procedimiento
Civil, y los sometió a la Asamblea
Legislativa en 1902.
Se sometió un
proyecto de Código Político redactado en el
idioma inglés y otro proyecto del mismo
código en castellano. Se le asignó a ambos
el Núm. CB-24.
' 42. Intruders on Public
Lands of the State.
If any person, under any
pretense of any claim
inconsistent with the
sovereignty and jurisdiction
of the state, intrudes upon
any of the waste or
ungranted lands of the state,
the district attorney of the
county must immediately
report the same to the
governor, who must
thereupon, by a written
order, direct the sheriff of the
county to remove the
intruder; and if resistance to
the execution of the order is
made or threatened, the
sheriff may call to his aid the
power of the county, as in
cases of resistance to the
writs of the people.'
Al preparar en ambos idiomas el
proyecto del Código Político la Comisión
Codificadora de 1901, por su propia
iniciativa, adicionó (con los mismos textos
que respectivamente tienen hoy, y que se
han conservado inalterados) las últimas
oraciones de los textos inglés y castellano
del Art. 9.
Decimos que se tomó en parte
porque, según se observará, del Art. 42 de
California no formaba parte la oración final
del Art. 9 nuestro.
Por disposición del Art. 40 del Acta
Foraker que autorizó la creación de la
Comisión Codificadora de 1901, y, por la
Ley Núm. 13 de 31 de enero de 1901, se le
confirió facultad a dicha comisión para
compilar, revisar y codificar un sistema de
leyes para Puerto Rico, que incluiría un
Código Civil, un Código Político, un Código
de Procedimiento Civil y un Código Penal,
que serían sometidos a la Asamblea
No hemos encontrado precedente
legal alguno respecto a esas últimas
oraciones. Ni aparece tomado de California,
el texto inglés, ni mucho menos el texto
castellano de alguna ley de España, donde
los bienes patrimoniales del Estado pueden
ser adquiridos por la usucapión. No
sabemos cuál de ellas se redactó primero o si
una es traducción errónea de la otra. Sin
embargo, se nota que hay mayor armonía y
correlación entre el sentido de cada oración
del Art. 9 en el texto español, ya que ambos
tienen el mismo y determinado ámbito
objetivo: 'los terrenos baldíos insulares', lo
que no se observa en el texto inglés, donde
la primera oración se refiere a 'waste and
ungranted lands' y la segunda en términos
generales a 'insular lands.'
Habiéndose originado el Código
Político en las cámaras de aquella época en
ambos idiomas, la regla general del Art. 13
del Código Civil no es aplicable para
(128)
Nuestro Código Civil nada dispone sobre
terrenos baldíos. Baldío es el terreno que
pertenece al Estado pero que no está
adehesado ni se labra, pertenece al dominio
público para su común disfrute o
aprovechamiento, no produce más frutos que
los espontáneos y naturales ofrecidos por la
tierra. Véase Enciclopedia Jurídica {674}
Española, Tomo IV, sobre la voz 'Baldíos.'
Los islotes Hicacos y Ratones envueltos
en este litigio, no son 'terrenos baldios', ni
tampoco 'terrenos no concedidos.' Esde
1872, en que fueron trasmitidos a título de
amparo, se dedicaron a pastos cultivados y a
la explotación de una industria de cal para la
elaboración de azúcar, fertilizantes y
construcciones. Si alguna vez, antes del año
1872, pudieron clasificarse como baldíos,
hace muchos decenios que perdieron esa
condición.
A la luz de todo lo expuesto, no puede
válidamente sostenerse que, en todos los
casos y como norma jurídica de aplicación
general, la prescripción no corre contra el
Estado Libre Asociado de Puerto Rico.
Como hemos dicho en otro lugar, no correrá
resolver la discrepancia; ni la regla (a)
porque esas últimas oraciones no son una
traducción o adaptación de estatuto alguno
de Estados Unidos o de alguno de sus
Estados; ni la regla (b) porque no son de
origen español.
La regla (c) que dispone que 'si la
cuestión de preferencia no pudiera
resolverse por las reglas precedentes, se
atenderá al castellano', es de perfecta
aplicación a nuestro caso, por lo que la
última oración del texto castellano del Art. 9
es la que debe aplicarse.
respecto a aquellos bienes suyos no
susceptibles de dominio por particulares,
que son inalienables y que estarán fuera del
comercio de los hombres mientras se
encuentren afectos al uso o servicio público
general. Pero los restantes bienes que
integren su propiedad privada, sujeto a las
excepciones establecidas por ley, son
prescriptibles conforme a las normas de
nuestra legislación civil.
Como apuntamos en el escolio (11),
reiteradamente hemos decidido que los
bienes patrimoniales de los gobiernos
municipales son prescriptibles.15 Si, como
dispone el artículo citado 256 todos los
bienes patrimoniales 'que el Estado Libre
Asociado de {675}Puerto Rico o los
municipios posean ... se regirán por las
disposiciones de este Codigo', entre las
cuales, como dijimos en Jiménez v.
Municipio, supra, 'se encuentran las relativas
a la prescripcion', no hay ni hubo buena
razón para resolver, o para haber resuelto,
que los bienes patrimoniales del Estado no
pueden ser adquiridos por usucapión.
Nuestro Código Civil en esto obliga tanto al
soberano como a sus divisiones de gobierno
local.16
15
Véanse, El Pueblo v. Municipio de
San Juan, 19 D.P.R. 656 (1913); Miranda v.
Municipio de Aguadilla, 39 D.P.R. 467
(1929); Gobierno de la Capital v. Casino
Español, 56 D.P.R. 790 (1940); Jiménez v.
Municipio, 70 D.P.R. 517 (1949).
16
Nuestras decisiones en sentido
contrario y, en particular, Jiménez v.
Municipio, 70 D.P.R. 517, 521 (1949),
Gobierno de la Capital v. Casino Espa ñol,
56 D.P.R. 790, 801 (1940), Pueblo v. Rojas,
53 D.P.R. 121, 136 (1938), Miranda v.
Municipio de Aguadilla, 39 D.P.R. 467, 470
(129)
Ahora, examinemos el problema de la
adquisición por usucapión planteado en este
recurso, tomando como punto de partida la
adquisición de Jorge Bird Arias en octubre
de 1901. No existe controversia alguna
respecto a los siguientes hechos y
circunstancias:
1950, es decir, por más de 48
años.
4. Desde el 5 de octubre de
1901 hasta el 3 de julio de
1950 El Pueblo de Puerto
Rico conoció o tuvo medios
racionales y motivos {676}
suficientes para conocer, que
tales islotes estaban poseídos
de hecho, y a título de dueño,
por Bird Arias, y nunca
realizó acto o gestión alguna
que pudiera interrumpir,
suspender o extinguir tal
posesión física, no obstante
tener en su poder el informe
sometido por el Inspector de
Terrenos Públicos el 26 de
noviembre de 1904,
mencionado en el escolio (4),
en que ese funcionario
comunicaba al gobierno
insular, en términos claros y
precisos, que Bird los había
adquirido en 1901 por
compra y los ocupaba y
poseía. En dicho informe,
presentado en evidencia por
el Estado, y marcado Exh. 4,
en lo pertinente, se hace
constar:
1. Por escritura pública
otorgada el 5 de octubre de
1901, Jorge Bird Arias
compró los islotes Hicacos y
Ratones a los cuatro
hermanos García Becerril,
sus titulares, según constaba
en el Registro.
2. Ese título de compra fue
inscrito en el Registro de la
Propiedad de Humacao el 11
de octubre de 1901, sin
defecto alguno.
3. El 5 de octubre de 1901
tomó posesión material de
ellos el comprador Bird
Arias, y de hecho disfrutó y
gozó de tal posesión física,
en concepto de dueño, con
justo título, de buena fe, en
forma pública, pacífica,
constante e ininterrumpida,
hasta la fecha de su muerte
ocurrida el 3 de julio de
(1929) y Pueblo v. Municipio de San Juan,
19 D.P.R. 656, 667 (1913) no deben tener,
en modo alguno, el reconocimiento ni
autoridad de precedentes obligatorios en
cuanto en ellas se resuelva, explícita o
implícitamente, que respecto a sus bienes
patrimoniales--excepto terrenos baldíos--no
puede alegarse la prescripción adquisitiva en
contra de El Pueblo de Puerto Rico.
'El actual poseedor del islote
lo es Dn. Jorge Bird Arias
que lo adquirió en octubre 5
de 1901 por compra a los
hermanos García Lavagi.
[sic]17' Pág. 9.
17
Un tercer islote llamado 'Lobos' fue
comprado en 24 de enero de 1903 por Bird
Arias a Quintín Rodríguez.
(130)
'Consideraciones. En estos
predios que poseen los
indicados Sres. Bird y
Noble,18 se ha de dilucidar
como proceda el mejor
derecho a la propiedad,
porque ellos los adquirieron
de buena fe, y los títulos que
recibieron han sido
debidamente anotados en el
Registro de la Propiedad de
Humacao.' Pág. 33.
finalmente, la corporación
Best Builders, Inc., en 1962.
'En cuanto a los predios que
ocupan el Sr. Noble y el Sr.
Bird, esta inspección
entiende que se les debe
comunicar oficialmente el
resultado de la investigación
practicada, para que ellos
demuestren con los
primitivos documentos el
derecho que les asiste sobre
tales terrenos.' Pág. 36.
(Énfasis suplido.)
Ante la Sala sentenciadora no se ofreció
evidencia alguna por la parte demandante de
la acción tomada, si alguna se tomó, por el
gobierno, como resultado de las
recomendaciones del Inspector de Terrenos
Públicos.
5. A Bird Arias y a sus
herederos, suceden en la
posesión física de los islotes
los subadquirentes Pilar Bird
de Veve en 1952, la {677}
corporación Planta de Cal
Hicaco, Inc., en 1954, y,
18
William Noble era poseedor como
dueño de 230 cuerdas de terreno situado en
la misma zona.
(131)
6. Se pagaron al Estado
contribuciones territoriales
sobre los islotes por sus
titulares registrales y
poseedores de hecho; la
Compañía de Fomento
Industrial, para cuyo
beneficio se han expropiado
los islotes, le prestó a 'Planta
de Cal Hicaco, Inc.', la suma
de $40,000.00 con garantía
hipotecaria sobre los islotes,
y 'mientras se estudiaba la
posibilidad de instar este
procedimiento,' la Compañía
de Fomento Industrial llevó a
cabo valoraciones de los
islotes y hasta llegó a expedir
un cheque (por $500,000.00)
a favor del Secretario del
Tribunal para ser depositado
como valor de los inmuebles
en favor de los titulares
registrales de los mismos.
7. El 14 de enero de 1963,
transcurridos ya 61 años y 3
meses de constante posesión
de hecho ejercida, en la
forma relatada, por los
propios titulares registrales
de los islotes, se inicia por el
Estado Libre Asociado de
Puerto Rico 'a requerimiento
de la Compañía de Fomento
Industrial de Puerto Rico' la
expropiación de los islotes y
sus establecimientos
i n dus t ri al e s p o r u n a
simbólica compensación de
$2.00, alegando que todos
esos bienes le pertenecían.
Por consecuencia jurídica inevitable de
esa prolongada posesión de hecho, partiendo
del 11 de octubre de 1901, fecha de la
inscripción del título a favor de Bird Arias,
en el día 11 de octubre de 1911 se consolidó
la usucapión ordinaria secundum tabulas,
ratificándose por el estado de hecho
posesorio la paralela situación registral.
En este incidente de reconsideración de
nuestro fallo las corporaciones interventoras
dieron énfasis a sus defensas de prescripción
de la acción y de adquisición por usucapión
ordinaria y extraordinaria, hasta el punto de
pedirnos el reexamen de la doctrina relativa
a la usucapión contra propiedades del
Estado, cosa que estimamos haber hecho.
Por si ello fuera insuficiente, y en los
supuestos de que El Pueblo de Puerto Rico
hubiera sido el verdadero dueño de los
islotes con arreglo a lo acordado en los Arts.
II y VIII del Tratado de París ylo dispuesto
en el Art. 13 de nuestra Carta Orgánica de
1900, y que Bird Arias jamás hubiera tenido
un título justo sobre ellos, ni {678} buena fe
en su posesión como dueño, el 11 de octubre
de 1931, se consolidó también la usucapión
extraordinaria secundum tabulas a su favor.
Procede ampliar un poco esta ponencia a
fin de precisar la eficacia jurídica de la
usucapión en relación a cada islote de los
dos que componen la finca rústica Núm. 104
del Municipio de Fajardo.
Desde esta última fecha, por la virtud
adquisitiva-extintiva de la conjunción del
tiempo con la posesión, quedaron plena y
definitivamente aseguradas la certidumbre,
firmeza y perfección de aquella adquisición
dominical 'en perjuicio de toda clase de
personas, inclusas las juridicas', como reza
el Art. 1832 del Código Civil; quedaron
convalidados, curados y purgados todos sus
posibles vicios, defectos e imperfecciones y
quedaron ipso facto, perdidas, destruidas y
extinguidas para siempre cuantas acciones
reales se hubieran podido ejercitar respecto
a esos inmuebles por el Pueblo de Puerto
Rico.
Así, purificado por el correr del tiempo,
el derecho de propiedad plena sobre los
islotes pasó a la señora Bird de Veve,
después a la corporación 'Planta de Cal
Hicaco, Inc.', y finalmente a Best Builders,
Inc., quienes agregaron otro decenio
posesorio al medio siglo de Jorge Bird
Arias.
A--Respecto a Hicacos, con su cabida
original de 45.44 cuerdas, la usucapión tuvo
eficacia jurídica convalidante de los títulos
de Bird Arias y sus causantes en derecho.
Los tradicionales cinco requisitos de la
usucapión ordinaria: justo título, buena fe,
posesión continuada, transcurso del tiempo
tasado por la Ley y prescriptibilidad de la
cosa, habían quedado cumplidos antes de
{679} adquirir Bird Arias en octubre de
1901, y con arreglo al Art. 1957 del Código
Civil que nos rigió desde el 1 de enero de
1890 hasta el 1 de julio de 1902, según
quedó enmendado ese artículo por la Orden
Militar de 7 de abril de 1899, la cual, con
efecto retroactivo, redujo a 6 años el término
de prescripción adquisitiva ordinaria
señalado por aquel artículo. El justo título lo
constituyó la adquisición por composición
del año 1892. Vuelve a consolidarse en
1911 la usucapión ordinaria, a la luz del Art.
1857 de nuestro Código Civil de 1902 que
restituyó el plazo de 10 años, en el supuesto
de que fuese aplicable al caso este Art. 1857,
no obstante lo dispuesto en el Art. 1839, a
virtud del cual la ley sobre prescripción
vigente al comenzar ésta es la aplicable.
La usucapión extraordinaria, tomando en
consideración exclusivamente la posesión de
(132)
Bird Arias, y a partir de la compra que hace
el 5 de octubre de 1901--antes de entrar en
vigor el Art. 9 del Código Político--se
consolida en el mismo día y mes del año
1931.
Ella también tuvo eficacia,
consecuencia y efecto adquisitivo sobre el
excesode cabida de Hicacos ascendente,
según mensura reciente practicada por el
demandante, a 94.56 cuerdas sobre la cabida
original 45.44 cuerdas del título de amparo.
No parece que tan gran exceso pueda
comprenderse como una accesión con
arreglo al Art. 303 de nuestro Código Civil.
Para inscribirse tal exceso de cabida es
necesario acudir al procedimiento especial
apropiado.
B--Si bien el islote Ratones aparece haber
estado unido a Hicacos a los fines de la
explotación agrícola e industrial a que han
sido por mucho tiempo sometidos ambos, y
no obstante haber concluido la Sala
sentenciadora que desde el 1872 ambos
islotes habían sido poseídos por Fort Torres
y sus posteriores adquirentes, lo cierto es
que este islote Ratones no figuró como
objeto de concesión en el título de amparo
de 1872. Este se limita al islote Hicacos,
entonces compuesto de 45.44 cuerdas. En el
texto del título de amparo sólo se menciona
el islote Ratones como un punto de {680}
referencia al describirse a Hicacos, y al
decirse que éste está situado entre las
Cabezas de San Juan y el islote Ratones.
también se deniega en relación con el islote
Ratones. Sin embargo, por la séptima se
hace constar:
'Omitida en la inscripción
que precede--6ta.--hacer
constar que esta finca está
compuesta por los islotes
denominados ?Hicacos y
Ratones' y estando el título
aún en el Registro la
describo nuevamente en la
siguiente forma: Rústica:
Isl ot e s d e n o m i n a d o s
?Hicacos y Ratones', descrita
en la inscripción primera de
igual modo que en el
documento presentado. No
aparece afecta a carga
alguna.'
Empero en la inscripción primera del año
1883 la finca 104 sólo se describe así:
'Rustica: Islote denominado Hicacos
destinado a pastos, sito entre la Cabeza de
San Juan y otro islote llamado Ratones, a
tres millas del puerto de Fajardo frente al
barrio de las Cabezas término municipal de
dicho pueblo. Linda por los cuatro puntos
cardinales con el Mar. Tiene de cabida
cuarenta y cinco cuerdas cuarenta y cuatro
céntimos de otra.'
En las primeras cuatro inscripciones de la
finca rústica Núm. 104 del Municipio de
Fajardo aparece que la misma está formada
solamente por el islote Hicacos.
Se nos hace difícil aceptar que a la luz de
tal descripción pudieran rectificarse las
inscripciones quinta y sexta a los fines de
hacer constar que la finca 104 estaba
integrada por ambos islotes.
Al practicarse la quinta inscripción se
hizo constar que la misma se denegaba
'respecto al llamado Ratones por no aparecer
inscrito a nombre del causante.' Cuando
Bird Arias pide inscripción de su título,
La usucapión extraordinaria resulta ser el
verdadero modo de adquirir la propiedad del
islote Ratones. Faltó el ingrediente del justo
título para que respecto al mismo se
produjera la ordinaria. Y tanto Hicacos
(133)
como Ratones, de aceptarse que al cambio
de {681} soberanía pasaron a pertenecer,
por cesión de la Corona Española, al pueblo
de los Estados Unidos y luego al pueblo de
Puerto Rico, como bienes patrimoniales del
Estado estuvieron puestos, desde marzo de
1902 y bajo ciertas condiciones, en el
comercio de los hombres, a tenor del Art.
135 del propio Código Político nuestro, que
hasta el 1949 dispuso:
'Artículo 135.
El
Comisionado de lo Interior
podrá, previa aprobación del
Consejo Ejecutivo,
disponerel arrendamiento,
por un período que no
exceda de quince años, y con
el consentimiento de la
Asamblea Legislativa, la
venta de todos los terrenos
cedidos a la Isla de Puerto
Rico por los Estados Unidos
o que en adelante le
cedieren, o de otro modo
adquiridos.'
(Énfasis
suplido.)
válidas, es preferible que la firmeza y
solidez jurídica del fallo se apoyen en todas.
Una conciencia judicial, libre de prejuicios,
con ánimo de medir a todos con la misma
vara, tiene derecho a sentirse satisfecha y
convencida de que ha dado a cada uno lo
suyo, con mayor razón cuando cada uno de
los fundamentos de derecho de que se ha
valido, de por sí, constituye un sostén
inconmovible de su decisión. Con ello se
facilita extensivamente la aplicación del
principio de cosa juzgada.
Véase Ley Núm. 182 de 5 de mayo de
1949.
Hemos aplicado un cuadro de
disposiciones de nuestro cuerpo de {682}
derecho positivo, reconocidas como de
orden público, para arribar a la conclusión
de que la resolución dictada por la Sala
sentenciadora y nuestra decisión que la
sostiene no deben alterarse en
reconsideración.
Hace tiempo que la
doctrina de que la prescripción en Puerto
Rico nunca corre contra el Estado debió
derrumbarse, tanto en relación con los
gobiernos municipales, como ya ha
acontecido, como también en relación con el
insular. No existen verdaderas razones para
que subsista la distinción, que constituye un
irritante reto al recto sentido y filosofía de
ese cuadro de disposiciones.
En una contienda sobre el título de una
cosa, en que la parte actora alega que ésta le
pertenece por cesión que se le hizo, mientras
que la otra aduce que ella es su verdadera
dueña y que la adquirió por distintos modos
autorizados por ley, no concebimos
impedimento serio para resolver, de ello
proceder, que la parte demandada es la
dueña real de la cosa por las distintas
formas, razones, modos y títulos,
independientes entre sí, que mediaron o
intervinieron en su adquisición. Si para
decidir una cuestión en determinado sentido
existen razones diferentes, pero igualmente
Si en verdad existe una necesidad seria
que imperiosamente clame por otro estado
de derecho que efectivamente y a plenitud
imponga esa doctrina de privilegio,
favoreciendo con una inmunidad
prescriptiva absoluta al Estado que puede
invadir las actividades privativas,
comerciales, industriales, agrícolas, de
servicios a la comunidad, y hasta enfrascarse
en negocios de compra y reventa de bienes
inmuebles, debe establecerse tal estado de
derecho por los organismos legislativos.
Creemos que nada hay que se oponga a ello.
Muchos estados continentales lo han
(134)
hecho.19 Bastaría para ello un simple
cambio al Art. 9 del Código Político.
En El Pueblo v. Dimas, 18 D.P.R. 1061
(Del Toro) (1912), el Estado reivindicaba
una parcela de terrenos desecados, antiguos
manglares que 'formaban parte de un monte
del Estado declarado reservable.' Haciendo
una indeterminada alusión al año 1898 (en
vez de hacerla al 1 de julio de 1902, en que
realmente comenzó la prohibición, según el
Art. 9 del Código Político, de adquirir
terrenos baldíos del Estado por posesión
adversa) dijimos en la opinión: {683} 'A
partir de esa fecha, no era posible adquirir
por prescripción los terrenos de que se trata
en este pleito.' (Énfasis suplido) Pág. 1081.
Despuéstranscribimos unos ocho párrafos
de la opinión del tribunal de instancia,
emitida por el entonces Juez de Distrito,
Córdova Dávila. Es en el primero de ellos
donde se inserta la máxima Nullum tempus
ocurrit regi, y, en el tercero se dice,
refiriéndose a ella:
'Aunque la Legislatura del
país hubiese permanecido en
silencio, el dominio del
pueblo sobre los terrenos de
su propiedad no podría
prescribir hoy aplicando la
misma regla que a los
Estados se aplica. La
Asamblea Legislativa, sin
embargo, ha consignado este
precepto en el Código
Político, cuyo artículo 9 dice
de modo claro y terminante,
que no puede adquirirse
título a terrenos baldíos
insulares por la posesión
adversa de los mismos.'
(Énfasis suplido.) Pág. 1082.
Se observará que en la primera oración, el
juez sentenciador, partiendo del supuesto de
que la máxima hubiera sido de aplicación a
Puerto Rico, manifestó que 'el dominio del
pueblo sobre los terrenos de su propiedad no
podía prescribir.'
Pero, en su segunda oración, obviamente
indica el Juez Córdova Dávila lo único que
respecto a esa materia de prescripción de
bienes del Estado había hecho el supremo
órgano legislativo local, en las siguientes
palabras:
'... La Asamblea Legislativa,
sin embargo, ha consignado
este precepto en el Código
Político, cuyo artículo 9 dice
de modo claro y terminante,
que no puede adquirirse
título a terrenos baldíos
insulares por la posesión
adversa de los mismos.'
(Énfasis suplido.)
19
Para la jurisprudencia americana
sobre la materia véase 55 A.L.R.2d 554-638.
Para jurisprudencia respecto a que la
doctrina nulla tempus ocurrit regi no es de
aplicación a bienes inmuebles y derechos
reales de los Estados Unidos sitos en Puerto
Rico y de que nuestras disposiciones
prescriptivas benefician o perjudican a
Estados Unidos, véanse:
Baldrich v.
Barbour, 90 F.2d 867 (1937) y People of
Puerto Rico v. Fortuna Estates, 279 Fed.
500 (1922). Véase el apéndice o anexo
unido.
Con ello claramente indicaba que la
máxima, en su más amplio sentido, no había
sido adoptada como derecho legislado en
Puerto Rico.
(135)
Habiendo concluido este Tribunal que se
trataba de una acción para reivindicar
terrenos baldíos, resolvió que al aprobarse el
Art. 9 {684} del Código Político, decretando
la no adquisición por posesión adversa de
terrenos baldíos insulares, había quedado
interrumpida la prescripción y que por este
motivo no era posible usucapir 'los terrenos
de que se trata en este pleito.'
No resolvimos en ese caso que la
mencionada máxima rigiera o fuera
aplicable en Puerto Rico, ni que, en términos
generales y absolutos, todos los bienes del
Estado estaban fuera del alcance del instituto
prescriptivo establecido en nuestro Código
Civil. No obstante, en varias decisiones
posteriores, luego de hacer una mera alusión
a El Pueblo v. Dimas, le atribuimos un
alcance y autoridad como precedente, que
jamás tuvo, en el sentido de establecer una
doctrina o regla reconociendo tal prohibición
prescriptiva general y absoluta en favor del
Estado. A la luz del derecho aplicable y de
los hechos y eventos peculiares envueltos en
ese caso, no podíamos, ni podemos en casos
semejantes, resolver tal cosa. La aplicación
del único precepto que gobierna la materia-Art. 9, última oración, Código
Político--debió mantenerse dentro de su
excepcional limitación objetiva:
sólo
respecto a propiedades del Estado
comprendidas exclusivamente dentro del
término 'terrenos baldíos insulares.' Nuestro
ministerio, como reza el Art. 26 de la Ley de
Evidencia, en la interpretación de una ley, es
simplemente averiguar y declarar lo que
textualmente y en sustancia contiene, sin
insertar lo que se hubiese omitido, ni omitir
lo que se hubiese insertado.
Por las razones anteriores y, además,
porlas complementarias respecto al punto de
la usucapión fiscal, que expreso en el
apéndice o anexo que se une a esta opinión,
como parte de la misma, quedan expuestos
los criterios en que fundo mi voto de 'no ha
lugar' sobre los méritos de la moción de
reconsideración presentada el 30 de oktubre
de 1968.
–O–
{685}
I
ADVERTENCIA PRELIMINAR
Este anexo sólo complementa el punto de
prescripción tratado en mi anterior opinión
expositiva de los criterios en que fundo mi
voto de no ha lugar a la moción de
reconsideración.
RECUÉRDESE: que estoy conforme con
la desestimación de la moción de
reconsideración de El Pueblo dejándose en
pie la opinión del Juez Belaval y nuestra
sentencia confirmatoria del 10 de octubre de
1967,* que declara a la interventora Best
Builders, Inc., única y legítima titular de los
islotes Hicaco y Ratones, por las siguientes
razones:
Primera: Porque el demandante Estado
Libre Asociado de Puerto Rico jamás ha
tenido--ni lo tuvo El Pueblo de Puerto
Rico--título alguno de dominio o cualquier
otro derecho real, sobre los islotes que en
vano alegó le pertenecián y que por muchos
años reconoció como bienes de los
demandados.
Segunda: Porque adquirió su pleno
dominio y posesión a virtud del contrato de
*
Nota del Compilador: E.L.A. v.
Tribunal Superior, 95 D.P.R. 339 (1967).
(136)
compraventa celebrado el 7 de diciembre de
1962, entre ella y la corporación 'Planta de
Cal Hicaco, Inc.', mediante escritura pública
otorgada ese día, por el convenido precio de
$900,000.00, parte del cual fue satisfecho
entonces.-- Véanse págs. 649-651, anterior
opinión.--
344, 1932 y 1939 del mismo
antiguo Código.
b) La ordinaria de diez años
entre presentes, y veinte
entre ausentes, con justo
título y buena fe, autorizado
por el Art. 1857 de nuestro
Código Civil vigente, que
curó cualquier vicio o
defecto que pudiera afectar
el título de compraventa
indicado.
Tercera:
Porque esa codemandada
auténticamente ostenta, tiene y disfruta del
estado, condición o categoría jurídica
superior de tercero hipotecario,
encontrándose sus derechos dominicales
desde {688} la presentación de su título de
compraventa en el Registro de la
Propiedad--12 de diciembre de 1962-legalmente protegidos, fortalecidos y
garantizados, contra todo el mundo.
c) La extraordinaria de 30
años, sin necesidad de título
ni buena fe, fijada en el Art.
1859 del mismo cuerpo
legal. Según la realidad
jurídica y los asientos del
Registro de la Propiedad, el
período posesorio continuo
hasta el momento del pleito
es de sesenta y un (61) años,
contando desde la
adquisición e inscripción de
los islotes en octubre de
1901, por y a favor de Jorge
Bird Arias, y
En la misma forma privilegiada en
derecho, o sea como terceros hipotecarios,
por títulos respectivos de compraventa,
inscritos sin defectos algunos, desde octubre
de 1901 (antes de empezar a regir el Art. 9
del Código Político) se encontraron sus
anteriores dueños Jorge Bird Arias, Rafael
Veve, Pilar Bird y la corporación Planta de
Cal Hicaco, Inc.--véanse págs. 659-666,
anterior opinión.
Cuarta: Por imperio de las siguientes
usucapiones:
a) La ordinaria de seis años,
con justo título y buena fe,
establecida por el Art. 1957
del Código Civil Español que
rigió en Puerto Rico desde el
1ro. de enero de 1890 hasta
el 1 de julio de 1902, tal
como dicho artículo quedó
enmendado por Orden
General, o Judicial, de 4 de
abril de 1899, en
concordancia con los Arts.
Quinta: Por imperio de la prescripción
extintiva de la acción reivindicatoria (es la
que en verdad se instó) ejercitada el 14 de
{689 {685} enero de 1963 por el Estado
contra Best Builders, Inc., y Planta de Cal
Hicaco, Inc., establecida en el Art. 1861 del
actual Código Civil.
A virtud de cualquiera de las anteriores
cinco razones jurídicas fundamentales,
necesariamente debía desestimarse la
moción de reconsideración.
(137)
'A la luz de todo lo expuesto,
no puede válidamente
sostenerse que, {690} en
todos los casos y como
norma jurídica de aplicación
general, la prescripción no
corre contra el Estado Libre
Asociado de Puerto Rico.
Como hemos dicho en otro
lugar, no correrá respecto a
aquellos bienes suyos no
susceptibles de dominio por
particulares, que son
inalienables y que estarán
fuera del comercio de los
hombres mientr as se
encuentren afectos al uso o
servicio público general.
Pero los restantes bienes que
integren su propiedad
privada, sujeto a las
excepciones establecidas por
ley, son prescriptibles
conformes a las normas de
nuestra legislación civil.'
(Énfasis nuestro.)
II
AMBITO DE LA
PRESCRIPTIBILIDAD SEÑALADA
Pregunto en la página 668 de mi opinión:
'¿Es correcta la tesis de que a
partir del cambio de
soberaní a n o p ueden
adquirirse por usucapión los
bienes ... pertenecientes al
Estado? (Énfasis nuestro.)
Contesto en la misma página:
'... respecto a ciertos bienes
lo es; pero respecto a otros,
no lo es.' (Énfasis nuestro.)
En ella seguidamente procedo a exponer
que, de toda la masa de bienes del Estado,
sólo aquella parte declarada o clasificada
'bienes patrimoniales' con arreglo al Art. 256
de nuestro Código Civil--o sea la propiedad,
fortuna o riqueza privada del Estado--sí
puede adquirirse o perderse por usucapión,
con la especial excepción, respecto a esos
bienes patrimoniales, (a partir del 1 de julio
de 1902) de los terrenos clasificados
'baldios' del eStado, según lo dispuso, con
efecto prospectivo, nuestro Código Político
de 1902, en la última oración de su Art. 9,
texto castellano, en los siguientes términos:
'No podrá adquirirse títulos a
terrenos baldíos insulares por
posesión adversa, o contraria
al título de otra u otras
personas.' (Énfasis nuestro.)
Para enfatizar y aclarar más nuestra
posición, reproducimos el primer párrafo de
la página 674 de nuestra opinión:
III
MOTIVOS DE OPOSICION QUE
PODRIAN ADUCIRSE
Las razones que podrían aducirse contra
mi opinión serían las siguientes:
1ra.
Respecto al texto que debe
prevalecer en la interpretación y aplicación
del Art. 9 del Código Político de 1902, es el
inglés, debido a que, el Sr. Rowe, miembro
de la primitiva Comisión Codificadora que
preparó los proyectos de códigos de 1902,
utilizó para su labor el Código Político de
California y utilizó el idioma inglés y el Art.
13 del Código Civil nuestro dispone que si
el estatuto fuera una traducción o adaptación
(138)
de un estatuto de algún Estado se dará
preferencia al texto inglés.
2da. Que los tribunales han resuelto a
favor del Estado este problema específico de
la prescripción o no prescripción de los
terrenos públicos y que el caso determinante
de tal solución en nuestra isla es Pueblo v.
Dimas, 18 D.P.R. 1061 (1912).
Ambas razones son erróneas. Veamos
por qué:
IV
ARGUMENTO RESPECTO AL
TEXTO
(a) {691} En el escolio 14 de nuestra
opinión consideramos, con alguna amplitud,
el problema de la irreconciliable
discrepancia entre los textos inglés y
castellano de la última oración del Art. 9 del
Código Político de 1902, a la luz del Art. 13
de nuestro Código Civil. Concluimos que el
castellano era el que debía prevalecer con
arreglo a las normas de hermenéutica fijadas
por dicho Art. 13.
Repetimos, que la última o segunda
oración del texto inglés original del Art. 9
del Código Político de 1902, que dice: 'Title
to insular lands shall not be acquired by
adverse possession.', ni ninguna otra relativa
a la adquisición por posesión adversa de
terrenos públicos, baldíos o no baldíos,
jamás formó parte del Art. 42 del Código
Político de 1872 del Estado de California
que aparece transcrito en el escolio 14.
Tampoco integraba dicho Art. 42 de ese
Estado, ninguna otra expresión o disposición
análoga, respecto a la no adquisición por
usucapión de terrenos públicos del Estado.
Como ello es correcto, necesariamente
tenemos que aceptar que la idea, noción o
pensamiento de dotar de tal oración al Art. 9
del proyecto de Código Político de
1902--que el Congreso y nuestra Legislatura
mandaron se hiciera y se aprobara en los
idiomas inglés y castellano--se concibió, por
primera vez, en Puerto Rico y aquí se añadió
a la parte del Art. 42 de California que se
tomó y adaptó por la Comisión Codificadora
de 1901.
Ante esa realidad, forzosamente debe
concluirse, como se dice en nuestro escolio,
que 'los textos inglés y castellano de esa
última oración no son una traducción o
adaptación de estatuto alguno de Estados
Unidos o de alguno de sus Estados ....'
(Énfasis nuestro.) Lo que no se dice, ni se
escribe, en idioma alguno, es intraducible,
{692} es inadaptable. Considerando con
toda serenidad el problema, no se puede
afirmar, con acierto, que ha sido traducida,
mal traducida o adaptada, de o a tal texto,
una oración que nunca se escribió o expresó
en fuente original alguna.
Adaptación significa ordenación ajustada,
acoplamiento de medios afines, de las
actividades a sus objetos, de la vida en
general a las circunstancias del medio. Es
avenir, acomodar o modificar condiciones
en armonía con un medio distinto al suyo
habitual. Existe en los casos en que un
objeto, inútil originalmente para ciertos
usos, por medio de alteraciones, se ha
convertido en un objeto utilizable o apto
para tales usos.
En aquella parte del Art. 42 del Código
Político de California que se tomó para
formar la primera oración del texto inglés
del Art. 9 de nuestro Código Político de
1902, la adaptación que se hizo para
acomodarla a las condiciones y
circunstancias de esta Isla de Puerto Rico,
(139)
consistió en cambiar las frases o expresiones
'lands of the state', por 'lands of Puerto Rico';
'the district attorney of the county', por 'the
Fiscal (District Attorney) of the judicial
district'; 'sheriff of the county', por 'the
Attorney General', y, además, en eliminar la
parte del texto californiano que disponía:
primera oración, referente a la invasión, por
intrusos, de 'waste or ungranted lands of
Puerto Rico', según su texto inglés y a
'terrenos baldíos o no concedidos
pertenecientes a Puerto Rico', según su texto
castellano.
Jamás--y no nos cansamos de afirmarlo,
aunque parezcamos machacones--esta última
oración pasó por proceso alguno de
traducción o adaptación. ¿Cuál texto se
redactó primero? No hemos encontrado
información que nos ayude a contestar con
absoluta precisión la pregunta.
No
queremos correr el riesgo de adivinar o de
hacer afirmaciones categóricas a ciegas.
'...; and if resistance to the
execution of the order is
made or threatened, the
sheriff may call to his aid the
power of the county, as in
cases of resistance to the
writs of the people.' (Énfasis
nuestro.)
La segunda y última oración del Art. 9 de
nuestro Código Político, cuyos textos inglés
y castellano discrepan esencialmente entre
sí, no tiene concordancia alguna con el
Código Político de California; ni fue tomada
del mismo, ni es una traducción, ni una
adaptación de estatuto alguno de un estado o
territorio americano de habla inglesa. Fue
una autóctona y original aportación, o bien
de toda una Comisión Codificadora que por
ley--Acta Foraker--tenía que preparar dos
proyectos originales, uno en inglés y otro en
{693} castellano, de cada Código, o de los
hombres de nuestra primera Asamblea
Legislativa, en la que figuraban notables
juristas, hombres de ilustración y
profesionales de la talla de Rosendo
Matienzo Cintrón, José Guzmán Benítez,
Francisco M. Quiñones, José Gómez Brioso,
Santiago Veve, Cayetano Coll y Toste y
Ulpiano R. Colón. La preparación de esos
Códigos fue carga de muchos camellos.
Las circunstancias de que al Comisionado
Rowe, se le asignara la dirección de la
preparación de un proyecto de Código
Político, aunque tiene su peso o valor, no es
evidencia concluyente de que él fuera el
inspirador, autor o coautor de la oración
segunda. La posibilidad de que lo fuera de
su versión inglesa no la negamos, desde
luego.
Como ya expusimos, la segunda y última
oración del Art. 9 del Código Político,
regula, en parte, una institución jurídica, la
prescripción, en sentido prohibitivo, materia
independiente y extraña a la finalidad de la
'Y dicha Comisión presentará
al Congreso un informe
minucioso y definitivo, en
los idiomas inglés y español,
de sus revisiones,
Pero apuntaremos otros hechos y
circunstancias acaecidos en torno a la
redacción y aprobación de los códigos de
1902.
Recordemos que el propio Congreso de
Estados Unidos, autorizó la creación de una
comisión para revisar los códigos y leyes de
Puerto Rico y el nombramiento de 'los
empleados y demás auxiliares' de la {694}
misma, ordenándose, en parte, textualmente
por la Sec. 40 del Acta Foraker:
(140)
compilaciones
y
recomendaciones, con notas
explicativas en cuanto a los
cambios y justificación de
éstos, dentro de un año de la
adopción de la presente Ley.'
(Énfasis nuestro.)
privadas en muchos municipios de la Isla y
'recibió gran número de comunicaciones
escritas de magistrados, funcionarios y
comerciantes de la Isla; todas las cuales
fueron compendiadas y tomadas en
consideración por los comisionados al {695}
redactar su informe definitivo.' Ver pág. 19.
Recordemos también, que la primera
legislatura insular, a fin de prorrogar el
plazo concedido a la anterior comisión,
aprobó una ley (C.B.13), el 31 de enero de
1901--véase leyes de 1901, pág.
145--estableciendo otra comisión para
compilar, revisar y codificar el sistema de
leyes nuestro, incluyendo un Código Civil,
un Código Político, un Código de
Procedimiento Civil y un Código Penal. Se
dispuso en esa ley, según su texto inglés:
De esa 'Historia de la Comision', pág. 17,
tomamos los siguientes párrafos:
'Se pasaron invitaciones para
la pri m er a s er i e de
audiencias públicas y
privadas, al tenor de las
enviadas en Septiembre 3,
1900, á las siguientes
conspicuas personas: Dr.
José Estebán Saldaña, Dr.
Cayetano Coll y Toste, Sr.
Manuel F. Rossy, Sr. Luis
Muñoz Rivera, Sr. Fidel
Guillermety, Sr. Tulio
Larrínaga, Sr. Manuel C.
Román, Sr. Herminio Díaz,
Sr. Santiago Veve, Dr.
Rafael del Valle, Sr. Manuel
Egozcue, Dr. José Marxuach,
Sr. Carlos M. Soler, Sr.
Rafael Palacios, Sr. Gerardo
Soler.
'The said proposed codes
shall be in English and in
Spanish.' (Énfasis nuestro.)
Por su Sec. 3, en ella también se dispuso:
'The said commission is
hereby authorized to employ
such necessary translators
and assistants as may be
deemed necessary and proper
for the performance of its
work.' (Énfasis nuestro.)
En el Tomo I del Informe de dicha
comisión, redactado en inglés y castellano,
impreso en 1901, por la imprenta del
gobierno federal, encontramos un detallado
relato de sus labores preliminares en su parte
I, titulada 'Historia de la Comisión.'
La comisión dio participación en la obra
de revisión y codificación a toda la
ciudadanía ilustrada del país. Celebró
audiencias y conferencias públicas y
Cada miembro tomó a su cargo también
la cuestión de forma de gobierno insular y
organización del sistema de enseñanza.
A fin de familiarizarse con el
funcionamiento del gobierno local en toda la
isla, el Comisionado Rowe empleó todo el
mes de Octubre y parte de Noviembre en
una extensa excursión de estudio, visitando
la mayor parte de las poblaciones y
celebrando conferencias públicas y privadas
en las cuales oyó la opinión de los
representantes de dichos gobiernos locales y
(141)
de los principales vecinos.'
nuestro.)
(Énfasis
Según el plan para la distribución del
trabajo adoptado por la Comisión, se asignó
al Comisionado Joseph F. Daly, entre otros,
la preparación de los proyectos
correspondientes a la organización de los
tribunales y al Comisionado Rowe, entre
otros, el correspondiente a tributación y
rentas. No obstante ser el inglés el idioma
propio de ellos, los proyectos preparados
respecto a tales materias asignadas a estos
comisionados norteamericanos, fueron
redactados originalmente en español y ello
se hace constar en esa Historia de la
Comisión, pág. 29, del siguiente modo:
'Conviene indicar acerca de
lo expuesto que la ley sobre
reorganización de los
tribunales, la relativa a
derechos sobre trasmisión de
herencias y la de derechos
judiciales, fueron redactadas
originalmente en español; de
aquí el que se hallan
conservado en la traducción
muchos términos latinos y
españoles. En muchos casos
fué del todo imposible hallar
equivalentes en inglés {696}
para los términos empleados
por las leyes españolas,
considerándose mejor, por
tanto, conservar estas voces
y evitar así la confusión e
incertidumbre que resultaría
del uso de expresiones
inglesas que no corresponden
exactamente a las españolas.
competencia de la asamblea legislativa local
y a menos que el Congreso esté en aptitud de
promulgar un código completo de las leyes
para Puerto Rico, la revisión del sistema
legal tendrá que ser llevada a cabo por la
asamblea insular.'
El proyecto de Código Político,
preparado bajo la dirección del Comisionado
Rowe, por sus asesores y auxiliares
puertorriqueños, con el consejo y
sugerencias de tantos distinguidos juristas
puertorriqueños, de formación jurídica
española, contenía 778 artículos, divididos
en 15 títulos y un título adicional. Cuando
se sometió a la Legislatura Insular de 1902-Compuesta por un Consejo Ejecutivo,
integrado por once miembros, 5 de ellos
puertorriqueños, y por una Cámara de
Delegados, integrada por 33 puertorriqueños
y sólo un norteamericano, Mr. Frederick
Cornwell--se eliminaron de tal proyecto
original 351 artículos, quedando reducido su
articulado primitivo a 427. Sobre ello dice
el Maestro Muñoz Morales, a la pág. 210 de
su obra Compendio sobre Legislación
Puertorriqueña, ed. 1948, U.P.R.:
'Ese proyecto adaptándose en
su estructura al Código
Político de California de
1872 contiene 778 artículos
divididos en 15 títulos y un
título adicional con 40
artículos dedicado al servicio
civil insular y local.
Exceptuando la revisión de la ley
orgánica (Ley Foraker), todos los asuntos
confiados a la comisión son de la
(b) Texto aprobado por la Legislatura
Insular de 1902: --Al someterse a la
Legislatura Insular el mencionado proyecto
se aceptó sustancialmente pero fue
enmendado según la Ley aprobada en 1 de
marzo de 1902 titulada ?Ley para establecer
un Código Político para Puerto Rico' que
consta de 392 artículos divididos en 10
(142)
títulos, y un apéndice aprobado en la misma
fecha que contiene el título XI y que
comprende los artículos 392 al 427.'
(Énfasis nuestro.)
Entre los artículos eliminados del
proyecto de Código Político por {697}
aquella legislatura de 1902 figuraba el
número 778, último del proyecto, cuyo texto
español disponía:
'Art. 778. El texto de este
Código según consta
redactado en inglés será
considerado como el texto
oficial.' (Énfasis nuestro.)
Demasiado significativa es esta
circunstancia para ignorarse o no citarse.
Fue un cuerpo legislativo de puertorriqueños
y norteamericanos que rechazó en absoluto
tal propuesta y ocasionó o prefirió la no
prevalencia del texto inglés sobre el
castellano.
Todas estas circunstancias nos indican
obviamente lo inseguro, desconfiable y
arriesgado que sería afirmar, en términos
absolutos y sin reservas, que el texto
castellano de la última oración del Art. 9 del
Código Político de 1902, es una traducción,
y, mucho más, una 'mala traduccion' de su
texto inglés, cuando, por al Acta Foraker y
nuestra ley de 1901 (C.B. 13), se autorizó y
ordenó la preparación de todos los proyectos
de códigos en ambos idiomas.1
1
En varias ocasiones hemos resuelto
problemas de discrepancia entre el texto
inglés y el castellano de otros artículos del
mismo Código Político de 1902, tomados
original y literalmente del Código Político
de California de 1872. Conforme a la regla
(a) del Art. 13 del Código Civil, decidimos
A pesar de nuestras intensas
investigaciones--varias veces hemos
examinado los textos español e inglés del
Código Político en las oficinas de Secretaría
Ejecutiva--no estamos en condiciones,
repetimos, de ofrecer una positiva y absoluta
contestación o {698} solución al problema
de quién, cómo, cuándo y dónde fueron
preparados los textos castellano e inglés de
la última oración del Art. 9, cuya sede
apropiada debió ser el Código Civil y no el
Código Político.
Por constituir un precepto de excepción,
limitadísimo en su ámbito objetivo, de la
aplicación de nuestro histórico instituto de
prescripción, que, por otro lado constituye
una afirmación de la supervivencia plena de
ese instituto, en cuanto afecta a los terrenos
patrimoniales pertenecientes al Estado que
se encuentran en el comercio de los
hombres, cuando se interpreta y aplica a
que prevalecía la versión original inglesa del
artículo concernido. Así ocurrió en: Coll v.
Picó, 82 D.P.R. 27, 32 (1960) respecto al
Art. 291 (i); Sucn. Giusti v. Tribunal de
Contribuciones, 70 D.P.R. 117, 121 (1949),
respecto al Art. 291(d); New Córsica Cent.
v. Gallardo, 41 D.P.R. 669 (1931) respecto
al Art. 290. Idéntica solución dimos al
tratarse de artículos, tomados totalmente de
otros códigos americanos. Véanse: Mestres
v. Díaz Román, 50 D.P.R. 370 (1936);
Pueblo v. Zayas, 72 D.P.R. 18 (1951).
Pero desconocemos precedente
alguno nuestro en que estuviera envuelto un
artículo estructurado con oraciones
traducidas o adaptadas de estatutos
americanos y, además, con oraciones de
puro origen puertorriqueño, como la
segunda y última oración del Art. 9 del
Código Político.
(143)
contrario sensu, esa última oración, debemos
decidirnos a concluir que su texto castellano
fue concebido y redactado, bien por un
legislador, bien por un jurista, o bien por un
asistente o auxiliar de la comisión
codificadora, puertorriqueño.
Ante ello, es de estricta aplicación el
mandato del Art. 13 del Código Civil, en el
sentido de que, cuando no se trata de una
traducción o adaptación del estatuto de
algún Estado, o de un estatuto de origen
español, como ocurre en este caso, SE
ATENDERA AL TEXTO CASTELLANO.
V
SOBRE LA PRESCRIPCION
CONTRA EL ESTADO
–A–
La Prescripción en el Derecho Romano
Pueden encontrarse citas del Digesto y las
Institutas en demostración de que en el
Derecho Romano no se adquirían, por
usucapión, las cosas públicas del pueblo
romano y de las ciudades.2 Por su valor
2
Sobre este punto hemos consultado
tratados clásicos de profesores de renombre
sobre la materia, como Derecho Público
Romano, Teodoro Mommsen, traducción de
P. Dorado, Madrid; Elementos de Derecho
Privado Romano, Alvaro d'Ors, Pamplona,
1960; Instituciones de Derecho Romano,
Pedro Bonfante, 8va. Ed., traducción de Luis
Bacci y Andrés Larrosa, Reus, 1965; Curso
de Derecho Romano, Tomo I, Ursicino
Alvarez, Ed. Revista de Derecho Privado,
Madrid, 1955; El Derecho Privado Romano,
Guillermo Floris Margadant, México, 1960;
Derecho Romano, Juan Iglesias, 4ta. Ed.,
histórico y porque en el Derecho Romano
existieron otras instituciones prescriptivas
que también deben considerarse, haremos
alguna glosa en torno a los orígenes y {699}
evolución en Roma de ese modo de adquirir.
Generalmente se acepta que los bienes
del Estado romano no podían ser adquiridos
por usucapión. Pero los más destacados
romanistas demuestran que esto no fue
siempre así, especialmente después de
Constantino I y el Código Teodosiano.
En cuanto a la propiedad, el derecho
privado romano comenzó por la de los
animales y los esclavos, y, en general por la
de los bienes muebles; la propiedad de la
comunidad partió, por el contrario, del
derecho al suelo.
La trasmisión privada de propiedad se
verificaba principalmente por medio de un
cambio material de posesión, concurriendo
el propietario saliente y el entrante, en el
lugar donde la cosa se encontraba. En el
derecho de la comunidad el cambio ocurría
por un simple acto de la voluntad de ésta o
de su mandatario, esto es, por medio de
asignación. El título de adquisición por
ocupación era exclusivo del derecho de la
comunidad; el título por posesión
prescriptiva, exclusivo del derecho privado.
La toma de posesión del suelo público
por los particulares dio origen para la
comunidad a un crédito análogo, por su
duración, a los arrendamientos de tiempos
posteriores, crédito a los que no
correspondía nada semejante en el derecho
privado.
En el derecho público dominaron, desde
Barcelona, 1962.
(144)
tiempo inmemorial, las relaciones jurídicas
reales, efectivas, apoyadas en la costumbre
y la buena fe; compraventa, arrendamiento,
etc.
El derecho patrimonial romano no
conoció la demanda propiamente {700}
dicha; por regla general, la comunidad ni
demandaba ni era demandada. En la esfera
del derecho privado, la comunidad ocupaba
el puesto de juez que resolvía las contiendas
entre particulares, y cuando ella misma fuese
parte, su derecho no se equiparaba al de los
particulares, sino que ella se hacía justicia
por sí propia; si el particular se consideraba
perjudicado en su derecho por la comunidad,
no tenía otro recurso que confiar en su
propio auxilio.
El censor estaba a cargo del orden
patrimonial, y tenía o ejercía su
reglamentación central, su conservación y
explotación, sujeto a ciertas restricciones
tendientes a conservar el derecho de
propiedad del Estado. Disponía lo tocante al
aprovechamiento del suelo común. Todo
pedazo de tierra comprendido dentro del
campo de la comunidad era, de derecho, de
la propiedad de ésta, siempre que no
estuviera acotado. Los gastos ordinarios de
la nación se cubrían no con la contribución
romana (tributus), sino con los productos de
los bienes comunes. Estos, por esa y otras
razones públicas, no podían perderse por la
usucapión para el Estado.
vida sencilla y rústica. Las XII Tablas,
codificadas en el año 451 A.C., son la
expresión de esa época. Estas reconocieron
que la propiedad privada podía adquirirse
por quien no fuese titular de ella, mediante
la usucapión, siempre que se comportara
como dueño y bajo condiciones que los
tratadistas resumen así: (1) Res habilis; (2)
titulus; (3) fides; (4) possessio y (5) tempus.
El término posesorio se fijaba en 1 año para
los bienes muebles y 2 años para los
inmuebles. Pero esta usucapio no {701}
podía invocarse por un extranjero contra los
intereses de un romano. Este modo de
adquirir convertía al poseedor bonitario --el
que poseía desprovisto de título legal o
válido--en propietario quiritario o legítimo.
Según Bonfante--pág. 290 ob
cit.--estaban excluidas de la usucapión,
además de las cosas absolutamente extra
commercium, las siguientes:
La propiedad del suelo no se vendía.
Sólo se donaba a la familia
(datio
asignatio), el aprovechamiento del suelo de
la comunidad. Ello podía hacerlo
únicamente la propia comunidad por
acuerdo especial de los comicios.
La primera época del Derecho Romano
fue el fruto de una sociedad restringida, de
(145)
'1ro. las cosas furtivas (res
furtivae) y las cosas
sustraídas violentamente al
propietario (res vi
possessae).
El vicio de
furtividad, que afecta a la
cosa que se halle en manos
de cualquiera, se purga a
base de la ley Atinia con el
retorno de aquélla a la
potestad de su propietario, y
análogamente el vicio de la
violenta adquisición; 2do. las
cosas recibidas por el
Magistrado en virtud de
donación contra la
prohibición de la lex Iulia
repetundarum: no obstante,
también aquí se admitía la
purgación; 3rd. por la Novela
119, según la opinión
dominante, los inmuebles
adquiridos por un poseedor
de mala fe; 4to. las cosas del
Estado, res fiscales, del
Príncipe, de los pupilos y de
los menores (2), los bienes
inmuebles de las iglesias y
de las fundaciones pías; 5to.
las cosas dotales (no
solamente el fundo); 6to. las
cosas respecto de las cuales
está prohibida la
enajenación.'
los provinciales, a los que se aplicaba la
prescripción decenal o vicenal; era
inevitable que ambas instituciones se
confundieran. La prescripción se convirtió
en un modo adquisitivo, no meramente
negativo, y precisamente el general para
todos los inmuebles; al mismo tiempo, la
usucapión se redujo a los muebles. Esta
situación fue reconocida por Justiniano, el
cual distingue:
a) una usucapio, con plazo de tres años,
para adquirir la propiedad de los muebles;
La usucapión sólo era aplicable a los
fundos itálicos. En las provincias el
verdadero propietario de todos los inmuebles
era el Estado romano. Los individuos
particulares no podían tener más que un
possessio provincialis, transmisible, pero
revocable y restringido por Roma si el
interés social lo exigía. En principio no
podían usucapirse los fundos provinciales.
La comunidad romana por lo general, no se
desprendía del derecho de propiedad de sus
bienes, aunque traspasara al ciudadano su
posesión, uso y disfrute.
Sin embargo, los emperadores
Constantino, Teodosio II y Justiniano
simplificaron y unificaron la usucapión y la
prescripción en tal grado y extensión que
hasta los bienes del Estado--el aerarium
sacrum o fiscus regis-- no se escapaban de
ser adquiridos o perdidos por este modo.
A las págs. 132 y 133 de su citada obra
Elementos de Derecho Privado {702}
Romano,el sabio profesor compostelano
Alvaro d'Ors, nos dice respecto a la materia.
' 105. En la época post-clásica, la
extensión de la ciudadanía romana produjo
también una equiparación entre los fundos
itálicos, susceptibles de usucapión bienal y
b) una praescriptio longi temporis, de
diez o veinte años como antes, pero
referidos ahora a la presencia o ausencia del
propietario en la misma provincia (reducida
en su extensión desde Diocleciano), para la
adquisición de la propiedad sobre toda clase
de inmuebles; ambos tipos, con los
requisitos de buena fe y justo título; ambos
con posibilidad de successio y accessio
possessionis; ambos interrumpibles por la
demanda procesal (una vez que había
desaparecido el régimen de la litis
contestatio clasica); pero además, Justiniano
recogió otro tipo:
c) una longissimi temporis praescriptio,
prescripción extraordinaria sin el requisito
de la justa causa, establecida por
Constantino con el plazo de cuarenta años,
reducido por Teodosio II a treinta, cuyo fin
era el de defender, mediante la extinción de
las acciones del propietario, a los que
poseían una finca sin título ninguno, y, al
mismo tiempo, facilitar así un sujeto pasivo
a los derechos del Fisco; Justiniano la
mantuvo, pero con carácter de prescripción
adquisitiva del dominio cuando el poseedor
era de buena fe aunque sin título, con el
plazo Teodosiano de treinta años, y, cuando
perjudicaba a la Iglesia o al Fisco, de
cuarenta.' (Énfasis nuestro.)
(146)
Al mismo efecto el acatado romanista
italiano Pedro Bonfante, a la pág. 287, de su
obra ya mencionada, afirma:
'Pero en la Edad imperial, esta institución
de la usucapión, juntamente con otros
defectos, que la jurisprudencia pretoria
podía remediar en los casos extremos, como
era el breve transcurso de tiempo no
adecuado a una vasta sociedad, manifestaba
una grave {703} laguna, consistente en ser
un modo de adquisición del dominio, que
sólo era aplicable a los fundos itálicos.
Probablemente, para aportar un remedio a
esta laguna se fundó en la Edad imperial, por
obra de los Emperadores o de los
Gobernadores de las provincias, la
institución de la exceptio o praescriptio
longi temporis o longuae possessionis,
derivada del Derecho griego.
Esta
Institución consistía en una excepción
concedida al poseedor contra quien intenta
reivindicar la cosa, cuando él la haya
poseído por espacio de diez años entre
presentes, o sea entre personas residentes en
la misma ciudad (o en la misma provincia,
después de la admisión de los súbditos
provinciales en la ciudadanía), y por espacio
de veinte años entre ausentes.
Esta
institución tenía su base no tanto en la
posesión del demandado como en la
inacción y en el largo silencio del actor, que
hacían presumir su carencia de derecho.
Conforme a las normas del Derecho
pretorio, se requirió en principio, como
condición de la exceptio, solamente la
possessio iusta (conseguida nec vi nec clam
nec precario).
diez o veinte años, se le concedió más tarde,
a más de la excepción, una acción para la
recuperación de la cosa eventualmente
perdida.
No quedaba más que una
diferencia, ahora injustificable, entre fundos
itálicos y fundos provinciales, sobre todo en
lo que se refiere al tiempo necesario para la
adquisición. Por otra parte, en el Oriente no
existían en general más que fundos
provinciales, por lo que la usucapión, en este
nuevo territorio del Derecho romano, no
tenía aplicación en lo referente a las cosas
inmuebles. Los tiempos eran maduros para
la reforma, y Justiniano la llevó a efecto.
Hizo claramente de la longi temporis
praescriptio un modo de adquisición del
dominio y la fundió después con la
usucapión, ampliando también el transcurso
del tiempo con respecto a las cosas muebles
de uno a tres años y allanando las
diferencias existentes entre las dos
instituciones. Sin embargo, conforme al
estado de las cosas en la última época, el
nombre de usucapio se empleó con
preferencia respecto a las cosas muebles, y
el nombre de longi temporis praescriptio con
respecto a las cosas inmuebles.'
Juan Iglesias, en su obra Derecho
Romano, pág. 274 comenta: {704} 'Un
rescripto de Constantino3 introduce la
praescriptio longissimi temporis o excepción
que puede oponerse a cualquier acción
reivindicatoria por parte de quien ha poseído
la cosa durante cuarenta años, aunque sea
sin título ni buena fe. Tal prescripción tiene
3
En la práctica, si bien las dos
instituciones tuvieron diverso carácter y
diversos requisitos, derivados de la base
diferente en que se apoyaban, acabaron por
cumplir la misma función y aun parece que
al poseedor, después de transcurridos los
'324 Véase C. 7, 39, 2, que hace
mención de la lex Constantiniana. Un
extracto del rescripto de Constantino ha sido
conservado en el Pap. Columbia Inv. 181
(Riccobono, Fontes, n. 464). Cf.
Arangio-Ruiz, Negotia, n. 101; Parerga, pág.
79 y ss.'
(147)
fuerza adquisitiva, y no simplemente
defensiva, en el Derecho justinianeo. En
efecto, Justiniano dispone que el que ha
poseído la cosa--incluso la furtiva, pero no
la sustraída violentamente-- durante treinta
años,4 o durante cuarenta, si pertenecía al
fisco, a la Iglesia,5 a una obra pía, al
emperador o a la emperatriz, adquiere la
propiedad sobre ella.
Para esta prescripción adquisitiva no se
exige el título, sino únicamente la buena fe
inicial. El tiempo comienza a correr desde
la toma de posesión, que es el momento a
partir del cual puede intentarse contra el
poseedor la acción reivindicatoria, cuyo
ejercicio caduca a los treinta o cuarenta
años. En lo demás, rigen los requisitos de la
antigua longi temporis praescriptio. Todavía
es de advertir que esta prescripción
extraordinaria--tal es el nombre que hoy
suele dársele--funciona con eficacia
extintiva cuando se dan las condiciones
necesarias para ello, y faltan, en cambio, las
que se requieren para que entrañe
adquisición.'
De todo lo dicho se deduce que después
de Constantino el Grande, emperador desde
el año 306 d.c. a 337 d.c., los fundos del
Estado podían ser adquiridos por la
prescripción extraordinaria o sea la
praescriptio longi temporis, y que después
de Justiniano, la usucapión sólo regía
respecto a los bienes muebles.
4
'325 Tal tiempo es el que señaló
Teodosio II para la prescripción de todas las
actiones perpetuae. Véase C. Th., 4, 14, I-C.
7, 39, 3.'
5
'326 Así algunos autores, pero en C.
I, 2, 23 se señalan cien años para las cosas
pertenecientes a la Iglesia.'
Desde la edad media al renacimiento el
Derecho romanojustinianeo se {705}
convirtió poco a poco, por obra de los
jurisconsultos de la escuela de Bolonia y por
efecto de un conjunto de causas históricas y
sociales, según observa Bonfante, en ley
común para todos los pueblos latinos y
germánicos. Pero desde la mitad del siglo
XVIII empezó a ceder el puesto a los
Códigos civiles, no obstante haber
constituido parte esencial en la formación de
los mismos.
Hoy, según el mismo jurista italiano, la
verdadera fama imperecedera del Derecho
romano se debe: a la importancia que
conserva para la interpretación de los nuevos
Códigos, al arte perfecto de sus
jurisconsultos y a ser el único Derecho que
se puede seguir a través de un
desenvolvimiento más que milenario,
ofreciendo, por consiguiente, el mejor
terreno para el estudio de las leyes orgánicas
de la evolución jurídica.
–B–
La Prescripción Según los Principales
Códigos Antiguos Españoles
En el Código de las Siete Partidas,
aprobado en el siglo XIII, se regula la
prescripción como en el Derecho
romanojustinianeo. En el título XXIX, 'De
los Tiempos Por Que Ome Pierde Sus Cosas,
También Muebles como Rayzes', de la
Tercera Partida, y en su Ley VII, se dispone
que se prescriben por cuarenta años las cosas
patrimoniales de las ciudades y villas y los
inmuebles de las Iglesias. Dice esta ley:
'Ley VII.--Como las placas, nin los
caminos, nin las defesas, nin los exidos, nin
los otros lugares semejantes, que son del
comun del Pueblo, non se pierden por
(148)
tiempo, e de las otras cosas(a).
Plaza. (1), nin calle (2), nin camino (3),
nin defensa, nin exido, nin otro lugar
qualquier semejante destos (4), que sea en
vso comunalmente del Pueblo de alguna
Cibdad, o Villa, o Castillo, o de otro Lugar,
non lo puede ningund ome ganar por tiempo.
Mas las {706} otras cosas (5) que sean de
otra natura, assí como sieruos (b), o
ganados, o pegujar,o nauios, o otras cosas
qualesquier semejantes destas, maguer sean
comunalmente del Concejo de alguna
Cibdad, o Villa, bien se podrían ganar por
tiempo de quarenta años (6). E esto es,
porque maguer que sean de todos
comunalmente, non vsan comunalmente
dellas todos, assi como de las otras cosas
sobredichas. Empero si la Cibdad, o Villa, o
otro Lugar, que perdiese alguna destas cosas
por tiempo de quarenta años, pidiese
despues deste tiempo fasta quatro años (7) al
Rey, o al Adelantado, o al Judgador del
logar (c), que aquel tiempo passado non le
empeciesse, e que le otorgasse, que la cosa
non se perdiese por el, deuegelo otorgar (8);
e estonce non le empescera ninguna cosa el
tiempo de los quarenta años. Mas si los
quatro años passasen de mas de los quarenta,
que lo non pidiessen assi, dende adelante
non lo podrían pedir (9); e el que la cosa
tuuiese, ganarla y a por tiempo de los
quarenta años.'
Según la Ley VI, de 'Como la Cosa
sagrada, ni ome libre, non se gana por
tiempo', del mismo Título y Partida, estaban
excluidas de la prescripción:
1. Las cosas sagradas, santas o religiosas
2. El hombre libre
3. El 'senorío para fazer justicia'
4. Los 'tributos, pechos o rentas o otros
derechos qualesquier que pertenezcan al
Rey, e que ayan costumbrado, o usado de
darle.'
La Corte Suprema de España, por
sentencia del 16 de abril de 1880,
interpretando la transcrita Ley VII, resolvió
que entre las cosas que esta Ley declara
imprescriptibles, no se encuentran los bienes
del Estado que, como persona jurídica, está
sujeta a las prescripciones de la ley común,
sin que sea lícito atribuirle excepciones y
privilegios que la ley no le concede.
Por imperio de la Ley IV, Título
VIII--'De las Prescripciones', del Libro XI
de la Novísima Recopilación, se prescriben
por la posesión inmemorial, probada
conforme se requiere en la ley de Toro, el
señorío de las ciudades y villas y las cosas
patrimoniales de la Corona.--El texto de esta
ley, tomado de la obra Los Códigos {707}
Españoles,Madrid, 1850, Tomo 9, pág.
458, es como sigue:
'Ley IV.--Tiempo necesario
para prescribir el Señorío de
los pueblos, y su Jurisdicción
civil y criminal, a excepción
de la Suprema, y de los
pechos y tributos
pertenecientes al Rey (a).
Ley 2. tit. 27. del Ordenam. de Alcalá; y
D. Felipe II. año de 1566.
Porque algunos en nuestros reynos tienen
y poseen algunas ciudades, villas y lugares,
y Jurisdicciones civiles y criminales, sin
tener para ello título nuestro, ni de los Reyes
nuestros antecesores, y se ha dudado, si lo
suso dicho se puede adquirir contra Nos y
nuestra Corona por algun tiempo;
(149)
ordenamos y mandamos, que la posesion
inmemorial, probándose segun y como y con
las calidades que la ley de Toro requiere,
que es la ley 1. tit. 17. lib. 10., baste para
adquirir contra Nos y nuestros sucesores
qualesquier ciudades, villas y lugares, y
Jurisdicciones civiles y criminales, y
qualquiera cosa y parte dello, con las cosas
al Señorío y Jurisdiccion anexas y
pertenecientes; con tanto que el dicho
tiempo de la dicha prescripción no sea
interrumpido, ni destajado por Nos, ó por
nuestro mandado, ó otros en nuestro
nombre, natural ó civilmente; pero la
Jurisdicción civil ó criminal Suprema, que
los Reyes han por mayoría y poderío Real,
que es la de facer y cumplir donde los otros
Señores y Jueces la menguaren, declaramos,
que esta no se pueda ganar ni prescribir por
el dicho tiempo, ni por otro alguno: y
asimismo lo que las leyes dicen, que las
cosas del Reyno no se puedan ganar por
tiempo, se entienda de los pechos y tributos
á Nos debidos. (Ley 1. tit. 15 lib. 5. R.)'
Sería demasiada prolija la enumeración
de las diversas disposiciones legales que
desde las Siete Partidas hasta la aprobación
del Código Civil de España en 1889,
regularon el modo de 'ganar lo ajeno y
perder lo suyo', por la acción del tiempo. En
resumen, nos basta decir, que en el curso de
la evolución del instituto prescriptivo, se
fijaron como plazos de la posesión
prescriptiva, 1, 3, 4, 10, 20, 30, 40 y 100
años, y el tiempo inmemorial.
pobladores de las Indias se convertían en
dueños de tierras repartidas por la Real
Corona
'... labrándolas y poblándolas
de ganado, árboles, etc....
adquirirían dominio sobre los
terrenos a los cuatro años de
morada y labor....' (Énfasis
nuestro.)
Esta cita la hacemos del alegato--pág.
7--de la parte demandante ante el tribunal de
instancia.
–C–
La Prescripción de Bienes del Estado en el
Código Civil Español de 1889
Desde su aprobación original el Código
Civil Español, en el primer párrafo de su
Art. 1932, ha dispuesto y dispone aún:
'Los derechos y acciones se
extinguen por la prescripción
en perjuicio de toda clase de
personas, inclusas las
jurídicas, en los términos
prevenidos por la ley.'
(Énfasis nuestro.)
Manresa, en su clásica obra sobre el
Código Civil español, Tomo XII, págs. 786,
787, 789 y 790, comenta el alcance y
orígenes de ese primer párrafo así:
El término de 100 años se fijó tomando
en consideración que era el {708} término
mayor de vida de 'los hombres de vida
larga.'
El de 4 años se fijaba en la Recopilación
de las Leyes de Indias, título III, Libro V,
por las cuales se disponía que los nuevos
(150)
'Nuestras antiguas leyes
atendían para dar o no
eficacia a la misma a las
condiciones de la cosa objeto
de la prescripción y a las
circunstancias de las
personas a quienes
pertenecieran las mismas.
Así, por ejemplo, la ley 8a.
del tít. XXIX de la Partida
3a., excluyó de ella los
bienes de los menores de
edad y de las mujeres
casadas, si bien al declararlo
así reconoció que si después
de llegar aquéllos a la mayor
edad ganase alguno el
dominio por prescripción,
fuera ésta eficaz, y también
lo sería en el caso de que la
mujer casada no reclamara
su dote al marido
malgastador.
Del {709}
mismo modo podríamos citar
otras varias excepciones
sancionadas por el derecho
anterior en consideración a
dichas causas.
artículo se consigna en términos absolutos,
la declaración de que los derechos y
acciones se extinguen por la prescripción en
los términos prevenidos por la ley en
perjuicio de toda clase de personas, incluso
las jurídicas. Este principio es aplicable sin
distinción a todos los que fueren dueños de
los bienes objeto de prescripción,
cualesquiera que sean sus circunstancias,
habiendo venido a borrar todas las
excepciones antes admitidas por razón de la
persona sujeto pasivo de la prescripción,
pues al no establecer disposición especial
respecto de ellos, las sometió a las reglas
generales del derecho. En su virtud, es
aplicable lo mismo a los mayores que a los
menores de edad, a la mujer casada que a la
soltera, al incapacitado que al que posea
íntegra su capacidad.
Por el contrario, el Código no admite
ninguna de las excepciones que, por razón
de la naturaleza y condiciones de las cosas o
por las circunstancias de las personas, eran
admitidas antes, y entre ellas, las
correspondientes a los bienes patrimoniales
del Estado, susceptibles de peculiar
apropiación de los menores, de las mujeres
casadas por razón de su dote inestimada y de
las cosas hurtadas y robadas. Todos esos
bienes eran antes imprescriptibles por el
término ordinario, aunque algunos podían
serlo por el extraordinario; pero desde la
publicación del nuevo Cuerpo legal están
sujetos a la prescripción como todos los
demás, sin otra condición que la de ser
poseídos con las condiciones legales. Y no
podía menos de ser así habiendo aceptado
sus autores el principio, elevado a precepto
positivo en el art. 1.936, de ser susceptibles
de ella todas las cosas que estén en el
comercio de los hombres.
Por eso en el párrafo primero de este
La redacción dada al primero de dichos
preceptos ha hecho incurrir a algunos en
error suponiendo que sólo se refiere a los
derechos y acciones, y que, por tanto, su
disposición no alcanza a las cosas
materiales, ya de los particulares, ya de las
Corporaciones, Sociedades u otras
entidades; pero el error en que se incurre al
estimarla así es bien notorio y patente,
porque semejante inteligencia está en pugna
con la regla consignada en el art. 1.936,
según la que son susceptibles de
prescripción todas las cosas que están en el
comercio de los hombres.
Al fijar el Código el principio antes
indicado lo ha hecho en {710} términos
absolutos, apartándose de todo privilegio
puramente personal o independiente de la
condición de las personas, pues no admite
ninguna de las excepciones que las antiguas
leyes reconocían, y ni aun siquiera se
eximen de los efectos de la prescripción los
impedidos física o legalmente para
administrar sus propios bienes.
(151)
Los términos en que se halla redactado
dicho precepto no pueden ser más claros y
precisos. Según ellos, no sólo se da la
prescripción contra los particulares sino
también contra las personas jurídicas, pues
rompiendo los antiguos moldes y
separándose de algunos Códigos que aun
conservan vestigios del privilegio concedido
al Estado, a las Corporaciones y a otras
entidades, morales o jurídicas, para seguir el
amplio criterio adoptado en el Código
francés, en el de Holanda, en el de Vaud y
algunos otros, se da lugar a la prescripción
contra dichas instituciones y contra los
establecimientos públicos y las demás
personas jurídicas, sin otra limitación que la
impuesta también a los particulares de haber
de estar en el comercio de los hombres las
cosas o los derechos y acciones objeto de la
misma. En su virtud, sólo dejará de surtir
efecto la prescripción contra el sujeto pasivo
de ella cuando fuere imprescriptible, con
arreglo a la ley, la cosa sobre que recaiga.'
(Énfasis nuestro.)
comprendidas en el artículo
33, están sujetos a la
prescripción en cuanto a sus
bienes o derechos
susceptibles de propiedad
privada'.
Siguiendo este
criterio, ya antiprivilegista,
llega nuestro actual artículo
1.932, que, igualmente se
aparta de la mayoría de las
legislaciones extranjeras, que
aún contienen, con una o más
variantes, el sistema {711}
tradicional, y proclama,
como
vemos,
la
prescriptibilidad de derechos
y acciones en contra de toda
clase de personas, cualquiera
que sea su condición o
estado de naturaleza física o
jurídica.
'Alguna otra disposición,
como la Ley 2a., título V, del
libro V del Espéculo,
establece un plazo de cien
años para la prescripción de
las cosas del Rey y de la
Iglesia romana, y otro de
cuarenta para los
pertenecientes a las demás
iglesias.
El sistema de nuestro Código
es rigurosamente lógico y
responde a la sistemática y
armonía que ha de tener este
artículo con su precedente
1.931, en cuanto hay una
razón de lógica para deducir
legalmente que si la
prescripción favorece a toda
clase de personas y puede
aplicarse, como vimos, en
beneficio de los menores e
incapacitados y en las
personas jurídicas de toda
clase, también, en obligada
correlación, todos ellos
deben soportar los efectos de
aquella.' (Énfasis nuestro.)
Nuestro Proyecto de Código
de 1851, en su artículo 1.946
determinaba que ‘El Estado
y las personas morales,
Otro precepto del Código Civil Español,
que llega a la máxima amplitud o
comprensión objetiva, abarcando todas las
cosas de todas las personas naturales y
Glosando Scaevola este Art. 1932
español, a las págs. 315-317, del volumen
Primero, Tomo XXXII, Ed. Reus, 1965, de
su obra Código Civil, nos dice también:
(152)
jurídicas, sin límite alguno, con tal que
formen parte del comercio de los hombres,
es su Art. 1.936, que también, desde su
origen, dispone:
'Art. 1.936. Son susceptibles
de prescripción todas las
cosas que están en el
comercio de los hombres.'
(Énfasis nuestro.)
Manresa, sobre la aplicación de este Art.
1.936, que es otra pieza de efectos
expansivos del cuadro de disposiciones
prescriptivas, de carácter reparador y de
utilidad práctica para el bien y el orden
sociales, a las págs. 799, 800 y 801 del
mismo tomo XII, nos dice:
'No hemos de detenernos en
la crítica ni aun en el examen
de dichas teorías, pues hoy,
después
de
las
modificaciones introducidas
por el Código en nuestro
antiguo derecho relativas a
esta materia, resultaría
ocioso dicho trabajo, toda
vez que partimos en estos
comentarios del derecho
positivo vigente; pero no está
de más indicar que nuestras
antiguas leyes limitaban
considerablemente el alcance
o la extensión de la
prescripción en cuanto a las
cosas que podían ser objeto
de ella, estableciendo
numerosas excepciones, ya
absolutas, ya relativas, pues
unas cosas no podían
prescribirse por {712}
término alguno y otras
requerían un lapso de tiempo
mayor que el ordinario para
que pudieran ser ganadas o
perdidas por prescripción.
Así, por ejemplo, las leyes
6a., 7a. y 29 del tít. XXIX de
la Partida 3a., declaraban
imprescriptibles las cosas
llamadas sagradas, la
jurisdicción,
las
contribuciones, los bienes de
aprovechamiento común de
los pueblos y algunos otros;
p e ro n o t o d a s e s a s
excepciones eran absolutas,
sino que se referían a la
prescripción ordinaria,
constituyendo la especialidad
de las mismas la necesidad
del transcurso de mayor
término para que se causase
la prescripción, por lo que
era conocida con el nombre
deextraordinaria. Conforme
con dicho sistema
prescribían por treinta años
las cosas de los menores de
edad, por cuarenta las de las
ciudades y villas, y los
inmuebles de las iglesias, y
los inmuebles de ellas a los
tres, excepción hecha de
aquellos pertenecientes a la
Iglesia romana, los cuales
sólo podían perderse por
prescripción a los cien años
cumplidos, y en cuanto a los
bienes patrimoniales no
podían tampoco prescribirse,
sino por tiempo inmemorial.
Hoy todo este estado de
derecho ha desaparecido por
virtud de la amplitud dada
por el Código al precepto
consignado en el presente
(153)
artículo, según el que pueden
ser prescritas todas las cosas
que estén en el comercio de
los hombres.
necesaria, que, según el mismo
comentarista, tiene su fundamento en las
especiales razones que en algunos casos
impone un régimen distinto para la
prescripción. Previene este artículo:
Réstanos indicar para dejar
perfectamente definido el
alcance o la extensión del
precepto consignado en
dicho artículo, que aun
aquellos bienes excluidos de
la prescripción por la ley en
consideración
a
determinadas condiciones de
las personas a quienes
pertenezcan,
por
privilegiadas que éstas sean,
pueden llegar a ser
prescriptibles siempre que
vengan a colocarse por
intervención de ellas o por
cualquiera otra causa dentro
de las condiciones que las
hagan susceptibles del
comercio de los hombres.
'Art.
1938.
Las
disposiciones del presente
título se entienden sin
perjuicio de lo que en este
Código o en leyes especiales
se establezca respecto a
determinados casos de
prescripcion.'
(éNfasis
nuestro.)
En la misma trayectoria jurídica--de
afectar a todas las personas y de comprender
y abarcar todas las cosas--se encuentra la
siguiente, y primera disposición general, del
Código Civil Español, respecto a la materia
de prescripción, que adrede, en último
término mencionamos:
'Art. 1930.
Por la
prescripción se adquieren, de
la manera y con las
condiciones determinadas en
la ley, el dominio y demás
derechos reales.
No creemos que en adelante
pueda haber cuestión ni
dificultad alguna sobre ello,
dada la precisión y la
claridad de los términos en
que la ley ha establecido la
regla que sirve de norma
para dilucidar cuáles sean las
cosas que pueden ser materia
u objeto de la prescripción, y
por eso no insistimos más en
este punto, pues creemos
ociosa toda nueva
consideración respecto de
ello.'
(Énfasis nuestro.)
{713}
Sobre este artículo, dice la sentencia de
31 de enero de 1902, del Tribunal Supremo
de España que la prescripción no puede
hacerse extensiva a casos distintos, ni para
ampliarla ni para restringirla.
En su Art. 1938 el Código español
consigna una salvedad de todo punto
Manresa, quien actuó como vocal de las
secciones 1ra. y 4ta. de la Comisión General
También se extinguen del
propio modo por la
prescripción los derechos y
las acciones, de cualquier
clase que sean.'
(154)
de Codificación que preparó y redactó el
Código Civil Español de 1889, dice, a la
pág. 785 del tomo XII de su obra, que en
'consideraciones a la importancia de la
materia objeto del presente título--el
Código--ha puesto especial cuidado en la
expresión de las disposiciones del mismo,
procurando la mayor claridad en sus
términos y la conformidad más completa en
sus preceptos con los principios generales
del derecho....'
En los Arts. 338-345 españoles se
definían y aún se definen, los {714} bienes
de dominio público o de propiedad privada;
se disponía que los bienes del Patrimonio
Real 'se rigen por su ley especial.' En los
Arts. 342 y 344 (hoy el 256 nuestro) se
prevenía, como sigue previniéndose, que los
bienes patrimoniales o de propiedad privada
se rigen 'por las disposiciones de este
Código, salvo lo dispuesto en leyes
especiales.'
En España el antiguo
Patrimonio de la Corona vino a denominarse
'Patrimonio Nacional' y se gobierna por la
Ley de 7 de marzo de 1940 y el Reglamento
de 1942. Su propiedad corresponde al
Estado y el Art. 5 de esa ley declara que
tales bienes 'son inalienables e
imprescriptibles, y no podrán sujetarse a
ningún gravamen real ni a ninguna otra
responsabilidad.'
Con las enmiendas y adiciones que, a
juicio de la sección de lo civil de la
Comisión General de Codificación, fueron
necesarias y convenientes, se puso aquí en
vigor el Código Civil Español de 1889,
como una nueva edición del original
conteniendo, respecto a la materia de
prescripción, el mismo texto y la misma
numeración del articulado original.
Así los transcritos Arts. 1930, 1932, 1936
y 1938 del Código Civil Español de 1889
figuran en su edición, ligeramente
enmendada, que se pusieron aquí en vigor el
1 de enero de 1890, sin modificación o
alteración alguna.
Al amparo de las disposiciones de ese
Código Civil Español hecho {715}
extensivo a Puerto Rico, adquirieron,
inscribieron y poseyeron sus respectivos
derechos dominicales sobre ambos islotes:
–D–
Extensión a Puerto Rico del Código Civil
Español de 1889
Por real decreto de 31 de julio de 1889 se
hace extensivo a Puerto Rico el Código Civil
Español vigente en la península ibérica.
Empezó a regir el 1 de enero de 1890, según
declaraciones en Torres et al. v. Rubianes, et
al., 20 D.P.R. 337, 345 (1914).
(155)
1ro. Los cuatro hermanos
García Becerril, a título de
herencia testada de Ignacio
García, fallecido el 7 de
marzo de 1890. Inscripción
5ta., pág. 647, opinión.
2do. La señora Rita Rivera
Alonso, y esos cuatro
hermanos, por herencia
testada de Juan Lavaggi,
fallecido el 4 de febrero de
1901. Inscripción 2da.
3ro. Don Jorge Bird Arias,
por título de compraventa,
mediante escritura pública de
fecha 5 de octubre de 1901,
que quedó debidamente
inscrita, en pleno dominio,
en el Registro de la
Propiedad de Humacao, por
sus inscripciones sexta y
séptima, ambas de fecha 11
de octubre de 1901.
nacidos, según ella, de
hechos realizados bajo su
régimen, aunque dicho
Código los regule de otro
modo o no los reconozca.
Pero si el derecho apareciere
declarado por primera vez en
el Código Civil revisado,
tendrá efecto desde luego,
aunque el hecho que lo
origine se verificare bajo la
legislación anterior, siempre
que no se oponga o
perjudique a otro derecho
nacido o adquirido al amparo
de dicha legislación anterior.
Nuestro antiguo Código Civil de 1890
continuó en vigor en nuestra Isla hasta el
1ro. de julio de 1902.
Rigió, sin
interrupción alguna, y según fue enmendado
por el Gobierno Militar y el Congreso de los
Estados Unidos (Sec. 8, Acta Foraker, 1900)
durante once años y medio, o sea hasta que
por la Disposición Final del Código Civil
revisado de 1902, se dispuso:
'Quedan derogados y sin
fuerza ni vigor el Código
Civil y todas las demás leyes
o cuerpos legales ... así en su
concepto de leyes
directamente obligatorias,
como en el de derecho
supletorio.'
2da. Los actos y contratos
celebrados bajo el régimen
de la legislación anterior, y
que sean válidos con arreglo
a ella, surtirán todos sus
efectos según la misma, sin
limitación de ningún género.'
