From the SelectedWorks of Gustavo M. Rodríguez García Fall 2007 Publicidad, externalidades y conductas antisociales Gustavo M. Rodríguez García Available at: http://works.bepress.com/gustavo_rodriguez_garcia/25/ PUBLICIDAD, EXTERNALIDADES Y CONDUCTAS ANTISOCIALES GUSTAVO M. RODRÍGUEZ GARCÍA* ¿Se le ocurre alguna forma de identificar, al menos a costo razonable, qué es lo que la sociedad en general puede considerar incorrecto o indeseado? ¿Se imagina qué pasaría si el día de mañana, una autoridad le impone sanciones por realizar conductas que, según esta autoridad, califican como antisociales? ¿Qué opinaría si se le plantea la idea de constituir una agencia gubernamental facultada para monitorear la moralidad de las conductas? Aunque le parezca kafkiano, en nuestro país el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi), aplicando un supuesto principio de adecuación social aplicable a la publicidad comercial, viene regulando y fiscalizando si las expresiones publicitarias califican o no como antisociales a fin de, eventualmente, imponer sanciones pecuniarias. Me gustaría iniciar este artículo con un cuento breve que encontré en la Internet y que se titula “El caracol”. Dice así: “El caracol era lila, del tamaño de una manzana y dócil y mimoso como un gato. Vivía en la bandeja de embutidos de la nevera. Toda la familia adorábamos al caracol. Mi madre abría la nevera y sonreía al caracol. Mi hermana no quería ir al colegio sin darle un beso. El día que murió el caracol fue un trauma para todos. Mi padre empezó a beber, mi madre pidió el divorcio, mi hermana se enganchó al caballo y yo empecé a escribir”1. Iniciar este artículo con esta historia tiene dos propósitos. El primero, llamar la atención del lector y de alguna forma, motivarlo a que continúe leyendo este artículo. El segundo propósito es hacer notar, de una forma peculiar, que hasta las cuestiones más intrascendentes pueden tener efectos sobre los seres humanos. Todos reaccionamos de diversas maneras ante determinadas situaciones, por lo que tratar de diseñar una suerte de guía sobre las conductas que los seres humanos estimaremos positivas o negativas resulta ser una tarea ardua y, al final del día, excesivamente costosa. Sin perjuicio de ello, este trabajo tiene por finalidad hacer notar ese excesivo costo de las regulaciones sobre la base de criterios subjetivos y poco delimitados. En particular, analizaremos lo que ha sido denominado como “principio de adecuación social”, el mismo que –según la ley correspondiente– es aplicable a los anuncios publicitarios. Como veremos, la aplicación de estos parámetros puede significar un excesivo costo, además de representar una norma legal incierta y de consecuencias insospechadas. 1 EXTERNALIDADES En términos sencillos, una externalidad (o efecto externo) es una situación en la que una conducta de un Revista de Economía y Derecho, Vol. 4, Nº 14 (Otoño 2007). Copyright © Sociedad de Economía y Derecho UPC. Todos los derechos reservados. * Bachiller en Derecho por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Diploma de Postgrado en Derecho de las Concesiones y de la Infraestructura por la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC). Fundador y past director ejecutivo de la Asociación de Análisis Económico del Derecho (Asaed). Adjunto de docencia del curso Fundamentos de Análisis Económico del Derecho en la Maestría en Derecho Civil de la PUCP. El autor quiere agradecer a Freddy Escobar, amigo y maestro suyo, por sus valiosos comentarios y sus ilustrativas ideas. Deja constancia, sin embargo, de que todo error u omisión es únicamente atribuible al autor. REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO OTOÑO 2007 / 85 sujeto determinado tiene efectos en terceros sujetos que nada tenían que ver con la conducta generadora de la externalidad. Dichas externalidades pueden ser positivas o negativas. El estudio de las externalidades permite constatar asuntos de suma importancia, como los supuestos en los que es aceptable cierto grado de intervención estatal2. Ahora bien, la presencia de externalidades no puede ser asumida como una cuestión excepcional, sino, exactamente lo opuesto. Virtualmente toda conducta produce externalidades. Así, si una colega de trabajo está usando un exquisito y costosísimo perfume, todos los que la rodeamos nos vemos afectados (positivamente, en este caso) de dicha situación, aunque no tengamos directamente nada que ver en ella. Por otra parte, si estamos en un restaurante y un sujeto en la mesa de al lado empieza a fumar, el humo tendrá un efecto (negativo) sobre nosotros, aunque no seamos los fumadores en dicha situación. Debe, sin embargo, distinguirse entre una externalidad negativa y una lesión al derecho de un tercero. Este asunto ha sido expuesto mediante el siguiente ejemplo: “Si una persona planta y cosecha determinado bien que requiere sombra, la cual es proporcionada por un vecino como una externalidad positiva, el día que ese vecino decide talar parte de su bosque y, por tanto, le retira la sombra al referido productor, esto último significará una externalidad negativa pero no una lesión al derecho, puesto que el agricultor de marras no tiene un derecho adquirido sobre la sombra que originalmente le proporcionaba su vecino. Si, en cambio, el agricultor fuese asaltado por su vecino, estaríamos frente a una lesión al derecho”3. Asimismo, “los efectos externos pueden ser clasificados en físicos y valorativos. Un ejemplo de los primeros es la polución física de una granja vecina; un ejemplo de los segundos es la introducción de un producto que reduce las ganancias de un competidor. El primero es un costo social, porque las opciones han sido físicamente eliminadas de la gama de oportunidades de un tercero. El segundo no es un costo social (a pesar de que el bienestar del competidor decae) porque ninguna opción ha sido eliminada y ningún recurso real ha sido consumido”4. Muchos efectos que consideramos irrelevantes pueden ser sumamente importantes para el desarrollo de un análisis completo. De la misma forma, muchos argumentos que pueden parecer de suma importancia para nosotros, deberían –por razones de eficiencia– ser considerados superfluos ante los excesivos costos de una posible regulación de dichos supuestos. Y no debemos perder de vista