Página 1 de 3 DICTAMEN Nº 35 # Nº. 35/1999, de 20 de abril.* Expediente relativo a reclamación de responsabilidad patrimonial de la Administración Pública formulada por A.F.G., por daños sufridos en su vehículo como consecuencia del accidente de circulación acaecido por colisión con un árbol caído sobre la calzada en el punto kilométrico 21,500 de la carretera CM-4017. ANTECEDENTES Los hechos motivadores del procedimiento tuvieron lugar el día 6 de noviembre de 1997, en el punto kilométrico 21,500 de la carretera CM-4017, travesía de Marjaliza (Toledo), cuando al circular el reclamante con su vehículo por el referido lugar, se produjo a su paso la caída de un álamo procedente del margen de dicha carretera, derribado por el viento, colisionando con él de manera inevitable. Poco después del accidente se personaron en el lugar dos efectivos de la Comandancia de la Guardia Civil de Los Yébenes (Toledo), quienes emitieron informe sobre lo acontecido. El interesado ha imputado la producción del siniestro a un deficiente funcionamiento del Servicio de Conservación de Carreteras, puesto que el desprendimiento de árboles en el lugar de los hechos ya había sucedido con anterioridad y había motivado la intervención de las autoridades municipales de Marjaliza interesando de la Delegación Provincial de Obras Públicas la tala de varios álamos que se encontraban en mal estado en las márgenes de la carretera. Con posterioridad al accidente, el Alcalde de la localidad solicitó nuevamente de dicha Delegación Provincial la corta de los referidos árboles deteriorados, labor que fue realizada finalmente entre los días 24 y 28 de noviembre de 1997. El interesado solicitó una indemnización de 1.176.000 pesetas, por el valor venal del turismo accidentado, al ser mayor el coste de su reparación, adjuntando en apoyo de su petición la tasación figurada en un Boletín Estadístico de automóviles de amplia divulgación. Posteriormente, en el trámite de audiencia elevó el importe de su reclamación a 1.216.000 pesetas, con base en el informe pericial aportado por él mismo durante la fase de prueba, exigiendo también el abono de intereses sobre dicha suma, calculados a partir de la fecha del accidente. La Administración reclamada ha redactado propuesta de resolución, en sentido desestimatorio, alegando la concurrencia de causa de fuerza mayor, basada en la argumentación de que el árbol causante de la colisión fue abatido por acción del fuerte viento reinante. En apoyo de tal postura se acude al registro facilitado por el Instituto Nacional de Meteorología, obtenido en el observatorio de Toledo el mismo día del accidente, según el cual se midieron rachas de viento de 103 km./hora., muy superiores a las máximas registradas en los dos últimos años en el mismo observatorio. También se rechaza la valoración efectuada en el informe pericial aludido, proponiendo alternativamente, en su caso, la aplicación de la tasación fiscal derivada de la Orden de 17 de diciembre de 1997, (por valor de 1.000.000 pesetas) y oponiéndose igualmente a la liquidación de intereses. EXTRACTO DE LA DOCTRINA Parece inconcuso que el siniestro acaecido fue causado por la caída de un árbol situado en el margen de la carretera, abatido por la acción del fuerte viento, y que recae sobre el servicio público aludido un deber de conservación de las vías de que es titular que incluye la vigilancia de los elementos situados en sus proximidades que puedan representar un peligro potencial para quienes transiten por las mismas, ya que tal implicación ha sido reiteradamente puesta de manifiesto por nuestra jurisprudencia en otros supuestos similares (Sentencias del Tribunal Supremo de 18 de febrero de 1989 o 28 de marzo de 1994) y admitida por este mismo órgano consultivo en su dictamen 57/1997, de 23 de septiembre. El órgano instructor opone como único argumento motivador de su pretensión desestimatoria la Página 2 de 3 excepción exoneradora de fuerza mayor, por la acción de vientos de extrema intensidad sobre el árbol abatido, con base en lo establecido en el artículo 139.1 de la Ley 30/1992, que dispone: "Los particulares tendrán derecho a ser indemnizados por las Administraciones Públicas correspondientes, de toda lesión que sufran en cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor". Pues bien, las notas definitorias de tal figura jurídica consisten en la externidad del hecho respecto del bien o patrimonio que resulta dañado y en la imposibilidad de evitar o resistir su producción, haciendo referencia, por tanto, a aquellos eventos imprevisibles identificados como causas completamente extrañas al funcionamiento de los servicios públicos y dotados de un carácter irresistible en el sentido de que aún pudiendo ser previstos no hubieran podido evitarse de ningún modo. Lo que enlaza con la idea de lo extraordinario, catastrófico e inevitabilidad de un acontecimiento insólito. La