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Miércoles, 28 de octubre, 13.15 h
Mesa redonda: el Veterinario en las actuaciones públicas
Responsabilidades del veterinario de explotación
J. J. JIMÉNEZ ALONSO
Abogado en ejercicio desde 1989, Director del Servicio Jurídico del Consejo General Colegios
Veterinarios de España desde 1995 y Letrado asesor de la Comisión Deontológica de la citada
Corporación. Profesor asociado de Derecho Administrativo de la Universidad Antonio de
Nebrija de Madrid desde 2001.
Con carácter previo quiero expresar mi agradecimiento a los responsables del LII Symposium
Científico de Avicultura al que he sido invitado en mi condición de responsable de los Servicios
Jurídicos del Consejo General de Colegios Veterinarios de España.
El objeto de la presente ponencia, como se desprende del título de la misma, es referirme en
general al régimen de responsabilidad de los veterinarios de explotación y a los posibles supuestos de
exigencia de la misma, en el bien entendido que son de aplicación a la modalidad de ejercicio
relacionado con las explotaciones avícolas. Y, adicionalmente, hacer una mención al régimen de
responsabilidad en el caso de los veterinarios oficiales. En este sentido, me referiré sucesivamente a
los cuatro posibles escenarios de exigencia de responsabilidad derivada de la actuación profesional en
cuestión, que se corresponden con los ámbitos penal, civil, administrativo y disciplinario.
En todo caso, quiero dejar constancia, sin ánimo exhaustivo de, al menos, parte de la legislación
estatal vigente en la materia que, en consecuencia, debe ser tenida en cuenta a los efectos de una
eventual exigencia de responsabilidad cuando el incumplimiento de la misma sea imputable a los
profesionales en cuestión. Entre tales normas, destacaré la Ley 8/2.003, de 24 de abril, de Sanidad
Animal; la legislación de residuos; el Real Decreto 1084/2005, de 16 de septiembre, de ordenación de
la avicultura de carne; y el Real Decreto 479/2004, de 26 de marzo, por el que se establece y regula el
Registro General de Explotaciones Ganaderas (REGA); así como la normativa autonómica existente
en el territorio estatal, normas que contienen cometidos y funciones de los profesionales veterinarios.
I. Responsabilidad penal
Es la derivada de la eventual comisión por parte del veterinario de porcino de un delito o falta de
los tipificados en el Código Penal (aprobado por Ley Orgánica 10/1.995, de 23 de noviembre,
modificada por Ley 1/2015, de 30 de marzo). En el caso de este ámbito de actuación profesional, la
responsabilidad iría dirigida a tres aspectos esenciales: 1. La posible alteración de los documentos que
cumplimentan los veterinarios y que, caso de ajustarse a alguno de los tipos previstos en el Código
Penal, nos conducirían a delitos tales como el de falsedad documental (previsto en los artículos 390 a
396 del citado texto), o al de falsificación de certificados (previsto en los artículos 397 a 399 del
Código Penal). Los artículos 390 a 394 se refieren a la falsificación, entre otros, de documentos
públicos y oficiales, distinguiendo que el autor tenga la condición de autoridad o funcionario público o
la de particular. Por su parte, los artículos 395 y 396 se refieren a la falsificación de documentos
privados y, por último, los artículos 397 a 399 se refieren a la falsificación de certificados,
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distinguiendo, una vez más, entre que la autoría sea atribuible a una autoridad o funcionario público o
a un particular; 2. La eventual provocación de daños a los titulares de las explotaciones, que se
conduce a través del delito de daños, producidos de forma dolosa o imprudente, delito que tiene una
tipificación expresa en los artículos 263.2.2º y 267 del Código Penal que, respectivamente, se refieren
al citado delito de daños de forma intencionada, concurriendo el supuesto de que se cause por
cualquier medio infección o contagio de ganado y a los daños provocados por imprudencia. También
en este caso, la autoría podría predicarse tanto de veterinarios funcionarios públicos como de ejercicio
libre; y 3. La posible repercusión en materia de Salud Pública, cuando efectivamente, la actuación del
profesional pueda tener efectos en la salud de las personas por la utilización de sustancias no
permitidas o en dosis superiores, así como de medicamentos sobre los animales p.e., sin respetar los
tiempos de espera, supuesto al que se refiere el artículo 364 del Código Penal.