Empero, en parte de las Disposiciones
Transitorias del Código Civil revisado de
1ro. de julio de 1902, se previno así:
'Disposiciones Transitorias
Las variaciones introducidas
por las reformas hechas en el
Código Civil que perjudican
derechos adquiridos según la
legislación civil anterior no
tendrán efecto retroactivo.
–E–
El Gobierno Militar y el Congreso Federal
Enmiendan el Antiguo Código Civil y
Ordenan la Continuación de su Vigencia
Para aplicar la legislación que
corresponda en los casos que no {716}
están expresamente determinados en el
Código revisado, se observarán las reglas
siguientes:
(a) Nos refiere el Maestro Muñoz
Morales, en su citada obra Legislación
Puertorriqueña, pág. 24, que al establecerse
el Gobierno Militar en Puerto Rico el 18 de
octubre de 1898, y asumir el mando del
Departamento de Puerto Rico el mayor
general John R. Brooke, éste, cumpliendo
instrucciones del Presidente de los Estados
Unidos, dictó la Orden General Núm. 1, en
cuyo apartado IX se dispuso:
1ra.
Se regirán por la
legislación anterior al
Código revisado los derechos
'IX. Las leyes provinciales y
municipales, hasta donde
afectan la determinación de
(156)
derechos privados
correspondientes a
individuos o propiedades,
serán mantenidas en todo su
vigor, a menos que no
resulten incompatibles con el
cambio de condiciones
realizado en Puerto Rico, en
el cual caso podrán ser
suspendidos por el Jefe del
Departamento. Dichas leyes
serán administradas
materialmente tales como
existían antes de la cesión a
los Estados Unidos. (Véase
órdenes generales del
Departamento de Puerto
Rico para 1898 O. N. {717}
'Office of the Secretary of
Justice
Judicial Order
The mayor general, on
recommendation of the
Department of Justice, has
been pleased to order as
follows:
1. Article 1957 of the civil
code is amended to read as
follows:
Ownership and other
property rights in real
property shall prescribe by
possession for six years, as
to persons present and
absent, with good faith and
with a proper title.
I.)Véase Boletín Histórico
de Puerto Rico, tomo VI,
pág. 86.'
Y continúa diciendo el Maestro,
7--This order shall have
retroactive effect.' (Énfasis
nuestro.)
'Por virtud de esa formal
declaración continuaron
vigentes en Puerto Rico las
leyes anteriores y entre ellas
el Código Civil de que ahora
nos ocupamos, y sobre ese
texto se verificaron todas las
enmiendas decretadas por
subsiguientes órdene s
generales del gobierno
militar hasta enero de 1900.'
(Énfasis nuestro.)
Por los apartados 2, 3, 4, 5 y 6 de esa
orden quedaron también enmendados los
Arts. 391, 393 y 394 de la Ley Hipotecaria.
En la compilación de esas órdenes hecha
por la oficina de imprenta del gobierno
federal en 1909, a la pág. 2477, se consignó
la siguiente nota:
Entre esas órdenes, se encuentra la Núm.
82, de fecha 4 de abril de 1899, decretada
por recomendación del entonces Secretario
de Justicia, Herminio Díaz Navarro, cuyo
texto inglés, en cuanto enmendaba el Art.
1957 del Código Civil antiguo, vigente
entonces, con efecto retroactivo dice así:
(157)
'Compiler's Note. This order
was formally approved by
General Henry in both
languages, the two versions
being published in the
Gazette.
{718} The English version
being an evident translation
of the Spanish, the latter was
selected for this volume.'
(Énfasis nuestro.)
Reproducimos esta nota por lo que
afirmamos a la pág. 698, respecto a que en
muchos casos los proyectos de ley eran
preparados en español, aunque bajo la
supervisión de funcionarios americanos.
La enmienda del Art. 1957 antiguo la
interpretamos y aplicamos en distintas
ocasiones. Véanse Teillard v. Teillard, 18
D.P.R. 562 (1912); García v. De los
Angeles, 13 D.P.R. 76 (1907); Cobin v.
Registrador, 11 D.P.R. 91 (1906); Ex Parte
Tapia, 6 D.P.R. 247 (1904). Decidimos en
Teillard que la enmienda había sido
sustituida por el Art. 1858 del Código Civil
revisado que reprodujo el original término
de 10 años entre presentes y 20 entre
ausentes.
Igualmente quedó enmendado, pero por
la Orden Militar Núm. 162 de 1899, el Art.
688 del antiguo Código Civil, eliminando el
requisito del papel sellado en el
otorgamiento del testamento ológrafo.
(b) El Congreso de los Estados Unidos el
12 de abril de 1900 aprueba el Acta Foraker,
para proveer de un gobierno civil a Puerto
Rico. En su Sec. 8 se dispuso en esa primera
ley orgánica:
'Sección 8.--Que las leyes y
ordenanzas de Puerto Rico
actualmente en vigor,
c o n t i n u a r á n v i gen t es ,
excepto en los casos en que
sean alteradas, enmendadas ó
modificadas por la presente;
ó hayan sido alteradas ó
modificadas por órdenes
militares y decretos vigentes
(158)
cuando esta Ley entre á
regir, y en todo aquello en
que las mismas no resulten
incompatibles ó en conflicto
con las leyes estatutarias de
los Estados Unidos no
inaplicables localmente ó
con las presentes
disposiciones, hasta que sean
alteradas, enmendadas ó
revocadas por la autoridad
legislativa creada por la
presente para Puerto Rico, ó
por una ley del Congreso de
los Estados Unidos.
Disponiéndose: Que la parte
de la ley vigente cuando se
efectuó la cesión en abril
{719}
once de mil
ochocientos noventa y nueve,
prohibiendo el matrimonio
de los curas, ministros ó
secuaces de cualquiera
religión, ó sea el párrafo
cuarto, artículo ochenta y
tres, capítulo tres del Código
Civil, y que continuara en
vigor por orden del
Secretario de Justicia de
Puerto Rico, fechada en
marzo diez y siete de mil
ochocientos noventa y nueve,
y promulgada por el Mayor
General Guy V. Henry,
Voluntarios de los Estados
Unidos, queda revocada y
anulada por la presente, y
todas las personas
legalmente casadas en Puerto
Rico tendrán todos los
derechos y recursos
conferidos por la ley á los
contrayentes de matrimonios
c i v i l e s ó r el i gi os os .
Disponiéndose, además:
Que el párrafo uno, artículo
ciento cinco, sección cuarta,
sobre divorcio, en el Código
Civil, y el párrafo dos
sección diez y nueve, de la
Orden del Secretario de
Justicia de Puerto Rico,
fechada marzo diez y siete de
mil ochocientos noventa y
nueve, y promulgada por el
Mayor General Guy V.
Henry, Voluntarios de los
Estados Unidos, queden por
la presente redactados en los
términos siguientes:
?Adulterio por parte del
marido ó de la mujer.''
articulado, el instituto de la prescripción, al
cual somete la propiedad patrimonial o
privada del Estado y de sus pueblos o
municipios. {720}
Se autoriza, en términos generales, la
continuación de las leyes entonces vigentes
en Puerto Rico, con las alteraciones o
modificaciones que en esa ley orgánica de
1900 se hacen, o como hayan sido alteradas
o modificadas por órdenes militares y
decretos vigentes, y en todo aquello en que
la misma legislación no resultara
incompatible con las leyes estatutarias de los
Estados Unidos no inaplicables localmente,
o con las disposiciones propias de esa carta
orgánica.
Pero el Congreso, no sólo ordena, en
términos generales y específicos la
continuación de la vigencia en Puerto Rico
del Código Civil, sino que, va más lejos en
esa acta orgánica de 1900. Por su Sec. 40,
crea una comisión codificadora 'para revisar
las leyes de Puerto Rico, como también los
varios códigos ... y para formular y proponer
las leyes que fueren necesarias para formar
un gobierno sencillo, armónico y
económico; establecer justicia.... (Énfasis
nuestro) con la encomienda específica
siguiente:
Ejercitó,en esa ocasión, el Congreso de
los Estados Unidos, el poder que le concede
en el Art. IV, Sec. 3, la Constitución de
Estados Unidos así:
'El Congreso podrá disponer
de, o promulgar todas las
reglas y reglamentos
necesarios en relación con el
territorio o cualquier
propiedad perteneciente a los
Estados Unidos.'
En términos específicos se enmiendan,
por el Congreso de los Estados Unidos-téngase ello en mucha cuenta para cuando
nos refiramos al caso de Pueblo v.
Dimas--por medio de esa Sec. 8, los Arts. 83
(4) y 105 (1) del Código Civil antiguo,
entonces en vigor.
Es el Congreso, y no cuerpo legislativo
alguno de Puerto Rico, que ordena la
continuación de nuestra legislación
sustantiva fundamental, entre ella el Código
Civil español, hecho extensivo a Puerto Rico
en el año 1899, que contiene, entre su
'Y dicha Comisión presentará
al Congreso un informe
minucioso y definitivo, en
los idiomas inglés y español,
de sus revisiones,
compilaciones
y
recomendaciones con notas
explicativas en cuanto a los
cambios y justificación de
éstos,.... (Énfasis nuestro.)
Después de disponerse en esa Sec. 40 del
Acta Foraker que la legislación
(159)
puertorriqueña continuaría en vigor cuando
no estuviere en conflicto con esa ley
orgánica y en todo aquello en que las
mismas no resulten incompatibles o en
conflicto con las leyes estatutarias de
Estados Unidos no inaplicables localmente,
señala las únicas fuentes u organismos con
exclusiva autoridad o poder para enmendar,
alterar, revocar o derogar toda o parte de esa
legislación aprobada durante la Soberanía
Española para Puerto Rico, es decir
'... la autoridad legislativa
creada por la presente para
Puerto Rico, o por una ley
del Congreso de los Estados
Unidos.' (Énfasis nuestro.)
No se podía, ni aún se puede, alterar,
modificar o derogar los {721} códigos y
leyes que continuaron rigiendo nuestro
destino de pueblo y nuestros conflictos
públicos y privados, por meras máximas de
la ley común, por la llamada lógica, ni por el
sentido común, que ahora se invocan
tratando de tirar por la borda nada menos
que la institución de la prescripción en
cuanto afecta a los bienes patrimoniales o de
propiedad privada del Estado. Hasta que no
se demuestre racionalmente, no por
caprichosas ocurrencias y argucias, que
todos o parte de los preceptos sobre
prescripción de nuestro Código Civil
'resultan incompatibles o en conflicto con las
leyes estatutarias de los Estados Unidos 'no
inaplicables localmente, estamos obligados
a respetar de verdad, consciente y
responsablemente, ese instituto jurídico que
promueve, conserva, protege, asegura y
garantiza la paz pública y privada, la riqueza
pública del propio Estado, la propiedad
privada de sus ciudadanos y todas las demás
cosas que están en el comercio de los
hombres.
Frente a la madurez jurídica que nuestro
cuerpo de Derecho positivo o privado ha
alcanzado, no sería posible convertirnos en
una tercera Cámara Legislativa para hacer
un tajante cambio en nuestra fundamental
legislación sustantiva ni permutar nuestro
justo y humano sistema de derecho
legislativo, lo estatuido en nuestro código
sobre la prescripción de bienes del Estado,
por otras doctrinas; cambiar un sistema de
igualdad prescriptiva, por uno de
inmunidades, privilegios, desigualdad,
discrimen, prerrogativas y monopolio
irritantes en favor del Estado.
Como dice Scaevola, nuestro Código
'sigue un criterio antiprivilegista' y proclama
la prescripción contra toda clase de
personas, cualquiera que sea su condición o
estado de naturaleza física o jurídica. Si,
conforme al Art. 7 del Código Político el
Estado puede adquirir bienes por la
prescripción, ¿ por qué, ante el Derecho, en
'obligada correlacion' (frase de ese
comentarista de {722} tanto renombre) no
puede soportar los efectos adversos de esa
misma prescripción?
Si hace mucho tiempo que de nuestra
legislación ha desaparecido en absoluto la
histórica o tradicional inmunidad substantiva
o adjetiva, de que gozaban los menores de
edad, los incapacitados mentales o
dementes, las personas encarceladas, las
mujeres casadas, los bienes hurtados y
eclesiásticos, las fundaciones pías y, hasta
los municipios de Puerto Rico con arreglo a
repetidas decisiones nuestras, cuando se
trata de la prescripción de acciones
reivindicatorias de propiedad inmueble, y,
si, con excepción de terrenos baldíos, en
Puerto Rico no existe, en absoluto, ley,
estatuto o disposición legal alguno que
directa, o hasta indirectamente, disponga que
los bienes patrimoniales o de propiedad
(160)
privada del Estado no pueden usucapirse, y,
por el contrario, existen claras y precisas
disposiciones legales como los Arts. 21, 256,
1830, 1832, 1836 y 1859 (y esas leyes
especiales de prescripción contra el Estado
que más adelante indicaremos) no
concebimos fundamento sólido, racional,
justo, de índole moral, social o legal, para
resucitar el odioso privilegio de la
inmunidad prescriptiva de que gozaron, en el
curso de la historia, los bienes del Rey, del
Príncipe, del Emperador, de la Iglesia y de la
nobleza feudal.
(c) La Comisión Codificadora de 1901
Autorizó la Prescripción Contra el Estado
No obstante estar integrada aquella
Comisión Codificadora creada por el
Congreso por una mayoría de miembros
norteamericanos, la misma recomendó la
aprobación de un proyecto de Código Civil
preparado por el Comisionado Hernández
López. Un comité conjunto de la Cámara y
el Consejo Ejecutivo rindió informe
proponiendo numerosas enmiendas a dicho
proyecto. Aprobado éste por dichos cuerpos
en unión a los proyectos de Códigos
Político, Penal y Enjuiciamiento Criminal, el
{723} 1 de marzo de 1902, quedaron
aprobados definitivamente esos cuatro
códigos.
insular en todo aquello que
no fue necesariamente
modificado por el cambio de
régimen. Y podemos decir
en justicia que ese proyecto
fue el mejor y más
concienzudo trabajo
presentado por aquélla
Comisión ....' (Énfasis
nuestro.)
En su informe la Comisión se expresó, en
parte, que 'la mente del Congreso fue poner
las instituciones de la Isla en más estrecha
armonía con el sistema americano, pero sin
efectuar cambios repentinos y que debía
tenerse presente que 'la base de los códigos
españoles es el derecho civil romano' y que
éste podría considerarse también como padre
del Common Law; que 'el sistema de
derecho de los Estados Unidos es del todo
compatible con la conservación de aquellas
instituciones que han resistido la prueba de
los tiempos y de la experiencia en algunos
de los pueblos más adelantados de Europa y
Sud Am erica.' (Énfasis nuestro.)
Dice además, la Comisión en parte de ese
informe al Congreso:
'La comisión no fue
nombrada para barrer con el
sistema de derecho de la Isla,
sino más bien para conservar
las instituciones del país que
han dado prueba de vigor y
desarrollo y adaptarlas a los
principios fundamentales del
derecho americano.' (Énfasis
nuestro.)
Hace Muñoz Morales, a la pág. 213 de su
citada obra, el siguiente elogio del proyecto
del Código Político, redactado originalmente
en castellano e inglés por mandato
congresional;
'... cuyo proyecto, aunque
adaptado en su forma general
al del Código Político de
California, no es copia servil
de aquél y se ajusta en
detalle a nuestra legislación
Pero como se verá, respecto a la
prescripción, lo que hizo fue una perfecta
labor de conservación o subsistencia textual
del articulado sobre la materia del Código
(161)
Civil español que nos regía desde el 1 {724}
de enero de 1890, con la sola limitación o
excepción, de ámbito objetivo, de hacer
inaplicable la usucapión, exclusiva y
únicamente a los 'terrenos baldíos insulares'
y a 'terrenos pertenecientes a las carreteras
insulares', por virtud de los Arts. 9 y 405 del
Código Político. Ya hemos demostrado
ampliamente que la oración sobre 'terrenos
baldíos insulares', no es copia o adaptación
de estatuto alguno continental.
Además, en sus tantas veces citado
informe se expresa así la Comisión
Codificadora de 1901, a la pág. 25 del citado
tomo I, Partes I, II y III de sus comentarios
sobre la revisión propuesta.
'Hay que notar, por otra
parte, que los códigos civil y
de comercio de Puerto Rico
han sido cuidadosamente
revisados por sucesivas
comisiones codificadoras
españolas y constituyen un
sistema de derecho mucho
más avanzado que los que
existen en cualquiera de los
países de Sud América. El
período de liberalismo que
prevaleció en España
después de la revolución de
1869 fue testigo de una
transformación profunda en
su legislación. Un gran
número de juristas educados
en países extranjeros,
principalmente Alemania y
Francia, empezó la revisión
del sistema anticuado basado
sobre las leyes de las ?Siete
Partidas,' Nueva y Novísima
Recopilación y demás
antiguos códigos. La serie
de compilaciones de las
cuales los códigos civil y de
comercio y la ley hipotecaria
son los más importantes,
proporcionaron una nueva
base para el sistema legal de
la madre patria. Tanto Cuba
como Puerto Rico recibieron
el beneficio de estos
cambios, por cuya razón
tenemos aquí un sistema de
derecho civil que en muchos
c onc ept o s p u e de se r
considerado superior al de
los otros códigos latinos.'
(Énfasis nuestro.)
Inspirada en esos principios la Comisión
Codificadora de 1901 no propuso alteración
fundamental alguna al instituto prescriptivo
codificado, ni mucho menos conceder
inmunidad prescriptiva al Estado. Sólo
propuso crear las excepciones prescriptivas
en relación con terrenos baldíos por el Art. 9
y terrenos de carreteras por el 405 del
Código Político.
Se incluyeron en el proyecto del Código
Civil revisado, aprobado por {725} la
Legislatura del 1902 (Compuesto uno de sus
cuerpos también por otra mayoría
norteamericana) los siguientes artículos
tomados textualmente del antiguo Código
Civil de 1890:
'Art. 328.--Son bienes de uso
público en Puerto Rico y en
sus pueblos, los caminos
insulares y los vecinales, las
plazas, calles, fuentes y
aguas públicas, los paseos y
las obras públicas de servicio
general, costeados por los
mismos pueblos ó con
fondos del Tesoro de Puerto
Rico.
(162)
Todos los demás bienes que el Pueblo de
Puerto Rico ó los municipios posean, son
patrimoniales y se regirán por las
disposiciones de este Código.
Art. 1858.--El dominio y
demás derechos reales sobre
b i en e s i nm ueb l es s e
prescriben por la posesión
durante diez años entre
presentes y veinte entre
ausentes, con buena fe y
justo título.
Art. 329.--Son bienes de
propiedad privada, además
de los patrimoniales del
Pueblo de los Estados
Unidos, del Pueblo de Puerto
Rico y de los municipios, los
pertenecientes á particulares
individual ó colectivamente.
Art. 1860.--Se prescriben
también el dominio y demás
derechos reales sobre los
bienes inmuebles por su
posesión no interrumpida
durante treinta años, sin
necesidad de título ni de
buena fe, y sin distinción
entre presentes y ausentes,
salvo la excepción
determinada en el art. 546 de
la segunda Sección del
Capítulo I, Título VII del
Libro Segundo de este
Código.
Art. 1831.--Por la prescripción se
adquieren, de la manera y con las
condiciones determinadas en la ley, el
dominio y demás derechos reales.
También se extinguen del propio modo
por la prescripción los derechos y las
acciones, de cualquier clase que sean.
Art. 1833.--Los derechos y
acciones se extinguen por la
prescripción en perjuicio de
toda clase de personas,
inclusas las jurídicas, en los
términos prevenidos por la
ley.
Art. 1862.--Las acciones
prescriben por el mero lapso
del tiempo fijado por la ley.
{726}
Art.1864.--Las acciones
reales sobre bienes
inmuebles prescriben á los
treinta años.
Art. 1837.--Son susceptibles
de prescripción todas las
cosas que están en el
comercio de los hombres.
Art.
1839.--Las
disposiciones del presente
Título se entienden sin
perjuicio de lo que en este
Código ó en leyes especiales
se establezca respecto á
determinados casos de
prescripción.
Entiéndese esta disposición sin perjuicio
de lo establecido para la adquisición del
dominio ó derechos reales por prescripción.'
Del Art. 1833 antiguo la Comisión
eliminó su segundo párrafo en que se hacía
cierta salvedad o reserva, en favor de las
personas impedidas de administrar sus
bienes, del derecho a reclamar contra sus
representantes legítimos cuya negligencia
(163)
hubiese sido causa de la prescripción.
'Sin duda alguna, tal
prohibición [la de que no se
podrá adquirir títulos a
terrenos baldíos por posesión
adversa] fue establecida en
ese artículo para evitar que el
usurpador de terrenos baldíos
alegara como defensa la
prescripción. Al reducir su
ámbito objetivo a terrenos
baldíos insula r e s ta l
prohibición restringida jamás
podría entenderse como una
de general aplicación
respecto a los [otros] bienes
patrimoniales del Estado.'
(Énfasis nuestro.)
Hemos insertado el texto de esos artículos
para que se tenga a la vista y se tomen en
consideración como parte del derecho
positivo o legislado en Puerto Rico sobre
prescripción existente al cambio de
soberanía y al decidirse el citado caso de El
Pueblo v. Dimas en el año 1912, cuyo
análisis, adredemente, hemos dejado para
último lugar.
–F–
Análisis y Aplicación del Art. 9 del Código
Político
(a) Análisis
En su última oración el Art. 9 del Código
Político previene:
'No podrá adquirirse títulos a
terrenos baldíos estaduales
por posesión adversa, o
contraria al título de otra u
otras personas.' (Énfasis
nuestro.)
Los Códigos Civil y Político se aprobaron
en la misma fecha, 1 de marzo de 1902.
Ambos entraron en vigor el 1 de julio
siguiente. El segundo de ellos, con el cambio
de soberanía, respondió a la necesidad de
una reorganización del sistema público
administrativo, ajustada al criterio e ideales
americanos.
Como esa oración del Art. 9 se refiere a
la usurpación de terrenos {727} baldíos y
designa las personas que deben adoptar y
ejecutar 'las medidas necesarias para
expulsar al usurpador', afirmamos a la pág.
672 del proyecto de opinión circulada:
Al restringirse objetivamente esa norma
estatutaria por su aplicación, efectos y
consecuencias jurídicas única y
exclusivamente a una especie o tipo de
terrenos patrimoniales del Estado,
implícitamente, o a contrario sensu, declaró
que el título sobre todos los demás bienes
patrimoniales del Estado podía adquirirse
por posesión adversa.
Sólo es aplicable, por los términos claros
y precisos en que se concibió tal
prohibición, a los terrenos baldíos insulares,
hoy estaduales. Los islotes reclamados aquí
por el Estado dejaron de ser terrenos baldíos
hace cerca de un siglo. Hacía más de 30
años que al empezar a regir el Art. 9 del
Código Político había dejado de serlo. Tal
Art. 9 es una disposición especial, operante
exclusivamente respecto a terrenos baldíos.
Como precepto prohibitivo, constitutivo de
una excepción a la regla general de que son
susceptibles de prescripción todas las cosas
que están en el comercio de los
hombres--Art. 1836--que rige respecto a los
bienes patrimoniales del Estado-- Art.
256--no debe aplicarse a casos que no estén
(164)
claramente comprendidos dentro de sus
disposiciones, ni ampliarse mediante
interpretación, ni extenderlo más allá de sus
claros términos. Dávila v. Torres, 58 D.P.R.
881 (1941); Barros v.{728} Padial,35
D.P.R. 258 (1926); Fuentes v. Tribl. de
Distrito, 73 D.P.R. 959, 978 (1952). Ya
dispone el Art. 26 de la Ley de Evidencia
que en la interpretación de un estatuto,
nuestro ministerio es simplemente averiguar
y declarar lo que textualmente y en sustancia
contiene, no insertar lo que se hubiere
omitido, ni omitir lo que se hubiere
insertado; y cuando contuviere varias
disposiciones o extremos, se adoptará la
interpretación que, de ser posible, diere
efecto a todos. Pueblo v. Abru, 67 D.P.R.
887 (1947); Pueblo v. Gonzlez, 20 D.P.R.
591 (1914); Matson v. Goyco, 18 D.P.R. 702
(1912).
Hace tiempo dijimos que es un principio
de interpretación que dos preceptos
legislativos, uno de carácter general y otro
particular, pueden subsistir al mismo tiempo,
aunque al parecer estén en contradicción, ya
sean partes de la misma o de leyes distantas,
cualquiera que sea la fecha de su
aprobación, entendiéndose que los preceptos
de carácter particular califican y constituyen
excepciones a preceptos de carácter general.
Coll v. Leake, 17 D.P.R. 857 (1911); Wood
v. Tribunal de Contribuciones, 71 D.P.R.
233 (1950).
Como dijimos, aquí se trata de preceptos
correspondientes a códigos distintos, pero
a p r o b ados y p ues t os en vi g o r
conjuntamente. Uno de ellos, el civil, que es
la ley general, en su Art. 1838 previene:
'Las disposiciones de la
presente parte se entienden
sin perjuicio de lo que en
este título o en leyes
especiales--en este caso la
última oración del art. 9 del
Código Político--se
establezca respecto a
determinados casos de
prescripción--en este caso la
imprescriptibilidad de los
terrenos baldíos del Estado
Libre Asociado de Puerto
Rico.--(Énfasis nuestro.)
El precepto prohibitivo del Art. 9 del
Código Político, como hemos dicho, al
limitar la no adquisición por posesión
adversa, pone o sujeta al alcance jurídico de
la precripción, adquisitiva o extintiva, todos
los demás bienes patrimoniales del Estado,
que no sean terrenos baldíos como:
Los terrenos cultivados o cultivables, los
dedicados a fines {729} agrícolas,
industriales, residenciales, comerciales; los
explotados con toda clase de negocios y
actividades; toda clase de propiedad
inmueble que no consista en terrenos, como
edificios e instalaciones; toda clase de
bienes muebles o semovientes; las
propiedades adquiridas en cobro o pago de
contribuciones, procedimientos de
expropiación y confiscación de bienes, en
fin, cuanta cosa que, con arreglo al Art. 256
del Código Civil, pueda clasificarse como
patrimonial y se encuentre en el comercio de
los hombres.
La prohibición prescriptiva tampoco la
extiende esa última oración a los derechos
reales. El día, no lejano, en que la fuerza
expansiva poblacional, comercial e
industrial de nuestro pueblo materialmente
acabe con los poquísimos terrenos baldíos
que el Estado aún conserva, desde luego, por
los medios propios y legales establecidos,
será letra muerta esa última oración.
(165)
(b) Su no aplicación al presente caso.
La especial y limitada prohibición de
adquisición por posesión adversa del Art. 9,
es un precepto substantivo de derecho.
Crea, define y regula derechos a favor del
Estado, concediéndole un privilegio e
inmunidad especialísima contra la
usucapión.
Declara imprescriptibles
únicamente sus terrenos baldíos. No se
trata, ni remotamente, de una norma
adjetiva, de trámite, procesal o de
enjuiciamiento.
El propio Código Político, en su Art. 384
dispone, y siempre ha dispuesto:
'Art. 384. Ninguna parte de
este Código tendrá efecto
retroactivo, a menos que
expresamente estuviere así
consignado.'
Nuestro Código Civil en su Art. 3,
también dispone:
'Art. 3. Las leyes no tendrán
efecto retroactivo, si no
dispusieren expresamente lo
contrario.
En ningún caso podrá el efecto
retroactivo de una ley perjudicar los {730}
derechos adquiridos al amparo de una
legislación anterior.'
Hemos visto – pág. 715 – que entre sus
Disposiciones Transitorias nuestro Código
Civil (que es nuestro Derecho general o
común) provee la siguiente:
'Las variaciones introducidas
por las reformas hechas en el
Código Civil que perjudican
derechos adquiridos según la
legislación civil anterior, no
tendrán efecto retroactivo.'
(Énfasis nuestro.)
Ya decidimos que la no retroactividad es
un principio corriente y cardinal bien
reconocido de interpretación de estatutos.
Rodríguez v. Miller, 23 D.P.R. 594 (1916);
Biz v. Comisin Hpica, 63 D.P.R. 483 (1944).
Pues bien, el Art. 9 del Código Político
entró en vigor el 1 de julio de 1902. En la
hipótesis que se tratara real y efectivamente
de 'terrenos baldíos insulares', don Jorge
Bird Arias adquirió por compra los islotes en
5 de octubre de 1901, es decir unos 8 meses
antes de entrar en vigor y de aprobarse, tanto
el Código Político, con su Art. 9, como el
Civil, y casi un año antes de la aprobación
de ambos. Sus antecesores en título habían
poseído, como dueños, tales islotes, sin
interrupción, cultivándolos y dedicándolos a
fines industriales--fábrica de cal--desde el 12
de febrero del año 1872, con legítimos y
justos títulos de amparo, de compraventa y
de herencia. Cuando el 12 de febrero de
1902, se cumplieron 30 años de tal posesión,
ni se había aprobado ni mucho menos puesto
en vigor el Art. 9, con su última oración, del
Código Político.
Entonces estaban en vigor, la
prescripción ordinaria del Art. 1857 del
Código Civil antiguo, tal como había sido
enmendada por la transcrita orden judicial
del 4 de abril de 1899, reduciendo el término
prescriptivo a 6 años y la prescripción
extraordinaria de 30 años establecida por el
Art. 1959 del mismo antiguo Código Civil.
Al amparo de ambas prescripciones Bird
Arias también había adquirido {731}
derecho de propiedad sobre ambos islotes,
mucho antes de la vigencia de ambos
códigos.
(166)
En tal caso, aun cuando expresamente se
le hubiera dado efecto retroactivo al Art. 9,
no podría afectar el pleno derecho de
propiedad que ya había adquirido al amparo
de la legislación anterior, basado no sólo en
dicha prescripción, sino en la fuerza y
eficacia jurídica de las obligaciones
consignadas y contraídas en un contrato de
compraventa y en los efectos de títulos
hereditarios.
los códigos revisados del 1902--sigue con su
inscripción registral verificada el 11 de
octubre de 1901, y continúa, sin
interrupción, hasta que fallece el 3 de julio
de 1950, o sea, poco menos de medio siglo,
pagando como dueño contribuciones
territoriales al propio Pueblo de Puerto Rico,
que presta dinero a su titular con garantía
hipotecaria sobre los islotes y sus edificios.
–G–
Es más, los citados Arts. 1867 y 1859
siguieron en vigor respecto a la posesión
{732}
prescriptiva ejercitada por Bird Arias,
después del 1 de julio de 1902, por virtud
Nuestra Legislación Prescriptiva Antiprivilegista
del Art. 1839 del vigente Código Civil, que
dice:
En la formación y evolución de nuestro
Derecho puertorriqueño en materia de
'La prescripción comenzada
usucapión, sin duda alguna, ha predominado
antes de la publicación de
el criterio antiprivilegista señalado por
este código--como la de Bird
ilustres comentaristas españoles.
y sus antecesores en
título--se regirá por las leyes
1. Así vemos que en el antiguo Código
anteriores al mismo; pero si,
Civil de 1890, que tuvimos hasta el 1 de
desde que fuere puesto en
julio de 1902, en los artículos insertados en
observancia, transcurriese
las anteriores páginas 708, 711 y 713, se
todo el tiempo en el exigido
consagró la adquisición por prescripción de
por la prescripción, surtirá
bienes patrimoniales y de propiedad privada
ésta su efecto, aunque por
del Estado y sus municipios.
dichas leyes anteriores se
requiriese mayor lapso de
2. En la Ley Hipotecaria de 1893 y su
tiempo.' (Énfasis nuestro.)
Reglamento, se dio acceso y protección
registral a los actos y contratos afectantes a
La prescripción se rige por la legislación bienes y derechos reales del Estado, que, por
vigente en la época que empieza a correr. ser patrimoniales o privados, están en el
Este es un principio básico y fundamental en comercio de los hombres y en el tráfico
esta materia. Rivera v. Registrador, 25 inmobiliario, y sean adquiribles o
D.P.R. 491 (1917); Subirana v. Collazo, 14 disponibles en las formas o modos de ley,
D.P.R. 520 (1908); Cobin v. Registrador, 11 Arts. 2 (6), Ley Hipotecaria y 24 de su
D.P.R. 91 (1906). No olvidemos que la Re gla me nto. Empero, se n ie ga ,
posesión prescriptiva de Jorge Bird Arias especialmente, acceso y protección a los
empieza con la compra de los islotes (por bienes y derechos reales ....
escritura pública en lo que se refiere a
Hicacos) efectuada el 5 de octubre de
'... que pertenezcan tan sólo
1901--antes de la aprobación y vigencia de
al dominio eminente del
(167)
Estado, y cuyo uso es de
todos, como las riberas del
mar, las islas, los ríos y sus
márgenes; las carreteras y
caminos de todas clases,
plazas, paseos públicos y
ejidos de los pueblos,
siempre que no sean terrenos
de aprovechamiento común
de los vecinos; las murallas
de las ciudades y plazas, los
puertos y radas y
cualesquiera otros bienes,
análogos, mientras sean de
uso común o general, y salvo
las
servidumbres
establecidas por las leyes en
las riberas del mar y en las
márgenes de los ríos
navegables.' Art. 25,
Reglamento.
modos de ley, incluyendo la prescripción
acreditada y declarada en derecho.
3. El Código Civil revisado de 1902, que
el Congreso ordena se prepare, publique y se
ponga en vigor, reproduce todos los artículos
del antiguo Código de 1890, relativos a la
prescripción que afectan a todos los bienes y
derechos reales patrimoniales del Estado.
En sus ediciones de 1911 y 1930 en nada se
altera esa institución, con excepción de un
simple cambio en la enumeración del
articulado. Considera en su Art. 275 que la
prescripción es una forma o modo de
enajenar la propiedad.
Con arreglo al Art. 26 del mismo
Reglamento, esos bienes, si en todo {733} o
en parte 'cambiaren de destino, entrando en
el dominio privado del Estado', podrán ser
inscritos del modo prevenido en los Arts. 42
a 49 del propio Reglamento.
Como es obvio, nuestra Ley Hipotecaria
le da un trato registral negativo a los bienes
inmuebles del Estado que son inalienables,
que se encuentran fuera del comercio de los
hombres, y que por no ser susceptibles de la
apropiación individual, no los alcanza o
afecta la prescripción. Son bienes de
situación estática, a los que no arrastra la
corriente dinámica del constante tráfico
inmobiliario. Para ellos el Registro de la
Propiedad no tiene sentido, puesto que esta
institución no puede convertirse en un mero
inventario de bienes o derechos reales del
Estado. Otorga trato afirmativo, a los bienes
patrimoniales o de propiedad privada,
cuando un ciudadano los adquiere por los
4. Nuestro Código Político de 1902, sólo
establece en la última oración de su Art. 9,
una excepción a la prescripción adquisitiva
contra el Estado, limitando y restringiendo el
ámbito objetivo de tal excepción a los
'terrenos baldios' exclusivamente. yA hemos
dicho que, a contrario sensu, aplicada esa
excepción y la otra contenida en su Art. 405,
se puede afirmar que el Código Político,
concordado con el Código Civil, ambos
a pr obados y p u e s t o s e n vigor
simultáneamente, en materia prescriptiva,
autoriza la adquisición por posesión adversa
de títulos sobre todos los terrenos {734}
patrimoniales o de propiedad privada del
Estado, que no sean: (1) terrenos baldíos
insulares y (2) terrenos de carreteras y
caminos públicos.
Si el Art. 8 del Código Político faculta al
Gobierno de Puerto Rico para adquirir
bienes por prescripción de cualquier
ciudadano, existe una situación jurídica
correlativa, de justicia fundamental, por la
cual también debe perderlos del mismo
modo.
5. Nuestro Código de Enjuiciamiento
Civil de 1904, dedicó su Art. 40 a proteger a
(168)
los menores de edad, dementes, convictos y
mujeres casadas en el ejercicio de sus
acciones que no fueran las reivindicatorias
de propiedad inmueble, contra los efectos de
la prescripción, proveyendo que el tiempo
que duran sus respectivas incapacidades 'no
se considerará parte del tiempo fijado para
empezar a ejercitar la acción.'
Les reconoció franca inmunidad, en
términos generales, contra los estatutos de
prescripción. Pero, en términos específicos,
les privó de la histórica inmunidad que
también tenían durante la incapacidad y
respecto a las acciones reivindicatorias de
propiedad inmuebles. El Art. 352 del Código
de Enjuiciamiento Civil de California, del
cual se tomó el Art. 40 nuestro, no excluía
de esa protección a las acciones
reivindicatorias. Todavía allí se mantiene tal
protección absoluta y sin excepción alguna
en cuanto al tipo de acción.
También dicho Código de Enjuiciamiento
Civil concede inmunidad temporal contra la
prescripción, sujeto a ciertas condiciones, a
personas ausentes-- Art. 39--, a súbditos o
ciudadanos de un país en guerra con los
Estados Unidos-- Art. 42--; en casos en que
el principio de una acción es suspendido por
prohibición legal o injunction--Art. 44. Los
Arts. 41 y 43 conceden ciertos privilegios
prescriptivos en favor de herederos, en los
casos en que sus causantes hubieran
fallecido antes o después del comienzo de la
acción. Como en California, estas otras
inmunidades se conceden aquí en todas las
acciones. {735}
Elhecho de que no se ha reconocido en
ese código adjetivo inmunidad general
contra la usucapión de bienes patrimoniales
y privados del Estado, claramente
establecida en el Código Civil a pesar de que
frecuentemente El Puerto de Puerto Rico, ha
sido parte demandante o demandada ante
nuest ro s tribunales en acciones
reivindicatorias evidencia, una vez más, el
predominio del criterio antiprivilegista y la
armónica relación entre los cuerpos
fundamentales de nuestro Derecho Civil en
materia prescriptiva. Ni en las Reglas de
Enjuiciamiento Civil de 1943, ni en las de
Procedimiento Civil de 1958 se intentó la
resurrección del privilegio antiprescriptivo,
reliquia de la era de los derechos divinos.
6. El 13 de abril de 1916 fue aprobada la
Ley Núm. 76, 'Para Autorizar Demandas
contra el Pueblo de Puerto Rico'. Entró en
vigor el 1 de julio siguiente.
Creemos que fue adoptada para obviar los
inconvenientes procesales consecuentes a la
decisión de la Corte Suprema de Estados
Unidos emitida el 24 de febrero de 1913, en
Porto Rico v. Rosaly y Castillo, 227 U.S.
270, que revocó a Rosaly v. El Pueblo et al.,
16 D.P.R. 508 (1910).
Habiámos confirmado una sentencia
declarando con lugar una acción
reivindicatoria de propiedad inmueble,
dictada por la entonces Corte de Distrito de
Ponce, de la cual apeló El Pueblo de Puerto
Rico, parte codemandada, y el único
fundamento para sostener su recurso fue 'que
no pudiendo El Pueblo de Puerto Rico ser
demandado sin su consentimiento y no
apareciendo que se haya prestado tal
consentimiento en este caso, la corte de
distrito actuó sin jurisdicción y la sentencia
que dictó es nula.'
De nuestro fallo se apeló ante la Corte
Suprema federal y ésta lo revocó,
resolviendo que el gobierno de Puerto Rico
establecida por el Acta Foraker de 1900,
gozaba del privilegio de no ser demandado
sin su consentimiento, al igual que el
(169)
gobierno federal, los {736} estaduales y los
de territorios incorporados, ya que tal
privilegio era un atributo del poder
soberano, no obstante haberse creado por la
Sec. 7 de dicha Carta Orgánica un cuerpo
político hajo el nombre de El Pueblo de
Puerto Rico con facultades gubernamentales
y facultad para demandar y ser demandado.
A través de la indicada Ley Núm. 76 de
1916, El Pueblo de Puerto Rico, bajo ciertas
condiciones, renunció el privilegio de no ser
demandado sin su consentimiento
específico, autorizando a las entonces Cortes
de Distrito de Puerto Rico para admitir
demandas en su contra en las acciones por
daños y perjuicios basados sobre contratos
celebrados después del 1 de julio de 1916 y
en acciones para reivindicar propiedad
inmueble o mueble, o derechos sobre la
misma, originadas después de su aprobación.
En su Art. 9 dispuso en parte:
'Artículo 9.--Todas las
acciones contra El Pueblo de
Puerto Rico prescribirán, si
el pleito no se principia
dentro de un año después de
originada la causa de acción;
con excepción de las
acciones que se refieren a
propiedad inmueble, las
cuales prescribirán a los dos
años.'
No puso reparos El Pueblo de Puerto
Rico a que se le demandara en
reivindicación de inmuebles adquiridos por
usucapión contra el Estado. Estableció una
prescripción extintiva de dos años para las
acciones reivindicatorias de propiedad
inmueble, a partir, desde luego, de la fecha
en que se originara la causa de acción, es
decir, desde el momento en que El Pueblo de
Puerto Rico cometiera algún acto contrario,
adverso o perturbador del derecho de
propiedad del titular, según se resolvió en
Ramos v. Pueblo, 70 D.P.R. 619 (1949).
7. Por la Ley Núm. 104 de 29 de junio de
1955, quedó derogada la Núm. 76 de 1916.
En este estatuto de 1955 se extendió
ampliamente el ámbito de la renuncia del
privilegio del Estado a no ser {737}
demandado sin su consentimiento a casi
todas las posibles acciones contra el Estado.
Se autorizaron las acciones reivindicatorias
contra el Estado por su Art. 8 y se dispuso
que para su ejercicio regirían 'los términos
prescriptivos fijados en las leyes aplicables.'
(Énfasis nuestro.)
Esto significa que, con arreglo al Art.
1863 del Código Civil, se concedió para el
ejercicio de 'las acciones reales sobre bienes
inmuebles ... 30 a nos.' De modo que
aquella prescripción de sólo dos años de la
Ley Núm. 76 de 1916, para ejercitar la
acción reivindicatoria, se extendió a 30 años,
en perjuicio del propio Estado y en beneficio
del titular.
Esta situación creada por la Ley de 1955,
permite en derecho al ciudadano adquirir de
nuevo por prescripción ordinaria de 10 años
o por la extraordinaria de 30, contra el
Estado, durante el largo período de 30 años
que se le concede para el ejercicio de la
acción reivindicatoria en caso de
apropiación clandestina o violenta de su
propiedad. Eso lo ha autorizado el propio
Estado, claro está, para las causas de acción
que hayan surgido con posterioridad al 29 de
junio de 1954 según enmienda que se hizo al
Art. 8 de la Ley Núm. 104, por la Núm. 30
de 11 de junio de 1957.
Las surgidas antes, se regían por la
prescripción de sólo 2 años. Todas esas
(170)
acciones antiguas quedaron extinguidas, a
nuestro entender, el 29 de junio de 1956,
según la misma enmienda.
persona causante del daño no
haya actuado como agente
especial del Estado.
Así el estatuto de prescripción, en cuanto
a la prescripción negativa o extintiva de
acciones reivindicatorias, quedó adoptado
por el Estado por la Ley Núm. 104 de 1955,
según enmendada en 1957.
La Comisión cree que una
legislación de esta naturaleza
es altamente necesaria y
deseable en Puerto Rico ya
que la vieja idea de que no se
podía demandar al Estado sin
su previo consentimiento, se
ha ido descartando. No se ha
querido
conceder
ilimitadamente autorización
para demandar al Pueblo de
Puerto Rico y se ha fijado
esa autorización en una
cuantía que no excederá de
15,000 dólares.'
Respecto a la prescripción adquisitiva de
inmuebles contra el Estado ya estaba precisa
y claramente regulada por los artículos
correspondientes del Código Civil revisado,
según éste quedó modificado en sus
ediciones de 1911 y 1930. Tal especie de
prescripción no tenía que ser reproducida en
1916 y 1955. {738}
La Comisión de lo Jurídico Civil, del
Senado de Puerto Rico, al informar el
alcance del proyecto P. de la C. 1145, que se
convirtió en la Ley Núm. 104 de 1955, se
manifestó así:
En el Informe de la Cámara, en parte, se
expresó lo siguiente:
'Alcance del Proyecto
Este proyecto de ley
propone, siguiendo el patrón
federal, la autorización de
demandas contra el Estado
Libre Asociado de Puerto
Rico sin la previa
autorización legislativa en
acciones de daños y
perjuicios, en acciones de
reivindicación de propiedad
mueble e inmueble cuando la
cuantía no exceda de 15,000
dólares.
El proyecto
enmienda también el artículo
1803 del Código Civil en el
sentido de que pueda
establecerse la acción contra
el gobierno aunque la
(171)
'La Comisión ha estudiado
este proyecto con sumo
cuidado por tratarse de una
medida legislativa de gran
significación para la
ciudadanía y el Estado. La
Comisión escuchó al
Secretario de Justicia, al Sr.
Contralor y a un
representante del Secretario
de Hacienda. La medida está
inspirada en el deseo de que
el Estado pueda ser
demandado cuando cualquier
ciudadano entiende que tiene
una buena y justa causa de
acción y que sea el poder
judicial el que determine la
validez y suficiencias que se
formulan contra el Estado.'
(Énfasis nuestro.)
De modo que toda la relacionada anterior
legislación efectivamente, da o tiende a dar,
igual trato de derecho substantivo, tanto al
{739} ciudadano contra el Estado, como al
Estado contra el ciudadano.
Ya debe entenderse completa y
absolutamente descartado el sistema de
privilegios, inmunidades y prerrogativas del
Estado contra el ciudadano que lo sostiene
con el producto de su trabajo y sacrificios.
No debe permitirse por más tiempo el
estrangulamiento de los derechos de
propiedad privada por la entelequia jurídica
que él mismo ha creado.
8. Tanto el Estado, en lo referido a sus
bienes patrimoniales, como el ciudadano, en
lo tocante a su propiedad privada, deben
recibir igual trato de derecho sustantivo
cuando son, o pueden ser, sujetos activos o
pasivos enel campo de los negocios,
transacciones, actos y contratos realizados
con fines de lucro. Cuando actúa a ese nivel
el Estado deja de ser el llamado 'soberano',
deja de gobernar, deja de ejercer supremos
poderes políticos. Sus bienes patrimoniales
son su propiedad privada y, cuando no las
dedica a uso público, los puede vender,
arrendar, dar en uso o usufructo, o los
somete a los actos o contratos que desee,
sujeto, desde luego, a las formas,
limitaciones y restricciones de ley. El
llamado 'derecho primitivo y final a todos
los bienes inmuebles y muebles, dentro de
los límites de Puerto Rico', no es nada más
que un derecho preferente a adquirir--no a
apropiarse ni a confiscar--la propiedad
privada 'mediante el pago de una justa
compensación y de acuerdo con la forma
provista por ley.'
Bajo el Art. II, Sec. 7 de nuestra
Constitución, se reconoce como derecho
fundamental del ser humano--al igual que el
derecho de la vida y a la libertad--el derecho
al disfrute de la propiedad, y no se negará a
persona alguna en Puerto Rico la igual
protección de las leyes.
El Art. 22 de nuestro Código Civil
dispone:
'La ley civil es igual para
todos sin distinción de
personas ni de sexo,
exceptuándose los casos en
que especialmente se declare
lo contrario.' (Énfasis
nuestro.)
No hay base jurídica alguna para
establecer un discrimen intencional {740}
contra la ciudadanía y a favor del Estado, en
igual situación, en materia de usucapión,
frente a los Arts. 256 y 1832 del Código
Civil que (volvemos a machacar) dicen:
'Art. 256.--.......
Todos los demás bienes que el
Estado Libre Asociado de Puerto
Rico o los municipios posean son
patrimoniales y se regirán por las
disposiciones de este Código.
Art. 1832.--Los derechos y acciones
se extinguen por la prescripción en
perjuicio de toda clase de personas,
inclusas las jurídicas, en los términos
prevenidos por la ley.' (Énfasis
nuestro.)
¿Por qué puede el Estado adquirir por
prescripción mi propiedad y yo no puedo
adquirir, también por prescripción, su
propiedad patrimonial, no comprendida en el
término 'terrenos baldios' o terrenos de
carreteras?
(172)
Lo curioso del presente caso es que,
como ya hemos dicho, ni El Pueblo de
Puerto Rico ni el Estado Libre Asociado han
perdido nada por prescripción. Cuando el
Art. 9 del Código Político entró en vigor, el
primero no tenía título alguno sobre los
islotes. Éstos habían dejado de pertenecer a
la Corona de España desde mucho antes del
hundimiento del Maine.
A.
Acquisition of title
against, generally 3. Public
lands of United States,
generally.
Since the United States is not
subject to the jurisdiction of
a state, the state is without
power to prescribe the time
within which the United
States shall assert its rights in
order to preserve them, and it
must be regarded as settled
that state statutes of
limitation do not apply to the
federal government;
consequently, no title to
public lands of the United
States can be acquired by
adverse possession or
prescription during the time
the United States holds title
thereto, unless, of course, as
is sometimes the case,6 the
United States consents to be
bound by a limitation
statute.'
– H–
La Prescripción Contra el Estado en la
Jurisprudencia Americana
Diremos algo respecto a la jurisprudencia
americana sobre esta materia.
(a) Empecemos por la jurisdicción
federal, o sea por la adquisición de bienes
inmuebles del gobierno de los Estados
Unidos por posesión adversa o prescriptiva.
Toda vez que los distintos Estados carecen
{741} de poderes para adoptar normas de
prescipción contra los bienes inmuebles del
gobierno federal y regular la adquisición de
la propiedad federal por ese modo, se ha
aceptado que no corre la prescripción contra
bienes del gobierno federal mientras éste
ostente título de dominio sobre ellos.
Pero esta regla tiene una clara excepción.
Se refiere a bienes y derechos reales
propiedad de los Estados Unidos, sitos en
Puerto Rico, en donde éstos han consentido
en estar sujetos al estatuto local de
prescripción.
En la anotación al caso de Goldman v.
Quadrato, 142 Conn. 398, 114 A.2d 687, 55
A.L.R.2d 549--citada por nosotros a la pág.
682 de nuestra opinión-- se hace constar, a la
pág. 563 del tomo 55 A.L.R.2d, lo siguiente:
'II. United States
Esa es la principal razón por la cual,
hemos estado insistiendo y dando énfasis al
6
'Where the United States, upon the
cession of Puerto Rico to it by Spain,
continued all laws in force, for a time, which
had theretofore been in force in Puerto Rico,
including a section of the Spanish Civil
Code proving for acquisition of prescriptive
title to land by possession for 10 years, the
United States sanctioned acquisition of a
prescriptive title against it during such
period. Porto Rico v. Fortuna Estates, 279
F. 500 (1st Cir. 1922 Puerto Rico), cert. den.
259 US 587, 66 L ed 1077, 42 S Ct 590.'
(173)
papel o participación fundamental que
tuvieron los {742} Estados Unidos, por
medio de su Presidente, de su Gobierno
Militar, de su Congreso, de su Comisión
Codificadora y de su Consejo Ejecutivo, en
la continuación de la vigencia en Puerto
Rico de la legislación fundamental
substantiva existente al cambio de soberanía,
incluyendo el Código Civil español de 1889,
la Ley Hipotecaria de 1893 y su
Reglamento. Ello fue consecuencia jurídica
de la enmienda hecha al Código Civil en
1899, en la materia de prescripción--Art.
1957--y de las que hizo al mismo Código el
propio Congreso por la Carta Orgánica de
1900, y de su intervención en la preparación
y aprobación de los Códigos revisados de
1902, que continuaron la vigencia del
instituto español de prescripción, de criterio
antiprivilegista.
En el mencionado caso de People of
Porto Rico v. Fortuna Estates, 279 Fed.
Rep. 500 (1st Cir. 1922), El Pueblo de
Puerto Rico instó una acción reivindicatoria
contra Fortuna Estates. Se alegó por esta
corporación que había adquirido la finca
objeto del litigio con justo título y buena fe
y que tal título fue consolidado por la
prescripción ordinaria de 10 años,
establecida en el Art. 1957 del antiguo
Código, transcurrida del 31 de julio de 1889
al 31 de julio de 1899.
title by the treaty with Spain,
proclaimed April 11, 1899,
the prescriptive period was
interrupted before the 10
years had elapsed, as
prescription will not run
against the United States.
The defendants' answer to
this is that the prescriptive
period did not cease to run
upon the cession by Spain to
the United States; that, while
Porto Rico was, by order of
the President, under military
control and occupation, a
general order was issued
November 4, 1898,
continuing all laws in Porto
Rico theretofore in force
compatible with the military
government; that by section
8 of the Foraker Act of 1900
(Com. St. {743} 3755), the
laws and ordinances of Porto
Rico were further continued
in force; and that, as section
1957 was continued in force
and unmodified until the
Political Code of Porto Rico
was adopted March 1, 1902
(section 9), the period of
prescription was not broken
and the defendants' title
became good at the
expiration of 10 years from
July 31, 1889; that the
United States, by continuing
section 1957 in force,
sanctioned the acquisition of
a prescriptive title against it.
'But the plaintiff contends
that [dice la decisión, a la
pág. 508] inasmuch as the
United States acquired its
The court below instructed
the jury upon this question in
a c c o r d a n c e wi th the
defendants' contention, and
Con arreglo a la Sec. 31 del Acta Foraker
y el Art. 34 del Acta Jones, '... toda ley
decretada por la Asamblea Legislativa de
Puerto Rico sería comunicada al Congreso
de los Estados Unidos, el cual se reservaba
la facultad y autoridad de anularla.
(174)
we fail to see wherein the
instruction was not correct.
We do not think that Crespin
v. United States, 168 U.S.
208, 18 Sup. Ct. 53, 42 L.
Ed. 438, and Hayes v. United
States, 170 U.S. 637, 18 Sup.
Ct. 735, 42 L. Ed. 1174,
cited by plaintiff, are
applicable, as in those cases
the court, in reaching its
conclusion, was limited by
the language of the act
creating the Court of Private
Land Claims, while here we
have the adoption of the
provision of the Spanish
Code continuing the right of
prescription.' (Énfasis
nuestro.)
property described in the complaint for more
than twenty years, we think that, under
section 1858 of the Civil Code, {744} the
plaintiffs' rights in the land described in the
complaint have been prescribed by the
possession of the defendant for more than
ten years.'
La sentencia que desestimó la demanda
fue confirmada. Vemos como la Corte de
Circuito encontró correcta la instrucción al
jurado federal de que 'the United States, by
continuing section 1957 in force, sanctioned
the acquisition of a prescriptive title against
it.' (Énfasis nuestro.)
Además esa Corte dijo: '... here we have
the adoption of the provision of the Spanish
Code continuing the right of prescription.'
(Énfasis nuestro.)
En Baldrich v. Barbour, 90 F.2d 867
(1937) la situación era a la inversa. Los
Estados Unidos alegaron haber adquirido
por prescripción los terrenos conocidos por
'Luquillo Forest Reserve', que reclamaban
los demandantes. Esta alegación prosperó,
y, entre otras cosas, a la pág. 871, dice la
opinión:
'In any event, it being admitted that the
defendant has been in possession of the
Si en Puerto Rico la usucapión
establecida por nuestros Códigos Civiles de
1889, 1902, 1911 y 1930, corre en contra o
en favor de los Estados Unidos-- el soberano
del soberano nuestro--no concebimos buena
razón para sostener que no corre contra una
creación política del propio Congreso
Federal, el Pueblo de Puerto Rico, y su
sucesor El Estado Libre Asociado de Puerto
Rico, en cuyos códigos figura la
prescripción establecida desde el año 1889.
El primero que no puede ir contra sus
propios actos legislativos, que han creado un
firme estado de derecho substantivo, que
debe respetarlo y acatar su eficacia jurídica,
es el propio Pueblo de Puerto Rico, regido
por un sistema de derecho civil legislado,
que nada tiene que pedirle prestado al
derecho angloamericano en materia de
prescripción.
(b) Comentemos ahora, en particular,
algunos de los casos de la jurisprudencia de
distintos Estados sosteniendo, que, en ellos,
la prescripción no corre contra el Estado.
Comencemos por los tribunales de Luisiana,
casos de Slattery (1902); Bright (1905) y
City of New Orleans, (1914). Puede
aceptarse que en ellos se sostiene que, en
Luisiana, no pueden adquirirse por posesión
adversa los bienes del Estado de cualquier
clase o naturaleza.
Pero la razón de ese estado de derecho se
fundamenta en que en las Constituciones de
1898, 1913, y 1921, del Estado de Luisiana,
expresa y terminantemente, se ha dispuesto,
(175)
en sus Disposiciones Generales, Arts. 193 y
19(16), lo siguiente:
'Prescription shall not run
against the State in any civil
matter, unless otherwise
provided in this Constitution,
or expressly by law.'
(Énfasis nuestro.)
En los casos citados reiteradamente se
hace referencia a esa prohibición
constitucional. {745}
Frentea esa disposición constitucional
los tribunales de ese Estado, a partir del 12
de mayo de 1898, no han podido resolver
que en Luisiana la prescripción corre contra
el Estado.
Pero lo que es muy significativo es lo
siguiente: La Constitución de Luisiana, del
12 de mayo de 1898, es su séptima
constitución. Ha aprobado nueve
constituciones hasta hoy, en los años 1812,
1845, 1852, 1864, 1868, 1879, 1898, 1913 y
1921. En sus primeras seis no tenía tal
disposición. La Comisión Codificadora de
1900, creada por el Congreso, tomó del
Código Civil revisado de Luisiana de 1870,
nada menos que 118 artículos y los llevó a
nuestro Código Civil revisado de 1902. Sin
embargo, no se ocupó de adoptar la
prohibición constitucional contra la
prescripción de bienes del Estado, que hacía
poco Luisiana había aprobado en su
Constitución del 12 de mayo de 1898, y se
limitó a adoptar, en el Art. 9 del Código
Político una restringida excepción
prescriptiva sobre terrenos baldíos y nada
más.
Pero sí adoptó y reprodujo textualmente,
esa Comisión Codificadora de 1901, en
nuestro Código Civil, el instituto completo
de prescripción aquí vigente desde el 1 de
enero de 1890 hasta el 1 de julio de 1902,
que en términos claros autoriza la usucapión
contra el Estado.
No obstante esa categórica disposición
constitucional en Luisiana, sus tribunales
han resuelto que la prescripción corre contra
los municipios y las juntas del gobierno.
Véanse: New Orleans v. Salmen Brick, 135
La. 828, 66 So. 237 y Board of Comm. v.
Toyo Kisen Kaisha, 163 La. 865.
Luisiana, en su Código Civil, dedica 98
artículos--3457 a 3555--a la materia
prescriptiva, pero no tiene nada parecido a
nuestros Arts. 256 y 1832. La disposición
constitucional transcrita se debe, sin duda, a
los esfuerzos e influencia del Gobernador
Claiborne para poner a Luisiana bajo el
dominio del Common Law, tal como este
{746} sistema de derecho inglés se aplicaba
en los demás Estados.
Harris v. O'Connor, 185 S.W.2d 993
(1944) es un caso resuelto por la Corte
Suprema de Tejas, que favoreció la
adquisición de terrenos bajo la antigua
legislación mejicana. Los terrenos se
poseían bajo concesiones mejicanas de
época anterior a la República de Tejas, y los
funcionarios y agentes del Estado de Tejas
así lo reconocían. De una simple lectura de
la opinión se concluye que por virtud del
Art. 5517 de los Estatutos Revisados del
Estado de Tejas--Vol. 16, pág. 609, Ed.
1958, Vernon Law Book Co. se dispone,
sobre adquisición de bienes del Estado,
Condados, Ciudades y Distritos Escolares de
Tejas, lo siguiente:
'Art. 5517. [5683] [3351] Right of the state,
counties, cities and school districts
The right of the State, all counties,
(176)
incorporated cities and all school
districts shall not be barred by any of
the provisions of this Title, nor shall
any person ever acquire, by
occupancy or adverse possession,
any right ortitle to any part or
portion of any road, street, alley,
sidewalk, or grounds which belong
to any town, city, or county, or
which have been donated or
dedicated for public use to any such
town, city, or county by the owner
thereof, or which have been laid out
or dedicated in any manner to public
use in any town, city, or county in
this State. Acts 1841, p. 163; P.D.
4622-4; Acts 1887, p. 28; G.L. vol.
9, p. 826; Acts of 1939, 46th Leg., p.
485, 1; Acts 1953, 53rd Leg., p.
857, ch. 348, 1.'
Varios Estados como Alabama,
Kentucky, Missouri, New York, South
Carolina y West Virginia, han aprobado
leyes limitando el tiempo para poder el
Estado recobrar terrenos poseídos por
personas particulares y no usados para fines
públicos específicos. Podemos decir que en
los demás Estados se perfila ya la misma
política legislativa y jurisprudencial.
Los derechos de servidumbres sobre
terrenos de los Estados pueden ser
adquiridos por prescripción adversa, en
California, Montana, Utah.
A la pág. 598 de dicha Anotación, se
dice:
' 29. View that property must be reserved
for or dedicated to {747} public use.
In California the view has been taken that if
land held by the state is neither
reserved for nor dedicated to some
public use, title as to such land may
be wrested from the state by adverse
possession. Richert v. San Diego
(1930) 109 Cal App 548, 293 P 673;
Fresno Irrig. Dist. v. Smith (1943)
58 Cal App2d 48, 136 P2d 382;
Ortiz v. Pacific States Properties
(1950) 96 Cal App2d 34, 215 P2d
514.
Thus, in Ortiz v. Pacific States Properties
(1950) 96 Cal App2d 34, 215 P2d
514, it was held that property sold to
the state for nonpayment of taxes
could be acquired by adverse
possession, where it was neither
reserved for nor dedicated to any
public use and could be alienated.'
En 1960 el Estado de Nueva York adoptó
la anterior regla en Gottfried v. State, 201
N.Y.S.2d 649.
En 1964, el Estado de Oklahoma, en
Sears v. Fair, 397 P.2d 134, también se
decidió por la norma de que cuando lo que
hay envuelto son derechos privados del
Estado, el estatuto de prescripción opera en
su contra.
En 1967, Hawaii, que tiene la regla de no
prescripción contra el Estado, hace una
distinción entre meros transgresores que se
posesionan de terrenos pertenecientes al
Estado y aquellos que no son considerados
transgresores y que poseen bajo algún título.
Éstos pueden adquirir por posesión adversa.
In re Real Property, etc., 425 P.2d 83.
Como se dijo en City of Bisbee v. Cochise
County, 52 Ariz. 1, 78 P.2d 982, 984, la
máxima Nullum tempus ocurrit regi--el
tiempo no corre contra el Rey-- se refería a
éste, exclusivamente en su capacidad como
representante o encarnación de la absoluta
(177)
soberanía nacional, y no al Rey como
individuo.
Aun en Inglaterra, bajo el Nullum
Tempus Act (3 Geo. III c. 16), se fijaba un
término de 60 años a la Corona para
reclamar sus derechos.
La variedad o conjunto de sistemas,
filosofías, principios, fuentes {748} u
orígenes del Derecho de los 50 Estados de la
Unión Americana, respecto a la tesis de la
usucapión contra el Estado, no puede ofrecer
punto de apoyo firme, seguro y sólido para
decidirnos, en 1969, por continuar o restituir
aquí un estado, o una era de privilegio,
monopolio, gracia, ventajería y excepciones
especialísimas en favor del Estado, que
como dice Manresa--págs. 37-38-- fueron
exterminados por el Código Civil español
del siglo pasado.
Hace ya mucho tiempo que nuestra
Constitución, nuestros códigos, sustituyeron
al Rey y a los poderes absolutos. La
igualdad en la Ley, su eficacia contra todos,
es lo que prevalece.
Contamos con un sistema de derecho
legislado, positivo, 'mucho más avanzado
que los existen en cualquiera de los países
de Sud America', como decía la Comisión
Codificadora de 1901. ¿Vamos a cambiarlo,
este año, por el que impera en Texas, el año
que viene por el de California y, en el año de
más arriba, por el que impera en Wisconsin,
y así, de experimento, acabar pensando,
actuando, rigiéndonos, por los criterios
esquimales de prescripción del Estado de
Alaska? Sabemos que la jurisprudencia
continental, como la de cualquier Estado o
país, responde genuinamente a la
estructuración de la peculiar escala de
valoración de cada comunidad. Hay que
tener en cuenta la historia y experiencia de
cada Estado, de cada sistema de Derecho,
antes de acudir a arreglar al Mundo con
soluciones abstractas, con términos tan
manoseados como 'sentido común, lógica y
recta razon.' hAy que tomar con pinzas,
bien largas, el sentido común, la lógica y la
recta razón de mucha gente.
Con Holmes, decimos, 'La vida de la Ley
no ha sido la lógica; ha sido la experiencia;
una página de historia equivale a un
volumen de lógica.'
Nuestra situación, en el asunto que
estudiamos, es que aquí tenemos un estatuto
que, en términos claros y precisos, nos dice:
'Los {749}
derechos y acciones se
extinguen por la prescripción en perjuicio de
toda clase de personas, inclusas las jurídicas,
en los términos prevenidos por la Ley.'
(Énfasis nuestro.) Art. 1832 Código Civil.
La forma legal, o autoridad para cambiar
este precepto legal, obligatorio para toda
clase de personas, 'inclusas las juridicas',
está expresa y precisamente fijada por el
cOngreso de los Estados Unidos, en la Sec.
8 de la Carta Foraker, en cuanto dice que
nuestras leyes regirán,
'... hasta que sean alteradas,
enmendadas o revocadas por
la autoridad legislativa
creada por la presente para
Puerto Rico, o por una Ley
del Congreso de los Estados
Unidos.'
Esto se repite en el Art. 58 del Acta Jones
de 1917 y se reproduce en la Ley Núm. 600
de Relaciones Federales, Art. 4.
Las leyes, como dice el Art. 5 de nuestro
Código Civil, se derogan por otras leyes
posteriores. Aquí jamás hemos permitido
que se deroguen por las máximas del
(178)
derecho común angloamericano y
desechadas. El propio Estado, desde el año
1916, en Puerto Rico, ha dado su
consentimiento para que se le demande en
acciones reivindicatorias, ha fijado términos
de prescripción para ello, adoptando, como
ya expusimos, para las acciones que
autoriza, por la Ley Núm. 104 de 1955,
'...los términos prescriptivos fijados en las
leyes aplicables.'
Los diversos modos de adquirir, disponer
y enajenar los bienes inmuebles sitos en
Puerto Rico, son aquellos prescritos por las
leyes de Puerto Rico. Art. 10, Código Civil.
Como dijimos en Coln v. Registrador, 22
D.P.R. 369 (1915) y López v. Sotelo, 70
D.P.R. 501 (1949), en relación con este
principio cardinal, las doctrinas sobre esta
materia de las cortes americanas, no pueden
quebrantar su letra ni su espíritu, y nadie
puede ganar o perder en Puerto Rico
derechos sobre bienes inmuebles sitos aquí
sino de acuerdo con las prescripciones de
nuestras leyes.
demandante-apelado v. José Dimas Riera,
Enrique Calvo Ríos, Wenceslao Bosch y
Honorato Andrés García, demandados y
apelante el último, año 1912, sobre
reivindicación, procedente de la antigua
Corte de Distrito de San Juan.
Es un caso típico de aplicación del Art. 9
del Código Político, texto castellano, y una
equitativa y humana aplicación del principio
de tercero hipotecario. Si se analiza bien
esta decisión, a la luz de la naturaleza de los
'terrenos baldios' envueltos en el caso, así se
concluirá.
Nombre del Caso
Como una curiosidad de edición,
anotamos que el nombre dado al caso en el
vol. 18 es incorrecto. Debió ser El Pueblo v.
Riera, et al., ya que 'Dimas' es sólo un
segundo nombre de José Dimas Riera, no es
un apellido. Véase el caso de El Pueblo v.
Riera, 27 D.P.R. 1 (1919) que es otro de
reivindicación contra esa misma persona,
con el nombre de 'José D. Riera.'
–I–
Ratio Decidendi en Pueblo v. Dimas, 18
D.P.R. 1061 (1912)
{750}
La doctrina de esta decisión nuestra debe
ser considerada cuidadosamente a la luz de
su propio contexto. En ella no se llegó a la
conclusión general y absoluta de que, a
partir de la vigencia de nuestro Código
Político, todos los terrenos del Pueblo de
Puerto Rico no pueden adquirirse por
prescripción.
Hemos estudiado y analizado paciente y
cuidadosamente el viejo expediente civil
Núm. 795, de El Pueblo de Puerto Rico,
Procedimientos ante el Tribunal de
Instancia
El legajo de la sentencia revela que el 10
de febrero de 1910, El Pueblo de Puerto
Rico, instó ante la Sección Primera de la
entonces {751}
Cortede Distrito de San Juan, una acción
reivindicatoria contra José Dimas Riera,
Enrique Calvo Ríos y Wenceslao Bosch.
Alegó en su demanda que le correspondía la
propiedad y pleno dominio de una parcela de
terreno compuesta de 12,090 metros, situada
en el barrio Puerta de Tierra de San Juan,
con las siguientes colindancias:
(179)
Norte, solares de Andrés
Calvo y otros,
16%, Calvo Ríos 1/2 de su
condominio de 60%, o sea el
30%, en total 53%.
Sud, con los manglares del
caño denominado San
Antonio;
En definitiva, resultaba 'que los actuales
poseedores de la finca eran, con perjuicio
del demandante, los tres demandados en la
proporción siguiente:
Este, calle San Andrés;
Oeste, solar
Caneja.
de
Marcos
don José Dimas Riera un
53%
Adujo además que, con fecha 8 de
octubre de 1906, Enrique Calvo Ríos
promovió un expediente de dominio ante esa
Corte de Distrito, exponiendo que había
comprado esa parcela a sus padres Andrés
Calvo Hermida y María F. Ríos, 'quienes la
habían hecho suya por desecación de
manglares que antes la constituían y la
poseían desde el año 1883.' Dicha Corte,
oída la información ofrecida por el
promovente, declaró justificado el dominio
de esa parcela a favor de Enrique Calvo
Ríos. Se inscribió en el Registro de la
Propiedad.
Siguió alegando El Pueblo que respecto a
esa parcela se hicieron las siguientes
operaciones:
1.
Enrique Calvo Ríos
vendió el 40% de ella a
Mariano Pesquera Goenaga;
2. Pesquera Goenaga vendió
a su vez 17% a Wenceslao
Bosch y 7% a Martín
Bellber;
3. Los señores Calvo Ríos,
Pesquera Goenaga y Martín
Bellber vendieron a José
Dimas
Riera
las
participaciones siguientes:
Bellber su 7%; Pesquera su
don Enrique Calvo Ríos un
30%
don Wenceslao Bosch un
17%' {752}
Se suplicó por El Pueblo se le declarara
dueño en pleno dominio de la finca, se
ordenara su entrega y la cancelación en el
Registro de los asientos correspondientes.
La demanda la firmaba el Attorney
General H. M. Hoyt, 2nd.
El 13 de marzo de 1910, comparecieron
José Dimas Riera y Wenceslao Bosch. Por
medio de una excepción previa alegaron:
(1) Que la demanda no aducía hechos que
determinaran una causa de acción y (2) que
'tienen el carácter de tercero en el sentido
que les reconoce la Ley Hipotecaria.'
El 14 de marzo de 1910, compareció el
otro demandado Enrique Calvo Ríos y
también excepcionó la demanda por 'no
aducir hechos suficientes para determinar
una causa de acción contra este demandado.'
Discutidas las excepciones previas ante el
Juez Martin E. Gill, éste las declaró sin lugar
por medio de una resolución de fecha 9 de
junio de 1910 que aparece textualmente
transcrita a las págs. 1064 a 1066 del tomo
(180)
18 D.P.R.
Llama la atención el énfasis que dio el
Juez Gill, en esa resolución a la naturaleza,
calidad, tipo y clase de los terrenos en
litigio, es decir, los caracteriza y define
'terrenos baldios'.
Contestaron la demanda José Dimas
Riera y Wenceslao Bosch, exponiendo que
al Pueblo de Puerto Rico no le correspondía
la propiedad; que eran dueños de sus
respectivos condominios con justo título y
buena fe y que los tenían inscritos en el
Registro de la Propiedad. Aceptaron la
tramitación del expediente de dominio;
expusieron que en ese expediente se formuló
oposición por los Estados Unidos; que los
Estados Unidos y El Pueblo de Puerto Rico,
después de tal oposición celebraron ciertas
transacciones sobre derechos y acciones que
los primeros creían tener sobre esos terrenos.
Se enmendó la demanda en junio de
1910, para alegar adicionalmente {753} que
en la primera inscripción de la finca aparecía
que los causantes de Enrique Calvo Ríos, sus
padres don Andrés Calvo Hermida y doña
María F. Ríos 'la hicieron suya por
desecación de la zona de manglares que
antes la constituían y la poseyeron desde el
1883 ó 1885, teniéndola sembrada de yerba.'
(Énfasis nuestro.) La suscribió Foster V.
Brown, como Attorney General.
Contestaron la demanda enmendada 'José
D. Riera' y W. Bosch. Interpusieron la
defensa de terceros hipotecarios, el fracaso
de la oposición en el expediente de dominio
y la prescripción por un período de más de
20 años, o sea desde el 1883 hasta el 1906.
La contestó Enrique Calvo Ríos el 1 de
julio de 1910; negó los hechos de la
demanda enmendada; alegó que compró la
finca a sus padres Andrés Calvo y María F.
Ríos, que éstos la poseyeron como dueños;
que tramitó el expediente de dominio que
había aprobado 'el Honorable Pedro de
Aldrey, Juez de la Corte de Distrito de esta
capital en 31 de mayo de 1907;' que sus
padres habían desecado esos terrenos y los
cultivaban; y que en caso de que El Pueblo
tuviera derecho a la reivindicación a él
debería pagar $7,000.00, 'invertidos en la
desecación y mejoramiento del inmueble
objeto de la acci on;' alegó la prescripción a
tenor de lo dispuesto en el Art. 1957 del
Código Civil Español y la orden judicial del
4 de abril de 1899 del General Henry, y, 'aun
si se quiere al Real Decreto de 17 de abril de
1884 relativos a terrenos baldíos, aprobado
por S. M. el Rey de España.'
El 22 de diciembre de 1910 compareció
en el litigio Honorato Andrés García y
solicitó que se le constituyera en parte
demandada en el pleito por haber comprado
al codemandado Enrique Calvo Ríos el 27
de septiembre anterior, su participación del
30% en la finca. A su moción acompañó
una contestación alegando seis defensas, a
saber, que poseía su participación con justo
título; la prescripción a {754} tenor del
Reglamento de 1884; la prescripción
ordinaria; la prescripción extintiva del Art.
1864 del Código Civil de Puerto Rico; la de
res judicata por virtud de la resolución dada
en el expediente de dominio que se había
convertido en contencioso; que cuando El
Pueblo de Puerto Rico creyó haber adquirido
derechos sobre la parcela ya ésta estaba en
posesión legal de los demandados. Por
enmienda expuso una séptima defensa de
tercero hipotecario. En la contestación
interpuso reconvención por $5,000.00 por
mejoras hechas a la finca 'en cuanto a su
participación se refiere.' Se le admitió como
parte codemandada.
(181)
Fue el pleito a juicio ante el Juez Martin
E. Gill. Dice el legajo de la sentencia:
Puerto Rico debía ser
reintegrado en el 30% {755}
de la finca que poseía el
c ode mandado origina l
Enrique Calvo Ríos y que
éste había traspasado al
codemandado Honorato
Andrés García;
'... la susodicha causa fue
oportunamente presentada
para su vista ante el Hon.
Martin E. Gill, Juez de la
citada Corte y después de
una amplia y detenida
discusión de todas las
materias que entraña, fue
sometida a dicho Martin E.
Gill para su resolución.'
2do. La desestimación de la
demanda enmendada,
respecto a los demandados
José Dimas Riera y
Wenceslao Bosch, por ser
terceros hipotecarios y haber
adquirido un título superior
sobre el 70% remanente y;
Poco después, el 14 de junio de 1911,
falleció el Juez Gill, sin haber dictado
'resolución definitiva sobre las materias en
controversia en dicho pleito ... quedando
dichas materias y cuestiones pendientes de
resolución.'
3ro. La desestimación de la
reconvención de $7,000.00,
formulada por dicho Enrique
Calvo Ríos.
Por estipulación escrita de las partes,
fechada el 23 de junio de 1911, se acordó:
Opinión del Tribunal de Instancia
'... que la causa arriba citada
se traspase ... a la Sección 1,
presidida hoy por el Hon.
Félix Córdova Dávila, quien
queda autorizado para
resolver y dictar sentencia
sobre las materias y
cuestiones contenidas en la
misma en vista de los autos
de la causa y alegatos en ella
presentados, como si
originalmente se hubiese
incoado ante dicho Sr. Félix
Córdova Dávila.'
La elaborada opinión del Juez Córdova
Dávila es muy extensa. La citaremos
textualmente en parte y en parte trataremos
de resumirla e intercalando comentarios
nuestros.
Trataremos de relacionarla en todos sus
aspectos. En primer lugar señalaremos los
hechos que, de la prueba practicada ante el
Juez Gill, consideró probados el Juez
Córdova Dávila:
El 2 de agosto de 1911, el Juez Córdova
Dávila emitió una extensa opinión y dictó
sentencia final en la acción reivindicatoria
por la cual decretó:
1ro.
Que El Pueblo de
(182)
'En 6 de setiembre de 1897,
Andrés Calvo, antecesor en
título de su hijo el
demandado Enrique Calvo
Ríos, 'dirigió una petición al
Intendente General de
Hacienda, haciendo constar
que hacía 14 años había
desecado, con sus propios y
exclusivos recursos, en el
barrio de Puerta de Tierra,
una Zona de Mangle, con
una cabida de 8,470 metros
cuadrados y cincuenta
centímetros. Basado en estos
hechos y en los cuantiosos
gastos realizados para
convertir un radio de Mangle
improductivo en terreno
vegetal, el peticionario,
d es eando adqui ri r l a
propiedad de dicho terreno,
en compensación con la
Hacienda, solicitó del
Intendente que éste dictase
las órdenes oportunas,
conducentes al indicado fin,
significándole que estaba
dispuesto a pagar la cantidad
que se asignase, al terreno
referido, según la práctica
establecida y seguida hasta
aquella fecha por la
Intendencia General de
Hacienda. Esta solicitud se
presentó acompañada de una
certificación expedida en
1883 por el ayudante
facultativo de obras públicas,
en la cual este funcionario
manifiesta que a instancia de
don Andrés Calvo, reconoció
y midió una Zona de Mangle,
radicada en Puerta de Tierra,
y desecada por el {756}
propio Calvo, a sus expensas,
convirtiéndola en terreno
vegetal. La cabida de esta
Zona concuerda con la fijada
por Calvo al terreno
designado en su petición al Intendente.
En 22 de septiembre de 1897, estos
documentos fueron enviados para informe a
las autoridades correspondientes, y desde
esta fecha, no encontramos en la prueba
ningún dato que se relacione con las
pretensiones del Sr. Calvo sobre los terrenos
en cuestión.
En 8 de octubre de 1906,
Enrique Calvo registró una
solicitud en la Corte de
Distrito de San Juan para
justificar el dominio de
12,095 metros cuadrados de
terreno, radicados en Puerta
de Tierra, alegando que los
había adquirido a título de
compra de don Andrés Calvo
y su esposa, quienes a su vez
los adquirieron, con su
trabajo personal, desecando
las Zonas de Manglares que
antes los constituían, cuyos
trabajos efectuaron durante
un período de tiempo que
alcanza hasta el año de 1883,
desde cuya fecha arranca su
posesión.
Aprobado por la Corte el
dominio del inmueble
aludido, a favor de Enrique
Calvo, se inscribió a su
nombre en el Registro de la
Propiedad, haciéndose
constar en dicha inscripción
que Andrés Calvo y María
Felícita Ríos hicieron suyas
la ameritada parcela de
terreno por desecación de la
Zona de Manglares que antes
la constituían.
Posteriormente Enrique
Calvo vendió el 40% del
(183)
total de la finca a Mariano
Pesquera, quien a su vez
vendió a Wenceslao Bosch el
17% y el 7% a Martín
Bellber, habiendo más tarde
Bellber, Pesquera y Calvo
vendido participaciones a
José D. Riera, en esta forma:
Bellber, el 7%, Pesquera el
16% y Calvo el 30%,
resultando en definitiva
poseedores del inmueble al
promoverse este litigio, José
D. Riera, en un 53%;
Enrique Calvo en un 30%; y
Wenceslao Bosch en un
17%. Después de haberse
iniciado esta acción Enrique
Calvo, vendió su
participación a Honorato
Andrés, quien se personó en
autos, presentando una
moción para que se le
considerase como parte
demandada, cuyo moción fue
favorablemente resuelta por
la Corte.'
acción reivindicatoria, debe
confiar en la fortaleza de su
propio título y en la claridad
de su propia prueba, y no en
la falta de título o debilidad
de prueba del demandado.
En opinión nuestra, El
Pueblo de Puerto Rico ha
demostrado en este caso la
identidad completa de la
cosa reclamada y, en parte, el
dominio de la misma.
Decimos que el dominio ha
sido justificado en parte,
porque creemos que el
demandante ha perdido sus
derechos para reivindicar los
terrenos adquiridos por los
demandados Riera y Bosch,
quienes, en nuestro concepto,
ostentan hoy un título válido,
amparados por los preceptos
de la Ley Hipotecaria. Sobre
este punto hablaremos más
adelante.
Luego de dar por probados los hechos
anteriores, expuso el juez sentenciador en su
opinión:
'Alegan los demandados que
el Pueblo de Puerto Rico
carece de título {757} para
ejercitar con éxito la acción
reivindicatoria que exige
necesariamente como
requisitos esenciales, la
designación de la finca, y la
demostración, con pruebas
fehacientes, del dominio que
por título legítimo
corresponda al demandante.
La parte que promueve una
El Art. 1ro. del Reglamento
para la composición de
terrenos realengos, en la Isla
de Puerto Rico aprobado en
Abril de 1884, dice así: -Se considerarán como
realengos para los fines de
este Reglamento y con
arreglo a la Ley 14, título 12,
libro 4to. de la Recopilación
de Indias, todos los terrenos
baldíos, suelos y tierras que
no tengan dueños
particulares legítimos, o lo
que es lo mismo, que no
hayan pasado nunca al
dominio privado, en virtud
(184)
de concesión gratuita u
onerosa por parte de las
autoridades competentes.'
el significado, en Estado Unidos, de los
términos 'public property', 'terrenos
publicos', o 'dominio publico'. Dice la
opinión, que 'Las palabras ?terrenos
públicos' o ?dominio público, se usan
habitualmente en los Estados Unidos para
designar aquellos terrenos de los Estados
Unidos o solamente de los Estados que se
hallan sujetos a la venta o a cualquier otra
disposición bajo las leyes generales, no
estando retenidos ni reservados para ningún
propósito público, o especial del Gobierno.
De la prueba practicada en
este caso y de las mismas
alegaciones, resulta que
Andrés Calvo, practicó
gestiones para adquirir la
propiedad en controversia
por composición con el
estado.
Este hecho
plenamente evidenciado,
demuestra que en la época en
que Andrés Calvo dio los
primeros pasos para adquirir
los terrenos en litigio, éstos
no habían pasado al dominio
privado, siendo desde luego,
terrenos
baldíos,
pertenecientes al estado y
sujetos a apropiación de
acuerdo con el Reglamento
anteriormente citado. La
petición dirigida por Calvo al
Intendente General de
Hacienda en 1897, con el fin
de adquirir estos terrenos por
comp os i ci ón, es una
admisión clara y concluyente
d e que l o s m i s m o s
pertenecían en aquella fecha
al estado.'
No hay una definición establecida por los
Estatutos de las palabras 'terrenos públicos',
y su interpretación puede sufrir alguna
variación en las diferentes leyes aprobadas
para distintos propósitos, debiendo dárseles
aquella interpretación que más se avenga
con la intención del Congreso. (32 Cyc.,
775-776.)'
Después se hace referencia al Art. 8 del
Tratado de Paz, entre {758} Españay
Estados Unidos y a la cesión de bienes de
aquélla a éstos, incluyendo edificios,
muebles, cuarteles, fortalezas,
establecimientos, vías públicas y demás
bienes inmuebles que 'con arreglo a derecho
son del dominio publico', que pertenecían a
la cOrona de España.