que, aunque los perjuicios sean mayores que los beneficios de una REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO situación dada, si la regla legal que se plantea resulta más costosa que los perjuicios, es mejor aceptarlos y optar por no contar con dicha regla legal. Esta discusión sobre las externalidades es sumamente importante para el análisis del tema que nos ocupa en esta oportunidad. No puede negarse que muchas conductas tienen efectos negativos sobre terceros (y sobre la sociedad), pero antes de habilitar una posible intervención (a ciegas, por cierto) del Estado, deberían considerarse los costos y beneficios de dicha posibilidad. Podría ser, como en el caso que comentaremos, que el remedio diseñado sea peor que la enfermedad. En esta tarea que nos ocupa, el análisis económico del Derecho nos resulta de gran ayuda. En efecto, “el análisis económico del derecho busca responder dos cuestiones básicas sobre las reglas legales. A saber, ¿cuáles son los efectos de las reglas legales sobre el comportamiento de los actores relevantes? y ¿son estos efectos de las reglas legales socialmente deseables?”5. Cuando uno realiza una campaña publicitaria que resulta ofensiva para la sociedad o que puede dar un mensaje que haga entender que una determinada conducta prohibida o considerada inmoral es buena y deseable, dicha publicidad genera externalidades negativas. La pregunta central de este trabajo, sin embargo, no es si dichas externalidades se generan o no, sino si resulta eficiente regular los supuestos de publicidad considerada antisocial. Una primera constatación puede parecer evidente. “Como un asunto general, es socialmente deseable que los individuos hagan más que lo que dicta su interés propio para reducir las externalidades perniciosas y que actúan de forma que incrementen las externalidades beneficiosas. La resolución socialmente óptima de las externalidades dañinas usualmente involucra el comportamiento de las víctimas así como de los ofensores. Si las víctimas pueden hacer cosas para reducir la cantidad de daño de forma más barata que los ofensores (digamos instalar filtros de aire para evitar la polución), es socialmente óptimo que las víctimas lo hagan”6. De esta forma, la existencia de externalidades indeseadas debe ser evaluada con sumo cuidado, ya que, en términos económicos, puede resultar más eficiente (y barato) que los afectados asuman la carga de evitar los efectos externos perniciosos que imponer dicha carga a los productores de los mismos. Que un determinado anuncio publicitario induzca a conductas criminales, por ejemplo, nos lleva a considerar diferentes planos de análisis: ¿existe una externalidad negativa per se por la simple producción de la misma? ¿Existen consideraciones morales adi- OTOÑO 2007 / 86 cionales que puedan afectar a la sociedad? ¿Qué tan importantes son los juicios personales en este análisis? Ciertamente, las intuiciones morales pueden ser beneficiosas en abstracto para una sociedad (como la intuición de “no matar” o “no ser infiel”), pero, en asuntos particularmente complejos, debe siempre considerarse el costo de la ambigüedad. En efecto, “las intuiciones morales ordinariamente funcionan bien, pero cuando son sacadas de contextos familiares, su confiabilidad, para los propósitos de un análisis moral y legal, es incierta”7. Regular sobre la base de lo incierto impone el riesgo de desperdiciar recursos que podrían haber sido ahorrados. En dicha línea, es posible que una regulación sobre la base de subjetividades imponga costos excesivamente onerosos a toda la sociedad y destruya la libertad individual. A continuación, analizaremos detenidamente el denominado “principio de adecuación social” aplicable a los anuncios publicitarios y que se encuentra previsto en el segundo y, especialmente, en el tercer párrafos del artículo 3 del Decreto Legislativo 691, Normas de la Publicidad en Defensa del Consumidor, estableciéndose que “ningún anuncio debe favorecer o estimular cualquier clase de ofensa o discriminación racial, sexual, social, política o religiosa” y que “los anuncios no deben contener nada que pueda inducir a actividades antisociales, criminales o ilegales o que parezca apoyar, enaltecer o estimular tales actividades”. Nuestro análisis, ponderará los beneficios y costos de una regulación como la prevista en nuestra norma de publicidad e incidirá en los problemas que la aplicación de dicha regla legal conlleva. 2 LA IMPORTANCIA DEL CONTEXTO SOCIAL Y LAS DENOMINADAS “EXTERNALIDADES MENTALES” Ha sido expuesto con acierto que “todo concepto de derechos individuales debe asumir un contexto social [...] a menos y hasta que una persona se relacione con otras, o con bienes, o con derechos, no tiene obligación de actuar con relación a ellos, y esto es cierto, aunque la obligación sea denominada legal, moral o razonable”8. Ahora bien, el hecho de que algunos efectos puedan ser percibidos (incluso intensamente) por la sociedad o por diversas personas no necesariamente vuelve relevantes a todas estas externalidades. ¿El fastidio de una señora mayor de edad y profundamente católica ante las corridas de toros hace necesaria una prohibición de dichas actividades? Ese fastidio es una externalidad, es un efecto derivado de dicha conducta (la corrida de toros), pero ¿es en realidad una afectación física y, más aún, importa el malestar de esta señora? REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO Existen algunas externalidades que son conocidas como “externalidades mentales”. En efecto, “si la polución producida por A afecta los pulmones de B, o incluso si ofende sus ojos, no será una externalidad mental; si su sola existencia lo ofende (la simple existencia de la contaminación ambiental), entonces lo será”9 (el agregado es nuestro). Eric Rasmusen, en un libro de próxima publicación10, ha dividido a las externalidades mentales en cuatro tipos: (i) externalidades ideológicas, (ii) externalidades altruistas, (iii) externalidades compasivas y (iv) externalidades estéticas. Pero seguimos preguntándonos: ¿realmente importan? Una crítica central a la denominada regulación social (en contraposición a la regulación económica) señala que “una vez que se decida que las externalidades negativas justifican una regulación en el contexto social cuando podrían no