apuntes de la historia de córdoba en la antigüedad

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APUNTES DE LA HISTORIA DE CÓRDOBA EN LA ANTIGÜEDAD
Antecedentes pre-romanos: Prehistoria y Protohistoria
Los testimonios más antiguos de la presencia humana en Córdoba están constituidos por
una serie de útiles de piedra tallada pertenecientes al Paleolítico, momento en que la fauna era
diferente a la de la actualidad y en que los elefantes se paseaban por las orillas del Guadalquivir
(hace unos 300.000 años). Dichos útiles líticos han aparecido en el Tablero y en el barrio del
Naranjo.
Durante el Bronce Final (1100 a.C.) encontramos un poblado tartésico asentado en la zona
del Parque Cruz Conde. Dicho poblado dominaba uno de los pocos vados que permitían atravesar
el Guadalquivir y junto a él convergían una serie de caminos que permitían acceder a la rica
comarca minera de Cerro Muriano y llegar a la fértil campiña cordobesa. La facilidad para
abastecerse de cereales, el control de las rutas que llevan a las minas de Sierra Morena y las
condiciones de seguridad debieron ser tenidas en cuenta a la hora de que los primitivos pobladores
eligiesen esta zona del valle del Guadalquivir para fundar la Córdoba primigenia.
El primitivo poblado se extendía por una pequeña colina paralela al río (sentido NE-SO) y
abarcaba una extensión alargada que llevaba desde el Teatro Municipal al Aire Libre hasta los
Colegios Mayores, ocupando una superficie de más de 50 Ha. Se componía de cabañas de planta
circular o elíptica. Sus muros eran de cantos rodados unidos con barro y la techumbre era vegetal
En el poblado han aparecido abundantes escorias de cobre, lo que nos indica el desarrollo
de actividades metalúrgicas y como es de suponer también se desarrollarían otras agrícolas y
ganaderas, aprovechando las fértiles tierras de la campiña y los pastos de sierra morena. Las
cerámicas fabricadas en el poblado van a ser en un principio hechas a mano, pero desde el siglo
VII va a aparecer la cerámica a torno, en un principio importada, pero poco después fabricada en
talleres locales (cerámica de barniz rojo, orientalizante). Coincidiendo con la aparición de la
cerámica a torno, las plantas circulares o elípticas de las viviendas van a ser sustituidas por otras
rectangulares o cuadradas.
Tras el hundimiento del mundo tartésico a mediados del siglo VI a.C., Córdoba va a quedar
incluida dentro de la órbita de la cultura ibérica. Por cultura ibérica entendemos la surgida del
contacto entre los colonizadores fenicios y griegos y los diferentes pueblos que habitaban la costa
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mediterránea de la Península Ibérica. Como resultado de dicho contacto, estos pueblos peninsulares
elaboraron una cultura propia que es la ibérica. No obstante, entre los iberos existieron pueblos
diversos. En este sentido hemos de hablar de pueblos ibéricos y no de pueblo ibérico, pues ni
política ni socialmente constituyeron los iberos una unidad organizada. Córdoba quedó integrada
dentro del territorio Turdetano.
El nombre indígena de este poblado era el de Corduba y este nombre se va a trasmitir a la
nueva fundación urbana que establezca Claudio Marcelo en el llano contiguo. La terminación "uba"
aparece en otros nombres indígenas (Iponuba, Onuba) y pudo significar ciudad. El término "Cord"
se ha relacionado con el nombre indígena del Guadalquivir (Certir) o con los Turdetanos (Tord=
Turd(etani) de donde vendría Corduba entendida como "ciudad del río Guadalquivir" o "Ciudad de
los Turdetanos".
Desde el siglo VI los cartagineses habían comenzado a controlar las costas peninsulares y
durante el siglo V consiguieron hacerse con los recursos mineros del interior y su comercialización.
Tras la Primera Guerra Púnica (264-241) los Bárquidas (Amílcar, Asdrúbal y Aníbal) comenzarán
la ocupación militar de todo el sur peninsular, lográndolo en pocos años. Cuando en el 218
comience la Segunda Guerra Púnica, los romanos vendrán a la Península para abrir un nuevo frente
de lucha contra Cartago. Tras la derrota cartaginesa, los romanos decidieron usufructuar para ellos
los beneficios que Hispania generaba para Cartago (soldados, metales preciosos, impuestos).
Corduba durante la época republicana
La magnífica ubicación geográfica del poblado pre-romano y las buenas relaciones con los
indígenas, hicieron que, a mediados del siglo II a.C., el gobernador Claudio Marcelo fundase junto
al poblado la ciudad romana de Corduba. Existen dos fechas probables: el 169-68 ó el 152-51. Pese
a lo señalado, algunos investigadores han defendido la existencia previa (desde el primer cuarto del
siglo II a.C.) de un campamento romano permanente que controlaría los pasos sobre el
Guadalquivir, la red de comunicaciones del centro de Andalucía y que permitiría frenar las
posibles incursiones de pueblos lusitanos o meseteños.
