DOCUMENTOS DE TRABAJO - Instituto de Comunicación e Imagen

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2005 | Nº 2
CENTRO DE ESTUDIOS DE LA COMUNICACIÓN
UNIVERSIDAD DE CHILE
DOCUMENTOS DE TRABAJO
CECOM
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Documentos de trabajo
del Centro de Estudios de la Comunicación
2005
Instituto de la Comunicación e Imagen
Universidad de Chile
Ignacio Carrera Pinto 1045, Ñuñoa. Santiago de Chile
Tel: (56 2) 978 79 49 / Fax: (56 2) 978 79 06
Correo electrónico: [email protected]
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Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Presentación
El Centro de Estudio de la Comunicación, dependiente del Instituto de la
Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, pone a disposición de la
comunidad académica, de estudiantes e investigadores, el presente conjunto de
Documentos de trabajo, una serie de textos de diversa índole –ensayos, ponencias,
resultados de investigación, etc.– y sin una necesaria unidad temática, formal o
metodológica, cuyo único propósito es incentivar el debate y trabajo de estudio en
torno a los diversos ámbitos de saber entrecruzados en la comunicación, mediante
el aporte de ideas, datos y materiales variados, a la manera de un taller.
El Centro agradece la difusión de estos documentos y autoriza su reproducción
siempre y cuando se consigne la fuente.
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Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Índice
Dinámica de Corte y Flujo en el mall:
Espacios de reapropiación simbólica
René Jara Reyes.
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Posgrados de Comunicación en América Latina:
descripción analítica de la oferta y una propuesta de sentido
Óscar Bustamante Farías
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Interpretación, Cognición y Teoría de Géneros Televisivos
Bernardo Amigo Latorre
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El rol intelectual del comunicador:
¿qué hacen los posgrados latinoamericanos?
Entrevista con Jesús Martin Barbero
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Dinámica de Corte y Flujo en el mall:
Espacios de reapropiación simbólica1
René Jara Reyes.
Licenciado en Comunicación Social,
Universidad de Chile.
Resumen
A partir de 1998, Mall Plaza Vespucio desarrolla una estrategia en donde enuncia
una toma de conciencia de sí mismo como un centro urbano, abandonando la
concepción de centro comercial. El presente estudio cultural pretende constatar, bajo
algunas herramientas cualitativas, cómo este cambio implica transformaciones más
profundas en la propia gestión del material simbólico que se organiza en su interior.
En tal entendido, lo que se realiza es la aplicación de un modelo de corte y flujo
rizomático a las principales prácticas que se relacionan con el mall, al mismo tiempo
que atendemos a cómo la búsqueda de hegemonía simbólica produce un tipo
especial de economía política.
Introducción
Este estudio se debate en el intersticio de una sociedad que, realizada por
individuos, está cruzada por voluntades que sobrepasan la existencia de éstos. De
acuerdo a lo anterior, no hay valor ontológico en lo aquí expuesto, sino apenas uno
metodológico: poner en evidencia la estrategia retórica que supone como “real” lo
que es sólo el producto de un método de análisis, de un modo de mirar.
Precavidos sólo de los lugares donde no descansar, se asume el objeto de análisis:
un estudio comunicacional del mall comprendido como un escenario de expresión
del nuevo espacio público y de su forma de realizar la política. Para algunos
parecerá una irresponsabilidad arriesgar tamaña idea. Sin embargo, resulta curioso
que sean los propios administradores del mall quienes perciban este nuevo
momento de su inserción en nuestra sociabilidad:
Este artículo fue presentado en el I Congreso Internacional "La Comunicación ante el Desafío de
los Patrimonios y la Identidad", organizado por la Universidad de Playa Ancha, en Valparaíso (julio
2005), en la mesa “Economía política”.
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
La experiencia nos había demostrado que los consumidores se relacionaban con el
mall Plaza de una forma mucho más amplia que a través de la simple adquisición
de productos y servicios, que es la que se esperaba de un centro comercial de
comienzos de los 90. Los consumidores comenzaron a apropiarse de nuestros
espacios, utilizándolos como puntos de encuentro y socialización, cubriendo
necesidades que ningún otro espacio público estaba en condiciones de satisfacer y
convirtiéndolos, en definitiva, en las nuevas plazas del país. (…) Dejamos atrás la
visión de nuestros malls como centros comerciales e incorporamos un concepto
más amplio. El de centros urbanos.(Icare, 2003:4)
Caminos tradicionales de concebir el Espacio Público caen en claros baches para
esta investigación.2 En primer lugar, dejan intacta la idea de que es el espacio
público el que está en crisis en lugar de enunciar el desajuste de los instrumentos y
metodologías con su objeto. Este “déficit teórico” exige un ángulo de mirada
desarraigado.
En segundo lugar, insiste en instalar una definición liberal-ilustrada del espacio
público, que enfatiza nada más que el aspecto clasificador y ordenador de las
concepciones modernas y no lo propiamente disyuntivo de lo público: la lucha por
el poder. Se insistirá en que la modernidad y su territorio es uno. Sin embargo, la
presente incursión en el campo se acerca más a una definición integral del
escenario actual en que lo político se mueve amplia y cómodamente.
Dentro de esta lógica, lo más común ha sido entender la modernidad como (un)
programa. Como resultado, la política terminó siendo concebida, por fuera de la
disputa, como mera institucionalización de la comunidad, un juego de ajedrez
donde los actores están plenamente identificados, todas las posiciones están
previstas, todos los movimientos están regidos por una gramática estricta; donde
todas las combinaciones ya han sido preconcebidas.
Una vez visto el emplazamiento, la re-inserción de este modelo en lo social hace
imperioso una nueva “puesta en flujo” de un régimen de significación que se
amplía y posibilita la comprensión de la disputa interpretativa como fundamento
de lo político. Este nuevo constructo, lejos de responder a una disolución, responde
a un reformulación: el espacio público ampliado.
Para una discusión más profunda del espacio público y su deriva (post) moderna consúltese en
En: Ferry, Jean-Marc; Wolton, Dominique; et al: El Nuevo Espacio Público. Gedisa (segunda
reimpresión) Colección El Mamífero Parlante. Barcelona (1998); En Dayan, Daniel; Veyrat-Masson,
Isabel (comps.) Espacios Públicos en Imágenes. Editorial Gedisa, Colección el Mamífero Parlante,
Barcelona (1997) o la compilación presentada en Casullo, Nicolás (comp.) El Debate ModernidadPostmodernidad. Punto Sur. Buenos Aires (1989).
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
¿Cómo se actúa en el espacio público ampliado? Por medio de actos y prácticas que
modifican la relación de fuerzas entre distintas voluntades. Estas varían de
acuerdo a la situación, su objetivo y su poder relativo. Aquello que mueve todo
este juego es la voluntad interpretante: interpretante porque participa en los
procesos de representación; interpretante, también, porque esta participación
consiste en modular(los). Aquí, todo espacio de significación es y ha sido siempre
interactivo. La manifestación de la voluntad, en el espacio público ampliado, es la
escena interpretativa: ámbito de aparición de una multiplicidad de protocolos y
sus voluntades. Dirá Foucault, re-visitando a Nieztche:
Ante todo: si la interpretación no puede acabarse nunca es, simplemente, porque
no hay nada que interpretar. No hay nada de absolutamente primario que
interpretar pues, en el fondo, todo es ya interpretación; cada signo es en sí
mismo no la cosa que se ofrece a la interpretación, sino interpretación de otros
signos. (Foucault, 2003:43)
Re-pensada la manera en que se produce el sentido, es necesario también dilucidar
los intereses y estrategias que ordenan los procesos comunicacionales. En el poder
encuentra su base lo político: la obtención de hegemonía. Aquí entenderemos este
proceso, según Gramsci, limpio ya de la idea de control total y de una pretensión
de dominancia unilateral y total. Nos ubicamos, justamente, en ese vaso
comunicante entre el soberano con la sociedad civil, en el espacio mismo de choque
entre la “cultura” y el Estado: la opinión pública. En palabras de Gramsci:
La llamada ‘opinión pública’ (...) es el punto de contacto entre la ‘sociedad civil’
y la ‘sociedad política’, entre el consentimiento y la fuerza (…) siempre han
existido elementos de opinión pública, incluso en las satrapías asiáticas, pero la
opinión pública, tal como la entendemos hoy, nació poco antes de la caída de los
Estados absolutos, es decir, en el período de lucha de la nueva clase burguesa
por la hegemonía política y por la conquista del poder. La opinión pública es el
contenido político de la voluntad política pública que puede ser discordante; por
esto existe la lucha por el monopolio de los órganos de la opinión pública:
diarios, partidos, Parlamento, de modo que una sola fuerza modere la opinión y,
por tanto, la voluntad política nacional, convirtiendo a los disidentes en un
polvillo individual e inorgánico. (Gramsci, 1967:339)
¿Cómo entender, entonces, la constitución y la dinámica del espacio público
ampliado? El primer paso será un reconocimiento: lo que constituye la esfera
pública ampliada es el juego de las voluntades. Segundo reconocimiento: aquello
que anima este juego es la posibilidad de la hegemonía. Tercer reconocimiento: de
capital importancia es, por tanto, no la mera producción de protocolos, sino
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
también la interpretación. Emergen de estos reconocimientos, las nuevas preguntas
que guiarán la preocupación de ahora en adelante: ¿Qué se disputa, por cuáles
medios, cómo se interpreta, cómo hegemonizar, con qué fines?
El mall como espacio público ampliado
El Mall como espacio público será considerado un ámbito de disputa por la
hegemonía interpretativa. Pasear, Mirar, Consumir, se transforman ahora en actos
políticos. Los estudios en comunicación, deudores de la terminología del campo y
de las concepciones rigoristas de la Modernidad, han limitado la escena del espacio
público a instituciones ya tradicionales como la opinión pública o los medios
masivos de comunicación. No es el caso del espacio público ampliado, donde la
unidad mínima del análisis será la práctica social.
Entendida como acto significante, desvinculada del objeto y del sujeto, traza un
desplazamiento hacia la recurrencia en el efecto de sentido. Súmese a ello la noción
de habitus bourdieana. No obstante, entenderemos que las teorías de campo y el
clásico modelo que se esboza en La Distinción3 necesita de una revisión en los
estudios sobre cultura. Parte de ello puede emanar de una crítica de la práctica
social del consumo como un universal, sin contemplar la dinámica propia con que
se interactúa en los diferentes contextos socio-históricos donde se realiza.
En tal sentido, es posible pensar que la búsqueda esencial por
consumo”4 tienda a cadaverizar al sujeto-discurso y su dinámica, su
Incluso fragmentadas, estas dimensiones expresan un trayecto
susceptible de pesquisar. Pensar en ellos sólo para territorializarlos
entendido, ejercer de asesinos por pereza.
el “rito del
movimiento.
reconocible,
será, en este
El mall opera, en su propia construcción, como un gran sistema aglutinador de
circulaciones diferenciadas: hacia el cine, hacia el supermercado, hacia las tiendas.
Se pueden percibir, al menos, tres tipos de circulación: a) la que tiene como objeto
consumir en el mall; b) la que se realiza en el paseo por el mall; y c) la que lo cruza
Bourdieu, Pierre: La Distinción. Criterios y Bases Sociales del Gusto. Taurus. Madrid (2000).
Convendría precaverse aquí que no se desecha este tipo de lectura respecto al rito, sobre todo si
pensamos en el valioso aporte desarrollado en Cultura y modernización en América Latina
(Ediciones Encuentro, Madrid 1987) por Pedro Morandé, justamente en la búsqueda de un “ethos
cultural” que se asociaría, en nuestro continente, a la práctica ritual.
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
entre dos puntos ajenos a él. El flujo es libre, gratuito, constante, igual y
diferenciado a la vez: el mismo trayecto atravesando distintos oasis interiores.
Los distintos hitos que hay en el espacio no actúan como hitos-monumentos, a la
manera de una fuente o una estatua de cualquier plaza pública, es decir, como
espacio de hábitat y finalidad del flujo. Son más bien hitos-ordenadores: espacios
de paso y redistribución de la circulación. La ausencia de barreras claras subvierte
la distinción abierto-cerrado y mantienen al mall en una constante ambivalencia.
La demanda y la oferta se persiguen y la idea de círculo se consagra en un
deambular permanente. La interrupción del flujo actúa por defecto. La constituyen
los vigilantes -quienes se encargan de intervenir el flujo para extraer el elemento
“antisocial”- y el ascensor. Este último opera interrumpiendo la inercia vital del
movimiento horizontal. Como sólo existe uno, su uso se vuelve marginal. Las
personas que circulan en el mall preferirán las escaleras mecánicas, cuya
organización diagonal no interrumpe el sentido natural de los trayectos.
El movimiento es un verdadero valor para el mall y su elemento topológico más
importante. Por eso se justifica la analogía del tipo de interacciones que ocupan al
mall con la idea de una gran máquina deseante:
Una máquina se define como un sistema de cortes (…) toda máquina, en primer
lugar, está en relación con un flujo material continuo (…) el corte no se opone a
la continuidad, la condiciona, implica, o define lo que corta como continuidad
ideal (...) En una palabra, toda máquina es corte de flujo con respecto a aquella a
la que está conectada, pero ella misma es flujo o producción de flujo con respecto
a la que se le conecta. (Deleuze y Guattari, 1985:42)
En tal sentido, la idea de un fin en la producción de sentido en el mall es imposible,
pues las prácticas sociales estarían en permanente construcción, reproduciendo la
macro estrategia del sentido (el movimiento). Las prácticas que se alejan de esta
gran “energía libidinal” en términos antiedípicos, sólo resisten, pero en ningún
caso revierten.
Tres formas de entender las relaciones entre las máquinas deseantes, tres
momentos de expresión de voluntad, tres cortes en el objeto de apropiación
simbólica: tres propuestas de relato, nunca categorías, para identificar
maquinarias, estrategias y tácticas orientadas a conseguir hegemonía.
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El acoplamiento maquínico en el flujo
La operación de la hegemonía por antonomasia es la Estrategia. Más que una
operación del propio mall, es la operación natural en toda máquina totalizante y su
correlato en las máquinas que se hacen parte en su lógica. Su dispositivo contrario
es la táctica, una política que no se sirve de sus propias armas. Dice De Certeau:
La estrategia postula un lugar susceptible de ser circunscrito como algo propio y
de ser la base donde administrar las relaciones con una exterioridad de metas o
de amenazas (los clientes o los competidores, los enemigos, el campo alrededor
de la ciudad, los objetivos o los objetos de la investigación, etc.). Como en la
administración gerencial, toda racionalización ‘estratégica’ se ocupa primero de
distinguir en un ‘medio ambiente’ lo que es ‘propio’, es decir, el lugar del poder
y de la voluntad propios.” (De Certeau, 1996:42)
El acoplamiento supone una política de integración de los flujos. Expandida como
plataforma, la construcción de hegemonía se manifiesta acoplando tácticas,
subvirtiendo resistencias. Desde la condición permanente y continua del flujo, se
puede afirmar que:
Toda máquina es corte de flujo con respecto a la que está conectada, pero ella
misma es flujo o producción de flujo con respecto a la que se le conecta. Esta es la
ley de la producción de la producción. Por ello, en el límite de las conexiones
transversales o transfinitas, el objeto parcial y el flujo continuo -el corte y la
conexión- se confunden en uno. (Deleuze y Guattari, 1985:42)
Son estrategias los afiches que territorializan el mall y enuncian que el espacio en
que éste se erige es su lugar propio. También, la colocación de baños y locutorios
abiertos, dispuestos para no interrumpir el trayecto de los consumidores en el
interior. Que los baños y cabinas no se encuentren compartimentados, ubicados en
casetas es, también, una estrategia que apunta a que nadie salga del flujo más allá
de lo necesario. De modo más general, se trata de una estrategia de
territorialización del paseo del consumidor. Esta estrategia opera vinculada a otra
que consiste en atrapar las miradas del consumidor mediante la publicidad y la
organización de los espacios abiertos-cerrados: totalización del flujo comunicativo.
Otra estrategia del mall es la intervención en los procesos de socialización entre los
consumidores, procesos de los que se vuelve el mediador: las únicas comunidades
posibles son los clubes de socios y amigos organizados desde la administración de
este espacio. Una nueva estrategia de mediación funciona desde las pantallas láser
colocadas en los hitos del espacio publicitario, que inducen la idea de un “afuera”
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que es llenado por los avisos comerciales del propio mall: estrategia de
recursividad informativa. La referencia permanente que la estructura realiza desde
las tiendas-ejes se articula como estrategia mayoritaria que determina, al mismo
tiempo, las prácticas de consumo a seguir y el orden de trayectos.
Por último, una estrategia que opera a la vez como simulacro es la noción de las
constantes rebajas de precio que suponen la ilusión de un valor real de los
productos, ocultando su naturaleza como valores de cambio y el consiguiente
beneficio para su productor, disfrazado como beneficio adicional para el
consumidor. En este caso, la redistribución del excedente en lo económico supone
un nuevo dominio: la idea de liquidación como rito, como espacio festivo de
adoración, un pequeño potlach.
El escenario de producción
Una escena se constituye y se construye. La desterritorialización impide el
establecimiento de un locus rígido, pero no se opone al montaje de las
funcionalidades y los órganos de la máquina. Si no devienen socius, se acercan
bastante a dar base a la superestructura. Son sus cortes interiores, en cierto sentido,
sus propias tácticas contribuyendo, unas junto a otras, a alimentar la subvención
de la estrategia mayor, pues:
Toda máquina implica una especie de códigos que se encuentra tramado,
almacenado en ella. Este código es inseparable no sólo de su registro y de su
transmisión en las diferentes regiones del cuerpo, sino también del registro de
cada una de las regiones en sus relaciones con las otras. (Deleuze y Guattari,
1985:43)
El mall oculta sus mecanismos y estructuras de funcionamiento (la administración,
la información), en una lógica de “silencio de los órganos” sin la cual la estrategia
global no tendría mayor piso. Esto alcanza también al trabajador casi invisible para
el flujo. Existirán, incluso, trabajadores que participan en el flujo de forma paralela:
vigilantes y aseadores. Conviene hacer ver que, en un sistema de permanente
circulación, la labor de acoplarse a la inercia resulta, de todas formas, mucho más
onerosa que las posiciones fijas.
Otra de estas prácticas de ocultamiento de los órganos consiste en desaparecer el
proceso de producción y presentar los productos como entidades poiéticas,
extendiendo la lógica de la asepsia desde los espacios a los procesos. Parte de este
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
proceso se consolida cuando se logra hacer desaparecer la contingencia al interior
del espacio del mall. En la serie de interacciones sociales que aquí ocurren no hay
lugar para las noticias ni los eventos cotidianos.
Muy vinculado a la suspensión del mundo fuera del aquí, opera el mecanismo de
simulación que superpone los protocolos de espacio público y el espacio cultural:
la atemporalidad de los circuitos de circulación. Se trata del calendario de retail,
que asigna a una temporalidad al espacio del mall determinada por las prácticas de
consumo e intercambio. De este modo, el devenir ordinario de la vida humana es
reemplazado por una sucesión comercial de los acontecimientos instalados
demandados de manera forzosa: liquidaciones, vacaciones, navidades que
comienzan en octubre, etc.
Toda la anterior gama de estrategias puede ser organizada en dos ejes: su
recurrencia y relación mall-consumidor. Las tácticas y visibilizaciones son ejercidas
desde este último, como una manera de subvertir su relación de fuerzas con el mall
o de sacar a la luz los mecanismos de funcionamiento de éste. Como contrapartida,
la recurrencia funciona como mecanismo productor y reproductor, valorizando
sólo lo que proviene del ocultamiento y las estrategias. En una perspectiva general,
es el mall quien cuenta con más recursos de poder, invertidos en la medicación y la
regulación del paseo de los consumidores, aunque también en los protocolos del
espacio abierto y el espacio público. El consumidor, en tanto, invierte la mayoría
de sus actos interpretativos en la relación de fuerzas al interior de la mediación. Si
bien el intercambio existe, éste está muy lejos de ser en “igualdad de condiciones”.
