UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES LICENCIATURA EN CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES "DERECHO Y JUSTICIA EL PRINCIPIO NON BIS IN IDEM EN DISTINTAS JURISDICCIONES, EL ESTADO Y LA IGLESIA EN EL CASO GERARDI" TESIS DE GRADO LUCIA DESIREE DE MATA RUIZ CARNET10720-08 GUATEMALA DE LA ASUNCIÓN, OCTUBRE DE 2013 CAMPUS CENTRAL UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES LICENCIATURA EN CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES "DERECHO Y JUSTICIA EL PRINCIPIO NON BIS IN IDEM EN DISTINTAS JURISDICCIONES, EL ESTADO Y LA IGLESIA EN EL CASO GERARDI" TESIS DE GRADO TRABAJO PRESENTADO AL CONSEJO DE LA FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES POR LUCIA DESIREE DE MATA RUIZ PREVIO A CONFERÍRSELE LOS TÍTULOS DE ABOGADA Y NOTARIA Y EL GRADO ACADÉMICO DE LICENCIADA EN CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES GUATEMALA DE LA ASUNCIÓN, OCTUBRE DE 2013 CAMPUS CENTRAL AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR RECTOR: P. ROLANDO ENRIQUE ALVARADO LÓPEZ, S. J. VICERRECTORA ACADÉMICA: DRA. MARTA LUCRECIA MÉNDEZ GONZÁLEZ DE PENEDO VICERRECTOR DE INVESTIGACIÓN Y PROYECCIÓN: DR. CARLOS RAFAEL CABARRÚS PELLECER, S. J. VICERRECTOR DE INTEGRACIÓN UNIVERSITARIA: DR. EDUARDO VALDÉS BARRÍA, S. J. VICERRECTOR ADMINISTRATIVO: LIC. ARIEL RIVERA IRÍAS SECRETARIA GENERAL: LIC. FABIOLA DE LA LUZ PADILLA BELTRANENA DE LORENZANA AUTORIDADES DE LA FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES DECANO: DR. ROLANDO ESCOBAR MENALDO VICEDECANO: MGTR. PABLO GERARDO HURTADO GARCÍA SECRETARIO: MGTR. ALAN ALFREDO GONZÁLEZ DE LEÓN DIRECTOR DE CARRERA: LIC. ERICK MAURICIO MALDONADO RÍOS DIRECTOR DE CARRERA: MGTR. ENRIQUE FERNANDO SÁNCHEZ USERA DIRECTORA DE CARRERA: MGTR. HELENA CAROLINA MACHADO CARBALLO NOMBRE DEL ASESOR DE TRABAJO DE GRADUACIÓN DR. JOSE FRANCISCO DE MATA VELA TERNA QUE PRACTICÓ LA EVALUACIÓN MGTR. JUAN FRANCISCO GOLOM NOVA AGRADECIMIENTO Le doy gracias a Dios, por la vida que me da Por permitirme nacer en esta humanidad Y llenarme de fe para velar por mis sueños aún en medio de la adversidad Le doy gracias a mis padres por la oportunidad De dejarme luchar por mis metas con toda mi voluntad Y por demostrarme con ejemplo, esfuerzo y tenacidad, La importancia de mi camino en el ámbito profesional Le doy gracias a mis hermanas por ser la luz en mi caminar Quienes me enseñaron el camino en el que yo iba a pasar Cuidándome y motivándome en cada paso que iba a dar Le doy gracias al amor de mi vida Quien apareció en el mejor de mis días Demostrándome que el amor a todo te guía Y a salir con valentía De las tempestades de la vida Le doy gracias a mis abuelitos que descansan al lado del Señor Quienes interceden por mi con fervor Y quienes son testigos absolutos de mi esfuerzo y valor Le doy gracias a mi abuelita que hoy tiene la bendición De apreciar mi logro con vida, salud y emoción Quien a través de su oración Pidió por mi ante el creador Gracias al Derecho por ser mi inspiración De graduarme el día de hoy Convencida de mejorar todo mi alrededor Y luchar por un mundo mejor. Lucía Desireé De Mata Ruiz DEDICATORIA Hoy por hoy, me encuentro ante el honor de graduarme de Licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales, Abogada y Notaria, un sueño que tuve desde que era una niña, inspirada en la gran labor de mi padre, José Francisco De Mata Vela, quien siempre ha sido mi ejemplo en el desempeño de esta profesión. Quiero dedicar mi esfuerzo a quienes siempre han creído en mí, a quienes me han motivado y ayudado en cada paso de mi vida, a quienes siempre me han demostrado apoyo incondicional, a quienes han celebrado conmigo mis triunfos y a quienes el día de hoy se regocijan con orgullo y admiración por el logro obtenido: A Dios, Providencia Divina, máxima esencia de sabiduría, clemencia y amor, Quien me ha dotado de fe y convicción para alcanzar las metas que me propongo en cada paso que doy. A José Francisco De Mata Vela y Dora Luvia Ruiz Méndez de De Mata, mis padres, a quienes admiro con total convicción, que no solo me dieron la vida, son que también me dieron la oportunidad de estudiar, demostrándome con su ejemplo, el valor del esfuerzo y la dedicación. ¡Un logro más para su colección! A Paulin, Dianis y Diana Lucía (QEPD), mis hermanas, quienes fueron mi modelo a seguir, mi luz en el camino, mis consejeras y mis mejores amigas. Con especial dedicación a Diana Lucía, quien además es mi ángel guardián que me cuida desde el cielo. A Carlos Estuardo Funes Mármol, el amor de mi vida, mi aliento de todos los días, quien me apoyó en todo momento y ha sido un pilar fundamental en la realización de mis sueños. A José Francisco De Mata Morales (QEPD), José Isaac Ruiz Coronado (QEPD) y María Francisca Méndez de Ruiz (QEPD), mis abuelitos que ya descansan en los brazos del Señor, y quienes han sido testigos de mi esfuerzo e intercesores de mis peticiones ante la Providencia. Y especialmente mi abuelita Paulina Vela de De Mata, quien en vida y en representación de todos, goza orgullosa de este triunfo, para ti mamaíta con mucho cariño. LISTADO DE ABREVIATURAS Art. Artículo c. Cánon cc. Cánones cap. Capítulo caps. Capítulos CCEO Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium CIC Codex Iuris Canonici (Código de Derecho Canónico) CIC17 Codex Iuris Canonici de 1917 (Código de Derecho Canónico de 1917) CIC83 Codex Iuris Canonici 1983 (Código de Derecho Canónico de 1983) Const. Ap. Constitución Apostólica C.p. Código Penal guatemalteco C.p.p. Código Procesal Penal guatemalteco CPRG Constitución Política de la República de Guatemala PB Juan Pablo II, Constitución Apostólica Pastor Bonus (28.VI.1988) s. Siglo ss. Siglos S.S. Su Santidad § Párrafo ÍNDICE Pág. Resumen Ejecutivo 1 Introducción 2 CAPÍTULO 1. EL DERECHO CANÓNICO Y EL IUS PUNIENDI 6 1.1 El Derecho Canónico 7 1.2 Orígenes del Derecho Canónico 11 1.3 El ius puniendi de la Iglesia Católica 16 1.4 Concepto y elementos del delito en el Derecho Canónico 19 1.5 Las sanciones canónicas 23 1.5.1 Penas medicinales o censuras 24 1.5.2 Penas expiatorias 27 1.5.3 Remedios penales y penitencias 28 1.5.4 Otras sanciones 28 1.6 Momentos de la actividad sancionadora 32 6.1 Momento constitutivo 32 6.2 Momento impositivo 32 6.3 Momento declarativo 33 6.4 Momento extintivo 34 1.7 Delitos y las penas tipificadas en el código de derecho canónico 34 1.8 Garantías jurídicas y recursos en materia penal 38 CAPÍTULO 2. LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA EN EL DERECHO CANÓNICO 40 2.1 La tutela de los derechos en el Derecho Canónico 40 2.2 El proceso en la Iglesia Católica 41 2.3 Organización judicial en la iglesia católica 43 2.3.1 El tribunal de primera instancia 45 2.3.2 El tribunal de segunda instancia 48 2.3.3 Los Tribunales de la Sede Apostólica 51 2.3.4 Casos Reservados para la Congregación para la Doctrina de la Fe 52 2.4Las partes, capacidad, legitimación y patrocinio dentro del proceso canónico 53 2.5 El proceso penal en derecho canónico 55 2.5.1 Investigación previa 55 2.5.2 Del desarrollo del proceso penal canónico 56 2.5.3 Fase decisoria 57 CAPÍTULO 3. EL PRINCIPIO NON BIS IN ÍDEM Y SU POSIBLE INVOCACIÓN ANTE EL ORGANO JURISDICCIONAL ECLESIÁSTICO 59 3.1 El principio non bis in ídem 59 3.2El principio non bis in ídem en el derecho canónico 65 3.3 Coexistencia de la jurisdicción ordinaria guatemalteca y jurisdicción eclesiástico sin menoscabo del principio non bis in ídem 66 CAPÍTULO 4.RESPONSABILIDAD DEL PRESBÍTERO MARIO LIONEL ORANTES NÁJERA EN EL CASO DEL ASESINATO DE MONSEÑOR JUAN JOSÉ GERARDI CONEDERA Y LA POSIBLE INVOCACIÓN DEL PRINCIPIO NON BIS IN ÍDEM ANTE EL ÓRGANO JURISDICCIONAL ECLESIÁSTICO 76 4.1 Antecedentes: Caso Juan José Gerardi Conedera 78 4.2 Muerte de Monseñor Juan José Gerardi Conedera 78 4.3 Responsabilidad del Presbítero Mario Lionel Orantes Nájera 80 4.3.1 Responsabilidad según la Jurisdicción Ordinaria guatemalteca 80 4.3.2 Responsabilidad según la Jurisdicción Eclesiástica 82 4.4 Posible invocación del Principio Non Bis In Ídem ante el juzgamiento del Tribunal Eclesiástico 85 CAPITULO FINAL. PRESENTACIÓN, DISCUSIÓN Y ANÁLISIS DE RESULTADOS 89 1. Presentación de resultados 1.1 Entrevistas a expertos 89 89 1.1.1 Entrevista a Lic. José Toledo Paz, abogado defensor de Mario Lionel Orantes Nájera en el juicio llevado en su contra por el asesinato de Monseñor Juan José Gerardi Conedera 89 1.1.2 Entrevista al M.A. Enrique Sánchez Usera, especialista en Derecho Canónico, integrante del Tribunal Eclesiástico en Guatemala 93 1.1.3 Entrevista al M.A. Agustín Maté, filósofo, teólogo y latinista De la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar 98 1.2 Entrevistas realizadas a abogados guatemaltecos 100 2. Discusión de resultados 110 2.1 Discusión de las entrevistas realizadas a expertos 110 2.2 Discusión sobre las encuestas- entrevistas realizadas a abogados guatemaltecos 116 2.3 Discusión final 119 Conclusiones 122 Recomendaciones 125 Listado de Referencias 126 Anexos 131 1. Modelo de encuesta realizada a abogados guatemaltecos 132 2. Resultados de encuestas realizadas a abogados guatemaltecos (tabulación en gráficas de pie) 136 RESUMEN EJECUTIVO DE TESIS La Constitución Política de la República de Guatemala, establece que el Organismo Judicial es el encargado de juzgar y promover la ejecución de lo juzgado. Que la función jurisdiccional se ejerce, con exclusividad absoluta, por la Corte Suprema de Justicia y por los demás tribunales que la ley establezca. Sin embargo, existen otras jurisdicciones, como el Tribunal Eclesiástico, que también tiene la potestad de juzgar casos penales y dictar resoluciones. Esto, aparentemente, podría vulnerar el principio de “non bis in ídem”, si a una persona se le juzga penalmente ante un tribunal eclesiástico, luego de haber sido juzgado en los tribunales de jurisdicción ordinaria del Estado, o viceversa, caso del presbítero Mario Lionel Orantes Nájera, en el asesinato de Monseñor Juan José Gerardi Conedera. La presente tesis trata de establecer, si es posible legalmente que ambas jurisdicciones puedan coexistir de manera autónoma, sin vulnerar derechos humanos fundamentales, principios y garantías constitucionales, aduciendo que la naturaleza de cada una es totalmente distinta, que sus fines y sus sanciones son totalmente dispares, que cada jurisdicción al poseer sus propias normas, autoridades e instituciones, gozan de total autonomía que les permita mantener el Derecho y la Justicia en la sociedad. 1 INTRODUCCIÓN El Derecho Penal desde su origen ha evolucionado a la par de la sociedad misma, y ha llegado a formar parte esencial del ordenamiento jurídico de todos los sistemas de justicia a nivel mundial. Sin embargo, esta rama del derecho, tiene varias concepciones y formas de aplicación, según el país, la época, el sistema y la jurisdicción en que se aplique. Es decir, que las penas y las medidas de seguridad para la prevención del delito y la rehabilitación del delincuente, no se aplican de la misma manera o de manera uniforme en todas partes. Es por ello, que dentro de la doctrina científica del Derecho Penal, se han formulado varios principios fundamentales que apoyan la correcta aplicación de la Ley Penal, tanto dentro del territorio nacional, como en el extranjero, sin menoscabo de la seguridad jurídica del imputado, uno de esos principios es el non bis in ídem. El principio non bis in ídem significa que una persona no puede ser juzgada dos veces por la misma causa. Este principio encuentra su fundamento en otro principio denominado seguridad jurídica, que impide que una persona pueda estar sujeto a persecuciones litigiosas de forma indefinida, cuando ya ha sido condenado o absuelto previamente. Por lo tanto, el principio non bis in ídem, es una consecuencia del principio de cosa juzgada, que no permite que una sentencia pueda ser revisada de nuevo, o que se vuelva a iniciar un litigio por la misma materia. Para que el non bis in ídem pueda invocarse debe existir consonancia de sujetos, objeto y causa. En ese contexto, el artículo 203 de la Constitución Política de la República de Guatemala establece: “Independencia del Organismo Judicial y potestad de juzgar. La justicia se imparte de conformidad con la Constitución y las leyes de la República. Corresponde a los tribunales de justicia la potestad de juzgar y promover la ejecución de lo juzgado. Los otros organismos del Estado deberán prestar a los tribunales el auxilio que requieran para el cumplimiento de sus resoluciones. 2 Los magistrados y jueces son independientes en el ejercicio de sus funciones y únicamente están sujetos a la Constitución de la República y a las leyes. A quienes atentaren contra la independencia del Organismo Judicial, además de imponérseles las penas fijadas por el Código Penal, se les inhabilitará para ejercer cualquier cargo público. La función jurisdiccional se ejerce, con exclusividad absoluta, por la Corte Suprema de Justicia y por los demás tribunales que la ley establezca. Ninguna otra autoridad podrá intervenir en la administración de justicia.”1 La Constitución Política de la República como reza el artículo anteriormente citado, advierte que el Organismo Judicial es el único encargado de juzgar y promover la ejecución de lo juzgado. Sin embargo, dentro del territorio de la República, existen otros tribunales como el Tribunal Eclesiástico que según el Código de Derecho Canónico, también goza de la potestad para conocer denuncias y dictar resoluciones favorables o desfavorables al acusado. La importancia de la investigación y análisis de esta problemática radica en la existencia de diversidad criterios y juzgamientos que pueden surgir respecto a un mismo caso, cuando éste es conocido en diferentes jurisdicciones, ¿existe vulneración al principio non bis In Ídem, si se juzga a una persona tanto en un tribunal ordinario como en un tribunal eclesiástico por los mismos hechos? Este es precisamente el caso del presbítero Mario Lionel Orantes Nájera, respecto al asesinato de Monseñor Juan José Gerardi Conedera, caso polémico en los últimos años en la sociedad guatemalteca que se analiza en la presente tesis. El presente trabajo tiene como objetivo general, analizar si se vulnera o no el principio non bis in ídem, al juzgar penalmente a una persona con base en la jurisdicción ordinaria guatemalteca y posteriormente de acuerdo a la jurisdicción eclesiástica, si con ello se violan derechos humanos fundamentales, principios y garantías constitucionales. Y como objetivos específicos: analizar el principio non 1 Asamblea Nacional Constituyente, Constitución Política de la Republica de Guatemala, 1985, artículo 203. 3 bis in ídem, sus características, elementos y aplicación según el Código Canónico; identificar similitudes y diferencias entre la conceptualización y aplicación del derecho penal sustantivo y adjetivo en ambas jurisdicciones, identificar si existe o no alguna vulneración al principio non bis in ídem al coexistir ambos tipos de juzgamiento: eclesiástico y ordinario guatemalteco, y finalmente definir si en el caso del presbítero Mario Lionel Orantes Nájera se vulnera este principio al ser juzgado por el Tribunal Eclesiástico, posteriormente a haber sido juzgado por la jurisdicción ordinaria guatemalteca. La finalidad de la presente investigación es analizar jurídicamente la posibilidad de que ambos tribunales, tanto el eclesiástico como el ordinario guatemalteco, puedan conocer , emitir resoluciones independientes y penalizar a una misma persona sobre un mismo hecho sin violentar el principio non bis in ídem, y por ende, el principio de seguridad jurídica. Además se pretende analizar el caso del presbítero Mario Lionel Orantes Nájera, y determinar si en algún momento éste puede invocar el principio non bis in ídem como parte de su defensa ante el Tribunal Eclesiástico. El presente trabajo de tesis está conformado por cinco capítulos de la siguiente manera: Capítulo 1. El Derecho Canónico y el Ius Puniendi. Capítulo 2. La Administración de Justicia en el Derecho Canónico. Capítulo 3. El Principio Non bis in ídem y su Posible Invocación ante el Órgano Jurisdiccional Eclesiástico. Capítulo 4. Responsabilidad del Presbítero Mario Lionel Orantes Nájera en el Caso del Asesinato de Monseñor Juan José Gerardi Conedera y la Posible Invocación del Principio Non bis in ídem ante el Órgano Jurisdiccional Eclesiástico. Capítulo 5. Presentación, Discusión y Análisis de Resultados. Asimismo, éste trabajo contiene en su mayoría información proporcionada por los Códigos Canónicos de 1917 y de 1983, Constitución Política de la República de Guatemala, Código Penal y Código Procesal Penal, básicamente. Así como información relevante para el Derecho Penal Guatemalteco, desde 1998, año del 4 asesinato de Monseñor Juan José Gerardi Conedera, hasta el año 2013 en que está por ventilarse el proceso penal canónico. Pese a limitantes para la elaboración de la presente investigación, como la escasa bibliografía física sobre el derecho canónico, la falta de acceso a préstamo de libros en materia eclesiástica en las bibliotecas guatemaltecas, por ser piezas únicas, y la existencia de pocos especialistas en derecho canónico para abordar el tema; fue posible realizar el trabajo con la información contenida en fuentes electrónicas, así como la realización de entrevistas y encuestas a abogados guatemaltecos, entrevista al abogado defensor del presbítero Mario Lionel Orantes Nájera, a un especialista en Derecho Canónico y miembro del Tribunal Eclesiástico guatemalteco y a un filósofo y teólogo de la Universidad Rafael Landívar. Las reflexiones y análisis contenidas en el presente esfuerzo, pretenden ser un modesto aporte a la jurisprudencia guatemalteca, al gremio de abogados penalistas y estudiosos del derecho, que estando conscientes de la importancia de mantener incólumes las garantías y derechos fundamentales de los ciudadanos, aquilatar puedan la aplicación y finalidad del principio non bis in ídem en asuntos concernientes a distintas jurisdicciones, sin menoscabo de garantías constitucionales, en aras de mantener el orden social a través del Derecho y la Justicia. La autora. 5 CAPÍTULO 1. EL DERECHO CANÓNICO Y EL IUS PUNIENDI Actualmente Guatemala posee un Derecho, que no solo ordena a la sociedad en general, sino que se organiza para impartir justicia. Ese Derecho se formó a partir de la evolución histórica que la sociedad tuvo a lo largo del tiempo. Según John Marryman2, el Derecho de los países occidentales, quienes aportaron su Derecho a los países latinoamericanos, se formó en gran medida, con base en las normas del Derecho Canónico Antiguo. Desde la antigüedad, las normas de la Iglesia estaban agrupadas en el llamado Corpus Iuris Canonici y posteriormente en el Codex Iuris Canonici, que según Guillermo Margadant “…ofrecía un panorama casi completo del derecho de personas y de familia, así como de los derechos reales, contratos, obligaciones, sucesiones, además de normas de carácter penal, administrativo y procesal…”3 Así mismo la Iglesia, en la edad Media, tenía gran influencia en los matrimonios, legitimidad de los hijos, normas de protección a viudas y huérfanos, etc. Todo ello, ligado a los sacramentos y a las liturgias eclesiásticas. Es importante analizar la gran influencia que ejercía la Iglesia Católica en la Edad Media, ya que tal influencia sirvió de base para la formación de los actuales sistemas de Derecho. Sin embargo, pese a la estrecha relación que tuvo, hoy en día, ambos sistemas de Derecho coexisten de manera independiente, ya que el Derecho Canónico actual únicamente se aplica a los miembros de su comunidad. En este capítulo se explicará la evolución histórica del Derecho Canónico Universal así como su formulación actual, especialmente en la rama de Derecho Penal, punto medular de análisis en la presente tesis, así como los conceptos básicos que esta rama del Derecho le confiere a Ius Puniendi, delito, imputabilidad, sanciones, garantías, etc. 2 Merryman, John, La tradición Jurídica Romano-Canónica, México, Fondo de cultura económica, 2007. Págs. 2437. 3 Margadant, Guillermo F; Panorama de la Historia Universal del Derecho; Séptima Edición; México, Porrúa, 2004. Pág. 120 6 1.1 EL DERECHO CANÓNICO El Derecho Canónico ha sido conceptualizado por diversos autores, algunos de ellos lo definen de la siguiente manera: Según Julio Javier Lo Coco, citando a Petroncelli, el Derecho Canónico puede definirse como “el complejo de normas propuestas y hechas valer por la autoridad de la Iglesia por las cuales es disciplinada la organización de la misma y es regulada la actividad de sus miembros en relación de su fin último”4. El canonista Ferreres, también citado por Lo Coco, sostiene que por Derecho Canónico debe entenderse "el conjunto de leyes dadas por Dios, o por la potestad eclesiástica, por las cuales se ordena la constitución, régimen y disciplina de la Iglesia Católica".5 Lo Coco indica que Sehling, por su parte, entiende por Derecho Canónico al "conjunto de normas jurídicas dictadas para el buen régimen de la Iglesia".6 Para este mismo autor, el Derecho Canónico debe considerarse como una disciplina jurídica que excluye toda discusión religiosa o teológica, en tanto que esa discusión no es inexcusable para entender sus preceptos jurídicos. Betty Aguinaga Zumarraga7 afirma que el Derecho Eclesiástico o Derecho Canónico es conocido como el derecho de la Iglesia que regula su organización interna y las relaciones entre todos sus fieles, o sea entre todos los bautizados en la Iglesia Católica, sean éstos: el Papa, los Obispos, los sacerdotes, los religiosos, los laicos; hombres y mujeres; adultos jóvenes y niños. Según dicha autora, al Derecho Canónico se le puede también definir como “un conjunto de normas jurídicas que rigen la vida de la Iglesia, pueblo de Dios: su 4 Lo Coco, Julio Javier. Derecho Romano y Derecho Canónico. Argentina, XIV Congreso Latinoamericano de Derecho Romano, 2009, pág. 7. 5 Loc. Cit. 6 Loc. Cit. 7 Aguinaga Zumarraga, Betty, Derecho de la Iglesia, Ecuador, Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 2006, pág. 45. 7 organización, gobierno, y relaciones entre todos sus miembros, para la consecución del bien común espiritual de todos sus fieles.” 8 El Derecho Canónico, por tanto, es al igual que en el Derecho Ordinario, un conjunto de normas, instituciones y principios que rigen la actividad exclusiva de la Iglesia Católica para el cumplimiento de sus fines. Con base en lo anterior, Lo Coco9 afirma que la necesidad de la existencia de un Derecho Canónico surge de la naturaleza misma de la Iglesia, que fue fundada por Jesucristo y siendo su cuerpo místico, es a su vez una sociedad constituida por seres humanos. De tal manera que la Iglesia tiene la necesidad, como toda sociedad y todo reino, de un poder de organizarse a fin de poder enseñar la doctrina Divina, santificar a sus miembros y gobernarlos. Ésta presupone de un orden que a su vez exige un poder y un derecho. Es por ello que la naturaleza del Derecho Canónico surge al considerar a la Iglesia Católica como una sociedad, que necesita estar ordenada mediante normas y códigos aplicables que permitan no solo su correcta organización, sino el cumplimiento de conductas con base en los principios generales de la misma. Gianfranco Ghirlanda, considerado por muchos como el máximo exponente del Derecho Canónico, afirma que “…el fin del derecho en la iglesia es doble: tutelar la comunión eclesial y proteger los derechos de cada uno de los fieles. Sin embargo, estos dos fines dependen el uno del otro ya que solamente en la promoción y en la tutela del bien común, es decir, de la comunión eclesial, se obtiene la realización cada vez más plena del hombre como persona humana y como fiel…La naturaleza propia del Derecho Canónico que comprende no sólo el derecho positivo eclesiástico, sino también el divino, tanto natural como revelado, se deriva de la naturaleza de la Iglesia. La Iglesia como cuerpo místico de Cristo, como sacramento radical de salvación, como comunión creada por la acción del Espíritu Santo, tiene 8 9 Loc. Cit. Lo Coco, Julio Javier. Óp. Cit., pág. 8 8 su analogado principal en el misterio del Verbo encarnado y no en la sociedad civil.”10 Esto quiere decir que tanto la naturaleza como la finalidad del Derecho Canónico, va más allá de ser un conjunto de normas que rigen y ordenan la sociedad eclesiástica. Las normas de la Iglesia, por tanto, trascienden y buscan la buena convivencia entre los hombres, una estrecha relación con Dios, y finalmente la salvación de las almas. José Luis Zubillaga afirma que “la Iglesia y el Estado son esencialmente diferentes, aunque ambos tienen en común una naturaleza societaria. El Estado es creación moderna de la sociedad humana, y por tanto no es una institución de derecho natural. La Iglesia tiene una estructura doble: por un lado posee una parte material, constituida por todas las personas que abrazan la fe en Cristo y han recibido el bautismo; y por otro posee una parte espiritual constituida por la presencia del Espíritu de Dios en ella.”11 El mencionado autor12 afirma que el Derecho canónico se distingue esencialmente del Derecho civil tanto en el origen de sus normas como en los destinatarios de las mismas. El Derecho Canónico no puede ser considerado una especie del término genérico “Derecho”. No lo es por cuanto el origen de la sociedad eclesial es totalmente diferente al de la civil; la Iglesia tiene un origen divino, mientras el Estado es una creación meramente humana. De igual manera, este autor señala, que el Derecho Canónico se diferencia también respecto a los destinatarios de sus normas, que son el conjunto de fieles que han abrazado la fe libremente; sin embargo, la pertenencia a un determinado Estado no es algo libremente elegido, sino que es impuesto. Es decir que mientras el Derecho Estatal se dirige a súbditos que son exclusivamente suyos, Lo Coco agrega que “…el Derecho Canónico se dirige a 10 Ghirlanda Gianfranco, “El Derecho en la Iglesia, Ministerio de Comunión”, Madrid, Paulinas, 1992, pág. 70 López, Zubillaga, José Luis, Capítulo VI: Derecho procesal canónico, Sapentia Fiedei, Serie de Manuales de Teología, Tomo II, el Derecho en la Misión de la Iglesia, Profesores de la Universidad Pontificia de Salamanca Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2006. Pág. 264 12 Loc. Cit. 11 9 individuos que en orden a sus intereses temporales están sujetos a los ordenamientos estatales, y en consecuencia tendientes a su bienestar espiritual. Por tanto el Derecho Canónico es de carácter universal, ya que a éste están sujetos los millones de bautizados en la Iglesia Católica del mundo.”13 Ghirlanda14 explica, por consiguiente, que la estructura fundamental y las instituciones que forman el Derecho Canónico no son fruto de un compromiso constitucional entre los hombres, como ocurre en la sociedad civil, sino que dependen de la realidad dogmática de la Iglesia, que obliga estrechamente para todos los lugares y tiempos, a fin de que la Iglesia siga siendo, hasta la consumación de los tiempos, el sacramento universal de salvación para todo el género humano. El mencionado autor afirma que esta conceptualización constituye el marco jurídicodogmático del Derecho Canónico, como realidad ontológica de la Iglesia, que tiene su normatividad y obligatoriedad intrínsecas, antes de toda determinación positiva. Este marco dogmático es el que da obligatoriedad jurídica a cualquier determinación positiva que se haga dentro del Derecho Eclesiástico. Según Juan Pablo II15, el fin o el objeto del Derecho Canónico, es crear un orden en la sociedad eclesiástica que asignando el primado a la fe, a la gracia y a los carismas haga más fácil su desarrollo orgánico en la vida, tanto en la sociedad eclesiástica, como también en cada una de las personas que pertenecen a ella. Por lo tanto, el Derecho Canónico, además de ser un conjunto de normas que regulan la actividad de la Iglesia Católica y de sus miembros, constituye la base fundamental para la consecución de la salvación de las almas, y es esta característica la que lo hace diferente a cualquier rama del Derecho existente, pues toda su organización y aplicación va orientada a este fin. 13 Lo Coco, Julio Javier. Op. Cit. Pág 3. Ibíd. Pág. 78 15 Juan Pablo II, Constitución Apostólica “Sacrae Disciplinae leges”. 14 10 1.2 ORÍGENES DEL DERECHO CANÓNICO El Derecho canónico es uno de los sistemas jurídicos más antiguos, que ha sido una de las bases fundamentales de la creación de los códigos de Derecho Occidental, que se siguen utilizando en la actualidad. Gianfranco Ghirlanda 16 para explicar la evolución histórica del Derecho Canónico, la divide en cinco grandes períodos: la edad apostólica; colecciones anteriores al “Corpus Iuris Canonici”; formación del “Corpus Iuris Canonici”; del “Corpus Iuris Canonici” al “Códex Iuris Canonici”, y finalmente el “Códex Iuris Canonici” explicándolas de la siguiente manera: 1.2.1 Edad Apostólica: En esta etapa, los apóstoles y los ancianos de Jerusalén fueron los encargados del verdadero poder legislativo, así lo afirma, incluso, el texto bíblico, en su apartado de Hechos 15, 23-28. En esta fase del Derecho Canónico también se incluyen las cartas paulinas, y las pastorales que incluían normas morales que los creyentes debían acatar. Según Ghirlanda17, desde el siglo I se desarrolló en la Iglesia una actividad recopilatoria de normas que muestra cómo desde el principio de la actividad jurídica en la Iglesia se empezaron a hacer colecciones de normas. 1.2.2 Colecciones Anteriores al “Corpus Iuris Canonici”: En este apartado Ghirlanda18 hace alusión a las colecciones de normas recopiladas desde el siglo II hasta el XII: a. Colecciones pseudoapostólicas (ss. II-V) Contenían preceptos morales, normas litúrgico-sacramentales y normas sobre la herejía. Así mismo incluía las normas que contenían el ritual romano de la ordenación de todos los grados y ministerios en la Iglesia primitiva, así como de las instituciones eclesiásticas. Además recopila normas consuetudinarias, y las primeras normas que empezaron a regir sobre delitos y penas. 16 Ghirlanda Gianfranco. Óp. Cit. Págs.: 85-97 Loc. Cit. 18 Loc. Cit. 17 11 b. Colecciones de la unidad católica regional (ss.V-VI) Recopilan las leyes eclesiásticas y civiles provenientes de concilios, regionales y provinciales de España, Francia, África, e Italia. c. Colecciones de la diversidad nacional regional (ss.VI-VIII) Estas normas son las que surgen con el nacimiento de un fuerte particularismo regional-nacional debido a formación y consolidación de los reinos germánicos, de manera que la jerarquía eclesiástica se debilita, y en algunas partes ya no funciona. En este período es notable la función que desempeñó la Iglesia de España, en donde a pesar de la invasión y de la persecución por parte de los visigodos arrianos, se conservó la disciplina antigua romana, universal, mediante todas las colecciones anteriores al regionalismo. Al mismo tiempo se desarrolló el derecho de la Iglesia en las islas célticas y en Gran Bretaña. Debido al quebrantamiento a causa de guerras y del deseo de conservar las costumbres propias, se da un período de confusión, fraccionamiento, y subjetivismo del derecho canónico en algunas zonas. d. Colecciones del renacimiento franco (ss. VIII-IX) Surgen con la aparición del feudalismo, en donde la Iglesia tuvo una fuerte instrumentalización por parte de los primeros príncipes carolingios. Ghirlanda 19 afirma que se observa un conflicto estridente entre la confusión y la anarquía que reina en el ámbito eclesiástico, empiezan a surgir textos apócrifos, de manera que las normas pretenden fortalecer la unidad en la Iglesia. Dada esta situación, se desarrolla la llamada recopilación espúrea, en la que se exigía a los clérigos el estricto cumplimiento de su sagrado oficio. Se podría llamar a este período como el período de la “reforma romana” pues se pretende regresar la disciplina de la Iglesia del Derecho Romano. 19 Loc. Cit. 12 e. Colecciones entre la reforma carolingia y la reforma gregoriana (ss. IX-XI) En esta fase aumentan los apócrifos, y con ellos aumenta la confusión. Por ello, surgen los monjes Cluny, y se hacen promotores de una reacción contra la incertidumbre de la disciplina eclesiástica y de la depravación generalizada. f. Colecciones de la reforma gregoriana (s. XI) Nacen promulgando los siguientes principios: abolición de las investiduras laicas, lucha contra la simonía, reforma con carácter universal, reivindicación de la autoridad suprema universal, retorno a la antigua disciplina y a la tradición, uso solamente de textos antiguos auténticos, lucha contra textos espúreos, rechazo de los textos de la autoridad inferior contrarios a los de la autoridad suprema, juicio de la Santa Sede sobre la autoridad de los textos, y lucha contra la injerencia de la autoridad civil. Estas colecciones pretendían contrarrestar el desorden y la confusión por la que estaba pasando la Iglesia. g. Colecciones de la reforma gregoriana evolucionada (s.IX) En este período muchos de los textos de la reforma son considerados demasiado rígidos y sufren progresivas modificaciones. Esto se verifica, porque los Papas que sucedieron a Gregorio VII prosiguieron la lucha contra la incertidumbre y la confusión, pero de forma más diplomática. h. Escritos y colecciones que preparan el “Decreto” de Graciano (ss.XI-XII) Este período existía discordancias dentro de las mismas colecciones, por lo que surgen intentos de conciliación de los textos. La ciencia canónica empieza a utilizar el método escolástico introducido por Abelardo, que se aplica también para el estudio del derecho romano, que vuelve a florecer con la escuela de Bolonia. 