I N S T I T U T O I B E R O A M E R I C A N O El ejercicio profesional de los contadores públicos y el de los auditores independientes como posibles productores de fe pública en el Mercado de Valores ecuatoriano Fabricio Alejandro Chica Martínez Especialista Jurídico de la Intendencia de Mercado de Valores de Guayaquil Superintendencia de Compañías del Ecuador I. INTRODUCCIÓN Las líneas que siguen presentan algunos elementos para coadyuvar el análisis y las posibles soluciones a uno de los problemas actuales en el Mercado de Valores ecuatoriano, esto es, el que la información financiera generada por sus partícipes y hecha pública por sus organismos reguladores, no habría logrado aún proyectar el nivel de credibilidad y confianza deseadas en todos los potenciales inversionistas que acudirían a este mercado. Por lo que nos preguntamos si el imponer fe pública sobre la información allí utilizada puede constituir o no una solución a este problema. Abordando el tema, constatamos en nuestro ordenamiento jurídico la existencia de la llamada fe pública y consideramos pertinente asegurarnos una noción sobre ella así como de su posible relación con los documentos producidos y reproducidos desde la cotidianidad de las actuaciones relacionadas con nuestro Mercado de Valores. II. NOCIÓN DE FE PÚBLICA Ante la ausencia de una definición strictu sensu de lo que podríamos entender por fe pública, pretendemos obtener una noción partiendo desde nuestra legislación civil, mercantil e incluso penal, y su correspondiente doctrina jurídica; para ello intentaremos seguir el método inductivo que nos permita conseguir esa hipótesis. Doctrinalmente 1 se ha abordado el estudio de esta institución jurídica desde dos perspectivas: 1. Seguimos a la “ENCICLOPEDIA JURÍDICA OMEBA”, Tomo 12 (entrada: “FE PÚBLICA”), Obras Magistrales de la Editorial Bibliográfica Argentina OMEBA; Editorial Bibliográfica Argentina S.R.L.; Buenos Aires – Argentina; año 1964. RIMV Nº 15/2005 — 54 — D E M E R C A D O S D E V A L O R E S 1) es común entenderla como la confianza que el Estado exige guardar a sus ciudadanos sobre la veracidad de ciertos actos ejecutados en su nombre por sus funcionarios, lo que apareja para algunos tratadistas la idea de una especie de “monopolio de la verdad” (fe pública material); o bien, 2) por otra parte suele distinguírsela como “la simple fuerza probatoria de ciertos actos en las relaciones jurídicas” (fe pública formal). La Enciclopedia Jurídica OMEBA 2 nos plantea el siguiente concepto: “La doctrina uniforme que se da en un buen número de tratados, llama fe pública a la calidad de documentos determinados, suscritos por funcionarios cuyas aseveraciones, cumplidas determinadas formalidades, tienen la virtud de garantir la autenticidad de los hechos narrados, y por consiguiente su validez y eficacia jurídica.” Parafraseando la explicación ofrecida en esa Enciclopedia Jurídica, anotamos que se trata de una calidad atribuible por mandato de la Ley a ciertos documentos, considerados por esto documentos públicos. Como razón se añade que la sociedad organizada necesita confiar en documentos que representen ciertos actos a los que consideran trascendentales y básicos para sostener la convivencia pacífica. Siendo así, unos actos se deben celebrar ante los funcionarios que la Ley señale para que a su vez, sean éstos quienes con sus aseveraciones provoquen esta fe pública o confianza obligatoria, que se traduce en conceder una validez jurídica especial (valor de oposición frente a terceros) y la imposición de una credibilidad erga omnes por provenir del funcionario público competente en uso de una facultad que le ha sido asignada por y en representación del Estado. También se nos advierte que la expresión “garantir la autenticidad de los hechos narrados” no significa que pese sobre los ciudadanos la carga de creer que un documento que goza de fe pública deba ser considerado como infalible (esto sin duda sería imposible), y es que la verdad subjetiva queda siempre en la conciencia de los actores de estos documentos. Más bien esta garantía se debe entender como la “seguridad” y la “certeza” de haber acontecido ciertos hechos o actos útiles para producir y reproducir seguridad jurídica 3. En términos lógicos podríamos anotar que se trata de proposiciones impuestas como válidas pero no necesariamente sólidas o incontrovertibles. El mismo concepto que analizamos nos remite a una breve