RÉGIMEN JURÍDICO DE LOS TÍTULOS EN EL FIDEICOMISO FINANCIERO URUGUAYO Rodrigo Vieira da Cunha Carlos A. de Cores Damiani Rodrigo Vieira da Cunha Mail: [email protected] Tel: 099 225 317 Carlos Andres de Cores Damiani Mail: [email protected] Tel: 099 255 128 I – Introducción El presente trabajo tiene por objeto el análisis del régimen jurídico de las diversas especies de títulos en los fideicomisos financieros regulados por los artículos 25 y siguientes de la Ley N° 17.703. A tales efectos, se analizará fundamentalmente la naturaleza jurídica de los títulos respectivos (deuda y participación), y las potestades atribuidas a los tenedores en el marco de las Asambleas previstas en el artículo 32 de la mencionada ley. Dejaremos de lado en esta oportunidad a los títulos mixtos, habida cuenta de que su caracterización es fácilmente reconducible a las otras dos especies, de cuyas propiedades participa. II – El fideicomiso financiero De conformidad con lo dispuesto en el artículo 25, la característica principal de este tipo de fideicomiso es la obtención de recursos económicos de terceros, mediante la emisión de títulos de participación, de deuda, o mixtos. Como señala Caffera, se trata básicamente de un instrumento para la operación de securitización o titulización de activos, transformando activos ilíquidos (p. ej. carteras de créditos de una empresa contra sus distribuidores o clientes) en activos líquidos (títulos valores que representarán una porción de los activos fideicomitidos –en el ej. la cartera de créditos- o una deuda a favor del tenedor garantizada por dichos activos)1. En el mismo sentido, se ha indicado que la titulización consiste en el proceso de captación de fondos a través de la emisión de títulos valores o participaciones en un fondo de inversión respaldados por el flujo de caja proveniente de activos poco líquidos que devengan una renta. En el caso del fideicomiso, los activos crediticios inmovilizados pueden ser convertidos en títulos de crédito negociables en los mercados, cuya cancelación o repago (capital e intereses) se encuentran garantizados con los bienes del fideicomiso 2 . Esta figura presenta la utilidad de evitar costos de intermediación bancaria y obtener financiaciones a corto y mediano plazo3, e implica una ventaja para el inversor en el sentido de que se trata de instrumentos altamente líquidos y de fácil realización. Este tipo contractual participa de los caracteres fundamentales del fideicomiso en general, con algunas particularidades: sus beneficiarios son siempre tenedores de títulos (cuyo análisis constituirá el objeto del presente trabajo); y los sujetos autorizados para operar como fiduciarios son únicamente las instituciones de intermediación financiera o sociedades administradoras de fondos de inversión. Además, a diferencia de los restantes tipos de fideicomiso, el financiero puede constituirse mediante acto unilateral. En los capítulos que siguen se tratarán por separado las distintas clases de títulos legalmente previstas. 1 CAFFERA, Gerardo, El Contrato de Fideicomiso. Análisis de la Ley Uruguaya 17.703, Asociación de Escribanos del Uruguay, Mdeo. 2003, pág. 114. 2 HERNÁNDEZ MAESTRONI, Alejandro, GUTIÉRREZ PRIETO, Gianni y FOTI FAROPPA, Fernando, Fideicomiso. Aspectos legales, tributarios y contables, Ed. AMF, Mdeo., 2004, pág. 55. 3 ORDOQUI CASTILLA, Gustavo, El Fideicomiso, Ed. Del Foro, Mdeo. 2003, pág. 123. III – Los títulos de participación a) Concepto Los títulos de participación implican la asociación de un sujeto a la suerte patrimonial de otros: en términos de la NIC 32, a las circunstancias que le sean favorables a otros sujetos, como por ejemplo producir utilidades4. Esta asociación implica generalmente para el titular de estas participaciones (tal es el caso paradigmático de las acciones en las sociedades anónimas), el ejercicio de dos clases de derechos: por un lado económicos vinculados al reparto de utilidades, y por otro políticos, relacionados con la toma de decisiones sobre el funcionamiento de la unidad económica. Tal es la clasificación más utilizada, siempre haciendo referencia a las acciones de las sociedades anónimas; en efecto, se entiende por derechos patrimoniales o económicos el de participar en las utilidades y en el remanente en el caso de liquidación