1.2.3 Formación del “Corpus Iuris Canonici”: Ghirlanda afirma que a ejemplo de las Pandectas de la Codificación de Justiniano, que acababa de recuperarse, se siente la necesidad de una unificación de la disciplina eclesiástica para poner fin a la incertidumbre de la misma. Por ello surge el “Decreto” de Graciano en 1140, las 13 colecciones de Gregorio IX de 1191 a 1226, y los “Decretales” de Gregorio IX en 1234 que eran una recopilación universal, única, exclusiva, y auténtica que ofrecía de forma compendiada todo el ius decretalium. Así es como nace la Liber Extra, llamada actualmente “Decretales de Gregorio IX” que más que ser una recopilación es una nueva redacción del derecho. Posteriormente Clemente V promueve la denominada “Clementinae” en 1317, que se convierte en una actividad legislativa que si bien era auténtica, única y universal, no era exclusiva. Con la reunión de normativas y colecciones fueron formando el denominado Corpus Iurs Canonici. 1.2.1 Del Corpus Iuris Canonici al Codex Iuris Canonici (ss.XVI-XX) Después de la formación del Corpus Iuris Canonici no se hace ninguna otra colección comprensiva de las fuentes legislativas de la Iglesia hasta que se empieza a ordenar de manera sistemática con la intención de formar un código. 1.2.2 El Codex Iuris Canonici a. Código de 1917: El Códex tuvo una larga y compleja elaboración, que se desarrolló bajo la guía de un insigne jurista, el cardenal Pedro Gasparri, que fue el primer secretario y luego presidente de la comisión cardenalicia nombrada por Pío X para la preparación y redacción del mismo. Esta comisión dividida en subcomisiones, examinó los postulados que en carta del 25 de marzo de 1904 se habían pedido a todos los obispos, y teniendo presentes los esquemas propuestos por varios redactores sobre los diversos temas formulados en breves cánones, que comprendían solamente la parte dispositiva, se trazó un primer esquema, que fue enviado luego a los obispos y colaboradores, para que sugirieran enmiendas. Luego de varias revisiones, se redactó el Código definitivo. El Códex es sólo para la Iglesia latino y no obliga a la Iglesia oriental, a excepción de aquellas materias que por su naturaleza se refieran a ella. El Códex se formuló como ley única, auténtica, exclusiva, estable y universal. 14 b. Código de 1983: Ghirlanda20 afirma que pertenece a la naturaliza misma del derecho canónico evolucionar y adaptarse a las nuevas exigencias pastorales, por lo que la evolución de las normas de la Iglesia se hizo evidente posteriormente a la creación del Código de 1917. La reseña histórica de la diócesis de Phoenix 21 señala que durante el siglo XX, la Iglesia y el mundo había pasado por muchos cambios y crecimiento. De manera que el 25 de enero de 1959 el Papa Juan XIII convoco el concilio Vaticano II y anuncio la intención de hacer una revisión al Código de 1917. En algunas áreas el Código las fechas estaban rezagadas, y muchas normas vigentes habían sido promulgadas después de haberse completado el código, de manera que se necesitaba revisar y consolidar el contenido del mismo. Según Ghirlanda22, es así como en 1964 Pablo VI nombró 70 consultores, con quienes se decidió redactar el actual Código de Derecho Canónico. Asimismo en ese mismo ínterin, en el año 1966 se crea la Lex Ecclesiae Fundamentalis, que por decisión del Papa Juan Pablo II, ya no se promulga, sino que parte de ella se integra al nuevo código. Este nuevo código, finalmente se promulgó el 25 d enero de 1983 con la constitución apostólica Sacrae disciplinae leges, y después de diez meses de vacatio legis, el Código entró en vigor el 27 de noviembre del mismo año. Actualmente, el Código de Derecho Canónico23 está dividido en siete libros: 1. Las Normas Generales 2. El Pueblo de Dios 3. La Función de Enseñar de la Iglesia 4. La Función de Santificar de la Iglesia 5. Los Bienes Temporales de la Iglesia 6. Las Sanciones en la iglesia 7. Los Procesos. 20 Loc. Cit. Diócesis de Phoenix, Derecho Canónico, Phoenix, 2013, disponible en red: http://diocesetribunal.org/canonlaw.php?lang=es, fecha de consulta: 10 de junio de 2013. 22 Ghirlanda, Gianfranco, Óp. Cit., Pág. 96 23 Instituto Martín de Azpilcueta, Código de Derecho Canónico, España, Ediciones Universidad de Navarra, 2007, séptima edición. 21 15 En dichos libros se desarrollan las normativas expresas de cómo debe ser el comportamiento tanto de los fieles como de las personas que pertenecen a la administración de la Iglesia, en diferentes ámbitos, incluyendo sus funciones, atribuciones, obligaciones y derechos. De dichos libros la presente tesis se enfocará en analizar las normas contenidas en los dos últimos libros del código, referentes a las sanciones de la iglesia y los procesos, específicamente en materia penal. 1.3 EL IUS PUNIENDI DE LA IGLESIA CATÓLICA Según lo describen los profesores de Derecho Penal guatemalteco, doctores José Francisco De Mata Vela y Héctor Aníbal De León Velasco el Ius Puniendi es “la facultad de imponer penas que tiene el Estado como único ente soberano… la potestad de “penar” no es un simple derecho, sino un atributo de la soberanía estatal, ya que es el Estado con exclusividad a quien corresponde esta tarea, ninguna persona (individual o jurídica) puede arrogarse dicha actividad que viene a ser un monopolio de la soberanía de los Estados.”24 Esto quiere decir que únicamente el Estado, con base en su Constitución Política y leyes ordinarias, puede castigar a los ciudadanos cuando éstos incurren en delitos o faltas, nadie más puede imponer penas a los ciudadanos cuando éstos cometan actos delictivos. Los mencionados doctores en Derecho Penal afirman que la Iglesia Católica al no constituir un Estado aparentemente carece de “Ius Puniendi”, y que por lo tanto, no tendría ninguna potestad de juzgar ni de penalizar a sus fieles, sin embargo si se considera a la Iglesia como una entidad originaria y soberana de sus propia comunidad podría tener potestad de juzgar pero únicamente a sus miembros, de acuerdo a su propia ley, y de manera distinta a la forma de castigar del Estado. Dicho pensamiento surge de considerar el Derecho de la Iglesia como un derecho derivado, y no como un derecho originario y autónomo. Al contrario sensu, Daniel Cenalmor Palanca y Jorge Miras Pouso, profesores de Derecho Canónico, establecen que si bien es cierto la Iglesia no es un Estado como tal, si funciona como uno de ellos, y al estar estrictamente regulada su organización y 24 De Mata Vela, José Francisco y Héctor Aníbal de León Velasco. Derecho Penal Guatemalteco: Parte General. Tomo Uno. Guatemala, Editorial Magna Terra, 2013, vigésima tercera edición. Pág. 4 16 funcionamiento sí cuenta con Ius Puniendi, aunque éste se aplique únicamente a sus fieles, de manera distinta a la aplicación del Ius Puniendi propio del Estado. El filósofo y latinista Agustín Maté25, de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar, afirma que “Ius Puniendi” es una locución latina aplicada principalmente en el Derecho. Según Maté, “Ius” significa “facultad o derecho” y “Puniendi” se refiere a “castigar”. El latinista afirma que a pesar de que la noción de dicha locución latina se pueda analizar en distintos contextos, ésta siempre se refiere exactamente a lo mismo en cualquier campo, es decir, que puede utilizarse no solo refiriéndose al Estado, sino también a la Iglesia, o a cualquier otro ámbito social en el que se tenga dicha facultad, debido a que dicha locución en su raíz no hace referencia únicamente al Estado, aunque tradicionalmente siempre se le arroga a él. El latinista añade que la Iglesia Católica por el sólo hecho de poseer “penas” dentro de su Código de Derecho Canónico, ya tiene un Derecho Penal y por tanto, Ius Puniendi, como derecho de castigar. De manera que, desde este punto de vista, no habría ningún problema en llamar “Ius puniendi” a la facultad de sancionar de la Iglesia Católica. Asimismo, Daniel Cenalmor Palanca, afirma que la “función de gobierno de los pastores sagrados incluye también el ius puniendi, es decir, la potestad de imponer racionalmente sanciones proporcionadas para proteger bienes jurídicos relevantes, cuando lo exigen el bien común eclesiástico y el bien espiritual infractor”.26 Así lo proclama el c. 1311 al establecer que “la Iglesia tiene derecho originario y propio a castigar con sanciones penales a los fieles que cometen delitos”.27 Federigo R. Aznar Gil28, en el capítulo V de la obra Sapentia Fiedei, afirma que los c.1311-1399 contienen las principales normas sobre el derecho penal de la Iglesia, es decir, el conjunto de normas mediante las cuales la Iglesia ejercita su potestad de 25 Maté, Agustín, latinista de la Facultad de Teología, Universidad Rafael Landívar, lugar y fecha de entrevista: Guatemala, 5 de octubre de 2013. 26 Cenalmor Palanca, Daniel y Jorge Miras Pouso. El Derecho de la Iglesia, curso básico de Derecho Canónico, España, Ediciones Universidad de Navarra S.A., 2005. Pág. 509 27 Código de Derecho Canónico, Óp. Cit. c. 1311 28 Federico R. Aznar Gil López, Capítulo V: Las Sanciones en la Iglesia, Sapentia Fiedei, Serie de Manuales de Teología,Tomo II, el Derecho en la Misión de la Iglesia, Profesores de la Universidad Pontificia de Salamanca Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2006 17 proteger la disciplina eclesial mediante la coacción. Es fruto del ejercicio del poder que la Iglesia tiene de establecer penas para las violaciones de sus normas, tratándose por tanto de un aspecto o dimensión de su poder de jurisdicción. La Iglesia, por lo tanto, es una sociedad originaria, no derivada ni dependiente de otra sociedad superior, que cuenta con autoridades y funciones propias, con la finalidad de mantener el orden social dentro de su comunidad. Su potestad de juzgar es independiente a la del Estado, y es otorgada por su propia historia y su propio Código de Derecho Canónico: de tal manera que su Ius puniendi no debe igualarse nunca a la potestad castigadora de los Estados, pues la materia y las penas que impone son totalmente diferentes, orientadas a fines completamente distintos. El Ius puniendi de la Iglesia se encuentra regulado en el Libro VI del “Códex Iuris Canonici”, y según el mencionado autor, éste tiene, como en toda sociedad, la finalidad de reparar el desorden causado por el delito y de proteger el orden social, pero atiende al primer aspecto buscando además la reparación de las heridas espirituales causadas por el pecado, así como la enmienda del culpable y sus salvación; y al segundo, tutelando la comunión eclesiástico en la fe, el culto y el régimen. El c. 1341 enumera los fines que justifican el empleo de medios jurídicos coactivos en la Iglesia: “reparar el escándalo, restablecer la justicia, y conseguir la enmienda del reo”.29 A la vez dispone que si así lo establece la autoridad competente (denominada Ordinario) debe iniciar el procedimiento jurídico previsto en las normas de la Iglesia para imponer una pena. La imposición de sanciones dentro de la iglesia se considera siempre de “ultima ratio”, es decir, como último recurso. El Beato Juan Pablo II,30 en su discurso a la Rota Romana de 1990, se pronuncia respecto a la facultad de castigar de la iglesia afirmando que la justicia, el estricto derecho, las normas generales, los procesos, las sanciones y las demás manifestaciones típicas de la juridicidad, son exigidas en la Iglesia para el bien de las almas. 29 30 Ibíd., c. 1341. S.S. Juan Pablo II, Discurso a la Rota Romana. Ciudad del Vaticano, 1990 18 Por consiguiente, la Iglesia Católica en base a su normativa interna posee la potestad de castigar únicamente a sus fieles, de forma distinta y autónoma al Ius Puniendi de los Estados, ya que la Iglesia impone sanciones de acuerdo a su naturaleza interna y a sus propios fines, basadas en la salvación de las almas. Esto quiere decir que la Iglesia no tiene la potestad sancionadora que poseen los Estados hacia sus ciudadanos, pero sí la tiene aplicada únicamente hacia su propia comunidad. 1.4 CONCEPTO Y ELEMENTOS DEL DELITO EN EL DERECHO CANÓNICO La Iglesia posee, como ya se ha mencionado, un Código Canónico y una doctrina jurídica estrictamente ordenada que contempla conceptos básicos del derecho penal. Es decir, que desarrolla sus propios conceptos de: delito, proceso, recursos, y demás términos jurídicos básicos para la aplicación de su normativa. Dicha formulación de principios y conceptos inicialmente, como se expuso en el apartado de “Orígenes del Derecho Canónico”, estaba atado al Derecho Estatal, pues existía un vínculo Estado-Iglesia, en donde el Derecho Canónico y el Estatal constituían uno solo. Sin embargo, con el paso del tiempo, la Iglesia se fue desprendiendo del Estado aplicando su Derecho únicamente dentro de su comunidad, es por ello que se afirma que el Derecho Canónico ejerció una fuerte influencia en la creación del Derecho de los países occidentales, en diversas ramas: penal, civil, familia, administrativo, etc. En consecuencia, la doctrina y las normas que rigen el Derecho Canónico actual, tienen estrecha relación con la doctrina y normativa del Derecho Común, pero orientado a sus propios fines y aplicado únicamente a las personas que pertenecen a la Iglesia Católica. Con base en lo anterior, el Derecho Penal Canónico desde sus inicios ha formulado su propia teoría del delito, anteriormente se establecía, según el canon 2195 del Código de Derecho Canónico de 1917, como la “violación externa y moralmente imputable de una ley o precepto que lleva aneja una sanción penal”31. Para que se 31 Concilio Vaticano I, Código de Derecho Canónico, 1917, c. 2195. 19 dé propiamente un delito canónico, según las normas de la Iglesia, se requiere, con forme al Código de Derecho Canónico: 1. Que la infracción de que se trate esté tipificada como delito y castigada con una pena por una norma jurídica (elemento legal del delito, principio de legalidad penal, según el c. 1321§2) 2. Infracción externa de una ley o precepto (elemento objetivo del delito, según el canon 1321§1) 3. Que esa infracción externa sea gravemente imputable a quien la cometió, ya sea por dolo (intención deliberada de infringir la norma jurídica), o bien por culpa (omisión de la debida diligencia). (Elementos subjetivos del delito, según el canon 1321§1) En cuanto al principio de legalidad, Ramirez Moncayo 32 afirma que al momento de redactar el actual código, se enfrentaron dos posturas ideológicas contrarias: la de aquellos que sugerían la introducción normativa del principio de legalidad con unos alcances similares a los que éste tiene para el derecho penal secular; y, la de aquellos que, preservando el mantener la tradición legislativa del extinto código de 1917, sugirieron conceder facultades discrecionales en cabeza del ordinario, con miras a que éste pudiese en casos excepcionales, imponer una sanción penal sin que previamente el acto que se imputa, existiese un precepto legal que hubiese indicado que tal comportamiento se castigaría con una pena. Asimismo, el autor afirma que pacíficamente en el momento actual, los doctores aceptan que en el derecho canónico sancionatorio prima el principio de legalidad, de acuerdo con el canon 1321, bajo el entendido que no se podrá aplicar una pena sin que previamente, al momento de haberse cometido la infracción externa a la ley eclesiástica, existiese un dispositivo legal que contemplase dicha sanción. Razón por la que debe entenderse que la letra del canon 1399, se constituye en una regla eminentemente excepcional, al principio general de legalidad adicionado por el c.1321. 32 Ramírez Moncayo, Andrés Fernando, En búsqueda de una teoría general del delito canónico, Pontificia Universidad Javeriana. Pág. 115. 20 Sin embargo Ramírez Moncayo33 afirma que no se trataría de una facultad discrecional en el evento en el que la autoridad eclesiástica tuviese la plena libertad de conminar bajo pena el cumplimiento de cualquier ley divina o eclesiástica; ya que en realidad, la autoridad no cuenta con dicha potestad, puesto que únicamente podrá castigar la violación externa de una ley divina o eclesiástica cuya transgresión no se hubiese conminado previamente con una pena, únicamente cuando: a. Así lo requiera la especial gravedad de la infracción, o b. Existiese la necesidad urgente de prevenir o reparar escándalos. En todo caso en la norma se están señalando taxativamente las circunstancias en las que son operantes las facultades delictivas cuya pena exige que se adelante el correspondiente proceso judicial. En cuanto a la imputabilidad, según lo establecido en el canon 1329, es “la responsabilidad de una infracción que puede atribuirse formalmente a su autor”34 (y a los coautores y cómplices) y es requisito necesario para que la conducta ilícita sea punible. Según Ramirez Moncayo35, la escuela clásica del derecho penal cimentó toda la responsabilidad penal en el concepto de imputabilidad moral, puesto que el fundamento último de la responsabilidad será el libre albedrio del hombre. Igualmente por la coincidencia en las fuentes filosóficas y antropológicas, se puede también concluir que el derecho canónico sancionatorio, al reiterar normativamente hablando el esquema clásico del elemento subjetivo del delito, sustenta toda la responsabilidad penal en el libre albedrío del ser humano, de ahí que el concepto de imputabilidad moral sea un presupuesto esencial para decretar la existencia de responsabilidad penal de parte de un bautizado o de una persona que haya sido recibida en la Iglesia, como consecuencia de la violación voluntaria o negligente de las leyes eclesiásticas sancionatorias. 33 Loc. Cit. Instituto Martín de Azpilcueta, Óp. Cit., c.1329. 35 Ramírez Moncayo, Andrés Fernando, Óp. Cit. Pág. 115. 34 21 Al tenor del c.132136 sólo puede castigarse la violación externa de una norma jurídica cometida con deliberación y voluntariedad plenas; de lo contrario, aunque hubiera alguna imputabilidad, no sería grave. Es decir que toda la actuación dolosa, es por definición, imputable, pero esto no quiere decir que toda infracción imputable es dolosa. Esto es importante mencionarlo para efectos prácticos porque generalmente en la Iglesia sólo se castigan los delitos dolosos. El Código de Derecho Canónico dispone, en efecto, que quien comete una infracción por omisión de la debida diligencia (es decir, de forma culposa) “no debe ser castigado, a no ser que la ley o el precepto dispongan otra cosa”. 37 Asimismo es importante mencionar que el Código de Derecho Canónico, como el Código Penal Guatemalteco, regula una serie de circunstancias que modifican la imputabilidad: 1. Circunstancias que anulan: circunstancias eximentes, que hacen que no se incurra en pena alguna. Algunas eximentes de responsabilidad penal, según el c. 132338 son: o No haber cumplido todavía los 16 años de edad o Caso fortuito o Legítima defensa o Coacción por miedo grave o estado de necesidad o Ignorar sin culpa que se estaba infringiendo una ley o precepto, es decir que en el Derecho Eclesiástico sí se podría alegar ignorancia, inadvertencia o error como una eximente de responsabilidad penal. 2. Circunstancias que disminuyen: circunstancias atenuantes que permiten al juez imponer penas menores o sustituirlas por una penitencia. Las circunstancias atenuantes están reguladas en el c. 132439, y son por ejemplo: o El uso imperfecto de la razón 36 Ibid., c. 1321 Loc. Cit. 38 Ibíd., c. 1323 39 Ibíd., c. 1324 37 22 o La ignorancia inculpable de que la ley infringida llevaba aneja una pena, etc. o Es importante establecer que también pueden tener eficacia atenuante otras circunstancias que el juez considere que de hecho han disminuido la gravedad del delito. 3. Circunstancias que agravan: circunstancias que permiten al juez aumentar la pena. Estas se encuentran reguladas en el c. 1326. El Derecho canónico, por tanto, desarrolla una simple teoría del delito en el que se establece como pilar fundamental la acción dolosa, la imputabilidad y la punibilidad, dejando a un lado como “no relevantes” la omisión, y la culpa en la comisión del delito, elementos que sí importan dentro de la teoría del delito del ordenamiento jurídico ordinario penal guatemalteco. 1.5 LAS SANCIONES CANÓNICAS Toda sanción o pena canónica, según Daniel Cenalmor Palanca40 citando al Código de Derecho Canónico de 1917 en su c. 2215, consiste en la privación de un bien (espiritual o temporal) impuesta por la autoridad legítima para corrección del delincuente y castigo del delito. Estas sanciones se refieren a bienes y derechos que se tienen en la Iglesia, no así en la sociedad civil, de manera que las sanciones de la Iglesia van acordes con el fin espiritual y sobrenatural de la misma, consistente en la “salvación de las almas”. Es importante en este rubro, antes de señalar y explicar cada una de las sanciones canónicas, enumerar una breve clasificación de las penas con base en su modalidad de aplicación, según Jorge Miras Pouso41: a. Latae Sententiae: literalmente “con sentencia ya dada”, es aquella sanción que automáticamente se impone por la sola comisión del delito. Un ejemplo 40 . Daniel Cenalmor y Jorge Miras Pouso. Óp. Cit., pág. 512 Ibíd., pág. 514 41 23 de este tipo de penas es la “excomunión por aborto”, que se da cuando un miembro de la Iglesia Católica ha abortado o participado en un aborto, automáticamente recibe la pena “latae sententiae” de la excomunión, sin que se siga un proceso previo. b. Frendae Sententia: literalmente “que ha de darse”, es aquella sanción de ha de imponerse formalmente después del correspondiente proceso. El Código de Derecho Canónico establece tres tipos de sanciones o penas: penas medicinales o censuras, penas expiatorias, remedios penales y penitencias. A continuación se explica cada una de ellas según Dominique Le Tourneau, Daniel Cenalmor, y Jorge Miras Pouso: 1.5.1PENAS MEDICINALES O CENSURAS (cc.1331-1367) Aunque toda pena canónica es medicinal, por estar orientada a la enmienda del delincuente y a su bien espiritual, este aspecto está especialmente subrayado en la denominación de “censuras”. Las censuras, según Daniel Cenalmor solo pueden imponerse a los contumaces (delincuentes que persisten en su actitud, despreciando otros medios puestos para obtener su enmienda), por esto para imponer válidamente una censura, es necesario amonestar previamente al delincuente, para que cese en su contumacia, según el c. 1347.142. Sin embargo, no es necesaria dicha amonestación previa en el caso de los delitos gravísimo que está castigado con una censura “latae sententiae”. Por su propia naturaleza, las censuras no pueden ser perpetuas, sino que el reo debe ser absuelto cuando abandona la contumacia. Según Dominique Le Tourneau, la censura “es una pena medicinal que priva de ciertos bienes espirituales al bautizado de dieciséis años cumplidos que ha cometido un delito y es contumaz (ha de constar claramente la contumacia después de al 42 Código de Derecho Canónico, Óp. Cit., c.1347 24 menos una amonestación, y de que el delincuente haya tenido un tiempo prudencial para enmendarse) hasta que cese en su contumacia y sea absuelto.”43 Le Tourneau afirma, al igual que Cenalmor, que dado el carácter medicinal de la censura, no puede imponerse para un tiempo indeterminado o de manera perpetua. Siendo la salvación de las lamas la ley suprema de la Iglesia, según el c. 1752, las censuras que prohíben celebrar los sacramentos o sacramentales, o realizar actos de gobierno pueden ser suspendidas en peligro de muerte cada vez que sea necesario para socorrer a los fieles y fuera de ese supuesto, la censura latae sententiae no declarada cuando así lo pide el bien del fiel. Las censuras que se regulan en los cc. 1331-133344, son por orden ascendente de gravedad: Suspensión, entredicho y excomunión. a. Suspensión: solo puede imponerse a clérigos, y consiste en la prohibición total o parcial del ejercicio de la potestad de orden, de la potestad de régimen o del oficio, y se suspende su derecho a percibir ciertos bienes. (c. 13331334) Según Dominique Le Tourneau45 la suspensión prohíbe el ejercicio de todo o parte de los derechos o poderes propios de un oficio, y conlleva la obligación de restituir lo que se hubiera percibido ilegítimamente, aún de buena fe. b. Entredicho: prohíbe al reo celebrar actos de culto o recibir los sacramentos, pero no afecta directamente a su comunión jurídica con la Iglesia, ni le impide el ejercicio de otras funciones (c. 1332) El citado autor46 afirma que concretametne, el entredicho impide participar como ministro en la celebración de la Santa Misa, y demás ceremonias del culto, celebrar o recibir los sacramentos y sacramentales. 43 Le Torneau, Dominique, El Derecho de la Iglesia: Iniciación al Derecho Canónico, Madird, Rialp, 1997, segunda Edición. Pág. 92 44 Código de Derecho Canónico, Óp. Cit., c. 1331-1333 45 Le Torneau, Dominique, Óp. Cit. Pág 93 46 Loc. Cit. 25 c. Excomunión: es la censura más grave, por la que sin prejuzgar se excluye al reo jurídicamente de la comunión eclesiástica en cierta medida; no pude celebrar sacramentos o sacramentales, ni recibir los sacramentos, ni participar como ministro en cualesquiera actos de culto, ni desempeñar oficios, ministerios o cargos eclesiásticos o realizar actos de régimen. (c. 1331) Le Tourneau47 citando a Borras, afirma que es una sanción penal específicamente medicinal establecida contra delitos muy graves cuyos efectos consisten en una prohibición de ejercer derechos y deberes en conformidad con las prescripciones del Código, de modo que constituye una exclusión casi total de los bienes espirituales de la Iglesia, sin romper la comunión que proviene del bautismo. El referido autor afirma que los efectos de la excomunión latae sentetia se refuerzan todavía más cuando es ferenda sententia o latae sententia declarada. El Código castiga nueve delitos con esa censura. Para los casos de máxima gravedad, la remisión de la censura queda reservada a la Sede Apostólica. Dichos casos son: la profanación de las especies eucarísticas, el atentado contra la persona del Papa o su asesinato, la absolución de un cómplice en un pecado contra el sexto mandamiento, la consagración de un obispo sin mandato del Romano Pontífice, la violación directa del sigilo sacramental. Dominique48 añade que hay excomunión lata sententia no reservada a la Sede Apostólica para: la apostasía, herejía o cisma, el aborto procurado si éste se produce, la captación hábil de los secretos de la confesión para divulgarlos. Asimismo afirma que puede pronunciarse una excomunión lata sententia contra quien no siendo sacerdote pretende celebrar misa u ori confesiones y dar la absolución sacramental; y contra el intérprete que viola el sigilo sacramental. También existen censuras ferenda sententia a las que se puede añadir una excomunión: bautizar o educar a los hijos en una religión no católica, recurrir al concilio ecuménico o al colegio de los obispos contra un 47 48 Loc Cit. Ibíd. Pág. 94 26 acto del Romano Pontífice, obtener un lucro ilegítimo sobre los estipendios de misa, denunciar con calumnia u otra lesión la buena fama. 1.5.2 PENAS EXPIATORIAS (cc.1336-1338) Cenalmor49 afirma que en estas penas, aunque también se busca el bien espiritual del delincuente, se persiguen más directamente los aspectos de restablecimiento de la justicia y reparación del escándalo causado por el delito. Estas penas pueden ser perpetuas o temporales, determinadas o indeterminadas. Dominique Le Tourneau50, a su vez sostiene que la finalidad de las penas expiatorias es la reparación pública del orden social, sin que su remisión dependa del cese de la contumacia por parte del reo. Además de las que la ley prevé expresamente, son penas expiatorias: la prohibición a clérigos o religiosos de residir en un determinado lugar o territorio, o el mandato de residir; la privación de una potestad, oficio, cargo, derecho, privilegio, facultad, favor, título, signo distintito aun meramente honorífico; la prohibición de ejercerlos, el traslado penal a otro oficio; la expulsión del estado clerical, entre otros. Las penas expiatorias según el c. 1336 51 son principalmente: a. Prohibición o mandato de residir en lugar o territorio b. Privación de potestad, oficio, cargo, derecho, privilegio, facultad, gracia, título o distintivo, aun meramente honoríficos. c. Traslado penal a otro oficio d. Expulsión del estado clerical e. Otras siempre que sean conformes con el fin sobrenatural de la Iglesia según el c. 1312§2 y 1336§1) 49 Cenalmor Daniel y Jorge Miras Pouso. Óp. Cit. Pág 513 Le Torneau, Dominique, Óp. Cit. Pág 95 51 Ibíd., c. 1336 50 27 1.5.3 REMEDIOS PENALES Y PENITENCIAS (cc.1312, 1339-1344) Dominique Le Tourneau52 señala que el remedio penal es una medida canónica moderada de naturaleza precautoria, establecida para prevenir los delitos: por tanto no se trata de una pena en sentido estricto. El Código de Derecho Canónico en su c. 1312§353 autoriza a emplear remedios penales, dirigidos especialmente a la prevención del delito. Dichos remedios penales previstos en el Código son: a. Amonestación b. Reprensión por parte de del Ordinario competente o de la persona designada por éste, según el c. 1339) Asimismo, Le Tourneau54 indica que la penitencia, tiene una naturaleza semi-penal ya que su fin es sustituir una pena o aumentarla: la autoridad legítima impone al delincuente arrepentimiento en el fuero externo, que cumpla una obra de religión, piedad, o caridad, en vez de una pena impuesta y remitida por absolución o dispensa. Estas están reguladas en lo cc. 1343 y 1344§255, se utilizan para sustituir a una pena cuando, por las circunstancias que concurren y por las disposiciones del delincuente, resulta ya innecesaria o desproporcionada. 1.5.4 OTRAS SANCIONES Es importante recalcar que además de las sanciones establecidas en el Libro VI del Código de Derecho Canónico, otros cánones prevén otras actuaciones de carácter sancionador; así como otras normas extracodiciales que también establecen sanciones disciplinarias que no necesariamente corresponden por la comisión de algún delito. Es decir, que existen acciones u omisiones, que constituyen 52 Ibid. Pág 94 Código de Derecho Canónico Óp. Cit. 1312 54 Loc. Cit. 55 Ibid., c. 1343 y 1344 53 28 prohibiciones, que sin caer en el carácter de delito, su no acatamiento genera la imposición de una sanción. Este tema se explicará más a detalle en el apartado 1.7 de este capítulo, correspondiente a “Los delitos y las penas tipificadas en el código de Derecho Canónico”. Luego de desarrolladas las sanciones que pueden imponerse según el Código de Derecho Canónico, es importante añadir lo que Andrés Fernando Ramírez Moncayo afirma en su obra “En búsqueda de una teoría general del delito canónico” sobre la imposición de éstas: “para la imposición de una sanción, el juzgador eclesiástico debe atender a unos principios normativos.” 56 En este sentido, en el título V del libro VI, se consagra a la explicación de las normas canónicas que determinan el modo en virtud del cual el superior ha de proceder para efectuar la imposición de una pena eclesiástica. De ahí, Ramirez Moncayo explica las reglas generales en virtud de las cuales el superior procede para imponer una pena en particular. Según el referido autor, la sanción canónica está revestida de una “excepcionalidad” teniendo en cuenta lo que establece el c. 1341, que afirma que el superior solamente podrá imponer una pena en la medida en que “haya visto que la corrección fraterna, la represión u otros medios de solicitud pastoral no bastan para reparar el escándalo, restablecer la justicia y conseguir la enmienda del reo”57. Razón normativa por la que se debe entender que únicamente se podrá iniciar un procedimiento tendiente a efectuar la imposición de una pena, en la medida en que después de un prudente juicio se encuentre que es indispensable e inaplazable imponer esta sanción cuando sea necesario asegurar la disciplina eclesiástica, el restablecimiento de la justicia, la conversión del delincuente y la reparación del escándalo. 56 57 Ramírez Moncayo, Andrés Fernando, Óp. Cit. Pág. 78 Código de Derecho Canónico, canon 1341. 