explicación sobre la eficacia jurídica de los documentos que gozan de fe pública y es que a los documentos que se les reconoce esta calidad no sólo se les atribuye ser medios de prueba, sino que además se los considera en sí mismos como la expresión de hechos jurídicos. Es decir, el documento es a la vez un hecho jurídico y por eso se lo considera como medio de prueba. Desde la perspectiva de la doctrina del Derecho Procesal Civil, el tratadista uruguayo Eduardo J. COUTURE escribió que la fe pública es “(...) la calidad propia que la intervención notarial acuerda a ciertos instrumentos” 4. Añadiendo el mismo autor que “(...) la función notarial es una función pública a cargo de un particular” 5. Pero COUTURE, luego de analizar etimológicamente la expresión fe pública, termina señalando que se trata de una creencia en la forma y no en el contenido 6. El tema de la fe pública también ha preocupado a tratadistas del Derecho Penal, contando entre sus más importantes representantes actuales al doctor Jorge ZAVALA BAQUERIZO, quien al refe- 2. Ibídem. 3. Cfr. Art. 170 del Código de Procedimiento Civil ecuatoriano. 4. COUTURE, Eduardo J.; “Estudios de Derecho Procesal Civil”, Tomo II “Pruebas en Materia Civil”; Tercera Edición (reimpresión); Ediciones Depalma; año 1998; Buenos Aires – Argentina; 478 páginas 5. Ibídem, página 45. 6. “La fe pública de la escritura no recae sobre la voluntad manifestada en ella, sino sobre la manifestación de la voluntad”. Ibídem, página 35. — 55 — RIMV Nº 15/2005 I rirse a ella escribe que es: “La fe que impone el Estado a través de sus funcionarios” 7. S T I T U T O I B E R O A M E R I C A N O Según el doctor Jorge ZAVALA BAQUERIZO podemos destacar como principales características de la fe pública las siguientes: Utilizando una parte del análisis de este tema, expuesto por el doctor ZAVALA BAQUERIZO, anotaremos que el Estado en ejercicio del imperio sobre sus ciudadanos reconoce que “(...) la sociedad debe tener en ciertos documentos, confianza necesaria para el normal y ágil desenvolvimiento del tráfico civil y mercantil (...)”8 por lo cual decide proteger, incluso penalmente, a estos documentos que comportan un gran valor socioeconómico. Lo sancionado llega a ser entonces la alteración de la genuinidad de estos documentos porque esta conducta hace perder en el público la confianza que el Estado ha impuesto sobre ellos. Distingue también el mismo autor, entre la llamada fe privada que surge de las relaciones entre los particulares, y la fe pública que nace de la relación de las personas con el Estado. N a) ser material, se trata de la confianza del público; b) ser objetiva, es decir tiene directa relación con la cosa sobre la que recae; c) no es personal, la “verdad” pública impuesta en estos documentos no es subjetiva; d) es obligatoria, refiriéndonos a la creencia impuesta por el Estado; e) debe considerársela como un bien jurídico protegido penalmente, por su valor socio económico; f) lleva símbolos del Estado o su poder, que está representado en las firmas y sellos de sus funcionarios. A título de clasificación de la fe pública, la Enciclopedia Jurídica OMEBA propone como criterio divisor el determinar quién la produce, resultando así: Sintetizando todo lo expuesto hasta aquí e induciendo podríamos anotar como noción de fe pública que sería una calidad documental, impuesta por la Ley (o el Estado) para que todos los ciudadanos (obligatoriamente) confíen en el carácter genuino de ciertos documentos que se forman a través del trabajo que ciertos funcionarios públicos ejecutan en cumplimiento de las atribuciones conferidas a ellos. Además estos documentos pasan a ser representaciones elaboradas por estos funcionarios sobre hechos o actos que son considerados como de gran utilidad jurídica y socio-económica. Por lo que adelantamos que, gracias a las características presentes en esta noción, podemos distinguir estos documentos que según nuestra legislación producen fe pública de otros que por no disponerlo la Ley no la producen, como serían los balances, estados financieros, opiniones de auditoría, etc., y que adicionalmente tienen en común el no ser producidos por funcionarios que administren la fe pública. a) la fe pública Judicial, obtenida dentro de un proceso cuando el juez es quien confiere esa calidad, sirviéndose para ello de un empleado: el secretario (quien no es más que un testigo del acto que el juez cumple ante él). b) la