TUTELA JUDICIAL NO SISTEMA MULTINÍVEL LA INFLUENCIA DEL DERECHO CONTINENTAL EN EL DERECHO ADMINISTRATIVO ARGENTINO* Pedro Aberastury RESUMO Afirma que a influência do Direito continental no Direito Administrativo argentino foi determinante à evolução deste. Infelizmente, porém, em vez de se adotarem os princípios, foram incorporadas as soluções normativas sem nenhuma restrição que possibilitasse uma adaptação ao sistema constitucional vigente. Cita como exemplo disso a exigência por parte da legislação argentina de que haja decisão administrativa antes de se interpor qualquer ação judicial contra o Estado, o que causa, no seu entender, grande prejuízo à tutela dos direitos constitucionais, pela aplicação de ordenamentos estrangeiros que podem funcionar adequadamente apenas nos países de origem. Conclui que as normas procedimentais não podem estar em plano superior ao dos direitos e garantias e que esforços devem concentrar-se no sentido de rever-se o Direito Administrativo argentino, a fim de serem reconhecidos os direitos dos particulares e de se estabelecer o controle judicial do Executivo, único método conhecido de sobrevivência de um Estado democrático. PALAVRAS-CHAVE Direito Administrativo argentino; ordenamento constitucional – continental, argentino; Direito – espanhol, francês; Corte Suprema de Justiça da Nação; Comissão Interamericana de Direitos Humanos; Pacto de San José. __________________________________________________________________________________________________________________ Conferência proferida no Seminário Internacional “A Tutela Judicial no Sistema Multinível”, realizado pelo Centro de Estudos Judiciários do Conselho da Justiça Federal, nos dias 20 e 21 de setembro de 2004, no auditório do Instituto Rio Branco, em Brasília-DF. * 38 R. CEJ, Brasília, n. 27, p. 38-46, out./dez. 2004 1 EL NACIMIENTO DEL DERECHO ADMINISTRATIVO E l nacimiento del Derecho Administrativo como disciplina autónoma del Derecho, en cuanto reglamenta las funciones a cargo del Estado, se lo ubica a partir o a raíz de la Revolución Francesa de 1789. Nace como una necesidad de los principios liberales burgueses que veían como un inconveniente que el poder ejecutivo pudiera ser controlado por la Justicia, que se encontraba dominada por el espíritu conservador, proveniente de la nobleza y que, de esta manera, se trastocaran los valores y principios que inspiraron las ideas revolucionarias. Es la tesis de García de Enterría, quien afirma que no sólo el Derecho Administrativo, sino el Derecho Público contemporáneo encuentra su fuente en los principios revolucionarios franceses 1. Por otra parte, tanto Santi Romano como Zanobini ubican el nacimiento del Derecho Administrativo en la ley del 17 de febrero de 1800, ley francesa de organización administrativa del Estado. De esta manera se ubica al Derecho Administrativo como surgiendo del principio de división de poderes, o sea, creando limitaciones al poder y pasando entonces del Estado de Policía al Estado de Derecho2. La división de poderes propugnada por Montesquieu se basaba no sólo en controlar al poder con el poder, sino también en el hecho de que el destino del hombre se vería perdido si uno solo creara la ley, la aplicara y la ejecutara3, y el sistema de pesos y contrapesos, que explicita la división y/o separación de poderes, fue entendido de manera diferente en Francia y en España. En Francia, esta separación de poderes se asegura, primeramente, a través de la constitución de un tribunal especial para la administración, y luego, en una segunda versión, a través de la prohibición al Poder Judicial de turbar, de cualquier manera, la actividad de la Administración, plasmada en la Ley del 16-24 de agosto de 1790. Napoleón creó el Consejo de Estado en base al antiguo Consejo del Rey pero, al no tener poder de decisión propio, actuará proponiendo una decisión y será el Ejecutivo quien retenga la posibilidad de decidir. Posteriormente, se pasará al sistema de jurisdicción delegada, con la ley del 24 de mayo de 1872, que reconoce y traspasa al Consejo de Estado estos poderes de decisión4. R. CEJ, Brasília, n. 27, p. 38-46, out./dez. 2004 Similar proceso lo encontramos en España ya que, con las leyes del 2 de abril y 6 de julio de 1845, se crean Consejos Provinciales con jurisdicción delegada y un Consejo Real con jurisdicción retenida por lo que este paralelismo con el sistema francés tempranamente se diferenciará por el espíritu revisor del Consejo de Estado Francés a través del ejercicio del llamado recurso de exceso de poder. En España, la ley del 13 de septiembre de 1888, llamada “Santamaría de Paredes”, armonizó los criterios anteriormente irreductibles llegando a un sistema mixto asignando a los nuevos órganos creados el resolver en forma definitiva los litigios planteados y abandonando el sistema de la jurisdicción retenida. Este sistema estableció que el acto recurrido debía previamente encontrarse en condiciones de causar estado , es decir, se hubiera agotado la instancia administrativa, sólo revisar la actividad reglada y no así la discrecional y que se tratara de la lesión a un derecho subjetivo, estableciendo que la ejecución de las sentencias firmes se encontraba reservado a la discreción del Gobierno. Esta situación terminó de perfilarse con la sanción de la llamada “Ley Maura”, del 5 de abril de 1904, que creó una Sala Contencioso-Administrativa en el Tribunal Supremo, superando la diferenciación anteriormente existente con la ordinaria. En España, finalmente, el sistema se encuentra en vías de cambio, a partir del estricto cumplimiento de la Constitución de 1978, que ha permitido un mayor control de los actos de la administración por parte de los tribunales de justicia. A nuestro entender, la ley francesa del 16-24 de agosto de 1790, que propugnó la separación de poderes y donde el judicial no podía molestar a los cuerpos administrativos ni citar ante ellos a los administradores por razón de sus funciones, es lo que condicionaría finalmente al Derecho Administrativo, inclusive hasta nuestros días. En efecto, la norma referida dispuso que: los jueces no podrán, bajo pena de prevaricación, perturbar de la manera que sea, las operaciones de los cuerpos administrativos, ni citar ante ellos a los administradores por razón de su función 5. En consecuencia, el Derecho Administrativo nacerá como un corpus iudice del Estado de Derecho para canalizar, dentro del Estado, los controles que deben serle impuestos a una persona que tiene a su cargo la atención de los negocios públicos y que concentra, dentro de ella, todos los privilegios que el Antiguo Régimen le asignaba al monarca. Ya no se trata del poder omnímodo del monarca sino que el cambio se basa en la ley, asumiendo ésta el nuevo carácter de sometimiento de toda la comunidad, incluido el poder político. No deriva de la autoridad del Rey sino del Pueblo y esta nueva concepción es lo que marcará el nacimiento del Derecho Administrativo