Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 2 13/08/2014 08:54:14 a.m. De súbditos a ciudadanos siglos xvii-xix El proceso de formación de las comunidades criollas del Caribe hispánico (Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo) Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 3 13/08/2014 08:54:14 a.m. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 4 13/08/2014 08:54:14 a.m. Archivo General de la Nación Volumen CCXX Jorge Ibarra Cuesta De súbditos a ciudadanos siglos xvii-xix El proceso de formación de las comunidades criollas del Caribe hispánico (Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo) Tomo II Santo Domingo 2014 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 5 13/08/2014 08:54:14 a.m. Cuidado de edición: Kary Alba Rocha Diagramación: Yahaira Fernández Vásquez Diseño de cubierta: Engely Fuma Santana Motivo de cubierta: La Plaza del Mercado, calle del Comercio, hoy Isabel la Católica. Frank Leslie ´s Ilustrated, New York, feb.-jul., 1871. La fecha de la foto es 1ro. de abril 1871. © Jorge Ibarra Cuesta De esta edición © Archivo General de la Nación (vol. CCXX) Departamento de Investigación y Divulgación Área de Publicaciones Calle Modesto Díaz, No. 2, Zona Universitaria, Santo Domingo, República Dominicana Tel. 809-362-1111, Fax. 809-362-1110 www.agn.gov.do ISBN: 978-9945-586-13-8 Impreso en República Dominicana / Printed in Dominican Republic Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 6 13/08/2014 08:54:14 a.m. Contenido Capítulo V Semejanzas y contrastes de las comunidades criollas en las antillas hispanoparlantes.......................... 17 Estratificación etnosocial de las sociedades antillanas hispanas. La primera gran división del trabajo...................... 17 1. Las prevenciones de la Corona y de las autoridades coloniales españolas respecto a los criollos ............................ 24 2. La creciente desconfianza del poder colonial en las milicias criollas blancas y «de color»........................... 46 3. La legislación segregacionista que separaba a criollos y peninsulares .................................................... 71 4. Compartimentando a los funcionarios coloniales de las comunidades criollas y de ellos mismos ....................... 73 5. La progresiva militarización de las posesiones antillanas de España........................................................ 78 6. Un paréntesis metodológico: las entidades institucionales de pertenencia participativa ......................... 83 7. Funciones de los cabildos antillanos. Su naturaleza oligárquica................................................. 85 8. Ordenación original de los cabildos por las Leyes de Indias ................................................................ 93 7 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 7 13/08/2014 08:54:14 a.m. 8 Jorge Ibarra Cuesta 9. La familia criolla, base de sustentación de la sociedad colonial en precario.............................................. 97 10.Algunas reglas de oro de la política colonial española ....................................................................... 106 11.La distribución de las tierras en las Antillas hispánicas .................................................................... 110 12.La reforma del sistema de tenencia de tierra ....................... 118 13.La otra cara del imaginario caribeño: la decadencia de España durante el Siglo de Oro. La metrópolis y sus posesiones antillanas: sociedades de conflictos ................................... 131 Capítulo VI La temprana formación de la identidad puertorriqueña..................................................................... 135 1. Las imposiciones del Estado colonial a los cabildos de Puerto Rico ................................................... 135 2. Temprana toma de partido del Estado colonial a favor de los vegueros en sus conflictos con los terratenientes boricuas............................. 137 3. El siglo de la miseria en Puerto Rico ................................. 150 4. San Juan vs. San Germán .............................................. 159 5. Persecuciones y encarcelamientos de los regidores y alcaldes criollos. ..................................... 161 6. Las medidas borbónicas contra el contrabando y la autonomía de los cabildos en el siglo xviii puertorriqueño............................................................... 170 7. La subordinación de los cabildos de tierra adentro a los tenientes gobernadores ................................ 171 8. Exigencias de las autoridades coloniales para que regidores y alcaldes cumplan con sus obligaciones tributarias........................................ 172 9. Medidas defensivas del cabildo de San Juan vs. la disgregación y la dispersión que implicaba la regatonería ................................................................ 176 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 8 13/08/2014 08:54:14 a.m. De súbditos a ciudadanos...9 10.La defensa de la integridad étnica y social del cabildo criollo ........................................................... 178 11.Conflictos entre los cabildos de las ciudades-puerto y los de tierra adentro .............................. 180 12.La potestad de los cabildos de repartir las tierras y el poder constitutivo de la oligarquía edilicia ......................................................... 182 13.Las cuentas no saldadas del todo en los juicios de residencia entre el patriciado criollo y las autoridades coloniales.............................................. 185 Capítulo VII Santo Domingo: una identidad forjada contra propios y extraños................................................................ 187 1. El derecho a repartir las tierras en Santo Domingo.............................................................. 187 2. La cuestión del contrabando y del desmembramiento de la comunidad territorial ...................................................................... 192 3. Los reclamos propios del patriciado dominicano vs. los desmanes de las autoridades coloniales .................................................... 200 4. La unidad de los cabildos dominicanos frente al Estado colonial. Todos para uno y uno para todos ............................................................ 202 5. El creciente empobrecimiento dominicano ........................... 205 6. Las reivindicaciones corporativas de los cabildos dominicanos...................................................... 211 7. La hegemonía política y cultural del cabildo de Santo Domingo sobre el vecindario criollo ...................... 216 8. Las pugnas entre la Real Audiencia de Santo Domingo y los cabildos criollos ............................ 219 9. Las contradicciones de la Real Audiencia con los cabildos se mantuvieron activas en el siglo xviii. .............................................................. 225 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 9 13/08/2014 08:54:14 a.m. 10 Jorge Ibarra Cuesta 10.Los pleitos del cabildo de Santo Domingo con Bitrián de Viamonte ................................................ 230 11.El lugar de cada quien en las ceremonias y solemnidades públicas dominicanas ............................... 235 12.Los juicios de residencia y la oportunidad de resarcirse que tenían las autoridades coloniales...................................................................... 238 13.La autonomía administrativa de los cabildos dominicanos cuestionada por el Consejo de Indias ...................................................................... 239 14.Conflictos con las autoridades coloniales por la composición terrateniente y criolla de los cabildos................................................................ 241 15.Las autoridades coloniales se encargaban de acentuar la separación entre los criollos blancos y los criollos negros. ............................................ 248 Capítulo VIII Condicionamientos de las relaciones del poder colonial con la región centro-oriental de Cuba.............251 1. Las ordenanzas municipales del oidor de la Real Audiencia de la Española Alonso de Cáceres Ovando en 1574. ................................. 251 2. Guerra naval contra los enemigos de la Corona española en el mar Caribe .................................... 259 3. Medidas infructuosas del poder colonial contra el patriciado santiaguero y bayamés. El espejo de la paciencia .................................................. 261 4. El patriciado santiaguero se opone a la injerencia del Santo Oficio en su jurisdicción ..................... 268 5. Los conflictos de los cabildos de Santiago de Cuba y de Bayamo con el gobernador del Departamento Oriental en el siglo xvii. ..........................270 6. Supresión de la facultad de repartir tierras a los cabildos de la isla ....................................................272 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 10 13/08/2014 08:54:14 a.m. De súbditos a ciudadanos...11 7. Prohibición colonial de producir aguardiente de caña en América.........................................................275 8. La obligación de la pesa: manzana de la discordia entre los patriciados criollos..........................277 9. El enemigo externo: sus agresiones a la isla en el siglo xvii.....................................................279 10.La contraofensiva española: la cooptación de sectores del patriciado y las comunidades criollas por la Corona mediante la expedición de patentes de corso y concesión de comisos ..........................281 11.La mediación de la Corona en las pugnas entre las autoridades coloniales y los cabildos de las Antillas ................................................................292 Índice Onomástico..........................................................295 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 11 13/08/2014 08:54:14 a.m. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 12 13/08/2014 08:54:14 a.m. Por un olvido del autor, en el primer tomo de esta obra no apareció consignado que gran parte de la investigación que hizo posible este texto fue financiada por una beca que en el año 2000-2001 otorgara el programa SEPHIS* para estudios de historia comparada Sur-Sur, promovido por el International Institute of Social History de Amsterdam, Países Bajos. South-South Exchange Programme for Research on the History of Development. * Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 13 13/08/2014 08:54:14 a.m. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 14 13/08/2014 08:54:14 a.m. “La identidad social nace en la diferencia, y la diferencia se afirma contra lo más próximo, que representa la mayor amenaza” Pierre Bourdieu “Fabulosa resistencia de la familia cubana. Arca de nuestra resistencia en el tiempo...” José Lezama Lima Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 15 13/08/2014 08:54:15 a.m. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 16 13/08/2014 08:54:15 a.m. Capítulo V Semejanzas y contrastes de las comunidades criollas en las antillas hispanoparlantes Estratificación etnosocial de las sociedades antillanas hispanas. La primera gran división del trabajo Las relaciones de los cabildos y las comunidades criollas con la Corona y las autoridades coloniales constituyen uno de los ejes que ameritan ser abordados en el estudio de la evolución histórica del Caribe hispánico. Las contradicciones entre los cabildos (órganos del patriciado criollo local) y las autoridades coloniales (representativas del poder imperial de la Corona española) encierran una de las claves del proceso de formación nacional antillano. Los cabildos seculares y eclesiásticos fueron las únicas instituciones de las Antillas hispanoparlantes controladas por los criollos en el transcurso de los siglos xvii y xviii. De acuerdo con el historiador del derecho colonial dominicano Wenceslao Vega, la distribución de cargos en la administración colonial de Santo Domingo se correspondía con la estratificación etnosocial de las posesiones coloniales: 17 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 17 13/08/2014 08:54:15 a.m. 18 Jorge Ibarra Cuesta Mientras los nombramientos de Gobernador, Oidores de la Real Audiencia, Tesoreros, Arzobispos, etc., recaían siempre en funcionarios venidos de España, los cargos municipales (Alcaldes, Regidores, Alguacil, etc.) estuvieron generalmente en manos de los naturales de la colonia. 1 Las investigaciones de la historiadora puertorriqueña Elsa Gelpí Baíz revelan el predominio progresivo de los capitulares criollos en el cabildo de San Juan desde la segunda mitad del siglo xvi.2 Esta tendencia —presente en todas las colonias hispanas de las Antillas— se corresponde con el incremento de la población criolla en el suelo americano. En efecto, el historiador cubano Julio Le Riverend estimó que si para 1544 había unos 130 o 140 vecinos en cada una de las villas de la isla de Cuba, unos 30 o 40 de ellos eran criollos, de suerte que alrededor de un 29% de los vecinos había ya nacido en la colonia. A partir de estos estimados y otros podemos deducir que a principios del siglo xvii la mayoría de los vecinos de las villas era criolla.3 En todo caso, no pensamos que sea trascendente el examen de la génesis de un hecho cuya virtualidad histórica radica sobre todo en su presencia en el transcurso del tiempo y en la comprobación e indagación de sus tendencias. No es en sus orígenes donde se dilucidará la trascendencia del dominio de los cabildos por parte de los criollos o la propensión de estos a manifestarse contra las disposiciones del poder colonial. La noción de que el inicio de un proceso histórico encierra todas sus evoluciones posibles y de que sus futuros despliegues son transparentes desde un principio forma parte de lo que Wenceslao Vega, Historia del derecho colonial dominicano, Santo Domingo, 1981, pp. 72-73. 2 Elsa Gelpí Baíz, Siglo en blanco. Estudio de la economía azucarera en Puerto Rico del siglo XVI, San Juan, 2000. 3 Julio Le Riverend y Hernán Venegas, Estudios sobre el criollo, La Habana, 2005, p. 101. 1 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 18 13/08/2014 08:54:15 a.m. De súbditos a ciudadanos...19 se ha denominado la ilusión de los orígenes. En este sentido, solo podemos conjeturar que a comienzos del siglo xvii, y en la mayoría de las posesiones coloniales españolas, los criollos descendientes de los conquistadores y primeros colonizadores habían accedido a los principales cargos de los cabildos y presidían las actividades locales en las principales ciudades y villas. Las investigaciones de John Lynch revelan que las autoridades coloniales estaban integradas fundamentalmente por oficiales reales procedentes de la península ibérica. Así, de los 117 virreyes que gobernaron antes de 1813, solo 4 fueron criollos, aunque la población de las posesiones coloniales hispánicas sobrepasaba en una proporción de 70 a 1 a la de los peninsulares. De los 15,000 peninsulares residentes, la mitad eran soldados de guarnición situados en las principales fortalezas y reductos militares de las Indias.4 Asimismo, la designación de los capitulares por parte de los gobernadores tenía como objetivo el que aquellos no representasen los intereses locales, sino los de la monarquía.5 La legislación de Indias, acorde con las orientaciones fundamentales del derecho feudal de Castilla, no solo prohibía el acceso a los cabildos de las personas procedentes de las clases subalternas (artesanos, campesinos, trabajadores…), sino también de las dedicadas a actividades comerciales o lucrativas (regatones, comerciantes y mercaderes).6 Las ordenanzas municipales puertorriqueñas, dominicanas y cubanas condenaban la regatonería y todas las actividades remunerativas de carácter especulativo. La prohibición de estas ocupaciones determinó que los inmigrantes de la península de baja condición social y los implicados en actividades comerciales lucrativas no pudieran por lo general ocupar posiciones en los municipios. Otra cosa sucedió con los criollos descendientes de conquistadores 4 5 6 John Lynch, The Spanish American Revolution, 1808-1826, New York, 1973, pp. 18-19, 298. John H. Parry, The Sale of Public Office in the Spanish Indies under the Habsburg, Berkeley, 1953. Recopilación de leyes de los reinos de Indias, tomos I- III, 5ª edición, Madrid, 1841. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 19 13/08/2014 08:54:15 a.m. 20 Jorge Ibarra Cuesta y colonizadores, que devinieron señores de hacienda en virtud de mercedes de hatos o corrales dispensadas por las autoridades coloniales, pero que fueron también las personas a quienes la Corona otorgó el privilegio de ocupar los oficios en las entidades capitulares. Los cabildos representaban intereses locales y desempeñaban en Indias funciones análogas a las que cumplían en la península. En sus orígenes, los consejos municipales indianos tuvieron un viso oligárquico, pues los regidores eran designados por el rey a perpetuidad, de por vida, y sus cargos podían ser heredados por sus descendientes.7 En Cuba, sin embargo, se dispuso desde 1528 que los regidores fueran electos por el pueblo a campana tañida, siendo ellos quienes a su vez elegían a los alcaldes. La designación de los regidores a perpetuidad en el siglo xvi recaía en encomenderos de indios y poseedores de hatos, conquistadores o descendientes de ellos. De acuerdo con las Leyes de Indias, los requisitos para ser regidor perpetuo eran: 1) ser vecino de la ciudad o villa; 2) tener más de 25 años; 3) saber leer y escribir; y 4) poseer bienes de fortuna que le permitieran vivir sin dedicarse a oficios serviles, o sea, a trabajos manuales o artesanales.8 La elección de los alcaldes recaía por último sobre los regidores. De acuerdo con la historiadora Isabel Gutiérrez Arroyo, los cabildos en Puerto Rico se convirtieron pronto en una «behetría de compadres» integrada por patricios procedentes de unas pocas familias terratenientes.9 En Santo Domingo, por su parte, no escaseaban las denuncias contra el poder de las familias patricias que acaparaban los cargos de regidores perpetuos. La presencia de los regidores a perpetuidad en los cabildos ha sido estudiada por Genaro Rodríguez Morel en el caso específico del Santo Domingo del siglo xvi y por Esteban Mira Ceballos en las Antillas en general. Ver Genaro Rodríguez Morel, Cartas del cabildo de la ciudad de Santo Domingo en el siglo xvi, Santo Domingo, 1999, pp. 15 y ss. 8 Esteban Mira Ceballos, Las Antillas Mayores 1492-1550, Madrid, 2000, pp. 324-329. 9 Isabel Gutiérrez Arroyo, Conjunción de elementos del medioevo y la modernidad en la conquista y colonización de Puerto Rico, San Juan, 1974, p. 34. 7 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 20 13/08/2014 08:54:15 a.m. De súbditos a ciudadanos...21 Fue así como en el curso de los primeros siglos de vida colonial antillana se consolidó en el poder una oligarquía terrateniente criolla que retendría los cargos de regidores y alcaldes. De esta suerte, los cabildos fueron integrados por las principales familias terratenientes criollas. Ya en la segunda mitad del xvi se hablaba de los «cristianos viejos» o de los «antiguos vecinos de limpia generación» a fin de designar con ello a una estirpe criolla que procedía de los conquistadores y primeros colonizadores y que detentaba los principales oficios de los cabildos. Los conquistadores y colonizadores transmitieron a la oligarquía criolla no solo un linaje, sino las principales atribuciones y prerrogativas políticas y sociales que les fueron concedidas por la Corona. La formación del abolengo criollo constituyó un activo proceso que se manifestó tanto en virtud de la condición social y cultural del patriciado, como por el protagonismo que desempeñó en la vida de las comunidades criollas. Los naturales de las Antillas hispánicas dieron fe de su presencia social ante todo a través de la forma en que expresaron tener conciencia de su particular identidad frente a las autoridades coloniales y los peninsulares en general. El poder secular que los patricios de los cabildos ejercieron sobre los vecindarios antillanos los convenció de que no solo eran «los padres de la ciudad» (como se llamaban y hacían llamar), sino los representantes de las comunidades criollas frente al poder colonial. Los cargos principales de la administración colonial (gobernadores, oidores de la Real Audiencia, obispos, alta jerarquía eclesiástica, tesoreros y recaudadores de la Real Hacienda) eran detentados por funcionarios procedentes de la península, por lo general desvinculados de los intereses locales e interesados en cumplir ante todo sus deberes con la Corona. En un primer momento, los cabildos antillanos se constituyeron a imagen y semejanza de los cabildos castellanos de la Edad Media. La diferenciación que posteriormente tendrá lugar será resultado de la representación progresiva de intereses locales propios distintos de los de la metrópolis. Durante los primeros Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 21 13/08/2014 08:54:15 a.m. 22 Jorge Ibarra Cuesta siglos de vida colonial los cabildos antillanos desempeñaron funciones otorgadas por el Consejo de Indias y el monarca español, los cuales se propusieron regular estrictamente las funciones jurídicas, económicas, sociales y culturales de los cabildos y de las comunidades sujetas a su jurisdicción. Desde un primer momento se hizo evidente que la intervención del gobernador, máximo representante de la Corona, estaba orientada a normar y a fiscalizar las actividades de los cabildos, cuyas reuniones incluso presidía en las principales capitales antillanas: La Habana, Santo Domingo y San Juan. Su arbitraje tenía como finalidad el cumplimiento de la voluntad del monarca por encima de los intereses locales. Pero en la medida en que las autoridades coloniales se arrogaban funciones ajenas a sus atribuciones e intervenían en la jurisdicción de los cabildos, sus decisiones eran impugnadas por el patriciado criollo. La población blanca criolla consideraba que el trabajo manual rebajaba socialmente a las personas. En España se consideraban «oficios viles» los que se hacían con las manos, los que implicaban un trabajo físico. De ahí que en una Real Cédula del 26 de mayo de 1609 se consignara: Cosa sabida es la mucha gente española que hay en estas provincias, así de la que de aquí va… como de los criollos nacidos allá, y también se tiene entendido que con ser mucha gente desta, humilde y pobre, no se inclina a trabajar… que resulta haber tanta gente perdida y ociosa… En estos reinos se ejecutan las leyes contra los vagabundos… se os ordena que encaminéis al trabajo… a los españoles de condición servil, mestizos, mulatos y zambahigos.10 Antonio Domínguez Ortiz, en «La sociedad española del siglo xvii», El Siglo de Oro de la pintura, 2 vol., pp. 178-179, Madrid, 1864, señala la marginación y el desprecio seculares por los trabajos mecánicos: «Hubo una limpieza de oficios paralela a la limpieza de sangre y que en un sentido muy amplio podía incluir no sólo a los oficios propiamente viles sino 10 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 22 13/08/2014 08:54:15 a.m. De súbditos a ciudadanos...23 Esta pragmática de 1609 define lo que será una actitud arraigada en la población blanca —criolla y española— hasta bien avanzado el siglo xix. En efecto, en la sociedad esclavista el trabajo manual era considerado denigrante. Las enumeraciones censales y los padrones de Cuba y Puerto Rico en los siglos xviii y xix revelan que los negros y mulatos libres detentaban la gran mayoría de los oficios artesanales de las villas y ciudades. Las sociedades esclavistas del Caribe eran comunidades de orden que reservaban a cada grupo étnico un espacio en el entramado estamental. Los estamentos étnicos segmentaban verticalmente a las clases sociales. En Cuba, La Española y Puerto Rico los oficios de los cabildos y las grandes extensiones de tierra estaban reservados casi exclusivamente a los criollos blancos. Los cargos de gobernadores, tenientes gobernadores, castellanos, prelados y oficiales reales eran desempeñados casi siempre por peninsulares. Hasta el siglo xix los oficios artesanales y los trabajos físicos correspondieron casi exclusivamente a los negros y mulatos libres y por supuesto a los esclavos. La estratificación cultural y clasista determinaba una primera gran división del trabajo en función de la posición que se ocupaba en la estructura social. Quizás lo más trascendente de la división entronizada por la política colonial fue el hecho de que no se tuviera en cuenta la prosapia de los colonos criollos ni que se les reconociera la precedencia o primacía de la que se creían acreedores por ser descendientes de los conquistadores también a los manuales y mecánicos, es decir, a todos los que requerían una actividad manual. Estas sutilezas tenían que afectar negativamente a los artistas, ya que su separación de los gremios artesanos fue lenta y trabajosa; arquitectos, escultores y pintores aparecían englobados en los gremios de albañiles, carpinteros, herreros y otros y estaban sujetos a sus ordenanzas; tenían que examinarse y ejecutar una obra maestra para adquirir el grado de maestro; ellos, sus oficiales y aprendices, estaban sujetos a la inspección de los veedores nombrados por las autoridades municipales, tenían que contribuir a los gastos comunes, desfilar con el pendón gremial en las fiestas del Corpus y otros cortejos, etc.». Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 23 13/08/2014 08:54:15 a.m. 24 Jorge Ibarra Cuesta y primeros colonos del Nuevo Mundo. Si de algún emblema o blasón presumían los patricios criollos era precisamente de ser herederos de los hombres que conquistaron el Nuevo Mundo para los monarcas de España: una de las fuentes de orgullo de la que hicieron con más frecuencia ostentación a lo largo de los siglos fue el ser descendientes de los fundadores del imperio colonial español. De hecho, las reclamaciones de los patricios a la Corona y a las autoridades coloniales en los pleitos más disímiles eran acompañadas con frecuencia de atestados genealógicos en los que se evidenciaba el linaje o estirpe de conquistador o de colonizador pionero. La exclusión de los patricios del estamento dominante —integrado por las autoridades coloniales españolas, a las que fueron subordinados— representó, de acuerdo con su sentido del honor, no solo una muestra de desconfianza y una afrenta, sino una injusticia flagrante. La sentida reivindicación criolla, enarbolada desde el siglo xvi hasta fines del xix, acendró la identidad de las distintas comunidades antillanas frente a las autoridades coloniales. 1. Las prevenciones de la Corona y de las autoridades coloniales españolas respecto a los criollos El enfrentamiento de las comunidades criollas con la política colonial de la metrópolis determinó que las mismas cobrasen temprana conciencia de sus diferencias sociales, culturales y sicológicas con las autoridades coloniales. Los cambios que los criollos percibieron en su manera de sentir y pensar contribuyeron a la gestación temprana de una comunidad de cultura criolla en los dos primeros siglos de colonización. Los naturales de las posesiones caribeñas adquirieron progresivamente rasgos culturales comunes que los distinguieron cada vez más de los inmigrantes españoles que afluían a las islas para asumir las posiciones dominantes de la administración colonial y el comercio. Donde hemos hallado testimonios y evidencias anticipadas de esta actitud ha sido en Cuba. Ya a poco más de un siglo Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 24 13/08/2014 08:54:15 a.m. De súbditos a ciudadanos...25 del descubrimiento, el primer poema que se escribe en la isla, Espejo de paciencia (1608), representará de forma novedosa a los nacidos en el país, a quienes llamará «criollos», «gente de la tierra» y «naturales del país». Estas denominaciones eran extensivas tanto a los blancos como a los negros y mulatos libres. Con el correr del tiempo los criollos blancos se atribuyeron de modo exclusivo la condición de criollos, designando a los naturales del país de origen africano con el apelativo de «pardos» o «morenos». A fines del siglo xvi, el cronista de Indias Juan López de Velasco, autor de la Geografía y descripción universal de las Indias (1570), era del criterio de que «esos que son llamados criollos terminan pareciéndose a los nativos, aunque no se mezclen con ellos obedeciendo a la disposición de la tierra».11 Por su parte, el sacerdote Bernardino de Sahagún consideraba en 1568 a los criollos blancos (hijos de españoles) nacidos en América distintos en su manera de ser a sus padres a causa del clima: «los que en ella nacen, y al propio de los indios, en el aspecto parecen españoles (pero) en las condiciones no lo son (...) y esto pienso lo hacen el clima o constelaciones en esta tierra».12 Con el objeto de justificar las relaciones de subordinación y dominio que imponían a las comunidades criollas, las autoridades españolas las definían como degeneradas y anómalas. Uno de los primeros prelados que intentó definir de manera prejuiciada las características del nuevo tipo humano que se iba formando entre las promociones de naturales del país fue el obispo de La Habana Juan del Castillo, quien en 1570 describió con vivos colores la sociedad criolla de entonces. La mirada sesgada del prelado español se detenía en los rasgos étnicos y culturales que lo apartaban del vecindario criollo: Juan López de Velasco, Geografía y descripción universal de las Indias recopiladas por el cosmógrafo-cronista Juan López de Velasco desde el año 1771 al año 1574, Madrid, 1894, p. 14. 12 Julio Le Riverend y Hernán Venegas, Estudios sobre el criollo (versión inédita), La Habana, p. 101. 11 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 25 13/08/2014 08:54:16 a.m. 26 Jorge Ibarra Cuesta … la gente de aquella isla (es) la más incorregible y libre y mal sujeta a los mandamientos de la Iglesia que hay en todas las Islas y así hay muchos pecados públicos y muchos vecinos casados dos o tres veces estando sus mujeres vivas.13 Luego de describir la pobreza de la isla, el Obispo recomendaba el trato que a su juicio merecía el levantisco vecindario de La Habana, La condición de la gente que agora vive en aquella Isla a donde era más necesario que asistiese el Santo Oficio de la Inquisición que en ninguna parte de las Indias, porque de otra manera entiende que no tendrá remedio el mal vivir de los vecinos de aquella Isla.14 La resistencia a su autoridad y las denuncias que contra él formularon los naturales llevaron al Obispo a renunciar a su alto cargo eclesiástico, «por la poca autoridad y respeto que le tienen y que todos, blancos y negros, se atreven a hacer contra mi información».15 El gobernador de La Habana, Pedro Menéndez de Avilés, se expresó en los términos más acres contra la comunidad de prófugos de la autoridad que deambulaba en las zonas rurales. Para el Gobernador se trataba de una turba heterogénea de escapados: «Hay desertores entre la mala compañía de monjes desobedientes, mestizos y mulatos de Santo Domingo que merodean en la Tierra Adentro».16 A fines del siglo xvi se hizo evidente que los cabildos debían ser controlados por las autoridades peninsulares so pena de Leví Marrero, Cuba: Economía y sociedad. Siglo xvi: la economía, Madrid, 1974, t. II, p. 382 14 Ibídem. 15 Ibídem. 16 Irene A. Wright, Early History of Cuba, 1492-1586, New York, 1916, t. I, p. 52. 13 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 26 13/08/2014 08:54:16 a.m. De súbditos a ciudadanos...27 convertirse en el reducto de las familias criollas terratenientes. Dado que el oficio de regidor comenzó a ser detentado en La Habana por los naturales del país, el monarca español dispuso en Real Cédula del 1 de octubre de 1598, dirigida a la Real Audiencia de Santo Domingo, que los oficiales reales —designados para esos cargos en virtud del hecho de ser peninsulares— tuvieran voz y voto en los cabildos y que guardasen «las preeminencias y exenciones qe. a los propietarios, teniendo voz y voto en los cabildos, y lugar en los actos públicos».17 La tentativa de compensar la presencia de los criollos en los cabildos con funcionarios españoles designados ad hoc como regidores fue derogada por una disposición real de 1623 que dispuso que los regidores fueran electos por los votos de los regidores en el cabildo.18 La Corona prefirió entonces moderar el poder de los regidores criollos desde fuera por medio de las presiones de las autoridades coloniales y del arbitraje que ella misma ejercía, antes que provocar la desafección abierta del patriciado criollo introduciendo en los cabildos oficiales reales. Por lo demás, la decisión de tomar distancia respecto a los criollos devino la tónica dominante de las relaciones que las autoridades coloniales españolas entablaron con los vecindarios antillanos desde principios del siglo xvii. En carta del gobernador Pedro Valdés (1602-1608) a S. M., fechada el 3 de enero de 1604, aquel se refería a los nacidos en la isla en tono despectivo, lo que hace pensar en las diferencias existentes entre españoles y criollos: Dizen que es que soy rescio y áspero de condición y resuelto en mi parescer. Ha esto digo que según la parcialidad que (h)allé aquí introducida en el tratar con Irene A. Wright, Historia documentada de San Cristóbal de La Habana en la primera mitad del siglo xvii, La Habana, 1930, t. I, p. 89 18 I. A. Wright, Historia documentada, t. I, p. 90. Y Emeterio Santovenia, Historia de Cuba, La Habana, 1943, t. II, pp. 241-242. 17 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 27 13/08/2014 08:54:16 a.m. 28 Jorge Ibarra Cuesta los gobernadores toda la gente de la tierra con igualdad y sin distinción, y querer reducir esto a que con propiedad no se dixesse que era justicia entre compadres la que se hazía. Les causó esto algún desabrimiento a los principios y decir que era grave y áspero de condición.19 El trato «con igualdad y sin distinción» entre criollos y gobernadores, como si fuesen «compadres» y «copropietarios» de la isla, resultaba intolerable para el gobernador español. Una manifestación de la actitud discriminatoria de los peninsulares contra los criollos de las posesiones ultramarinas eran los atropellos y abusos de todo género que cometían los soldados, marinos y funcionarios de todo tipo que viajaban en la flota de la Carrera de Indias y hacían escala en La Habana. El gobernador Pedro Valdés (1602-1608), a pesar de haberse distinguido por su mano dura contra los cabildos y la población criolla, no pudo menos que protestar por el trato brutal de la gente armada y con mando que viajaba en la flota. En carta del 3 de agosto de 1606, Valdés informaría a S. M. sobre los numerosos delitos y agresiones que se perpetraban en contra del vecindario habanero, afirmando que «hasta ahora ningún delito de los que de la flota (h)an hecho se (h)a castigado». De ahí que reclamara que fuera al gobernador y capitán general de la isla a quien correspondiese juzgar y castigar esas violaciones, y no al almirante de la flota —en ese entonces Francisco de Corral—, que ocultaba y protegía a los marinos y soldados que cometían transgresiones en la ciudad.20 El Gobernador de La Habana denunciaba que la gente de la flota era «gente ynquieta y sediciosa que hazen mil excesos (...) muchas pendencias, heridos y muertos».21 Isabelo Macías Domínguez, Cuba en la primera mitad del siglo xvii, Sevilla, 1978, p. 189. 20 Archivo Nacional de Cuba, Academia de la Historia, caja 86, signatura 343 y 357. 21 Ibídem. 19 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 28 13/08/2014 08:54:16 a.m. De súbditos a ciudadanos...29 En su juicio de residencia Valdés fue encontrado culpable de haber proporcionado plazas de soldado a los criollos, a quienes no se admitía en las guarniciones de defensa de las fortalezas de la isla (testimonio de las medidas excluyentes aplicadas a los criollos en la isla).22 La disposición del gobernador no acusaba parcialidad a favor de los criollos. Se trataba tan solo de que no contaba con soldados peninsulares para llenar las plazas de las fortalezas. De acuerdo con la documentación aportada por Irene Aloha Wright, la gente del campo dio vivas cuando conoció la salida de Valdés de la isla.23 Para Manso de Contreras, oidor de la Audiencia de Santo Domingo que había sido enviado en 1606 a la isla de Cuba a reprimir los contrabandos, los criollos de Cuba eran «los más desleales y rebeldes vasallos que ha tenido Rey ni príncipe en el mundo y que si estuviera entre ellos Vuesa Señoría le venderían por tres varas de ruan».24 Por su parte, el gobernador de Santiago de Cuba, Juan de Villaverde (1608-1609), al referirse en 1608 a la gente criolla, destacó rasgos de una personalidad propia que no se avenía con las orientaciones de las autoridades coloniales españolas: «…la gente de aquella tierra tan belicosa, pleitista y de mal vivir que queriéndolos castigar han de buscar remedios para escaparse de mi jurisdicción».25 La designación en 1616 del teniente letrado y licenciado Ruy Gómez como juez de residencia del gobernador de la isla saliente, Ruiz de Pereda (1608-1616), fue combatida por el apoderado de este basándose en que Ruy era natural de Cuba, y como criollo no podía ser imparcial para juzgar a un gobernador español. La demanda del representante legal del Gobernador español surtió los efectos deseados, pues de acuerdo con 24 25 22 23 Ibídem, p. 193. I. A. Wright, Historia documentada, La Habana, 1930, pp. 82-84. L. Marrero, Cuba, t. IV, 1975, p. 132. Julio Le Riverend, «Debate en soliloquio: el siglo xvii en Cuba», Temas, número 16, 1988, p. 94. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 29 13/08/2014 08:54:16 a.m. 30 Jorge Ibarra Cuesta disposición real de junio de 1616: «no a lugar el nombramiento y hágase en persona que no sea natural ni vezino ni este casado con mujer natal de aquella Isla, guardada la orden que esté dada acerca de esto».26 Pero de la misma manera que las autoridades españolas se pronunciaban contra la designación de criollos en los cargos oficiales en las islas, estos se oponían al nombramiento de peninsulares. Actitud que se unía en ocasiones el sentimiento localista de oponerse también a que otros criollos procedentes de parajes distintos fueran designados en los cabildos seculares y eclesiásticos locales. Torres Cuevas y Leiva Lajara relatan cómo procedía en 1626 el cabildo eclesiástico de Santiago de Cuba al oponerse a la designación de clérigos peninsulares y habaneros: Lo más notable de este grupo de clérigos criollos es su espíritu regionalista, reflejo de su estrecho concepto de patria local. Por una parte, se querían independizar lo más posible de la fiscalización de la Corona, tratando de influir en la elección del Obispo por el Rey, de modo que fuese natural de América, por otra, un particular orgullo regional los hacía despreciar a los clérigos no santiagueros.27 Esta actitud se evidenció en la forma en que el cabildo catedralicio santiaguero excluyó al canónigo Almeida de todo cargo en la Catedral por ser natural de La Habana. Respecto a este asunto, explicó el prelado Pedro Agustín Morell de Santa Cruz: Y así no solo lo excluyeron del montón de conveniencias, sino también le comenzaron a molestar en la que disfrutaba; que era estarse en su patria [su I. A. Wright, Historia documentada, La Habana, 1930, p. 83. Eduardo Torres Cuevas y Edelberto Leiva Lajara, Historia de la Iglesia Católica en Cuba. La Iglesia en las patrias de los criollos (1516-1789), La Habana, 2007, p. 178. 26 27 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 30 13/08/2014 08:54:16 a.m. De súbditos a ciudadanos...31 patria era La Habana]… Por un lado constreñían al canónigo Almeyda a qe. cumpliese con la obligación de su empleo y por otra le daban indulto a los compañeros para que faltasen a la suya. Una sola disculpa les halló, y es que Almeyda padecía el obstáculo de forastero [era habanero], y así precisamente había de ser blanco de los demás que eran patricios.28 De la misma manera que los patricios invocaban las disposiciones reales cuando les favorecían, las desconocían cuando se oponían a sus designios. En la sesión del cabildo de La Habana del 20 de septiembre de 1648, el regidor Luis Castellón se pronunció a favor de la designación del criollo Pedro de Pedroso como teniente general, aun cuando estuviera prohibido «por Ley Real de S.M. que ningún vecino de su ciudad y patria lo pueda ser y tener este oficio».29 Por su parte, en respuesta a la decisión del cabildo, los oficiales reales de la ciudad se alinearon con el jefe militar de la plaza, el español Pedro García Montañez, al que juraron obedecer. El monarca lo designaría gobernador poco tiempo después. Finalmente los regidores reconocieron como gobernador militar a García Montañés, y este se allanó a la decisión del cabildo hasta que el gobernador político criollo designado por el cabildo fue substituido por el monarca con uno de su agrado. El 10 de septiembre de 1655 en el cabildo de La Habana, el gobernador criollo interino, Ambrosio Sotolongo (16541655), hizo un llamamiento a los regidores de la ciudad con motivo de la toma de Jamaica por parte de Inglaterra. El nuevo gobernador demandó de los vecinos habaneros que se constituyeran en «defensores de la Religión Cristiana y la patria».30 Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, Historia de la isla y catedral de Cuba, l929, p. 228. 29 Oficina del Historiador de La Habana. Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana, libro núm. 11, del 31 de enero de 1648 al 15 de mayo de 1654. Cabildo del 20 de septiembre de 1648, fol. 568-571. 30 Ibídem, cabildo del 10 de septiembre de 1655, fol. 94 -96. 28 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 31 13/08/2014 08:54:16 a.m. 32 Jorge Ibarra Cuesta La patria era ya la tierra donde se había nacido, amenazada por la armada británica que se apoderó de Jamaica. Los criollos de origen español que combatieron duramente contra la invasión dirigida por el almirante Venables se asentarían años después en Bayamo. El informe que el alto jefe de la armada británica dirigiera a S. M. el 2 de diciembre de 1654 daba cuenta de que… Para capturar el gobernador y los vecinos, el ejército británico tomo posesión de Jamaica el 10 de Mayo último, el vecindario que se encontraba en el lugar en número de 1 400 se alzó en las montañas, con excepción de algunos negros y portugueses que se han sometido a los ingleses. 31 La resistencia se prolongó por más de un año, hasta que un acuerdo permitió que cientos de criollos jamaiquinos de origen español se trasladaran a la región oriental de Cuba y se asentaran en Bayamo. Las desavenencias entre el castellano del Morro y los regidores de La Habana se agudizaron de nuevo en octubre de 1656, con motivo de la alarma que se suscitó al presentarse una flota extranjera en las cercanías de Matanzas. De acuerdo con el procurador general Juan del Prado, los regidores comunicaron al gobernador militar una protesta porque no se había tomado en cuenta su disposición de movilizar al vecindario ante la inminencia del ataque enemigo. El escribano del cabildo, Jusepe Días Garaondo, fue quien llevó el mensaje. Entonces el castellano, «sin más causa que haber presentado dicho escrito dio orden al capitán Don Francisco Melgarejo, sargento mayor desta plaza le llevase preso al Castillo de la Punta, como en efecto lo hizo, donde hoy está preso». British National Archives. Calendar of state papers (1574-1660) preserved in the State Paper Department of Her Majesty Record Office, vol. XII, p. 429. 31 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 32 13/08/2014 08:54:16 a.m. De súbditos a ciudadanos...33 El castellano se mostraba todavía resentido por las atribuciones que se había tomado el cabildo al nombrar a un regidor criollo como gobernador interino. El cabildo presentó entonces una demanda ante el gobernador y capitán general, cuyo dictamen desconocemos. La intensificación del contrabando inquietaba al gobernador de Santiago de Cuba Pedro de Bayona (1664-1668). El 1 de enero de 1666 este informó a S. M. que en Bayamo había 550 hombres de armas tomar, en tanto que en Puerto Príncipe había más de 600, por lo que, ante el peligro de que se sublevasen algún día, era necesario que se designase un teniente general con amplias facultades «para sujetar ambas (villas)».32 Un documento de 1662 del gobernador de Cuba, Juan de Salamanca (1658-1663), refleja la profundidad de las disensiones entre los naturales del país y las autoridades españolas. La designación de Juan de Palma como jefe de uno de los regimientos de milicias criollas motivó diferencias entre De Salamanca y los regidores, ya que estos trataron de impedir que De Palma se sentara en la catedral en el banco de los militares, junto con los otros capitanes. De Salamanca entonces le escribió a S. M. denunciando las faltas de respeto de los regidores criollos para con los gobernadores de la isla, actitud que atribuyó a ser de procedencia mestiza: No juzgo conveniente se deje consentida la inobediencia y falta de respeto. Los gobernadores antecedentes, por sus fines, han dejado a estos vecinos en presunción. Yo no tengo más que servir a V. M. y que reconozcan estos naturales, aunque la mayor parte de ellos tienen sangre portuguesa y otras bien extravagantes, que mientras vivieren en la Habana han de dar a entender que son fieles vasallos.33 L. Marrero, Cuba, t. IV, 1975, p. 141. A. G. I., Santo Domingo 130, «Exposición del gobernador Juan de Salamanca a S. M., 26 de septiembre de 1662». 32 33 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 33 13/08/2014 08:54:16 a.m. 34 Jorge Ibarra Cuesta De acuerdo con De Salamanca, el diferendo con el patriciado se justificaba por el hecho de la contumaz desobediencia criolla, pero también porque sus integrantes no tenían un origen racial hispánico incuestionable, sino lusitano o mestizo. Los gobernadores españoles continuaron expresando criterios sesgados contra los criollos. Ese fue el caso del gobernador José Fernández de Córdoba Ponce de León (1680-1685), quien en carta a S. M. fechada el 6 de septiembre de 1683 expresó: «Pero es la naturaleza de esta gente que puebla esta ciudad tan opuesto a todo lo que se les manda y tan hechos a su libertad que todo no cuesta poca dificultad».34 De manera parecida, el gobernador Severino de Manzaneda expresaba en 1690 que los naturales de Puerto Príncipe y de Bayamo, rebeldes contra toda disposición de los gobernadores y del monarca español, «no conocen señor en la obediencia».35 En el siglo xviii, como era de esperar, persistían los juicios deprimentes sobre los criollos. El coronel Carlos de Sucre, gobernador de Santiago de Cuba (1723-1728), se lamentaba por esa época de que los criollos «estaban hechos unos republicanos, sin respeto a sus gobernadores, sin subordinación… de modo que no hacen caso».36 Como ha destacado la historiadora Olga Portuondo, no habían transcurrido cinco años de esa declaración cuando en 1731 la sublevación de los esclavos y negros libres de las minas de cobre motivó que las autoridades coloniales acusaran a los regidores santiagueros y al deán y capellán de la catedral de haber provocado la sublevación de los esclavos.37 Cuando las opiniones sobre la desafección criolla al rey y a las autoridades procedían de alguien tan apegado a la tierra como el Archivo Nacional de Cuba. Academia de la Historia, caja 90, signatura 601 (Apud: AGI Audiencia de Santo Domingo, estante 54 - caja 1 - legajo 25). 35 Archivo Nacional de Cuba. Academia de la Historia de Cuba, caja 90, número 667 y caja 91, número 673 36 L. Marrero, Cuba, Madrid, 1980, t. VIII, p. 104. 37 Olga Portuondo, La Virgen de la Caridad del Cobre: símbolo de cubanía, Santiago de Cuba, 1995, pp. 151-157. 34 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 34 13/08/2014 08:54:16 a.m. De súbditos a ciudadanos...35 acriollado marqués de Varinas, Gabriel Fernández de Villalobos, debía prestárseles suma atención. Llegado al Nuevo Mundo a los 12 años de edad, Fernández de Villalobos fue durante su rica y diversa existencia mayoral de un ingenio azucarero en Cuba, soldado, marinero, negrero y contrabandista, preso de los ingleses y esclavo dado en venta, náufrago y hombre liberado por los holandeses, funcionario colonial en Venezuela y persona ennoblecida por la Corona con el título de marqués de Varinas. Durante los últimos años de su vida, el Marqués se dedicó a informar sobre la creciente desafección criolla en la región caribeña. Eran tantas las actividades subrepticias y adversas a las autoridades coloniales que el Marqués informó a S. M. que, para conseguir la gente de la tierra sus objetivos, se había producido «una unión y conspiración tan perniciosa, no solo a la justicia, sino al Estado (...) de donde puede resultar con el tiempo otra idolatría política...». De ahí la necesidad de evitar los abusos en contra de los criollos, abusos que podían provocar «que la oveja se vuelva león, porque no quieren trasquilarla, sino desollarla del todo».38 El establecimiento del derecho de alcabala y pulpería por Carlos V provocó una sentida protesta del cabildo habanero. En esas circunstancias el gobernador Martínez de la Vega, en una exposición del 25 de mayo de 1739, advirtió al monarca del riesgo de que hubiera perturbaciones en La Habana. El Consejo de Indias, tras reconocer «el gran número de la plebe de genio inquieto que hay en la Isla… con poca o ninguna sujeción a las leyes y demás providencias de buen gobierno», pensaba que era preciso que se previniera al Gobernador de «que si para su práctica reconociere dificultad grande o previniere inconvenientes que pudieran producir disturbios… disponga la ejecución de los despachos sin aventurar la tranquilidad de la Isla».39 J. Le Riverend y H. Venegas, Estudios (versión inédita entonces), La Habana, pp. 52-53. 39 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 1129 (consulta al Consejo de Indias, 30 de junio de 1731). 38 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 35 13/08/2014 08:54:17 a.m. 36 Jorge Ibarra Cuesta No eran tan solo los peninsulares los que discriminaban a los naturales del país. Avalados por las Leyes de Indias, los regidores criollos se oponían a que los comerciantes españoles formasen parte de los cabildos, así como a reconocer los títulos de nobleza de los peninsulares radicados en las islas, todo lo cual constituía la contraparte de la discriminación que ellos mismos sufrían en tanto criollos. El debate que tuvo lugar en la reunión del cabildo habanero del 11 de mayo de 1736 testimonia la intransigencia criolla a reconocer los títulos de nobleza de los españoles radicados en la isla. En esa sesión del cabildo, el noble Casimiro Coello de Guzmán presentó sus papeles ante los regidores habaneros reclamando el que se reconociera su estirpe y condición de hidalgo. La intervención del regidor Sebastián Calvo de la Puerta dio la tónica de la opinión general de sus colegas, quienes en su mayoría se negaron a la admisión de la documentación. Si bien Calvo reconocía el linaje de Coello, estimaba que su nobleza solo tenía valor y era legítima en la península. Así, diría: sus dones de nobleza que ha tenido y tiene (…) en la ciudad de Sevilla, su patria; como quiera que ha habido uso y costumbre de que los forasteros presenten sus papeles en esta ciudad, transitando por ella, ni se dará ningún exemplar de que ningún forastero los haya presentado, porque los vesinos que los presentan es pa. tener el gose de repartimientos de oficios qe. esta ciudad elije para ellos caballeros hijosdalgos y que respecto de esta parte no puede gosar de este beneficio.40 Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Actas capitulares del Ayuntamiento de La Habana trasuntadas de enero de 1616 al 19 de abril de 1624, libro número 7, 11 de mayo de 1736, fol. 239. 40 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 36 13/08/2014 08:54:17 a.m. De súbditos a ciudadanos...37 El cabildo podía refrendar los títulos de nobleza de los forasteros, pero no podía acreditarlos para que sus detentadores ocupasen posiciones de regidores o de alcaldes. Otros regidores, como Arrate, argumentaron que aunque los forasteros no podían tener acceso a los oficios del cabildo, se les podía admitir los papeles para que desempeñasen otras actividades propias de su condición de nobles. La posición de Calvo de la Puerta triunfó finalmente en la votación: no se le reconoció a Coello de Guzmán el derecho a formar parte del cabildo y se le denegó su condición de noble por ser forastero. La importancia de esta controversia radica en que ambas tendencias del cabildo denominaron «forasteros» a las personas nacidas en la península ibérica, tal como designaban a los europeos. De ahí que a los peninsulares se les considerase de distinta estirpe o condición que los naturales. La defensa de las prerrogativas de los criollos en el cabildo secular constituye una evidencia de la creciente toma de conciencia criolla. La solicitud que un poderoso comerciante español radicado en La Habana presentó ante el Consejo de Indias el 17 de marzo de 1793 daría lugar a una sonada protesta de los regidores habaneros. Y es que Manuel López Gamuza (que así se llamaba el comerciante en cuestión) quería que se le otorgase «un oficio de Regidor por Juro de heredad» en atención al préstamo de 900,000 pesos que le había hecho a la Corona para sufragar las obras de defensa militar y del astillero de La Habana. El fiscal del Consejo de Indias, por su parte, se atuvo a la observancia estricta de las Leyes de Indias, las que prohibían a los comerciantes españoles formar parte de los cabildos del Nuevo Mundo. Por eso aconsejó al rey «se sirva declarar no haber lugar a su instancia y mandar que se le de a entender solicite otra gracia más proporcionada a sus circunstancias para recompensar sus servicios».41 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 1144, expediente 11, Consejo de Indias del 12 de marzo de 1793. 41 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 37 13/08/2014 08:54:17 a.m. 38 Jorge Ibarra Cuesta No obstante, el rey promulgó una R. C. mediante la que confirió a López Gamuza «los honores de Regidor y no de uniforme».42 Aunque el monarca no le concedió la propiedad del oficio de regidor, se le hicieron extensivos los honores que correspondían a ese cargo. Los regidores protestaron ante esa declaración equívoca que los dejaba en situación precaria. De ahí que se sintieran con derecho a reclamar categóricamente una actitud acorde y una aclaración del monarca: «de que en caso de que V. M. tenga a bien conceder honores de Regidor a algún sujeto benemérito, no pueda aspirar a agraciarlo a la propiedad (al oficio de regidor)».43 En otras palabras, se le decía al monarca lo que tenía que hacer. Cuando se leyó la declaración del cabildo habanero en el Consejo de Indias, el fiscal se sintió obligado a decirle al monarca «que no hay necesidad de hacer esta declaración (la que demandaban los regidores) por el motivo que se hace presente». El rey asintió. La respuesta del Consejo de Indias y del monarca no pudo ser más terminante: la demanda de los regidores habaneros se consideró irrespetuosa. Estos habían cuestionado la autoridad real y habían dejado claro que no asentirían a que nadie que no fuese de su condición pudiera aspirar a ello. La división entre criollos y peninsulares se manifestó desde bien temprano en la Iglesia de Cuba. Los obispos y los cabildos eclesiásticos, en los que predominaban los criollos, protagonizaron algunos de estos conflictos. En determinadas ocasiones, empero, cuando las autoridades coloniales excluían a los criollos, los prelados podían defender las prerrogativas de estos últimos. A principios de siglo xvii, por ejemplo, el obispo Henríquez de Toledo (1611-1624) defendió al clero criollo ante S. M. para que aquel pudiera ocupar las capellanías que A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 1144, expediente 26, Consejo de Indias del 21 de diciembre de 1793. 43 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 1145, expediente 18, Consejo de Indias del 3 de agosto de 1795. 42 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 38 13/08/2014 08:54:17 a.m. De súbditos a ciudadanos...39 el Consejo de Indias pensaba entregar a los padres dominicos. En su defensa, el Obispo alegó que los sacerdotes peninsulares eran solventes, mientras que los naturales del país no: En esta ciudad hay muchos clérigos y la mayor parte de ellos son hijos o nietos de los conquistadores y pobladores de esta Isla, y muy necesitadísimos, que no se sustentan, sino de las capellanías con que se ordenaron.44 El ascendiente y la importancia que desde principios del siglo xvii alcanzó el clero regular criollo fueron tempranamente constatados en el relato de la visita pastoral de 1620 del obispo Alonso Henríquez de Armendáriz. De acuerdo con el prelado, casi el 60% de los sacerdotes eran de «la tierra». 134 años después, en su visita pastoral de 1754, el obispo Morell de Santa Cruz constataba a su vez que un 98% de los sacerdotes de Bayamo y de Santiago de Cuba eran criollos. La composición eminentemente criolla del clero regular determinaría que, al cerrar la centuria, otro obispo, Diego Avelino de Compostela, colocara a los naturales del país en las posiciones claves de la administración eclesiástica.45 La temprana preeminencia del clero criollo y sus demandas de cumplir misiones en la defensa de la isla fueron consignadas por el Obispo de Santiago de Cuba en una carta dirigida a S. M. el 12 de agosto de 1621. En dicha misiva el prelado suplicó al monarca: «se sirva mandar que las capillas de los tres castillos de aquella ciudad las sirvan clérigos naturales hijos y nietos de conquistadores».46 Monseñor Ramón Suárez Polcari, Historia de la Iglesia Católica en Cuba, Miami, 2003, p. 136. 45 J. Le Riverend Brusone y H. Venegas Delgado, Estudios, La Habana, 2005, pp. 59-60. 46 E. Torres Cuevas y E. Leiva Lajara, Historia de la Iglesia Católica..., La Habana, 2007, p. 228. (Apud. Archivo Nacional de Cuba, Gobierno Superior Civil, legajo 761, núm. 26100). 44 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 39 13/08/2014 08:54:17 a.m. 40 Jorge Ibarra Cuesta En otro momento de la exposición el Obispo especificó las razones que motivaban su solicitud y la necesidad de que se otorgase las capellanías a los sacerdotes criollos: Lo primero y principal es que en esta ciudad ay muchos clérigos y la mayor parte de dellos son hijos y nietos de los conquistadores y pobladores de esta isla y muy necesitadísimos que no se sustentan sino de las capellanías con que se ordenaron y en los dos castillos que es el del morro y fuerza serbían de capellanes dos sacerdotes.47 El obispo de La Habana, Pedro de Reina Maldonado, en comunicación al rey de fecha 15 de diciembre de 1659, defendió a los sacerdotes criollos excluidos de posiciones preeminentes de la iglesia y criticó a los que han negado y niegan a los hijos de esta ciudad y a otros de las Indias el llevar el hábito siendo assi que los que hoy florecen en letras, santidad y prudencia de la dicha religión son los naturales de esta ciudad, hijos de padres honorables y nobles y no como han querido dar a entender los comisarios que desta ciudad han ido a estos reynos que son mulatos e indios incapaces.48 El resultado de esa política discriminadora de los criollos puesta en práctica por las autoridades coloniales era que «no haya religiosos hijos destas partes que se ocupen de dicho ministerio» La visión del mundo y los sentimientos propios de los sacerdotes de «la tierra» serían entendidos por el gobernador José Fernández de Córdoba (1680-1685) como una manifestación A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 150, «Exposición del obispo de Santiago de Cuba a S. M., 12 de agosto de 1621». 48 M. R. Suárez Polcari, Historia de la Iglesia, Miami, 2003, p. 138. 47 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 40 13/08/2014 08:54:17 a.m. De súbditos a ciudadanos...41 del espíritu que animaba a todos los criollos, a quienes percibía como «gente opuesta a lo que se les manda y tan hechos a su libertad». Por eso diría que no «era menor» ese sentimiento en los religiosos naturales del país.49 Para justificar las medidas que tomaba contra los criollos, el comisario general de los franciscanos en Indias escribió una carta al rey el 29 de julio de 1660 en la que refería que llevaba una política bien definida, Dice que no se da el hábito de mi religión a los hijos de la tierra, que llaman criollos, a fin de que los oficios (los) tengan los que van de España. Esta queja, señor, no es nueva, ni solo de la provincia de la Florida. Es muy antigua y común en todas las Indias. Sabe esto repetidamente mi religión, la cual ha entendido el fin que tienen los criollos, y es, que recibiendo muchos de la tierra pueden alegar que no es necesario pasen religiosos de España. Si esto consiguiesen en aquellas partes, llorara yo a mi religión… Tenemos largas experiencias que aprueban mejor los religiosos que van de España, en lo monástico y religioso.50 El comisario franciscano preveía que lo que había acaecido en La Florida, donde la mayoría de clérigos regulares eran criollos, sucedería en Cuba. En 1687 el gobernador de la isla, Diego Antonio de Viana Hinojosa (1686-1689), afirmó que la «beneficiosa influencia» de los hombres de la Compañía de Jesús debía contener de algún modo la independencia de espíritu de los criollos, o sea, debía ayudar a «frenar la lozanía de los ánimos juveniles y la libertad que les ocasionaba la tierra a sus habitantes».51 Ibídem. L. Marrero, Cuba, Madrid, 1976, t. V, p. 76. 51 J. Le Riverend y Hernán Venegas, Estudios (versión inédita), La Habana. (Apud: Archivo Nacional de Cuba, Academia de la Historia, caja 90, signatura 637). 49 50 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 41 13/08/2014 08:54:17 a.m. 42 Jorge Ibarra Cuesta Sucedía también que los naturales que deseaban ejercer el sacerdocio en La Florida encontraban grandes dificultades en Cuba, razón por la cual el rey dispuso, en R. C. del 19 de diciembre de 1722, que se accediera a su solicitud: se sigue el inconveniente de que muchos no han tenido cavmto. en la profeción por falta de votos que suele haber en el intermedio de su ocurrencia, á qe. se sigue no tan solo el perjuicio en esta dilación, sino también el qe. por desafíos qe. les tienen los religiosos en la Havana los excluyen de la religión de lo qe. se originaban grandísimos inconvenientes.52 En el siglo xvii el clero regular estaba compuesto en buena parte por criollos venidos a menos, mientras que la generalidad de los obispos y la alta jerarquía eclesiástica estaba integrada por españoles. Es cierto, no obstante, que no faltarían criollos y que incluso un obispo, Santiago José Hechavarría, procedería de una familia patricia de Santiago de Cuba. Actitudes parecidas de la jerarquía eclesiástica española con respecto a los sacerdotes criollos se observaban en La Española. El arzobispo de Santo Domingo, Nicolás Ramos, criticaba en 1595 a los criollos por alegar su condición de descendientes de conquistadores, porque de preferirlos la monarquía: los muy ignorantes e idiotas llevarían las prebendas, porque aunque de niños estudian algo de Gramática, cuando mayores siguen las inclinaciones de las negras, cuya leche mamaron, y no hay hacerles leer una suma, ni estudiar, porque dicen que la tierra es dejativa y no lo es para otras cosas malas en las que se ocupan. Boletín del Archivo Nacional de Cuba, t. LXII, enero-junio 1963, La Habana, 1964, p. 23. 52 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 42 13/08/2014 08:54:17 a.m. De súbditos a ciudadanos...43 Los religiosos dominicanos eran reconocidos de distinta manera por fray Domingo Valderrama, quien en carta fechada el 5 de enero de 1608 afirmó: son naturales de esta ciudad y tienen por particular honra que no les aventaje otra iglesia en hacer con tanta puntualidad y autoridad las cosas del oficio y culto divino, que es una gran lección para hacer entender cuan acertadas elecciones son las de VM. hace de los naturales cdo. lo merecen.53 Una temprana conciencia de la identidad propia parece advertirse en el cabildo de Santo Domingo. En una carta sin fecha, despachada entre los años de 1573 y 1577, los capitulares de Santo Domingo invocaron ante el monarca el sentimiento común en ellos «de amor de su patria y de fidelidad a vuestra real persona», y hablaron sobre la situación de «nuestra oprimida isla», términos con los que expresaron su repudio a las autoridades coloniales.54 La exposición capitular fue encabezada con un formulismo que, si bien era propio del cabildo, no dejaba de ser significativo: «La obligación que al servicio de Vuestra Majestad tenemos y el juramento que hicimos de favorecer y amparar con todas nuestras fuerzas a nuestra república».55 En otra carta a S. M., esta vez del 2 de julio de 1588, los regidores de la capital dominicana se opusieron a la presencia de portugueses en la isla, expresando un poco exageradamente: «que eran tantos en la ciudad que son ya más que los naturales». Pero además tuvieron a bien manifestar: «hombres de malas contrataciones perjudicaban al vecindario, quitando a los naturales lo que con tanta razón le es debido». Antonio Valle Llano S. J., La Compañía de Jesús en Santo Domingo durante el período hispánico, Santo Domingo, 2011, p 145, nota 41 (al pie de página). 54 G. Rodríguez Morel, Cartas del Cabildo, Santo Domingo, 1999, pp. 290-291. 55 Ibídem. 53 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 43 13/08/2014 08:54:17 a.m. 44 Jorge Ibarra Cuesta En la documentación dominicana consultada, por otra parte, ya se advertía cómo desde la segunda mitad de siglo xvi los naturales se identificaban por su prosapia, alegando en sus reclamaciones certificaciones y actos privados que atestiguaban que eran descendientes de «cristiano viejo», de «hijosdalgo», de «antiguo vecino», y de «limpia generación».56 La condición de sus predecesores establecía una estirpe, un linaje criollo. Hay en estas distinciones un sentido de pertenencia a la comunidad criolla en la medida en que se declaraban herederos de los conquistadores y primeros colonizadores españoles. Desde entonces se recurrirá a la condición patricia para oponerse a los peninsulares recién llegados a la isla, como también ocurrió en las otras dos posesiones coloniales estudiadas. De acuerdo con una exposición del cabildo de Santo Domingo fechada el 26 de junio de 1681, se solicitaba a S. M. que las plazas de la dotación del Presidio se asienten por soldados hasta cien hombres de los vecinos y naturales de esta isla; respecto de estar prohibido, por averse considerado que siendo naturales, estarían seguros en ella; pues esta seguridad la ha frustrado la misma necesidad y solamente se podían asegurar con el sueldo y socorro de estas plazas.57 Es decir, la seguridad y tranquilidad de la isla se lograría mediante la confianza que se les dispensara a los criollos. Pocos días después, el 29 de junio de 1681, en otra exposición a S. M., los regidores protestaron contra los nombramientos de maestres de plata que los gobernadores hacían a favor de criados suyos o forasteros residentes, contraviniendo así una Ibídem, pp. 209-211. A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Carta del cabildo de Santo Domingo a S. M., 2 de junio de 1681». 56 57 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 44 13/08/2014 08:54:17 a.m. De súbditos a ciudadanos...45 costumbre que favorecía a los vecinos criollos: «siendo de graves sentimientos para sus vecinos que les excluyan de hacer este servicio a vuestra majestad, cuando son ellos con la cortedad de sus caudales los que están supliendo… las reales cajas». Los capitulares dominicanos exaltaban en 1630, por encima de los soldados peninsulares, las cualidades de los milicianos criollos: «La gentes de campo y de las haciendas de Tierra Adentro es de un gran socorro y de mucha importancia para defensa de esta ciudad por ser 400 o 500 hombres endurecidos en el trabajo y criados con una lanza en la mano...».58 Las demandas formuladas por el cabildo de Santo Domingo en cuanto a ceder a los vecinos cien plazas de la tropa regular y los nombramientos de maestres de plata reflejan la voluntad del patriciado de la época de representar tanto sus propios intereses, como los de los vecindarios criollos. Los regidores dominicanos disputaban cada cargo de la administración colonial a las autoridades españolas. Una ordenanza municipal inmemorial del cabildo de Santo Domingo por la que se nombraba a un cabo de tropa criollo para que dirigiese la persecución de negros cimarrones —ocupando para ello una plaza de soldado en la fortaleza y presidio de la ciudad— fue derogada por la Real Hacienda. Esto dio lugar a que los capitulares se dirigiesen a S. M. en comunicación del 3 de agosto de 1681, a fin de denunciar el que los funcionarios del fisco «rehúsan obedecer lo que le manda el Cabildo y sus comisarios diciendo que no tienen obligación a ello».59 La razón detrás de la actitud asumida por los oficiales reales era que el cabo de tropa era un criollo. G. Rodríguez Morel (compilador), Cartas del cabildo de Santo Domingo en el siglo xvii, Santo Domingo, 2007, pp. 385 y 301. 59 Ibídem, p. 388. 58 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 45 13/08/2014 08:54:17 a.m. 46 Jorge Ibarra Cuesta 2. La creciente desconfianza del poder colonial en las milicias criollas blancas y «de color» Según se desprende de las disposiciones de distintos gobernadores de las Antillas, las denominaciones étnicas de «criollos» y «naturales del país» podían tener una connotación política sediciosa cuando se trataba de las guarniciones que custodiaban las fortalezas. Desde el siglo xvii hasta el xix, tanto en Cuba como en Puerto Rico y Santo Domingo se prohibió o restringió la presencia de milicias criollas en las fortalezas y presidios. Si bien la política oficial de las autoridades coloniales estuvo orientada a que los reductos militares de las islas fueran defendidos solo por soldados peninsulares, las continuas fugas de estos dificultaban la realización de su designio. En lo que concierne a Cuba, disponemos de una diversidad de evidencias desde el siglo xvii. La fortaleza de Santiago de Cuba, que debía contar con 300 plazas, solo tenía cubiertas, en 1630, unas 100, y esto así por la sencilla razón de que los soldados se fugaban cuando no se les pagaba a tiempo los exiguos salarios que percibían. Una Real Cédula que ofrecía a los soldados prófugos el pago de los sueldos adeudados no cumplió su cometido.60 El gobernador de La Habana, Juan Montaño (1655-1656), se quejaba entonces de que en las fortalezas de la isla «había muchos criollos y aunque se requiere quitarlos y poner otros en su lugar, no hay españoles para ello».61 En una exposición a S. M. del 8 de agosto de 1665, el gobernador de Cuba, Pedro de Bayona Villanueva (1664-1670), constató que no habían surtido efecto las reales órdenes expedidas a los alcaldes de Puerto Príncipe para que recogieran 70 soldados españoles que se habían escapado del Morro de Santiago de Cuba. L. Marrero, Cuba, t. III, Madrid, 1974, p. 166. Francisco Castillo Meléndez, La defensa de la isla de Cuba en la segunda mitad del siglo XVII, Sevilla 1986, p. 177. (Apud. A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 102, «Montaño al rey, La Habana, 30 de agosto de 1655»). 60 61 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 46 13/08/2014 08:54:18 a.m. De súbditos a ciudadanos...47 Al parecer, la razón del incumplimiento de las reales órdenes era que los alcaldes principeños protegían a los soldados españoles prófugos, muchos de los cuales se habían casado con mujeres de la localidad. La situación era de tal gravedad que cuando en 1670 se hizo el recuento final de deserciones, se encontró que se habían fugado del castillo de Santiago de Cuba 158 soldados, habiendo disminuido la guarnición de 228 individuos a 70. El gobernador Pedro de Bayona dispuso entonces que se condenase a los soldados prófugos con 500 ducados, y a los desertores de la milicia de color, con 200 azotes y 6 años de galeras. De acuerdo con aquel, «se les (h)a mandado a los Alcaldes Ordinarios cumplan de Justicia a los vecinos de su Jurisdicción y forasteros sin retardarle los pleitos a lo que tampoco se (h)a dado cumplimiento».62 Los alcaldes principeños no se identificaban con las persecuciones que llevaban a cabo las autoridades españolas en contra de los reclutas de la península que desertaban —con frecuencia debido a malos tratos. En Real Cédula del 31 de julio de 1673 se impusieron multas al gobernador y a los oficiales reales de la isla por «el exceso que han cometido en asentar plazas de soldados a naturales del país».63 Las disposiciones deprimentes que los españoles atribuían a los criollos se encuentran expuestas en el escrito que el marqués de Varinas dirigiese a Carlos II en 1677 y que tituló «Grandeza de Indias». De acuerdo con el Marqués, no se debían tener tropas criollas en la custodia de los presidios de Santiago de Cuba, La Habana, Santo Domingo, Cartagena y Panamá, por lo que demandaba «se limpien y excluyan los mestizos, coyotes y guachinangos… por cuya causa se origina el descrédito a las armas de V. M.».64 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 150, «Exposición a. S. M. del gobernador de Cuba Pedro de Bayona Villanueva, 8 de Agosto de 1665». Véase también F. Castillo Meléndez, La defensa, Sevilla, 1986, pp. 164-165. 63 Richard Konetzke, Colección de documentos para las historia de la formación social de Hispanoamérica, 1493-1810, vol. II, tomo II, Madrid, 1953-1958, p. 597. 64 F. Castillo Meléndez, La defensa, Sevilla, 1986, p. 177. (Apud. A. G. I., Santo Domingo 102, «Montaño al rey, La Habana, 30 de Agosto de 1655»). 62 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 47 13/08/2014 08:54:18 a.m. 48 Jorge Ibarra Cuesta A pesar de que el temor a armar los criollos blancos y «de color» no cedía en Cuba, las autoridades coloniales encontraban dificultades en cumplir las disposiciones reales que conminaban a separar a las milicias criollas de las fortalezas de la isla. En comunicación del 18 de octubre de 1690 el gobernador de Cuba, Severino de Manzaneda (1689-1695), informó que: en cuanto a las plazas de naturales criollos de esta ciudad y otros de la tierra dentro que existían ... en contravención de las órdenes de Vuestra Majestad... a fin de que pudiese pasar a hacer expulsión de ellos y dejar así las dotaciones de los Castillos como de las compañías de esta ciudad, en la buena regla que conviene.65 El propósito de las reales órdenes de expulsar a los milicianos criollos de las fortalezas se mostró bien pronto de imposible cumplimiento. Informado de que en la ciudad había 180 plazas de criollos, distribuidas en los Castillos del Morro, Fuerza y Punta, el Gobernador escribió: «no he pasado a hacer expulsión de ellos licenciándolos por no verme indefenso». A los efectos de dar cumplimiento a las providencias de S. M., Manzaneda solicitó se le asignase un situado mayor, para que con ella pudiese yo en esta isla dando una o dos pagas de antemano recoger los reclutas que necesitare yo de los españoles, que se hallan en ella divertidos y perdidos en el campo, alimentándose de lo que el les da.66 Archivo Nacional de Cuba. Academia de la Historia de Cuba, caja 91, número 673, «Carta del gobernador Severino Manzaneda a SM, 18 de Octubre de 1690». (Apud. A. G. I., Santo Domingo, estante 54, caja 1, legajo 26). 66 Ibídem. 65 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 48 13/08/2014 08:54:18 a.m. De súbditos a ciudadanos...49 De un total de 900 soldados en las guarniciones, 180 eran criollos: aproximadamente la quinta parte. Los temores y prejuicios de las autoridades coloniales respecto a los criollos adquirieron expresión burlesca en la carta que enviara el marqués de Varinas a S. M. a propósito de las actitudes de los naturales de las Antillas. En la referida exposición al monarca español, se le informaba que los soldados criollos “aborrecían las armas” y eran incapaces de defender una plaza por ser «maricas y de regalo».67 En La Habana, a comienzos del siglo xviii, comenzaron a darse los primeros pasos tendientes a flexibilizar las disposiciones en contra de los criollos. En el «Reglamento para la guarnición de La Habana, castillos y fuertes de su jurisdicción», publicado en Madrid en 1719, se establecía en el artículo 12, por primera vez, la presencia criolla en las fortalezas: «se permite que en cada compañía de infantería y de artilleros, haya 20 soldados, hijos de la Isla, que sean descendientes de España, con la calidad de ser solteros, sin oficio, y que vivan en el cuartel». Se consentía en que hubiera 20 plazas de criollos blancos, pero se seguía excluyendo a los negros y mulatos. La regla de oro de la política colonial partía del supuesto de que las fortificaciones de las islas debían estar en manos de peninsulares, principio que se conservó inalterable hasta 1898.68 El control de las fortalezas no solo se garantizaba por la mayoría de soldados de la península, sino por el hecho de que los mandos de las unidades militares debían corresponder a oficiales españoles. No le faltaba razón a las autoridades, desde su punto de vista: el predominio numérico de los criollos en los baluartes fortificados de las islas podía implicar un vuelco en las relaciones de poder ante la virtual agudización de los conflictos entre las autoridades coloniales y las comunidades criollas. L. Marrero Cuba, Madrid, 1974, t. III, p. 168. José Antonio Saco, Papeles sobre Cuba, t. II, La Habana, 1962, p. 408. 