29 Además, según Ramírez58, en el ámbito del derecho penal laico existe el llamado derecho penitenciario, el que prioritariamente se encamina a regular el cómo se debe cumplir con la ejecución de las llamadas penas privativas de libertad. Por lo tanto, el cumplimiento de tales sanciones se debe de hacer en los términos en los que dichas prescripciones jurídicas lo señalen. Sin embargo, tal y como se viene diciendo, las sanciones eclesiásticas son verdaderas sanciones, pero que dada la realidad sobrenatural de la Iglesia, la entidad y naturaleza de dichas sanciones difiere por completo de las sanciones estatales, en su imposición y la finalidad de dicha imposición. Sin embargo, lo que ambas jurisdicciones, estatal y eclesiástica si contemplan de igual manera, es la imposición de una pena posteriormente a haberse agotado todas las fases de un proceso formal. Como lo ordena el c. 1342, el superior podrá promover un proceso judicial o administrativo con el propósito de imponer la correspondiente sanción penal, y para ello el juzgador debe tener en cuenta si las penas que impone son facultativas u obligatorias, pues su modo de imposición puede diferir: En lo que concierne a las penas facultativas: Recordando que el derecho canónico sancionatorio establece penas facultativas, es decir aquellas que según el libre juicio del superior pueden ser o dejar de ser impuestas se tiene que el c. 1343 determina que “si la ley o el precepto dan al juez el poder de aplicar o no una pena, el juez puede también, según su conciencia y prudencia mitigar la pena o imponer en su lugar una penitencia”.59 En lo que respecta a las penas obligatorias, Ramírez Moncayo afirma que no obstante determina expresamente la ley o el precepto que es de naturaleza obligatoria la imposición de una sanción, también el derecho le concede amplias facultades al superior para diferir, abstenerse o suspender la sanción que daba imponer. Y en efecto al tenor del c. 1344 se tiene que: “aunque la ley emplee palabras preceptivas, puede el juez, según su conciencia y prudencia: 58 59 Loc. Cit. Ibíd. Canon 1343 30 a. Diferir, a un tiempo más oportuno la imposición de la pena, si se prevén males mayores por el castigo precipitado al reo. b. Abstenerse de imponer la pena, o imponer una pena más benigna o una penitencia, si el reo se ha enmendado y reparado el escándalo, o si ya ha sido suficientemente castigado por la autoridad civil o se prevé que lo será. c. Suspender la obligación de observar una pena expiatoria si se trata del primer delito cometido por el reo que hasta entonces hubiese vivido sin tacha.”60 Es interesante analizar como el Código de Derecho Canónico prevé en su inciso “b” la abstinencia de imponer una pena cuando la persona juzgada ya ha sido castigada suficientemente por la autoridad civil correspondiente. Esto demuestra, al mismo tiempo, que el carácter normativo de la Iglesia Católica y su Ius Puniendi, no pretende castigar doblemente a una persona, pues contempla la “suficiencia” cuando la persona ya ha sido castigada por otras autoridades independientes a su fuero. En lo que respecta a los casos en los que el autor actuó con imputabilidad atenuada o disminuida, afirma el autor mencionado, que igualmente instituye el Código de Derecho Canónico que “…en aquellos eventos en los que el fiel se hubiese comportado sin el uso pleno de su razón o con la imputabilidad atenuada o disminuida, el juzgador cuenta con la posibilidad de abstenerse de imponer pena alguna si considera que cualquier otro medio pastoral es más eficaz para obtener su enmienda.”61 Al respecto, Ordena el c. 1345 que: “Siempre que el delincuente tuviese sólo uso imperfecto de razón, u obrare por miedo, necesidad, impulso de la pasión, embriaguez u otra perturbación semejante de la mente, puede también el juez de abstenerse de imponerle castigo alguno, si considera que de otra manera es posible conseguirse mejor su enmienda”.62 Estas normativas así como las anteriormente citadas demuestran que el juez, en el Derecho Canónico, no es un simple aplicador de normas, sino que debe utilizar su conciencia, y su criterio propio, así como su lógica para imponer definitivamente una pena. El juez debe analizar cada aspecto de los hechos y pruebas en el procedimiento correspondiente, para así dictar una pena concordante con lo que se conoce en juicio. 60 Ibid. Canon, 1344 Ramírez Moncayo, Andrés Fernando, Op. Cit. pág. 88 62 Código de Derecho Canónico, Óp Cit. 1345 61 31 Finalmente se debe resaltar con claridad que las sanciones y penas que impone la Iglesia Católica son totalmente internas a la comunidad eclesiástica, únicamente afectan a la persona en su relación dentro de la Iglesia y en su estado espiritual. Este tipo de sanciones en ningún momento afectan economía o la libertad de las personas, “contrario sensu” al efecto de las penas dentro de la jurisdicción ordinaria guatemalteca, que sí podrían llegar a perturbar estos factores de la vida diaria. Es por ello que se afirma que las sanciones canónicas difieren totalmente en su objeto y eficacia en re relación a las penas establecidas por los Estados, pues como ya se ha mencionado reiteradas veces, la finalidad de las sanciones canónicas están estrictamente relacionadas con la salvación de las almas, situación que no tiene ninguna relevancia en el derecho penal ordinario. 1.6 MOMENTOS DE LA ACTIVIDAD SANCIONADORA Según Daniel Cenalmor y Jorge Miras Pousa63, en la actividad sancionadora pueden distinguirse diversos momentos jurídicos: constitutivo, impositivo, declarativo y extintivo: 1.6.1 MOMENTO CONSTITUTIVO: Se refiere al establecimiento legítimo, por una ley o por un precepto de una sanción para una conducta determinada que se tipifica como delito. A partir de ese momento, quien comete la infracción tipificada reuniendo los demás requisitos de imputabilidad, según el c. 1321, puede ser castigado con la sanción establecida. 1.6.2 MOMENTO IMPOSITIVO: Las sanciones se imponen mediante el correspondiente proceso judicial, que culmina en una sentencia, o mediante procedimiento administrativo, concluido por decreto penal extrajudicial. En el momento impositivo de la pena se trata de establecer si en la conducta del reo se han verificado los elementos delictivos 63 Loc. Cit. 32 exigidos por el c. 1321§1, es decir, si ha habido infracción externa y en qué medida resulta imputable, para tomar la decisión que corresponda sobre la posible sanción de esa conducta. Con relación a la imposición de las penas, Cenalmor64 distingue varios tipos de actuaciones, con base en el Código de Derecho Canónico: a. La investigación previa b. Las medidas que puede adoptar la autoridad para prevenir un delito o para detener una conducta que pudiera desembocar en un delito. c. El proceso o procedimiento por el que se impone una sanción, una vez que la autoridad ha decidido que debe iniciarse. Según el c. 171865, cuando el Ordinario considere que la investigación realizada ha reunido ya elementos suficientes, puede decidir, mediante decreto motivado, que se inicie el proceso para la imposición de la pena. En ese momento, el Ordinario debe decidir también si se seguirá un proceso judicial (proceso penal) o un procedimiento administrativo. La doctrina canónica ha subrayado que esta elección no es completamente libre, ya que el legislador prefiere, en principio, que las penas se impongan, cuando son necesarias, con las mayores garantías que supone el proceso judicial, según el c. 1342§166, que dispone que solo puede optarse por la vía administrativa cuando haya justas causas que se opongan a la realización del proceso penal, y el inciso 2 de ese mismo canon, excluye de la vía administrativa la imposición de penas perpetuas o de aquellas que la ley o el precepto prohíba aplicar por decreto extrajudicial. 1.6.3 MOMENTO DECLARATIVO Debido a que en las penas “latae sententiae” se incurre automáticamente, por el mismo hecho de la comisión del delito, puede suceder que no conste que quien delinquió está sujeto a una pena canónica. La autoridad debe proceder a la declaración de esa pena: un acto mediante el cual se hace jurídicamente notoria la 64 Daniel Cenalmor y Jorge Miras Pouso, Óp. Cit., pág. 517 Código de Derecho Canónico, Óp. Cit., c.1718 66 Ibíd., c.1342 65 33 situación del fiel afectado. Desde este punto de vista también se distingue entre penas declaradas y no declaradas. 1.6.4 MOMENTO EXTINTIVO Algunas penas, las expiatorias impuestas por un tiempo determinado, y otras sanciones cesan al cumplirse el tiempo para el que se impusieron, o una vez realizadas las obras mandadas. En los demás casos, para que el reo deje de estar sujeto a la pena es necesaria una intervención de la autoridad: un acto jurídico de remisión de la pena, según los cc. 1354-1361.67 Se suele distinguir dos modalidades de remisión: a. Absolución: es un derecho del delincuente que ha incurrido en una censura, una vez que se haya enmendado, cesando en su contumacia. Según el c. 1347§2 se considera que ha cesado en su contumacia el reo que se haya arrepentido verdaderamente del delito, y además haya reparado convenientemente los daños y el escándalo, o al menos haya prometido seriamente hacerlo. b. Dispensa: es una concesión que depende de la decisión que adopte la autoridad competente, después de valorar las circunstancias del caso particular conforme a las disposiciones de los cc. 1354-1361. Toda dispensa, como la absolución, se condena mediante acto administrativo, dado por la autoridad ejecutiva competente. 1.7 DELITOS Y LAS PENAS TIPIFICADAS EN EL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO Como se indicó el apartado 1.5 del presente capítulo, referente a las sanciones que contempla el Derecho Canónico, las sanciones se imponen, generalmente, como consecuencia de la comisión de delitos tipificados como tales en el Código de Derecho Canónico. Sin embargo, como se mencionó en el apartado 1.5.5 67 Ibíd., c.1354-1361 34 denominado “Otras Sanciones”, existen sanciones que el Código de Derecho Canónico contempla cuando se transgreden normativas ya sea disciplinarias, por comisión u omisión o transgresión de prohibiciones que no necesariamente son tipificadas como delito, pero que su incumplimiento lleva consigo aparejada una sanción. Al respecto, Antonio Mora68, en su obra “Síntesis de Derecho Canónico”, afirma que hay cosas que en sí son buenas o convenientes, pero, por razón de orden u organización, por sentido de la comunión eclesial, hay que hacerlas con autorización o licencia de la autoridad competente, por ejemplo, lo que dicta el c. 271§1 y 2: Esta bien que un sacerdote incardinado en una diócesis vaya a ayudar por un tiempo a otra necesitada de clero, pero sólo puede hacer con una licencia concedida por el obispo diocesano. En cambio, hay actuaciones que de por sí no son convenientes y por ello son ilícitas, lo cual significa que están prohibidas. Ejemplo de estas prohibiciones, que en algún momento podrían acarrear consigo una sanción son: a. Prohibición de dar dispensas sin causa justa (c. 90§1) b. Prohibición de erigir por propia cuenta un seminario interdiocesano (c. 237§2) c. Prohibición de conceder la excardinación sin causa justa (c. 270) d. Prohibición de ocuparse en algo indecoroso para su estado (c. 285§2) e. Prohibición de hacer bautismos fuera del lugar sagrado (c. 857§1) f. Prohibición de utilizar para el bautismo agua no bendecida (c. 853) g. Prohibición de celebrar la Eucaristía sentado (c. 930§1) h. Prohibición de celebrar la Eucaristía más de una vez al día (c. 905§1), entre muchas otras más. Algunas de las obligaciones, que al no acatarlas puede tener consecuencias canónicas son: a. Tener licencia del Ordinario para aceptar válidamente una fundación (c.1304§1) 68 Mora, Antonio, Síntesis de Derecho Canónico: Método sistemático repertorio de Cánones referentes a temas diversos, Colombia, Editorial San Pablo, 2010. Pág. 35 35 b. Tener licencia para hacer matrimonios en iglesia diferente de la parroquial (c. 1118§1) c. Tener licencia escrita del Ordinario para reparar imágenes (c.1189) d. Tener licencia del Obispo diocesano para los religioso construir una iglesia (c. 1215§3) e. Tener licencia de la Sede Apostólica para enajenar ciertas reliquias (c.1190), entre otras. En cuanto a los delitos propiamente tipificados como tales, Pouso69 afirma que el Código de Derecho Canónico distingue diversas categorías delictivas y tipifica, dentro de cada una de ellas varios delitos, para los que establece la pena correspondiente. Cada una de esas categorías orienta sobre los bienes jurídicos que se protegen penalmente en cada caso. Es decir, que al tipificar cada delito existe un “bien jurídico tutelado”, como también lo establece la jurisdicción penal ordinaria guatemalteca. De manera que el Código Canónico establece lo siguientes: a. Delitos contra la religión y la unidad de la Iglesia, cuya regulación se encuentra los en los cc. 1364-1369: Comprende entre otros los delitos de: apostasía, herejía y cisma; communicatio in sacris prohibida; entrega de los hijos para ser bautizados o educados en religión acatólica; profanación de la Eucaristía, etc. b. Delitos contra las autoridades eclesiásticas y contra la libertad de la Iglesia, cuya regulación se encuentra en los cc. 1370-1377: Además del atentado contra el Romano Pontífice y contra otras autoridades, incluye diversos supuestos de desobediencia; la inscripción en asociaciones que maquinan contra la Iglesia, coacciones a la libertad de acción de la Iglesia; profanación de cosas sagradas, etc. c. Usurpación de funciones eclesiásticas y delitos en su ejercicio, cuya regulación se encuentra en los cc. 1378-1390: Entre estos delitos se tipifican diversas conductas ilícitas en el ejercicio de funciones de la potestad de orden 69 Daniel Cenalmor y Jorge Miras Pouso. Óp. Cit., pág. 515 36 o de jurisdicción (atentado de celebración eucarística sin ser sacerdote; solicitación en confesión; simonía; usurpación de oficio; negociación con los estipendios; soborno; abuso de potestad; etc. d. Crimen de falsedad, cuya regulación se encuentra en los cc. 1390-1391: Esta categoría comprende los delitos de denuncia falsa y calumniosa, y diversos tipos de falsedad documental. e. Delitos contra obligaciones especiales, cuya regulación se encuentra en los cc. 1392-1396: Incluyen diversas infracciones de deberes propio del los clérigos y de los religiosos, así como de las obligaciones derivadas de una pena legítimamente impuesta. En este apartado se pueden citar como ejemplos: cuando los clérigos o religiosos ejerzan el comercio o la negociación contra las prescripciones de los cánones (c.1392), cuando un clérigo infringe las obligaciones que le han sido impuestas como consecuencia de una pena (c. 1393), cuando éste contraiga matrimonio, aunque sea sólo civilmente, (en este caso incurriría en suspensión latae sententiae según el c.1394) , o bien cuando el religioso es concubinario, (c.1395), cuando el clérigo cometa un delito contra el sexto mandamiento del Decálogo. Cuando este último delito haya sido cometido con violencia o amenazas, o públicamente o con un menor que no haya cumplido dieciséis años de edad, debe ser castigado con penas justas, sin excluir la expulsión del estado clerical cuando el caso lo requiera. (c. 1395§2) f. Delitos contra la vida y la libertad del hombre, cuya regulación se encuentra en los cc. 1397-1398: Por su gravedad, se tipifican como delito canónico, (con independencia de que estén o no penados en las correspondientes legislaciones estatales), el aborto procurado y diversos atentados contra las personas (homicidio, mutilación rapto, etc.) Es importante señalar que la Congregación para la Doctrina de la Fe, tiene reservada la competencia para juzgar y sancionar los delitos más graves contra los sacramentos y contra la moral, y que ha enumerado los delios contra la santidad de la Eucaristía y de la penitencia. 37 Es importante recalcar que el c. 193370 contiene una norma general calificada por diversos autores como “norma penal en blanco” que permite a la autoridad eclesiástica proceder penalmente, en casos excepcionales, sin ley penal previa: solo cuando una infracción externa, no tipificada previamente como delito canónico, resulte especialmente grave y urja la necesidad de prevenir o reparar el escándalo, puede castigarse al autor con una pena ciertamente justa. Esta posibilidad debe con cautela y solo en casos urgentes, ya que la seguridad jurídica exige atenerse al principio de seguridad jurídica que exige al mismo tiempo atender al principio de legalidad penal: “Nullum crimen, nulla poena, sine lege poenali preaevia”: no hay delito ni pena si no existe previamente una norma penal, que también se encuentra regulado en el artículo primero del código penal y en los artículos primero y segundo el código procesal penal de Guatemala. Es evidente que el Derecho Canónico tiene la misma base de la que parte el derecho penal ordinario guatemalteco en cuanto al principio de legalidad penal. Este es un punto en el que ambas jurisdicciones se asemejan, al imponer penas únicamente si éstas están atadas previamente a la tipificación de un delito. Es importante resaltar que a pesar de desarrollar una tipificación detallada, el Código Canónico deja una “norma penal en blanco” por si hubieren actos ilícitos no tipificados, de manera que se logre penalizarlos, con la finalidad de que éstos no causen un desorden o escándalo dentro de la comunidad de la Iglesia, situación que no está contemplada en la jurisdicción ordinaria guatemalteca, y que no sería jamás una buena idea por funcionar dentro de un Sistema Judicial que no ofrece confianza. 1.8 GARANTÍAS JURÍDICAS Y RECURSOS EN MATERIA PENAL Cenalmor71 afirma que como toda actuación penal, el carácter del Derecho Penal Canónico es de “Ultima Ratio”, de recurso extremo. Incluso, el Derecho considera “odiosa” la materia penal, en la medida en que puede afectar gravemente la 70 71 Código de Derecho Canónico, Óp. Cit., c.1933 Daniel Cenalmor y Jorge Miras Pouso. Óp. Cit., pág. 523 38 situación jurídica de las personas, en su fama y dignidad. Por esta razón, cada uno de los momentos de la actividad jurídica penal está sujeto a especiales limitaciones y requisitos de procedimiento, establecidos por las normas que regulan las respectivas actuaciones. El sometimiento riguroso a la legalidad en esta materia, es por lo tanto, un modo de garantizar, tanto el respeto de los derechos de los fieles como un ejercicio del “ius puniedi”, siempre acorde con su naturaleza y función en la Iglesia. Entre otras garantías jurídicas que rodean la actuación en materia penal, también se debe mencionar que las normas de los cc. 18 y 36§1 disponen la denominada “interpretación estricta” de las leyes penales y de los actos administrativos que se refieren a la conminación o a la imposición de penas. Por su parte el c.19 prohíbe la aplicación analógica de las leyes en materia penal, de manera que no cabe aplicar la pena prevista para un delito en un caso que no esté estrictamente comprendido en el supuesto tipificado por la ley, supuesto que también contempla el Código Penal Guatemalteco en su artículo 7. Tanto las sentencias como los decretos extrajudiciales que imponen o declaran penas son recurribles, y el c. 1353 añade una garantía adicional, al establecer con carácter general que la interposición de cualquier automáticamente la ejecución de la pena de que se trate. recurso suspende 72 Al finalizar el presente capítulo, es evidente, por tanto, que la Iglesia Católica a lo largo del tiempo ha desarrollado un Derecho estricto, ordenado y muy completo, formulando conceptos, teorías, normativas, y garantías que tiendan a proteger el orden dentro de la comunidad eclesiástica. La Iglesia Católica no se rige por simples códigos de conducta, o reglamentos internos, como cualquier otra comunidad, sino que se ha encargado de crear un Derecho Penal que regule la correcta convivencia entre sus miembros, el respeto hacia sus autoridades, y la estrecha relación con Dios. Finalmente la Iglesia Católica pretende orientar la vida de sus fieles basándose en una normativa escrupulosa, garantista, y estricta que vele por el actuar honesto de cada uno de sus miembros, con la finalidad última de conseguir la salvación de las almas. 72 Loc. Cit. 39 CAPÍTULO 2. LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA EN EL DERECHO CANÓNICO Como se mencionaba al principio, el Derecho Canónico, además de tener normas penales de carácter sustantivo, también posee normativas penales de carácter adjetivo, ya que dentro de su legislación contempla procedimientos para la tutela de los derechos y para la administración de justica. De tal manera que el Código de Derecho Canónico posee normas que regulan el proceso, la organización judicial, las partes que interfieren en los distintos procesos, el patrocinio, las costas, la ejecución, entre otras, con la finalidad de proveer de un Derecho garantista a quienes pertenecen a la comunidad católica. En este capítulo se explicará cómo funciona la parte adjetiva del Derecho Canónico. 2.1 LA TUTELA DE LOS DERECHOS EN EL DERECHO CANÓNICO Jorge Miras Pouso afirma que “de poco serviría reconocer la existencia de verdaderos y propios derechos subjetivos en la Iglesia, como ha hecho el Código de Derecho Canónico, si no se dispusieran los medios jurídicos para garantizarlos en la práctica.”73 El c. 22174 estipula que reconoce el derecho fundamental de los fieles a acudir al fuero eclesiástico competente para reclamar la tutela efectiva de sus derechos y a ser juzgados con arreglo a Derecho, y de igual manera el numeral tercero de dicho canon establece el derecho de los fieles a no ser castigados con penas canónicas si no es cumpliendo los requisitos establecidos por la ley eclesiástica. En relación a ello, el libro VII del Código de Derecho Canónico 75 establece las cuestiones que pueden ser objeto de juicio en la Iglesia, siempre que entren dentro del ámbito de su misión: 1. La reclamación o reivindicación de derechos de personas físicas o jurídicas 2. La declaración de hechos jurídicos 3. Los delitos, por lo que se refiere a la imposición o declaración de penas. 73 Loc. Cit. Código de Derecho Canónico, Óp. Cit., c.221 75 Ibíd. Libro VII 74 40 Para poder iniciar un juicio, según la jurisdicción canónica, como cualquier otra jurisdicción, es imprescindible iniciarlo con una acción. Según De Diego Lora, una acción procesal “es el poder jurídico inviolable que habilita al lesionado por una injusticia para acudir a quien tiene la jurisdicción con garantías de obtener protección y una sentencia favorable, una vez probada la situación injusta que afirma padecer.”76 El c. 1491 dispone que a no ser que se establezca expresamente otra cosa “todo derecho está protegido por una acción que puede ejercerse ante los tribunales eclesiásticos mientras no se haya extinguido conforme a Derecho”. 77 De igual manera el c. 1491 establece que todo derecho está protegido no solo por una acción sino también por una excepción, la acción es un poder de defensa u oposición frente a la demanda judicial interpuesta en contra de un derecho propio. En el Derecho Canónico las excepciones son de naturaleza perpetua y pueden oponerse siempre, según el c. 1492§2 Otro punto importante es indicar que el Código de Derecho Canónico 78 establece que los fieles han de procurar evitar los litigios innecesarios, tratando de que los conflictos se arreglen de manera pacífica, y es por ello que en otras ramas dentro del propio derecho canónico se encuentran reguladas la mediación, la transacción y el compromiso arbitral equivalente a un arbitraje de equidad, como mecanismos alternos para la resolución de conflictos, sin embargo siempre existen casos, como la materia penal, en que siempre deben seguir un proceso penal canónico. 2.2 EL PROCESO EN LA IGLESIA CATÓLICA Como todo ordenamiento jurídico procesal, el Derecho Eclesiástico tiene como objeto obedecer una serie de fases procesales con el objeto de juzgar y emitir un dictamen que ordene la disciplina de quienes integran la Iglesia así como de la 76 De Diego-Lora, Carmelo y Rafael Rodríguez-Ocaña. Lecciones de Derecho Procesal Canónico. Parte general, España, UENSA, 2003., pág. 145 77 Código de Derecho Canónico, Óp. Cit., c.1491 78 Loc. Cit. 41 correcta funcionalidad de sistema eclesiástico, cuando se ha infringido una norma o se ha cometido algún delito. Según José Luis López Zubillaga79 en el capítulo VI denominado “Derecho procesal canónico” de la obra Sapentia Fiedei, sostiene que el Derecho procesal canónico es una parte de ese Derecho de la Iglesia, cuya función peculiar consiste en ayudar a determinar qué es lo justo cuando surge una controversia entre los fieles cristianos. El sentido eclesial de la justicia procesal supera el mero dar a cada uno lo suyo y llega hasta el dar a cada uno lo verdaderamente suyo, de acuerdo a la verdad objetiva. Según el mencionado autor, el Derecho Procesal Canónico es el conjunto de normas dadas por la Iglesia para regular la administración de justicia, sea en la esfera judicial (proceso en sentido estricto), sea en la extrajudicial (en ese caso no se debe hablar de proceso, sino de procedimiento). El proceso judicial canónico es el medio establecido en la Iglesia para dirimir las situaciones de conflicto entre los fieles. Su finalidad es siempre eminentemente pastoral y va dirigido a restablecer la situación de posible injusticia provocada, bien por la actuación ilegítima de unos fieles frente a otros, o de éstos frente a la autoridad de la Iglesia. El proceso es, por tanto, un medio destinado a que la ley de la caridad pueda recobrar vigencia en aquellos casos en los que ha sido conculcada por alguien. Esto es de especial aplicación en los procesos de carácter contencioso. En términos generales, según la diócesis de Phoenix80, el proceso canónico, como todo ordenamiento jurídico procesal, tiene como objeto obedecer una serie de fases procesales con el objeto de juzgar y emitir un dictamen que ordene la disciplina de quienes integran la Iglesia así como de la correcta funcionalidad del sistema eclesiástico, cuando se ha infringido una norma o se ha cometido algún delito. Según Daniel Cenalmor el proceso es el “marco jurídico en el que los jueces y tribunales ejercen su jurisdicción para resolver los conflictos que se les trasladan 79 80 López, Zubillaga, José Luis, Óp. Cit. Pág. 255 Diócesis de Phoenix Óp. Cit. 42 legítimamente. Se inicia por el ejercicio conforme a Derecho de la actuación de un sujeto frete a otro ante el tribunal de justicia, y consta de una sucesión de actos jurídicos, realizados bajo la dirección del juez y en los plazos y con los requisitos formales establecidos por el Derecho, que culminan con la sentencia por la que se resuelve la controversia.” 81 Los principios que rigen el Derecho Canónico son semejantes a los principios generales del derecho, agregando la equidad canónica, la jurisprudencia, la práctica de la Curia Romana, la opinión común y constante de los doctores, atendiendo a que los “doctores” son especialistas en el Derecho Eclesiástico. Esto quiere decir que el Derecho Eclesiástico toma como base los mismos principios jurídicos más aquellos propios de las ideologías y creencias religiosas propias de la misma. El Código de Derecho Canónico regula el proceso en su libro VII, que contiene las normas fundamentales del Derecho procesal canónico. La pretensión procesal enmarcada dentro de la acción, conjuntamente con la existencia de un órgano jurisdiccional y la presencia de contra partes, conforman como en el derecho ordinario, los presupuestos procesales sobre los cuales se rige la actividad jurisdiccional de la Iglesia. Sin la existencia de estos, el proceso canónico no podría existir. 2.3 ORGANIZACIÓN JUDICIAL EN LA IGLESIA CATÓLICA Para poder conocer de los diferentes casos, la Iglesia, se organiza a través de tribunales especializados, con jurisdicción y competencia. Es importante, entonces, conocer cuál es la organización judicial de la Iglesia Católica para poder resolver los diversos conflictos que surgen dentro de su comunidad. Según Cenalmor82, los titulares originarios de la potestad judicial en la Iglesia, son: el Romano Pontífice, según el c. 1442, el Obispo diocesano, según el c. 1419, y los 81 82 Daniel Cenalmor y Jorge Miras Pouso, Óp. Cit., Pág. 526. Ibid. Pág. 527 y 528. 43 oficios capitales de las otras circunscripciones eclesiásticas. Aunque todos ellos pueden ejercer personalmente la potestad judicial, de ordinario la ejercen a través de los jueces y tribunales que participan de su potestad con arreglo a las normas establecidas por el Derecho, como lo indica el c. 135§3. Esas normas incluyen la regulación de la “competencia absoluta” que es condición esencial para que un juez o tribunal pueda ejercer la potestad judicial en un caso concreto, admitiendo una reclamación determinada y tramitando la causa hasta llegar a dictar una sentencia válida. Las reglas generales de la competencia judicial relativa, que es necesaria para dictar sentencia, se contienen en los cc. 1407-1416. Es importante establecer que la organización judicial de la Iglesia sigue el principio de “pluralidad de instancias” que consiste, según Jorge Miras Pouso, en “la posibilidad de apelar o recurrir la sentencia de un tribunal ante otro de grado superior, para que se pronuncie sobre el mismo asunto garantizando así mejor la justicia de la resolución”.83 De tal manera que juzga en primera instancia el tribunal que conoce de un asunto que es por primera vez objeto de un proceso judicial. La sentencia de primera instancia se recurre ante el tribunal de segunda instancia o de apelación y contra las sentencias dictadas en apelación pueden caber, según los casos, recursos en ulteriores instancias. Sobre este punto es importante hacer la diferenciación con la jurisdicción ordinaria guatemalteca, pues según el artículo 211 de la Constitución Política de la República de Guatemala, “en ningún proceso habrá más de dos instancias y el magistrado o juez que haya ejercido jurisdicción en alguna de ellas no podrá conocer en la otra ni en casación, en el mismo asunto, sin incurrir en responsabilidad. Ningún tribunal o autoridad puede conocer de procesos fenecidos, salvo los casos y formas de revisión que determine la ley.”. 84 Según José Luis López Zubillaga85, el territorio es el criterio más común y simple de la organización de los tribunales eclesiásticos. La jerarquía entre los tribunales territoriales viene determinada por la instancia judicial. El referido autor afirma que 83 Daniel Cenalmor y Jorge Miras Pouso. Óp. Cit. Pág. 528 Asamblea Nacional Constituyente, Constitución Política de la República de Guatemala, 1985 85 López, Zubillaga, José Luis, Óp. Cit. Pág. 302 y 303 84 44 desde la Edad Media hasta el Concilio de Trento se fue formando la estructura de los tribunales eclesiásticos. Antiguamente la Episcopalis audientia y los juicios sinodales eran la forma común de administrar justicia. Poco a poco fue estableciéndose una estructura jerárquica desde pequeños tribunales como los “arciprestales”; de ellos se podía apelar al tribunal del obispo. La estructura apelatoria medieval se fue haciendo cada vez más compleja, ya que del tribunal episcopal se podía apelar al del metropolitano; y de éste al tribunal del primado o del patriarca si existía. Finalmente, el último lugar de apelación fue siempre la Sede Apostólica, en virtud de su jurisdicción en todo el orbe. 2.3.1 EL TRIBUNAL DE PRIMERA INSTANCIA Según Manuel Jesús Arroba Conde, profesor de derecho procesal Canónico, en la Pontificia Universidad Lateranense, y comentarista de los cánones 1400-1670 y 1717-1752 del Código de Derecho Canónico de EDICEP, “…históricamente el término tribunal significa el lugar de la administración de justicia, donde se sentaba el magistrado, y procesalmente significa: a) el lugar material donde se desarrolla el proceso; b) el conjunto de potestad de jurisdicción de una autoridad frente a otra (tribunal eclesiástico, tribunal estatal); c) la persona del juez y sus colaboradores; d) el juez colegial, en cuanto contrapuesto al juez único o singular”. 86 Y afirma que con la expresión “grado del tribunal” “…se indica el puesto que ocupa un determinado tribunal en la jerarquía prevista en el ordenamiento jurídico, para organizar la administración adecuada de la justicia y garantizar el derecho de apelación…”87 En virtud de lo anterior, el tribunal de primera instancia es el que conoce por primera vez de un caso, y éste puede ser: Diocesano, según el c. 1420, o Interdiocesano, según el c. 1423: 86 Benlloch Poveda, Antonio Arroba, Código de Derecho Canónico, Edición bilingüe, fuentes y comentarios de todos los cánones, España, EDICEP,1993, Comentarios de Manuel Jesus en los cc. 1400-1670, pág. 626. 