2005 | Nº 2 CENTRO DE ESTUDIOS DE LA COMUNICACIÓN UNIVERSIDAD DE CHILE DOCUMENTOS DE TRABAJO CECOM Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Documentos de trabajo del Centro de Estudios de la Comunicación 2005 Instituto de la Comunicación e Imagen Universidad de Chile Ignacio Carrera Pinto 1045, Ñuñoa. Santiago de Chile Tel: (56 2) 978 79 49 / Fax: (56 2) 978 79 06 Correo electrónico: [email protected] 2 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Presentación El Centro de Estudio de la Comunicación, dependiente del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, pone a disposición de la comunidad académica, de estudiantes e investigadores, el presente conjunto de Documentos de trabajo, una serie de textos de diversa índole –ensayos, ponencias, resultados de investigación, etc.– y sin una necesaria unidad temática, formal o metodológica, cuyo único propósito es incentivar el debate y trabajo de estudio en torno a los diversos ámbitos de saber entrecruzados en la comunicación, mediante el aporte de ideas, datos y materiales variados, a la manera de un taller. El Centro agradece la difusión de estos documentos y autoriza su reproducción siempre y cuando se consigne la fuente. 3 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Índice Dinámica de Corte y Flujo en el mall: Espacios de reapropiación simbólica René Jara Reyes. 5 Posgrados de Comunicación en América Latina: descripción analítica de la oferta y una propuesta de sentido Óscar Bustamante Farías 16 Interpretación, Cognición y Teoría de Géneros Televisivos Bernardo Amigo Latorre 38 El rol intelectual del comunicador: ¿qué hacen los posgrados latinoamericanos? Entrevista con Jesús Martin Barbero 66 4 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Dinámica de Corte y Flujo en el mall: Espacios de reapropiación simbólica1 René Jara Reyes. Licenciado en Comunicación Social, Universidad de Chile. Resumen A partir de 1998, Mall Plaza Vespucio desarrolla una estrategia en donde enuncia una toma de conciencia de sí mismo como un centro urbano, abandonando la concepción de centro comercial. El presente estudio cultural pretende constatar, bajo algunas herramientas cualitativas, cómo este cambio implica transformaciones más profundas en la propia gestión del material simbólico que se organiza en su interior. En tal entendido, lo que se realiza es la aplicación de un modelo de corte y flujo rizomático a las principales prácticas que se relacionan con el mall, al mismo tiempo que atendemos a cómo la búsqueda de hegemonía simbólica produce un tipo especial de economía política. Introducción Este estudio se debate en el intersticio de una sociedad que, realizada por individuos, está cruzada por voluntades que sobrepasan la existencia de éstos. De acuerdo a lo anterior, no hay valor ontológico en lo aquí expuesto, sino apenas uno metodológico: poner en evidencia la estrategia retórica que supone como “real” lo que es sólo el producto de un método de análisis, de un modo de mirar. Precavidos sólo de los lugares donde no descansar, se asume el objeto de análisis: un estudio comunicacional del mall comprendido como un escenario de expresión del nuevo espacio público y de su forma de realizar la política. Para algunos parecerá una irresponsabilidad arriesgar tamaña idea. Sin embargo, resulta curioso que sean los propios administradores del mall quienes perciban este nuevo momento de su inserción en nuestra sociabilidad: Este artículo fue presentado en el I Congreso Internacional "La Comunicación ante el Desafío de los Patrimonios y la Identidad", organizado por la Universidad de Playa Ancha, en Valparaíso (julio 2005), en la mesa “Economía política”. 1 5 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 La experiencia nos había demostrado que los consumidores se relacionaban con el mall Plaza de una forma mucho más amplia que a través de la simple adquisición de productos y servicios, que es la que se esperaba de un centro comercial de comienzos de los 90. Los consumidores comenzaron a apropiarse de nuestros espacios, utilizándolos como puntos de encuentro y socialización, cubriendo necesidades que ningún otro espacio público estaba en condiciones de satisfacer y convirtiéndolos, en definitiva, en las nuevas plazas del país. (…) Dejamos atrás la visión de nuestros malls como centros comerciales e incorporamos un concepto más amplio. El de centros urbanos.(Icare, 2003:4) Caminos tradicionales de concebir el Espacio Público caen en claros baches para esta investigación.2 En primer lugar, dejan intacta la idea de que es el espacio público el que está en crisis en lugar de enunciar el desajuste de los instrumentos y metodologías con su objeto. Este “déficit teórico” exige un ángulo de mirada desarraigado. En segundo lugar, insiste en instalar una definición liberal-ilustrada del espacio público, que enfatiza nada más que el aspecto clasificador y ordenador de las concepciones modernas y no lo propiamente disyuntivo de lo público: la lucha por el poder. Se insistirá en que la modernidad y su territorio es uno. Sin embargo, la presente incursión en el campo se acerca más a una definición integral del escenario actual en que lo político se mueve amplia y cómodamente. Dentro de esta lógica, lo más común ha sido entender la modernidad como (un) programa. Como resultado, la política terminó siendo concebida, por fuera de la disputa, como mera institucionalización de la comunidad, un juego de ajedrez donde los actores están plenamente identificados, todas las posiciones están previstas, todos los movimientos están regidos por una gramática estricta; donde todas las combinaciones ya han sido preconcebidas. Una vez visto el emplazamiento, la re-inserción de este modelo en lo social hace imperioso una nueva “puesta en flujo” de un régimen de significación que se amplía y posibilita la comprensión de la disputa interpretativa como fundamento de lo político. Este nuevo constructo, lejos de responder a una disolución, responde a un reformulación: el espacio público ampliado. Para una discusión más profunda del espacio público y su deriva (post) moderna consúltese en En: Ferry, Jean-Marc; Wolton, Dominique; et al: El Nuevo Espacio Público. Gedisa (segunda reimpresión) Colección El Mamífero Parlante. Barcelona (1998); En Dayan, Daniel; Veyrat-Masson, Isabel (comps.) Espacios Públicos en Imágenes. Editorial Gedisa, Colección el Mamífero Parlante, Barcelona (1997) o la compilación presentada en Casullo, Nicolás (comp.) El Debate ModernidadPostmodernidad. Punto Sur. Buenos Aires (1989). 2 6 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 ¿Cómo se actúa en el espacio público ampliado? Por medio de actos y prácticas que modifican la relación de fuerzas entre distintas voluntades. Estas varían de acuerdo a la situación, su objetivo y su poder relativo. Aquello que mueve todo este juego es la voluntad interpretante: interpretante porque participa en los procesos de representación; interpretante, también, porque esta participación consiste en modular(los). Aquí, todo espacio de significación es y ha sido siempre interactivo. La manifestación de la voluntad, en el espacio público ampliado, es la escena interpretativa: ámbito de aparición de una multiplicidad de protocolos y sus voluntades. Dirá Foucault, re-visitando a Nieztche: Ante todo: si la interpretación no puede acabarse nunca es, simplemente, porque no hay nada que interpretar. No hay nada de absolutamente primario que interpretar pues, en el fondo, todo es ya interpretación; cada signo es en sí mismo no la cosa que se ofrece a la interpretación, sino interpretación de otros signos. (Foucault, 2003:43) Re-pensada la manera en que se produce el sentido, es necesario también dilucidar los intereses y estrategias que ordenan los procesos comunicacionales. En el poder encuentra su base lo político: la obtención de hegemonía. Aquí entenderemos este proceso, según Gramsci, limpio ya de la idea de control total y de una pretensión de dominancia unilateral y total. Nos ubicamos, justamente, en ese vaso comunicante entre el soberano con la sociedad civil, en el espacio mismo de choque entre la “cultura” y el Estado: la opinión pública. En palabras de Gramsci: La llamada ‘opinión pública’ (...) es el punto de contacto entre la ‘sociedad civil’ y la ‘sociedad política’, entre el consentimiento y la fuerza (…) siempre han existido elementos de opinión pública, incluso en las satrapías asiáticas, pero la opinión pública, tal como la entendemos hoy, nació poco antes de la caída de los Estados absolutos, es decir, en el período de lucha de la nueva clase burguesa por la hegemonía política y por la conquista del poder. La opinión pública es el contenido político de la voluntad política pública que puede ser discordante; por esto existe la lucha por el monopolio de los órganos de la opinión pública: diarios, partidos, Parlamento, de modo que una sola fuerza modere la opinión y, por tanto, la voluntad política nacional, convirtiendo a los disidentes en un polvillo individual e inorgánico. (Gramsci, 1967:339) ¿Cómo entender, entonces, la constitución y la dinámica del espacio público ampliado? El primer paso será un reconocimiento: lo que constituye la esfera pública ampliada es el juego de las voluntades. Segundo reconocimiento: aquello que anima este juego es la posibilidad de la hegemonía. Tercer reconocimiento: de capital importancia es, por tanto, no la mera producción de protocolos, sino 7 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 también la interpretación. Emergen de estos reconocimientos, las nuevas preguntas que guiarán la preocupación de ahora en adelante: ¿Qué se disputa, por cuáles medios, cómo se interpreta, cómo hegemonizar, con qué fines? El mall como espacio público ampliado El Mall como espacio público será considerado un ámbito de disputa por la hegemonía interpretativa. Pasear, Mirar, Consumir, se transforman ahora en actos políticos. Los estudios en comunicación, deudores de la terminología del campo y de las concepciones rigoristas de la Modernidad, han limitado la escena del espacio público a instituciones ya tradicionales como la opinión pública o los medios masivos de comunicación. No es el caso del espacio público ampliado, donde la unidad mínima del análisis será la práctica social. Entendida como acto significante, desvinculada del objeto y del sujeto, traza un desplazamiento hacia la recurrencia en el efecto de sentido. Súmese a ello la noción de habitus bourdieana. No obstante, entenderemos que las teorías de campo y el clásico modelo que se esboza en La Distinción3 necesita de una revisión en los estudios sobre cultura. Parte de ello puede emanar de una crítica de la práctica social del consumo como un universal, sin contemplar la dinámica propia con que se interactúa en los diferentes contextos socio-históricos donde se realiza. En tal sentido, es posible pensar que la búsqueda esencial por consumo”4 tienda a cadaverizar al sujeto-discurso y su dinámica, su Incluso fragmentadas, estas dimensiones expresan un trayecto susceptible de pesquisar. Pensar en ellos sólo para territorializarlos entendido, ejercer de asesinos por pereza. el “rito del movimiento. reconocible, será, en este El mall opera, en su propia construcción, como un gran sistema aglutinador de circulaciones diferenciadas: hacia el cine, hacia el supermercado, hacia las tiendas. Se pueden percibir, al menos, tres tipos de circulación: a) la que tiene como objeto consumir en el mall; b) la que se realiza en el paseo por el mall; y c) la que lo cruza Bourdieu, Pierre: La Distinción. Criterios y Bases Sociales del Gusto. Taurus. Madrid (2000). Convendría precaverse aquí que no se desecha este tipo de lectura respecto al rito, sobre todo si pensamos en el valioso aporte desarrollado en Cultura y modernización en América Latina (Ediciones Encuentro, Madrid 1987) por Pedro Morandé, justamente en la búsqueda de un “ethos cultural” que se asociaría, en nuestro continente, a la práctica ritual. 3 4 8 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 entre dos puntos ajenos a él. El flujo es libre, gratuito, constante, igual y diferenciado a la vez: el mismo trayecto atravesando distintos oasis interiores. Los distintos hitos que hay en el espacio no actúan como hitos-monumentos, a la manera de una fuente o una estatua de cualquier plaza pública, es decir, como espacio de hábitat y finalidad del flujo. Son más bien hitos-ordenadores: espacios de paso y redistribución de la circulación. La ausencia de barreras claras subvierte la distinción abierto-cerrado y mantienen al mall en una constante ambivalencia. La demanda y la oferta se persiguen y la idea de círculo se consagra en un deambular permanente. La interrupción del flujo actúa por defecto. La constituyen los vigilantes -quienes se encargan de intervenir el flujo para extraer el elemento “antisocial”- y el ascensor. Este último opera interrumpiendo la inercia vital del movimiento horizontal. Como sólo existe uno, su uso se vuelve marginal. Las personas que circulan en el mall preferirán las escaleras mecánicas, cuya organización diagonal no interrumpe el sentido natural de los trayectos. El movimiento es un verdadero valor para el mall y su elemento topológico más importante. Por eso se justifica la analogía del tipo de interacciones que ocupan al mall con la idea de una gran máquina deseante: Una máquina se define como un sistema de cortes (…) toda máquina, en primer lugar, está en relación con un flujo material continuo (…) el corte no se opone a la continuidad, la condiciona, implica, o define lo que corta como continuidad ideal (...) En una palabra, toda máquina es corte de flujo con respecto a aquella a la que está conectada, pero ella misma es flujo o producción de flujo con respecto a la que se le conecta. (Deleuze y Guattari, 1985:42) En tal sentido, la idea de un fin en la producción de sentido en el mall es imposible, pues las prácticas sociales estarían en permanente construcción, reproduciendo la macro estrategia del sentido (el movimiento). Las prácticas que se alejan de esta gran “energía libidinal” en términos antiedípicos, sólo resisten, pero en ningún caso revierten. Tres formas de entender las relaciones entre las máquinas deseantes, tres momentos de expresión de voluntad, tres cortes en el objeto de apropiación simbólica: tres propuestas de relato, nunca categorías, para identificar maquinarias, estrategias y tácticas orientadas a conseguir hegemonía. 9 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 El acoplamiento maquínico en el flujo La operación de la hegemonía por antonomasia es la Estrategia. Más que una operación del propio mall, es la operación natural en toda máquina totalizante y su correlato en las máquinas que se hacen parte en su lógica. Su dispositivo contrario es la táctica, una política que no se sirve de sus propias armas. Dice De Certeau: La estrategia postula un lugar susceptible de ser circunscrito como algo propio y de ser la base donde administrar las relaciones con una exterioridad de metas o de amenazas (los clientes o los competidores, los enemigos, el campo alrededor de la ciudad, los objetivos o los objetos de la investigación, etc.). Como en la administración gerencial, toda racionalización ‘estratégica’ se ocupa primero de distinguir en un ‘medio ambiente’ lo que es ‘propio’, es decir, el lugar del poder y de la voluntad propios.” (De Certeau, 1996:42) El acoplamiento supone una política de integración de los flujos. Expandida como plataforma, la construcción de hegemonía se manifiesta acoplando tácticas, subvirtiendo resistencias. Desde la condición permanente y continua del flujo, se puede afirmar que: Toda máquina es corte de flujo con respecto a la que está conectada, pero ella misma es flujo o producción de flujo con respecto a la que se le conecta. Esta es la ley de la producción de la producción. Por ello, en el límite de las conexiones transversales o transfinitas, el objeto parcial y el flujo continuo -el corte y la conexión- se confunden en uno. (Deleuze y Guattari, 1985:42) Son estrategias los afiches que territorializan el mall y enuncian que el espacio en que éste se erige es su lugar propio. También, la colocación de baños y locutorios abiertos, dispuestos para no interrumpir el trayecto de los consumidores en el interior. Que los baños y cabinas no se encuentren compartimentados, ubicados en casetas es, también, una estrategia que apunta a que nadie salga del flujo más allá de lo necesario. De modo más general, se trata de una estrategia de territorialización del paseo del consumidor. Esta estrategia opera vinculada a otra que consiste en atrapar las miradas del consumidor mediante la publicidad y la organización de los espacios abiertos-cerrados: totalización del flujo comunicativo. Otra estrategia del mall es la intervención en los procesos de socialización entre los consumidores, procesos de los que se vuelve el mediador: las únicas comunidades posibles son los clubes de socios y amigos organizados desde la administración de este espacio. Una nueva estrategia de mediación funciona desde las pantallas láser colocadas en los hitos del espacio publicitario, que inducen la idea de un “afuera” 10 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 que es llenado por los avisos comerciales del propio mall: estrategia de recursividad informativa. La referencia permanente que la estructura realiza desde las tiendas-ejes se articula como estrategia mayoritaria que determina, al mismo tiempo, las prácticas de consumo a seguir y el orden de trayectos. Por último, una estrategia que opera a la vez como simulacro es la noción de las constantes rebajas de precio que suponen la ilusión de un valor real de los productos, ocultando su naturaleza como valores de cambio y el consiguiente beneficio para su productor, disfrazado como beneficio adicional para el consumidor. En este caso, la redistribución del excedente en lo económico supone un nuevo dominio: la idea de liquidación como rito, como espacio festivo de adoración, un pequeño potlach. El escenario de producción Una escena se constituye y se construye. La desterritorialización impide el establecimiento de un locus rígido, pero no se opone al montaje de las funcionalidades y los órganos de la máquina. Si no devienen socius, se acercan bastante a dar base a la superestructura. Son sus cortes interiores, en cierto sentido, sus propias tácticas contribuyendo, unas junto a otras, a alimentar la subvención de la estrategia mayor, pues: Toda máquina implica una especie de códigos que se encuentra tramado, almacenado en ella. Este código es inseparable no sólo de su registro y de su transmisión en las diferentes regiones del cuerpo, sino también del registro de cada una de las regiones en sus relaciones con las otras. (Deleuze y Guattari, 1985:43) El mall oculta sus mecanismos y estructuras de funcionamiento (la administración, la información), en una lógica de “silencio de los órganos” sin la cual la estrategia global no tendría mayor piso. Esto alcanza también al trabajador casi invisible para el flujo. Existirán, incluso, trabajadores que participan en el flujo de forma paralela: vigilantes y aseadores. Conviene hacer ver que, en un sistema de permanente circulación, la labor de acoplarse a la inercia resulta, de todas formas, mucho más onerosa que las posiciones fijas. Otra de estas prácticas de ocultamiento de los órganos consiste en desaparecer el proceso de producción y presentar los productos como entidades poiéticas, extendiendo la lógica de la asepsia desde los espacios a los procesos. Parte de este 11 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 proceso se consolida cuando se logra hacer desaparecer la contingencia al interior del espacio del mall. En la serie de interacciones sociales que aquí ocurren no hay lugar para las noticias ni los eventos cotidianos. Muy vinculado a la suspensión del mundo fuera del aquí, opera el mecanismo de simulación que superpone los protocolos de espacio público y el espacio cultural: la atemporalidad de los circuitos de circulación. Se trata del calendario de retail, que asigna a una temporalidad al espacio del mall determinada por las prácticas de consumo e intercambio. De este modo, el devenir ordinario de la vida humana es reemplazado por una sucesión comercial de los acontecimientos instalados demandados de manera forzosa: liquidaciones, vacaciones, navidades que comienzan en octubre, etc. Toda la anterior gama de estrategias puede ser organizada en dos ejes: su recurrencia y relación mall-consumidor. Las tácticas y visibilizaciones son ejercidas desde este último, como una manera de subvertir su relación de fuerzas con el mall o de sacar a la luz los mecanismos de funcionamiento de éste. Como contrapartida, la recurrencia funciona como mecanismo productor y reproductor, valorizando sólo lo que proviene del ocultamiento y las estrategias. En una perspectiva general, es el mall quien cuenta con más recursos de poder, invertidos en la medicación y la regulación del paseo de los consumidores, aunque también en los protocolos del espacio abierto y el espacio público. El consumidor, en tanto, invierte la mayoría de sus actos interpretativos en la relación de fuerzas al interior de la mediación. Si bien el intercambio existe, éste está muy lejos de ser en “igualdad de condiciones”. La posibilidad de una reapropiación simbólica No sólo de cifras y números vive el mall. Si se sospecha que el objetivo acá es desechar el consumo como práctica fundante de la hegemonía del mall se está en lo cierto. En este corte se conectan diversos estadios de límite de la macro estrategia. Las energías que ya eran parte de la deuda de la máquina son re-absorbidos. Al borde de las prácticas, el corte- residuo representa el margen desde el cual se ataca el rizoma del flujo. Se entiende, por tanto, que sólo la concentración de capital maquínico en este estadio abre la posibilidad real de