La posibilidad de una reapropiación simbólica
No sólo de cifras y números vive el mall. Si se sospecha que el objetivo acá es
desechar el consumo como práctica fundante de la hegemonía del mall se está en lo
cierto. En este corte se conectan diversos estadios de límite de la macro estrategia.
Las energías que ya eran parte de la deuda de la máquina son re-absorbidos. Al
borde de las prácticas, el corte- residuo representa el margen desde el cual se ataca
el rizoma del flujo. Se entiende, por tanto, que sólo la concentración de capital
maquínico en este estadio abre la posibilidad real de reapropiación de las múltiples
voluntades en la misma estrategia global. En este sentido:
El tercer corte de la máquina deseante es el corte-resto o residuo, que produce a
un sujeto al lado de la máquina, pieza adyacente de la máquina. Y si este sujeto
no tiene identidad específica o personal, si recorre el cuerpo sin órganos sin
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romper su indiferencia, es debido a que no solo es una parte al lado de la
máquina, sino una parte a la vez partida, a la que llegan partes correspondientes
a las separaciones de la cadena y las extracciones de flujo realizadas por la
máquina. (Deleuze y Guattari, 1985:46).
El mall como mediación. Propone al consumo como la adhesión a una postura, a
un modo de ser. No se trata de consumo suntuario ni de apropiación simbólica,
sino de un consumo-interpretación. Dice Bourdieu:
“El distanciamiento de la mirada pura no puede ser disociado de una
disposición general a lo ‘gratuito’ o a lo ‘desinteresado’, paradójico producto de
un condicionamiento económico negativo que, mediante determinadas
facilidades y libertades, engendra distancia con respecto a la necesidad”
(Bourdieu, 2000: 52).
Las vitrinas, antes que lugares de consumo, aparecen como la escena de esta
mediación. Las tiendas eje, que no median la mirada, salen a “publicitarse” en el
espacio ya publicitario del mall. La mediación es exhibitiva e icónica: sólo cabe la
imagen de lo que se media, desaparece el slogan, y el nombre se vuelve apenas una
marca. La mediación expresa una voluntad de distancia.
El mall como paseo será el protocolo propio de la circulación que se apropia y usa
del espacio. El paseante habita el mall pero lo habita a través de la mirada. Son al
menos tres los modos de mirar en el mall: el modo mediado, puramente exhibitivo
de las vitrinas y pantallas; el modo inmediato y táctil de las tiendas eje, orientado
por el espacio y la luz; el modo fugaz e interactivo, orientado por el flujo, del patio
de comidas. El paseo expresa una voluntad de existencia que se realiza con la
mirada y no con el arraigo.
El mall como espacio público reproduce la lógica de un centro urbano. Ofrece
servicios públicos, financieros y civiles que diferencia “atmosféricamente” de las
tiendas. Opera aquí con los criterios modernos de rapidez y eficiencia. Integra la
salud y la educación como reproducción material, tanto de la “sociedad civil”
como del “espacio público político”, anulando así esta distinción ilustrada. Se
publicita recursiva y autoreferencialmente, poniendo en evidencia que es
consciente del uso “público” que los consumidores hacen de sus espacios. Expresa
una voluntad de comunidad.
El mall como espacio íntimo. Reproduce la lógica del hogar: el living, la habitación,
el jardín, todo menos una cosa: las puertas. Lo único que no se ofrece es la
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
clausura, la opacidad de lo íntimo. Se ofrece, en cambio, por medio de la
publicidad una ensoñación erótico-cotidiana, una cancelación del flujo que da
cuenta de una voluntad de diferencia.
El mall como espacio cultural. El ala que ocupan la Biblioteca Viva, el Bowling y el
Cinemark es el espacio más diferenciado del mall: otra luz, otro espectro sonoro,
incluso otro decorado. Cambian también las tiendas: una librería, una tienda de
vinos, una sala SCD y otra del Museo Nacional de Bellas Artes. ¿Se apunta a un
público distinto? ¿Se intenta incluir otra serie de relaciones sociales a la práctica del
consumo? Aquí sólo cabe la voluntad de integración.
El mall como espacio abierto. Se eliminan las figuras de vigilancia: ojos, puertas,
cerraduras, barreras. No por esto se eliminan los mecanismos de control, los cuales
operan ya no como vigías, sino como rectores del flujo. Se trata de una vigilancia
de segundo orden que propone al mall como un circuito infinito para la
circulación, eliminando cualquier tipo de dicotomías y delimitaciones. El espacio
abierto es el espacio de la higiene absoluta, de la asexualidad y atemporalidad de
la estructura. Se eliminan las dialécticas luz/oscuridad y ausencia/presencia: lo que
no circula es ajeno al funcionamiento del mall (este es el caso de los trabajadores,
que sí son parte de la mediación). Expresa una voluntad de totalidad.
Los tres modos de habitar con la mirada operan por implicación y vinculación: la
vitrina implica la mediación; la tienda eje implica la tactilidad; el patio de comidas
se vincula al flujo. El espacio público implica la idea del centro urbano, a la vez que
supone el uso “público” que los consumidores hacen del espacio. La mediación
presupone la práctica del consumo. El espacio íntimo vincula intimidad y
publicidad, y presupone una promesa de satisfacción. El espacio abierto implica la
“desaparición” de la vigilancia, mientras presupone la circulación como eje de las
interacciones del mall. Por último, el espacio cultural implica mutuamente el
intercambio entre la cultura ilustrada con la popular, vinculando el consumo a
estos simulacros y suponiendo, en ello, una re-asignación de valor.
Desplazamientos posibles
Posibles rizomas de una interpretación de este tipo, el presente estudio abre
nuevas vetas de inserción del problema de la máquina mall. Con flexibilidad en las
metodologías, los estudios comparados de un fenómeno a escala global en nuestro
continente pueden dar luces del estado de las políticas púbicas y privadas
respondiendo, al menos, a dos interrogantes: de cómo se hace de una máquina
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
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deseante un agenciamiento maquínico inclusivo y de cómo opera insertándose en
matrices culturales diversas; es decir, en otras máquinas.
El caso puede resultar mucho más atrayente para las micro-prospecciones
cualitativas. Así, de muy buena manera se recibirían trabajos que aportarían a
reconstruir (ya sean focus groups, entrevistas focalizadas o grupos de discusión)
cómo los diferentes actores interactúan con el mall fuera del interés del marketing
por la captación de nuevos sujetos.
Una última alternativa vislumbrada es el parangón entre los tan manoseados
estudios sobre efectos de los medios, ahora referidos a los efectos del mall. Fuera
de distinguir si se producen a corto, mediano o largo plazo, la actual importancia
que tienen en la vida social se refleja en la capacidad que tienen de cortar y
desplazar las máquinas en torno a estilos de vida y sistemas ideológicos.
Los estudios sistemáticos sobre el mall pueden llevar, en un contexto regional, a
constatar la actual contingencia territorial del capital multinacional. En especial, en
sus modos generales y particulares de realizar la economía política en el
continente.
Referencias bibliográficas:
Deleuze, G.; Guattari, F. (1985): El Anti-Edipo. Capitalismo y Esquizofrenia. Barcelona, Paidós.
De Certeau, Michel (1996): La Invención de lo Cotidiano 1: Artes de Hacer. México D.F.,
Universidad Iberoamericana.
Foucault,
Michel
(2003):
Nietzsche,
Freud,
Marx.
Santiago,
Espíritu
Libertario.
Gramsci, Antonio (1967): Cultura y Literatura. Barcelona, Península.
Mall Plaza Vespucio (2003): “Caso Mall Plaza: Creciendo en Tiempos de Crisis”. XII
Congreso Chileno de Marketing “Sangre, Sudor y Lágrimas”. Santiago de Chile, Icare.
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Posgrados de Comunicación en América Latina:
descripción analítica de la oferta y una
propuesta de sentido
Óscar Bustamante F.
Magíster en Comunicación,
ITESO, Guadalajara, México.
Resumen
Cumplidos 33 años de la posgraduación latinoamericana en comunicación, el
artículo despliega una caracterización de la oferta vigente de maestrías y doctorados
por parte de las instituciones de educación superior regionales. 111 programas
académicos sistematizados a través de Internet y en diálogo con dos marcos de
referencia: el campo académico de la comunicación y la intersección estructural de
los posgrados. Aunque reconocidos como un nivel estratégico de la
profesionalización avanzada y la investigación científica, en torno a los estudios de
cuarto nivel subsiste un debate pendiente que, entre otras cuestiones, elude la
pregunta por el sentido de su crecimiento.
Introducción
El trabajo se articula en tres partes. La primera de ellas da a conocer sus
antecedentes y objetivos, los marcos de referencia que lo circunscriben y algunas
cuestiones metodológicas. En la segunda parte, se despliega una descripción
analítica de 111 programas de maestría y doctorado, a partir de nueve categorías
de sistematización de la oferta disponible en Internet. La tercera parte, en tanto, es
dedicada a la formulación de una breve propuesta de sentido que aspira a ser de
utilidad al campo académico latinoamericano de la comunicación.
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
I. Por qué, para qué y cómo los posgrados de comunicación en tanto objeto de
estudio.
Sólo en parte, este trabajo es un resumen de la tesis de grado presentada en la
Maestría en comunicación del Iteso de Guadalajara1. En parte, pues se han
agregado nuevos programas, se han precisado las categorías, se han enriquecido
los marcos de referencia y, sobre todo, se ha intentado avanzar hacia un análisis
más interpretativo respecto al desarrollo de los posgrados, que eminentemente
descriptivo como entonces.
Lo anterior, conduce a la justificación y los objetivos de este esfuerzo. Respecto a lo
primero, debe señalarse que, en torno a los posgrados de comunicación, se
evidencia un debate pendiente al interior del campo académico latinoamericano, así
expresado en palabras de Raúl Fuentes Navarro y Maria Immacolata Vassallo de
Lopes (2001): “Creemos que estas cuestiones de la institucionalización científica y
académica de la investigación deberían ser objeto más frecuente de papers y de
seminarios, que tuvieran como foco central la cuestión de la formación del
investigador de la comunicación, comenzando con el lugar de la investigación en
nuestros programas de licenciatura y la identificación de la investigación dentro de
las políticas de posgrado”.
Dos son, a su vez, los objetivos perseguidos en el texto. El primero de ellos, de tipo
general, apunta a la caracterización de la oferta de maestrías y doctorados de
comunicación vigentes e impartidos por diversas instituciones de educación
superior (IES) latinoamericanas2. El segundo objetivo, de tipo específico, apunta a
vincular la caracterización de los posgrados con dos marcos de referencia: el
campo académico latinoamericano de la comunicación y la intersección estructural
de los posgrados.
Sistematización analítica de la oferta de posgrados de Comunicación en América Latina. Tesis de Maestría
en Comunicación con Especialidad en Difusión de la Ciencia y la Cultura, Guadalajara: ITESO,
septiembre 2004.
2 Se aclara el énfasis en las maestrías y doctorados, no así las especializaciones, por cuanto aquellos
constituyen, al menos en su definición normativa, los programas orientados a la reproducción
endógena del campo académico de la comunicación, y sobre los que hay disponibles antecedentes
de diagnóstico y reflexión en el nivel latinoamericano.
1
17
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Por campo académico latinoamericano de la comunicación (CALC)3, se asumen
cuatro dimensiones de los posgrados: como objeto de diagnóstico y reflexión
histórica (para lo cual se retoman las iniciativas impulsadas por Felafacs y otros
organismos entre 1982-1986 en torno a los programas fundadores de la
posgraduación
latinoamericana);
como
objeto
de
legitimación
e
institucionalización científica de los estudios de comunicación (para lo cual se
retoman las Reuniones Nacionales de Posgrado en México entre 1989-2001 y la
experiencia de Compós en Brasil); como objeto de diseminación científica (para lo
cual se retoma un análisis de cobertura y tratamiento en tres revistas académicas
latinoamericanas: Diálogos de la Comunicación- Intercom-Comunicación y Sociedad);
como objeto de análisis y propuesta por parte de dos investigadores (para lo cual
se retoman los planteamientos de Raúl Fuentes Navarro, en México, y Maria
Immacolata Vassallo de Lopes, en Brasil).
El segundo marco de referencia, alude a la intersección estructural de los
posgrados de comunicación (IEPC). Intersección que puede ser propuesta así: de
un lado, como subsistemas de la educación superior; de otro, como objeto de
políticas de desarrollo científico y tecnológico. Por medio de este marco de
referencia, se buscan delinear los escenarios que imponen y proyectan las reformas
ya operadas, y las todavía en curso, dentro de los sistemas de educación superior,
así como las más o menos recientes políticas públicas de apoyo al posgrado
nacional llevadas a cabo en los países latinoamericanos4.
“El método no es susceptible de ser estudiado separadamente de las
investigaciones en que es empleado”, señala la investigadora brasileña Maria
Immacolata Vassallo de Lopes (1999), dentro de su propuesta de un modelo
metodológico reticular para la investigación en comunicación. Adoptando esa
El término campo académico de la Comunicación refiere a lo siguiente: “un conjunto de instituciones
de nivel superior destinadas al estudio y la enseñanza de la comunicación, y donde se produce la
teoría, la investigación y la formación universitaria de las profesiones de comunicación” (Vassallo
de Lopes, 2001a).
4 En la tesis de maestría, fueron descritas con detalle las propuestas de reforma a los SES
provenientes de organismos técnicos y financieros, tales como la Unesco (1995, 1998), el Banco
Mundial (BM: 1994, 2000), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID: 1997) o el tratamiento
propuesto por la Organización Mundial de Comercio y su Acuerdo General de Comercio y
Servicios (OMC: AGCS). Así también, se pasó revista a los diferentes escenarios de la educación
superior en América Latina, tomando en cuenta las reformas introducidas, desigual y
paulatinamente, desde 1981 en Chile, y en áreas tan sensibles como el financiamiento público de las
universidades, la diversificación institucional y los sistemas de acreditación y evaluación de la
calidad. Por último, fueron descritos cuatro subsistemas de posgrado: Argentina, Brasil, Chile y
México.
3
18
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
premisa, diré que la sistematización surgió como un intento por delimitar a los
posgrados de comunicación como objeto de estudio, sin perder de vista que “el
análisis descriptivo envuelve operaciones analíticas de la formación de evidencias
empíricas representativas en aquello que se denomina proceso de reconstrucción
de la realidad del objeto” y que “la descripción constituye la primera etapa del
análisis y es la interpretación, como su segunda etapa, la que le confiere a la
investigación su condición de cientificidad” (pp. 23-24). Con base en dichas
consideraciones, propongo este trabajo como un avance hacia la interpretación
dentro de su carácter eminentemente descriptivo al tiempo que un insumo válido
para posteriores esfuerzos en ambas direcciones.
En alguna medida, la sistematización de los posgrados es sui generis. Esto, por el
hecho de utilizar a Internet como la principal fuente de información sobre las
maestrías y doctorados de comunicación en América Latina, en circunstancias que,
tradicionalmente, la recopilación es de tipo documental5. Fue realizada, además,
siguiendo nueve categorías que tanto se corresponden con la formulación
estandarizada de la oferta de posgrados disponible en Internet como con los dos
marcos de referencia ya señalados.
Dichas categorías son:
1.- nombre del programa
2.- año de creación
3.- tipo de institución: se distingue entre pública, privada, privada no universitaria
e internacional.
4.- perfil de ingreso: se distingue entre comunicadores (homologable a periodista)
y múltiple (licenciado en cualquier área del conocimiento).
5.- perfil de egreso: se distingue entre investigación (formación de académicos e
investigadores), profesional (formación según demandas del mercado laboral) y
múltiple (formación combinada de las anteriores).
6.- áreas de concentración/líneas de investigación
7.- modalidad pedagógica: se distingue entre presencial, semipresencial y a
distancia.
8.- alumnos: refiere al número de alumnos “en curso” y declarados por el
programa.
Sin embargo, en un informe sobre el estado de la formación universitaria en Comunicación en
Argentina, los autores señalan que debieron recurrir a las páginas web de las Universidades,
“debido a la dificultad para identificar estadísticas oficiales que remitan específicamente a las
carreras de comunicación” en los formatos tradicionales (Verano, Morandi y Catino, 2003).
5
19
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
9.- acreditación: refiere a la participación del programa dentro de un sistema
nacional de posgrados vinculado a política pública de desarrollo científico y
tecnológico. Se distingue entre “sí” (el programa participa de un sistema de
acreditación de este tipo) y “no” (en el país no se ha establecido un sistema de
acreditación o, de existir, el programa no se ha incorporado a él).
II. Descripción analítica de la oferta de posgrados de Comunicación en América
Latina
Gráfico 1
Posgrados AL por Nivel
Total: 111 programas
Total
DOCTORADO
23
MAESTRÍA
88
De los 111 programas, 23 son de doctorado (21%) y 88 son de maestría (79%). Los
doctorados se concentran en cuatro países: Argentina, Brasil, Cuba y México. Las
maestrías, en tanto, se reparten en los catorce países incluidos en la
sistematización.
El amplio margen de las maestrías por sobre los doctorados es atribuible al modelo
adoptado de la research university norteamericana, que vincula enseñanza e
investigación a la obtención de esta secuencia de grados académicos. Este hecho,
asimismo, tiene el siguiente efecto: es el nivel de maestría el que marca, condiciona,
y en buena medida expresa las tendencias atribuidas al posgrado de comunicación.
20
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Sólo como referencia del crecimiento de la oferta de cuarto nivel, se recuerda que
para la realización del III Simposio Latinoamericano de Posgrados de
Comunicación Social (Sao Paulo, 1986), acudieron catorce IES, no todas ellas con
programas en funcionamiento.
Gráfico 2
Posgrados AL por País y Nivel
Total: 111 programas
19
25
15
DOCTORADO
4
2
1
1
3
PERÚ
PUERTO RICO
REPÚBLICA
DOMINICANA
URUGUAY
VENEZUELA
CUBA
6
1
MÉXICO
2
1
ECUADOR
3
COSTA RICA
1
COLOMBIA
BOLIVIA
7
CHILE
4
BRASIL
4
ARGENTINA
12
MAESTRÍA
Vistos los programas en su distribución por países, cabe anotarse la disparidad
numérica de la oferta que permite hablar de tres grupos. En el primero de ellos, se
inscriben “los tres grandes” —Brasil, México y Argentina— con una oferta de 81
programas, equivalente al 73% del total. En este grupo, la oferta se divide en 59
maestrías y 22 doctorados, concentración que se corresponde con la dimensión de
sus respectivos sistemas de educación superior y la consolidación institucional del
campo académico de la Comunicación en ellos, expresada, por ejemplo, en el
número de cursos de pregrado6.
En un segundo grupo, de países “intermedios”, asoma la oferta de Chile,
Colombia, Cuba, Perú, Puerto Rico y Venezuela, que en conjunto totalizan 20
programas (19 maestrías y un doctorado), equivalentes al 18%. En estos países, a
Son 348 cursos en Brasil, 321 en México y 55 en Argentina de acuerdo a la Relación de Escuelas de
Comunicación en América Latina publicada por Felafacs en Internet en abril de este año
(www.felafacs.org).
6
21
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
excepción de Cuba, la oferta de doctorado no se ha logrado consolidar, si bien se
han realizado algunos intentos como en Chile. Todos ellos, además, tomaron parte
de las iniciativas en torno de los programas fundadores del posgrado regional.
El tercer grupo, en tanto, lo conforman Bolivia, Costa Rica, Ecuador, República
Dominicana y Uruguay. De entre sus 10 ofertas, todas ellas de maestría, ninguna
sobrepasa la década de existencia, en países además sin presencia dentro de los
programas fundadores. Destacan los caso de Bolivia con cuatro programas, dos de las
cuales se imparten al interior de una institución internacional que sólo entrega
formación de posgrado (U. Andina Simón Bolivar), y de Costa Rica cuyas
universidades se han incorporado con fuerza en los últimos años a la oferta de
cuarto nivel.