vinculado con el surgimiento de la Revolución Francesa. La Declaración Universal de los Derechos del Hombre, que propugna la igualdad y la fraternidad y la división de poderes, es el principio de nuestra disciplina; no es que no existieran con anterioridad distintas sistematizaciones del Estado como tal, donde se encontraba al Derecho Administrativo como una disciplina no diferenciada del denominado Derecho Constitucional, sino de lo que se trata es que en el Estado de Derecho nos encontramos con el sometimiento del Estado a la vigencia de la norma fundamental y que los principios del cual emana el Derecho Administrativo se afianzarán en la medida que la Ciencia del Derecho permita o reconozca que esta disciplina no sólo dispone la sujeción del Estado al orden jurídico sino que estudia la tutela como institución, disponiendo que el control de dicho ejercicio le corresponderá, según el ordenamiento constitucional de que se trate, a los jueces independientes, al Ejecutivo o al contencioso administrativo que se conforme dentro de la misma administración central. No obstante quien sea el órgano de aplicación, puede afirmarse que la evolución del Derecho Administrativo se caracterizó por la extensión de la tutela judicial y, correlativamente, por la acentuación de los caracteres jurisdiccionales del contencioso administrativo 6. Por ello se considera que el Derecho Administrativo debe su existencia a la posibilidad de controlar los actos del Ejecutivo; será mas eficaz este control en la medida que exista una división de poderes que someta al Estado a un determinado régimen de control por lo que del sometimiento al monarca se pasó al sometimiento a la ley, lo que dio origen al Estado de Derecho7. No se trata de una evolución espontánea pues no podemos dejar 39 de mencionar circunstancias aisladas que permiten sostener una sujeción a la ley por parte del monarca, tal el caso de la Carta Magna, la existencia de tribunales para juzgar conductas de los súbditos o el hecho que el monarca delegara en sus súbditos el aplicar la justicia y que esta aplicación, en general no fuera arbitraria, pero esta confusión entre administración y justicia, propia del antiguo régimen, es lo que infiltrará al Derecho Administrativo y producirá la confusión entre prerrogativas del Poder Público y el derecho a la tutela del administrado. Dentro del régimen absolutista nos encontramos con que la tutela judicial se encontraba en manos del Rey y su absolutismo determinaba, precisamente, la falta de control y contradicción de sus actos. De este resabio nace el principio de la ejecutoriedad del acto administrativo que impone el privilegio de poner en práctica el acto, sin necesidad de un previo control del mismo por lo que, a la hora de controlar sus decisiones, no parece descabellado afirmar que la supervivencia de estos resabios del antiguo régimen es lo que torna explicable la existencia de ciertos privilegios asignados al Estado. De igual manera, encontramos que la imposibilidad de dictar órdenes contra la administración –– injonctions –– o la imposibilidad de anular las decisiones por parte de los cuerpos jurídicos, son cuestiones que tienen su reconocimiento en la Revolución Francesa y que han sido superadas recientemente en Francia a través de la paciente labor de los arrêt s del Consejo de Estado Francés 8. 2 EL ESTABLECIMIENTO DE UN CONTROL INDEPENDIENTE Estos antecedentes tuvieron gran influencia en mi país, a pesar de haber optado los constituyentes por una organización política, ajena al Derecho continental. La Constitución Argentina prohibió al Ejecutivo el ejercicio de funciones judiciales y asignó a un tribunal independiente dicha función, al establecer una Corte Suprema de Justicia de la Nación, como tribunal superior, y restringir su actuación en la medida que existiera una causa e intervenir en aquellas cuestiones donde la Nación fuera parte. Asimismo, ya en los primeros precedentes se otorgó a las sentencias que dictara el alcance de final, es decir, irrevisables. 40 La codificación, que fuera adoptada inmediatamente, produjo un quiebre en el sistema legal vigente y, en forma concordante, al establecerse en la Constitución de 1853 nuevos principios en materia de Derecho Público, sustancialmente distintos a los establecidos en el Derecho Constitucional continental, también se considera que se produjo un quiebre aunque, esta vez, con un poco más de resistencia para cierta doctrina que consideró que el alejamiento del sistema establecido en la Madre Patria, por un sistema constitucional similar al regido en Estados Unidos de Norteamérica, constituyó un error y que éste no fue admitido en el Derecho Público provincial9. Los constituyentes, al adoptar un modelo similar al de Filadelfia, crearon un sistema jurídico nuevo, pero sin desconocer sus orígenes y la necesidad de un nuevo orden constitucional. Así, en nuestro país, la concepción historicista de Savigny, que dispone que el Derecho se encuentra, no se hace, revelándose como un notable anticodificador, fue superada por el criterio que tiempo después Bentham propugnara en cuanto el Derecho se constituía como factor de cambio social, propugnando la codificación como factor de ese cambio. Sin embargo, siguiendo a Nino, consideramos que adherir a una u otra concepción en forma esquemática nos restaría la explicación de la aceptación social del cambio propugnado, pero lo cierto es que, si la norma es aceptada por la sociedad por constituirse no sólo en factor de cambio sino en, precisamente, la norma que reclamara, ello genera las conductas innovadoras sociales que presenciamos, por ejemplo, con la llamada generación del 8010. De la evolución que se produjera, o del salto entre el régimen legal de la época colonial al cambio que se produjo a partir del ejercicio del poder constituyente y del dictado de los códigos de fondo, se puede afirmar que ello fue un factor primordial en la evolución económica del país a fines del siglo XIX; sin esta estructura jurídica, nuestro país no hubiera podido llegar al grado de evolución alcanzado a fines de dicho siglo. Este cambio fundacional significó darle al país una estructura jurídica novedosa, con la concepción particular de establecer un molde rígido pero no tan rígido que no permitiera su interpretación dinámica; (..) en el ámbito provincial se partió del hecho que la revisión de lo actuado en sede administrativa dependía de lo que se hubiera peticionado en esa sede y condicionando la revisión al seguimiento de ritualismos que no se encontraban previstos en la Norma Fundamental. Este dogma debe ser revisado así como en España, luego de la reforma de 1978, ha sido discutido. precisamente este dinamismo fue el que le aseguró su supervivencia de los avatares que padeciera, la posibilidad de una interpretación integradora con los cambios sociales que se iban produciendo en la sociedad fue lo que permitió su supervivencia, lo cual así no sucediera con la Constitución