67 68 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 49 13/08/2014 08:54:18 a.m. 50 Jorge Ibarra Cuesta Hechos posteriores, en los que se manifestaría la conducta heroica de los naturales de las Antillas, así como los criterios que expondría el Consejo de Indias a propósito de su valor colectivo, desmentirían la prejuiciada visión oficial adversa a estos. Desde un primer momento, los patricios respondieron airadamente a los criterios sesgados de las autoridades sobre los criollos. Así, el regidor Sebastián Arancivia Isasi, procurador a Cortes del cabildo habanero, protestaría enérgicamente contra la discriminación oficial, alegando que «los vecinos y naturales siempre que hay ocasión de enemigos están con las armas en la mano a cuanto se ofrece». De acuerdo con Arancivia, los nobles solicitaban reiteradamente que se permitiese a sus hijos formar parte de la milicia de la ciudad «...por la prohibición para tener plaza los hijos de naturales». Después de que Arancivia suplicara a S. M. que se admitieran 60 plazas para criollos en el regimiento de la ciudad, el monarca, en RC del 25 de junio de 1690, accedió a otorgar 40.69 De acuerdo con el historiador y regidor habanero José Félix de Arrate, la real orden referida dispensó la prohibición general de la ley para que los naturales de la isla no puedan tener plazas de soldados en sus patrias, permitiéndoles gozasen de ella hasta 40 paisanos hijos de las personas de calidad.70 Para dicha dispensa la Corona exigía una serie de requisitos estrictos a los solicitantes. Entre dichas condiciones destacaban: 1) ser hijos y nietos de españoles, sin mezcla de indio, mestizo, mulato, ni de otra raza alguna; 2) haber servido antes seis años en la Armada de Barlovento, incluyendo cuatro L. Marrero, Cuba, t. III, Madrid, 1974, p. 169. José Félix Martín de Arrate, Llave del nuevo mundo antemural de las Indias Occidentales, La Habana 1964. 69 70 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 50 13/08/2014 08:54:18 a.m. De súbditos a ciudadanos...51 campañas; y 3) pagar 10 escudos de diez reales de plata por la dispensación por ser naturales (del país).71 No eran extrañas esas disposiciones restrictivas, pues desde principios del siglo solo de manera excepcional se autorizaba al hijo de un conquistador o al huérfano criollo de un soldado muerto en servicio formar parte de las tropas peninsulares acantonadas en las fortalezas de las Antillas. A las expresiones deprimentes de los funcionarios españoles, el procurador del cabildo santiaguero, Antonio Caballero, respondió que debía llenar sus 60 plazas del Morro con hombres de la tierra: «por lo montuoso y áspero de aquellos parajes, dificultando el manejo de y uso de lanzas y machetes para hacer las emboscadas, (solo) se podía ejecutar por personas privativas de aquel terreno».72 Si bien las condiciones estipuladas en la Real Cédula de 1690 vedaban el ingreso de los criollos en las fortalezas, cuando el gobernador Severino de Manzaneda (1689-1695) tomó posesión de su cargo descubrió que había 95 criollos entre los 300 soldados de la guarnición de Santiago de Cuba. Por su parte, el regidor Arancivia argumentó que el Gobernador no los depuso de las plazas que ocupaban porque los soldados españoles se fugaban. De ahí que se decidiese a dejar a los criollos hasta que llegasen reemplazos desde la península. En efecto, la situación se había tornado crítica en Santiago de Cuba, donde, de una guarnición de 300 hombres, 100 soldados habían desertado y se ocultaban en las villas de Bayamo y Puerto Príncipe, refugio de todo tipo de actividades ilegales. En una exposición dirigida al rey que data de 1690, el cabildo de Santiago de Cuba argumentó que los criollos se prestaban mejor para la defensa de las cercanías de la ciudad. Mientras los soldados españoles se demoraban en disparar las armas de fuego debido a las dificultades que representaban para ellos L. Marrero, Cuba, t. III, 1974, p. 169. F. Castillo Meléndez, La defensa, Sevilla, 1986, pp. 171-173. (Apud. A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 112, Santiago de Cuba, s. f.). 71 72 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 51 13/08/2014 08:54:18 a.m. 52 Jorge Ibarra Cuesta la montuosidad y aspereza del terreno, los criollos acometían al enemigo resuelta y rápidamente con sus machetes y lanzas. Solo los criollos, repetían los capitulares santiagueros, eran prácticos y experimentados en el manejo de estas armas… y estarán siempre prontos a la hostilidad y resistencia de los enemigos que procuran entrar por las caletas de aquellas costas a hacer robos a los moradores.73 Los regidores santiagueros defendían el derecho de los criollos a desempeñar los mismos cargos y obligaciones que los españoles en cualquier esfera de la vida, reivindicando, de esa suerte, el buen nombre de sus compatriotas. El Consejo de Indias aceptó finalmente la propuesta del cabildo santiaguero y dispuso fuesen criollos naturales de esa provincia hasta 60… para que por el conocimiento que tienen de esa tierra y del manejo de las lanzas y machetes, de que se usa en las emboscadas, se logre la mayor seguridad de ese presidio.74 Un alegato parecido al de los capitulares santiagueros fue pronunciado por el procurador general del cabildo habanero, José González, en defensa de sus compatriotas: «No se halla diferencia entre las compañías de infantería española y las de los vezinos, porque se hallan con las armas en la mano, entrando y saliendo de guardia todos los días».75 De acuerdo a Castillo Meléndez, entre 1661 y 1700 se presentaron 98 solicitudes de jóvenes criollos que querían formar parte de la guarnición de tropa veterana española que custodiaba las fortalezas de La Habana. Entre los apellidos de L. Marrero, Cuba, t. III, Madrid, 1974, p. 170. Ibídem. 75 F. Castillo Meléndez, La defensa, Sevilla, 1986, p. 197. 73 74 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 52 13/08/2014 08:54:18 a.m. De súbditos a ciudadanos...53 los peticionarios aceptados gradualmente a lo largo del siglo para alistarse en la guarnición de la capital se encontraban los de las familias patricias habaneras más relevantes: Pedroso, Rojas, Sotolongo, Valdespino, Arrate, Beltrán de Santa Cruz, Alarcón, Palacian, Munibe…76 En la documentación del gobernador Xedler (1653-1654) se puede precisar que la proporción de criollos en las fortalezas de La Habana oscilaban entre un 23 y un 33%; mientras que, de acuerdo con los estimados del gobernador Manzaneda (1689-1695), los naturales del país y de otras posesiones española constituían el 66% de la guarnición del Morro de Santiago de Cuba.77 Hasta qué punto no era posible mantener una mayoría absoluta de tropas veteranas de la península en las guarniciones que custodiaban las fortalezas de la isla a fines del siglo xvii —como deseaban las autoridades coloniales— lo evidencia el memorial que en 1689 dirigió Miguel de Urea al monarca. De conformidad con este documento, en las fortificaciones de La Habana había no solo criollos blancos de las familias oligárquicas, sino también gente «de color» libre: Hay mucha gente de la Tierra en la infantería de los tres castillos de la ciudad y entre ellos abundante número de pardos, cuarterones y españoles casados con negras y mulatas. Ello da lugar a enfrentamientos y roces en tanto que pretenden las ventajas y los escudos y las escuadras y alabardas causando con ello malestar entre los españoles legítimos que se sienten agraviados al ser mandados por oficiales que no tienen su color.78 Ibídem, pp. 175-176. Ibídem, p. 176. 78 Ibídem, p. 130. 76 77 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 53 13/08/2014 08:54:18 a.m. 54 Jorge Ibarra Cuesta Determinadas evidencias nos hacen pensar que la comunicación de Urea pecaba de exagerada. No puede negarse, empero, la presencia de milicianos negros y mulatos en las fortalezas insulares. Los salarios de las tropas españolas destinadas a las Antillas apenas alcanzaban para vivir. Lo más frecuente era que los soldados tuvieran una o más actividades lucrativas. También se unían con criollas sin importar su condición racial, no solo para disfrutar de sus caricias, sino también para aliviar las penurias a que daban lugar sus bajos ingresos. Cuando no podían resolver sus necesidades en la ciudad, se internaban en el campo para trabajar como labradores o estancieros y desertaban del ejército. En junio de 1686, cuando el situado no llegó a tiempo y se suspendieron los préstamos a los soldados de la guarnición porque se temía que no iba a llegar, más de 110 soldados desobedecieron a sus jefes, abandonaron la capital y acamparon en sus inmediaciones con el propósito de saquear las haciendas y estancias cercanas; de hecho, causaron serios daños a la agricultura. La protesta solo se pudo aplacar cuando finalmente llegó el situado. La sublevación de la tropa dio lugar a que una parte considerable de esta desertase definitivamente.79 No sería sino hasta fines del siglo xvii, como ha dejado traslucir la documentación consultada, que se autorizó el empleo de milicias criollas en las guarniciones de las fortificaciones de la isla. La Real Cédula del 2 de junio de 1690 dictaminó las condiciones en las que en las Antillas hispánicas se podía «sentar plaza de soldados hasta cuarenta hijos de vecinos, hijos de españoles, sin mezcla de sangre de gente no blanca, con que la edad sea entre dieciocho y cuarenta años».80 Ante la imposibilidad de movilizar soldados españoles, las autoridades coloniales consintieron finalmente en que las milicias criollas blancas custodiaran las fortalezas de la isla junto con los regimientos Ibídem, p. 184. Fray Cipriano de Utrera, Noticias históricas de Santo Domingo, Santo Domingo, 1978-1983, vol. V., p. 209. 79 80 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 54 13/08/2014 08:54:18 a.m. De súbditos a ciudadanos...55 peninsulares, pero restringieron la posibilidad de alistar soldados negros o mulatos. Se trataba, sin dudas, de una política de compartimentación de responsabilidad que se definía de acuerdo al grado de peligrosidad que se atribuía a los distintos estamentos de las comunidades criollas, las cuales eran concebidas por las autoridades regias como el otro colonial. En el siglo xviii continuaron las preocupaciones de las autoridades respecto a la situación de las fortalezas debido a las dificultades para traer regimientos españoles que cumplieran con dichos fines. De acuerdo con las declaraciones del alguacil mayor y regidor Nicolás Gatica, pronunciadas en la sesión del cabildo habanero del 4 de septiembre de 1722, los soldados asignados a las fortalezas «no pueden mantenerse (…) estando en peligro de que les obligue la necesidad de valerse de ilícitos aprovechamientos, porque aún para alimentarse, no son suficientes los [salarios] asignados por el arancel».81 La exposición del conde de Aranda (ministro de Carlos III) titulada «Ligeras reflexiones sobre el modo de asegurar la defensa de la Havana» —escrita antes de la toma de la ciudad por los ingleses—, así como el discurso pronunciado por el gobernador Ambrosio Funes de Villapando, conde de Ricla, el 20 de enero de 1763, constituyen evidencias de la actitud de suspicacia de las autoridades coloniales respecto a la gente del país.82 No pudo el Conde de Ricla, sin embargo, hacer tabla rasa del papel decisivo desempeñado por los criollos para enfrentar a la invasión inglesa en 1762. De ahí que propusiera un nuevo plan de defensa basado en la formación de cuerpos de milicia que defendieran la isla desde Santiago de Cuba, Trinidad y La Habana con «seis mil hombres sacados de los pueblos». Las reservas relativas a las milicias se mantenían, ya que, según el receloso gobernador, el mando no se debía Oficina del Historiador de La Habana. Actas capitulares trasuntadas del Ayuntamiento de La Habana, libro 22, cabildo del 4 de septiembre de 1722, fol. 574-575. 82 Documento localizado por el historiador Gustavo Placer en el Archivo de Indias. (A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 2116 ). 81 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 55 13/08/2014 08:54:18 a.m. 56 Jorge Ibarra Cuesta otorgar a criollos «blancos ni de color», sino a «Coroneles catalanes o de Montaña». Excepción fue el proponer que se asignara a «un Coronel cavallero del pays» la jefatura de «un segundo Batallón oficial de tropa veterana». No obstante, Ricla sugirió que se mantuviese inalterable el principio de que la fuerza principal de defensa de la colonia debía estar en manos de tropa veterana de la península, no de las milicias del país. Por eso, para la defensa de la isla, se proponían «seis batallones o tres mil hombres de la de España que devan existir por pie del Exercito y Guarnición de la Plaza». No debía ni siquiera considerarse, incluso en momentos de exigencia o necesidad apremiante de las autoridades coloniales, la posibilidad de sustituir a las tropas peninsulares de la guarnición por tropas de criollos. De ahí que Ricla declarase de manera terminante que: para los reemplazos, no conviene se hagan de las Milicias de aquel Pays, por no quitar la sustancia de el y por los inconvenientes que la mezcla pudiera traher, deviendo tomar precauciones, si no que estas se embien de aquí quando salgan flota ô otras embarcaciones, que anualmente salen y toman aquel rumbo.83 Un padrón de las fuerzas que defendían la isla en 1770 evidencia la continuación de la política colonial que procuraba el mantenimiento de la superioridad militar peninsular en las fortalezas y el predominio de criollos blancos en las milicias del país. La guarnición de la fortaleza del Morro de La Habana, de 2,371 hombres, contaba con 697 criollos en el regimiento de infantería de La Habana. En el Regimiento de Sevilla, de 1,131 soldados, y en varias compañías de artillería e infantería, se integraba la mayor parte de los soldados peninsulares. Las milicias de La Habana —en donde había una numerosa población blanca— estaban integradas en su mayoría por fuerzas de caballería y de infantería de esa procedencia étnica, ascendiendo estos a un total de 2,265 hombres. Ibídem. 83 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 56 13/08/2014 08:54:19 a.m. De súbditos a ciudadanos...57 Tierra adentro, la composición étnica de la población parece haber influido decisivamente en la conformación de las milicias. En Puerto Príncipe las autoridades pudieron integrar un cuerpo de milicias predominantemente blanco. Así, los cuerpos de infantería de la ciudad se conformaron con 800 milicianos blancos, 99 pardos y 79 morenos. En Oriente, en cambio, la mayoritaria población negra y mulata parece haber determinado la composición de los cuerpos de milicias criollas: el cuerpo de infantería blanco de la ciudad estaba integrado por 800 hombres, el de pardos por 800 hombres y el moreno por 79. Tal parece que, como en Santo Domingo, era muy difícil reclutar un número mayoritario de criollos blancos armados debido a la insuficiente población de esa composición étnica.84 Por una de esas incongruencias del sistema legal vigente, hasta la promulgación de la Real Cédula del 3 de abril de 1776 los soldados miembros del ejército veterano y la real armada estaban sujetos a la competencia de los jueces civiles, mientras que las milicias criollas se beneficiaban del fuero militar. La nueva disposición real favoreció incorporar las tropas veteranas peninsulares a la jurisdicción militar. En la disposición referida el monarca estableció: he resuelto ampliar el método que se observa en los Cuerpos de Milicias al Ejercito y Armada para lo que cualquier jurisdicción extraña de la militar que proceda de oficio, o a instancia de parte civil, o criminalmente contra algún individuo del Ejercito o Armada (…) ponga a disposición (del fuero militar) al reo.85 Cuba. Efectivos militares en 1770. Biblioteca Nacional José Martí. Colección Cubana. Fondo Pérez de la Riva. MS 87-2, no. 1, vol. 1-B. (Apud. A. G. I., Santo Domingo, legajo 1222). 85 Oficina del Historiador de La Habana. Actas capitulares trasuntadas del Ayuntamiento de La Habana, cabildo del 29 de mayo de 1778, fol. 161 dorso-162 dorso. 84 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 57 13/08/2014 08:54:19 a.m. 58 Jorge Ibarra Cuesta Se trataba de situar a los militares peninsulares fuera de la jurisdicción de los alcaldes criollos y de la Real Audiencia, de modo que sus delitos solo pudieran ser conocidos por las autoridades coloniales, propensas a juzgarlos magnánimamente. De la misma manera se les eximía de ser demandados por funcionarios civiles. Solo las autoridades castrenses podían demandar o encausar a los soldados colocados en el fuero militar. A principio del siglo xix las fugas de los soldados de sus enclaves militares debido a malos tratos, retraso en el pago de sus salarios y negativas del mando a que emprendiesen actividades por cuenta propia continuaban. El fenómeno de las deserciones en el siglo xix ha sido constatado con precisión en investigaciones sobre los regimientos de infantería de La Habana y Santiago de Cuba. De acuerdo con el historiador Sigfrido Vázquez Cienfuegos, en La Habana se registraron entre 6 y 7 deserciones mensuales en el período 1801-1811. Estas cifras suponen entre 800 y 900 desertores en 11 años, de los cuales 250 fugados fueron capturados y remitidos a sus unidades. De ese modo, la fuerza de 683 hombres en 1801 se redujo a 479 en 1812. Según estas mismas fuentes, en el regimiento de Santiago de Cuba hubo un promedio de cuatro defecciones mensuales, lo que significaba 500 prófugos durante esos años. De estos escapados solo se pudieron recoger y reintegrar a sus fortalezas 130.86 La creciente inestabilidad y disminución de las guarniciones peninsulares de las fortalezas determinó que las milicias criollas pasaran a constituir fuerzas indispensables e irremplazables para la defensa de las posesiones caribeñas. Una situación parecida a la de las fortalezas de Cuba presentaban las de Puerto Rico. Las deserciones de los soldados españoles de las guarniciones y su internamiento en regiones Sigfrido Vázquez Cienfuegos, «Comportamientos de las tropas veteranas en Cuba a principios del siglo xix», Temas Americanistas, Madrid, no. 19, 2007, pp. 88 y 89. 86 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 58 13/08/2014 08:54:19 a.m. De súbditos a ciudadanos...59 apartadas en el campo constituyeron un hecho generalizado en Borinquen. Entre 1599 y 1601, en una fuerza que oscilaba entre 300 y 400 soldados, ocurrieron un total de 26 fugas.87 A pesar de los castigos que se imponían a los prófugos, algunos volvían a escaparse. De acuerdo con las memorias de 1618 del capitán Alonso de Contreras, el gobernador de Puerto Rico, Felipe de Beaumont (1614-1620), le pidió que dejase 40 soldados para reforzar la guarnición del Morro de San Juan. Pero nadie de la tropa de De Contreras se ofreció; para los soldados peninsulares lo peor del mundo era servir en una fortaleza de la empobrecida isla: «En mi vida —escribió De Contreras— me ví en más confusión, porque no se quería quedar ninguno y todos casi lloraban en quedar allí, porque era quedar esclavos eternos...».88 De acuerdo con Fernando Picó, al soldado español no le era atractiva la vida en las fortalezas de Puerto Rico porque le ofrecía pocas posibilidades de aventuras, de honores, riquezas, placeres y de seguridad de un pronto regreso a la madre patria.89 En carta a S. M. del 25 de abril de 1644, el obispo de San Juan, Damián López de Haro, destacaba cuáles eran los aspectos más riesgosos e inquietantes «del estado miserable en que nos hallamos». Lo más preocupante, aseveraba López de Haro, era «La falta y miseria de soldados y la sobra de portugueses, assi dellos como de los vezinos y de los esclavos».90 Los portugueses, los vecinos criollos y los esclavos radicados en la isla superaban numéricamente a los soldados españoles. A juicio del Obispo, esos elementos extraños a la metrópolis amenazaban la estabilidad de la pequeña posesión insular. Francisco A. Scarano, Puerto Rico. Cinco siglos de historia, 2ª edición, México, 2000, p. 271. 88 Fernando Picó, Historia general de Puerto Rico, San Juan de Puerto Rico, 1986, p. 88. 89 Ibídem. 90 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 172, fol. 850-852, «Exposición del obispo Damián López de Haro a S. M., 25 de abril de 1644». 87 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 59 13/08/2014 08:54:19 a.m. 60 Jorge Ibarra Cuesta En 1765 el mariscal O’Reilly también se refirió a las fugas al campo de los soldados. Pero además, con posterioridad, estimó como fenómeno generalizado el caso de los marineros peninsulares que se quedaban en la isla: habiéndose poblado con algunos soldados (…) se agregaron a estos un número de polizontes, grumetes y marineros que desertaban de cada embarcación que allí tocaba, esta gente de por si muy desidiosa (…) se extendió por aquellos campos y bosques.91 Algo que ha sido corroborado por fray Íñigo Abbad, quien añadió pocos años después: «muchos marineros y soldados se ocultan al abrigo de los naturales».92 En Puerto Rico, para otorgar a un criollo una plaza en una guarnición, el gobernador necesitaba una autorización real previa. Solo se podían alistar soldados criollos de manera interina. Cuando el gobernador Fernando de la Riva y Agüero (1643-1649) reclutó algunos soldados criollos por temor a una sublevación de los soldados portugueses que había en la plaza, la Corona solo aceptó esa medida temporalmente. En 1650 la guarnición militar del castillo del Morro de San Juan era de 400 soldados. Sin embargo, el promedio anual de fugas desde 1659 a 1700 determinó que durante esos años la guarnición del Castillo del Morro promediase 264 soldados. La disminución del número de soldados se debía, como se ha dicho, a las frecuentes fugas de estos. La única solución transitoria que se halló al descenso de las dotaciones de las fortalezas fue incorporar guachinangos de Nueva España y eventualmente consentir en que un reducido grupo de milicianos criollos prestase servicio en ellas. El registro de la composición de la Citado por Ángel Quintero Rivera (editor) en Vírgenes, magos y escapularios. Imaginería, etnicidad y religiosidad popular en Puerto Rico, San Juan - Río Piedras - Santurce, 1998, p. 42. 92 Ibídem. 91 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 60 13/08/2014 08:54:19 a.m. De súbditos a ciudadanos...61 tropa realizado en 1694 arrojó el siguiente resultado: de un total de 263 soldados, había 172 peninsulares, 68 americanos y 23 europeos, de los cuales 17 eran portugueses. Los milicianos criollos de Puerto Rico que prestaban servicio en la fortaleza alcanzaban la cifra de 17, o sea, un 6% de la dotación armada.93 En un siglo en el que se incrementaron las agresiones de ingleses, holandeses y franceses en el Caribe, las defensas de las posesiones coloniales españolas debían ser agrandadas considerablemente. Y sin embargo, la suspicacia respecto a los naturales del país se mantuvo. Ello se evidencia en el hecho de que los criollos constituyeron siempre una minoría en la dotación militar y en que el mando de la tropa quedó en manos de oficiales peninsulares. Ya a fines de 1693 se recibió en Puerto Rico una comunicación del Consejo de Indias —muy parecida a otra recibida en La Española y en Cuba— que instruía al gobernador a «que como hizo la Isla de Santo Domingo, se libre por 10 años para que la guarnición pueda sentar plaza hasta 40 naturales, siendo la edad entre 18 y 40 años».94 Dicha disposición tardaría muchos años en ponerse en vigor. Y es que durante el período colonial se trató de mantener por todos los medios el principio de que la oficialidad y la tropa de las fortalezas debían proceder de la península. Por mucho que se distinguieran los criollos de Borinquen en la defensa de la isla, las autoridades coloniales tuvieron siempre el cuidado de que la correlación de fuerzas de las tropas en los baluartes fuera favorable a los soldados procedentes de la península. No obstante, de acuerdo con las historiadoras Silvestrini y Luque, aunque las milicias criollas debían auxiliar al batallón fijo peninsular que defendía las fortalezas militares, Ángel López Cantos, Historia de Puerto Rico (1650-1700), Sevilla, 1975, pp. 230-231 y 235-236. 94 Ibídem, pp. 228-229. 93 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 61 13/08/2014 08:54:19 a.m. 62 Jorge Ibarra Cuesta fueron ellas quienes libraron los combates más cruentos frente a las agresiones e invasiones de ingleses, franceses y holandeses. Una muestra de las actitudes prejuiciadas de los gobernadores españoles contra los criollos la proporcionó el gobernador de Puerto Rico Gaspar de Arteaga. En una carta dirigida a S. M. el 18 de junio de 1672, los regidores del cabildo de San Juan se quejaron amargamente de que Arteaga no había tenido reparos en manifestar públicamente a un grupo de personas que llegó en un patache al puerto de San Juan que no debía pasearse por las calles de la ciudad, pues «en el lugar no avía más que veer que indios y brutos, infamando su vecindad i notandola de defectos que no padexe por estar compuesta de muchos hombres principales nacidos y derivados de estos reynos».95 El Gobernador calificó a los patricios que formaban parte del cabildo como «alcaldillos figuras» y empleó otras expresiones desdeñosas en relación con ellos. Con independencia de la disposición real que prohibía la presencia de milicias «de color» en las fortalezas del mar Caribe, y ante el peligro de agresiones extranjeras contra las ciudades-puerto, las autoridades recurrieron invariablemente al expediente de movilizar milicias criollas de tierra adentro para defender las plazas amenazadas. Así ocurrió con las amenazas de Drake contra San Juan de Puerto Rico en 1695. También en 1702, cuando una armada inglesa desembarcó en Puerto Rico. Aunque la misma fue vencida por las milicias urbanas del país que estaban bajo el mando del capitán Antonio Correa, los invasores derrotados dejaron sobre el terreno, antes de retirarse, 42 cadáveres. De acuerdo con fray Íñigo Abbad, la ciudad de San Juan contaba con dos regimientos de infantería española y una de artilleros. En la ciudad, las milicias criollas ascendían a 3,000 hombres de infantería y 500 caballos. Asimismo, en San Germán, en 1743, dos compañías de milicias criollas A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 165, «Carta del Cabildo de San Juan de Puerto Rico a S. M., 18 de junio de 1672». 95 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 62 13/08/2014 08:54:19 a.m. De súbditos a ciudadanos...63 disciplinadas vencieron a tropas enemigas que habían desembarcado. Luego, en 1748, el rey habría de asignar sueldos a los milicianos que cayeron en dicha ocasión.96 Un siglo después del intento del corsario británico Francis Drake, el 17 de febrero de 1797, una flota comandada por el almirante británico Henry Harvey y el general Ralph Abercromby ancló en Punta Cangrejos con el designio de apoderarse de San Juan. Luego de una cruenta batalla (que duró diez semanas) por la posesión de la ciudad, los seis mil soldados ingleses que integraban el contingente invasor se retiraron derrotados. De acuerdo con el historiador Fransisco Scarano, No cabe dudas que fueron los milicianos criollos, incluso aquella compañía de morenos que O’Reilly había fundado para actuar en las operaciones más peligrosas, quienes inclinaron la balanza a favor de los defensores.97 En La Española, antes que en Cuba y Puerto Rico, una RC del 28 de agosto de 1610 estableció el fuero militar, es decir, libró a los hombres de armas de la jurisdicción de la Real Audiencia y de la de los alcaldes ordinarios y los puso en cambio a disposición de los gobernadores.98 De manera parecida que en las otras Antillas hispánicas, en La Española se observaba desde el siglo xvii el cuidado de los gobernadores por mantener una correlación de fuerzas favorable al poder colonial en las fortificaciones de la isla. En sus crónicas, Xavier de Cherlevoix consigna, sin embargo, las dificultades que encontraron las autoridades para mantener la superioridad numérica de los soldados peninsulares sobre los Fray Íñigo Abbad y La Sierra, Historia geográfica, civil y natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, Río Piedras, 1975, pp. 117 y 157-158. 97 F. Scarano, Puerto Rico, México, 2000, pp. 412-415. 98 Reales Cédulas y correspondencia de gobernadores de Santo Domingo, t. IV (1610-1642), Madrid, 1958, pp. 1225-1227. 96 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 63 13/08/2014 08:54:19 a.m. 64 Jorge Ibarra Cuesta criollos blancos y «de color». En ocasiones excepcionales, para formar cuerpos de milicias, debía acudirse a la numerosa población de negros y mulatos libres y de esclavos. La población blanca, criolla y peninsular, no llegaba en todos los censos y padrones a más de un 10%. Según la exposición de Cherlevoix titulada «Estado de la Isla de Santo Domingo en 1655», el gobernador tenía bajo su mando directo unos 240 soldados «mantenidos y pagados por la corte», los cuales constituían presumiblemente la tropa peninsular que formaba parte de las dotaciones en las fortalezas de la capital. Ese cuerpo incluía una compañía de artillería de 40 soldados. Se contaba además con dos compañías de «milicias burguesas de 200 hombres en una especie de barrio de la capital». El cuerpo de la milicia criolla se componía «de seis compañías de mulatos o de indios y muy pocos blancos». De estas palabras se deduce que en las compañías referidas estaban mezclados blancos y gente «de color». Todos juntos ascendían a 725 hombres. En la aldea de San Lorenzo, integrada por negros libres —antiguos esclavos prófugos de la parte francesa de la isla—, se creó una compañía de milicias. Ese cuerpo se componía de 140 hombres.99 En resumen: el poder colonial contaba en la capital con 200 hombres en la fortaleza, presumiblemente peninsulares, en tanto que los criollos blancos y «de color» ascendían a unos 875 hombres. La única garantía que tuvieron las autoridades coloniales de ejercer un control eventual sobre las milicias criollas fueron los mandos de las tropas, que quedaron en manos de oficiales peninsulares. Ahora bien, en la medida en que decayó el interés de las autoridades españolas por defender a la isla empobrecida y se apeló al patriciado blanco para resistir la presencia francesa, Pierre-François-Xavier de Cherlevoix, «Estado de la isla de Santo Domingo en 1655», en Historia de la isla Española o de Santo Domingo, vol. II, libro séptimo, Editora de Santo Domingo, Santo Domingo, 1977, pp. 30, 380-383. Citado en Emilio Cordero Michel (compilador), La ciudad de Santo Domingo en las crónicas históricas, Santo Domingo, 1998, pp. 93-98. 99 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 64 13/08/2014 08:54:19 a.m. De súbditos a ciudadanos...65 las autoridades tuvieron paulatinamente que ir integrando en la oficialidad a patricios dominicanos blancos. Por otra parte, la abrumadora mayoría de negros y mulatos en la isla también ayudó a inclinar la balanza para que se comenzaran a confiar dichas posiciones oficiales militares al patriciado dominicano blanco y mestizo, el cual debía controlar «las tropas de color». No faltaron en la época argumentos opuestos al ascenso de los patricios y del sector artesanal a la plana mayor del batallón fijo y de los cuerpos de milicias de infantería y artillería. De acuerdo con una exposición de 1791 del gobernador Joaquín García, la mayor parte de los oficiales y sargentos del cuerpo de milicias percibía sueldos: «Hay algunos oficiales hacendados, pero muchos no tienen más haberes que el sueldo».100 Entre estos se encontraban artesanos y vendedores de la ciudad, que formaban parte de la estructura de mando en tanto oficiales de bajo rango y sargentos. El fiscal de la Real Audiencia de Santo Domingo, Jose Osorio,101 escribió en 1778 una exposición titulada «Reflexiones sobre la decadencia de la agricultura y las artes», texto en el que se oponía a la promoción del patriciado y del artesanado criollo con el pretexto de que ello perjudicaba la economía insular. Lo que Osorio temía, como reconoció impensadamente, era que los mandos militares estuvieran en manos de los «naturales y parientes» y que «con el tiempo» viniera «a quedar la oficialidad en determinadas familias». Pero tanto o más preocupante que la eventualidad de que familias del patriciado dirigieran los cuerpos armados de la isla era el que la población «de color» predominara en las tropas y el que los artesanos detentaran los mandos intermedios de las milicias.102 Emilio Rodríguez Demorizi, Milicias de Santo Domingo, 1786-1821, Santo Domingo, 1978, p. 7. 101 F. C. De Utrera, Noticias históricas, vol. I, Santo Domingo, 1978-1983, pp. 78 y 127. 102 Joseph Osorio, «Reflexiones sobre la decadencia de la agricultura y las artes», escrito del 25 de noviembre de 1778, Colección Herrera, t. 12, no. 193. (Apud. A. G. I., Santo Domingo 1045). 100 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 65 13/08/2014 08:54:19 a.m. 66 Jorge Ibarra Cuesta En todo ello la exposición del oidor y fiscal reflejaba los puntos de vista de las autoridades españolas sobre la cuestión. Ante la perspectiva de que las familias patricias llegaran a detentar los mandos militares, debía la Corona traer un batallón fijo peninsular que reemplazara a las milicias criollas en los sistemas fortificados de la isla. Y ante lo que más le preocupaba —que los negros y mulatos detentaran los mandos intermedios, o sea, los grados de oficiales de bajo rango y de sargentos— escribió: El pie sobre el que se han establecido estas milicias también es repugnante, así porque todos los oficiales y el primer sargento de cada compañía disfrutan de sueldo, como porque sin distinción de castas y sujetos se reclutan las plazas, viéndose en la formación mezclados los blancos con los mulatos y casi negros, el amo con su liberto y un sujeto distinguido haciendo fila con otro de aquellos, sobre que entran algunos violentos y forzados, desmintiendo el nombre de voluntarios, sirviendo con notable desafecto, mayormente por verse algunos de distinción sin poder aspirar a oficiales y que algunos de estos disfruten el honor y sueldo.103 Ante la imposibilidad de que se formara una fuerza militar que defendiera cabalmente la isla sin la presencia mayoritaria de la gente «de color», se pronunció a favor de que se formasen tres cuerpos de milicias distintos (uno para blancos, otro para mulatos y un tercero para negros), de manera que sus integrantes no se mezclaran. Y si bien criticó el que los criollos disfrutasen de salarios, se desentendió del hecho de que los soldados peninsulares de la guarnición habían hasta entonces disfrutado de los mismos: de hecho, de acuerdo con su proyecto, seguirían disfrutándolos. Ibídem. 103 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 66 13/08/2014 08:54:19 a.m. De súbditos a ciudadanos...67 Los inconvenientes afrontados para integrar la guarnición de las fortalezas de la capital de La Española en la segunda mitad del siglo xviii rebasaron considerablemente los que se presentaron en Puerto Rico. En 1769 los soldados que integraban la dotación de las fortalezas de Santo Domingo ascendían a 648: Lugares de origen Número de plazas Santo Domingo 337 España227 América53 Europa, 31 (Incluye Portugal) TOTAL648104 Como puede observarse, la única manera que encontraron las autoridades para equilibrar la inevitable presencia criolla en las fortalezas fue reclutar soldados de sus otras posesiones coloniales en América y europeos, principalmente portugueses. Ahora bien, los criollos que integraban la guarnición de las fortalezas de Santo Domingo excedían ampliamente a los naturales inscritos en el Castillo del Morro de San Juan. Sin dudas, las milicias criollas estaban formadas por una mayoría de negros y mulatos —como revelase Osorio unos pocos años después— que compartían en igualdad de condiciones con los españoles, europeos y americanos de otras posesiones españolas del continente que formaban el grueso de la dotación de la fortaleza de San Juan. Hasta qué punto el control que ejercían los mandos españoles sobre las milicias criollas garantizó la estabilidad del poder colonial quedó evidenciado en ocasión de la movilización de tropas españolas y americanas hacia la frontera con el lado oeste de la isla en virtud de una eventual agresión haitiana. En carta dirigida a S. P. y C. G. en fecha del 30 de noviembre María Rosario Sevilla Soler, Santo Domingo, tierra de frontera (1750-1800), Sevilla, 1980, pp. 332-335. 104 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 67 13/08/2014 08:54:20 a.m. 68 Jorge Ibarra Cuesta de 1791, el gobernador y capitán general Joaquín García informó que como resultado de la salida de la ciudad de Santo Domingo de tropas de Cantabria, Nueva España, Puerto Rico, Caracas y Cuba, las fortalezas de la capital habían quedado desguarnecidas y en precario frente a las milicias urbanas «de color», las que constituían el enemigo interno del poder colonial. De acuerdo con García, las circunstancias imperantes habían determinado que hubiera quedado desarmado todo el vecindario, por cuya razón existía la fuerza en nuestras manos; más hoy sucede todo al contrario, se hallan armados del 7 de Julio acá, doscientos y cinquenta Mulatos, y más de mil negros, que, siempre y continuamente subsisten dentro de la plaza, ¿Y quién podrá responder de la fidelidad de todos estos?, solamente el cuidado y la vigilancia. En otro momento de su exposición el Gobernador planteó que de igual modo en que las tropas enemigas habían asaltado los puestos de San Miguel y San Rafael, podía ser asaltada la capital. Y ante un eventual ataque, las fuerzas con las que contaban las fortalezas debían atender «al enemigo exterior y tal vez a los interiores no conocidos».105 Las hojas de servicio de la oficialidad y de los sargentos de las milicias dominicanas publicadas por Emilio Rodríguez Demorizi reflejan, más que ningún otro testimonio, el predominio criollo en los mandos de los cuerpos armados a fines del siglo xviii.106 La demografía y las necesidades de defensa de una isla asediada por las potencias rivales de España habían terminado por sobreponerse a los designios de la política colonial de excluir a los criollos de posiciones de poder. Así, entre los años 1783 y 1800, habían servido en los Antonio del Monte y Tejada, Historia de Santo Domingo, Santo Domingo, 1892, t. 4, pp. 305-308 y t. 3, pp. 140-142. 106 E. Rodríguez Demorizi, Milicias, Santo Domingo, 1978. 105 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 68 13/08/2014 08:54:20 a.m. De súbditos a ciudadanos...69 cuerpos de milicias 35 oficiales españoles y 99 criollos. De estos últimos, 56 eran descendientes de familias patricias (se declaraban hidalgos o descendientes de estos), 34 afirmaban ser hijos de oficiales del ejército peninsular o de las milicias y 9 no consignaron sus orígenes familiares. Con respecto a los sargentos, 27 eran peninsulares y 24 criollos, de los cuales 10 declararon ser descendientes de hidalgos, 2 dijeron ser hijos de oficiales y 12 no consignaron sus orígenes familiares. Sin embargo, en la relación de nombres y apellidos de estos no aparecía el «don» que identificaba a los criollos como blancos, por lo que debe suponerse que la mayoría de los sargentos criollos eran negros y mulatos. Las hojas de servicio no mencionan la raza, pero el apelativo de «don» antes del nombre y el apellido de cada uno de los oficiales hubieran podido hacer pensar que los oficiales criollos eran blancos. Sin embargo, el conocimiento de que las familias blancas no llegaban al 7% de la población y de que las certificaciones de limpieza de sangre se adulteraban con el consentimiento de los sacerdotes nos hacen pensar que una gran parte de los oficiales eran mestizos. De todos modos, lo más significativo es que los oficilaes criollos constituían una mayoría en relación con los peninsulares: de 99 a 35.107 Otro hecho a destacar es que la plana mayor de los cuerpos militares estaba constituida mayoritariamente por oficiales españoles, pues solo excepcionalmente había en ella algún criollo. La situación distinta de Santo Domingo con relación a Cuba y Puerto Rico ilustra la forma en que se alcanzó una paulatina integración étnica en una institución tan sensible a las relaciones de poder como la milicia. En este sentido, la desfavorable correlación demográfica, el progresivo desinterés de la metrópolis en su empobrecida posesión y las crecientes amenazas internas y externas que pendían sobre esta (que había sido En nuestro estimado consideramos españoles a los oficiales y sargentos de milicias de San Carlos por tratarse de un poblado de canarios. 107 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 69 13/08/2014 08:54:20 a.m. 70 Jorge Ibarra Cuesta ocupada en parte por los franceses) empujaron a las autoridades a apelar cada vez más a los criollos para integrar la oficialidad de los cuerpos militares. Desde luego, fue principalmente el protagonismo de las milicias criollas en la defensa de la isla (sobre todo a partir del siglo xvii) lo que determinó la creciente presencia de sus miembros en los cuerpos de oficiales. Dos victorias aplastantes sobre dos grandes ejércitos europeos (uno inglés y otro francés) evidenciaron la importancia decisiva de las milicias criollas en la salvaguarda de la patria. La invasión a la isla, en 1655, por parte de una armada británica comandada por el almirante William Penn y el general Robert Venables, y que estaba compuesta de 6,000 soldados y 7,000 marinos, sería derrotada por una guarnición del morro de 200 hombres recién llegados de la península, 700 milicianos criollos (blancos, pardos y morenos) de la ciudad y 1,300 lanceros del interior de la isla (conformados fundamentalmente por pardos y morenos comandados por oficiales patricios). De acuerdo con la versión de un oficial británico, los invasores tuvieron 1,700 muertos. La otra batalla que mostró la importancia de los lanceros criollos fue la librada contra un ejército francés que incendió el 6 de julio de 1690 a Santiago de los Caballeros. Las tropas dirigidas por Francisco de Segura y Sandoval desembarcaron cerca de la llanura de Guarico en número de 600 lanceros y fuerzas de infantería y caballería. El 21 de enero de 1691, en la llanura de Lemonade, se inició el combate contra mil soldados franceses que fueron diezmados por una carga del cuerpo de lanceros criollos de Antonio Miniel. En el curso de las acciones militares perdieron sus vidas el gobernador francés Tarin de Cussy, sus principales ayudantes y otros 500 franceses. Como ha destacado Moya Pons, durante el siglo xviii las milicias criollas repitieron a lo largo de la frontera acciones militares que contribuyeron a definir aún más el sentimiento nacional y la nacionalidad dominicana. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 70 13/08/2014 08:54:20 a.m. De súbditos a ciudadanos...71 3. La legislación segregacionista que separaba a criollos y peninsulares Durante los siglos xvii y xviii los crecientes conflictos de los cabildos y las comunidades de las Antillas Mayores con la metrópolis tuvieron cada vez más su origen en las prevenciones y reticencias con que la Corona y las autoridades coloniales trataban a los criollos. El apartamiento del criollo por parte de las autoridades coloniales no obedecía a expresiones propias del carácter de algún que otro gobernador u oficial real, respondía a una política de Estado que la monarquía aplicó consistentemente desde el siglo xvii. El trato oficial hacia los criollos tendía a consolidar la primera gran división social existente entre la metrópolis y las posesiones coloniales hispánicas. Una de las expresiones más agudas y acerbas de la política colonial fueron sus pragmáticas con respecto a los matrimonios, las que escindieron aún más a las autoridades españolas de las comunidades criollas. Así, en la Real Orden del 24 de marzo de 1676 se recogieron cinco Reales Cédulas del 18 y 26 de febrero de 1582, 15 de noviembre de 1592, 12 de mayo de 1619 y 1 de octubre de 1645 en las que se prohibía a los funcionarios del gobierno en las posesiones ultramarinas de España los matrimonios que no gozaren de la licencia del monarca.108 Los oficiales que requerían del permiso real para contraer matrimonio eran los gobernadores, tenientes gobernadores, castellanos de fortalezas militares, tenientes y alcaldes mayores, corregidores, oficiales reales de la Real Hacienda, ministros de justicia, fiscales y oidores de Audiencia. A los funcionarios peninsulares de la administración colonial les estaba prohibido casarse con las mujeres criollas. Algunas de estas disposiciones extendían la prohibición a los hijos e hijas de estos. Ya el 14 de agosto de 1624 se promulgó una Real Cédula estableciendo que «ningún criado, pariente, familiar, ni allegado de un Virrey, Presidente de Real Audiencia o de Oficiales 108 Boletín del Archivo Nacional de Cuba, t. LX, enero-diciembre 1961, La Habana, 1963, pp. 18-23. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 71 13/08/2014 08:54:20 a.m. 72 Jorge Ibarra Cuesta Reales pueda ser promovido en ningún Oficio».109 Con ello, la Corona se proponía limpiar de toda mancha de concupiscencia o favoritismo la imagen de sus funcionarios reales ante las comunidades criollas. Solo de manera excepcional la Corona autorizaba a casarse a los oficiales reales y a los soldados de rango destacados en las fortalezas. Lo mismo se aplicaba a sus familiares. El propósito declarado de esta política era impedir que se creasen vínculos con familias indianas que pudieran inducir a los funcionarios peninsulares a apartarse de los intereses del real servicio. En 1671 se llegó, además, a prohibir el matrimonio entre funcionarios reales peninsulares. Sus descendientes tampoco podían casarse entre sí. La causa era el temor de que se creasen intereses familiares que prevalecieran por encima de los intereses de la monarquía. Tales disposiciones tenían como objetivo asegurar la fidelidad de los funcionarios a los designios del imperio español.110 En el siglo xviii las limitaciones al matrimonio de funcionarios reales con criollas se ampliaron con disposiciones que prescribían que el oficial debía tener cuando menos el grado de capitán y la autorización real si quería casarse. Posteriormente, en 1776, Carlos III promulgó la real pragmática sobre matrimonios, la cual amplió la vigilancia real a otros funcionarios de la administración colonial. Las objeciones a los matrimonios de oficiales reales correspondían al obispo, al capitán general y a los padres u otros miembros de la familia.111 Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Actas capitulares del Ayuntamiento de La Habana trasuntadas del 20 de abril de 1624 al 6 de mayo de 1630, libro número 8, sesión del 14 de noviembre de 1624, folio 41. 110 Boletín del Archivo Nacional de Cuba, t. LX, enero-diciembre 1961, La Habana, 1963, pp. 18-23. 111 Sherry Johnson, The Social Transformation of Eighteenth-Century Cuba, Gainesville, 2001, pp. 15, 25, 46, 101, 102, 105-109. Y J. H. Elliott, Empires of the Atlantic World: Britain and Spain in America, 1492–1830, New Haven and London, 2006, p. 161. 109 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 72 13/08/2014 08:54:20 a.m. De súbditos a ciudadanos...73 Al parecer, el acatamiento o no de la prohibición de casarse con criollas dependía —en los hechos— del tipo de relaciones existentes entre las autoridades y las comunidades criollas. En La Española, colonia en la que hubo una gran identificación entre españoles y criollos como consecuencia de los combates contra los ocupantes franceses de la isla, los matrimonios de militares y funcionarios españoles con lugareñas no podían mantenerse bajo control. En 1756 el gobernador Francisco Rubio y Peñaranda (1751-1760) exponía que los oficiales y los soldados peninsulares procedían con toda liberalidad para casarse, a pesar de las instrucciones impartidas a los comandantes de las tropas. Pedía Rubio que la Corona instruyera al arzobispo para que de ningún modo se siguiera casando a los militares con las naturales del país.112 Todas las evidencias hacen pensar que los sacerdotes incumplían las medidas restrictivas. 4. Compartimentando a los funcionarios coloniales de las comunidades criollas y de ellos mismos La primera gran división del trabajo y de la estructura social que se produjo en las posesiones coloniales hispánicas como resultado de la legislación de Indias tuvo su origen en el siglo xvi, en una política muy bien pensada por los consejos asesores de la monarquía para el mejor gobierno de las posesiones ultramarinas. En la medida en que los súbditos de la Corona española en el Nuevo Mundo se encontraban más alejados de los centros de poder de la monarquía debían someterse a un régimen de dependencia más estrecho respecto a las disposiciones reales. La tentación de desobedecer las pragmáticas de la Corona debía ser desalentada, reprimida y castigada de la manera más rigurosa posible. La conciencia de que la lejanía tendía a robustecer intereses locales y a desmembrar al imperio español determinó F. C. de Utrera, Noticias históricas, Santo Domingo, 1978-1983, t. IV, p. 256. 112 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 73 13/08/2014 08:54:20 a.m. 74 Jorge Ibarra Cuesta que el Consejo de Indias y el monarca reglamentaran rígidamente las obligaciones y deberes de los funcionarios coloniales para con la monarquía. Si bien se pensaba que la base de sustentación de la metrópolis la constituían los vínculos religiosos, culturales y nacionales que ataban a los súbditos a la monarquía, la subordinación al poder político y militar metropolitano tenía prelación frente a cualquier otra consideración. La manifestación más alta de esa supeditación estaba constituida por las cargas tributarias y por la prohibición estricta de comerciar o relacionarse con los rivales europeos de España en el mar Caribe. El deber de tributar constituía, de hecho, el fundamento primordial del imperio español. A fin de garantizar el cumplimiento de esas obligaciones tan apreciadas por el imperio colonial español, hubo necesidad de separar de modo tajante a los funcionarios coloniales de las comunidades criollas. Ninguna otra disposición de las Leyes de Indias se reiteró en tantas ocasiones y de manera tan cumplida como la que separaba a la burocracia regia de los colonos del Nuevo Mundo. Los oficiales reales tenían un régimen especial en la legislación española. Ya no se trataba solamente de que les fuese prohibido casarse con criollas, ni que lo mismo estuviese prescrito para sus hijos: la primera señal de desafección de un funcionario a su monarca la constituía el hecho de que se hiciera acompañar con demasiada frecuencia por la gente de la tierra. A continuación reproducimos algunas perlas de la legislación de Indias tendentes a impedir que los funcionarios coloniales se relacionasen estrechamente con las familias y comunidades criollas: A los oidores de la Real Audiencia de Santo Domingo, Perú y México les estaba prohibido asistir y participar en los actos sociales más elementales de las familias criollas: «Los Oidores no sean padrinos de matrimonios y bautizos».113 Recopilación de leyes, Madrid, 1841. Ley 47, título 16, libro 2. 113 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 74 13/08/2014 08:54:20 a.m. De súbditos a ciudadanos...75 Tampoco podían asistir a desposorios ni entierros de gente de la tierra: «Los oidores no asistan a desposorios, ni entierros».114 Ni siquiera debían ser vistos en compañía de los vecinos criollos: «No se dejen acompañar de los vecinos».115 Les estaba proscrito también la posesión de la tierra, ya que tendía a identificar los intereses de los funcionarios con los del patriciado terrateniente criollo: «Alcaldes y fiscales [de la Real Audiencia] no tengan chacras, estancias, huertas, ni tierras».116 De ahí que los oficiales reales, cualquiera que fuera su categoría, no pudieran cultivar ni siquiera para el consumo de su propia familia: «No puedan sembrar trigo y maiz ni para vender, ni para sus casas».117 La prohibición de emprender actividades económicas comprendía también a los familiares de los funcionarios españoles: «La prohibición de tratar y contratar comprende a sus hijos y mujeres».118 Las interdicciones de comerciar y relacionarse con comerciantes abarcaban a otros funcionarios de la administración española en Indias: «Las prohibiciones de tratar y contratar y penas impuestas comprenden a Corregidores, Alcaldes Mayores y Gobernadores».119 Ni los ministros ni sus familiares podían tampoco relacionarse con comerciantes: «Los ministros no se dejen acompañar de los negociantes, ni permitan que acompañen a sus mujeres».120 Esta última prohibición se tornó anacrónica en la medida en que, con el correr del tiempo, se estrecharon los vínculos de los funcionarios coloniales peninsulares con los comerciantes de igual procedencia frente a las comunidades criollas. Ibídem, ley 47, título 16, libro 2. Ibídem, ley 56, título 4, libro 8. 116 Ibídem. 117 Ibídem, ley 57, título 16, libro 2. 118 Ibídem, ley 66, título 16, libro 2. 119 Ibídem, ley 47, título 2, libro 5. 120 Ibídem, ley 53, título 16, libro 2. 114 115 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 75 13/08/2014 08:54:20 a.m. 76 Jorge Ibarra Cuesta Los oficiales reales eran objeto del mayor número de restricciones en tanto eran los recaudadores del fisco. El fiscal de la Real Hacienda, por ejemplo, debía solicitar autorización del rey para que sus hijos pudieran casarse con personas pertenecientes a familias habaneras.121 Mas no solo les estaba vedado asociarse con criollos en el Nuevo Mundo: por temor a la distracción del dinero del rey en tratos con otras autoridades españolas, se les prohibió también asociarse con ellas. La primera interdicción importante al respecto fue la de no casarse con familiares de otros funcionarios coloniales: «No se pueden casar con parientas de sus compañeros como se ordena».122 No podían servir ni subordinarse a los gobernadores aunque estos constituyesen la primera autoridad de la posesión colonial: «No sean tenientes de los gobernadores».123 Así, se colocaba un cordón sanitario en torno a las comunidades criollas y se tutelaba todos y cada uno de los aspectos de las vidas de los funcionarios reales. Las prohibiciones impuestas a las autoridades coloniales tendieron a que estas buscasen otros modos encubiertos de enriquecerse y de relacionarse con la gente de la tierra, cuando no a reprimirlas con el designio de dar testimonio de fidelidad a la Corona De ningún modo debían recibir favores de los funcionarios de las armadas reales: «De las armadas y flotas no contraten, carguen ni reciban dádivas ni cohechos».124 Tampoco podían cumplir otras funciones en la administración colonial, solo debían ocuparse de los dineros del rey: «No puedan ser Tenientes de Gobernadores, Corregidores, ni Alcaldes mayores».125 A. G. I., Catálogo de los Fondos Cubanos, tomo I- volumen I, Consultas y Decretos (1664-1783), Madrid, 1929, pp. 344-345. 122 Recopilación de leyes, Madrid, 1841, ley 62, título 4, libro 8. 123 Ibídem, ley 40, título 2, libro 5. 124 Ibídem, ley 107, título 15, libro 9. 125 Ibídem, ley 52 título 4, libro 8. 121 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 76 13/08/2014 08:54:20 a.m. De súbditos a ciudadanos...77 Las Leyes de Indias también excluían a los funcionarios de la Real Hacienda de los cabildos criollos. Su integración a los intereses locales del patriciado criollo equivalía a una defección de los intereses de la monarquía. Por eso se estipulaba: «No sirvan oficios de alcaldes, ni alféreces de los pueblos».126 Desde luego, la exclusión alcanzaba a la familia: «Ningún Oficial Real pueda tener regimiento, ni sus hijos, deudos, criados, ni allegados»127 Los parientes de oficiales reales tampoco podían desempeñarse como regidores o alguaciles mayores en los cabildos ni ser electos alcaldes ordinarios.128 Claro está que en determinadas coyunturas, y violentando el espíritu de las Leyes de Indias, los gobernadores designaban funcionarios reales en los cabildos. Con ello procuraban alterar la correlación de fuerzas en los mismos o sencillamente hacer sentir a los capitulares criollos el peso de su autoridad. Los primeros que sintieron la línea divisoria que trazaba la Corona en torno a sus funcionarios y la exclusión que tales medidas significaban fueron los criollos. Era demasiado evidente que los funcionarios peninsulares no representaban ni podían representar los intereses del patriciado, ni de las comunidades criollas. El régimen de exclusión y segregación al que estaban sometidos los criollos no se aplicó siempre con la misma severidad; en ocasiones no se cumplían sus preceptos o determinadas medidas entraban en desuso. Aun así, las excepciones tendían a confirmar el rigor del régimen y su coherencia. De este modo los criollos debían sentir que las decisiones que afectaban más sensiblemente sus vidas eran competencia del monarca y de sus consejeros del otro lado del mar Atlántico, en tanto que las autoridades coloniales eran ajenas en gran medida a sus intereses. Las concesiones Ibídem, ley 5, título 4, libro 8. Ibídem, ley 53, título 4, libro 8. 128 Ibídem, ley 53, título 5, libro 8. 126 127 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 77 13/08/2014 08:54:20 a.m. 78 Jorge Ibarra Cuesta de prerrogativas y de dispensas a los órganos de poder local de los criollos se otorgarían solo en función de la preservación del régimen de estamentos vigente. 5. La progresiva militarización de las posesiones antillanas de España Una cuestión clave en las relaciones del Estado colonial con los cabildos y las comunidades criollas de las Antillas hispánicas lo constituye el papel que a comienzos del siglo xvii asignó la Corona a los mandatarios insulares. Hasta entonces los gobernadores eran hombres de leyes y funcionarios civiles escogidos por el Consejo de Indias. Pero el peligro cada vez mayor de ataques extranjeros a las Antillas obligó a los consejeros del monarca español a pensar en hombres de experiencia militar para su gobierno. De ahí que hasta el siglo xix los gobernadores fueran militares. En Puerto Rico, el Consejo de Indias creó una Junta de Defensa de la isla. En España se creó la Junta de Guerra, que conjuntamente con el Consejo de Indias proponía al rey una terna con los nombres de los militares que podían ser elegidos como gobernadores de las posesiones indianas. Esta Junta de Guerra, creada en 1597, fue una derivación de la experiencia de Puerto Rico. La misma proponía a militares para ocupar los cargos de gobernadores y cumplir funciones de inspección y abastecimiento de las fortalezas. La militarización de las Antillas mayores fue directamente proporcional al incremento de las acciones de guerra de las potencias rivales de España y a las agresiones de piratas y corsarios. De acuerdo con Kenneth R. Andrews, entre 1585 y 1603 las naves inglesas ejecutaron 76 acciones bélicas en el Caribe,129 estimándose que entre 1589 y 1591 unas 255 naves inglesas se dedicaron a operar en contra de las embarcaciones y posesiones españolas en el área.130 Kenneth R. Andrews, The Spanish Caribbean: Trade and Plunder, 1530-1630, New Haven, 1978, p. 156. 130 John Lynch, Spain under the Hapsburgs, Oxford, 1981, vol. I, pp. 346-347. 129 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 78 13/08/2014 08:54:21 a.m. De súbditos a ciudadanos...79 En La Española, hasta bien avanzado el siglo xvi, se acostumbraba nombrar a uno de los oidores como gobernador. Este, a su vez, debía designar a un oidor como asesor en asuntos de legislación. La creciente militarización de la isla a partir el siglo xvii determinó que a la Real Audiencia de Santo Domingo se le prohibiese intervenir en ninguna de las órdenes de los gobernadores militares nombrados por el Consejo de Indias, los que quedaron virtualmente dotados de facultades omnímodas: este fue el primer ensayo del poder absoluto que tendrían los gobernadores en el Caribe hispano. Las nuevas disposiciones no impidieron, sin embargo, que las personas siguieran recurriendo a la Real Audiencia cuando eran perjudicadas por decisiones del gobernador o de sus subordinados. Siguiendo las disposiciones de una RC del 26 de enero de 1599, los gobernadores de Puerto Rico asumieron el mando sobre todas las armas y milicias y establecieron una comisión especial para resolver todos los litigios militares. En ese documento se ordenaba a la Real Audiencia de Santo Domingo a no entrometerse en los casos de guerra o de militares en Puerto Rico. Todas las cuestiones relativas a la jurisdicción militar competían exclusivamente al gobernador y capitán general. Fue por eso que en 1607 Felipe III expidió una Real Cédula al presidente de la audiencia de Santo Domingo a fin de recriminarle por haber intervenido en asuntos militares de Puerto Rico; en tal virtud, le ordenó que se comunicara con la Junta de Guerra para que esta le instruyese al respecto. Posteriormente, a través de Real Cédula del 2 de diciembre de 1608, el monarca ordenó al capitán general de Puerto Rico que conociera y determinara todos los delitos, casos y cosas tocantes a oficiales y gente de guerra en la isla, ámbito en el que la Audiencia no podía intervenir ni siquiera en grado de apelación. En Puerto Rico, en caso de guerra, solo el gobernador podía conocer de los delitos que se cometieran. Tenía también la facultad de nombrar en forma interina a los sucesores de los alcaldes, tenientes, alguaciles, veedores en la Real Hacienda o regidores en el cabildo que Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 79 13/08/2014 08:54:21 a.m. 80 Jorge Ibarra Cuesta fallecieran en el ejercicio de sus funciones. Esta legislación dotó a los gobernadores y capitanes generales —que desde entonces fueron militares— de facultades casi omnímodas.131 La estrategia de centralización política y militar de los Borbones del siglo xviii contribuyó a acentuar aún más el carácter marcial del Estado colonial en el mar Caribe. El envío permanente de unidades militares desde España impartió al cuerpo de oficiales del ejército regular un carácter foráneo. Se calcula que la población de San Juan estaba constituida por un 29.8% de militares. De estos, cerca de un 38% dependía directamente del ejército acantonado en la isla o bien trabajaba para él. Se estima también que un 40% de los oficiales peninsulares en La Habana era de procedencia noble, en tanto que una proporción igual de los criollos oficiales de milicias descendía del patriciado.132 Con independencia de las prohibiciones reales a todo tipo de vínculos matrimoniales y de relaciones estrechas entre los funcionarios coloniales y las familias criollas, los militares españoles debieron convivir con el patriciado criollo y establecer determinadas ligaduras con este a fin de defender las islas de las potencias rivales de España. De acuerdo con Manuel Moreno Fraginals: La situación probaba que el complejo marinero-militar de España en el Caribe podía estructurarse sobre unos puntos básicos, pero que deberían ser inexpugnables. Y como parte de la infraestructura ofensiva y defensiva del imperio español, se inició la larga serie de construcciones de fuertes que ha de consumir enormes recursos económicos hasta muy entrado el siglo xviii. En La Habana se levantaron los castillos de La Punta y de la Fuerza, el Castillo del Morro, Enriqueta Vila Vilar, Historia de Puerto Rico (1600-1650), Sevilla, 1974. pp. 57-58. Juan Marchena Fernández, «Armée et changement social en Amérique à la fin du XVIIIème siècle», L´Amérique espagnole à l´époque des Lumières (Colloque), Bordeaux, 1988. 131 132 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 80 13/08/2014 08:54:21 a.m. De súbditos a ciudadanos...81 el Torreón de San Lázaro, los pequeños fortines de Cojimar y La Chorrera, y se aprisionó la ciudad dentro de una muralla. Durante el siglo xviii, se levantarán todavía nuevas fortalezas. Santo Domingo se rodeará con un sistema de murallas y bastiones. San Juan de Puerto Rico, inicialmente marginada por carecer de oro, probará ser de gran importancia militar, lo que exigirá la construcción de un imponente Castillo del Morro, las grandes fortalezas de El Escambrón, La Princesa y San Cristóbal y, como las otras ciudades, ser rodeada por una muralla. Cartagena de Indias será otra ciudad de asombrosas construcciones militares. En otros puntos básicos se levantarán también castillos, a veces de impresionante dimensión, como el Morro de Santiago de Cuba. 133 No solo se destinaban grandes recursos a las construcciones militares: las tropas españolas asignadas en las Antillas eran proporcionalmente mayores que las destinadas a tierra firme. En el siglo xviii se podía precisar claramente la superior importancia estratégica, militar y naval que concedía España a sus posesiones en el arco antillano en relación con sus otras posesiones del continente. De esta suerte, en 1764 la avanzada imperial de La Habana contaba con 149 soldados por cada 1,000 habitantes, mientras que en Chile había solo 36 X 1,000, en Venezuela 16 X 1,000 y en Nueva España 7 X 1,000. El porcentaje de militares en Cuba era veintiún veces mayor que el de Nueva España, donde se concentraban gran parte de las riquezas de América.134 A la consideración esencialmente estratégica que España confirió a las Antillas —frontera del continente americano y Manuel Moreno Fraginals, Órbita de Manuel Moreno Fraginals, La Habana, 2009, p. 216. 134 S. Johnson, The Social Transformation, Gainesville, 2001, p. 62. 133 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 81 13/08/2014 08:54:21 a.m. 82 Jorge Ibarra Cuesta arco defensivo contra las acometidas de las otras naciones europeas—, se sumaba la actitud agresiva y despiadada con que trataba a sus enemigos. Pedro Menéndez de Avilés, jefe de la flota española que se apoderó de La Florida en 1565, destruyó las fortificaciones enemigas y degolló a 600 prisioneros franceses; solo 30 hombres salvaron sus vidas debido a que eran católicos. En 1630 el almirante Fradique de Toledo tomó la isla de la Tortuga, decapitó a todos sus pobladores —bucaneros y piratas— y dejó vivos solo a los esclavos negros, a quienes vendió posteriormente en Santo Domingo. Poco tiempo después la isla fue ocupada por los ingleses, pero en 1635 el capitán criollo dominicano Ruiz Fernández de Sotomayor la recuperó, llegando a ahorcar a 195 enemigos.135 Claro está, los españoles no tenían la exclusividad de las depredaciones sangrientas. En 1667 el filibustero de la Tortuga, Jean David Nau, conocido en las Antillas hispánicas como François (o Francisco) el Olonés, capturó un buque que había sido enviado desde La Habana para perseguirle por su incursión en Sancti Spíritus. La tripulación prisionera fue degollada sin piedad. Es cierto que no se cuenta con tantas evidencias de las crueldades de los rivales de España, pero pensamos que se correspondían con las de sus enemigos. En la época los contendientes se regían por la ley del talión. Si bien en las comunidades criollas hispanas del Caribe las relaciones esclavistas y la estratificación étnica y cultural que les era propia ocasionaban una segregación o disociación de sus elementos constituyentes, las numerosas agresiones de las potencias europeas contribuyeron a estrechar sus vínculos. Las nuevas relaciones de confrontación hicieron posible la resistencia de esas comunidades en difíciles condiciones de aislamiento y de desamparo. En el siglo xvii los criollos lucharon casi por sí solos en la defensa del territorio común en el que 135 Luis Britto García, Señores del Caribe. Indígenas, conquistadores, piratas y corsarios en el mar colonial, La Habana, 2006. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 82 13/08/2014 08:54:21 a.m. De súbditos a ciudadanos...83 nacieron o se asentaron. No contaron con una ayuda efectiva de la metrópolis para alejar a sus enemigos del mar Caribe. La tradición criolla de amor al suelo patrio se forjó en el curso de este prolongado batallar por defenderlo. Las comunidades antillanas se fundaron en virtud de sus instituciones, sus luchas y sus sentimientos. Estudiemos primero a sus cabildos y a sus instituciones coloniales. Después nos aproximaremos a sus luchas, para examinar, por último, los sentimientos de patria local y de patria grande forjados en gran medida como resultado de dichas confrontaciones. Pero, antes de emprender el estudio de las relaciones de los cabildos con las otras instituciones coloniales, es preciso analizar su naturaleza y sus funciones. 6. Un paréntesis metodológico: las entidades institucionales de pertenencia participativa La posibilidad de estudiar metódica y sistemáticamente durante un período de tiempo las fuentes documentales de los cabildos antillanos estimuló en sus orígenes nuestra investigación sobre los patriciados y las comunidades criollas de las Antillas hispánicas.136 En ese orden de cosas, ha resultado ser muy importante haber podido comparar las actitudes y comportamientos que observaron las distintas promociones de los patriciados en los cabildos antillanos. Y ha sido muy significativo constatar que las distintas generaciones del patriciado que accedieron sucesivamente a la dirección de los cabildos antillanos compartieron actitudes parecidas y una perspectiva común ante las relaciones de dominio impuestas por la metrópolis. Obviamente, nuestra investigación no se ha limitado al estudio de los cabildos en tanto entidades históricas: hemos Nos referimos al cabildo de La Habana y al de Santo Domingo desde el siglo xvi hasta el xix, y a los cabildos de Santiago de Cuba, Santiago de los Caballeros, San Germán y San Juan de Puerto Rico durante largos períodos en los siglos xvii, xviii y xix. 136 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 83 13/08/2014 08:54:21 a.m. 84 Jorge Ibarra Cuesta integrado al corpus historiográfico construido en el curso de la investigación cuantas evidencias históricas hemos hallado referentes a la relaciones existentes entre, de un lado, los patriciados y las comunidades criollas y, del otro, las autoridades coloniales. Al final de nuestro estudio nos hemos percatado de que los cabildos coloniales poseían las mismas propiedades que los sujetos históricos colectivos definidos como entidades de primer grado por Maurice Mandelbaum.137 El hecho de que los cabildos —como las entidades históricas de Mandelbaum— dispusieran de una organización territorial, una estructura institucional y una continuidad en el tiempo nos permitió impartir cierta sistematicidad a los problemas estudiados en el curso de la investigación. En la narración histórica el lugar del personaje o sujeto histórico puede ocuparlo cualquiera que sea designado como sujeto de un predicado de acción o de un discurso, ya se trate de un sujeto colectivo, una institución o una persona.138 En este sentido, cabe recordar que las comunidades históricas, en tanto sujetos colectivos, fueron definidas por Husserl «como personalidades de rango superior». Lo que confirió vida a los cabildos coloniales —dominados por los patriciados criollos— fue el accionar y las actitudes de distintas generaciones que se sucedieron en su dirección y que actuaron en función de intereses propios. La pertenencia participativa de distintas generaciones de patricios al frente de los cabildos generó y configuró sus acciones, proyecciones y representaciones en el devenir histórico. En el mismo sentido, las mediaciones simbólicas (normas, ritos, costumbres) a través de las cuales actuaron y construyeron su discurso develan la atmosfera emocional e intelectual que los proyectó en el devenir de los siglos. La reiteración de las actitudes, acciones y representaciones colectivas del patriciado en el cur Maurice Mandelbaum, The Anatomy of Historical Knowledge, Johns Hopkins University Press, Baltimore-London, 1977. 138 Paul Ricoeur, Tiempo y narración. Configuración del tiempo en el relato histórico, Madrid, 1995. 137 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 84 13/08/2014 08:54:21 a.m. De súbditos a ciudadanos...85 so del tiempo (que lo definen con relación al poder colonial y a las comunidades criollas) hace posible evaluar en qué medida este se aparta o se mantiene dentro de ciertos patrones de comportamiento. De ahí la posibilidad de estudiar, metódica y sistemáticamente, la manera de proceder y proyectarse de los distintos patriciados antillanos, así como las distintas tendencias que los animaron. De igual manera, en la medida en que se perfila históricamente una política colonial con relación a las posesiones insulares del mar Caribe, se pueden precisar las actitudes de las dinastías reinantes en la península respecto a los patriciados y a las comunidades antillanas. 7. Funciones de los cabildos antillanos. Su naturaleza oligárquica De la lectura de las disposiciones de los cabildos se desprende que la vida colectiva en las villas y ciudades de los siglos xvii y xviii estuvo estrictamente reglamentada. Los regidores y alcaldes regulaban desde los precios, salarios, lugares de venta y calidad de productos, hasta el tipo de frutos que se debían cosechar. De la misma manera reglamentaban las pesas, varas o medidas que calculaban el peso y las dimensiones de los productos en los mercados. Les correspondía también vigilar y fichar a los infractores por sus nombres y apellidos y castigar a los revendedores o regatones. Una de sus principales obligaciones era controlar las monterías o incursiones en el campo para cazar ganado salvaje u orejano (eran penadas con frecuencia las monterías de los negros y mulatos libres). Los capitulares se encargaban de que los menores y los esclavos no pudieran concertar contratos civiles. Debían también organizar las conmemoraciones reales y religiosas y todo lo concerniente a la enseñanza. De ahí que les correspondiese la contratación de maestros y la construcción o alquiler de escuelas. Fiscalizaban además la inspección de farmacias y la higienización de las calles y solares. Higienizaban las aguas fétidas y la basura. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 85 13/08/2014 08:54:21 a.m. 86 Jorge Ibarra Cuesta Una función administrativa importante era la expedición de solicitudes al Consejo de Indias y al rey para que se concedieran mercedes a gobernadores, obispos y funcionarios reales. La petición de reconocimientos o premios a autoridades civiles, eclesiásticas y militares, a oficiales reales y otros funcionarios de la administración, así como la demanda de que cesasen o continuasen en el mando algunos gobernadores, permitía a los capitulares mejorar sus relaciones con los órganos del poder colonial cuando estas eran conflictivas. Las atribuciones que facilitaban a los cabildos peninsulares conciliar intereses y negociar cuestiones controvertidas con las distintas agencias del poder colonial no parecen haber surtido siempre el mismo efecto en las Antillas.139 El reconocimiento de la documentación que acreditaba la limpieza de sangre e información de nobleza facultaba al patriciado de los cabildos a ejercer una función rectora en la estratificación y jerarquización social de la distintas clases y estamentos sociales, muy especialmente en lo referente a los señores de hacienda. Los regidores debían acreditar la condición étnica de los vecinos de las distintas villas, y por ende, su lugar en la estratificación social. Desde luego, el Consejo de Indias y el monarca podían modificar el estatus de determinados individuos definidos previamente por los capitulares desde el punto de vista racial. Otras funciones de los cabildos eran la concesión de arriendos para la prestación de servicios, la aprobación de monopolios para la comercialización de las carnes, el financiamiento de las casas de las milicias disciplinadas, la reglamentación de los gremios de artesanos y los repartimientos de tierras y adjudicación de solares (que se hacían de acuerdo con el estatus social de los solicitantes). Particularmente de esta última atribución deriva el que los cabildos hayan contribuido decisivamente a la conformación de la clase terrateniente y del campesinado criollo. 139 Aída R. Caro Costas, El cabildo o régimen municipal puertorriqueño en el siglo xviii, t. I y II, San Juan de Puerto Rico, 1965 y 1974. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 86 13/08/2014 08:54:21 a.m. De súbditos a ciudadanos...87 Por último, les correspondía la designación de un procurador que representara no solo al cabildo frente al gobernador, el Consejo de Indias y el monarca, sino también a la comunidad frente al cabildo mismo y a las autoridades coloniales. El procurador tenía la facultad de representar los intereses del cabildo y la localidad ante la corte real de Madrid y exponer sus diferendos con las autoridades coloniales.140 Las facultades y funciones reseñadas eran comunes en gran medida a todos los cabildos del Caribe. En cuanto a la facultad de distribuir tierras, se observaron variaciones importantes en distintos momentos entre los cabildos de Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico, como tendremos oportunidad de apreciar. Las pugnas a las que dio lugar el ejercicio de las atribuciones de los cabildos antillanos, los litigios a propósito de competencias y jurisdicciones, fueron la expresión de sus intereses encontrados con las autoridades coloniales. En el siglo xvii los capitulares ya no eran electos a campana tañida, sino que pertenecían a la oligarquía de las familias terratenientes criollas más poderosas, las cuales elegían los principales oficios del cabildo. Y es que el monarca español decretó, a través de Real Cédula del 26 de noviembre de 1623, que se hiciera «la dicha elección por solo los votos de los regidores, como se hace para los demás oficios reales, y no por cabildo abierto».141 Antes de adelantar otras consideraciones sobre la oligarquía terrateniente que gobernaba los cabildos de las Antillas hispanoparlantes, es preciso definir algunas de sus particularidades Ibídem. Ver también: José A. García Castañeda, La municipalidad holguinera. Su creación y desenvolvimiento hasta 1797, Holguín, 2002; Pedro Manuel Arcaya, El Cabildo de Caracas. Periodo de la colonia (1558-1700), Caracas, 2008; Ruth Torres Angulo, «Los cabildos de La Española durante la segunda mitad del siglo xviii», Clío, 2011, no. 182; L. Marrero, Cuba, Madrid, 1974, t. II, p. 325 y t. V, Madrid, 1976, pp. 14-19. 141 Oficina del Historiador de La Habana. Actas capitulares del Ayuntamiento de La Habana trasuntadas del 20 de abril de 1624 al 6 de mayo de 1630, cabildo del 20 de abril de 1624, folios 2 y 2 dorso. 140 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 87 13/08/2014 08:54:21 a.m. 88 Jorge Ibarra Cuesta más significativas. La definición que da el diccionario Larousse concuerda con las peculiaridades de las oligarquías criollas de las Antillas: «una oligarquía es un gobierno que está en manos de algunas familias poderosas». Esta definición no aporta un juicio de valor, sino un juicio de hecho que describe la forma de poder que se asume. No supone, como algunas definiciones sociológicas modernas, una valoración exclusivamente negativa de la naturaleza y funciones del gobierno oligárquico. En algunos diccionarios de sociología importantes se la define como una forma de poder espuria: La oligarquía, de manera parecida que la plutocracia y la dictadura, designa una forma de gobierno tenida hoy día por ilegítima por la opinión y los preámbulos de las constituciones. Lo que explica que ella designa una forma realmente existente de gobierno y no una imagen posible de gobierno ideal.142 En el presente estudio no se definen a las oligarquías antillanas de los primeros siglos de vida colonial como una forma ilegítima de gobierno. Se las considera como un gobierno local que ejerció una hegemonía sobre las clases y estratos libres de las comunidades criollas en conformidad y oposición al Estado colonial español. Las oligarquías contribuyeron a la formación del sentido de pertenencia e identidad de las comunidades criollas a través del prolongado diferendo secular que sostuvieron con el poder colonial. Las experiencias y prácticas del patriciado terrateniente y las comunidades criollas durante los siglos de dominio colonial estuvieron encaminadas a obtener mayores prerrogativas y mayor autonomía de la metrópolis. El patriciado terrateniente se distinguía por el hecho de constituir una oligarquía que acaparaba un conjunto de funciones políticas, religiosas, militares y económicas de tipo local. Ejercía Jean Cazeneuve y otros, La Sociologie, Paris, 1970. 142 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 88 13/08/2014 08:54:22 a.m. De súbditos a ciudadanos...89 una hegemonía —revestida de carácter paternal y clientelar— sobre las comunidades criollas, con las que compartía tanto los beneficios de los contrabandos y evasiones fiscales que promovía y practicaba, como sus diferendos con las disposiciones del poder colonial y las exacciones del capital comercial español. En ese sentido, el patriciado terrateniente que regía los cabildos se distinguía por sus relaciones relajadas con la fuerza de trabajo esclava, el artesanado y el campesinado dependiente, lo que le permitía apropiarse expeditamente del producto del trabajo de las clases subalternas. Los patricios criollos se caracterizaban también por los medios políticos e ideológicos en virtud de los cuales ejercían su hegemonía. En cuanto clase que resistía ciertos aspectos del dominio colonial, se presentaba ante los estratos sociales subordinados como protector y valedor de sus intereses frente a las autoridades, aun cuando los despojaba de parte de su trabajo y les exigía reverencia a su poder. De ahí que resulte difícil definir al patriciado como una oligarquía que ejercía un poder despótico contra las clases subalternas y como un representante del colonialismo español frente a las comunidades criollas. El conjunto de sus características le definía, ante todo, como una clase que se oponía y se transaba alternativamente con el poder colonial. El sentimiento de pertenencia e identidad de las clases subalternas no se constituyó tan solo como resultado de su alineación con el patriciado terrateniente frente a las autoridades coloniales. La toma de conciencia de sí mismas y sus sentimientos patrióticos locales tuvieron su origen, ante todo, en sus propios intereses contrapuestos a los del Estado colonial e incluso a los del mismo patriciado. Pero los estratos subalternos sufrían aún más el rigor de la tributación, la represión eclesiástica y militar, la usura de los comerciantes españoles y la escasez que provocaba la prohibición de comerciar con el extranjero que la apropiación de parte de su trabajo por el patriciado. Las facultades locales de los cabildos permitían a estos presentarse, en comparación con las autoridades coloniales, bajo Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 89 13/08/2014 08:54:22 a.m. 90 Jorge Ibarra Cuesta una luz más favorable. Y es que sus disposiciones beneficiosas a los estratos subalternos criollos les dispensaban una primacía ante estos. En efecto, las comunidades criollas resultaron favorecidas no solo de las actividades de rescate del patriciado y de su renuencia a contribuir con el fisco español. Un conjunto de medidas tomadas por los cabildos (como la represión de las actividades de regatonería, el estímulo a las monterías populares, la regulación de precios locales y la autorización de arribadas de buques extranjeros) también aliviaron la situación de las comunidades criollas. Por otra parte, frente a las agresiones militares extranjeras, el patriciado dirigió y movilizó a las comunidades criollas, lo que le confirió una evidente autoridad y prestigio ante estas. En las confrontaciones con los enemigos del mar Caribe, la gente del pueblo, negra o blanca, no llevaba la mejor parte: los negros y mulatos criollos eran pasados a cuchillo igual que los blancos criollos y los españoles, o bien eran secuestrados y sometidos a esclavitud en las plantaciones inglesas y francesas, en tanto sus viviendas eran incendiadas y sus mujeres robadas. Lo mismo rigió para los blancos pobres, los que padecieron tantos atropellos y abusos de los corsarios, piratas y soldados extranjeros como los mismos negros y mulatos. A esta separación abrupta de los enemigos ingleses, franceses y holandeses contribuyó, sin duda, el hecho de que sus respectivos idiomas, religiones y costumbres fueran desconocidos por las comunidades criollas. De ahí la capacidad del patriciado criollo para interpelar y convocar a las clases subalternas en contra de los extranjeros, a los que describían con los más sombríos tonos. El patriciado terrateniente de las Antillas distaba de constituir un estamento como la nobleza europea. Los señores de hacienda que formaban parte de los cabildos criollos de la tierra adentro vivían, en el siglo xvii, en unos caseríos paupérrimos que fluctuaban entre 40 y 1,000 habitantes, y entre 80 y 2,000 en el siglo xviii. La pobreza e insolvencia de los regidores era manifiesta en más de un sentido. Con frecuencia las reuniones del cabildo no podían efectuarse porque sus integrantes carecían Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 90 13/08/2014 08:54:22 a.m. De súbditos a ciudadanos...91 de vestuario adecuado. Mientras los terratenientes antillanos habitaban chozas de piso de tierra y poseían solo tres o cuatro esclavos para atender sus vastas extensiones de tierra de cientos de caballerías, los señores feudales europeos vivían en palacios y castillos, con mesnadas de cientos de siervos. Como destaca con razón Tulio Halperín Donghi, «En Hispanoamérica, la posesión de la tierra y de la riqueza no van juntas».143 Gente ruda y levantisca, los señores de hacienda de tierra adentro en ocasiones no sabían leer ni escribir, por lo que firmaban con una X las actas capitulares de los cabildos. Como refiere Utrera, era frecuente que en poblados dominicanos como el de San Carlos —en el que de seis regidores solo tres sabían firmar de puño y letra— los señores de hacienda asumieran ser la ley de la tierra y estar por encima de las autoridades coloniales. El viajero francés Vincent definió a los hateros del Santo Domingo español como hombres sobrios en exceso [...] no viven más que de lácteos, pocas veces comen carne, la cual les gusta mucho y pueden obtener [...] Pero nada hay que les haga abandonar sus normas de sobriedad y de avaricia. Por ello, es en el hatero español donde hallamos el modelo más auténtico del rico en naturaleza. Viviendo, como hemos dicho, en cabañas malas, abiertas a la intemperie, y de las cuales no les cuestan más que un poco de trabajo fabricarlas. Además tienen la ventaja de no tener que hacer ningún gasto para su vestuario [...] Su naturaleza moderada les permite ser capaces de llenar todas sus necesidades, sin tener que gastar nada».144 Por su parte, el historiador dominicano Rubén Silié destacó que la riqueza de los hateros se medía por el número de reses Tulio Halperín Donghi, Historia contemporánea de América Latina, La Habana, 1990, p. 76. 144 Emilio Rodríguez Demorizi, Viajeros de Francia en Santo Domingo, Santo Domingo, 1979, pp. 138-140. 143 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 91 13/08/2014 08:54:22 a.m. 92 Jorge Ibarra Cuesta que tenían y por darse el lujo de tener un mayoral, «pues la mayoría de ellos eran tan pobres que no podían confiar sus propiedades a los mayorales, de manera que ese trabajo era hecho también por muchos de los dueños».145 Una descripción similar del hatero cubano en la región occidental de Cuba se encuentra en una crónica de viaje del novelista Cirilo Villaverde. La conversación que sostuvo con la mujer del dueño de una hacienda ganadera nos revela las características de los terratenientes de Vuelta Abajo. La mujer interrogada por Villaverde le informó haberse «casado a los 14 años [...] no haber salido del hato en seis, el mismo tiempo de su matrimonio, y verse con frecuencia sola y desamparada». La descripción de su familia y del bohío en que vivían no podía ser más desconsoladora: los niños permanecían de pie o sentados en la puerta y quicio del cuartucho y en medio de todos estaba la estropeada mesa, sobre la cual ardía la mal estropeada vela, alumbrando escasamente aquel cuadro triste y extraño. Su luz daba de soslayo en el rostro del hatero [...] A cada pregunta que le hacíamos respondía si acaso con dos tres palabras, aun con monosílabos. La comida que le sirvieron, de plátanos y cerdo, «no podía ser más parca». La barbacoa donde durmieron Villaverde y sus acompañantes durante la excursión a Vuelta Abajo era un miserable bohío de tablas y guano. Y sin embargo, el hatero contaba con 600 cabezas de ganado y sus tierras eran la más extensas y feraces del partido de San Marcos. Esto llevó al narrador a preguntarse «¿por qué yacen entonces esas gentes en una miseria tan grande...?».146 Rubén Silié, Economía, esclavitud y población. Ensayos de interpretación histórica del Santo Domingo español en el siglo xviii, Santo Domingo, 2009, p. 38. 146 Cirilo Villaverde, Excursión a Vuelta Abajo, La Habana, 1981, pp. 195-201. 145 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 92 13/08/2014 08:54:22 a.m. De súbditos a ciudadanos...93 8. Ordenación original de los cabildos por las Leyes de Indias Las Leyes de Indias normaron la naturaleza y funciones de los cabildos caribeños. A reserva de la valoración que hagamos de los conflictos que tuvieron por centro a ayuntamientos criollos de la región, es preciso revisar brevemente el estatus jurídico de los órganos de poder local del patriciado. Desde el siglo xvii la legislación indiana se pronunció contra los arreglos de las familias patricias criollas para conservar el dominio de los cabildos seculares. Una de las primeras disposiciones de las Leyes de Indias falló en contra de los acuerdos que hacían los familiares entre sí con motivo de las elecciones capitulares: «En las elecciones de oficios concejiles no voten los parientes por sus parientes en cierto grado».147 Los legisladores de Indias se preocuparon también por que el patriciado criollo conservara un estatus señorial y no se involucrara en actividades de regatonería: «Los Alcaldes ordinarios y regidores fieles ejecutores no traten ni contraten en bastimentos con distinción en cuanto a mercaderías».148 De acuerdo con el régimen de prerrogativas que fundamentaba el poder local del patriciado, los oficios capitulares no debían ser ejercidos por comerciantes ni artesanos, pues eran considerados oficios viles: «Los regidores no contraten ni sean regatones, ni tengan tiendas por si en las ciudades, donde lo fueren ni usen oficios viles».149 Los consejeros de la monarquía habsburga propiciaron de cierta manera que el patriciado criollo ocupase los oficios capitulares, pues los peninsulares no debían ser propuestos a cargos en los cabildos. Para estos puestos solo se admitían a criollos o bien a vecinos españoles radicados en las comunidades indianas: «Para provisiones de oficios se propongan personas que estén en las Indias».150 149 150 147 148 Recopilación de leyes, t. I-III, Madrid, 1841, ley 5, título 10, libro 10. Ibídem, ley 11, título 10, libro 4. Ibídem, ley 12, título 10, libro 4. Ibídem, tomo III, Madrid, 1841, p. 23. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 93 13/08/2014 08:54:22 a.m. 94 Jorge Ibarra Cuesta De manera parecida las Leyes de Indias propiciaron que las elecciones de alcaldes ordinarios recayesen en miembros del patriciado criollo: «Para alcaldes ordinarios se tenga consideración a descendientes de conquistadores, descubridores, pacificadores y pobladores».151 La pragmática supuestamente privilegiaba a los herederos de los conquistadores y primeros colonizadores en reconocimiento y expresión de gratitud para con los fundadores del imperio. Se les concedía a los criollos un estatus que garantizaba en apariencia su fidelidad y su arraigo en las posesiones del Nuevo Mundo. Empero, tanto los alcaldes como los regidores serían considerados subordinados a las autoridades coloniales: los cargos de estos les estaban vedados. La disposición de promover a los patricios a los cargos de alcaldes ordinarios se evidencia también en la siguiente ordenanza: «Para alcaldes ordinarios se elijan personas hábiles que sepan leer y escribir y tengan las calidades que se requieren».152 No podían ser electos para alcaldes forasteros o vecinos de otras ciudades: «No puede ser elegido alcalde ordinario el que no fuera vecino».153 Si bien las disposiciones legales propiciaron que los cabildos fueran detentados por las familias patricias, las mismas se opusieron también a que un reducido grupo de estas —con tendencias oligárquicas— se reeligiesen y acaparasen los cargos: «No pueden ser reelegidos alcaldes hasta haber pasado dos años y dado residencia».154 La legislación indiana se tornaba inflexible cuando se atentaba contra el precepto fundacional del imperio colonial español, esto es, contra la obligación de tributar: «Los deudores de 153 154 151 152 Ibídem, ley 5, título 3, libro 5. Ibídem, ley 4, título 3, libro 5. Ibídem, ley 8, título 3, libro 5. Ibídem, ley 9, título 3, libro 5. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 94 13/08/2014 08:54:22 a.m. De súbditos a ciudadanos...95 la Real Hacienda no pueden ser alcaldes ordinarios».155 Mas el designio de aplacar las tendencias oligárquicas de los patriciados criollos y de hacer que tributasen puntualmente a la Real Hacienda encontró desde un primer momento la oposición cerrada de las familias patricias. Por Real Cédula del 13 de septiembre de 1533, ratificada posteriormente por la RC del 26 de mayo de 1566, las personas que tuvieran oficios mecánicos y artesanales no podían ser alcaldes ordinarios. Asimismo, de acuerdo con la RO del 26 de mayo de 1580, los artesanos tampoco podían ser tenientes de alguaciles mayores. Y si bien la RC del 18 de marzo de 1783 estableció que en España se tuvieran por honrados y honestos los oficios mecánicos y artesanales, la medida no se aplicó en las Indias dada su distinta composición étnica: Los artesanos eran en su mayoría negros y mulatos libres, por lo que la puesta en vigor de dicha disposición habría significado su presencia en los cabildos al lado de los patricios criollos. Excepcionalmente en Buenos Aires se admitieron en el cabildo a los hijos de los artesanos, siempre que fueran «de sangre limpia y sus padres personas honradas».156 Ya el importante teórico y jurista del derecho indiano, Juan de Solórzano, proclamó en el siglo xvii las razones por las cuales los terratenientes criollos no debían compartir en los cabildos con comerciantes, artesanos y otros trabajadores de oficios bajos: En ninguna –Real Cédula– hallo dispuesto, ni introducido que en las provincias de las Indias se reparten estos oficios por mitad entre vecinos y plebeyos, como se suele hacer y hace en muchos lugares de España, porque esta división de estados no se practica en ellas, ni conviene que se introduzca.157 Ibídem, ley 7, título 3, libro 5. R. Konetzke, Colección de documentos, Madrid, 1953-1958, vol. I, p. XVI. 157 Javier Malagón Barceló y José María Ots Capdequí, Solórzano y la política indiana, México, 1965, pp. 77-87. 155 156 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 95 13/08/2014 08:54:22 a.m. 96 Jorge Ibarra Cuesta Se trataba de impedir que los artesanos y trabajadores «de color» y los comerciantes peninsulares compartiesen el poder local de los cabildos con el patriciado criollo blanco. Solórzano se pronunció también contra la supresión del cargo de alcalde ordinario y contra su reemplazo por el corregidor y teniente a guerra, cargos subordinados a los virreyes y a los gobernadores. Así, de acuerdo con el autor de Política indiana, en muchos virreinatos y posesiones ultramarinas se mantenían los alcaldes ordinarios por no contristar a los vecinos de ellas, si se les quitan sus antiguas costumbres y preeminencias contra lo que el derecho aconseja y para que les quede algo en que puedan ser ocupados y honrados, y dar muestra de su ingenio, prudencia y capacidad.158 Otras disposiciones de la legislación de Indias se propusieron garantizar la celebración de elecciones capitulares libres de la intervención de las autoridades coloniales. Si bien las sesiones de los cabildos debían ser presididas por los gobernadores o los presidentes de la Real Audiencia —lo que atentaba contra la libre discusión y adopción de medidas que respondieran a intereses propios locales—, las Leyes de Indias se pronunciaron con frecuencia contra la injerencia de las autoridades coloniales en los procesos electorales de los ayuntamientos.159 En este caso la legislación indiana sirvió para que los regidores pudiesen reclamar en contra de las violaciones Ibídem, p. 23. Recopilación de leyes, t. III, Madrid, 1841, p. 30. «Los virreyes, presidentes u oidores no impidan la elección de los cabildos a los capitulares» (ley 7, título 9, libro 4); «Ningún Oidor entre al Cabildo» (ley 8, título 9, libro 4); «Los gobernadores y sus tenientes dejen a los regidores usar sus diputaciones y votar libremente» (ley 9, título 9, libro 4); «Ningún Gobernador puede pedir o solicitar votos y a la elección se hallen dos regidores y el escribano del cabildo» (ley 10, título 9, libro 4). 158 159 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 96 13/08/2014 08:54:22 a.m. De súbditos a ciudadanos...97 en que incurrían las autoridades coloniales al pretender controlar la vida municipal. Una de las facultades más importantes de los cabildos era la potestad de repartir tierras, pues mediante ella los colonos de Indias accedían a la clase terrateniente o a la clase campesina. En este sentido, los cabildos de las posesiones coloniales hispánicas estuvieron dotados, desde su fundación, de los poderes constituyentes de las clases sociales. En torno a los cabildos se reunía un grupo de familias patricias en las que se concentraban las funciones judiciales, militares, políticas, religiosas y económicas de cada localidad. Los alcaldes cumplían de oficio las funciones judiciales, los capitulares tomaban las principales decisiones de orden político y económico, en tanto que los sacerdotes regulares, también procedentes de las familias criollas, impartían la enseñanza y hacían proselitismo religioso. Igualmente, los oficiales de milicias pertenecientes al patriciado criollo desempeñaban funciones de dirección militar. Los principios organizativos e ideológicos que regían las distintas comunidades criollas eran instituidos por los cabildos. Lo más significativo del patriciado fue que, al acaparar las posiciones dirigentes a través de los siglos, reglamentó en gran medida la vida social de las localidades insulares. Desde luego, el ejercicio del poder no se fundamentó tan solo en ordenanzas y reglamentaciones, sino también en la interacción de los intereses y en la visión de mundo de los distintos actores involucrados en las sociedades coloniales. 9. La familia criolla, base de sustentación de la sociedad colonial en precario La formulación de una hipótesis historiográfica en torno a la expresión poética de Lezama Lima que afirma que la tenacidad de la familia fue el arca de la resistencia criolla en el tiempo plantea algunos problemas de método. Se trata, en primer lugar, de la localización de las fuentes para el Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 97 13/08/2014 08:54:22 a.m. 98 Jorge Ibarra Cuesta estudio de la familia criolla en la larga duración. La reconstitución de la vida cotidiana doméstica y de las relaciones de la familia con el entorno social se torna difícil a causa de los escasos testimonios referidos al tema. Apenas hay relatos o descripciones de primera mano sobre la forma en que el núcleo familiar resistió los embates de la naturaleza, la incomunicación económica y las imposiciones de la metrópolis en los primeros siglos de vida colonial. Pensamos, sin embargo, que ciertas claves permiten elaborar determinadas conjeturas sobre la relevancia de las relaciones de parentesco para la preeminencia económica, religiosa, política y cultural del patriciado antillano. Estudios efectuados por historiadores del medioevo han contribuido a esclarecer el papel que las relaciones de parentesco desempeñaron en la conformación de las relaciones sociales en las sociedades europeas. En este aspecto, el Caribe insular hispánico presenta paralelismos que lo acercan a la península ibérica y que lo permiten comparar, mutatis mutandis, con esta. A nuestro modo de ver, en el área del Caribe la familia constituyó el centro desde el cual las comunidades criollas enfrentaron dificultades insuperables, pues habitaban un espacio histórico en el que se desvanecieron los apoyos y resguardos de la sociedad. El estancamiento económico, la despoblación, los desastres de la naturaleza, las agresiones de armadas extranjeras y la progresiva decadencia del tráfico marítimo con la metrópolis crearon en el siglo xvii y la primera mitad del xviii tal clima de inseguridad y de vacío social que el mismo solo podía ser enfrentado mediante la solidaridad de las relaciones familiares. En esas condiciones la familia se convirtió en el más seguro baluarte del orden social.160 André Burguière llegó a conclusiones similares cuando estudió el papel de la familia en un medioevo deprimido por la crisis demográfica y económica: «Cuando la depresión demográfica, la crisis económica o el hundimiento de las estructuras políticas crean un clima de inseguridad y propician un vacío social, los vínculos de sangre desempeñan un papel 160 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 98 13/08/2014 08:54:22 a.m. De súbditos a ciudadanos...99 A lo primero que renunciaron las comunidades criollas fue a los matrimonios tardíos. Mientras más pronto se casaban las parejas tanto más hijos podían concebir las mujeres. Las familias del estamento patriarcal tenían con frecuencia entre cinco y diez hijos: siempre había espacio para un plato más en la mesa. Las rudas tareas del campo en las haciendas solo podían ser acometidas por núcleos familiares numerosos. Todos juntos enfrentaban las vicisitudes y calamidades. La autoridad del padre garantizaba el espíritu de solidaridad familiar entre los hermanos. Los núcleos familiares numerosos, la familia patriarcal extendida y otras formas de cohabitación ampliadas constituyeron fórmulas necesarias de autodefensa en las Antillas. Las familias numerosas debieron contribuir así al crecimiento demográfico y a la preservación de las comunidades en el medio rural. En las circunstancias de precariedad y desamparo existentes, las relaciones de solidaridad en torno a las familias y las relaciones de compadrazgo se convirtieron en la base del entramado institucional, cultural, social y económico.161 El papel primordial de la familia en la conformación de las relaciones sociales ha sido destacado por los medievalistas europeos. A este respecto, George Duby ha aseverado: «las relaciones de parentesco constituyen el cuadro que engloba todas la relaciones sociales, y en especial a las relaciones económicas».162 determinante y las familias se convierten en bastiones. Donde las solidaridades familiares se han inscrito en las costumbres y en el derecho, estimulan la ampliación de las unidades domésticas». En «Les fondements d´une culture familiale», Histoire de la France, Paris, 1993, p. 32. 161 De acuerdo con Emmanuel Le Roy Ladurie, las relaciones institucionales, sociales y económicas en el medioevo «serían poca cosa si ellas no estuvieran subtendidas por las relaciones de amistad, de clientela y parentesco». Ver Montaillou, village occitan de 1294 à 1324, Paris, 1982, pp. 102-108. Ver también A. Burguière, «Les fondements...», pp. 38-39. 162 Duby ha escrito que «La célula social elemental es la familia. Es ella la que gobierna la estructura de la aldea y del territorio, la repartición del Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 99 13/08/2014 08:54:23 a.m. 100 Jorge Ibarra Cuesta En lo que atañe a las relaciones de compadrazgo y de clientela, tan importantes en las sociedades caribeñas, puede afirmarse que contribuyeron decisivamente y ayudaron en mucho a cimentar las relaciones entre los hombres. Los antropólogos han insistido en el papel central que desempeñaron las relaciones de parentesco en la conformación de las relaciones políticas, económicas y religiosas de las primeras etapas de las sociedades estamentarias. De acuerdo con estos, las relaciones sociales y económicas, así como la superestructura política y religiosa, aparecieron subordinadas a las de parentesco en los primeros períodos históricos de evolución de la sociedad.163 Ahora bien, el parentesco conservaría un papel relevante en el proceso secular de constitución de la sociedad de clases hasta el arribo del mercado capitalista. Esa sería la razón de la frecuencia con que grupos de familias detentarían y se transmitirían el poder político tradicional por largos períodos de tiempo.164 Del conjunto de relaciones estudiadas en las sociedades antillanas se desprende la importancia capital del parentesco en la consolidación de la hegemonía del patriciado criollo y en la estabilidad y permanencia de las clases y estratos étnicos subalternos de las sociedades. De hecho, la integración y unidad del patriciado y de las clases subalternas se logró en gran medida en virtud de relaciones de parentesco y clientelares. Las trabajo y del consumo». Georges Duby et Guy Lardeau, Diálogos sobre a nova historia, Publicaçoes Dom Quixote, Lisboa, 1989, p. 151. 163 Maurice Godelier, Racionalidad e irracionalidad en la economía, Instituto del Libro, La Habana, 1968, pp. 90-96. 164 De acuerdo con Eric R. Wolf, «Las relaciones de parentesco pueden ser usadas para ampliar el alcance de los vínculos sociales e ideológicos, y tales vínculos pueden resultar factores operativos principales en el terreno político y en el del derecho natural». En determinada coyuntura el papel que desempeña el parentesco «se transforma en un elemento ideológico gobernante que contribuye a la consolidación o asentamiento del poder político». Eric R. Wolf, Europe and the people without history, Berkeley, 1982, pp. 89 y 93. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 100 13/08/2014 08:54:23 a.m. De súbditos a ciudadanos...101 alianzas matrimoniales entre las familias patricias dominantes en los cabildos contribuyeron a cohesionarlas y a cerrar en un estrecho círculo sus fortunas. De esta suerte, las relaciones familiares constituyeron la argamasa que fundió la sólida armazón de las relaciones sociales del patriciado, proporcionando a este la consistencia necesaria para resistir todo tipo de adversidades. Vale destacar que la centralidad de los vínculos de parentesco en las comunidades criollas guarda estrecha relación con el hecho de que la propiedad y la transmisión de bienes eran asignadas en virtud de la filiación familiar de los individuos. El parentesco ha sido entendido como un modo de articular las relaciones sociales «apelando a la pertenencia familiar, al matrimonio, a la consanguinidad y a la afinidad».165 Algo parecido se ha sostenido en algunos estudios sobre las sociedades de haciendas en América Latina y el Caribe.166 Testimonios de Puerto Rico167 y Santo Domingo sobre la difusión de las relaciones de parentesco y de clientela en el tejido social dan cuenta de la tendencia a la ampliación de los vínculos de parentesco en familias patricias terratenientes. Con ello pretendían preservar su integridad frente a una sociedad estancada en la que imperaban las necesidades. En las comunidades donde el parentesco desempeña un papel central, la familia patriarcal está integrada simbólicamente no solo por aquellos que guardan entre sí vínculos consanguíneos, sino también por afines que, considerados familiares, viven bajo el mismo techo y comen de la misma olla. En esa categoría se encuentran tanto los que están relacionados por lazos de parentesco propiamente dichos como por aquellos Ibídem, p. 91. Stanley J. Stein and Barbara Stein, The Colonial Heritage of Latin America. Essays on Economic Dependence in Perspective, New York, 1979, pp. 73, 74, 137. 167 Fernando Picó destaca cómo en el Puerto Rico de los siglos xvii y xviii la familia extensiva constituyó la mejor manera de conservar el patrimonio y enfrentar los periodos de escasez. Ver su Historia general, San Juan de Puerto Rico, 1986, pp. 111-113. 165 166 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 101 13/08/2014 08:54:23 a.m. 102 Jorge Ibarra Cuesta que sostienen relaciones de tipo clientelar con el padre de la familia: peones, esclavos, dependientes. Todos los que dependen de la autoridad de un patriarca y viven bajo su mismo techo, por así decir, son considerados, de un modo u otro, parte de su familia. Desde luego, los esclavos domésticos son considerados dependientes del señor en un estatus más bajo que los hijos, nietos y sobrinos, pero se encuentran sometidos al mismo principio que rige para la autoridad del patriarca. Las relaciones de parentesco hicieron posible la supervivencia del hogar terrateniente. En él desempeñó un papel importante la colaboración deferente de los estamentos subalternos: no solo el trabajo de la esposa y de los hijos contribuía al sustento de la familia, sino también el de los familiares y dependientes de todo género (esclavos, peones, aparceros). En la medida en que se aprovechaba al máximo el trabajo doméstico, la constitución de familias nucleares numerosas, de familias extensivas y de otras formas de cohabitación permitió que se pudieran enfrentar las inclemencias de la naturaleza, las exacciones de los comerciantes y las imposiciones del poder colonial. Se trataba de fórmulas de protección —que incluían también la práctica de alianzas matrimoniales— que ayudaban a la estabilidad del núcleo familiar. Las relaciones de parentesco tenían por tanto una importancia estratégica en el contexto colonial: determinaron que un reducido grupo de familias terratenientes prósperas detentasen el poder en los cabildos y asegurasen su hegemonía sobre las familias venidas a menos, es decir, sobre los llamados parientes pobres que formaban parte de las clases subalternas. La creciente fragmentación de las haciendas comuneras señoriales propició la emergencia de un sector de familias terratenientes que se desmembraban, empobrecían o arruinaban y que convergerían en la formación de la clase media colonial. A ese proceso contribuyó el hecho de que los lazos de solidaridad que tejían las viejas familias de Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 102 13/08/2014 08:54:23 a.m. De súbditos a ciudadanos...103 origen terrateniente eran muy consistentes y tendían a sostener unidos a los descendientes de un tronco común. A esos efectos, tan importantes como la posesión de la tierra o los ingresos eran los apellidos que ostentaban las familias, con independencia del lugar que ocupasen en la escala social. De manera parecida, el rango de las personas que mantenían relaciones clientelares con las familias terratenientes dependía de la relevancia de estas últimas. El crecimiento demográfico de la población dependió en gran medida de la profusión de las familias terratenientes venidas a menos y de los vínculos extramatrimoniales de los patricios. Al descontento económico de los sectores empobrecidos que ingresaban en la precaria clase media colonial se sumaban sus agrias protestas ante las autoridades coloniales a fin de exigir ser tratados en igualdad de condiciones que los patricios.168 El crecimiento demográfico de la clase media colonial en las posesiones caribeñas pudo haber tenido en sus integrantes consecuencias parecidas a las que se dieron en España. El fenómeno de los hijosdalgo empobrecidos —reflejados fielmente en la literatura picaresca española— fue parecido, de algún modo, a lo sucedido en las Antillas y en el litoral caribeño. De acuerdo con Pierre Vilar, a principios del siglo xviii España contaba con 800,000 nobles. En algunas regiones, como Santander o el País Vasco, era un fenómeno muy frecuente. En Burgos, por ejemplo, había un noble por cada tres personas, en tanto que en otras regiones había un noble por cada 100 o 200 personas. En España la población de origen noble estaba exenta del reclutamiento militar, de sufragar los gastos de alojamiento de las tropas y del pago de tributos. En cambio en el Nuevo Mundo el patriciado criollo, tanto su sector próspero como el empobrecido, debía contribuir con esas cargas. Los patricios criollos venidos a menos se sentían más deprimidos aún debido a que no eran acreedores del mismo trato y reconocimiento social que los notables que estaban al frente de los cabildos. Esta fue una cuestión de suma importancia en la sociedad colonial, ya que determinó con mucha frecuencia las actitudes radicales tendentes a la ruptura con el poder colonial que manifestaron los referidos sectores arruinados de la clase terrateniente que integraron la clase media. Ver Pierre Vilar, Iniciación al vocabulario del análisis histórico, Barcelona, 1982, pp. 123-124. 168 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 103 13/08/2014 08:54:23 a.m. 104 Jorge Ibarra Cuesta Las alianzas matrimoniales concertadas entre las familias terratenientes prolongaron en el tiempo el poder social y económico del patriciado en los cabildos. Fue política de las autoridades coloniales disolver las asociaciones y combinaciones que las familias terratenientes concertaban en procura de detentar el poder de los cabildos. Una de las denuncias que las autoridades coloniales expusieron con más insistencia ante la Audiencia de Santo Domingo y el Consejo de Indias era el acaparamiento de las posiciones capitulares por familias patricias caribeñas. De ahí que, a pesar de las estipulaciones de la legislación de Indias, los gobernadores se propusieran en ocasiones designar a comerciantes o funcionarios peninsulares como regidores o alcaldes, con el objeto de romper todo género de alianzas entre las familias criollas que se arrogaban el poder local. El aporte de la familia de la mujer a la boda era la dote, mientras las arras constituían la contribución del hombre al vínculo matrimonial. Los compromisos económicos de la familia del hombre y de la mujer eran certificados ante escribano. La dote de la mujer estaba constituida principalmente por ropas y ajuar casero, en tanto las arras equivalían en metálico a la décima parte de los bienes del hombre.169 La importancia de la familia en las comunidades criollas se puso de manifiesto en el curso de las guerras independentistas cubanas, cuando cientos de familias se alzaron en armas contra el dominio colonial. Los hombres no tomaron las armas solos, como en otras sociedades en tiempos de guerra, sino que sus mujeres, hijos y demás parientes y esclavos domésticos los acompañaron a los campos insurrectos. Un estudio reciente, en proceso de edición, del historiador holguinero José Abreu muestra la importancia decisiva que tuvieron los vínculos familiares y de clientela en la organización de los levantamientos cubanos de 1868 y en el reclutamiento de los L. Marrero, Cuba, t. II, Madrid, 1974, p. 377. 169 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 104 13/08/2014 08:54:23 a.m. De súbditos a ciudadanos...105 combatientes. Por ello no es casual que en época tan avanzada como la segunda mitad del siglo xix los autonomistas de Cuba y Puerto Rico se erigiesen en representantes de la población criolla, población a la que bautizaron como «la gran familia criolla». En las sociedades hispanas caribeñas el parentesco, la clientela y el compadrazgo, así como el ejercicio del paternalismo, constituyeron relaciones horizontales que coadyuvaron al reforzamiento de las relaciones productivas, señoriales y esclavistas, de tipo vertical. Los nexos a través de los cuales se ejercía la hegemonía del patriciado terrateniente eran en lo fundamental relaciones de coerción extraeconómica que se asentaban en la fuerza o en la preeminencia o señorío político e ideológico. De ahí la importancia de las relaciones de parentesco, políticas y religiosas en las sociedades del Caribe hispánico de los siglos xvii y xviii. Las alianzas matrimoniales entre las distintas familias patricias que convivían en una misma comunidad contribuían a preservar la integridad del patrimonio terrateniente, pero además sostenían la continuidad de la estirpe familiar en términos de prestigio y de autoridad política y moral. El acceso a los cabildos, fuentes locales de poder político y económico, estaba determinado en gran medida por la pertenencia familiar y por la herencia. Por lo general, las familias de una localidad se entrelazaban conyugalmente en algún momento de su evolución. El poder de una familia no solo se medía por la extensión de sus posesiones territoriales o el número de cabezas de ganado que poseía, sino por las relaciones familiares y las posiciones que detentaba en los cabildos seculares y eclesiásticos. Las haciendas comuneras constituyeron la base de las familias patriarcales nucleares numerosas y de las extendidas: el pater familiae dividía la hacienda en pesos de posesión que daban acceso a los hijos a la tierra en común. O sea, sus descendientes disfrutaban del derecho de que sus respectivos ganados pastasen en toda la superficie de la hacienda en común (no se les asignaba Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 105 13/08/2014 08:54:23 a.m. 106 Jorge Ibarra Cuesta un espacio de tierra determinado). El usufructuario original del hato o corral dejaba en su testamento un número de pesos de posesión a cada hijo. A su vez, los nuevos poseedores podían testarlos a sus hijos o venderlos a terceros. El empobrecimiento de los legatarios de los pesos de posesión se daba por la gradual subdivisión de la masa de ganado que heredaban de sus padres. La hacienda comunera fue una institución esencialmente familiar. En Cuba contribuyó poderosamente a la unidad de la gran familia terrateniente hasta principios del siglo xix; su proceso de disolución se inició hacia la década de 1820. Los jóvenes no deseaban otra cosa que casarse, presentándoseles dificultades para encontrar pareja de la misma condición étnica y social. Y aunque en esta época la Iglesia logró imponer sus modelos de extrema disciplina sexual entre los jóvenes descendientes de las familias patricias, estos sostenían con frecuencia relaciones fugaces o de amancebamiento con mujeres de distinta etnia. En las familias criollas blancas se aplicaba con más rigor que en España una política de enclaustramiento y confinación de las mujeres al interior de las casas, prohibiéndoseles caminar por las calles.170 10.Algunas reglas de oro de la política colonial española Uno de los más acuciosos y sagaces estudiosos del Estado español en las Indias, J. M. Ots Capdequí, ha destacado cómo los monarcas habsburgos y la experimentada burocracia real tuvieron conciencia de la enorme significación que tenía hacer cumplir la compleja legislación de Indias en la colonización del Nuevo Mundo. El poder absoluto que detentaban los monarcas les había permitido imponerse en la península y «aniquilar políticamente, a las otras fuerzas del reino: nobleza Ver epígrafes sobre las primeras mercedes de tierras (pp. 58-82), la hacienda comunera (pp. 84-86) y la familia (pp. 376-379) en L. Marrero, Cuba, t. II, Madrid, 1974. Ver también J. F. M. de Arrate, Llave del nuevo mundo, La Habana, 1964, p. 210. 170 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 106 13/08/2014 08:54:23 a.m. De súbditos a ciudadanos...107 no cortesana y cabildos de las ciudades con representación en las Cortes».171 Si bien el apartamiento de las nobleza menor y de los cabildos constituyó un hecho innegable, no lo es menos que a estas fuerzas debió concedérseles un conjunto de facultades y prerrogativas locales que impidiera conflictos antagónicos con la Corona. Del mismo modo, el sistema de gobierno diseñado para la colonización de las Indias suponía el arbitrio absoluto del poder real. La enormidad de las distancias y la inaccesibilidad de las comunicaciones determinaron que la política colonial se fundara en la desconfianza: en las minuciosas instrucciones —que debían cumplirse estrictamente— y en la exigencia a sus funcionarios de informes sumamente meticulosos. Para la burocracia colonial la obligación de informar era previa a cualquier acto resolutivo. En las Indias solo podían dictarse providencias ante situaciones críticas e imprevistas. Las actividades de las autoridades coloniales se limitaban en buena medida a obedecer órdenes, aunque con frecuencia — de acuerdo con su celo personal o intereses particulares— se excedieran o atenuaran su cumplimiento, o bien dictaran providencias por cuenta propia. Los informes de las autoridades coloniales obedecían a menudo a sus intereses locales y a la inclinación a ejercer el poder de manera absoluta. Limitación que la Corona aspiraba a compensar mediante las frecuentes visitas fiscalizadoras de sus funcionarios. Rara era la providencia de alguna importancia que no se sometiera a la real confirmación, o sea, a la aprobación del monarca. La ratificación del monarca de las medidas tomadas en Indias constituía, sin duda, el acto jurídico más frecuente. La mayor parte de las decisiones de las autoridades coloniales debía ser sancionada por el Consejo de Indias o por el monarca.172 José María Ots Capdequí, El Estado español en las Indias, La Habana, 1973, p. 61. Ibídem, p. 63. 171 172 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 107 13/08/2014 08:54:23 a.m. 108 Jorge Ibarra Cuesta Las experiencias vividas por los monarcas españoles y sus consejos de asesores en la reconquista de España condicionaron en gran medida sus relaciones con los colonos del Nuevo Mundo. La decisión real de no otorgar a perpetuidad la propiedad de los esclavos ni de las tierras a sus súbditos del Nuevo Mundo parece haberse inspirado en las enseñanzas que se derivaron de la colonización de las tierras arrebatadas a los árabes en la península. En las Indias las tierras se otorgaron en usufructo, pues eran propiedad del rey, razón por las que se les llamaba tierras realengas. El principio de la revocabilidad de las propiedades cedidas por la Corona constituyó el dispositivo que convirtió a los encomenderos y terratenientes en clases dependientes de los favores reales: de la misma forma que les habían cedido los esclavos y las tierras, se los podían quitar. Fue en ese espíritu que la Corona repartió las tierras del sur de la península que libró del dominio árabe. Las disposiciones de los monarcas españoles en el Nuevo Mundo se propusieron impedir que los patriciados criollos, dotados de todos los privilegios frente a las clases subalternas, adquiriesen un grado de independencia excesivo. Como ha destacado Sergio Bagú, el imperio colonial se reservó desde siempre la prerrogativa de mantener supeditadas a las clases criollas; de este modo se propuso impedir que se constituyeran en un desafío a su poder absoluto.173 Una situación original creada en Cuba con motivo del relevo de los gobernadores fallecidos en el cumplimiento de sus funciones ilustra sobre las prevenciones que se manifestaban aun en ese tipo de condiciones extremas. En una coyuntura determinada se les otorgó a los alcaldes del cabildo de La Habana el privilegio de sustituir interinamente a los gobernadores que fallecieran en el ejercicio de su cargo, privilegio que disfrutarían hasta tanto la Corona designara a un nuevo Sergio Bagú, Estructura social de la Corona. Ensayo comparativo de América Latina, Buenos Aires, 1952, pp. 72-77. 173 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 108 13/08/2014 08:54:23 a.m. De súbditos a ciudadanos...109 gobernador. Este último trámite y el traslado de España a las Antillas podía tomar uno o dos años, período de tiempo no desdeñable para que los capitulares criollos de La Habana ejercieran su influencia en la gobernación de la isla. Sin embargo, como para que no se hicieran ilusiones los regidores criollos, la Corona determinó que, en caso de fallecimiento o ausencia durante su mandato, los gobernadores fueran reemplazados en sus funciones militares por el cabo subalterno, jefe peninsular de la guarnición de las fortalezas en la isla. La anulación de la prerrogativa de suceder transitoriamente al gobernador español ilustra una vez más el recelo con que eran considerados los criollos. El caso de un gobernador interino criollo en Cuba, Ambrosio Sotolongo (1654-1655), puede considerarse excepcional en el Caribe. El trato al que fueron sometidos los patricios criollos fue sentido por estos, desde la segunda mitad del siglo XVI, como un despojo histórico de sus derechos como descendientes de los forjadores del imperio español. El timbre del más legítimo orgullo de los patricios, transmitido de generación en generación, era proceder de los conquistadores y primeros colonizadores del Nuevo Mundo. Numerosos testimonios dan cuenta del sentimiento patricio de haber sido víctimas de una expoliación por parte de la Corona. Las Leyes de Indias no reconocieron nunca el derecho del suelo —ius solium o ius soli— ni el derecho de sangre —ius sanguinis— que asistían a los criollos, como colonos descendientes de los conquistadores, en su aspiración de estar representados en el gobierno de las islas. La exclusión de que fueron objeto era tanto más dolorosa cuanto consideraban como una prerrogativa inalienable a su estirpe su participación en el gobierno colonial. No es casual que una de las demandas principales del patriciado terrateniente caribeño que se levantó en armas contra el poder colonial español en el siglo xix fuera la falta de representación criolla en los cargos de la administración colonial (de la que habían Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 109 13/08/2014 08:54:23 a.m. 110 Jorge Ibarra Cuesta estado excluidos desde el siglo xvi), reivindicación histórica que estuvo presente en las declaraciones de independencia de las posesiones ultramarinas de España en el continente. Se trataba, pues, de una demanda hondamente sentida por los criollos a través de los siglos. Con el transcurso del tiempo el sentimiento de preterición de los criollos se identificó con el de los patriciados locales peninsulares que se agrupaban en torno a sus consejos municipales o cabildos. Mientras en Europa los grandes de España se coaligaban con la monarquía absoluta para ejercer un poder irrestricto en sus señoríos o dominios, en las posesiones hispánicas del mar Caribe el patriciado criollo se encontraba subordinado al poder de las autoridades coloniales. Su situación solo era comparable a la de la pequeña nobleza y a la de los vecinos enriquecidos de las ciudades y aldeas de la península que, unidos en torno a los cabildos, se encontraban sometidos al poder de los comendadores y de las órdenes religiosas de corte militar. 11.La distribución de las tierras en las Antillas hispánicas La historiografía de los primeros siglos de vida colonial en Las Antillas no ha esclarecido del todo a qué instituciones les correspondió llevar a efecto las mercedes de tierras entre los vecinos de las primeras villas. Se sabe que la Corona concedió indistintamente autorización de repartir tierras al almirante Cristóbal Colón, a los gobernadores, a la Real Audiencia y a los cabildos. De acuerdo con el estudioso del derecho indiano Ots Capdequí, «Los cabildos de por sí y ante sí entendieron que ellos debían tener facultad para hacer repartimientos de tierras, para hacer mercedes de tierras y solares a los vecinos de la comunidad municipal».174 Ese no parece haber sido el caso de las Antillas, ya que siempre hubo alguna real orden o providencia J. M. Ots Capdequí, El Estado español..., La Habana, 1973, p. 84. 174 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 110 13/08/2014 08:54:24 a.m. De súbditos a ciudadanos...111 de un gobernador que concediera esos poderes a los cabildos. En Cuba los cabildos fueron autorizados por el gobernador Diego de Velázquez a repartir tierras. Con posterioridad al fallecimiento del adelantado, los cabildos pudieron conceder —con el respaldo entendido de los gobernadores— mercedes de tierras por su cuenta, sin compartir esa facultad con ninguna otra institución. En La Española, en cambio, el cabildo de Santo Domingo fue facultado a mercedar tierras solo por un breve período de tiempo en el siglo xvi, concediéndose la potestad con posterioridad a la Real Audiencia y al gobernador. Los historiadores y estudiosos del derecho indiano no han señalado las razones por las que los cabildos cubanos disfrutaron sin contratiempos de la potestad de mercedar tierras hasta bien avanzado el siglo xviii, cuando en La Española dicha atribución les fue arrebatada a los cabildos o bien fue interferida frecuentemente por otras instituciones coloniales. A nuestro modo de ver, la pretensión de la Real Audiencia de Santo Domingo de arrogarse la facultad de distribuir las tierras se sobrepuso en los círculos de la corte española a las aspiraciones de los cabildos dominicanos de ejercer esa potestad. Por otra parte, en la medida en que el gobernador y la Real Audiencia de Santo Domingo se hallaban próximos a los cabildos de más importancia en la isla (los de Santiago de los Caballeros y La Vega), a esas autoridades les resultaba más practicable o viable asumir la responsabilidad de distribuir las tierras entre los vecinos de esas comunidades contiguas. En Cuba, de manera inversa, la considerable distancia geográfica que separaba a las comunidades en que se asentaban los siete cabildos de la isla parece haber desaconsejado a los gobernadores hacer uso de la facultad de mercedar tierras en todo el territorio insular. Los cabildos cubanos de tierra adentro se encontraban a ciento y ciento cuarenta leguas de distancia de la residencia del gobernador y de la Audiencia, que no contaban con los recursos ni el aparato administrativo requerido para efectuar las mercedes a lo largo y ancho de la isla. Tampoco Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 111 13/08/2014 08:54:24 a.m. 112 Jorge Ibarra Cuesta disponía el gobernador del conocimiento minucioso de los vecinos de cada localidad para efectuar las mercedes de acuerdo con el estatus social de estos. La primera autoridad de la isla desconocía la topografía del terreno de las jurisdicciones municipales en que debían otorgarse las mercedes, y no podía acertar en la entrega de los hatos, corrales y estancias sin tener nociones de las tierras que se habían repartido con anterioridad y que se habían registrado y asentado en los libros de los cabildos. De ahí la dificultad de efectuar mercedes en regiones alejadas sin arriesgarse a perjudicar a terceras personas. En Puerto Rico pudo haber sucedido algo parecido a lo que tuvo lugar en Santo Domingo, pues el único cabildo de importancia tierra adentro, el cabildo de San Germán, se encontraba relativamente cerca de San Juan, ciudad en la que se radicaba el gobernador. En otras palabras, concurrieron condiciones propicias para que los gobernadores desearan atribuirse la facultad de repartir tierras y negársela a los cabildos criollos. No obstante, dicha facultad fue también compartida con los cabildos. Por eso, de acuerdo con Aída Caro, las Leyes de Indias prescritas en 1532 y posteriormente confirmadas en 1563 y 1596 tuvieron aplicación en Puerto Rico: Habiéndose de repartir tierras, aguas, abrevaderos y pastos entre los que fueren a poblar, los virreyes o gobernadores que de los cabildos de las ciudades o villas, teniendo consideración a que los regidores sean preferidos si no tuvieran tierras o solares equivalentes.175 O sea, ante todo les correspondía efectuar las mercedes a los virreyes y gobernadores. Esas funciones podían corresponder a los regidores cuando no tuvieren «tierras o solares equivalentes». En 1563 se estableció que donde hubiere A. R. Caro Costas, El cabildo o régimen, t. II, San Juan de Puerto Rico, 1974, pp. 65-66. 175 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 112 13/08/2014 08:54:24 a.m. De súbditos a ciudadanos...113 audiencias y donde el vecindario hubiere formulado solicitudes de tierras, estas debían presentarse ante el cabildo, debiendo sus regidores, a su vez, presentarlas al virrey o al presidente de la Real Audiencia para la obtención del visto bueno. Esto quiere decir que para las reparticiones de tierras los cabildos debían contar con el consentimiento de los gobernadores y de la Real Audiencia. En la Real Cédula del 10 de enero de 1589 se estableció que «los virreyes y presidentes gobernadores pueden revocar y dar por ningunas las gracias que los cabildos de las ciudades hubieren hecho o hicieren de tierras en sus distritos».176 Con estas disposiciones restrictivas se declaraba el derecho preeminente que tenían las autoridades coloniales sobre los cabildos. En otras palabras, se postulaba la doctrina de que las autoridades coloniales habían tolerado las mercedes otorgadas por los cabildos, pero que estos no habían tenido nunca la aprobación explícita de repartir tierras. A juicio de Michel J. Godreau y Juan A. Giusti, sin embargo: (...) en las Antillas (y quizás sobre todo en Puerto Rico) fue notable el papel de los cabildos en el proceso de concesiones, y la ausencia correlativa de altos funcionarios coloniales. En Tierra Firme, por ejemplo, los virreyes intervenían a menudo en las concesiones, siquiera para confirmarlas (…) 177 Empero, estos autores reconocen que en Puerto Rico esa facultad no correspondió exclusivamente a los cabildos, pues las disposiciones reales que los autorizaban a ello «coexistían con directrices reales que facultaban al gobernador a distribuir las tierras». Además, las mercedes efectuadas por el cabildo Ibídem, pp. 66-67. Michel J. Godreau y Juan A. Giusti, «Las concesiones de la Corona y la propiedad territorial en Puerto Rico, siglos xvi-xx», Revista Jurídica Universidad de Puerto Rico, núm. 3, 1993, p. 400. 176 177 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 113 13/08/2014 08:54:24 a.m. 114 Jorge Ibarra Cuesta debían ser confirmadas por el gobernador. Una Real Orden de 1591 dispuso que el gobernador debía repartir las tierras mediante pública subasta y no gratuitamente, como hacían generalmente los cabildos.178 Si bien en la primera década del siglo xvii se confirió esa autoridad a algunos ayuntamientos indianos, a principios del siglo siguiente se declararon terminantemente prohibidas tales mercedes. En efecto, el cabildo de San Juan se aprovechó de esas disposiciones reales para aprobar en 1620 unas ordenanzas municipales en las que se atribuía el derecho de conceder mercedes de tierras. Sin embargo, como destaca Aída R. Caro, «…el Gobernador era la única autoridad revestida con facultad real delegada para efectuar repartos de tierras baldías». La historiadora puertorriqueña avala su afirmación invocando un documento del Archivo de Indias de octubre de 1701.179 Con independencia del hecho de que los cabildos pudieran o no efectuar mercedes de tierra por su cuenta, el cabildo de San Juan consideró a mediados del siglo xviii que debía reclamar ese derecho, por lo que impugnó la atribución que tenía el gobernador en ese sentido mediante la elevación de un recurso en su contra por haber distribuido haciendas en el hato de Air bonito y en la ribera del Manatí.180 Los cabildos cubanos, en cambio, disfrutaron de la facultad de conceder mercedes sin tener que compartirla o disputarla con ninguna otra autoridad a la que se hubiese otorgado ese derecho o que lo reclamase para sí. Tal potestad les concedió una hegemonía y una autoridad política indiscutida ante el patriciado terrateniente y el campesinado. De hecho, los señores de hacienda se constituyeron en una clase social terrateniente en virtud de las sucesivas reparticiones de tierra Ibídem, pp. 434-435. Ibídem, pp. 65-66; y A. G. I., Santo Domingo, legajo 537, minutas del año 1701, 17 de octubre de 1701. 180 A. R. Caro Costas, El cabildo o régimen, t. II, San Juan de Puerto Rico, 1974, pp. 65-68. 178 179 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 114 13/08/2014 08:54:24 a.m. De súbditos a ciudadanos...115 efectuadas por los cabildos a lo largo y ancho de la isla. La preeminencia alcanzada de esa suerte les concedería poder de convocatoria y de movilización de las comunidades criollas, poder al que apelarían en más de una ocasión para enfrentarse a las autoridades. Pudiera pensarse, a partir de la evolución histórica distinta, que el desempeño consuetudinario de la facultad de repartir tierras por parte de los cabildos cubanos les permitió a estos crear vínculos más orgánicos con los propietarios de haciendas que los forjados por los cabildos dominicanos y puertorriqueños con la clase de la que procedían. En los siglos xviii y xix los cabildos de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo efectuaron numerosos asentamientos de campesinos en terrenos realengos. En las disputas que tuvieron lugar entre los señores de hacienda y los vegueros que pretendían asentarse en las márgenes de los ríos de sus tierras, las autoridades coloniales se alinearon frecuentemente con los segundos. Los gobernadores —interesados en estimular la agricultura comercial en pequeña escala para la Real Hacienda— se pronunciaron por lo general contra los señores de hacienda y en favor del asentamiento de los vegueros, los cuales debían tributar sumas considerables de dinero al estanco del tabaco y al fisco español. El asentamiento de los campesinos en las haciendas implicó que estos fuesen víctimas de una explotación más severa e inflexible a manos del capital comercial español y de la Real Hacienda. El dominio patriarcal de los señores de hacienda, aun cuando fuera más arcaico, no revestía las características desmedidas de las exacciones del Estado colonial y de los prestamistas españoles.181 Una Real Orden que parece haber trazado una línea de demarcación entre los cabildos de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo fue la disposición promulgada por Carlos V en 1541 —ya estudiada— que prescribía lo siguiente: Julio Le Riverend, Problemas de la formación agraria de Cuba. Siglos xvi-xvii, La Habana, 1992. 181 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 115 13/08/2014 08:54:24 a.m. 116 Jorge Ibarra Cuesta el uso de todos los pastos, montes y aguas, sea común a todos los vecinos de ellas que ahora son y después fueren para que los puedan gozar libremente, y hacer junto a cualquier buhio sus cabañas, traer allí sus ganados juntos o apartado. Sucedió que para La Española se dictó en 1550 una Real Orden que limitó la provisión real de 1541 a un radio aproximado de 10 leguas en torno a la ciudad de Santo Domingo y que además estipuló que los derechos de la comunidad de pastos no debían perjudicar a terceros. No obstante, Goudreau y Giusti consideran que con toda probabilidad la comunidad de pastos se extendió a toda la isla. A su modo de ver, en La Española «se desarrollaría el régimen de terrenos comuneros más extendido y más importante de toda América».182 Al parecer estos estudiosos se refieren al hecho de que el régimen de haciendas comuneras dominicanas —por el que los herederos de un hatero disponían de los pesos de posesión de la tierra, pudiendo sus ganados apacentar libremente en todo el terreno de la hacienda— estaba muy extendido en la isla, pero no a que existiera libertad de pastar los ganados en cualquier hato, corral o sitio del territorio insular. Es en ese sentido que el historiador del derecho dominicano Wenceslao Vega identifica a los «terrenos comuneros» con las haciendas comuneras, en las que los poseedores, miembros de una familia terrateniente, se repartían el hato en pesos de posesión. La posesión de cualesquiera cantidades de «pesos» sobre una hacienda daba los mismos derechos de utilización de su conjunto de bosques, pastos y aguas. Las extensiones de tierra que se consideraban generalmente objeto de apropiación privada eran las que los propietarios de los pesos de posesión cercaban a los efectos de cultivar productos agrícolas o bien para Michel J. Godreau y Juan A. Giusti, «Las concesiones de la Corona...», San Juan de Puerto Rico, 1993, p. 15. 182 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 116 13/08/2014 08:54:24 a.m. De súbditos a ciudadanos...117 ser usadas como corral de sus ganados. Un peso de posesión en una hacienda comunera no guardaba relación alguna con su área, sino que representaba más bien una parte alícuota del área total original de la hacienda. En cuanto a Puerto Rico, la historiografía no ha esclarecido del todo la aplicación que tuvo la Real Orden de 1541, es decir, si efectivamente un señor de ganado podía pastorear sus reses en cualquier extensión de terreno que estimare conveniente. Cayetano Coll y Toste coincide con esa apreciación cuando asevera que «La ganadería (…) estaba concretada a grandes hatos, donde pastaban las reses de todos los vecinos, pues las tierras no vinieron a repartirse correctamente hasta el siglo actual (el xix)».183 De acuerdo con los historiadores portorriqueños Francisco Moscoso, Enjuto Ferrán y otros, la disposición de 1541 continuó vigente en Puerto Rico hasta el siglo xviii.184 Gil Bermejo, por su parte, no puede precisar hasta qué punto se aplicó en Borinquen la disposición de Carlos V, y asegura: «parece indudable que la Real Provisión no fue anulada y si bien quedó vigente su aplicación, la misma no se llevó a cabo tan rigurosamente como pretendía(n) (quienes la favorecían)».185 En Cuba, los cabildos se negaron a poner en vigor la Real Orden de 1541. De ese modo, los hateros de la isla no se vieron expuestos a una situación de inseguridad en cuanto a la posesión y usufructo de sus haciendas, pues se libraron de la incursión de rebaños de ganado de otros señores en sus tierras y con frecuencia fueron amparados por los cabildos de las incursiones de monterías.186 Cayetano Coll y Toste, «Aspecto General de Puerto Rico en 1797», Boletín Histórico de Puerto Rico, San Juan, 1914, p. 163. 184 Francisco Moscoso, Lucha agraria en Puerto Rico, 1541-1545: un ensayo de historia, San Juan de Puerto Rico, 1997, pp. 9-21. 185 Juana Gil-Bermejo García, La Española: anotaciones históricas (1600-1650), Sevilla, 1983. 186 Michel J. Godreau y Juan A. Giusti, «Las concesiones de la Corona...», San Juan de Puerto Rico, 1993, pp. 444-457. 183 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 117 13/08/2014 08:54:24 a.m. 118 Jorge Ibarra Cuesta 12.La reforma del sistema de tenencia de tierra En Santo Domingo una Real Orden de 1754 estableció que los usufructuarios de tierras —hateros, corraleros y estancieros— debían acreditar los títulos que les dispensaban el usufructo de las tierras realengas o del rey. De otro modo debían adquirir las tierras que poseían en calidad de usufructuarios en un proceso de composición (o sea, de compra de estas) o bien reintegrarlas a la Corona para que esta dispusiera libremente de ellas. Las tierras que los jueces de realengos dictaminaran que eran tierras del rey —porque hubiesen sido objeto de apropiación indebida o usufructuadas sin el título original de la merced que debió otorgar su posesión, o bien porque fuesen tierras ociosas, libres de todo tipo de tenencia— debían ser reintegradas a la Corona. En virtud de esta Real Orden, y a los efectos de conservar el uso y disfrute de la posesión, los usufructuarios de las tierras realengas —terratenientes o campesinos— debían comprarlas a la Corona mediante un proceso de composición que los convertía en propietarios. Ese procedimiento debía sentar las bases, en grandes líneas generales, de la propiedad territorial en las Antillas Mayores. Se trataba de un cambio del sistema de tenencia, pues ahora se exigía a los terratenientes y estancieros usuarios de las tierras del rey presentar los títulos de las mercedes originales por las que aquellas les habían sido entregadas en usufructo para que las comprasen inexcusablemente. Los que no dispusieran de esos títulos serían despojados de las tierras. De este modo la monarquía borbónica los obligaba a comprar lo que por uso y costumbre creían de su propiedad. La puesta en ejecución en 1767 de la disposición real de 1754 significaba para muchos de los poseedores la pérdida de las tierras que habían mercedado los cabildos o las autoridades coloniales. De ahí que los capitulares dominicanos argumentasen que el terremoto de 1751 y los ciclones de 1765 y 1766 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 118 13/08/2014 08:54:24 a.m. De súbditos a ciudadanos...119 habían arruinado a los usufructuarios de tierras, razón por la que no disponían de recursos suficientes para afrontar los gastos que suponían la compra y legitimación de sus títulos. De acuerdo con el alegato interpuesto por el cabildo de la capital dominicana, la disposición real de 1754 no fue puesta en vigor de inmediato, pues los jueces de realengos —funcionarios encargados de ese cometido— se convencieron de que los usufructuarios de las tierras no disponían de los títulos originales de usufructo ni de los capitales para comprarlas. Dada la miseria existente, alegaban los capitulares, apenas se efectuarían las compras de las tierras usufructuadas originalmente. No obstante, un juez de realengos dominicano, Ruperto Vicente Luyando, declaró que en Neiba y Azua pequeños estancieros se habían presentado con el propósito de entrar en el proceso de composición y comprar los títulos de propiedad a la Corona, lo que contrastaba con la actitud de los grandes terratenientes ganaderos que se negaban a presentar sus títulos y a comprar los terrenos que usufructuaban.187 Luego de la enconada querella legal entablada entre los cabildos dominicanos y el referido juez de realengos, la Real Orden del 17 de abril de 1771 concedió a los terratenientes criollos la merced de que con solo treinta años de posesión pudiesen hacer suyos los terrenos que han ocupado sin el riesgo de declarárseles por realengos o pertenecientes «Primera representación del cabildo de Santo Domingo ante el juez subdelegado de realengos del 9 de septiembre de 1767», A. G. I., Santo Domingo 978; «Segunda representación del cabildo de Santo Domingo ante el juez subdelegado de realengos del 16 de septiembre de 1767», A. G. I., Santo Domingo 978; «Representación del cabildo de Santo Domingo del 26 de septiembre de 1767», A. G. I., Santo Domingo 978; «Tercera representación del cabildo de Santo Domingo ante el juez subdelegado de realengos del 12 de octubre de 1767» , A. G. I., Santo Domingo 978; «Carta a S. M. de Ruperto Vicente Luyando, juez subdelegado de realengos, del 30 de octubre de 1767» , A. G. I., Santo Domingo 978. 187 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 119 13/08/2014 08:54:24 a.m. 120 Jorge Ibarra Cuesta al real erario, moderando con esa providencia los capítulos tercero y cuarto de la instrucción real (de 1754) expedida anteriormente sobre el particular.188 Ante esa concesión que facilitaba a muchos terratenientes entrar en posesión legal de sus terrenos por medio de un proceso jurídico, el cabildo dominicano agradeció al rey con las siguientes palabras: «Por tan grande merced puesto este ayuntamiento a los reales pies de Vuestra Majestad le tributa repetidas gracias con su mayor rendimiento». Los terratenientes y estancieros que accedieron a la posesión legal de sus tierras todavía tenían que comprar los terrenos para devenir propietarios. De acuerdo con el historiador dominicano Raymundo González, El movimiento de oposición impulsado por los grandes hacendados tuvo éxito al conseguir la suspensión de las medidas que conducían a la reforma de la propiedad, aunque debió esperar un lustro para verlo.189 El decreto del 17 de abril de 1771 tan solo les proporcionaba la posibilidad de legalizar la posesión, pero ello les abría el camino para la eventual adquisición de la propiedad mediante su compra. De todos modos, constituyó un alivio para el patriciado terrateniente saber que se podían atener a unas reglas de juego fijas en lo concerniente a las tierras que habían detentado secularmente. En las otras posesiones españolas de las Antillas la Real Orden de 1754 tampoco tuvo la virtualidad de transformar a los terratenientes y estancieros en propietarios. A los usufructuarios de las tierras no les fue traspasada la propiedad hasta 1778 «Carta del cabildo de Santo Domingo a S. M. fechada el 16 de septiembre de 1771». A. G. I., Santo Domingo, 983. 189 Raymundo González, «De la reforma de la propiedad a la reforma rural», Ecos, 1995, no. 4, p. 191. 188 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 120 13/08/2014 08:54:24 a.m. De súbditos a ciudadanos...121 en Puerto Rico y 1819 en Cuba: solo entonces se inició el proceso en gran escala de demolición de las haciendas. Las peculiaridades de la evolución histórica de Cuba parecían destinarla a ser la primera de las posesiones españolas de las Antillas en la que se concediera a los usufructuarios de las tierras la capacidad de venderlas libremente. En efecto, el crecimiento de la agricultura comercial azucarera y cafetalera y la mercantilización de las relaciones sociales en la región occidental de Cuba durante el siglo xviii demandaban la disolución de las haciendas comuneras y la concesión de la propiedad de las tierras a los que tan solo las usufructuaban. No obstante, serían los terratenientes y estancieros de Puerto Rico, con plantaciones azucareras y cafetaleras que no alcanzaban ni siquiera remotamente las dimensiones de las de Cuba, quienes obtendrían primero la propiedad de la tierra; para ser precisos, cuarenta y un años antes. Godreau y Giusti han sugerido que la monarquía española comenzó el proceso en Puerto Rico porque quiso experimentar primero allí.190 Empero, a primera vista, no habría sido necesario demorarse tanto tiempo en autorizar la división de las haciendas en Cuba, pues a los pocos años de la disposición real de 1778 en Puerto Rico se conocieron sus resultados. El verdadero motivo de la tardanza de la monarquía en la aplicación de la reforma de la tenencia de la tierra en la mayor de las Antillas parece entonces haber sido el poder e influjo del patriciado terrateniente criollo en Cuba y la cuantía de los intereses en disputa. De igual modo que en Cuba, los terratenientes puertorriqueños se opusieron por todos los medios a su alcance a la división de sus haciendas. El gobernador Esteban Bravo Rivero (1751-1753) explicó que la oposición de los terratenientes boricuas a la disolución de las haciendas comuneras se sustentaba en la pérdida de espacio para pastar que ello conllevaría. Michel J. Godreau y Juan A. Giusti, «Las concesiones de la Corona...», San Juan de Puerto Rico, 1993, p. 499, cita 661. 190 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 121 13/08/2014 08:54:25 a.m. 122 Jorge Ibarra Cuesta Como indicara el Gobernador, los terratenientes se oponían a la disolución de las haciendas porque «las tenían en comunidad; y lo que es de todos no es de nadie».191 En otras palabras, la división de considerables extensiones de tierras en un sinnúmero de parcelas destinadas a ser vendidas a propietarios privados significaba una reducción de las grandes áreas de pasto de las haciendas comuneras, las cuales servían para la cría extensiva de los crecidos rebaños de todos los usufructuarios. La demolición de las haciendas comuneras significaba que los propietarios de cientos o miles de cabezas de ganado perderían los grandes espacios de tierra en las que pastaban libremente sus reses. En última instancia, los terratenientes y sus familias preferían la posesión en común de las haciendas antes que la división y venta en porciones de sus grandes predios de tierra. Esa era quizás la situación de determinados señores de haciendas ganaderas en Cuba, Puerto Rico y La Española. Empero, de acuerdo con Moscoso, el grupo de los capitulares de San Juan «favorecía la demolición de hatos y desarrollar la agricultura», pues lo que «tenían en su mira, muy particularmente, eran las tierras en las cuatro leguas que circundaban a los cuatro vientos esta capital».192 Puede pensarse que, a diferencia de un amplio sector de la clase terrateniente, el patriciado del cabildo de San Juan favorecía la división de las tierras comunales de la periferia de la capital, ya que estaba interesado en emplearlas en el desarrollo de plantaciones. Los disturbios que provocó entre los estancieros y terratenientes de San Germán la designación de José Vicente de la Torre como comisionado del gobernador, encargado de hacer cumplir la RO del 1º de julio de 1746 —la que consideraba nulos, de no ser presentados en un plazo de 4 días, los títulos de posesión de tierra librados desde 1618—, constituyen una Ibídem, p. 473. Francisco Moscoso, Agricultura y sociedad en Puerto Rico. Siglos 16 al 18, San Juan de Puerto Rico, 2001, pp. 221-222. 191 192 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 122 13/08/2014 08:54:25 a.m. De súbditos a ciudadanos...123 evidencia irrefutable de la unidad forjada en el campo puertorriqueño. El gobernador Esteban Bravo de Rivero comprendió que la disposición era de imposible cumplimiento en tan breve plazo y que podía dar lugar a una sublevación de los cabildos de San Juan y San Germán. En la primera reunión efectuada entre el comisionado y el cabildo de San Germán, el síndico del cabildo, José Ramírez de Arellano, expresó: Los Consejeros del Nuevo Rey ignoran que estas tierras las hemos ganado con la sangre de nuestros abuelos, peleando contra Caribes, Franceses, Ingleses y Holandeses. Que estos predios de terrenos han venido a nuestras manos, de padres a hijos. Que los papeles se los han llevado los temporales y destruido las mudanzas de caserío y los incendios de los piratas invasores. Pero que estamos dispuestos a defenderlos con nuestras espadas, nuestras lanzas y nuestras rodelas. A estas palabras respondió el comisionado De la Torre alegando que la ley había que cumplirla y que a él había que respetarlo porque representaba al rey.193 Varios años después, cuando Mateo Guazo de Calderón (1759-1760) sustituyó a Esteban Bravo en la gobernación de la isla, los terratenientes estaban —en palabras de Giusti y Godreau— «concitados casi en rebelión». Posteriormente fueron nombrados comisionados para asentar estancieros en las tierras de los hateros y de nuevo se produjeron «fuertes altercados». Los disturbios provocados por los terratenientes a causa de la disposición de entregar 2,000 títulos de propiedad a los estancieros determinaron que los comisionados se retractasen y que no llegara a ser afectada la propiedad de las haciendas Cayetano Coll y Toste, Tradiciones y leyendas puertorriqueñas, Casa editorial Maucci, Barcelona, 1928, t. I, pp. 209-210. 