ley de seguridad nacional, ¿el desafío de la confusión

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LEY DE SEGURIDAD NACIONAL, ¿EL DESAFÍO DE LA CONFUSIÓN?
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José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
Victoria Livia Unzueta Reyes2
“El Senado no es más que el abuso del sistema representativo
que embrolla y convierte en laberinto la formación de las Leyes”
Dip. Ignacio Ramírez, Sep.10 de 1856
El 23 de abril de 2009, siete días antes de que terminara el segundo período
ordinario de sesiones del tercer año de ejercicio de la LX Legislatura y un día antes
de que se decretara un Estado de Excepción por motivos sanitarios debido al brote
de la influenza AH1N1 que, a la fecha se encuentra vigente, el Jefe Supremo de las
Fuerzas Armadas envió a la Cámara de Senadores un grupo de iniciativas entre las
cuales, la principal, se destacaba aquella por la que se reformaba la Ley de
Seguridad Nacional cuyo objetivo, según la propia Exposición de Motivos, fue
regular la participación de “la Fuerza Armada Permanente como respaldo a las
labores de las fuerzas de seguridad [de manera] eficiente y efectiva… Por ello…
pretende definir claramente el procedimiento de participación de la Fuerza Armada
Permanente y sus atribuciones en materia de seguridad interior, lo que ofrecerá
certidumbre jurídica y operatividad a su intervención, a favor de los ciudadanos” 3. El
texto de la iniciativa citaba, al tiempo, la jurisprudencia emitida por la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, por la cual se interpretó el artículo 129 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, en la que se reconoció que “el instituto
armado está constitucionalmente facultado para actuar en materia de seguridad
pública en auxilio de las autoridades competentes…”, teniendo como consecuencia
que los medios de comunicación, la clase política, los legisladores y la opinión
pública asumieran que el objeto de esta iniciativa era resguardar las labores de
seguridad pública que las Fuerzas Armadas desempeñan.
1
Historiador, consultor en materia de seguridad nacional, ex diputado federal en la LX Legislatura, integrante de
la Comisión de Defensa Nacional.
2
Doctora en Estudios Políticos Europeos y Euroamericanos, asesora del Grupo Parlamentario del PRD en la H.
Cámara de Diputados.
3
Iniciativa del Titular del Ejecutivo Federal, por la que se reforman diversas disposiciones de la Ley de
Seguridad Nacional, presentada el 23 de abril de 2009.
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Todo lo anterior, debemos señalarlo, es producto de una confusión extrema respecto
al concepto mismo de seguridad nacional y su naturaleza. Como hemos escrito en
ocasiones anteriores, la seguridad nacional no tiene una naturaleza democrática por
sí misma y, en consecuencia, ha sido utilizado como fundamento de acciones
profundamente autoritarias, cuyo ejemplo extremo es la justificación de los golpes de
Estado en Latinoamérica durante las últimas décadas del siglo XX. Es por ello que,
sostenemos, debe imbricarse la definición de este término a la concepción de una
garantía social omnicomprensiva cuyo bien jurídico tutelado es la protección del
orden constitucional, sus instituciones democráticas, los derechos humanos
garantizados a través del pacto social y al concepto de soberanía popular (artículo
39, CPEUM), como fundamento del Estado y su andamiaje, construido para
beneficio del pueblo.
Muchas son las deficiencias de la Ley de Seguridad Nacional vigente. La principal es
que se encuentra enfocada únicamente en la creación y funcionamiento del Centro
de Investigación y Seguridad Nacional, como instrumento civil productor de
inteligencia, y no establece las bases para la conformación de una política
permanente que garantice la pervivencia del Estado Mexicano, en situación de
estabilidad, desarrollo, crecimiento y justicia social. Es por ello que resulta necesario
recordar que la iniciativa calderonista, a más de fortalecer los elementos
discrecionales de actuación del Ejecutivo Federal en la materia, recuperaba los
elementos constitucionales de la seguridad nacional, la seguridad interior y la
defensa exterior de la Federación, con pobres definiciones que únicamente
constituyeron la justificación para que, en el cuerpo fundamental se introdujera la
adición de un Título Séptimo a la Ley de Seguridad Nacional, “Procedimiento para
declarar la existencia de una afectación a la Seguridad Interior” en el cual se
establecía la posibilidad de que el Titular del Ejecutivo Federal suspendiera, a través
de una declaratoria unilateral y sin ningún control legislativo, las garantías
individuales, ignorando lo dispuesto en el artículo 29 constitucional.