Se hace una cita de 32 C y c. 651, sobre
La opinión hace referencia al estado de
derecho que sigue a la cesión de territorios
de un gobierno a otro y que 'los terrenos que
carezcan de dueños porque nadie se los haya
apropiado, pasan a ser propiedad' del
gobierno cesionario. Se sostiene que por el
Tratado de París, la Ley Orgánica de 1900,
una ley del Congreso de primero de julio de
1902, las proclamas presidenciales y un
convenio llamado 'Lomley Feuille
agreement' y cierta escritura de permuta y
traspaso otorgada entre el gobierno federal y
el insular, los terrenos en litigio pertenecían
a El Pueblo de Puerto Rico. También se
sostiene que todos los bienes de la propiedad
de la Corona de España pasaron, sin
excepción alguna al gobierno de los Estados
Unidos, además de aquellos que con arreglo
a derecho eran de dominio público.
Respecto a las cuestiones a resolver, a
continuación de lo antes relacionado, dice el
juez sentenciador: {759} 'Sentada por
(185)
nosotros la afirmación de que, según la
evidencia, los terrenos en litigio, que no
haya pasado al dominio privado, pertenecen
al Pueblo de Puerto Rico, tócanos ahora
decir si estos bienes pueden adquirirse por
prescripción, composición o de algún otro
modo, y en caso afirmativo si los
demandados, ostentan hoy algún título
válido que pueda oponerse con éxito a las
pretensiones de la parte demandante.'
(Énfasis suplido.)
usucapión contra el Estado.
Y dice el juez sentenciador
que '[e]l mismo principio se
aplica a favor de los Estados
de la Unión, en ausencia de
una disposición autorizando
la prescripción ....' (Énfasis
suplido.)
A los párrafos anteriores, sigue el que
figura en la pág. 1082, tomo 18 D.P.R. de
nuestra decisión:
La opinión del Juez Córdova Dávila
empieza entonces a resolver la principal
cuestión planteada.
'Aunque la Legislatura del
país hubiese permanecido en
silencio, el dominio del
pueblo sobre los terrenos de
su propiedad no podría
prescribir hoy [hoy equivale
al 2 de agosto de 1911, fecha
de la opinión y sentencia]
aplicando la misma regla que
a los Estados se aplica. La
Asamblea Legislativa, sin
embargo, ha consignado este
precepto en el Código
Político, cuyo artículo 9 dice
de modo claro y terminante,
que no puede adquirirse
título a terrenos baldíos
{760} insulares por la
posesión adversa de los
mismos.' (Énfasis nuestro.)
En un párrafo dice:
'... declaramos que los
terrenos pertenecientes al
E st ad o, a ntes de l a
aprobación definitiva del
Tratado de Paría, estaban
sujetos a prescripción de
acuerdo con las leyes
entonces en vigor ....'
Expone, citando a Cyc., que
según la máxima nullum
tempus ocurrit regi, aplicada
en el derecho inglés, no
podía adquirirse bienes de la
Corona por posesión adversa
y que la doctrina prevalece
en Estados Unidos y que la
prescripción contra Estados
Unidos puede alegarse
cuando una ley lo autoriza.
Advertimos, a las págs.
742-743, que la situación,
conforme al caso de People
v. Fortuna, era distinta
cuando se trataba de
inmuebles sitos en Puerto
Rico, donde el Congreso
adoptó el estatuto de
En la primera oración de este párrafo se
alude a la máxima nullum tempus ocurrit
regi. En ella obviamente el Juez Córdova
Dávila da a entender que si tal máxima del
derecho común 'que a los Estados Unidos se
aplica', se siguiera o aplicara 'hoy' (1911) a
Puerto Rico, no podrían adquirirse por
prescripción adversa los bienes del Estado.
Pero, por la siguiente segunda oración del
mismo párrafo, nos dice el propio juez
sentenciador:
(186)
'... La Asamblea Legislativa,
sin embargo, ha consignado
este precepto [no puede ser
otro que la máxima inglesa a
que se alude en la primera
oración precedente] en el
Código Político, cuyo
artículo 9 dice de modo claro
y terminante, que no puede
adquirirse título a terrenos
baldíos insulares por la
posesión adversa de los
mismos.' (Énfasis nuestro.)
nación cedente.'
Esto se decía en el año 1911, vigente la
Carta Orgánica y toda la legislación
española que puso en vigor el Acta Foraker,
y vigentes los códigos de 1902. Claro, es
posible que se refiriera, lógicamente, a toda
la propiedad cedida que Estados Unidos se
reservó, habiendo expresado el Congreso en
las Cartas Orgánicas de 1900 y 1917, que la
legislación que continuaba en vigor sólo
podía ser
Lo que así expresó el Juez Córdova
Dávila, es lo mismo que, en id énticas
palabras, hemos venido sosteniendo: Que la
Comisión Codificadora de 1901 y la
Asamblea Legislativa, no obstante lo que
sobre la materia se ha legislado y resuelto en
los Estados de la Unión siguiendo la Ley
Común inglesa, jamás optaron por una
prohibición plena, absoluta y general de la
prescripción contra el Estado, sino que,
como dijo allí el juez sentenciador el
'precepto' del derecho común, o la esencia
del mismo, se consignó 'de modo claro y
terminante' en el Art. 9 del Código Político,
limitando y restringiendo la no prescripción
'a títulos baldíos insulares' solamente. El
ámbito inmunizante de la excepción, como
vemos, es pequeñísimo.
'... alterada, enmendada o
revocada por la autoridad
legislativa creada por la
presente para Puerto Rico o
por una ley del Congreso de
los E s t ad os Uni dos.'
(Énfasis nuestro.)
Hasta donde sepamos la máxima nullum
tempus ocurrit regi nunca ha sido 'una ley
del Congreso de los Estados Unidos,' ni de
Puerto Rico.
Consideró el Juez Córdova Dávila en
Pueblo v. Dimas, que para el 1898 no se
había consolidado en los demandados el
dominio porque la prueba, a su juicio,
'demuestra de modo satisfactorio, que esta
posesión data de 1883.' Y continúa diciendo
en su opinión:
Seguimos resumiendo la opinión del
tribunal de instancia. Continuó el Juez
Córdova Dávila, después de citar a Manresa
sobre la naturaleza de la prescripción que no
se ha consumado, diciendo que se operó un
cambio fundamental en las leyes políticas de
este país, especialmente aquellas sobre la
disposición y gobierno de la {761}
propiedad pública y que '... los terrenos
cedidos por la nación Española a los Estados
Unidos, deben gobernarse y regularse por las
leyes de este país y no por las leyes de la
(187)
'... Desde esta fecha hasta
1898, únicamente han
transcurrido quince años,
período de tiempo que no
basta, según queda
demostrado, para adquirir
por prescripción aquellos
terrenos pertenecientes al
Estado.
Estos hechos,
satisfactoriamente probados,
demuestran que el
expediente de dominio,
tramitado y aprobado en
1906 carece de validez legal.'
(Énfasis nuestro.)
que excede de diez años con
buena fe y justo título. Esta
alegación no es suficiente
para adquirir por
prescripción terrenos que
pertenecieron y pertenecen al
estado. Las disposiciones
del Código Civil anterior
sobre prescripción, así como
las del Código Civil
revisado, no son aplicables,
cuando se trata de terrenos
públicos, porque existen
leyes especiales que regulan
esta materia, de acuerdo con
los Códigos citados, cuyos
Arts. 1938 y 1839
respectivamente, en el
Capítulo 1, título 18 que trata
de la prescripción en general,
dicen como sigue: --
Bajo el Art. 2do. del Reglamento de 1884
para la composición de terrenos realengos,
citado en la opinión, tratándose de 'terrenos
baldíos o título de autoridad competente', se
consideraban propietarios:
'los que careciendo de títulos,
acrediten haber poseído sin
interrupción los expresados
terrenos durante veinte años
si se encuentran en cultivo, y
durante treinta años si se
hallan incultos. {762}
Para que se entienda
cultivado un terreno es
necesario acreditar que lo ha
estado en los tres últimos
años.'
Recuérdese que en este caso de Hicacos,
el título de amparo se concedió el 12 de
febrero de 1872; que, asumiendo que se
tratara de terrenos baldíos, los 30 años
vencieron el 12 de febrero de 1902, es decir,
antes de aprobarse el Código Político, con su
Art. 9, referente sólo a terrenos baldíos, y
vigente aún el nuevo plazo de 6 años para la
prescripción ordinaria del Art. 1957 del
Código Civil de 1889.
Respecto a la prescripción ordinaria
alegada por los demandados el juez
sentenciador se expresó así:
'Alegan también los
demandados, acogiéndose a
la prescripción ordinaria, la
posesión de terreno
reclamado, por un período
Las disposiciones del
presente título se entienden
sin perjuicio de lo que en
este Código o en leyes
especiales se establezca
respecto a determinados
casos de prescripción.'
La ley aplicable en el presente caso, es el
reglamento para la composición de terrenos
realengos en la Isla de Puerto Rico,
anteriormente citado.'
Regresando al presente caso de Hicacos,
si tal Reglamento de 1884, fuere aplicable
por haberse comenzado la posesión material
en 1872, entonces, deberá contarse la
posesión prescriptiva desde el 12 de febrero
de 1872 en que oficialmente empezó bajo el
título de amparo concedido válidamente por
la Corona Española, hasta el 14 de enero de
1963, en que, por primera vez, el Estado
reclamó como suyos los islotes valiéndose
(188)
de un aparente procedimiento
expropiación. {763}
de
el entonces Presidente Hernández y el Juez
Asociado Señor MacLeary.
Consideró,finalmente, el Juez Córdova
Dávila que no estaban protegidos por la Ley
Hipotecaria los demandados Enrique Calvo
Ríos y su cesionario Honorato Andrés
García. Aquel promovió el expediente de
dominio sin la posesión material de los 30
años fijados por el Reglamento de 1884, y
sin haber obtenido justo título sobre los
terrenos, y éste compró con conocimiento de
la existencia del pleito.
Disintió el Juez Señor Wolf.
No
intervino el Juez Señor Aldrey, por haber
sido el juez de distrito que en el año 1906
había aprobado el expediente de dominio
instado por Calvo Ríos, declarado inválido
por el juez sentenciador.
Sin embargo, a los codemandados José
Dimas Riera y Wenceslao Bosch los
consideró terceros hipotecarios.
Recurso de Apelación
El Pueblo de Puerto Rico no apeló del
fallo del Juez Córdova Dávila en cuanto
declaró sin lugar la demanda respecto a los
codemandados 'José D. Riera' y Wenceslao
Bosch, por considerarlos terceros
hipotecarios.
Las primeras ocho páginas de la
opinión--1063 a 1070--exponen los
antecedentes del caso que hemos relatado.
En la opinión se estudian {764} las
cuestiones debatidas en el recurso en el
siguiente orden: 1ro. Examen del título del
demandante y luego el del demandado
Enrique Calvo Ríos; 2do. la prescripción de
la acción del demandante; 3ro. si era
necesario que antes de la reivindicatoria se
ejercitara la acción de nulidad; 4to. si hubo
cosa juzgada por la resolución en el
expediente de dominio y, 5to. si procedía la
reconvención del apelante Honorato Andrés
García.
–1–
Pero Honorato Andrés García, el
adquirente pendente lite, instó recurso de
apelación el 6 de septiembre de 1911.
El recurso fue argumentado ante el
Tribunal Supremo el 19 de abril de 1912,
representando al apelante el letrado Eugenio
Benítez Castaño y a El Pueblo, el Sr. Charles
E. Foote, fiscal del Tribunal.
Decisión del Tribunal Supremo 18 D.P.R.
1061-1086
Fue resuelto el recurso el 21 de diciembre
de 1912, confirmándose la sentencia apelada
'en la parte en que lo ha sido', por una
mayoría de jueces, siendo el ponente el Juez
Asociado Señor del Toro, concurriendo con
Manifiesta la opinión de mayoría que 'No
hay duda alguna con respecto a la naturaleza
de las tierras que forman la parcela cuya
propiedad se discute en este litigio. [pág.
1071] ... se formó por desecación de una
zona de manglares. ?Manglar' es un sitio
poblado de mangles, y ?mangle' es un árbol
que crece con gran abundancia ... en la
América intertropical.' --(Énfasis nuestro.)
pág. 1071.
A la pág. 1072, se continúa describiendo
la naturaleza y clasificación de los terrenos
en litigio, diciéndose textualmente:
(189)
'Los manglares en Puerto
Rico eran considerados como
montes del Estado, y, bien se
les reconozca ese carácter, ya
se les considere como
terrenos realengos o baldíos,
es necesario concluir que
eran del dominio público y
que sólo podían pasar al
privado por los medios
claramente establecidos en
las leyes.
de los Estados Unidos.'
(Énfasis nuestro.)
Se habla en la opinión del Tribunal, y en
ello el ponente da mucho énfasis, de que por
el Acta Foraker se entregaron a Puerto Rico
entre otras propiedades, 'todas las orillas de
los puertos, muelles, embarcaderos y
terrenos saneados, pero sin incluir la
superficie de los puertos y aguas
navegables.' y que el Presidente, por la
autoridad de la Ley de 1 de julio de 1902, no
hizo reserva de la 'parcela de terreno
desecado procedente de manglares, sobre
que versa este pleito.' (Énfasis nuestro.)
--pág. 1074.
Atendida, pues, la naturaleza
de las tierras que forman la
parcela en litigio, es
necesario concluir que el
dominio de dicha parcela
correspondía al Estado.
Además, como veremos más
adelante, Andrés Calvo, la
persona de quien alegan que
derivan sus derechos los
demandados, al dirigirse al
Estado Español con el fin de
adquirir la propiedad de la
parcela por composición,
reconoció expresamente el
título incuestionable del
Estado.' (Énfasis nuestro.)
–2–
Se resuelve que Enrique Calvo y
Honorato Andrés no eran terceros porque
sabían que dichas tierras se formaron por
desecación de manglares.
Se dice, además, en la opinión
mayoritaria, que los manglares de Puerto
Rico, por su propia naturaleza, son 'montes
inundados por el mar.' Y se expone – pág.
1073 –
'Y esto sería siempre así aun
cuando el lenguaje del
Tratado [el de {765}
París]hubiere sido menos
claro, pues es principio bien
establecido, que cuando un
gobierno extranjero cede
territorio a los Estados
Unidos, las tierras baldías y
sin dueños pasan al dominio
Se analiza la evidencia presentada en el
expediente de dominio aprobado e inscrito
en el Registro de la Propiedad el 25 de
setiembre de 1907, y se llega a la conclusión
de que la posesión material de los manglares
por parte de Andrés Calvo había comenzado
en el año 1883, tal como lo había
determinado el Juez sentenciador Córdova
Dávila, por lo cual, al instarse en 1906 el
expediente de dominio la posesión material
únicamente se había disfrutado durante 23
años, sin título alguno concedido por la
Corona de España, por el gobierno de
Estados Unidos o por El Pueblo de Puerto
Rico. Por ello la resolución aprobando el
expediente carecía de validez.
A fin de que se comparen y contrasten los
p a r t i c u l a r es h e c h o s , e v e n t o s y
circunstancias, y, también las disposiciones
de ley o de reglamentos, concurrentes y
(190)
aplicadas en el caso de El Pueblo v. Dimas,
con los que concurren y están presentes en
este recurso, {766} vamos a reproducir a
continuación aquellos párrafos de la opinión
del Juez del Toro, en Pueblo v. Dimas,
referente al fundamental punto de la
prescripción:
'Aceptando que los terrenos
de que se trata en este pleito
puedan considerarse como
realengos, veamos si Andrés
Calvo había ya adquirido un
título cuando se dirigió al
Gobierno de acuerdo con la
ley especial sobre la materia.
fecha ningún derecho a la
propiedad de las tierras
adquirido por prescripción,
de acuerdo con el reglamento
invocado.
Y si estudiamos el caso en
relación con los preceptos
generales del derecho en
materia de prescripción,
tampoco puede concluirse
que fundándose en ellos
pueda haberse adquirido por
los demandados un título por
prescripción.
Escriche
define
la
prescripción adquisitiva
como el modo de adquirir o
hacer suya alguna cosa por
tener la posesión de ella todo
el tiempo que prefije la ley, y
dice, además, que para que
tenga lugar esta prescripción,
son necesarios, hablando en
general, cinco requisitos:
1ro., justo título; 2do., buena
fe; 3ro., posesión continuada;
4to., el tiempo tasado por la
ley; 5to., la prescriptibilidad
de la cosa. (4 Escriche 639.)
En estos principios se
inspiran tanto las leyes
antiguas como el Código
Civil Español y el revisado y
la Orden Judicial de 4 de
abril de 1899.
Que él no tenía ninguna
concesión de la junta
superior de repartimiento de
terrenos baldíos, es evidente.
Veamos si tenía algún
derecho adquirido por
prescripción.
La posesión de Andrés
Calvo, según su propio
escrito y según la conclusión
a que llega el juez
sentenciador después de
anali z ar l as p ru eba s
aportadas en este pleito, data
del año de 1883 y es bien
claro que desde esa fecha a
la del 6 de septiembre de
1897, no habían transcurrido
los veinte años que el
reglamento fija para adquirir
los terrenos si se encontraban
en cultivo, ni menos los
treinta que señala para el
caso de que se hallaran
incultos. Luego es necesario
concluir que tampoco tenía
Andrés Calvo en aquella
Calvo sabía que lo que
estaba desecando eran
terrenos públicos y todo lo
más que puede admitirse en
su favor es que él lo hacía
con la esperanza de que el
Estado algún día le otorgaría
(191)
el título de propiedad sobre
los mismos. No puede, pues,
concluirse que Calvo
poseyera como dueño y con
justo título las tierras en
cuestión. El mismo consignó
por escrito en 1897 que
estaba dispuesto a abonar de
{767} contado la cantidad
que se asignara por el
referido terreno.
Por
terrenos que nos pertenecen
en plena propiedad, no
tenemos que abonar cantidad
alguna.
Bien se regule, pues, este
caso por las Ordenanzas de
Montes, bien por el
reglamento para la
composición de terrenos
realengos, o ya se apliquen
los preceptos generales del
derecho en materia de
prescripción, es necesario
concluir que Andrés Calvo
no llegó nunca a adquirir un
título legal de propiedad
sobre la parcela desecada, ni
pudo, por consiguiente,
trasmitirlo a Enrique Calvo,
y en tal virtud que la
sentencia declaratoria de
dominio dictada por la Corte
de Distrito de San Juan en
1906 a favor de Enrique
Calvo, carece de validez
legal.
Debe hacerse constar,
además, que todas las
pruebas relativas a la
posesión antigua por parte de
Andrés Calvo se refieren a
una parcela de 8,470 metros,
sin que conste de modo claro
y preciso cuándo se
desecaron los metros que
faltan para llegar a los
12,090 que se acreditaron en
el expediente de dominio.
La diferencia, que alcanza a
más de 3,500 metros, tuvo
necesariamente que
desecarse después del año de
1883.
Al fijar los derechos del
demandado en este caso con
referencia a la cuestión de
prescripción, sólo podemos
considerar los hechos
acaecidos hasta el año de
1898 en que cesó la
soberanía española en esta
Isla y comenzó la americana.
A partir de esa fecha, no era
posi b l e a d q u i r i r por
prescripción los terrenos de
que se trata en este pleito ....'
(Énfasis nuestro.)
En la opinión de mayoría se dijo que a
partir del 1898 (debió decirse: 'a partir de 1
de julio de 1902') la prescripción no corría.
Pero eso se dijo en relación con los terrenos
de que se trata en este pleito. --pág.
1081--Es decir los 'terrenos baldíos,
realengos o montes del estado,' de cuya
naturaleza participaba la parcela litigada que
era parte de los manglares del Estado.
Para abundar en ese fundamento jurídico
que constituye el ratio decidendi de la
opinión, es que se inserta, la transcrita
oración en que el Juez Córdova Dávila usa la
frase 'aplicando la misma regla'. No se
resolvió que tal regla o máxima fuera aquí
obligatoria o aplicable sin un estatuto
expreso y especial autorizándolo, como la
(192)
citada disposición constitucional de Luisiana
{768} o la Sec. 5517 de los estatutos
revisados de Tejas, que dejamos transcrita.
Pero tal aplicación no era posible, por el
fundamento jurídico insoslayable que
adoptamos al hacer nuestra la segunda parte
del párrafo del juez sentenciador que dice:
'... La Asamblea Legislativa,
sin embargo, ha consignado
este precepto [el de la
máxima de derecho común
inglés] en el Código Político,
cuyo artículo 9 dice de modo
claro y terminante, que no
puede adquirirse título a
terrenos baldíos insulares por
la posesión adversa de los
mismos.' (Énfasis nuestro.)
Jamás este Tribunal Supremo dio al Art.
9 del Código Político en el caso de El
Pueblo v. Dimas, un alcance general ni
extendió o amplió su ámbito o esfera de
aplicación, a terrenos válidamente cedidos
por la Corona de España, inscritos en el
Registro desde el 1883, dedicados pública y
constantemente al cultivo de pastos para la
agricultura del país, edificados y a la
industria de cal y productos de construcción,
durante 26 años bajo la bandera española y
65 años bajo la norteamericana.
Hasta ahora nadie ha intentado demostrar,
ni es posible intentarlo racionalmente, que
los islotes son terrenos baldíos o realengos.
No haremos referencia a los últimos
puntos sobre la cosa juzgada y la
reconvención de Calvo porque ningún
interés tienen a los fines del presente
recurso.
Ni el Juez Gill ni el Juez Córdova Dávila,
ni el Juez del Toro, en sus respectivas
ponencias, llegaron a la conclusión general
e incondicional de que todos 'los terrenos del
pueblo de Puerto Rico no pueden adquirirse
por prescripcion.' nO se arriesgaron a ello
porque el estado de las legislaciones
envueltas, española, congresional y
puertorriqueña, no lo hubiera permitido. Se
refirieron, como dijo el Juez del Toro, 'a los
terrenos de que se trata en este pleito.' Y
ellos sabían que para enmendar, alterar o
revocar nuestro instituto español de
prescripción adoptado por el gobierno
militar, el Presidente y el Congreso de los
Estados Unidos, {769} y continuado intacto
por la Legislatura de 1902, era necesario e
indispensable otra ley aprobada válidamente,
'...por la autoridad legislativa
creada por la presente para
Puerto Rico, o por una ley
del Congreso de los Estados
Unidos.'
(Sec. 8, Carta
Orgánica de 1900.)
Y ellos sabían, que no se había adoptado
por ley alguna, en términos generales y
amplios, el precepto de nulla temporis
ocurrit regi, sino con alcances, virtud y
eficacia restringidísimos, a un espacio
superficial de Puerto Rico, que no cubría
1/25 del 1% de su territorio, es decir, a sus
terrenos baldíos, casi compuestos hoy por
los escasos manglares y montes del Estado.
Y el Juez Córdova Dávila resolvió que ello
era así por imperio del '... Código Político,
cuyo artículo 9 dice de modo claro y
terminante, que no puede adquirirse título a
terrenos baldíos insulares por la posesión
adversa de los mismos.'
Y precisamente, esa es, y ha sido nuestra
posición en este recurso. Que, única y
exclusivamente, están fuera del alcance de la
prescripción, aquellos terrenos patrimoniales
(193)
del Estado, que positivamente puedan
clasificarse como terrenos baldíos. Los
demás bienes patrimoniales o de propiedad
particular o privada del Estado, que se
encuentran en el comercio de los hombres,
como son los islotes Hicacos y Ratones, sí
están cubiertos por o al inmediato alcance de
nuestro estatuto prescriptivo.
La decisión de El Pueblo v. Dimas, antes
de ser contraria a la tesis de la usucapión
fiscal la apoya, defiende y sostiene.
Tomando en cuenta sus particulares hechos
y circunstancias, no se puede considerar un
precedente apropiado para combatir nuestra
posición, sino para sostenerla. El sin
embargo es la clave del verdadero
pensamiento jurídico del Juez Córdova
Dávila que hicimos nuestro.
Como parte de la 'biografía procesal' del
caso de El Pueblo v. Dimas, agregaremos,
que el apelante Honorato Andrés García
interpuso {770} apelación de nuestro fallo
para la Corte Suprema de Estados Unidos, el
18 de diciembre de 1914 bajo la firma del
ilustre jurista Eugenio Benítez, en ese día.
A los fines de ese nuevo recurso, formuló un
'Pliego de Errores', alegando la comisión,
por la mayoría que decidió, de 17 errores.
Pueblo v. Dimas establece, ratifica o
rechaza diversas doctrinas, principios,
máximas y postulados, substantivos o
procesales, sobre variadas materias de
Derecho, tales como: orígenes, fuentes y
naturaleza de títulos sobre propiedades del
Estado; clasificación y características de las
mismas; cesiones y reservas congresionales
y presidenciales; título o derecho eminente
del Estado; propiedad específica sobre
manglares, terrenos baldíos, bienes
realengos y montes del Estado; propiedades
de uso común, uso público, dominio público,
y, patrimoniales del Estado; la previa acción
anulatoria del título y la reivindicatoria;
prescripción contra el Estado; defensa de
tercero hipotecario contra el Estado; eficacia
de cosa juzgada de resoluciones en
expedientes de dominio; formas y
reglamentos anteriores para adquirir bienes
inmuebles del Estado, etc.
En los 56 años de jurisprudencia
siguiente a esa decisión, es decir, hasta
diciembre de 1968, la misma ha sido citada,
aplicada o comentada en relación con sus
variados pronunciamientos, en los 18 casos
siguientes:
No llegó a discutirse el recurso ante la
Corte Suprema federal, porque las partes
suscribieron 'cierto convenio de transaccion',
el 30 de junio de 1915, suscrito por el
Attorney General de Puerto Rico y el
Comisionado del Interior, de una parte, y por
Luis Sánchez Morales y el apelante
Honorato Andrés, de la otra parte, a virtud
del cual, por una de sus estipulaciones, éste
se comprometió a desistir, y desistió, de su
recurso, el 2 de julio de 1915.
Jurisprudencia Posterior a Pueblo v.
Dimas
(194)
(1) Pueblo v. Municipio de
San Juan, 19 D.P.R. 656,
667 (Del Toro) {771}
(1913); (2) Pesquera v.
Fernández, 22 D.P.R. 53, 67
(Del Toro) (1915); (3)
Pueblo v. Riera, 27 D.P.R. 1,
4 (Aldrey) (1919); (4)
Pueblo v. Sucn. Vald és, 31
D.P.R. 223, 233 (Hutchison)
(1922); (5) Pueblo v.
Esteves, 36 D.P.R. 407, 408
(Del Toro) (1927); (6)
González Rodríguez v.
Fumero, 38 D.P.R. 556, 570
(Texidor) (1928); (7)
Miranda v. Municipio de
Aguadilla, 39 D.P.R. 467,
470 (Hutchison) (1929); (8)
Fajardo Sugar Growers
Ass'n. v. Kramer, 45 D.P.R.
348 (Del Toro) (1933); (9)
González v. Col ón, 49
D.P.R. 557, 558 (Córdova
Dávila) (1936); (10) Sucn.
Tra ís v. Porto Rico Leaf
Tobacco Co., 50 D.P.R. 91,
95 (Hutchison) (1936); (11)
Pueblo v. Rojas, 53 D.P.R.
121, 131 (Travieso) (1938);
(12) Rivera v. Sucn. Collazo,
56 D.P.R. 736, 747 (Del
Toro) (1940); (13) Gobierno
de la Capital v. Casino
Español, 56 D.P.R. 790, 801
(Del Toro) (1940); (14)
Moore v. Corte, 59 D.P.R.
620 (Del Toro) (1941); (15)
Pueblo v. Del Valle, 60
D.P.R. 184, 191 (Todd, Jr.)
(1942); (16) Jiménez v.
Municipio, 70 D.P.R. 517,
519 (Todd, Jr.) (1949); (17)
Mario Mercado e Hijos v.
Comisi ón, 73 D.P.R. 589,
594 (Marrero) (1952); (18)
Sucn. Marrero v. Santiago,
74 D.P .R. 816, 820
(Marrero) (1953).
D.P.R. 517 (1949).
La naturaleza y características de las
propiedades envueltas en estos cuatro casos,
con excepción, hasta cierto punto, del caso
de Rojas, no es la misma que la naturaleza y
características de los manglares o terrenos
baldíos objeto del litigio en Pueblo v.
Dimas. En ellos no se analiza ni discute esta
decisión, simplemente se hace {772}
referenciaa ella, a modo de mera advertencia
de que ya habíamos resuelto que 'no
prescriben los bienes del Estado.' Estas
simples alusiones a esa decisión, desde
luego, no implican válidas modificaciones o
extensiones de la ratio decidendi en el caso
de Dimas.
Si en ellos hubiéramos aplicado los
originales Arts. 328, 329, 1831, 1833, 1837,
1839, 1858, 1860, 1862 y 1864, de nuestro
Código Civil de 1902 y el Art. 9 del Código
Político tal como fue interpretado en el caso
de Dimas, jamás hubiéramos dicho en
términos absolutos y generales que la
prescripción no corre contra el Estado en
ningún caso. Comitimos un imperdonable
error jurídico en, a la ligera, así afirmarlo en
esos casos posteriores.
En muchos de ellos se da al caso de
Dimas un alcance doctrinal que no puede
atribuírsele.
El Gobierno Militar, establecido el 18 de
octubre de 1898, por su Orden General
Núm. 1, autorizó la continuación de la
vigencia de 'las Leyes provinciales y
municipales hasta donde afectaran la
determinación de derechos privados
correspondientes a individuos o
propiedades.'
Algunos casos posteriores a Dimas
Digamos algo sobre los casos de Pueblo
v. Municipio de San Juan, 19 D.P.R. 656
(1913); Miranda v. Municipio de Aguadilla,
39 D.P.R. 467 (1929); Pueblo v. Rojas, 53
D.P.R. 121 (1938); Jiménez v. Municipio, 70
La soberanía americana, en su orden
político, empieza con el Tratado de Paz,
firmado en París el 10 de diciembre de 1898.
En su Art. VIII se dispuso que la cesión que
España hacía a los Estados Unidos de la Isla
de Puerto Rico.
(195)
'... en nada puede mermar la
propiedad, o los derechos
que correspondan con
arreglo a las leyes, al
poseedor pacífico de los
bienes de todas clases de las
provincias, municipios,
establecimientos públicos o
privados, corporaciones
civiles o eclesiásticas, o de
cualesquiera otras
colectividades que tienen
personalidad jurídica para
adquirir y poseer bienes en
los mencionados territorios
... cedidos y de los
individuos particulares,
cualquiera que sea su
nacionalidad.'
(Énfasis
suplido.)
Código Civil revisado de 1 de julio de 1902,
estatuto en que se vacía, total y literalmente,
los preceptos españoles de prescripción
contra los bienes patrimoniales y privados
del Estado, con la especial excepción de los
terrenos baldíos señalada en la final oración
del Art. 9 del Código Político que también
empieza a regir ese mismo día.
Y siguen aún rigiendo, después del 1 de
julio de 1902, los términos prescriptivos del
Código Civil español, cuando ha empezado
la prescripción a correr antes de esa fecha y
bajo su imperio, con arreglo al Art. 1840 del
Código Civil Revisado de 1902 que dice:
'Artículo
1840.--La
prescripción comenzada
antes de la publicación de
este Código se regirá por las
leyes anteriores al mismo....'
Y todo esto se estipula y ordena en esos
históricos documentos, a sabiendas de que
Puerto Rico vive bajo un avanzado sistema
de Derecho civil, codificado, desde el 1 de
enero de 1890 y de que entre los modos
legítimos de adquirir la propiedad
patrimonial o privada del Estado estaba la
usucapión, con arreglo al Código Civil
{773} de ese año y a los distintos
Reglamentos para adquirir los bienes
realengos del Estado.
Y el 12 de abril de 1900, el Congreso de
los Estados Unidos y su Presidente, en uso
de sus poderes constitucionales sobre
territorios, adoptan, enmiendan y autorizan
la continuación ininterrumpida de la
vigencia en el territorio de Puerto Rico, de
todas 'las leyes y ordenanzas de Puerto Rico
actualmente en vigor.'
Entre esas leyes está el Código Civil
español de 1890, con su instituto de la
usucapión, que sólo queda derogado por el
Las disposiciones transitorias del nuevo
Código aseguró y protegió todos los
derechos substantivos nacidos al amparo de
la legislación anterior.
Ya hemos visto cómo el Acta Jones de
1917 protegió tales derechos. Nuestra
Constitución le da rango constitucional a el
derecho al disfrute de la propiedad y prohíbe
su gratuita expropiación o lesión.
En medio de todo, se aprueba la última
oración del Art. 9 del Código Político, que
confirma nuestro estatuto general de
prescripción contra el Estado, excluyendo
clara y terminantemente, como dijo el Juez
Córdova Dávila, de esa regla general,
únicamente a los terrenos {774} baldíos,
que comprenden pantanos, manglares,
terrenos realengos, terrenos sin dueños en
tiempo alguno y montes del Estado.
(196)
Después está la Corte de Circuito de
Apelaciones, Primer Circuito, fallando el
caso de Fortuna Estates, que relacionamos
en las págs. 742 y 743, en donde se resolvió,
ya en el año 1922.
'... the United States by
continuing Section 1957
[prescripción ordinaria] in
force sanctioned the
acquisition of a prescriptive
title against it.' (Énfasis
nuestro.)
Volvemos a decir, con vista a la
legislación relacionada, que si esto se
resolvió por un tribunal de jerarquía judicial
superior a la nuestra, por jueces americanos,
contra su propio gobierno federal, ¿con qué
derecho se nos ocurre decir que el estatuto
de prescripción de bienes patrimoniales o
privados del Estado desapareció con el
cambio de soberanía, cuando entonces
adquirió mayor pujanza, fuerza y eficacia, al
hacerlo suyo, un Tratado de París, un
Gobierno Militar, un Congreso federal, una
Comisión Codificadora y una Asamblea
Legislativa de Puerto Rico?
En fin de cuentas, lo que acertadamente
podemos afirmar es que, a partir del 1 de
julio de 1902, no podrán ser adquiridas por
posesión adversa, los terrenos baldíos del
Estado y que el transcurso del término
prescriptivo sobre terrenos baldíos
comenzado antes de esa fecha, pero no
consumado al 1 de julio de 1902, quedó de
derecho interrumpido, al declararse
legalmente imprescriptibles los terrenos
baldíos del Estado.
Volvamos a los cuatro casos antes citados
en los que, a veces, se hacen equívocas
referencias al caso de Pueblo v. Dimas.
En Pueblo v. Municipio de San Juan, 19
D.P.R. 656, 657 (1913), la cuestión
fundamental discutida y resuelta fue si era
válida la {775} cesión hecha al
Ayuntamiento de San Juan por el Capitán
General M. Macías, Gobernador General de
la Isla, el 7 de setiembre de 1898, de un
solar que pertenecía a la reserva del ramo de
guerra de la nación española.
Se resolvió que la cesión era inválida por
que el Gobernador General carecía de
autoridad para hacer tal cesión y 'decidir por
sí solo este asunto.'
El pleito de
reivindicación fue fallado en contra del
Municipio de San Juan, pero reconociéndose
al municipio como propietario del edificio
construido sobre el solar del Pueblo de
Puerto Rico.
La solución final fue:
'Decidiendo el pleito, pues,
de acuerdo con la ley, se
impone la confirmación de la
sentencia apelada, en cuanto
a la reivindicación de los
terrenos cedidos por el
Gobernador General de
Puerto Rico al Municipio de
San Juan.' (pág. 667.)
Citando a Pueblo v. Dimas, dijimos, que
'las cesiones se verificaron en 1898 y en ese
mismo año cesó la soberanía española en
Puerto Rico,' y que después de comenzada la
nueva soberanía 'dicho medio de adquisición
de propiedad no estaba autorizado en contra
de los Estados Unidos, ni en contra de
Puerto Rico.'
Como autoridad para ello sólo
descansamos en esa alusión a Pueblo v.
Dimas. Ya sabemos cual fue el tipo de
terreno envuelto en el caso de Dimas y lo
que allí se dijo sobre los terrenos baldíos.
(197)
También sabemos lo que en 1922 se resolvió
en Fortuna Estates, por un Tribunal federal
con poder entonces para revocar, anular y
alterar nuestras decisiones:
la mayor parte de ese tiempo.
Su título por prescripción, de
acuerdo con el artículo 1858
del Código Civil, había sido
perfeccionado antes de que
el municipio adquiriera
interés alguno en la parcela
mayor que éste ahora
reclama.
La ley de la
Legislatura autorizando al
Comisionado del Interior a
traspasar una faja de terreno
que no se había demostrado
que pertenecía al Pueblo de
Puerto Rico al tiempo de esa
autorización, no interrumpió
el transcurso del período
estatutorio que aún no había
expirado, ni despojó al
peticionario de un título
previamente adquirido.'
(pág. 471.)
'...the United States by
continuing Section 1957 in
f o r ce sanctioned the
acquisition of a prescriptive
title against it.'
En Miranda v. Municipio de Aguadilla,
39 D.P.R. 467 (1929), se trataba de 'un
procedimiento para establecer ...título sobre
cierta casa y solar ubicados en el Municipio
de Aguadilla.' Éste se opuso alegando que el
solar en cuestión formaba parte de un predio
mayor suyo que se le había traspasado por
una Ley aprobada el 3 de agosto de 1923.
{776}
Se indicó en la opinión, claramente, que
no se trataba de terrenos baldíos:
El fallo apelado fue revocado. A la
página 470, se hace referencia a la 'teoría del
juez sentenciador,' en un párrafo que dice:
'La ley describe una faja de
terreno que linda por el
poniente con la zona
marítima y por el sur con el
Cañito'. Tal descripción no
prueba que el terreno quede
sumergido bajo el agua
cuando la marea está alta, o
de que sea un manglar, o de
que haya sido saneado.'
(Énfasis nuestro.) (pág. 470.)
También se consignó en la opinión del
Juez Hutchison:
'El peticionario estableció un
caso prima facie de posesión
por prescripción durante un
término de más de treinta
años, y de posesión de buena
fe y con justo título durante
(198)
'La corte inferior desestimó
el procedimiento fundándose
en que el título de bienes
inmuebles no puede ser
adquirido mediante
prescripción contra los
Estados Unidos o El Pueblo
de Puerto Rico. La teoría del
juez sentenciador fue que la
propiedad en cuestión había
pasado de la corona de
España a los Estados Unidos
de acuerdo con el Tratado de
París, y de los Estados
Unidos al Pueblo de Puerto
Rico por virtud de las
distintas leyes del Congreso
a que hacen referencia los
casos de El Pueblo v. Dimas,
18 D.P.R. 1061; y El Pueblo
v. Municipio de San Juan, 19
D.P.R. 656. Esta teoría
asumió que hasta el
momento del cambio de
soberanía, la corona de
España jamás se había
desprendido de su título
sobre el predio de terreno
ahora en controversia. Pero
no hay base satisfactoria
alguna para tal conclusión en
el presente caso.' {777}
estaban comprendidos dentro
de los montes 'De la Vaca
Muerta' y 'La Cuchilla del
Prelado." (pág. 128.)
El tribunal sentenciador declaró con lugar
la reivindicación y confirmamos su fallo. La
prescripción alegada encontró un obstáculo
legal infranqueable en el Art. 9, última
oración, del Código Político, tratándose de
terrenos baldíos. En ese aspecto, era de
aplicación lo dicho en Pueblo v. Dimas.
Pueblov. Rojas, 53 D.P.R. 121 (1938).
En este caso se trata de una reivindicación
de 'ciertos terrenos baldíos, cubiertos de
monte casi en su totalidad, inventariados con
vista de los antecedentes existentes en los
archivos de la Secretaría Civil en marzo de
1900.' (Énfasis nuestro.) (pág. 125)
La prueba demostró que esos terrenos
baldíos figuraban en el Expediente Núm. 10
del Departamento de lo Interior, titulado
'Inventario de los montes
públicos y terrenos baldíos
propiedad del Estado
existentes en la Isla.
(Énfasis nuestro.)
[pág.
125.]
...y que esos terrenos, con
otros, habían sido
mensurados y deslindados
por la Corona de España por
los años de 1879 a 1883,
declarados montes del
Estado y ocupado y poseído
por el Estado en todo
momento; que el terreno en
litigio también había sido
deslindado en 1923 y que
En Jiménez v. Municipio, 70 D.P.R. 517
(1949), este Tribunal, dejó un poco a un lado
la exagerada tendencia americanizante que
afloró en las primeras dos décadas de este
siglo en nuestras decisiones, con la simple
adaptación de máximas y estatutos
angloamericanos y fallos de jueces que
formaron parte de 'las fuerzas para
americanizar la isla,' a que se refiere la
Comisión Codificadora de 1901, en su
Informe al Congreso. Véase pág. 27, vol. I,
partes I, II y III.
Como estaba ya resuelto en Gobierno de
la Capital v. Casino Espa ñol, 56 D.P.R. 790
(1940), ponencia del Juez Presidente Del
Toro, {778} resolvimos en Jiménez v.
Municipio, supra, que los bienes
patrimoniales pertenecientes a los
municipios, que son bienes de propiedad
privada, pueden ser adquiridos por posesión
adversa.
También allí dijimos que los derechos de
carácter público, la propiedad poseída para
uso público o por virtud de fideicomisos, por
el contrario, no estaban sujetos a la
usucapión.
Hace tiempo que lo mismo debió decirse
respecto a los bienes del gobierno de Puerto
Rico, al igual que se dijo, nada menos que
(199)
respecto a los bienes patrimoniales del
gobierno de los Estados Unidos, por la Corte
de Circuito de Apelaciones del Primer
Circuito. No hay razón válida aquí para
establecer esa antijurídica distinción.
en manos del ciudadano, el buen sentido,
aconseja que ese estado posesorio no se
perturbe, que se permita reconocerse como
transformado, por la absorbente realidad
jurídica, en un estado perfecto de derecho.
Como hemos visto la regla de los casos
del Casino Español y de Jiménez es la
misma en casi todos los Estados de la Unión,
no obstante las disposiciones
constitucionales y estatutarias en contrario,
como en Luisiana.
La opinión pública parece repudiar hasta
la limitación sobre terrenos baldíos impuesta
al estatuto general prescriptivo. En la
pasada sesión de la 5ta.
Asamblea
Legislativa, se presentó por el Senador Ortiz
Toro, ex Procurador General de Puerto Rico,
el P. del S. 755, para enmendar el Art. 9 del
Código Político 'de suerte que las leyes
relativas a la prescripción adquisitiva del
dominio sobre bienes muebles e inmuebles
se apliquen al Estado Libre Asociado en la
misma extensión [así se eliminaba la no
prescripción de terrenos baldíos] que a las
personas particulares.' (Énfasis nuestro.)
Ese proyecto, presentado por un legislador
de minoría, no podía tener entonces
oportunidad alguna de ser considerado; no
podía captar el interés jurídico legislativo en
un año saturado de preocupaciones
electorales como el de 1968.
El derecho permite la usucapión de
bienes patrimoniales del Estado, poniendo
en pie de igual, sin privilegios odiosos, al
ciudadano con el Estado. No se trata de la
usucapión de bienes que no están dentro del
comercio de los hombres, como las calles,
plazas, parques públicos, hospitales,
alcaldías, cárceles y demás bienes
destinados al uso público. Se trata de la
usucapión de propiedad privada del Estado,
adquirida y poseída como los bienes
individuales y privados de cualquier
ciudadano y que por no ser terrenos baldíos
se puede dedicar a fines de utilidad social.
La cosa del Estado apta para la
usucapión, sostenemos, es su propiedad
privada utilizable, buena para la agricultura,
la industria y el tráfico y comercio. Por eso
es que el Estado ha excluido de la
usucapión, como excepción, aquellos bienes
suyos que no tienen gran utilidad social, que
puedan estar comprendidos entre la
clasificación de terrenos baldíos, como los
pantanos, los {779} manglares, los montes
del Estado y bienes realengos o que nunca
han tenido dueño privado.
Se proponía en el proyecto que se
enmendara el Art. 9 del Código Político de
Puerto Rico para que se leyera así:
Si se ha poseído como dueño durante el
transcurso del término fijado por ley, en las
condiciones que ésta señala, ese bien
patrimonial, de utilidad social e individual
(200)
'Articulo 9.--Si alguna
persona, so pretexto de algún
derecho incompatible con la
jurisdicción del Estado Libre
Asociado de Puerto Rico,
usurpare propiedades o
terrenos pertenecientes a
Puerto Rico, el Secretario de
Justicia adoptará las medidas
necesarias para expulsar al
usurpador; entendiéndose,
sin embargo, que las leyes
relativas a la prescripción
adquisitiva del dominio
sobre bienes muebles e
inmuebles se aplicarán al
Estado Libre Asociado de
Puerto Rico en la misma
extensión que a las personas
particulares .' (Énfasis
nuestro.)
adquirido dichos bienes por
prescripcion.'
(éNfasis
nuestro.)
Posición Actual del Estado
Pero aún queda algo más por decir. En
otro recurso de revision,{780}
Núm. R-65-110, de José Angel Rubert
Armstrong, demandantes-recurridos v. El
Estado Libre Asociado de Puerto Rico,*
sobre reivindicación, resuelto
hoy, el demandadorecurrente E.L.A.,
expuso en su alegato:
'Estos bienes de dominio
nacional fueron cedidos por
España a virtud del Tratado
de París de 1898, Art. VIII.
A partir de dicha cesión los
bienes del Gobierno no son
susceptibles de adquirirse
por los particulares mediante
prescripción adquisitiva a
menos que estos bienes sean
patrimoniales, lo cual
obviamente no sucede en
este caso y que la zona
marítima-terrestre es de uso
público. Siendo esto así, la
demandante no pudo haber
*
Nota de Compilador: 97 D.P.R. 588
En ese caso de Rubert, El Pueblo se
acoge a la verdadera y auténtica doctrina del
caso de Dimas, es decir, que procede la
prescripción contra bienes patrimoniales del
Estado, excepto cuando se trata de terrenos
baldíos, y, desde luego, cuando también se
trata de terrenos de uso común o que están
fuera del comercio de los hombres.
La falla principal de la jurisprudencia
posterior al caso de El Pueblo v. Dimas,
repetimos, con pocas excepciones, es
haberle atribuido un alcance jurídico a su
doctrina que jamás tuvo, o debió tener, por
sus peculiares e individuales hechos y
circunstancias. No podemos aprovecharnos
de nuestros propios errores ni perpetuarlos
conscientemente. Los privilegios ya no
pueden ni deben perdurar.
Nuestra Asamblea Legislativa de 1902,
para después del 1 de julio de ese año-- no a
partir precisamente del cambio de
soberanía--legisló de un modo especial,
categórico, claro y terminante, sobre la
problemática de la usucapión contra el
Estado, y lo hizo en forma positiva y
general, respecto a sus bienes patrimoniales,
a través del Código Civil, en su instituto
prescriptivo y, en forma negativa,
limitadísima y excepcional, respecto a
terrenos baldíos exclusivamente, por medio
de la segunda {781} oración del Art. 9 del
Código Político, cuyo texto es:
(1969).
Estado Libre Asociado de Puerto Rico,
peticionario v. Tribunal Superior de Puerto
Rico, Sala de Expropiaciones, Hon. Pedro
Santos Borges, Juez, demandado; Planta de
Cal Hicaco, Inc., et al., interventores.
(201)
'No podrá adquirirse títulos a
terrenos baldíos insulares por
posesión adversa, o contraria
al título de otra u otras
personas.' (Énfasis nuestro.)
Así se prescribió la única regla que aquí
debe gobernar respecto a la materia. Lo
menos que podemos hacer, ante un precepto
tan claro y libre de ambigüedad, es
respetarlo, acatarlo y aplicarlo 'tal como
suenan' sus palabras.
Revocada en cuanto afecta a cierto inmueble
y se dicta la sentencia que procede, dejada
sin efecto en cuanto afecta a otro inmueble,
devolviéndose el caso al tribunal de
instancia para hacer ciertas
determinaciones.
Advertencia Histórica
Sr. Santana Becerra, Juez Asociado:
Sería muy saludable, de vez en cuando,
recordar que en el famoso caso de Giménez
v. Brenes, 10 D.P.R. 127, 170 (1906), el
ilustre Juez MacLeary, al final de su
inolvidable disenso, se expresó así: –
'Si para llegar a una correcta
decisión de este caso es
necesario modificar las
opiniones dictadas
anteriormente por este
Tribunal, que se modifiquen
de cualquier modo, o que se
anulen si fuere necesario. Al
error nunca se le puede
convertir en verdad, por más
que se insista en él; si se ha
seguido un camino
equivocado, volvamos sobre
nuestros pasos antes de que
nos perdamos en el laberinto
de los engaños, atrevámonos
a proceder correctamente.'
(Énfasis suplido.)
–I–
La Base del Pleito
(1) Por escritura Núm. 4 otorgada en
Ponce el 9 de enero de 1922 ante el Notario
M. Alberto Salicrup, comparecieron Don
Enrique Adsuar y Boneta por sí y como
apoderado de su esposa Doña Rosario Miró;
Don Luis de la Cruz y Santiago como
apoderado de su hermana Doña Rita de la
Cruz y Santiago; Don Casimiro Figueroa y
Reyes; Don Sandalio Torres Monge como
apoderado de su esposa Doña Angela
Figueroa y Reyes; Don José Víctor Figueroa
y Reyes; Don Juan Figueroa y Reyes; Don
Angel Figueroa Reyes casado con Doña
María Siuró y Renta, y procedieron a la
división entre ellos de la finca conocida con
el nombre de "El Reloj", ubicada en el
Barrio de Santurce y que perteneció a los
esposos Don Ramón Figueroa y Doña
Carmen Reyes Arroyo, según consta en la
testamentaría de éstos, inscrita con el
número 1824 al folio 82 vuelto del Tomo 64
de San Juan, inscripción 13a.
Figueroa v. Municipio
98 D.P.R. 534 (1970)
[Angela Figueroa, et al., demandantes y
recurrentes, v. Municipio de San Juan
(Gobierno de la Capital de Puerto Rico),
demandado y recurrido.]
SENTENCIA desestimando un pleito de
clase contra el Municipio de San Juan.
(2) Se describió la finca con una
superficie total de 96 cuerdas, 2,732 varas
cuadradas, con sus respectivas colindancias
por sus puntos cardinales.
(3) En
mencionada y
hechas de
comparecientes
(202)
virtud de la testamentaría
de ciertas adquisiciones
otros herederos, los
vinieron a ser dueños de
dicha finca, en determinadas participaciones
que no es necesario ahora detallar.
(4)
En la escritura Núm. 4
mencionada manifestaron los
comparecientes que al hacer la división
material habían determinado, "para el
mejoramiento de la finca en beneficio de
todos", diversas calles y una plaza de recreo
que fueron descritas en su extensión y
trayectorias. A los efectos de este pleito
deben mencionarse las siguientes:
(a) La Calle "Del Rosario" con una
trayectoria de Este a Oeste atravesando las
Calles "José Ramón Figueroa", "Labra" y
del "Condado", con un ancho de 12 metros
y un área superficial de 3661.80 metros
cuadros;
(b) La Calle "Corchado" con trayectoria
de Este a Oeste atravesando las Calles "José
Ramón Figueroa", "Labra" y "Condado",
con un ancho de 12 metros y un área
superficial de 331.20 metros cuadrados.
(c) La Calle "Labra", en dirección de
Norte a Sur, y la Calle "José Ramón
Figueroa", con igual trayectoria de Norte a
Sur, partiendo ambas de la Avenida Ponce
de León.
(5) La porción de terreno dedicada a
"Plaza de Recreeo" quedó situada entre las
Calles del Rosario con la que colinda por el
Norte, la Calle "Labra" por su Oeste, la
Calle "Corchado" por el Sur y por el Este en
colindancia con terrenos adjudicados en la
misma escritura de partición a Doña Rita de
la Cruz. Se hizo constar que tenía un área
superficial de 4,5000 metros, con una
extensión por el Norte a lo largo de la Calle
"Del Rosario" de 60 metros 4 centímetros;
por el Sur, a lo largo de la Calle "Corchado",
52 metros 6 centímetros; por el Oeste, a lo
largo de la Calle "Labra", de 76 metros 33
centímetros y por el Este en su colindancia
con Rita de la Cruz, de 74 metros 8
centímetros.
(6) En lo que a este pleito respecta, y
en pago de sus respectivas participaciones,
se adjudicó a Doña Rita de la Cruz Santiago
una porción con un área superficial de
8,542.86 metros cuadrados, colindando por
el Norte en una distancia de 114 metros 75
centímetros con la ahora Avenida Fernández
Juncos; por el Oeste en 78 metros 22
centímetros con la Calle "Labra"; por el Sur
en 106 metros 43 centímetros con la Calle
"Del Rosario" y por el Este en 76 metros 20
centímetros con la Calle "José Ramón
Figueroa".
(7) En lo que respecta también a este
pleito, se le adjudicó a la misma señora Rita
de la Cruz Santiago otra parcela con un área
superficial de 3,200.72 metros cuadrados en
lindes por el Norte con la Calle "Del
Rosario" en una distancia de 46 metros 16
centímetros; por el Oeste en lindes con la
"Plaza de Recreo" descrita en el párrafo (5)
anterior en una distancia de 74 metros 8
centímetros; por el Sur con la Calle
"Corchado" en una distancia de 44 metros
16 centímetros y por el Este con la Calle
"José Ramón Figueroa" en una distancia de
72 metros 38 centímetros. [Ver Apéndice
del Capítulo, Exhibit 1]
–II–
La Cuestión Litigiosa
(8) El 11 de diciembre de 1962 los
recurrentes por sí y en representación de los
herederos, causahabientes y cesionarios de
las personas que en 9 de enero de 1922 eran
dueeños de la finca "El Reloj" y se la
repartieron según la escritura Núm. 4
(203)
relacionada en el párrafo (1) anterior,
interpusieron demanda contra el Gobierno
de la Capital de conformidad con la Regla
20.1 de Procedimiento Civil.1 Unieron
como Anexo A a dicha demanda una
relación que contiene los nombres de las
personas herederas, causahabientes o
cesionarias de los dueños de la referida finca
según la escritura Núm. 4, 71 personas en
total, y se hizo constar que la recurrente
Angela Figueroa Reyes era la única
condueña viva de la propiedad.
(9) Se alegó en la demanda que los
recurrentes, como herederos, causahabientes
y cesionarios de los dueños originales de la
finca, párrafos (1) y (3), eran dueños en
común pro indiviso de las parcelas descritas
en la escritura de partición como "Calle del
Rosario" y "Plaza de Recreo"; que bajo el
pretexto de haber adquirido dichas parcelas
por cesión según la referida escritura Núm.
1
Comparecieron como demandantes
Angela Figueroa Reyes, Alejandro y Carmen
Figueroa Maldonado, Carmen Figueroa
Collazo, Carlos A. Figueroa Camacho,
Roberto y Manuel Figueroa García, Ernesto
y Emigdio Figueroa Ortiz, Rafael y José
Angel Figueroa Ciuro, todos por sí y en
representación y para beneficio de Rosario
Miró Vda. de Adsuar, y de todos los
miembros y cesionarios de las Sucesiones de
José Víctor Figueroa Reyes, Juan Figueroa
Reyes, Casimiro Figueroa Reyes, Angel
Figueroa Reyes, Enrique Adsuar, Luis de la
Cruz y su esposa Rosa Figueroa Reyes,
Lydia Figueroa Ortiz, Juan Figueroa Rivera.
Alegaron los demandantes que su presencia
en el pleito asegura una adecuada
representación de todas las personas
mencionadas en el Anexo A, y se solicita un
remedio común para todos. Ver Regla de
Procedimiento Civil 20.1.
4 de 9 de enero de 1922 el Gobierno de la
Capital había expedido la Certificación
Núm. 465 de 7 de abril de 1958 para obtener
que se inscribieran ilegalmente a su favor (a)
parte de la Calle "Del Rosario" con una
cabida de 1212.9462 metros cuadrados, que
quedó inscrita al folio 103 del tomo 151 de
Santurce Sur, finca 4885, inscripción 1ra.; y
(b) parte de la parcela descrita como "Plaza
de Recreo" con una cabida de 3735.7278
metros cuadrados, que quedó inscrita al folio
102 del tomo 151 de Santurce Sur, finca
Núm. 4884, inscripción 1ra.; todo ello sin
consentimiento ni intervención de los
legítimos dueños.
(10) Se alegó que ilegalmente y por
la escritura Núm. 17 otorgada en San Juan el
4 de junio de 1958 ante la Notario Margarita
Landrau, el Gobierno de la Capital agrupó
las referidas dos parcelas con otras más para
formar otra finca con una cabida superficial
de 12,019.4567 metros cuadrados, en lindes
por el Norte con terrenos de Texaco Service
Station, Blanco Auto Service y J.J.
Gerardino; por el Sur con la Calle
"Corchado"; por el Este con la Calle
"Figueroa" y por el Oeste con la Calle
"Labra", finca esta que quedó inscrita al
folio 134 del tomo 151 de Santurce Sur con
el número 4891. Alegaron que dicha
inscripción y sus agrupaciones son nulas por
carecer el Municipio de San Juan de título
alguno sobre dichas parcelas.
(11) Por una segunda causa de acción
alegaron los recurrentes que por las
Ordenanzas Núms. 84 de 1956-57 y 33 de
1957-58 relativas a la "Plaza de Recreo" y a
parte de la Calle "Del Rosario", el Municipio
de San Juan entró ilegalmente en la posesión
de las referidas parcelas, de mala fe y sin
justo título sobre ellas, y ha derivado frutos
civiles.
(204)
(12) Por una tercera causa de acción
alegaron los recurrentes que el Gobierno de
la Capital ha pretendido vender la finca
agrupada de 12,019.4567 metros cuadrados,
y que para facilitar dicho traspaso obtuvo la
aprobación de la Ley Núm. 9 de 15 de mayo
de 1962 dispensándole del requisito de
subasta; y que el Municipio carece de poder
para vender, con o sin ssubasta, la referida
finca.
(13) Solicitaron los recurrentes la
nulidad y cancelación en el Registro de las
inscripciones a favor del Gobierno de la
Capital relativas a dichas parcelas "Plaza de
Recreo" y Calle "Del Rosario"; la nulidad de
la escritura de agrupación Núm. 17 de 14 de
junio de 1958 ya referida, así como la
nulidad de la Certificación del Municipio de
San Juan Núm. 465 de 7 de abril de 1958;
que el tribunal ordenara al Municipio de San
Juan la entrega a los recurrentes y personas
representadas por ellos de las referidas dos
parcelas con la devolución de frutos
derivados desde 1956 a 1957 e intereses, y
que se prohibiera al Municipio la
enajenación de dichas fincas. Solicitaron
además los recurrentes que por tratarse de un
"pleito de clase" el tribunal fijara los
honorarios de sus abogados.
(14) La demanda fue negada y las
partes suscribieron una estipulación en
virtud de la cual sometieron la prueba
documental que debía ser aceptada como
evidencia de ambas partes o como evidencia
de alguna de ellas. Entre esta evidencia
aparecen ciertas constancias del Pleito Civil
Núm. R-5777 seguido ante el entonces
Tribunal de Distrito de San Juan por Angela
Figueroa Vda. de Torres Monge por sí y en
representación de otros de su clase, contra el
G obierno de la C apita l, sobr e
"Compensaciones y Daños".
(15) Estipularon las partes que las
descripciones de la "Plaza de Recreo" y de la
parte de la Calle "Del Rosario" en litigio
eran las que resultan del hecho
primero--letras "B" y "C"
respectivamente--de la escritura Núm. 17
otorgada en 4 de junio de 1958 ante la
Notario Margarita Landrau, excepto que los
demandantes alegan que parte de los
terrenos al sur de la Calle "Del Rosario" son
de su propiedad y no del Gobierno de la
Capital, por lo cual debían figurar ellos
como colindantes por la parte Sur.2
Igualmente estipularon que la cabida exacta
de la parcela en litigio sería determinada
mediante una mensura y deslinde posterior
a sentencia en caso de que la sentencia que
se dictare en el pleito fuera favorable a los
demandantes-recurrentes.
(16) Estipularon además que una
serie de actos oficiales einscripciones que
detallaron, incluyendo la agrupación hecha
por la escritura Núm. 17 de 4 de junio de
1958 para formar la finca 4891, que se
refieren todos a ciertos predios de terrenos
identificados y descritos de diversas formas
y con distintas cabidas, comprenden entre
ellos el pedazo de la Calle "Del Rosario"
reclamado en la demanda, así como la
"Plaza de Recreo".
(17) Finalmente estipularon que el
pedazo de la Calle "Del Rosario" en litigio y
la "Plaza de Recreo" estuvieron dedicados al
2
En esta escritura se describió la
"Plaza de Recreo" con una cabida de
3735.7278 metros cuadrados y la parte de la
Calle "Del Rosario" con una cabida de
1212.9462 metros cuadrados. La parte de la
Calle "Del Rosario" en litigio es la manzana
comprendida entre las Calles "Labra" y
"José Ramón Figueroa".
(205)
mismo uso público a que estaban dedicados
cuando se dictó la sentencia en el caso
R-5777 en el año 1948, y hasta la fecha en
que los mismos fueron retirados del uso
público por el Municipio de San Juan en el
año 1957.
(18) Con esta estipulación y la
prueba documental ofrecida y con un breve
testimonio oral del testigo Ernesto Figueroa
respecto a que las personas mencionadas en
el Anexo A de la demanda eran los
sucesores, causahabientes o cesionarios de
los dueños originales de la finca, quedó
sometido el caso. De la prueba documental
en el récord, surgen los siguientes hechos:
i. Por escritura Núm. 159 de 12 de
diciembre de 1923, otorgada en Ponce ante
el Notario Felipe Colón Díaz, los esposos
Don Luis de la Cruz Santiago y Doña Rosa
Figueroa Reyes adquirieron de Doña Rita de
la Cruz Santiago las parcelas de 8,542.86
m/c y 3,200 m/c adjudicadas a ésta, descritas
en los párrafos anteriores (6) y (7) marcadas
en el Plano "A" y "B". Estas fincas
quedaron inscritas a favor de los esposos De
la Cruz-Figueroa Reyes en el Registro de la
Propiedad.
ii. Por escritura Núm. 6 otorgada en San
Juan el 16 de enero de 1928 ante el Notario
José Martínez Dávila, los esposos Luis de la
Cruz y Rosa Figueroa Reyes segregaron de
la parcela "A" de 8,542.86 m/c una porción
de 5,313.44 m/c en lindes al Norte, en
110.59 metros con la finca principal de
donde se segrega; al Este, en 48.20 metros
con la calle "José Ramón Figueroa"; Sur, en
46.16 metros primero con el propio Luis de
la Cruz (Parcela "B") de 3,200.72 m/c y
segundo, en 60.04 metros con el Municipio
de San Juan (Plaza de Recreo).
iii. Por la misma escritura Núm. 6 los
esposos De la Cruz-Figueroa manifestaron
que la anterior parcela segregada colindaba
con la otra "B" de su propiedad de 3,200.72
m/c y que formando ambas un solo cuerpo,
procedieron a agruparlas en otra distinta que
describieron como de 8,530 m/c [8,514.16
m/c] en lindes al Norte en 110.59 metros con
la finca principal; al Sur, en dos alineaciones
en forma de martillo de Este a Oeste, la
primera de 44.16 metros en lindes con la
Calle "Corchado" y la segunda de 60.04
metros en lindes con la "Plaza de Recreo"; al
Este en 120.58 metros con la Calle "José
Ramón Figueroa"; y al Oeste, en dos
alineaciones en forma de martillo de Sur a
Norte, la primera de 74.08 metros en lindes
con la "Plaza de Recreo" y la segunda de
38.22 metros con la Calle "Labra".
iv. Así agrupadas en una sola finca, los
esposos De la Cruz-Figueroa vendieron esta
porción de 8,530 [8,514.16] metros
cuadrados al Municipio de San Juan al
precio unitario de $6.00 el metro cuadrado y
un total de $51,180.
v. La anterior compra fue autorizada por
Resolución Núm. 365 del Municipio de San
Juan del año 1928, según enmendada por la
Resolución Núm. 372 del mismo año. No
obstante lo anterior, por Ordenanza posterior
Núm. 72 de 27 de junio de 1929 se autorizó
idéntica adquisición, y se otorgó de nuevo la
escritura Núm. 12 de 15 de agosto de 1929
ante el Notario Edelmiro Martínez Rivera
adquiriéndose la misma propiedad por el
Municipio, sin que ni la Ordenanza Núm. 72
ni esta escritura hicieran relación o mención
alguna a la Resolución Núm. 365 y a la
escritura Núm. 6 anterior. En la parte
expositiva de la Ordenanza Núm. 72 se
expresa que el Sr. Luis de la Cruz donó al
Municipio de San Juan y éste había aceptado
la parcela de 4,500 m/c (Plaza de Recreo)
colindante con esta propiedad. Nada hay en
(206)
la prueba sometida que acredite que Don
Luis de la Cruz o su esposa Sra. Rita
Santiago fueran dueños en algún momento
antes de la parcela "Plaza de Recreo"
supuestamente donada por él al Municipio.
vi. Surge en forma indubitada de la
anterior escritura Núm. 6 ante el Notario
Martínez Dávila, y luego de la Núm. 12
ante el Notario Edelmiro Martínez Rivera,
que la segregación y agrupación ahí
realizadas incluyeron la porción de la Calle
"Del Rosario" entre "José Ramón Figueroa"
y "Labra", no obstante haberse separado este
predio para calle en la escritura Núm. 4 de
1922 de división material de la finca "El
Reloj", y que dicha porción no fue allí
adjudicada a ninguno de los copartícipes.
vii. La prueba en el récord no contiene
las constancias del Registro a este respecto,
ni contiene la cabida del remanente de la
finca principal--Parcela "A" del Plano--de
donde se hizo la segregación. En esas
circunstancias no estamos en condiciones de
determinar si al adquirir título sobre esta
propiedad así agrupada el Municipio era o
no un tercero según el Registro, y en
ausencia de otra prueba, si era o no tercero
civil de buena fe en lo que respecta al título
sobre la porción que comprendía la Calle
"Del Rosario" no adjudicada a la persona de
quien el Municipio adquirió.
viii. Resulta un hecho, en lo que respecta
a dicha porción de calle que es una de las
dos propiedades aquí en litigio, que el título
del Municipio aparentemente no parte de la
separación de terreno para calles--Calle "Del
Rosario" --en la escritura Núm. 4 de 9 de
enero de 1922, sino de las escrituras Núms.
6 de 16 de enero de 1928 y 12, de 15 de
agosto de 1929; con sujeción a las
impugnaciones que pudieran haber contra
dicho título de no haber sido el Municipio
un tercero protegido.
ix. Por Ordenanza Núm. 85 de 5 de junio
de 1957 se autorizó a la Administradora de
la Capital a celebrar vistas públicas para
retirar del uso público el tramo de la Calle
"Del Rosario" entre "José Víctor Figueroa"
y la Carretera Estatal Núm. 2 (Labra). Se
hace constar en la parte expositiva que dicho
tramo siempre había estado agrupado a y
formaba parte de un solar del Municipio y
que dicha Calle nunca había sido usada
como vía pública. Por la Ordenanza Núm.
33 de 7 de agosto de 1957 se retiró del uso
público el referido tramo de la Calle "Del
Rosario".
x. En 18 de diciembre de 1957 la Junta
de Planificación rindió el Informe Núm.
58-p-833 sobre agrupación de terrenos del
Gobierno de la Capital, que según quedó
enmendado por otro de 22 de enero de 1958
autorizó la agrupación de la Parcela "B" del
Plano anterior con el remanente de la "A"
después de segregaciones para Garage
Texaco, Blanco Auto Service y J. J.
Gerardino; con la porción de la Calle "Del
Rosario" entre "Figueroa" y "Labra", y con
la parcela "Plaza de Recreo". Se describió la
finca agrupada como parcela con una cabida
de 12,019.4967 m/c en lindes por el Norte,,
con terrenos de Texaco Service Station,
Blanco Auto Service y J. J. Gerardino; Sur,
con la Calle "Corchado", Este, Calle
"Figueroa" y Oeste, Calle "Labra". Se hizo
constar en el Informe que la Calle "Del
Rosario" había sido eliminada mediante
Ordenanza Núm. 95 de 1955-1956. Se hizo
constar, además, que la parte oeste de la
Parcela agrupada se estaba utilizando para
parque de recreo activo, y que la Junta no
tenía objeción a que se retiraran del uso
público los terrenos dedicados a parque de
recreo y fueran dedicados a uso patrimonial
siempre que se cumpliera con los trámites
(207)
requeridos para actos de esa naturaleza. De
este Informe y de su enmienda se tomó
razón en el Registro de la Propiedad en 25
de agosto de 1958.
xi. Por Certificación Núm. 465 de 7 de
abril de 1958, y conforme a los Arts. 31 al
36 del Reglamento Hipotecario según
enmendados, el Gobierno de la Capital
obtuvo la inscripción a su favor de: (1) la
parcela segregada según escritura Núm. 6 de
16 de enero de 1928 ante Martínez Dávila,
con una cabida ahora de 3,775.2269 m/c; (2)
la parcela en litigio en todo momento
descrita como "Plaza de Recreo", con una
cabida ahora de 3,735.7278 m/c; y (3) la
parcela parte de la calle "Del Rosario" en
litigio, con una cabida de 1212.9462 m/c.
xii. En la Certificación se le hizo constar
al Registrador que la porción (1) se había
adquirido en la forma ya dicha, y que las
porciones (2) y (3) Plaza y Calle, se habían
adquirido por cesión de la Sucn. de Carmen
Reyes al Municipio mediante la escritura
Núm. 4 de 9 de enero de 1922 ante el
Notario Salicrup. Se hizo constar al
Registrador que la porción (2) (Plaza) fue
destinada desde mucho tiempo al uso
público como "Plaza de Recreo" y que por
Ordenanza Núm. 84, 1956-57, dicha plaza
de recreo se retiró del uso público a
patrimonial; que la porción (3) (Calle) fue
destinada desde muchos años al uso público
trazándose la Calle "Del Rosario" y que por
Ordenanza Núm. 33, 1957-58, fue retirada
del uso público a patrimonial.
xiii. Hemos examinado la Ordenanza
Núm. 84, 1956-57, ahí mencionada, y la
propiedad en ella descrita a ser retirada del
uso público y difícilmente puede conciliarse
con la parcela desde el primer momento
descrita como "Plaza de Recreo". Se hizo
constar finalmente en esta Certificación que
el Municipio de San Juan había estado en la
posesión de las descritas tres parcelas por
más de 30 años quieta, pública y
pacíficamente, sin interrupción, y en
concepto de dueño "desde la fecha de sus
adquisiciones."
Estas parcelas fueron
inscritas separadamente a favor del
Municipio en 15 de agosto de 1958,
inscripciones primeras, no obstante que la
porción (1) de 3,775.2269 m/c había sido,
según el récord, objeto de agrupación con
otra, formando un cuerpo distinto.
xiv. Por escritura Núm. 17 de 4 de junio
de 1958 ante la Notario Margarita Landrau
se procedió a la agrupación de las tres
porciones descritas en los párrafos xi y xii
anteriores y Certificación Núm. 465 de 7 de
abril de 1958, más una cuarta parcela de
3295.5558 m/c (la parcela "B" del anterior
Plano, de 3200.72 m/c rectificada ahora su
cabida) formando una finca distinta que
quedó inscrita como finca Núm. 4891 en 25
de agosto de 1958, inscripción 1ra. Esta
parcela agrupada se describió con cabida de
12,019.4567 m/c formando el polígono
comprendido entre las Calles "Labra" por el
Oeste, "Corchado" por el Sur y "Figueroa"
por el Este, y en colindancia al Norte con
Texaco, Blanco y Gerardino. Se ratificó en
esta escritura la procedencia del título de las
tres primeras parcelas según fue expresado
en la Certificación 465, y se repitió que la
Ordenanza Núm. 84 de 1956-57 había
retirado la "Plaza de Recreo" del uso
público. Repetimos que la descripción de la
propiedad hecha en esta Ordenanza no
responde a la descripción conocida de la
"Plaza de Recreo". En lo que respecta a la
cuarta parcela agrupada, que según el récord
había sido adquirida por el Municipio por la
escritura Núm. 6 de 16 de diciembre de 1928
agrupada a otra, se hace constar ahora que el
Municipio la obtuvo por sentencia en el caso
Civil Núm. 40,991 sobre Nulidad, etc., entre
(208)
la Capital como demandante y Cipriano
Manrique y otros como demandados, y que
aparecía inscrita como finca Núm. 2554.
(Esta finca había sido agrupada a otra en la
escritura Núm. 6 aludida.)
xv. Por las R. C. Núms. 118 de 25 de
junio de 1958 y 84 de 6 de junio de 1960, y
escrituras Núms. 22 de 5 de septiembre de
1958 y 7 de 8 agosto de 1960, ambas ante la
Notario Margarita Landrau,
respectivamente, el título de esta parcela de
12,019.4567 m/c pasó al Pueblo de Puerto
Rico y de nuevo al Municipio de San Juan.
xvi. Por Ordenanza Núm. 46 de 15 de
septiembre de 1960 se autorizó a la
Administradora de la Capital a vender esta
parcela de 12,019.4567 m/c por no tener
utilidad pública para el Municipio.
xvii. En el Informe 61-C-114 de la Junta
de Planificación de 16 de noviembre de
1960 se recomendó favorablemente la venta
propuesta por la anterior Ordenanza. Se
expresa en el Informe que las oficinas
ubicadas en parte de estos terrenos se habían
traslado; y que el "área recreativa" había
sido sustituida por otras ubicadas en sectores
adyacentes; que estos terrenos serían
permutados al Negociado de Correos
Federal por otro solar, aunque el Correo
había desistido de construir su oficina
central en ese sitio. Se aprobó el proyecto
considerando que el terreno (predio de
12,019.4567 m/c) no tenía uso para el
Municipio y que con el producto de la venta
podrían atenderse otros programas y siempre
que la venta se ajustara a la zonificación
vigente.
xviii. En igual fecha, 16 de noviembre de
1960, la Junta de Planificación rindió el
Informe 61-P-1007, en que reiterando que ya
esta propiedad no estaba dedicada al uso
público, autorizó su venta (12,019.4567) en
tres parcelas segregadas de 4,019.4967
[.4567] m/c y otras dos de 4,000 m/c cada
una. Autorizó la segregación ahí envuelta
dispensando al Municipio del Reglamento,
a fin de que el Registrador inscribiera las
parcelas segregadas.
xix. Por Ley Núm. 9 de 15 de mayo de
1962, la Asamblea Legislativa autorizó al
Municipio la venta de la parcela de
12,019.4567 m/c sin sujeción a subasta, por
precio mínimo de $800,000.
xx. Según Informe Núm. 62-P-1401 de la
Junta de Planificación fechado 14 de marzo
de 1962, se autorizó al Municipio de San
Juan a arrendar, para fines de
estacionamiento, terrenos al Este de la Calle
"Labra" esquina "Corchado" descritos como
Parcela de 6,011.34 m/c en lindes por el
Norte con la Calle "Labra" y J. J. Gerardino,
Blanco Auto Service y Estación Texaco;
Sur, Calle "Corchado" y terrenos de
Autoridad de Acueductos y Alcantarillados
y Municipio de San Juan; Este, con
Municipio de San Juan y Gerardino, Blanco
y Texaco, y Oeste, Calles "Labra" y
"Corchado" y Autoridad de Acueductos.
Presumiblemente, esta parcela de 6,011.34
m/c forma parte del polígono de
12,019.4567 m/c antes descrito y,
posiblemente, aunque no podemos decirlo
con exactitud dada la anterior descripción, la
"Plaza de Recreo" o parte de ella y la
porción de la Calle "Del Rosario" en litigio,
están igualmente incluidas.
xxi. En 22 de enero de 1964 la Junta de
Subastas del Municipio de San Juan
adjudicó el arrendamiento de la parcela de
6,011.34 m/c anteriormente descrita para
fines de estacionamiento a Arcadio Morales
por el canon de $635.00 mensuales. El
contrato fue aceptado en 29 de enero de
(209)
1964.
xxii. En 1 de febrero de 1946, y en virtud
de comunicación enviada al Registrador por
el entonces abogado del Municipio de San
Juan, Lcdo. Fernando B. Fornaris, el
Registrador extendió nota al margen de la
inscripción de la finca "El Reloj" haciendo
constar las porciones separadas para calles
en la partición de esta finca. Distinto a otras
expresiones en cuanto a la Calle "Del
Rosario", en este documento el Municipio
hace constar a través de su abogado, que
estas calles fueron "abiertas y puestas al
servicio o dominio público, han estado y
están en uso y aprovechamiento del pro
común."
En Certificación de 29 de
noviembre de 1963 el Registrador certifica
que con respecto a las áreas reservadas para
calles no se ha practicado segregación
alguna, y que la finca "El Reloj"--salvo las
segregaciones hechas inscritas como fincas
separadas--aparece inscrita a favor de
Angela, Juan, José-Víctor, Angel y Casimiro
Figueroa y Reyes y de Luis de la Cruz y de
Enrique Adsuar Boneta.
xxiii. Angela Figueroa Vda. de Torres
Monge, por sí y en representación de otros
de su clase, interpuso demanda contra el
Gobierno de la Capital, fechada 25 de junio
de 1945, Civil Núm. R-5777 del anterior
Tribunal de Distrito de San Juan, sobre
"Compensación y Daños". Alegó que las
siguientes personas se encontraban en la
misma posición que la demandante: José
Víctor Figueroa, Rita de la Cruz Santiago,
Casimiro Figueroa, Sucn. Enrique Adsuar,
Angel Figueroa Reyes y Juan Figueroa
Reyes.
xxiv. Se alegó en esta demanda que en
momento alguno la demandante ni los otros
condueños cedieron, traspasaron o donaron
gratuitamente al Municipio de San Juan los
terrenos seleccionados para calles dentro de
la finca "El Reloj", pero que sin su oposición
y mediante el reconocimiento de sus
derechos sobre los referidos terrenos así
como el de ser compensados por el valor
justo y equitativo de los mismos, el
Municipio procedió a pavimentar y a dedicar
al uso público "algunas" de las calles
indicadas; que la Calle "Del Rosario" había
sido totalmente suprimida incorporándose
parte de ella a un solar propiedad del
Municipio y parte a la parcela deslindada
para plaza de recreo; que esos terrenos
tenían un valor de $250,297.90 sin que el
Municipio la hubiera compensado a ella ni a
los otros condueños; que no había recibido
compensación del Municipio por 2000 m/c
que ocupaba la parte de la Calle "Del
Rosario" incorporada por el Municipio a otra
propiedad suya con un valor esta porción de
$30,000; que el Municipio retenía y ocupaba
el solar separado para plaza de recreo sin
título alguno, así como otra porción de la
Calle "Del Rosario" parte de este solar,
teniendo ambos 4,000 m/c; que el Municipio
había cedido esta propiedad a una entidad
privada para el establecimiento de un parque
atlético o con otros propósitos, privando a la
demandante de esta propiedad, con valor de
$80,000. Se solicitó en la súplica que se
dictara sentencia obligando al Municipio de
San Juan a satisfacer las sumas antes
mencionadas.
xxv. El Municipio negó los hechos
esenciales y entre otras cosas, alegó en su
contestación enmendada que
Administraciones anteriores habían
levantado una edificación de madera sobre
un trozo de la Calle "Del Rosario" la cual
era removible, sin que tuviera la intención
de apoderarse de un trozo de la referida calle
por pertenecer a la comunidad en general al
haber sido dedicada al uso público; que el
Municipio no había incorporado parte de
(210)
dicha calle a propiedad suya, siendo lo cierto
que Luis de la Cruz Santiago había vendido
al Municipio por la escritura de 16 de enero
de 1928 ante Martínez Dávila una parcela
compuesta de 8530 m/c formada por otras
dos y que fueron agrupadas como una sola
finca incluyendo "fraudulentamente" el área
que abarcaba la Calle "Del Rosario" entre
las de "Figueroa" y "Labra", con una cabida
de 1259.85 m/c; que el Servicio Insular de
Parques de Puerto Rico procedió a construir
un Parque de Recreo en la parcela destinada
a "Plaza de Recreo" según la escritura Núm.
4 de 1922, y que dicho parque era un sitio
enteramente público para los fines de su
dedicación. En esta demanda se pretendió
cobrarle al Municipio de San Juan el valor
pecuniario de todas las áreas separadas para
calles en la escritura de 1922 de división de
la finca "El Reloj" así como el área
destinada a "Plaza de Recreo".
Posteriormente se enmendó la súplica para
que en su defecto se ordenara la devolución
y entrega a los demandantes de las referidas
áreas.
xxvi. El caso Civil R-5777 fue fallado
por sentencia de 10 de noviembre de 1948.
En sus conclusiones de hecho determinó el
Juez Cordovés Arana, entre otras
determinaciones basadas en la prueba y en
una inspección ocular:
1. Que la Calle "Del Rosario" estaba en
parte abierta al público aunque sobre una
porción de la misma el Municipio tenía
construido un edificio de madera y columnas
usado como garage desde 1940 y el cual
interrumpía el tráfico por dicha calle. Que
existían además otras construcciones del
Municipio sobre la misma calle.
2. Que los otorgantes de la escritura
Núm. 4 de 9 de enero de 1922 se
encontraban en la misma posición legal que
la allí demandante.
3. Que la parcela destinada a "Plaza de
Recreo" estaba (al dictarse sentencia) abierta
al público como un parque atlético
administrado por la Comisión de Parques del
Gobierno Insular. El terreno del parque era
poyaloso o pantanoso y para ser dedicado a
parque atlético fue rellenado, nivelado y
acondicionado, siendo a la fecha un sitio
público en donde habían canchas de tenis y
de baloncesto, un diamante para jugar pelota
y otros aparatos de diversión para niños.
Que estas obras fueron financiadas por el
Programa de Emergencia de Guerra (P.E.G.)
y auspiciadas por el Servicio Insular de
Parques.
4. Que las dos parcelas agrupadas por
Luis de la Cruz en la escritura Núm. 6 de
1928 ante Martínez Dávila y la 12 ante
Martínez Rivera no colindaban entre sí,
estando en medio la Calle "Del Rosario".
5. Que una porción de la Calle "Del
Rosario" de 705.93 m/c al Este de la Calle
"Labra" había sido incorporada al área del
parque y se usaba como tal pero podía ser
separada y convertida en calle nuevamente.
La Calle "Del Rosario" estaba afirmada en
parte y en parte sólo rellenada.
6. Que en relación con la tasación de la
finca "El Reloj", los 50,018 m/c destinados
a calles y los 4,500 destinados a "Plaza de
Recreo" quedaron sin tributar desde el año
1922-23.
xxvii. Concluyó en derecho el Juez
Cordovés Arana:
1. Que del hecho de que la demandante
en aquel caso había renuunciado a su
primera causa de acción (en ésta se
reclamaba el valor pecuniario de las áreas
(211)
separadas para calles en el monto de
$250,297.90), él podía inferir que ella y los
otros habían aceptado que dichos terrenos
para calles y plaza fueron "cedidos,
traspasados y donados gratuitamente al
extinto Municipio de San Juan", y por éste
"dedicados al uso público para el cual fueron
cedidos, con excepción de un trozo de la
Calle `Rosario' y la parcela destinada a
plaza."
2. Que de no ser lógica esa inferencia,
llegaría a la misma conclusión por resultar
de la prueba que los referidos terrenos
habían quedado fuera de tributación desde el
año 1922-23 por pertenecer los mismos al
Municipio que los tenía dedicados al uso
público, y por resultar, además, que los
dueños de los solares adyacentes a dichas
calles habían traspasado muchos de ellos a
terceras personas, adquiriendo estos terceros
el derecho al uso de esas calles
conjuntamente con el público en general.
3. Concluyó el Juez Cordovés que la
Calle "Del Rosario", en el trozo
comprendido entre las de "Figueroa" y
"Labra" había desaparecido totalmente y su
superficie de 1259.85 m/c estaba "dedicada
por el Gobierno de la Capital a usos
distintos a aquellos para los cuales fue
donada." Sobre 553.92 m/c de esa área el
Municipio tenía edificaciones y los restantes
705.93 los había integrado al Parque
Atlético administrado por la Comisión de
Parques del Gobierno Insular.
4. Que la parcela donada para "Plaza de
Recreo" había sido agrupada a un solar del
Municipio junto a los 705.93 m/c de la Calle
"Del Rosario" y en esta área se construyó el
Parque Atlético financiado con fondos del
Programa de Emergencia de Guerra.
el Gobierno de la Capital se apartó o desvió
de los fines para los cuales "se hizo la
dedicación y consagración" en cuanto al
referido trozo de la Calle "Del Rosario" y la
parcela para plaza pública, si bien en cuanto
a ésta, el fin para el cual estaba siendo
dedicada no era "inconsistente" con el
propósito para el cual "fue donada".