193 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 123 13/08/2014 08:54:25 a.m. 124 Jorge Ibarra Cuesta comuneras. Así se puso fin al proyecto de la Corona de demoler el sistema tradicional de tenencia de tierra en Puerto Rico. Los hatos no fueron demolidos y entregados a estancieros, sino divididos entre las numerosas familias terratenientes que ocupaban las haciendas comuneras. Coll y Toste y Brau alegan que a las familias terratenientes comuneras les resultaba imposible acreditar la propiedad colectiva de los hatos porque los títulos se habían perdido como resultado de la acción del tiempo. Según el primero, «El real mandato fue desobedecido por los puertorriqueños, porque era una injusticia». Para los terratenientes tradicionales de las Antillas, el valor supremo lo constituía la posesión del patrimonio terrateniente familiar, no la posesión del dinero. De acuerdo con el adagio medieval que dominaba hasta entonces la mentalidad de los terratenientes antillanos, no había «señor sin tierras, ni tierras sin señor». De ahí que la monarquía tuviera razones para llevar con cautela su propósito de reformar la tenencia de la tierra y estimular la agricultura comercial en las Antillas. Esas medidas implicaban transformar un modo de vida tradicional que se centraba en la posesión familiar de la hacienda en común. Por eso encontró la oposición acérrima de los levantiscos patriciados locales acostumbrados a practicar de manera sistemática la desobediencia civil mediante el contrabando, la evasión del pago de los tributos y el desafío de las disposiciones de los capitanes generales y tenientes gobernadores. En Cuba, al temor de una posible resistencia colectiva de los terratenientes a la reforma, debía sumarse la oposición de la poderosa Comandancia de la Marina, que se reservaba la explotación de los bosques. La legislación colonial autorizaba a las autoridades de la Marina la extracción de la madera de las haciendas para las construcciones navales. De ahí que la Marina Real se opusiera a que los terratenientes tuvieran la propiedad de las tierras y a que pudieran disponer libremente de sus bosques. Los intereses del poderoso astillero de Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 124 13/08/2014 08:54:25 a.m. De súbditos a ciudadanos...125 La Habana se unían de esa suerte a los del patriciado local. Juntos se enfrentaron a los plantadores y a la nueva política colonial española de los Borbones, que se empeñaba en crear un activo mercado colonial que absorbiera los productos de la economía española.194 Como hemos podido apreciar, la Real Cédula de 1690 —llamada «reforma agraria» por Ots y Capdequí— no llegó a aplicarse. A pesar de estimular el celo de los particulares para que denunciasen a los baldíos, no logró que avanzara en profundidad el proceso de demolición y venta de las haciendas ganaderas en el curso del siglo xviii. De acuerdo con el historiador José Luciano Franco, A la administración colonial en la segunda mitad del siglo (xviii) no le preocupaban tanto los problemas de los baldíos, tierras realengas de las que todavía abundaban en la isla, sin que nadie intentara ocuparlas.195 Si bien en la región centro-oriental de Cuba abundaban tierras ociosas y desocupadas que nadie reclamaba, en la región occidental los señores de hacienda habían iniciado el proceso paulatino de vender tierras a inversionistas interesados en fundar pequeños ingenios y trapiches en cañaverales de 5 a 20 caballerías. Es por ello que la historiadora Mercedes García le atribuye al cabildo habanero la iniciativa de haber autorizado la demolición gradual y lenta de las haciendas ganaderas en la primera mitad del siglo xviii. En un artículo sobre el tránsito de las haciendas ganaderas a la plantación azucarera en la región occidental de Cuba, la autora refiere solo 8 casos, acaecidos entre 1700 y 1750, en los que se facultó a los señores de hacienda a vender tierras a inversionistas deseosos de fundar Francisco Pérez de la Riva, Origen y régimen de la propiedad territorial en Cuba, La Habana, 1946, pp. 136-148. 195 José Luciano Franco, Apuntes para una historia de la legislación y administración colonial en Cuba. 1511-1800, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1985, pp. 290-300. 194 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 125 13/08/2014 08:54:25 a.m. 126 Jorge Ibarra Cuesta ingenios en reducidas extensiones de terreno.196 En el período comprendido entre 1754 y 1757 había unos 94 ingenios y trapiches propiedad de señores de haciendas ganaderas en la región de La Habana, por lo que los 8 ingenios fundados por inversionistas de espíritu empresarial —por llamarlos de alguna forma— no fueron suficientes para promover un proceso de mercantilización acelerado en la primera mitad del siglo xviii.197 No obstante, a partir de un informe del agrimensor Bartolomé Lorenzo de Flores, del 20 de agosto de 1751, Leví Marrero elaboró una estadística que revela la demolición, entre 1701 y 1751, de 17 haciendas, cuyas tierras fueron entonces destinadas a ingenios y estancias. El mismo historiador —que investigó las actas capitulares del cabildo habanero de 1707 a 1732— acredita 9 autorizaciones para demoler corrales. Estas estadísticas no cambian sustancialmente lo aportado por Mercedes García, por lo que aún seguimos pensando que no había condiciones para que la agricultura comercial de la región occidental de la isla se generalizara o tornara dominante en la primera mitad del siglo xviii.198 En todo caso, habría que resaltar que los capitulares autorizaron desde entonces unas cuantas demoliciones de haciendas.199 Si bien el patrimonio terrateniente había comenzado a fraccionarse, las demoliciones de haciendas que fueron autorizadas por el cabildo habanero a fin de fundar ingenios no Mercedes García Rodríguez, Entre haciendas y plantaciones. Orígenes de la manufactura azucarera en La Habana, La Habana, 2007. 197 Leví Marrero, Cuba, Madrid, 1978, t. 6, p. 175. Mientras Leví Marrero aporta una cifra de 94 ingenios en la región occidental, César García del Pino da unos 66 ingenios en la misma región. Ambos citan el documento de la visita eclesiástica del obispo Morell de Santa Cruz en fecha 1754-1756. 198 L. Marrero, Cuba, Madrid, t. 6, 1978, pp. 175-182. 199 Mercedes García Rodríguez, «El tránsito de las haciendas ganaderas a una estructura agraria para la exportación», Expediciones, exploraciones y viajeros en el Caribe. La Real Comisión de Guantánamo en la isla de Cuba 17921802, La Habana, 2003, pp. 17-29. 196 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 126 13/08/2014 08:54:25 a.m. De súbditos a ciudadanos...127 eran suficientes todavía para promover activamente la agricultura comercial en la región occidental de Cuba. Por lo demás, una repartición de tierras gratuitas como resultado de la aplicación de la Real Orden de 1754 hubiera provocado una reacción adversa en el influyente patriciado habanero-matancero, el cual se encontraba atenazado por los vegueros y la Real Marina. La aplicación de la Real Cédula habría provocado que el sector terrateniente venido a menos comenzara a vender sus pesos de posesión. La puesta en vigor de la Real Orden habría afectado intereses terratenientes demasiado importantes para ser desafiados abiertamente. En Puerto Rico los intereses en juego no eran de tanta envergadura, por lo que se procedió a aplicar la disposición real sin mayores contemplaciones. Aun cuando el sistema comunero de propiedad de la tierra constituía un anacronismo, la modernización borbónica estaba orientada a propiciar el establecimiento de un régimen de plantaciones a gran escala, el cual se basaba en la explotación brutal del esclavo y en relaciones de dependencia que favorecían la apropiación del excedente insular por el capital comercial español y el Estado colonial. El proyecto borbónico del xviii de demoler las haciendas terratenientes y destruir el poder político del patriciado criollo a fin de favorecer la creación de plantaciones esclavistas en gran escala que fueran financiadas por el capital comercial español constituía la base de una modernización colonialista caracterizada por vínculos de dependencia estrechos y despóticos. Ese tipo de relaciones debía modelar negativamente el proceso de formación nacional de acuerdo con los designios metropolitanos. La reforma borbónica de la tenencia de la tierra era, por consiguiente, una modernización reaccionaria tendiente a que el mercado y la plantación fueran controlados por el capital comercial español y a que se incrementara la presión fiscal de la Real Hacienda en detrimento del patriciado terrateniente y de las comunidades criollas. La modernización colonialista Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 127 13/08/2014 08:54:25 a.m. 128 Jorge Ibarra Cuesta se propuso en el plano político reemplazar el poder del patriciado terrateniente al frente de los cabildos por el poder del capital comercial español, así como trocar los sentimientos de patria local de las comunidades criollas por las del incondicionalismo y la sumisión colonial. Desde fines del siglo xvi y principios del siglo xvii los intereses de la clase patricia criolla estaban orientados al mercado mundial, del que se encontraba excluida por la prohibición absolutista de comerciar con el exterior. De la misma manera aspiraba a librarse de las trabas del régimen fiscal colonial que impedían el desarrollo de las relaciones mercantiles y monetarias. El patriciado antillano favorecía la libertad de comercio y la supresión del régimen tributario español, pero en las condiciones de dominio colonial era incapaz de evolucionar en un sentido capitalista. Las reformas borbónicas contribuyeron a que el sector del patriciado terrateniente empeñado en una evolución de tipo plantacionista en la región occidental de Cuba y en Puerto Rico fuese subordinado al capital comercial español y al poder colonial, aunándose con estos en la explotación inmisericorde del esclavo y la segregación de la «gente de color» libre. Asfixiados por la tributación y el despotismo borbónico, los patriarcales señores de hacienda de la región centro-oriental de Cuba que no emprendieron la vía plantacionista y los pequeños plantadores cafetaleros puertorriqueños insurgirían con un proyecto independentista democrático burgués en 1868. Cierto esquema historiográfico europeo pretendió que los patricios terratenientes del Caribe constituyeron una clase estancada y arcaica, mientras la metrópolis ilustrada era la artífice de la modernidad y el progreso. De acuerdo con esta tesis, los patriciados defendían exclusivos privilegios feudales ante una política colonial «moderna» que buscaba el establecimiento de relaciones capitalistas en sus posesiones americanas y la formación de una burguesía colonial.200 Entre los historiadores latinoamericanos, Sergio Bagú sostuvo esas posiciones, inclinándose a valorar la clase patricia terrateniente criolla 200 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 128 13/08/2014 08:54:25 a.m. De súbditos a ciudadanos...129 Cuando en una sociedad colonial encontramos una clase criolla hegemónica que se opone a las relaciones de dependencia que impiden su evolución natural y que a su vez presenta una tendencia manifiesta a conservar su identidad frente al poder colonial, nos hallamos ante una virtual gestora de un movimiento independentista. El estancamiento del patriciado de la clase terrateniente criolla tenía su origen en la política de monopolio comercial y en el modo de apropiación tributario de la metrópolis. Cuando las relaciones de dependencia colonial hagan crisis en el siglo xix, la clase terrateniente e importantes sectores venidos a menos se pronunciarán en la región centro-oriental de Cuba por la abolición de la esclavitud y por el establecimiento de relaciones de producción burguesas. En Santo Domingo los sectores definidos en la historiografía dominicana como terratenientes, dirigidos por Pedro Santana, se pronunciaron por la anexión luego de la liberación de Haití; mientras que la región tabacalera del Cibao, proyectada hacia el comercio exterior y enfrentada al estanco y las prohibiciones de comerciar con los ocupantes franceses de la isla desde fines del xvii y principios del xviii, se orientaba hacia la independencia y encarnaba una ideología democrática burguesa más definida.201 En Puerto Rico serán los pequeños cultivadores de café acogotados por la tributación española y las exigencias del capital comercial los que insurgirán en Lares contra el poder colonial, pronunciándose por la supresión de la «libreta» y otras formas de dependencia impuestas al campesinado.202 como estancada e inmóvil, defensora de sus exclusivos privilegios coloniales frente a políticas más abiertas de la metrópolis. Ver S. Bagú, Estructura social, Buenos Aires, 1952. 201 Roberto Cassá, Historia social y económica de la República Dominicana, Santo Domingo, 1989, t. I y II. 202 Loyda Figueroa, Breve historia de Puerto Rico, vols. I y II, Río Piedras, 1979. Y Olga Jiménez de Wagenheim, El grito de Lares. Sus causas y sus hombres, Ediciones Huracán, Río Piedras, Puerto Rico, 1981. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 129 13/08/2014 08:54:25 a.m. 130 Jorge Ibarra Cuesta De todos modos estos movimientos no se inspiraron en la modernización borbónica, como se ha pretendido, sino que se proyectaron precisamente contra la política de esquilmo y subordinación de las comunidades criollas. Dirigidos por las clases criollas del agro contra el Estado colonial patrocinador de la esclavitud de plantaciones y del modo de apropiación fiscal del antiguo régimen, los movimientos de liberación nacional antillanos alentaron una vía propia en la constitución de regímenes democráticos burgueses. El cotejo de las funciones de los distintos cabildos de las Antillas Mayores nos permitirá desglosar algunos rasgos comunes de sus patriciados. Como podremos apreciar en los siguientes acápites, una de las actitudes que se repiten en los capitulares de los cabildos estudiados es el propósito de mantener las características privativas a su clase. Así, frente al designio de los gobernadores y de la Real Audiencia de despojar a las familias terratenientes de sus tradicionales oficios capitulares, los cabildos opondrán una resistencia articulada. En estos conflictos entre autoridades coloniales y capitulares —dirimidos, en ocasiones, en el Consejo de Indias y ante el monarca— los veredictos debían reconocer de manera invariable la presencia ineludible del patriciado en tanto fuente de poder de los cabildos. De ese modo, la disputa entre los factores de poder colonial contribuyó a la formación en el patriciado de una acendrada conciencia corporativa de sus intereses y de la necesidad de defenderlos de manera porfiada. El papel mediador que desempeñó la Corona en estos conflictos y las frecuentes exenciones de determinados tributos en situaciones críticas para la economía y la administración colonial propiciarían el establecimiento de una cultura de la negociación en los patriciados criollos. No se podía concebir una ruptura con el orden colonial mientras no hiciera crisis el papel moderador o mediador que desempeñaba la monarquía. Por supuesto, por lo general los laudos distaban de ser favorables Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 130 13/08/2014 08:54:25 a.m. De súbditos a ciudadanos...131 a los cabildos, pero al menos en aquellos conflictos en que se disputaba la razón de ser de la corporación o el rango que le correspondía en el orden colonial la Corona debía reconocer su importancia y jerarquía institucional. Por eso la monarquía reconoció invariablemente el lugar que ocupaban los capitulares en las ceremonias y actos públicos: se trataba de «darle su lugar» a los cabildos en el correspondiente espacio de la esfera pública. Desde luego, la Corona no cuestionará el poder eminente de los gobernadores y de la Real Audiencia, pues ella misma les había concedido expresamente esas facultades rectoras. De ahí que las frecuentes represiones que desataban las primeras autoridades insulares contra los capitulares y el patriciado terrateniente se consumaran a menudo impunemente y no implicaran mayores consecuencias o inconvenientes para los mandatarios. En efecto, estos no eran sancionados por excederse en las medidas represivas que tomaban. A lo más que llegaba el Consejo de Indias, o directamente el monarca, era a ordenar que se moderasen o se revocarsen las sanciones impuestas a los regidores y alcaldes. 13.La otra cara del imaginario caribeño: la decadencia de España durante el Siglo de Oro. La metrópolis y sus posesiones antillanas: sociedades de conflictos Mientras en España la nobleza y el clero disfrutaban de inmunidad tributaria, en las posesiones del Nuevo Mundo el patriciado terrateniente criollo debía contribuir puntualmente a la Real Hacienda. Su posición en el sistema fiscal de la monarquía española era equivalente a la de la incipiente burguesía en las ciudades de España, la cual sobrellevaba el peso de la tributación que aprobaban las Cortes. A la clase señorial peninsular (o sea, a «los grandes de España») le fue otorgada no solo inmunidad tributaria, sino también el control de las posiciones diplomáticas, militares y gubernamentales más Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 131 13/08/2014 08:54:26 a.m. 132 Jorge Ibarra Cuesta relevantes. Los cargos de virreyes, gobernadores y capitanes generales eran reservados a la nobleza de los distintos reinos de la monarquía, mientras que los cargos de corregidores eran acaparados por los hidalgos de la nobleza menor.203 Y si bien una parte de estas funciones fue reservada a elementos discordantes del patriciado que ejercían roles adversos a su propio estamento, lo cierto es que fue a los distintos estamentos de la clase señorial española a quienes correspondió gobernar y recaudar la tributación en Indias, en la península y en las posesiones europeas de la dinastía habsburga. La subordinación de las ciudades peninsulares y del patriciado americano a las imposiciones de la codiciosa nobleza hispánica y a la avidez tributaria de las dinastías habsburga y borbónica transformó a España y a sus posesiones ultramarinas en sociedades de conflictos.204 Los innumerables litigios, protestas y sublevaciones de las ciudades y reinos peninsulares contra la tributación y los abusos de poder de la monarquía absoluta y de los grandes de España encontraron un eco temprano en las posesiones de ultramar, en especial en la región caribeña. La tenaz resistencia generalizada de los cabildos en España y en Indias al poder de las dinastías habsburga y borbónica contribuyó en más de un sentido a la preservación restringida de las libertades municipales en España y en Indias. La única explicación que encontramos a la paradoja enunciada por Marx205 —la supervivencia de la autonomía de los cabildos Perry Anderson, Lineages of the Absolutist State, London, 1974, p. 66. El razonado estudio de Henry Kamen nos permite comprender los desgarramientos y conflictos internos en que se debatían todos los reinos, clases y estratos sociales de la sociedad española entre 1459 y 1769. Ver Henry Kamen, Spain 1469-1714. A Society of Conflict, London and New York, 1991. 205 Marx estuvo consciente de la paradoja del absolutismo en España. Después de declarar que «La libertad española desapareció bajo el choque de las armas, las lluvias de oro y las terribles iluminaciones de los autos de fé», se preguntaba: «¿Pero cómo vamos a dar cuenta del singular fenómeno de que después de casi tres siglos de una dinastía hapsburga, seguida por una dinastía borbónica —cualquiera de ellas suficiente para aplastar a un pueblo— las libertades municipales de España todavía sobrevivan? 203 204 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 132 13/08/2014 08:54:26 a.m. De súbditos a ciudadanos...133 en la península pese al poder absoluto de la monarquía española— radica precisamente en el estado de continuo estremecimiento y agitación que vivió España en los siglos xvii y xviii. De manera parecida, la sobrevivencia de la autonomía municipal en las Indias debe explicarse por la prematura y persistente resistencia de los patriciados criollos al ejercicio de poderes absolutos por parte de las autoridades coloniales. Obviamente, las enormes distancias entre España y sus posesiones ultramarinas, así como la desmesurada extensión del Nuevo Mundo, coadyuvaron a que la monarquía —temerosa de insurgencias criollas fuera de su control y alcance— preservase la relativa autonomía de los cabildos. La noción tradicional de una monarquía absoluta habsburga, carente de espacios de mediación con las posesiones coloniales del imperio, ha contribuido al silencio historiográfico respecto al diferendo colonial indiano del siglo xvii. Solo en el contexto conflictivo de la península ibérica y de sus posesiones en Indias se comprende el que las actitudes divergentes de los patriciados criollos respecto a las autoridades coloniales no se limitaran a la creencia de que las leyes de la corona se acataban pero evasiva y calladamente se dejaban de cumplir. En honor a la verdad, no solo se incumplían, sino que eran impugnadas en ocasiones de manera ruidosa y violenta. La nueva historiografía ha esclarecido las relaciones de la Corona española con la clase señorial y las ciudades de la península.206 Pensamos que en este marco se pueden explicar ¿Que en el mismo país, de todos los estados feudales, donde surgió por primera vez la monarquía absoluta en su forma menos mitigada, la centralización nunca ha llegado a enraizarse?». Carlos Marx, «La España Revolucionaria», Historia de España (Selección de Lecturas), Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1980, t. I, pp. 210-211. 206 Antonio Domínguez Ortiz, La sociedad española en el siglo xvii, 2 vols., Madrid, 1964; J. I. Israel, Race, class and politics in colonial Mexico, 16101670, Oxford, 1975; José Antonio Maravall, La teoría española del Estado en el siglo xvii, Madrid, 1944; -------Estado moderno y mentalidad social (siglos xv a xvii), Madrid, 1972, 2 vols.; ---------Poder, honor y élites en el siglo xvii, Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 133 13/08/2014 08:54:26 a.m. 134 Jorge Ibarra Cuesta algunas de las actitudes del patriciado del mediterráneo americano. Los patricios no solo se reconocían en el espejo de la sociedad conflictiva que era la península ibérica del siglo xvii, sino que tenían siempre ante sus ojos los ejemplos, demasiado cercanos y estrepitosos, de los patriciados de Ciudad Méjico, Yucatán y Guatemala, entre otros del continente americano. El derecho a la protesta por medio de demandas y alegatos ante la Audiencia de Santo Domingo, el Consejo de Indias y el monarca estaba consagrado en las Leyes de Indias, pero además era estimulado constantemente por los persistentes y firmes reclamos de los distintos patriciados del continente americano, que así se enfrentaban a los abusos de poder de las autoridades coloniales. Madrid, 1979; J. H. Elliott, Imperial Spain, 1469-1716, London, 2002; J. Lynch, Spain, 2 vols., Oxford, 1981; H. Kamen, Spain, New York and London, 1991, p. 49; H. Kamen, J. I. Israel, Herbert S. Klein y John J. T. Paske, «Debate: The Seventeenth-Century Depression in New Spain: Mith or Reality?», Past and Present, 97 (1982), pp. 116-135; Ruggiero Romano, Mecanismos y elementos del sistema económico colonial americano. Siglos xvi-xviii, México, 2004; J. I. Israel, «México and the “Great Crisis” of the Seventeenth Century», Past and Present, No. 63, May 1974, pp. 33-58; Enrique Semo, Historia del capitalismo en México (Los orígenes, 1521-1763), La Habana, 1979, pp. 79-89, 238-242; Agustín Cue Cánovas, Historia social y económica de México (1521-1854), La Habana, 1963, p 161; Thomas Gage, Viajes en la Nueva España, La Habana, 1989; François Chevalier, La formation des grandes domaines au Mexique, Paris, 1952; Severo Martínez Peláez, La patria del criollo, Guatemala, 1985, pp. 108-110. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 134 13/08/2014 08:54:26 a.m. Capítulo VI La temprana formación de la identidad puertorriqueña 1. Las imposiciones del Estado colonial a los cabildos de Puerto Rico Durante la segunda mitad del siglo xvi los vecinos de San Juan de Puerto Rico accedieron a los cargos del cabildo mediante su designación como regidores perpetuos o bien mediante la compra en subasta de los oficios capitulares. En un principio, la Corona concedió los puestos de regidores perpetuos a encomenderos, oficiales reales e hijosdalgo que habían tomado parte en la conquista, algo que también ocurrió en Cuba y Santo Domingo. Desde inicios del siglo xvii el patriciado terrateniente criollo controló la mayor parte de los oficios del cabildo. Las discordancias entre los gobernadores españoles y los regidores y alcaldes criollos cobraron importancia a medida que avanzó el siglo xvii. La Corona debió prohibir a los gobernadores intervenir en las elecciones del cabildo, pues estos solían coaccionar a los capitulares para que eligieran candidatos de su simpatía. A pesar de la prohibición, las intromisiones de los mandatarios insulares eran frecuentes. Evidencia de ello es la Real Cédula dada en Aranjuez el 16 de mayo de 1575: para 135 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 135 13/08/2014 08:54:26 a.m. 136 Jorge Ibarra Cuesta «que los Gobernadores no entren en el Cabildo el día de Año Nuevo mientras se eligen los alcaldes y demás oficiales y que dejen de hacer sus oficios a los regidores libremente».1 La reelección de los alcaldes ordinarios fue durante algunos años el resultado de tempranos acuerdos entre regidores que eran parientes. Una comunicación al rey firmada por el gobernador Francisco Solís el 28 de septiembre de 1594 evidencia la forma en que los capitulares criollos ponían en práctica esos procedimientos.2 En 1542, la reelección de Francisco de Aguilar por dos años consecutivos —algo contrario a las disposiciones reales— fue denunciada por haber contado con el apoyo de su cuñado, el también miembro del cabildo Juan de Castellanos. El regidor Alfonso de la Fuente da cuenta de la situación existente por esos años en el cabildo de San Juan: «en esta isla (…) son todos emparentados, ricos, amigos e allegados unos a otros desde hace mucho tiempo».3 El principio de no reelección estatuido en la legislación de Indias fue evadido por las familias patricias que dominaron los cabildos a lo largo de los siglos. La ley disponía que las mismas personas, de las mismas familias, no podían elegirse y reelegirse por tiempo indefinido para los mismos cargos. Empero, el precepto establecido por el Consejo de Indias fue sistemáticamente eludido por los miembros del patriciado criollo, pues estos se ponían de acuerdo entre sí y se postulaban en cada elección para cargos diferentes. En tanto la letra de las reales órdenes era constantemente burlada por los capitulares criollos, el propio cabildo de San Juan no tuvo a mal incluir el principio de la no reelección en el artículo 15 de las ordenanzas de la ciudad de 1768, llegando incluso a someterlo a la confirmación de la Real Audiencia de Santo Domingo y del monarca español.4En el transcurso del siglo xvii la institución de los 3 4 1 2 E. Gelpí Baíz, Siglo, San Juan de Puerto Rico, 2000, pp. 157-158. Ibídem, p. 158 y nota bibliográfica 112 en p. 337. Ibídem, p. 169. A. R. Caro Costas, El cabildo o régimen, t. II, San Juan de Puerto Rico, 1974, p. 241. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 136 13/08/2014 08:54:26 a.m. De súbditos a ciudadanos...137 regidores perpetuos devino un privilegio de los miembros de las familias más poderosas, reforzando los fundamentos en los que descansaba el poder de las familias del patriciado terrateniente. 2. Temprana toma de partido del Estado colonial a favor de los vegueros en sus conflictos con los terratenientes boricuas Las disposiciones coloniales contra los cabildos de las posesiones insulares hispánicas tomaron formas inéditas cuando desde el siglo xvi favorecieron el asentamiento de colonos en las haciendas del patriciado terrateniente. El designio de la metrópolis era estimular la agricultura comercial con la finalidad de aumentar los ingresos del fisco. La Real Provisión de 1541, dictada por Carlos V, declaró que todas las tierras que no estuvieran en cultivo, incluyendo montes y pastos, serían de uso común. Esos terrenos no podían ser retenidos en calidad de propiedad privada; tampoco podían las autoridades coloniales o los cabildos cederlos en usufructo privado. La disposición real convertía a Puerto Rico en un hato comunero: los ganaderos podían hacer que sus reses pastasen libremente en cualquier lugar de la isla. La medida tendía a menoscabar el poder de los cabildos y de los señores de hacienda a la vez que estimulaba el asentamiento de una numerosa población de colonos como estancieros. El historiador Francisco Moscoso sugiere que la disposición real de 1541 obedecía tanto a la necesidad desesperada de la colonia de recibir y retener pobladores, como a una reorientación de la política económica de la metrópolis. Se inspiraba también la medida en la legislación de la península relativa a la Mesta, la que permitía a los ganaderos que sus reses pastasen libremente en cualquier extensión de tierra. Hasta entonces, los colonos que arribaban a las costas de Puerto Rico se veían compelidos a emigrar como consecuencia Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 137 13/08/2014 08:54:26 a.m. 138 Jorge Ibarra Cuesta del virtual monopolio de las tierras que tenían los hateros, favorecidos por las primeras mercedes. El conflicto se dio, por consiguiente, entre una primera generación de conquistadores que retuvo la posesión de los hatos y corrales de la región costera que circundaba la ciudad de San Juan y los nuevos colonos que arribaban a la isla, los que solo podían asentarse en la tierra como pequeños estancieros. Las pugnas entre estancieros y hateros darían origen a la Real Orden de Carlos V que disponía que las tierras fueran de usufructo colectivo.5 En el curso de esos enfrentamientos también intervendrían los dueños de ingenios azucareros. El resultado final de esos primeros conflictos fue favorable a los estancieros y a los propietarios de ingenios, pues estos últimos disponían de una mayoría en el cabildo. Desde principios del siglo xvii comenzó a perfilarse el diferendo que mantendría escindidos a los cabildos puertorriqueños y a las autoridades coloniales españolas. En 1600 tuvo lugar una disputa del ayuntamiento con el gobernador a causa de la disposición orientada a que los amos destinasen sus esclavos a la construcción de las fortalezas de San Juan. Los regidores reclamaron entonces ante el rey: «que no se pidan los esclavos si no es en caso ‘de necesidad precisa’ y entonces sea con moderación y pagando su justo salario».6 En comunicación del 6 de octubre de 1601 los regidores del cabildo puertorriqueño denunciaban que el gobernador exigía a los vecinos un permiso suyo para poder salir de la ciudad, por lo que demandaban que se les liberase de esa obligación y que los militares no les ultrajasen en caso de 5 6 F. Moscoso, Lucha agraria, San Juan de Puerto Rico, 1997, pp. 84-88, 97-104; M. J. Godreau y J. A. Giusti, «Las concesiones de la Corona», San Juan de Puerto Rico, 1993, pp.444-457; Vicente Murga Sanz, Historia documental. El concejo o cabildo de la ciudad de San Juan de Puerto Rico (1527-1550), San Juan de Puerto Rico, 1956, pp. 349-350. Catálogo de las cartas y peticiones del cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico en el Archivo General de Indias. (Siglos XVI al XVIII), San Juan de Puerto Rico, 1968, pp. 123-125. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 138 13/08/2014 08:54:26 a.m. De súbditos a ciudadanos...139 no portar la mencionada autorización, algo que sucedía con frecuencia. Exigían también que las rondas y guardias nocturnas de vigilancia no fueran hechas por capitanes y oficiales de guerra españoles, porque de ello se seguían «muchos atropellos»; solicitaban, en cambio, que las mismas fuesen realizadas por los alcaldes ordinarios del cabildo. Por último, revelaban los inconvenientes que se derivaban del hecho de que los capitanes peninsulares del presidio y fortaleza de San Juan demandasen de los vecinos reverencias y genuflexiones. Otra cosa que consideraban degradante para las mujeres de la vecindad era que los soldados españoles se amancebasen con ellas a pesar de «los encuentros que suelen traer con los justicias»,7 es decir, los conflictos que implicaban con los regidores criollos del propio cabildo de San Juan. El alto grado de tensión existente se evidencia en el hecho de que el cabildo viera como insulto a la dignidad el que los capitanes españoles, considerados ajenos a la comunidad boricua, viviesen en concubinato con criollas. La delicada situación creada en torno a estos hechos aconsejó al monarca a tomar medidas conciliadoras: «los vezinos no reciban vexación, ni agravio, ni se les haga molestia», y que los capitanes de presidio «no se casen con mujeres de la Ysla». Los regidores se quejaron entonces de las actuaciones de los oidores de la Real Audiencia de Santo Domingo. En 1604 Lorenzo Vallejo demandó, en nombre del cabildo criollo de San Juan, que no se enviaran oidores de la Real Audiencia de Santo Domingo por «los costos y vejámenes que suelen ocasionar».8 Un año después, en exposición a S. M. del 22 de octubre de 1605, los capitulares de San Juan denunciaron que estaban «muy temerosos del Gobernador porque en la vista expusieron sus dichos contra él». Del mandatario español solo podían esperar que quisiera «bengarse» (sic). Por eso demandaban que Ibídem. Ibídem. 7 8 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 139 13/08/2014 08:54:26 a.m. 140 Jorge Ibarra Cuesta el Consejo de Indias interviniese antes de que se produjese un «escándalo y nota en perjuicio de muchos».9 Otra exposición del cabildo de San Juan, dirigida a S. M. el 6 de diciembre de 1607, denunciaba los agudos conflictos que habían tomado fuerza entre el nuevo gobernador Sancho de Ochoa y el vecindario boricua. De acuerdo con los regidores, era preciso liberar a la ciudad de la «codicia, pasión y sensualidad» del Gobernador y de los «notables agravios y malos tratamientos» que sufrían sus vecinos. Sancho Ochoa «había puesto manos en algunas personas de las ricas y honradas de aquel lugar tan oprimido y atemorizado, que ninguno se atreve a intentar ni aun el remedio de apelación para vuestra Real Audiencia». De acuerdo con las imputaciones formuladas por el cabildo, se empleaban soldados de la guarnición para «servir a las amigas del Gobernador» y los fraudes eran «la raíz de tan grandes ynsolencias contra la Real Hacienda».10 Los regidores se aprovecharon de la controversia que se desató entre el obispo fray Martín Vázquez y el gobernador Sancho Ochoa, tomando partido al lado del prelado. De acuerdo con la comunicación de estos al Consejo de Indias, fechada el 12 de octubre de 1608, el Gobernador no buscaba otra cosa «que enriquecerse a expensas de los vecinos».11 No obstante, al año siguiente, los regidores debieron alinearse contra el obispo en cuanto autoridad eclesiástica representativa del poder colonial. Así, en carta a S. M. fechada el 6 de enero de 1609, le incriminaron «de falta de consideración con los justicias y oficiales de la ciudad».12 Las divergencias de las familias del patriciado criollo con el gobernador Sancho Ochoa de Castro se agudizarían con motivo A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 165, «Exposición a S. M. del cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico en fecha 22 de octubre de 1605». 10 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Exposición del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico a S.M., 6 de diciembre de 1607». 11 Catálogo de las cartas y peticiones, San Juan de Puerto Rico, 1968, p. 132. 12 Ibídem, pp. 132 y 134. 9 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 140 13/08/2014 08:54:26 a.m. De súbditos a ciudadanos...141 de los cargos formulados contra él por Jerónimo de Mieses, sargento mayor y capitán de infantería del Castillo del Morro de San Juan. De Mieses era un militar español que por matrimonio había ingresado en la encumbrada familia criolla de los descendientes del conquistador y adelantado Juan Ponce de León. A raíz de la designación de un nuevo gobernador de la isla, De Mieses interpuso varias demandas por contrabando en contra de Ochoa. Un estudio detallado del juicio de residencia de Sancho Ochoa de Castro revela que los capitulares boricuas y el sargento mayor De Mieses incoaron 33 causas contra él. El resultado fue que se le halló culpable en 17 causas, entre ellas por contrabando y cohecho. El estudioso Héctor Santiago Cazull afirma que los vínculos familiares criollos del sargento mayor De Mieses contribuyeron a que la Real Audiencia de Santo Domingo se pronunciara contra el gobernador Ochoa, si bien también habría influido la enconada rivalidad que los oidores dominicanos tenían con las autoridades coloniales de Puerto Rico. El origen de la disputa debía buscarse en la disposición, tomada por Felipe II en 1583, de quitarles el privilegio de nombrar a los gobernadores de la isla.13 Desde entonces los gobernadores fueron nombrados capitanes generales, responsables solo ante el rey y el Consejo de Indias. En todo caso, el conflicto reveló la triple alianza forjada por el patriciado criollo con la Audiencia de Santo Domingo y el jefe militar de la isla, el sargento mayor De Mieses, contra el Gobernador. Conducido preso a la península por la Audiencia de San Domingo, Sancho Ochoa de Castro fue designado ulteriormente por el monarca como general de la Flota de la Nueva España. Fallecido pocos años después, el Consejo de Indias lo halló inocente de casi todos los cargos que se habían formulado en su contra. Héctor Santiago Cazull, «Conflicto, alianza y disociación en el Puerto Rico del Siglo xvii: las redes sociales del gobernador Sancho Ochoa de Castro y el sargento mayor Jerónimo de Mieses (1602- 1608)», Revista Complutense de Historia de América, Madrid, 2008, núm. 34, pp. 43-62. 13 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 141 13/08/2014 08:54:27 a.m. 142 Jorge Ibarra Cuesta En una exposición a S. M. de 1613, el procurador general del cabildo de San Juan, Francisco Negrete, recurrió a un argumento contra la pesada tributación de la Real Hacienda española que desde entonces sería repetido por los capitulares puertorriqueños. En efecto, el Procurador General demandó que se atendiera «a las necesidades y pobreza que padece la Isla, de lo contrario quedará despoblada». La conquista de México por Cortés y el descubrimiento de las minas de oro y plata en el continente habían provocado una numerosa emigración de colonos antillanos en busca de riquezas, por lo que era preciso crear estímulos y fuentes de riqueza en las islas o estas serían abandonadas definitivamente por los colonos. Las modestas exenciones de tributos dictadas por la Corona en la primera mitad del siglo xvii no aliviaron la onerosa carga que representaban los diezmos, capellanías y alcabalas que recaían sobre los agricultores. En 1613, el procurador del cabildo de San Juan de Puerto Rico protestó contra la intervención del gobernador Gabriel de Roxar Páramo (1608-1614) en las elecciones capitulares, enfatizando: «Que el Gobernador no pida votos a los regidores». Asimismo, reclamó que «los presos (fueran) a cárcel pública, los nobles a la del cabildo», algo a lo que la Corona se negó, pues dispuso que los hijosdalgo y regidores del cabildo fueran a la misma prisión que las otras personas que hubieran delinquido. En otra exposición, del 24 de agosto de 1613, Negrete se quejaba de que: «(los) vecinos padecen muchas molestias y vexaciones de los Gobernadores (...) que de no remediándose les ferá preciso desamparar sus casas y dexar la isla».14 Por esa razón demandó que las apelaciones del cabildo contra los gobernadores se resolviesen de manera más expedita en la Real Audiencia de Santo Domingo. De manera parecida solicitó que los gobernadores permitiesen a A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 165, «Exposición a S. M. del capitán Francisco Negrete, regidor y procurador del cabildo de San Juan de Puerto Rico, 24 de agosto de 1613». 14 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 142 13/08/2014 08:54:27 a.m. De súbditos a ciudadanos...143 los soldados del presidio comprar la ropa y los abastecimientos con los mercaderes que tuvieran a bien y no con los que el mandatario insular les impusiera. Negrete se pronunció también contra la arbitrariedad que implicaba el que los vecinos debieran pedir licencia para salir de la ciudad a atender sus haciendas e ingenios. Lo más irritante, para él, era que en muchas ocasiones se les negaba el permiso y, como consecuencia, sus propiedades sufrían quebranto. De ahí que demandara que por real cédula se estableciera que pudieran salir libremente de la ciudad sin enfrentar impedimento alguno. La última queja formulada por el Procurador era que los gobernadores nombraban como capitanes de a caballo, en las movilizaciones militares, a «sus amigos, debiendo seguirlos los regidores a pie (...) no yendo con los de acauallo (…) y es cosa indecente, y contra la autoridad del cabildo». Consecuentemente, demandaba que S. M. se sirviese mandar por real cédula que «los capitanes de acauallo que de aquí adelante nombrasen sean del Cabildo, Alcalde o Regidor».15 Ante las demandas del Procurador General a propósito de la jurisdicción para conocer de las apelaciones del cabildo contra disposiciones de los gobernadores, el Consejo de Indias tomó la decisión salomónica de recomendar al monarca que en los casos relativos al fuero de guerra fuese competente el gobernador, en tanto que los otros casos fuesen juzgados por la Audiencia de Santo Domingo. En relación con la queja del cabildo de que el gobernador sometía a los vecinos a constantes movilizaciones militares sin razón alguna, la Corona dictaminó de manera indefinida: «se les dé buen trato a los vecinos y no se les haga molestias».16 En los decenios de 1640 y 1650 el cabildo de San Juan demandaría una participación creciente en asuntos que eran del Catálogo de las cartas y peticiones, San Juan de Puerto Rico, 1968, p. 144; y A. G. I., legajo 165, «Exposición a S. M. del capitán Francisco Negrete, regidor y procurador del cabildo de San Juan de Puerto Rico, 24 de agosto de 1613». 16 Catálogo de las cartas y peticiones, San Juan de Puerto Rico, 1968, p. 146. 15 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 143 13/08/2014 08:54:27 a.m. 144 Jorge Ibarra Cuesta dominio de las autoridades coloniales. En una exposición a S. M. del 20 de enero de 1642 los capitulares boricuas solicitaron que la administración e ingresos del estanco de tabaco, jengibre y vinos, destinados a la construcción de las fortalezas, pasaran a manos del cabildo de San Juan. La solicitud, repetida en los años 1645, 1646, 1654 y 1658 no fue atendida por la Corona.17 El 24 de abril de 1674 el cabildo de San Juan demandó de nuevo que se quitara el estanco del tabaco de la isla por ser gravoso, a la vez que argumentó que la colonia necesitaba que «las cien plazas de la guarnición de la isla se cubrieran con hijos de los vecinos» y no con peninsulares.18 La creciente orientación autonómica del cabildo puertorriqueño y sus exigencias de nuevas prerrogativas, no comprendidas en las Leyes de Indias, lo separaban cada vez más del arbitraje conciliador de la monarquía. La potestad para designar gobernadores de la Junta de Guerra en España fue cuestionada por primera vez cuando en 1641, a raíz de la muerte del gobernador en funciones, el cabildo de San Juan se atribuyó el poder de substituirlo por Juan de Bolaños, jefe militar de prisiones de la isla. La Audiencia de Santo Domingo nombró entonces para el cargo a Fernando de la Riva Agüero (1643-1649), de modo que cuando este desembarcó en la isla, procedente de Santo Domingo, se encontró con el nuevo gobernador Juan de Bolaños, persona a la que decidió embarcar bajo el alegato de que había recibido ilegalmente sus poderes del cabildo. No obstante, Bolaños, contando con el apoyo del cabildo en pleno, decidió quedarse con el mando hasta que el rey enviase un nuevo gobernador. La Audiencia de Santo Domingo designó entonces a Juan Melgarejo y Ponce de León, oidor de esa misma entidad y persona Ibídem, pp. 167, 170, 171 y 178 . Véase también: A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 165, «Carta a S. M. del cabildo de San Juan de Puerto Rico, 10 de junio de 1645». 18 Catálogo de las cartas y peticiones, San Juan de Puerto Rico, 1968, p. 190. 17 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 144 13/08/2014 08:54:27 a.m. De súbditos a ciudadanos...145 ratificada por el monarca para acceder a la gobernación de la isla. El cabildo de San Juan se negó a reconocer la superior autoridad de la Audiencia de Santo Domingo y del monarca. Melgarejo advirtió entonces a los capitulares que estaban cometiendo un grave delito, pues ellos sabían muy bien que la Audiencia contaba con una real cédula que la autorizaba a nombrar interinamente al gobernador en esos casos. La actitud asumida por los capitulares boricuas adquirió ribetes de abierta rebeldía desde un primer momento, pues el que había sido designado gobernador por la Real Audiencia de Santo Domingo fue expulsado violentamente de la isla por el cabildo de San Juan sucedió cierto escandalo y disturbio en grave perjuicio de mi servicio y paz pública, con lo cual el Oydor fue apremiado a que se embarcase y con violencia y otros malos tratamientos que le hicieron, se fue a Santo Domingo, sin que se obedecieran las providencias que llevaba y el dho Juan de Bolaños se quedó en el Gobierno.19 Por todo lo cual el monarca ordenó se realizara una investigación completa que determinara en qué sentido y en qué grado los capitulares y Bolaños habían desobedecido la voluntad real. La Audiencia, cumpliendo órdenes del monarca, finalmente condenó a Bolaños a dos años de destierro y a dos de suspensión del oficio.20 No disponemos de la documentación que acredite las medidas que pudo haber tomado la Corona con los capitulares boricuas. Las exigencias del fisco y del estanco del tabaco creaban grandes tensiones entre los vecinos de San Juan y de las otras villas A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 165, «Acta del cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico del 8 de noviembre de 1633». 20 Catálogo de las cartas y peticiones, San Juan de Puerto Rico, 1968, pp. 52-53. 19 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 145 13/08/2014 08:54:27 a.m. 146 Jorge Ibarra Cuesta ubicadas tierra adentro. En 1658, ante «la gran necesidad en que se encuentran los vezinos», pidieron los capitulares que se hiciera merced en la venta del tabaco, pero no obtuvieron respuesta de las autoridades de la península. Las contradicciones con el gobernador Gaspar de Arteaga (1670-1674) salieron a la superficie en una carta del cabildo al Consejo de Indias fechada el 14 de abril de 1672 y en otro informe más detallado del 18 de junio del mismo año suscrito por los mismos cuatro regidores boricuas que habían firmado la carta. Dichos documentos revelaban un estado de guerra latente entre el mandatario colonial y el vecindario. De acuerdo con los capitulares, el Gobernador se refería a ellos invariablemente de manera despectiva. En la exposición del cabildo de abril de 1672 se formularon 47 cargos contra el gobernador De Arteaga. Los más significativos eran los referidos a sus diferendos con el cabildo, a la forma en que sistemáticamente pasaba por encima de sus acuerdos y desmeritaba a los regidores, así como a la política sesgada de represión de contrabandos que seguía, reprimiendo a unos y excusando a otros. Se le acusó también de haber asistido a misa solo cuatro veces en más de un año y medio de gobierno, de obligar a los vecinos y a los esclavos a trabajar los días festivos, de tener un altar en su casa y amancebadas a una española y a una inglesa luterana a la que embarazó, de tener conflictos con el regidor Diego Montáñez y de haber encarcelado injustamente a Vicente de los Reyes, yerno del fiel ejecutor del cabildo. En ciertos casos, De Arteaga se mostraba inflexible, pues autorizaba al recaudador a registrar minuciosamente las casas de los contribuyentes a fin de encontrar posibles mercancías y bienes adquiridos de manera oculta por estos.21 En junio los regidores boricuas formularon 46 cargos contra De Arteaga, entre los que destacaban algunos nuevos, como A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 165, «Carta del cabildo de San Juan de Puerto Rico a S. M., 14 de abril de 1672». 21 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 146 13/08/2014 08:54:27 a.m. De súbditos a ciudadanos...147 que: 1) en un rapto de furia, esposó y encarceló al alcalde ordinario Francisco Gordezuela por no haber metido en un calabozo a dos personas principales de la localidad que habían reñido entre sí y que fueron sancionadas con prisión domiciliaria; 2) ordenó que «no den carne en la carnicería, sino fuera a negros i mulatos y lo executa de forma que si quedan algunas sobras esas se dan a los Regidores, Justicias y gente principal de la ciudad»; 3) por bando público prohibió que los campesinos vendieran los casabes, salvo «dos o tres personas que el (h)a nombrado» para que se enriquezcan; 4) llamó «sinagoga» a la iglesia catedral porque estaba internado en ella el prófugo Don Pablo de Laza, y «(h)a dado orden a los militares que no vaian a oír missa a la dha Iglesia y que espíen i hagan lista de los que hablan en dha iglesia con el dho. Don Pablo»; 5) declaró nulas las elecciones que habían tenido efecto en el cabildo por estimar que algunos de los regidores eran deudores de la Real Hacienda; 6) después de haber autorizado la boda de militares del presidio, los encarceló y les quitó su plaza por haberse casado sin licencia suya; 7) consiguió para el presidio diez pares de grillos de una onza de peso y los exhibió con el propósito de atemorizar al vecindario; y 8) anunció que había encontrado alocuciones subversivas que circulaban en el vecindario con la frase «Viva el Rey, Abajo el mal gobierno»,22 hallazgo que para los capitulares era una mera invención para tomar represalias contra los vecinos. Por supuesto, de ser positivos los hechos que le imputaban al gobernador, no es dudoso que las alocuciones probablemente fueran ciertas y que hubiera personas llamando a una sublevación contra él. Y aunque la veracidad de los cargos del cabildo no puede acreditarse, los mismos revelan hasta qué punto las sensibilidades criollas podían sentirse agraviadas por las autoridades coloniales. El Consejo de Indias y la regencia no tomaron en consideración las denuncias de los regidores, por lo que De Arteaga A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 165, «Carta del cabildo de San Juan de Puerto Rico a S. M., 18 de junio de 1672». 22 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 147 13/08/2014 08:54:27 a.m. 148 Jorge Ibarra Cuesta continuó en su cargo hasta 1674. Ante el silencio de la Corona, los regidores reiteraron sus protestas contra el Gobernador en dos ocasiones más. Aprovechando la indiferencia real, el Gobernador prohibió en 1673 el cultivo del tabaco por diez años, medida que afectaba seriamente los intereses de la isla.23 Los regidores gestionaron entonces una disposición del Consejo de Indias que restableció en 1674 los cultivos. Ello no significó, empero, que cesara el estanco del tabaco administrado por la Real Hacienda, lo que era perjudicial para los cosecheros. Posteriormente, el nuevo gobernador Gaspar Martínez de Andino (1683-1685) habría de incitar a la Corona para que ratificara la susodicha medida. Lo hizo así porque pensaba que los agricultores de la aromática hoja rescataban las cosechas con los extranjeros.24 El acceso a la gobernación de Martínez de Andino, en 1683, dio lugar a varias cartas y manifiestos firmados por unos treinta y dos vecinos y veinte tres vecinas que se felicitaban porque el nuevo mandatario de la isla había «cesado las tropelías de su antecesor».25 No obstante, los vecinos terminaron protestando también contra su gobierno y contra su sobrino Baltasar de Andino.26 Los conflictos del patriciado criollo con las autoridades españolas no se limitaban a la capital, sino que se extendían a toda la isla. En carta del 2 de febrero de 1688, los capitulares de San Germán solicitaron a S. M. que se concediera a los alcaldes de la villa el conocimiento en primera instancia de las causas civiles y criminales. La intromisión de los gobernadores en la jurisdicción de los alcaldes de la villa daba lugar a que estos fuesen tratados «con más imperio que si fueran esclavos».27 Los autos levantados por el gobernador Gaspar de Arredondo (1690-1695) contra Juan de Quiñones, el alcalde de la Catálogo de las cartas y peticiones, San Juan de Puerto Rico, 1968, p.192. Ibídem. 25 Ibídem, pp. 195-197. 26 Ibídem, p. 268. 27 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 165, «Carta del cabildo de San Germán a S. M., 2 de febrero de 1688». 23 24 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 148 13/08/2014 08:54:27 a.m. De súbditos a ciudadanos...149 Santa Hermandad de San Germán, son un ejemplo de la actitud rebelde del patriciado de tierra adentro. De acuerdo con los autos instruidos el 10 de agosto de 1691, el Gobernador había citado insistentemente a Quiñones por motivo de las relaciones que sostenía con un navío holandés, pero Quiñones se había negado a darle cuenta y no compareció ante él. En vista de su abierta insubordinación, el Gobernador lo condenó a muerte a garrote y a la confiscación de sus bienes en rebeldía. El Gobernador lo había convocado en San Germán repetidamente por medio de edictos y pregones, advirtiéndole de la pena de que se haría acreedor si no se presentaba ante la máxima autoridad de la isla.28 Por otra parte, el cabildo de San Juan seguía exigiendo en 1685 que el Consejo de Indias le concediese el poder de otorgar plaza en la guarnición del presidio y de la fortaleza a cien hijos de vecinos de la isla.29 Con ello se pretendía consolidar el poder político de los cabildos sobre las autoridades coloniales. El padrón que se levantó en San Juan en 1673 arrojó un total de 792 vecinos blancos, 357 esclavos domésticos y 280 negros libres.30 A raíz del mismo, el obispo García Castañuela, en una exposición a S. M. del 14 de septiembre de 1673, mostró preocupación ante la correlación étnica existente: «V. Magd. tiene tan solamente 792 criaturas blancas, contando niños y niñas de diez años adelante, con las mugeres que es maior el numero y los pocos hombres que ai».31 La generalización de la esclavitud doméstica propició que muchos vecinos blancos se beneficiaran económicamente mediante el alquiler del trabajo de sus esclavos en las obras militares. A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 163, rama 1, número 1, «Autos del gobernador Gaspar de Arredondo contra el alcalde de la Santa Hermandad de San Germán, Juan de Quiñones, 10 de agosto de 1691». 29 Catálogo de las cartas y peticiones, San Juan de Puerto Rico, 1968, pp. 190 y 201. 30 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 173, folios 839-852. «Padrón del año 1673 de las personas que ai en San Juan de Puerto Rico». 31 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 173, folios 832-834, «Exposición a S. M. del obispo de Puerto Rico fray Bartolomé García Castañuela, 14 de septiembre de 1673». 28 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 149 13/08/2014 08:54:27 a.m. 150 Jorge Ibarra Cuesta Las construcciones de fortalezas y obras de defensa, así como la militarización subsiguiente, favorecieron a los vecinos aun cuando los ingresos generados por ellas estuvieron sujetos a la irregularidad que caracterizaba el envío de los situados desde México. Lo importante, en todo caso, es destacar que la esclavitud urbana de Puerto Rico se diferenció del carácter señorial que tuvo en La Habana del siglo xvii, ciudad en la que la gran mayoría de los esclavos domésticos era empleada exclusivamente en la atención de los más diversos caprichos de sus amos. Por lo demás, las dotaciones de los esclavos domésticos en las residencias de los amos puertorriqueños eran más reducidas (no excedían los ocho esclavos), mientras que en La Habana era común que sobrepasaran el número de 15 por cada domicilio.32 3. El siglo de la miseria en Puerto Rico En el siglo xvii el telón de fondo de los conflictos de los cabildos boricuas con las autoridades coloniales y la Corona era la deprimente situación económica que se vivía como consecuencia de la crítica reducción del tráfico mercantil con España, de los ciclones, las sequías, las plagas y los frecuentes ataques de naves enemigas. Así, respecto al quinquenio 1661-1665, el quinquenio 1689-1693 presenta un notable descenso en los ingresos de Real Hacienda por concepto de almojarifazgo. En tanto que el comportamiento de los ingresos por concepto de alcabala siguió hasta 1666 un patrón similar al que evidenció el almojarifazgo en el decenio de 1689 a 1698. Durante ese último periodo los fondos recaudados fueron insignificantes. La carestía y las privaciones de los vecindarios boricuas constituyeron los hechos más notables del siglo xvii. Las actas de los cabildos de San Juan y San Germán, así como la correspondencia de los prelados y gobernadores de la isla, lo consignan de ese A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 173, folios 839-852, «Padrón del año 1673 de las personas que ai en San Juan de Puerto Rico». 32 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 150 13/08/2014 08:54:27 a.m. De súbditos a ciudadanos...151 modo. Un primer testimonio del estado crítico que atravesó la isla en ese siglo es aportado por el obispo Bernardo de Balbuena (1623-1627) en carta a S. M. del 22 de septiembre de 1623. El recién nombrado obispo de Puerto Rico había encontrado en la isla: un animo muy apretado y trabajoso en materia de bastimentos, assi de lo que queda de su cosecha (de) la tierra, como los que se traen de España, porque los ocho meses primeros fueron de muy gran falta de casave que es el pan ordinario que aquí se come y falta por averse alzado las aguas sin tiempo esterilizándose la tierra con la gran seca.33 La carestía y penurias de los vecindarios eran la preocupación principal del Obispo, en especial las privaciones de los pobres y sus posibles actitudes levantiscas. Por eso pensaba que la isla debía aprovisionarse de lo necesario «para remediar el común de los pobres que es siempre el mayor riesgo».34 No sucedía lo mismo con la gente acaudalada de la ciudad. Por eso pensaba que: los ciudadanos del estado de los caballeros y muchos de calidad conocida, aunque pobres por no ser la tierra de más sustancia, se tratan sino con superflua pompa, con buen lustre de autoridad en sus personas, acuden bien a sus obligaciones y en las del culto divino se estreman notablemente (…) tratan a su gobernador con extremo respeto y veneración al que gobierna en el presente.35 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 172, «Exposición a S. M. del obispo de Puerto Rico Bernardo de Balbuena, 22 de septiembre de 1623». 34 Ibídem. 35 Ibídem. 33 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 151 13/08/2014 08:54:28 a.m. 152 Jorge Ibarra Cuesta De acuerdo a carta del gobernador Juan de Haro (1625-1630), dirigida a S. M. el 23 de septiembre de 1626, la agudización reciente de «la falta de bastimentos» se debía a la «las grandes tormentas que ay en ellas todos los años», la última de las cuales había ocasionado que la isla «quedara asolada en todo».36 Para el obispo de San Juan otras eran las causas que incidían en la situación de privación que padecía la isla en el decenio de 1630. En exposición dirigida a S. M. el 10 de diciembre de 1633, el obispo Juan López Agurto de la Mata (1630-1633) manifestó que los vecinos a duras penas podían tributar porque se pasaban «todo el tiempo con las armas en las manos». En efecto, una Real Cédula del 25 de junio de 1626 había acreditado la valiente defensa que realizaron los vecinos de San Germán ante un poderoso navío holandés que se acercó a su rada, navío que perdió mucha gente en el intento de apoderarse de la villa y que debió ser reparado por más de un mes en otro punto de la costa.37 De ahí que, según el obispo Juan López Agurto de la Mata, solo sembraran un poco de maíz y vivieran de lo que llegaba de México para los mil soldados que custodiaban el presidio y la fortaleza.38 Un decenio después, en carta a S. M. del 23 de noviembre de 1644, el obispo Damián López de Haro (1644-1648) refería: De la miseria en que nos hallamos le doy dos ejemplos: uno, de que no sea entablado ni puede el papel sellado y otro que en tres años de vacante de mi obispado (…) aviendo pasado medio año tome la posesión, no cobraba cien ducados de quartos, que es la moneda que corre A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 156, R. 4, número 48, «Comunicación a S. M. del gobernador de Puerto Rico Juan de Haro, 23 de septiembre de 1626». 37 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 165 «Real Cédula del 25 de junio de 1626 que felicita a los vecinos de San Germán por la valiente defensa de su villa». 38 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 172, fol. 767-769, «Exposición a S. M. del obispo de Puerto Rico Juan López Agurto de la Mata, 10 de diciembre de 1633». 36 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 152 13/08/2014 08:54:28 a.m. De súbditos a ciudadanos...153 hoy, comiendo pobre torta y de fiado como los soldados y mi antecesor dejo declarado no había cobrado blanca porque los diezmos no alcanzaban (...)39 Para las altas jerarquías eclesiásticas y civiles lo más deprimente era no poder comer pan y tener que substituirlo por el casabe o torta. En carta a S. M. del 25 de abril de 1644, López de Haro protestó por el hecho de que hacía ocho años que no entraba el situado y que la tropa de peninsulares podía ser trastornada por los naturales. Una idea más neta de la carestía y privaciones que sufría el vecindario la da la frase siguiente: Muchas personas se quedan sin misa los días de fiesta por no tener con que vestir para ir a la Iglesia y en las estancias de campo andan desnudos y descalzos no solo los negros mulatos, sino muchas mujeres blancas sin cubrirse con ninguna cosa.40 Las razones de las penurias fueron expuestas brevemente por el prelado al cierre de la epístola. Ya no se trataba siquiera de que la Casa de Contratación autorizara o no a viajar a las Antillas a embarcaciones españolas, sino de que el puerto se hallaba desacreditado, toda vez que no venía ningún navío a comerciar por no tener la isla frutos o dinero. Entre 1601 y 1615 se registraron un total de 140 viajes (idas y venidas) procedentes de Sevilla. Fueron estos años de prosperidad. En cambio, entre 1636 y 1650 solo tuvieron lugar 18 viajes entre idas y vueltas. En 1660 el gobernador Juan Pérez de Guzmán declaró que hacía 11 años que no llegaba un barco de registro a la isla.41 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 172, fol. 848, «Exposición a S. M. del obispo de Puerto Rico Damián López de Haro, 23 de noviembre de 1644». 40 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 172, fol. 850-852, «Exposición a S. M. del obispo de Puerto Rico Damián López de Haro, 25 de abril de 1644». 41 F. Scarano, Puerto Rico, México, 2000, p. 283. 39 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 153 13/08/2014 08:54:28 a.m. 154 Jorge Ibarra Cuesta Trece años después, la situación no parecía haber cambiado sustancialmente. El obispo fray Bartolomé García Escañuela (1670-1676), en exposición a S. M. fechada el 14 de septiembre de 1673, informaba a propósito de la situación de pobreza y miseria imperante: Pan, vino, aceite, ropas y cosas necesarias faltan. Puede tal vez (que parece providencia divina) remediarse: Significo que Vtra. Majd. se sirviera de ello en tales necesidades, mas no soy atendido y creze el daño, hasta llegar imposible su remedio (…) En veinte y un dias e asistido a mi iglesia, solo que no (h)ai quien me acompañe. Lo mismo a sido preciso aver dado yo la poca de (h)arina, para mi sustento, para hacer (h)ostias. Represento que mi Iglesia y yo perezemos. Ante Dios lo afirmo.42 Uno de los informes más acabados sobre la situación que vivía la isla en la segunda mitad del siglo xvii fue presentado por el cabildo de San Juan el 24 de abril de 1674. De acuerdo con los capitulares boricuas, la primera de las desgracias que afectaban a la isla tenía un carácter eventual: No son ponderables, señora, las muchas calamidades que ha experimentado y al presente está padeciendo, toda la isla, por las continuadas tormentas que la maltratan i ba corriendo para ocho año y que se halla falta de frutos (por haverse perdido casi todo las arboledas de los cacaos) con que se mantenían sus moradores, y tenían en pie sus haciendas (...)43 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 173, folio 832-834, «Exposición a S. M. del obispo de Puerto Rico fray Bartolomé García de Escañuela, 14 de septiembre de 1673». 43 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 165, «Exposición a S. M. del cabildo de San Juan de Puerto Rico, 24 de abril de 1674». 42 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 154 13/08/2014 08:54:28 a.m. De súbditos a ciudadanos...155 El otro hecho que había gravitado como impedimento era la falta de esclavos, lo que se había originado, conforme la pobreza se enseñoreaba de la isla, en la creciente falta de capitales. De ahí que demandaran la entrada de 100 africanos al año, previendo la compra de dicha fuerza de trabajo esclava mediante un préstamo de la Corona y el pago a plazos. En una nota escrita al margen de la exposición del cabildo boricua de 1674, el fiscal del Consejo de Indias accedió a la solicitud de los regidores puertorriqueños afirmando que al ser «notoria la pobreza en que se halla la ciudad de Puerto Rico y toda la Isla por la falta de frutos… el asiento de esclavos que está ajustado a Antonio García» debía contribuir a mejorar la situación. Demandaban también los capitulares que todos los años viajara a Puerto Rico un buque de trescientas toneladas que trajese cincuenta familias de Canarias y embarcase a España los frutos que producía la isla. Una demanda representativa de los intereses corporativos del patriciado terrateniente era que se aliviaran los productos de exportación de la pesada carga fiscal colonial que caía sobre sus hombros: Que el almojarifazgo se modere a cinco por ciento por otros diez años para que ayude al Comercio. Y que el Derecho que se ha impuesto en el azúcar con tanto gravamen sea a dos y medio por ciento de entrada, como se paga en todos los demás géneros que contiene el arancel (…) y que la alcabala desta isla se pague solo lo que ha estado en costumbre de tiempo. Se trata aquí del primer conjunto de demandas económicocorporativas de los señores de hacienda que hemos encontrado en el siglo xvii puertorriqueño. Consecuentemente, en 1674, el cabildo de San Juan formuló el primer conjunto de reivindicaciones económicas de los terratenientes ganaderos y propietarios de trapiches azucareros y molinos de tabaco. Los intereses económicos que se entrevén son intereses propios de Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 155 13/08/2014 08:54:28 a.m. 156 Jorge Ibarra Cuesta los terratenientes criollos, los que se diferenciaban y enfrentaban a los intereses fiscales de la Corona. Constituyen, por consiguiente, los primeros esbozos de una identidad propia en el plano económico. El cabildo también expresó las aspiraciones de los campesinos y vegueros de tierra adentro cuando comunicó a S. M.: Asimismo a parecido conveniente representar a V. Magd. como uno de los frutos que se labran en esta Isla es el tavaco y este se ha estancado por obra de (…) los pobres labradores que lo cultivan y no hallan (quien) se lo compre sino solo el Ariqueño (sic) por el precio que quiere, lo qual es de grande inconveniente y se les hace mucho daño. Si bien los señores de hacienda del cabildo se oponían a que los vegueros se asentaran en las márgenes de sus ríos, el cabildo se identificó en cierto modo con estos al criticar acerbamente la tributación colonial que los oprimía. La referida exposición puertorriqueña describió también con tonos sombríos la situación de pobreza prevaleciente en la isla: ...a tanto extremo ha llegado la pobreza de los vecinos de la ciudad que no ha havido quien haya comprado de treinta años a esta parte Oficio de Regimiento ni otros honoríficos del cavildo que están vacíos. Los de Alférez mayor, Alguacil Mayor, Depositario General, y siete regimientos (cargos de capitulares) haviendo quedado este cavildo solo con dos Regidores con que se conoce vien la cortedad en que se hallan e para que esto tenga remedio se ha de seguir V. Magd. demandar que de las personas principales desta ciudad se elijan gobiernen al exigir estos oficios, dándoselos graciosamente (…) Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 156 13/08/2014 08:54:28 a.m. De súbditos a ciudadanos...157 La exposición era suscrita por seis regidores y dos alcaldes, por lo que había más regidores que los reseñados por los capitulares. Debe tenerse en cuenta que, según las ordenanzas del cabildo de San Juan, los oficios capitulares eran dieciséis y que solo firmaban ocho. De todos modos, el alegato de que la desaparición de ciertos oficios del cabildo constituía un indicador de la situación de pobreza de la clase terrateniente debe haber tenido cierto fundamento para haber sido esgrimido en Madrid. Por último, el cabildo destacó la rapidez con que se movilizaban las milicias criollas para defenderse de las agresiones de los extranjeros, lo que evidenciaba el patriotismo de los criollos, fuesen estos artesanos, trabajadores urbanos o campesinos: «cuando la ocasión lo pide todos acuden con prontitud a sus obligaciones, por tener esta plaza seña con que a poco tiempo acuden los que están en el campo o son desta ciudad». Empero, los regidores argumentaban que el movilizar todo el tiempo a las milicias, sustrayéndolas de sus trabajos en el campo y en la ciudad por dos y tres meses —como hacía el gobernador Arteaga—, contribuía a la situación de estancamiento y penuria económica que vivía la isla.44 En una exposición del cabildo de San Germán se reprodujo una RO de 1678 en la que se felicitaba a los puertorriqueños por haber rechazado el ataque de una nave holandesa. En ella expuso el monarca español que, cuando el enemigo se retiró a las costas de San Germán a reparar el barco y su tripulación desembarcó con la finalidad de abastecerse, «Los vecinos de esa villa la defendieron de manera que le mataron mucha gente». Por ello, el monarca afirmaba: «os agradezco mucho el servicio que en esto me hicisteis».45 De acuerdo con el padrón que se levantó en San Juan en el año 1673, había allí 792 blancos y 637 negros, de los cuales Ibídem. A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 165, «Carta de la ciudad de San Germán, 7 de julio de 1678». 44 45 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 157 13/08/2014 08:54:28 a.m. 158 Jorge Ibarra Cuesta 329 eran esclavos y 308 negros libres. El cabildo de San Juan, en carta escrita un decenio después (15 de mayo de 1684), ratificó los criterios generalizados existentes sobre el «miserable estado» en que se hallaba la isla: por falta de frutos de 16 años a esta parte, así por las tormentas y perdida de sus árboles de cacao en que consistía su comercio, como por la falta permanente de esclavos (…) a cuya causa los ingenios de azúcar están perdidos y los hatos de ganados de que se ha de sustentar esta plaza, tan cortas que falta muchas veces el peso de las carnicerías (…) pues en toda la Isla no llegan a mil hombres los que pueden tomar las armas para su defensa.46 En carta a S. M. fechada el 14 de enero de 1686, los regidores boricuas dieron cuenta de nuevo del exiguo tráfico marítimo con la península y de la necesidad de esclavos. En los últimos seis años solo había llegado un situado procedente de Nueva España, del cual se apropió el pirata Lorenzillo.47 En la exposición a S. M. de fecha 23 de julio de 1687, el obispo Francisco de Padilla (1684-1694) se solidarizó con los capitulares y vecinos de San Juan y se enfrentó a las autoridades. Afirmó: «mucha la pobreza, la tiranía de los gobernadores, el desconsuelo de los vezinos viéndole cada dia en peor estado y la justa impaciencia de los pocos soldados, que han quedado, pues su hambre y desnudez no puede ser maior».48 En otra exposición a S. M. (del 2 de febrero de 1688), el obispo reiteró cómo se ocasionaba «la perdición por la pobreza tan A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 165, «Carta de la ciudad de San Juan a S. M., 15 de mayo de 1684». 47 Catálogo de las cartas y peticiones, San Juan de Puerto Rico, 1968, p. 202. 48 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 173, folios 1061-1065, «Exposición a S. M. del obispo de Puerto Rico Francisco de Padilla, 23 de julio de 1687». 46 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 158 13/08/2014 08:54:28 a.m. De súbditos a ciudadanos...159 extrema de el lugar», llegándose al extremo de que los vecinos de las villas se retiraban «a los campos, donde la desnudez, o por costumbre o no aver quien la repare, se disimula más».49 4. San Juan vs. San Germán El gobernador Juan Robles Lorenzana (1678-1683) debió responder a un memorial del cabildo de San Germán. En la exposición que dirigió a S. M. el 8 de marzo de 1683 alegó que nunca había pretendido usurpar las funciones judiciales de los alcaldes ordinarios de San Germán, como argumentaban los regidores de esa jurisdicción. Ante la protesta de los sangermeños, en el sentido de que se les usaba en la defensa de San Juan cuando a ellos solo les correspondía defender su localidad, el Gobernador señaló que solo en una ocasión los había movilizado para defender la plaza de San Juan. Otro cargo de los regidores de San Germán contra el Gobernador era que no tenían acceso a los navíos de registro que desembarcaban sus mercancías en San Juan, que no se les permitía a los navíos de registro llegar a sus costas. El Gobernador alegó que les avisaba siempre que llegaba un navío a puerto e insistió en que ellos llevaban un tráfico más intenso con los navíos holandeses, franceses e ingleses que el de los vecinos de San Juan con las naves españolas. A pesar de las medidas tomadas contra los rescatadores, Robles Lorenzana confesó: «no he podido prender a los agresores aunq. se han hecho las diligencias necesarias».50 Las últimas solicitudes de los sangermeños eran que se les permitiera vender directamente el ganado de cerda sin intermediarios y que se les dejara llegar con atraso a la pesa, pues los caminos se encontraban en malas condiciones y muy alejados de la ciudad. A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 173, folios 1094-2009, «Expediente a S. M. del obispo de Puerto Rico Francisco Padilla, 2 de febrero de 1688». 50 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 165, «Exposición a S. M. del gobernador Juan Robles Lorenzana, 8 de marzo de 1683». 49 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 159 13/08/2014 08:54:28 a.m. 160 Jorge Ibarra Cuesta Interrogado sobre la justicia de las peticiones sangermeñas, el obispo Francisco Padilla (1684-1694) les concedió la razón en todo (carta a S. M. del 23 de agosto de 1686).51 Los conflictos de los capitulares de San Germán con el gobernador Juan Francisco de Medina se agudizaron cuando este les impuso la obligación de hacerle llegar el resultado de las elecciones del cabildo para confirmarlas y darles su aprobación. En carta a S. M. del 22 de enero de 1689, los capitulares de San Germán expusieron que ellos estaban disconformes con la Real Cédula que apoyaba al Gobernador en su intento de someterlos a tutelaje, pues se atenían a «un privilegio tan antiguo qual era hacer ntras. elecciones capitulares sin dependencia ni obligación de irlas a presentar o confirmar ante los Gobernadores».52 A pesar de la queja, el patriciado de San Germán llevaría esta espina en el costado por muchos años. En comunicación del 24 de octubre de 1702, los regidores se felicitaron por la actuación conciliadora y prudente del gobernador Gabriel Gutiérrez de la Riva (1700-1703) ante los motines y la sublevación de los naturales de San Germán en 1701. El origen de la sublevación de los vecinos de San Germán, Mayagüez, Ponce, Hormiguero y Coamo había sido las acusaciones de «contrabandistas» que habían interpuesto contra ellos las autoridades. La rebelión había sido encabezada por Sebastián González de Mirabal (alférez real de San Germán), José Ortiz de la Renta (alcalde de la villa), Cristóbal de Lugo (capitán de milicias) y el indio José Ortiz de la Rosa, entre otros. Hubo enfrentamientos armados, escaramuzas, fugas, persecución en las montañas de alzados, prisiones y sentencias de muerte. Ante las dimensiones de la sublevación, el rey optó por limitar las condenas a un destierro simbólico dentro de la misma isla.53 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 165, «Comunicación a S. M. del obispo de Puerto Rico Francisco de Padilla, 23 de agosto de 1686». 52 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 165, «Exposición a S. M. del cabildo de San Germán, 22 de enero de 1689». 