87 Loc. Cit. 45 a. Tribunal Diocesano: Según López Zubillaga88, es aquel constituido establemente en cada diócesis y sus equiparadas. La constitución de dichos tribunales diocesanos es obligatoria; por ello los obispos constituyen un tribunal para juzgar todas las causas, con la única excepción del tribunal interdiocesano, según el c.1423. El c.1405 dicta que el tribunal diocesano tiene competencia general para todas las causas no reservadas de primera instancia, contenciosas o penales, que se susciten en el territorio de la diócesis. Sólo se excluyen por ley las causas de una persona jurídica representada por el obispo diocesano, que deben ser juzgadas en primera instancia por el tribunal de apelación. El tribunal diocesano de primera instancia puede estar formado por un juez único, o por un colegio de tres o cinco jueces, que tomará sus decisiones por mayoría de votos, según lo estipulado en el c. 1426§189 Según el c. 142990, el presidente del tribunal colegiado, debe nombrar entre los jueces que lo integran un ponente o relator que informa sobre la causa en la reunión del tribunal y redactará la sentencia. El juez de primera instancia nato en cada diócesis es el Obispo diocesano, que debe nombrar un vicario judicial llamado “oficial”, dotado de potestad judicial ordinaria y puede nombrar también uno o más vicarios judiciales adjuntos. Todos ellos deben ser sacerdotes de buena fama, mayores de treinta años y doctores, o al menos licenciados en Derecho canónico, según el c. 1420.91 El Obispo diocesano debe nombrar también jueces diocesanos que sean clérigos, o bien, pueden ser laicos siempre que el tribunal sea colegiado y existan otros jueces que sean clérigos. Éstos también deben ser personas de buena fama, doctores o al menos licenciados en Derecho canónico, según reza el c. 1421.92 88 López, Zubillaga, José Luis Op. Cit. Pág. 302 y 303 Código de Derecho Canónico, Òp. Cit. C. 1426 90 Ibíd. C. 1429 91 Ibíd. C. 1420 92 Ibíd. C. 1421 89 46 Es importante resaltar que además de los vicarios y jueces nombrados por el Obispo, en los procesos también pueden intervenir otras personas y oficios como: un notario, quien levanta actas de las actuaciones; asesores, que deben ser personas de vida íntegra designadas por él para que le ayuden con sus consejos en una causa determinada, un auditor, cuya función es recoger las pruebas de una causa, así como el promotor de justicia y el defensor del vínculo. b. Tribunal Interdiocesano: El mismo autor93 afirma que este tribunal es una creación anterior al Código de 1983. Nace con el fin de solucionar el problema de la escasez de personal para crear tribunales diocesanos en algunas diócesis. Este tipo de tribunales se constituye para el territorio de varias diócesis con las mismas características de los diocesanos, pero depende para su creación de la renuncia de cada obispo del territorio de jurisdicción del tribunal a su potestad de juzgar en él, remitiendo dicha posibilidad al tribunal interdiocesano. Se debe constituir unánimemente por todos los obispos de las diócesis que abarca el tribunal. Para la validez de la constitución de estos tribunales se exige la aprobación de la Sede Apostólica por medio de la Signatura Apostólica (c.1445 § 3). La competencia de estos tribunales puede ser general (para todo tipo de causas) o especial (sólo para algunas causas, por ejemplo matrimoniales). Según el c. 142394, los derechos y deberes del obispo diocesano respecto a su tribunal corresponden en los tribunales interdiocesanos al conjunto de obispos de las diócesis que abarca el tribunal, o a uno de ellos designado por éstos para el efecto llamado obispo moderador. 93 94 López, Zubillaga, José Luis, Óp. Cit. Pág. 303 Código de Derecho Canónico, Òp. Cit. C. 1423 47 c. Tribunal Metropolitano Según el c. 1438, es el tribunal de la sede cabeza de una provincia eclesiástica, y constituye el tribunal de primera instancia para la propia diócesis metropolitana, pero su función principalmente recae en ser el tribunal habitual de segunda instancia a nivel territorial. d. Tribunales de los Institutos Religiosos Clericales de Derecho Pontificio Con base en el c. 1427.395, los superiores de Institutos Religiosos Clericales de Derecho pontificio tienen potestad judicial y competencia para ejercerla en las controversias que se produzcan entre religiosos, casas, provincias o monasterios del mismo instituto. Las controversias que no presenten esas características precisas, aunque una de las partes, o las dos, sea una persona física o jurídica de un instituto religioso, competen en primera instancia al tribunal diocesano. 2.3.2 EL TRIBUNAL DE SEGUNDA INSTANCIA López Zubillaga96 afirma que “el segundo grado del juicio es un requisito necesario, exigido por el mismo Derecho natural, para poder ejercitar el derecho de apelación, que busca subsanar las posibles deficiencias de las sentencias válidas pero consideradas injustas por la parte apelante. La apelación supone que el tribunal que reexamina la causa sea diferente del que juzgó con anterioridad.”97 La apelación por tanto, se hace indispensable en cualquier tipo de juicio, y en los juicios eclesiásticos se prevé organizando los tribunales de la siguiente forma: 95 Ibíd. C. 1427 López, Zubillaga, José Luis, Óp. Cit. Pág. 304 97 Loc. Cit. 96 48 a. Tribunal metropolitano (c. 1438) Como se mencionó anteriormente es el tribunal habitual de segunda instancia a nivel territorial. Es el tribunal de la sede cabeza de una provincia eclesiástica, y es el tribunal de primera instancia para la propia diócesis metropolitana. Las apelaciones de ésta se deben remitir a uno entre los tribunales de las diócesis sufragáneas con aprobación de la Sede Apostólica. b. Tribunal interdiocesano de segunda instancia (c. 1439 § 1) Según el mencionado autor98, en el caso de un tribunal interdiocesano, si todas las diócesis que lo constituyen pertenecen a la misma provincia eclesiástica, será competente en segunda instancia el tribunal metropolitano. Si el tribunal interdiocesano está formado por diócesis pertenecientes a diferentes provincias eclesiásticas, se trata entonces de un tribunal interdiocesano que es además interprovincial; en ese caso es necesario crear un tribunal de segunda instancia para recibir las apelaciones del interdiocesano interprovincial de primera. Se debe constituir con aprobación de la Santa Sede (Signatura Apostólica) y a instancia de la Conferencia Episcopal, según el c.1439 § 1. Al respecto, en el caso de Guatemala, según la Conferencia Episcopal99, existen dos provincias eclesiásticas: La provincia eclesiástica de Guatemala, y la provincia eclesiástica de los Altos. La provincia de Santiago de Guatemala abarca: a. Arquidiócesis de Santiago de Guatemala, b. Diócesis de La Verapaz, c. Diócesis de Zacapa y Santo Cristo de Esquipulas, d. Diócesis de Jalapa, e. Diócesis de Escuintla, f. Diócesis de Santa Rosa de Lima, 98 Loc. Cit. Conferencia Episcopal de Guatemala, Guatemala, 2013, Disponible http://www.iglesiacatolica.org.gt/destpri.htm Fecha de Consulta: 5 de octubre de 2013 99 en red: 49 g. Vicariato Apostólico de Petén, h. Vicariato Apostólico de Izabal y i. Prelatura de Esquipulas. La Provincia Eclesiástica de Los Altos abarca: a. Arquidiócesis de Los Altos, b. Quetzaltenango-Totonicapán c. Diócesis de Suchitepéquez-Retalhuleu d. Diócesis de Sololá-Chimaltenango e. Diócesis de San Marcos f. Diócesis de Quiché g. Diócesis de Huehuetenango En los casos que se someten a jurisdicción eclesiástica, los tribunales de alzada conocen de forma cruzada, es decir, que cuando un caso es sometido en primera instancia a un Tribunal de la Arquidiócesis de Santiago de Guatemala, en segunda instancia conoce la Arquidiócesis de los Altos, y viceversa. c. Tribunal de la Conferencia Episcopal (el439 § 2) López Zubillaga100 establece que el Tribunal de la Conferencia Episcopal es una facultad que concede el Código a las conferencias episcopales. Son diferentes de los anteriores porque éstos no son obligatorios, sino facultativos. Estos tribunales son sólo de segunda instancia y pueden ser para toda una nación o parte de ella, con la condición de ser tribunal de apelación para todos los tribunales de primera instancia de la nación que pertenezcan a una misma Conferencia Episcopal. Su erección necesita la previa aprobación de la Santa Sede. Su competencia se determinará en sus propios estatutos. 100 Ibid. Pág. 305 50 2.3.3 LOS TRIBUNALES DE LA SEDE APOSTÓLICA Según Daniel Cenalmor y Jorge Miras Pouso 101 el Romano Pontífice, por razón de su Primado es juez supremo para todo el orbe católico y puesto que siempre puede ejercer libremente su potestad plena, suprema, inmediata y universal, cualquier fiel puede llevar ante la Sede Apostólica cualquier causa sea cual sea el estado o instancia en que se encuentre, según lo dicta el c. 1417 102 para pedir que sea resuelta personalmente por el Papa, por jueces en los que éste delegue o por los tribunales ordinarios establecidos en la Santa Sede. No obstante esta petición del fiel no comporta necesariamente que el Romano Pontífice avoque así la causa. Para las llamadas “causas mayores”, según el c. 1405.1103, la competencia del Romano Pontífice es exclusiva. Los tribunales ordinarios de la Sede Apostólica son: la Rota Romana y el Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica. a. La Rota Romana Los autores citados afirman que la Rota Romana es el tribunal ordinario constituido por el Romano Pontífice para recibir apelaciones, como lo establece el c. 1143 104, cumple normalmente la función de instancia superior en grado de apelación ante la Sede Apostólica, y tiene la función de velar por la unidad de la jurisprudencia y de ayudar a los tribunales inferiores a resolver los casos que se les planteen. La Rota Romana es el único tribunal previsto para una tercera instancia en la Iglesia universal, de manera que el único juez originario para la tercera instancia es el Romano Pontífice, que ejercita este oficio por medio de este tribunal. b. El Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica Según Cenalmor y Miras Pouso105, el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica tiene tres secciones, de acuerdo a sus tres funciones: como tribunal supremo, juzga recursos contra las sentencias de la Rota Romana, como tribunal administrativo, 101 Cenalmor, Daniel y Jorge Miras Pouso. Óp. Cit. Pág 530 Ibíd. C. 1417 103 Ibíd. C. 1405 104 Ibíd. C. 1143 105 Ibíd. Pág. 531 102 51 juzga recursos de lo contencioso-administrativo contra actos administrativos dados o aprobados por los dicasterios de la Curia Romana, y como dicasterio de gobierno, su función es de vigilancia concediendo aprobaciones y autorizaciones que competen a la Santa Sede en materia de organización de tribunales, según la Constitución Apostólica Pastor Bonus106, en su artículo 124. 2.3.4 CASOS RESERVADOS PARA LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE Es importante mencionar, como parte de la organización jurisdiccional de la Iglesia Católica, que en el año 2010 se crea una jurisdicción privativa de primera instancia, por medio de la reforma introducida a la Carta Apostólica Motu Proprio Data “Sacramentorum sanctitatis tutela”. Esta reforma le da a la Congregación para la Doctrina de la Fe, la potestad para juzgar, al tenor del artículo 52 de la Constitución Apostólica Pastor Bonus, los delitos contra la fe y los delitos más graves cometidos contra la moral o en la celebración de los sacramentos, y en caso necesario, proceder a declarar o imponer sanciones canónicas a tenor del derecho, sin perjuicio de la competencia de la Penitenciaría Apostólica y sin perjuicio de lo que se prescribe en la Agendi ratio in doctinarum examine. Esta normativa le da la facultad a la mencionada congregación, previo mandato del Romano Pontífice, de juzgar a los Padres Cardenales, a los Patriarcas, a los Legados de la Sede Apostólica a los Obispos y a otras personas físicas que se refieren los cc. 1405§3 del CIC y 1061 del CCEO, por delitos como: la herejía, cisma, apostasía, profanación de especies consagradas con finalidades sacrílegas, la consagración con finalidades sacrílegas, la absolución del cómplice de un pecado contra el sexto mandamiento del Decálogo, la solicitación a un pecado contra el sexto mandamiento del Decálogo durante la confesión, la violación directa e indirecta del sigilo sacramental, la atentada ordenación sagrada de una mujer, retención o divulgación con un fin libidinoso de imágenes pornográficas de menores de edad inferior a los 14 años, entre otros. 106 S.S. Juan Pablo II, Constitución Apostólica “Sacrae Disciplinae leges”. 52 Con la creación de esta jurisdicción privativa, se puede decir que la Iglesia Católica además de poseer una estructura estricta en su jurisdicción eclesiástica, también crea mecanismos para mantener el orden disciplinario, moral y espiritual dentro de su comunidad, a través de la creación de competencias que colaboren con la impartición de justicia eclesiástica para mantener la naturaleza y fines de la misma. 2.4 LAS PARTES, CAPACIDAD, LEGITIMACIÓN Y PATROCINIO DENTRO DEL PROCESO CANÓNICO Según Daniel Cenalmor la denominación de partes “designa a quienes se enfrentan jurídicamente ante el juez, alude al carácter formalmente contencioso que debe tener todo proceso. A la parte que presencia ante el juez una reclamación de justicia se le llama “actor”, y a la que interviene desde una posición de enfrentamiento con la reclamación del actor, demandado.”107 Para ser parte en un proceso es preciso contar además de la capacidad jurídica, capacidad procesal que es una determinación de la capacidad de obrar. En el Derecho Canónico, tienen capacidad procesal, según el c. 1478 108, los mayores de 18 años bautizados o no, que tengan uso de razón mientras que los menores y los que no tienen uso de razón deben comparecer por medio de sus padres, tutores o curadores, según lo manda los cc. 97-99, 1479. Sin embargo, en las causas espirituales o conexas con ellas, los mayores de 14 años, siempre que tengan uso de razón, pueden demandar y contestar personalmente sin consentimiento de sus padres. Las personas jurídicas actúan en juicio por medio de sus representantes legítimos, según los cc. 118-1480. Además de tener capacidad, como en la jurisdicción ordinaria guatemalteca, se requiere estar legitimado, como lo establece Miras, “encontrarse en una situación que el Derecho considere digna de tutela judicial.”109. La legitimación es activa 107 Daniel Cenalmor y Jorge Miras Pouso. Óp. Cit. Pág. 532 Código de Derecho Canónico, Óp. Cit., c.1478 109 Daniel Cenalmor y Jorge Miras Pouso. Óp. Cit. Pág. 533 108 53 cuando se está en situación de poder reclamar, y legitimación pasiva, estar en situación de responder ante el reclamo planteado. El Derecho procesal canónico establece dos oficios que deben proveerse en todos los tribunales, y cuya función es de ser “partes públicas” de intervención necesaria en ciertas causas, según lo disponen los cc. 1434-1436 Estos son el promotor de justicia y el defensor del vínculo. Según el c. 1430110, el promotor de justicia tiene la obligación, de velar por el bien público. Por ello debe actuar, por decisión del Obispo diocesano, en todas las causas contenciosas en que pueda verse implicado el bien público y en todas las causas penales. El defensor del vínculo no actúa en causas penales pero si ha de actuar en todas las causas que se juzgue la nulidad o la disolución del matrimonio o la nulidad de la sagrada ordenación, proponiendo todo aquello que quepa aducir razonablemente contra la nulidad o disolución, según el c. 1432. Es importante establecer que según el c. 1481, las partes pueden demandar y actuar en juicio personalmente. Sin embargo, en las causas penales, donde ha de desarrollarse una actividad técnica y compleja, es conveniente que las partes se sirvan de la ayuda de un procurador o abogado, que pueden designar libremente. Si no lo hacen, el juez debe proporcionarles uno. Los cc. 481-1490 establecen que para poder patrocinar causas ante los tribunales eclesiásticos, el abogado o procurador debe ser mayor de edad y de buena fama. El c. 1483 indica que el abogado además debe ser católico, salvo que el Obispo diocesano permita lo contrario, y debe ser doctor, o al menos perito en derecho canónico, aprobado por el Obispo. El Obispo debe dar las normas sobre los honorarios de los abogados y procuradores, según el c. 1649.2 y sobre la concesión del beneficio gratuito, según el c. 1649.3, cuando las partes lo soliciten por no contar con los recursos necesarios para pagarlos, y de igual forma éstos pueden solicitar la exención total o parcial de demás gastos del proceso, según lo establecido en los cc. 1464-1649. 110 Código de Derecho Canónico, Óp. Cit., c.1430 54 2.5 EL PROCESO PENAL EN DERECHO CANÓNICO Según Armando Bandera111, tanto la jurisdicción penal ordinaria como la jurisdicción penal eclesiástica, son procedimientos que tienen como finalidad el juzgamiento de actos delictivos o infracciones a normativas expresas en base al principio de legalidad. Además, son normativas aplicadas con base en los Principios Generales del Derecho, de tal manera, que exigen dentro de su territorialidad el cumplimiento estricto de los deberes a que están sometidos por pertenecer tanto a la entidad estatal como a la eclesiástico, respectivamente.112 El mismo autor 113 afirma que en ambos casos, el proceso puede ser impugnado en sus fases procesales mediante el uso de recursos y remedios procesales, siempre que se cumpla con los requisitos establecidos en ley para poder optar a ellos La imposición de penas canónicas debe hacerse únicamente mediante un proceso judicial establecido en ley, o en los casos en que la ley no lo prohíbe mediante un procedimiento administrativo sancionador, en el que quede probado que el reo ha cometido un delito y que esa sanción le es gravemente imputable, según el c. 1321.1. 2.5.1 INVESTIGACIÓN PREVIA: Con base en los cc. 1717-1719114, el Ordinario tiene noticia de la comisión de un delito, debe ordenar que se abra una investigación previa que debe hacerse con cautela y discreción sin poner en peligro la buena fama del interesado, para determinar si es necesario y conveniente iniciar las actuaciones para la imposición de un pena, y si se procederá judicialmente o por vía administrativa. En esta fase, el proceso se centra en analizar todos los hechos, y a recabar todas las pruebas pertinentes para poder esclarecer la responsabilidad del denunciado. Constituye una 111 Bandera, Armando, Institutos de vida consagrada: derecho canónico y teología, Madrid, Sociedad de Educación Atenas, 1987. Pág. 95. 112 Loc. Cit. 113 Loc. Cit. 114 Código de Derecho Canónico, Óp. Cit., c.1717-1719 55 fase fáctica del proceso, y de gran importancia debido a que se pretende analizar la situación de acusado de acuerdo a los cánones de la Iglesia. 2.5.2 DEL DESARROLLO DEL PROCESO PENAL CANÓNICO El proceso penal se desarrolla mediante la exposición de los hechos ante un Tribunal Eclesiástico competente, que se encargará de diligenciar todas las fases procesales de acuerdo a lo investigado con anterioridad, determinará si efectivamente existe o no una responsabilidad, y razonará la decisión con base en el Código Canónico. El proceso debe contar necesariamente con la intervención del promotor de justicia, que ejerce el ministerio público, según el c. 1430115, como se mencionó anteriormente, y quien iniciará con su escrito de acusación. El imputado tiene derecho de presentar sus escritos o de hablar en último lugar, y debe estar representado por un abogado para garantizar su defensa. Posteriormente se abrirá una fase probatoria, en las que las partes demostrarán la certeza de sus argumentos sobre la cuestión controvertida. Esta es una parte muy importante dentro del proceso pues, es en esta en donde él obtiene las bases para posteriormente dictar sentencia. En el juicio ordinario canónico prueba el que afirma, es decir que la carga de la prueba la tiene cada una de las partes en cuanto a lo que argumente. Sin embargo, en los procesos penales, debido a la existencia de un promotor de justicia, que funge la función de Ministerio Público, será este el encargado de buscar los elementos necesarios para probar la responsabilidad e imputabilidad del acusado. Posteriormente el juez emite un decreto por el que ordena que se publiquen los autos que recogen todas las actuaciones hasta ese momento del proceso, para que sea de fácil conocimiento para el tribunal, las partes y sus abogados, según lo dicta la norma contenida en el c. 1598§1116 115 116 Ibíd., c. 1430 Ibíd., c. 1598 56 Según los cc. 1598-1610117, posteriormente, cuando ya no existen más pruebas o argumentos pro probar, y expira el plazo para presentar nuevas pruebas, el juez dicta el decreto de conclusión de la causa. El juez señalará a las partes un plazo para que presenten sus alegatos finales, y con dicha discusión el juez puede aclarar las últimas cuestiones, de manera que se pueda pasar a la fase decisoria. 2.5.3 FASE DECISORIA En la fase decisoria el juez ya ha alcanzado certeza moral necesaria para dictar sentencia definitiva. Según Cenalmor118, se dice que existe certeza moral del juez, “…cuando excluye cualquier duda fundada y razonada o prudente, basándose en razones positivas y dignas de atención.”119 La sentencia definitiva según Cenalmor es “el acto por el que se resuelve motivadamente, es decir explicando las razones de hechos y de Derecho, la cuestión principal controvertida, dando respuesta a todos los extremos planteados en la fijación del dubium y determinado, en consecuencia, las obligaciones que derivan del juicio para las partes y el modo de cumplirlas.”. La sentencia no produce ningún efecto jurídico antes de su publicación o notificación. La sentencia dentro del Derecho Canónico puede ser objeto de recursos de impugnación, dentro de los cuales destacan: 1. Apelación: según el c. 1638120, consiste en la impugnación de la sentencia, por la parte que se considera perjudicada, ante el juez o tribunal superior al que la dictó. La apelación suspende la ejecución de la sentencia recurrida mientras se resuelve. 117 Ibíd., c. 1598-1610 Daniel Cenalmor y Jorge Miras Pouso. Óp. Cit., Pág. 537 119 Loc. Cit. 120 Ibíd., 1638 118 57 2. Querella de nulidad: puede interponerse sólo en los casos en que se pretenda que la sentencia está afectada por algún vicio de nulidad, según cc. 16201622.121 3. “Restitutio in integrum”: cabe únicamente contra sentencias manifiestamente injustas que hayan pasado ya a cosa juzgada, sólo se considera los enumerados en el c. 1645§2122 Según Miras Pousa, la eficacia propia de la sentencia firme, es decir aquella contra la que ya no cabe recurso, se denomina cosa juzgada. La cosa juzgada supone que la cuestión resuelta por la sentencia ya no puede ser objeto de otro juicio, esto constituye el principio procesal expresado clásicamente con la fórmula “non bis in idem”. La cosa juzgada Implica además que la sentencia pasa a ser plenamente vinculante para las partes, y puede ejecutarse sin más dilación.123 Finalmente, al analizar cada apartado de este capítulo, se pude concluir que el Derecho Canónico, tiene fuertes cimientos procedimentales en la impartición de justicia, los tribunales están perfectamente organizados para conocer los diversos casos que se sometan a su jurisdicción. Es necesario resaltar que el proceso penal dentro de la jurisdicción eclesiástica está enmarcado dentro de los procesos especiales del Derecho Canónico, por su característica propia de “ultima ratio”, y por tener implicaciones significativas en la convivencia dentro de la comunidad eclesiástica, y que la Iglesia Católica contempla mecanismos para garantizar el debido proceso y el derecho de defensa de la persona imputada. De manera que se puede apreciar un Derecho formal, tanto en su parte sustantiva como adjetiva, dirigido no solo a ordenar a la comunidad de la iglesia, sino a impartir justicia dentro de ella, para así orientar a las almas al camino de la salvación y su reunión con Dios. 121 Ibíd., 1622 Ibíd., 1645 123 Daniel Cenalmor y Jorge Miras Pouso. Óp. Cit., Pág. 540 122 58 CAPÍTULO 3. EL PRINCIPIO NON BIS IN ÍDEM Y SU POSIBLE INVOCACIÓN ANTE EL ORGANO JURISDICCIONAL ECLESIÁSTICO Ahora que ya se ha analizado la estructura general y estricta del Derecho Canónico, es importante analizar todo lo relativo al principio non bis in ídem, objeto de estudio del presente trabajo de tesis. En este capítulo se desarrollarán conceptos básicos acerca de este principio, así como su regulación tanto en el Derecho Canónico, como en el Derecho ordinario guatemalteco, y cómo ambas jurisdicciones pueden coexistir sin menoscabo de este principio tan importante para la impartición de justicia, y la tutela de los derechos humanos. 3.1 EL PRINCIPIO NON BIS IN ÍDEM El principio non bis in ídem se encuentra reconocido en el artículo 14.7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de Nueva York de 1966, que establece: “Nadie puede ser procesado o penado de nuevo por una infracción por la cual ya ha sido definitivamente absuelto o condenado de acuerdo con la ley y el procedimiento penal de cada país”.124 Esta normativa del Derecho Internacional claramente expresa que cuando una persona ya ha sido procesada por una causa, y se le ha absuelto o condenado, no pude perseguírsele nuevamente por el mismo hecho. De ello se desprende que el espíritu de esta normativa radica, sin lugar a dudas, en proteger a la persona que está siendo juzgada para que, una vez se le dicte sentencia, su situación legal quede firme y no se vuelva a poner en duda su responsabilidad. Asimismo, la finalidad de este principio también abarca evitar poner en funcionamiento nuevamente al aparato jurisdiccional por una causa que ya ha sido juzgada, contribuyendo así con la economía procesal, la celeridad, la seguridad y certeza jurídica. Guillermo Cabanellas en su “Diccionario de Derecho Usual” define “non bis in ídem” como “no dos veces por la misma causa. En materia penal, significa que no cabe 124 Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, Nueva York, 1966, artículo 14.7 59 castigar dos veces por el mismo delito; ya sea aplicando dos penas por un mismo hecho, o acusando por segunda vez un delito ya sancionado. No se infringe el principio cuando se ha propiciado un sobreseimiento provisional; pues cabe reabrir el juicio, al presentare nuevas pruebas”125 Guillermo Cabanellas explica acertadamente que es un principio propio de la materia penal, que evita la doble sanción o el doble procesamiento por la misma causa y que en casos como el sobreseimiento provisional, no aplica el principio, ya que la misma ley permite reabrir un proceso penal que había quedado inconcluso. Adán Nieto Martín126, en su obra “El principio de Ne bis in ídem en el Derecho Penal Europeo e internacional”, sostiene que uno de los problemas que surgen a la hora de crear un ordenamiento sancionador coherente sobre la base de un Estado social de Derecho, y por tanto, tendente al cumplimiento de determinados objetos políticos y socio-económicos, es la posibilidad de que confluyan diversas normas en la regulación que afecta a un mismo hecho. Esto se debe, según el autor, a la complejidad del campo que intentan abarcar y la dificultad de coordinar el vasto campo de producción normativa de los orígenes estatales. El citado jurista afirma que el problema se agudiza cuando se trata de la concurrencia de normas, de diferentes órdenes normativos, que imponen sanciones ante una misma conducta antijurídica del sujeto. Esto quiere decir que cuando un mismo hecho está contemplado por diversas normativas, de distintos sistemas, o bien, de distintas jurisdicciones, el principio “non bis in ídem”, podría verse afectado debido a la concurrencia de varios juicios respecto al mismo hecho. Jacobo López Barja de Quiroga127 al respecto, afirma que el principio non bis in ídem sólo podrá invocarse en el caso de duplicidad de sanciones, frente al intento de sancionar de nuevo, desde la misma perspectiva de defensa social, unos hechos ya sancionaos, o como medio para obtener la anulación de la sanción posterior. Esto 125 Cabanellas de torres, Guillermo; Diccionario de derecho usual. Tomo III, Argentina, Editorial Heliasta S.R.L., 1976, décimo primera edición. 126 Nieto Martín, Adán, y Luis Arroyo Zapatero, El principio de ne bis in ídem en el Derecho Penal Europeo e Internacional, Instituto de Derecho Penal Europeo e Internacional, Universidad de Castilla-La Mancha, España 2007, Pág. 9 127 López Barja de Quiroga, Jacobo, El principio non bis in ídem, España, Editorial Dykinson, 2004, Pág. 36 60 trae como consecuencia, que el denominado “concurso aparente de normas” se excluya como agente vulnerador de este principio. Julio Renato Gamarra Luna Victoria128, jurista peruano, indica que el principio debe analizarse desde su estructura literal, y señala que un sector de tratadistas utiliza la nominación non bis in idem, mientras que otro sector opta por la expresión ne bis in idem para referirse al mismo principio. En términos generales se afirma que entre ambos términos no existe ninguna diferencia pues ambos, “non” y “ne” significan negación. Este autor sostiene que las diferencias entre ambos radican en sus efectos jurídicos, y según su postura, “ne bis in ídem” se refiere concretamente al ámbito penal, esto es sanciones penales impuestas por los mismos hechos, en idénticos procesos penales, y el “non bis in ídem”, se refiere a una sanción penal aunada a una administrativa impuesta por un mismo hecho, tanto en instancia penal como en sede administrativa, existiendo identidad de sujeto, hecho, y derecho. Es decir, que según Gamarra, el “ne bis in ídem” únicamente se refiere a todo lo relativo a la materia penal, mientras que el “non bis in ídem” abarca otras materias en las que se dirime el mismo litigio, como la administrativa. Sin embargo, el mismo autor afirma al finalizar su artículo jurídico “al final de cuentas se observará que ambos conceptos se usan indistintamente, pues sus efectos tienen la misma trascendencia a nivel nacional e internacional”. Al respecto, Victor Lizarraga Guerra129 afirma que “entre ambos términos existen diferencias en cuanto a su conceptualización. Se define el ne bis in ídem como: “Nadie puede ser enjuiciado por los mismo hecho que hayan sido juzgado por resolución firme en un tribunal penal”, mientras que la definición de non bis in ídem 128 Gamarra Luna Victoria, Julio Renato Artículo jurídico: Derecho, Justicia y Sociedad: El ne bis in idem dentro del proceso penal y el non bis in idem dentro del proceso administrativo sancionador, Perú, 2009, disponible en red: http://derechojusticiasociedad.blogspot.com/2009/02/julio-renato-gamarra-luna-victoria.html fecha de consulta: 5 de octubre de 2013. 129 Guerra Lizárraga, Víctor, Fundamento del "ne bis in idem" en la Potestad Sancionadora de la Administración Pública. Perú, Perú 2013, disponible en red: http://perso.unifr.ch/derechopenal/assets/files/articulos/a_20120908_02.pdf fecha de consulta: 5 de octubre de 2013. 61 “Nadie puede ser juzgado doblemente por un delito”. En ese sentido, se entiende que el ne bis in idem tendría un mayor alcances, pues se refiere de los mismos hechos, mientras tanto en el non bis in ídem los alcances son más restrictivos, pues solo se refiere a delitos. Cabe señalar, que la doctrina y la jurisprudencia nacional e internacional utilizan ambos conceptos de forma indistinta, en razón que sus efectos tiene la misma connotación”.130 Al respecto, el latinista Agustín Maté131, afirma que la diferencia entre las locuciones latinas “non bis in ídem” y “ne bis in ídem” es nula en cuanto a su semántica, y que en todo caso la diferencia únicamente recae en una diferencia gramatical que, según él, no viene al caso. Independientemente de la locución que se utilice, que al final de cuentas, está dirigida a evitar la doble persecución penal. El Código Procesal Penal guatemalteco regula este principio en su artículo 17, indicando que “nadie debe ser perseguido penalmente más de una vez por el mismo hecho.” 132 Sin embargo establece, el mismo cuerpo legal, que puede ser admisible una nueva persecución penal en los siguientes casos: 1) Cuando la primera fue intentada ante un tribunal incompetente. 2) Cuando la no prosecución proviene de defectos en la promoción o en el ejercicio de la misma. 3) Cuando un mismo hecho debe ser juzgado por tribunales o procedimientos diferentes, que no puedan ser unificados, según las reglas respectivas. Llama la atención que el Código Penal sí contempla, en su numeral tercero, el juzgamiento de otros tribunales distintos, que debido a sus reglas propias, no pueden ser unificados o relacionados con los tribunales ordinarios. Esto quiere decir, que la normativa penal guatemalteca contempla la persecución penal, por otros tribunales ajenos a los propios del Estado, como una excepción al principio “non bis 130 Lizarraga Guerra, Víctor, Fundamento del "ne bis in idem" en la Potestad Sancionadora de la Administración Pública, 131 Maté, Agustín, Op. Cit. Entrevista realizada en Universidad Rafael Landívar, el 5 de octubre de 2013. 132 Congreso de la República de Guatemala, decreto 51-92, Código Procesal Penal. Art. 17 62 in ídem”. Por lo tanto, es aquí en donde radica el fundamento legal de la coexistencia de otras jurisdicciones tales como la eclesiástica. Sin embargo, desde el punto de vista de la jerarquía normativa, y del principio de supremacía constitucional, este artículo podría alegarse de inconstitucional, ya que contradice lo que la Constitución Política de la República de Guatemala establece en su artículo 203 al afirmar que la potestad de juzgar y promover lo juzgado únicamente le corresponde a los tribunales de justicia del Estado, y recalcando en su parte final que la función jurisdiccional la ejerce con exclusividad la Corte Suprema de Justicia y los demás tribunales que la ley establezca, de manera que ninguna otra autoridad podrá intervenir en la administración de justicia: “Artículo 203. Independencia del Organismo Judicial y Potestad de Juzgar. La justicia se imparte de conformidad con la Constitución y las leyes de la República. Corresponde a los tribunales de justicia la potestad de juzgar y promover la ejecución de lo juzgado. Los otros organismos del Estado deberán prestar a los tribunales el auxilio que requieran para el cumplimiento de sus resoluciones. Los magistrados y jueces son independientes en el ejercicio de sus funciones y únicamente están sujetos a la Constitución de la República y a las leyes. A quienes atentaren contra la independencia del Organismo Judicial, además de imponérseles las penas fijadas por el Código Penal, se les inhabilitará para ejercer cualquier cargo público. La función jurisdiccional se ejerce, con exclusividad absoluta, por la Corte Suprema de Justicia y por los demás tribunales que la ley establezca. Ninguna otra autoridad podrá intervenir en la administración de justicia”133 En el caso específico de la jurisdicción de la Iglesia Católica, ningún cuerpo normativo guatemalteco le da la potestad para hacer juzgamientos penales, de 133 Constitución Política de la República de Guatemala. Art. 203. 