Federal de Austria, que hiciera Kelsen en 1920, ya que la dinámica del estado federal corría a una velocidad y por carriles distintos, lo cual no sucedió en nuestro caso11. El principio de nuestra norma fundamental fue que las Provincias conservan todo el poder no delegado al Estado Federal (art. 121), pero se aceptó que el ordenamiento constituyente, que cada una se diera, se encontrara determinado por el sistema representativo republicano y conforme con los principios, declaraciones y garantías de la Constitución Nacional, asegurando su administración de Justicia. Esta similitud normativa permitió, no obstante, que el control de la actividad del ejecutivo provincial fuera realizada, en forma general, en jurisdicción originaria del superior tribunal provincial, pero que la interR. CEJ, Brasília, n. 27, p. 38-46, out./dez. 2004 pretación que se fuera realizando en el transcurso de los años se le diera un carácter distinto al pretendido por los constituyentes pues, en general, en el ámbito provincial se partió del hecho que la revisión de lo actuado en sede administrativa dependía de lo que se hubiera peticionado en esa sede y condicionando la revisión al seguimiento de ritualismos que no se encontraban previstos en la Norma Fundamental. Este dogma debe ser revisado así como en España, luego de la reforma de 1978, ha sido discutido12. Si bien la competencia revisora fue establecida en diversos códigos provinciales, tales como el de Santa Fe, donde expresamente así se lo indica13, la Corte Suprema de Justicia de la Nación se ocupó de limitar sus efectos y no exigirla en los casos que se tratara de jurisdicción originaria. En el sistema nacional, producto de la confusión de conceptos que se originaran en lo que debía entenderse por contencioso administrativo, se fueron dictando una serie de leyes donde se permitió al Poder Ejecutivo Nacional la conformación de tribunales administrativos y la designación de sus integrantes con ejercicio de función jurisdiccional, para juzgar causas donde la administración era parte. La revisión de esta clase de pronunciamientos se realizaba a través de la interposición del recurso extraordinario ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación por lo que la revisión era, la mayoría de las veces, formal y no sustancial, atento la excepcionalidad de este remedio federal, lo cual fue admitido por la interpretación de nuestro máximo tribunal en múltiples ocasiones. En la Argentina se le asignó a la división de poderes una limitación distinta a la que emanara en el Derecho continental, a partir de la ley francesa del 16-24 de agosto de 1790; se produjo la confusión de ambos sistemas a través de la influencia del Derecho continental por lo que la discusión de la existencia de tribunales administrativos, que pudieran dictar pronunciamientos irrevisables por parte de tribunales judiciales, fue materia de debate doctrinario. El mismo tuvo lugar respecto del alcance de los pronunciamientos dictados por los tribunales administrativos lo cual fue aclarado recién, en forma definitiva en 1960, en el precedente Fernández Arias c/ Poggio14 , donde se estableció que un tribunal administrativo no podía dictar resoluciones que tuvieran como implicancia R. CEJ, Brasília, n. 27, p. 38-46, out./dez. 2004 la definitividad del pronunciamiento, entendiendo por tal a la falta de revisión sustancial por parte de un tribunal independiente a las partes, es decir, que la revisión del pronunciamiento debía ser pleno, a través de la posibilidad de interponer una acción, ofrecer y producir prueba y llegar a una decisión fundada donde se hiciera mérito de todos los antecedentes propuestos para llegar a la decisión. Pero este precedente, que produjo un vuelco en el Derecho Administrativo, comenzó a ser objeto de nuevos embates pues, en 1960, no existía lo que se denominó posteriormente plazo de caducidad, lo cual significó en los hechos reglamentar el acceso a la Justicia, de tal manera que su revisión se encontrara sujeto a los obstáculos de transitar previamente otra vía y a un plazo breve para iniciar la acción judicial. En el ordenamiento constitucional continental, donde no se encuentra establecido el control por parte de un tribunal independiente a las partes, puede ser tenido como razonable que durante el recorrido de la vía administrativa, por inobservancia de los plazos a los cuales se encuentra sujeto el particular, los mismos produzcan, en un determinado momento, el consentimiento de lo actuado ante esa sede por inobservancia del procedimiento establecido, pero lo que considera razonable un determinado ordenamiento constitucional no puede ser adaptado sin más a otro sistema, donde la suerte de la supervivencia del mismo está planteada en la división de poderes y donde se le otorga al Poder Judicial la función de controlar lo que realizan los restantes. Si lo que se pretende es evitar la revisión de lo actuado en sede administrativa por un órgano ajeno a ella, evidentemente la rigidez legal emanada de la ley de 1790, que posibilitó que la división de poderes fuera entendida como una prohibición totalmente rígida para el Poder Judicial, de incursionar sobre materias que se encontraban a cargo del Ejecutivo, será coherente asignarle ese carácter pero se considera que ninguna norma reglamentaria puede abolir una garantía constitucional tan fundamental como lo es la defensa en juicio establecida en nuestra Ley Fundamental. Debe tenerse en cuenta que el régimen tajante de división de poderes, en el sistema constitucional francés, se expresó de esta manera para evitar que, por una cuestión sociológica, el Poder Judicial como órgano conservador pudiera enfrentar al Poder Ejecutivo y anularle sus decisiones. Por eso, en Francia, se organizó el contencioso administrativo, con tribunales administrativos para controlar al Poder Ejecutivo y, a partir del arret Blanco15, resultó que toda causa contenciosa administrativa iba a ser juzgada por un tribunal administrativo y toda causa civil iba a recaer en el Poder Judicial. Esta demarcación nos influenció porque en el Código contencioso administrativo de la provincia de Buenos Aires, de principios del siglo XX, se consideró que la Suprema Corte provincial, como tribunal originario, sólo le debían llegar las causas objetivamente administrativas mientras que las civiles debían derivarse a los tribunales de justicia de primera instancia16. 