(c) Copyright 2011, vLex. Todos los Derechos Reservados. Copia exclusivamente para uso personal. Se prohibe su distribuci—n o reproducci—n. Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos registrales. Revista Cr’tica de Derecho Inmobiliario - Nœm. 685, Septiembre - Octubre 2004 Revista Cr’tica de Derecho Inmobiliario Nœm. 685, Septiembre - Octubre 2004 Autor: Ruiz-Rico Ruiz,JosŽ Manuel - Casado Casado BelŽn P‡ginas: 2307-2376 Id. vLex: VLEX-328787 http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 Texto 1. Introducci—n. Ideas b‡sicas sobre las llamadas uniones de hecho o uniones no matrimoniales: 2. Las uniones extramatrimoniales, Àson de hecho o son de derecho? Sobre la posibilidad de pactos o acuerdos constitutivos de la uni—n. 3. Las diferencias entre matrimonio y uniones de hecho. 4. Propuestas de pol’tica legislativa. Las posibilidades y los l’mites: el principio de libre opci—n y su alcance. 5. El rŽgimen jur’dico de las uniones extramatrimoniales estables: esquema general; aspectos comunes y diferenciales con las uniones matrimoniales. 6. Las uniones extramatrimoniales an—malas. 7. Uniones extramatrimoniales y Registros de Uniones o parejas de hecho. ÊÊÊÊ7.1. La competencia estatal sobre Registros pœblicos: Registros civiles o con "eficacia civil". ÊÊÊÊ7.2. Registros de hechos o Registros de declaraciones. La eficacia de la inscripci—n registral como medio de acreditaci—n de la convivencia. ÊÊÊÊ7.3.Inscripciones declarativas o constitutivas: ÊÊÊÊ7.4. Registro de acceso pœblico o registro de acceso restringido a los miembros de la uni—n, y otros sujetos limitadamente. ÊÊÊÊ7.5. Registro de inscripci—n voluntaria o de inscripci—n obligatoria. ÊÊÊÊ7.6. Ultimas cuestiones sobre los Registros de parejas. ÊÊÊÊÊÊÊÊ7.6.1. ÀRegistro Civil o Registro especial "ad hoc"? ÊÊÊÊÊÊÊÊ7.6.2. El sistema de cancelaci—n de los asientos del Registro de Parejas. Ê Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 1/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 1. Introducci—n. Ideas b‡sicas sobre las llamadas uniones de hecho o uniones no matrimoniales: Como mœltiples autores y pensadores han reconocido, el Derecho, y en concreto el Derecho Civil, es un producto hist—rico, es fruto de una serie de convicciones y valores imperantes en un determinado momento del devenir de una sociedad. Nada de esto es tan evidente como respecto de la regulaci—n jur’dica de la familia y las relaciones entre sus miembros, o respecto de la persona individual y sus necesidades propias. En este campo es probablemente donde la influencia social es m‡s acusada, y en donde el legislador es m‡s esclavo de las exigencias de sus ciudadanos, precisamente porque afecta a la fibra sensible de la sociedad, a aquello que afecta a su convivencia diaria y a su desarrollo personal. Por esta raz—n, creemos, con car‡cter general, que el estudio de las cuestiones jur’dicas suscitadas al hilo de los cambios de mentalidad social operados en las relaciones personales, como sucede en el ‡mbito del Derecho de familia, no puede abordarse desde una perspectiva "purista" o de an‡lisis de los textos legales vigentes, sino que ha de hacerse tomando en consideraci—n esa misma realidad social que pretende regular. Los juristas no somos ni debemos ser sujetos apegados a una estricta y fŽrrea metodolog’a, sino que tenemos el deber moral de estar atentos a lo que la sociedad reclama en cada momento, y por quŽ lo reclama, para, a partir de ah’, buscar los cauces tŽcnicos para dar respuesta a esas demandas sociales o para orientarla y excepcionalmente corregirla. Estas afirmaciones son especialmente procedentes cuando se trata de analizar el fen—meno de las uniones de hecho, o uniones libres, o uniones extramatrimoniales[1] . No hay hoy seguramente un tema jur’dico donde la sociedad se viene pronunciando con m‡s contundencia y asiduidad, ni por lo tanto una materia donde nosotros, los juristas, debamos preocuparnos de lograr un acercamiento entre lo que los ciudadanos nos demandan y lo que la tŽcnica jur’dica nos permite. Claro que lo primero que parece necesario es delimitar en quŽ momento social nos hallamos en el devenir de las relaciones personales y familiares, cu‡l es -si es posible concretarla- la conciencia social predominante, y de quŽ modo nosotros, como juristas podemos sensatamente dar respuesta a las necesidades que dicha sociedad reclama. Por lo pronto, hay, en primer lugar, un dato bastante llamativo en todo este ya largo proceso de juridificaci—n de las parejas o uniones de hecho. Creemos que existe una clara disociaci—n entre lo que piensan los juristas, y lo que la sociedad opina. Si atendemos a las declaraciones u opiniones formales de la doctrina civilista que ha estudiado las uniones de hecho, la inmensa mayor’a de los autores mantienen la tesis de que matrimonio y uni—n de hecho no son lo mismo, que son realidades diferentes, y en consecuencia les corresponden unas normas o reglas diferentes (si es que son precisas tales normas, lo que tambiŽn se discute). Las mismas manifestaciones se encuentran en mœltiples sentencias, del Tribunal Supremo y de Tribunales inferiores. En cambio, al nivel social, parece existir la convicci—n justamente contraria, a saber, Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 2/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 que, aun siendo fen—menos distintos, las uniones de hecho deben ser objeto de casi total equiparaci—n con los matrimonios en cuanto a su rŽgimen jur’dico, tanto si lo referimos a uniones heterosexuales como homosexuales. Pero mucho m‡s clarificador aœn es que esta misma tendencia equiparadora ha quedado ya plasmada, de forma callada pero imparable, en mœltiples textos legales, tanto estatales como sobre todo auton—micos; y la propia jurisprudencia del Tribunal Supremo, a pesar de manifestaciones formales en contra, viene realizando una labor interna de equiparaci—n durante los œltimos a–os, que no puede ocultarse[2]. Desde el punto de vista legal, si se hace un repaso a las normas estatales que, en los œltimos a–os, han incidido en cuestiones familiares, todas ellas han llegado a la unificaci—n de rŽgimen: piŽnsese, por ejemplo, en temas de adopci—n, arrendamientos urbanos, etc. En cuanto a la legislaci—n auton—mica, existe una clara tendencia a la plena igualaci—n de rŽgimen jur’dico; es m‡s, incluso los aspectos m‡s dudosos, como el de la adopci—n por parejas homosexuales, ya han sido resueltos, por algunas recientes leyes auton—micas, con la unificaci—n de criterios[3]. Como juristas, debemos hacernos la siguiente pregunta -que a la vez es motivo de profunda reflexi—n-: Àpor quŽ hemos llegado a esta situaci—n? ÀQuŽ raz—n justifica esa tendencia casi imparable a la equiparaci—n? ÀNo nos estaremos equivocando en nuestros planteamientos? Indudablemente, aunque las preguntas nunca suelen ser inocentes, sino que muchas veces en la pregunta va la propia respuesta, nos parece que hay que partir de cero, y proceder a replantear las cuestiones fundamentales (matrimonio, familia, uniones de hecho...) sin prejuicios, o con los m’nimos posibles. A eso va destinado este trabajo. a)Las uniones extramatrimoniales como nœcleos familiares: A la vista de las anteriores consideraciones, parece sensato comenzar con un dato o punto de partida previo a cualquier postura jur’dica. Y ese dato es que hoy d’a, a nivel social como a nivel incluso de doctrina jur’dica, las uniones extramatrimoniales son un tipo de "familia" cada vez m‡s extendido. No existe discusi—n, ni siquiera entre los estudiosos del Derecho, que las llamadas uniones de hecho o uniones no matrimoniales constituyen -cuando se cumplen una serie de condiciones, a las que ahora nos referiremos- autŽnticos nœcleos familiares, esto es, son "familia"[4], y por ese motivo deben obtener la tutela del ordenamiento jur’dico, en virtud del mandato contenido en el art.39 CE. Por si hab’a alguna duda acerca de esta idea, y como ratificaci—n de la misma, basta con un breve repaso a las distintas leyes auton—micas sobre uniones o parejas de hecho dictadas en los œltimos a–os: en todas ellas, en sus Pre‡mbulos o exposiciones de motivos, y a lo largo de los respectivos textos legales, se obtiene f‡cilmente la conclusi—n de que nadie pone en duda hoy d’a la consideraci—n como "familias" de esta clase de uniones. Es obvio que, si los distintos legisladores han efectuado ese reconocimiento, es porque hay un amplio respaldo social que apoya ese tipo de leyes reguladoras y a la vez protectoras de las uniones no matrimoniales. Prescindimos de momento del tipo o alcance de protecci—n o tutela que tales relaciones merecen. Esta primera conclusi—n, que parece bastante clara, acaso no est‡ suficientemente Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 3/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 matizada. El consenso social sobre la equiparaci—n a las uniones matrimoniales es indiscutible respecto de las uniones de hecho heterosexuales (al menos de aquellas caracterizadas por su estabilidad, perdurabilidad y publicidad), pero ÀquŽ decir de las homosexuales? ÀExiste la misma conformidad en considerarlas como "familia"?[5] A pesar de ciertas dudas, y a falta de estad’sticas al respecto, que probablemente ser’an muy œtiles a nuestros fines, creemos que tambiŽn se puede convenir en la cada vez mayor aceptaci—n social de las uniones homosexuales, no s—lo como sujetos con plena libertad e integrados en la sociedad, sino incluso como sujetos a los que se reconoce su pleno derecho a conformar verdaderos nœcleos familiares, en pie de igualdad con las parejas heterosexuales, casadas o no[6]. Por supuesto, estamos pensando en aquellas parejas homosexuales que se acredita han constituido un v’nculo estable, permanente y exclusivo de convivencia, en el que los dos miembros asumen o manifiestan una voluntad de continuidad en una relaci—n afectiva y/o sexual, por asimilaci—n a las uniones matrimoniales. Por el contrario, no ser‡n "familia" a efectos constitucionales y legales -porque socialmente no tienen esa consideraci—n- las uniones no estables, o las uniones estables pero sin la voluntad o intenci—n de formar un nœcleo de convivencia, afecto y asistencia mutua. Como argumento de apoyo a esta idea pueden servir las œltimas normas materiales, las cuales expresan su reconocimiento de la uni—n homosexual con esa t’pica coletilla de "con independencia de su orientaci—n sexual". Eso no es otra cosa que la plasmaci—n legal de una clara opini—n social favorable a la equiparaci—n. El esfuerzo denodado e incansable de las asociaciones de homosexuales y su cada vez mayor presencia en el ‡mbito cultural y en los medios de comunicaci—n, ha dado al menos, y por ahora, este importante fruto. Ese reconocimiento no ha sido posible œnicamente por la presi—n de los grupos afectados y la rendici—n de los poderes legislativo y judicial: es el indudable reflejo de una conciencia social no s—lo permisiva con los nuevos fen—menos (en realidad, no tan nuevos) sino tambiŽn respetuosa con la libre configuraci—n familiar de los ciudadanos. Cuesti—n diferente es que exista el mismo consenso social sobre algunos temas jur’dicos puntuales, como es el de la admisibilidad o no de la adopci—n de menores por parejas homosexuales (aunque seguramente acabar‡ por reconocerse legalmente, tal como ya est‡ ocurriendo en otros pa’ses e incluso ya en algunas zonas del nuestro). b) El concepto constitucional (y legal) de "familia": Indudablemente es de gran interŽs lo expuesto en el apartado precedente, a la hora de descender al plano jur’dico y determinar quŽ se entiende por "familia" en nuestro ordenamiento jur’dico. A estos efectos, creemos que tambiŽn se puede estar conforme en que el concepto de "familia" empleado en el fundamental art.39 CE, precepto que es la base del resto de preceptos legales y el punto de referencia a la hora de decidir el tratamiento legal de la realidad familiar, es un concepto extrajur’dico, que conecta directamente con la realidad social y la concepci—n social sobre lo que sea "familia"[7]. La "familia" a que alude el citado art.39 de la Constituci—n no es, como en algœn Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 4/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 momento se ha dicho, un concepto "prejur’dico" o "preconstitucional". Es indudable que los autores de la Constituci—n espa–ola de 1978 partieron de una idea determinada de familia -sin duda, la matrimonial-, pero tuvieron el acierto de separar matrimonio (art.32 CE), por un lado, y familia (art.39 CE), por otro, dejando adem‡s sin definir ni describir el concepto de familia, haciŽndolo depender de las concepciones sociales de cada momento hist—rico. Eso significa, por tanto, que en ningœn momento excluyeron, precisamente por la conexi—n de la idea de "familia" con la realidad social de cada momento, la tutela jur’dica de otras formas o modalidades de familia, distintas de las existentes al momento de promulgarse la Constituci—n. Y en efecto, as’ ha sucedido, pues desde entonces hasta ahora, hemos asistido a la expansi—n de la familia monoparental, formada por uno de los progenitores y su hijo o hijos, as’ como a la progresiva implantaci—n social de las familias extramatrimoniales o uniones libres, de distinto o del mismo sexo. Nada impide que, en los pr—ximos a–os, nos encontremos con nuevas modalidades de familia, surgidas al cobijo de nuevas formas de relaci—n personal m‡s o menos extendidas socialmente, o acaso por el influjo de otras mentalidades, en una sociedad cada vez m‡s pluralista y multicultural. Al margen del texto constitucional, tampoco en la legislaci—n ordinaria, civil o de otra naturaleza, se ha abordado un concepto tŽcnico o descripci—n de condiciones para reconocer una "familia" desde el punto de vista legal. Y si no hay un concepto legal de familia, eso demuestra que la tutela jur’dica de la "familia" prevista en el art.39.3 de la Constituci—n, ha de basarse en un concepto extrajur’dico, extra’ble de la realidad social de cada momento. Y como consecuencia de ello, debe procederse progresivamente, conforme vayan acept‡ndose socialmente nuevo modelos familiares, o a la reforma de las leyes para regular esos nœcleos familiares, o a un reinterpretaci—n, adaptada a la realidad social del momento (art.3.1 C.civil) de las leyes vigentes reguladoras de medidas -del tipo que sea- protectoras de la familia. c) La equiparaci—n legal de todas las formas de "familia": Si resulta que las uniones de hecho son "familia" (al menos, algunas modalidades de ellas, las constituidas con unas determinadas caracter’sticas: b‡sicamente las recogidas en las leyes auton—micas: uniones estables de dos personas, con relaci—n de afectividad an‡loga a la conyugal, con independencia del sexo, y de cierta publicidad o notoriedad), y resulta que el art.39 CE ordena a los poderes pœblicos, y entre ellos al legislativo, proteger legal o jur’dicamente a las familias, eso significa, como conclusi—n por el momento bastante simplista pero contundente, que todas las "familias" o nœcleos familiares deben ser protegidos por el Ordenamiento jur’dico, y adem‡s que esa protecci—n debe realizarse en los mismos tŽrminos para unas y para otras modalidades. No es, por tanto, admisible jur’dicamente, por lo de inconstitucional que tendr’a, que las leyes diesen un tratamiento diferenciado a unos u otros nœcleos familiares: el trato debe ser igual, si no se quiere incurrir en una discriminaci—n contraria a la Constituci—n. Hay, sin embargo, autores, como GAVIDIA, que no ven inconveniente en que, a pesar de considerarlas como familia, el legislador dŽ un trato diferenciado a Žstas respecto del matrimonio (as’ pretende justificar la diferencia por razones de Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 5/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 orden presupuestario)[8]. No podemos compartir esta opini—n: a nuestro juicio, el legislador tiene libertad para elegir si protege, y de quŽ modo y hasta quŽ punto , a las familias, pero una vez ha decidido otorgarles tutela, debe extenderla a todos los nœcleos socialmente considerados como "familias", si no quiere incurrir en una discriminaci—n (art.14 CE: discriminaci—n por raz—n del tipo familiar). Esto, como es obvio, afecta fundamentalmente a medidas de naturaleza "pœblica" (fiscales, asistenciales, administrativas...). Pero no se puede descartar que tambiŽn conciernan al Derecho privado, pues tambiŽn en Žl hay normas cuyo fin -exclusivo o compartido con otros- es el de tutelar a las familias[9]. Ya se ver‡ m‡s adelante. Esto que decimos es enormemente importante, pues nos permite, sin recurrir a expedientes m‡s o menos sofisticados, dar una respuesta razonable, coherente y acorde con la Constituci—n, a buena parte de los problemas jur’dicos relativos a las uniones de hecho m‡s al uso (las de ’ndole familiar). Los problemas surgen a la hora de delimitar quŽ normas est‡n inspiradas en la protecci—n de la familia, y cu‡les en otros motivos. Porque, claro est‡, es obvio que si la raz—n de la tutela legal al matrimonio no es por su consideraci—n como "familia", sino por otro motivo, habr‡ entonces que descender a ese punto concreto para resolver sobre si tambiŽn deben regirse o no las uniones de hecho por esas mismas reglas previstas para el matrimonio. A este respecto, debe ya avanzarse que, a nuestro juicio, hay un elevado grupo de normas, sobre todo de orden administrativo, laboral, funcionarial, fiscal, asistencial, etc.,en las que subyace el componente "familiar" como justificador o fundamentador de la soluci—n normativa; algunas veces, ciertamente, -por tratarse de normas preconstitucionales muchas de ellas- bajo la veste o la apariencia de la protecci—n del matrimonio; pero perfectamente aplicables, con una visi—n actual de las normas, a otros nœcleos socialmente aceptados ya como "familias"; otras veces, el componente familiar se halla mezclado con otras consideraciones o razones: v’nculos afectivos, parentesco, convivencia...). No hay que descartar que, adem‡s de ellas, tambiŽn algunas normas civiles o jur’dico-privadas estŽn tambiŽn impregnadas de esa aureola "familiar"; aunque en este campo es m‡s habitual que jueguen y se entremezclen con aquŽllas otras consideraciones o fundamentaciones que hagan m‡s complejo el an‡lisis de la "ratio" normativa. Sobre ello volveremos con posterioridad. d) El art’culo 32 de la Constituci—n: la protecci—n constitucional del matrimonio, y su alcance: En este rompecabezas constitucional, desempe–a un papel relevante tambiŽn el art’culo 32 de la Constituci—n, que declara la necesidad de tutela del "derecho a casarse", y por tanto la exigencia al legislador ordinario de respetar el contenido esencial de ese derecho, so pena de inconstitucionalidad. Sin pretender profundizar del todo en dicha norma, creemos que han de destacarse varias ideas derivadas del mismo que son de una gran trascendencia. La primera es que el reconocimiento como derecho constitucional del "ius connubii" o Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 6/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 derecho a contraer matrimonio sin m‡s cortapisas legales que las imprescindibles, no es sino un reflejo o manifestaci—n concreta del principio, consagrado en el art’culo 10.1 de la propia Constituci—n, del "libre desarrollo de la personalidad". El legislador constituyente lo que hace es dotar de protecci—n a uno de los medios o formas m‡s habituales en nuestra sociedad de que los ciudadanos alcancen su desarrollo como personas, la instituci—n matrimonial. Del mismo modo que el resto de derechos reconocidos en el T’tulo I de la Constituci—n son tambiŽn un reflejo de ese principio de libre desarrollo, en cuanto dif’cilmente se lograr’a Žste sin la concesi—n de un derecho a la integridad, a la intimidad, a la libertad de creaci—n y expresi—n, etc..., el matrimonio aparece expresamente recogido como un instrumento en poder de quien libremente quiera utilizarlo, para satisfacer fines de orden afectivo, sexual, reproductivo, asistencial, necesarios en todo ser humano. Dicho esto, debe se–alarse que, en nuestra opini—n, el art.32 CE no supone un "plus"de protecci—n respecto de otros nœcleos familiares posibles, ni por tanto de diferenciaci—n entre uniones matrimoniales y no matrimoniales[10]. Creemos que este art’culo, en cuanto manifestaci—n o expresi—n concreta del principio del "libre desarrollo" del art.10 CE, se basa en la tradici—n hist—rica, raz—n por la cual el legislador la respeta, y mantiene la garant’a institucional del matrimonio, esto es, asegura que el matrimonio ser‡ una instituci—n necesaria en nuestro ordenamiento jur’dico, al ser una forma œtil y extendida de lograr los ciudadanos sus fines individuales. Pero no es la œnica posible, ni es descartable que aparezcan otras instituciones o figuras jur’dicas que sirvan a esos mismos objetivos de orden afectivo, asistencial, sexual o reproductivo, y que tengan aceptaci—n social. As’ pues, el que el legislador se proponga regular otra suerte de uniones, o incluso dar apoyo -mayor o menor- a cualquier tipo de contrato o uni—n convivencial, no tiene por quŽ suponer una lesi—n a la instituci—n matrimonial. Es cierto, en principio, que debe asegurarse que el legislador ordinario no ponga cortapisas o utilice f—rmulas que impidan de hecho o dificulten materialmente el acceso al matrimonio. Hay autores que han puesto en tela de juicio buena parte de la regulaci—n (de momento, auton—mica) de las uniones extramatrimoniales, aduciendo el peligro para la instituci—n matrimonial y la necesidad de preservarla y garantizarla. Pero, seamos claros -y esto se podr‡ comprobar con el transcurrir de los a–os-, dif’cilmente se podr‡ declarar inconstitucional una ley que autorice una uni—n paralela al matrimonio u otorgue cierta tutela a la mayor’a de las uniones convivenciales, por el hecho de afectar al derecho a contraer matrimonio del art.32 o a su contenido esencial. Esas nuevas modalidades familiares o uniones de personas tambiŽn son formas, tambiŽn son medios o instrumentos para alcanzar ese "libre desarrollo de la personalidad" de que habla el esencial art.10 CE, tan leg’timos y dignos como el matrimonio[11]. Dicho m‡s claramente, la garant’a institucional del matrimonio no puede llegar al punto de "sacralizarlo" como la œnica manera de satisfacer los fines espirituales de los individuos. Quienes propugnan la necesidad de defensa a ultranza del matrimonio frente a otras formas de convivencia y afectividad, cuya regulaci—n legal podr’a suponer una herida mortal a la instituci—n matrimonial, en el fondo parten del prejuicio de la superioridad de Žsta respecto de las dem‡s formas de convivencia o de Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 7/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 uniones familiares[12]. Pero esa superioridad no se deriva del art.32 CE ni de ningœn otro precepto constitucional. El art.32 s—lo tiene por misi—n reconocer que, en este momento hist—rico, el matrimonio debe ser legalmente regulado, procurando que no se pongan restricciones por raz—n de edad o circunstancias personales o sociales que hagan inviable el recurso a la figura, pero sin impedir otras maneras de satisfacer los fines antedichos que pudieran surgir. Por l—gica, esas formas o modalidades deben tener la misma consideraci—n legal, aun cuando no estŽn reconocidas expresamente en la Constituci—n, pues ser‡n derivaci—n del art.10 y del principio de libre desarrollo, del mismo modo que lo que es matrimonio mismo. Estas formas no pueden ser en ningœn caso entendidas como una especie de "amenaza" a la instituci—n matrimonial, porque de entenderlo as’, estar’amos entronizando al matrimonio, perdiendo de vista su valor constitucional como mero instrumento -hist—rico, y por tanto prescindible o alterable en el futuro-, junto a otros posibles, para alcanzar la plenitud vital de los seres humanos[13]. 2. Las uniones extramatrimoniales, Àson de hecho o son de derecho? Sobre la posibilidad de pactos o acuerdos constitutivos de la uni—n. Debemos a continuaci—n plantearnos algo que hasta ahora la doctrina viene asumiendo, pero que sin embargo, conviene poner en tela de juicio, o al menos matizar de forma considerable. Nos referimos a la consideraci—n de las uniones objeto de estudio como uniones de hecho. Desde nuestro punto de vista, hablar de uni—n "de hecho" significa impl’citamente prescindir de la posible existencia de v’nculo o acuerdo, del tipo que sea, entre los dos miembros de la misma; as’ como de la cuesti—n de su posible licitud, en suma, significa considerar la relaci—n entre los miembros de pareja como una situaci—n espont‡nea, en la que la voluntad de los sujetos resulta irrelevante desde la perspectiva jur’dica, lo que sin embargo debe cuestionarse. A nuestro juicio, las uniones extramatrimoniales son pr‡cticamente siempre el fruto de un acuerdo, expreso o t‡cito -pero siempre existente, otra cosa son sus posibilidades de prueba-, entre dos personas, mayores de edad en principio y plenamente capaces, que deciden desarrollar una convivencia y unos v’nculos rec’procos, mayores o menores, segœn el alcance de los pactado o convenio[14]. La existencia de ese acuerdo iniciador de la convivencia, en circunstancias normales[15], parece fuera de toda duda: nadie decide unilateralmente ni a la ligera algo en principio tan trascendental como iniciar una vida comœn estable y exclusiva -en este trabajo nos referimos s—lo a esta clase de uniones- sin haberlo meditado y acordado con la otra parte de algœn modo, expreso unas veces, otras muchas t‡cito (pero siempre di‡fano en sus planteamientos b‡sicos). No entramos en la cuesti—n de la mayor o menor dificultad probatoria de la existencia y contenido de ese acuerdo. No hay, desde el punto de vista legal, ningœn inconveniente jur’dico para la plena validez de ese acuerdo, y de sus posibles contenidos, siempre que Žstos respeten los principios b‡sicos de cumplimiento de la legalidad, garant’a de los derechos fundamentales de los miembros de la uni—n (incluida la igualdad) y no infracci—n de la Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 8/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 moral o el orden pœblico, incluso aunque ello suponga alterar algunos de los deberes o principios genŽricos de la instituci—n familiar. Aun cuando puede encontrarse algunas opiniones contrarias a la licitud de esos contenidos[16], pensamos que el principio de autonom’a privada, derivado a su vez del principio del libre desarrollo de la personalidad (art.10 CE), justifica sobradamente la licitud de cualquier acuerdo que, sobre la base de los contenidos t’picos del contrato matrimonial, suponga una alteraci—n del esquema de derechos-deberes propios del matrimonio recogidos en los arts.66 ss. del C—digo civil[17], en tanto se respeten los l’mites antes expuestos[18]. De hecho, la diferente normativa auton—mica sobre parejas o uniones estables reconoce sin ambages la licitud de pactos o acuerdos de contenido personal, esto es, regulador de las relaciones personales, que son los que por ahora nos interesan[19]. Otra cosa es que, cuando se adoptan esos acuerdos y su contenido sea diverso del configurado por el C—digo civil como estatuto de derechos y deberes matrimoniales, la uni—n as’ constituida pueda ser configurada como "familia" desde el punto de vista social, y merezca la protecci—n como tal. Si los pactos desfiguran de tal modo las condiciones de vida de la pareja, en cuanto conlleven la ausencia o libertad de convivencia (compartir domicilio), la libertad de orden sexual o la casi total carencia de deberes asistenciales, o la fijaci—n de l’mite temporal (siempre que sea breve), entonces no se le podr‡ asignar la tutela "familiar" ni ser‡ posible la equiparaci—n con las uniones matrimoniales. Esto es seguramente lo que late debajo de la declaraci—n, contenida en algunas leyes auton—micas sobre parejas de hecho, de nulidad de los pactos o estipulaciones sobre la temporalidad de la uni—n o la fijaci—n de condiciones[20]. No es que tales estipulaciones sean en s’ mismas nulas por ser contrarias al orden pœblico, sino porque su establecimiento desvirtœa o puede desvirtuar la uni—n hasta el punto de convertirla en una relaci—n muy lejana a las t’picas uniones con vocaci—n "familiar". Pero esta primera idea necesita ser matizada, y conectada a su vez con esa denominaci—n cl‡sica de uniones "de hecho". Desde nuestra perspectiva, los acuerdos de constituci—n de la uni—n, precisamente porque estamos ante una relaci—n querida como libre de cualquier forma y compromiso futuro, no condicionan el desenvolvimiento subsiguiente de la uni—n[21]. As’, nada impide que los contenidos que van a regir esa relaci—n sean alterados progresivamente, de manera informal, tantas veces como se quiera. No habr‡ entonces un problema de seguridad jur’dica, pues los terceros -en principio- no se ver‡n afectados, sino un problema de prueba del estado y rŽgimen actual de la pareja. La cuesti—n es singularmente importante cuando, por ejemplo, los convivientes pactan una vigencia temporal concreta a la uni—n: este pacto no significa, a nuestro juicio, que la uni—n no pueda perdurar m‡s all‡ de ese lapso temporal, en cuyo caso, una uni—n no nacida con la intenci—n de conformar un nœcleo estable o familiar, puede llegar a serlo por la fuerza de las circunstancias ulteriores en que se desenvuelve[22]. En suma, lo que se propugna es que, incluso aunque en el momento constitutivo, la uni—n hubiera nacido con unas caracter’sticas impropias de una relaci—n de orden familiar, por ejemplo, por haberse dispuesto o estipulado la libertad sexual (no exigencia de deberes de fidelidad sexual rec’proca), o por haberse fijado un l’mite Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 9/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 temporal a la uni—n (u otro tipo de condiciones restrictivas), nada debe impedir que esa uni—n se desarrolle de hecho en unos tŽrminos tales, que "a posteriori", y con el tiempo trascurrido, pueda ser considerada como uni—n familiar, con sus caracter’sticas t’picas de estabilidad en la convivencia, afectividad o exclusividad. A la inversa, la constituci—n de una uni—n originariamente estable y permanente, no prejuzga el que la misma pueda salir de la —rbita de esa categor’a de uniones si, en ejercicio de la libre autonom’a, una o las dos partes deciden romper la uni—n al poco tiempo de iniciarse la convivencia. Este es el verdadero sentido de la expresi—n "uni—n de hecho", y el motivo de su frecuente utilizaci—n: que lo decisivo no es lo que los miembros de la pareja hubiesen pactado al iniciarse la convivencia, sino lo que efectivamente ha resultado o estŽ resultando con el paso del tiempo (siempre, por supuesto, con el problema de la prueba de la existencia y vigencia actual de la relaci—n)[23]. Parece, por tanto, que no es un criterio razonable el utilizado por algunas leyes auton—micas de parejas de hecho o estables, para discernir entre uniones "protegibles" y "no protegibles", y que consiste en atender al otorgamiento efectivo de una escritura pœblica manifestando la voluntad de acogerse a lo que se dispone en la ley (v.gr. art.1.1 de la Ley catalana de 1998), porque prescinde de la situaci—n material ulterior, que bien pudiera ser la de una ruptura r‡pida de la convivencia. Una f—rmula como la usada por la Ley catalana lesiona gravemente a las uniones que no han hecho manifestaci—n ante notario de someterse a las reglas legales pero que tienen una situaci—n convivencial materialmente estable: en tales situaciones, el legislador no tiene razones poderosas para apartarlas del rŽgimen legal previsto para las uniones constituidas a travŽs de escritura pœblica (y luego desarrolladas a travŽs de una convivencia m‡s o menos estable), al menos si partimos, como hace la citada ley, de unas verdaderas uniones "de hecho"[24]. Del mismo modo, tampoco parece razonable el criterio seguido por otras leyes auton—micas, consistente en establecer una "presunci—n de convivencia" de los miembros de la uni—n por el hecho de haberse inscrito -tras la previa manifestaci—n de querer la uni—n ante el funcionario encargado del Registro de uniones o parejas-. Esa regla, aparte de ser irreal por las razones antedichas, en cuanto una declaraci—n no debe traer consigo tal presunci—n por no existir la adecuada relaci—n de causa-efecto (cuesti—n distinta es que esa declaraci—n tenga verdaderos efectos civiles, por suponer una "legalizaci—n" o "formalizaci—n" de la uni—n, en tŽrminos similares a los de un matrimonio), supone o puede suponer aplicar a las uniones de hecho el mismo "molde" del matrimonio, lo que no parece de recibo si las partes no hicieron ninguna manifestaci—n conjunta de comprometerse a una convivencia duradera e indefinida, al contrario de lo que s’ hacen los contrayentes al manifestar el consentimiento matrimonial. Es que incluso aunque hubiera una constancia de esa voluntad de crear entre s’ un v’nculo (moral y jur’dico) permanente, el simple hecho de declararlo y que, en su caso, llegue al Registro de Uniones, tampoco puede tener valor decisivo a la hora de calificar a esa pareja -en un futuro conflicto- como una uni—n familiar. Cuesti—n distinta es que, dejando de lado las posibles consideraciones de las uniones de hecho como posibles nœcleos familiares, exista una pretensi—n del legislador de Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 10/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 autorizar la constituci—n de un nuevo negocio jur’dico de derecho de familia, o incluso de constituir varias modalidades nuevas, o incluso infinitas, de negocios familiares de ’ndole convivencial. Aqu’ las situaciones f‡cticas pierden su relevancia, habida cuenta que ya no se trata de responder a un modelo de familia aceptado socialmente (familia de dos miembros, con estabilidad contrastada, con exclusividad aunque sin por ello excluir posibles situaciones de infidelidad, externa o pœblica), sino de dar cabida y tratamiento legal -mayor o