España en la II Guerra Mundial. Versiones historiográficas y documentos Svetlana Pozharskaya Academia de Ciencias de Rusia Las primeras interpretaciones sobre el papel de España en la Segunda Guerra Mundial y la naturaleza de su neutralidad aparecen en el transcurso de la contienda, siendo los primeros en formularlas no investigadores académicos, sino dirigentes del régimen franquista y líderes occidentales de la coalición antihitleriana: Francisco Franco y Juan Jordana de Pozas por un lado y Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill por otro. Los autores de los primeros libros al respecto fueron políticos y diplomáticos: Carlton Hayes y Samuel Hoare, Ramón Serrano Suñer y José Doussinague. Desde entonces, investigadores de diferentes países y escuelas históricas, españoles, fundamentalmente, han analizado en diferentes ocasiones el conjunto de problemas relacionados con la cuestión, añadiendo sus colores al calidoscopio de acontecimientos y juicios. El mejor conocimiento y reconstrucción de la historia de aquellos años ha sido posible gracias a la apertura de los archivos de varios países. Quisiéramos destacar en especial la posibilidad de estudiar muchos materiales de los archivos estatales de España. El sesenta aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial constituye un buen estímulo para una nueva lectura de muchos documentos aparentemente bien conocidos anteriormente. Y no sólo porque cada generación aspira a dar sus respuestas a los interrogantes que la Historia plantea, sino porque cuanto más dista de los testigos de la época un evento, tanto menos se dejan sentir los partidismos políticos o ideológicos, tan cambiantes, además, en nuestro dinámico mundo. Contribuye también al mejor conocimiento el incesante proceso de descubrimiento de nuevos documentos en el uso científico y el perfeccionamiento de los métodos de investigación. Enero de 1945. En el momento de abandonar Madrid al término de su misión diplomática, Carlton Hayes, embajador de los EEUU en España, promete en su entrevista con José Doussinague, director del Departamento Político del Ministerio de Asuntos Exteriores de España, que hará todo lo posible para explicar en Washington la política de España, política que, en su opinión, entendía perfectamente. Hayes aseveró a su interlocutor que, de haber sido un político español en los años comprendidos entre 1940 y 1942 hubiera hecho una política germanófila a fondo, porque era la única manera de evitar la invasión alemana de. Ahora bien, en lo que se refiere a Alemania, el diplomático estadounidense, que anteriormente había sido profesor de la Universidad de Columbia, es de la opinión que “tres graves errores ha cometido Alemania, sin los cuales hubiera ganado la guerra": 1. No haber invadido España en junio de 1940, para cerrar Gibraltar. 2. No haber realizado a fondo la campaña del Norte de África, reuniendo allí todo su Ejército para conseguir cerrar Suez. 3. Su ataque a Rusia. Ellos [es decir, los alemanes, N. de S.P.], por lo que se refiere al primer punto - continuaba el Embajador -, actuaron bajo la sugestión del estudio de las campañas napoleónicas, que fueron tan difíciles en España y pensaron que no les convenía abrir una campaña en la Península Ibérica, en la que sin duda hubieran tenido rápidos triunfos, pero teniendo que contar con que Inglaterra y los Estados Unidos vendrían a desembarcar en ese país rodeado de costas por todas las partes y donde la operación de desembarco les era más fácil…1 Este parecer de un contemporáneo sobre la relevancia del factor español en el desenlace de la guerra y la futura derrota de Alemania tiene importancia, puesto que a su regreso a los EE.UU. se proponía, atendiendo a una petición personal del presidente Roosevelt, permanecer durante una semana en Washington para facilitar a los funcionarios del Departamento de Estado una mejor comprensión de las circunstancias españolas. Doussinague no hizo comentario alguno a la opinión del embajador, a pesar de ser perfectamente consciente de que Hayes había unido en el tiempo dos acontecimientos: el problema de la entrada de España en la guerra del lado de Alemania, planteado de forma real por vez primera en el ámbito de la política práctica en junio de 1940, asignándose a España un papel activo, y el plan de la invasión de la Península por divisiones alemanas con el objeto de tomar Gibraltar, en el que el papel de España era puramente pasivo. Desde entonces, en el más de medio siglo transcurrido, este conjunto