Determinó el Magistrado que había una
diferencia entre una "Plaza de Recreo" y un
"Parque Atlético". Determinó igualmente
que en dicha área el Municipio podía
construir la "Plaza de Recreo" en la parcela
"donada" a este fin y al mismo tiempo
conservar el Parque en los terrenos que eran
de su propiedad.
6.
Finalmente concluyó que estas
actuaciones del Municipio no revelaban un
abandono suyo de la "dedicación" y que
tampoco daban lugar a que los terrenos
revirtieran a sus antiguos dueños "ya que su
uso continúa siendo del público." Que en
cuanto al trozo de la Calle "Del Rosario"
dedicado por el Municipio a fines distintos
para los que fue "donada" dicha Calle, el
Municipio "podría ser obligado al
cumplimiento específico de la dedicación,
removiendo las estructuras que existen sobre
el mismo, que de acuerdo con la prueba
pueden ser fácilmente removidas, y
reconstruir dicho trozo de calle para abrirlo
al públiico."
xxviii. Resolviendo, por los fundamentos
expuestos, que la allí demandante y personas
en posición parecida no tenían base legal
para recobrar los terrenos envueltos en ese
pleito ni su valor pecuniario, y que el
remedio podría ser la acción para obligar al
Municipio de la Capital al "cumplimiento
específico de las condiciones de la
dedicación", se declaró sin lugar la
demanda, Civil Núm. R-5777.
5. Concluyó el Juez Cordovés Arana que
(212)
(19) La Sala sentenciadora en el
presente recurso concluyó al disponer del
caso:
i. Que había identidad de partes entre los
aquí demandantes y los demandantes en el
pleito R-5777, siendo los ahora demandantes
causahabientes de aquéllos, excepto Angela
Figueroa que sobrevive.
ii. Que existía identidad de cosas con el
anterior pleito.
iii. Que habiendo quedado establecido en
el pleito R-5777, como en éste, que los
terrenos en controversia pasaron del dominio
privado de los demandantes al dominio
público, ya estaba judicialmente adjudicado
que los demandantes no son dueños de los
predios en litigio.
iv. Y "que siendo la sentencia dictada en
el caso anterior, R-5777, final y firme,
existiendo la más perfecta identidad en los
litigantes y sus causahabientes y las cosas y
causas objeto del pleito ya que la referida
sentencia resuelve definitivamente el asunto
del título, es inescapable la conclusión de
que procede declarar con lugar la defensa de
cosa juzgada. Muñoz v. Pardo (1948); Silva
v. Doe (1953); Araújo v. Arenas (1942)."
"Pero aun asumiendo que no prosperare
la defensa de cosa juzgada, no podría
discutirse ni re-litigarse en este pleito la
cuestión del título del Municipio sobre los
terrenos en controversia ya que el hecho
específico del título a favor del Municipio es
un hecho esencial (ultimate fact)
previamente adjudicado entre las partes en el
tantas veces mencionado caso R-5777, el
cual no puede ser objeto de nueva litigación
bajo la teoría del impedimento colateral por
sentencia (colateral estoppel by judgment).
Fuentes v. Tribunal de Distrito (1952);
Pereira v. Hernández (1961).
v. Considerando que el pleito resultaba
ser cosa juzgada en cuanto al hecho esencial
del título del Municipio, o que había
impedimento para impugnarlo por haberse
adjudicado ya por sentencia firme, la Sala
expresó que creía innecesario fallar otras
cuestiones de derecho y procedió a
desestimar la demanda. Entre esas otras
cuestiones de derecho reservadas mencionó
"la reversión de la posesión al donante o sus
causahabientes si el uso público es
abandonado en cualquier tiempo y por
cualquier motivo."
–III–
Consideración de la Cuestión
Litigiosa
A. --La Cosa Juzgada.
Entre las presunciones que establece
el Código Civil--Art. 1204, ed. 1930--se dice
que "Contra la presunción de que la cosa
juzgada es verdad, sólo será eficaz la
sentencia ganada en juicio de revisión."; que
para que la presunción surta efecto en otro
juicio, "Es necesario que entre el caso
resuelto por la sentencia y aquel en que ésta
sea invocada, concurra la más perfecta
identidad entre las cosas, las causas, las
personas de los litigantes y la calidad con
que lo fueron." (Énfasis nuestro.) Más
adelante: "... que hay identidad de personas
siempre que los litigantes del segundo pleito
sean causahabientes de los que contendieron
en el pleito anterior, o estén unidos a ellos
por vínculos de solidaridad o por los que
establece la indivisibilidad de las
prestaciones entre los que tienen derecho a
exigirlas u obligación de satisfacerlas."
(213)
La presunción de la cosa juzgada
tiene bien definidas excepciones en ley, y de
orden equitativas. Pérez v. Bauzá (1961);
Millán v. Caribe Motors Corp. (1961);
Suárez Fuentes v. Tribunal Superior,
(1963); Viera v. Comisión Hípica (1960);
Tartak v. Tribl. de Distrito (1953); Vidal v.
Monagas (1946) y véanse opinión
confirmando en 179 F.2d 99, 106; cert.
denegado, 335 U.S. 911; Riera v. Pizá
(1962); Rodríguez v. Sucn. Pirazzi (1963);
Feliciano Ruiz v. Alfonso Develop. Corp.
(1968).
Surge inicialmente en la
consideración de este aspecto del recurso, el
problema que señala la manera
representativa en que se han interpuesto
ambas acciones, la del pleito R-5777 y ésta.
La demanda R-5777 no es una
interpuesta afirmativamente por todos los
otorgantes de la escritura Núm. 4 de 1922
como co-partes en una demanda. (Reglas 19
y 20 de Enjuiciamiento Civil de 1943.)
Compareció allí únicamente Angela
Figueroa y aparentemente asumió una
representación alegando que otras personas
mencionadas se encontraban en la misma
posición legal y de hecho que la de ella. El
Municipio negó esta alegación como
cuestión de hecho. Aparentemente esa fue
una acción bajo la Regla 23 de 1943, que
permitía el pleito de clase. Bajo esa Regla,
una persona podía asumir la representación
de otras cuando la naturaleza del derecho
solicitado a favor o en contra de la clase
fuera:
"(1)
Conjunta, o común, o
subsidiaria, en el sentido de que el
propietario del derecho primario rehusa
hacer valer dicho derecho y un miembro de
la clase, por lo tanto, adquiere el derecho a
reclamarlo;
afecten o pudieran afectar una propiedad
específica envuelta en la acción; o
"(3) Separada y existiere una
cuestión común de derecho o de hecho que
afectare los distintos derechos y se solicitare
un remedio común." (Regla 23, 1943.) Esta
Regla le dio aquí vigencia a la Regla 23 de
las de Procedimiento Federal.
El presente pleito se instó bajo la
Regla 20.1 de las de Procedimiento Civil de
1958. En esencia y sustancia es igual a la de
1943, sólo algunos cambios en la
exposición.3
En Caguas L. Y., Inc. v. Tribunal
Superior seguimos la glosa judicial de otras
jurisdicciones que cataloga la acción de
clase bajo el párrafo (1) como la genuina
acción de clase; aquella bajo el párrafo (2)
como una acción de clase híbrida, y la del
párrafo (3) como acción de clase espuria.4
3
Al igual que la de 1943, la Regla 23
Federal de 1937 dispone en sus apartados (2)
y (3):
"(2) Several, and the object of the action is
the adjudication of claims which do or may
affect specific property involved in the
action; or
"(3) Several, and there is a common
question of law or fact affecting the several
rights, and a common relief is sought".
En las Reglas de 1958 el vocablo
"several" aparece traducido indebidamente
como "solidario".
4
"(2) Separada y el objeto del pleito
sea la adjudicación de reclamaciones que
Para el efecto que cada una de estas
clasificaciones tiene en lo que respecta a la
presunción de cosa juzgada, véase el
(214)
Llegamos a la conclusión de que no
es necesario ahora adentrarnos en una
consideración y discusión pormenorizada en
cuanto a la clasificación en que caen los
pleitos aquí llevados, y su efecto en lo que
respecta a la cosa juzgada. El récord nos
convence, con independencia de los
anteriores factores, que no procedía por
parte de la Sala sentenciadora sostener la
defensa de cosa juzgada, aun en cuanto a la
p r o p i a A n ge l a Fi gu e r o a, ú n i c a
compareciente directa en ambos litigios.
La escritura Núm. 4 de 9 de enero de
1922, base del pleito, expresa literalmente:
"Que los condueños de la finca El Reloj han
tenido diversas conferencias y reuniones
para tratar de esta división y últimamente se
reunieron en San Juan, en las oficinas del
Banco Comercial de Puerto Rico con fecha
nueve de Octubre de mil novecientos
veintiuno, y acordaron llevar a cabo la
división material de una parte de la finca El
Reloj antes descrita, determinando al efecto,
para el mejoramiento de la finca en
beneficio de todos, las diversas calles y
plaza de recreo previamente convenidas; las
cuales son las siguientes: (Se describen.)
(Énfasis puesto.)
La anterior es toda la expresión en el
récord que serviría de base al criterio de una
"cesión" de la propiedad por parte de sus
conocido estudio de actualidad aún, de
James Wm. Moore y Marcus Cohn,
"Federal Class Actions--Jurisdiction and
Effect of Judgment", 32 Ill. L. Rev. 555;
"Binding Effect of Class Actions", (Nota) 67
Harv. L. Rev. 1059; Moore's Federal
Practice, 2nd Ed. 1968, Vol. 3, págs. 3434 et
seq., 3456 et seq.; cf. Supreme Tribe of
Ben-Hur v. Cauble, 255 U.S. 356; cf.
O'Hara v. Pittston Co., 42 S.E.2d 269.
dueños o de una "aplicación" o "destino" de
las áreas de calles y plaza "en beneficio de
todos." Resolvió el Juez Cordovés y quedó
claramente adjudicado en su sentencia, en lo
concerniente a la plaza de recreo y a la parte
de la calle "Del Rosario" que ahora se
litigan, que el Municipio no les estaba dando
el uso público para el cual habían sido
"cedidas".
La calle, porque había levantado el
Municipio una edificación en parte de ella
que interrumpía el tránsito, y la otra porción
la había integrado a la plaza; y la plaza,
porque no estaba siendo usada como "plaza
de recreo" que era el uso para el cual había
sido "cedida" por los dueños, sino que
conjuntamente con la porción de la calle
"Del Rosario" que le adicionaron, era usada
públicamente como parque atlético, siendo
de opinión el juez que el uso de "plaza de
recreo" y el de "parque atlético" no eran el
mismo uso público.
Considerando el Juez Cordovés que
la edificación levantada en parte de la calle
"Del Rosario" era fácilmente removible, y
que la parte integrada a la plaza era
restituible como calle; y considerando que el
uso público a que estaba destinada la "plaza
de recreo" como parque atlético no era
"inconsistente" ("incompatible") con aquel a
que fue destinada por los dueños, y que era
fácil mantener ambos usos públicos, el
parque atlético en terrenos que allí
pertenecían al Municipio, y la plaza en el
terreno destinado para ello, resolvió y fallo
el Juez Cordovés, ante esa situación de
hechos, que no era procedente declarar con
lugar aquella demanda y compensar a la allí
demandante y a los otros en el valor de tales
terrenos. En abono de lo decidido, expresó
el Juez Cordovés que los dueños tenían una
causa de acción para obligar al Municipio a
restituir el uso público destinado por ellos.
(215)
Nada hay en el fallo del Juez
Cordovés en el pleito R-5777, que
adjudicara a favor del Municipio el título
patrimonial sobre estos bienes, que es el
hecho sustancial que se litiga en el presente
caso. No podía haber quedado allí juzgado
este hecho esencial al actual pleito, ya que
los acontecimientos del retiro permanente de
esos bienes del uso público, y en su
consecuencia, la conversión por el
Municipio de los mismos a su haber
patrimonial, occurrieron con posterioridad al
haberse dictado sentencia en el pleito
anterior.5
En Chabrán v. Méndez (1953), ya
habíamos dicho sobre lo anterior citando de
Restatement, Judgments, Sec. 54, pág. 211:
"`Cuando se dicta sentencia a favor
de un demandado por el fundamento de que
no existe un hecho esencial a la causa de
acción del demandante, éste no está
impedido de radicar otro pleito al surgir
luego ese hecho... En tal caso si el
demandante insta su acción antes de que el
evento ocurra, y se dicta sentencia a favor
del demandado por dicho motivo, el
demandante no está impedido de instar una
acción después de ocurrido el evento.'"
(Énfasis puesto.)
5
Una sola vez, en la parte expositiva,
el Juez Cordovés se refirió a los terrenos
traspasados o donados al Municipio de San
Juan y dedicados por éste al uso público. No
puede interpretarse esa expresión como una
que adjudicó un derecho patrimonial porque
tal interpretación sería incompatible con el
propio fallo del Juez Cordovés al determinar
que los bienes estaban dedicados en parte a
un uso público y era fácil restituirlos al uso
destinado por los dueños, y al reconocer en
éstos una causa de acción contra el
Municipio, en las circunstancias de aquellos
hechos, para compelerlo a mantener los
bienes en el uso destinado. Esa expresión es
más bien producto de la tendencia que ha
habido en muchas expresiones judiciales a
no hacer la requerida distinción entre el bien
de uso público y el bien patrimonial del
Estado u organismos públicos, y la tendencia
a confundirlos. Recientemente este Tribunal
tuvo ocasión de hacer las debidas
aclaraciones en Rubert Armstrong v. Estado
Libre Asociado, resuelto en 1969. Y véase,
con iguales fines aclaratorios, la expresión
del Juez Asociado Señor Hernández Matos
de 1969 en Estado Libre Asociado v.
Tribunal Superior. (En reconsideración), en
la cual concurrieron el Juez Presidente y este
En Fels v. Biascoechea, citando de 2
Freeman, Judgments, 5ta. Ed., págs. 1501-4,
reafirmamos lo dicho en Chabrán:
"`Y lo mismo es cierto con respecto
a una decisión de que no existe derecho o
causa de acción alguna; ésta no impide una
segunda acción cuando los hechos nuevos
han creado un derecho o causa de
acción'...(Énfasis puesto.)
... Toda vez que en la demanda que
ahora está ante nos se alega específicamente
que `liquidado el negocio entre demandante
y demandado ... resultó un balance a favor
del demandante y contra el demandado ...',
ese nuevo hecho crea una causa de acción en
favor del demandante, y, a tenor de las citas
anteriores, las sentencias dictadas por los
tribunales del país vecino no resultan ser res
judicata."
En el pleito ante nos, el hecho
esencial que dio base a ejercitar esta causa
de acción surgió, como razón de pedir de un
Juez.
(216)
remedio judicial, con posterioridad al fallo
del pleito R-5777, o sea, surgió al terminarse
definitivamente en 1957, por acción
gubernamental, el uso y dominio del público
de la plaza y de la porción de calle en litigio,
y darse el Municipio a sí mismo un título de
dominio patrimonial y privativo sobre
dichos bienes según la Certificación Núm.
465 de 7 de abril de 1958 ya mencionada y
las Ordenanzas 84 de 1956-57 y 85 de 5 de
junio de 1957.
Por los fundamentos expresados, no
procedía el sostener en este pleito la defensa
de la cosa juzgada.
B. --El Título.
Ante el cuadro de hechos que surge
del récord, la cuestión litigiosa gira en torno
al derecho de propiedad de los demandantes
sobre estos bienes contra el derecho de
propiedad que con carácter patrimonial y
privativo el Municipio alega tener sobre los
mismos.
Por no ser idénticas las
circunstancias en cuanto a la porción de
calle y en lo que respecta a la plaza,
trataremos por separado cada caso.
1. --La Plaza.
Distinto a la situación de hecho que
de ordinario presentan los casos decididos
en donde existe el traspaso formal de título
propietario de unos bienes a una entidad
gubernamental, con la condición impuesta
de que han de ser dedicados al uso y
dominio del público, es un hecho irrefutable
que en éste la demandante Angela Figueroa
Reyes y los causantes de los demás
co-demandantes no cedieron ni traspasaron
título patrimonial alguno a favor del
Municipio de los 4,500 m/c que en la
escritura Núm. 4 de 9 de enero de 1922 ellos
separaron para plaza de recreo. Todo lo que
se expresa en diccha escritura es lo que ya
antes mencionamos: que reunidos los
condómines, (citamos):
"... acordaron llevar a cabo la
división material de una parte de la finca El
Reloj antes descrita, determinando al efecto,
para el mejoramiento de la finca en
beneficio de todos, las diversas calles y
plaza de recreo previamente convenidas; las
cuales son las siguientes: (Se describen.)
(Énfasis nuestro.)
Es un hecho irrefutable que la plaza
de recreo fue real y efectivamente destinada
al uso y dominio del público, y así lo
adjudicó el Juez Cordovés Arana en su
sentencia de 1948. Siguió destinada a tal
uso y dominio del público hasta que el
Municipio, con la anuencia de la Junta de
Planificación, terminó dicho uso y dominio
en 1957 y por la Certificación Núm. 465 de
7 de abril de 1958 inscribió dicha plaza en el
Registro como un bien patrimonial y
privativo suyo.
Es otro hecho irrefutable que a partir
de esta conversión en 1957, el Municipio ha
estado en la posesión de la plaza y ha
realizado actos de pleno dominio sobre ella,
como el hecho de agruparla con otros
predios privativos suyos y así agrupada
tratar de venderla o permutarla, y luego
arrendarla a tercero para estacionamiento de
vehículos. A la luz de estos hechos,
cualquier título patrimonial o privativo del
Municipio habría de surgirle por vía de la
prescripción adquisitiva, en ausencia de un
título escriturario de cesión y traspaso del
dominio por parte de los dueños, y en
ausencia de legislación especial sobre la
materia que dispusiera, en esas
circunstancias, la consolidación de un título
(217)
patrimonial a favor del Municipio. Al
aspecto de la prescripción nos referiremos
un poco más adelante.
–O–
El problema al cual aquí nos
enfrentamos, sobre el destino de bienes que
han estado dedicados al uso y al dominio del
público al terminar tal uso y dominio, tiene
hondas raíces históricas en ambos sistemas
occidentales de jurisprudencia, latino y
sajón.
Están fuera de estas consideraciones
el bien de uso y dominio público que nunca
es susceptible del comercio de los hombres,
y que carece de la condición de ser alienable
y prescriptible, a distinción de aquellos
bienes que, de naturaleza alienable y en el
comercio de los hombres, son destinados o
aplicados al uso y dominio del público y
luego cesa tal uso. Este segundo tipo de
bienes es el envuelto en esta litigación. Cf.
Rubert Armstrong v. E. L. A. (1969).
Bajo las normas clásicas de la Ley
Común inglesa, en ausencia de legislación
positiva que las modifique y en ausencia de
expresión de voluntad del dueño cediendo o
traspasando su título o
imponiéndole restricciones al mismo, las
cortes estatales americanas están de acuerdo,
siguiendo la Ley Común, en que terminado
el uso y dominio del público sobre bienes
alienables que fueron aplicados a tal uso, los
mismos revierten al uso y disfrute del dueño
que así los destinó y aplicó. En tal caso, no
ha habido desprendimiento de título, y tanto
la doctrina latina como la Ley Común
inglesa coinciden en el criterio de que en tal
situación la intervención del Estado, el
Municipio o de cualquier otra entidad
pública es una de orden reguladora en la
capacidad de un administrador, y no en la
capacidad de un propietario.7
Código Civil de Louisiana. West's, L.S.A.
Civil Code, 3, pág. 1 y ss.; pág. 17.
7
En varias jurisdicciones estatales
americanas existe legislación positiva que
reglamenta a priori todo lo concerniente a la
dedicación y aplicación de bienes privados
al uso y dominio del público, incluyendo las
cuestiones de título.
Esta legislación
positiva a veces ha modificado normas
históricas de la Ley Común inglesa, y en tal
caso, el destino y aplicación por un dueño de
sus bienes al uso y dominio del público se
rige, tanto en los aspectos sustantivos como
en los de forma, por esas expresiones de ley
positiva y su acto engendra aquellas
consecuencias jurídicas que la legislación
dispone.6
6
Fred Zengel--Elements of the Law of
Ownership, comentando el Título II del
"Ya hemos indicado que, en nuestra
opinión, el derecho de la persona moral,
Estado, departamento, municipio, sobre los
bienes de su dominio público no es un
derecho de propiedad pues no comprende los
atributos esenciales de la propiedad usus,
fructus, abusus.
El dominio público
pertenece, en tanto que dura su afectación,
más bien al uso público que a la persona
moral de que depende. La persona moral no
tiene sobre esta parte de su dominio más que
un derecho de guarda, de gestión, de
administración, [énfasis del autor] y no,
como se ha dicho--equivocadamente en
nuestra opinión--derecho de
propiedad."--Colin y Capitant, Curso
Elemental de Derecho Civil, Tomo Segundo,
Vol. II, 3ra. Ed., 1952, págs. 71 y ss.; pág.
80.
Citando abundantes autoridades, se
(218)
dice en Town of Choteau v. Blankenship,
1944, 152 P.2d 379:
"The general rule is that in the
absence of a statute to the contrary the title
to streets and alleys is held by the
municipality in trust, not in a proprietary
capacity, and the municipality is without
power to alienate the same.
"By the great weight of authority a
municipality cannot be divested of title to its
streets held in trust for public use by adverse
possession for the prescriptive period.
[citas]. We think this is the sound rule and
adhere to it." (Énfasis nuestro.)
En el connotado caso de City of Fort
Worth v. Burnett, 1938, 114 S.W.2d pág.
220, ya se había dicho lo mismo:
"It is established by the authorities
that, where property is appropriated to
public use by common law dedication of the
owner, the municipality within whose
borders the premises are situated takes it, as
trustee for the public, for the special uses
designated by the dedicator."
En este caso se destinó por su dueño
un predio para plaza o parque que proveyera
espacio libre para respirar, y la Corte
Suprema de Texas resolvió que Fort Worth
no podía usar parte del terreno para edificar
una biblioteca pública.
Reafirmándose el principio, se repite
en Hyland v. City of Eugene (1946), 173
P.2d 464:
"It is the universally accepted rule of
law that land dedicated by a private owner
for a specific purpose must be used in
conformity with the terms of the dedication
En lo que respecta al Libro
II--Propiedad--del Código Civil, en su
Código Civil de 1808 así como en la
revisión de éste que hiciera en 1825,
Louisiana se apartó en aspectos básicos del
Código de Napoleón de 1804, con sus
disposiciones éste sobre dicho Libro más
afines y semejantes a las que luego forman
parte del articulado del Código Civil
Español. Louisiana prefirió acogerse a
principios de la Ley Común sobre la
propiedad, codificando esos principios en
legislación positiva. Así: --su Art. 482
actual (Art. 474 Código Civil 1825), que se
aparta del Código Napoleónico y del
Español, y reza:
"Entre las cosas que no son
susceptibles de apropiación están
comprendidas aquellas que no pueden ser
propiedad particular por razón de su objeto,
and not diverted to any other purpose.
[citas], ... When such a grant has been made
by a private owner, the municipality, by
accepting the dedication, becomes a trustee
to carry out the terms of the grant and it has
no power to sell or lease the property for
purposes foreign to the dedication. [citas]
"In determining whether there has
been a misuse or diversion of the property,
courts are more strict in cases of grant by
private owners."
Este último criterio en cuanto a la
interpretación más estricta contra el distinto
uso cuando la dedicación al uso público ha
sido hecha por un dueño privado, que
cuando ha sido dedicada la propiedad al uso
público por las propias entidades
gubernamentales, es igualmente de general
aceptación por las cortes.
(219)
tales como las cosas en común o sean
aquellas cuyo uso y disfrute pertenece a
todos los hombres.
"Hay cosas, por el contrario, que
aunque por su naturaleza son susceptibles de
propiedad particular, pierden esta cualidad
como consecuencia de la aplicación que de
ellas se hace para fines públicos
incompatibles con la propiedad privada, si
bien pueden adquirir su primitiva condición
tan pronto cese el fin público que se las
hubiera dado; tales son las carreteras, calles
y plazas públicas". LSA C.C. Art. 482.
Según el anterior Art. 482, aquellos
bienes en el comercio de los hombres con
condición de alienables que se han aplicado
o destinado al uso y dominio del público
dejan de ser propiedad particular por
incompatibilidad de uso, pero si el uso
público termina, readquieren su condición
primitiva de bien particular del dueño; ya el
dueño sea un individuo, o ya sea el propio
Estado o municipio o entidad pública en su
capacidad patrimonial.8
En Puerto Rico rige idéntico orden
civil. En lo que concierne al Libro Segundo
8
En su Art. 658 sobre servidumbres,
declara Louisiana que aquella parte de la
propiedad sujeta a una servidumbre no deja
de pertenecer al dueño, y que por lo tanto el
lecho o terreno de una carretera pública
pertenece al propietario o dueño, y al
público le corresponde su uso. Por supuesto,
lo anterior no aplicaría si el Estado o entidad
pública ha expropiado un título dominical
del terreno o si ha adquirido dicho título
consensualmente, o si existe un estatuto que
rige la materia de distinto modo y exige el
cumplimiento de ciertas formalidades. Cf.
Lamartiniere v. Daigrepont, 168 So.2d 373.
– Propiedad – la Comisión Codificadora de
1901 creada por la Ley Foraker prefirió
adoptar mucho del articulado del Código
Civil de Louisiana de 1825, por sobre las
disposiciones del Código Civil Español que
nos regía desde el 1ro. de enero de 1890.
Esta fue una preferencia consciente
y deseada, por cuanto de los tres
Comisionados, correspondió al connotado
civilista y legislador puertorriqueño Don
Juan Hernández López la labor de preparar
el Código Civil que luego fue aprobado por
la Asamblea Legislativa por Ley de 1ro. de
marzo de 1902 y nos rige desde el 1ro. de
julio de ese año.9
9
Informe de la Comisión para
Revisar y Compilar las Leyes de Puerto
Rico. Washington, Imprenta del Gobierno,
1901. Dice Don Luis Muñoz Morales:
"No obstante esa declaración y a
pesar de que la revisión del Código Civil fue
confiada al Comisionado Puertorriqueño, se
notó bastante en este Código la influencia
del Criterio Norteamericano, porque no sólo
se hicieron aquellas modificaciones que
naturalmente exigía el cambio de régimen,
sino que se intercalaron artículos del
Código de Louisiana, e introdujeron otras
doctrinas radicalmente opuestas a nuestro
histórico Derecho Civil, y la explicación que
se dá en el informe de nuestro comisionado
puertorriqueño, después de sostener un
criterio de adaptación gradual, pero no de
igualdad, a las instituciones de los Estados y
Territorios de la Unión, dice textualmente:
`Tales principios y tal criterio han
servido de base a la revisión del Código
Civil, y si de algo peca es más bien por
haber caído del lado de la reforma en
muchos casos, no tanto por convencimiento
(220)
Así, se trajo literalmente a nuestro
orden civil el Art. 482 de Louisiana antes
transcrito y comentado, como el Art. 349 del
Código Civil de 1902 que continuó en vigor
como el 274 de la edición de 1930.
En una decisión de 1865, Louisiana
interpreta y aplica el Art. 474 de 1825, igual
a su Art. 482 actual, en el sentido de que al
cesar el uso público de una faja de terreno
dedicada por su dueño a carretera, el título
pertenecía al dueño y no a propietarios
adyacentes a dicha vía. Se resuelve que el
hecho de que el dueño vendiera solares
adyacentes a la carretera no constituía hecho
suficiente de desprendimiento de su título
que le privara del mismo conforme al Art.
474 (482). Méndez v. Dugard, 29 La.
Reports 116, 117.
Así había sido
interpretado el Art. 482 cuando lo
adoptamos en 1902.
El anterior principio se reafirma en
otro conocido caso --Louisiana Highway
Commission v. Raxdale (1943), 12 So.2d
631. Aquí, un causante de los demandantes
vendió al Municipio de Alexandria en 1868
por escritura pública que fue registrada, una
de que algunas de las instituciones actuales
reformadas no sean buenas, cuanto por el
deseo de demostrar prácticamente el amor
ferviente al principio de identidad en todo lo
que pueda parecer justo o siquiera
racional.'" (Énfasis suplido.) Reseña
Histórica y Anotaciones al Código Civil de
Puerto Rico. Libro Primero págs. 23 y ss.
La Asamblea Legislativa nombró su
propia comisión conjunta de la Cámara y el
Consejo Ejecutivo para estudiar el Código
sometido por los Comisionados, y aceptó
igualmente las adopciones hechas de
Louisiana.
faja de terreno parte de un predio mayor,
haciéndose constar que era para calle. El
precio, $50.00. De hecho la faja nunca se
usó como calle y se consideró que el uso
público había sido abandonado. Aplicando
y siguiendo el Art. 482 en el sentido de que
este era un bien susceptible de revertir a la
propiedad privada terminado el uso público,
o en ausencia de tal uso, la Corte sostuvo
que si bien el causante de los demandantes
había traspasado título a favor de la
municipalidad por escritura registrada, él y
los demandantes, sus causahabientes, habían
estado en posesión del predio como dueños
por más de 30 años y a éstos favorecía un
título por prescripción adquisitiva contra la
municipalidad.
En Ferrente v. Tantilla se ratifica la
norma y se dice, 42 So.2d 379 (1949):
"No hay duda bajo la jurisprudencia
de este estado que cuando se abandona una
carretera pública, la porción abandonada
revierte a la propiedad privada de la persona
dueña del terreno por sobre que pasa. Véase
Goree v. Midstates Oil Corporation, 18
So.2d 591, y el Artículo 482 del Código
Civil de Louisiana."
En este caso se resolvió, no obstante,
que como cuestión de hecho el uso público
no había terminado o se había abandonado.
En la decisión posterior de Green v.
Chamberlain, 1952, 60 So.2d 120, se dice
después de citarse verbatim el Art. 482: "Es
de notarse que el artículo no hace sitios
públicos per se no susceptibles de propiedad
particular, sino solamente cuando se
destinan a un propósito público incompatible
con la propiedad privada." (Énfasis en la
decisión.)
(221)
En un caso de mucho parecido con el
presente en sus hechos, un propietario en
1812 marcó en plano de su propiedad un
"predio" destinado a plaza pública de recreo.
En efecto, el predio así se usó por el público
hasta 1886. En 1882 la municipalidad, por
ordenanza, traspasó o intentó traspasar la
plaza a la Junta de Educación, y en 1886 ésta
erigió en ella una escuela, cesando el uso
público como plaza. La Junta instó acción
contra los herederos del dueño para hacer
prevalecer su título sobre el de éstos.
La Corte Suprema de Kentucky--City
of Bowling Green v. Board of Education, et
al, 278 S.W.2d 726--antes esos hechos
resolvió que al traspasar la municipalidad el
predio a la Junta cesó el uso público de la
plaza, y en ese momento el título del predio
así destinado revertió al dueño original. Con
abundantes citas de autoridades, dijo la
Corte: (pág. 727)
"Cuando propiedad que ha sido
destinada al uso público es abandonada o
cedida, el derecho del público termina, y la
propiedad en derecho revierte al que así la
destinó." (citas)
Resolviendo entonces la cuestión del
título entre la Junta y los herederos del
dueño, sostuvo la corte que el título había
revertido a éstos en 1886 cuando cesó el uso
público y la Junta edificó la escuela, pero
habiendo estado la Junta en la posesión
pública y exclusiva del predio desde esa
fecha y por tiempo suficiente, su posesión
adversa a la de los herederos le daba un
título superior dominical al de éstos, por
prescripción adquisitiva. Igual doctrina
básica ha seguido California al cesar el uso
público de calles.
Cf. Loma Vista
Investment v. Roman Catholic Archbishop,
1958, 322 P.2d 35, 38.
No ponemos en tela de juicio la
facultad que tenía el Municipio de San Juan
para sacar del uso público la plaza y la calle,
siguiendo, como los siguió, los
procedimientos de ley a tal efecto. El cerrar
una calle o eliminar una plaza de recreo
puede ser una función gubernamental
necesaria para beneficio general, bajo el
poder de policía del Estado. Con el correr
del tiempo y con los desarrollos urbanos, el
gobierno no puede quedar atado para
siempre por un uso a la propiedad fijado en
época remota por su dueño.10
El Art. 274 del Código Civil, ed.
1930, idéntico al 482 de Louisiana, dispone:
"Entre las cosas que no son
susceptibles de apropiación están
comprendidas aquellas que no pueden ser
propiedad particular por razón de su objeto,
tales como las cosas en común o sean
aquellas cuyo uso y disfrute pertenece a
todos los hombres.
Hay otras cosas, por el contrario, que
aunque por su naturaleza son susceptibles de
propiedad particular, pierden esta cualidad
como consecuencia de la aplicación que de
10
Véanse: en el cuadro general de
ilustración, Central Land Co. v. Grand
Rapids 1942, 4 N.W.2d 485 y monografía en
144 A.L.R. 487; los casos ya citados de
Hyland v. City of Eugene; Town of Choteau
v. Blankenship; City of Fort Worth v.
Burnett; Lamartiniere v. Daigrepont; Tul. L.
Rev. Vol. XII, Comments, págs. 428 y ss.;
pág. 429; Vol. 13, Comments, "The Effect of
Dedication to Public Use in Louisiana",
págs. 606 y ss. En la jurisprudencia de
Louisiana debe tenerse en cuenta que
algunas decisiones descansan en legislación
especial separada o complementaria del
Código para regir determinadas situaciones.
(222)
ellas se hace para fines públicos
incompatibles con la propiedad privada, si
bien pueden adquirir su primitiva condición
tan pronto cese el fin público que se las
hubiera dado; tales son los terrenos de las
carreteras, calles y plazas públicas."
No habiéndose otorgado título
escriturario por los comparecientes en la
escritura de partición Núm. 4 de 9 de enero
de 1922 enajenando el dominio a favor del
Municipio de San Juan; en ausencia de
legislación especial sobre la materia
disponiendo del título en tales casos, como
ocurre en varios estados;11 y conforme al
Art. 274 según ha sido autorizadamente
interpretado y aplicado en las jurisdicciones
de su procedencia, debemos resolver que al
cesar definitivamente en 1957 el uso y
dominio público de la plaza de recreo por
acción del Municipio mediante el
procedimiento de ley dispuesto para ello,
dicha plaza adquirió su primitiva condición
de propiedad privada de sus dueños.
Los bienes dedicados al uso y
dominio público, y así usados por la
comunidad en general, no producen
prescripción a favor o en contra de nadie.
En esto también están de acuerdo la doctrina
sajona y la latina. Véanse: Art. 1836
Código Civil ed. 1930, Colin y Capitant, op.
cit., pág. 73, Louisiana Highway
Commission v. Raxdale; Locke v. Lester,
1955, 78 So.2d 14.
El récord demuestra, no obstante,
11
Véanse, por ejemplo, disposiciones
tales como las secciones 837, [sic] 8324,
8330, 8331, de la legislación de California,
que siguen las normas de la Ley Común.
West's, Ann. Str. & H. Code, secciones
mencionadas.
que al cesar en 1957 el uso y dominio
público de la plaza, el Municipio quedó en
posesión y realizó actos de dominio sobre
ella, según hemos expresado. A partir de
ese momento comenzó a correr la
prescripción adquisitiva a favor del
Municipio en razón a su posesión adversa a
la de los demandantes.
Habiéndose
interpuesto la presente acción judicial en 11
de diciembre de 1962, el Municipio no
poseyó durante el término mínimo requerido
bajo cualquier tipo de prescripción para
obtener título de dominio por prescripción
adquisitiva.
Por todos los anteriores
fundamentos, la sentencia que desestimó la
demanda será revocada en lo que respecta a
la plaza. Se dictará otra decretando que a
partir de 1957 al cesar el uso y dominio
público los demandantes, como otorgantes y
causahabientes de los otorgantes de la
escritura Núm. 4 de 9 de enero de 1922,
ostentan título de dominio sobre dicha plaza,
decretando la nulidad de laa Certificación
Núm. 465 de 7 de abril de 1958 y las
operaciones que dieron lugar a dicha
Certificación, y decretando la nulidad de la
inscripción de esta propiedad en el Registro
a favor del Municipio de San Juan como
bien patrimonial y privativo suyo.
2. La Calle Rosario.
El récord contiene expresiones
contradictorias del Municipio hechas
oficialmente en distintas épocas en cuanto a
si la Calle Rosario fue o no de uso y
dominio público. En su sentencia de 1948 el
Juez Cordovés Arana concluyó que la Calle
había sido usada públicamente, aunque el
Municipio había obstaculizado la vía con
una edificación removible.
(223)
Aparte de ello existe el hecho que en
la escritura Núm. 6 de segregación,
agrupación y compraventa otorgada ante el
Notario Martínez Dávila en San Juan, Puerto
Rico, el 16 de enero de 1928, transacción
que se repite por la escritura Núm. 12 de 15
de agosto de 1929 ante el Notario Edelmiro
Martínez Rivera, la agrupación y la
segregación que ahí se hacen de las
porciones adjudicadas en 1922 a Rita de la
Cruz Santiago (véase Plano, pág. 538),
indebidamente incluyeron la Calle Rosario
entre Labra y Figueroa. En esa forma el
Municipio adquirió la propiedad agrupada y
segregada por precio de $51,180.00.
A la luz de la prueba en el récord, a
Rita de la Cruz no se le adjudicó título sobre
la porción de esta calle, ni a ningún otro
condómine, y fue ilegal incluirla en la
agrupación y segregación y venta el
Municipio. El propio Municipio al contestar
la demanda en el pleito R-5777 alegó
afirmativamente: "... siendo lo cierto que
uno de los firmantes de la escritura número
cuatro de 9 de enero de 1922 `Sobre
División de Terrenos', otorgada por los
demandantes, o sea, el Señor Luis de la Cruz
y Santiago, casado con doña Rosa Figueroa
Reyes, y quien concurrió en dicha escritura
en concepto de apoderado de doña Rita de la
Cruz y Santiago, por escritura número seis
otorgada ante el Notario don José Martínez
Dávila, el 16 de enero de 1928, vendió al
extinto Municipio de San Juan, hoy
Gobierno de la Capital, por la suma de
$51,180.00 una parcela radicada en la
Sección Sur del Barrio de Santurce del
término municipal de San Juan; compuesta
de 8,530 metros cuadrados, parcela que fue
formada por dos parcelas segregadas y
fraudulentamente agrupadas para que
formaran una sola. Sigue alegando en
contrario la demandada que en la venta a
que se hace referencia el Municipio de San
Juan, hoy Gobierno de la Capital, se
incorporó fraudulentamente el área que
abarca la calle del Rosario en un trozo
comprendido entre las calles Figueroa y
Labra, y que tiene un área total de 1,259.85
metros cuadrados". (Énfasis nuestro.) El
Juez Cordovés Arana, en sus conclusiones
de hecho determinó que esas fincas no
podían ser agrupadas estando la Calle en el
medio.
El Municipio hizo las anteriores
expresiones en el año 1947. El récord no
nos permite determinar, si en 16 de enero de
1928 y en 15 de agosto de 1929 cuando
adquiere por escritura pública y por precio
de $51,180..00 tenía o no conocimiento del
"fraude", o si era o no un adquirente
protegido por el Registro o si era o no un
tercero civil.
En lo que a la calle respecta, y
habiendo en la prueba un título escriturario
a favor del Municipio sobre la porción de
dicha calle, se dejará sin efecto la sentencia
recurrida, y se devolverá el caso para que la
Sala sentenciadora determine, a la luz de la
prueba que las partes presenten, si al
adquirir de Luis de la Cruz en 1928 y 1929
el Municipio era un tercero protegido por el
Registro o si era un tercero civil de buena fe.
De determinarse que era un tercero inocente,
deberá sostenerse el título del Municipio
sobre la porción de Calle. De lo contrario, a
ésta le regirán igua lme nte los
pronunciamientos hechos sobre la Plaza, al
cesar el uso y dominio público.
Conforme a la estipulación de las
partes de 10 de febrero de 1964, al
devolverse el caso se determinará la cabida
exacta de los predios en litigio, que deberán
ser entregados materialmente a los
demandantes, y se harán los
pronunciamientos sobre frutos adeudados a
partir del año 1957, la fecha en que cesó el
(224)
uso y dominio público de los bienes
envueltos. La Sala sentenciadora deberá
fijar, además, los honorarios de abogado en
primera instancia conforme a la súplica a tal
efecto en la demanda.
Se dictará sentencia de conformidad
con todos los pronunciamientos anteriores.
Caquías v. Asoc. de Residentes
134 D.P.R. 181 (1993)
[JOSÉ R. CAQUÍAS MENDOZA , ETC.,
demandantes y recurridos, v. ASOCIACIÓN
DE RESIDENTES DE MANSIONES DE RÍO
PIEDRAS., demandados y RECURRENTES;
ASOCIACIÓN DE RESIDENTES DE MANSIONES
DE RÍO PIEDRAS, INC ., demandante y
recurrida, v. WILFREDO BÁEZ Y OTROS ,
demandados y peticionarios.]
Números:
RE-91-139
/
CE-91-786Resueltos: 25 de agosto de 1993
PETICIONES DE CERTIORARI Y REVISIÓN
para revisar una RESOLUCIÓN de Evaristo M.
Orengo, Jr., J. (San Juan), que declara no ha
lugar cierta moción de sentencia sumaria de
la parte demandada en el caso de la
Asociación de Residentes de Mansiones de
Río Piedras, Inc. v. José R. Caquías,
Wilfredo Báez y otros, y una Sentencia de
Arnaldo López Rodríguez, J. (San Juan), que
declara con lugar cierta demanda contra los
demandados en el caso de José R. Caquías
Mendoza etc. v. Asociación de Residentes
de Mansiones de Río Piedras, etc., y ordena
a la Asociación demandada a proveer a los
demandantes todos los beneficios del
sistema de control de acceso sin que estos
estén obligados a pagar la cuota para
sufragar los gastos de mantenimiento del
sistema. Se revoca en parte la resolución
recurrida en el caso Asociación de
Residentes de Mansiones de Río Piedras,
Inc. v. Wilfredo Báez y otros, y se desestima
sumariamente la demanda incoada por la
Asociación demandante y recurrida. Se
confirma la sentencia dictada en el caso de
Caquías Mendoza etc. v. Asociación de
Residentes de Mansiones de Río Piedras,
etc. En consecuencia, se ordena a la
Asociación a: (1) desistir de sus gestiones
del cobro de la cuota de mantenimiento a los
demandantes y recurridos en Caquías
Mendoza etc. v. Asoc. de Residentes, y a los
demandados recurrentes en Asoc. de
Residentes v. Báez y otros, y (2) entregar a
estos, libre de costo, los controles remotos
y las llaves del paseo peatonal.
Maritza Julia Ramos, abogada de los
demandantes y recurridos en Caquías
Mendoza, etc. v. Asoc. de Residentes, y de
los demandados y recurrentes en Asoc. de
Residentes v. Báez y otros; Héctor M.
Collazo, abogado de los demandados y
recurrentes en Caquías Mendoza, etc. v.
Asoc. de Residentes, y de los demandantes y
recurridos en Asoc. de Residentes v. Báez y
otros.
Hernández Denton, Juez Asociado:
En 1987 la Asamblea Legislativa
aprobó la Ley Num. 21 de 20 de mayo de
1987 (23 L.P.R.A. sec. 64 et seq.) para
autorizar a urbanizaciones y comunidades a
controlar el acceso vehicular y el uso
público de sus calles residenciales. El
propósito principal de esta ley es proveer a
nuestra ciudadanía un instrumento adicional
para combatir la criminalidad y así procurar
su cooperación activa en la lucha contra el
crimen. La ley propende, ademas, a mejorar
la seguridad y tranquilidad de nuestras
comunidades, de modo que los vecinos
puedan lograr una sana convivencia e
interacción comunitaria.
(225)
El concepto de control de acceso
implica que se preserva la naturaleza pública
de las calles residenciales, mientras se
permite a los residentes establecer unos
medios para controlar el trafico de vehículos
y el uso público, y así velar por su propia
seguridad, y cultivar un ambiente propicio
para una mejor convivencia. La delicada
política pública tras este ordenamiento
requiere
armonizar el interés de los
ciudadanos en su seguridad y bienestar con
los derechos de propiedad y libertad de otras
personas, así {187 como de aquellos
residentes que se oponen al control de
acceso o a sus términos. Tanto la Ley Num.
21, según enmendada, supra, como el
reglamento de la Junta de Planificación de
Puerto Rico y las ordenanzas municipales
que la implantan, intentan armonizar estos
intereses.
Los casos ante nuestra consideración
nos permiten aclarar los derechos y las
obligaciones de los residentes de aquellos
sectores que han sido autorizados por los
municipios a establecer controles de acceso.
En particular, nos pronunciamos sobre los
derechos de unos residentes de Mansiones
de Río Piedras, que alegádamente se
opusieron al sistema control de acceso, a
obtener gratuitamente los medios para
operar dicho sistema.
Antes de emprender nuestro análisis
es preciso señalar que, en nuestro
ordenamiento actual, las calles son bienes de
uso público y que en el pasado, a los efectos
del ejercicio de la libertad de expresión, las
hemos considerado foros públicos. Veanse,
e.g.: Art. 256 del Código Civil de Puerto
Rico, 31 L.P.R.A. sec. 1025; Pacheco
Fraticelli v. Cintrón Antonsanti, 122 D.P.R.
229 (1988); Saldaña v. Concejo Municipal
de San Juan, 15 D.P.R. 37 (1909).
En el caso José R. Caquías Mendoza
etc. v. Asociación de Residentes de
Mansiones de Río Piedras, etc. (en adelante
Caquías etc. v. Asoc.) la Asociación de
Residentes de Mansiones de Río Piedras,
etc. (en adelante la Asociación) solicita la
revocación de una sentencia del Tribunal
Superior que declaro con lugar la moción de
sentencia sumaria de los residentes
opositores y que ordeno a la peticionaria a
poner a disposición de los demandantes
todos los beneficios del sistema de control
de acceso, sin que ellos
estuvieran
obligados a pagar cuotas de mantenimiento.
En el segundo caso, Wilfredo Báez y
otros residentes nos piden que revoquemos
la resolución del Tribunal Superior en el
caso
Asociación de Residentes de
Mansiones de Río Piedras, Inc. v. Wilfredo
Báez y otros (en adelante Asoc. v. Báez y
otros) que declaro sin lugar su moción de
sentencia {188 sumaria parcial. Ellos habían
solicitado, entre otras cosas, que se declarase
ilegal el sistema de control de acceso
implantado en la urbanización o, en la
alternativa, que la Ley Num. 21, supra,
según alegádamente aplicada por la referida
asociación, se declarase inconstitucional.
Por tratarse de controversias
novedosas, expedimos los autos y
consolidamos los recursos. Mediante una
interpretación estatutaria confirmamos la
sentencia recurrida en Caquías etc. v. Asoc.
y ordenamos a la Asociación entregar
gratuitamente a los residentes opositores,
tanto los controles remotos como las llaves
del paseo peatonal.
Simultáneamente, confirmamos
parcialmente la resolución recurrida en
Asoc. v. Báez y otros. Fieles a los principios
tradicionales de revisión judicial, nos
abstenemos de resolver los señalamientos
(226)
constitucionales presentes en este caso por
entender que existen controversias de hecho
que impiden su resolución por la vía
sumaria. Devolvemos el caso al tribunal a
quo para conceder a las partes amplía
oportunidad de presentar prueba sobre la
manera en la que la Asociación opera el
sistema y sobre las alegadas violaciones a
derechos constitucionales resultantes de tal
operación.
Al así proceder, no hacemos mas que
cumplir nuestra obligación de no adjudicar
la constitucionalidad de una ley antes de que
sea necesario y, con mas razón, cuando los
autos son inadecuados para tal adjudicación.
Vélez Ramírez v. Romero Barceló, 112
D.P.R. 716, 728 (1982); Vives Vázquez v.
Tribunal Superior, 101 D.P.R. 139 (1973).
Este Tribunal tiene el deber, reiterado y
cumplido en repetidas ocasiones, de no
d e cidir a destiempo c ue stione s
constitucionales y así evitar
pronunciamientos de índole consultiva, sin
proporción a los hechos. Veanse, e.g.:
Hernández Agosto v. Betancourt, 118 D.P.R.
79, 8687 (1986); Molina v. C.R.U.V., 114
D.P.R. 295, 297 (1983); Cerame-Vivas v.
Srio. de Salud, 99 D.P.R. 45, 51 (1970);
Esso Standard Oil v. A.P.P.R., 95 D.P.R.
772, 783 (1968). {189
Al remitir el caso al foro de
instancia, reiteramos la norma tradicional de
que las leyes son y se presumen
constitucionales hasta tanto un tribunal
competente declare lo contrario.
Enfatizamos, ademas, que al examinar las
cuestiones constitucionales, los tribunales
deberán siempre tener presente su deber de
interpretar la Constitución de manera que
puedan garantizar su vigor y relevancia ante
las realidades de nuestros tiempos.
Cerame-Vivas v. Srio. de Salud, supra, pag.
51; López Vives v. Policía de P.R., 118
D.P.R. 219, 227 (1987); P.R. Tel. Co. v.
Martínez, 114 D.P.R. 328, 349350 (1983).
Después de todo, la vitalidad de nuestra
Constitución depende, en ultima instancia,
de su capacidad para responder con acierto
a los distintos problemas sociales, políticos
y económicos que de tiempo en tiempo
aquejen al país, y al aplicarla debemos
recordar que "[i]nterpretamos una
Constitución, no los Rollos del Mar
Muerto". P.R. Tel. Co. v. Martínez, supra,
pag. 350.
I
De los autos originales se desprenden
los siguientes hechos que no están en
controversia.
Mansiones de Río Piedras (en
adelante Mansiones) es una urbanización de
unas ciento ochenta y una (181) residencias,
localizada en el Municipio de San Juan (en
adelante el Municipio). Sus únicas dos (2)
vías de acceso son las calles Begonia y
Gardenia, ambas vías municipales.
Alla para 1985 los residentes de
Mansiones comenzaron a explorar
alternativas para velar por su propia
seguridad mediante el cierre permanente de
una (1) de las dos (2) calles, según el Art.
12.07 de la Ley Num. 146 de 18 de junio de
1980, conocida como la Ley Orgánica de
los Municipios de Puerto Rico, 21 L.P.R.A.
ant. sec. 3457).1 {190
1
El Art. 12.07 de la Ley Num. 146 de
18 de junio de 1980 disponía, en la parte
pertinente, que:
"El municipio podrá ordenar y
efectuar el cierre permanente de cualquier
calle o camino dentro de sus limites
(227)
Organizados en una asociación no
incorporada, una mayoría de los residentes
autorizo por escrito a sus directores a
representar "los intereses comunitarios a los
efectos de solicitar a la Asamblea Municipal
de San Juan la autorización para controlar la
entrada y sal[i]da de personas entrañas a
nuestra comunidad".2 (Énfasis en el original
suprimido.) Caso Num. RE-91-139,
territoriales, previa celebración de vista
pública que deberá notificarse mediante
avisos escritos fijados en sitios prominentes
en la Casa Alcaldía y en [la] calle o camino
a cerrarse y se enviará copia del mismo al
Secretario de Transportación y Obras
Públicas y a cada uno de los residentes y
colindantes de la calle o camino." 21
L.P.R.A. sec. 3457 (Sup.1981).
2
El texto completo de la autorización
es el siguiente:
"Yo [nombre del suscribiente], mayor de
edad, [estado civil], [profesión], residente de
la Calle [nombre de la calle y num. de lote]
de la Urbanización Mansiones de Río
Piedras, en representación de los residentes
de la vivienda de referencia, autorizo a la
Asociación de Residentes de Mansiones de
Río Piedras para que represente los intereses
comunitarios a los efectos de solicitar a la
Asamblea Municipal de San Juan la
autorización para controlar la entrada y
sal[i]da de personas extrañas a nuestra
comunidad.
"Hoy ____ de _________ de __.
__________________________________
___________
FIRMA DEL
RESIDENTE" (Enfasis en el original
suprimido.) Caso Num. RE-91-139,
Solicitud de revision, pags. 1415.
Solicitud de revisión, pag. 14. El boletín
mensual de Mansiones, El Timonel, informo
a los residentes "que nada se pierde ni se
compromete con esta petición". La gestión,
sin embargo, resulto infructuosa. A pesar de
las autorizaciones concedidas, los residentes
no pudieron llegar a un acuerdo sobre la
calle que sería cerrada de forma permanente.
Unos y otros se oponían al cierre de la
entrada mas próxima a sus respectivas
residencias.
Así las cosas, el 20 de mayo de 1987,
la Asamblea Legislativa aprobó la Ley Num.
21, supra, la cual autorizo a la Junta de
Planificación de Puerto Rico (en adelante la
Junta) a conceder permisos para el control
del trafico de vehículos de motor y el uso
público de las calles en urbanizaciones
residenciales, públicas o privadas, con un
solo acceso de entrada y salida o con mas de
un acceso, {191 siempre que ninguna de sus
calles o caminos se usara como vía de
entrada o salida de otra comunidad. 23
L.P.R.A. sec. 64. Según esta ley, para poder
obtener un permiso, la urbanización
interesada debía tener un consejo o
asociación de residentes y presentar una
solicitud adoptada por tres cuartas (3/4)
partes de los residentes, acompañada de
garantías de que la comunidad sufragaría
los gastos de instalación, operación y
mantenimiento del sistema de control. 23
L.P.R.A. sec. 64a(b).3 Cumplidos todos los
3
El cuarto requisito estatutario
establecía que en la urbanización "no exista
ningún edificio o facilidad propiedad del
Gobierno del Estado Libre Asociado de
Puerto Rico o de los municipios para uso y
disfrute del público en general a excepción
de aquellos dedicados a escuelas, parques
recreativos o centros comunales". 23
L.P.R.A. sec. 64a.
(228)
requisitos estatutarios y aquellos que se
estableciesen mediante reglamento, la Junta
podía proceder a expedir el permiso
solicitado, previa celebración de vistas
públicas debidamente notificadas.4 Esta ley
nada dispuso sobre los derechos u
obligaciones de aquellos residentes que no
favorecieran la implantación del sistema de
control.
Poco mas de un (1) año después, el
10 de agosto de 1988, la Asamblea
Legislativa aprobó la Ley Num. 156 (23
L.P.R.A. secs. 6464b1, 64c64g) y enmendó
sustancialmente la Ley Num. 21, supra. En
particular, traspaso la facultad de expedir los
permisos de la Junta a los municipios y
estableció un procedimiento especifico para
su expedición. 23 L.P.R.A. secs. 64 y 64b.
Los requisitos estatutarios para la solicitud
quedaron, en esencia, intactos.5 Con respecto
a los residentes que no favorecieron {192 el
sistema, la Ley Num. 156, supra, dispuso
que estos no estarán obligados al pago de las
cuotas para la implantación, la operación y
el mantenimiento del sistema, excepto
cuando así se comprometan mediante
contrato escrito. 23 L.P.R.A. sec. 64g.
A raíz de estos desarrollos, la
Asociación, una corporación privada sin
fines de lucro, realizo gestiones para obtener
un permiso para establecer un sistema de
control de acceso conforme a la Ley Num.
21, según enmendada por la Ley Num. 156,
supra. El 16 de agosto de 1988 la
Asociación presento su solicitud ante el
Municipio acompañada de, entre otras cosas,
copias de aquellas autorizaciones suscritas
durante 1986 y principios de 1987 para que
su predecesora iniciara las gestiones con el
Municipio para controlar "la entrada y la
salida de personas entrañas".6 Incluyo,
ademas, copia de los contratos de
4
La Sec. 3 de la Ley Num. 21 de 20
de mayo de 1987 (23 L.P.R.A. sec. 64b,
Sup.1988) disponía que:
"Toda petición o autorización de
control de acceso deberá notificarse al
municipio y ser sometida a vistas públicas,
luego de dar aviso al público de la fecha,
sitio y naturaleza de la vista mediante
notificación escrita a los residentes de las
urbanizaciones, calles y comunidades
residenciales, públicas o privadas y
publicación de un aviso en uno de los
periodicos de circulación general en Puerto
Rico, con no menos de cinco (5) días de
anticipación a la fecha de la vista."
5
La Ley Num. 156 de 10 de agosto
de 1988 (23 L.P.R.A. secs. 64 – 64b1, 64c –
64g) dispuso que cuando el desarrollador o
urbanizador solicite el permiso no es
necesario cumplir con el requisito de tener
una asociación o consejo de residentes
debidamente organizado y en funciones.
Aclaro, además, que para fines de la
adopción de la solicitud por tres cuartas
(3/4) partes de los residentes, la
participación esta limitada a un (1) residente
por vivienda. 23 L.P.R.A. sec. 64a.
6
La Asociación de Residentes de
Mansiones de Río Piedras, Inc. (en adelante
la Asociación) había presentado esta
solicitud ante la Junta de Planificación de
Puerto Rico el 26 de abril de 1988, según
requería la Ley Num. 21 de 20 de mayo de
1987 (23 L.P.R.A. sec. 64 et seq.).
Aprobadas las enmiendas de la Ley Num.
156 de 10 de agosto de 1988, supra, la
Asociación retiro la solicitud de la Junta y el
16 de agosto la presentó ante el Municipio
de San Juan (en adelante el Municipio).
(229)
mantenimiento suscritos por poco mas de
tres cuartas (3/4) partes de los residentes.
Con estos contratos, los residentes
suscribientes se comprometieron a financiar
el sistema mediante el pago mensual de una
cuota de cuarenta y cinco (45) dolares
durante su residencia en la urbanización.
Así las cosas, el 20 de enero de 1989
entro en vigencia el Reglamento de
Planificación Num. 20 de 20 de enero de
1989, Junta de Planificación de Puerto Rico
(en adelante Reglamento Num. 20),
conocido como el Reglamento de Control de
Transito y Uso Público de Calles Locales,
adoptado por la Junta conforme a la Sec. 6
de la Ley Num. 21, según enmendada,
supra, por la Ley Num. 156, {193 supra.7
Conforme a la Sec. 5.03(8) de este
reglamento, la urbanización solicitante tiene
que proveer una garantía de que brindara
acceso por igual y en todo momento a todos
los residentes, incluso a los que no
favorecieron el establecimiento del
sistema.8
7
Luego de un proceso de vistas
públicas, la Junta de Planificación de Puerto
Rico adoptó el Reglamento Num. 20 de 20
de enero de 1989 (en adelante Reglamento
Num. 20) el 3 de octubre de 1988. El
Gobernador de Puerto Rico lo aprobó
mediante Orden Ejecutiva de 5 de enero de
1989. Orden Ejecutiva para aprobar el
Reglamento de Control de Tránsito y Uso
Público de Calles Locales, Boletín
Administrativo Num. 5260D, 5 de enero de
1989. Por virtud de esta orden, el
Reglamento Num. 20 entró en vigor el 20 de
enero de 1989.
8
La Asociación certificó en Reunión
Extraordinaria de 16 de enero de 1988 una
garantía de que "se le proveerá acceso por
Meses mas tarde se celebró una vista
pública ante el Municipio para considerar la
solicitud de la Asociación.9
Ningún
residente compareció a manifestar
oposición. Acto seguido, el 13 de noviembre
de 1989, la Asamblea Municipal aprobó la
Ordenanza Municipal Num. 40 de 13 de
noviembre de 1989, Serie 19891990 (en
adelante la Ordenanza), mediante la cual
autorizo a los residentes de Mansiones a
"cerrar, mediante la instalación de [un]
portón electrónicamente activado [con]
tarjeta y [la] construcción de [una] caseta
con vigilante, la intersecció[n] de las calles
Lirio y Begonia". Autorizo, ademas, "el
cierre controlado mediante la instalación de
[un] portón electrónicamente controlado con
'beeper' [control remoto] de la intersección
de las calles Lirio y Gardenia". Ordenanza,
Sec. 1ra. En particular, la Asamblea
Municipal de San Juan estableció como
condición sine qua non de la autorización
que:
... aun [sic] aquellos residentes que no
estén de acuerdo con los mencionados
cierres de calles y que no participen con la
{194 aportación de cuotas, se les reconocerá
el derecho a la participación de todos los
beneficios. Ordenanza, Sec. 2da.10
igual y en todo momento a todos los
residentes de la comunidad, incluyendo a los
que no favorezcan el establecimiento de los
controles propuestos".
9
La vista pública se celebró el 28 de
junio de 1989 ante la comisión pertinente del
Municipio.
10
La Ordenanza Municipal Num. 40
de 13 de noviembre de 1989 (en adelante la
Ordenanza) fue presentada debidamente
certificada por el Presidente y el Secretario
(230)
El Municipio no solicitó a los
residentes de Mansiones que demostraran su
conformidad con esta ordenanza. Esta
constituyo el
primer y ultimo
pronunciamiento del Municipio sobre la
solicitud de la Asociación.
Acto seguido, la Asociación procedió
a instalar un portón en la intersección de la
calles Gardenia y Lirio que se opera
mediante control remoto. Adyacente a este
portón no hay caseta de vigilancia alguna,
por lo que el uso de un control remoto es la
única forma de obtener acceso. Instalo,
ademas, un portón operado por llave que
controla el acceso peatonal. En la
intersección de la calles Begonia y Lirio, la
Asociación construyo una caseta de
vigilancia e instalo un portón que opera no
solo mediante control remoto, sino también
mediante un mecanismo colocado dentro de
la caseta, la cual es a todas horas atendida
por un guardián.
El sistema de control de acceso
comenzó a operar el 30 de junio de 1990.
Por razones de seguridad, la Asociación
decidió cerrar el portón de la intersección
de las calles Gardenia y Lirio de 10:00 P.M.
a 6:00 A.M. Distribuyo, ademas, unas
calcomanías para facilitar la identificación
de los automóviles de los residentes y así
agilizar el transito por el portón atendido por
el guardián.
Entregó los controles remotos a
aquellos residentes que habían suscrito el
contrato de mantenimiento y pagado la cuota
mensual junto con un deposito de treinta y
cinco dolares ($35) por control. La llave del
de la Asamblea Municipal de San Juan al
Honorable Alcalde y este la firmó e impartió
su aprobación el 4 de diciembre de 1989.
portón del paseo peatonal la puso a
disposición de todos los residentes por un
precio de quince dolares ($15) por llave.
Algunos residentes se negaron a
suscribir el contrato de mantenimiento y, por
lo tanto, a pagar la cuota mensual y {195 el
deposito por cada control. La Asociación,
por su parte, rehusó entregarles los controles
remotos o las claves de estos. En
consecuencia, dichos residentes se quedaron
sin acceso por el portón que no tiene
guardi0n en la intersección de las calles
Gardenia y Lirio.
II
El 26 de julio de 1990 la Asociación
presento una demanda contra varios
residentes en la que alego que estos eran
miembros de la Asociación, que habían
autorizado el sistema de control de acceso
con el compromiso de financiarlo y que, no
obstante, se habían negado a pagar la cuota
mensual para su mantenimiento.11 Caso Civil
Num. KAC-90-1233, Tribunal Superior,
Sala de San Juan, Asoc. v. Báez y otros.12 A
11
Los demandados en este caso
fueron los residentes siguientes: Wilfredo
Báez, Anastacio Baez, María Antonia Sierra,
Rafael Muñoz, Beatriz Avila de Muñoz,
Juan A. Molina, Ernesto Rodríguez,
Arquímedes Ramírez, William Varas.
12
Dos (2) días antes, el 24 de julio de
1990, la Asociación había presentado una
demanda contra un solo residente, el Sr. José
R. Caquías Mendoza. Las alegaciones y los
remedios solicitados fueron, en esencia, los
mismos. Caso Civil Num. KAC-90-1221,
Tribunal Superior, Sala de San Juan, Asoc.
de Residentes de Mansiones de Rio Piedras,
Inc. v. José R. Caquías. Este caso no se
(231)
manera de remedio, solicito que se les
ordenara pagar dicha cuota y que se
resolviera que estos no tenían derecho
alguno a los controles remotos que activan
los portones del sistema hasta tanto no
pagaran la cuota. Demanda, Caso Civil
Num. KAC-90-1233, pag. 4. Solicito,
ademas, que se les condenara a indemnizar
los daños y perjuicios alegádamente
causados por sus actuaciones. id., pag. 4.13
Varios de los demandados y otros
residentes adicionales respondieron, a su
vez, con la presentación el 17 de agosto del
mismo año de una demanda sobre sentencia
declaratoria e interdicto preliminar y
permanente contra la Asociación {196 y el
Municipio. Caso Civil Num. KPE-90-1382,
Tribunal Superior, Caquías etc. v. Asoc.14
encuentra ante nuestra consideración.
13
El 1ro de abril de 1991 el Tribunal
Superior, en ánimo de evitar
determinaciones conflictivas y con la
conformidad de las partes, consolidó este
caso con el que la Asociación presentó
contra el señor Caquías Mendoza.
14
Entre los demandantes en Caquías
etc. v. Asoc. están todos menos tres (3) de
los residentes demandados con sus conyuges
en los dos (2) casos iniciados por la
Asociacion: José R. Caquías Mendoza e Ines
Mejias Paradis, Anastacio Baez Colon y
Aide García Rodriguez, Rafael Kercado
Salgado y María Antonia Sierra Diaz, Juan
A. Molina Robles y Carmen L. Hernandez
Santos, Ernesto Rodriguez Rivera y Carmen
L. Borgos Bou, Arquimedes Ramirez Rivera
y Edelmira Rivera Cruz, William Varas Bas
y Lackmee Delgado Mena.
Los otros tres (3) demandantes,
Aunque este fue el segundo caso presentado,
comenzaremos por exponer su cauce
procesal, ya que el Tribunal Superior dicto
sentencia en el antes de que se dictara la
resolución recurrida en el caso iniciado por
la Asociación.
A. Caquías etc. v. Asoc.
Los residentes demandantes en
Caquías etc. v. Asoc. alegaron, en síntesis,
que no habían autorizado la gestión de la
Asociación para establecer el control de
acceso según la Ley Num. 21, supra, ni
firmado contrato alguno de mantenimiento y
que, no obstante, la Asociación les había
negado los controles remotos para operar los
portones hasta tanto pagaran la cuota a la
Asociación. Demanda, Caso Civil Num.
KPE-90-1382, párrafos 2126.15 Por otro
lado, alegaron que la Asociación no tenía
autorización en ley para cerrar el portón de
la calle Gardenia durante horas de la noche
ni para requerirles el pago de quince dolares
Edwin Jimenez Irizarry y Margarita
Martinez Perez, y Luz M. Rios Rosario, no
habían sido demandados por la Asociación
en Asoc. v. Baez y otros. Wilfredo Baez,
Rafael Munoz y Beatriz Avila de Munoz, a
pesar de haber sido demandados en Asoc. v.
Baez y otros, no comparecieron en la
demanda. Wilfredo Baez, sin embargo, es
hijo de Anastacio Baez Colon y Aide García
Rodriguez, quienes si comparecieron.
15
De acuerdo con la demanda,
solamente uno (1) de los residentes
demandantes, el Sr. Arquimedes Ramirez
Rivera, había autorizado a la Asociación a
hacer gestiones ante el Municipio despues
de la aprobación de la citada Ley Num. 21 el
20 de mayo de 1987. Demanda, Caso Civil
Num. KPE- 90-1382, parrafo 21.
(232)
($15) por la llave del paseo peatonal.
Demanda, Caso Civil Num. KPE-90- 1382,
párrafos 26 y 27.16 {197
En la súplica solicitaron que las
actuaciones de la Asociación se declarasen
contrarias a la Ley Num. 21, según
enmendada por la Ley Num. 156, supra, y
al Reglamento Num. 20 y la Ordenanza o, en
la alternativa, que se declarasen
inconstitucionales; que se ordenara a la
Asociación desistir de sus gestiones de
cobro y proveer los controles remotos o sus
códigos sin requerir el pago de aportación
alguna o su ingreso a la Asociación, y que se
ordenara permitir el paso a todas horas por
el portón de la calle Gardenia y entregar,
libre de costo, la llave del port2n del paseo
peatonal. Demanda, Caso Civil Num.
KPE-90- 1382, párrafos AJ.17
La Asociación contesto la demanda
y admitió que el uso de los controles
remotos era exclusivo para aquellos
residentes que habían pagado la cuota de
16
En la demanda también se alego
que la Asociación requiere a los residentes
anunciar con, por lo menos, un (1) día de
anticipación toda actividad a la cual
pudieran asistir diez (10) o mas personas y
que pública sus nombres en las listas de
aquellos que no pagan la cuota de
mantenimiento. Los residentes demandantes
plantearon que estas alegadas actuaciones
violan su derecho constitucionalmente
reconocido a la intimidad.
17
Los demandantes también
solicitaron una orden para que la Asociación
desistiera del requisito de previa notificación
de actividades y de la publicación de sus
nombres y direcciones como residentes que
no pagan la cuota de mantenimiento.
mantenimiento y para aquellos "que desde
un principio se opusieron a que se
estableciese el Sistema de Control de
Acceso". (Contestación a Demanda, Caso
Civil Num. KPE-90-1382, párrafo 17.) Caso
Num. RE-91-139, exhibit IV, pag. 19. Según
la Asociación, los demandantes residentes
no tienen derecho a estos controles porque
alegádamente "autorizaron y estuvieron de
acuerdo con la implantación" del sistema.
id. Admitió, ademas, que no había
restricción alguna sobre las calles de la
urbanización que constase en el Registro de
la Propiedad y que "por razones de
seguridad" había ordenado el cierre nocturno
del portón de la intersección de las calles
Gardenia y Lirio. id., pags. 18 y 20. Negó el
resto de las alegaciones principales de la
demanda.
Luego de varios incidentes
procesales, los residentes demandantes
presentaron una moción de sentencia
sumaria debidamente
acompañada de
documentos y declaraciones {198 juradas.18
La Asociación se opuso oportunamente. Con
excepción del planteamiento constitucional
en la alternativa, la referida moción incluyo
las mismas alegaciones y solicito los
mismos remedios que la demanda.19
18
Entre los incidentes procesales cabe
destacar una orden de interdicto preliminar
mediante la cual el tribunal de instancia
ordeno que la Asociación entregara a los
residentes demandantes los controles
remotos por un precio de treinta y cinco
dolares ($35) por unidad o sus claves sin
costo alguno.
19
Los residentes demandantes no
presentaron ningun planteamiento de indole
constitucional en esta moción de sentencia
sumaria. En particular, no solicitaron al
(233)
Ademas, los residentes demandantes
alegaron que el sistema fue implantado
ilegalmente, toda vez que la Ordenanza no
fue adoptada por tres cuartas (3/4) partes de
los residentes de conformidad con la Ley
Num. 21, según enmendada por la Ley Num.
156, supra, y el Reglamento Num. 20, y
solicitaron, por lo tanto, la detención y
remoción del sistema. Vease Replica a
memorando parte demandada y solicitud de
sentencia sumaria, Caso Civil Num.
KPE-90-1382, pags. 1517, 2021. Caso Num.
RE-91-139, exhibit VI, pags. 255257,
260261.
El 8 de febrero de 1991 el Tribunal
Superior (Hon. Arnaldo López Rodríguez,
Juez) dicto sentencia en la que resolvió
como cuestión de hecho que ninguno de los
demandantes había firmado el contrato de
mantenimiento y que, con dos (2)
excepciones, todos habían suscrito las
autorizaciones iniciales antes de la
aprobación de la Ley Num. 21, supra, para
que la predecesora de la Asociación
comenzara gestiones con el Municipio.20
Como cuestión de derecho, entendió que no
era necesaria la adopción de la Ordenanza
por tres cuartas (3/4) partes de los residentes
por entender que la Ley Num. 21, según
enmendada por la Ley Num. 156, supra, y el
tribunal de instancia que resolviera sus
planteamientos sobre el alegado requisito de
notificación previa de actividades de diez
(10) o mas invitados o sobre la alegada
publicación de sus nombres y direcciones en
las listas de los residentes que no pagan la
cuota de mantenimiento.
20
El tribunal de instancia determino
que el Sr. Edwin Jimenez Irizarry y el Sr.
Juan A. Molina Robles nunca suscribieron la
referida autorización.
Reglamento Num. 20 no la requerían {199
cuando, como en este caso, el Municipio no
modifica la propuesta que le somete la
urbanización solicitante.
Sobre la obligación de los residentes
demandantes de pagar la cuota determino
que, de acuerdo con la Ley Num. 21, según
enmendada por la Ley Num. 156, supra, y
al Reglamento Num. 20, solo había dos (2)
formas de obligar a un residente a pagar la
cuota para el mantenimiento del sistema de
control de acceso, a saber, que dicho sistema
constara debidamente inscrito en el Registro
de la Propiedad (en adelante el Registro) o
que el residente se hubiera comprometido a
su pago mediante contrato escrito. Como en
este caso ni el sistema constaba inscrito en
el Registro ni los residentes demandantes
habían suscrito los contratos de
mantenimiento, el tribunal a quo resolvió
que las autorizaciones suscritas por algunos
de los residentes demandantes para hacer
gestiones ante el Municipio no eran
determinantes ni obligaban al pago de cuota
alguna.
Finalmente, sobre el derecho de los
residentes demandantes a recibir los
controles remotos para activar los portones,
concluyo que tanto la Sec. 5.03 del
Reglamento Num. 20 como la Sec. 2 de la
Ordenanza les concedía ese derecho. En
consecuencia, el tribunal ordeno a la
Asociación "proveerle a los demandantes
acceso por igual en todos los beneficios del
sistema de control," lo cual incluía la
entrega de los controles remotos. Caso Num.
RE-91-139, exhibit II, pag. 9.21
21
A pesar de que los residentes
demandantes lo plantearon en la moción de
sentencia sumaria, el tribunal a quo no se
expreso directamente sobre el asunto de la
(234)
De esta sentencia recurrió
únicamente la Asociación. Sostiene que el
tribunal a quo incidió al disponer del caso
por la vía sumaria y al resolver que los
residentes recurridos no est0n obligados a
pagar la cuota de {200 mantenimiento.22 En
particular, aduce que las autorizaciones
suscritas por todos, excepto dos, de los
demandantes recurridos constituyen
contratos de mandato que los comprometen
a financiar el sistema de control de acceso
implantado.
B. Asoc. v. Báez y otros
llave del portón del paseo peatonal ni sobre
el cierre nocturno del portón de la
intersección de las calles Gardenia y Lirio o
a quien corresponde la carga monetaria de
los controles remotos de los residentes que
no suscribieron contrato de mantenimiento.
Cabe destacar, sin embargo, que en la
orden de interdicto preliminar el tribunal
había ordenado la entrega de los controles a
cambio del pago de treinta y cinco dolares
($35) por unidad o la entrega gratuita de la
clave.
22
La solicitud de revisión contiene
los senalamientos de error siguientes:
"A. Primer Error: 'Erro ... al resolver
que los demandantes recurridos están
protegidos por la Sección 15, de la Ley
[Num. 21 según enmendada por la] Ley
numero 156 ... a pesar de que estos
favorecieron el establecimiento del control
de acceso, y [que] dicha sección ... solo
protege a los residentes que no favorecieron
el sistema.'
"B. Segundo Error: 'Erro ... al
resolver que un sistema de control de trafico
de vehiculos implantado a tenor con la Ley
num. 21 ... y la Ley num. 156 ... tiene que
estar inscrito en el Registro ... como
grav[a]men real o existir un contrato por
escrito para poder obligar a un residente a
contribuir económicamente a los gastos de
mantenimiento del sistema.'
"C. Tercer Error: 'Erro ... al no
En el otro caso, Asoc. v. Báez y
otros, los residentes demandados contestaron
la demanda y presentaron una reconvención
escasamente dos (2) días después de haberse
presentado la moción de sentencia sumaria
en Caquías etc. v. Asoc. Con excepción de
una reclamación de daños y perjuicios
contra la Asociación, la reconvención repitió
las mismas alegaciones adelantadas y
solicito los mismos remedios solicitados en
la referida moción.23 No incluyo una
impugnación constitucional de la Ley Num.
21, según enmendada, supra. Luego de unos
tramites procesales, el 16 de julio de 1991,
resolver que entre los demandantes y la
Asociación ... se perfecciono un contrato de
mandato, y el mismo obligaba a los
demandantes recurridos a apoyar
económicamente el sistema de control de
trafico de vehiculos una vez implantado el
sistema.'
"D. Cuarto Error: 'Erro ... al declarar
sin lugar la Moción en Oposición a Solicitud
de Sentencia Sumaria y Solicitud de Vista en
su Fondo.' '' Solicitud de revision, pag. 6.
23
Por no estar las acciones de daños
y perjuicios ante nuestra consideración, no
exponemos las alegaciones de la
reconvención sobre los daños que la
implantación del sistema de control de
acceso alegadamente ha causado a los
residentes demandados.
(235)
unos cinco (5) meses después de dictada la
sentencia en Caquías etc. v. Asoc., los
residentes demandados presentaron una
moción de sentencia sumaria parcial {201
debidamente acompañada de documentos y
declaraciones juradas.24 A manera de
remedio, solicitaron que se declarasen sin
lugar las demandas de la Asociación por el
planteamiento ya adjudicado a su favor en
Caquías etc. v. Asoc. de que no existe
contrato alguno que los obligue al pago de
la cuota de mantenimiento. Moción
solicitando se dicte sentencia sumaria
parcial, Casos Civiles Núms. KAC- 90-1221
y KAC-90-1233 (Cons.), pags. 6061.25
Ademas, solicitaron que se declarara
24
Esta moción de sentencia sumaria
parcial fue suscrita por todos los residentes
demandados en los dos (2) casos
consolidados iniciados por la Asociación,
incluso el señor Caquías Mendoza. Ni estos
ni la Asociación intentaron utilizar la
sentencia del Tribunal Superior en Caquías
etc. v. Asoc. como impedimento colateral
por sentencia en su modalidad ofensiva o
defensiva.
25
Surge de los documentos y de las
declaraciones anejadas a la moción que los
residentes peticionarios William Varas Bas
y Anastacio Baez Colon, y María A. Sierra
Diaz y Carmen Borgos Bou, esposas de los
peticionarios Rafael Kercado Salgado y
Ernesto Rodríguez Rivera, respectivamente,
firmaron las autorizaciones en enero de
1987. El peticionario Arquímedes Ramírez
Rivera la firmó el 15 de junio de 1989. Los
únicos que no firmaron fueron Juan A.
Molina Robles y Wilfredo Báez. El padre de
este último, Anastacio Báez Colón, sin
embargo, si había suscrito la referida
autorización.
ilegal y se ordenara la detención y remoción
del sistema de control de acceso de
Mansiones bajo el argumento ya adelantado
y rechazado en Caquías etc. v. Asoc. de que
dicho sistema no fue adoptado por los
residentes conforme a la Ley Num. 21,
según enmendada por la Ley Num. 156,
supra, y al Reglamento Num. 20, supra.
Moción, pags. 1929 y 61.
Presentaron, sin embargo, un nuevo
planteamiento de que el sistema es ilegal
porque la Asociación alegádamente no
sometió una
declaración de impacto
ambiental o una determinación de que ese
estudio no era necesario de conformidad con
la Ley Num. 9 de 18 de junio de 1970,
según enmendada, 12 L.P.R.A. sec. 1121 et
seq., conocida como la Ley sobre Política
Pública Ambiental. Moción, pags. 29 y 30.
Por último, señalaron que el sistema
contraviene la Ordenanza porque esta no
autorizó que el portón de la calle Begonia
operara por control remoto, sino por tarjeta,
ni {202 que el portón de la calle Gardenia
permaneciera cerrado en horas de la noche.
Moción, pags. 30 y 31.
En la alternativa, y a diferencia de la
moción de sentencia sumaria en el caso en
Caquías etc. v. Asoc., los residentes
demandados solicitaron por primera vez
que, de determinarse que la Ley Num. 21,
supra, autoriza a la Asociación a operar el
sistema como
alegádamente lo hace,
entonces se declarara inconstitucional la Ley
Num. 21, supra. Moción, pag. 61.26
26
La Reconvención no contenía esta
impugnación constitucional, por lo que la
moción de sentencia sumaria parcial
implicitamente enmendo la reconvención
con respecto a este particular. Dispone la
parte pertinente de la moción de la forma
(236)
Argumentaron que las calles son bienes de
dominio público y que, en la medida en que
dicha ley permita a la Asociación limitar,
restringir o impedir el acceso a las calles de
Mansiones, esta contravendría la Sec. 9 del
Art. VI de la Constitución del Estado Libre
Asociado de Puerto Rico, L.P.R.A., Tomo
1 (en adelante la Constitución del E.L.A.)
porque tal disposición alegádamente carece
de fin público. Moción, pags. 3135.27
Sostuvieron, ademas, que si la Ley
Num. 21, supra, autoriza la alegada practica
de la Asociación de requerir al visitante que
se identifique e indique el nombre y la
dirección del residente que va a visitar, esta
viola el derecho a la intimidad de los
residentes según consagrado en la Sec. 8 del
Art. II de nuestra Constitución, L.P.R.A.,
Tomo 1. Moción, pag. 35. Finalmente,
sostuvieron que dicha ley violaría sus
derechos de libertad, expresión y libertad de
siguiente:
"3. Si el Honorable Tribunal entiende
que el CONTROL fue implantado
legalmente y que la demandante esta
facultada por la Ley Num. 21 a continuar
operandolo en la forma en que lo hace
entonces solicitamos que se declare
inconstitucional dicha ley."
Moción
solicitando se dicte sentencia sumaria
parcial, Caso Civil Num. KAC-90-1221;
KAC-90-1233 (Cons.), pag. 61.
27
La Sec. 9 del Art. VI de la
Constitución del Estado Libre Asociado,
L.P.R.A., Tomo 1, 1982, pag. 369, dispone
que "[s]olo se dispondra de las propiedades
y fondos públicos para fines públicos y para
el sostenimiento y funcionamiento de las
instituciones del Estado, y en todo caso por
autoridad de ley".
culto, tanto bajo la Constitución del E.L.A.
como bajo la Constitución de Estados
Unidos si se resolviere que permite a la
Asociación limitar el acceso a grupos
religiosos o de otra {203 índole que
pudieran repartir hojas sueltas y otra
literatura en la urbanización. Moción, pag.
36.28
La Asociación se opuso a esta
moción. Luego de varios incidentes
procesales, el 31 de octubre de 1991 el
Tribunal Superior (Hon.
Evaristo M.
Orengo, Jr., Juez) dicto una breve resolución
y orden en la cual declaro sin lugar la
moción de sentencia sumaria parcial y
señaló el caso para vista en su fondo.
Inconformes, los residentes
demandados también recurrieron ante nos
mediante petición de certiorari presentada el
27 de noviembre
del mismo año.29
Presentaron seis (6) señalamientos de error.
Además, solicitaron que se les concedieran
los mismos remedios solicitados en la
moción denegada.
28
De forma supletoria solicitaron una
nueva determinación de que tienen derecho
a los controles remotos que activan los
portones mientras el sistema continue
operando. Moción solicitando se dicte
sentencia sumaria parcial, Casos Civiles
Nums. KAC-90-1221 y KAC-90-1233
(Cons.), pag. 61.
29
El senor Caquías Mendoza no
recurrió ante nos de la resolución del
tribunal a quo, por lo que el Caso Civil
Num. KAC-90-1221 no se encuentra ante
este Foro para adjudicación.
(237)
III
Antes de atender los planteamientos
de derecho, es menester precisar la postura
procesal de los recursos. En Caquías etc. v.
Asoc., la Asociación recurre de una
sentencia sumaria en su contra. Por otro
lado, en Asoc. v. Báez y otros los residentes
demandados y demandantes en reconvención
recurren de una resolución que denegó su
moción de sentencia sumaria parcial.30 Por
lo tanto, previo a resolver cada señalamiento
es preciso determinar si existe alguna
controversia real sobre hechos materiales
que impida la adjudicación en esta etapa de
los procedimientos. Regla 36.3 de
Procedimiento Civil, 32 L.P.R.A. Ap. III;
Pérez v. {204 Advisors Mortgage Investors,
130 D.P.R. 530 (1992); Tello, Rivera v.
Eastern Airlines, 119 D.P.R. 83 (1987).
Un estudio de ambos recursos revela
que las cuestiones de derecho ante nuestra
consideración son, en síntesis, las siguientes:
(1) si el sistema de control de acceso de
Mansiones fue implantado en contravención
de la Ley Num. 21, según enmendada por la
Ley Num. 156, supra, del Reglamento
Num. 20 y de la Ordenanza; (2) si los
residentes opositores tienen derecho a los
controles remotos y a las llaves del paseo
peatonal, libre de costo, sin que se les pueda
obligar a pagar la cuota de mantenimiento o
a ser miembros de la Asociación, y (3) en la
alternativa, si la manera en que la
Asociación opera el sistema viola los
derechos constitucionalmente protegidos a
la intimidad, libertad de expresión y libertad
de culto de los residentes, y contraviene la
30
En adelante, nos referiremos a los
residentes, recurridos en Caquías etc. v.