Estrabón nos dice que Corduba se fundó con romanos y un grupo de indígenas selectos
(probablemente aristocracia indígena y militares licenciados). Durante el siglo II y buena parte
del I a. de C., el poblado indígena y la ciudad romana coexistieron; aunque finalmente toda la
población acabó desplazándose a la fundación romana. A esta dualidad de población pueden
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aludir dos basas de estatuas dedicadas, al Cuestor de la Bética L. Axius Naxo, por los habitantes
de dos barrios diferentes: el vicus Hispanus y el forensis. El primero puede hacer referencia a un
barrio habitado por hispani, calificativo aplicado a la población de origen indígena. El vicus
forensis recibiría su nombre por su proximidad al foro que se situaba en el centro de la ciudad
romana. Sería este el barrio más distinguido de la ciudad, donde pudieron vivir los descendientes
de los romanos que participaron en la fundación de Corduba.
Corduba se convirtió en la capital de una de las dos provincias en que estaba dividida
Hispania: la Ulterior; pues la capitalidad de cada provincia se situaba donde estuviese la
residencia del gobernador provincial. La ciudad fue elegida frecuentemente durante el siglo II
como lugar de descanso para las legiones y para los gobernadores provinciales, quienes en los
meses de primavera-verano reiniciaban las campañas militares.
Hacia el 113-112 Cicerón informa como, estando el Pretor de la provincia impartiendo
justicia en el foro de Córdoba, se le rompió el anillo, teniendo que llamar a un orífice para que se lo
arreglase a la vista de todos. El relato demuestra que la ciudad poseía un foro o plaza pública donde
el gobernador impartía justicia y la existencia de una industria local de orfebrería que ha llegado
hasta nuestros días:
“Siendo Pisón pretor en España, provincia en la que fue muerto, se le rompió un
anillo de oro; mandó llamar a un aurífice y traerlo al foro ante su tribunal, en Córdoba.”
CICERÓN, Verrinas, IV, 56
El foro es una plaza porticada situada en el centro de toda ciudad romana, junto a la que
solían estar ubicados los edificios públicos más importantes: templos, curia (lugar de reunión del
senado local), basílica (edificio en el que se impartía justicia y se realizaban actividades
comerciales), etc.
En época republicana fueron acuñadas en la ciudad monedas de bronce. En el anverso
aparecen la diosa Venus y la leyenda CN(aeus) IULI(us) L(ucii) F(ilius) Q(uaestor). En el reverso,
Eros y la palabra CORDUBA. Estas monedas debieron acuñarse en época de la dictadura de Sila,
hacia el 80-79 a.C..
Uno de los momentos históricos mejor documentado de la Corduba republicana es el
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comprendido entre los años 76 y 74 a.C., siendo gobernador de la Hispania Ulterior el procónsul
Quinto Cecilio Metelo, quien dirigió las campañas contra el rebelde Sertorio. Tras una serie de
fracasos iniciales, Metelo logró vencer a Hirtuleyo, lugarteniente de Sertorio, en las inmediaciones
de Itálica (76 a.C.) y, posteriormente, en Segovia (75 a. C.). También se enfrentó victoriosamente a
Sertorio cerca del Turia.
La primera visita de Metelo a Córdoba fue en el 79 a. C., cuando tomó posesión de su
cargo. En el 76 regresó con dos legiones para invernar. Durante su estancia la ciudad sufrió los
efectos de un terremoto que causó la muerte de trescientas personas:
“...mientras que Metelo invernaba en Córdoba con dos legiones, sea por otra causa
o, como place a los sabios, por un remolino de viento a través de las cavidades de la tierra,
se resquebrajaron algunas montañas y se derrumbaron algunas colinas.”
SALUSTIO, Historia, II
A fines del 74 Metelo retornó a la Ulterior, siendo recibido triunfalmente. A su llegada a
Corduba el cuestor Cayo Urbino y otros le invitaron a un banquete, adornaron la casa con tapicerías
y estatuas, esparcieron azafrán por el suelo, e idearon un ingenio para que bajase una estatua de la
victoria por un cable y le pusiese una corona de oro. En este ambiente debe insertarse la noticia
sobre la existencia de un grupo de poetas locales que cantaron1 las empresas del procónsul. En el 72
a. C, una vez muerto Sertorio, Metelo regresó a Roma y celebró su triunfo; mientras que Corduba
volvía a quedar alejada del interés de los historiadores hasta la época de César.