menor- a los posibles pactos o acuerdos convivenciales. Nada impide que el legislador regule mœltiples modalidades, del mismo modo que tampoco es il’cito que lo haga respecto de una s—lo de ellas, v.gr., aquella que m‡s se parezca a lo que es un nœcleo matrimonial. Aqu’ s’ que es libre el legislador de complementar esa institucionalizaci—n de un nuevo o unos nuevos negocios convivenciales con una suerte de medidas, como ser’a la anterior "presunci—n de convivencia". Puesto que en el negocio m‡s t’pico de Derecho de familia, como es el matrimonio, parte este legislador de unas declaraciones o manifestaciones de voluntad, ante el funcionario o autoridad competente, para a partir de ah’ presumir la convivencia de los mismos, tal como dispone el art.69(bien es cierto que sobre la base del mutuo deber de convivencia ex art.68 CC), nada impedir’a que hiciera lo propio con esas nuevas uniones convivenciales institucionalizadas, en cuyo caso no es excesivo reconocer relevancia a la presunci—n legal que se estableciera. Descendiendo ya al examen de cuestiones concretas, la generaci—n de una relaci—n de pareja en la que las partes hubiesen excluido un deber de fidelidad sexual (no entramos en los problemas del deber de respeto genŽrico entre las personas, que siempre existe, con independencia de que haya o no vinculaci—n al efecto), no excluye autom‡ticamente la consideraci—n de la pareja como nœcleo familiar, al objeto de beneficiarse de las normas legales (pœblicas y privadas) tuteladoras de la familia. Si con posterioridad se acredita que la relaci—n ha llevado o lleva una vida m‡s o menos t’pica o incluso ejemplar desde el punto de vista de la fidelidad, estaremos ante una uni—n protegible como familia. Pero es que incluso, no sucediendo as’, creemos que el deber de fidelidad no puede ser de los que cualifiquen la uni—n como familiar o no. La raz—n es que, tanto fuera del matrimonio como dentro de Žl, el Estado o las Administraciones pœblicas no pueden entrar en ese ‡mbito por estar sustra’do a la intimidad de las personas. No tiene, a estos efectos, ningœn sentido exigir, como en buena medida hacen las leyes auton—micas de uniones o parejas, a las parejas no matrimoniales, para su efectiva protecci—n, algo que el C—digo y las leyes no exigen a los miembros del matrimonio, esto es, condicionar su protecci—n a la exclusividad de la uni—n, negando la tutela si consta de algœn modo la "infidelidad" de hecho (m‡s exactamente, la no exclusividad) de alguno de los miembros o de ambos. A nuestro juicio, ninguna norma jur’dica castiga a aquellos matrimonios o miembros individuales de una pareja matrimonial, por el hecho de ser infieles[25]. En cambio, es un contrasentido que s’ lo hagan las leyes promulgadas hasta la fecha respecto de las parejas extramatrimoniales. Lo decisivo, tanto para la tutela de la pareja no matrimonial en calidad de nœcleo familiar como en los casos de institucionalizaci—n y protecci—n en Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 11/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 cuanto nuevo negocio de derecho de familia, no es que se cumpla real y verdaderamente la exclusividad, sino que la pareja se presente a la sociedad como una uni—n dotada de estabilidad y con apariencia de familia. Lo que ocurra dentro de ella, en el devenir cotidiano, es irrelevante para el Derecho y para la sociedad, como lo es en cualquier matrimonio (salvo cuando, por no estar consentido, puede servir para iniciar un procedimiento de separaci—n o divorcio)[26]. Lo mismo que se defiende respecto de la exclusividad, se puede proponer en relaci—n a alguna otra estipulaci—n[27]. Por ejemplo, sup—ngase que los dos miembros de la pareja, al empezar a convivir, acordaron mantener en secreto su uni—n. En teor’a, ese pacto excluye la consideraci—n de la uni—n como v’nculo de ’ndole familiar, tal como se desprende de pr‡cticamente todas las leyes auton—micas sobre uniones no matrimoniales, en donde se consideran "no protegibles" las uniones que no sean pœblicas y notorias. Pero esa exclusi—n es s—lo originaria, pues nada impide que, con posterioridad, la rigidez primitiva dŽ paso a una flexibilizaci—n mayor, y la publicidad o exteriorizaci—n sea consentida por sus miembros y tolerada familiar y socialmente, con lo que se transformar’a en una uni—n perfectamente tutelable[28]. Ahora bien, igual que antes se se–al—, si lo que pretenden las leyes promulgadas o que en el futuro se promulguen, es instituir un nuevo o unos nuevos negocios de Derecho de familia con finalidad convivencial, hasta ahora inexistentes, s’ puede ser razonable el establecimiento de esas cortapisas o condiciones para su adecuada tutela, entre ellas las de la exclusividad o la publicidad. Es m‡s, hasta ser’a muy coherente respecto de esta œltima -la publicidad de la uni—n- que se introdujeran exigencias formales con el objeto de dar seguridad de que el acuerdo o contrato ha llegado a tener existencia. Sucede, no obstante, que una alternativa como Žsta puede acabar por dejar fuera de regulaci—n a mœltiples uniones que no respondan exactamente a todas las caracter’sticas o condiciones impuestas, en cuyo caso el legislador (o en su defecto la autoridad judicial) tendr’a que seguir resolviendo los mœltiples conflictos que de ellas se derivar’an, siendo por tanto recomendable una normativa que sirviera de marco jur’dico -m’nimo- al mayor nœmero posible de relaciones convivenciales creadas. A lo que conducen las ideas anteriores, es, en suma, a poner en tela de juicio las condiciones legales de algunas leyes auton—micas, de prohibici—n de pactos temporales o estipulaciones condicionales, sobre todo si ello se conecta con el acceso al Registro de Uniones a travŽs de una declaraci—n m‡s o menos formal, de la que se hace depender el rŽgimen jur’dico aplicable a la uni—n (sobre todo, el rŽgimen jur’dicocivil, que es el m‡s problem‡tico). El car‡cter jur’dico y a la vez f‡ctico de las uniones extramatrimoniales debe conducir a pensar que merecen la misma protecci—n como pareja estable no casada una uni—n que se conform— con vocaci—n de vitalicia que aquella que no lo hizo as’ pero luego se desenvolvi— de hecho como si lo fuese; y lo mismo en caso de imposici—n de cualquier suerte de condici—n que luego de hecho no lleg— a cumplirse o exigirse. Por otro lado, tampoco puede perderse de vista el entendimiento que suele hacerse de los arts. 66 ss. C.civil, en materia matrimonial, y cuya -en cierto modo- traslaci—n al Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 12/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 ‡mbito de las uniones no matrimoniales, como posible l’mite intr’nseco a los contenidos posibles de las mismas, resulta inconveniente. Es cierto, en principio, que debajo de esos preceptos legales late un determinado modelo legal de uni—n matrimonial, aceptada incluso socialmente, como v’nculo permanente, exclusivo, heterosexual, y de car‡cter vitalicio en principio, aunque disoluble. Pero no es menos cierto que se trata de un modelo que ha sufrido cambios (v.gr., en materia de disolubilidad), y que puede seguir sufriŽndolos en el futuro, por lo que no responde a un esquema inmutable[29]. Pero sobre todo, tampoco es incierto, y existe doctrina que as’ lo ha mantenido[30], que, tras la celebraci—n del matrimonio, y sin que ello implique una voluntad de ruptura del v’nculo, son posibles y l’citos multitud de pactos de alteraci—n del estatuto legal de deberes personales, con eficacia puramente interna a los miembros, y con consecuencias jur’dicas plenamente l’citas y acomodadas a la nueva situaci—n convivencial[31]. Ello es as’ precisamente en aras del respeto al principio de libre desarrollo de la personalidad, ahora de cada uno de los c—nyuges. Pues bien, el hecho de que tales pactos se otorguen entre los c—nyuges no hace perder a la uni—n su consideraci—n como matrimonio ni su tutela legal como tal, ya que la seguridad jur’dica queda garantizada a los terceros mientras esa situaci—n no tenga trascendencia externa, a travŽs de resoluci—n judicial publicada en el Registro (Civil, pero tambiŽn de la Propiedad o Mercantil) o de escritura de capitulaciones matrimoniales suficientemente expl’cita e inscrita tambiŽn. Volviendo a los pactos en las uniones extramatrimoniales, el hecho mismo de recurrir al principio del libre desarrollo como fundamento de estas uniones heterosexuales es un claro indicio de que, en su ejercicio, los dos miembros de la uni—n han llegado a una postura comœn sobre el tipo de convivencia, al margen de la matrimonial, que quieren desarrollar. El ordenamiento jur’dico no puede permanecer al margen de esa suerte de acuerdo, convenio o contrato, y por eso lo ratifica apoy‡ndose en el precepto constitucional, pero en realidad no es otra cosa que un pacto o contrato entre dos personas plenamente capaces, cuya eficacia ser‡ la que ellos mismos libremente decidan[32]. El problema que se deriva de la consideraci—n de contratos o negocios jur’dicos de este tipo de acuerdos convivenciales extramatrimoniales entre dos personas, de distinto o del mismo sexo, es el de su real eficacia. Aqu’ no hay m‡s remedio que establecer un claro paralelismo con los matrimonios, en donde el incumplimiento o infracci—n de los deberes conyugales (contractuales, aunque legalmente fijados con car‡cter te—ricamente imperativo), no acarrea "a priori" una consecuencia jur’dica negativa, salvo las espec’ficas de servir de base a una demanda de separaci—n. La cuesti—n es importante en su traslaci—n a las uniones no matrimoniales, pues si en Žstas se establecen unos deberes parecidos a los del matrimonio, con el mismo o con diferente alcance, la imposibilidad de recurrir en caso de infracci—n a esa "sanci—n"en que consiste la posible demanda de separaci—n (habida cuenta que la disoluci—n en estas uniones es, en principio, unilateral y libre, esto es, "ad nutum"), hace que la eficacia de los referidos pactos quede en entredicho. Este es uno de los motivos por los que algœn sector de la doctrina ha negado la calificaci—n de contratos o negocios jur’dicos a estos pactos de convivencia, y a considerarlos como situaciones puramente f‡cticas. Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 13/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 El asunto merece ser revisado. Sobre todo a partir del dato de que, en el ‡mbito del matrimonio, ya empiezan a surgir opiniones doctrinales favorables a la exigencia de responsabilidad patrimonial (por da–os no s—lo morales, sino tambiŽn materiales) en casos de incumplimiento de los deberes conyugales, al menos de algunos de ellos, en tanto la infracci—n fuese injustificada, o fuese reiterada, o generase perjuicios econ—micos relevantes[33], a pesar de algœn pronunciamiento reciente del Tribunal Supremo contrario a esta tesis[34]. Si eso es as’ en el matrimonio, nada distinto debe suceder en el campo de las uniones no matrimoniales. Siempre se ha partido de que las uniones citadas carecen de vinculaci—n jur’dica porque esos sujetos han expresamente excluido la regulaci—n matrimonial. Pero el que hayan excluido esa regulaci—n no significa que no quieran v’nculaci—n jur’dica, ni que los acuerdos expresos o t‡citos tomados entre ellos no tengan eficacia jur’dica, obviamente, cuando deban tenerla. A nuestro juicio, por tanto, no se puede rechazar con car‡cter general la posible exigencia de responsabilidad civil al conviviente que se hab’a comprometido frente al otro a una determinada forma de convivencia que luego se ha visto frustrada por la conducta imputable del primero, siempre y cuando el reclamante acredite la existencia de un da–o, del tipo que sea, y se den el resto de los presupuestos propios de la responsabilidad contractual. Porque aun cuando se trate de deberes incoercibles, al afectar a la conducta de las personas, en donde rige siempre el principio de autonom’a y de libre desarrollo (siendo en consecuencia inadmisible la posibilidad de forzar materialmente a un sujeto a adoptar una conducta activa o pasiva a la que se comprometi—), ello no supone la ineficacia de lo acordado, que ha de ser calificado como contrato, vinculante para las partes y por tanto susceptible de generar responsabilidad contractual. Pero es que, yendo incluso m‡s lejos, tampoco es descartable, ante la dificultad de lograr el cumplimiento efectivo de los deberes impuestos en esos contratos convivenciales, el recurso a medios coercitivos indirectos, estipulados en el propio negocio creado, como ser’an las cl‡usulas penales. No creemos que existan inconvenientes de peso para admitir la licitud de determinadas cl‡usulas penales que impongan, por ejemplo, sanciones de orden econ—mico a aquel miembro de la uni—n que infrinja alguno de los deberes establecidos en el acuerdo (v.gr., que establezca una cantidad o multa por infracci—n de los mismos, bien en su conjunto, bien por cada infracci—n, a pagar normalmente al disolverse la pareja, si finalmente se produce), como medio de estimular y asegurar el correcto desenvolvimiento del programa de vida comœn. La mayor duda ser’a el supuesto en que se fijase en el contrato convivencial una multa o indemnizaci—n por disolver la uni—n, pero incluso aqu’ podr’a ser l’cita (v.gr., si la uni—n se hubiese configurado desde el principio como vitalicia e indisoluble, y se estableciese como cautela para lograr ese fin[35]). No necesariamente habr’a aqu’ -salvo cuando la cuant’a de la multa o indemnizaci—n fuese tan desorbitada que supusiese de hecho una restricci—n inadmisible al libre desistimiento- un atentado contra el principio de autonom’a (de libre desarrollo de la personalidad), ya que las partes habr’an querido, libre y conscientemente, en ejercicio de su libertad, conformar una uni—n con unas caracter’sticas muy definidas[36]. Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 14/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 Finalmente, respecto de las estipulaciones de ’ndole patrimonial, no cabe duda de que son perfectamente l’citas en el seno de la uni—n extramatrimonial, al comienzo de la convivencia o a lo largo de la misma, tal como un‡nimemente ha admitido la doctrina y la jurisprudencia[37]. Incluso es factible que se estipule una remisi—n en bloque a alguno de los reg’menes econ—micos matrimoniales y a su normativa legal: tal pacto tambiŽn ser‡ l’cito, aun cuando sus efectos no podr‡n ser en ningœn momento equiparables plenamente a los del matrimonio, ya que se limitar‡n a las partes que lo celebraron, sin tener ninguna trascendencia frente a terceros, al menos mientras no exista un registro de efectos civiles que pueda dar noticia de esos acuerdos[38]. 3. Las diferencias entre matrimonio y uniones de hecho. La constataci—n de que normalmente las uniones surgen como consecuencia de un acuerdo entre sus miembros, y que Žste posee la misma naturaleza contractual que el matrimonio, nos pone sobre la mesa la cuesti—n, tan ampliamente destacada en la jurisprudencia y en la doctrina, de las diferencias entre matrimonio y uniones de hecho. Por lo pronto, debe desde este instante, y a la vista de lo dicho en el apartado anterior, rechazarse como elemento diferenciador entre las dos figuras, tal como ha sido dicho por algunos[39], el que el matrimonio disponga de un estatuto de derechos y deberes de los c—nyuges, del que carecer’an las uniones extramatrimoniales. Como es obvio, creemos que tambiŽn en pr‡cticamente todas las uniones -sin duda, al menos, en las estables-, existe un conjunto de derechos y deberes rec’procos entre las partes, mayor o menor, con m‡s o menos matices, s—lo que no con el car‡cter de estatuto legal, sino fruto de la pura convenci—n de sus integrantes. El hecho de que sea convencional no supone ninguna diferencia pr‡ctica; de hecho, en el matrimonio, los derechos y deberes tambiŽn son de origen convencional, aunque su contenido estŽ prefigurado en la ley y sean en principio inalterables. En cualquier caso, en las uniones no matrimoniales, el que no exista un control estatal previo, como sucede en el matrimonio, no significa que no lo haya "a posteriori", que sin duda lo habr‡ en casos de conflicto sobre su existencia y contenido (control de legalidad de los pactos a la hora de su aplicaci—n judicial). Es m‡s, en este punto, debe ponerse de manifiesto la proximidad entre las dos figuras, ya que, como m‡s arriba se dijo, los deberes matrimoniales son, una vez concluido el matrimonio, incluso nada m‡s celebrado el acto de prestaci—n de los consentimientos, f‡cilmente alterables. Eso significa que el v’nculo matrimonial puede llegar a transformarse -en las relaciones internas de los c—nyuges, no frente a terceros-en una situaci—n cercana a las uniones de hecho. PiŽnsese en las infinitas posibilidades que tienen los casados, en ejercicio de su propia autonom’a ex art.10 CE, de reorganizar su convivencia, acordando internamente la alteraci—n o exclusi—n de alguno o algunos de los deberes conyugales, tales como la fidelidad, la convivencia, el socorro mutuo[40]. Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 15/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 Otra idea muy extendida acerca de las diferencias entre matrimonio y uniones de hecho es la de que es esencial a estas œltimas el libre desistimiento, mientras en el matrimonio ese libre desistimiento no existe[41]. TambiŽn este asunto debe someterse a cierto an‡lisis cr’tico. En primer lugar, creemos que no es del todo cierto que no exista ese libre desistimiento tambiŽn en el matrimonio, o que es conveniente que lo haya y lo reconozcan las leyes en el futuro. La prueba de lo que decimos se puede hallar en el fen—meno de las separaciones de hecho. En caso de crisis matrimonial, en la que por las razones que sean no se quiere acudir al juez para que declare la separaci—n, cualquiera de los casados puede decidir unilateralmente el cese de la convivencia, sin que existan medios para impedirlo, lo que se har‡ en ejercicio una vez m‡s del principio de autonom’a y libre desarrollo de la personalidad. Esa decisi—n unilateral no traer‡ unas consecuencias negativas espec’ficas al c—nyuge que la practique, ya que el unico posible efecto -el de la responsabilidad civil por da–os por incumplimiento de sus deberes que m‡s arriba se propuso- no s—lo es puramente testimonial y excepcional, sino que ni siquiera es exclusivo del matrimonio, ya que tambiŽn existir‡ en la mayor’a de las uniones no matrimoniales, dado que tambiŽn Žstas suelen constituirse con deberes te—ricamente vitalicios y no de vigencia temporal. Desde luego, tampoco es la posible concurrencia de causa de separaci—n judicial ex art.82.1¼ CC una suerte de sanci—n espec’fica del matrimonio, entendida como freno al libre desistimiento, ya que tŽcnicamente hablando no es una sanci—n prevista legalmente para esos casos, sino una de las posibles causas para el cese formal de la convivencia. Tan s—lo existe una particularidad a estos efectos en el matrimonio, y es el mantenimiento del deber de alimentos por parte del c—nyuge que decide dar por concluida -internamente- la uni—n matrimonial a travŽs de una separaci—n de hecho unilateral, con el riesgo de un posible delito de abandono de familia. Pero puede que ni siquiera ese deber sea necesario cumplirlo tras el cese unilateral, pues es cada vez m‡s frecuente en nuestras sociedades que el otro c—nyuge tenga sus propios medios de subsistencia[42]. TŽngase en cuenta que, respecto de terceros, que son sujetos a los que se presta especial atenci—n en la regulaci—n del matrimonio, esa separaci—n unilateralmente decidida les es inoponible mientras no haya una sentencia firme de separaci—n inscrita adem‡s en el Registro Civil. As’ pues, la vigencia del matrimonio respecto de esos terceros a pesar de la separaci—n de hecho unilateral constituye s—lo una medida natural de tutela de los terceros, y no una regla cuyo fin sea preservar el matrimonio y denegar la relevancia del libre desistimiento, cuyo valor y eficacia permanece en su ‡mbito m‡s propio, el de las relaciones internas entre los dos integrantes de la uni—n. . Pensando ahora en una eficacia general y "erga omnes" del libre desistimiento en el matrimonio, no s—lo limitada a los c—nyuges, s’ parece cada vez m‡s conveniente en los momentos presentes proceder a una revisi—n profunda de las causas de disoluci—n del v’nculo matrimonial en el C—digo civil espa–ol. Aunque no sea Žsta la sede adecuada y s—lo podamos tratar el tema superficialmente, debe tenerse en cuenta que, en pa’ses m‡s avanzados que el nuestro, se–aladamente en los pa’ses n—rdicos, en Alemania y en algunos Estados americanos, entre otros, existe, con unos u otros Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 16/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 matices, la disoluci—n del matrimonio por libre ruptura unilateral, lo que puede tener buen sentido desde el punto de vista de la adecuada tutela del principio de libre desarrollo de la personalidad de los c—nyuges. Resulta coherente con dicho principio permitir a los c—nyuges, una vez sopesados adecuadamente los pros y contras de su decisi—n, manifestar ante una autoridad pœblica -que bien puede ser la judicial para evitar problemas de indefensi—n para la otra parte y dar m‡xima seguridad jur’dicasu voluntad irrevocable e inequ’voca de dar por concluida la uni—n matrimonial, sin m‡s condiciones[43]. A nuestro juicio, el mantenimiento de un listado de causas de disoluci—n del matrimonio como las recogidas en el vigente art.86 de nuestro C—digo civil, puede llegar a plantear incluso un problema de inconstitucionalidad. Porque Àno ser‡ acaso inconstitucional, por infringir ese principio del libre desarrollo, una normativa sobre divorcio que pone fuertes trabas a las personas para disolver su uni—n, forz‡ndolas a mantener el v’nculo durante un lapso de tiempo tan largo -uno, dos o cinco a–os-, mucho m‡s del que seguramente desear’an, cuando menos aquel que ya ha tomado firmemente y de manera inmediata su decisi—n de dar por concluido el v’nculo legal? A todo ello se a–aden las consecuencias negativas cuando existe la intenci—n adicional de volver a contraer matrimonio con otra persona, lo que supone un indudable e injustificado freno a la propia libertad de casarse; as’ como los problemas inherentes al mantenimiento formal de la relaci—n, en particular el de seguir obligado al pago de una pensi—n alimenticia al otro c—nyuge, caso de necesitarla, cuando ya han desaparecido las relaciones personales y afectivas y existe voluntad inquebrantable de romper la uni—n. Matizando la cuesti—n del libre desistimiento, ahora en las uniones no matrimoniales, ha de a–adirse que cuando se opte por practicarlo, seguramente no valdr‡ con una mera separaci—n f’sica de los convivientes, para entender que se ha producido el libre desistimiento y, por tanto, la ruptura de la uni—n, ya que esa separaci—n puede ser temporal o provisional, no definitivamente querida. De ah’ seguramente el que algunas leyes auton—micas exijan, con raz—n, una notificaci—n a la otra parte: s—lo as’ se sabe su voluntad inequ’voca de desistir. Mientras eso no suceda, es decir, mientras no llegue a conocimiento de la otra parte de la relaci—n la voluntad inequ’voca de disolverla, existir‡n y estar‡n vigentes los diversos deberes (pactados), v.gr. el deber de alimentos y de contribuci—n a las cargas familiares. Esto es as’ porque se presupone el pacto previo convivencial y su validez y eficacia; si no fuese as’, valdr’a la mera ruptura y no habr’a necesidad de notificaci—n[44]. La idea del libre desistimiento es verdad que constituye un aspecto muy relevante en las uniones de hecho, en cuanto que en Žstas se busca normalmente la "libertad" (de ah’ la expresi—n "uni—n libre"), la eliminaci—n de cortapisas. Pero ese libre desistimiento es m‡s bien un efecto o consecuencia de un factor diferencial m‡s profundo que hay debajo de esa particularidad: se trata de la aformalidad de la uni—n, por contraposici—n al formalismo t’pico del matrimonio[45]. En este œltimo, la adopci—n de un modelo o prototipo de uni—n por el legislador exige un cauce formal de celebraci—n, con el objetivo de dotar de seguridad a una relaci—n jur’dica personalpatrimonial entre dos personas. En cambio, en la uni—n extramatrimonial, lo que se busca es, no tanto la no sujeci—n a normas jur’dicas, como muchos han defendido, cuanto fundamentalmente la aformalidad de la relaci—n (jur’dica) creada, y por Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 17/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 derivaci—n o efecto de ella, el libre desistimiento unilateral[46]. Si esto es as’, entonces resulta improcedente la pretensi—n de algunas leyes auton—micas de parejas o uniones, entre ellas la andaluza de 2002, de encauzar formalmente a las uniones de hecho a travŽs de determinadas declaraciones o de inscripciones registrales. Al menos en una normativa que es aplicable a la generalidad de las uniones, incluidas las heterosexuales. No hay nada m‡s rechazable que la exigencia de forma en la constituci—n de una uni—n libre heterosexual. Una cosa es buscar la prueba de la uni—n, que no se consigue con la mera inscripci—n de la constituci—n de la misma, y otra muy distinta la exigencia de formalidades a una relaci—n por naturaleza "informal". El matrimonio es un negocio formal o solemne porque crea un v’nculo con una clara proyecci—n externa, para lo que el legislador busca elementos de control pœblico con un claro fin de seguridad jur’dica. Todo matrimonio, sea cual sea el rŽgimen econ—mico matrimonial que se elija, tiene en mayor o menor medida eficacia externa en sus aspectos patrimoniales. PiŽnsese, si no, en la existencia del llamado rŽgimen matrimonial primario, que es aplicable cualquiera que sea el rŽgimen econ—mico elegido, y cuya relevancia en las relaciones con terceros es fundamental, por ejemplo, a la hora de hacer eficaces los contratos o actos realizados por uno solo de los c—nyuges en la esfera patrimonial del que no contrat—, en tanto se tratase de negocio o acto jur’dico propio de lo que ser’a la esfera de gesti—n ordinaria de la pareja[47]. Esa caracter’stica induce a su vez a la exigencia de un control judicial que declare el cese o disoluci—n formal de la uni—n, de modo que, mientras no exista y no se inscriba en el Registro Civil, no podr‡ ser oponible a los terceros, quienes se seguir‡n rigiendo por las normas generales del C—digo para ese rŽgimen econ—mico, o por lo publicado en los Registros (cuando se otorgaron capitulaciones matrimoniales estipulando un rŽgimen diferente de los legales)[48]. Por el contrario, en las uniones de hecho, el v’nculo te—ricamente existente entre sus dos integrantes, siendo plenamente l’cito y eficaz jur’dicamente como regla, s—lo alcanza y tiene relevancia respecto de los convivientes, no respecto de terceros. La raz—n est‡ en que los que eligieron esta opci—n, lo hicieron con el fin, no tanto de que no tuviera trascendencia jur’dica, sino de que s—lo la tuviera en su caso entre ellos, nunca frente a terceros. De ah’ el que no haya necesidad de formalidades para la efectividad de lo acordado. La exclusi—n del recurso al matrimonio supone, cuando se trate de crear un rŽgimen m‡s o menos estable de convivencia entre dos personas, una opci—n por un v’nculo no formal, de eficacia restringida. Ahora bien, eso no significa que las diferencias entre matrimonios y uniones de hecho sean insalvables. El legislador tiene capacidad suficiente para, si en un momento dado lo estima oportuno, institucionalizar una o varias modalidades de uniones, de contenido distinto de las matrimoniales, exigiendo para ello determinadas solemnidades, similares a las de los matrimonios, o distintas pero de alcance jur’dico idŽntico. Del mismo modo tambiŽn puede proponerse dotar a las uniones de hecho que as’ lo decidan en cualquier momento -y cumplan unas exigencias formales, v.gr., una inscripci—n en Registro creado al efecto-, de un valor jur’dico superior, y pr—ximo Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 18/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 al de los matrimonios. En ambos casos, lo razonable ser’a que esas formalidades sirviesen para dar una seguridad jur’dica que precisa la deseada eficacia frente a terceros de esas uniones. En definitiva, lo que se quiere destacar es que, en los momentos presentes, tal como est‡n configuradas las relaciones entre matrimonio y uniones de hecho, la diferencia b‡sica entre uno y otras se halla en el formalismo del primero y la aformalidad de las segundas. Pero sin que ello llegue ni siquiera a erigirse en elemento diferencial natural e inevitable, ya que, como se ha querido rese–ar, se trata de una caracter’stica susceptible de ser suprimida -al menos en parte, esto es, para aquellos que as’ lo quisiesen- por decisi—n del legislador, en cuyo caso desaparecer’an las diferencias entre ambas instituciones. Indudablemente, esta conclusi—n repercute seriamente en los planteamientos tradicionales de doctrina y de jurisprudencia (aunque en Žsta œltima, m‡s en sus manifestaciones formales que materialmente, dada la creciente tendencia a la equiparaci—n). Seguramente, con todo lo dicho en Žste y en el apartado anterior, es posible vislumbrar la necesidad de un nuevo replanteamiento de las bases en las que tradicionalmente se ha asentado el estudio de los aspectos jur’dicos de las uniones de hecho no matrimoniales. Ya no es procedente una argumentaci—n basada en las diferencias, cuando Žstas, como se ha visto, no son sustanciales, y adem‡s es probable que acaben difumin‡ndose de manera definitiva en un futuro no lejano. 