UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES LICENCIATURA EN CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES EXPANSIONISMO DEL DERECHO PENAL EN GUATEMALA TESIS DE GRADO ANA SHIRLEY AYLIN AREVALO AVILA CARNET 15281-05 QUETZALTENANGO, SEPTIEMBRE DE 2014 CAMPUS DE QUETZALTENANGO UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES LICENCIATURA EN CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES EXPANSIONISMO DEL DERECHO PENAL EN GUATEMALA TESIS DE GRADO TRABAJO PRESENTADO AL CONSEJO DE LA FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES POR ANA SHIRLEY AYLIN AREVALO AVILA PREVIO A CONFERÍRSELE LOS TÍTULOS DE ABOGADA Y NOTARIA Y EL GRADO ACADÉMICO DE LICENCIADA EN CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES QUETZALTENANGO, SEPTIEMBRE DE 2014 CAMPUS DE QUETZALTENANGO AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR RECTOR: P. EDUARDO VALDES BARRIA, S. J. VICERRECTORA ACADÉMICA: DRA. MARTA LUCRECIA MÉNDEZ GONZÁLEZ DE PENEDO VICERRECTOR DE INVESTIGACIÓN Y PROYECCIÓN: DR. CARLOS RAFAEL CABARRÚS PELLECER, S. J. VICERRECTOR DE INTEGRACIÓN UNIVERSITARIA: P. JULIO ENRIQUE MOREIRA CHAVARRÍA, S. J. VICERRECTOR ADMINISTRATIVO: LIC. ARIEL RIVERA IRÍAS SECRETARIA GENERAL: LIC. FABIOLA DE LA LUZ PADILLA BELTRANENA DE LORENZANA AUTORIDADES DE LA FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES DECANO: DR. ROLANDO ESCOBAR MENALDO VICEDECANO: MGTR. PABLO GERARDO HURTADO GARCÍA SECRETARIO: MGTR. ALAN ALFREDO GONZÁLEZ DE LEÓN NOMBRE DEL ASESOR DE TRABAJO DE GRADUACIÓN DR. JOSUE FELIPE BAQUIAX BAQUIAX TERNA QUE PRACTICÓ LA EVALUACIÓN MGTR. RAUL ESTUARDO LOPEZ RODRIGUEZ AUTORIDADES DEL CAMPUS DE QUETZALTENANGO DIRECTOR DE CAMPUS: ARQ. MANRIQUE SÁENZ CALDERÓN SUBDIRECTOR DE INTEGRACIÓN UNIVERSITARIA: P. JOSÉ MARÍA FERRERO MUÑIZ, S.J. SUBDIRECTOR DE GESTIÓN GENERAL: P. MYNOR RODOLFO PINTO SOLÍS, S.J. SUBDIRECTOR ACADÉMICO: ING. JORGE DERIK LIMA PAR SUBDIRECTOR ADMINISTRATIVO: MGTR. ALBERTO AXT RODRÍGUEZ Agradecimiento A Dios: Por derramar todos los días abundantes bendiciones, el cual me permite llegar a alcanzar esta meta tan importante en mi vida profesional. A mis Padres: Por inculcarme valores y enseñarme con su ejemplo el amor al prójimo y darme la oportunidad de superarme. A Patric Gramajo: Por su paciencia y compartir conmigo cada uno de los obstáculos y alegrías vividas durante este proceso. Gracias por tu apoyo incondicional. A mis Hermanos: Por su cariño y apoyo brindado de diversas formas. A Universidad Rafael Landívar: Por la formación académica con valores. A mis Amigos y Compañeros: Por todas las experiencias compartidas a lo largo de nuestra vida universitaria. Dedicatoria A Dios: Por darme la vida, ser mi luz, esperanza y toda mi fuerza en cada momento, derramar sobre ella abundantes bendiciones, por cuidar de mí y guiar cada paso que doy. A mis Padres: Edgar Leonel Arévalo Barrios y Thelma Judith Ávila Porras, por darme la vida y porque a lo largo de los años bajo su guía y ejemplo, he logrado entender las cosas que realmente tiene valor y sentido en la vida, y que son aquellas que dan satisfacción personal. Por inculcarme los valores primordiales para una vida honesta y correcta, que serán fundamentales para el ejercicio de esta noble profesión. A mis Tías y Tío: Ana Esther Arévalo Barrios, Ana Lizeth Arévalo Barrios, Claudia Chan de Arévalo y Oswaldo Iván Arévalo Barrios, por ser como madres y padre en el transcurso de mi vida, brindándome amor, cariño, confianza y fe, ya que sin cada uno de ustedes esta etapa profesional no tuviera el mismo significado y valor. A mis Hermanos: Sherol Ivanisse Arévalo Ávila, Edgar Iván Arévalo Ávila, Allan Leonel Arévalo Ávila, Claudia del rio Arévalo Chan, Stephanie Jazmín Arévalo Chan, Astrid Denisse Arévalo Chan, por su amor, amistad, complicidad y apoyo, por cada palabra de ánimo, para lograr mi sueño. A mi Abuela: Dolores del Rio Barrios de Arévalo, por su amor y apoyo incondicional en cada etapa de mi vida, por enseñarme día a día con su ejemplo a ser una mujer virtuosa y luchadora para alcanzar mis sueños. A mis Primas y Primos: Ana Aylin Ovalle Arévalo, Stephanie Ivanisse Ovalle Arévalo, Alex Emmanuel Morales Arévalo, Oswaldo Iván Morales Arévalo, porque cada uno de ustedes fueron parte importante en este proceso de estudio y agradezco de todo corazón sus oraciones y el tiempo que compartía con cada uno. Al Licenciado Josué Felipe Baquiax: Por ser una persona llena de bondad y cariño y por compartir sus conocimientos que hoy en día pondré en práctica, para mí es un ejemplo a seguir. Índice Pág. INTRODUCCIÓN………………………………………………………..…………...… 1 CAPÍTULO I…………………………………………………………………………..… 3 DERECHO PENAL……………………………………………………………………… 3 1. Definición……………………………………………………………………… 3 2. Características……………………………………………………………….. 4 2.1. Público…………………………………………………………………………. 4 2.2. Sancionador…………………………………………………………………… 4 2.3. Normativo……………………………………………………………………… 4 2.4. Social y Cultural………………………………………………………………. 4 2.5. Valorativo………………………………………………………………………. 4 2.6. Discontinuo de Ilicitudes……………………………………………………… 4 2.7. Finalista……………………………………………………………………….. 5 2.8. Personalísimo………………………………………………………………… 5 3. Naturaleza Jurídica del Derecho Penal…………………………………….. 5 4. Antecedentes Históricos del Derecho Penal Guatemalteco……………… 5 4.1. El derecho Penal Indígena…………………………………………………… 5 4.2. El Derecho Penal Colonial………………………………………………….. 7 5. Principios del Derecho Penal………………………………………………. 10 5.1. Principio de Legalidad………………………………………………………… 10 5.2. Contenido y Fundamento del Principio……………………………………… 11 5.3. Principio de Favorabilidad del Reo en Materia Penal Sustantiva……... 5.4. Principio “no Bis in Ídem”………………………………………………………15 5.5. Principio de Integración………………………………………………………. 16 5.6. Principio de Principios de las Sanciones Penales…………………………. 16 5.7. Principio de Proporcionalidad de la Pena………………………………….. 17 5.8. Principio de Mínima Intervención……………………………………………. 17 5.9. Principio de Ultima Ratio…………..………………………………………… 18 5.10. Principio de Subsidiaridad………………….……………………………….. 18 5.11. Principio de Culpabilidad……………………………………………………. 18 15 5.12. Principio de Resocialización………………………………………………. 21 6. Fuentes del Derecho Penal……………………………………………….. 22 6.1. Fuentes Reales o Materiales………………………………………………. 24 6.2. Fuentes Formales………………………………………………………….. 24 6.3. Fuentes Directas o Inmediatas………………………………………….… 25 6.4. Fuentes Indirectas o Inmediatas……………………………………….…. 26 6.5. La Costumbre ………………………………………………………………… 26 6.6. Jurisprudencia………………………………………………………………… 28 7. Principios Generales del Derecho………………………………………….. 30 8. Doctrina………………………………………………………………………… 31 9. Escuelas y Corrientes de la Ciencia del Derecho Penal……………….. 9.1. Beccaria y el Pensamiento de la Ilustración……………………………….. 32 9.2. La Ciencia del Derecho Penal Bajo el Pensamiento Liberal. “La Escuela Clásica”…………………………………………………………….. 32 34 9.3. El Positivismo en la Ciencia del Derecho Penal…………………………… 37 9.4. El Positivismo Criminológico…………………………………………………. 38 9.5. El Positivismo Jurídico……………………………………………………….. 41 9.5.1. El Positivismo Jurídico-Penal………………………………………………… 41 9.5.2. El Positivismo Jurídico-Normativista………….…………………………. 9.5.3. El Positivismo Jurídico-Sociológico………………………………………….. 42 9.5.4. Ciencia del Derecho Penal y Positivismo………………………………….. 44 9.6. La “Escuela Correccionalista”………………………………………………. 45 9.7. La Crisis del Positivismo Jurídico……………………………………………. 45 9.8. El Neokantismo………………………………………………………………. 45 9.9. El Finalismo…………………………………………………………………… 47 9.9.1. El Enfrentamiento Entre el Neokantismo y el Finalismo………………….. 48 9.9.2. Las Tendencias Actuales…………………………………………………….. 48 42 CAPÍTULO II……………………………………………………………………………. 51 EXPANSIÓN DEL DERECHO PENAL DESDE LA DOCTRINA…………………. 51 1. Causas de la Expansión del Derecho Penal……………………………… 51 2. Globalización Económica y la Integración Supranacional. Multiplicadores de la Expansión……………………………………………………………… 3. 66 La Política Criminal y la Teoría del Derecho Penal Ante los Aspectos Socioculturales y Políticos de la Globalización………............................... 70 3.1. Las Vías de Configuración de un Derecho Penal de la Globalización….. 72 3.2. La Dogmática Frente a la Delincuencia de la Globalización…………… 3.3. Los Principios Político-Criminales en el Derecho Penal de la 73 Globalización………………………………………………………………….. 73 3.3.1. Principio de Legalidad………………………………………………………. 3.3.2. Principio de Culpabilidad…………………………………………………….. 74 3.3.3. Principio de Proporcionalidad……………………………………………….. 74 4. Cambios de Perspectiva: “la Administrativización” del Derecho Penal….. 74 5. Necesidad de la Expansión del Derecho Penal………………………….. 77 74 CAPÍTULO III……………………………………………………………………………. 83 LEYES ESPECIALES………………………………………………………………….. 83 1. Ley Contra el Lavado de Dinero u Otros Activos………………………… 83 2. Ley Contra la Narcoactividad………………………………………………….84 3. Ley Contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas………. 86 4. Ley de Extinción de Dominio……………………………………………….. 86 5. Ley del Régimen Penitenciario……………………………………………… 87 6. Ley de Armas y Municiones………………………………………………… 88 7. Ley Contra la Delincuencia Organizada…………………………………… 89 8. Ley Contra el Femicidio y Otras Formas de Violencia Contra la Mujer…. 89 9. Ley que Establece el Procedimiento para la Ejecución de la Pena de Muerte…………………………………………………………………………. 90 CAPÍTULO IV…………………………………………………………………………… 91 PRESENTACIÓN Y DISCUSIÓN DE RESULTADOS……………………………... 91 CONCLUSIONES………………………………………………………………………. 96 RECOMENDACIONES…………………………………………………………………. 97 REFERENCIAS…………………………………………………….............................. 99 Resumen El presente estudio fue elaborado con el objetivo de determinar cuál es la incidencia del expansionismo del Derecho Penal, determinar en qué consiste y como incide en la legislación en Guatemala. Al ser una investigación de tipo Monográfica, en cada uno de los capítulos que contienen la estructura de la presente tesis, se definen los antecedentes, elementos, características, teorías, y supuestos de cada tema, así mismo se realiza un análisis de las leyes especiales que han surgido en los últimos años en Guatemala y examinar las causas que han dado origen a su existencia. Se presentan las conclusiones y recomendaciones a las que se ha llegado con la realización del presente estudio dogmatico. Por último se realiza un estudio de la bibliografía y doctrina de carácter nacional e internacional, acerca de los temas que componen cada capítulo citando a sus respectivos autores. INTRODUCCIÓN El presente trabajo monográfico de tesis, tiene como título el expansionismo del Derecho Penal en Guatemala, y su incidencia en la legislación penal guatemalteca, cuyo objetivo específico es estudiar la doctrina de la expansión del derecho penal, analizar cómo se da la expansión del derecho penal en Guatemala y establecer que incidencias genera el expansionismo en la legislación penal en Guatemala. El trabajo de tesis se encuentra conformado por tres capítulos, en el primer capítulo se establece lo referente al derecho penal en Guatemala, su definición desde el punto de vista de varios autores o juristas, características del derecho penal, naturaleza jurídica, antecedentes históricos del derecho penal guatemalteco, así como sus distintas etapas y la evolución generada hasta nuestros tiempos, los principios rectores y limitativos del derecho penal, las distintas fuentes del derecho penal, los principios generales del derecho, las distintas escuelas y corrientes de la ciencia del derecho penal con los distintos precursores de dichas corrientes, sus postulados e injerencias que han tenido a lo largo de la historia del derecho penal hasta llegar a las tendencias actuales. En el segundo capítulo se puede encontrar la idea principal de la presente tesis referente a la expansión del derecho penal, se comienza por explicar los orígenes y causas de la expansión del derecho penal, la influencia que ha tenido la globalización económica como factores multiplicadores en la expansión del derecho penal, la política criminal y la teoría del derecho penal en los aspectos socioculturales y políticos de la globalización, un estudio de la dogmatica frente a la delincuencia de la globalización, se establecen así mismo los principios político criminales en el derecho penal de la globalización, y la necesidad de la expansión del derecho penal. En el tercer capítulo se hace una análisis de las leyes especiales que han surgido en los últimos años en Guatemala, haciendo una análisis de los considerando de cada una de las leyes, estableciendo los motivos por los cuales el Estado de Guatemala 1 considero necesaria la vigencia de cada ley, así mismo se establecen los fines que pretende cada una de las leyes especiales, los tipos penales que tipifican, el objeto de cada una de las leyes especiales, así como las conductas delictivas que se regulan y la sanciones o penas respectivas. Con lo que se establece que la legislación penal guatemalteca se ha visto aumentada en los últimos años a partir del año dos mil, en relación a la creación de leyes que regulan la conducta criminal y los tipos penales que se tipifican. Por último se expone la presentación y discusión de resultados de la presente tesis, se establecen las conclusiones a las que se llegado, así como las recomendaciones que se presentan en la elaboración del presente trabajo de tesis, se indica además la bibliografía utilizada en la elaboración de la presente tesis indicando el nombre del autor, título de la obra, editorial y el año de su publicación. Por lo que con el presente trabajo de tesis se pretende estudiar y analizar en qué consiste la expansión del derecho penal, así como establecer si nuestra legislación penal posee un expansionismo del derecho penal, y examinar las causas que han dado origen a su existencia. Se pretende establecer si efectivamente el Estado de Guatemala ha adoptado o suscrito normas de carácter internacional, en la creación de leyes especiales o en su caso en el surgimiento de nuevos tipos o modificación en el aumento de las penas a los tipos penales ya existentes. 2 CAPÍTULO I DERECHO PENAL 1. Definición Existen varias definiciones de derecho penal, entre ellas destacan las que se detallan a continuación. Conjunto de normas y disposiciones jurídicas que regulan el ejercicio del poder sancionador y preventivo del Estado.1 Es el conjunto de reglas jurídicas establecidas por el Estado, que asocian el crimen como hecho, a la pena como legitima consecuencia.2 Es el conjunto de leyes que traducen normas tuitivas de bienes jurídicos y que precisan su alcance, cuya violación se llama delito e importa una coerción jurídica particularmente grave, que procura evitar nuevas violaciones por parte del deudor.3 Es el conjunto de normas que regulan la actividad punitiva del Estado, asociando a hechos, estrictamente determinados por la ley, como presupuesto, o medida de seguridad o corrección como consecuencia, con el objetivo de asegurar los valores elementales, sobre los cuales descansa la convivencia humana pacifica.4 Para la tesista, el derecho penal es: El conjunto de normas jurídicas que determinan los delitos, las penas que el estado impone a los delincuentes y las medidas de seguridad que el mismo establece. 1 Jiménez de Asua, Luis. Lecciones de Derecho Penal, volumen 3, Mexico, editorial Porrua, S.A. de C.V. 2,000, pag.2 . 2 Von Listz, Franz. Tratado de Derecho Penal; Volumen ; España, Editorial Reus, 1914, pag, 1 3 Zaffaroni, Eugenio Raul. Tratado de Derecho Penal, parte general tomo I, Argentina, Editora Comercial Industrial. 1,998, pág. 24 4 Solorzano, Justo Vinicio; hacia la humanización del Sistema de Penas en Guatemala; Guatemala, 1,999, pag.2 3 2. Características 2.1. Publico Porque el estado es capaz de crear normas que definan los delitos y las penas, así como encargarse de la aplicación de estas, en acatamiento del principio Nullum Crimen, Nulla Poena sine lege. (No existe delito o pena, si no esta establecido en la ley. 2.2. Sancionador El derecho penal no crea las normas, solo las garantiza, por ello, es sancionador porque da Amparo, con las mas enérgicas de las reacciones de que es capaz el Derecho, a los bienes jurídicos que tienen mayor jerarquía y significación social. 2.3. Normativo El derecho penal establece prohibiciones, normas y mandatos que deben ser observados estrictamente por los destinatarios. 2.4. Social y Cultural Es eminentemente que el derecho penal es una ciencia que aplica en la sociedad y las culturas de las mismas. Estudiando las conductas encaminadas a un fin considerado como valiosos. 2.5. Valorativo Porque tutela los valores mas altos del ser humano, como son la vida, la libertad, la seguridad jurídica y la propiedad. 2.6. Discontinuo de Ilicitudes Esta característica está vinculado con su carácter normativo y valorativo. No castiga todas las conductas ilícitas, sino que solamente aquellas que tienen relevancia social, que ponen en peligro o atentan contra la convivencia. Persona, el legislador la 4 eleva a categoría de delito, no se castigan todos los actos del ser humano, sino los que tengan relevancia en el plano social. 2.7. Finalista Porque tiene dos fines: uno Inmediato: Que es la represión del delito; y otro Mediato: Que es lograr la sana convivencia social. 2.8. Personalísimo Se entiende que la pena únicamente se aplica al delincuente, por haber cometido el delito, sin sobrepasar la esfera personal. Salvo algunas excepciones como la Reparación del daño y el decomiso.5 3. Naturaleza Jurídica del Derecho Penal El derecho penal es una rama del derecho publico interno, que tiende a proteger intereses individuales y colectivos; la tarea de penar o imponer una medida de seguridad es una función típicamente publica que solo corresponde al Estado como expresión de su poder interno producto de su soberanía, además de que la comisión de cualquier delito genera una relación directa entre el infractor y el estado, que es el único ente titular del poder punitivo, de tal sentido se considera que el Derecho Penal sigue siendo de naturaleza pública. 4. Antecedentes Históricos del Derecho Penal Guatemalteco 4.1. El derecho Penal Indígena: El derecho consuetudinario indígena del siglo XVI coincidía con el iusnaturalismo clásico al considerar que el orden social proviene de la divinidad que es ordenadora del caos y la cual brinda mantenimiento a la sociedad que esta en constante peligro de volver al desorden. En este periodo se pueden señalar las siguientes características: 5 Orellana, Wiarco Octavio, Curso de Derecho Penal, Mexico, Editorial Porrua, 2001. Pag. 34-35 5 Un ejercicio aristocrático del poder, siendo el linaje compartido con otros mediadores sociales. Una cierta separación entre la acción política y la religión. Un notable nivel de estabilidad social, provista por la institución del supremo consejo. Una normatividad anclada en la concepción mágica de la vida, que además da mucha importancia al linaje en sus relaciones sociales.6 En ese sentido el derecho consuetudinario sigue definiendo para cada sociedad indígena el comportamiento agresor, configurando los juicios y castigos, así como la posibilidad de perdón del ofendido. En especial los problemas menores de la comunidad indígena, las faltas y ofensas, tienen pronta solución entre los indígenas. Los delitos también son manejados, pero la tipificación de que es delito falta u ofensa no es uniforme en la costumbre jurídica indígena. El principio de resolución en las comunidades indígenas es a través del acuerdo entre gentes, sin intervención de la autoridad formal. De todos modos, la idea de que son los ancianos quienes con la quema del copal-pom y la lectura del calendario maya resuelven las disputas de la comunidad, es un asunto muy alejado de la practica jurídica consuetudinaria actual. Sin duda, los ancianos ejercen todavía alguna autoridad, regañan y prohíben, pero lo hacen en sus lugares sagrados, y el afectado por una ofensa se da cuenta de que no tienen autoridad fuera de ellos. 7 El procedimiento jurídico que se observa ene general es el siguiente: 1. La acusación personal por parte del ofendido con el auxilio de un mediador. 2. El planteo de la posibilidad de restitución por pago o devolución. 3. Una reunión posterior, si hay renuencia del acusado, para decidir si se cobra o se olvida. 4. Si hubo perdón, se advierte al individuo que la próxima vez tendrá que pagar la deuda conmutada y la adquirida.8 6 Diez Ripolles, José Luis, Manual de Derecho Penal guatemalteco, parte general, Guatemala, Impresos Indusriales S.A. 2001, pag.69 7 Ibid. Pag. 70 8 Ibid. Pag. 71 6 4.2. El Derecho Penal Colonial Cuando los reinos indianos entraron a formar parte de la Corona de Castilla, los soberanos dictaron multitud de normas, las cuales llegaron a conformar el derecho propio de las Indias. Supletoriamente eran aplicadas algunas leyes de la Península. Al principio las leyes dispuestas por la Corona Española fueron recopiladas en cedularios específicos para cada región de las Indias. Mas tarde fueron iniciados los trabajos para una recopilación general, que contuviera una serie de disposiciones aplicables para los Reynos de las Indias en general. En la realización de este proyecto, se tiene conocimiento de dos intentos: El primero fue encargado a Juan de Ovando, entonces presidente del Consejo de Indias, quien lo presento en 1571 al Rey Felipe II. Sin embargo el trabajo fue promulgado de manera parcial ya que, por disposición del rey, únicamente parte del Libro II tuvo fuerza de ley. El segundo intento la recopilación es lograda a través de una serie de trabajos iniciados en 1596 y que concluyen casi un siglo después, 1960. La razón por la que esta segunda recopilación tardo tanto tiempo se debe, a que según el Consejo de las Indias centro su atención en la calidad del trabajo, tanto de forma como de fondo. 9 En las Indias se aplicaban las leyes que regían en Castila de manera supletoria. De que deban mencionarse las dos mas importantes que se acataron en los Reynos de las Indias: Las siete partidas y la Nueva Recopilación. Las siete partidas originalmente fueron llamadas Fuero de las Leyes, pero a partir del siglo XIV se les dio el nombre definitivo. Aunque no se sabe con exactitud cuando fue terminada esta obra, ni bien se estima que fue entre los años 1263 y 1265, se sabe que fue iniciada en el año 1,256 por encargo del entonces rey de Castilla, Alfonso X “El Sabio” y entro en vigor hacia 1348, durante el reinado de Alfonso XI, debido a las diversas dificultades de la época. 9 Ibid. Pag. 72 7 La partida Séptima abarcaba el Derecho Penal y el Procedimiento criminal, esta inspirado principalmente en el Derecho Romano Justinianeo, a excepción de algunas disposiciones relativas a los judíos, moros y herejes, las cuales siguen el Decreto y las Decretales, y los títulos referentes a “Rieptos, Lides, desafiamientos, treguas, y aseguranzas”, que provienen de las costumbres y fueros españoles antiguos. Por encargo de Carlos V se hizo una nueva recopilación, que se conoció como la Nueva Recopilación, este trabajo encomendado a una serie de juristas, en 1562 el licenciado Atienza lo termino y reviso; el documento fue remitido al Consejo de Castilla, y el 14 de marzo de 1567 fue promulgado. La nueva recopilación estuvo vigente desde 1567 hasta 1805. Del conjunto de este ordenamiento colonial podemos destacar lo siguiente: 1. El juez al aplicar las penas debía de hacerlo de acuerdo a las circunstancias que hubieran rodeado el acto delictivo. También estaba dispuesto que aquel que fuera menor de diez años y medio quedaba exento de sanción, siendo la edad mínima para aplicar las penas los diecisiete años. 2. Las penas eran generalmente corporales o pecuniarias, para que pudiera ser impuesta la pena de muerte las pruebas debían de ser tan claras que no dejaran duda alguna de la culpabilidad del sindicado. La forma en que se administraba la pena de muerte podía ser cualquiera, excepto la lapidación o la crucifixión, pues así lo disponía expresamente la ley. La pena de muerte podía ser aplicada a hombres y mujeres, sin embargo en caso de preñez en la mujer, estaba mandado que debía dar a luz antes de ser ajusticiada; en caso contrario se consideraba homicida a quien la hubiera mandado a ejecutar. La pena de destierro era aplicada por delitos políticos y únicamente podía ser señalada por la ley, que en las Indias era representado por las Reales Audiencias y Chancillerias.10 10 Ibid. Pag. 75 8 3. Entre las penas pecuniarias, la confiscación de bienes podía aplicarse únicamente cuando la ley así lo dispusiera. Las multas debían destinarse, la mitad a la Cámara del Rey, y la otra mitad a las obras publicas que el juez dispusiera. Las condenas debían ser impuestas al delincuente solo después de probado el delito, mediante medios de prueba aceptados por el Derecho o mediante confesión del imputado, pero no por presunciones solas. En la época de la colonia el poder soberano estaba centralizado en el rey, quien delegaba su facultad judicial a los jueces. Se llamaba “Jurisdicción Suprema” a aquella que residía en el monarca, la Jurisdicción Absoluta era aquella concedida por el monarca a un súbdito, para el conocimiento y decisión de cualesquiera especies de causas civiles y criminales. Era facultad del rey el designar a los jueces, pero este estaba sujeto a lo dispuesto por las Partidas, que imponían los requisitos que el juez a designar debía de llenar.11 Obligaciones de los jueces eran juzgar y decidir los conflictos conforme a las leyes y costumbres del reino, provincia o lugar de su jurisdicción, fundamentar las causas conforme lo dispuesto en las leyes procesales, y dictar sentencia de acuerdo a las pruebas presentadas en el proceso. La estructura de la Administración de Justicia estaba configurada en primer lugar por las Reales Audiencias de las Indias: en total fueron doce Audiencias y Chancillerías Reales. En el caso de Guatemala existía la Audiencia y la Chancillería de Santiago de Guatemala, sus atribuciones eran de carácter jurisdiccional, gubernativo y administrativo. Los ministros denominados Alcaldes del Crimen por conocer de asuntos penales, conformaban el tribunal de la Real Audiencia en el área penal.12 11 12 Ibid. Pag. 76 Ibid. Pag. 77 9 5. 