justificarla en el contexto económico, debemos esperar que los reguladores alteren la frontera entre estas dos esferas de forma tal que la regulación económica de antes se convierta en la regulación social de hoy. Cualquier legislador que lea a Rasmusen se asegurará de insertar en su norma legal favorita el preámbulo apropiado para que esta se convierta en un tipo de ‘regulación social’ merecedora de respeto general y deferencia judicial. El legislador forjará así la norma legal para incrementar el ámbito de poder gubernamental”11. Otra constatación preliminar en nuestro análisis es necesaria. “Desafortunadamente, la mayoría de las acciones del mundo real produce, simultáneamente, externalidades negativas y positivas...”12. Además, las externalidades son recíprocas: las conductas de todos afectan a todos de formas muchas veces poco comprendidas. Sin embargo, es posible afirmar con cierta seguridad que permitir que el Estado regule lo que estime socialmente indeseado, inaceptable o molesto es generar el caldo de cultivo para la discrecionalidad en el ejercicio de sus funciones, llevando al mercado incertidumbre e inseguridad jurídica. Esta constatación no implica o significa que las reglas de conducta típicamente internalizadas por la sociedad (normas sociales) no existan o importen. Ciertamente, la existencia de dichas limitaciones intuitivas permiten reducir importantes costos (asociados a lo que costaría la regulación de dicho aspecto no limitado intuitivamente) y permiten vivir en una sociedad lo más alejada del caos. En efecto, “un entendimiento completo de la ley requiere considerar las normas (las sociales). La ley es más vieja que la sociedad política, lo que quiere decir que se origina en un set de normas –como se mantiene en el caso del Derecho Internacional Público porque no existe go- OTOÑO 2007 / 87 bierno mundial; incluso en sociedades con gobiernos fuertes, las normas son tanto fuentes de derecho y usualmente un efectivo y barato sustituto de la ley– y a veces son antagónicos a la ley”13. De esa forma, un entendimiento cabal del sistema de limitaciones a la libertad individual debe reconocer la presencia no exclusiva de las leyes sino de las normas sociales14. En ese marco teórico se inscribe nuestro análisis de la regla legal prevista en las Normas de Publicidad en Defensa del Consumidor, que prescribe que los anuncios no deben contener nada que pueda inducir a actividades antisociales, criminales o ilegales o que parezca apoyar, enaltecer o estimular tales actividades. Este análisis será mejor expuesto a partir de algunos casos reales y veremos cómo dicha regla se caracteriza por su relatividad, subjetividad y, finalmente, discrecionalidad en su aplicación. 3 EL COSTO DE UNA REGLA COMPLEJA Con fecha 21 de julio de 2003, la Comisión de Represión de la Competencia Desleal (en adelante CCD) emitió la Resolución 080-2003/CCD-INDECOPI en la cual se pronunció sobre la acción de oficio iniciada contra la Empresa Editora El Comercio S. A. y Leo Burnett del Perú S. A., por la difusión de dos anuncios publicitarios denominados: anuncio robo15 y anuncio infidelidad16; los mismos que, supuestamente, habrían infringido el referido principio de adecuación social. La explicación que da la CCD para declarar fundada la denuncia de oficio e imponer una multa de diez unidades impositivas tributarias (UIT) a las empresas denunciadas es bastante peculiar: “[...] debe tenerse en cuenta que los anuncios materia de denuncia muestran conductas violentas realizadas por personas comunes, como si se tratara de una reacción justificada a determinadas circunstancias. En este sentido, la Comisión concluye que ambos anuncios enaltecen conductas violentas...”17 (las cursivas son nuestras). Observe el lector el juicio que emite la comisión: considera que no se trata de una reacción justificada. Por lo tanto, es una conducta antisocial, prohibida y pasible de sanción de multa. Intuitivamente, podemos percatarnos de que algo no está bien en el razonamiento de la CDD. ¿Por qué lo que a dicha autoridad le parezca tiene que ser necesariamente el parámetro para medir lo razonable de una reacción humana? ¿O es que el estándar de conducta que la CDD imponga a la sociedad representa el Código de Conductas Socialmente aceptadas? ¿O es acaso el iluminado criterio de la CCD el que debe guiar nuestro actuar, nuestro sentir y nuestro pare- REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO cer? Finalmente, ¿sabe la CCD más que nosotros lo que mejor nos conviene? En el meollo de nuestra discusión hay un asunto de importancia gravitante. ¿Qué puede ser concebido como una publicidad buena o una publicidad mala? O, de forma más general, ¿qué es lo “bueno” y qué es lo “malo”? Desde nuestra perspectiva, podríamos afirmar que “la definición usual de “lo bueno” es que es algo por lo que los consumidores están dispuestos a pagar, y “lo malo” es algo por lo que los consumidores pagan para que sea removido o deben ser compensados para que lo acepten”18. Entonces, los consumidores determinan qué prefieren y qué no, y ellos libremente castigan o no a aquello que no está de acuerdo con sus creencias, mediante la no adquisición del producto o servicio anunciado. De esa forma, cuando el consumidor valora la publicidad que tiene características humorísticas o que quizá realiza algunas exageraciones para ridiculizar ciertas situaciones en aras de difundir un mensaje determinado, dicha valoración se verá expresada en su conducta frente a dicho anuncio publicitario y lo que en él se anuncia. Cuando la autoridad interviene y determina qué publicidad es buena para nosotros, nos impide realizar un juicio libre como consumidores, y nos impone su set de creencias y pareceres. Esta conducta representa el paternalismo más aberrante que uno pueda imaginarse. Es más, si uno analiza el contenido de los dos anuncios publicitarios antes citados –que hemos incluido como notas a pie de página–, posiblemente algunos consideren dicha campaña como inadecuada, algunos ciertamente la considerarán negativa y otros considerarán que es cómica y que sirve para captar de mejor manera la atención de los consumidores. Ciertamente, una publicidad aburrida es menos eficiente que una publicidad inteligente, innovadora y llamativa para el espectador, en su labor de captar