4. Propuestas de pol’tica legislativa. Las posibilidades y los l’mites: el principio de libre opci—n y su alcance. Si resulta que las diferencias entre matrimonio y uniones de hecho son cada vez m‡s difusas, parece conveniente plantearse ya algunas posibles propuestas de pol’tica legislativa sobre c—mo debe encauzarse una futura regulaci—n legal de las uniones no matrimoniales, e incluso posibles reformas de la instituci—n matrimonial. El asunto en parte ha sido tratado y resuelto -inadecuadamente, a nuestro juicio- por la abundante legislaci—n auton—mica dictada hasta la fecha sobre parejas estables o uniones de hecho. Pero la premura con que se ha procedido a la elaboraci—n de esas leyes, as’ como la necesidad de proponer un enfoque de la futura regulaci—n estatal, por otro, hacen necesario este an‡lisis. La mayor parte de la doctrina se ha pronunciado en contra de un tratamiento legal de las uniones no matrimoniales en tŽrminos cuantitativa y cualitativamente similares a los del matrimonio. Ello supondr’a, se ha dicho, crear una nuevo estatus con efectos personales y patrimoniales homogŽneos, lo que ir’a abiertamente en contra del principio de libertad de opci—n, y adem‡s supondr’a construir un matrimonio de segunda clase. Sin embargo, frente a esta argumentaci—n, debe ponerse en su justo lugar el alcance del llamado principio de libre opci—n, que se halla en la base de la protecci—n Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 19/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 constitucional, y que es utilizado por buena parte de la doctrina para defender la no equiparaci—n legal y la necesidad de un trato legal diferenciado de uniones de hecho y matrimonio. Pues bien, a nuestro juicio, el respeto a ese principio lleva primordialmente a prohibir que el legislador ordinario configure las uniones extramatrimoniales con un estatuto convivencial de derechos y deberes uniforme e imperativo, so pena de inconstitucionalidad por infringir el principio de libre desarrollo (art.10 CE). Es decir, que, para respetar la Constituci—n, no le cabe a ese legislador crear uno o varios modelos legales exclusivos que adem‡s sean impuestos forzosamente a quienes opten por no casarse, o la imposici—n de reglas obligatorias y inamovibles sobre la convivencia de la pareja. Esta ha de tener en todo momento la libertad para conformar a su antojo el propio estatuto de derechos y deberes, asimil‡ndose o no a los matrimoniales. Lo cual significa que no es inconstitucional, por un lado, ordenar la creaci—n de uno o varios modelos de uniones no matrimoniales, con un concreto estatuto de derechos y deberes, pero siempre que sean opcionales, esto es, de elecci—n voluntaria. Eso significa por tanto que nunca podr’an ser imperativos, aunque s’ vinculantes cuando fuesen elegidos libremente, y adem‡s que no podr‡ impedirse la constituci—n de otros distintos. Fuera de estos l’mites, el legislador tiene libertad pr‡cticamente plena de regular las uniones, e incluso de que Žstas se aproximen al matrimonio en todos aquellos aspectos que conciernan a cuestiones distintas de las convivenciales, distintas de lo que supone el desarrollo normal de la convivencia de la pareja. Por lo tanto, nada impide, ya se trate de parejas homosexuales, donde es previsible una regulaci—n equiparadora a la matrimonial, ya de uniones heterosexuales (y en las homosexuales que no elijan la v’a institucional), que se promulgue una normativa que prevea mœltiples aspectos singulares de la pareja, por ejemplo en relaci—n a las situaciones de crisis, en tanto en cuanto ello no suponga una prohibici—n de estipulaciones en contrario, esto es, de previsiones convencionales acerca de los efectos de la ruptura de la uni—n. As’ pues, es posible precisar que en la hipotŽtica regulaci—n de las uniones de hecho del mismo modo que sucede en el matrimonio mismo- hay dos campos distintos: por una parte, lo que podr’a ser el estatuto de los derechos y deberes de los miembros de la uni—n, el cual, por tratarse de una uni—n caracterizada en principio como "libre", no debe ser unitario o estereotipado, o al menos no imperativo, so pena de inconstitucionalidad por afectar al principio de libre opci—n o libre desarrollo; por la otra, est‡n lo que ser’an estrictamente normas que prevŽn un tratamiento y dan soluci—n a los casos de ruptura de la pareja no matrimonial, y algunos otros aspectos adicionales. Desde nuestro punto de vista, en nada se ver’a afectado el principio de libre opci—n derivado a su vez del principio de libre desarrollo de la personalidad del art.10 CE- si una ley estableciese una regulaci—n espec’fica para esas situaciones de ruptura de la uni—n (e incluso algunos otros aspectos, como veremos), comœn o pr—xima a las del matrimonio. No hay riesgo de inconstitucionalidad por el hecho de acoger en una ley todos esos aspectos, por cuanto queda salvaguardada la libre configuraci—n de la relaci—n, e incluso la previsi—n convencional de un rŽgimen jur’dico propio para casos Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 20/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 de ruptura, cuando as’ se hubiese previsto por las partes al momento de constituirse la relaci—n, o en un momento ulterior. En suma, mientras esas normas reguladoras de los efectos de la ruptura de la uni—n no sean cerradas totalmente, en el sentido no tener el car‡cter de imperativas, y por tanto permitan la libre estipulaci—n de efectos para cada caso singular, no debe haber inconveniente en que se opte legislativamente por dar respuesta genŽrica a las situaciones patol—gicas, como son las propias de las crisis o ruptura definitiva de la pareja no matrimonial. Ser’a una suerte de rŽgimen dispositivo -alterable, pues, por estipulaci—n en contrario- de una serie de temas habitualmente no previstos al nacer la uni—n, y que no se puede decir que afecten o conciernan al principio subyacente a las uniones no matrimoniales, que es el de la libre elecci—n de la forma de vivir en pareja. Ahora bien, tampoco puede descartarse, a la vista de la legislaci—n auton—mica ya promulgada, el que legislador estatal pueda optar por crear, en una hipotŽtica Ley de parejas, un nuevo tipo de negocio jur’dico de Derecho de familia, pr—ximo al matrimonio, y generador de un estatus uniforme de derechos y deberes[49]. Tampoco ser’a Žsta una normativa contraria a la Constituci—n, en tanto en cuanto, como no podr’a ser de otra manera, se deje v’a libre a los ciudadanos para seguir configurando a su antojo los reg’menes de convivencia en pareja que tuvieran por conveniente. Al margen del matrimonial y de esta nueva modalidad negocial. Pero entonces el problema ser’a el del sentido de esa nueva regulaci—n, m‡xime si adem‡s de ello se impusiera -como ser’a previsible en ese caso- un acto formal o un procedimiento para su nacimiento, ya que entonces estar’amos ante una suerte de "matrimonio civil bis", que carecer’a de raz—n de ser, al existir ya el negocio matrimonial. En cualquier caso, esta nueva modalidad podr’a responder a la aspiraci—n de las parejas homosexuales de acceder a una suerte de estatus idŽntico o muy similar al matrimonial, pero entonces deber’a quedar limitado a esos sujetos, pues para las uniones heterosexuales no matrimoniales no tendr’a demasiado sentido. La otra v’a o alternativa que puede barajar nuestro legislador estatal cuando se plantee un asunto como Žste, es la de permitir que puedan recibir un tratamiento espec’fico por la ley una serie de uniones no matrimoniales, de distintas caracter’sticas y contenidos, por tanto sin un rŽgimen o estatus uniforme, pero siempre al menos con un cierto perfil genŽrico de estabilidad. No parece que exista inconveniente al efecto, siempre que se respete la libertad de forma en su constituci—n, es decir, siempre que esas parejas con esas caracter’sticas comunes de estabilidad y posible tendencia a la publicidad no se vean forzadas a celebrar un concreto y t’pico acto solemne de investidura en ese nuevo estatus, por cuanto ello supondr’a dar lugar a un matrimonio-bis. Del mismo modo, tampoco se les podr’a imponer un estatuto jur’dico de derechos y deberes comœn y œnico para cada tipo, por cuanto podr’a ser atentatorio al principio de libre desarrollo (aunque s’ una regulaci—n de aspectos que no dependan del rŽgimen convivencial, v.gr. los relativos a su ruptura, tal como antes se propuso). Lo razonable es que se deje la posibilidad de que, en cualquier momento (sea cuando se constituye, sea durante la vida de la pareja), y a travŽs de determinados medios Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 21/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 documentales fehacientes, se pudiese dar constancia de su existencia, con el fin de darles acceso a un Registro de efectos civiles (que por l—gica deber’a ser el Registro Civil), siempre por una decisi—n voluntaria de la pareja. De ese modo, la uni—n podr’a tener, mientras constase en el Registro y no se cancelase el asiento de constituci—n de la pareja, una eficacia frente a terceros idŽntica o similar a la del matrimonio. En suma, se tratar’a de una uni—n cuya existencia ser’a cognoscible por los terceros, del mismo modo que lo es respecto del matrimonio el acceso pœblico a los asientos del Registro Civil, y que derivar’a, por tanto, en un sistema de responsabilidad conjunta (subsidiaria o solidaria, a elecci—n del legislador) de los dos miembros de la uni—n por las deudas contra’das frente a terceros en el levantamiento de cargas familiares[50]. No hay raz—n para negar a estas uniones no matrimoniales la entrada en un Registro de efectos civiles, cuando sus integrantes quieran que tenga eficacia frente a terceros, igual que el matrimonio. El cambio ser’a de mentalidad social, en cuanto los terceros que tuvieran intenci—n de contratar con alguno de los miembros de la uni—n, habr’an de cerciorarse -u obtener informaci—n directa de su cocontratante- de si est‡ casado o unido con otra persona en una uni—n "registrada": Esa constancia registral de la uni—n tendr’a el valor de hacer eficaz frente al otro miembro de la uni—n lo contratado (siempre que afectase a lo que ser’a el levantamiento de cargas comunes o familiares). En caso contrario, esto es, no habiendo tal constancia registral, el tercero contratante œnicamente estar’a garantizado con el patrimonio personal o individual de su contraparte contratante (salvo, como es l—gico, cuando hubiese una manifestaci—n espec’fica, para ese caso, de que ambos miembros de la uni—n respaldaban lo realizado por uno de ellos, y as’ quedase ratificado por el consentimiento expl’cito de los dos, como puede suceder en cualquier otra relaci—n contractual). Cuesti—n aparte es que el legislador se plantee una Ley de parejas o uniones no matrimoniales como modo de controlar las parejas que, adem‡s de haber decidido crear una familia, pretenden a la vez beneficiarse de una serie de medidas de orden administrativo, asistencial o de otro tipo (b‡sicamente beneficios de orden jur’dicopœblico). Y para ello imponga la creaci—n de un registro administrativo en el que consten esas parejas. El establecimiento de este registro, con ese concreto fin, es perfectamente posible y, a nuestro juicio, acorde con la Constituci—n, ya que no afectar’a al principio de libre elecci—n. 5. El rŽgimen jur’dico de las uniones extramatrimoniales estables: esquema general; aspectos comunes y diferenciales con las uniones matrimoniales. Nuestra postura general sobre la aplicaci—n o no del rŽgimen jur’dico del matrimonio a las uniones de hecho, ya ha quedado en buena medida prejuzgado a la vista de las p‡ginas anteriores. Somos abiertamente partidarios de seguir, en la futura normativa que se acometa sobre uniones extramatrimoniales, una tendencia equiparadora con car‡cter general, aunque con los matices que ya se han indicado y ahora se Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 22/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 desarrollar‡n. Esta postura no s—lo la defendemos "de lege ferenda", en relaci—n a una necesaria e inminente regulaci—n, sino incluso "de lege lata", como criterio de soluci—n de problemas a travŽs de una reinterpretaci—n de las normas vigentes[51]. Hemos de partir, en primer lugar, del importante principio de protecci—n jur’dica de la familia, expuesto en el art.39 CE, del que se desprende, como m‡s arriba se dijo, la necesidad de tutelar por igual a toda clase de familias -no s—lo la matrimonial-, dado el concepto sociol—gico de familia all’ recogido, del que deriva el imperativo de proteger tambiŽn a las uniones extramatrimoniales -hetero y homosexuales- de ’ndole familiar. Esto nos obliga a un esfuerzo de bœsqueda y an‡lisis del conjunto de disposiciones legales de nuestro ordenamiento que han sido establecidas con el fin de tutelar a la instituci—n familiar, para procurar la equiparaci—n. Indudablemente, en esa labor de rastreo de normas, las primeras con las que nos topamos son todo ese conjunto de disposiciones legales -imposible de recoger con detalle en este lugar- de ’ndole jur’dico-pœblica, cuyo objetivo expreso o impl’cito no es otro que la adopci—n de medidas favorecedoras de la instituci—n familiar. Aqu’ cabe incluir normas fiscales, administrativas, asistenciales, laborales o funcionariales. En todos estos casos, una vez aclarada la presencia en cada uno de ellos de un fin de salvaguardia de la familia, debe procederse, por v’a de modificaci—n legal o de reinterpretaci—n de las normas, a su extensi—n y aplicaci—n a las uniones de hecho familiares. Como ya se dijo en su momento, el legislador, a nuestro juicio, es libre de proteger m‡s o de proteger menos a la instituci—n familiar, sin que se corra el riesgo de inconstitucionalidad por el hecho de que se opte por alternativas poco beneficiosas; pero cuando ese mismo legislador se decida por dotar de nuevos mecanismos protectores a la familia, la Constituci—n ordena que se extiendan a todas las familias -a todo lo que en ese momento, o en el futuro, sea considerado socialmente como "familia"-, incluidas naturalmente las uniones familiares no matrimoniales. Esta es seguramente la idea que subyace en las normativas auton—micas promulgadas por aquellas Comunidades sin competencia en materia civil. Por poner el ejemplo de la Ley de parejas andaluza de 2002, en ella se contienen reglas absolutamente equiparadoras en todo lo concerniente a los beneficios pœblicos y asistenciales otorgados tradicionalmente a las uniones matrimoniales (beneficios funcionariales, asistenciales, etc...). La raz—n de esa orientaci—n -que tambiŽn se recoge en las dem‡s leyes de CC.AA. con competencia civil- hay que buscarla en la necesidad, derivada del principio de protecci—n de la familia, de proporcionar a todas las clases de nœcleos familiares un mismo rŽgimen de beneficios jur’dico-pœblicos, para evitar caer en una discriminaci—n legal que pugnar’a con los art’culos 14 y 39 de la Constituci—n[52]. Pero no s—lo existen normas jur’dico-pœblicas de tutela de la familia, sino que tambiŽn es posible hallar en los C—digos civiles y en las leyes civiles especiales algunos preceptos de ’ndole protectora de la familia (no necesariamente del matrimonio), que Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 23/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 por tanto podr’an alcanzar a otros nœcleos familiares como las uniones extramatrimoniales. Sin perjuicio de un an‡lisis individualizado de normas hipotŽticamente susceptibles de ser aplicadas a las uniones no matrimoniales, al que ahora nos referiremos, debe hacerse una importante matizaci—n. Y es que, en los œltimos a–os, tanto la jurisprudencia del Tribunal Supremo como incluso la doctrina cient’fica, se han dejado llevar por una cierta tendencia a la catalogaci—n como reglas protectoras -y por tanto extensibles a otros tipos de familia- de algunas que, a nuestro juicio, no lo son, sino que responden a otras consideraciones. Basta con echar un vistazo a esa jurisprudencia para comprobar c—mo se usa indiscriminadamente ese as’ llamado "principio de protecci—n del conviviente m‡s dŽbil", para aplicar a las uniones de hecho las mismas reglas del matrimonio en aspectos tan diversos como la atribuci—n de la vivienda familiar (v.gr., en STS 10 marzo 1998) o la asignaci—n de pensi—n por desequilibrio (STS 5 julio 2001 o 16 julio 2002). En suma, se acaba perdiendo de vista la verdadera "ratio" de esos y otros preceptos, que entendemos responden a objetivos distintos a los de protecci—n, y se fundamentan en motivos de otra ’ndole. Sobre cu‡l sea esa particular naturaleza o "ratio", debe decirse que, desde nuestra perspectiva, hay una raz—n de ser comœn a muchas de esas reglas aparentemente "protectoras", y Žsta no es otra que la de resolver conflictos t’picos derivados de cualquier situaci—n de ruptura de las uniones familiares (cuando Žstas est‡n compuestas de dos miembros adultos). Y es que, sea un nœcleo familiar bimembre unido por v’nculo formal o uno sin tal clase de v’nculo, siempre indefectiblemente las partes -y a falta de acuerdos, el juez- deben enfrentarse, cuando tal pareja entra en crisis y se separa o disuelve, con una serie de problemas t’picos, y es por tanto l—gico que deban resolverse con criterios o pautas similares. Por ese motivo, ante el nacimiento de nuevos nœcleos familiares, carentes de regulaci—n espec’fica, el juzgador tiene la inercia de acabar utilizando los mismos o similares criterios que con el matrimonio -y es razonable que as’ sea-, puesto que la regulaci—n legal de Žste es la œnica que disciplina de forma completa todos los posibles conflictos de intereses que pudieran presentarse, durante la vida normal y en situaciones de crisis o ruptura de la uni—n (dado que, durante much’simo tiempo y hasta hace muy poco, era el œnico tipo de familia socialmente aceptado). En suma, lo que queremos significar al mismo tiempo es que muchas de las reglas que disciplinan el matrimonio no son ni forman parte del estatuto propio de la instituci—n, sino que constituyen una suerte de a–adido que tradicionalmente ha buscado resolver una serie de t’picos conflictos de intereses en casos de ruptura de la uni—n, pero que no son exclusivos de aquŽl; al menos en los momentos presentes, en que el matrimonio no es la œnica modalidad de familia. La esencia actual del matrimonio, el nœcleo duro del mismo, es, a nuestro juicio, el estatuto de derechos y deberes mutuos entre los c—nyuges; no las normas que disciplinan su ruptura, que b‡sicamente son de alcance mucho m‡s general, y f‡cilmente extensibles a otras uniones o parejas en crisis[53]. Por tanto, muchas de esas normas afectantes al matrimonio, podr’an ser perfectamente suprimidas en nuestra legislaci—n, sin que ello sufriese la esencia o el estatuto b‡sico del v’nculo matrimonial[54]. Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 24/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 No cabe duda que muchos de esos hipotŽticos conflictos recogidos y regulados en el C—digo civil o en leyes especiales son susceptibles de presentarse tambiŽn, en los mismos tŽrminos, en las uniones de hecho familiares[55]. Si se piensa con detenimiento, se puede deducir que regulaciones como las relativas a la ruptura matrimonial (asignaci—n de vivienda familiar, pensiones por desequilibrio, etc.), o incluso las concernientes a la sucesi—n intestada o legitimaria del consorte fallecido, no forman parte de la esencia del v’nculo matrimonial, hasta el punto de hacer inviable su traslaci—n a otros nœcleos familiares. Muy al contrario, responden a un esquema conflictual que es susceptible de presentarse en otras uniones familiares, una vez reconocida la expansi—n de esos nuevos nœcleos en la sociedad actual[56]. Ahora bien, el que la jurisprudencia venga en los œltimos a–os recurriendo cada vez m‡s -salvo en la aplicaci—n de las normas sobre reg’menes econ—micos matrimoniales- a las mismas pautas legales que los matrimonios, responde a una soluci—n que es coyuntural (aunque puede ser razonable en tŽrminos generales). Dicho de otro modo, y visto el tema desde la perspectiva de la conformidad constitucional, entendemos que no hay obst‡culo constitucional para que en el futuro, si as’ se estima conveniente, el legislador estatal proceda a dotar de una regulaci—n diferente a las uniones extramatrimoniales al resolver estos conflictos t’picos de intereses en situaciones de ruptura de la pareja (o en las otras situaciones aludidas). En estos ‡mbitos no juega el principio del art.39.1 CE de tutela o protecci—n de la familia -de todo lo que sea considerado socialmente como "familia"-, no existiendo inconvenientes constitucionales para dar una trato diferente a unas y otras uniones, ya que no hay base en la Constituci—n para aplicar los mismos criterios (siempre sin perjuicio de posibles pactos al respecto). Sucede, sin embargo, que, a la vista de lo expuesto, ser’a poco razonable y carente de justificaci—n una regulaci—n diversa de esos problemas para parejas casadas y para parejas no casadas[57]. Conviene, no obstante, descender a algunos campos concretos; no todos los posibles, sino los m‡s significativos, para conocer el sentido o esp’ritu de esas normas, y pronunciarse sobre la posible traslaci—n de sus soluciones al ‡mbito de las uniones extramatrimoniales: a) Atribuci—n de la vivienda familiar en caso de ruptura de la uni—n: La cuesti—n de la asignaci—n de la vivienda familiar en situaciones de crisis o ruptura de la pareja de hecho es un claro ejemplo de todo lo que se ha dicho hasta ahora. Como ha destacado ZARRALUQUI[58], es Žste un campo en el que son evidentes las semejanzas entre uni—n matrimonial y no matrimonial, al ser habitual en ambos casos que se entable una disputa para ver quiŽn permanece en la vivienda familiar. La lectura de la norma del art.96 CC nos confirma la idea de que, en materia de matrimonio, el legislador distingue segœn que la pareja tenga o no hijos. Habiendo hijos, el precepto se ampara en una raz—n de tutela familiar para asignar la vivienda a aquel c—nyuge al que se hubiera atribuido la guarda de los mismos: es, pues, la protecci—n, no tanto de los hijos en exclusiva, cuanto de ese nuevo nœcleo familiar Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 25/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 formado por progenitor guardador e hijos (familia monoparental), lo que fundamenta el derecho a ocupar aquŽlla, y por tanto, lo que a su vez nos permite trasladar ese mismo criterio, de forma natural y sin ninguna dificultad, al ‡mbito de las uniones de hecho[59]. Por supuesto, siempre salvo previsi—n espec’fica de los integrantes de la uni—n, que prevalecer’a sobre esta regla, de ’ndole dispositiva. Trat‡ndose, por el contrario, de una pareja sin hijos, el precepto legal resuelve un neto conflicto de intereses, con base en un criterio prioritario (la mayor necesidad de protecci—n), junto al an‡lisis de las circunstancias concretas del caso. No hay, a nuestro juicio, raz—n alguna para alterar esas pautas legales cuando de una uni—n extramatrimonial se trate[60]. De ah’ que, tras varios intentos fallidos, la jurisprudencia del Tribunal Supremo haya acabado reconociendo lo razonable de aplicar anal—gicamente el art.96 y sus diversos criterios a las uniones de hecho[61]. b) Pensi—n por desequilibrio e indemnizaci—n por enriquecimiento injusto: Del mismo modo que acabamos de sostener que las reglas sobre atribuci—n del uso de la vivienda familiar no forman parte de la esencia o nœcleo duro del matrimonio, tambiŽn ahora debemos propugnar que los preceptos del C—digo civil sobre asignaci—n de posible pensi—n por desequilibrio en el matrimonio puede ser trasladados al campo de las uniones extramatrimoniales. Nos hallamos de nuevo ante un t’pico conflicto de intereses susceptible de presentarse en cualquier situaci—n de crisis o ruptura de un nœcleo convivencial de dos personas, estŽ o no unido por v’nculo matrimonial. Por lo tanto, en las uniones no matrimoniales, tambiŽn puede surgir la disputa entre uno y otro miembro de la uni—n acerca de las consecuencias de la ruptura. Por supuesto, estamos partiendo de una situaci—n en la que las partes hab’an concebido su uni—n orientada a la vida estable, y no como uni—n temporal a prueba (de todos modos, ya dijimos que no pod’a dejar de considerarse como uni—n extramatrimonial de car‡cter familiar aquella que, surgida en estos tŽrminos, es decir, a prueba y temporal, luego de hecho, y por existencia de acuerdos expresos o t‡citos, acababa convirtiŽndose en estable). As’ pues, en este campo de la posible reclamaci—n de pensi—n por desequilibrio en uni—n estables no matrimoniales, no creemos que las normas reguladoras de los arts.97 ss. C.civil, referidas al matrimonio en exclusiva, respondan ni a una "ratio" de tutela matrimonial, ya que no forma parte de su esencia como tal (podr’an ser suprimidas esas reglas y el matrimonio no perder’a su configuraci—n, aunque ciertamente el conflicto merecer’a una soluci—n legal), ni tampoco a un motivo de orden familiar, que obligara a un tratamiento uniforme para toda clase de familias (bimembres), en aplicaci—n de los principios tuteladores de la familia ex art.39 CE[62]. Otra cosa es que, mientras el legislador estatal no le dŽ una regulaci—n espec’fica, el fundamento de estas normas sobre pensi—n en crisis matrimoniales no pueda razonablemente extenderse a las uniones extramatrimoniales[63]. Respecto de la aplicabilidad de las reglas sobre enriquecimiento sin causa y la posibilidad de obtener una reparaci—n el conviviente que hubiera desarrollado una actividad domŽstica, estamos plenamente de acuerdo con los criterios de la doctrina Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 26/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 mayoritaria y de buena parte de la jurisprudencia. No estamos sin embargo conformes con el criterio mantenido por la reciente sentencia del TS de 17 de enero de 2003, donde se cuantifica en una tercera parte de los bienes adquiridos por el otro durante la uni—n, como f—rmula pretendidamente intermedia entre una cuantificaci—n individualizada del enriquecimiento, como ser’a razonable, y la aplicabilidad del rŽgimen de gananciales (atribuci—n por mitad de las ganancias obtenidas durante todo el per’odo de vida de la uni—n)[64]. Es cierto que en toda uni—n familiar no matrimonial, siempre suele haber algo en comœn -pues si no, no ser’a una verdadera uni—n-, que no s—lo se manifiesta en los aspectos personales. TambiŽn en los aspectos econ—micos es dif’cil mantener una absoluta separaci—n, pues en algœn momento acaban mezcl‡ndose, entre otras razones porque suele haber cargas comunes familiares que han de ser levantadas y cubiertas por los convivientes, o iniciativas econ—micas tambiŽn comunes. Por eso, ser’a razonable, de cara a una futura normativa estatal, que hubiera una respuesta legal, en tŽrminos similares al menos a como ocurre en la m‡s simple y desestructurada de las uniones matrimoniales, a saber, aquella en la que rige un sistema de separaci—n de bienes[65], donde, como es sabido, el c—nyuge que se dedic— a las tareas domŽsticas tiene al final de la convivencia un derecho a un indemnizaci—n por el trabajo realizado (cfr. art.1439 CC)[66]. Esa respuesta legal es importante que exista, por cuanto, de otro modo, ser’a pr‡cticamente imposible justificar, con base en un posible enriquecimiento sin causa, la pretensi—n del conviviente desfavorecido[67]. Lo que no es admisible es que se produzca, tal como parece proponer la referida sentencia del Tribunal Supremo, una cuantificaci—n alzada y generalizada de esa indemnizaci—n, sino que deber‡ dejarse a la alegaci—n y prueba por las partes, en cada caso concreto, de la actividad domŽstica o de otro tipo desplegada y de las iniciativas econ—micas en las que ambos convivientes se han visto implicados. De nuevo ha de asumirse que la existencia de pacto "ad hoc" previendo el pago o exoneraci—n de posibles resarcimientos, deber‡ ser respetado, en aplicaci—n, una vez m‡s, del principio de "libertad de opci—n". Nada impide, por lo dem‡s, que ese pacto fuese t‡cito o deducido de la forma de conformar las funciones y tareas de los miembros de la uni—n. c)RŽgimen econ—mico matrimonial: A la vista de lo dicho con anterioridad, el establecimiento por ley de un rŽgimen econ—mico de la pareja no casada debe quedar indudablemente excluido: este tema constituye el nœcleo duro -junto con los aspectos personales o convivenciales- del principio de libertad de opci—n[68]. Tampoco interviene aqu’ una raz—n de tutela de orden familiar que justifique un tratamiento legal general. En el futuro, si se generalizan las uniones no matrimoniales, como parece estar sucediendo ya, ni siquiera habr’a una hipotŽtica raz—n de tutela del tercero en aspectos como la comunicaci—n de responsabilidad al no contratante por los contratos Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 27/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 o actos realizados por uno de los convivientes. Lo normal ser‡ que ese tercero se cerciore, antes de contratar, de si hay o no v’nculo matrimonial (o uni—n de hecho registrada). No habiŽndolo, no habr’a raz—n para que respondiese el conviviente no contratante, ni siquiera aunque hubiese un pacto interno y no publicado de constituci—n de un rŽgimen econ—mico y de asunci—n (interna) de deudas contra’das por uno (cuando afectasen a la uni—n). Existe un mimetismo inaceptable en la legislaci—n auton—mica, que describe un tipo de uni—n estable muy cercana al matrimonio, y asimilada a Žl en su apariencia externa. Precisamente por eso, y con el ‡nimo de proteger a los terceros, se dispone en alguna de esas leyes la vinculaci—n del patrimonio de uno de los miembros de la uni—n otro a los actos y contratos celebrados por el otro: la raz—n se halla en que, en esta clase de uniones, el tercero puede llegar a confundirla con un matrimonio, en el que, como es sabido, existe responsabilidad de ambos patrimonios respecto al levantamiento de cargas de la familia. Este planteamiento es equivocado, pues parte de un dato social que seguramente ya no es relevante (a saber, que la mayor’a de las parejas forman matrimonio, y es razonablemente previsible que as’ lo considere el tercero que contrata con persona que convive con otra), y no hay en consecuencia un verdadero motivo de tutela de los terceros. Quien contrata con una persona, lo hace en atenci—n a su patrimonio o a la confianza que le suscita como sujeto cumplidor; debe, por tanto, ser diligente a la hora de conocer su estado patrimonial real, y no le resulta costoso, econ—micamente, en caso de duda (de si hay o no matrimonio) acudir al Registro para averiguarlo o pedir a la contraparte informaci—n al respecto; si no lo hace, es evidente que asume el riesgo de que su contratante sea insolvente, no habiendo motivos para vincular el patrimonio de quien convive con este œltimo, si nada se le manifest— al respecto ni hubo ningœn compromiso de responsabilidad (directa o subsidiaria)[69]. En el momento social en que nos hallamos, en donde son cada vez m‡s habituales las uniones libres, nadie puede ya tener la seguridad o alta probabilidad de que existe un matrimonio entre dos personas que conviven, y que, por lo tanto, es razonable imponer una responsabilidad conjunta de los patrimonios de ambos miembros de la pareja. Por supuesto, todo esto quedar’a aœn m‡s evidente, y habr’a adem‡s mucha mayor seguridad jur’dica, si las uniones de hecho -no todas, sino aquellas que quisieran hacerlo as’- se inscribiesen en un Registro, con acceso pœblico y con efectos civiles. Ahora bien, Žste es un tema que depender‡ de la constancia registral de la uni—n y del tipo de publicidad y de eficacia de lo inscrito en el registro. d)Sobre la aplicabilidad o no del art.1320 CC a las uniones extramatrimoniales: Un œltimo apunte sobre otro aspecto relevante de las uniones matrimoniales y su posible traslaci—n al campo de las parejas no casadas. Se trata del tema de la necesidad o no de consentimiento del c—nyuge no titular de la vivienda a la enajenaci—n de la misma que pretende realizar el titular. Se trata, en suma, de cuestionarse por la procedencia o no, en una futura reforma legislativa, de recurrir al principio subyacente a esa norma (art.1320 CC) para aplicarlo a las citadas uniones no matrimoniales. Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 28/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 Aunque algunos pudieran pensar que si se atribuye esa facultad a los convivientes en las uniones de hecho, se puede entorpecer el derecho al libre desistimiento, creemos que es factible tambiŽn aplicar similar soluci—n a aquŽllas, sin que necesariamente sufra el principio de "libre opci—n"[70]. Seguramente debajo del art..1320 CC, subyace una intenci—n de protecci—n familiar (de la nueva familia formada por el conviviente que se queda con los hijos), o de protecci—n al m‡s necesitado, si no hab’a hijos. D‡ndose este supuesto en una uni—n no matrimonial de ’ndole familiar, puede ser recomendable resolver el conflicto de intereses en los tŽrminos de tutelar el interŽs del conviviente no titular (y los posibles hijos), frente a un acto dispositivo del titular hipotŽticamente lesivo para la adecuada convivencia familiar. De nuevo debe pensarse que la instituci—n matrimonial misma no es lo que se halla en la base de la "ratio" de la norma, sino m‡s bien la existencia de un nœcleo familiar asentado y necesitado de tutela en cuanto tal. As’ pues, esta norma, en cuanto protectora en general de la familia, debe extenderse a cualquier nœcleo familiar socialmente recognoscible, sea del tipo de que sea[71]. No es obst‡culo para ello el que se trate de una norma civil, y no de ’ndole jur’dicopœblica[72]. No obstante, debe hacerse una matizaci—n. Se trata de la necesidad de proteger los intereses de terceros adquirentes de buena fe, cuando Žstos adquirieron el inmueble donde habitaba la pareja desconociendo la existencia de esta uni—n, v.gr., por no estar inscrita la misma en un Registro de parejas (o por estar inscrita, pero en un Registro que no sea de acceso pœblico, tal como son los actuales registros creados a nivel auton—mico). En tales casos, parece razonable proteger a estos terceros de buena fe que contrataron con el titular de la vivienda desconociendo que en la misma conviv’a Žste con otra persona de forma estable[73]. 6. Las uniones extramatrimoniales an—malas. Es un tanto parad—jico que existan leyes reguladoras de uniones o parejas "de hecho", y a la vez se proh’ban determinadas uniones (que por supuesto pueden darse en la realidad): la raz—n de fondo es una desconsideraci—n social hacia esas uniones, que no son generadoras de nœcleos familiares, segœn las convicciones sociales. Seguramente esa falta de consideraci—n social como "familia" es lo que justifica el que las leyes auton—micas dictadas hasta la fecha hagan siempre un listado de uniones de hecho excluidas del ‡mbito de las mismas u ordenen la imposibilidad de inscripci—n en los correspondientes Registros de Uniones de hecho. Ahora bien, esa falta de consideraci—n social no debe llegar al extremo de mantener totalmente al margen del Derecho a estas uniones, ya que es indudable que las mismas producen de hecho algunos efectos jur’dicos a pesar de su rechazo social[74]. Por tanto, creemos que el futuro legislador estatal, aunque pueda tener la convicci—n de que nos encontramos ante uniones socialmente reprobables, podr’a, si lo estima oportuno, e incluso deber’a, dar una m’nima regulaci—n a esas uniones an—malas, b‡sicamente en la l’nea de lo antes se–alado respecto a las situaciones de crisis o Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 29/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 ruptura de la pareja. Al tratarse de conflictos t’picos de intereses, comunes a cualquier clase de pareja m‡s o menos estable, no debe haber inconveniente en extender esas medidas legales (sobre asignaci—n de vivienda, etc...) tambiŽn a las uniones an—malas o no "familiares", en tanto en cuanto respondan a una situaci—n de estable convivencia previa que justifique la aplicaci—n de dichas reglas. La alternativa a esta regulaci—n m’nima o b‡sica ser’a la no regulaci—n, con la consecuencia de tener que acudir a la reclamaci—n judicial. Cuando as’ suceda, es probable que la autoridad judicial, en un nœmero considerable de casos -y si no hay por medio algœn tipo de animadversi—n personal o ideol—gica a esta clase de parejas-, acabe recurriendo a las reglas ya previstas en la ley para el matrimonio y las parejas "legalizadas"[75]. Por lo dem‡s, nada impide que en el futuro -y puede que no sea muy lejano- las uniones an—malas, al menos algunas de ellas, tengan aceptaci—n social, y el legislador se vea en la tesitura de aplicarles el mismo rŽgimen que a las otras ya reconocidas y reguladas. TŽngase en cuenta que el principio de "libre opci—n" y de respeto al"libre desarrollo" individual est‡n tan asentados en la sociedad, que pueden conducir a un reconocimiento de estas otras uniones. Un tipo de pareja que merecer’a un tratamiento espec’fico es de las uniones en que uno de sus miembros se encuentre todav’a unido con tercero por un v’nculo matrimonial preexistente, y no disuelto o anulado. Es dif’cil considerar como an—mala y no merecedora de cierta tutela a esta clase de uni—n, excepci—n hecha de las situaciones excepcionales (delictivas) de multiplicidad de matrimonios (y uniones) a la vez[76]. En muchos de estos casos, suele haber simplemente una imposibilidad temporal de contraer matrimonio, y es probable que ni siquiera socialmente se consideren como nœcleos familiares moralmente reprobables. Es cierto, no obstante, que estas situaciones generan inseguridad jur’dica, en cuanto la pervivencia formal del v’nculo matrimonial puede provocar problemas en las relaciones con terceros. En esta l’nea, tanto las leyes auton—micas sobre parejas o uniones como las leyes de algunos pa’ses europeos, v.gr, Francia, establecen cortapisas al reconocimiento y tutela jur’dica de las uniones en que alguno de sus miembros se encuentre todav’a casado. En realidad, es m‡s bien un problema de que esa uni—n va a pasar a constar en un registro pœblico, el cual publicar‡ unos datos contradictorios con Žse o con otro registro pœblico, y por eso trata de evitar la posible confusi—n e inseguridad subsiguiente. Pero ello no deber’a ser obst‡culo para el otorgamiento de determinados efectos jur’dicos a estas uniones, al margen de las consecuencias derivadas de una imposible inscripci—n registral, por entender que estamos ante un tipo de pareja socialmente reprobable. M‡xime en aquellos ordenamientos como el nuestro, donde el divorcio es una medida que se consigue frecuentemente con dificultades, al exigirse legalmente plazos de tiempo considerables desde el cese de la convivencia, sin olvidar las posibles trabas de un c—nyuge que se opone al divorcio y de unos jueces y Tribunales que pueden demorarse demasiado en dictar sentencia. En particular, la cuesti—n sucesoria en esta clase de parejas (uniones con al menos uno de los miembros todav’a unido matrimonialmente con tercero) constituye un Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 30/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 problema pr‡ctico singular al que el legislador podr’a darle una respuesta, en el caso de que ese conviviente casado fallezca antes de obtener el divorcio, y se abra su sucesi—n hereditaria. La soluci—n deber’a pasar por que su pareja actual tenga derecho sucesorio (al menos intestado), excluyendo la facultad de suceder del c—nyuge formal, en tanto quedase constancia de que la convivencia entre ellos ces— por haber iniciado el fallecido una nueva estable y duradera con aquella otra persona. Esa ser’a adem‡s la ocasi—n para solventar de una vez por todas el problema suscitado por la descoordinaci—n entre los arts.834 y 945 CC, y la posible nulidad de testamento no modificado en el que se designa heredero al c—nyuge pero a la muerte del causante existe separaci—n de hecho entre los casados. 