reapropiación de las múltiples voluntades en la misma estrategia global. En este sentido: El tercer corte de la máquina deseante es el corte-resto o residuo, que produce a un sujeto al lado de la máquina, pieza adyacente de la máquina. Y si este sujeto no tiene identidad específica o personal, si recorre el cuerpo sin órganos sin 12 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 romper su indiferencia, es debido a que no solo es una parte al lado de la máquina, sino una parte a la vez partida, a la que llegan partes correspondientes a las separaciones de la cadena y las extracciones de flujo realizadas por la máquina. (Deleuze y Guattari, 1985:46). El mall como mediación. Propone al consumo como la adhesión a una postura, a un modo de ser. No se trata de consumo suntuario ni de apropiación simbólica, sino de un consumo-interpretación. Dice Bourdieu: “El distanciamiento de la mirada pura no puede ser disociado de una disposición general a lo ‘gratuito’ o a lo ‘desinteresado’, paradójico producto de un condicionamiento económico negativo que, mediante determinadas facilidades y libertades, engendra distancia con respecto a la necesidad” (Bourdieu, 2000: 52). Las vitrinas, antes que lugares de consumo, aparecen como la escena de esta mediación. Las tiendas eje, que no median la mirada, salen a “publicitarse” en el espacio ya publicitario del mall. La mediación es exhibitiva e icónica: sólo cabe la imagen de lo que se media, desaparece el slogan, y el nombre se vuelve apenas una marca. La mediación expresa una voluntad de distancia. El mall como paseo será el protocolo propio de la circulación que se apropia y usa del espacio. El paseante habita el mall pero lo habita a través de la mirada. Son al menos tres los modos de mirar en el mall: el modo mediado, puramente exhibitivo de las vitrinas y pantallas; el modo inmediato y táctil de las tiendas eje, orientado por el espacio y la luz; el modo fugaz e interactivo, orientado por el flujo, del patio de comidas. El paseo expresa una voluntad de existencia que se realiza con la mirada y no con el arraigo. El mall como espacio público reproduce la lógica de un centro urbano. Ofrece servicios públicos, financieros y civiles que diferencia “atmosféricamente” de las tiendas. Opera aquí con los criterios modernos de rapidez y eficiencia. Integra la salud y la educación como reproducción material, tanto de la “sociedad civil” como del “espacio público político”, anulando así esta distinción ilustrada. Se publicita recursiva y autoreferencialmente, poniendo en evidencia que es consciente del uso “público” que los consumidores hacen de sus espacios. Expresa una voluntad de comunidad. El mall como espacio íntimo. Reproduce la lógica del hogar: el living, la habitación, el jardín, todo menos una cosa: las puertas. Lo único que no se ofrece es la 13 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 clausura, la opacidad de lo íntimo. Se ofrece, en cambio, por medio de la publicidad una ensoñación erótico-cotidiana, una cancelación del flujo que da cuenta de una voluntad de diferencia. El mall como espacio cultural. El ala que ocupan la Biblioteca Viva, el Bowling y el Cinemark es el espacio más diferenciado del mall: otra luz, otro espectro sonoro, incluso otro decorado. Cambian también las tiendas: una librería, una tienda de vinos, una sala SCD y otra del Museo Nacional de Bellas Artes. ¿Se apunta a un público distinto? ¿Se intenta incluir otra serie de relaciones sociales a la práctica del consumo? Aquí sólo cabe la voluntad de integración. El mall como espacio abierto. Se eliminan las figuras de vigilancia: ojos, puertas, cerraduras, barreras. No por esto se eliminan los mecanismos de control, los cuales operan ya no como vigías, sino como rectores del flujo. Se trata de una vigilancia de segundo orden que propone al mall como un circuito infinito para la circulación, eliminando cualquier tipo de dicotomías y delimitaciones. El espacio abierto es el espacio de la higiene absoluta, de la asexualidad y atemporalidad de la estructura. Se eliminan las dialécticas luz/oscuridad y ausencia/presencia: lo que no circula es ajeno al funcionamiento del mall (este es el caso de los trabajadores, que sí son parte de la mediación). Expresa una voluntad de totalidad. Los tres modos de habitar con la mirada operan por implicación y vinculación: la vitrina implica la mediación; la tienda eje implica la tactilidad; el patio de comidas se vincula al flujo. El espacio público implica la idea del centro urbano, a la vez que supone el uso “público” que los consumidores hacen del espacio. La mediación presupone la práctica del consumo. El espacio íntimo vincula intimidad y publicidad, y presupone una promesa de satisfacción. El espacio abierto implica la “desaparición” de la vigilancia, mientras presupone la circulación como eje de las interacciones del mall. Por último, el espacio cultural implica mutuamente el intercambio entre la cultura ilustrada con la popular, vinculando el consumo a estos simulacros y suponiendo, en ello, una re-asignación de valor. Desplazamientos posibles Posibles rizomas de una interpretación de este tipo, el presente estudio abre nuevas vetas de inserción del problema de la máquina mall. Con flexibilidad en las metodologías, los estudios comparados de un fenómeno a escala global en nuestro continente pueden dar luces del estado de las políticas púbicas y privadas respondiendo, al menos, a dos interrogantes: de cómo se hace de una máquina 14 Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile deseante un agenciamiento maquínico inclusivo y de cómo opera insertándose en matrices culturales diversas; es decir, en otras máquinas. El caso puede resultar mucho más atrayente para las micro-prospecciones cualitativas. Así, de muy buena manera se recibirían trabajos que aportarían a reconstruir (ya sean focus groups, entrevistas focalizadas o grupos de discusión) cómo los diferentes actores interactúan con el mall fuera del interés del marketing por la captación de nuevos sujetos. Una última alternativa vislumbrada es el parangón entre los tan manoseados estudios sobre efectos de los medios, ahora referidos a los efectos del mall. Fuera de distinguir si se producen a corto, mediano o largo plazo, la actual importancia que tienen en la vida social se refleja en la capacidad que tienen de cortar y desplazar las máquinas en torno a estilos de vida y sistemas ideológicos. Los estudios sistemáticos sobre el mall pueden llevar, en un contexto regional, a constatar la actual contingencia territorial del capital multinacional. En especial, en sus modos generales y particulares de realizar la economía política en el continente. Referencias bibliográficas: Deleuze, G.; Guattari, F. (1985): El Anti-Edipo. Capitalismo y Esquizofrenia. Barcelona, Paidós. De Certeau, Michel (1996): La Invención de lo Cotidiano 1: Artes de Hacer. México D.F., Universidad Iberoamericana. Foucault, Michel (2003): Nietzsche, Freud, Marx. Santiago, Espíritu Libertario. Gramsci, Antonio (1967): Cultura y Literatura. Barcelona, Península. Mall Plaza Vespucio (2003): “Caso Mall Plaza: Creciendo en Tiempos de Crisis”. XII Congreso Chileno de Marketing “Sangre, Sudor y Lágrimas”. Santiago de Chile, Icare. 15 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Posgrados de Comunicación en América Latina: descripción analítica de la oferta y una propuesta de sentido Óscar Bustamante F. Magíster en Comunicación, ITESO, Guadalajara, México. Resumen Cumplidos 33 años de la posgraduación latinoamericana en comunicación, el artículo despliega una caracterización de la oferta vigente de maestrías y doctorados por parte de las instituciones de educación superior regionales. 111 programas académicos sistematizados a través de Internet y en diálogo con dos marcos de referencia: el campo académico de la comunicación y la intersección estructural de los posgrados. Aunque reconocidos como un nivel estratégico de la profesionalización avanzada y la investigación científica, en torno a los estudios de cuarto nivel subsiste un debate pendiente que, entre otras cuestiones, elude la pregunta por el sentido de su crecimiento. Introducción El trabajo se articula en tres partes. La primera de ellas da a conocer sus antecedentes y objetivos, los marcos de referencia que lo circunscriben y algunas cuestiones metodológicas. En la segunda parte, se despliega una descripción analítica de 111 programas de maestría y doctorado, a partir de nueve categorías de sistematización de la oferta disponible en Internet. La tercera parte, en tanto, es dedicada a la formulación de una breve propuesta de sentido que aspira a ser de utilidad al campo académico latinoamericano de la comunicación. 16 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 I. Por qué, para qué y cómo los posgrados de comunicación en tanto objeto de estudio. Sólo en parte, este trabajo es un resumen de la tesis de grado presentada en la Maestría en comunicación del Iteso de Guadalajara1. En parte, pues se han agregado nuevos programas, se han precisado las categorías, se han enriquecido los marcos de referencia y, sobre todo, se ha intentado avanzar hacia un análisis más interpretativo respecto al desarrollo de los posgrados, que eminentemente descriptivo como entonces. Lo anterior, conduce a la justificación y los objetivos de este esfuerzo. Respecto a lo primero, debe señalarse que, en torno a los posgrados de comunicación, se evidencia un debate pendiente al interior del campo académico latinoamericano, así expresado en palabras de Raúl Fuentes Navarro y Maria Immacolata Vassallo de Lopes (2001): “Creemos que estas cuestiones de la institucionalización científica y académica de la investigación deberían ser objeto más frecuente de papers y de seminarios, que tuvieran como foco central la cuestión de la formación del investigador de la comunicación, comenzando con el lugar de la investigación en nuestros programas de licenciatura y la identificación de la investigación dentro de las políticas de posgrado”. Dos son, a su vez, los objetivos perseguidos en el texto. El primero de ellos, de tipo general, apunta a la caracterización de la oferta de maestrías y doctorados de comunicación vigentes e impartidos por diversas instituciones de educación superior (IES) latinoamericanas2. El segundo objetivo, de tipo específico, apunta a vincular la caracterización de los posgrados con dos marcos de referencia: el campo académico latinoamericano de la comunicación y la intersección estructural de los posgrados. Sistematización analítica de la oferta de posgrados de Comunicación en América Latina. Tesis de Maestría en Comunicación con Especialidad en Difusión de la Ciencia y la Cultura, Guadalajara: ITESO, septiembre 2004. 2 Se aclara el énfasis en las maestrías y doctorados, no así las especializaciones, por cuanto aquellos constituyen, al menos en su definición normativa, los programas orientados a la reproducción endógena del campo académico de la comunicación, y sobre los que hay disponibles antecedentes de diagnóstico y reflexión en el nivel latinoamericano. 1 17 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Por campo académico latinoamericano de la comunicación (CALC)3, se asumen cuatro dimensiones de los posgrados: como objeto de diagnóstico y reflexión histórica (para lo cual se retoman las iniciativas impulsadas por Felafacs y otros organismos entre 1982-1986 en torno a los programas fundadores de la posgraduación latinoamericana); como objeto de legitimación e institucionalización científica de los estudios de comunicación (para lo cual se retoman las Reuniones Nacionales de Posgrado en México entre 1989-2001 y la experiencia de Compós en Brasil); como objeto de diseminación científica (para lo cual se retoma un análisis de cobertura y tratamiento en tres revistas académicas latinoamericanas: Diálogos de la Comunicación- Intercom-Comunicación y Sociedad); como objeto de análisis y propuesta por parte de dos investigadores (para lo cual se retoman los planteamientos de Raúl Fuentes Navarro, en México, y Maria Immacolata Vassallo de Lopes, en Brasil). El segundo marco de referencia, alude a la intersección estructural de los posgrados de comunicación (IEPC). Intersección que puede ser propuesta así: de un lado, como subsistemas de la educación superior; de otro, como objeto de políticas de desarrollo científico y tecnológico. Por medio de este marco de referencia, se buscan delinear los escenarios que imponen y proyectan las reformas ya operadas, y las todavía en curso, dentro de los sistemas de educación superior, así como las más o menos recientes políticas públicas de apoyo al posgrado nacional llevadas a cabo en los países latinoamericanos4. “El método no es susceptible de ser estudiado separadamente de las investigaciones en que es empleado”, señala la investigadora brasileña Maria Immacolata Vassallo de Lopes (1999), dentro de su propuesta de un modelo metodológico reticular para la investigación en comunicación. Adoptando esa El término campo académico de la Comunicación refiere a lo siguiente: “un conjunto de instituciones de nivel superior destinadas al estudio y la enseñanza de la comunicación, y donde se produce la teoría, la investigación y la formación universitaria de las profesiones de comunicación” (Vassallo de Lopes, 2001a). 4 En la tesis de maestría, fueron descritas con detalle las propuestas de reforma a los SES provenientes de organismos técnicos y financieros, tales como la Unesco (1995, 1998), el Banco Mundial (BM: 1994, 2000), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID: 1997) o el tratamiento propuesto por la Organización Mundial de Comercio y su Acuerdo General de Comercio y Servicios (OMC: AGCS). Así también, se pasó revista a los diferentes escenarios de la educación superior en América Latina, tomando en cuenta las reformas introducidas, desigual y paulatinamente, desde 1981 en Chile, y en áreas tan sensibles como el financiamiento público de las universidades, la diversificación institucional y los sistemas de acreditación y evaluación de la calidad. Por último, fueron descritos cuatro subsistemas de posgrado: Argentina, Brasil, Chile y México. 3 18 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 premisa, diré que la sistematización surgió como un intento por delimitar a los posgrados de comunicación como objeto de estudio, sin perder de vista que “el análisis descriptivo envuelve operaciones analíticas de la formación de evidencias empíricas representativas en aquello que se denomina proceso de reconstrucción de la realidad del objeto” y que “la descripción constituye la primera etapa del análisis y es la interpretación, como su segunda etapa, la que le confiere a la investigación su condición de cientificidad” (pp. 23-24). Con base en dichas consideraciones, propongo este trabajo como un avance hacia la interpretación dentro de su carácter eminentemente descriptivo al tiempo que un insumo válido para posteriores esfuerzos en ambas direcciones. En alguna medida, la sistematización de los posgrados es sui generis. Esto, por el hecho de utilizar a Internet como la principal fuente de información sobre las maestrías y doctorados de comunicación en América Latina, en circunstancias que, tradicionalmente, la recopilación es de tipo documental5. Fue realizada, además, siguiendo nueve categorías que tanto se corresponden con la formulación estandarizada de la oferta de posgrados disponible en Internet como con los dos marcos de referencia ya señalados. Dichas categorías son: 1.- nombre del programa 2.- año de creación 3.- tipo de institución: se distingue entre pública, privada, privada no universitaria e internacional. 4.- perfil de ingreso: se distingue entre comunicadores (homologable a periodista) y múltiple (licenciado en cualquier área del conocimiento). 5.- perfil de egreso: se distingue entre investigación (formación de académicos e investigadores), profesional (formación según demandas del mercado laboral) y múltiple (formación combinada de las anteriores). 6.- áreas de concentración/líneas de investigación 7.- modalidad pedagógica: se distingue entre presencial, semipresencial y a distancia. 8.- alumnos: refiere al número de alumnos “en curso” y declarados por el programa. Sin embargo, en un informe sobre el estado de la formación universitaria en Comunicación en Argentina, los autores señalan que debieron recurrir a las páginas web de las Universidades, “debido a la dificultad para identificar estadísticas oficiales que remitan específicamente a las carreras de comunicación” en los formatos tradicionales (Verano, Morandi y Catino, 2003). 5 19 Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile 9.- acreditación: refiere a la participación del programa dentro de un sistema nacional de posgrados vinculado a política pública de desarrollo científico y tecnológico. Se distingue entre “sí” (el programa participa de un sistema de acreditación de este tipo) y “no” (en el país no se ha establecido un sistema de acreditación o, de existir, el programa no se ha incorporado a él). II. Descripción analítica de la oferta de posgrados de Comunicación en América Latina Gráfico 1 Posgrados AL por Nivel Total: 111 programas Total DOCTORADO 23 MAESTRÍA 88 De los 111 programas, 23 son de doctorado (21%) y 88 son de maestría (79%). Los doctorados se concentran en cuatro países: Argentina, Brasil, Cuba y México. Las maestrías, en tanto, se reparten en los catorce países incluidos en la sistematización. El amplio margen de las maestrías por sobre los doctorados es atribuible al modelo adoptado de la research university norteamericana, que vincula enseñanza e investigación a la obtención de esta secuencia de grados académicos. Este hecho, asimismo, tiene el siguiente efecto: es el nivel de maestría el que marca, condiciona, y en buena medida expresa las tendencias atribuidas al posgrado de comunicación. 20 Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Sólo como referencia del crecimiento de la oferta de cuarto nivel, se recuerda que para la realización del III Simposio Latinoamericano de Posgrados de Comunicación Social (Sao Paulo, 1986), acudieron catorce IES, no todas ellas con programas en funcionamiento. Gráfico 2 Posgrados AL por País y Nivel Total: 111 programas 19 25 15 DOCTORADO 4 2 1 1 3 PERÚ PUERTO RICO REPÚBLICA DOMINICANA URUGUAY VENEZUELA CUBA 6 1 MÉXICO 2 1 ECUADOR 3 COSTA RICA 1 COLOMBIA BOLIVIA 7 CHILE 4 BRASIL 4 ARGENTINA 12 MAESTRÍA Vistos los programas en su distribución por países, cabe anotarse la disparidad numérica de la oferta que permite hablar de tres grupos. En el primero de ellos, se inscriben “los tres grandes” —Brasil, México y Argentina— con una oferta de 81 programas, equivalente al 73% del total. En este grupo, la oferta se divide en 59 maestrías y 22 doctorados, concentración que se corresponde con la dimensión de sus respectivos sistemas de educación superior y la consolidación institucional del campo académico de la Comunicación en ellos, expresada, por ejemplo, en el número de cursos de pregrado6. En un segundo grupo, de países “intermedios”, asoma la oferta de Chile, Colombia, Cuba, Perú, Puerto Rico y Venezuela, que en conjunto totalizan 20 programas (19 maestrías y un doctorado), equivalentes al 18%. En estos países, a Son 348 cursos en Brasil, 321 en México y 55 en Argentina de acuerdo a la Relación de Escuelas de Comunicación en América Latina publicada por Felafacs en Internet en abril de este año (www.felafacs.org). 6 21 Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile excepción de Cuba, la oferta de doctorado no se ha logrado consolidar, si bien se han realizado algunos intentos como en Chile. Todos ellos, además, tomaron parte de las iniciativas en torno de los programas fundadores del posgrado regional. El tercer grupo, en tanto, lo conforman Bolivia, Costa Rica, Ecuador, República Dominicana y Uruguay. De entre sus 10 ofertas, todas ellas de maestría, ninguna sobrepasa la década de existencia, en países además sin presencia dentro de los programas fundadores. Destacan los caso de Bolivia con cuatro programas, dos de las cuales se imparten al interior de una institución internacional que sólo entrega formación de posgrado (U. Andina Simón Bolivar), y de Costa Rica cuyas universidades se han incorporado con fuerza en los últimos años a la oferta de cuarto nivel. Gráfico 3 Posgrados AL por Nombre del programa y Nivel Total: 46 programas CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN COMUNICACIÓN COMUNICACIÓN SOCIAL COMUNICACIÓN Y CULTURA MAESTRÍA 4 18 9 2 DOCTORADO 1 5 6 1 Estas corresponden a las cuatro especialidades que nombran y definen a 46 programas de maestría y doctorado de la región, equivalentes al 41% de la oferta total. Varios de los 65 programas restantes, sin embargo, también podrían ser agrupados en ellas, considerando las mínimas variaciones en su formulación: ciencias de la comunicación social, comunicaciones o comunicación y culturas contemporáneas. 