53 F. Moscoso, Agricultura y sociedad, San Juan de Puerto Rico, 2001, pp. 119-120. 51 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 160 13/08/2014 08:54:28 a.m. De súbditos a ciudadanos...161 En las breves noticias aportadas por las cartas y peticiones del cabildo de San Juan consultadas por José R. Real se advierte como nota predominante del siglo xvii la oposición de los regidores a los distintos mandatarios, así como el sentimiento de independencia que emanaba de la actuación de los vecinos, quienes en virtud del escaso tráfico mercantil con la península defendían sus propios intereses al margen de la metrópolis.54 Ahora bien, cuando un gobernador se allanaba a las demandas de los cabildos, todos se unían, lo que constituye una muestra de los sentimientos solidarios existentes en la clase señorial. Ese fue el caso del gobernador Matías de Abadía (1731-1743), que mereció la recomendación de los cabildos de San Juan, Ponce, Coamo, Añasco y San Francisco de Aguadas, así como del deán y del cabildo eclesiástico, para que el monarca prorrogase su mandato en la isla. No era la primera vez en las Antillas que los cabildos criollos se unían para adoptar una política en común respecto a las autoridades coloniales: veremos que esto mismo sucedió en distintas ocasiones en La Española. 5. Persecuciones y encarcelamientos de los regidores y alcaldes criollos Algunos gobernadores no se limitaron a ganar posiciones en los cabildos, sino que se propusieron de manera sistemática incriminar a los capitulares atribuyendo propósitos delictivos a sus actividades. Un ejemplo de esto se dio en 1702, a raíz del apresamiento de una balandra holandesa cerca de Mayagüez. De acuerdo con su tripulación, toda la población de la villa había participado en el contrabando —como ha destacado el historiador Francisco Scarano, el contrabando era el modo de vida del puertorriqueño. Era tan criollo como el plátano frito, las monterías y las fiestas Catálogo de las cartas y peticiones, San Juan de Puerto Rico, 1968, p. 220. 54 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 161 13/08/2014 08:54:29 a.m. 162 Jorge Ibarra Cuesta de San Juan Bautista—.55 El gobernador Gutiérrez de la Riva, que había sido defendido por el cabildo gracias a su actuación moderada durante la sublevación criolla de Coamo y Ponce, procedió entonces a multar sin contemplaciones a toda la vecindad, empezando por los capitulares. Poco después condenó a la horca al albañil Nicolás Fernández Correa bajo la acusación de traición. La multa impuesta al cabildo de San Germán ascendía a dos mil quinientos pesos. Los regidores y alcaldes interpusieron entonces una demanda ante la Real Audiencia de Santo Domingo. El 31 de mayo de 1702 los oidores dominicanos dictaron una real provisión que suspendía la multa hasta que se efectuara una nueva investigación sobre lo que había ocurrido. Al enterarse el gobernador Gutiérrez de la Riva del fallo de la Real Audiencia, declaró que los únicos que tenían jurisdicción sobre sus decisiones en cuanto primer mandatario insular eran el rey y el Consejo de Indias. Acto seguido, procedió a detener al alcalde ordinario, al procurador del cabildo y a un regidor de San Germán, a quienes recluyó en las mazmorras de la fortaleza de San Juan. A los miembros del cabildo arrestados se les confiscaron los bienes y se les impuso penas pecuniarias. Informado que otro alcalde ordinario, el alférez real y un regidor del cabildo de San Germán se habían trasladado a Santo Domingo para interponer una apelación contra las medidas que había tomado, Gutiérrez de la Riva se comunicó con el gobernador de Santo Domingo para pedirle que los apresara, a lo que el segundo accedió. Como ya había reducido a prisión a todos los capitulares de San Germán, el Gobernador ordenó al teniente a guerra de la localidad que se apoderase del archivo del cabildo. La Real Audiencia de Santo Domingo dispuso entonces que fueran puestos en libertad los regidores y alcaldes arrestados en Santo Domingo y en Puerto Rico, así como otras personas encarceladas por no haber pagado las multas impuestas por el Gobernador. Se le ordenó al Gobernador F. Scarano, Puerto Rico, México, 2000, p. 296. 55 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 162 13/08/2014 08:54:29 a.m. De súbditos a ciudadanos...163 que no permitiera que los tenientes a guerra bajo su mando ejercieran autoridad o jurisdicción sin estar autorizados por la Audiencia. En actitud de franco desacato, Gutiérrez de la Riva mantuvo en prisión a los capitulares. La Real Audiencia de Santo Domingo solicitó entonces al monarca español las sanciones pertinentes contra el gobernador insubordinado de Puerto Rico. No tuvo oportunidad el monarca español de dictar sentencia en el controvertido caso, toda vez que Gutiérrez de la Riva falleció en julio de 1703.56 Durante su primer período gubernativo, Francisco Danio Granados (1708-1713) impuso varias derramas que fueron denunciadas por los regidores como injustas y carentes de la aprobación general. La primera derrama —ascendente a trece reales plata por cada dueño de hato y estancia en Coamo, Ponce, Caguas, Loiza, Guaynabo y Cangrejos— fue ordenada en 1713. Por ello los patricios terratenientes le formularon cargos en su juicio de residencia, lo que ocasionó que lo condenaran a pagar cien pesos plata.57 De acuerdo con la historiadora Aída. R. Caro, la nueva designación de Granados como gobernador, en 1718, «fue recibida con desagrado por algunos vecinos a quienes Danio Granados había vejado y atropellado cuando ocupara la gobernación de la isla de 1708 a 1713». El gobernador en funciones, Alfonso Bertodano (1716-1720), procedió a designar como regidores a Francisco de Allende y a Juan Ramos, enemigos de Granados a los que conjuntamente con los justicias salientes les correspondía efectuar las elecciones para el cabildo en 1719. En esas elecciones resultaron electos tres sobrinos de Allende y otros regidores deudores de la Real Hacienda, con lo que se formó un cabildo opuesto a la toma de posesión de Granados como gobernador. Alarmado el vecindario de San Juan ante el propósito de los conjurados de impedir a Granados el acceso a A. R. Caro Costas, El cabildo o régimen, San Juan, Puerto Rico, 1965, tomo I, pp. 101- 104. 57 Aída R. Caro Costas, El juicio de residencia a los gobernadores de Puerto Rico en el siglo xviii, San Juan de Puerto Rico, 1978, pp. 94-95. 56 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 163 13/08/2014 08:54:29 a.m. 164 Jorge Ibarra Cuesta la gobernación y provocar una confrontación directa con la Corona, varios patricios de tendencia moderada comparecieron como postulantes a tres cargos de regidores vacantes. El acceso al cabildo de estos patricios y la elección de nuevos regidores en 1720 cambiaron la composición del consejo municipal a favor de la tendencia pacifista partidaria de que se reconociera a Danio Granados como gobernador. No serían los miembros del cabildo de San Germán los únicos capitulares que cumplirían sentencias gubernativas en los calabozos de los recintos militares. Una vez que volvió a asumir la gobernación de la isla, Danio Granados manifestó de nuevo su animosidad contra los patricios boricuas. El 2 de noviembre de 1720 instruyó una orden de allanamiento y arresto contra el alcalde ordinario de San Juan, Francisco Allende. El Gobernador procedió de esa manera basado tan solo en sospechas de que Allende podría haber estado aliado con el tesorero real José del Pozo, quien había sido encarcelado por deudas con la Real Hacienda y por ser un desafecto de la primera autoridad de la isla. Tras sufrir prisión por varios meses en el castillo de San Juan, Allende fue confinado a una habitación de su casa que estaba fuertemente custodiada. Se mantuvo allí hasta que juró no haber sido depositario de los bienes que se suponía había sustraído el tesorero real.58 En 1722 se juzgó por delito de contrabando al alcalde ordinario de San Juan, Alonso Dávila, quien efectuaba tratos con embarcaciones extranjeras por medio de un hermano suyo que era cura. El gobernador Danio Granados le detuvo, le confiscó todos sus bienes y le encarceló en el Castillo de San Felipe del Morro. El Gobernador también le condenó a muerte, pero su ejecución fue aplazada, siendo remitido a la cárcel de la Casa de Contratación en Cádiz.59 En una de las primeras com A. R. Caro Costas, El cabildo o régimen, San Juan de Puerto Rico, 1965, tomo I, p. 104. 59 Ibídem, pp. 100-101. 58 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 164 13/08/2014 08:54:29 a.m. De súbditos a ciudadanos...165 posiciones poéticas puertorriqueñas se describe al gobierno tiránico de Francisco Danio Granados con los siguientes tintes: Gobernador inhumano Quieres con capa de rey Ser de todos tirano Vivir sin Dios ni ley El nuevo gobernador José Antonio de Mendizábal (17241731) encontró una fuerte oposición del cabildo debido a las relaciones de «estrecha amistad y notoria parcialidad» que sostenía con el mulato Miguel Henríquez, un zapatero que se había enriquecido como armador y propietario de hasta 25 embarcaciones dedicadas al corso y el contrabando. A Miguel Henríquez se le llegó a calcular una fortuna de 300,000 pesos. El obispo dijo de él que poseía más riquezas que el resto de los habitantes de la isla. Era también dueño de una tienda que vendía las mercancías apropiadas a los extranjeros y las que entraban en la isla de contrabando. De acuerdo con López Cantos, el enriquecido corsario fue amigo y cómplice de todos los gobernadores y cultivó la relación de los obispos. Henríquez se convirtió en el banquero de la sociedad puertorriqueña, pues concedía préstamos a las figuras más encumbradas de la isla. Al final de la guerra naval contra los ingleses, holandeses y daneses, la Corona le concedió el título de capitán de mar y guerra, la de armador de los corsos de Puerto Rico y la Medalla de la Real Efigie. Los miembros del cabildo no podían ver con buenos ojos a un mulato que se codeaba con las autoridades coloniales y que perseguía los contrabandos. De acuerdo con Aída R. Caro, el gobernador Mendizábal, complaciente con las demandas de Henríquez, favorecía a las personas afectas de este último y perseguía a sus rivales, de lo que resultaban «injusticias», «prisiones», «fugas y ultrajes». No pudo el gobernador Mendizábal defenderse de estos cargos formulados por los patricios del cabildo de San Juan en su juicio de residencia. En los alegatos Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 165 13/08/2014 08:54:29 a.m. 166 Jorge Ibarra Cuesta que presentó se advertía su parcialidad a favor de Henríquez; las propias pruebas que aportó lo incriminaron. De ahí que el juez de residencia lo sentenciara a pagar doscientos pesos. Otro cargo formulado por los patricios borinqueños contra Mendizábal fue el de haber amparado la arribada al puerto de Aguada de una balandra de Miguel Henríquez procedente de Caracas, la cual traía mercancías de contrabando. En ese sentido, se acusaba al gobernador de haber dilatado el proceso judicial, de prescindir de los oficiales reales competentes para el conocimiento de la causa y de confiar el examen de los testigos al escribano Diego de Bastardo, «parcial y paniaguado de Henríquez». No pudo Mendizábal presentar argumentos que lo exoneraran de manera convincente y el juez de residencia le condenó de nuevo al pago de cincuenta pesos. La querella del patriciado criollo con Henríquez no iba a parar ahí. Las acusaciones que formularon contra él en todas las instancias del poder colonial finalmente surtieron efecto. Las intrigas urdidas culminaron en tres procesos: por ocultación de esclavos, por costumbres licenciosas y por comercio ilícito a la sombra de sus actividades como corsario. En 1735 se le embargaron sus bienes. El intrépido corsario y poderoso magnate terminó sus días recluido en el convento dominico de Santo Tomás, donde había solicitado asilo cuando las autoridades se aprestaban a encarcelarlo. La intolerancia del patriciado criollo blanco con Henríquez no se limitaba a su condición racial, sino a la fortuna que había acumulado tan rápidamente. Los patricios no admitían que el dinero del corso dictara las reglas e impartiera el tono a la sociedad colonial. El caso del corsario blanco Pedro Vicente de la Torre —que prosperó capturando navíos ingleses durante «La Guerra del Asiento» (1739-1748)— da cuenta del desdén que los patricios manifestaban hacia las actividades del corso alentadas por la Corona y las autoridades coloniales. La actitud patricia se puso de relieve cuando De la Torre, a quien la Inquisición de Cartagena había concedido el título Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 166 13/08/2014 08:54:29 a.m. De súbditos a ciudadanos...167 de Familiar del Santo Oficio, solicitó del cabildo confirmación de su hidalguía y permiso para usar los símbolos y privilegios caballerescos que le correspondían. El cabildo se lo negó categóricamente alegando que no había pruebas suficientes de que él fuera de descendencia legítima.60 La autoridad de los alcaldes había sido reducida considerablemente debido a la injerencia de los tenientes a guerra, subordinados a los gobernadores. Esta situación hizo que el cabildo de San Germán apelara al rey mediante comunicación del 22 de septiembre de 1735. En ella expuso que eran tales los «desaires y vejaciones» que sus miembros habían sufrido del gobernador, que la única salida era que «este cabildo se desvanezca y que no haya tal congregación». Los terratenientes locales que dominaban el cabildo preferían la desaparición de este a tener que obedecer las órdenes de un subordinado militar del gobernador. Pero la situación que atravesaba el cabildo sangermeño no se debía solo a la acción del gobernador, sino también a las exigencias del cabildo de San Juan, que le había impuesto arbitrariamente las pesas, o sea, las cuotas de ganado con que debían contribuir los señores de hacienda de San Germán a las carnicerías de la capital. Imaginándose que el monarca no iba acceder a tal solicitud, le propusieron como alternativa que los gobernadores no interviniesen en «ninguna de las causas que los alcaldes estuvieran conociendo», y que no se siguieran «inquietando a los justicias de esta villa, ni a sus regidores, ni haciéndoles pasar a la ciudad de Puerto Rico…». De acuerdo con Aída R. Caro, los historiadores no han podido localizar en la documentación de la época la respuesta del monarca, pero estos conflictos del cabildo de San Germán con el gobernador son representativos, en más de un sentido, de los enfrentamientos que tuvieron lugar en el siglo xviii entre las patriciados criollos locales y las autoridades coloniales españolas.61 F. Scarano, Puerto Rico, México, 2000, pp. 323-324. Ibídem, pp. 92-93. 60 61 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 167 13/08/2014 08:54:29 a.m. 168 Jorge Ibarra Cuesta A pesar de las frecuentes y productivas incursiones de los corsarios boricuas en las aguas del Caribe, las numerosas tormentas tropicales, los asaltos de corsarios extranjeros y piratas, el creciente endeudamiento del patriciado criollo con el fisco y la Iglesia y el insuficiente abastecimiento de la isla por las naves de la Carrera de Indias determinaron períodos de hambre en los decenios de 1730 y 1740. El 5 de noviembre de 1735 el procurador del cabildo de San Juan, José de Castro, elevó una solicitud en la que expresaba: (...) la grandísima falta y necesidad que se padece de harinas que cede en perjuicio de los enfermos y lo más sensible, que en muy breve no habrá para hacer hostias suplicando se de provisión para que dichas harinas se vayan a buscar a las islas extranjeras (...)62 El 22 de octubre de 1738 los regidores de San Juan renovaron sus demandas de suministros para la isla por medio de navíos que viajasen a distintas posesiones extranjeras del Mar Caribe con el designio de comprar alimentos: (...) imposible remediar tan imponderables necesidades generales en ricos y pobres por estar ya todos reducidos a un pedazo de carne, cuando la alcanzan, sin miniestras, verduras, ni otras vituallas con que comerla de que resulta que los padres abandonen a sus familias, las madres no tienen con que acallar a sus niños, ni ellas con que sustentarse ni a quien volver los ojos para el más leve alivio pues el dinero (que no tienen) no les haze falta por no hallar en que emplearlo: y que finalmente es preciso morir de hambre sino se solicita en las islas extranjeras algunas harinas.63 Actas del cabildo de san Juan Bautista de Puerto Rico (1730-1750), San Juan de Puerto Rico, 1949, pp. 7-8. 63 Ibídem, pp. 143-144. 62 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 168 13/08/2014 08:54:29 a.m. De súbditos a ciudadanos...169 La decisión del cabildo de San Germán de invocar dos órdenes reales que databan de 1703 y 1705 —que disponían que cualquier intervención del gobernador en esa jurisdicción fuera informada previamente al concejo de la villa— dio lugar a un diferendo en 1766 entre las autoridades de la isla. El conflicto se manifestó cuando el gobernador Marcos de Vergara (1766) instruyó a Manuel Dávila Ynostrosa para que llevase a efecto algunas investigaciones en la jurisdicción de San Germán sin comunicarlo previamente al cabildo de la localidad. Informados los regidores de la presencia de Ynostrosa —que no se había identificado ante las autoridades locales—, ordenaron su detención. El mandatario insular, a su vez, comisionó a José Dieppa para que procediera al arresto del cabildo en pleno y a la liberación de Dávila Ynostrosa. El alcalde ordinario Tomás Quiñones fue el único regidor que pudo escapar a las detenciones decretadas por el Gobernador, ya que se fugó a Santo Domingo, donde demandó ante la Audiencia la libertad de sus colegas. El 27 de octubre de 1767 la Real Audiencia de Santo Domingo dictó una provisión que ordenaba al gobernador Marcos de Vergara (1766-1767) que pusiera en libertad a los capitulares, levantara el embargo decretado en contra de sus bienes y los restituyera a sus oficios en el consistorio local. No habían transcurrido dos años de esta sentencia cuando la Real Audiencia de Santo Domingo reconsideró el caso y resolvió que el cabildo había obrado justamente y que en cambio el gobernador había incurrido en irregularidades. Por último, declaró libres a los capitulares de todas las acusaciones formuladas por el Gobernador y les recordó los derechos de que eran acreedores, a fin de que procedieran judicialmente y demandaran indemnización por las costas, perjuicios y prisiones que habían sufrido.64 Es bueno que se sepa que el frecuente encarcelamiento y tratamiento de proscritos que se daba a los regidores y alcaldes F. Scarano, Puerto Rico, México D. F., 2000, pp. 106-107. 64 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 169 13/08/2014 08:54:29 a.m. 170 Jorge Ibarra Cuesta de los consistorios puertorriqueños los incitó a construir una cárcel especial con ciertas comodidades. Este hecho revela elocuentemente el clima existente en la localidad. Como se ha dicho, el cabildo de San Germán confrontaba dificultades por la injerencia de los tenientes a guerra en varios asuntos que eran de competencia exclusiva de los alcaldes ordinarios. Lo que es peor, sus demandas no solían llegar a la Real Audiencia de Santo Domingo ni al Consejo de Indias porque el gobernador mantenía una censura estricta respecto a las comunicaciones escritas dirigidas a destinatarios ubicados fuera de la isla. A lo que habría que agregar que toda persona que deseara viajar fuera de la colonia debía tener su autorización. 6. Las medidas borbónicas contra el contrabando y la autonomía de los cabildos en el siglo xviii puertorriqueño Las cada vez más intensas contradicciones de los cabildos con las autoridades coloniales y la creciente importancia que alcanzaba el contrabando promovido por los capitulares parecieron aconsejar a la Corona sobre la necesidad de tomar medidas que limitaran su poder en las posesiones antillanas. El 25 de junio de 1692 se autorizó al gobernador de Puerto Rico para que nombrara, cuando no se remataren oficios de regidores por ausencia de postores o licitadores, dos regidores llanos para el cabildo de San Juan y dos para el de San Germán. Esta facultad fue ejercida por algunos gobernadores en el período comprendido entre 1700 y 1764, nombrándose así regidores interinos en defecto de los regidores propietarios. Los capitulares escogidos de esa manera se distinguieron por su subordinación al mandatario insular. De hecho, constituyeron un cuerpo ajeno en los cabildos y contribuyeron a crear divisiones entre los integrantes de la élite criolla. Con posterioridad a 1764, la agudización de los conflictos entre los adeptos a la autonomía de los cabildos criollos y los partidarios de la Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 170 13/08/2014 08:54:29 a.m. De súbditos a ciudadanos...171 centralización político-militar de inspiración colbertiana llevó al Consejo de Indias a tomar una decisión drástica: autorizó a los gobernadores a nombrar hasta cuatro regidores interinos cuando hubiera oficios desocupados del cabildo. Ahora bien, el primer mandatario solo podía cubrir las vacantes cuando los vecinos de la localidad no se hubieran interesado en adquirir en subasta los oficios del cabildo. De manera que el ejercicio de las atribuciones excepcionales concedidas a los primeros mandatarios estaba supeditado al interés que pudieran tener los vecinos de la localidad (o sea, los miembros del patriciado terrateniente) en conservar el dominio de los cabildos: no podía el gobernador diferir la subasta que establecía la ley si los vecinos deseaban concurrir a ella como licitadores. De ahí que no entrasen a los cabildos muchos capitulares adictos al poder colonial y que la composición terrateniente criolla de los mismos no variara substancialmente en el curso del siglo xvii ni hasta bien entrado el siglo xviii. En este sentido, lo más que pudieron conseguir las autoridades coloniales fue la inclusión en los cabildos de algunos seguidores suyos que las mantenían informadas de las pretensiones y actitudes de los regidores y alcaldes. 7. La subordinación de los cabildos de tierra adentro a los tenientes gobernadores En Puerto Rico el cargo de teniente gobernador no se crearía sino hasta la década de 1750. En Cuba, en virtud de la importancia de la isla y de la centralización política y militar alentada por la monarquía borbónica, el cargo fue instituido desde la década de 1730. Se suponía que el teniente gobernador usurpase las principales atribuciones de los cabildos criollos locales, los cuales debían ser presididos por aquel. La creación del cargo de teniente gobernador y auditor de la gente de guerra de Puerto Rico data del 5 de diciembre de 1759. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 171 13/08/2014 08:54:30 a.m. 172 Jorge Ibarra Cuesta La manera en que en Puerto Rico las funciones judiciales de los alcaldes fueron asumidas por los tenientes gobernadores fue descrita por fray Íñigo Abbad con las siguientes palabras: «Todos los pueblos de la isla tienen un juez nombrado por el Gobernador, con título de Teniente a Guerra, a este pertenece el Gobierno de su pueblo, según las instrucciones y órdenes del Gobernador».65 Fray Íñigo, en su Historia de Puerto Rico, describió en un tono francamente crítico el carácter de estos nuevos mandatarios locales. Pues los tenientes gobernadores resultaron ser los peores enemigos de las comunidades criollas en las que supuestamente impartían justicia: La autoridad y gobierno depositada en un “militar” padece sus alteraciones, segun la mayor instrucción y modo de pensar del que gobierna. Todos tienen el carácter de Capitanes Generales y se inclinan a esta jurisdicción, más naturalmente que a la política. Acostumbrados a mandar con ardor y a ser obedecidos sin replica, se detienen poco en las formalidades establecidas para la administración de justicia, tan necesarias para conservar el derecho de las partes. Este sistema hace odiosos a algunos, que no conociendo con el interés del gobierno debe ser el bien del pueblo, y que jamás hará este progreso la industria y en las artes mientras no tenga confianza y amor al que gobierna.66 8. Exigencias de las autoridades coloniales para que regidores y alcaldes cumplan con sus obligaciones tributarias En el decenio de 1760 tuvieron lugar varios incidentes que evidenciaban la tensión a que se había llegado en las relaciones F. I. Abbad y La Sierra, Historia geográfica, Río Piedras, 1975, p. 166. Ibídem, p. 168. 65 66 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 172 13/08/2014 08:54:30 a.m. De súbditos a ciudadanos...173 entre el patriciado y las autoridades españolas. El 4 de junio de 1768 los vecinos de San Juan, apoyándose en el artículo 49 del Regimiento de Milicias de Cuba y Puerto Rico, alegaron que los naturales del país que desempeñaban cargos de oficiales de milicias no tenían la obligación de ejercer cargos honoríficos en la administración. Con ello se negaban a alternar con los funcionarios coloniales.67 En esas circunstancias, las autoridades tomaron algunas medidas que abrieron aún más la brecha existente entre ellos y el patriciado criollo. De acuerdo con las Leyes de Indias, los candidatos a formar parte del cabildo debían acreditar que cumplían sus obligaciones con el fisco español. Las leyes eran claras al respecto: prohibían que cualquier persona, (...) de cualquier estado o condición, que sea deudor a nuestra Real Hacienda, en poca o mucha cantidad, pueda ser ni sea elegido por alcalde ordinario de ninguna de las ciudades, villas o lugares de Indias, ni tener voto en las elecciones. Los transgresores no solo serían sancionados con la pérdida de los oficios del cabildo, sino que serían expulsados a veinte leguas de la ciudad o pueblo en el que hubieran sido electos como capitulares. Ahora bien, en los cabildos de Puerto Rico, Santo Domingo y Cuba se había observado la costumbre de efectuar las elecciones de los capitulares sin requerir —ni a los electores y ni a los elegidos— la acreditación de no ser deudores de la Real Hacienda. Si se hubiera cumplido al pie de la letra ese mandato, los cabildos antillanos se hubieran disuelto. Usando como pretexto el que los cabildos no se atenían al mandato de que los aspirantes a integrarlos documentaran no Catálogo de las cartas y peticiones, San Juan de Puerto Rico, 1968, p. 246. 67 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 173 13/08/2014 08:54:30 a.m. 174 Jorge Ibarra Cuesta ser deudores del erario, las autoridades españolas tomaron medidas contra los cabildos de San Juan y San Germán. Contra esta práctica de los cabildos de pasar por alto el que los regidores y alcaldes estuviesen en regla con la Real Hacienda se pronunciaron enérgicamente dos funcionarios reales en Puerto Rico: el juez de residencia Marcos José de Rivas y el teniente de gobernador Francisco Rafael de Monserrate. Ellos dispusieron de medidas de contención e intimidación contra los miembros de los cabildos, primeros en evadir el pago de los tributos. El propósito de esas medidas era amenazar ante todo a la clase terrateniente, la que se rehusaba en su conjunto a liquidar sus deudas con el fisco. En 1778 el juez de residencia De Rivas ordenó que se exigiese de los electores y los elegidos la presentación de un certificado de la Real Hacienda en que se hiciera constar que no eran deudores. Aparentemente esta orden fue desobedecida, porque en 1780 el teniente gobernador Monserrate denunció al Consejo de Indias que en el cabildo de San Juan no se requería la aludida certificación y que por tanto todas las elecciones que tenían lugar en él ostentaban un carácter fraudulento. De ahí que plantease la conveniencia de que los votos fueran registrados en la misma acta (de modo que se señalara el nombre de la persona por la cual había votado el elector) y que una certificación de dicha acta se enviara al gobernador. De esa forma se podría advertir «alguna confederación perjudicial, entre unos y otros eligentes y elegidos por razón de conexiones, parentescos u otros respectos que deben enmendarse por el superior». Se trataba, pues, de una injerencia abierta del Estado en el régimen autonómico de los cabildos, con miras a controlar rígidamente las elecciones capitulares y anular el carácter secreto del voto. Sin embargo, los cargos formulados contra los capitulares puertorriqueños no se tradujeron en disposiciones de obligatorio cumplimiento para estos. El acatamiento de medidas de esa índole suponía que los cabildos fueran intervenidos por los tenientes gobernadores a los efectos de exigir la pre- Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 174 13/08/2014 08:54:30 a.m. De súbditos a ciudadanos...175 sentación de los certificados de buena conducta tributaria y el consecuente desmantelamiento de los ayuntamientos, toda vez que no había un solo regidor o alcalde que pudiera demostrar fehacientemente que no era deudor del tesoro público. El gobernador José Dufresne (1776-1783) y el Consejo de Indias se abstuvieron de llevar hasta las últimas consecuencias las intimidaciones del juez de residencia De Rivas y del teniente gobernador Monserrate, pues su realización implicaba transgredir un límite más allá del cual se podía desencadenar una lucha irreconciliable con las sociedades criollas de las Antillas. Fue por eso que el gobernador Dufresne confirmó la validez de las elecciones impugnadas por su teniente gobernador, en tanto que el Consejo de Indias declaró únicamente nulas las elecciones de los alcaldes ordinarios, legitimando, en cambio, el proceso electoral en su conjunto. No obstante, Dufresne procedió de modo prejuiciado y arbitrario en todos los casos en que juzgó a los vecinos de San Juan. Contrario a la imparcialidad con que debía presidir las causas judiciales bajo su jurisdicción, el Gobernador procedía, de acuerdo con los testigos, con «pasión, odio y precipitación». Fue por eso que el juez de residencia declaró que Dufresne había dictado fallos ilegales en cuatro casos de vecinos juzgados por él. Si la justicia que impartían los gobernadores en las causas en que eran procesados los vecinos no era siempre la más deseable, sus interferencias en las elecciones municipales se caracterizaban, por otra parte, por la arbitrariedad. Como bien destacara la historiadora puertorriqueña Aída R. Caro Costas, Si se hubiera observado con rigurosidad durante la primera mitad del siglo que estudiamos (siglo xviii), muy pocas veces los cabildos hubiesen podido celebrar elecciones a la vez que en contadas ocasiones hubiese sido posible cubrir los oficios de justicia y Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 175 13/08/2014 08:54:30 a.m. 176 Jorge Ibarra Cuesta regimiento, ya que apenas había vecinos libres de deudas con la Real Hacienda.68 Otros requisitos que debían satisfacer los electores del cabildo antes de la votación (como el pago de la media anata y el depósito de una fianza) fueron eludidos, incumpliéndose así también una antigua disposición real de carácter obligatorio promulgada el 15 de diciembre de 1573. El subterfugio que usaron para incumplir las disposiciones legales mencionadas fue alegar la extrema pobreza en que vivían. Claro está, semejante pretexto fue considerado ridículo en la época, dada la irrisoria suma de dinero que comportaba el cumplimiento de esas obligaciones. Pese a ello, tanto en este como en los anteriores casos los capitulares del cabildo de San Juan se salieron con la suya y no observaron las disposiciones superiores de las autoridades coloniales.69 9. Medidas defensivas del cabildo de San Juan vs. la disgregación y la dispersión que implicaba la regatonería De la misma manera que los capitulares de los cabildos puertorriqueños se mostraban displicentes en el cumplimiento de las disposiciones de las autoridades coloniales, se revelaban celosos en la defensa de sus prerrogativas señoriales de criollos viejos frente a los comerciantes españoles y a los demás inmigrantes de la península recién llegados a la isla. Da idea del carácter represivo de las medidas que sancionaban la regatonería y las actividades lucrativas de los comerciantes la disposición del cabildo de San Juan —inspirada en las Leyes de Indias— que autorizaba al regidor diputado del cabildo a imponer penas de 200 azotes y una multa de 100 reales plata a los comerciantes que usaran pesas falsas.70 Este tipo de penas A. R. Caro Costas, El cabildo o régimen, San Juan de Puerto Rico, 1965, t. I, pp. 16-17. 69 Ibídem, p. 34. 70 Ibídem, p. 113. 68 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 176 13/08/2014 08:54:30 a.m. De súbditos a ciudadanos...177 se aplicaba a los negros y a los esclavos, y que sepamos, excepcionalmente a los blancos. Así, la institución capitular de San Juan y su procurador general se opusieron obstinadamente a que el peninsular Antonio de Córdova tomara posesión como regidor bajo el alegato de que este había detentado el abasto de sal de la ciudad y había practicado la regatonería. Córdova había comprado su oficio en una subasta, pero, de acuerdo con los regidores y alcaldes criollos, no podía acceder a ese oficio porque violaba los preceptos de las Leyes de Indias, que disponían que ningún regatón, traficante o mercader podía ser capitular. No obstante, como Córdova no ejercía la regatonería ni disfrutaba del monopolio de la venta de sal a la ciudad en el momento en que remató el cargo del cabildo sanjuaneño, los capitulares se sintieron obligados —después de entablar un prolongado pleito— a darse por vencidos ante la Real Orden del 17 de diciembre de 1770, disposición que reconocía el derecho del antiguo comerciante español al uso y posesión del oficio de regidor. Tres años después el cabildo se opondría en los mismos términos al designio del gobernador Miguel de Muesas de subastar los oficios vacantes del cabildo de la capital a tres comerciantes españoles radicados en la ciudad: Nicolás Antonio de los Ríos, Ventura Castelló y Raimundo Martínez. De acuerdo a la carta que dirigieron los capitulares criollos al Gobernador, los postores en la subasta convocada por este no podían optar por los oficios disponibles, ya que eran forasteros y en los libros capitulares no se hallaba ninguna información genealógica que acreditase su nobleza o idoneidad, además de que tampoco había documentación alguna que permitiera conocer la buena o mala conducta pasada de los mismos. Para los capitulares, los peninsulares eran tan forasteros como podían ser los ingleses, franceses y portugueses radicados en la isla. No contento con la respuesta de los regidores y alcaldes, el Gobernador los instó a que le dieran por escrito y bajo juramento sus puntos de vista. Los licitadores llegaron a conocer las Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 177 13/08/2014 08:54:30 a.m. 178 Jorge Ibarra Cuesta opiniones de los capitulares sobre ellos por trasmano, lo que dio lugar a una controversia con los patricios de la localidad en la que abundaron las injurias y las amenazas. Ante situación tan complicada, el Gobernador consultó a la Real Audiencia de Santo Domingo, la que el 7 de abril de 1775, tras dos años de deliberaciones, dictaminó que de acuerdo con las Leyes de Indias las personas a las que se adjudicaren oficios «debían ser hábiles y suficientes, para el ejercicio de los mismos», pero no especificó si los comerciantes españoles podían o no ser miembros del cabildo. Cuando llegó esta provisión, los licitadores ya habían desistido de sus propósitos, al parecer a causa de la violenta disputa que habían sostenido con los capitulares puertorriqueños, por lo que el Gobernador procedió a rematar los oficios entre los vecinos criollos del patio. Debe tenerse en cuenta que, en la primera mitad del siglo xviii, los capitulares del cabildo de San Juan no eran elegidos, sino que rivalizaban en una subasta a los efectos de comprar el oficio que aspiraban desempeñar o bien eran designados por la primera autoridad en el caso de que la subasta se declarase desierta.71 10.La defensa de la integridad étnica y social del cabildo criollo La voluntad de los capitulares puertorriqueños de no permitir que las autoridades controlaran los cabildos se expresó una vez más cuando el gobernador Isidro Linares (1793) designó siete regidores interinos para cubrir las vacantes en el concejo de San Juan (21 de enero de 1793). Ante la situación de facto creada por la medida ilegal del mandatario, los capitulares se negaron a que los designados tomaran posesión de sus cargos aduciendo que cuatro de ellos eran oficiales del regimiento fijo de la plaza, circunstancia que los inhabilitaba para ejercer obligaciones como capitulares. Ahora bien, el argumento central de los miembros del cabildo era que el gobernante había Ibídem, p. 59. 71 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 178 13/08/2014 08:54:30 a.m. De súbditos a ciudadanos...179 suspendido la subasta de los oficios vacíos, impidiendo con ello que los vecinos, miembros del patriciado criollo, se presentaran como licitadores de los oficios. Asimismo, en la sesión del cabildo del 19 de agosto de 1793, se discutió la pretensión del Gobernador «de destituir a tres personalidades de este Ayuntamiento por considerarlas sediciosas y complotadas». Los capitulares criollos destacaron también en sus deliberaciones que las autoridades españolas los acusaban de haber «concurrido a las sediciones y complot que se afirma haber en el pueblo». Por consiguiente, eran del criterio de que «este Ilustre Ayuntamiento puede usar de los recursos que estime convenientes para lograr la satisfacción condigna a los agravios que se le hacen». De ahí que consideraran que dicha institución debía elevar un escrito al soberano en el que le expusiera: (...) el ardiente deseo que tiene de la serenidad de todos los ánimos de este país, especialmente en las críticas actuales circunstancias, para que S.M. de fin a unas discordias que por si no hacen otras consecuencias que la inquietud de los ánimos, la perturbación de la paz, el descreimiento público y la inacción de los negocios.72 Las páginas trasuntadas de las actas capitulares referidas al conflicto que tuvo lugar entre los regidores y el Gobernador por motivo de los cargos de complotados y sediciosos que el segundo formulara contra los primeros dan a entender que las disputas de los órganos del poder trascendían a la población y que esta tomaba partido a favor del cabildo. Otra disposición (también emanada de las Leyes de Indias) que estaba orientada a menoscabar el poder del patriciado caribeño y a impedir que los oficios municipales quedasen en Actas del cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico, San Juan de Puerto Rico, 1967, p. 57. 72 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 179 13/08/2014 08:54:30 a.m. 180 Jorge Ibarra Cuesta manos de las familias criollas prohibía el que en las elecciones municipales padres votaran por hijos, hijos por padres, hermanos por hermanos, suegros por yernos, yernos por suegros, cuñados por cuñados, y concuñados por concuñados. En sentido parecido iba orientada la ley que prohibía la reelección y que establecía que debían transcurrir dos años antes de que una persona que hubiera desempeñado un cargo del cabildo pudiera volver a ser electa para el mismo cargo. Fue sin embargo, la práctica de votar parientes por parientes, así como la repetida elección de los mismos oficiales lo que por algún tiempo dio la nota tónica a las elecciones concejiles de S. Juan durante la primera mitad del siglo (xviii).73 11.Conflictos entre los cabildos de las ciudades-puerto y los de tierra adentro Si bien las medidas coloniales tendentes a resquebrajar la unidad entre las oligarquías locales no lograron sus propósitos, la obligación de la pesa impuesta por los cabildos de las principales ciudades-puerto a los señores de hacienda vecinos de pueblos contiguos propició divisiones acentuadas en el seno de la clase terrateniente. Los señores de hacienda boricuas tenían desde el siglo xvii la obligación de abastecer de carne a la capital. De hecho, el abasto fue una fuente de fricciones entre los cabildos de tierra adentro y el de la capital. Fernando Picó señala que durante el siglo xviii, para el lejano Utuado, «la obligación de abastecer de carne a la plaza de San Juan parece haber constituido la mayor fuente de fricción con las autoridades superiores». El diputado a cortes puertorriqueño Ramón Power llamó la obligación de la pesa «un yugo insoportable». En tanto que el funcionario ilustrado español A. R. Caro Costas, El cabildo o régimen, San Juan de Puerto Rico, 1965, t. I, p. 26. 73 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 180 13/08/2014 08:54:30 a.m. De súbditos a ciudadanos...181 Alejandro Ramírez, intendente de Hacienda en Puerto Rico, lo consideraba «el más violento y odioso que ha podido producir la ignorancia y el despotismo». El hecho es que las divisiones regionales entre los patriciados locales constituyeron durante un largo período de tiempo una rémora a la unidad de la clase terrateniente frente a las autoridades coloniales. Las diferencias regionales obstaculizaron la formación de una concepción de patria que fuera más allá de las nociones precisas de patria local propias de los patriciados locales. A principios del siglo xviii, con la dinastía borbónica, inicia la centralización política, administrativa y militar de las Antillas Mayores. El nuevo rey borbón inauguró una política colonial tendente a reforzar los vínculos de dependencia de las posesiones españolas en el Nuevo Mundo. El nuevo modelo de dominio estaba inspirado en las concepciones políticas y económicas del monarca francés Luis XIV y de su ministro Juan Bautista Colbert. Las concepciones de los borbones implicaban un mayor control y concentración de la política colonial con miras a robustecer el poder absoluto de los reyes y lograr la estrecha dependencia de las posesiones ultramarinas. Ya no se trataba tan solo de que los súbditos del Nuevo Mundo acatasen las leyes, sino también de que las cumplieran. En ese orden de cosas, un primer objetivo de la nueva política era la represión del comercio ilícito. Pero también debían estrecharse los vínculos de dominio político, militar, comercial y administrativo con las colonias. Se trataba de depurar, como ha destacado Brading, «el gobierno colonial, en especial las audiencias y dependencias fiscales, de la influencia de las elites coloniales, reemplazándolas con los más confiables oficiales reales nacidos en España»�. De esa manera se pasaron a tomar medidas rigurosas contra la autonomía local de los cabildos en cuanto órganos de poder político. De manera análoga, se debía reemplazar el poder político, militar y judicial de los criollos por el de los lugartenientes peninsulares de los capitanes generales, en tanto que el fuero militar colocaba a las Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 181 13/08/2014 08:54:31 a.m. 182 Jorge Ibarra Cuesta milicias criollas blancas, pardas y morenas bajo el mando de las autoridades coloniales. Ahora bien, aunque la oficialidad española conservó el mando, hubo una importante promoción de oficiales criollos en La Habana. En 1779, nos dice Kuethe, los criollos alcanzaron una mayoría en el regimiento fijo de infantería, si bien los españoles seguían detentando los cargos más altos.74 Pero hay que señalar que esa concentración y prorrateo del poder militar solo tenía lugar en La Habana, ciudad en la que el patriciado criollo, por una parte, y los mercaderes y funcionarios peninsulares, por otra, tendían a fusionarse. El objetivo final de la centralización administrativa y militar era crear un mercado periférico para la producción agrícola e industrial de la metrópolis, así como propiciar un desarrollo de la producción mercantil de las colonias cuyo destino fuese el mercado americano y el de la península. 12.La potestad de los cabildos de repartir las tierras y el poder constitutivo de la oligarquía edilicia Uno de los golpes más severos de la política centralizadora de la monarquía en las posesiones españolas de América fue la prohibición a los cabildos, por Real Cédula del 6 de septiembre de 1739, de distribuir tierras. Como señala Ots y Capdequí, algunos cabildos americanos siguieron otorgando mercedes a lo largo del siglo xviii. Ante aquella disposición, el concejo de la ciudad de San Juan se propuso legitimar su política distributiva de tierras fundamentándola en antiguas ordenanzas municipales que habían obtenido la sanción real desde 1712. En ese ordenamiento se establecía que por cada caballería de tierras que el cabildo concediese debían pagársele dos ducados. Provisto de esa confirmación real, el cabildo se enfrentó al gobernador, única autoridad a la que le había sido concedida expresamente la facultad de repartir tierras. Allan J. Kuethe, Cuba, 1753-1815: Crown, Military and Society, Knoxville, 1986, p. 126. 74 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 182 13/08/2014 08:54:31 a.m. De súbditos a ciudadanos...183 El primer conflicto sonado sobre la facultad de distribuir tierras tuvo efecto en 1751, cuando el municipio de San Juan impugnó el derecho que se atribuyó el gobernador en ese sentido. En las actas del cabildo sanjuaneño se encuentran las primeras objeciones de los regidores contra las reparticiones de tierra llevadas a cabo por el gobernador Esteban Bravo de Rivero (1751-1753) en la ribera de Manatí y en el hato de Airbonito. Ellos alegaron que solo al cabildo le correspondía hacer mercedes de tierra. Dados los numerosos conflictos y los antecedentes de intransigencia gubernamental, resulta asombrosa la forma en que el Gobernador desistió de sus propósitos y admitió la potestad de los capitulares para adjudicar las tierras. La decisión del Gobernador fue tomada a contrapelo del hecho de que, en virtud de R. C. del 6 de septiembre de 1751, el oidor y juez de residencia había comunicado al cabildo que no tenía facultad de mercedar tierras. En realidad, la Real Célula del 6 de septiembre de 1739 había derogado 12 años antes la facultad de mercedar tierras que detentaban los cabildos puertorriqueños. A los efectos de legalizar o refrendar definitivamente la situación creada, los capitulares elevaron una exposición al Consejo de Indias el 7 de octubre de 1752, la que tenía por finalidad el que el monarca se sirviera «conceder al cabildo las mercedes de tierras que antes tenía, conforme al capítulo de ordenanzas municipales que se hallan con su Real aprobación». Meses después, sin que se hubiera recibido respuesta del monarca, el cabildo procedió a repartir tierras en el hato de Airbonito alegando lo siguiente: «por cuanto las comprendidas tierras no son comprendidas en esta prohibición, en atención a que de ellas, de inmemorial tiempo, ha hecho S. M. merced a dichos vecinos para la cría de ganados». De ese modo el cabildo de San Juan mercedó tierras el 17 de abril de 1754, el 8 de marzo de 1755 y el 25 de junio del propio año, sin preocuparse de cuál pudiera ser el laudo del Consejo de Indias, del monarca o de las autoridades coloniales ante su actitud de franco desacato. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 183 13/08/2014 08:54:31 a.m. 184 Jorge Ibarra Cuesta Las tensiones entre el gobernador y el cabildo se agudizaron cuando el 1 de enero de 1757 aquel designó como regidores al teniente y capitán a guerra Vicente Ramos y al capitán Tomás Pizarro. No le había bastado al mandatario peninsular designar a sus ayudantes militares como tenientes y capitanes a guerra —apropiándose de muchas de las funciones de los cabildos locales—: ahora los investía como regidores. El decreto de 1758 provocó la oposición del cabildo de San Germán, órgano de los más ricos y poderosos ganaderos de la isla. De acuerdo con Salvador Brau, «La protesta contra el mandamiento regio fue general». Los cabildos de San Germán y San Juan encabezaron las protestas contra las medidas.75 La política centralizadora de los Borbones se propuso subordinar los cabildos de tierra adentro de las Antillas Mayores a la tutela militar de los tenientes gobernadores (en ocasiones llamados erróneamente tenientes y capitanes a guerra), que estaban a su vez supeditados a los capitanes generales. Ya desde 1731 se había designado en Puerto Rico, específicamente en Boca de Loysa, al capitán a guerra Diego Velasco, pero este al parecer tenía funciones subordinadas al cabildo. En las actas del cabildo de San Juan del 17 de octubre de 1733 hay una referencia al capitán a guerra Clemente Dávila, pero este era un regidor, por lo que no parece haber cumplido misiones de fiscalización o mando sobre el cabildo. Al parecer, el cargo de capitán a guerra tenía más bien un carácter estrictamente militar, no implicando funciones de dominio o control político sobre el cabildo, como sí tendrían después los tenientes gobernadores. En la sesión del cabildo de San Juan del 24 de diciembre de 1736 aparecerá una referencia a las mercedes de tierra que habían concedido los capitulares y al deber que tenían los individuos beneficiados de no vender las tierras y de ponerlas en producción en el término de seis meses. A esos efectos, el cabildo dispuso lo siguiente: Actas del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico (1751-1760), San Juan de Puerto Rico, 1930, pp. 2, 7, 17, 44, 68, 70, 92, 133-135. 75 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 184 13/08/2014 08:54:31 a.m. De súbditos a ciudadanos...185 por cuanto los Tenientes y Capitanes a Guerra… gozan… de las comisiones que este Cabildo les confirieren y otorgan ante ellos en sus partidos… todas las ventas, traspasos… no hagan, ni consientan hacer dichas ventas de tierras, hatos, ni criaderos baldíos… En otras palabras, los tenientes y capitanes a guerra se encontraban supeditados a las disposiciones del cabildo y era parte de sus funciones impedir que los beneficiados por las mercedes contraviniesen las medidas capitulares. Estos capitanes tendrían funciones distintas a las de los tenientes gobernadores. En Puerto Rico el cargo de teniente gobernador no se crearía sino hasta la década de 1750. En Cuba se suponía que el teniente gobernador usurpase algunas funciones de los cabildos locales, los cuales debían ser presididos por aquel. La creación del cargo de teniente gobernador y auditor de guerra de Puerto Rico data del 5 de diciembre de 1759, pero solo fue el 27 de julio de 1761 cuando se nombró a Fernando Cuadrado como primer teniente gobernador. Este asumiría el cargo el 28 julio de 1763.76 13.Las cuentas no saldadas del todo en los juicios de residencia entre el patriciado criollo y las autoridades coloniales Los juicios de residencia constituían la oportunidad más propicia para que los capitulares formulasen sus críticas y censuras contra la gestión gubernativa de la primera autoridad de las islas. Desde luego, sus críticas eran escuchadas después que el mal estaba hecho y con frecuencia no se atendían las cuestiones medulares de sus alegatos. No significa esto que el Consejo de Indias y el monarca español no atendiesen las protestas de los cabildos contra los gobernadores, pero sí hay que destacar que, por lo general, el gobernador no encontraba obstáculos para el ejercicio A. R. Caro Costas, El cabildo o régimen, 1965, t. I, p. 67; y Actas del cabildo, San Juan de Puerto Rico, 1949, pp. 11, 40-41 y 43-48. 76 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 185 13/08/2014 08:54:31 a.m. 186 Jorge Ibarra Cuesta de un poder despótico y desarreglado durante su mandato. Un ejemplo de cómo procedían los jueces de residencia lo constituye el hecho de que ninguno de los seis gobernadores acusados de prácticas o de tolerancia para con el comercio ilícito en el Puerto Rico del siglo xviii fue encontrado culpable, y ello aún cuando se acumularon abrumadoras evidencias de culpabilidad contra algunos de ellos. En ese mismo siglo los gobernadores fueron declarados «Buenos, leales y rectos ministros». Ahora bien, al parecer no todos eran funcionarios tan ejemplares: uno de los agraciados con esos honores, Francisco Danio Granados, fue multado por el juez de residencia con el pago de 10,353 pesos con 4 reales debido a ilegalidades en el desempeño de sus funciones. El solo hecho de que un gobernador pudiera ser sancionado por infracciones y desatinos justificaba la existencia de la institución judicial referida.77 A. R. Caro Costas, El juicio de residencia, San Juan, Puerto Rico, 1978, pp. 86-94 y 193-194. 77 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 186 13/08/2014 08:54:31 a.m. Capítulo VII Santo Domingo: una identidad forjada contra propios y extraños 1. El derecho a repartir las tierras en Santo Domingo La primera gran controversia entre el cabildo de Santo Domingo y la Real Audiencia versó sobre la facultad de mercedar tierras. Esa potestad le había sido conferida originalmente a Cristóbal Colón a fin de que pudiera beneficiar con ella a sus acompañantes. Y lo mismo pasó con Nicolás de Ovando (15011508), a quien se le otorgó dicha facultad en 1501. Ahora bien, en carta a S. M. del 25 de septiembre de 1532, el cabildo dejó asentado que desde el inicio de la colonización de la isla «el regimiento y cabildo de cada pueblo ha tenido cargo de dar y repartir las aguas y tierras y solares a los vecinos… lo cual todo se ha hecho en nombre de Vuestra Majestad…». Esa facultad había sido exclusividad de los cabildos dominicanos hasta 1530, fecha en la que el monarca la transfirió al obispo Sebastián Ramírez. De acuerdo con el relato de los capitulares, «…ahora que el dicho vuestro obispo pasó a la Nueva España los oidores de esta su Real Audiencia se entremeten a proveer de las dichas aguas y tierras y solares…». A juicio de los regidores y alcaldes 187 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 187 13/08/2014 08:54:31 a.m. 188 Jorge Ibarra Cuesta criollos, las principales dificultades que se presentaban a ese propósito eran: 1)la falta de recursos y arbitrios a disposición de la Real Audiencia para efectuar repartos de tierra a veinte, treinta y cuarenta leguas de la ciudad de Santo Domingo, lugar donde se asentaba; 2) los miembros de la Real Audiencia de Santo Domingo no poseían conocimientos del rango ni de la jerarquía social de los vecinos que solicitaban tierras en las distintas comunidades de la isla —nociones que solo tenían los cabildos en sus jurisdicciones respectivas—, lo que impedía que los oidores se encontraran en condiciones de mercedar tierras; 3) los oidores o empleados de la Audiencia a los que se les encomendaba efectuar las mercedes de haciendas no tenían conocimientos de la topografía del terreno afectado por las mercedes o entregas de tierras; y 4) que los libros de registros de las tierras que se habían mercedado se encontraban en los cabildos de las distintas ciudades y villas, lo que impedía que la Audiencia pudiera acertar en la entrega de tierras sin perjudicar a terceros previamente beneficiados por mercedes. Aparentemente la solicitud del cabildo de Santo Domingo no fue atendida por el Consejo de Indias ni por el monarca. Así, por Real Cédula de 1558, Felipe II concedió a la Real Audiencia de La Española la facultad de dar mercedes de hasta mil fanegas de tierras baldías a quienes desearan venir a la isla a realizar labranzas, siempre que las pusieran en producción en seis años. Por Real Cédula del 15 de octubre de 1558 se autorizó también al gobernador a distribuir solares y tierras en las poblaciones y en los campos. Como se ve, no se tuvieron en cuenta los argumentos que desde el año 1532 había manifestado el cabildo de Santo Domingo en relación a los innumerables inconvenientes que representaba transferir a la Real Audiencia y al gobernador la autoridad de mercedar tierras.1 1 G. Rodríguez Morel, Cartas del Cabildo, Santo Domingo, 1999, pp. 92-93 y 101-102; W. Vega, Historia, Santo Domingo, 1981, pp. 102 y 62. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 188 13/08/2014 08:54:31 a.m. De súbditos a ciudadanos...189 Otra Real Cédula de 1591, llamada Ley de Amparos Reales o «Real Cédula sobre restitución de las tierras que se poseen sin justos y verdaderos títulos», establecía que el primer mandatario insular debía poner en ejecución un procedimiento para la revisión de los títulos, debiendo determinar cuándo un terrateniente ocupaba más tierras de las que le correspondían. En caso de que esta situación se presentase, le podía ser reconocido al terrateniente en cuestión el derecho a las tierras siempre que pagara al fisco una moderada composición. Esta última medida fue confirmada por el gobernador en 1631, al disponer que en caso de que un terrateniente ocupara más tierras de las que por merced u otro título le correspondían, se le pudiera reconocer el derecho a ellas mediante el pago de una composición. Por último, en virtud de una Real Cédula de 1754, la Corona declaró que estaba dispuesta a reconocer los títulos anteriores al año de 1700, siempre que los poseedores exhibieran los títulos por los que se les otorgó la posesión de las tierras y que estas se encontraran en producción. Para las tierras adquiridas después de 1700, y en cuanto a las ocupaciones de tierras no acreditadas mediante títulos, se dispuso que la Real Audiencia estudiara tales casos y concediera la propiedad cuando se tuviera derecho a ella, siempre que se pagaran los tributos correspondientes. Si la Real Audiencia no reconocía el derecho de los poseedores de esas tierras, debía despojar a los ocupantes de las mismas. Si bien todas las evidencias indican que a la primera autoridad y a la Real Audiencia les correspondió la facultad de mercedar las tierras durante la mayor parte del siglo xvi y en el siglo xvii, al cabildo de Santo Domingo le incumbió representar los intereses de los señores de hacienda y de los estancieros frente a los intentos de la Corona de revocarles el derecho a la posesión de la tierra que les había sido concedida. De esta suerte, el 9 de septiembre de 1767 el alcalde ordinario Thomas de Leos y Echales y el regidor perpetuo Joseph Guridi elevaron, en representación del cabildo de Santo Domingo, una exposición ante el fiscal Joseph Pablo de Agüero en la que se oponían a la Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 189 13/08/2014 08:54:31 a.m. 190 Jorge Ibarra Cuesta Real Cédula de 1754 que ordenaba a los poseedores de tierras la exhibición de los títulos que tuvieran o a que de lo contrario se atuvieran a un proceso de composición de tierras (o sea, se les confería la posibilidad de comprarlas para hacerse propietarios de ella). Una vez que De Agüero declaró que no había lugar a la solicitud del cabildo de suspender el bando, los capitulares elevaron —el 16 de septiembre de 1767— una segunda instancia en la que exponían que el cabildo, justicia y regimiento disfrutaba del honor «de ser cabeza de la República», por lo que debía «sacar por ella la cara, pidiendo e instando sobre la suspensión de la venta y composición de realengos». De acuerdo con los capitulares, el referido bando ponía en peligro la posesión de las tierras que se detentaban legítimamente. Pues si se ponía en ejecución la Real Célula de 1754, se perderían todas las tierras que poseyeron los primeros pobladores de la isla, toda vez que era imposible mostrar los títulos de aquellas o de las posesiones que se habían ido traspasando de unas manos a otras desde entonces. Las agresiones de Drake, las amenazas de Cromwell de invadir Santo Domingo, los terremotos y huracanes, la humedad ambiente y la polilla habían provocado la pérdida de la gran mayoría de los títulos de posesión de las tierras. El cabildo era de la opinión de que ya no quedaban tierras realengas que necesitaran de composición porque ya toda había sido repartida.2 En la exposición del 12 de octubre de 1767 el cabildo de Santo Domingo respondió a los argumentos del juez de tierras realengas Ruperto Vicente de Luyando relativos a los gastos o costos de las tramitaciones legales para demostrar la posesión del título de las tierras. Alegó el cabildo que la composición de las tierras por persona ascendería a unos cincuenta pesos, lo que equivaldría a un total de cien mil pesos. Así, luego de los ciclones de 1766 y 1767, los gastos por concepto de trámites legales y de composición de las 2 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 978. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 190 13/08/2014 08:54:31 a.m. De súbditos a ciudadanos...191 tierras terminarían por significar la ruina de los hateros y estancieros. De Luyando, representante de los intereses de la Real Audiencia, no podía reconocer los argumentos de los capitulares ni las súplicas de que cambiara su criterio y se declarara incapaz de juzgar o conocer el caso a fin de someterlo a la consideración del rey.3 El 16 de septiembre de 1771 el cabildo de Santo Domingo recibió una RC del 17 de abril de ese mismo año que moderaba la real instrucción sobre realengos de 1754. En carta del mismo 16 de septiembre el cabildo agradeció al rey (...) concederle a los moradores de esta Ysla la merced de que con solo treinta años de posesión pudiesen hacer suyos los terrenos, que han ocupado sin el riesgo de declarárseles por realengos o pertenecientes al real erario, moderando con esa providencia los capítulos Tercero y cuarto de la Real Instrucción expedida anteriormente sobre este particular.4 El argumento principal había sido que la pobreza de la colonia estaba asociada a la de los regidores y patricios dominicanos, los cuales, en cuanto «Hazendados», «estaban cargados de tributos y empeños». Una información del mes de septiembre de 1767, basada en la declaración de los principales patricios de la ciudad de Santo Domingo, da cuenta de que las haciendas de cacao no producían «ni la cuarta parte» y de que era muy raro el hacendado que no estuviese «pencionado con tributos». La situación de las hipotecas, censos y capellanías que gravaban la propiedad permaneció sin cambios hasta 1810 según el historiador Raymundo González.5 5 3 4 A.G.I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 978. A.G.I., Santo Domingo, legajo 983. Raymundo González, De esclavos a campesinos. Vida rural en Santo Domingo colonial, Santo Domingo, 2011, pp. 60-70. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 191 13/08/2014 08:54:31 a.m. 192 Jorge Ibarra Cuesta 2. La cuestión del contrabando y del desmembramiento de la comunidad territorial El agotamiento de los yacimientos de oro y la crisis de la industria azucarera dominicana, así como la emigración de una parte considerable de la población colonizadora que pasó al continente para procurarse mejores oportunidades, constituían un pésimo y evidente augurio de futuros infortunios. En una exposición a S. M. fechada el 4 de marzo de 1589, el cabildo de Santo Domingo expresaba sin rodeos que por (...) la mucha carestía de fletes, comida y vestuario no vienen ya a esta isla por irse a las otras provincias más ricas y asi se acaba todo porque ya se han despoblado casi todos los ingenios y los pocos que quedan están aviados de tal manera que no salen ya de la isla quince mil arrobas de azúcar y los hatos de vaca también se han despoblado y casi acabado (…)6 Estas graves dificultades económicas confrontadas por La Española habían estimulado la realización de operaciones de contrabando en gran escala en la región noroeste de la isla. A fines del siglo xvi las autoridades coloniales y la Corona gestaron el designio represivo de desmembrar la comunidad territorial de La Española y de trasladar la población criolla del noroeste de la isla a las cercanías de la capital. El propósito último de tales medidas era liquidar el contrabando que se efectuaba por la costa norte. El juez Hernando Varela llegó a Santo Domingo el 28 de marzo de 1596 con el propósito de instruir causas por contrabando contra gran parte de la población. De acuerdo con Utrera, Varela encausó a 350 personas por rescates.7 En dos memoriales escritos en 1598, el escribano 6 7 G. Rodríguez Morel, Cartas del cabildo, Santo Domingo, 1999, p. 457. F. C. de Utrera, Noticias históricas, Santo Domingo, 1978-1983, t. IV, pp. 98 y 179. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 192 13/08/2014 08:54:31 a.m. De súbditos a ciudadanos...193 y secretario de la Real Audiencia de Santo Domingo, Baltasar López de Castro, denunció la participación de las autoridades de la isla en los contrabandos. La situación de escasez que vivía La Española desde que La Habana se convirtiera en el punto de escala de la Flota estimulaba los contrabandos. En las actas del cabildo de Santo Domingo del 5 de junio de 1600 se consigna la situación precaria en que vivían los oidores de la Audiencia a causa de no poder cobrar sus salarios por el desfalco de la Caja Real que tenía lugar.8 En una exposición de los regidores dominicanos al monarca, consignada en acta del cabildo de Santo Domingo fechada el 5 de octubre de 1600, se le participa: «Avisamos a V. Magd. del estado de las cosas de la ciudad… el cual es tan miserable que está a punto de acavarse si no tiene el socorro del muy poderoso brazo de V. Magd…». El argumento principal que asistía a dicha reclamación era que La Española había sido «la primera de las Indias y es la llave de ellas».9 El constituir la clave estratégica del mar Caribe sería disputado desde entonces por los cabildos de Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico ante la Corona. Cada uno de estos reclamaba para su patria la condición de «Llave de las Antillas». Las medidas que se recomendaron para reprimir los rescates contribuyeron a definir la política colonial respecto a la debatida cuestión. El secretario de la Real Audiencia sugirió que lo más indicado para suprimir las actividades contrabandistas era trasladar a toda la población —señores de hacienda y ganados incluidos— de la costa norte de la isla a las cercanías de la capital. Las denuncias que llegaban al Consejo de Indias sobre la presencia en las aguas del mar Caribe de numerosas naves inglesas y holandesas comprometidas en rescates con las posesiones A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Actas del cabildo de Santo Domingo del 5 de junio de 1600». 9 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Acta del cabildo de Santo Domingo del 5 de octubre de 1600». 8 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 193 13/08/2014 08:54:32 a.m. 194 Jorge Ibarra Cuesta españolas de las Antillas y la tierra firme aconsejaban que se adoptase una política de mano dura con las potencias rivales de España y con la población criolla que vivía del contrabando. En informe del 28 de septiembre de 1603 el prelado fray Agustín Dávila Padilla expuso a S. M.: «que llega a tanto la licencia que se (h)a tomado que (h)a (h)avido persona en la tierra adentro que no (h)a querido bautizar a su hijo... hasta que un pirata (fue) su padrino».10 En la misma carta el prelado comunicó que «ni (h)arina para (h)ostias ni vino para misa alcanzan». En otra carta al rey del 25 de octubre de 1603, fray Agustín Dávila Padilla dio cuenta de que se había instruido causa contra una gran cantidad de rescatadores: «En esta tierra ay cassi doscientos hombres condenados y los más en reveldía por haver tratado y contratado con yngleses y franceses».11 Ya desde enero de 1603 la Junta de Guerra del Consejo de Indias, influida por la presencia en Madrid de López de Castro, que insistía en la necesidad de adoptar las providencias que recomendaba o bien aceptar la idea de la pérdida de Santo Domingo a manos de las potencias rivales de España, acordó recomendar el traslado de la población de Puerto Plata, Bayajá y la Yaguana hacia el sur de la isla, lo que fue aprobado sin dilaciones por el monarca. Al año siguiente de haberse tomado la providencia real, el gobernador Antonio Osorio (1802-1808) procedió a efectuar las despoblaciones de la costa norte, instruyendo que «se retiren los ganados dentro de la tierra para que no se puedan proveer ni aprovechar de ellas los enemigos ni para la comida, ni para llevar cueros».12 La resistencia colectiva de los cabildos criollos a la política de las autoridades coloniales fue inmediata y asumió un A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 150, «Carta del 28 de septiembre de 1603». 11 F. C. de Utrera, Santo Domingo. Dilucidaciones históricas, Santo Domingo, 1978, t. I, pp. 227-228. 12 Ibídem. 10 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 194 13/08/2014 08:54:32 a.m. De súbditos a ciudadanos...195 carácter corporativo de clase frente a las disposiciones del gobernador Osorio para hacer efectiva la despoblación de la región noroeste de la isla. Los cabildos no solo protestaron contra las medidas de Osorio, sino que dieron a conocer una política alternativa a la política colonial. De manera parecida, el arzobispo Agustín Dávila, que en principio debía apoyar la política de despoblar la costa norte, se retractó y terminó por oponerse a ella. El prelado había quemado en plaza pública trescientas biblias luteranas en romance que habían distribuido en la costa norte los corsarios y piratas enemigos. Pero a pesar de haber atizado el odio religioso contra los extranjeros y propuesto medidas drásticas frente a estos, el religioso terminó a última hora por oponerse al despoblamiento. De igual modo, las devastaciones encontraron la oposición del oidor de la Audiencia de Santo Domingo Manso de Contreras. Antes de que Osorio tomase las medidas represivas contra los terratenientes de la costa norte, intentó tempranamente quebrantar la oligarquía de las familias criollas que detentaban el poder del cabildo de Santo Domingo. A esos efectos dispuso, como primera providencia, que el oficio de fiel ejecutor del cabildo fuera puesto a la venta, de modo que lo adquiriesen peninsulares afortunados recién llegados a la isla. Valga aclarar que este cargo había sido detentado por más de ochenta años por los señores de hacienda más influyentes de la localidad. De ahí que en exposición del 29 de diciembre de 1607 los regidores dominicanos alegaran «contradicción», pues «si se vendiese el dicho oficio como se pretende se le seguiría notable daño a ella y a todos sus vecinos y se le haría agravio pues a tantos años que lo posee y a V. Magd. le sería de poca consideración...».13 Tan pronto se tuvieron noticias de los propósitos de Osorio, los cabildos advirtieron a las autoridades coloniales sobre los A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Exposición del cabildo de Santo Domingo a S. M., 29 de diciembre de 1607». 13 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 195 13/08/2014 08:54:32 a.m. 196 Jorge Ibarra Cuesta efectos que traería la despoblación. Los argumentos que expresaron en los distintos manifiestos y escritos que redactaron fueron los siguientes: 1) los ganados y labranzas de los terratenientes y campesinos arraigados en la costa norte se perderían como consecuencia de su trasiego y de los avatares que acarrearía su traslado a otras regiones; 2) luego de que la población criolla fuera desalojada de sus tierras, los enemigos de España podrían colonizarlas y ocuparlas militarmente; 3) la navegación española en las regiones ocupadas por los extranjeros correría mucho peligro, las villas y poblados situados en las costas del noroeste (como Puerto Plata y Yaguana) quedarían completamente bloqueadas; 4) el desalojo de los terratenientes y campesinos de la costa noroeste implicaría la pérdida de las rentas eclesiásticas y estatales en la región. Uno de los primeros cabildos en indicar las consecuencias funestas que las devastaciones proyectadas traerían para la unidad territorial de la isla fue el cabildo de Santo Domingo. En carta al gobernador Osorio de fecha del 25 de agosto de 1607, los capitulares de la capital advirtieron que con esa medida, «quedan los pueblos marítimos despoblados, como son de tan buenos puertos y disposición, los ocuparán los enemigos».14 Conocedor de esa misiva y de las discusiones que en contra de su política tenían lugar en el cabildo, el gobernador Osorio prohibió el 19 de octubre de 1607 que los regidores se reunieran sin su autorización.15 Entre las demandas que presentaron los cabildos en los diferentes escritos con que dieron a conocer su posición se encontraban: 1) el establecimiento de comercio directo entre la costa norte de la isla y España; 2) que la isla dispusiera de galeras y guardacostas para enfrentar a las naves enemigas; 3) residencia obligatoria en la capital de los más destacados contrabandistas locales; 4) destierro para los que sin haciendas, Frank Peña Pérez, Cien años de miseria en Santo Domingo. 1600-1700, Santo Domingo, 1985, pp. 16-17. 15 F. C. de Utrera, Noticias históricas, t. V, Santo Domingo, 1978-1983, p. 152. 14 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 196 13/08/2014 08:54:32 a.m. De súbditos a ciudadanos...197 ni casas, oficios o residencias merodeasen por la costa norte; 5) eliminación de los «muchos hatillos de personas pobres de poco ganado que estaban frente a las costas» por ser estos los que más activamente se involucraban en las actividades de tráfico clandestino, atrayendo de esta forma a los contrabandistas hacia las costas dominicanas; y 6) pena de muerte contra los contrabandistas. Aunque aparentemente extrema, esta última medida había sido sistemáticamente burlada por los rescatadores, entre los que se encontraban en primer término los mismos capitulares de los cabildos criollos. Los regidores de Santo Domingo, que no manifestaron solidaridad con los terratenientes más pobres de la costa norte, estuvieron conformes en un primer momento con su desalojo. El cabildo de Montecristi, en cambio, propuso como solución alternativa su traslado y fusión con el de Bayahá, de modo que se les diera suficiente tiempo para efectuar la traslación sin pérdida de animales. La Hacienda Real debía correr con todos los gastos en la construcción de la nueva ciudad donde residirían los vecinos de Montecristi (iglesia, casa capitular, cárcel, carnicería y viviendas de vecinos). Se pedía también dispensa por 5 años en la obligación de pesar y por 10 años respecto al pago del derecho de alcabala. Por último, se solicitaba merced de 500 esclavos, pagaderos en 8 años, y que el cabildo recobrara su antiguo privilegio de elegir alcaldes, facultad que le había sido arrebatada por el gobernador. El manifiesto del cabildo de Bayahá coincidió en algunos puntos con el del cabildo de Montecristi. Pero estas exposiciones no le agradaron a Osorio, quien ordenó de inmediato el arresto de los capitulares de ambos cabildos bajo la acusación de haber instigado a la población rural a oponerse a las medidas de despoblación. Con independencia de las protestas protagonizadas por los capitulares dominicanos en toda la isla, el cabildo de la capital formuló ese año varias reclamaciones encaminadas a que las autoridades coloniales estuvieran sujetas puntualmente a los juicios de residencia y a que no interfirieran en las prerrogativas de los cabildos. En carta a S. M. del 29 de mayo de 1607, Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 197 13/08/2014 08:54:32 a.m. 198 Jorge Ibarra Cuesta el cabildo de Santo Domingo demandó que no saliera de la isla ningún oidor ni fiscal «sin que diese residencia o fuese visitado».16 El que el cabildo tuviera un libro secreto revela el sentido corporativo, subrepticio —de cara a las otras instituciones coloniales—, con que atendía sus asuntos. La situación en que quedó la ciudad de Santo Domingo después de las devastaciones de Osorio en la costa norte fue consignada en distintas denuncias ante S. M. realizadas por el cabildo de la capital. Así, en exposición del 29 de noviembre de 1608, se hizo constar que no se encontraba «carne, ni se halla que comer y se padece extrema necesidad y hambre, sin que se pueda suplir de otra parte».17 Y en carta del 25 del mismo mes y año los regidores atestiguaron que las medidas de Osorio «nos dexa pobres y sin hacienda y a los más mendigando no se contentando con vernos desnudos y las muertes de padres e hijos y mugeres que asi causa su rigor y crueldad».18 La resistencia armada a las despoblaciones procedería de los regidores y alcaldes de tierra adentro. Hernando Montoro, el dirigente mulato de la resistencia a las devastaciones, y su lugarteniente Hernando de Cataño eran alcaldes del cabildo de Bayahá.19 A diferencia de la capital, donde el patriciado era eminentemente blanco, en los cabildos de tierra adentro muchos de los regidores eran mulatos. A la población de esa villa se le había ordenado abandonar el valle de Guaba, cerca del puerto de Gonaives; pero la misma, acaudillada por sus cabildos, se alzó en armas: tras una serie de encuentros y escaramuzas, terminó siendo vencida. Osorio condenó a los vencidos a pena A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Carta del cabildo de Santo Domingo, 29 de mayo de 1607». 17 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Carta del cabildo de Santo Domingo a S. M., 29 de noviembre de 1608». 18 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Exposición del cabildo de Santo Domingo a S. M., 25 de noviembre de 1608». 19 F. C. de Utrera, Noticias históricas, t. IV, Santo Domingo, 1978-1983, p. 178. 