clientela llamando la atención del público consumidor. Pongamos otro ejemplo (real, por cierto). Imaginemos que el anuncio presenta a un conocido futbolista realizando su entrenamiento habitual. Luego patea una máquina que expende bebidas gaseosas, de forma que la lata cae rápidamente. La lata cae sin haber depositado el importe de la lata de gaseosa. El futbolista refiere que entrena “por si se le acaba el sencillo”19. ¿Esta conducta induce a los espectadores a realizar actos antisociales o a patear las máquinas de venta de bebidas para obtenerlas sin pagar? En este caso, el argumento a favor de la aceptación de este tipo de publicidad ya no parece tan sólido. Puede existir cierto consenso en que ir por las calles pateando la propiedad privada para beneficiar- OTOÑO 2007 / 88 se de un producto sin pagar por él es una conducta no deseada. Sin embargo, la pregunta que debemos hacernos en estos casos es: ¿el costo de regular dicha situación es menor que el costo de permitir este tipo de mensajes publicitarios? Y ello suscita una segunda pregunta: ¿cuál es el parámetro para medir lo permitido y lo no permitido? ¿Esta evaluación es costosa? Lo cierto es que no existe un parámetro. La evidencia más palpable de nuestro argumento es que, en el caso de los anuncios “robo” e “infidelidad”, la Sala de Defensa de la Competencia del Indecopi, en segunda y última instancia administrativa, consideró que los mismos no determinaban ni inducían a la realización de acto antisocial alguno ya que “al tratar de convencer al público de los consumidores que el producto es rápido y efectivo no se opone a los valores compartidos por la sociedad, no alienta al delito ni las acciones indebidas o reprensibles y tampoco alienta la infracción de la ley; por el contrario, es el mensaje propio y esperado de todo concurrente en el mercado que desea posicionar y vender su producto”20. Ahora bien, si bien en dicho análisis la Sala estima que el anuncio no induce a conducta antisocial alguna, sigue apelando a “los valores compartidos por la sociedad”, como si la autoridad estuviera capacitada para determinar cuáles son esos valores o estuviese autorizada para censurar a nombre de la sociedad en su conjunto, como si fuera una suerte de vocera de la conciencia social. Pero aun en el supuesto negado de que estuviese autorizada para transmitir el juicio de la sociedad, el costo de conocer la valoración social parece altísimo. En efecto, la norma contenida en el tercer párrafo del artículo 3 de las normas de publicidad en defensa del consumidor es lo que Richard A. Epstein denominaría como “regla compleja”. En efecto, los costos administrativos “son todos aquellos costos necesarios para que el sistema legal opere. Estos incluyen, primero los costos en que incurren los privados para cumplir con las normas legales cuando averiguan qué prescribe la ley, cómo se aplica a ellos, qué deben hacer para cumplirla y cómo deben demostrar ese cumplimiento al regulador; segundo, los costos públicos de hacer cumplir las normas legales; tercero, los costos directos de inspección y supervisión, así como el gasto general del sistema legal; y, finalmente, los costos del error en la operación del sistema legal [...] ahí donde las determinaciones son poco confiables e inciertas, las partes serán afectadas cuando sean falsamente acusadas y sancionadas por ofensas que no cometieron, o se les permitirá escapar de los cargos y el castigo cuando realmente hayan violado una norma legal. Mientras más complicada sea una REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO norma legal, habrá más probabilidad de que los costos administrativos, incluyendo los costos del error, sean altos”21. Como se puede percibir, los costos de identificar el parecer de la sociedad son altísimos, por lo que la aplicación adecuada de esta regla legal representa un costo en exceso superior al potencial perjuicio derivado de la divulgación de un anuncio que eventualmente pueda inducir a una conducta que, nosotros, estimemos inadecuada a la luz de nuestras creencias, educación y juicios morales. De esta forma, esta es una regla no solo de incierta aplicación sino de costo prohibitivo, por lo que debería ser eliminada de la normativa publicitaria. 4 INSEGURIDAD JURÍDICA Y COSTO SOCIAL Como hemos venido discutiendo, la falta de certeza y predictibilidad representan un costo que debe pagar la sociedad en su conjunto. Para decirlo de otra forma: diseñar reglas inciertas y aplicarlas discrecionalmente son “conductas antisociales”. Adicionalmente, es un costo sumamente complejo de calcular, además de los costos inherentes a la identificación de los sujetos supuestamente afectados por una conducta determinada. Al aplicar un criterio como este, simplemente no existe criterio porque, como también ya hemos adelantado, no existe parámetro que permita delimitar lo correcto y lo incorrecto en términos sociales. Comentando la regla legal que es materia de análisis y crítica por nuestra parte, se ha dicho que “resulta claro que la prohibición referida a que los anuncios no deben contener nada que pueda inducir a actividades antisociales, criminales o ilegales o que parezca apoyar, enaltecer o estimular tales actividades, se encuentra destinada a evitar que la publicidad, en su calidad de medio transmisor de información y modelador de conductas, pueda generar en la sociedad, conductas contrarias a las disposiciones de nuestro ordenamiento jurídico consideradas como de orden público”22. ¿Se ha percatado del fraseo en el comentario?: “conductas antisociales”, “parezca apoyar”, “parezca enaltecer”, “parezca estimular” y, finalmente, para complicar las cosas aún más, “orden público”. Este fraseo es inaceptable y genera la falta de predictibilidad y certeza que venimos apuntando. Y, como se ha señalado, “la certeza promueve seguridad jurídica debido a que los operadores económicos y la sociedad civil en su conjunto conocerán de antemano cuál será el resultado cuando se produzca una controversia. El hecho que las partes sepan a qué atenerse hace OTOÑO 2007 / 89 que el sistema jurídico sea predecible, además de que la predictibilidad impulsará que las decisiones sean consistentes, evitándose así las sentencias contradictorias o erráticas”23. En se orden de ideas, quizás resulta apropiado que discutamos otro