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El procedimiento que estipulaba la iniciativa del Ejecutivo federal, para la declaración
de una afectación a la seguridad interior, es el siguiente. A petición de la autoridad
competente, se solicitaría la declaratoria al Secretario Ejecutivo del Consejo de
Seguridad Nacional, que es el Secretario de Gobernación. Éste integraría un
expediente que sería presentado al Consejo, el cual evaluaría la magnitud de la
afectación, la capacidad de las instituciones competentes para ejercer sus funciones
de manera suficiente y eficaz, la información sobre la percepción social del conflicto,
las acciones o medidas a implementarse y su temporalidad y, por último, la
institución que se haría responsable de su atención. El Secretario de Gobernación
solicitaría la opinión de la Comisión Bicamaral de Seguridad Nacional, integrada por
tres diputados y tres senadores. Después de la deliberación del Consejo de
Seguridad Nacional, el Presidente de la República emitiría la declaratoria,
publicándola en el Diario Oficial de la Federación. Los organismos públicos de
derechos humanos deberían, durante el tiempo que duraría la declaratoria, ejercer
sus facultades y atribuciones en la materia, como si esto pudiera ser diferente en un
tiempo de normalidad democrática.
Como podemos observar, la iniciativa del Ejecutivo era, en sí misma, un peligro para
las instituciones democráticas ya que establecía un Estado de Excepción factual sin
ningún tipo de control legislativo o jurídico de las acciones implementadas,
aumentando el ya alto grado de discrecionalidad atribuido al Presidente de la
República y a las instancias encargadas de preservar la seguridad nacional.
Después de un año de dormir el sueño de los justos, el 22 de abril pasado, la
iniciativa fue retomada en el Senado de la República, sufriendo una cirugía mayor
que, en vez de recomponer lo retorcido de ella, produjo un texto inconsistente,
burocrático y contradictorio, en un dictamen aprobado en la sesión del día 27 de abril
prácticamente por unanimidad, pero que, sin embargo, presenta al menos tres
puntos de inconstitucionalidad, que analizaremos más adelante.
En su dictamen, las Comisiones Unidas de Seguridad Pública, Gobernación y
Estudios Legislativos Segunda, indican que “en los hechos, el Presidente de la
4
República ha ejercido la facultad constitucional antes enunciada [artículo 89 fracción
VI de la Constitución Política4] para hacer frente a situaciones que pudieran
considerarse como de seguridad interior, pero sin limitación ni reglamentación
alguna. Estas comisiones unidas consideran fundamental por ello, especificar que la
seguridad interior, no se asimila a seguridad pública, aunque en algunas
circunstancias la misma se pueda ver comprometida por situaciones que rebasan la
capacidad de las autoridades civiles para atender una crisis de seguridad pública”5 y
concluyen que “en síntesis, al explicitarse el proceso para la emisión de la
declaratoria, se garantiza que dicho acto se emita dentro de un marco legal
claramente definido tanto en su procedencia como en su trámite y desahogo,
eliminando toda posibilidad de discrecionalidad; lo anterior se traduce en la certeza
de la actuación de las autoridades ante situaciones extraordinarias”. 6
Después de analizar detenidamente la ahora Minuta con proyecto de decreto por el
que se reforman diversas disposiciones de la Ley de Seguridad Nacional, llegamos a
la conclusión de que contenía diversas indefiniciones jurídicas, confusiones
conceptuales, entorpecimiento de las acciones en materia de seguridad interior y,
peor aún, varios puntos de inconstitucionalidad que hacían que este documento
constituyera un riesgo para la seguridad nacional. Analicemos detalladamente.
1. El artículo primero indica que la Ley “tiene por objeto establecer las bases de
integración y acción coordinada de las instituciones y autoridades encargadas de
contribuir a preservar la Seguridad Nacional, en sus ámbitos interno y externo de
competencia;” sin tomar en consideración que, según el artículo 89 fracción VI de
nuestra Constitución Política, es una obligación del presidente de la República la
4
Artículo 89. Las facultades y obligaciones del Presidente , son las siguientes:
…
VI. Preservar la seguridad nacional, en los términos de la ley respectiva, y disponer de la totalidad de la Fuerza
Armada permanente o sea del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea para la seguridad interior y defensa
exterior de la Federación.