fe pública Administrativa o dada por los funcionarios que con sus actos autorizan (dan) fe pública de disposiciones, resoluciones, acuerdos, declaraciones e inscripciones (libros de registro). Estos funcionarios no tienen la categoría propia del Notario (que es personal) sino que deriva de los órganos que los sustentan. c) la fe pública Notarial, en ella el Notario es un “elemento activo de la verdad a la que confiere certeza objetiva y consiguientemente eficacia sin que se haya cambiado el fundamento ni la estructura lógico-jurídica de su formación.” (se entiende de la forma- 7. ZAVALA BAQUERIZO, Jorge; “Delitos contra la Fe Pública – Pago con cheque sin provisión de fondos”; Tomo I; Primera Edición; EDINO 93; año 1993; Guayaquil – Ecuador; páginas: 290. Página 31. Véase especialmente el Capítulo II “Fe Pública y Fe Privada”. 8. Ibídem, página 43. RIMV Nº 15/2005 — 56 — D E M E R C A D O S D E V A L O R E S ción de “la verdad”). No pudiendo ubicar en ninguna de estas clases a las actuaciones profesionales de los Contadores o los Auditores Independientes (Externos). III. PROPIEDADES DE LA FE PÚBLICA Ofrecida la noción y adelantada una clasificación de la fe pública debemos continuar refiriéndonos ahora a sus propiedades, es decir, intentaremos demostrar cómo se produce esta fe pública. Para ello precisaremos de otros conceptos útiles como los de documento público, instrumento público y escritura pública, que en la práctica suelen confundirse pero que como veremos son términos con los que se designan distintos objetos de conocimiento. Instrumento Público es un documento público escrito caracterizado por su contenido declarativo y por provenir de un funcionario público en ejercicio del cargo (o estar autorizado por este). Escritura Pública es un documento público escrito otorgado ante un Notario o ante un funcionario que haga sus veces, de una forma en que este funcionario lo autoriza (al documento escrito) con su firma e interviene en su elaboración material (directamente o por conducto de su amanuense); y que finalmente dicho documento escrito es incorporado al respectivo Protocolo puesto al cuidado de ese funcionario. Entonces, la expresión documento público abarca el género, el instrumento público sería una de sus especies y la escritura pública la subespecie. Así, siguiendo a Hernando DEVIS ECHANDÍA 9, entendemos por Documento Público a todo objeto de naturaleza representativa cuyo origen está en la actividad de un funcionario público en ejercicio de su cargo y que (estos objetos) pertenecen a una oficina o entidad pública. Sobre esta pertenencia a una oficina o entidad pública, Hernando DEVIS ECHANDÍA aclara que se debe diferenciar entre: a) Los documentos privados que pueden pertenecer a una institución pública a partir de que son recibidos de manos de los particulares; y, b) Los documentos privados sobre los cuales un funcionario público en ejercicio de su cargo interviene con posterioridad a la formación del documento, por ejemplo para darles autenticidad o para incorporarlo a su archivo o protocolo, ya que esto no altera su naturaleza “privada”. Además Hernando DEVIS ECHANDÍA escribe: “todo documento público es auténtico, pero no todo documento auténtico es público” 10. De lo que se entendemos que el documento auténtico puede serlo: a) porque es público desde su formación; o, b) porque siendo privado se reconozcan en él las firmas o cualquier otro indicio que asegure la certeza de su origen o autor. Este autor cita como ejemplos de documentos públicos los planos, dibujos, fotografías, películas, etc. que cumplan con las características arriba establecidas. A su vez el célebre civilista chileno Luis CLARO SOLAR distinguió entre las declaraciones dispositivas 11 y las declaraciones simplemente enunciativas 12 que pueden estar presentes en el contenido de los Así mismo, no encontramos que la sola labor profesional desempeñada por Contadores y Auditores Externos consista en administrar y suministrar la fe pública sobre los documentos que producen. A pesar de que reconocemos que dichos documentos, cuando pertenecen a quienes participan en el Mercado de Valores, pueden ser de público conocimiento y generar confianza en el público. 9. DEVIS ECHANDÍA, Hernando; “Teoría General de la Prueba Judicial”, Tomo Segundo; Quinta Edición; Editorial TEMIS S.A.; año 2002; Bogotá – Colombia; 737 páginas. Véanse páginas: 528 y siguientes. 10. Op. cit. página 532. 