Caso Cadete

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“Caso Cadete”
Colección
“VERDAD Y JUSTICIA”
Instituto de Derechos Humanos
de la Universidad Centroamericana
«José Simeón Cañas»
Apartado Postal (01) 168
Bulevar Los Próceres,
San Salvador, El Salvador, C. A.
Tel.: 210-6600 exts. 410, 411 y 412. Fax.: 210-6677
Correo Electrónico: [email protected]
Internet: http://www.uca.edu.sv/publica/pubind.html
Con agradecimientos a:
FODEC/A
CDI, ICCO
FODEC/ACDI,
ICCO,,
ASDI, DanChurchAid/Danida,
PRODECA.
Agosto del 2004.
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A nuestro amado hijo y hermano Erick Mauricio.
Hoy el pueblo conocerá tu historia, aquella que cuando niño soñaste. Aunque
desde mi vientre sufriste los embates de una guerra injusta, con tu mirada
alegre llenaste nuestro hogar como el primogénito en una tierra espinosa y
brusca.
¡Ah!, ¡qué mirada la tuya con tus andanzas de niño inquieto! Quién diría que
creciendo bajo el fragor de la batalla, en aquellas noches sin luz en el noble
Chalatenango – pues así se llama tu luna– vertiera por tu sangre ese amor
infinito que no tiene descripción alguna, como es el amor a la patria, y siendo
tan sólo un niño te embarcaras en una nave sin rumbo con aquel tu sueño de
infancia: ¡Ser militar y piloto!
Mira pues, el orgullo de tus padres al haber culminado la primera etapa de
ese sueño – graduado de bachiller en Mecánica de Aviación– , sin sospechar
que ese sueño un día sería tu tumba.
Tu madre
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Gloriosa Escuela de Aviación Militar de la Fuerza Aérea Salvadoreña
Qué noche tan triste aquella que, como un rayo penetrante, cruzó nuestros
corazones la noticia de tu muerte que –bajo una oscura sombra de maldad y
silencio– aún ronda nuestra morada. Cómo poder creerlo, si sonriendo llegabas a las calles de tu colonia humilde y con tus hermanos jugabas cual niño que
fuiste.
Erick, como te llamábamos y te llamaremos siempre, jamás abandonaremos
tu sueño de vivir en una tierra justa. Y aunque tus verdugos alardeen de un
sistema jurídico regido por la impunidad, jamás estarás solo y tu muerte no será
en vano. Hoy las nuevas generaciones de futuros oficiales recordarán tu nombre, porque con tu sangre iniciaste lo que la burocracia y la costumbre olvidaron
erradicar un día: los abusos desmedidos de su “madre Escuela”.
Erick, tu silencio por fin hoy es conocido. Tu dolor agónico y tu frágil aliento
vivirá como gemido al viento en el corazón de los que tanto te amamos ayer,
ahora y siempre.
Con amor
Tu padre y hermanos
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INDICE
Contenido
Página
Introducción ....................................................................................................
7
Erick: La historia de una sueño roto...........................................................
Su muerte, resultado de la tradición militar salvadoreña ...............
¿Qué ocurrió después? La actuación de los responsables .............
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El “ejército de la paz” ..................................................................................
Cambio de imágen, no de valores ......................................................
La ropa sucia se lava en casa .............................................................
Castigos prohíbidos ..............................................................................
La posición de trípode ....................................................................
El código de silencio .............................................................................
El caso Aguilar Hernández.............................................................
El caso Gómez .................................................................................
El caso Orellana ..............................................................................
El caso Díaz Casco ..........................................................................
El caso Méndez ................................................................................
Otro caso y de nuevo al de Erick Mauricio ...................................
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La familia Canales Carmona ........................................................................
¡Queremos justicia! ...............................................................................
Fraude procesal: la milicia en el banquillo de los acusados ...........
Un juicio histórico ............................................................................
La sombra de la impunidad amenaza de nuevo .........................
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El recurso ante la Sala de lo Penal de la Corte Suprema de
Justicia ..............................................................................................
La nueva vista pública.....................................................................
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El papel de .....................................................................................................
La Procuraduría General de la República ..........................................
La Fiscalía General de la República ....................................................
La Policía Nacional Civil ........................................................................
La Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos .........
El Órgano Judicial ..................................................................................
El Juzgado de Primera Instancia Militar .............................................
La Fuerza Armada de El Salvador ......................................................
Los medios de difusión masiva ...........................................................
El IDHUCA ...............................................................................................
Las víctimas ...........................................................................................
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CONCLUSION ...................................................................................................
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Introducción
A sus diecinueve años de edad, Erick Mauricio Peña Carmona era un joven
estudiante de tercer año en la Escuela de Aviación Militar “Capitán Guillermo
Reinaldo Cortez”. Desde niño soñó con ser piloto de la Fuerza Aérea Salvadoreña (FAS) e hizo todo lo necesario para ello. La vida le sonreía y su alegría
contagiaba a su familia. Tanto sus padres como sus hermanos estaban orgullosos de él. Los vecinos lo querían. Era un joven agradable que formaba parte de
esa generación nacida cuando apenas comenzaba la guerra, pero que no iba a
correr los peligros de quienes tuvieron que combatir en ella. Prometía ser un
hombre de bien, al servicio de su país y su gente, en un ambiente distinto al que
marcó la realidad de la juventud salvadoreña en el pasado reciente.
Sin embargo, pese a las esperanzas depositadas en su entusiamo, frescura
y vocación, Erick murió asesinado el 31 de mayo del 2001. Sólo este hecho
brutal e inesperado fue suficiente para cambiar la vida de los seres que lo
quisieron y que desde aquel día lo lloran. Pero en El Salvador no basta con eso.
A una tragedia como ésta hay que sumarle las enormes dificultades que enfrentan
las víctimas para obtener justicia.
Entrada ya la noche de ese último día de mayo, en la Escuela de Aviación
Militar ubicada en la Base de la Fuerza Aérea, los cadetes Carlos Mauricio Melara
y César Humberto Doratt Alvarez –de cuarto año– aprovecharon la ausencia del
encargado del curso para ordenar a los cadetes alumnos de tercer año que
ingresaran a su aula. Reunido todo el grupo en el interior del salón, el cadete
Melara utilizó la “voz de mando militar” para ordenarles que se pusieran en
posición de “trípode” sobre los escritorios.1 No obstante ser un castigo prohibido en los reglamentos por las graves lesiones que puede causar, fue suficiente
la acostumbrada “disciplina” que caracteriza a la institución castrense, para
que la orden fuese cumplida sin objeción por todos los alumnos.
1
Consiste en colocar el cuerpo apoyado sobre tres puntos: la parte superior de la cabeza (la frente) y
las puntas de los pies, con las piernas abiertas y manos tomadas sobre la espalda.
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El cadete Doratt se colocó en la
puerta del aula, vigilando que no se
acercara ningún oficial. Mientras tanto, el cadete Melara hostigaba verbalmente a Erick Mauricio acusándolo de
desobediencia y lo golpeaba con los
puños en varias par tes del cuerpo.
Transcurrieron alrededor de quince
minutos así, hasta que el cadete
Melara le ordenó a Erick Mauricio que
bajara del escritorio y se dirigiera al
fondo del salón. En ese lugar, lo obligó
a colocarse de nuevo en posición de
“trípode”; la víctima le obedeció. Simultáneamente, Doratt se dirigió a
Melara diciéndole: “Me voy a poner de
OA y te voy a dar luz verde”.2 Además,
Doratt le dijo al agresor que recordara cómo Erick Mauricio le desobedecía desde que estaban en la Escuela Militar
“Capitán general Gerardo Barrios”. Al verificar Doratt que nadie se acercaba,
azuzó a Melara diciéndole: “¡Tenés luz verde! ¡Dále con todo! ¡Dále sin asco!”.
Melara tomó impulso y le dio un puntapié en el lado izquierdo del abdomen al
cadete Peña Carmona, quien emitió un quejido y cayó al suelo convulsionando.
Ante tal situación, los compañeros de Erick Mauricio se asustaron y procedieron a aflojarle la camisa, dándole respiración “boca a boca” sin que Melara
ni Doratt hicieran algo por ayudar. Casualmente en esos momentos ingresó otro
cadete de cuarto año, quien al observar lo que ocurría avisó al capitán Reynaldo
Giovanni Hernández Valdivieso y al subteniente Víctor Manuel Castillo. Después,
Erick Mauricio fue trasladado a la enfermería y luego –en helicóptero– al Hospital Militar. El informe oficial sostiene que falleció en dicho nosocomio.
Fue hasta que se confirmó la muerte de Erick Mauricio, cuando las autoridades de la Escuela de Aviación Militar notificaron el suceso a la Policía Nacional
Civil. Entonces pusieron a disposición de las autoridades a los cadetes Melara y
2
OA: observador adelantado o vigía.
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Doratt, aunque su obligación era hacerlo desde que ocurrió el hecho inicial,
porque constituía un delito. En medio de esos “movimientos raros”, la familia
fue notificada de la muerte de Erick Mauricio con una inexplicable tardanza.
Pese a que las autoridades de la Escuela de Aviación Militar, la FAS y el Ministerio de la Defensa Nacional se comprometieron públicamente a brindar su apoyo
a la familia doliente y ofendida, en la práctica no fue así; todo fue difícil, hasta
cuestiones tan elementales como obtener la información necesaria para esclarecer los hechos.
Presentada y aceptada la denuncia por el delito de homicidio agravado, el
Juzgado de Paz de Ilopango ordenó la instrucción del juicio y la detención provisional de los dos imputados. Esa decisión fue confirmada por el Juzgado de
Instrucción de Ilopango y la Cámara Segunda de lo Penal. Cabe destacar la
reiterada negativa del Juzgado de Instrucción de Ilopango a realizar diligencias
fundamentales para la investigación, no obstante haber sido solicitadas formalmente por los padres de Erick. En la audiencia preliminar realizada en noviembre del 2001, la Jueza de Instrucción de Ilopango resolvió ordenar la apertura
del juicio por el delito de homicidio agravado. La funcionaria pasó el proceso al
Tribunal Sexto de Sentencia de San Salvador y éste programó la vista pública del
11 al 13 de marzo del 2002.
En diciembre del 2001, la defensa particular presentó argumentos en descargo de los imputados. Solicitaron al mencionado Tribunal de Sentencia modificar la calificación legal del delito de homicidio agravado a homicidio culposo,
alegando que sus representados nunca tuvieron la intención de causar la muerte de Erick Mauricio. El Tribunal ordenó, sin ninguna base legal, la realización de
una audiencia especial para decidir sobre la calificación del delito; la razón que
esgrimió: subsanar la falta de fundamentación en la resolución adoptada por la
Jueza de Instrucción.
En dicha audiencia especial se resolvió de forma ambigua, modificando la
calificación a “lesiones muy graves en concurso ideal con homicidio culposo”.
Eso favoreció directa y explícitamente a los imputados por la pena que tendrían
que cumplir, pues por homicidio agravado era entonces de veinticinco a treinta
años de prisión; en cambio, por la nueva calificación del Tribunal de Sentencia la
pena oscilaría entre cinco años cuatro meses hasta diez años de prisión. Ade-
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más, al modificar la calificación, la decisión final estaría en manos de un Tribunal
de Conciencia –también conocido como Jurado– y no en las de un Tribunal de
Sentencia.3 Los padres de Erick Mauricio solicitaron la aclaración de esta resolución pues al modificar la calificación jurídica de los hechos, se sintieron defraudados; sin embargo, no dejaron de luchar.
A esas alturas, el desarrollo del caso era preocupante. Como estaban las
cosas, era posible que ingresara a la larga lista de aquellos hechos criminales
ocurridos tras el fin de la guerra que permanecen en la impunidad. Hay que
recordar que ésta se produce cuando un delito no es castigado. Pero la impunidad no termina ahí; también se da cuando se sanciona de forma leve a los
responsables de un delito de graves dimensiones. Esto último era lo que parecía estar ocurriendo en ese momento. Ciertos componentes del sistema parecían actuar contra las víctimas y a favor de los victimarios.
A solicitud de Morena y Misael, padres del fallecido, se presentó un recurso
de casación ante la Sala de lo Penal de la Corte Suprema de Justicia. En él se
alegaba la existencia de irregularidades en la vista pública. En una resolución
sin precedentes, la más alta instancia judicial en materia penal declaró nulos
esa vista pública y el veredicto del Jurado, mediante el cual fue condenado el
cadete Carlos Mauricio Melara y absuelto su compañero César Humberto Doratt
Álvarez. ¿La causa? Las arbitrariedades que se cometieron para cambiar la
calificación del delito. La Sala de lo Penal determinó que con esa modificación
se violaron normas del debido proceso legal. Por tanto, ordenó la realización de
una nueva vista pública por el delito de homicidio agravado contra los mismos
imputados.
Esta resolución representó en su momento una victoria parcial y crucial para
las víctimas y un avance importante en este caso, ya que se abrieron las puertas
para impedir que otra vez la impunidad se disfrazara de justicia. Además,
constituye una muestra palpable de lo que es capaz el valor de las víctimas; con
su lucha por la justicia y el respeto de sus derechos humanos pueden conseguir
lo que hasta la fecha no han logrado ni los políticos nacionales ni sus “padrinos”
externos: el montaje de un país distinto, con instituciones sensibles y eficientes.
3
Jurado o Tribunal de Conciencia, integrado por personas que no estudiaron Derecho y por tanto
influenciables con argumentos subjetivos.
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El 27 de agosto del 2004, el Tribunal Primero de Sentencia de San Salvador
encontró culpables a Melara y Doratt, por el delito de homicidio en perjuicio de
Erick Mauricio; al primero como autor directo y al segundo como instigador. Tras
escuchar a las partes y a los testigos, los jueces determinaron que efectivamente
operó el dolo eventual y los condenaron a diez años de prisión. Es importante
apuntar que, pese a la determinación de las responsabilidades individuales de
los acusados, el Tribunal no obvió la implicación indirecta de la Fuerza Armada
en el asesinato. Expresaron que, con el fallo, intentaban mandar un mensaje a
los hombres y mujeres del ejército: ya no pueden seguir arriesgando la vida de
las personas que ingresan a sus filas. Eso, observaron, lo han hecho durante
años con una visión equivocada del castigo y la obediencia. Remataron los jueces
diciendo que el objeto de la Fuerza Armada es proteger la vida, no arrebatarla.
A continuación se ofrece la historia del caso, con todos sus pormenores. El
objeto último de la presente publicación es animar a las víctimas en El Salvador
a que denuncien los hechos que les afectan, para lograr justicia y transformar
las instituciones que deben estar a su servicio promoviendo y garantizando el
respeto de sus derechos humanos.
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Erick: La historia de un sueño roto
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Morena y Misael nunca supieron que su hijo había sido amenazado por los
cadetes que acabaron con su vida. Sin embargo, quince días antes de su muerte
Erick Mauricio le comentó a su hermano Kelvin Armando Carmona que “los
cadetes Melara y Doratt lo habían agarrado de pila” y que hasta lo golpeaban
en los baños.
Las aulas dentro de la Escuela de Aviación Militar se ubican en el Centro de
Instrucción Militar Aeronáutica (CIMA) y se accede a ellas atravesando el Salón
de Usos Múltiples; el espacio designado para el tercer año está situado al costado
derecho de un pasillo y es en el penúltimo salón donde se observa un pequeño
rótulo color azul que lo anuncia. Al interior del mismo hay tres filas de escritorios
tipo cátedra y al fondo un pequeño espacio vacio, como de metro y medio de
ancho. Como a las 19:40 horas del último día de mayo del 2001, la mayoría de
cadetes del tercer año de se encontraban en su aula. En ese momento, Peña
Carmona y otro compañero iban a solicitar autorización para realizar llamadas
telefónicas.
Todo transcurría como siempre, al final de los duros días de instrucción. Sin
embargo, en esa ocasión la rutina se rompió cuando uno de los alumnos de
tercer año salió al pasillo y observó conversar a César Humberto Doratt y Carlos
Mauricio Melara, alumnos de cuarto. Pese a la distancia, logró escuchar que el
primero le decía al segundo que el cadete Peña ponía mala cara cuando él
– Melara– le mandaba. Luego, aprovechando que el encargado del curso se
encontraba ausente en ese momento, ambos se dirigieron al salón de estudio
de tercer año.
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Melara, utilizando la voz de mando y la superioridad en grado, ordenó a los
nueve cadetes alumnos:
– ¡Quiero a todo el curso reunido! ¡Ustedes, los que están fuera, ingresen al
aula!
Reunido el grupo completo dentro del salón, el cadete Melara volvió a utilizar
la “voz de mando militar”:
– ¡Trípode, carrera, mar!
Así les ordenó que se pusieran sobre los escritorios en esa posición de
castigo físico, prohibida dentro de los reglamentos militares por ser lesiva a la
salud. Sin embargo, siguiendo la costumbre y la “disciplina militar”, la orden fue
cumplida por todos los alumnos. Doratt Álvarez se ubicó en la entrada de la
puerta del aula, vigilando que no se acercara ningún oficial y Melara se paseaba
por todo el salón cerciorándose que todos obedecieran. En ese momento empezó
a decir:
– Bueno, tercer año, a mí me han llegado rumores que todo tercer año se
está comportando mal.
Mientras todos permanecían en esa posición, se dirigió a Erick:
– Me han llegado rumores que a usted no le gusta que yo le dé órdenes. ¿Es
cierto eso?
– No, mi cabo.4 – contestaba Erick.
– Se está usted portando mal, ¿verdad Peña?
– No, mi cabo.
– A usted no le gusta que le dé órdenes, ¿Verdad Peña? ¿Sí o no? –continuaba con el interrogatorio– ¡Usted me hace gestos de inconformidad!
4
Refiriéndose a él como cabo por ser su superior, no porque tuviera este grado militar.
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– No, mi cabo. Yo nunca he hecho eso. – respondía Peña pese a la sufrida
posición en la que se encontraba.
Antiguos alumnos de la Escuela de Aviación Militar cuentan cómo al pasar
alrededor de diez minutos en esas circunstancias, es normal que empiece a
temblar el cuerpo y aparezcan síntomas de dolor en el cuello, se opaque un
poco la vista y en ocasiones se tapen las fosas nasales. No obstante que el
tiempo transcurrido era mayor, el cadete Melara se dirigió nuevamente con las
mismas preguntas a Erick Mauricio.