…
5
Dictamen de las Comisiones Unidas de Seguridad Pública, Gobernación y Estudios Legislativos Segunda, que
contiene proyecto de decreto por el que se reforman diversas disposiciones de la Ley de Seguridad Nacional.
Consideraciones SEGUNDA.
6
Ídem, Consideraciones SÉPTIMA.
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preservación de la seguridad nacional, y cuyos componentes son la seguridad
interior y la defensa exterior de la Federación, lo cual implica que para cada
componente, deben establecerse las políticas permanentes que garanticen la
seguridad nacional y no, como se pretende con la redacción senatorial, dividir y
difuminar la obligación del Ejecutivo Federal, a través de la figura de ámbitos de
competencia. Más adelante, el propio artículo 1 del decreto, indica que se deberá
“determinar la forma y los términos en que las autoridades de las entidades
federativas y los municipios colaborarán con la Federación en dicha tarea;”, sin
tomar en consideración que, siendo una obligación presidencial, las entidades
federativas y los municipios únicamente pueden coadyuvar con las autoridades
federales y establecer términos de colaboración, como lo hizo el Senado, implica la
corresponsabilidad de estas autoridades.
2. El artículo 3 fracción I define a la Seguridad Nacional como “la condición de
integridad, estabilidad y permanencia del Estado mexicano, cuya preservación es
una función a cargo del Poder Ejecutivo federal” y no su obligación, tal y como lo
establece el texto constitucional. Adicionalmente, el inciso e) de la propia fracción I
del artículo 3, indica que “la defensa legítima del Estado mexicano [puede ejercerse]
respecto de otros Estados, de otros sujetos de derecho internacional y de agentes
no estatales”, sin establecer que estos agentes deben considerarse como
criminales, dejando la puerta abierta para que el responsable de la política
internacional, nuevamente el Presidente de la República, decida que International
Amnesty, Green Peace, o Human Rigth Watch, agentes no estatales, han atentado,
o pueden hacerlo, en contra de nuestra Nación.
En la fracción IV del propio artículo 3, se define a la seguridad interior como “la
condición de estabilidad interna, paz y orden público que permite a la población su
constante mejoramiento y desarrollo económico, social y cultural; y cuya garantía es
una función que está a cargo de los tres órdenes de gobierno”, sin vinculación
alguna al orden constitucional o a las instituciones democráticas, bien jurídico
tutelado por la seguridad nacional, y estableciendo una obligación concurrente para
6
los tres órdenes de gobierno, con lo cual se desvirtúa la naturaleza misma de la
seguridad interior, componente de la seguridad nacional, estableciendo un primer
punto de inconstitucionalidad, respecto a la fracción VI del artículo 89, antes referido.
En lo que respecta a la fracción V del mismo artículo, cuando define Defensa
Exterior, la Minuta indica que se trata de “las acciones de legítima defensa que es
Estado mexicano realiza a través de su Fuerza Armada permanente, para
salvaguardar la integridad territorial, independencia y soberanía nacionales, respecto
de otros Estados, de otros sujetos de derecho internacional y de agentes no
estatales”, sin tomar en consideración que siendo la defensa exterior un componente
de la seguridad nacional, ambas son producto de políticas permanentes y,
específicamente en el caso de la defensa exterior, deben estar vinculadas
directamente a los principios de política exterior, estipulados en el artículo 89
fracción X7 y no exclusiva y llanamente al uso de la violencia por parte del Estado.
3. El artículo 5 define lo que, para efectos de la Ley, constituye una amenaza a la
Seguridad Nacional que, en términos generales, se conserva de acuerdo a la ley
vigente, con tres adiciones: la relativa a las amenazas constituidas por actos que
obstaculicen o bloqueen las actividades de inteligencia y contrainteligencia (fracción
XI), los actos que inhabiliten la infraestructura estratégica para la provisión de bienes
o servicios públicos (fracción XII) y los “actos o hechos que, de conformidad con
la declaratoria que al efecto se expida, afecten la seguridad interior”. Esta
redacción, que no esclarece cuáles serían los actos que pondrían en grave riesgo a
la seguridad interior, contiene un fuerte hálito de impunidad y discrecionalidad al
tratar de ser aplicado en una situación que comprometa la seguridad interior, dado
7
Artículo 89. Las facultades y obligaciones del Presidente, son las siguientes:
…
X. Dirigir la política exterior y celebrar tratados internacionales, así como terminar, denunciar, suspender,
modificar, enmendar, retirar reservas y formular declaraciones interpretativas sobre los mismos, sometiéndolos a
la aprobación del Senado. En la conducción de tal política, el titular del Poder Ejecutivo observará los siguientes
principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de
controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad
jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; y la lucha por la paz y la seguridad
internacionales;
…
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que establece una definición a posteriori, es decir, después de que ya se realizó un
procedimiento para emitir la declaratoria a la que hace alusión, en vez de un
requerimiento a priori, que indicara los casos en los cuales la mencionada
declaratoria podría ser emitida, sin tomar en cuenta el resguardo del bien jurídico
tutelado, que lo es la propia seguridad interior, definida en el artículo 3 de la propia
minuta.