caso real sobre el tema que venimos discutiendo: el caso Teletubbies. En efecto, la Comisión de Represión de la Competencia Desleal del Indecopi, mediante Resolución 1 de 2 de noviembre de 2005, inició un procedimiento de oficio contra Corporación Radial y Pragma, por la supuesta vulneración del artículo 3 de las normas de publicidad en defensa del consumidor, por la divulgación de un curioso anuncio televisivo24. Asimismo, les ordenó, en calidad de medida cautelar, el cese preventivo e inmediato de la difusión del anuncio Teletubbies y otros de naturaleza similar, en tanto que presentaran imágenes que indujeran o enaltecieran conductas antisociales. Corporación Radial, en su escrito de contestación, señaló que la emisora radial Planeta 107.7 es una estación de radio de música pop y rock que se dirige a un grupo objetivo de jóvenes de ambos sexos, de 17 a 25 años, del segmento socioeconómico AB, no encontrándose dirigida a un público infantil. De esta forma, el anuncio pretendía dar cuenta de la idea de que, en determinado momento de la vida, todos los jóvenes experimentarían el deseo de desvincularse de una edad infantil e ingresar a una edad adulta. Por otro lado, Pragma indicó, además de los argumentos previamente expuestos, que la idea del anuncio no es persuadir a los jóvenes a que hagan lo mismo que realiza el joven del anuncio, toda vez que ello sería imposible por tratarse de personajes que no existen en la realidad. En dicho orden de ideas, “el hecho de presentar a un joven en un mundo de fantasía, con unos muñecos de fantasía, intentando desprenderse de una etapa de su vida es el uso de un recurso que tiene por finalidad llamar la atención del consumidor mostrando conductas inverosímiles y exageradas. A decir de la denunciada, dicha exageración no habría sido tomada en serio por el espectador, por lo que no estaría sujeta al principio de veracidad”25. Además, Pragma indicó, con acierto, que la comisión, antes de presumir su supuesta infracción, debía establecer en qué consistiría una conducta antisocial, cuándo se enaltece o induce a una conducta antisocial, de qué manera el anuncio muestra una conducta antisocial y de qué manera el anuncio muestra dicha conducta como elogiable y aceptable. Dos anotaciones de carácter teórico son necesarias. En primer término, como ha sido señalado REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO oportunamente, “la publicidad no se propone tan solo informar al público sobre las características y precio de los productos anunciados. Junto a la finalidad informativa aparece en la actividad publicitaria una finalidad ulterior: persuadir al público para que compre los productos anunciados. Los anuncios y demás expresiones publicitarias albergan en su interior tanto comunicaciones puramente informativas como manifestaciones esencialmente persuasivas [...] la actividad publicitaria es a la vez informativa y persuasiva, aunque naturalmente en cada anuncio o expresión publicitaria concreta puede prevalecer bien la dimensión informativa o bien la dimensión persuasiva”26. Así, en un anuncio dirigido a un sector juvenil de determinado estrato socioeconómico y con un mensaje determinado, es no solo apropiado sino comprensible que el elemento persuasivo prime de forma preponderante sobre la dimensión puramente informativa, sin que ello pueda ser cuestionado por la autoridad administrativa. A decir de la Comisión de Represión de la Competencia Desleal, “el bien jurídico tutelado al momento de sancionar la publicidad capaz de inducir a actividades antisociales, criminales o ilegales o que parezca apoyar, enaltecer o estimular tales actividades es que no se promueva la vulneración de la moral, la salud y la seguridad pública”27. Con esta anotación conceptual, dicha instancia señala que “el anuncio materia de imputación, al mostrar actividades extremadamente violentas por parte del hombre de camiseta roja, protagonista del anuncio, es capaz de inducir a los consumidores a que desarrollen actitudes agresivas frente a personas, circunstancias, escenarios o situaciones con las que pueden no encontrarse de acuerdo o que pueden no desear o tolerar, sea por la razón que fuere, aunque esta fuera legítima. Asimismo, esta posible inducción se verá aumentada mediante la exhibición de las imágenes violentas que presenta el anuncio cuestionado, acompañadas de la frase ‘Ya viste lo que querías”28. Nosotros no coincidimos con el criterio de la comisión. El anuncio presentaba personajes animados irreales en un escenario irreal, en que el se empleaban, de forma claramente perceptible, elementos humorísticos y exageraciones, a efectos de captar la atención de los espectadores. El fraseo “ya viste lo que querías” no representa un factor que aumente la inducción a la violencia. Algunas personas serán inducidas a ello y otras lo entenderán humorísticamente, otros pensarán que el anuncio descrito es ridículo y otros se sentirán ofendidos. Sea como sea, el “ver lo que uno quiere” refleja exactamente nuestro punto, que las personas tienen percepciones distintas y que ceñirnos a un cri- OTOÑO 2007 / 90 terio estándar parece desconocer la realidad de las cosas: que no todos somos iguales. ¿Cuál es el costo de determinar lo que la sociedad en su conjunto estimará como violento o no? En algunos casos, atendiendo a las características especiales del anuncio evaluado, el costo será menor. En otros casos, en los que la decisión no será tan sencilla, adoptar la opción represora puede generar problemas ulteriores y un pésimo mensaje al mercado y a los anunciantes en general. Sea como fuere, la comisión declaró fundada la denuncia y sancionó a las empresas con una multa de 35 UIT, en virtud a lo ya expuesto29. Como era de esperarse, dicha resolución fue apelada y elevada a la Sala de Defensa de la Competencia del Indecopi. En efecto, visto el caso en la Sala, dicha instancia, compartiendo el análisis de la comisión, señaló que “la eficacia para posicionar en un público juvenil la ruptura con la infancia y el paso a la edad adulta, no legitima el empleo de imágenes violentas aun cuando resulten metafóricas. La creatividad que el fenómeno publicitario impulsa, propende a explorar nuevos recursos, correspondiendo a la Ley encausar tal actividad evitando que en ejercicio de la libertad publicitaria