En el año 49 a.C. estalló en Roma la Guerra Civil, que se extenderá por todo el mundo
romano, implicando no sólo a las facciones en lucha (populares o cesarianos, y optimates o
pompeyanos), sino también a las provincias, que tuvieron que decantarse por uno u otro bando. El
conflicto se desata cuando el Senado ordena a César dejar el gobierno de las Galias, licenciar a su
ejército y volver a Roma (donde estaría expuesto a los tribunales), mientras el poder de Pompeyo
para gobernar Hispania era prorrogado durante otros cinco años. En enero, César cruza el Rubicón
y marcha sobre Roma, mientras el Senado da poderes extraordinarios a Pompeyo para que lo frene.
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“Prestaban sus oídos a poetas de Córdoba, por rudos y bárbaros que fuesen sus acentos.” (CICERÓN, Pro
Archia poeta, X).
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El plan de Pompeyo era abandonar Italia; reclutar un ejército en Oriente y a continuación
reconquistar Roma, mientras su ejército de Hispania atacaba a César por la retaguardia. César
pensaba vencer a Pompeyo en Italia y doblegar al Senado. Ante la marcha de Pompeyo y de buena
parte de los senadores, César decidió marchar sobre Hispania, venciendo a los pompeyanos en
Ilerda (49), licenciando después a las legiones vencidas, mostrándose conciliador y no buscando
una matanza de ciudadanos romanos.
Mientras César invadía la Hispania Citerior; en la Ulterior el legado pompeyano Varrón
reforzaba sus dos legiones, requisaba gran cantidad de trigo y ordenaba equipar navíos en Gades e
Hispalis. César, tras la victoria de Ilerda, envió al tribuno Casio Longino a Corduba para que
convocara en esta ciudad una reunión con los principales de todas las ciudades de la Ulterior.
Corduba, por decisión del conventus de ciudadanos romanos cerró sus puertas a las tropas de
Varrón, al que la legión Vernacula se negó a obedecer:
“Así, pues, habiendo mandado a la Ulterior dos legiones con Quinto Casio, tribuno
de la plebe, él con seiscientos caballos marcha a grandes jornadas, y envía delante un edicto
señalando el día en que quiere que los magistrados y principales de todas las ciudades se
presenten ante él en Córdoba. Promulgado este edicto por toda la provincia, no hubo
comunidad que no mandase a Córdoba parte de su senado, ni ciudadano romano de alguna
distinción que no concurriese el día señalado. Al mismo tiempo la comunidad de Córdoba
por sí misma cerró a Varrón las puertas de la ciudad, y las dos cohortes llamadas coloniales,
que por azar habían ido allá, las retuvo para defensa de la plaza.”
CÉSAR, Bellum Civile, II
Ante esta situación, Varrón decide rendirse. César, tras dejar al frente de la provincia a
Casio Longino, marcha a Roma, donde es elegido cónsul. Posteriormente, vence a Pompeyo en
Farsalia (48), huyendo éste a Egipto, donde es asesinado. Tras las campañas del 48-47 en Oriente,
César marcha a Africa, donde el ejército senatorial se había reagrupado y contaba con 14 legiones.
César vence en Thapsos, pero los hijos de Pompeyo marchan a la Hispania Ulterior, donde la
población se había amotinado contra el legado de César, Longino, que, para sufragar sus campañas
en Lusitania y enriquecerse él mismo y sus amigos, cargó a los provinciales con pesadas
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contribuciones. Los provinciales más ricos organizaron un complot para acabar con Casio Longino
cuando se dirigiera a la basílica de Corduba a impartir justicia. Allí fue abordado por varios
provinciales que lo apuñalaron, salvando la vida gracias a la rápida intervención de su escolta.
Cuando, poco después, Longino está en Hispalis preparando el paso de sus legiones a
África, algunas de estas se rebelan. Al motín se suma la ciudad de Córdoba, que cierra sus puertas
al legado de César. Como respuesta, Longino arrasará los campos cordobeses, hasta que la
situación se normalice con la llegada (47) de un nuevo gobernador enviado por César: Trebonio.
La provincia quedaba temporalmente en calma, pero la gestión de Longino había sido
desastrosa para el bando cesariano y había predispuesto a numerosos provinciales ricos hacia el
pompeyano. Los restos del ejército pompeyano derrotado en Thapsos, que conocían los
sentimientos anticesarianos de los habitantes de la Ulterior, van a venir a refugiarse a la provincia.
Es entonces cuando numerosas ciudades y las tropas que con anterioridad se habían rebelado contra
Longino van a inclinarse por el bando de los hijos de Pompeyo; especialmente Corduba, que se va a
convertir en la principal ciudad del bando pompeyano.