5.1. Principios del Derecho Penal Principio de legalidad El principio de legalidad se encuentra por primera vez en 1776 en las Constituciones de algunos Estados federados americanos (Virginia, Maryland), a continuación en el Código Penal austríaco de José II, de 1787 (muchos autores consideran que José II, como gobernante absolutista, no quería proteger la libertad del ciudadano, sino consolidar su dominio eliminando el libre arbitrio judicial. Pero la verdad es que en este caso se compenetran ambos objetivos; el absolutismo se ha impuesto ya con la idea ilustrada de la legalidad.), luego en la célebre Declaración francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 y poco después también en el Derecho General del Territorio Prusiano de 1794. A partir de aquí penetra en las leyes de los Lander alemanes del siglo XIX y en primer lugar en el código penal bávaro de 1813, redactado por Feuerbach, en el que la rígida vinculación del juez a la ley aún se completaba a continuación con una prohibición expresa de los comentarios científicos. Actualmente el principio de legalidad también tiene en el ámbito internacional una vigencia extendida por casi todo el mundo como principio fundamental del Estado de Derecho. Conforme al principio de legalidad formal se construye el tipo normativo penal constitucional que sirve para eliminar las restantes (leyes penales ilícitas). En la legislación guatemalteca se consagra en el artículo 17 de la Constitución Política de la República. Así mismo se encuentra claramente consagrado en los artículos 9 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el artículo 9 del Pacto internacional de Derechos Civiles y Políticos. La legalidad penal se completa con el llamado principio de reserva, en donde ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo 10 que ella no prohíbe , este se encuentra regulado en el artículo 4 de la Constitución Política de Guatemala. Legalidad y reserva constituyen dos manifestaciones de la misma garantía de legalidad, que responde a un único requerimiento de racionalidad en el ejercicio del poder, emergente del principio republicano de gobierno. El principio de legalidad tiene un doble significado: por un lado un significado político, y por otro lado un significado científico. En cuanto al significado político, la trayectoria histórica que conduce a la proclamación de la máxima nullum crimen, nulla poena sine lege tiene evidentemente el sentido de una lucha contra el ius incertum, solo a través de la certeza jurídica propia del Estado de Derecho se trato de conseguir la seguridad política de los ciudadanos. El significado científico de este principio, lo pone de manifiesto la formulación que del mismo hiciera Feuerbach, quien lo enunció como pieza clave de su teoría de la coacción psíquica. El significado esencial del principio de legalidad se concreta además en estas cuatro prohibiciones: prohibición de retroactividad de las normas que fundamentan o agravan la pena, prohibición de regulación de la materia penal por normas dimanantes del ejecutivo, prohibición de la analogía y, en general, de la creación judicial del derecho y prohibición de regulación de la materia penal por normas consuetudinarias. 5.2. Contenido y fundamento del principio Un Estado de Derecho debe proteger al individuo no sólo mediante el Derecho penal, sino también del Derecho penal. Es decir, que el ordenamiento jurídico no sólo ha de disponer de métodos y medios adecuados para la prevención del delito, sino que también ha de imponer límites al empleo de la potestad punitiva, para que el ciudadano no quede desprotegido y a merced de una intervención arbitraria o excesiva del “Estado Leviatán”. Como instrumentos de protección que brinda el Estado de Derecho al sujeto amenazado por las sanciones públicas hemos visto ya el principio de culpabilidad y el principio de proporcionalidad, principios que pretenden impedir que dentro del marco trazado por la ley se castigue sin 11 responsabilidad individual o que se impongan sanciones demasiado duras. Frente a esto, el principio de legalidad, que ahora vamos a exponer, sirve para evitar una punición arbitraria y no calculable sin ley o basada en una ley imprecisa o retroactiva. El principio “no hay crimen o delito sin ley” (nullum crimen sine lege), exige que por mucho que una conducta sea en alto grado socialmente nociva y reveladora de necesidad de pena, el Estado sólo podrá tomarla como motivo de sanciones jurídicopenales si antes lo ha advertido expresamente en ley. Por consiguiente, el principio “no hay delito sin ley” permite escaparse colándose entre las mallas de la ley penal. Por eso Franz V. Liszt denominó al Código penal, que realmente debería servir para combatir el delito, con una fórmula exagerada pero pegadiza. El principio “no hay delito sin ley” se completa con la fórmula “no hay pena sin ley” (nulla poena sine lege). Ello quiere decir que no sólo la circunstancia de que una determinada conducta sea ya punible, sino también la clase de pena y su posible cuantía han de estar legalmente fijadas antes del hecho. La atribución exclusiva al Legislador de la facultad de establecer delitos y disponer la aplicación de penas a la comisión de los mismos constituye desde la Revolución Francesa la piedra angular del Derecho Penal moderno. Así, la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano de 1789 proclamaba en su artículo 8 que “la Ley no debe establecer más que las penas estricta y manifiestamente necesarias, y nadie puede ser castigado sino en virtud de una ley dictada y promulgada con anterioridad al delito, y aplicada conforme a la propia ley”. Como contenido de este principio se entienden diversos postulados o sub principios: la reserva absoluta de Ley –monopolio del Parlamento- para definir las conductas constitutivas de delito y disponer la aplicación de penas, con exclusión de otras disposiciones legales de inferior rango y de la costumbre; la exigencia de determinación, certeza o taxatividad de las normas penales; la prohibición de la interpretación extensiva y de la analogía in malam partem; la irretroactividad de las 12 normas penales desfavorables para el reo; la prohibición de castigar lo mismo más de una vez (ne bis in idem); la garantía de que el enjuiciamiento del delito se realice conforme a la Ley y la garantía de que la pena se ejecute y cumpla conforme a lo dispuesto en las Leyes. El principio de legalidad tiene un triple fundamento, el democrático-representativo, el político-criminal o del sentido material de las normas, y el de garantía de los derechos institucionales. a) El primero y principal es el democrático-representativo: Repugna a la conciencia jurídica que la definición de lo que sea delito y de las penas que le correspondan sea facultad del monarca o del Gobierno o de los jueces. Pertenece al pensamiento moderno que esa facultad corresponde en exclusiva a la Ley en tanto que expresión democrática-representativa de la voluntad general y de la separación de poderes consustancias al Estado de Derecho. Un fundamento en el que aún hoy se base el principio de legalidad reside en un postulado central del liberalismo político: la exigencia de vinculación del ejecutivo y del poder judicial a leyes formuladas de modo abstracto. La burguesía, en su enfrentamiento con el absolutismo, había conseguido la importante conquista de que los gobernantes y los jueces no pudieran ejercer la potestad punitiva a su libre arbitrio, sino sólo en la medida en que haya una clara precisión legal de aquélla. Igualmente importante en cuanto a su alcance, radica en el principio de la democracia basada en la división de poderes. Mediante la división de poderes, que se expresa en el principio de legalidad, se libera al juez de la función de creación del Derecho y se le reduce a la función de aplicar el Derecho, mientras que al ejecutivo se le excluye totalmente de la posibilidad de cooperar en la punición y de ese modo se impide cualquier abuso de poder del mismo en este campo. 13 b) El segundo fundamento se deriva del sentido material de las normas: sólo puede pretenderse razonablemente que los ciudadanos se abstengan de realizar determinada conducta o realicen alguna si les es conocido el mandato o prohibición previamente y con claridad suficiente. Sólo el carácter previo y taxativo de la norma proporciona seguridad y certeza al ciudadano para orientar sus actos, y esta seguridad y certeza constituye también su derecho “político”: la seguridad jurídica, reconocida por la Constitución. c) Pero el principio de legalidad no es sólo expresión de la división de poderes (fundamento democrático-representativo) y del sentido material-racional de las normas penales (fundamento político-criminal), sino que también es expresión política de la garantía del ciudadano y de sus derechos fundamentales frente a la privación o restricción de éstos por el Estado, es decir, es el reconocimiento del principio general, de máxima libertad. Con ello se busca evitar la arbitrariedad en el ejercicio de la potestad punitiva y la consecución de la objetividad e imparcialidad con el juicio de los jueces. Tiene pues un fundamento tutelar del individuo, o por lo que no puede ser invocado para excluir intervenciones legales in bonam partem, o sea que favorezcan al ciudadano, en principio objeto de intervención penal. Por eso resulta legítima la analogía a favor del reo y la aplicación retroactiva de Leyes penales más favorables, así como también por este fundamento tutelar debe considerarse como integrante del contenido del principio de legalidad la prohibición del castigo de la misma conducta más de una vez (bis in idem). Autores alemanes indican que el principio de legalidad es de naturaleza jurídicopenal y originariamente se basa en la “Teoría de la Coacción Psicológica” de Feuerbach. Es cierto que, como pone de relieve la evolución histórica, Feuerbach no es en absoluto el creador de dicho principio, desarrollado y muchas veces también codificado bastante antes de él, y cuya fundamentación jurídicopolítico también consideraba decisiva él mismo. Pero Feuerbach no sólo ideó la formulación, que sigue siendo usual aún hoy, “nulla poena sine lege”, sino que le añadió una fundamentación autónoma partiendo de la teoría de la pena, a saber: “si el fin de la 14 conminación penal consiste en la intimidación de potenciales delincuentes, la determinación psíquica que se pretende sólo se puede lograr si antes del hecho se fija en la ley del modo más exacto posible cuál es la acción prohibida; pues si falta una ley previa o ésta es poco clara, no se podrá producir el efecto intimidatorio, porque nadie sabrá si su conducta puede acarrear una pena o no”. 5.3. Principio de Favorabilidad del reo en materia penal sustantiva Este principio derivado de la legalidad y fortalecido por la corriente liberal en materia penal, posee una característica especial que deriva en el Favor Rei, principio de favorabilidad del reo. Es una regla de interpretación que indica con amplitud como debe interpretarse la norma sustantiva penal, en caso de duda sobre circunstancias fácticas que fundamentan la imputación o cualquier circunstancia para imponer una medida de coerción o también para al aplicación e interpretación de la ley. 13 La analogía (Ad Bonam Partem) y la prohibición de analogía (ad malam partem) En algunas ramas del derecho la analogía es permitida siempre y cuando exista alguna laguna legal. En materia penal como regla general esta prohibida, por lo tanto los jueces no pueden crear figuras delictivas ni aplicar sanciones por analogía, teniendo su primer argumento en el principio de legalidad. Es decir no se puede integrar la ley penal interpretando análogamente un caso no previsto con otro análogo que si lo esta, si se diera el caso se violaría también una característica principal del principio de legalidad como lo es la reserva de ley, a este tipo de analogía se le denomina Analogía ad Malam Partem, porque perjudica al reo.14 5.4. Principio “no bis in ídem” Este principio, favorece al reo prohibiendo que de un mismo hecho resulte sancionado más de una vez. El Tribunal constitucional ha sentenciado que no cabe 13 Villalta, Ludwin. Principios, derechos y garantías estructurales en el proceso penal, ciudad de Guatemala, 2,008, pag. 45 14 Ibid, pag. 47 15 duplicidad de sanciones cuando se trate de un mismo sujeto, un mismo hecho y las sanciones tengan un mismo fundamento.15 5.5. Principio de Integración Este principio constituye una constitucionalización de la jurisprudencia sustantiva en los supuestos jurídicos penales, se trata de incorporar e interpretar los supuestos jurídicos penales a la luz de los fallos de la Corte Suprema de Justicia y Corte de Constitucionalidad, que bajo ningún motivo deben de contrariar los fallos de cortes internacionales relativas a derechos humanos. Los supuestos del tipo penal no han de ser normas declarativas ni simbólicas, no debe existir dicotomía entre formalidad y realidad. El principio de integración en materia sustantiva penal, se traduce en la integración del sistema penal a un nivel de respeto de los derechos humanos, tanto en la jurisprudencia nacional como internacional.16 5.6. Principios de las Sanciones Penales Este principio se encuentra ligado al tema filosófico de la legitimidad del castigo. En el derecho penal, las sanciones penales no se aplican reflectiva o reactivamente, sin consideración a razones que justifiquen la extrema intervención punitiva. La pena no debe ser entendida como venganza, ni mucho menos como penitencia, la pena como consecuencia propia del delito, debe estar asistida de una razonabilidad, es decir de una sólida fundamentación. La pena solo es legítima en la medida que sea justa, y es justa cuando la misma es necesaria para salvaguardar derechos fundamentales mínimos, para la coexistencia social.17 15 Ibid, pag. 48 Ibid, pag. 54 17 Ibid, Pag. 55 16 16 5.7. Principio de Proporcionalidad de la Pena Este principio también es conocido como principio de prohibición en exceso, una pena excesiva deviene injusta e implica violación a los principios básicos del derecho penal, una pena desproporcional se convierte en un trato cruel, inhumano y degradante, violatoria de preceptos humanos internacionales. Una pena es proporcional cuando se aplica según la gravedad y modalidad del hecho punible, el grado de culpabilidad, las circunstancias atenuantes o agravantes y la personalidad del agente, debe también a merced de la diversidad humana que no todos los casos son iguales, es por ello que este principio le corresponde al juez en su esfera privada deducirla en su deliberación para imponerle a un sujeto particular. Un juez debe tener en consideración entre otros aspectos para aplicar una pena proporcional: La Gravedad de la conducta del agente El daño real o potencial creado por su conducta La naturaleza de las causales a aplicar La intensidad del dolo, preterintencionalidad o culpa.18 5.8. Principio de Mínima Intervención Este es un principio político penal que va dirigido al legislador quien tiene el poder de definición de lo prohibido penalmente, ampliando o reduciendo de esta manera el campo de la criminalidad, este principio político tiene su raíz en el principio de lesividad, únicamente el estado puede intervenir cuando exista una transgresión grave a un bien elevado a la categoría de jurídico y protegido por normas penales. Este principio político penal pretende minimizar el derecho penal, hacerlo mínimo, no se pretende crear constantemente tipos penales nuevos y novedosos que protejan bienes jurídicos poco relevante. 18 Ibid, pag. 56 17 Lo que se pretende es que el ius puniendi sea cada vez mínimo y que el sistema penal sea más garantista opuesto a un sistema penal autoritario y mayor.19 5.9. Principio de Ultima Ratio El derecho penal debe de sancionar con penas los ataques más intolerables y graves a bienes elevados a la categoría de jurídicos y protegidos por normas penales, es por ello que primero se deben agotar todas las demás ramas del derecho para después aplicar el derecho penal, en materia procesal primero se busca lograr acuerdos, conciliaciones, mediaciones para que el conflicto pueda ser solucionado con medios menos radicales que el proceso penal propiamente dicho. El Estado sobe crear derecho penal en última instancia cuando sea absolutamente indispensable y necesario.20 5.10. Principio de Subsidiaridad En varias ocasiones el derecho penal es la última palacea para el derecho en general, el derecho penas se convierte en el instrumento sancionatorio de supuestos de hecho cuya regulación correspondería a las demás ramas del derecho, aun así lo que se busca es que primero se ventilen cuestiones prejudiciales es decir, cuestiones administrativas, civiles, laborales, para luego entrar en el campo del derecho penal. En materia penal los principios de juzgamiento han de ser diferentes a los de las demás materias, en estos casos el derecho penal se encuentra en una relación más de interdependencia que de subordinación.21 5.11. Principio de Culpabilidad Todos los conceptos penales son de formación histórica y el de culpabilidad también, pero quizá este principio requiera más que ningún otro una referencia a la historia para su mejor comprensión en el momento actual. En efecto, la idea de que el 19 Ibid. Pag. 63 Ibid. Pag. 64 21 Ibid. Pag. 65 20 18 castigo penal requiere la culpabilidad del sujeto tiene su origen en la lucha contra el Derecho Penal del Antiguo Régimen, en el que se hacía responder por el delito de uno a sus parientes, así como por hechos causales o fortuitos en los que el sujeto carecía de toda responsabilidad o, en los que tenía una responsabilidad tan sólo indirecta o causal. La forma de responsabilidad sin culpabilidad u objetiva más refinada y que ha perdurado hasta tiempo reciente, es la que se conoce como versari in re illicita, originada en el Derecho canónico para corregir versiones más brutales de la responsabilidad. Según este principio, se hace responder al sujeto por los resultados ulteriores conectados causalmente a un hecho ilícito o delictivo, y se le hace responder con igual pena que si este ulterior y casual resultado hubiese sido buscado de propósito. Un ejemplo característico es el del aborto con resultado de muerte en el que el médico que practica el aborto criminal responde también de la muerte de la embarazada aunque dicha muerte fuese fortuita y nada tuviese que ver con la práctica abortiva, artículo 136 del Código Penal. En consecuencia, la idea del principio de culpabilidad viene a responder a esas dos censuras de la Legislación histórica, y se plasma en el principio de personalidad de las penas y en el principio exigencia de dolo o culpa. El primero de ellos limita la responsabilidad penal a los autores del hecho delictivo y a los que participan en él como inductores, coautores y cómplices y encubridores, y su vigencia no presenta problemas desde hace tiempo. En segundo lugar, y casi primero y principal, habida cuenta la asimilación legislativa del principio de personalidad, lo que el principio de culpabilidad reclama es el rechazo de la responsabilidad objetiva y la exigencia de que el delito se cometa o dolosamente o, al menos, por imprudencia, es decir, o de propósito o por un inexcusable falta de cuidado, lo que excluye la responsabilidad por resultados vinculados causalmente a la conducta del sujeto pero que ni eran previsibles ni evitables. En esta dimensión del principio de culpabilidad está hoy día todo el mundo de acuerdo. 