Asoc., y recurrentes en Asoc. v. Baez y
otros, como los "residentes opositores".
limitación constitucional de que solo se
dispondrá de los bienes públicos para fines
públicos, y en esa medida, si la Ley Num.
21, según enmendada, supra, es
inconstitucional por autorizar las alegadas
practicas de la Asociación.31 Procedemos a
atender cada uno de estos planteamientos en
el orden aquí expuesto.32
IV
Atendemos, en primer lugar, el
planteamiento de los residentes opositores
de que el sistema de control de acceso de
Mansiones fue implantado en violación de
la Ley Num. 21, según enmendada por la
Ley Num. 156, porque la Ordenanza no fue
adoptada por tres cuartas (3/4) partes de
{205 los residentes. Es preciso aclarar que,
para fines de esta controversia, debemos
circunscribirnos a la Ley Num. 21, según
enmendada por la Ley Num. 156, supra, ley
que estaba vigente al momento de la
aprobación de la Ordenanza y de la
implantación del sistema. No es hasta el 16
de julio de 1992 que la Asamblea
31
Los residentes opositores también
senalaron que el sistema fue implantado en
violación de la Ley sobre Política Pública
Ambiental y el reglamento que la implanta,
porque alegadamente no se precedió de una
declaración sobre el impacto ambiental del
sistema o, en la alternativa, de una
determinación de que tal declaración no era
necesaria.
32
Debido a los planteamientos
constitucionales en la alternativa, el 19 de
junio de 1992 expedimos una resolución en
la que concedimos termino al Procurador
General para que se expresara sobre estos.
Este presento su informe el 6 de noviembre
de 1992.
(238)
Legislativa aprueba las enmiendas de la Ley
Num. 22 (23 L.P.R.A. secs. 6464b-2,
64d-3-64d-4, 64e, 64g-64h).
La Sec. 3 de la ley entonces vigente
disponía, en la parte pertinente:
... De ser favorable la decisión del
municipio correspondiente para los controles
propuestos emitirá un dictamen preliminar
que contendrá las condiciones, cambios o
modificaciones bajo los cuales deberá
desarrollarse el proyecto teniendo que
obtener dicho dictamen preliminar la
autorización de los residentes de por lo
menos tres cuartas (3/4) partes de las
viviendas allí establecidas para su adopción
final e implantación. Dicha participación
estará limitada a un representante por
vivienda. Sec. 3 de la Ley Num. 21, según
enmendada por la Ley Num. 156, supra, 23
L.P.R.A. sec. 64b (Sup.1989).
En el caso de Mansiones, el
Municipio emitió la Ordenanza el 13 de
noviembre de 1989. Surge del expediente
que este dictamen nunca fue remitido para
la aprobación por escrito y bajo juramento
dentro del termino de treinta (30) días, por
tres cuartas (3/4) partes de los residentes de
Mansiones. Las partes están de acuerdo en
que la Ordenanza no varió o modifico en
forma alguna la propuesta sometida por la
Asociación. En ausencia de controversia
sobre hechos materiales, procede disponer
de este asunto por la vía sumaria.
La Asociación alega que la
notificación del dictamen solamente es
necesaria cuando el Municipio aprueba un
dictamen preliminar favorable en el cual
impone nuevas condiciones, cambios o
modificaciones a la propuesta original de
control de acceso. Caso Num. CE-91-786,
Parte III, Alegato de los demandantes
recurridos, pag. 9. Señala que el tribunal de
instancia había razonado de la misma forma
{206 cuando resolvió el caso de Caquías etc.
v. Asoc. (consolidado con este recurso) al
concluir que el dictamen preliminar solo se
emite en aquellos casos en que el municipio
imponga modificaciones. Los residentes
opositores, por su parte, sostienen que la
letra de la ley era clara y que esta requería la
remisión de la Ordenanza, aun cuando el
Municipio no hubiese cambiado o
modificado la propuesta original de la
Asociación.
A nuestro juicio, la Sec. 3 de la Ley
Num. 21, según enmendada por la Ley Num.
156, supra, no requería la remisión de la
Ordenanza para la aprobación por tres
cuartas (3/4) partes de los residentes de
Mansiones. El propósito de este requisito de
remisión era evitar la implantación de un
sistema de control de acceso distinto al
propuesto inicialmente por la urbanización
solicitante sin obtener el previo
consentimiento de los residentes afectados.
Por lo tanto, el dictamen del municipio
autorizador era de carácter preliminar
únicamente cuando este cambiaba o
modificaba el sistema propuesto. En este
caso, la ley requería la remisión para dar
oportunidad a los residentes de examinar el
sistema aprobado preliminarmente y
expresar su conformidad o desacuerdo. En
el caso contrario, cuando el municipio no
alteraba la propuesta original, no era
necesario remitir el dictamen para que los
residentes aprobasen por segunda vez el
mismo sistema inicialmente apoyado.
De hecho, mediante la Ley Num. 22,
supra, la Asamblea Legislativa enmendó la
Sec. 3 de la Ley Num. 21, supra,
precisamente para aclarar este particular.
Según enmendada, la Sec. 3, supra, dispone
ahora claramente que si la determinación del
(239)
municipio no enmienda los controles
propuestos, esta será final, pero que si los
enmienda, entonces tendrá que remitirlos
para aprobación por tres cuartas (3/4) partes
de los residentes.33 Sec. 3(d) {207 de la Ley
Num. 21, según enmendada, supra, 23
L.P.R.A. sec. 64b(d).
En el caso de Mansiones, la
Ordenanza no tuvo el efecto de variar o
modificar la solicitud de la Asociación, por
lo que no
constituyo un dictamen
preliminar, sino final. No era necesario, por
lo tanto, remitir la Ordenanza para la
adopción de los residentes como sostienen
los residentes opositores.
33
Dispone la referida seccion:
Si la determinación del municipio
favorece los controles propuestos por la
Junta, Consejo o Asociación de Residentes,
emitira un dictamen final y autorizara la
implantacion. Dicho dictamen será firme
desde la fecha del archivo en el municipio
de copia de su notificacion. Si la
autorización del municipio modifica o
establece restricciones a los controles
propuestos por la Junta, emitira un dictamen
preliminar que contendra las condiciones,
cambios o modificaciones bajo los cuales
deberá desarrollarse el proyecto teniendo
que adoptarse dicho dictamen preliminar
mediante declaración firmada por no menos
de tres cuartas (3/4) partes de los
propietarios, dentro de los quince (15) dias
siguientes a la fecha de archivo en el
municipio de copia de su notificacion. La
firma de dichos propietarios estara limitada
a un propietario por vivienda. 23 L.P.R.A.
sec. 64b(d).
V
Como hemos resuelto que el
procedimiento mediante el cual se autorizo
el sistema de control de acceso no estuvo
viciado, tenemos
que resolver si la
Asociación de algún otro modo lo implanto
de forma contraria a la ley. Atendemos
primeramente el reclamo de los residentes
opositores de que el sistema se implanto en
violación a la Ordenanza.
En apoyo de su contención aducen
que la Asociación hizo cerrar el portón de la
calle Gardenia de 10:00 P .M . a 6:00 A .M . La
Asociación recurrida admite que dicha
alegación es veraz, pero sostiene que
razones de seguridad la llevaron a autorizar
el referido cierre. Los residentes opositores
señalan también que el portón de la calle
Begonia se opera por control remoto en
lugar
de tarjeta, como disponía la
Ordenanza. No hay controversia en cuanto a
este hecho.
Apuntamos primeramente que, de
ordinario, el permiso que otorga un
municipio a una asociación de residentes
{208 para controlar el acceso a las calles
residenciales de su urbanización debe
interpretarse e implantarse de conformidad
con la naturaleza pública de esas vías. Por
lo tanto, de acuerdo con el esquema legal
aplicable, su uso generalmente no puede
hacerse indebidamente
oneroso. Toda
norma de control de acceso debe ser
razonable a la luz de las particularidades de
la urbanización en que se vaya a implantar.
Bajo el esquema vigente, recae sobre
cada municipio la responsabilidad de
examinar cuidadosamente la propuesta de
control de
acceso sometida para su
aprobación por una asociación o consejo de
residentes. Al realizar ese examen, el
(240)
municipio deberá evaluar no solo las
estructuras fisicas del sistema propuesto,
sino también la manera en que la entidad
solicitante se propone operarlo. Su
escrutinio no debe ser liviano, ya que
persigue asegurar que el sistema propuesto
no transgreda los derechos que nuestro
ordenamiento ha conferido a todas las partes
afectadas por la medida.
A esos fines, el municipio tiene la
facultad, así como el deber, de establecer las
condiciones y restricciones que estime
necesarias para armonizar los intereses en
cuestión. Sec. 3, Ley Num. 21, según
enmendada, supra. Concedido el permiso,
recae sobre la asociación de residentes la
obligación de utilizar el privilegio concedido
conforme a las exigencias legales aplicables.
En cuanto al cierre nocturno del
portón de la calle Gardenia, reconocemos
que la Ordenanza guardo silencio sobre la
posibilidad de cerrar algunas de las calles
durante horas de la noche. Meramente
autorizo la instalación de unos portones
operados mediante tarjeta y una caseta de
vigilancia en la calle Begonia, y la
instalación de un portón operado mediante
control remoto en la calle Gardenia.
No obstante, la Asociación sostiene
que ha tenido que recurrir al cierre nocturno
del portón de la calle Gardenia por razones
de seguridad compatibles con los fines del
sistema {209 de control de acceso
autorizado. Ninguna de las partes presento
documentos o declaraciones juradas en
torno a estas alegadas razones de seguridad.
Existe, pues, una controversia sobre hechos
materiales que impiden la adjudicación de
este asunto por la vía sumaria.
Ahora bien, los residentes opositores
no tienen razón al impugnar el método
escogido para la operación automatizada de
los portones. Bajo los hechos específicos de
este caso, el que operen mediante control
remoto en lugar de tarjeta es irrelevante. Lo
esencial es que el residente pueda abrir el
portón desde su vehiculo.34
VI
Como hemos resuelto que con la
posible excepción del cierre nocturno de la
calle Gardenia el sistema de control de
acceso se implanto conforme a la Ley Num.
21, supra, y la Ordenanza, debemos atender
ahora cuales son los derechos que asisten a
los
residentes que se oponen a su
implantación. Examinamos, primeramente,
si la manera en que la Asociación opera el
sistema contraviene la Ley Num. 21, según
enmendada, supra, y el Reglamento Num.
20, en la medida en que ha negado a los
residentes opositores el derecho a tener
tanto los controles remotos de los portones
34
Nos abstenemos de resolver el
planteamiento de que al aprobar e implantar
el sistema de control de acceso en
Mansiones no se cumplió con la Ley sobre
Política Pública Ambiental, según
enmendada, ni con el Reglamento sobre
Declaración de Impacto Ambiental de
Puerto Rico, Reglamento Num. 3106 de 4 de
junio de 1984, por entender que procede
remitirlo al tribunal a quo para que
determine si la Junta de Calidad Ambiental
tiene jurisdicción primaria sobre el asunto.
Los residentes opositores no presentaron el
planteamiento ante esta junta y la Sec. 1.4
del referido reglamento dispone que esta
será la instrumentalidad responsable de
reglamentar y administrar el proceso de
declaraciones de impacto ambiental. Veanse,
e.g.: Secs. 1.6.11.6.5, 5, Reglamento Num.
3106.
(241)
como las llaves del acceso peatonal, hasta
tanto no
paguen las cuotas de
mantenimiento e ingresen como miembros a
la Asociación.
En cuanto a esta controversia
tampoco hay hechos materiales en disputa
que nos impidan resolver. La Asociación
{210 aduce que el uso exclusivo de los
controles y las llaves es para los residentes
que hayan pagado la cuota de
mantenimiento y para aquellos residentes
que desde un principio se opusieron al
control de acceso. Admitió no haber
entregado ni los controles remotos ni las
llaves del paseo peatonal a los residentes
opositores.35 Sostiene que al firmar la
"autorización para controlar la entrada y
salida de personas extrañas a nuestra
comunidad", los residentes opositores
apoyaron desde un principio la implantación
del sistema. Por su parte, los residentes
opositores argumentan que la autorización
en cuestión no tuvo el alcance que le
atribuye la Asociación. Por lo tanto,
reclaman su derecho a obtener el control
remoto y la llave del acceso peatonal sin
tener que pagar nada a cambio.
La Sec. 10(a) de la Ley Num. 21,
según enmendada, supra, 23 L.P.R.A. sec.
64d3(a), obliga al pago de las cuotas de
instalación, operación y mantenimiento del
control de acceso, a los propietarios
siguientes : (1) a los dueños de fincas en que
se haya inscrito en el Registro el dictamen
del municipio que autorizó el control de
35
En respuesta a la orden de
interdicto preliminar de 25 de octubre de
1990, emitida en Caquías etc. v. Asoc., la
Asociación entrego las claves de los
controles remotos a los residentes allí
demandantes y aquí recurridos.
acceso;36 (2) a los que autorizaron la
solicitud para establecer el control de
acceso, siempre y cuando el sistema
implantado fuese igual en sus términos y
condiciones, económicas y de otra índole, al
sistema por ellos inicialmente autorizado o
(3) a aquellos que se obligaron
posteriormente mediante contrato escrito, y
(4) a los que hayan adquirido su finca {211
luego de implantado el control de acceso o
comenzado el tramite para obtener el
consentimiento de tres cuartas (3/4) partes
de los propietarios residentes para su
implantación.37 Sec. 10(a)(3) de la Ley
Num. 21, según enmendada, supra, 23
L.P.R.A. sec. 64d-3(a)(3). Estos propietarios
e s t ar án o bl i ga d o s a c o n t r i b u i r
proporcionalmente a los mencionados gastos
mediante el pago de cuotas mensuales. Sec.
10(b) de la citada Ley Num. 21, según
enmendada, 23 L.P.R.A. sec. 64d-3(b).
Tanto la Ley Num. 21, según
36
La Sec. 8 de la Ley Num. 21,
supra, 23 L.P.R.A. sec. 64d1, permite que,
mediante escritura pública suscrita por los
propietarios de mas del 50% de las fincas, se
inscriba en el registro la autorización del
municipio como un gravamen real. El
gravamen solo surtirá efecto sobre las fincas
cuyos titulares han consentido a la
inscripción. La inscripción también puede
solicitarla el urbanizador, desarrollador o
constructor que antes de vender o conceder
opción de compra sobre finca alguna
obtenga un permiso para implantar el control
de acceso. Sec. 4, Ley Num. 21, según
enmendada, supra, 23 L.P.R.A. sec. 64b-1.
37
En ese caso, ello ha de constar en
actas. Sec. 10(a)(3) de la Ley Num. 21,
según enmendada, supra, 23 L.P.R.A. sec.
64d-3(a)(3).
(242)
enmendada, supra, como el Reglamento
Num. 20 consagran el derecho de los
residentes a oponerse al control de acceso.
Dichos residentes no están obligados a pagar
las correspondientes cuotas para "el
establecimiento, operación, mantenimiento
o remoción" (Sec. 15 de la Ley Num. 21,
según enmendada, supra, 23 L.P.R.A. sec.
64g) del sistema; tampoco están obligados
a pertenecer a la asociación de residentes,
aunque si tienen derecho de voz y voto en
las reuniones que esta celebre; finalmente,
tienen derecho de acceso al área controlada
bajo las mismas condiciones que los
residentes que hayan favorecido el control
de acceso.38 Cuando solicite al municipio el
permiso para implantar el control de acceso,
la ley exige que la asociación de residentes
garantice este ultimo derecho. Secs. 10(a) y
38
La Sec. 15 de la Ley Num. 21,
según enmendada, supra, 23 L.P.R.A. sec.
64g, dispone del modo siguiente:
"Los propietarios que no autorizaron
expresamente el establecimiento del sistema
de control de acceso no estarán obligados al
pago de cuotas para el establecimiento,
operación, mantenimiento o remoción de
dicho sistema excepto en aquellos casos en
que se comprometan a dichos pagos
mediante contrato escrito. Cuando así se
comprometan, estos propietarios estaran
sujetos a las obligaciones y disposiciones de
la sec. 64d3 de esta ley. Todo propietario o
residente tendra acceso al área sujeta al
control de acceso en igualdad de
condiciones y todo propietario podrá
participar con voz y voto en las asambleas
generales que celebre el Consejo, Junta o
Asociación de Residentes,
independientemente de que sea o no
miembro de dicho organismo." (Enfasis
suplido.)
15 de la Ley Num. {212 21, según
enmendada, supra; Secs. 5.03(8), 10.01 y
10.02 del Reglamento Num. 20.39
El efecto neto de las anteriores
salvaguardas es que los vecinos que se
opongan al sistema de control de acceso
tendrán exactamente los mismos derechos
que los vecinos que hayan apoyado el
sistema y que contribuyan económicamente
a su mantenimiento. Esto puede parecer
injusto para aquellos residentes que apoyan
la gestión. También puede prestarse a abuso
por parte de residentes que, de mala fe, se
opongan a la implantación del sistema de
control de acceso para no tener que
contribuir económicamente a su
mantenimiento pero que en realidad desean
la seguridad y tranquilidad que este ofrece.
No obstante, ese es el balance que nuestro
legislador estimo adecuado para proteger los
intereses en conflicto.
Para oponerse al control de acceso
bajo la ley actual, basta con que el residente
no preste su autorización a la asociación
para gestionar el permiso con el municipio.40
39
La Sec. 5.03(8) del Reglamento
explícitamente impone el requisito siguiente
para solicitar el permiso:
"Garantía de que se le proveerá
acceso por igual y en todo momento a todos
los residentes de la comunidad, incluyendo
a los que no favorezcan el establecimiento
de los controles propuestos."
40
En su parte pertinente, el inciso c
de la Sec. 2 de la Ley Núm. 21, según
enmendada, supra, 23 L.P.R.A. sec. 64a(c),
dispone que "[a]quellas personas que
favorezcan la implantación del sistema
deberán hacerlo expresamente y por escrito
(243)
Ahora bien, aquel residente que en un
principio haya dado esa autorización, puede
luego revocarla siempre que lo haga
expresamente y por escrito antes de la
primera vista pública que celebre el
municipio en torno al control de acceso
propuesto. La autorización inicial no
revocada obliga al residente a cumplir con
todas las responsabilidades que impone la
ley, siempre y cuando el sistema se haya
implantado de conformidad con los términos
y las {213 condiciones contenidas en dicha
autorización. Sec. 2 © de la Ley Num. 21,
según enmendada, supra, 23 L.P.R.A. sec.
64a(c). Esto ultimo no siempre fue así.
Antes de ser enmendada por la Ley
Num. 22, la Ley Num. 21, supra, guardaba
silencio en torno a que sucedía si un
residente se arrepentía de haber autorizado
a la asociación a gestionar la instalación del
sistema. Mas aun, tampoco disponía que la
autorización inicial obligaba a los
suscribientes a sufragar los gastos del
sistema ni que tenía que ser revocada
expresamente para evitar ese efecto.
VII
Procedemos a determinar si los
residentes opositores tienen una obligación
...".
La Sec. 15 de la Ley Núm. 21, supra,
también dispone que aquellos propietarios
que no autorizaron expresamente la
implantación del sistema no están obligados
a sufragar su mantenimiento y operación a
menos que se comprometan mediante
contrato escrito. Sec. 15 de la Ley Num.
21, supra. Por lo tanto, el silencio del
residente no lo compromete.
de sufragar los gastos de operación del
sistema de control de acceso. Resolvemos
que no.
No existe controversía de hechos en
cuanto a que ninguno de los residentes
opositores firmo el contrato de
mantenimiento mediante el cual el resto de
los residentes se comprometió a sufragar los
gastos de operación del sistema por una
mensualidad de cuarenta y cinco dolares
($45). Excepto dos (2) de ellos, que nada
firmaron, los demás residentes opositores se
limitaron a firmar la autorización para que
la Asociación realizara gestiones para limitar
la entrada y salida de personas extrañas a su
comunidad. Esta autorización no tuvo el
efecto de comprometerlos a sufragar el
mantenimiento y la operación del sistema.
Primeramente, la autorización
aludida no paso de ser un consentimiento
para que la Asociación realizara "gestiones".
La propia Asociación represento mediante
las pulicaciones del Timonel, que esta a
nada les comprometía. Tampoco el
documento de autorización aludió a un
compromiso económico. De hecho, cuando
la Asociación solicito el permiso ante el
Municipio presento -- ademas de las
referidas autorizaciones-- contratos de
mantenimiento firmados por poco mas de
tres cuartas (3/4) {214 partes de los
residentes
como prueba del apoyo
económico para el sistema propuesto. Ello
implica que tanto la Asociación como el
Municipio entendían que solo aquellos
residentes que hubiesen firmado el referido
contrato estaban obligados a pagar las cuotas
de mantenimiento.
Segundo, con excepción de uno (1)
de ellos, aquellos residentes opositores que
firmaron la autorización lo hicieron antes de
aprobada la Ley Num. 21, supra. La
(244)
autorización se presto bajo las disposiciones
de la Ley de Municipios Autónomos del
Estado Libre Asociado de Puerto Rico de
1991 que permitían el cierre permanente de
calles, modalidad que conllevaba gastos de
instalación y operación muy distintos a los
del sistema de control actualmente
implantado.
Tercero, aunque eventualmente la
Asociación utilizo estas autorizaciones para
gestionar la solicitud una vez aprobada la
Ley Num. 21, supra, no podemos perder de
vista que, en aquel entonces, dicha ley no
disponía que la autorización obligaba a
sufragar los
gastos de operación y
mantenimiento del sistema ni exigía que el
residente revocara expresamente su
autorización para evitar ese efecto. Por lo
tanto, y visto que el documento de
autorización no contenía ningún
compromiso en contrario, debemos tomar su
negativa a firmar el contrato de
mantenimiento como una revocación
implícita de su autorización inicial.
Concluimos, por lo tanto, que los
residentes opositores no tienen obligación
alguna de sufragar la operación del sistema
de control de acceso. Por lo tanto, al
exigirles el pago de las cuotas de
mantenimiento como condición para darles
los controles remotos y las llaves del acceso
peatonal, la Asociación actuó contrario a las
disposiciones de la Ley Num. 21, según
enmendada, supra, y al Reglamento Num.
20.
En consecuencia, la Asociación
deberá entregar, sin costo alguno, los
controles remotos y las llaves del acceso
peatonal a todos los residentes que no hayan
suscrito el {215 contrato de mantenimiento.
No podrá exigirles que paguen las cuotas de
mantenimiento ni obligarlos a pertenecer a
la Asociación. Deberá, ademas, permitirles
acceso a las reuniones de la Asociación con
voz y voto. De ninguna manera podrá
coartarles su derecho de libre acceso a la
urbanización.
VIII
Por ultimo, habiendo resuelto en
contra de los residentes opositores el
planteamiento de que era ilegal la operación
del control de acceso por no haberse
cumplido con el procedimiento de adopción
por tres cuartas (3/4) partes de los
residentes, debemos pasar al planteamiento
constitucional. Recordemos que los
residentes opositores en Asoc. v. Báez y
otros alegaron por primera vez y en la
alternativa, en su moción de sentencia
sumaria parcial, que la manera en que la
Asociación opera el sistema de control de
acceso contraviene varias disposiciones
constitucionales. Ademas, impugnaron la
constitucionalidad de la Ley Num. 21,
supra, en la medida en que autorice dichas
practicas.
Específicamente, sostienen que la
Asociación pretende privatizar las calles de
Mansiones en contravención de la limitación
contenida en la Sec. 9 del Art. VI de nuestra
Constitución, supra, que dispone que solo se
dispondrá de bienes públicos para fines
públicos. Aducen, ademas, que la
Asociación exige a toda persona que intenta
entrar a Mansiones que se identifique por su
nombre y que de el nombre y dirección del
residente que se propone visitar. Sostienen
que la alegada practica lesiona su derecho de
intimidad protegido por la Sec. 8 del Art. II
de nuestra Constitución, L.P.R.A., Tomo 1.
Finalmente, alegan que sus derechos de
libertad de expresión y libertad de culto
protegidos tanto por nuestra Constitución
como por la Constitución de EE.UU. se ven
(245)
afectados toda vez que la Asociación
alegádamente {216 limita el acceso a grupos
religiosos o de otra índole que desean
repartir hojas sueltas u otra literatura en
Mansiones.41
La Regla 36.3 de Procedimiento
Civil de 1979, supra, dispone que se dictara
sentencia sumaria cuando de las
"alegaciones ...
[deposiciones],
contestaciones a interrogatorios y
admisiones ofrecidas, en unión a las
declaraciones juradas, si las hubiere,
demostraren que no hay controversia real
sustancial en cuanto a ningún hecho material
y que como cuestión de derecho debe
dictarse sentencia sumaria ...". Esto es, el
tribunal deberá quedar convencido de la
inexistencia de controversia sobre ningún
hecho material y que como cuestión de
hecho nada impide dictar sentencia sumaria.
Veanse: Roig Com. Bank v. Rosario Cirino,
126 D.P.R. 613 (1990); McCrillis v. Aut.
Navieras de P.R., 123 D.P.R. 113 (1989);
41
Los residentes recurridos en
Caquías etc. v. Asoc. se abstuvieron de
abundar sobre los planteamientos
constitucionales. Luego de un análisis de
poco mas de un párrafo, manifestaron que
"[n]o nos extenderemos en el análisis
constitucional ya que como hemos expuesto,
los derechos de los recurridos están debida y
adecuádamente garantizados por la Ley 21[,]
el Reglamento 20 y la Ordenanza". Alegato
de replica de la parte recurrida, pags. 2425.
Como hemos resuelto los señalamientos de
error en Caquías etc. v. Asoc. a favor de los
residentes recurridos, este caso no presenta
ninguna cuestión constitucional para nuestra
adjudicación. Estas cuestiones surgen
únicamente a raíz de la moción de sentencia
sumaria parcial denegada en Asoc. v. Báez
y otros.
Tello, Rivera v. Eastern Airlines, supra. Por
el contrario, si el tribunal tuviera alguna
duda sobre la existencia de un hecho
material, no deberá disponer de la
controversia mediante sentencia sumaria.
Corp. Presiding Bishop CJC of LDS v.
Purcell, 117 D.P.R. 714 (1986). Valcourt
Questell v. Tribunal Superior, 89 D.P.R.
827, 832 (1964). Cualquier duda se resolverá
en contra de la parte que solicita sentencia
sumaria. Méndez Arocho v. El Vocero de
P.R., 130 D.P.R. 867 (1992); Cuadrado
Lugo v. Santiago Rodríguez, 126 D.P.R. 272
(1990).
Evaluados los autos, los documentos
que acompañan la solicitud de sentencia
sumaria parcial de los residentes {217
opositores y los documentos presentados en
oposición, concluimos que en Asoc. v. Báez
y otros existen hechos materiales en
controversia que nos impiden resolver estos
planteamientos mediante sentencia sumaria.
Mediante la Ley Num. 21, según
enmendada, supra, la Asamblea Legislativa
delego a los municipios la facultad para
autorizar a residentes de urbanizaciones o
comunidades --debidamente organizados en
asociaciones o consejos-- a implantar y
operar controles de accesos, conforme a los
criterios de la ley y de los reglamentos que
tuvieran a bien aprobar la Junta y los propios
municipios. En el ejercicio de esta facultad,
el Municipio autorizo a los residentes de
Mansiones, por medio de su Asociación, a
instalar y operar un sistema de control de
acceso.
Los residentes opositores en Asoc. v.
Báez y otros alegan que la manera en que la
Asociación opera este sistema lesiona varios
de sus derechos constitucionales y que la
Ley Num. 21, según enmendada, supra, es
inconstitucional en la medida en que
(246)
autoriza a la Asociación a así actuar. El
único documento que anejaron a su moción
de sentencia sumaria parcial para demostrar
la manera en que la Asociación opera el
sistema fue el Reglamento Interno de
Control de Accesos adoptado alla para 1991
por una asamblea de los miembros de la
Asociación. No acompañaron, sin embargo,
ningún documento o declaración jurada que
avalara su contención de que la Asociación
sigue las disposiciones de este reglamento
en la operación del sistema. En otras
palabras, los residentes opositores no
demostraron si la Asociación esta realmente
poniendo en vigor el referido reglamento.
En consecuencia, desconocemos la
practica actual de los guardiánes que
atienden la entrada en la intersección de las
calles Begonia y Lirio, y la dinámica entre
estos y las personas que intentan entrar a
Mansiones. En particular, no sabemos la
información que se les solicita y si esta se
pide de manera obligatoria o voluntaria.
Tampoco sabemos {218 si la información se
solicita solamente a personas que pretendan
entrar por medio de vehículos o si también a
los peatones. Ignoramos, ademas, si los
guardianes
exigen algún tipo de
corroboración de la información provista.
Por ultimo, desconocemos las consecuencias
de la renuencia de una persona proveer la
información solicitada.
Tampoco conocemos de la existencia
de un alegado registro de las personas que
intentan entrar, que información contiene,
quien tiene acceso a este y que salvaguardas
existen, si algunas, para impartir
confidencialidad a la información que pueda
contener. Finalmente, desconocemos que
limitaciones se le imponen, si algunas, a
grupos religiosos u otras organizaciones
privadas que pretendan acceso a Mansiones
con el propósito de llevar su mensaje a los
residentes.
Ante estas interrogantes, no podemos
determinar si la Asociación ha excedido
limites constitucionales, estatutarios o
reglamentarios en la operación del sistema
hasta tanto el tribunal a quo determine la
manera precisa en que la Asociación opera
el sistema de control de acceso de
Mansiones. Corresponde, pues, que se
devuelva el caso para que, en vista en su
fondo, se diluciden todas estas cuestiones
de hechos a tenor con lo dispuesto por las
Reglas de Procedimiento Civil.
Este curso de acción responde no
solo a las exigencias de la Regla 36.3 de
Procedimiento Civil, supra, sino a la
doctrina reconocida tanto por el Tribunal
Supremo de Estados Unidos como por esta
Curia de que la validez de las leyes se
presume y que los tribunales no se
anticiparan a decidir una cuestión de
derecho constitucional antes de que sea
necesario hacerlo ni cuando los autos sean
inadecuados para hacer una determinación
de esa índole. Vélez Ramírez v. Romero
Barceló, supra; Vives Vazquez v. Tribunal
Superior, supra; Esso Standard Oil v.
A.P.P.R., supra; Suarez Sanchez v. Tribunal
Superior, 92 D.P.R. 507 (1965); E.L.A. v.
Aguayo, 80 D.P.R. 552, 596 (1958). {219
Debemos recordar, ademas, que
desde la década de 1950 hemos declinado
resolver asuntos constitucionales a menos
que sea imprescindible para adjudicar las
controversias ante nuestra consideración.
Veanse: Fac. C. Soc. Aplicadas, Inc. v.
C.E.S., 133 D.P.R. 521 (1993); Vélez
Ramírez v. Romero Barcal, supra; P.P.D. v.
Admor. Gen. de Elecciones, 111 D.P.R. 199
(1981); Galarza Soto v. E.L.A., 109 D.P.R.
179 (1979); Pacheco v. Srio. Instrucción
Pública, 108 D.P.R. 592 (1979); Mari Bras
(247)
v. Alcaide, 100 D.P.R. 506 (1972); Pueblo
ex rel. M.G.G., 99 D.P.R. 925 (1971);
Suárez Sánchez v. Tribunal Superior, supra;
Esso Standard Oil v. A.P.P.R., supra;
Bordas & Co. v. Srio. de Agricultura, 87
D.P.R. 534 (1963); E.L.A. v. Aguayo, supra;
Tesorero v. Tribl. de Contribuciones y
Kemper, 71 D.P.R. 298 (1950); Spanish Am.
Tobacco Co. v. Buscaglia, 71 D.P.R. 991
(1950); Pueblo v. Marrero, 79 D.P.R. 649
(1956).
De conformidad con estas normas,
ahora debemos abstenernos de adjudicar la
constitucionalidad de la Ley Num. 21,
supra, según aplicada, hasta tanto los
hechos que alegádamente dan lugar a las
cuestiones constitucionales sean plenamente
dilucidados en una vista en su fondo. De
esta manera evitamos, desde este estrado
apelativo y sin el beneficio de una
adjudicación previa de los hechos, formular
innecesariamente unos pronunciamientos
constitucionales e imponer unas medidas
adicionales que puedan afectar la viabilidad
de los sistemas de control de acceso
implantados en muchas de nuestras
urbanizaciones.
IX
En resumen, confirmamos la
sentencia recurrida en Caquías etc. v. Asoc.
y revocamos en parte la resolución recurrida
en Asoc. v. Báez y otros por entender:
(1) que la Ley Num. 21, según
enmendada por la Ley Num. 156, supra, no
requería la remisión de la Ordenanza para su
adopción {220 por tres cuartas (3/4) partes
de los residentes de Mansiones;
(2) que la operación del portón de la
intersección de las calles Begonia y Lirio
por control remoto, y no por tarjeta, no
acarrea la ilegalidad del sistema;
(3) que los residentes opositores no están
obligados por contrato o inscripción registral
a pagar las cuotas para el mantenimiento del
sistema.
Ordenamos, por lo tanto, a la
Asociación (1) entregar a los residentes
opositores, libre de costo, tantos controles
remotos como llaves del paseo peatonal que
se pongan a disposición de los residentes
con contrato de mantenimiento, y (2) desistir
de sus gestiones para el cobro de la cuota de
mantenimiento a los residentes opositores.
Por ultimo, confirmamos en parte la
resolución recurrida en Asoc. v. Báez y otros
en cuanto a los planteamientos
constitucionales, por entender que existen
controversias sobre hechos materiales que
impiden su disposición por la vía sumaria.
Por lo tanto, devolvemos este caso al
tribunal de instancia para que las partes
ventilen estas controversias en juicio
plenario y ademas para que se dilucide la
controversia sobre el cierre nocturno del
portón en la intersección de las calles
Gardenia y Lirio y se determine si la Junta
de Calidad Ambiental tiene jurisdicción
primaria para atender el planteamiento sobre
el alegado requisito incumplido de una
declaración de impacto ambiental.
S e d i ct a r a
correspondiente.
la
s en t en ci a
El Juez Asociado Señor Rebollo
López emitió una opinión de conformidad.
El Juez Asociado Señor Fuster Berlingeri
emitió una opinión de conformidad. El Juez
Asociado Señor Negrón García emitió una
opinión disidente. Todos los Señores Jueces
participaron conforme a la Regla de
Necesidad.{221
(248)
Opinión disidente del Juez Asociado
Señor Negrón García
convertido el automóvil hurtado o robado
en el instrumento codiciado y favorito de la
delincuencia,3 por la movilidad, facilidad y
I
Desde los albores de este siglo
reconocimos que las calles, aceras y plazas
"han sido destinadas al uso de los habitantes
de la ciudad, y todos y cada uno de ellos
desde el Gobernador, en su palacio, hasta el
limosnero en su choza, tienen derecho al uso
[pacifico] libre y continuado de las mismas".
Saldaña v. Concejo Municipal de San Juan,
15 D.P.R. 37, 51 (1909). Décadas después,
arropa a nuestra isla1 el fenómeno explosivo
de una dinámica criminosa2 que ha
1
"Sería de suponerse que por vivir en
una isla estemos protegidos, aislados de las
corrientes malsanas que contaminan el
mundo de hoy: la violencia, las drogas
heroicas, los asaltos, el crimen, la
pornografía epidémica, las convulsiones
sociales epilépticas. En tierra firme se suele
pensar en las islas como refugio de paz. Pues
no. Por los milagros de la tecnología, las
islas perdieron su tranquilidad. Y por las
maromas de la geopolítica, la nuestra es
ademas una frontera." S. Tio, Un Fracatan
de Tirabuzones, Graf. M. Parejo, España,
1975, San Juan, Puerto Rico, pag. 9,
"Botellón".
2
Existen numerosas teorías sobre las
raíces del crimen: la económica, la política,
la psicológica y la social-aprendizaje.
Encyclopedia of Crime and Justice, Nueva
York, The Free Press, 1983, T. I, pags.
316341. Manuel López-Rey y Arroyo
analiza comprensivamente la etiología del
delito desde la tesis de desorganización
social, fenómenos sociopatológicos,
conflictos de culturas, cambio social,
biopsicológico, psicológico, biológico y
otros. M. Lopez-Rey y Arroyo, La
Criminalidad, Madrid, Ed. Tecnos, 1976,
pags. 160226.
"Las causas generales de la
criminalidad son bien conocidas. Aparte de
los casos psiquiatricos, nace de la pobreza,
de las grandes diferencias económicas entre
los grupos sociales, la mala educación, la
competición extrema por los bienes
materiales, el desempleo, las familias rotas,
la influencia dañina de la televisión y el
cine, el pésimo ejemplo de las clases
dirigentes, la epidemia del narcotráfico, etc."
R. Serrano Geyls, Comunicación a Oficina
de Servicios Legales del Municipio de San
Juan, 10 de junio de 1992, pags. 56,
Apéndice.
3
El hurto o robo armado y violento
relacionado con los vehículos de motor ha
alcanzado cifras inimaginables. La situación
no es de nuestra exclusividad. En Estados
Unidos causó que el Congreso aprobara la
Ley Antirobo Automovil de 1992 (Anti Car
Theft Act of 1992, 18 U.S.C. sec. 2119 et
seq.).
En Puerto Rico ha exigido la
aprobación de disposiciones legales
encaminadas a reducir su uso delictivo y
venta ilegal lucrativa. A tal efecto, la Ley de
Vehiculos y Transito de Puerto Rey, Ley
Núm. 141 de 20 de julio de 1960, según
enmendada, 9 L.P.R.A. sec. 1134,
reglamenta el uso de cristales de visión
unidireccional y de tinte en los parabrisas o
cristales que permiten la comisión fácil de
delitos y dificultan la identificación de sus
autores.
Por otro lado, la Ley Núm. 8 de
5 de agosto de 1987 (9 L.P.R.A. sec. 3201 et
(249)
rapidez en que puede desplazarse y huir por
las modernas vías urbanas.
El modus operandi de estos
delincuentes consiste, dentro o fuera de una
urbanización, en hurtar o robar a mano
armada un automóvil. Una vez en posesión
de este comienzan una serie de asaltos
sucesivos a través de esa u otras
urbanizaciones. Las victimas pueden ser
cualquier hombre, mujer, niño, sea visitante
o residente, que se encuentre en su paso en
las calles, aceras o patios frontales de las
residencias. Incluso, penetran peatonalmente
y esperan sigilosamente que abran los
portones, las marquesinas o los hogares
para sorprender y así aterrorizar al residente
o a familias enteras. Como saben que el
dueño del vehiculo hurtado o robado lo
habrá notificado a la Policía, para evitar ser
aprehendidos durante esas fechorías,
constantemente se apropian
de otros
seq.) sobre protección de la propiedad
vehicular reconoce lo lucrativo de la
actividad de vehículos ilegalmente
apropiados, estimado anualmente en varios
millones de dólares.
"Se trata de un negocio ilícito que
involucra distintos sectores: el roba carro
profesional, el hojalatero que le da una
nueva apariencia a la unidad, el funcionario
venal que le da identidad registral, el
vendedor y exportador con conexiones
internacionales que dirige sus esfuerzos al
mercadeo de las unidades, el empresario
indiferente que no toma precauciones para
asegurarse de la identidad del adquirente que
financia o asegura, y finalmente el
comprador insensible que solo considera sus
ventajas personales." Exposición de Motivos
de la Ley Num. 8 de 5 de agosto de 1987,
Leyes de Puerto Rico, pags. 654655.
vehículos, a la par que descartan el anterior.
En ocasiones hieren o asesinan al dueño u
otra persona. A veces la
resistencia
ciudadana, a grandes riesgos y por
excepción, frustra el delito. A menudo estos
vehículos son conducidos a "talleres" o son
abandonados en sitios deshabitados donde
son desmantelados por otros individuos
dedicados a esas actividades ilegales.
Es obvio que, en estas rápidas
incursiones y giras delictivas, el uso
peatonal y vehicular irrestricto de las
entradas, salidas,
calles y aceras no
controladas de las urbanizaciones
residenciales, representan el factor mas
{223 importante que les permite fácilmente
transitar, consumar el delito y escapar
impunemente. "Es de conocimiento común
que el vehiculo ilegalmente apropiado es
utilizado por los delincuentes para llevar a
cabo fechorías tales como robos, asaltos,
escalamientos y asesinatos como un medio
para impedir su identificación por la
policía." Exposición de Motivos de la Ley
Num. 8 de 5 de agosto de 1987, Leyes de
Puerto Rico, pag. 655. Diversos estudios
tienden a confirmar la interacción sustancial
que existe entre el incremento de esos
delitos y el consumo y trafico del alcohol,
sustancias controladas o estupefacientes.4
4
Véanse:
Victimas
de
asesinatos-homicidios y su posible relación
con el problema de las drogas, Año fiscal
1989-1990 y enero a mayo de 1988 y 1990,
Ofic. de Información de Justicia Criminal,
Depto. de Justicia, noviembre 1990; G.
Speckart y M. Douglas Anglin, Narcotics
Use and Crime: An Overview of Recent
Research Advances, 13 Contemporary Drug
Problems (1986); J.K. Watters, C.
Reinarman y J. Fagan, Causality, Context,
and Contingency: Relationships Between
(250)
Mas que frías estadísticas,
consideramos los efectos del crimen sobre
las personas de carne y hueso, esto es, el
impacto a corto y
largo plazo que
experimentan la mayoría de las victimas.
Nos referimos no solo a las lesiones
corporales, sino a aquellos danos invisibles
severos, de carácter psicológico, tales como
el miedo, la ansiedad, la paranoia, la
depresión, la confusión, la sensibilidad
interpersonal, la autoestima y el ajuste
social. Para esas victimas y sus familiares, la
dignidad del ser humano proclamada en
nuestra Constitución es simple ficción. Nos
preocupa sobremanera el costo espiritual del
crimen y de lo que aparenta ser el desarrollo
de un síndrome o estado de animo de miedo
colectivo por "la impresión progresiva de
inseguridad, amenaza,
impotencia o
sensación de perdida del dominio
individual". A. Alonso Arias, El miedo
insuperable y la fuerza o violencia moral e
irresistible, [S.P.] Ed. Ediar-Conosur Ltda.,
1985, pag. 8.
No es para menos este malestar y
estado de impotencia {224 comunitario. En
el asesinato u homicidio, "el bien jurídico
protegido es la vida humana, que es el bien
mas importante, no solo porque el atentado
contra la misma es irreparable, sino también
porque la vida es la condición necesaria
para sentir su grandeza y disfrutar de los
restantes bienes". R. Levene, El Delito de
Homicidio, Buenos Aires, Ed. Perrot, 1955,
pag. 15.
Mas alla del asesinato u homicidio
--como ataque al máximo valor, la vida
humana-- los delitos de asalto y robo son
también graves
y extremadamente
peligrosos. "El sentido común nos dice que
al efectuarse un robo, en que de ordinario los
asaltantes utilizan armas de fuego o letales
para producir la intimidación, es de
esperarse que debido a lo desprevenido de
las victimas y la fluidez situacional estas
puedan resultar lastimadas. Si por el
contrario se hace uso de la fuerza física para
consumarlo, la situación empeora. No es
necesario mucho esfuerzo mental para
comprender que al efectuarse un robo -debido al interés natural de la victima de
proteger su persona y bienes-- el asaltante
razonablemente ha previsto o puede prever
que la consecuencia natural o probable de
su acción puede desembocar en la muerte de
alguna persona." Pueblo v. Lucret Quiñones,
111 D.P.R. 716, 739–740 (1981).
Finalmente, el delito de violación, en
el que se somete a la victima a un abusivo
ataque físico sexual y a "una experiencia ...
avasalladora cuyos efectos pueden durar
indefinidamente". Elba A.B.M. v. U.P.R.,
125 D.P.R. 294, {225 321 (1990).5 Veanse:
5
Experiencia descrita así en la
opinión concurrente y de conformidad:
Drug Abuse and Delinquency, 12
Contemporary Drug Problems 351 (1985);
P. Gomez Pavón, El delito de conducción
bajo la influencia de bebidas alcoholicas,
drogas toxicas o estupefacientes, Barcelona,
Ed. Bosch, 1985, pags. 168; M. Alfonso
Sanjuan y P. Ibanez Lopez, Drogas y
Toxicomanías, Madrid, Imp. Pablo Lopez,
1979.
"La experiencia vital puede a veces
rebasar la mas enfermiza de las
imaginaciones humanas. La dura realidad
excede en ocasiones --por anchísimo
margen-- lo que el morboso delirio de un
demente puede concebir. Tal es el caso de la
aterradora noche que le tocó en desdicha a
esta joven universitaria. En definitiva, nada,
(251)
Pueblo v. Rivera Robles, 121 D.P.R. 858
(1988); Pueblo v. Mattei Torres, 121 D.P.R.
600 (1988).
Ante estos peligros,6 en protección
absolutamente nada, borrara de su cuerpo y
de su alma el estrago indescriptible que le
deparó la vida. No es necesaria la condición
de perito ni de experimentado en la
condición humana para comprender el
espanto de una experiencia que sobrecoge
profundamente al mas insensible. "Temor,
angustia, verguenza, consternación, dolor
implacable: todo debe haberse apoderado de
esta joven mujer en esa hora pavorosa. La
intimidad de su cuerpo, hecha para la caricia
consentida, para el disfrute del amor en su
expresión mas tierna, fue violada
brutalmente sin que hubiese para ella el mas
leve resquicio de respeto. Por el contrario, el
furor mas salvaje daño para siempre lo que
para ella era inviolable, excepto por la
voluntad del amor. "Y al final, para
salvarse, para no morir por la injuria física y
moral, o lo que es igual, para no perecer de
asco, una salida igualmente aterradora.
Tiene que echar mano del arma blanca usada
por el violador para, a su vez, liberarse
siquiera por un instante del estigma
indeleble que --a fin de cuentas-- ya nunca
podría borrarse del espiritu. Salvo su vida
precariamente, pero el daño quedo y
permanecerá para siempre como una huella
que jamás podrá desvanecerse." (Escolio
omitido.) Elba A.B.M. v. U.P.R., 125
D.P.R. 294, 331332 (1990), opinión
concurrente y de conformidad.
6
"El peligro puede definirse como la
probabilidad de verificación de un daño o
como la probabilidad de un resultado
temido. El concepto de peligro es
meramente objetivo, por cuanto este está
del derecho a la vida y a la integridad física,
examinamos formas de defensa comunitaria
tales como el cierre de calles y control de
accesos para prevenir y combatir el crimen.
Naturalmente, su establecimiento genera
legítimos reparos fundamentados en
divergencias de criterios, incluso los
jurídicos-{226 tradicionales, y pone a
prueba la vitalidad y eficacia de nuestra
Constitución como pacto social.
La triste realidad delictiva aquí
expuesta forma parte del trasfondo cotidiano
que como juristas insertos en la sociedad no
constituido por el conjunto de las
condiciones objetivas existentes en el mundo
externo, de las cuales se puede deducir la
probabilidad de verificación de un resultado
que se teme y que no se desea. El peligro,
dice Antolisei, no consiste en un estado de
incertidumbre de la naturaleza, sino de una
situación que lleva consigo la probabilidad
de determinado efecto. Esta probabilidad
consiste en una conjetura fundamentada en
la experiencia de los casos similares. La
experiencia nos enseña que de determinadas
causas se derivan determinados efectos y
enseña, además, que existe una uniformidad
constante en el proceder de la naturaleza.
Junto a la ley de causalidad que rige todos
los fenómenos, existen leyes de causalidad
por separado o particulares que rigen
determinados fenómenos. De ahí la
posibilidad de generalizar un hecho y
establecer los efectos que se pueden derivar
de él y la posibilidad de establecer la aptitud,
la capacidad, la idoneidad general de un
hecho para causar otro hecho. Precisamente
por estás características se puede hablar de
probabilidad, la cual existe a pesar de no
haberse verificado el hecho." (Enfasis
suplido.) S. Tulio Ruiz, La Estructura del
Delito, Bogota, Ed. Tecnos, 1978, pag. 42.
(252)
podemos ignorar. No existen soluciones
mágicas para prevenir y disminuir el
crimen. Estamos conscientes de que el
sistema de cierre y control de calles ha
suscitado --y continuara suscitando-múltiples debates de índole social, moral,
cultural y legal. Como mecanismo nuevo
que abarca y afecta numerosas personas, su
uso causara fricciones que requerirán
--sobre la marcha-- ulterior intervención de
los tribunales y la legislatura. "La
democracia es una forma de vida, en la cual
-- a modo de experimento diario-- se pone a
prueba toda la gama de ideas, opiniones,
conclusiones y demás percepciones que el
ser humano genera en una sociedad
pluralista. En la zona intelectual y afectiva,
el individuo se presenta empapado de
conflictos y diferencias ... con un juicio
critico a veces sano, elevado y constructivo
--y en ocasiones-- producto de la mala fe, el
fanatismo, la intolerancia, la ignorancia, el
prejuicio, etc. Basta reflexionar nuestras
experiencias cotidianas --interfamiliares, con
los vecinos, e incluso aquellos a quienes no
conocemos directamente-- para darnos
cuenta del cumulo de sentimientos y
a c t itudes positiva s y n e ga tiva s
involucradas." Noriega v. Gobernador, 130
D.P.R. 919 (1992). En particular, sabemos
que pautar unas normas que satisfagan y
armonicen todos esos diferentes puntos de
vista, por lo pronto, es judicialmente
imposible.
II
La prevención del delito mediante el
concepto de diseño arquitectónicos esta
"íntimamente relacionado con los problemas
{227 de
las áreas metropolitanas,
consecuencias de la incesante tendencia a la
concentración urbana".7
Si bien el diseño y la técnica son
modernos,8 históricamente el concepto no.
Encyclopedia of Crime and Justice, Nueva
York, The Free Press, 1983, T. I, pags.
362–365.
En las edades antiguas, las
civilizaciones mediterráneas construían las
viviendas con atrios interiores, no solo por
razones climatológicas, sino por razones de
seguridad. Durante las edades medias, la
ciudad murada y el castillo feudal fueron los
bastiones de la seguridad. Con el
surgimiento del concepto moderno de las
naciones, el énfasis se transfiere a las
fronteras de estas. En épocas recientes, el
problema de la defensa de nuestros hogares
se ha agravado al reconocer que el enemigo
no viene de afuera, sino que esta presente
dentro de nuestros pueblos y ciudades.
Existen tres modelos conceptuales recientes
7
Informe de la Comisión para el
Estudio de la Policía sometido al Consejo
sobre la Reforma de la Justicia en Puerto
Rico, 19 de diciembre de 1973, pag. 205.
8
Con algunas modificaciones,
básicamente trata de la instalación de
portones eléctricos con sistemas de control
remoto (beepers); sistema de
intercomunicación para acceso y control de
visitantes, y sistema especial para acceso de
los servicios gubernamentales. Incluye una
caseta con guardián, y todas las facilidades
requeridas, y dos (2) o tres (3) brazos
mecánicos para controlar el acceso de
entrada a la urbanización, uno para
residentes y otro para visitantes. Pueden ser
operados por tarjetas o control remoto
(beepers) y por un guardián desde la caseta
las veinticuatro (24) horas del día.
(253)
que atienden el problema de diseñar
ambientes residenciales seguros: la aldea
urbana, el fortín urbano y espacio
defendible. El concepto de la aldea urbana
asume una población relativamente
homogénea y la existencia de usos diversos
en las calles que permitan la vigilancia
constante de las mismas. El concepto del
fortín urbano postula la necesidad de aislar
los residentes del ambiente urbano .... El
concepto de espacio defendible se centra en
identificar aquellos elementos de diseño que
facilitan la percepción de territorios sobre
los cuales grupos de residentes se sientan
responsables y dentro de los cuales los
extraños sean fácilmente identificables. De
mas reciente formulación esta el concepto de
planificación de seguridad ambiental que
recoge algunos de los señalamientos del
concepto de espacio defendible, pero los
amplía para considerar el efecto de los usos
circundantes a las áreas residenciales como
generadores de oportunidades para actos
delictivos. (Énfasis suplido.) Memorial
sobre el P. del S. 814 de 26 de noviembre de
1986. {228
La configuración preventiva se
alcanza mediante un cuidadoso tratamiento
fisionómico de factores contexturales. Lo
que sugiere que el diseño ambiental y su
articulación con la posición espacial de la
edificación generen los elementos
estructurales necesarios para constituirle en
un "espacio defendible". De este modo
queda planteado que mediante el diseño
físico es posible crear zonas
percibiblemente territoriales, o sea áreas de
marcada influencia vecinal.
Un estudioso de este reciente tipo de
planificación urbana describe así el
concepto:
C o n s u j e c i ó n a c i er t o s
pronunciamientos, sostenemos hoy la
validez constitucional de la legislación que
autoriza el cierre de calles y control de
acceso, a la par que pautamos normas para
remediar sus abusos y excesos.
En términos teóricos los nuevos
proyectos urbanos de acceso controlado se
erigen sobre un modelo de intervención
preventiva en favor del medio ambiente
residencial cuyo objetivo es disuadir al
criminal de su intención delictiva a través de
la creación de barreras físicas y simbólicas.
Lo que conduce a preponderar los conceptos
de territorialidad, imagen, jerarquía y
seguridad. La manipulación y conju[n]ción
de [e]stos componentes supone un efecto
minimizador de los niveles delictivos sobre
el escenario urbano.
Desde esta vertiente el criminal pasa
a ser entendido y definido como una suerte
de ente foráneo, exógeno al área residencial.
O. De la Rosa Tirado, Ciudad, Morfología
y Alienación Social, ponencia dictada por
encomienda del Greater San Juan
Committee, Inc., noviembre de 1990, pags.
179180. Caso Num. CE-91-786, Parte I,
Petición de certiorari, pags. 249250. Vease
Criminalidad, nuevo hábitat y estructura
urbana, Tesis de maestría, Escuela de
Planificación, Universidad de Puerto Rico,
1988.
III
La alta incidencia del crimen en
Cupey movió en 1985 a los residentes de la
urbanización Mansiones de Río Piedras a
explorar
alternativas para intentar
prevenirlo mediante el control de entrada de
vehículos de motor y personas extrañas. Para
esa época, la
Ley Orgánica de los
Municipios {229 de Puerto Rico, Ley Num.
146 de 18 de junio de 1980 (21 L.P.R.A. ant.
(254)
sec. 2001 et seq.) en su Art. 12.07 (21
L.P.R.A. sec. 345), únicamente facultaba a
"ordenar y efectuar el cierre permanente de
cualquier calle o camino dentro de sus
limites territoriales, previa celebración de
vista pública que deberá notificarse
mediante avisos escritos fijados en sitios
prominentes en la Casa Alcaldía y en calle o
camino a cerrarse ...". (Enfasis suplido.) Se
observa, pues, que la ley trataba de unos
cierres distintos, no el control de acceso
como se conoce hoy. Una vez realizado el
cierre previsto en esa ley, el carácter fijo e
inamovible de esa obra no requería el
continuo y permanente pago de cuotas de
operación y mantenimiento.
Con ese proposito, una mayoría de
los dueños y residentes de las ciento ochenta
y una (181) viviendas de la urbanización,
organizados en una asociación no
incorporada, autorizaron por escrito9 a sus
directores a gestionar y solicitar el cierre
permanente de una (1) de las dos (2) calles
por las cuales había acceso. El proceso fue
lento, complicado y azaroso.
Posteriormente, por falta de consenso, se
abandono la idea del cierre permanente.
El 20 de mayo de 1987 la Asamblea
Legislativa aprobó la Ley Num. 21 (23
L.P.R.A. sec. 64 et seq.) con el objetivo de
permitirle a la ciudadanía "participar de la
lucha contra el crimen al establecer
mecanismos que controlen los accesos y al
mismo tiempo disminuye la labor de
vigilancia, ya sobrecargada, que presta la
Policía de Puerto Rico". Exposición de
Motivos de la Ley Num. 21 de 20 de mayo
de {230 1987, Leyes de Puerto Rico, pag.
67. La hipótesis central que animo este
estatuto es que el Gobierno compartiese con
los residentes la responsabilidad10 por la
vigilancia y el mantenimiento del orden y,
por ende, el control de la conducta
9
En el documento que suscribían los
residentes se estipulaba:
"Yo _________________________,
mayor de edad, ________________,
residente
de
la
calle
____________________ de la Urbanización
Mansiones de Río Piedras, en representación
de los residentes de la vivienda de
referencia, autorizo a la Asociación de
Residentes de Mansiones de Rio Piedras
para que represente los intereses
comunitarios a los efectos de solicitar a la
Asamblea Municipal de San Juan la
autorización para controlar la entrada y
sal[i]da de personas extrañas a nuestra
comunidad.
"Hoy _____ de
____________ de _______." (Enfasis
suprimido y en el original.) Caso Num.
RE-91-139, Solicitud de revision, pag.14.
Se advierte la total omisión al
aspecto económico para la instalación inicial
o gastos de operacion, reparación o
mantenimiento fijos.
10
Lo que nos hace recordar que
"[a]costumbrase entre nosotros confiar a la
acción gubernativa el desenvolvimiento de
las mas insignificantes cuestiones de interes
social. Encuentrase agradable al parecer, que
la Autoridad Superior lo prepare y metodice
todo .... El principal elemento de progreso de
nuestro país ha de brotar al calor de la
iniciativa individual ...".
Las clases
jornaleras en Puerto Rico, 1882, en S. Brau,
Ensayos (Disquisiciones Sociologicas), Rio
Piedras, Ed. Edil Inc., 1972, pags. 5859.
(255)
delictiva.11 Al restringirse la libre entrada y
el paso de personas y vehículos en las
diferentes urbanizaciones, se limita el área
de acción de los delincuentes y se les impide
o dificulta escapar y salir airosos una vez
cometido el delito.
Esta ley autorizo a la Junta de
Planificación a adoptar los reglamentos
necesarios y a conceder permisos en
comunidades
residenciales públicas y
privadas con un solo acceso de entrada y
salida o que, teniendo mas, sus calles o
caminos no fueran vías de entrada o salida
a otras comunidades. Podía concederse
cuando cumplieran los requisitos siguientes:
(1) tener una asociación de residentes
debidamente organizada; (2) que en la
urbanización o comunidad no existiera
ninguna facilidad estatal o municipal
destinada a uso público, excepto escuelas,
parques recreativos o centros comunales; (3)
que tres cuartas (3/4) partes de los
residentes de las viviendas establecidas en la
comunidad prestaran su consentimiento para
controlar el acceso, y (4) que la comunidad
"se comprometa y presente garantías de que
ha de asumir los gastos de instalación,
operación y mantenimiento de las
facilidades necesarias para el control del
acceso a la urbanización o comunidad". Sec.
2 (23 L.P.R.A. sec. 64a). Cumplidos estos
requisitos y celebrada una vista pública ante
el Municipio de San Juan {231 (en adelante
Municipio), la Junta de Planificación
(después el Municipio) quedaba facultada
para conceder el permiso.
Fundamentada
11
en
esta
nueva
Igual enfoque inspiró la Ley Núm.
14 de 7 de diciembre de 1989, creadora del
Consejo de Seguridad Vecinal. 25 L.P.R.A.
sec. 1030.
legislación, la asociación, a la sazón
incorporada como la Asociación de
Residentes de Mansiones de Río Piedras,
Inc. (en adelante la Asociación), continuo
sus gestiones para controlar el acceso a la
urbanización y tras varios tramites --incluso
una vista pública-- el 4 de diciembre de
1989, mediante la Ordenanza Municipal
Num. 40 de 13 de noviembre de 1989,
obtuvo del Municipio la autorización. En su
sección segunda, la Ordenanza, supra,
impuso como "condición 'sine qua non' que
aun aquellos residentes que no estén de
acuerdo con los mencionados cierres de
calles y que no participen con la aportación
de cuotas, se les reconocerá el derecho a la
participación de todos los beneficios".
Ordenanza, supra, Sec. 2da.
La Asociación instalo en la calle
Gardenia un portón que se activa con control
remoto (beeper) y otro en la calle Begonia,
activado de igual modo y por dispositivos
dentro de una caseta, atendida y vigilada
constantemente por un guardián. Los
automóviles de los residentes tienen una
calcomanía que los identifica y todos, sin
restricción, podían y pueden usar la salida y
entrada custodiada por el guardián. El
sistema comenzó a funcionar el 30 de junio
de 1990 y produjo una reducción sustancial
en la comisión de delitos contra la persona
y propiedad dentro de la urbanización.
Para el mantenimiento del sistema, la
Asociación redacto un contrato en el cual los
residentes se obligaban a pagar cuarenta y
cinco dolares ($45) mensuales. Una vez lo
firmaban se les entregaba el control remoto
(beeper). Algunos residentes no lo
suscribieron y la Asociación les negó el
beeper y, por ende, el acceso vehicular por
el portón automático. Subsiguientemente, el
26 de julio de 1990 la {232 Asociación los
(256)
demando12 en cobro de la cuota y los daños
y perjuicios ascendentes a mil dolares
($1,000), invocando la existencia de un
contrato de mantenimiento y alegando que
ellos habían autorizado a gestionar el
control. En contra, los residentes negaron
r e sp onsabilidad, formula r on una
reconvención en la cual solicitaron que se
decretara ilegal la Ordenanza y se ordenara
la remoción del sistema. Ademas,
reclamaron daños por angustias y
sufrimientos mentales y solicitaron en la
alternativa unas modificaciones al diseño y
varios remedios mas. Alegaron, ademas, que
era ilegal la orden de la Asociación que
disponía el cierre del portón de la calle
Gardenia desde las 10:00 de la noche hasta
las 6:00 de la mañana y el cobro de quince
dolares ($15) como condición para
entregarles copia de una llave del portón
peatonal de esa calle. Con posterioridad
solicitaron sentencia sumaria aduciendo que
nunca favorecieron el sistema.
Pendiente dicho pleito, los residentes
demandados13 presentaron demanda sobre
sentencia declaratoria y entredicho
12
La Asociación de Residentes de
Mansiones de Río Piedras, Inc. (en adelante
la Asociación) presentó dos (2) demandas:
La KAC-90-1233 contra Wilfredo Báez,
Anastacio Báez, María Antonia Sierra,
Rafael Muñoz, Beatriz Avila de Muñoz,
Juan A. Molina, Ernesto Rodríguez,
Arquímedes Ramírez y William Varas; y la
KAC-90-1221 contra José R. Caquías,
quienes también formularon reconvención.
Fueron consolidados.
13
Excepto Wilfredo Báez, Rafael
Muñoz y Beatriz Avila de Muñoz.
permanente
(KPE-90-1382)14 en que
pidieron se les proveyera gratuitamente
acceso en iguales condiciones de los que
satisfacían la cuota de mantenimiento.
El tribunal (Hon. Arnaldo López
Rodríguez, Juez) ordeno a la Asociación
"entregar a los demandantes el control
remoto (beeper)
sin que estos estén
obligados a pagar cuota para sufragar los
gastos de mantenimiento del sistema". Caso
Num. RE-91-139, Solicitud de revisión,
Apéndice II, {233 pag. 9. Como cuestión de
derecho, la ilustrada sala sentenciadora
concluyo que en virtud de la Ley Num. 21,
según enmendada, supra, los residentes solo
tenían que pagar cuando la autorización para
controlar el acceso a la urbanización
constaba inscrita en el Registro de la
Propiedad, como un gravamen real sobre la
finca, o cuando de otro modo se
comprometían mediante contrato escrito.
Ausentes esas circunstancias, eran
acreedores al control remoto (beeper), pues
la referida
Ley Num. 21, supra,
expresamente disponía acceso igual a los
residentes que no lo favorecieran.
Contra ese dictamen, a solicitud de la
Asociación acordamos revisar. En el ínterin,
el foro de instancia (Hon. Evaristo M.
Orengo, Jr., Juez) en los casos Núms.
KAC-90-1221 y KAC-90-1233, denegó la
sentencia sumaria pedida por los residentes.
No conformes,
acudieron ante nos.
Expedimos y consolidamos ambos recursos.
14
Figuran como demandantes los
esposos Rafael Kercado Salgado y María
Antonia Sierra Díaz, Edwin Jiménez Irizarry
y Margarita Martínez Pérez y sus respectivas
sociedades legales gananciales, y Luz M.
Ríos Rosario.
(257)
Con el beneficio de los alegatos de
las partes, la comparecencia del Secretario
de Justicia por conducto de la Oficina del
Procurador General y la replica de los
residentes opositores presentada el 4 de
diciembre de 1992, resolvemos si es valido
o no el sistema de control fundamentado en
la Ordenanza, supra; si los residentes
opositores tienen que pagar las cuotas de
mantenimiento, y si la Ley Num. 21, según
enmendada, supra, por la Ley Num. 156 de
10 de agosto de 1988 (23 L.P.R.A. secs.
6464b-1, 64c64g) es constitucional.15 {234
IV
La tarea exige ampliar, aunque
someramente, algunas disposiciones de la
legislación sobre el cierre de calles y
urbanizaciones.
Según lo expuesto, con la Ley Num.
21, supra, la Legislatura estableció
claramente un procedimiento para obtener el
permiso de control de acceso de calles. Sin
embargo, no visualizo ni fijo un mecanismo
para sostenerlo económicamente. Con la Ley
15
En José R. Caquías Mendoza, etc.
v. Asociación de Residentes de Mansiones
de Rio Piedras, KPL-90-1382 no se planteo
en instancia la cuestión constitucional, pero
si ante este Foro. Por otra parte, la validez
constitucional de la Ley Num. 21, supra, fue
cuestionada en el tribunal de instancia en
Asoc. de Residentes de Mansiones de Rio
Piedras, Inc. v. José R. Caquías,
KAC-90-1233.
Los hechos esenciales para resolver
los recursos están fundamentados en prueba
documental o en las posiciones facticas
coincidentes expuestas por las partes en sus
diversos escritos.
Num. 156, supra, aprobó "un método de
financiamiento para que sea factible
establecer el control de acceso y mantenerlo
funcionando". Exposición de Motivos de la
Ley Num. 156 de 10 de agosto de 1988,
Leyes de Puerto Rico, pag. 723. Dicha ley,
ademas de diseñar un sistema de cuotas,
traslado a los municipios la prerrogativa
para concederlos.
Para la eficacia del sistema de
financiamiento se autorizo, mediante
escritura pública, su inscripción en el
Registro de la Propiedad como un gravamen
real sobre la finca de los residentes cuyos
titulares hubiesen consentido a la
inscripción, en caso de que el urbanizador
no lo hubiese inscrito previamente. Secs. 4 y
8(b), 23 L.P.R.A. secs. 64b1 y 64d1(b). La
inscripción obliga al propietario a contribuir
proporcionalmente con los gastos de
instalación, reparación y mantenimiento del
control de acceso, lo cual constituirá un
gravamen sobre su "inmueble cuando este se
haya constituido conforme a lo establecido
en la sec. 64d1 de este titulo". Sec. 12 (23
L.P.R.A. sec. 64d5). Ningún propietario
podrá librarse del pago de cuotas aun cuando
abandone el inmueble gravado o entienda
que no recibe beneficio alguno. Sec. 10 (23
L.P.R.A. sec. 64d3).
Cuando el desarrollador o
constructor no inscribe la autorización en el
Registro de la Propiedad, esa inscripción
solo puede
hacerse después sobre
fundamentos voluntarios; no es susceptible
de imponerse compulsoriamente. La {235
solicitud al municipio debe ser adoptada por
tres cuartas (3/4) partes de los residentes de
las viviendas en la comunidad. Sec. 2, supra.
Ademas, es requisito que la comunidad "se
comprometa y presente garantías de que ha
de asumir los gastos de instalación,
operación y mantenimiento de
las
(258)
facilidades necesarias para el control del
acceso a la urbanización o comunidad". Sec.
2(d), 23 L.P.R.A. sec. 64a(d).
{236
Es obvio que la viabilidad económica
de control de acceso debe ser garantizada
por los residentes que consintieron a su
establecimiento. Los residentes que no lo
favorecieron "no estarán obligados al pago
de cuotas para el establecimiento, operación,
mantenimiento o remoción de dicho sistema
excepto en aquellos casos en que se
comprometan a dichos pagos mediante
contrato escrito". (Énfasis suplido.) Sec. 15
(23 L.P.R.A. sec. 64g).
Ciertamente, la Sec. 3 de la Ley
Num. 21 (23 L.P.R.A. sec. 64b), y los Arts.
5.05 y 5.06 del Reglamento de Planificación
Num. 20 de 20 de enero de 1989 sobre
Control de Transito y Uso Público de Calles
Locales, requiere que el municipio celebre
vistas públicas y de ser favorable la
decisión, "un dictamen preliminar que
contendrá as condiciones, cambios o
modificaciones bajo los cuales deberá
desarrollarse el proyecto teniendo que
obtener dicho dictamen preliminar la
autorización de los residentes de por lo
menos tres cuartas (3/4) partes de las
viviendas allí establecidas para su adopción
final e implantación. Dicha participación
estará limitada a un representante por
vivienda". 23 L.P.R.A. sec. 64b (Sup. 1989).
En resumen esta obligación puede
surgir de tres (3) fuentes distintas: (1)
inscripción en el Registro --por el
urbanizador-- del permiso en el cual el pago
de cuotas consta como un gravamen sobre la
finca; (2) autorización o consentimiento
inicial que brindan los residentes a su
asociación para que gestione el permiso
municipal, que recoja expresamente el
compromiso voluntario de sufragar los
gastos, y (3) contrato suscrito
posteriormente por los residentes que
originalmente no lo favorecieron.
Evaluemos los distintos reclamos de
los residentes opositores y la Asociación.16
16
Distinto a la contención de los
residentes opositores, no consideramos que
la variante entre activar el portón con un
control (beeper), en lugar de una tarjeta,
según originalmente fue autorizado por el
municipio, lo mismo que el cierre del portón
de la calle Gardenia entre las 10:00 P.M. y
6:00 A.M. (noche), tengan la consecuencia
de afectar la legalidad del sistema. Ambos
puntos no ameritan mayor análisis.
V
Sin embargo, como sentencio el
ilustrado foro de instancia, en recta lógica, el
dictamen preliminar solo tiene que emitirse
cuando el municipio establece "condiciones,
cambio o modificaciones bajo las cuales
deberá desarrollarse el proyecto", distinto al
propuesto por la Asociación. De la
transcripción de las vistas públicas y de la
propia Ordenanza, de vigencia inmediata, se
desprende que el municipio no impuso
ningún tipo de condición, cambio o
condición. No era necesario un dictamen
preliminar.
VI
De la sentencia surge que los
Tampoco encontramos persuasivo el
planteamiento de que el Municipio debió
gestionar un estudio sobre impacto
ambiental.
(259)
residentes opositores --excepto las familias
de Juan A. Molina y Edwin Jiménez quienes
nunca
consintieron-- suscribieron
inicialmente el documento y autorizaron a la
Asociación para que realizara gestiones con
el municipio. Vease esc. 9. No obstante,
excepto Arquímedes Ramírez Rivera,
sostienen que lo hicieron en enero de 1987
--cuando todavía no estaba en vigor la Ley
Num. 21, supra-- y ello con la sola intención
de cerrar permanentemente una (1) de las
dos (2) calles de {237 acceso a la
urbanización, a tenor con la Ley Orgánica de
los Municipios de Puerto Rico entonces
vigente. Arguyen que no favorecieron el
sistema de control de acceso que a la postre
autorizo el municipio bajo la posterior Ley
Num. 21, supra. Tienen razón.
A finales de 1985 la Asociación
intimo en su Boletín Informativo, El
Timonel, Año I, Num. 3, que una de las
alternativas para combatir la criminalidad
era cerrar una (1) de las dos (2) vías.
Subsiguientemente, en El Timonel de enero
de 1987, Año 2, Num. 7, la Asociación en
su editorial asevero: "Que no seas tu el que
detiene la única oportunidad de ganar
derecho a controlar nuestros accesos a la
urbanización. Mucho podemos ganar, nada
se pierde ni se compromete con esta
petición. %I" (Enfasis suplido y en el
original.) Caso Num. CE-91-786, Parte I,
Petición de certiorari, Apéndice IV, Anejo
IV.
Los residentes aquí involucrados
suscribieron el documento antes aludido
que, en lo pertinente, autorizaba "a la
Asociación de Residentes de Mansiones de
Río Piedras para que represente los intereses
comunitarios a los efectos de solicitar a la
Asamblea Municipal de San Juan la
autorización para controlar la entrada y
sal[i]da de personas extrañas a nuestra
comunidad". (Enfasis suprimido.) Caso
Num. RE-91-139, Solicitud de revisión, pag.
14. Ello fue con anterioridad a la vigencia de
la Ley Num. 21, supra. Es incontrovertible
que al firmar esas autorizaciones, el único
mecanismo viable para controlar ese acceso
bajo las disposiciones de la Ley Orgánica
de los Municipios de Puerto Rico era cerrar
permanentemente una de las calles, y que
ello no generaba gastos fijos de operación y
mantenimiento. No podemos, pues, darle el
alcance que pretende la Asociación. Así ella
lo reconoció en El Timonel y en otras
gestiones.17
17
En carta dirigida el 9 de febrero de
1988 al entonces Gobernador, Lcdo. Rafael
Hernandez Colon, expuso en lo pertinente:
"Antes de aprobarse la Ley #21 del
Senado de P.R., que permite a las
urbanizaciones controlar sus entradas, la
Asociación de Residentes de Mansiones de
Río Piedras obtuvo la autorización del 99%
de los residentes, lo cual hac[i]a viable, a
través del Municipio de San Juan, controlar
nuestra urbanización.
"Nos tomo cerca de un año el trámite
de estas autorizaciones, y ya que creíamos
nuestro proyecto una realidad, se aprueba la
Ley #21, y lo anterior no es aplicable. Dicha
ley fu[e] aprobada por Usted como
Gobernador y nos hemos enterado hay unas
enmiendas que Usted desea hacerle al
Reglamento. Debido a esto est[a]mos
impedidos de someter nuestra petición a la
Junta de Planificación.
"El motivo de esta comunicación es
para, respetuosamente solicitarle, que Usted,
como Gobernador, autorice un Permiso
Provisional que haga factible el controlar las
entradas. El esperar al proceso que conlleva
(260)
Resulta claro que los residentes
opositores no consintieron {238 al sistema
de control propuesto, finalmente establecido,
en virtud de la Ley Num. 21, supra,
consistente en cerrar las dos (2) vías de
acceso mediante unos portones automáticos
y el establecimiento de una caseta con
guardián de seguridad. La tesis jurídica del
mandato escrito o verbal que propone la
Asociación es improcedente, ya que la
contribución económica no era ni formo
parte esencial del documento ni encomienda
original. De ser cierta la posición de la
Asociación, ¿por qué requirió a todos los
residentes que suscribieran específicamente
un contrato de mantenimiento y cuota? Un
aspecto tan importante como el
financiamiento ad perpetuam no podía
dejarse en el aire y sujeto a una
interpretación tan precaria.
De hecho, según certificado de 16 de
enero de 1988, producto de un acuerdo
adoptado en una reunión extraordinaria de la
Asociación --suscrito por la Secretaria,
Ivonne V. Alvarez y la Presidenta, Lcda.
Mildred Diez de Muñiz-- se garantizo con
lenguaje de carácter prospectivo "que se le
proveerá acceso por igual y en todo
momento a todos los residentes de la
comunidad, incluyendo a los que no
favorezcan el establecimiento de los
controles propuesto[s]". Caso Num.
CE-91-786, Parte II, Petición de certiorari,
Apéndice IV, Anejo IV54. Y en su ponencia
el 28 de junio de 1989 en la vista pública
municipal, la Presidenta, licenciada Diez de
Muñiz, cuidadosamente desgloso en dos (2)
el hacer enmiendas y someter las mismas a
las distintas oficinas y/o Agencias que deben
aprobarlas tomaría demasiado tiempo."
(Enfasis suplido.) Caso Num. CE-91-786,
Parte II, Petición de certiorari, Apendice IV,
Anejo IV.
la documentación de los números y los
porcientos de autorizaciones {239 de apoyo
que tenía de los residentes: una, endosando
la presentación del proyecto y la otra, los
contratos de mantenimiento que se había
firmado. T.E., Vista Municipal, pag. 27. Es
ineludible concluir que con estas y otras
actuaciones la Asociación represento y
reconoció que la única forma en que los
residentes se comprometían al sostenimiento
económico del sistema de control de acceso
era mediante la firma del contrato escrito
sobre pago de cuota.
La Asociación señala, en la
alternativa, que aun cuando esos residentes
no lo favorecieron, están obligados a el, pues
no se opusieron en la vista pública
celebrada por el Municipio. La dificultad del
señalamiento --consentimiento tácito-estriba en que la Ley Num. 21, supra, no les
imponía, como tampoco al presente les
impone, el deber de actuar así. Nos negamos
a aplicar el conocido aforismo de que "el
que calla otorga" o que "el que calla,
consiente", pues el silencio tiene máximas
que se contradicen entre si; aquí "el que
calla no dice nada". J. Dualde, Una
revolución en la lógica del Derecho,
Barcelona, Ed. Bosch, 1933, pag. 10; R.
Bielsa, Los conceptos jurídicos y su
terminología, 3ra ed., Buenos Aires, Ed.
DePalma, 1987, pags. 269–270.
No están, pues, compelidos estos
residentes a pagar las cuotas. Todos tienen
derecho a que se les brinde acceso igual,
esto es, tener los controles electrónicos
(beepers) para controlar el portón donde esta
ubicada la caseta del guardián, el
correspondiente a
la calle Gardenia,
también con un portón electrónico, e incluso
la llave del peatonal. La familia Molina
también es beneficiaria. No es óbice para
negarle su derecho el hecho de que su
antecesor en titulo se comprometiera a pagar
(261)
las cuotas por escrito. A esa fecha no existía
la Ley Num. 156, supra, ni la Ordenanza
que autorizara el sistema, y mucho menos la
posibilidad de crear un gravamen mediante
la inscripción en el Registro de la Propiedad.
Igual solución se impone en cuanto a la
familia de Arquímedes
Ramírez. El
consentimiento que presto el 15 de junio de
1989 --en vigor las {240 Leyes Núms. 21 y
156, supra, e iniciado el tramite por la
Asociación-- fue solo un endoso de la
presentación y obtención del permiso; nunca
suscribió el contrato de mantenimiento de
cuotas. Recuerdese que ese fue el medio
legitimo que se uso para obtener el
compromiso y así se le presento al
Municipio.
Aclarados estos extremos,
concentrémonos en los planteamientos
constitucionales los cuales trascienden el
problema económico de las cuotas y van a
la medula existencial de esta legislación.
Aunque respetables, omitiremos pasar juicio
sobre una serie de señalamientos no
jurídicos que versan sobre consideraciones
filosóficas y sociales, la erección de barreras
sociales y los efectos negativos a corto y
largo plazo de este tipo de sistema. Estos
corresponden mas bien a escenarios tales
como el legislativo, el político y otros.18
18
Al respecto los residentes
opositores nos exponen que "[n]uestra
sociedad ya esta lo suficientemente dividida
por
razones políticas, religiosas,
económicas, etc. y los controles contribuyen
a fomentar aun mas esa separación de
estratas sociales; constituye un sistema
elitista y clasista. Tiende ademas a aislarnos
de otros sectores sociales y coarta la efectiva
interacción de diversos grupos sociales. En
cierta medida, nos hace recordar el sistema
de 'apartheid' de Africa del Sur, la teoría de
iguales pero separados ya superada, al
menos por la jurisprudencia, en Estados
Unidos, el sistema de castas de India y en
otros aspectos, el sistema feudal de la Edad
Media ...". Caso Num. RE-91-139, Alegato
de replica de la parte recurrida, pag. 6.
De la ponencia presentada por De la
Rosa Tirado, transcribimos:
"Si bien es cierto que en terminos
micro-espaciales las zonas tratadas mediante
este paradigma adquieren una fehaciente
estabilidad --en tanto logran un
incuestionable decrecimiento de sus indices
delictivos-- no menos cierto resultan los
desequilibrios e inestabilidades que su
marcada diferenciación estructural podrían
producir al entorno macro-espacial.
"Un análisis prospectivo de
escenarios desprendidos de estos
neo-emergentes urbanos refleja el siguiente
cuadro situacional:
"1. Una paulatina segregación
espacial mucho mas evidente y severa que la
registrada al presente. Los precios de los
diversos proyectos urbanos resultan ser
desmedidamente altos. Esta condición
excluye a los sectores medios y bajos
incapaces de sufragar estos costos por
concepto de vivienda propia.
"2. Las corrientes inflacionarias
seguiran haciendo de la clase media una
cada vez mas insolvente, pudiendo
constatarse fisicamente por su lugar de
residencia, y sus estilos de vida que le
acercaran cada día mas a las bajas estratas
sociales. Conduciendo a una inevitable
polarización de clases.
(262)
"3. Este patron urbano que enfatiza
{241
en los controles de sus accesos y entornos
fomenta el aislamiento, la enajenación
social, incrementa el escepticismo, la
negación de la realidad colectiva y el
hermetismo social. Las ciudades tenderan a
ser mucho mas cerradas y
departamentalizadas por estos proyectos
nuclearizados, desconectadas del entorno y
de las comunidades perifericas.
En consecuencia reivindican al
criminal al igual que las actividades ilicitas
que estos representan a través del
escepticismo social que proyectan.
"4. Cambios y evidentes
complicaciones en las políticas públicas
vigentes y en los servicios a las
comunidades.
"5. Una marcada puesta en cuestión
respecto al poder del Estado y de su
capacidad de dominio y diligencia frente al
crimen. Por otro lado se puede vislumbrar
un incremento en el uso de los mecanismos
privados de represión, para guardar el orden
social.
"6. Estos proyectos urbanos, su
endoso y proliferación representan
simbolicamente un explicito reconocimiento
de la primacía y dominio que sobre el
espacio poseen las practicas ilegales.
Practicas que fuerzan a la ciudadanía a
desarrollar patrones de hermetismo
colectivo, respaldados por todo un montaje
comercial que se nutre de ellos y de esta
caotica condición social.
"7. En terminos de accesibilidad en
casos de emergencias o desastres naturales
estas barreras pueden representar serios
inconvenientes, poniendo en peligro la vida
y propiedad de la comunidad en pleno.
"En sintesis, las unidades vecinales
representan instrumentos de enorme utilidad
en tanto y en cuanto esten orientadas a la
acción pluriclasista. Pero el replanteamiento
de estas unidades vecinales a través de estos
nuevos formatos urbanos redundan en
productos y subproductos detrimentales a
nuestra formación social." Caso Num.
CE-91-786, Petición de certiorari, Apendice
IV, Anejo IV18, pags. 250252.
Igual preocupación
Serrano Geyls:
senala
así
"El resultado evidente de estos
proyectos será el de gradualmente parcelar
la ciudad capital y mas adelante todas las
ciudades y convertirlas en un conglomerado
de pequenos feudos divididos por vallas a
cargo de guardias que recibiran ordenes de
grupos vecinales. Ademas de los resultados
en cuanto a transito, polvo, accidentes y
crimenes, ya mencionados, esta el grave mal
de que esas segregaciones acentuaran las ya
existentes divisiones económicas y sociales
entre diversos grupos de la población. Si los
que tenemos medios económicos cerramos
nuestras calles ?por que los que no tienen
esos medios no han de exigir del gobierno
que cierre las suyas? Y si eso sucede ¿podrá
en realidad gobernarse una comunidad
urbana en esas condiciones? ¿Conduciría
esa parcelación a incrementar grandemente
los conflictos y odios entre diversas clases
económicas y a la larga y por esa razon a
aumentar la criminalidad?'' R. Serrano
Geyls, Comunicación a Oficina de Servicios
Legales del Municipiode San Juan, pag. 5,
Apéndice.
(263)
VII
En síntesis, contra el sistema de
control de acceso los residentes opositores
aducen que este viola el Art. VI, Sec. 9 de
nuestra Constitución, L.P.R.A., Tomo 1,
que dispone el uso de bienes públicos
(calles, aceras y parques) sin mandato de ley
y, ademas, la utilización de fondos y
propiedades públicas para fines privados; la
ausencia de un fin público legitimo y la
"privatización" de las calles; violación del
derecho a la libre expresión, asociación y
libertad religiosa, en la medida en que el
sistema impide el acceso a las calles {242 y
aceras públicas; infracción al derecho de
intimidad al requerirsele identificación a las
personas que van a entrar a la comunidad, y
una aplicación desigual del principio de
igual protección de las leyes al permitir que
algunos grupos de personas tengan acceso a
las calles de determinada comunidad y otros
no. Examinemoslos.