7. Uniones extramatrimoniales y Registros de Uniones o parejas de hecho. Lo expuesto en las p‡ginas precedentes nos puede ayudar a enfocar una adecuada regulaci—n de los Registros -actuales o futuros- de uniones o parejas de hecho, as’ como a entender los aciertos y desaciertos de la vigente normativa auton—mica en la materia. En relaci—n a esto œltimo, debe partirse de que la generalidad de las leyes auton—micas sobre parejas o uniones de hecho o uniones estables se ha servido de los referidos Registros pœblicos (administrativos siempre) como instrumento esencial de su pol’tica sobre las citadas situaciones familiares. No cabe duda de que, salvo alguna rara excepci—n, los Registros de parejas de hecho se est‡n utilizando como elemento clave para la protecci—n -que es al fin y a la postre la finalidad œltima de los legisladores auton—micos- de estas situaciones f‡ctico-jur’dicas hasta ahora no reguladas. Hay, sin embargo, una relativa inercia de dichos legisladores sobre la manera adecuada de recurrir a estos registros, y sobre el alcance que tienen o deben tener los mismos; inercia que seguramente procede de la expansi—n, en los a–os noventa, de los registros municipales (a veces, tambiŽn auton—micos) de parejas, que surgieron m‡s bien como un pretendido remedio de urgencia para acreditar la existencia de las uniones extramatrimoniales, pero que hoy han perdido todo su sentido, a la vista de una regulaci—n legal auton—mica claramente proteccionista y de mucho mayor calado en cuanto a los efectos pretendidos. Hay otro dato especialmente relevante que no puede perderse de vista en el tratamiento por estas leyes auton—micas de los Registros de parejas no casadas, y que se ha puesto de manifiesto en los œltimos a–os: nos referimos a la preocupaci—n de esos legisladores por proteger singularmente a las parejas homosexuales y dotarlas de un estatus similar al matrimonial. Efecto directo de esta tendencia ha sido una regulaci—n de los registros de uniones extramatrimoniales volcada hacia esta clase de parejas, para acercar al m‡ximo su posici—n jur’dica a la de los matrimonios (pero sin hacer distingos entre parejas homo y heterosexuales, ni siquiera en su acceso al Registro)[77]. En muy buena medida, todas las exigencias auton—micas sobre las condiciones de estabilidad y publicidad de la pareja, sobre los impedimentos Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 31/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 legales para conformar parejas protegibles, as’ como el car‡cter constitutivo -muchas veces- de la inscripci—n, con incorporaci—n de manifestaciones de ambos convivientes realizadas a la vez y en unidad de acto ante el encargado de dichos registros, est‡n pensadas para las parejas homosexuales, antes que para las heterosexuales, a las que sin embargo, y de manera incorrecta, se meten en ese mismo saco, con efectos muy perniciosos. Pensando en concreto en las homosexuales, y sin perjuicio de lo que luego se dir‡, se olvidan estos legisladores que un requisito tan fuerte como la inscripci—n constitutiva no lo exige el C—digo civil ni siquiera a los matrimonios, en los que claramente se afirma que el matrimonio existe desde su celebraci—n, y s—lo es relevante la constancia registral para muy concretos efectos (eficacia frente a terceros, y poco m‡s)[78]. A estos efectos, parece obvio que nuestro legislador deber’a haber separado tajantemente a unas y otras parejas (homo y heterosexuales). A las primeras, las homosexuales, deber’a en el futuro disponerse, por parte del legislador estatal, la posibilidad de celebrar un "matrimonio", o negocio familiar similar (con otra denominaci—n si se quiere), de contenido obligacional t’pico, con las mismas obligaciones o deberes de los arts.66 ss. del C—digo civil, que fuese de inscripci—n obligatoria (como el matrimonio), en el Registro Civil (o en otro registro de efectos civiles similares), pero en el que la celebraci—n del negocio se hiciese ante fedatario pœblico, y sin que tuviese car‡cter constitutivo la inscripci—n misma. Esto es en buena medida lo que ha sucedido en los pa’ses europeos, en los que la regulaci—n legal se ha limitado a esta clase de parejas, y a la creaci—n de un Registro de estas caracter’sticas. En cambio, respecto a las parejas heterosexuales, dado que tienen la posibilidad de elegir libremente entre el matrimonio y la uni—n no matrimonial (con todas sus infinitas posibilidades), el legislador, si opta por un tratamiento legal, que es lo primero que ha de decidirse[79], debe regular determinados efectos de esas parejas de aquellas que reœnan unas condiciones m’nimas como pareja, b‡sicamente una cierta estabilidad-, dej‡ndoles la posibilidad de optar voluntariamente por dar acceso al Registro (civil u otro similar) la existencia de esa uni—n y sus pactos de orden econ—mico, cuando se tenga la previsi—n de que la pareja responda externamente de las deudas o cargas t’picamente familiares. Ahora bien, desde el momento en que se admita un matrimonio de homosexuales, o negocio familiar asimilado, estas mismas ideas expuestas para las parejas heterosexuales, deben tambiŽn valer para aquellas uniones homosexuales en las se haya elegido, en ejercicio de la misma libertad de opci—n que hoy d’a tienen las heterosexuales, una v’a alternativa al negocio formal matrimonial. (Por tanto, cuando en adelante hablemos de parejas heterosexuales, deben incluirse tambiŽn en esas referencias a las uniones homosexuales que no quieran optar por el v’nculo formal y uniforme, siempre que, adem‡s, gocen de cierta estabilidad en su convivencia). No obstante, las anteriores afirmaciones requieren un desarrollo m‡s minucioso, y un an‡lisis pormenorizado de las distintas opciones existentes. Pensando sobre todo en una futura regulaci—n estatal en la materia, debemos buscar el enfoque correcto y construir desde el principio y por su base el edificio registral que razonablemente se Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 32/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 deber’a adoptar. Para ello, empezaremos planteando las distintas alternativas posibles de registros de parejas de hecho o uniones estables no matrimoniales, eligiendo la alternativa o alternativas que consideramos m‡s coherente en atenci—n a los fines perseguidos y los principios constitucionales y legales reguladores de la materia. 7.1. La competencia estatal sobre Registros pœblicos: Registros civiles o con "eficacia civil". Antes de entrar en estas cuestiones, debe partirse de la cuesti—n competencial en materia registral: los Registros pœblicos, se entiende que con eficacia civil, son competencia exclusiva del Estado, conforme al art.149.1.8¼ de la Constituci—n, y por tanto, s—lo son constitucionalmente admisibles registros (de parejas de hecho) de ’ndole administrativa y con efectos estrictamente administrativos[80]. No es nada sencillo tratar de aclarar a quŽ se refiere el legislador constituyente cuando atribuye al Estado en exclusiva la competencia sobre "Registros pœblicos". Prescindiendo de los Registros que conciernen a derechos reales o a determinadas relaciones contractuales (v.gr. Registros de ventas de bienes muebles a plazos o Registros de Condiciones Generales), y centr‡ndonos en los Registros que afectan a las personas y a su estado personal, parece claro que el legislador no se limita a dar cobertura estatal a un œnico modelo de instituci—n registral, sino que da v’a libre a cualquier posible configuraci—n del mismo y de sus efectos. Lo œnico que impl’citamente ordena es que se trate de Registros que tengan eficacia, mayor o menor, pero de ’ndole "civil", por lo que, si tuviera otros tipo de efectos, por ejemplo "administrativos", podr’a perfectamente chocar con una hipotŽtica legislaci—n auton—mica, siendo Žsta prevalente en tanto se tratase de desarrollar aspectos competenciales propios de la respectiva Comunidad Aut—noma. La cuesti—n reside en delimitar quŽ sean "efectos civiles", y quŽ "efectos administrativos", o de otra clase. Parece que la eficacia civil concierne, cualquiera que sea su configuraci—n concreta, a la asignaci—n de un determinado valor de lo publicado en las relaciones entre particulares afectados, esto es, cuando del asiento practicado en el registro que se cree deriven consecuencias nuevas para relaciones privadas, en comparaci—n con las que tendr’a si se hubiese inscrito. Claro est‡, estas consecuencias adicionales pueden ser de muy variada ’ndole (presunci—n de veracidad de lo inscrito, "erga omnes" o frente a determinados sujetos, presunci—n de convivencia, eficacia de la uni—n a efectos de determinar las responsabilidades "ad extra" de la pareja, ...), por lo que la existencia en la ley de algœn mandato en este sentido, autom‡ticamente implicar‡ "efectos civiles" y por tanto la autom‡tica atracci—n de esa materia al ‡mbito de la competencia estatal. Es muy probable tambiŽn que para que exista esa eficacia civil, sea imprescindible la previsi—n legal de un acceso m‡s o menos amplio -pero siempre necesario- de terceros ajenos al acto o negocio inscrito. Dif’cilmente se puede conciliar un Registro con efectos civiles sin que esos mismos efectos trasciendan al exterior, y por tanto sin que "el exterior", es decir, los terceros que se ver‡n afectados, no puedan conocer en Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 33/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 mayor o menor medida lo inscrito. Por otra parte, y como en cierto modo ya se ha indicado, no hay raz—n para que esos efectos registrales no puedan configurarse libremente de una u otra manera, con mayor o menor alcance en cuanto a la eficacia de lo publicado. As’, si se da un repaso a los distintos modelos de eficacia civil de los diferentes Registros existentes (incluyendo a los que, siendo civiles, no conciernen a aspectos personales), en nuestro pa’s y fuera de Žl, se pueden obtener distintas opciones en cuanto a eficacia. Los hay que simplemente dan a lo inscrito el valor de un medio privilegiado de prueba, sin excluir otros al margen del Registro; los hay que recogen materialmente el documento en el que se constata el acto o negocio, y los que seleccionan del mismo aquello que concierne a la materia objeto de ese Registro, prescindiendo del resto; los hay que han dan valor de presunci—n "iuris tantum" a lo publicado, y los que atribuyen, en determinadas circunstancias y con concretas condiciones, el car‡cter de verdad inamovible a lo inscrito, incluso aunque no coincida con la realidad extrarregistral, etc. De toda esta exposici—n, se deduce, en consecuencia, que ser‡ de competencia estatal, y no podr‡ por tanto ser desarrollado por una ley auton—mica, cualquier registro que establezca un valor concreto a lo publicado por Žl en las relaciones entre particulares. Esto es, cuando su finalidad es servir de instrumento para la mejor acreditaci—n de hechos o manifestaciones de voluntad, o bien actuar como presupuesto -junto a otros- para la creaci—n de un nuevo estatus civil, con la obtenci—n de nuevos derechos y obligaciones para quien o quienes inscriben, entonces estaremos ante uno de esos registros de que trata el art.149.1.8¼ CE y que son de competencia exclusiva del Estado. Dicho lo anterior, una primera consideraci—n debe hacerse, y es que se debe poner en tela de juicio la conformidad constitucional de muchos preceptos legales auton—micos, tanto de CC.AA. con competencia civil como algunos de Comunidades sin tradici—n foral, que dotan a estos registros de efectos autŽnticamente civiles[81]. Como ha sido puesto de manifiesto recientemente[82], en casi todos los registros creados por las diversas Autonom’as la inscripci—n registral forma parte del proceso de constituci—n de las parejas o uniones extramatrimoniales, por lo que autom‡ticamente debemos catalogar estos registros como "civiles" o de efectos civiles, y por tanto inconstitucionales por atentar a la antes citada competencia estatal exclusiva. En cambio, ser‡ perfectamente acorde con la Constituci—n una ley auton—mica que regule determinados Registros de uniones o parejas pro limitando sus efectos a lo puramente administrativo o de orden jur’dico-pœblico (funcionarial, asistencial, sanitario, etc.). Aunque, junto a estos efectos, se prevean otros de ’ndole civil, su constitucionalidad estar‡ garantizada, s—lo que limitada a aquella parcela. Pero lo que no se puede descartar es que la constancia de datos o declaraciones en un registro puramente administrativo no pueda tener -sin que ello provoque su incosntitucionalidad- un cierto valor "civil", en el siguiente sentido: como valor de documento pœblico, si se hizo ante funcionario o fedatario pœblico, o a lo sumo como documento privado presentado ante funcionario encargado de un registro pœblico, en los terminos previstos en el art.1227 del C—digo civil[83]. Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 34/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 Puede ser, sin embargo, dudoso constitucionalmente hablando el supuesto en que una ley auton—mica ordene la creaci—n de registros, con efectos administrativos œnicamente, pero con alcance a otras Administraciones distintas (local, institucional...), es decir, no restringidos a la propia Administraci—n auton—mica, al poder invadir competencias propias[84]. Aœn m‡s grave es la distorsi—n que ha producido esa competencia exclusiva del Estado sobre los Registros pœblicos -con efectos civiles, se entiende-, en este tema de las uniones extramatrimoniales. De tal modo que la inexistente regulaci—n estatal de dichas uniones, en la que por l—gica deber’a haberse hecho alguna previsi—n sobre su posible constancia registral, ha forzado a las Comunidades Aut—nomas a crear registros administrativos para de algœn modo suplir esa carencia y dar alguna alternativa probatoria o de seguridad a los integrantes de esas uniones. Lo m‡s razonable hubiera sido que el legislador estatal hubiera ejercitado su opci—n concreta sobre el acceso o no a alguna suerte de registro, o al Registro Civil, y sobre el tipo de publicidad de dichas uniones y de eficacia de sus correspondientes inscripciones. 7.2. Registros de hechos o Registros de declaraciones. La eficacia de la inscripci—n registral como medio de acreditaci—n de la convivencia. Parece que el punto de arranque preferible en el an‡lisis de la posible configuraci—n de los Registros sobre uniones extramatrimoniales debe ser Žste, a saber: si es m‡s razonable adoptar un Registro donde se contengan "hechos", b‡sicamente la convivencia de los unidos extramaritalmente (su nacimiento, su duraci—n, su estado actual, sus modificaciones...), o un Registro referido a "declaraciones", esto es, manifestaciones de los convivientes acerca de su voluntad de convivir y crear una uni—n familiar o de otra ’ndole. Debe tenerse en cuenta que, originariamente, cuando se crearon los diversos registros municipales sobre parejas, el objetivo que se persegu’a -en parte, aœn no ha dejado de serlo- era lograr un medio de prueba o acreditaci—n, ante las correspondientes instancias, de un estado de hecho similar al matrimonial. De ah’ que fuesen concebidos como registros "de hechos", de situaciones f‡cticas, y ah’ mismo radicaba su debilidad: no se puede acreditar un hecho a travŽs de un documento (un certificado registral) que a lo sumo conten’a una "declaraci—n" (declaraci—n de dos sujetos, en un momento determinado y ante una concreta autoridad). La declaraci—n realizada por los miembros de la uni—n, y la subsiguiente constancia en esos registros de la misma, no es el medio probatorio adecuado para una situaci—n prolongada en el tiempo como es la convivencia extramatrimonial. En buena medida, el problema sigue persistiendo con los actuales Registros de uniones o parejas de hecho, creados por las Comunidades Aut—nomas y regulados en las recientes leyes sobre la materia. El objetivo sigue siendo, en principio, demostrar una situaci—n f‡ctica, prolongada adem‡s en el tiempo, y el modo de hacerlo es a travŽs de una manifestaci—n -con o sin acto pœblico de celebraci—n, segœn los casosVersi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 35/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 ante el funcionario encargado de los registros de uniones o parejas de hecho, quien luego la inscribe en ellos con fines b‡sicamente probatorios. Pero los inconvenientes siguen siendo en esencia los mismos: no se puede probar o acreditar una situaci—n persistente en el tiempo sobre la base de una declaraci—n de querer vivir de forma duradera emitida en un momento concreto -se supone que al comienzo de la uni—n. Y ese obst‡culo no se salva ni siquiera en aquellos casos en que consten en dicho Registro m‡s de un acto jur’dico (v..gr., un ulterior acto de regulaci—n de aspectos econ—micos o unos posterior de modificaci—n de los mismos), o m‡s de una manifestaci—n de convivencia (si es que ello es posible, lo que en principio no parece viable tal como aparecen configurados los registros auton—micos de uniones o parejas); por cuanto esas declaraciones o expresiones no demostrar‡n por s’ solas la real y efectiva convivencia antes, durante o despuŽs de las mismas[85]. Ninguna de las leyes auton—micas promulgadas hasta la fecha acompa–a o complementa esa declaraci—n con un sistema de revisi—n peri—dica, a cargo de esos o de otros funcionarios pœblicos (por ejemplo, polic’a municipal), de la continuidad de la relaci—n f‡ctica de convivencia, como ser’a lo l—gico si de un verdadero registro de hechos o situaciones f‡cticas se tratase. Tampoco existe una obligaci—n peri—dica de los convivientes de reiterar su voluntad de seguir la convivencia; ni tampoco la incorporaci—n de otros datos, como por ejemplo el padr—n municipal de los a–os sucesivos, como medio de asegurar la continuidad de la declaraci—n originaria. Como puede suponerse, pues, a la vista de estos datos, nuestra valoraci—n sobre ese esquema configurador del Registro de uniones de hecho es muy cr’tica, dado que no sirve en modo alguno para dar respuesta a la te—rica finalidad perseguida, esto es, la prueba de un estado de hecho duradero en el tiempo, como es la convivencia (con las caracter’sticas previstas en las leyes: ininterrumpida, estable, pœblica...). Los motivos de rechazo son de dos —rdenes: por un lado, por la consideraci—n b‡sica de que los hechos no pueden demostrarse mediante declaraciones o manifestaciones[86]; por otro, por cuanto una declaraci—n conjunta, aunque pudiera ser de utilidad para demostrar el hecho de la convivencia (rectius: la voluntad de convivencia, no la convivencia misma), es en todo caso insuficiente para acreditar la estabilidad y continuidad exigida por esas leyes. No obstante, dado que la normativa auton—mica promulgada hasta la fecha prevŽ tambiŽn una serie de beneficios de ’ndole pœblica o administrativa a las parejas que se constituyan conforme a dichas leyes y adem‡s se inscriban en los correspondientes registros, debe reconocerse que la vigencia actual del asiento registral constitutivo de la pareja debe acarrear como consecuencia jur’dica la obtenci—n de los citados beneficios jur’dico-pœblicos. Parece dif’cilmente revocable por la propia Administraci—n que ha engendrado esa Ley y ese registro, un asiento registral practicado cumpliendo todas las exigencias previstas en la misma ley: el hecho de que no existan mecanismos de control ulterior de la vigencia de la uni—n s—lo puede ser achacado a un defecto del legislador, sin que se pueda cargar el mismo precisamente sobre quien ha cumplido las exigencias legales, aun cuando Žstas puedan haber sido adoptadas con cierta finalidad llamŽmosla "fraudulenta" (por falta de convivencia posterior). La potestad de la Administraci—n para denegar los beneficios que ella misma ha Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 36/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 concebido no es discrecional, sino que debe ce–irse a la falta de concurrencia de las condiciones o presupuestos legales. Indudablemente, estas consideraciones est‡n particularmente referidas a aquellas leyes (auton—micas, de momento) autodenominadas de "parejas de hecho" o de "uniones de hecho". De conformidad con su denominaci—n, el fin te—rico de las mismas ser’a la regulaci—n de un hecho o situaci—n f‡ctica, lo cual tiene poco que ver con los actos de manifestaci—n de la voluntad de convivir que los convivientes han de realizar ante los encargados de los respectivos registros. No entramos de momento en las consecuencias derivadas de aquellas leyes auton—micas que, junto a ello, prevŽn que la certificaci—n registral sea la œnica forma de acreditar la uni—n, o se prevean adem‡s de ella otros medios probatorios. La cuesti—n se torna m‡s compleja en aquellas leyes auton—micas cuya denominaci—n no incluye la expresi—n "parejas de hecho" o "uniones de hecho", sino la de "parejas estables", o similar. En estos casos, hay que preguntarse si la finalidad reguladora es la de dar tratamiento jur’dico a una situaci—n f‡ctica, o si m‡s bien se trata de una suerte de nuevo "negocio jur’dico familiar". Es bastante probable que la finalidad sea esta œltima, aunque sin demasiada seguridad de que Žsa haya sido la verdadera intenci—n del respectivo legislador. As’ parece sostenerlo algœn autor[87]. Obviamente, el legislador es absolutamente soberano de establecer, en la manera que estime oportuna, una regulaci—n que autorice y desarrolle un nuevo tipo de negocio jur’dico familiar. A este respecto, y con car‡cter general, desde la opini—n expresada hace algunos a–os por DIEZ-PICAZO[88], no encontramos inconvenientes serios para la autonom’a privada en las relaciones familiares, tanto en relaci—n a la pareja como a los dem‡s miembros del grupo familiar. En este sentido, las declaraciones emitidas, segœn los casos, ante notario o fedatario pœblico, o sobre todo ante el encargado del registro de Uniones o parejas, vendr’an a ser la culminaci—n de todo un proceso de gestaci—n del negocio familiar, dando fehaciencia a su nacimiento. RefiriŽndonos en particular a la incorporaci—n de ese acto o negocio a un registro como parte de su proceso constitutivo, son interesantes las palabras recientes de PAU PEDRON, quien afirma que un registro de parejas "supone la m‡xima juridificaci—n"[89], en cuanto ocasiona la institucionalizaci—n, elevada a sus m‡ximas cotas, de un negocio en cuyo origen se encuentra la libertad de los sujetos de constituir una alternativa al rŽgimen matrimonial. Esa juridificaci—n deber’a venir, en principio, acompa–ada de una normativa que estableciese una regulaci—n uniforme de los contenidos de la nueva situaci—n o relaci—n jur’dica familiar, en cuanto a derechos y deberes de sus integrantes y su trascendencia frente a terceros, pues lo contrario conllevar’a una enorme inseguridad jur’dica sobre el alcance de las relaciones inscritas. Desgraciadamente, pr‡cticamente nada o muy poco dicen las leyes auton—micas sobre este asunto. En estos casos, ese registro ser‡, l—gicamente, un registro de declaraciones (o de recepci—n de documentos fehacientes en los que se contengan declaraciones), no de situaciones f‡cticas, y entonces s’ tendr’a sentido, mientras se cumpliesen las Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 37/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 condiciones anteriores. La constancia registral de la uni—n, acompa–ada o no de sus pactos de ’ndole econ—mica, permitir’a dar seguridad jur’dica a una nueva instituci—n que los particulares podr’an libremente crear, pero que tendr’a un contenido preconfigurado de antemano. Con este esquema, parece evidente que un registro de declaraciones ser’a œtil primordialmente respecto de parejas homosexuales, pues s—lo ellas carecen de la posibilidad legal de acceder a la instituci—n matrimonial. A ellas les resultar‡ interesante poder optar libremente por vivir sin v’nculo formal, o por declarar su intenci—n de constituir una uni—n estable, con contenido obligacional espec’fico, y con eficacia frente a terceros. No entramos, sin embargo, en la adecuaci—n o inadecuaci—n a la Constituci—n, desde el punto de vista de las competencias legislativas, de que hayan sido las Comunidades Aut—nomas, y no el Estado, las que hayan originado este nuevo negocio familiar, sin duda asimilable al matrimonio, utilizando los registros de parejas como v’a o instrumento para constituirlo. Por lo que concierne ahora a las parejas heterosexuales, que siempre tienen la posibilidad de contraer matrimonio y construir entre ellos un v’nculo duradero y formal, en principio carece de sentido, a la vista de nuestras ideas expuestas en p‡ginas anteriores, que se les dŽ la posibilidad de un registro de declaraciones, a donde se lleven las voluntades concordes de los dos integrantes de la pareja dirigidas a constituir una convivencia estable. A esta clase de parejas, les es m‡s œtil, pensando en la obtenci—n de beneficios legales tanto de ’ndole jur’dico-pœblica como de naturaleza privada, un registro de hechos, con el cual dotarse de medios probatorios cualificados de su situaci—n de convivencia. Un registro de declaraciones en parejas heterosexuales, partiendo de que carece de sentido para ellas un nuevo negocio familiar distinto del matrimonio, s—lo puede tener el alcance de servir para acreditar que dos personas, en un momento dado, ten’an la intenci—n de constituir una uni—n convivencial, con una determinaci—n extensi—n, pero no que realmente la hayan constituido ni que haya perdurado en el tiempo. Pero, Àno podr’a ser tambiŽn de algœn interŽs un Registro de declaraciones para las parejas heterosexuales? La respuesta puede ser a nuestro juicio afirmativa, siempre que se den unas determinadas condiciones. La primera consistir’a en que el legislador autorizase abiertamente la celebraci—n de cualquier clase de uni—n, con las condiciones que libremente estableciesen sus miembros. No tiene l—gica crear un registro de declaraciones convivenciales, realizadas por parejas heterosexuales -que siempre pueden recurrir al matrimonio-, en el que s—lo tuviesen cabida unas determinadas y concretas parejas, con unas caracter’sticas preconfiguradas, dejando fuera al resto. Lo normal ser‡ entonces exigir a esas parejas, para su inscripci—n, unas caracter’sticas similares a las de las parejas casadas. Pero aqu’ estar’a justamente su inconveniente, puesto que la l—gica impondr’a a las mismas recurrir al matrimonio, de modo que el valor efectivo de ese registro ser’a m’nimo, salvo en cuanto a la obtenci—n de beneficios jur’dico-pœblicos (pero no se olvide que estamos tratando aqu’ de registros de parejas con efectos civiles). La alternativa razonable ser’a abrir la puerta a otra clase de parejas, con Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 38/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 condiciones de convivencia y caracter’sticas variadas -ser’a irrelevante el que tuviesen o no la consideraci—n social o aceptaci—n social como "familia", puesto que su relevancia a estos efectos va por otro sitio, como vimos-. As’, se permitir’a dotar a estas parejas de unos efectos jur’dicos m’nimos, susceptibles de ser completados con otros adicionales incorporados por ellos. En suma, lo que se propone es reconocer la existencia de mœltiples modalidades de negocios de tipo convivencial, que podr’an encontrar acomodo y cierto grado de protecci—n, no s—lo por el hecho de su celebraci—n y prueba, sino especialmente por su inscripci—n en un Registro "ad hoc". La pregunta ser’a: Àpara quŽ querr’an tener acceso al Registro de parejas esas otras uniones de variadas caracter’sticas? La respuesta es clara: para poder gozar de una tutela que hoy se les niega legalmente (aunque cada vez menos por v’a jurisprudencial). Tutela en el sentido de permitirles obtener una posici—n similar a la de los matrimonios, sobre todo en un aspecto, el de la presunci—n de exactitud de lo publicado. No hay raz—n para dotar a los matrimonios, que son en lo esencial contratos, de una presunci—n de veracidad y exactitud de lo publicado, por el hecho de estar inscritos en el Registro Civil, y neg‡rselo a otros modelos de contratos convivenciales, en los que las partes pueden tener la misma seriedad y compromiso de convivencia (con las caracter’sticas acordadas en cada caso), y adem‡s decidan llevarlos a un Registro pœblico de efectos civiles. De esa presunci—n de certeza y veracidad se derivar’a razonablemente, ahora s’, la presunci—n de convivencia (recordar que estamos tratando de registros -estatales- con efectos civiles), presunci—n durante todo el tiempo en que las partes hubiesen acordado su vida en comœn, tal como ocurre en el matrimonio. Entendemos que, siempre y cuando resulte fehacientemente acreditado, con las suficientes garant’as o formalidades por razones de seguridad jur’dica, el convenio o contrato convivencial, y se decida llevarlo al Registro correspondiente[90], no debe haber inconveniente en dotarlo de la misma presunci—n de convivencia -en los tŽrminos pactados- de que goza el contrato matrimonial (art.69 CC)[91]. Claro que, por derivaci—n de esa idea, habr’a tambiŽn que resolver que, si se opta por un registro de acceso pœblico o general para cualquier sujeto interesado, como ahora veremos es lo razonable, la publicidad de lo inscrito en esos registros deber’a concretarse en una eficacia frente a terceros (contratantes, acreedores...) de los datos inscritos. Pues bien, si partimos adem‡s de un registro de acceso voluntario de estas uniones, tal como venimos propugnando para las parejas heterosexuales, la decisi—n de acudir al Registro de parejas, al ser fruto de una voluntad clara de los miembros de esa uni—n de dar valor y trascendencia externa a su uni—n (haciŽndola eficaz frente a terceros desde el punto de vista de la responsabilidad por deudas, por ejemplo), deber’a suponer el efecto autom‡tico de ser eficaz erga omnes lo publicado en Žl. Es m‡s, en esa eficacia externa de la uni—n inscrita, no s—lo habr’a que otorgar trascendencia externa a los pactos econ—micos celebrados entre s’ por los miembros de la pareja, sino que incluso habr’a que propugnar un criterio legal de responsabilidad externa de los patrimonios de ambos convivientes (v’a responsabilidad solidaria o responsabilidad subsidiaria) por los actos o contratos celebrados por cada uno de sus integrantes en tanto correspondan a la cobertura de Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 39/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 necesidades ordinarias de la pareja, cuando no hubiese pacto al efecto. Este ser’a como una suerte de efecto a–adido "impuesto" por la ley, para aquellos que as’ hubiesen decidido la entrada en el Registro, en suma, una suerte de rŽgimen econ—mico primario pero de alcance m‡s reducido al matrimonial[92]. Nada m‡s l—gico y sensato que dar ese nuevo paso, cumpliendo de ese modo un objetivo de seguridad jur’dica altamente loable: quienes en el futuro contraten con el miembro de una pareja no casada han de pedir informaci—n al propio sujeto contratante (el conviviente) sobre las posibles responsabilidades propias y del otro miembro de la uni—n en ese ‡mbito de la contrataci—n, o recurrir al Registro de parejas (que podr’a ser una secci—n del propio Registro Civil) para saber con exactitud quŽ tipo de uni—n existe y quŽ suerte de responsabilidades externas se han asumido o deben subsidiariamente asumirse. Resumiendo las condiciones de ese hipotŽtico registro de declaraciones para parejas heterosexuales, el legislador deber’a: a) dar libertad para hacer llevar su declaraci—n al Registro en cualquier momento de la uni—n; b) prever en la ley, sin que las partes tengan que manifestarlo de forma expresa, que la constancia registral implica una eficacia "ad extra" y un compromiso de responsabilidad frente a terceros, c) que estos terceros tengan la posibilidad de acceder a los datos del Registro; d) admitir cualquier tipo de uni—n, sea cual sea su alcance y el contenido de obligaciones, pues lo contrario supondr’a una il—gica discriminaci—n: en las parejas heterosexuales, no hay necesidad de asimilaci—n a la pareja matrimonial, sino s—lo de dar cauce a una aspiraci—n de esa uni—n heterosexual de ser conocida externamente y ser relevante frente a terceros, y de dotarla de determinados efectos genŽricos asimilados a los matrimoniales (v.gr., presunci—n de exactitud del acuerdo, presunci—n de convivencia durante el tiempo pactado, presunci—n de paternidad derivada de esta œltima presunci—n). Prescindir de esta v’a de acceso a las parejas heterosexuales, supondr‡ dejar sin soluci—n multitud de problemas que se presentan -la jurisprudencia nos los pone de manifiesto a diario- y que seguir‡n present‡ndose aunque se produzca una regulaci—n estatal en unos tŽrminos similares a los establecidos en las leyes auton—micas ya promulgadas. Por supuesto, el Registro de uniones extramatrimoniales y las facilidades para su acceso, no solucionar‡n todos los problemas, ya que siempre quedar‡n un grupo considerable de uniones heterosexuales que ni siquiera tengan interŽs en iniciar un procedimiento de inscripci—n registral. Para ellas, deber’a haber, como ya se se–al— m‡s arriba, unas reglas legales m’nimas que, sobre la base de la acreditaci—n por cualquier medio de la existencia de una convivencia m‡s o menos estable (y de un pacto para la misma), les solucionen al menos los problemas b‡sicos derivados de crisis de la pareja, ruptura o disoluci—n por fallecimiento. 