63 manera que los fallos que ésta emite, lo hace en virtud de la facultad que le confiere el Código de Derecho Canónico, totalmente ajeno a la legislación de Guatemala, de manera que su jurisdicción no podría ampararse totalmente en el numeral tercero del artículo 17 del Código Penal, ya que ninguna ley guatemalteca faculta al tribunal eclesiástico a intervenir en la justicia. Pero como ya se ha explicado, si su finalidad es encontrar algún fundamento de su jurisdicción en la ley guatemalteca, aunque contradictorio a lo que dice el texto constitucional, se podría amparar en este artículo. De igual manera en la legislación guatemalteca se regula el principio de “cosa juzgada” en el artículo 18 del Código Penal, señalando que “un proceso fenecido no podrá ser abierto de nuevo, excepto en caso de revisión…” 134 La normativa penal guatemalteca, por tanto, no permite que un caso que ya ha sido juzgado vuelva a ser objeto de juicio, ya que se estaría violando el principio “non bis in ídem”, el principio de “cosa juzgada”, y la seguridad jurídica de lo dictaminado por el tribunal que conoció el caso, salvo las excepciones a estos principios enlistadas en los tres numerales del artículo 17 del Código Penal. Es de suma importancia que estos principios procesales se encuentren regulados, ya que brindan uniformidad y unidad al derecho en general. Si este principio no estuviera legislado, existiría un desorden en el aparato jurisdiccional, no habría credibilidad en los fallos emitidos por los jueces, y no existiría certeza jurídica en los mismos. El espíritu de regular este principio es crear un orden inalterable que no permita dudas en los fallos, y que al mismo tiempo le de seguridad jurídica a la persona que está siendo juzgada, pues de no ser así, podrían existir fallos contradictorios que dejaran en “entredicho” lo dictaminado por los jueces. 134 Decreto 51-92, Código Procesal Penal. art. 18 64 3.2 EL PRINCIPIO NON BIS IN ÍDEM EN EL DERECHO CANÓNICO El Derecho canónico también contempla el principio “non bis in ídem” dentro de su normativa, y es por ello que el título IX capítulo I, cc. 1641-1644135, regulan todo lo referente a la cosa juzgada. Para el Derecho Canónico existe cosa juzgada si: 1. Hay dos sentencias conformes entre los mismos litigantes, sobre la misma petición hecha por los mismos motivos; 2. No se hubiera interpuesto apelación contra la sentencia dentro del plazo útil; 3. En grado de apelación, hubiera caducado la instancia o se hubiera renunciado a ella; 4. Se dictó sentencia definitiva, contra la cual no cabe apelación, de acuerdo con el c. 1629. Asimismo establece que la cosa juzgada hace ley entre las partes y da lugar a acción y a excepción de cosa juzgada, que puede también el juez declarar de oficio para impedir que vuelva a introducirse la misma causa. Esto quiere decir que la cosa juzgada supone que la cuestión resuelta por la sentencia firme, ya no puede ser objeto de otro juicio, ya que la cosa juzgada goza de la firmeza del derecho. De igual manera, el Código Canónico hace una especial excepción en su c. 1643136 indicando que nunca pasan a cosa juzgada las causas sobre el estado de las personas, incluso las de separación de los cónyuges. Estas normativas claramente expresan la postura del Derecho eclesiástico respecto a este principio, y concuerda con la jurisdicción ordinaria guatemalteca en que un mismo caso no puede ser conocido dos o más veces, ya que no solo atenta contra el principio “no bis in ídem” sino también el de cosa juzgada y el de seguridad jurídica. El espíritu de regular la cosa juzgada dentro del Código de Derecho Canónico, al igual que en la jurisdicción ordinaria guatemalteca, es brindar una certeza jurídica 135 136 Código de Derecho Canónico, Óp. Cit. cc. 1641-1644. Ibíd., c. 1643 65 en los fallos emitidos, sin la posibilidad de que existan otros fallos incluso contradictorios que atenten contra la balanza de la justicia del derecho. Es decir, que lo que pretende este principio no es evitar que el aparato jurisdiccional pierda tiempo y recursos, sino que pretende lograr que los fallos no sean debilitados por la existencia de otro contradictorio, unificando el derecho y depositando toda la confianza el fallo definitivo de sus jueces. 3.3 COEXISTENCIA DE LA JURISDICCIÓN ORDINARIA GUATEMALTECA Y JURISDICCIÓN ECLESIÁSTICA SIN MENOSCABO DEL PRINCIPIO NON BIS IN ÍDEM De acuerdo a todo lo planteado en los capítulos precedentes se puede establecer que el Derecho Canónico es un derecho originario, no derivado, que tiene sus propias normativas, procedimientos y autoridades. Asimismo, el Derecho Canónico, al igual que los Estados, posee Ius Puniendi aplicado únicamente a los miembros de su comunidad, y según los fines y naturaleza de la Iglesia Católica. De igual manera, se puede decir que el Derecho de la iglesia está perfectamente estructurado mediante principios, conceptos, códigos, tribunales, procedimientos, recursos, etc., como cualquier jurisdicción Estatal, sin la necesidad de incorporar en su estructura normativas ajenas a la misma; de manera que se desvirtúa el criterio que sostiene que la Iglesia católica no tiene la estructura adecuada para conocer casos e impartir justicia dentro de su comunidad. Y finalmente queda claro que tanto la Jurisdicción Ordinaria guatemalteca, como la jurisdicción eclesiástica contemplan dentro de su normativa procesal, perfectamente organizada, el principio “non bis in idem”, evitando que un mismo caso vuelva a ser conocido, luego de haberse emitido un fallo definitivo que le puso fin, dentro de su jurisdicción. Hasta este punto, ambas jurisdicciones paralelamente funcionan de manera independiente sin menoscabo una de la otra, como ya se ha estudiado. Sin embargo, la cuestión medular que causa choque entre ambas jurisdicciones y un posible atentado al principio “non bis in ídem”, a la “cosa juzgada”, a la seguridad y certeza jurídica de los fallo, es analizar si es posible invocar este principio cuando una de las mencionadas jurisdicciones (ordinaria guatemalteca) ha conocido de 66 determinado caso, y ha fallado de una manera, y posteriormente lo vuelve a conocer la otra (eclesiástico) fallando en diferente sentido. Al respecto, luego de analizados todos los escenarios, se pueden desprender dos corrientes de pensamiento: a) Una postura podría surgir al analizar el Derecho como un todo y a las distintas jurisdicciones (ordinaria y eclesiástico) como derivadas del mismo. Y mediante esta postura se podría pensar que al juzgar con forme a Derecho, por segunda vez un hecho que ya ha tenido una resolución previa, definitivamente se atenta contra el principio “non bis in ídem”, pues a pesar de ser jurisdicciones distintas, se está juzgando exactamente la misma persona, por los mismos hechos. Esto quiere decir que se está juzgando exactamente a la misma persona por los mismos hechos, aunque sea en diferentes fueros. La persona tiene que preparase nuevamente con defensores y pruebas para un juicio en donde se le va a absolver o condenar sobre la misma causa que ya se ha conocido con anterioridad. Esto implica para la persona juzgada volver a poner en duda su culpabilidad o inocencia, pese a que ya existe un fallo en otra jurisdicción. Además de ser desgastante en tiempo, su honorabilidad está nuevamente en juego. Ante esta postura es importante analizar que si los fallos son distintos en cada fuero, estaría atentando una jurisdicción contra la otra. Esto quiere decir, que si un caso es conocido en la jurisdicción ordinaria guatemalteca y en base a su legislación es absuelta, se esperaría que también lo fuera en la jurisdicción eclesiástica, de forma que se mantenga una congruencia en los fallos y por tanto en el Derecho, de tal manera que quepa dudas respecto a la justica de cada fallo. Sin embargo, la duda nace cuando los fallos son distintos, y en una jurisdicción se le absuelve, y en otra se le condena, ahí se atentaría contra la consonancia del Derecho y por tanto, no se llegaría a determinar una verdad histórica de los hechos, generando dudas respecto a la justicia de uno de ambos fallos, causando detrimento en el honor de la persona juzgada en una de ambas jurisdicciones. Esta corriente se basa entonces, en el pilar general de la uniformidad de la ciencia del derecho y por ende, de la justicia. 67 Otro punto que podría fundamentar esta teoría es que además de afectar a la unidad del Derecho como ciencia, también se vulneraría la independencia judicial de la que está revestido el Organismo Judicial, como lo establece la Constitución Política de la República de Guatemala137, en su artículo 203, que indica que el Organismo Judicial es el único ente encargado de administrar justicia, y que tiene total y absoluta independencia, como ya se ha indicado en el apartado anterior. La Constitución Política de la República de Guatemala es clara, y no hace ninguna referencia a la potestad de juzgar de cualquier otro tribunal que se encuentre fuera de los tribunales ordinarios, no hace ninguna referencia a la potestad de juzgar del Tribunal Eclesiástico, o a la normativa canónica, sino más bien, establece la exclusividad del Organismo Judicial para conocer casos y dictar sus respectivos fallos. “…La justicia se imparte de conformidad con la Constitución y las leyes de la República. Corresponde a los tribunales de justicia la potestad de juzgar y promover la ejecución de lo juzgado. Los otros organismos del Estado deberán prestar a los tribunales el auxilio que requieran para el cumplimiento de sus resoluciones… La función jurisdiccional se ejerce, con exclusividad absoluta, por la Corte Suprema de Justicia y por los demás tribunales que la ley establezca. Ninguna otra autoridad podrá intervenir en la administración de justicia.”138 Además la Constitución Política de la República de Guatemala reconoce la personalidad jurídica de la Iglesia Católica según el artículo 37, sin embargo, no le da potestad de juzgar. Es decir, que la potestad de juzgar de la Iglesia no ha sido otorgada por el Estado, y como ya se ha mencionado con anterioridad, es el Código de Derecho Canónico quien le da la Iglesia Católica el derecho de juzgar, condenar o absolver a sus miembros. Dicha potestad punitiva no la reconoce el Estado, por lo que incluso podría resultar inconstitucional juzgar a una persona dentro de la República de Guatemala, con base en una competencia no reconocida por el Estado y con base en leyes emitidas fuera del órgano correspondiente. 137 138 Constitución Política de la Republica de Guatemala, art. 203 Loc.Cit. 68 En este sentido, es importante resaltar que la Iglesia Católica no tiene normativas sencillas o simples reglamentos con infracciones y sanciones, como cualquier otro grupo social. Al hablar de las normas de la Iglesia Católica, como se expuso en los primeros capítulos de este trabajo, se está ante el Derecho Canónico como sistema y Corpus Juris autónomo, que posee principios, doctrina, leyes sustantivas, leyes adjetivas, diversas materias (penal, civil, administrativa), tribunales, procesos con todas sus fases procesales, partes procesales incluyendo defensores e investigadores, etc. Es decir que los procedimientos de la Iglesia Católica obedecen una normativa estricta igual o incluso más formal que la del derecho común. El Derecho Canónico como sistema jurídico no es reconocido por la Carta Magna como tal, pero imparte justicia dentro del Estado. Es decir que la personalidad jurídica de la Iglesia Católica si está reconocida por la Constitución Política de la República de Guatemala, pero el hecho de que esté reconocida su personalidad no implica que se le reconozca su jurisdicción. Es por ello que resulta chocante que una persona guatemalteca, católica, sea juzgada ante ambos fueros, cuando según la ley ordinaria sólo el Estado tiene esa potestad a través de sus órganos jurisdiccionales. Al ser juzgada nuevamente una persona, cuando incluso ya ha cumplido condena, resulta violatorio a sus derechos fundamentales, ya que no existe una conexión o un reconocimiento de dicha jurisdicción en el texto constitucional. Esto por tanto, podría evidenciar un choque normativo, especialmente para aquellos que pertenecen a la Iglesia Católica, pues existen dos cuerpos legales que pueden ser aplicados a ellos por la comisión del mismo delito, es decir están sometidos a dos derechos penales. Es importante mencionar también que esto atenta al derecho de igualdad, pues es una situación en la que no se encuentran todos los guatemaltecos. b) La otra corriente, quizá más acertada, es la de considerar que en ningún momento se violenta el principio “non bis ídem” concibiendo cada jurisdicción (penal ordinaria guatemalteca y eclesiástica) de manera aislada e independiente, separando totalmente un Derecho del otro, partiendo de que el espíritu de sus normas, de sus procesos, y de sus penas tienen diferente orientación. El derecho 69 eclesiástico busca tener una buena relación con Dios, con los semejantes, y un orden dentro de la comunidad cristiana, con la finalidad de lograr la salvación de las almas, supuestos que en ningún momento se ven contemplados por la jurisdicción penal ordinaria guatemalteca. Y como ya se ha expuesto en capítulos anteriores del presente trabajo, las sanciones dentro del Derecho Canónico son totalmente distintas a las de la jurisdicción ordinaria guatemalteca, de manera que si existieren fallos distintos, no estaría poniendo en duda la uniformidad de los principios generales del derecho ni de la justicia. La finalidad de la jurisdicción ordinaria guatemalteca en el campo penal, no es únicamente sancionar, sino impartir justicia social, de manera que el delincuente pueda resarcir de alguna manera el daño causado a la sociedad a la que pertenece y logre redimirse para reintegrarse posteriormente a la misma Otro punto que sostiene esta postura es que en la comisión de un mismo hecho pueden existir varias normas vulneradas, en este caso, se pueden vulnerar normas contenidas en la jurisdicción ordinaria guatemalteca y a la vez se pueden vulnerar normas contenidas en la jurisdicción eclesiástica, si el individuo que comete el delito pertenece a este grupo social. Es importante tener en cuenta que ambas jurisdicciones coexisten separadamente, y es únicamente el individuo el que pertenece a ambas y que por pertenecer a ambas debe ser juzgado en las dos de manera independiente, sin que se menoscabe el principio “non bis in ídem” o el de seguridad jurídica, pues lo que para una jurisdicción puede no ser delito, si lo podría ser para la otra, y ahí es en donde se pueden emitir fallos contradictorios, que al final de cuentas no pertenecen a la misma jurisdicción, por lo que no se contradirían entre sí. Como ya se ha analizado en el párrafo anterior, en efecto, la existencia de la posibilidad de una pluralidad de sanciones por un solo hecho, es consecuencia obviamente de que existe una previa pluralidad de tipificaciones infractoras del mismo, porque, si sólo existiera un único tipo normativo, es claro que sólo podría haber una sanción. Desde este punto de vista, la cuestión de la pluralidad de sanciones se podría reconducir a la de pluralidad de infracciones pero, como éstas 70 están tipificadas en una ley previa, pero en distintas jurisdicciones, se excluye la posibilidad de hablar de un posible concurso de normas. Otro argumento que sostiene esta postura es que cada grupo social cuenta con sus normas, independientemente de las normas del Estado. Es por ello que se encuentran normas éticas, normas disciplinarias, normas en los establecimientos educativos, en las universidades, en las distintas instituciones, en la familia etc., que deben acatarlas los individuos que pertenecen a ellas, además de acatar las que son propias del Estado, y así como cada célula social tiene sus propias formas de sancionar aquellas normas que han sido infringidas por uno de sus miembros. Es así como un padre puede negarle el permiso de salir a su hijo, o un colegio puede expulsar a un alumno que ha cometido una infracción. No por ello se está violentando el principio “non bis in ídem”, sino que cada círculo social está manteniendo el orden y la buena conducta de sus miembros. La Iglesia, por tanto tiene la potestad de conocer a través de sus propios medios, un caso que considere “delito” dentro de su congregación y de castigarlo según su naturaleza, de manera independiente a la sanción que impondría el Estado. El Derecho de la Iglesia sólo se aplica a sus miembros, y por tanto solo sus miembros están obligados a acatarlas y a someterse a los diversos procedimientos que dictan sus normas, de manera independiente a las del Estado, por lo que en ningún momento las líneas naturalmente paralelas de ambas jurisdicciones (jurisdicción penal guatemalteca, y eclesiástica) chocarían en algún sentido, si se toma esta postura como argumento medular. El principio “non bis in ídem” se aplica en la interioridad de ambas jurisdicciones, es decir, que si dentro de la jurisdicción ordinaria guatemalteca ya se ha conocido y emitido una sentencia firme respecto de un caso concreto, ya no se pude volver a juzgar en la misma materia. Igualmente sucede con la jurisdicción eclesiástica, si ya se ha juzgado determinado caso por alguno de los tribunales eclesiástico es y ya se ha emitido una sentencia firme, ya no se puede volver a conocer del mismo caso en la misma materia, es ahí en donde radica la exclusividad del Ius Puniendi del Estado que habla la Constitución Política de la República de Guatemala en su artículo 203, 71 refiriéndose a la potestad de administrar justicia del Estado mediante sus órganos jurisdiccionales y la aplicación de sus propias normas, y no así respecto de otras leyes y tribunales como el eclesiástico. De igual forma se podría interpretar la regulación del principio “Non bis in ídem” en el Código Procesal Penal, cuando establece en la parte conducente del artículo 17 que “ Nadie debe ser perseguido penalmente más de una vez por el mismo hecho. Sin embargo, será admisible una nueva persecución penal… 3) Cuando un mismo hecho debe ser juzgado por tribunales o procedimientos diferentes, que no puedan ser unificados, según las reglas respectivas.”139 Este artículo podría interpretarse en este sentido, siendo que el tribunal eclesiástico por su naturaleza no podrá unificarse nunca con un tribunal penal ordinario dentro de la jurisdicción ordinaria guatemalteca, de manera que entraría dentro del rango de excepciones que el mismo código procesal penal establece a este principio, aludiendo que en ningún momento se llegaría a vulnerar este principio. Como se puede observar, existen claramente dos posturas contrapuestas que tienen fundamentos lógicos y jurídicos para alegar una vulneración o no a este principio cuando un mismo caso es conocido en ambas jurisdicciones. Esto lleva a pensar que el Derecho no logra cubrir todas las aristas que se requieren para impartir justicia, pues en determinado momento la coexistencia de diversas jurisdicciones dan lugar a que un mismo caso sea resuelto en distinto sentido, poniendo en duda el valor de la justicia, especialmente si los fallos son distintos, en consecuencia, podría surgir la duda, de cual fallo es más justo o bien, se podría poner en duda nuevamente la culpabilidad del individuo que está siendo juzgado. Ante este panorama de ideas contrapuestas que generan duda, es indispensable mencionar la existencia de un Derecho que está íntimamente relacionado con el Derecho Canónico y con el Derecho Ordinario, pero que hace una referencia a ambos, sin pertenecer a uno o a otro, el denominado “Derecho Eclesiástico del Estado”. Esta denominación podría confundir a cualquiera, e incluso podría hacer 139 Código Procesal Penal. Artículo 17, numeral tercero. 72 pensar que es la comunión entre el Derecho ordinario del Estado y el Derecho de la Iglesia. Sin embargo, el Derecho Eclesiástico del Estado, es completamente diferente e esa noción, y según Jerónimo Borrero Arias, citando a A. Bernárdez explica que “se trata de una rama del Derecho estatal que contempla, de forma específica, las materias y fenómenos sociales de significación religiosa en cuanto tienen una incidencia o repercusión en el ordenamiento secular”.140 Indica el referido autor que el término “Eclesiástico” se aplica al objeto de esta disciplina, y no a las fuentes de la misma, pues no son normas eclesiásticas de la Iglesia Católica o de otras iglesias o confesiones, sino normas originarias del Estado. Borrero 141 afirma que durante centurias la expresión “Derecho Eclesiástico” fue sinónimo de “Derecho Canónico”, pero una serie de acontecimientos determinaron que aquella denominación se reservara no para el Derecho de la Iglesia sino para el Derecho del Estado relativo a la Iglesia. El mencionado autor afirma que el Derecho Eclesiástico Estatal se justifica por dos premisas: la primera, por el reconocimiento del principio de libertad religiosa, que lleva consigo el respeto a las creencias religiosas de los ciudadanos; y en segundo término, a las notas de unidad y plenitud de los ordenamientos estatales que demandan que los fenómenos sociales, como el hecho religioso, puedan ser regulados por el Estado. Según Javier Saldaña y Cristóbal Orrego Sánchez142, los principios que rigen el Derecho Eclesiástico del Estado son cuatro: libertad religiosa, laicidad, igualdad y cooperación en materia religiosa, explicándolos de la siguiente forma: Principio de Libertad religiosa: Derecho de la persona y principio organizativo del Estado: La libertad religiosa debe entenderse como un derecho de la persona, y como regla según la cual el Estado se relaciona con el fenómeno religioso y regula este derecho de la persona ejercido de manera colectiva. 140 Borrero Arias, Jerónimo, Apuntes sobre la delimitación disciplinaria del Derecho Canónico, Universidad de Sevilla, España. Pág. 267. 141 Loc. Cit. 142 Saldaña, Javier y Cristóbal Orrego Sánchez, Poder estatal y libertad religiosa: Fundamentos de su relación, Méxco, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de México (UNAM), 2001 73 Principio de laicidad en materia religiosa: Se comprende como la consideración positiva del hecho religioso, es decir, “la sujeción del Estado al ordenamiento jurídico para regular su actuación en la cuestión religiosa, mediante la que se reconoce, garantiza, promueve el derecho de la libertad religiosa. El principio de Libertad religiosa identifica la esencia del Estado ante lo religioso. El Estado es absoluta y totalmente incompetente en el ámbito interno de fe o de espiritualidad de lo religioso como tal, pero está capacitado para regularlo en cuanto factor social o como hecho religioso en sociedad, a través de lo único que tiene el Estado para tratar cualquier factor social: el derecho. Principio de igualdad en materia religiosa: El Estado no puede determinar la verdad o falsedad de cualquier credo religioso. Luego, no podrá discriminar ninguna confesión en atención a la veracidad o falsedad religiosa. El Estado tiene que considerar (sólo en lo religioso) iguales a todos ellos. En tal sentido, cara al derecho, individuos y confesiones son igualmente titulares del derecho de libertad religiosa y de su correspondiente ejercicio. Sin embargo, en el tratamiento jurídico (único que le corresponde al poder público) de las confesiones religiosas, el Estado también tendrá que asumir un criterio de igualdad proporcional, es decir, ajustado a las particularidades y precisos contornos de cada una de las diferentes confesiones. Principio de cooperación en materia religiosa: La cooperación no es lo mismo que unión. La cooperación que ha de darse entre el poder público y las confesiones religiosas no significa de ninguna manera que la identificación religiosa la haga suya el Estado o que la finalidad político-social propia del poder público sea necesariamente asumida por las confesiones religiosas. Este principio opera cuando el Estado ha hecho suyo el principio de libertad religiosa, como principio primario. La cooperación del Estado con las religiones no es más que una forma de promoción de lo religioso como consecuencia de tomarse en serio la libertad que le da origen. Con base en lo anterior el Derecho Eclesiástico del Estado, constituye un elemento importante para aclarar la diferencia y separación existente entre Iglesia y Estado, pero a la vez sirve para determinar la existencia de un vínculo en cuanto al reconocimiento y aceptación de la Iglesia Católica, de otras iglesias y del fenómeno 74 religioso en general dentro de la vida estatal. Esto evidencia que la coexistencia entre ambas, Estado e Iglesia (Derecho ordinario y Derecho Canónico) es posible mientras cada una respete la autonomía de la otra, de manera que más que una contraposición de ideas, exista una aceptación paralela de la existencia y desarrollo de cada una al lado de la otra. Sin embargo, al respecto es interesante traer a colación un ejemplo de la separación que existe entre Iglesia y Estado, y es el caso de la resolución de la Corte de Constitucionalidad del dieciocho de mayo de dos mil once, respecto a los expedientes acumulados 103-2011 y 107-2011143, en el que consta la revocación del amparo otorgado en primera instancia a un conjunto de miembros de la Hermandad de Señor Sepultado del Templo de Santo Domingo, quienes por un desfalco fueron expulsados de dicha hermandad por el obispo. Los expulsados solicitaron amparo en virtud de que se les expulsó sin un debido proceso, y en primera instancia se les concedió. Posteriormente la Hermandad apeló la sentencia, en la que la Corte de Constitucionalidad revoca el amparo otorgado en primera instancia, en virtud de que la materia de que se está tratando debe dirimirse con base en el Código Canónico, y no así con base en las leyes ordinarias. Este es un ejemplo de cómo el Estado y la Iglesia Católica coexisten de manera independiente y autónoma, y cada una respeta los procedimientos que cada una contempla en sus cuerpos normativos. Sin embargo, a la vez, esto demuestra que dicha independencia y autonomía impide que el Estado proteja en su totalidad los derechos fundamentales del ser humano, como los son el derecho de defensa y de debido proceso, pues al abstenerse de amparar a un ciudadano en otro fuero, si bien es cierto está respetando la otra jurisdicción, está dejando a la persona juzgada en indefensión debilitando el verdadero valor del Derecho y la justicia. 143 Sentencia de la Corte de Constitucionalidad de Guatemala sobre los expedientes acumulados: 103-2011 y 107-2011, 18 de mayo de 2011. 75 CAPÍTULO 4. RESPONSABILIDAD DEL PRESBÍTERO MARIO ORANTES EN EL CASO JUAN JOSÉ GERARDI CONEDERA Y LA POSIBLE NVOCACIÓN DEL PRINCIPIO NON BIS IN ÍDEM Para desarrollar el tema medular de la presente tesis, “el principio non bis in ídem en distintas jurisdicciones”, es importante analizar el famoso y controversial “caso Gerardi”, que acaeció en Guatemala como una consecuencia del conflicto armado interno que inició en el año de1960 y culminó cuarenta y seis años después con la firma de los acuerdos de paz, en 1996. En este caso, Monseñor Juan José Gerardi Conedera fue asesinado en el año 1998, en donde estuvieron implicados como responsables de su muerte varios militares, una empleada doméstica, y el presbítero Mario Lionel Orantes Nájera, quien fue condenado en los tribunales ordinarios guatemaltecos por el delito de “ejecución extrajudicial” en el grado de complicidad. En el siguiente capítulo se analizará el mencionado caso y la posible invocación del principio non bis in ídem ante los tribunales eclesiásticos. 4.1 ANTECEDENTES: CASO GERARDI Según el portal de la Iglesia Católica de Guatemala144, Monseñor Juan José Gerardi Conedera, nació en la Ciudad de Guatemala, el 27 de diciembre de 1922. Se ordenó sacerdote en la Catedral Metropolitana el 21 de diciembre de 1946, y los siguientes 20 años, se dedicó a ser párroco en el interior del país, conociendo el campo, la pobreza, la vida de los indígenas y la gente pobre. Estuvo trabajando con la Iglesia católica en los municipios de Mataquescuintla, Tecpán, Patzicía, San Pedro Sacatepéquez y Palencia. Luego sirvió en la Ciudad de Guatemala en Santa Clara, El Sagrario y Candelaria. Fue canciller de la curia y Provicario General, primero con Monseñor Rosell y luego con Monseñor Casariego. En los primeros años de la década de los 80, fue testigo de de los ataques violentos entre el ejército de Guatemala y los grupos armados, motivo por el cual se registraron crímenes masivos que incluso, se determinarían en años posteriores 144 Iglesia Católica de Guatemala. Caso Gerardi, Guatemala, 2013, http://www.iglesiacatolica.org.gt/mgerardi.htm, fecha de consulta: 10 de julio de 2013. disponible en red: 76 como genocidio. En dichos ataques murieron cientos de catequistas católicos, y dirigentes cristianos de pueblos y aldeas especialmente de etnias mayas, de manera que Gerardi solicitó al ejército que calmara sus acciones en contra de la población civil. Su deseo de que cesaran los ataques surgió tras la matanza de indígenas en Alta Verapaz, cometida a manos de soldados. Según documentos del Arzobispado de la Iglesia Católica145 en la Conferencia Episcopal protestó acerca de la Masacre en la embajada de España, en donde murieron 39 personas, entre ellos el padre de Rigoberta Menchú y el propio cónsul español, luego de haber sido quemados vivas con granadas de fósforo blanco, mediante la participación del Estado de Guatemala. Posteriormente se encargó del episcopado en Quiche en donde recibió múltiples amenazas de muerte y atentados contra su vida, por lo que se trasladó a Guatemala, clausurando temporalmente la diócesis. La Fundación Pro Derecho Humanos146 documenta que en 1980, siendo Monseñor Gerardi Presidente de la Conferencia Episcopal de Guatemala, viajó a El Vaticano para asistir al Sínodo de la Familia. A su regreso, se le prohíbe el ingreso al país, por lo que viaja a San Salvador, en donde no le dan asilo, y finalmente a Costa Rica, desde donde siguió siendo el Presidente de la Conferencia Episcopal de Guatemala. Y en 1982 pudo regresar a Guatemala y el 28 de agosto de 1984 fue nombrado Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Guatemala y también párroco de San Sebastián. En 1988, la Conferencia Episcopal de Guatemala delegó a Monseñor Rodolfo Quezada Toruño y a Monseñor Juan Gerardi para participar en la Comisión Nacional de Reconciliación. 145 Loc. Cit. Fundación Pro Derechos Humanos, Crímenes de Estado, Guatemala, 2013, disponible en red: http://www.derechoshumanos.net/genocidioguatemala/libro-cap3-crimenes-de-estado-procesosjudiciales.htm?gclid=CM2Ws6X3lLkCFadj7Aod73gAuA#3-1-Asesinato-Obispo-Gerardi Guatemala, fecha de consulta: 9 de agosto de 2013. 146 77 Finalmente, Monseñor Gerardi llevó adelante la creación de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado, que según sus fines, preocupa hasta hoy de las víctimas de la violencia y cualquier violación a los derechos humanos.147 4.2 MUERTE DE MONSEÑOR GERARDI CONEDERA Según la sentencia de siete de junio de 2001 del Tribunal Tercero de Sentencia Penal, Narcoactividad y Delitos contra el Ambiente148, en su parte considerativa, la noche del 26 de abril de 1998, el obispo Juan José Gerardi fue asesinado a golpes en la cabeza en el garage de la casa parroquial de San Sebastián, de la zona 1 de la ciudad de Guatemala. Los criminales usaron un bloque de cemento para destrozarle el cráneo. El cuerpo del sacerdote fue descubierto tendido en el garage por el sacerdote Mario Orantes, que compartía la parroquia con el obispo y quien a pesar de darse cuenta del homicidio, entró y salió reiteradas veces del recinto sin dar aviso a las autoridades, asegurando en su testimonio, no haber oído nada fuera de lo común esa noche, pues se encontraba navegando en internet. Tras las investigaciones correspondientes se vincularon los nombres del coronel retirado Byron Lima Estrada y de su hijo, el capitán Byron Lima Oliva, suscritos al EMP (Estado Mayor Presidencial, órgano de inteligencia militar) y del sacerdote Mario Lionel Orantes Nájera.149 El poder judicial estableció la existencia del delito de ejecución extrajudicial en la persona de Juan Gerardi y responsabilizó, en calidad de autores mediatos, al coronel retirado Byron Lima Estrada, al capitán Byron Lima Oliva y al ex especialista del ejército Obdulio Villanueva y, en calidad de cómplice, al sacerdote Mario Orantes Nájera. El fallo judicial dejó abierto el curso para procesar penalmente a los 147 Oficina de Derecho Humanos del Arzobispado de Guatemala, Caso Gerardi, Guatemala, 2013, disponible en red: http://www.odhag.org.gt/Caso%20Gerardi/casogerardi.htm, fecha de consulta: 30 de agosto de 2013. 