Nuestra Asamblea Constituyente en
el Art. VI, Sec. 9 de la Constitución del
E.L.A., supra, ed.1982, pag. 369, estableció
que "[s]olo se dispondrá de las propiedades
y fondos públicos para fines públicos y para
el sostenimiento y funcionamiento de las
instituciones del Estado, y en todo caso por
autoridad de ley". Al interpretar esta
disposición hemos reiterado que un bien de
dominio y uso público no es susceptible de
enajenación o posesión privada --Ortiz
Carrasquillo v. Municipio de Naguabo, 108
D.P.R. 366, 369 (1979); Rubert Armstrong
v. E.L.A., 97 D.P.R. 588, 616 (1969); Balzac
v. Registrador, 51 D.P.R. 757, 759
(1937)--salvo su desafectación y ello,
mediante legislación.
Cónsono con ese enfoque de
inspiración democrática, "[d]esde tiempos
inmemoriales los parques, las plazas y las
calles en Puerto Rico han constituido foros
de divulgación, de intercambio y de critica
de ideas. Es en ellos en donde la conciencia
ciudadana y particular forma de ver el
mundo tienen impacto y repercuten. Son los
foros públicos por excelencia para la
divulgación y expresión de ideas. Las calles
en particular constituyen un instrumento
eficaz de divulgación de ideas accesible para
aquellos individuos y grupos que no
cuentan con suficientes recursos económicos
y que no tienen, por tanto, acceso a los
medios de comunicación masiva como lo
son la radio, la televisión y la prensa. Los
derechos de expresión y el uso de las vias
públicas en Puerto Rico, Comisión de
Derechos Civiles de Puerto Rico, 1971".
Pacheco Fraticelli v. Cintron Antonsanti,
122 D.P.R. 229, 241242 (1988).19 {243
19
Desde su decisión en Hague v.
C.I.O, 307 U.S. 496, 515 (1939), el Tribunal
Supremo de Estados Unidos ha sostenido
que las call es y los parques,
"[i]ndependientemente de donde radiquen
sus titulos son para uso público y los
ciudadanos tener reuniones, comunicar sus
pensamientos y discutir asuntos públicos".
(Traducción nuestra.) La vigencia de esta
norma es indiscutible. En Boos v. Barry, 485
U.S. 312, 318 (1988), el Tribunal expreso
que las calles y aceras públicas son foros
públicos tradicionales que "ocupan una
posición especial en terminos de la
protección de la Primera Enmienda donde la
habilidad del gobierno para restringir la
expresión es muy limitada". (Traducción
nuestra.)
En Frisby v. Schultz, 487 U.S. 474,
480481 (1988), el Tribunal reafirmo a
Hague v. C.I.O., supra, y aclaro que el
caracter de foro público tradicional de las
calles es independiente de su naturaleza
residencial o comercial:
(264)
Frente a esos usos y costumbres,
surge la Ley Num. 21, según enmendada,
supra, vital para combatir la criminalidad.
Esta permite que la comunidad participe
activamente mediante la autorización para
"establecer mecanismos que controlen los
"... nuestras decisiones que califican
las calles y aceras públicas como foros
públicos tradicionales no son invocaciones
accidentales de 'un cliche', sino
reconocimiento
de
que
[i]ndependientemente de donde radiquen sus
titulos se han mantenido para uso público"
Hague v. CIO, supra, pag. 515, (Roberts, J.).
No se requiere una investigación particular
sobre la naturaleza residencial o comercial
de una calle especifica, todas las calles
públicas se mantienen para uso público y se
consideran apropiadamente foros públicos
tradicionales." (Traducción nuestra.)
En Perry Ed. Assn. v. Perry Local
Educators' Assn., 460 U.S. 37 (1983), el
Tribunal elaboro los criterios de escrutinio
ap l icabl es a l a r egl a m e n t a ci ó n
gubernamental de la expresión en los foros
públicos tradicionales. Cuando la
reglamentación excluye la expresión por
razon de su contenido, el Estado tiene que
demostrar que la reglamentación es
necesaria para proteger un interes
gubernamental apremiante y la interferencia
es ajustada a lo necesario para fomentar ese
interes (narrowly tailored). Si la
reglamentación se limita al tiempo, lugar y
manera de expresarse, el Estado tiene que
demostrar que tal reglamentación es neutral
en cuanto al contenido de la expresión, la
interferencia es ajustada a lo necesario para
fomentar un interes gubernamental
significativo y que se han dejado abierta
otras alternativas para la expresión. Perry
Ed. Assn. v. Perry Local Educator's Assn.,
supra, pag. 45.
accesos" --(enfasis suplido) Exposición de
Motivos de la Ley Num. 21, supra, 1987
Leyes de Puerto Rico 67-- de los vehiculos
de motor y el uso público de calles y
caminos. No impide ni prohibe el uso
público de las calles y aceras; mas bien,
permite algún grado de control de sus usos.
La ley no traslada ni delega el
mantenimiento de las calles, las aceras y los
parques a los residentes, sino que, por el
contrario, reconoce el deber de los
organismos y funcionarios públicos de
continuar brindando los servicios esenciales
a la comunidad. No estamos propiamente
ante una legislación que persiga privatizar
calles y aceras.
En rigor jurídico y científico, no cabe
hablar propiamente {244 de privatización de
aceras y calles.20 Cabe reproducir las
manifestaciones del entonces Senador
Fernando Martín García (P.I.P.), en ocasión
de discutirse el 5 de marzo de 1992 el P. del
S. 1200, enmendatorio de la Ley Num. 21,
supra:
Pero no nos engañemos, el efecto
jurídico de esto no es, ni podría ser, es que
no podría ser el de convertir una calle
pública en Puerto Rico en una calle que es
para uso exclusivo de los residentes, para el
cual tengan el poder legal de impedir, de
impedir el acceso de nadie. Cuando la ley
original habla otra vez ambiguamente de que
20
España ha desarrollado y
culminado verdaderamente el concepto de
urbanizaciones privadas. Veanse: J. Martin
Blanco, Las urbanizaciones privadas y su
posible configuración jurídica, Ministerio de
la Vivienda, 1973; M. Gitrama Gonzalez,
Propiedad y Urbanismo, Ed. Montecorvo,
1978; P. Escribano Collado, Las vias
urbanas, concepto y regimen de uso, Ed.
Montecorvo, 1973.
(265)
no se puede prohibir el acceso a iglesias,
facilidades, parques, un parque y una calle
no tienen jurídicamente naturaleza distinta,
son ambas una tan pública como la otra.
Proveen al ciudadano una facilidad tan una
como la otra; no puede ser que yo puedo ir a
la cancha de baloncesto a tirar canasto, pero
si voy a la cancha de baloncesto a mirar el
canasto se me prohíbe el acceso. Así es que
legalmente el día en que se quiera permitir
que una urbanización en efecto se convierta
en un condominio, es decir, que pueda
legalmente decir, "el que no vive aquí no
puede entrar",
eso requiere una
transformación jurídica mucho mas
compleja de la que esta envuelta en esta ley.
Y ademas, supondría, supondría que los
vecinos se tendrían, primero que adquirir,
adquirir las facilidades públicas entre ellas
las calles. Y tendrían en su momento
también que hacerse cargo de su reparación.
Yo presumo que el País no esta listo para
esto, esto haría quebrar a cualquier
asociación de vecinos, si se tuvieran que
imponer el comprar la calle. Pero por otro
lado tampoco podemos levantar falsas
ilusiones sobre lo que estamos haciendo.
Repito, en ese sentido las preguntas del
senador Ramos me parecen acertadas. Nadie
en Puerto Rico, no hay ley esta, ni la
anterior, que impida jurídicamente, no digo
yo en términos prácticos, uno no vive ahí y
ve un guardia, una barrera, se va para otro
sitio. Pero nada que jurídicamente impida
que yo transite por una calle pública de
Puerto Rico sin tener que proveerle
explicaciones a nadie mientras sea una calle
pública. Y digo esto, en primer lugar, porque
es la verdad. Y en segundo lugar, para que
aquellos que piensen que esta legislación
debe ir mas lejos que sepan que habría que
{245 hacer enmiendas mas profundas.
(Enfasis suplido.) XLIV (Num. 19) Diario
de Sesiones de la Asamblea Legislativa,
pags. 373374.
En el mismo tenor ha expuesto
Serrano Geyls:
Recuerdese de entrada que lo que se
pretende cerrar son calles y parques
públicos. Esos son lugares, como ha dicho el
Tribunal Supremo de Estados Unidos, que
el Estado "retiene en fideicomiso para el uso
del público" y que desde tiempo inmemorial
son los
sitios preferidos para la
comunicación pública e interpersonal. El
estado no puede mantener el carácter
público de esos lugares y a la vez
entregarles su control a unas personas
privadas para que ellas excluyan al público
de su uso. Es también de muy dudosa
constitucionalidad que el Estado utilice
dinero público para reparar calles y parques
de los cuales se excluye al público y que
benefician principalmente a ciertas personas
privadas. (Enfasis suplido.) Serrano Geyls,
supra, pag. 3.
VIII
Según hemos indicado, esta
legislación tiene varios propósitos: (1) lograr
que la comunidad se involucre en la lucha
contra el
crimen; (2) disminuir la
sobrecargada labor de vigilancia que ejerce
la Policía, y (3) promover una acción
concreta e inmediata que "le devuelva la
tranquilidad que nuestro pueblo requiere".21
21
La Exposición de Motivos de la
Ley Num. 22 de 16 de julio de 1992, Leyes
de Puerto Rico, pag. 141, que recientemente
enmendo la Ley Num. 21, supra, expresa
que "[e]l sistema de control de acceso ha
probado ser un mecanismo eficaz para
reducir la incidencia criminal en las
comunidades donde se ha establecido;
ademas fomenta una convivencia segura y
tranquila entre los miembros de las
(266)
Frente al comprobado uso desenfrenado de
la combinación peatón-vehículo de motor,
como instrumento preferido para la
delincuencia, definitiva e indudablemente
esos propósitos son legítimos y responden
realmente a un interés apremiante
gubernamental: proteger al ciudadano y
controlar la criminalidad dentro del entorno
residencial. {246
Nuestro repertorio jurisprudencial
parte de la visión de que el destino del
vehiculo de motor es la vía pública y, por
sus características, existe un tratamiento
distinto constitucional para estos, vis-a-vis
los hogares. Pueblo v. Turner Goodman, 110
D.P.R. 734, 738 (1981). Pueblo v. Acevedo
Escobar, 112 D.P.R. 770, 776 (1982), reitero
"la diferencia conceptual y funcional entre
una residencia o estructura (uso y ubicación
fijos) y la movilidad y reglamentación de un
vehiculo de motor, al igual que la fluidez,
rapidez y, en ocasiones, situaciones
marginales en que ocurren los
acontecimientos ...". También aludimos a
que el "uso por las vías públicas de un
automóvil, la facultad en ley de detener para
fines de infracción de las leyes de transito y
características del medio de locomoción,
diluyen la razonable expectativa de
privacidad con referencia a otros tipos de
propiedad".
(Enfasis en el original
suprimido.) En Pueblo v. Malavé González,
120 D.P.R. 470, 479 (1988), señalamos que
no podíamos ignorar que dada la movilidad
del "automóvil en ocasiones es el medio
utilizado por los delincuentes para sus
actividades ilícitas y que con frecuencia es
el producto del delito".
De su faz, el estatuto en discusión es
de contenido neutral, pues si bien establece
comunidades, lo que propicia una mejor
calidad de vida".
una restricción, no prohíbe ningún tipo de
expresión especifica. Tampoco impide que
subsistan otros canales adecuados de
comunicación, pues salvaguarda el derecho
a utilizar las calles y aceras como foros
públicos, con una mínima limitación.
La Ley Num. 21, supra, no define ni
enumera que medidas deben adoptarse al
implantar el control de acceso. No obstante,
esa indefinición queda superada mediante el
Reglamento Num. 20, supra, adoptado por
la Junta de Planificación. Este, de manera
especifica, establece --como parámetros-- las
condiciones necesarias que forman parte del
permiso concedido por el Municipio. Ello
implica que toda ordenanza, que a esos
efectos se apruebe, incorpora de jure esas
condiciones y requisitos. {247
Sin embargo, los residentes
opositores sostienen que la Asociación, en
su Reglamento Interno de Control de
Accesos de la Urbanización Mansiones de
Río Piedras (en adelante Reglamento
Interno), vedo la entrada a personas que
desean entregar hojas
sueltas. 2 2
Efectivamente, la Sec. 7 del Reglamento
Interno, in fine, "limita el acceso de grupos
privados que vienen a distribuir hojas
sueltas, religiosas o cualesquiera otros,
entendiendose que esta limitación no cubre
el acceso de servicios de basura, de leche,
de cartero, de luz eléctrica, de agua y
tel[e]fono, etc.". Apéndice A, Reglamento
Interno de Control de Accesos de la
22
En cuanto a este y a otros
pla nt e a m i e n t o s , l e r e c o n o c emo s
legitimación activa a los residentes
opositores para formular planteamientos
sobre la libertad de expresión y asociación
de terceros según nuestra jurisprudencia.
Pueblo v. Hernández Colón, 118 D.P.R. 891,
898899 (1987).
(267)
Urbanización Mansiones de Río Piedras.
Esta disposición reglamentaría es
impermisible y no puede prevalecer. La
prohibición de entrada a la comunidad a
esas personas impide el ejercicio de su
derecho a la libre expresión y asociación, en
contravención con lo dispuesto en la
Constitución.23
Finalmente, los residentes opositores
argumentan que el control implantado
invade el derecho a la intimidad de los
visitantes y residentes, pues el guardián de
seguridad requiere al visitante que
identifique al residente que va a visitar y
lleva un registro.
IX
La practica generalizada --utilizada
por la Asociación--consiste en que el
guardián de seguridad privado desde la
caseta pide a los ciudadanos que se
identifiquen con su {248 nombre y la
residencia que van a visitar. Establece el
primer párrafo de la Sec. 7 del Reglamento
Interno:
Toda persona no-residente en la
23
Consistentemente se ha sostenido
que la distribución puerta a puerta de hojas
sueltas y otra literatura es una forma de
lenguaje protegido por la Primera Enmienda
federal. Secretary of State v. Joseph Co., 467
U.S. 947 (1984); Heffron v. Int'l Soc. for
Krishna Consc., 452 U.S. 640, 647 (1981);
Schaumburg v. Citizens for a Better
Environ., 444 U.S. 620, 632 (1980);
National AntiDrug Coalition, Inc. v. Bolger,
737 F.2d 717, 720 (7mo Cir. 1984). Ese
enfoque se justifica a base de que es el
medio de expresión menos costoso y
accesible para muchas personas y grupos.
Urbanización que desee visitar, familiares,
amigos, etc. tendrá acceso a la Urbanización
exclusivamente por la entrada de la Calle
Begonia donde deberá identificarse con el
guardia de seguridad y mencionar el motivo
de su visita. El guardia de seguridad tomara
el nombre del visitante, así como una
descripción breve del vehiculo con el
numero de tablilla y el nombre del residente
hacia donde se dirige. (Enfasis suplido.)
Apéndice A, Reglamento Interno de Control
de Accesos de la Urbanización Mansiones
de Río Piedras.
Esa acción, fundamentada en el
aludido Reglamento debe examinarse al
amparo de nuestros pronunciamientos sobre
el derecho a la intimidad.
En Arroyo v. Rattan Specialties, Inc.,
117 D.P.R. 35, 62 (1986), nos reafirmamos
en que los "derechos a la dignidad,
integridad
personal e intimidad son
derechos constitucionales fundamentales que
gozan de la mas alta jerarquía y constituyen
una crucial dimensión en los derechos
humanos. Su protección es necesaria para
que se pueda lograr una adecuada paz social
o colectiva. Una persona respetada en su
intimidad y dignidad --que no es otra cosa
que el amplio y, en ocasiones, complejo
mundo interior individual-- sentirá y vivirá
la paz, el respeto y la consideración
merecida por todo ser humano en una
sociedad. Es de esperarse, pues, que esos
mismos sentimientos, vitales para una
ordenada, racional y pacifica convivencia
social, sean proyectados de manera efectiva
a nuestro orden social".
El sistema de control de acceso
establecido por la Asociación en este caso,
en la medida en que exige a los visitantes
divulgar información personal sobre el
propósito de su paso por una vía pública,
(268)
ciertamente interfiere con la intimidad.
Ademas, incide en la intimidad de los
residentes opositores ya que el guardián
obtiene conocimiento y mantiene un registro
de las personas que visitan sus residencias,
"{249 santuario" tradicional del ciudadano.
Sucn. de Victoria v. Iglesia Pentecostal, 102
D.P.R. 20, 29 (1974).
El derecho a la intimidad opera ex
propio vigore y es oponible entre partes
privadas. Arroyo v. Rattan Specialties, Inc.,
supra, pag. 64, y casos allí citados.
Ahora bien, ante la alta incidencia
del crimen en nuestro país y el papel
significativo del vehiculo de motor,
combinado con el crimen del delincuente
peatonal, como medio preferido, la
necesidad de prevenirlo y la tranquilidad que
debe haber en los hogares de nuestras
urbanizaciones y comunidades, es evidente
que estamos ante un interés apremiante
susceptible de permitir alguna interferencia
con el derecho a la intimidad.24 Aunque para
algunas personas los portones eléctricos,
brazos mecánicos y otras barreras fisicas,
unido a la figura de autoridad de un guardián
de seguridad, puedan tener un efecto
intimidante o disuasivo (chilling effect) --o
24
En ese sentido, en Michigan Dept.
of State Police v. Sitz, 496 U.S. 444 (1990),
el Tribunal Supremo federal, al amparo de
las Enmiendas IV y XIV, valido
constitucionalmente un programa de la
Policía de Michigan de detener brevemente
a los conductores para prevenir accidentes
ocasionados por conductores ebrios.
Dicho foro resolvió que la invasión
a la intimidad era razonable ante el interes
apremiante del Estado de eliminar dicha
situación en las carreteras.
resultar mortificante o irritante-- la
"protección mas liberal de los derechos del
individuo ... establecida ... en [la] carta de
derechos, no puede perder de vista el básico
principio de que la salud del pueblo es la
suprema ley. Los derechos individuales
tienen que entenderse dentro del cuadro
general de la sociedad con arreglo a las
limitaciones inherentes a la vida en común".
(Enfasis suplido.) 4 Diario de la Convención
Constituyente. "No concebimos derecho de
posición preferente a la libertad de estar y
sentarse tranquilo en su casa." Sucn. de
Victoria v. Iglesia Pentecostal, supra, pag.
23. "[U]na vida intima familiar ... goza de
primogenitura en nuestra descendencia
constitucional." P.R. Tel. Co. v. Martínez,
114 D.P.R. 328, 338 (1983). Estamos ante
unos intereses que reclaman ser
armonizados, sin caer en intromisiones {250
excesivas. E.L.A. v. Hermandad de
Empleados, 104 D.P.R. 436 (1975).
Hagamoslo.
X
Primero,
por imperativo
constitucional la intromisión permisible
tiene que ser mínima, es decir, el guardián
de seguridad puede preguntar y anotar el
nombre y numero de la tablilla del vehiculo,
y para confirmar esa información exigir la
licencia de conductor y del vehiculo. De no
suministrarse esa información y
documentos, podrá legítimamente negar la
entrada.
Segundo, el guardián de seguridad
puede inquirir el motivo de la visita, lugar
especifico hacia donde se dirige e incluso a
quien en particular va a visitar. Sin
embargo, esa y cualquier otra información
adicional, debe ser suministrada
voluntariamente; el dejar de proveerla no
podrá invocarse como única razón para
(269)
negarse el acceso. Salvo que el residente lo
autorice por escrito, el guardián no puede
llevar un registro de las personas que
voluntariamente han manifestado que van a
visitarlo. De lo contrario, "al propietario al
que se le imponga la medida vera como un
guardián de seguridad inescrupuloso puede
tomar nota de cu [a]ndo y qui[e]n lo visita,
de sus hábitos de vida y de toda una serie de
detalles de su vida intima que, por mas
honrosa que sea, el desea y tiene derecho a
que permanezca intima". Luis Muñiz
Arguelles, Ponencia ante la Junta de
Planificación de P.R. sobre el Borrador
Reglamento Control, 18 de agosto de 1987,
pag. 5. (Enfasis suplido.) Caso Num.
RE-91-139, Alegato de triplica de la parte
recurrida, Apéndice I, pag. 31.
Tercero, en cuanto a los visitantes
peatonales, el guardián de seguridad puede
exigirles sus nombres y algún tipo de
identificación. De igual modo, puede
requerirles que voluntariamente informen el
propósito y destino, pero la negativa a
proveerla tampoco será motivo ni razón
para impedirseles {251 la entrada. Aunque
el debate legislativo de la Ley Num. 21,
supra, es escaso, el P. del S. 1436 --Ley
Num. 156, supra-- clarifica que se considero
que A.R.P E. (ahora el municipio) "no puede
dar permiso para ningún tipo de control de
acceso, a menos que no haya la libertad y la
facilidad de acceso para todas las personas,
incluyendo a los impedidos". (Enfasis
suplido.) Diario de Sesiones de 12 de mayo
de 1988, pag. 1585.
Cuarto, la sola negativa a suministrar
la información adicional y voluntaria antes
referida, enfatizamos, no podrá invocarse
para impedir la entrada de la persona, a
menos que bajo las correspondientes Reglas
de Procedimiento Criminal proceda
validamente un
arresto.25 Tampoco será
25
El guardián de seguridad obligado
a efectuar un arresto lo hace al amparo de la
Regla 12 de Procedimiento Criminal, 34
L.P.R.A. Ap. II, que dispone:
"Una persona particular podrá arrestar a
otra:
"(a)Por un delito cometido o que se hubiere
intentado cometer en su presencia. En este
caso deberá hacerse el arresto
inmediatamente.
"(b)Cuando en realidad se hubiere cometido
un delito grave (felony) y dicha persona
tuviere motivos fundados para creer que la
persona arrestada lo cometio."
Nuestra jurisprudencia es escasa. En
Pueblo v. Rosario Igartua, 129 D.P.R. 1055,
1070 (1992), expresamos:
"Aunque muchas entidades públicas
y privadas contratan agencias de seguridad
privada y tienen empleados a cargo de la
protección de sus propiedades, estos
guardias particulares no son 'funcionarios
del orden público' bajo la Regla 11 de
Procedimiento Criminal, supra. Pueblo v.
Velazco Bracero, supra. Por ende, al
efectuar arrestos su autoridad emana de la
Regla 12 de Procedimiento Criminal, supra,
y es necesario que cumpla con los requisitos
alli provistos. En particular, la Regla 12 de
Procedimiento Criminal, supra, requiere que
tenga certeza de que se ha cometido o
intentado cometer un delito en su presencia
o que tenga motivos fundados para creer que
la persona arrestada cometió un delito grave
que en realidad se había cometido. Nuestro
ordenamiento, ademas, requiere que la
persona particular efectue el arresto
(270)
óbice para que preventivamente el guardián
de seguridad {252 active aquellos sistemas
de seguridad y vigilancia que existan en
situaciones potencialmente peligrosas o
altamente sospechosas, según lo ameriten las
distintas circunstancias o que se solicite la
ayuda e intervención directa e inmediata de
la Policía.
Quinto, para beneficio y orientación
de toda la ciudadanía, la información sobre
vehículos de motor que deberá suministrarse
y
susceptibles de corroborarse
documentalmente (nombre, tablilla y
licencias, respectivamente); la voluntariedad
de la información sobre motivo de la visita,
destino y acceso vehicular y peatonal, y las
inmediatamente y lo entregue a un
funcionarió de orden público o lo lleve 'sin
demora innecesaria ante el magistrado
disponible mas cercano ...'. Regla 22(a) de
Procedimiento Criminal, 34 L.P.R.A. Ap. II.
D. Nevares-Muniz, Sumario de derecho
procesal penal puertorriqueño, 3ra ed. rev.,
Hato Rey, Ed. Inst. Desarrollo del Derecho,
1989, Sec. 5.71, pag. 47." (Enfasis en el
original.) Vease, ademas, Pueblo v. Velazco
Bracero, 128 D.P.R. 180 (1991).
En cuanto a la jurisprudencia
norteamericana que esboza un criterio
similar, veanse: Loden v. State, 406 S.E.2d
103 (1991); State v. Walker, 459 N.W.2d
527 (1990); Grant v. Farnsworth, 869 F.2d
1149 (8vo Cir. 1989); Scanlon v. Flynn, 465
F. Supp. 32 (S.D. New York 1979); United
States v. Hillsman, 522 F.2d 454 (7mo Cir.
1975); Monteiro v. Howard, 334 F. Supp.
411 (D. Rhode Island 1971); Scanapico v.
Richmond, Fredericksburg & Potomac R.
Co., 439 F.2d 17 (2do Cir. 1970); United
States v. Chodak, 68 F. Supp. 455 (D.
Maryland 1946).
consecuencias que conllevan, deberán
explicarse y hacerse constar en rótulos y
avisos en sitios visibles en las área de
control.
Sexto, demás esta decir que cualquier
abuso de poder expone a la Asociación, al
guardián de seguridad y su patrono a las
acciones
re m ediales judiciales
correspondientes.
En conclusión, reafirmamos que bajo
nuestra Constitución todos los ciudadanos
tienen derecho a utilizar pacíficamente las
calles, las aceras y los parques de cualquier
comunidad que haya establecido el sistema
de control de acceso vehicular y peatonal.
Sin embargo, "[e]stos no tienen mas
derechos que sus vecinos". Pueblo v.
Hern0ndez Colón, 118 D.P.R. 891, 905
(1987). La Ley Num. 21, según enmendada,
supra, que forma parte de un plan vital e
integral gobierno-ciudadanía para combatir
el crimen, es constitucional. No limita de
manera absoluta el acceso de las aceras y
vías públicas. "El fin de la Constitución es la
convivencia social con respeto y justicia
para todos. Su vitalidad descansa en su
dinamismo. Es un documento que rebasa las
preferencias personales de sus autores y
plasma las esperanzas de ulteriores
generaciones. Su factura es moderna, de
lenguaje claro y sencillo, susceptible a una
continua renovación. No esta escrito en
lengua extinta, arduo de descifrar y referente
a asuntos esotéricos. Interpretamos una
Constitución, no los Rollos del Mar Muerto.
{253 Nuestra decisión no es incompatible
con las garantías que un Estado
democráticos debe a sus ciudadano." P.R.
Tel. Co. v. Martínez, supra, pags. 349–350.
En protección del derecho a la
intimidad, reiteramos que los guardias de
seguridad que implantan los controles de
(271)
acceso pueden preguntar y llevar un registro
del nombre del conductor y el numero de
tablilla del vehiculo de motor. Pueden
corroborar esa información pidiendo que se
les muestre la licencia del conductor y la del
vehiculo. La disposición del Reglamento
Interno --de que el guardián de seguridad
preguntara al visitante la información
adicional (motivo y nombre del residente al
que va a visitar)-debe entenderse
voluntaria. No pueden compulsoriamente
inquirir el motivo y destinatario de la visita.
Mantener un registro al efecto requiere
autorización del residente. Sujeto a la
identificación debida, reconocemos ademas
el libre acceso peatonal. Cualquier otra
información será brindada sobre
fundamentos voluntarios. A la brevedad
posible la Asociación enmendara su
reglamento para armonizarlo con esta
decisión y, ademas, adoptara interinamente
las medidas correspondientes para fijar los
rótulos y avisos necesarios, según aquí
ordenado; ello, sin menoscabo de implantar
cualesquiera otras medidas permanentes que
la Junta de Planificación adopte al revisar el
Reglamento Num. 20, supra, para
actualizarlo a estos pronunciamientos.
Por los fundamentos expuestos,
confirmaríamos la sentencia en el caso Civil
Num. KPE-90-1382 que reconoció acceso
igualitario y ordeno a la Asociación
entregarles el control (beeper) y a llave a los
demandantes sin pagar las cuotas de
mantenimiento. Retocaríamos la resolución
emitida en los casos consolidados Civil
Num. KAC-90-1233 y sumariamente
desestimaríamos las demandas incoadas
contra los residentes en cobro de tales
cuotas.
Continuaría dilucidandose en
instancia las reclamaciones por daños y
perjuicios contra la Asociación. Dicho foro
{254 velaría y, ademas, quedaría autorizado
a adoptar las providencias necesarias para el
fiel cumplimiento de nuestro mandato.
XI
Como EPÍLOGO, lamentamos no
haber podido convencer a la mayoría del
Tribunal de acoger totalmente nuestra
propuesta originalmente
circulada y
adjudicar también, sin mas demora, los
planteamientos constitucionales. Salvo en su
imaginación, no existe controversia sobre
hechos esenciales que lo impidan.
Artificialmente pretenden crearla en torno al
contenido, vigencia y forma de implantación
del Reglamento Interno. A esos efectos nos
dicen que los residentes opositores no
acompañaron ningún documento que avalara
su contención ni demostraron que la
Asociación este poniendo en vigor dicho
reglamento. Opinión mayoritaria, pag. 217.
A renglón seguido afirman "desconoce[r] la
practica actual de los guardianes que
atienden la entrada en la intersección de las
calles Begonia y Lirio, y la dinámica entre
estos y las personas que intentan entrar a
Mansiones". (Enfasis en el original.)
Opinión mayoritaria, pag. 217. Con este
aserto, la mayoría entra en el mundo de los
ciegos y arbitrariamente soslaya los hechos
establecidos en los documentos y autos del
caso.
Se trata de unas aseveraciones
genéricas, incorrectas y confusas. Merecen
precisarse y aclararse. Los autos y
documentos descartados por la mayoría
revelan diáfanamente la existencia de un (1)
solo Reglamento Interno de Control de
Accesos de la Urbanización Mansiones de
Río Piedras, aprobado el 29 de mayo de
1990, enmendado posteriormente el 3 de
octubre de 1991. Otro documento contiene
las "reglas básicas" para el uso mas efectivo
(272)
del sistema al reinstalarse el control de
acceso el 3 de mayo de 1991.
En lo pertinente (sección 7), la copia
del Reglamento Interno{255 presentada por
los residentes opositores es igual y contiene
el mismo texto que la copia sometida por la
Asociación. En este extremo, su lenguaje
original permaneció intacto al ser
enmendado. Incluso, el Secretario de
Justicia, por conducto de la Procuradora
General, en su alegato (Caso Num.
RE-91-139, Informe de la Procuradora
General, pag. 55), no cuestiona su vigencia
y cito su Sec. 7, supra, para renuentemente
aceptar que, si bien "pudiese contener
alguna disposición que infrinja el derecho a
la intimidad de los residentes objetantes no
tiene nada que ver con la ley". id., pag. 54.
La mayoría del Tribunal parece
olvidar el aforismo elemental de "admisión
de parte, relevo de prueba". Desde el 26 de
julio de 1990 la Asociación en su demanda
invoco la existencia de dicho reglamento y
expuso que, a tenor con el, los vehículos de
los
residentes identificados con una
calcomanía tenían "paso libre sin ningún
tipo de restricción", pero que a "los no
residentes se les requiere identificarse con
el guardia de seguridad y mencionar el
motivo de su visita". Caso Num. CE-91-786,
Petición de certiorari, Apéndice I, pag. 24.
¿Como puede entonces la mayoría decir que
desconoce las disposiciones reglamentarias
y así intentar crear dudas y controversias
donde no las hay?
¿Como pueden
seriamente afirmar que no se demostró que
en la practica se sigue ese reglamento?
¿Que otro propósito podría tener la
presentación del Reglamento Interno por la
Asociación y los residentes opositores?
Creemos que están subestimando la
inteligencia de todas las partes, restandole
valor forense y seriedad al proceso
probatorio judicial habido en el tribunal de
instancia. En definitiva, no hay margen para
especular en lo referente a la Sec. 7, supra,
su operación y las restricciones y
violaciones reglamentarias a los derechos a
la libertad de expresión, culto y protección
a la intimidad.
Unimos como Apéndice A a este
disenso dichos documentos, cuya
legitimidad esta fuera de toda duda. De ese
{256 modo el lector podrá corroborar
dir e c t a m e nte , sin ne c e sida d d e
interpretaciones, donde radica la verdad. Le
revelara contundentemente la existencia de
las disposiciones reglamentarias antes
transcritas, cuya inconstitucionalidad surge
de su faz.
De hecho, las partes coinciden en
cuanto a la forma y manera limitante en que
se ha puesto en vigor dicho reglamento. De
sus
escritos y alegatos no surge
cuestionamiento o duda. Nada hay en los
autos que revele que su implantación se haya
desviado de las
referidas normas
reglamentarias. En este extremo el error de
la mayoría es grave y los conduce a otro
mayor. Los lleva a afirmar que desconocen
"la practica actual de los guardianes"
--(énfasis en el original) opinión
mayoritaria, pag. 217-- que no saben cual
información se pide a los visitantes
vehiculares y peatonales; que desconocen la
existencia de un registro de visitantes y que
ignoran las limitaciones impuestas a los
grupos religiosos. id. Al cualificar así la
mayoría su argumento ("practica actual''),
simplemente tratan de superar la realidad
fáctica expuesta. Introducen una peligrosa
nueva técnica adjudicativa apelativa, esto es,
a partir de esta decisión todo litigante vendrá
obligado a "actualizar" constantemente los
hechos probados.
(273)
Pasan por alto "las reglas básicas
para un mas efectivo control de acceso"
antes aludidas (Apéndice A, IV, de esta
ponencia), que en lo pertinente demuestran
la practica siguiente:
1. Los residentes identificaran sus
vehículos con el "sticker" del timón en el
lado izquierdo del cristal delantero. Para que
el
guardia identifique fácilmente el
"sticker", coloquele un papel blanco detrás.
El guardia permitirá el acceso
inmediatamente y sin requerir identificación
a todos los residentes en vehículos con
"sticker". Todo vehiculo sin "sticker" tiene
que identificarse con
el guardia de
seguridad para lograr acceso a la
urbanización. CONSIGA EL "STICKER"
DE SU AUTOMÓVIL EN LA CALLE
GARDEN, FA, MATTEI.
2. Todos los visitantes se detendrán en el
área del micrófono, se identificaran con el
guardia (informara el nombre y apellido y
{257 nombre y dirección del residente que
va a visitar). Para nuestra seguridad, no se
permitirá el acceso al visitante que no sepa
el nombre y la dirección del residente que
viene a visitar. Informele a sus familiares y
amigos del proceso de identificación con el
guardia para lograr acceso.
3. Cuando un residente celebre una
actividad con muchos invitados, le
recomendamos que haga una lista de los
invitados y se la entregue al guardia. Esto
facilitara el acceso y evitara los tapones
innecesarios.
4. Los visitantes para practicas deportivas
en el Parque de Mansiones tienen que estar
autorizados por la Asociación Recreativa.
El guardia le permitirá el acceso al Parque a
las personas incluidas en la lista que nos
suministre la Asociación Recreativa.
5. Los residentes que tengan personas que
le vayan a dar servicio pueden darle los
nombres al guardia para facilitarle el acceso.
6. Los visitantes que vengan a la
urbanización después de las 10:00 pm serán
anunciados al residente por teléfono. Se
permitirá el acceso solamente si el residente
lo autoriza. Asegurese de que la Asociación
tenga su numero de teléfono para poder
avisarles estas visitas nocturnas. (Énfasis
suplido y en el original.) Opinión disidente,
Apéndice A-IV.
Toda esta ceguera temporal fáctica
nos recuerda "la censura expresada por
Bentham al efecto de que el arte de la
jurisprudencia
consiste en desconocer
metódicamente lo que todo el mundo sabe".
(Énfasis suplido.) Ballester v. Tribunal de
Apelación, 61 D.P.R. 474, 507–508 (1943).
Repetimos, no existen controversias de
hechos; han sido creadas ficticiamente para
evadir tener que resolver los planteamientos
constitucionales. Unimos también como
Apéndice B las paginas correspondientes a
los escritos de las partes que revelan parte
de esa discusión.
Al rehusar la mayoría decidir los
planteamientos constitucionales
adecuadamente presentados y discutidos por
los residentes opositores Caquías Mendoza
etc. y demás partes, acogen la postura del
Secretario de Justicia. Así, la propia mayoría
se encarga de restarle importancia y valor
de precedente a su opinión. Como método
adjudicativo tiene el serio defecto de que no
precisa los deberes y derechos, deja de
proveer soluciones y omite remediar los
{258 excesos. Una vez mas se apartan
injustificadamente de honrar el principio de
stare decisis . Peligrosamente reducen a un
estado de hibernación judicial los
pronunciamientos de Pueblo v. Hernández
(274)
Colón, supra, en que reconocimos la
legitimación activa de los litigantes para
defender los derechos de terceros no
presentes en un caso "en el área de los
derechos constitucionales de libertad de
expresión y asociación". Pueblo v.
Hernández Colón, supra, pag. 898.
Ese proceder pilatesco contribuye a
que subsistan las dudas, arbitrariedades,
abusos y malos entendidos entre la
ciudadanía, residentes, asociaciones de
residentes, municipios y demás agencias
encargadas de implantar la legislación que
autoriza el cierre de calles y control de
acceso como mecanismo para reducir la
criminalidad en las urbanizaciones.
Hace siglos Aristóteles, en uno de
sus celebres pasajes de la Etica a Nicomaco,
(M. Araujo y J. Marias, trads.) Madrid,
Centro de Estudios Constitucionales, 1985,
Libro IV, 4, nos dijo que "[c]uando los
hombres dudan del medio justo recurren al
juez, y esto es como si recurriesen a lo justo
mismo, porque el juez debe ser a modo de lo
justo animado". ¿Es justicia viviente la
opinión mayoritaria? ¿Efectiva y rápida?
Ambas interrogantes son en la negativa;
aunque ciertamente al llevar la mayoría a lo
absurdo la sabía doctrina de no resolver
cuestiones constitucionales
innecesariamente logra mantener la
incertidumbre y posponer lo imposponible.
Aun así, la mayoría no ha podido
evitar y se ha visto forzada a penetrar,
aunque tímidamente, en la dimensión
constitucional del caso. Así trasluce de la
crucial directriz impartida al tribunal de
instancia de que "deber[a] siempre tener
presente su deber de
interpretar la
Constitución de manera que pued[a]
garantizar su vigor y relevancia ante las
realidades de nuestros tiempos'' (énfasis
suplido), opinión mayoritaria, pag. 189, y,
adem as , apl icar el cri teri o d e
"razonabilidad" al evaluar la ley. Opinión
mayoritaria, {259 pag. 207. Si a esos
pronunciamientos unimos las conclusiones
especificas, el significado y el "compromiso
solemne'' que explica el Juez Asociado
Señor Rebollo López en su Opinión de
¡conformidad!, pag. 336, y, también, todos
los "señalamientos idóneos" de la Opinión
de !conformidad! del Juez Asociado Señor
Fuster Berlingeri, pag. 337 --entre los cuales
se
destaca su criterio de que
constitucionalmente el derecho de expresión
"no significa que cualquier persona puede
exigir el libre acceso a cualquier calle o
parque a cualquier hora del día para
cualquier fin" (opinión de conformidad del
Juez Asociado Señor Fuster Berlingeri, pag.
346)-- anticipamos que aunque tardíamente,
en el futuro, la mayoría sostendrá la
constitucionalidad de la Ley Num. 21,
según enmendada, supra, siguiendo en
términos generales, con lenguaje distinto y
algunas modificaciones, el marco
conceptual, las ideas y los restantes
pronunciamientos concebidos y propuestos
en esta opinión. {260
APÉNDICE A
I –Contestación a Interrogatorio
II –Reglamento Interno de Control de
Accesos de la Urbanización Mansiones de
Río Piedras, aprobado originalmente el 29
de mayo de 1990
III –Reglamento Interno de Control de
Accesos de la Urbanización Mansiones de
Río Piedras
IV –Reglas para un Mas Efectivo Sistema
de Control de Acceso
(275)
V –Reglamento Interno de Control de
Accesos de la Urbanización Mansiones de
Río Piedras, según enmendado el 3 de
octubre de 1991 {261}
En el Tribunal Superior de Puerto
Rico
Sala de San Juan
Asociación de Residentes de la
Urbanización Mansiones de Río Piedras
vs.
José R. Caquías Mendoza y otros
Contestación a Interrogatorio
Al Honorable Tribunal:
Comparece la parte demandante,
Asociación de Residentes de la urbanización
Mansiones de Río Piedras, Inc. representada
por su abogado que suscribe y muy
respetuosamente somete contestación al
interrogatorio que dirigiera la parte
demandada, José R. Caquías Mendoza y
otros.
2.Se incluye copia fotostática del:
Reglamento Original de la Asociación de
Residentes de la Urbanización Mansiones de
Río Piedras.
Reglamento con las enmiendas de la
Asociación de Residentes de la
Urbanización Mansiones de Río Piedras
Reglamento de Control de Acceso según
se enmendó el 3 de octubre de 1991.
A)Se incluye en la fotostática de la
pregunta (2).
B)Se contestó en la pregunta (2).
(276)
C
S
D
C)Se aprobaron tanto en las Reuniones de
la Junta como en Asamblea de Miembros.
D)Las minutas de estas asambleas están
en el Libro de Actas que está en poder de la
Secretaria, Sra. Amilda Román.
Los
demandados pueden coordinar con la Sra.
Román, calle Clavel 1793, teléfono 7601341 para examinar y sacar las copias
fotostáticas de las páginas del Libro de
Actas.
1)Todas las enmiendas a los reglamentos
se han aprobado por unanimidad de los
miembros presentes en las Asambleas; y así
consta en las actas de las distintas
Asambleas.
3.En las actas de esas reuniones la
secretaria certificó el quórum y los socios
presentes aprobaron el mismo, según se
requiere por el reglamento. No se tienen las
listas de las firmas de los asistentes a las
Asambleas.
A)Las minutas de estas asambleas están
en el Libro de Actas que está en poder de la
Secretaría, Sra. Amilda Román.
Los
demandados pueden coordinar con la Sra.
Román, calle Clavel 1793, teléfono 7601341 para examinar y sacar las copias
fotostáticas de las páginas del Libro de
Actas.
APÉNDICE [II]
REGLAMENTO INTERNO DE
CONTROL DE ACCESOS DE LA
URBANIZACIÓN MANSIONES DE RÍO
PIEDRAS
Sección 1.00 – Disposiciones Generales
1.01 – Titulo Este Reglamento se
denominara y citara como "Reglamento
Interno de Control de Accesos de la
Urbanización Mansiones de Río Piedras" y
será parte integral del Reglamento de la
Asociación de Residentes de Mansiones de
Río Piedras.
1.02 – Autoridad Este Reglamento
se adopta al amparo de la Ley Num. 21 del
20 de mayo de 1987, según enmendada, al
Reglamento de Planificación Num. 20,
conocido como "Reglamento de Control de
Transito y Uso Público de calles locales y a
la Ordenanza del Municipio de San Juan
Num. 40 Serie 1989-90.
1.03 – Propósito El propósito de este
Reglamento es el establecer las normas y
procedimientos para el establecimiento, uso
y mantenimiento de los controles de acceso
establecidos o que se establezcan en la
Urbanización Mansiones de Río Piedras, así
como las acciones a tomarse por el
incumplimiento a lo establecido.
1.04 – Aplicación Las disposiciones
contenidas en este Reglamento aplicaran y
cubrirán a todo residente, invitado, o
cualquier persona que desee tener acceso a
la Urbanización.
1.05 – Vigencia Este Reglamento
comenzara a regir una vez aprobado por la
Asamblea General de Residentes de la
Urbanización Mansiones de Río Piedras a
(277)
tenor con la Ordenanza Num. 40 Serie
1989-90 emitida por el Municipio de San
Juan autorizando el cierre y control de los
accesos a la Urbanización.
1.06 – Términos empleados Cuando
así se justifique su uso en este Reglamento,
se entenderá que toda palabra {263 usada en
singular
también incluye el plural y
viceversa y el masculino incluirá el
femenino y viceversa.
1.07 – Interpretación del Reglamento
La Asociación de Residentes de la
Urbanización Mansiones de Río Piedras
podrá, mediante resolución al efecto,
clarificar o interpretar las disposiciones de
este Reglamento que creen o puedan crear
conflicto de intereses en armonía con los
fines y propósitos generales de la Ley Num.
21 del 30 de mayo de 1987, según
enmendada, el Reglamento de Planificación
Num. 20 y la Ordenanza Num. 40 del
Municipio de San Juan Serie 1989-90.
1.08. – Violaciones Cualquier
violación o incumplimiento a las
disposiciones de este Reglamento estará
sujeta a aquellas acciones administrativas
que aquí se consignan.
1.09 – Clausula de Salvedad Si
cualquier disposición, palabra, oración,
inciso, subsección o sección del presente
Reglamento fuera impugnada por cualquier
razón ante un Tribunal y declarada
inconstitucional o nula, tal sentencia no
afectara, menoscabara o invalidara las
restantes disposiciones y partes de este
Reglamento, sino que su efecto solo se
limitara a las disposiciones, palabras,
oraciones, incisos, subsección o sección así
declarada inconstitucional o nula y la
nulidad o invalidez de cualquier
disposición, palabra, oración, inciso,
subsección, sección en alguno caso
especifico no afectara o menoscabara su
aplicación o validez en cualquier otro caso,
excepto cuando expresamente se invalide
para todos los casos.
Sección 2. – Definiciones
1) Acceso – cualquier espacio que
permita la entrada o salida de los predios de
la Urbanización Mansiones de Río Piedras.
2) Asociación – es la Asociación de
Residentes de la Urbanización Mansiones de
Río Piedras, Inc. {264
3) Persona – Toda persona natural o
jurídica, pública o privada y cualquier
agrupación de ellas.
4) Propietario – dueño de un solar o
residencia en la Urbanización.
5) Residente – persona que reside en
la Urbanización y que puede o no ser el
dueño de la propiedad que ocupa.
6) Urbanización – es el grupo de
viviendas y demás facilidades vecinales con
su extensión territorial que lleva el nombre
de Urbanización Mansiones de Río Piedras.
7) Vía – es las calles de la
Urbanización.
8) Control de acceso – la forma de
reglamentar la entrada y salida a la
Urbanización.
9) Miembro – familia residente en la
Urbanización que esta acogida a la
membresía de la Asociación.
(278)
Sección 3. – Control de Acceso
La Urbanización tiene solo dos
accesos para la entrada y salida a la misma.
Mediante la Ordenanza Num. 40 del
Municipio de San Juan Serie 1989-90, el
Municipio de San Juan autorizo el cierre de
la Calle Begonia mediante el uso de caseta
con guardia de seguridad y portones
mecánicos y el cierre de la Calle Gardenia
Esquina Lirio mediante el uso de portones
eléctricos controlados por "Beeper".
Sección 4. – Uso de Controles de
Acceso
Toda familia que sea miembro activo
de la Asociación tendrá derecho a recibir
mediante un deposito de $35.00 un "Beeper.
Aquellas familias miembros que
deseen y posean mas de un automóvil
podrán tener "Beepers" adicionales, siempre
y cuando paguen el
deposito
correspondiente por cada "Beeper" y
demuestren mediante evidencia fehaciente
que los "Beepers" adicionales serán
utilizados por los automóviles que poseen
mediante titulo de los mismos.
Aquellas familias que no sean
miembros de la Asociación {265 utilizaran
el acceso de la Calle Begonia Esquina Lirio
donde se
encuentra el Guardia de
Seguridad. Disponiendose que el "Beeper"
es propiedad de la Asociación de Residentes,
Inc. El uso del "Beeper" se obtiene por la
aportación de un deposito de $35.00 para los
residentes miembros. Si estos lo prestan o
transfieren a personas no-residentes o
no-miembros se les privara del beneficio,
solicitandoles la entrega de dicho "Beeper"
y devolviendoles el deposito.
El acceso de la Calle Gardenia
provee un portón peatonal controlado por
llave la cual estará disponible solo a los
residentes que expresamente la soliciten y
demuestren la necesidad de poseer la misma.
Disponiendose, que si la llave se perdiere, el
residente no podrá solicitar otra hasta
pasados treinta (30) días de que notificase
por escrito la referida perdida.
El costo de la llave será de $15.00.
Disponiendose, que para mayor seguridad el
portón de la Calle Gardenia y Lirio estará
cerrado de 10:00 P.M. a 6:00 A.M. y el
acceso vehicular a la Urbanización será
únicamente por el portón de las Calles
Begonia y Lirio, donde esta ubicada la
caseta del Guardia.
Sección 5. – Uso de Calcomanías
Para la fácil identificación de los
automóviles de los residentes de la
Urbanización se les proveerá una
calcomanía debidamente identificada, la
cual deberá adherirse en el lado izquierdo
del cristal delantero del automóvil de todo
aquel residente que demuestre mediante
evidencia fehaciente que el vehiculo es de su
propiedad. Disponiendose, que todo
residente es responsable de quitarle la
calcomanía al automóvil cuando el carro
fuese vendido o cuando hay que sustituir la
calcomanía por alguna razón se traerá la
calcomanía vieja y entonces se sustituirá.
{266
Sección 6. – Cuota
Se cobrara una cuota mensual a todos
los miembros de la Asociación de Cuarenta
y Cinco Dolares ($45.00), los cuales
sustituirán la cuota establecida en el
Reglamento de la Asociación de Residentes
en su Sección 8; la cual ira destinada al pago
de guardia de
seguridad, costos de
(279)
mantenimiento de los sistemas electrónicos,
pagos de agua, luz y teléfono de la caseta del
guardián de seguridad y cualquier otro gasto
incidental para el adecuado funcionamiento
de los controles de acceso, así como para
cualquier otra obra o gasto que sea
necesario realizar en la Urbanización a tenor
con los propósitos generales y específicos
que crearon la Asociación.
Disponiendose que durante los
primeros tres meses el pago de la cuota ira
destinado a cubrir los gastos de construcción
e instalación del sistema. El pago de la
cuota se hará al principio de cada mes. Se
dispone ademas, que de la Asociación estar
solvente económicamente después de
realizar los gastos de funcionamiento y
mantenimiento del sistema de control de
acceso, así como cualquier otro gasto
incidental, podrá destinarse mediante
Resolución al efecto, parte de ese sobrante a
la Asociación Recreativa
de la
Urbanización para el mantenimiento del
Parque.
telefónicamente. {267
Aquellos residentes miembros con
actividades especiales en su hogar, que
tengan visitantes asiduos a su residencia,
podrán dar la lista al Guardia de Seguridad
para facilitar el proceso de acceso.
Visitantes autorizados por la
Asociación Recreativa de Mansiones de Río
Piedras para ofrecer servicios o participar de
actividades deben ser informados a la
Asociación para que estos impartan las
instrucciones al Guardián.
Los proveedores de servicios
privados deberán identificarse con el
Guardia de Seguridad y este deberá cotejar
por vía telefónica o mediante autorización
escrita, el acceso de los mismos.
Se limita el acceso de grupos
privados que vienen a distribuir hojas
sueltas, religiosas o cualesquiera otros,
entendiendose que esta limitación no cubre
el acceso de servicios de basura, de leche, de
cartero, de luz eléctrica, de agua y de
teléfono.
Sección 7. – Entrada Controlada a
No-Residentes
Toda persona no-residente en la
Urbanización que desee visitar familiares,
amigos, etc. tendrá acceso a la Urbanización
exclusivamente por la entrada de la Calle
Begonia donde deberá identificarse con el
guardia de seguridad y mencionar el motivo
de su visita. El guardia de seguridad tomara
el nombre del visitante, así como una
descripción breve del vehiculo con el
numero de tablilla y el nombre del residente
hacia donde se dirige.
E n caso d e que algún
residente-miembro haya dado instrucciones
para ser llamado antes de dejar pasar a
alguien, el guardia le notificara la visita
Sección 8. – Lista de Miembros
La Asociación llevara un control
mensual de sus miembro[s] y del pago de
cuotas. Miembros que se tarden en pagar dos
mensualidades o mas se les eliminara el
derecho a "Beeper" y pasaran a ser
considerados como residentes no-miembros.
Sección 9. – Administración
El establecimiento, uso y
mantenimiento del Control de Acceso de la
Urbanización estará adscrita a la Asociación
como una de sus funciones encaminadas a
fomentar la seguridad personal y de la
propiedad en la Urbanización de forma tal
que tienda a mejorar la calidad de vida y la
(280)
tranquilidad emocional de las familias que
allí residen.
General de Residentes de la Urbanización
Mansiones de Río Piedras.
La Asociación designara a un
miembro de la Junta para ser responsable de
dar las instrucciones al Guardia y de
supervisar que el Guardia este cumpliendo
con el sistema de identificar y registrar los
datos requeridos a los {268 visitantes. Ese
miembro de la Junta será responsable de
recibir las observaciones o querellas de los
residentes sobre el funcionamiento del
sistema y tendrá la potest[ad] de decidir la
acción a seguir para corregir o modificar el
procedimiento practico establecido
siguiendo las normas establecidas en este
Reglamento. Disponiendose, que cualquier
procedimiento no contemplado en las
normas de este Reglamento, se discutirá en
la próxima reunión de la Asociación.
APROBADO: Hoy 29 de mayo de 1990
en Asamblea General de Residentes.
Presidenta {269
Todo cambio en procedimiento se
notificara a los residentes por escrito
indicandose la fecha de efectividad del
mismo.
1.01 – Titulo – Este Reglamento se
denominara y citara como "Reglamento
Interno de Control de Accesos de la
Urbanización Mansiones de Río Piedras" y
será parte integral del Reglamento de la
Asociación de Residentes de Mansiones de
Río Piedras.
Sección 10. – Cobro de Cuotas
Para facilitar el cobro de la cuota
mensual, los miembros de la Asociación
podrán optar por escoger pagos de descuento
automático con el Banco Popular o el
Sistema de Cobro de Cuotas conocido como
Edu-pago también del Banco Popular y el
Pago Directo.
Sección 11. –
La Asociación hará gestiones
encaminadas a conseguir un seguro de
responsabilidad pública que cubra el control
de acceso de la urbanización.
Sección 12. – Este Reglamento podrá
ser enmendado únicamente en Asamblea
_________________
Presidenta
[APÉNDICE III]
REGLAMENTO INTERNO DE
CONTROL DE ACCESOS DE LA
URBANIZACIÓN MANSIONES DE RÍO
PIEDRAS
Sección 1.00 – Disposiciones Generales
1.02 – Autoridad – Este Reglamento
se adopta al amparo de la Ley Num. 21 del
20 de mayo de 1987, según enmendada, al
Reglamento de Planificación Num. 20,
conocido como "Reglamento de Control de
Transito y Uso Público de calles locales y a
la Ordenanza del Municipio de San Juan
Num. 40 Serie 1989-90.
1.03 – Propósito – El propósito de
este Reglamento es el establecer las normas
y procedimientos para el establecimiento,
uso y mantenimiento de los controles de
acceso establecidos o que se establezcan en
la Urbanización Mansiones de Río Piedras,
así como las acciones a tomarse por el
(281)
incumplimiento a lo establecido.
1.04 – Aplicación – Las
disposiciones contenidas en este Reglamento
aplicaran y cubrirán a todo residente,
invitado, o cualquier persona que desee
tener acceso a la Urbanización.
1.05 – Vigencia – Este Reglamento
comenzara a regir una vez aprobado por la
asamblea General de Residentes de la
Urbanización Mansiones de Río Piedras a
tenor con la Ordenanza Num. 40 – Serie
1989-90 emitida por el Municipio de San
Juan autorizando el cierre y control de los
accesos a la Urbanización.
1.06 – Términos empleados –
Cuando así se justifique su uso en este
Reglamento, se entenderá que toda palabra
usada en singular también incluye el plural
y viceversa y el masculino incluirá el
femenino y viceversa. {270
1.07 – Interpretación del Reglamento
– La Asociación de Residentes de la
Urbanización Mansiones de Río Piedras
podrá, mediante resolución al efecto,
clarificar o interpretar las disposiciones de
este Reglamento que creen o puedan crear
conflicto de intereses en armonía con los
fines y propósitos generales de la Ley Num.
21 del 30 de mayo de 1987, según
enmendada, el Reglamento de Planificación
Num. 20 y la Ordenanza Num. 40 del
Municipio de San Juan Serie 1989-90.
1.08 –Violaciones – Cualquier
violación o incumplimiento a las
disposiciones de este Reglamento estará
sujeta a aquella acciones administrativas
que aquí se consignan.
inciso, subsección o sección del presente
Reglamento fuera impugnada por cualquier
razón ante un Tribunal y declarada
inconstitucional o nula, tal sentencia no
afectara, menoscabara o invalidara las
restantes disposiciones y partes de este
Reglamento, sino que su efecto solo se
limitara a las disposiciones, palabras,
oraciones, incisos, subsección o sección así
declarada inconstitucional o nula y la
nulidad o invalidez de cualquier
disposición, palabra, oración, inciso,
subsección, sección en alguno caso
especifico no afectara o menoscabara su
aplicación o validez en cualquier otro caso,
excepto cuando se invalide para todos los
casos.
Sección 2. Definiciones
1) Acceso – cualquier espacio que
permita la entrada o salida de los predios de
la Urbanización Mansiones de Río Piedras.
2) Asociaci[ó]n – es la Asociación de
Residentes de la Urbanización Mansiones de
Río Piedras, Inc.
3) Persona – Toda persona natural o
jurídica, pública o privada y cualquier
agrupación de ellas. {271
4) Propietario – dueño de un solar o
residencia en la Urbanización.
5) Residente – persona que reside en
la Urbanización y que puede o no ser el
dueño de la propiedad que ocupa.
6) Urbanización – es el grupo de
viviendas y demás facilidades vecinales con
su extensión territorial que lleva el nombre
de Urbanización Mansiones de Río Piedras.
1.09 – Clausula de Salvedad – Si
cualquier disposición, palabra, oración,
(282)
7) Vía – es las calles de la
Urbanización.
8) Control de acceso – la forma de
reglamentar la entrada y salida a la
Urbanización. 9) Miembro familia residente
en la Urbanización que est[a] acogida a la
membresía de la Asociación.
Sección 3. – Control de Acceso
La Urbanización tiene solo dos
accesos para la entrada y salida a la misma.
Mediante la Ordenanza Num. 40 del
Municipio de San Juan Serie 1989-90, el
Municipio de San Juan autorizo el cierre de
la Calle Begonia mediante el uso de caseta
con guardia de seguridad y portones
mecánicos y el cierre de la Calle Gardenia
Esquina Lirio mediante el uso de portones
eléctricos controlados por "Beeper".
Sección 4. – Uso de Controles de
Acceso
Toda familia que sea residente de la
Urbanización que pague la cuota de
mantenimiento del Sistema de Control o que
tenga un derecho reconocido expresamente
por la ley tendrá derecho a recibir mediante
un deposito de $35.00 un "Beeper".
Disponiendose que
el "Beeper" es
propiedad de la Asociación de Residentes,
Inc.
Aquellas familias residentes que
deseen y posean mas de un automóvil
podrán tener "Beepers" adicionales, siempre
y cuando paguen
el deposito
correspondiente por cada "Beeper" y
demuestren mediante evidencia fehaciente
que los "Beepers" adicionales serían
utilizados por los automóviles que poseen
mediante titulo de los mismos. {272
Disponiendose que el uso del
"Beeper" es exclusivo de los residentes que
pagan la cuota del Sistema de Control de
Acceso. Si estos lo prestan o transfieren a
personas no residentes o no miembros, se les
privara del beneficio, solicitandoceles la
entrega de dicho
"Beeper" y
devolviendosele el deposito.
El acceso de la Calle Gardenia
provee por razones de mayor seguridad
durante las horas de la noche en que los
residentes descansan y no pueden estar
alerta a situaciones imprevistas tales como:
desperfectos mecánicos o de suspensión
temporera del servicio eléctrico se acuerda
que este portón permanecerá cerrado de
10:00 pm a 6:00 am.
El acceso vehicular a la urbanización
será únicamente por el portón de la Calle
Begonia y Lirio donde esta ubicada la caseta
del Guardia. El acceso de la Calle Gardenia
provee un portón peatonal controlado por
llave la cual estará disponible solo a los
residentes; disponiendose, que si la llave se
perdiere, el residente no podrá solicitar otra
hasta pasado treinta (30) días de que
notificase por escrito la referida perdida.
El costo de la llave será de $15.00.
Sección 5. – Uso de Calcomanías
Para la fácil identificación de los
automóviles de los residentes de la
urbanización se les proveerá una calcomanía
debidamente identificada, la cual deberá
adherirse en el lado izquierdo del cristal
delantero del automóvil de todo aquel
residente que demuestre mediante evidencia
fehaciente que el vehiculo es de su
propiedad. Disponiendose, que todo
residente es responsable de quitarle la
calcomanía al automóvil cuando el carro
fuese vendido o cuando hay que sustituir la
(283)
calcomanía por alguna razón se traerá la
calcomanía vieja y entonces se sustituirá.
{273
Sección 6. – Cuota
Se cobrara una cuota mensual de
cuarenta y cinco ($45.00) a todos los
residentes participantes del Sistema de
Control de Acceso, la cual ira destinada al
pago del servicio de guardia de seguridad,
costos de mantenimiento de los sistemas
electrónicos, pagos de agua, luz, y teléfono
de la caseta del guardián de seguridad y
cualquier otro gasto incidental para el
adecuado funcionamiento de los controles
de acceso, así como para cualquier otra obra
o gasto que sea necesario realizar y
establecer la reserva suficiente
para
garantizar la permanencia del Sistema de
Control de Acceso.
Disponiendose que durante los
primeros tres meses el pago de la cuota ira
destinado a cubrir los gastos de construcción
e instalación del sistema. El pago de la
cuota se hará al principio de cada mes. Se
dispone ademas, que de la Asociación estar
solvente económicamente después de
realizar los gastos de funcionamiento y
mantenimiento del sistema de control de
acceso, así como cualquier otro gasto
incidental, podrá destinarse mediante
Resolución al efecto, parte de ese sobrante a
la Asociación Recreativa
de la
Urbanización para el mantenimiento del
Parque.
Sección 7. – Entrada Controlada a
No-Residentes
Begonia donde deberá identificarse con el
guardia de seguridad y mencionar el motivo
de su visita. El guardia de seguridad tomara
el nombre del visitante, así como una
descripción breve del vehiculo con el
numero de tablilla y el nombre del residente
hacia donde se dirige.
En c a so de que a lgún
residente-miembro haya dado instrucciones
para ser llamado antes de dejar pasar a
alguien, el guardia le notificara la visita
telefónicamente.
Aquellos residentes miembros con
actividades especiales {274 en su hogar, que
tengan visitantes asiduos a su residencia,
podrán dar la lista al Guardia de Seguridad
para facilitar el proceso de acceso.
Visitantes autorizados por la
Asociación Recreativa de Mansiones de Río
Piedras para ofrecer servicios o participar de
actividades deben ser informados a la
Asociación para que estos impartan las
instrucciones al Guardián.
Los proveedores de servicios
privados deberán identificarse con el
Guardia de Seguridad y este deberá cotejar
por vía telefónica o mediante autorización
escrita, el acceso de los mismos.
Se limita el acceso de grupos
privados que vienen a distribuir hojas
sueltas, religiosas o cualesquiera otros,
entendiendose que esta limitación no cubre
el acceso de servicios de basura, de leche, de
cartero, de luz eléctrica, de agua y teléfono.
Sección 8. – Lista de Miembros
Toda persona no-residente en la
Urbanización que desee visitar familiares,
amigos, etc. tendrá acceso a la Urbanización
exclusivamente por la entrada de la Calle
La Asociación llevara un control
mensual de sus miembros y del pago de
cuotas. Miembros que se tarden en pagar dos
(284)
mensualidades o mas se les eliminara el
derecho a "Beeper" y pasaran a ser
considerados como residentes no-miembros.
Sistema de Cobro de Cuotas conocido como
Edu-pago también del Banco Popular y el
Pago Directo.
Sección 9. – Administración
Sección 11.
El establecimiento, uso y
mantenimiento del Control de Acceso de la
Urbanización estará adscrita a la Asociación
como una de sus funciones encaminadas a
fomentar la seguridad personal y de la
propiedad en la Urbanización de forma tal
que tienda a mejorar la calidad de vida y la
tranquilidad emocional de las familias que
allí residen.
La Asociación hará gestiones
encaminadas a conseguir un seguro de
responsabilidad pública que cubra el control
de acceso[.] {276
La Asociación designara a un
miembro de la Junta para ser responsable de
dar las instrucciones al Guardia y de
supervisar que el Guardia este cumpliendo
con el sistema de identificar y registrar los
datos requeridos a los visitantes. Ese
miembro de la Junta será responsable de
{275 recibir las observaciones o querellas de
los residentes sobre el funcionamiento del
sistema y tendrá la potestad de decidir la
acción a seguir para corregir o modificar el
procedimiento practico establecido
siguiendo las normas establecidas en este
Reglamento. Disponiendose, que cualquier
procedimiento no contemplado en las
normas de este Reglamento, se discutirá en
la próxima reunión de la Asociación.
REGLAS PARA UN MAS EFECTIVO
SISTEMA DE CONTROL DE ACCESO
Todo cambio en procedimiento se
notificara a los residentes por escrito
indicandose la fecha de efectividad del
mismo.
Sección 10. – Cobro de Cuotas
Para facilitar el cobro de la cuota
mensual, los miembros de la Asociación
podrán optar por escoger pagos de descuento
automático con el Banco Popular o el
APÉNDICE [IV]
3 de mayo de 1991
Reestablecemos el Sistema de Control de
Acceso con gran entusiasmo y la plena
confianza de que nuevamente operara con
eficiencia y efectividad. Para su éxito total
necesitamos la cooperación de todos los
residentes. A continuación las reglas básicas
para un mas efectivo control de acceso:
Identificación de Residentes y Visitantes
1.Los residentes identificaran sus
vehículos con el "sticker" del timón en el
lado izquierdo del cristal delantero. Para que
el
guardia identifique fácilmente el
"sticker", coloquele un papel blanco detrás.
El guardia permitirá el acceso
inmediatamente y sin requerir identificación
a todos los residentes en vehículos con
"sticker". Todo vehiculo sin "sticker" tiene
que identificarse con
el guardia de
seguridad para lograr acceso a la
urbanización. CONSIGA EL "STICKER"
DE SU AUTOMÓVIL EN LA CALLE
GARDENIA, FA. MATTEI.
(285)
2.Todos los visitantes se detendrán en el
área del micrófono, se identificaran con el
guardia (informara el nombre y apellido y
nombre y dirección del residente que va a
visitar). Para nuestra seguridad, no se
permitirá el acceso al visitante que no sepa
el nombre y la dirección del residente que
viene a visitar. Informele a sus familiares y
amigos del proceso de identificación con el
guardia para lograr acceso.
3.Cuando un residente celebre una
actividad con muchos invitados, le
recomendamos que haga una lista de los
invitados y se la entregue al guardia. Esto
facilitara el acceso y evitara los tapones
innecesarios. {277
2.Los guardias serán responsables de:
que a la caseta solo entren las personas
autorizadas por la Asociación: el supervisor
de la compañía de seguridad y la supervisora
del control de acceso.
evitar las distracciones, visitas y tertulias
en los predios de la caseta durante las horas
de trabajo.
3.Las utilidades de la caseta del guardia
(teléfono, agua, luz, equipo, etc.) son para el
uso exclusivo del Sistema de Control de
Acceso.
INFORMACION ADICIONAL
4.Los visitantes para practicas deportivas
en el Parque de Mansiones tienen que estar
autorizados por la Asociación Recreativa.
El guardia le permitirá el acceso al Parque a
las personas incluidas en la lista que nos
suministre la Asociación Recreativa.
5.Los residentes que tengan personas que
le vayan a dar servicio pueden darle los
nombres al guardia para facilitarles el
acceso.
6.Los visitantes que vengan a la
urbanización después de las 10:00 pm serán
anunciados al residente por teléfono. Se
permitirá el acceso solamente si el residente
lo autoriza. Asegurese de que la Asociación
tenga su numero de teléfono para poder
avisarles estas visitas nocturnas.
REGLAS PARA EL GUARDIA
1.A los guardias de seguridad se les
requerirá que traten con cortesía y respeto a
todos los residentes y visitantes. De igual
manera, esperamos que los residentes y
visitantes sean corteses y respetuosos con
los guardias.
1.El portón de la calle Gardenia es
entrada exclusiva para residentes. Los
visitantes utilizaran la entrada de la calle
Begonia y se identificaran con el guardia de
seguridad. Los residentes no darán acceso a
visitantes por la calle Gardenia. {278
2.Para nuestra seguridad, el portón de la
calle Gardenia permanecerá cerrado de
10:00 pm a 6:00 am (las horas de servicio de
este portón están controladas por un
"timer", una interrupción en el servicio
eléctrico puede atrasar la hora de cierre y de
apertura. Sea paciente!)
3.Si el portón de la calle Gardenia se
queda abierto por un lapso de tiempo
prolongado, pidale la llave del panel del
"breaker" y reprograme el mismo. Nuestra
seguridad depende de que todos nos
preocupemos y cooperemos, AYUDANOS!
4."Beeper" Se oprimirá el botón (1) para
entrar y el botón (2) para salir. El portón esta
programado para cerrar automáticamente
tan pronto pase el automóvil. Mantenga su
automóvil y su persona fuera del área de
(286)
movimiento del portón para evitar
accidentes. La Asociación de Residentes ha
designado a la SRA. CUCA VIDAL, vecina
de la calle Gardenia, supervisora del Sistema
de Control de Acceso. El trabajo de Cuca es
voluntario y muy sacrificado, su motivación
es el bienestar de la comunidad y el éxito del
Sistema. Necesitamos la cooperación y
tolerancia de todos. GRACIAS!
CU A LQUIER OBSE RV A CIÓ N O
SUGERENCIA PARA MEJORAR EL SISTEMA DE
CONTROL DE ACCESO , DEBEN LLAMAR A
CUCA AL 761–7405. {279
El propósito de este Reglamento es el
establecer normas y procedimientos para el
establecimiento, uso y mantenimiento de los
controles de acceso establecidos o que se
establezcan en la Urbanización Mansiones
de Río Piedras.
1.04Aplicación
Las disposiciones contenidas en este
Reglamento aplicaran y cubrirán a todo
residente, invitado o cualquier persona que
desee tener acceso a la Urbanización. {280
1.05Vigencia
APÉNDICE V
REGLAMENTO INTERNO DE
CONTROL DE ACCESOS DE LA
URBANIZACIÓN MANSIONES DE RÍO
PIEDRAS
Este Reglamento comenzara a regir tan
pronto la Asamblea General de Residentes
de la Urbanización Mansiones de Río
Piedras lo apruebe a tenor con la Ordenanza
Num. 40 Serie 1989-90 emitida por el
Municipio de San Juan autorizando el cierre
y control de los accesos a la Urbanización.
Sección 1.00 – Disposiciones Generales
1.06Términos empleados
1.01TituloEste reglamento se denominara y
citara como "Reglamento Interno de Control
de Accesos de la Urbanización Mansiones
de Río Piedras"
Cuando así se justifique su uso en este
Reglamento, se entenderá que toda palabra
usada en singular también incluye el plural
y viceversa y el masculino incluirá el
femenino y viceversa.
1.07Interpretación del Reglamento
1.02Autoridad
Este Reglamento se adopta al amparo de
la Ley Num. 21 del 20 de mayo de 1987,
según enmendada, al Reglamento de
Planificación Num. 20, conocido como
"Reglamento de Control de Transito y Uso
Público de calles locales y a la Ordenanza
del Municipio de San Juan Num. 40 Serie
1989-90.
1.03Propósitos
La Asociación de Residentes de la
Urbanización Mansiones de Río Piedras
podrá, mediante resolución al efecto,
clarificar o interpretar las disposiciones de
este Reglamento en casos de duda o
conflicto en armonía con los fines y
propósitos generales de la Ley Num. 21 del
20 de mayo de 1987, según enmendada, el
Reglamento de Planificación Num. 20 y la
Ordenanza Num. 40 del Municipio de San
Juan Serie 1989-90.
(287)
1.08 Violaciones
Cualquier violación o incumplimiento a
las disposiciones de este Reglamento estará
sujeta a aquellas acciones administrativas
que aquí se consignan. {281
1.09Clausula de Salvedad
Si cualquier disposición, palabra,
oración, inciso, subsección o sección del
presente Reglamento fuera impugnada por
cualquier
razón ante un Tribunal y
declarada inconstitucional o nula, tal
sentencia no afectara, menoscabara o
invalidara las restantes disposiciones y
partes de este Reglamento, sino que su
efecto solo se limitara a las disposiciones,
palabras, oraciones, incisos, subsección,
sección así declarada inconstitucional o nula
y la nulidad o invalidez de cualquier
disposición, palabra, oración,
inciso,
subsección, sección en algún caso especifico
excepto cuando expresamente se invalide
para todos los casos.
Sección 2. Definiciones
1. Accesibilidad-cualidad de poder
llegar a un destino.
2. Acceso-Vía Pública con la cual
colinda un solar o propiedad [o] la cual sirve
de entrada y salida al solar o propiedad.
3. Asociación-es la Asociación de
Residentes de la Urbanización Mansiones de
Río Piedras, Inc.
4. Persona-Toda persona natural o
jurídica, pública o privada y cualquier
agrupación de ellas.
5. Propietario-due[n]o de un solar o
propiedad en la Urbanización.
6. Residente-persona que reside en la
Urbanización y que puede o no ser dueño de
la propiedad que ocupa.
7. Urbanización-es el grupo de
viviendas y demás facilidades vecinales que
lleva el nombre de Urbanización Mansiones
de Río Piedras.
8. Vía-es
Urbanización.
las
calles
de
la
9. Control de Acceso-la forma de
reglamentar la entrada y la salida a la
Urbanización.
10. Miembro-familia residente en la
Urbanización que esta acogida a la
membresía de la Asociación. {282
Sección 3. Control de Acceso
La urbanización tiene solo dos
accesos para la entrada y salida a la misma.
Mediante la Ordenanza Num. 40 del
Municipio de San Juan Serie 1989-90, el
Municipio de San Juan autorizo el cierre de
la Calle Begonia mediante el uso de caseta
con guardia de seguridad y portones
mecánicos y el cierre de la Calle Gardenia
Esquina Lirio mediante el uso de portones
eléctricos controlados por "Beeper".
Sección 4. Uso de los Controles de
Acceso
Toda familia que sea residente de la
Urbanización que pague la cuota de
mantenimiento del Sistema de Control de
Acceso o que tenga un derecho reconocido
expresamente por la ley tendrá derecho a
comprar un "Beeper" que le permitirá acceso
por la calle Gardenia. Los residentes de la
Urbanización Mansiones de Río Piedras que
firmaron un contrato de arrendamiento de
(288)
"beepers" con la Asociación de Residentes
de Mansiones de Río Piedras serán los
propietarios de los mismos efectivo al
momento de rescindir el contrato de
arrendamiento de "beeper" suscrito con la
Asociación. Los $35.00 que los residentes
pagaron a la Asociación como deposito por
cada "beeper" al momento de firmar el
contrato de arrendamiento será el precio de
venta de los mismos. La Asociación será
responsable de codificar los "beepers" de
aquellos residentes con derecho a poseer y
usar los mismos para lograr acceso a la
urbanización.
Aquellas familias residentes que
deseen y posean mas de un automóvil
podrán tener "Beepers" adicionales, siempre
y cuando paguen por cada "Beeper" y
demuestren mediante evidencia fehaciente
que los "Beepers" adicionales serán
utilizados por los automóviles que poseen
mediante titulo de los mismos.
Disponiendose que el uso del
"Beeper" es exclusivo de los residentes que
pagan la cuota del Sistema de Control de
Acceso o que tenga un derecho reconocido
expresamente por la ley. Si estos lo prestan
o transfieren a personas no residentes o no
miembros se les privara del beneficio.
Disponiendose que el código de
seguridad que controla {283 los portones de
acceso a la urbanización son propiedad
exclusiva de la Asociación de Residentes de
Mansiones de Río Piedras. Solo las personas
autorizadas expresamente por la Asociación
tendrán acceso al código de seguridad y a
codificar los "beepers" de los residentes. La
utilización o transferencia del código de
seguridad a personas no autorizadas por la
Asociación constituye un delito y estarán
sujetas a cualquier acción que proceda en
derecho.
El acceso de la Calle Gardenia, por
razones de mayor seguridad durante las
horas de la noche en que los residentes
descansan y no puedan estar alerta a
cualquier situación, tal como un corte de luz
o desperfecto mecánico, en que el portón se
pueda quedar abierto se acuerda que este
portón permanecerá cerrado de 10:00 pm a
6 am. El acceso de la Calle Gardenia provee
un portón peatonal controlado por llave la
cual estará disponible solo a los residentes
disponiendose, que si la llave se perdiere, el
residente no podrá solicitar otra hasta
pasados treinta (30) días de que notificase
por escrito la referida perdida.
El costo de la llave será de $15.00.
Sección 5. Uso de Calcomanías
Para la fácil identificación de los
automóviles de los residentes de la
Urbanización, se les proveerá una
calcomanía debidamente identificada a todo
aquel residente que demuestre mediante
evidencia fehaciente que el vehiculo es de su
propiedad. La calcomanía deberá adherirse
en el lado izquierdo del cristal delantero del
automóvil. Disponiendose, que todo
residente es responsable de quitarle la
calcomanía al automóvil cuando el carro
fuese vendido o cuando haya que sustituir la
calcomanía por alguna razón se traerá la
calcomanía vieja y entonces se sustituirá.
Todo automóvil que no tenga una
calcomanía en el cristal delantero, aunque se
identifique como residente, tendrá que
identificarse con el guardia de seguridad.
{284
Sección 6. Cuota
Se cobrara una cuota mensual de
cuarenta y cinco ($45.00), la cual ira
destinada al pago de guardia de seguridad,
(289)
costos de mantenimiento de los sistemas
electrónicos, pagos de agua, luz y teléfono
de la caseta del guardián de seguridad y
cualquier otro gasto incidental para el
adecuado funcionamiento de los controles de
acceso, así como para cualquier otra obra o
gasto que sea necesario realizar y establecer
la reserva suficiente para garantizar la
permanencia del Sistema de Control de
Acceso.
Disponiendose que durante los
primeros tres meses el pago de la cuota ira
destinado a cubrir los gastos de construcción
e instalación del sistema. El pago de la
cuota se hará al principio de cada mes.
Los residentes que tengan un
problema económico temporero que le
imposibilite el cumplir con el pago de la
cuota mensual establecida, podrá someter
una solicitud de rebaja de cuota de
mantenimiento a la Asociación. La solicitud
y documentos que justifican la rebaja de
pago de cuota mensual serán sometidos a la
consideración del Auditor de la Asociación,
quien determinara si el residente es elegible
a la reducción temporera de pago de
mantenimiento solicitada. Las solicitudes de
reducción de pago de
cuota de
mantenimiento se revisaran cada 6 meses.
Sección 7.
No-Residentes
Entrada controlada a
Toda persona no residente en la
Urbanización que desee visitar familiares,
amigos, etc. tendrá acceso a la Urbanización
exclusivamente por la calle Begonia donde
deberá identificarse con el guardia de
seguridad. El guardia de seguridad tomara el
nombre del visitante, así como una
descripción breve del vehiculo con el
numero de tablilla y el nombre del residente
hacia donde se dirige. Después de las 10pm,
para mayor seguridad de los residentes, el
guardia de seguridad le avisara por teléfono
a los residentes los visitantes que interesen
lograr acceso a nuestra urbanización {285
para hacerles una visita. El residente debe
autorizar su entrada.
En aquellos casos en que algún
residente haya dado instrucciones para que
le llamen antes de dejar pasar a alguien, el
guardia llamara por teléfono para notificar
la visita.
Aquellos residentes con actividades
especiales en su hogar, que tengan visitantes
asiduos a su residencia, podrán dar la lista al
Guardia de Seguridad para facilitar el
proceso de acceso.
Visitantes autorizados por la
Asociación Recreativa de Mansiones de Río
Piedras para ofrecer servicios o participar de
actividades deben ser informados a la
Asociación para que estos impartan las
instrucciones al Guardián.
Los proveedores de servicios
privados deberán identificarse con el
Guardia de Seguridad y este deberá cotejar
por vía telefónica o mediante autorización
escrita, el acceso de los mismos.
Se limita el acceso de grupos
privados que vienen a distribuir hojas
sueltas, religiosas o cualesquiera otros,
entendiendose que esta limitación no cubre
el acceso de servicios públicos tales como:
de basura, de leche, de cartero, energía
eléctrica, agua y de teléfono, etc.
Sección 8. Lista de Residentes
La Asociación llevara un control
mensual de sus residentes y del pago de
cuotas. Los residentes que se tarden en pagar
(290)
dos mensualidades o mas, se les suspenderá
el derecho a usar el "beeper" hasta tanto
pague las mensualidades adeudadas e inicie
nuevamente los pagos mensuales acordados.
Sección 9. Administración
El establecimiento, uso y
mantenimiento del Control de Acceso de la
Urbanización estará adscrita a la Asociación
como una de sus funciones encaminadas a
fomentar la seguridad {286 personal y de la
propiedad en la Urbanización de forma tal
que tienda a mejorar la calidad de vida y la
tranquilidad emocional de las familias que
allí residen.
La Asociación designara a un
miembro de la Junta para ser responsable de
dar las instrucciones al Guardia y de
supervisar que el Guardia este cumpliendo
con el sistema de identificar y registrar los
datos requeridos a los visitantes. Ese
miembro de la Junta será responsable de
recibir las observaciones o querellas de los
residentes sobre el funcionamiento del
sistema y tendrá la potestad de decidir la
acción a seguir para corregir o modificar el
procedimiento practico establecido
siguiendo las normas establecidas en este
Reglamento. Disponiendose, que cualquier
procedimiento no contemplado en las
normas de este Reglamento, se discutirá en
la próxima reunión de la Asociación.
automático con el Banco Popular o el
Sistema de Cobro de Cuotas conocido como
EduPago también del Banco Popular y el
Pago Directo.
La Asociación podrá
contratar los servicios de un profesional en
cobros de dinero para realizar estas
funciones cuando entienda que redundaría
en beneficio y permanencia del sistema de
control de acceso.
Sección 11. Seguro de Responsabilidad
Pública
La Asociación hará gestiones
encaminadas a conseguir un seguro de
responsabilidad pública que cubra el control
de acceso de la urbanización. {287
Sección 12. Enmienda
Este reglamento podrá ser
enmendado únicamente en Asamblea
General de Residentes de la Urbanización
Mansiones de Río Piedras.
Todo cambio en procedimiento se
notificara a los residentes por escrito
indicandose la fecha de efectividad del
mismo.
Sección 10. Cobro de Cuotas
Para facilitar el cobro de la cuota
mensual, los residentes de la Urbanización,
podrán optar por escoger pagos de descuento
(291)
3 de octubre de 1991 {288}
APÉNDICE B
TRANSCRIPCIÓN DE PÁGINAS DE
LOS ESCRITOS DE LAS PARTES
SOBRE PLANTEAMIENTOS
CONSTITUCIONALES {289
Calle Harding Núm. I-8
Urb. Parkville, Guaynabo
Puerto Rico, 00969
Tel. 789-3177
EN GUAYNABO, PUERTO RICO
27 de noviembre de 1991 [...] ciar el
CONTROL son aquellos que suscribieron un
Contrato de Mantenimiento; ANEJOS IV-1,
IV-13 y IV-14, pags. 7274, 224 y 232. De
hecho, en junio de 1988 la recurrida circulo
una lista de las personas que respaldaban el
CONTROL en la que no se incluyo el
nombre de los peticionarios; ANEJO IV-41,
ASOCIACIÓN DE RESIDENTES DE pags. 329330 Y no los incluyo porque a la
que
los peticionarios
MANSIONES DE RÍO PIEDRAS, Inc. recurrida le constaba
Civil
NUM.
no
respaldan
en
forma
alguna
el CONTROL.