22 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 El valor atribuido a esta categoría radica en apreciar el grado de dispersión temática de las ofertas de posgrado. Así, por ejemplo, el interés por abordar el fenómeno de la comunicación en forma genérica (cs. de la comunicación y comunicación) se expresa en 28 programas, seguido por el estudio de la comunicación social y la comunicación y cultura. La primera relación que se apunta es el alto número de ofertas que coinciden con el más reciente modelo fundacional del campo académico en América Latina, cual es la formación del comunicólogo en tanto científico social7. La segunda relación se orienta a una de las recomendaciones finales de las iniciativas en torno a los programas fundadores, donde se proponía incluir a la Cultura como área de investigación de los posgrados, por ser relevante para “las necesidades de comunicación de América Latina”. Las demás especialidades consignadas en los programas trazan recortes de estudio más específicos, así como interfaces con otras disciplinas y áreas de conocimiento, sobre todo en el nivel de las maestrías (semiótica, información, tecnologías, mercado, multimedios, socialidad, mercadotecnia y salud, entre otras). Aunque referido al caso mexicano, pero extensible al resto de los países, Fuentes Navarro (2003) señala que “la disyuntiva entre disciplinarización y disolución disciplinaria de los estudios de Comunicación es el principal desafío a enfrentar en la primera década de este siglo”. Prácticamente ningún país —salvo Ecuador— agota su oferta en estas cuatro especialidades, las que se reparten en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, México y Venezuela. De acuerdo a una lectura de la posgraduación en Comunicación en Brasil, durante ocho años de la década noventa fueron abiertos más programas stricto sensu8 que durante los primeros veinte desde la creación del primer curso en 1972 (Sergio Capparelli citado en Vassallo de Lopes, 2001b). Los años noventa, de este modo, se habrían convertido en los del gran impulso a la formación de cuarto nivel, al tiempo que marcaron la descentralización geográfica de los programas. Remitiendo esta vez al caso mexicano, es notable el aumento de programas, sobre Para una contextualización de estos modelos fundacionales, ver Fuentes Navarro, 1998. Brevemente, sin embargo, ellos aluden a la formación de periodistas, a la formación del comunicador como intelectual y a la formación del comunicólogo. 8 Cursos que vinculan la enseñanza con la investigación y conducen a la obtención de los títulos de maestro y doctor. Formato que se distingue de los cursos lato sensu, cuyo perfil es más profesionalizante. 7 23 Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile todo de maestrías, entre 1989 y 1999 cuando el número de ofertas prácticamente se triplicó9. Gráfico 4 Posgrados AL por Año y Nivel Total: 92 programas 7 5 9 4 6 6 1 5 1 5 4 3 2 3 1 1 1 2003 2004 2005 2002 2001 2000 1999 1998 1997 1984 DOCTORADO 2 1 1996 1983 2 2 1 1995 1982 2 1994 1981 2 1 1993 1 1991 1 1990 1 1987 1 1986 1 1980 2 1 1979 1978 1 1977 1973 1972 2 1 1974 2 1 MAESTRÍA Visto ahora desde la perspectiva regional, en América Latina se produjo un desarrollo parecido. Así, por ejemplo, los treinta y tres años de posgraduación podrían ser vistos en dos períodos. El primero de ellos, que va desde 1972 a 1991, se caracteriza por una creación irregular de programas, en su mayoría maestrías (16) y muy pocos doctorados (5). El segundo período, se extiende desde 1993 hasta el presente año y se distingue por lo contrario: la creación ininterrumpida de programas, y duplicar en ofertas al período anterior. En este segundo período se crean 54 maestrías y 17 doctorados, cuarenta de ellos entre 1993-1999, siendo este último año el más “productivo”. La década noventa, por lo tanto, señala para América Latina la irrupción de los posgrados de comunicación, al duplicar el total de cursos creados durante los Estos años coinciden con la realización de las dos primeras, de una serie de cinco, Reuniones Nacionales del Posgrado mexicano que culminaron en mayo de 2001. 9 24 Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile primeros veinte años. Irrupción que va aparejada de una descentralización geográfica de la oferta, concentrada hasta entonces en Brasil y México, preferentemente. La pregunta que actualmente se impone, sin embargo, es cómo calificar a la oferta de programas en lo que va corrido del primer lustro de este siglo (2000-2004), considerando la apertura de 28 nuevos cursos, más del doble de igual período de la década noventa. Pero junto a esa pregunta o, más bien implicándola, se haya el cuestionamiento respecto al sentido10 que hoy adquiere la oferta de posgrados de Comunicación en América Latina. Se anota, por último, que la información sobre esta categoría es celosamente administrada por los programas, 19 de los cuales decidieron no entregarla. Información completa, en cambio, se obtuvo desde Brasil, Chile, Colombia y Uruguay. Gráfico 5 Posgrados AL por Tipo de institución Total: 111 programas MAESTRÍA DOCTORADO INTERNACIONAL PRIVADA PRIVADA NO UNIVERSITARIA PÚBLICA 4 41 5 38 7 16 Me apropio de la definición que Guillermo Orozco (1997) utiliza en su estado de la cuestión de la investigación sobre Medios: “hacer sentido que permita marcar sus tendencias principales, ser apropiados de manera inteligible, que posibilite realizar una disección posterior más fina de la multiplicidad de intereses, líneas de investigación y perspectivas que compiten, coexistiendo desordenadamente” (p. 103). 10 25 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Los 111 cursos de posgrado, se distribuyen así: 54 corresponden a universidades públicas, 48 a universidades privadas, 5 a instituciones privadas no universitarias, y 4 a instituciones de carácter internacional. Sumadas las universidades privadas con las instituciones no universitarias, la oferta privada global alcanza los 53 programas, apenas por debajo de la oferta pública. Tanto la oferta privada no universitaria como la internacional son todavía incipientes, y sólo entre las maestrías. Los países que mayor aporte realizan a la oferta pública, en términos absolutos o porcentuales, son Cuba con 3 programas, Costa Rica y Venezuela con 2, y Brasil con 19. En el otro extremo, Perú exhibe 3 ofertas privadas, seguido de Argentina con 12 y Chile con 4. México, por su parte, sostiene un perfecto equilibrio entre oferta pública/privada de 15/15. Históricamente, las IES privadas se han hecho presentes en la oferta de posgrados de comunicación, ligadas por lo general a instituciones confesionales. Presencia, por ejemplo, en la primera maestría creada por la U. Iberoamericana (1977) en México, así como en varios de los programas fundadores durante la década ochenta: la Pontificia U. Católica y la U. Metodista de Sao Paulo, en Brasil, y la Pontificia U. Javeriana, en Colombia11. Esta década, asimismo, se caracterizó por consolidar el proceso expansivo de los sistemas de educación superior regionales, marcado por lo que Brunner (1990) llamó “la explosión de los números”: entre ellos, el notable aumento de instituciones de educación superior de naturaleza privada12. Relacionando estos datos con el año de creación de los programas (gráfico 4) se constata que 38 ofertas privadas fueron creadas desde 1990 en adelante, incidiendo directamente en la irrupción de los posgrados. Caben anotarse, asimismo, dos cuestiones: la abrumadora mayoría de programas impartidos en universidades (105) y la concentración en México de los cuatro tipos institucionales. Utilizando una expresión estandarizada en la oferta de posgrados por Internet (“a quién va dirigido el programa”), habría que responder que en su inmensa mayoría (93%), ellos van dirigidos a un perfil múltiple de alumnos, ya sea provenientes de áreas afines a la Comunicación, como las Ciencias Sociales y las Humanidades, ya sea de áreas históricamente “distantes” como las Ciencias Biológicas y Exactas. El segundo modelo fundacional de la comunicación en América Latina, propuesto por Raúl Fuentes —el comunicador como intelectual— estaría basado en una impronta humanista y jesuita. 12 Actualmente, en Brasil, Chile, Colombia y Costa Rica la matrícula privada es superior a la pública. 11 26 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Gráfico 6 Posgrados AL por Perfil de ingreso y Nivel Total: 111 programas MAESTRÍA COMUNICADORES MÚLTIPLE 8 80 23 DOCTORADO Sólo en 8 programas, todos ellos de maestría, el ingreso se perfila a egresados de las licenciaturas de Comunicación en América Latina, y se concentran en Argentina, Costa Rica y Perú. No obstante la interpretación que se ofrecerá al vincular esta categoría con el perfil de egreso, se consigna la recomendación formulada en torno a los programas fundadores: “el posgrado no puede abocarse a suplir las fallas del pregrado. Tampoco pueden confundirse los cursos de posgrado con cursos de actualización profesional” (Felafacs, 1983). En el otro extremo de la oferta, se aprecia la concentración de 64 programas (58%) alrededor de un perfil de egreso múltiple. Este tipo de egreso, que integra el profesional y en investigación, se caracteriza por la formación en habilidades y competencias diversas para la reinserción de los alumnos en el mercado laboral. Ricardo Lucio (2002), sin embargo, complementa estos perfiles de egreso y ofrece una tipología basada en la función que cumplen los programas de cuarto nivel. Según el investigador colombiano, los posgrados son: endógenos, cuando se orientan al sistema de educación superior por medio de la formación de docentes e investigadores; exógenos, cuando se orientan a los requerimientos provenientes del 27 Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile sector productivo ajenos al sistema de educación superior; de satisfacción de la demanda, cuando se orientan a las expectativas que el enrolamiento en ellos genera en los usuarios potenciales. Gráfico 7 Posgrados AL por Perfil de egreso y Nivel Total: 111 programas INVESTIGACIÓN MÚLTIPLE PROFESIONAL MAESTRÍA 4 50 34 DOCTORADO 9 14 De los 64 programas, por lo tanto, con perfil de egreso múltiple (satisfacción de la demanda) destaca Brasil con sus 31 ofertas, seguido de México y Argentina. Dentro del perfil profesional (exógeno), sobresalen Perú, México, Cuba, Costa Rica y Argentina, mientras que programas dirigidos expresamente a la investigación (endógeno) se encuentran mayoritariamente en México. Hasta ahora, la investigación sobre los egresos no ha sido habitual dentro del campo académico latinoamericano. Saliendo al paso de este vacío, el año 2001 fue desarrollado en la ECA-USP de Brasil, un estudio cuyo propósito fue construir una metodología de evaluación de los egresos que ofreciera a los cursos un índice complementario a los fijados por la Capes y el CNPq, más centrados en el “proceso” que en el “producto”. Una de las consideraciones finales del trabajo señala: “el egreso representa una figura estratégica de investigación al ofrecer un conjunto de información sobre el programa ya concluido y la situación laboral posterior, desmintiendo, de paso, muchas opiniones corrientes, de sentido común y sin base científica” (Vassallo de Lopes, 2001b, pp.204-205). 28 Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Aunque el alcance ofrecido por la sistematización no permite el acceso a las particularidades de los programas, se podría hipotetizar lo siguiente respecto a categorías cuya definición es clave al momento de la formulación de una oferta de posgrado. La progresiva ampliación de un tipo de perfil de ingreso/egreso se relacionaría, en un sentido, con una estrategia promocional de parte de los programas para atraer a un mayor número de alumnos. Estrategia que trasciende la naturaleza pública o privada de las IES y se torna condición de “competencia” en el actual marco de expansión de los sistemas de educación superior latinoamericanos. En segundo término, se relacionaría con lo que Fuentes Navarro (2003), en el segundo de tres núcleos de reflexión sobre los posgrados mexicanos, plantea así: “los posgrados, al mismo tiempo que se han consolidado y fortalecido, se han desvinculado de la formación de profesionales y de los enfoques disciplinarios en comunicación que siguen sosteniéndose en las licenciaturas, para avanzar en la integración multidisciplinaria entre las ciencias sociales y las humanidades”. Un tercer sentido, en tanto, se relacionaría con lo que MartínBarbero (1994) ha llamado “la comunicación, centro de la modernidad”. Tabla 1 Posgrados AL por Áreas de concentración/Líneas de investigación Áreas de concentración/líneas de investigación Maestría Doctorado Total SI NO 53 35 19 4 72 39 Total 88 23 111 Son los doctorados, en 19 casos, los programas que establecen ya sea áreas de concentración (especializaciones, orientaciones) y líneas de investigación en su oferta, destacando Brasil y México. Entre las maestrías, ocurre lo siguiente: 53 cursos especifican áreas de concentración y/o líneas de investigación, destacando nuevamente Brasil y México, junto a Venezuela. Sumadas las maestrías y doctorados, son 72 los programas que definen áreas de concentración y líneas de investigación en sus ofertas13. Los países que no consideran esta categoría son Bolivia, Ecuador, República Dominicana y Uruguay. Según el investigador brasileño Fausto Neto (citado en Jacks, 2003), las áreas de concentración corresponden a “las indicaciones que condensan o retratan las El desglose es el siguiente: Argentina (6), Brasil (31), Chile (3), Colombia (1), Costa Rica (1), Cuba (2), México (22), Perú (2), Puerto Rico (1), Venezuela (3). 13 29 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 intenciones de los cursos”, mientras que las líneas de investigación son entendidas como “espacios y dispositivos a través de los cuales la producción científica de cada programa se convierte en una actividad metódica y continuada”. No debe perderse de vista, en todo caso, que en Brasil la correspondencia entre áreas de concentración y líneas de investigación es un índice de alta ponderación dentro de la evaluación periódica de Capes. Excluyendo ahora los posgrados brasileños, la pregunta que surge es: ¿en cuántos de los 41 programas restantes las áreas de concentración y líneas de investigación cobran validez en prácticas de investigación concretas o son mera retórica promocional? Es nuevamente Ricardo Lucio (2002) quien ilumina este punto. Respaldado en numerosos estudios de caso y rompiendo con una definición normativa, prefiere hablar de a) posgrados de buena calidad de investigación que producen conocimientos científicos y tecnológicos relevantes, están apoyados en comunidades académicas sólidas y cuentan con procesos eficientes de formación de investigadores; b) posgrados de especialización que forman en aspectos novedosos y muy tecnificados del ejercicio profesional y, aunque no se plantean como objetivo inmediato la formación de investigadores, su concepción del ejercicio profesional muy competitivo implica la capacidad de asimilar en él la producción científica y tecnológica; c) posgrados “de consumo” que aunque se plantean en el papel la formación de investigadores, son en realidad programas montados sobre la base de comunidades académicas endebles e inestables. Su labor se centra en la “transmisión” de unos conocimientos algo más especializados que los del pregrado y atraen a una clientela que busca fundamentalmente un título. La exigencia, por lo tanto, de un análisis detallado por país sobre esta categoría se hace necesaria, pues ella se vincula necesariamente con el establecimiento y consolidación de una política pública orientada a la formación de cuarto nivel. Lo primero que resalta de esta categoría es la prevalencia (94%) de la modalidad pedagógica presencial. Sólo recientemente se ha producido la creación de maestrías que incorporan modalidades a distancia y semipresencial: la primera el año 1998 (ILCE-México), y la última el año 2004 (Universidad Mayor de San Andrés-Bolivia). Apenas un doctorado, esta vez en Cuba (U. de La Habana), incorpora una modalidad semipresencial. 30 Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Gráfico 8 Posgrados AL por Modalidad pedagógica y Nivel Total: 111 programas MAESTRÍA A DISTANCIA PRESENCIAL SEMI PRESENCIAL 4 82 2 22 1 DOCTORADO Inmersos progresiva y desigualmente en la llamada “sociedad de la información”, todos los organismos internacionales, y con especial énfasis la Unesco (1995, 1998), incluyen en sus documentos de política la integración de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC) a los procesos de enseñanza/aprendizaje, en todos los niveles de la educación superior. La educación a distancia o virtual es considerada, en la práctica, otro tipo de diversificación de los respectivos SES y, según los participantes en el Congreso Universidad 2004, representa “una alternativa útil para garantizar la educación permanente, el incremento de oportunidades de estudios superiores y el desarrollo de estrategias de cooperación”. La realidad de la educación superior latinoamericana, sin embargo, dista de esos propósitos. De acuerdo a un reciente diagnóstico sobre educación virtual elaborado por el Iesalc (2003), la incorporación de modalidades pedagógicas de este tipo ha sido más bien lenta y escasa. Pero no sólo eso: se constata una limitada comparabilidad de información entre los países, la ausencia de un marco legal específico para la educación superior virtual, y la existencia en las IES de tecnología aún muy informativa en vez de interactiva y transaccional. 31 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Tabla 2 Posgrados AL por número de Alumnos y Nivel Alumnos Maestría Doctorado Total entre 4-20 entre 21-40 más de 42 24 26 10 13 ------6 37 26 16 Total 60 19 79 El valor de esta categoría reside en ofrecer una percepción general, y aproximada, de alumnos que cursan la posgraduación, así como en detectar las diferencias entre niveles formativos y países. En primer lugar, se debe señalar que, sobre la base de 79 programas que entregaron la información, el número total de alumnos “declarados” asciende a 3,040, distribuidos así en cada nivel: • • 2,207 alumnos correspondientes a 60 programas de maestría 833 alumnos correspondientes a 19 programas de doctorado Visto por países, destacan Brasil (1,722), México (394), Argentina (353) y Chile (177), cuyo aporte de alumnos a la posgraduación en Comunicación equivale al 87%. De ellos, sólo Chile no registra programas con más de 42 alumnos, siendo Brasil el país mayoritario en este rango. El 13% restante de alumnos se reparte en siete países, en tanto que Cuba, Ecuador y República Dominicana no participaron del recuento. Sobre esta categoría, debe anotarse lo siguiente: el número de alumnos es una información celosamente administrada por los programas y en ningún caso difundida en Internet. Aunque las razones pueden ser múltiples, la más evidente para la sistematización es que representa un claro índice del “éxito” o viabilidad económica del posgrado en el contexto de competencia institucional en que conviven. El 57% de las maestrías y doctorados participa de sistemas de acreditación dentro de políticas de apoyo y fomento al posgrado nacional. Principal aporte a este grupo lo realiza Brasil (31), seguido de Argentina (16) y México (8). El 43% restante 32 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 corresponde a países donde no se han establecido sistemas nacionales de posgrado o, aun existiendo, los programas no se han incorporado a ellos. Gráfico 9 Posgrados AL por Acreditación y Nivel Total: 111 programas NO SÍ MAESTRÍA 45 43 DOCTORADO 3 20 Para el caso de Brasil, la acreditación de sus 31 programas obedece a tratarse de cursos stricto sensu, obligados por ley a someterse a la evaluación de agencias gubernamentales como la Capes y el CNPq. Este último organismo, establecido como evaluador del mérito de los proyectos y los investigadores, ubica a la comunicación dentro del área de Ciencias Sociales Aplicadas. Hasta el año 2002, funcionaba un total de 2,300 cursos stricto sensu en Brasil, siendo la participación de los posgrados de comunicación no considerable aunque bien consolidada. Para el caso de Argentina, el total de programas acreditados por la Coneau asciende a 993 en cinco áreas de conocimiento, entre ellas las Ciencias Sociales, que es donde se ubican los posgrados de comunicación con 16 programas14. En este país, el sistema de acreditación es todavía voluntario. México es el tercer país con alta figuración en esta categoría, con 8 programas acreditados. Participación que desciende todavía más si se la compara con el total de programas registrados en el Padrón Nacional de Posgrado de Conacyt que 14 www.coneau.gov.ar (enero de 2002). 33 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 consigna 23415. Para Fuentes Navarro (2003), sin embargo, los cambios introducidos por la política pública en materia de posgrado “sin duda habrán de modificar las condiciones en que se ha desarrollado el campo académico de la comunicación (y todos los demás campos académicos) en México, pero las implicaciones concretas no pueden estimarse aún”. En el caso de Chile, es todavía menor la participación de los posgrados de comunicación sobre el total de programas acreditados por la Conap (195)16. De las cuatro maestrías consignadas, todas se encuentran en proceso. Caben destacar, por último, los tres programas sometidos a la evaluación del CCNPG en Venezuela y la maestría en Colombia acreditada por el Icfes. Es previsible, de este modo, el avance de los sistemas de acreditación de posgrados, por cuanto el “tema de la calidad” resulta ser cada vez más gravitante dentro de los sistemas de educación superior latinoamericanos17. La cuestión es saber si las acciones, programas y estrategias que se emprendan responderán a una política pública consistente y orientada, en palabras de Ricardo Lucio, “al fortalecimiento de sistemas claros e imparciales de acreditación, tanto nacional como (para los doctorados de calidad superior) internacional”. III. Una propuesta de sentido. Brevemente, diré que cualquier propuesta de sentido sobre la oferta de posgrados de comunicación en América Latina, recién se inicia con una descripción analítica como la anterior. Esto, por dos razones: en primer lugar, pues la continuidad de un esfuerzo de sistematización exige ser enriquecido de nuevas categorías y marcos de referencia para el análisis de un objeto móvil como los posgrados cuya dinámica (temática, institucional, disciplinaria, política, etcétera), es un desafío a la imaginación metodológica. En segundo lugar, pues los posgrados de comunicación, “cargados de futuro” como parecieran estar, requieren previamente tornarse en pregunta, vale decir, en tema relevante al interior del campo académico latinoamericano. Por ahora, subsiste una brecha reflexiva que se prolonga por más www.conacyt.mx (15 de marzo de 2004). www.conicyt.cl (15 de enero de 2005). 