11. CLARO SOLAR, Luis; “Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado”; Volumen VI “De las Obligaciones”, Tomo 12; Editorial Jurídica de Chile; año 1992; Santiago de Chile – Chile; 822 páginas. Véanse páginas: 675 y siguientes. 12. Ídem. — 57 — RIMV Nº 15/2005 I instrumentos. También diferenció entre instrumento público e instrumento privado, planteando que: a) El instrumento público goza de la presunción “el hecho se prueba a sí mismo” (acta probant se ipsa); el instrumento privado no, por disposición del legislador. b) La autenticidad del instrumento privado debe ser probada por el que lo presenta, bastando a quien le interese impugnarlo rechazar o desconocer este instrumento, sin tener nada más que probar por su parte en este caso. Esto no ocurre igual para el caso de los instrumentos públicos. c) La prueba de autenticidad del documento privado se obtiene en general por el reconocimiento de la firma. Sólo cuando ocurre este reconocimiento el instrumento privado gana un valor probatorio similar al del instrumento público. Sobre este reconocimiento sólo diremos que puede ser voluntario o forzado (judicialmente), expreso o tácito. Ya en nuestra legislación, el artículo 1743 del Código Civil ofrece un concepto de instrumento público, para en el artículo siguiente disponer el efecto que estos producen: “(…) hace plena fe en cuanto al hecho de haberse otorgado y su fecha, (…)” De estos artículos desprendemos sus elementos característicos: a) se originan en la actuación que sobre él realiza el “competente empleado”; b) la cualidad de hacer “plena fe” sobre el hecho de haberse otorgado ante el “competente empleado” y sobre la fecha de este otorgamiento; quedando obligados todos los ciudadanos a creerlo así (erga omnes); c) el límite de la verdad de la que “hace fe pública”, es decir no hace plena fe sobre la verdad de las declaraciones en él contenidas; d) la virtud de ser considerado como “escritura pública” cuando otorgado ante notario éste lo incorpora a su protocolo o registro público. N S T I T U T O I B E R O A M E R I C A N O El artículo 1748 del mismo Código Civil nos permite acercarnos al concepto de instrumentos privados, pudiendo destacar que para gozar de calidad probatoria éstos deberán: a) tratarse de escritos y estar suscritos; b) ser claros en sus declaraciones; c) deben ser apreciados íntegramente, tanto en lo favorable como en lo desfavorable; y d) hacen fe únicamente contra el que los ha escrito o firmado, no erga omnes. En el Código de Procedimiento Civil ecuatoriano también encontramos un tratamiento del tema cuando éste nos refiere a los instrumentos públicos y los instrumentos privados, ubicándolos a partir del artículo 168 y siguientes. De la lectura de ellos concluimos que, en cuanto al aspecto procesal, al legislador sólo le interesó tratar la fe pública desde su ángulo probatorio. Creemos oportuno destacar, no sin curiosidad, que el legislador dispuso una clasificación taxativa de los instrumentos privados –artículo 197 del Código de Procedimiento Civil– mientras que para el caso de los instrumentos públicos no, según lo podemos apreciar de la lectura del artículo 169 del mismo Código. Luego de la lectura de sus artículos 204 y 205 podemos comentar que a propósito del tema de la fuerza probatoria asignada a los instrumentos privados (entre ellos los llamados libros administratorios) 13 podemos afirmar que bajo ciertas condiciones hacen prueba, unas veces a favor y otras en contra de quienes los llevan; e incluso pueden, según cumplan los requisitos del artículo 198 del Código de Procedimiento Civil, hacer tanta fe como la harían los instrumentos públicos pero bajo una condición: que la Ley no haya previsto para ellos la solemnidad del instrumento público. IV. LA FE PÚBLICA Y EL TRABAJO DE LOS CONTADORES Por ser muy conocida no analizaremos desde aquí la fe pública que con su actividad producen los 13. Entre estos llamados libros administratorios encontraríamos a los libros de la Contabilidad Mercantil. Véase el Parágrafo 3º de la Sección Segunda del Título I del Libro I del Código de Comercio ecuatoriano. RIMV Nº 15/2005 — 58 — D E M E R C A D O S D E V A L O R E S Notarios Públicos, en cambio, nos ocuparemos a continuación de indagar sobre si el trabajo que realizan los Contadores 14 se vincula de algún modo con lo que llamamos fe pública. Sin duda el Contador realiza un trabajo profesional 15 y sabemos además que este servicio