Demandante – Recurrida
Sobre: CERTIORARI
Por
otro
lado,
la recurrida pretende
VS.
reclamar un derecho propietario sobre las
claves o códigos de seguridad de los
WILFREDO BAEZ y otros
controles remotos que accionan los portones
Demandados – Peticionarios
del CONTROL. Aceptar esa proposición
sería equivalente a decir que la recurrida es
dueña del derecho de propiedad inscrito en
el control de entrada y salida de los
PETICION DE CERTIORARI
peticionarios a su residencia y a
MANSIONES. Nada hay en la Ley 21 que
le otorgue a la recurrida ese derecho
propietario ni a imponer castigo a aquellos
LCDO. HECTOR M. COLLAZO que no pagan. La Sec. 5.03, inciso 8 del
MALDONADO #5613 Reglamento 20 señala que el que pretenda
LCDO. MANUEL BETANCOURT establecer unos controles tiene que
AVILES #7199 garantizar acceso por igual y en todo
Abogados de la Recurrida momento a todos los residentes de la
Medical Center Plaza, Local Núm. 5 comunidad; dicha garantía incluso fue
Calle 3 S.E., Núm. 1051 suscrita por la ASOCIACION (ANEJO
Urb. La Riviera, Río Piedras IV-54, pag. 445). En igual sentido la Sec.
Puerto Rico, 00921 2da. de la ORDENANZA establece que no
Tel. 749-0827 se puede establecer discrímenes contra los
que no aportan para sostener el CONTROL
LCDA. MARITZA JULIA RAMOS y que estos tienen los mismos derechos que
#7068 los que pagan.
ESTADO LIBRE ASOCIADO DE
PUERTO RICO
TRIBUNAL GENERAL DE
JUSTICIA
EN EL TRIBUNAL SUPREMO
Abogada de los Peticionarios
(292)
E.Quinto señalamiento de error o
controversia:
La recurrida estableció de forma
arbitraria que el portón instalado en la Calle
Gardenia permanecería cerrado durante el
periodo de 10:00 p.m. a 6:00 a.m. (ANEJO
IV-25, pag. 274), por lo que a los
peticionarios y a los demás residentes se les
obliga a entrar durante ese horario por la
Calle Begonia. Una lectura de la
ORDENANZA refleja que no hay nada en
esta que autorice el cierre de los portones
electrónicos del CONTROL durante
cualquier periodo del día o de la noche.
También es necesario recordar que la {291
ORDENANZA se promulga al amparo de la
Ley 21 que solo establece controles de
acceso. Bajo esta legislación no procede el
cierre de calles ya que la legislación para
esos fines es la Ley Num. 81 del 30 de
agosto de 1991, Art. 10.015.
Telephone Co. 90 JTS 122, pag. 8197, 8207,
confirmado en 91 JTS 77, pag. 8939. Este
planteamiento también fue declarado no ha
lugar en la Resolución aquí impugnada. Con
todo respeto entendemos que incurrió en
error el Honorable Tribunal Superior ya que
estaba obligado a resolver en una u otra
forma y la única vía que le estaba vedada fue
precisamente la que tomo. Este argumento
es tan evidente que se hace innecesario una
mayor discusión.
F.Sexto señalamiento de error o
controversia:
Los peticionarios cuestionan la
constitucionalidad de la Ley 21 en dos áreas:
(a) la utilización de propiedades y fondos
públicos para fines que no son públicos y/o
la disposición de propiedades públicas sin
un mandato de ley que lo disponga como se
requiere en el Art. VI, Sec. 9 de nuestra
Constitución y (b) que no garantiza,
reconoce ni hace reserva expresa del
derecho de los peticionarios a la libertad de
expresión, libertad de religión y de su
derecho a la privacidad. {292
En nuestra Moción de Sentencia
Sumaria Parcial le planteamos al Honorable
Tribunal Superior que la controversia podía
ser resuelta utilizando la interpretación de la
ley ya que el CONTROL fue implantado por
la recurrida en violación de ley. No obstante,
se planteo que en caso de que el Honorable
Tribunal así no lo determinase entonces se
solicitaba que se declarase inconstitucional
la Ley 21. Se le solicito al Honorable
Tribunal Superior que en caso de no
conceder el reclamo principal de decretar la
ilegalidad del
CONTROL ordenase
notificar la impugnación de la
constitucionalidad de la Ley 21 al Secretario
de Justicia conforme lo dispone la Regla
21.3 de Procedimiento Civil o determinase
que dicho requisito era innecesario conforme
lo resuelto en Torres Solano vs. P.R.
Los Arts. 255 y 256 del Cod. Civ.
establecen que las calles son bienes de uso y
dominio público. Este Honorable Tribunal
ha establecido que los bienes de uso público
no son susceptibles de enajenación ni
posesión privada por lo que el estado no
puede disponer de ellos mientras tengan tal
carácter. Rubert Armstrong vs. ELA 97 DPR
588, 616 (1969); Ortiz Carrasquillo vs.
Municipio de Naguabo 108 DPR 366, 369
(1979) y; Balzac vs. Registrador 51 DPR
757, 759 (1937). Si las disposiciones de la
Ley 21 se interpretan como un acto de
privatización de las calles se estaría no solo
violando las disposiciones anteriores sino
que al permitirsele a grupos privados que
puedan excluir a otras personas del libre
acceso a las comunidades cerradas por la
Ley 21 se estaría violando el derecho a la
(293)
libertad de expresión y se estaría
fomentando un discrimen por razón de raza,
color, origen o
condición social en
violación al Art. II, Sec. 1 de nuestra
Constitución y ademas se estaría
infringiendo disposiciones del Art. II, Sec.
7 de nuestra Constitución y Enmienda XIV,
Sec. 1 de la Constitución de Estados Unidos.
Al no garantizarse por la Ley 21 el
libre flujo de las personas a las comunidades
cerradas no solo se limita la libertad de
expresión sino que se restringe la libertad de
religión. En MANSIONES la recurrida,
amparandose en esta omisión de ley, ya
dispuso por reglamento (ANEJO IV-17,
pag. 244) que esta prohibido distribuir hojas
sueltas religiosas o de otra índole por grupos
privados. Los peticionarios tienen derecho
y así lo reclaman a recibir literatura religiosa
sin restricción alguna según lo reconoció el
Tribunal Supremo de Estados Unidos en
Marsh v. Alabama 326 US 501 (1946);
Tucker vs. Texas 326 US 517 (1946);
Schneider vs. State 308 US 147 (1939);
Cantwell vs. Connecticut 310 US 296
(1940); Martin vs. Struthers 319 U.S. 141
(1943); Follett vs. Mc Cormick 321 US 573
(1944) y; Widmar vs. Vincent 454 US 263
(1981), entre otros. En el presente caso, la
libertad de religión de los peticionarios se
{293 esta coartando al impedir que estos
tengan acceso a hojas sueltas y otro material
religioso impreso distribuido normalmente
de casa en casa y al no garantizarse
expresamente ese derecho.
caso Civil KAC 90-1233 y que proceda a
dictar sentencia sumaria parcial concediendo
los remedios solicitados en nuestra Moción
de Sentencia Sumaria Parcial. Suplicamos
de este Honorable Tribunal que expida dicho
auto tomando en consideración que existe un
conflicto irreconciliable entre la Resolución
emitida en el caso Civil KAC 90-1233 y la
Sentencia emitida por el Juez Superior Hon.
Arnaldo López en el caso KPE 90-1382
(pendiente de revisión por este Honorable
Tribunal en el recurso RE 91-139) quien
dicto dicha Sentencia de forma sumaria y
ademas por concurrir las circunstancias
expuestas en los incisos (1), (2), (3), (4), (7)
y (11) de la Regla 19A del Reglamento de
este Honorable Tribunal. Se solicita con
todo respeto, ademas, que la consideración
de este recurso se consolide con el recurso
RE 91-139 pendiente ante la consideración
de este Honorable Tribunal; el peticionario
Wilfredo Báez es el único que no es parte en
el recurso RE 91-139.
RESPETUOSAMENTE SOMETIDA.
CERTIFICO: Que ya notifique
personalmente copia fiel y exacta de esta
Petición en el día de hoy a los abogados de
la recurrida Lcdo. Héctor M. Collazo
Maldonado y Lcdo. Manuel Betancourt
Aviles en su dirección en el Medical Center
Plaza, Local 5, Calle 3 S.E., Num. 1051,
Urb. La Riviera, Río Piedras, P.R., 00921.
{294
En Guaynabo, Puerto Rico, hoy 27
de noviembre de 1991.
VI. SUPLICA
POR TODO LO CUAL los
peticionarios muy respetuosamente solicitan
de este Honorable Tribunal que expida el
auto de Certiorari para revisar la Resolución
del Honorable Tribunal Superior, Sala de
San Juan del 31 de octubre de 1991 en el
(294)
[Fdo.] Lcda. Maritza Julia Ramos
#7068
Calle Harding Num. I8
Urb. Parkville, Guaynabo
P.R., 00969
Tel. 7893177
{295
ESTADO LIBRE ASOCIADO DE
PUERTO RICO
TRIBUNAL GENERAL DE
JUSTICIA
EN EL TRIBUNAL SUPREMO
ASOCIACION DE RESIDENTES DE
MANSIONES DE RIO PIEDRAS, Inc.
Demandandate – Recurrida
VS.
WILFREDO BAEZ y otros
Demandados – Peticionarios
ALEGATO DE LOS
PETICIONARIOS
LCDO. HÉCTOR M. COLLAZO
MALDONADO #5613
LCDO. MANUEL BETANCOURT
AVILES #7199
Abogados de la Recurrida
Medical Center Plaza, Local Núm. 5
Calle 3 S.E., Núm. 1051
Urb. La Riviera, Río Piedras
Puerto Rico, 00921
Tel. 749-0827
LCDA. MARITZA JULIA RAMOS
#7068
Abogada de los Peticionarios
Calle Harding Núm. I-8
Urb. Parkville, Guaynabo
Puerto Rico, 00969
Tel. 789-3177
EN GUAYNABO, PUERTO RICO
(295)
24 de febrero de 1992
(296)
[...] efectiva para prevenir riesgos a
la vida e integridad corporal en casos de
emergencia y desastres: De la Cruz vs. Toro
Sintes 112 DPR 650, 657 (1982), Consejo de
Titulares vs. Vargas 101 DPR 579, 586 (nota
al calce 7) (1973) y Consejo de Titulares del
Condominio McKinley Court vs. Rullan, 90
JTS 72, pag. 7773 (1990).
F.Sexto señalamiento de error o
controversia:
En nuestra Moción de Sentencia
Sumaria Parcial le planteamos al Hon.
Tribunal Superior que la controversia podía
ser resuelta utilizando la interpretación de la
ley ya que el CONTROL fue implantado por
la recurrida en violación de ley. No obstante,
se planteo que en caso de que el Hon.
Tribunal así no lo determinase entonces se
solicitaba que se declarase inconstitucional
la Ley 21. Se le solicito al Hon. Tribunal
Superior que en caso de no conceder el
reclamo principal de decretar la ilegalidad
del CONTROL ordenase notificar la
impugnación de la constitucionalidad de la
Ley 21 al Secretario de Justicia conforme lo
dispone la Regla 21.3 de Procedimiento
Civil o determinase que dicho requisito era
innecesario conforme lo resuelto en Torres
Solano vs. P.R. Telephone Co. 90 JTS 122,
pag. 8197, 8207, y 91 JTS 77, pag. 8939.
Este planteamiento también fue declarado no
ha lugar en la Resolución aquí impugnada.
Con todo respeto entendemos que incurrió
en error el Hon. Tribunal Superior ya que
estaba obligado a resolver en una u otra
forma.
Los peticionarios cuestionan la
constitucionalidad de la Ley 21 en dos áreas:
(a) la utilización de propiedades y fondos
públicos para fines que no son públicos y/o
la disposición de propiedades públicas sin
un mandato de ley que lo disponga como se
requiere en el Art. VI, Sec. 9 de nuestra
Constitución y (b) que no garantiza,
reconoce ni hace reserva expresa del
derecho de los peticionarios a la libertad de
expresión, libertad de religión y de su
derecho a la {297 privacidad. Es necesario
examinar el alcance de la Ley 21 y su
posible conflicto con otras leyes y con la
Constitución.
Para analizar el alcance de la Ley 21
es forzoso contrastarla con las disposiciones
relevantes del Cod. Civ. El Art. 256 del Cod.
Civ. establece que "Son bienes de uso
público en Puerto Rico y en sus pueblos, los
caminos estaduales y los vecinales, las
plazas, calles..."; vease, ademas el Art. 255
del Cod. Civ. Interpretando dichas
disposiciones este Honorable Tribunal
señalo en Gobierno de la Capital vs.
Consejo Ejecutivo 63 DPR 434, 459 (1944)
que los bienes de uso público son aquellos
"...para ser usados libremente por el público
en general..." y que los bienes patrimoniales
del estado son aquellos que se "...usan para
fines públicos pero a los cuales el público
no tiene constante y general acceso." Ya
desde Saldaña vs. Consejo Municipal de San
Juan 15 DPR 37, 51 (1909) este Honorable
Tribunal estableció que las calles "...han
sido destinadas al uso de los habitantes de la
ciudad, y todos y cada uno de ellos desde el
Gobernador, en su palacio, hasta el
limosnero en su choza tienen derecho al uso
libre y continuado de las mismas."
El uso público de calles y caminos
implica que el acceso del pueblo a ellas no
puede ser impedido y que incluso están fuera
del comercio de los hombres, incluyendo al
estado. Los bienes de uso público no son
susceptibles de enajenación ni posesión
privada por lo que el estado no puede
disponer de ellos mientras tengan tal
carácter; este solo puede disponer de bienes
(297)
patrimoniales: Rubert Armstrong vs. ELA
97 DPR 588, 616 (1969); Ortiz Carrasquillo
vs. Municipio de Naguabo 108 DPR 366,
369 (1979) y; Balzac vs. Registrador 51
DPR 757, 759 (1937). Conforme a lo
dispuesto por este Honorable Tribunal en
ese ultimo caso citado, es necesario que
cese el uso público del bien antes de que se
pueda disponer de el ya que mientras esto no
se haga "...la libertad de enajenación queda
restringida..." (Vease al respecto el análisis
contenido en el ANEJO IV-19, pags. 256260
de la Petición). Estas limitaciones
inherentes {298 a los bienes de uso público
plantean contradicciones imposibles de
armonizar con la practica seguida por la
recurrida en la implantación del CONTROL.
Si se le reconociese facultad a la
recurrida para limitar, restringir o impedir el
acceso de vehículos y personas a
MANSIONES, como lo ha estado haciendo,
entonces se trataría de un acto de
privatización de las calles sin que se hubiese
determinado por la Ley 21 o por otra ley
que las calles donde se establecen los
controles ya no son un bien de uso público.
Mas aun, esa interpretación presentaría un
conflicto irreconciliable con las
disposiciones del Art. VI, Sec. 9 de la
Constitución de Puerto Rico que establece
que "Solo se dispondrá de las propiedades y
fondos públicos para fines públicos y para el
sostenimiento y funcionamiento de las
instituciones del Estado, y en todo caso por
autoridad de ley." En el caso de los controles
este conflicto se
presenta en dos
dimensiones: (a) la transferencia o
privatización de la calle, que es una
disposición de propiedad pública a una
persona o entidad privada sin que medie
compensación y (b) el mantenimiento de
esas calles así privatizadas sufragado con
fondos públicos. Si bien los tribunales no
han establecido una definición uniforme de
lo que constituye un fin público, cabe
preguntarse, ?que justificación puede existir
para impedir que unas personas tengan
acceso o puedan utilizar libremente y sin
restricción las calles de una comunidad o
urbanización? ?No se estaría estableciendo
un discrimen por razón de raza, color, origen
o condición social en violación a lo
dispuesto en el Art. II, Sec. 1 de nuestra
Constitución? ?No se estaría negando la
igual protección de las leyes; Art. II, Sec. 7
de nuestra Constitución y Enmienda XIV,
Sec. 1 de la Constitución de Estados
Unidos? ?O es que estamos condenados a
vivir en fortines urbanos? Si tratamos de
justificar que existe cualquier razón que nos
condene a vivir segregados
entonces
también tendríamos que concluir que la
inviolabilidad de la dignidad humana que
proclama nuestra Constitución {299 (Art. II,
Sec.1) es solo retorica y letra muerta. No
existiendo fin público legitimo entonces la
privatización de las calles sería
inconstitucional. En todo caso la
privatización debe surgir de forma diáfana y
no por meras inferencias ya que el Art. VI,
Sec. 9 de nuestra Constitución requiere que
la disposición de propiedades públicas se
hará solo por autoridad de ley. Entendemos
que la Ley 21 no tiene ese alcance; si lo
tuviese entonces hay que utilizar el análisis
constitucional antes expuesto.
La practica seguida por la recurrida
en MANSIONES presenta problemas
constitucionales adicionales. Si la Ley 21
autorizara la practica de requerirle al
visitante que se identifique y que identifique
al residente de MANSIONES que va a
visitar, ?en donde queda el derecho a la
privacidad de que habla nuestra Constitución
(Art. II, Sec. 8)? A este respecto son muy
ilustrativas las palabras de Luis Muñiz
Arguelles, en ocasión de considerarse la
aprobación del Reglamento 20 al indicar
(298)
"...al propietario al que se le imponga la
medida verá como un guardián de seguridad
inescrupuloso puede tomar nota de cuando y
quien lo visita, de sus hábitos de vida y de
toda una serie de detalles de su vida intima
que, por mas honrosa que sea, el desea y
tiene derecho a que permanezca intima.
(ANEJO IV-19, pag. 259 de la Petición).
En la medida en que se reconozca
alguna facultad a la recurrida para excluir
personas de MANSIONES o para imponer
condiciones para su acceso estaríamos
permitiendo que entre esas exclusiones se
incluyan actividades de carácter religioso.
Esta situación es mas que una simple
posibilidad al considerar el ultimo párrafo de
la Sec. 7 del reglamento del CONTROL que
dispone sin ambages "Se limita el acceso de
grupos privados que vienen a distribuir hojas
sueltas, religiosas o cualesquiera otros ..."
(ANEJO IV-17, pag. 244 de la Petición). ?
Como podemos armonizar esa limitación
con la libertad de religión proclamada en
nuestra Constitución (Art. II, Sec.3) y en la
Constitución {300 de Estados Unidos
(Primera Enmienda)? El Tribunal Supremo
de Estados Unidos ha reconocido que las
calles constituyen un foro público para el
intercambio de ideas y que la libertad de
expresión y de religión que consagra la
primera enmienda de la Constitución Federal
no puede ser coartada de forma irrestricta en
estas. Incluso hasta en predios privados y
universidades se ha reconocido el derecho
de las personas a expresar sus creencias
religiosas sin que esta pueda ser limitada
arbitrariamente; se incluye en esta libertad
religiosa el derecho a repartir y a recibir
hojas sueltas y literatura religiosa; Marsh
vs. Alabama 326 US 501 (1946); Tucker vs.
Texas 326 US 517 (1946); Schneider vs.
State 308 US 147 (1939); Cantwell vs.
Connecticut 310 US 296 (1940); Martín vs.
Struthers 319 US 141 (1943); Follett vs.
McCormick 321 US 573 (1944) y; Widmar
vs. Vincent 454 US 263 (1981), entre otros.
En el presente caso la libertad de religión de
los peticionarios se esta coartando en contra
del mandato constitucional al impedir que
estos tengan acceso a hojas sueltas y otro
material religioso impreso distribuido
normalmente de casa en casa. La Ley 21 es
inconstitucional en la medida que no
garantiza, reconoce o hace una reserva
expresa del derecho de los peticionarios a la
libertad de religión en ese aspecto.
Tan recientemente como el 23 de
septiembre de 1991 la recurrida como parte
de una organización a la que pertenece (nota
al calce num. 7, supra, pag. 13) solicito una
reunión con el Gobernador Hon. Rafael
Hernández Colón urgiendo la aprobación del
P. de la C. 1203 que fue presentado por el
Representante Hon. Hiram Meléndez (quien
es residente de MANSIONES) a solicitud de
la recurrida (ANEJO VI-10, pags. 910911
de la Petición). En dicha comunicación se
senala que "...se cuestiona en los Tribunales
la constitucionalidad de la Ley 21, ... lo que
pone en gran peligro la permanencia de
TODOS los sistemas de control de acceso
establecidos. NOS URGE SU
INTERVENCION."(Subrayado nuestro;
ANEJO VI-10, {301 pag. 911 de la
Petición). Si la Ley 21 es constitucional
como señala la recurrida en su Moción en
Oposición (ANEJO V-1, pags. 464465 de la
Petición) ¿porque están convencidos de que
los sistemas de control de acceso están en
grave peligro? ¿No hay una inconsistencia
insalvable? ¿O esto es producto de la
ambivalencia característica de la recurrida
que en un lugar dice una cosa y en otro lugar
dice algo irreconciliable con lo primero? Y
la urgente intervención que le solicitan al
Hon. Gobernador, ?sera en relación al P. de
la C. 1203 o con relación a los casos ante
los tribunales?
(299)
No solo a la recurrida parece
preocuparle la evidente inconstitucionalidad
de la Ley 21 sino que a algunos legisladores
parece que también les ha llegado esa
preocupación y así en la Exposición de
Motivos de la R. de la C. 1576 presentada
por los Representantes
Hon. Hiram
Meléndez y Hon. David Noriega y aprobada
por la Camara de Representantes el 12 de
julio de 1990 se expresa "Con motivo del
gran auge en la criminalidad se ha
proliferado la practica de que vecinos en las
urbanizaciones decidan cerrar las calles al
transito ordinario. En ocasiones esta practica
se ha establecido sin seguir los
procedimientos
de
ley
correspondiente,...Ademas...,
se ha
levantado por connotados juristas
importantes interrogantes constitucionales
sobre la legalidad de la privatización de
calles construidas con fondos públicos."
(ANEJO VI-11, pag. 912 de la Petición);
vease también la R. del S. 210. El San Juan
Star publicó sobre el Representante Hon.
Hiram Meléndez: "Meléndez, who lives in a
controlled-access urbanization, makes a
clear distinctión between resident groups
which legally restrict traffic in and out of
their communities and those which bar
traffic from through streets or stop citizens
from other communities from using
public-funded parks or recreatión áreas. The
Puerto Rican Independence Party lawmaker
said that the latter cases raise constitutional
questions about 'the legality of privatizing
streets built with public funds.' He also sees
problems concerning {302 the 'integratión of
communities' when urbanizations shut
themselves off from
their immediate
surroundings." (APENDICE XI, pag. 76 de
este Alegato). Estas expresiones hay que
analizarlas recordando que en
MANSIONES hay un parque recreativo
público, supra pag. 2.
VI.SÚPLICA
POR TODO LO CUAL los
peticionarios muy respetuosamente solicitan
de este Honorable Tribunal que expida el
auto de Certiorari para revisar la Resolución
del Honorable Tribunal Superior, Sala de
San Juan del 31 de octubre de 1991 en el
caso Civil Num. KAC 90-1233 y que
proceda a dictar sentencia sumaria parcial
concediendo los siguientes remedios:
1. Determine que el CONTROL
fue implantado ilegalmente y en su
consecuencia ordene que la recurrida cese y
desista de operarlo y proceda con su
remoción.
2. Determine que las autorizaciones
suscritas por algunos de los peticionarios
(ANEJO IV-4, pags. 153158 de la Petición)
no constituyen un contrato ni son fuente de
obligación para con la recurrida y que los
peticionarios no están obligados al pago de
cantidad alguna para el sostenimiento del
CONTROL. En su consecuencia se solicita
que se declare NO HA LUGAR a la
demanda sometida contra los peticionarios
en todas sus partes.
3. Determine que los peticionarios
tienen derecho a los controles remotos y a
las claves o códigos de seguridad que
accionan los portones electrónicos del
CONTROL mientras este continué
operando.
4. Determine que la recurrida no
tiene derecho o facultad en ley para cerrar el
acceso de la Calle Gardenia durante ningún
periodo de tiempo durante el día o la noche.
5.
De resultar insoslayable la
adjudicación de los aspectos
constitucionales para conceder el remedio
(300)
justo reclamado por los peticionarios, se
solicita que se declare inconstitucional la
Ley 21. En este caso, se solicita que se
determine si procede la notificación de la
impugnación al {303 Secretario de Justicia
conforme a la Regla 21.3 de Procedimiento
Civil o si se exime ese requisito conforme a
Torres Solano vs. P.R. Telephone Co., caso
citado.
6.
Dicte aquellos otros
pronunciamientos y conceda aquellos otros
remedios necesarios conforme a lo expuesto
en este Alegato y en la Moción de Sentencia
Sumaria Parcial.
ESTADO LIBRE ASOCIADO DE
PUERTO RICO
TRIBUNAL GENERAL DE
JUSTICIA
EN EL TRIBUNAL SUPREMO
ASOCIACIÓN DE RESIDENTES DE
MANSIONES DE RÍO PIEDRAS, Inc.
Demandandate – Recurrida
VS.
WILFREDO BAEZ y otros
Demandados – Peticionarios
RESPETUOSAMENTE SOMETIDA.
CERTIFICO: Que estoy enviando copia
fiel y exacta del Alegato que antecede en el
día de hoy por correo certificado a los
abogados de la recurrida Lcdo. Héctor M.
Collazo y Lcdo. Manuel Betancourt a su
dirección en el Medical Center Plaza, Local
Num. 5, Calle 3 S.E., Num. 1051, Urb. La
Riviera, Río Piedras, P.R., 00921.
En Guaynabo, Puerto Rico, hoy 24
de febrero de 1992.
Lcda. Maritza Julia Ramos #7068
Calle Harding Num. I-8
Urb. Parkville, Guaynabo
P.R., 00969
Tel. 789–3177
{304}
ALEGATO DE DUPLICA DE LOS
PETICIONARIOS
LCDO. HÉCTOR M. COLLAZO
MALDONADO #5613
LCDO. MANUEL BETANCOURT
AVILES #7199
Abogados de la Recurrida
Medical Center Plaza, Local Núm. 5
Calle 3 S.E., Núm. 1051
Urb. La Riviera, Río Piedras
Puerto Rico, 00921
Tel. 749-0827
LCDA. MARITZA JULIA RAMOS
#7068
Abogada de los Peticionarios
Calle Harding Núm. I-8
Urb. Parkville, Guaynabo
Puerto Rico, 00969
Tel. 789-3177
EN GUAYNABO, PUERTO RICO
(301)
23 de abril de 1992
[...] rios y otros residentes no pagan
la cuota del CONTROL, este sigue
operando. La demanda sometida por la
recurrida reclamandole a los peticionarios
daños ascendentes a $1,000,000.00
provocaría hilaridad si no fuese por el fin
detrás de esa actuación que es el de infundir
temor, miedo paralizante y el de reprimir la
conciencia de los que difieren de sus ideas.
La represión a los objetores es de tal
naturaleza que en otras urbanizaciones
aquellos temen identificarse por miedo a lo
que les pueda suceder; APÉNDICE XI, pag.
132 de esta Duplica. Sin embargo, y a pesar
de todo lo que han vejado a los peticionarios
(Alegato de los Peticionarios, pags. 1014)
estos continúan firmes en sus convicciones
por que: "No creemos que para el hombre
civilizado la libertad de conciencia es
menos importante que la libertad física."
Aponte Martínez vs. Lugo, 100 D.P.R. 282,
294 (1971). Ademas los peticionarios
concurren con la elocuente advertencia de
Martín Niemoller, hecha en el año 1945, a
los efectos de que:
"En Alemania, los nazis primero
persiguieron a los comunistas, pero yo,
como no era comunista, no proteste. Mas
tarde vinieron tras los judíos, pero como yo
no era judío, no proteste. Luego,
comenzaron a perseguir a los miembros de
las uniones obreras, mas como yo no era
unionado, no proteste. Mas adelante la
persecución se torno contra los católicos,
pero siendo yo protestante, no tuve por que
protestar. Luego vinieron por mi. Para
entonces ya no había nadie que protestara
por ninguno otro. Asegurémosno[s] de que
tal cosa no vuelva a suceder". Aponte
Martínez vs. Lugo, caso citado, pag. 294.
D. Inconstitucionalidad de la Ley
Num. 21En su Replica (pags. 24 y 25) la
recurrida intenta controvertir dos aspectos
(302)
planteados por los peticionarios en su
A legat o (p ags. 4348) sobre l a
constitucionalidad de la Ley Num. 21;
veamos los mismos:
1. La recurrida señala que la Ley
Num. 21 no tiene el efecto de privatizar las
calles ni conlleva la utilización de
propiedades o fondos públicos para fines
que no son públicos. Sobre este aspecto el
Senador Hon. Fernando {306 Martín señalo
que "Las calles de Puerto Rico son públicas
y de la misma forma en que en un
condominio se daña el elevador y no se
puede llamar al municipio para arreglarlo, si
se pretende privatizar la calle, entonces no
podemos pretender que los municipios nos
las arreglen."; APENDICE XII, pag. 133 de
esta Duplica. No obstante es de
conocimiento general que el propósito de los
'controles' es precisamente hacer un
escrutinio de las personas que se van a dejar
entrar y las que van a ser excluidas. De
hecho, en algunas comunidades con
'controles' no hay guardia de seguridad y
solo puede entrar el que posee un control
remoto o aquel a quien un residente con
control remoto permite tal acceso; de hecho,
hasta los carteros tienen problemas para
entrar a las comunidades con 'controles'
(APENDICE
XIII, pag. 134 de esta
Duplica). También es de conocimiento
general que en las comunidades con
'controles' los municipios
contin[u]an
haciendo las reparaciones y asfaltado de
calles (en MANSIONES ya el Municipio
asfalto la Calle Lirio después de la
implantación del CONTROL). Siendo esto
un hecho de conocimiento general es
prudente recordar la cita contenida en la
opinión disidente del Juez Asociado Hon.
Antonio S. Negrón García en Mundo vs.
Hernandez Colon, caso citado, pag. 5898:
"Los jueces no vivimos aislados en esta
sociedad y no estamos ajenos a lo que
sucede alrededor nuestro. No debemos por
tanto prestarnos a jugar el juego de
desconocer metódicamente lo que todo el
mundo sabe." Al respecto la Senadora Hon.
Victoria Muñoz ha señalado que: "Quedan
aun interrogantes en cuanto a si en efecto se
esta dando privatización de calles y de
infraestructura, cuyo mantenimiento esta
financiado con aportaciones de todos los
contribuyentes."; Replica, ANEJO XII, pag.
30. La Senadora Hon. Victoria Muñoz ha
señalado también la necesidad de hacer un
estudio y señala que "El estudio debe ser
sobre cuan efectivo para controlar la
criminalidad han sido los cierres o controles
de acceso ... y la constitucionalidad de
privatizar las calles ..."; APÉNDICE {307
XII, pag. 133 de esta Duplica. Igual
preocupación expreso el Representante Hon.
Hiram Meléndez; Alegato de los
peticionarios, pag. 48 y APÉNDICE XI,
pag. 76). El asunto esta planteado; le toca
ahora a este Honorable Tribunal decidir y
resolver la controversia.
2. La recurrida señala en su Replica,
pag. 25, que no se ha violado el derecho de
libertad de religión de los peticionarios.
Sobre
este aspecto basta hacer dos
observaciones: primera, que el ultimo
párrafo de la Sec. 7 del reglamento del
CONTROL dispone sin ambages "Se limita
el acceso de grupos privados que vienen a
distribuir hojas sueltas, religiosas o
cualesquiera otros ..."; (Subrayado nuestro),
Petición de Certiorari, ANEJO IV-17, pag.
244; y segunda, que desde que se implanto
el CONTROL los peticionarios no han
tenido mas acceso a la literatura religiosa
que antes se repartía de casa en casa y
aquellos reclaman ese derecho. La situación
de MANSIONES no es única; en otra
urbanización la Presidenta de la Asociación
de Residentes anuncio con gran regocijo
que en relación a los 'controles': "Otra de las
(303)
ventajas mencionadas por Puig fue la
exclusión de ...visitas de grupos
religiosos..."; APÉNDICE XIV, pag. 135 de
esta Duplica.
La recurrida apenas comenta el
aspecto de los efectos de la Ley Num. 21
sobre la libertad de culto y de religión de los
peticionarios (garantizados por el Art. II,
Sec. 3 de nuestra Constitución y la Primera
Enmienda de la Constitución de los Estados
Unidos). No obstante, la única expresión que
hace dirigida a estos fines es totalmente
incorrecta; dicha expresión es que "... la
libertad de vivir en paz en nuestro hogar es
un derecho de superior jerarquía
Constitucional" que la libertad religiosa;
Replica, pag. 25. Los casos citados por la
recurrida para sostener tal desacierto
expresan una posición que contradice la
posición de aquella.
En Sucn. De Victoria vs. Iglesia
Pentecostal 102 D.P.R. 20, 27 (1974)
precisamente este Honorable Tribunal
sostuvo {308 que "No puede darse derecho
contra derecho ni verdad contra verdad. Aun
la cuestionable 'posición preferente' de
algunos derechos no confiere la atribución
de anular el de los demás, toda vez que
ninguna de las libertades es absoluta. Los
preceptos de la Carta de Derechos no se
eliden sino que se refuerzan unos a otros." El
problema planteado en dicho caso es una
situación totalmente distinta a lo que
reclaman los peticionarios. En Sucn. De
Victoria vs. Iglesia Pentecostal, caso citado,
el problema planteado era el que unos
ruidos intensos y prolongados procedentes
de la iglesia impedían que los residentes
cercanos tuviesen paz y tranquilidad; ante
ese conflicto entre dos derechos
fundamentales este Honorable Tribunal
busco una solución salomónica que
armonizo ambos derechos reconociendo la
libertad de religión a la vez que garantizo el
derecho a vivir en paz libre de
contaminación por ruidos. En el caso de la
Ley Num. 21 y el CONTROL estamos en
una situación totalmente distinta por cuanto
se afecta negativamente y de forma absoluta
el ejercicio pacifico, silencioso y ordenado
de la libertad de religión. Ante esta situación
los peticionarios solicitan que este
Honorable Tribunal reconozca su derecho a
la libertad de religión y culto y que no se
permita que la Ley Num. 21 constituya un
impedimento a ese derecho. Recordamos la
admonición de este Honorable Tribunal al
efecto de que "No vaciaríamos en reprimir
cualquier perturbación del derecho a
profesar su religión ordenadamente." Sucn.
De Victoria vs. Iglesia Pentecostal, caso
citado, pag. 29.
En el caso de P.R. Tel. Co. vs.
Martínez 114 D.P.R. 328 (1983) citado por
la recurrida no se plantea ningún conflicto
relacionado con la libertad de religión o
culto. En este caso se examina el derecho a
que no se intervengan las comunicaciones
telefónicas en relación al derecho a la
intimidad y se resuelve que en ultima
instancia el primero no es de rango superior
con respecto al segundo sino que es una de
sus manifestaciones. {309
En E.L.A. vs. Hermandad de
Empleados 104 D.P.R. 436 (1975) tampoco
se plantea ningún conflicto relativo a la
libertad de religión. Lo que esta en
controversia es el derecho a la libertad de
expresión en contraposición con el derecho
a la intimidad. Con respecto a estas garantías
constitucionales este Honorable Tribunal
expreso en las pags. 445446 de ese caso que:
"... el derecho a la intimidad goza de un
altísimo sitial en nuestra escala de valores,
pero lo mismo puede decirse ciertamente del
derecho a la libre expresión y de otras
(304)
libertades ... En muchas situaciones el
derecho a la protección de la vida privada o
familiar debe prevalecer sobre dichas
libertades. En otras puede ocurrir a la
inversa." Así, este Honorable Tribunal
señalo que aunque el derecho a la intimidad
"Ocupan un lugar privilegiado en la gama de
derechos que la Constitución ampara ... Esto
no quiere decir que el derecho a la
intimidad vence a todo otro valor en
conflicto bajo todo supuesto concebible";
E.L.A. vs. P.R. Tel. Co. 114 D.P.R. 394, 401
(1983). Siguiendo esas normas debemos
concluir que cuando el ejercicio de la
libertad de religión se hace en las
condiciones particulares que señalan los
casos de Sucn. De Victoria vs. Iglesia
Pentecostal, antes citado, y en Lasso vs.
Iglesia Pentecostal 91 JTS 74 (1991),
confirmado en 91 JTS 86 (1991), sin dudas
debe prevalecer el derecho a la intimidad.
Por el contrario, cuando la restricción se
produce sobre el derecho al ejercicio de la
libertad de religión de forma ordenada
entonces este derecho debe reconocerse
como preeminente.
Resulta irónico que la recurrida cite
el caso de E.L.A. vs. Hermandad de
Empleados, caso citado, cuando aquella
incurrió precisamente en la practica allí
vedada al organizar y participar sus
Directores y miembros en una marchapiquete el 1ro. de enero de 1991. Esta paso
y se detuvo frente a la residencia de los
peticionarios (Alegato de los Peticionarios,
pag. 12) y al así hacerlo, a estos "Se le
coarta su derecho a la tranquilidad y al
descanso. Se le acosa. Se {310 le inquieta.
Se altera no solamente el sosiego de su
hogar, sino el de sus vecinos ..." E.L.A. vs.
Hermandad de Empleados, caso citado, pag.
446.
VI.RELACION DE LOS
PETICIONARIOS Y LA RECURRIDA
A. En su Replica (pag. 5), la
recurrida se refiere a los peticionarios como
si todos estuviesen en idéntica situación de
hechos. Lo cierto es que los peticionarios
forman un grupo heterogéneo y hay
distinciones en detalles de hechos sobre cada
uno de ellos. Así, por ejemplo, algunos
peticionarios no firmaron 'papelitos' de clase
alguna y los que los firmaron lo hicieron en
fechas diferentes; vease detalle al respecto
en el Alegato de los Peticionarios, pags. 34.
B. En su Replica (pag. 5), la
recurrida asevera que los peticionarios "...
fueron miembros de la Asociación de
Residentes desde sus principios." Para
aclarar ese aspecto basta examinar las
solicitudes de admisión que somete la propia
recurrida. En relación a estas es necesario
aclarar que las solicitudes de membresía de
los peticionarios Varas y Anastacio Báez por
sus fechas respectivas es evidente que se
sometieron para ser admitidos como
miembros de la ASOCIACIÓN; Replica,
ANEJOS I y II, pags. 12. La solicitud del
peticionario Ramírez es para ser miembro de
la recurrida (ya que esta quedo incorporada
el 17 de febrero de 1988 como lo manifiesta
la propia recurrida y según consta en la
Petición de Certiorari, ANEJO V-10, pag.
543). En la solicitud del peticionario
Rodríguez no consta la fecha en que fue
sometida (Replica, ANEJO IV, pag. 4) pero
si se sometió en 1986 como asevera la
recurrida (Replica, pags. 3) entonces la
solicitud era en relación a la ASOCIACION
y no para la recurrida; ya que esta no existía
en el 1986. De los peticionarios Sierra,
Molina y Wilfredo Baez no hay constancia
alguna de que hayan solicitado ser admitidos
como miembros de la ASOCIACION o de
la recurrida. Llama la atención el hecho que
(305)
la recurrida no manifiesta que de estas
solicitudes de membresía la única {311 que
consta que fue aprobada por la Junta de
Directores de la ASOCIACION o de la
recurrida es la del peticionario Varas; en las
demas no consta que se hayan aprobado
(Replica, ANEJOS I al IV, pags. 14).
VII.
EXPRESIONES DE LA
RECURRIDA RELATIVAS A José R.
CAQUIAS
De la Replica refulge, a tal extremo
que hiere la retina la manía y ojeriza de la
recurrida hacia José R. Caquías. La situación
alcanza tal paroxismo que la recurrida
menciona a José R. Caquías en 17 ocasiones
en cinco folios de su escrito (Replica, pags.
2, 5, 7, 8 y 12) a pesar de que dicha persona
no es parte en este recurso de Certiorari.
Llama la atención que a quien no es parte se
le mencione con un ahínco que no se
observa en cuanto a los peticionarios que si
son parte en esta acción. Ese énfasis sobre
una persona que no es parte en este recurso
de certiorari solo puede obedecer a una
vindicta personal de la recurrida o de la
paranoia colectiva y personal que la lleva a
descargar su furia en una persona
determinada cuando las actuaciones de la
recurrida son cuestionadas.
La manía de la recurrida hacia José
R. Caquías llega a tal extremo que en su
Replica (pag. 8), destaca visualmente su
alegación de que esa persona utilizo su
influencia y su posición de juez al hacerle
acercamientos a los residentes de
MANSIONES y presentarse como "Yo soy
el Juez José Caquías ...". Para probar ese
desvarío, la recurrida señala que había
incluido las pags. 59, 60, 83, 90, 91 y 93 de
la deposición tomada a José R. Caquías el 4
de octubre de 1990 (Petición de Certiorari,
ANEJO VI-9, pags. 904909). La alegación
de que José R. Caquías se presentaba como
el Juez José Caquías es mendaz,
inflamatoria, impertinente y constituye un
fraude a este Honorable Tribunal. Es
mendaz según surge de la propia prueba a
que se refiere la recurrida. En las pags. 59,
60, 83, 90 y 93 de la deposición tomada a
José R. Caquías los temas tratados son
distintos a lo que intentaba probar la
recurrida {312 (Petición de Certiorari,
ANEJO VI-9, pags. 904909). Solo la pag. 91
trata sobre esa alegación. De dicha pag. 91
surge claramente que el Lcdo. Héctor
Collazo preguntó si esa persona se
presentaba diciendo que era el Juez Caquías
y que la respuesta de este fue: "No, eso no
es así ..."; Petición de Certiorari, ANEJO
VI-9, pag. 908. Sin embargo, la recurrida
pretende hacerle creer a este Honorable
Tribunal que lo que constituyo una pregunta
del Lcdo. Héctor Collazo fue una admisión
de José R. Caquías. Tal acción constituye
sin duda fraude a este Honorable Tribunal.
Aunque este Honorable Tribunal ha
señalado que el fraude no se presume, en
este caso el fraude queda probado por el
hecho de que ya la aseveración mendaz a
que nos referimos la había expuesto la
recurrida ante el Hon. Tribunal Superior
(Petición de Certiorari, ANEJO V-1, pag.
458) y ya había quedado demostrada su
mendacidad ante ese Honorable Tribunal
(Petición de Certiorari, ANEJO VI-1, pags.
880881) y aun así la recurrida vuelve a
insistir en ello. Ademas, la alegación es
inflamatoria porque pretende crear
animosidad hacia José R. Caquías con el
único fin de desvirtuar la justa reclamación
de los peticionarios y desviar la atención de
las controversias reales de la reclamación.
Finalmente, la alegación es impertinente
porque no tiene relación alguna con las
controversias reales planteadas en esta
acción.
(306)
Otros aspectos en que se transluce la
manía de la recurrida hacia José R. Caquías
es en el incidente que se señala en el
apartado IV (A) 2, de esta Duplica, supra,
pags. 910 y en los apartados (A) a
continuación:
A. El señor José R. Caquías no fue
asesor legal de la ASOCIACION ni de la
recurrida como asevera esta ultima. Aquel
redacto un borrador de un Reglamento
interno para la ASOCIACION pero ese fue
un hecho aislado. La redacción de ese
borrador fue hecha como un favor personal
en consideración a la Sra. Mildred Diez
quien le hizo la solicitud. El señor José R.
Caquías no estuvo pendiente de {313 si se
aprobó o no la versión del Reglamento
interno que el redacto ya que el no formaba
parte de la directiva de la ASOCIACION, ni
participaba de su proceso decisional, ni era
consultado, ni daba su opinión en los
asuntos de la ASOCIACION ni de la
recurrida; el Reglamento interno es distinto
a y no tiene relación con el reglamento del
CONTROL.
para plasmar su propia visión sobre el
concepto sino para darle forma a lo que los
señores Representantes querían aprobar; si la
recurrida no lo sabe, la facultad de aprobar
leyes corresponde a los legisladores y no a
los asesores. Mas aun, durante los casí
cuatro años que José R. Caquías trabajo en
la Camara de Representantes participo en la
redacción de innumerables piezas
legislativas, guiado no por su criterio
personal, sino siguiendo las instrucciones
que recibía de los que tienen la facultad de
legislar.
C. La recurrida en su empeño de
distraer la atención de los aspectos
esenciales de esta acción y por lo antes
señalado en los primeros párrafos de este
apartado VII, supra, pags. 3132 indica que
José R. Caquías logro que se presentara en la
Asamblea Legislativa un proyecto de ley
relativo a los 'controles'. Es curiosa esta
expresión cuando la recurrida se cuida de no
decir que a su vez ha montado una campana
de presión tan brutal que inclu[....] {314 }
B. La recurrida señala en su Réplica
que José R. Caquías fue asesor del
Presidente de la Camara de Representantes
y como tal participo en la redacción del
proyecto de ley que finalmente se convirtió
en la Ley Num. 21. Es cierto que José R.
Caquías fue asesor legal del Hon. José R.
Jarabo e incluso fue Director de su Oficina
de Asesores. El proyecto de ley que luego se
convirtió en la Ley Num. 21 no se origino
en la Camara de Representantes, sino en el
Senado (P. del S. 814) e incluso el proyecto
de enmiendas a dicha ley también se origino
en el Senado (P. del S. 1436). El señor José
R. Caquías en efecto participo en revisar
esos proyectos cuando se sometieron a la
consideración de la Camara de
Representantes pero su participación no fue
(307)
Todos entran por la entrada donde se
encuentra el guardia de seguridad. El
movimiento de vehículos en horas de la
noche, después de las 10:00 pm, es mínimo.
todo, la Urbanización
ASOCIACIÓN DE RESIDENTES DE Después de
es unaCE
comunidad
MANSIONES DE RÍO PIEDRAS, Inc. Mansiones de Río Piedras
Civil NUM.
91-786
pequeña.
Demandandate – Recurrida
Sobre: CERTIORARI
F. Sexto señalamiento de error:
VS.
EN EL TRIBUNAL SUPREMO DE
PUERTO RICO
"Erro el Honorable Tribunal al no
tomar determinación respecto a la solicitud
de los peticionarios de que se determinara si
procedía notificar la impugnación de la
constitucionalidad de la Ley 21 al Secretario
de Justicia conforme lo dispone la Regla
21.3 de Procedimiento Civil o si dicho
requisito era innecesaria y al no resolver el
planteamiento de incostitucionalidad de la
Ley 21.
WILFREDO BAEZ y otros
Demandados – Peticionarios
ALEGATO DE LOS
DEMANDANTES RECURRIDOS
LIC. MARITZA JULIA RAMOS
COLEGIADO #7068
ABOGADA DE LOS
PETICIONARIOS
CALLE HARDING NUM. I-8
URB. PARKVILLE
GUAYNABO, P.R. 00969
LIC. HÉCTOR M. COLLAZO
MALDONADO
COLEGIADO #5613
LIC. MANUEL A. BETANCOURT
AVILES
COLEGIADO #7199
MEDICAL CENTER PLAZA
OFICINA #5
CALLE 3 SE NUM. 1051
RÍO PIEDRAS, P.R. 00921
responde al interés de mayor
seguridad, y proteger a toda la comunidad en
horas de la noche.
Entendemos que no debe haber duda
de que conforme a la Regla 21.3 de
Procedimiento Civil debió notificarse al
Secretario de Justicia de la impugnación de
la constitucionalidad de la Ley 21, supra.
A pesar de lo anterior los
d e m a n d ad o s - r e c u r r e n t e s d i s c u t e n
extensamente la controversia sobre la
constitucionalidad de la Ley 21, supra. Se
alega lo siguiente:
1. Utilización de propiedades y
fondos públicos para fines que no son
públicos y/o la disposición de propiedades
públicas sin un mandato de ley que lo
disponga como se requiere en el Articulo VI,
Sección 9 de la Constitución.
2. No garantizar, reconocer ni hacer
reserva expresa del derecho de los
peticionarios a la libertad de expresión,
libertad de
religión y derecho a la
privacidad.
(308)
3. No existiendo fines públicos
legítimos entonces la privatización de la
Calle sería inconstitucional. Los
demandados-recurrentes se preguntan, ¿Que
justificación puede existir para impedir que
una persona tenga acceso o pueda utilizar
libremente y sin restricción las calles de una
comunidad o urbanización? {316
puertorriqueños a considerar la pena de
muerte como medida para enfrentar a los
maleantes en una reacción que rompe
precedentes de aversión a la pena capital".
La Ley 21, supra, constituye un
esfuerzo legitimo del gobierno de Puerto
Rico de integrar a la comunidad en la lucha
contra el problema numero 1 de Puerto
Rico: La Criminalidad. La prensa diaria de
nuestro país ha descrito el problema de la
siguiente manera: (Anejo X).
El legislador capto y entendió el
grito de desesperación e indignación expon
[tá]nea de un pueblo que no aguanta mas
criminalidad.
"Los vecinos de las Urbanizaciones
Venus Gardens, en Río Piedras, y el
Conquistador, Trujillo Alto, han puesto el
grito en el cielo ante la ola de asaltos y
escalamiento a todas horas y durante
cualquier día, que están amenazando con la
vida de adultos y niños. En la ultima
semana ha habido no menos de 6 robos a
plena luz del día en ambas Urbanizaciones y
cuentan que frente a la ola no se ha
intensificado el patrullaje policiaco. El acto
es sencillo: esperar que alguien llegue a su
casa, sacan un arma de fuego, le encañonan,
penetran en el hogar y cargan el botín en el
carro del dueño o la duena, porque tampoco
escat[i]man por sexo. Mientras tanto, los
vecinos empiezan a hablar sobre una
contraofensiva propia, debido a la ineficacia
de la Policía".
"Desespera el Pueblo por el auge
criminal. Interpretan el apoyo popular a la
pena capital como un llamado urgente a que
se ponga coto a la violencia que vive el
país".
"La sensación de impotencia ante la
criminalidad que abruma al país lleva a los
"Es un grito de desesperación ..., Es
indignación espontanea de un pueblo que no
aguanta mas criminalidad".
Los peticionarios establecen como
una de las razones para oponerse al
CONTROL el que, a su entender, los
CONTROLES no constituyen una solución
a la criminalidad. Coincidimos con los
peticionarios en que el {317 CONTROL DE
ACCESO no es la solución mágica al
problema numero uno de nuestra sociedad:
la criminalidad. Para resolver el problema de
la criminalidad tenemos que regresar a la
familia, la comunidad, a la escuela, a los
valores morales, éticos y religiosos.
Mientras tanto se logra este regreso, las
personas necesitan vivir con tranquilidad y
seguridad y buscan alternativas a corto plazo
que les permitan lograr sus objetivos de
mejorar su calidad de vida. EL CONTROL
DE ACCESO, en las comunidades en las
cuales se ha establecido, ha probado ser un
remedio eficaz para
controlar la
criminalidad; lo que resulta en una
reducción dramática de los delitos. Así lo
certifica el superintendente de la Policía,
Ismael Betancourt Lebrón en su memorando
del 25 de febrero de 1991, y cito "El control
de acceso ha contribuido grandemente en el
Puerto Rico de hoy a minimizar la
incidencia criminal". (anejo XI). Tanto es
así, que recientemente, al efectuar el
operativo en el Residencial Público
Neme[s]io R. Canales, el superintendente de
(309)
la Policía expreso públicamente a los medio
noticiosos que el recomendaba se implantara
el SISTEMA CONTROL DE ACCESO
CON PORTONES ELECTRÓNICOS como
alternativa adecuada y
efectiva para
proteger la vida de los residentes de Canales.
Los tres candidatos a Gobernador en las
próximas elecciones apoyan el control de
acceso ((Anejo XII).
Mansiones de Río Piedras es un ejemplo de las
Urbanizaciones que antes de establecer el CONTROL
DE ACCESO tenían un alto indice de criminalidad y
que luego de establecido el CONTROL, se ha
minimizado dramáticamente, reduciendo al mínimo los
delitos. El informe ASJ 15-91-099 (Anejo XIII)
demuestra claramente que en Mansiones de Río Piedras
el CONTROL DE ACCESO ha sido el mecanismo
responsable de que se haya reducido la criminalidad.
El informe ASJ 15-91-099 cubre el periodo entre
julio de 1990 y enero de 1992 (19 meses). En ese lapso
de tiempo, el {318 informe registra la ocurrencia de 13
delitos. De los 13 delitos registrados en el periodo
cubierto por el informe, 7 ocurrieron durante el periodo
de enero de 1991 a abril de 1991, periodo en el cual el
Sistema de CONTROL DE ACCESO no estuvo en
funcionamiento y 2 delitos de apropiación ilegal
registrados (el 15 de julio de 1990 y el 18 de diciembre
de 1990) corresponden a una finca independiente
propiedad del Sr. Carlos Padín Vega que colinda con la
Urbanización cuyo acceso principal es por la Carretera
744 de Cupey. En 15 meses de funcionamiento el
CONTROL DE ACCESO en Mansiones de Río Piedras
se han registrado tan solo 4 delitos. Si se analiza la
ocurrencia y naturaleza de estos 4 delitos podemos
concluir que en 2 de esos delitos: querella 90-1262-7921
del 13 de diciembre de 1[9]90 de la Sra. Leonilda
Olabarría Hernandez y la querella 91-1262-2619 del 16
de mayo de 1991, la persona logro acceso por áreas de
la periferia de la urbanización que están bajo el absoluto
control del propietario de la vivienda (Anejo XVI). Los
2 delitos restantes corresponden a situaciones de poco
(310)
impacto económico y de los cuales no se
información confiable de
la fecha ni de
circunstancias especificas de lo ocurrido. En entre
telefónica con al Srta. Lucette Cardona Serrano, per
perjudicada en la querella 90-1262-4228 del 8 de
de 1990, ella nos aseguro que los actos informado
esta querella
ocurrieron en fecha anterio
establecimiento del CONTROL DE ACCESO y a
informo al oficial policiaco que redacto el informe.
relación a la querella 91-1262- 3030 del 7 de jun
1991, por la alegada apropiación ilegal del ani
candado del contador de la luz, la persona perjudic
Sr. Edwin Jimenez Irizarry es parte de este caso y
vivienda esta localiza al lado derecho detrás de la c
del guardia. Esta ocurrencia se informo 3 días mas
de la fecha de ocurrencia a la policía estatal, y nun
informo al guardia de la caseta que esta a una
distancia de la residencia. {319
Los peticionarios traen a la atención de
Honorable Tribunal el problema de jóvenes y niño
tierna edad que conducen vehículos de motor de
padres, motoras, "go karts" sin supervisión y prete
hacer responsables al CONTROL DE ACCESO d
que
es un problema común a TODAS
urbanizaciones (LAS QUE TIENEN CONTRO
AQUELLAS QUE NO TIENEN CONTROL) en d
hay jóvenes y niños desprovisto de la superv
adecuada de sus padres. Pretender hacer responsab
CONTROL DE ACCESO Y A LA ASOCIACIO
DE RESIDENTES QUE LO ADMINISTRA de t
los actos privados de sus residentes resulta ser
pretensión irrazonable e ilógico de transferir
responsabilidades y obligaciones inherentes a la función
que tiene cada padre con respecto a sus hijos a la
ASOCIACIÓN DE RESIDENTES. Sin embargo, el
mantener el CONTROL DE ACCESO en nuestra
urbanización ha permitido que la comunidad se conozca
y que participe activamente en la solución de los
problemas comunitarios. Se facilita la identificación de
cualquier problema o circunstancias que afecten la
calidad de vida de nuestra comunidad con la gran
ventaja de que se puede identificar los jóvenes y niños
que incurren en conducta no aceptable; y como una gran
familia, con prontitud y diligencia se dialoga y se orienta
directamente a los padres. La Asociación de Residentes
cuenta con muchos residentes responsables, amantes de
la ley [y] el orden, que están dispuestos a colabora[r]
previniendo actos delictivos y orientando y guiando a
nuestro niños y jóvenes en [la] consecución de
actividades de desarrollo positivo. Lamentablemente, la
urbanización también tiene un grupo de residentes que
prefieren ser testigos de las actuaciones delictivas de
nuestros niños y jóvenes que ocurren en su presencia,
cruzar sus brazos sin ni siquiera intentar detenerlas o
informarlas a la policía, y luego traen los datos
específicos que le fueron negados a la Asociación o a
las autoridades policiacas, a la atención de este
Honorable {320 Tribunal en un intento por manchar la
dignidad de toda una comunidad responsable y amante
de la Ley y el orden. Tanto los niños que transitan en
motoras, etc, como el alegado incidente de los jóvenes
que tiraron las piedras frente al portón de la calle
gardenia la ocurrencia de estos eventos ocurren a la
vista del Sr. William Varas, peticionario y demandante
en el caso KPE 90-1382; que en ambas ocasiones, es
testigo presencial de los hechos, no actúa para prevenir
sus consecuencias y se niega a cooperar con la
Asociación de Residentes en su esfuerzo por identificar
los responsables para orientar a los padres. La
Asociación de Residentes se mantiene firme en su
propósito de mejorar la calidad de vida y actúa
diligentemente y con prontitud para resolver los
problemas que le traen a su atención.
Los peticionarios traen a la atención de este
Honorable Tribunal la comunicación escrita por la
presidenta de la Asociación Recreativa de Mansiones de
(311)
Río Piedras en la alerta a los padres sobre
encontrados en el parque de la Urbanizació
presumir que las facilidades se estaban util
distintos a los legítimamente reconocidos d
y deportes y nuevamente pretenden respo
CONTROL DE ACCESO por esta situació
incluye como evidencia la querella 92-1262
de enero de 1992, en donde dos jovenci
acceso al urbanización con el propósito de
facilidades del Parque; y luego de estar en
del mismo, asaltaron a mano armada
presente[s]. Los peticionarios tienen cono
que las facilidades recreativas de la U
Mansiones de Río Piedras están administ
Asociación Recreativa actúa como una cor
fines de lucro independiente bajo las dispo
Reglamento de la Asociaciones Recreativas
el Departamento de Recreación y Deporte[
la Asociación de Residentes no tiene
in[j]erencia legal. Por tal razón, y porque
acceso a las áreas recreativas de la urbaniz
y la administración de estas facilidades
recae, por mandato expreso de ley en la
Recreativa, entendemos que los peticionari
mala fe cuando por un lado proclaman
vehementemente el libre uso y disf
facilidades recreativas para atacar el CON
ACCESO; y por otro lado, hace res
CONTROL de las actividades delictivas
como consecuencia lógicas y predecibles de
libre acceso a estas facilidades. Exigen y
libre acceso, y luego no quieren aceptar
disfrutar de libre acceso: la posibilidad de se
un acto delictivo y tratan de responsabili
actos delictivos al CONTROL DE ACCES
Los demandados-recurrentes señalar
el Gobernador, en su palacio, hasta el lim
choza tienen igual derecho de uso de calles
Consejo Municipal de San Juan, 15 DPR
(1909). Nos preguntamos si los der
gobernador y del limosnero reconocido en
iguales a los derechos del criminal del Pu
1992 que espera en la calle al frente de su
urbanización para al momento de usted en
encañonarle con una pistola frente a sus hijos y esposa.
Es posible que salga vivo del evento si tiene suerte;
aunque de seguro el autom[o]vil o propiedades del hogar
las perderá. Pero sin lugar a duda el daño sufrido a la
tranquilidad del hogar, privacidad familiar y p[e]rdida de
propiedad será permanente e irreparable. Su dignidad de
ser humano y todos sus der[e]chos contitucionales
est[a]n desprovistos de protección adecuada. La Ley
21, supra, es un esfuerzo, entre otros, para atacar el
problema que hemos descrito. El derecho del uso
legitimo de las calles no puede convertirse en el derecho
del uso ilegal y perverso de la misma. No hay derecho a
usar las calles para violar la ley y cometer delitos.
Le Ley 21, supra, regula el Control de acceso; no
la prohibición de acceso a las calles en las
urbanizaciones. La {322 Ley 21, supra, garantiza el uso
legitimo de las calles; y sirve de instrumento para
controlar el uso ilegal de las calles. No se trata de
privatizar las calles de urbanizaciones, ni la utilización
de propiedades y/o fondos públicos para fines que no
son públicos.
Aunque es un fin público y obligación del
gobierno el proteger al ciudadano de la ola criminal que
azota el país. La Ley 21, supra, es un medio de lograr
ese fin público. La persona que interese usar la calle de
una urbanización para robar, escalar y violar mujeres no
puede alegar discrimen y violación de la igual
protección de la leyes. (Articulo II, Sección I y Articulo
II, Sección 7 de nuestra Constitución). Lo contrario es
el argumento del absurdo y de la frivolidad.
Se alega violación a la libertad religiosa.
(Articulo II, Sección 3 de nuestra Constitución). No hay
duda de la importancia de la libertad religiosa dentro de
nuestra ordenamiento constitucional; aunque la libertad
de vivir en paz en nuestro hogar (garantizado por el
Articulo 2, Sección 7 de nuestra Constitución) es un
derecho de superior jerarquía Constitucional. Sucesión
de Victoria vs. Iglesia Pentecostal, 102 DPR 20; Puerto
Rico Telephone Company vs. Martínez, 114 DPR 328
(1983); E.L.A. vs. Hermandad de Empleados, 104 DPR
436. A pesar de todo lo anterior no hay prueba de clase
alguna que se haya violado o se pueda violar el derecho
(312)
de libertad religiosa de la demandada- recurrente.
POR
TODO
LO
CUAL,
demandantes-recurridos muy respetuosamente soli
de este Honorable Tribunal que no expida el aut
certiorari; y por tanto no se revise la Resolución
Honorable Tribunal Superior, Sala de San Juan del 3
octubre de 1991 en el caso KAC 90-1233 y proce
confirmar dicha Resolución
CERTIFICO: Haber enviado copia fiel y exact
presente escrito a: Lic. Maritza Julia, a su direcció
record. En San Juan, Puerto Rico a 2 de abril de 1
{323
RESPETUOSAMENTE SOM[ET]
[Fdo.] LCDO. HECTOR M. COLLA
COLEGIADO NUMERO
MEDICAL CENTER PLAZA
CALLE 3 SE NUMERO
LA RIVI
RIO PIEDRAS, PR 0
TEL: 7490827 FAX: 7813696 {
EN EL TRIBUNAL SUPREMO DE PUERTO RICO
JOSÉ R. CAQUIAS MENDOZA
INES MEJIAS PARADIS, ETC.
Demandandates – Recurridos
vs.
ASOCIACIÓN DE RESIDENTES DE
MANSIONES DE RIO PIEDRAS, INC., ETC.
Demandados – Recurrentes
RE-91-139
Revisión
A
RO
Procurad
Núm. Cole
REINA C
RO
Subprocurad
Núm. Col
MARÍA
INFORME DE LA PROCURADORA GENERAL
Procurad
LIC. HÉCTOR M. COLLAZO MALDONADO
LIC. MANUEL BETANCOURT AVILES
MEDICAL CENTER PLAZA, LOCAL NUM. 5
CALLE 3 SE NUM. 1051
URB. LA RIVIERA
RÍO PIEDRAS, P.R. 00921
TEL. 749-0827
LIC. MARITZA JULIA RAMOS
CALLE HARDING NUM. I-8
URB. PARKVILLE
GUAYNABO, P.R. 00969
TEL. 789-3177
LCDO. OLGA M. SHEPARD
COLL Y TOSTE #54
HATO REY, P.R. 00918
TEL. 758-4220
Núm. Cole
Departament
A
San Juan,
Te
EN SAN JUAN, PUERTO RICO
A 6 DE NOVIEMBRE DE 1992
[...] investigación dual si la controv
sustantiva sobre validez es apropiada para
judicial y si el daño a la parte es suficiente
requerir una adjudicación".
No cabe duda entonces que se trata
controversia judicial que no esta completa
adjudicación. Esto es así, porque no se dem
dicha ley prohíba la entrada de determinad
a las urbanizaciones o que se hayan utilizad
públicos para la conservación de calles priv
opinión que emita el tribunal por tanto, ser
naturaleza consultiva. Es de aplicación al c
autos, la norma tantas veces enunciada por
Honorable Tribunal a los efectos de que no
de los tribunales brindar asesoramiento o p
decisiones en abstracto y bajo hipótesis de
especulativa. El Vocero v. Junta de Planif
JTS 46.
(313)
C. IGUAL PROTECCION DE LAS LEYES
Aun cuando se superaran todos los obstáculos
anteriores, también se equivocan los residentes
objetantes al señalar que la Ley Num. 21 infringe la
igual protección de las leyes. Ello así, porque la clausula
de igual protección de las leyes se activa únicamente
cuando hay una legislación o acción del estado que cree
clasificaciones entre grupos, discriminando a unos frente
a otros. Berberena v. Echegoyen, 91 JTS 65. Los
residentes objetantes no han señalado en ningún
momento cuales son las clasificaciones estatuidas en la
Ley Num. 21.
Es evidente, entonces que la Ley Num. 21
tampoco infringe la igual protección de las leyes.
D. CONSECUENCIAS JURIDICAS LEY 21
Aunque sostenemos que no se debe entrar a
analizar los méritos de estas cuestiones por las razones
expuestas anteriormente, {326 queremos señalar lo
siguiente en cuanto a la alegación de los residentes
objetantes a los efectos de que la Ley Num. 21 tiene el
efecto de privatizar las calles. El Senador Fernando
Martín al discutir las enmiendas a la Ley Num. 21
argumento:
Pero no nos engañemos, el efecto jurídico de esto
no es, ni podría ser, es que no podría ser el de convertir
una calle pública en Puerto Rico en una calle que es
para uso exclusivo de los residentes, para el cual tengan
el poder legal de impedir, de impedir el acceso de nadie.
Cuando la ley original habla otra vez ambiguamente de
que no se puede prohibir el acceso a iglesias, facilidades,
parques, un parque y una calle no tienen jurídicamente
naturaleza distinta, son ambas una tan pública como la
otra. Proveen al ciudadano una facilidad tan una como
la otra; no puede ser que yo puedo ir a la cancha de
baloncesto a tirar canasto, pero si voy a la cancha de
baloncesto a mirar el canasto se me prohíbe el acceso.
Así es que legalmente el día en que se quiera permitir
que una urbanización en efecto se convierta en un
condominio, es decir, que pueda legalmente decir, 'el
que no vive aquí no puede entrar', eso requiere una
transformación jurídica mucho mas compleja de la que
(314)
esta envuelta en esta ley. Y ademas, supon
supondría que los vecinos se tendrían, primero
adquirir, adquirir las facilidades públicas entre ella
calles. Y tendrían en su momento también que hac
cargo de su reparación. Yo presumo que el País no
listo para esto, esto haría quebrar a cualquier asocia
de vecinos, si se tuvieran que imponer el compr
calle. Pero por otro lado tampoco podemos lev
falsas ilusiones sobre lo que estamos haciendo. Re
en ese sentido las preguntas del senador Ramos
parecen acertadas. Nadie en Puerto Rico, no ha
esta, ni la anterior, que impida jurídicamente, no dig
en términos prácticos, uno no vive ahí y ve un gua
una barrera, se va para otro sitio. Pero nada
jurídicamente impida que yo transite por una
pública de Puerto Rico sin tener que prov
explicaciones a nadie mientras sea una calle públic
digo esto, en primer lugar, porque es la verdad.
segundo lugar, para que aquellos que piensen que
legislación debe ir mas lejos que sepan que habría
hacer enmiendas mas profundas. Diario de Sesio
Procedimiento y Debates de la Asamblea Legisla
Vol. XLIV, núm. 19, pags. 373374.
Esa es la única interpretación razonable de
Ley Num. {327 21, nada hay en ella que demuestr
que se están privatizando las calles.
E. DERECHO A LA INTIMIDAD
Los residentes-objetantes también alegan q
la Ley Num. 21 les infringe su derecho a la intimid
Sobre ese particular ni ellos ni nosotros hemos
encontrado ninguna disposición de dicha ley que te
ese efecto. Como correctamente señalan los reside
objetantes lo único que hace dicha ley es darle
facultad a la Asociación de Residentes para aproba
Reglamento. El que el Reglamento aprobado por
Asociación de Residentes pudiese contener alguna
disposición que infrinja el derecho a la intimidad d
los residentes objetantes no tiene nada que ver con
ley. Lo cierto es que la Ley no contiene ninguna
disposición que infrinja el derecho a la intimidad
los residentes.26
26
Sección 7. Entrada Controlada a No–Residentes
Toda persona no-residente en la Urbanización
que desee visitar familiares, amigos, etc. tendra acceso
a la Urbanización exclusivamente por la entrada de la
Calle Begonia donde deberá identificarse con el guardia
de seguridad y mencionar el motivo de su visita. El
guardia de seguridad tomara el nombre del visitante, así
como una descripción breve del vehiculo con el numero
de tablilla y el nombre del residente hacia donde se
dirige.
En caso de que algún residente-miembro haya
dado instrucciones para ser llamado antes de dejar pasar
a alguien, el guardia le notificara la visita
telefonicamente.
Aquellos residentes miembros con actividades
especiales en su hogar, que tengan visitantes asiduos a
su residencia, podran dar la lista al Guardia de Seguridad
para facilitar el proceso de acceso.
(315)
Los residentes objetantes no han logrado identificar
que aspecto de su intimidad se ve afectado por la Ley
21. Figueroa Ferrer v. E.L.A., 107 D.P.R. 250 (1978).
De existir {328 alguna disposición en el Reglamento
de Asociación de Residentes que infrinja el derecho a
la intimidad, lo unico que tendría que analizarse sería
dicho Reglamento. Ya que como es sabido el derecho
a la intimidad es oponible entre partes privadas.
Arroyo v.. Rattan Specialties, 117 DPR 35 (1986).
En conclusión, los residentes-objetantes no han
demostrado cual ha sido o en que consiste el
menoscabo al derecho a la intimidad por la ley 21.
F. DERECHO A ASOCIARSE LIBREMENTE
Alegan los residentes-objetantes que la ley 21
atenta contra su derecho a asociarse libremente. Esto es
asi, porque en el Reglamento Interno de Control de
Acceso de la Urbanización Mansiones de Rio Piedras se
estableció como requisito para tener derecho a controles
remotos, ser miembros de la Asociación de Residentes.27
Visitantes autorizados por la Asociación
Recreativa de Mansiones de Rio Piedras para ofrecer
servicios o participar de actividades deben ser
informados a la Asociación para que estos impartan las
instrucciones al Guardián.
Argumentaron los residentes objetantes que por div
razones no desean ni tienen interes en ser miembro
la Asociación. Se niegan por sus convicci
personales a financiar actividades "sociales" o de
indole de la recurrida.
Es dificil entender como la ley Num. 21 infr
el derecho a asociarse libremente. Ello así porqu
hemos encontrado en ella nada que obligue a
residentes-objetantes a pertenecer a la Asociación. T
lo contrario, la propia ley en su sec. 15 senala:
Los residentes que no
favorecieron el sistema de control de
acceso no estaran obligados al pago de
cuotas para el
establecimiento,
operación, mantenimiento o remoción de
dicho sistema {329 excepto en aquellos
casos en que se comprometen mediante
contrato por escrito.
En suma, en parte alguna de la Ley 21
requiere a los residentes asociarse para ningun propo
Si el Reglamento es el que dispone el requisit
asociación es el que deberá analizarse. Pero el hech
que en el reglamento aparezca ese requisito no se p
entender que la ley es inconstitucional. La Ley Num
en manera alguna obliga a los residentes a asociarse
existe ninguna disposición en dicha ley que a
requiera.
Los proveedores de servicios privados deberán
identificarse con el Guardia de Seguridad y este deberá
cotejar por vía telefonica o mediante autorización
escrita, el acceso de los mismos.
Se limita el acceso de grupos privados que
vienen a distribuir hojas sueltas, religiosas o
cualesquiera otros, entendiendose que esta limitación no
cubre el acceso de servicios de basura, de leche, de
cartero, de luz electrica, de agua y de telefono.
27
La Sección 4 del Reglamento en su parte
pertinente dispone:
(316)
Aquellas familias que no sean miembros
Asociación utilizaran el acceso de la Calle Begonia
Lirio donde se encuentra el Guardia de Segur
Disponiendose que el "beeper" es propiedad d
Asociación de Residentes, Inc. El uso del "beepe
obtiene por la aportación de un deposito de $35.00
los residentes miembros. Si estos lo prestan o transf
a personas no-residentes o no-miembros se les pr
del beneficio solicitandoles la entrega de dicho "bee
y devolviendoles el deposito.
POR TODO LO CUAL, muy respetuosamente
se le solicite a este Honorable Tribunal que devuelva los
casos al tribunal de instancia con el propósito de que se
celebre juicio en su fondo de manera tal que se puedan
dilucidar todos y cada uno de los hechos pertinentes en
controversia. También le solicitamos que se abstenga de
entrar a analizar la validez constitucional de la ley Num.
21.
RESPETUOSAMENTE SOMETIDO.
En San Juan, Puerto Rico, a 6 de noviembre de
1992.
[Fdo.] ANABELLE RODRIGUEZ
Procuradora General
Num. Colegiada: 9572
[Fdo.] REINA COLON DE RODRIGUEZ
Subprocuradora General
Num. Colegiada: 4894
[Fdo.] MARÍA ADALJISA DAVILA
Procuradora General Auxiliar
Num. Colegiada: 9543 {330
NOTIFICACION
CERTIFICO: Que se ha ordenado el envió por
correo certificado con acuse de recibo copia del
presente escrito a:
LCDO. HECTOR M. COLLAZO MALDONADO
LCDO. MANUEL BETANCOURT AVILES
MEDICAL CENTER PLAZA, LOCAL NUM. 5
CALLE 3 S.E. NUM. 1051
URB. LA RIVIERA
RIO PIEDRAS, P.R. 00921
TEL. 749–0827
LCDA. MARITZA JULIA RAMOS
CALLE HARDING NUM. I-8
URB. PARKVILLE
GUAYNABO, P.R. 00969
TEL. 789–3177
(317)
LCDO. OLGA M.
COLL Y
HATO REY
En San Juan, Puerto Rico, a 6 de noviem
1992.
[Fdo.] MARIA ADALJIS
Procuradora Gene
Num. Cole
Departament
A
San Juan, Puerto
Te
MAD/ca/ode {331
— O—
Opinión de conformidad emitida por el Juez
Asociado Señor Rebollo López.
Como es de todos conocido, las leyes que
aprueba nuestra Asamblea Legislativa regulan el
funcionamiento de nuestra sociedad, en general, y el
comportamiento de los ciudadanos que componen la
misma, en particular. Hay algunas leyes que, por no
afectar de manera directa los intereses de las personas,
pasan desapercibidas para nuestra ciudadania. Otras, sin
embargo, adquieren gran notoriedad; ello debido,
principalmente, a que tienen un impacto enorme sobre
la vida diaria y corriente de nuestros conciudadanos.
Tal es la situación de las leyes en controversia en
el presente caso, a saber: la Ley Num. 21 de 20 de mayo
de 1987 (23 L.P.R.A. sec. 64 et seq.) según la misma
fue enmendada por las Leyes Num. 156 de 10 de agosto
de 1988 y la Num. 22 de 16 de julio de 1992; leyes
mediante las cuales, en sintesis, la Asamblea Legislativa
autorizo, dentro de unos parametros, a los residentes de
urbanizaciones residenciales de nuestro País a controlar
el acceso vehicular y peatonal, en las mencionadas
urbanizaciones. Ello, a través de unas "asociaciones de
residentes", integradas por dichos vecinos, que reciben
un permiso a esos efectos de los municipios; a los
cuales, a su vez, le fue delegado ese poder por la
Legislatura.
El proposito, no hay duda, de la Asamblea
Legislativa al aprobar las mencionadas piezas
legislativas fue, como correctamente se senala en la
Opinión mayoritaria, el de proveerle a la ciudadanía un
instrumento --o alivio-- para combatir la ola de
criminalidad que azota a nuestra Isla. Dicho en forma
mas realista, la aprobación de estas leyes constituyo una
triste admisión de impotencia de parte de nuestro
Gobierno en lo referente a la lucha contra la
criminalidad; esto es, el Gobierno, ante la imposibilidad
de proteger {332 a los ciudadanos de este País, autorizo
a estos a encerrarse, aun mas, en sus residencias, y, en
adición, a separarse, todavía mas, los unos de los otros.
(318)
Las agrias controversias y, en ocasiones, s
confrontaciones que han surgido entre nue
ciudadanos respecto a la
implantación de
mencionadas leyes se debe, de manera principal, a
esa ciudadanía fue mal informada por las Ra
Ejecutiva y Legislativa de nuestro Gobiern
momento de aprobarse las mencionadas leyes. S
hizo creer a nuestros ciudadanos que las referidas
permitían el cierre absoluto, o privatización, de
calles públicas que existen en las urbanizaci
residenciales que cualifican bajo la legislació
controversia.
Nada mas lejos de la realidad y la ve
Atendidos los derechos que le garantiza la Constitu
del Estado Libre Asociado de Puerto Rico a
ciudadanos la veda, definitivamente, no puede
absoluta.
Aclarado ese extremo, la cuestión a resolve
terminos generales, lo es si la referida legislación
cual, repetimos, meramente autoriza a los resident
urbanizaciones residenciales a controlar el acces
vehiculos y peatones en las mismas-- es o
constitucional. Esto es, si la misma no infr
fatalmente desde un punto de vista jurídico, los dere
que garantiza nuestra Constitución relativos a: la
protección de las leyes, a la intimidad, a la liberta
culto, a la libre expresión y asociación, etc.
La ciudadanía clama por orientación, de p
de este Tribunal, respecto a este asunto. Tiene der
a ello. Igual derecho tiene la Asamblea Legislativ
Puerto Rico, la cual hoy precisamente tiene bajo est
y consideración el impacto y las consecuencias
sobre nuestro País ha tenido hasta la fecha la legisla
mencionada. No hay duda, en consecuencia, que
expresión, y determinación, final de parte de
Tribunal sobre la constitucionalidad de la refe
legislación resulta ser esencial e indispensable. {
Como es sabido, una ley puede
inconstitucional de su faz y/o en su aplicación. E
primera situación, la ley contiene en su terminolog
germen de la inconstitucionalidad. En dicha situació
puede resolver, a nivel apelativo, el planteamiento
constitucional sin necesidad de que se desfile prueba a
nivel de instancia. Por otro lado, aun cuando una ley
resista, de su faz, el escrutinio judicial de su validez, la
misma podría guardar vicios de inconstitucionalidad si
en su aplicación se vulneran derechos fundamentales de
la persona. En esta situación se requiere, de ordinario,
prueba al respecto. Veanse: Rodriguez v. Depto.
Servicios Sociales, 132 D.P.R. 617 (1993); Torres v.
Castillo Alicea, 111 D.P.R. 792, 800 (1981).
Examinamos, brevemente y a la luz de los
planteamientos de los peticionarios, si la legislación aqui
en controversia es inconstitucional de su faz. No
creemos que lo sea. Los detractores de esta legislación
alegan que la misma viola la Sec. 9 del Art. VI de
nuestra Constitución, L.P.R.A., Tomo 1, por cuanto,
alegadamente, permite el uso de bienes públicos --las
calles-- para propositos privados, lo cual, naturalmente,
de ser ello correcto violaría la Constitución. No tienen
razon. La legislación impugnada faculta, de manera
principal, a los municipios a conceder permiso para "el
control del trafico de vehiculos de motor y del uso
público de las vias públicas en paseos peatonales, calles,
urbanizaciones y comunidades residenciales, públicas o
privadas ...".1 (Enfasis suplido.)
Los aqui peticionarios tienen razon al senalar que
la Constitución de Puerto Rico prohibe el uso de bienes
públicos para propositos privados. Sin embargo, bajo la
legislación aqui en controversia, las calles de nuestro
País siguen siendo públicas.2 En adición, la Asamblea
Legislativa {334 tiene reconocida y amplia discreción
para determinar lo que constituye un fin público.
McCormick v. Marrero, Juez, 64 D.P.R. 260 (1944);
P.R. Telephone Co. v. Tribl. Contribuciones, 81 D.P.R.
982 (1960); P.S.P. v. E.L.A., 107 D.P.R.
Esta, aprobo la Ley Num. 21, ante, y sus
enmiendas, en un esfuerzo por integrar a la
en la lucha contra el crimen. Como bien se
Opinión mayoritaria del Tribunal, el propós
de esta ley es proveer a nuestra ciu
instrumento adicional para combatir la cri
así procurar su cooperación activa en la luc
crimen. Este es, indudablemente, un fin
responde a un propósito legislativo legit
tanto, los peticionarios no tienen razon al
validez constitucional de la citada Ley Num
enmendada, bajo las disposiciones de la Se
VI de nuestra Constitución, ante.
Por otro lado, y en segundo
peticionarios también alegan que la leg
controversia infringe su derecho a la int
libertad de expresión, a la libertad de culto y
de movimiento. Sobre este particular,
nosotros hemos encontrado ninguna disposic
Ley que tenga, de por si, el mencionado e
hemos senalado, lo unico que dicha legisla
facultar a la asociación de resident
urbanización para, en virtud del poder dele
Estado, aprobar un reglamento que regu
vehicular en su urbanización. Por trata
delegación de poderes estatales, los
obviamente su ejercicio-- estaran limita
disposiciones constitucionales que limitan
del Estado. En otras palabras, el Estado ún
delega a los municipios --y a través de
asociaciones de residentes-- el poder que ti
sujeto a las limitaciones que sobre
operan.3{335
3
1
Art. 1 de la Ley Num. 22 de 16 de julio de 1992
(23 L.P.R.A. sec. 64).
2
Vease las manifestaciones al respecto emitidas
por el Senador Fernando Martin en el debate sobre la
aprobación de dicha Ley. XLIV (Num. 19) Diario de
Sesiones de la Asamblea Legislativa 373–374.
(319)
La delegación de tal poder no viol
ninguno de los derechos constitucion
mencionados. La Ley Num. 21 (23 L.P.R.A
seq.) tampoco resulta excesivamente amp
tratarse de una delegación de poder estata
conferida a las asociaciones de residente
parametros definidos. El ambito maximo d
delegada esta delineado por los limite
El hecho de que un reglamento, una vez
aprobado por una asociación en particular, pueda
contener alguna disposición que infrinja
los
mencionados derechos de los residentes o visitantes, o
que el mismo pueda ser aplicado en forma ilegal, no
guarda relación alguna con la constitucionalidad, de su
faz, del estatuto. En tal caso estariamos ante una
controversia sobre la constitucionalidad de la forma en
que dicha asociación de residentes implementa, o ha
implementado, las facultades que le han sido
validamente conferidas por virtud de la referida
legislación.
En resumen, de la faz del estatuto impugnado, no
encontramos que la delegación de poderes estatales
contenida en la legislación ante nuestra consideración
atente, de por si, contra los derechos a la intimidad, a la
libertad de movimiento, a la libertad de expresión o a la
libertad de culto de los residentes o visitantes de las
urbanizaciones de nuestro País que cualifican, bajo la
legislación impugnada, para controlar el trafico
vehicular en sus predios. Ese aspecto tendra que ser
objeto de prueba, respecto a la fase de implementación
del estatuto, en cada caso en particular.
Similar razonamiento es aplicable a la alegación
de los peticionarios a los efectos de que la legislación
bajo examen viola la clausula constitucional sobre igual
protección de las leyes. Un examen del estatuto revela
que este no crea, de su faz, clasificación alguna
cierto, sin embargo, que {336 puede ser posible
dicho estatuto resulte, en su implementación, en
creación de una "clase privilegiada"; esto es, qu
residentes de las urbanizaciones "cerradas" obte
beneficios, a manera de ejemplo, tales como aum
de valor en su propiedad y reducción en la incide
criminal y/o, por el contrario, que los duenos
propiedades que queden fuera del "cierre" su
devalorización de las mismas y aumento en la incide
criminal. Ello, sin embargo, no necesariamente
que ser asi; esto es, el asunto es uno que tiene qu
objeto de prueba a nivel de instancia.
Si es que se puede demostrar fehacientem
mediante la presentación de prueba a esos efectos
en su implementación, dicha legislación efectivam
crea clasificaciones que pueden afectar dere
fundamentales de los ciudadanos, entonces ser
momento para determinar si la misma super
aplicación de los criterios ("tests") que nu
jurísprudencia ha establecido y utilizado e
determinación de la constitucionalidad de una ley,
fase de su aplicación, por violar la clausula sobre
protección de las leyes. Vease Rodríguez Pagá
Departamento de Servicios Sociales, ante.
De manera, pues, que resulta obvio qu
legislación hoy ante nuestra consideración no es, d
faz, inconstitucional por las razones que alegan
4
constitucional que operan sobre el Estado, por la propia
Ley Num. 21, según enmendada, ante, por el
Reglamento Num. 20 de 20 de enero de 1989 de la Junta
de Planificación y por la ordenanza municipal que
aprueba el sistema de control.
Dicho planteamiento es uno que esta
comprendido dentro del senalamiento que hacen los
peticionarios a los efectos de que la legislación en
controversia resulta violativa del derecho a la libertad de
expresión tanto bajo la Constitución de Puerto Rico
como la de los Estados Unidos.