19 A su vez, durante largos años se entendió que la culpabilidad entendida como manifestación del libre albedrío del hombre para elegir entre el bien y el mal era el fundamento de la responsabilidad penal. Y esto es lo que se discute por un sector de la doctrina que estima ilegítimo fundamentar la imposición de algo tan grande como las penas en el libre albedrío, pues es un principio indemostrable en abstracto y en concreto en el actuar humano, reflexión filosófica que si bien debe respetarse en un Ordenamiento presidido por el principio del pluralismo, no se acompaña de fundamentación en las Ciencias Sociales, como la Psicología. Este sector propone un fundamento distinto de la responsabilidad penal fundamentado psico-socialmente y con carácter material que denominan de necesidad de pena por razones de protección (Gimbernat). Otros autores mantienen la terminología tradicional de culpabilidad pero la dotan del mismo contenido material (Muñoz Conde, Mir Puig) y lo formulan como atribuibilidad, con lo que se exige que el autor del hecho pueda atribuírsele éste por ser motivable psicológicamente por las normas, es decir, porque reúna las condiciones psíquicas de madurez social como para poder captar el sentido de las prohibiciones penales. Esto no sucede en el caso de los inimputables, que son los menores de edad o los que adolecen de enfermedad mental, defecto de la inteligencia o percepción o trastorno mental transitorio. Esta es la tesis que aquí se considera correcta. El principio de culpabilidad es manifestación de varios principios generales del Ordenamiento, como el de la dignidad humana y de la propia idea de Estado de Derecho pero, con independencia de que no encuentra en el texto constitucional una formulación expresa, sí puede considerarse implícito en él, pues expresamente ha declarado su plasmación procesal: la presunción de inocencia. Con ello basta para atribuir al principio de culpabilidad y sus plasmaciones rango constitucional como para vincular al Legislador en la configuración de los tipos penales y en la determinación de las penas.22 22 Ibid. Pag. 132 y 133 20 5.12. Principio de resocialización La Constitución contiene dos preceptos que fundamentan la formulación de un principio general del Ordenamiento Jurídico-Penal que puede denominarse de resocialización. El primero de los preceptos es de orden general, en el que además de establecer como fin de la actuación de los Poderes Públicos el hacer real y efectiva la libertad y la igualdad, contiene el mandato de facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social. Este mandato tiene su plasmación más fuerte en las zonas sociales sometidas a marginación, una de las cuales es en buena parte la población penal. Pero la Constitución ha ido más lejos, tras la consagración del principio de legalidad penal dispone que “las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad están orientadas hacia la reeducación y reinserción social (artículo 19 de la Constitución). El Estado no puede reducir su misión a la de mero gendarme, custodio del delincuente y desinteresado de su destino. Lo que comporta el nuevo orden fundamental es la obligación por parte del Estado de intervenir en las desigualdades y conflictos sociales, ofreciendo posibilidades de participación plena en la vida social a los que carecen de ellas, carencia que puede ser un factor determinante de la conducta desviada de determinadas clases de delincuentes. Esta obligación del estado se traduce, por una parte, en la construcción de un sistema de ejecución de la pena que ofrezca al condenado medios y oportunidades para su reinserción, y por otra, en la exigencia de contar con sistemas jurídicos que puedan facilitar la resocialización sin lesionar los objetivos de prevención general. Entre esa diversidad de medios y oportunidades de reinserción se encuentra todo lo que se liga a la idea de tratamiento. Ahora bien, se trata tan sólo de tratamiento como oferta al sujeto, no como imposición. La razón de ello estriba tanto en que la voluntariedad del tratamiento es un presupuesto básico de su viabilidad, como sobre todo, en que los medios de protección social están sometidos a valores: fundamentalmente aquí el libre desarrollo de la personalidad. El principio de resocialización se resuelve, pues, en la idea de ejecución de la pena a través del 21 ofrecimiento de medios para que el sujeto pueda participar en el futuro en la vida social sin recaer en el delito, con independencia de que éste asuma o no los valores inherentes a esa vida en sociedad. El principio de resocialización así entendido también permitiría considerar constitucionalmente ilegítimas penas que conceptualmente excluyen la resocialización como, por ejemplo, la cadena perpetua, así como aquellas penas temporales que por su duración extremada tengan efectos similares. En todo caso, la afirmación de Von Liszt de que la mejor política criminal es una buena política social sigue siendo plenamente actual en orden tanto a la prevención de la criminalidad como a la resocialización de los delincuentes.23 6. Fuentes del Derecho Penal La expresión derecho penal encierra un doble significado -el de legislación penal y el de ciencia del derecho penal, que es necesario precisar frecuentemente para no caer en confusiones. Esa precisión se hace muy necesaria cuando se hace referencia a las "fuentes" del derecho penal. En lengua castellana, "fuentes significa tanto manantial de agua que brota o surge de la tierra, como principio, fundamento, causa u origen de que procede alguna cosa", y es claro que en el derecho, la expresión se emplea metafóricamente para señalar el origeno principio del mismo. No obstante, nada queda claro, de no precisar que es lo que se quiere averiguar de donde viene, Puesto que unas serian las fuentes cuando hablemos de la legislación penal y otras cuando nos estemos refiriendo a la ciencia jurídico penal.24 23 Ibid. Pag. 134 Zaffaroni, Eugenio Raúl, Tratado de Derecho Penal Parte General, Tomo I, segunda edición, Sociedad Anónima Editora Comercial, Industrial y Financiera, Argentina, 2002. Pag. 123 24 22 En el primer sentido -en el de legislación o conjunto de preceptos penales- podemos distinguir, siguiendo la tradición doctrinaria imperante -que proviene de Stammlerentre "fuentes de producción del derecho penal" y "fuentes de cognición del derecho penal" Con la expresión "fuente de producción" se designan a los sujetos productores de los preceptos jurídicos-penales; la voz "fuentes de cognición" denomina estos preceptos, que son los materiales a cuyo conocimiento contribuye la ciencia jurídico-penal. Otra cosa por completo 'diferente son las fuentes de información acerca de la ciencia del derecho penal, es decir, de d6nde obtenemos la información sobre el estado presente o pasado de los conocimientos que puede brindarnos la ciencia jurídicopenal, o sea, la bibliografía penal. Con toda claridad expresa Rivacoba la distinción entre fuente de producción y de conocimiento: "Fuente de producción es -siguiendo a Federico de Castro- cada fuerza social con voluntad normativa creadora, cada sector de la sociedad dotado del poder de crear Derecho objetivo, mientras que fuente de conocimiento es la manera propia y privativa que tiene de crearlo. La forma que el derecho objetivo asume en la vida social y por cuyo medio puede ser conocido" Así, por ejemplo, el Poder Legislativo es la fuente de producción y la ley la fuente de conocimiento. Concretamente se puede establecer que él jurista toma la expresión fuentes del derecho para llenarla de contenido, con un significado doble: fuente de producción y fuente de conocimiento. La primera se refiere a la voluntad que dicta las normas jurídicas, la otra, a la manifestación misma de esa voluntad, a la forma que el Derecho objetivo asume en la vida social.25 25 Jiménez De Asúa, Luis, Principios de Derecho Penal La Ley y el Delito, tercera edición, Editora Sudamericana, Abeledo Perrot, Argentina, 1958. Pag. 85 23 Generalmente suele hablarse de fuentes "inmediatas" y de fuentes "mediatas" del derecho penal. Fuente inmediata es la que tiene fuerza obligatoria normativa por si misma, en tanto que la mediata la recibe de otra. Así, la ley es una fuente inmediata del derecho penal y la ética social es una fuente mediata en cuanto que, por remisión de la ley, puede ésta -dentro de ciertos limites, por supuesto- adquirir fuerza obligante normativa, que originariamente no posee. Pero se puede arribar a que existen varias clasificaciones según sea el criterio del tratadista que las aborda, en atención a la cultura jurídica que prevalece en Guatemala se plantean dos clasificaciones, una que las divide en fuentes reales o materiales y fuentes formales, y la otra que las divide en fuentes directas o inmediatas y fuentes indirectas o mediatas.26 A continuación se desarrollan cada una de estas: 6.1. Fuentes reales o materiales También reciben el nombre de sustanciales tienen su fundamento en la realidad social de los hombres y por ende de los pueblos y se refieren a hechos naturales, a las expresiones humanas o a los actos sociales que determinan el contenido de las normas jurídico-penales, es decir, son las expresiones y manifestaciones socionaturales previas a la formación de la ley penal, por cuanto que son fenómenos naturales o sociales los que constituyen y plantean las necesidades de regulación penal por parte del Estado con el objeto de brindar protección a los bienes jurídicos, que en un momento determinado se consideran amenazados por efecto de los fenómenos indicados.27 6.2. Fuentes Formales Se refieren al proceso de creación jurídica de las normas penales y a los órganos donde se realiza el mencionado proceso legislativo que de acuerdo a la organización 26 Diez Ripollés, José Luis y Cia. Manual de Derecho Penal Guatemalteco Parte General, (S.E.) Impresos Editoriales, Guatemala, 2001. Pag. 85 27 Idem. 24 política del Estado de Guatemala corresponde al organismo legislativo a través del Congreso de la Republica, con participación del organismo ejecutivo, que en última instancia ordena su publicación.28 En sentido amplio, las fuentes formales del Derecho, tienen siempre intima relación con el sujeto del cual emanan con exclusividad las normas jurídicas.29 6.3. Fuentes Directas o inmediatas Estas están compuestas por aquellas que por sí mismas tienen la virtud suficiente para crear normas jurídicas con carácter obligatorio, de las cuales emana directamente el Derecho Penal. La ley es la única fuente directa del Derecho Penal30 Otros como Rodríguez Devesa y Serrano Gómez, consideran que no es cierto y es una ligereza afirmar que la ley sea la única fuente del Derecho Penal.31 Las fuentes directas del Derecho Penal, suelen dividirse en fuentes directas de producción y fuentes directas de cognición; las fuentes de producción se refieren al podre que dicta las normas o la autoridad de declara el derecho, que no es más que el Estado a través del Organismo Legislativo, representado por el Congreso de la República; y las fuentes directas de cognición se refieren a la forma que el derecho objetivo asume en la vida social y en la cual se manifiesta la expresión de la voluntad del legislador, es decir, los códigos y las leyes penales.32 Pero es de hacer notar que para el ordenamiento jurídico guatemalteco la ley es la única fuente directa de producción y cognición del Derecho Penal, en virtud de que nuestro sistema gira estrictamente alrededor del principio de reserva, de defensa o legalidad (Nullum Crimen, Nulla Poena Sine Lege), al establecer el artículo 1 del Código Penal que “Nadie podrá ser penado por hechos que no estén expresamente 28 De León Velasco, Héctor Anibal y Cia. Derecho Penal Guatemalteco Parte General y Parte Especial, Decimoséptima edición, Editorial Estudiantil Fenix, Guatemala, 2006. Pag 90 29 Diez Ripollés, José Luis y Cia. Ob. Cit. Pag. 86 30 De León Velasco, Héctor Anibal y Cia. Ob. Cit. Pag. 90 31 Diez Ripollés, José Luis y Cia. Ob. Cit. Pag. 86 32 Ibid. Pag. 87 25 calificados como delitos o faltas, por ley anterior a su perpetración; ni se impondrán otras penas que no sean las previamente establecidas en la ley” así mismo esto se encuentra respaldado por una norma de rango constitucional concretamente el artículo 17 de la Constitución Política de la República de Guatemala que establece que “No son punibles las acciones u omisiones que no estén calificadas como delito o falta y penadas por ley anterior a su perpetración”. El anterior principio de legalidad que se encuentra consagrado en diferentes cuerpos legales que forman parte del ordenamiento interno de Guatemala, se proyecta como un dispositivo que tiende a evitar la arbitrariedad judicial del Estado a través de os órganos jurisdiccionales en cuanto la valoración de las conductas que han de considerarse delictivas, y la imposición de pena y medidas de seguridad, buscando con ello dar certeza y seguridad jurídica a los ciudadanos, consagrando a la ley penal.33 6.4. Fuentes indirectas o inmediatas Son aquellas que por sí mismas no tienen la virtud de crear normas jurídicas con carácter obligatorio, pero si pueden influir y coadyuvar en forma indirecta o mediata a la creación y proyección de nuevas normas jurídico penales, además que pueden ser de mucha utilidad en la interpretación, valoración y aplicación de la ley penal cuando se trata de resolver casos concretos.34 6.5. La Costumbre Roberto von Hippel ha escrito: "En general, se dice que el Derecho consuetudinario y el Derecho legal son las únicas fuentes del Derecho." Reconoce preponderancia de la costumbre en los primeros tiempos y añade; "En cuanto a su validez, ambas fuentes del Derecho tienen, fundamentalmente, el mismo valor." "El Derecho con consuetudinario puede, asimismo, ser modificado y dirigido por el Derecho legal, y viceversa."35 33 Idem. Ibid. Pag. 86 35 Jiménez de Asúa, Luis. Ob. Cit. Pag. 86 34 26 Pero antes ha consignado en sus sabias páginas que "es posible que el Derecho legal excluya o limite expresamente, durante el tiempo de su privativo imperio, el nacimiento del Derecho consuetudinario". Y, en orden a nuestro Derecho, reconoce, de un modo expreso, el legalismo: "Esto último es lo que ocurre en Derecho penal, en el que impera la necesidad de la certidumbre jurídica y, con ello, del Derecho legal." No todos los autores opinan de este modo. La Escuela histórica, que en España tuvo a Costa como su mejor representante, creyó que la costumbre debía ser fuente del Derecho con tanto imperio como la ley misma, y Dorado Montero defendió su validez en el Derecho penal, afirmando que es la más popular de todas las fuentes en que el Derecho se origina. Observemos, contra estas opiniones, que hay en ellas una grave contradicción. El Derecho penal es el más científico, el más independiente del pasado y, por ello, requiere que el instrumento en que se plasme sea de la más fina estructura. Decir que la costumbre, por ser la más popular de todas las fuentes, debe tener eficacia en el Derecho punitivo, es desconocer esa índole moderna que exige tan complejas esencias, únicamente posible de contenerse y de manifestarse en la ley. Belloni se ocupó también de la costumbre en el Derecho penal, pero ni él ni Hippel han visto las verdaderas razones por las cuales ésta no puede ser fuente productora de normas punitivas. Cuantos argumentos se han dado antes son de índole superficial. Los hondos motivos radican en la naturaleza filosófica y política del nullum crimen, nulla poena sine lege. Resumiríamos nuestra opinión diciendo que la costumbre contra legem y la supletoria no son fuentes productoras del Derecho penal. En cuanto a la integrativa, su función es distinta. Hay leyes en blanco que se refieren al Derecho civil, comercial, administrativo; es decir, que se hallan integradas por contenidos civiles o comerciales, a menudo regidos por la costumbre. En este caso, 27 ésta sería, aunque de segundo grado, fuente productora en Derecho penal. Así lo reconocen Franz von Liszt, Ernesto Hafter, Adolfo Schonke, etc.36 No obstante de la discrepancia que existe entre los tratadistas se puede establecer que la costumbre no puede ser considerada como fuente directa del Derecho Penal, toda vez que entraría en franca contradicción con el principio de legalidad y el principio de exclusión de Analogía. Por otro lado, el artículo 2 de la ley del organismo judicial, hace prevalecer la utilización de la ley, sobre cualquier uso, costumbre o práctica en contrario; sin embargo a la luz del artículo 66 de la Constitución Política de la República que establece: Protección a Grupos Étnicos. Guatemala está formada por diversos grupos étnicos entre los que figuran grupos indígenas de ascendencia maya. El Estado reconoce, respeta y promueve sus formas de vida, costumbres, tradiciones, formas de organización social, el uso de traje indígena en hombres y mujeres, idiomas y dialectos. Se puede inferir que siento Guatemala un país multiétinico, pluricultural y multilingüe, la costumbre conforme a la ley (secundum legem) puede ser fuente indirecta del Derecho Penal, por cuanto que no sólo puede crear normas penales, sino derogar las existentes en un lugar y dentro de una comunidad determinada; parecida función podría asignarse a la denominada costumbre complementaria de la ley (praeter legem), que sirve al juez para interpretar y entender el sentido popular de ciertos usos, expersiones y costumbres recogidas en las nomras positivas. No se puede decir lo mismo de la costumbre contraía a la ley (contra legem), esta carece de eficacia ya que el desuso o falta de aplicación de una ley no implica su derogación, así mismo la costumbre no puede vulnerar principios que se encuentran consagrados dentro del ordenamiento jurídico guatemalteco.37 6.6. Jurisprudencia En Sensu stricto, la jurisprudencia no es más que la doctrina sentada por el superior Tribunal de Casación en sentencias numerosas y contestes. Así lo entendemos en 36 37 Ibid. Pag. 87 Diez Ripollés, José Luis. Ob. Cit. Pag. 104 28 España, aunque Dorado Montero, siempre fiel a sus ideales, afirmara, no sólo que ésta es fuente de Derecho, así como la costumbre, sino que ha de entenderse por tal toda decisión emanada de jueces o tribunales. Anticipemos que nuestra opinión se halla en un todo de acuerdo con la de Hippel. La jurisprudencia es de importancia descollante para interpretar las leyes penales y también para el nacimiento del nuevo Derecho; pero no es fuente independiente ni productora de Derecho penal. Todos los tribunales pueden apartarse, al resolver casos concretos, de lo que hasta entonces hizo la práctica. Y además, y sobre todo, no existe una sanción contra los jueces que deciden sin tener en cuenta los fallos que precedieron a sus decisiones, aun cuando aquéllos emanaran del más alto Tribunal de la nación. Este es el estado de Derecho que ha asumido, ante la jurisprudencia, la democracia vigente en la mayor parte de los países. En cambio, los derechos totalitarios dan un papel mucho más preponderante a quienes administran justicia.38 En el Derecho Anglosajón (E.E.U.U. e Inglaterra por ejemplo), y en los países donde se acepta la analogía, la jurisprudencia de lugar al nacimiento de nuevas normas jurídicas con eficacia obligatoria, empero en legislaciones como la guatemalteca, los tribunales de justicia no trabajan para crear derecho, sino solamente lo aplica a través de leyes escritas, por lo que la jurisprudencia no podría considerarse fuente directa de Derecho Penal.39 El anterior argumento es empleado por Solera y Porto trata de rebatirlo, pero creemos que no lo logra, al menos en toda su extensión. Porto sostiene la irretroactividad de la jurisprudencia más gravosa, pero también admite -y esto también lo admite Zaffaroni - la posibilidad de que el error funcione como eximente 38 39 Jiménez de Asúa, Luis. Ob. Cit. Pag. 87 Diez Ripollés, José Luis y Cia. Ob. Cit. Pag. 106 29 en tales casos, solo que en esto Porto resulta contradictorio con su propio planteamiento, pues para aceptar el error como eximente debemos antes admitir que esa jurisprudencia es retroactiva, que no opera como la ley penal, porque en el caso contrario no se tiene que apelar al error, sino so1o a la jurisprudencia anterior más benigna.40 El otro argumento que emplea Soler creemos que está bien respondido por Porto: Soler dice que la jurisprudencia seria una ley supra-constitucional, porque obligaría a los jueces aún por sobre la Constitución, lo que no puede hacer ninguna ley formal. Creemos que eso es inadmisible, porque jurisprudencia se hace obligatoria para los jueces de primera instancia por una ley que, de ningún modo, puede obligar al juez a contrariar la Constitución, dentro de cuyo ámbito la ley debe encuadrarse.41 Desde otro punto de vista, se ha sostenido que la jurisprudencia en general es fuente del derecho, siendo esta una posición Iusfilosófica que respetamos como tal, pero que no compartimos, Y cuyo máximo exponente entre nosotros es Carlos Cossio, quien sostiene la posición "judicialista" respecto del derecho, a partir de la concepción del derecho como conducta.42 7. Principios Generales del Derecho En cuanto a los principios generales del Derecho, ha habido largas polémicas sobre lo que trata de expresarse con tan conocida frase. En la época en que el Derecho natural tenía aún prestigio, podía pensarse en que éste era el aludido con tales palabras. A nuestro juicio, esos principios generales del Derecho no son otra cosa que la norma de cultura. Toda interpretación va más allá de los límites del texto literal de la ley. Incluso el fin de la ley misma, tan importante, debe ser superado y buscarse todo el fin social del ordenamiento jurídico. No podemos detenemos en el precepto 40 Zaffaroni, Eugenio Raúl. Ob. Cit. Pag. 126 Ibid. Pag. 127 42 Idem. 41 30 aislado. Hemos de remontamos a los propios fines del Derecho. Ello importa sobremanera en la valuación de los bienes jurídicos para la justificación supra-legal y para la no exigibihdad de otra conducta. Así es como debemos entender esos principios generales del Derecho en la función individualizadora y creadora de nuevas posibilidades que le compete al juez, si bien es preciso proclamar que sólo son valiosos para la interpretación y que no constituyen fuente productora en el Derecho penal. Por lo que se deben entender como los valores máximos a que puede aspirar el Derecho como ciencia, es decir, la justicia, la equidad y el bien común, que en el derecho penal, por su naturaleza abstracta y por primacía del principio de legalidad, no pueden ser fuentes directas e inmediatas, porque para alcanzarlos deben cristalizarse en la misma ley penal del Estado. Dada su naturaleza de postulados axiológicos, suelen ser de supletoria importancia para la interpretación, valoración y aplicación del Derecho Penal en la resolución de casos concretos, pero no pueden considerarse como fuente directa productora de Derecho Penal.43 8. Doctrina Es el denominado “derecho Científico”, y consiste en el conjunto de teorías, opiniones y aun especulaciones que realizan en una materia o cerca de un punto los juspenalistas, los especialistas en Derecho Penal.44 Se puede afirmar de un modo rotundo que la doctrina científica no es fuente productora de nuestro Derecho; no lo es de Derecho alguno, aunque tenga un valor descollante en la creación de un nuevo Derecho. Los legisladores, cuando componen un nuevo Código penal, tienen bien en cuenta lo que la doctrina de los autores ha dicho sobre los defectos del que se abroga y las necesidades penales del futuro.45 43 Diez Ripollés, José Luis, Ob. Cit. Pag. 105 De León Velasco, Héctor Anibal y Cia. Ob. Cit. Pag. 92 45 Jiménez de Asúa, Luis, Ob. Cit. Pag. 90 y 91 44 31 Pero esto no es, en modo alguno, dar valor de fuente productora de Derecho a la opinión de los científicos. No estamos en la época de Bartolo y Baldo, ni en la de la Ley de Citas. Repitamos que la doctrina científica tiene un valor superlativo en la formación del nuevo Derecho y acaso pueda depositarse en ella la esperanza de unificar, en lo posible.46 Es básicamente importante en la creación y desarrollo de la disciplina penal por cuanto que ha dado origen al denominado “Derecho Penal Científico Colectivo” elaborado en los distintos congresos internacionales de Derecho Penal. Esta no puede ser considerada como una fuente directa productora de Derecho Penal, aceptándose como una fuente indirecta que informa sobre los avances de la ciencia y plantea la necesidad de nuevas reformas o nuevos cuerpos legales con el fin de satisfacer la exigencias actuales.47 9. Escuelas y Corrientes de la Ciencia del Derecho Penal 9.1. Beccaria y el pensamiento de la Ilustración La moderna Ciencia del Derecho Penal arranca del pensamiento ilustrado y, en concreto, de la obra de Beccaria De los delitos y de las penas, máxima representación del pensamiento de la Ilustración en el campo penal. Con anterioridad había habido ya estudios que tenían por objeto el Derecho Penal. Pero la naturaleza del Derecho Penal anterior a este momento histórico, la radical diferencia entre el Derecho de antes y el de después de la Ilustración, hace que las obras que con anterioridad trataron temas penales carezcan de interés directo para la comprensión de la actual Ciencia del Derecho Penal. 