16 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 198 13/08/2014 08:54:32 a.m. De súbditos a ciudadanos...199 de muerte, pero luego les conmutó la pena. Del indulto quedaron excluidos los patriarcas mulatos Hernando Montoro y Hernando de Cataño. El caudillo Montoro logró huir, pero el sacerdote Diego Méndez, que había tomado parte en las acciones armadas, fue procesado y enviado a España, donde murió en la cárcel de Sevilla. Cepero y Xuara describieron al sacerdote insurgente como «hombre moreno, como criollo de Indias». Durante el traslado a los nuevos lugares de asentamiento no menos de veinte personas fueron ahorcadas por expresar su oposición a las medidas de despoblación. De acuerdo con distintos testimonios, se destruyeron 120 hatos, y más de 110,000 reses y 14,000 caballos se perdieron. En Puerto Plata, La Yaguana y Azua se abandonaron varios ingenios de azúcar. La mortandad en el ganado se atribuyó al apresuramiento con que fueron obligados a trasladarse; de haberse efectuado en uno o dos años, los animales se hubieran salvado. La tropa de 150 hombres que procedió a efectuar los desalojos incendiaba los ranchos y viviendas de las fincas (mobiliario incluido) para evitar que sus dueños regresaran. En Santiago de los Caballeros circuló un manifiesto —firmado por Bartolomé Cepero y Gaspar de Xuara— que denunciaba los crímenes de Osorio. De acuerdo con aquellos, de las ochenta y dos familias sentenciadas a muerte y ejecutadas, setenta fueron ahorcados por el mismo gobernador y sus ayudantes y 120 hatos fueron incendiados.20 Las primeras denuncias del cabildo de Santo Domingo contra las devastaciones del gobernador Osorio se formularon en carta a S. M. el 22 de febrero de 1608: las despoblaciones de la banda norte... y la dha mudanza y la aceleración e incomodidad con que se ejecutó, pues les quemaron sus casas e ingenios, sus labranzas y frutos y cassas, todos sus ganados y la mayor parte de Emilio Rodríguez Demorizi, Relaciones históricas de Santo Domingo, vol. II, Ciudad Trujillo, 1945, pp. 297-305. 20 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 199 13/08/2014 08:54:32 a.m. 200 Jorge Ibarra Cuesta sus esclavos y los hicieron venir a poblar un campo yermo sin casas, ni comodidad donde han padecido y padecen yncreíbles aprietos.21 Los resultados de las devastaciones de Osorio comenzaron a sentirse primero en la población laboriosa de la capital. En exposición del cabildo del 26 de febrero de 1608, se daba cuenta a S. M. de que «la gente pobre y forastera esta por las calles caídos de enfermedades y padece mucha miseria hasta morir miserablemente que para refugio de esto hiciera falta una hermandad y cofradía…»22 Las penosas consecuencias económicas y sociales de las devastaciones de Osorio se evidenciaron en breve plazo, si bien sobre estas incidieron las causas de más larga duración que determinaron la pobreza dominicana del siglo xvii y primera mitad del xviii, o sea, las prolongadas guerras en las que se involucró España y la progresiva decadencia de los yacimientos de oro y plata del continente.23 3. Los reclamos propios del patriciado dominicano vs. los desmanes de las autoridades coloniales Desde 1607, y con el propósito de recuperarse de los efectos de las despoblaciones de Osorio, el cabildo de Santo Domingo no cejaría en reclamar la introducción de 2,500 esclavos cada 4 años, el subsidio a los inmigrantes de la península, la exención de tributos (entre ellos el de avería), el pago y A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Exposición del cabildo de Santo Domingo a S. M., 22 de febrero de 1608». Véase también: A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Exposición del cabildo de Santo Domingo a S. M., 29 de noviembre de 1608». 22 G. Rodríguez Morel (compilador), Cartas del cabildo, Santo Domingo, 2007, p. 257. 23 Herbert S. Klein, Las finanzas americanas del imperio español: 1680-1809, México, 1994. 21 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 200 13/08/2014 08:54:32 a.m. De súbditos a ciudadanos...201 elevación de salarios a los oidores de la Real Audiencia y una licencia por 20 años para el empleo de la sisa en la celebración de la fiesta del Santísimo Sacramento. De acuerdo con los regidores dominicanos, la plaza de Santo Domingo, de ser la más poblada y rica de América, había pasado a convertirse en «la menor y más pobre de las Indias», lo que se debía a que «de muchos años a esta parte han sido tantos y tan grandes las pérdidas de navíos, haciendas y mercaderías que tienen asolada la dha. Isla».24 Según los regidores de la capital, una de las consecuencias inmediatas de las despoblaciones fue la hambruna que se enseñoreó de la ciudad de Santo Domingo.25 Y aun cuando el cabildo de la capital festejó y recibió con regocijo la sustitución del gobernador Osorio por Diego Gómez Sandoval (1608-1623), bien pronto hubo de mostrar su inconformidad ante el nuevo mandatario.26 Los gobernadores que sucedieron a Osorio no parecen haber sido muy celosos en el cumplimiento de sus obligaciones, sobre todo de aquellas relativas a la represión de las actividades de contrabando de los criollos (actividades en las que algunos funcionarios coloniales tomaban parte) o de las que tenían que ver con la administración de los caudales de la Corona. De esta suerte, en el juicio de residencia del gobernador Andrés Pérez Franco (1652-1653) se acordó embargársele los bienes; y en el realizado en 1666 a Félix de Zúñiga, presidente de la Audiencia de Santo Domingo, también se decidió incautar sus propiedades. Al gobernador Severino de Manzaneda, que gobernó la isla desde 1696 hasta su fallecimiento en 1702, el A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Exposición del cabildo de Santo Domingo a S. M., 29 de mayo de 1607». 25 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Carta del cabildo de Santo Domingo a S. M., 28 de noviembre de 1608». 26 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Exposición del cabildo de Santo Domingo a S. M. con motivo de la designación de Diego Gómez de Sandoval como gobernador de la isla, 16 de agosto de 1608». 24 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 201 13/08/2014 08:54:32 a.m. 202 Jorge Ibarra Cuesta oidor Sebastián de Cereceda le impuso una severa sanción y multa, pero además con anterioridad había sido castigado por el visitador de las cuentas reales.27 4. La unidad de los cabildos dominicanos frente al Estado colonial. Todos para uno y uno para todos Las devastaciones de Osorio tuvieron la virtud de unir estrechamente, en un mismo movimiento corporativo, a los cabildos de la isla. A partir de la represión desatada por las autoridades coloniales contra la población criolla de la banda norte, los cabildos comenzaron a expedir manifiestos en los que asumían posiciones comunes frente a las más variadas decisiones del Estado colonial. De este modo desarrollaron una conciencia orgánica de sus intereses y prerrogativas frente a las posiciones absolutistas de los gobernadores. La unidad estrecha de los cabildos y de la población criolla (forjada en torno a los contrabandos, la resistencia a la tributación y el rechazo a la represión militar y eclesiástica de sus costumbres y modo de vida) se mostró tan consistente que en varias ocasiones los gobernadores y la Corona se vieron obligados a revocar distintas providencias. La primera de estas manifestaciones se produjo en 1640, cuando el cabildo de Santo Domingo demandó por ante el alcalde mayor Juan Vargas Machuca que se derogasen las medidas de Osorio y se procediese a repoblar la costa norte. Se solidarizaron con las reclamaciones del cabildo de la capital los cabildos de Cotuí, Concepción de la Vega, Bayaguana, Monte Plata, Azua y Santiago de los Caballeros.28 Los cabildos de la isla se alinearían de nuevo en 1692, con motivo de la defensa de unas bandas de milicianos insubordinados Archivo General de Indias, Escribanía de Cámara 12 C (1661), Escribanía de Cámara 12 C (1666), Escribanía de Cámara 13 B (1705). 28 Juana Gil-Bermejo García, La Española, Sevilla, 1983, p. 253. Apud. Archivo General de Indias, Audiencia de Santo Domingo, legajo 86. 27 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 202 13/08/2014 08:54:32 a.m. De súbditos a ciudadanos...203 que habían desertado de sus regimientos y que estaban implicados en contrabandos en la frontera (se temía que se juntasen con los franceses). Asombrosamente, todos y cada uno de los cabildos criollos de la isla se pronunciaron a favor del indulto. La declaración suscrita por los cabildos constituía una especie de legitimación del derecho de la población criolla a los rescates con el enemigo que había ocupado la patria y del compromiso de los soldados de la frontera a consentir en tales operaciones. De ese modo los cabildos de Cotuí (30 de marzo de 1692), Monte Plata (4 de abril de 1692), Bayaguana (5 de abril de 1692), El Seibo (5 de abril de 1692), Higuey (7 de abril de 1693), Azua (7 de abril de 1692), Concepción de la Vega (8 de abril de 1692), Santiago de los Caballeros (17 de abril de 1692) y Santo Domingo (6 de junio de 1692) solicitaron una amnistía para los militares desertores. La demora en adherirse a la reclamación solidaria de los cabildos de tierra adentro por parte del cabildo de la capital podría haberse debido al carácter más conservador que se atribuía a la oligarquía de la ciudad, o bien a que las distintas exposiciones se recogieron en Santiago de los Caballeros y de allí se trasladaron a Santo Domingo, donde los capitulares se encargaron de firmar las suyas y entregárselas al gobernador Ignacio Pérez Caro (1690 – 1696). Firmaron también declaraciones solicitando el indulto de los milicianos seis curas de Santiago de los Caballeros, el cura de Cotuí, el de El Seibo, el de Bayaguana, el de Monte Plata, el de Azua y seis mercedarios. Se trataba, evidentemente, de curas criollos, hijos de viejas familias terratenientes, como lo era la gran mayoría de los párrocos. El 10 de abril de 1692 los milicianos fugados solicitaron que se les absolviera y declararon estar arrepentidos. Ante la presión de toda la población criolla, cabildos y parroquias, el gobernador Pérez Caro se vio forzado a absolver a los veinte y siete milicianos sublevados. Dos años después se insubordinarían de nuevo.29 F. C. de Utrera, Noticias históricas, Santo Domingo, 1978-1983, t. IV, pp. 201-208. 29 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 203 13/08/2014 08:54:33 a.m. 204 Jorge Ibarra Cuesta En la primera mitad del siglo xviii se manifestaría otra vez la solidaridad corporativa de los cabildos. El cumplimiento del término del mandato del gobernador Francisco Rocha Ferrer (17241732), en 1728, dio lugar a una nueva serie de exposiciones de los cabildos solicitando al rey que se le prorrogase en la regencia de la isla. Así se manifestaron el cabildo de Azua (23 de octubre de 1728), el de Santo Domingo (17 de diciembre de 1728), el de Santiago de los Caballeros (24 de diciembre de 1728) y el de Concepción de la Vega (en 1728). Firmaban también por que se difiriese el término del mandato de Rocha 24 mercedarios de Azua, 9 del Santo Cerro, 9 de Santiago, 15 dominicos, 14 franciscanos y el cabildo eclesiástico de Santo Domingo. En carta del cabildo de Santo Domingo, los capitulares se pronunciaron contra la Real Audiencia y contra sus oidores y fiscal por haberse opuesto a la gestión de Rocha como gobernador. Al parecer, las firmas recogidas sirvieron al gobernador para prolongar cuatro años más su mandato, pues gobernó desde 1724 hasta 1732. Hasta entonces los cabildos no habían solicitado a la Corona la permanencia en su cargo de gobernador alguno. Es curioso que los cabildos de la isla se solidarizasen de ese modo con un gobernador que se distinguió por ser uno de los que más bandos y decretos emitió contra el comercio ilícito con los franceses. Pero, como se sabe, una cosa era emitir órdenes y otra hacerlas cumplir. Y en este sentido, la solidaridad de los cabildos indica más bien que dicho gobernador fue posiblemente el que más toleró el contrabando con los franceses. Por otro lado, habría también que tener en cuenta que Rocha fue el primer gobernador que accedió a que los regidores se reeligiesen en los mismos cargos, «a fin de que no entren en tales puestos sujetos indignos» (expresión alusiva a la raza o a la condición social baja de los sujetos, como destaca Utrera). Todo esto habla a favor de la tesis de que Rocha logró lo que nadie había alcanzado: la identificación de intereses entre las autoridades coloniales, el clero, sus prelados y los cabildos de la isla. En el juicio de residencia de Rocha se le Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 204 13/08/2014 08:54:33 a.m. De súbditos a ciudadanos...205 formularon 16 cargos, pero —como advierte Utrera— «como reconocido ya libre de toda culpa», el Arzobispo pidió un subsidio para su viuda e hijos. Sin embargo, por lo que parece, encontró dificultades para redimirse de las acusaciones que le fueron formuladas.30 En ninguna otra de las Antillas se logró la unidad de pronunciamientos y actos con relación al poder colonial como en La Española. En Cuba, entre los cabildos de Bayamo, Puerto Príncipe, Holguín, Trinidad, Sancti Spíritus y Remedios, existía una diversidad de contactos y de acuerdos para coordinar desembarcos de cargamentos de contrabando o para coordinar actividades de rescate, pero no se suscribieron declaraciones conjuntas contra el Estado colonial. Lo mismo puede decirse con relación a San Juan, San Germán y otros partidos puertorriqueños. 5. El creciente empobrecimiento dominicano La progresiva mengua del tráfico marítimo de la isla con la península, así como la represión contra la población criolla contrabandista por parte del gobernador Antonio Osorio, crearon las condiciones para la decadencia —por un largo período de tiempo— de todas las actividades en La Española. La historiografía dominicana ha documentado este proceso. Diversos testimonios procedentes de varias fuentes ilustran ciertas dimensiones del creciente empobrecimiento de la isla. El fallecimiento del gobernador Diego Gómez de Sandoval (1608-1623) provocó las siguientes reflexiones del oidor de la Audiencia de Santo Domingo Martínez Tenorio: «Murió tan pobre como la Isla y la herencia debida no alcanzó para pagar deudas por 4 000 ducados». F. C. de Utrera, Noticias históricas, Santo Domingo, 1978-1983, t. IV, pp.156, 230, 232, 242, 245-246, 276, 317, 263, 264. 30 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 205 13/08/2014 08:54:33 a.m. 206 Jorge Ibarra Cuesta La afirmación del oidor fue confirmada por el nuevo gobernador en una carta escrita el 5 de octubre de 1624: «He hallado esta ciudad pobrísima en todo y tanto que me ha hecho gran compasión y por todas partes y caminos veo mil necesidades».31 La relación de las desgracias que hicieron los capitulares en una exposición a S. M. fechada el 27 de octubre de 1630 constituye el testimonio más fehaciente del miserable estado en que se encontraba la isla: Los continuos trabajos, pérdidas y calamidades que ha padecido y padece esta tierra con tormentas derribando gran parte de esta ciudad y destruyendo el campo y por la mar los enemigos tomando los frutos que de aquí se envían contándole a vtra. Magd. esta verdad por cartas de la Audiencia, cabildo eclesiástico, religiosos y conventos. El remate de estas desdichas era que S. M. «nos manda que paguemos 25% de las mercaderías que vienen de Castilla». De ahí que sentenciaran que si no «mandaba acortarle certificamos se acabarán las haciendas».32 De acuerdo con los regidores dominicanos la pobreza de la isla se reflejaba ante todo en las clases subalternas. En exposición que dirigieran a S. M. el 30 de junio de 1640, consignaban: «el salario publico que le da esta ciudad al médico… sin el cual no hay ninguno que quiera curar en ella por los muchos pobres que hay».33 No eran solo los pobres de la ciudad los que sufrían las consecuencias de la escasez y de las estrecheces. De acuerdo con la comunicación a S. M. firmada por Juan Bolaños, castellano F. Peña Pérez, Cien años, Santo Domingo, 1985, p. 162. G. Rodríguez Morel (compilador), Cartas del cabildo, Santo Domingo, 2007, p. 300. 33 Ibídem, p. 313. 31 32 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 206 13/08/2014 08:54:33 a.m. De súbditos a ciudadanos...207 del morro, el 23 de enero de 1643, las tropas venidas de la península para defender la isla padecían iguales penurias. Al momento de escribir dicha comunicación la ciudad de Santo Domingo llevaba dos años sin haber sido visitada por un navío procedente de España. De acuerdo con Bolaños, También tengo dado cuenta a V. Magd. de la suma pobreza y desnudes desta infantería con la detención de sus situaciones (situados) demás de seis años con que esta caxa Real se alla tan empeñada que necesita de muchos prestamos para poderlos socorrer siendo mayores cada día las dificultades por la pobreza de la Isla y al presente casi imposible por aber padecido por Agosto y Setiembre pasado tres tormentas muy grandes que destruyó y taló todos los campos y labranzas y muchos de los edificios que me obliga ymbiar a buscar a otras partes bastimentos para el sustento de la infantería.34 En otra parte de su informe Bolaños reportó que se habían hundido treinta y seis bajeles como consecuencia de las tormentas.35 En una carta firmada por los regidores del cabildo de Santo Domingo el 8 de abril de 1644 se informó a S. M. de las dificultades que encontraba la ciudad para comerciar con las posesiones españolas del Caribe. De acuerdo con los capitulares, el fiscal de la Real Audiencia empleaba todo tipo de violencias y abusos para impedir ese tráfico, atribuyendo invariablemente a los capitanes de los navíos el desviar las mercancías hacia las posesiones europeas del Caribe. Esta situación llegaba al extremo de que «En tiempo que parece imposible sustentarse esta isla Española cuya conservación pende del comercio de sus frutos de que en cinco años no ha tenido». A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 165, «Exposición a S. M. del castellano del morro de Santo Domingo, Juan Bolaños, 23 de enero de 1643». 35 Ibídem. 34 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 207 13/08/2014 08:54:33 a.m. 208 Jorge Ibarra Cuesta Asimismo, informaron los capitulares que no podía impartirse la misa en las iglesias por falta de vino y trigo. De ahí que suplicaran a S. M. en otro momento de la exposición que fuese «servido de volver los ojos a la miseria de esta isla».36 En 1650 el clérigo Luis Jerónimo Alcocer, en una «Relación sumaria del estado presente de la Isla Española en las Indias Occidentales…», expuso la situación de precariedad en que se encontraba su patria: La Ysla está despoblada y falta de gente porque en tantas leguas de tierra no hay más que cinco ciudades y cuatro villas de muy corta vecindad y ya los indios se an acabado. Los negros son los que cultivan la tierra crían ganados y ellos también van faltando porque mueren muchos (….) Con esto han muerto todos los más pobres y desventurados y los que quedan lo están tanto que causa lástima a los que los conocieran y antes de mucho no habrá memoria dellos, ni de las ciudades que pueblan.37 Una carta del cabildo a S. M., fechada el 21 de enero de 1653, dio cuenta de que la peste había aniquilado gran parte de la población esclava de la isla: «La ciudad de Santo Domingo tiene dado cuenta a vuestra majestad de sus grandes necesidades y últimamente con la peste que hubo se acabó de concluir su remedio con la falta de esclavos».38 Dos años después, en comunicación del 14 de mayo de 1655, el cabildo expresó a S. M.: «La ciudad de Santo Domingo (…) A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Carta del cabildo de Santo Domingo a S. M., 8 de abril de 1644». 37 Luis Jerónimo Alcocer, «Relación sumaria del estado presente de la isla Española en las Indias Occidentales…», Relaciones históricas de Santo Domingo, vol. I, Ciudad Trujillo, 1942, pp. 209-253. 38 G. Rodríguez Morel (compilador), Cartas del cabildo, Santo Domingo, 2007, p. 332. 36 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 208 13/08/2014 08:54:33 a.m. De súbditos a ciudadanos...209 le pide con la reverencia devida como lo ha hecho en diferentes ocasiones se duela del miserable estado en que oy se halla y sus besinos (...) aviendo faltado muchos de ellos con una peste que duró casi tres años (...)».39 En comunicación a SM del 11 de diciembre de 1653, el cabildo de Santo Domingo le habló de los aprestos en la isla para enviar una expedición a La Tortuga a fin de desalojar a los franceses, pues desde allí se «han hecho dueños de todos los puertos principales de la Española».40 La situación de desvalimiento absoluto en que se encontraba la capital de Santo Domingo fue descrita por sus regidores en una comunicación a S. M. fechada el 5 de agosto de 1660: Queda señor esta república desconsolada, afligida de miserable estado, con necesidad, falta de esclavos, pérdidas de naos con los frutos del trabajo de nuestra pequeña hacienda, daños que causó la invasión de Inglaterra, grandes gastos que han hecho estos vecinos en fortificaciones.41 En la comunicación a S. M. del 24 de mayo de 1674 —documento en el que el cabildo expuso los méritos del sacerdote Diego de Plasencia por haber arriesgado su vida varias veces en ocasión de epidemias que azotaron la ciudad—, se hacía referencia «a las tres grandes pestes que han afligido a esta República». Suponemos que estas tuvieron lugar entre 1648 y 1674, toda vez que De Plasencia, de acuerdo con la exposición citada, se ordenó como sacerdote en 1648.42 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Carta del cabildo de Santo Domingo a S. M., 14 de mayo de 1655». 40 G. Rodríguez Morel (compilador), Cartas del cabildo, Santo Domingo, 2007, pp. 339-340. 41 Ibídem, p. 350. 42 Ibídem, p. 357. 39 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 209 13/08/2014 08:54:33 a.m. 210 Jorge Ibarra Cuesta En comunicación de los capitulares de la capital dominicana fechada el 24 de abril de 1679 se daba cuenta a S. M. de la miseria existente en los siguientes términos: Ahora señor, el cuerpo que casi cadáver de la infeliz Española suplica a vuestra Majestad con rendimiento de veneración sea servido de mandar se vean los muchos informes en que ha representado a vuestra majestad su miseria y calamidad.43 Por último se le comunicaba que el «navichuelo que llegaba a la Española cada tres años es como una gota de agua al que perece de sed». Lo que era como decirle: tú y tus consejeros son ciegos a los dolores nuestros. «Las noticias de la isla Española», escritas el 10 de agosto de 1690 por el obispo Fernando Carvajal y Rivera (1690-1698), también dan cuenta de la situación de miseria prevaleciente en la colonia: «si es que en lo poco que de ella le ha quedado a V. M., hay mucho... perecerá con brevedad, si no se aplica luego el remedio».44 Situación de la que no escapaba Santiago de los Caballeros, «por la suma de miseria en que están ambos estados».45 Las misas se celebraban de noche porque las personas no tenían ropa ni calzado para acudir a ellas de día. No había tampoco harina para pan ni para hacer hostias. Faltaba hasta el casabe del que la gente se alimentaba. La población moría «de hambre y necesidad, porque de su mal sustento se originan las epidemias y en ellas carecen de medicinas, no hay donde recurrir, porque todos son mendigos».46 Las capellanías no se podían cobrar porque los señores de hacienda y Ibídem, p. 373. E. Cordero Michel (compilador), La ciudad, Santo Domingo, 1998, p. 105. 45 Ibídem. 46 Ibídem, p. 109. 43 44 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 210 13/08/2014 08:54:33 a.m. De súbditos a ciudadanos...211 los estancieros se negaban a pagar. Como resumen, se afirmaba que los navíos de Sevilla venían «de cinco en cinco años».47 La situación de miseria extrema a fines del siglo xvii también se vivía tierra adentro. Y es que, para aplacar la honda miseria, gran parte de la población de la capital se trasladó al campo. Según el obispo Carvajal, vivían: «como fieras en los montes y como bestias en los campos».48 Demandas parecidas del cabildo secular y del eclesiástico, de los obispos, oidores y gobernadores son reproducidas por Frank Peña y Pedro Mir en sus relatos historiográficos sobre la miseria dominicana en el siglo xvii. La prolija documentación revelada hasta el presente por los historiadores constituye una evidencia abrumadora de la pobreza y penurias de los dominicanos. No se trataba de mentir a la Corona para conseguir ayuda. Muchas de las quejas y protestas formuladas ante la situación de miseria existente eran pronunciadas en el cabildo cuando los regidores discutían en familia. Pero no eran solo los regidores los que describían la situación que vivía Santo Domingo en términos angustiosos: las autoridades peninsulares (arzobispos, sacerdotes, oidores, oficiales de la Real Hacienda, capitanes generales) también constataban las penurias y necesidades que atravesaba la población. La alarma era manifestada tanto por las autoridades coloniales (que se debían al monarca), como por los regidores (que representaban a la clase terrateniente y a las comunidades criollas). 6. Las reivindicaciones corporativas de los cabildos dominicanos En el contexto del creciente empobrecimiento y miseria de la comunidad criolla, los cabildos dejaron oír las primeras demandas corporativas del patriciado frente al Estado colonial. Ya desde la década de 1590 el cabildo de Santo Domingo Ibídem, pp. 111-123. Ibídem, p. 116. 47 48 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 211 13/08/2014 08:54:33 a.m. 212 Jorge Ibarra Cuesta había expuesto un conjunto de reivindicaciones propias ante el Consejo de Indias y el rey. En una exposición dirigida a S. M. el 28 de junio de 1592, los capitulares plantearon como parte de sus demandas: 1) que «se abaratasen los fletes cuya excesiva carestía destruye la tierra»; 2) que el rey no concediese la vara de fiel ejecutor de la ciudad de Santo Domingo a las personas que la solicitasen, ya que las reales órdenes decretadas con anterioridad dictaminaban que no se «hagan mercedes de estas varas a personas algunas, sino que los cabildos las provean»; 3) que la Real Audiencia no obligare a los regidores a que «los acompañe los día de tabla»; 3) que había traído «infinitos daños» a la isla el que la Real Audiencia no hubiera fijado valor a la moneda corriente; 4) que se importasen mil licencias para traer negros de África y que se concediesen préstamos de la Corona para comprarlos. Demandaban también que los oidores de Santo Domingo tratasen a los regidores dominicanos «como tratan a los de Valladolid y Granada los oidores de aquellas Audiencias».49 Las medidas solicitadas tenían por objeto exonerar a la isla de algunos de los tributos que recaían sobre la exportación y afianzar la autonomía del cabildo frente a eventuales disposiciones de la Corona y a provisiones actuales de la Real Audiencia. La demanda de importar 1,000 esclavos constituía un último esfuerzo por conservar los trapiches azucareros de viejo tipo. A esos efectos, se requería un préstamo de la Corona. En una exposición a S. M. del 5 de junio de 1600 se precisó la demanda de ocupar —después de la Real Audiencia y con relación a otras autoridades— lugares preferentes en ceremonias y actos públicos (pues a lo largo de todo el período colonial esas posiciones fueron expresión de la correlación de fuerzas existentes en la isla).50 En la carta del cabildo del 25 G. Rodríguez Morel (compilador), Cartas del cabildo, Santo Domingo, 2007, pp. 144-148. 50 Ibídem, p. 199. 49 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 212 13/08/2014 08:54:33 a.m. De súbditos a ciudadanos...213 de octubre de 1602 se solicitaría de nuevo importar esclavos, esta vez con el expediente de que se había descubierto una mina de plata. En dicha exposición se hacía constar la difícil situación que atravesaba la colonia como resultado de la crisis de la producción azucarera y de oro, de la emigración de los colonizadores hacia otras posesiones españolas del continente y del declinante tráfico mercantil con la península. De ahí que los capitulares refiriesen «la suma necesidad y miseria en que los vecinos de esta vecindad e isla han venido y el extremo que está de acabarse de perder todo y despoblarse la que en tiempos pasados tuvo tanta felicidad».51 Los clamores sobre la pobreza se reiteraron de manera invariable a lo largo del siglo xvii y del siguiente. Una exposición del cabildo, del 29 de mayo de 1607, dará la medida de las dimensiones de la crisis. La exportación de azúcar había pasado de 200,000 arrobas a la décima parte de las mismas, o sea, a 20,000 arrobas. Entre las demandas principales del cabildo se encontraban: 1) que no se pagara el derecho de avería; 2) que «a los hijos de los vecinos que son hoy de la dha. isla, como de los que fueran de aquí adelante… favorecerlos con oficios y beneficios de las Indias conforme a las calidades, ciencias o ejercicios en que se aventajaren particularmente a los que siguieran las letras»; 3) dado que muchas ordenanzas y reales órdenes habían caducado por los cambios que habían tenido lugar en la sociedad, se solicitaba que S. M. «dé licencia a dicha ciudad, cabildo, justicia y regimiento de ella para que puedan hacerlas de nuevo aprobadas por la Real Audiencia que allí reside y guarden y cumplan»; 4) se reclamaba que los oidores acataran y fueran juzgados por las ordenanzas del cabildo, pues pretendían que solo la Real Audiencia conociera de sus causas; 5) se instaba también a que los oidores tomaran residencia para que el cabildo pudiera formular cargos contra ellos; 6) se solicitaba que se asignaran dos navíos al año a la Ibídem, p. 208. 51 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 213 13/08/2014 08:54:33 a.m. 214 Jorge Ibarra Cuesta isla para dar salida a la producción agrícola exportable; 7) se demandaba que la Casa de Contratación de Sevilla diera buen tratamiento a los maestres pilotos, a los dueños de navíos y a los marinos, dado que las relaciones mercantiles con Santo Domingo eran entorpecidas por medidas administrativas; y 8) se pedía que se trajesen labradores con sus familias, y que estos fueran beneficiados con el pago del pasaje y la dispensa de tierra y ganado.52 Las restantes solicitudes formuladas por el cabildo en la exposición citada no tienen la importancia de estas en cuanto al intento de conformar un nuevo tipo de relaciones, pues se trataban más bien de denuncias particulares contra arbitrariedades de la Audiencia. La primera demanda, la solicitud contra el gravamen de avería, era una típica reclamación contra el rosario de tributos que debían pagar los criollos (almojarifazgo, alcabalas, diezmos y muchos otros) y cuya supresión o suspensión se demandaría de manera recurrente desde el siglo xvii al xix. Por su parte, las demandas 2, 3, 4 y 5 tendían a conferir acceso y poder efectivo a los criollos en las distintas instancias de la administración colonial, así como a equiparar la autoridad del cabildo con la de la Real Audiencia. La inconformidad y el malestar que generaban la desconfianza y discriminación hacia los criollos fueron consignados en los manifiestos emancipadores de la Demajagua y Lares, pues dicha discriminación fue considerada como uno de los agravios principales que llevaron a los patriotas a alzarse en armas contra el dominio colonial. En efecto, las solicitudes anteriormente referidas no fueron nunca satisfechas por la Corona. En cuanto a las instancias 6 y 7, estas se proponían normalizar el tráfico comercial entre Santo Domingo y la península, cuestión que tendría solución finalmente en el siglo xix. De su lado, la demanda 8 se proponía alentar la inmigración de labradores, a Ibídem, pp. 222-231. 52 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 214 13/08/2014 08:54:34 a.m. De súbditos a ciudadanos...215 fin de resolver el grave problema de la despoblación progresiva de la isla. A este reclamo no se le comenzó a dar solución sino a fines del siglo xvii, con la llegada de las primeras familias canarias. Muchas de estas demandas se repetirían monótonamente en los siglos xvii y xviii, otras cesarían una vez se hizo evidente que era inútil formularlas. Y otras, como la demanda de suspensión temporal de determinados derechos durante períodos de diez o veinte años (caso del derecho de avería o del almojarifazgo), serían satisfechas en virtud de las catástrofes ocasionadas por los ataques de piratas y colonos franceses de Saint-Domingue o por los muy frecuentes ciclones, terremotos, sequías y epidemias. Así, tenemos conocimiento de prórrogas en el pago de derechos de almojarifazgos, alcabalas y media anata desde 1655 a 1693. De todos modos, el fardo pesado que significaba la tributación en las Antillas fue a penas aliviado. De ahí que la resistencia al fisco español fuera la palabra de orden del patriciado terrateniente criollo. Lo que se repite muy tímidamente en las cartas del cabildo hasta fines del siglo xvii son las vanas solicitudes de que se trajesen negros. No obstante, la creciente población de negros y mulatos ocupaba los principales oficios y tareas laborales de la isla. Efectivamente, en la representación de Francisco Franco Torrequemada se hacía constar que los vegueros eran «los mulatos y los negros, en quienes están también los oficios mecánicos de la República».53 O sea, tanto los vegueros como los artesanos de la ciudad eran negros y mulatos. En diversidad de ocasiones se reclamará que se incremente el tráfico marítimo a dos navíos de registro al año y se informará que solo llegaban navíos a la isla cada tres o cuatro años.54 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 204, «Relación de asuntos pendientes en el Consejo de Indias sobre la ciudad de Santo Domingo y la isla Española hecha por Francisco Franco Torrequemada a solicitud de dicho Consejo». 54 G. Rodríguez Morel (compilador), Cartas del cabildo, Santo Domingo, 2007, pp. 300, 311, 344, 350, 352, 373 y 395. 53 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 215 13/08/2014 08:54:34 a.m. 216 Jorge Ibarra Cuesta De entre todas las demandas, las más frecuentes a lo largo del siglo son las peticiones de que se rebajen o eliminen los tributos. 7. La hegemonía política y cultural del cabildo de Santo Domingo sobre el vecindario criollo La preocupación de los cabildos por la elevación del nivel cultural de los vecindarios se manifestó desde el siglo xvi. Ese interés se mantuvo aun en las difíciles condiciones de pobreza generalizada del siglo xvii y primera mitad del xviii. En exposición del cabildo del 29 de mayo de 1607 se demandaba a S. M. que los frailes residentes en la isla se dedicaran a la enseñanza de la población y no a otras actividades. En sus propias palabras: «que los frailes de los tres conventos de Santo Domingo puedan enseñar y aprovechar a los naturales».55 Sin embargo, en la década de 1620 se manifestaría la voluntad del cabildo de suplantar a la alta jerarquía eclesiástica en la responsabilidad de impartir la educación a la población. En una exposición a S. M. del 31 de enero de 1625, los capitulares capitaleños protestaron contra el designio del arzobispo de continuar administrando el colegio Hernando Gorjón, donde se enseñaba gramática. De acuerdo con los regidores dominicanos, la administración eclesiástica había traído como consecuencia que la enseñanza fuera de mal en peor, ya que debido a «los muchos gastos que se hacen para acomodar los arzobispos sus criados y hechuras, ha venido en disminución». Además, igualmente preocupante era el que los edificios del colegio se estuvieran «cayendo». Otra disputa del cabildo de Santo Domingo con el arzobispado por motivo de la educación da cuenta del interés de los capitulares por la elevación del nivel cultural de sus compa A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Carta del cabildo de Santo Domingo a S. M., 29 de mayo de 1607». 55 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 216 13/08/2014 08:54:34 a.m. De súbditos a ciudadanos...217 triotas. En comunicación a S. M. del 16 de abril de 1654 se informaba que el arzobispo pretendía incorporar la sacristía al cabildo eclesiástico, y su renta, a la fábrica de esa iglesia, lo que según los regidores traería como consecuencia que «a los naturales de esta isla seguiría gran perjuicio, pues ya no le queda otra cosa con que alienten sus estudios, ni a que aspiren por tener el dicho cabildo en si incorporados». Con la incorporación al cabildo eclesiástico, la sacristía dejaba de cumplir la función educativa a la que estaba destinada. Pero los regidores argumentaban también que la renta que se consignaba a la fábrica de la iglesia no era necesaria, pues los canónigos disfrutaban de elevados ingresos proporcionados por los diezmos y las capellanías. Por esa razón, se alegaba, «Esta ciudad suplica a V. M. no permita desposeer a sus naturales del premio que a sus estudios les queda pues la experiencia muestra los afligidos ingenios que hoy posee nuestra España”.56 En una ultima exhortación, se pedía encarecidamente que no se quitara a la ciudad los dos curatos «para que no malogren los buenos talentos que Dios le dio por falta de premio».57 Se trataba, claro está, de una controversia en torno a la dirección política y moral de la población criolla, de una pugna entre el interés patricio y la incuria de la alta jerarquía eclesiástica de entonces por la superación cultural del vecindario criollo. Tres actas del cabildo de Santo Domingo de los años 1632, 1652 y 1688 testimonian que la aspiración criolla a elevar las pautas de civilización en las posesiones antillanas de España no se disipó a pesar de la situación de estrechez en que se vivía. Un acuerdo del cabildo de la capital del 3 de octubre de 1632 destaca cómo «la ciudad queda afligida y desconsolada» por la partida del visitador de la Audiencia y oidor Diego Gil de la Sierpe, quien había «reformado las costumbres con sus G. Rodríguez Morel (compilador), Cartas del cabildo, Santo Domingo, 2007, pp. 341-343. 57 Ibídem. 56 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 217 13/08/2014 08:54:34 a.m. 218 Jorge Ibarra Cuesta continuos estudios, letras, rectitud y experiencia». La erudición y los estudios eran virtudes altamente reconocidas en el Siglo de Oro de la literatura española, aun cuando se viviera en una precaria y oscura posesión colonial. Un acuerdo del cabildo de la capital del 15 de febrero de 1652 solicitó de la Corona que «Las personas que convengan para ocupar las prebendas eclesiásticas de esta ciudad» debían ser elegidas por las condiciones que ataviaban a «los nobles y los virtuosos y las personas de letras». Los capitulares recomendaron entonces al licenciado Jerónimo Maldonado, predicador y confesor, «por reunirse esas dotes en él». En otro acuerdo, del 22 de septiembre de 1689, el cabildo recomendó al racionero de la catedral Baltasar Fernández de Castro, porque pasaba la mayor parte del tiempo en predicar y enseñar a la juventud, mediante lo qual se hallan en esta Yglesia, como en otras, prebendados discípulos suyos y actualmente (....) está impartiendo gramática a los niños, precisándolo a hacerlo la falta de maestros, que por averse perdido la mayor parte de las rentas del colegio y no ay quien tome su cargo de esta ocupación tan necesaria.58 Por ello el cabildo se dirigió a S. M. para pedirle que se reconocieran los méritos del obispo. Esa misma voluntad se manifestaría en las repetidas solicitudes del cabildo a la Corona para que se creasen escuelas en la isla. En una época en que la enseñanza era impartida por los religiosos, el interés de emplearlos en la ilustración de la población criolla testimonia que, a pesar de las difíciles condiciones en que se vivía, los capitulares aspiraban a que la isla no se rezagase respecto al acervo cultural del que eran herederos. A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Acuerdos del cabildo de Santo Domingo del 15 de febrero de 1652 y del 22 de septiembre de 1689». 58 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 218 13/08/2014 08:54:34 a.m. De súbditos a ciudadanos...219 8. Las pugnas entre la Real Audiencia de Santo Domingo y los cabildos criollos Los juicios de residencia de los oidores constituían una oportunidad para que los capitulares del cabildo de Santo Domingo formulasen todo tipo de cargos contra estos. Era una manera de saldar cuentas con sus rivales más pugnaces ante la Corona. Un ejemplo de la forma en que se ventilaban estos conflictos fue el juicio de residencia del oidor Diego de Ortegón. El regidor Baltasar García, a nombre del cabildo de la ciudad, consignó en el sumario del juicio 135 capítulos de denuncias contra De Ortegón. El 19 de junio de 1568 otro oidor, Santiago de Vera, fue designado como juez instructor encargado de conocer las acusaciones contra su colega y amigo De Ortegón. La absolución de este dio lugar a que circulase por la ciudad un panfleto en el que se decía «a pesar de bellaco, salió libre Ortegón». De acuerdo con el historiador Carlos Esteban Deive, las protestas en la localidad dieron lugar a que la Real Audiencia desatara una represión generalizada contra los descontentos.59 Las divergencias en ocasiones asumieron características fuera de toda proporción. Así, la designación de Miguel Maza de Lizana como procurador a la Corte —designación hecha por el cabildo de Santo Domingo— fue aprovechada para acusar a los oidores de dar mal trato a los capitulares, los «que por cosas livianas son llevados a la cárcel y los echan y ponen con los negros».60 Denunció el procurador, en su memorial del 10 de febrero de 1578, que los oidores se «entremeten en la gobernación del Municipio y que el Presidente [de la Audiencia] en materias de gobernación en que se interesa el bien de la comunidad no debe gobernar sin contar con el cabildo».61 Carlos Esteban Deive, La mala vida. Delincuencia y picaresca en la colonia española de Santo Domingo, Santo Domingo, 1997, p. 186. 60 F. C. de Utrera, Noticias históricas, Santo Domingo, 1978-1983, t. III, p. 193. 61 Ibídem. 59 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 219 13/08/2014 08:54:34 a.m. 220 Jorge Ibarra Cuesta Ello no obstante, el cabildo se sobrepuso a sus conflictos con la Real Audiencia para reclamar a S. M. que se pagasen los salarios a los oidores, pues la situación que se estaba dando iba en detrimento de la reducida economía de la localidad y de la justicia criminal (exposición del 5 de junio de 1600). De acuerdo con los capitulares, el resultado de esa situación era que los oidores «en las causas criminales que se han ofrecido las han agravado haciendo condenaciones excesivas y conmutando a dinero las otras penas por tener de que cobrar».62 O sea, los oidores vendían las sanciones que imponían a los vecinos. Los gestos aparentemente amistosos del cabildo de la capital determinaron a la larga que los conflictos con sus rivales tendieran a agudizarse. La pugna entre la Real Audiencia y el cabildo de Santo Domingo con relación a la impartición de justicia por parte de los alcaldes ordinarios se refleja con claridad en una comunicación dirigida al monarca español en agosto de 1607 por los oidores Echagoian, Herrera y Cáceres. De acuerdo con estos, los alcaldes y regidores criollos constituían una oligarquía que actuaba exclusivamente en función de sus «negocios y ganados» y no «proveen ni tratan sino cosas de su provecho y aumento de sus haciendas». De ese modo, los regidores elegían todos los años alcaldes que eran «deudos suyos» y cuyos intereses estaban estrechamente vinculados a los de sus familias, por lo que no se «ejecutaba [por los alcaldes] cosa que convenga, sino lo que los regidores quieren».63 De ahí que los oidores de la Real Audiencia de Santo Domingo, en tanto se atribuían la representación del Estado colonial, expresaran a S. M. la necesidad de que, «en lugar de los alcaldes V. M. proveyese un Corregidor o Juez que tuviese cargo de las cosas de gobernación». «Para (…) nombrarse» G. Rodríguez Morel (compilador), Cartas del cabildo, Santo Domingo, 2007, p. 199. 63 F. C. de Utrera, Noticias históricas, Santo Domingo, 1978-1983, t.III, pp. 7-8. 62 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 220 13/08/2014 08:54:34 a.m. De súbditos a ciudadanos...221 el corregidor o juez, era preciso que se «enviase comisión a esta Real Audiencia».64 En otras palabras, los oidores estaban planteando sustituir a los jueces locales —que eran los alcaldes ordinarios del cabildo— por jueces que respondieran a los intereses del Estado colonial y cuya selección dependiera de algún modo de la Real Audiencia. El diferendo entre los oidores (agentes de la burocracia colonial) y los propietarios de ingenios azucareros de la época, por una parte, y los capitulares (representantes de los señores de haciendas ganaderas), por otra, se mostraría durante estos años mucho más agresivo que el conflicto de los segundos con los gobernadores o capitanes generales. El robo de los libros secretos del cabildo de Santo Domingo por parte de los oidores de la Audiencia dio lugar a una demanda de los regidores ante el Consejo de Indias el 29 de mayo de 1607, la cual fue formulada en los siguientes términos: Que por los grandes daños e inconvenientes que se pueden seguir de tener las personas de la Audiencia los libros secretos del Cabildo y ayuntamientos, se mandase que los oydores no hiciesen novedad en esto y se reprendiese exceso del oydor Juan Martínez Tenorio que en ausencia de los dhos. regidores sacó del cabildo el dho. libro secreto y los tubo muchos días en su casa.65 Se quejaban los regidores dominicanos de que el Consejo de Indias no diera lugar a la demanda, lo que era «en muy grave perjuicio suyo».66 W. Vega, Historia, Santo Domingo, 1981, pp. 102-104 y F. C. de Utrera, Noticias históricas, Santo Domingo, 1978-1983, t. III, p. 8. 65 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 73, «Comunicación del cabildo de Santo Domingo a S. M., 29 de mayo de 1607». 66 Ibídem. 64 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 221 13/08/2014 08:54:34 a.m. 222 Jorge Ibarra Cuesta Un singular triunfo de los capitulares criollos sobre la Real Audiencia fue confirmado por Real Cédula del 1º de noviembre de 1609. Con anterioridad, una disposición real del 2 de agosto de 1608 había informado sobre la solicitud del cabildo de Santo Domingo en el sentido de que «todo el personal de la Audiencia y dependientes de ella, estuviesen debajo de la jurisdicción de las justicias ordinarias en las faltas que cometiesen».67 La respuesta se patentizaría en la Real Cédula de noviembre de 1609, que dictaminaría que le correspondía a las justicias ordinarias y no a la Audiencia, conocer todas las causas y negocios tocantes a los oficiales y demás funcionarios afectos a la Audiencia, como no sean excesos cometidos en el uso de sus oficios, que entonces toca a la Audiencia conocerlos.68 Los regidores acusaron también ante el Consejo de Indias a dos fiscales de la Audiencia (Jerónimo Herrera y Pedro Álvarez Sedeño) por injurias y malos tratos a los miembros del cabildo. Las tensas relaciones con el referido Herrera daban cuenta de la continuidad de las disputas con esa institución. Diez años después los conflictos de los regidores con la Real Audiencia proseguían invariables. El 18 de mayo de 1620 los capitulares protestaron ante el Consejo de Indias contra «el mal orden que tiene el proceder del oidor y fiscal Licenciado Jerónimo de Herrera».69 El trato discriminatorio que recibían los capitulares criollos por parte de la Real Audiencia de Santo Domingo se puso de manifiesto una vez más con motivo de las moviliza- J. Gil-Bermejo García, La Española, Sevilla, 1983, p. 248. Ibídem. 69 G. Rodríguez Morel (compilador), Cartas del cabildo, Santo Domingo, 2007, p. 291. 67 68 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 222 13/08/2014 08:54:34 a.m. De súbditos a ciudadanos...223 ciones militares que se convocaban periódicamente. Por las Leyes de Indias los regidores y alcaldes criollos no estaban obligados a asistir a los alardes generales, o sea, a los llamamientos a las armas, salvo en los casos en que participaba el gobernador junto con las autoridades coloniales de la isla. No obstante, desde 1630 el Dr. Morquecho, oidor más antiguo de la Audiencia, comenzó a convocar unas movilizaciones militares en las que los miembros del cabildo debían participar con la gente del común: artesanos, herreros, sastres, negros y mulatos libres. Los capitulares reclamaron entonces que ellos eran acreedores de los mismos privilegios que las autoridades coloniales y que solo podían ser convocados a las movilizaciones con el gobernador y los oidores, no con las clases subalternas. Con esas medidas, la Real Audiencia perseguía excluir a los capitulares criollos de las filas de la élite gobernante. Sin embargo, por Real Cédula del 30 de mayo de 1632, el monarca español instó al gobernador Osorio a que arreglase del mejor modo posible la pugna con el cabildo, de manera que se le honrase y se atendiera su queja respecto a los alardes militares.70 El cabildo también intervenía en los conflictos que se daban entre el presidente de la Real Audiencia y los oidores, normalmente a favor de estos últimos cuando ello favorecía sus intereses. De este modo, en exposición dirigida al Consejo de Indias el 29 de mayo de 1626, el cabildo denunció que el presidente de la Audiencia, Diego de Acuña, había apresado arbitrariamente al oidor Alonso de Cereceda: «tiene preso al dicho Don Alonso […] las causas según se ha entendido son ocultas”.71 Antes de que hubiese transcurrido un mes, el 15 de junio de 1626, el cabildo escribió de nuevo a S. M. para informarle que Alonso había sido libertado por Acuña y vuelto F. C. de Utrera, Noticias históricas, Santo Domingo, 1978-1983, vol. II, p. 212. G. Rodríguez Morel, (compilador), Cartas del cabildo, Santo Domingo, 2007, pp. 298-299. 70 71 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 223 13/08/2014 08:54:34 a.m. 224 Jorge Ibarra Cuesta a sus antiguas relaciones. En la misma misiva le señalaban que los vecinos y gentes de campo debían «andar de día y de noche con las armas en la mano», ante el peligro de que el enemigo repitiera los ataques que había llevado a cabo contra sus haciendas. Se trataba de defender ante todo la tierra o lo que llamaban enfáticamente «la patria». Por eso no se perdía «el ánimo para defender en servicio de S. M., la patria».72 El servicio a S. M. no era incompatible con el servicio a la tierra en la que habían nacido y a la comunidad en la que se habían formado cultural y socialmente. Con el correr del tiempo se tornarían antagónicos, pero por ahora, aunque distintos, no parecían estar reñidos entre sí. Una comunicación a S. M. de Nicolás López de Ayala (regidor comisario general de la ciudad de Santo Domingo), fechada el 6 de noviembre de 1626, refería la «suma pobreza» y la «falta de abastos», «porque aunque se caen las casas no hay quien las redifique [...] y las haciendas estan acabandose». A su modo de ver, los ingenios, haciendas de ganado y estancias de jengibre se encontraban en condiciones deplorables. Por esa misma razón consideraba que los vecinos no pagaban sus deudas de alcabala a la Real Hacienda, las cuales ascendían a 2,000 ducados al año.73 Una carta del cabildo de Santiago de los Caballeros, fechada el 4 de marzo de 1635, expuso a S. M. que «todos los años como es uso y costumbre se juntaban en su ayuntamiento y hacían elecciones de alcaldes ordinarios y nombraban otros oficios», pero de pocos años a esta parte los gobernadores y Capitanes Generales que han sido y son de la ciudad de Santo Ibídem, pp. 298-299. A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 73, «Carta del cabildo de Santo Domingo a S. M., 6 de noviembre de 1626». 72 73 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 224 13/08/2014 08:54:35 a.m. De súbditos a ciudadanos...225 Domingo de la dha. ysla La Española han introducido quitar a la dha. ciudad la dha preminencia (...) A juicio de los regidores santiagueros, lo peor era que biene a tener efecto su pretensión porque en lugar de los nombrados por dha. ciudad de Santiago el dho Gobernador no haciendoles caso de los dhos. botos (sic), nombra en los dhos oficios a los pretendientes o a quien le aparece.74 Los conflictos por cuestiones de competencia o jurisdicción entre los oidores y los cabildos de tierra adentro parecen haber tomado un sesgo violento, toda vez que en Real Cédula del 1º de mayo de 1640 el monarca se vio precisado a prescribir a la Audiencia que «no enviara jueces de comisión contra vecinos de la tierra adentro, sino en casos inexcusables».75 Y en esos casos debía informar previamente al alcalde mayor, de modo que no se exacerbaran los antagonismos con los cabildos de esas regiones alejadas del alcance de los medios represivos del Estado colonial. 9. Las contradicciones de la Real Audiencia con los cabildos se mantuvieron activas en el siglo xviii Los pleitos entre regidores y oidores continuaron invariables en el transcurso del siglo. En carta al rey del 12 de enero de 1725, los regidores de la capital denunciaron el intento de la Real Audiencia de apoderarse de la salina de Puerto Hermoso (que pertenecía desde tiempo inmemorial al cabildo) y A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 73, «Carta del cabildo de Santiago de los Caballeros a S. M., 4 de marzo de 1635». 75 F. C. de Utrera, Noticias históricas, Santo Domingo, 1978-1983, t. IV, p. 159. 74 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 225 13/08/2014 08:54:35 a.m. 226 Jorge Ibarra Cuesta de imponerles el pago de los derechos de la sal, algo de lo que estaban eximidos por R. O. de S. M.76 Otro conflicto entre el cabildo y la Real Audiencia se generó en 1728 con motivo del atropello de que fue víctima el alcalde Fernández de Oviedo durante la ronda nocturna de la ciudad. De acuerdo con la versión de los capitulares, el oidor Simón Berenguer se encontraba oculto en la oscuridad con una capa y un sombrero que le cubría el rostro, por lo que fue requerido por los soldados de la ronda bajo el mando del alcalde. Sin embargo, Berenguer «maltrató con varios oprobios al alcalde, prosiguiendo por toda la calle en insultarlo y perseguirlo […] llegando a azir por la capa al Alcalde». Llevado el caso ante el presidente de la Audiencia y gobernador, este «multó al Alcalde en calidad de abogado en cincuenta ducados de plata» y suspendió al oidor. Berenguer había sido atacado hacía dos años por un desconocido que le cortó la cara cuando andaba disfrazado de noche. Según el cabildo, el referido oidor andaba disfrazado de noche hacía tiempo «con el perpetuo susto de las honradas o la burla y el escarnio de las comunes». La Real Cédula de 17 de junio de 1729 acordó «la elección de alcaldes en persona de regidores, con calidad que sea con aprobación de la Audiencia», hecho que dio lugar a una sonada protesta del cabildo. De acuerdo con la exposición de los capitulares del 28 de diciembre de 1730, la referida facultad que se transfería a la Real Audiencia de Santo Domingo —por la que esta tenía que aprobar los regidores que habrían de ser alcaldes— «da lugar a que entren en oficios criaturas de la Audiencia y del Presidente, suscitándose así competiciones, roces, disgustos, etc. de que siempre queda quebrada la paz y decae el lustre del Municipio».77 En otras palabras, para el desempeño de los oficios capitulares, la Audiencia y su presidente A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 284, «Carta del cabildo de Santo Domingo a S. M, 12 de enero de 1725». 77 F. C. de Utrera, Noticias históricas, Santo Domingo, 1978-1983, t. IV, p. 246. 76 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 226 13/08/2014 08:54:35 a.m. De súbditos a ciudadanos...227 elegirían siempre a personas que les fueran incondicionales, lo que equivalía a meter el caballo de Troya en el cabildo. De ahí la oposición y las numerosas demandas de los capitulares contra el decreto, el cual fue refrendado por el monarca español, que confirmó una vez más la hegemonía de la Audiencia sobre el cabildo. El litigio entre los cabildos y la Real Audiencia se manifestó de nuevo en una comunicación a S. M. fechada el 26 de febrero de 1732. En esta, los capitulares criticaron la pretensión de la Real Audiencia de que antes de toda elección [del cabildo] se propongan ante ella los sujetos que han de ser reelegidos, para dar el consentimiento que señala la Real Cédula referida. Que es interpretación que se da en la Audiencia por parte del Oidor y Fiscal que sistemáticamente van contra los intereses del cabildo para imposibilitar el gobierno de la ciudad en manos de regidores y alcaldes, por venganzas.78 Alegaban también los capitulares en la comunicación citada que la presencia de la primera autoridad era más que suficiente para acreditar la probidad de la elección del cabildo, por lo que no se necesitaba el visto bueno previo a favor de los capitulares por parte de los oidores de la Real Audiencia. En comunicación del cabildo de Santo Domingo del 26 de junio de 1737 se informaba al monarca: «Apenas hay quien quiera ser regidor, porque ven el caso de desatender sus haciendas […] y sufrir la inquina y el odio de Juan Pérez García y del Fiscal Blancas». Se referían a los oidores de la Real Audiencia, que seguía empeñada en una pugna con el cabildo sin fin aparente. Los regidores estaban descontentos también «porque de algunos años a esta parte, son de nombramiento Ibídem, pp. 235-236. 78 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 227 13/08/2014 08:54:35 a.m. 228 Jorge Ibarra Cuesta e solo el Capitán General». Aludían con estas palabras a los nombramientos recientes de regidores efectuados por el capitán general debido a que, por ausencia de licitadores, no se subastaban los oficios del cabildo que se encontraban vacantes. El decreto que disponía que los capitanes generales debían designar a los que estimasen más aptos para el desempeño de esos cargos —en caso de no haber postores en las subastas— regía no solo para Puerto Rico, sino también para Santo Domingo. Se trataba, desde luego, de una reforma al derecho de los regidores de elegir sus propios alcaldes y al de los vecinos de comprar los oficios del cabildo, reforma matizada por el hecho de que el gobernador debía convocar previamente a una licitación de los oficios en cuestión.79 La defensa a todo trance de la composición terrateniente del cabildo era expresión del sentido clasista del patriciado criollo y de su clara conciencia de que los oidores de la Audiencia constituían los representantes más lúcidos de la burocracia colonial española y, por ende, sus antagonistas más tenaces. El caso de un oidor disfrazado (Fernando Rey) fue relatado en los siguientes términos: «quien aún excede a Don Simón en la mala lengua, sin perdonar con ella a viudas, casadas, doncellas, religiosas, ni sacerdote por elevada que sea su dignidad». De acuerdo con la versión del cabildo, Berenguer había acusado a otro oidor, Francisco Granado Catalán, de contratar a un negro para matarle, hecho sobre el cual se instruyeron autos. Por esa razón el cabildo acusó a los oidores Granado y Rey de estar implicados en contrabandos y cohechos. Con independencia de lo que pueda haber de malos entendidos y murmuraciones en esas historias, las imputaciones formuladas por el cabildo revelan la acritud e intensidad de sus pugnas con la Audiencia. El cargo más importante formulado contra la Audiencia fue el de que los gobernadores, por lo general presidentes de la Audiencia de Santo Domingo, habían Ibídem, p. 233. 79 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 228 13/08/2014 08:54:35 a.m. De súbditos a ciudadanos...229 exonerado a los oidores de la residencia durante diecinueve años. Al parecer, la impunidad de que disfrutaban estaba relacionada con su alineamiento con los gobernadores. Algunas evidencias sugieren que los cargos de oidores de la Audiencia de Santo Domingo se reservaron exclusivamente a españoles nacidos en la península que no tuvieran relaciones con los criollos, tanto en el siglo xvii como en el xviii. En comunicación del 14 de noviembre de 1747, el sacerdote Phelipe de Frosmeta y Balmaceda, regidor del cabildo eclesiástico de Santo Domingo, informaba al rey Felipe V de «las recusaciones que se han hecho al vuestro oydor, doctor Alonso Verdugo». Se le imputaba al oidor Verdugo haberse casado con María Antonia de la Rocha, hija criolla del anterior gobernador de la isla, Francisco de la Rocha, quien a más de veinte años de residencia y de muchas amistades y enemistades que en tan dilatado tiempo contrajo, tiene crecido numero de primos, hermanos y parientes en estas ciudades los principales y más hacendados; en cuyo caso habiéndose dispensado por Vuestra Majestad parece se han quebrantado vuestras Reales Ordenanzas que lo prohiven, con el fin de evitar recusaciones a los vuestros ministros y dexar a los vasallos sin escrúpulo alguno en la libertad de sus recursos y acciones.80 De ahí que se recusara a Verdugo por «la pública parcialidad» que mantenía en sus relaciones en la isla. Como hemos destacado, era un principio de la Corona el que los funcionarios peninsulares del Estado colonial (entre los que se hallaban los oidores de la Real Audiencia de Santo Domingo) no contrajesen matrimonios con criollas. Con esta disposición se pretendía 80 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 297, «Exposición a S. M. del sacerdote Phelipe de Frosmeta y Balmaceda, 14 de noviembre de 1747». Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 229 13/08/2014 08:54:35 a.m. 230 Jorge Ibarra Cuesta impedir que dichos funcionarios terminaran involucrándose con los intereses locales del patriciado criollo. 10.Los pleitos del cabildo de Santo Domingo con Bitrián de Viamonte La llegada del nuevo gobernador, Juan Bitrián de Viamonte (1636-1644), motivó un serio conflicto con el cabildo. En comunicación a S. M. del 20 de noviembre de 1638, los capitulares informaron que apenas podían reunirse en cabildo por la forma en que el Gobernador los ha tratado y los trata con toda aspereza y total falta de cortesía que vuestra majestad ha servido se guarde a los cabildos tan honrados y leales como el de esta ciudad con el que aun, el dar cuenta por esta carta es notable peligro. Se temían las represalias que tomaría el Gobernador de enterarse de estos informes al rey. El diferendo se agravó cuando no tuvo el Gobernador en cuenta la prelación con que los capitulares debían comulgar en la catedral. El suceso adquirió categoría de hecho inusitado por haber estos «faltado a la iglesia y comulgado en otras particulares lo que causó escándalo y novedad en la ciudad».81 Bitrián entonces decidió que los militares bajo su mando tuvieran igual jerarquía que los capitulares en los asientos de la iglesia, «lo que por ningún presidente se ha intentado». Para colmo, Bitrián había encarcelado hacía cuatro meses a don Rodrigo de Pimentel Lucero, maestre de campo, capitán de milicias voluntarias, «comisario de todos los pleitos» del cabildo y «persona de toda la honra nuestra». La acusación que pesaba contra De Pimentel era que un criado suyo le había G. Rodríguez Morel (compilador), Cartas del cabildo, Santo Domingo, 2007, p. 306. 81 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 230 13/08/2014 08:54:35 a.m. De súbditos a ciudadanos...231 dado una cuchillada a un vecino. No obstante, los capitulares demandaron que «se removiese la prisión […] por la mucha falta que hace a este cabildo». Los regidores incluso designaron a un procurador para que representase el caso en Madrid ante S. M. por «el peligro en que los demás regidores vivimos, siendo víctimas [...] de las palabras y desprecios […] odios y malos tratamientos de Bitrian de Viamonte».82 El vicario de la catedral y hermano de Rodrigo, Pedro Serrano de Pimentel, ofrecería una versión de las medidas tomadas por el Gobernador en el caso. En la exposición de monseñor De Pimentel a S. M. —documento que obra en las actas del cabildo de Santo Domingo del 26 de noviembre de 1638— se encuentran muchos de los elementos que conformaban las alineaciones institucionales en torno a su hermano. En el texto de la exposición, el Vicario se presentaba en defensa de los agrabios q. se le asen al capitán D. Ro. Pimentel, mi hermano, vecino desta ciudad y su Regidor por […] Vitrian de Viamonte, Gobernador y Capitán general de ella, movido de odio y declarada pasión que le tiene. De acuerdo con el Vicario, el Gobernador había implicado también en la causa contra su hermano «a los Oidores de la Audiencia de Santo Domingo, con los cuales declaradamente tenía enemistad el dho Gobernador».83 Las rivalidades con el Gobernador se agudizaron cuando este pretendió obligar a pagar a los regidores que no habían contribuido a los 10,000 ducados que se impusieron por medio de una sisa de carne, gravamen que tenía por objetivo servir a las obras de defensa de la ciudad. De acuerdo a la Ibídem, p. 307. A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Exposición a S. M. por parte del vicario de la catedral de Santo Domingo, monseñor Serrano Pimentel, 26 de noviembre de 1638». 82 83 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 231 13/08/2014 08:54:35 a.m. 232 Jorge Ibarra Cuesta comunicación del cabildo dirigida a S. M. el 23 de noviembre de 1638, el resultado del diferendo de Bitrián de Viamonte con los regidores fue que Hoy se hallan condenados los capitulares de este cabildo cuando no se excusaron de pagar su parte dentro de las diligencias y cuidados en la dicha obra hasta que se acabo con aprobación del Gobernador y Capitán General. El encarcelamiento de los regidores incumplidores dio lugar a que el cabildo protestase tan enérgicamente que el rey se vio obligado a enviar en comisión a Santo Domingo al licenciado Diego de Carraza, el cual dio por libres a los capitulares. No obstante, de acuerdo con la referida exposición del cabildo, «los capitulares afligidos con la dicha condenación y temerosos de que se les haga en otras ocasiones» acordaron suspender la sisa para la construcción del matadero. Responsabilizaron a Bitrián de esa decisión que afectaba a «los pobres y viudas». En esas circunstancias, Bitrián convocó a un cabildo abierto para que el vecindario decidiera qué debía hacerse. La población, después de escuchar los criterios de las partes, acordó que se continuase la obra, pero en la citada comunicación del 23 de noviembre de 1638 el cabildo apeló a S. M. para que la construcción del matadero se hiciera de acuerdo con lo que disponía una antigua Real Cédula, la que declaraba que «para echar la sisa […] lo haga el cabildo».84 O sea, que no interfiriese el gobernador Bitrián de Viamonte en el asunto. Otra versión del conflicto que enfrentó al cabildo con el Gobernador la ofreció el obispo de Santo Domingo en carta a S. M. fechada el 24 de noviembre de 1638. De acuerdo con el prelado, G. Rodríguez Morel (compilador), Cartas del cabildo, Santo Domingo, 2007, p 309-310. 84 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 232 13/08/2014 08:54:35 a.m. De súbditos a ciudadanos...233 El cabildo de esta ciudad me embio el mes de Agosto pasado un Alcalde y dos regidores que me pidieron representarles a V. Magd. el lastimoso estado en que se estaban envueltos todos en obras y palabras del Presidente Don Juan Bitrian. Respondiles que yo reconocía me podía obligar el oficio que tenía a mirar por la República […] que para mi hablar de esas materias era dificultoso. Luego de ofrecerse a actuar como mediador entre los regidores y el Gobernador, el Obispo informó a S. M.: «De las malas obras de las que se quexan no he sido testigo. Porque solo se las he oydo con publicidad, de las malas palabras si he oído algunas veces que han sido asperísimas, indignas de desirse a ningun hombre de bien».85 Los insultos del Gobernador contra los regidores se repitieron en la elección que le correspondió presidir, en la que ordenó que los alcaldes electos el año anterior permanecieran en sus cargos y se invalidara la votación de ese día. Como remedio, el mandatario propuso una solución que había puesto en práctica en los últimos años: elegir alternativamente un alcalde criollo y un alcalde español, sistema que estimaba oportuno establecer de manera permanente para romper el poder del patriciado criollo en los cabildos.86 Mientras gobernó, Bitrián dispuso de la dotación de 300 soldados portugueses con que contaba en las fortalezas para tiranizar a la capital e imponerse al patriciado dominicano. Al final de su mandato en la isla, y ante agresiones inminentes de franceses e ingleses, Viamonte reconsideró sus medidas y tomó en cuenta el papel relevante que desempeñaban los criollos en la defensa de la isla. Cediendo a las presiones del A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 93, «Exposición del obispo de Santo Domingo a S. M., 24 de noviembre de 1638». 86 W. Vega, Historia, Santo Domingo, 1981, pp. 246-247. Ver también J. GilBermejo García, La Española, Sevilla, 1983, pp. 246-257. 85 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 233 13/08/2014 08:54:35 a.m. 234 Jorge Ibarra Cuesta cabildo, dispuso que Rodrigo de Pimentel se pusiera al frente de las operaciones militares realizadas en Azua con motivo del asalto de los franceses, así como de las realizadas en Samaná contra corsarios ingleses.87 En comunicación del 30 de junio de 1640 el cabildo habló a S. M. de «los grandes aprietos en que se halla esta ciudad» y del sensible descenso del vecindario «con que va en gran caida la población de esta isla». Por ello le pidió relevar «de imposiciones y cargas» a quienes «siempre son con las armas en la mano en defensa de esta ciudad como leales vasallos de VM».88 Los vecinos contribuían también a estos gastos de guerra, por lo que «el cabildo no tiene propios y sin embargo releva a Vuestra Majestad de pagar sueldos y salarios [...] como son las guardas que están continuamente en la Punta de Caucedo». «Otros sueldos que atendía el cabildo era el del capitán y soldados de los negros alzados […] por ser muchos los que hay». La apertura de caminos corría por cuenta del cabildo, así como las fiestas del Santísimo Sacramento en la solemnidad del día del Corpus, entre otros muchos gastos. Por todas esas razones, y en la inteligencia de que no le correspondía asumir esos gastos, pedía el cabildo a la Corona que los asumiera.89 En 1641, con motivo de las elecciones de alcaldes ordinarios de Santo Domingo, tuvo lugar de nuevo una serie de conflictos entre el cabildo y Bitrián de Viamonte. En una carta al rey, el mandatario insular le informó de la costumbre de los regidores criollos de hacer componendas y promesas mutuas de votos y pactos que se deshacían cuando les tocaba votar, así como de los escándalos y alborotos que tenían lugar el día de la votación. Su versión de aquellos hechos da cuenta de lo arduo que resultaba para los funcionarios coloniales comprender la intrincada madeja de las relaciones existentes entre las familias del patriciado criollo. F. C. de Utrera, Noticias históricas, Santo Domingo, 1978-1983, vol. IV, p. 193. Ibídem, pp. 309-310. 89 G. Rodríguez Morel (compilador), Cartas del cabildo, Santo Domingo, 2007, pp. 311-314. 87 88 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 234 13/08/2014 08:54:35 a.m. De súbditos a ciudadanos...235 11.El lugar de cada quien en las ceremonias y solemnidades públicas dominicanas Los regidores y alcaldes del cabildo de Santo Domingo se manifestaban también con frecuencia respecto a la conducta que debían observar en las ceremonias y actos públicos. De ahí que se quejasen de que cuando los oidores visitaban la cárcel dejaban a los alcaldes ordinarios en pie y no les permitían sentarse con ellos. No se consentía tampoco que los alcaldes llevasen sillas a la iglesia para sentarse como los oidores de la Real Audiencia. Por esa razón alegaban que «muchas personas se eximen de ser alcaldes cuando se les elige, y porque la tierra es nueva, la gente no los trata con el debido respeto».90 En comunicación del 1o de octubre de 1638, el cabildo informó a S. M. que los militares de la península seguían pretendiendo ocupar en la catedral el lugar que correspondía a los regidores criollos: «los oficiales de guerra de este presidio han pretendido este año alterar esta posesión pidiendo al Presidente de esta Audiencia les diese asiento en la parte que la ciudad le tiene reservado al cabildo».91 Ejerciendo la función mediadora que le había asignado la tradición monárquica en los diferendos de los cabildos con los gobernadores y la Real Audiencia, y mediante Real Cédula del 4 de abril de 1642, el rey instruyó a los oidores para que, cuando visitaran la cárcel, hicieran sentarse cerca de ellos a los alcaldes: «haréis que [los alcaldes] se asienten cerca de vosotros». Asimismo, en la catedral, debían los oidores «llevar un banco, donde todos estéis asentados». En exposición del cabildo de Santo Domingo del 16 de abril de 1654 se denunciaba a S. M. el que nuevamente se había suscitado un pleito con los oidores de la Audiencia por los G. Rodríguez Morel (compilador), Cartas del cabildo, Santo Domingo, 2007, p. 303. 91 Ibídem. 90 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 235 13/08/2014 08:54:36 a.m. 236 Jorge Ibarra Cuesta asientos que ocupaban en la catedral, representando ese apartamiento un «agravio y perjuicio» para los capitulares.92 Las desavenencias en torno al lugar que debían ocupar los regidores en todo tipo de actos públicos se manifestaron de manera muy acentuada en lo concerniente a las reuniones que tenían efecto en las Juntas de Gobierno o de Guerra de la ciudad. Una exposición a S. M. escrita por el cabildo de Santo Domingo el 2 de julio de 1681 denunció que en las Juntas de Gobierno que presidía el maestre de campo Francisco de Segura se había «pervertido» el orden de votación que por costumbre se seguía. Así, se dictaminó que votase el teniente general Lucas de Berroa antes que los alcaldes y cuatro regidores que asistían regularmente a dichas reuniones. De acuerdo con los regidores, «se había despojado al cabildo y a sus comisarios del derecho de ser inmediato a la Real Audiencia». De ahí que estuviesen «expuestos dichos comisarios a que se repita el mismo desaire o una multa si rehusaren el hacer lo que será tan indecente al cabildo». 93 Una carta a S. M., que obra en el acta de la sesión del cabildo del 6 de julio de 1681, revela los argumentos que invocaban las autoridades para dar un trato subalterno a los regidores criollos. Así, el gobernador Francisco Segura Sandoval (1678-1684) protestó contra el hecho de que la ciudad de Santo Domingo pretenda que sus alcaldes ordinarios tengan mejor lugar que el Teniente General y Gobernador de las Armas y voten primero en las Juntas de Guerra. Y que avía presentado petición mandando se me de traslado que no lo han hecho con aver veinte días. Ibídem, p. 341. Ibídem, p. 386. 92 93 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 236 13/08/2014 08:54:36 a.m. De súbditos a ciudadanos...237 Contra la pretensión de los capitulares, alegaba el Gobernador que estos no hacían otra cosa «que confundir las materias que se tratan discurriendo como incapaces y que ignoran en todo lo que se le propone por falta de experiencia».94 Una cuestión relacionada con la consideración jerárquica que debía rendir la Iglesia a los regidores y alcaldes criollos fue planteada al Consejo de Indias en comunicación del cabildo del 30 de abril de 1685. De acuerdo con los capitulares, el obispo iba «contra la costumbre del cabildo que siempre ha ido a comulgar con las espadas a la cinta». En tal virtud, pedían que se conservase la costumbre, pues «ningún capitular […] excusa el quitarse la espada en semejante acto». En lo que a esto respecta, el monarca español satisfizo la demanda del cabildo. Por otra parte, el procurador general de Santo Domingo en la Corte, Francisco Franco Torrequemada, planteó al Consejo de Indias (4 de febrero de 1692) la necesidad de que se dirimiese el pleito que tenía el cabildo con el fiscal y de que se autorizara a los alcaldes ordinarios a entrar a escuchar las ordenanzas de la Real Audiencia con sus espadas ceñidas, pues esta última les había despojado de ese privilegio.95 A principios de siglo xviii continuaban los pleitos en torno a cuestiones jerárquicas. En carta del ayuntamiento de Santo Domingo al rey de España (29 de abril de 1711), los regidores argumentaban: «no tienen obligación de asistir a los alardes y reseñas ordinarios, ecepto aquellos se hallare el Gobernador y Capitán General y cerca de su persona». De acuerdo con «la ynmunidad y privilegio» de que disfrutaba el cabildo,96 esto se debía cumplir de modo estricto. A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Sesión del cabildo de Santo Domingo del 6 de julio de 1681». 95 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 284, «Exposición del procurador general de Santo Domingo, Francisco Franco Torrequemada, al Consejo de Indias, 4 de febrero de 1692». 96 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 284, «Carta del cabildo de Santo Domingo a S. M., 29 de abril de 1711». 94 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 237 13/08/2014 08:54:36 a.m. 238 Jorge Ibarra Cuesta La lucha por la definición de la jerarquía o por la clasificación social en la que se fundaba la sociedad colonial constituyó una dimensión fundamental de las relaciones de poder de los siglos xvii y xviii. La facultad de hacer visibles las divisiones sociales implícitas era la expresión más evidente del poder político. En otras palabras, constituía la potestad de situar a cada cual en el lugar que le correspondía en la escala de poder. De ahí que para el patriciado criollo de los cabildos constituyera una aspiración fundamental ubicarse en los actos públicos por encima de las autoridades coloniales, en subordinación directa del gobernador o capitán general. 