4. En el artículo 6, la Minuta enviada por el Senado a la Cámara de los diputados,
retoma nuevamente las definiciones y establece, en su fracción II, que son
instancias de seguridad nacional aquellas “instituciones y autoridades que en función
de sus atribuciones participen directa o indirectamente en la Seguridad Nacional”,
definiendo sin definir ya que, a lo largo del texto legal, atribuye diversas facultades a
estas instancias, como por ejemplo la discrecionalidad en la contratación y despido
de su personal, sin ninguna garantía jurídica para éste, sin que sepamos
efectivamente cuáles son las instancias que pudieran hacerlo. Esta situación genera
un vacío legal de gran magnitud, ya que si suponemos, sin estar ciertos, que las
instancias de seguridad nacional son aquellas que conforman el Consejo de
Seguridad Nacional, tendríamos al menos 16 instancias, entre Secretarías de
Estado, Procuraduría General de la República y el CISEN, del gobierno federal que
podrían violar los derechos laborales de sus trabajadores, bajo el amparo de esta
Ley, sin que éstos tuvieran posibilidad alguna de defensa, como se consigna en el
artículo 10 del decreto contenido en la Minuta, en el cual se señala que “El personal
de las instancias de seguridad nacional estará obligado a guardar el secreto y
confidencialidad de la información que conozca en o con motivo de su función. El
ingreso y permanencia del personal de confianza estará sujeto a evaluaciones de
control de confiabilidad, de conformidad con las disposiciones aplicables...” No
obstante, la propia Minuta protege a los agentes de inteligencia del Centro, al
establecer, en el párrafo final del artículo 19 que estos servidores públicos actúan en
cumplimiento de un deber jurídico, siempre que lo hagan conforme a las
disposiciones aplicables”, sin hacer explícito que, de no hacerlo, podrían
eventualmente incurrir en responsabilidad penal, civil o administrativa.
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En las fracciones VI y VII del propio artículo 6, el Senado de la República cayó en
una de las múltiples violaciones constitucionales que contiene la Minuta en cuestión,
ya que la fracción VI define como Fuerza Armada permanente, al Ejército, la Armada
y la Fuerza Aérea, lo cual coincide con las definiciones constitucionales establecidas
desde 1857, sin embargo, la fracción VI, define como Fuerzas Federales, a la
Fuerza Armada permanente, a la Policía Federal y a la Policía Federal Ministerial,
poniendo en un mismo estamento a dos instituciones que tienen diferentes orígenes
constitucionales y naturaleza jurídica diversa, ya que el fundamento de la Fuerza
Armada permanente, se encuentra en los artículos 73 fracción XIV y 89 fracción VI,
mientras que ambas policías tienen su fundamento en el párrafo noveno del artículo
21 de la Carta Magna que, adicionalmente, estipula que las policías son de carácter
civil, profesional y disciplinado, por lo cual establecer una fuerza federal única a
partir de elementos tan disímbolos, únicamente resulta un despropósito.
En la fracción X del propio artículo, la Minuta crea lo que llama Sistema de
Seguridad Nacional, sin definir su naturaleza jurídica o las instituciones que lo
integran; peor aún, no establece ninguna facultad u obligación para tal Sistema,
limitándose a señalar, en el artículo 4 de la Minuta, que el “Sistema de Seguridad
Nacional es el conjunto de instancias, instrumentos, políticas, acciones y procesos
previstos en esta Ley, tendientes a cumplir los fines de la Seguridad Nacional”, que
los organismos constitucionalmente autónomos y las autoridades de las entidades
federativas deberán colaborar con el Sistema y que el Centro de Investigación y
Seguridad Nacional, según la fracción I del artículo 19 del decreto en la Minuta,
forma parte de él. Lo anterior, nuevamente genera un vacío legal que invita al abuso
y la discrecionalidad.