Gráfico 3
Posgrados AL por Nombre del programa y Nivel
Total: 46 programas
CIENCIAS DE LA
COMUNICACIÓN
COMUNICACIÓN
COMUNICACIÓN
SOCIAL
COMUNICACIÓN Y
CULTURA
MAESTRÍA
4
18
9
2
DOCTORADO
1
5
6
1
Estas corresponden a las cuatro especialidades que nombran y definen a 46
programas de maestría y doctorado de la región, equivalentes al 41% de la oferta
total. Varios de los 65 programas restantes, sin embargo, también podrían ser
agrupados en ellas, considerando las mínimas variaciones en su formulación:
ciencias de la comunicación social, comunicaciones o comunicación y culturas
contemporáneas.
22
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
El valor atribuido a esta categoría radica en apreciar el grado de dispersión
temática de las ofertas de posgrado. Así, por ejemplo, el interés por abordar el
fenómeno de la comunicación en forma genérica (cs. de la comunicación y
comunicación) se expresa en 28 programas, seguido por el estudio de la
comunicación social y la comunicación y cultura. La primera relación que se
apunta es el alto número de ofertas que coinciden con el más reciente modelo
fundacional del campo académico en América Latina, cual es la formación del
comunicólogo en tanto científico social7. La segunda relación se orienta a una de
las recomendaciones finales de las iniciativas en torno a los programas fundadores,
donde se proponía incluir a la Cultura como área de investigación de los
posgrados, por ser relevante para “las necesidades de comunicación de América
Latina”.
Las demás especialidades consignadas en los programas trazan recortes de estudio
más específicos, así como interfaces con otras disciplinas y áreas de conocimiento,
sobre todo en el nivel de las maestrías (semiótica, información, tecnologías,
mercado, multimedios, socialidad, mercadotecnia y salud, entre otras). Aunque
referido al caso mexicano, pero extensible al resto de los países, Fuentes Navarro
(2003) señala que “la disyuntiva entre disciplinarización y disolución disciplinaria
de los estudios de Comunicación es el principal desafío a enfrentar en la primera
década de este siglo”.
Prácticamente ningún país —salvo Ecuador— agota su oferta en estas cuatro
especialidades, las que se reparten en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa
Rica, Cuba, México y Venezuela.
De acuerdo a una lectura de la posgraduación en Comunicación en Brasil, durante
ocho años de la década noventa fueron abiertos más programas stricto sensu8 que
durante los primeros veinte desde la creación del primer curso en 1972 (Sergio
Capparelli citado en Vassallo de Lopes, 2001b). Los años noventa, de este modo, se
habrían convertido en los del gran impulso a la formación de cuarto nivel, al
tiempo que marcaron la descentralización geográfica de los programas.
Remitiendo esta vez al caso mexicano, es notable el aumento de programas, sobre
Para una contextualización de estos modelos fundacionales, ver Fuentes Navarro, 1998.
Brevemente, sin embargo, ellos aluden a la formación de periodistas, a la formación del
comunicador como intelectual y a la formación del comunicólogo.
8 Cursos que vinculan la enseñanza con la investigación y conducen a la obtención de los títulos de
maestro y doctor. Formato que se distingue de los cursos lato sensu, cuyo perfil es más
profesionalizante.
7
23
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
todo de maestrías, entre 1989 y 1999 cuando el número de ofertas prácticamente se
triplicó9.
Gráfico 4
Posgrados AL por Año y Nivel
Total: 92 programas
7
5
9
4
6
6
1
5
1
5
4
3
2
3
1
1
1
2003
2004
2005
2002
2001
2000
1999
1998
1997
1984
DOCTORADO
2
1
1996
1983
2
2
1
1995
1982
2
1994
1981
2
1
1993
1
1991
1
1990
1
1987
1
1986
1
1980
2
1
1979
1978
1
1977
1973
1972
2
1
1974
2
1
MAESTRÍA
Visto ahora desde la perspectiva regional, en América Latina se produjo un
desarrollo parecido. Así, por ejemplo, los treinta y tres años de posgraduación
podrían ser vistos en dos períodos. El primero de ellos, que va desde 1972 a 1991,
se caracteriza por una creación irregular de programas, en su mayoría maestrías
(16) y muy pocos doctorados (5). El segundo período, se extiende desde 1993 hasta
el presente año y se distingue por lo contrario: la creación ininterrumpida de
programas, y duplicar en ofertas al período anterior. En este segundo período se
crean 54 maestrías y 17 doctorados, cuarenta de ellos entre 1993-1999, siendo este
último año el más “productivo”.
La década noventa, por lo tanto, señala para América Latina la irrupción de los
posgrados de comunicación, al duplicar el total de cursos creados durante los
Estos años coinciden con la realización de las dos primeras, de una serie de cinco, Reuniones
Nacionales del Posgrado mexicano que culminaron en mayo de 2001.
9
24
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
primeros veinte años. Irrupción que va aparejada de una descentralización
geográfica de la oferta, concentrada hasta entonces en Brasil y México,
preferentemente. La pregunta que actualmente se impone, sin embargo, es cómo
calificar a la oferta de programas en lo que va corrido del primer lustro de este
siglo (2000-2004), considerando la apertura de 28 nuevos cursos, más del doble de
igual período de la década noventa. Pero junto a esa pregunta o, más bien
implicándola, se haya el cuestionamiento respecto al sentido10 que hoy adquiere la
oferta de posgrados de Comunicación en América Latina.
Se anota, por último, que la información sobre esta categoría es celosamente
administrada por los programas, 19 de los cuales decidieron no entregarla.
Información completa, en cambio, se obtuvo desde Brasil, Chile, Colombia y
Uruguay.
Gráfico 5
Posgrados AL por Tipo de institución
Total: 111 programas
MAESTRÍA
DOCTORADO
INTERNACIONAL
PRIVADA
PRIVADA NO
UNIVERSITARIA
PÚBLICA
4
41
5
38
7
16
Me apropio de la definición que Guillermo Orozco (1997) utiliza en su estado de la cuestión de la
investigación sobre Medios: “hacer sentido que permita marcar sus tendencias principales, ser
apropiados de manera inteligible, que posibilite realizar una disección posterior más fina de la
multiplicidad de intereses, líneas de investigación y perspectivas que compiten, coexistiendo
desordenadamente” (p. 103).
10
25
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Los 111 cursos de posgrado, se distribuyen así: 54 corresponden a universidades
públicas, 48 a universidades privadas, 5 a instituciones privadas no universitarias,
y 4 a instituciones de carácter internacional. Sumadas las universidades privadas
con las instituciones no universitarias, la oferta privada global alcanza los 53
programas, apenas por debajo de la oferta pública. Tanto la oferta privada no
universitaria como la internacional son todavía incipientes, y sólo entre las
maestrías.
Los países que mayor aporte realizan a la oferta pública, en términos absolutos o
porcentuales, son Cuba con 3 programas, Costa Rica y Venezuela con 2, y Brasil
con 19. En el otro extremo, Perú exhibe 3 ofertas privadas, seguido de Argentina
con 12 y Chile con 4. México, por su parte, sostiene un perfecto equilibrio entre
oferta pública/privada de 15/15.
Históricamente, las IES privadas se han hecho presentes en la oferta de posgrados
de comunicación, ligadas por lo general a instituciones confesionales. Presencia,
por ejemplo, en la primera maestría creada por la U. Iberoamericana (1977) en
México, así como en varios de los programas fundadores durante la década ochenta:
la Pontificia U. Católica y la U. Metodista de Sao Paulo, en Brasil, y la Pontificia U.
Javeriana, en Colombia11. Esta década, asimismo, se caracterizó por consolidar el
proceso expansivo de los sistemas de educación superior regionales, marcado por
lo que Brunner (1990) llamó “la explosión de los números”: entre ellos, el notable
aumento de instituciones de educación superior de naturaleza privada12.
Relacionando estos datos con el año de creación de los programas (gráfico 4) se
constata que 38 ofertas privadas fueron creadas desde 1990 en adelante, incidiendo
directamente en la irrupción de los posgrados. Caben anotarse, asimismo, dos
cuestiones: la abrumadora mayoría de programas impartidos en universidades
(105) y la concentración en México de los cuatro tipos institucionales.
Utilizando una expresión estandarizada en la oferta de posgrados por Internet (“a
quién va dirigido el programa”), habría que responder que en su inmensa mayoría
(93%), ellos van dirigidos a un perfil múltiple de alumnos, ya sea provenientes de
áreas afines a la Comunicación, como las Ciencias Sociales y las Humanidades, ya
sea de áreas históricamente “distantes” como las Ciencias Biológicas y Exactas.
El segundo modelo fundacional de la comunicación en América Latina, propuesto por Raúl
Fuentes —el comunicador como intelectual— estaría basado en una impronta humanista y jesuita.
12 Actualmente, en Brasil, Chile, Colombia y Costa Rica la matrícula privada es superior a la pública.
11
26
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Gráfico 6
Posgrados AL por Perfil de ingreso y Nivel
Total: 111 programas
MAESTRÍA
COMUNICADORES
MÚLTIPLE
8
80
23
DOCTORADO
Sólo en 8 programas, todos ellos de maestría, el ingreso se perfila a egresados de
las licenciaturas de Comunicación en América Latina, y se concentran en
Argentina, Costa Rica y Perú.
No obstante la interpretación que se ofrecerá al vincular esta categoría con el perfil
de egreso, se consigna la recomendación formulada en torno a los programas
fundadores: “el posgrado no puede abocarse a suplir las fallas del pregrado.
Tampoco pueden confundirse los cursos de posgrado con cursos de actualización
profesional” (Felafacs, 1983).
En el otro extremo de la oferta, se aprecia la concentración de 64 programas (58%)
alrededor de un perfil de egreso múltiple. Este tipo de egreso, que integra el
profesional y en investigación, se caracteriza por la formación en habilidades y
competencias diversas para la reinserción de los alumnos en el mercado laboral.
Ricardo Lucio (2002), sin embargo, complementa estos perfiles de egreso y ofrece
una tipología basada en la función que cumplen los programas de cuarto nivel.
Según el investigador colombiano, los posgrados son: endógenos, cuando se
orientan al sistema de educación superior por medio de la formación de docentes e
investigadores; exógenos, cuando se orientan a los requerimientos provenientes del
27
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
sector productivo ajenos al sistema de educación superior; de satisfacción de la
demanda, cuando se orientan a las expectativas que el enrolamiento en ellos genera
en los usuarios potenciales.
Gráfico 7
Posgrados AL por Perfil de egreso y Nivel
Total: 111 programas
INVESTIGACIÓN
MÚLTIPLE
PROFESIONAL
MAESTRÍA
4
50
34
DOCTORADO
9
14
De los 64 programas, por lo tanto, con perfil de egreso múltiple (satisfacción de la
demanda) destaca Brasil con sus 31 ofertas, seguido de México y Argentina. Dentro
del perfil profesional (exógeno), sobresalen Perú, México, Cuba, Costa Rica y
Argentina, mientras que programas dirigidos expresamente a la investigación
(endógeno) se encuentran mayoritariamente en México.
Hasta ahora, la investigación sobre los egresos no ha sido habitual dentro del
campo académico latinoamericano. Saliendo al paso de este vacío, el año 2001 fue
desarrollado en la ECA-USP de Brasil, un estudio cuyo propósito fue construir una
metodología de evaluación de los egresos que ofreciera a los cursos un índice
complementario a los fijados por la Capes y el CNPq, más centrados en el
“proceso” que en el “producto”. Una de las consideraciones finales del trabajo
señala: “el egreso representa una figura estratégica de investigación al ofrecer un
conjunto de información sobre el programa ya concluido y la situación laboral
posterior, desmintiendo, de paso, muchas opiniones corrientes, de sentido común
y sin base científica” (Vassallo de Lopes, 2001b, pp.204-205).
28
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Aunque el alcance ofrecido por la sistematización no permite el acceso a las
particularidades de los programas, se podría hipotetizar lo siguiente respecto a
categorías cuya definición es clave al momento de la formulación de una oferta de
posgrado. La progresiva ampliación de un tipo de perfil de ingreso/egreso se
relacionaría, en un sentido, con una estrategia promocional de parte de los
programas para atraer a un mayor número de alumnos. Estrategia que trasciende
la naturaleza pública o privada de las IES y se torna condición de “competencia”
en el actual marco de expansión de los sistemas de educación superior
latinoamericanos. En segundo término, se relacionaría con lo que Fuentes Navarro
(2003), en el segundo de tres núcleos de reflexión sobre los posgrados mexicanos,
plantea así: “los posgrados, al mismo tiempo que se han consolidado y fortalecido,
se han desvinculado de la formación de profesionales y de los enfoques
disciplinarios en comunicación que siguen sosteniéndose en las licenciaturas, para
avanzar en la integración multidisciplinaria entre las ciencias sociales y las
humanidades”. Un tercer sentido, en tanto, se relacionaría con lo que MartínBarbero (1994) ha llamado “la comunicación, centro de la modernidad”.
Tabla 1
Posgrados AL por Áreas de concentración/Líneas de investigación
Áreas de concentración/líneas de investigación
Maestría
Doctorado Total
SI
NO
53
35
19
4
72
39
Total
88
23
111
Son los doctorados, en 19 casos, los programas que establecen ya sea áreas de
concentración (especializaciones, orientaciones) y líneas de investigación en su
oferta, destacando Brasil y México. Entre las maestrías, ocurre lo siguiente: 53
cursos especifican áreas de concentración y/o líneas de investigación, destacando
nuevamente Brasil y México, junto a Venezuela. Sumadas las maestrías y
doctorados, son 72 los programas que definen áreas de concentración y líneas de
investigación en sus ofertas13. Los países que no consideran esta categoría son
Bolivia, Ecuador, República Dominicana y Uruguay.
Según el investigador brasileño Fausto Neto (citado en Jacks, 2003), las áreas de
concentración corresponden a “las indicaciones que condensan o retratan las
El desglose es el siguiente: Argentina (6), Brasil (31), Chile (3), Colombia (1), Costa Rica (1), Cuba
(2), México (22), Perú (2), Puerto Rico (1), Venezuela (3).
13
29
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
intenciones de los cursos”, mientras que las líneas de investigación son entendidas
como “espacios y dispositivos a través de los cuales la producción científica de
cada programa se convierte en una actividad metódica y continuada”. No debe
perderse de vista, en todo caso, que en Brasil la correspondencia entre áreas de
concentración y líneas de investigación es un índice de alta ponderación dentro de
la evaluación periódica de Capes.
Excluyendo ahora los posgrados brasileños, la pregunta que surge es: ¿en cuántos
de los 41 programas restantes las áreas de concentración y líneas de investigación
cobran validez en prácticas de investigación concretas o son mera retórica
promocional?
Es nuevamente Ricardo Lucio (2002) quien ilumina este punto. Respaldado en
numerosos estudios de caso y rompiendo con una definición normativa, prefiere
hablar de a) posgrados de buena calidad de investigación que producen
conocimientos científicos y tecnológicos relevantes, están apoyados en
comunidades académicas sólidas y cuentan con procesos eficientes de formación
de investigadores; b) posgrados de especialización que forman en aspectos novedosos
y muy tecnificados del ejercicio profesional y, aunque no se plantean como objetivo
inmediato la formación de investigadores, su concepción del ejercicio profesional
muy competitivo implica la capacidad de asimilar en él la producción científica y
tecnológica; c) posgrados “de consumo” que aunque se plantean en el papel la
formación de investigadores, son en realidad programas montados sobre la base de
comunidades académicas endebles e inestables. Su labor se centra en la
“transmisión” de unos conocimientos algo más especializados que los del pregrado
y atraen a una clientela que busca fundamentalmente un título.
La exigencia, por lo tanto, de un análisis detallado por país sobre esta categoría se
hace necesaria, pues ella se vincula necesariamente con el establecimiento y
consolidación de una política pública orientada a la formación de cuarto nivel.
Lo primero que resalta de esta categoría es la prevalencia (94%) de la modalidad
pedagógica presencial. Sólo recientemente se ha producido la creación de
maestrías que incorporan modalidades a distancia y semipresencial: la primera el
año 1998 (ILCE-México), y la última el año 2004 (Universidad Mayor de San
Andrés-Bolivia). Apenas un doctorado, esta vez en Cuba (U. de La Habana),
incorpora una modalidad semipresencial.
30
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Gráfico 8
Posgrados AL por Modalidad pedagógica y Nivel
Total: 111 programas
MAESTRÍA
A DISTANCIA
PRESENCIAL
SEMI PRESENCIAL
4
82
2
22
1
DOCTORADO
Inmersos progresiva y desigualmente en la llamada “sociedad de la información”,
todos los organismos internacionales, y con especial énfasis la Unesco (1995, 1998),
incluyen en sus documentos de política la integración de las nuevas tecnologías de
la información y la comunicación (NTIC) a los procesos de enseñanza/aprendizaje,
en todos los niveles de la educación superior. La educación a distancia o virtual es
considerada, en la práctica, otro tipo de diversificación de los respectivos SES y,
según los participantes en el Congreso Universidad 2004, representa “una
alternativa útil para garantizar la educación permanente, el incremento de
oportunidades de estudios superiores y el desarrollo de estrategias de
cooperación”.
La realidad de la educación superior latinoamericana, sin embargo, dista de esos
propósitos. De acuerdo a un reciente diagnóstico sobre educación virtual
elaborado por el Iesalc (2003), la incorporación de modalidades pedagógicas de
este tipo ha sido más bien lenta y escasa. Pero no sólo eso: se constata una limitada
comparabilidad de información entre los países, la ausencia de un marco legal
específico para la educación superior virtual, y la existencia en las IES de
tecnología aún muy informativa en vez de interactiva y transaccional.
31
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Tabla 2
Posgrados AL por número de Alumnos y Nivel
Alumnos
Maestría
Doctorado
Total
entre 4-20
entre 21-40
más de 42
24
26
10
13
------6
37
26
16
Total
60
19
79
El valor de esta categoría reside en ofrecer una percepción general, y aproximada,
de alumnos que cursan la posgraduación, así como en detectar las diferencias entre
niveles formativos y países.
En primer lugar, se debe señalar que, sobre la base de 79 programas que
entregaron la información, el número total de alumnos “declarados” asciende a
3,040, distribuidos así en cada nivel:
•
•
2,207 alumnos correspondientes a 60 programas de maestría
833 alumnos correspondientes a 19 programas de doctorado
Visto por países, destacan Brasil (1,722), México (394), Argentina (353) y Chile
(177), cuyo aporte de alumnos a la posgraduación en Comunicación equivale al
87%. De ellos, sólo Chile no registra programas con más de 42 alumnos, siendo
Brasil el país mayoritario en este rango. El 13% restante de alumnos se reparte en
siete países, en tanto que Cuba, Ecuador y República Dominicana no participaron
del recuento.
Sobre esta categoría, debe anotarse lo siguiente: el número de alumnos es una
información celosamente administrada por los programas y en ningún caso
difundida en Internet. Aunque las razones pueden ser múltiples, la más evidente
para la sistematización es que representa un claro índice del “éxito” o viabilidad
económica del posgrado en el contexto de competencia institucional en que
conviven.
El 57% de las maestrías y doctorados participa de sistemas de acreditación dentro
de políticas de apoyo y fomento al posgrado nacional. Principal aporte a este
grupo lo realiza Brasil (31), seguido de Argentina (16) y México (8). El 43% restante
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Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
corresponde a países donde no se han establecido sistemas nacionales de posgrado
o, aun existiendo, los programas no se han incorporado a ellos.
Gráfico 9
Posgrados AL por Acreditación y Nivel
Total: 111 programas
NO
SÍ
MAESTRÍA
45
43
DOCTORADO
3
20
Para el caso de Brasil, la acreditación de sus 31 programas obedece a tratarse de
cursos stricto sensu, obligados por ley a someterse a la evaluación de agencias
gubernamentales como la Capes y el CNPq. Este último organismo, establecido
como evaluador del mérito de los proyectos y los investigadores, ubica a la
comunicación dentro del área de Ciencias Sociales Aplicadas. Hasta el año 2002,
funcionaba un total de 2,300 cursos stricto sensu en Brasil, siendo la participación
de los posgrados de comunicación no considerable aunque bien consolidada.
Para el caso de Argentina, el total de programas acreditados por la Coneau
asciende a 993 en cinco áreas de conocimiento, entre ellas las Ciencias Sociales, que
es donde se ubican los posgrados de comunicación con 16 programas14. En este
país, el sistema de acreditación es todavía voluntario.