148 Sentencia del Tribunal Tercero de Sentencia Penal, Narcoactividad y Delitos contra el Ambiente, C-7-2000 Oficial 3ro 7 de junio de 2001. 149 Loc. Cit. 78 miembros de la cúpula de poder del Estado Mayor Presidencial activa en abril de 1998. El testimonio de Rubén Chanax Sontay un ex agente militar, fue contundente en el fallo emitido. El afirmó que la escena del crimen fue alterada por dos militares para desviar la acción de los investigadores y que tuvo comunicación con Mario Lionel Orantes Nájera. Según relató, la noche del crimen, vio salir a Byron Lima sin camisa de la casa parroquial de San Sebastián. Luego, un vehículo recogió a Obdulio Villanueva, quien llevaba una cámara de video. En la mencionada sentencia se condena a Mario Lionel Orantes Nájera a 20 años de cárcel por el delito de Ejecución Extrajudicial en el grado de cómplice. Mientras que los militares Byron Lima Oliva y Byron Disrael Lima Estrada recibieron una condena de 30 años, que fue reducida a 20 por una Sala de Apelaciones. Según informes del Centro Preventivo para hombres de la zona 18 150, Obdulio Villanueva fue asesinado y decapitado en la cárcel en un sangriento motín en dicho reclusorio el 12 de febrero de 2003, en sicariato con ánimo potencial de impedir futuras responsabilidades penales, derivadas de haber declarado culpable a Villanueva. Según la Agencia Guatemalteca de Noticias151, la sentencia en primera instancia, emitida por el Tribunal Tercero de Primera Instancia Penal, Narcoactividad, y Delitos Contra el Ambiente, fue acogida con aprobación tanto nacional como internacionalmente, se consideró un importante precedente concretado en el proceso de fortalecimiento del Estado de Derecho y en la lucha contra la impunidad, pues fue la primera sentencia contra elementos castrenses en un tribunal civil en la historia del país. 150 Agencia Guatemalteca de Noticias: http://www.agn.com.gt/index.php/world/politics/item/1930-iglesiacat%C3%B3lica-inhabilita-ejercicio-sacerdotal-a-mario-orantes 151 Loc. Cit. 79 Las apelaciones relativas fueron desestimadas. Sin embargo, Orantes Nájera, obtuvo su libertad mediante la aplicación del sistema de redención de penas que le permitió cumplir 11 de los 20 años de cárcel dictados en su contra. 4.3 RESPONSABILIDAD DEL PRESBÍTERO MARIO LIONEL ORANTES NÁJERA 4.3.1 RESPONSABILIDAD PENAL SEGÚN LA JURISDICCIÓN ORDINARIA GUATEMALTECA Mario Lionel Orantes Nájera, como se mencionó anteriormente, fue condenado, el 7 de junio de 2001, por el Tribunal tercero de sentencia Penal a 20 años de cárcel por el delito de Ejecución Extrajudicial en el grado de cómplice. A continuación se transcribe lo que consideró el Tribunal, en su parte conducente: “…hemos indicado que la participación en un ilícito puede ser como autor, coautor, cómplice, e inductor. Hemos analizado la conducta de acuerdo a lo que se evidenció en el debate, y compartimos que Orantes Nájera, es partícipe como cómplice debido a que prestó un auxilio doloso para que se ejecutara un ilícito, ese auxilio es lo que se llama en la doctrina una complicidad oculta, y que nuestro Código Penal, recoge en su artículo treinta y siete, inciso cuarto. Veamos, primero, el testigo Chanax Sontay, fue claro y categórico en indicar que vio al padre Orantes salir de la Casa Parroquial, una vez cuando tocó el timbre, salió por el portón y le dijo “Gracias colocho” y le dio una patada a la puerta; la segunda vez, le dijo “Colocho diga todo lo que vio, menos que había salido por el portón”. Segundo, no es lógico creer que haya salido en más de una oportunidad sin que haya podido observar el cadáver de monseñor Gerardi Conedera, habiendo luz, habiendo pasado por ese sector. Tercero, tampoco es creible que no haya escuchado absolutamente nada, cuando ocurrió la muerte de monseñor, bajo el argumento de que se encontraba navegando en internet, cuarto, es bastante sintomático, que no haya avisado en forma inmediata de lo sucedido a las autoridades correspondientes. 80 La defensa pretende destruiri o desvriturar esta certeza, argumentando las contradicciones y la inidoneidad del testigo Chanax Sontay, cuando cada vez que declara da una versión distinta. El tribunal ha concluido que la prueba se produce en el Juicio Oral, y que en atención a la inmediación, lo declarado en el debate, prevalece a declaraciones que haya prestado con anterioridad, en cuanto a que no escuchó absolutamente nada, tampoco debe ser tomado en cuenta porque en una diligencia de Reconstrucción de Hechos, queda acreditado, el ruido del portón del garage para abrirse y para cerrarse, y sobre todo cuando se corre el portón, asimismo, el ruido del motor del vehículo, y los ruidos que se deben de haber producido cuando le asentaron los golpes al sujeto pasivo, la prueba de sonido que rindiera un médico especialista, no es eficaz para este extremo, puesto que no se hizo en las mismas condiciones en que sucedieron los hechos y por último, el hecho de que el sacerdote Orantes haya tenido visión baja en un veinte por ciento, no le impide ver objetos grandes, sobre todo tratándose del cadáver de una persona conocida, es una falsedad, ya que no fue solo una vez por la que transitó estando el cadáver, es más, estando el vehículo en el que se condujo el fallecido, y estando enterado que momentos antes no se encontraba en la casa, lógico es que debió cerciorarse de su llegada, pero lo que es más increíble es que no haya visto las manchas de sangre. Estas circunstancias nos sirven a los juzgadores para concluir que el procesado Orantes Nájera tenía conocimiento de lo que estaba ocurriendo en la Casa Parroquial, que intencionalmente no había avisado a las autoridades, que su conducta de cómplice, que su auxilio doloso a quienes ejecutaron el acto, es reñida con la ley. Y en tal sentido en uso de las facultades que nos confiere el artículo trescientos ochenta y ocho del Código Procesal Penal, el Tribunal le da una calificación jurídica distinta al delito de Asesinato, cambiándose al de Ejecución Extrajudicial. Por lo que su participación, es distinta a la descrita en la acusación, concluyéndose que Orantes Nájera es COMPLICE en el ilícito en que perdiera la vida Monseñor Juan José Gerardi Conedera…”152 152 Sentencia del Tribunal Tercero de Sentencia Penal, Narcoactividad y Delitos contra el Ambiente. 81 En esta parte de la sentencia emitida en contra del presbítero, el Tribunal Tercero de Sentencia analiza la prueba aportada y las argumentaciones del debate y considera que la implicación de Orantes Nájera es evidentemente lógica, pese a que algunas pruebas experimentales fueron descartadas por ineficaces. La defensa del Padre Orantes, respecto a la parte considerativa de la sentencia afirma que fue “un proceso plagado de errores…desde el principio…hasta emitir una sentencia poco razonada”. La defensa afirma que si no funcionaron los medios de prueba aportados, en todo caso se debió acoger el principio de “indubio pro reo”, pues no hubo pruebas contundentes que puntualizaran la responsabilidad del sacerdote, y sin embargo se le condenó. La parte resolutiva de la sentencia establece en su numeral romano VII: “Que por la forma de participación del acusado MARIO LIONEL ORANTES NÁJERA, se le impone la pena de TREINTA AÑOS DE PRISIÓN INCONMUTABLES, rebajado en una tercera parte, lo que hace un total de VEINTE AÑOS DE PRISIÓN INCONMUTABLES.”153 Transcurrido el tiempo de condena el sacerdote Orantes obtuvo la libertad anticipada por redención de penas, se le oficializó a Orantes el pasado 4 de enero de 2013 por el Juzgado Primero de Ejecución Penal, tras cumplir 11 de los 20 años de cárcel que le fueron impuestos el 7 de junio de 2001, por el Tribunal tercero de sentencia Penal. 4.3.2 RESPONSABILIDAD EN LA JURISDICCIÓN ECLESIÁSTICA Aún se desconoce cuál es la responsabilidad en el Derecho Canónico del presbítero Mario Lionel Orantes Nájera, ya que no se ha dado inicio al proceso penal canónico correspondiente, pero según la Iglesia Católica ”se le notificó a Mario Lionel Orantes de la inhabilitación indefinida de su licencia ministerial, antes de comenzar el juicio 153 Loc. Cit. 82 eclesiástico en su contra por su vinculación en el asesinato del Monseñor Juan Gerardi en 1998”. 154 El promotor de justicia del Tribunal Eclesiástico, Eddy Calvillo explicó que la decisión fue tomada al basarse en el Artículo 1370, parágrafo 2 del Código de Derecho Canónico; y que el tribunal será complementado por los religiosos Juan David Noguera, Pedro Martinello, Gustavo Paredes y Marco Antonio Figueroa. Calvillo afirmó a los medios de comunicación que “se le notificó al padre (Orantes) que estaba suspendido de su derecho sacerdotal, porque el Derecho Canónico establece que cuando se atenta contra la vida de un obispo, se le quitará este beneficio”. 155 Según el Código de Derecho Canónico, al presbítero Mario Orantes se le podría imputar alguno de los delitos contenidos en el Título II “De los delitos contra las autoridades eclesiásticas y contra la libertad de la Iglesia”, específicamente el correspondiente al c. 1370 que establece: “1. Quien atenta físicamente contra el Romano Pontífice, incurre en excomunión latae sententiae, reservada a la Sede Apostólica; si se trata de un clérigo puede añadirse otra pena, atendiendo a la gravedad del delito, sin excluir la expulsión del estado clerical. 2. Quien hace lo mismo contra quien tiene el carácter episcopal, incurre en entredicho latae sententiae, y si es clérigo, también en suspensión latae sententiae. (El énfasis en negrilla es propio de la investigadora) 154 Agencia Guatemalteca de Noticias, Caso Monseñor Juan José Gerardi, Guatemala, 2013, disponible en red: http://www.agn.com.gt/index.php/world/politics/item/1930-iglesia-cat%C3%B3lica-inhabilita-ejercicio-sacerdotal-amario-orantes, fecha de consulta: 5 de septiembre de 2013. 155 Loc. Cit. 83 3. Quien usa de violencia física contra otro clérigo o religioso, en desprecio de la fe, de la Iglesia, de la potestad eclesiástica o del ministerio, debe ser castigado con una pena justa.”156 Asimismo el Título VI establece “De los delitos contra la vida y la libertad del hombre”, y específicamente en su c. 1397 (relacionado con el c. 1370 en este caso) establece “Quien comete homicidio, o rapta o retiene a un ser humano con violencia o fraude, o le mutila o hiere gravemente, debe ser castigado, según la gravedad del delito, con las privaciones y prohibiciones del c. 1336; el homicidio de las personas indicadas en el c. 1370 se castiga con las penas allí establecidas…”157 (El énfasis en negrilla es propio de la investigadora) Según el Código de Derecho Canónico Comentado158 de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra, el c. 1370 establece tres delitos distintos, según sea el sujeto pasivo. El denominador común de los tres delitos es la violación del tradicionalmente llamado “privilegio del canon” que excomulgaba ipso facto a quienes hiciesen violencia a un clérigo o monje. Para que exista tal delito se requiere una acción física, externa y violenta, dirigida sobre la persona (no sobre su reputación bienes) vulnerando su cuerpo, libertad u honor, causándole finalmente la muerte. Aquí queda excluida en todo caso la legítima defensa. Este podría ser el delito que a discutirse en el proceso penal del Tribunal Eclesiástico. Cabe mencionar que al respecto, existe una postura que afirma que según lo establecido en el Código de Derecho Canónico, el Padre Orantes no ha cometido ningún delito, ya que el no fue el que directamente accionó en contra de la vida de Monseñor Juan José Gerardi Conedera, por lo que no se le podrían imponer exactamente las penas previstas en los canones anteriormente citados, sino una 156 Código de Derecho Canónico. Op. Cit. c. 1370 Ibíd., c. 1336 158 Instituto Martín de Azpilcueta. Código de Derecho Canónico, España, EUNSA, 2007, séptima edición, pág. 875-887 157 84 resolución más favorable, por el grado de “complicidad” en el que pudo haber actuado, o por la simple omisión de auxilio que le pudo proveer al obispo. Finalmente, derivado de ello, cabe mencionar que también podría tener injerencia la jurisdicción propia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en el esclarecimiento de la responsabilidad del Padre Orantes respecto a la comisión de delitos tipificados en la Carta Apostólica Motu Proprio Data “Sacramentorum sanctitatis tutela”, al tenor de lo dispuesto en el artículo 52 de la Constitución Apostólica Pastor Bonus, referente a los delitos contra la fe y los delitos más graves cometidos contra la moral o en la celebración de los sacramentos, motivo por el cual también se le podría imponer alguna sancione canónica a este respecto. 4.4 POSIBLE INVOCACIÓN DEL PRINCIPIO NON BIS IN ÍDEM ANTE EL JUZGAMIENTO DEL TRIBUNAL ECLESIÁSTICO En el caso objeto de estudio, la defensa del Padre Mario Lionel Orantes Nájera no podría invocar el principio Non Bis In Ídem ante los tribunales eclesiásticos, pues dichos tribunales no han conocido del caso en su materia correspondiente, y por tanto no se ha juzgado ni una sola vez. Por lo que la invocación de ese principio sería totalmente vago, y sin fundamento, pues queda claro que las materias que se juzgan en la jurisdicción ordinaria y en la jurisdicción eclesiástico son totalmente distintas, y cada una impone una sanción diferente: la jurisdicción penal ordinaria impone una sanción social, personal y en determinado momento patrimonial, y la jurisdicción eclesiástico impone una sanción referente a la comunidad eclesiástico, y a las “penas del alma”. Como ya se ha explicado anteriormente, podría invocarse el principio “Non bis in ídem” ante el juzgamiento del Tribunal Eclesiástico, sólo si éste tribunal desea volver a conocer el caso en el futuro, luego de haber emitido una sentencia y que dicha sentencia estuviera firme. No se podría invocar el principio “Non bis in ídem” con base en la resolución de otro tribunal, que en este caso sería el tribunal ordinario guatemalteco, pues la materia sobre la que juzgan es distinta y sus penalizaciones también son totalmente diferentes. 85 En sentido amplio, analizando el Derecho como un todo, podría decirse que respecto a la unidad del Derecho, podría hablarse de un posible choque de ideas, si los fallos son contradictorios. Ya que en ambos casos se busca hallar la verdad histórica de los hechos, para llegar a dictar una resolución. De manera que al tener dos sistemas o jurisdicciones distintas, con la posibilidad de conocer de un mismo caso y de fallar de modo distinto, se podría estar ante una variación del derecho, que quizá no sea directamente una violación al principio “non bis in ídem”, pero sí una causa que debilita el principio de unidad de la Teoría del Derecho. En este sentido Norberto Bobbio afirma que “el principio de unidad haya de predicarse no sólo en relación a las normas internas de un Estado, sino que también abarque a las relaciones entre tales normas con las de otros ordenamientos, como por ejemplo el Derecho internacional, o los ordenamientos menores o parciales, como en el supuesto de un código deontológico de una profesión determinada; supone que la exigencia para alcanzar tal unidad de la eliminación de antinomias y lagunas haya de extenderse a las relaciones entre todas las fuentes de esta estructura piramidal más amplia.” 159 Es decir que la unidad del Derecho no debe representar unidad solamente en las normas de un solo cuerpo normativo, sino en las normas de diversos ordenamientos jurídicos, para que siempre vaya concatenado, y no adolezca de lagunas o antinomias. El derecho a pesar de ser diferente y de analizar diferentes casos con base a diferentes normas, debe relacionarse y seguir los principios generales de justicia y equidad, para que los fallos siempre sean coherentes y no se den fallos contradictorios, que causan inseguridad jurídica tanto en los aparatos jurisdiccionales que emiten las sentencias, como en la persona que es juzgada, pues al final no se sabe si la persona es culpable o inocente, pues un tribunal lo ha absuelto y otro lo ha condenado. Bobbio también afirma que “…el intérprete del Derecho a la hora de aplicar una norma ha de optar, siguiendo algunos de los criterios expuestos (jerárquico, cronológico o de especialidad), o de acuerdo con su libre apreciación si éstos no 159 Bobbio, Norberto, Teoría General del Derecho, España, Editorial Debate, 1991., pág. 78 86 resultan aplicables para resolver la antinomia, por alguna de las normas existentes tanto en el ámbito del ordenamiento interno estatal, como en el ordenamiento supranacional o en el de alguno de los ordenamientos menores. También en el caso de la existencia de lagunas el intérprete del Derecho podrá integrar el ordenamiento interno no sólo recurriendo a normas o principios del Derecho interno (autointegración), sino también teniendo en cuenta las normas del Derecho Natural y de otros ordenamientos positivos contemporáneos con los que tenga relación, como pueden ser los de cualquier otro ordenamiento estatal o los del ordenamiento canónico (heterointegración).” 160 La finalidad de observar otras normas al momento de juzgar no es más que integrar y unificar los criterios al momento de juzgar, sin menoscabar una norma con otra. Muchas veces se olvida que el Derecho no es la simple aplicación de normas, sino que su finalidad está en ordenar a la sociedad, y buscar la justicia. Si el Derecho fuera una simple aplicación de normas, sería como programar un robot jurisdiccional en donde los criterios de unidad, derecho natural, justicia y equidad no existirían. De tal manera que si bien es cierto, no existe una violación al principio non bis in ídem si existiría una disparidad entre los criterios del Derecho. Lo mismo sucede, por ejemplo, si un abogado es sindicado de un delito en materia penal, dentro de la jurisdicción ordinaria guatemalteca, y es absuelto, y al mismo tiempo se le juzga ante el Tribunal de Honor del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala, y se le condena suspendiéndolo definitivamente de su ejercicio. No existiría concordancia en la administración de justicia, aunque las ramas que se están analizando son distintas, y las jurisdicciones no son iguales, uno de los fallos está perjudicando a la persona juzgada, dejando una duda respecto a qué tribunal tiene la razón. Finalmente, pese a las posibles discusiones que esto puede acarrear, es necesario establecer y resaltar que el Derecho Canónico es, al final de cuentas, un sistema jurídico totalmente autónomo y distinto al del Estado. Por ello, la coexistencia de ambos sistemas en el mismo territorio puede darse sin ningún problema, pues 160 Loc. Cit. 87 ninguno transgrede a otro. Cada uno posee sus propios principios, normativas, instituciones, autoridades, jurisprudencia, etc. De manera que cada jurisdicción puede conocer y fallar de forma independiente. Sin embargo, es indispensable dejar una ventana abierta referente a qué tan perjudicial puede resultar para la persona juzgada frente esa independencia de jurisdicciones, pues aunque jurídicamente no exista ningún problema, quizá si lo exista en cuanto a la protección de los derechos fundamentales del imputado. 88 CAPÍTULO FINAL. PRESENTACIÓN, DISCUSIÓN Y ANÁLISIS DE RESULTADOS 1. PRESENTACIÓN DE RESULTADOS: Para tener una idea más concreta acerca del tema tratado en la presente tesis, se realizaron entrevistas a expertos en el tema. Se entrevistó al Licenciado José Toledo Paz, abogado defensor del presbítero Mario Lionel Orantes Nájera en el caso Gerardi, al M.A. Enrique Sánchez Usera, miembro del Tribunal Eclesiástico en Guatemala; y para aportar una opinión neutral sobre el tema al filósofo, teólogo y latinista de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar M.A. Agustín Maté. Asimismo, se realizaron cuarenta entrevistas a abogados guatemaltecos, quienes aportaron sus conocimientos y su criterio para dirimir esta controversia. A continuación se presentan y discuten los resultados. 1.1 ENTREVISTAS A EXPERTOS 1.1.1 Entrevista a Licenciado José Toledo Paz, abogado defensor del presbítero Mario Lionel Orantes Nájera, en el proceso llevado en su contra, por el asesinato de Monseñor Juan José Gerardi Conedera ¿Qué relación tienen los procesos en el Derecho Canónico con los procesos penales en el derecho ordinario? En ambas ramas del derecho hay acciones que son tipificadas como delitos, y por lo tanto son punibles. En el derecho canónico, dichas acciones punibles, más que delitos, son transgresiones a las normas propias de la Iglesia Católica, a su catecismo, y de las reglas que siguen los sacerdotes. En ambas ramas del derecho existe un proceso penal con base en el llamado debido proceso, el derecho de defensa, el derecho de audiencia. En ambas hay recursos que se pueden interponer y existe la posibilidad de ser asistido por un defensor, con la diferencia de que en el proceso canónico, el defensor debe ser especialista en derecho canónico. 89 Además de las similitudes, también existen variaciones, por ejemplo: en cada proceso varían ciertos plazos, el defensor no es cualquier persona ya que es nombrado por el tribunal eclesiástico, se podría sugerir un defensor, pero al final la Curia decide a quien acepta. Además, las fases procesales son diferentes, el proceso canónico tiene menos audiencias de presentación de alegatos, y al final el Tribunal Eclesiástico dicta la sentencia. Una diferencia fundamental es que en el derecho canónico no hay prisión, las penas son totalmente diferentes como por ejemplo se pena con la excomunión, o la suspensión del ejercicio del ministerio. ¿Considera Usted que existe una vulneración al principio “Non bis in ídem” al juzgar a una persona por el Tribunal Eclesiástico, posteriormente a haber sido juzgado por un tribunal ordinario? Sí, yo considero que en ese caso ya hay cosa juzgada, porque no se puede imponer una pena a una persona, sobre el mismo hecho, cuando ya ha sido condenada, y ya ha cumplido su condena. Yo considero, incluso, que en el caso de una absolución por los tribunales ordinarios no procedería un proceso ante los tribunales eclesiásticos, porque ya se ha declarado la inocencia de la persona, de manera que no podría cuestionarse nuevamente su culpabilidad. Iglesia o la Santa Sede hubieran querido Y si la condenarlo eclesiásticamente, debieron haberse adherido o participado en el juicio ordinario, de una manera unificada, no separada. Sin embargo, cada gremio tiene su reglamentación. El Derecho Canónico tiene sus particularidades, y el argumento que podría haber a favor de eso, es que no se le está juzgando, sino únicamente se le está retirando de un gremio. Si a una persona la excomulgan, no se le está impidiendo ejercer sus derechos ciudadanos y políticos, incluso la persona podría seguir respetando a la Iglesia Católica, al Papa, a Roma, no se le está afectando en ningún derecho. 90 ¿Tiene la Iglesia Ius Puniendi? ¿Puede la Iglesia castigar como lo hace el Estado? No, definitivamente no. La iglesia únicamente tiene sanciones reglamentarias, gremiales, que no pueden afectar la esfera de los derechos fundamentales, como lo son: la libertad, la comunicación, la correspondencia, etc. La excomunión, por ejemplo, es una sanción moral. Las sanciones de la Iglesia Católica, son parecidas, o análogas, por ejemplo, a las sanciones que impone la Procuraduría de los Derechos Humanos, que impone sanciones del tipo moral, pero no son vinculantes en el Derecho común. ¿Podría Mario Lionel Orantes Nájera, sacerdote condenado por la jurisdicción ordinaria guatemalteca por complicidad en la ejecución extrajudicial de Monseñor Juan José Gerardi Conedera, invocar este principio en su defensa ante el Tribunal Eclesiástico? Si, si yo fuera el abogado de él en el proceso eclesiástico, eso argumentaría, nadie puede ser perseguido por procesos fenecidos, hay cosa juzgada, se emitió una sentencia, se ejecutó, y él ya purgó una pena en prisión, y se le dio libertad anticipada por buen comportamiento y por trabajo. En el caso particular de él se podría, incluso, hablar de prescripción. Lo curioso es que le fue condenado hace trece o catorce años, y en el transcurso de esos años nunca hubo una denuncia ni una persecución en la jurisdicción eclesiástica, ¿por qué hasta ahora? Eso es una discriminación. Él podría alegar discriminación y prescripción. Además, el fue un buen instrumento de la Iglesia Católica, ya que mientras él estuvo preso, trabajo con el párroco de la cárcel, él ayudó a organizar la Iglesia de la zona 18. ¿Qué otros principios se ven vulnerados, además del “Non bis in ídem” en el caso de juzgar nuevamente a Mario Lionel Orantes Nájera por los mismos hechos ante el Tribunal Eclesiástico? 91 El principio de cosa juzgada, el principio de seguridad jurídica en la contradicción de fallos, el debido proceso, porque ya fue escuchado y condenado. También se ve afectada la dignidad de la persona, porque se le está victimizando por segunda vez, y se ve afectando en sus derechos fundamentales, el Estado debe velar por eso. ¿Puede el Estado participar en un proceso eclesiástico? ¿Por qué el Estado no alega que ya ha juzgado a Mario Lionel Orantes Nájera, y que se le está afectando en sus derechos fundamentales? ¿Tiene el Estado potestad de intervenir en un proceso eclesiástico? No se le ha dado la oportunidad al Estado de pronunciarse. El Estado se podría ver involucrado, en el momento que el Padre Orantes interponga un amparo, o una inconstitucionalidad en caso concreto. El Estado debe participar a través de su órgano constitucional. Es muy interesante, considero que la Iglesia no puede seguir conociendo este asunto porque la Iglesia fue parte procesal en el proceso ordinario, fue querellante adhesivo, desde el principio, inicialmente fue a través de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado y nosotros interpusimos una excepción de falta de acción, y prosperó tanto en primera como en segunda instancia, de manera que la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala fue separada del proceso. Sin embargo, ante la incapacidad de poder participar, las personas integrantes de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, invocaron la participación de la Iglesia Católica cuando ya había una acusación, y después de la acusación ya no puede entrar un nuevo querellante adhesivo, y a pesar de ello, se le permitió participar. Es decir, que la Iglesia Católica participó en el proceso, en la fase intermedia, en el debate, en la segunda instancia, en casación y en amparos, de tal manera que la Iglesia Católica ya fue escuchada, representando el Derecho Eclesiástico en Guatemala, es decir, ya juzgaron, ya se pronunciaron, lograron su objetivo, que era condenar al Padre Orantes. Es curioso, porque al principio la Iglesia defendía 92 al Padre Orantes, hacía Misas y oraciones por él, y luego cambiaron su política, y decidieron cooperar en la acusación. De tal manera que la Iglesia, al haberse pronunciado en determinado sentido, no podría hacer otro juicio en el que participara como juez. Aunque sea otro fuero, aunque sea algo gremial, aunque no hayan penas de prisión, aunque no se le impida el ejercicio de sus derechos ciudadanos y políticos, definitivamente sí se le está afectando doblemente al Padre Orantes. 1.1.2 Entrevista al M.A. Enrique Sánchez Usera, especialista en Derecho Canónico, integrante del Tribunal Eclesiástico en Guatemala ¿Considera que al juzgar a una persona en la jurisdicción ordinaria guatemalteca, y luego en la jurisdicción eclesiástica, (caso del presbítero Mario Lionel Orantes Nájera) se está vulnerando el principio Non Bis In Idem? No, no existe ninguna vulneración, es más, ni siquiera se puede invocar el principio Non bis in ídem porque la Iglesia no lo está juzgando dos veces por el mismo delito. El Padre Orantes, ya fue juzgado y condenado como un encubridor del delito de la muerte de Monseñor Juan José Gerardi, cumple sus años en la cárcel, y ahora la Iglesia lo que pretende hacer es aplicar las consecuencias eclesiásticas de ese mismo procedimiento. No se volverá a plantear otro juicio para ver si es culpable o inocente, sino que se tomará el expediente del procedimiento penal ordinario que ya se llevó, lo tomará como “probado”, y analizará las consecuencias eclesiásticas que derivan de ese juzgamiento. Imaginemos que a un catedrático de la Universidad, se le juzga y condena penalmente por el abuso sexual a una alumna, y posteriormente la Universidad analiza el caso e inicia un procedimiento interno sobre la expulsión del catedrático, eso no sería vulneración al principio Non Bis In Idem. Pues el mismo razonamiento se utiliza con lo que hace la Iglesia, quien tiene su propio sistema procedimental para conservar su orden. Diferente sería, si la Iglesia decide “volver a juzgar” y a lo 93 mejor le pone otra sentencia, pero él no va a verse sometido a una privación de libertad, ya que esa es una cuestión Estatal. De manera que ante la Iglesia no se podría invocar el principio “Non bis in ídem” en ese caso en particular, pero sí hay consecuencias canónicas del delito cometido, según lo previsto el Código de Derecho Canónico, por un tipo penal específico que se refiere a la muerte violenta de un obispo, como aquí aconteció. El fin de la constitución de un Tribunal Eclesiástico es dilucidar las consecuencias canónicas de Derecho, ya que éste ya está probado, es decir, no se va a volver a cuestionar, ni dar como consecuencia algo que ya se dio, se va a analizar si amerita la imposición de una sanción de carácter canónico, y dichas sanciones y amonestaciones del Derecho Canónico, van totalmente por otro lado: excomunión, separación del ejercicio ministerial, amonestaciones, etc., pero no tiene consecuencias como las propias del Estado como el ingreso a prisión, como consecuencia de un nuevo procedimiento. En todo caso el Tribunal eclesiástico le está dando la oportunidad de defenderse ante un procedimiento interno. ¿Tiene entonces, la Iglesia Ius Puniendi? La Iglesia tiene un Derecho Penal Eclesiástico. En la estructura del Código de Derecho Canónico, figuran una serie de delitos de carácter eclesiástico. Lo que sí está claro, es que el Ius Puniendi de la Iglesia es relativo a la actividad de su seno, desde la perspectiva civil, entendida como la del Estado, no contempla. El Derecho Penal de la Iglesia tiene no actuar en el mismo ámbito del Estado, lo que sí es cierto es que el Ius Puniendi de la Iglesia tiene una extensión geográfica superior que la que tiene cualquier código penal de cualquier país. Las normas eclesiásticas obligan moralmente a todos aquellos que se dicen católicos en el mundo, sin importar su ubicación, la ley es la misma: civil, penal, administrativo, todo es de obligado cumplimiento a todos los católicos del mundo, y el procedimiento para aplicarlo es igual en cualquier parte del mundo. Quizá, el Derecho Canónico 94 tiene un paralelismo con el Corán, ya que contiene normas legales vinculadas a la religión. El Corán también tiene sus normas y de acuerdo a su Derecho, se pueden constituir tribunales para sentenciar a quienes infrinjan las reglas. Lo mismo ocurre en la Iglesia, tiene sus propios Tribunales Eclesiásticos, con sus propias normas procedimentales. La defensa del Padre Orantes, en el proceso penal ordinario guatemalteco, comenta que la Iglesia ya participó como querellante adhesivo en el juicio Estatal, y que no considera justo que la Iglesia, quien ya se ha pronunciado en el juicio ordinario, ahora actúe como juzgador en otro proceso. ¿Cuál es su opinión al respecto? Para responder, le pongo un ejemplo: un docente ha abusado sexualmente a una estudiante, se le condujo por las autoridades estatales y se le procesa penalmente por la comisión del delito de violación. En el proceso penal ordinario, la Universidad se adhiere como querellante adhesivo, eso afectará a la resolución del expediente penal, que llegará a una sentencia, tomando en cuenta lo que solicitó el Ministerio Público, los querellantes, y en su caso, el defensor; conforme a todo eso y a los medios de prueba, se dicta una sentencia en el ámbito penal. Lo mismo sucede con la Iglesia al adherirse al proceso, únicamente está colaborando para que se haga justicia dentro del Estado, es totalmente independiente al juicio que posteriormente, a lo interno del fuero se va a resolver, el procedimiento es distinto, las penas son distintas, la finalidad es totalmente diferente. Desde el punto de vista de la Teoría General del Derecho de Norberto Bobbio, el Derecho debe analizarse de manera unificada, de manera que si hay tribunales diferentes que pueden juzgar un mismo hecho, los fallos deberían ser concordantes. Si fue condenatoria en una jurisdicción, debería serlo también en otra jurisdicción, ya que la justicia es una. ¿Qué pasaría entonces, si los fallos emitidos por dos jurisdicciones distintas son contradictorios: en una se absuelve y en otra se condena a una misma persona por el mismo hecho? ¿Cómo determinar qué fallo fue justo? O, ¿Son ambos fallos justos? 