17 Bolivia acaba de consensuar las bases teórico-metodológicas de un instrumento de evaluación y acreditación de postgrado, debiendo implementarse a partir de este año (Moreno, 2004), en tanto que el Sinaes de Costa Rica ha realizado 20 acreditaciones de carreras, pero ninguna aún de posgrado (Cox, 2004). 15 16 34 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 de veinte años y que se traduce en ignorancia y desconocimiento de un nivel estratégico de la institucionalización de la comunicación en nuestros países. ANEXO. Siglas y acrónimos AGCS: Acuerdo General de Comercio y Servicios (OMC) Alaic: Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación Anuies: Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (México) BM: Banco Mundial BID: Banco Interamericano de Desarrollo Capes: Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Brasil) CCNPG: Consejo Consultivo Nacional de Postgrado (Venezuela) CNPq: Consejo Nacional de Desarrollo Tecnológico (Brasil) Compós: Asociación Nacional de Posgrados de Comunicación (Brasil) Conacyt: Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (México) Conap: Comisión Nacional de Acreditación de Posgrado (Chile) Coneau: Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Argentina) Conicyt: Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Chile) ECA-USP: Escuela de Comunicación y Artes-Universidade de Sao Paulo (Brasil) Felafacs: Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social Icfes: Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior IES: Instituciones de Educación Superior Iesalc: Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (Unesco) ILCE: Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (México) Intercom: Sociedad Brasileña de Estudios Interdisciplinarios en Comunicación ITESO: Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (México) NTIC: Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación Nupem: Núcleo de Investigación sobre el Mercado de Trabajo-Universidad de Sao Paulo (Brasil) OMC: Organización Mundial de Comercio PNP: Padrón Nacional de Posgrado (México) PUC-SP: Pontificia Universidade Católica de Sao Paulo (Brasil) 35 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 SES: Sistemas de Educación Superior UASB: Universidad Andina Simón Bolívar (Bolivia/Ecuador) UMESP: Universidade Metodista de Sao Paulo (Brasil) Unesco: Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura Bibliografía ALARCÓN ALBA, Francisco (2004): Evaluación y Acreditación de Programas de Postgrado en América Central. Ciudad de Panamá, marzo. Versión electrónica: www.periodicolauniversidad.com BRUNNER, José Joaquín (1990): Educación Superior en América Latina. Cambios y desafíos. Santiago de Chile: Fondo de Cultura Económica. FELAFACS (1983): Simposio Latinoamericano de Estudios de Postgrado en Comunicación Social. Lima, Perú. FUENTES NAVARRO, Raúl (1998): La emergencia de un campo académico: continuidad utópica y estructuración científica. Guadalajara: ITESO-Universidad de Guadalajara. FUENTES NAVARRO, Raúl (2003): Profesionalización avanzada y consolidación académica de la investigación de la comunicación en México. Ponencia en el “Tercer Coloquio Internacional en Comunicación e Información en el Siglo XXI”. Veracruz, 29 de septiembre-1 de octubre. Iesalc (2003): La Educación Superior virtual en América Latina y El Caribe. Versión electrónica: http://www.iesalc.unesco.org.ve MORENO, Zully (2004): Diagnóstico y perspectiva de los estudios de postgrado en Bolivia. 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En Vassallo de Lopes y Raúl Fuentes Navarro (comps.) Comunicación, campo y objeto de estudio (pp.43-58). VASSALLO DE LOPES, Maria Immacolata (coord.)(2001b): Avaliação dos Egressos dos Programas de Pós-Graduação em Comunicação no Brasil. Pesquisa Nupem/Compós. Relatório Final, Volume I, São Paulo. VERANO, Alejandro, Glenda Morandi y Magalí Catino (2003): La formación universitaria en comunicación en la Argentina: realidades y desafíos en el escenario actual de la educación superior. En: Oficios Terrestres, año IX, N° 14, pp.144-153. 37 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Interpretación, Cognición y Teoría de Géneros Televisivos Bernardo Amigo Latorre. Doctor en Ciencias Sociales Université Catholique de Louvain, Bélgica. Resumen Capítulo del libro: Bernardo Amigo Latorre, “Ni fiction ni réalité. Le Je lyrique comme contribution à la théorie des genres télévisuels”, Academia Bruylant, Louvain-la-Neuve, 2001. A. EL GÉNERO EN LA COMUNICACIÓN TELEVISIVA Casi la totalidad de las teorías de la enunciación televisiva coinciden en que el género es una herramienta fundamental, tanto en la relación entre la cadena y el telespectador, como en el proceso de construcción de sentido de los programas. A través del género la cadena televisiva regula las expectativas que construye el telespectador respecto al tipo de acto comunicacional que se realiza en un programa en particular. En el sentido inverso, el género es aquello que permite al telespectador evaluar la coherencia y el estatus de la enunciación en un programa específico. De esta manera, el género se convierte en un criterio fundamental, tanto para la producción de los programas televisivos, como para la interpretación de éstos. "Un género es en la televisión, como en otras prácticas culturales, un medio para establecer con el destinatario, un contrato de lectura que enmarque su actitud de recepción, pero también de manera retroactiva, el trabajo de producción de mensajes emitidos. Incluso cuando el telespectador no es consciente de ello, el adopta, después de un recorrido de los índices del peritexto (anuncios, genéricos, etc.), o del texto mismo (verbal, visual, sonoro), una posición de lectura que orienta, en virtud de un acuerdo implícito, sus expectativas y sus actitudes". (Lochard, G. et Boyer, H., 1995, p. 100). 38 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 En tanto útil de interpretación del acto comunicacional que representa un documento determinado, el género permite distinguir la intención enunciativa del enunciado y, a través de esto, es lo que posibilita, en primera instancia, definir qué es lo que podemos o no podemos esperar de él. En tanto telespectadores, nuestras expectativas no serán las mismas frente a un documental que a un filme de ficción y, en cada caso, será el género el primer y más general principio de lectura y comprensión que evitará la confusión entre un discurso de realidad y otro ficcional, pese que muy a menudo no exista posibilidad de diferenciarlos en el nivel textual. Un nuevo programa nunca aparece de manera aislada del influjo semántico que imponen los géneros televisivos. A partir de referencias explícitas (bandas de anuncios, publicidad) o implícitas (lugar en la parrilla de programación, similitud a otros programas, formas de presentación, etc.) la cadena y el programa mismo, permiten y estimulan expectativas específicas en los telespectadores. "Un texto nuevo evoca en el lector (o en el auditor) un conjunto de expectativas y de reglas del juego con las cuales los textos anteriores lo han familiarizado y, que con el transcurso de la lectura, pueden ser modulados, corregidos, modificados o simplemente reproducidos. La modulación y la corrección se inscriben dentro del campo donde evoluciona la estructura de un género; la modificación y la reproducción, son las que marcan sus fronteras". (Jauss, H-R, 1978, p. 51). El género nos va a interesar, entonces, en la medida que representa la convención básica de lectura de un documento (en nuestro caso televisivo) y que permite al telespectador regular sus expectativas en función del estatus de realidad o de ficción del discurso en un programa en particular. Cada una de las aserciones que hemos señalado respecto del género, son la materia de este capítulo y en su desarrollo tendremos oportunidad de profundizar en ellas. Para ello vamos a realizar un breve recorrido por los principales sistemas taxonómicos que se han construido para la clasificación genérica de los programas televisivos. Sin embargo, con el objeto de fijar el marco general donde estos sistemas de clasificación de los programas de televisión cobran sentido, será necesario considerar antes un aspecto central en la construcción de toda teoría de géneros: el problema de la genericidad1. 1 Traducción del francés de la noción de “généricité” utilizada por Schaeffer. 39 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 1. LA GENERICIDAD: CONSIDERACIONES TEÓRICAS GENERALES Vista desde una perspectiva minimal, toda tipología genérica se presenta como una simple actividad de clasificación lógica de objetos específicos, ya sea que los consideremos textos, documentos, actos de discurso u obras. Si esto fuera realmente así, una teoría de géneros se limitaría al establecimiento de los criterios de identificación unívocos entre los objetos y sus géneros. De esta manera, la fórmula lógica X Є G, donde 'X' representa a un documento determinado y 'G' a un género, sería suficiente para representar la relación de pertenencia que une a un texto a "su" clase genérica. Sin embargo, esta relación de pertenencia del texto a una clase es mucho más compleja de lo que puede dar a entender una concepción tan general de los sistemas de clasificación genérica. Basta preguntarse por el estatus de los nombres de los géneros, es decir, por el carácter que tienen las clases genéricas, o por el tipo de relación que une a los textos y a los géneros, para que surja nítidamente la complejidad. Por una parte, si bien los nombres genéricos son la única realidad tangible desde donde puede partir una taxonomía de los documentos de comunicación, ello no quiere decir que éstas se deban limitar a los nombres que históricamente han definido la pertenencia de un texto a un género. Junto a las denominaciones "históricas", que son aquellas que el uso habitual ha convertido en categorías más o menos regulares (y que por este mismo motivo responden a criterios de identidad sino confusos, por lo menos difusos), existen también las categorizaciones "teóricas", las cuales tienen por objetivo establecer categorías analíticas. Mientras las primeras (históricas), corresponden a la tradición de producción y consumo de los textos, las segundas (teóricas), buscan introducir un orden en las denominaciones con el objeto de hacerlas aprehensibles para el análisis. Por otra parte, a diferencia de lo que ocurre con los sistemas de clasificación biológicos, donde los individuos tienen ciertas características comunes porque pertenecen a una clase, en el caso de los textos y de los actos de discurso en general (y aun más ampliamente en el caso de todo artefacto cultural), los individuos pertenecen a una clase porque tienen ciertas características comunes. Es decir, mientras que la relación entre los textos y los géneros en una concepción biologicista va de la clase al individuo y, por lo tanto, supone una relación de pertenencia global (el individuo pertenece a una clase específica), la relación 40 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 genérica efectiva de los textos a sus géneros va de los individuos a la clase, es decir, ella depende de una causalidad externa y, por lo tanto, las formas de pertenencia de un texto a un género son abiertas y multidimensionales. Esto es válido, tanto para la literatura, como para todos los documentos de comunicación mediática en general. "Una obra literaria, como todo acto discursivo, es una realidad semiótica compleja y pluridimensional; por esta razón, la pregunta por su identidad no puede tener una sola respuesta. Siendo la identidad, por el contrario, siempre relativa a la dimensión a través de la cual se la aprehende. Una obra no es nunca solamente un texto, es decir, una cadena sintáctica y semántica, sino que también, y sobre todo, el cumplimiento de un acto de comunicación interhumana, un mensaje emitido por una persona determinada en circunstancias y objetivos específicos, recibido por otra persona en circunstancias y objetivos no menos específicos. Desde el momento en que uno se concentra en el acto discursivo, antes que sobre su simple realización textual, (...), la heterogeneidad de los fenómenos a los cuales se refieren los diferen5tes nombres de los géneros deja de ser escandalosa: el acto discursivo, en tanto fenómeno pluriaspectual, es completamente normal que admita varias descripciones distintas y, sin embargo, adecuadas". (Shaeffer, J-M., 1989, p. 80). Esta relación multidimensional que designa el o los referentes de los nombres genéricos y las formas de pertenencia de un texto a un género, es lo que Jean-Marie Schaeffer (: p. 75) denomina genericidad. Tomando como punto de partida el hecho de que todo documento es un acto discursivo complejo que corresponde, simultáneamente, a una realidad textual y a una realidad comunicacional, Schaeffer (: p. 79 á 82) establece que la genericidad de un documento puede reenviarnos a cinco criterios de identidad diferentes, según se consideren: el nivel de la enunciación, de la destinación, de la función, o sus aspectos semánticos o sintácticos (ver cuadro N° 1). a. Nivel de la enunciación En el nivel de la enunciación, tres fenómenos permiten establecer la identidad y la diferenciación genéricas de los documentos: 1) el estatus ontológico del enunciador, es decir, si se trata de un enunciador real, ficticio o finta2; 2) el estatus Todo discurso puede ser reenviado, sea a un sujeto de enunciación real, sea a un narrador ficticio, sea a un sujeto de realidad finta, este último corresponde a un narrador ficticio que "aparenta" ser un sujeto de enunciación real (Hamburger, K, 1986). 2 41 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 lógico del acto de enunciación, es decir, si se trata de una "enunciación de realidad" o de una "enunciación ficcional". Mientras el criterio anterior se refería al estatus de realidad del enunciador, este criterio está dirigido a distinguir la realidad de la enunciación enunciada; 3) el modo de enunciación, definido por la oposición platoniana entre mimesis y diégesis o entre representación y narración. Este criterio busca establecer la identidad a partir de la forma de presentación de la enunciación, de la manera en que la enunciación es enunciada. b. Nivel de la destinación El nivel de la destinación corresponde a la dirección hacia la que cual está orientado el acto discursivo, es decir, se refiere al tipo de receptor que supone el documento. En este nivel se pueden distinguir: 1) el carácter del destinatario, es decir, si se trata de un destinatario determinado o indeterminado, si es un destinatario real o un destinatario ficticio; 2) el carácter de la destinación, es decir, si esta es reflexiva (donde el enunciador se dirige a si mismo) o transitiva (donde el enunciador se dirige a un tercero). c. Nivel de la función Este nivel corresponde a la intención del acto comunicacional de un documento. Schaeffer establece dos grandes tipos de función: 1) el objetivo que cumple un enunciado, que comprende tanto los actos ilocutorios como los perlocutorios3 que definen los nombres y la identidad de una clase de documentos; 2) la distinción entre función seria y función lúdica. d. Nivel semántico En el nivel semántico de la genericidad, los elementos identitarios son: 1) los rasgos de contenido, es decir, los elementos relativos al tema o el motivo; 2) el estatus de la estructura semántica, es decir, la oposición entre el sentido literal o figural de un texto. La Teoría de los actos de lenguaje (Austin, J. L., 1962) estableció que en enunciando una frase cualquiera, se cumplen tres actos simultáneos: 1) un acto locutorio, que se cumple por el simple hecho de decir algo; 2) un acto ilocutorio, que se cumple diciendo algo; 3) un acto perlocutorio, que se cumple por el hecho de decir algo. 3 42 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 C U A D RO N ° 1 4 e. Nivel sintáctico Este nivel corresponde al conjunto de elementos formales de realización del acto discursivo y que tienen por función codificar el mensaje, tales como los factores gramaticales, fonéticos, prosódicos, métricos, estilísticos, etc. De estos cinco niveles en los cuales se juega la genericidad de un documento, aquellos que resultan pertinentes al análisis de la comunicación televisiva son los que corresponden a los tres primeros, concernientes al "marco comunicacional" (ver cuadro N° 1). De los otros dos, referidos a la realización del acto discursivo (semántico y sintáctico), sólo el nivel semántico resulta aplicable a este trabajo. Puesto que nuestro interés se concentra sobre todo en los aspectos comunicacionales que permiten la categorización de los programas de televisión y 4 Fuente: Schaeffer, J-M., 1989, p. 116. 43 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 no en aquellos que corresponden al soporte de la comunicación, el nivel sintáctico no va a jugar un rol importante en nuestro análisis. Por otra parte, dicho aspecto, si bien es totalmente pertinente para la definición genérica de los actos de discurso verbales, su transfer a la dimensión audiovisual plantea problemas teóricos y metodológicos mayores, los que van más allá de los límites de este artículo. Es evidente que la complejidad semiótica de un documento de comunicación, no puede ser reducida a una denominación genérica. La utilización de un criterio de identidad es siempre una elección que representa sólo una o algunas de las muchas formas de relación que un texto puede tener con un género Por lo tanto, la genericidad va a ser siempre relativa a los niveles a partir de los cuales se define la taxonomía. No existe una identidad genérica absoluta. "nunca es el texto total el que es identificado por un nombre de género, sino que a lo más, un acto comunicacional global". (: p. 130). En este marco, nuestra tarea será establecer con claridad el nivel de la genericidad que pueda ser pertinente a nuestros objetivos de análisis del clip. 2. LÓGICAS DE LA GENERICIDAD TELEVISIVA La diversidad de criterios que intervienen en la clasificación de un programa televisivo se puede observar, por ejemplo, en las diferentes denominaciones genéricas que puede tener un mismo programa. La emisión “El Termómetro” de canal 11 puede ser clasificada como un "magazin de información" (tomando en cuenta su intención comunicacional), como dentro del tipo "variedades" (en razón a sus contenidos) o, incluso, como un Talk Show (que tiene como criterio la situación de palabra de los participantes). Por otra parte, los objetivos a partir de los cuales se establecen las taxonomías genéricas de los programas de televisión, responden a intereses clasificatorios totalmente diferentes. Por ejemplo, un sistema de clasificación desarrollado para la medición de la audiencia por las empresas de marketing, apoyados en criterios de consumo por grupos sociales, edad o condición sexual, va a ser muy distinto a otro utilizado para optimizar la producción serializada de los programas televisivos, basado en la división del trabajo necesaria para la realización de los diferentes programas, o a uno destinado a dar cuenta de los procesos de comprensión de los telespectadores. 44 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Existen, por lo menos, cinco lógicas taxonómicas distintas para la clasificación de los programas televisivos, las cuales están asociadas a objetivos específicos: las lógicas profesionales, las de regulación, la de archivo, la de la crítica y las lógicas de investigación. a. Lógicas profesionales: optimizar la producción y fidelizar al telespectador Los sistemas de clasificación genéricos que emanan del medio profesional televisivo, tienen el doble objetivo de normar y hacer más eficiente la actividad de producción y, por otra parte, de actuar sobre el telespectador creando expectativas específicas, a través de una proposición de sentido determinada, que permitan su fidelización. i. La actividad de producción En tanto industria cultural5, la televisión debe normar y estandarizar su producción en la perspectiva de su eficiencia. Los conjuntos y subconjuntos técnico-profesionales que corresponden a la división del trabajo en la industria televisiva, están fuertemente orientados por del tipo de programas que producen cada uno de ellos. Por ejemplo, la creación de departamentos de prensa, prácticamente autónomos del resto de los otros equipos de producción; la existencia de "áreas dramáticas" encargadas de la producción de telefilmes u otro tipo de programas ficcionales; las "áreas culturales" dedicadas a la producción de programas de contenido artístico y/o pedagógico-culturales; los equipos de producción de programas infantiles, etc. En este caso el género (información, cultura, telefilme, etc.), opera como una segmentación, técnica y profesional, entre los diferentes equipos de trabajo la cual tiene por objetivo la organización y eficiencia de la producción serializada. Esta división del trabajo en función del tipo de producción, se traduce tanto en una especialización de equipos humanos y profesionales, como en la disposición de equipos técnicos adecuados a cada tipo de actividad. "Industria cultural", concepto acuñado por Theodor Adorno y Max Horkheimer, dos de los fundadores de la célebre Escuela de Francfort. Este término se refiere a la dimensión económico social e ideológica de la producción industrial y circulación comercial de bienes culturales. 