México es el tercer país con alta figuración en esta categoría, con 8 programas
acreditados. Participación que desciende todavía más si se la compara con el total
de programas registrados en el Padrón Nacional de Posgrado de Conacyt que
14
www.coneau.gov.ar (enero de 2002).
33
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
consigna 23415. Para Fuentes Navarro (2003), sin embargo, los cambios
introducidos por la política pública en materia de posgrado “sin duda habrán de
modificar las condiciones en que se ha desarrollado el campo académico de la
comunicación (y todos los demás campos académicos) en México, pero las
implicaciones concretas no pueden estimarse aún”.
En el caso de Chile, es todavía menor la participación de los posgrados de
comunicación sobre el total de programas acreditados por la Conap (195)16. De las
cuatro maestrías consignadas, todas se encuentran en proceso. Caben destacar, por
último, los tres programas sometidos a la evaluación del CCNPG en Venezuela y la
maestría en Colombia acreditada por el Icfes.
Es previsible, de este modo, el avance de los sistemas de acreditación de
posgrados, por cuanto el “tema de la calidad” resulta ser cada vez más gravitante
dentro de los sistemas de educación superior latinoamericanos17. La cuestión es
saber si las acciones, programas y estrategias que se emprendan responderán a una
política pública consistente y orientada, en palabras de Ricardo Lucio, “al
fortalecimiento de sistemas claros e imparciales de acreditación, tanto nacional
como (para los doctorados de calidad superior) internacional”.
III. Una propuesta de sentido.
Brevemente, diré que cualquier propuesta de sentido sobre la oferta de posgrados
de comunicación en América Latina, recién se inicia con una descripción analítica
como la anterior. Esto, por dos razones: en primer lugar, pues la continuidad de un
esfuerzo de sistematización exige ser enriquecido de nuevas categorías y marcos
de referencia para el análisis de un objeto móvil como los posgrados cuya dinámica
(temática, institucional, disciplinaria, política, etcétera), es un desafío a la
imaginación metodológica. En segundo lugar, pues los posgrados de
comunicación, “cargados de futuro” como parecieran estar, requieren previamente
tornarse en pregunta, vale decir, en tema relevante al interior del campo académico
latinoamericano. Por ahora, subsiste una brecha reflexiva que se prolonga por más
www.conacyt.mx (15 de marzo de 2004).
www.conicyt.cl (15 de enero de 2005).
17 Bolivia acaba de consensuar las bases teórico-metodológicas de un instrumento de evaluación y
acreditación de postgrado, debiendo implementarse a partir de este año (Moreno, 2004), en tanto
que el Sinaes de Costa Rica ha realizado 20 acreditaciones de carreras, pero ninguna aún de
posgrado (Cox, 2004).
15
16
34
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
de veinte años y que se traduce en ignorancia y desconocimiento de un nivel
estratégico de la institucionalización de la comunicación en nuestros países.
ANEXO. Siglas y acrónimos
AGCS: Acuerdo General de Comercio y Servicios (OMC)
Alaic: Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación
Anuies: Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior
(México)
BM: Banco Mundial
BID: Banco Interamericano de Desarrollo
Capes: Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Brasil)
CCNPG: Consejo Consultivo Nacional de Postgrado (Venezuela)
CNPq: Consejo Nacional de Desarrollo Tecnológico (Brasil)
Compós: Asociación Nacional de Posgrados de Comunicación (Brasil)
Conacyt: Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (México)
Conap: Comisión Nacional de Acreditación de Posgrado (Chile)
Coneau: Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Argentina)
Conicyt: Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Chile)
ECA-USP: Escuela de Comunicación y Artes-Universidade de Sao Paulo (Brasil)
Felafacs: Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social
Icfes: Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior
IES: Instituciones de Educación Superior
Iesalc: Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe
(Unesco)
ILCE: Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (México)
Intercom: Sociedad Brasileña de Estudios Interdisciplinarios en Comunicación
ITESO: Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (México)
NTIC: Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación
Nupem: Núcleo de Investigación sobre el Mercado de Trabajo-Universidad de Sao Paulo
(Brasil)
OMC: Organización Mundial de Comercio
PNP: Padrón Nacional de Posgrado (México)
PUC-SP: Pontificia Universidade Católica de Sao Paulo (Brasil)
35
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
SES: Sistemas de Educación Superior
UASB: Universidad Andina Simón Bolívar (Bolivia/Ecuador)
UMESP: Universidade Metodista de Sao Paulo (Brasil)
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37
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Interpretación, Cognición y
Teoría de Géneros Televisivos
Bernardo Amigo Latorre.
Doctor en Ciencias Sociales
Université Catholique de Louvain, Bélgica.
Resumen
Capítulo del libro: Bernardo Amigo Latorre, “Ni fiction ni réalité. Le Je lyrique
comme contribution à la théorie des genres télévisuels”, Academia Bruylant,
Louvain-la-Neuve, 2001.
A. EL GÉNERO EN LA COMUNICACIÓN TELEVISIVA
Casi la totalidad de las teorías de la enunciación televisiva coinciden en que el
género es una herramienta fundamental, tanto en la relación entre la cadena y el
telespectador, como en el proceso de construcción de sentido de los programas.
A través del género la cadena televisiva regula las expectativas que construye el
telespectador respecto al tipo de acto comunicacional que se realiza en un
programa en particular. En el sentido inverso, el género es aquello que permite al
telespectador evaluar la coherencia y el estatus de la enunciación en un programa
específico. De esta manera, el género se convierte en un criterio fundamental, tanto
para la producción de los programas televisivos, como para la interpretación de
éstos.
"Un género es en la televisión, como en otras prácticas culturales, un medio para
establecer con el destinatario, un contrato de lectura que enmarque su actitud de
recepción, pero también de manera retroactiva, el trabajo de producción de mensajes
emitidos. Incluso cuando el telespectador no es consciente de ello, el adopta, después
de un recorrido de los índices del peritexto (anuncios, genéricos, etc.), o del texto
mismo (verbal, visual, sonoro), una posición de lectura que orienta, en virtud de un
acuerdo implícito, sus expectativas y sus actitudes". (Lochard, G. et Boyer, H., 1995,
p. 100).
38
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
En tanto útil de interpretación del acto comunicacional que representa un
documento determinado, el género permite distinguir la intención enunciativa del
enunciado y, a través de esto, es lo que posibilita, en primera instancia, definir qué
es lo que podemos o no podemos esperar de él. En tanto telespectadores, nuestras
expectativas no serán las mismas frente a un documental que a un filme de ficción
y, en cada caso, será el género el primer y más general principio de lectura y
comprensión que evitará la confusión entre un discurso de realidad y otro
ficcional, pese que muy a menudo no exista posibilidad de diferenciarlos en el
nivel textual.
Un nuevo programa nunca aparece de manera aislada del influjo semántico que
imponen los géneros televisivos. A partir de referencias explícitas (bandas de
anuncios, publicidad) o implícitas (lugar en la parrilla de programación, similitud
a otros programas, formas de presentación, etc.) la cadena y el programa mismo,
permiten y estimulan expectativas específicas en los telespectadores.
"Un texto nuevo evoca en el lector (o en el auditor) un conjunto de expectativas y de
reglas del juego con las cuales los textos anteriores lo han familiarizado y, que con el
transcurso de la lectura, pueden ser modulados, corregidos, modificados o
simplemente reproducidos. La modulación y la corrección se inscriben dentro del
campo donde evoluciona la estructura de un género; la modificación y la
reproducción, son las que marcan sus fronteras". (Jauss, H-R, 1978, p. 51).
El género nos va a interesar, entonces, en la medida que representa la convención
básica de lectura de un documento (en nuestro caso televisivo) y que permite al
telespectador regular sus expectativas en función del estatus de realidad o de
ficción del discurso en un programa en particular.
Cada una de las aserciones que hemos señalado respecto del género, son la materia
de este capítulo y en su desarrollo tendremos oportunidad de profundizar en ellas.
Para ello vamos a realizar un breve recorrido por los principales sistemas
taxonómicos que se han construido para la clasificación genérica de los programas
televisivos.
Sin embargo, con el objeto de fijar el marco general donde estos sistemas de
clasificación de los programas de televisión cobran sentido, será necesario
considerar antes un aspecto central en la construcción de toda teoría de géneros: el
problema de la genericidad1.
1
Traducción del francés de la noción de “généricité” utilizada por Schaeffer.
39
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
1. LA GENERICIDAD: CONSIDERACIONES TEÓRICAS GENERALES
Vista desde una perspectiva minimal, toda tipología genérica se presenta como una
simple actividad de clasificación lógica de objetos específicos, ya sea que los
consideremos textos, documentos, actos de discurso u obras.
Si esto fuera realmente así, una teoría de géneros se limitaría al establecimiento de
los criterios de identificación unívocos entre los objetos y sus géneros. De esta
manera, la fórmula lógica X Є G, donde 'X' representa a un documento
determinado y 'G' a un género, sería suficiente para representar la relación de
pertenencia que une a un texto a "su" clase genérica.
Sin embargo, esta relación de pertenencia del texto a una clase es mucho más
compleja de lo que puede dar a entender una concepción tan general de los
sistemas de clasificación genérica.
Basta preguntarse por el estatus de los nombres de los géneros, es decir, por el
carácter que tienen las clases genéricas, o por el tipo de relación que une a los
textos y a los géneros, para que surja nítidamente la complejidad.
Por una parte, si bien los nombres genéricos son la única realidad tangible desde
donde puede partir una taxonomía de los documentos de comunicación, ello no
quiere decir que éstas se deban limitar a los nombres que históricamente han
definido la pertenencia de un texto a un género. Junto a las denominaciones
"históricas", que son aquellas que el uso habitual ha convertido en categorías más o
menos regulares (y que por este mismo motivo responden a criterios de identidad
sino confusos, por lo menos difusos), existen también las categorizaciones
"teóricas", las cuales tienen por objetivo establecer categorías analíticas. Mientras
las primeras (históricas), corresponden a la tradición de producción y consumo de
los textos, las segundas (teóricas), buscan introducir un orden en las
denominaciones con el objeto de hacerlas aprehensibles para el análisis.
Por otra parte, a diferencia de lo que ocurre con los sistemas de clasificación
biológicos, donde los individuos tienen ciertas características comunes porque
pertenecen a una clase, en el caso de los textos y de los actos de discurso en general
(y aun más ampliamente en el caso de todo artefacto cultural), los individuos
pertenecen a una clase porque tienen ciertas características comunes. Es decir,
mientras que la relación entre los textos y los géneros en una concepción
biologicista va de la clase al individuo y, por lo tanto, supone una relación de
pertenencia global (el individuo pertenece a una clase específica), la relación
40
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
genérica efectiva de los textos a sus géneros va de los individuos a la clase, es decir,
ella depende de una causalidad externa y, por lo tanto, las formas de pertenencia
de un texto a un género son abiertas y multidimensionales. Esto es válido, tanto
para la literatura, como para todos los documentos de comunicación mediática en
general.
"Una obra literaria, como todo acto discursivo, es una realidad semiótica compleja y
pluridimensional; por esta razón, la pregunta por su identidad no puede tener una
sola respuesta. Siendo la identidad, por el contrario, siempre relativa a la dimensión
a través de la cual se la aprehende. Una obra no es nunca solamente un texto, es
decir, una cadena sintáctica y semántica, sino que también, y sobre todo, el
cumplimiento de un acto de comunicación interhumana, un mensaje emitido por una
persona determinada en circunstancias y objetivos específicos, recibido por otra
persona en circunstancias y objetivos no menos específicos. Desde el momento en
que uno se concentra en el acto discursivo, antes que sobre su simple realización
textual, (...), la heterogeneidad de los fenómenos a los cuales se refieren los
diferen5tes nombres de los géneros deja de ser escandalosa: el acto discursivo, en
tanto fenómeno pluriaspectual, es completamente normal que admita varias
descripciones distintas y, sin embargo, adecuadas". (Shaeffer, J-M., 1989, p. 80).
Esta relación multidimensional que designa el o los referentes de los nombres
genéricos y las formas de pertenencia de un texto a un género, es lo que Jean-Marie
Schaeffer (: p. 75) denomina genericidad.
Tomando como punto de partida el hecho de que todo documento es un acto
discursivo complejo que corresponde, simultáneamente, a una realidad textual y a
una realidad comunicacional, Schaeffer (: p. 79 á 82) establece que la genericidad
de un documento puede reenviarnos a cinco criterios de identidad diferentes,
según se consideren: el nivel de la enunciación, de la destinación, de la función, o
sus aspectos semánticos o sintácticos (ver cuadro N° 1).
a. Nivel de la enunciación
En el nivel de la enunciación, tres fenómenos permiten establecer la identidad y la
diferenciación genéricas de los documentos: 1) el estatus ontológico del
enunciador, es decir, si se trata de un enunciador real, ficticio o finta2; 2) el estatus
Todo discurso puede ser reenviado, sea a un sujeto de enunciación real, sea a un narrador ficticio,
sea a un sujeto de realidad finta, este último corresponde a un narrador ficticio que "aparenta" ser
un sujeto de enunciación real (Hamburger, K, 1986).
2
41
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
lógico del acto de enunciación, es decir, si se trata de una "enunciación de
realidad" o de una "enunciación ficcional". Mientras el criterio anterior se refería
al estatus de realidad del enunciador, este criterio está dirigido a distinguir la
realidad de la enunciación enunciada; 3) el modo de enunciación, definido por la
oposición platoniana entre mimesis y diégesis o entre representación y narración.
Este criterio busca establecer la identidad a partir de la forma de presentación de la
enunciación, de la manera en que la enunciación es enunciada.
b. Nivel de la destinación
El nivel de la destinación corresponde a la dirección hacia la que cual está
orientado el acto discursivo, es decir, se refiere al tipo de receptor que supone el
documento. En este nivel se pueden distinguir: 1) el carácter del destinatario, es
decir, si se trata de un destinatario determinado o indeterminado, si es un
destinatario real o un destinatario ficticio; 2) el carácter de la destinación, es decir,
si esta es reflexiva (donde el enunciador se dirige a si mismo) o transitiva (donde el
enunciador se dirige a un tercero).
c. Nivel de la función
Este nivel corresponde a la intención del acto comunicacional de un documento.
Schaeffer establece dos grandes tipos de función: 1) el objetivo que cumple un
enunciado, que comprende tanto los actos ilocutorios como los perlocutorios3 que
definen los nombres y la identidad de una clase de documentos; 2) la distinción
entre función seria y función lúdica.
d. Nivel semántico
En el nivel semántico de la genericidad, los elementos identitarios son: 1) los rasgos
de contenido, es decir, los elementos relativos al tema o el motivo; 2) el estatus de
la estructura semántica, es decir, la oposición entre el sentido literal o figural de un
texto.
La Teoría de los actos de lenguaje (Austin, J. L., 1962) estableció que en enunciando una frase
cualquiera, se cumplen tres actos simultáneos: 1) un acto locutorio, que se cumple por el simple
hecho de decir algo; 2) un acto ilocutorio, que se cumple diciendo algo; 3) un acto perlocutorio,
que se cumple por el hecho de decir algo.
3
42
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
C U A D RO N ° 1 4
e. Nivel sintáctico
Este nivel corresponde al conjunto de elementos formales de realización del acto
discursivo y que tienen por función codificar el mensaje, tales como los factores
gramaticales, fonéticos, prosódicos, métricos, estilísticos, etc.
De estos cinco niveles en los cuales se juega la genericidad de un documento,
aquellos que resultan pertinentes al análisis de la comunicación televisiva son los
que corresponden a los tres primeros, concernientes al "marco comunicacional"
(ver cuadro N° 1). De los otros dos, referidos a la realización del acto discursivo
(semántico y sintáctico), sólo el nivel semántico resulta aplicable a este trabajo.
Puesto que nuestro interés se concentra sobre todo en los aspectos
comunicacionales que permiten la categorización de los programas de televisión y
4
Fuente: Schaeffer, J-M., 1989, p. 116.
43
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
no en aquellos que corresponden al soporte de la comunicación, el nivel sintáctico
no va a jugar un rol importante en nuestro análisis. Por otra parte, dicho aspecto, si
bien es totalmente pertinente para la definición genérica de los actos de discurso
verbales, su transfer a la dimensión audiovisual plantea problemas teóricos y
metodológicos mayores, los que van más allá de los límites de este artículo.
Es evidente que la complejidad semiótica de un documento de comunicación, no
puede ser reducida a una denominación genérica. La utilización de un criterio de
identidad es siempre una elección que representa sólo una o algunas de las muchas
formas de relación que un texto puede tener con un género Por lo tanto, la
genericidad va a ser siempre relativa a los niveles a partir de los cuales se define la
taxonomía. No existe una identidad genérica absoluta.
"nunca es el texto total el que es identificado por un nombre de género, sino que a lo
más, un acto comunicacional global". (: p. 130).
En este marco, nuestra tarea será establecer con claridad el nivel de la genericidad
que pueda ser pertinente a nuestros objetivos de análisis del clip.
2. LÓGICAS DE LA GENERICIDAD TELEVISIVA
La diversidad de criterios que intervienen en la clasificación de un programa
televisivo se puede observar, por ejemplo, en las diferentes denominaciones
genéricas que puede tener un mismo programa. La emisión “El Termómetro” de
canal 11 puede ser clasificada como un "magazin de información" (tomando en
cuenta su intención comunicacional), como dentro del tipo "variedades" (en razón
a sus contenidos) o, incluso, como un Talk Show (que tiene como criterio la
situación de palabra de los participantes).
Por otra parte, los objetivos a partir de los cuales se establecen las taxonomías
genéricas de los programas de televisión, responden a intereses clasificatorios
totalmente diferentes. Por ejemplo, un sistema de clasificación desarrollado para la
medición de la audiencia por las empresas de marketing, apoyados en criterios de
consumo por grupos sociales, edad o condición sexual, va a ser muy distinto a otro
utilizado para optimizar la producción serializada de los programas televisivos,
basado en la división del trabajo necesaria para la realización de los diferentes
programas, o a uno destinado a dar cuenta de los procesos de comprensión de los
telespectadores.
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Existen, por lo menos, cinco lógicas taxonómicas distintas para la clasificación de
los programas televisivos, las cuales están asociadas a objetivos específicos: las
lógicas profesionales, las de regulación, la de archivo, la de la crítica y las lógicas
de investigación.
a. Lógicas profesionales: optimizar la producción y fidelizar al telespectador
Los sistemas de clasificación genéricos que emanan del medio profesional
televisivo, tienen el doble objetivo de normar y hacer más eficiente la actividad de
producción y, por otra parte, de actuar sobre el telespectador creando expectativas
específicas, a través de una proposición de sentido determinada, que permitan su
fidelización.
i. La actividad de producción
En tanto industria cultural5, la televisión debe normar y estandarizar su
producción en la perspectiva de su eficiencia. Los conjuntos y subconjuntos
técnico-profesionales que corresponden a la división del trabajo en la industria
televisiva, están fuertemente orientados por del tipo de programas que producen
cada uno de ellos. Por ejemplo, la creación de departamentos de prensa,
prácticamente autónomos del resto de los otros equipos de producción; la
existencia de "áreas dramáticas" encargadas de la producción de telefilmes u otro
tipo de programas ficcionales; las "áreas culturales" dedicadas a la producción de
programas de contenido artístico y/o pedagógico-culturales; los equipos de
producción de programas infantiles, etc.
En este caso el género (información, cultura, telefilme, etc.), opera como una
segmentación, técnica y profesional, entre los diferentes equipos de trabajo la cual
tiene por objetivo la organización y eficiencia de la producción serializada. Esta
división del trabajo en función del tipo de producción, se traduce tanto en una
especialización de equipos humanos y profesionales, como en la disposición de
equipos técnicos adecuados a cada tipo de actividad.
"Industria cultural", concepto acuñado por Theodor Adorno y Max Horkheimer, dos de los
fundadores de la célebre Escuela de Francfort. Este término se refiere a la dimensión económico
social e ideológica de la producción industrial y circulación comercial de bienes culturales.