5. Por otro lado, omisión grave del dictamen de la presente iniciativa fue la relativa al
acceso a la información reservada por parte de los legisladores integrantes de la
Comisión Bicamaral de Seguridad Nacional, que sí se encontraba presente en la
iniciativa del Ejecutivo federal bajo el requisito de aplicar evaluaciones de control de
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confianza a los legisladores, pero que en la Minuta no se encuentra ni siquiera
mencionada, no obstante la existencia de al menos tres iniciativas de legisladores,
en ese sentido. Debemos recordar que la conformación misma de la propia
Comisión y sus atribuciones contemplan funciones de control legislativo sobre las
políticas de seguridad nacional implementadas por el Ejecutivo y que, a la fecha, la
propia Comisión sufre de una falta de insumos alarmante, razón por la cual estas
políticas no encuentran contrapeso legislativo alguno. Nos encontramos plenamente
convencidos de que la Comisión puede ser un instrumento altamente efectivo, no
obstante los esfuerzos de la propia Junta de Coordinación Política del Senado por
convertirla únicamente en una Comisión testimonial, si encontramos el justo medio
que nos permita arribar a los controles adecuados para evitar la difusión de la
información en poder de ésta y garantizar, de esta manera, un positivo equilibrio
entre los Poderes de la Unión.
6. Entraremos ahora al Título Séptimo del proyecto de Decreto aprobado por el
Senado de la República en su Minuta. El artículo 68 establece que “se considera que
afectan a la seguridad interior, los actos o hechos que pongan en peligro la
estabilidad, la seguridad, la paz o el orden en una entidad federativa, un municipio,
delegación o región; y que la capacidad de las instancias competentes sea
insuficiente o ineficaz para ejercer sus funciones y restablecer la normalidad”,
estableciendo una suerte de paralelismo agrandado entre la seguridad interior y la
seguridad pública. Esto es, no establece una diferencia fundamental entre la primera
y la segunda, contribuyendo con ello a la falta de definición jurídica respecto de esta
ley, lo cual se corrobora cuando en el artículo 69, que contiene el procedimiento para
declarar la existencia de una afectación a la seguridad interior, los únicos legalmente
facultados son las legislaturas o ejecutivos de las entidades federativas, que se
consideren incompetentes. Este es otro punto de inconstitucionalidad de la Minuta
enviada por el Senado, ya que olvida, una vez más, que la preservación de la
seguridad interior, como componente de la seguridad nacional, es obligación del
Presidente de la República y en una maniobra legislativa impulsan esta figura de
“afectación a la seguridad interior” para distanciarse del espíritu del Constituyente de
10
1857, el cual previó, en el artículo 29 constitucional los mecanismos y la aplicabilidad
del estado de excepción para los “casos de invasión, perturbación grave de la paz
pública o cualquiera otro que ponga a la sociedad en grande peligro o conflicto...”.
A más de un tedioso procedimiento administrativo para solicitar esta declaratoria, la
minuta determina que su proceso de aprobación corresponde exclusivamente al
Presidente de la República, quien la enviaría al Senado de la República para revisar
su legalidad. Lo anterior supone dos puntos de conflicto constitucional; el primero, la
fracción XXIX-M del artículo 73 constitucional, atribuye al Congreso de la Unión, en
su conjunto, la facultad de legislar en materia de seguridad nacional y, en
consecuencia, de conocer de estos asuntos; el segundo, invade las facultades de
control constitucional de la Suprema Corte de Justicia de la Nación al atribuir al
Senado, la facultad para declarar la legalidad de un acto jurídico.