5 45 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 ii. Actuar sobre el telespectador Por otra parte, y de una manera más determinante en la construcción de sentido de los programas televisivos, la denominación genérica es un medio con el que cuentan los programadores para orientar y encuadrar las expectativas del telespectador con el objetivo de fidelizarlo, es decir, de crear y mantener una relación durable con él. Un nombre genérico se constituye, así, en una propuesta de sentido que hace la cadena televisiva al telespectador, respecto de una emisión en particular: de un JT esperamos que nos informe de las noticias y de la actualidad del mundo; de una sit'com6 esperamos una representación ficcional cómica y liviana; de un juego televisado, que se respeten las reglas y que gane el mejor. La pregnancia de las categorías genéricas institucionales es muy potente. La mayor parte de los nombres genéricos de los programas televisivos son endógenos, es decir, tienen su origen en el ámbito de la actividad profesional. b. Lógicas de regulación: reglamentar Las lógicas de regulación tienen como objetivo normar y controlar, desde el exterior de este media, la actividad comunicacional de la televisión en la sociedad. Ellas emanan de organismos e instituciones estatales o gubernamentales, la mayoría de las veces, especialmente creados para ello. Tal es el caso de organismos como el Consejo Nacional de la Televisión (CNT) en Chile, que tiene por función la regulación de la actividad, tanto de las cadenas televisivas abiertas y de cable, como del cine; le Conseil Supérieur de l'Audiovisuel (CSA) en Francia. Puesto que estas instancias tienen como objetivo la regulación de la comunicación televisiva en la difusión, las tipologías que desarrollan están definidas por dos criterios principales: el público objetivo y los contenidos de los programas. Es así como se definen tipologías tales como "programas juveniles", "cultura", "información", "entretención", etc. 6 Sit’com: nombre genérico que corresponde a la contracción de “comedia de situaciones” en inglés. 46 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 c. Lógicas de archivo : indexar Una lógica de clasificación que es funcional a todas las otras es la que tiene por objetivo el archivar los documentos televisivos. Tal es el caso del Instituto Nacional del Audiovisual - INA - en Francia, o de las diferentes mediatecas en el mundo entero. La función intermediaria de estos organismos de archivo, resulta de su carácter de fuente para el conjunto de otras actividades relacionadas, no sólo con las lógicas comunicacionales, sino que también con aquellas de carácter económico, historiográfico o artístico. Coherente con esta función, el género es concebido como un medio útil para la clasificación más general y, por lo tanto, no responde, necesariamente, a criterios comunicacionales, como en el caso de las otras lógicas de clasificación. d. Lógicas de la crítica especializada: informar La crítica televisiva es una labor orientada a la información del público (del telespectador) respecto de las diferentes emisiones televisivas, por lo tanto, la clasificación genérica desarrollada por esta lógica está, por lo general, apoyada en las nomenclaturas que ocupa industria televisiva para la difusión de sus productos. Sin embargo, en la medida que la crítica de espectáculos o televisiva (cuando existe de manera diferenciada) está inserta en la actividad periodística, ella está sujeta a fuertes variaciones históricas, ideológicas e, incluso, de la moda o del estilo de cada media. e. Lógicas de investigación: explicar la comunicación Los problemas de clasificación en la investigación no son menos complejos que en otras áreas. Además de la exigencia de rigor y de coherencia lógica y científica, que la distingue de las otras que hemos señalado, la cantidad y diversidad de disciplinas que tienen como objeto de estudio a la televisión, y que corresponden a buena parte de las disciplinas y sub disciplinas que forman las ciencias sociales, tiene como consecuencia la existencia de sistemas taxonómicos basados en criterios epistemológicos totalmente diferentes. 47 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 A lo anterior debemos sumar la incesante variedad de objetos producidos por este media, situación que permite y exige una pluralidad de enfoques aun dentro de un mismo ámbito disciplinario. Sin embargo, si bien son muchas las lógicas de investigación que han desarrollado sistemas de clasificación genérica de los programas de televisión7, el ámbito de la investigación que más se ha interesado por el problema genérico en la televisión es el de la semiología de la televisión. A diferencia de otras lógicas de investigación que tienen al género como un artefacto para la indexación de los programas televisivos, para la semiología la problemática taxonómica respecto de la televisión es cualitativamente distinta, pues considera al género como una herramienta principal en la relación entre la cadena televisiva y el telespectador. En esta área, el interés de la investigación respecto del género está puesto, principalmente, en su rol en el proceso de construcción de sentido de los programas televisivos. Por esta razón, la mayor parte de las propuestas de clasificación genérica de las emisiones, definen el género desde una perspectiva pragmática, donde el problema de la enunciación ocupa el centro de las definición de las tipologías. Es en el ámbito de la investigación de la comunicación televisiva donde se han propuesto los sistemas taxonómicos más consistentes. B. EL ESPECTRO TEÓRICO RESPECTO DE LA GENERICIDAD TELEVISIVA Pensar los géneros televisivos desde el punto de vista teórico exige considerar la existencia de lógicas taxonómicas tan diversas y heterogéneas como la complejidad del acto de comunicación que representan las emisiones de televisión. Si todo texto es un "objeto semiótico complejo", inútil intentar una clasificación universal y definitiva. Más aun si se trata de documentos televisivos, puesto que en ellos se articulan materias de expresión de naturaleza heterogénea y polisémica, como son la imagen, la voz, la escritura, la música, los sonidos, etc. Por este mismo motivo, tampoco se puede esperar que las tipologías genealógicas de los programas televisivos, respondan a un sólo y único criterio de clasificación. Entre ellas, las aproximaciones sociológicas funcionalista de análisis de contenidos o la sociología crítica de la "Escuela de Francfort", por nombrar sólo dos ámbitos principales. 7 48 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 "Toda clasificación genérica está fundada sobre criterios de similitud (…) La identidad de un género es, fundamentalmente, aquella de un término general idéntico, aplicado a un cierto número de textos". (Schaeffer, J-M, 1989, p. 64). En otras palabras, toda tipología genérica reposa sobre una teoría de la identidad que permite construir un determinado tipo de relaciones de similitud entre los documentos. Por ejemplo, en literatura, el género de la octavilla corresponde a la aplicación de un criterio de identidad construido a partir de los aspectos métricos del texto y no de su función discursiva, como es el caso de la oda o la plegaria. Como hemos señalado, al instar de Shaeffer, un programa televisivo es una realidad semiótica compleja, por lo tanto, el problema de su identidad no puede tener una sola dimensión. Cuando se trata de sistemas taxonómicos no científicos8, los cuales Schaeffer denomina "históricos", los criterios de identidad son muy relativos y difíciles de discernir. ¿que criterio común de genericidad puede haber entre la denominación "Soap-opera" y la de "Telenovela" o entre una "Variedad" y un "Magazin"? Por el contrario, aquellas taxonomías de pretensiones científicas, "teóricas" en la denominación de Shaeffer, tienen justamente, por objetivo la construcción de sistemas coherentes basados en criterios de identidad sólidos y consistentes. En función del criterio de identidad utilizado, es posible reconocer dentro del ámbito de la semiología de la televisión, tres grandes tipos de propuestas respecto de la genericidad, según ellas consideren una identidad en el nivel: 1) “semiolingüístico; 2) sociodiscursivo (semio-sociológico o sociosemiótico9 ; 3) o cognitivo (semio-pragmático o semio-cognitivo10. En los nombres genéricos utilizados por la práctica profesional, por ejemplo, el criterio de identidad puede variar desde aspectos absolutamente técnicos, como en el caso de la denominación video-clip que alude al soporte material del documento y a la vez a su función programática (un clip es un programa corto que puede ser insertado allí donde sea necesario llenar los espacios vacíos de la programación), a otros referidos a la función o a sus efectos comunicacionales, como es el caso de la sit'com. 9 La "sociosemiótica" es definida por Eliseo Verón como : "una teoría de los discursos sociales". (: 1982, p. 100). 10 Si bien aun no se puede hablar con plena propiedad de una aproximación semio-cognitiva en el análisis televisivo, esta denominación permite distinguir entre la propuesta "sémio-pragmatique" de Roger Odin, y la de Françoise Jost, esta última, teniendo como referente principal la pragmática anglosajona, introduce un punto de vista cognitivo al análisis desde el momento en que se interesa en los procesos inferenciales de interpretación espectatorial. 8 49 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 1. IDENTIDAD LINGÜÍSTICA Un primer criterio de clasificación taxonómica de los documentos televisivos (también el primero en manifestarse en la discusión semiológica respecto de la televisión), tiene como punto de partida la constatación de una identidad entre el lenguaje televisivo y el lenguaje cinematográfico. Según Christian Metz (: 1971): "El cine y la televisión, en el fondo, no son otra cosa que dos lenguajes vecinos, pero que empujan esa vecindad mucho más lejos que los otros lenguajes entre si. En el seno de cada uno de ellos los rasgos físicos pertinentes y los códigos específicos que pertenecen a uno y al otro, son mucho más importantes que aquellos que no les pertenecen. (...) El cine y la televisión son dos versiones tecnológica y socialmente distintas, de un mismo lenguaje que se define por un cierto tipo de combinación entre palabras, música, ruidos, grafísmos e imágenes en movimiento ". (Metz, Ch., 1971, p. 180). En otras palabras, cine y televisión serían dos "variedades textuales" de una misma clase de lenguaje, lo que no quiere decir que las diferencias entre estos dos medias sean despreciadas por este punto de vista. Por el contrario, la distinción es precisamente la base a partir de la cual esta concepción puede construir una tipología genérica. Luciano Alvarez García, en su libro "Poétique du direct télévisuel" (: 1985), desarrolla la idea de que la distinción principal de la televisión respecto del cine es, justamente, la posibilidad de emisión en directo de imágenes y sonidos. El directo, según el autor una "especificidad televisiva absoluta", es la única clase de textos que el cine no puede producir y que, además, constituye la forma más desarrollada del discurso televisivo. Esta diferencia fundamental entre los dos medias es asumida como una variedad tipológica dentro de un sistema de referencia más amplio que engloba al cine y a la televisión, y que Alvarez denomina el "audiovisual-cinético". "El cine y la televisión apelan a formas aveces distintas de organización de sus materias (expresión y contenido), como resultado de compromisos tecnológicos, sociales, políticos o psicológicos (...) todas estas diferencias están en el origen de los diferentes géneros, es decir, de los diferentes sistemas textuales particulares (...) Incluso en su especificidad, el directo televisivo participa de los recursos generales otorgados por el audiovisual-cinético” (Alvarez, L, 1985, p. 18 - 19). 50 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 De esta manera, el criterio de identidad lingüística va a permitir diferenciar las distintas expresiones posibles dentro de la identidad tipológica que representa el cine y la televisión y que están comprendidas en el "audiovisual-cinético", en tanto categoría de referencia de ambas expresiones mediáticas. Dentro de una propuesta como esta, el tipo de fenómenos a que van a estar referidas las categorías genéricas corresponderá a la distinción de "sistemas textuales particulares", es decir, se ubicará en el nivel de la realización que define Schaeffer. 2. IDENTIDAD SOCIODISCURSIVA Un segundo tipo taxonomía genérica que se ha desarrollado, es aquel centrado en los rasgos de la singularidad sociodiscursiva de la televisión. Este cambio de eje de pertinencia disciplinario respecto del criterio de clasificación anterior, va a determinar que la lógica de clasificación de los documentos responda a las funciones y efectos sociales de los discursos televisivos. El impulso fundador de esta tendencia de la semiología de la televisión, es el artículo de Eliseo Verón "Il est lá, je le vois, il me parle", donde el autor argentino, a partir del análisis de un género televisivo particular como es el JT, señala las bases de una sociosemiótica general: "Ella [la teoría de los discursos sociales o sociosemiótica] parte de los discursos sociales (discurso político, publicitario, de información, literatura, conversaciones en contextos cotidianos o institucionales determinados, etc.), ella intenta comprender sus propiedades y sus modos de funcionamiento en el seno de una sociedad determinada, considerando que su estatus de objetos sociales determina los otros niveles del sentido” (Verón, E, 1982, p. 102). A diferencia de lo que ocurría en una tipología construida a partir de la identidad lingüística, donde cine y televisión no son sino variedades de un mismo lenguaje, el acento en la identidad sociodiscursiva va a definir una fuerte diferenciación entre los dispositivos del cine y de la televisión. Así, esta propuesta conduce al desarrollo de tipologías autónomas y singulares para la televisión. Este criterio de identidad concibe los géneros televisivos como "interfaces significantes", es decir, como dispositivos situados en el punto de articulación de la producción y de la recepción de los textos, que permiten la construcción de sentido social. Es por esta razón que los sistemas genéricos que se derivan de esta 51 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 aproximación sociodiscursiva de la comunicación televisiva, son tan diversos como complejos y van a depender del énfasis que cada autor ponga en los niveles de análisis y de discriminación que le son propios. Testimonio de ello son las tipologías genéricas de Lochard y Soulages (: 1998); de Patrik Charaudeau (: 1997a) o de Noël Nel (: 1997). "Muy seguido se ha remarcado que la televisión está particularmente adaptada a ingerir las características formales de los medias que la han precedido (…) esto no debe desanimar la investigación en torno a la coherencia posible de la acción televisiva y de las lógicas que ella desarrolla (…) A través de la expresión ‘habermasiana’ de acción comunicacional, yo busco sentar las bases de una teoría de la acción social bajo la forma comunicacional, muy exactamente mediática y muy precisamente televisiva. En el campo mediático, el cual sería necesario aproximarse desde un triple punto de vista filosófico, sociológico e histórico, se despliegan formas sociales de comunicación iniciadas por la televisión”. (Nel, N, 1997, p. 41). La complejidad disciplinaria que plantean, por su parte, los modelos de LochardSoulages y Charaudeau, se ve reflejada en la necesidad de integración de diferentes niveles de pertinencia para el análisis y para la definición de las tipologías genéricas. Por ejemplo: el “lugar de las condiciones de producción”; el “lugar de la construcción del discurso televisivo; el “lugar de la interpretación” (Lochard, G, et Soulages, J-C, 1998, p. 89) ou (Charaudeau, P, 1997-b, p.p. 15 á 22). "El primero de estos lugares de análisis es, desde una postura sociologisante, un foco de interrogantes sobre las prácticas profesionales y los objetivos de influencia que sostienen la puesta en obra de los proyectos de palabra televisiva (programación y programas). El segundo, es por definición aquel de una aproximación semiolingüística o semiodiscursiva de los productos, aprehendidos en sus diferentes niveles de actualización lingüística: icónico-visual, lingüístico, discursivo, vocal. Por último, el tercero es aquel (aun más abierto) de las aproximaciones sociológicas, antropológicas y psicosociológicas de los procesos de recepción de los productos televisivos”. (Lochard, G, et Soulages, J-C, 1998, p. 90). Situándose de manera privilegiada en el "lugar de construcción del discurso televisivo”, entendido como el cruce entre los "proyectos de influencia" (Charaudeau, P, 1995) y los diferentes "contratos y subcontratos" (Lochard, G, et Soulages, J-C, 1998) que se establecen entre la cadena televisiva y el telespectador, esta propuesta es el punto de encuentro de una semiología de la producción y de una semiología textual. La definición de las categorías genéricas se desarrolla en torno a la existencia de estos grandes pactos o contratos de relación entre la cadena (y más en 52 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 general la TV en tanto media) y el telespectador: información, entretención, lúdico, espectáculo, etc. Los géneros son, desde este punto de vista, configuraciones textuales características que se construyen a partir del proceso de serialización de la producción televisiva y de ritualización de la comunicación mediática. "Simples y autónomos para algunos, estas configuraciones textuales, cuando se articulan con otras, pueden dar lugar a la definición de amplios y heterogéneos ‘complejos textuales’ (el telediario o el magazine por ejemplo). Estas son estabilizaciones formales, objetos de denominación, más o menos consagrados por los uso sociales que pueden ser considerados desde esta óptica, como géneros sumisos a actos siempre provisorios de clasificación". (Lochard, G, et Soulages, J-C, 1998, p. 103). Planteada en estos términos, las categorías de programas televisivos que resultan de un modelo como este, se van a traducir en "dispositivos de mediatización televisiva, que movilizan procedimientos lingüísticos característicos y reveladores de estrategias de discursos específicos". (Op. cit., p. 102). 3. IDENTIDAD COGNITIVA Por último, un tercer tipo de taxonomía semiológica de los programas televisivos, es aquella que tiene como punto de partida las dinámicas cognitivas involucradas en la comprensión de un documento televisivo. Los elementos que van a definir las categorías genéricas dentro de un criterio de identidad como este, son las representaciones mentales, los procesos memoriales y, principalmente, las tareas inferenciales de interpretación en recepción. "Podría decirse que hay género desde el momento en que, para pensar o interpretar un programa, se le ordena dentro de una categoría más vasta que facilita la operación. Ese impulso que nos proyecta de lo desconocido hacia lo conocido (…) podría ser la ley del género". (Jost, F, 1997, p. 13). Representada, de manera más o menos difusa, por el análisis semio-pragmático de la "neo-televisión" de Francesco Casetti y Roger Odin (: 1990) y por los trabajos de Dominique Pasquier (: 1994, '98-a, '98-b) sobre la serie "Hélène et les Garçons", y de manera más consistente, por el análisis pragmático de la recepción de Dominique Chateau (: 1998) y, sobre todo, por las propuestas teóricas de Françoise Jost (: 1995, '96, '97, '98-a, '98-b, '99, 2001-a y '01-b), esta tendencia aun no constituye un 53 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 territorio autónomo y diferenciado dentro del ámbito de la semiología de la televisión, y sus fronteras se confunden, a menudo, con aquellas del análisis pragmático de corte sociosemiótico o semiolingüístico, de los cuales es tributaria. En este sentido, la distinción que hacemos aquí entre esta tendencia de análisis y la anterior, no está dada porque ella se presente como una oposición, negación o superación de la pragmática, sino que por el contrario, se funda en el hecho de que ella incorpora al análisis de los procesos relacionales y enunciativos de la comunicación televisiva, una perspectiva focalizada en los procesos inferenciales y cognitivos de comprensión espectatorial, la cual no existe, o no es protagónica, en las otras. A diferencia de lo que ocurre en una tipología construida a partir de un criterio de identidad sociodiscursiva, donde las categorías responden a las funciones y efectos sociales de los discursos televisivos y, por lo tanto, son específicas de la comunicación televisiva, un modelo de géneros basado en una identidad cognitiva, conduce al desarrollo de tipologías globalizantes, las que no se limitan sólo a la comunicación televisiva, sino que son solidarias con una perspectiva de explicación más general de la construcción de sentido de los documentos de comunicación en general. "Cuando se rechaza, como yo lo hago, la división fácil entre buenos telespectadores – esos que siguen las leyes de la narratología - y los malos – todos los otros -, es necesario advertir que la comprensión espectatorial no es posible pensarla como simétrica al modelo genético, es decir como una simple decodificación de un dispositivo enunciativo. Es verdad que las imágenes proyectadas en la pantalla no son otra cosa que sombras y luces, que los personajes de la novela no son más que seres de papel, que los personajes de un filme son como marionetas animadas por un ventrílocuo: nosotros sabemos todo eso. Sin embargo, tal como lo ha planteado Arthur Danto, (…) 'no es posible reducir una obra a su soporte material ni identificarla con el’: la obra exige ser interpretada". (Jost, F, 16 1992, p. 42). Este criterio de identidad cognitiva concibe los géneros televisivos como herramientas de interpretación de los programas, en el nivel espectatorial, basándose en la idea de que esta labor de interpretación reposa, principalmente: "no en la similitud perfecta del profílmico y nuestro mundo, sino que en el reconocimiento de un universo cognitivo común". (Jost, F, 1992, p. 43). Al igual que en las tipologías construidas a partir de un criterio de identidad sociodiscursiva, en la aproximación cognitiva el género es uno de los elementos 54 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 principales en el establecimiento de la relación entre la cadena y el telespectador. Pero además de ello, es el elemento que permite la puesta en marcha de los procesos inferenciales de comprensión espectatorial, concebidos como la construcción de hipótesis interpretativas pertinentes a partir de los índices que aporta la enunciación televisiva. En otros términos, el género es una herramienta para la construcción de pertinencia interpretativa que condensa los saberes y creencias del telespectador sobre el estatus de realidad de las emisiones y, en una dimensión más amplia, sobre la comunicación televisiva misma. 