5
45
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
ii. Actuar sobre el telespectador
Por otra parte, y de una manera más determinante en la construcción de sentido de
los programas televisivos, la denominación genérica es un medio con el que
cuentan los programadores para orientar y encuadrar las expectativas del
telespectador con el objetivo de fidelizarlo, es decir, de crear y mantener una
relación durable con él.
Un nombre genérico se constituye, así, en una propuesta de sentido que hace la
cadena televisiva al telespectador, respecto de una emisión en particular: de un JT
esperamos que nos informe de las noticias y de la actualidad del mundo; de una
sit'com6 esperamos una representación ficcional cómica y liviana; de un juego
televisado, que se respeten las reglas y que gane el mejor.
La pregnancia de las categorías genéricas institucionales es muy potente. La mayor
parte de los nombres genéricos de los programas televisivos son endógenos, es
decir, tienen su origen en el ámbito de la actividad profesional.
b. Lógicas de regulación: reglamentar
Las lógicas de regulación tienen como objetivo normar y controlar, desde el
exterior de este media, la actividad comunicacional de la televisión en la sociedad.
Ellas emanan de organismos e instituciones estatales o gubernamentales, la
mayoría de las veces, especialmente creados para ello. Tal es el caso de organismos
como el Consejo Nacional de la Televisión (CNT) en Chile, que tiene por función la
regulación de la actividad, tanto de las cadenas televisivas abiertas y de cable,
como del cine; le Conseil Supérieur de l'Audiovisuel (CSA) en Francia.
Puesto que estas instancias tienen como objetivo la regulación de la comunicación
televisiva en la difusión, las tipologías que desarrollan están definidas por dos
criterios principales: el público objetivo y los contenidos de los programas. Es así
como se definen tipologías tales como "programas juveniles", "cultura",
"información", "entretención", etc.
6
Sit’com: nombre genérico que corresponde a la contracción de “comedia de situaciones” en inglés.
46
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
c. Lógicas de archivo : indexar
Una lógica de clasificación que es funcional a todas las otras es la que tiene por
objetivo el archivar los documentos televisivos. Tal es el caso del Instituto Nacional
del Audiovisual - INA - en Francia, o de las diferentes mediatecas en el mundo
entero.
La función intermediaria de estos organismos de archivo, resulta de su carácter de
fuente para el conjunto de otras actividades relacionadas, no sólo con las lógicas
comunicacionales, sino que también con aquellas de carácter económico,
historiográfico o artístico.
Coherente con esta función, el género es concebido como un medio útil para la
clasificación más general y, por lo tanto, no responde, necesariamente, a criterios
comunicacionales, como en el caso de las otras lógicas de clasificación.
d. Lógicas de la crítica especializada: informar
La crítica televisiva es una labor orientada a la información del público (del
telespectador) respecto de las diferentes emisiones televisivas, por lo tanto, la
clasificación genérica desarrollada por esta lógica está, por lo general, apoyada en
las nomenclaturas que ocupa industria televisiva para la difusión de sus
productos.
Sin embargo, en la medida que la crítica de espectáculos o televisiva (cuando existe
de manera diferenciada) está inserta en la actividad periodística, ella está sujeta a
fuertes variaciones históricas, ideológicas e, incluso, de la moda o del estilo de cada
media.
e. Lógicas de investigación: explicar la comunicación
Los problemas de clasificación en la investigación no son menos complejos que en
otras áreas. Además de la exigencia de rigor y de coherencia lógica y científica, que
la distingue de las otras que hemos señalado, la cantidad y diversidad de
disciplinas que tienen como objeto de estudio a la televisión, y que corresponden a
buena parte de las disciplinas y sub disciplinas que forman las ciencias sociales,
tiene como consecuencia la existencia de sistemas taxonómicos basados en criterios
epistemológicos totalmente diferentes.
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
A lo anterior debemos sumar la incesante variedad de objetos producidos por este
media, situación que permite y exige una pluralidad de enfoques aun dentro de un
mismo ámbito disciplinario.
Sin embargo, si bien son muchas las lógicas de investigación que han desarrollado
sistemas de clasificación genérica de los programas de televisión7, el ámbito de la
investigación que más se ha interesado por el problema genérico en la televisión es
el de la semiología de la televisión. A diferencia de otras lógicas de investigación
que tienen al género como un artefacto para la indexación de los programas
televisivos, para la semiología la problemática taxonómica respecto de la televisión
es cualitativamente distinta, pues considera al género como una herramienta
principal en la relación entre la cadena televisiva y el telespectador.
En esta área, el interés de la investigación respecto del género está puesto,
principalmente, en su rol en el proceso de construcción de sentido de los
programas televisivos. Por esta razón, la mayor parte de las propuestas de
clasificación genérica de las emisiones, definen el género desde una perspectiva
pragmática, donde el problema de la enunciación ocupa el centro de las definición
de las tipologías. Es en el ámbito de la investigación de la comunicación televisiva
donde se han propuesto los sistemas taxonómicos más consistentes.
B. EL ESPECTRO TEÓRICO RESPECTO DE LA GENERICIDAD
TELEVISIVA
Pensar los géneros televisivos desde el punto de vista teórico exige considerar la
existencia de lógicas taxonómicas tan diversas y heterogéneas como la complejidad
del acto de comunicación que representan las emisiones de televisión.
Si todo texto es un "objeto semiótico complejo", inútil intentar una clasificación
universal y definitiva. Más aun si se trata de documentos televisivos, puesto que en
ellos se articulan materias de expresión de naturaleza heterogénea y polisémica,
como son la imagen, la voz, la escritura, la música, los sonidos, etc.
Por este mismo motivo, tampoco se puede esperar que las tipologías genealógicas
de los programas televisivos, respondan a un sólo y único criterio de clasificación.
Entre ellas, las aproximaciones sociológicas funcionalista de análisis de contenidos o la sociología
crítica de la "Escuela de Francfort", por nombrar sólo dos ámbitos principales.
7
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
"Toda clasificación genérica está fundada sobre criterios de similitud (…) La
identidad de un género es, fundamentalmente, aquella de un término general
idéntico, aplicado a un cierto número de textos". (Schaeffer, J-M, 1989, p. 64).
En otras palabras, toda tipología genérica reposa sobre una teoría de la identidad
que permite construir un determinado tipo de relaciones de similitud entre los
documentos. Por ejemplo, en literatura, el género de la octavilla corresponde a la
aplicación de un criterio de identidad construido a partir de los aspectos métricos
del texto y no de su función discursiva, como es el caso de la oda o la plegaria.
Como hemos señalado, al instar de Shaeffer, un programa televisivo es una
realidad semiótica compleja, por lo tanto, el problema de su identidad no puede
tener una sola dimensión.
Cuando se trata de sistemas taxonómicos no científicos8, los cuales Schaeffer
denomina "históricos", los criterios de identidad son muy relativos y difíciles de
discernir. ¿que criterio común de genericidad puede haber entre la denominación
"Soap-opera" y la de "Telenovela" o entre una "Variedad" y un "Magazin"? Por el
contrario, aquellas taxonomías de pretensiones científicas, "teóricas" en la
denominación de Shaeffer, tienen justamente, por objetivo la construcción de
sistemas coherentes basados en criterios de identidad sólidos y consistentes.
En función del criterio de identidad utilizado, es posible reconocer dentro del
ámbito de la semiología de la televisión, tres grandes tipos de propuestas respecto
de la genericidad, según ellas consideren una identidad en el nivel: 1) “semiolingüístico; 2) sociodiscursivo (semio-sociológico o sociosemiótico9 ; 3) o cognitivo
(semio-pragmático o semio-cognitivo10.
En los nombres genéricos utilizados por la práctica profesional, por ejemplo, el criterio de
identidad puede variar desde aspectos absolutamente técnicos, como en el caso de la denominación
video-clip que alude al soporte material del documento y a la vez a su función programática (un
clip es un programa corto que puede ser insertado allí donde sea necesario llenar los espacios
vacíos de la programación), a otros referidos a la función o a sus efectos comunicacionales, como es
el caso de la sit'com.
9 La "sociosemiótica" es definida por Eliseo Verón como : "una teoría de los discursos sociales". (: 1982,
p. 100).
10 Si bien aun no se puede hablar con plena propiedad de una aproximación semio-cognitiva en el
análisis televisivo, esta denominación permite distinguir entre la propuesta "sémio-pragmatique"
de Roger Odin, y la de Françoise Jost, esta última, teniendo como referente principal la pragmática
anglosajona, introduce un punto de vista cognitivo al análisis desde el momento en que se interesa
en los procesos inferenciales de interpretación espectatorial.
8
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1. IDENTIDAD LINGÜÍSTICA
Un primer criterio de clasificación taxonómica de los documentos televisivos
(también el primero en manifestarse en la discusión semiológica respecto de la
televisión), tiene como punto de partida la constatación de una identidad entre el
lenguaje televisivo y el lenguaje cinematográfico.
Según Christian Metz (: 1971):
"El cine y la televisión, en el fondo, no son otra cosa que dos lenguajes vecinos, pero
que empujan esa vecindad mucho más lejos que los otros lenguajes entre si. En el
seno de cada uno de ellos los rasgos físicos pertinentes y los códigos específicos que
pertenecen a uno y al otro, son mucho más importantes que aquellos que no les
pertenecen. (...) El cine y la televisión son dos versiones tecnológica y socialmente
distintas, de un mismo lenguaje que se define por un cierto tipo de combinación
entre palabras, música, ruidos, grafísmos e imágenes en movimiento ". (Metz, Ch.,
1971, p. 180).
En otras palabras, cine y televisión serían dos "variedades textuales" de una misma
clase de lenguaje, lo que no quiere decir que las diferencias entre estos dos medias
sean despreciadas por este punto de vista. Por el contrario, la distinción es
precisamente la base a partir de la cual esta concepción puede construir una
tipología genérica.
Luciano Alvarez García, en su libro "Poétique du direct télévisuel" (: 1985),
desarrolla la idea de que la distinción principal de la televisión respecto del cine es,
justamente, la posibilidad de emisión en directo de imágenes y sonidos. El directo,
según el autor una "especificidad televisiva absoluta", es la única clase de textos
que el cine no puede producir y que, además, constituye la forma más desarrollada
del discurso televisivo. Esta diferencia fundamental entre los dos medias es
asumida como una variedad tipológica dentro de un sistema de referencia más
amplio que engloba al cine y a la televisión, y que Alvarez denomina el
"audiovisual-cinético".
"El cine y la televisión apelan a formas aveces distintas de organización de sus
materias (expresión y contenido), como resultado de compromisos tecnológicos,
sociales, políticos o psicológicos (...) todas estas diferencias están en el origen de los
diferentes géneros, es decir, de los diferentes sistemas textuales particulares (...)
Incluso en su especificidad, el directo televisivo participa de los recursos generales
otorgados por el audiovisual-cinético” (Alvarez, L, 1985, p. 18 - 19).
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De esta manera, el criterio de identidad lingüística va a permitir diferenciar las
distintas expresiones posibles dentro de la identidad tipológica que representa el
cine y la televisión y que están comprendidas en el "audiovisual-cinético", en tanto
categoría de referencia de ambas expresiones mediáticas.
Dentro de una propuesta como esta, el tipo de fenómenos a que van a estar
referidas las categorías genéricas corresponderá a la distinción de "sistemas textuales
particulares", es decir, se ubicará en el nivel de la realización que define Schaeffer.
2. IDENTIDAD SOCIODISCURSIVA
Un segundo tipo taxonomía genérica que se ha desarrollado, es aquel centrado en
los rasgos de la singularidad sociodiscursiva de la televisión. Este cambio de eje de
pertinencia disciplinario respecto del criterio de clasificación anterior, va a
determinar que la lógica de clasificación de los documentos responda a las
funciones y efectos sociales de los discursos televisivos.
El impulso fundador de esta tendencia de la semiología de la televisión, es el
artículo de Eliseo Verón "Il est lá, je le vois, il me parle", donde el autor argentino, a
partir del análisis de un género televisivo particular como es el JT, señala las bases
de una sociosemiótica general:
"Ella [la teoría de los discursos sociales o sociosemiótica] parte de los discursos
sociales (discurso político, publicitario, de información, literatura, conversaciones en
contextos cotidianos o institucionales determinados, etc.), ella intenta comprender
sus propiedades y sus modos de funcionamiento en el seno de una sociedad
determinada, considerando que su estatus de objetos sociales determina los otros
niveles del sentido” (Verón, E, 1982, p. 102).
A diferencia de lo que ocurría en una tipología construida a partir de la identidad
lingüística, donde cine y televisión no son sino variedades de un mismo lenguaje,
el acento en la identidad sociodiscursiva va a definir una fuerte diferenciación
entre los dispositivos del cine y de la televisión. Así, esta propuesta conduce al
desarrollo de tipologías autónomas y singulares para la televisión.
Este criterio de identidad concibe los géneros televisivos como "interfaces
significantes", es decir, como dispositivos situados en el punto de articulación de la
producción y de la recepción de los textos, que permiten la construcción de sentido
social. Es por esta razón que los sistemas genéricos que se derivan de esta
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
aproximación sociodiscursiva de la comunicación televisiva, son tan diversos como
complejos y van a depender del énfasis que cada autor ponga en los niveles de
análisis y de discriminación que le son propios. Testimonio de ello son las
tipologías genéricas de Lochard y Soulages (: 1998); de Patrik Charaudeau (: 1997a) o de Noël Nel (: 1997).
"Muy seguido se ha remarcado que la televisión está particularmente adaptada a
ingerir las características formales de los medias que la han precedido (…) esto no
debe desanimar la investigación en torno a la coherencia posible de la acción
televisiva y de las lógicas que ella desarrolla (…) A través de la expresión
‘habermasiana’ de acción comunicacional, yo busco sentar las bases de una teoría de
la acción social bajo la forma comunicacional, muy exactamente mediática y muy
precisamente televisiva. En el campo mediático, el cual sería necesario aproximarse
desde un triple punto de vista filosófico, sociológico e histórico, se despliegan formas
sociales de comunicación iniciadas por la televisión”. (Nel, N, 1997, p. 41).
La complejidad disciplinaria que plantean, por su parte, los modelos de LochardSoulages y Charaudeau, se ve reflejada en la necesidad de integración de diferentes
niveles de pertinencia para el análisis y para la definición de las tipologías
genéricas. Por ejemplo: el “lugar de las condiciones de producción”; el “lugar de la
construcción del discurso televisivo; el “lugar de la interpretación” (Lochard, G, et
Soulages, J-C, 1998, p. 89) ou (Charaudeau, P, 1997-b, p.p. 15 á 22).
"El primero de estos lugares de análisis es, desde una postura sociologisante, un foco
de interrogantes sobre las prácticas profesionales y los objetivos de influencia que
sostienen la puesta en obra de los proyectos de palabra televisiva (programación y
programas). El segundo, es por definición aquel de una aproximación
semiolingüística o semiodiscursiva de los productos, aprehendidos en sus diferentes
niveles de actualización lingüística: icónico-visual, lingüístico, discursivo, vocal. Por
último, el tercero es aquel (aun más abierto) de las aproximaciones sociológicas,
antropológicas y psicosociológicas de los procesos de recepción de los productos
televisivos”. (Lochard, G, et Soulages, J-C, 1998, p. 90).
Situándose de manera privilegiada en el "lugar de construcción del discurso
televisivo”, entendido como el cruce entre los "proyectos de influencia" (Charaudeau,
P, 1995) y los diferentes "contratos y subcontratos" (Lochard, G, et Soulages, J-C,
1998) que se establecen entre la cadena televisiva y el telespectador, esta propuesta
es el punto de encuentro de una semiología de la producción y de una semiología
textual. La definición de las categorías genéricas se desarrolla en torno a la
existencia de estos grandes pactos o contratos de relación entre la cadena (y más en
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
general la TV en tanto media) y el telespectador: información, entretención, lúdico,
espectáculo, etc.
Los géneros son, desde este punto de vista, configuraciones textuales
características que se construyen a partir del proceso de serialización de la
producción televisiva y de ritualización de la comunicación mediática.
"Simples y autónomos para algunos, estas configuraciones textuales, cuando se
articulan con otras, pueden dar lugar a la definición de amplios y heterogéneos
‘complejos textuales’ (el telediario o el magazine por ejemplo). Estas son
estabilizaciones formales, objetos de denominación, más o menos consagrados por
los uso sociales que pueden ser considerados desde esta óptica, como géneros
sumisos a actos siempre provisorios de clasificación". (Lochard, G, et Soulages, J-C,
1998, p. 103).
Planteada en estos términos, las categorías de programas televisivos que resultan
de un modelo como este, se van a traducir en "dispositivos de mediatización televisiva,
que movilizan procedimientos lingüísticos característicos y reveladores de estrategias de
discursos específicos". (Op. cit., p. 102).
3. IDENTIDAD COGNITIVA
Por último, un tercer tipo de taxonomía semiológica de los programas televisivos,
es aquella que tiene como punto de partida las dinámicas cognitivas involucradas
en la comprensión de un documento televisivo. Los elementos que van a definir las
categorías genéricas dentro de un criterio de identidad como este, son las
representaciones mentales, los procesos memoriales y, principalmente, las tareas
inferenciales de interpretación en recepción.
"Podría decirse que hay género desde el momento en que, para pensar o interpretar
un programa, se le ordena dentro de una categoría más vasta que facilita la
operación. Ese impulso que nos proyecta de lo desconocido hacia lo conocido (…)
podría ser la ley del género". (Jost, F, 1997, p. 13).
Representada, de manera más o menos difusa, por el análisis semio-pragmático de
la "neo-televisión" de Francesco Casetti y Roger Odin (: 1990) y por los trabajos de
Dominique Pasquier (: 1994, '98-a, '98-b) sobre la serie "Hélène et les Garçons", y de
manera más consistente, por el análisis pragmático de la recepción de Dominique
Chateau (: 1998) y, sobre todo, por las propuestas teóricas de Françoise Jost (: 1995,
'96, '97, '98-a, '98-b, '99, 2001-a y '01-b), esta tendencia aun no constituye un
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
territorio autónomo y diferenciado dentro del ámbito de la semiología de la
televisión, y sus fronteras se confunden, a menudo, con aquellas del análisis
pragmático de corte sociosemiótico o semiolingüístico, de los cuales es tributaria.
En este sentido, la distinción que hacemos aquí entre esta tendencia de análisis y la
anterior, no está dada porque ella se presente como una oposición, negación o
superación de la pragmática, sino que por el contrario, se funda en el hecho de que
ella incorpora al análisis de los procesos relacionales y enunciativos de la
comunicación televisiva, una perspectiva focalizada en los procesos inferenciales y
cognitivos de comprensión espectatorial, la cual no existe, o no es protagónica, en
las otras.
A diferencia de lo que ocurre en una tipología construida a partir de un criterio de
identidad sociodiscursiva, donde las categorías responden a las funciones y efectos
sociales de los discursos televisivos y, por lo tanto, son específicas de la
comunicación televisiva, un modelo de géneros basado en una identidad cognitiva,
conduce al desarrollo de tipologías globalizantes, las que no se limitan sólo a la
comunicación televisiva, sino que son solidarias con una perspectiva de
explicación más general de la construcción de sentido de los documentos de
comunicación en general.
"Cuando se rechaza, como yo lo hago, la división fácil entre buenos telespectadores –
esos que siguen las leyes de la narratología - y los malos – todos los otros -, es
necesario advertir que la comprensión espectatorial no es posible pensarla como
simétrica al modelo genético, es decir como una simple decodificación de un
dispositivo enunciativo. Es verdad que las imágenes proyectadas en la pantalla no
son otra cosa que sombras y luces, que los personajes de la novela no son más que
seres de papel, que los personajes de un filme son como marionetas animadas por un
ventrílocuo: nosotros sabemos todo eso. Sin embargo, tal como lo ha planteado
Arthur Danto, (…) 'no es posible reducir una obra a su soporte material ni
identificarla con el’: la obra exige ser interpretada". (Jost, F, 16 1992, p. 42).
Este criterio de identidad cognitiva concibe los géneros televisivos como
herramientas de interpretación de los programas, en el nivel espectatorial,
basándose en la idea de que esta labor de interpretación reposa, principalmente:
"no en la similitud perfecta del profílmico y nuestro mundo, sino que en el
reconocimiento de un universo cognitivo común". (Jost, F, 1992, p. 43).