En ese momento llegó otro cadete de tercer año, quien no se encontraba en
el aula al momento de la “convocatoria” pues en ese momento ejercía como
auxiliar del comandante de guardia. Al pasar y ver a todos sus compañeros en
posición de “trípode”, solicitó autorización para ingresar al aula. Melara le ordenó que pasara a fila; Doratt le mandó quitarse el espadín que portaba. Lo colocó
sobre su escritorio y se puso también en la postura ordenada. De inmediato,
Doratt tomó del escritorio el espadín y ocupándolo como símbolo de mando
advirtió a los subordinados:
– ¡No se vayan a mover! ¡El recluta que se mueva lo voy a verguear! 5
Entretanto, Melara continuaba dirigiéndose exclusivamente a Erick, preguntándole si era verdad que no le gustaba que le mandara. Por cada negativa de
Erick, su superior le propinaba sucesivos golpes con manos y puños en varias
partes del cuerpo, reclamándole por su supuesta “rebeldía” y preguntándole si
era cierta. La respuesta siempre fue la misma:
– No, mi cabo.
Por si no bastara con el castigo impartido, Doratt apremiaba al agresor
material para que no desistiera la golpiza.
– ¡Si lo vas a estar besando, mejor llevátelo al baño y dále una “amasada”! 6
– le increpaba.
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“Verguear”: golpear.
“Amasar” se ocupa en El Salvador como sinónimo de besar.
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Ante esas palabras, Melara –a quien sus compañeros describieron como un
cadete estricto y severo– le recriminó una vez más a Erick:
– Si no le gusta que le mande, mala suerte.
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Fue en ese instante cuando Melara le hizo un gesto a Doratt para que se
volviera a colocar en la puerta, donde estaba antes de tomar el espadín; luego
le ordenó a Erick:
– ¡Bajáte del escritorio y andá a ponerte en trípode al final del salón!
El cadete de tercer año obedeció de inmediato. Para garantizar el cometido
Doratt se dirigió a Melara:
– ¡Me voy a poner de O.A. y te voy a dar luz verde!
Doratt se dirigió a la entrada del aula, donde se quedó vigilando para avisar
si se acercaba algún oficial; así contribuyó activamente para que la agresión
terminara impune. Mientras tanto, Melara continuaba con su hostigamiento a
Erick Mauricio acusándolo de desobediencia. Le ordenó que se colocara de nuevo en posición de “trípode”. La víctima obedeció. Sin embargo, Doratt encendía
más y más al agresor:
– ¡Recordá cómo Peña nos ha desobedecido desde que estamos en la Escuela
Militar!
Melara le preguntó por última vez a Erick si eran verdaderos los rumores,
respondiéndole nuevamente con un no. Fue entonces cuando el cadete de cuarto
año volvió a ver a su compañero centinela y con un gesto le preguntó si se
acercaba alguien. Y al verificar Doratt que nadie venía, le dijo:
– ¡Tenés luz verde! ¡Dále con todo! ¡Dále sin asco!
Melara tomó impulso y le dio “con todo” y “sin asco” a Erick, propinándole
un fuerte y seco puntapié en el lado izquierdo del abdomen. La víctima emitió un
quejido y cayó al suelo convulsionando. Pese a la gravedad de la situación, el
agresor continuó con su hostigamiento cruel:
– ¡Cuento tres y está recuperado de nuevo!
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Erick, disciplinado, intentó levantarse pero se desmayó. No satisfechos los
dos hechores con semejante golpiza, Melara continuó propinándole “suaves”
puntapiés a Erick para que se reincorporara. Ambos cadetes le ordenaban al
mismo tiempo:
– ¡Sos una vieja!, ¡Levantáte, no finjás! ¡Levantáte, pues!
Doratt burlándose de la trágica situación se dirigió a los otros cadetes:
– ¡Tercer año, alto! ¡Pasen a ver a su compañero cómo está “fariseando”! 7
Eso ocurrió hasta que Erick, pese a las órdenes dadas y los esfuerzos por
incorporarse, quedó inmóvil tendido en el piso del aula. Al verlo inerte, los
compañeros tomaron la iniciativa y procedieron a ayudarle ya que Erick Mauricio,
mortalmente golpeado, estaba pálido y helado; le aflojaron la camisa y le dieron
respiración “boca a boca”. Mientras tanto, Melara y Doratt no prestaban mucha
ayuda. En esos momentos ingresó otro cadete de cuarto año, quien por orden
del capitán Reynaldo Giovanni Hernández Valdivieso había ido a sacar a los
“plantoneros”.8 Cabe mencionar que entonces Erick no estaba señalado como
infractor, pues no había cometido ninguna falta. En vista de la situación, este
último cadete corrió a avisar al capitán y también al subteniente Víctor Manuel
Castillo. Cuando ambos llegaron, preguntaron por lo sucedido y verificaron que
Erick Mauricio no respondía. Entonces lo trasladaron de urgencia a la enfermería
donde sus encargados manifestaron que no se podía hacer nada en ese lugar,
por lo que lo trasladaron en helicóptero al Hospital Militar. Ahí los médicos dijeron
que “venía en código”.9
Doratt se fue del lugar, pero regresó al observar el retiro de los oficiales
superiores para coaccionar a los alumnos de tercer año; entre risas sarcásticas,
les dijo:
– ¡Puta, se peló Melara!, ¡Ey! – dijo dirigiéndose a los compañeros de Erick,
testigos del crimen – ¡Pero yo no les he hecho nada! ¿verdad? – Y los amenazó
7
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Mintiendo.
Cadetes que debían cumplir algún castigo ese día.
Con paro cardio-respiratorio.
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– ¡Ojalá me comprometan!, ¡Acuérdense que yo estoy en la mira! – Antes de
abandonar el aula les “recordó” – ¡Si les preguntan… ya saben qué decir!
¿Qué ocur rió después?
La actuación de los responsables
En la Jefatura de Estudio de la Escuela de Aviación Militar se encontraban el
capitán del cuartel, Geovanny Reynaldo Hernández Valdivieso, el teniente Víctor
Manuel Castillo Hernández y el sargento de compañía10 Marcos O’byrne Mejía
Ramos. Faltando cinco minutos para las ocho de la noche, el capitán le ordenó
al sargento sacar al personal que tuviera que cumplir ese día con el correctivo
de plantón.11 El disciplinado sargento salió a cumplir su rutina nocturna; pero,
aproximadamente a las ocho con cinco minutos, regresó a la oficina explicándole
a Hernández Valdivieso lo que había visto en el aula de tercer año y pidiéndole
que fuera a atestiguarlo. Ambos se dirigieron inmediatamente hacia la referida
aula. No habían pasado ni dos minutos de eso, cuando de nuevo el sargento
Mejía Ramos regresó hasta el cubículo de los oficiales:
– Mi teniente, le habla mi capitán. – le dijo a Castillo Hernández.
El oficial salió en ese instante, preguntándole al mismo tiempo:
– ¿Y dónde se encuentra el capitán?
– En el aula de tercer año – respondió Mejía Ramos.
Al llegar al aula observaron al cadete Peña Carmona en el suelo y al resto
de los alumnos a su alrededor, tratando de reanimarlo mediante ejercicios de
respiración asistida.
– ¡Lo llevaremos a la enfermería! – ordenó el capitán, dirigiéndose al teniente.
Tres cadetes lo cargaron hasta el vehículo personal del teniente para trasladarlo
Grado simbólico que se le da al alumno de cuarto año con mayor antigüedad, mejores calificaciones
académicas y buena conducta.
11
Se cumple en las noches.
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a la enfermería. En dicho lugar, el enfermero en servicio se dispuso a dar los
primeros auxilios a Erick.
– ¡Todavía tiene signos vitales! – reconoció, y observando la gravedad del
estado en el que se encontraba Erick determinó:
– ¡Hay que llevarlo al Hospital Militar! Voy a solicitar un helicóptero a Aviación
para su traslado urgente.
Según las declaraciones hechas a la Policía Nacional Civil (PNC), a las ocho
con treinta y cinco minutos llegó el helicóptero al Hospital Militar con Erick
Mauricio debatiéndose entre la vida y la muerte. Le aplicaron el procedimiento
de máxima urgencia y veinte minutos después el médico que lo atendió le
comunicó al teniente que había muerto. De inmediato el teniente informó por
teléfono al capitán Hernández Valdivieso, quien se encontraba en la Escuela de
Aviación Militar. Dicho oficial, que ya sospechaba quiénes eran los responsables,
regresó al aula de tercer año a iniciar oficiosamente las investigaciones para
dar con los culpables y conseguir que se entregaran voluntariamente. Al estar
reunidos todos los cadetes, preguntó:
– ¿Quién ha sido el responsable del incidente? ¿Quién ha sido?
En ese momento, Hernández Valdivieso era el oficial de mayor rango en la
Escuela; pese a eso, no obtuvo más respuesta que el silencio. Sin embargo,
mediante gestos, uno de los cadetes le indicó el aula de cuarto año. Hernández
Valdivieso, consciente de que no iba a conseguir más información, se dirigió a
dicha aula y ordenó a los cadetes presentes formarse en el Salón de Usos
Múltiples. Los formó y les preguntó:
– ¿Quién ha sido el que ha dado la orden de ponerse en posición de trípode
a los de tercer año? – de nuevo, el silencio por respuesta. – ¡Ustedes tienen que
hacer conciencia de lo que están realizando! ¡Son una promoción maldita! ¡Son
unos inmaduros por haber tomado la decisión de poner en trípode a los cadetes
de tercer año! ¿O acaso no creen que están demostrando en realidad su falta
de carácter no responsabilizándose de sus actos?
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En ese instante sonó el teléfono y Hernández Valdivieso ordenó a los cadetes
de cuarto año:
– ¡Trípode, carrera, mar! – para que se pusieran en esa posición como
castigo. Luego, tomando un palo de escoba, les advirtió: – ¡Ojalá alguien baje las
manos, porque se las voy a quebrar y me vale v… dejárselas quebradas!
– Finalizó rápidamente, debido a que es prohibido.12
Después decidió preguntar a cada cadete de cuar to año quién era el
responsable y dónde estaba cuando sucedieron los hechos. Cuando al fin llegó
hasta el lugar donde se encontraba el cadete Melara y le preguntó dónde estaba
él, la respuesta fue la siguiente:
– Estudiando en el salón de cuarto año.
A continuación, el oficial fue informado por teléfono que en enfermería no
podían hacer nada con Erick Mauricio. Al momento, Valdivieso ordenó las acciones
necesarias para trasladarlo en helicóptero al Hospital Militar. En ese momento,
el cadete Melara se presentó ante Valdivieso:
– Mi capitán, he sido yo el que he tenido a los cadetes de tercer año en
trípode – confesó.
– Regrese junto a sus compañeros – le ordenó inmediatamente y prosiguió
con las medidas necesarias para el traslado de Erick, informando a la autoridad
máxima dentro del CIMA y al responsable de la Jefatura de Estudios. Después
regresó con los cadetes. Se dirigió al aula de tercer año para conocer de primera
mano lo que realmente había ocurrido. Le informaron de la corresponsabilidad
de Doratt, al alentar a Melara mientras éste le imponía el brutal correctivo a
Erick. Una vez conocidos los detalles del suceso, el oficial regresó al aula de
cuarto año y preguntó a toda la clase reunida:
– ¿Quién era el otro que estaba con el cadete Melara?
12
El entonces capitán Hernández Valdivieso fue sancionado severamente por haber colocado en
trípode a los cadetes de cuarto año.
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erdad
Nuevamente, el código de silencio se puso en evidencia. Volvió a preguntar
varias veces, recriminándoles a todos la irresponsabilidad de sus actos; también
les reprochó su falta de carácter ya que sabiendo quién era el otro responsable,
nadie lo señalaba. Volvió a preguntar:
– ¿Quién era el otro que andaba con el cadete Melara? – Nadie contestó.
Ante esto, ordenó – ¡Doratt, salga!, ya sé que vos sos el otro.
Doratt, nervioso, recurrió a la mentira para escapar de la acusación que el
capitán le hacía:
– Yo solamente pasaba, yo no les he puesto en trípode. Me di cuenta del
relajo y por eso entré.
Fue en ese instante cuando en el teléfono de la Escuela de Aviación Militar de
Aviación se recibió la llamada desde el Hospital Militar anunciando el fallecimiento
de Erick Mauricio Peña Carmona. Según consta en el informe, murió en dicho
nosocomio. Inmediatamente, el capitán Hernández procedió a informar a sus
superiores el suceso; además, habló solicitando personal militar para hacerse
cargo de los dos sospechosos. Sólo hasta entonces avisó a la PNC, cuando era
su obligación hacerlo desde que ocurrieron los hechos iniciales por constituir
delitos.
A las diez y media de la noche, llegaron los policías a hacerse cargo de los
responsables de la muerte de Erick y éstos fueron entregados formalmente.
Los agentes auxiliares de la Fiscalía General de la República detuvieron a Doratt
y Melara hasta el siguiente día. Por radio le comunicaron que “en la Fuerza
Aérea había un problema” y les pidieron presentarse en dicho lugar. Allí se
entrevistaron con el capitán Raymundo Geovanny Hernández Valdivieso, que
decidió comentarles el caso en forma resumida:
– En el salón de clase del tercer año ha ocurrido un accidente, en donde al
ingresar a éste los cadetes Melara y Doratt, uno de ellos le propinó un puntapié
a la altura del estómago al cadete Peña Carmona, produciéndole la muerte
minutos más tarde en el Hospital Militar donde fue trasladado.
Colección “V
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dad y justicia”
“Ver
erdad
21
Al llegar los medios de difusión masiva, entre preguntas y luces de las cámaras,
alumnos y egresados de la Escuela de Aviación Militar reconocieron que,
efectivamente, dentro de ésta se daban maltratos y abusos de autoridad.
22
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“Ver
erdad
El “ejército de la paz”
Cambio de imágen, no de valores
“Entre los militares hay un gran peligro de aislamiento social.
Educados en escuelas militares propias por profesores también militares,
su trabajo profesional se realiza asimismo en cuarteles y oficinas
casi completamente cerrados a otros miembros de la sociedad,
incluso sus viviendas forman unidad aparte,
así como sus lugares de esparcimiento social.
La sociedad los aisla y ellos se aislan de la sociedad.
Pueden llegar a convertirse en casta cerrada,
al menos hasta que dejan su condición de activos.
Para superar estos peligros hay que fomentar entre los militares
una mejor formación intelectual,
más abierta y pluralista así como un mayor contacto social”.13
A lo largo del siglo pasado, la historia salvadoreña estuvo marcada por la
presencia constante y el peso específico de la Fuerza Armada en la vida política
y social. Los ejemplos son diversos y van desde los numerosos golpes de Estado
y las diversas juntas provisionales, el régimen dictatorial, soldados en la
administración pública y las masacres de población civil no combatiente. El
protagonismo crónico de la institución castrense es consecuencia del irrespeto
al orden constitucional por parte de aquellos que, en función de sus intereses
económicos y sociales particulares, invistieron de poder a la milicia para imponer
sus criterios por la fuerza. Mediante el derrocamiento de gobiernos civiles electos
y la represión sangrienta, una minoría privilegiada se valió del aparato militar
para someter a las mayorías populares.
13
Revista Estudios Centroamericanos (ECA). “Los militares y la paz social”, Editorial, N°429-430. JulioAgosto 1984, Año XXXIX, p.485.
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“Ver
erdad
23
A par tir del 2 de diciembre de 1930, cuando fue depuesto el entonces
Presidente Ar turo Araujo, la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) se ha
destacado por el abuso y la violencia. Esta situación alcanzó sus niveles más
altos entre 1970 y 1992. Si bien se desconoce oficialmente lo que ocurría al
interior de la propia institución, en el ámbito externo su incidencia se fue
agravando hasta derivar en la época más oscura de toda la historia de nuestro
país: una guerra civil que duró doce largos años, precedidos por varios años de
violencia política selectiva y una represión generalizada, salvaje e inhumana. El
conflicto, como posteriormente lo reconoció Alfredo Cristiani,14 no sólo tuvo su
origen en causas políticas sino también económicas y sociales.
Las graves atrocidades cometidas por miembros de la FAES durante el conflicto
reflejan el elevado grado de irrespeto a las leyes, la prepotencia, la corrupción
y otra serie de arbitrariedades al interior de sus filas. No obstante esa cuestionable
calidad institucional, sobre todo durante el largo período de la guerra contó con
el apoyo técnico, material y económico de los Estados Unidos de América. Eso
ocurrió tras el triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua y la tensión entre
las dos grandes potencias mundiales en el marco de la “guerra fría”. Dicho
apoyo incluyó la asistencia de asesores militares especializados en
contrainsurgencia, que aportaron el análisis sobre la guerra recién iniciada,
para que el movimiento guerrillero pudiera ser contenido y derrotado. Sin
embargo, los estadounidenses no encontraron profesionales competentes en el
país.
“A partir de 1981, el grupo militar estadounidense en El Salvador buscó tres
objetivos, todos ellos reunidos en el término ‘profesionalización’. El primero de
ellos, ‘había que persuadir al cuerpo de oficiales salvadoreño para que se
subordinara voluntariamente a la autoridad civil’. El segundo, ‘la Fuerza Armada
necesitaba demostrar respeto por los derechos humanos’. Y el tercero, ‘el ejército
necesitaba racionalizar sus propios métodos internos para gobernarse, de tal
modo que se fomentara el talento, que se premiara el éxito, que se expulsara la
incompetencia y que el cuerpo de oficiales en general se volviera
14
“ (...) la crisis en que se vio envuelta la Nación salvadoreña en el último decenio no surgió de la nada,
ni fue producto de voluntades aisladas. Esta crisis tan dolorosa y trágica tiene antiguas y profundas
raíces sociales, políticas, económicas y culturales en el pasado”. Fragmento del discurso de Alfredo
Cristiani, Presidente salvadoreño de julio de 1989 a junio de 1994, pronunciado en el Castillo de
Chapultepec, Ciudad de México, el 16 de enero de 1992.
24
Colección “V
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dad y justicia”
“Ver
erdad
operacionalmente efectivo’. Desde el punto de vista del gobierno estadounidense,
estas necesidades eran apremiantes”.15
Resulta irónico que la Casa Blanca, en su “cruzada” para frenar el avance
del comunismo en Centroamérica, tuviera que encarar un doble problema en
territorio salvadoreño: no sólo hacía frente al levantamiento popular armado
brindando su apoyo explícito al gobierno oficial, sino que también debía reorientar,
reorganizar y reoperativizar el funcionamiento de la FAES. Sin embargo, pudieron
más los antivalores tradicionales y las arraigadas malas costumbres al interior
del cuerpo militar que la exorbitante ayuda económica, técnica y material
proporcionada a manos llenas por las sucesivas administraciones
estadounidenses.