César, ante tales noticias, emprende una serie de acciones bélicas destinadas a tomar las
principales ciudades que el enemigo controla en el valle del. A inicios del 45 se presenta ante
Córdoba, donde se encontraba Sexto Pompeyo, para tomarla, y manda a Ulia (Montemayor) tropas
para que ayuden a esta población, sitiada por Cneo Pompeyo. Tras acampar en las cercanías de
Corduba, Cneo decide volver a la capital de la Ulterior, forzando a César a retirarse en dirección a
Ategua (Santa Cruz) y Ucubi (Espejo). César puso sitio a Ategua, para dar un golpe psicológico a
las poblaciones partidarias de los hijos de Pompeyo y para hacerse con el grano almacenado en sus
silos, fundamental para abastecer a su ejército, situado sobre un terreno mayoritariamente hostil.
Tras un largo asedio consiguió tomar Ategua:
“Lanzáronse después de la muralla unas tablillas en las que se encontró escrito lo
siguiente: Lucio Munacio a César. Si me concedes la vida, ya que Cneo Pompeyo me ha
abandonado, tal como me porté con él, con el mismo valor y constancia me portaré contigo
en lo sucesivo. Al mismo tiempo los enviados de la ciudad que anteriormente habían salido,
se presentaron a César diciéndole que si les concedía la vida, al día siguiente le entregarían
la ciudad. Respondió que él era César y que cumpliría su palabra. Así, el 19 de febrero se
apoderó de la ciudad y fue proclamado imperator.”
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CÉSAR, Bellum Hispaniense
La caída de Ategua obligó a Cneo Pompeyo a retirarse en dirección a la campiña sevillana,
donde tendría lugar la batalla de Munda (entre Écija y Osuna). Tras la definitiva derrota de los
pompeyanos, César marcha a Corduba, poniendo cerco a la ciudad.
Los cordobeses debatían si morir luchando o rendirse. Escápula, rico ciudadano que había
sido uno de los líderes de la revuelta contra César, prefirió suicidarse antes que caer en manos de
los cesarianos. Dio un gran banquete, repartió su fortuna entre sus servidores y ordeno a uno de
ellos que lo matase y a otro que incendiara la pira con su cadáver. Finalmente, la ciudad es
saqueada por las tropas cesarianas, que mataron a miles de civiles y militares (más de 20.000).
Además, numerosos supervivientes fueron vendidos como esclavos.
“Escápula, cabeza de toda la sedición, que después de la batalla había venido a
Córdoba, junto a su familia y libertos, se hizo levantar una pira, mandóse servir una
espléndida cena, y revestido de sus mejores arreos, distribuyó allí mismo su dinero y alhajas
entre su familia; cenó temprano, y se ungió con una mezcla de resina y esencia de nardos;
finalmente, llamó a un esclavo y a un liberto que había sido su concubino, ordenando al uno
que le degollase, al otro que encendiese la pira.”
CÉSAR, Bellum Hispaniense
Corduba en época altoimperial
La ciudad comenzó a reconstruirse poco después y, durante el s. I, experimentará una
notable transformación: el recinto amurallado se amplía, abarcando el espacio al sur de Trinidad y
Conservatorio; la ciudad se dota de una red de abastecimiento de aguas (dos acueductos), de un
gran teatro, templos - como el de la C/ Claudio Marcelo - y nuevas plazas públicas, como una
situada en los Altos de Santa Ana. También en época de Augusto la ciudad debió recibir
contingentes de colonos que paliasen la pérdida demográfica ocasionada por las guerras civiles.
Tras las reformas administrativas realizadas por Augusto, Corduba es definitivamente
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convertida en capital de la Bética. La ciudad gozaba de una buena red de comunicaciones que la
relacionaban con Roma a través del río o mediante vías terrestres.
En época imperial Corduba gozó del estatuto de colonia, aunque desconocemos quién le
concedió este estatuto: para unos fueron los hijos de Pompeyo entre el 46-45; para otros César; una
tercera posibilidad es que este estatuto lo diese Augusto, quien habría trasladado a la población a
soldados veteranos. Las colonias tenían una amplia autonomía administrativa.
La máxima autoridad local era el senado, compuesto por unos cien decuriones, miembros
de las familias más importantes de mayor riqueza y prestigio de la ciudad. Para ser decurión se
necesitaba ser varón, haber nacido libre, poseer la ciudadanía local y tener una fortuna superior a
100.000 sestercios. Al ingresar en el senado debía pagarse al municipio una summa honoraria, que
era fijada por cada ciudad (en Hispania la media era de 2.000 sestercios). Para ser senador o
magistrado también se necesitaba tener 30 años, aunque en época de Augusto la edad se bajó a los
25. Los decuriones debían vivir en la ciudad o en un radio máximo de una milla (1.481 metros).
Los decuriones emitían dictámenes de obligado cumplimiento, nombraban a los sacerdotes locales;
aprobaban los presupuestos de la ciudad, concedían honores y autorizaban la realización de obras
públicas.