Al igual que en las tipologías construidas a partir de un criterio de identidad
sociodiscursiva, en la aproximación cognitiva el género es uno de los elementos
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
principales en el establecimiento de la relación entre la cadena y el telespectador.
Pero además de ello, es el elemento que permite la puesta en marcha de los
procesos inferenciales de comprensión espectatorial, concebidos como la
construcción de hipótesis interpretativas pertinentes a partir de los índices que
aporta la enunciación televisiva.
En otros términos, el género es una herramienta para la construcción de
pertinencia interpretativa que condensa los saberes y creencias del telespectador
sobre el estatus de realidad de las emisiones y, en una dimensión más amplia,
sobre la comunicación televisiva misma.
4. LA ENUNCIACIÓN Y EL TELESPECTADOR
Como resulta evidente, cada una de las tres perspectivas sobre la genericidad
televisiva que acabamos de señalar, son el resultado de tres aproximaciones
teóricas diferentes respecto del problema de la comunicación mediática y, por lo
tanto, ninguna de ellas es completamente reductible a las otras. Esta
irreductibilidad nace del hecho que ellas parten de supuestos epistemológicos
distintos y que apelan a metodologías de análisis también diferentes.
Sin embargo, y pese a sus importantes incompatibilidades, estas propuestas
tampoco pueden ser consideradas como sistemas antagónicos, puesto que no se
nos presentan como "teorías generales de la comunicación televisiva". Es decir, no
intentan ser modelos explicativos del conjunto del fenómeno, sino que más bien,
ellas son pertinentes al análisis de un área específica de la complejidad semiológica
de este media: su aspecto lingüístico, su carácter sociodiscursivo y su dimensión
cognitiva. En otras palabras, ellas buscan explicar un aspecto particular de la
comunicación y no "la" comunicación televisiva en general.
En este contexto, aquello que nos va a interesar de manera principal, es la
pertinencia de las perspectivas señaladas y de los modelos de clasificación
genéricos que se desprenden de cada una de ellas. Como señalamos antes, la
atribución (el reconocimiento) del estatus de realidad o de ficción de la enunciación
en un programa televisivo, va a estar determinada por el posicionamiento del
telespectador y por los criterios de apreciación de la intención enunciativa. Por lo
tanto, aquello que va a definir nuestro interés teórico, será el rol que asignan al
telespectador y el lugar donde ubican el problema de la intención enunciativa,
cada una de las tres propuestas señaladas.
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
a. El texto enunciador
De inspiración estructuralista, la aproximación lingüística del género televisivo,
acota el problema de la enunciación al texto.
"El enunciador se encarna en el único cuerpo que tiene disponible: el cuerpo del
texto, es decir en una cosa (…) El enunciador es el filme, el filme en tanto foco o
centro, orientado como tal, el filme como actividad". (Metz, Ch, 1991, p. 26).
De esta manera:
"La enunciación puede ser reconstruída según un simulacro lógico-semántico
elaborado a partir solamente del texto". (Greimas, A-J, et Courtes, J, 1993, p. 171).
Pese a que el principio de pertinencia definido por esta propuesta es el de tratar los
textos como unidades de discurso, su concepción limita la discursividad a los
márgenes del texto (del programa) y, por lo tanto, excluye o relega a un plano
secundario, los problemas relacionados con los contextos, la producción y la
recepción.
El texto (el programa) es considerado como un objeto de lenguaje y por lo tanto,
intención enunciativa del realizador o de la cadena y el sentido del enunciado
cobra realidad y se encarna en el código. Por esta razón el texto puede ser
analizado de manera independiente de los contextos. Como consecuencia de esto,
en el otro extremo, la labor del telespectador no es otra que la decodificar,
correctamente, el programa.
La comprensión y la interpretación se suponen lineales y coherentes con la
intención enunciativa del texto, por lo tanto, la significación surge del acto de
codificación y decodificación. El lugar que asigna al telespectador este tipo de
teorías es pasivo, puesto que su rol es el de hacer una lectura correcta y su posición
está supeditada a la centralidad del texto. La intención es aquella que se encarna en
el documento televisivo.
En esta perspectiva, la “realidad” o la “ficcionalidad” de un programa televisivo se
desprende de sus características textuales. Este es el rol que se asigna a las "marcas
de ficción", de los discursos audiovisuales de carácter ficticios, y los diéiticos o
"marcas de enunciación" en los discursos de realidad. Coherente con esta postura,
Luciano Alvarez, refiriéndose a los procesos de desficcionalización y construcción
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
del verosímil en el directo televisivo, acota a los aspectos textualesenunciativos, la
posibilidad de reparar el estatus de realidad o de ficción de los programas:
"Cada sistema produce códigos (aquellos de desficcionalización entre otros) que son,
por lo general, opuestos dialécticos a aquellos del sistema anterior (…) La
desficcionalización puede ser considerada como la suma de los operadores que
actúan como articuladores del verosímil necesario para eficacia del texto". (Alvarez,
L, 1985, p. 110).
En la medida que esta tendencia de análisis está focalizada en los aspectos códicos
y textuales, los conceptos de enunciación, enunciador y enunciatario, no están
desarrollados como en las aproximaciones pragmáticas de la televisión.
b. Los dispositivos de enunciación
La aproximación sociodiscursiva, ubica la problemática de la enunciación, en el
nivel de la relación entre la producción y la recepción de los mensajes televisivos.
De ello intenta dar cuenta la noción de dispositivo de enunciación, introducida por
Eliseo Verón (: 1983) y que posteriormente ha sido profundizada, reinterpretada o
redefinida por él mismo y por muchos otros investigadores.
El término dispositivo de enunciación busca sintetizar todos los elementos
discursivos que juegan un rol en la construcción de la relación entre la cadena de
televisión y el telespectador, tales como las características de la imagen, las
características del discurso verbal, los aspectos analógicos de la comunicación
humana (gestos, entonación, miradas), las características del sonido, etc.
Como es evidente, los alcances y objetivos de esta relación, sobrepasan con creces
el ámbito de la cadena, en tanto instancia de difusión, y del telespectador, en tanto
individuo receptor. La categoría de relación que se desprende de la noción de
dispositivo está situada en el nivel social y corresponde a los procesos de
negociación (o confrontación, según la óptica particular de cada autor) entre las
"estrategias de influencia" de la cadena y las "competencias interpretativas" del
telespectador. Por lo tanto los dispositivos de enunciación son dispositivos
mediáticos específicos orientados a fines sociales estratégicos.
Desde el momento que consideramos a los dispositivos como configuraciones
mediáticas estratégicas, es decir, como proyectos de influencia específicos que
ponen en juego las competencias interpretativas del receptor, la atención del
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
análisis va a estar focalizada en los objetivos enunciativos que persigue la
producción del programa televisivo, antes que en los objetivos estratégicos o
interpretativos del receptor.
La instancia de recepción (el telespectador) no configura los dispositivos
(elementos centrales en el análisis) sino que está llamado a intelegibilizarlos o a
interpretarlos. Por lo tanto, su acción dentro de este modelo, pese a no ser pasiva
como en el anterior, ocupa un segundo nivel de importancia detrás de la instancia
de producción. Su rol por lo general es el de reconocimiento de la intención
enunciativa del enunciador.
"El fragmento de discurso no es más que uno de los dos términos de un sistema más
complejo que comporta dos otros: la instancia de producción y la instancia de
reconocimiento". (Verón, E, 1987, p. 207).
La aproximación desarrollada por Lochard y Soulages va en la misma dirección.
Por una parte, establece la existencia de tres "regímenes canónicos" del dispositivo
enunciativo de mediatización: el dispositivo de mostración, el dispositivo de
ficción y el dispositivo de puesta en espectáculo (: 1998, p. 102). Todos ellos
describen los objetivos enunciativos en producción. Por otra parte, asigna al
telespectador un rol comunicacional, a partir de:
"una teoría de la intencionalidad que exige una participación activa de
reconocimiento por parte de la instancia de interpretación". (Op. cit. p. 86).
Aun más comprometida en el análisis de la instancia de producción, es el
planteamiento de Noël Nel respecto del dispositivo televisivo. El investigador
identifica el dispositivo televisivo con:
"El concepto de dispositivo estratégico entendido, a la manera que lo hace Michel
Focault, como una red de elementos heterogéneos que constituyen una formación, en
un momento histórico dado, que responde a una función estratégica dominante".
(Nel, N, 1998, p. 60).
En este contexto, la realidad o la “ficcionalidad” de la enunciación va a estar
definida, principalmente, por la referencia a la "institucionalización"11 del discurso.
Es decir, por el conjunto de obligaciones textuales y contextuales que regulan los
Respecto de la noción de institucionalización, ver: Odin, R, "Sémiopragmatique du cinéma et de
l'audiovisuel. Modes et institutions", Mullern, J-E., Towards a pragmatics of the audiovisual, Munster,
Nodus Publikationen, 1994.
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
"modos" de ser de los mensajes televisivos12, y que corresponden a la intención
enunciativa de la instancia de producción.
c. La construcción espectatorial de la enunciación
Como la anterior, la perspectiva "cognitiva" de la genericidad televisiva, ubica la
problemática de la enunciación en la relación entre la cadena (instancia mediática
de producción) y el telespectador (instancia espectatorial de recepción). Sin
embargo, a diferencia del aproximación sociodiscursiva, aquí se privilegia la
explicación de los procesos de interpretación, en el polo de la recepción, antes que
los de influencia o estratégicos de la producción.
La labor de interpretación de los mensajes televisivos por parte del telespectador,
es concebida como una construcción inferencial a partir del levantamiento de los
índices textuales y contextuales del programa televisivo, a diferencia del rol pasivo
que se le asignaba en la perspectiva "lingüística" y del rol de reconocimiento que se
le suele dar en algunos puntos de vista sociodiscursivos.
Esta perspectiva no tiene como preocupación el problema de la determinación de
la intención del enunciador como en el caso del análisis de discurso y del análisis
sociodiscursivo de origen semiológico. Pero tampoco considera que ella esté
limitada a los márgenes del texto, como la concepción lingüística de la
comunicación televisiva. La intención enunciativa es aquella que construye el
enunciatario, la que no necesariamente corresponde a la intención "real" del
enunciador.
"Para que un filme sea reconocido como una obra o para que un documento sea
reconocido como un discurso de la realidad, (…) es necesario que el sea considerado
como un artefacto de origen humano y de destinación humana (…) Si bien esto no
exige al lector encontrar la ‘intención real’ que preside a su concepción y fabricación
– concepción solidaria de una teoría que ve en la obra un proceso de codificación y
decodificación simétricos – ello supone que existe una presunción de
intencionalidad". (Jost, F, 1998-b, p. 14).
En otros términos, el objetivo del análisis es la definición de las posibilidades de
interpretación que permite un documento televisivo en recepción, antes que los
objetivos estratégicos del enunciador.
Los modos definidos por Odin son: fictionalizante, documental, energético, espectacular, privado,
estético y persuasivo. Op. cit.
12
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
El estatus real o ficticio de un programa televisivo, estará determinado por el tipo
de inferencias que es posible desarrollar a partir de los índices textuales y
contextuales del programa. Por lo tanto, el programa será concebido como un
artefacto de comunicación ostensiva-inferencial13.
d. Elecciones teóricas
Cada una de estas tres propuestas teóricas de las cuales se desprenden sistemas
taxonómicos diferentes, hace abstracción o relega a un segundo plano aspectos que
en las otras son principales. Mientras que para la perspectiva centrada en el texto
los elementos contextuales no son importantes, para el punto de vista relacional los
aspectos códicos del lenguaje televisivo son secundarios. Del mismo modo,
mientras para una la enunciación es el texto mismo, para otra es un dispositivo
complejo que considera las distintas dimensiones del discurso en su contexto social
y cultural y para la otra, la enunciación es una construcción del telespectador a
partir de los índices textuales y contextuales de una emisión.
Como hemos podido comprobar, el objetivo de "explicar la comunicación
televisiva", que funda el interés de la semiología por los géneros, resulta muy
amplio (e incluso ambiguo y engañoso) si no lo ponemos en relación con los
aspectos específicos de la comunicación que cada aproximación teórica aborda y si
no se hacen explícitos con claridad los límites de sus objetivos de análisis. En este
mismo sentido, nuestra ambición tampoco puede ser intentar una respuesta
definitiva al problema de la comunicación televisiva.
En otras palabras, la pregunta a la que debemos responder es ¿cuál de estas tres
perspectivas teórico-metodológicas resulta más pertinente a nuestros objetivos de
análisis y de categorización genérica de programas concretos de la parrilla de
programación? Por la vía de la primera definición que avanzamos respecto del
género (instrumento que permite regular las expectativas de construcción de
sentido del telespectador respecto de un programa en particular), aquello que se
establece de manera implícita, es nuestro interés por la explicación del proceso que
tiene como resultado la formación de expectativas en la recepción, es decir, en el
nivel del telespectador.
La referencia de Jost a la "Teoría de la Pertinencia" de Sperber y Wilson, es explícita, no así en el
caso de Odin. Como veremos más adelante, la noción de "comunicación ostensiva-inferencial" es
una de los pilares sobre los que el Jost apoya su punto de vista sobre la enunciación televisiva y, por
esta misma razón, es lo que nos permite calificarla de "semiocognitiva", aun cuando esta
denominación pueda parecer algo prematura.
13
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
"La creación de un texto implica, desde un primer momento, la elección: no existe el
texto desnudo, ni el grado cero de la escritura. Por ejemplo, el acto de escribir un
soneto, es al mismo tiempo el acto de privilegiar un régimen de convenciones
reguladoras. Esto no quiere decir que un texto deba ser siempre abordado a partir de
los aspectos genéricos privilegiados por el autor. En efecto, la decisión de abordar
una obra según un régimen genérico antes que de otro, depende también de nuestros
intereses cognitivos". (Schaeffer, J-M, 1989, p. 185).
En este marco, resulta evidente que nuestros objetivos de análisis parecen mucho
más próximos a los planteamientos de una tipología que tiene como tarea la
explicación de la recepción, que otra orientada a los aspectos relacionales del
discurso televisivo o a las características textuales del programa.
C. EL GÉNERO COMO HERRAMIENTA DE INTERPRETACIÓN
ESPECTATORIAL
Como hemos sostenido, el instrumento que permite a la cadena televisiva actuar
sobre el telespectador y a éste último la construcción de un marco de pertinencia
para la interpretación de un programa en particular, es el género.
¿Pero como se articulan estas dos nociones de interpretación y género?
Desde el punto de vista que hemos denominado "semio-cognitivo", la principal
tarea del telespectador, en tanto componente humano esencial de la comunicación
televisiva, es el saber interpretar los diferentes mensajes y programas que
componen la comunicación televisiva.
La condición básica que permite interpretar un documento en general y un
programa televisivo en particular, es la presunción de que en su origen existe una
intencionalidad comunicacional.
“Cada vez que yo considero que algún ruido o que una inscripción sobre una hoja de
papel constituyen, en tanto mensajes, un ejemplo de comunicación lingüística, debo
admitir, entre otras cosas, que ese ruido o esa inscripción han sido producidos por
un ser o por unos seres que se me parecen más o menos y que para ello, han tenido
alguna intención. Si considero el ruido o la inscripción como un fenómeno natural,
como pueden ser el ruido del viento en los árboles o una mancha sobre el papel, yo
los excluyo de la clase de comunicaciones lingüísticas, incluso en el evento que el
ruido o la inscripción no puedan ser distinguidos de palabras habladas o escritas”.
(Searle, J, 1972, p. 53).
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Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Atribuir una intención a un documento no es otra cosa que la construcción de una
figura humana en su origen. Esto es tan válido para la comunicación lingüística,
como para la audiovisual. Tanto la atribución de una intención, como la
construcción de un responsable de una emisión televisiva, son siempre hipotéticas
y contextuales. Es decir, es una posibilidad de explicación y no una demostración
de ella. Por este motivo, no existe razón alguna para pensar que las hipótesis que
son posibles de formarse siempre deban corresponder a la intención "real" o al
sujeto responsable "efectivo".
En otras palabras, todo proceso de interpretación va a ser relativo a la situación
concreta en que ella se realiza y, por lo tanto, no existen buenas o malas
interpretaciones, sino más bien, aquellas que resulten pertinentes y las que no.
Sin embargo, el hecho de que el proceso de interpretación sea hipotético y
contextual, no significa que sea aleatorio. Por el contrario, existe un conjunto de
mecanismos inferenciales que permiten la formación de hipótesis correctas
respecto del acto de comunicación.
Estos mecanismos inferenciales corresponden a un proceso lógico que, a partir de
un cierto número de informaciones conocidas (premisas), pueden derivar nuevas
conclusiones.
"Los procesos inferenciales son totalmente diferentes de los procesos de codificación.
Un proceso inferencial tiene como punto de partida un conjunto de premisas y como
fin, un conjunto de conclusiones que son lógicamente implicadas o, por lo menos,
justificadas por las premisas. Un proceso de codificación, en cambio, tiene como
punto de partida una señal y por finalidad, la reconstitución del mensaje asociado a
la señal, a través del uso de un código subyacente. En general, las conclusiones no
están asociadas a sus premisas por la acción de un código, y las señales no tienen por
conclusión lógica los mensajes que ellos vehiculizan". (Sperber, D, et Wilson, D, 1989,
p. 27).
En la medida que los seres humanos son "dispositivos eficaces de tratamiento de la
información" (: p, 76) y que buscan "maximisar la eficacia del tratamiento de la
información" (: p. 80), el acto de comunicación tiene por objetivo “hacer manifiesto”
al receptor la intención enunciativa del emisor comprendida en el acto
comunicacional. Para que una información pueda ser procesada por un individuo,
esta tiene que constituirse en un acto de “ostensión”.
"Un comportamiento que hace manifiesta una intención de hacer manifiesto algo, es
un comportamiento ostensivo o de manera más simple, una ostensión. Mostrar algo
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
a alguien es un caso de ostensión. Nosotros sostendremos que la comunicación
intencional es también un caso de ostensión". (: p. 81).
Entonces, si el receptor puede reconocer un comportamiento o un documento
como un acto comunicacional, es porque puede ver en él una intención de “hacer
manifiesto” algo por parte del productor o del emisor: una ostensión. Pero, ¿qué
permite inferir la intención de un acto de ostensión?
"Un comportamiento ostensivo permite inferir pensamientos. Esto es posible porque
un comportamiento como tal comporta una garantía de pertinencia. El comporta esta
garantía de pertinencia porque los seres humanos prestan atención automáticamente
a eso que les parece lo más pertinente. [La tesis principal de Sperber y Wilson es (…)]
que un acto de ostensión comporta una garantía de pertinencia y que ese hecho – que
denominaremos como ‘principio de pertinencia’ – hace manifiesta la intención que
sostiene la ostensión". (: p. 82).
Es justamente en este sentido que un género puede ser considerado una
herramienta para la construcción de pertinencia interpretativa de los documentos
televisivos.
En la medida que la denominación genérica hace manifiesto el estatus de la
enunciación de un programa televisivo, ella corresponde a una ostensión del
carácter del programa y es lo que permite al telespectador inferir su calidad de
discurso de la realidad o de discurso de ficción.
Sin la existencia de la denominación genérica o de las marcas de género implícitas
en los documentos televisivos (genéricos, títulos, régimen característico de
focalización y de ocularización, etc.14), la interpretación en el nivel espectatorial
resultaría mucho más compleja e incierta. Sin una matriz genérica a la cual
reenviar los documentos televisivos ¿como trazar la frontera entre un documental
y un filme de ficción, entre una parodia de un JT y un verdadero JT, entre un video
clip y una ópera rock?
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Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
El rol intelectual del comunicador:
¿qué hacen los posgrados latinoamericanos?
Entrevista con Jesús Martin Barbero
Por Óscar Bustamante F.