7.3.Inscripciones declarativas o constitutivas: Como es sabido, muchas de las leyes auton—micas han dispuesto el car‡cter constitutivo de la inscripci—n en los Registros de parejas o uniones, de modo que no existir‡ como tal esa uni—n, ni gozar‡ de las medidas legales propias de ellas, si no ha Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 40/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 alcanzado su constancia registral. El Registro es, pues, una fase m‡s -la œltima- en el proceso de constituci—n de la uni—n. Esta estructura es seguida, con m‡s o menos alteraciones, por las leyes de Valencia, Islas Baleares o Madrid. Desde el punto de vista constitucional, parece dif’cilmente admisible la constitucionalidad de estos registros auton—micos con inscripciones constitutivas. Al menos por lo que concierne a los efectos de ’ndole civil o procesal. No obsta, sin embargo, a que sean constitutivas las inscripciones de las parejas cuando de obtener beneficios jur’dico-pœblicos se trata. Es m‡s, no es descartable que todas estas leyes auton—micas que establecen la inscripci—n constitutiva de las uniones -f’jese bien, tanto homosexuales como heterosexuales-, en realidad no lo hacen por lo que concierne a los aspectos civiles, sino que lo refieren impl’citamente a los aspectos jur’dico-pœblicos. Por ejemplo, la Ley andaluza puede ser un ejemplo claro de ello, dado que es seguramente la m‡s formalista de todas, al establecer m‡s condiciones que ninguna otra para ser considerado como pareja, y sus efectos se limitan a los de ’ndole jur’dico-pœblica[93]. Resulta il—gico que algo tan sumamente f‡ctico como una uni—n no matrimonial tenga que pasar por un nivel de exigencia formal superior al del propio matrimonio, en el que nunca es constitutiva la inscripci—n. Esa forma de razonar debe conducir a la anterior conclusi—n de que el car‡cter constitutivo de las inscripciones, previsto en la mayor parte de leyes auton—micas, no alcanza a los aspectos civiles, sino a lo sumo a los de ’ndole jur’dico-pœblica. Pero pensando ahora en una futura ley estatal reguladora de uniones extramatrimoniales, parece sensato propugnar el car‡cter declarativo, y no constitutivo de la inscripci—n registral de las referidas uniones. Sobre todo si la legislaci—n que se promulgue aspira a dar trato legal a un nœmero amplio de situaciones convivenciales, asign‡ndoles efectos jur’dico-civiles. Defender la declaratividad de la inscripci—n registral implica atender al momento de perfecci—n del acuerdo o contrato constitutivo de la uni—n, en lugar de hacer del registro la culminaci—n del proceso de constituci—n. Y significa, sobre todo, dar relevancia jur’dica a la acreditaci—n, por cualquier medio, independiente del registral, de una situaci—n de convivencia m‡s o menos estable entre dos personas, y/o de un pacto creador de la misma. No es sensato excluir del ‡mbito de aplicaci—n de una ley de parejas, que en teor’a pretende dar una respuesta legal a algunos o muchos de los problemas que a Žstas se plantean, a todas aquellas que no hayan llegado al Registro creado al efecto. Cuesti—n distinta es que, refiriŽndonos en concreto a las parejas homosexuales, en las que no existe una figura institucionalizada como el matrimonio, se pueda plantear la conveniencia de la que sea constitutiva su inscripci—n, como modo de dar seguridad jur’dica a la propia pareja y a terceros del nacimiento de ese modelo negocial elevado ya a categor’a de instituci—n jur’dica. La inscripci—n registral podr’a ser un elemento integrante -quiz‡s la pieza principal- de las solemnidades de constituci—n de la uni—n homosexual formal: ante la hipotŽtica carencia de un funcionario autorizante, la Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 41/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 declaraci—n concorde de los dos sujetos de querer dar lugar a una uni—n bien puede no ser suficiente garant’a, y entonces se podr’a recurrir a la solemnidad de acudir al encargado de ese registro para ratificar all’ la validez de unas declaraciones previamente realizadas[94]. De todos modos, la cuesti—n debe ser objeto de reflexi—n, ya que conviene no olvidar que en los matrimonios, la inscripci—n no es constitutiva, sino puramente declarativa, a pesar de lo que dispone el art.61 CC sobre el "pleno reconocimiento" de los mismos a travŽs de su inscripci—n[95]. Ahora bien, esa declaratividad de la inscripci—n matrimonial no oculta el car‡cter solemne del matrimonio, que es siempre celebrado ante autoridad legalmente establecida, y con presencia de testigos: seguramente esas solemnidades hacen innecesaria la inscripci—n dentro del proceso de gestaci—n del v’nculo matrimonial. En las uniones de parejas homosexuales, el legislador puede optar por seguir esas mismas formalidades, en cuyo caso la inscripci—n no tiene por quŽ ser constitutiva. En cambio, si se elige otra f—rmula, en la que no exista la seguridad que proporciona la presencia de un funcionario autorizante constituido al efecto (acompa–ada de testigos) puede llegar a ser necesaria una inscripci—n constitutiva con la que se garantice la fehaciencia de la uni—n homosexual. 7.4. Registro de acceso pœblico o registro de acceso restringido a los miembros de la uni—n, y otros sujetos limitadamente. Otra de las caracter’sticas t’picas de los Registros auton—micos creados es la de quedar restringido su acceso a los propios sujetos intervinientes, o a lo sumo a quienes Žstos hubiesen autorizado[96]. No est‡n claras las razones por las que queda totalmente restringido el acceso a los datos de estos Registros de parejas o uniones extramarimoniales. Hay un motivo de base que seguramente subyace a esas restricciones, y es la preservaci—n de los datos ’ntimos de las personas, que podr’an sacarse a la luz pœblica si cualquiera tuviera acceso[97]. Sin embargo, se trata de un criterio incorrecto, pues eso tambiŽn puede ocurrir respecto de los matrimonios y otros datos de las personas, y la Ley del Registro Civil solventa el inconveniente disponiendo la presunci—n -salvo constancia de lo contrario- de un interŽs leg’timo y digno en quien solicita informaci—n sobre los asientos registrales por las distintas v’as existentes. De todos modos, existe una conexi—n clara y directa entre acceso pœblico al Registro y oponibilidad de lo inscrito frente a terceros[98]. Por lo tanto, en la medida en que se prevean repercusiones jur’dicas frente a terceros de los datos de esos Registros de uniones extramatrimoniales, autom‡ticamente hay que disponer el libre acceso -con alguna limitaci—n, si se quiere- de terceros a los datos registrales. Resulta, sin embargo, curioso que algunas leyes auton—micas hayan, por un lado, dotado de relevancia externa a las parejas o uniones de hecho (v.gr., mediante la atribuci—n de responsabilidades de los dos miembros de la pareja por la cobertura de cargas comunes o familiares), lo cual impl’citamente se hace efectivo a travŽs de las inscripciones registrales, y por otro, se siga excluyendo el acceso pœblico a los citados Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 42/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 Registros. A la vista de lo anterior, es razonable propugnar, cuando se trate de regular este asunto por una ley estatal, que queden abiertos a terceros interesados los asientos registrales. 7.5. Registro de inscripci—n voluntaria o de inscripci—n obligatoria. Hemos defendido m‡s arriba la conveniencia de que los registros sobre parejas o uniones de hecho sean de inscripci—n voluntaria por parte de quienes acuerdan la constituci—n de la uni—n. Debemos desarrollar un poco m‡s esta idea, y hacer algunas matizaciones. En primer lugar, entendemos que, mientras no exista una institucionalizaci—n de un negocio jur’dico familiar asimilado al matrimonio, con un contenido de derechos y deberes uniforme y preestablecido legalmente, lo razonables es, siempre que se quiera dar protecci—n jur’dica a las parejas no casadas, que sea voluntaria, y no obligatoria o forzosa, la llegada, al Registro que se cree, por parte de las parejas[99]. El matrimonio, como es sabido, es un negocio de inscripci—n obligatoria, en cuanto la autoridad que lo otorga, en unos casos, y en otros, los contrayentes, tienen el deber de proceder a la inscripci—n del matrimonio celebrado en el Registro Civil, con sanciones administrativas y efectos negativos de otro tipo si no se practica. En cambio, es absolutamente voluntaria la constancia registral de las capitulaciones matrimoniales y, por tanto, del espec’fico rŽgimen econ—mico que va a regir la uni—n (cfr. art.266 Reglamento del Registro Civil). La innecesariedad de esta constancia de los aspectos econ—micos obedece a que la ley ya ha previsto un rŽgimen econ—mico supletorio y general, que es el de gananciales en el Derecho comœn, de manera que, frente a terceros (contratantes, acreedores...), ese matrimonio se rige plenamente por el sistema de gananciales mientras no se haya llevado otra f—rmula al Registro Civil. Se garantiza as’ la posici—n de los terceros, quienes tienen en todo momento la seguridad de saber a quŽ atenerse en sus relaciones patrimoniales con el matrimonio. En cambio, en las uniones no matrimoniales la situaci—n es diferente. Por supuesto, debe partirse de que, si finalmente se opta por el matrimonio o la uni—n formal entre homosexuales, como creemos razonable que ocurra, y si esa nueva modalidad negocial goza de un estatuto œnico preestablecido, puede ser l—gico que su inscripci—n en el correspondiente registro de uniones o parejas homosexuales tenga el car‡cter de obligatorio, y no voluntario, al haberse institucionalizado esa novedosa clase de uni—n[100]. Ahora bien, para que ello sea as’, deber’a cumplirse una condici—n previa: la del establecimiento legal de un rŽgimen econ—mico supletorio de esa clase de uniones, al estilo de las matrimoniales, como forma de dar seguridad jur’dica a los terceros. PiŽnsese, si no es as’, en el grave contrasentido que supondr’a crear una relaci—n jur’dico-familiar entre homosexuales, disponer un rŽgimen de derechosdeberes idŽntico o similar al del matrimonio -entre ellos, un deber de asistencia mutua, alimentos y de actuaci—n en interŽs conjunto-, comprendiendo adem‡s un Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 43/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 deber genŽrico de contribuci—n al levantamiento de cargas familiares o comunes, y sin embargo, no disponer nada sobre un posible rŽgimen econ—mico supletorio de la pareja. La posici—n de los terceros ser’a muy complicada, pues, ante la posible ausencia de un pacto econ—mico inscrito en ese Registro, no sabr’an a quŽ atenerse en cuanto a las responsabilidades externas de la pareja como tal. Fuera de este ‡mbito del matrimonio o uni—n formal de homosexuales, la inscripci—n deber’a ser voluntaria; tanto si se trata de parejas heterosexuales, como de aquellas parejas homosexuales que no hayan optado por acogerse a esa nueva uni—n formal que pueda prever la ley. Ser’a la forma m‡s correcta de dar una cierta cobertura jur’dica a mœltiples tipos o clases de parejas que no han querido adoptar la alternativa "matrimonial". Aquellos que, habiendo rechazado esta œltima opci—n, quieran sin embargo tener una trascendencia jur’dica externa, en la forma que ellos mismos hubieran libremente configurado, no deber’an tener inconvenientes para ello (salvo, a lo sumo, cuando se tratase de una uni—n inmoral o no aceptada socialmente). La constancia registral ser’a una f—rmula para generar voluntariamente un compromiso externo de la pareja acerca de las relaciones patrimoniales con terceros. En esta œltima clase de uniones (las uniones que llamaremos "no formales"), no hace falta, ni adem‡s ser’a correcto constitucionalmente, que la ley prevea un rŽgimen supletorio eficaz frente a terceros. El rŽgimen eficazmente oponible frente a estos terceros con quienes los convivientes tengan interŽs de contratar, ser‡ el que hayan creado ellos mismos y hayan decidido publicar en el pertinente Registro de parejas (con el matiz m‡s arriba se–alado de la posible vinculaci—n de ambos patrimonios al levantamiento de las necesidades ordinarias de la familia). En este sentido, el reconocimiento de mœltiples tipos o modalidades de parejas, susceptibles adem‡s de inscripci—n registral, debe conllevar un cambio profundo de mentalidad dentro de la sociedad, en cuanto a asumir la costumbre de indagar previamente en los Registros de parejas el tipo de rŽgimen que rige entre ellas en sus relaciones con los terceros. Pero precisamente por la trascendencia que esa publicidad de la uni—n no formal puede llegar a tener frente a los terceros, es por lo que deber’a preverse un control previo y simult‡neo a la inscripci—n de la uni—n, a los efectos de hacer viable la aplicaci—n de principios registrales b‡sicos, tales como la presunci—n de veracidad de lo inscrito o el car‡cter de prueba excluyente, propio por ejemplo de los Registros civiles. Por lo tanto, deber’a exigirse a esta clase de uniones la previa concurrencia ante Notario o fedatario pœblico para hacer fehaciente la manifestaci—n de constituci—n (o de ratificaci—n) de la uni—n, antes de acudir al Encargado del Registro de parejas. Porque parece l—gico suponer que este œltimo, siguiendo una funci—n calificadora y de control de legalidad, propia de los registros jur’dicos, s—lo deber‡ proceder a esas inscripciones sobre la base de un documento fehaciente en el que conste la existencia y el alcance de la uni—n, tanto en lo personal como en lo patrimonial. No debe, pues, bastar con la sola concurrencia ante el Encargado del Registro manifestando las partes su voluntad de inscribirse: una efectiva funci—n calificadora y de control de legalidad s—lo puede hacerse con garant’as a partir de un documento escrito en el que se recoja la voluntad de las partes tamizada por los conocimientos jur’dicos de un fedatario pœblico. Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 44/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 Es evidente, por œltimo, que si la pareja opta no s—lo por no tomar la forma matrimonial, sino adem‡s por no llevarla al Registro de Uniones o parejas, es l—gico que el legislador prevea, en los tŽrminos que m‡s arriba se expuso, un rŽgimen jur’dico b‡sico o de m’nimos, para resolver cuestiones puntuales, sobre todo en supuestos de crisis o ruptura de la pareja; para solventar los problemas de lo que PAU PEDRON llama las parejas de hecho-hecho, esto es, aquellas que ni siquiera lleguen a los Registros de uniones[101]. En cuanto a la responsabilidad frente a terceros de esa pareja no inscrita, la misma ser‡ individual, y sin posibilidad de repercusi—n sobre el patrimonio del otro; s—lo lo habr’a cuando originariamente, en el momento de contratar, el tercero supiese y aceptase el compromiso conjunto de ambos como responsables de las deudas que pudieran surgir. 7.6. Ultimas cuestiones sobre los Registros de parejas. 7.6.1. ÀRegistro Civil o Registro especial "ad hoc"? Constituye tema complejo el resolver si es preferible, a la vista de nuestras anteriores afirmaciones, y pensando de nuevo en una futura ley estatal, practicar la inscripci—n de estas parejas o uniones extramatrimoniales y sus pactos, en el Registro Civil, creando al efecto un nuevo Libro, o proponer un nuevo Registro espec’fico para esta clase de uniones, y sus distintas modalidades, tal como han hecho las diversas leyes auton—micas. A nuestro juicio, si se piensa en las uniones formales de homosexuales ("matrimonios homosexuales", para abreviar), es indudablemente m‡s l—gico que sea el Registro Civil el que se ocupe de esos asuntos, por la equiparaci—n con el matrimonio. En cambio, si pensamos en parejas heterosexuales y la constancia registral de sus pactos, habida cuenta la singularidad que las mismas tendr’an, seguramente acabar’a distorsionando el funcionamiento del Registro Civil si tuvieran entrada en Žl las vicisitudes de esas parejas, por sus caracter’sticas singulares, b‡sicamente la voluntariedad de la inscripci—n. Pero en realidad, Žste no constituye un inconveniente insalvable para su encaje en el Registro Civil, y supondr’a una indudable ventaja la eficiencia y profesionalidad demostrada de este Registro, en orden a su adecuada implantaci—n. Entre las ventajas, destacar una muy importante, y es que se evitar’an todos los problemas actuales derivados de la falta de interconexi—n entre los registros, tanto los antiguos municipales, como los actuales auton—micos, lo que est‡ permitiendo actitudes fraudulentas de los sujetos. Con el Registro Civil, se evitan buena parte de estos inconvenientes. Se ha se–alado, sin embargo, que la imposibilidad de dar acceso a las uniones extramatrimoniales en el Registro Civil tiene su origen y raz—n de ser en que el establecimiento de una pareja estable de hecho no cambia el estado civil de las personas[102]. A nuestro juicio, Žste no es argumento de fuerza para rechazar la entrada en el Registro Civil de tales uniones, por cuanto este registro no s—lo da Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 45/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 acceso a "estados civiles", sino tambiŽn a otros datos de interŽs de las personas f’sicas, que merecen ser conocidas por terceros o que pueden ser relevantes a efectos probatorios o de seguridad jur’dica. En œltima instancia, la futura admisi—n de las parejas extramatrimoniales en el Registro Civil, habida cuenta que su inscripci—n conllevar‡ la entrada de diversos tipos de uniones y de reg’menes econ—micos tambiŽn diferentes, deber’a suponer una reforma de la legislaci—n del Registro Civil, que podr’a afectar incluso a la regulaci—n de la inscripci—n de los aspectos econ—micos del matrimonio mismo. B‡sicamente, deber’a implicar la modificaci—n de la Ley y del Reglamento con el objeto de dar publicidad de los acuerdos econ—micos de la pareja, que hasta la fecha s—lo son objeto -en el matrimonio, obviamente- de las llamadas "menciones o indicaciones sobre rŽgimen de bienes" del art.266 del Reglamento del Registro Civil, las cuales son una simple remisi—n a los contenidos de los protocolos notariales. Parece conveniente, para dar mayor juego a las inscripciones de uniones extramatrimoniales, dotar a las mismas -tambiŽn a las matrimoniales- de un mayor desarrollo en los aspectos econ—micos, informando a los terceros con cierto detalle del alcance de las vinculaciones patrimoniales entre los convivientes. 7.6.2. El sistema de cancelaci—n de los asientos del Registro de Parejas. Falta tambiŽn alguna breve referencia al sistema de cancelaci—n de asientos en el futuro Registro de Parejas o uniones extramatrimoniales (si es que finalmente se crea Žste al margen del Registro Civil). Tal como aparece tratado este tema en las leyes auton—micas hasta ahora promulgadas, la cancelaci—n ser‡ fruto de la decisi—n unilateral de cualquiera de los miembros de la pareja, habida cuenta la necesidad de respetar el t’pico principio de libertad que rige estas uniones. La implantaci—n de un registro estatal de uniones implicar‡ la necesidad de pronunciarse sobre esta cuesti—n tan relevante. Es evidente, a nuestro juicio, que habr‡ que distinguir de nuevo entre uniones homosexuales de car‡cter formal o matrimonial, y uniones no matrimoniales que hubieran voluntariamente inscrito su uni—n. En el primero de los casos, es claro que la cancelaci—n del v’nculo deber’a hacerse previa resoluci—n judicial decretando el posible "divorcio" o disoluci—n de la uni—n, comprobando previamente la concurrencia de alguna de las causas legales que dan lugar al mismo en esta clase de uniones formales entre personas del mismo sexo[103]; procediendo a la ulterior constancia registral de la desaparici—n de la uni—n mediante un asiento de cancelaci—n. Esa cancelaci—n, por l—gica, no deber’a tener efectos constitutivos, sino declarativos, y de eficacia frente a terceros, en la misma de las uniones matrimoniales. En cambio, en las uniones no formales, hetero u homosexuales, cuando voluntariamente hubiesen decidido llevar al Registro su v’nculo convivencial, la cancelaci—n deber‡ ser practicada sin necesidad ni de una resoluci—n judicial ni de una declaraci—n conjunta de los dos convivientes (aunque Žsta tambiŽn ser’a Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 46/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 admisible: se tratar’a de una mutuo disenso), siendo suficiente con la declaraci—n o solicitud de cualquiera de ellos manifestando la voluntad de romper la relaci—n, tal como sucede en los actuales registros auton—micos de parejas[104]. Esa declaraci—n o solicitud, una vez practicado el asiento registral de cancelaci—n, no debe tener efectos constitutivos, esto es, no debe hacerse depender la eficacia de la ruptura de la pr‡ctica del citado asiento, sino que la misma se producir‡, en las relaciones "inter partes", desde la realizaci—n de la manifestaci—n unilateral de ruptura, en tanto adem‡s hubiese sido notificada al otro conviviente[105]. Por supuesto, si la manifestaci—n no fue extrarregistral, sino que se produjo con la presentaci—n ante el Encargado de esos registros, la pareja se disolver‡ en ese momento: en el de la manifestaci—n o solicitud al Encargado, no en el de la fecha de asiento de cancelaci—n. Cuesti—n distinta ser‡ la eficacia frente a terceros. Puesto que si se acepta que la uni—n no formal (heterosexual u homosexual) puede tener entrada en el Registro de parejas (o en el Registro Civil, en su caso), con fines de trascendencia y publicidad frente a terceros, es obvio que s—lo el asiento de cancelaci—n en el que conste la ruptura definitiva de la uni—n ser‡ eficaz y oponible a dichos terceros, quienes hasta entonces se regir‡n en sus relaciones con los miembros de la pareja por lo publicado en el referido Registro[106]. De todos modos, de ser cierto todo lo anterior, siempre tendremos que atender a la necesidad de marcar una neta separaci—n entre uniones homosexuales y uniones heterosexuales: en las primeras estar‡ justificado ese nuevo "negocio de Derecho de familia", ante la inexistencia de matrimonio entre homosexuales. En cambio, respecto de parejas heterosexuales, se dar’a el contrasentido de exigir una declaraci—n, muchas veces ante la misma autoridad que celebra los matrimonios -a veces incluso con m‡s exigencia de solemnidad-, cuando precisamente estas parejas han querido evitarlo. Esto es en el fondo un motivo de inconstitucionalidad, ya que, desde el punto de vista competencial, carecen de competencias para regular un matrimonio-bis, como ser’an en realidad estas declaraciones, y aunque la tuvieran, esto es, suponiendo que fuese el Estado el que as’ lo regulase, quedar’a gravemente afectado el principio de libertad de opci—n (libertad de no casarse) del art.32 CE. PENSAR. Desde otro punto de vista, la otra opci—n que se han planteado las Comunidades que han regulado estos registros, ha sido la elecci—n entre un Registro puramente f‡ctico o de hechos, y un Registro de declaraciones (de voluntad). Por l—gica, si la regulaci—n consiste, como parece era la pretensi—n de todos esos legisladores, en un Registro de uniones o parejas "de hecho", lo razonable hubiera sido que se limitase a eso, a constatar el dato material de la existencia de una convivencia estable entre dos personas, lo cual se acreditar’a b‡sicamente por la indagaci—n que deber’an realizar de forma peri—dica- distintos funcionarios al servicio de la Administraci—n, o por los cuerpos policiales, como sucede con otro tipo de Registros o archivos pœblicos (v.gr. el padr—n o el censo de poblaci—n). Por el contrario, las diversas normas contenidas en las distintas normativas auton—micas sobre uniones extramatrimoniales han optado por exigir, como paso previo a la inscripci—n, una declaraci—n o instancia a solicitud de los dos (ni siquiera basta con que el procedimiento administrativo lo inicie uno solo), de la que adem‡s se desprende o debe desprenderse la voluntad manifiesta y patente Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 47/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 de crear una uni—n de determinadas caracter’sticas (las exigidas legalmente: estabilidad, exclusividad...), lo cual resulta criticable, por lo que ahora se dir‡ (asimilaci—n al matrimonio). . No pretendemos criticar el que las distintas normativas haya permitido, al hilo de la constancia registral de existencia de la uni—n, el acceso tambiŽn de los pactos (de contenido econ—mico, sobre todo, pero no s—lo) creados por los miembros de aquŽlla para regular su convivencia. Razones de seguridad jur’dica y de garant’a y firmeza de los contenidos pactados, aconsejan permitir esta constancia, para evitar los problemas habituales que suelen surgir entre los miembros de la pareja, casi siempre al desaparecer la uni—n. Pero la exigencia de "declaraciones", realizadas adem‡s ante un funcionario pœblico (y a veces incluso en forma "pœblica", como exige por ejemplo la ley andaluza) resulta contradictorio con un Registro as’ llamado de uniones o parejas "de hecho". Constituye una grave restricci—n al principio de "libertad de opci—n" (art.32.1 CE "a contrario") y al del libre desarrollo (art.10.1 CE) obligar a aquellas parejas que quieran obtener los beneficios pœblicos o administrativos susceptibles de concederse, a pasar por unas formalidades t’picamente "matrimoniales". El caso puede ser aceptable para las parejas homosexuales -y ni siquiera, pues cabe que algunas de ellas quieran convivir "sin papeles"-, pero en modo alguno para las heterosexuales, que precisamente han querido evitarse tr‡mites burocr‡ticos y actos pœblicos y solemnes de expresi—n de sus intenciones afectivas. b) El Registro de uniones extramatrimoniales: sus funciones. Indudablemente, el planteamiento sobre la eficacia y las posibles funciones que intentan cumplir los diversos Registros de uniones o parejas de hecho creados a lo largo del territorio espa–ol, presenta un primer inconveniente de partida, y es que estos registros han sido y est‡n siendo creados tanto en Comunidades Aut—nomas con derecho civil propio como en Comunidades sin competencias civiles. Eso autom‡ticamente impide llegar a conclusiones generales, ya que, aun trat‡ndose en todos los casos -mientras no haya legislaci—n estatal al respecto- de registros administrativos (NOTA: la competencia sobre registros civiles es estatal exclusiva), es evidente que en los territorios con competencia en derecho civil, se ha pretendido contribuir con ellos a consolidar los efectos civiles atribuidos a las citadas uniones o parejas extramatrimoniales. Nuestra atenci—n se centrar‡, pues, en los Registros administrativos de aquellas Comunidades que, como la andaluza, carecen de competencia civil. En ellos, indagaremos, no obstante, las repercusiones civiles de la regulaci—n de los referidos registros. Quienes han legislado sobre Registros de uniones extramatrimoniales han tenido la posibilidad de configurarlos de las siguientes maneras: a) Un Registro de uniones con publicidad externa, al estilo "mutatis mutandi" del Registro Civil o del Registro de la Propiedad, cuya finalidad ser’a permitir conocer a terceros interesados la existencia de la uni—n y en su caso, su contenido (aunque Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 48/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 limitando el acceso a determinados contenidos pactados). No se puede olvidar que, prescindiendo de aquellos datos que por ley quedan vedados a los terceros ajenos, uno y otro Registro tienen la virtualidad de dar cauce al conocimiento de terceros de multiples datos (en el R.Civil, los terceros pueden conocer la existencia del matrimonio y su vigncia, as’ como la existencia de capitulaciones matrimoniales: COMPROBAR). Esta opci—n siempre resultar‡ problem‡tica, ya que se estar’a permitiendtuel acceso a datos considerados sensibles o ’ntimos, con lo que ha sido finalmente rechazada por las distintas normativas auton—micas (NOTA: No obstante, no puede descartarse -y as’ lo han previsto ya algunas legislaciones auton—micas- que la apariencia generada por la uni—n extramarital conlleve una cierta vinculaci—n de los patrimonios de ambos miembros de la uni—n respecto de los gastos y atenciones ordinarias de la familia. CITAR, pero eso sin que la constancia registral aporte ningœn apoyo a dichos terceros a la hora de hacer responsables los dos patrimonios). - De todos modos, siempre cabe un registro de acceso pœblico para aquellas parejas que voluntariamente elijan la constancia registral. As’ no se lesionar’a el derecho a la libre opci—n convivencial ni tampoco el derecho a la intimidad o el derecho al control en el tratamiento y conocimiento de datos personales (art.18 CE). - Cabr’a un h’brido de registro administrativo con acceso pœblico. Es decir, no hay por quŽ presuponer que ese registro de acceso pœblico tiene que ser necesariamente un registro de ’ndole o naturaleza "civil" (de los del art.149.1.8¼ CE), sino que podr’a ser "administrativo", organizado por la Administraci—n, creado por cualquier Comunidad Aut—noma, aun sin competencia civil, pero con posible conocimiento de sus datos por terceros, y no s—lo con finalidad de orden jur’dico-pœblica (para beneficios administrativos, fiscales, asistenciales...). La cuesti—n ser’a determinar si este Registro, con estas caracter’sticas, podr’a tener "efectos civiles" (y por tanto si corre el riesgo de ser inconstitucional por esa raz—n). Por lo pronto, debe advertirse que los actuales registros administrativos de uniones o parejas estables creados por las CC.AA., tienen cierta "eficacia civil" (de hecho, en parte esa fue su raz—n de ser primitiva): en cuanto modo de acreditar la existencia de un acuerdo de constituci—n de la uni—n, con un determinado rŽgimen, y una cierta presunci—n (no legal, sino f‡ctica) de mantenimiento desde entonces de la misma, mientras no se acredite lo contrario. Un registro administrativo con posible acceso de terceros no es, a nuestro juicio, inconstitucional, y tampoco atentar’a contra derechos de los particulares (v.gr., la intimidad), en tanto hubiese una voluntad de los convivientes de llevar al registro esa uni—n -y sus pactos- para conocimiento y comprobaci—n pœblicos. Este tipo de registro podr’a llevar a una cierta asimilaci—n al Registro Civil estatal, y por tanto unos efecto similares a los del matrimonio en su relaci—n con terceros, en cuanto a la posible vinculaci—n (o no) de los patrimonios de los dos convivientes como responsables frente a terceros por las cargas comunes o familiares. Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 49/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 Habr’a, sin embargo, diferencias: la primera, que la posible eficacia civil no derivar’a propiamente de la inscripci—n registral misma, sino del conocimiento por los terceros de los datos publicados. Habr’a entonces que probar que el tercero accedi— al Registro (acreditando, por ejemplo, la instancia presentada al funcionario encargado, o el certificado expedido, con su fecha) y conoci— lo inscrito en ese asiento para, con esa base, atribuir efectos civiles (sobre todo, de vinculaci—n de los dos patrimonios de los convivientes) a ese conocimiento. Desde el punto de vista constitucional, no ser’a correcto que los registros administrativos creados por las CC.AA. (los de Žstas, solamente) estableciesen una suerte de presunci—n de que lo publicado es conocido o susceptible de ser conocido por los terceros, de modo que se presumiese como verdad formal o legal los asientos inscritos en aquŽllos: esto s—lo ser’a posible cuando una ley estatal lo dispusiese, por ser Žsta la raz—n de fondo de la atribuci—n en exclusiva al Estado de la competencia en materia de registros civiles pœblicos. En segundo lugar, si todo se hace depender de ese conocimiento efectivo de lo inscrito, lo que s’ es evidente tambiŽn es que, para vincular el patrimonio de uno de los convivientes a lo hecho por el otro con el tercero, no basta con el conocimiento de lo publicado, sino adem‡s su consentimiento para sentirse vinculado, puesto que la mera publicidad de un acuerdo creador de un rŽgimen patrimonial de los convivientes (con compromisos patrimoniales comunes, se entiende; no si simplemente se dispusiese la no comunicabilidad de responsabilidad) no podr’a derivar en una asunci—n de responsabilidad por aquel que no contrat—... A menos que la ley ordenase entonces que la pr‡ctica del asiento de la uni—n estable (con sus pactos patrimoniales) supone "ope legis" un consentimiento a la vinculaci—n, lo cual debe disponerlo expresamente la ley (Cuidado: esto ser’a "efecto civil" t’pico derivado del registro, por lo que seguramente s—lo lo podr’a disponer una ley estatal, no una auton—mica). - En todo caso, har’a falta, junto a ese acceso pœblico, una norma que dispusiese expresamente que la publicaci—n de la uni—n (y sus pactos) conlleva la vinculaci—n de los dos patrimonios al levantamiento de las cargas comunes o familiares; m‡s exactamente, que la pr‡ctica del asiento, como antes se ha dicho, supone un consentimiento a la eficacia frente a terceros de lo publicado (es decir, que no se limita a ser un pacto de eficacia puramente interna, "inter. Partes"). Pero ello resultar’a problem‡tico, ya que podr’a atentar contra la libertad de opci—n ( DUDOSO: no, si saben lo que hacen). Es decir, no se puede presumir una autom‡tica correlaci—n entre publicidad de la pareja y protecci—n de terceros de buena fe que conf’an en lo publicado. Har’a falta una norma que lo dispusiese expresamente (No valen, en este sentido, las normas que ordenan directamente la responsabilidad solidaria o subsidiaria del conviviente no contratante a los contratos suscritos por el otro con terceros en la cobertura de cargas familiares: una norma como Žsta atenta, ya lo vimos, al principio de libre opci—n. No atenta a este principio, por el contrario, la voluntaria inclusi—n en un registro de acceso pœblico, cuando se sabe de antemano que esa inscripci—n producir‡ el efecto de vincular los dos patrimonios a las cargas contra’das con terceros por cualquiera de ellos en el levantamiento de cargas familiares. PENSAR. Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 50/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 - Pensar en los problemas derivados de la intimidad: c—mo hacer que tenga acceso pœblico un registro aditivo, como el actual de las CC.AA., sin que tenga efectos civiles directos, al suponer lesi—n de los datos ’ntimos o sensibles? - En cualquier caso, este tipo de Registro podr’a ser v‡lido para las parejas homosexuales (se entiende, de aquellas que tengan aspiraci—n de asimilarse al matrimonio mediante la celebraci—n de un acto formal de constituci—n de la uni—n, al estilo del matrimonio). b) Un Registro sin publicidad formal, esto es, con limitaci—n de su acceso a s—lo los sujetos miembros de la uni—n (NOTA: ÀNo habr’a posibilidad de dar acceso a otros sujetos: sucesores hereditarios, acreedores hereditarios, parientes pr—ximos, terceros interesados en constituir nueva uni—n con alguno de los inscritos?. PENSAR), y cuya finalidad no sea otra que permitir en el futuro la prueba de la uni—n y de los contenidos concretos de los pactos inscritos. Esta es la opci—n por la que se han inclinado finalmente los distintos legisladores, con m‡s o menos acierto y detalle. A la vista de estas caracter’sticas, la eficacia de estos Registros quedar‡, pues, limitada a servir de prueba futura, en caso de conflicto, en tanto el conflicto se produzca s—lo entre los convivientes, para permitir a los miembros de la uni—n que tengan interŽs en alegar la existencia de la uni—n o los concretos contenidos pactados (por ej., se estipul— la posibilidad de obtenci—n de pensi—n compensatoria o de indemnizaci—n por la ruptura de la uni—n) acreditarlos en su propio beneficio, y en contra del otro de los miembros. Eso significa, pues, que las referencias incluidas en los asientos registrales no podr‡n afectar a terceros, al no tener Žstos posibilidad de conocerlos (NOTA: Muy clara al respecto es la ley valenciana, cuyo art.4.3. expresamente se–ala la limitaci—n de efectos a las partes firmantes, y nunca a terceros; sin perjuicio de la ya citada eficacia de la uni—n en cuanto a la vinculaci—n de los patrimonios de los convivientes a las necesidades ordinarias de la familia). Ha habido aqu’ una cierta inercia de los distintos legisladores, al tratar de dar continuidad a los ya caducos registros municipales de uniones de hecho, creados por mœltiples Ayuntamientos de nuestra geograf’a, como medio -inadecuado, por lo dem‡s- de dar constancia y permitir la la prueba de las mismas. Los autores de las referidas leyes auton—micas se deber’an haber planteado seriamente la finalidad y raz—n de ser de estos registros. Si su finalidad era hacer constar la existencia de la uni—n, como un medio probatorio cualificado, deber’a haberse pensado -y en parte se ha hecho- en que esas uniones convivenciales deben poder acreditarse por otras v’as posibles. Pero, si bien se piensa, desde el momento en que se reconoce esta posibilidad, decae la trascendencia de los referidos registros, y su perfecta y total prescindibilidad. Es decir, no tiene sentido dar una regulaci—n de estos registros, y realzar su posible importancia futura, si a la vez se reconoce que otros medios probatorios tienen la misma eficacia que ellos (al menos, la misma eficacia c•"civil": otra cosa ser‡ su prevalencia en el ‡mbito del Derecho pœblico-administrativo). PENSAR. A pesar de todo, tal como finalmente aparecen regulados, la ineficacia te—rica frente a Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 51/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 terceros de los asientos registrales respectivos, debe ser relativizada, del mismo modo que acontece con el Registro Civil, al que sin duda parecen imitar, aunque con alcance m‡s modesto. Los asientos del Registro Civil s’ hacen prueba contra terceros, a travŽs de la certificaci—n registral pertinente; es m‡s, son "la prueba" del estado civil, tal como se colige del art.327 CC y art.1 LRC.... COMPLETAR. Claro que en esto difiere de los Registros auton—micos de uniones o parejas de hecho, a saber, que en Žstos sus asientos no son la œnica prueba posible, o el medio de prueba esencial y b‡sico, ya que se admiten todos los medios probatorios (salvo en cuanto a los efectos administrativos y de Derecho pœblico, donde, como ahora se ver‡, parecen s’ ser el œnico medio probatorio). En cualquier caso, al tratarse de un registro administrativo, creado por la propia Comunidad aut—noma para que surta efectos al menos de esa ’ndole (administrativos o de Derecho pœblico en general), parece inevitable que las respectivas certificaciones expedidas por el funcionario encargado de los citados registros puedan ser oponibles a la Administraci—n o Administraciones destinatarias de la misma, sin posibilidad de rechazar su eficacia frente a ellas, a menos que haya algœn defecto de ’ndole formal en el documento. Esto AL menos en los aspectos de Derecho pœblico, y siempre sin perjuicio de la demostraci—n del fraude o de la inexistencia actual de la uni—n (Lo que en l fondo se propone es la presencia en este ‡mbito de una verdadera presunci—n iuris tantum de existencia de la uni—n en lo concerniente a los aspectos que vayan a tener relevancia frente a las Administraciones pœblicas, o cuando menos frente a aquella creadora del Registro -la Comunidad Aut—noma y sus —rganos-). Este aspecto de los Registros de uniones o parejas de hecho, nos lleva directamente a la cuesti—n del car‡cter constitutivo o no de la inscripci—n. - Defender un Registro de declaraciones: en realidad, funciona Žste como un Registro de Declaraciones de voluntad respecto de las parejas homosexuales (en concreto de aquellas que quieran un v’nculo asimilable al matrimonial), y como un Registro de uniones f‡cticas, respecto de las parejas heterosexuales, ya que en Žstas la alternativa es el matrimonio. PENSAR BIEN. . Una tercera opci—n ser’a la de generar un registro puramente administrativo, y con efectos puramente administrativos, no de orden civil o privado (pero por eso precisamente no lo incluimos como tercera opci—n o posibilidad). Esta es la perspectiva adoptada por las legislaciones de los territorios de Derecho comœn. Sobre ello volveremos m‡s abajo. No lo veo ya tan claro que sea as’: creo que, aunque esos registros no tienen -porque constitucionalmente no es posible- una eficacia civil, s’ que indirectamente la tienen, en el sentido de servir de cauce probatorio del contenido de un pacto t’picamente "civil". Pero no deber’an tener una eficacia m‡s all‡ de su valor de documento pœblico adtvo. O de documento privado que conste ante la autoridad pœblica (eficacia probatoria como documento). PENSAR. - Ver en Gavidia, p.75 la conexi—n entre eficacia del matrimonio frente a terceros, con Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 52/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 base en la inscripci—n registral del matrimonio, y los efectos de los acuerdos entre los miembros de la uni—n cuando estŽn inscritos en registros pœblicos (sobre todo, si se inscriben en el Registro Civil o en otro registro similar con efectos civiles: pero esto es competencia exclusiva del Estado., cuidado). Cabr’a sostener que la constancia registral de esos pactos, si tienen un contenido normal con finalidad equiparable a la matrimonial, provocar’a una cierta aplicaci—n, por analog’a, del llamado rŽgimen matrimonial primario del C—digo civil, por estar impl’cito a ese pacto la voluntad de generar una uni—n estable, con el deber de asistencia y complemento en cuanto a las cargas familiares, etc... PENSAR BIEN. b) Las formalidades en la inscripci—n de las uniones extramatrimoniales. El car‡cter constitutivo o no de la inscripci—n registral: - (R.Valpuesta) El control registral deber’a ser formal, y no material, como el de inexistencia de v’nculo o lejan’a de parentesco. - Gavidia, p.217 no ve inconveniente en que las leyes de U. de hecho exijan una serie de formalidades a Žstas para procederse a su inscripci—n. No me convence. Ha dicho, con indudable acierto, VALPUESTA FERNANDEZ (NOTA: Valpuesta, p.64 "in fine") que un Registro al que accedan realidades f‡cticas y no jur’dicas, no puede tener naturaleza constitutiva, porque entonces estar’amos creando una instituci—n jur’dica, y no una figura puramente f‡ctica (a menos que ese valor constitutivo se refiera a parejas homosexuales). El an‡lisis de la normativa auton—mica nos lleva en buena medida a pensar que se ha incurrido en una cierta confusi—n. Pero esa confusi—n digamos que "se salva" si se piensa, como antes se ha dicho, que estos registros permiten acceder, no a hechos, sino primordialmente a "declaraciones" de las partes, pero no declaraciones sobre hechos, sino declaraciones sobre voluntades de constituci—n uniones extramatrimoniales. Ya se dijo m‡s arriba que no creemos en las "uniones de hecho", pues normalmente la pareja se crea o nace fruto de un acuerdo o convenci—n, expreso o t‡cito, de constituirse como tal. Siendo las cosas as’, tiene cierta l—gica que se quiera hacer constar esas convenciones. Pero deber’a entonces haberse hecho con todas sus consecuencias, esto es, permitiendo el acceso de todos los detalles y peculiaridades en su caso, sobre la convivencia que se iniciar‡. COMPLETAR. Adem‡s, lo que no deber’a es haberse exigido unas solemnidades como las que se recogen en muchas de estas normas. Entre ellas, el car‡cter constitutivo de la inscripci—n (salvo para cuestiones de D.publico, y aun as’ es dudoso que no puede reurrirse a otras v’as probatorias, frente a la propia Administraci—n). SEGUIR PENSANDO. No vale para las heterosexuales, porque esas s’ que son f‡cticas, a las que no puede aplicarse un registro constitutivo. Todo eso lleva a pensar que si el registro es constituido para p.hetero, su valor deber’a Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 53/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 limitarse a la publicidad de los pactos en materia econ—mica, cuya œnica forma de conocerse ser’a a travŽs del registro (por terceros), estando entonces las partes vinculadas a lo que constase en el registro, mientras no se modificase el mismo. - Presunci—n de convivencia "iuris tantum"publicada por el registro: si la ruptura se produce a voluntad de cualquiera de los convivientes, entonces la eficacia resgistral, aun siendo constitutiva, caer’a por su base y ser’a nula e irrelevante. Ser’a v‡lida en su caso como presunci—n a efectos de suc. Hereditaria, pero no a efectos de otros fines. - (Valpuesta, œltima p‡gina y p‡rrafo) Nos est‡ diciendo es que el problema de la ins. Constitutiva en una Com. no foral, son el fomentar las conductas fraudulentas. Si estableces una Insc. constitutiva y as’ lo dice el propio legislador como base de determ. Beneficios (laborales, s.social), la adm—n. no tendr‡ m‡s remedio que admitir que lo inscrito es cierto veraz y no podr‡ deshacerse. Porque ella misma ha sido quien ha establecido las condiciones: bastar’a el certificado de vigencia del asiento, para obtener los beneficios, y a la adm—n. No le estar’a permitido entonces, si la ley no dice otra cosa, la demostraci—n de que esa convivencia no ha sido real (pues corre de su parte el que los datos inscritos sean acordes con la realidad). - Vinculaci—n por actos propios en todo caso? Y si no es as’, Àpodr’a la adm—n. entrar en el fondo y calificar como uni—n tutelable o no tutelable aquella ya inscrita pero de la que tuviese dudas de si es real o si est‡ vigente, o si cumple las condiciones legales? PENSAR. Lo que sucede es que las leyes forales normalmente disponen que esa no es la œnica v’a de acreditaci—n de la uni—n, sino que cabe cualquier otro medio probatorio (CONFIRMAR). Ahora bien, respecto de pactos econ—micos, pueden llegar a ser casi el medio probatorio por excelencia. - Me parece bien y hasta razonable que las leyes exijan determinados requisitos para la constituci—n (y reconocimiento) de las uniones de hecho, con el fin de poder atribuirles efectos jur’dicos (ver Valpuesta, p.54), pero no hasta el punto de que se les imponga una inscripci—n constitutiva (o cualquier otra forma externa de reconocimiento, v.gr., actos pœblicos, declaraciones formales de voluntad: eso, en el fondo, es una nueva modalidad de matrimonio). (Se est‡ pensando en el fondo en parejas homosexuales: Žste es un tema que lo impregna todo, sobre todo en la regulaci—n de los registros). DUDOSO. La fijaci—n de requisitos supone impl’citamente hablar de inscripci—n constitutiva. La Ley andaluza es un ejemplo (mientras nos e cumplan las condiciones, no se obtienen los beneficios: es as’ seguro??) . PENSAR. - Incidencia del Registro en temas de S.Social, funcionarial, etc.: El legislador no es libre de configurar a su antojo la protecci—n de distintos tipos de familias: la tutela debe ser la misma. Otra cosa es que imponga unas condiciones espec’ficas para otorgar esa tutela, como la inscripci—n registral previa de la uni—n. TŽngase en cuenta Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 54/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 que esas medidas suelen exigir una aplicaci—n inmediata, lo que concuerda bastante mal con la necesidad de un juicio o procedimiento probatorio de la uni—n (proc.judicial sobre todo, aunque tambiŽn puede ser administrativo). Pero d—nde queda entonces el principio de tutela efectiva o de interdicci—n de la indefensi—n, si negamos a las parejas de hecho la demostraci—n de su existencia? Bueno, no habr’a necesariamente un problema: se tratar’a de la fijaci—n de condiciones legales para la obtenci—n de beneficios de orden social o similar, para lo cual es plenamente soberano el legislador, siempre que no incurra en arbitrariedad. Pero quŽ decir entonces de los beneficios "civiles" derivados de las leyes forales (sucesorios, pensiones por ruptura...)? Estos no son propiamente beneficios, sino reconocimiento de derechos civiles, en los que por tanto no deber’an imponerse condiciones "formales" - QuŽ sucede si la uni—n se rompe, y as’ se hace constar en el Registro de Uniones, pero luego resulta que viven juntos? Ver Gavidia, p.284. En realidad, ser’a una nueva uni—n de hecho. (en realidad, gavidia se refiere a los casos en que se disuelve formalmente por la declaraci—n unilateral de uno de ellos, pero sigue de hecho la convivencia. c) Problem‡tica jur’dica concreta de la inscripci—n registral de uniones extramatrimoniales: El acceso de las uniones al Registro resulta en primer lugar, problem‡tico. En concreto la LAPH, en su art.5, impone una serie de condiciones previas para el acceso de la pareja al Registro administrativo (identificaci—n personal, estado civil, residencial habitual en la Comunidad aut—noma andaluza y declaraci—n de no hallaerse incursos en ninguna de las situaciones prohibidas). Parece interesante detenerse en esta œltima condici—n (declaraci—n de incurrir en situaci—n prohibida). Respecto de ella, basta una mera declaraci—n, lo que significa -si dejamos de lado el supuesto de v’nculo matrimonial previo, ya acreditado con la certificaci—n del estado civil actual, requisito b) del art.5.1, y el de la minor’a de edad, que constar‡ en la identificaci—n personal- que no hace falta demostrar de forma fehaciente la falta de parentesco prohibido (letras c) y d) del art.3.2 LAPH). Eso puede llevar a una cierta v’a de entrada en el Registro de esas modalidades de parejas prohibidas. PENSAR. Aparte de estas exigencias, que ser‡n previas, la LAPH exige tambiŽn una suerte de otorgamiento m‡s o menos solemne y pœblico del consentimiento para la uni—n. No comprendemos muy bien a quŽ responde este requisito, porque en realidad la equiparaci—n la uni—n matrimonial en cuanto a requisitos previos, control pœblico o solemnidades, y expresi—n del consentimiento ante una autoridad pœblica, llevan a la conclusi—n de que estamos ante un nuevo tipo o forma de celebraci—n de matrimonio. Las exigencias son pr‡cticamente las mismas. Probablemente, el legislador no ha sopesado las diferencias que a estos efectos van a presentar las uniones extramatrimoniales de ’ndole heterosexual, y las homosexuales. Seguramente, el legislador pensaba en Žstas œltimas, m‡s que en las heterosexuales, mucho m‡s Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 55/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 inclinadas a prescindir de formalidades. De hecho, este sistema puede ser peligroso desde el punto de vista constitucional: es una forma de coaccionar a las parejas de hecho heterosexuales a contraer matrimonio, perdiendo de hecho su libertad de opci—n entre matrimonio o no matrimonio. PENSAR. Para ellas hubiera sido preferible una v’a menos solemne. Afortunadamente, el art.5.3 permite el recurso a la escritura pœblica o a cualquier medio de prueba. Pero esto tiene su aspecto negativo: aunque no se dice que la inscripci—n sea constitutiva, en cuanto admite cualuier medio de prueba de l uni—n, en el fondo parece que se est‡ diciendo, ya que en ningœn momento se establece que los beneficios que concede la ley se otorgar‡n sin el previo, simult‡neo o posterior acceso al Registro de la referida "declaraci—n de voluntad de constituir una pareja de hecho". - Es curioso, por otro lado, que se establezca la necesidad de esa declaraci—n: en el fondo, es el reconocimiento de que, en toda uni—n extramatrimonial, hay una voluntad concorde, expresada en forma expresa o t‡cita, de constituir una uni—n. Con lo cual resulta llamativo que se siga hablando de "parejas de hecho": si la ley concede valor jur’dico a cualquier declaraci—n al respecto, hecha en la forma que sea (libertad probatoria), entonces no hay una uni—n de puro hecho, f‡ctica, sino plenamente "jur’dica", surgida siempre a ra’z de un pacto, acuerdo o convenio de hacer nacer v’nculos -mayores o menores, segœn los casos- entre dos personas del distinto o del mismo sexo. - La misma inscripci—n registral podr’a considerarse ella misma como un presupuesto m‡s -no el œnico ni principal- para la obtenci—n de los beneficios de ’ndole asistencial, funcionarial, etc... Por otro lado, se habla del car‡cter pœblico del acto de manifestaci—n, lo cual sigue siendo sorpredente. d) La eficacia de los nuevos Registros de Uniones o parejas de hecho: - Es especialmente llamativa la "presunci—n de convivencia" que se atribuye a la inscripci—n registral en la Ley andaluza de Parejas de hecho. Sinceramente, no creemos que sea as’. En primer lugar, podr’a estar invadiendo competencias estatales (en materia civil o procesal), a menos que se considere limitada la eficacia de esa presunci—n al campo puramente de Derecho pœblico (el regulado por la citada ley). Desde luego, en el ‡mbito del Derecho privado, no puede cerrarse el recurso a cualquier medio de prueba para demostrar la existencia o la ruptura de la uni—n, al margen de lo inscrito en los citados registros; y parece poco razonable aplicar en ese ‡mbito la presunci—n de convivencia. A lo sumo, esa constancia en un registro pœblico administrativo de esa declaraci—n, puede servir como presunci—n de que esos sujetos quieren vivir juntos, pero no de que lo hacen efectivamente: la convivencia es un dato material, que no puede deducirse de un puro documento, cuyo valor a esos efectos se limita al momento temporal de su emisi—n (igual que sucede en el matrimonio: all’, a pesar de la declaraci—n formal ante la autoridad competente, la prueba de la convivencia -o de la no convivencia- depende de que as’ lo demuestre quien la alega: Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 56/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 no hay norma legal que establezca esa presunci—n, y no hay raz—n para tratar mejor legalmente a las uniones extramatrimoniales que a las matrimoniales). - Hay quien ha dicho (PARRA LUCAN, citada por M.AGUIRRE, p.1108) que la inscripci—n en esos registros puede servir quiz‡s para la prestaci—n de ayudas sociales por esa Administraci—n que los ha creado. Pero incluso hasta esto es bastante dudoso, pues no puede descartarse que la propia Administraci—n que organiza esos registros tenga un conocimiento por otra v’a de la situaci—n real de la uni—n (por ej., ya se ha disuelto; o existe otra inscripci—n contradictoria en otro registro de otra Administraci—n), en cuyo caso no se sentir’a vinculada por sus propios asientos, y la duda se dilucidar’a en un procedimiento judicial, donde cabr’an toda clase de pruebas, y se podr’a entrar en el fondo del asunto. En suma, es bastante dudoso que esa Administraci—n se considere vinculada y atada por sus propios actos (quiz‡s salvo que la inscripci—n fuese constitutiva). PENSAR. - QuŽ eficacia tendr‡ "ad extra", frente a terceros, una uni—n que haya inscrito un pacto, por ejemplo, de adoptar un rŽgimen econ—mico idŽntico al de gananciales? M.AGUIRRE, p.1107-1108 considera que tales pactos ser‡n v‡lidos entre los convivientes s—lo (pero no analiza la posible influencia de la inscripci—n registral). El tema es dudoso, puesto que: en primer lugar, algunas leyes auton—micas dicen que el Registro no tiene efectos frente a terceros en ningœn caso. Obviamente est‡n pensando en los efetos civiles o privados s—lo, y adem‡s en un registro de ’ndole administrativa, que es el œnico que pueden crear constitucionalmente (art.149.1.8¼ CE). Si fuese el Estado el que lo crease y regulase, seguramente ser’a posible dependiendo de c—mo se regulase- esa eficacia frente a terceros. PENSAR. - Parejas que no pueden inscribirse: habr’a que discernir los aspectos que conciernan a su consideraci—n "como familia", en cuyo caso es razonable que el estado establezca l’mites o prohibiciones sobre su consideraci—n como familia, y no le atribuya los efectos propios de ella. Pero por otro lado, esas uniones, aun contrarias a la concepci—n que el estado tiene sobre quŽ debe ser "familia", Žste deber’a sin embargo otorgarles algœn tipo de reconocimiento en los aspectos concernientes la relaci—n afectiva, el libre desarrollo de la personalidad, y las consecuencias anejas ello (acaso, el tema sucesorio). De todos modos, el tema sucesorio es complicado: el legislador no tiene la obligaci—n de prever un modelo de sucesi—n intestada para esas uniones an—malas, dada su excepcionalidad: lo l—gico ser’a remitirlas a las espec’ficas disposiciones testamentarias (libertad de de testar): aunque siempre se nos plantear‡ el problema concreto de una pareja uno de cuyos miembros fallece sin haber otorgado testamento (remisi—n a la voluntad presunta del causante? PENSAR: creo que no es razonable, al menos como criterio legal uniforme y de alcance general: no hay raz—n para un modelo legal dispositivo para una uni—n reprobable desde el punto de vista social). - Convendr’a analizar el art.32 CE: est‡ en otras constituciones? Responde a la necesidad de romper con el pasado y de reconocer el divorcio? Si es as’, entonces su valor ser‡ muy relativo o escaso en materia de U. de hecho. Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 57/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 - (Trabajo de Fernando) Hace girar su exposici—n alrededor de lo que est‡ o no permitido. Uniones no permitidas: deja entrever que el legislador no tiene obligaci—n de dar una regulaci—n a esas situaciones y darles efectos jur’dicos. Eso puede ser un inconveniente en este tema. Es decir, que puede suceder que aun siendo una relaci—n que pudiera ser imposibilitadora del matrimonio, el legislador, al no tener obligaci—n, lo deje al margen, y no le dŽ ningœn efecto jur’dico. Dejando no obstante la posibilidad de pactos, que acaso tambiŽn podr’an ser contrarios al Orden pœblico (pero esto es bastante m‡s dudoso). - El legislador no debe entrar en las razones por las que un sujeto establece una disposici—n testamentaria a favor de un pariente pr—ximo o de un conviviente aunque estŽ casado con otra persona (igual que en la uni—n de hecho entre parientes pr—ximos). - Influencia futura de las regulaciones de uniones. de hecho en la instituci—n matrimonial: - La habitual libre disolubilidad (o desistimiento unilateral) de las uniones de hecho puede traer consigo una reforma en la regulaci—n del matrimonio en el sentido de facilitar o flexibilizar bastante m‡s las causas de disoluci—n por divorcio, que de momento, adem‡s de "kafkianas", son demasiado duras. Hast el punto incluso de cuestionar su constitucionalidad. Es cierto a este respecto, que el art.32.2 CE no establece pautas concretas sobre las posibles causas de divorcio -simplemente se limita a incluirlas como materia objeto de reserva legal-, pero no podemos perder de vista el influjo que puede ejercer el art.10 CE y el principio del libre desarrollo: una legislaci—n de divorcio que ponga frenos o cortapisas injustificados a la libre disoluci—n, puede acabar afectando sustancialmente a ese "libre desarrollo": seguramente por eso, en legislaciones -Vgr. Americanas- mucho m‡s individualistas que la nuestra se potencia el divorcio por petici—n unilateral y sin alegaci—n de justa causa. ÀQuŽ raz—n impide que nuestro Derecho de familia futuro acoja este criterio, sin duda mucho m‡s acorde con las necesidades individuales de los miembros de la pareja casada (prescindiendo de otros intereses en juego, como el de los hijos -cuy lesi—n no es por cierto constatable, sino quiz‡s a la inversa: con frecuencia es preferible para ellos una r‡pida disoluci—n-, o del de terceros -seguridad jur’dica-). - En materia de pensi—n: la irrenunciabilidad previa establecida en las leyes auton—micas para las parejas de hecho, puede arrastrar a defender lo mismo en las pensiones matrimoniales, en donde no hay norma expl’cita al respecto (m‡s bien, era defendible, aplicando el "sensu contrario" respecto de los alimentos, su previa renunciabilidad). Ver Gavidia, p.248, sobre legislaci—n francesa. - Un campo de incidencia: el de las pensiones por desequilibrio: de hecho, ya est‡ sucediendo en Baleares: Pero piŽnsese en la duraci—n de la pensi—n (en Catalu–a es de tres a–os como m‡ximo: por quŽ no tambiŽn para los matrimonios?). - Quiz‡s pueda haberla tambiŽn en materia de alimentos: si hay libertad para exigirlos o no en U. de hecho,, podr’a acabarse con la irrenunciabilidad de los alimentos. C—mo? Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 58/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 Admitiendo que pueden desaparecer tras la separaci—n, cuando haya constancia indubitada de que se quiere el divorcio (Tener en cuenta que los alimentos entre c—nyuges se basan en el matrimonio, y que Žste mantiene la obligaci—n legal de alimentos incluso tras la separaci—n, como una suerte de voluntad impl’cita de no romper el v’nculo: cuando la constancia sea la contraria, deber’a admitirse el cese de la obligaci—n de alimentos. La cuestion competencial: La STS de 2001 es una clara expresi—n de la impotencia de los juzgadores ante la situaci—n generada por la diversidad legislativa de las CC.AA:, y su inexistente regulaci—n a nivel estatal. Se busca un atajo que s—lo lleva a consecuencias totalmente insatisfactorias, en tŽrminos tŽcnico-jur’dicos. La cuesti—n de la inconstitucionalidad de estas leyes: No voy a entrar en el asunto. S—lo expresar la mayor sensibilidad de algunas CC.AA. respecto del Estado. QuŽ suceder‡ cuando haya regulaci—n estatal? Pues seguramente que se mantendr‡n las diferentes regulaciones auton—micas (en las CC.AA. con competencia civil), con el riesgo de desequilibrios inaceptables (s—lo que quiz‡s a la inversa de lo que sucede ahora, si resulta que la ley estatal es m‡s favorecedora de las U.hecho que las actuales leyes auton—micas. A modo de introduccion: Parece interesante introducir (s—lo para la conferencia) los posibles campos en los que la legislaci—n auton—mica sobre uniones de hecho, en concreto la andaluza, podr’a tener: De manera espec’fica, la citada normativa introduce una serie de ‡mbitos, en los que, como aprece obvio, se produce una equiparaci—n legal entre uniones matrimoniales y uniones no matrimoniales: Centros residenciales para mayores (art.14) Actuaciones en materia de drogodependencias (art.15) - Intervenciones en materia sanitaria (informaci—n previa sobre enfermedades y tratamientos; consentimiento para intervenciones quirœrgicas): art.16) - Prestaciones sociales susceptibles de ser concedidas por la Junta de Andaluc’a (art.13): muy amplio. - Relaciones jur’dicas con las Administraciones pœblicas de Andaluc’a (art.17): tambiŽn muy amplio. Veamos otros supuestos incluidos en otras legislaciones auton—micas de territorios sin Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 59/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 derecho civil especial o foral: COMPLETAR. Una lectura a los repertorios de legislaci—n auton—mica nos pone sobre la pista de mœltiples posibilidades en la equiparaci—n: COMPLETAR. Hay una pregunta previa: ÀPor quŽ ahora esta tendencia, que parece imparable, hacia la equiparaci—n? ÀC—mo es posible que hayamos pasado -estemos pasando- de unos criterios, doctrinales y jurisprudenciales, muy reacios a la equiparaci—n entre unas y otras uniones, a otros claramente favorables a la equiparaci—n? Una aclaraci—n: esto no sucede s—lo respecto de las medidas jur’dicas de orden social, econ—mico o fiscal, esto es, en el campo de las relaciones jur’dicas t’picas de Derecho pœblico (administrativas, fiscales, de fomento, sociales, etc.). TambiŽn es posible encontrar esa misma tendencia en el ‡mbito iusprivatista, en la regulaci—n (o el tratamiento jurisprudencial) de materias t’picamente civiles (asignaci—n de la guarda de hijos menores comunes, de la vivienda familiar, reglas sobre contribuci—n a las cargas familiares, sobre obtenci—n de una compensaci—n tras la ruptura de la uni—n, atribuciones sucesorias, etc...). A esto se responde con unas consideraciones generales sobre las uniones de hecho extramatrimoniales, en relaci—n al matrimonio. Ideas sobre el tema sucesorio: La diferencia sucesoria entre los casados y los que optaron por no casarse es una de esas diferencias que, segœn Gaviria (p.71) puede hacer insoportable legalmente la diferenta entre unos y otros sujetos, con lesi—n del principio del libre desarrollo. Si a ello se unen otra serie de diferencias legales, parece razonable una reinterpretaci—n como medida menos dr‡stica- de las normas legales, para evitar la inconstitucionalidad. Gavidia, p.74 habla de una laguna sobrevenida, que debe ser cubierta, para referirise a las uniones de hecho equiparables a los matrimonios por su finalidad y caracteres. . Si lo que diferencia al matrimonio de la Uni—n libre es la pura existencia de v’nculos jur’dicos (deberes conyugales, de los que a su vez derivan otros efectos, segœn Gavidia), creo que el tema sucesorio no es de esos temas en los que debe verse un motivo de diferencia, pues, en cuanto a las reglas intestadas por ejemplo, la atribuci—n de bienes a los herederos intestados no son manifestaci—n del cumplimiento de un deber nacido del matrimonio. Acaso s’ en materia de leg’tima. En cuanto a los alimentos tras la separaci—n matrimonial: Por quŽ se mantiene esa obligaci—n? La raz—n hay que encontrarla en que la separaci—n (de hecho o judicial) implica una cierta presunci—n (legal) de mantenimiento del v’nculo (se presume que las partes quieren tener aœn abierta la posibilidad de reconciliaci—n y el restablecimiento de la convivencia: esta idea justificar’a el deber de la alimentos y plantear’a la duda sobre si se quiere o no como heredero o como legitimario al otro Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 60/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 c—nyuge, en caso de muerte: pero entonces deber’a permitirse dejar a voluntad del que testa la posibilidad de decidir si quiere o no mantener a su otro c—nyuge con los mismos derechos sucesorios que le corresponden en circunstancias normales. PENSAR). Pero Ày si se interpone demanda de divorcio por uno de los c—nyuges? ÀNo habr’a cesado ya esa presunci—n, invirtiŽndola por la contraria? Si a ello se une un pacto de exclusi—n de alimentos, libremente consentido, ÀquŽ impedir‡ a un juez decretar el cese de los alimentos? Debe recordarse que la cesaci—n del deber de alimentos se puede producir, segœn el art.152 CC, cuando concurre causa de desheredaci—n. Esa puede ser una v’a importante de la que t‡citamente se deduzca la posibilidad de hacer cesar los alimentos a voluntad del alimentante. No obstante, la cesaci—n del deber de alimentos, a voluntad del alimentante, puede perjudicar a terceros (los que tendr’an deber de alimentar en defecto del primero), y esa puede ser una raz—n para la continuaci—n del deber por el c—nyuge separado. Adem‡s, esta idea supone partir de un prejuicio: suponer que debe ser el c—nyuge el que alimente en situaciones de crisis matrimonial. SEGUIR PENSANDO. Habr’a que defender una reforma legal en la direcci—n de admitir la cesaci—n del deber de alimentos a partir de la separaci—n, al menos cuando exista voluntad clara de ruptura matrimonial pero Žsta no se pueda lograr inmediatamente por exigencias legales de las causas de divorcio. Del mismo modo que la separaci—n supone una modificaci—n en el rŽgimen legal sucesorio (intestado o legitimario), en el sentido de presumir que ya no se le quiere como heredero, habr’a que hacer lo mismo con los alimentos tras la sepraci—n. PENSAR. ÀNo es un tanto absurdo el cambio de contenido del deber de alimentos, desde las situaciones normales hasta las de crisis matrimonial, en las que se aplicar’a el art.142 ss.Ccivil? ÀQuŽ justifica y fundamenta ese cambio en el contenido del deber de alimentos (la doctrina no lo ha estudiado convenientemente)? Quiz‡s haya un tema de protecci—n de terceros en la irrenunciabilidad del derecho de alimentos: si renuncio al deber frente a mi c—nyuge, teniendo necesidades vitales, ser’a otro pariente el que tendr’a que ocuparse de satisfacerlos, con el riesgo de fraude o de lesi—n que eso conllevar’a; adem‡s quedar’a ese tercero un tanto indefenso ante la renuncia (bueno, siempre podr’a recurrir al art.6.2 CC, que proh’be la renuncia de derechos en perjuicio de terceros). Esto es no obstante dudoso: estamos partiendo de que se trata de una "renuncia", y no de una "causa natural" del cese del deber de alimentos (Por supuesto, dejamos al margen la subsistencia del derecho a la pensi—n compensatoria, por tener otro fundamento). En suma, somos partidarios de una clasificaci—n o diferenciaci—n entre distintos tipos de uniones extramatrimoniales: o 1. Las uniones no familiares: son v’nculos, afectivos o de orden laboral o puramente convivencial, que el Derecho no debe proteger de modo general, sino, en su caso, a Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 61/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 determinados efectos puntuales (v.gr., en cuanto a la vivienda). o 2. Las uniones extramatrimoniales familiares: Dentro de ellas, a su vez: ¤ - Las normales: con su rŽgimen jur’dico, asimilable a las uniones matrimoniales, en mœltiples aspectos. Estudiar los aspectos en donde habr’a excepci—n (rŽgimen econ—mico; alcance de los deberes rec’procos entre los convivientes y posibilidades de alteraci—n; medidas para la protecci—n de terceros y defensa de la seguridad jur’dica...). ¤ - Las an—malas: en ellas, no deben regir los mismos principios y reglas que tutelan la "familia", sino s—lo aquellas normas previstas para regular aspectos relacionados con los v’nculos afectivos (v.gr., reglas de sucesi—n intestada, pero no con leg’timas), con la convivencia continuada (v.gr., cuestiones relativas a arrendamientos o uso de vivienda habitual; derecho a conservar el ajuar de la pareja...), o similares. PENSAR. 