no se basa exclusivamente en la simple confianza del Contador con respecto a lo declarado por su cliente (para el caso del Mercado de Valores, un comerciante social) sino que los Contadores intentan asegurar el cabal cumplimiento de sus responsabilidades con los comúnmente llamados soportes, que no suelen ser más que constancias escritas que permiten deducir (y en otros casos inducir) la contabilidad. Así también, en el Ecuador, los Contadores están obligados a guardar estricta reserva 16 (salvo orden contraria de autoridad competente) por los documentos e instrumentos que manejen y que pueden ser privados y no siempre producidos por estos profesionales. La Ley de Contadores del Ecuador nos remite a la lectura de los artículos 339, 340 y 341 del Código Penal y es que el mal desempeño profesional de un Contador podría adecuarse a los tipos penales allí descritos y sancionados con prisión e incluso con reclusión menor. Pero en todos estos casos la conducta sancionada penalmente es la falsedad en instrumentos públicos e incluso privados, ya que el Código Penal expresamente ha extendido sobre ellos esta protección, según lo dispuesto en el artículo 340 del Código Penal ecuatoriano. Además el artículo 12 de la Ley de Contadores 17establece un tipo penal propio de los Contadores; cabe por ello una reflexión: no porque la autorización o certificación que un Contador hiciera con su firma en un balance (o cualquier otro informe) falso o incompleto se constituya como una conducta profesional y/o penalmente sancionable podemos concluir que un contador actúa como depositario de la fe pública al momento de realizar su trabajo. Resaltamos que hasta hoy lo sancionado es la falsedad que atenta contra un instrumento, privado incluso. Añadimos por eso que todos los ciudadanos no estamos obligados a creer que las actuaciones o certificaciones hechas por un Contador, con su firma, en un balance u otro informe contable son ciertas; si nos infunden confianza es porque creemos en la probidad y demás cualidades profesionales de quienes los elaboran y no en el instrumento (un balance, por ejemplo). Cuando se trata de comerciantes, individuales o sociales, podríamos hablar de una responsabilidad compartida entre el Contador y aquellos (o sus administradores) ya que llevar libros contables es también una de las obligaciones de todos los comerciantes 18. Entonces para nuestro legislador estos libros tienen un valor probatorio muy limitado 19 y no hacen fe pública. Pero habría que considerar también, más allá de la actuación profesional en sí, lo que ésta genera en el público que acude al Mercado de Valores, especialmente cuando en razón de la confianza producida se toman decisiones. V. LA FE PÚBLICA Y EL TRABAJO DE LOS AUDITORES INDEPENDIENTES Rafael CUESTA ÁLVAREZ escribe que por auditoría entendemos “la prueba de una hipótesis sobre las 14. Seguimos el uso del término Contadores, pero pretendemos abarcar con él tanto a los Contadores Públicos Autorizados (C.P.A.) como a los Contadores Bachilleres en Ciencias de Comercio y Administración Autorizados (C.B.A.), según lo disponen los artículos 1 y 5 de la Ley de Contadores y su Reglamento, respectivamente 15. Así lo establece el artículo 6 del Reglamento de la Ley de Contadores ecuatoriana. 16. Así lo ha dispuesto el artículo 10 de la Ley de Contadores. Véase también el tipo penal descrito por el artículo 201 del Código Penal ecuatoriano. 17. “Art. 12.- El contador que autorizare o certificare con su firma un balance o cualquier otro informe falso o incompleto, cualquiera que hubiere sido el propósito que tuvo al verificarlo, será sancionado con las penas previstas en el artículo 338 (actual 363) del Código Penal; y, además, será suspendido en el ejercicio profesional por dos años.” 18. Artículo 37 del Código de Comercio ecuatoriano 19. Especialmente según los artículos 47 y 51 del Código de Comercio. — 59 — RIMV Nº 15/2005 I manifestaciones de los estados financieros” 20. Tomamos del mismo autor la siguiente explicación: “(...) El auditor independiente no es un asegurador o garantizador; si su examen se llevó a cabo con la habilidad y cuidado profesional suficientes, ha llenado todas las obligaciones implícitas en su compromiso, de acuerdo con las normas de auditoría generalmente aceptadas” 21. El trabajo de los Auditores Independientes (llamados comúnmente externos, en Ecuador) es también un trabajo profesional y especialmente