95 Si se planteara un nuevo juicio, partiendo de cero en la Iglesia Católica, en definitiva se podría caer en esa situación. Pero en este caso, no se daría lugar a esa circunstancia, ya que la Iglesia pide el expediente del Estado en donde se prueba su responsabilidad, el resultado de la Iglesia en su actuación no va a decidir sobre la responsabilidad o no del sacerdote, sino de las consecuencias que derivan dada la sentencia del tribunal ordinario. Es decir, que no se va a volver a conocer, solo se hará un procedimiento para aplicar las consecuencias canónicas correspondientes, por eso no hay “Non bis in ídem”. El expediente penal es prueba para el procedimiento eclesiástico, por lo que al final el fallo no podría ser nunca opuesto al emitido por el Estado. La culpabilidad se decretó en un juzgado ordinario, y la Iglesia deriva de esa situación. La Iglesia, en base a lo que ya se ha juzgado, solo puede atenuar, o agravar la pena que le va a imponer. Por ejemplo que el Padre Orantes decida invocar clemencia, y que se tome en cuenta los años que pasó en prisión, y para evitar el escándalo público se decida no excomulgarlo e imponerle una pena menor. Pero definitivamente lo que en este caso no puede suceder, es que el Padre resulte inocente, y que la Iglesia determine que no tiene ninguna responsabilidad. Sino que se llevará el procedimiento penal íntegramente a Roma, donde no se determinará la inocencia o culpabilidad, sino que se establecerá que el sacerdote ya ha sido condenado, ya ha cumplido condena, y que ahora se le apliquen las sanciones según el Derecho Canónico. No se pone en entredicho la justicia, ya que se respeta lo dispuesto por las normas del Estado de Guatemala, respecto a la culpabilidad, de manera que no se va a probar y a destruir con las normas canónicas sobre ese ámbito, sino sobre su permanencia como sacerdote en la Iglesia Católica. No se podría pretender, en el ejemplo que le he dado, del profesor que ha abusado sexualmente de una alumna en la Universidad, que pese a haber cumplido su condena, la Universidad lo acepte nuevamente para que siga fungiendo como catedrático, la Universidad podría libremente expulsarlo de la docencia. Situación que también contemplan las normas de la Iglesia, sin cuestionar su culpabilidad, decidirá sobre si sigue ejerciendo o no el ministerio, o si debe ser excomulgado, o cualquier otra sanción. 96 Ahora, algo importante es determinar que la Iglesia debió haber suspendido al sacerdote del ejercicio del Ministerio mientras estaba en prisión, pues el Padre Orantes celebraba Misas y trabajaba normalmente. ¿Por qué la Iglesia se pronunció después de que el Padre Orantes cumplió su condena, según la legislación guatemalteca, y no antes, concordantemente con la emisión de la sentencia penal ordinaria? Quiero entender, que la Iglesia sigue las normas de Roma y que probablemente no querían dejarlo sin derecho de defensa, ya que estando en prisión, quizá no podría ejercer su derecho de defensa íntegramente, pero si considero que debieron haberlo suspendido cautelarmente, y mantener esa medida hasta que se resolviera en definitiva, eso es quizá lo que no tiene concordancia. Pero, también es de considerar que el delito que se está tratando es un delito cuya pena es “Latae Sententiae”, y se entiende que la sanción se impone sola, automáticamente, sin necesidad de que sea declarada, de manera que el sacerdote debió saber automáticamente que estaba suspendido en su ejercicio, hasta que la Iglesia tomara una decisión. La sentencia que emite la Iglesia no vulnera los derechos fundamentales del Padre Orantes, sus penas son sólo dentro de la comunidad de la Iglesia, él no se ve afectado en este sentido. Por ejemplo, la Iglesia no puede romper el vínculo matrimonial, hasta no ver el expediente de divorcio. De nada serviría que en la Iglesia el matrimonio se anulara, si para el Estado todavía está casado. De manera que la Iglesia primero exige el expediente de divorcio, para que el matrimonio sea totalmente disuelto. Es decir, que la Iglesia busca una uniformidad. Igual sucede con lo penal, se exige el expediente penal, para poder dictar una sentencia canónica. Finalmente es importante determinar que los problemas de la Iglesia son morales, de manera que sus procedimientos y sanciones son totalmente morales. 97 1.1.3 Entrevista a M.A. Agustín Maté, filósofo, teólogo y latinista de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar. Es importante recalcar que esta entrevista se realizó sin enfocarse en el caso del presbítero Mario Lionel Orantes Nájera, sino que se buscó una opinión neutral acerca del tema tratado en esta tesis, de manera objetiva, buscando una imparcialidad. 1. ¿Qué es el Derecho Canónico? El Derecho Canónico es uno de los Derechos más antiguos en la historia, y en términos generales se refiere a aquel conjunto de normas, doctrinas y principios que regulan, organizan, y estructuran a la Iglesia Católica; entendiendo como tal a sus feligreses, sus autoridades y sus creencias religiosas. 2. ¿Puede coexistir el Derecho Canónico junto al Derecho propio del Estado sin que ambos Derechos choquen entre sí? Definitivamente si pueden coexistir ambos Derechos sin chocar entre sí. El Derecho del Estado, denominado en los textos teológicos, filosóficos y jurídicos como “derecho civil”, regula la convivencia entre ciudadanos sin ningún fundamento religioso o creencia moral. En cambio el Derecho Canónico busca ordenar a la comunidad de la Iglesia, organizar a quienes ejercen el ministerio, y desarrollar normas para la correcta celebración de los sacramentos. El Derecho Canónico tiene un fundamento religioso, y se organiza para que los cristianos católicos guíen su conducta hacia la comunión con Dios. El Estado, mediante su Derecho Civil, no crea sus normas con finalidades religiosas sino únicamente con la finalidad de que exista un orden social. No existe ningún choque entre ambos. 3. ¿Tiene la Iglesia Católica Ius Puniendi? ¿Es diferente al del Estado? Por supuesto que sí. La Iglesia Católica dentro de Código de Derecho Canónico y demás normas, regula penas, y al momento de regular penas, ya se puede afirmar que tiene un Derecho Penal, además la Iglesia posee procedimientos propios para la 98 aplicación de sus penas. Sí se puede hablar de un Ius Puniendi de la Iglesia, pues posee sanciones que se aplican cuando se ha transgredido una norma o se ha cometido un delito. Por su puesto, el Ius Puniendi de la Iglesia va dirigido únicamente a la sociedad católica, y solo aplica a quienes pertenecen a ella. Es diferente al Ius Puniendi del Estado en cuanto a que en el Derecho Canónico las penas son religiosas y relacionadas a la convivencia dentro de la Iglesia, en el Derecho Civil las penas pueden afectar la vida en sociedad, el patrimonio, la libertad, la vida, etc. 4. ¿Cuál es la diferencia entre “Non bis in ídem” y “Ne bis in ídem”? ¿En qué consiste el principio Non bis in ídem? Non bis in ídem y Ne bis in ídem, es exactamente lo mismo. La diferencia entre ambos no es semántica, es únicamente gramatical. Sin embargo, tanto “non” como “ne” significa negación, y ambas locuciones latinas se refieren a: “no dos veces lo mismo”, es decir no repetir. La diferencia gramatical entre ambas no viene al caso. Este principio, relacionado a lo que estamos platicando, consiste en no volver a juzgar un caso que ya ha sido resuelto, es decir, no repetir un juicio. 5. ¿Existe alguna vulneración a este principio si se conoce un mismo caso en la jurisdicción estatal y en la jurisdicción eclesiástica? No existe vulneración a este principio, ya que como mencionaba anteriormente, el Derecho Canónico como el Derecho Civil son totalmente distintos, y son aplicados de manera diferente, no existe oposición entre ambos, al contrario podría existir una relación. En el caso de la pederastia, por ejemplo, la Iglesia no se opone a que los casos sean juzgados por el Estado, más bien, muchas veces deja que el Estado juzgue, y después analiza qué sanción puede imponerle a quien lo comete, dentro de su comunidad. En el caso de los divorcios, por ejemplo, el Derecho Civil tiene regulaciones para disolver el matrimonio, en cambio la Iglesia Católica debido a que se fundamenta en una creencia de “monogamia” celebra el matrimonio de manera indisoluble. Es decir 99 que aunque ante el Estado una pareja se divorcie, para la Iglesia Católica siguen estado casados, aunque la Iglesia tiene mecanismos para declarar nulo un matrimonio, en casos muy específicos y mediante procedimientos estrictos. En el caso del Derecho penal, los procedimientos a llevarse a cabo dependen del acto cometido, y de las sanciones a imponer, pero como he mencionado, esas sanciones no son opuestas a las del Estado, ya que son de naturaleza totalmente distinta. 1.2 ENTREVISTAS REALIZADAS A ABOGADOS GUATEMALTECOS Se realizaron cuarenta entrevistas a abogados guatemaltecos, sin tomar en consideración su creencia religiosa, o sus conocimientos sobre el Derecho Canónico, con la finalidad de que aportaran respuestas objetivas. Las entrevistas realizadas fueron respondidas por jueces de primera instancia penal, letrados de la Corte Suprema de Justica, letrados de la Corte de Constitucionalidad, abogados especialistas en Derechos Humanos, abogados especialistas en Derecho Constitucional, entre otros, 1. ¿Conoce qué es el principio “Non Bis Ídem” en el Derecho Penal? A esta pregunta, el 100% de los encuestados contestaron afirmativamente, desarrollando brevemente en qué consiste dicho principio. Las respuestas más relevantes fueron: 1. Es la prohibición para que una persona sea juzgada dos o más veces por el mismo delito. 2. Nadie debe ser perseguido penalmente más de una vez por un mismo hecho. 3. No se puede juzgar dos o más veces a una misma persona por la comisión de una misma actitud delictiva. 4. Principio que prohíbe la doble persecución penal por la misma causa. 5. Es un principio de rango internacional y por su puesto constitucional que consiste en que nadie puede ser juzgado ni perseguido por la misma causa. 100 De estas respuestas se concluye que los abogados guatemaltecos tienen muy claro el contenido y naturaleza del principio “Non bis in ídem”, entendiendo a dicho principio como aquel que prohíbe la persecución penal y su juzgamiento más de una vez, cuando se trate sobre el mismo hecho. 2. ¿Considera que existe una vulneración a este principio al coexistir la jurisdicción penal ordinaria guatemalteca, y la jurisdicción eclesiástica, al resolver sobre un mismo caso? A esta interrogante, un 56% contestó que NO existe una vulneración al principio. Las justificaciones más relevantes a estas respuestas fueron: a. Son dos materias diferentes b. Cada jurisdicción tiene sus propias normas, tribunales, y sanciones, según sus fines. c. La jurisdicción eclesiástica no proviene del poder punitivo del Estado, y el principio relacionado es aplicable únicamente a la jurisdicción del Estado. d. La responsabilidad deriva de una causa penal, en nada guarda relación con un procedimiento meramente eclesiástico. e. Son delitos de distinta naturaleza los que se están juzgando en cada jurisdicción f. La jurisdicción eclesiástica es privativa, y ad-hoc, a las personas que pertenezcan al sector eclesiástico. Asimismo, un 44% contestó que SI existe una vulneración al principio, Las justificaciones más relevantes a estas respuestas fueron: a. Porque para ello ya existió un juicio previo, y una única persecución. Con la excepción de que el juicio eclesiástico, solo sea para juzgar responsabilidad y destitución del cargo del sacerdote. b. Se estarían vulnerando las garantías procesales. 101 la c. Ambas son entes, jurisdicciones con capacidad y facultad de juzgar e imponer sanciones, por lo que al ser juzgado alguien por ambas se estaría violando el principio “Non bis in ídem”. d. Definitivamente existe interferencia entre la función jurisdiccional. e. El ordenamiento jurídico es uno, y se debe respetar las sentencias, no puede una institución, ajena al Estado, emitir un juzgamiento sobre los mismos hechos. f. Al juzgar dos veces por los mismos hechos, aunque sean jurisdicciones distintas, se transgrede dicho principio. Ante estas respuestas se puede concluir que existen opiniones encontradas respecto a este tema. Los porcentajes muestran divida, casi por la mitad, a la población entrevistada. Los abogados que contestaron que sí existe una vulneración al principio non bis in ídem expresaron que a pesar que se esté juzgando en distintas jurisdicciones, el hecho es el mismo, y por lo tanto si se vulnera de manera general este principio. Asimismo mencionaron que al juzgar el mismo caso, podría darse una interferencia entre las jurisdicciones, que al final, además vulneraría las garantías procesales de la persona juzgada. Los abogados que contestaron que no vulnera este principio, afirmaron que ambas jurisdicciones son totalmente independientes, y que incluso en el Derecho Canónico no se contempla la existencia del principio “Non Bis In Ídem”, de tal manera que solo aplica en el Derecho Común. Otras afirmaron que la naturaleza del delito, así como los procedimientos son diferentes y tiene diferentes fines. Ante estas respuestas puedo concluir que existe un desconocimiento acerca del Derecho Canónico, ya que efectivamente, este Derecho si tiene contemplado el principio “Non Bis In Ídem” dentro de su normativa, y si aplica dentro de su jurisdicción. Ese desconocimiento también se puede observar cuando las personas expresan que el Estado es el único que debe juzgar a las personas y que cualquier otra institución no tiene esta potestad, ya que de manera interna, cada institución o gremio puede desarrollar una serie de normativas, que permitan preservar el orden, fines y naturaleza de la misma. 102 3. ¿Considera Usted que este principio es vulnerado al juzgar al sacerdote Mario Lionel Orantes Nájera por la Iglesia Católica posteriormente a haber sido juzgado por la jurisdicción ordinaria guatemalteca? El 39% de la población entrevistada afirmó que sí considera que se violenta el principio “Non bis in ídem” en el caso de Mario Lionel Orantes Nájera. Las justificaciones más relevantes a esta respuesta fueron: a. El sacerdote ya fue juzgado por los tribunales de Guatemala, que es la única jurisdicción que interesa al orden social. b. A pesar de ser jurisdicciones distintas, se le está juzgado dos veces por el mismo hecho, de manera que si encuadra en el supuesto que ilustra el mencionado principio. c. El sacerdote ya ha cumplido una pena, luego de un proceso penal arduo, se estaría vulnerando en sus derechos fundamentales. d. El sacerdote ya fue juzgado por los tribunales competentes, es suficiente que el Estado juzgue, si todas las instituciones tuvieran la potestad de juzgar ¿De qué serviría el organismo judicial estatal? e. A pesar de ser juzgado en distintas jurisdicciones, se le está volviendo a procesar, exactamente por el mismo hecho, ahí se transgrede el principio. El 61% afirmó que no se violenta este principio en el caso de Mario Lionel Orantes Nájera. Las justificaciones más relevantes a esta respuesta fueron: a. Los delitos que cada jurisdicción trata, son distintos, tienen distinta naturaleza, por lo que no se violenta este principio. b. Ahora se le está juzgando por su posición de religioso, no por su posición de ciudadano común, son distintos escenarios. c. Tanto los tribunales, como los asuntos que se están juzgando son diferentes, ya que el eclesiástico es eminentemente religioso, y nada tiene que ver con las penas del Derecho Penal guatemalteco. 103 d. Las regulaciones de la Iglesia Católica son internas, aplicadas solo a sus miembros, de manera que las Sentencias que emite son totalmente diferentes. e. El poder de coerción del Estado no es el mismo de la Iglesia, y por lo tanto no son penas iguales. Ante esta interrogante, nuevamente se puede observar que existen opiniones encontradas. Sin embargo, la mayoría los abogados encuestados consideran que no se violenta el principio “Non bis in ídem” en el caso del sacerdote Mario Lionel Orantes Nájera, ya que se le está juzgando de manera diferente, según las normas de la Iglesia, motivo por el cual no puede invocar este principio en ningún momento, puesto que la Iglesia dentro de su jurisdicción no ha conocido de este caso. 4. ¿Considera Usted que se vulneran otros principios además del principio “Non bis in ídem” al juzgar un caso en distintas jurisdicciones? Un 50% de la población entrevistada afirmó que sí, enlistando los siguientes principios que según ellos se violentan al coexistir ambas jurisdicciones: a. Principio de Legalidad b. Debido Proceso c. Tipicidad d. Competencia e. Sencillez f. Independencia g. Seguridad Jurídica h. Unidad del Derecho i. Cosa Juzgada j. Certeza Jurídica k. Independencia Judicial l. Derecho de Defensa m. Igualdad 104 n. Supremacía Constitucional Un 44% de la población entrevistada afirmó que no se violan otros principios como tampoco se vulnera el principio “Non bis in ídem” ya que cada Tribunal, con base en su propia potestad de juzgar y en sus normativas, emite las sentencias respectivas. Un 6% no contestó a la interrogante. Ante las respuestas dadas, la mayor parte de los abogados entrevistados afirma que en definitiva si se están violentando otros principios al juzgar en distintas jurisdicciones a una persona por el mismo hecho. Llama la atención que muchos de los encuestados, a pesar de afirmar que no se violenta el principio “Non bis in ídem”, opinan que si se podrían vulnerar otros principios. De manera que la coexistencia de ambas jurisdicciones, si puede afectar, el correcto desenvolvimiento de los derechos fundamentales en los procesos. 5. ¿Considera Usted necesario condenar o absolver el mismo asunto en distintas jurisdicciones? A esta pregunta, un 50% de la población entrevistada afirmó que sí es necesario juzgar, condenando o absolviendo el mismo asunto. Las respuestas más relevantes fueron: a. Se trata de materias distintas que deben resolver con base en su propia legislación. b. La finalidad de cada juzgamiento es distinto. c. Ambas jurisdicciones pueden coexistir, ya que cada una busca una esencia distinta. d. Es necesario mantener un orden en los diferentes círculos sociales o gremios Asimismo, un 33% afirmó que no es necesario juzgar un mismo asunto en diversas jurisdicciones. Las justificaciones más relevantes para sustentar estas respuesta fueron: 105 a. Se está vulnerando la seguridad jurídica de la que están revestidas las resoluciones. b. No es necesario volver a juzgar, únicamente se deben aplicar responsabilidades, ajenas al derecho penal, pues solo el Estado tiene la facultad de castigar. c. La jurisdicción ordinaria es suficiente, juzgarla en distintos círculos debilita el poder de juzgar del que está revestido el Estado. d. El Estado de derecho y el Derecho del Estado deben ser respetados mediante el ordenamiento jurídico vigente. e. No es necesario, ya que esto solo contribuye a que existan conflictos entre jurisdicciones, afectando la sustancia del Derecho. El 17% no respondió claramente a la pregunta, brindando respuestas eclécticas, sin llegar a un razonamiento específico. Estas respuestas muestran que la mayoría de los abogados considera que si es necesario juzgar un mismo hecho en distintas jurisdicciones para preservar el orden, ya que al ser totalmente diferentes, no existe ningún conflicto. Frente a otro porcentaje alto que afirma que la legislación estatal es suficiente para condenar o no, penalmente a una persona, a pesar de tener participación en otros gremios. 6. ¿Cuál considera Usted, es la finalidad de no juzgar dos veces por el mismo caso a una misma persona? Los abogados encuestados que afirman que sí se vulnera el principio “Non bis in ídem” en su mayoría, afirman que la finalidad de aplicar este principio es que no se vulneren los derechos fundamentales de cada persona, brindando certeza y seguridad jurídica a los ciudadanos. De igual forma afirman que es una manera de evitar el desgaste en el sindicado, dándole la oportunidad de reintegrarse a la sociedad, luego de haber sido juzgado una sola vez. Los abogados encuestados que afirman que no se vulnera el principio “Non bis in ídem” sostienen que la finalidad de este principio es que dentro de cada jurisdicción, 106 no se vuelva a conocer del mismo caso, evitando desgaste en el aparato jurisdiccional, brindando certeza jurídica a las sentencias, y dándole valor al principio de cosa juzgada. Se puede observar que ambos grupos opinan que la aplicación de este principio es fundamental, con la variación de que el primer grupo vela por el desgaste del sindicado (pro-reo) y el otro por el desgaste del aparato jurisdiccional. 7. ¿Considera que es justo condenar en una jurisdicción, y absolver en otra, a una misma persona por el mismo caso? A esta interrogante, un 44% de los encuestados afirmaron que si es justo condenar en una jurisdicción, y posteriormente absolver en otra. Atendiendo a las respuestas anteriores, se podría afirmar que este grupo de encuestados están a favor de la coexistencia de ambas jurisdicciones (eclesiástica y ordinaria), y que pese a que la jurisdicción ordinara haya condenado, la eclesiástica podría absolver, sin representar algún quebrantamiento al valor de la justicia. Es decir, que la justicia podría variar en cada jurisdicción. Un 56% de la población entrevistada afirmó que no sería justo condenar en una jurisdicción y absolver en otra. Atendiendo a las respuestas anteriores, este grupo estaría conformado, en su mayoría, por abogados que afirman que la coexistencia de varias jurisdicciones si vulnera el principio “non bis in ídem”, y la base de su respuesta se encuentra en afirmar que la justicia solo es una, y lo que para una jurisdicción es malo, lo debería ser para la otra, aunque sus normas sean distintas, ya que el desorden en una jurisdicción, no puede ser orden en otra, si se quiere hablar del derecho como un todo. 107 8. Cuando se juzga a una persona en una primera jurisdicción y luego se juzga en otra, ¿Considera que puede haber influencia del primer fallo con respecto al segundo? A esta interrogante, un 72% de la población entrevistada afirmó que si podría influir lo dictaminado en un primer fallo en relación a lo que se podría dictaminar en alguno posterior, aunque sean de jurisdicciones distintas. Es decir, que aunque las jurisdicciones resuelven sobre materias totalmente distintas y con base en su propia normativa, por la integridad del derecho y la justicia, el fallo de un tribunal, podría orientar el fallo en otro tribunal que conozca del mismo caso. Asimismo, un 28% de la población entrevistada afirmó que debido a que son normativas totalmente distintas, con distintos fines, no tendría que afectar lo dictaminado por un tribunal previamente. 9. ¿Será justo que en una jurisdicción se absuelva, y en otra se condene a una misma persona por el mismo caso? Esta interrogante se planteó de manera inversa a la interrogante número 7 “¿Será justo que en una jurisdicción se condene, y en otra ase absuelva a una misma persona por el mismo cas?, ya que podría no ser lo mismo, desde el punto de vista de la persona juzgada. Si en una jurisdicción se le condena y en otra se le absuelve no tendría la misma relevancia que si en una es absuelta y posteriormente es condenada por la misma causa. Sin embargo, los resultados fueron exactamente los mismos que en la interrogante anterior: Un 44% de la población entrevistada afirmó que sí es justo absolver a una persona en un tribunal, y condenarla en otro tribunal, de otra jurisdicción, sosteniendo la idea de la independencia de ambas jurisdicciones. Un 50% afirmó que no es justo, ya que la persona se ve afectada en sus derechos fundamentales, y en un caso como este se vulnera la seguridad y certeza jurídica de las sentencias, debilitando el concepto de justicia. 108 10. ¿Considera constitucional juzgar dos veces por el mismo caso a una persona en diferentes jurisdicciones: ordinaria y eclesiástica? Ante esta interrogante, la población entrevistada afirmó en un 47% que sí es constitucional, las argumentaciones más relevantes fueron: a. Al ser jurisdicciones distintas, no se vulnera el texto constitucional, por lo que no tendría ningún problema con la Carta Magna. b. Si bien es cierto, la Constitución reconoce la personalidad de la Iglesia Católica, esto no significa que la Constitución y el Estado tenga injerencia en el Derecho Canónico, de manera que si el Estado emite una sentencia en determinado sentido, y posteriormente la emite el Tribunal Eclesiástico en igual o diferente sentido, en nada vulnera lo establecido en la Constitución. c. Lo establecido en la Constitución Política de la República no tiene ninguna competencia sobre el Derecho Canónico. d. Lo que sería inconstitucional es que la jurisdicción eclesiástica pretendiera imponer las penas que corresponden exclusivamente a la jurisdicción ordinaria. Y un 53% afirmó que no es constitucional, argumentando principalmente: a. La Constitución Política de la República únicamente reconoce el Ius Puniendi del Estado, a través de sus órganos jurisdiccionales, según el artículo 203. Si bien es cierto, reconoce la personalidad jurídica de la Iglesia Católica, el texto constitucional no habla del Ius puniendi que ésta debe ejercer, es más, la Constitución en el artículo anteriormente mencionado establece la “exclusividad de juzgar y ejecutar lo juzgado” como potestad únicamente de la Corte Suprema de Justicia y de los demás tribunales que la ley ordinaria establezca. No tiene fundamento constitucional la coexistencia de ambas jurisdicciones. b. La regulación de la Iglesia Católica no está contenida en la Constitución, su regulación está en un cuerpo normativo especial de la Iglesia, llamado “Código Canónico”. El Estado solo reconoce la facultad de castigar de sus propios tribunales. 109 c. Es inconstitucional, ya que atenta contra los artículos: 4, 12 y 203 de la Constitución, que en nada le da potestad a la Iglesia de juzgar, es potestad única del Estado. d. No es constitucional porque la doble jurisdicción en un mismo asunto vulnera los derechos fundamentales de la persona juzgada, y lo que pretende la Constitución Política de la República es protegerlos. e. No es constitucional porque viola los principios de: debido proceso, seguridad y certeza jurídica, legalidad e igualdad ante la ley. f. El señor Orantes, antes de ser sacerdote, es ciudadano. Existe supremacía constitucional, que protege el derecho del ser humano dentro del proceso. Por lo que la jurisdicción guatemalteca al juzgarlo y brindarle su derecho de defensa, ha garantizado su debido proceso constitucionalmente establecido. En la Constitución no se contemplan herramientas para la defensa del ciudadano ante un tribunal eclesiástico. 2. DISCUSIÓN DE RESULTADOS Luego de la investigación realizada, y de analizar la diversidad de puntos de vista respecto a este tema, se pueden advertir varios puntos importantes que se desprenden de las respuestas aportadas tanto en las entrevistas como en las entrevistas realizadas. 2.1 DISCUSIÓN DE LAS ENTREVISTAS REALIZADAS A EXPERTOS: Como quedó documentado, las personas entrevistadas fueron: el Licenciado José Toledo Paz, abogado penalista y defensor del sacerdote Mario Lionel Orantes Nájera; el M.A. Enrique Sánchez Usera, abogado y miembro del Tribunal Eclesiástico Guatemalteco; y El M.A. Agustín Maté, filósofo, teólogo y latinista de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar. En primer lugar, es importante establecer que en las dos primeras entrevistas, los expertos fueron muy determinantes al momento de contestar cada interrogante que se les planteó. Tienen muy claro su punto de vista, y poseen fundamentos sólidos 110 desde el punto de vista lógico para justificarlas. Sin embargo, lo más interesante de ello, fue que tienen posturas totalmente contrarias, creando una polémica respecto a este tema. Es por ello que posteriormente se acudió al tercer entrevistado M.A. Agustín Maté, para que aportara una opinión neutral, objetiva, e imparcial respecto al tema, y para ello la entrevista que se le realizó no estuvo enfocada en el caso Gerardi. Claro lo anterior, para empezar, una de las posturas a analizar es la de los expertos en derecho penal guatemalteco, en donde destaca la opinión de que el Estado es el único que tiene “ius puniendi”, y que por lo tanto, sólo a él le corresponde la potestad de juzgar y ejecutar lo juzgado. De manera que la jurisdicción Estatal es la única que puede administrar justicia, es decir, que con la justicia que imparte el Estado debería ser suficiente para restablecer el orden social. Al existir otras jurisdicciones o fueros, como el del Derecho Canónico, se entiende que sus normas, autoridades y penas, son totalmente distintas, sin embargo la persona que se vuelve a juzgar, ahora con las normas eclesiásticas, es exactamente la misma. Esto quiere decir, que la persona al final de cuentas, aunque ha sido juzgada en diferentes fueros, con base en diferentes normas, está sufriendo de un “doble juicio por la misma causa”, de manera que sí se puede hablar de una vulneración al principio “non bis in ídem” en este sentido. Según Toledo Paz161, si la Iglesia Católica, dentro de su fuero, juzga con base en sus normas, no debería tener participación dentro del juicio ordinario guatemalteco, como “parte procesal”, ya que se evidencia una parcialidad posterior en la sentencia que emitirá el tribunal eclesiástico. Es interesante analizar este punto, ya que Toledo Paz afirma que en el proceso penal llevado en contra del Padre Mario Lionel Orantes Nájera, la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado (Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala) pretendía participar como “querellante adhesivo”, pero por diversos motivos fue denegada su participación. De manera que la Iglesia Católica como tal, plantea ante el juzgado, ser parte del proceso en la misma calidad anteriormente mencionada, y pese a que tal solicitud se hizo fuera de 161 Toledo Paz, José, abogado defensor del sacerdote Mario Lionel Orantes Nájera en el juicio penal llevado en su contra por el delito de ejecución extrajudicial, fecha de entrevista: 28 de agosto de 2013. 111 tiempo, el tribunal aceptó su participación para que cooperara con la investigación, y planteara sus propias peticiones. En este sentido la figura del querellante adhesivo está contemplada en el artículo 16 del Código Procesal Penal162, y establece que tendrá lugar en los delitos de acción pública con la finalidad de colaborar y coadyuvar con el fiscal en la investigación de los hechos. Este artículo le da la potestad a la Iglesia, como entidad autónoma con personalidad jurídica propia, de adherirse al proceso para llegar a esclarecer los hechos y colaborar en la emisión de una sentencia justa. El querellante adhesivo, como bien lo estable el artículo anteriormente referido, debe coadyuvar con el fiscal en la investigación, y en este punto es importante mencionar que el fiscal debe presentar pruebas de cargo y de descargo, esto quiere decir que la participación del querellante al igual que la del fiscal, puede ayudar a buscar la absolución o condena del acusado, no solamente la condena. De manera que, en cuanto a lo establecido por el abogado defensor del Padre Orantes, la Iglesia Católica, legalmente, tiene potestad de participar en el juicio ordinario como un colaborador. Sin embargo al participar dentro del juicio ordinario, está tomando parte dentro del proceso, parcializándose, por lo que, posteriormente, ante un juicio eclesiástico, ya se sabrá cual será la postura del tribunal, y el fallo no será independiente. Esto quiere decir que el fallo emitido en la jurisdicción ordinaria (en donde la Iglesia Católica ha figurado como parte colaboradora) influirá en el fallo que emita el Tribunal Eclesiástico al conocer la misma causa. Ahora la cuestión que resulta de ello, es analizar si así como la Iglesia Católica tiene potestad de participar dentro de un juicio ordinario, ¿podrá el Estado participar dentro de un juicio eclesiástico? Ante esta interrogante, Toledo Paz 163 afirma, que el Estado únicamente podría participar en el momento en el que el Padre Orantes haga valer sus garantías constitucionales, quizá una inconstitucionalidad en caso concreto, o un amparo. Sin embargo el Estado no interviene dentro de la jurisdicción eclesiástica, por no ser de su competencia, y por que la Iglesia Católica es un fuero 162 163 Decreto 51-92, Óp. Cit. Art 16 Toledo Paz, José. Óp. Cit. 112 totalmente diferente, de manera que esto deja en total desventaja al acusado, vulnerándolo en su Derecho de Defensa y en el Debido proceso. El error no está en que la Iglesia Católica sea o no querellante adhesivo, participe o no dentro de un proceso, sino querer participar en todos los procesos, en unos como parte, y en otros como juez. No se puede ser juez y parte en la impartición de justicia, aunque sea en diferentes fueros, porque en definitiva la justicia pierde totalmente su credibilidad. Ante estos dos puntos analizados, el licenciado Sánchez Usera164, miembro del tribunal eclesiástico guatemalteco, afirma que la Iglesia Católica por medio de sus procedimientos, no pretende volver a juzgar una misma causa, sino que únicamente pretende aplicar las consecuencias eclesiásticas que derivan de la resolución del Estado. Es decir, que la finalidad del Tribunal eclesiástico no es decidir si el Padre Orantes es culpable o inocente, sino que pretende analizar si corresponde sancionarlo dentro de la comunidad, y de qué manera se debería sancionar. Por lo que según esta postura, no se está hablando de “juzgar” si no de aplicar consecuencias, de tal manera que según Sánchez Usera165, no se vulnera el principio “non bis in ídem”, y ni siquiera cabría analizar si existe tal vulneración en el caso concreto. En cuanto a ello, resulta un tanto complicado analizar esta postura, ya que la Iglesia Católica, según los cc. 1717-1731 del Código de Derecho Canónico, establece un procedimiento estricto, con acusación, prueba y sentencia, en donde no se pretende únicamente aplicar “consecuencias eclesiásticas” sino impartir una justica dentro de la comunidad eclesiástica. El Código Canónico es incluso más estricto y serio que los códigos de la jurisdicción ordinaria, y sus procedimientos son tan formales como los propios del Organismo Judicial, incluso el acusado debe acudir con un defensor, o se le nombra alguno por el Tribunal, ya que mediante este procedimiento probará su inocencia. Al respecto Sánchez Usera166 afirma que la Iglesia Católica sí posee “Ius puniendi”, y que por medio de su Código Canónico, busca proteger los derechos del acusado, 164 Sánchez Usera, Enrique, miembro del Tribunal Eclesiástico guatemalteco, fecha de entrevista: 28 de agosto de 2013. 