El alcance de la responsabilidad penal se circunscribe a las penas contenidas en el Código Penal
que consisten en penas privativas de libertad, multas pecuniarias y la accesoria de inhabilitación para
el ejercicio de la profesión o del empleo público, según el caso (artículo 56 del Código Penal).
II. Responsabilidad civil
En lo que se refiere al segundo orden o clase de responsabilidad, la civil, me referiré a ella como
supuesto de responsabilidad directa, obviando por tanto la vía de la responsabilidad civil subsidiaria,
prevista en el artículo 121 del Código Penal, en relación a las Administraciones Públicas Territoriales,
para el supuesto de daños causados por empleados públicos en el ejercicio de sus cargos o funciones y
sin perjuicio de lo que inmediatamente diremos (al respecto de la responsabilidad patrimonial de las
Administraciones Públicas) y en el artículo 116 para los particulares, que establece que toda persona
criminalmente responsable de un delito lo es también civilmente si del hecho se derivaren daños o
perjuicios, responsabilidad que puede declararse por el propio órgano jurisdiccional penal.
En cuanto al ejercicio de la acción de responsabilidad civil directa, es necesario reiterar el distingo
entre veterinarios funcionarios públicos y veterinarios de ejercicio libre. En el primero de los
supuestos, estaríamos hablando, en realidad, de la responsabilidad patrimonial del personal al servicio
de las Administraciones Públicas a cuya exigencia se refiere el artículo 145 de la Ley 30/1.992, de 26
de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento
Administrativo Común, en la redacción dada por la Ley 4/1.999, de 13 de enero. En estos casos, en
que se han producido daños a terceros como consecuencia de una actuación del veterinario oficial que
inmediatamente calificaremos, el perjudicado deberá dirigirse directamente contra la Administración
que, a su vez, podrá dirigirse después contra su funcionario sólo en los supuestos de dolo, culpa o
negligencia grave, previa instrucción de un expediente con audiencia del interesado. Se exige, en
consecuencia, primero que el particular haya sido indemnizado por la Administración y, segundo, que
el funcionario haya incurrido en dolo, culpa o negligencia grave, es decir, que se es más exigente que
en el caso de la simple responsabilidad civil del veterinario libre en que bastará que la actuación haya
sido negligente o culposa sin más y, por supuesto, que haya provocado daños al reclamante.
En el segundo de los supuestos, es decir, cuando intervienen veterinarios no funcionarios (de
ejercicio libre, responsables de la explotación, de la agrupación, etc.) estaríamos ante reclamaciones de
responsabilidad civil, en las que como ya ha señalado reiterada jurisprudencia se produce una
yuxtaposición de responsabilidades contractual y extracontractual (con los importantes efectos o
consecuencias que ello tiene en cuanto al plazo para el ejercicio de la acción de reclamación)
derivadas, respectivamente, de la existencia de una relación contractual previa de arrendamiento de
servicios profesionales y de la obligación o deber general de no dañar a otro que está en la esencia de
la responsabilidad civil extracontractual. Se trata de acciones de reclamación por parte de los afectados
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(dueños o responsables de explotaciones) contra los veterinarios responsables como consecuencia de
los daños sufridos en las respectivas explotaciones que tengan su origen en la actuación u omisión
negligente o culposa de los citados veterinarios. En estos casos operan las pólizas de seguros
colectivos suscritas a favor de todos los colegiados por la Organización Colegial Veterinaria y tienen
por objeto precisamente garantizar la defensa ante reclamaciones como las citadas.
En este tipo de procedimientos o acciones, las reclamaciones tienen carácter económico y su objeto
exclusivo es el resarcimiento a favor de los afectados de los daños de ese carácter que provoquen los
veterinarios responsables de la actuación que provoca el daño. La garantía se extiende al pago de
indemnizaciones a que resulte obligado el asegurado, por los daños y perjuicios que se causen de
forma involuntaria a terceros por errores cometidos en la práctica de la profesión veterinaria.