de la sociedad; y como políticos el derecho de voto, el derecho de información y el derecho a fiscalizar los negocios sociales5. Conviene analizar la relación existente entre el titular de un derecho de participación y el patrimonio correspondiente. En tal sentido, el derecho de participación representa un tertium genus en la clasificación tradicional entre derechos reales y personales, presentando elementos que lo acercan a ambas categorías. Por un lado, en relación con el derecho personal, el tenedor de un título de participación tendrá respecto a la entidad de que se trate, un crédito, pero únicamente respecto a las utilidades, es decir, sobre el remanente una vez abonados los créditos propiamente dichos que ostenten otros acreedores (tenedores de títulos de deuda). Por otra parte, nadie puede negar que este derecho presenta también aspectos que lo acercan al derecho real, aunque sea mediatamente, en relación con el patrimonio de afectación, ya que el efectivo derecho sobre los bienes se concretará recién al momento 4 DE CORES HELGUERA, Carlos José, Introducción al Derecho de los Servicios Financieros, Ed. La Ley, Montevideo, 2009, pág. 74. 5 LAPIQUE, Luis, El Accionista en la Sociedad Anónima, Ed. FCU, Mdeo. 2008, pág. 95. de la liquidación de tal patrimonio. Volviendo al ejemplo del accionista, y tomando las palabras de Messineo, por efecto de la formación de la sociedad, se interpone, entre los socios componentes y los bienes aportados, un quid novi, al cual éstos pertenecen jurídicamente, si bien, desde el punto de vista económico, ‘dueños’ del patrimonio social son indudablemente los socios6. En materia de certificados de participación en el patrimonio fiduciario, se ha planteado la discusión acerca de la naturaleza jurídica de los mismos, existiendo básicamente dos posturas: la de aquellos que entienden que se trata de un auténtico derecho de copropiedad entre los aportantes, y la de quienes entienden que se trata de un mero derecho de crédito. Esta última postura es sostenida por Lisoprawski, para quien en todos los supuestos los certificados fiduciarios jamás atribuyen un derecho de condominio sobre los bienes y rentas del fideicomiso, sino derechos personales o creditorios para exigir una cuota de condominio o su valor 7 ; los certificados otorgarían pues un derecho personal y crediticio respecto del patrimonio fiduciario, nunca un derecho de copropiedad, pues el único propietario es el fiduciario8. La otra posición no obstante, identifica a estos títulos con las cuotas de los fondos de inversión, los cuales presentan la particularidad de que sus titulares son los copropietarios de ese patrimonio de afectación independiente y autónomo. En este caso, si se toma en cuenta dicha analogía se debe concluir que los titulares de certificados de participación no son sino los titulares de una cuota parte del patrimonio fiduciario. Esta tesitura se corresponde con la disociación entre propietario formal (legal ownership) y propietario sustancial (equitable ownership), concepción propia del Trust anglosajón, que no fue acogida en nuestros sistemas jurídicos (Civil Law) donde se optó 6 MESSINEO, Francesco, Manual de Derecho Civil y Comercial, tomo V, Ed. EJEA, Buenos Aires, 1955, pág. 300. 7 LISOPRAWSKI, Silvio V. y KIPER, Claudio M., Fideicomiso. Dominio Fiduciario. Securitización, Ed. Depalma, Buenos Aires, 1995, pág. 438. 8 CAPPETTA RODRÍGUEZ, Soledad, El Fideicomiso Financiero en Uruguay (Ley 17.703), en GHERSI, Carlos A., Fideicomiso, Ed. Universidad, Buenos Aires, 2006, pág. 127. por adaptar la figura de la fiducia romana, donde la transferencia real sólo está limitada por un vinculo de índole obligacional9. Así, puede plantearse como un resquicio de la importación de esta tipología, la idea de que si bien formalmente el titular del patrimonio de afectación es el Fiduciario, los titulares de certificados de participación son los propietarios en equidad. Con relación a este punto, Caffera sostiene desde tiendas contrarias que el único titular del patrimonio fideicomitido es siempre el fiduciario; aunque el contenido de los derechos de los tenedores, que jamás dejarían de ser derechos de crédito, se determinan tal y como si fueran titulares de una cuota parte de esa titularidad10. Por nuestra parte, hemos