“El sistema de tandas, una especie de asociación para protección mutua al
estilo West Point, sigue siendo el obstáculo principal que impide la formación de
un cuerpo de oficiales competente. Una vez que cada promoción o tanda recibe
su despacho al terminar sus estudios en la Escuela Militar (…) el grupo es
promovido periódicamente, prescindiendo de la competencia individual de cada
uno de ellos (…) su carrera está garantizada hasta llegar al grado de coronel
(…) Quienes promueven los métodos estadounidenses tienen que escoger entre
ser marginados o ceder ante quienes exigen mantener las tradiciones militares
salvadoreñas (…) Esto ha significado que oficiales incompetentes hayan
permanecido en el campo de batalla y hayan sido promovidos, y que oficiales
implicados en violaciones graves de los derechos humanos no hayan sido
castigados”.16
Durante los años que duró el conflicto armado surgieron otras voces que
detectaron similares problemas. Tras examinar a profundidad la situación de la
FAES y analizar cuál debería ser su auténtico papel para poner fin a la guerra y
garantizar la paz, proponían “la incorporación normal del militar a la vida social,
el perfeccionamiento de su educación (y) la aper tura intelectual a nuevos
planteamientos (ya que) podrían contribuir a que las cosas cambiasen”.17
Montgomery, Tommie Sue. “Combatiendo a la guerrilla: Estados Unidos y la estrategia de conflictos
de baja intensidad en El Salvador”, Revista Estudios Centroamericanos (ECA), N°510, Abril 1991, Año
XLVI, p.274.
16
Ibid., pp.278-279.
17
Revista Estudios Centroamericanos (ECA). “Los militares y la paz social”, Op.Cit., p.485.
15
Colección “V
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“Ver
erdad
25
No obstante los esfuerzos realizados, las “viejas costumbres” triunfaron frente
a la renovación interna de la institución militar. Más aún, “la ofensiva puso al
descubierto el completo fracaso de los nueve años de política estadounidense.
Aparte de la incompetencia de la Fuerza Armada, pronto se hizo evidente que la
‘profesionalización’, el haber enseñado al ejército a respetar los derechos
humanos y la subordinación a la autoridad civil eran una ilusión. En la cuarta
noche de la ofensiva, una unidad militar del batallón Atlacatl, entrenado por los
boinas verdes estadounidenses, penetró en el recinto de la Universidad
Centroamericana ‘José Simeón Cañas’, dirigida por los jesuitas, y asesinó a seis
sacerdotes universitarios, incluyendo al rector y al vicerrector, a su doméstica y
a su hija”.18
Con la firma del Acuerdo de Chapultepec el 16 de enero de 1992 en la
Ciudad de México, se inició una nueva etapa para el país. No obstante su
vinculación directa con el poder económico y político, ese escenario inédito
planteaba la posibilidad de un nunca más al militarismo y a las violaciones a los
derechos humanos cometidas por la institución armada. Un justo anhelo del
sufrido pueblo salvadoreño.
18
Sue Montgomery, Tommie. Op.Cit., p.288.
26
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“Ver
erdad
Era necesario redefinir el rol que a partir de los llamados “acuerdos de paz”
tendría la FAES, dentro de las reglas de un Estado democrático de Derecho. La
propuesta pactada fue clara y el cambio que se pretendía, revelador: “Aceptando
que no era viable la disolución de la institución armada, ni la fusión de los dos
ejércitos, se plantearon tres tipos de medidas para enfrentar el tema de la
reconversión militar: reducción, reestructuración y depuración. Todo esto con el
propósito de lograr la supremacía del poder civil sobre el poder militar y la
vigencia plena del Estado de Derecho”.19
De los cuatro aspectos fundamentales contenidos en los Acuerdo de Ginebra20
–cese del conflicto, democratización de la sociedad, respeto irrestricto de los
derechos humanos y reconciliación nacional– se puede sostener que el único
cumplido a cabalidad fue el primero; entre otras razones, gracias a la presión
internacional ejercida por el “grupo de amigos”, responsables de monitorear el
proceso de paz y por la presencia en el terreno de la Misión de Observadores
de Naciones Unidas en El Salvador (ONUSAL). La importancia que se le dio al
funcionamiento, estructura y organización de la FAES ameritó un capítulo en el
Acuerdos de Chapultepec, dentro del cual quedaron consignados compromiso
importantes a cumplir.
Dentro de la formación profesional de sus miembros se pondría énfasis en la
preeminencia de la dignidad humana y los valores democráticos, en el respeto
a los derechos humanos y en la subordinación de la institución a las autoridades
constitucionales.21 A la par, se procedió a crear herramientas contra la impunidad
que había predominado hasta entonces. En este sentido, se estableció la Comisión
ad hoc para la Fuerza Armada y la Comisión de la Verdad. El trabajo de la
primera no arrojó los resultados esperados, pues sólo se logró la depuración
de algunos de los peores elementos de la institución. Las resistencias y presiones,
desde dentro y fuera de la FAES así como el tiempo tan corto para desarrollar
su labor, fueron las razones principales que le impidieron a la Comisión cumplir
a cabalidad su misión.
19
20
21
Córdova Macías, Ricardo. “El Salvador: transición política y reconversión militar”, en “Reconversión
militar en América Latina”, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Guatemala, 1994,
p.4.
El primero de los acuerdos firmados entre el gobierno salvadoreño y el Frente Farabundo Martí
para la Liberación Nacional.
Gaceta Militar. Estado Mayor Conjunto de la Fuerza Armada de El Salvador, enero-marzo 2002.
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“Ver
erdad
27
Tratándose de la Comisión de la Verdad, su trabajo contó con un tiempo
mayor y fue sintetizado en un informe final dentro del cual se registraron los
casos de violación a los derechos humanos que ocasionaron más impacto durante
el conflicto; asimismo, se incluyeron recomendaciones pertinentes de diverso
tipo. Por la fecha de su presentación pública, el 15 de marzo de 1993, este
documento resultó ser un balance del primer año del proceso de paz salvadoreño.
En éste se responsabilizó de actos brutales cometidos durante el conflicto armado
a la institución armada y a los cuerpos de seguridad en más de un noventa por
ciento. Asimismo, se mencionaron las fallas en el proceso de depuración interno
de la FAES, así como la necesidad de adaptar la legislación a los valores propios
de la democracia y crear un nuevo cuerpo normativo.
Para llevar a cabo la
reforma educativa militar
se buscó abarcar todas
las estructuras, siendo el
Consejo Académico de la
Carrera Militar el encargado de impulsarla. Se
pretendía establecer una
nueva doctrina para la
instrucción académica,
acorde con el conocimiento y respeto de los
derechos humanos. Se
decidió también que los
planes y cursos comprendieran estudios de
orden científico y humanista, orientados hacia la
formación integral de sus
miembros; que se mejoraría la calidad de los
docentes y que los procesos de admisión de cadetes serían desde entonces
28
Colección “V
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“Ver
erdad
más rigurosos. Además se estimularía el ingreso de los cadetes a cursos
profesionales y de postgrado que se imparten en las distintas universidades del
país.22 Pero sobre la disciplina en los procesos de formación, nada se acordó.
Pese a las deficiencias señaladas, años después de la firma de los “acuerdos
de paz” se impulsó el “Plan Arce 2000”. Con éste se buscaba modernizar la
Fuerza Armada de El Salvador abarcando, entre otras áreas, la educativa; se
impulsarían nuevos proyectos que permitieran la formación académica dentro
de la carrera militar. Se obtuvieron algunos de los frutos esperados. Sin embargo,
algo indicaba que no todo marchaba de forma correcta. Al interior de la institución
seguían manteniéndose los mismos valores para la instrucción que en décadas
pasadas. Por tanto, de poco o nada servirían las reformas si quienes tenían que
concretarlas en la práctica no las asumían como propias.
Esas lagunas legales existentes han ido disminuyendo con la sucesiva
aprobación de distintas normas específicas en la materia. No obstante, pese a
una historia plagada de alzamientos militares y de tratarse de una área tan
determinante para todo Estado de Derecho como es el del monopolio de la
fuerza, las deficiencias que aún se encuentran en este ámbito son notorias. Por
un lado, al revisar detenidamente las leyes de competencia militar –ya sea la
Ley Orgánica de la Fuerza Armada o el Código de Justicia Militar, entre otras–
es fácil descubrir que lo prometido en el Acuerdos de Chapultepec no se cumplió.
La nueva doctrina militar acorde con el respeto a la Constitución, la legislación
secundaria y las normas internacionales de derechos humanos no se ha
promulgado; tampoco se han realizado las enmiendas necesarias sobre las
leyes actuales para poner en marcha tales cambios. Las reformas pactadas
entonces por las cúpulas del gobierno salvadoreño y el FMLN, necesarias para
sentar las bases de un nuevo El Salvador, no se han hecho realidad en los
espacios castrenses.
Es evidente la ausencia de una legislación militar uniforme y coherente, lo
que sin duda crea inseguridad jurídica. Cada nueva promulgación de una
normativa –la Ley de la Defensa Nacional, por ejemplo– supone un paso atrás
en la construcción de un Estado democrático de Derecho donde la milicia
22
Ibid.
Colección “V
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“Ver
erdad
29
únicamente debe usar su fuerza para defender la soberanía del Estado y la
integridad del territorio, como lo establece el artículo 212 de la Constitución
vigente.23
La ropa sucia se lava en casa
Tras casi trece años sin guerra, el protagonismo de los militares en los
medios de difusión masiva y la buena imagen social labrada no alcanzan para
darle el visto bueno a la institución. Por sorprendente que pueda parecer
–después de tantos años violando gravemente los derechos humanos– hoy la
FAES se presenta, y la presentan, como un modelo en el ámbito regional sin
haber reconocido sus responsabilidades, ni colaborado en las investigaciones
sobre los hechos que se le imputan o por lo menos haberle pedido perdón a las
víctimas.
Pero su “aureola” no sólo se desvanece con su negro pasado. La brutal
muerte de Erick Mauricio Peña Carmona, parte del presente, no es un simple
acto aislado perpetrado por “manzanas podridas”; con ésta se constata que
todavía siguen vigentes actitudes y otros males al interior de la institución armada,
por más que presuman de haberlos superado. En este trágico caso, la misma
víctima acató órdenes que sabía ilegales; lo procedente era negarse a cumplirlas,
pero la obediente subordinación que prevalece en la milicia, aun frente a la
prepotencia y la arbitrariedad, también tuvo que ver con su fallecimiento.
Dentro de la institución, todavía siguen convencidos que “la ropa sucia se
lava en casa” ; al menos, así lo expresa un experimentado militar entrevistado
a raíz de este lamentable suceso. Es éste, por desgracia, el espíritu que aún se
mantiene en la mayoría de los centros castrenses.
En efecto, la disciplina militar se sigue concibiendo dentro de las academias
y escuelas en el marco de una educación represora que tolera castigos físicos
prohibidos ante la indiferencia y el silencio cómplice de sus autoridades superiores,
que también los padecieron en el pasado. Sorprendentemente, esta situación
es entendida y reconocida por miembros de la FAES como algo habitual en el
23
“La Fuerza Armada tiene por misión la defensa de la soberanía del Estado y de la integridad del
territorio”, artículo 212 Cn.
30
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“Ver
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proceso de formación de los cadetes, porque su finalidad es asegurar el orden
y la disciplina dentro de las unidades en virtud de que “son de más rápida
aplicación y el comandante retiene el control sobre el resultado del caso”.24
Además, se debe considerar que estos hechos provocan inseguridad y temores
entre los aspirantes recién ingresados a los centros de formación castrense. La
mayoría asume con resignación las torturas de diversos tipos como parte de su
formación, en su calidad de subordinación en el rango más bajo. Uno de los
consejos más extendidos entre los propios alumnos, cuando son víctimas de
castigos arbitrarios y otros abusos de autoridad, es el siguiente: “Mejor callarse
y aguantar, que temer a las posibles represalias o a un castigo desmedido,
descontrolado e injustificado de los superiores”.
Las normas militares claramente facultan al subordinado a no obedecer
órdenes superiores que transgredan disposiciones legales o reglamentarias
vigentes. Por ello, una de las deficiencias serias de esa estructura es el poder
ilimitado que en la práctica poseen los estamentos superiores, provocando que
sus órdenes sean incuestionables. El artículo 25 de la vigente Ley Orgánica de la
Fuerza Armada, al regular las relaciones de mando, determina lo siguiente:
“Mando es la autoridad de que está investido el superior en virtud del
grado, antigüedad o empleo que desempeña. En consecuencia, todo militar está
sometido disciplinariamente a su superior jerárquico y responde ante éste en el
cumplimiento de los deberes que le competen, y órdenes que no transgredan
disposiciones legales o reglamentarias en vigencia”.
De ahí que, contrario a lo que se piensa, la Fuerza Armada no posee una
disciplina ejemplar; ese estadio de orden y obediencia es transgredido a diario
con la aplicación de castigos prohibidos o a través del desprecio de sus propias
leyes o reglamentos. Los cadetes son formados para desobedecer pues se les
inculca, en la realidad, que las leyes existen pero no se acatan.
Causa pavor, por ejemplo, que casi todos las personas que declararon en
este caso admitieron la imposición cotidiana de correctivos legalmente prohibidos
24
Hemperley, Lauren K. y Davies, Kirk L. “El sistema de justicia militar de las Fuerzas Armadas
estadounidenses. Una introducción”, marzo 2001.
Colección “V
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“Ver
erdad
31
y la regularidad con que se violan los reglamentos de conducta al interior de los
cuarteles, pese a que cada uno es consciente de la ilicitud de esos actos. En
suma, la institución castrense en nuestro país es una entidad desobediente e
indisciplinada, lo que en definitiva debería avergonzar no sólo a sus miembros
sino a toda la sociedad.
La finalidad de la instrucción militar siempre debe estar enfocada para la
guerra y las situaciones de combate. De ahí el especial interés en fomentar la
disciplina. Sin embargo, los problemas surgen cuando dos simples cadetes de
cuarto año recrean su propia guerra personal contra uno de sus subordinados,
convirtiendo los escritorios y las aulas en campos de batalla. Esto es una clara
muestra de que aún existen deficiencias profundas en la instrucción militar y
que es inaceptable dotar de un poder de dirección, casi ilimitado, a jóvenes
inmaduros e irresponsables.
32
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“Ver
erdad
Del análisis de la legislación militar se concluye que no existen suficientes
controles para limitar el poder al interior de la FAES o al menos no tienen la
fuerza necesaria para garantizar el respeto de la ley. Los mecanismos para
sancionar a un superior se quedan cortos; de los casos conocidos llevados ante
los tribunales, se tiene que la jurisdicción militar favorece al superior frente al
subordinado en un 85%. La denuncia del subalterno contra un superior casi
nunca progresa. Peor aún, a su presentación le siguen las represalias contra el
demandante y de nuevo el irrespeto de las leyes y demás disposiciones militares.
Los insuficientes y deficientes controles internos y externos, junto a la “cadena
de mando”, propician la impunidad dentro de la Fuerza Armada de El Salvador.
En especial, tratándose de una institución tan vertical y autoritaria que opta
fácilmente por el silencio como fórmula para perpetuar las relaciones de poder
dentro de ella, poniendo en práctica uno de sus clásicos dichos: “Lo que aquí se
dice, lo que aquí se oye, lo que aquí se hace, ¡aquí se queda!”..25
Castigos prohibidos
La posición de “trípode”
Al declarar ante los fiscales del caso, el capitán Hernández Valdivieso reconoció
que cuando llegó al aula de tercer año y por la apariencia de los cadetes dedujo
que habían estado en posición de “trípode”. Admitió que se trata de un ejercicio
que él mismo practicó u obligó a practicar, tal como lo hicieron Doratt y Melara.
Sorprendentemente, aclaró que este tipo de “ejercicios” están prohibidos desde
hace tiempo –“como de cinco años o más”, precisó– por ser altamente dañinos
para la salud. Sin embargo, durante la vista pública admitió que él mismo puso
en “trípode” a los cadetes de cuarto año en un momento de “ofuscación” por la
desgracia ocurrida.
El Reglamento Disciplinario para Caballeros Cadetes contempla la imposición
de castigos y correctivos disciplinarios. En el Manual de Educación Física Militar
de la FAES, específicamente en el Capítulo V dedicado a las “Observaciones y
prescripciones generales para los instructores”, se incluyen diversas
Función Política del Ejército Salvadoreño en el Presente Siglo. Mariano Castro Morán. Colección
Premio Nacional de Ensayo, volumen 16. UCA Editores, 1983.
25
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“Ver
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34
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observaciones generales; entre éstas, las relativas a los ejercicios lesivos a la
salud. Se prohíbe expresamente la posición de “trípode” por considerarla
“extremadamente peligrosa” pues puede ocasionar fractura o luxación en la
columna vertebral, especialmente en la zona cervical, debido a la gran presión
que ahí se ejerce. Es importante señalar que los mencionados reglamentos y
manuales son del conocimiento de todos los cadetes y nadie puede alegar su
ignorancia.
Como en este caso obligaron a los cadetes de tercer año a adoptar dicha
posición sobre los estrechos escritorios del aula, el riesgo de lesionarse fue
mayor pues pudo caerse alguno o varios de ellos. Además, estuvieron en esa
posición durante más de quince minutos, tiempo excesivo para esta postura.
Entre las atribuciones de los cadetes de cuarto año se encuentra la aplicación
de correctivos a los cadetes de menor antigüedad, pero siempre con previa
autorización de los respectivos superiores. La noche del brutal homicidio de
Erick, nadie había consultado si existía sanción o correctivo alguno para el cadete
Peña; nadie, tampoco, había solicitado que se le castigara. Esto confirma la
arbitrariedad del acto cometido por Doratt y Melara, según las propias normas
militares internas establecidas en el Reglamento Disciplinario de los Caballeros
Cadetes. Lo cierto es que todos los cadetes y oficiales destacan por incumplir
sus propias reglas. El crimen de Erick no fue un hecho aislado ocasionado por la
mala fortuna.
El código de silencio
“Los militares deben acostumbrarse a verse
como una parte de la sociedad y del Estado,
cuyos derechos y obligaciones están perfectamente limitados”.26
Al morir Erick Mauricio, comenzaron a surgir testimonios de antiguos cadetes
y miembros retirados de la Fuerza Armada admitiendo numerosos abusos dentro
de los cuarteles. Además, son muchos los alumnos de las academias militares
que reconocieron –ante los medios de difusión masiva– haber cometido excesos.
Los ejemplos son muchos y variados; van desde el insulto hasta la agresión fí26
Revista Estudios Centroamericanos (ECA). “Los militares y la paz social”, Op.Cit.,p.487.