sometido a estrictas normas de conducta aceptadas internacionalmente. Vale el esfuerzo de contrastar todo esto con lo dispuesto por los artículos 99 y 213 de la Ley de Régimen Tributario Interno (ecuatoriana) y su Reglamento, respectivamente, así como con los artículos 194 y 198 de la Ley de Mercado de Valores del Ecuador. Hecho este contraste podemos anotar como nuevos elementos los siguientes: a. La obligación instituida en el citado artículo 99 de la Ley de Régimen Tributario Interno tiene exclusiva aplicación para efectos tributarios, en especial en lo relativo al Impuesto a la Renta. Consiste en que un auditor externo deberá, bajo juramento, incluir (en los dictámenes que emita) una opinión exacta y fundada sobre el cumplimiento, por parte de las sociedades auditadas, de las obligaciones que éstas tienen como sujetos pasivos de obligaciones tributarias. Si no lo hace será responsable, dando ocasión a que el Director General del Servicio de Rentas solicite al Superintendente de Compañías o al Superintendente de Bancos y Seguros la aplicación de la respectiva sanción por falta de idoneidad en sus funciones, sin perjuicio de las otras sanciones que procedan según lo establecido en el Código Penal. Todo esto apunta a reforzar la exactitud y el profesionalismo con que deben obrar estos auditores externos ya que no siendo así se podrían com- N S T I T U T O I B E R O A M E R I C A N O prometer los intereses del erario público como sujeto activo de las obligaciones tributarias. El centro de atención de la norma radica entonces en la exacta y profesional información que estos auditores externos deben proporcionar; pero en este caso, legalmente, tampoco estamos frente a unos instrumentos que hacen fe pública; esta información sólo interesa al Estado en su dimensión de sujeto activo de las obligaciones tributarias. b. Para efectos de la Ley de Mercado de Valores, la auditoría externa es un servicio que excluyentemente prestan personas jurídicas. Consiste principalmente en ofrecer una “(…) opinión sobre la razonabilidad de los estados financieros para representar la situación financiera y los resultados de las operaciones de la entidad auditada. También estas entidades 22 podrán expresar sus recomendaciones respecto de los procedimientos contables y del sistema de control interno que mantiene el sujeto auditado” 23. Pero entonces pesa sobre la actividad de estas sociedades auditoras una responsabilidad especial: “responderán hasta de la culpa leve por los perjuicios que causaren a los accionistas o socios de la entidad auditada y a terceros con ocasión de sus actuaciones, informes y dictámenes” 24. Es decir, la Ley de Mercado de Valores ha decidido reforzar el cabal cumplimiento del trabajo realizado por estas sociedades auditoras externas de estados financieros, tal vez para coadyuvar con ello al afianzamiento del factor confianza tan necesario en un Mercado de Valores organizado y moderno. Sin embargo, el público (todos los ciudadanos) no está obligado a creer en las actuaciones, informes y dictámenes de estos auditores externos; es decir, faltando una disposición expresa de la Ley, estos instrumentos (ni sus autores) tampoco hacen fe pública. Finalizamos por ahora manifestando que, en general, el trabajo que realiza un auditor indepen- 20. CUESTA ÁLVAREZ, Rafael; “Auditoría de Estados Financieros”; Primera Edición; EDINO 2000; año 2000; Guayaquil – Ecuador; 111 páginas. Página 30 21. Ibídem, página 24. 22. Se refiere a las sociedades auditoras externas. Art. 194 de la Ley de Mercado de Valores, ecuatoriana. 23. Artículo 194 de la Ley de Mercado de Valores del Ecuador. 24. Artículo 198 de la Ley de Mercado de Valores del Ecuador. RIMV Nº 15/2005 — 60 — D E M E R C A D O S D E V A L O R E S diente (o externo) de estados financieros si bien está reforzado (en su cumplimiento) por las leyes, no por eso goza de la llamada fe pública. Aunque dentro del Mercado de Valores podemos señalar que su ejercicio profesional, como en el caso de los contadores, también genera en el público confianza para decidir inversiones. VI. CONCLUSIONES Este breve repaso nos lleva principalmente a concluir que: 1. La fe pública como manifestación del poder del Estado (a través de la Ley) frente a sus ciudadanos consiste en obligar a la colectividad a creer en la certeza y validez de ciertas actuaciones que unos funcionarios públicos, investidos para ello por el Estado, ejecutan en su nombre. 