aliente o incentive conductas antisociales, en públicos que pueden ser más permeables o sensibles a ellas”30. De esta forma, compartiendo los argumentos de primera instancia, la Sala determinó que debía confirmarse la resolución de la comisión en el extremo en que declara fundada la denuncia de oficio, pero reduciendo la cuantía de la sanción de 35 a 10 UIT, atendiendo al periodo de difusión del anuncio cuestionado y los medios en los cuales se había realizado dicha difusión, que esencialmente eran medios de televisión por cable. Así, y aunque se determinó que la conducta mostrada en el anuncio incentivaba conductas antisociales, ni la primera ni la última instancia administrativa señalaron qué entendían por conducta antisocial ni cuál era el parámetro que empleaban en su juicio. El empleo discrecional de los poderes del Estado es sumamente peligroso, pues abre la puerta para todo tipo de atropellos a la libertad individual, al eficiente intercambio de recursos y a la provisión de información en el mercado, como a través de la actividad publicitaria. Por ello, se ha dicho en alguna oportunidad que “el Estado tiene un recurso básico que por puro principio no es compartido con incluso el más poderoso de sus ciudadanos: el poder de coerción”31. Ello explica por qué es tan importante que la actividad reguladora del Estado se encuentre limitada a parámetros más o menos bien definidos y de forma residual, cuando sea estrictamente necesario. REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO Esta ausencia de parámetros no puede ser aceptada, porque parte de la idea de que el Estado puede hacer uso de sus poderes para reprimir todo aquello que considere “indeseado”, “incorrecto” o “inmoral”. De esta forma, el aparato estatal asume una pretensión de falso perfeccionismo en aras de lograr una convivencia en la que nadie se ofenda y nadie se vea afectado por lo que se ve en televisión. Pero muchas de estas externalidades son agraviantes para algunas personas por cuestiones personales –por ejemplo, por sus creencias religiosas–, lo cual nos lleva a pensar que, al final del día, esta conducta del Estado se convierte en un mecanismo para imponer las creencias de algunos sobre las creencias de otros32. En ese orden de ideas, en un país en donde el inversionista no sabe qué puede ser catalogado de “incorrecto” o “inmoral”, difícilmente se podrá atraer inversión de forma eficiente. Esta falta de inversión, lo que se traduce en atraso, pobreza y subdesarrollo, nos afecta a todos. El costo de las intervenciones del aparato estatal son asumidas de forma generalizada por la sociedad, en la cual se dispersa dicho costo asumido, traduciéndose en precios más altos, mayores impuestos y un mercado menos informado. ¿Cómo arriesgarse a anunciar un producto de forma innovadora o humorística si no se sabe qué sanción podría imponerse por dicha conducta? Dicha inseguridad solo genera menos publicidad (lo que significa, como ya hemos dicho, menos información) o más publicidad aburrida y monótona (y, como ya hemos dicho, la publicidad tiene un componente persuasivo fundamental). 5 REGRESO A LAS EXTERNALIDADES Y FASCISMO Hemos señalado que toda conducta tiene efectos externos, sean estos positivos o negativos. Sin embargo, en algunos supuestos, el costo de la regulación puede ser mayor a los perjuicios derivados de determinadas conductas, por lo que la eficiencia nos impone dejar de lado la regulación y aceptar cierto nivel de “molestias” en la sociedad. Este fundamento explica por qué ciertas conductas deben ser reguladas y otras, a pesar de que puedan afectar u ofender a cierto sector de la sociedad, deben ser admitidas en aras de no limitar la libertad individual e imponer costos sociales adicionales. Aceptar una regla legal que permita intervenir en la actividad publicitaria libre a base de consideraciones indeterminadas de quienes se encargan de operar el aparato estatal, es aceptar una regla fascista33 que permite cualquier regulación discrecional en perjuicio de las minorías y en beneficio de las creencias de OTOÑO 2007 / 91 algunos por encima de las creencias de otros. Finalmente, la autoridad administrativa no tiene forma de saber qué resulta antisocial e inmoral en los ojos de la colectividad. La regla prescrita en el tercer párrafo (especialmente) del artículo 3 de las normas de publicidad en defensa del consumidor es una regla compleja, cara, interventora y fascista, la cual genera incertidumbre, reduce la predictibilidad, ahuyenta la inversión y desincentiva la actividad publicitaria, restando información y perjudicando a los consumidores. Así, no debe resultar difícil para nosotros aceptar que nuestras conductas tienen efectos sobre terceros, nuestros pensamientos y posiblemente las ideas que hemos vertido en el presente trabajo. Pero, ¿vale la pena regular estas externalidades para el beneficio de quienes no piensan igual que a uno? ¿Vale la pena prohibir la difusión de este artículo para que quienes se sientan agraviados u ofendidos puedan vivir en paz? Ciertamente este artículo, así como el caracol de nuestro cuento inicial, no tiene por finalidad, atacar, ofender o molestar a alguien. Pero al final del día, esperamos, al menos, que haya captado su atención y considere este planteamiento. Si no le parece, no demande que se regule el contenido de este artículo; dé la vuelta a la hoja y pase a la siguiente. NOTAS 1 2 3 4 5 6 7 8 Lezaun, Diago. “El caracol”. En: http://du.lacalabaza.net. Un estudio interesante puede ser consultado en: Greenwald, Bruce C. y Joseph E. Stiglitz. “Externalities in Economies with Imperfect Information and Incomplete Markets”. En: The Quarterly Journal of Economics, vol. 101, nro. 2, mayo de 1986, pp. 229-264. Benegas-Lynch, Alberto (h) “Bienes públicos, externalidades y los free-riders: el argumento reconsiderado”. En: Estudios Públicos, nro. 71, invierno de 1998. Buenos Aires, p. 205. Hatzis, Aristides N. The Negative Externalities of Inmorality: The Case of Same-Sex Marriege. University of Athens, junio de 2006, p. 8. Kaplow, Louis y Steven Shavell. “Economic Analysis of Law”. Harvard Law School. John M. Olin Center for Law, Economics and Business. Discussion Paper N° 251. Febrero de 1999, p. 3 Polinsky, A. Mitchell y Steven Shavell. “Economic Analysis of Law”. En: The New Palgrave