3 EL AGOTAMIENTO DE LA VÍA ADMINISTRATIVA COMO CONDICIONANTE DE ACCESO A LA INSTANCIA JUDICIAL En la Argentina se puede afirmar que, ordinariamente, las acciones judiciales dirigidas contra la administración llevan insitas un previo tránsito por la administración, como requisito de procedencia, que se encuentra establecido en la Ley de Demandas contra la Nación n. 3.952, del año 1900. Este previo tránsito evolucionó legislativamente y se pretende, actualmente, que sea un funcionario con una calidad relevante el que emita la última decisión, a los efectos que el particular tenga expedita la vía judicial tanto en la denominada vía reclamatoria, donde se persigue el cobro de una suma de dinero derivado de un hecho administrativo, como en la vía recursiva, que trata la anulación del acto administrativo. La Ley de Procedimientos Administrativos Nacional n. 19549, de 1972, en su artículo 23, inciso a, lo ha denominado agotamiento de la vía administrativa tomado de la LJCA española de 1958, en cuyo artículo 37 se establece que los actos, para que sean impugnados en sede contenciosa, no deben ser susceptibles de ulterior recurso ordinario en sede administrativa. Estas circunstancias permiten determinar la existencia de dos momentos: a. la necesidad de una decisión por parte de la administración, previa a la interposición de la acción judicial; 41 b. el requisito que un funcionario, con competencia suficiente, sea el que emita la decisión. En el sistema actualmente vigente, nos encontramos con que, tanto la legislación provincial como la nacional argentina requieren la existencia de una decisión previa a efectos de accionar contra el Estado. Ello se ha debido a la influencia que ha tenido el Derecho Administrativo continental, principalmente el Derecho francés y el español, en nuestro país, sin deslindar lo que podía ser aplicable o no a nuestro sistema jurídico. Esta influencia se ha sentido en la mayoría de los ordenamientos latinoamericanos, tales como los de México, Uruguay, Brasil, Colombia, entre otros. Pero este trasvasamiento de ordenamientos, sin filtros adecuados, muchas veces ha conspirado con la idiosincracia de cada uno de estos países, y en la Argentina ha producido, a mi entender, un perjuicio muy grande a la tutela de los derechos receptados en el ordenamiento constitucional por aplicar, sin más, ordenamientos foráneos que en el país de origen pueden funcionar eficientemente17 por razones culturales o de educación. La décision préalable, tomada del Derecho Administrativo francés, surgida en el siglo XIX, cuando se encontraba vigente la teoría del ministro-juez, y posteriormente receptada al dictarse la ley del 7 de junio de 1956 que estableció la posibilidad de acceder a la jurisdicción administrativa en la medida que transcurriera un plazo no mayor a dos meses de la decisión atacada, aún en el país de origen no se la consideró como de orden público18. En la doctrina francesa, por tanto, se discutió la necesidad de la emisión de un acto previo para excitar la jurisdicción, trayendo la obligación al particular de presentar un reclamo para efectuar el requerimiento al juez administrativo. Así, se consideró que, en realidad, se encontraba un verdadero interés y una verdadera justificación en el denominado recurso de plena jurisdicción pero no así en el recurso de exceso de poder pues, en este caso, su interposición dependía, precisamente, de la existencia de un acto administrativo. De acuerdo con ello la regla de la decisión préalable consiste en que, para acceder al juez administrativo, debe existir una decisión contraria a la pretensión del requirente por parte de la administración19. 42 Pero la necesidad de una decisión previa no significa llegar a la máxima instancia administrativa sino la necesidad de plantear, previamente, la petición, en caso de inexistencia de acto, o directamente llegar a la jurisdicción contenciosa administrativa, en el caso que se discuta su validez. Se debe tener particularmente en cuenta que este precepto emana de un sistema constitucional donde la administración actúa como juez y, por tanto, es necesario el dictado de un acto previo y, cuando allí se refiere a la vía contencioso-administrativa, se trata de la revisión de conductas por parte de tribunales administrativos, que no integran un poder judicial independiente20. Similar situación ocurrió en el Derecho Administrativo español, a través de la Ley de Santamaría de Paredes, que requiere una decisión previa para que fuera posible el acceso a la jurisdicción pero con una particularidad distinta la cual consiste en que, para acceder al proceso administrativo, es necesario que la decisión cause estado, lo cual significa que la decisión no pudiera ser materia de impugnación en la vía administrativa, con el agravante que hay actos que, por su propia naturaleza, son insusceptibles de impugnación, pero igualmente se requiere, al menos, la interposición de un recurso de revisión. Por tanto, la diferencia entre uno u otro ordenamiento es, precisamente, el calvario, conforme lo expresara Gonzalez Perez 21, que significa transitar la vía administrativa presentándola como una carrera de obstáculos. Igualmente la encontramos en el Derecho Administrativo alemán, donde se requiere la interposición del recurso administrativo, en base a lo dispuesto en el art. 60 de la ley de jurisdicción contencioso-administrativa, lo cual constituye una vía administrativa previa a la acción impugnatoria y a la de condena o imposición a que se dicte un acto22. 4 LA EXISTENCIA DE CAUSA En el ordenamiento constitucional argentino, el único requisito para acceder a la jurisdicción se encuentra establecido en el artículo 116 de la Constitución Nacional, que establece: corresponde a la Corte Suprema de Justicia de la Nación y a los tribunales inferiores de la Nación, el conocimiento y decisión de todas las causas que versen sobre puntos regidos Pero este trasvasamiento de ordenamientos, sin filtros adecuados, muchas veces ha conspirado con la idiosincracia de cada uno de estos países, y en la Argentina ha producido, a mi entender, un perjuicio muy grande a la tutela de los derechos receptados en el ordenamiento constitucional por aplicar, sin más, ordenamientos foráneos que en el país de origen pueden funcionar eficientemente por razones culturales o de educación. por la Constitución, y por las leyes de la Nación 23. La noción del vocablo “causa” difiere del contenido otorgado en la doctrina francesa, en cuanto en la misma se requiere el dictado de un acto para acceder al tribunal administrativo, específicamente, en el recurso por exceso de poder. El abordaje del tema, entonces, se realiza en la necesidad de reconocer (o no), para acceder a la instancia, la necesidad de dictar un acto, en forma previa, como única posibilidad de encontrarse dentro de la noción de la causa. En principio, el vocablo “causa” se utiliza para determinar la existencia de una controversia donde el juez es llamado a decidirla24 y se la utiliza por oposición a la declaración abstracta, la cual se encuentra vedada para el juez, conforme la doctrina del standing americano y dentro del esquema del interés personal, entendido éste como una discusión real entre el actor y el demandado, que permanece a lo largo del proceso25. La noción tradicional de causa para la Corte Suprema ha sido que el sistema de control constitucional concreto supone que el tribunal R. CEJ, Brasília, n. 27, p. 38-46, out./dez. 2004 de la causa asuma jurisdicción para dar certeza