1. El campo académico y el lugar de los “Poscom” (Posgrados en Comunicación)
Pregunta: Tú dices, en Oficio de cartógrafo1, “los que trabajamos en la doble frontera de
la comunicación/cultura y la investigación/docencia, nos vemos doblemente expuestos a un
montón de mal entendidos. De un lado, parecería que no hay forma de tomarse en serio la
cultura sin caer en el culturalismo que deshistoriza y despolitiza los procesos y las prácticas
culturales. Del otro, pensar la comunicación desde la cultura implicaría salirse del terreno
propio de la comunicación, de su ámbito teórico específico. Pero si nos estamos planteando
esos malos entendidos no es para resolverlos académicamente, sino para poder pasar del
problema de la legitimidad teórica del campo a una cuestión distinta, la de su legitimidad
intelectual. Esto es, la posibilidad de que la comunicación sea un lugar estratégico desde el
que pensar la sociedad y de que el comunicador asuma el rol de intelectual”. ¿Qué
dificultades presenta trabajar en la frontera investigación/docencia?
Jesús Martín Barbero (JMB): De entrada y, con honrosas excepciones, los sujetos
de aprendizaje que forman los estudios secundarios no es gente para hacerse
preguntas, para problematizar la realidad y por lo tanto la universidad se ve
forzada en buena medida a prolongar esa relación exterior con el conocimiento. Y
por su parte, en nuestras universidades hay una ausencia muy fuerte de lo que
podríamos llamar cultura investigativa tanto en términos de mentalidad como de
capacitación, así que en la mayoría de los casos los profesores hacen lo que
pueden, pues ni hay una estructura que exija investigar, ni se dispone de tiempo
real para hacerlo, ni se proporcionan recursos y modalidades de evaluar
resultados. Entonces la primera frontera a afrontar es la estrechez del campo de la
investigación en nuestras universidades y en la enorme dificultad que se tiene para
transformarlas en verdadero lugar de producción de conocimiento y no sólo de
transmisión.
Oficio de cartógrafo: travesías latinoamericanas de la comunicación en la cultura. Fondo de Cultura
Económica, Santiago de Chile, 2002.
1
66
Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
El segundo tipo de dificultades, más específicas al campo de la comunicación, ha
tenido que ver con el hecho de que cuando en América Latina comienza la
investigación de comunicación esta se va a ver recortada por el carácter
eminentemente pragmático/profesional de la mayoría de las escuelas de
comunicación, los departamentos, las facultades, que están apenas emergiendo
desde las tradicionales Escuelas de Periodismo. Cuando América Latina pone la
investigación en el campo de la comunicación se topa con el boom inicial de un
campo profesional cuyo objeto –la comunicación, los medios- estaba adquiriendo
una dinámica de muy alta velocidad tanto en el plano de los procesos sociales
como de las figuras profesionales. En los primeros años de los ’70, cuando yo entro
en el Campo de la Comunicación, la concepción estaba bastante marcada por la
gente que había llegado de estudiar en Estados Unidos o en Europa, y que traían
una visión funcional-desarrollista o su opuesta, una crítica semio-marxista. La
posición de izquierda supo tomar la delantera en la investigación, pero al plantear
una visión bastante doctrinaria hizo, por ejemplo, que desaparecieran de la
investigación en comunicación los modos en que el espacio nacional media la
apropiación socio-cultural, y hasta política, de los medios. Pues que lo
verdaderamente importante era analizar la ideología dominante, y si ella era la
misma en Chile que en Colombia o en Brasil, ¿qué papel podía quedarle a la
diferencia entre países? Con otra dificultad añadida: la de cómo entonces traducir en
proyectos de investigación lo comunicativo cuando su matriz conceptual lo reducía
a mera representación ideológica sin anclajes espacios-temporales. En ese sentido,
la mayor dificultad estribó en formular problemas que fueran realmente de
comunicación social y no sólo de reproducción.
Y el tercer ámbito de dificultades se hallaba en cómo articular los procesos de
investigación a los de docencia, de modo que la investigación aporte a la docencia,
y que ésta retroalimente la investigación proponiéndole problemas a indagar. Se
trata de una frontera más metodológica y política que pedagógica, pues en el fondo lo
que ahí está en juego no concierne solamente a lo interno de la universidad sino
sobre todo con sus modos de relación con la sociedad, perversamente marcados, de un
lado, por esa puntual y paternalista relación que nombra aun la “extensión”
universitaria; y de otro por las contradicciones que atravesaron buena parte de la
investigación-acción en sus muy frecuentes tendencias al inmediatismo y la
instrumentalización doctrinaria del conocimiento y de las propias comunidades.
La pregunta es llana pero llena de exigencias: ¿Cómo hacer para que la
investigación sepa a algo de verdad, esto es, capaz de morder lo real para que pueda
inducir cambios en la docencia y en el conjunto del trabajo universitario.
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Y no serian sólo cambios de contenido sino de horizonte, como por ejemplo el que
plantean hoy los nuevos mapas laborales. Mapas laborales que sólo podrán ser
pensados desde una investigación muy distinta a la que se limita al horizonte
delimitado por los diagnósticos que provienen del mercado laboral. Pues si
desconocer ese diagnóstico sería suicida para la universidad, limitarse a él implica
dejar fuera todo lo socialmente imaginable, en el sentido que le da a esa expresión
Arjun Appadurai, toda la nueva producción social posible, pero no pensable desde
las puras lógicas del mercado.
Quiero devolverme a la cita inicial para plantear lo del rol intelectual del comunicador. Si
bien es una idea clave para la licenciatura donde ya has propuesto programas orientados a
formar comunicadores mediadores en vez de intermediarios: ¿cómo se insertaría en un
posgrado de comunicación ese mismo desafío?
JMB: El rol intelectual del comunicador choca con dos tipos de malentendidos, y
ambos provienen de la caracterización dualista de esas figuras, que no ve en el
intelectual sino la dimensión crítica y en el comunicador la de una práctica uncida
simplistamente a saberes mayoritariamente técnicos. Pero si esa cuestión la
planteamos a partir de la crisis del intelectual moderno, tal y como ha sido leída
por Beatriz Sarlo, por ejemplo, lo que se plantea es qué continuidad, y por qué
medios, puede seguir teniendo el intelectual hoy. Dos grandes pensadores como
Edward Said y Zygmunt Bauman han documentado en libros escritos a este
propósito la envergadura de la crisis que atraviesa la figura del intelectual a la vez
que ambos otean modalidades de continuidad muy diferentes como es la del
francotirador y la del intérprete. Entonces, lo que yo me planteo es ¿en qué sentidos
el “oficio” que cumplía el intelectual está siendo sustituido por los comunicadores
mediáticos? Es evidente que no lo sustituye en lo que ese “oficio” tiene de
cuestionador, iluminador y luchador, pero ciertamente lo está sustituyendo en el
sentido del intermediario que sigue necesitando la sociedad para darse unas agendas
que ordenen y vuelvan mínimamente inteligible la opaca y caótica situación que
atravesamos, y también para intermediar entre gobierno y sociedad, y entre los muy
diversos actores sociales dentro de un país. El caso de Colombia es bien ilustrador
a este respecto: los comunicadores median a su manera entre guerrilla y Estado,
entre paras y sociedad, entre Estado y ONG’s. Es decir, la presencia del
comunicador en la sociedad proporciona tanto unos mínimos de ordenamiento del
caos social como de interlocución, y –en muy pequeñas pero indispensablesalgunas dosis de disentimiento.
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
El problema está entonces en distinguir aquello que en el oficio de los
comunicadores contradice abiertamente las funciones crítico/creativas del
intelectual, de aquellas nuevas dimensiones de su trabajo en las que podría anclar
lo más decisivo de las funciones tradicionales. Y para ello hay que partir de las
enormes limitaciones y deformaciones que implica, para los comunicadores en
cualquiera de los medios, la concepción hegemónica de la actualidad como la
sustancia misma de la información y de la opinión. Pues el inmediatismo de la
intermediación comunicadora refuerza, pero también se alimenta de, el
inmediatismo de la política y es entre ambos que la sociedad resulta atrapada en el
“presente autista” sobre el que nos ha alertado Norbert Lechner. De ahí que el
comunicador deba asumir su mediación como un campo estratégico de tensiones y
conflictos, primero, entre el acoso del inmediatismo –el fetiche de la actualidad
mercantilizada- y la indispensable duración sin la que los hechos pierden su espesor
y la información su capacidad narrativa. Segundo, entre la brevedad/ levedad/
liviandad con que se pretende ganar lectores o espectadores y el derecho a un
mínimo de profundidad sin lo que es imposible que la información, la opinión o el
debate cultural, logren aportar lo que necesita la ciudadanía para orientarse y
poder actuar, intervenir, participar. Tercero, entre la visualidad mediática que
posibilitan la espectacularidad, el escándalo, el morbo –tornando opaca e
inaccesible la cotidianidad de la vida ciudadana o cultural- y la visibilidad social que
posibilitan unas agendas en las que emerjan con rostro propio los diversos actores,
los procesos y las prácticas en la desestabilizadora heterogeneidad de sus
situaciones y posiciones.
El rol intelectual del comunicador significa eso: un comunicador capaz de asumir su
mediación como el ámbito y la tarea por los que en una gran medida pasa hoy la
posibilidad de que la democracia –en su indisoluble articulación de lo político con
lo social y lo cultural- recobre significación para unas mayorías que se hallan cada
día más tentadas por el discurso de los salvadores y los caudillos y el peligroso
debilitamiento de nuestras precarias instituciones democráticas. Creo entonces que
esta cuestión remite tanto al pregrado como al posgrado pero debería encontrar en
éste último nivel un espacio mucho más ancho de dilucidación y debate constante.
Raúl Fuentes define así el campo académico y su pertinencia para la comunicación: “Por
campo académico entendemos a bastante más –de hecho, otra cosa- que el conjunto de
instituciones donde se estudia la comunicación a nivel superior. Incluimos en él a la teoría,
la investigación, la formación universitaria, y la profesión, y en las prácticas que realizan
actores o agentes sociales concretos con el fin de impulsar proyectos sociales como
estructuras de conocimiento y pautas de intervención sobre la comunicación social en
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Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile
Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
nuestro país. (…) El campo académico se origina en la carrera profesional que hoy se
imparte en más de cien universidades. Ni los posgrados ni los centros de investigación
ocupan cuantitativamente un lugar significativo ni cualitativamente un papel central”2.
¿Qué opinas de esta definición?
JMB: A lo que se ha tendido normalmente es a identificar el campo académico con
lo universitario, y de éste con lo intrauniversitario, mientras la visión de Raúl
implica a las profesiones. Ahora, las profesiones adquieren su forma en la
universidad aun cuando a lo que la universidad da forma es a algo que proviene
de la sociedad. Esto resulta, en el caso de la comunicación, especialmente complejo
dado que la comunicación no define una profesión sino un montón heterogéneo de
profesiones. De ahí que la línea de continuidad, con la que se busca enlazar esas
profesiones desde más especializadas hasta las más generalistas, sea una línea tan
delgada y tan llena de discontinuidades. Una buena pista para entender la peculiar
complejidad de comunicación en términos seriamente académicos es el que
presenta la medicina: por un lado el médico general, el médico de familia que
todavía existe, esa especie de chamán y memoria de las enfermedades familiares y
sociales en los pueblos pequeños y aun en ciertos barrios urbanos, y por otra el
médico especialista que trabaja sólo córneas y con rayo láser. Y, entre ambos,
montones de tipos de especialistas, unos más cercanos al generalista y otros a la
hiperespecialización médica. Así también la comunicación es profesionalizable hoy
en torno de un generalista -que sabe detectar problemas de comunicación en una
institución, en un pequeño municipio o en un barrio, y sabe también diseñar las
coordenadas de un proceso incluyendo con qué actores, por qué medios y con que
tipo de contenidos- y un hiperespecialista que solamente sabe de narrativas
publicitarias para el discurso político, o el que sabe sólo de “conversación” radial
con adolescentes.
Salirse de lo que normalmente entendemos por lo académico -lo universitario, las
escuelas, la investigación- es muy complicado y sin embargo hay que hacerlo.
Pues con la comunicación estamos ante una profesión en plena efervescencia y
multiplicación de sus figuras, y a la vez ante una profesión que desborda hoy,
como ninguna otra, la idea misma de profesión, puesto que la comunicación se ha
constituido en una dimensión que atraviesa hoy todas las profesiones, y lo que es
el colmo, la comunicación nombra incluso un modelo de sociedad: la “sociedad de
la información”.
La institucionalización académica de las ciencias de la comunicación: campos disciplinas, profesiones. En
“Campo académico de la comunicación: hacia una reconstrucción reflexiva”, Jesús Galindo y Carlos
Luna coordinadores, ITESO-CONACULTA, 1995, pp. 72-74.
2
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Ante ese caos, no es extraño que haya quienes quieren que el campo académico se
defina únicamente a partir de las profesiones en que se concretan los saberes a
ejercer. Y ahí emerge con toda su pujante perversión la propuesta –muy ligada al
determinismo de la ideología neoliberal- de identificar comunicación con las
profesiones, y en forma tal que sea únicamente desde ellas desde donde se delimite
tajantemente lo investigable en comunicación. Frente a lo cual yo seguiré defendiendo
que el campo académico de la comunicación en cuanto campo de conocimiento, y por
tanto lo investigable en él, es mil veces más ancho y complejo que lo que recorta el
ámbito y el ejercicio profesional, incluyendo el mapa laboral. Pienso que un campo
académico es a la vez, pero en sentidos y alcances muy diversos, un campo de
conocimiento y de ejercicio profesional, y lo que no puede el primero es reducirse
investigativamente al tipo de problema que se plantea en y desde el ejercicio
profesional, sin que esto signifique en ningún momento que la investigación se
haga de espaldas a lo que pasa en el ámbito profesional y laboral. Pues la vastedad
y envergadura de los problemas de conocimiento, y por tanto las posibilidades y
necesidades sociales, culturales y políticas, de lo investigable que plantean hoy los
procesos, los actores, los medios, las tecnologías, las prácticas y los usos de la
comunicación, rebasan por muchos lados el tipo de problema y de saber
involucrados en el ejercicio profesional tanto de generalistas como de especialistas.
También Raúl Fuentes, en una ponencia reciente, señala tres núcleos de reflexión enfocados
sobre los Poscom: a) instancias de impulso a la investigación y la formación de
investigadores; b) como espacios sujetos a la tensión disciplinarizante del campo académico;
c) como ámbitos institucionalizados privilegiados para la legitimación social y académica de
los estudios de Comunicación. “El campo académico de la comunicación puede no sólo
reorientarse para avanzar en su legitimación, para ganar mayor autonomía y poder, sino
que podrá generar explicaciones más plausibles y orientadoras de las transformaciones en
curso (...) y basar su legitimación en esta competencia académica más que en su
competitividad institucional” 3. ¿Crees que se estén formando esos agentes en los Poscom?
JMB: Los posgrados en comunicación se encuentran tensionados por dos
movimientos que no tienen nada que ver el uno con el otro. De un lado, está la
maduración del campo académico que se encamina hacia maestrías y doctorados.
Sin que ello hable de la calidad, es un hecho que ha habido un desarrollo de la
investigación y de pensamiento propio, lo que está exigiendo otro tipo de espacio
Profesionalización avanzada y consolidación académica de la investigación de la Comunicación en México.
Ponencia en el Tercer Coloquio Internacional en Comunicación e Información en el siglo XXI,
Veracruz, 29 septiembre-1 de octubre 2003.
3
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
académico y de relaciones con la sociedad. Pero, por otro lado, tenemos unas
sociedades donde el mero pregrado laboralmente ya no significa mucho y la
licenciatura se ha devaluado enormemente. Entonces, mientras desde dentro del
campo académico de comunicación se genera una dinámica de crecimiento
cuantitativo, y en algunos casos cualitativo, y por tanto de fortalecimiento de la
institucionalización de la investigación, por otro lado, se hallan las exigencias del
nuevo modelo de sociedad -“de la información” y “de mercado”- que están
devaluando los pregrados y transformando las maestrías mismas en ámbitos de
actualización y reciclaje profesional incluso en sus más descaradas e instrumentales
acepciones. En Colombia el ministerio de Educación acaba de inaugurar
pomposamente la existencia de maestrías explícitamente profesionalizantes!. Pues en
cualquier empresa actualmente, para que alguien llegue a realizar tareas que
trasciendan los “trabajos manuales”, tiene que hacer un Master. De ahí a la
desaparición de las otras maestrías, las de investigación… queda bien poco trecho.
De hecho en Colombia lo que tenemos son 4 maestrías frente a más de 30
especializaciones, que obviamente pronto se llamarán maestrías.
Y puesto que el acertado modo como Raúl Fuentes entiende los posgrados espacios para la investigación, la problematización de las capillitas disciplinarias y
la institucionalización de los estudios de Comunicación- es algo ganado por las que
aun son en verdad maestrías, y de la mayoría sólo podemos esperar su deriva
hacia especializaciones cada vez más rentables profesionalmente a corto plazo.
Pienso que ha llegado el momento de dar el paso a potenciar latinoamericanamente
los doctorados: ¿por qué no hacer de ellos un espacio estratégico de integración
cultural? Para lo cual me atrevo a proponer que la iniciativa debería provenir de
las Escuelas de Comunicación que comparten identidades básicas de proyecto
socio-cultural-académico y sólo después buscar la legitimación y el apoyo de las
instituciones formales de integración como la OEI, el CAB, el MERCOSUR, etc.
Que nadie lea el adverbio latinoamericanamente a la manera provinciana o
excluyente pues se trata de todo lo contrario: de buscar –como en el título del libro
de García Canclini- nuestro lugar en este siglo, y en este globalizado mundo que
habitamos. Pues lo que ahí está en juego no es ninguna ensoñadora u oportunista
utopía bolivariana sino la posibilidad de que nuestros países sobrevivan cultural y
políticamente. Y del estratégico papel que los estudios de comunicación podrían y
deberían jugar en el nuevo aliento que los proyectos de integración, ya no sólo
comercial sino política, han cobrado en estos últimos años.
Tú dices en Oficio de Cartógrafo: “La apropiación es la forma en que hemos ido haciendo
nuestras las concepciones, los modelos y las teorías. Son los usos y adaptaciones que de ellas
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
hacemos para comprender la especificidad de los procesos y las situaciones de comunicación
en nuestros países, y las lecturas desviadas, y a veces hasta ‘aberrantes’, a las que los
sometemos para luchar contra la fetichización de los textos y los autores”4. Ese dinamismo
que le ha permitido al campo su renovación (epistemológica, teórica, metodológica), esa
apropiación ¿cómo se podría expresar en el ámbito de los Poscom?
JMB: Yo diría que se ha estado expresando con dos movimientos. Uno, en un
aumento significativo de los libros, artículos y revistas, que dan cuenta de la
generación de un pensamiento propio que, ciertamente, no es único del campo de
comunicación pero se ha gestado desde él o con su expresa participación. Y que es
donde se halla lo más compartido e institucionalizado: la investigación de las
interacciones comunicación/ cultura/ política propiciando el encuentro con la
renovación profunda que viven la antropología, la historia y los estudios de la
cultura. Con lo que está conllevando de presencia del pensamiento
latinoamericano en el mundo y de las interpelaciones cada día más numerosas y
explícitas que aquel recibe de éste. Contamos hoy con nuevas formas de presencia
de los temas de comunicación tanto en los diversos espacios en que se investiga la
cultura como en los que se estudian, e incluso en los que se formulan, las políticas.
Hoy ya resulta imposible pensar no sólo políticas culturales sino políticas de
desarrollo social sin involucrar a las industrias culturales. La mayor evidencia de
un pensamiento propio en este campo es que está dejando de ser identificado con
el de informantes nativos para tener interlocución directa con el pensamiento que se
hace en Europa o los Estados Unidos.
El otro movimiento que caracteriza a la institucionalización latinoamericana de
nuestro campo es su estallido, que responde tanto al grado de complejización
logrado como a la desigualdad de esa institucionalización en los diversos países.