Dictionary of Law and Economics, segunda edición, noviembre de 2005, p. 6. Sunstein, Cass R. “Moral Heuristics”. University of Chicago. Law & Economics John M. Olin Working Paper N° 180, marzo de 2003, p. 12. Barnett, Randy E. “A Consent Theory of Contract”. En: Columbia Law Review, nro. 86, 1986; en el que el autor REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO 9 10 11 12 13 14 parafrasea la sentencia emitida en el caso Garland vs. Boston & M. R.R. 76 N.H. 556, 557, 86ª, 141, 142 (1913). Rasmusen, Eric. Economic Regulation and Social Regulation, de pronta aparición, Draft, 2000, p. 15. Ídem. Epstein, Richard A. “¿Externalidades por doquier?: la moral y el poder político”. En: Ius Et Veritas, nro. 25, Lima. 2002, p. 342. En este artículo, el autor responde a algunos argumentos esgrimidos por Eric Rasmusen en un artículo suyo y que recomendamos al lector. Dicho artículo se titula: “Of Sex, and Drugs, and Rock’n Roll: Does Law & Economics Support Social Regulation?” En: Harvard Journal of Law & Public Policy, nro. 21, 1997, pp. 71 y ss. Epstein, Richard A. “Principios para una sociedad libre: reconciliando la libertad individual con el bien común”. Fondo Editorial de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), Lima, 2003, p. 156. Posner, Richard A. “Social Norms and the Law: An Economic Approach”. En: The American Economic Review, vol. 87, nro. 2. Papers and Proceedings of the Hundred and Fourth Annual Meeting of the American Economic Association. Mayo de 1997, p. 365. Para un interesante análisis de las interrelaciones entre los individuos puede consultarse: Becker, Gary S. “A Theory of Social Interactions”. En: The Journal of Political Economy, vol. 82, nro. 6, noviembre-diciembre de 1974, pp. 1063-1093. 15 16 Descripción del anuncio robo.- Un joven se encuentra tomando una bebida en un establecimiento de venta de comida rápida. De pronto observa, a través de la ventana, a un hombre que está por abrir un auto estacionado fuera del establecimiento. El joven se levanta enérgicamente de su asiento, con expresión de ira se dirige corriendo hacia la puerta de salida del establecimiento. En el camino, empuja a dos personas haciéndoles caer su bandeja de alimentos. Al salir hacia el estacionamiento pasa por encima de otro auto que se interpone en su camino, toma impulso para abalanzarse sobre el hombre que está por abrir el auto estacionado, cae sobre este y ruedan. El joven levanta la mano empuñada listo para asestar un golpe, mientras el hombre, ya derribado, tiene en la mano una llave de auto. Voz en off: “Cuando vendes tu auto tan rápido puedes creer que todavía es tuyo. Clasificados El Comercio, funcionan demasiado bien”. Descripción del anuncio infidelidad.- Un hombre llega manejando un auto a una casa y observa otro auto estacionado que llama su atención. Levanta la mirada y observa, a través de una ventana del segundo piso de la misma, a otro hombre desprendiéndose de su camisa y quedando con el torso desnudo, el cual es jalado por una mujer. Luego se presenta una imagen del primer hombre en una foto matrimonial con su esposa. En la siguiente toma, el OTOÑO 2007 / 92 17 18 19 20 21 22 23 primer hombre, una vez dentro de la casa, sube las escaleras con una llave inglesa en la mano derecha. Nuevamente se presenta la imagen de la foto matrimonial. Luego, con una expresión enérgica, abre la puerta de una habitación y con la mano derecha alzada, sosteniendo la llave inglesa, se prepara para asestar un golpe. Finalmente, se detiene al verse frente a una pareja de raza oriental, en una situación íntima sobre un colchón. Voz en off: “Cuando vendes tu casa tan rápido puedes creer que todavía es tuya. Clasificados El Comercio, funcionan demasiado bien”. Resolución 080-2003/CCD-INDECOPI recaída en el Expediente 058-2003/CCD. Becker, Gary S. y Kevin M. Murphy. “A Simple Theory of Advertising as a Good or Bad”. En: The Quarterly Journal of Economics, vol. 108, nro. 4, noviembre de 1993, p. 941. Este caso es real y mereció un pronunciamiento de la Comisión de Represión de la Competencia Desleal del Indecopi, que mediante Resolución 028-1998/CCD-INDECOPI declaró fundada la denuncia, en el entendido de que la conducta difundida podía considerarse como delito de hurto agravado, de conformidad con los artículos 185 y 186 del Código Penal vigente. Resolución 519-2003/TDC-INDECOPI de 26 de noviembre de 2003. En el supuesto del anuncio “infidelidad”, si bien reconoce que puede existir una duda razonable sobre la violencia de la conducta del protagonista, señala que “el tono humorístico, basado en la exageración y el ridículo de sí mismo, utilizado por el anuncio, hace que la duda razonable quede desvirtuada toda vez que no existe ninguna posibilidad de que la imagen constituya una exacerbación de la conducta violenta, sino que, dentro del contexto humorístico, termina transmitiendo una caricatura irreal de una situación inverosímil”. Epstein, Richard A. Reglas simples para un mundo complejo. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú y Asociación Ius Et Veritas. Lima, 2005, pp. 54-55. Recogiendo esa idea, se ha dicho que “si la complejidad la identificamos con reglas densas, inciertas y de pobres incentivos, no resulta muy difícil comprender por qué debiéramos intentar expulsarlas de nuestro sistema legal”; Solis Visscher, Gerardo. “¡Qué dice Harry, qué dice!: los enredos, olvidos y fetiches del nuevo precedente del Indecopi en materia de protección al consumidor”. En: Diálogo con la Jurisprudencia, Lima, p. 56. Aramayo Baella, Abelardo. “Publicidad contraria al orden jurídico”. En: Normas de la publicidad: comentarios. Precedentes jurisprudenciales. A cura de Juan Espinoza y Pierino Stucchi López Rasgada. Editorial Rodhas, 2006, pp. 109-110. Diez Canseco Núñez, Luis José y Enrique Pasquel. “Stare Decisis, intercambios comerciales y predictibilidad: una propuesta para afrontar la reforma del Poder Judicial”. En: Revista de Economía y Derecho. Sociedad de Economía y REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO 24 25 26 Derecho de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, otoño de 2004, p. 17. Los autores, discutiendo los efectos de la falta de predictibilidad en el Poder Judicial, pero con comentarios que pueden ser extensibles a las autoridades administrativas, señalan que “cuando un juzgado o un tribunal inicia el proceso decisorio y finalmente resuelve, está generando una expectativa razonable a las partes de que frente a casos similares, estos van a ser abordados judicialmente de la misma manera en el futuro. El tema del futuro es muy importante, pues ello promueve justicia. Es decir, la justicia no significa tan solo que se resuelva de una manera equitativa o justa en un caso determinado, sino que las partes sepan que así también será resuelto en el futuro. Ello promueve credibilidad, respeto y confianza en el sistema. Inversamente, puede que la decisión o el precedente se considere equivocado o erróneo. Sin embargo, los efectos psicológicos se atenúan en la medida que se sepa qué otros casos serán tratados de la misma manera”. Descripción del anuncio Teletubbies.