a una situación jurídica controvertida, y su pronunciamiento tiene por efecto inmediato reconocer el derecho de una de las partes en litigio frente a otra. No se puede pretender una decisión de la Corte Suprema que invalide un acto sobre la base de agravios conjeturales y sin que las objeciones formuladas demuestren la existencia de una situación real y definida que haga perceptible el interés concreto y actual del reclamante 26. Sin embargo, teniendo en cuenta que desde 1900 se encuentra vigente la norma de demandas contra el Estado, que permitió obviar la solicitud de venia legislativa y, lo más importante, dejar sin efecto cualquier doctrina que admitiera la indemandabilidad del Estado, podemos referir que la Corte Suprema de Justicia de la Nación aceptó en forma plena la posibilidad de accionar contra el Estado, en la medida que fuera deducido, en forma previa, un reclamo administrativo. Es decir, de lo que se trata es considerar que en el ordenamiento constitucional argentino no existe la posibilidad de iniciar y concluir el proceso en sede administrativa, mediante la decisión de un tribunal de la administración, sino que se establece, como principio constitucional, la posibilidad de iniciar una acción ante un Poder Judicial independiente. Sin embargo, en el Derecho Procedimental federal y provincial, se incorpora la necesidad de la existencia de una decisión previa, conjuntamente con el requisito de agotar la vía administrativa27, estableciendo así un sistema que restringe el acceso a la instancia cuando la Constitución sólo exige, como condición para la intervención del juez, la existencia de una causa y/o controversia, producto de la adopción de sistemas originados del Derecho Administrativo francés y español. El precepto constitucional que dispone que la Corte Suprema debe intervenir en todas las causas en que el Estado sea parte ha sido entendido como un real sometimiento de los poderes del Estado a los pronunciamientos judiciales y que el Ejecutivo, ni siquiera en un período revolucionario o de emergencia institucional, pueda dictar decisiones de naturaleza jurisdiccional sin que sea revisado por el órgano de Justicia28. Pero este conocimiento aparece condicionado si se requiere una decisión previa no esencial a nuestro R. CEJ, Brasília, n. 27, p. 38-46, out./dez. 2004 sistema jurídico 29 , pues la intervención de la Justicia se realiza sin necesidad de condicionamiento alguno; el reclamo administrativo previo no constituyó un determinante constitucional sino una solución al problema de superar un trámite legislativo previo de autorización para iniciar una acción judicial. Bastaba una solución y que la misma fuera razonable y no se encontraría la reglamentación en pugna con la Constitución. De ello se concluye que la decisión previa no constituye un requisito constitucional para demandar al Estado, se encuentra en contradicción con dicho ordenamiento y sólo se lo podría admitir en la medida que este requisito constituya una reglamentación razonable. El problema se patentiza en aquellos países que han adherido al sistema judicialista, como el argentino, frente a aquellos países que adoptan constitucionalmente una revisión por parte de cuadros que pertenecen a la administración central, tal el caso francés. Otro aspecto del mismo reside en relación al sistema constitucional de que se trate, pues si el sistema es federal, las provincias o estados tendrán la posibilidad de legislar sobre el tema a través de normas procedimentales que tendrán un ámbito de competencia territorial limitado a la provincia o estado de que se trate, lo cual permite afirmar que en este caso el Derecho Administrativo adquiere el carácter de derecho local, coexistiendo con una norma procedimental de carácter federal30, situación en la que se encuentra la Argentina. 5 LA LEY DE PROCEDIMIENTOS ADMINISTRATIVOS NACIONAL Pero la más notable influencia del Derecho Administrativo español en nuestro país, la encontramos con la sanción en 1972, en pleno gobierno de facto, a través del dictado de la Ley de Procedimientos Administrativos n. 19549 y su decreto reglamentario31, que posibilitó, a través de la reglamentación tutelar, los derechos de los particulares en el tránsito de la vía administrativa con mayor seguridad, lo que implicó un extraordinario avance sobre el tema. Esta norma de procedimientos administrativos incorpora el Título IV, que se ocupó de establecer los condicionamientos para que el Estado fuera llevado a juicio por el particular, a través de establecer un agotamiento de la vía administrativa y un plazo breve de caducidad para iniciar la acción judicial. La doctrina, en general, no advirtió el cercenamiento al derecho de la defensa en juicio que significaba adaptarse a esta nueva reglamentación, que significó instituir una suerte de competencia revisora y donde se le pudiera asignar a la administración una actuación determinante, lo cual se encuentra vedado por nuestra norma fundamental32. La norma, actualmente en vigencia para el ámbito federal, también ha pretendido que sea el juez el que observe de oficio si el particular ha cumplido con estos condicionamientos previos pero con el agravante que, si el particular no ha seguido el procedimiento instituido, lleva a la pérdida del derecho constitucional de acceder al control judicial pertinente de lo actuado en sede administrativa, lo cual lleva a propugnar la inconstitucionalidad del precepto, pues existe una desigualdad de las partes en el litigio y, lo que es más grave, indirectamente restablece el principio de la jurisdicción revisora y el carácter de orden público del previo cumplimiento del recorrido de la vía administrativa en forma previa a la deducción de la acción judicial33. La necesidad de dictar un acto administrativo previo es obligatorio y, por tanto, condiciona el acceso a la instancia judicial y, como regla, fue establecido por el legislador al dictar la ley de demandas contra la Nación. Así expuesto el punto, aparentemente, el procedimiento sólo tiene por finalidad poner en antecedentes de la administración la existencia de un conflicto para que ésta pueda resolverlo sin necesidad de entablarse una contienda judicial. Pero, esta finalidad originaria, sustentada por el legislador, en la mayoría de las veces, al confirmarse lo actuado por el inferior, sólo crea un obstáculo procedimental, que no permite al particular acceder a la instancia judicial en forma directa sin haber pasado por una etapa, al menos, de carácter administrativo, desnaturalizándose la finalidad originariamente establecida. Ya hace varios años hemos afirmado que el procedimiento administrativo tiene por finalidad otorgar a la administración la posibilidad de rever sus decisiones mediante la colaboración del particular y evitar, de esta manera, y de ser posible, una confrontación con el administrado en sede judicial34. 