46 47 Ibid. Pag. 91 De León Velasco, Héctor Anibal y Cia. Ob. Cit. Pag. 92 32 Cesare Bonesana, Marqués de Beccaria, publicó de forma anónima en 1764 Del delitti e delle pene. El contenido de esta obra no surge ex novo sino que viene precedida de una coyuntura histórica y cultural que favorecería el que surgieran estudios de este tipo. Además, la propia crisis política del siglo XVIII había ocasionado un notable endurecimiento de la justicia penal. Esta situación entraba en contradicción con las ideas filosóficas imperantes, que defendían un modelo de sociedad que tomaba al individuo y su libertad como punto de partida. Todos estos factores llevaban a que importantes sectores de la sociedad adoptaran posiciones críticas frente al Ordenamiento punitivo. Éstas quedan claramente reflejadas en el libro del Marqués de Beccaria. Por tanto, De los delitos y de las penas es un libro que sería hoy incluido dentro del apartado de la Política Criminal, pues concreta sistemáticamente todas las objeciones que el pensamiento ilustrado formulaba a la Legislación penal del Antiguo Régimen. El libro de Beccaria no es una obra aislada, pues, en este marco histórico-político, autores como, Montesquieu, Marat y en especial Voltaire en su Defenda de los oprimidos, formularon serios reparos al Derecho Penal de la época. El pensamiento de Beccaria toma como punto de partida el contrato social como origen de la constitución de la sociedad; al suscribirlo los hombres hacen dejación de mínimos de libertad, que ponen en manos del Estado, que crean mediante el pacto, para que se encargue de la conservación de sus derechos y libertades. Las consecuencias que sobre el contenido de las Leyes penales tenía este punto de partida y su comparación con el Derecho Penal del Antiguo Régimen le llevan a la formulación de una ardiente crítica de las Leyes entonces vigentes. Las críticas de Beccaria reposan sobre dos pilares: el primero, es la interdicción de la arbitrariedad frente a la que proclama el principio de legalidad de los delitos y de las penas y el segundo es la oposición a la tradicional vinculación delito-pecado y al establecimiento de castigos especialmente crueles, que le lleva a consagrar el principio de humanidad de las penas. De estos principios extrae una lista de reformas 33 concretas a desarrollar que constituyen la base del Derecho Penal Liberal: humanización general de las penas, abolición de la tortura, igualdad ante la ley, proporcionalidad entre el delito y la pena. La obra de Beccaria reflejaba las exigencias jurídico-penales de su tiempo, lo que explica el éxito del libro y la inmediata trascendencia legislativa de su contenido. Con carácter general, la plasmación de las propuestas de la obra de Beccaria se produce a lo largo de todo el siglo XIX en la Legislación penal de corte liberal, de la mano de los penalistas que más tarde quedaron integrados bajo la denominación de “Escuela clásica”. La obra de Beccaria fue traducida al castellano en 1774 por De las Casas. Su publicación y difusión pasó por las dificultades que suponía la oposición de la Inquisición.48 9.2. La Ciencia del Derecho Penal bajo el pensamiento liberal. “La Escuela clásica” El protagonismo de la Ciencia del Derecho Penal va a ser inicialmente desarrollado por la Ciencia del Derecho Penal italiana. La llamada Escuela clásica elabora una Ciencia del Derecho Penal acorde con las exigencias del liberalismo de esta primera época. El protagonismo italiano en este primer momento, así como las características de sus propias construcciones, estaba favorecido por la propia situación política y legislativa italiana. La inexistencia de una Legislación única en toda Italia hasta finales del XIX, el carácter no liberal de las Leyes entonces vigentes y la falta de unidad política, exigían a la doctrina, que respondía a las directrices del pensamiento liberal, mantenerse alejada del Derecho positivo y preparar construcciones que pudieran servir de base a un futuro Código Penal. El resultado más importantes de esta línea de pensamiento es el Código italiano de 1889, que Jiménez de Asúa calificó como “la 48 Madrazo Mazariegos, Sergio y Danilo Madrazo Mazariegos. Ob. Cit. Pag. 143 y 144 34 obra más perfecta de la Escuela clásica, el fruto del brillante desenvolvimiento alcanzado en el siglo pasado por la Ciencia penal italiana”. La denominación “Escuela clásica” se debe al positivista Enrico Ferri, que la utilizó con un sentido despectivo para englobar a todos los autores que, con anterioridad a la aparición del Positivismo criminológico, se habían ocupado de problemas jurídicopenales. Esta generalización olvidaba que antes del Positivismo habían sido ya varias las direcciones doctrinales que, defendiendo incluso posiciones opuestas, se habían ocupado del delito. En relación con la Escuela clásica existe acuerdo en utilizar el término para referirse a los penalistas temporalmente situados entre la Ilustración y el Positivismo y que, ideológicamente, parten del pensamiento de Beccaria. La obra de Beccaria tiene continuación en Italia mediante las aportaciones de autores como, Filangieri, con su ciencia de la legislación, y Romagnosi, autor de la Génesis del Derecho Penal. En este libro aparecen gérmenes de alguna de las ideas que más tarde desarrollará el Positivismo criminológico como la teoría psicológica de los “spinta” y “contraspinta”. Estos dos autores pueden considerarse como antecesores de la Escuela clásica que aparece esencialmente vinculada a Carmignani, Rossi y Carrara; el “Programa” de este último es considerada como la obra cumbre de la Escuela. Fuera de Italia, Feuerbach y Bentham son autores que representan el pensamiento penal que se desarrolla bajo el primer Estado liberal. Feuerbach es el autor del Código bávaro de 1813 y realiza aportaciones decisivas para la formulación del principio de legalidad y para la elaboración de la prevención general. Por su parte, Bentham abundó en las consecuencias de una concepción utilitaria de la pena y lleva a cabo importantes estudios en el ámbito penitenciario. 35 Aunque por lo antes dicho, con excepción de su ubicación temporal, es difícil formular una lista completa de rasgos comunes a esta Escuela, pueden señalarse los siguientes: a) El método empleado por los autores clásicos fue un método racionalista, abstracto y deductivo. Los integrantes de esta Escuela parten de una serie de principios generales preexistentes en los que fundamentan en último término sus construcciones. Su creencia en la existencia de un Derecho natural hace que sus elaboraciones no estén realizadas en función de un ordenamiento concreto y que busquen por tanto la formulación de criterios válidos para todo tiempo y lugar. Así, Carrara consideraba que el delito es la infracción de la Ley del Estado, pero ésta a su vez ha de adaptarse a la Ley natural. Por tanto, el objeto de análisis no es el Derecho positivo, sino un Derecho ideal que debe ser elaborado con ayuda de la razón y del que las Leyes estatales han de extraer un contenido. b) Las construcciones de esta Escuela están vinculadas a los pilares del liberalismo político: la legalidad como medio para defender los derechos fundamentales y la humanización en la sanción penal. De la vinculación al principio de legalidad se deriva la consideración del delito exclusivamente como ente jurídico. Afirma Carrara que “el delito no es un ente de hecho, sino un entre jurídico”. La defensa de la humanización de las penas es consecuencia de la revalorización del hombre frente al poder del Estado, postulado fundamental del pensamiento liberal. Finalmente, el principio de igualdad era consagrado formalmente a través de la admisión de la igualdad de todos los hombres al ser todos ellos igualmente libres –el hombre es responsable penalmente en cuanto lo es moralmente y lo es moralmente por gozar del libre albedrío-. Esta afirmación de la libertad de la persona es elevada 36 por la doctrina clásica a la más alta categoría constituyendo la base de todo su sistema. c) La relativa unanimidad existente en los planteamientos señalados desaparecía en la finalidad de la pena. En ella existían dos direcciones claramente determinadas: de una parte, Rossi mantenía posturas esencialmente retributivas, propugnando que el fin esencial del Derecho Penal es “el restablecimiento del orden social perturbado por el delito”. Frente a esta posición, Carmignani estimaba que el castigo del delito tiene por fin evitar que se perturbe la seguridad de la convivencia humana, con lo que aspira a un fin claramente preventivo. En su conjunto, las aportaciones de esta Escuela se materializan en el proceso de codificación que tiene lugar a lo largo del siglo XIX en los Estados europeos y en las nuevas repúblicas latinoamericanas. Así, estos primeros Códigos reflejan una humanización general del sistema punitivo frente a las normas precedentes y cristalizan una serie de garantías firmes frente al poder del Estado, en especial al consagrar el principio de legalidad. Frente a estos aspectos positivos, el método lógico abstracto empleado y su excesiva vinculación iusnaturalista lleva a los autores de esta Escuela a importantes errores, como el alejamiento de la realidad, que les conduce a no proponer soluciones válidas frente al crecimiento de la delincuencia, o el total desconocimiento de la desigualdad material. Ambas, no son sino consecuencias de objeciones que pueden ser formuladas al modelo de Estado liberal no intervencionista al que la Escuela obedece.49 9.3. El Positivismo en la Ciencia del Derecho Penal La concurrencia en la segunda mitad del siglo pasado de un nuevo concepto de Ciencia, unido a la variación del carácter del Estado, produjo un profundo cambio de orientación en los estudios del Derecho. El gran desarrollo alcanzado en el XIX por 49 Ibid. Pag. 144, 145 y 146 37 las Ciencias de la naturaleza provocaba un ambiente científico entendiendo por tal, como expone Latorre, “la actitud mental que veía en las ciencias el camino para resolver los problemas humanos y sociales del mundo, de la fe en que la ciencia es no sólo un método de conocimiento y de dominio de la naturaleza y del hombre, sino también un saber de salvación que redimirá a la humanidad de sus miserias y la conducirá a la felicidad”. Tal dirección de pensamiento, progresivamente acrecentada por el desarrollo de la filosofía positivista, llevaba a reservar el carácter de Ciencia a las Ciencias de la Naturaleza y a las Matemáticas, pues sólo en ellas concurrían los rasgos de exactitud y de posibilidad de percepción por los sentidos, sólo ellas progresaban, y sólo ellas utilizaban el método empírico, característico del concepto positivista de ciencia. La ciencia jurídica difícilmente podía superar tales requisitos. En 1847, en el Berlín revolucionario, el fiscal Von Kirschmann negaba en una sonada conferencia el carácter científico a los estudios jurídicos. Las razones son conocidas: falta de objeto estable –en cuanto las Leyes cambian de acuerdo con la voluntad del legislador-, ausencia de progreso y su no contribución al desarrollo del progreso general de la humanidad. De ahí su descalificadora frase de que dos palabras del Legislador bastan para convertir en papel de viejo bibliotecas jurídicas enteras. Junto a este nuevo concepto de Ciencia, el Estado liberal, al que respondían las concepciones científicas y metodológicas anteriores, atravesaba una profunda crisis. La revolución industrial, la aparición del proletariado como elemento de lucha política y las revoluciones reclamaban, con carácter general, la adopción por los poderes públicos de políticas intervencionistas. En el ámbito propio del Derecho Penal el aumento de la tasa de criminalidad hacía aún más acuciante la adopción de una acción positiva del Estado en la lucha contra la criminalidad. Con carácter general, en el ámbito penal las dos grandes corrientes fueron el Positivismo criminológico, desarrollado sobre todo en Italia, y el Positivismo jurídico, inicialmente aparecido en Alemania. La diferencia esencial entre ambas reside en el objeto de análisis: el 38 Positivismo criminológico estudió al delito y al delincuente como realidades naturales, mientras que el Positivismo jurídico centró su análisis sobre las normas jurídicas.50 9.4. El Positivismo criminológico La irrupción en el panorama jurídico de la Escuela positiva está indisolublemente unida a la obra de Lombroso, y la culminación y desarrollo de sus consecuencias a Ferri y Garofalo. César Lombroso era médico de prisiones, con una formación en el método experimental obtenida en la Universidad de Viena, y sus trabajos constituyen el punto de arranque de esta Escuela al hacerlos públicos periódicamente en revistas a partir de 1871 y con posterioridad en 1876 en su conocido libro L’uomo delincuente. Por su parte, Enrico Ferri defiende muy joven una tesis doctoral de gran resonancia acerca de La teoría de la imputabilidad y la negación del libre albedrío con lo que cuestionaba la base de la responsabilidad penal. En su amplia obra hay que destacar, por su repercusión posterior, la Sociología criminal. Finalmente, Garofalo, que gozaba de una más completa formación jurídica y a la vez ideas más moderadas, fue autor de La Criminología, e hizo accesibles a los cuerpos legales buena parte de las construcciones positivas, al dotarles de una fundamentación y consistencia jurídica de la que carecía la obra de los otros dos autores. La característica fundamental de esta Escuela reside en la utilización del método experimental, del “método científico”. Del empleo de este método emanan las restantes características. La utilización del método inductivo-experimental está justificado, según el propio Ferri, por la idea de que todas las Ciencias tienen una misma, razón de ser y un idéntico objeto: el estudio de la naturaleza y el descubrimiento de sus leyes para beneficio de la humanidad. La adopción de este punto de partida les lleva a una variación sustancial en el objeto, y esto no será ya el delito como ente jurídico, sino como acción humana, buscando la determinación de las causas personales o sociales que lo han originado. 50 Ibid. Pag. 146 y 147 39 Tal estudio lleva a los positivistas a rechazar los puntos básicos sobre los que descansaba la Escuela clásica. En primer lugar, negaron el libre albedrío. Las investigaciones empíricas de Lombroso, que le conducen a la admisión de la existencia de un delincuente nato, y el alegato de Ferri en su tesis doctoral, exigían buscar otra fundamentación a la reacción penal. Ésta no podrá seguir siendo la responsabilidad moral, sino que “los actos del hombre pueden ser imputados, y es, por tanto, responsable de ellos porque vive en sociedad”. Con ello, no se niega el derecho a penar, sino que se busca otro fundamento. Este concepto básico precisaba para ser transportable al Derecho positivo de un complemento que lo concretizara y sirviera de criterio rector a la hora de determinar la cantidad de sanción a imponer en cada caso. Su construcción se inicia con la temibilitá de Garofalo, que designa “la perversidad constante y activa del delincuente y la cantidad de mal previsto que hay que tener por parte del mismo delincuente”. La orientación general hacia el futuro, por cuanto todo su sistema está estructurado sobre la base del autor del hecho delictivo y no sobre la base del acto mismo, provoca el abandono de toda postura retribucionista en relación a la sanción penal. Se llega, incluso, a evitar la utilización del término “penal”, por sus reminiscencias retribucionistas. En esta misma línea se busca la adecuación de la sanción penal a las condiciones particulares de cada delincuente, de tal modo que posibilita la superación de su temibilitá. La existencia de delincuentes incorregibles llevará a la introducción del criterio de inocuización a través de la sanción capital o de largas privaciones de libertad. El Positivismo criminológico, al estudiar las causas del delito, constituye el origen de la actividad científica que hoy denominamos Criminología. La aportación más relevante de estos positivistas ha consistido en subrayar la necesidad de concebir la lucha contra el delito en el marco de la política general del Estado, y en dar un contenido a la reacción penal distinto al puramente represivo. 40 En sentido opuesto, debe valorarse negativamente el olvido por parte de estos autores de las garantías individuales y que prescindieran del estudio del Derecho positivo. Políticamente, la vía que abre el Positivismo criminológico es peligrosa en cuanto que su idea organicista de la sociedad, valorando sólo al hombre en cuanto miembro de ella, coincide con la base de los posteriores planteamientos totalitarios.51 9.5. El Positivismo jurídico 9.5.1. El Positivismo jurídico-penal La recepción del Positivismo por parte de la Ciencia alemana del Derecho Penal tuvo consecuencias distintas a las que se produjeron en Italia. Los penalistas alemanes también pasaron a utilizar el método experimental, pero el objeto de interpretación será aquí el Derecho positivo. Las razones que llevaron a este objeto son varias: por un lado, como recuerda Schmidt: “El camino hacia el positivismo había sido iniciado mediante la aguda fundamentación por parte de Feuerbach de todo el pensamiento jurídico sobre la ley”. Esta vinculación a la Ley tiene que ponerse en relación con la vigencia del principio de legalidad como principio básico de toda construcción liberal. Por otra parte, la propia situación legislativa alemana favorecería aún más esta tendencia al promulgarse en 1871 el primer Código Penal alemán, válido para la totalidad de los estados alemanes. La vinculación a la Ley también aparecería favorecida por la aportación de la Escuela Histórica, en la que se hunden las raíces del logicismo que domina la argumentación sistemática positivista. La confluencia de todas estas razones es la causa que determinó la aparición del Positivismo jurídico penal, caracterizado por la consideración del Derecho positivo como la realidad a examinar y a la que debe dirigirse el método de investigación. 52 51 52 Ibid. Pag. 147 y 148 Ibid. Pag. 148 41 9.5.2. El Positivismo jurídico-normativista Para los representantes de esta dirección, cuya principal figura es Binding, el exclusivo objeto de análisis del jurista lo constituye el Derecho positivo. En él existen principios generales, pero no como algo a priori, sino deducidos de los textos positivos. Por ello, es principio no cuestionable la exclusión de toda valoración metajurídica. Cualquier problema que no quede dentro del Derecho positivo carece de interés para el penalista. Pero, esta vinculación a la Ley no debe ser entendida como una vinculación a la voluntad del Legislador. Binding defiende una vinculación al contenido de la Ley en la interpretación, a lo que atribuye una propia lógica interna e independiente. El carácter estrictamente liberal de sus construcciones queda patente en su teoría de la pena. Binding aboga por una concepción exclusivamente retribucionista de la pena, como compensación de la violación del orden jurídico y estima que una postura que incorporar finalidades preventivas supondría incluir valoraciones metajurídicas. Esa defensa de las teorías absolutas de la pena se corresponde con la teoría de la pena del Estado de Derecho más clásico, configurada por Kant y Hegel, que circunscribe la intervención estatal a la restauración del orden jurídico perturbado. En el planteamiento de Binding aparece ya la actitud mental típica del Positivismo de “aislamiento de un sector de la realidad, para estudiarlo al margen de los otros aspectos de la misma realidad que se encuentra inmerso”.53 9.5.3. El Positivismo jurídico-sociológico La segunda tendencia del Positivismo jurídico está representada fundamentalmente por Von Liszt, que es cabeza de la “Escuela sociológica”, también denominada Nueva escuela o dirección moderna. El Positivismo representado por esta tendencia adopta como punto de partida las exigencias del nuevo modelo de Estado, el Estado social de Derecho, lo que la lleva no sólo a una diferente orientación en cuanto a la finalidad asignada a la pena, sino también a una distinta concepción de la propia Ciencia del Derecho Penal. 53 Ibid. Pag. 148 y 149 42 La figura de Franz Von Liszt ocupa toda una época del Derecho Penal y muchas de sus construcciones continúan siendo válidas hoy día. Von Liszt fue autor del famoso Programa de Marburgo, con el que se abría una era en el campo de la Ciencia penal; además, desarrolló a lo largo de su vida una intensa actividad científica tanto en el ámbito nacional como internacional. En 1880 publicó la primera edición de su Tratado; fue fundador con Van Hamel y Prins, y verdadero motor de la Unión Internacional de Derecho Penal; impulsor de las reformas penales de principio de siglo; asimismo, fundó en 1881 la más importante publicación periódica de Derecho Penal, la ZStW, y, finalmente, desarrolló una importante función docente en su seminario de la Universidad de Berlín, por el que pasó toda una generación de penalistas europeos. Independientemente de las variaciones que sus construcciones experimentaron a lo largo del tiempo, su obra, y en general su concepción de la Ciencia del Derecho Penal, está presidida por un dualismo, reflejo del dualismo del Estado al que respondía. Entiende que la actividad científica en el Derecho Penal ha de abarcar dos ámbitos, por un lado, el estudio del delito y la pena en la realidad, por otro, el estudio sistemático de los preceptos penales; todo ello comprendido dentro del término por él acuñado de “gesamte Strafrechtswissenschaft”, cuya traducción española no resulta agraciada: ciencia penal totalizadora o integrada. La dualidad de objetos le conduce necesariamente a un dualismo metodológico: método empírico, para el examen del delito y de la pena como hechos que se producen en la realidad, y método jurídico, para el estudio del Derecho Positivo. En esta construcción concibe a la Política Criminal como actividad científica que propone soluciones en la lucha contra el delito. Dentro del método jurídico, la construcción de Von Liszt se caracteriza por el rechazo a acudir a la filosofía para el estudio científico del Derecho positivo, estudio que se ha de efectuar mediante la lógica formal y por la utilización de la realidad empírica metajurídica dentro de la construcción dogmática. Junto a esta amplitud de la Ciencia del Derecho Penal, sus construcciones, asentadas sobre la ideología de un Estado 43 intervencionista, propugnan el rechazo de la sanción penal meramente retributiva, al defender una pena orientada hacia la prevención especial. Ésta se estructura sobre un triple contenido: corrección de los delincuentes susceptibles y necesitados de mejora, abstención de reacción punitiva en el caso de delincuentes no necesitados de mejora e inocuización de los delincuentes incorregibles.54 9.5.4. Ciencia del Derecho Penal y Positivismo La aportación del Positivismo jurídico a la Ciencia del Derecho Penal es decisiva, en especial en cuanto supone el punto de arranque de lo que hoy denominamos Dogmática jurídica. La aplicación del método experimental al estudio de la Ley lleva a afirmar la existencia de unos contenidos comunes en todos los delitos: los elementos del delito. Estos elementos poseen un contenido claramente diferenciado y guardan entre sí una relación lógica. La apreciación por el Juez de la concurrencia de todos ellos determinará la afirmación de la responsabilidad penal. Esta construcción creada por el Positivismo jurídico ha sido el marco de discusión de la Ciencia del Derecho Penal hasta nuestros días, y su evolución ha supuesto el desarrollo de la Dogmática jurídica hasta unos niveles no conocidos en otras ramas del Ordenamiento jurídico. En España, y en general en los países de nuestro ámbito cultural, ha sido decisiva la influencia de la obra de Von Liszt, traducida y comentada por Jiménez de Asúa y Saldaña. Ambos autores, junto a Cuello Calón, fueron discípulos directos del penalista alemán en la Universidad de Berlín. Ahora bien, estos autores que, como más adelante se verá, evolucionaron hacia posiciones encuadradas dentro del neokantismo, presentan siempre en su obra otros elementos que indican su formación originaria en la que han recibido influencia del correccionalismo español y de los penalistas italianos. Esta formación previa explica, en buena medida, que sus posiciones se sitúen en la línea del Positivismo que representa Von Liszt. Antón Oneca, acertadamente, ha agrupado a estos autores españoles denominación de “la generación española de la Política criminal”.55 54 55 Ibid. Pag. 149 y 150 Ibid. Pag. 150 44 bajo la 9.6. La “Escuela Correccionalista” En el ámbito penal, su idea central es la consideración del delito como una determinación defectuosa de la voluntad contraria al Derecho, que revela una enfermedad psíquico-moral y que necesita una corrección que elimine la voluntad injusta. La pena, por tanto, va dirigida a la corrección de aquél que ha delinquido. Este planteamiento tuvo amplia difusión en la España de la segunda mitad del siglo XIX, pero habitualmente incorporando a sus construcciones elementos que provienen de otras concepciones del Derecho Penal. En esta corriente del pensamiento hay que situar la obra de autores como Aramburu, Silvela, Concepción Arenal y, especialmente, Dorado Montero. Don Pedro Dorado Montero, catedrático de la Universidad de Salamanca y figura clave, junto con Unamuno, para explicar su resurgimiento, propugna es su obra posiciones correccionalistas a las que llega desde planteamientos inicialmente vinculados al Positivismo criminológico. Es obligada la referencia a su Derecho protector de los criminales. En su obra sustituye lo represivo por lo tuitivo y propugna una idea de la pena como un bien para quien la recibe.56 9.7. La crisis del Positivismo jurídico Desde finales del XIX comenzaron ya a desarrollarse movimientos doctrinales encaminados a la superación del Positivismo jurídico. En esta línea hay que situar entre otras a la Escuela del Derecho libre, a la Jurisprudencia de intereses, a las diversas tendencias de Neokantismo y la Teoría fenomenológica del Dentro, son las que tienen más trascendencia sobre la Ciencia del Derecho Penal, en gran medida por ser sus impulsores, a la vez, estudiosos del Derecho punitivo. 