de problemas ha sido en reiteradas ocasiones objeto del análisis de historiadores españoles, así como norteamericanos y europeos. Entre las publicaciones más recientes quisiera llamar la atención al libro del profesor Manuel Espadas Burgos Franquismo y política exterior (Madrid, 1987)2. Estos temas también han sido tratados por historiadores rusos3. No obstante, existen aún aspectos que estudiar y preguntas que esperan respuesta. Y entre ellas ésta: ¿Por qué en la conversación con Doussinague Hayes sólo hizo mención a junio de 1940? Cabe señalar que otro “contemporáneo” de los acontecimientos, Hitler, más o menos al mismo tiempo que Hayes, también eligió el “problema español” como objeto de conversación en el círculo de sus correligionarios, advirtiendo que, aprovechando el entusiasmo provocado en España por Alemania y el golpe que ésta asestó a Inglaterra en el verano de 1940, Alemania tenía que haber atacado Gibraltar ese mismo verano, inmediatamente después de la derrota de Francia. Sin embargo, a la sazón el inconveniente radicaba en que hubiera sido difícil evitar la entrada da España en la guerra de parte de Alemania. Según palabras de Hitler, Italia ya era un fardo suficiente e, indistintamente de las cualidades del soldado español, España habría resultado, dada su miseria y falta de preparación, más bien un pesado fardo que una adquisición4 Pero Hitler, según atestiguan los documentos conocidos ahora, pecaba por lo menos de hipócrita hablando de lo indeseable de “ la entrada de España en la guerra”. En lo que se refiere a la “miseria y falta de preparación”, eran precisamente los argumentos de sus oponentes, a quienes él trató sin éxito de persuadir. Acudamos a los testimonios de la época. El 12 de junio de 1940, cuando quedaban horas contadas para la caída de París, Franco y Beigberder, ministro de Asuntos Exteriores, firmaron el decreto que declaraba a España “parte no beligerante”. Con la entrada de Italia en la guerra contra Francia e Inglaterra, se 1 Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (citado como AMAE en lo sucesivo), Leg. R - 2421, Exp. 4. 2 Véase M.Espadas Burgos, Franquismo y política exterior, Madrid, 1987; C.J.Pereira. Introducción al estudio de la política exterior española (siglos XIX-XX), Madrid, 1983. 3 Véase S.P.Pozhárskaia, La diplomacia secreta de Madrid. Política exterior de España en los años de la Segunda Guerra Mundial, Moscú, 1971 (en ruso); de la misma autora: España y EE.UU. Política exterior y sociedad. 1936-1976, Moscú, 1982 (en ruso). 4 Véase The Testament of Adolf Hitler, London, 1961, p. 46. cernió sobre el Mediterráneo una amenaza5. El 17 de junio, el Embajador de los EEUU en España, Alexander Weddel, en su informe a Cordell Hull, escribía con seguridad que en estas condiciones España entraría en la guerra6. En 19 junio de 1940, el gobierno español dirigió un memorándum a Berlín, en el que se trataba del nuevo estatus de España y de su disposición a entrar en el futuro en la guerra, si ello fuese necesario. El 25 de junio de 1940, el Secretario de Estado, Wizsaeker entregó a Antonio Magaz, embajador español en Berlín la repuesta oficial al memorándum, en la que se decía que el gobierno del Reich saludaba muy calurosamente la declaración de España de que tras la correspondiente preparación de la opinión pública, España, si fuese necesario, entraría de buena gana en la guerra7. En Madrid, por lo visto, se esperaba que tal necesidad no surgiría pronto, en un futuro relativamente inmediato, si es que surgiría en general. No es casual que en los informes de Magaz correspondientes a julio de 1940, donde el embajador de Madrid, analizando detalladamente la situación europea y “ensayando” las alternativas posibles del desarrollo de los acontecimientos, comunicaba sobre los rumores y suposiciones que circulaban en Berlín: “Se dice mucho que, a pesar de lo que oye el público, Hitler desea una paz con Inglaterra…”. Mientras tanto, varias líneas más arriba escribía que, en cuanto al ataque a Inglaterra, era un hecho que se estaba preparando activamente sin que fuera posible fijar fecha aproximada. España no es mencionada por el embajador en relación con el “aspecto inglés” de la guerra. Lo que más le interesaba al embajador era, con todo, el “factor ruso” y la situación en torno al mismo. En opinión de Magaz, la hora de Rusia no ha sonado todavía. El Führer la necesita y esperará con calma el momento de actuar que, desde luego, no está tan próximo como algunos creen. En la nota adjunta el embajador