1.Las uniones extramatrimoniales de personas del mismo sexo: Creemos que debe d‡rseles un trato espec’fico, porque en ellas no existe la posibilidad de celebrar matrimonio. Lo primero que debe hacer el legislador espa–ol (o auton—mico), es plantearse si socialmente tienen esas uniones la consideraci—n de "familia" o nœcleos familiares. Si se le da una respuesta afirmativa -como seguramente se acabar‡ por hacer, m‡s tarde o m‡s temprano, a la vista de la evoluci—n de nuestra sociedad-, entonces deben regir los mismos principios y reglas aplicables a aquellas uniones antes vistas en las que se daba esa caracter’stica. Y adem‡s deber’a permit’rseles una uni—n formal asimilable a la del matrimonio (discriminaci—n positiva: de acuerdo con Gavidia). CUESTION: Pero quŽ normas existen en nuestro ordenamiento, en concreto en su ‡mbito civil (no en el fiscal, donde existe mayor claridad; o en el administrativo, laboral o de seguridad social, etc...) que estŽn establecidas precisamente en atenci—n a la tutela de la familia, esto es, como espec’fico desarrollo del art.39.3 de la Constituci—n? La cuesti—n es complicada, y exige un an‡lisis particularizado en profundidad de cada una de las normas hipotŽticamente dise–adas con ese objetivo (y redactadas preferiblemente despuŽs de la promulgaci—n de la Constituci—n). PENSAR. Alimentos entre convivientes: Ver Vattier, CCJC,38, p.650) Creo que no se sustenta en un pacto t‡cito; por tanto, creo que no es correcto el criterio establecido en algunas leyes, de equiparr deber de alimentos en el matrimonio y en U. de hecho. No se deja de ser familiar por el hecho de que no haya deber asistencial rec’proco (o de que, existiendo, consista en algo diferente al deber legal ex art.143 ss. CC. Responsabilidad por deudas: es un tema de conflicto de intereses, y no deprotecci—n de la familia. Hay debajo una tutela de los terceros, que desconocen si hay o no matrimonio (o que creen que lo hay, y por eso contratan), o de protecci—n de la apariencia. PENSAR. Pero aqu’ s’ se necesita una norma "ad hoc", pues al no existir Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 62/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 raz—n de protecci—n de la familia, el legislador podr’a disponer otra cosa. A falta de ella, no cabe el recurso a la analog’a. PENSAR. Cuidado: esa responsabilidad concierne a cargas familiares (es decir, atenciones ordinarias de la familia) y s—lo a ellas: luego hay raz—n "familiar" de tutela. La contribuci—n a las cargas familiares tiene, a mi juicio, su fundamento en el pacto mismo (pacto o acuerdo de constituir una uni—n "familiar"): otra cosa es su trascendencia frente a terceros (que puede ser una opci—n del legislador). ---------------------NOTAS: [1] En cuanto a la terminolog’a que se va a usar en este trabajo, emplearemos indistintamente las expresiones tradicionales de uniones de hecho, uniones o parejas estables o uniones extramatrimoniales, aunque nos parece preferible esta œltima expresi—n, por ser m‡s amplia y a la vez m‡s precisa que las anteriores. En concreto, la m‡s usada de "uniones de hecho" est‡ sujeta a una serie de objeciones a las que luego se har‡ referencia, pero sin que ello haga totalmente inservible la expresi—n. Respecto al giro "parejas estables" o "uniones estables", creemos que supone una aproximaci—n inadecuada a la figura matrimonial, y adem‡s excesiva, pues exige a las parejas no casadas un "plus" que el legislador no se atreve a imponer -para protegerlas- a las uniones matrimoniales; adem‡s, tampoco es la estabilidad un requisito general de las uniones no matrimoniales para ser protegidas, ya que algunas leyes auton—micas las tutelan y cobijan en ocasiones aun cuando esa estabilidad no exista (v.gr., cuando hubo hijos de la uni—n pero Žsta se disolvi— r‡pidamente). Finalmente, no usaremos la expresi—n "convivencia o uni—n more uxorio", precisamente porque entendemos que de la misma parten una serie de prejuicios que no han hecho ningœn bien al tratamiento legal de estas situaciones: pensamos que el legislador, si quiere ocuparse de las uniones no matrimoniales, deber’a hacerlo con independencia de si entre ellas existe o no una aproximaci—n o apariencia de matrimonio. [2] A d’a de hoy, y salvo el tema de la aplicabilidad a las uniones de hecho de las disposiciones del rŽgimen econ—mico matrimonial, y su posible liquidaci—n tras la ruptura (aunque tambiŽn en este campo ha habido ya algœn acercamiento, bastante discutible por cierto, como el recogido en la STS de 17 de enero de 2003),la jurisprudencia de la Sala Civil del Tribunal Supremo ya ha llegado a la casi total equiparaci—n en todos los temas que all’ se han tratado (reglas sobre asignaci—n de guarda y custodia de hijos nacidos de la uni—n, atribuci—n de la vivienda familiar, pensiones por desequilibrio, etc...). Resulta interesante preguntarse a este respecto, no tanto por los criterios o argumentos formales por los que se ha llegado a ello, sino por las razones de fondo, por los condicionantes que han obligado a un cambio de rumbo tan espectacular como el producido, si se compara con la doctrina jurisprudencial de hace diez a–os, y mucho m‡s si se la compara con la de hace veinticinco o treinta a–os. Parece claro, por un lado, la enorme presi—n social que vienen sufriendo en este campo nuestros jueces y Tribunales, pero, junto a ello, Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 63/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 tampoco puede dejar de reconocerse que el cambio se ha generado despuŽs de un per’odo de reflexi—n en el que esos mismos —rganos jurisdiccionales han llegado al simple convencimiento de la justicia inherente a la equiparaci—n. Hay probablemente una raz—n de fondo intuitiva y no suficientemente bien pensada. Nuestro trabajo aspira a dar cumplida y certera respuesta a esa nueva tendencia de la jurisprudencia, entre otras cosas. [3] Esta es la perspectiva adoptada, por ejemplo, por la Ley foral 6/2000, de 3 de julio, para la igualdad jur’dica de las parejas estables, del Parlamento navarro, cuyo art.8 autoriza a las parejas estables (hetero y homosexuales) la posibilidad de adopci—n conjunta. [4] Vid. a t’tulo de ejemplo, y desde diversas perspectivas ideol—gicas, GAVIDIA, J., "ÀEs la uni—n libre una situaci—n an‡loga al matrimonio?", Revista Jur’dica del Notariado, n¼ 32, octubre-diciembre 1999, pag.262, quien considera que han adquirido la consideraci—n de "familia", no s—lo respecto de la relaci—n de filiaci—n, sino tambiŽn en lo relativo a la relaci—n entre los convivientes; LLEDî YAG†E, F., comentario a la STS 20 octubre 1994, en Cuadernos Civitas de Jurisprudencia Civil C.C.J.C., nœm.37, enero-marzo 1995, pag.350. [5] Con buen criterio, VALPUESTA FERNçNDEZ, M.R., "La institucionalizaci—n jur’dica de la pareja. Registro de parejas de hecho", en la obra "Las uniones de hecho" (Coord. Por M» Paz S‡nchez Gonz‡lez), Universidad de C‡diz, 1995, pag.54, considera que para la consideraci—n de familia de la uni—n homosexual no es suficiente una ausencia de rechazo o reprobaci—n social, sino que debe haberse consolidado socialmente y seR aceptada por los valores imperantes. [6] Vid. al efecto TALAVERA FERNANDEZ, P.A., Fundamentos para el reconocimiento jur’dico de las uniones homosexuales.Propuestas de regulaci—n en Espa–a, Madrid, 1999, pag.63-64. [7] En esta misma l’nea, VALPUESTA FERNANDEZ, M.R., "La institucionalizaci—n jur’dica de la pareja. Registro de parejas de hecho", en el volumen Las uniones de hecho (Coord. M»Paz S‡nchez Gonz‡lez), Universidad de C‡diz, 1995, pag.53. [8] Vid. GAVIDIA, "ÀEs la uni—n libre..." cit., pag. 224, quien remite al "legislador positivo", para que con criterios de razonabilidad o de orden pol’tico legisle en unos tŽrminos igualitarios o no. [9] En una l’nea muy similar a la defendida, vid. PANTALEON, ob.cit., pag.74 y 76. [10] En contra de esta posici—n, MARTIN CASALS, M., "Informe de derecho comparado sobre la regulaci—n de la pareja de hecho", A.D.C., 1995, IV, pag.1714. [11] Adem‡s, esas nuevas figuras no tienen por quŽ afectar a la existencia misma de la instituci—n matrimonial, ya que, en el fondo, son o pueden ser nuevas manifestaciones o concepciones de matrimonio, que en realidad vienen a confirmarlo Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 64/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 como instituci—n necesaria en la sociedad, o a complementarlo, pero nunca a destruirlo. [12] Ha dicho el profesor PANTALEON, "RŽgimen jur’dico civil de las uniones de hecho", en la obra Uniones de hecho (Eds. J.M.Martinell y M.T.Areces Pi–ol), XI Jornades Jur’diques, Universitat de Lleida, 1998, pag.70, que el trato de privilegio que tradicionalmente ha recibido el matrimonio proviene de que Žste se basa en la posibilidad de procreaci—n; idea Žsta que en la actualidad debe ser desechada, y por tanto permitirse el matrimonio o la institucionalizaci—n jur’dica de la convivencia homosexual. [13] Ni siquiera est‡ claro que el art.32 CE suponga una garant’a de la instituci—n matrimonial. Tal como est‡ redactado el precepto constitucional, el derecho reconocido parece agotarse en su ejercicio mismo, sin ir m‡s all‡, sin atender o pensar en la instituci—n matrimonial, y en una defensa de la misma frente a posibles atentados legislativos. Probablemente, la tutela llega hasta el punto de no impedirse legalmente el acceso al matrimonio a quienes reœnan unas condiciones de madurez razonables, pero no hasta el l’mite de construir una defensa infranqueable que blinde la instituci—n en su desenvolvimiento y en su cesaci—n o extinci—n. La idea antes expuesta de que el "derecho a casarse" del art.32 deriva del principio del libre desarrollo conecta con esta idea de que la tutela constitucional llega al momento de la celebraci—n, a su mismo ejercicio, y no m‡s all‡. PiŽnsese, si no, en el car‡cter abierto y de norma en blanco del apartado 2 del art.32, que remite al legislador ordinario la fijaci—n de los dem‡s aspectos relativos al matrimonio, d‡ndole casi total libertad para su desarrollo legal. [14] De "familia contractual o voluntar’stica" nos habla algœn autor, como MARTINEZ DE AGUIRRE, Diagn—stico sobre el Derecho de familia", Univ. De Navarra, 1996, pag.25, para referirse a estas nuevas modalidades de familia que son las uniones no matrimoniales. [15] Dejamos de lado los supuestos, cercanos a lo delictivo, cuando no abiertamente constitutivos de delito, en los que una persona convive con otra a la fuerza o mediante coacci—n f’sica o ps’quica. [16] As’, LLEDî, ob.cit., pag.354, quien considera, siguiendo a Lacruz, que en el matrimonio no pueden los convivientes determinar su propio estatuto personal, lo que repercute en la ineficacia jur’dica de los pactos en las uniones de hecho. TambiŽn MESA MARRERO, C., Las uniones de hecho. An‡lisis de las relaciones econ—micas y sus efectos, Ed.Aranzadi, 1999, pag. 112, se muestra contraria a los pactos sobre los aspectos personales de la convivencia, aunque no de los patrimoniales. [17] En esta l’nea, LLEBARIA SAMPER, S., "Consecuencias de una convivencia prometiendo en matrimonio: indemnizaciones y analog’as matrimoniales. Comentario a la sentencia del Tribunal Supremo de 16d e diciembre de 1996", Rev.Jur’dica La Ley, Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 65/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 1997-5, pag.1629. MARTINEZ DE MORENTIN, M.L., "Las uniones de hecho o la aversi—n a determinadas normas jur’dicas", Actualidad Civil, n¼ 42, 10 al 16 de noviembre de 2003, pag.1126-1127. [18] Prueba de esa licitud puede ser el caso de existencia de "pacto privado" sobre el futuro rŽgimen de convivencia entre dos personas que han contra’do matrimonio, pero est‡n incursos en causa de nulidad del mismo: parece claro que la ulterior declaraci—n judicial de nulidad matrimonial, existiendo un rŽgimen de convivencia pactado y acreditable, no necesariamente impedir‡ la eficacia de lo acordado, si la causa de nulidad no es de las que conciernen a vicios del consentimiento, a pesar de lo dispuesto en el art.79 CC (que parece limitar la eficacia de ese matrimonio nulo matrimonio putativo- a los hijos, los terceros de buena fe y el contrayente de buena fe). En tales casos, si no hubo alteraciones en relaci—n a lo que ser’a el conjunto de derechos y deberes legales propio de un matrimonio normal, ser’a defendible la aplicaci—n, mientras dure la convivencia (incluso si sigue despuŽs de la sentencia firme de nulidad), de un rŽgimen asimilable al matrimonial, en aplicaci—n del principio de autonom’a privada (salvo en todo aquello que concierna a la protecci—n de intereses de terceros de buena fe). [19] Vid. al respecto art.5 de la Ley foral navarra de 3 de julio de 2000; art.5 de la Ley 6/1999, de 26 de marzo, de parejas estables no casadas, del Parlamento de Arag—n; art.4 de la Ley 18/2001, de 19 de diciembre, de Parejas estables, de las Islas Baleares; art.3 de la Ley 10/1998, de 15 de julio,d e uniones estables de pareja, del Parlamento de catalu–a, entre otras. [20] As’, art.4.2 de la Ley Balear de 2001; art.5.2 de la Ley aragonesa de 1999; art.2.2 de la Ley 1/2001, de 6 de abril, de Regulaci—n de las uniones de hecho, de la Comunidad valenciana, entre otras. [21] Del mismo modo que tampoco lo hacen respecto del matrimonio, pues la doctrina suele estar de acuerdo en que, tras la celebraci—n del matrimonio (no antes ni en el momento de celebrarse, lo que podr’a ser causa de nulidad matrimonial, a pesar de que el art.45.2 disponga que tengan por no puestas las condiciones ni los "modos"), los casados pueden alterar sus v’nculos obligaciones t’picos de fidelidad, convivencia, ayuda y socorro mutuo, por otro rŽgimen distinto, m‡s matizado, o incluso diametralmente opuesto, en ejercicio de su autonom’a privada y del libre desarrollo de su personalidad (art.10 CE). El efecto derivado de ese cambio de criterios y de rŽgimen de deberes-derechos radica en afectar a la posible concurrencia o no de causa de separaci—n matrimonial por incumplimiento de deberes (que ya no podr’a alegarse como tal si alguno de esos deberes ha sido totalmente excluido por pacto), pero no en su ilegalidad. Obviamente, se tratar’a de un acuerdo con eficacia interna, que no trascender’a al exterior ni ser’a oponible a terceros mientras no se les diese a conocer a travŽs de un pacto de capitulaciones matrimoniales, con acceso al Registro Civil (o el tercero que contratara con alguno de ellos aceptase el cambio de rŽgimen derivado del pacto, cuando se diese a conocer una f—rmula de responsabilidad "ad extra" distinta de la genŽrica del matrimonio (art.1319 ss. CC). Obviamente, se tratar’a de un t’pico pacto de limitaci—n de la responsabilidad patrimonial (a s—lo Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 66/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 determinados bienes o conjuntos de ellos). [22] Ahora bien, el hecho de que esa convivencia se extienda en el tiempo, no significa que deba legalmente reconocerse a la misma un estatuto de derechos y deberes, en el sentido de imponerse deberes como los de fidelidad, asistencia o socorro mutuo, etc.. MARTIN CASALS, ob.cit., pag.1727-1728 nos da cuenta de c—mo la jurisprudencia francesa œnicamente admite, en defecto de pacto expreso, el nacimiento entre los convivientes de un genŽrico deber de lealtad y de actuaci—n conforme a la buena fe (del que en su caso podr’a derivar un deber de indemnizaci—n en caso de ruptura intempestiva), posici—n que nos parece bastante acertada en su traslaci—n tambiŽn a la pr‡ctica espa–ola. [23] Por eso, existe una cierta incoherencia en algunas de las leyes auton—micas que regulan esta materia, ya que se autodenominan leyes "de uniones de hecho" o de "parejas de hecho", y luego excluyen como tales a aquellas en las que se acord— "ab initio" una relaci—n temporal o no exclusiva, pero luego se produjo "de hecho" o materialmente la continuidad y exclusividad precisan para su protecci—n legal. [24] Es m‡s, tanto en Žstas como inclusive en las uniones prohibidas, es defendible que se siga un rŽgimen jur’dico comœn, al menos en cuanto a los efectos derivados de la ruptura, tal como de algœn modo se puede deducir de la jurisprudencia vigente, que tiende a la asimilaci—n en todos los temas relacionados con la ruptura de la uni—n, con buen criterio a nuestro juicio. Pero sobre esto volveremos m‡s adelante. [25] PiŽnsese, a este fin, en la relativa frecuencia y tradici—n de los matrimonios de conveniencia (matrimonios de interŽs para los dos contrayentes), que son perfectamente legales en cuanto verdaderamente queridos (esto es, no simulados), y adem‡s aceptados socialmente, en los cuales se guardan unas apariencias (apariencia de familia), pero en el que cada sujeto dispone de libertad sexual plena o casi plena. [26] Nadie, sensatamente, puede defender, con base en las distintas leyes auton—micas, que la comisi—n de una infidelidad por alguno de los miembros de la uni—n provoca de forma autom‡tica la expulsi—n de la misma del ‡mbito de las uniones protegidas. Entre otras cosas, porque, como ya se ha dicho, Žsa es una cuesti—n que concierne a la intimidad de las personas y las familias. Mientras la uni—n persista, y ninguno de sus integrantes haga manifestaci—n de querer darla por concluida, debe seguir siendo tutelada, a pesar del mayor o menor nœmero de "infidelidades" o del m‡s o menos exacto cumplimiento de la exclusividad. [27] Incluso GAVIDIA, "ÀEs la uni—n libre...?" cit., pag.290-291 llega a admitir, con base en las reglas generales de la autonom’a contractual (art.1255 CC: ley, moral, orden pœblico) y siempre respetando esos l’mites, la licitud de las estipulaciones que afecten al principio de igualdad entre los convivientes. [28] De todos modos, la exigencia de publicidad o notoriedad de la uni—n como requisito para ser tutelada y doada de unos beneficios legales asimilados a los del Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 67/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 matrimonio, debe ser puesta en tela de juicio. En tanto en cuanto se pueda probar, por otros medios distintos de los testificales, la existencia de la uni—n m‡s o menos estable, no deber’a desprotegerse a estas uniones no externas o no pœblicas. No puede dejarse su tutela jur’dica al mayor o menor conocimiento pœblico de la misma (piŽnsese en una uni—n que convive en lugar apartado durante a–os, o en una uni—n que permanentemente se desplaza de lugar y cambia de residencia con mucha frecuencia), siendo posible que tambiŽn en ellas se presenten los mismos problemas que en las dem‡s -sobre todo a la hora de su ruptura- y sea entonces razonable aplicarles las mismas soluciones que a las protegidas. Sobre ello volveremos m‡s abajo. [29] Es m‡s, existe una corriente doctrinal que se ha planteado, en las ant’podas ideol—gicas de lo que aqu’ se analiza y sostiene, la posible incorporaci—n a nuestras leyes de dos tipos de matrimonio, uno disoluble, y otro indisoluble de partida, fruto del convencimiento de los contrayentes acerca de las bondades de la indisolubilidad (vid. a t’tulo de ejemplo, MARTINEZ DE AGUIRRE,C., Diagn—stico sobre el Derecho de familia, Univ. de Navarra, 1996, en particular pags. 201 ss.). Con independencia de esta posici—n doctrinal (e ideol—gica), que no compartimos ni siquiera desde una perspectiva tŽcnico-jur’dica, ya que esa indisolubilidad originaria, caso de que pudiera imponerse, nunca podr’a impedir la disoluci—n ulterior, en ejercicio del principio de "libre desarrollo" (art.10 CE), es indudable que su planteamiento obedece a una tendencia cada vez m‡s fuerte a negar la consideraci—n unitaria del matrimonio, como modelo r’gido e inalterable ("a priori"), y a empezar a dar cabida a otras modalidades de matrimonio-familia, tambiŽn aceptadas socialmente en la actualidad o en un futuro ya pr—ximo. A mayor abundamiento, entendemos que nuestro legislador estatal, cuando finalmente llegue a plantearse una regulaci—n legal de las uniones no matrimoniales de distinto o del mismo sexo, si realmente quiere dar una respuesta correcta las aspiraciones sociales que est‡n en la base de este movimiento de juridificaci—n de aquŽllas, deber’a empezar por analizar y decidir sobre el posible reconocimiento de otras uniones legales diferenciadas de la matrimonial, o el reconocimiento de diferentes modalidades de matrimonio segœn su contenido. S—lo as’ se podr’a hacer un enfoque correcto del fen—meno de las uniones no matrimoniales. Porque pudiera ser que, a d’a de hoy o en un futuro no lejano, los ciudadanos que optan por no contraer matrimonio, lo hacen, no por rechazo a las formalidades y v’nculos matrimoniales, sino muy al contrario, con el deseo de gozar de v’nculos con fuerza legal, pero con una configuraci—n de los mismos distinta de la del matrimonio actual, que es unidireccional y uniforme. No puede ser un obst‡culo para ello la inseguridad jur’dica que se podr’a generar, ya que este inconveniente se salvar’a a travŽs de la adecuada publicidad de esa nueva o nuevas modalidades de uni—n matrimonial o legal (si es que se pretende que tengan efectos frente a terceros). [30] Vid. a t’tulo de ejemplo, RAGEL, L.F., ÀA quŽ obliga el matrimonio?, Salamanca, 1998, pag.60-61. [31] Vid. en un sentido pr—ximo al aqu’ defendido, ESPINAR VICENTE, J.M., "Sobre la Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 68/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 urgente necesidad de reformar la regulaci—n jur’dica del matrimonio", A.C., n¼19, 5 al 11 de mayo de 2003, pag.481, quien habla del car‡cter delicuescente del contenido de la instituci—n matrimonial. [32] Sobre el valor del art.10 CE como garante de la autonom’a de la voluntad, vid. GAVIDIA SANCHEZ, J., ""La libertad de elecci—n entre el matrimonio y la uni—n libre", en Rev. Derecho Privado y Constituci—n, n¼ 12, 1998, pag.70. [33] Cfr. al respecto, en relaci—n al incumplimiento del deber de fidelidad, el reciente trabajo de SANCHO VILLARREAL, L., "El deber de fidelidad conyugal como obligaci—n jur’dica y consecuencias jur’dicas de su infracci—n", Revista de Derecho de Familia, n¼ 12, pag. 77 ss.. [34] Se trata de la sentencia del Tribunal Supremo de 30 de julio de 1999, comentada precisamente por el autor antes citado. En ella se niega el derecho a obtener indemnizaci—n por da–os morales al var—n de una uni—n matrimonial, posteriormente disuelta, por haberle ocultado su esposa durante varios a–os la procedencia extramatrimonial de los dos hijos nacidos durante la vigencia de la uni—n. [35] Del mismo modo, no puede tampoco descartarse como l’cito un acuerdo de convivencia en el que se disponga por las partes una serie de causas concretas de disoluci—n de la relaci—n, y se acompa–e a ese pacto una estipulaci—n de pena o multa para el caso de desistimiento unilateral por una causa distinta de las acordadas. El asunto en estos casos residir’a adem‡s en la dificultad que tendr’a el juez que conociese del conflicto para determinar si ha concurrido o no una de las causas de disoluci—n pactadas, y si son l’citas o no algunas de ellas. Lo que no hay ninguna duda es de que tendr’a que entrar a conocer del fondo del asunto, sin poder argumentar la inexistencia de pacto con relevancia jur’dica (acuerdo de ’ndole puramente moral), pues normalmente se cumplir‡n -si se acredita, claro est‡, que el acuerdo se celebr—, que ser‡ el principal problema- los presupuestos y l’mites generales de los contratos (arts.1254 y 1255 CC). [36] Por supuesto, nada impedir’a la acreditaci—n de que el pacto creador de la uni—n, y sus estipulaciones accesorias, se hubiese celebrado sin la libertad o consciencia necesarias, en cuyo caso podr’a ser anulado por dolo, error, intimidaci—n, conforme a las reglas generales de los negocios jur’dicos. [37] Un tema interesante se plantea cuando, habiŽndose pactado un per’odo m’nimo o fijo de vigencia de la uni—n (por ej., cinco a–os), con la correspondiente prestaci—n de alimentos a uno de los convivientes por el otro, la uni—n se rompe por decisi—n unilateral del obligado. En tales circunstancias, se podr’a plantear la licitud o ilicitud de la estipulaci—n, complementaria a la general de constituci—n de la relaci—n, de mantener la prestaci—n alimenticia durante esos a–os de vigencia del acuerdo. A nuestro juicio, ser‡ seguramente l’cita tal estipulaci—n, y el obligado que decidi— romper unilateralmente la pareja habr‡ de mantener su compromiso de prestar alimentos, en los tŽrminos pactados, a la otra parte. Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 69/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 [38] Vid. al respecto TORRES GARCIA, T., "RŽgimen econ—mico matrimonial y uniones de hecho", en el volumen Matrimonio y uniones de hecho cit., pag.47, quien nos habla de la Proposici—n de Ley de Grupo Popular del a–o 1998, de la cual se desprende que la constancia registral de tales pactos y su publicidad externa permitir’an superar ese obst‡culo a la eficacia externa de los acuerdos. [39] Cfr. GAVIDIA, "ÀEs la uni—n libre..." cit., pag.220, quien parece sostenerlo as’. [40] Si pensamos en un supuesto de alteraci—n de los deberes conyugales nada m‡s concluido el acto mismo de celebraci—n del matrimonio, habr’a inclusive que replantearse el funcionamiento de la nulidad como v’a de ineficacia del v’nculo matrimonial. Hasta la fecha es frecuente encontrar, sobre todo en los œltimos tiempos, en los que los matrimonios de conveniencia usados por los inmigrantes para adquirir la nacionalidad espa–ola est‡n a la orden del d’a, ciertos pronunciamientos judiciales que declaran la nulidad por simulaci—n a partir de conductas de uno de los casados, realizadas tanto antes como inmediatamente despuŽs de casados, y que llevan a los Tribunales a presumir con esa conducta (normalmente, de desatenci—n y de separaci—n f’sica por parte de uno de los ya c—nyuges) una falta de consentimiento matrimonial. Probablemente haya que plantearse una cierta revisi—n de esta tendencia, no s—lo por el hecho de que los matrimonios de conveniencia gozan de una larga tradici—n, y s—lo se cuestionan ahora, cuando el asunto se plantea respecto de individuos de otra raza o nacionalidad. TambiŽn debe hacerse por el hecho de que se estar’a entrando en aspectos pr—ximos a la conciencia y a la intimidad de las personas, se estar’a entrando en las motivaciones ’ntimas de las personas para contraer matrimonio, lo que parece no s—lo dif’cil sino inconveniente (Àse podr’a negar que ambas partes quisieron de verdad casarse en el momento en que acudieron a prestar el consentimiento ante el funcionario?). Pero lo que nos interesa destacar en este momento, es que, aun cuando fueran objeto de una sentencia declarando la nulidad matrimonial estas situaciones en las que se alteraran nada m‡s casarse los deberes conyugales, deber’a en todo caso mantenerse su consideraci—n como uniones no matrimoniales a los efectos de aplicarles las normas que en su caso se promulguen para regular esos supuestos o las ya promulgadas, en aquellos territorios donde existe ley auton—mica de parejas). Todo lo cual no es sino un indicio muy claro de la proximidad entre matrimonio y uniones de hecho en este espec’fico aspecto de los deberes y derechos existentes entre las partes. [41] Cfr. MARTINEZ DE AGUIRRE, ob.cit., pag. 102-1103; GAVIDIA, "ÀEs la uni—n libre..." cit., pag. 232 ss. [42] Adem‡s, conviene de nuevo plantear en tŽrminos cr’ticos la idea del libre desistimiento, y por tanto la te—rica exoneraci—n de los deberes asumidos en las uniones extramatrimoniales. Si pensamos en una uni—n surgida con vocaci—n de vigencia indefinida, como ser‡n muchas de ellas, y que al constituirse se pact— un rŽgimen convencional de deberes, entre ellos el de asistencia rec’proca y manutenci—n, no es descartable que en el futuro llegue a plantearse la posibilidad de Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 70/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 exigencia de alimentos, incluso despuŽs del desistimiento unilateral decidido por uno de ellos, dada la asunci—n de deberes de duraci—n ilimitada durante la vida de los convivientes. Lo que sucede es que, normalmente, en ese pacto general, ir‡ con frecuencia impl’cita la estipulaci—n de cese o extinci—n de los deberes acordados por decisi—n unilateral libre de cualquiera de los convivientes. Ahora bien, es perfectamente l’cito estipular en las uniones de hecho pactos de exclusi—n o renuncia a la libre ruptura, tal como ha destacado GAVIDIA, ob.cit., pag.259, quien sin embargo se–ala que carecen de virtualidad si uno de los miembros quiere disolver la uni—n, por respeto al libre desarrollo. Contrariamente a lo que sostiene este autor, entendemos que el libre desarrollo es eficaz en el sentido de que no caben f—rmulas ni legales ni convencionales de constre–ir a los sujetos a adoptar conductas no deseadas, pero no llega m‡s all‡. Por tanto no hay motivo para que, existiendo este tipo de pactos de exclusi—n de la libre ruptura, que han sido libremente consentidos, carezca absolutamente de valor la exclusi—n de la libre ruptura, de modo que su infracci—n acaso podr’a fundar la exigencia de responsabilidades civiles por incumplimiento de unos deberes constituidos de por vida (incluso es imaginable una responsabilidad penal por abandono de familia). PENSAR. [43] En contra, se manifiesta GAVIDIA, "ÀEs la uni—n libre..." cit., pag.233, nota nœm.27, quien opina que la referencia del texto constitucional, en su art.32.2, a las "causas de disoluci—n", implica a su juicio la imposibilidad de admitir como causa de divorcio el desistimiento unilateral sin justa causa; opini—n que, aparte de no estar justificada, no podemos compartir en modo alguno, muy al contrario, entendemos que el principio de libre desarrollo obliga al legislador a facilitar, tras una decisi—n bien sopesada, la opci—n por el divorcio con la sola petici—n de cualquiera de los c—nyuges. Por supuesto, esa decisi—n unilateral deber’a ser sopesada por la autoridad judicial en el aspecto b‡sico de la tutela de los menores, si los hubiera. [44] No obstante, es perfectamente imaginable, adem‡s de l’cito, que se pacte entre los convivientes que el mero cese unilateral de la convivencia o la separaci—n f’sica de uno de ellos, supondr‡ la autom‡tica resoluci—n de la relaci—n jur’dica convivencial. [45] As’ se expresa tambiŽn LLEDî, ob.cit., pag.351, aunque con una perspectiva distinta de la nuestra. Por supuesto, al hacer esta afirmaci—n, no estamos pensando en las uniones de homosexuales, en donde ser’a razonable que se exigieran formalidades similares a las matrimoniales, cuando esos sujetos quieran expresamente un v’nculo como el matrimonial (y as’ lo permita el ordenamiento jur’dico). [46] Esta es en parte la postura mantenida por MARTINEZ DE AGUIRRE, Diagn—stico...cit., pag.70-71, aunque m‡s adelante (p.125 ss.) sostiene que la voluntad concubinaria tiene como contenido propio esencial la exclusi—n del matrimonio; opini—n que sin embargo no compartimos. Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 71/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 Vid. tambiŽn, O'CALLAGHAN, X., "Concepto y clasificaci—n jur’dica de las uniones de hecho", en el volumen Consecuencias jur’dicas de las uniones de hecho, Cuadernos de Derecho Judicial, Madrid, 1998, pag.19, quien considera como diferencia entre matrimonio y uniones de hecho la ausencia de constituci—n legal de estas œltimas (de donde deduce su falta de consideraci—n y de sanci—n jur’dica, lo que nos parece m‡s discutible). [47] Esta conexi—n entre forma (del matrimonio) y eficacia frente a terceros se puede encontrar de nuevo en MARTINEZ DE AGUIRRE, ob.cit., pag.188. [48] Es m‡s, se puede imaginar una situaci—n en la que dos sujetos casados lleguen a un acuerdo interno de romper la pareja y darla por disuelta, a la espera -o no- de la concurrencia de los requisitos para alguna de las causas legales de divorcio. Parece claro que, salvo quiz‡s el obst‡culo del posible deber de alimentos, esa ruptura y cese de la uni—n puede tener plenos efectos entre los miembros de la pareja solamente, dejando de tener virtualidad de manera indefinida todos los deberes conyugales. En cambio, frente a terceros, ser‡ precisa la ruptura formal a travŽs de una sentencia judicial de divorcio, por razones de seguridad jur’dica. Podr’a, no obstante, trascender en parte hacia el exterior, a travŽs de la estipulaci—n de unas capitulaciones matrimoniales que certificasen externamente una ruptura interna, v.gr., a travŽs de un rŽgimen de separaci—n o similar. Ese acuerdo de ruptura no impedir’a un nuevo acuerdo de restablecimiento de la convivencia sin necesidad de nuevo matrimonio formal: frente a terceros, el matrimonio no habr’a dejado de existir, e internamente, bastar’a con un nuevo acuerdo, en unos tŽrminos idŽnticos o algo distintos a como el matrimonio se configura en el C—digo (recuŽrdese que el legislador admite la multiplicidad de situaciones jur’dicas entre los c—nyuges dentro del molde matrimonial). [49] A este asunto se refiere COCA PAYERAS, M., "Aspectos generales de la Ley 18/2001, de 19 de diciembre, de Parejas Estables de las Islas Baleares", en Tribuna Parlamentaria, nœm.5, Normativa Auton—mica: la Llei 28/2001, de 19 de desembre, de parelles estables. Parlament de le Illes Balears, 2003, pag.49 ss., quien critica sin embargo el problema derivado de una regulaci—n legal de este nuevo negocio, en cuanto supondr’a seguir dejando fuera de la tutela legal a todas aquellas parejas que no pasen por el "peaje" de la concurrencia de los requisitos legales, entre ellos la inscripci—n previa en el Registro de Parejas creado al efecto. [50] En este sentido, la regulaci—n contenida en las leyes auton—micas de parejas o uniones estables resulta muy incompleta, adem‡s de desenfocada. La previsi—n de inscripci—n de determinado tipo de uniones convivenciales, a las que muchas veces adem‡s se protege s—lo en cuanto se constituyan a travŽs de formalidades registrales, y s—lo en esa medida, implica la exclusi—n de multitud de uniones que, queriendo mantenerse fuera de los moldes del matrimonio t’pico, querr’an sin embargo -al nacer o en un momento ulterior- una constancia registral, a determinados efectos o fines, perfectamente tutelables. [51] En esta misma l’nea, en relaci—n concretamente a los aspectos sucesorios en las Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 72/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 uniones extramatrimoniales, vid. ROMERO PAREJA, A., "Los derecho sucesorios de las uniones familiares no matrimoniales", en Diario La Ley, nœm.5757, 9 abril de 2003, pag. 1 ss. [52] En esta l’nea, por ejemplo, creemos que los Tribunales deben mostrarse, a pesar de los inconvenientes de orden presupuestario que ello conllevar’a, favorables a aplicar las pensiones de viudedad a aquel miembro de la uni—n cuyo compa–ero haya fallecido y hubiese convivido con Žl en un rŽgimen equiparable al matrimonial. Es verdad que esta tesis fue en su momento rechazada por el tribunal Constitucional en la primera sentencia en que se pronunciaba sobre las uniones no matrimoniales, pero si tuviese que resolver el mismo asunto a d’a de hoy, probablemente tendr’a otra orientaci—n. Es cierto, no obstante, como ha dicho VALPUESTA, ob.cit. p.50, que las normas administrativas o asistenciales de esa ’ndole no configuran un efecto t’pico de la relaci—n familiar, sino una consecuencia de otra realidad normativa, en la que la primera entra a formar parte como un elemento m‡s. Pero, pensando concretamente en la pensi—n de viudedad, aunque la raz—n de la atribuci—n, es decir, el presupuesto o hecho determinante de la misma, es el fallecimiento del afiliado a la Seguridad Social, es indudable que lo que determina la concesi—n del derecho de pensi—n es la condici—n de c—nyuge, m‡s exactamente, de familiar unido por v’nculos afectivos y convivenciales en tŽrminos "familiares", s—lo que el legislador se limit— legalmente a la figura del c—nyuge ante la constataci—n de que el matrimonio era por entonces el œnico nœcleo familiar socialmente reconocido. La idea de familia y de protecci—n familiar subyace indiscutiblemente a la asignaci—n de la pensi—n, por lo que la misma raz—n debe regir, en una interpretaci—n de la norma vigente de acuerdo con la realidad social actual (art.3.1 CC), cuando hay una uni—n extramatrimonial, en tanto se dŽ el presupuesto de que el conviviente supŽrstite formaba con el fallecido un nœcleo familiar. No es el matrimonio lo que justifica la asignaci—n de la pensi—n, sino el v’nculo o convivencia en sentido familiar -no necesariamente matrimonial- entre fallecido y superviviente. [53] Hay un aspecto curioso pero a la vez enormemente trascendente en la regulaci—n del matrimonio contenida en el C—digo civil, que nos puede arrojar luz sobre lo que decimos. Se trata del art.58 CC, relativo al acto de celebraci—n del matrimonio. Como es sabido, en Žl la autoridad otorgante lee a los contrayentes los arts.66, 67 y 68 CC, referidos a los deberes y derechos conyugales, antes de la prestaci—n de los consentimientos. De esta norma se desprende con toda claridad que el consentimiento matrimonial se otorga al modelo matrimonial representado por ese conjunto de derechos y deberes rec’procos. No se leen, sin embargo, los dem‡s preceptos legales sobre matrimonio, en particular los relativos a las reglas sobre ruptura o crisis de la pareja (arts.90 ss. CC). Esto es demostrativo de que la esencia del consentimiento matrimonial concierne justamente a esos deberes-derechos, pero no al resto del modelo matrimonial creado por nuestro legislador. No cabe, por tanto, una nulidad matrimonial (por error o por falta de consentimiento) basada en una posible previsi—n, diferente de la legal, acerca de los temas regulados en esos arts.90 ss.(que adem‡s suelen contener mœltiples materias disponibles); ni por tanto es tampoco posible a la postre considerarlos un aspecto primordial del modelo matrimonial, que se ci–e, pues, al rŽgimen de convivencia exclusivamente. Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 73/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 Las ideas defendidas m‡s arriba parecen estar en las base de las opiniones de otros autores. Por ejemplo, de VALPUESTA FERNANDEZ, ob.cit., pag. 58 ss., quien considera que las normas sobre los derechos y deberes conyugales responden a la esencia o naturaleza de la instituci—n matrimonial, lo que no sucede con el resto de normas, que se justifican en la necesidad de imponer la equidad o el equilibrio entre los miembros de la pareja. O de ALONSO PEREZ, "El Derecho de familia, entre lo viejo y lo nuevo", en el volumen Matrimonio y uniones de hecho, Edic.Universidad de Salamanca, 2001, pag.27, cuando afirma. "...Si el hombre y la mujer buscan en tal caso una salida a su afecto... por la senda de la cohabitaci—n more coniugali, el derecho debe ofrecer soluci—n a sus problemas b‡sicos, y œnicamente a Žsos..." [54] As’, si tuviŽramos que partir de cero y plantearnos "ex novo"su inclusi—n o no, su tratamiento o no por normas estrictamente limitadas al matrimonio, el legislador tendr’a las manos libres -desde el punto de vista de la coherencia constitucional y de la tutela institucional del matrimonio ex art.32 CE- para decidir su introducci—n, o remitir a reglas y principios m‡s generales (responsabilidad extracontractual, enriquecimiento sin causa, ...). Por poner dos ejemplos: los efectos patrimoniales de la ruptura de un matrimonio, o pr‡cticamente todas las reglas sucesorias, son perfectamente prescindibles, y su incorporaci—n vendr’a justificada por la voluntad de prever y resolver un t’pico conflicto social (entre los c—nyuges o entre Žstos y terceros) que no es exclusivo en modo alguno de las uniones matrimoniales, sino de todas aquellas uniones familiares formadas por dos miembros. Los criterios que se deber’an utilizar ya en concreto en la resoluci—n de esos concretos conflictos s’ ser‡n muy diversos, y no reconducibles a uno solo (como el del "protecci—n del c—nyuge o conviviente m‡s dŽbil" usado por la reciente jurisprudencia), sino a par‡metros basados en concepciones sociales actuales, variables a su vez segœn las coordenadas sociales y econ—micas de cada momento hist—rico. [55] Incluso en las no consideradas como "familia" desde el punto de vista social, porque lo que no se regule, el juez tendr‡ que resolverlo, y es muy probable que lo haga con base en los criterios existentes para aquellas otras uniones (las "familiares"). Por eso, su no regulaci—n plantear‡ a los jueces y Tribunales un problema a–adido, que es el mismo que hasta ahora se ha presentado a los mismos jueces respecto de las uniones parafamiliares. [56] Esta idea se puede comprobar en la Sentencia de A.Provincial de Vizcaya de 9 de noviembre de 1995. Citada por ZARRALUQUI, ob.cit., pag.654. [57] Si imagin‡ramos el supuesto en que el legislador estatal procediese a redactar y promulgar una ley de uniones no matrimoniales sin hacer alusi—n a esta suerte de conflictos t’picos de intereses tras la ruptura de la pareja, las derivaciones pr‡cticas de ello ser’an, creemos, bastante evidentes: con gran seguridad, los jueces y Tribunales acabar’an recurriendo de nuevo , para solventarlos, a las pautas propias de la normativa matrimonial, al ser el œnico modelo completo de regulaci—n de todas las situaciones y consecuencias derivadas de la uni—n y su ruptura. Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 74/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 [58] ZARRALUQUI SANCHEZ-EZNARRIAGA, L., "Efectos de la extinci—n de la pareja de hecho. La vivienda familiar", en el volumen Consecuencias jur’dicas de las uniones de hecho cit., pag.621. [59] En esta misma l’nea, PANTALEON, ob.cit., pag.72, MESA MARRERO, ob.cit., pag.221. . [60] TambiŽn a favor, MESA MARRERO, ob.cit., pag.226-227. [61] Vid. la jurisprudencia del T.Supremo al respecto, elaborada a partir de la STS de 16 diciembre de 1996, basada en el recurso a la analog’a. Respecto a la cuesti—n, susceptible de plantearse en el futuro, de quŽ hacer con esta clase de conflicto sobre atribuci—n de vivienda comœn en las uniones consideradas como "prohibidas" (v.gr., pareja previamente casada y luego unida con otra de forma extramatrimonial, uniones entre parientes muy cercanos...), siendo sensatos, no hay raz—n para no fijar los mismos criterios o pautas que en las uniones extramatrimoniales protegidas. Ni estamos en un campo en el que la raz—n de ser de la norma sea una "ratio" protectora de la familia -que fundamentar’a la exclusi—n de las uniones que no tuvieran esa consideraci—n-, ni existe justificaci—n Žtica para que, respecto de ese conflicto concreto entre esos convivientes, y siempre que se trate de una uni—n desarrollada de hecho establemente (o en la que haya habido hijos), deba hacerse de peor condici—n al conviviente "no legalizado" y m‡s necesitado, dado que el tema de base no es otro que un mero conflicto entre las partes sobre el destino de la vivienda comœn y sobre los criterios o pautas para resolver quiŽn de ellos tiene prioridad para ocuparla (temporalmente, se entiende). [62] En una l’nea muy similar a la nuestra, LLEBARêA SAMPER, S., Hacia la familia no matrimonial, Barcelona, 1997, pag.124, quien adem‡s se–ala que es imaginable que ese desequilibrio propio de la ruptura de parejas, tanto matrimoniales como no matrimoniales, puede ser incluso m‡s dr‡stico en estas œltimas. [63] No estamos de acuerdo con autores como GAVIDIA, "ÀEs la uni—n libre..." cit., pag. 234, 237-238 y 324, que fundamentan el derecho a pensi—n en la sola convivencia, y adem‡s, criticando a las leyes auton—micas en las que se dispone su aplicaci—n a las uniones extramatrimoniales, entiende que no deben extenderse a Žstas porque podr’an lesionar la libertad de ruptura de la uni—n. Reitera esta misma idea m‡s recientemente en GAVIDIA, comentario a la STS de 16 de julio 2002, C.C.J.C., n¼ 61, enero-abril 2003, pag.127, donde considera incluso inconstitucional, por obstaculizar el principio de libre ruptura (en suma, de autonom’a ex art.10 CE), atribuir a los convivientes una pensi—n por ruptura que sobrepase el l’mite del enriquecimiento sin causa. Tenemos, sin embargo, la idea al respecto de que la raz—n por la que se prevŽ la pensi—n en el matrimonio es m‡s bien el desequilibrio mismo generado en una situaci—n de previa y duradera convivencia, y no ya el matrimonio. Por lo dem‡s, aunque la imposici—n en las citadas uniones de pensi—n por desequilibrio, o de una Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 75/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 indemnizaci—n por enriquecimiento, podr’a suponer un peligro de que la uni—n deje de ser "libre", lo cierto es que el mismo efecto puede darse tambiŽn en el matrimonio, donde tambiŽn existe, con matices, el mismo principio de libre ruptura de la convivencia (y a la postre ruptura del v’nculo matrimonial mismo), y en el que la perspectiva de tener que pagar pensi—n tambiŽn puede servir de freno a las peticiones de separaci—n o divorcio. Pero esa consecuencia no es m‡s que una hipotŽtica coyuntura de determinadas situaciones, no extensible a la generalidad ni mucho menos, siendo en cualquier caso la raz—n de la regulaci—n legal ajena o extra–a a la presencia de un v’nculo m‡s o menos fuerte creado entre las partes. Lo que s’ puede ser un freno al libre desistimiento de la uni—n es esa dualidad de conceptos o pensiones, que se prevŽn, por ejemplo, en la Ley de las Islas Baleares, y que podr’a resultar excesivos de cara a una hipotŽtica decisi—n sobre ruptura unilateral de la uni—n por alguno de sus miembros. [64] A favor del criterio seguido por la Sentencia del T.Supremo, acr’ticamente, CORDERO CUTILLAS, "Comentario a la STS d 17 de enero de 2003: Disoluci—n por voluntad unilateral de la convivencia more uxorio", en A.C., nœm.30, 21 al 27 de julio de 2003, pag.831 ss.. Con independencia de los argumentos b‡sicos (la aplicaci—n, en defecto de ley y costumbre, de los principios generales del derecho, entre los que se encontrar’a el del enriquecimiento injusto y el de protecci—n al conviviente perjudicado), bastante discutibles, la soluci—n defendida por el T.Supremo de otorgar al conviviente perjudicado una tercera parte de los bienes adquiridos durante la convivencia, deb’a de haber sido en todo caso improcedente, ante la existencia de un pacto entre las partes, suscrito al poner fin a la convivencia, que resolv’a todas las cuestiones econ—micas derivadas de la ruptura, y que por tanto al tener car‡cter transaccional, o cuando menos el valor de negocio de fijaci—n, deb’a impedir una reclamaci—n ulterior sobre el mismo tema. [65] Sobre la similitud entre rŽgimen matrimonial de separaci—n de bienes y convivencia de hecho, vid. ROCA TRIAS, E., "El rŽgimen econ—mico de las parejas de hecho", en el volumen Las parejas de hecho (Coord. M»Paz S‡nchez Gonz‡lez), Universidad de C‡diz, 1995, pag.38. [66] En esta misma l’nea, PANTALEON, ob.cit., pag.74. En contra, MESA MARRERO, ob.cit., pag.247. [67] Vid. al respecto el ya cl‡sico trabajo de DIEZ-PICAZO y CAMARA ALVAREZ, Dos estudios sobre el enriquecimiento sin causa, Madrid, 1988. [68] En contra de esta idea y a favor por tanto de una aplicaci—n anal—gica de las reglas sobre rŽgimen econ—mico de gananciales (cuando no existan elementos de conducta determinantes de su exclusi—n), GARCIA VARELA, R., "Criterios sobre el rŽgimen econ—mico de las uniones de hecho", en Rev.Jur’dica Espa–ola La Ley, 19976, pag.1634. Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 76/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 [69] En las parejas no casadas sucede "mutatis mutandi" algo parecido a lo que sucede con las sociedades sin personalidad jur’dica (art.1669 CC), en donde, a nuestro juicio, los socios internos no contratantes no responden frente a tercero, a menos que hayan asumido expresamente como deudores o como garantes, las posibles consecuencias negativas del incumplimiento de las obligaciones, con conocimiento y consentimiento del tercero. Sobre el tema, vid. El reciente trabajo de QUESADA SANCHEZ, A., "La sociedades sin personalidad jur’dica en el Derecho espa–ol", M‡laga, 2003. [70] En contra de aplicar esta regla recogida en el art.1320 CC a las uniones libres, GAVIDIA, "ÀEs la uni—n libre..." cit., pag.323 ss., quien adem‡s la justifica con base en la existencia, s—lo en el matrimonio, de un deber de convivencia y de actuaci—n en interŽs de la familia. [71] En esta l’nea de defender una traslaci—n a las uniones de hecho la regla del art.1320, sobre disposici—n de vivienda familiar, pero a travŽs de una reforma legislativa, ZARRALUQUI, "Efectos de la extinci—n de la pareja de hecho: la vivienda familiar", en la obra Consecuencias jur’dicas de las uniones de hecho cit., pag.617 ss.. [72] En consecuencia, entendemos que debe existir un mismo rŽgimen aplicable a los matrimonios y las uniones de hecho, cuando menos a aquellas dotadas de una cierta estabilidad. Es m‡s, nos parece oportuno y acertado que los conflictos que se planteen en el futuro sobre este tema sean resueltos con criterios similares, aun sin haberse producido aœn una reforma legal. [73] Al respecto, nos parece err—neo el planteamiento de la Ley catalana de uniones estables de 1998, cuyo art’culo 11 establece, con car‡cter general, la necesidad de consentimiento del otro conviviente cuando el titular pretenda enajenar o gravar la vivienda de uso comœn de la pareja. A nuestro juicio, habida cuenta que estas uniones no constan en ningœn registro de acceso pœblico, supone una grave desprotecci—n de los terceros de buena fe la posibilidad que la ley concede de anular el acto de enajenaci—n si no consinti— el conviviente no titular. [74] As’ lo ha entendido algœn autor, como GAVIDIA, ob.cit., pag.210 ss., quien, aparte de negar su consideraci—n como "familia", las considera productoras de ciertos efectos jur’dicos, aunque no especifica cu‡les. Del mismo modo, O'CALLAGHAN, ob.cit., pag.21, refiriŽndose a las uniones entre parientes de cualquier grado, se–ala que el derecho no puede ignorar posibles efectos jur’dicos en ellas, y destaca entre otros los de la tutela de los hijos nacidos de esa uni—n prohibida o el posible perjuicio de uno de ellos por el abandono de parte del otro (lo que parece remitir a las reglas sobre pensi—n compensatoria o sobre enriquecimiento sin causa). [75] PEREZ URE„A, Uniones de hecho: estudio pr‡ctico de sus efectos civiles, Madrid, 2001, pag.21, nos da cuenta, por ejemplo, de una sentencia 31 de mayo de 1999, de Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 77/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 la Audiencia Provincial de Le—n, que sin embargo, en un caso de convivencia de dos primos hermanos, uno de ellos de avanzada edad, niega la consideraci—n de convivencia "more uxorio" a esa situaci—n. Aun cuando no se trata de un supuesto de hipotŽtica uni—n il’cita, pues eran primos hermanos, la sentencia plantea el tema de lo il—gico de rechazar la aplicaci—n de reglas o principios (legales o jurisprudenciales) a determinadas uniones que pueden ser an—malas o marginales, por lo que supone de dejar sin una respuesta jur’dica a situaciones conflictivas que se pueden presentar en cualquier momento ante los Tribunales. [76] Vid. al respecto GAVIDIA, "La libertad de elecci—n entre el matrimonio y la uni—n libre", Derecho Privado y Constituci—n, n¼12, 1998, pag.124. [77] La pr‡ctica en los territorios donde ya existe regulaci—n legal de las parejas extramatrimoniales y un registro auton—mico desplegado, est‡ demostrando lo contrario de lo que originariamente se pensaba, a saber, que es considerablemente mayor el nœmero de parejas heterosexuales que se est‡n inscribiendo en los Registros creados a tal fin. Ello no s—lo es un efecto de la mayor proporci—n de estas uniones en nuestra sociedad; es tambiŽn, a nuestro juicio, una consecuencia de la inexactitud de esa cl‡sica afirmaci—n de que los convivientes de hecho no quieren el Derecho (y por eso Žste no debe venir a auxiliarles). Para nosotros, un porcentaje muy considerable de parejas heterosexuales s’ "quieren el Derecho", s’ quieren regulaci—n y protecci—n legal, en determinados aspectos (no s—lo de ’ndole jur’dico-pœblica, sino tambiŽn privada), y por eso se acercan a los Registros. [78] Sobre el valor real de la no inscripci—n de matrimonio, y su limitada repercusi—n frente a terceros (exceptuando a aquellos que hubiesen contratado de buena fe en relaci—n a algœn bien de titularidad de uno de los contrayentes, v.gr., la futura vivienda familiar), vŽanse los distintos comentarios al art’culo 61 del C.civil. A t’tulo de ejemplo, DIEZ DEL CORRAL RIVAS, J., en Comentario del C—digo Civil, Ministerio de Justicia, tomo I, Madrid, 1991, pag.300-302. [79] Como se ha podido comprobar a lo largo de este trabajo, nosotros somos partidarios de que el legislador estatal elabore esa regulaci—n, aunque seguramente de m’nimos. [80] No vamos a entrar aqu’ en la cuesti—n de la constitucionalidad o no de las leyes auton—micas sobre uniones o parejas, por atentar hipotŽticamente a la competencia estatal sobre "formas de matrimonio" del art.149.1.8¼ CE. Sobre el tema, RODRIGUEZ MARTINEZ, M.E., La legislaci—n auton—mica sobre uniones de hecho, Valencia, 2003, pag.48 ss., quien considera contrarias a la Constituci—n estas leyes en tanto en ellas se ha pretendido crear una nueva forma o tipo de matrimonio, lo cual entra dentro de la antes citada competencia estatal. A nuestro juicio, no es inconstitucional, sin embargo, una ley auton—mica que pretenda la creaci—n y regulaci—n de uno o varios tipos de negocios jur’dicos familiares nuevos, inexistentes hasta ahora (la duda es su tipificaci—n social y las mayores o menores similitudes con el matrimonio). [81] Ejemplo palmario de lo que decimos es la Ley 11/2001, de 19 de diciembre, de Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 78/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 Uniones de Hecho de la Comunidad de Madrid, cuya regulaci—n dispone la obligatoriedad, para obtener los efectos y beneficios previstos en ella, la inscripci—n con car‡cter constitutivo en el Registro de Uniones de Hecho. Esa inscripci—n, una vez practicada, conlleva evidentes efectos civiles, v.gr, los previstos en el art.4.2, 3 y 4 de la citada Ley (licitud de pactar compensaciones econ—micas, presunci—n de contribuci—n equitativa a las cargas familiares...). [82] RODRIGUEZ MARTINEZ, La legislaci—n auton—mica... cit., pag.53 ss. [83] Esta idea la sostiene tambiŽn CORDERO CUTILLAS, I., "Algunas precisiones en torno a la regulaci—n de las uniones de hecho en las Leyes de Valencia, Madrid y Principado de Asturias", A.C., n¼ 47-48, 16 a 29 de diciembre de 2002, pag.1427. En contra de aplicar el art.1227 CC y dar valor de documento autŽntico a las inscripciones de uniones practicadas en los registros administrativos, ALONSO HERREROS, D., "Algunas consideraciones sobre los registros de uniones civiles de hecho", Revista de Derecho privado, marzo 2002, pag.237. [84] VALPUESTA, ob.cit., pag.64, en relaci—n a los antiguos registros de parejas de los ayuntamientos y los ulteriores de las Comunidades Aut—nomas, parece indicar la necesidad de ce–ir su eficacia a su propio ‡mbito de competencias, sin extralimitarse a otras posibles Administraciones pœblicas y mucho menos a su posible eficacia civil. [85] En un Registro de estas caracter’sticas, no puede mantenerse una presunci—n de convivencia ni siquiera en el tiempo que medie de uno a otro asiento registral. Cuesti—n diferente, como se ver‡ a continuaci—n, es que el Registro pueda ser configurado como de declaraciones (y exista voluntad del legislador de dar realce a esas declaraciones, del tipo que sean, una vez cumplidas ciertas formalidades, por razones de seguridad jur’dica). [86] En esta misma direcci—n, VALPUESTA, ob.cit., pag.64. [87] Remitimos a la opini—n m‡s arriba expuesta de COCA PAYERAS, ob.cit., pag. 49. [88] DIEZ PICAZO, L., Familia y Derecho, Madrid, 1984. [89] PAU PEDRON, A., "El Registro de uniones de hecho", dentro del volumen Tribuna Parlamentaria.n¼7: Normativa auton—mica: la Llei 28/2001, de 19 de desembre, de parelles estables cit., pag.286. [90] La duda seguramente mayor de esta soluci—n de dar entrada en el Registro a toda una serie de pactos creadores de uniones convivenciales radicar’a en conocer las posibles razones que impulsar’an a una pareja, que expl’citamente ha querido quedar al margen de la uni—n formal matrimonial, a acudir a ese Registro para dar luz pœblica a su uni—n. A nuestro juicio, pueden ser de diverso tipo. Una primera, y muy importante, ser’a la de obtener esa presunci—n de convivencia, durante todo el tiempo de vigencia de ese asiento, que tan dif’cil es conseguir por otros medios, o por los Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 79/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 actuales registros de uniones o parejas. Con ella, y partiendo de une legislaci—n donde se tutele a toda clase de parejas o uniones de hecho en aspectos diversos, por ejemplo, los sucesorios o los arrendaticios, se encontrar’a una v’a f‡cil y sencilla para salvar el principal escollo de este tipo de asuntos, la prueba de la convivencia con la que obtener un tratamiento jur’dico-civil beneficioso (derecho a suceder intestadamente o al reconocimiento de leg’tima, si lo hubiera; derecho a suceder en el arrendamiento, etc.). Una segunda imaginable, aunque de efectos diferentes, ser’a la de dar publicidad a los terceros de un posible rŽgimen econ—mico de la uni—n, que hasta la fecha pr‡cticamente no aseguran los actuales registros auton—micos (a lo m‡s que se llega es a hacer responsable subsidiario o solidario al patrimonio del conviviente que no contrat— con el tercero, lo que en realidad es una suerte de rŽgimen primario muy simplificado, adem‡s de criticable, como ya se vio). [91] La cuesti—n puede ser especialmente relevante tambiŽn para supuestos como la aplicaci—n a las uniones extramatrimoniales de la presunci—n de paternidad de los hijos nacidos durante la uni—n. La constancia registral de la pareja, adoptada por iniciativa comœn de los convivientes, les puede permitir a Žstos jugar con su presunci—n de convivencia a estos efectos de presumir la filiaci—n (que ser’a "no matrimonial", l—gicamente) sin tener que proceder a ninguna clase de expediente "ad hoc" ante el Encargado de Registro, o de reconocimiento de filiaci—n. [92] El hecho de tomar la decisi—n de acudir al Registro e inscribir en el un posible pacto de contenido econ—mico, en el que se prevea la forma de hacer frente a las cargas de la uni—n, conlleva, a nuestro juicio, una voluntad de dar publicidad externa a unos aspectos que pod’an haber permanecido ocultos a los terceros (al modo en que por ejemplo, ocurre en las sociedades civiles internas o sin personalidad: art.1669 CC). De ah’ el que sea razonable establecer la presunci—n adicional de que esa inscripci—n del pacto econ—mico supone el compromiso frente a los terceros de responder en la forma en que as’ se hubiese acordado entre los convivientes, aunque el tercero s—lo contratase con uno s—lo de ellos. Aqu’ suceder’a algo muy similar a lo que sucede en el matrimonio, cuando el rŽgimen vigente entre los c—nyuges es el de separaci—n de bienes: en Žste, aun habiendo una radical incomunicaci—n de los patrimonios, siempre existe esa vinculaci—n de los dos patrimonios a los gastos ordinarios de la familia (art.1319 CC). [93] Bastante clara al respecto es la tambiŽn Ley aragonesa, cuyo art’culo 2 expl’citamente dispone la inscripci—n obligatoria en el Registro de la Diputaci—n General de Arag—n "para que le sean aplicables las medidas administrativas reguladas en la presente Ley". [94] No es descartable, sin embargo, la alternativa consistente en hacer constar esas declaraciones conjuntas de constituir una uni—n conviviencial a travŽs de documento pœblico notarial, susceptible de ser presentado luego -y admitido- por el encargado de ese registro de parejas. De admitirse tambiŽn esta posibilidad, s—lo habr’a inscripci—n constitutiva en el primer caso, y en este otro el nacimiento de la uni—n se producir’a notarialmente, y la entrada en el registro s—lo tendr’a el valor de ser oponible frente a Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 80/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 terceros a partir de entonces. [95] Adem‡s, los consentimientos matrimoniales se otorgan ante el propio Encargado del Registro Civil que hace las veces de fedatario pœblico en estos casos. Vid. LUCES GIL, F., Derecho registral civil, Barcelona, 1986, pag.3. [96] As’ lo afirma PAU PEDRON, ob.cit., pag.293, en relaci—n concretamente al Registro creado por la Ley andaluza de 2002. [97] As’, ALONSO HERREROS, D., "Algunas consideraciones sobre los registros de uniones civiles de hecho", Revista de Derecho privado, marzo 2002, pag.232. [98] En esta l’nea, VALPUESTA FERNANDEZ, ob.cit., pag.61; PAU PEDRON, ob.cit., pag.284.. [99] Vid. MARTINEZ DE MORENTIN, ob.cit., pag.1130, en esta misma direcci—n de admitir la inscripci—n de las uniones de hecho "por voluntad de las partes", y no como requisito de constituci—n de la uni—n, con el fin adem‡s de publicidad frente a terceros. [100] Evidentemente, al hacer el encargado de estos registros las veces de autoridad otorgante, lo razonable es que sea Žl, en su caso, el obligado a culminar la pr‡ctica del asiento de inscripci—n de la pareja. [101] Vid. PAU PEDRON, ob.cit., pag.286, quien considera, en l’nea pr—xima aunque no idŽntica a la nuestra, que en esta clase de parejas puede existir un perjudicado en los casos de cese de la convivencia, el cual necesitar‡ protecci—n; adem‡s propone que a esas uniones se les reconozca algœn derecho sucesorio, arrendaticio o de seguridad social, pero nada m‡s all‡. [102] As’ se expresa CORDERO CUTILLAS, I., "Algunas precisiones..." cit., pag.14261427. [103] Es muy probable que una legalizaci—n y regulaci—n de los matrimonios o uniones formales entre homosexuales deber’a prever la aplicaci—n en bloque o no de las normas matrimoniales, en particular las relativas a la separaci—n y sobre todo al divorcio en estas parejas. Lo l—gico ser’a no dejar al libre desistimiento unilateral (notificado) la disoluci—n de las mismas, sino aplicarles unas reglas idŽnticas o muy similares a las del matrimonio. Ahora bien, es razonable imaginar que esa regulaci—n de la disoluci—n de los matrimonios o uniones formales homosexuales acabe trayendo consigo una reforma de las causas de divorcio en los matrimonios heterosexuales en la l’nea de una mayor flexibilizaci—n de las mismas, e incluso de acercamiento al desistimiento unilateral libre o cuasilibre (mediante manifestaci—n ante la autoridad judicial o el Encargado del Registro). [104] Excepcionalmente, si consta en ese Registro un pacto en el que la pareja hab’a concertado su uni—n como indisoluble -lo que vimos era posible en virtud de la Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 81/82 Las uniones de hecho no matrimoniales: consideraciones generales y aspectos r... http://vlex.com/vid/uniones-hecho-matrimoniales-consideraciones-328787 libertad de pactos en este campo-, lo razonable ser’a exigir una declaraci—n conjunta de mutuo disenso realizada por ambos convivientes, para hacer efectiva la cancelaci—n registral de la misma. [105] Debe tenerse en cuenta que, mientras esa notificaci—n no se produzca, el v’nculo conviviencial existente seguir‡ en vigor al no haber llegado a conocimiento del otro conviviente, y por tanto, podr’a en su caso ser fuente de obligaciones del que rompe frente al que no, en tanto Žste no lo sepa. TŽngase en cuenta adem‡s que esa notificaci—n supondr‡ una manifiestaci—n clara e inequ’voca de la voluntad de dar por terminada la uni—n, que no existir’a de otro modo, v.gr., por el simple cese de la convivencia, por cuanto este cese podr’a ser temporal o coyuntural, motivado por una situaci—n de disputas en la pareja -a veces, tan frecuentes-, sin por ello encerrar en s’ una intenci—n terminante de romper la uni—n. Seguramente, los mismos efectos que esa notificaci—n se producir’an en el caso de existir otra clase de conductas que demostrasen la voluntad decidida e inequ’voca de hacer cesar la uni—n, en tanto en cuanto, aun no habiendo comunicaci—n fehaciente a la otra parte, al menos llegase a su conocimiento por cualquier v’a (y as’ se acreditase en el proceso correspondiente). [106] GAVIDIA, ÀEs la uni—n libre..." cit., pag.284-285, plantea la interesante cuesti—n de que se hubiese cancelado en el Registro -se refiere al regulado en las leyes auton—micas- el asiento de existencia de la pareja, pero sin embargo la misma hubiese continuado (o se hubiese reanudado la convivencia) al margen de lo publicado por aquŽl. En tal caso, si la ley reguladora no admitiese la libre creaci—n de parejas o uniones al margen del Registro, es evidente que la misma perder’a su condici—n de tal, dejando de estar protegida por la ley. Lo l—gico es, como antes se propuso, que las leyes prevea un rŽgimen de m’nimos aplicable con independencia de la inscripci—n en el Registro de parejas, dotando a las inscritas de un estatuto jur’dico m‡s completo en cuanto a su eficacia frente a terceros (y siempre en defecto de estipulaci—n espec’fica "ad hoc"). Versi—n generada por el usuario Biblioteca Universidad De Navarra 16 de Marzo de 2011 P‡gina 82/82