165 Loc. Cit. 166 Loc. Cit. 113 como cualquier jurisdicción, y que el expediente del juicio penal ordinario guatemalteco con su sentencia, sirve como prueba en la jurisdicción eclesiástica. De manera que, si bien es cierto se da un procedimiento, con garantías hacia el acusado, el expediente donde constan los autos del proceso penal ordinario, es de vital importancia para determinar las consecuencias eclesiásticas que se le aplicarán al acusado, es ahí en donde el Estado de Guatemala tiene la potestad de pronunciarse dentro de un tribunal eclesiástico. Al analizar esta postura se podría pensar que en lugar de ser jurisdicciones totalmente autónomas e independientes, existe una interferencia entre ambas, ya que dentro del proceso penal guatemalteco existe participación de la Iglesia Católica como parte querellante, y en el juicio eclesiástico, el Estado participa por medio de su expediente penal como “prueba”. De manera que no se podría hablar de una total independencia de jurisdicciones y fueros, pues las sentencias están relacionadas, y quizá vulneren los derechos fundamentales del acusado al ser juzgado dos veces por la misma causa, aunque sea en distintos fueros. Al respecto, el M.A. Agustín Maté, sostiene que a pesar de que el Derecho Canónico y el Derecho del Estado son totalmente distintos, y están orientados a fines diferentes, cada uno posee Ius Puniendi, sólo por el hecho de contemplar dentro de su normativa una serie de penas y sanciones, que aplican de acuerdo a sus propios procedimientos. Esto quiere decir que sí se puede hablar de Ius Puniendi de la Iglesia, como bien se habla del Ius Puniendi del Estado, porque ambos tienen un Derecho Penal, pero que cada uno lo aplica de acuerdo a su naturaleza. Otro aspecto interesante de analizar es la teoría de Norberto Bobbio167, sobre la Unidad del Derecho. Él afirma, que el Derecho debe ser unificado, aunque se aplique en distintas jurisdicciones, y en distintos sistemas. Es decir, que la justicia debe ser una, y que se esperaría que lo que para una jurisdicción está “mal” también lo esté para otra, esto permitiría que los fallos vayan acordes unos con otros, para que la justicia no se vea afectada y que no se afecten otros principios como el de seguridad y certeza jurídica. Desde este punto de vista, en el caso que se analiza en la presente tesis, se podría esperar que la sentencia del Tribunal Eclesiástico sea 167 Bobbio, Norberto. Op Cit., pág. 89 114 condenatoria, como fue la sentencia del tribunal ordinario guatemalteco, no solo por cumplir con la unidad del derecho, sino que también teniendo en cuenta lo que Sánchez Usera mencionaba, acerca de que el expediente penal guatemalteco sirve de base y prueba para la aplicación de consecuencias eclesiásticas. Sin embargo, si se toma este punto de vista, la Iglesia estaría tomando como cierto algo analizado con base en las normas de otra jurisdicción, sin ser de su competencia, y al analizar otra vez lo ya resuelto para imponer una pena, quizá se estaría vulnerando el principio “Non bis in ídem”. Empero, partiendo desde el punto de vista de que la Iglesia es totalmente autónoma en sus decisiones, y que sus normas y figuras son totalmente distintas, se podría esperar que la sentencia que emita el Tribunal Eclesiástico variara su sentido, sin alterar el sentido de la justicia, porque la justicia tiene otra cara dentro de la Jurisdicción Eclesiástica, según los fines de la Iglesia Católica. La Iglesia podría o no resolver concordante a las resoluciones del Estado de Guatemala pero cualquiera que sea su resolución lo hará con sus propias normas, penas y fines. Queda claro que el “Ius puniendi” de la Iglesia es totalmente distinto al Ius Puniendi del Estado, por lo que la variación en los fallos podría existir. De lo analizado con anterioridad se puede observar que los criterios de los primeros expertos entrevistados son totalmente opuestos, pues uno sostiene que si existe una vulneración al principio “non bis in ídem” al juzgar nuevamente a una persona, con posterioridad a haber sido juzgado en la jurisdicción ordinaria guatemalteca, aunque sean de fueros distintos, pues el acusado se ve afectado en sus derechos fundamentales. Y otro sostiene que no se podría hablar de “non bis in ídem” pues la Iglesia no pretende volver a juzgar, sino solo aplicar consecuencias eclesiásticas, con base en sus propias normas y procedimientos. Sin embargo, el criterio del tercer entrevistado, aunque el enfoque de sus preguntas no estaba dirigido al Caso Gerardi, coincide con el M.A. Sánchez Usera, al puntualizar que no existe una vulneración al principio non bis in ídem cuando un mismo caso se conoce en ambas jurisdicciones, ya que éstas son totalmente diferentes, y que al ser diferentes, éstas no podrían chocar entre sí. Añade que en todo caso, ambas jurisdicciones más que 115 oponerse, se colaboran cuando se habla de materia penal, pues el fallo de uno puede guiar al fallo del otro, y así impartir justicia en el mismo sentido. 2.2 DISCUSIÓN SOBRE LAS ENCUESTAS- ENTREVISTAS REALIZADAS A ABOGADOS GUATEMALTECOS Como se mencionó en el apartado anterior, las entrevistas realizadas fueron respondidas por jueces de primera instancia penal, letrados de la Corte Suprema de Justica, letrados de la Corte de Constitucionalidad, abogados especialistas en Derechos Humanos, abogados especialistas en Derecho Constitucional, entre otros. Al analizar lo manifestado por los encuestados, es indispensable tomar en cuenta que no todos eran abogados católicos, por lo que algunos de ellos contestaron en sentido despectivo hacia las normas de la Iglesia Católica. De igual manera, los abogados que sí eran católicos mostraron un gran desconocimiento acerca del Derecho Canónico, algunos no sabían de la existencia de un Código de Derecho Canónico, con sus propias normas, autoridades, tribunales y procesos. Con base en los resultados obtenidos se logra determinar que un 100% de la población entrevistada conoce el significado del principio “Non bis in ídem”, y que existen opiniones divididas proporcionalmente respecto a este tema. Se podría decir, a grandes rasgos, que un 44% de la población entrevistada afirma que sí existe una vulneración a este principio con la existencia de dos o más jurisdicciones, ya que desde el punto de vista de los derechos humanos, la persona juzgada se ve afectada en sus derechos dos o más veces, y esto resulta denigrante en su honor, y en su vida diaria. La mayoría de las personas que afirman que sí se violenta el principio “non bis in ídem” en el caso expuesto, analizan el Derecho desde un punto de vista integral, y que este principio debe ser analizado en un sentido más amplio y no sobre el texto legal. Afirman que la sola existencia de más jurisdicciones, debilita la jurisdicción propia del Estado, la orientación de la justicia, la certeza jurídica, la seguridad jurídica, y violenta los derechos fundamentales del acusado: debido proceso, y 116 derecho de defensa, además de no valorar la “cosa juzgada”. Aunque sean de distintos fueros, la persona juzgada es la misma, por lo que este principio debe analizarse más a fondo, y no solo en la aplicación taxativa de la ley. El Derecho no solo es la aplicación de normas de una legislación y jurisdicción determinada, es la impartición de justicia para lograr el orden social, y juzgar más de una vez a una persona por la misma causa, aún en distintos fueros, resulta perjudicial tanto para la persona como para la integración del Derecho en general. Un 56% de la población afirman que la Iglesia Católica es totalmente independiente, y que la coexistencia de su jurisdicción paralela a la del Estado, no vulnera en nada el principio “non bis in ídem”, ya que cada una es diferente en su esencia, naturaleza, fines, autoridades, procedimientos, sanciones, etc. Una no tiene nada que ver con la otra, porque la Jurisdicción Eclesiástica no pretende intervenir en la jurisdicción ordinaria, es decir, que no pretende impartir justicia paralelamente al Estado, pero sí pretende ordenar a su comunidad. Es como cualquier institución, o círculo social en donde existen normas para sus miembros, que al ser infringidas conllevan procedimientos y sanciones internas, que en anda tienen que ver con el Estado. Al preguntarle a los encuestados si consideran “constitucional” juzgar dos veces por el mismo caso a una persona en diferentes jurisdicciones: (ordinaria y eclesiástica), nuevamente se encuentra una opinión totalmente parcializada, un 47% de la población entrevistada afirmó que sí es constitucional, y un 53% afirmó lo contrario. En este punto es importante analizar varios criterios: Uno de los criterios expuestos ese que sí es constitucional juzgar dos veces a una persona en distintos fueros, pues la Carta Magna reconoce la personalidad jurídica de la Iglesia Católica. Si se analiza a profundidad este tema, se podría afirmar que existe un conflicto de ideas en la Constitución Política de la República de Guatemala al respecto, pues si bien es cierto el artículo 37 del mencionado cuerpo legal reconoce la personalidad jurídica de la Iglesia Católica, no le da potestad de juzgar según el artículo 203 de la misma ley. 117 “Artículo 37. Se reconoce la personalidad jurídica de la Iglesia Católica. Las otras iglesias, cultos, entidades y asociaciones de carácter religioso obtendrán el reconocimiento de su personalidad jurídica conforme las reglas de su institución y el Gobierno no podrá negarlo si no fuese por razones de orden público...”168 “Artículo 203. Independencia del Organismo Judicial y potestad de juzgar. La justicia se imparte de conformidad con la Constitución y las leyes de la República…La función jurisdiccional se ejerce, con exclusividad absoluta, por la Corte Suprema de Justicia y por los demás tribunales que la ley establezca…Ninguna otra autoridad podrá intervenir en la administración de justicia…” (El énfasis en negrilla y subrayado es propio de la investigadora) De manera que se podría dudar si con base en este argumento la doble jurisdicción tiene fundamento constitucional. Otra justificación que determina que sí existe un respaldo constitucional para juzgar en distintas jurisdicciones, según la población entrevistada, fue que la Iglesia no debería tener leyes y si las tiene, son totalmente ajenas a la jerarquía normativa del Estado, y que al no existir interferencia o injerencia entre ambas, no existe vulneración al texto constitucional. En este punto al analizar la pluralidad de jurisdicciones y fueros, de manera ajena al Estado, en ningún momento podría intervenir una jurisdicción con otra. Es interesante analizar que este grupo de encuestados no estima la situación del juzgado, o el condenado, sino únicamente analizan taxativamente el tema de impartición de justicia. Una de las justificaciones que sustentan que no es constitucional juzgar dos veces el mismo hecho en distintas jurisdicciones, es la postura que afirma que las normas de la Iglesia están ubicadas dentro de la jerarquía normativa del Estado, en el último peldaño, ya que son normas que afectan únicamente un gremio, pero no deben contradecir el texto constitucional. Y en vista de que la Iglesia se arroga un poder de castigar que no está contemplado en la Constitución Política de la República, sí está contradiciendo el último párrafo del artículo 203. “El señor Orantes, antes de ser sacerdote, es ciudadano. Existe supremacía constitucional, que protege el derecho 168 Constitución Política de la República de Guatemala. Op. Cit. art. 37. 118 del ser humano dentro del proceso” afirmó uno de los entrevistados. Indicando que la jurisdicción guatemalteca al juzgarlo y brindarle su derecho de defensa, ha garantizado su debido proceso constitucionalmente establecido, pero que el Estado no podría brindar esa garantía en un procedimiento en donde no tiene participación como es el eclesiástico, ya que en la Constitución no se contemplan herramientas para la defensa del ciudadano ante un tribunal de la Iglesia. No existen opiniones eclécticas sobre este tema, es evidente que las opiniones están totalmente contrapuestas en porcentajes bastante proporcionales. Esto demuestra que el análisis jurídico respecto a este tema puede variar según el punto de vista en que se analice. Así pues si se analiza el principio “non bis in ídem” desde el punto de vista de los derechos humanos de la persona condenada, se afirma que sí existe una vulneración, aunque se juzgue en distintos fueros, ya que el acto cometido vuelve a ser objeto de análisis, pruebas, sentencias y condenas por el mismo hecho. Ahora bien, si se analiza desde el punto de vista taxativo, no existe ninguna vulneración pues ambas jurisdicciones son totalmente ajenas unas a otras, pese a que se puedan colaborar entre sí, cada una ejerce su potestad de castigar según su naturaleza y sus fines, sin intervenir una en la otra; de manera que el principio “non bis in ídem” únicamente se podría violentar cuando en una misma jurisdicción se está conociendo más de una vez un determinado caso. 2.3 DISCUSIÓN FINAL La Constitución Política de la República de Guatemala es clara, y no hace referencia a la potestad de juzgar de cualquier otro tribunal que se encuentre fuera de los tribunales ordinarios. Dentro de su jurisdicción no hace ninguna referencia a la potestad de juzgar del Tribunal Eclesiástico, o a la normativa canónica, sino más bien, establece la exclusividad del Organismo Judicial para conocer casos y dictar sus respectivos fallos. Esto resulta evidentemente lógico porque la materia sobre la cual juzgan los Tribunales del Organismo Judicial se limitan estrictamente a la aplicación de las normas jurídicas guatemaltecas, e imponen las sanciones correspondientes a la infracción de dichas normas, por lo que ningún otro tribunal externo podría juzgar con base en las leyes internas del país. 119 Lo mismo sucede con las normas eclesiásticas, ya que sólo el tribunal eclesiástico tiene potestad de juzgar sobre delitos e infracciones referentes al Código Canónico, y por ende, sólo dicho tribunal puede dictar las penas correspondientes. Esto quiere decir que no existe ninguna violación al principio “non bis in ídem” en la coexistencia de ambas jurisdicciones, ya que, en realidad se está hablando de que un mismo hecho ha infringido varias normativas, incluyendo la canónica, y por ello debe ser analizado el actuar en las distintas ramas del derecho que se vean infringidas. Es como en el caso de un choque de automóviles, existe un delito penal pero también se puede invocar un daño civil, por daños y perjuicios, y en ese caso no se está violando el principio “non bis in ídem”, porque son normativas diferentes que regulan diferentes asuntos. Lo mismo pasa con el Derecho Canónico, es otra normativa independiente que puede ser infringida por cualquier acto ilícito de cualquier feligrés de la Iglesia Católica, siendo por tanto, un fallo distinto, en una jurisdicción distinta, y en una materia totalmente diferente. Por lo tanto las penas son distintas, son penas relativas al alma, a la conciencia y a la responsabilidad que se tiene ante una autoridad divina, y no así frente al Estado. Esto por tanto, evidencia que no existe ningún tipo de controversia, sino un juzgamiento diferente sobre un mismo caso, pero respecto a materias diferentes. Sin embargo, como ya se ha mencionado reiteradas veces, el principio “non bis in ídem” puede analizarse desde un punto de vista más profundo, desde los derechos humanos y desde la postura de la persona juzgada, ya que si bien es cierto es factible conocer el mismo caso en distintas jurisdicciones, sin existir choque entre ellas, es indispensable que a la persona no se le dañe en sus derechos humanos y en su honorabilidad. Es decir que lo ideal sería que una persona fuera juzgada una sola vez, y que los distintos tribunales competentes participaran en ese juzgamiento de manera que emitieran su sentencia en el mismo momento con base en los mismos hechos probados, pero cada tribunal respecto a sus propias normas y fines, evitando, pues, someter a la persona a distintos juzgamientos en diferente tiempo, sin tener certeza de que sus derechos sean garantizados, y evitando la emisión de sentencias contradictorias que debilitan la certeza jurídica y la justicia. 120 Es decir que en el caso del Padre Mario Lionel Orantes Nájera, pese a que su actuar está relacionado a una pena “latae sententiae”, hubiera sido más sencillo que la Iglesia no hubiera esperado hasta que el presbítero cumpliera su condena, para iniciar un proceso nuevo, sino que hubiera emitido su dictamen al mismo tiempo que el tribunal ordinario guatemalteco, para que su situación jurídica se resolviera en un solo momento, con la finalidad de respetar sus garantías y sus derechos humanos. Ya que los múltiples juzgamientos que se le pueden hacer a una misma persona, en determinado momento se vuelven desgastantes para ella, y resulta una violación a sus derechos fundamentales, pues nunca se le termina de juzgar, ocasionándole un daño psicológico, emocional y social, además de que el fallo que se emite con anterioridad puede ejercer influencia en el fallo que se emite después. El Estado es el encargado de velar por la protección de los Derechos humanos en todo momento, y no debe abstenerse de participar en estos casos, ya que si no es el Estado, no existe ningún ente que garantice el debido proceso y el derecho de defensa de sus habitantes. Esto quiere decir que si bien es cierto, pueden coexistir múltiples jurisdicciones que pueden emitir diversidad de fallos según sus normas, no se puede dejar a un lado los derechos fundamentales de la persona juzgada. El hecho de ser juzgada, o condenada, no quiere decir que sea despojada de sus garantías y derechos fundamentales. 121 CONCLUSIONES 1. Independientemente de las creencias religiosas, se reconoce que la Iglesia Católica, a lo largo de su historia, ha formulado y desarrollado un Sistema Jurídico, que en sus inicios estaba atado al Derecho Estatal, y que con la separación Estado-Iglesia, ya no impartió justicia ciudadana, sino únicamente dentro de su fuero. 2. La Iglesia, como institución social, posee un Código de Derecho Canónico, que ha sido incluso la base fundamental de la creación de los Códigos de Derecho Occidentales, y por ello se asegura que su Derecho es originario y no derivado. 3. La Iglesia católica posee ius puniendi únicamente sobre sus fieles, paralelamente al “Ius Puniendi” del Estado, pero jamás similar a él. Pues la potestad de castigar de la Iglesia Católica está intrínsecamente relacionada con la salvación de almas, y el orden dentro de la comunidad católica; mientras que el ius puniendi del Estado, como atributo de su soberanía, debe considerarse general, igual y obligatorio para todos los ciudadanos que habitan en la república de Guatemala. 4. El Derecho eclesiástico es un ordenamiento soberano y autónomo, que nada tiene que ver con el Derecho ordinario guatemalteco. Es decir que si un caso se conoce ante la jurisdicción ordinaria guatemalteca y se falla en determinado sentido, no afectaría en absoluto si en la jurisdicción eclesiástica se fallara de modo contrario, pues el espíritu y la naturaleza de las normas eclesiásticas manifiestan tener como fin la salvación de las almas, la buena relación del hombre con Dios y con sus semejantes. 5. Definitivamente pueden coexistir diversidad de jurisdicciones, con la finalidad de que exista un orden en cada círculo social. En este caso, la coexistencia de la jurisdicción estatal con la jurisdicción eclesiástica no debe representar 122 un choque en el Derecho y en la justicia, pues cada una sanciona según sus propias normas, autoridades, instituciones, penas, y fines. 6. El hecho de que cada jurisdicción sea independiente no quiere decir que éstas no puedan cooperar entre sí al momento de administrar justicia. La cooperación entre jurisdicciones no es interferencia, es colaboración. Es decir que la participación de la Iglesia Católica en los procesos penales ordinarios guatemaltecos, y el envío del expediente penal a la jurisdicción eclesiástica, en caso lo solicitara, no significa una interferencia de jurisdicciones, sino una colaboración en la búsqueda de la justicia conforme a Derecho. 7. Si bien es cierto las jurisdicciones, ordinaria y eclesiástica, son independientes, el Derecho es uno, por lo que lo dictaminado en una jurisdicción puede ser relevante en la otra con la finalidad de que el Derecho sea unificado y la justicia cumplida. 8. Que el Derecho sea unificado, no quiere decir que necesariamente tenga que ser homogéneo. El Derecho debe buscar integridad y no la uniformidad, por lo que las sentencias, en distintas jurisdicciones, podrían también ser diferentes. 9. Cada jurisdicción puede emitir un fallo diferente, pues la materia sobre la que juzgan es totalmente distinta. Sin embargo, debido a que dichos fallos no se emiten a la vez, el primer fallo podría ejercer una influencia bastante fuerte hacia la emisión de un segundo fallo. 10. Los castigos que impone la Iglesia católica influyen específicamente en la comunidad eclesiástica y en las penas del alma, en cambio en la jurisdicción penal ordinaria guatemalteca las penas influyen en la vida social, la persona física y su patrimonio. 11. El principio non bis in ídem, es una garantía de la que gozan todas las personas para no ser juzgadas nuevamente por el mismo hecho, delito o 123 infracción. Este principio puede ser analizado desde dos puntos de vista: el punto de vista taxativo, y el punto de vista de los derechos humanos. 12. Desde el punto de vista taxativo, el principio “non bis in ídem” no se vulnera al coexistir diversidad de jurisdicciones, pues éste solo aplica cuando en una misma jurisdicción se está conociendo un mismo caso por segunda vez. Este punto de vista únicamente analiza el principio desde una perspectiva procesal interna, en donde se valora la cosa juzgada, y se evita poner en movimiento al aparato jurisdiccional nuevamente. 13. Desde el punto de vista de los derechos humanos, específicamente desde la perspectiva del acusado, este principio podría referirse a que la persona que ya ha sido juzgada no vuelva a ser sometida a un nuevo juicio, independientemente del fuero de que se trate, para así garantizarle sus derechos fundamentales, el debido proceso, su derecho de defensa, presunción de inocencia, así como la certeza jurídica en la emisión de fallos. 14. La coexistencia de pluralidad de jurisdicciones no es un atentado al principio “non bis in ídem”, pero sí es un atentado a las garantías mínimas de la persona juzgada, especialmente cuando el Estado se abstiene de participar como ente garantista de derechos humanos en otros procedimientos que no son de su competencia, dejando desprotegida a la persona en su quehacer social. 15. Idealmente, el Derecho debe concebirse como un todo, ya que es el único instrumento para alcanzar la justicia, y que ésta no tenga diversos matices en cada jurisdicción. 124 RECOMENDACIONES 1. Se recomienda a las Facultades de Derecho que incluyan dentro de su pensum de estudios el conocimiento de diversas jurisdicciones, su relación con el derecho y la aplicación de la justicia. Esto debido a que los abogados no deben ser simples conocedores de la ley, deben ser juristas que estudien y analicen el Derecho como ciencia, examinando el espíritu y los alcances de cada principio, cada norma y cada institución, para poder formular un sistema jurídico que no solamente ordene a la sociedad, sino que proteja los derechos fundamentales del ser humano, y no los deje indefensos ante vacíos o lagunas legales. 2. Se recomienda a los encargados de juzgar en cada jurisdicción, que en aplicación integral del Derecho, busquen que la justicia no sea vulnerada. Existen diversas jurisdicciones que podrían entrar en conflicto con los derechos mínimos de los ciudadanos, como la jurisdicción eclesiástica, la jurisdicción que ejerce el Tribunal de Honor del Colegio de Abogados y Notarios, el régimen disciplinario del organismo ejecutivo y judicial, entre otros, que actúan independientemente de la jurisdicción estatal. A pesar de que estas sean totalmente independientes, y cada una tenga su propia finalidad y espíritu, los juzgadores más que solo aplicar la ley, deben buscar la justicia y el respeto a los derechos fundamentales no sólo de la víctima, sino que también de la persona juzgada, quien no deja de tener derechos humanos por la comisión de una infracción o delito. 3. Es recomendable que independientemente de la jurisdicción en que se juzgue a una persona, los juzgadores observen estrictamente el absoluto respeto a sus derechos humanos y a los derechos y garantías fundamentales que observa la Constitución Política de la República de Guatemala, pues es el texto fundamental que ordena a todo el conglomerado social y que reconocer y manda a que se respeten los derechos humanos bajo cualquier circunstancia. 125 LISTADO DE REFERENCIAS Bibliográficas 1. Aguinaga Zumarraga, Betty, Derecho de la Iglesia, Ecuador, Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 2006. 2. Benlloch Poveda, Antonio Arroba, Código de Derecho Canónico, Edición bilingüe, fuentes y comentarios de todos los cánones, España, EDICEP,1993, Comentarios de Manuel Jesus en los cc. 1400-1670 3. Bandera, Armando, Institutos de vida consagrada: derecho canónico y teología, Madrid, Sociedad de Educación Atenas, 1987. 4. 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Gamarra Luna Victoria, Julio Renato, artículo jurídico: Derecho, Justicia y Sociedad: El ne bis in idem dentro del proceso penal y el non bis in idem dentro del proceso administrativo sancionador, Perú, 2009, disponible en red: http://derechojusticiasociedad.blogspot.com/2009/02/julio-renato-gamarraluna-victoria.html fecha de consulta: 5 de octubre de 2013. 7. Guerra Lizárraga, Víctor, Fundamento del "ne bis in idem" en la Potestad Sancionadora de la Administración Pública. Perú, Perú 2013, disponible en red:http://perso.unifr.ch/derechopenal/assets/files/articulos/a_20120908_02.pd f fecha de consulta: 5 de octubre de 2013. 8. La Guía, Principio “Non bis in ídem”, Guatemala, 2013, disponible en red: .revistalaguia.com.ar Guatemala, fecha de consulta: 6 de junio de 2013. 129 9. Oficina de Derecho Humanos del Arzobispado de Guatemala, Caso Gerardi, Guatemala, 2013, disponible en red: http://www.odhag.org.gt/Caso%20Gerardi/casogerardi.htm, fecha de consulta: 30 de agosto de 2013. Entrevistas: 1. Maté, Agustín. Latinista de la Facultad de Teología, Universidad Rafael Landívar, lugar y fecha de entrevista: Guatemala, 5 de octubre de 2013. 2. Sánchez Usera, Enrique, miembro del Tribunal Eclesiástico guatemalteco, lugar y f echa de entrevista: Guatemala, 28 de agosto de 2013. 3. Toledo Paz, José, abogado defensor del sacerdote Mario Lionel Orantes Nájera en el juicio penal llevado en su contra por el delito de ejecución extrajudicial, lugar y fecha de entrevista: Guatemala, 28 de agosto de 2013. Otras 1. S.S. Juan Pablo II, Discurso a la Rota Romana. 1990 2. Sentencia de la Corte de Constitucionalidad de Guatemala sobre los expedientes acumulados: 103-2011 y 107-2011, 18 de mayo de 2011. 3. Sentencia del Tribunal Tercero de Sentencia Penal, Narcoactividad y Delitos contra el Ambiente, C-7-2000 Oficial 3ro, 7 de junio de 2001. 130 ANEXOS 131 MODELO DE ENCUESTA REALIZADA A ABOGADOS GUATEMALTECOS 132 Universidad Rafael Landívar Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales Encuestas a Abogados Guatemaltecos para Fines de Tesis de Grado Instrucciones: Responda brevemente a las siguientes preguntas. 1. ¿Conoce qué es el principio “Non Bis In Ídem” en el Derecho Penal? a. Si, ¿En qué consiste? _________________________________________________________ _________________________________________________________ b. No 2. ¿Considera que existe una vulneración a este principio al coexistir la jurisdicción penal ordinaria guatemalteca, y la jurisdicción eclesiástica, al resolver sobre un mismo caso? a. Si b. No ¿Por qué? ______________________________________________________________ ______________________________________________________________ 3. ¿Considera Usted que este principio es vulnerado al juzgar al sacerdote Mario Lionel Orantes Nájera por la Iglesia Católica posteriormente a haber sido juzgado por la jurisdicción ordinaria guatemalteca? a. Si b. No ¿Por qué?______________________________________________________ 4. ¿Considera Usted que se vulneran otros principios además del principio Non Bis In Ídem al juzgar un caso en distintas jurisdicciones? 133 a. Si ¿Cuáles?_________________________________________________ b. No ¿Por qué? _________________________________________________________ 5. ¿Por qué considera Usted que es necesario o no, condenar o absolver el mismo asunto en distintas jurisdicciones? ___________________________________________________________________ ___________________________________________________________________ 6. ¿Cuál considera Usted, es la finalidad de no juzgar dos veces por el mismo caso a una misma persona? ___________________________________________________________________ ___________________________________________________________________ 7. ¿Considera que es justo condenar en una jurisdicción, y absolver en otra, a una misma persona por el mismo caso? a. Si b. No 8. Cuando se juzga a una persona en una primera jurisdicción y luego se juzga en otra, ¿Considera que puede haber influencia del primer fallo co respecto al segundo? a. Si b. No 9. ¿Será justo que en una jurisdicción se absuelva, y en otra se condene a una misma persona por el mismo caso? a. Si 134 b. No 10. ¿Considera Constitucional juzgar dos veces por el mismo caso a una persona en diferentes jurisdicciones: oficial ordinaria y eclesiástica? _________________________________________________________________ _________________________________________________________________ _________________________________________________________________ _________________________________________________________________ __________________________________________ 135 RESULTADOS DE ENCUESTAS REALIZADAS A ABOGADOS GUATEMALTECOS (TABULACIÓN EN GRÁFICAS DE PIE) 136 ¿Conoce qué es el principio "Non Bis In ídem" en el Derecho Penal? 0% SI NO 100% 137 ¿Considera que existe una vulneración a este principio al coexistir la jurisdicción penal ordinaria guatemalteca, y la jurisdicción eclesiástica, al resolver sobre un mismo caso? 44% 56% Si No 138 ¿Considera Usted que este principio es vulnerado al juzgar al sacerdote Mario Lionel Orantes Nájera por la Iglesia Católica posteriormente a haber sido juzgado por la jurisdicción ordinaria guatemalteca? 39% SI NO 61% 139 ¿Considera Usted que se vulneran otros principios además del principio "Non bis in ídem" al juzgar un caso en distintas jurisdicciones? 6% 50% 44% SI NO NO CONTESTO 140 ¿Considera Usted necesario condenar o absolver el mismo asunto en distintas jurisdicciones? 17% 33% SI NO NO RESPONDIO 50% 141 ¿Considera que es justo condenar en una jurisdicción, y absolver en otra, a una misma persona por el mismo caso? 44% 56% SI NO 142 Cuando se juzga a una persona en una primera jurisdicción y luego se juzga en otra, ¿Considera que puede haber influencia del primer fallo con respecto al segundo? 28% SI NO 72% 143 ¿Será justo que en una jurisdicción se absuelva, y en otra se condene a una misma persona por el mismo caso? 44% 56% SI NO 144 ¿Considera constitucional juzgar dos veces por el mismo caso a una persona en diferentes jurisdicciones: ordinaria y eclesiástica? 47% 53% SI NO 145