Resumen Vargas Llosa, Mario Bogotá, Alfaguara

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Resumen
Vargas Llosa, Mario
La civilización del espectáculo, capítulo I
La civilización del espectáculo, 2012, pp. 33 – 59
Bogotá, Alfaguara
Este resumen está basado en el primer capítulo del ensayo La civilización del
espectáculo del autor Mario Vargas Llosa, en el cual el premio nobel de literatura 2012,
hace una ácida crítica a la cultura de occidente.
Innumerables anécdotas en las que la prensa amarillista es la protagonista ilustran la
civilización del espectáculo: esa sociedad de occidente en la cual el entretenimiento, la
diversión y el huir del insoportable aburrimiento son premisas de vida de sus ciudadanos y
muestras inequívocas de cómo la cultura se ha banalizado, se ha tornado frívola y caldo de
cultivo del chisme, el morbo y el escándalo.
La génesis de tal situación tiene dos grandes vertientes: por un lado, los eventos
posteriores a la Segunda Guerra Mundial, esto es, el bienestar que sucedió a los duros años
de la posguerra y el desarrollo económico que trajo consigo el crecimiento de la clase
media, una enorme movilidad social y un relajamiento de los parámetros morales
refrenados por la iglesia, la religión y algunas organizaciones políticas. Esto trajo consigo
el auge de la industria de la diversión y la publicidad y a la vez la invitación expresa a
divertirse, a pasarla bien y a disfrutar los últimos años del siglo veinte. Por otro lado, se
democratizó la cultura, la cual pasó a ser un bien al alcance de todos mediante la educación,
las artes y demás manifestaciones culturales. Todos estos fenómenos con el consecuente
resultado: ya no hay alta cultura, todo vale, todo es cultura.
Por lo descrito con anterioridad, algunas manifestaciones inequívocas de la cultura
en la sociedad del espectáculo son: En primer lugar, la literatura light, la literatura fácil de
leer, la que no demanda en los lectores grandes esfuerzos para entenderla y que junto con el
cine y el arte light dan la impresión de que sus fervientes lectores y espectadores poseen un
amplio bagaje cultural, amenizado por los consejos de los modistos y chefs y hasta por el
programa de Oprah Winfrey quienes se han convertido en los “gurúes” de la cultura y de la
guía literaria. Este hecho refleja algo doloroso: La crítica literaria ejercida antaño por
grandes mentores ha sido reemplazada por la industria de la publicidad y de la diversión.
En segundo lugar, la música se ha tornado en una forma de desahogo en el que
miles de jóvenes se entregan al desenfreno y desafuero colectivo en el cual cada uno pierde
su individualidad y se comporta como los antiguos romanos en las bacanales que le
ofrecían a Dionisio, el dios de la juerga y la bebida. Tal situación tan gráficamente descrita
le agrega otro ingrediente a la civilización del espectáculo: la masificación, la cual se
evidencia en forma cotidiana en los deportes especialmente en el fútbol, una especie de
nueva religión la cual congrega, enardece y aglutina miles de seguidores en el planeta. Es
en este deporte como en ningún otro que algunos seres humanos dejan notar sus pulsiones,
desenfrenos y desamores al punto de comportarse como salvajes, todo por mostrar su amor
a una camiseta o al club de su preferencia.
Paralelo al fenómeno de la masificación, está el consumo desmedido de drogas que
caracteriza estos tiempos. Este se evidencia como una manera de buscar placeres fáciles,
una forma de evadir las responsabilidades y evitar la reflexión y la búsqueda interior pues,
los estupefacientes brindan una solución temporal que al mismo tiempo se convierte en una
trampa pues cada vez más el vacío y la soledad necesitan ser saciados con dosis mayores.
Otra de las características de la civilización del espectáculo es la manera como se
vive la religión, de “boca para afuera”, solo por tener un vínculo social y solo por
momentos. Al mismo tiempo, es evidente la manera como diversas sectas y cultos
proliferan, quizá por el afán de todos los seres humanos de depender de algo que les brinde
seguridad y refugio espiritual. Es evidente que pocos tienen la capacidad de buscar asidero
en la literatura, el arte, la filosofía, la ciencia y en general en la alta cultura, aquella que
prescinde de los engaños y afronta los problemas y que da respuesta a los grandes
interrogantes que perturban los espíritus de los ciudadanos del planeta.
Otro aspecto doloroso de la cultura del espectáculo corresponde a los políticos,
preocupados por el gesto, el maquillaje y el parecer, quienes han reemplazado a los
intelectuales y que en sus campañas se encargan de pontificar sobre lo que es bueno y lo
que es malo. Tristemente, el adormecido público se siente complacido por el apoyo que los
candidatos de turno reciben de los deportistas y las estrellas de la televisión. Esto evidencia
que lamentablemente el intelectual ha desaparecido, se ha marginado de los debates
públicos y se ha limitado a refugiarse en sus disciplinas y sus cátedras evitando con ello la
confrontación y el debate tan importantes para orientar a una sociedad adormecida o
mediatizada por las imágenes, la publicidad, el internet y la amenaza latente de la
desaparición de los libros.
Agregando a lo anterior, está otro aspecto que muestra las características de la
civilización del espectáculo y es el cine que en estos momentos privilegia lo banal, lo
ligero, las imágenes sobre las ideas y que ha hecho que la tecnología reemplace la acogida
que tenían los buenos directores y los guiones impecables por el embeleco de los efectos
especiales que han ocupado el lugar de las buenas historias del séptimo arte.
Por añadidura, las artes plásticas, han entrado en primerísimo lugar en el juego de la
banalización, el pose y el escándalo pues desde que Marcel Duchamp presentó un excusado
como una obra de arte, abrió la compuertas al atrevimiento y la falta de destreza en el arte y
estableció que en la actualidad, con contadas excepciones, lo que cuenta es la irreverencia,
la confusión y la falta de parámetros mínimos que regulen y establezcan qué es bello y qué
es feo y en general qué es una verdadera obra de arte.
Otro caso ilustrativo de la civilización del espectáculo, es la evidente emancipación
sexual, que si bien ha sido una situación de progreso por la reducción de la discriminación
machista contra las mujeres y otras minorías sexuales, ha banalizado el acto sexual
equiparándolo a un pasatiempo, un deporte o un evento de gimnasia. Estos son tiempos de
sexo light en los que no interesa el amor sino la satisfacción de un instinto o de una
necesidad. Se puede afirmar que el erotismo, el arte y lo estético ha desaparecido para
darle paso al sexo exprés, la pornografía y la promiscuidad.
Es posible que el periodismo escandaloso y amarillista haya influido en esta
civilización del espectáculo pues busca a toda costa entretener y divertir fomentando la
prensa light, ligera, amena más preocupada por la primicia y por el show que por la
información veraz. Es por ello, que para estas publicaciones son llamativas fuentes de
información la intimidad de las personas, las catástrofes, los crímenes en serie, el sadismo
y las perversiones sexuales. Todo lo anterior solo con el ánimo de alimentar el morbo de los
lectores, quizá los más interesados en mantener y alimentar una prensa de espectáculo,
superficial y que responde a los rasgos de una cultura predominante: Aquella que ha
convertido el entretenimiento pasajero y frívolo en la aspiración suprema de la vida
humana.
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