Resulta menester señalar que la declaratoria establece un estado de emergencia en
el que no se restringe el ejercicio de las garantías individuales (fracción VIII), pero en
las que el Presidente de la República puede autorizar a la Fuerza Armada
permanente para auxiliar a las autoridades que así lo requieran, sin tomar en cuenta
que el uso de la fuerza coercitiva del Estado implica, en sí misma, una restricción al
ejercicio de las libertades. Como colofón de este artículo, el grupo parlamentario del
PRD en el Senado, logró introducir, en el segundo párrafo de la fracción IX la
disposición que señala, a la letra, que “No procederá la declaratoria de afectación a
la seguridad interior, cuando la solicitud tenga su origen o causa en el cumplimiento
de requerimientos o resoluciones emitidas por autoridades administrativas o del
trabajo; tampoco procederá por acciones relacionadas con movimientos o conflictos
de carácter político, electoral o de índole social”, sin tomar en consideración que el
origen del conflicto no es determinante en lo que se refiere a la seguridad nacional
ya que éste puede tener raíces de izquierda o de derecha, sino que la situación que
compromete a la seguridad nacional es el escalamiento en el uso de la fuerza; si un
movimiento es pacífico, es constitucionalmente legítimo; si es violento, atenta contra
el espíritu mismo de la Constitución.
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7. El segundo párrafo del artículo 72, también impulsado por el Partido de la
Revolución Democrática, estableció que, “en las tareas de auxilio de la Fuerza
Armada permanente a que se refiere este título, las conductas que sus miembros
realicen y pudieren ser constitutivas de delito que afecten a personas civiles, serán
perseguidas y sancionadas por los tribunales competentes con estricta observancia
a los principios de objetividad, independencia e imparcialidad, y de conformidad con
lo dispuesto por los artículos 13 y 133 de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos”, redacción que fue difundida por los medios de comunicación
como el instrumento por medio del cual se limitaba el fuero militar, pero que en la
realidad, lo que hace es reforzar el carácter especial de dicha jurisdicción, sin abonar
en nada a su debate y si estableciendo un clima adverso para la discusión posterior
respecto a la justicia militar.
Conclusiones.
El Ejecutivo Federal envió al Senado una iniciativa que, lejos de responder a las
necesidades legales que tiene nuestro país, le otorgaba facultades extraordinarias,
en materia de seguridad nacional, fuera de todo ámbito y sin ningún control
legislativo, lo cual nos acercaba peligrosamente a un Estado autoritario.
El contenido de la Minuta que contiene proyecto de Decreto por el que se reforma la
Ley de Seguridad Nacional, enviada por la Cámara de Senadores a la de Diputados
a finales de este mes de abril, no sólo no coadyuvará a la resolución del gravísimo
problema de violencia organizada que asola al país, sino que convalidará el doble
discurso del titular del Ejecutivo Federal que no ha hecho, en la materia, sino mentir
al pueblo respecto a la situación.
El resultado de las discusiones en el Senado de la República fue un texto legal que,
como hemos demostrado, no sólo resulta inconstitucional, sino que limita las
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facultades que nuestro Pacto Fundamental otorga al Titular del Ejecutivo federal,
fortalece de manera inmanente a los cacicazgos estatales que operan desde los
Palacios de Gobierno, persigue, estigmatiza y criminaliza a los integrantes de las
Fuerzas Armadas fortaleciendo al tiempo la actuación discrecional del CISEN y las
policías, cubiertas bajo el manto de la impunidad y no establece ningún control
legislativo efectivo para evitar el abuso que, en la actualidad, se hace del poder
coercitivo del Estado.
En nuestra opinión, resulta indispensable señalar que la propia propaganda que
rodeó a esta Iniciativa no hizo sino crear un clima adverso respecto al papel que las
Fuerzas Armadas de nuestro país deben jugar en la defensa de la Seguridad
Nacional, como su recurso último, y, en consecuencia, la Minuta únicamente refleja
un sentimiento de animadversión y repulsa de la clase política en contra de marinos
y militares, que no pudo ser superado por los Senadores.
Consideramos que, lejos de evitar a toda costa, la utilización de las Fuerzas
Armadas por parte del Ejecutivo Federal, deben establecerse con prístina claridad
conceptual, las situaciones, los procedimientos, los mecanismos de control por parte
del Congreso de la Unión y las responsabilidades que permitan a la Nación, afrontar
de manera adecuada y expedita, los acontecimientos que ponen en grave riesgo al
propio Estado, el Proyecto de Nación que nos hemos dado, nuestra historia y la
cultura así como las garantías de las cuales goza, en todo Estado de Derecho,
cualquier ciudadano. Lo hemos dicho en ocasiones anteriores, la política de
seguridad debe tener sus bases en la justicia social, es urgente “cambiar los fusiles
por los cuadernos, cambiar los soldados por los médicos y cambiar la coerción por la
cultura.”
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