4. LA ENUNCIACIÓN Y EL TELESPECTADOR Como resulta evidente, cada una de las tres perspectivas sobre la genericidad televisiva que acabamos de señalar, son el resultado de tres aproximaciones teóricas diferentes respecto del problema de la comunicación mediática y, por lo tanto, ninguna de ellas es completamente reductible a las otras. Esta irreductibilidad nace del hecho que ellas parten de supuestos epistemológicos distintos y que apelan a metodologías de análisis también diferentes. Sin embargo, y pese a sus importantes incompatibilidades, estas propuestas tampoco pueden ser consideradas como sistemas antagónicos, puesto que no se nos presentan como "teorías generales de la comunicación televisiva". Es decir, no intentan ser modelos explicativos del conjunto del fenómeno, sino que más bien, ellas son pertinentes al análisis de un área específica de la complejidad semiológica de este media: su aspecto lingüístico, su carácter sociodiscursivo y su dimensión cognitiva. En otras palabras, ellas buscan explicar un aspecto particular de la comunicación y no "la" comunicación televisiva en general. En este contexto, aquello que nos va a interesar de manera principal, es la pertinencia de las perspectivas señaladas y de los modelos de clasificación genéricos que se desprenden de cada una de ellas. Como señalamos antes, la atribución (el reconocimiento) del estatus de realidad o de ficción de la enunciación en un programa televisivo, va a estar determinada por el posicionamiento del telespectador y por los criterios de apreciación de la intención enunciativa. Por lo tanto, aquello que va a definir nuestro interés teórico, será el rol que asignan al telespectador y el lugar donde ubican el problema de la intención enunciativa, cada una de las tres propuestas señaladas. 55 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 a. El texto enunciador De inspiración estructuralista, la aproximación lingüística del género televisivo, acota el problema de la enunciación al texto. "El enunciador se encarna en el único cuerpo que tiene disponible: el cuerpo del texto, es decir en una cosa (…) El enunciador es el filme, el filme en tanto foco o centro, orientado como tal, el filme como actividad". (Metz, Ch, 1991, p. 26). De esta manera: "La enunciación puede ser reconstruída según un simulacro lógico-semántico elaborado a partir solamente del texto". (Greimas, A-J, et Courtes, J, 1993, p. 171). Pese a que el principio de pertinencia definido por esta propuesta es el de tratar los textos como unidades de discurso, su concepción limita la discursividad a los márgenes del texto (del programa) y, por lo tanto, excluye o relega a un plano secundario, los problemas relacionados con los contextos, la producción y la recepción. El texto (el programa) es considerado como un objeto de lenguaje y por lo tanto, intención enunciativa del realizador o de la cadena y el sentido del enunciado cobra realidad y se encarna en el código. Por esta razón el texto puede ser analizado de manera independiente de los contextos. Como consecuencia de esto, en el otro extremo, la labor del telespectador no es otra que la decodificar, correctamente, el programa. La comprensión y la interpretación se suponen lineales y coherentes con la intención enunciativa del texto, por lo tanto, la significación surge del acto de codificación y decodificación. El lugar que asigna al telespectador este tipo de teorías es pasivo, puesto que su rol es el de hacer una lectura correcta y su posición está supeditada a la centralidad del texto. La intención es aquella que se encarna en el documento televisivo. En esta perspectiva, la “realidad” o la “ficcionalidad” de un programa televisivo se desprende de sus características textuales. Este es el rol que se asigna a las "marcas de ficción", de los discursos audiovisuales de carácter ficticios, y los diéiticos o "marcas de enunciación" en los discursos de realidad. Coherente con esta postura, Luciano Alvarez, refiriéndose a los procesos de desficcionalización y construcción 56 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 del verosímil en el directo televisivo, acota a los aspectos textualesenunciativos, la posibilidad de reparar el estatus de realidad o de ficción de los programas: "Cada sistema produce códigos (aquellos de desficcionalización entre otros) que son, por lo general, opuestos dialécticos a aquellos del sistema anterior (…) La desficcionalización puede ser considerada como la suma de los operadores que actúan como articuladores del verosímil necesario para eficacia del texto". (Alvarez, L, 1985, p. 110). En la medida que esta tendencia de análisis está focalizada en los aspectos códicos y textuales, los conceptos de enunciación, enunciador y enunciatario, no están desarrollados como en las aproximaciones pragmáticas de la televisión. b. Los dispositivos de enunciación La aproximación sociodiscursiva, ubica la problemática de la enunciación, en el nivel de la relación entre la producción y la recepción de los mensajes televisivos. De ello intenta dar cuenta la noción de dispositivo de enunciación, introducida por Eliseo Verón (: 1983) y que posteriormente ha sido profundizada, reinterpretada o redefinida por él mismo y por muchos otros investigadores. El término dispositivo de enunciación busca sintetizar todos los elementos discursivos que juegan un rol en la construcción de la relación entre la cadena de televisión y el telespectador, tales como las características de la imagen, las características del discurso verbal, los aspectos analógicos de la comunicación humana (gestos, entonación, miradas), las características del sonido, etc. Como es evidente, los alcances y objetivos de esta relación, sobrepasan con creces el ámbito de la cadena, en tanto instancia de difusión, y del telespectador, en tanto individuo receptor. La categoría de relación que se desprende de la noción de dispositivo está situada en el nivel social y corresponde a los procesos de negociación (o confrontación, según la óptica particular de cada autor) entre las "estrategias de influencia" de la cadena y las "competencias interpretativas" del telespectador. Por lo tanto los dispositivos de enunciación son dispositivos mediáticos específicos orientados a fines sociales estratégicos. Desde el momento que consideramos a los dispositivos como configuraciones mediáticas estratégicas, es decir, como proyectos de influencia específicos que ponen en juego las competencias interpretativas del receptor, la atención del 57 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 análisis va a estar focalizada en los objetivos enunciativos que persigue la producción del programa televisivo, antes que en los objetivos estratégicos o interpretativos del receptor. La instancia de recepción (el telespectador) no configura los dispositivos (elementos centrales en el análisis) sino que está llamado a intelegibilizarlos o a interpretarlos. Por lo tanto, su acción dentro de este modelo, pese a no ser pasiva como en el anterior, ocupa un segundo nivel de importancia detrás de la instancia de producción. Su rol por lo general es el de reconocimiento de la intención enunciativa del enunciador. "El fragmento de discurso no es más que uno de los dos términos de un sistema más complejo que comporta dos otros: la instancia de producción y la instancia de reconocimiento". (Verón, E, 1987, p. 207). La aproximación desarrollada por Lochard y Soulages va en la misma dirección. Por una parte, establece la existencia de tres "regímenes canónicos" del dispositivo enunciativo de mediatización: el dispositivo de mostración, el dispositivo de ficción y el dispositivo de puesta en espectáculo (: 1998, p. 102). Todos ellos describen los objetivos enunciativos en producción. Por otra parte, asigna al telespectador un rol comunicacional, a partir de: "una teoría de la intencionalidad que exige una participación activa de reconocimiento por parte de la instancia de interpretación". (Op. cit. p. 86). Aun más comprometida en el análisis de la instancia de producción, es el planteamiento de Noël Nel respecto del dispositivo televisivo. El investigador identifica el dispositivo televisivo con: "El concepto de dispositivo estratégico entendido, a la manera que lo hace Michel Focault, como una red de elementos heterogéneos que constituyen una formación, en un momento histórico dado, que responde a una función estratégica dominante". (Nel, N, 1998, p. 60). En este contexto, la realidad o la “ficcionalidad” de la enunciación va a estar definida, principalmente, por la referencia a la "institucionalización"11 del discurso. Es decir, por el conjunto de obligaciones textuales y contextuales que regulan los Respecto de la noción de institucionalización, ver: Odin, R, "Sémiopragmatique du cinéma et de l'audiovisuel. Modes et institutions", Mullern, J-E., Towards a pragmatics of the audiovisual, Munster, Nodus Publikationen, 1994. 11 58 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 "modos" de ser de los mensajes televisivos12, y que corresponden a la intención enunciativa de la instancia de producción. c. La construcción espectatorial de la enunciación Como la anterior, la perspectiva "cognitiva" de la genericidad televisiva, ubica la problemática de la enunciación en la relación entre la cadena (instancia mediática de producción) y el telespectador (instancia espectatorial de recepción). Sin embargo, a diferencia del aproximación sociodiscursiva, aquí se privilegia la explicación de los procesos de interpretación, en el polo de la recepción, antes que los de influencia o estratégicos de la producción. La labor de interpretación de los mensajes televisivos por parte del telespectador, es concebida como una construcción inferencial a partir del levantamiento de los índices textuales y contextuales del programa televisivo, a diferencia del rol pasivo que se le asignaba en la perspectiva "lingüística" y del rol de reconocimiento que se le suele dar en algunos puntos de vista sociodiscursivos. Esta perspectiva no tiene como preocupación el problema de la determinación de la intención del enunciador como en el caso del análisis de discurso y del análisis sociodiscursivo de origen semiológico. Pero tampoco considera que ella esté limitada a los márgenes del texto, como la concepción lingüística de la comunicación televisiva. La intención enunciativa es aquella que construye el enunciatario, la que no necesariamente corresponde a la intención "real" del enunciador. "Para que un filme sea reconocido como una obra o para que un documento sea reconocido como un discurso de la realidad, (…) es necesario que el sea considerado como un artefacto de origen humano y de destinación humana (…) Si bien esto no exige al lector encontrar la ‘intención real’ que preside a su concepción y fabricación – concepción solidaria de una teoría que ve en la obra un proceso de codificación y decodificación simétricos – ello supone que existe una presunción de intencionalidad". (Jost, F, 1998-b, p. 14). En otros términos, el objetivo del análisis es la definición de las posibilidades de interpretación que permite un documento televisivo en recepción, antes que los objetivos estratégicos del enunciador. Los modos definidos por Odin son: fictionalizante, documental, energético, espectacular, privado, estético y persuasivo. Op. cit. 12 59 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 El estatus real o ficticio de un programa televisivo, estará determinado por el tipo de inferencias que es posible desarrollar a partir de los índices textuales y contextuales del programa. Por lo tanto, el programa será concebido como un artefacto de comunicación ostensiva-inferencial13. d. Elecciones teóricas Cada una de estas tres propuestas teóricas de las cuales se desprenden sistemas taxonómicos diferentes, hace abstracción o relega a un segundo plano aspectos que en las otras son principales. Mientras que para la perspectiva centrada en el texto los elementos contextuales no son importantes, para el punto de vista relacional los aspectos códicos del lenguaje televisivo son secundarios. Del mismo modo, mientras para una la enunciación es el texto mismo, para otra es un dispositivo complejo que considera las distintas dimensiones del discurso en su contexto social y cultural y para la otra, la enunciación es una construcción del telespectador a partir de los índices textuales y contextuales de una emisión. Como hemos podido comprobar, el objetivo de "explicar la comunicación televisiva", que funda el interés de la semiología por los géneros, resulta muy amplio (e incluso ambiguo y engañoso) si no lo ponemos en relación con los aspectos específicos de la comunicación que cada aproximación teórica aborda y si no se hacen explícitos con claridad los límites de sus objetivos de análisis. En este mismo sentido, nuestra ambición tampoco puede ser intentar una respuesta definitiva al problema de la comunicación televisiva. En otras palabras, la pregunta a la que debemos responder es ¿cuál de estas tres perspectivas teórico-metodológicas resulta más pertinente a nuestros objetivos de análisis y de categorización genérica de programas concretos de la parrilla de programación? Por la vía de la primera definición que avanzamos respecto del género (instrumento que permite regular las expectativas de construcción de sentido del telespectador respecto de un programa en particular), aquello que se establece de manera implícita, es nuestro interés por la explicación del proceso que tiene como resultado la formación de expectativas en la recepción, es decir, en el nivel del telespectador. La referencia de Jost a la "Teoría de la Pertinencia" de Sperber y Wilson, es explícita, no así en el caso de Odin. Como veremos más adelante, la noción de "comunicación ostensiva-inferencial" es una de los pilares sobre los que el Jost apoya su punto de vista sobre la enunciación televisiva y, por esta misma razón, es lo que nos permite calificarla de "semiocognitiva", aun cuando esta denominación pueda parecer algo prematura. 13 60 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 "La creación de un texto implica, desde un primer momento, la elección: no existe el texto desnudo, ni el grado cero de la escritura. Por ejemplo, el acto de escribir un soneto, es al mismo tiempo el acto de privilegiar un régimen de convenciones reguladoras. Esto no quiere decir que un texto deba ser siempre abordado a partir de los aspectos genéricos privilegiados por el autor. En efecto, la decisión de abordar una obra según un régimen genérico antes que de otro, depende también de nuestros intereses cognitivos". (Schaeffer, J-M, 1989, p. 185). En este marco, resulta evidente que nuestros objetivos de análisis parecen mucho más próximos a los planteamientos de una tipología que tiene como tarea la explicación de la recepción, que otra orientada a los aspectos relacionales del discurso televisivo o a las características textuales del programa. C. EL GÉNERO COMO HERRAMIENTA DE INTERPRETACIÓN ESPECTATORIAL Como hemos sostenido, el instrumento que permite a la cadena televisiva actuar sobre el telespectador y a éste último la construcción de un marco de pertinencia para la interpretación de un programa en particular, es el género. ¿Pero como se articulan estas dos nociones de interpretación y género? Desde el punto de vista que hemos denominado "semio-cognitivo", la principal tarea del telespectador, en tanto componente humano esencial de la comunicación televisiva, es el saber interpretar los diferentes mensajes y programas que componen la comunicación televisiva. La condición básica que permite interpretar un documento en general y un programa televisivo en particular, es la presunción de que en su origen existe una intencionalidad comunicacional. “Cada vez que yo considero que algún ruido o que una inscripción sobre una hoja de papel constituyen, en tanto mensajes, un ejemplo de comunicación lingüística, debo admitir, entre otras cosas, que ese ruido o esa inscripción han sido producidos por un ser o por unos seres que se me parecen más o menos y que para ello, han tenido alguna intención. Si considero el ruido o la inscripción como un fenómeno natural, como pueden ser el ruido del viento en los árboles o una mancha sobre el papel, yo los excluyo de la clase de comunicaciones lingüísticas, incluso en el evento que el ruido o la inscripción no puedan ser distinguidos de palabras habladas o escritas”. (Searle, J, 1972, p. 53). 61 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Atribuir una intención a un documento no es otra cosa que la construcción de una figura humana en su origen. Esto es tan válido para la comunicación lingüística, como para la audiovisual. Tanto la atribución de una intención, como la construcción de un responsable de una emisión televisiva, son siempre hipotéticas y contextuales. Es decir, es una posibilidad de explicación y no una demostración de ella. Por este motivo, no existe razón alguna para pensar que las hipótesis que son posibles de formarse siempre deban corresponder a la intención "real" o al sujeto responsable "efectivo". En otras palabras, todo proceso de interpretación va a ser relativo a la situación concreta en que ella se realiza y, por lo tanto, no existen buenas o malas interpretaciones, sino más bien, aquellas que resulten pertinentes y las que no. Sin embargo, el hecho de que el proceso de interpretación sea hipotético y contextual, no significa que sea aleatorio. Por el contrario, existe un conjunto de mecanismos inferenciales que permiten la formación de hipótesis correctas respecto del acto de comunicación. Estos mecanismos inferenciales corresponden a un proceso lógico que, a partir de un cierto número de informaciones conocidas (premisas), pueden derivar nuevas conclusiones. "Los procesos inferenciales son totalmente diferentes de los procesos de codificación. Un proceso inferencial tiene como punto de partida un conjunto de premisas y como fin, un conjunto de conclusiones que son lógicamente implicadas o, por lo menos, justificadas por las premisas. Un proceso de codificación, en cambio, tiene como punto de partida una señal y por finalidad, la reconstitución del mensaje asociado a la señal, a través del uso de un código subyacente. En general, las conclusiones no están asociadas a sus premisas por la acción de un código, y las señales no tienen por conclusión lógica los mensajes que ellos vehiculizan". (Sperber, D, et Wilson, D, 1989, p. 27). En la medida que los seres humanos son "dispositivos eficaces de tratamiento de la información" (: p, 76) y que buscan "maximisar la eficacia del tratamiento de la información" (: p. 80), el acto de comunicación tiene por objetivo “hacer manifiesto” al receptor la intención enunciativa del emisor comprendida en el acto comunicacional. Para que una información pueda ser procesada por un individuo, esta tiene que constituirse en un acto de “ostensión”. "Un comportamiento que hace manifiesta una intención de hacer manifiesto algo, es un comportamiento ostensivo o de manera más simple, una ostensión. Mostrar algo 62 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 a alguien es un caso de ostensión. Nosotros sostendremos que la comunicación intencional es también un caso de ostensión". (: p. 81). Entonces, si el receptor puede reconocer un comportamiento o un documento como un acto comunicacional, es porque puede ver en él una intención de “hacer manifiesto” algo por parte del productor o del emisor: una ostensión. Pero, ¿qué permite inferir la intención de un acto de ostensión? "Un comportamiento ostensivo permite inferir pensamientos. Esto es posible porque un comportamiento como tal comporta una garantía de pertinencia. El comporta esta garantía de pertinencia porque los seres humanos prestan atención automáticamente a eso que les parece lo más pertinente. [La tesis principal de Sperber y Wilson es (…)] que un acto de ostensión comporta una garantía de pertinencia y que ese hecho – que denominaremos como ‘principio de pertinencia’ – hace manifiesta la intención que sostiene la ostensión". (: p. 82). Es justamente en este sentido que un género puede ser considerado una herramienta para la construcción de pertinencia interpretativa de los documentos televisivos. En la medida que la denominación genérica hace manifiesto el estatus de la enunciación de un programa televisivo, ella corresponde a una ostensión del carácter del programa y es lo que permite al telespectador inferir su calidad de discurso de la realidad o de discurso de ficción. Sin la existencia de la denominación genérica o de las marcas de género implícitas en los documentos televisivos (genéricos, títulos, régimen característico de focalización y de ocularización, etc.14), la interpretación en el nivel espectatorial resultaría mucho más compleja e incierta. Sin una matriz genérica a la cual reenviar los documentos televisivos ¿como trazar la frontera entre un documental y un filme de ficción, entre una parodia de un JT y un verdadero JT, entre un video clip y una ópera rock? D. 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Fragments d'une Théorie de la Discursivité, Saint-Denis, Presses Universitaires de Vincennes, 1987. 