informó que se había enterado de que Inquieta un poco (a Berlín) la situación de los Balcanes, donde la influencia rusa se va extendiendo de un modo alarmante, y que la espléndida victoria militar obtenida sobre Francia necesita un complemento rápido para que pueda dar sus frutos. Y la amistad de Rusia es un elemento lleno de peligros que a muchos disgusta y a todos inquieta y preocupa, porque no se sabe adónde puede conducir8. Pero volvamos al memorándum español. Interpelado por Berlín acerca de lo que se ocultaba detrás de la frase “la correspondiente preparación de la opinión pública”, el embajador del Reich en Madrid, Stohrer, en su parte del 8 de agosto de 1940 aclaraba: Debilitada a causa de la Guerra Civil, España es económicamente incapaz de llevar hasta el fin una guerra que dura más de unos pocos meses… A raíz del agravamiento de la difícil situación económica, ante una eventual hambruna, así como raíz de las dificultades políticas y militares pueden surgir revueltas internas9. El mando del ejército alemana tenía buen conocimiento de la situación en España. Así, F.Halder, jefe del Estado Mayor General de las tropas terrestres, hizo en su diario una 5 Citado según: Foreign Relations of the United States, 1940, Vol. II, p. 797. 6 Véase Ibíd., p. 799. 7 Véase Documents on German Foreign Policy, 1918-1945, (DGFP en lo sucesivo), series D, London, 1950-1964. Vol. X, pp. 15-16. 8 AMAE, Leg. R-1083, Exp. 10. 9 DGFP, Series D, Vol. X, pp. 442-445. anotación al respecto el 27 de agosto de 1940. En opinión de Halder, se proponían “uncir” a España sin pensar en las implicaciones económicas de este paso. Inicialmente Franco suponía intervenir de parte de Alemania sólo en el caso de que fuese derrotada Inglaterra, temiendo el reforzamiento de su poderío (puertos marítimos, situación alimenticia, etc.). Halder consideraba que el führer conseguiría a persuadir a Franco y hacer que se inclinase por una intervención inmediata de parte de Alemania. La situación interna de España era muy grave. El generalato y el clero estaban en contra de Franco. Era difícil prever las consecuencias de la alianza con España, con ese pueblo, en el que no podía confiar y del cual se podía esperar cualquier cosa. Alemania obtenía a un aliado que podía constarle bien caro10. El alto mando del Reich, tomando en consideración todos estos factores desfavorables, llegó a la conclusión de que era necesario tomar Gibraltar con las fuerzas del ejército alemán. El plan estratégico-militar (Plan “Félix”), según el cual uno de los grupos del ejército alemán debía atravesar la Península, apoderarse de Gibraltar y avanzar a través de Marruecos hacia Túnez, ha sido estudiado suficientemente por historiadores de muchos países. Por eso quisiéramos recordar únicamente que Franco, inesperadamente para Berlín, volvió a asumir una postura expectante, y todos planes relativos a la toma de Gibraltar por las fuerzas del ejército alemán chocaban con la constante resistencia del Gobierno español, factor que Alemania se vio obligada a tener en cuenta. En septiembre, Serrano Suñer, que tenía reputación de germanófilo, aceptó la invitación de visitar a Berlín que le había sido transmitida ya en julio. El 16 de septiembre se entrevistó con Ribbentrop y, cuando el ministro alemán le preguntó sin rodeos acerca de cuándo España podría entrar en la guerra, contestó que lo haría tan pronto como se emplazasen diez cañones de largo alcance ante Gibraltar11. A Ribbentrop esto le pareció inviable. Es más, puso en conocimiento de Serrano Suñer la amenaza oculta de Hitler de ocupar la Península Ibérica si lo exigieran los intereses de Alemania. Al otro día el ministro español se entrevistó con Hitler, repitiéndole lo que había dicho a Ribbentrop: el deseo de España de recibir cañones de 380 milímetros para el asalto de Gibraltar. A lo que Hitler respondió que el transporte de tales cañones difícilmente era posible, por ser extraordinariamente complejo y exigir su instalación de tres a cuatro meses. Hitler quedó descontento con la conversación: el problema de la entrada de España en la guerra seguía pendiente. Por si fuera poco, Suñer ofendió a Hitler. F.Halder anotó en su diario el 15 de octubre de 1940 que el Führer planteó el problema del pago por España de las deudas contraídas en el período de la Guerra Civil (1936-1939). Suñer contestó que los españoles no entendían semejante confusión de idealismo y materialismo y que el Führer se comportaba como un pequeño comerciante judío12. Como la visita de Suñer no dio los resultados apetecidos, Hitler decidió encontrarse personalmente con Franco. El encuentro de Hendaya, primer y único encuentro de Franco con Hitler, tuvo lugar el 23 de octubre de 1940. Sus detalles han sido investigados de modo suficiente por los historiadores. No obstante, quisiéramos llamar la atención a algunos argumentos utilizados por Franco, quien supo eludir la propuesta de Hitler de concertar de inmediato un acuerdo por el cual España declaraba la guerra a Inglaterra el 10 de enero de 1941. 