Colección “V
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“Ver
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35
sica contra los subordinados. Sin embargo, y pese a los esfuerzos incansables
de algunas pocas familias afectadas, la vida cotidiana al interior de los recintos
castrenses ha convertido este tipo de castigos en una costumbre; una especie
de código no escrito. Es un secreto a voces, conocido y aceptado por todos, que
por diferentes motivos nadie denuncia los hechos.
Por si fuera poco, ante acontecimientos tan trágicos como la muerte de
Erick, altos funcionarios militares calificaron el hecho ante los medios de
comunicación como de “aislado” ; por ejemplo el subdirector de la Escuela de
Aviación, teniente coronel Rigober to Alas. Sin embargo, otros testimonios
recabados por medios de prensa, así como los de familiares que han acudido a
distintas instituciones como el IDHUCA, contradicen la afirmación de los jefes
militares y demuestran que existe un abuso sistemático perpetuado por décadas.
La gravedad es tal en algunos casos que, a varios años de su salida del Ejército,
algunas víctimas prefieren el anonimato.
El caso del cadete Aguilar Her
nánde
Hernánde
nándezz 27
Nelson Reynaldo Aguilar Hernández ingresó a la Escuela Militar “Capitán
general Gerardo Barrios” en julio de 1985. Tenía veinte años cumplidos. Una
noche de diciembre, los cadetes Mario Aragón y Reni Reyes de tercer y cuarto
año respectivamente, lo despertaron y llevaron cerca de la enfermería. Allí lo
pusieron en cuclillas, con las manos hacia atrás, cargando el fusil. Entre los dos
le golpearon el estómago con la culata de sus armas. Nelson reaccionó a las
agresiones, empuñó su fusil y le apuntó a Reyes. El maltrato paró.
A las cinco de la mañana del día siguiente, mientras Nelson estaba realizando
las prácticas físicas comenzó a vomitar sangre. Los golpes de la noche anterior
le atrofiaron el páncreas, la vesícula, el hígado, el apéndice y el intestino grueso,
según constaba en su expediente médico número 5844-85. La madre de Nelson,
Thelma de Aguilar, recibió la noticia a media noche. ”El mayor Mauricio Duke
nos llamó. Él me dijo que nuestro hijo había tenido un accidente”, recuerda.
Nelson estuvo hospitalizado cuatro meses. Al salir lo enviaron nuevamente a
la Escuela Militar. Pese a que tenía un dreno en la vesícula, le obligaron a seguir
27
Información tomada del Semanario “Enfoques”, La Prensa Gráfica, 10 de junio del 2001.
36
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con las prácticas físicas. Volvió a recaer. En la segunda operación le quitaron
parte del intestino y el apéndice. Regresó a estudiar y luego, por tercera vez, al
hospital. Los cadetes que lo golpearon estuvieron detenidos por siete meses y
Nelson falleció en 1995 en un accidente de tránsito. El timón golpeó su estómago.
Según el informe de Medicina Legal, el ex cadete hubiera resistido el impacto si
sus órganos no hubiesen estado dañados.
El caso del cadete Gómez 28
Al graduarse de bachiller en la década de los noventa, Óscar Gómez decidió
seguir la carrera de las armas. Hizo todas las pruebas necesarias e ingresó en
la Escuela Militar “Capitán General Gerardo Barrios”. Su padre, como es costumbre
con los cadetes de nuevo ingreso, lo llevó a la institución y lo depositó en manos
de los oficiales encargados. A Gómez y a otros siete reclutas les designaron a un
alumno de tercer año como su “cabo”; 29 éste los miró y les ordenó que lo
acompañaran, pidiéndole a otro cadete de segundo año que le ayudara con los
“nuevos”. El grupo se dirigió a los baños y el “cabo” ordenó al cadete de segundo
año que se quedara en la entrada, vigilando que ningún oficial se acercara.
El militar entró en uno de los inodoros y llamó, uno por uno, a los reclutas. A
cada uno le dijo su nombre y apellidos una sola vez para que los alumnos lo
repitieran. El castigo por mala memoria era un golpe en el estómago por cada
error. Gómez tuvo la fortuna de ser el séptimo, y así escuchó repetidamente los
lamentos de sus compañeros y el nombre de su cabo. Al llegar su turno no tuvo
mayor problema para responder correctamente.
Este primer incidente sería la muestra inicial de lo que tendría que soportar
durante muchas noches, mientras estuvo en dicha Escuela. Cuando todos
dormían, cadetes de mayor rango entraban en los dormitorios y envolvían de
pies a cabeza a los reclutas con sus propias sábanas para llevarlos a los baños.
Allí, sin justificación, los golpeaban en el estómago hasta dejarlos sin aire; después
los regresaban a su catre. Al siguiente día, nadie había visto nada.
28
29
Información tomada del Semanario “Vértice”, El Diario de Hoy, 10 de junio del 2001.
Así se identifica en las escuelas militares salvadoreñas a los cadetes de segundo a cuarto año ante los
alumnos de nuevo ingreso; también a los de cuarto y tercero ante los de segundo y primero, así como
a los de cuarto año ante el resto.
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“Ver
erdad
37
Gómez recuerda todavía que todos callaban por la coacción a la que se veían
sometidos. “Ellos tenían todos nuestros datos y nos amenazaban para que nos
quedáramos callados”, declaró.
El caso del cadete Orellana 30
A Juan Orellana, adolescente en la recién pasada década de los años noventa, también le apasionaba volar igual que a Erick Mauricio. Por eso ingresó a la
Escuela de Aviación Militar “Capitán Guillermo Reinaldo Cortez”. Según relató a
un semanario de la prensa escrita, los primeros quince días de entrenamiento
fueron los más duros. “Decían que debían reducir los reclutas a la mínima cantidad posible. En mi promoción entramos ochenta y después de dos semanas
sólo quedábamos treinta”, rememora. Orellana reconoce que tampoco estuvo
exento de malos tratos. “Una vez –cuenta Juan– un cadete de segundo año me
ordenó que cantara el Himno Nacional mientras me pegaba en el estómago”.
Irónicamente, el ex-cadete recuerda con alivio que, aunque lo golpeaban, él era
uno de los menos maltratados. Vio con asombro cómo muchos de sus compañeros llegaron a sufrir lesiones físicas serias. En una ocasión, según relata, un
estudiante de cuarto año puso a otro a hacer flexiones mientras le propinaba
patadas en las rodillas. El castigo fue tan fuerte que le rompió una de las piernas. Con la misma brutalidad vio cómo le dislocaban la columna a otro compañero.
Lo peor es que todos debían de callar sobre los abusos, porque las consecuencias podían ser peores. Orellana cuenta que los castigos eran variados;
entre ellos se incluían algunos muy famosos entre los militares. Tal era el caso
del “trípode en posición”, que le tocó sufrir a Orellana más de una vez. “Un
cadete de cuarto año me mantuvo en esta posición, con las manos amarradas a
la espalda, mientras él se bañaba y se afeitaba. Ese día lloré de cólera porque
sabía que el castigo era injusto”, comenta. Después de ocho meses, Juan comprendió que la vida militar no era para él. “Ellos te inculcan que los civiles no
valen nada, y yo pensaba que todos en mi familia eran civiles y que no los podía
despreciar, así que pedí mi baja”.
30
Información tomada del Semanario “Vértice”, El Diario de Hoy, 10 de junio del 2001.
38
Colección “V
er
dad y justicia”
“Ver
erdad
El caso del cadete Díaz Casco 31
La familia Díaz Casco miraba su noticiero preferido la noche del viernes 1 de
junio del 2001. Entre las noticias nacionales una les conmocionó: la nota informaba
sobre la muerte Erick Mauricio Peña Carmona, cadete de la Escuela de Aviación
Militar. Este crimen revivió una tragedia que Roberto Díaz y Coralia Casco creían
superada. El segundo de sus hijos, Roberto Eduardo, ingresó a esa misma Escuela
el 16 de febrero de 1990. Tres días después, un oficial de la base aérea les
informó que su hijo estaba en estado de coma en la Unidad de Cuidados Intensivos
del Hospital Militar. El 21 de febrero murió el cadete de apenas dieciocho años.
Las circunstancias que rodearon el trágico suceso nunca se aclararon. Fuentes
fidedignas cuentan que Roberto fue aceptado en la Escuela después de aprobar
todas las pruebas físicas y los exámenes médicos en el mismo Hospital Militar.
Su estado físico era excelente. La promoción del cadete se preparó el lunes 19
de febrero a las cinco de la mañana, para realizar su primera instrucción física.
Ésta consistía en trotar unos kilómetros hasta llegar al lugar donde realizarían
sus ejercicios. Pero Roberto no concluyó el circuito, y dos de sus compañeros
tuvieron que cargarlo a la enfermería.
En la “diana”, la primera formación del día, el oficial a cargo informó a los
cadetes reclutas que uno de ellos se encontraba en la enfermería. En el “rancho”,
la segunda formación a la hora del almuerzo, el mismo militar anunció que el
cadete había pasado al Hospital Militar. En la “retreta”, la última formación, se
anunció con nombre y apellido que Roberto Díaz Casco seguía en el Hospital
Militar. Al día siguiente, en la “diana” se anunció que el recluta había muerto.
Entre su familia y compañeros reinó la incertidumbre. Nadie podía explicarse
cómo el joven recluta, que por tres años había practicado atletismo en la selección
de su colegio y gozaba de una excelente condición física, había muerto en el
primer trote de la Escuela. Su padre cuenta que pidió una autopsia para
determinar la causa de la muerte de su hijo a las autoridades militares. “Todavía
estoy esperando el resultado”, señaló en el 2001 cuando lo entrevistaron.
31
Ibid.
Colección “V
er
dad y justicia”
“Ver
erdad
39
Según la partida de defunción, Roberto murió de insuficiencia renal aguda.
Sin embargo, no se explica qué pudo causar la enfermedad. Después del incidente
del cadete Peña Carmona, los padres creen con firmeza que su hijo fue víctima
de algún abuso. A partir de esto pidieron una investigación al entonces Inspector
General de la Fuerza Armada, general Miguel Castillo González, quien les informó
que se abriría el caso. La familia recibió un seguro de quince mil colones por la
muerte de su hijo.32 Roberto fue velado en su humilde vivienda en Ciudad Delgado.
Su familia lo enterró con uniforme de cadete prestado por un alumno de segundo
año. “Ése era su sueño, ser cadete, y así lo enterramos”, dijeron sus padres.
El caso del cadete Méndez 33
Luis Méndez es otro apasionado de la vida militar. Dedicó nueve años de su
vida a la milicia durante la guerra. Recuerda que en esa época la educación era
fuerte, sin llegar a la brutalidad, y admite que siempre había “un loco que
golpeaba a sus subalternos”, pero no era la mayoría. “Si se pasaban de la raya,
los mismos compañeros le poníamos paro”, explica Luis. Para él, la educación
fuerte es necesaria en la doctrina militar pues prepara a oficiales para pelear o
actuar en situaciones de riesgo extremo, en las que no se permiten errores. Sin
embargo, reconoce que se golpeaba frecuentemente con la mano abierta y que
eso se consideraba normal. Como muchos otros, también fue víctima de abusos.
Y da ejemplos: “Un oficial nos castigó a un compañero y a mí por bailar en una
fiesta con una mujer que a él le gustaba”. El castigo consistió en hacer flexiones
cargando al compañero, mientras el oficial les daba garrotazos en los glúteos.
“Pasé varios días sin poder sentarme”, recuerda.
Otro de sus compañeros sufrió peor suerte en las prácticas de paracaidismo.
Para hacer los ejercicios, los cadetes debían portar un arnés que les sujetaba
por la ingle, para colgarse de una torre. El ejercicio, de corta duración, resultaba
doloroso. Un superior lo utilizó de castigo y dejó colgado por varias horas a un
cadete. “No aguantó el dolor y se volvió loco. Le tuvieron que dar la baja médica”,
relata Luis.
32
33
Quince mil colones, equivalen a un poco más de mil setecientos dólares.
Información tomada del Semanario “Enfoques”, 10 de junio del 2001. La Prensa Gráfica.
40
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dad y justicia”
“Ver
erdad
Colección “V
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dad y justicia”
“Ver
erdad
41
Otro caso y de nuevo al de Erick Mauricio
El padre de un cadete de la Escuela de Aviación Militar denunció, dos meses
antes de la muerte de Erick Mauricio, los maltratos físicos que ocurrían dentro
de la institución.34 El 19 de marzo del 2001, el mencionado padre de familia
anunció por escrito al comandante del Centro de Instrucción Militar Aeronáutica
la decisión de retirar a su hijo. ¿La causa? Los maltratos físicos que recibió,
propinados por alumnos de segundo año. En esa car ta, adver tía sobre la
necesidad de tomar medidas para “evitar a tiempo que se trunquen los ideales
de un joven por estar en ese centro educativo por acciones como la denunciada”.
Además, expresaba su indignación por el maltrato físico –su hijo recibió una
golpiza que lo dejó inconsciente por varios segundos– y lamentaba que en ese
tipo de centros lleguen a estudiar jóvenes con problemas de tipo psicosocial. El
padre denunciaba en su escrito que “esos problemas son descargados en los
jóvenes de primer año”. En ese momento, advirtió la necesidad de hacer una
investigación del caso de su hijo y de otros que pudieran estar ocurriendo en
ese lugar. Desgraciadamente para este joven y para Erick Mauricio no se tomó
ninguna medida correctiva de forma oportuna.
Como es habitual, la mayoría de castigos y abusos no se hacen públicamente
al interior de las Escuelas o Academias Militares, ni con la aprobación de los
oficiales a cargo. En varios casos las escuelas han designado comisiones para
investigar, pero rara vez se hallan culpables. Los agresores premeditadamente
buscan la hora adecuada y el lugar preciso. Los sitios preferidos son los baños,
el salón de clases por las noches y las barracas. Para evitar cargos posteriores,
los golpes los dan en partes del cuerpo donde no queden marcas o buscan
castigos que denigren emocionalmente a los reclutas.
Nadie se atreve a denunciar porque las represalias podrían ser drásticas.
Entre otras razones, porque la pena por delatar a un agresor no va encaminada
al acusador sino a toda su promoción. Por tanto, la “tanda” vería a su compañero
como culpable del castigo y se volcaría en su contra. Los relatos mencionados
nos muestran que los casos de víctimas de maltratos no son aislados, sino
consecuencias de prácticas ilegales conocidas, no erradicadas, y de un “código
34
La Prensa Gráfica, 14 de agosto del 2001.
42
Colección “V
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dad y justicia”
“Ver
erdad
de silencio” que se aplica hasta cuando un cadete resulta muerto. A estos
factores se suma algo determinante: el descuido y la indiferencia de las
autoridades encargadas.
Esto, según un militar retirado de alto rango,35 demuestra la baja calidad de
mando que existe en esos centros y al respecto afirma: “Para la disciplina
militar no se necesita represión, gritos, amenazas y golpes; sólo disciplina y
respeto”. Sobre este asunto, el oficial encargado de la Escuela de Aviación Militar
cuando murió Erick Mauricio aseveró en la vista pública que él mismo había
dado instrucciones para erradicar estos procedimientos prohibidos. La
desobediencia y el caos disciplinario eran tales, que sus órdenes no fueron
acatadas por los cadetes.
Pero además de su evidente ilegalidad, los abusos conllevan un peligro mayor
como la muerte de Erick Mauricio. Como señaló acertadamente el oficial retirado
antes citado: “La raíz del problema está en que muchos militares no se
acostumbraron a respetar la dignidad del cadete. Quieren mantener la disciplina
por represión y no por convicción. Eso no crea verdaderos servidores de la
patria, sino gente sin sentimientos, que reacciona con violencia y venganza”.
Pero es peor aún lo dicho por Salvador García Dheming, abogado defensor de
César Humberto Doratt; éste manifestó en el alegato inicial de la segunda vista
pública que los militares”eran educados para maltratar a sus semejantes”. Ese
fue uno de los ejes centrales para “descargar de culpa” a los responsables de
la muerte de Erick Mauricio.
35
Semanario “Vértice”, El Diario de Hoy, 10 de junio del 2001.
Colección “V
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dad y justicia”
“Ver
erdad
43
La ffamilia
amilia Canales Car
mona
Carmona
¡Queremos justicia!
La familia de Erick Mauricio fue notificada de su fallecimiento con una
inexplicable tardanza. Ese fue uno de los “movimientos raros” que se sucedieron
durante las horas transcurridas luego del fatal acontecimiento. Al respecto, en
la denuncia presentada en la Procuraduría para la Defensa de los Derechos
Humanos, la madre de la víctima señaló:
“Tenemos la sospecha de que nuestro hijo en realidad murió en las instalaciones de la Escuela de Aviación, pero aun así fue llevado posteriormente, vía
aérea, al Hospital Militar, donde se dijo que mi hijo tuvo un paro cardio-respiratorio que le provocó la muerte. Fui notificada de la muerte de mi hijo hasta las
doce treinta de la noche; es decir, aproximadamente cuatro horas después de
ocurridos los hechos. Pero el cuerpo de mi hijo fue remitido del Hospital a
Medicina Legal para que, al día siguiente, se le practicase la necropsia. Recibimos los restos de mi hijo aproximadamente a las doce horas con cuarenta y
cinco minutos del siguiente día, siendo trasladado a la funeraria de la Fuerza
Armada y colocado en la Capilla hasta las diecinueve horas; es decir, seis horas
después, lo cual nos llama poderosamente la atención”.
El forense que acudió al Hospital Militar a reconocer el cadáver manifestó en
la vista pública “que habían varios oficiales y otros militares pendientes del
cadáver en la morgue del hospital militar”, lo que le pareció sospechoso ya que
eso no ocurre normalmente; por tanto, decidió que era mejor llevarse cuanto
antes el cadáver a Medicina Legal y practicarle ahí la autopsia.
A las instalaciones de Medicina Legal sólo consiguió entrar la tía de Erick,
Mirna Leonor Carmona de Bermúdez. Le dijeron que su sobrino había fallecido
por un paro cardio-respiratorio, pero no le permitieron ver el cadáver
argumentando que lo tenían “en un cuar to refrigerado y que tenían otros
44
Colección “V
er
dad y justicia”
“Ver
erdad
cadáveres que trabajar”. Asimismo, le dijeron que “regresara ese mismo día a
las ocho horas”. Puntualmente estaban en el lugar ella y el resto de la familia
de Erick; entonces, la encargada de atender las visitas les dijo que “hasta las
once horas les entregarían el cadáver, porque le estaban haciendo la autopsia”.