65 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 El rol intelectual del comunicador: ¿qué hacen los posgrados latinoamericanos? Entrevista con Jesús Martin Barbero Por Óscar Bustamante F. 1. El campo académico y el lugar de los “Poscom” (Posgrados en Comunicación) Pregunta: Tú dices, en Oficio de cartógrafo1, “los que trabajamos en la doble frontera de la comunicación/cultura y la investigación/docencia, nos vemos doblemente expuestos a un montón de mal entendidos. De un lado, parecería que no hay forma de tomarse en serio la cultura sin caer en el culturalismo que deshistoriza y despolitiza los procesos y las prácticas culturales. Del otro, pensar la comunicación desde la cultura implicaría salirse del terreno propio de la comunicación, de su ámbito teórico específico. Pero si nos estamos planteando esos malos entendidos no es para resolverlos académicamente, sino para poder pasar del problema de la legitimidad teórica del campo a una cuestión distinta, la de su legitimidad intelectual. Esto es, la posibilidad de que la comunicación sea un lugar estratégico desde el que pensar la sociedad y de que el comunicador asuma el rol de intelectual”. ¿Qué dificultades presenta trabajar en la frontera investigación/docencia? Jesús Martín Barbero (JMB): De entrada y, con honrosas excepciones, los sujetos de aprendizaje que forman los estudios secundarios no es gente para hacerse preguntas, para problematizar la realidad y por lo tanto la universidad se ve forzada en buena medida a prolongar esa relación exterior con el conocimiento. Y por su parte, en nuestras universidades hay una ausencia muy fuerte de lo que podríamos llamar cultura investigativa tanto en términos de mentalidad como de capacitación, así que en la mayoría de los casos los profesores hacen lo que pueden, pues ni hay una estructura que exija investigar, ni se dispone de tiempo real para hacerlo, ni se proporcionan recursos y modalidades de evaluar resultados. Entonces la primera frontera a afrontar es la estrechez del campo de la investigación en nuestras universidades y en la enorme dificultad que se tiene para transformarlas en verdadero lugar de producción de conocimiento y no sólo de transmisión. Oficio de cartógrafo: travesías latinoamericanas de la comunicación en la cultura. Fondo de Cultura Económica, Santiago de Chile, 2002. 1 66 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 El segundo tipo de dificultades, más específicas al campo de la comunicación, ha tenido que ver con el hecho de que cuando en América Latina comienza la investigación de comunicación esta se va a ver recortada por el carácter eminentemente pragmático/profesional de la mayoría de las escuelas de comunicación, los departamentos, las facultades, que están apenas emergiendo desde las tradicionales Escuelas de Periodismo. Cuando América Latina pone la investigación en el campo de la comunicación se topa con el boom inicial de un campo profesional cuyo objeto –la comunicación, los medios- estaba adquiriendo una dinámica de muy alta velocidad tanto en el plano de los procesos sociales como de las figuras profesionales. En los primeros años de los ’70, cuando yo entro en el Campo de la Comunicación, la concepción estaba bastante marcada por la gente que había llegado de estudiar en Estados Unidos o en Europa, y que traían una visión funcional-desarrollista o su opuesta, una crítica semio-marxista. La posición de izquierda supo tomar la delantera en la investigación, pero al plantear una visión bastante doctrinaria hizo, por ejemplo, que desaparecieran de la investigación en comunicación los modos en que el espacio nacional media la apropiación socio-cultural, y hasta política, de los medios. Pues que lo verdaderamente importante era analizar la ideología dominante, y si ella era la misma en Chile que en Colombia o en Brasil, ¿qué papel podía quedarle a la diferencia entre países? Con otra dificultad añadida: la de cómo entonces traducir en proyectos de investigación lo comunicativo cuando su matriz conceptual lo reducía a mera representación ideológica sin anclajes espacios-temporales. En ese sentido, la mayor dificultad estribó en formular problemas que fueran realmente de comunicación social y no sólo de reproducción. Y el tercer ámbito de dificultades se hallaba en cómo articular los procesos de investigación a los de docencia, de modo que la investigación aporte a la docencia, y que ésta retroalimente la investigación proponiéndole problemas a indagar. Se trata de una frontera más metodológica y política que pedagógica, pues en el fondo lo que ahí está en juego no concierne solamente a lo interno de la universidad sino sobre todo con sus modos de relación con la sociedad, perversamente marcados, de un lado, por esa puntual y paternalista relación que nombra aun la “extensión” universitaria; y de otro por las contradicciones que atravesaron buena parte de la investigación-acción en sus muy frecuentes tendencias al inmediatismo y la instrumentalización doctrinaria del conocimiento y de las propias comunidades. La pregunta es llana pero llena de exigencias: ¿Cómo hacer para que la investigación sepa a algo de verdad, esto es, capaz de morder lo real para que pueda inducir cambios en la docencia y en el conjunto del trabajo universitario. 67 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Y no serian sólo cambios de contenido sino de horizonte, como por ejemplo el que plantean hoy los nuevos mapas laborales. Mapas laborales que sólo podrán ser pensados desde una investigación muy distinta a la que se limita al horizonte delimitado por los diagnósticos que provienen del mercado laboral. Pues si desconocer ese diagnóstico sería suicida para la universidad, limitarse a él implica dejar fuera todo lo socialmente imaginable, en el sentido que le da a esa expresión Arjun Appadurai, toda la nueva producción social posible, pero no pensable desde las puras lógicas del mercado. Quiero devolverme a la cita inicial para plantear lo del rol intelectual del comunicador. Si bien es una idea clave para la licenciatura donde ya has propuesto programas orientados a formar comunicadores mediadores en vez de intermediarios: ¿cómo se insertaría en un posgrado de comunicación ese mismo desafío? JMB: El rol intelectual del comunicador choca con dos tipos de malentendidos, y ambos provienen de la caracterización dualista de esas figuras, que no ve en el intelectual sino la dimensión crítica y en el comunicador la de una práctica uncida simplistamente a saberes mayoritariamente técnicos. Pero si esa cuestión la planteamos a partir de la crisis del intelectual moderno, tal y como ha sido leída por Beatriz Sarlo, por ejemplo, lo que se plantea es qué continuidad, y por qué medios, puede seguir teniendo el intelectual hoy. Dos grandes pensadores como Edward Said y Zygmunt Bauman han documentado en libros escritos a este propósito la envergadura de la crisis que atraviesa la figura del intelectual a la vez que ambos otean modalidades de continuidad muy diferentes como es la del francotirador y la del intérprete. Entonces, lo que yo me planteo es ¿en qué sentidos el “oficio” que cumplía el intelectual está siendo sustituido por los comunicadores mediáticos? Es evidente que no lo sustituye en lo que ese “oficio” tiene de cuestionador, iluminador y luchador, pero ciertamente lo está sustituyendo en el sentido del intermediario que sigue necesitando la sociedad para darse unas agendas que ordenen y vuelvan mínimamente inteligible la opaca y caótica situación que atravesamos, y también para intermediar entre gobierno y sociedad, y entre los muy diversos actores sociales dentro de un país. El caso de Colombia es bien ilustrador a este respecto: los comunicadores median a su manera entre guerrilla y Estado, entre paras y sociedad, entre Estado y ONG’s. Es decir, la presencia del comunicador en la sociedad proporciona tanto unos mínimos de ordenamiento del caos social como de interlocución, y –en muy pequeñas pero indispensablesalgunas dosis de disentimiento. 68 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 El problema está entonces en distinguir aquello que en el oficio de los comunicadores contradice abiertamente las funciones crítico/creativas del intelectual, de aquellas nuevas dimensiones de su trabajo en las que podría anclar lo más decisivo de las funciones tradicionales. Y para ello hay que partir de las enormes limitaciones y deformaciones que implica, para los comunicadores en cualquiera de los medios, la concepción hegemónica de la actualidad como la sustancia misma de la información y de la opinión. Pues el inmediatismo de la intermediación comunicadora refuerza, pero también se alimenta de, el inmediatismo de la política y es entre ambos que la sociedad resulta atrapada en el “presente autista” sobre el que nos ha alertado Norbert Lechner. De ahí que el comunicador deba asumir su mediación como un campo estratégico de tensiones y conflictos, primero, entre el acoso del inmediatismo –el fetiche de la actualidad mercantilizada- y la indispensable duración sin la que los hechos pierden su espesor y la información su capacidad narrativa. Segundo, entre la brevedad/ levedad/ liviandad con que se pretende ganar lectores o espectadores y el derecho a un mínimo de profundidad sin lo que es imposible que la información, la opinión o el debate cultural, logren aportar lo que necesita la ciudadanía para orientarse y poder actuar, intervenir, participar. Tercero, entre la visualidad mediática que posibilitan la espectacularidad, el escándalo, el morbo –tornando opaca e inaccesible la cotidianidad de la vida ciudadana o cultural- y la visibilidad social que posibilitan unas agendas en las que emerjan con rostro propio los diversos actores, los procesos y las prácticas en la desestabilizadora heterogeneidad de sus situaciones y posiciones. El rol intelectual del comunicador significa eso: un comunicador capaz de asumir su mediación como el ámbito y la tarea por los que en una gran medida pasa hoy la posibilidad de que la democracia –en su indisoluble articulación de lo político con lo social y lo cultural- recobre significación para unas mayorías que se hallan cada día más tentadas por el discurso de los salvadores y los caudillos y el peligroso debilitamiento de nuestras precarias instituciones democráticas. Creo entonces que esta cuestión remite tanto al pregrado como al posgrado pero debería encontrar en éste último nivel un espacio mucho más ancho de dilucidación y debate constante. Raúl Fuentes define así el campo académico y su pertinencia para la comunicación: “Por campo académico entendemos a bastante más –de hecho, otra cosa- que el conjunto de instituciones donde se estudia la comunicación a nivel superior. Incluimos en él a la teoría, la investigación, la formación universitaria, y la profesión, y en las prácticas que realizan actores o agentes sociales concretos con el fin de impulsar proyectos sociales como estructuras de conocimiento y pautas de intervención sobre la comunicación social en 69 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 nuestro país. (…) El campo académico se origina en la carrera profesional que hoy se imparte en más de cien universidades. Ni los posgrados ni los centros de investigación ocupan cuantitativamente un lugar significativo ni cualitativamente un papel central”2. ¿Qué opinas de esta definición? JMB: A lo que se ha tendido normalmente es a identificar el campo académico con lo universitario, y de éste con lo intrauniversitario, mientras la visión de Raúl implica a las profesiones. Ahora, las profesiones adquieren su forma en la universidad aun cuando a lo que la universidad da forma es a algo que proviene de la sociedad. Esto resulta, en el caso de la comunicación, especialmente complejo dado que la comunicación no define una profesión sino un montón heterogéneo de profesiones. De ahí que la línea de continuidad, con la que se busca enlazar esas profesiones desde más especializadas hasta las más generalistas, sea una línea tan delgada y tan llena de discontinuidades. Una buena pista para entender la peculiar complejidad de comunicación en términos seriamente académicos es el que presenta la medicina: por un lado el médico general, el médico de familia que todavía existe, esa especie de chamán y memoria de las enfermedades familiares y sociales en los pueblos pequeños y aun en ciertos barrios urbanos, y por otra el médico especialista que trabaja sólo córneas y con rayo láser. Y, entre ambos, montones de tipos de especialistas, unos más cercanos al generalista y otros a la hiperespecialización médica. Así también la comunicación es profesionalizable hoy en torno de un generalista -que sabe detectar problemas de comunicación en una institución, en un pequeño municipio o en un barrio, y sabe también diseñar las coordenadas de un proceso incluyendo con qué actores, por qué medios y con que tipo de contenidos- y un hiperespecialista que solamente sabe de narrativas publicitarias para el discurso político, o el que sabe sólo de “conversación” radial con adolescentes. Salirse de lo que normalmente entendemos por lo académico -lo universitario, las escuelas, la investigación- es muy complicado y sin embargo hay que hacerlo. Pues con la comunicación estamos ante una profesión en plena efervescencia y multiplicación de sus figuras, y a la vez ante una profesión que desborda hoy, como ninguna otra, la idea misma de profesión, puesto que la comunicación se ha constituido en una dimensión que atraviesa hoy todas las profesiones, y lo que es el colmo, la comunicación nombra incluso un modelo de sociedad: la “sociedad de la información”. La institucionalización académica de las ciencias de la comunicación: campos disciplinas, profesiones. En “Campo académico de la comunicación: hacia una reconstrucción reflexiva”, Jesús Galindo y Carlos Luna coordinadores, ITESO-CONACULTA, 1995, pp. 72-74. 2 70 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Ante ese caos, no es extraño que haya quienes quieren que el campo académico se defina únicamente a partir de las profesiones en que se concretan los saberes a ejercer. Y ahí emerge con toda su pujante perversión la propuesta –muy ligada al determinismo de la ideología neoliberal- de identificar comunicación con las profesiones, y en forma tal que sea únicamente desde ellas desde donde se delimite tajantemente lo investigable en comunicación. Frente a lo cual yo seguiré defendiendo que el campo académico de la comunicación en cuanto campo de conocimiento, y por tanto lo investigable en él, es mil veces más ancho y complejo que lo que recorta el ámbito y el ejercicio profesional, incluyendo el mapa laboral. Pienso que un campo académico es a la vez, pero en sentidos y alcances muy diversos, un campo de conocimiento y de ejercicio profesional, y lo que no puede el primero es reducirse investigativamente al tipo de problema que se plantea en y desde el ejercicio profesional, sin que esto signifique en ningún momento que la investigación se haga de espaldas a lo que pasa en el ámbito profesional y laboral. Pues la vastedad y envergadura de los problemas de conocimiento, y por tanto las posibilidades y necesidades sociales, culturales y políticas, de lo investigable que plantean hoy los procesos, los actores, los medios, las tecnologías, las prácticas y los usos de la comunicación, rebasan por muchos lados el tipo de problema y de saber involucrados en el ejercicio profesional tanto de generalistas como de especialistas. También Raúl Fuentes, en una ponencia reciente, señala tres núcleos de reflexión enfocados sobre los Poscom: a) instancias de impulso a la investigación y la formación de investigadores; b) como espacios sujetos a la tensión disciplinarizante del campo académico; c) como ámbitos institucionalizados privilegiados para la legitimación social y académica de los estudios de Comunicación. “El campo académico de la comunicación puede no sólo reorientarse para avanzar en su legitimación, para ganar mayor autonomía y poder, sino que podrá generar explicaciones más plausibles y orientadoras de las transformaciones en curso (...) y basar su legitimación en esta competencia académica más que en su competitividad institucional” 3. ¿Crees que se estén formando esos agentes en los Poscom? JMB: Los posgrados en comunicación se encuentran tensionados por dos movimientos que no tienen nada que ver el uno con el otro. De un lado, está la maduración del campo académico que se encamina hacia maestrías y doctorados. Sin que ello hable de la calidad, es un hecho que ha habido un desarrollo de la investigación y de pensamiento propio, lo que está exigiendo otro tipo de espacio Profesionalización avanzada y consolidación académica de la investigación de la Comunicación en México. Ponencia en el Tercer Coloquio Internacional en Comunicación e Información en el siglo XXI, Veracruz, 29 septiembre-1 de octubre 2003. 3 71 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 académico y de relaciones con la sociedad. Pero, por otro lado, tenemos unas sociedades donde el mero pregrado laboralmente ya no significa mucho y la licenciatura se ha devaluado enormemente. Entonces, mientras desde dentro del campo académico de comunicación se genera una dinámica de crecimiento cuantitativo, y en algunos casos cualitativo, y por tanto de fortalecimiento de la institucionalización de la investigación, por otro lado, se hallan las exigencias del nuevo modelo de sociedad -“de la información” y “de mercado”- que están devaluando los pregrados y transformando las maestrías mismas en ámbitos de actualización y reciclaje profesional incluso en sus más descaradas e instrumentales acepciones. En Colombia el ministerio de Educación acaba de inaugurar pomposamente la existencia de maestrías explícitamente profesionalizantes!. Pues en cualquier empresa actualmente, para que alguien llegue a realizar tareas que trasciendan los “trabajos manuales”, tiene que hacer un Master. De ahí a la desaparición de las otras maestrías, las de investigación… queda bien poco trecho. De hecho en Colombia lo que tenemos son 4 maestrías frente a más de 30 especializaciones, que obviamente pronto se llamarán maestrías. Y puesto que el acertado modo como Raúl Fuentes entiende los posgrados espacios para la investigación, la problematización de las capillitas disciplinarias y la institucionalización de los estudios de Comunicación- es algo ganado por las que aun son en verdad maestrías, y de la mayoría sólo podemos esperar su deriva hacia especializaciones cada vez más rentables profesionalmente a corto plazo. Pienso que ha llegado el momento de dar el paso a potenciar latinoamericanamente los doctorados: ¿por qué no hacer de ellos un espacio estratégico de integración cultural? Para lo cual me atrevo a proponer que la iniciativa debería provenir de las Escuelas de Comunicación que comparten identidades básicas de proyecto socio-cultural-académico y sólo después buscar la legitimación y el apoyo de las instituciones formales de integración como la OEI, el CAB, el MERCOSUR, etc. Que nadie lea el adverbio latinoamericanamente a la manera provinciana o excluyente pues se trata de todo lo contrario: de buscar –como en el título del libro de García Canclini- nuestro lugar en este siglo, y en este globalizado mundo que habitamos. Pues lo que ahí está en juego no es ninguna ensoñadora u oportunista utopía bolivariana sino la posibilidad de que nuestros países sobrevivan cultural y políticamente. Y del estratégico papel que los estudios de comunicación podrían y deberían jugar en el nuevo aliento que los proyectos de integración, ya no sólo comercial sino política, han cobrado en estos últimos años. Tú dices en Oficio de Cartógrafo: “La apropiación es la forma en que hemos ido haciendo nuestras las concepciones, los modelos y las teorías. Son los usos y adaptaciones que de ellas 72 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 hacemos para comprender la especificidad de los procesos y las situaciones de comunicación en nuestros países, y las lecturas desviadas, y a veces hasta ‘aberrantes’, a las que los sometemos para luchar contra la fetichización de los textos y los autores”4. Ese dinamismo que le ha permitido al campo su renovación (epistemológica, teórica, metodológica), esa apropiación ¿cómo se podría expresar en el ámbito de los Poscom? JMB: Yo diría que se ha estado expresando con dos movimientos. Uno, en un aumento significativo de los libros, artículos y revistas, que dan cuenta de la generación de un pensamiento propio que, ciertamente, no es único del campo de comunicación pero se ha gestado desde él o con su expresa participación. Y que es donde se halla lo más compartido e institucionalizado: la investigación de las interacciones comunicación/ cultura/ política propiciando el encuentro con la renovación profunda que viven la antropología, la historia y los estudios de la cultura. Con lo que está conllevando de presencia del pensamiento latinoamericano en el mundo y de las interpelaciones cada día más numerosas y explícitas que aquel recibe de éste. Contamos hoy con nuevas formas de presencia de los temas de comunicación tanto en los diversos espacios en que se investiga la cultura como en los que se estudian, e incluso en los que se formulan, las políticas. Hoy ya resulta imposible pensar no sólo políticas culturales sino políticas de desarrollo social sin involucrar a las industrias culturales. La mayor evidencia de un pensamiento propio en este campo es que está dejando de ser identificado con el de informantes nativos para tener interlocución directa con el pensamiento que se hace en Europa o los Estados Unidos. El otro movimiento que caracteriza a la institucionalización latinoamericana de nuestro campo es su estallido, que responde tanto al grado de complejización logrado como a la desigualdad de esa institucionalización en los diversos países. Lo que se evidencia en las tensiones que atraviesan tanto ALAIC como FELAFACS justamente cuando el crecimiento del campo vive claramente el desgarramiento entre lo cuantitativo y lo cualitativo. El campo se vuelve más complejo a la que vez se dispersa. Pues al ganar un enorme peso en el nuevo modelo de sociedad y entre los grandes agentes de la globalización, las relaciones entre Comunicación e Información se tornan más complejas y hasta contradictorias, produciendo rupturas y realinderamientos inevitables. Pero habría que saber al menos distinguir entre las tensiones y conflictos producidos por los diversos modos en que se procesa conceptualmente la complejidad creciente del campo, de aquella otra proveniente de la disfrazada cooptación que ejerce el mercado sobre nuestras escuelas, departamentos o facultades, a través de sus también muy diversas 4 op. cit, p. 236 73 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 maneras de involucrarse, y que van desde el manejo de los recursos para la investigación hasta la oferta de Programas Internacionales de Acreditación para nuestros planes de estudios. 