señalado líneas arriba que el derecho de participación es una tercera categoría distinta del derecho personal y el derecho real, reuniendo si se quiere aspectos combinados de ambos. Por ende, no debe excluirse la calificación de estos títulos como participación por el solo hecho de entenderse que no se ostenta la titularidad del patrimonio, pues la naturaleza jurídica de todo derecho de participación implica como dijimos una relación mediata con aquél. Adviértase que si se emiten títulos de participación con un valor nominal de origen, que correspondiera a la división aritmética del patrimonio entre la cantidad de títulos emitidos, ello no implica que el título sea exigible por dicho valor, sino que su materialización es a los únicos efectos de determinar la alícuota correspondiente, contenido básico de cualquier participación. En consecuencia, es una característica esencial de estos títulos, la participación no sólo sobre las utilidades que reporte la gestión fiduciaria, sino también sobre el propio patrimonio fideicomitido, resultante al finalizarse la ejecución del contrato y luego de efectuada la correspondiente liquidación. Tal régimen es coherente, por lo demás, con la redacción dada al artículo 25, en el cual se deja expresa constancia de que, cuando los títulos son de deuda, el patrimonio fiduciario tiene una finalidad instrumental de 9 DE CORES, Carlos, Segmentación patrimonial y autonomía privada. Reflexiones en torno a la llamada propiedad fiduciaria a los diez años de vigencia de la ley 17.703, en DJC tomo I, Ed. FCU, Mdeo. 2013, pág. 68. 10 CAFFERA, Gerardo, op. cit., pág. 115. garantía para el pago de dicha deuda; por el contrario, esta referencia no se hace cuando los títulos son de participación, lo cual es de estricta lógica por cuanto hay un derecho constituido sobre el patrimonio mismo. Véase en este sentido el artículo 1° inciso 1° in fine de la Ley, el cual prevé la transmisión de los bienes fideicomitidos al cumplimiento del plazo o condición a los beneficiarios. De regla, esta situación es la que se da típicamente en las emisiones bajo análisis, ya que otras estructuras fiduciarias, como ser el fideicomiso de administración o garantía, o incluso fideicomisos financieros con sola emisión de deuda, entrarían dentro del supuesto restante de la mencionada norma, cuando hace referencia a la restitución de los bienes al fideicomitente. b) Los derechos políticos Como regla general, cualquier empresa o emprendimiento económico se financia mediante la obtención de fondos provenientes del endeudamiento o del aporte de terceros. La deuda, por naturaleza, tiene preferencia respecto a su cobro en comparación con el capital, quedando siempre supeditada la distribución de utilidades al pago tanto de los intereses como del principal de los títulos de deuda. Recién una vez cancelados todos los pasivos, los tenedores de títulos de participación generarán derecho al cobro de sus dividendos. Esta situación tiene un impacto financiero que determina que el costo de la deuda sea inferior al de los recursos aportados por terceros, desde que el capital de riesgo exige una mayor rentabilidad. Pero no sólo la mayor rentabilidad es un atributo propio de quien opta por someterse al riesgo empresarial, sino que el ordenamiento jurídico también protege o mitiga esa exposición al riesgo atribuyéndoles derechos políticos que les permiten un adecuado control sobre la gestión. El derecho político del accionista por antonomasia, a saber el derecho de voto, constituye el elemento jurídico central mediante el que los socios ejercen su poder sobre la organización societaria. Siendo éstos quienes corren el riesgo de que las decisiones económicas adoptadas por la entidad repercutan negativamente sobre la rentabilidad de sus aportes, es de principio y lógico que sean tales socios los que tomen decisiones que en definitiva van a afectar su patrimonio11. El título de participación en fideicomisos financieros tiene, como viene de verse, una naturaleza jurídica que lo asimila en este punto a las acciones de las sociedades anónimas, siendo de estricta justicia otorgarles voz y voto en las decisiones que tengan que ver con la defensa del patrimonio fideicomitido, sin que ello implique desconocer el rol central de la figura del fiduciario. Resulta