9.8. El Neokantismo Dentro de las dos grandes direcciones de este movimiento: la Escuela de Marburgo y la Sudoccidental alemana, es ésta la que juega un papel decisivo en la evolución de la Ciencia penal. Su origen hay que situarlo en la conferencia pronunciada en 56 Ibid. Pag. 150 45 Estrasburgo, en 1894, por Windeband, bajo el título “Historia y Ciencia de la naturaleza”. Su desarrollo teórico, con carácter general, giraba en torno a la obra de Rickert y su influencia en el campo penal tuvo lugar, en particular, a través de las aportaciones de Lask, Radbruch y Sauer. La objeción básica que desde esta Escuela se formula al Positivismo es la insuficiencia de su concepto de Ciencia. Como recuerda Larenz: “Es preciso plantear la cuestión de sí, en efecto, se puede aprehender la totalidad de la realidad de la que se tiene noticia con los métodos de la ciencia natural exacta”. Si la respuesta a esta cuestión fuera negativa, se habría probado con ello la justificación y la necesidad de otra clase de ciencias, las denominadas “ciencias del espíritu”, y de otra clase de métodos distintos de los científico-naturales. La respuesta dada por los autores encuadrados en esta dirección fue, efectivamente, negativa, pues las Ciencias Naturales sólo permiten un conocimiento parcial, aquello igual que se repite, pero no posibilitan la determinación de aquellos rasgos que identifican o hacen relevante a un objeto en su individualidad. Para poder realizar este tipo de conocimientos, es necesario referir los datos de la realidad a los valores de una comunidad. Esta referencia de hechos de la realidad a los valores se realiza a través de las “ciencias de la cultura” entre las que se encuentra el Derecho. Es importante subrayar el carácter subjetivista de la construcción neokantiana; la realidad es la misma que en el enfoque positivista, pero es tomada en consideración desde los valores del que la interpreta. Tales reflexiones llevan a efectuar una división tajante: de un lado, las Ciencias naturales que consideran su objeto como libre de valores y de sentido y, de otro, las Ciencias Culturales, que refieren su objeto a los valores y tienen por tanto, sentido. Esta distinción terminante provoca una división metodológica entre Ciencias del ser, las Ciencias Naturales, y Ciencias del deber ser, las Ciencias de la Cultura. El traslado del Neokantismo al estudio del Derecho Penal únicamente trajo consigo una revisión de los resultados a los que se había llegado mediante el Positivismo 46 jurídico, lo que viene a confirmar, como señalara Welzel, el carácter complementario de ambas teorías, que se explica si se considera la identidad del punto de partida, ya que el concepto de lo que es realidad es el mismo en ambos casos: el Derecho positivo. En este sentido, la aportación del Neokantismo consiste en la aplicación a ese objeto de las estructuras del pensamiento del intérprete. Dentro de esta corriente hay que destacar entre otras muchas las obras de Frank, Radbruch, Mayer, Engisch y, sobre todo, Mezger57. 9.9. El Finalismo Surge esta teoría en el marco de los planteamientos fenomenológicos de los años veinte, influida, como reconoce su más destacado representante, Welzel, por las nuevas direcciones de la psicología del pensamiento y de la teoría sociológica de Weber. El punto de partida de sus construcciones es distinto del adoptado por las anteriores corrientes de pensamiento. Para los finalistas, los resultados de las Ciencias Culturales no dependen exclusivamente de las valoraciones que el científico introduzca en su consideración del objeto, sino que el objeto que se quiere analizar condiciona los resultados del razonamiento científico. Todo ello provoca un giro básico en el enfoque científico pues, como afirma Welzel, “el método no determina el objeto de conocimiento, sino que, al contrario, el método da forma esencialmente necesaria, tiene que regirse por el objeto como pieza ontológica del ser que se trata de investigar”. El Finalismo sigue admitiendo la distinción entre Ciencias de la Naturaleza y Ciencias del Espíritu, claramente diferenciadas en función de la parte del ser que una y otra esperan llegar a conocer. Las Ciencias naturales pretenden el conocimiento de la realidad causa, la Ciencia del Derecho estudia la realidad de las acciones humanas en su finalidad. En este sentido no aspiran a una Ciencia Penal integradora o total, sino que dan por buena la división neokantiana. 57 Ibid. Pag. 151 47 Welzel traslada este planteamiento de la filosofía del Derecho al ámbito penal con su Studien zum System des Strafrechts, publicado en 1939. Sobre este punto de partida la realidad debe condicionar las construcciones del intérprete. En concreto, la naturaleza final de las acciones del hombre y su libertad no pueden ser desconocidas a la hora de determinar el contenido de los elementos de la teoría del delito. Welzel y sus seguidores, entre los que se cuentan autores como Maurach, Kaufmann y Hirsch, elaboran un sistema en la teoría del delito que se aparta del propugnado por el Positivismo y el Neokantismo, en el contenido de los distintos elementos y en sus consecuencias prácticas.58 9.9.1. El enfrentamiento entre el Neokantismo y el Finalismo El enfrentamiento entre la sistemática neokantiana y la finalista ha ocupado preferentemente la atención de la doctrina durante un largo período de tiempo. El estado de la Ciencia del Derecho Penal en la actualidad está en gran medida condicionado por las consecuencias positivas y negativas de esta auténtica lucha de escuelas que monopoliza durante décadas el debate doctrinal. La consecuencia negativa más importante ha sido, en la totalidad de las corrientes doctrinales incluidas en el Positivismo a pesar del intento inicial del Finalismo, caer en una actitud de aislamiento de la realidad. Por el contrario, en el aspecto positivo la Dogmática jurídico-penal ha adquirido un nivel de desarrollo superior al de otras ramas del Ordenamiento jurídico, lo que resulta muy conveniente pues se trata en definitiva de limitar mediante criterios seguros la intervención del Estado sobre los derechos más fundamentales de la persona y proporcionar así la máxima seguridad jurídica.59 9.9.2. Las tendencias actuales Las propuestas garantistas, cuyo más destacado representante es Ferrajoli, proponen una reconstrucción de las categorías dogmáticas desde los principios garantizadores que caracterizan, materialmente, al Estado democrático. Se trata de 58 59 Ibid. Pag. 152 Idem. 48 incorporar el garantismo a la labor dogmática, con la consiguiente reformulación de los elementos de la teoría jurídica del delito, que no pueden seguir siendo cómplice alibi del derecho a castigar, sino, en sentido totalmente contrario, constituyéndose en sus límites. Por su parte, y con puntos de partida sustancialmente distintos, las propuestas genéricamente denominadas funcionalistas responden a una pujante atención a la realidad metajurídica, lo que comporta incluir en la reflexión dogmática las preocupaciones político-criminales, con los consiguientes ajustes metodológicos. Aunque sin romper con el pensamiento sistemático. Quizá, el más influyente representante de esta tendencia sea Roxin. La construcción dogmática de Roxin se configura como un proyecto teleológico, en cuanto tendencialmente regido por objetivos preventivos, pero, también, integrador de los límites formales y materiales –incluso de base ontológica- propios del Estado democrático. Su dogmática responde inicialmente, como en Jakobs, a la conciencia jurídica general, que descontenta e insegura frente a la infracción, exige que se afirme la vigencia de la norma mediante el castigo del sujeto. Sin embargo, la prevención a que apunta Roxin en el desarrollo de sus tesis en sustancialmente distinta: no consiste en el aquietamiento de conciencias por afirmación de vigencia de la norma, sino en la evitación de delitos futuros, lográndose con ello la tranquilidad ciudadana, pero más que como objetivo, como efecto necesario. Con un punto de partida diferente, Jakobs propone un sistema penal, de vocación meramente descriptiva –y, por tanto, conservador-, elaborado sobre un confesado relativismo y orientado a la función preventivo-general integradora o “positiva”. El resultado no se identificará, en consecuencia, con la lesión, actual o potencial, de un bien jurídico, sino con la lesión a la vigencia de la norma, en tanto que definición 49 de papel que cada ciudadano ha de jugar. La lesión a la vigencia de la norma es, por tanto, lesión a la función. El objeto del sistema penal es la prevención, pero no como evitación de futuros delitos -<<la sanción no tiene un fin, sino constituye en sí misma la obtención de un fin>>, sino como imposición de una determinada visión de la realidad, para lograr la fidelidad al Ordenamiento jurídico. En la medida en que esa finalidad queda debilitada cuando el sujeto puede actuar conforme a las expectativas que su rol genera en los demás y, sin embargo, las frustra mediante un comportamiento contrario a la norma, es necesario fortalecerla. La función de la pena impuesta al sujeto culpable es restablecer la firmeza de una norma que ha sido violada y que necesita, frente a la violación, afirmar su vigencia: la pena <<existe para caracterizar al delito como delito, lo que significa lo siguiente: como confirmación de la configuración normativa concreta de la sociedad>>. Desde una perspectiva político-criminal, las propuestas funcional-normativistas de Jakobs proponen la práctica disolución del bien jurídico –que se identifica con la propia norma-, y de la culpabilidad –construida al margen del sujeto cuya responsabilidad se examina-, así como la renuncia a objetivos de prevención material, lo que las sitúa en la antípodas del pensamiento garantista.60 60 Ibid. Pag. 152 y 153 50 CAPÍTULO II EXPANSIÓN DEL DERECHO PENAL DESDE LA DOCTRINA 1. Causas de la expansión del derecho penal El Derecho Penal es un instrumento cualificado de protección de bienes jurídicos especialmente importantes. Sentado esto, parece obligado tener en cuenta la posibilidad de que su expansión obedezca a la aparición de nuevos bienes jurídicos, de nuevos intereses o de nuevas valoraciones de intereses preexistentes o el aumento de valor experimentado por algunos que existían con anterioridad, que podrían legitimar su protección a través del Derecho Penal.61 Las causas de la probable existencia de nuevos bienes jurídicos-penales son: a) b) La conformación o generalización de nuevas realidades que antes no existían. El deterioro de realidades tradicionalmente abundantes y que en nuestros días empiezan a manifestarse como bienes escasos, atribuyéndoseles ahora un valor que anteriormente no se les asignabas, a menos de modo expreso. c) El incremento social del valor que experimenta, como consecuencia del cambio social y cultural de ciertas realidades que siempre estuvieron allí, sin que se reparara en las mismas.62 La doctrina se ha ocupado en detalle de estos fenómenos (bienes colectivos, intereses difusos) que ponen de relieve la creciente dependencia del ser humano de realidades externas al mismo. Aunque también es cierto que en absoluto puede hablarse, de momento, de un consenso total sobre los cuales pueden ser protegidos penalmente y en qué medida. Como ejemplo de ello tenemos: La entrada masiva de capitales procedentes de actividades delictivas en un determinado sector de la economía provoca una 61 Silva Sánchez, Jesús María. La Expansión del Derecho Penal, segunda edición, Editorial B d f, Buenos Aires, Argentina 2008, pág. 11 62 Ibid, pag 11 51 profunda desestabilización del mismo con importantes repercusiones lesivas, es pues probablemente razonable que el o los responsables de una inyección masiva de dinero negro en un determinado sector de la economía sean sancionados penalmente por la comisión de un delito contra el orden económico.63 Por lo tanto la tipificación del delito de blanqueo de capitales, es una manifestación de expansión razonable del Derecho Penal y de expansión irrazonable del mismo. El progreso técnico, da lugar, en el ámbito de la delincuencia dolosa tradicional a la adopción de nuevas técnicas que le permiten producir resultados especialmente lesivos, así mismo surgen modalidades delictivas dolosas de nuevo cuño que se proyectan sobre los espacios abiertos por la tecnología.La criminalidad asociada a los medios informáticos y al internet, es seguramente el mejor ejemplo de tal evolución, por lo que en esta medida es innegable la vinculación del progreso técnico y el desarrollo de las formas de criminalidad organizada que operan a nivel internacional y constituyen claramente uno de los nuevos riesgos para los individuos y por ende a los Estados.64 La sociedad post industrial es, además de la sociedad del riesgo tecnológico, una sociedad con otros caracteres individualizadores, que caracterización como una sociedad de objetiva inseguridad. convergen en su De entrada debe significarse que el empleo de medios técnicos, la comercialización de productos o la utilización de sustancias cuyos posibles efectos nocivos no se conocen de modo seguro y en todo caso, se manifestarán años después de la realización de la conducta. Por lo expuesto, se determina que nos ha tocado vivir en una sociedad de enorme complejidad en la que la interacción individual, ha alcanzado hasta ahora niveles desconocidos. Sin embargo, la profunda interrelación de las esferas de organización 63 64 Ibíd., pág. 12 Ibíd., pág. 15 52 individual incrementa la posibilidad de que algunos de esos contactos sociales redunden en la producción de consecuencias lesivas. La creciente interdependencia de los individuos en la vida social da lugar por un lado, a que, cada vez, en mayor medida, la indemnidad de los bienes jurídicos de un sujeto dependa de la realización de conductas positivas por parte de terceros. Expresado de otro, modo, las esferas individuales de organización ya no sin autónomas, sino que producen de modo continuado fenómenos de trascendencia y asunción de funciones de aseguramiento de esferas ajenas. En Derecho Penal, ello implica la tendencia hacia una exasperación de los delitos de comisión por omisión que índice directamente en su reconstrucción técnico-jurídica.65 Nuestra sociedad puede definirse como la sociedad de la inseguridad sentida, esto es, la aparición de una forma especialmente aguda de vivir en riesgo. Tres aspectos concretos podrían ilustrar esta idea: a) Es innegable que la población experimenta una creciente dificultad de adaptación a sociedades en continua aceleración b) Las personas se hallan ante la dificultad de obtener una auténtica información fidedigna en una sociedad caracterizada por el alud de informaciones. c) La aceleración no es solo una cuestión de la técnica, sino también precisamente de la vida. De modo que, en esta línea, las nuevas realidades económicas, a las que se han unido importantes cambios éticos-sociales, han ido dando lugar a una inestabilidad económica-familiar que produce un vértigo adicional en el ámbito de las relaciones humanas, la cual se ha denominado como vértigo de la relatividad.66 A la vista de lo acontecido en los últimos años, resalta ineludible la puesta en relación de la sensación social de inseguridad frente al delito con el modo de 65 66 Ibíd., pág. 17 Ibíd., pág. 22 53 proceder de los medios de comunicación. Estos por un lado, desde la posición privilegiada que ostentan en el seno de la sociedad de la información y en el marco de una concepción del mundo como aldea global, transmiten una imagen de la realidad en la que lo lejano y lo cercano tienen una presencia casi idéntica en la representación del receptor del mensaje. Ello da lugar, en algunas ocasiones, directamente a percepciones inexactas y en otras, a una sensación de impotencia.67 Además, junto con los medios de comunicación, no cabe negar que, en ocasiones, también las propias instituciones públicas de represión de la criminalidad transmiten imágenes sesgadas de la realidad con contribuyen a la difusión de la sensación de inseguridad. Por lo expuesto, se podría establecer que el miedo a la criminalidad lo crean los medios de comunicación o las instituciones públicas. Expresado de otro modo, el miedo al delito aparece como una metáfora de la inseguridad vital generalizada. El caso es que, en medida creciente, la seguridad se convierte en una pretensión social a la que se supone que el Estado y en particular, el Derecho Penal deben dar respuesta. Al afirmar esto, no se ignora que la referencia a la seguridad se contiene en el artículo dos de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadanos de mil setecientos ochenta y nueve.68 El modelo de la pro industrialización resulta directamente contrapuesto al de la sociedad del desarrollo industrial del siglo diecinueve y probablemente de la primera mitad del siglo XX. En efecto, la industrialización en el ámbito de la dogmática jurídico-penal ha traído consigo la construcción del concepto de riesgo permitido como límite doctrinal a la incriminación de conductas, así como la determinación de su alcance básico.69 Como es sabido, el concepto de riesgo permitido expresa una ponderación de los costes y beneficios de la realización de una determinada conducta. Pero también es 67 Ibíd., pág. 29 Ibíd., pág. 31 69 Ibíd., pág. 34 68 54 evidente que tal cálculo depende de una valoración previa, en la que necesariamente habrá de incluirse como premisas mayores el auto compensación de la sociedad y el orden relativo de valores en que aquella se plasme. En el significativo cambio de la autocomposición social producido en las últimas décadas se halla pues, también la base de la modificación del producto del referido cálculo. Así, la disminución de los niveles de riesgo permitido en producto directo de la sobrevaloración esencial de la seguridad frente a la libertad.70 Así las cosas, nos hallamos, en un modelo de sociedad orientado a una restricción progresiva de las esferas de actuación arriesgada. El Derecho Penal moderno partiendo del racionalismo individualista y por ende y de la consiguiente imputación de culpabilidad, separa radicalmente las nociones de enfermedad e ilícito, de catástrofe y delito. Sin embargo en los siglos diecinueve y veinte, han proliferado las doctrinas proclives al contemplar todo delito como una catástrofe social de la que nadie seria individualmente responsable. Pues bien, el círculo se cierra en los últimos años en que aparece darse una tendencia irrefrenable a contemplar la catástrofe como delito e imputarla, como sea, a un responsable.71 La expansión del sistema del Derecho Penal, responde así mismo a un fenómeno general de identificación social como víctima del delito antes que con el autor. Una concepción de la ley penal como magna carta no solo del delincuente, sino también, de la víctima no puede dejar de tener consecuencias al principio de legalidad. En efecto, partiendo del concepto clásico, se han señalado que los tipos penales son susceptibles de una interpretación restrictiva e incluso de una propia reducción teleológica. El fundamento de lo descrito es que la apreciación de que la ley penal constituye una garantía para el delincuente, de modo tal que nada obsta a la reducción de la garantía interpretativa del ámbito de lo punible ni a la analogía in bonam partem. Pues bien, desde una perspectiva que entienda que la ley penal es 70 71 Ibíd., pág. 37 Ibíd., pág. 40 55 también la magna carta de la víctima, algo que parece estar en clara consonancia con la autocompresión de la sociedad de la inseguridad. En cambio se plantearía como cuestión a considerar la relativa a la interpretación restrictiva de las eximentes o incluso de la modificación de las fronteras entre la interpretación extensiva de los tipos y la prohibida analogía in malam partem.72 En efecto, en los casos dudosos, pertenecientes a la zona gris del respectivo término legal, se ha tendido a excluir su inclusión en el mismo. En ello han pesado sin duda consideraciones derivadas de la idea de la legalidad como garantía del agente. Pues bien, en Derecho Penal entendido como magna carta de la víctima, ello podría verse de modo diferente. En particular, podría entenderse que si el caso en cuestión responde al tenor o al espíritu de la ley no viene claramente excluido al tenor de la misma, entonces procede su inclusión en el respectivo ámbito de regulación. Lo que supondría la caracterización de la interpretación extensiva más allá del tenor de la literal como interpretación admisible. De hecho, en los últimos tiempos no es extraño advertir interpretaciones restrictivas de base tecnológica, cuando no supuestos de reducción teleológica en el campo de las eximentes y atenuantes al tiempo que la propia flexibilidad de los tipos propicia la continúa extensión de su alcance.73 Sea como fuere la criminalidad organizada tales como: a) El narcotráfico, b) El terrorismo c) La pornografía La criminalidad de las empresas: a) Delitos fiscales b) Delitos medioambientales c) En materia de consumo La corrupción político-administrativa: 72 73 Ibíd., pág. 49 Ibíd., pág. 51 56 El abuso de poder La violencia conyugal El acoso sexual Estos delitos aparecen en primer plano de la discusión social sobre lo delictivo y la nueva política criminal intervencionista y expansiva, recibe y da la bienvenida de muchos sectores sociales antes reticentes del Derecho Penal, que ahora la acogen en tanto que reacción contra la criminalidad de los poderosos. Pues bien, en un momento cultural en el que la referida criminalidad de los poderosos preside la discusión doctrinal, pero también la actividad de los Tribunales que trasciende a través de los mas media y por tanto la representación social del delito es seguramente comprensible que la mayoría tienda a contemplarse a sí misma más como víctima potencial que como autor potencial.74 En el momento actual, el tema en el debate social no es la criminalidad de los desposeídos sino la criminalidad de los poderosos y de las empresas. Ahora bien, ello supone introducir un importante error de perspectiva sobre lo que conviene alertar. En efecto, aquí y ahora, sigue siendo posible afirmar que el ochenta por ciento de la criminalidad continúa manifestándose como criminalidad de los marginados de modo que se corre el riesgo de tomar la parte menor, pero menos difundida por los medios de comunicación. Así la apuesta que parece decidida, por una expansión del Derecho Penal, que conlleve la relativización de los principios de garantía y reglas de imputación en el ámbito de la criminalidad de los poderosos.75 Ciertamente no parece que se vaya, a asistir a la configuración de una representación social escindida del Derecho Pena, que distinguiera entre poderosos y marginados y mantuviera un doble baremo. Independientemente de lo rechazable de tal concepción del Derecho Penal, lo cierto es que la misma, según todos los indicios, no va a producirse. 