(320)
Aun cuando en teoría podría argumentarse
el estatuto, al establecer el concepto de "control",
una clasificación entre los residentes de la urbaniza
y los no residentes de la misma, tal clasificación
sospechosa ni afecta, de por si, derechos fundament
El delegar poder para controlar el acceso solo a
residentes se justifica porque ellos son quienes,
residir en el lugar a ser controlado, están mejor situ
para ejercer el poder delegado y hacer realida
propósito legislativo que persigue la citada Ley N
21. Ademas, presumiblemente todos --residentes
residentes-- están sujetos a los mismos criterio
control.
peticionarios. Es correcto que en la Opinión del Tribunal
ello no se concluye expresamente. Ahora bien, un
análisis cuidadoso de la misma revela que dicha
determinación es una que se hace sub silentio en dicha
Opinión mayoritaria. No puede ser de otra manera. Si
los integrantes del Tribunal que suscriben la Opinión
mayoritaria emitida pensaran de otra forma{337 --esto
es, que la legislación es inconstitucional de su faz--?no
vendrían obligados a así determinarlo en esta etapa?5
La acción mayoritaria de devolver el caso al
tribunal de instancia para que se reciba prueba sobre los
diferentes aspectos que
anteriormente hemos
mencionado --en la etapa de aplicación del estatuto-- ?no
presupone una determinación previa de que el estatuto
es constitucional de su faz? Flaco servicio le estaría
haciendo el Tribunal a nuestra ciudadanía si, teniendo
ahora la oportunidad de determinar que el estatuto
impugnado es, de su faz, inconstitucional, así en estos
momentos no lo hiciera e, incomprensiblemente, dejara
dicha determinación para mas tarde; causando así que
las partes, innecesariamente, se involucren en gastos
adicionales a nivel de instancia y, en adición,
fomentando que los ciudadanos de nuestro País
continúen incurriendo, futílmente, en gastos para
"cerrar" sus urbanizaciones. Presumimos la corrección
de su proceder; nos negamos a pensar, y aceptar, lo
contrario.
Establecido que la legislación ante nuestra
consideración es, de su faz, constitucional, procedería
examinar si la misma es inconstitucional en su
aplicación o implementación. Ello, sin embargo, es un
asunto que deberá ser resuelto en el futuro, caso a caso,
de acuerdo a los hechos particulares y específicos de
5
De hecho, tanto en la petición de certiorari,
como en el Alegato que radicarán ante este Tribunal, los
peticionarios cuestionan la constitucionalidad de la Ley
Num. 21, supra, en dos (2) formas: (1) según el estatuto
es aplicado por la Asociación de Residentes, y (2) de su
propia faz. Veanse: Caso Num. CE-91-786, Parte I,
Petición de certiorari, pag. 18; Opinión disidente del
Juez Asociado Senor Negron Garcia, Apendice B.
(321)
cada uno de los mismos. La decisión, no h
una que no será fácil de hacer. Un buen j
aducir, en apoyo de cualesquiera de las d
alternativas, buenos y convincentes fu
Ambas alternativas cuentan con fogosos e
propulsores y detractores. Es por ello que la
al respecto tenga a bien emitir en el futuro
los integrantes del Tribunal, sea esta cual se
y podrá ser objeto de dura critica. Dicha s
embargo, no deberá nublar o pertur
entendimiento y, sobre todo, nuestr
compromiso de siempre interpretar la Con
beneficio de los mejores intereses de la ci
este País.
En cuanto a este aspecto de los recur
nuestra consideración, coincidimos con
mayoritaria de que la situación fáctica de lo
es la mas indicada y/o apropiada para d
forma definitiva, la constitucionalidad de l
en controversia en la etapa de su implemen
es, no consideramos errónea la reiteración
por el Tribunal, en el presente caso, d
jurisprudencial de abstención judicial
constitucional, establecida en nuestra jurisd
hace mas de tres (3) décadas, a los efecto
Tribunal no entenderá en una cuestión cons
los autos no son adecuados para
determinación de esa índole. E.L.A. v.
D.P.R. 552, 596 (1958).
En resumen, brindamos nuestr
conformidad a la Opinión mayoritaria por
primer lugar, que el resultado a que se llega
-- relativo a la dilucidación de las c
especificas surgidas entre los vecin
urbanizaciones envueltas-- es correcto. Lo
segundo termino, por cuanto no tenemos du
que la Opinión emitida parte de la premi
legislación en controversia es, de su faz, co
En tercer lugar, consideramos que la determ
Tribunal de devolver el caso al foro de in
razón de la ausencia de un cuadro fáctic
relativo a la determinación de constitucio
estatuto, en su etapa de aplicación o implem
una igualmente correcta en derecho.
Por ultimo somos del criterio que de la Opinión
mayoritaria emitida se desprende el compromiso
solemne de parte de todos los miembros del Tribunal,
que suscriben la {339 misma, de interpretar la
Constitución, respecto a la etapa de implementación del
estatuto en el momento apropiado en el futuro, teniendo
presente, en primer lugar, que la misma es una que tiene
que ser interpretada conforme, entre otros, a los
cambios y problemas sociales que afectan y gravan la
tranquilidad, paz y sosiego a que tienen derecho los
ciudadanos de este País y, en segundo lugar,
manteniendo presente que los derechos que garantiza
nuestra Constitución, y que se levantan como posibles
obstáculos a la validez constitucional de la legislación en
controversia, no son absolutos.6
En atención a las razones antes expresadas,
suscribimos la Opinión del Tribunal.
—O—
Opinión de conformidad emitida por el Juez
Asociado Señor Fuster Berlingeri.
Estoy de acuerdo, en general, con los
pronunciamientos que la mayoría hace en su opinión, y
con los resultados que en ella se anuncian, pero estimo
necesario hacer unas expresiones adicionales en torno al
asunto ante nos. Aunque favorezco la política judicial
de no resolver asuntos constitucionales a menos que ello
sea imprescindible, no creo que esta impide hacer
señalamientos
idóneos sobre las cuestiones
6
En palabras de la Opinión mayoritaria, pag. 189:
"la vitalidad de nuestra Constitución depende, en ultima
instancia, de su capacidad para responder con acierto a
los distintos problemas sociales, políticos y económicos
que de tiempo en tiempo aquejen al país, y al aplicarla
debemos recordar que '[i]nterpretamos una Constitución,
no los Rollos del Mar Muerto"'. Conforme el refran
popular, "al buen entendedor, con pocas palabras basta".
(322)
constitucionales que se traen prematuramente a nu
consideración, particularmente en casos excepcion
como el de marras, en el cual los asuntos en cuestión
de la mayor importancia pública y existe un gran in
colectivo en que se diluciden expeditamente. {340
I
Demás esta decir que el asunto en torno al
giran los casos ahora ante nos constituye una d
cuestiones públicas mas controversiales y angust
que la colectividad puertorriqueña, incluso este
judicial, haya encarado en años recientes.
intensidad superlativa y de la manera mas dramáti
contraponen derechos e intereses de la mayor jerar
Y en su raíz mas honda pugnan inexorablem
visiones dispares sobre nuestra convivencia soc
sobre las formas de enfrentar algunos de los gr
problemas comunitarios que sufrimos.
Es menester comenzar estas expresi
acotando brevemente los elementos sobresalientes
aludida controversia pública que da lugar a los pl
ante nos. Ello es así porque, en fin de cuenta
solución a los problemas de índole constitucional
este asunto suscita depende en gran parte de
características particulares de esa controversia.
controversia gira en torno a medidas dirigid
proteger intereses estatales legítimos y preeminente
se han canalizado debidamente, los proble
constitucionales pueden desvanecerse. En cambio,
controversia surge por razón de que se han menosca
impropiamente derechos personales del mas alto ra
entonces las cuestiones constitucionales pueden
determinantes. El análisis constitucional depend
gran medida de la naturaleza de los intereses social
pugna, por lo que debemos comenzar precisando cu
la esencia de estos.
La aludida controversia pública tiene c
protagonistas, por un lado, a aquellas personas
amparadas por las leyes pertinentes reclaman el der
a proteger sus vidas propias y su integridad física,
de sus familiares; su propiedad, y su tranqui
mediante la implantación de medidas de segurid
nivel del área residencial. Este {341 derecho se
proclama estentóreamente, con desafiante voluntad,
como desesperado grito del alma.
La férrea determinación de miles de personas en
incontables vecindarios y urbanizaciones de adoptar
sistemas de cierre de calles o de control de acceso a sus
áreas residenciales nace del hondo desasosiego y de la
desconcertante inseguridad que permean la vida
familiar cotidiana, por causa de la implacable plaga de
criminalidad que azota al país. Desde hace ya varias
décadas, la comunidad
puertorriqueña vive
trágicamente afligida por el cáncer social de una
delincuencia virulenta, que crece incontrolablemente
cada día mas, y que ha victimizado gravemente ya de un
modo u otro, sino a todos los que vivimos en esta isla, al
menos a algún pariente o amigo de todo residente, en la
mayor parte de los casos.
La ciudadanía en general sufre los estragos no
solo de la desenfrenada violencia y del interminable
pillaje causados por el crimen, y del justificado pavor
que este causa, sino que ademas padece de la
desesperación que provoca la aparente inevitabilidad de
la delincuencia. Sentimientos de impotencia e
indefensión cunden en el animo de las personas al
observar que la criminalidad aumenta implacablemente
año tras año y que el Estado parece ser incapaz de
contenerla, no empece las continuadas e insistentes
promesas de políticos de todas las estirpes de que habrán
de "bregar con mano dura" y poner coto a la
criminalidad.
De esta ominosa convergencia de pesares
inquietantes, de la combinación del dolor con el miedo
y la desesperanza, nace la idea de ampliar el ámbito del
propio encarcelamiento para extender al vecindario las
rejas que antes se ponían solo en las residencias. Surge
como una panacea al terrible mal y se adopta con
inusitada resolución, afincada firmemente la decisión de
cerrar las calles en un sentido de defensa propia de
hondo calado psíquico y gran emotividad. {342
Por otro lado, como protagonistas contrarios, se
encuentran varios grupos sociales que por razones
(323)
diversas se oponen al cierre de calles. A
ciudadanos que han sufrido caramente
deletéreos inevitables de dichos cierres. E
encuentran personas envejecientes o imped
no pueden entrar o salir de sus urb
expeditamente. También están las persona
tienen que tolerar tardanzas y molestias en
urbano porque tienen que lidiar con
vehiculares que antes podían obviar utiliza
vías de acceso secundarias que ya no están
uso. Un tercer sector dentro de este prim
constituyen las personas que viven en l
principales o vías periféricas cuyo
aumentado considerablemente al excluirs
través de las calles locales de las urb
aledañas donde ha ocurrido un cierre. Est
solo el aumento en transito, sino también de
en ruido, polvo, accidentes, crímenes y otr
apareja. Están incluidas ademas en este p
aquellas personas cuyas propiedades coli
sufrido una considerable devaluación al q
del área protegida por el cierre, o cuyos n
mermado al limitarse el flujo de clientes
dentro de dicha área. Hay otros mas que p
grupo de los afectados adversamente. Son lo
que viajar distancias un poco mayores qu
llegar a sus propias residencias o salir del ve
que ya no tienen fácil acceso a un parqu
disfrutaban a menudo, ni a la iglesia a la qu
finalmente, son los que ahora les toma
llegar incluso a la escuela donde los hij
Todos tienen en común que la vida cotidia
hecho mas difícil en mayor o menor grado
los cierres de calles que antes transitaban co
libremente.
Un segundo grupo que se opone a l
constituye personas que pueden o no estar d
afectadas {343 por el cierre pero que indep
ello, no lo favorecen por razones es
políticas, usado el termino en su mas prísti
La principal preocupación de los que integra
es relativa a los probables efectos adversos
calles sobre la colectividad y sobre la calid
comunal. Se preguntan si el cierre de calles
una medida efectiva para combatir el crimen o si no es,
en cambio, una ilusoria precaución que solo sirve para
desplazar la actividad criminal de un lugar a otro sin
ninguna reducción neta en el mal social que nos aflige.
Cuestionan si el aparente efecto de mayor seguridad para
los que viven en el sector residencial donde ocurre el
cierre no contribuye a dividir aun mas y a hacer aun mas
desigual nuestra ya fragmentada y dispar colectividad,
en la cual las grandes diferencias económicas entre
grupos sociales se torna aun mas evidente, ya que unos
tienen la posibilidad y los medios para "proteger" sus
vecindarios mientras muchos otros no los tienen.
Sospechan que el falso sentido de tranquilidad que
puede producir el cierre aminorara el clamor público
ante el Gobierno respecto a resolver el problema de la
criminalidad y reducirá en los ciudadanos favorecidos
por el cierre su insistencia de que se tomen medidas
efectivas para combatir la delincuencia. Les inquieta
que la reciente parcelación de la comunidad, que la van
convirtiendo en un "conglomerado de pequenos feudos"
divididos por portones y vallas, ha de aumentar los
conflictos y odios entre diversas clases económicas y,
de ese modo, a la larga, aumentar la criminalidad. Mas
aun, les alarma que muchos vecindarios han procedido
ya a cerrar sus áreas residenciales y privatizar sus calles
sin autorización, ilegalmente, utilizando a veces para
ello masivas barreras que son prácticamente inmovibles
e impenetrables. Les preocupa que, al refugiarse en una
medida como el cierre de calles, muchos ciudadanos
reflejan su creciente sentido de desamparo comunal; que
se esta resquebrajando la solidaridad de la polis; que no
se {344 confía en la colectividad para resolver los
problemas comunes, y que esta predominando entre
nosotros el ominoso parecer de "salvese el que pueda".
Uno y otro grupo, ademas, impugnan la
constitucionalidad de los cierres de calles. Aducen que
esta medida es ilegal y constituye una violación de
varios de los derechos fundamentales que garantiza la
Constitución. Plantean que, aunque algunos de los varios
costos y efectos adversos ya aludidos provocados por el
cierre de calles no ocurriesen, aun así dicha medida es
inaceptable, por ser contraria a importantes valores
sociales y principios de convivencia que están
consagrados en nuestra ley fundamental.
(324)
II
Sucintamente expresados, los princip
planteamientos constitucionales que formulan los q
oponen al cierre de calles son los siguientes:
(1) que en la medida en que el cierre impida
calles y parques públicos puedan usarse c
tradicionalmente se ha hecho para la comunica
pública y el intercambio y critica de ideas, este
contrario a las garantías de libre expresión y asocia
contenidas en nuestra Constitución y la federal;
(2) que en la medida en que el cierre impid
acceso razonable a sectores que desean divulgar
particulares creencias religiosas y repartir propag
sobre ellas, este sería contrario a la libertad de
garantizada por las dos constituciones;
(3) que en la medida en que el cierre de lu
que algunos de los no residentes sean detenidos ant
entrar a un vecindario y se les exija identificación y
información como condición para permitirsele el p
este sería contrario al derecho a la intimidad y
protección contra registros y arrestos irrazona
garantizada por ambas constituciones;
(4) que en la medida en que el cierre const
una "privatización" de las calles y los parques púb
dentro del área residencial sujeta a control, porqu
efecto se excluye al público en general de su uso
benefician de ellas solo los residentes, este
contrario a la garantía de nuestra Constitución
prohíbe la utilización de fondos y propiedades púb
para fines privados; {345
(5) que en la medida en que el cierre pro
efectos muy adversos sobre el valor en el mercad
propiedades colindantes excluidas del cierre o sob
valor de propiedades en vías principales que recib
trafico vehicular que antes ocurría a través de las c
locales del vecindario cerrado, este constituiría
privación de la propiedad sin el debido proceso de
una incautación (taking) que constitucionalm
requiere justa compensación;
(6) finalmente, que en la medida en que el cierre
autorizado por ley permite que unos residentes tengan
acceso a las calles y parques públicos de determinada
comunidad pero otros no, este sería contrario a los
principios de igual protección de las leyes garantizados
por ambas constituciones.
Los planteamientos anteriores evidentemente
constituyen una sería y substancial impugnación de la
legitimidad del cierre de calles y de la legislación en
que se apoyan dichos cierres. Requieren cuidadoso
examen oportunamente porque podrían dar base,
ciertamente algunos de ellos, para declarar la falta de
validez jurídica de la medida en cuestión, al menos en
las formas en que se lleva a cabo actualmente.
III
Como se puede colegir de lo expuesto
previamente, tenemos ante nos una compleja situación
donde se contraponen derechos e intereses de la mayor
jerarquía. Encaramos validos pero dispares reclamos que
deben ser armonizados. Como ocurre con frecuencia en
la vida del Derecho, es menester buscar un balance
adecuado entre preciados valores jurídicos que se
encuentran en conflicto.
Una parte importante del problema que presenta
esta particular contraposición de importantes derechos
e intereses sociales, es que giran en torno a una medida
de alegada protección social cuyos efectos y
consecuencias reales desconocemos mayormente. Poco
sabemos en términos precisos y concretos sobre el
resultado a corto y a largo plazo de los cierres de calles
respecto a los propios vecindarios {346 donde ello ha
ocurrido. Menos aun sabemos sobre el impacto de
dichos cierres respecto al resto de la comunidad, sobre
todo en cuanto a las áreas adyacentes que no han
cerrado. Existen conjeturas razonables que sostienen el
reclamo de que se trata de una medida de prevención de
crímenes, junto con otras de comparable razonabilidad
que sostienen el reclamo contrario de que a la larga esta
medida aumentara la delincuencia en el país. No hemos
tenido en Puerto Rico, ni en otros lugares parecidos,
suficiente experiencia con esta medida para aquilatar sus
(325)
méritos de modo confiable. Y, claro e
evidencia empírica, producto de estudios
que siquiera arroje luz sobre los supue
positivos o negativos del cierre de calles.
La solución que finalmente se le de
en cuestión dependerá en gran medida de la
y el conocimiento que tengamos sobre los
consecuencias reales del cierre de calle
convendría que las personas interesadas o
pudiesen adelantar esa solución final
estudios científicos que ayuden a contesta
las interrogantes que este asunto plante
tanto, sin embargo, es menester tomar la
pertinentes que intenten armonizar de
razonable los importantes derechos e intere
que están en conflicto.
La labor de armonizar esos derecho
contrapuestos les corresponde inicial y prim
a las ramas políticas del Gobierno. El ba
intente lograr entre los distintos reclamos
puede ser preceptuado de varias maneras, d
de los valores e intereses específicos que
favorecer, dentro del marco que fijan los req
constitucionales. La labor de escoger u
balance, un modo de armonizar los derecho
en conflicto u otro, implica juicios valor
cuestiones sociales y económicas que pro
compete hacer a la Asamblea Legislativa
Gobernador. En otras palabras, la reg
detallada del asunto ante nos, dirigida
acomodar de manera concordante los dispa
que están presentes en este, requieren fo
política pública abarcadora sobre el particu
no le compete hacer a la rama judicial.
políticas vienen obligadas a actuar dentro de
le fijan las garantías y los derechos constit
por ello la legitimidad del esquema que estas
lo decide final y oportunamente nuestro
Tribunal Supremo de Puerto Rico. Pero esa l
de pasar juicio final sobre la constitucio
esquema legislativo es una función muy di
las ramas políticas, a las cuales prop
corresponde formular el esquema.
Una parte importante del problema que presenta
el asunto ante nos es precisamente que no existe una
política pública detallada y abarcadora sobre dicho
asunto. La legislación y la reglamentación sobre el
particular que están vigentes se quedan cortas, porque
no atienden el asunto en cuestión en todos sus aspectos
centrales. No proveen normas y directrices suficientes
para contestar todas
las interrogantes y dudas
importantes que tienen los que quieren proteger sus
vecindarios. Tampoco proveen garantías adecuadas para
salvaguardar todos los derechos de los que se oponen a
los cierres o de los que están adversamente afectados por
estos. La existencia de esas lagunas legislativas y
reglamentarias es una de las causas de las muchas
disputas que este asunto ha generado. Convendría que
las ramas políticas del Gobierno actúen expeditamente
para aprobar un esquema regulatorio adecuado, mas
abarcador y preciso que el que esta vigente.
Al formular el esquema mas completo que hace
falta, es menester tener muy en cuenta varias nociones
jurídicas que propiamente aplicadas pueden ayudar
mucho a lograr un balance constitucionalmente
aceptable de los intereses contrapuestos que el problema
ante nos presenta. En primer {348 lugar, debe tenerse
en cuenta que aunque los derechos que se reclaman por
unos y otros son todos del mas alto rango, ninguno de
ellos es tan absoluto que impida los inevitables ajustes
y limitaciones que aparejaría un legitimo esfuerzo por
armonizar lo que esta en conflicto. Tomemos, por
ejemplo, el fundamental derecho de expresión en las
calles y los parques públicos. Nadie puede negar que su
singular rango en nuestro ordenamiento constitucional
exige la mas esmerada protección. Pero ello no significa
que cualquier persona puede exigir el libre acceso a
cualquier calle o parque a cualquier hora del día para
cualquier fin. Aun este primordial derecho es regulable,
como lo ha sido en muchas ocasiones avaladas
judicialmente, si los controles que se imponen
respondiendo a otros intereses estatales preeminentes
son de contenido neutral, si permiten una oportunidad
adecuada para el ejercicio de la libre expresión y si no
son mas onerosos que lo que las circunstancias
requieren.
(326)
Una segunda noción que es muy pertinen
que el esquema que ha de formularse p
legítimamente instaurar o permitir mayores o men
limitaciones a los derechos fundamentales confor
justificadas diferencias en las circunstancias de
situación. Es decir, no es menester tratar igualm
instancias que no son iguales. Por ejemplo, no
mismo reglamentar un área residencial en el centr
la ciudad a través de la cual pasan avenidas princip
que reglamentar suburbios que solo tienen calles de
estrictamente local. Tampoco es lo mismo reglam
una extensa zona urbana, que reglamentar una peq
zona de una o dos calles. Las limitaciones a dere
fundamentales que pueden implantarse en unas
menores que las que pueden implantarse en otras.
pues, el cierre total de calles que sería permisible a
horas de la noche en un pequeño vecindario suburb
no sería valido si ocurriese en el centro de la ci
afectando vías periféricas. {349
Finalmente, la complejidad del asunto ante
justifica el uso de opciones creativas. Es permi
diseñar medidas diferentes para un mismo fin, seg
requieran las realidades de cada caso. En alg
situaciones, por ejemplo la de las zonas residenc
grandes y céntricas, el cierre solo sera permisible
instrumenta a través de vallas operadas por guardi
de seguridad con educada discreción para protege
derechos de unos y otros. En cambio, en
situaciones, como las de pequenos vecindarios e
suburbios, puede permitirse el cierre mediante port
automáticos, si este ocurre solo en determinados d
horas conforme a un justificado itinerario debidam
notificado al público concernido. Aun en
situaciones puede permitirse un cierre mas abarcad
los vecinos se hacen cargo de las reparaciones
mantenimiento de la calle o redondel de uso
particular que ellos mismos construyeron con fo
privados. Lo que el legislador debe tener claro es
existe un margen de flexibilidad en la formulació
las medidas que han de implantarse, que responde
necesidad de atender las múltiples variantes que ex
en esta complicada situación de preeminentes inte
sociales en conflicto.
El reto a la inventiva jurídica de las ramas
políticas es claro. Tienen la responsabilidad de
salvaguardar en lo esencial los auténticos derechos e
intereses de los que se oponen al cierre de calles, sin
dejar desamparados a los que legítimamente desean
proteger sus vecindarios contra el pavoroso embate de la
criminalidad controlando razonablemente el acceso a
estos. Oportunamente nos corresponderá determinar si
lo dispuesto por dichas ramas cuadra debidamente
dentro de los marcos que fija nuestro ordenamiento
constitucional.
Asociación Pro Control de Acceso
v. Cardona
144 D.P.R. 1 (1997)
[Asociación Pro Control de Acceso Calle Maracaibo,
Inc., Peticionario-Recurrente v. Nancy Cardona
Rodríguez y otros, Opositores-Recurridos.]
[Vecinos Unidos, Inc., Peticionario-Recurrente v.
María Luisa Vilá y otros, Opositores-Recurridos,
Municipio de San Juan, Interventor]
Tribunal de Primera Instancia: Sala de San Juan.
Juez de Instancia: Hon. Germán Brau Rodríguez
Abogados de la parte recurrente: Lics. Héctor Collazo
& José Torres Morales. Abogados de la parte recurrida:
Lics. María Kortright Soler & Edgardo Rodríguez
Núm. CE-95-91. Certiorari
San Juan, Puerto Rico, a 31 de octubre de 1997.
SR . HERNÁNDEZ DENTON , JUEZ ASOCIADO :
Hoy nos corresponde pronunciarnos por primera
vez sobre la constitucionalidad de la Ley Núm. 21 de 20
de mayo de 1987, según enmendada, 23 LPRA sec. 64
et seq. (Supl. 1996), que permite que residentes de una
urbanización o comunidad controlen el acceso vehicular
y peatonal a sus calles e inmediaciones.
(327)
Específicamente, nos corresponde delimita
de la intervención que puede llevar a cabo u
seguridad con el propósito de controlar el
de tantas comunidades en Puerto Ric
establecido este sistema para garantizar la
y seguridad de sus residentes.
En la primera controversia que
recurso, Vecinos Unidos, Inc., cuestiona l
sentencia del antiguo Tribunal Superior,
Juan, mediante la cual dicho foro revocó
concedido por el Municipio de San
urbanización College Park bajo el fundam
una porción del sistema de control de
autorizado tiene el efecto de obstaculiz
vehicular y peatonal por las vías que tienen
entre la comunidad que solicitó el con
adyacentes. Por entender que el foro recurri
así decidir, confirmamos esta parte de
recurrida.
Por su parte, en la segunda
planteada, la Asociación Pro Control de A
Maracaibo, Inc., Vecinos Unidos, Inc. y el M
San Juan solicitan que revisemos la determ
que la Ley Núm. 21 de 20 de mayo de
enmendada (en adelante Ley de Control de
constitucional siempre que en su aplica
restrinja indiscriminadamente el acceso a lo
no residentes a las vías públicas de las c
acogidas a dicho ordenamiento. Para ll
conclusión, el foro a quo validó el control d
urbanización y la formulación de pregunta
identificar a la persona, y sostuvo que la en
ser negada tan sólo cuando existiera motiv
sospecha razonable para creer que el visi
cometer un delito en el área restringida.
Sostenemos la constitucionalidad d
Control de Acceso, pero modificamos aqu
la sentencia recurrida que resuelve que el ú
para negar el acceso a un visitante sería la e
motivo fundado o sospecha razonable para
visitante podría cometer un delito. Conclu
negativa a brindar cierta información pue
para denegar la entrada a un visitante.
en el Apéndice). Los residentes del condominio Co
Park, por su parte, reclamaron la utilización de la
Alcalá, otra de las calles de College Park, como ac
principal a la Torre B del condominio.
I.
El pleito en instancia consistió inicialmente de
dos recursos independientes, que por presentar
alegaciones similares fueron oportunamente
consolidados por el tribunal de instancia. Dicho foro
contó con el beneficio de los alegatos de cada una de las
partes, además de la comparecencia del Secretario de
Justicia, quien se expresó en apoyo de la
constitucionalidad de la Ley. Veamos los hechos que
dieron pie a la controversia en cada uno de ellos.
A. Vecinos Unidos, Inc. v. María Luisa Vilá y
otros
En septiembre de 1992, Vecinos Unidos, Inc.,
(en adelante Vecinos Unidos), entidad compuesta por
residentes de la urbanización College Park en Río
Piedras, presentó una solicitud ante el Municipio de San
Juan para establecer un sistema de control de acceso en
dicha urbanización. Fundamentaron su solicitud en la
existencia de una situación insostenible con motivo de
la ola criminal que azotaba el área. Su propuesta
contemplaba la instalación de barreras permanentes que
aislarían la urbanización College Park con un único
acceso a través de la calle Salerno.
Conforme lo requiere la Ley de Control de
Acceso, el Municipio notificó la solicitud a las agencias
de servicio público correspondientes y celebró vistas
públicas para dilucidar la concesión del permiso. En
éstas comparecieron residentes de la urbanización
Altamesa, contigua a College Park y residentes del
condominio College Park, quienes expresaron su
oposición al control de acceso solicitado. Los primeros
alegaron que utilizaban las calles Compostela y Salerno
como acceso a la avenida Glasgow y que el control de
acceso les privaba dde tal uso.1 (Véase el mapa incluido
1
Por este mismo fundamento la Autoridad de
Carreteras negó su endoso a la parte del sistema
propuesto que impediría tal uso.
(328)
Vecinos Unidos refutó el reclamo de
residentes de Altamesa alegando que éstos contaban
la calle San Ignacio como salida alterna, por lo q
cierre de College Park no les perjudicaría. En cuan
reclamo de los residentes del condominio College P
sostuvo que la calle Alcalá constituía un acceso alt
para esos residentes y no el principal, pues la en
principal de éstos en realidad era otra.
Pendiente una determinación final, el Muni
de San Juan expidió una orden que autorizaba el c
provisional por sesenta (60) días.2 Finalmente, con l
modificaciones, dicho Municipio autorizó el sis
de-control de acceso solicitado.3
Mediante la Resolución Núm. 75 de 29 de
de 1993, el Municipio dispuso lo siguiente: (1) man
el cierre de la intersección Santa Inés-Compos
privando a los residentes de Altamesa de esta vía
2
Esta autorización provisional, al igual qu
petición formal, fue impugnada en los tribunales po
grupo de ciudadanos que reclamaba su derech
continuar utilizando las calles de College Park c
acceso hasta la avenida Glasgow. Aunque no se tra
una controversia ante nos, es preciso señalar, como
lo hizo el tribunal de instancia en su decisión, que la
no contemmpla la concesión de permisos provision
3
Al así actuar, el Municipio rechazó
planteamientos de los residentes de Altam
puntualizando que dicha urbanización contaba co
vías alternas de entrada y salida que requería la ley.
referencia, además, a una comunicación de la Dire
Ejecutiva del Departamento de Obras Púb
Municipal en la que se recomendaba que ciertas c
de la urbanización College Park debían ser utiliz
exclusivamente para el tráfico local debido a su pé
estado.
acceder a la avenida Glasgow; y (2) dispuso que debía
permirtírsele a los residentes de la Torre B del
condominio College Park, el acceso a través de la calle
Alcalá.
Inconformes con la resolución emitida, dos
residentes de la urbanización College Park y un grupo de
vecinos de la urbanización Altamesa, solicitaron la
revisión judicial al amparo del remedio dispuesto en la
Sección 3 de la Ley de Control de Acceso, según
enmendada. 23 LPRA sec. 64b (e) (Supl. 1996). Su
solicitud en torno a la paralización de los efectos de la
Resolución les fue denegada.
En su recurso ante el tribunal de instancia, en
síntesis, plantearon la comisión de varios errores,
algunos de naturaleza estatutaria, otros de carácter
constitucional. Alegaron que la autorización se expidió
sin cumplir con los requisitos procesales y sustantivos de
la Ley de Control de Acceso, según enmendada.
Además, señalaron que la acción del Municipio concedía
privilegios a unos, mientras causaba graves perjuicios a
otros, pues los despojaba de su ruta principal y más
segura. Alegaron, además, que al ser excluidos de entrar
a las calles de las comunidades acogidas al control, se
lesionaban sus derechos constitucionales, a saber, la
igual protección de las leyes, el debido procedimiento de
ley en sus modalidades sustantiva y procesal, y el
derecho a la intimidad, así como también se estaban
concediendo bienes de uso público para uso exclusivo
privado, en contravención a nuestra Constitución.
Igualmente señalaron que en la medida en que el
estatuto autorizaba tal actuación, este era excesivamente
amplio y vago.
Tras expresarse sobre la constitucionalidad de la
Ley de Control de Acceso, el tribunal de instancia
dispuso de la controversia respecto a la urbanización
College Park a base de fundamentos de naturaleza
estatutaria. Concluyo que, en términos generales, los
procedimientos seguidos ante el Municipio cumplieron
con los requisitos procesales y sustantivos dispuestos en
la Ley. Sin embargo, destaco dos aspectos que a su
juicio violentaban la Ley de Control de Acceso.
(329)
El primero de estos estaba relacio
cierre de la intersección entre las calles S
Compostela, y con la valla para controlar el
calle Salerno. Según dicho tribunal, estas me
el efecto de obstaculizar la continuidad exis
calle Santa Inés y la Compostela, lo que,
privaba a los recurrentes de acceso a la aven
en contravención a lo dispuesto en la secció
Ley de Control de Acceso. 23 LPRA sec. 6
1996). En cuanto al segundo aspecto, deter
establecimiento de barreras en la calle Alca
en la calle Salerno, tuvieron el efecto de
entrada y salida de la Torre B del condom
Park, comunidad que no había solicitado e
acceso.
A la luz de lo anterior, el tribunal a
que la erección de estas barreras especí
indebidamente derechos de terceros en con
los términos de la Ley de Control de Acces
tanto, debían ser removidas. Sin embargo,
que la eliminación de dichas barreras trasto
sistema de control de acceso de la urba
tribunal revocó la resolución en su totalida
el asunto al Municipio para que se diseña
sistema que fuese congruente con lo resuel
Inconforme con esta determinaci
Unidos y el Municipio de San Juan decid
ante nos.
B. Asociación Pro Control de Ac
Maracaibo, Inc. v. Nancy Cardona
y otros
El otro recurso se origino cuando r
varias calles que colindan y tienen acces
Maracaibo en la urbanización Park Gard
Piedras, unidos en una entidad de nombre
Pro Control de Acceso Calle Maracaib
adelante Asociación Calle Maracaibo), pres
petición ante el Municipio de San Juan pa
un control de acceso en dicha calle. So
control de acceso en ambos extremos de és
que atravesaban por un grave problema de s
la alta incidencia criminal del área, así como por la
contaminación, ruido y congestión vehicular ocasionada
por el tráfico que discurría por dicha calle. El Municipio
expidió una orden de cierre provisional por sesenta (60)
días, dejando abiertas las entradas y salidas en las horas
de mayor tráfico.
Luego de realizadas las vistas correspondientes4
y de recibir el endoso de varias agencias, el Municipio
de San Juan emitió la Resolución Núm. 72 de 28 de abril
de 1993, en la que finalmente autorizó el control de
acceso de la calle 8 Maracaibo. A tenor con los términos
de la autorización, una de las entradas sería controlada
mediante un portón operado con "beeper" o tarjeta
electrónica y, la otra, por una barrera de metal operada
por un guardia de seguridad, además de 2 "beeper" y
tarjeta. Se dispuso además que el sistema de control de
acceso estaría abierto al flujo vehicular general de lunes
a viernes de ó:00 A.M. a 7:00 P.M., excepto en días
feriados.
Inconformes con la decisión del Municipio, los
opositores al control de acceso de la calle Maracaibo,
residentes tanto del área controlada como del área
circundante, acudieron en revisión judicial. Sus
alegaciones eran muy similares a las del caso anterior.
Luego de una vista evidenciaría, su solicitud en torno a
la paralización de los efectos de la Resolución del
Municipio fue denegada.
Finalmente luego de varios incidentes procesales,
4
En la vista pública un grupo de vecinos de la
propia urbanización Park Gardens y de dos
urbanizaciones contiguas a ésta presentó su oposición a
la solicitud debido a que utilizaban la calle Maracaibo
como acceso más seguro para llegar a sus hogares. Por
su parte, el representante del Departamento de
Transportación y Obras Públicas manifestó que dicha
agencia sólo consideraría favorablemente un cierre
nocturno de lunes a viernes. En vista de los
planteamientos de los opositores, la Asociación Calle
Maracaibo solicitó enmendar su propuesta para limitar
las horas de cierre.
(330)
entre los cuales estuvo la consolidación de ambos c
el tribunal a quo emitió sentencia en la que modifi
permiso concedido para la calle Maracaibo en v
aspectos. Primero, determinó que la operación
sistema de control de acceso no debía tener el efec
excluir a los ciudadanos no residentes de las cal
aceras públicas del área objeto del control. Y segu
delimitó el ámbito de intervención permitido con
visitantes. Al respecto, sostuvo que la Ley de Contr
Acceso sería inconstitucional si era interpretada
sentido de que permitía a las asociaciones de reside
restringir indiscriminadamente el acceso de
ciudadanos no residentes. A juicio del foro recurrid
ámbito de intervención permisible debía ser simil
establecido para las investigaciones criminales. Por
luego de reconocer que la actuación del guardi
seguridad privado contratado por una asociació
residentes constituía una acción estatal, sostuvo q
interés apremiante en proteger la seguridad de
ciudadanos era suficiente para justificar una interven
momentánea con los vehículos y transeuntes que vi
la urbanización, siempre que fuese mínima y se apl
uniformemente a todos los visitantes.5
Conforme con la sentencia recurrida, la
detención en la entrada de la urbanización, así com
formulación de preguntas dirigidas a identificar
persona y a conocer el propósito de su visita
actuaciones constitucionalmente válidas. No obst
señalo dicho foro que la contestación a ambos tipo
preguntas debía ser voluntaria y que únicamente po
denegarse la entrada de un visitante a una urbaniza
cuando existiera motivo fundado o sospecha razon
para creer que el visitante podría cometer un deli
permitírsele el acceso a la urbanización.6
5
En este contexto utilizamos la pa
"visitantes" para referirnos a todas aquellas persona
residentes que pretendan lograr acceso al
controlada.
6
Entendió el tribunal de instancia qu
detención y el cacheo, validadas por el Trib
Supremo Federal en Terry v. Ohio, 392 U.S. 1 (19
De igual modo, sostuvo que la mera negativa a
brindar la información requerida no constituía motivo
suficiente para negar el acceso7 y que establecer la
obligatoriedad de brindar tal información restringiría la
libertad del ciudadano por lo que se activaría la
protección constitucional contra registros, incautaciones
y allanamientos irrazonables contenida en la Sección 10
del Artículo II de la Constitución del Estado Libre
Asociado de Puerto Rico.8 Finalmente, resolvió que no
podía mantenerse un registro de visitas salvo que el
residente lo autorizara expresamente. No conforme con
esta determinación la Asociación Calle Maracaibo
acudió ante esta Curia.
son separables. Al respecto expresó: "Podría adoptarse
una y la otra no, autorizándose la detención momentánea
de un individuo, a base de una sospecha razonable, para
propósitos de investigación, pero sin permitir su
cacheo." Sentencia, a la pág. 44 n.5.
7
En este sentido, el foro a quo expreso en su
sentencia:
"[D]icha pesquisa es válida cuando la
contestación a la misma es de carácter voluntario y una
persona prudente y razonable puede comprender que
podría negarse a ofrecer dicha información si así lo
desea, sin que ello implique que no se le daría acceso a
la urbanización." Sentencia, a las págs. 45-46.
8
En lo pertinente dispone dicha Sección:
No se violará el derecho del pueblo a la
protección de sus personas, casas, papeles y efectos
contra registros, incautaciones y allanamientos
irrazonables.
Solo se expedirán mandamientos autorizando
registros, allanamientos o arrestos por autoridad judicial,
y ello únicamente cuando exista causa probable apoyada
en juramento o afirmación, describiendo particularmente
el lugar a registrarse, y las personas a detenerse o las
cosas a ocuparse.
(331)
En un mismo alegato, Vecinos
Asociación Calle Maracaibo y el Municipio
imputan al foro de instancia la comisión de
En el primero de éstos, Vecinos Unidos pl
foro a quo erró al revocar la Resolución N
autorizó el control de acceso en la urbanizac
Park, bajo el fundamento de que el Municip
discreción para autorizarlo. Como segundo
las partes recurrentes plantean que los
desarrollados por la jurisprudencia en torno
intervención permisible por los agentes
publico para restringir la libertad de los ciu
son aplicables al tipo de intervención que
ocurre con los visitantes en las urbanizacio
los controles de acceso bajo examen,
consecuencia, tampoco es aplicable
constitucional contra registros e in
irrazonables del Artículo II, Sección 10
Constitución.
Luego de examinar detenidamente la
de las partes y de analizar el texto de las d
de ley en controversia, consideramos aprop
en primer lugar la controversia rel
constitucionalidad de la Ley de Control
Posteriormente, consideraremos la controve
II.
En el presente caso, las partes
cuestionan la determinación del foro d
respecto a la aplicabilidad de los
desarrollados por la jurisprudencia interpr
garantía constitucional contra registros e in
irrazonables, de la Sección 10 del Artíc
Constitución de Puerto Rico, al momento de
ámbito de intervención constitucionalment
con las personas que solicitan acceso a una
sujeta al régimen instaurado por la Ley de
Acceso. Aducen que en virtud del poder qu
la Ley, las urbanizaciones tienen la potesta
quién puede entrar a la comunidad, y por ta
negar la entrada a quien no ofrezca la
requerida. Aunque reconocen que
intervención con el ciudadano cuando se
nombre y alguna identificación a la persona que se
aproxima, catalogan la misma como "mínima" y señalan
que es el modo menos oneroso a través del cual se puede
cumplir con el propósito legislativo de permitir a las
comunidades que instauren medidas de seguridad para
protegerse de la incidencia criminal.
están limitados a sistemas de control de acceso vehi
análogos, en los que en por lo menos una de las entr
de automóviles hay una persona o guardia de segur
En estricta juridicidad nos abstenemos de h
pronunciamientos sobre aquellos sistemas que no te
guardia en una de sus entradas vehiculares.
Los opositores a los controles de acceso, aquí
recurridos, por su parte, tampoco están de acuerdo con
la determinación del tribunal de instancia. Alegan que
para que sea cónsono con nuestro ordenamiento
constitucional, el concepto de control de acceso no
puede comprender la detención intervención con un
ciudadano por el único hecho de que no es conocido por
la asociación o por su representante. A su juicio, los
guardias en las entradas de comunidades con acceso
controlado pueden obtener mediante sus sentidos aquella
información necesaria para salvaguardar su seguridad,
como lo sería ver al conductor o persona que se
aproxima, la marca y modelo del vehículo, así como su
número de tablilla. De igual forma, plantean que la Ley
de Control de Acceso es inconstitucional de su faz por
ser excesivamente amplia y vaga, lo que ha dado margen
al abuso constante de los derechos civiles de los
ciudadanos por parte de las asociaciones de residentes.
En la resolución del presente caso, el tribun
instancia se vio precisado a atender planteamie
constitucionales similares a los esbozados por
opositores al sistema de control de acceso impugnad
Caquías v. Asoc. Res. Mansiones Río Piedras, Op. d
de agosto de 1993, 93 CDT 131, 134 D.P.R. ___ (1
(en adelante Caquías). En aquella ocasión, a la luz d
hechos, adjudicamos la controversia mediante
interpretación estatutaria y no fue necesario dilucid
validez constitucional de la Ley. Caquías, supra; vé
los casos allí citados. En el caso de marras, en cam
específicamente se nos solicita que evaluemos el ám
de intervención constitucionalmente permisible
asociaciones de residentes, al implantar determin
mecanismos para controlar el acceso, dentro del p
que les fue delegado por la Asamblea legislativa. En
sentido, nos toca hoy delimitar el ejercicio de d
poder delegado frente a los derechos ciudadanos.
De entrada, es preciso destacar que en el caso de
autos los controles de acceso vehicular permitidos por el
Municipio de San Juan requerían que en una de las
entradas hubiese un guardia de seguridad operando las
barreras de metal.9 Por ende, nuestros pronunciamientos
Como es sabido, una ley puede ser decla
inconstitucional de su faz o en su aplicación. Ba
primera doctrina, el análisis se circunscribe a determ
si del texto de la ley surge el vicio que la
inconstitucional. Véanse, Unión Nacional
Trabajadores de Salud v. Soler Zapata, Op. de 1
abril de 1993, 93 CDT 60, 133 D.P.R. ___ (19
Velázquez Pagán v. Autoridad, Op. de 15 de septiem
de 1992, 92 CDT 122, 132 D.P.R. ___ (1992). Ba
segunda, es necesario analizar el contexto en el q
ley ha sido aplicada para determinar si tiene el efec
infringir alguna disposición constitucional.
9
En el caso de la calle Maracaibo, la Sección 1ra
de la Resolución Núm. 72, Serie 1992-93, dispuso que
se autorizaba controlar el acceso: "En la Calle
Maracaibo casi esquina Generalife mediante barrera de
metal operada por guardia de seguridad y 'beeper' o
tarjeta electrónica para los residentes y portón peatonal."
Por su parte, la Resolución Núm. 75, Serie 1992-93, en
la Sección 1ra, inciso II, autorizó controlar el acceso a la
urbanización Colllege Park, mediante la instalación de
un sistema de vallas para controlar el tránsito en la calle
Salerno cerca de su intersección con Glasgow que
"[t]endrá una caseta para el guardián ...".
(332)
En el caso de autos, los recurridos alegan
parte, que la Ley de Control de Acceso
inconstitucional de su faz por ser excesivamente am
y vaga. Sin embargo, no incluyen alegaci
específicas sobre la posible violación de derecho
libertad de expresión y asociación. Como se sab
doctrina que permite examinar un estatuto de su faz se
ha utilizado tradicionalmente para examinar
legislaciones que se alega infringen las libertades
encarnadas en la Primera Enmienda a la Constitución
federal y en las secciones análogas de nuestra
Constitución. En consecuencia, de ordinario nuestros
precedentes derrotarían su pretensión de que abordemos
las controversias constitucionales planteadas.
Sin embargo, no sería ésta la primera ocasión en
que este Tribunal evalúa de su faz una ley sin que se
hubiesen alegado violaciones a las libertades protegidas
por dichas disposiciones constitucionales. Anteriormente
hemos expresado que procede el escrutinio judicial
sobre la validez de una ley de su faz en otros contextos
en que se afectan derechos fundamentales de la persona.
Véanse, Torres v. Castillo Alicea, 111 D.P.R. 792,
800-801 (1981); Rodríguez v. Depto. Servicios Sociales,
Op. de 3 de febrero de 1993, 93 CDT 14, 132 D.P.R.
___ (1993); E.L.A. v. Sucn. Gautier, 81 D.P.R. 580
(1959).
La naturaleza de la controversia ante nos
requiere un pronunciamiento inmediato por parte de este
Tribunal. A modo de excepción, estimamos que es
preciso examinar la constitucionalidad de su faz de la
Ley Núm. 21 por varias razones.
Los opositores al control de acceso en el caso de
autos alegan que el mismo incide sobre sus derechos a
la intimidad y libertad de movimiento, los cuales son
derechos de considerable arraigo en nuestra sociedad
democrática. Como veremos, la Ley de Control de
Acceso hace una delegación a las asociaciones de
residentes para que regulen el acceso a ciertas vías
públicas mediante el establecimiento de mecanismos de
aplicación general. Al ejecutar esta facultad, las
asociaciones de residentes establecen medidas que
limitan e impiden el ejercicio de tales derechos por parte
de la ciudadanía. Así, la mera presencia de un guardia en
una vía pública de una urbanización puede tener el
efecto de inhibir el que la ciudadanía opte por transitar
por ella, y deje de utilizar las instalaciones que allí se
encuentran, a pesar de la naturaleza pública de las vías
e instalaciones cuyo acceso ha sido controlado. En este
(333)
contexto, en los autos del caso con
alegaciones lo suficientemente concretas a
con disposiciones reglamentarias que incid
derechos de intimidad y libertad de movim
ámbito como para que ejerzamos el
constitucional solicitado.
Por otro lado, no albergamos dud
permitir que una comunidad controle el a
públicas, la Ley de Control de Acceso
ciertas circunstancias, inhibe la libre difusió
la plena libertad de expresión de aquellos
resultarían excluidos bajo una operación d
acceso que no garantice adecuadamente es
de la ciudadanía. La exclusión de estos gru
tradicionalmente concebidas como foro
presenta un potencial problema de lesión al
libertad de expresión, que nos obliga a exa
faz el estatuto y reglamentos impugnados.
Finalmente, la importancia exce
reviste la Ley de Control de Acceso como
gubernamental para prevenir la criminalida
contención de que un análisis
constitucional de su faz de la Ley de
Acceso resulta inevitable. El cierre de vías
consiguiente exclusión indiscriminada de l
como medida para atender las necesidades
pública de múltiples comunidades en t
constituye un mecanismo cuyas implicacio
y jurídicas alcanzan dimensiones aun insosp
lo que el asunto planteado ante nos
pronunciamiento por parte de este Tribu
validez constitucional de su faz del estatuto
Además, en ausencia dé una actuación leg
defina el ámbito de intervención permisible
accesos como el de autos, tenemos la
obligación de expresarnos en este caso.
Debemos destacar que, además de
constitucionales antes señalados, los recurri
que la Ley de Control de Acceso viola la
igual protección de las leyes y les priva de s
libertarios y propietarios sin un debido pro
De igual forma alegan que la Ley contravien
9 del Artículo VI de nuestra Constitución, referente al
uso de fondos públicos. Examinemos en detalle estos
señalamientos.
A.
Bajo nuestro ordenamiento constitucional nada
impide que la Asamblea Legislativa delegue poderes a
entidades privadas, tales como el poder para administrar
o implantar una ley. Lo único que le está vedado
delegar, en ausencia de autorización constitucional, son
aquellas funciones estricta y exclusivamente legislativas
y judiciales. Una delegación de poder a personas
privadas tiene que ser razonable, en atención al
propósito o meta que persigue la ley a la luz de sus
circunstancias particulares. A su vez, la razonabilidad de
la delegación depende de varios aspectos: (1) que la
Asamblea Legislativa haya inicialmente decidido las
cuestiones fundamentales de política pública relevantes
al esquema de la ley, y (2) que el estatuto provea
criterios o salvaguardas que eviten el ejercicio arbitrario
del poder delegado. Estas últimas no tienen que
mencionarse expresamente en el estatuto, siempre y
cuando puedan ser razonablemente determinadas del
esquema de la ley. Véase, 16 C.J.S. secs. 137, 141
(1984).
En el caso de autos, la Ley de Control de Acceso
delega poder tanto a los municipios como a las
asociaciones de residentes para poner en vigor la
legislación. Los primeros son los encargados de
reglamentar y conceder los permisos conforme a unos
procedimientos y criterios esbozados en la propia ley y
en el Reglamento de Planificación Núm. 20. Por su
parte, las asociaciones de residentes, una vez
organizadas y registradas en el Departamento de Estado
como un Consejo, Junta o Asociación sin fines de lucro,
23 LPRA sec. 64a (a) (Supl. 1996), han sido facultadas
para administrar y mantener los sistemas para controlar
el tráfico y el uso de las vías públicas, según estos les
hayan sido autorizados por los diferentes municipios. 23
LPRA sec. d-3 (a) (Supl. 1996).
Al aprobar este estatuto, la Asamblea Legislativa
de Puerto Rico llevó a cabo todas las decisiones
(334)
concernientes a la política pública. En la exposició
motivos se expresa lo que persigue y la forma en q
pretende lograr dicho propósito. A lo largo de su tex
establecen unos requisitos para la presentació
otorgación de permisos. En relación con los criter
salvaguardas que delimiten el ejercicio del p
delegado, en este caso, el ámbito de acción que le
permisible a una asociación al implantar el sistem
control de acceso, los mismos están contemplados
ley sólo parcialmente. Aunque la Ley no estab
criterios específicos que guíen a las asociaci
respecto a la amplitud de poder delegado, es d
respecto a cómo controlar el acceso, se le delega
municipios la facultad de definir el sistema a utiliz
y establecer los requisitos pertinentes y apropiados
cada una de las comunidades.
Esta ausencia de guías no convierte la delega
en inconstitucional.10 Como es sabido, siempre
10
El hecho de que la Ley de Control de Ac
no contemple el ámbito de acción que le será permi
a una asociación, al controlar el acceso de lo
residentes, no la invalida por inconstitucional, c
sostienen los recurridos. Al igual que cualquier otra
esta tiene que interpretarse acorde con el ordenam
constitucional y legal dentro del cual opera.
legislación no adolece de ningún vicio que la inv
por ser inconstitucional de su faz, ya sea por amp
excesiva o por vaguedad, contrario al planteamien
el que insisten los recurridos.
Al referirse a amplitud excesiva y a invalida
de su faz en el contexto de la Primera Enmienda
Constitución Federal, el profesor Tribe señala:
Of course, almost every law, such as the ord
trespass ordinance reviewed in Marsh v. Alabam
potentially applicable to constitutionally protected
that danger does not invalidate the law as such
merely invalidates its enforcement against prote
activity. A plausible challenge to a law as void
overbreadth can be made only when (1) the prote
activity is a significant part of the law's target, an
resulte posible suplir las guías de la delegación sin
frustrar el propósito de la ley, no la invalidaremos.
En el caso de autos, el esquema general de la Ley
pauta el ámbito de acción permisible de las asociaciones
al controlar el acceso. Al constituir una delegación de
poder, la asociación se limitará al ejercicio del poder
delegado. De igual forma, el hecho de que la Ley de
Control de Acceso constituya una delegación de poder
estatal implica que un individuo o una asociación no
puede, amparado bajo el manto de conducta privada,
violentar los derechos individuales garantizados por la
Constitución ni causar perjuicio o daño a otros mediante
el ejercicio del poder delegado. En la medida en que se
esta controlando el uso de bienes públicos, la facultad
conferida a las asociaciones de residentes esta
delimitaría por los mismos parámetros que limitan las
actuaciones del Estado. Por ende, si algún reglamento
aprobado por alguna asociación de residentes infringe
derechos constitucionalmente protegidos, el mismo será
invalidado.
Los reglamentos que se aprueben en virtud del
poder delegado no pueden resultar onerosos ni
irrazonables. Estos deben limitarse al mínimo necesario
de restricciones a los derechos de terceros, sin olvidar
que lo único que autoriza la ley es controlar el tráfico de
vehículos de motor y el uso público de ciertas vías
públicas residenciales. En este sentido nos
pronunciamos en Caquías a los efectos de que:
there exist no satisfactory way of severing the law's
constitutional from its unconstitutional applications so
as to excise the latter clearly in a single step from the
law's reach. Laurence H. Tribe, American Constitutional
Law 1022 (2da ed. 1988) (nota al calce omitida).
Según este reconocido profesor, respecto a leyes
con esas características, el acercamiento apropiado en la
adjudicación constitucional consiste en eliminar
gradualmente, a base de un análisis caso a caso, los
aspectos inconstitucionales de la ley, invalidando las
aplicaciones impropias que se hagan de ella. Id a la pág.
1023.
(335)
[E]l permiso que otorga un mun
interpretarse e implantarse de conformi
naturaleza pública de esas vías su uso no d
indebidamente oneroso. Toda norma de
acceso debe ser razonable a la luz de las part
de la urbanización en que se vaya a implant
supra.
Recalcamos, la Ley no permite qu
indiscriminadamente el acceso, sólo autor
controle el mismo, conforme a las ci
particulares de cada comunidad.
La delegación efectuada por, la Leg
asociaciones de residentes es limitada y la
interpretarse conforme al ordenamiento v
propósito de la Ley de proveerle a la ci
instrumento para prevenir el crimen en su
vecindarios, teniendo presente la natura
bienes involucrados y los derechos constit
todas las partes afectadas.
Examinemos estos aspectos.
B.
El uso de bienes públicos se encuen
por la propia Constitución, la cual impone l
al Estado de disponer de las propiedade
públicos únicamente para fines públicos, Co
VI, sec. 9. A tales efectos la Asamblea Legi
amplia discreción para determinar lo que c
fin público, P.I.P. v. C.E.E., 120 D.P.R
(1988); P.S.P. v. E.L.A., 107 D.P.R. 590 (
Telephone Co. v. Tribl. Contribuciones, 81 D
996 (1960); McCormick v. Marrero, Juez
260, 267 (1944), y una vez ha hecho tal de
los tribunales de ordinario no la invalidarán
sea palpable y manifiestamente arbitraria e
En este contexto, las calles son
dominio y uso públicos independientem
jurisdicción bajo la cual se encuentre
municipal o estatal. Este carácter público de
desprende de nuestro Código Civil, Arts. 2
LPRA secs. 1024 y 1025 (1993); véanse además,
Caquías, supra; Rubert Armstrong v. E.L.A., 97 D.P.R.
588, 616-18 (1969); Gobierno de la Capital v. Consejo
Ejecutivo, 63 D.P.R. 434, 458-59 (1944); Municipio v.
Smith, 27 D.P.R. 632 (1919); Saldaña v. Consejo
Municipal de San Juan, 15 D.P.R. 37, 51 (1909); y se
remonta a los tiempos de las partidas del Rey Alfonso el
Sabio. Tercera Partida, Título XXVIII, Ley VI y Título
XXIX, Ley VII, 2 Las Siete Partidas del Rey Don
Alfonso el Sabio, Cotejado con varios Códices Antiguos
por la Real Academia de la Historia, 711-12, 736 (1972).
El propio Código Civil reconoce, además, la
existencia de bienes, como los terrenos en donde ubican
las carreteras, calles y plazas públicas, "que aunque por
su naturaleza son susceptibles de propiedad particular,
pierden esta cualidad como consecuencia de la
aplicación que de ellos se hace para fines públicos
incompatibles con la propiedad privada". Art. 274, 31
LPRA sec. 1082 (1993).
El derecho de la ciudadanía al uso y disfrute de
los lugares públicos es básico dentro del esquema de
valores de nuestro sistema democrático. Sin embargo,
esto no significa que los ciudadanos tengan un derecho
absoluto a su uso. Véase, Unión Nacional de
Trabajadores v. Soler Zapata, Op. de 16 de abril de
1993, 93 CDT 60, 134 D.P.R. ___ (1993). El Estado, en
el ejercicio de su poder parens patriae, puede
válidamente reglamentar el uso que se le dará a las calles
siempre y cuando la reglamentación o legislación
adoptada al respecto no interfiera de forma irrazonable
con los derechos constitucionales de los individuos.11
11
Asimismo, puede adoptar medidas para
proteger la seguridad, la salud y el interés general de la
comunidad, siempre que las restricciones que puedan
causar al derecho de propiedad no sean contrarias al
mandato constitucional que impide privar a una persona
de intereses libertarios y propietarios sin un debido
proceso de ley. E.L.A. v. Márquez, 93 D.P.R. 393
(1966). Ya desde 1963 el Secretario de Justicia
reconoció que, como regla general, no hacía falta una
previa autorización para utilizar bienes que fueran de
(336)
Pacheco Fraticelli v. Cintrón Antonsanti, 122 D
229 (1988); véase además la Ley de Vehícul
Tránsito de Puerto Rico, 9 LPRA secs. 301, 1903 (1
En este contexto, el derecho a la liberta
movimiento o a discurrir libremente por las
públicas ha sido reconocido como un derecho con v
propio, y no solamente como uno necesario pa
ejercicio de otros garantizados constitucionalm
Véanse, Papachristow v. City of Jacksonville, 405
156 (1972); Hague v. Committee for Indus
Organization, 307 U.S. 496 (1937). Sin emb
tampoco es absoluto. El Estado puede reglament
ejercicio dentro de los parámetros de nu
ordenamiento constitucional.
Otro derecho constitucional en juego e
implantación de los controles de acceso del cas
marras lo es el derecho a la intimidad. Const. P.R.
II, secs. 1 y 8. Se trata aquí del derecho a la intimida
la información personal, específicamente en
adquisición de la información, y la retención y uso
información adquirida.12 No es éste el caso
información sobre la vida íntima y familiar, la
dominio público. Sin embargo, reconoció que
razones de seguridad y de orden público po
requerirse una autorización previa del municipio
poder usarlos para determinadas actividades. 13 Op.
Just. (1963), reiterado en 39 Op. Sec. Just. (1966).
12
En la jurisdicción federal véanse, Nixo
Administrator of General Services, 433 U.S. 425 (19
Whalen v. Roe, 429 U.S. 589 (1977). Varios Tribun
de Circuito de Apelaciones han utilizado el anális
balance de intereses como criterio de revisión a seg
en caso s de derecho a la intimidad en la informa
Plante v. González, 575 F.2d 1119 (5to Cir. 1978);
v. Westinghouse Elec. Corp., 638 F.2d 570 (3er
1980); J.P. v. DeSanti, 653 F.2d 1080 (6to Cir. 19
Barry v. City of New York, 712 F.2d 1554 (2do
1983); Tavoulareas v. Washington Post Co., 724
1010 (Cir. D.C. 1984). Véase además, Alan F. We
Privacy and Freedom, 330-99 (1968).
merece la mayor protección, Arroyo v. Rattan
Specialties, Inc., 117 D.P.R. 35 (1986); Figueroa Ferrer
v. E.L.A., 107 D.P.R. 250 (1978), sino de información
que se deriva del movimiento de los ciudadanos por las
vías públicas del país, ciertamente merecedora de una
protección menor.
Hemos afirmado que el derecho a la intimidad no
se ejerce de ordinario en el vacío, sino en el centro
mismo de nuestros vecindarios, y por ende, su práctica
no está inmune a la intervención moderadora del Estado.
Al respecto, debemos tener presente que la intromisión
en la intimidad ciudadana de ordinario sólo debe
tolerarse cuando así lo exijan problemas apremiantes de
salud y seguridad pública. Véanse, Pueblo v. Figueroa
Navarro, 104 D.P.R. 721 (1976); E.L.A. v. Hermandad
de Empleados, 104 D.P.R. 436 (1975); García Santiago
v. Acosta, 104 D.P.R. 321 (1975).
Al adjudicar la controversia de autos debemos,
además, tener presente que el Estado tiene la obligación
de velar por la seguridad de los ciudadanos y sus
propiedades. Por ende, la Asamblea Legislativa tiene
plena facultad para adoptar mecanismos dirigidos a
proteger a la ciudadanía y a desalentar la actividad
criminal.
Al aprobar la Ley de Control de Acceso la
Asamblea Legislativa ponderó los intereses en conflicto
y decidió adoptarla como medida para garantizar la
seguridad Y tranquilidad de las personas. Véase la
discusión sobre los intereses sociales en pugna tras la
adopción de la Ley, en Caquías, supra (Fuster
Berlingeri, J.A., Op. de Conformidad). Desde este
estrado apelativo no nos corresponde expresarnos sobre
la necesidad, conveniencia o sabiduría de esta pieza
legislativa. Tampoco debemos sustituir nuestro criterio
por el de la Asamblea Legislativa, sino únicamente
determinar si la Ley de Control de Acceso conflige con
el ordenamiento constitucional, si contraviene algún
derecho o mandato constitucional.
Un análisis del texto de la Ley de Control de
Acceso advierte que la misma no autoriza los cierres de
las urbanizaciones controladas ni prohíbe el acceso a
(337)
éstas. Tan sólo pretende regularlo. Por ello
advertimos que "[e]l concepto de contro
implica que se preserva la naturaleza pú
calles residenciales." Caquías, supra.
Al permitir algún grado de cont
acceso y uso de las vías públicas a las aso
residentes, la Ley de Control de Acceso pe
intervención con los individuos que quieren
comunidades controladas. El término contr
el ejercicio de algún tipo de intervención c
de regular, vigilar o fiscalizar, en este caso
las vías. IImplica además una limitación en
calles. Sin embargo, trasluce del texto d
Control de Acceso que esta intervención au
la Asamblea Legislativa no equivale a una
de la persona, y menos a un registro de
poder no les fue delegado a las asoc
residentes.
Por otro lado, como medida para s
los derechos de terceros al uso de bienes
Ley de Control de Acceso prohíbe que se le
o dificulte a los residentes externos de la c
uso y disfrute de facilidades comunales,
contempla la colocación de letreros que ide
instalaciones y facilidades públicas exis
comunidad. 23 LPRA sec. 64b (e) (S
Además, condiciona la concesión del perm
dé fiel cumplimiento a la reglamentación v
acceso a las playas y a que bajo ninguna c
pueda impedirse el libre acceso a la Policía
ambulancias y otros servicios, ya sean
privados.
De conformidad con lo anterior, est
la determinación tomada por la Asamblea L
fue irrazonable en la medida en que la Ley d
Acceso no limita de manera absoluta el acce
públicas y ciertamente pretende favorecer
bienestar general.
Asimismo, las limitaciones al acceso
calles públicas que conlleva la implantación
Control de Acceso no tienen el efecto de i
la consciencia, la mente, los pensamientos o los
sentimientos del individuo. Cf. Arroyo v. Rattan
Specialties, Inc., 117 D.P.R. 35 (1986). Tampoco
lesionan la zona de autonomía e información que el
derecho a la intimidad reconoce. únicamente reglamenta
el uso de unos bienes a los cuales todos los habitantes
tienen derecho de uso, en aras de salvaguardar
precisamente el sosiego, la paz y la tranquilidad de la
vida comunitaria, factores que anteriormente hemos
reconocido que son parte del derecho a la dignidad e
intimidad del ser humano, derechos de posición
preferente en nuestro esquema constitucional. Pueblo v.
Hernández Colón, 118 D.P.R. 891, 905 (1987); E.L.A. v.
Hermandad de Empleados, 104 D.P.R. 436, 446 (1975);
Sucn. de Victoria v. Iglesia Pentecostal, 102 D.P.R. 20
(1974).
En este sentido, tal como lo señalara el tribunal
de instancia, en la medida en que el texto de la Ley de
Control de Acceso no autoriza la exclusión
indiscriminada de los ciudadanos que no residen en las
comunidades sometidas a este régimen, no existe
conflicto alguno con los derechos a la libre expresión y
difusión de ideas, ni puede hablarse de discrimen o
menoscabo alguno de un interés constitucional. Véase
Caquías, supra.
Por otro lado, entendemos que la Ley de Control
de Acceso tampoco viola la igual protección de las
leyes. Debido a que la clasificación que, en todo caso,
crea esta Ley sería una no sospechosa, residente y no
residente, el análisis aplicable sería el de escrutinio
racional. Dicha clasificación se justifica a la luz de los
propósitos que persigue la Ley. Véase, Arlington County
Board v. Richards, 434 U.S. 5 (1977).
A la luz de lo anterior, la Ley de Control de
Acceso constituye una delegación válida de poder estatal
a entidades privadas. Sin embargo, corresponde a los
tribunales examinar cuidadosamente, caso a caso, la
implantación de la Ley para evitar que se establezcan
controles de acceso que rebasen los poderes delegados
o que se autoricen para otros propósitos que no sean los
contemplados en la Ley.
(338)
Aclarado lo anterior, examinemos en de
cómo las asociaciones de residentes recurrentes
implantado los sistemas de control de acceso qu
fueron autorizados, para, dentro de ese cont
interpretar el alcance del poder delegado.
C.
En los dos casos ante nos, las resoluci
municipales autorizan a las asociaciones de residen
intervenir con los visitantes para indagar si el prop
para acceder a las calles controladas es legal
respecto, la secciones 7 y 9 de las Resoluciones N
72 y 75 del Municipio de San Juan, e Serie 1992-93
cuales autorizaron los controles de acceso para la
Maracaibo y la urbanización College P
respectivamente, igualmente establecen que: "[l]as c
aquí controladas permanecen bajo el contro
jurisdicción de este municipio; por lo tanto
garantizará el acceso de personas que así lo requ
para propósitos legales...[l]a asociación de reside
hará los arreglos para garantizar este derecho y a su
protegerse de la criminalidad".
Tanto en la calle Maracaibo como e
urbanización College Park, los sistemas de contro
acceso implantados funcionan haciendo uso
guardianes de seguridad privados contratados po
respectivas asociaciones de residentes. Estos guardi
privados se encargan de operar el mecan
seleccionado, en ambos casos, una valla o portón.
De los autos se desprende que, en el caso
calle Maracaibo, la persona que opera el sis
implantado pregunta al visitante su nombre y le so
una identificación. Resolución de la Junta de Direc
sobre instrucciones al guardia de seguridad y form
operar el sistema de control de acceso en la
Maracaibo, 7 de julio de 1994. Posteriorment
pregunta el propósito de su visita, aunque segú
citado documento, la contestación a esta pregunta
voluntaria y no podrá usarse para negar el acceso. I
guardia anotará en un registro la marca del vehículo
número de tablilla. Id.
Por su parte, surge de los autos que, en la
urbanización College Park, el guardia de seguridad le
requiere a todo vehículo que no tenga adherida la
calcomanía al cristal, el nombre del conductor y el
número de licencia de conducir. 8 a la pág. 5. Le
pregunta además la residencia o lugar a donde se dirige,
y e nombre del residente a visitar, mas esta información
se provee voluntariamente, por lo que no se impide la
entrada a quien se niegue a proveerla. Id. El guardia
procede entonces a anotar en un registro el nombre y
número de licencia del conductor, así como el número
de tablilla, la marca del vehículo, la hora de entrada y
salida, el nombre de la persona a visitar, además de la
residencia o lugar a donde se dirige. Id. Sólo cuando
conste en actas una autorización por escrito del residente
para que sean anotados sus visitantes en el
correspondiente registro, puede anotarse dicha
información en el registro. Id.
En términos prácticos, los mecanismos utilizados
para controlar el acceso en los casos ante nos, sea
portón, valla u otro análogo, suponen un impedimento
físico al acceso de aquellas personas que no cuentan con
un "beeper" o tarjeta electrónica, según sea el caso.
Dichos mecanismos no implican un cierre de las
respectivas comunidades, pues el acceso a las mismas
está supeditado al cumplimiento de unos requisitos,
solicitados por los guardias de seguridad cuando el
visitante se acerca a la entrada del área controlada. En
torno a este aspecto de la implantación de la Ley, el
ámbito de intervención con los visitantes, se traba la
presente controversia.
D.
En la resolución del presente caso, el tribunal de
instancia actuó correctamente al esbozar los parámetros
constitucionales a los cuales tiene que circunscribirse la
implantación de un sistema de control de acceso. Sin
embargo, erró al entender que hacer compulsorio el
cumplimiento de ciertos requisitos mínimos para lograr
acceso a un área controlada restringía la libertad del
ciudadano, lo cual activaría la protección de la Sección
10 de nuestra Carta de Derechos. Por ende, dicho
tribunal erró al aplicar la jurisprudencia interpretativa de
(339)
la Sección 10 del Artículo II de la Cons
Estado Libre Asociado de Puerto Rico y
Enmienda de la Constitución de Estados
presente situación. No obstante, nuestra
excluye la posibilidad de que la intervenció
la persona ubicada en las entradas de la
alcance el grado funcional de un arresto o in
la persona de forma tal que se active la pro
Sección 10.
Entendemos que dicha protección co
se activaría bajo el supuesto de un arresto r
una persona particular, debido a que la Le
de Acceso no ha delegado la facultad de
allanar. Aún si resolviésemos que en
particular del caso de marras fuera aplicabl
constitucional de la Sección 10, entende
intervención en cuestión no equivale a una
de la persona. Se entiende que una pers
incautada, dentro del contexto de la Cuart
sólo cuando a la luz de la totalidad de las ci
que rodean el incidente, una persona razon
pensado que no estaba en libertad de pode
del lugar.13 Por ende, en la medida en que
permanece en libertad de evadir las pregun
estamos ante una incautación de la persona.
que la intervenciones autorizadas en los ca
no activan la protección contra registros e in
irrazonables.
El tipo de intervención que se llev
estos controles de acceso entre el guardia d
y el visitante difiere de la que se da entre
cuando se trata exclusivamente de bienes
intervención que ocurre en los controles de
el propósito de velar por la seguridad de la
propiedades dentro de un área en que ub
13
Pueblo en Interés del Menor N.R.O
de septiembre de 1994, 94 CDT 119, 136
(1994); Pueblo v. Ruiz Bosch, 127 D.P.R.
Véanse además a manera de ilustració
Delgado, 466 U.S. 210, 228 (1983); U.S. v.
446 U.S. 544, 554 (1980).
públicos y privados, y, como vimos, la misma es posible
en virtud de una delegación del gobierno y en
cooperación con éste.
En la medida en que dicha intervención es de
naturaleza preventiva, la misma es parecida a la que se
permite realizar en las entradas de parques, estadios,
coliseos y otros edificios públicos, ciertas áreas de los
aeropuertos y bases militares, entre otras instalaciones
públicas. Véanse a manera de analogía, Collier v. Miller,
414 F. Supp. 1357 (D.Tx. 1976); U.S. v. Moreno, 475
F.2d 44 (5to Cir. 1973), cert. denegado, 414 U.S. 840
(1973); Downing v. Kunsig, 454 F.2d 1230 (6to Cir.
1972); Barret v. Kunsig, 331 F.Supp. 206 (D.Ten. 1971).
En los casos citados, se utilizaron mecanismos de
seguridad con el propósito de evitar la comisión de actos
que pusieran en peligro o atentaran contra la vida y
propiedad de determinado número de personas ubicadas
en cierta área. Lo crucial al validar los distintos tipos de
intervenciones fue si el método utilizado resultaba ser el
menos intrusivo con la intimidad.
Conforme a lo discutido anteriormente, al
interpretar el alcance de la intervención que podrá llevar
a cabo un guardia de seguridad, el criterio rector debe
ser que el medio utilizado sea el que menos interfiere
con los derechos ciudadanos antes mencionados sin que
se frustre el propósito de la Ley. El medio utilizado para
controlar el acceso no podrá impedir a terceros, de forma
discriminada, el uso y disfrute de las vías, aceras,
parques y otras instalaciones públicas que ubiquen
dentro del área. Así tampoco podrá interferir
irrazonablemente con la intimidad de los que transitan
por las vías públicas.
Para salvaguardar los intereses y derechos de los
visitantes, las indagaciones que podrá realizar el guardia
de la entrada de los sistemas de control bajo examen se
limitarán a preguntar el lugar o destino hacia donde se
dirige el visitante, o, en su defecto, el propósito de la
visita.14 En aquellos casos en que el residente haya
autorizado el que se indague respecto a la identifica
de sus visitantes particulares el guardia podrá pregu
el nombre del visitante. Estos criterios serán
aplicación, a su vez, en cuanto al acceso peaton
refiere.
Por otro lado, entendemos que, para cumpli
el propósito que se persigue al solicitar una tarje
identificación, esto es confirmar la identificación
persona, existen medios menos onerosos e intrusivo
la intimidad, como lo sería el anotar el númer
tablilla del vehículo. Por ello resulta oneroso el q
Asociación Calle Maracaibo y Vecinos Unidos soli
la licencia de conducir u otra identificación a aqu
personas que interesen entrar a una comunidad
acceso controlado, en automóviles o como peatone
En lo que respecta a los registros de visita
resolvemos que sólo podrá llevarse un registro
determinada información sobre los visitantes de aqu
residentes que así lo hubieran autorizado expresam
Es decir, que para poder llevar un registro de
visitantes de determinado residente, éste tiene que h
consentido para ello. En dicho caso, la información
podrá incluir el mismo se limitará a aquélla que
percibida a simple vista,15 además del nombre
visitante en los casos en que se haya provisto. En ar
exhaustivos, lograr acceso a las playas, utiliza
facilidades comunales, ya sean educativas, deport
recreativas, instituciones de servicios o de otra ín
(véase, 23 LPRA sec. 64b (e) (Supl. 1996). Sin emb
a tono con las particularidades de la comunidad y s
a un análisis de razonabilidad, podrán estab
horarios nocturnos en los cuales no se podrá
acceso al área sujeta al sistema de control.
asociaciones de residentes tienen que tener presente
no podrán denegar el acceso a las calles controladas
el ejercicio de actividades constitucionalm
protegidas.
15
14
Además de visitar a un residente, serían
propósitos igualmente legítimos, sin pretender ser
(340)
Tales serían, por ejemplo, la hora de entra
salida, y las características del vehículo como lo s
marca, el modelo, el olor y la tablilla.
reducir el riesgo del mal uso de los datos recopilados,
dichos registros serán custodiados por el secretario de la
asociación de residentes o por el cargo análogo, quien
velará porque no se haga uso indebido de la información
en él contenida. El uso que se haga del registro no puede
alejarse del propósito que persigue la Ley, participar en
la lucha contra el crimen y asistir a la labor de la Policía
cuando se comete un crimen en el área controlada.
Véase, Ley de Control de Acceso, Exp. de Mot., 1987
Leyes de Puerto Rico, pág. 6. Sólo podrán mantenerse
guardados por un período de tiempo razonable limitado,
transcurrido el cual serán destruidos.
En atención a todos los derechos e intereses
envueltos, en aras de lograr el mejor balance entre éstos,
establecemos que en la implantación de los sistemas de
control de acceso de marras, constituye una condición
esencial notificar o advertir a todo potencial visitante de
los requisitos que se le pedirán en la entrada, con el
propósito de minimizar la intervención con los
visitantes. De esta manera, si el visitante no está de
acuerdo con ellos puede retroceder antes de detenerse
frente a la persona encargada de controlar el acceso.
Las personas que se acerquen a áreas acogidas al
régimen de la Ley deben estar informadas mediante la
colocación de letreros que le avisen a una distancia
razonable de la entrada que van a tener que parar su
vehículos brevemente con el objetivo de indagar su
nombre y destino o propósito. Asimismo dicho letrero
deberá indicar la entidad o persona a quien pueden
dirigir cualquier tipo de reclamación. Además, en cuanto
se acerquen a donde se encuentre el guardia,16 no
tendrán que detenerse durante más tiempo que el que
razonablemente toma hacer las mencionadas
averiguaciones.
de Puerto Rico, el Gobierno Federal M
cualquier vehículo que esté respondie
emergencia. Estos estarán exentos del
identificación una vez demuestren la tablilla
que es un vehículo oficial. Así expresament
el reglamento del caso de autos y corres
comunidades con estos controles tomar las m
asegurar que los vehículos oficiales y de
estén exentos de estos requisitos.
Las medidas discutidas an
constituyen el máximo de interve
consideramos permisible sin que queden fr
propósitos de la Ley. Aclaramos que la Asoc
Maracaibo y Vecinos Unidos cuentan con u
acción que va desde cero intervención con
hasta el máximo de intervención perm
esbozado. Dentro de estos parámetros, y co
particularidades de cada urbanización, las
de residentes podrán diseñar el sistema d
acceso que mejor atienda sus necesidades.1
Por entender que la Ley de Contro
autoriza cierta intervención con el visit
propósito de controlar el tráfico vehicul
público de ciertas calles y que este tipo de
no activa la Sección 10 de la Constitución
aquella parte de la sentencia que establece u
con las investigaciones de carácter crimina
que únicamente podría denegarse la en
visitante si se cuenta con motivo fundado
razonable de que el visitante podría comet
Revocamos también la determinación del
instancia que resuelve que la omisión de b
información, de por sí, no puede dar base
del acceso a una comunidad o urbanización
Aunque entendemos que la so
Sin embargo, las medidas anteriormente descritas
no son aplicables a los vehículos oficiales del Gobierno
17
16
Dicho guardia de seguridad deberá estar
debidamente uniformado e identificado con una placa
que incluya su nombre y apellido.
(341)
A tales efectos, podría optarse po
requisitos menos rigurosos durante cierto
semana o ciertas horas del día o por no
acceso durante cierto horario en que las
utilizadas como rutas alternas.
dispuesta a tolerar un tipo de intrusión mínima con su
libertaad e intimidad, el hecho de que nos inclinemos a
favor del bienestar y la tranquilidad de las familias en
sus hogares no significa que favorezcamos cualquier
medio para alcanzar el propósito de la Ley. Conscientes
de que la coartación de libertades como medida
preventiva nunca ha sido bien vista, debe optarse por el
método que sea menos invasor a la intimidad del
visitante. Sostenemos la validez de cierta intervención
con el visitante siempre y cuando ésta se ajuste a lo aquí
esbozado, en aras de salvaguardar los derechos de todas
las partes involucradas.
Por todo ello, modificamos los sistemas de
control de acceso implantados en la calle Maracaibo y
en la urbanización College Park, por la Asociación Calle
Maracaibo y por Vecinos Unidos, respectivamente,
respecto al máximo de intervención permisible con los
visitantes. Los sistemas implantados deberán ser
atemperados a lo aquí resuelto, de forma tal que se
garanticen los derechos de los visitantes.
III.
Según expresamos anteriormente, no resta
resolver la controversia sobre la actuación del tribunal
de instancia al resolver que el sistema autorizado para la
urbanización College Park era contrario a la ley por dos
razones: (1) por 2 controlar el acceso en una comunidad
que no había solicitado el sistema, la Torre B del
condominio College Park; y (2) por obstaculizar la
continuidad de la calle Santa Inés privándose así a los
residentes de la urbanización Altamesa del acceso a la
avenida Glasgow, en cuyo caso consideró apropiado
revocar, la totalidad del permiso.
Respecto al primer planteamiento basta señalar
que el mismo se ha tornado académico. Existe un
acuerdo de estipulación entre Vecinos Unidos y College
Park Associates, S.E., propietaria de las Torres A y B
del condominio College Park, en el cual se pactó el
acceso de los residentes del condominio a través de las
(342)
calles de College Park.18
El segundo planteamiento requiere m
consideración. Vecinos Unidos nos señala que
enmiendas introducidas en 1992 a la ley permite
establecimiento de controles de acceso en comunid
cuyas calles se utilicen como acceso a
comunidades o urbanizaciones, siempre que éstas te
vías alternas de entrada y salida. Esta fu
interpretación que hizo el Municipio al refuta
objeciones de la Autoridad de Carreteras para endos
parte del sistema propuesto que impedía a los vecin
la urbanización Altamesa el acceso hasta la ave
Glasgow y finalmente conceder el permiso.
Asimismo, el Municipio sostiene qu
fundamento expuesto por la Autoridad de Carre
para negar su endoso a parte de la propuesta en térm
de que se estaría obligando a los residentes de Altam
a utilizar una ruta mucho más larga en contra
Reglamento de Planificación Núm. 20, no es válido
luz de las enmiendas sufridas por la Ley en el 1
Aduce que al otorgar el permiso, el Muni
correctamente examinó las alternativas de acceso
urbanización Altamesa.
Por su parte, los residentes de Altam
levantaron, como 1, impedimento estatutario pa
cierre del sector, la existencia de una vía continua
18
En relación a este asunto, toma
conocimiento judicial de la Sentencia por Estipula
dictada por el Tribunal de Primera Instancia,
Superior de San Juan, el 23 de enero de 1995, en el
Vecinos Unidos, Inc. v. College Park Associates,
Civil Núm. KAC 93-1043. Esta sentencia recog
estipulación acordada por las partes otorgándole
residentes del Condominio College Park, Torres A
los mismos derechos e igual trato que el otorgado
residentes de la Urbanización College Park e
Resolución Núm. 75 emitida por el Municipio de
Juan.
En tal sentido dicha Resolución q
enmendada.
durante treinta años ha servido a los residentes de la
urbanización Altamesa como ruta de acceso a la avenida
Glasgow.
Evaluemos sus planteamientos.
A.
En 1992, el esquema legal que hasta entonces
regulaba las características que debe reunir el sector que
interese controlar el acceso, fue objeto de enmiendas
para permitir que comunidades que hasta el momento se
veían impedidas de establecer controles de acceso
pudieran beneficiarse de éstos. Véase Ley Núm. 22 de
16 de julio de 1992.19
Un examen del estatuto advierte que la Ley
permite la otorgación de permisos aun cuando resulten
afectadas otras comunidades.20 Sin embargo, aun cuando
las enmiendas efectuadas en 1992 tuvieron
ampliar el número de situaciones en
municipio puede autorizar el establec
controles de acceso, es evidente que la L
ciertas limitaciones a la concesión de perm
En su Sección 1, la Ley señala que u
podrá expedir autorizaciones para el contr
de urbanizaciones cuyas vías se usen como
salida de, otras calles,
urbanizaciones o comunidades, siempre
(a) La otra calle, urbanización o comu
vías públicas alternas de entrada y salida ...
(b) No se impida, obstaculice o li
propietarios y residentes de la otra calle, urb
comunidad el flujo vehicular y peatonal p
aceras, públicas que tengan continuidad ent
urbanizaciones o comunidades de que se tra
sec. 64 (Supl. 1996) (énfasis suplido).
19
En su origen, únicamente cualificaban para
controles de acceso aquellas áreas que tuvieran un sólo
acceso o que teniendo más de uno, ninguno de ellos
constituyera una vía de paso o de comunicación por el
que se tuviera que transitar para llegar a otras
comunidades. Ley Núm. 21 de 20 de mayo de 1987,
Exp. de Mot., Leyes de Puerto Rico - 1987 - a la pág. 67.
Al aprobarse la Reforma Municipal en 1991, la Ley de
Municipios Autónomos estableció que la comunidad
interesada en solicitar un control de acceso tenía que ser
aislable dentro del área geográfica en que estuviera
ubicada y no podía controlarse, a su vez, la entrada y
salida de otra comunidad que no hubiera solicitado el
control. Además, dispuso que no podía dificultarse el
flujo vehicular y peatonal por calles locales que tuvieran
continuidad entre comunidades y barr
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