llamativo por tanto, que la Ley al regular esta figura, no le haya otorgado a los tenedores de títulos de participación la misma facultad de reunirse en Asamblea que a texto expreso consagró a favor de los tenedores de deuda: los artículos 31 y 32 son claros a través de toda su redacción, en diversos pasajes, en el sentido de que rigen únicamente esta última situación. Así, el primer artículo señala que en caso de insuficiencia del patrimonio …, el fiduciario citará a los tenedores de títulos de deuda, haciendo asimismo referencia el inciso 2° de tal artículo a dicha asamblea. También el artículo 32 en todo momento menciona única y expresamente a la asamblea de tenedores de títulos de deuda. Por lo demás, al momento de referirse a las mayorías necesarias para la toma de decisiones en la Asamblea, el artículo 32 toma como referencia el valor nominal de los títulos emitidos y en circulación. Si bien leída la expresión en forma aislada no se hace la aclaración de cuál es la naturaleza de los títulos en cuestión, lo que podría llevar a considerar incluidos a los de participación, no puede tratarse de otros instrumentos que los de deuda, dado que el mismo inciso en su comienzo sólo menciona a los tenedores de tales títulos12. Ante esta situación, hay quienes llaman la atención sobre esta exclusión, hallándola injustificada 13 , mientras que otros soslayan el punto asumiendo que los titulares de certificados de participación pueden también reunirse en Asamblea, sosteniendo que la 11 LAPIQUE, Luis, op. cit., pág. 96. Más adelante veremos que la Ley Argentina presenta otra redacción que deja abierta la posibilidad de celebración de Asambleas de titulares de participaciones. 13 ORDOQUI CASTILLA, Gustavo, op. cit., pág. 129. 12 liquidación en caso de cesación de pagos, requiere la intervención de la Asamblea de tenedores de certificados de participación y/o títulos de deuda14. La discusión puede resultar un tanto ociosa en la práctica, en el sentido de es habitual que los contratos de fideicomiso financiero con emisión de títulos de participación establezcan la celebración de Asambleas, siendo este un terreno fértil para la autonomía de la voluntad. Sin embargo, lo cierto es que en caso de no preverse tal circunstancia, entendemos que no habrá Asamblea posible por ser un supuesto excluido de la norma. Las razones de tal proceder legislativo no parecen tener justificación racional15, dado que los tenedores de títulos de participación deberían de regla tener las potestades atribuidas a la Asamblea, si tenemos presente que su participación en el capital fiduciario está precisamente sometido al éxito de la gestión fiduciaria. Podría sostenerse que la remisión a las disposiciones de la Ley N° 16.060 en sede de asambleas de accionistas, brinda un argumento para hacerlas extensibles a los tenedores de participación, habida cuenta de la análoga naturaleza jurídica de ambos instrumentos (acciones y participaciones). No obstante ello, creemos que no es convincente tal razonamiento, dado que el reenvío parece ser a los solos efectos de las formalidades que rigen el funcionamiento de la entidad. De hecho, la Ley N° 18.627 de Mercado de Valores al regular las obligaciones negociables, que son típicos títulos de deuda, realiza en su artículo 74 la misma remisión. Por otra parte, la ley argentina que fue una fuente fundamental para nuestra Ley N° 17.703, tiene en este punto una redacción que deja abierta la posibilidad de Asambleas de titulares de participaciones. En efecto, el artículo 24 establece que la asamblea se considerará válidamente constituida cuando estuviesen presentes tenedores de títulos que representen como mínimo dos terceras partes del capital emitido y en circulación. 14 CAFFERA, Gerardo, op. cit., pág. 116. No hay rastro alguno, en la discusión parlamentaria de la Ley, que parezca dar motivos suficientes para hacer la distinción. 