15 años después, recordando el encuentro de Hendaya, Franco dijo que su interlocutor le había preguntado si creía que la guerra iba a ser larga, pues ello sería una gran complicación para los alemanes, a lo que éste contestó que no le cupiera la menor duda, y por ello, aunque 10 Véase F.Halder. Kriegstagebuch. Stuttgart, 1962, t. II, p. 187. 11 Véase DGFP, Series D. Vol. X, p. 463. 12 Véase F.Halder. Op.cit., t. II, p. 187. creyera en el triunfo de Alemania, España no estaba en condiciones de entrar en la contienda sin resolver antes muchos problemas, el principal de ellos, el abastecimiento del pueblo13. Según recuerda el intérprete alemán Paul Schmidt, Franco advirtió que el plan de toma de Gibraltar expuesto por Hitler afectaba al sentimiento de dignidad nacional. Por ello la fortaleza debía ser tomada por los propios españoles14. Hitler se ponía cada vez más insistente, por no decir grosero. Franco, a su vez, repitió inmutable su petición de suministrar toneladas de trigo, sin lo cual no podía garantizar que la historia no volvería a repetirse, a raíz de lo cual alegó la sublevación contra Napoleón. No toda España está de parte del “eje”, ni mucho menos, argumentó Franco. Además, en invierno las montañas en España están cubiertas de nieve y hielo, lo que creará dificultades para al avance de los carros blindados. Roosevelt se enteró poco después del encuentro de Hendaya. Entre las fuentes de información estuvieron los datos procedentes del bien conocido R.Murphy, llamado urgentemente en noviembre de 1940 a Washington. Según se desprende de la conversación entre Roosevelt y Murphy, el presidente estadounidense estaba muy interesado por España y su postura en el presente y el futuro. Respondiendo a su pregunta, Murphy alegó las informaciones extraídas de sus charlas con el embajador español en Vichy, José Lequerica, de las que se infería que los alemanes, pasando a través de Francia en junio de 1940, aproximaron a las inmediaciones de la frontera española 10 divisiones. Muchos de los observadores extranjeros formularon entonces la suposición de que al cabo de poco se produciría el salto de los alemanes a Gibraltar a través de España. Sin embargo, ello no ocurrió; por el contrario, los alemanes se alejaron un poco de la frontera española. Lequerica le referió a Murphy que Franco había disuadido a Hitler del avance de las divisiones alemanas a través de España, aunque, según estimaba el embajador, en ello insistían los estrategas del estado Mayor General alemán. Murphy le refirió a Roosevelt las palabras de Lequerica: “Si los alemanes se hubieran manifestado agresivos, España no habría podido oponérseles. No teníamos nada con qué resistir a diez divisiones alemanas, pero nosotros les contuvimos con la diplomacia”. A Murphy le dio la impresión de que las informaciones por él expuestas, derivadas de sus charlas con Lequerica, habían influido en cierta manera en la ulterior política de Roosevelt con respecto a España durante la guerra15. Si recordamos el ahora conocido mensaje que Roosevelt transmitió Franco en vísperas de la operación “Torch” en noviembre de 1942, puede suponerse que el Presidente tenía razones suficientes para declarar que el Gobierno español y el pueblo español deseaban conservar la neutralidad y permanecer al margen de la guerra16. De esta forma expresó su esperanza de que Franco manifestaría la misma cordura y atendería a las circunstancias, al igual que en 1940. Ya los contemporáneos entendían toda la importancia de la postura asumida por Franco en otoño de 1940 - invierno de 1941. C.Hayes, embajador de EE.UU en España, no constituía una excepción. Sobre la alternativa que podía haber seguido el desarrollo de los acontecimientos, de haber ocupado España otra postura, relató el propio Hitler en su misiva a Franco del 6 de febrero de 1941. Tras recordar que “en la guerra el tiempo es uno de los factores más importantes”, aseguraba que si el 10 de enero los alemanes hubieran atravesado la frontera española, Gibraltar habría estado en sus manos, y advertía que si Alemania e Italia sufrían una derrota, todo futuro para una España nacional e independiente resultaría imposible17. 