74 75 Por el contrario los fenómenos referidos parecen Ibíd., pág. 52 Ibíd., pág. 53 57 conducir a un cambio global en la presentación de la cominalidad de signo equivocadamente defendista. Las tesis de la corresponsabilidad social en el delito que habían alcanzado ciertamente excesos reprobables, en la medida en que excluían prácticamente el elemento de la responsabilidad personal parecen ceder al paso de otras centradas exclusivamente en la responsabilidad personal. Seguramente, ello responde a un cambio de mentalidad que trasciende el ámbito de lo delictivo en concreto, al ascenso progresivo de una ética de la responsabilidad individual que habría de prevalecer sobre visiones más colectivas y consiguientemente paternalistas en lo que hace a la relación entre ciudadanos y el Estado. Pero ciertamente hay que alertar sobre el peligro de que también en esta línea se incurran en excesos, olvidándose que, junto al elemento central de la responsabilidad individual del agente, debe considerarse también el contexto social del delito.76 Probablemente un indicio de todo esto pueda advertirse en el cambio de perspectiva con el que parece empezar a abordarse la criminalidad infantil y la juvenil en diversos países. En efecto, el fundamento último de la existencia de una legislación penal de menores más suave que la común, se halla en la idea de que la responsabilidad individual de un delito cometido por el joven se ve matizada por una cierta corresponsabilidad social. Pues bien, la eliminación de este aspecto, o al menos su significativa puesta en cuestión, podrían conducir a un replanteamiento del tratamiento más benigno de los jóvenes delincuentes. Así las propuestas de imposición de sanciones más graves a los jóvenes autores de hechos violentos y en concreto de rebaja de la frontera de la mayoría de edad pena, que permitiría imponer a tales jóvenes las sanciones de Derecho Penal común, se hallan cada más difundida y encuentran acogidas en todos los foros.77 Frente al modelo de justicia penal clásico surgen así modelos de justicia negociada, en los que la verdad y la justicia ocupan un segundo plano. La penetración de la 76 77 Ibíd., pág. 56 Ibíd., pág. 57 58 idea de justicia negociada es muy profunda y tiene manifestaciones muy diversas, con valedores desde luego no siempre coincidentes. Así comprende desde los pactos de inmunidad de las fiscalías con ciertos imputados hasta las diversas formas de mediación pasando por las ya generalizadas conformidades entre las partes. El Derecho Penal aparece así, ante todo, como mecanismo de gestión eficiente de determinados problemas, sin conexión alguna con valores.78 Se critica así al Derecho Penal público y su aplicación procesal-jurisdiccional al modo clásico como excesivamente suave o excesivamente severo, en todo caso, ineficiente. Obsérvese como lo que se pretende es eludir los estrechos corsés de los principios de igualdad y generalización para implantar una justicia del cadí, de que a cada puesto la solución que sea precisa sin vinculaciones externas. Consideraciones de ineficiencia son las que también conducen a algunos a propugnar prisiones privadas y a policías privadas. Las divergencias ideológicas de quienes realizan unas y otras propuestas desformalizadoras o privatizadoras no obstan a que todas ellas tengan una raíz común: la desconfianza frente a lo público y lo formalizado y la consiguiente deslegitimación de ello.79 Se afirma que el mundo judicial es un mundo frio, solemne y apartado de la vida cotidiana. La comunicación en el, es la contraria de la de los medios. Las partes están lejos del juez y han de hablan en público en un lugar impresionante. Las formas del proceso parecen insuperables, de la democracia por una parte y por otra del marco del debate.80 En este contexto, la privatización y más, en general, la des formalización, la renuncia a la dimensión de igualdad y generalidad, de distancia e imparcialidad a favor de soluciones de emergencia devuelven las reacciones contra el delito al ámbito de la cotidianeidad. Con ello les privan de la sacralización tradicionalmente propia de lo 78 Ibíd., pág. 75 Ibíd., pág. 77 80 Ibíd., pág. 86 79 59 público, de su contenido simbólico, las deslegitiman y conducen a un disminución de eficacia preventiva, que puede requerir como compensación, un incremento de la sanción en su sentido fáctico. Puede decirse que el origen reciente del expansionismo coincide con el renacimiento del funcionalismo, del denominado derecho penal del riesgo o derecho penal grande o derecho penal moderno, y, si se quiere mayor especificidad, con la última teoría de la imputación jurídica u objetiva. El expansionismo comienza a manifestarse así: Los reparos que se han hecho a las teorías tradicionales sobre la causalidad, especialmente por sus exigencias de “exactitud”, “cientificidad” y acompañamiento de certeza o plena prueba. Se dice ahora, entonces, que más que demostrar con carácter absoluto la relación de causa-efecto, es importante concluir que al hombre, con probabilidad, se le puede imputar el resultado- Quiere superar el naturalismo positivista que en alta medida reinaba en el derecho Penal de finales del siglo XIX época en la que dejó de lado el uso de la voz imputación, y que, tras abandonar los conceptos valorativos, resaltó la causalidad, entendida empíricamente como modificación del mundo exterior debido a impulsos voluntarios. En la misma línea, es decir, en búsqueda de superación del positivismo, para el que todo consecuente implica un precedente preciso y determinado, acude a la trascendencia de la teoría de la relatividad, que sometió a debate el tema de la probabilidad. En virtud de esa teoría, nada es absoluto y siempre existe un margen de indeterminismo en las relaciones, pues éstas se dinamizan más con fundamento en la interacción que en la mera relación material de causalidad. Con base en estas ideas, y en otras, se empezó a pensar que la “probabilidad” era más real que la 60 “determinación” y que en derecho penal el dogma causal material podía ser sustituido por una vinculación jurídica-normativa entre la conducta y el resultado. La consideración de que en muchos casos, existiendo nexo causal material entre comportamiento y resultado, éste no se puede atribuir objetivamente al hombre porque no depende de él, no es obra suya, o no le es posible dominarlo. El precedente constituido por la teoría de la adecuación social. Según este planteamiento, las conductas que se mueven dentro del marco del orden social, histórico, “normal” de la vida, no son acreditables jurídicamente al hombre, inclusive si con ellas se produce una lesión a un bien jurídico, y existe relación de causalidad material, como sucede, por ejemplo, en los casos de lesiones personales insignificantes y privaciones de libertad irrelevantes, y en aquellos generalmente utilizados por la doctrina: el sobrino que anima a su tío, del que es heredero, a usar con frecuencia los medios de transporte (tráfico motorizado, ferroviario o aéreo) con la esperanza de que muera tempranamente en un accidente; el mesero que sirve bebidas alcohólicas a personas que posteriormente, ebrias, producen resultados lesivos; el funcionario que recibe regalos de escaso valor en época de navidad, etc. La exposición de algún sector de la doctrina sustentada en que la relación de causalidad no debe ser vista simplemente como el nexo entre la conducta y un evento naturalístico, sino como la “atribución” de un hecho típico a una persona o a una pluralidad de personas, tal como se desprende de las reflexiones del “hombre de la calle”, que generalmente, ante un suceso, se pregunta “¿Quién lo ha hecho?”. Desde esta óptica, la frase del “hombre común” puede ser referida a delitos de resultado material, de daño, de mera conducta, de peligro, etc. Es preferible, entonces, aludir a “atribución causal de un hecho a su autor. En general, la teoría de la imputación objetiva considera que a una persona, más allá de la relación de causalidad material, se le puede imputar un resultado cuando el hecho aparece como obra suya; cuando es previsible y ha sido dirigido 61 teleológicamente por la voluntad; cuando ese resultado, regular y dominable, es dispuesto finalmente. El “peligro”, que era concebido como amenaza cercana, próxima a un bien jurídico, se torna en “riesgo”, entendido como “peligro de peligro de resultado lesivo”. Ya no se trata, así, de una “amenaza” inmediata y directa para el bien jurídico, sino de una posibilidad de peligro, de un peligro que pueda conducir a un resultado ofensivo. Frente a esa carrera afanada hacia el riesgo, ante las amenazas que éste comporta, de cara al progreso tecnológico científico, al incontrolado desarrollo económico, a la contaminación del suelo, de las aguas y de la atmósfera, a las infecciones radioactivas, a las Intervenciones sobre los fundamentos genéticos de la vida, a la manipulación genética de los alimentos, a los problemas creados por las nuevas fronteras de la medicina, a la falta de certeza de la ciencia, etc., se ha querido alzar otro derecho penal, “nuevo”, del “peligro” o del “riesgo”, puramente funcionalista, orientado por objetivos defensitas, lo más eficaz posible, contra los “riesgos” que amenazan el futuro. Ese derecho penal tiende a caracterizarse por el abandono de las reglas clásicas de la causalidad, la culpabilidad y la responsabilidad; por la dejación de las garantías para que no perturben la consecución de finalidades políticas; por la des formalización en aras de la indeterminación y de la flexibilización; por la compilación y extensión de los delitos de peligro, especialmente de peligro abstracto; por el alargamiento de los límites del riesgo permitido; por la tipificación penal de comportamientos escasamente administrativos; por el aprecio de las normas en blanco en detrimento de la estricta legalidad; por una causalidad generalizada, etérea e insegura con el ánimo de hasta alcanzar los riesgos imprevisibles e invisibles, etc., todo ello en pro de la seguridad Se encuentra que el mundo penal como que cambia con fundamento en la “teoría del riesgo”. Por ello, entonces, aparte de lo anterior, se enseñan otros detalles: El hombre, antes, no generaba “riesgos”. Cuando amenazaba, creaba un peligro, pero 62 jamás un riesgo; sin embargo, gracias sobre todo a los medios de comunicación, se comienza a entender el riesgo como sinónimo de “peligro” y de “amenaza”, pero también de “azar”, “suerte”, “albur” y “casualidad”. El riesgo, concebido como peligro inaceptable, no es más que otro producto del proceso de globalización, que conduce a la formación de una cultura que quiere integrar cada vez más culturas amplias, y que ha suscitado un sentimiento de vulnerabilidad ligado al hecho mismo de ser parte de un sistema mundial. Así el asunto, cada país debe garantizar a sus propios ciudadanos nuevas formas de protección. El riesgo, al contrario del peligro, es consecuencia de la fuerza amenazante de la modernidad y de su globalización de la duda, duda nacida de la incertidumbre ciudadana sobre las prácticas corrientes de protección. Mientras la peligrosidad era mirada individualmente y se apoyaba en la certidumbre, el riesgo es observado como un fenómeno general, predicable sobre todo de grupos humanos, que se apoya en la probabilidad. El paso de la peligrosidad al riesgo multiplica ilimitadamente las posibilidades de intervención del poder en la vida ciudadana. Paradójicamente, el desarrollo de las ciencias y de las tecnologías es, en cierto modo, un factor de riesgo comparado con el proyecto moderno. De hecho, el riesgo es un concepto moderno que debe diferenciarse de peligro. Peligro es lo que amenaza o compromete la seguridad, la existencia de una persona o de una cosa. El riesgo es un peligro probable más o menos previsible, y calculable. Las tecnologías, la economía, la división del trabajo, etc., por ejemplo “limpiando las ciudades”, “amontonando” desempleados, “cacheando” desocupados y “restringiendo” temporalmente la libertad de quienes caminan por las calles sin rumbo fijo, mientras se averiguan sus antecedentes. 63 El afán de proteger los bienes jurídicos de aquellas conductas cuyo resultado futuro puedan ocasionarles daño o puesta en peligro. No se da importancia a lo ya sucedido, a lo pasado, sino a lo que pueda ocurrir, a lo eventualmente venidero. Se hace énfasis, entonces, en las teorías de la prevención. La creación de nuevos bienes jurídicos, los denominados generales, universales, colectivos, difusos o plurales, por ejemplo el medio ambiente, el patrimonio arqueológico, la tranquilidad y seguridad sociales, las comunicaciones, etc., con lo cual la rigidez del bien jurídico tradicionalmente atendido en derecho penal va desapareciendo, se desvanece y se torna elástica. El uso de los delitos de peligro, especialmente de los de peligro abstracto, con el fin de proteger los bienes jurídicos de las amenazas lejanas que los pueda merodear, con desconocimiento del principio de duda cuando no se puede demostrar con certeza la producción del resultado. La des formalización, flexibilización o pérdida de entidad de los principios esenciales del derecho penal, con el propósito de dar mayor trascendencia a la prevención, engendrar y robustecer la sensación de seguridad en la ciudadanía y mostrar más efectividad en la solución de los conflictos sociales. Consecuencia de ello, la tipificación indeterminada de comportamientos punibles; el uso ampliado de normas en blanco; la estructuración de conductas cuya autoría se basa en la mera infracción de deberes; la utilización de cláusulas generales; la alta frecuencia de reenvíos a normas extrapenales; la difícil distinción entre autoría y participación. La tipificación de comportamientos de los cuales se derivan resultados que no pueden ser dominados o controlados por el hombre. En materia procesal, la elasticidad que se otorga a los medios de prueba, por ejemplo acudiendo a la institución de los “infiltrados”, en sus varias modalidades, como los agentes provocadores y los agentes encubiertos; el uso del “derecho penal 64 premial” y la flexibilidad con que es tratada la “prueba ilícita”, sobre todo cuando son observadas sus excepciones, todo ello con el ánimo de enseñar contundencia demostrativa, agilidad y, por supuesto, eficacia.81 Por lo expuesto, se puede decir que en la actualidad se habla, en general, de tres clases de derecho penal: el derecho penal clásico, tradicional, viejo o pequeño, también denominado “de primera velocidad”; el derecho penal nuevo, moderno, del riesgo, del peligro, mágico, simbólico, funcionalista, grande, o “de segunda velocidad”; y el derecho penal de guerra, o de “tercera velocidad”. El primero se caracteriza porque da preeminencia a los delitos de resultado y peligro concreto; se ocupa especialmente de los delitos tradicionales, como hurto, lesiones, homicidio, estafa, etc.; acude a una relación de causalidad estricta, rígida; la antijuridicidad es, sobre todo, daño o peligro muy cercano al daño al bien jurídico; la legalidad y la tipicidad objetiva son estrechas; su teoría del delito es cerrada, recia, infranqueable y da preferencia a la parte general de los códigos penales; el bien jurídico utilizado es especialmente personal; la pena es retributiva, absoluta; el derecho penal tiene por finalidad esencial garantizar la libertad y seguridad ciudadanas contra la arbitrariedad y la prepotencia estatales, y especialmente con la pena privativa de la libertad busca retribuir, ante todo con fundamento en la culpabilidad; su razón de ser es el conjunto de garantías ciudadanas, motivo por el cual respeta sin duda alguna todos los derechos de las partes dentro del proceso, especialmente los del imputado; concibe el derecho como límite a la intervención estatal; y se vale de un lenguaje sencillo. El segundo otorga mayor importancia a los delitos de peligro abstracto; a los delitos de la modernidad, es decir, aquellos que permiten adelantar la punición y vulneran bienes jurídicos generales, colectivos o universales, por ejemplo aquellos contra el medio ambiente y la seguridad colectiva; a las sanciones pecuniarias, restrictivas de actividades y de inhabilitación; a la relación de causalidad elástica, amplia e inasible, que se determina a título de posibilidad; a la antijuridicidad como riesgo para el bien jurídico; a la legalidad y 81 PEREZ PINZON, Alvaro Orlando. Abolisionismo y Expansionismo. Editorial Temis, Bogota, Colombia. 1985. 65 tipicidad objetiva flexible, abierta a la analogía y a las normas en blanco; a una teoría del delito modificable, variable, adaptable, que haga hincapié en la parte especial del código penal; a los bienes jurídicos colectivos, generales universales; a la prevención general y a la prevención-integración; al aseguramiento de la sana convivencia de la colectividad como finalidad del derecho penal; a la utilidad de la pena, como base de la sanción; a las consecuencias o resultados que produce la práctica del derecho penal, y al impacto que genera en la persona que ha delinquido y en la sociedad, como su razón de ser; a la penetración ilimitada en la vida ciudadana; a la “seguridad”, con base en que dentro de las sociedades industriales se generan riesgos que comprometen la existencia y continuidad del grupo; y al lenguaje muy científico y, por tanto, confuso. Y el tercero, el de la “guerra”, es el derecho penal que fija su atención en los delitos más graves, la criminalidad económica, la criminalidad organizada, el terrorismo, etc., a los que quiere derrotar relativizando los derechos y garantías procesales, incrementando la calidad y la cantidad de las sanciones penales, reduciendo los términos legales, ampliando los planes de ejecución de las penas y haciendo cada vez más maleables las varias reglas de imputación. Su principal ejemplo es, obviamente, el derecho penal del enemigo. 2. Globalización económica y la integración supranacional. Multiplicadores de la expansión El Derecho Penal de la globalización económica y de la integración supranacional será un Derecho desde luego crecientemente unificado, pero también menos garantista en el que se flexibilizarán las reglas de imputación y en el que se relativizarán las garantías político-criminales, sustantivas y procesales. En este punto, el Derecho Penal de la globalización, no hará más que acentuar la tendencia que ya se percibe en las legislaciones nacionales, de modo especial, en las últimas leyes en materia de lucha contra la criminalidad económica, la criminalidad organizada y la corrupción.82 82 Silva Sánchez, Jesús María. Ob. Cit. Pág. 84 66 Esto trata de responder a exigencias del poder político o de las instancias de aplicación judicial del Derecho, impotentes en la lucha de los ordenamientos nacionales contra la criminalidad transnacional. Por eso, no se trata en primera instancia de discutir las condiciones de posibilidad de una ciencia supranacional del Derecho Penal, supranacionales. respuestas. cuanto de construir concretas respuestas jurídico-penales A la ciencia se le pide simplemente disponer las bases de tales Pues bien, esta situación es esencialmente incompatible con la preocupación sistemática y en particular, con el manejo de un sistema al que la vocación distintiva y garantista ha hecho significativamente complejo. También se trata de regular la delincuencia de la globalización económica en sentido amplio. Ello significa que la reflexión jurídico-penal tiene, por primera vez, como objeto esencial de estudio delitos claramente diversos del paradigma clásico. Se trata de delitos calificados criminológicamente como delitos que tienen una regulación legal insuficiente asentada y de delitos coya dogmática se halla parcialmente pendiente de elaboración. La exigencia de dar respuestas a la globalización y su delincuencia se concibe, en general, en términos punitivistas, esto es, de evitación de hipotéticas lagunas, así como de rearme jurídico frente a modelos de delincuencia que crean una fuerte sensación de inseguridad no solo a los individuos sino también a los propios Estados. Si esto se añade al evidente déficit de ejecución de la normativa penal, en estos ámbitos, dada la magnitud, de la tarea asumida, parece razonable en que la menor consecuencia jurídico-penal se vea compensada en una mayor severidad de la misma. En la respuesta a la delincuencia trasnacional no parece posible que el Derecho Penal de la globalización prescinda de la tradición jurídico-penal anglosajona. Si este elemento se superpone a los anteriores parece razonable partir de la idea de 67 que en cada una de las materias debatidas en orden de su configuración global debe imponerse la solución más sencilla y con ello probablemente también más laxa. En tal extremo no parece que haya de influir solo la mentalidad punitivista o defensista con la que se plantea la globalización del Derecho Penal. También debe contarse con las resistencias psicológicas de cada cultura jurídico-penal a renunciar a instrumentos represivos asentados en la misma.83 En otro contexto, la globalización económica es una de las características definitorias de los modelos sociales pro industriales. En esta medida, se trata, obviamente, de un fenómeno, en principio, económico, que se define por la eliminación de restricciones a las transacciones y la ampliación de los mercados. Por su parte, la integración es básicamente una noción económica, ya que aparece inicialmente guiada por la idea de conseguir un mercado común de varios países, con libre tráfico de personas, capitales, servicios y mercancías y la consiguiente eliminación de las barreras arancelarias internas y otros obstáculos al libre cambio. Los fenómenos de la globalización económica y la integración supranacional tienen un doble efecto sobre la delincuencia. Por un lado, dan lugar a que determinadas conductas tradicionalmente contempladas como delictivas, deban dejar de serlo, pues al contrario, se convertirían en un obstáculo a las propias finalidades perseguidas con la globalización y la integración supranacional. En efecto, conductas vulneradoras de barreras y controles estatales a la libre circulación pasan de ser punibles a no serlo. Por otro lado, los fenómenos económicos de la globalización y de la integración económica dan lugar a la conformación de modalidades nuevas de delitos clásico, así como la aparición de nuevas formas delictivas. Así, la integración genera una 83 Ibíd. pág. 87 68 delincuencia contra los intereses financieros de la comunidad producto de la integración, al mismo tiempo que contempla la corrupción de funcionarios de las instituciones que la integran. Por lo demás generarán una nueva concepción de lo delictivo, centrada en elementos tradicionalmente ajenos a la idea de delincuencia marginal, en particular, los elementos de organización, transnacionalidad y poder económico. En efecto, desde el punto de vista estructural, las características más significativas de la criminalidad de la globalización son dos: a) Por un lado se trata de una criminalidad en sentido amplio, organizada. Es decir, que en ella intervienen colectivos de personas estructurados jerárquicamente. b) Por otro lado, es criminalidad de sujetos poderosos, caracterizada por la magnitud de sus efectos, normalmente económicos, pero también políticos y sociales.84 Frente a la naturaleza económica de los fenómenos de la globalización y la integración, el Derecho Penal, es obviamente, un producto político y en particular un producto de los Estados nacionales del siglo diecinueve, que adquiere su plasmación última en las codificaciones respectivas. Así las cosas, asistimos a la caracterización del modo en que desde un Derecho nacional, que aparece como el último bastión de la soberanía nacional, se afronta un problema transnacional. A mayor abundamiento los derechos nacionales solo en ocasiones muestran similitudes, de modo que en muchos casos, expresan más bien importantes divergencias culturales o de tradiciones jurídicas. Ello sitúa cualquier abordaje conjunto del problema de la criminalidad de la globalización ante importantes dificultades adicionales.85 84 85 Ibíd. pág. 90 Ibíd. pág. 92 69 3. La política criminal y la teoría del derecho penal ante los aspectos socioculturales y políticos de la globalización El incremento de bolsas de marginalidad en las sociedades occidentales, los movimientos migratorios y la conformación de aquellas como sociedades crecientemente multiculturales, la globalización de las comunicaciones y con ello, en amplia medida también de la cultura y la propia globalización de la política entre otros. La globalización como fenómeno económico no se limita, efectivamente, a producir o facilitar la producción de la macro criminalidad. criminalidad, en tanto que criminalidad de masas. También incide en la micro Así los movimientos de capital y de mano de obra que se derivan de la globalización de la económica determinan la aparición en occidente de capas de subproletariado, de las que puede proceden un incremento de la delincuencia patrimonial de pequeña y mediana entidad.86 En este momento, cabe afirmar que, en mayor o medida según los países, los fenómenos de la criminalidad de sujetos extracomunitarios, que operan de modo más o menos estructurados, pero en general, en grupos o bandas, empiezan a ser común en diversos países. Se trata en tanto de una criminalidad que raramente es ocasional, manifestándose más bien en términos que oscilan entre la habitualidad y la profesionalidad. Como resulta evidente, esta criminalidad no se diferencia sustancialmente de la criminalidad tradicional. Pero su intensidad y su extensión se ven incrementadas por la marginalidad que se genera, en quienes, dentro de las sociedades posindustriales, viven al margen de relacionales laborales estables. Las sociedades pro industriales, tienen a la integración supranacional, pero se atomiza en su interior y por otro lado las formas de vida son más homogéneas, pero existen serios indicios de que en tensión con lo anterior, los grupos humanos tienen asistirse a ciertos elementos 86 tradicionales. La tensión Ibíd. pág. 112 70 entre integración y atomización, homogeneización y diversidad o multiculturalidad, es desde luego criminógena, es decir, produce violencia.87 La globalización política y cultural provoca una tendencia hacia la universalidad del Derecho y por ende del Derecho Penal. La tendencia hacia la universalización es, en principio, neutra. Quiere indicarse con ello, que podría tener como efecto la progresiva desaparición de ciertos tipos o sanciones penales existentes en unos países o bien la eliminación de las barreras de punición existentes en otros. Es decir, la tendencia hacia la universalización y a la mayor homogeneización cultural podría tener expresión en una mayor restricción o en una mayor expansión del Derecho Penal. Sin embargo, la globalización política se esta manifestando de momento, solo en intentos de proceder a una aplicación extraterritorial de leyes estatales, con el fin de estimar irrelevantes las disposiciones de exención o extinción de la responsabilidad penal dictadas por los Estados en cuyo territorio se cometió el delito. Ciertamente, al igual que con la criminalidad organizada, se trata, de que la pretensión de la vocación protectora de los Derechos fundamentales del Derecho Penal frente a los crímenes que los poderosos no tengan barreras infranqueables en la idea de soberanía estatal. Pero debe subrayarse que este principio solo se lleva a la práctica cuando se trata de castigar lo que el Estado en cuyo territorio se cometieron los hechos ha decidido dejar impune. Pero no parece que los Estados insistan en el referido principio cuando el tema es excluir de la sanción penal hechos que el Estado en donde se cometieron quiere castigar y cuya sanción, vulnera derechos fundamentales. De nuevo se observa, que incuso, en este ámbito, la tendencia a la universalización favorece hoy por hoy, un pronóstico global más de expansión que de restricción del Derecho Penal.88 87 88 Ibíd. pág. 115 Ibíd. pág. 119 71 3.1. Las vías de configuración de un derecho penal de la globalización. El objetivo fundamental del Derecho Penal de globalización, es eminentemente práctico. Se trata de proporcionar una respuesta uniforme o, al menos, armónica a la delincuencia transnacional, que evita la conformación de paraísos jurídico-penales. La existencia de tales paraísos resulta especialmente disfuncional cuando se trata de combatir una modalidad de delincuencia, en la que el lugar y el momento de la intervención de los principales responsables de las organizaciones puedan resultar perfectamente disponibles. Ahora bien, la obtención de tal respuesta tendenciosamente no es fácil. De entrada podría pensarse en una suficiencia de los proceso de armonización de legislaciones en los preceptos correspondientes. Es preciso, además, homogeneizar las reglas legales de la parte general que determinan esencialmente la aplicación que haya de darse a tales preceptos específicos. Es más seguramente lo anterior también resulta insuficiente si no se trabaja de modo simultáneo en una construcción supranacional relativamente homogénea del sistema del Derecho Penal, de los conceptos y categorías de la teoría del delito, así como los principios y garantías político-criminales fundamentales.89 Aquí surgen dificultades muy relevantes. Por un lado, ni la asimilación ni la armonización legislativas, garantizan en ningún caso la homogeneidad de las respuestas, aparte de plantear dificultades de índole constitucional. Ello ni siquiera se garantiza con la adopción de tratados de unificación sectorial del Derecho Penal, que no pueden abordar su aplicación uniforme por parte de los órganos jurisdiccionales nacionales. La atribución del ius puniendi tanto en su dimensión legislativa como jurisdiccional a instancias supranacionales tropieza, al menos por el momento, con los déficits democráticos de las instituciones surgidas de los procesos de integración cuanto más si se trata de otro tipo de instancias supranacionales. En la medida en que las 89 Ibíd. pág. 93 72 penas que se impongan sean privativas de libertad no parece posible hoy por hoy atribuir a órganos de instituciones supranacionales el ejercicio del ius puniendi contra la delincuencia de la globalización.90 Por tanto, parece que lo más probable será la adopción de tratados de uniformización, también en temas de parte general, acompañado de esfuerzos por garantizar de facto una aplicación lo más homogénea posible de los mismos. 