15 Adviértase que esta disposición, análoga a nuestro artículo 32, refiere genéricamente a títulos, sin distinguir su naturaleza; más aún, la mención expresa al capital emitido y en circulación da a entender que está previendo los títulos de participación, dado que los títulos de deuda no son capital, sino precisamente deuda. Sería conveniente entonces que el legislador deje de lado la incertidumbre que genera esta injustificada exclusión, consagrando expresamente la celebración de Asambleas de titulares de participaciones, en lugar de ceñirlas únicamente a los títulos de deuda. IV – Los títulos de deuda a) Concepto Menos aspectos problemáticos presentan los denominados títulos de deuda, ya que se trata de lisos y llanos derechos crediticios que implican la obtención de recursos mediante el endeudamiento de la entidad con terceros. Los mismos son calificados como títulos valores a todos los efectos legales (artículo 27 de la Ley N° 17.703). Más precisamente, podemos catalogarlos como títulos de inversión, es decir, aquellos que son emitidos en serie, standarizados. Representan fracciones de un empréstito contraído por el Estado, los Municipios, los entes públicos … o por las sociedades anónimas (obligaciones o debentures). Los primeros son títulos públicos y los últimos privados. Generalmente son a mediano o largo plazo y gozan de un interés pagadero trimestral o semestralmente16. Como señala Olivera García en afirmaciones referidas a las obligaciones negociables, pero perfectamente extensibles a los títulos de deuda, estos constituyen títulos negociables que documentan un empréstito contraído por la entidad emisora (aunque en el caso del fideicomiso financiero quien se constituye como deudor es el fiduciario, con los bienes fideicomitidos). Esta situación involucra, según el autor, dos aspectos: la calidad de títulos valores y su vinculación a un único negocio crediticio. Respecto al 16 196. PÉREZ FONTANA, Sagunto, Títulos Valores, tomo I, Ed. FCU, Mdeo., pág. primer punto, de conformidad con lo dispuesto por el artículo 27 de la Ley de Fideicomiso, son inequívocamente títulos valores: se produce en este caso la incorporación al documento del derecho literal y autónomo de su tenedor de acuerdo con el concepto general contenido en el Decreto-Ley 14.701 del 12 de setiembre de 1977. Pero por otra parte se trata de títulos valores causados, en la medida que confieren a su titular los derechos emanados no solamente del tenor literal del documento sino también del acto de creación 17 , que en nuestro caso dependerá de las condiciones estipuladas en el contrato de fideicomiso y el documento de emisión. Resta por último efectuar una mención a la expresión legal títulos de deuda garantizados con los bienes que integran el fideicomiso (artículo 25). Si bien el pasaje parece hacer referencia a una garantía real que pesa sobre los bienes fideicomitidos, entendemos que en buen romance se trata de una garantía genérica (artículo 2372 del Código Civil), en la medida que estamos ante una mera relación crediticia. Sin embargo, la aclaración es pertinente por cuanto el vínculo obligacional se traba entre el tenedor y el fiduciario, con la particularidad propia de este tipo negocial de que el derecho de persecución en caso de incumplimiento, sólo podrá hacerse efectivo sobre los bienes que integran el fideicomiso, y no contra los bienes que integran el patrimonio propio del fiduciario (artículo 7). b) Los derechos políticos Los títulos de deuda deben calificarse como títulos complejos, es decir aquellos que según Olivera García en sede de debentures, incorporan no solamente un derecho de crédito sino asimismo derechos políticos accesorios18. En nuestro caso, los mismos surgen fundamentalmente del artículo 32, que a diferencia de lo que puede suponerse a primera vista, no es convocada únicamente en casos de insuficiencia de patrimonio (circunstancia plenamente objetiva), sino también en el caso 17 OLIVERA GARCÍA, Ricardo, Régimen de los Debentures u Obligaciones Negociables en el Derecho Uruguayo, en Estudios de Derecho Societario, Ed. RubinzalCulzoni, Buenos Aires, 2005, págs. 662 y 663. 