13 Véase A. Franco Salgado, Mis conversaciones privadas con Franco, Barcelona, 1976, p. 154. Véase P.Schmidt. Statist auf diplomatischer Bühne, Bonn, 1949, S. 502-510. 15 Véase R.Murphy. Diplomat among Warriors, New York, 1965, pp. 85-86. 16 F.R., 1942, Vol. 3, p. 306. 17 Véase DGFP, Series D, Vol. XII, p. 41. 14 Psicológicamente es comprensible que Hitler, en lo sucesivo, en particular en el referido comentario hecho entre sus correligionarios en el año 1944, al razonar sobre el fallido proyecto de involucrar a España en la guerra en verano de 1940, nada dijera ni sobre el encuentro de Hendaya, ni sobre los intentos ulteriores, hasta marzo de 1941 inclusive, de presionar a Franco. Fue, de hecho, la primera derrota diplomática de Berlín, que antes de ello había avanzado triunfante, desde lo de Munich, de una victoria a otra, por lo que no le faltaba razón a Hayes en su opinión sobre el primero de los graves errores de Hitler, siendo realmente su renuncia a la invasión de España un primer paso hacia la derrota final. En la historia de cómo logró España resistir las presiones de Berlín hay todavía muchas cosas confusas, grandes lagunas. Por el momento los historiadores no cuentan con hechos y argumentos lo suficientemente convincentes para dar una respuesta bien argumentada a la pregunta que surge al conocer el criterio de Lequerica: ¿Por qué los alemanes no manifestaron insistencia si España no tenía nada con qué obstaculizar una invasión de la Península por las divisiones alemanas? Las referencias de Franco y de Serrano Suñer relativas a que era preciso preparar debidamente a la opinión pública no eran, posiblemente, una simple maniobra. En este sentido, nos parece oportuno citar el despacho Stohrer de febrero de 1941: La situación política interna en España se ha agudizado. El antagonismo entre el Gobierno y la oposición es mayor que nunca. Los militares se pronuncian en contra de la guerra principalmente a causa de las dificultades económicas, más que a causa de la deficiente preparación militar18. Sin embargo, testimonios de esa índole no ofrecen un cuadro completo. Sólo puede completarlo un estudio ulterior de la opinión pública de aquella época, opinión que se veían obligados a tener en cuenta no sólo el gobierno de España, sino también el Estado Mayor General alemán. Tal vez, sea necesario apelar a la “historia oral”, mientras sigan vivos algunos de los contemporáneos de los acontecimientos. En su conversación con Hitler del 17 de septiembre de 1940, Serrano Suñer aseguró que España estaba estudiando seriamente la posibilidad de un desembarco de los ingleses en el Cantábrico, arguyendo en este sentido que los elementos comunistas asturianos podían complicar mucho la situación en caso de tal desembarco19. Pero tampoco los sectores de la opinión pública que, según la terminología oficial adoptada entonces, representaban a la “Nueva España”, eran tan unánimes como lo quisieran los círculos gubernamentales. Este “pluralismo conservador” era uno de los rasgos del régimen y se ha de tener en cuenta al tratarse de la tipología del franquismo en tanto que fenómeno histórico. Por último, entre los argumentos que esgrimían Franco y Suñer, y que produjeron, según vemos, cierta impresión en Berlín y en el embajador estadounidense en Madrid, figuraban las referencias a la experiencia de la historia de las guerras napoleónicas, lo que impulsa una vez más a examinar este episodio de la Segunda Guerra Mundial en el contexto de la historia española de los siglos XIX-XX. Dicho de otra manera, ello patentiza la imperiosa necesidad de hacer extensivo el análisis comparativo a fenómenos como la mentalidad nacional y la psicología social en su evolución histórica. España no entró en guerra por la firmísima voluntad que algunos tuvimos de que así fuera, a pesar de ser profundamente germanófilos, de creer en la gran potencia alemana y de estar convencidos de que era el muro de contención del imperialismo 18 Véase DGFP, Series D, Vol. XII, pp. 51, 611-613. 19 Véase DGFP, Series D, Vol. XI, p. 98. comunista ruso, lo cual nos hacía ser sus amigos…Yo le dije a Hitler, porque era verdad, que nuestro principal problema era y había sido el comunismo. Dijo Serrano Suñer en una entrevista al periódico “ABC” el 29 octubre de 1995, con motivo del cincuentenario del fin de la Segunda Guerra Mundial.