3.2. La dogmática frente a la delincuencia de la globalización El Derecho Penal de la globalización no es, sin embargo, todo el Derecho Penal, se concentra en la delincuencia económica y organizada y en modalidades delictivas conexas con estas. De ahí que se produzca un cambio significativo en cuanto al modelo de delito que sirve de referencia a la construcción dogmática: en lugar de homicidio del autor individual, se trata de abordar actos de corrupción realizados por una empresa que a su vez comete delitos económicos. A partir de tal constante se acomete una sectorialización de las reglas de la Parte General del Derecho Penal, o bien se asume que, debido a la poderosa fuerza atractiva de la nueva criminalidad, también las normalidades clásicas de delincuencia vean modificadas las reglas por las que han venido rigiendo.91 3.3. Los principios político-criminales en el Derecho penal de la globalización. El paradigma del Derecho Penal de globalización es el delito económico, organizado tanto en su modalidad empresarial convencional, como en las modalidades de la llamada macro criminalidad tales como: El terrorismo. El narcotráfico Criminalidad organizada. 90 91 Ibíd. pág. 94 Ibíd. pág. 95 73 La delincuencia de la globalización es delincuencia económica a la que se tiende a asignar menos garantías por la menor gravedad de las sanciones o en criminalidad perteneciente al ámbito de la clásicamente denominada legislación excepcional, a la que tiene a asignar menos garantías por el enorme potencial peligroso que contiene.92 3.3.1. Principio de Legalidad: Tiene un equivalente funcional en la regla “Stare Decisis” que significa de vinculación con el precedente. 3.3.2. Principio de Culpabilidad: Está basado en la globalización de la responsabilidad penal de las propias personas jurídicas. 3.3.3. Principio de Proporcionalidad: Se ve comprometido por la sanción penal de conductas meramente imprudentes en relación con bienes jurídicos colectivos.93 En suma, la asignación al Derecho Penal de papeles relevantes en la respuesta a los ilícitos propios de la globalización y de la integración supranacional implica una flexibilización de categorías y relativización de principios, abandona la tendencia general hacia la expansión. 4. Cambios de perspectiva: “la administrativización” del Derecho Penal La modificación de la propia estructura y del contenido material de los tipos penales es la primera expresión de ello. Así la introducción de nuevos objetos de protección con la participación de las fronteras de la protección penal ha propiciado una transición rápida del modelo delito de lesión de bienes individuales al modelo de delito de peligro para bienes supranacionales pasando por todas las modalidades 92 93 Ibíd. pág. 106 Ibíd. pág. 109 74 intermedias. Los legisladores han promulgado y promulgan numerosas nuevas leyes penales y las respectivas rationes legis que no dejan de guardar relación con el contexto o con las condiciones previas del disfrute de los bienes jurídicos individuales más clásicos, son ascendidas de modo inmediato a la condición de bienes penalmente protegibles.94 La orientación a la protección de contextos cada vez más genéricos del disfrute de los bienes jurídicos clásicos, lleva al Derecho Penal a entrar en relación con fenómenos de dimensiones estructurales, globales o sistemáticas en las que las aportaciones individuales automáticamente contempladas, son de intensidad baja. Con ello se ha producido seguramente la culminación del proceso: El Derecho Penal que reaccionaba a posteriori contra un hecho lesivo individualmente delimitado se ha convertido en un Derecho de gestión de riesgos generales y en esa medida se ha administrativizado.95 El Derecho Penal persigue proteger bienes concretos en casos concretos y sigue criterios de lesividad o peligrosidad concreta y de imputación individual de un injusto propio. El Derecho Administrativo, persigue ordenar, de modo general, sectores de actividad. De ello surge el Derecho Administrativo sancionador, el cual es esencialmente Derecho del daño cumulativo o también de daño derivado de la repetición que exime de una valoración del hecho específico, requiriendo solo una valoración acerca del cual sería la trascendencia global de un género de conductas si es que este se estima lícito.96 Puede afirmarse que el Derecho Administrativo es una característica del Derecho Penal de las sociedades postindustriales al asumir, en amplia medida, la forma de 94 Ibíd. pág. 132 Ibíd. pág. 134 96 Ibíd. pág. 138 95 75 razonar la lesividad global derivada de acumulaciones o repeticiones tradicionalmente propias de lo administrativo. La mentalidad administrativizada del Derecho Penal de nuevo cuño se manifiesta en otros ámbitos. Muy singularmente en la inclusión entre sus objetos de protección de la actividad administrativa en si misma considerada. En el ámbito de los proceso económicos de la globalización, la privatización y la desregulación, el Estado, cuya presencia directa en la economía como sujeto protector de bienes o servicios se ha reduciendo considerablemente, al igual que va reduciendo su dimensión prestacional, ha recuperado la idea decimonónica de policía.97 Si el delito se contempla como un riesgo social es razonable que, al afrontarlo, se tenga en cuenta criterios seguidos para la gestión de otros riesgos. En particular resulta coherente con tal representación recurrir a criterios de prevención cognitiva. Sin embargo, el Derecho Penal, en la medida en que incorpora mecanismos de aseguramiento cognitivo, encaminados a neutralizar fácticamente el fenómeno delictivo se administrativista. Esta es pues, una dimensión de la administrativización del Derecho Penal, el redescubrimiento de la inocuización. La idea de inocuización se plasma, además en la tendencia creciente a adoptar medidas previas a la condena, ya cautelares, ya estrictamente preventivas. La expulsión de los extranjeros sin necesidad de que medio condena alguna se enmarca, en esta corriente general en la que al Derecho Penal, además de la imputación de culpabilidad por el hecho cometido, parece corresponderle, en medida determinando, la gestión administrativa del delito como riesgo social.98 Por lo anteriormente, expuesto, se determina que es necesario llevar a cabo un proceso de administrativización del Derecho Penal, ya que como se determino y aunque son dos ramas distintas del Derecho en General, ambas 97 98 Ibíd. pág. 150 Ibíd. pág. 157 76 en ciertos aspectos, buscan determinar e implementar procesos con el objeto de determinar y establecer la realización de un hecho o un acto y luego de ello, determinar la culpabilidad o no de quien presuntamente pudo cometerlo y por en emitir una resolución ya sea condenatoria o absolutoria, según sea el caso. 5 Necesidad de la expansión del Derecho Penal El Italiano Luigi Ferrajoli es acérrimo defensor del minimalismo del Derecho Penal, el cual debe ser de última ratio, en este sentido el conflicto penal ha de resolverse por otras ramas del Derecho. Está filosofía garantista no se limita solo a esa intervención mínima, postura que también se traduce a pensar que el Estado debe contar con un mínimum de figuras delictivas, construidas al amparo del principio de taxatividad, redactadas con claridad, cero ambigüedad para brindar certeza jurídica al destinatario de la norma jurídica penal, cumpliendo con los requisitos de lex praevia, lex scripta y lex escrita. Ellos nos obligan a reflexionar que el legislador al momento de formular la previsión contenida en el tipo penal, deberá evitar las tipicidades abiertas que atentan contra aquel principio de taxatividad como máxima expresión de la legalidad sustantiva imperante en el Derecho Penal. Esta tendencia garantistas, de ultima ratio, la contrastamos en este artículo con un nuevo movimiento mundial que se ha venido forjando, derivado del combate frontal al crimen organizado transnacional que ha venido socavando las estructuras de ciertos Estados, pues han aparecido de nuevas modalidades delictivas de última generación como lo son la trata de personas, narcotráfico, tráfico de armas, blanqueado de capitales, etc. En este sentido la comunidad internacional tomó en serio esa problemática, desencadenando en la firma de la Convención de las Naciones Unidas contra la delincuencia Organizada Transnacional, conocida como Convención de Palermo, y sus protocolos, celebrada en Palermo, Italia del 12 al 15 de Diciembre del año 2000. 77 En ese instrumento se insta a los Estados partes a tipificar en sus legislaciones determinados delitos, considerados graves, fomentando el expansionismo del Derecho Penal, para enfrentar aquella criminalidad transfronteriza. Por ello puedo afirmar que ya no estamos a presencia de un minimalismo Ferrajoli sino que ante un maximalismo penal, llamado a resolver mediante un sin número de tipo penales, otras esferas que antes no se penalizaban, generándose una inflación que se agrava al utilizar tipicidades abiertas, cuyos verbos rectores son eminentemente discrecionales, cuyas previsiones permiten al Juzgador una interpretación subjetivista, verbigracia, es que en algunos tipos se utilizan recurrentemente fórmulas como “o con cualquier otro propósito similar” “ o cualquier otro interés” Es un renacer de los tipos penales abiertos en pleno siglo XXI. Estos delitos no convencionales, tienen sus propias características pues el bien jurídico tutelado es de carácter difuso, al no lesionar un bien jurídico de una persona determinada sino que es la sociedad la perjudicada, además son llamados delitos de doble piso. Un primer nivel está constituido por la denominada conspiración, que es un eje en estos delitos, que presupone la existencia de un grupo organizado que planifica, delibera y organiza el inter criminis y una vez superado este nivel, se asciende al segundo, que consiste en la comisión del delito propiamente dicho, como lo es el lavado de dinero, trata de personas, tráfico de órganos, por mencionar algunos. Está inflación penal de delitos de doble piso, traen aparejada la prohibición de otorgar la libertad de los incoados, a través de medidas simplificadoras o de medidas sustitutivas, con lo cual se privilegia la prisión como regla general y la libertad como excepción. El Juzgador ya no hace uso de su raciocinio para fundamentar la prisión preventiva, pues el legislador incluyó la prohibición expresa de otorgar la libertad, invadiendo la 78 esfera del razonamiento judicial. La lectura de este escenario, del combate al crimen organizado transnacional, implica una contrarreforma del Derecho Penal en nuestros países latinoamericanos, por ende se han permeado ciertos postulados del Derecho Penal clásico como lo es el indubio pro reo, el principio favor libertatis, el principio de taxatividad, de proporcionalidad de las penas, por mencionar algunos, que han sido producto de conquista por parte de la humanidad ante la arbitrariedad del Estado, catalogados como principios limitadores al Ius Puniendi por el maestro Francisco Muñoz Conde. Por ello se puede afirmar que la tendencia de hoy es que el Derecho Penal es el llamado a resolver cualquier conflicto criminalizado, so pretexto del combate a la criminalidad transnacional, por lo que ya no es factible brindarle la característica de ultima ratio, pues el legislador a través del Derecho Penal no convencional (delitos de última generación) pretende dar soluciones normativas a problemas criminológicos complejos, que requiere la intervención de equipos multidisciplinarios para el análisis multicausal de factores endógenos y exógenos que intervienen en las conductas delictivas de los miembros de la criminalidad organizada, por ende el error es inflar el Derecho Penal desde el deber ser con total desfase del estudio estructural del ser. Esto conduce al dilema de la efectividad versus el garantismo en Derecho Penal, por parte del Estado, que se inclina por la efectividad de sus aparatos de seguridad e inteligencia, al utilizar como estandarte la seguridad ciudadana para arremeter contra la criminalidad transfronteriza en aras de proteger a la sociedad de este flagelo, sin respeto a las garantías constitucionales consagradas en la Carta Magna, a favor de los supuestos miembros del crimen organizado. Es frecuente escuchar términos “lucha” “enfrentamiento” “defensa de la sociedad” “combate a la delincuencia” utilizados por ciertos sectores de la sociedad para reclamar seguridad y aplicación enérgica de la ley penal a estos enemigos de la sociedad, lo cual se agrava por los efectos mediáticos de algunos medios de comunicación que contaminan con esta tendencia del enemigo 79 no sólo el ámbito societario sino la psiquis de nuestros Jueces y Fiscales que se apropian de tan nefasto pensamiento. Por ello la teoría del etiquetamiento ya no se limita al derecho penal de autor sino que se ha extendido a estigmatizar al procesado como parte del crimen transnacional, sin ningún fundamento criminalistico, sin embargo el Estado se enarbola con pregonar la detención de “un peligroso miembro de un determinado cártel” que a todas luces es una gran falacia. En todo este panorama, encontramos al Abogado Defensor/a que no se inhibe frente a esa tendencia expansionista, por el contrario se convierte en el guardián del irrestricto cumplimiento de todas y cada una de las garantías constitucionales y las contenidas en los Tratados Internacionales en materia de Derechos Humanos, del sistema universal o regional, a favor del sindicado/a, no claudicando ante ese oleaje de antigarantismo que ha inundado a nuestro Derecho Penal en forma irracional, por lo que mantendremos vivo el espíritu ius humanista de un Derecho Penal de última ratio, sin diferencias de amigo o enemigo.99 Así mismo, hay que tomar en cuenta que hoy en día nos encontramos frente a un fenómeno de expansionismo del derecho penal en cuanto su estudio clásico, ya que este era entendido como la manifestación máxima del ius puniendi del Estado, legitimado para la persecución de los hechos configurativos de delitos. Dentro de tal contexto, se entendía que el campo de acción del derecho penal abarcaba la persecución de delitos concretos, pero hoy nos encontramos frente a un nuevo paradigma, en donde la persecución se ha expandido a los delitos de peligro abstracto, es decir, en donde no existe una efectiva afectación de un bien jurídico sino que el peligro da la posibilidad de afectación de uno, provocándose con esto una expansión del derecho penal a conductas que no eran punibles, olvidando su principio rector; ser la última ratio configurándose con esto una tercera corriente de 99 SAAVEDRA, Hugo Roberto. El Expansionismo del Derecho Penal (Guatemala). Editorial: Unidad de formación y Capacitación del Instituto de la Defensa Pública Penal. Guatemala. 2002 80 derecho penal, la cual dista de la clásica concepción en cuanto a sus principios rectores y las garantías protegidas, siendo su manifestación por antomasia el llamado Derecho Penal del enemigo. Para explicar el porqué de este fenómeno debemos describir los nuevos procesos que vivimos como sociedad, la cual ha sido caracterizada como “la nueva sociedad del riesgo”: una sociedad investida por el miedo, la inseguridad y los medios de comunicación. Desde hace unos años atrás la sociedad comenzó a vivir un cambio en cuanto su percepción de la criminalidad; con el ataque del once de septiembre del año dos mil uno, de las torres gemelas se da inicio a las llamadas sociedades del riesgo las cuales se caracterizan por los altos niveles de sensación de inseguridad de los individuos frente al delito, la creencia de ser posibles víctimas, la percepción de la existencia de un aumento de los niveles de criminalidad y en especial la determinación de ciertos individuos como enemigos internos dentro de un Estado. Al enfrentarnos a la existencia de una “sociedad del riesgo”, donde la percepción de inseguridad respecto a la delincuencia o a la criminalidad aumenta sin tener una verdadera correlación con las cifras exactas de ésta pues, no obstante, disminuyen o se mantienen las cifras de criminalidad, el nivel de percepción de inseguridad aumenta, luego, pareciese que estuviésemos mas bien frente a una sociedad de la paranoia y del terror que en una en donde efectivamente “cada X minutos tiene lugar un delito”. En efecto, la potenciación del denostado derecho penal simbólico está en directa relación con ciertas transformaciones sociales recientes a las que no puede cerrar los ojos la política criminal, puesto que dichas transformaciones sociales hacen referencia al nuevo conjunto de agentes capaces de incidir en las percepciones y decisiones de las personas, y a la vez transformar o tergiversar conflictos, al no 81 limitarse tan sólo a conocer y presentar el problema, sino que pasan a ser constructores de realidad. Entre dichos agentes, es importante citar el protagonismo de los medios de comunicación social en un doble sentido. En primer lugar, en cuanto foro en el que desde un principio se desenvuelve la discusión pública sobre los problemas sociales más relevantes. En segundo lugar, por la progresiva conformación de los medios como uno de los más significativos agentes del control social en las sociedades modernas, al haber demostrado sobradamente su capacidad para generalizar la asunción de puntos de vista y de actitudes, es decir, los medios de comunicación son capaces de transmitir ideas y otorgar diferentes valoraciones a un mismo acontecimiento, generando opiniones, percepciones y perspectivas sobre un tema específico, contribuyendo con esto a la consolidación de valores que contribuyan a la mantención de un determinado statu quo dentro de la sociedad.100 Por tanto, frente a lo anteriormente descrito, la presente tesis busca desarrollar el tema de la sociedad del riesgo, y como dicha sociedad ha llevado al legislador a expandir la aplicación del derecho penal faltando a su principio de ultima ratio, debido a exigencias sociales de “mayor protección” frente a individuos que comienzan a considerarse “enemigos internos”, jugando en esto un papel fundamental la aplicación del derecho penal del enemigo y la utilización del derecho penal simbólico aplicado con mayor fuerza por los medios de comunicación, los cuales se han vuelto hoy en día constructores de imaginario colectivo orientado a la criminalización de un sin número de conductas. 100 ORMEÑO KARZULOVIC, Juan. Sociedad de riesgo y el expansionismo del derecho penal: Nexo y aplicación del derecho penal del enemigo. Santiago de Chile. 2009 82 CAPITULO III LEYES ESPECIALES 1. Ley contra el Lavado de Dinero u otros activos La presente ley surge como una necesidad que Estado de Guatemala al suscribir y ratificar tratados internacionales con el compromiso de prevenir, controlar y sancionar el lavado de dinero u otros activos, de manera que se proteja la economía nacional y la estabilidad y solidez del sistema financiero guatemalteco. Como obligación del Estado de proteger la formación de capital, ahorro e inversión, así como crear las condiciones adecuadas para promover la inversión en el país de capitales nacionales y extranjeros. La ley contra el lavado de dinero u otros activos, tiene por objeto prevenir, controlar, vigilar y sancionar el lavado de dinero u otros activos procedentes de la comisión de cualquier delito. Para que se dé el delito de lavado de dinero u otros activos, es necesario que se den una serie de presupuestos establecidos en la ley, quien por si o por interposita persona: a) invierta, convierta, transfiera o realice cualquier transacción financiera con bienes o dinero, sabiendo que los mismos son producto, proceden o se originan de la comisión de un delito; b) Adquiera, posea, administre, tenga o utilice bienes o dinero sabiendo, que los mismos son producto, proceden o se originan de la comisión de un delito; oculte o impida la determinación de la verdadera naturaleza, el origen, la ubicación, el destino de bienes o dinero que los mismos son producto de la comisión de un delito. Es de mencionar que la ley es aplicable a personas individuales y personas jurídicas, las sanciones que contiene la ley por la comisión del delito de lavado de dinero a personas individuales se da desde la pena de prisión inconmutable de seis a veinte años, pena de multa, el comiso, el pago de costas, y la publicación de sentencia; en 83 relación a las personas jurídicas, además de las sanciones aplicables a las personas individuales, se le impone a la persona jurídica una pena de multa de diez mil dólares a seiscientos veinticinco mil dólares, en caso de reincidencia se ordenara la cancelación de su personalidad jurídica. 2. Ley contra la Narcoactividad Como una obligación del Estado de Guatemala de garantizar la vida, la integridad y el desarrollo de la persona humana, considerando la salud de los habitantes como un bien público, por lo que resulta de interés social todas las acciones encaminadas contra la drogadicción. El Estado de Guatemala se ha comprometido mediante la suscripción de tratados internacionales a luchar contra el narcotráfico y toda actividad relacionada con la producción, fabricación, uso, tenencia, tráfico y comercialización de los estupefacientes, psicotrópicos y drogas. La presente ley tiene por objeto que el Estado de Guatemala por medio de sus entidades u órganos, adopte las medidas necesarias para prevenir, controlar, investigar, evitar, y sancionar toda actividad relacionada con la producción, fabricación, uso, tenencia, tráfico y comercialización de los estupefacientes, psicotrópicos y las demás drogas o fármacos susceptibles de producir alteraciones o transformaciones del sistema nervioso. Los tipos penales que regula esta ley se encuentran: Transito Internacional, siembre y cultivo, fabricación o transformación, comercio, tráfico y almacenamiento ilícito, posesión para el consumo, promoción y fomento, facilitación de medios, alteración, receta o suministro, transacciones e inversiones, promoción o estimulo a la drogadicción, entre las penas que contiene la ley contra la Narcoactividad, se pueden mencionar pena de muerte, prisión, multa, inhabilitación absoluta o especial, comiso, expulsión del territorio nacional de extranjeros, pago de costas y gastos procesales, publicación de la sentencia condenatoria. 