18 OLIVERA GARCÍA, Ricardo, op. cit., pág. 663. de otras contingencias que pudieran afectar el cumplimiento de las obligaciones contraídas por el fiduciario frente a terceros. La vaguedad del vocablo contingencias, se suma al uso del condicional, que ni siquiera asume que el cumplimiento haya sido efectivamente afectado por aquellas contingencias, sino que prevé la simple posibilidad de cualquier amenaza al cumplimiento. Ello nos muestra que los derechos políticos de los tenedores de títulos de deuda adquieren una dimensión significativa, de cariz netamente subjetivo, que les habilitan a ingresar de lleno en la gestión del patrimonio fiduciario. Estamos pues por fuera de una faz patológica (cesación de pagos), para ingresar al liso y llano control de gestión, atributo que es mucho más propio del accionista –o en su caso del tenedor de participaciones, ya que ambos se someten al riesgo empresarial- que del caso de un simple acreedor. Véase en este sentido que la única facultad expresamente limitada a la causal de insuficiencia de patrimonio es la del literal g) del artículo 32, esto es, la extinción del fideicomiso. Las demás atribuciones no se restringen a tal supuesto, sino que los tenedores de títulos de deuda pueden ser convocados a su mero arbitrio, sin expresión de causa. Es cierto que la convocatoria a la Asamblea en el marco del artículo 31 es potestad del fiduciario, pero no menos cierto es que la amplia remisión a la Ley N° 16.060 a este respecto, hace que por analogía con la ausencia de convocatoria por parte del Directorio de la sociedad anónima, podamos concluir que los propios tenedores podrán requerir al fiduciario su convocatoria. En efecto, el artículo 344 de la Ley de Sociedades Comerciales establece a la convocatoria como un deber del órgano de administración o de control, que en nuestro caso sería el fiduciario. En caso de omisión por parte de éste, los tenedores que representen por lo menos el 20% de la deuda emitida, si el contrato de fideicomiso no estableciere un porcentaje menor, podrán requerir la convocatoria, que si persistiere la negativa del fiduciario, podrá hacerse judicialmente. Como último punto de interés, podemos tratar el aspecto del cese del fiduciario en el fideicomiso financiero, armonizando las disposiciones generales con las establecidas para nuestro tipo específico. En tal sentido, la remoción del fiduciario resulta una facultad conferida a la Asamblea de tenedores de títulos de deuda, de conformidad con el artículo 32, que se distingue del supuesto general establecido en el artículo 22, por cuanto en este último caso siempre estamos ante ceses por causal. Incluso los supuestos de remoción judicial por instancia del fideicomitente, del beneficiario o de los acreedores, suponen en primer término que la destitución requiere siempre un pronunciamiento judicial; y en segundo lugar que tiene que verificarse un supuesto específico, a saber, el incumplimiento de las obligaciones establecidas a su cargo, ora por la ley, ora por el negocio constitutivo del fideicomiso. En cambio, el artículo 32 se desmarca de este régimen en un doble sentido: por un lado no se requiere una instancia judicial para llevar a cabo la remoción, y por otro lado, no hay expresión de causas justificantes de tal proceder, sino que la Asamblea será soberana para resolver el punto. Cierto es que el artículo 32 no menciona en ningún momento la palabra cese o remoción del fiduciario, pero también debe tenerse presente que diversas hipótesis allí previstas comportan implícitamente dejar de lado al fiduciario, por tratarse de atribuciones que típicamente corresponden a éste. V – Conclusiones De los desarrollos precedentes, es posible extraer las siguientes conclusiones: - Los certificados de participación otorgan a sus titulares un derecho de participación sobre el patrimonio fiduciario, que se presenta como una tercera categoría, distinta de los derechos personales y reales; - La Ley de Fideicomiso no ha previsto derechos políticos a favor de estos tenedores, lo que de lege ferenda sería conveniente consagrar, dado que al estar supeditado su cobro al riesgo de la gestión, es imprescindible para ellos contar con mecanismos de control; - En cuanto a los títulos de deuda, en cambio, se trata de típicos derechos creditorios, con la particularidad de que se harán exigibles únicamente contra los bienes fideicomitidos, siendo ésta una garantía genérica y no real sobre los mismos; - Estos títulos son complejos, otorgando a sus titulares, además de los derechos económicos, derechos políticos que se concretan en la celebración de Asambleas con amplias facultades. - Dichas Asambleas pueden ser convocadas no sólo para un supuesto de cesación de pagos, sino además ante cualquier amenaza que a mero juicio de los tenedores ponga en riesgo el éxito del negocio fiduciario.