43 Asimismo, hemos considerado que la constitucionalidad del procedimiento administrativo, que no se encuentra previsto como sistema de control en la Constitución Nacional, sólo podría admitirse en la medida que tuviera por finalidad el aseguramiento del derecho a la defensa en juicio conforme se lo entendiera en el leading case Fernandez Arias, para hacer más efectiva y expedita la tutela de los intereses públicos y siempre y cuando se respetara el límite impuesto por el hoy artículo 109 de la Constitución Nacional, que prohíbe al Ejecutivo ejercer funciones judiciales y por tanto no se le puede asignar el carácter de irrevisable a la resolución dictada en el procedimiento administrativo. La actividad que realiza la administración dentro de un procedimiento administrativo, el resguardo constitucional de la defensa en juicio y la prohibición del ejercicio de la función judicial sólo se pueden armonizar en la medida que la intervención de un tribunal de justicia no se encuentre condicionado por el tránsito previo administrativo. La principal crítica al sistema no es el tránsito en si mismo, que establece las normas procedimentales, sino la pérdida del derecho que ocasiona su no tránsito o su tránsito indebido. La razón de la existencia de un recorrido previo, con el determinante de que exista un pronunciamiento previo, emanado de la administración, proviene, principalmente, del derecho continental y, más específicamente, de la importación de las enseñanzas que prevalecieron en nuestro país referidas al Derecho español y francés, sin tener en cuenta que respondían a regímenes constitucionales distintos. Asimismo, ello trajo que en el Derecho contencioso provincial se enquistara esta doctrina, al permitirse únicamente la revisión del derecho subjetivo administrativo y el previo agotamiento de la vía administrativa, lo cual lleva al dictado de un acto administrativo previo a la instancia judicial35. Los desbordes han sido innumerables, lo que ha obligado la intervención de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en base a la doctrina de la arbitrariedad, sosteniendo que la resolución de vedar in limine litis la instancia judicial revisora36 no halla sustento alguno en los antecedentes invocados por la superior instancia provincial, y se ha traducido además en un notable avasallamiento de la garantía consagrada en el artículo 18 de la Consti- 44 tución Nacional cuando ésta requiere, por sobre todas las cosas, que no se prive a nadie arbitrariamente de la adecuada y oportuna tutela de los derechos que pudieran eventualmente asistirle sino por medio de un proceso conducido en legal forma y que concluya con el dictado de la sentencia fundada 37. Asimismo, ha sostenido que las normas procedimentales no pueden estar en un plano superior al de los derechos y garantías, y so pretexto de ellas agraviar a los particulares. Es de esperar que un tribunal de justicia realice la interpretación de las normas aplicables en forma armónica. Esto es, de modo que concuerde con los principios, derechos y garantías consagrados en la Constitución nacional 38 y, cuando sea posible una interpretación de la ley concordante con la Constitución nacional, debe preferírsela, en lugar de aquella interpretación de la norma que la contraponga a ella39. También el tema ha merecido la intervención de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos tras el cambio jurisprudencial que tuvo por conclusión la pérdida del acceso a la instancia40. 2 REFLEXIONES FINALES Podemos concluir que la existencia de un procedimiento administrativo previo y su prevalencia a los efectos de acceder a la instancia, respondió a las necesidades propias de la evolución de un sistema jurídico, en cuanto se encontraba en pleno proceso el abandono de la concepción del estado de policía para pasar al Estado de Derecho y la resistencia de llevar al Estado a juicio. La falta de una comprensión cabal de lo que significó ese devenir, sumado a la discusión doctrinaria en cuanto si el Estado podía ser sujeto pasivo de una demanda judicial y, posteriormente, el desconocimiento del orden constitucional por parte de los regímenes de facto que golpearon tanto a nuestro país como al resto de los de Latinoamérica, en su desenvolvimiento democrático, trajeron, como consecuencia, la existencia de una confusión en el significado de la división de poderes pues en épocas de facto el Ejecutivo asumía, generalmente, funciones legislativas y el Poder Judicial era desmembrado, por lo menos en su cúpula, lo cual significaba un alineamiento golpista de los tres Poderes del Estado en aquél grupo de poder que se había erigido como salvador de la república. Esto ha permitido afirmar, siguiendo a Mairal que: Nuestro derecho ha sido generoso en la incorporación de teorías extranjeras de diversa procedencia. Así los tribunales federales han adoptado las condiciones generales de justiciabilidad del derecho norteamericano, incluyendo el concepto de cuestión política, cuya versión francesa, el acto de gobierno, se utiliza en ciertos códigos contencioso-administrativos provinciales. El requisito del agotamiento de la vía administrativa y los plazos de caducidad nos vienen del derecho español, mientras que para precisar los conceptos de derecho subjetivo e interés legítimo nuestro autores suelen recurrir al derecho italiano (...)41. Podemos afirmar que la influencia del Derecho continental en el Derecho Administrativo argentino ha sido determinante para su evolución. Lamentablemente, en lugar de tomar sus principios, fueron incorporadas las soluciones normativas propugnadas sin ninguna clase de filtros, que permitieran una real adaptación al sistema constitucional vigente. Ello significó crear un sistema pleno de formalidades que debe ser aplicado a los ciudadanos, lo cual significó cercenar, en forma indirecta, sus derechos constitucionales. La suscripción, por parte de la Argentina del Pacto de San José de Costa Rica y su incorporación al ordenamiento constitucional argentino ha permitido elevar a la categoría de derecho al principio de la tutela judicial efectiva, lo que no se condice con el sistema de trabas formales condicionantes del acceso a la Justicia. Esto lleva a enfrentarnos con una labor actual y futura, que es reencausar al Derecho Administrativo argentino, para que puedan reconocerse a los particulares sus derechos y para poder realizar un control judicial de la actividad del Ejecutivo, única metodología conocida que permite la supervivencia de un Estado democrático. NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 1 2 ENTERRÍA, Eduardo Garcia de. Derecho Público y Justicia Administrativa, en el Poder Judicial. In: El bicentenario de la revolución francesa. Madrid: 1990. p. 54. MARÍN, Carmen Chinchilla. Reflexiones en torno a la polémica sobre el origen del R. CEJ, Brasília, n. 27, p. 38-46, out./dez. 2004 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 Derecho Administrativo. In: Nuevas perspectivas del Derecho Administrativo – Tres estudios. Madrid: Civitas, 1992. p. 23. Espíritu de las leyes. Cap 6 del libro XI. ENTERRIA, Garcia de; Eduardo y Fernández; Tomás-Ramón. Curso de Derecho Administrativo. 