Mientras la familia de Peña Carmona esperaba en Medicina Legal, como a
las diez y media de la mañana, llegó una agente fiscal que logró ingresar y ver
el análisis médico forense que se estaba practicando. Al salir se reunió con los
familiares y les dijo:
– Los médicos que realizaron la autopsia están impactados e indignados de
ver las condiciones que presenta el cadáver – les explicó. Presenta varios golpes
fuertes en diversas partes del cuerpo y el cuello fracturado.
Alrededor de las doce y media, por fin los peritos dieron alguna información.
Dijeron que Erick Mauricio había fallecido por un edema y hemorragia pulmonar,
sin precisar a la desconsolada familia más detalles. Pero las irregularidades no
acabaron ahí. Al ver que trasladaban el cadáver en una bolsa de plástico negra,
Morena pidió que le mostraran el cuerpo de su hijo y únicamente le permitieron
verlo de la cabeza al tórax.36
Es impor tante añadir lo que la ofendida declaró después en la misma
Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos:
“Luego –se afirma en el texto incluido dentro del expediente respectivo– la
dicente reclamó ver el cadáver, logrando ver que en la región frontal tenía como
saltado el hueso de la frente, pero sin señales de sangre ni de rotura de la piel,
sino sólo la inflamación como en forma de ‘grada’ en la frente. Que luego logró
moverle el cuello, viéndole unas heridas atrás de uno de los parietales de su
cabeza y notando que el cuello era totalmente flexible, sin mostrar ninguna
resistencia o rigidez, dándole la impresión de que sí había fractura y viéndole un
rasguño en él. Que luego se lo llevaron a la funeraria de la Fuerza Armada, en
donde les informaron que como la autopsia había sido bastante minuciosa, la
preparación del cadáver sería más larga de lo acostumbrado, por lo que el
36
Declaración de Morena Janette Carmona González ante la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos. 15 de junio del 2001.
Colección “V
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dad y justicia”
“Ver
erdad
45
cadáver estaría listo hasta como las diecisiete horas, pero lo subieron a la
capilla de velación hasta las diecinueve horas”.
Pero a final de cuentas, la lesión que lo mató fue el edema pulmonar que se
desencadenó producto del puntapié recibido pues nunca se logró establecer
otro tipo de laceraciones graves de carácter letal propinada por sus
“compañeros” aquella noche. Durante la velación del cadáver, algunos cadetes
de tercer año comentaron a Morena y Misael, padres de Erick Mauricio, cómo
sucedieron los hechos. Comenzaron explicándoles que desde su primer año los
cadetes Melara y Doratt, entonces en segundo año, venían “maltratando a su hijo en forma verbal y física y hostigándolo con castigos”,37 pero no
les precisaron en qué consistían
tales acciones. Y no tenían algún
motivo real para ello, pues Erick
nunca dio motivos para recibir
semejantes agresiones. El origen de las violentas golpizas
fueron las envidias, ya que en
algunos eventos deportivos de la
Escuela Erick había destacado
ganándoles a los equipos de
Doratt y Melara.
Es asombroso cómo situaciones tan intrascendentes
pueden provocar la furia irracional de las personas que se
encuentran dentro de los muros
de las escuelas militares, hasta
llegar a cometer un homicidio.
Después del entierro, Morena Carmona y Misael Canales
fueron convocados a una reunión
37
Ibid.
46
Colección “V
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dad y justicia”
“Ver
erdad
con el Comandante de la
Fuerza Aérea, coronel
piloto aviador DEM 38
Milton Andrade (Q.E.P.D.)
y con el Director de la
Escuela de Aviación
Militar entonces teniente
coronel piloto aviador
DEM Rigober to Alas
Santos, quienes les
informaron sobre lo
ocurrido:
– Compar timos su
dolor e igualmente nos
sentimos indignados y
ofendidos por el delito
cometido por los cadetes Doratt y Melara.
Esperamos que se les
aplique todo el rigor de
la ley –aseguraban los
oficiales en ese momento– El hecho cometido por ellos es aberrante y cobarde. Los consideramos
a ambos igualmente responsables por el asesinato de su hijo. Además, ya estamos
iniciando los trámites para solicitar la “baja deshonrosa” de ambos cadetes –
les anunciaron– y el Ministro de la Defensa Nacional nos ha manifestado que no
se les nombrará ningún defensor por parte de la Fuerza Armada. Se ha nombrado
al general de brigada Miguel Castillo González –que en ese tiempo fungía como
Inspector General de la Fuerza Armada– como Juez Militar de Instrucción en el
juicio militar que se está siguiendo contra ambos Cadetes, el cual no va a pasar
de un lapso mayor de quince a veinte días. Es más, estamos dispuestos a rendir
declaración, si en el caso les fuera requerida, y a colaborar en todo lo que fuera
necesario para que se haga justicia.
38
DEM: Diplomado de Estado Mayor.
Colección “V
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dad y justicia”
“Ver
erdad
47
Cuando Morena Carmona estuvo en la sede de la Fiscalía de Soyapango,
logró ver entre las diligencias el reconocimiento médico forense que le fue
practicado a su hijo. Aparecen marcadas en un dibujo de cuerpo humano las
partes en las que Erick recibió las lesiones; estaban señaladas la región cervical
y occipital –es decir, entre el cuello y la parte de atrás de la cabeza– así como
los brazos y la región abdominal, pero sin mayor explicación. En dicha sede le
dijeron que “la patóloga se había limitado a exponer la causa de la muerte
clínica, sin referirse al acto o golpes que la produjeron, pero la Fiscalía la citaría
para la ampliación su dictamen médico”.
Fr aude pr
ocesal: La milicia
procesal:
en el banquillo de los acusados
Un juicio histórico
Pese a que públicamente las autoridades de la Escuela de Aviación Militar, la
Fuerza Área Salvadoreña y el Ministerio de la Defensa Nacional se comprometieron
a dar su apoyo a la familia ofendida, en la práctica fue difícil hasta obtener la
información pertinente para esclarecer los hechos. A la Fiscalía General de la
República le brindaron la información incompleta y a “cuenta gotas”.
La Fiscalía presentó requerimiento contra los detenidos por el delito de
homicidio agravado, pues se consideró que los imputados habían actuado con
dolo; es decir, intencionalmente. Además, el crimen se valoró como agravado en
virtud del abuso de superioridad por parte de los autores, ya que Erick Mauricio
se encontraba en verdadero estado de indefensión al momento del ataque. Tal
calificación, que hasta antes de una sentencia firme es provisional, fue aceptada
por el Juzgado de Paz de Ilopango; éste ordenó la instrucción del juicio con
detención provisional para Doratt y Melara.
Tal decisión fue apelada por los defensores, quienes alegaron que el delito
era culposo; es decir, sin intención. Sin embargo, la misma fue confirmada por la
Cámara Segunda de lo Penal. Posteriormente, durante la fase de instrucción o
depuración de la investigación, el Juzgado de Instrucción de Ilopango también
valoró los hechos como homicidio agravado. A solicitud de los padres de Erick
48
Colección “V
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dad y justicia”
“Ver
erdad
Mauricio, el IDHUCA designó a dos abogados para representarlos como
querellantes39 en el proceso penal.
Cabe destacar que el tribunal de Ilopango negó en reiteradas ocasiones la
realización de diligencias fundamentales para la investigación; entre ellas, la
reconstrucción de los hechos y la participación de un perito forense extranjero
en el proceso con el objeto de contar, a partir de su conocimiento científico y
experiencia, con mayores elementos sobre la causa de la muerte de Erick.
El 28 de junio de 2001, la Jueza de Instrucción de Ilopango resolvió no realizar
la reconstrucción de los hechos, argumentando lo siguiente:
“Ante la no existencia de contradicción entre los elementos de prueba
recabados a la fecha; la concordancia que caracteriza las entrevistas de los
testigos en cuanto a circunstancias de lugar, modo y tiempo en que ocurrió el
ilícito objeto de la presente averiguación; y que los testigos en referencia han
sido sumamente ilustrativos al referirse a dichos aspectos; ello trae como
consecuencia que, según el estado de la investigación, al no concurrir la duda
como circunstancia que motiva la realización de la reconstrucción; los
fundamentos en que ha sido solicitada la misma, a la fecha, no sean suficientes
para ordenar su práctica, por resultar por el momento y bajo dichas condiciones,
no pertinente ni útil dicho acto procesal”.
Sobre este asunto, el Código Procesal Penal en el primer párrafo de artículo
170 establece:
“El juez podrá ordenar la reconstrucción del hecho, de acuerdo con las
declaraciones recibidas y otros elementos de convicción, para comprobar si se
efectuó o no, o no pudo efectuarse de un modo determinado”.
En efecto, la decisión de la citada funcionaria no tenía mayor asidero legal.
Se basó en que la utilidad de la reconstrucción de los hechos sólo es aceptable
para los casos donde hay alguna o algunas contradicciones. Tal aseveración es
errónea y perjudicó el normal desarrollo de las averiguaciones sobre el caso; si
bien era cierto que existían suficientes elementos de prueba recabados, éstos
39
Acusadores particulares.
Colección “V
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dad y justicia”
“Ver
erdad
49
no lo estaban con el necesario detalle requerido. Como se comprobó después,
las contradicciones en los testimonios de los compañeros de Erick presentes al
momento de su brutal muerte, impidieron que se determinara a cabalidad si
realmente sólo oyeron o también pudieron ver lo que estaba ocurriendo dentro
del aula de tercer año.
Esas declaraciones eran fundamentales en el juicio para determinar lo que
realmente ocurrió la noche del crimen y fundamentar la instrucción de la causa
basándose con algo más que los conocimientos generales sobre el caso. Por
esa decisión de la citada funcionaria judicial, hubo problemas en las siguientes
etapas del proceso. Para compensar la ausencia de esta prueba, a lo largo de
la vista pública y durante los testimonios rendidos los cadetes presentes aquella
noche en el aula de tercer año se tuvo que recurrir a una pizarra; así se intentó
instruir, durante la primera vista pública, al Jurado y a la Jueza de Sentencia
sobre la forma cómo transcurrieron los hechos. De igual manera, en la realización del segundo juicio, se tuvo que recurrir de nuevo a este método para
explicar los hechos a los tres jueces del Tribunal Primero de Sentencia de San
Salvador.
En la audiencia preliminar, realizada en noviembre del 2001, la Jueza de
Instrucción de Ilopango resolvió abrir un proceso por el delito de homicidio
agravado. Esto quiere decir que, según lo investigado bajo su dirección, se
recabaron los elementos suficientes para sostener una acusación formal en
una vista pública. El litigio pasó entonces a su fase definitiva y se designó al
Tribunal Sexto de Sentencia de San Salvador para concluir con el mismo; éste
programó la realización de la vista pública para los días 11, 12 y 13 de marzo
del 2002. En diciembre del 2001, los defensores particulares de los acusados
solicitaron modificar la calificación legal del delito. Pretendían que se cambiara
de homicidio agravado a homicidio culposo. Alegaron que los imputados nunca
tuvieron la intención de causarle la muerte a Erick Mauricio.
Sorprendentemente y sin justificación alguna, el Tribunal de Sentencia aludido
ordenó realizar una audiencia especial para decidir sobre la calificación del
delito; argumentó que se debía subsanar la “falta de fundamentación” en la
resolución adoptada por la Jueza de Instrucción de Ilopango. Se debe destacar
50
Colección “V
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“Ver
erdad
que en el ordenamiento procesal penal salvadoreño no se contempla la
realización de una audiencia especial para los fines que se habían solicitado.
Sin embargo, la audiencia se llevó a cabo y con una resolución extrañamente
ambigua el Tribunal Sexto de Sentencia de San Salvador modificó la calificación
del delito de homicidio agravado al de “lesiones muy graves en concurso ideal
con homicidio culposo”. Según este errado criterio, los acusados atacaron y
lesionaron con intención a la víctima pero el desenlace fatal fue sin propósito
homicida.
Este cambio favoreció a los imputados pues la pena a imponer varía
ostensiblemente: por homicidio agravado la pena era en ese entonces de
veinticinco a treinta años de prisión; en cambio, modificada la calificación oscilaba
entre cinco años cuatro meses hasta diez años de prisión. El IDHUCA solicitó una
aclaración sobre esta resolución, pues al modificar la calificación jurídica de los
hechos quedaron vacíos importantes y el escenario se transformó por completo.
La sombra de la impunidad amenaza de nuevo
En esas nuevas condiciones, el fallo se decidiría en vista pública con un Jurado
o Tribunal de Conciencia. Parecía que la maniobra de los defensores le había
abierto la puerta a la impunidad. Las víctimas y sus abogados eran conscientes
de que tenían que acusar por un delito que no era el objeto inicial del proceso.
Incluso con una condena, siempre iba a ser una situación injusta en virtud del
indebido cambio de calificación del delito.
Durante la vista pública se escucharon los más variados argumentos que
reflejaban y reconocían, sin tapujos, la larga historia de abusos cometidos durante
la instrucción en las academias militares. Se oyeron cosas como las siguientes:
“Los correctivos se han aplicado desde el nacimiento de la Fuerza Armada y se
siguen aplicando”. “Los puntapiés se han venido dando y no han muerto personas
por eso”. “La realización de hechos como éste son involuntarios, puesto que no
hay conciencia de lo que se está realizando”. “Melara y Doratt lo que hicieron
fue aplicar un correctivo, porque si ellos no lo hacían a ellos se lo harían después”.
“Ante todo se trata de costumbres al interior de la Fuerza Armada que se dan
constantemente, porque así lo hacen los machitos”. “Existe un acuerdo entre
Colección “V
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“Ver
erdad
51
cadetes, según el cual se prefieren los castigos físicos a los reportes, ya que se
trata de un pacto de caballeros”. “En la Fuerza Armada enseñan a maltratar al
prójimo, no el respeto a los derechos humanos. Esa es la cultura militar”.
Los integrantes del Jurado presenciaron un desfile de pruebas durante varios
días. Finalmente, se encerraron a deliberar. Luego de varias horas, dictaron su
veredicto optando por la decisión que menos responsabilidades podía
acarrearles: culpabilidad para Carlos Mauricio Melara y César Humberto Doratt
lo declararon inocente. Posteriormente, la Jueza de Sentencia estableció la pena:
diez años de prisión al único condenado. Pero pese a la amargura de la impunidad
del fallo, al castigar sólo a uno de los responsables y dejar libre al otro, el
tribunal determinó la existencia de responsabilidad subsidiaria de la FAES en
materia civil. Con ello se reconocía y se condenaba, al menos simbólicamente,
las largas décadas de abusos de autoridad y castigos aberrantes cometidos
dentro la institución militar.
El rrecur
ecur
so ante la Sala de lo PPenal
enal
ecurso
de la Cor te Supr
ema de JJusticia
usticia
Suprema
La historia no terminó con la decisión del Jurado. Existía la posibilidad de
revertir la impunidad a través de los mecanismos que la ley ofrece. Así, los
padres de Erick y los abogados querellantes del IDHUCA decidieron impugnar
dicha sentencia con un recurso de casación, el cual presentaron en la Sala de lo
Penal de la Corte Suprema de Justicia. Para sustentar tal demanda se alegaron
irregularidades en la tramitación del juicio, que propiciaron el desarrollo de una
vista pública ilegal.
¿Cuáles fueron los argumentos que más destacaban en la petición de la
parte ofendida?
Se alegó que el Tribunal Sexto de Sentencia de San Salvador aplicó
erróneamente la ley, al convocar a una audiencia especial para determinar el
cambio en la calificación del delito. ¿Por qué? Pues porque dicho trámite no se
encuentra regulado en la misma; no se puede realizar una audiencia especial
para eso, cuando la calificación jurídica –si bien provisional– ya ha sido discutida
y resuelta adecuadamente en la audiencia preliminar. Es evidente, entonces,
52
Colección “V
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dad y justicia”
“Ver
erdad
que no existía fundamento alguno para llevar a cabo la audiencia especial en la
que se modificó la calificación jurídica; eso posibilitó que el caso fuera sometido
a la decisión de un Jurado, ignorándose la intención homicida de los imputados.
Si el legislador limitó la realización de audiencias previas a la vista pública
por par te del tribunal sentenciador, lo hizo con el interés de evitar su
contaminación; ésta se da al irse formando un criterio anticipado sobre el caso.
Así se busca que el tribunal mantenga su imparcialidad respecto de los hechos
que va a conocer y de las personas que intervendrán en el juicio. De ahí que el
Tribunal Sexto de Sentencia contravino el principio de congruencia, consagrado
en el artículo 359 inciso 1° del Código Procesal Penal por valorar de forma
equívoca la prueba vertida en juicio, aplicando deficientemente las reglas de la
sana crítica establecidas en el artículo 162 del citado Código.
Tal aseveración se basa en el análisis de los argumentos vertidos por dicho
Tribunal, cuando denegó el cambio de calificación a homicidio agravado y confirmó
la de homicidio culposo en concurso ideal con lesiones muy graves. En concreto
sostuvo lo siguiente: “… que de acuerdo a los testimonios vertidos por los
testigos en el desarrollo del Juicio a (sic) quedado acreditado en primer lugar
que no se produjo una golpiza tal y como trato (sic) de hacerlo ver la fiscalía,
sino que se trató únicamente de un golpe el recibido por parte de la víctima…”
Pareciera que el fundamento del Tribunal aludido para considerar la
inexistencia de un dolo eventual por parte de los imputados, radica en el hecho
de que fue un solo golpe contundente el que le propinaron a Erick. Sin embargo,
se deben considerar los actos previos al golpe en mención realizados por los
imputados: colocar a la víctima en posición de “trípode” sobre el escritorio,
manteniéndole así por un tiempo aproximado de quince minutos poco tiempo
después de haber cenado –lo que era del conocimiento de los imputados– y
luego propinarle pequeños golpes en el costado del abdomen, mientras se le
acusaba de actitudes consideradas “irreverentes”.
En este sentido, con la prueba pericial quedó plenamente establecido que el
joven Erick Mauricio Peña Carmona falleció a consecuencia de un edema y
hemorragia pulmonar, producida por un fallo cardio-respiratorio. Según la prueba
pericial, tal fallo no pudo haber sido ocasionado únicamente por el golpe recibido
Colección “V
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erdad
53
que la víctima recibió en el abdomen. Los peritos forenses Ricardo Contreras y
Ana María de Ramos establecieron, además, que haber sometido a Erick a estrés
y miedo sin que éste hubiese completado el proceso de digestión antes del
puntapié sufrido, aumentaron el riesgo de ocasionarle la muerte.