Lo que se evidencia en las tensiones que atraviesan tanto ALAIC como FELAFACS
justamente cuando el crecimiento del campo vive claramente el desgarramiento
entre lo cuantitativo y lo cualitativo. El campo se vuelve más complejo a la que vez
se dispersa. Pues al ganar un enorme peso en el nuevo modelo de sociedad y entre
los grandes agentes de la globalización, las relaciones entre Comunicación e
Información se tornan más complejas y hasta contradictorias, produciendo
rupturas y realinderamientos inevitables. Pero habría que saber al menos
distinguir entre las tensiones y conflictos producidos por los diversos modos en
que se procesa conceptualmente la complejidad creciente del campo, de aquella
otra proveniente de la disfrazada cooptación que ejerce el mercado sobre nuestras
escuelas, departamentos o facultades, a través de sus también muy diversas
4
op. cit, p. 236
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
maneras de involucrarse, y que van desde el manejo de los recursos para la
investigación hasta la oferta de Programas Internacionales de Acreditación para
nuestros planes de estudios.
2. Sistemas de educación superior y desafíos de la universidad
Pasando al tema de los sistemas de educación superior, veo que en un informe de la
UNESCO (1995) se consigna que la matrícula en Educación Superior (ES) en América
Latina y el Caribe subió de 2 millones en 1970 a 8 millones en 1991, existiendo dos
agravantes ligados a la desigualdad de acceso: primero que vista esa matrícula en términos
de estudiantes por 100 mil habitantes, el promedio de la región es cuatro veces menor que
en los países desarrollados donde la cantidad varía entre los 5 mil y los 2 mil 500
estudiantes; y segundo, que esa matrícula está concentrada en carreras de “tiza y
pizarrón”, de poca inversión para las instituciones. Se puede concluir entonces que la ES
sigue siendo un “asunto de pocos” y más aun lo es el Poscom. ¿Crees que habría una
relación inversamente proporcional entre el número de estudiantes en posgrado y la
responsabilidad social de los programas?
JMB: La heterogeneidad de los posgrados, y de las situaciones sociales y
profesionales en que emergen y las que responden, es tan grande que cualquier
generalización sería injusta o caricaturesca. Pero diferenciemos planos. Primero,
mirando a la calidad de la oferta, ligada especialmente al nivel de preparación y
dedicación de los profesores, lo que se hace más visible es el tamaño del desnivel
entre unos pocos posgrados verdaderamente de elite y una mayoría de mediocres
e inclusos de no pocos que son una auténtica estafa a los estudiantes y a la
sociedad en la que van a ejercer, pero cuya responsabilidad corre tanto o más a
cargo de los órganos de vigilancia y control de la educación superior en cada país
que de las directivas de cada universidad que se aprovecha del inmenso
crecimiento de la demanda. Segundo, yo enfocaría las diversas formas en las que el
mercado coopta hoy los programas mismos de posgrado, incluyendo los planes de
estudio. Pues, como me dijo cierto directivo de un posgrado en Colombia hace ya
algunos años: ¿quién mejor que los empresarios de medios de comunicación –que
son los que le van a dar el empleo- para saber el tipo de comunicador que se
necesita?. Y esa trampa se ha ido volviendo aun mucho más deformadora ahora
que el mercado delimita por su propia cuenta en modos cada día más tajantes, y
sin tener que rendir cuantas a nadie, quien puede ser incluido –empleabilidad es la
nueva categoría- y quien va a ser excluido sin apelación posible. Hay pues que
tener en cuenta que para mucha gente una maestría significa la posibilidad de un
desempeño profesional medianamente digno, no sólo en términos de
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
remuneración, sino de hacer algo ligado con lo que realmente uno quisiera hacer
en la vida.
Te formulo las mismas tres preguntas alusivas al nuevo lugar de la universidad señaladas
en un artículo tuyo en la revista NÓMADAS: ¿está la universidad auscultando, pensando,
investigando, la complejidad de las relaciones entre los cambios del saber en la sociedad del
conocimiento y los cambios del trabajo en una sociedad de mercado?; ¿el papel de la
universidad puede y debe ser únicamente el de analizar tendencias –las que marca el
mercado en la globalización y el desarrollo tecnológico- para ver cómo se adapta a ellas?;
¿deberá la universidad asumir como tarea propia, estructural y estratégica hoy más que
nunca, la de formular y diseñar proyectos sociales, la de pensar alternativas al modelo
hegemónico del mercado? 5
JMB: Estas preguntas forman parte de la conferencia con la que inauguré mi
participación en la reforma curricular del ITESO, donde había planteado que ese
proceso implica repensar el rol de la universidad, la relación de la universidad con
la sociedad y a partir de ahí repensar las profesiones y en último lugar los
currículos.
Sobre la primera, creo poder afirmar que, con rarísimas excepciones, nuestras
universidades no se están planteando seriamente el tema de los nuevos mapas
laborales, de las nuevas relaciones entre saber y profesión, entre saber y poder en
términos del saber-que-puede, que abre posibilidades productivas a nuestros países.
Saber y poder en términos de reorganización de las relaciones sociales de inclusión
y exclusión. En América Latina apenas se inicia el debate pues a las universidades
les falta país. Es una de mis obsesiones más fuertes: qué país cabe en el horizonte de
nuestros planes tanto de investigación como de estudio. Uno de las demostraciones de
esto es la ausencia casi completa en las universidades del debate que se ha
planteado en, y a propósito de, las Cumbres Mundiales de la Sociedad de la
Información. En realidad, la universidad no se ha enterado. Ni nuestras Escuelas
de Comunicación! Curioso que de la Cumbre de Río sobre Biodiversidad se
enteraron las universidades, pues el tema ecológico está en su agenda, pero el de
la transformación de la relación entre saber y trabajo, saber y productividad, no
está sino en el sentido más crasamente neoliberal.
Las universidades siguen identificando un mapa laboral con mercado laboral, y en
ello tienen mucha culpa unas Ciencias Sociales incapaces de estudiar
5
La crisis de las profesiones en la sociedad del conocimiento, revista Nómadas, abril 2002, p. 181.
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
innovadoramente la relación entre lo que la universidad forma –esto es, a lo que da
forma- y lo que no sólo el mercado sino nuestras sociedades necesitan. Y así
andamos, con una universidad esquizoide: que por un lado habla un discurso
completamente retórico sobre la misión de la universidad, mientras su práctica, la
práctica de la docencia y la investigación se hallan bien lejos de las demandas
sociales y las nuevas figuras profesionales, figuras sobre las cuales la universidad
puede incidir, con la legitimación o deslegitimación que hace de ciertos saberes.
Ahora, sobre el concepto de alternativa, una cosa es “lo alternativo” en el
restringido sentido que cierto marxismo le daba como radical negación de lo otro,
la negación de lo existente, y el sentido que tiene hoy la expresión “crear
alternativas” en plural, incluyendo las negociaciones con lo que hay. La
universidad, la pública especialmente, tiende todavía a pensar lo alternativo en su
totalización radical, haciendo así imposible pensar alternativas posibles, como ciertas
innovaciones en lo producible y las figuras profesionales correspondientes.
¿Qué opinas de los sistemas de evaluación de la educación superior que se han ido
desarrollando en América Latina, dentro de los cuales también se incluye progresivamente a
los Poscom?
JMB: La evaluación responde a movimientos y tendencias sociales muy diversas.
Yo veo aquí varias cosas. De un lado, la evaluación es la otra cara de la planeación
que ha obsesionado a los expertos desde el desarrollismo de los años sesentas y
setentas. Y en esa línea la evaluación se halla ligada hoy a la competitividad en
todas sus modalidades. Lo cual, en países tan dados a la improvisación y la falta de
continuidad, significa hoy un desafío a asumir sin escapatorias. Pero otra cosa es el
sesgo que ello adquiere al imponer una visión gerencial de lo público. Y frente a lo
cual es indispensable la posibilidad de pensar la gestión, y la evaluación, no en
términos meramente instrumentales sino de agencia, esto es de proyecto y de
reparto de las decisiones. Y por tanto de democratización frente a la visión
verticalista de la administración tradicional. De otro lado, es indudable que la
evaluación también responde a una visión de que todo es medible, traducible en
números, en cifras, obviando así la necesidad de buscar diversos tipos de criterios
y baremos. Lo que tiene que ver con el eficientismo y esa visión productivista que,
dice Bauman, es lo más propio del capitalismo actual. Frente a lo que muy
sabiamente afirma que lo que está destruyendo montones de empleos no son las
tecnologías sino esa visión cortoplacista que tiene su modelo en la alta rentabilidad
del capitalismo financiero.
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
Por lo tanto, yo diría sí a la evaluación de los planes de estudio, y del trabajo
universitario en su conjunto, pero a una evaluación con clara dimensión social, es
decir, en la que lo que está en juego sea la capacidad de las instituciones y
programas educativos para asumir las demandas y los procesos de cambio que
tienen nuestros sociedades, y no sólo para corresponder a las lógicas impuestas por
el mercado. Sin desconocer éstas pero sin limitarse a lo que ellas tienen de
efectistas y cuantitativistas. La evaluación de los posgrados de comunicación,
especialmente en las universidades públicas, es vital para que sepan traducir sus
saberes a apuestas de país y de sus regiones, de lo más general a lo más local. Hay
en los actuales procesos de acreditación de las instituciones, y de evaluación de los
programas mucho de democratizador puesto que busca cualificar la educación,
luchando así contra exclusiones, desigualdades. Una evaluación eficaz es entonces
la que posibilita/ exige cambios, corrige situaciones de estafa de la demanda, y
eleva los mínimo de nivel en la calidad de lo que se ofrece y las potencialidades
que se abren a los alumnos.
3. Escenarios de lo pedagógico
Guillermo Orozco, refiriéndose a una pedagogía crítica de la representación, dice: “En un
entorno de creciente protagonismo de los Media en la generación y circulación de
conocimiento, lo que está en juego no es sólo la relevancia de las tradicionales instituciones
educativas (la Universidad). Está en juego la misma pedagogía como dispositivo de poder,
por el cual o se contrarresta el bloque del poder, fortaleciendo a la sociedad o por el
contrario, se ejerce su control y se inscribe su autoridad en las relaciones sociales (…) Lo
pedagógico es central para una transformación social y para aspirar a condiciones más
democráticas en nuestras sociedades de fin de milenio”6
JMB: Tengo una larga historia de peleas con varias Facultades de Educación en las
universidades donde he trabajado, precisamente por cuestionar la concepción
especialista, separada, de lo pedagógico. Claro que reconozco la existencia del
saber pedagógico, lo que no acepto es que se trate de un saber separado por
completo de los demás, de los otros saberes, ya sean disciplinares o experienciales.
Quizá no esté fuera de lugar citar aquí una frase recogida por Juan de Mairena –el
seudónimo de Antonio Machado cuando escribe en prosa- de la boca de un
campesino andaluz: “todo lo que sabemos lo sabemos entre todos”. Y estoy cada
día que pasa más convencido de que para este asunto necesitamos recuperar el
Educación, medios de difusión y generación de conocimiento: hacia una pedagogía crítica de la
representación. Revista Nómadas, Universidad Central.
6
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
viejo concepto de vocación, similar al concepto de carisma recuperado por Max
Weber para la política moderna, pero quitándole igualmente la dimensión
religioso-mágica. Y es que el saber enseñar se halla intrínsecamente ligado a la
posibilidad de tener la experiencia del enseñar, y no fuera de ella. Entonces bien
venidos sean los saberes que iluminen –profanamente (W. Benjamin)- esa
experiencia y permitan reflexionarla, pero que nadie se abrogue un saber-en-si del
enseñar por fuera de la experiencia y de la situación, esto es de la relación pedagógica,
pues resulta tan tramposo como el-saber-en-si del aprender que pretenden poseer
hoy ciertos expertos en transmitir competencias como si fueran colecciones de
recetas! Y contra lo que me vacunó hace ya muchos años el profesor que, en la
secundaria me enseñó Historia de la Filosofía e Historia de la Cultura, y a quien
debo esta lección: “Autoridad viene de autor. O sea que tiene autoridad quien es
autor, y quien no es autor será autoritario. Los autores no se imponen, los autores
exponen y se expresan”. Fue desde entonces que entendí algo que ahora resulta
inseparable de mi ya larga experiencia docente: que cierta componente teatral hace
parte del saber sostener la atención de los alumnos, y por tanto del saber pedagógico,
y con mucha más “propiedad” que las taxonomías y las toponimias que se siguen
enseñando a los que aspiran a ser docentes. ¿Y en qué Escuelas de pedagogía se
enseña ese componente teatral, o el componente de juego, pero no sólo para
maestros de kinder sino de secundaria y universidad? Como dice Fernando
Savater, educar es un cuerpo a cuerpo, en el que yo no transmito sino contagio.
Claro que esto debe sonar muy anarquista para los rigurosos y ascéticos oídos de
los pedagogos “de oficio”.
Tu dices en Oficio de cartógrafo, a propósito de la actitud de dependencia de la
investigación: “a nombre del pragmatismo o del oportunismo, las escuelas no sólo
resultarán incapaces de elaborar una concepción mínimamente propia, sino que acabarán
trasladando su actitud de dependencia a la relación pedagógica, pues sólo en una relación
activa de apropiación, e invención, puede hacerse frente a la conversión de los modelos en
dogmas, y de las teorías en doctrinas”7. Yo desde el lado de acá, como diría Cortázar que
usaba mucho esa expresión, de los estudiantes, tengo la sensación de una relación
mayoritaria con algunos modelos y teorías como si se tratarán realmente de dogmas y
doctrinas. ¿Cómo visualizas esa relación pedagógica desde un posgrado en comunicación
que responda a los tres tipos de saberes -un saber qué, un saber cómo y un saber para qué?
señalados por G. Orozco?8
op. cit., p. 236.
El comunicador frente a la “audienciación” contemporánea de las sociedades. Algunos desordenamientos
educativos. Seminario Internacional de Comunicación, Madrid, mayo de 2003.
7
8
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
JMB: La conversión del saber en doctrina es algo que tiene que ver con la historia
de nuestra formación catequética en países sociológicamente católicos, esto es en los
que todos lo saberes estuvieron influenciados por el dispositivo del catecismo no en
cuanto libro sino como forma del aprendizaje. Pero, de otro lado, la posibilidad de
romper con el saber doctrinario, que es un saber reverencial –exigidor de
acatamiento ciego y mudo- se halla ligada a la construcción, o conquista, de una
distancia entre el saber y la vida cotidiana. Y quien está totalmente presionado y
atrapado en la realidad inmediata del vivir, o mejor del sobrevivir, tiene muy difícil
el reflexionar. O sea, las condiciones sociales en que viven-estudian los alumnos
marcan constitutivamente los modos de aprender, incluida la posibilidad de
establecer distancia con la voz del profesor, con la de las teorías y las de los
autores. Pues de esas condiciones estructurantes del vivir hacen parte no sólo el
hambre sino otras disposiciones o habitus de las que ha hablado tan a fondo Pierre
Bourdieu a propósito de los modos de relación con el lenguaje, con el arte, etc.
Por otro lado, la relación profesor-alumno da lugar a muchos malentendidos. Hay,
por ejemplo, profesores que parecen tolerantes, pero que no lo son, sino
simplemente oportunistas, incapaces de exigir pues ello implicaría que los
alumnos también pudieran exigir, y es más fácil jugar al simulacro del que hablaba
también Bourdieu: “Tu haces que crees qué yo enseño y yo hago que creo que tu
aprendes, y así esto funciona” con lo cual el profesor se hace cómplice de la
pasividad y el oportunismo de los alumnos. Y así también la universidad como
espacio académico se hace cómplice tanto de los saberes doctrinarios como de los
saberes de moda. Lo que nos lleva a una cuestión de fondo. Me refiero a la difícil
situación en que coloca al profesor la imbricación contemporánea entre la
incertidumbre intelectual y la pereza mental. Atención que la pereza mental yo no
se la estoy cargando a la juventud sino a nuestra sociedad. Pues la peor forma de la
pereza mental es la de tanta gente que quiere hacerse rica pero en poco tiempo. Y
como eso no es posible dentro de reglas mínimas, democráticas y éticas, entonces
válido es cualquier atajo: desde el engañar al sobornar, desde el trepar a costa de
los otros hasta al eliminar al adversario. Del mismo modo que el conformismo más
que una característica-en-sí de la juventud actual es la sensación heredada, el
resultado de las muchas decepciones y frustraciones que les ofrecen los adultos.
Por eso es que las preguntas de fondo son el “para qué”. O sea, el “cómo” tiene que
ver con un mínimo de capacitación y de honestidad de lado y lado, de los alumnos
y de los profesores. El mínimo de honestidad es el que permite construir una
relación productiva, esto es, fecunda y valiosa de lado y lado. Entonces el “para
qué” nos propone un “cómo”: el cómo hacer verdad esta relación que tiene tanto
de simulacro y apariencia. Pero ese “para qué” es hoy enormemente confuso,
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Documentos de trabajo Nº 2 - 2005
incierto. Pues hay un “para qué” pura y duramente individual: para que te puedas
ganar la vida bien, con calidad. Pero, ¿se puede hablar de calidad de vida sin que
haya un mínimo de socialización de esa calidad? ¿Sin un mínimo compartir de esa
calidad? Y es entonces donde emerge la pregunta ética que entraña estudiar en
comunicación: el compartir que se halla en el fondo de todo comunicar no
instrumental –no mera transmisión- y que se traduce en el poner en común el
sentido.
Lo anterior me lleva a lo que ha sido la cuestión de fondo desde el comienzo de mi
trabajo más reflexivo sobre la práctica docente en la Universidad del Valle. Pues
allí pude escoger los profesores y construir un plan de estudios que, trastornando
lo que era el estudio de la comunicación en Colombia: periodismo con adornos
humanísticos, ponía a las Ciencias Sociales a pensar e investigar los procesos, los
medios y las prácticas de comunicación. Y ello a la vez que en el terreno de la
creación/ producción me hacía cómplice de lo que mis alumnos deseaban y buscaban
poder hacer, que eran cine y música. Aún así, un amigo de Cali me dijo al poco
tiempo: “Estáis haciendo un programa plenamente racionalista, estos muchachos
que de investigadores sociales tienen talante artistas, así que deberían cambiar el
sentido de sus trabajos”.
4. Del imaginario social de la Comunicación
Manuel Castells dice: “Cada modo de desarrollo se define por el elemento que es
fundamental para fomentar la productividad en el proceso de producción (...) En el nuevo
modo de desarrollo informacional, la fuente de la productividad estriba en la tecnología de la
generación del conocimiento, el procesamiento de la información y la comunicación de
símbolos (...) lo que es específico del modo de desarrollo informacional es la acción del
conocimiento sobre sí mismo como principal fuente de productividad (...) denomino
informacional a este nuevo modo de desarrollo, constituido por el surgimiento de un nuevo
paradigma tecnológico basado en la tecnología de la información”9. Aunque definido
históricamente por la reestructuración del modo capitalista de producción, ¿la sociedad de
la información, del conocimiento, descrita por Castells no es al mismo tiempo un gigantesco
imaginario social abierto a la investigación?
JMB: Sí, creo que en lo que más aporta este Castells último es en la nueva agenda
que nos propone. Pues las preguntas están en otro lado, esto es conservan lo mejor
de sus tiempos de estudioso de la utopía que pasa por movimientos sociales
9
La Era de la información, Alianza, Madrid, 1997, vol. I, pp. 42-43.
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urbanos. Así, en el primer volumen - La sociedad red- recupera los orígenes
anarquistas de esta revolución. Pues los que están detrás de la Red como apuesta
tecnocultural son gentes del ’68 y de San Francisco. Sillicon Valley no está en
California porque sí. Y hay una finta que hace Castells y es la siguiente: por un
lado, la productividad en este nuevo modo de producción tiene que ver con la
reflexión del conocimiento sobre el conocimiento, lo cual significa que la propia
sociedad se convierte en un vasto campo de investigación como sujeto y no sólo
como objeto. Y hay una recualificación de la investigación en términos de
exigencia: investigar hoy no es investigar de cualquier cosa ni de cualquier manera.
Si no estamos pensando el lugar donde se están cocinando los nuevos sentidos del
lazo social, de la calidad de vida, de la creatividad cultural, no estamos en nada.
Hay una transformación muy fuerte para reintroducir el pensamiento utópico allí
donde aparentemente todo parecería convertirse en mera rentabilidad o usufructo
del capitalismo, pues justo allí también hay yacimientos de de energía social,
reservas de imaginación y creatividad que hay que movilizar.
Bogotá, entre enero del 2004 y abril del 2006.
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