2. ed. Madrid: Civitas,1982. t. 2, p. 483. Traducción del autor. MARÍN, op. cit., p.39. Fueron autores alemanes los que acuñaron la expresión “Estado de Derecho”, en la primera mitad del siglo pasado. Pero para esa época ya era una conquista de la cultura política el dato novedoso del sistema constitucional consagrado por los ingleses a partir de su Gloriosa Revolución del siglo XVII, como asi también era realidad vigorosa la República establecida por la Constitución de Filadelfia de 1787 y, dos años más tarde, las “conquistas” aportadas por la Revolución Francesa a partir de la famosa Declaración de agosto de 1789. Los alemanes aún no constituían un Estado nacional (lo lograrían en 1870) y se regían en la mayoría de sus Estados por formas propias del “despotismo ilustrado”, o sea, de monarquías absolutas o casi-absolutas, en las que muy escasos resortes aminoraban la vigencia del principio según el cual el príncipe actuaba de legibus solutus. Los alemanes necesitaron, pues, gestar un nuevo concepto, acaso más modesto en sus pretensiones de contenido, para poder asumir, ante el nuevo estado de cosas en el mundo, la posibilidad de competir razonablemente en el ámbito de la aceptación de las formas institucionales. Es decir, que al no poder contar con un Estado “plenamente” constitucional, optaron por otra figura menos comprometida (en ese entonces), a la que imputaron ventajas análogas a las de los franceses y anglosajones. VANOSSI, Jorge Reinaldo. El Estado de Derecho en el constitucionalismo social. Buenos Aires: Eudeba, 2000. p. 44 y ss. El caso Mme. Nielsen del 18/2/1983 y el caso M. Melot del 27 de enero de 1995, como así también los artículos 59-1 del Decreto del 30 de julio de 1963, modificado por el Decreto n. 95-830 del 3 de julio de 1995, que posibilita la aplicación de astreintes en el Derecho francés en el caso de demoras en el cumplimiento de los pronunciamientos como así también la ley del 16 de julio de 1980. MUÑOZ, Guillermo Andrés. La ejecución de las sentencias contra el Estado en el Derecho Argentino In: Fragmentos y testimonios del Derecho Administrativo. Buenos Aires: Ad-hoc, 1999. p. 653. NINO, Carlos. Introducción al análisis del derecho. 2. ed. Buenos. Aires: Astrea, 2001. p. 299 y ss. VANOSSI, Jorge Reinaldo. El Estado de Derecho en el constitucionalismo social. Buenos Aires: Eudeba, 2000. p. 478. CASSAGNE, Juan Carlos. La tutela judicial efectiva: Su incompatibilidad con el dogma revisor y con la regla del agotamiento de la vía administrativa. Revista de Derecho Administrativo, n. 32, p. 542, set./dic. 1999. LISA, Federico J; WEDER, Rubén L. El proceso contencioso administrativo en la R. CEJ, Brasília, n. 27, p. 38-46, out./dez. 2004 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 Provincia de Santa Fe: ley 11.330. Doctrina jurisprudencial. Santa Fe: Juris, 1998. p. 197. Fallos: 237: 636. LUCHET, Just. L’arrêt Blanco – La Thèse de la compétence administrative en matière de responsabilité civile de l’ État. Paris: Recueil Sirey, 1935. p. 133 y ss. Aberastury, Pedro. Ejecución de sentencias contra el Estado. Buenos Aires: a beledo Perrot, 2001. p. 30. MAIRAL, Héctor A. Control judicial de la administración pública. Buenos Aires: Depalma, 1984. v. 1, p. 134. AUBY, J.M.; DRAGO, R. Traité de contentieux administratif. Paris: Pichon et Durand Auzias, 1962. t. 3, p. 182. LAUBADÈRE, André de. Traité de droit administratif. 6. ed. Prais: Pichon et Durand Auzias, 1973. t. 1, p. 496. MAIRAL, op. cit., p. 252 y ss. GONZÁLEZ PÉREZ, Jesús. Manual de Derecho Procesal Administrativo. Madrid: Civitas, 1990. p. 201. SOMMERMANN, Karl-Peter. La justicia administrativa alemana. In: Barnes Vazquez, Javier (coord.) La justicia Administrativa en el Derecho Comparado. Madrid: Civitas, 1993. p. 76. Como todos los poderes creados por el pueblo para su Gobierno, el Judicial también tiene sus atribuciones limitadas, y lo están por el artículo 100. Esto quiere decir que ningún tribunal nacional puede entender en una causa no comprendida entre las que allí se enumeran. Su jurisdicción es, pues, improrrogable por la ley, hallándose limitada por la Constitución, es restrictiva a los casos expresado y ninguna persona ni poder que no sea el Congresos puede crear tribunales y dotarlos de la jurisdicción respectiva. Siendo tales leyes de las llamadas “de orden público”, ni las partes interesadas ni poder alguno que no sea el Congreso, pueden disponer de su aplicación. “Aplicar la ley” es el objeto del Poder Judicial, es decir, conocer y decidir todas las causas que se produzcan con motivo de hechos regidos por la Constitución y las leyes. Significa que no puede tomar por si una ley o una cláusula constitucional, y estudiarlas e interpretarlas en teoría, sin un caso judicial que provoque su aplicación estricta. No pueden, pues, los jueces de la Corte y demás inferiores, hacer declaraciones generales ni contestar a consultas sobre el sentido o validez de las leyes: su facultad para explicarlas o interpretarlas se ejerce sólo aplicándolas a las cuestiones que se suscitan o se traen ante ellos por las partes, para asegurar el ejercicio de los derechos o el cumplimiento de las obligaciones. Conceder tales facultades sería dar al poder judicial mayor fuerza y autoridad que a los otros dos, destruyendo el sistema de gobierno y exponiéndolos a continuas controversias. El orden de prelación para aplicar las leyes, es el siguiente: 1º Constitución Federal; 2º leyes nacionales; 3º tratados con naciones extranjeras; 4º constituciones y leyes de las Provincias; 5º leyes generales que rigieron antes de la Constitución actual; 6º preceptos del derecho de gentes . GONZÁLEZ, Joaquín V. Manual de la Constitución argentina: a 1853-1860. Buenos Aires: Estrada, 1951. p. 589 y ss. 24 El artículo 2º de la Ley n. 27 establece que la justicia nacional nunca procede de oficio y sólo ejerce jurisdicción en los casos contenciosos en que es requerida a instancia de parte. A partir de esta norma, la Corte Suprema interpretó que debía tratarse de una cuestión concreta y lo que se requería en el caso era una declaración abstracta, in re: Banco Italo Español Argentino, de 1939, Fallos: 184:358. 25 BIANCHI, Alberto. Control de constitucionalidad. Buenos Aires: Abaco, 2002. p. 279. 26 MESSERER, Walter c/ Suess S.R.L. del 01/01/79 Fallos: 301: 991 27 Arts 23,24, 25 y 30 de la Ley 19549. 28 Que se impone precisar que no compete a esta Corte valorar ni emitir juicios generales sobre situaciones cuyo gobierno no le está encomendado, se lo impide la naturaleza específica de sus funciones en el contexto de las instituciones fundamentales de la República y su reiterada doctrina de que la autoridad suprema de sus fallos se basa sobre el supuesto de mantenerse en los límites de su competencia. Pero en su carácter de interprete final de principios de rango constitucional le incumbe el deber de velar, en los casos sometidos a su conocimiento, por la vigencia real de estos principios y el logro de la plenitud del estado de derecho. Timerman, Jacobo s/ Habeas corpus”, del 17.9.1979, Fallos: 301:771 29 FARRANDO, Ismael. La habilitación de la instancia en la Provincia de Mendoza. In: Proceso Administrativo I. Revista de Derecho Público, Buenos Aires, v. 1, p. 327, 2003. 