Pero el Tribunal también argumentó “… que los golpes, castigos y malos
tratos, son de usanza común en la Fuerza Armada, siendo constatable el hecho
de que el militar de mayor rango de antigüedad somete al de menor jerarquía…”
Que los golpes, castigos y malos tratos sean frecuentes dentro de la Escuela
de Aviación Militar, no excluye la responsabilidad que pueda tener cada sujeto
que practica un acto agresivo contra otro; de ahí que no disculpe o atenúe de
manera alguna el proceder de Melara y Doratt, porque estos tratos están
prohibidos por la normativa de educación militar y son considerados por la
legislación internacional y la doctrina de derechos humanos como torturas o
tratos crueles, inhumanos y degradantes.
La repetición de castigos utilizados dentro de la Escuela de Aviación Militar,
no significa que el acto de Doratt y Melara deje de ser reprochable penalmente;
tampoco supone que por la misma pertenencia de éstos a una institución militar,
se les haya disminuido la conciencia al punto de impedirles distinguir entre lo
correcto y lo incorrecto, sin tener capacidad para determinar que su acción era
contraria a la ley y que podía producir resultados lesivos a la integridad física y
a la vida de su víctima.
Además los procesados eran estudiantes de cuarto año de una academia
militar, próximos a graduarse; por tanto, estaban de alta en la Fuerza Armada.
Esto entraña una responsabilidad especial, por cuanto el Estado no confiaría un
arma a una persona irresponsable y menos un arma especializada como es un
avión de combate. Añadamos que son agentes del Estado y como tales tienen el
deber no sólo de respetar los derechos de todas las personas, sino de protegerlos.
Por tanto, los entonces cadetes Doratt y Melara, dadas estas responsabilidades,
estaban obligados a tener un mayor cuidado y respeto de los derechos humanos
que el común de los ciudadanos.
54
Colección “V
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dad y justicia”
“Ver
erdad
Este es el escenario dentro del cual se debe valorar la conducta de los
procesados.
Otra de las erradas argumentaciones del Tribunal es “… que no existía
entre víctima e imputados algún tipo de rencillas o enemistad que hiciera suponer
la agresión sufrida por PEÑA CARMONA haya sido en el marco de una venganza,
ya que si bien se contó con el testimonio de la señorita ÁNGELA BARDI, con quien
se trató de establecer una supuesta enemistad entre imputados y víctima, sin
embargo de su declaración solamente se extrae el hecho de que PEÑA CARMONA
le señaló a dos sujetos que le molestaban, no existiendo un señalamientos (sic)
directo hacia los imputados como los responsables, sin embargo y aún teniendo
como cierto el hecho de que se trataba de éstos, la expresión molestar, de
ninguna manera puede ser interpretada como un indicio de querer causar la
muerte a la víctima”.
Decidiendo de forma equívoca, el Tribunal consideró que los procesados no
tuvieron la intención de producir el resultado “muerte”. En el mejor de los casos,
se confundió el dolo directo y el dolo eventual; este último fue argumentado por
la querella en el proceso. El tratadista Muñoz Conde define el dolo como la
“conciencia y voluntad de realizar el tipo objetivo de un delito”.40 Francisco Moreno
y Luis Rueda García establecen los límites entre el dolo directo y el dolo eventual,
expresando que“en el dolo eventual el resultado aparece para el autor como
posible o, incluso, como de probable producción, mientras que en el dolo directo
el autor se representa el delito como consecuencia inevitable de su acción. En el
dolo eventual el sujeto, pese a no querer la producción del resultado, prosigue
y persevera en su actuación, admitiendo y aceptando el riesgo de que el resultado
se produzca: lo característico del dolo eventual es la conciencia de la posibilidad
de un resultado como probable, pese a lo cual, el autor ha actuado admitiendo
o siéndole indiferente la aparición de aquel resultado. Hay que partir en el dolo
eventual del conocimiento por el sujeto de la concreta posibilidad de producción
de un resultado lesivo típico fuera del ámbito del riesgo permitido, aceptando
–lo que no es ‘desear’ o ‘perseguir’– la probabilidad que lleva implícita su
actuar”.41
Muñoz Conde, Francisco y otros. “Derecho Penal, parte general”, 3° edición, Editorial Tirant Lo
Blanch. Valencia, España, 1998, p.298.
41
Muñoz Conde, Francisco. Op.Cit., pp.301-302.
40
Colección “V
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“Ver
erdad
55
Los autores eran conscientes que con su actuar podían producir un resultado
más grave que el que en esos momentos ellos deseaban ocasionar; pero a
pesar de preverlo, no les importó y continuaron desarrollando su acción delictiva,
ocasionando efectivamente el resultado “muerte”.
Para llegar a esta conclusión, es necesario valorar el contexto en el cual se
cometió el crimen. Según los testigos presenciales del hecho, cuando Melara
ordenó a Peña Carmona colocarse en posición de “trípode” en el piso, hizo una
señal a Doratt, quien le respondió diciéndole: “¡Tenés luz verde! ¡Dále con todo!
¡Dále sin asco!”. Eso motivó a que el imputado Melara propinara un puntapié en
el abdomen a la víctima, quien cayó al piso convulsionando.
En su momento, la Cámara Segunda de lo Penal de la Primera Sección del
Centro valoró lo anterior de la siguiente manera: “a) la expresión ‘tenés luz
verde’ tuvo por objeto el desvanecer en el imputado CARLOS MAURICIO MELARA
la idea de que se pudieran presentar al lugar autoridades que no asintieran el
proceder que él tenía en mente llevar a cabo, proceder, cuyo génesis fue la
sugerencia del indiciado CÉSAR HUMBERTO DORATT ÁLVAREZ de un ‘castigo
ejemplarizante’ para el ahora occiso; b) la frase ‘dale sin asco’ instó a efectuar
una acción sin inhibición o restricción moral alguna, es decir, iba dirigida a
destruir toda clase de valoración en el interior del encausado CARLOS MAURICIO
MELARA que coartara el inicio de la acción; y c) la expresión coloquial ‘dale con
todo’ encerró una suerte de invitación a desplegar una actividad física con el
mayor grado de intensidad posible para el agente, en lo que a la fuerza humana
necesaria para su ejecución se refería, es decir, alienta a un desenfreno en la
acción del imputado CARLOS MAURICIO MELARA”.42
En una resolución sin precedentes la Sala de lo Penal consideró acertado el
argumento del IDHUCA, declarando nula la vista pública y el veredicto del Jurado.
Dicha Sala determinó que con el cambio de calificación jurídica del delito efectuado
por el Tribunal de Sentencia, se violaron normas del debido proceso legal.43 Por
tanto, debía realizarse una nueva vista pública por el delito de homicidio agravado.
Resolución de la Cámara Segunda de lo Penal de la Primera Sección del Centro, emitida el 3 de julio del
2001.
43
Resolución de la Sala de lo Penal de la Corte Suprema de Justicia, emitida el 3 de junio del 2003.
42
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dad y justicia”
“Ver
erdad
La nueva vista pública
El caso “Cadete” ha sido discutido durante más de tres años en el sistema
judicial salvadoreño. El eterno estira y afloje entre víctimas, victimarios y
funcionarios ha tenido lugar durante este tiempo. Finalmente, en la penúltima
semana de agosto del 2004 se llevó a cabo la segunda vista pública contra los
acusados en el Tribunal Primero de Sentencia de San Salvador; es decir, casi
dos años después de la primera.
Para el desarrollo de la referida diligencia judicial, las cartas estaban sobre
la mesa: el punto de partida era la anulación de la primera vista pública, que
implicó un fuerte revés para la parte defensora. En esta nueva oportunidad, la
calificación inicial del delito volvía a ser el homicidio agravado y las acusaciones
estaban repartidas de la siguiente forma: a Carlos Mauricio Melara se le señalaba
como el autor directo del crimen y a César Humberto Doratt como instigador.
El primer día de audiencia, las partes realizaron sus movimientos iniciales.
De entrada, los defensores insistieron en el cambio de calificación jurídica del
delito, de homicidio agravado a homicidio culposo, alegando la ausencia de
intención de sus defendidos. Tras el intercambio de argumentos de rigor, los
jueces de sentencia se negaron a resolver sobre el incidente planteado, “mientras
no se diera el desfile de pruebas” y constataran por ellos mismos si existió o no
el dolo. El debate sobre la intencionalidad del crimen quedó para el final.
Pero hubo una variante adicional. Los juzgadores advirtieron a las partes
que la disputa técnica iba a extenderse no sólo con el tema del dolo o la culpa,
pues la calificación jurídica del hecho también podía adecuarse a la de “homicidio
simple”. Este es un crimen intencional, sancionado con prisión de diez a veinte
años que, de alguna manera, coincidía con la tesis de la parte querellante y las
víctimas. Así la discusión se ampliaba a tres delitos, dos de ellos dolosos.
La parte defensora alegó básicamente los siguientes puntos: que el “trípode”
y el uso de puntapiés, sumados a otros flagelos inhumanos, son “una costumbre”
en la Fuerza Armada y como tal no debía censurarse a los imputados sino a la
formación militar en su conjunto. Además, dijeron que ese entorno convertía al
delito cometido en culposo y no doloso, como alegaba la acusación, ya que a los
Colección “V
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dad y justicia”
“Ver
erdad
57
militares se les debía tratar distinto que al resto de la población porque su
formación “profesional” conlleva cierta brusquedad en el trato. Dijeron que la
muerte de Erick fue un accidente o una acción negligente de los imputados.
Las y los acusadores sostuvieron que existía dolo eventual, consistente en
que el agresor –si bien no quiere directamente el resultado producido– es
capaz de figurárselo o imaginárselo como posible, y no obstante asume el
riesgo de su conducta; por tanto tiene que responder por una conducta
intencionada. Agregaron que en la culpa el agresor confía en su propia diligencia
para evitar el resultado, pero su obrar negligente no se lo permite. En este caso
no se observó alguna acción de los acusados que indicara que tomaron las
providencias necesarias, antes del ataque, para evitar el resultado fatal.
Entonces comenzó el desfile probatorio, que en su mayoría consistió en la
declaración de los cadetes que estuvieron presentes cuando acaecieron los
hechos; éstos relataron de nuevo los pormenores del crimen. Luego de escuchar
a los testigos se concedió la palabra a los imputados, quienes vertieron su
declaración indagatoria. Carlos Mauricio Melara admitió haber propinado el
puntapié mortal a Erick, pero no reconoció la intencionalidad eventual de su
acto. Por su parte, César Doratt rozó el cinismo al negar haber azuzado o
siquiera haber dirigido palabras a Melara aquella noche, a pesar que todos los
testigos manifestaron lo contrario.
Después los fiscales, querellantes y defensores, haciendo uso de las pruebas
recabadas y diversos aportes doctrinarios realizaron sus alegatos finales. Por
último, se concedió la palabra a la madre de Erick, quien pidió justicia para su
hijo y su familia. Los acusados también hicieron uso del derecho a la última
palabra y reiteraron que “eran inocentes”. Una vez finalizados los debates, el
Tribunal citó a las partes para el 27 de agosto del 2004 con el objeto de dar a
conocer su sentencia.
El día señalado, luego de una extensa fundamentación jurídica, el Tribunal
Primero de Sentencia de San Salvador condenó a Carlos Melara y César Doratt
por el delito de homicidio simple en perjuicio de Erick Mauricio Peña Carmona;
al primero como autor directo y al segundo como instigador. Los jueces
determinaron que efectivamente operó el dolo eventual y les impuso la pena de
58
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erdad
diez años de prisión. Esta decisión judicial sienta un precedente importante en
la jurisprudencia salvadoreña, que se había resistido durante años a admitir el
dolo eventual en una sentencia condenatoria.
Es importante apuntar que no obstante los jueces encontraron responsabilidad
individual en los acusados, éstos no dejaron de lado la responsabilidad indirecta
de la Fuerza Armada en el crimen. Expresaron que con su resolución intentaban
mandar un mensaje a los hombres y las mujeres de la milicia: no pueden seguir
poniendo en riesgo la vida de todos los que ingresan a sus filas, como ha ocurrido
durante años con una visión equivocada del castigo y la obediencia.
Remataron diciendo que uno de los objetivos de la Fuerza Armada es proteger
la vida, no arrebatarla. La sentencia destruyó uno a uno los ilógicos argumentos
de la defensa que justificaban el accionar de los condenados, como resultado
de una “costumbre” institucional. En todo caso esa “costumbre” es una atrocidad
que no debe ni puede permitirse. Ojalá ese importante veredicto cale hondo en
las escuelas militares y en los cuarteles.
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dad y justicia”
“Ver
erdad
59
El papel de…
En febrero del 2003, el IDHUCA realizó el Seminario “Víctimas y funcionarios
frente al debido proceso”. El objetivo era que las propias víctimas o sus familiares
expresaran cuál había sido el camino recorrido en busca de justicia entre las
distintas instituciones que integran el sistema de justicia. Asistieron
representantes de la Procuraduría General de la República, la Fiscalía General
de la República, la Policía Nacional Civil y la Procuraduría para la Defensa de los
Derechos Humanos. 44 Las víctimas también, comentaron cómo habían sido
tratadas por sus operarios. Una de las experiencias relatadas fue el caso “Cadete”,
expuesto por Morena Carmona de Canales, la madre de Erick. Tras la intervención
de Morena se discutió el caso en una mesa formada por funcionarios de las
mencionadas instituciones, quienes comentaron cuál debería haber sido
realmente el rol que les hubiera correspondido desempeñar de acuerdo a la
Constitución y demás leyes de la República.
Considerando lo anterior y con la evaluación de las distintas dependencias
estatales que –para bien o para mal– tuvieron que ver en la investigación de la
muerte de Erick Mauricio y el juicio de sus responsables, se ofrece a continuación
el detalle de lo actuado tanto por la institucionalidad como por los medios de
difusión masiva, el IDHUCA y las víctimas.
La Pr
ocur
aduría Gener
al de la RRee púb
lica
Procur
ocuraduría
General
pública
La Procuraduría General de la República (PGR) nombró defensores públicos
de la Unidad de Defensoría Penal en el proceso militar y en algunas fases del
proceso penal, para brindar asistencia técnica a los dos imputados, Doratt y
Melara; de esa forma, cumplía con su mandato constitucional de garantizar sus
derechos para el cumplimiento del llamado “debido proceso”. Los funcionarios
44
Se cursaron también invitaciones a miembros del Órgano Judicial, quienes declinaron la oferta y no
asistieron al evento.
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Colección “V
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dad y justicia”
“Ver
erdad
de la PGR que participaron en el Seminario organizado por el IDHUCA, evaluaron
la labor realizada por sus propios compañeros en el juicio militar y al inicio de las
investigaciones penales; de su reflexión, destaca la siguiente apreciación: “Las
dos personas de la defensa lo fueron por iniciativa propia, cuando no les
correspondía. Con ello se acreditaron un rol que no les correspondía en esa fase
procesal”.
Pero el análisis es más profundo cuando observaron que “hizo falta técnica,
la actuación de la PGR fue breve. Fue incorrecto el hecho que el Procurador,
siendo de San Salvador se mostrara parte en Soyapango. Entre las cosas criticables
está el hecho que uno de los defensores públicos al comentar que las botas
militares no eran idóneas para causar la muerte, expresó entre sonrisas: ‘¡Pues
ni que tuvieran rayos láser en la punta para poder matar!’. En realidad el defensor
bien pudo utilizar otro léxico que no ofendiera profundamente a los padres de
Erick, pues se puede hacer una buena defensa sin dañar sentimientos”.
De las propuestas que estos mismos funcionarios lanzaron para que no vuelvan
a ocurrir situaciones como las aquí descritas, hay dos que merecen rescatarse.
La primera, tiene que ver con “la celebración de reuniones periódicas de trabajo
y coordinación entre los titulares de instituciones como la Fiscalía General de la
República, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, la
Procuraduría General de la República, la Policía Nacional Civil, jueces y magistrados;
y que los acuerdos alcanzados se hagan extensivos al personal subalterno”. Y la
segunda: realizar capacitaciones para los distintos profesionales según su área
de trabajo, “para que se sepa responder con eficiencia y calidad a los problemas
que corresponda solucionar a cada institución”.
En la segunda vista pública, la PGR nombró a tres defensores para Carlos
Humberto Melara. Llama la atención el hecho de que, al contrario de lo que
sucede normalmente, se haya nombrado esa cantidad para asistir y representar
a un imputado; hay casos en los cuales, por ejemplo, para más personas
procesadas como miembros de “maras” sólo se nombra un defensor público
que, incluso, muchas veces es cambiado a lo largo del proceso. No obstante lo
anterior, se debe anotar que la defensa de Melara en esta ocasión fue bastante
profesional y ética, ya que centró su estrategia en lo debido y dejó de lado
cualquier falta de respeto para la memoria de la víctima y su familia.
Colección “V
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dad y justicia”
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61
La Fiscalía Gener
al de la RRee púb
lica
General
pública
Los auxiliares fiscales, a lo largo del caso, se acercaron mucho a la familia de
Erick Mauricio Peña Carmona y establecieron una buena coordinación con los
abogados del IDHUCA para plantear una estrategia común que –a final de
cuentas– terminó siendo exitosa. En esta oportunidad, no se detectaron las
graves deficiencias encontradas otras veces en las intervenciones de esta
dependencia del Ministerio Público; eso revela que es posible hacer esfuerzos
positivos para contribuir al esclarecimiento de los delitos y lograr que se alcance
justicia para las víctimas.
El tiempo transcurrido en la tramitación de este caso y los vaivenes propios
de la institución fiscal, propiciaron que los fiscales asignados a la investigación
fueran sustituidos en varias oportunidades. Lo anterior fue perjudicial, pues no
se logró mantener el hilo conductor de la acusación estatal y la calidad de la
misma no fue la mejor.
La PPolicía
olicía Nacional Ci
vil
Civil
La Policía Nacional Civil no tuvo mayor protagonismo en este caso. Según
Morena, la madre de la víctima, los agentes policiales actuaron profesionalmente.
Tanto ella como el resto de familiares sintieron que los investigadores designados
desempeñaron su papel según lo establecido por la ley. Si existió algún vacío u
otro tipo de deficiencia en la investigación, no se debe achacar a la PNC sino a
la tardanza en la comunicación por parte de los responsables de la Escuela de
Aviación Militar hacia la institución policial.
La Pr
ocur
aduría par
Procur
ocuraduría
paraa la
Defensa de los Derechos Humanos
La investigación de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos
(PDDH) inició a raíz de la denuncia hecha por los familiares de Erick Mauricio. La
institución calificó los hechos como muerte arbitraria consumada y violación al
debido proceso. Sus representantes en el Seminario al que se hizo referencia
antes, reconocen lo siguiente: “Por la etapa crítica que atravesó nuestra
62
Colección “V
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dad y justicia”
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erdad
institución, no se le dio el trámite debido y hasta se revictimizó a los familiares”.