- El anuncio se inicia mostrando a tres muñecos de colores: anaranjado, verde y rosa, quienes saludan a la cámara para luego jugar y correr en una locación que simula un campo. A continuación, el anuncio presenta a un hombre de camiseta roja que, violentamente, se abalanza encima del muñeco de color anaranjado y lo hace caer aparatosamente al suelo. Inmediatamente, el anuncio continúa mostrando al muñeco de color rosa escondido detrás de un poste. Luego, el referido muñeco corre atemorizado intentando escapar del hombre de camiseta roja que, de pronto, aparece en la escena y violentamente se le abalanza, haciéndolo caer al suelo. Una vez que el muñeco de color rosa se encuentra doblegado en el suelo, el hombre de camiseta roja le propina cinco golpes de puño y una patada, mientras que los otros dos muñecos intentan escapar en un triciclo. A continuación, el hombre de camiseta roja, al ver que el muñeco de color anaranjado y el muñeco de color verde intentan escapar, logra tomarlos por la espalda y, con violencia, consigue que las cabezas de los mencionados muñecos se golpeen mutuamente, haciéndolos caer al piso. Inmediatamente, mientras la locución en off señala: “Ya viste lo que querías, ahora escúchalo en Planeta ciento siete punto siete, lo último de la música en tu oreja”, se aprecia el logotipo de la emisora Radio Planeta 107.7. El anuncio, en su escena final, muestra a los muñecos echados en el piso y, en el momento en que el muñeco de color verde intenta levantarse, aparece nuevamente el hombre de camiseta roja, quien se abalanza sobre dicho muñeco y lo hace caer al suelo. Escrito de descargo de Pragma S. A. de 16 de noviembre de 2005. Fernández-Novoa, Carlos. “La interpretación jurídica de las expresiones publicitarias: introducción al estudio de los principios generales de la publicidad”. En: Estudios OTOÑO 2007 / 93 27 28 29 30 31 32 de Derecho de la Publicidad. Universidad de Santiago de Compostela, 1989, p. 58. Resolución 152-2005/CCD-INDECOPI de 12 de diciembre de 2005. Ídem. A la fecha de redacción de este artículo, esta multa equivale a la suma de 119 mil nuevos soles. Resolución 0667-2006/TDC-INDECOPI de 19 de mayo de 2006. La Sala indica, además, que, “como han señalado las investigadas, el mensaje de los anuncios debe ser apreciado considerando el público al que se dirige y, en el caso particular, el anuncio de la estación radial Planeta 101.7 estaba orientado a un público adolescente y juvenil, tomando en cuenta el género musical que caracteriza a dicha radio (música pop y rock), público que puede ser más permeable a asumir positivamente el ridiculizar o rechazar en forma violenta íconos o figuras infantiles, sin importar los efectos que tales conductas pueden generar en los niños que se identifican con dichas figuras. Es precisamente este ánimo de los adolescentes y jóvenes de distinguirse de los niños y afirmarse en una edad más adulta –sin importar el medio empleado para tal efecto– el que el anuncio cuestionado asume y explota, al calificar los golpes y maltratos dados a muñecos infantiles como una imagen que cualquier adolescente o joven desea ver. La frase ‘ya viste lo que querías, ahora escúchalo en Planeta ciento siete punto siete, lo último de la música en tu oreja’ como cierre de las imágenes cuestionadas implica, como ha señalado la Comisión, una valoración positiva de las conductas agresivas expuestas”. Stigler, George J. “The Theory of Economic Regulation”. En: The Bell Journal of Economics and Management Science, vol. 2, nro. 1, verano de 1971, p. 4. Comentando los problemas de la regulación de la pornografía, se ha dicho que “este perfeccionismo estatal es una doctrina peligrosa, porque le atribuye demasiado poder y discrecionalidad a los funcionarios públicos. Es una doctrina costosa, porque supone mover el aparato estatal para todo lo que suponga el fomento de la vida buena previamente definida [...] Es una doctrina injusta, pues privilegia las creencias de unos –los que creen, en este caso, que la pornografía es dañina– frente a la de otros –quienes creen que es saludable o simplemente consideran que no genera ningún tipo de daño–. Y es, finalmente, una doctrina que pone en peligro los derechos de las minorías, pues utiliza el método del consenso –con todas sus imperfecciones– para decidir sobre aspectos de moral privada, que serían mejor solucionados si es que se dejaran en el ámbito de decisión del propio individuo”. Solis Visscher, Gerardo. “Dejar mostrar, dejar mirar: fisgoneando la pornografía desde el análisis económico del Derecho”. En: Revista de Economía y Derecho. Sociedad de Economía y Derecho de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, primavera de 2004, p. 105. REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO 33 El fascismo es un movimiento totalitario que tiene por pretensión intervenir en los aspectos de la vida del individuo. Nació en Europa y se desarrolló de 1918 a 1939, exaltando una idea de nación sobre la idea del individuo. Se opone a la democracia con pluralidad de partidos, a la variedad de opciones y a la diversidad de pensamientos. Se le asocia con formas militaristas de gobierno. El término tiene su origen en la palabra fasces, que eran unos palos atados a un eje, que representaban la unidad cívica y la autoridad de los oficiales romanos para castigar a los delincuentes. Se considera a Benito Mussolini como el principal exponente de este pensamiento totalitario, antiliberal y antidemocrático. OTOÑO 2007 / 94