jurisprudencia también ha manifestado continuadamente que la prueba sobre la concurrencia de fuerza mayor corresponde en los procedimientos de responsabilidad patrimonial a la Administración que la alega, pudiendo citarse como ejemplos recientes de dicha postura las Sentencias del Tribunal Supremo de 30 de septiembre de 1995 o 18 de diciembre de 1995. Supuestos muy similares al ahora analizado han sido ya enjuiciados en diversas ocasiones por nuestra jurisprudencia, pudiendo extraerse de sus pronunciamientos la tesis de que "el concepto de fuerza mayor debe quedar ceñido al suceso que esté fuera del circulo de actuación obligado, que no hubiera podido preverse o que previsto fuese inevitable, pero aquellos eventos internos intrínsecos, ínsitos en el funcionamiento de los servicios públicos, como es la rotura de un árbol que no se encontraba en perfectas condiciones, es un supuesto previsible y evitable con una adecuada inspección" (Sentencia del Tribunal Supremo de 3 de noviembre de 1988). La información obtenida acredita suficientemente, a juicio de este Consejo, que los árboles radicados en el margen de la aludida carretera no se encontraban en un adecuado estado de conservación, utilizándose para referirse a ellos en diversos documentos del expediente expresiones como "secos" o "en mal estado" (Ayuntamiento de Marjaliza), "olmos con un elevado numero de años" (Servicio de Carreteras), "debido a su estado se encontraban con amenazas de poder caer" (Guardia Civil de Los Yébenes), que denotan un apreciable grado de deterioro y la previsibilidad de su caída. La opinión de este Consejo se inclina por aceptar la valoración pericial aportada por el interesado, toda vez que viene siendo práctica generalizada en la tasación de daños sufridos por vehículos la prevalencia de la prueba pericial, especialmente cuando ésta ha sido practicada en autos. En apoyo de dicha postura cabe citar la opinión del profesor González Pérez, expuesta en su obra "Responsabilidad Patrimonial de las Administraciones Públicas" (Editorial Civitas, página 198), que declara la mayor relevancia de la prueba pericial, citando como refuerzo de su argumentación la Sentencia del Tribunal Supremo de 22 de junio de 1995 (Aranzadi 4780). Y ello, por entender, además, que en la valoración pericial singular realizada por técnico debidamente capacitado éste debe verificar la tasación del vehículo examinado, atendiendo a las circunstancias particulares concurrentes en el mismo, tales como el desgaste por él experimentado, normalmente relacionado con el kilometraje recorrido, las mejoras que hayan podido ser introducidas, el mes concreto de matriculación del automóvil, despreciado habitualmente en los Boletines Estadísticos y Tablas de valoración oficiales, etc.; datos que adecuadamente ponderados y puestos en consonancia con las imposiciones del mercado, necesariamente han de ofrecer una cuantificación más aproximada al valor real del vehículo a los efectos pretendidos. Se plantea, de un lado, como primer aspecto a dilucidar, pues es cuestión sobre la que interesado y Administración muestran discrepancia, la determinación del día inicial que debe tomarse para el cálculo de dichos intereses o dies a quo, fecha que la jurisprudencia ha ubicado de manera reiterada en el momento en que se formula la reclamación en vía administrativa, (véanse como más reciente exponente de tal posicionamiento las Sentencias del Tribunal Supremo de 19 de septiembre de 1996 o de 20 de marzo de 1998). Respecto a la fecha final para cerrar el cómputo de dichos intereses este Consejo Consultivo ya ha manifestado en su dictamen 12/1997, de 6 de marzo, que debe venir determinada por la notificación de la resolución que ponga fin al procedimiento. Página 3 de 3 Respecto al porcentaje de aplicación, la cuestión ha sido tratada minuciosamente por el Tribunal Constitucional en varias Sentencias, especialmente en la 206/1993, de 22 de junio de 1993, 69/1996, de 18 de abril de 1996 y 110/1996, de 24 de junio de 1996, en las que se plantea el cumplimiento de sentencias que imponen pagos a la Administración, pudiendo extraerse de su contenido que en las condenas a abono de interés se aúnan dos finalidades distintas: una meramente indemnizatoria, encaminada a lograr restablecer la depreciación en el valor de las cosas producida por la morosidad de quien tiene la obligación de cumplir y encaminada a lograr la restitución integral del daño soportado, y otra punitiva o disuasoria, fácilmente distinguible de la anterior. La doctrina contenida en las referidas sentencias mantiene que la Hacienda Pública sólo está obligada a pagar el interés de demora con su función indemnizatoria, de lo que cabe inferir que el pago de interés de demora por la Administración se reduce al abono del interés legal del dinero en la cuantía fijada en cada momento por la correspondiente Ley de Presupuestos Generales del Estado.