2. Sistemas de educación superior y desafíos de la universidad Pasando al tema de los sistemas de educación superior, veo que en un informe de la UNESCO (1995) se consigna que la matrícula en Educación Superior (ES) en América Latina y el Caribe subió de 2 millones en 1970 a 8 millones en 1991, existiendo dos agravantes ligados a la desigualdad de acceso: primero que vista esa matrícula en términos de estudiantes por 100 mil habitantes, el promedio de la región es cuatro veces menor que en los países desarrollados donde la cantidad varía entre los 5 mil y los 2 mil 500 estudiantes; y segundo, que esa matrícula está concentrada en carreras de “tiza y pizarrón”, de poca inversión para las instituciones. Se puede concluir entonces que la ES sigue siendo un “asunto de pocos” y más aun lo es el Poscom. ¿Crees que habría una relación inversamente proporcional entre el número de estudiantes en posgrado y la responsabilidad social de los programas? JMB: La heterogeneidad de los posgrados, y de las situaciones sociales y profesionales en que emergen y las que responden, es tan grande que cualquier generalización sería injusta o caricaturesca. Pero diferenciemos planos. Primero, mirando a la calidad de la oferta, ligada especialmente al nivel de preparación y dedicación de los profesores, lo que se hace más visible es el tamaño del desnivel entre unos pocos posgrados verdaderamente de elite y una mayoría de mediocres e inclusos de no pocos que son una auténtica estafa a los estudiantes y a la sociedad en la que van a ejercer, pero cuya responsabilidad corre tanto o más a cargo de los órganos de vigilancia y control de la educación superior en cada país que de las directivas de cada universidad que se aprovecha del inmenso crecimiento de la demanda. Segundo, yo enfocaría las diversas formas en las que el mercado coopta hoy los programas mismos de posgrado, incluyendo los planes de estudio. Pues, como me dijo cierto directivo de un posgrado en Colombia hace ya algunos años: ¿quién mejor que los empresarios de medios de comunicación –que son los que le van a dar el empleo- para saber el tipo de comunicador que se necesita?. Y esa trampa se ha ido volviendo aun mucho más deformadora ahora que el mercado delimita por su propia cuenta en modos cada día más tajantes, y sin tener que rendir cuantas a nadie, quien puede ser incluido –empleabilidad es la nueva categoría- y quien va a ser excluido sin apelación posible. Hay pues que tener en cuenta que para mucha gente una maestría significa la posibilidad de un desempeño profesional medianamente digno, no sólo en términos de 74 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 remuneración, sino de hacer algo ligado con lo que realmente uno quisiera hacer en la vida. Te formulo las mismas tres preguntas alusivas al nuevo lugar de la universidad señaladas en un artículo tuyo en la revista NÓMADAS: ¿está la universidad auscultando, pensando, investigando, la complejidad de las relaciones entre los cambios del saber en la sociedad del conocimiento y los cambios del trabajo en una sociedad de mercado?; ¿el papel de la universidad puede y debe ser únicamente el de analizar tendencias –las que marca el mercado en la globalización y el desarrollo tecnológico- para ver cómo se adapta a ellas?; ¿deberá la universidad asumir como tarea propia, estructural y estratégica hoy más que nunca, la de formular y diseñar proyectos sociales, la de pensar alternativas al modelo hegemónico del mercado? 5 JMB: Estas preguntas forman parte de la conferencia con la que inauguré mi participación en la reforma curricular del ITESO, donde había planteado que ese proceso implica repensar el rol de la universidad, la relación de la universidad con la sociedad y a partir de ahí repensar las profesiones y en último lugar los currículos. Sobre la primera, creo poder afirmar que, con rarísimas excepciones, nuestras universidades no se están planteando seriamente el tema de los nuevos mapas laborales, de las nuevas relaciones entre saber y profesión, entre saber y poder en términos del saber-que-puede, que abre posibilidades productivas a nuestros países. Saber y poder en términos de reorganización de las relaciones sociales de inclusión y exclusión. En América Latina apenas se inicia el debate pues a las universidades les falta país. Es una de mis obsesiones más fuertes: qué país cabe en el horizonte de nuestros planes tanto de investigación como de estudio. Uno de las demostraciones de esto es la ausencia casi completa en las universidades del debate que se ha planteado en, y a propósito de, las Cumbres Mundiales de la Sociedad de la Información. En realidad, la universidad no se ha enterado. Ni nuestras Escuelas de Comunicación! Curioso que de la Cumbre de Río sobre Biodiversidad se enteraron las universidades, pues el tema ecológico está en su agenda, pero el de la transformación de la relación entre saber y trabajo, saber y productividad, no está sino en el sentido más crasamente neoliberal. Las universidades siguen identificando un mapa laboral con mercado laboral, y en ello tienen mucha culpa unas Ciencias Sociales incapaces de estudiar 5 La crisis de las profesiones en la sociedad del conocimiento, revista Nómadas, abril 2002, p. 181. 75 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 innovadoramente la relación entre lo que la universidad forma –esto es, a lo que da forma- y lo que no sólo el mercado sino nuestras sociedades necesitan. Y así andamos, con una universidad esquizoide: que por un lado habla un discurso completamente retórico sobre la misión de la universidad, mientras su práctica, la práctica de la docencia y la investigación se hallan bien lejos de las demandas sociales y las nuevas figuras profesionales, figuras sobre las cuales la universidad puede incidir, con la legitimación o deslegitimación que hace de ciertos saberes. Ahora, sobre el concepto de alternativa, una cosa es “lo alternativo” en el restringido sentido que cierto marxismo le daba como radical negación de lo otro, la negación de lo existente, y el sentido que tiene hoy la expresión “crear alternativas” en plural, incluyendo las negociaciones con lo que hay. La universidad, la pública especialmente, tiende todavía a pensar lo alternativo en su totalización radical, haciendo así imposible pensar alternativas posibles, como ciertas innovaciones en lo producible y las figuras profesionales correspondientes. ¿Qué opinas de los sistemas de evaluación de la educación superior que se han ido desarrollando en América Latina, dentro de los cuales también se incluye progresivamente a los Poscom? JMB: La evaluación responde a movimientos y tendencias sociales muy diversas. Yo veo aquí varias cosas. De un lado, la evaluación es la otra cara de la planeación que ha obsesionado a los expertos desde el desarrollismo de los años sesentas y setentas. Y en esa línea la evaluación se halla ligada hoy a la competitividad en todas sus modalidades. Lo cual, en países tan dados a la improvisación y la falta de continuidad, significa hoy un desafío a asumir sin escapatorias. Pero otra cosa es el sesgo que ello adquiere al imponer una visión gerencial de lo público. Y frente a lo cual es indispensable la posibilidad de pensar la gestión, y la evaluación, no en términos meramente instrumentales sino de agencia, esto es de proyecto y de reparto de las decisiones. Y por tanto de democratización frente a la visión verticalista de la administración tradicional. De otro lado, es indudable que la evaluación también responde a una visión de que todo es medible, traducible en números, en cifras, obviando así la necesidad de buscar diversos tipos de criterios y baremos. Lo que tiene que ver con el eficientismo y esa visión productivista que, dice Bauman, es lo más propio del capitalismo actual. Frente a lo que muy sabiamente afirma que lo que está destruyendo montones de empleos no son las tecnologías sino esa visión cortoplacista que tiene su modelo en la alta rentabilidad del capitalismo financiero. 76 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 Por lo tanto, yo diría sí a la evaluación de los planes de estudio, y del trabajo universitario en su conjunto, pero a una evaluación con clara dimensión social, es decir, en la que lo que está en juego sea la capacidad de las instituciones y programas educativos para asumir las demandas y los procesos de cambio que tienen nuestros sociedades, y no sólo para corresponder a las lógicas impuestas por el mercado. Sin desconocer éstas pero sin limitarse a lo que ellas tienen de efectistas y cuantitativistas. La evaluación de los posgrados de comunicación, especialmente en las universidades públicas, es vital para que sepan traducir sus saberes a apuestas de país y de sus regiones, de lo más general a lo más local. Hay en los actuales procesos de acreditación de las instituciones, y de evaluación de los programas mucho de democratizador puesto que busca cualificar la educación, luchando así contra exclusiones, desigualdades. Una evaluación eficaz es entonces la que posibilita/ exige cambios, corrige situaciones de estafa de la demanda, y eleva los mínimo de nivel en la calidad de lo que se ofrece y las potencialidades que se abren a los alumnos. 3. Escenarios de lo pedagógico Guillermo Orozco, refiriéndose a una pedagogía crítica de la representación, dice: “En un entorno de creciente protagonismo de los Media en la generación y circulación de conocimiento, lo que está en juego no es sólo la relevancia de las tradicionales instituciones educativas (la Universidad). Está en juego la misma pedagogía como dispositivo de poder, por el cual o se contrarresta el bloque del poder, fortaleciendo a la sociedad o por el contrario, se ejerce su control y se inscribe su autoridad en las relaciones sociales (…) Lo pedagógico es central para una transformación social y para aspirar a condiciones más democráticas en nuestras sociedades de fin de milenio”6 JMB: Tengo una larga historia de peleas con varias Facultades de Educación en las universidades donde he trabajado, precisamente por cuestionar la concepción especialista, separada, de lo pedagógico. Claro que reconozco la existencia del saber pedagógico, lo que no acepto es que se trate de un saber separado por completo de los demás, de los otros saberes, ya sean disciplinares o experienciales. Quizá no esté fuera de lugar citar aquí una frase recogida por Juan de Mairena –el seudónimo de Antonio Machado cuando escribe en prosa- de la boca de un campesino andaluz: “todo lo que sabemos lo sabemos entre todos”. Y estoy cada día que pasa más convencido de que para este asunto necesitamos recuperar el Educación, medios de difusión y generación de conocimiento: hacia una pedagogía crítica de la representación. Revista Nómadas, Universidad Central. 6 77 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 viejo concepto de vocación, similar al concepto de carisma recuperado por Max Weber para la política moderna, pero quitándole igualmente la dimensión religioso-mágica. Y es que el saber enseñar se halla intrínsecamente ligado a la posibilidad de tener la experiencia del enseñar, y no fuera de ella. Entonces bien venidos sean los saberes que iluminen –profanamente (W. Benjamin)- esa experiencia y permitan reflexionarla, pero que nadie se abrogue un saber-en-si del enseñar por fuera de la experiencia y de la situación, esto es de la relación pedagógica, pues resulta tan tramposo como el-saber-en-si del aprender que pretenden poseer hoy ciertos expertos en transmitir competencias como si fueran colecciones de recetas! Y contra lo que me vacunó hace ya muchos años el profesor que, en la secundaria me enseñó Historia de la Filosofía e Historia de la Cultura, y a quien debo esta lección: “Autoridad viene de autor. O sea que tiene autoridad quien es autor, y quien no es autor será autoritario. Los autores no se imponen, los autores exponen y se expresan”. Fue desde entonces que entendí algo que ahora resulta inseparable de mi ya larga experiencia docente: que cierta componente teatral hace parte del saber sostener la atención de los alumnos, y por tanto del saber pedagógico, y con mucha más “propiedad” que las taxonomías y las toponimias que se siguen enseñando a los que aspiran a ser docentes. ¿Y en qué Escuelas de pedagogía se enseña ese componente teatral, o el componente de juego, pero no sólo para maestros de kinder sino de secundaria y universidad? Como dice Fernando Savater, educar es un cuerpo a cuerpo, en el que yo no transmito sino contagio. Claro que esto debe sonar muy anarquista para los rigurosos y ascéticos oídos de los pedagogos “de oficio”. Tu dices en Oficio de cartógrafo, a propósito de la actitud de dependencia de la investigación: “a nombre del pragmatismo o del oportunismo, las escuelas no sólo resultarán incapaces de elaborar una concepción mínimamente propia, sino que acabarán trasladando su actitud de dependencia a la relación pedagógica, pues sólo en una relación activa de apropiación, e invención, puede hacerse frente a la conversión de los modelos en dogmas, y de las teorías en doctrinas”7. Yo desde el lado de acá, como diría Cortázar que usaba mucho esa expresión, de los estudiantes, tengo la sensación de una relación mayoritaria con algunos modelos y teorías como si se tratarán realmente de dogmas y doctrinas. ¿Cómo visualizas esa relación pedagógica desde un posgrado en comunicación que responda a los tres tipos de saberes -un saber qué, un saber cómo y un saber para qué? señalados por G. Orozco?8 op. cit., p. 236. El comunicador frente a la “audienciación” contemporánea de las sociedades. Algunos desordenamientos educativos. Seminario Internacional de Comunicación, Madrid, mayo de 2003. 7 8 78 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 JMB: La conversión del saber en doctrina es algo que tiene que ver con la historia de nuestra formación catequética en países sociológicamente católicos, esto es en los que todos lo saberes estuvieron influenciados por el dispositivo del catecismo no en cuanto libro sino como forma del aprendizaje. Pero, de otro lado, la posibilidad de romper con el saber doctrinario, que es un saber reverencial –exigidor de acatamiento ciego y mudo- se halla ligada a la construcción, o conquista, de una distancia entre el saber y la vida cotidiana. Y quien está totalmente presionado y atrapado en la realidad inmediata del vivir, o mejor del sobrevivir, tiene muy difícil el reflexionar. O sea, las condiciones sociales en que viven-estudian los alumnos marcan constitutivamente los modos de aprender, incluida la posibilidad de establecer distancia con la voz del profesor, con la de las teorías y las de los autores. Pues de esas condiciones estructurantes del vivir hacen parte no sólo el hambre sino otras disposiciones o habitus de las que ha hablado tan a fondo Pierre Bourdieu a propósito de los modos de relación con el lenguaje, con el arte, etc. Por otro lado, la relación profesor-alumno da lugar a muchos malentendidos. Hay, por ejemplo, profesores que parecen tolerantes, pero que no lo son, sino simplemente oportunistas, incapaces de exigir pues ello implicaría que los alumnos también pudieran exigir, y es más fácil jugar al simulacro del que hablaba también Bourdieu: “Tu haces que crees qué yo enseño y yo hago que creo que tu aprendes, y así esto funciona” con lo cual el profesor se hace cómplice de la pasividad y el oportunismo de los alumnos. Y así también la universidad como espacio académico se hace cómplice tanto de los saberes doctrinarios como de los saberes de moda. Lo que nos lleva a una cuestión de fondo. Me refiero a la difícil situación en que coloca al profesor la imbricación contemporánea entre la incertidumbre intelectual y la pereza mental. Atención que la pereza mental yo no se la estoy cargando a la juventud sino a nuestra sociedad. Pues la peor forma de la pereza mental es la de tanta gente que quiere hacerse rica pero en poco tiempo. Y como eso no es posible dentro de reglas mínimas, democráticas y éticas, entonces válido es cualquier atajo: desde el engañar al sobornar, desde el trepar a costa de los otros hasta al eliminar al adversario. Del mismo modo que el conformismo más que una característica-en-sí de la juventud actual es la sensación heredada, el resultado de las muchas decepciones y frustraciones que les ofrecen los adultos. Por eso es que las preguntas de fondo son el “para qué”. O sea, el “cómo” tiene que ver con un mínimo de capacitación y de honestidad de lado y lado, de los alumnos y de los profesores. El mínimo de honestidad es el que permite construir una relación productiva, esto es, fecunda y valiosa de lado y lado. Entonces el “para qué” nos propone un “cómo”: el cómo hacer verdad esta relación que tiene tanto de simulacro y apariencia. Pero ese “para qué” es hoy enormemente confuso, 79 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 incierto. Pues hay un “para qué” pura y duramente individual: para que te puedas ganar la vida bien, con calidad. Pero, ¿se puede hablar de calidad de vida sin que haya un mínimo de socialización de esa calidad? ¿Sin un mínimo compartir de esa calidad? Y es entonces donde emerge la pregunta ética que entraña estudiar en comunicación: el compartir que se halla en el fondo de todo comunicar no instrumental –no mera transmisión- y que se traduce en el poner en común el sentido. Lo anterior me lleva a lo que ha sido la cuestión de fondo desde el comienzo de mi trabajo más reflexivo sobre la práctica docente en la Universidad del Valle. Pues allí pude escoger los profesores y construir un plan de estudios que, trastornando lo que era el estudio de la comunicación en Colombia: periodismo con adornos humanísticos, ponía a las Ciencias Sociales a pensar e investigar los procesos, los medios y las prácticas de comunicación. Y ello a la vez que en el terreno de la creación/ producción me hacía cómplice de lo que mis alumnos deseaban y buscaban poder hacer, que eran cine y música. Aún así, un amigo de Cali me dijo al poco tiempo: “Estáis haciendo un programa plenamente racionalista, estos muchachos que de investigadores sociales tienen talante artistas, así que deberían cambiar el sentido de sus trabajos”. 4. Del imaginario social de la Comunicación Manuel Castells dice: “Cada modo de desarrollo se define por el elemento que es fundamental para fomentar la productividad en el proceso de producción (...) En el nuevo modo de desarrollo informacional, la fuente de la productividad estriba en la tecnología de la generación del conocimiento, el procesamiento de la información y la comunicación de símbolos (...) lo que es específico del modo de desarrollo informacional es la acción del conocimiento sobre sí mismo como principal fuente de productividad (...) denomino informacional a este nuevo modo de desarrollo, constituido por el surgimiento de un nuevo paradigma tecnológico basado en la tecnología de la información”9. Aunque definido históricamente por la reestructuración del modo capitalista de producción, ¿la sociedad de la información, del conocimiento, descrita por Castells no es al mismo tiempo un gigantesco imaginario social abierto a la investigación? JMB: Sí, creo que en lo que más aporta este Castells último es en la nueva agenda que nos propone. Pues las preguntas están en otro lado, esto es conservan lo mejor de sus tiempos de estudioso de la utopía que pasa por movimientos sociales 9 La Era de la información, Alianza, Madrid, 1997, vol. I, pp. 42-43. 80 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile Documentos de trabajo Nº 2 - 2005 urbanos. Así, en el primer volumen - La sociedad red- recupera los orígenes anarquistas de esta revolución. Pues los que están detrás de la Red como apuesta tecnocultural son gentes del ’68 y de San Francisco. Sillicon Valley no está en California porque sí. Y hay una finta que hace Castells y es la siguiente: por un lado, la productividad en este nuevo modo de producción tiene que ver con la reflexión del conocimiento sobre el conocimiento, lo cual significa que la propia sociedad se convierte en un vasto campo de investigación como sujeto y no sólo como objeto. Y hay una recualificación de la investigación en términos de exigencia: investigar hoy no es investigar de cualquier cosa ni de cualquier manera. Si no estamos pensando el lugar donde se están cocinando los nuevos sentidos del lazo social, de la calidad de vida, de la creatividad cultural, no estamos en nada. Hay una transformación muy fuerte para reintroducir el pensamiento utópico allí donde aparentemente todo parecería convertirse en mera rentabilidad o usufructo del capitalismo, pues justo allí también hay yacimientos de de energía social, reservas de imaginación y creatividad que hay que movilizar. Bogotá, entre enero del 2004 y abril del 2006. 81 Centro de Estudios de la Comunicación, U. de Chile 82 Documentos de trabajo Nº 2 - 2005