Para hacer cumplir las decisiones de la curia y gobernar la ciudad, anualmente los
ciudadanos elegían a unos magistrados:
-
Duunviros: Máxima magistratura que podía ocuparse. Presidían las reuniones del senado,
podían imponer multas, supervisaban las obras públicas, presentaban los presupuestos anuales
indicando las partidas de gasto, organizaban espectáculos...
-
Ediles: Aseguraban el abastecimiento de grano a la ciudad, cuidaban del mantenimiento y
conservación de templos, calles, baños y mercados, controlaban los pesos y medidas de los
mercados y se encargaban de la vigilancia de la ciudad.
A fines de la república la integración entre la población de origen indígena y romano debía
ser total, pues muchos indígenas habrían obtenido incluso la ciudadanía romana. La sociedad
cordobesa reproduciría el sistema social que aparece en todo el Imperio: existirían unas clases
privilegiadas formadas por caballeros y decuriones que tenían importantes fortunas y gobernaban la
ciudad. Algunos miembros del orden ecuestre lograron progresar en la administración y alcanzar el
rango senatorial, como sería el caso de Séneca y Lucano. Por debajo estaba la gran masa de
hombres libres (populus o plebs), los esclavos y un importante grupo social formado por libertos
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enriquecidos.
Dentro del grupo de familias senatoriales, la mejor conocida es la de los ANNEOS (o
Sénecas) que era de rango ecuestre. A mediados del siglo I a.C. nace Séneca el Viejo que marchará
a Roma para hacer carrera. Con el irán su esposa y sus tres hijos, que se educaron en Roma. La
familia invirtió en tierras y dos de los hijos, M. Anneo Novato y L. Anneo Séneca lograrán entrar
en el Senado y ocupar el consulado. El tercero de los hijos (M. Anneo Mela) se encargará de
administrar y mantener el patrimonio familiar que la familia tenía en Corduba y no entró en
política; no obstante, uno de sus hijos será el famoso poeta Lucano, nacido en nuestra ciudad el 39
d.C.
Séneca el filósofo casó con una mujer de familia senatorial. Tuvo problemas durante los
reinados de Calígula y de Claudio, a causa de sus posiciones. Claudio lo desterró a Córcega. Tras la
muerte de Mesalina, que había promovido su acusación, la segunda mujer de Claudio logra su
perdón y que se le encomiende la educación de su hijo Nerón. Posteriormente pierde el favor de
Nerón, ya emperador, y se aleja de la corte, dedicándose a escribir su obra: tratados filosóficos
(Sobre la ira, Sobre el ocio, Sobre la brevedad de la vida, etc.), un tratado científico - Cuestiones
Naturales -, varias tragedias (Edipo, Hércules loco, etc.). En el 65 es acusado por Nerón de
participar en una conjura contra su vida y se le obliga a suicidarse.
Su sobrino Lucano fue también educado en Roma, llegando a ser nombrado senador por
Nerón. Entre sus obras destaca el poema de la Farsalia, donde describe la guerra entre Pompeyo y
Cesar. Su popularidad le ocasionó los celos de Nerón quién también mandó ejecutarlo en el 65.
La erección de estatuas a miembros destacados de la comunidad fue muy frecuente en las
ciudades hispanas. Estas podían ser pagadas por el propio interesado o por sus familiares, siempre
que el senado local les concediese el espacio público necesario para colocarlas. Tal concesión era
un honor buscado por las élites de las ciudades, pues tener un monumento público acrecentaba su
prestigio y les garantizaba un medio de perpetuar su memoria en la comunidad cívica:
"L. Iunio Paulino, hijo de Publio, de la tribu Sergia, pontífice, flamen perpetuo, duunviro de
los colonos de la colonia Patricia, flamen de la provincia Bética, por el honor del flaminado,
organizó un combate gladiatorio y dos representaciones teatrales. Puso las estatuas, por valor de
400.000 sestercios que había prometido por los honores conjuntos y las dedicó organizando juegos
de circo" (CIL II, 5523)
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En ocasiones, los propios habitantes de la ciudad realizaron colectas públicas para costear la
erección de estatuas a algunos miembros destacados de la comunidad o a un representante de la
administración. Los lugares preferentes para colocar estas estatuas fueron el foro colonial, situado
en la zona de San Miguel, así como otras calles y plazas existentes en la ciudad, como la que existió
en las inmediaciones de las calles Jesús y María y Ángel de Saavedra.