12.Los juicios de residencia y la oportunidad de resarcirse que tenían las autoridades coloniales Los capitulares criollos de la capital dirigieron el 2 de agosto de 1684 una exposición al Consejo de Indias en la que denunciaron que hacía muchos años que no se tomaba residencia a los gobernadores y que estos debían continuar depositando fianzas al inicio de su gestión gubernativa. De acuerdo con fray Cipriano de Utrera, la demanda del cabildo de Santo Domingo fue atendida finalmente por el Consejo de Indias, el cual «en 22 de Febrero de 1686 decretó en conformidad con esta petición». De la misma manera que en Puerto Rico y en Cuba, en Santo Domingo los juicios de residencia constituyeron la oportunidad para que los cabildos formulasen todas sus denuncias contra los primeros mandatarios. Sin embargo, como revelan los estudios de Isabelo Macías, Genaro Rodríguez y Aída Caro, en contadas ocasiones los primeros mandatarios insulares fueron sancionados severamente por procedimientos ilícitos o arbitrarios en el desempeño de sus cargos. La llegada del nuevo gobernador Isidro Peralta Rojas (1778) estuvo acompañada por divergencias con el cabildo y el teniente del rey Joaquín García. El diferendo tomó forma cuando se enfrentó a su lugarteniente, cosa que evitaban los capitanes Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 238 13/08/2014 08:54:36 a.m. De súbditos a ciudadanos...239 generales, toda vez que la discordia siempre podía ser aprovechada por terceros. No conforme con el cisma que generaban sus acciones, Peralta exigió una reparación al cabildo. Por esta causa el Consejo de Indias impuso multas a los capitulares bajo la acusación de desacato.97 En Santo Domingo, como en Puerto Rico, el nombramiento de regidores por parte del gobernador constituía uno de los asuntos más candentes de la relación entre el Estado colonial y el patriciado. De ahí que el monarca se dirigiera, por medio de Real Cédula del 20 de diciembre de 1785, a los cabildos criollos a fin de instarlos a que aprovechasen el juicio de residencia del gobernador Isidro Peralta Rojas para plantear «los agravios y daños que les haya hecho en materia de remates y nombramientos de oficios de regidores». La demanda que dio lugar a la Real Cédula referida fue presentada ante el Consejo de Indias por los regidores Antonio Dávila Coca, Pedro Fernández de Castro, Manuel de Heredia y Antonio Mañón. Los capitulares opinaban que Peralta Rojas se había excedido en sus atribuciones al pretender arrebatar al patriciado local las últimas expresiones de su autonomía. Pero el monarca y el Consejo de Indias se lavaron las manos en estos asuntos de competencia promovidos por los regidores: los instaron a establecer una demanda ante el juez de residencia. En realidad, a quienes correspondía sentar las reglas de juego en las relaciones entre el Estado colonial y los cabildos era la Consejo de Indias y al Monarca, no al juez de residencia, que lo único que podía hacer era multar al antiguo mandatario insular por haber violado algún reglamento o disposición legal. 13.La autonomía administrativa de los cabildos dominicanos cuestionada por el Consejo de Indias Los trances de los cabildos no se limitaban a los que tenían con los gobernadores y con la Real Audiencia. En ocasiones M. R. Sevilla Soler, Santo Domingo, Sevilla, 1980, p. 304. 97 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 239 13/08/2014 08:54:36 a.m. 240 Jorge Ibarra Cuesta debían litigar con el Consejo de Indias, que no les permitían tomar disposiciones por su cuenta. Ante la terrible crisis económica del siglo xvii, los capitulares de Santo Domingo se propusieron celebrar las festividades tradicionales imponiendo tributos a la población, sin consultar para ello al Consejo de Indias. De acuerdo con Juana Gil-Bermejo, de 1604 a 1630 el cabildo impuso sisas de carne y vino por las que obtuvo ingresos de 700,000 pesos, estimable suma que gastó en las fiestas de Corpus Christi, las honras fúnebres por la Reina, el pago a dos procuradores que representaron al cabildo ante las instituciones indianas de Madrid o Sevilla, los salarios del médico y del capitán de rancheadores y el sustento de movilizaciones militares tierra adentro. Estos egresos se efectuaron sin licencia real. De modo que cuando se efectuó una inspección con la finalidad de comprobar la manera en que se había gastado el dinero, las autoridades coloniales denunciaron que las contribuciones impuestas por el cabildo al vecindario eran abusivas y los gastos en que habían incurrido eran excesivos. Se consideró que ni los gastos de Corpus Christi ni los del Capitán de rancheadores debían ser de 100 ducados. El Consejo de Indias condenó entonces a los trece miembros del cabildo a pagar cada uno 2,000 ducados de plata por haber aprobado —sin licencia para ello— la sisa de carne y vino por seis años. A duras penas pudieron pagar los regidores condenados las exorbitantes multas que les fueron impuestas entre 1638 y 1639. El origen de la investigación fiscal había sido la autonomía con que había procedido el cabildo. El rigor de la inspección fue motivado por el desconocimiento de los capitulares de las autoridades coloniales. Hasta qué punto se excedió el cabildo en los expendios es algo de menor importancia. Se estaba sancionando, ante todo, la independencia con que habían actuado los regidores.98 J. Gil-Bermejo García, La Española, Sevilla, 1983, p. 256. 98 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 240 13/08/2014 08:54:36 a.m. De súbditos a ciudadanos...241 14.Conflictos con las autoridades coloniales por la composición terrateniente y criolla de los cabildos. En Santo Domingo cada cabildo tuvo en el siglo xvi dos alcaldes elegidos anualmente por los regidores. No obstante, en el siglo xvii se dieron casos en los que el gobernador se atribuyó las facultades de los regidores y designó por su cuenta a los alcaldes. Así, en 1645, el gobernador Bitrián de Viamonte (1636-645) designó un alcalde para Santiago de los Caballeros sin tener en cuenta que su elección correspondía a los regidores de esa villa. Por esa arbitrariedad fue acusado por el cabildo de esa ciudad cuando fue residenciado en 1645. En el 1700 se repitieron esos hechos cuando el gobernador Manzaneda impuso como regidor de Santo Domingo a un favorito suyo.99 Los capitulares de Santiago de los Caballeros se sentían ofendidos por la forma en que los gobernadores de Santo Domingo efectuaban los nombramientos de regidores y alcaldes. De ahí que, en comunicación al rey del 30 de diciembre de 1632, el cabildo de Santiago de los Caballeros expresara lo siguiente: Los gobernadores han introducido la costumbre de que se les envíen los nombramientos para la confirmación, y muchas veces vienen nombrados y confirmados pretendientes a gusto de los Gobernadores y sujetos que no miran por la ciudad, y de aquí que los oficios de Regidores valgan menos, o no se quieran por no pagar por eso, y si el Cabildo antes no ha reclamado ha sido por evitar la ojeriza e indignación de los Gobernadores. Los capitulares criollos solicitaron la merced de no tener que «enviar la nómina [de los capitulares electos] para su W. Vega, Historia, Santo Domingo, 1981, pp. 74-75. 99 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 241 13/08/2014 08:54:36 a.m. 242 Jorge Ibarra Cuesta confirmación por los Gobernadores».100 La respuesta del Consejo de Indias a los capitulares santiagueros fue que se dirigieran a la Real Audiencia de Santo Domingo para efectuar su reclamación, lo que equivalía a ponerla en manos de sus adversarios. En comunicación del 10 de marzo de 1635, los regidores de Santiago de los Caballeros denunciaron que en las elecciones del cabildo santiaguero el gobernador «no haciendo caso de los dhos votos nombra en los dhos puestos a los pretendientes a quien le parece».101 Ya desde 1632 los regidores santiagueros se quejaban ante el rey de que el gobernador se atribuía la potestad de confirmar o rechazar las elecciones de alcaldes, llegando a imponer en lugar de los electos a otras personas. La respuesta del Consejo de Indias no pudo ser más evasiva, pues les aconsejó que apelasen ante la Real Audiencia de Santo Domingo.102 A pesar de la alineación de los cabildos con los gobernadores en la guerra contra los franceses, la Audiencia siguió empeñada en disolver la composición terrateniente de los cabildos y en designar a españoles residentes como capitulares, e incluso —en un caso— a artesanos mulatos de la localidad. Si algo caracterizaba a los patricios era la conciencia de su linaje y la defensa de sus intereses corporativos. La defensa de la integridad racial de los cabildos era una cuestión de principios para el patriciado criollo blanco. En Santo Domingo, a pesar del carácter patriarcal de la esclavitud, del alto grado de integración racial alcanzado en los siglos xvi y xvii y del carácter minoritario de las etnias blancas, los patricios mantuvieron una actitud intransigente respecto al acceso al cabildo, al clero o a posiciones dirigentes de la milicia blanca por parte de personas «de color» o casadas con estas. J. Gil-Bermejo García, La Española, Sevilla, 1983, p. 247. Véase también: A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Exposición del cabildo de Santiago de los Caballeros, 30 de diciembre de 1632». 101 J. Gil-Bermejo García, La Española, Sevilla, 1983, p. 247. 102 Ibídem. 100 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 242 13/08/2014 08:54:36 a.m. De súbditos a ciudadanos...243 La posición del cabildo de Santo Domingo respecto a la presencia de blancos casados con negras y mulatas en la dirección de la milicia se evidencia en la carta que los regidores enviaron a S. M. el 11 de agosto de 1674. De acuerdo con estos: El Cavdo. tiene dado cuenta a V. M. de algunos sujetos de esta ciud. que con informes subrepticios, pretenden, que V. Magd. les honre con los premios, que tiene destinados su Real Providencia y distribución para los beneméritos, cuyos ascendientes conquistaron estas tierras para V.M. Por eso era preciso aclarar que: todos los más soldados viejos están casados con negras y mulatas, de cuyos matrimonios tienen hijos, y será sumo desconsuelo de los hombres nobles de esta ciudad, personas Beneméritas, descendientes de los primeros pobladores de ella verse preferidos o mandados por estos en las ocasiones de guerra.103 De ahí que demandaran que se les eximiera de esos servicios. Como se ve, se actuaba en conformidad con el espíritu de una sociedad de castas. En 1714 el ayuntamiento de Santo Domingo impidió ocupar la plaza de contador oficial de la ciudad a Alonso Muñoz, debido a que este estaba casado con la hermana de José Acevedo, descendiente de mulata, tanto por parte de su bisabuela por línea paterna, como por su abuela por línea materna. Por esas razones el cabildo pretendía que Muñoz, a pesar de tener aspecto de blanco, cediera su plaza a otra persona con calidad para ocuparla. Aunque la plaza de A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 73, «Exposición del cabildo de Santo Domingo a S. M., 11 de agosto de 1674». 103 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 243 13/08/2014 08:54:36 a.m. 244 Jorge Ibarra Cuesta contador no requería de una condición social determinada, se consideraba que no era justo que Muñoz, en virtud de su cargo, se sentase junto al decano del ayuntamiento en los actos públicos. El rey, por Real Cédula del 4 de febrero de 1715, anuló la resolución del cabildo alegando que Muñoz era natural de Bujalamar, en España, que descendía de familias principales y que «según la consideración legal [...] el honor de los maridos autoriza el descaecimiento de las mujeres».104 Lo más significativo de la actitud del cabildo eran los argumentos manejados por los regidores para impedir que Muñoz desempeñase el cargo. De acuerdo con estos, lo más negativo de su nombramiento era el precedente que sentaba, pues a su imitación otros casados con mujeres pardas y con la mácula de libertas, pretendan obtener todos los puestos honoríficos de la República, fiados en el caudal que adquieren por medio de oficios viles, a que no se pueden dedicar personas nobles.105 El documento dejaba ver que la gente «de color», en tanto acaparaba los principales oficios del artesanado de la ciudad, había alcanzado considerables progresos económicos. De ahí que su aspiración a igualarse con los blancos encontrase su manifestación más evidente en la vestimenta que usaba. El cabildo de Santo Domingo reiteraría su actitud con respecto al amancebamiento de patricios con mujeres de distinta etnia, exhortando al monarca español el 19 de diciembre de 1757 a tomar medidas para impedir que individuos carentes de «la conocida y correspondiente prosapia» accedieran por vía matrimonial a los oficios de regidor y de alcalde. El patricio Carlos Esteban Deive, La esclavitud del negro en Santo Domingo (1492-1844), Santo Domingo, 1980, t. II , pp. 578-579. 105 Ibídem. 104 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 244 13/08/2014 08:54:36 a.m. De súbditos a ciudadanos...245 no solo debía ser blanco, sino tener una familia blanca. En tal virtud, el cabildo dominicano revelaría que, con el propósito de acceder al oficio de regidor, un individuo de baja condición llamado Francisco Martínez, contramaestre de un barco, se había casado con Ana de Coca, integrante de una de las principales familias de la colonia. De igual manera los capitulares denunciaron que Lorenzo Angulo, «hombre humilde y de padres ejercitados en baxesa», se había casado —con el mismo designio— con Josefa de Coca, de la misma familia. De acuerdo con los capitulares criollos, el acceso de estas personas a cargos en el cabildo podía provocar que «los beneméritos se retiren y escusen de servirlos por no verse alternar con estos». De ahí que solicitaran que S. M. se sirviera «providenciar lo que convenga al fin importantísimo de que estos empleos se conserven con el lustre y esplendor debido».106 Los conflictos referidos a la composición étnica del cabildo hicieron acto de presencia de nuevo en la documentación del cabildo dominicano en el decenio de 1770. En comunicación del cabildo de Santo Domingo del 21 de enero de 1771 se informaba al monarca que no podían los parientes señalados por la ley 5ª, título 3º, libro 4º de las Leyes de Indias obtener en el cabildo títulos de regidores y que por ese motivo habían invalidado el remate que hizo para ese oficio don Antonio Valdemoro.107 No solo la Real Audiencia sancionaba a los regidores por cualquier infracción, el Consejo de Indias tomaba medidas contra estos en ciertas ocasiones. En 1771, los regidores Antonio Mañón de Lara, Miguel Bernardo Ferrer y Antonio Caro de Oviedo fueron sancionados con multas de 100 pesos cada uno por acusar a Isabel Herrera de tener tachas de sangre.108 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 297, «Exposición del cabildo de Santo Domingo a S. M., 19 de diciembre de 1757». 107 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 983, «Carta del cabildo de Santo Domingo a S. M., 21 de enero de 1771». 108 F. C. de Utrera, Noticias históricas, Santo Domingo, 1978-1983, vol. IV, p. 129. 106 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 245 13/08/2014 08:54:36 a.m. 246 Jorge Ibarra Cuesta Bien avanzado el siglo la Corona asestaría un fuerte golpe a los principios oligárquicos en los que se asentaba el patriciado terrateniente que integraba el cabildo de la capital y modificaría de paso la estratificación racial existente. De acuerdo con la Real Cédula de 18 de marzo de 1783, para ser regidor o tener otro cargo político en el Ayuntamiento no era precisa la prueba de hidalguía, solo si que recaiga en blancos, por tal reputados, que no ejerzan oficios viles, sin que les obste el estar casados con mujeres, cuya ascendencia sea menos blanca, pudiendo ser los sastres, carpinteros y otros, obtenerlos, porque estos oficios no envilecen las familias ni los inhabilita para oficios de la república; pero no los blancos que abandonan estos oficios por haberse hechos ricos y abundosos, porque viven ociosos y sin destino.109 De este modo la real orden de la monarquía ilustrada de Carlos III quebrantaba los fundamentos legales estatuidos por la Leyes de Indias, fundamentos en los que se había asentado secularmente el orden colonial. No solo les daba ingreso a los artesanos (que habían sido precedidos por los comerciantes en el acceso al cabildo), sino que validaba la mezcla de razas del patriciado. Solo se vedaba la entrada a los artesanos enriquecidos que practicaban el ocio, pues este era repudiado por la mentalidad productivista de los ministros de Carlos III. Los regidores apelaron ante el Consejo de Indias, solo que no conocemos el resultado de su reclamación. Otra Real Orden del mismo tenor se dictó el 3 de agosto de 1776 para la ciudad de Caracas, con cuyo patriciado el Consejo de Indias estaba empeñado en un conflicto virulento. La creciente desproporción de pardos y morenos libres respecto a los blancos motivaba temores entre los miembros Ibídem, p. 67. 109 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 246 13/08/2014 08:54:37 a.m. De súbditos a ciudadanos...247 del patriciado criollo de la capital. En la información abierta en torno al Código Negro, Andrés de Heredia se pronunció contra la manumisión de esclavos y su conversión en negros y mulatos libres porque ello tendía a inclinar la balanza cada vez más en contra de los blancos y porque los «de color» eran personas de «perversas inclinaciones».110 Del mismo modo en que Heredia se opuso a las manumisiones, el célebre presbítero Sánchez Valverde criticó a los amos criollos que liberaban a sus esclavos, pues lejos de constituir un acto de piedad, «lo era de irreligión, de impiedad y pecaminoso grave».111 Las disposiciones de la Corona y de las autoridades coloniales tendían a exacerbar la oposición de los cabildos dominicanos. En Santo Domingo, como en todas las posesiones españolas del Caribe, se exigía a los funcionarios coloniales y oficiales del ejército peninsular que solicitaran permiso para casarse con criollas. En ese sentido, Rodríguez Demorizi presenta algunos casos de oficiales a los cuales se les exigió además presentar certificado de limpieza de sangre de sus respectivas novias y de sus padres y declaración de testigos de que «eran personas blancas y reputadas por tales […] libres de mala nota, de judíos, moros y negros».112 La novia debía también presentar una dote que garantizara la estabilidad económica de la familia en caso de que el novio perdiera su condición de militar. La circunstancia de que las posesiones antillanas estuvieran a cientos de millas de distancia de la metrópolis y de que los franceses se hubieran apoderado de la mitad de la isla no propiciaron que las puertas del cabildo de Santo Domingo se abriesen a las clases subalternas de la sociedad colonial. Tampoco el hecho de que la esclavitud tuviera un carácter Javier Malagón Barceló, Código negro carolino (1784), Santo Domingo, 1974, p. 111. 111 Fernando Pérez Memén, La Iglesia y el Estado en Santo Domingo (17001853), Santo Domingo, 1984, p. 152. 112 E. Rodríguez Demorizi, Milicias, Santo Domingo, 1978, pp. 294-297. 110 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 247 13/08/2014 08:54:37 a.m. 248 Jorge Ibarra Cuesta patriarcal contradecía el principio de la sociedad de castas. A pesar del aparente carácter deferente y condescendiente de los señores de hacienda, del creciente proceso de mestizaje y de la correlación racial desfavorable a la población blanca, las medidas segregacionistas de los regidores reflejan cómo el cabildo de la capital dominicana se atenía al principio oligárquico de una estratificación racial rigurosa. 15.Las autoridades coloniales se encargaban de acentuar la separación entre los criollos blancos y los criollos negros. Ya desde mediados del siglo xvi el arcediano de Santo Domingo, Alonso de Castro, se lamentaba de que los pardos y morenos «andan tan ricos de oro y vestido, y tan sobrellevados, que a mi parecer ellos son más libres que nosotros».113 Las quejas procedentes de las autoridades de Santo Domingo motivaron que el monarca español, en RC del 11 de febrero de 1571, dispusiera que «Ninguna negra, libre o esclava, ni mulata trayga oro, perlas, ni seda».114 Solo a aquellas casadas con españoles se les permitía —de forma moderada— algunos «zarcillos de oro» y algunas perlas. La situación de pobreza generalizada del siglo xvii provocó que las mujeres de las principales familias de Santo Domingo no asistieran a misa de día, a causa de la modestia de su vestimenta. Así lo consignó el arzobispo de Santo Domingo, Pedro de Córdoba, en comunicación al monarca fechada el 12 de febrero de 1625. Sin embargo, de acuerdo con una exposición que los padres jesuitas Damián de Buitrago y Andrés de Solís dirigieron al superior de la Compañía de Jesús en Santo Domingo, esa no parecía ser la situación de las pardas de la ciudad. A causa de la escasez y miseria predominante, los templos se encontraban vacíos, y en los días festivos solo acudían algunos hombres y docenas C. Esteban Deive, La esclavitud, Santo Domingo, 1980, t. II p. 582. Ibídem. 113 114 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 248 13/08/2014 08:54:37 a.m. De súbditos a ciudadanos...249 de mulatas «con sus panetelillas de gaza y holán, muy galanas y afeitadas, con sus sombreros pespuntados, toquilla y plumas de franjones de oro». Tales mulatas eran de las que «por sustentar comidas y galas, andan a competencia de granjear galanes».115 Las ropas vistosas con las que se exhibía la gente «de color» en distintas épocas —aun en las de miseria—, a fin de equiparase con los blancos, motivó que Domingo Fernández de Navarrete, arzobispo de Santo Domingo, comunicara al rey en carta del 26 de agosto de 1683 que era conveniente reformar «la demasía y superficialidad de los vestidos de negros y mulatos».116 Las actitudes de preocupación de las autoridades respecto a las aspiraciones igualitarias y a la creciente prosperidad del artesanado «de color» se dejan traslucir en las siguientes palabras del Arzobispo: He predicado señor contra el abuso introducido en esta tierra. Y hablado veces de él. Y si bien me acuerdo dixe en una ocasión a vuestro Presidente viéndolo vestido de gala: Su señoría u los caballeros desta ciudad se avían de vestir de estameña (tejido ordinario) para diferenciarse de los mulatos y negros.117 Para el prelado resultaba inadmisible que las «castas inferiores» se vistieran como blancos y llevasen «camisas de olan y bretañas, medias de seda, tafetán doble […] y mantas de seda con puntas, las mulatas y las grifas son las que más las consumen».118 Como la sociedad de castas los apartaba y discriminaba, los pardos y morenos libres se igualaban gastándose todo el dinero en vestir como los blancos. Ahora bien, a juicio de Fernández de Navarrete, lo peor era que Ibídem, p. 583. Ibídem y Pedro Mir, La bella historia del hambre dominicana, Santo Domingo, 2000, pp. 88-89. 117 C. E. Deive, La esclavitud, Santo Domingo, 1980, t. II p. 583. 118 Ibídem, p. 584. 115 116 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 249 13/08/2014 08:54:37 a.m. como la gente blanca es tan poca, necesitamos desta gente para las ocasiones que se pueden ofrecer con que conviene tolerarlas, y no desazonarles: ellos son tan soberbios que reconociendo esta falla suelen decir que dentro de pocos años vendrá el gobierno a sus manos.119 La alarma que reinaba era tanta que el gobernador Andrés de Robles (1684-1690), ante el hecho de que «la gente de color» se estuviera vistiendo y exhibiendo en los lugares públicos con las ropas de gala de los patricios, dictó una cédula que ordenaba atajar los daños o excesos causados por «la profanidad de los trajes», o sea, por el empleo de ropa que se suponía era exclusiva de las autoridades y del patriciado blanco.120 El proyecto del Código Negro de Agustín de Emparán (1784) fue otro intento de las autoridades por reforzar la barrera de color entre los criollos blancos y negros. De acuerdo con su articulado, se prohibía terminantemente el uso de ropa de seda, mantillas y joyas a los pardos y morenos. Ibídem. Ibídem. 119 120 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 250 13/08/2014 08:54:37 a.m. Capítulo VIII Condicionamientos de las relaciones del poder colonial con la región centro-oriental de Cuba 1. Las ordenanzas municipales del oidor de la Real Audiencia de la Española Alonso de Cáceres Ovando en 1574 El resultado de la visita a Cuba del oidor dominicano Alonso de Cáceres fue la confección de las ordenanzas conocidas por su apellido, las cuales regirían en toda la isla con ligeras modificaciones hasta el siglo xix. El código normó las relaciones entre el Estado colonial y los cabildos de la isla, la tenencia de la tierra, las relaciones de dependencia en el agro, la administración local y la impartición de justicia por los alcaldes y regidores. En cuanto a las relaciones entre los factores de poder existentes en la isla, el oidor dominicano concedió un conjunto de prerrogativas a los cabildos que limitaban el dominio que hasta entonces habían ejercido los gobernadores. Conocedor de que los gobernadores eran funcionarios que debían obedecer al monarca y evitar conflictos con los intereses creados en las posesiones coloniales de España, Cáceres se propuso estabilizar las relaciones entre ambas partes. 251 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 251 13/08/2014 08:54:37 a.m. 252 Jorge Ibarra Cuesta Una primera disposición de las ordenanzas, que tendía a evitar muchas de las pugnas que habían tenido lugar en las elecciones municipales, quedó consignada en el artículo 4, el que establecía lo siguiente: «el Gobernador deje libremente elegir a los Regidores, sin votar él, ni su lugarteniente en ello, pues asienten como juez y lo han de ser de lo que se hiciere».1 De manera parecida, el artículo 8 dispuso que en los casos en que en las elecciones capitulares hubiera diferencias entre el gobernador y los dos alcaldes «sobre lo que se ha de mandar y ejecutar y cumplir, que lo que los dos de los tres determinaren se ejecute».2 O sea, podía haber un acuerdo entre los alcaldes que determinase el resultado de la elección del cabildo. La disposición les concedió a los alcaldes criollos un poder discrecional absoluto sobre el gobernador en las elecciones, pues, por lo general, estos se unían en defensa de los intereses locales frente al mandatario. Teniendo en cuenta que un navío viajaba «cada cinco o seis años» entre Cuba y La Española, el artículo 24 de las ordenanzas determinó que: sea servido de mandar que el gobernador que hubiere conocido en primera instancia en caso civil, se pueda apelar de él para el cabildo de esta villa, siendo la causa de treinta mil maravedís, y de hay abajo; porque es cierto que mucha más cantidad se gastará en sacar el proceso y llevarlo solamente a Santo Domingo.3 Las ordenanzas sancionaban otra prerrogativa de los cabildos cuando instaban en su artículo 22 a que se observase la: Hortensia Pichardo, Documentos para la historia de Cuba, t. I, La Habana, 1973, p. 103. 2 Ibídem. 3 Ibídem, p. 106. 1 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 252 13/08/2014 08:54:37 a.m. De súbditos a ciudadanos...253 jurisdicción de las ciudades, villas y lugares de esta isla, y que ninguno pueda ser sacado de la jurisdicción en primera instancia, ni el Gobernador le pueda citar por alguna vía para que parezca ante él en primera instancia a litigar como en derecho y leyes de estos reynos (...)4 Lo que significaba que las infracciones y delitos cometidos en primera instancia solo podían ser juzgados por los alcaldes ordinarios de los cabildos, sin que el gobernador pudiera conocer de ellos. Este artículo sustrajo algunas transgresiones y violaciones de la autoridad de los gobernadores y las colocó bajo la competencia de los alcaldes ordinarios. Por último, en el artículo 85 se previno el caso de que los regidores desearan discutir en cualquier sesión del cabildo la formulación de una demanda contra el gobernador ante el Consejo de Indias o el monarca. Como quiera que las reuniones del cabildo eran presididas por el gobernador, Cáceres consideró que en caso de que los regidores quisieran «escribir a S. M. y a su real consejo, cosa que toque al gobernador o a su lugarteniente, se salgan del cabildo entretanto que se trate el tal negocio».5 De ese modo se legitimó la oposición de los miembros del cabildo a determinadas disposiciones del gobernador y se coartó la posibilidad de que este pudiera tomar represalias contra los regidores y alcaldes por elevar demandas contra su gestión administrativa. En el artículo 41 de las ordenanzas se solicitó al monarca que permitiera a los cabildos imponer tributos a los vecinos para atender las necesidades más elementales de las villas, dado el estado de pobreza en que se encontraban.6 Esta era 6 4 5 Ibídem, p. 105. Ibídem, pp. 118-119. Ibídem, p. 109. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 253 13/08/2014 08:54:37 a.m. 254 Jorge Ibarra Cuesta una solicitud inusual: se suponía que los cabildos normasen la vida de las comunidades, no que impusieran tributos a los vecinos. También de manera desacostumbrada las ordenanzas recomendaron en su artículo 22 que se instituyera un teniente gobernador en Bayamo que persiguiese el contrabando.7 En el artículo 12 Cáceres sancionó el principio de que las elecciones fueran llevadas a efecto por los regidores en sesión del cabildo, y no a cabildo abierto, o sea, a campana tañida y con el voto de los vecinos blancos de la villa, como se había estado haciendo hasta entonces.8 Los negros, mulatos e indios no participaban en los cabildos abiertos. A pesar de haberse prohibido las elecciones de alcalde a cabildo abierto o campana tañida, el artículo 20 dispuso que el procurador fuese electo cada año mediante ese procedimiento, pudiendo reelegirse y participar en defensa de los intereses de la comunidad, y frente a los regidores o alcaldes que se pronunciasen en contra de ella, en las sesiones del cabildo.9 De acuerdo con el artículo 21, el procurador debía defender «el bien público y común de todos», no pudiendo «pedir ni seguir particulares intereses».10 Si bien las ordenanzas de Cáceres se propusieron legitimar la estratificación esclavista existente en la sociedad y en las instituciones coloniales, tuvieron también como objetivo crear un estado de derecho en el que las personas pudieran forjarse algunas expectativas o ilusiones de equidad y equilibrio respecto a la sociedad en la que vivían. En este orden de cosas, sancionaron rigurosamente las prácticas de los intermediarios locales que se interponían entre el productor y el consumidor para alterar los precios a su favor. La mediación comercial llevada a efecto por terceros que compraban productos de la agricultura para venderlos en las villas (o inversamente) en perjuicio de los compradores fue 9 Ibídem, p. 105. Ibídem, p. 104. Ibídem, p. 105. 10 Ibídem. 7 8 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 254 13/08/2014 08:54:37 a.m. De súbditos a ciudadanos...255 condenada severamente. Los regatones —como eran llamados en el medioevo español— eran perseguidos por la Iglesia y por los cabildos en las posesiones ultramarinas de España. Ahora bien, los grandes prestamistas de la Corona y los grandes comerciantes importadores y exportadores extranjeros radicados en la península y en la isla no estaban sujetos a las normas jurídicas y morales que regían para los regatones y buhoneros. Así sucedía en el puerto escala antillano de la Carrera de Indias: los grandes comerciantes de vino, tejidos y harina radicados en La Habana estaban exentos de las prohibiciones que afectaban a los intermediarios medianos. De esta forma, de acuerdo con los artículos 43 y 44 de las ordenanzas, el cabildo no podía poner: postura ni tasa a los mercaderes que tratan en vino y mantenimientos, y en mercaderías de Castilla, ni de otra parte por mar con riesgo, sino que los dejen vender como S.M. lo tiene mandado (…) pero a los rescatones que compran los dichos vinos y mercaderías en esta villa y puerto, que se les pueda poner y pongan postura y tasa para vender, dándoles ganancia moderada.11 Solo en el caso —previsto en el artículo 44— de que a los grandes mercaderes de Castilla o Nueva España se «les hallase a sus mercancías peso o medidas, falso o falsa» podían ser «castigados por estas ordenanzas».12 La dependencia en que se encontraban la monarquía y las posesiones ultramarinas respecto a los grandes prestamistas extranjeros y mercaderes determinaba que se hiciera abstracción de los principios éticos medioevales que condenaban las ganancias obtenidas en el comercio. En ese sentido, las exenciones concedidas por Cáceres a los comerciantes sevillanos Ibídem, p. 109. Ibídem. 11 12 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 255 13/08/2014 08:54:37 a.m. 256 Jorge Ibarra Cuesta parecen haber estado determinadas por los agudos conflictos que habían tenido lugar con los cabildos dominicanos y por la decisión que tomara al respecto el monarca español. La protesta que originó entre los mercaderes de Sevilla y Cádiz la decisión del cabildo de Santo Domingo de imponer tasas a los productos que vendían, así como sus amenazas de interrumpir o retrasar el comercio con La Española, determinó que se dictase una real provisión en 1534 que impedía que se impusieran las referidas tasas a los productos que llevaban a la isla.13 Más tarde, en 1577, el Dr. Gregorio Gonzáles de Cuenca, presidente de la Real Audiencia de Santo Domingo, transigió a las exigencias de los comerciantes sevillanos y gaditanos. Cáceres, oidor de la Real Audiencia dominicana, al parecer compartía los criterios del Dr. Cuenca.14 El hecho fue que en La Habana las imposiciones de precios por los comerciantes sevillanos motivaron distintos pleitos que fueron zanjados por el ayuntamiento habanero. Y aunque esos grandes comerciantes fueron favorecidos por las ordenanzas de Cáceres, les estuvo vedado el acceso a los cabildos hasta avanzado el siglo xviii. Por su parte, el artículo 46 obligó a los mercaderes radicados en la isla a no comerciar en otras posesiones españolas del Caribe la mercancía que no hubieran podido vender en La Habana. Ello así para que se vieran compelidos a venderla tierra adentro.15 De manera parecida, las prácticas comerciales especulativas eran proscritas por las ordenanzas, que sancionaban además como una de las principales funciones de los cabildos la regulación del precio de los productos. En tal virtud, Cáceres hizo suya la noción del justo precio de Tomás de Aquino. Así, los artículos 29 y 30 reglamentaron el que los diputados del cabildo Genaro Rodríguez Morel,Cartas del cabildo, Santo Domingo, 1999, pp.39-41. Ibídem. 15 H. Pichardo, Documentos, t. I, La Habana, 1973, p. 110. 13 14 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 256 13/08/2014 08:54:37 a.m. De súbditos a ciudadanos...257 fijasen —con relativa independencia de la oferta y la demanda— los precios de la carne de ganado y del pescado, así como el del vino. De acuerdo con los artículos 81, 83 y 84, no se podía tampoco vender la carne de res y productos del mar fuera de las carnicerías y pescaderías en las que se pesaba y vendía según los precios regulados por los diputados del cabildo. La lectura de las actas de los cabildos cubanos desde el siglo xvi hasta el siglo xix revela que los cabildos no se conformaron con ajustar el precio del vino y de las carnes de res y pescado, sino que regularon estrictamente también los precios de los productos agrícolas, las ropas, los zapatos y otros artículos. En las actas de los cabildos también se establecía que los diputados debían revisar con varas, pesas y medidas el peso y las dimensiones de las mercancías en las tabernas, tiendas y almacenes. La reglamentación de los precios obedecía no solo a la ideología medioeval imperante en la época, sino a la necesidad de proteger a la vecindad de las escaseces, penurias y epidemias que diezmaron a las villas durante los primeros tiempos de vida colonial. De acuerdo con el artículo 48, los regatones que vendían en el campo productos de la ciudad debían «perder todo lo que así llevasen a vender». Y según el artículo 31, cuando las sanciones contra los especuladores y regatones fuesen de «pena corporal o destierro o de mil maravedís arriba», los diputados debían consultar con el gobernador y los alcaldes.16 Por su parte, el artículo 70 prohibió que en el radio de 8 leguas alrededor de las villas se diera licencia a persona alguna para establecer «hatos de vacas ni puercos». Dichas tierras se reservaban para ejidos públicos en los que el vecindario pudiera realizar cultivos y establecer estancias. En la periferia de 8 leguas en torno a las ciudades había pastos y monterías comunes en los que los vecinos tenían permiso para montear ganado cimarrón u orejano y traer carne para su consumo o Ibídem, pp. 197 y 110. 16 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 257 13/08/2014 08:54:38 a.m. 258 Jorge Ibarra Cuesta venta. Se esperaba que con la carne obtenida en esas monterías hubiera «proveimiento para los vecinos y pasajeros, y la carne vale a más moderado precio».17 El artículo además preveía que, en caso de escasez o hambrunas, los vecinos de las villas pudieran montear ganado orejano o salvaje (aquel sin propietarios) con fines de supervivencia. En cuanto al artículo 71, este autorizó a dar asiento y licencia para estancias en los terrenos de los hatos «...concedidos a otras personas o criaderos de puercos».18 En cambio, se ofreció resarcir a los señores de hatos y corrales concediéndoseles una extensión de tierra equivalente a la que en sus terrenos hubieran cedido a las estancias. Estos dos últimos artículos proporcionaban a los vecinos la posibilidad de montear ganado salvaje y de establecer estancias en las tierras de los hateros como manera de enfrentar la escasez que agobiaba a las villas. Para evitar que los monteadores mataran ganado ajeno, el artículo 76 estableció que no se cazaran reses en los términos, «límites y mojones» de los hatos y corrales. El ganado monteado fuera de los límites de los hatos y corrales que estuviese herrado debía ser devuelto a su propietario. Todo el ganado cimarrón u orejano que se capturaba fuera de esos límites era propiedad de los vecinos que monteaban. Se estimaba que había decenas de miles de reses que se habían criado salvajes; su captura era la única manera de aliviar la hambruna que padecían las comunidades antillanas. De acuerdo con el artículo 77, se prohibía a los monteadores e intermediarios que vendiesen cueros sin orejas, o sea, cueros de reses que tuvieran propietario, toda vez que estos les cortaban las orejas para identificarlos. Ibídem, p. 116. Ibídem. 17 18 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 258 13/08/2014 08:54:38 a.m. De súbditos a ciudadanos...259 2. Guerra naval contra los enemigos de la Corona española en el mar Caribe En el curso del siglo xvii España sostuvo guerras con Inglaterra, Francia y Holanda que se prolongaron por setenta años. Estos conflictos se trasladaron al escenario del mar Caribe, donde los navíos españoles tuvieron que combatir contra las escuadras de las potencias rivales. Las naves europeas se concentraron en atacar a la flota y a otras embarcaciones de la Carrera de Indias y en practicar el socorrido comercio clandestino con las posesiones coloniales hispánicas en el Caribe. De ahí que este período se caracterizara por la intensidad de los encuentros navales. Así, entre 1622 y 1636, los navíos holandeses apresaron 547 embarcaciones, la mayoría de nacionalidad española. Para alcanzar tan importantes resultados Holanda empleó 800 barcos de guerra y 67,000 marinos y soldados.19 No disponemos de la documentación que avale la cantidad de embarcaciones que perdió España en la guerra naval que sostuvo en el Caribe con Inglaterra y Francia, pero pensamos que deben haber sido cuantiosas. Isabelo Macías estima que tan solo entre 1602 y 1604, en las costas de Cuba, España perdió unas 23 embarcaciones.20 De acuerdo con Engel Sluiter, cada año, y solo respecto a Cuba, los holandeses empleaban en su comercio clandestino de cueros 20 barcos de 200 toneladas.21 En la documentación consultada de principios del siglo xvii se revela la presencia de grandes escuadras de buques contrabandistas operando en las costas de Cuba con absoluta impunidad. Por ejemplo, en comunicación a S. M. fechada el 14 de mayo de 1604, el gobernador Pedro Valdés (1602-1608) informó que en la banda sur Eleazar Córdova-Bello, Compañías holandesas de navegación, agentes de la colonización neerlandesa, Sevilla, 1965. 20 Isabelo Macías, Cuba, Sevilla, 1978. 21 Engel Sluiter, Dutch-Spanish rivalry in the Caribbean Area, 1594-1609, Durham, N. C., 1948, p. 184. 19 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 259 13/08/2014 08:54:38 a.m. 260 Jorge Ibarra Cuesta de la isla estaban «al presente 23 velas de enemigos, rescatando, grandes y pequeñas, y entre ellas algunas de más de 400 toneladas».22 Y el año siguiente (2 de febrero de 1605), cuando Álvarez de Avilés se dirigió con seis barcos a Manzanillo, en persecución de navíos de contrabando, se encontró con la noticia de que tres días antes habían salido del puerto 31 embarcaciones: 24 holandesas, una inglesa y seis francesas. Días después Álvarez de Avilés se encontrará con la escuadra enemiga y comprobará que eran 30 los buques que la integraban. En opinión del gobernador Valdés la cantidad de cueros que a principios del siglo xvii eran vendidos anualmente por Cuba y La Española ascendía a 40,000.23 Los contraataques de las naves españolas a las posesiones inglesas eran tan frecuentes como los asaltos de estas a las costas cubanas. Henry, Earl of Northampton, informó a su majestad británica en 1612 que las embarcaciones de la Bermuda Company no sufrieron daños de parte de la numerosa flota de navíos españoles que se había acercado a la costas de Bermudas: la retirada de los españoles se debió a la frecuencia de los huracanes, por lo que no osarían llegar a las islas que llamaban Dameniorum insulam. De acuerdo con el testimonio inglés, los españoles llamaron desde entonces «islas de los demonios» a la peligrosa región que con el correr del tiempo sería denominada Triángulo de las Bermudas.24 Otro informe a su majestad británica, esta vez del 12 de noviembre de 1626, dio cuenta de que una armada española se había apoderado de 2 o 3 navíos ingleses en la isla de St. Christopher’s y que «El 7 de Septiembre 36 navíos españoles llegaron a Nevis y entraron en combate con 9 barcos ingleses los que tomaron y L. Marrero, Cuba, t. IV, Madrid,1975, p. 130. I. Macías, Cuba, Sevilla, 1978, p. 337. 24 British National Archives. Calendar of State Papers (1574-1660) preserved in the State Paper Department of Her Majesty Record Office. vol. I, 1512, p. 14. 22 23 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 260 13/08/2014 08:54:38 a.m. De súbditos a ciudadanos...261 quemaron…». El resultado final de la incursión española fue que «solo unos 200 ingleses y 40 franceses quedaron y se internaron en los bosques».25 3. Medidas infructuosas del poder colonial contra el patriciado santiaguero y bayamés. El espejo de la paciencia El siglo xvii empieza con las medidas de represión del contrabando tomadas por el gobernador Pedro Valdés. Este arribó a las costas de Cuba por Baracoa, desde donde debía trasladarse a La Habana para tomar posesión de su cargo. Allí pudo conocer las dimensiones que había tomado el contrabando en las regiones orientales del país. El nuevo gobernador se percató bien pronto de que el cura de Baracoa, fray Alonso de Guzmán, era el primer contrabandista de la localidad, habiendo hecho viajes a La Española para concertar operaciones de rescate con los extranjeros. De acuerdo con el Gobernador, el fraile no se limitaba a promover los contrabandos, sino que también espiaba los movimientos de los buques y guarniciones españolas con el objeto de tener informados a los corsarios franceses con los que se relacionaba. Valdés pensaba que el comercio de contrabando ascendía a unas 40,000 reses al año. A su modo de ver, lo más peligroso de las actividades de comercio clandestino con los enemigos de España era que estos tenían «noticia entera de la fortificación deste presidio, fuerça y defensa de todos los puertos canales caletas y surgideros de la ysla». De ese modo establecía una relación entre el contrabando y la seguridad de la isla. Otro riesgo lo constituía la difusión de libros religiosos entre «la gente de la tierra», lo que era de más temer en virtud de que entre esta había «mucha gente barbara como yndios, mulatos y negros i muchos adbenedizoz de diferentes naciones i partes». Ibídem, November 12, 1626, vol. V, p. 103. 25 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 261 13/08/2014 08:54:38 a.m. 262 Jorge Ibarra Cuesta El Gobernador encontró un serio obstáculo en su propósito de sancionar al cura de Baracoa, quien contaba con la protección del obispo fray Juan Cabezas de Altamirano. Poco tiempo después Valdés se convenció de que «La causas de estar tan arraigados los rescates son (los) clérigos y religiosos».26 Desde luego, el núcleo central de los rescates tierra adentro lo constituían los cabildos locales. Valdés lo sabía mejor que nadie, por lo que decidió emprender una política de mano dura con los rescatadores de Bayamo. Eso fue lo que, según García del Pino, gestionó el obispo Cabezas de Altamirano, quien llegó a Bayamo después de los encarcelamientos dictados por Suárez Poago. Una vez que el Obispo se hubo puesto de acuerdo con los alcaldes ordinarios bayameses Gregorio Ramos y Pedro Patiño (quienes serían días después autores de su liberación y de la muerte del pirata francés Girón), dio licencia «a confesores señalados para que absolvieran a los Regatantes (rescatadores)». A cambio, estos debían satisfacer los derechos reales y el diezmo de la Iglesia que adeudasen.27 A esta primera sedición de los bayameses sucedió uno de los hechos más historiados de la cultura cubana. Se trata del secuestro del obispo Cabezas de Altamirano por el pirata y contrabandista francés Gilberto Girón, quien hallaría la muerte en combate con los libertadores del Obispo. Como es sabido, estos hechos motivaron la escritura del primer poema de la historia de Cuba, Espejo de paciencia, de la autoría del escribano del cabildo de Puerto Príncipe, Silvestre de Balboa. El suceso pudo haber pasado desapercibido o no alcanzar la notoriedad que llegó a tener, de no ser por la adulteración literaria de los hechos que tuvo lugar con la versión de Balboa. En efecto, el poema tiene las características de ser un documento motivado por la necesidad de presentar a sus H. Pichardo, Documentos, La Habana, 1973, t. I, p. 131. César García del Pino, La Habana bajo el reinado de los Austria, Oficina del Historiador, La Habana, 2008, p. 25. 26 27 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 262 13/08/2014 08:54:38 a.m. De súbditos a ciudadanos...263 protagonistas como súbditos leales de la monarquía española, quienes estaban empeñados en una acción gloriosa contra un hereje que había osado violar las disposiciones reales que prohibían el comercio con extranjeros y que había secuestrado a la más alta autoridad religiosa de la isla. Esta versión ha sido cuestionada por estudios recientes que ponen en dudas desde el hecho de que Girón fuera un contrabandista hasta «la santidad» del controvertido obispo Cabezas de Altamirano. Con independencia de cuáles puedan ser los criterios historiográficos necesarios para determinar quién era Gilberto Girón, lo cierto es que parece haber unanimidad entre los historiadores acerca de que los ejecutores del francés eran contrabandistas.28 Tal como ha puesto de relieve Leví Marrero, el licenciado Manso de Contreras, oidor de la Real Audiencia de Santo Domingo, antes del episodio del secuestro del Obispo había incluido en su padrón de rescatadores al alcalde bayamés Gregorio Ramos y a sus lugartenientes Jácome Milanes y Miguel de Herrera, descritos por Silvestre de Balboa como heroicos defensores de la tierra y la religión católica frente a los extranjeros y como valientes ajusticiadores del pirata Girón. Manso de Contreras incluyó también en la referida relación de promotores del comercio ilícito al propio autor de Espejo de paciencia y escribano del cabildo principeño, Silvestre de Balboa (tan exaltado apologista del Obispo que le atribuía a este ser un imitador de Cristo), así como a los coautores del poema Pedro de Torres de Cifuentes (vecino de Puerto Príncipe), Juan Rodríguez de Cifuentes (regidor del cabildo principeño) y Bartolomé Sánchez (alcalde de esa villa).29 Los cargos que detentaban en el cabido de Puerto Príncipe los autores de Espejo de paciencia hacen del poema un manifiesto de solidaridad criolla frente a las medidas represivas del ¿Era Girón un corsario, como piensan García del Pino y Macías; o bien era un corsario-contrabandista o un pirata- contrabandista, como estima Moreno Fraginal? 29 P. A. Morell de Santa Cruz, Historia de la isla, La Habana, 1929, pp. 145-147 y 162-165. Y L. Marrero, Cuba, t. IV, Madrid, 1975, p. 134. 28 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 263 13/08/2014 08:54:38 a.m. 264 Jorge Ibarra Cuesta contrabando tomadas por las autoridades coloniales, así como también un homenaje de los principeños a los bayameses, con quienes coordinaban con frecuencia sus operaciones de contrabando. El hecho de que el alcalde, dos de los regidores del cabildo principeño y el alférez Lorenzo Laso fuesen los autores de sus versos laudatorios no parece haber sido casual. Tampoco parece haber sido una coincidencia que, en los días en que Girón efectuaba el secuestro del Obispo alegando que un religioso lo había engañado al no darle los 600 cueros a los que se había comprometido a cambio de los géneros de ropa que le había entregado por anticipado, por aquellas inmediaciones se encontrasen Silvestre de Balboa y Juan Rodríguez de Cifuentes, escribano y regidor, respectivamente, del cabildo principeño y autores del Espejo de paciencia. Esta coincidencia convertía al regidor, como ha destacado García del Pino, en «actor o espectador cercano de aquellos hechos».30 Otros testimonios le atribuyen al obispo Cabezas de Altamirano una responsabilidad máxima en los hechos del rescate que culminó con la muerte de Girón. Aquel no solo había protegido y absuelto al cura de Baracoa de las acusaciones que formulase contra él el gobernador Pedro Valdés, sino que había solicitado del alcalde bayamés Gregorio Ramos el indulto de los coterráneos emplazados por el oidor de la Audiencia de Santo Domingo Manso de Contreras. Su tolerancia hacia los rescatadores parece no haber tenido límites, pues el provisor y administrador eclesiástico de las haciendas de Francisco Parada, Francisco Puebla, secuestrado conjuntamente con el Obispo, era, de acuerdo con Manso de Conteras, «el mayor culpado en los rescates», en virtud de lo cual tenían el Obispo y él «mucha quantidad de hazienda adquerida en la grajería de los rescates».31 En este sentido, tendríamos que remitirnos a César García del Pino, «El Obispo Cabezas, Silvestre de Balboa y los contrabandistas de Manzanillo», Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, mayo-agosto, 1975, pp. 43-44 (pp. 13-54). 31 Ibídem, pp. 38-39. 30 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 264 13/08/2014 08:54:38 a.m. De súbditos a ciudadanos...265 García del Pino, quien ha contabilizado los bienes del Obispo desde que se residenció —siendo «muy pobre»— hasta que abandonó el alto cargo que detentaba, cuando contaba con un ingenio, un hato, estancias por valor de 10,786 reales y con un capital de 10,000 ps.32 En el testimonio que dio Cabezas de Altamirano sobre las conversaciones que sostuviera con Girón en los días de su secuestro, refiere que este le hizo saber que los había secuestrado por dos razones. La primera sería narrada por el Obispo en los siguientes términos. «(...) un mozo natural de villa había ido a resgatar en mi nombre 52 cueros (...) y se había huido con la ropa por el monte». O sea, se había apoderado de parte de la ropa que traía Girón y se había fugado sin pagarle los 52 cueros que le debía. La segunda razón por la que lo había secuestrado fue que «un religioso, cuyo nombre no pongo aquí porque ya su prelado ha tomado cargo del castigo, se burlaba de él, habiéndole llevado mucha ropa de resgate y que le debían hasta 600 cueros, y que esperando esta paga, por no tener de comer como irritados y necesitados, habían hecho lo que hicieron».33 Con respecto al primer hecho, Cabezas de Altamirano reconoció que un alcalde que estaba investigando su actuación en aquellos hechos «cogió la ropa que ellos dicen hurtó el sobre dicho mozo», pero era muy poca como para que él y sus criados se involucrasen en ese rescate. De ese modo, reconoció que el joven se había apoderado de alguna ropa de la que traía Girón, pero negó que él estuviera implicado en la negociación con el pirata por tener un carácter irrisorio. Sin embargo, Cabezas Altamirano no refutó la segunda razón que le dio Girón, en el sentido de que lo había secuestrado en represalia por no haberle entregado un religioso los 600 cueros que le adeudaba. De hecho, admitió el Obispo su veracidad cuando dijo que no mencionaba el nombre del religioso referido por Girón «porque ya Ibídem. L. Marrero, Cuba, Madrid, 1975, t. IV, pp. 120-123. 32 33 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 265 13/08/2014 08:54:38 a.m. 266 Jorge Ibarra Cuesta su prelado ha tomado el cargo del castigo». Si se tiene en cuenta la forma en que había absuelto al cura de Baracoa, es muy difícil pensar que el castigo impartido al religioso que trató con Girón fuera muy severo, si es que lo hubo. ¿Quién era ese religioso que negoció el rescate de los 600 cueros en las inmediaciones o en la misma hacienda de Paradas con el pirata? ¿Acaso había más de una hacienda bajo administración eclesiástica en ese territorio? ¿Acaso el religioso que rescataba con Girón no era el mismo padre Francisco Puebla, administrador de la hacienda de Paradas? ¿Acaso no actuaba Puebla en representación del Obispo? Lo cierto es que la versión del Obispo de que había viajado a Yara «porque me dijeron que en aquel tiempo los negros de las haciendas se ocupaban en resgates» resulta del todo inverosímil. Lo que parece evidente es que el secuestro es resultado de un ajuste de cuentas entre el pirata y los rescatadores por incumplimiento de lo pactado por la parte criolla. La acción de comerciar con navíos extranjeros era considerada de la manera más natural del mundo por Silvestre de Balboa, quien afirmó en el poema que a las costas de Cuba venían «Muchos navíos a trucar por cueros Sedas y paños, y a llevar dineros» Por eso en todo el poema no se habla en ningún momento de «rescates», y cuando se hace, se trata de «rescatar» al obispo secuestrado. Es decir, no hay referencia a la acepción punible o criminal de la palabra «rescates». Desde luego, la intención primordial del poema era transformar un hecho de desobediencia civil y de violación de las disposiciones reales que prohibían el comercio de contrabando —en el que aparecían involucradas las principales figuras del cabildo bayamés y de la Iglesia— en una acción de fidelidad a la Corona y de defensa de la religión católica frente a un enemigo extranjero, acción que desagravió al Obispo «humillado» por el hereje mediante la decapitación de este último y la exposición de su cabeza atravesada por una lanza en el mismo Bayamo. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 266 13/08/2014 08:54:38 a.m. De súbditos a ciudadanos...267 Cuando en 1630 Juan Bitrián de Viamonte (1630-1634) asumió la gobernación, comprobaría respecto a los regidores de la isla de Cuba lo que ya había constatado como gobernador en Santo Domingo. Así, en carta del 18 de enero de 1631, Bitrián de Viamonte le informaría a S. M. que: En las elecciones de oficios (…) no guardan los regidores las leyes ni cumplen con sus obligaciones porque antes que vengan a Cabildo an hecho sus Juntas y quando vienen a él ya se sabe el que ha de salir por Alcalde (...)34 Claro está, los regidores no iban a hacer sus combinaciones en presencia del gobernador español. De acuerdo con una versión de los hechos, el nuevo gobernador se había visto precisado a invalidar la elección de Diego Torres, a quien condenó a permanecer cuatro años sin cargos en el cabildo. Ante la imposibilidad de proceder legalmente para romper los estrechos vínculos existentes entre los miembros del cabildo, Viamonte exhortó al monarca a que dictase una real cédula: «para que en el dho. nombramiento de alcaldes Ordinarios guarden las Leyes Reales y que no nombren padres a hijos, ni hijos a padre, ni a los demás deudos, que por derecho esta prohiuido». El quid pro quo de las elecciones era que como «Son ocho regidores y una vez al año como son quatro los Alcaldes, votan unos por otros los parientes y ansi se anda la acción alternatiua sin la atención del Real Servicio».35 Por esos años el patriciado santiaguero se sintió también seriamente agraviado por la imposición de un inmigrante peninsular de baja condición social como alcalde de la ciudad. En 1636 el alférez mayor Miguel de las Cuevas Velarde, en representación del cabido santiaguero, protestó airadamente por el Archivo Nacional de Cuba. Academia de la Historia, caja 87, signatura 441, «Carta del gobernador Bitrián de Viamonte a S. M., 18 de enero de 1631». (Apud. A. G. I., Santo Domingo, sección V, estante 54, caja 1, legajo17). 35 Ibídem. 34 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 267 13/08/2014 08:54:39 a.m. 268 Jorge Ibarra Cuesta hecho de que el gobernador de la ciudad hubiera impuesto como alcalde de la ciudad al peninsular Pedro Valiente, quien estaba en vía de tránsito para Cartagena de Indias y quien era reconocido raptor de la monja doña María Manuela de Guzmán y Toledo, sin contar con que era sobrino de un maestro de herrería. Para De las Cuevas Velarde, esa designación «era hacerle un agravio a los hijos de la tierra».36 4. El patriciado santiaguero se opone a la injerencia del Santo Oficio en su jurisdicción Con motivo de que el Tribunal del Santo Oficio de la ciudad de Cartagena de Indias otorgara el título de alguacil mayor de Santiago de Cuba a Francisco Martínez de la Rea, los regidores santiagueros hicieron sentir su oposición terminante. Alegaron que una RO de 1633 mandaba que no hubiera en las Indias más que cuatro alguaciles del Santo Oficio, y como ya se habían designado alguaciles de la inquisición en otras ciudades de Indias, a Santiago de Cuba no le correspondía tener ese funcionario en su jurisdicción. Ante «los inconvenientes que pudieran resultar» de esa resolución, el cabildo santiaguero se dirigió a S. M. para demandarle que lo eximiese de esa imposición del Santo Oficio (22 de diciembre de 1687). El patriciado santiaguero reiteró en 1695 su oposición a las pretensiones del Tribunal del Santo Oficio de Cartagena de nombrar un alguacil mayor en esa ciudad. Al cabo de ocho años del primer intento inquisitorial de imponer un funcionario que vigilase y censurase sus actos, los regidores se negaron a dar posesión del cargo de alguacil mayor del Santo Oficio de la Inquisición a Joseph García. De acuerdo con exposición del cabildo de Santiago de Cuba del 15 de noviembre de 1695, el acuerdo del Tribunal de la Inquisición de Cartagena «era vicioso e indigno de cumplimiento», sobre todo si se tenía en cuenta que Joseph García Emilio Bacardí y Moreau, Crónicas de Santiago de Cuba, Barcelona, 1908, t. I, p. 151. 36 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 268 13/08/2014 08:54:39 a.m. De súbditos a ciudadanos...269 era «la persona que ha tenido más parte en quantos agravios a padecido el Real Servicio en esa ciudad desde que se abecindó en ella (…) por incorregible y sedicioso». De la misma naturaleza era la conducta de los integrantes del Santo Oficio que «con sus determinaciones faltan a la veneración que deben a las Leyes y Cédulas de S.M.».37 La renuencia de los capitulares santiagueros a cumplir las providencias de las autoridades del Santo Oficio motivó que a cada uno de ellos le fuera impuesta una pena de 500 pesos plata. De acuerdo con la exposición del cabildo santiaguero del 16 de julio de 1695, dado «el estado mísero en que se halla esta ciudad con los desasosiegos que ha padecido en los años pasados», los capitulares se hallaban en una situación económica crítica, por lo que se vieron imposibilitados de presentar un recurso contra la resolución de Cartagena. Lo mismo había sucedido con los regidores bayameses que se habían negado a reconocer la designación de un alguacil mayor del Santo Oficio en la ciudad, motivo por el que se les impusieron sanciones pecuniarias gravosas. De acuerdo con los capitulares santiagueros, la situación creada en la ciudad con la designación de Joseph García fue «la causa de todos los disturbios que se ofrecieron en esta ciudad». Las protestas se agudizaron cuando se supo que la persona designada para presidir el tribunal que conocería del diferendo del cabildo con Joseph García era el cuñado de este, el Sr. Roque de Castro Machado, canónigo doctoral de la catedral. De ahí resultaron todos los disturbios y sediciones que se ofrecieron en esta república hasta la execución del delito de tumulto que fomentó el licenciado Franco. Manuel de Roa, acompañado de todos los de la familia del dho. Joseph García.38 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 117, «Exposición del cabildo de Santiago de Cuba a S. M., 15 de noviembre de 1695». 38 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 117, «Exposición del cabildo de Santiago de Cuba a S. M., 18 de julio de 1695». 37 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 269 13/08/2014 08:54:39 a.m. 270 Jorge Ibarra Cuesta No había transcurrido un año cuando los inquisidores de Cartagena decidieron otorgar a los vecinos santiagueros Bartolomé y Joseph López del Castillo «los privilegios, exenciones e inmunidades de fuero y de poder traer armas ofensivas y defensivas», en quebranto de las prerrogativas exclusivas que tenía el cabildo de conceder esas licencias. En exposición a S. M. del año 1696, los capitulares alegaron que se habían abstenido de reclamar por no contar con dinero para establecer una demanda y por temor a «las penas de censuras y pecuniarias de que se vale el Tribunal de Cartagena».39 Obviamente, lo que temían los capitulares santiagueros era que la Corona diese la razón al Santo Oficio una vez más y que ellos se vieran obligados a pagar las sanciones que se les impusieran. La pugna con el tribunal inquisidor tendió a acentuarse con la designación de Bartolomé y Joseph López del Castillo como alguaciles del Santo Oficio en Santiago de Cuba. En exposición a S. M. fechada en mayo de 1698, los regidores santiagueros los acusaron de ser autores de «graves delitos» y de que de su designación se derivaría «notable escándalo». No obstante, terminaron por darles posesión de sus respectivos cargos.40 5. Los conflictos de los cabildos de Santiago de Cuba y de Bayamo con el gobernador del Departamento Oriental en el siglo xvii En 1673 el cabildo bayamés protagonizó una sonada protesta contra el gobernador de la región oriental de la isla, Andrés de Magaña, quien había intentado nombrar a un capitán a guerra en la ciudad, «al cual no quisieron recibir». El cabildo bayamés alegó que, de acuerdo con una provisión muy antigua de la Audiencia de Santo Domingo, «no podía haber más de un teniente general en todo el Gobierno». El gobernador De A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 117, «Exposición del cabildo de Santiago de Cuba a S. M., 1696», s/f. 40 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 117, «Exposición del cabildo de Santiago de Cuba a S. M., mayo de 1698». 39 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 270 13/08/2014 08:54:39 a.m. De súbditos a ciudadanos...271 Magaña había tratado también de cumplimentar la provisión de la Real Audiencia de Santo Domingo que impedía que se continuasen reeligiendo los miembros de las familias terratenientes como alcaldes del cabildo. O sea, pretendía violar uno de los principios rectores del patriciado criollo, sustento del poder político de los señores de hacienda. El 29 de marzo de 1675 el Consejo de Indias ratificó la decisión de la Real Audiencia de Santo Domingo. No obstante, por Real Cédula del 7 de noviembre de 1693, los bayameses consiguieron que la vara de alcalde recayese siempre en uno de sus regidores y que no se les pudiera hacer salir de su villa para comparecer en juicio en Santiago de Cuba o La Habana. O sea, se revalidaba la competencia de los alcaldes respecto a las causas radicadas en la localidad contra los capitulares bayameses. De ese modo, se sustraían de la jurisdicción del gobernador y de los juzgados de Santiago de Cuba los juicios contra los miembros del cabildo bayamés.41 La provisión referida de la Real Audiencia prohibía que se votara para alcaldes ordinarios a favor de los parientes de los regidores o de sus mujeres hasta el cuarto grado. El 27 de mayo de 1675 los regidores bayameses apelaron de nuevo ante el Consejo de Indias para que los parientes pudieran votar entre sí en los cabildos.42 A pesar de toda la oposición, los oficios del cabildo bayamés siguieron en manos de las principales familias terratenientes. Los apellidos que firmaron la protesta —dirigida a S. M.— del 8 de enero de 1674 continuaron detentando los cargos capitulares en los siglos xviii y xix. En efecto, los descendientes de los Céspedes, Estrada, Milanés, Pavón, Tamayo, Téllez y Guevara que firmaron el referido documento continuaron ejerciendo los oficios de regidores y alcaldes del cabildo bayamés hasta mediados del siglo xix. L. Marrero, Cuba, Madrid, t. VII, 1979, p. 185. R. Konetzke, Colección de documentos, Madrid, 1953-1958, vol. II, tomo segundo, pp. 615-616. Y L. Marrero, t. V, Madrid, 1976, pp. 16-17. 41 42 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 271 13/08/2014 08:54:39 a.m. 272 Jorge Ibarra Cuesta Los acomodos y pactos de algunos gobernadores con el patriciado fueron un fenómeno que se dio de manera espaciada pero recurrente. Una Real Cédula del 8 de mayo de 1679 evidencia las equívocas relaciones que existían entre el gobernador de Santiago de Cuba y el patriciado de los cabildos de Santiago y Bayamo. En la disposición real referida se instruía al capitán general de la isla: averiguar los fraudes cometidos en Santiago de Cuba y Bayamo y si hallareis ser cierto lo indicado, enviareis quien en ínterin gobierne en Cuba, con comisión para que al Gobernador que resultare culpado, lo remita preso a la ciudad de la Habana, para que desde allí venga a estos Reinos.43 La prohibición de que las familias terratenientes dominantes en los cabildos concertaran entre sí para controlar todos los oficios capitulares continuó siendo invocada por las autoridades y por los capitulares designados por los gobernadores en el siglo xviii. En Santiago de Cuba, a instancias de cuatro capitulares adeptos al gobernador, se instruyó en 1794 un expediente a otros ocho capitulares bajo la acusación de encontrarse enlazados por vínculos de parentesco y de supuestamente oprimir al pueblo santiaguero.44 6. Supresión de la facultad de repartir tierras a los cabildos de la isla La disposición tomada por Felipe V de que los gobernadores interinos debían ser los militares de mayor categoría de las tropas españolas acantonadas en las fortalezas constituyó un aviso anticipado de las medidas de centralización política y militar Cedulario Americano del siglo xvii. Cédulas de Carlos ii (1679-1700), Sevilla, 1956, pp. 16-17. 44 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 1485, número 10. 43 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 272 13/08/2014 08:54:39 a.m. De súbditos a ciudadanos...273 que se aplicarían en el país. Las medidas centralizadoras no solo obedecían a las nuevas concepciones racionalistas de la administración española, sino a la necesidad de controlar más estrechamente sus posesiones coloniales ante el auge del contrabando y el creciente espíritu de autonomía local de los cabildos. En este sentido, providencias tendientes a limitar la facultad de los cabildos de repartir las tierras fueron tomadas desde la segunda mitad del siglo xvii. De acuerdo con Le Riverend, (…) hasta fines del siglo xvii no apareció en el panorama de la legislación colonial la intervención directa del poder real en la concesión de mercedes; en efecto, por Real Cédula de 6 de noviembre de 1690, se dispuso entre otras cosas que el gobernador de Santiago de Cuba podía otorgar títulos de merced (de verdadera propiedad de las tierras) a nombre del Rey a los beneficiarios de mercedes que hubieran sido admitidos a la composición de las tierras.45 No habían faltado sugestiones de funcionarios reales de la Corona en el sentido de que se privase a los cabildos de la facultad de mercedar tierras. En carta a S. M. fechada el 11 de octubre de 1633, el gobernador Juan Bitrián de Viamonte (1630-1634) sugirió que se (...) despache cédula para que los Regidores no pidan por si ni por interpósitas personas en el cavildo ningunas tierras valdías por ser como es un perjuicio por qe. todos los qe. ay con la mano poderosa las piden valiendose para esto de las Ordenanzas. Julio Le Riverend, «Documentos para la historia económica y social de Cuba», Boletín del Archivo Nacional de Cuba, t. LIII y LIV, La Habana, 1956, p. 266, nota al pie. 45 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 273 13/08/2014 08:54:39 a.m. 274 Jorge Ibarra Cuesta Y a los efectos de evitar que los regidores siguieran repartiéndose entre ellos las tierras que aun no se habían repartido, «Que se de Ca. [cédula] pa que no se enajenen las tierras y que auise de las que están dadas y a quienes y que cantidad y con que títulos…»46� Pero las condiciones no estaban maduras todavía para que la Corona desafiase el poder local del patriciado de la isla, por lo que los consejos del Gobernador no fueron atendidos en la Corte. Sin embargo, en 1713 se dictó una real cédula que convocaba a los terratenientes a legitimar la posesión de las tierras, lo que en los hechos operaba como recordatorio de que estas eran propiedad del rey y no de ellos.47 De ese modo se venían preparando las condiciones para despojar a los cabildos de la facultad de mercedar tierras. Las disposiciones que privaron finalmente a los cabildos de la isla de la facultad de repartir haciendas y estancias fueron las Reales Cédulas del 23 de noviembre de 1729 y del 16 de febrero de 1739, las cuales concedieron dicha facultad a una comisión de composición de tierras presidida por el gobernador español de Cuba. De esta suerte la monarquía borbónica arrebató a los cabildos insulares el privilegio que les había convertido en una de las principales fuentes de poder y de prestigio en la isla.48 De acuerdo con estas reales cédulas, los beneficiados con mercedes de tierras expedidas antes o después de 1700 debían legalizar su tenencia ante el juez de tierra pagando lo que correspondiera por la composición de las mismas, es decir, por su medición y el establecimiento legal de sus límites. Asimismo, debían pagar el cobro establecido para solicitar a la Corona la real confirmación, o sea, el derecho y título de propiedad. Se establecía Archivo Nacional de Cuba. Academia de la Historia, caja 88, signatura 451. Olga Portuondo Zúñiga, «La consolidación de la sociedad criolla (1700-1765)», La colonia: evolución socioeconómica y formación nacional de los orígenes hasta 1867, Instituto de Historia de Cuba, Editora Política, La Habana, 1994, p. 184. 48 J. Le Riverend, Documentos, La Habana, 1956, pp. 264-270. 46 47 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 274 13/08/2014 08:54:39 a.m. De súbditos a ciudadanos...275 también que los poseedores de terrenos considerados realengos, aun cuando fuesen menores a una caballería, debían legalizar su situación acudiendo al juez de tierra y pagando por la solicitud de confirmación real. El despotismo tributario de la Corona no tuvo como designio alentar una reforma en la tenencia de la tierra que se orientara a la creación de una nueva clase burguesa en el agro, sino a incrementar los ingresos de la Real Hacienda. En las condiciones coloniales de la época no existía una clase adinerada capaz de suplantar al patriciado terrateniente en la posesión de sus tierras. Las disposiciones reales de 1590, 1729 y 1739 tuvieron el propósito de establecer el control fiscal sobre las tierras del patriciado terrateniente indiano, las que, aun habiendo sido mercedadas en usufructo, eran consideradas por los poseedores como de su propiedad. El designio último de la medida que arrebató a los cabildos la potestad de repartir tierras fue reducir el poder del patriciado terrateniente que dominaba los cabildos y desafiaba en sus jurisdicciones la autoridad de la Corona y de los funcionarios coloniales. De acuerdo con la historiadora Mercedes García Rodríguez, con la reforma del régimen de tenencia de tierras los Borbones aseguraron los cobros fiscales por composición, confirmación, derecho de media anata, censos y ventas, cuestiones todas desatendidas en épocas de los Habsburgos.49 De esa suerte se creó un nuevo rosario de tributos sobre el patriciado y el campesinado de las Indias que incrementó cuantiosamente los ingresos de las Cajas Reales. 7. Prohibición colonial de producir aguardiente de caña en América La política de prohibir la producción de aguardiente de caña en América para favorecer a la industria andaluza de aguardiente de uva —que se prolongó desde 1693 hasta 1749— Mercedes García Rodríguez, Tiempo de Borbones e ilustrados. Las reformas en la Cuba del setecientos, La Habana, 2001. 49 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 275 13/08/2014 08:54:39 a.m. 276 Jorge Ibarra Cuesta afectó severamente a los dueños de ingenios antillanos. Los cabildos puertorriqueños protestaron reiteradamente contra las medidas tendientes a favorecer el monopolio andaluz. En la sesión del 12 de noviembre de 1738 del cabildo de San Juan, el alcalde Miguel Pizarro y los regidores Clemente Dávila y José de Castro pidieron al rey «permitir la saca de aguardiente de caña».50 La solicitud no fue atendida por la Corona, que dictó nuevas disposiciones para La Habana que prohibían la producción de aguardiente en la mayor de las Antillas. Una Real Orden del 6 de febrero de 1739, ratificada en junio de 1758 y concerniente a la prohibición de fabricar y vender aguardiente de caña, dispuso que se demolieran todos los alambiques, tanto en La Habana como en sus afueras. Dicha medida provocó diversas protestas por parte del patriciado terrateniente, el cual tenía en sus haciendas pequeños ingenios y cachimbos de azúcar. De acuerdo con la historiadora Mercedes García, la última Real Cédula que vedó la producción de aguardiente de caña tenía por objeto favorecer a los productores y exportadores de vino y aguardiente de la península y de las islas Canarias, los cuales se habían visto afectados por la competencia de los producidos en Cuba, que se beneficiaba de su cercanía a La Florida, Nueva España y a otras regiones americanas.51 Por último, en un contexto histórico distinto (1765), Carlos III legalizó en las Antillas «la saca de aguardiente romo».52 La disposición real obedecía a la nueva política tendiente a estimular el desarrollo de la plantación azucarera en Cuba luego de la toma de La Habana por los ingleses en 1762. Actas del Cabildo de San Juan de Puerto Rico, 1730-1750, publicación oficial del gobierno de la capital, San Juan de Puerto Rico, 1966, p. 32. 51 M. García Rodríguez, Tiempo de Borbones, La Habana, 2001. 52 F. Moscoso, Agricultura y sociedad, San Juan de Puerto Rico, 2001, pp. 117-118. 50 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 276 13/08/2014 08:54:39 a.m. De súbditos a ciudadanos...277 8. La obligación de la pesa: manzana de la discordia entre los patriciados criollos En Cuba, como en Santo Domingo y Puerto Rico, las contradicciones entre los cabildos de las principales ciudades-puerto (La Habana, Santiago de Cuba, Santo Domingo y San Juan) y los cabildos de tierra adentro (Bayamo, Puerto Príncipe, Santa Clara, Sancti Spíritus, Santiago de los Caballeros, Holguín, San Germán...) en torno a la obligación de la pesa contribuyó a la división de las distintas patrias locales. En estos conflictos los cabildos de las ciudadespuerto fueron apoyados por las autoridades coloniales.53 El hecho de que los señores de hacienda de tierra adentro se vieran forzados por los cabildos de las ciudades-puerto a satisfacer la obligación de la pesa provocó en ocasiones conflictos tan agudos como los que estos sostenían con las autoridades coloniales. Con frecuencia los precios de la carne que fijaban los cabildos de las capitales eran menos favorables para los señores de ganado de la tierra adentro que para los que se encontraban en la jurisdicción de las ciudades-puerto, lo que provocaba la irritación de los primeros, que incurrían en gastos considerables conduciendo el ganado desde regiones muy apartadas. Entre los ganaderos más beneficiados con los precios de las localidades de las ciudades-puerto se encontraban, en primer lugar, los miembros de los cabildos de estas que poseían haciendas de cría de ganado. Mafalda Victoria Díaz Melián, «La actividad económica en Puerto Rico. Comportamiento de los sectores ganadero y pesquero entre 1775-1810», Primer congreso internacional de historia económica y social de la cuenca del Caribe. 