Obviamente, hacen referencia a la turbulenta etapa que padeció la PDDH con el
nombramiento y la posterior renuncia de Eduardo Peñate Polanco como
Procurador.
“Posteriormente –continúan observando– con el nombramiento de la actual
titular se le da el trámite debido y se llega a una resolución dónde se reconoce
la violación al derecho a la vida contra Erick Mauricio Peña Carmona,
encontrándose responsables a dos jefes militares, por ser anormal su vigilancia
sobre el actuar de los cadetes y tolerar con normalidad las prácticas de castigos
penosos a los cadetes; encuentra también responsable a la Fuerza Armada por
obstaculizar la investigación del caso; asimismo se encuentra violatorio el actuar
del Juzgado Sexto de Sentencia por no observar el debido proceso; también se
encuentra ilegal el proceso militar establecido contra los cadetes imputados por
habérseles aplicado leyes militares, sin estos tener esa categoría”.
Como estos mismos funcionarios reconocieron ante Morena y Misael,
refiriéndose al desempeño de la PDDH, “debió de tramitarse debidamente el
caso y no esperar a un cambio de titular, ya que estos son solamente titulares y
los insumos a la investigación los dan los operadores jurídicos que somos
nosotros”. Su intervención concluyó con una afirmación sincera: “A las víctimas
no les interesan los problemas institucionales, sino que se les dé una respuesta”.
El Órgano Judicial
Las deficiencias del Órgano Judicial son, sin duda, una de las fallas esenciales
que permiten a la impunidad pasearse con total tranquilidad por el país. La
negativa a realizar la reconstrucción de los hechos y la audiencia especial que
se llevó a cabo para determinar una nueva calificación jurídica del delito, son
dos claros ejemplos en el caso de Erick Mauricio. Sin embargo, la sentencia de la
Sala de lo Penal de la Corte Suprema de Justicia supone un hecho esperanzador
sin precedentes. Nunca como en esta ocasión el máximo tribunal salvadoreño
se había pronunciado de acuerdo a las normas y principios del “debido proceso”,
que en este caso habían resultado violados.
Colección “V
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dad y justicia”
“Ver
erdad
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La nulidad de actuaciones ordenada por la Sala de lo Penal puso la suerte
de las víctimas en una situación delicada, ya que las posibilidades de ambas
partes en una nueva vista pública estaban parejas. Sin embargo, era la única
oportunidad real para que se hiciera justicia. Al final, el riesgo valió la pena.
La actuación del Órgano Jurisdiccional en este caso quedó sellada, al final,
con la valiente decisión del Tribunal Primero de Sentencia de San Salvador el
cual –de manera enérgica– se opuso a la impunidad e impuso el castigo a los
responsables directos e indirectos por la muerte de Erick Mauricio. El hecho de
admitir la comisión de un delito mediante la figura del dolo eventual, representa
un importante avance en la jurisprudencia penal salvadoreña; también lo es el
señalamiento realizado sobre la Fuerza Armada.
El JJuzg
uzg
ado de Primer
uzgado
Primeraa Instancia Militar
Ante la inusitada publicidad de los hechos, la Fuerza Armada inició un juicio
militar. El juez designado para valorar el caso en la jurisdicción castrense, al
conocer la contundencia de las pruebas, desestimó la posición adoptada por la
defensa de los imputados y elevó a juicio el proceso que concluyó con una
sentencia condenatoria para ambos imputados. Se les impuso la pena máxima
que la legislación militar tiene para estos casos; el Código de Justicia Militar
establece cuatro años de prisión. El juzgador de la causa consideró que tanto el
ex cadete Melara como el ex cadete Dorat, actuaron con premeditación y alevosía
contra la dignidad humana de la víctima Erick Mauricio Peña Carmona.
La Fuerza Ar
mada de El Salv
ador
Armada
Salvador
El comportamiento de la FAES estuvo lejos de ser un elemento facilitador en
la judicialización del caso; en la práctica, no ocurrió lo que tanto prometieron
sus más altos responsables a Morena y Misael, padres de Erick Mauricio. Fiel a
su tradición, la institución castrense obstruyó el acceso a la información y no la
facilitó cuando así se le requirió. El caso “Cadete” cuestiona el desempeño de la
Fuerza Armada de El Salvador después de la guerra, durante la presunta década
de la paz. Con la actitud asumida, se evidencia que poco o nada le importa la
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“Ver
erdad
muerte de Erick Mauricio y mucho menos la condena de los dos antiguos cadetes
responsables de la misma.
Pese a ello, no puede dejar de mencionarse que los compañeros de Erick en
el segundo año de la Escuela de Aviación Militar colaboraron al brindar importantes
declaraciones, tanto por su utilidad para resolver el caso como por el valor de
quienes las rindieron superando cualquier tipo de presiones y condicionamientos.
Preocupante es que a estas alturas de la historia, luego de todo lo ocurrido en
el país, muy poco hayan impactado a la FAES los nuevos valores y principios
doctrinarios establecidos en los acuerdos de paz.
No faltará quien diga que esa valoración es injusta, cuando en la actualidad
la Fuerza Armada de El Salvador no realiza las acciones por las cuales fue
cuestionada y condenada en el pasado reciente, durante el conflicto político y
bélico. Sin embargo, precisamente en este caso han aflorado actitudes similares
dirigidas a evadir responsabilidades institucionales, presionar a las víctimas e
intentar encubrir o distorsionar los hechos.
De ahí que el actual Ministro de la Defensa Nacional, general Otto Romero,
después de aceptar públicamente la decisión judicial final –¿le quedaba otra
posibilidad?– y reiterar que ese tipo de castigos están prohibidos en la institución
castrense, siga sosteniendo que la muerte de Erick Mauricio fue un hecho aislado
en lugar de abrirse al escrutinio público para desterrar, de una vez por todas,
estas prácticas y la impunidad con la que han querido ocultarlas. Contradictoria
o no la posición de la superioridad militar, lo cierto es que el cadete Peña
Carmona fue víctima de la crueldad institucionalizada producto de
comportamientos heredados del pasado, cuando la Fuerza Armada era una de
las principales violadoras de los derechos humanos en el país.
Los medios de difusión masiva
La receptividad de los medios fue evidente. El caso ocupó sus titulares por la
especial trascendencia del mismo, que supuso desde un primer momento el
cuestionamiento a la educación militar sustentada todavía en abusos físicos y
psíquicos.
Colección “V
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dad y justicia”
“Ver
erdad
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Además, Audiovisuales de la Universidad Centroamericana “José Simeón
Cañas” (AUCA) ganó un premio en el Festival Audiovisual Ícaro, de carácter
regional que se celebró entre el 8 y el 15 de noviembre de 2002 en Guatemala.
AUCA logró merecidamente ese reconocimiento con la realización y presentación
de un reportaje sobre el caso “Cadete”.
La selección del tema, como aseguraron sus autores, se hizo “tomando en
cuenta que en el país no se abordan casos judiciales como éste (Peña Carmona),
que no pasan de la mera noticia y muchas veces tienen trasfondo que en la
noticia no se logra ver, como la parte humana”.45
El IDHUCA
Su desempeño consistió en la asesoría legal y representación judicial de los
familiares de Erick Mauricio Peña Carmona, además, del apoyo y acompañamiento
en todas aquellas actividades que se desarrollaron alrededor del caso. Este
acompañamiento jurídico buscó no sólo hacer justicia para las víctimas, sino
también denunciar ante la sociedad salvadoreña el riesgo que conlleva la
impunidad y el mantenimiento de prácticas atentatorias contra la vida y dignidad
humana dentro de la Fuerza Armada.
Ordenada la repetición de la vista pública, el IDHUCA utilizó en sus alegatos la
figura del “dolo eventual” y descartó con ello las afirmaciones de la parte
defensora, en el sentido de que la muerte de Erick Mauricio fue “accidental” y
por lo tanto carente de intencionalidad. Dicho argumento fue aceptado por los
jueces en su sentencia final, condenando –de manera excepcional en la
jurisprudencia salvadoreña– a los responsables de este crimen por el delito de
homicidio simple. Con el acompañamiento jurídico brindado no sólo se buscó
obtener justicia para las víctimas, sino también denunciar ante la sociedad
salvadoreña el riesgo que conlleva la impunidad y el mantenimiento de prácticas
atentatorias contra la vida y dignidad humana dentro de la Fuerza Armada.
Al conjugar en este caso la asistencia legal con la denuncia pública de aspectos
estructurales que impidieron o dificultaron el acceso a la justicia para la familia
45
La Prensa Gráfica, 5 de diciembre de 2002.
66
Colección “V
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“Ver
erdad
de Erick Mauricio, se puso en tela de juicio el cumplimiento de compromisos
incluidos en los acuerdos de paz por parte de la milicia. Dentro de los mismos
destaca la necesidad de modificar el sistema de enseñanza en el interior de la
institución castrense, incorporando el estudio de los derechos humanos en todos
sus niveles de aprendizaje, como parte de las acciones requeridas para alcanzar
su verdadera profesionalización.
Las víctimas
Los familiares de Erick, en especial su madre y su padre, desde el trágico
suceso quisieron y exigieron que se hiciera justicia con la condena judicial de
los responsables materiales, pero también con la condena –al menos moral–
de la Fuerza Armada. Sobre este último asunto, las víctimas solicitaron a la
institución castrense la construcción de un busto de Erick dentro de las
instalaciones de la Escuela de Aviación Militar, como símbolo que impida el olvido
de los abusos sufridos por todos los cadetes al interior de la misma y nunca
más vuelvan a producirse. Pero la familia sigue esperando, pese a las
declaraciones del Ministro de la Defensa Nacional expresando su disposición
para elaborar el monumento.
Colección “V
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dad y justicia”
“Ver
erdad
67
La firme decisión de Morena y Misael la conoció el IDHUCA a los pocos
días de la tragedia que transformó sus vidas, cuando ambos llegaron al Instituto
universitario un día después de finalizar el novenario de Erick Mauricio. Su solicitud
era una: que se les brindara acompañamiento profesional en el esfuerzo que
comenzaban por obtener justicia. Lo que ocurrió después durante esa
conversación, es algo que debe consignarse y difundir entre la sociedad.
Al terminar de relatar los hechos ambos quedaron esperando la reacción
que, cuando se dio, sorprendió a Morena y Misael. El representante del IDHUCA
que los recibió les dijo que mejor fueran a otra entidad u organización; es más,
hasta se ofreció a acompañarlos para apoyarlos en cualquier otro lugar. Misael
no pudo disimular su extrañeza y, quizás, hasta su desencanto y molestia. ¿Por
qué?, era la interrogante que casi se alcanzaba a leer en el rostro de esa
madre y ese padre cargados de dolor y desconsuelo. La respuesta no se hizo
esperar: porque la participación del IDHUCA podía volver todavía mucho más
difícil una empresa de por sí muy compleja.
Se trataba de lograr justicia en El Salvador, donde hay quienes dentro de la
Fuerza Armada siguen viendo a la Universidad Centroamericana “José Simeón
Cañas” (UCA) como el enemigo empeñado en atacarla y destruirla. Todo por
exigir el respeto de la ley en otros casos como las muertes de la niña Katya
Natalia Jiménez, del joven arquitecto Ramón Mauricio García Prieto Giralt y de
seis sacerdotes jesuitas junto a una mujer y su hija adolescente.46 De una u otra
forma, esos casos tienen relación con militares.
Lo más profundo de esta reunión fue lo que entonces dijo Misael: “Pues por
eso es que hemos venido al IDHUCA. Por esos casos que ustedes han acompañado
y por la forma cómo lo han hecho. Yo quiero a la institución, pero antes de ser
militar soy padre y quiero justicia para mi hijo. Por eso les pedimos su apoyo”.
Llegaron pues al Instituto, conscientes de las dificultades adicionales que surgirían
en el camino por esa situación; sin embargo, la lucha de otras víctimas hizo que
se decidieran a luchar por hacer valer la dignidad y la memoria de Erick Mauricio,
sin importar los obstáculos.
46
Números 1, 2 y 4 de la Colección “VERDAD Y JUSTICIA”, Instituto de Derechos Humanos de la
Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» (IDHUCA).
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Colección “V
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“Ver
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Conclusión
“La incorporación normal del militar a la vida social,
el perfeccionamiento de su educación,
la apertura intelectual a nuevos planteamientos
podrían contribuir a que las cosas cambiasen”.47
¿Por qué se aplican castigos prohibidos en las escuelas militares? ¿Por qué
había varios oficiales pendientes del reconocimiento del cadáver de Erick Mauricio
en la morgue del Hospital Militar? ¿Por qué se presionó a los padres de la
víctima para que el IDHUCA no continuara trabajando en el caso? ¿Por qué no
se quiso realizar la reconstrucción de los hechos? ¿Por qué se realizó una
audiencia “especial” para determinar otra calificación jurídica del delito? ¿Por
qué se designaron tres defensores públicos a Carlos Mauricio Melara, cuando
en otros casos apenas asignan uno? En torno a este caso todavía quedan estas
y otras interrogantes por responder.
Es evidente que la muerte de Erick Mauricio muestra una radiografía clara
sobre el estado en que se encuentra la Fuerza Armada de El Salvador. Sus
“dolencias” fundamentales son la corrupción, los abusos de autoridad, la
impunidad, el encubrimiento y el silencio. Sin embargo, para llegar a ese
diagnóstico se debe señalar previamente que son escasos los “exámenes
clínicos” realizados a la institución marcial, sobre todo en lo relativo al análisis
de su peso en la sociedad civil tras el fin de la guerra. Eso responde, en parte,
a que son los mismos militares quienes controlan la información que sale de
sus cuarteles. En todo caso, se sigue impidiendo que personas ajenas al ejército
conozcan –por los canales habituales de acceso a la información en toda
administración pública– lo que sucede en su interior. ¿El motivo? Mantener a
cualquier precio los privilegios y las cuotas de poder que gozaron en el pasado,
incompatibles con la realidad actual. Contra ese muro chocaron Morena y Misael,
47
Revista Estudios Centroamericanos (ECA). “Los militares y la paz social”, Op.Cit., pp.485-486.
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en su intento personal de “pedir cuentas” a la FAES por su responsabilidad en
la muerte de Erick.
Casualidad o no, lo cierto es que la realidad al interior de los cuarteles es
bien distinta a la imagen oficial que sus propios miembros quieren ofrecer. La
suma de los diferentes casos de víctimas recogidos en este cuaderno lleva a
concluir que no son simples “hechos aislados”, como pretenden presentarlos
sus voceros ante la opinión pública. En verdad, las “viejas costumbres” se siguen
imponiendo. Si eso sucede es porque todavía son muchos al interior de la
institución que las toleran o las ejercen a cambio de reconocimientos o
recompensas de diverso tipo. A esa tradición se enfrentó Erick, pagando por ello
el más alto precio: su vida.
Precisamente, la FAES en la actualidad se sitúa más cercana al concepto
clásico de “una institución no deliberante y esencialmente obediente a su
Comandante General (que) tiene una fuerte centralización en las decisiones,
relaciones verticales en la cadena de mando, ejecución de órdenes sin cuestionar
su fundamento, obediencia, disciplina (y) espíritu de servicio”;48 todavía se
encuentra lejos de ser una fuerza de defensa adaptada a los principios de
seguridad democrática que se propone para la región centroamericana, en
tratados internacionales suscritos también por el estado salvadoreño.
Por eso es necesario hacer un breve recorrido histórico para revisar
puntualmente lo más sobresalientes de la evolución institucional durante los
últimos casi trece años. Así se pretende mostrar que la muerte de Erick Mauricio
no fue accidental, sino fruto de unos valores y una doctrina militar que al día de
hoy se conservan vigentes. Además, se pretende desmentir la falsa creencia de
que son las leyes las que van a provocar los cambios. No servirán de mucho
mientras los principios y la filosofía que éstas conllevan no se interioricen; mientras
los militares de alta no las asuman, las pongan en práctica y las defiendan al
interior de la institución. De no ocurrir eso, todo el esfuerzo realizado hasta la
fecha y los millones de dólares invertidos no habrán valido la pena.
48
Castro Morán, Mariano. “Función política del ejército salvadoreño en el presente siglo”, Colección
Premio Nacional de Ensayo, Volumen 16, UCA Editores, 1983.
70
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Lo primero a considerar son los acuerdos de paz, donde se rubricó la
redefinición de los principios doctrinarios de la Fuerza Armada reconociendo
como su única misión la defensa de la soberanía del Estado y de la integridad
territorial. De éstos destaca que a partir de entonces la Fuerza Armada debería
guardar el respeto necesario “al orden político determinado por la voluntad
soberana del pueblo y a todo cambio político o social que dicha voluntad genere,
de conformidad con procedimientos democráticos que se adecuen a la
Constitución”.49 Además, junto a estos principios básicos, también se reconocieron
los de carácter no decisorio en el campo político y el asentamiento de su doctrina
sobre la distinción entre los conceptos de seguridad y de defensa nacional.50
De los acuerdos de paz también se derivaron dos comisiones: la primera
fue la ad hoc para la depuración de la Fuerza Armada; la segunda fue la Comisión
de la Verdad. Para acabar con todo lo que sumió a El Salvador en la etapa más
oscura de su historia, se acordó que era necesario contar con esas
“herramientas de choque”51 para cortar de raíz la violencia y la impunidad
padecidas en el pasado reciente.
El propósito inicial de la Comisión ad hoc era contribuir a una transformación
profunda de la milicia salvadoreña. Sin embargo, su trabajo tan solo duró cuatro
meses y entre las dificultades que encontró destaca la tardía y reducida
información que brindó la FAES. “En síntesis, desde su inicio, la institución militar
opuso una clara resistencia a este esfuerzo” . 52 Debido a los numerosos
problemas encontrados, el informe presentado en septiembre de 1993
únicamente pudo investigar al once por ciento de los 2,203 nombres señalados
en la “Nómina de señores jefes y oficiales de alta en la Fuerza Armada”.53
Literal C, número 1, capítulo I del Acuerdos de Chapultepec.
“La defensa nacional, a cargo de la FA, tiene por objeto la garantía de la soberanía e integridad
territorial frente a una amenaza militar externa. El mantenimiento de la paz interna, de la tranquilidad,
del orden y de la seguridad pública están fuera de la misión ordinaria de la FA”. Literal E, número 1,
capítulo I del Acuerdo de Chapultepec.
51
IDHUCA “La agenda pendiente, diez años después (De la esperanza inicial a las responsabilidades
compartidas)”, noviembre del 2002, p.45.