En época romana los cereales, especialmente el trigo, fueron el principal cultivo de la Campiña. En el término municipal de Córdoba se han encontrado una serie de graneros subterráneos de
época ibero-romana. La existencia de una infraestructura destinada al almacenamiento de grano
confirma la riqueza frumentaria de la comarca. Estos silos, estudiados por el profesor Lacort, poseen planta circular; sus paredes son de ladrillo, y presentan un perfil curvo que se va estrechando
desde el fondo hacia la boca, dando a la construcción un aspecto de "botella". La capacidad de cada
uno de estos graneros era de 68 m3; por tanto, en cada uno de ellos pudieron almacenarse 53.366
Kg. de cereal. El fondo de los silos era de tierra apisonada, y sobre el solía colocarse una "cama de
paja" para evitar que al cereal le afectase la humedad. Las paredes de ladrillo solían embadurnarse
con amurca (alpechín) con el fin de ahuyentar a los insectos nocivos para el grano, como por
ejemplo el curculium (gorgojo).
La producción de aceite también tuvo gran importancia. El cultivo del olivo se desarrolló
especialmente en las márgenes del Guadalquivir y del Genil. Esta actividad económica nos es
conocida por la aparición de pies y contrapesos de prensa en villas rurales dedicadas a la
producción de aceite. También se han identificado a lo largo del Guadalquivir y del Genil
numerosos talleres cerámicos (figlinae) donde se fabricaban las "ánforas globulares hispánicas"
destinadas al envasado del aceite.
La producción hortícola también se desarrolló. Entre los cultivos de huerta destacó la
alcachofa, que según Plinio era de gran calidad (la más apreciada del mundo romano junto con la de
Cartago).
La ganadería también alcanzó gran desarrollo, especialmente en Sierra Morena, donde se
criaban ovejas que producían una lana rojiza (además de la blanca y la negra) con la que se
fabricaba unas lanas que no hacía falta teñir. Otra actividad desarrollada fue la apicultura y de la
Sierra de Córdoba procede una inscripción relativa al arriendo de unas tierras comunales para
colocar colmenas.
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Gran parte de la prosperidad de Corduba en época romana se basó en las actividades
mineras desarrolladas en Sierra Morena. En el término de Córdoba encontramos minas explotadas
por los romanos en Cerro Muriano (de cobre) y en las inmediaciones de los ríos Guadalnuño y
Guadiato (de cobre y de plomo. Durante la etapa republicana el estado arrendaba la explotación de
las minas a compañías privadas, como la Societas Castulonensis o la Societas Sisaponensis. Las
dos sociedades citadas debieron explotar minas en el área cordobesa, como confirma la aparición de
las siglas S.C. y S.S. en sellos para el precintado los sacos de mineral, masas de plomo fundido, etc.
En época imperial el Estado pasó a hacerse cargo de la explotación de las principales minas, especialmente de las de oro y plata. Un representante del emperador ocupaba el cargo de procurator
montis Mariani, y se encargaba de la administración del distrito minero.
El buen funcionamiento del distrito minero exigía la creación de una red viaria que
permitiese acercar el mineral hasta Corduba, donde era embarcado con destino a Gades y Roma.
Dos caminos canalizaron el flujo de mineral hacia nuestra ciudad: la vía Corduba-Emerita, que
ascendía a Cerro Muriano por la loma de los Escalones, y la conocida como camino del Pretorio.
Durante el Principado de Augusto fueron realizadas en Corduba amonedaciones diversas.
En el anverso siempre aparece la efigie del emperador y la leyenda PERMISU CAESARIS
AUGUSTI. En el reverso de las acuñaciones cordobesas se emplearon motivos variados que
acompañan a la leyenda COLONIA PATRICIA: una corona vegetal, insignias militares,
instrumentos sacerdotales. Las nuevas amonedaciones comenzaron a emitirse desde el 13-12 a.C.
y la ceca dejó de trabajar a la muerte de Augusto, pues su sucesor Tiberio no le renovó el permiso de acuñación.
Corduba durante el Bajo Imperio
A fines del siglo III, el emperador Maximiano Hercúleo construyó en las inmediaciones de
la Nueva Estación de Renfe un gran palacio destinado a la administración provincial. El palacio se
construyó a unos 600 metros de la muralla, en un lugar donde hubiese espacio suficiente para
levantarlo. El edificio se organiza en torno a una gran plaza semicircular que está rodeada por un
criptopórtico de 109 metros de diámetro. Sobre el criptopórtico había un pasillo que daba acceso a
los diferentes edificios que formaban el complejo y que se disponían de forma radial en torno a la
plaza.