2. La actuación de estos funcionarios se traduce, entre otras consecuencias, en añadir una calidad a ciertos documentos, instrumentos y escrituras que contienen hechos o actos y contratos (negocios jurídicos) cuyos actores pueden ser los particulares y/o funcionarios públicos. Esta calidad consiste en ser apreciables como prueba plena de haber sucedido estos acontecimientos en la forma que declaran los funcionarios públicos investidos con fe pública. 3. Cuando se reconoce en un documento la calidad de hacer fe pública esto significa también que se puede acceder libremente a su conocimiento en las formas establecidas por las leyes. 4. Los documentos, instrumentos y escrituras que tienen la calidad de hacer fe pública aparejan con ello una presunción legal de autenticidad; es decir, la certeza sobre quienes son sus autores. 5. Junto a la opinión del doctor Jorge ZAVALA BAQUERIZO, también advertimos que la fe pública es un bien jurídico penalmente protegido, seguramente por su gran valor socio-eco- nómico; así como reconocemos en los documentos, instrumentos y escrituras que la contienen que estos llevan los símbolos del Estado o su poder, que está representado en las firmas y sellos de sus funcionarios. 6. La veracidad con la que deben actuar los profesionales al elaborar ciertos documentos e instrumentos propios de la contabilidad y el análisis financiero ya ha sido instituida como conducta obligatoria para ellos por nuestro sistema jurídico, sin necesidad de que el Estado imponga sobre nosotros la llamada fe pública. Entonces, intentando responder la interrogante planteada al inicio de este artículo, sostenemos que sería necesaria una reforma al ordenamiento jurídico ecuatoriano para establecer que la actuación de Contadores y Auditores Externos y los documentos producidos por éstos provoquen fe pública para los fines de la Ley de Mercado de Valores. Y es que como consecuencia del ingreso voluntario al Mercado de Valores, quienes así lo decidan deben mantener abierta al público su información contable y financiera. Por lo que bien podría pensarse que en el ámbito del Mercado de Valores los Contadores y Auditores, con su ejercicio profesional, están produciendo ciertos documentos que van destinados no sólo a sus clientes sino además al público que tomará decisiones basándose en aquellos. Así como podríamos añadir que el hecho de trabajar también para ese público no los convierte en funcionarios públicos. Desde un punto de vista complementario también reconocemos que nuestro ordenamiento jurídico ha descuidado la publicidad de los resultados: a) de la labor de control que los organismos públicos encargados realizan sobre la actividad financiera desplegada en el Mercado de Valores; y, b) del control que los Colegios y Federaciones de profesionales tienen sobre las actividades de sus matriculados. — 61 — RIMV Nº 15/2005 I Por lo que con la integración de la información, proveniente de estas labores, el público también contaría con mejores herramientas para discernir y decidir en quienes y en qué medida pueden (o no) depositar su confianza al momento de arriesgar sus capitales en nuestro Mercado de Valores. N S T I T U T O I B E R O A M E R I C A N O • COUTURE, Eduardo J. (1998): “Estudios de Derecho Procesal Civil” -Tomo II “Pruebas en Materia Civil”-, Tercera Edición (reimpresión), Buenos Aires – Argentina, Ediciones Depalma, véanse especialmente páginas 45 y siguientes. • CUESTA ÁLVAREZ, Rafael (2000): “Auditoría de Estados Financieros”, Primera Edición, Guayaquil – Ecuador, EDINO, páginas 24 -30. BIBLIOGRAFÍA • “ENCICLOPEDIA JURÍDICA OMEBA” Tomo 12 (1964), Buenos Aires – Argentina, Obras Magistrales de la Editorial Bibliográfica Argentina OMEBA -Editorial Bibliográfica Argentina S.R.L-, véase la entrada: “FE PÚBLICA”. • CLARO SOLAR, Luis (1992): “Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado” -Volumen VI “De las Obligaciones”- Tomo 12, Santiago de Chile – Chile, Editorial Jurídica de Chile, páginas 675 y siguientes. RIMV Nº 15/2005 • DEVIS ECHANDÍA, Hernando (2002), “Teoría General de la Prueba Judicial” -Tomo Segundo-, Quinta Edición, Bogotá – Colombia, Editorial TEMIS S.A., páginas 528 y siguientes. • ZAVALA BAQUERIZO, Jorge (1993), “Delitos contra la Fe Pública – Pago con cheque sin provisión de fondos” –Tomo I–, Primera Edición, Guayaquil – Ecuador, EDINO, páginas: 290, véase especialmente el Capítulo II “Fe Pública y Fe Privada”. — 62 —