84 La presente ley entre otras cosas sirve para que los habitantes de la república de Guatemala tengan conocimiento, sobre la prohibición expresa y tacita de abstenerse de realizar todo tipo de actividades relacionadas con el narcotráfico, advirtiendo esta ley que existen tipos penales específicos, que sancionan este tipo de actividades ilícitas. Ley que establece el procedimiento para la ejecución de la pena de muerte. De acuerdo a que se encuentra tipificada la pena de muerte en la Constitución Política de la República de Guatemala, código penal así como una norma legal especifica como la presente ley, surge como una necesidad que la aplicación de la pena de muerte en nuestro país debe de realizarse de la manera mas humanitaria posible, no solo para el reo que la sufre sino que también para la sociedad que observa. La medicina forense como disciplina auxiliar del derecho penal, recomienda para la ejecución de la pena de muerte, el uso del procedimiento de inyección letal, con el fin de que exista un sufrimiento mínimo por parte de la persona a quien se le aplica esta pena. La presente ley es utilizada para quienes hayan sido condenados a la pena muerte por órgano jurisdiccional competente y agotado todos los recursos ordinarios y extraordinarios que establece la legislación guatemalteca, su función principal es establecer los pasos o procedimientos a realizar para la ejecución de la pena impuesta. Aunque si bien es cierto es una ley vigente, pero la misma no es positiva, debido a la intervención de distintas instituciones como la procuraduría de los Derechos Humanos, entre otras las cuales han sostenido que la aplicación de la pena de muerte no debe de darse en nuestro país. 85 3. Ley contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas La presente ley surge como una obligación fundamental del Estado de Guatemala, de garantizar el derecho de la integridad personal, así mismo debe de prohibir todo procedimiento inhumano, degradante o que implique violencia física, psicológica, sexual o coacción moral; así mismo al ratificar Guatemala el Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente a mujeres y niño, cuyo principal objetivo es prevenir y combatir eficazmente la trata de personas, así como sancionar a los tratantes y proteger a las víctimas, amparando sus derechos humanos. Como una ley penal especial, de vigencia reciente cuya tendencia es prevenir, erradicar y sancionar la violencia sexual, la explotación y la trata de personas, así como la atención de las víctimas y el resarcimiento de los daños y perjuicios ocasionados, por la comisión de estos delitos. Entre los tipos penales que regula la presente ley se pueden mencionar: violencia sexual, violación a la intimidad sexual, explotación sexual, trata de personas, estos tipos penales se encuentran sancionadas con pena de prisión, multa, daños y perjuicios. 4. Ley de Extinción de Dominio La necesidad del Estado de Guatemala de emitir una ley apropiad para recuperar, sin condena penal previa ni contraprestación alguna, los bienes, las ganancias, productos y frutos generados por las actividades ilícitas o delictivas, en donde pueda surgir un procedimiento específico y exclusivo, fuera de la jurisdicción penal y civil, y otorgar a los operadores de justicia instrumentos legales para extinguir los derechos sobre bienes obtenidos o que se deriven de actividades ilícitas o delictivas. Debido al incremento que ha existido en los últimos años de delincuencia organizada, narcotráfico, para lo cual estas agrupaciones utilizan bienes muebles o inmuebles, como forma de lavado de dinero cuya apariencia se da en forma legal, 86 cuando el origen del dinero con que obtienen dichos bienes, es producto del narcotráfico así como de agrupaciones delictivas en forma ilegal. La presente ley tiene como fin principal el despojo judicial de los bienes que utiliza el crimen organizado en todas sus dimensiones, con el objeto de debilitar a estas agrupaciones y lograr con ello quitarles fuerza económica, no se pretende con esta ley imponer o crear tipos penales, en virtud de existir las leyes adecuadas para ello, únicamente se pretende que el Estado por medio de los órganos jurisdiccionales, apliquen de una buena forma esta ley, y lograr con ello una estabilidad social de sus habitantes y sobre el bien común de los mismos. 5. Ley del Régimen Penitenciario Como una de las características del Derecho Penal en lo referente a la rehabilitación y readaptación del delincuente, se crea la ley del Régimen Penitenciario, como una ley que regula el sistema penitenciario del país el cual debe ser guiado a la readaptación social y a la reeducación de las personas privadas de libertad y cumplir con las normas que le impone la Constitución Política de la República de Guatemala. Entre los fines del sistema penitenciario se pueden mencionar la custodia y seguridad de las personas reclusas en resguardo de la sociedad y proporcionar a las personas reclusas las condiciones favorables para su educación y readaptación a la sociedad, que les permita alcanzar un desarrollo personal durante el cumplimiento de la pena y posteriormente reintegrarse a la sociedad. Así mismo dentro de esta ley se encuentran contenidos la clasificación de los centro de detención como lo son los de detención preventiva, de condena, de máxima seguridad, estos a su vez están divididos en la sección de mujeres y la de hombres, así mismo se regulan los derechos, obligaciones y prohibiciones de las personas reclusas, el régimen de higiene, asistencia médica, régimen alimenticio, lo referente al trabajo, educación, las peticiones que pueden realizar los reclusos, así mismo lo referente a faltas y sanciones cometidas por reclusos dentro del lugar de cumplimiento de la pena. 87 6. Ley de Armas y Municiones La obligación que tiene el Estado de Guatemala de ejercer el control de quienes tienen y portan armas para garantizar el debido respeto a la vida, integridad física, la libertad, la seguridad y justicia de todos sus habitantes, así mismo es de manifestar que Guatemala reconoce el derecho de tenencia y portación de armas de uso personal, no prohibidas de conformidad con lo que establece la presente ley. La comercialización en gran cantidad de armas de fuego en Guatemala, pone en riesgo la vida e integridad física de la mayoría de los habitantes, debido a la gran cantidad de hechos violentos ocurridos durante los últimos años, y en su gran mayoría como consecuencia de la utilización de armas de fuego, se dio la necesidad que se regulara, las formas y los medios por los cuales una persona puede ejercitar sus derechos de tenencia y portación de armas de fuego. Esta ley regula todo lo referente a la tenencia, portación, exportación, fabricación, comercialización, donación, traslado, compraventa, almacenaje, tráfico y todos los servicios relativos a las armas y municiones, así mismo da definiciones claras y precisas sobre los objetos que regula la presente ley. Dentro de la presente ley se pueden encontrar una serie de tipos penales que regulan las actividades ilícitas ocasionadas por las infracciones a dichos preceptos legales, entre los tipos penales que se pueden mencionar se encuentran portación, importación y exportación ilegal de armas de fuego y municiones, venta ilegal de armas y municiones, tenencia y portación ilegal de armas de fuego y municiones. Al regularse específicamente estos tipos penales en la ley el Estado de Guatemala busca la prevención y sanción de las personas que puedan incurrir en estos delitos, lo cuales son como advertencia de las penas y consecuencias que se producen si realizan lo delitos en la ley contemplados. 88 7. Ley Contra la Delincuencia Organizada La delincuencia organizada u asociación de personas que se dirigen a un fin delictivo, es una de las modalidades más recientes para cometer hechos delictivos, es un flagelo que coloca a los habitantes de la república de Guatemala en un estado de indefensión, la creación de la presente ley se da como consecuencia de las distintas formas en que ha operado el crimen organizado en Guatemala cuyo fin principal es perseguir, procesar y erradicar a la delincuencia organizada en todas sus formas de operación. El objeto de la presente ley es establecer las conductas delictivas atribuibles a los integrantes o participes de las organizaciones criminales, el establecimiento y regulación de los métodos especiales de investigación y persecución penal así como todas aquellas medidas con el fin de prevenir, combatir, desarticular y erradicar la delincuencia organizada. Dentro de la presente ley se encuentran regulados tipos penales propios de la delincuencia organizada, entre lo que se puede mencionar la conspiración, la asociación ilícita, la asociación ilegal de gente armada. Como consecuencia del tipo de organización así como las actividades que realizan estos grupos dedicados a cometer hechos ilícitos, el Estado de Guatemala se vio en la necesidad de implementar métodos nunca antes utilizados en la legislación guatemalteca así como en los procedimientos jurídicos y administrativos entre estos métodos novedosos se puede mencionar operaciones encubiertas, agentes encubiertos, entregas vigiladas, interceptación de medios de comunicación entre otras. Con lo cual se puede observar que el Guatemala ha ido evolucionando en implementar métodos tecnológicos para combatir las acciones realizadas por la delincuencia organizada. 8. Ley contra el Femicidio y otras formas de Violencia contra la Mujer Como consecuencia de los tratados aceptados y ratificados por Guatemala sobre la eliminación de todas formas de discriminación y violencia contra la mujer, surge la presente ley como reconocimiento que hace el Estado de Guatemala al derecho de 89 igualdad y el derecho que tiene las mujeres guatemaltecas del goce, ejercicio y protección de todos los derechos humanos. La ley contra el Femicidio tiene por objeto garantizar la vida, libertad, la integridad, la dignidad, la protección y la igualdad de todas las mujeres ante la ley, su fin es promover e implementar disposiciones orientadas a la erradicación de la violencia física, psicológica, sexual, económica o cualquier tipo de coacción en contra de las mujeres. Dentro de la ley de Femicidio se pueden establecer una serie de definiciones sobre conceptos propios del tipo penal de Femicidio, los delitos tipificados en la ley de Femicidio son de acción pública. Entre los tipos penales y penas que se encuentran regulados en la presente ley de pueden mencionar delitos de Femicidio, Violencia contra la mujer, Violencia económica, Violencia Psicológica, cuyas penas de prisión van desde los cinco años hasta los veinticinco años. Así mismo se puede indicar que existen prohibición de causales de justificación establecidas en el código penal guatemalteco, y se enumeran una serie de circunstancias agravantes, señalando que existe omisión de circunstancias atenuantes. En la parte final de la presente ley se pueden mencionar una serie de responsabilidades y obligaciones por parte del Estado de Guatemala, en relación al resarcimiento y derechos de la víctima, fortalecimiento de las dependencias encargadas de la investigación criminal, lo cual se puede observar con la creación de la Fiscalía de la Mujer, la creación de los órganos jurisdiccionales especializados, que también se pueden apreciar con la creación del juzgado de instancia contra delitos de Femicidio y otras formas de violencia contra la mujer, y los Tribunales de sentencia de Femicidio, y con la capacitación a funcionarios del Estado. 9. Ley que establece el procedimiento para la ejecución de la pena de muerte De acuerdo a que se encuentra tipificada la pena de muerte en la Constitución Política de la República de Guatemala, código penal así como una norma legal especifica como la presente ley, surge como una necesidad que la aplicación de la pena de muerte en nuestro país debe de realizarse de la manera mas humanitaria 90 posible, no solo para el reo que la sufre sino que también para la sociedad que observa. La medicina forense como disciplina auxiliar del derecho penal, recomienda para la ejecución de la pena de muerte, el uso del procedimiento de inyección letal, con el fin de que exista un sufrimiento mínimo por parte de la persona a quien se le aplica esta pena. La presente ley es utilizada para quienes hayan sido condenados a la pena muerte por órgano jurisdiccional competente y agotado todos los recursos ordinarios y extraordinarios que establece la legislación guatemalteca, su función principal es establecer los pasos o procedimientos a realizar para la ejecución de la pena impuesta. Aunque si bien es cierto es una ley vigente, pero la misma no es positiva, debido a la intervención de distintas instituciones como la procuraduría de los Derechos Humanos, entre otras las cuales han sostenido que la aplicación de la pena de muerte no debe de darse en nuestro país. 91 CAPÍTULO IV PRESENTACIÓN Y DISCUSIÓN DE RESULTADOS Desde los antecedentes del Derecho Penal en general, así como su surgimiento en Guatemala con el derecho consuetudinario indígena, posteriormente con el derecho penal colonial surgen las normas escritas entre las que se pueden mencionar las siete partidas y la nueva recopilación, hasta llegar a nuestros tiempos, con un derecho penal compuestos por una parte sustantiva, parte adjetiva y leyes especiales. El derecho penal se puede definir como el conjunto de normas que regulan la actividad punitiva del Estado, asociando los hechos, estrictamente determinados por la ley como presupuesto o medida de seguridad, con el objetivo de asegurar los valores elementales, sobre los cuales descansa la convivencia humana. La naturaleza jurídica del derecho penal es de carácter publica debido a que protege intereses individuales y colectivos, entre las características que se pueden mencionar del derecho penal se encuentran que es público, sancionado, normativo, social y cultural, valorativo, finalista y personalísimo. Existen principios propios del derecho penal, los cuales son utilizados como limites para la aplicación del poder coercitivo del estado, entre los principios más importantes y fundamentales en el derecho penal es el principio de legalidad que entre sus funciones importantes se encuentra que no es suficiente con que una determinada conducta sea punible, sino que además establecer la clase de pena y su posible cuantía deben de estar legalmente fijadas ante del hecho. Las fuentes del derecho penal se pueden considerar como fundamento, causa u origen de donde provienen, las normas que regulan el derecho penal, entre las que se pueden mencionar las fuentes reales cuyo fundamente es sustancial es que se inspiran en la realidad social de los pueblos y se refieren a hechos naturales, a las 92 expresiones humanas o a los actos sociales que determinan el contenido de las normas jurídico-penales previas a las formación de la ley penal. La fuentes formales se refieren al proceso de creación jurídica de las normas penales y a los órganos donde se realiza, en Guatemala por medio del organismo legislativo a través del congreso de la república. La costumbre y la jurisprudencia complementan el proceso de origen de las normas penales, como fuentes de carácter indirecto. Las escuelas y corrientes del pensamiento filosófico del derecho penal, se encuentra representando principalmente pro Cesar de Bonessana o el Márquez de Beccaria con su obra de los delitos y las penas, que hasta nuestro tiempos aun tiene impacto en los estudios y doctrinas sobre el derecho penal. A lo largo de la historia, han existido varias escuelas cuyos precursores han desarrollado sus propias teorías, entre las escuelas más conocidas se encuentran la Escuela Clásica cuyo principal precursor fue el italiano Enrico Ferri. Posteriormente surge la escuela positiva, con origen en Alemania, teniendo a Cesar Lombroso como su principal representante, entre los principales aportes de esta escuela se encuentran la utilización de método experimental, se busca la adecuación de la sanción penal a las condiciones particulares de cada delincuente y la necesidad de concebir la lucha contra el delito en el marco de la política general del Estado. La escuela correccionalista surge en España, con representantes como Dorado Montero, Concepción arenal, esta escuela considera al delito como una determinación defectuosa de voluntad contraria al Derecho que revela una enfermedad psíquico-moral y que necesita una corrección que elimine la voluntad injusta. Las tendencia actuales, que son de tipo garantistas cuyo representante mas destacado en Luigi Ferrajoli, que propone una reconstrucción de las categorías dogmáticas desde los principios garantizadores que caracterizan al Estado democrático, incorporando el garantismo a la labor dogmática del derecho penal. 93 La expansión del derecho penal tiene su origen de acuerdo a la aparición de nuevos bienes jurídicos, de nuevos intereses o nuevas valoraciones de intereses preexistentes. El renacimiento del funcionalismo, del denominado derecho penal del riesgo o derecho penal grande o derecho penal moderno. De acuerdo al constante cambio del ser humano en cuanto a sus tradiciones, negocios, comercio, la existencia de nuevas realidades que antes no existían, el incremento social que produce cambios en el diario vivir, ha generado la aparición de nuevas actividades criminales y por ende entrada masiva de capitales generadas por actividades ilícitas. El progreso técnico da lugar a la criminalidad asociada a los medios informáticos y al internet, constituyendo uno de los nuevos riesgos para los individuos así como para el Estado. La criminalidad organizada ha abarcado delitos como narcotráfico, el terrorismo, la pornografía, así mismo la criminalidad de las empresas pueden realizar delitos fiscales, delitos medio ambientales entre otros, estas tendencias de la legislación nacional van encaminadas a la lucha contra la criminalidad económica, la criminalidad organizada y la corrupción. Las características más significativas de la criminalidad de la globalización se puede indicar que son dos la primera que se trata de una criminalidad en sentido amplio, organizada, porque en ella intervienen colectivos de personas estructurados jerárquicamente; la segunda característica se da por la criminalidad de sujetos poderosos, por la magnitud de sus efectos de carácter económicos, así como políticos y sociales. El incremento de la marginalidad en las sociedades, los movimientos migratorios, la globalización de las comunicaciones, cultura y política, ha propiciado en mayor medida la criminalidad de sujetos extracomunitarios, que operan de modo estructurado, pero en general en grupos o bandas, esta criminalidad no se diferencia de la criminalidad tradicional, pero su intensidad y su extensión se ven incrementadas por la marginalidad que se genera dentro de las sociedades posindustriales, viven al margen de relaciones laborales estatales. 94 El objetivo fundamental del derecho penal de globalización es práctico, se trata de proporcionar una respuesta uniforme a la delincuencia transnacional, que evita la conformación de paraísos jurídicos penales. El paradigma del derecho penal de globalización es el delito económico organizado tanto en su modalidad empresarial convencional, como en las modalidades de la llamada macro criminalidad entre las que se encuentran el terrorismo, el narcotráfico y la criminalidad organizada. Debido al surgimiento del combate frontal al crimen organizado transnacional, la comunidad internacional promovió la Convención de Palermo, instrumento que insta a los estados partes a tipificar en sus legislaciones determinados delitos, considerados graves, fomentando el expansionismo del derecho penal, llamado a resolver mediante un sin número de tipos penales, otras conductas que antes no se penalizaban, generando con ello tipos penales abiertos, en una época moderna. 95 CONCLUSIONES 1. De acuerdo a las distintas etapas del derecho penal en su evolución, se puede indicar la existencia del minimalismo del derecho penal cuyo precursor fue Luigi Ferrajoli al fomentar el garantismo en el derecho el cual, surgiendo en contraposición el expansionismo del derecho penal. 2. Se concluye que el expansionismo del derecho penal se puede definir como aquel cuya estructura se realiza en base a normas penales nuevas o al endurecimiento de tipos penales preexistentes, con la finalidad de promover su efectiva aplicación por parte de los órganos jurisdiccionales. 3. Se puede establecer que en la legislación penal Guatemalteca, ya se encuentra el expansionismo del derecho penal, con la promulgación de leyes especiales que tipifican conductas delictivas nuevas o modernas, así como el aumento en las penas de los tipos penales existentes. 4. El surgimiento del expansionismo del derecho penal en Guatemala, se da por la necesidad del Estado de regular y castigar actividades o conductas delictivas compuestas por el crimen organizado, el narcotráfico y otro tipo de problemas sociales que el Estado ha sido incapaz de controlar, prueba de ello es el surgimiento de las leyes contra el Narcotráfico, la delincuencia organizada, el Femicidio entre otras. 5. El Estado de Guatemala debe de establecer políticas criminales adecuadas a la realidad social del país, y tratar la manera de evitar el expansionismo del derecho penal, en virtud que puede provocar desestabilización en el sector justicia y que pueden surgen como consecuencia nuevas formas de cometer hechos ilícitos. 6. Como consecuencia de la globalización económica, el delincuente ha buscado formas de evadir su responsabilidad penal, que da como consecuencia nueva formar de delinquir, y por ende el surgimiento por parte del Estado de nuevos tipos penales, lo que provoca el expansionismo del Derecho Penal. 96 RECOMENDACIONES 1. El derecho penal surge como necesidad del Estado de regular los delitos, las penas y las medidas de seguridad, aplicables por una conducta prohibida por el ser humano, por lo que el derecho penal debe de evitar el expansionismo en sus normas, por lo que se recomienda certeza en la tipificación de las conductas por parte del Estado. 2. Guatemala en su carácter de Estado autónomo e independiente, debe evitar suscribir pactos o tratados internacionales, que provoquen un expansionismo del derecho penal, en virtud que puede realizar las modificaciones pertinentes en la legislación penal vigente, con el fin de evitar abundancia en tipos y normas penales. 3. Como resultado del expansionismo del Derecho Penal, principalmente en nuestro país, se da la tipificación de tipos penales que anteriormente no existían y que producen duplicidad de tipos como por ejemplo el femicidio que surge de una ley especial, estando el homicidio o asesinato tipificado específicamente, por lo que se recomienda que se evite estos tipos penales que se dan como consecuencia de adoptar políticas criminales de carácter internacional. 4. Se recomienda que si el Estado adopta políticas criminales de carácter internacional, para la creación de nuevos tipos penales, es necesario que exista un estudio dogmatico, práctico y jurídico con el fin de evitar un expansionismo del derecho penal y la reducción de leyes especiales que regulan lo mismo pero con nombre diferente. 5. Es importante que exista un equilibrio por parte de la legislación penal guatemalteca, en el sentido de adoptar posturas de acuerdo al minimalismo y posturas con relación al expansionismo del derecho penal, con el fin de encontrar un equilibrio que permita constituir normas jurídicos penales redactadas con 97 claridad y certeza de acuerdo al principio de taxatividad de la norma jurídica penal. 6. Se recomienda que al estar presente el expansionismo del derecho penal en la legislación penal guatemalteca, el juez como órgano facultado de tipificar las conductas delictivas, se abstenga de aplicar tipos penales de carácter abiertos, discrecionales o ambiguos, y aplique e interprete la norma penal atendiendo a los principios del derecho penal y las garantías que las normas jurídicas establecen. 98 REFERENCIAS Bibliográficas 1. ALCALÁ-ZAMORA, Niceto. Estudios acerca del allanamiento en el proceso penal. Serie de Clásicos del derecho procesal penal. Vol. 3. Editorial Jurídica Universitaria. 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Ley Que Establece El Procedimiento Para La Ejecución De La Pena De Muerte 100