52
Ibid., p.46.
53
Ibid., p.48.
49
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Por su parte, la Comisión de la Verdad –con los testimonios de miles de
víctimas, la información que aportaron organizaciones sociales de derechos
humanos y los datos obtenidos por sus medios– elaboró un informe final dentro
del cual se incluyeron algunas de las violaciones más graves de derechos humanos
por las cuales se responsabilizaron a oficiales que aún se encontraban de alta.
Para éstos se recomendó expresamente la separación de sus cargos y su baja.
No hay que olvidar que dicho informe, publicado el 15 de marzo de 1993, fue
decisivo para la determinación oficial de la responsabilidad sobre la participación
de la FAES en las matanzas más cruentas ocurridas durante el conflicto armado.
La profundidad de los argumentos contenidos en este informe exigen
analizarlos con detenimiento. La Comisión dedicó un apartado de recomendaciones precisas a las instituciones responsables; era el referido a la erradicación
de las causas estructurales directamente vinculadas con los hechos que examinó.
En la parte dedicada a las reformas en la Fuerza Armada, afirmó que debía
“prestarse atención especial a la subordinación del estamento militar a las
autoridades civiles, el control democrático sobre los principales ascensos y
destinos de mandos, el rigor en las par tidas presupuestarias, una mayor
descentralización de la estructura militar, la aplicación de la nueva doctrina y el
nuevo sistema educativo de la Fuerza Armada y la constante profesionalización
de sus cuadros”.54
La Comisión señaló, además, uno de los problemas medulares de la milicia
salvadoreña: lo relativo a la “cadena de mando” y la llamada “obediencia debida”.
Para encarar eso recomendó crear “un mecanismo sencillo y práctico para
resolver la situación en que se encuentra un subalterno que recibe una orden
ilegal, de modo que éste sea protegido cuando se niegue a cumplirla”.55 Asimismo,
planteó derogar “la disposición del artículo 173 de la Ordenanza del Ejército
que obliga al subalterno a obedecer en todas las ocasiones y riesgos, las órdenes
que recibe de un superior y eliminar el compromiso de hacerlo así de la fórmula
que se emplea cuando se presta el juramento solemne de fidelidad a la bandera
Comisión de la Verdad. “De la locura a la esperanza. La guerra de doce años en El Salvador”, Informe
de la Comisión de la Verdad, capítulo V “Recomendaciones”, romano II “Erradicación de las causas
estructurales directamente vinculadas con los hechos examinados”, literal A “Reformas en la Fuerza
Armada”. Revista Estudios Centroamericanos (ECA), N°533, Marzo 1993, Año XLVIII, p.317.
55
Ibid.
54
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dentro del ceremonial militar. Debe quedar explícito, en todo caso, que la llamada
‘obediencia debida’ no exonera a quien cumple una orden cuando la misma es
manifiestamente ilegal”.56
¡Cuánto dolor pudo evitarse si se hubieran cumplido estas recomendaciones!
Por desgracia, cinco días después de publicadas, la Asamblea Legislativa respondía aprobando la Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz; así
liberaba de cualquier responsabilidad a los criminales y sus encubridores. Los
legisladores que discutieron elegir entre el olvido o la memoria, terminaron
cubriendo con guantes blancos las manos asesinas manchadas con sangre
inocente.
Silenciadas por decreto las voces de las víctimas, la FAES pudo iniciar su
particular proceso de “transformación”. Para ello se diseñó el llamado “Plan
Arce 2000”. Una de las prioridades del mismo fue “la renovación del marco
normativo básico de la seguridad y defensa. Como parte de ello, se planteó la
presentación de las siguientes leyes: Carrera Militar (aprobada en 1995; Ley
Orgánica de la Fuerza Armada de El Salvador (aprobada en 1998); de la Defensa
Nacional (aprobada en 2002); Control de Armas de Fuego, Municiones, Explosivos
y Artículos Similares, Seguridad Nacional; Ley de Reclutamiento y Reserva; y los
Estatutos de la Universidad Militar”.57 Asimismo, el Plan Arce se trazó como
objetivo “la reforma del sistema de justicia militar, para lo cual se contemplaron
modificaciones al Código Penal Militar y al Código Procesal Penal Militar” .58
Sin embargo, como se reconoce en el Segundo Informe sobre Desarrollo
Humano en Centroamérica y Panamá, “este proceso de reforma militar en El
Salvador ha tenido una característica muy particular: los civiles han quedado
relativamente marginados de la reforma de la normativa, las instituciones, la
doctrina y las políticas de seguridad. De esta forma, el proceso no fue acompañado
por una concertación parlamentaria, y por la participación y consenso de las
Ibid.
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). “Segundo Informe sobre Desarrollo
Humano en Centroamérica y Panamá”, capítulo 6 “El desafío de la democratización de los regímenes
políticos, p.246.
58
Ibid.
56
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73
diversas fuerzas sociales”.59 El mismo documento termina lanzando una señal
de alerta al advertir que “tal independencia (…) puede incluso convertirse en
factor de riesgo para la desmilitarización” .60
Hay quien afirma que la FAES está dando “pasos de cangrejo”. Acá conviene
traer a cuenta un hecho relevante ocurrido en el marco de una polarizada
“precampaña electoral presidencial”.61 El 9 de septiembre del 2003 fue presentada
en público la Asociación de Veteranos Militares de El Salvador “General Manuel
José Arce” (ASVEM). Al mencionado acto asistieron en masa, como fundadores,
la plana mayor de la cúpula militar del país durante la guerra. Lo primero que
aseguraron ante micrófonos y cámaras fue su supuesta apoliticidad. “Nunca
formaremos parte de partidos políticos de izquierda, centro o derecha”, dijo su
presidente fundador el general René Emilio Ponce.
Sin embargo, pese a estas aparentemente mesuradas palabras no se debe
dejar de lado la trascendencia que han tenido los actos oficiales y declaraciones
públicas de las altas cúpulas militares en la historia reciente del país. Dicen sus
fundadores que la ASVEM pretende respetar la “memoria histórica de los
salvadoreños”; el citado Ponce anunció además que entre sus objetivos se
encuentran: “velar por la permanencia, prestigio, dignidad y honor de la Fuerza
Armada, y fortalecer los valores éticos de las nuevas generaciones”. Pero, como
era de esperarse, el mencionado militar y ex Ministro de la Defensa Nacional
dejó muy bien establecidas -en el mismo discurso- las aspiraciones reales de la
Asociación. Según éste, existe una “amenaza real a este sistema”; por tanto, él
y todos sus compañeros se sienten llamados a “mantener al país en el camino
correcto”. Todo eso porque, tal como ellos mismo se intentan justificar, “la
agresión comunista es totalitarista y busca introducir un sistema como el
cubano”.62
Pronunciamientos de este estilo son muestra del franco retroceso en lo relativo
a los tímidos avances democráticos ocurridos desde el fin de la guerra en El
Ibid.
Ibid.
61
Las elecciones a la presidencia de la República se celebraron seis meses después, el 21 de marzo de
2004.
62
En referencia a la posible victoria electoral del principal Partido de oposición, el Frente Farabundo
Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
59
60
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Salvador, hace ya más de doce años. Además, hacen dudar de la utilidad o
efectividad del monitoreo de Naciones Unidas realizado sobre el llamado “proceso
de paz” cuando unos meses después de cerrada dicha misión internacional la
antigua plana mayor castrense se presenta, de nuevo, como la encargada de
salvar al país de las “garras del comunismo”. En especial porque entre los
miembros constituyentes de la ASVEM se encuentran militares graduados junto
con Ponce en 1966; se trata del grupo conocido popularmente como “la
Tandona”. Ellos son el general Juan Orlando Zepeda y los coroneles Francisco
Helena Fuentes e Inocente Orlando Montano, entre otros. Éstos, que ahora
pretenden fortalecer los valores éticos entre la juventud, son los mismos que
aparecieron señalados dentro del Informe de la Comisión de la Verdad como
autores intelectuales de la ejecución de los sacerdotes jesuitas y sus dos
colaboradoras, el 16 de noviembre de 1989.
¿Cómo van a defender el honor de la Fuerza Armada, precisamente quienes
la deshonraron con sus horrendos crímenes contra personas inocentes e
indefensas? ¿Cómo van a hablar de defender este “sistema” cuando, desde su
perversidad, han hecho todo para burlar la justicia –fundamental para la vivencia
democrática– y mantenerse impunes?
Actos como éstos revelan las limitaciones del “proceso de paz salvadoreño”
y el reducido compromiso oficial por cumplir lo firmado en Chapultepec. Con la
aparición pomposa de “la Tandona” se manda una señal de alerta al pueblo. La
sociedad entera debe estar pendiente, ya que estas manifestaciones representan
un serio peligro para la gobernabilidad del país y evidencian que grupos como
éste sólo esperaban que el somnífero de la amnistía y la impunidad les diera la
oportunidad de acechar de nuevo. Eso, pese a que aún está pendiente la acción
de la justicia sobre ellos. Hay que hacer algo, pues, para no tener que “enfrentar
las tentaciones de una ‘vuelta al pasado’ o la emergencia de ‘manos duras’ que
prometen ilusiones”.63
Para hablar de una verdadera transición, la milicia tiene que asumir en serio
los valores democráticos. Todavía se sigue realizando una vaga lectura de lo
que supone su existencia en una democracia. La sumisión del poder militar al
civil no sólo significa la obediencia a la Constitución de la República y demás
63
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Op.Cit.
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leyes. También exige que las viejas estructuras y costumbres internas de la
institución se renueven, depurando lo obsoleto, para que la administración pública
militar se adapte e incluya en su ordenamiento interno los controles y límites
necesarios, imprescindibles en todo Estado de Derecho.
Esconderse y no rendir cuentas a la sociedad argumentando que toda la
información militar es material que afecta directamente a la seguridad y defensa
nacional, evidencia que –pese al maquillaje legislativo y las labores “sociales”–
la FAES no ha dado pasos firmes en su proceso de adaptación a una realidad
distinta. Peor aún: la aprobación de leyes como la de la Defensa Nacional o la
realización permanente de labores que no le son propias, como las de seguridad
pública en los llamados “Grupos de Tarea Conjunta”, distorsionan peligrosamente
las cosas.
“Hoy en día, la ausencia de directrices de largo plazo sobre la misión de los
ejércitos agudiza la tentación de utilizarlos instrumentalmente para atender
fenómenos apremiantes, pero ajenos a las tradicionales funciones de la institución
militar” .64
Eso dice el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo; además sostiene
que “la Fuerza Armada ha fortalecido las relaciones civiles y militares, participando
en planes de apoyo a la paz interna, el combate al narcotráfico, auxiliando a la
población civil en casos de desastres, realizando campañas médicas y de
alfabetización; la preservación de fauna y flora marina, y auxiliando a los centros
correccionales a través de instructores para los menores infractores y últimamente
en la reconstrucción del país, tanto en la parte logística en lo que se refiere a la
recepción, clasificación, almacenamiento y distribución de las ayudas, como en
la construcción de viviendas temporales para los damnificados a consecuencia
de los terremotos. Se está planeando, por parte del Ejecutivo, para el combate
al crimen organizado”.65
Por todo eso es necesario rebatir las tesis de quienes aseguran que a partir
del 16 de enero del 1992 se inició la llamada “transición salvadoreña”; no es
cierto que se pasó de la guerra a la paz, del militarismo a la desmilitarización y
64
65
Ibid.
Ibid.
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del autoritarismo a la democracia.66 Únicamente se acabó con la violencia política
y el conflicto armado, que no es poca cosa pero tampoco es suficiente. Si por
algo destaca hoy el país en la región y el mundo es por sus altos índices de
criminalidad y violencia social. En todo caso, se ha pasado de la ausencia de
guerra a la ausencia de paz.
Asimismo, si bien es cierto que la planilla militar se redujo según lo acordado
en 1992, la influencia de sus altos miembros en la vida política –sobre todo de
aquellos que la dirigieron durante la guerra– no ha perdido fuerza. El presupuesto
de la FAES sigue siendo secreto y continúa vigente la falsa creencia de que los
altos puestos de dirección política relacionados con la materia –como el Ministerio
de la Defensa Nacional– debe ser ocupado por militares, porque sólo ellos están
“aptos” para esa tarea. En definitiva, la realización democrática de la sociedad
salvadoreña no ha pasado por tan pretendido cambio pues no se han dejado
atrás las actitudes autoritarias.
Del caso de Erick Mauricio Peña Carmona y otros se desprende que los
tratos en las escuelas militares son severos y le provocan un impacto muy fuerte
a los alumnos recién llegados. Con ellos se busca despersonalizar al individuo;
embrutecerlo, humillarlo y deshumanizarlo, para que renuncie a los principios
y valores propios de su esencia como persona humana. Por eso es necesario
dejarse de eufemismos y calificar los castigos arbitrarios y abusos de autoridad
como lo que son: torturas. Y la tortura es un delito. Pero, además, en una
institución tan vertical como la FAES la cadena de mando es un obstáculo para
la denuncia y facilita, así, la impunidad. Que se sigan dando o no situaciones
como la ocurrida con Erick dependerá mucho del carácter del superior inmediato;
que se toleren o no esas práctica “educativas” dependerá, también, del
profesionalismo de los mandos medios y altos.
Pero se sigue actuando sobre los efectos y no sobre las causas. En la
actualidad, los obstáculos no sólo se encuentran en la determinación de las
respectivas responsabilidades judiciales militares, penales o civiles del superior
que abusando de su autoridad emite órdenes ilegales. Existe otro problema
previo: aquellos oficiales que habiendo sido formados en las escuelas castrenses
66
Córdova Macías, Ricardo. Op.Cit., p.2.
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77
tras el fin de la guerra con la nueva doctrina militar, mantienen tradiciones
radicalmente opuestas a ésta.
¿Cuáles son los posibles caminos? En países cercanos al nuestro, como
México, se han propuesto iniciativas que buscan la reforma interna del sistema
educativo militar para darle un giro humanitario y terminar con aquellos aspectos
que deforman el carácter de un militar hasta convertirlo en un ser sumiso,
obediente, incapaz de criticar o cuestionar las órdenes cuando no están fundadas
y motivadas legalmente. Además, se busca terminar con el culto a la personalidad
y el servilismo del subordinado hacia el superior. Se quiere hacer del militar un
profesional de verdad. Otro aspecto a revisar es el servicio militar de carrera,
para que esté apoyado en el mérito y no en el “compadrazgo” o el “amiguismo”.67
En síntesis, la Fuerza Armada debe democratizarse. Esto no significa, como
muchos puedan pensar, someter a votación las órdenes que emanan del mando
militar. No se trata de eso. Su democratización tiene que ver con la rendición de
cuentas cuando hay abusos y con la transparencia del presupuesto que el Estado
le entrega, sabiendo al detalle en qué lo va a emplear.
El caso del cadete Erick Mauricio Peña Carmona ha pasado por trances muy
delicados y difíciles. Su crimen pudo ingresar a la larga lista de aquellos ocurridos tras el fin de la guerra que permanecen en la impunidad. Pero no. Sus
padres lucharon -como lo han hecho los de los hermanos Carías, Ramón Mauricio
García Prieto, Adriano Vilanova, William Gaytán, Katya Natalia Miranda Jiménez,
hasta el fin para obtener justicia y lo lograron.
El presente caso indica que se pueden hacer las cosas, pese a que casi trece
años después de la guerra el sistema salvadoreño no cuenta con muchos créditos
a su favor. Es, además, un llamado de atención sobre lo que ocurre en de la
institución armada más allá de los aplausos que casi todo el mundo le brinda
actualmente. Porque, en realidad, a estas alturas, resultan demasiado peligrosas
declaraciones como la siguiente: “(…) si yo no disciplinaba a los cadetes el
castigo que yo les puse a ellos se me iba a ser impuesto a mí por parte de los
oficiales. Los oficiales lo obligan a uno a darles ese trato a los cadetes de menor
67
Testimonio del general Francisco Gallardo, mexicano. Encuentro Mesoamericano “VERDAD, JUSTICIA Y
PAZ”. Marzo 2003.
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antigüedad y de no ser así lo van evaluando con mala nota a los cadetes más
antiguos, por ser faltos de vocación militar al no corregir una falta…”.68
¿Qué habría ocurrido si los padres de Erick Mauricio no denuncian los hechos
y no insisten en reclamar justicia? Demos gracias a la gente que, como estas
víctimas, no agacha la cabeza ni se resigna ante las arbitrariedades y la
impunidad. Son ellas las que van a salvar a El Salvador.
Al final, brilló la justicia en un país en donde es muy difícil obtenerla. Hoy es
posible decir, entonces, que la vida ofrendada por Erick Mauricio ha servido para
revisar la eficacia de los cambios en el país y exigir que se impulsen las
transformaciones que hacen falta en todos los ámbitos y niveles. La riqueza de
esta dolorosa experiencia radica en que se obtuvo justicia para sus padres,
como ya se apuntó; pero además se cuestionó la formación militar de los cadetes
y se sentó en el banquillo de los acusados a la institución armada, que ha
dejado de ser “intocable”.
De ahí el valiente y valioso fallo del Tribunal Primero de Sentencia en este
caso, cuando concluye “(...) que la Fuerza Armada, está para guardar y proteger
la vida y no para lesionarla, mutilarla. En un Estado Constitucional de Derecho
Democrático al cual estamos aspirando cada día en esta sociedad salvadoreña,
no se puede permitir ese tipo de conductas, la vida es el valor fundamental más
grande que hay en la humanidad, y los ejércitos están para protegerla de lo
contrario si se permite eso se puede revertir causándonos el daño que hemos
vivido anteriormente a los Acuerdos de Paz, un militar es abnegado, tiene espíritu
militar, patriótico, obediente, subordinado, disciplinado, respetuoso, tiene honor,
lealtad, honradez, veracidad, responsabilidad, virtudes que no encontramos en
estos dos imputados CARLOS MAURICIO MELARA y CESAR HUMBERTO DORATT
ÁLVAREZ, y no es mejor militar aquel que tiene mayor capacidad de recibir golpes
y que lo haga convencerse que el horizonte de la impunidad es lo único posible,
sino aquel que tiene valores altos en beneficio de su patria, del débil, (...)”
68
Declaración judicial de Carlos Mauricio Melara, condenado por la muerte de Erick Mauricio Peña
Carmona.
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Títulos publicados de la colección
1. Caso “Katy”
2. Caso “García Prieto” (2da. Edición)
3. Caso “Hermanos Carías”
(Memo y Lico)
4. Caso “Jesuitas”
5. “Dónde estás Marcelo”
6. “Caso Cadete”
80
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