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Por restos de una inscripción sabemos que el palacio se levantó entre el 293 y el 305,
probablemente entre el 296-297, cuando el emperador Maximiano Hercúleo trasladó su residencia a
Hispania para dirigir unas campañas contra los mauri en el Norte de Africa y contra los piratas que
atacaban por la costa atlántica. Posteriormente, probablemente en época de Constantino (312-361),
pasó a tener una función religiosa y el edificio se completó con la construcción de una basílica
cristiana.
A partir de estos momentos, no podemos trazar una evolución histórica clara de la ciudad de
Córdoba, pues las fuentes son muy escasas. Conocemos algunos testimonios referentes a los
primeros mártires: Diocleciano (284-305) decretó una gran persecución contra los cristianos y en
Corduba fueron condenados a muerte San Acisclo, San Zoilo y los llamados "Tres coronas" o "Tres
santos", Fausto, Genaro y Marcial. Por el contrario, ningún escrito antiguo atestigua el martirio de
Santa Victoria.
En la primera mitad del siglo IV d.C. destacó la figura de Osio, consejero de Constantino,
emperador que instituyó la oficialidad del cristianismo en el Imperio. Este obispo destacó en la
lucha contra el arrianismo (las doctrinas arrianas negaban que Cristo fuera igual en sustancia a
Dios) presidiendo el Concilio de Nicea, donde se abordó tal problema.
La Córdoba visigoda
Tras las invasiones bárbaras del siglo V, Córdoba quedará dentro del reino visigodo. Frente
a los hispanorromanos, los visigodos eran arrianos y esto provocó una sublevación intentaron
imponer su fe. Corduba se sublevo en el 550 y el rey Agila, tras tomar la ciudad, profanó la basílica
de San Acisclo, usándola como establo. Los cordobeses lograron expulsar a Agila, que tuvo que
retirarse a Mérida.
En el 572 Leovigildo consiguió ocupar Corduba, que hasta el momento seguía
independiente. Su hijo Hermenegildo, que gobernaba la Hispania meridional, se convirtió al
cristianismo y se proclamo rey. Corduba, que se unió a la rebelión de Hermenegildo fue
conquistada por segunda vez por Leovigildo. Tras la conversión de los visigodos al cristianismo
(Recaredo: 589), la ciudad quedó pacificada.
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El urbanismo de Corduba
La ciudad romana se funda sobre una terraza del río y distanciada varios cientos de metros
del poblado ibérico, lo que le permitía controlarlo visualmente. En época republicana la ciudad se
dotó de una sólida muralla de más de tres metros de grosor, formada por dos paramentos de sillares,
aparejados en hiladas alternas a soga y tizón, con un relleno interno de cascote y arcilla.
Periódicamente se situaban torres de planta cuadrada (edificio Riyadh) y circular (C/ de los Condes
de Torres Cabrera). El flanco norte estaba además protegido con un profundo foso, mientras que en
los otros tres lados existían unos bruscos desniveles naturales de
más de diez metros que
favorecían la defensa. La muralla delimitaba un polígono irregular de unas 42 Ha de extensión que
tenía unos 800 m de largo (N-S) y unos 700 de ancho (E-W).
Tras la batalla de Munda, probablemente en época Augustea, la ciudad comienza a
reconstruirse después de su destrucción por las tropas de César. El recinto amurallado se amplía en
dirección al río, pasando a tener una superficie de 78 Ha. La muralla contaba al menos con cinco
puertas: del Puente, Almodóvar, Gallegos, Osario y de Hierro. Las calles, perpendiculares entre sí,
delimitaban manzanas o insulae de 35 por 70 m. Todas las calles de la ciudad se pavimentaron y
dotaron de una red de cloacas.
Para abastecer de agua a la ciudad se construyó el acueducto de Valdepuentes, con una
capacidad entre 20.000 y 35.000 m3/día, lo que permitiría abastecer las termas, más de 200 casas y
un centenar de fuentes públicas.
El foro colonial, en la confluencia de las calles Cruz Conde y Góngora, se amplía y reforma,
pavimentándose con grandes losas de piedra de mina. Su superficie era al menos de 95 por 65
metros y junto a él se situarían los principales edificios públicos, de los que sólo conocemos
fragmentos de su decoración arquitectónica. Junto al foro, en la zona de la calle Morería parece que
se construyó otra plaza porticada presidida por un templo, posiblemente dedicado al culto imperial,
En este espacio pudieron realizarse las ceremonias religiosas organizadas por la colonia. En las
inmediaciones del foro se situaron también las casas más lujosas de la colonia, como han mostrado
diferentes excavaciones (Casa familia Castejón en C/ Ramírez de las Casas Deza).