1763-1898. Exámenes de las actas del cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico, San Juan de Puerto Rico, 1992, pp. 543-558; L. Marrero, Cuba, Madrid, 1978, t. VI pp. 191-215; Olga Portuondo Zúñiga, Santiago de Cuba, desde su fundación hasta la guerra de los diez años, Santiago de Cuba, 1996, pp. 56-57; E. Bacardí y Moreau, Crónicas, Barcelona, 1908, t. I, pp. 199, 237, 281; Manuel Dionisio González, Memoria histórica de la villa de Santa Clara, Villa Clara, 1858, pp. 123-130; Javier Malagón Barceló, El distrito de la Audiencia de Santo Domingo, Santiago de los Caballeros, 1977, p. 205. 53 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 277 13/08/2014 08:54:40 a.m. 278 Jorge Ibarra Cuesta Otro hecho que ahondaba las divisiones regionales era que los tenientes gobernadores o los tenientes a guerra cumplían con frecuencia el encargo de anotar y contar el ganado de los señores de hacienda y de fijar el número de reses con que estos debían contribuir a la pesa de las ciudades-puerto. Sucedía que las autoridades militares se excedían en el cumplimiento de la obligación de la pesa en los pueblos del interior y vigilaban estrechamente a los terratenientes comprometidos con la misma. En otras palabras, los tenientes gobernadores imponían rígidamente —en nombre de los cabildos de las capitales y de las ciudades-puerto— la obligación de la pesa a los señores de hacienda del interior. En la región centro-oriental de Cuba, los conflictos entre los cabildos de las ciudades-puerto y los cabildos de tierra adentro que más desorden y efectos disociadores provocaron fueron los que enfrentaron en más de una ocasión a Santiago de Cuba con Bayamo y Puerto Príncipe. Los conflictos del patriciado santiaguero con los centros de rebeldía y de contrabando de la tierra adentro no tuvieron su origen tan solo en la imposición a los terratenientes bayameses y principeños de la obligación de la pesa. Los gobernadores españoles se unían con frecuencia con el patriciado del cabildo santiaguero para introducir mercancías fuera de registro en las naves del comercio con España y del que se practicaba legalmente con Venezuela y otras posesiones españolas del Caribe. Los gobernadores de Santiago de Cuba autorizaban en ocasiones la entrada de naves de las potencias europeas enemigas, invocando para ello la disposición de la Corona que permitía que entraran en los puertos de sus posesiones antillanas embarcaciones amenazadas de naufragar. Por lo general, las naves extranjeras concertaban previamente con las autoridades españolas y del cabildo para introducir mercancía de contrabando por el mismo puerto. Así, mientras los gobernadores españoles reprimían el contrabando tierra adentro, lo autorizaban de manera encubierta en el puerto santiaguero. En este sentido, y a manera de ejemplo, Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 278 13/08/2014 08:54:40 a.m. De súbditos a ciudadanos...279 se pueden citar los casos de los gobernadores de Santiago de Cuba Antonio Ayans de Ureta, Nicolás de Arredondo y Gil Correoso Catalán, quienes fueron sancionados en sus juicios de residencia por alentar subrepticiamente el contrabando por el puerto.54 La afición al contrabando del patriciado santiaguero y de gobernadores españoles venales contribuyó con frecuencia a que los conflictos entre estos se desvanecieran, mientras que agravaron los producidos con los cabildos de tierra adentro. Desde luego, cuando los gobernadores eran intransigentes y no accedían a participar en los rescates con los regidores, las desavenencias con estos se agudizaban. 9. El enemigo externo: sus agresiones a la isla en el siglo xvii En el siglo xvii las reiteradas agresiones a la isla por parte de los enemigos de España evitaron que los vínculos de los patriciados locales con los extranjeros a partir del comercio clandestino pudieran devenir en una asociación riesgosa para el Estado colonial. Las acometidas bélicas indiscriminadas contra el vecindario de las villas y los emplazamientos militares de la isla contribuyeron a que el patriciado estrechara relaciones con el poder colonial y se aprestara a defender la patria criolla frente al enemigo foráneo. De ese modo se acentuó la brecha cultural, sicológica y religiosa que separaba a los patriciados y a las comunidades criollas de las naciones europeas rivales. Desde luego, cuando el propósito que animaba a los extranjeros era comerciar, eran bien recibidos por los criollos. La siguiente relación de agresiones enemigas contra Cuba elaborada por García del Pino revela la persistencia de las agresiones extranjeras a las comunidades criollas en el siglo xvii. Jacobo de la Pezuela, Historia de la isla de Cuba, Madrid, 1878, t. III, pp.119-120. 54 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 279 13/08/2014 08:54:40 a.m. 280 Jorge Ibarra Cuesta Ataques enemigos a Cuba en el siglo xvii55 Años Localidades Agredidas 1603 Remedios 1603 Santiago de Cuba 1603 Baracoa 1604 Manzanillo 1606 Isla Caimanes (Acción naval) 1621 Banes (Rechazado) 1626 Cabañas 1627 Cojímar (Acción naval) 1628 Canímar (Acción naval) 1633 1635 Cabo de San Antonio Santiago de Cuba (Rechazado) 1636 Santiago de Cuba (Rechazado) 1638 Cabañas ( Acción naval) 1639 Cojímar (Acción naval) 1652 Remedios 1653 L. de Lazo (Rechazado) 1658 1658 1662 1665 1667 1671 1675 Remedios Puerto Padre Santiago de Cuba Sancti Spíritus Casilda (Rechazado) Remedios Trinidad 1677 Santiago de Cuba (Rechazado) 1679 Sabanalamar (Rechazado) 1679 Puerto Príncipe (Rechazado) 1682 Canímar 1690 L. de Lazo ( Rechazado) Hasta el decenio de 1670 las naciones europeas pudieron llevar a efecto impunemente sus ataques contra el litoral de Cuba. Estimulados por la Corona y las autoridades coloniales, 55 César García del Pino, El corso en Cuba, siglo La Habana, 2001, p. X. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 280 xvii: causas y consecuencias, 13/08/2014 08:54:40 a.m. De súbditos a ciudadanos...281 los patriciados locales decidieron tomar en sus manos una contraofensiva en regla frente a las actividades enemigas en el mar Caribe. Lo más notable de esta relación de agresiones extranjeras contra la isla consiste en que la gran mayoría se concentraba en la región centro-oriental. Las naves enemigas procedentes de las Antillas Menores no se aventuraban a navegar con frecuencia las costas de La Habana por temor a los navíos que la custodiaban. 10. La contraofensiva española: la cooptación de sectores del patriciado y las comunidades criollas por la Corona mediante la expedición de patentes de corso y concesión de comisos La política más efectiva que diseñaron los Austrias contra la creciente dependencia de los criollos del comercio de contrabando promovido por las naciones enemigas de España fue la expedición de patentes de corso y la concesión de comisos en todos los puertos de sus posesiones caribeñas. De acuerdo con Jacobo de la Pezuela, un intento inicial de alentar actividades corsarias en Cuba en la primera mitad del siglo xvii fracasó. Un armador de Cádiz, Alonzo de Ferrara, tomó asiento el 4 de noviembre de 1616 con la finalidad de fabricar cuatro bajeles destinados a la defensa de las costas de la isla. Con esa contrata el general de galeones Juan Pérez de Oporto siguió entre 1620 y 1640 construyendo buques con destino a las Antillas en el astillero de Ferrara y Oporto. Las guerras europeas en las que se involucró España y la subsiguiente crisis de navegación con sus posesiones ultramarinas dieron lugar a que desapareciera ese primer intento de promover el corso.56 En Cuba los gobernadores comenzaron a expedir en firme patentes de corso desde la segunda mitad del siglo xvii. De acuerdo con De la Pezuela, entre 1662 y 1670 el gobernador Francisco Dávila de Orejón expidió 15 patentes de corso para perseguir a filibusteros procedentes de la isla Tortuga J. de la Pezuela, Historia, Madrid, 1878, t. II, p. 93. 56 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 281 13/08/2014 08:54:40 a.m. 282 Jorge Ibarra Cuesta y Jamaica.57 A su vez, el historiador García del Pino da cuenta de que en 1669 había corsarios criollos operando en Trinidad, Remedios y Santiago de Cuba.58 Ahora bien, ya desde la promulgación de la Real Orden del 3 de septiembre de 1654 se estableció una política de comisos encaminada a estimular a sectores de las comunidades criollas para que tomaran parte en la represión de los contrabandos. Así, la disposición real citada estipuló que las dos terceras partes de los navíos y efectos de contrabando que se capturasen pasarían a formar parte del patrimonio de los captores y denunciantes. La tercera parte de las naves enemigas capturadas, así como de las mercancías y esclavos que transportasen, debían pasar a la Real Hacienda en Santo Domingo, Puerto Rico, Cuba, Venezuela y Veracruz, pues se debían tomar medidas enérgicas contra «los fraudes y menoscabos que se han seguido y siguen a mi Real Hacienda».59 Mediante esta medida las autoridades coloniales dispensaban libremente una prebenda a los criollos que contribuían a reprimir las actividades contrabandistas. En cuanto al armamento, financiamiento y patente de buques corsarios con tripulación y comandantes criollos por parte de comerciantes españoles y del Estado colonial, debe señalarse que ello constituía una forma sutil de dividir a las comunidades empeñadas en actividades de contrabando, así como de atraer a un sector emprendedor a enriquecerse en la guerra contra los enemigos de España. Convencido el Consejo de Indias de que las naves españolas eran impotentes para enfrentar a las armadas enemigas en el mar Caribe, decidió incitar el espíritu de lucro de los criollos fomentando las actividades corsarias, las cuales tenían por propósito revertir las acciones bélicas a favor de España. Sin embargo, no fue sino hasta el 22 de febrero de 1674 que se decretó una Ibídem, p. 89. C. García del Pino, El corso, La Habana, 2001, p. 147. 59 Real Cédula de 6 de septiembre de 1654. A. G. I., Audiencia de Santo Domingo 75. 57 58 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 282 13/08/2014 08:54:40 a.m. De súbditos a ciudadanos...283 real ordenanza que reglamentó la manera en que se debían expedir los permisos para las actividades de corso.60 La disposición que legalizaba las actividades corsarias estimuló poderosamente a intereses locales en las regiones más castigadas por los asaltos de corsarios y piratas extranjeros. La Real Hacienda alentó el espíritu empresarial y de acumulación de riquezas de algunos personajes de los patriciados locales y de miembros del artesanado «de color». Los incitó a que se enrolaran como marinos y capitanes de naves de corso y a que en determinadas ocasiones acapararan las presas, o bien a que se eximieran de retribuir la alcabala y el almojarifazgo. Gran parte de la tripulación estaba constituida por blancos, negros y mulatos de los estratos subalternos de las comunidades criollas. De acuerdo con el artículo 3 de la RO del 22 de febrero de 1674, «las presas que hicieren de mercaderías se han de partir conforme al tercio vizcayno, aplicando la tercia parte al Nabío y artilleros y la otra al armador, y la gente que navegare y sirbiere en el corso». En muestra de generosidad el monarca dictaminó en el artículo 4: como a Rey y Señor Natural toca al Rey, mi hijo, el quinto de las presas que se hicieren en el mar y tierras, hago merced de él á los armadores y gente que se embarcare y hiciera la presa para que lo reparta como he declarado en el capitulo antecedente: y así mismo les hago merced y gracia de los navíos y artillería, armas, municiones y vitualla y demás cosas que le tocaren aunque pertenezcan a la Hacda. Rl., como el quinto para que con lo uno y lo otro se puedan sustentar mejor (…) y esta merced les hago con calidad para que los navíos que apresaren se los puedan vender al Rl. Fisco o a vasallos de aquellas provincias. Boletín del Archivo Nacional de Cuba, tomo LX, enero-diciembre de 1961, La Habana 1963, pp. 11-14. 60 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 283 13/08/2014 08:54:40 a.m. 284 Jorge Ibarra Cuesta Disfrutaban también los corsarios de las preeminencias y exenciones de que disfrutaban los oficiales de milicias criollos. Al cabo de varias décadas de comenzar a expedirse las patentes de corso, los armadores y capitanes corsarios habían devenido ricos y poderosos miembros de la oligarquía, tan prósperos como los principales organizadores de contrabandos a gran escala en la región centro-oriental de Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico. En San Juan hemos referido el caso del zapatero mulato Henríquez, quien, entregado a las actividades corsarias, llegó a tener 25 navíos y un ingenio con 60 esclavos y llegó a ser el hombre más rico de la capital boricua. De nada le sirvieron sus riquezas frente al cabildo de San Juan, que lo persiguió por su origen humilde y logró encarcelarlo. En La Habana otro mulato, Francisco Díaz Pimienta, en virtud de las relaciones de su padre, un canario propietario de uno de los astilleros habaneros, entró en la marinería como alférez en 1614 y en 1636 era superintendente de la fábrica de navíos y, además, castellano del Castillo de la Fuerza. Por entonces construyó en su astillero dos galeones con los que se dedicaría al corso. En 1641, al mando de un cuerpo de ejército de 2,000 hombres, ocupó la isla inglesa de Santa Catalina. Pronto se le hizo Almirante de la Real Armada de Indias. De acuerdo con Moreno Fraginals, se especializó en construir naves con doble fondo para introducir mercancías de contrabando. De ese modo llegó a ser uno de los hombres más ricos de La Habana. No obstante, cuando intentó obtener la Orden de Caballero de Santiago, cuatro miembros de la elite criolla habanera declararon en su contra alegando que era hijo de un descendiente de hebreo con una mulata. Como el puertorriqueño Henríquez, a pesar de haberse enriquecido al calor de la protección que le otorgaran las autoridades coloniales españolas, el habanero Díaz Pimienta fue también proscrito a causa de su condición racial y de sus Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 284 13/08/2014 08:54:40 a.m. De súbditos a ciudadanos...285 relaciones oficiales con el patriciado criollo de los cabildos.61 Como ellos, muchos pardos y morenos se enriquecieron en las actividades corsarias. En Santiago de Cuba y La Habana se expidieron más de cincuenta patentes de corso, lo que propició la aprehensión de treinta fragatas y 80 tipos de embarcaciones enemigas distintas, la captura de más de 600 negros y más de 1,000 ingleses prisioneros. Las embarcaciones y esclavos apresados tenían un valor de unos dos millones de pesos.62 Resultó esta guerra «la época más feliz para Cuba», pues «los corsos llevaban bastante caudal de los enemigos». Como consecuencia, se abarataron los productos de primera necesidad, pues los corsarios hacían muchas presas en la Carolina y Nueba Inglaterra y de bacalao y abundaba la Ysla de harinas muy baratas de algunas ropas y de otras cosas y sobre todo se enriquecía de marineros de bellas embarcaciones.63 Por entonces asumía la gobernación de la isla Francisco Dávila Orejón (1664-1670), quien expidió 15 licencias de corso. En poco tiempo se capturaron 20 barcos ingleses y franceses: todos los tripulantes fueron ahorcados. Entre 1550 y 1650 España perdió 90 navíos a manos de los corsarios y piratas de las potencias rivales europeas. Con la armadura de corsarios dominicanos, puertorriqueños y cubanos a partir de la década de 1660, las posesiones hispánicas de las Antillas iniciaron la contraofensiva naval. La acometida de los corsarios cubanos tomó fuerza desde 1670, pero ya en 1641 se había producido un primer ataque a las islas de Santa Catalina en las costas de Nicaragua, y en 1642 Manuel Moreno Fraginals, Cuba / España, España/ Cuba. Historia común, Barcelona, 1995, pp. 75-78. 62 César García del Pino, «Cuba y las contiendas navales en el siglo xviii», Ciencia, Pensamiento y Cultura, no. 567, marzo de 1993, Madrid, pp. 9-29 y 240-258. 63 Olga Portuondo Zúñiga, Nicolás Joseph de Ribera, La Habana, 1986, pp. 148-149. 61 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 285 13/08/2014 08:54:40 a.m. 286 Jorge Ibarra Cuesta se efectuó otro contra la isla Rostan, en la costa de Honduras. El siguiente cuadro ilustra la contraofensiva corsaria cubana respecto a las posesiones inglesas y francesas en el Caribe. Ataques corsarios cubanos a posesiones extranjeras en el caribe. Siglo xvii64 Años Posesiones extranjeras 1641 Santa Catalina (Nicaragua) 1642 1669 1670 1670 Rostan (Honduras) Isla Caimán Jamaica Jamaica 1671 Jamaica 1671 Jamaica 1672 Virginia 1683 1684 1684 1685 1685 Siguaney Providencia Haití ( Grande) Haití (Nipe) Haití (Riviera) 1687 Haití ( Pitiguao rechazado) 1687 Nieves 1689 1689 1689 Vieques Los Santos Aguica 1689 Dominica 1691 Haití (Guarico) 1695 Haití (Guarico) A inicios del siglo xviii las actividades corsarias tomaron nuevos bríos. El gobernador Gregorio Guaso de Calderón (17181724) propuso al rico comerciante español Manuel Miralles que recaudara fondos entre los comerciantes de La Habana para Cesar García del Pino, El corso, La Habana, 2001, p. 1. 64 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 286 13/08/2014 08:54:41 a.m. De súbditos a ciudadanos...287 armar en corso —con suficiente armamento y parque— a los más osados hombres de mar de la localidad. En breve tiempo Miralles organizó una flotilla compuesta de seis balandras, siendo sus armadores los señores del ganado del patriciado criollo y los comerciantes españoles. Entre los regidores criollos se destacaban Nicolás Castellón, Tomás Urabaso y el contador Pedro de Arango. El patriciado y algunos regidores del cabildo santiaguero y bayamés participaron también en esas actividades, enriqueciéndose considerablemente.65 Las operaciones en las que actuaron no iban dirigidas, por lo general, contra las actividades de contrabando promovidas por sus patriciados respectivos, sino contra naves extranjeras que surcaban las aguas del Caribe y contra comunidades inglesas, francesas y holandesas de la región. En 1718 la flotilla de corsarios organizada por el comerciante Miralles zarpó del puerto habanero con la finalidad de atacar las embarcaciones y posesiones británicas más desguarnecidas. La operación se vio coronada con el éxito: regresó a La Habana después de haberse apropiado de más de de 80,000 pesos y 98 esclavos y con 6 súbditos británicos aprehendidos.66 En Santiago de Cuba el gobernador Mateo López de Cangas (1713-1728) expidió una carta el 28 de diciembre de 1719 en la que autorizó a que se armasen más corsarios criollos con el objetivo de continuar la ofensiva naval contra las posesiones europeas rivales en el Caribe y las naves extranjeras que merodeaban la isla.67 En 1719 salió una expedición de La Habana a recuperar Pensacola, en poder de los franceses. La misión se logró en pocos días, y como resultado fueron capturados 400 franceses, dos navíos y 160 esclavos, además de gran cantidad de pertrechos bélicos y de boca.68 F. Castillo Meléndez, La defensa, Sevilla, 1986, p. 56. Cinco diarios del sitio de La Habana, La Habana, 1963, p. 249. 67 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 359, número de expediente 9, «Carta del gobernador Mateo López de Cangas, 28 de diciembre de 1719». 68 C. García del Pino, Cuba y las contiendas, Madrid, 1993, p. 13. 65 66 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 287 13/08/2014 08:54:41 a.m. 288 Jorge Ibarra Cuesta De acuerdo con fuentes consultadas por José Luciano Franco, de 1713 a 1725 Inglaterra perdió 300 barcos, la mayor parte de los cuales fueron capturados por corsarios de las Antillas hispánicas.69 De 1731 a 1737 los corsarios de Cuba apresaron 31 naves inglesas.70 De 1743 a 1745 se incrementó notablemente el número de patentes de corso expedidas en La Habana y Santiago de Cuba, alcanzado durante esos años la cifra de 130. 77 mercantes ingleses y norteamericanos fueron apresados durante esos años. En 1742-1743 se capturaron 12 balandras y fragatas inglesas solamente en Santiago de Cuba.71 Esta puede considerarse la época feliz del corso en Cuba y en las Antillas. Los criollos descubrieron que el corso no era solo la mejor defensa de las islas frente a las incursiones enemigas, sino una empresa altamente lucrativa. Un corsario criollo que sobresalió por sus acciones de guerra fue el capitán Pablo Borrell, alcalde trinitario que se desempeñó como tal de 1742 a 1778. De acuerdo con un historiador de Trinidad, en ese lapso de tiempo capturó 50 embarcaciones y aportó a la Real Hacienda más de 200,000 pesos.72 Las prevenciones de las autoridades coloniales contra los regidores y los corsarios criollos de la villa de Trinidad se pusieron de manifiesto cuando en carta del 17 de julio de 1715 el gobernador de La Habana, Marqués de Casa Torres, refirió que tenía instrucciones de no conceder patentes de corso a otras personas que no fuesen peninsulares, por los «excesos que cometían los vecinos y Ayuntamiento de la Ciudad de Trinidad». De acuerdo con el Gobernador, solo concedería esas patentes a españoles, porque los criollos eran los primeros rescatadores de la isla.73 En Real Cédula del 30 de mayo de 1714, 71 72 José Luciano Franco, Ensayos históricos, La Habana, 1974, p. 47. L. Marrero, Cuba, Madrid, 1978, t. VI, p. 129. Ibídem, pp. 110-111. Francisco Marín de Villafuerte, Trinidad: apuntes históricos y tradiciones, Trinidad, 1934. 73 A. G. I., Audiencia de Santo Domingo, legajo 378, expediente núm. 3, «Carta del gobernador de La Habana, 17 de julio de 1715». 69 70 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 288 13/08/2014 08:54:41 a.m. De súbditos a ciudadanos...289 referida a Trinidad, se prohibía expressis verbis que «no se den patentes de corso a otros que no sean españoles». La proscripción de los criollos se debía a «las inobediencias de la vecindad y Cabildo de la Ciudad de Trinidad». Se temía que, armados en corso, los trinitarios terminarían apoderándose del botín de sus correrías sin dar cuenta a la Real Hacienda, o bien se pondrían de acuerdo con los corsarios de otras naciones para asolar las costas de Cuba. De ahí que el monarca ordenase al gobernador de La Habana que recogiera las patentes de corso expedidas para los trinitarios y que impusiera «las maiores penas»�74 a los que no las devolvieran. La Real Orden del 22 de febrero de 1644, puesta en vigor para legalizar el corso contra las posesiones y navíos enemigos en todos los mares de las Indias, estimuló la autorización de numerosas patentes de corso en Santo Domingo y San Juan.75 En Real Cédula del 20 de octubre de 1721 se hizo constar que los armadores y corsarios puertorriqueños estaban defraudando a la Real Hacienda. Ellos se amparaban en la Real Cédula del 22 de febrero de 1674, la que les permitía apropiarse de las presas si capturaban a piratas. En los casos en que capturasen a traficantes dedicados al comercio ilícito debían dar cuenta de ello al fisco para que este distribuyera la presa entre los distintos factores locales. Pero por lo general, para no tener que dar cuenta al fisco, los corsarios criollos declaraban que la mercancía capturada por ellos había sido arrebatada a piratas. De esa manera fraudulenta, alegando que habían detenido a un pirata y no a un contrabandista, evadían a la Real Hacienda. Lo mismo sucedía con los negros esclavos que capturaban en embarcaciones de la trata: decían que habían sido apresados en naves piratas.76 Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana, libro 21, Reales Cédulas desde 1715 hasta 1721, Real Cédula del 16 de octubre de 1716, fol. 3 dorso-14. 75 Antonio Sánchez Valverde, Idea del valor de la isla Española, Barcelona y Santo Domingo, 1971, pp. 141-143. 76 Boletín del Archivo Nacional de Cuba, t. LXII, enero-junio 1963, La Habana, 1964, pp. 16-17. 74 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 289 13/08/2014 08:54:41 a.m. 290 Jorge Ibarra Cuesta Hubo años en los que el Estado colonial dotó hasta 15 y 20 embarcaciones en Cuba y Santo Domingo para que se realizaran actividades de corso. De Utrera relaciona unos diez o doce corsarios dominicanos. En algunos períodos de tiempo los corsarios criollos de Santo Domingo apresaron decenas de navíos extranjeros.77 Uno de ellos, José Campuzano Polanco, fue armador de varios navíos y capitán de uno de estos. Hasta 1718 capturó 50 embarcaciones.78 Era uno de los personajes más ricos de Santo Domingo. Tanto en Cuba como en Puerto Rico y Santo Domingo, algunos de los corsarios más afamados por sus acciones se convirtieron en los personajes más ricos.79 Como en los casos anteriormente mencionados, debe pensarse que muchos de ellos ocultaban con frecuencia los resultados de sus incursiones y se apoderaban de la mayor parte del botín. En otras ocasiones, con independencia del comercio intercolonial clandestino que mantenían con las posesiones españolas del Caribe, efectuaban por su cuenta operaciones de contrabando con los ingleses en las costas de Jamaica y con Saint-Domingue. La desobediencia civil, lo mismo que la avenencia oficial con las autoridades coloniales, adoptaba muchas y muy diversas caras. De hecho, llegaron al punto de usar la patente de corso como escudo protector para cometer toda clase de fechorías. La expedición de patentes y la repartición de las embarcaciones y mercancías decomisadas por los corsarios constituyeron aparentemente las medidas más efectivas contra el contrabando, ya que propiciaron la creación de una capa de personas enriquecidas en las capitales y en las ciudades-puerto. No obstante, es dudoso que hayan podido disminuir los rescates en la isla. F. C. de Utrera, Noticias históricas, Santo Domingo, 1978-1983, t. IV, pp. 208, 213, 214; t. I, pp. 141-142, 163. 78 Ibídem, t. III, pp. 190-191. 79 F. A. Scarano, Puerto Rico, México, 2000, pp. 321-324; y F. Picó, Historia general, San Juan de Puerto Rico, pp. 101-104. 77 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 290 13/08/2014 08:54:41 a.m. De súbditos a ciudadanos...291 Los corsarios criollos —tan feroces y sedientos de sangre y de riquezas como lo pudieron haber sido los europeos adversarios del imperio colonial español— revirtieron las agresiones de las naves europeas contra las costas de Cuba, pasando a fines del siglo xvii a la ofensiva contra las posesiones inglesas, holandesas y francesas en las Antillas Menores. Allí no solo apresaron embarcaciones, sino que robaron esclavos, tesoros y mujeres. Las depredaciones y crímenes de los corsarios de las Antillas españolas no tuvieron nada que envidiarles a las que realizaron sus adversarios y enemigos. Al expedir patentes de corso entre criollos procedentes de los patriciados locales, la Corona creó una contraparte a los principales organizadores de los contrabandos, si bien es dudoso que ello atenuase la frecuencia de los rescates. Las estadísticas obtenidas en la Contaduría del Archivo General de Indias por Leví Marrero revelan que los comisos estimularon poderosamente la captura de contrabandos en La Habana en los años que corren de 1741 a 1745 y en los de 1745 a 1750.80 Las presas alcanzaron un promedio anual de 26,890 pesos en los años 1741-1745, en tanto que en el período 1746-1750 dicho promedio fue de 26,283 pesos. En la década de 1750 las capturas alcanzaron anualmente un promedio de 5,902 pesos. De acuerdo con los estimados de Leví Marrero, entre 1701 y 1759 la suma total del ramo de comisos alcanzó 1,633,537 pesos, lo que le permitió deducir que la mercancía decomisada alcanzó unos 3,000,000 de pesos. Según revelaría el juicio de residencia del gobernador Cajigal de la Vega (1747-1760), durante su gestión gubernamental hubo 80 procesos por contrabando, o sea, fueron capturados un promedio de 13 contrabandos al año en la región occidental de la isla. En la región central de la isla (Puerto Príncipe, Sancti Spíritus, Trinidad y Remedios), Una muestra del alto valor que concedía la Corona a la persecución del comercio clandestino fue la felicitación que en 1735 el Consejo de Indias propuso extender al gobernador Guemes Horcasitas por haber capturado ese mismo año contrabandos valorados en 55,000 pesos. 80 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 291 13/08/2014 08:54:41 a.m. 292 Jorge Ibarra Cuesta también durante el gobierno de Cajigal, se incoaron 161 procesos por contrabando.81 La cuantía de los cargamentos apresados da una idea de las dimensiones de los contrabandos que tenían lugar en la isla. La disposición de los monarcas borbónicos de eliminar el comercio ilícito contribuyó a que se enriqueciera un sector de la población criolla reclutada a esos efectos, pero en la medida en que crecían las riquezas de la isla, los contrabandos prosiguieron. La parte que correspondía a los que apresaban o denunciaban contrabandos da una idea del poderoso estímulo que debió ser para una parte de la población criolla el colaborar con las autoridades en su represión. Si había un aprehensor del contrabando, este recibía 1\4 parte; y si había un denunciante, recibía 1\10 parte.82 Las autoridades abrieron una brecha en las comunidades criollas al estimular las patentes de corso, los comisos y descaminos, pero el interés en los crecientes beneficios incitó a los corsarios criollos a burlar cada vez más las disposiciones reales. 11.La mediación de la Corona en las pugnas entre las autoridades coloniales y los cabildos de las Antillas La función de mediación desempeñada por la monarquía española en el Nuevo Mundo cobró más importancia en las posesiones de las Antillas en la medida en que la lucha del siglo xvii contra las potencias extranjeras rivales de España demandó un considerable equilibrio político en el arco defensivo del Caribe. La necesidad de un equilibrio de poderes y de una estabilidad social se evidenció aún más en las monarquías habsburgas de Felipe II (1556-1598) y Carlos II (1665-1700). Los estimados de capturas de contrabando se obtuvieron a partir de las medias anuales del ramo de comisos obtenidos por Leví Marrero en la Contaduría del A. G. I. Ver L. Marrero, Cuba, Madrid, 1979, t. VII, p. 192. 82 L. Marrero, Cuba, Madrid, 1980, t. VIII, p. 36-37. 81 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 292 13/08/2014 08:54:41 a.m. De súbditos a ciudadanos...293 El acuerdo entre la monarquía y los sectores que dominaban los concejos municipales en la península ibérica se tradujo, en el Caribe, en un compromiso mediante el cual la monarquía actuaba como intermediaria en los conflictos entre el Estado colonial (capitanes generales, oficiales reales, obispos) y el patriciado de los señores de hacienda que dominaban los cabildos. Así, lo que destaca John Lynch para la península ibérica se cumplió también para las posesiones ultramarinas, en tanto la clase terrateniente no fue «perturbada en sus baluartes provinciales, mientras el Rey ejercía un poder absoluto en el centro».83 La función de mediación que desempeñó la Corona en los conflictos de las instituciones coloniales contribuyó a que, por lo general, los cabildos no reconocieran a la monarquía habsburga como antagonista. En todo caso, los opositores del patriciado criollo eran las dependencias de la administración colonial, cuyos cargos era ocupados por profesionales y militares procedentes de la aristocracia feudal y de la nobleza menor peninsular interesados en hacer carrera en la burocracia de Indias. Por su parte, los cabildos de la clase señorial criolla desempeñaban en Indias una función de representación de las comunidades locales. Los monarcas habsburgos ejercieron en el siglo xvii —época de crisis y penurias de todo orden— las funciones de interposición, arbitraje y conciliación tendientes a evitar que se agravasen los conflictos de las autoridades coloniales con el patriciado y las comunidades criollas. La dinastía habsburga accedió parcialmente a muchas de las solicitudes de los cabildos encaminadas a que se aliviara la presión tributaria, a los efectos de evitar así la despoblación de sus posesiones coloniales antillanas, avanzadas del sistema defensivo de España en el Nuevo Mundo. La actitud condescendiente de los Habsburgos respecto a las demandas de los cabildos antillanos obedeció a la necesidad de presentar una imagen complaciente y flexible durante J. Lynch, Spain, Oxford, 1981, vol. 2, pp. 257, 259, 280. 83 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 293 13/08/2014 08:54:41 a.m. 294 Jorge Ibarra Cuesta el siglo xvii, siglo de guerras y de miseria económica en la península, en el que apenas la Corona pudo atender al sustento de sus posesiones antillanas. Imagen tolerante, conciliadora, que no podía ocultar del todo la insoportable carga tributaria ni la decadencia del tráfico comercial de la metrópolis con sus posesiones o la represión que aquella desató contra los que comerciaban con el extranjero, y que —en las extremadas y difíciles circunstancias que atravesaban sus dominios ultramarinos— constituyó un alivio engañoso. El regalismo habsburgo obedeció siempre a la dispersión e intereses diversos y conflictivos que brotaron por doquier en la península y en Indias. El regalismo de la Corona tendía a ser tutelar y benigno, se atenía al imperio de la legislación indiana y aparentaba inclinarse ante el derecho consuetudinario. De ahí la diversidad de compromisos que se asumieron con las comunidades criollas.84 Si de algo peca J. H. Elliott es de no analizar suficientemente la entropía que en las relaciones sociales del siglo xvii provocaban los conflictos de los criollos con el poder colonial, los trastornos de la naturaleza y la guerra naval que libraban las potencias europeas contra España en el mar Caribe. El desequilibrio estructural que generaban en las relaciones entre el poder colonial y las comunidades criollas hacía que estas fueran mucho más inestables de lo que pudiera pensarse a primera vista. J. H. Elliott, Empires, New Haven and London, 2006, p. 156. 84 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 294 13/08/2014 08:54:42 a.m. Índice Onomástico A Abadía, Matías de 161 Abbad, fray Íñigo 60, 62, 63, 172 Abercromby, Ralph 63 Abreu, José 104 Acevedo, José 243 Acuña, Diego de 223 Agüero, Joseph Pablo de 189-190 Aguilar, Francisco de 136 Alarcón 53 Alcocer, Luis Jerónimo 208 Allende, Francisco de 163-164 Almeida 30-31 Almeyda (ver Almeida) Álvarez de Avilés 260 Álvarez Sedeño, Pedro 222 Anderson, Perry 132 Andino, Baltasar de 148 Andrews, Kenneth R. 78 Angulo, Lorenzo 245 Aquino, Tomás de 256 Arancivia Isasi, Sebastián 50 Arango, Pedro de 287 Arcaya, Pedro Manuel 87 Arrate 53 Arrate, J. F. M. de 106 Arrate (regidor) 37 Arredondo, Gaspar de 148-149 Arredondo, Nicolás de 279 Arteaga, Gaspar de 62, 146-147, 157 Avelino de Compostela, Diego 39 Ayans de Ureta, Antonio 279 B Bacardí y Moreau, Emilio 268, 277 Bagú, Sergio 108, 128 Balboa, Silvestre de 262-264, 266 Balbuena, Bernardo de 151 Bartolomé 270 Bautista Colbert, Juan 181 Bayona, Pedro de 33, 47 Bayona Villanueva, Pedro de 46 Beaumont, Felipe de 59 Berenguer, Simón 226, 228 Bermejo, Gil 117 Berroa, Lucas de 236 Bertodano, Alfonso 163 Bitrián de Viamonte, Juan 267, 273 Bolaños, Juan de 144-145, 206-207 Borrell, Pablo 288 Bourdieu, Pierre 15 295 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 295 13/08/2014 08:54:42 a.m. 296 Brading 181 Brau, Salvador 124, 184 Bravo Rivero, Esteban (ver Bravo de Rivero, Esteban) Bravo de Rivero, Esteban 121, 123, 183 Britto García, Luis 82 Buitrago, Damián de 248 Burguière, André 98-99 C Caballero, Antonio 51 Cabezas de Altamirano, Juan 262, 263-265 Cáceres (ver Cáceres Ovando, Alonso de) Cáceres Ovando, Alonso de 220, 251, 254-256 Calvo de la Puerta, Sebastián 36-37 Campuzano Polanco, José 290 Carlos II 47, 292 Carlos III 55, 72, 246, 276 Carlos V 35, 115, 117, 137-138 Caro Costas, Aída R. 86, 112, 114, 136, 163-165, 167, 175, 176, 180, 185, 238 Caro de Oviedo, Antonio 245 Carraza, Diego de 232 Carvajal y Rivera, Fernando 210-211 Casa Torres, Marqués de 288 Cassá, Roberto 129 Castellanos, Juan de 136 Castellón, Luis 31 Castellón, Nicolás 287 Castelló, Ventura 177 Castillo, Juan del 25 Castillo Meléndez, Francisco 46-47, 51, 52, 287 Castro, Alonso de 248 Castro, José de 168, 276 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 296 Jorge Ibarra Cuesta Castro Machado, Roque de 269 Cataño, Hernando de 198-199 Cazeneuve, Jean 88 Cazull, Héctor Santiago 141 Cepero, Bartolomé 199 Cereceda, Alonso de 223 Cereceda, Sebastián de 202 Céspedes 271 Cherlevoix, Pierre-François-Xavier de 63-64 Coamo 162 Coca, Ana de 245 Coca, Josefa de 245 Coello de Guzmán, Casimiro 36-37 Coll y Toste, Cayetano 117, 123-124 Colón, Cristóbal 110, 187 Contreras, Alonso de 59 Contreras, Manso de 29, 195, 263-264 Cordero Michel, Emilio 64, 210 Córdoba, Pedro de 248 Córdova, Antonio de 177 Córdova-Bello, Eleazar 259 Corral, Francisco de 28 Correa, Antonio 62 Correoso Catalán, Gil 279 Cortés 142 Cromwell 190 Cuadrado, Fernando 185 Cuenca 256 Cuevas Velarde, Miguel de las 267-268 Cussy, Tarin de 70 D Danio Granados, Francisco 165, 186 Dávila, Agustín 195 Dávila, Alonso 164 Dávila, Clemente 184, 276 Dávila Coca, Antonio 239 Dávila de Orejón, Francisco 281, 285 13/08/2014 08:54:42 a.m. De súbditos a ciudadanos...297 Dávila Padilla, fray Dávila 194 Dávila Ynostrosa, Manuel 169 Deive, Carlos Esteban 219, 244, 248-249 Días Garaondo, Jusepe 32 Díaz Melián, Mafalda Victoria 277 Díaz Pimienta, Francisco 284 Dieppa, José 169 Domínguez, Isabelo Macías 28 Domínguez Ortiz, Antonio 22, 133 Drake, Francis 62-63, 190 Duby, Georges 99-100 Dufresne, José 175 E Echagoian 220 Elliott, J. H. 72, 294 Emparán, Agustín de 250 Estrada 271 F Felipe II 141, 188, 292 Felipe III 79 Felipe V 229, 272 Félix de Arrate, José 50 Fernández Correa, Nicolás 162 Fernández de Castro, Baltasar 218 Fernández de Castro, Pedro 239 Fernández de Córdoba, José (ver Fernández de Córdoba Ponce de León, José) Fernández de Córdoba Ponce de León, José 34, 40 Fernández de Navarrete, Domingo 249 Fernández de Oviedo 226 Fernández de Sotomayor, Ruiz 82 Fernández de Villalobos, Gabriel 35 Ferrán, Enjuto 117 Ferrara, Alonzo de 281 Ferrer, Miguel Bernardo 245 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 297 Figueroa, Loyda 129 Fraginals, Manuel Moreno 80-81, 263, 284-285 Franco 269 Franco, José Luciano 125 Frosmeta y Balmaceda, Phelipe de 229 Fuente, Alfonso de la 136 Funes de Villapando, Ambrosio 55 G García, Antonio 155 García, Baltasar 219 García Castañeda, José A. 87 García Castañuela, fray Bartolomé 149 García del Pino, César 126, 262, 264-265, 279, 280, 282, 285-287 García Escañuela, fray Bartolomé 154 García, Joaquín 65, 68, 238 García, Joseph 268-269 García, Mercedes 276 García Montañez, Pedro 31 García Rodríguez, Mercedes 125-126, 275-276 Gatica, Nicolás 55 Gelpí Baíz, Elsa 18, 136 Gil-Bermejo García, Juana 117, 202, 222, 233, 240, 242 Gil de la Sierpe, Diego 217 Girón, Gilberto 262-266 Giusti, Juan A. 113, 116-117, 121, 123, 138 Godelier, Maurice 100 Godreau, Michel J. 113, 116-117, 121, 123, 138 Godreau, M. J. (ver Godreau, Michel J.) Gómez, Ruy 29 13/08/2014 08:54:42 a.m. 298 Gómez de Sandoval, Diego 201, 205 Gómez Sandoval, Diego (ver Gómez de Sandoval, Diego) González, José 52 González, Raymundo 120, 191 Gonzáles de Cuenca, Gregorio 256 González de Mirabal, Sebastián 160 González, Manuel Dionisio 277 Gordezuela, Francisco 147 Gorjón, Hernando 216 Granado Catalán, Francisco 228 Granados, Francisco Danio 163-164 Guaso de Calderón, Gregorio 286 Guazo de Calderón, Mateo 123 Guevara 271 Guridi, Joseph 189 Gutiérrez Arroyo, Isabel 20 Gutiérrez de la Riva, Gabriel 160, 162-163 Guzmán, Alonso de 261 Guzmán y Toledo, María Manuela de 268 H Halperín Donghi, Tulio 91 Haro, Juan de 152 Harvey, Henry 63 Hechavarría, Santiago José 42 Henríquez, Miguel 165-166, 284 Henríquez de Armendáriz, Alonso 39 Henríquez de Toledo 38 Heredia, Andrés de 247 Heredia, Manuel de 239 Herrera 220 Herrera, Isabel 245 Herrera, Jerónimo 222 Herrera, Miguel de 263 Hopkins, Johns 84 Horcasitas, Guemes 291 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 298 Jorge Ibarra Cuesta Howard, Henry 260 Husserl 84 J Jiménez de Wagenheim, Olga 129 Johnson, S. (ver Johnson, Sherry) Johnson, Sherry 72, 81 K Kamen, Henry 132 Klein, Herbert S. 200 Konetzke, R. (ver Konetzke, Richard) Konetzke, Richard 47, 95, 271 Kuethe, Allan J. 182 L Lardeau, Guy 100 Laso, Lorenzo 264 Laza, Pablo de 147 Leiva Lajara, Edelberto 30, 39 Leos y Echales, Thomas de 189 Le Riverend, J. (ver Le Riverend, Julio) Le Riverend, Julio 18, 25, 29, 35, 39, 41, 115, 273-274 Lezama Lima, José 15, 97 Linares, Isidro 178 López Agurto de la Mata, Juan 152 López Cantos 165 López Cantos, Ángel 61 López de Ayala, Nicolás 224 López de Cangas, Mateo 287 López de Castro, Baltasar 193-194 López de Haro, Damián 59, 152-153 López del Castillo, Joseph 270 López de Velasco, Juan 25 López Gamuza, Manuel 37-38 Lorenzo de Flores, Bartolomé 126 13/08/2014 08:54:42 a.m. De súbditos a ciudadanos...299 Luciano Franco, José 288 Lugo, Cristóbal de 160 Luque 61 Luyando, Ruperto Vicente de 119, 190-191 Lynch, John 19, 78, 293 M Macías, I. 260 Macías, Isabelo 238, 259 Magaña, Andrés de 270 Malagón Barceló, Javier 95, 247, 277 Maldonado, Jerónimo 218 Mandelbaum, Maurice 84 Mañón, Antonio (ver Mañón de Lara, Antonio) Mañón de Lara, Antonio 239, 245 Manzaneda, Severino de 34, 48, 51, 53, 201, 241 Maravall, José Antonio 133 Marchena Fernández, Juan 80 Marrero, Leví 26, 29, 33, 34, 41, 46, 49, 50-52, 87, 104, 106, 126, 260, 263, 265, 271, 288, 291, 292 Martí, José 57 Martín de Arrate, José Félix 50 Martínez, Francisco 245 Martínez, Raimundo 177 Martínez de la Vega 35 Martínez de Andino, Gaspar 148 Martínez de la Rea, Francisco 268 Martínez Tenorio (ver Martínez Tenorio, Juan) Martínez Tenorio, Juan 205, 221 Marx, Carlos 132-133 Maza de Lizana, Miguel 219 Medina, Juan Francisco de 160 Melgarejo, Francisco 32 Melgarejo y Ponce de León, Juan 144-145 Méndez, Diego 199 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 299 Mendizábal, José Antonio de 165-166 Menéndez de Avilés, Pedro 26, 82 Mieses, Jerónimo de 141 Milanes, Jácome 263, 271 Miniel, Antonio 70 Mira Ceballos, Esteban 20 Miralles, Manuel 286-287 Mir, Pedro 211, 249 Monserrate, Francisco Rafael de 174-175 Montáñez, Diego 146 Montaño, Juan 46 Monte y Tejada, Antonio del 68 Montoro, Hernando 198-199 Morell de Santa Cruz, P. A. (ver Morell de Santa Cruz, Pedro Agustín) Morell de Santa Cruz, Pedro Agustín 30-31, 39, 126, 263 Morquecho 223 Moscoso, Francisco 117, 122, 137-138, 160 Moya Pons, Frank 70 Muesas, Miguel de 177 Munibe 53 Muñoz, Alonso 243-244 Murga Sanz, Vicente 138 N Nau, Jean David (Francois o Francisco) el Olonés 82 Negrete, Francisco 142-143 O Ochoa, Sancho de 140-141 O’Reilly 60, 63 Ortegón, Diego de 219 Ortiz de la Renta, José 160 Ortiz de la Rosa, José 160 Osorio, Antonio 194-202, 205, 223 Osorio, Jose (ver Osorio, Joseph) 13/08/2014 08:54:42 a.m. 300 Osorio, Joseph 65, 67 Ots Capdequí, J. M. (ver Ots Capdequí, José María) Ots Capdequí, José María 95, 106-107, 110, 125, 182 Ovando, Nicolás de 187 P Padilla, Francisco de 158-160 Palacian 53 Palma, Juan de 33 Parry, John H. 19 Patiño, Pedro 262 Pavón 271 Pedroso 53 Pedroso, Pedro de 31 Peña, Frank 211 Peña Pérez, Frank 196, 206 Penn, William 70 Peralta Rojas, Isidro 238-239 Pereda, Ruiz de 29 Pérez Caro, Ignacio 203 Pérez de Guzmán, Juan 153 Pérez de la Riva, Francisco 125 Pérez de Oporto, Juan 281 Pérez Franco, Andrés 201 Pérez García, Juan 227 Pérez Memén, Fernando 247 Pezuela, Jacobo de la 279, 281 Pichardo, H. (ver Pichardo, H.) Pichardo, Hortensia 252, 256, 262 Picó, Fernando 59, 101, 180 Pimentel, D. Ro. 231 Pimentel Lucero, Rodrigo de 230-231, 234 Pizarro, Miguel 276 Pizarro, Tomás 184 Placer, Gustavo 55 Plasencia, Diego de 209 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 300 Jorge Ibarra Cuesta Ponce de León, Juan 141, 162 Portuondo, Olga (ver Portuondo Zuñiga, Olga) Portuondo Zúñiga, Olga 34, 274, 277, 285 Power, Ramón 180 Pozo, José del 164 Prado, Juan del 32 Puebla, Francisco 264, 266 Q Quiñones, Juan de 148-149 Quiñones, Tomás 169 Quintero Rivera, Ángel 60 R Ramírez, Alejandro 181 Ramírez, Sebastián 187 Ramírez de Arellano, José 123 Ramos, Gregorio 262-264 Ramos, Juan 163 Ramos, Nicolás 42 Ramos, Vicente 184 Real, José R. 161 Reina Maldonado, Pedro de 40 Reyes, Vicente de los 146 Rey, Fernando 228 Ricla 56 Ricoeur, Paul 84 Ríos, Nicolás Antonio de los 177 Riva Agüero, Fernando de la (ver Riva y Agüero, Fernando de la) Riva y Agüero, Fernando de la 60, 144 Rivas, Marcos José de 174-175 Roa, Manuel de 269 Robles, Andrés de 250 Robles Lorenzana, Juan 159 Rocha Ferrer, Francisco 204 13/08/2014 08:54:42 a.m. De súbditos a ciudadanos...301 Rocha, Francisco de la 229 Rocha, María Antonia de la 229 Rodríguez de Cifuentes, Juan 263-264 Rodríguez Demorizi, Emilio 65, 68, 91, 199, 247 Rodríguez Morel, Genaro 20, 43, 45, 192, 200, 206, 208-209, 212, 215, 220, 222-223, 230, 232, 234-235, 238, , 247, 256 Rojas 53 Roxar Páramo, Gabriel de 142 Roy Ladurie, Emmanuel Le 99 Rubio y Peñaranda, Francisco 73 S Saco, José Antonio 49 Sahagún, Bernardino de 25 Salamanca, Juan de 33-34 Sánchez, Bartolomé 263 Sánchez Valverde 247 Sánchez Valverde, Antonio 289 Santa Cruz, Beltrán de 53 Santana, Pedro 129 Santovenia, Emeterio 27 Scarano, Francisco A. 59, 63, 153, 161-162, 167, 169, 290 Segura, Francisco de 236 Segura Sandoval, Francisco (ver Segura y Sandoval, Francisco de) Segura y Sandoval, Francisco de 70, 236 Serrano de Pimentel, Pedro 231 Sevilla Soler, María Rosario 67, 239 Sevilla Soler, M. R. (ver a Sevilla Soler, María Rosario) Silié, Rubén 91-92 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 301 Silvestrini 61 Simón 228 Sluiter, Engel 259 Solís, Andrés de 248 Solís, Francisco 136 Solórzano, Juan de 95-96 Sotolongo (ver Sotolongo, Ambrosio) Sotolongo, Ambrosio 31, 53, 109 Stein, Barbara 101 Stein, Stanley J. 101 Suárez Poago 262 Suárez Polcari, M. R. (ver Suárez Polcari, Ramón) Suárez Polcari, Ramón 39-40 Sucre, Carlos de 34 T Tamayo 271 Téllez 271 Toledo, Fradique de 82 Torre, José Vicente de la 122-123 Torre, Pedro Vicente de la 166 Torrequemada, Francisco Franco 215, 237 Torres Angulo, Ruth 87 Torres Cuevas, E. (ver Torres Cuevas, Eduardo) Torres Cuevas, Eduardo 30, 39 Torres, Diego 267 U Urabaso, Tomás 287 Urea, Miguel de 53-54 Utrera (ver Utrera, fray Cipriano de) Utrera, fray Cipriano de 54, 65, 73, 91, 238, 192, 194, 196, 198, 203-205, 219-221, 223, 226, 234, 245, 290 13/08/2014 08:54:42 a.m. 302 Jorge Ibarra Cuesta V W Valdemoro, Antonio 245 Valderrama, fray Domingo 43 Valdés, Pedro 27-29, 259, 260262, 264 Valdespino 53 Valiente, Pedro 268 Vallejo, Lorenzo 139 Valle Llano S. J., Antonio 43 Varela, Hernando 192 Vargas Machuca, Juan 202 Vázquez, fray Martín 140 Vázquez Cienfuegos, Sigfrido 58 Vega, Cajigal de la 291-292 Vega, Wenceslao 17, 116, 221, 233, 241 Velasco, Diego 184 Velázquez, Diego de 111 Venables (almirante) 32 Venables, Robert 70 Venegas Delgado, H. 18, 25, 35, 39, 41 Venegas, Hernán (ver Venegas Delgado, H.) Vera, Santiago de 219 Verdugo, Alonso 229 Vergara, Marcos de 169 Viamonte, Bitrián de (ver Viamonte, Juan Bitrián de) Viamonte, Juan Bitrián de 230, 231-234, 241 Viana Hinojosa, Diego Antonio de 41 Vilar, Pierre 103 Vila Vilar, Enriqueta 80 Villafuerte, Francisco Marín de 288 Villaverde, Cirilo 92 Villaverde, Juan de 29 Vincent 91 Wolf, Eric R. 100 Wright, Irene A. 26-27, 29-30 Wright, Irene Aloha (ver Wright, Irene A.) Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 302 X Xedler 53 Xuara, Gaspar de 199 Z Zúñiga, Félix de 201 13/08/2014 08:54:42 a.m. Publicaciones del Archivo General de la Nación Vol. I Vol. II Vol. III Vol. IV Vol. V Vol. VI Vol. VII Vol. VIII Vol. IX Vol. X Vol. XI Vol. XII Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 18441846. Edición y notas de E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1944. Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección de E. Rodríguez Demorizi, Vol. I, C. T., 1944. Samaná, pasado y porvenir. E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1945. Relaciones históricas de Santo Domingo. Colección y notas de E. Rodríguez Demorizi, Vol. II, C. T., 1945. Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección de E. Rodríguez Demorizi, Vol. II, Santiago, 1947. San Cristóbal de antaño. E. Rodríguez Demorizi, Vol. II, Santiago, 1946. Manuel Rodríguez Objío (poeta, restaurador, historiador, mártir). R. Lugo Lovatón, C. T., 1951. Relaciones. Manuel Rodríguez Objío. Introducción, títulos y notas por R. Lugo Lovatón, C. T., 1951. Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 18461850. Vol. II. Edición y notas de E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1947. Índice general del «Boletín» del 1938 al 1944, C. T., 1949. Historia de los aventureros, filibusteros y bucaneros de América. Escrita en holandés por Alexander O. Exquemelin, traducida de una famosa edición francesa de La Sirene-París, 1920, por C. A. Rodríguez; introducción y bosquejo biográfico del traductor R. Lugo Lovatón, C. T., 1953. Obras de Trujillo. Introducción de R. Lugo Lovatón, C. T., 1956. 303 Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 303 13/08/2014 08:54:43 a.m. 304 Publicaciones del Archivo General de la Nación Vol. XIII Relaciones históricas de Santo Domingo. Colección y notas de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1957. Vol. XIV Cesión de Santo Domingo a Francia. Correspondencia de Godoy, García Roume, Hedouville, Louverture, Rigaud y otros. 1795-1802. Edición de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1959. Vol. XV Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1959. Vol. XVI Escritos dispersos. (Tomo I: 1896-1908). José Ramón López. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005. Vol. XVII Escritos dispersos. (Tomo II: 1909-1916). José Ramón López. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005. Vol. XVIII Escritos dispersos. (Tomo III: 1917-1922). José Ramón López. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005. Vol. XIX Máximo Gómez a cien años de su fallecimiento, 1905-2005. Edición de E. Cordero Michel, Santo Domingo, D. N., 2005. Vol. XX Lilí, el sanguinario machetero dominicano. Juan Vicente Flores, Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXI Escritos selectos. Manuel de Jesús de Peña y Reynoso. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXII Obras escogidas 1. Artículos. Alejandro Angulo Guridi. Edición de A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXIII Obras escogidas 2. Ensayos. Alejandro Angulo Guridi. Edición de A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXIV Obras escogidas 3. Epistolario. Alejandro Angulo Guridi. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXV La colonización de la frontera dominicana 1680-1796. Manuel Vicente Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXVI Fabio Fiallo en La Bandera Libre. Compilación de Rafael Darío Herrera, Santo Domingo, D. N., 2006. Vol. XXVII Expansión fundacional y crecimiento en el norte dominicano (16801795). El Cibao y la bahía de Samaná. Manuel Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXVIII Documentos inéditos de Fernando A. de Meriño. Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXIX Pedro Francisco Bonó. Textos selectos. Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXX Iglesia, espacio y poder: Santo Domingo (1498-1521), experiencia fundacional del Nuevo Mundo. Miguel D. Mena, Santo Domingo, D. N., 2007. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 304 13/08/2014 08:54:43 a.m. Publicaciones del Archivo General de la Nación305 Vol. XXXI Cedulario de la isla de Santo Domingo, Vol. I: 1492-1501. Fray Vicente Rubio, O. P. Edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Centro de Altos Estudios Humanísticos y del Idioma Español, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXII La Vega, 25 años de historia 1861-1886. (Tomo I: Hechos sobresalientes en la provincia). Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXIII La Vega, 25 años de historia 1861-1886. (Tomo II: Reorganización de la provincia post Restauración). Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXIV Cartas del Cabildo de Santo Domingo en el siglo xvii. Compilación de Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXV Memorias del Primer Encuentro Nacional de Archivos. Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXVI Actas de los primeros congresos obreros dominicanos, 1920 y 1922. Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXVII Documentos para la historia de la educación moderna en la República Dominicana (1879-1894). Tomo I, Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXVIII Documentos para la historia de la educación moderna en la República Dominicana (1879-1894). Tomo II, Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XXXIX Una carta a Maritain. Andrés Avelino. Traducción al castellano e introducción del P. Jesús Hernández, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XL Manual de indización para archivos, en coedición con el Archivo Nacional de la República de Cuba. Marisol Mesa, Elvira Corbelle Sanjurjo, Alba Gilda Dreke de Alfonso, Miriam Ruiz Meriño, Jorge Macle Cruz, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XLI Apuntes históricos sobre Santo Domingo. Dr. Alejandro Llenas. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XLII Ensayos y apuntes diversos. Dr. Alejandro Llenas. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XLIII La educación científica de la mujer. Eugenio María de Hostos, Santo Domingo, D. N., 2007. Vol. XLIV Cartas de la Real Audiencia de Santo Domingo (1530-1546). Compilación de Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. XLV Américo Lugo en Patria. Selección. Compilación de Rafael Darío Herrera, Santo Domingo, D. N., 2008. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 305 13/08/2014 08:54:43 a.m. 306 Vol. XLVI Vol. XLVII Vol. XLVIII Vol. XLIX Vol. L Vol. LI Vol. LII Vol. LIII Vol. LIV Vol. LV Vol. LVI Vol. LVII Vol. LVIII Vol. LIX Vol. LX Vol. LXI Publicaciones del Archivo General de la Nación Años imborrables. Rafael Alburquerque Zayas-Bazán, Santo Domingo, D. N., 2008. Censos municipales del siglo xix y otras estadísticas de población. Alejandro Paulino Ramos, Santo Domingo, D. N., 2008. Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo I. Compilación de José Luis Saez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo II. Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo III. Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Prosas polémicas 1. Primeros escritos, textos marginales, Yanquilinarias. Félix Evaristo Mejía. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Prosas polémicas 2. Textos educativos y Discursos. Félix Evaristo Mejía. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Prosas polémicas 3. Ensayos. Félix Evaristo Mejía. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Autoridad para educar. La historia de la escuela católica dominicana. José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Relatos de Rodrigo de Bastidas. Antonio Sánchez Hernández, Santo Domingo, D. N., 2008. Textos reunidos 1. Escritos políticos iniciales. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Textos reunidos 2. Ensayos. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Textos reunidos 3. Artículos y Controversia histórica. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Textos reunidos 4. Cartas, Ministerios y misiones diplomáticas. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo (1930-1961). Tomo I, José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo (1930-1961). Tomo II, José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 306 13/08/2014 08:54:43 a.m. Publicaciones del Archivo General de la Nación307 Vol. LXII Legislación archivística dominicana, 1847-2007. Archivo General de la Nación, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LXIII Libro de bautismos de esclavos (1636-1670). Transcripción de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LXIV Los gavilleros (1904-1916). María Filomena González Canalda, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LXV El sur dominicano (1680-1795). Cambios sociales y transformaciones económicas. Manuel Vicente Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LXVI Cuadros históricos dominicanos. César A. Herrera, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LXVII Escritos 1. Cosas, cartas y... otras cosas. Hipólito Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LXVIII Escritos 2. Ensayos. Hipólito Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LXIX Memorias, informes y noticias dominicanas. H. Thomasset. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LXX Manual de procedimientos para el tratamiento documental. Olga Pedierro, et. al., Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LXXI Escritos desde aquí y desde allá. Juan Vicente Flores. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LXXII De la calle a los estrados por justicia y libertad. Ramón Antonio Veras (Negro), Santo Domingo, D. N., 2008. Vol. LXXIII Escritos y apuntes históricos. Vetilio Alfau Durán, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXIV Almoina, un exiliado gallego contra la dictadura trujillista. Salvador E. Morales Pérez, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXV Escritos. 1. Cartas insurgentes y otras misivas. Mariano A. Cestero. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXVI Escritos. 2. Artículos y ensayos. Mariano A. Cestero. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXVII Más que un eco de la opinión. 1. Ensayos, y memorias ministeriales. Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXVIII Más que un eco de la opinión. 2. Escritos, 1879-1885. Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXIX Más que un eco de la opinión. 3. Escritos, 1886-1889. Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 307 13/08/2014 08:54:43 a.m. 308 Publicaciones del Archivo General de la Nación Vol. LXXX Más que un eco de la opinión. 4. Escritos, 1890-1897. Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXI Capitalismo y descampesinización en el Suroeste dominicano. Angel Moreta, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXIII Perlas de la pluma de los Garrido. Emigdio Osvaldo Garrido, Víctor Garrido y Edna Garrido de Boggs. Edición de Edgar Valenzuela, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXIV Gestión de riesgos para la prevención y mitigación de desastres en el patrimonio documental. Sofía Borrego, Maritza Dorta, Ana Pérez, Maritza Mirabal, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXV Obras. Tomo I, Guido Despradel Batista. Compilación de Alfredo Rafael Hernández, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXVI Obras. Tomo II, Guido Despradel Batista. Compilación de Alfredo Rafael Hernández, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXVIIHistoria de la Concepción de La Vega. Guido Despradel Batista, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. LXXXIX Una pluma en el exilio. Los artículos publicados por Constancio Bernaldo de Quirós en República Dominicana. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XC Ideas y doctrinas políticas contemporáneas. Juan Isidro Jimenes Grullón, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCI Metodología de la investigación histórica. Hernán Venegas Delgado, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCIII Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo I. Compilación de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCIV Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo II. Compilación de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCV Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo III. Compilación de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCVI Los Panfleteros de Santiago: torturas y desaparición. Ramón Antonio, (Negro) Veras, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCVII Escritos reunidos. 1. Ensayos, 1887-1907. Rafael Justino Castillo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCVIII Escritos reunidos. 2. Ensayos, 1908-1932. Rafael Justino Castillo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. XCIX Escritos reunidos. 3. Artículos, 1888-1931. Rafael Justino Castillo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. C Escritos históricos. Américo Lugo. Edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo, D. N., 2009. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 308 13/08/2014 08:54:43 a.m. Publicaciones del Archivo General de la Nación309 Vol. CI Vol. CII Vol. CIII Vol. CIV Vol. CV Vol. CVI Vol. CVII Vol. CVIII Vol. CIX Vol. CX Vol. CXI Vol. CXII Vol. CXIII Vol. CXIV Vol. CXV Vol. CXVI Vindicaciones y apologías. Bernardo Correa y Cidrón. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Historia, diplomática y archivística. Contribuciones dominicanas. María Ugarte, Santo Domingo, D. N., 2009. Escritos diversos. Emiliano Tejera. Edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo, D. N., 2010. Tierra adentro. José María Pichardo, segunda edición, Santo Domingo, D. N., 2010. Cuatro aspectos sobre la literatura de Juan Bosch. Diógenes Valdez, Santo Domingo, D. N., 2010. Javier Malagón Barceló, el Derecho Indiano y su exilio en la República Dominicana. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2010. Cristóbal Colón y la construcción de un mundo nuevo. Estudios, 1983-2008. Consuelo Varela. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. República Dominicana. Identidad y herencias etnoculturales indígenas. J. Jesús María Serna Moreno, Santo Domingo, D. N., 2010. Escritos pedagógicos. Malaquías Gil Arantegui. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Cuentos y escritos de Vicenç Riera Llorca en La Nación. Compilación de Natalia González, Santo Domingo, D. N., 2010. Jesús de Galíndez. Escritos desde Santo Domingo y artículos contra el régimen de Trujillo en el exterior. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2010. Ensayos y apuntes pedagógicos. Gregorio B. Palacín Iglesias. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. El exilio republicano español en la sociedad dominicana (Ponencias del Seminario Internacional, 4 y 5 de marzo de 2010). Reina C. Rosario Fernández (Coord.) Edición conjunta de la Academia Dominicana de la Historia, la Comisión Permanente de Efemérides Patrias y el Archivo General de la Nación, Santo Domingo, D. N., 2010. Pedro Henríquez Ureña. Historia cultural, historiografía y crítica literaria. Odalís G. Pérez, Santo Domingo, D. N., 2010. Antología. José Gabriel García. Edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo, D. N., 2010. Paisaje y acento. Impresiones de un español en la República Dominicana. José Forné Farreres. Santo Domingo, D. N., 2010. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 309 13/08/2014 08:54:43 a.m. 310 Publicaciones del Archivo General de la Nación Vol. CXVII Historia e ideología. Mujeres dominicanas, 1880-1950. Carmen Durán. Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXVIII Historia dominicana: desde los aborígenes hasta la Guerra de Abril. Augusto Sención (Coord.), Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXIX Historia pendiente: Moca 2 de mayo de 1861. Juan José Ayuso, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXX Raíces de una hermandad. Rafael Báez Pérez e Ysabel A. Paulino, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXI Miches: historia y tradición. Ceferino Moní Reyes, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXII Problemas y tópicos técnicos y científicos. Tomo I, Octavio A. Acevedo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXIII Problemas y tópicos técnicos y científicos. Tomo II, Octavio A. Acevedo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXIV Apuntes de un normalista. Eugenio María de Hostos. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXV Recuerdos de la Revolución Moyista (Memoria, apuntes y documentos). Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXVI Años imborrables (2da ed.) Rafael Alburquerque Zayas-Bazán. Edición conjunta de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias y el Archivo General de la Nación, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXVII El Paladión: de la Ocupación Militar Norteamericana a la dictadura de Trujillo. Tomo I. Compilación de Alejandro Paulino Ramos. Edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXVIII El Paladión: de la Ocupación Militar Norteamericana a la dictadura de Trujillo. Tomo II. Compilación de Alejandro Paulino Ramos. Edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXIX Memorias del Segundo Encuentro Nacional de Archivos. Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXX Relaciones cubano-dominicanas, su escenario hemisférico (19441948). Jorge Renato Ibarra Guitart, Santo Domingo, D. N., 2010. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 310 13/08/2014 08:54:43 a.m. Publicaciones del Archivo General de la Nación311 Vol. CXXXI Obras selectas. Tomo I, Antonio Zaglul. Edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXII Obras selectas. Tomo II, Antonio Zaglul. Edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXIII África y el Caribe: Destinos cruzados. Siglos xv-xix, Zakari DramaniIssifou, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXIV Modernidad e ilustración en Santo Domingo. Rafael Morla, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXV La guerra silenciosa: Las luchas sociales en la ruralía dominicana. Pedro L. San Miguel, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXVI AGN: bibliohemerografía archivística. Un aporte (1867-2011). Luis Alfonso Escolano Giménez, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXVIILa caña da para todo. Un estudio histórico-cuantitativo del desarrollo azucarero dominicano. (1500-1930). Arturo Martínez Moya, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXVIII El Ecuador en la Historia. Jorge Núñez Sánchez, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXIX La mediación extranjera en las guerras dominicanas de independencia, 1849-1856. Wenceslao Vega B., Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXL Max Henríquez Ureña. Las rutas de una vida intelectual. Odalís G. Pérez, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLI Yo también acuso. Carmita Landestoy, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLIII Más escritos dispersos. Tomo I, José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLIV Más escritos dispersos. Tomo II, José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLV Más escritos dispersos. Tomo III, José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLVI Manuel de Jesús de Peña y Reinoso: Dos patrias y un ideal. Jorge Berenguer Cala, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLVII Rebelión de los Capitanes: Viva el rey y muera el mal gobierno. Roberto Cassá, edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLVIII De esclavos a campesinos. Vida rural en Santo Domingo colonial. Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLIX Cartas de la Real Audiencia de Santo Domingo (1547-1575). Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2011. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 311 13/08/2014 08:54:43 a.m. 312 Vol. CL Vol. CLI Vol. CLII Vol. CLIII Vol. CLIV Vol. CLV Vol. CLVI Vol. CLVII Vol. CLVIII Vol. CLIX Vol. CLX Vol. CLXI Vol. CLXII Vol. CLXIII Vol. CLXIV Vol. CLXV Vol. CLXVI Vol. CLXVII Publicaciones del Archivo General de la Nación Ramón –Van Elder– Espinal. Una vida intelectual comprometida. Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2011. El alzamiento de Neiba: Los acontecimientos y los documentos (febrero de 1863). José Abreu Cardet y Elia Sintes Gómez, Santo Domingo, D. N., 2011. Meditaciones de cultura. Laberintos de la dominicanidad. Carlos Andújar Persinal, Santo Domingo, D. N., 2011. El Ecuador en la Historia (2da ed.) Jorge Núñez Sánchez, Santo Domingo, D. N., 2012. Revoluciones y conflictos internacionales en el Caribe (1789-1854). José Luciano Franco, Santo Domingo, D. N., 2012. El Salvador: historia mínima. Varios autores, Santo Domingo, D. N., 2012. Didáctica de la geografía para profesores de Sociales. Amparo Chantada, Santo Domingo, D. N., 2012. La telaraña cubana de Trujillo. Tomo I, Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Cedulario de la isla de Santo Domingo, 1501-1509. Vol. II, Fray Vicente Rubio, O. P., edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Centro de Altos Estudios Humanísticos y del Idioma Español, Santo Domingo, D. N., 2012. Tesoros ocultos del periódico El Cable. Compilación de Edgar Valenzuela, Santo Domingo, D. N., 2012. Cuestiones políticas y sociales. Dr. Santiago Ponce de León. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. La telaraña cubana de Trujillo. Tomo II, Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia del exilio republicano español en la sociedad dominicana, 1938-1944. Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos, Santo Domingo, D. N., 2012. Historia de la caricatura dominicana. Tomo I, José Mercader, Santo Domingo, D. N., 2012. Valle Nuevo: El Parque Juan B. Pérez Rancier y su altiplano. Constancio Cassá, Santo Domingo, D. N., 2012. Economía, agricultura y producción. José Ramón Abad. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Antología. Eugenio Deschamps. Edición de Roberto Cassá, Betty Almonte y Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Diccionario geográfico-histórico dominicano. Temístocles A. Ravelo. Revisión, anotación y ensayo introductorio Marcos Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 312 13/08/2014 08:54:44 a.m. Publicaciones del Archivo General de la Nación313 A. Morales, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXVIII Drama de Trujillo. Cronología comentada. Alonso Rodríguez Demorizi. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXIX La dictadura de Trujillo: documentos (1930-1939). Tomo I, volumen 1. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXX Drama de Trujillo. Nueva Canosa. Alonso Rodríguez Demorizi. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012 Vol. CLXXI El Tratado de Ryswick y otros temas. Julio Andrés Montolío. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXII La dictadura de Trujillo: documentos (1930-1939). Tomo I, volumen 2. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXIII La dictadura de Trujillo: documentos (1950-1961). Tomo III, volumen 5. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXIV La dictadura de Trujillo: documentos (1950-1961). Tomo III, volumen 6. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXV Cinco ensayos sobre el Caribe hispano en el siglo xix: República Dominicana, Cuba y Puerto Rico 1861-1898. Luis Álvarez-López, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXVI Correspondencia consular inglesa sobre la Anexión de Santo Domingo a España. Roberto Marte, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXVII ¿Por qué lucha el pueblo dominicano? Imperialismo y dictadura en América Latina. Dato Pagán Perdomo, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXVIII Visión de Hostos sobre Duarte. Eugenio María de Hostos. Compilación y edición de Miguel Collado, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CLXXIX Los campesinos del Cibao: Economía de mercado y transformación agraria en la República Dominicana, 1880-1960. Pedro L. San Miguel, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXX La dictadura de Trujillo: documentos (1940-1949). Tomo II, volumen 3. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXXI La dictadura de Trujillo: documentos (1940-1949). Tomo II, volumen 4. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 313 13/08/2014 08:54:44 a.m. 314 Publicaciones del Archivo General de la Nación Vol. CLXXXII De súbditos a ciudadanos (siglos xvii-xix): el proceso de formación de las comunidades criollas del Caribe hispánico (Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo). Tomo I. Jorge Ibarra Cuesta, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXXIII La dictadura de Trujillo (1930-1961). Augusto Sención Villalona, San Salvador-Santo Domingo, 2012. Vol. CLXXXIV Anexión-Restauración. Parte 1. César A. Herrera, edición conjunta entre el Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXXV Anexión-Restauración. Parte 2. César A. Herrera, edición conjunta entre el Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CLXXXVI Historia de Cuba. José Abreu Cardet y otros, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CLXXXVIILibertad Igualdad: Protocolos notariales de José Troncoso y Antonio Abad Solano, 1822-1840. María Filomena González Canalda, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CLXXXVIIIBiografías sumarias de los diputados de Santo Domingo en las Cortes españolas. Roberto Cassá, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CLXXXIX Financial Reform, Monetary Policy and Banking Crisis in Dominican Republic. Ruddy Santana, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXC Legislación archivística dominicana (1847-2012). Departamento de Sistema Nacional de Archivos e Inspectoría, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCI La rivalidad internacional por la República Dominicana y el complejo proceso de su anexión a España (1858-1865). Luis Escolano Giménez, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCII Escritos históricos de Carlos Larrazábal Blanco. Tomo I. Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCIII Guerra de liberación en el Caribe hispano (1863-1878). José Abreu Cardet y Luis Álvarez-López, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCIV Historia del municipio de Cevicos. Miguel Ángel Díaz Herrera, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCV La noción de período en la historia dominicana. Volumen I, Pedro Mir, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCVI La noción de período en la historia dominicana. Volumen II, Pedro Mir, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCVII La noción de período en la historia dominicana. Volumen III, Pedro Mir, Santo Domingo, D. N., 2013. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 314 13/08/2014 08:54:44 a.m. Publicaciones del Archivo General de la Nación315 Vol. CXCVIII Literatura y arqueología a través de La mosca soldado de Marcio Veloz Maggiolo. Teresa Zaldívar Zaldívar, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCIX El Dr. Alcides García Lluberes y sus artículos publicados en 1965 en el periódico Patria. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CC El cacoísmo burgués contra Salnave (1867-1870). Roger Gaillard, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CCI «Sociología aldeada» y otros materiales de Manuel de Jesús Rodríguez Varona. Compilación de Angel Moreta, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CCII Álbum de un héroe. (A la augusta memoria de José Martí). 3ra edición. Compilación de Federico Henríquez y Carvajal y edición de Diógenes Céspedes, Santo Domingo, D. 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Vol. CCX Rebelión de los Capitanes: Viva el rey y muera el mal gobierno. 2da edición, Roberto Cassá. Edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Santo Domingo, D. N., 2014. Vol. CCXI Una experiencia de política monetaria. Eduardo García Michel, Santo Domingo, D. N., 2014. Vol. CCXII Memorias del III Encuentro Nacional de Archivos. Santo Domingo, D. N., 2014. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 315 13/08/2014 08:54:44 a.m. 316 Publicaciones del Archivo General de la Nación Colección Juvenil Vol. I Vol. II Vol. III Vol. IV Vol. V Vol. VI Vol. VII Vol. VIII Pedro Francisco Bonó. Textos selectos. Santo Domingo, D. N., 2007. Heroínas nacionales. Roberto Cassá, Santo Domingo, D. N., 2007. Vida y obra de Ercilia Pepín. Alejandro Paulino Ramos, Santo Domingo, D. N., 2007. Dictadores dominicanos del siglo xix. Roberto Cassá, Santo Domingo, D. N., 2008. Padres de la Patria. Roberto Cassá, Santo Domingo, D. N., 2008. Pensadores criollos. Roberto Cassá, Santo Domingo, D. N., 2008. Héroes restauradores. Roberto Cassá, Santo Domingo, D. N., 2009. Dominicanos de pensamiento liberal: Espaillat, Bonó, Deschamps (siglo xix). Roberto Cassá, Santo Domingo, D. N., 2010. Colección Cuadernos Populares Vol. 1 La Ideología revolucionaria de Juan Pablo Duarte. Juan Isidro Jimenes Grullón, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. 2 Mujeres de la Independencia. Vetilio Alfau Durán, Santo Domingo, D. N., 2009. Vol. 3 Voces de bohío. Vocabulario de la cultura taína. Rafael García Bidó, Santo Domingo, D. N., 2010. Colección Referencias Vol. 1 Archivo General de la Nación. Guía breve. Ana Féliz Lafontaine y Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. 2 Guía de los fondos del Archivo General de la Nación. Departamentos de Descripción y Referencias, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. 3 Directorio básico de archivos dominicanos. Departamento de Sistema Nacional de Archivos, Santo Domingo, D. N., 2012. Book. De súbditos a ciudadanos siglos XVII-XIX.indb 316 13/08/2014 08:54:44 a.m.