30 GONZALEZ, Perez. Derecho Procesal Administrativo latinoamericano. Colombia: Temis, 1985. p. 26. 31 Decreto 1759/72 (t.o. 1991 Dec. 1883/91). 32 LINARES, Juan Francisco. Sistema de recursos y reclamos. Buenos Aires: Asteca, 1974; GORDILLO, Agustín. Tratado de Derecho Administrativo. Buenos Aires: Macchi, 1977. t. 1, cap. 7, p. 36 y ss. 33 También puede ser alterada la Constitución, en cuanto al derecho de propiedad, por las leyes reglamentarias del procedimiento en los juicios. ALBERDI, Juan Bautista. Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina, según su constitución de 1853. Buenos Aires: Librería El Foro, 1993. p. 50. 34 ABERASTURY, Pedro. El Alcance del Procedimiento Administrativo. In: ABERASTURY, Pedro; DANIELIAN, Miguel. Procedimientos administrativos, nación y provincias. Buenos Aires, 1996. p. 15. 35 D´ARGENIO, Inés. La justicia administrativa en la argentina. Buenos Aires: Fundación de Derecho Administrativo, 2003. p. 34. 36 COVIELLO, Pedro José Jorge. ¿Qué es la jurisdicción primaria? Su aplicación en nuestro ordenamiento, Derecho Procesal Administrativo 1. In: Homenaje a Jesús González Pérez, Buenos Aires: Depalma, 2004. p. 241. Nada está previsto que permita interpretar que en nuestro Derecho existe una figura parecida a la jurisdicción primaria. Y ello es así porque, en primer lugar, el agotamiento de la instancia administrativa, se trate de actividades de 45 37 38 39 40 41 tipo administrativo o jurisdiccional, se aproxima al timing del Derecho norteamericano, y en segundo lugar, porque si de lo que se trata es de una actividad de tipo jurisdiccional llevada a cabo por un órgano que asume las notas de un tribunal administrativo, de la doctrina y la jurisprudencia norteamericanas no se extrae, como señalé, que la jurisdicción primaria se identifique con la actividad materialmente jurisdiccional. Fallos 290-293; 295-906; 306-467, entre otros. Fallos: 242-128; 250-427, y cons. Sacoar S.A.I. c. Pcia. de Buenos Aires s/ contencioso - administrativo”, del 13/10/ 88 Fallos: 200-187, que desestimó el criterio general de la Suprema Corte provincial sentado en “Lesieux”, donde introdujo, como novedad, que para tener por habilitada la instancia debía plantearse el recurso de revocatoria contra el acto emanado del Gobernador. Por ello, se acusó al tribunal provincial de violar las “reglas caras de juego” a las cuales el litigante debe atenerse, ya que, en contrario, ello significa cercenar el derecho de la defensa en juicio. El acceso a la instancia judicial no puede constituirse en una carrera de obstáculos que permanentemente, por medio de planteos ritualistas y formales, condicionan y prohíben el acceso a la instancia, y que sólo les sea permitido a aquellas personas que conocen la última traba que impone un tribunal para así sortearla. El juego de los artículos 18 y 100 de la Constitución nacional, también requiere, como parte de la garantía de la defensa en juicio, que el acceso a la instancia judicial sea simple, rápido y eficaz. Sin control o con un control que en los hechos deviene inexistente, no podrá consolidarse el sistema democrático, y sin éste se desconocerá la prohibición expresa prevista en el art. 95 de la Constitución nacional, que veda al Poder Ejecutivo ejercer funciones judiciales. (ABERASTURY, Pedro. El Recurso de Revocatoria y el agotamiento de la vía Administrativa en la Provincia de Buenos Aires, Revista de Derecho Administrativo, año 1, n. 1, p. 141). Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 1999/09/29, Informe 105/99, caso 10.194:Palacios, Narciso, Argentina, con Nota de Botassi Carlos. In: Suplemento de Derecho Administrativo, La Ley, del 11/12/2000. MAIRAL, Héctor A. op. cit., p. 134. perjuicio a la tutela de los derechos constitucionales, por la aplicación de ordenamientos extranjeros que poden funcionar adecuadamente solamente en los países de origen por cuestiones culturales o educacionales. Concluye que las normas de los procedimientos no pueden estar en plan superior al de los derechos y garantías, y que esfuerzos deben concentrarse en el sentido de se rever el Derecho Administrativo argentino, con el fin de que se reconozcan los derechos de los particulares y se establezca el control judicial del Ejecutivo, único método conocido de supervivencia de un Estado democrático. PALABRAS-CLAVE – Derecho Administrativo argentino; ordenamiento constitucional – continental, argentino; Derecho – español, francés; Corte Suprema de Justicia de la Nación; Comisión Interamericana de Derechos Humanos; Pacto de San José. ABSTRACT The author asserts that the influence of the continental Law on the Argentinean Administrative Law was determinant to the evolution of the latter. Unfortunately, however, instead of adopting the principles, norms were incorporated without any restriction that would allow their adaptation to the constitutional system in force. He mentions, as an example of this, the requirement by the Argentinean laws that there should be an administrative resolution prior to the filing of any suit against the State. According to his understanding, this causes great damage to the guardianship of the constitutional rights, due to the application of foreign legal systems that may only properly function in their countries of origin. He concludes that procedural rules should not stand above rights and guarantees, and efforts must be concentrated in order to review the Argentinean Administrative Law, so that private rights may be acknowledged and the Executive judicial control established, the only known method of survival of a democratic state. KEYWORDS – Argentinean Administrative Law; constitutional legal system – continental, Argentinean; Law – Spanish, French; The Nation’s Supreme Court of Justice; Interamerican Commission on Human Rights; Pacto de San José. RESUMEN Afirma que la influencia del Derecho Continental en el Derecho Administrativo argentino fue determinante en la evolución de este. Desafortunadamente, incluso, a la vez de se adoptaren los principios, fueron incorporadas las soluciones normativas sin ninguna restricción que posibilitase una adaptación al sistema constitucional vigente. Relata como ejemplo de esto la exigencia por parte de la legislación argentina de que haya decisión administrativa antes de se interponer cualquier acción judicial en contra el Estado, lo que causa, en su entender, gran 46 Pedro Aberastury é Professor Adjunto de Direito Administrativo da Universidade de Buenos Aires. R. CEJ, Brasília, n. 27, p. 38-46, out./dez. 2004