Las dos calles principales de la ciudad eran el cardo y el decumano. El cardo unía la puerta
de Osario con la del puente, discurriendo aproximadamente bajo las actuales calles Osario, San
Alvaro, Jesús María, Angel de Saavedra y Blanco Belmonte (en el nº 6 de esta última calle se
detectó el pavimento de la vía y de la cloaca existente bajo ella). El tramo final del cardo máximo
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estaría fosilizado en la nave central de la Mezquita primitiva. El decumano entraba por la puerta de
Hierro, llegaba al foro colonial y, tras dar un quiebro, se encaminaba a la Puerta de Gallegos
pasando por las calles Gondomar y Concepción.
A fines del reinado de Augusto o inicios del de Tiberio se inicia la construcción del teatro
de la ciudad, aprovechando un sector con adecuada pendiente natural. El edificio medía 125 metros
de diámetro, lo que lo convertía en el más grande de las provincias del occidente romano, solo
superado por los de Roma.
Durante la segunda mitad del siglo I se construyen dos nuevas plazas monumentales. La
primera de ellas es de época de Claudio y servía para albergar el templo de la calle Claudio
Marcelo. Tenía 80 por 60 metros y estaba porticada en tres de sus lados. Para su construcción se
tuvo que tirar parte de la muralla. En el centro se encontraba el templo, de 32 por 16 metros y más
de 15 de altura. Era todo de mármol blanco. Aunque no se sabe con certeza, los testimonios
arqueológicos aparecidos parecen señalar que el conjunto pudo estar dedicado al culto imperial en
su nivel provincial. Las ceremonias de culto al emperador también se realizarían en el circo,
edificio destinado a las carreras de carros, cuyos restos han aparecido en el cercano palacio de
Orive. De ser cierta esta hipótesis, allí se reunirían anualmente representantes de todas las ciudades
de la provincia Baetica para rendir homenaje al emperador y para dar culto a los miembros
divinizados de su familia.
En los alrededores de las calles Jesús María y Angel de Saavedra se creó otra plaza, desde
la que se accedía, mediante pórticos y escalinatas, al teatro. En la zona han aparecido numerosos
pedestales de estatuas, dedicadas a Flámines provinciales (sacerdotes del culto Imperial), que
pudieron ornamentar los pórticos de acceso al teatro. Edificio tradicionalmente vinculado a las
ceremonias del culto Imperial.
La epigrafía informa de otros templos, como el dedicado a Cibeles, en el cruce de las calles
Sevilla y Gondomar; u otro de Tutela, donde se guardó una estatua de mil libras de plata.
Además de teatro, la colonia contó con un anfiteatro (edificio para combates de
gladiadores), que pudo estar en el sudeste de la ciudad. Corduba también tuvo dos circos o
edificios para celebrar carreras de carros: uno, ya citado, se situaría junto al palacio de Orive y el
otro estaría en la zona de la Facultad de Veterinaria, vinculado al complejo palatino de Cercadilla.
La ciudad contó con numerosas termas, lugares destinados a tomar el baño, hacer gimnasia
y desarrollar la vida social. Actualmente conocemos la encontrada entre los números 14 y 20 de la
calle Cruz Conde (denominadas “termas del Foro”) por S. De los Santos Gener; así como los
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hipocaustos aparecidos en la calle Veracruz (solar del I.N.S.S.) y en el solar nº 4 de la calle Manuel
de Sandoval, que pudieron pertenecer a otras termas de menor importancia.
El crecimiento demográfico experimentado por Corduba durante el siglo I d.C., hizo que
surgieran nuevos barrios extramuros en el sureste y norte. Un tercer barrio extramuros se colocaría
junto al puerto.
Con la construcción del Palatium Imperial la ciudad comienza a cambiar: la zona de los
Altos de Santa Ana (Casa Carbonell), del teatro y del templo de la calle Claudio Marcelo van a ir
abandonándose. Durante los siglos V y VI, muchos edificios públicos pierden su función, siendo
abandonados y sus materiales expoliados. La red de agua y alcantarillado, por su parte, se colmata.
La vida en la ciudad se concentra en la zona sur, donde estarían la Iglesia de San Vicente
(posteriormente comprada por musulmanes para levantar la primera Mezquita) y el palacio del
gobernador visigodo.
En la zona noroeste de la ciudad estaría la basílica de San Acisclo, donde se refugiaron
los últimos defensores de Córdoba para protegerse de los musulmanes. Según las crónicas, unos
400 o 500 defensores cristianos salieron por la puerta de Sevilla y se refugiaron allí, resistiendo
tres meses de asedio. Puede que estos soldados se refugiasen en el antiguo Palacio de Cercadilla,
junto al que existe una basílica que pudo estar dedicada a San Acisclo.
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