III. Responsabilidad administrativa
En este caso, estamos ante la responsabilidad derivada de la infracción por parte del veterinario en
cuestión de las normas administrativas existentes en relación a este tipo de explotaciones y en cuanto a
aquellos cometidos que sean de su competencia, fundamentalmente. Nos referimos, por tanto, a la
comisión por parte de los veterinarios de cualesquiera de las infracciones de normas administrativas
sobre la materia y que, en la generalidad de los casos, solían remitirse a las previsiones contenidas en
el reglamento regulador de las infracciones y sanciones en materia de defensa del consumidor y de la
producción agroalimentaria, aprobado por Real Decreto 1945/1.983, de 22 de junio, y demás
legislación aplicable hasta la aparición fundamental de la Ley 8/2.003, de 24 de abril, de Sanidad
Animal que, en sus artículos 82 y siguientes, recoge un tipificación expresa y detallada de las
infracciones susceptibles de ser cometidas en esta materia, entre otros, por los facultativos
veterinarios. No obstante, la citada Ley sigue remitiéndose al Real Decreto que acabo de referir en su
Disposición Transitoria Primera, hasta tanto en cuanto se establezcan procedimientos específicos en
materia de inspecciones.
Quede constancia, al menos, de que la Ley de Sanidad Animal de 2.003 contiene tipos infractores
que podrían ser imputables a los profesionales veterinarios, tales como el artículo 83.7 (falta leve
consistente en la prescripción de uso de piensos, premezclas, etc. en condiciones no permitidas por la
normativa vigente), el artículo 84, apartados 4 (falta grave consistente en la ausencia de notificación
por parte del veterinario del matadero de la entrada y sacrificio de animales procedentes de zonas
afectadas por una epizootía o zoonosis), 10 (reproducción del 83.7 cuando tenga la consideración de
grave) y, sobre todo, el apartado 24 que considera falta grave “la cumplimentación, por los
veterinarios oficiales, autorizados o habilitados para ello, de los documentos oficiales para el
transporte de animales que sospeche estaban afectados por una enfermedad de declaración o
notificación obligatoria, o de animales afectados por una enfermedad de dicha clase, o estuvieran
localizados en zonas sometidas a restricciones de movimientos de animales, siempre que no esté
calificada como falta muy grave”, (prevista en el artículo 85, apartado 15).
Las sanciones se contemplan en el artículo 88 de la Ley (para las leves, apercibimiento o multa de
600 a 3.000 euros; para las graves, multa de 3.001 a 60.000 euros; y para las muy graves, multa de
60.001 a 1.200.000 euros). Se preve incluso que el límite superior de las multas recién citadas pueda
superarse hasta el doble del beneficio obtenido por el infractor, cuando ese beneficio exceda de la
cuantía máxima de la multa.
Por último, y siempre con carácter de aproximación a esa legislación, decir que en el caso concreto
de los profesionales veterinarios habilitados o autorizados para la emisión de certificados y
documentación sanitaria con validez oficial, podrá acordarse la sanción accesoria de retirada, no
renovación o cancelación de la autorización para expedir certificados y documentación sanitarias con
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validez oficial con prohibición de volver a solicitarla por un periodo de entre tres meses y cinco años,
tal y como también prevén otras normas autonómicas (Artículo 90.5 de la Ley).
IV. Responsabilidad disciplinaria
Es la responsabilidad exigible en la órbita de la Organización Colegial Veterinaria, como
consecuencia de la eventual comisión por parte de los veterinarios de porcino de cualquiera de las
infracciones tipificadas en los vigentes Estatutos Generales de la Organización Colegial Veterinaria
Española, aprobados por Real Decreto 126/2013, de 22 de febrero, y en los correspondientes Estatutos
Particulares de los Colegios respectivos, así como en los Estatutos de los Consejos Autonómicos de
Colegios, allí donde existan.
Por lo que se refiere a los Estatutos Generales, habremos de atenernos a las previsiones contenidas
en los artículos 103 y ss. del citado Real Decreto 126/2013, de 10 de noviembre, que contemplan el
régimen disciplinario colegial, refiriéndose a la potestad sancionadora, al cuadro de conductas o
infracciones sancionables (leves, graves o muy graves), a las sanciones, a los recursos, procedimiento
disciplinario y régimen de prescripción de infracciones y sanciones.
Los antecitados cuatro órdenes o clases de responsabilidades reflejan todos y cada uno de los
escenarios posibles de exigencia de responsabilidad a los profesionales veterinarios, responsabilidades
que se exigen en el caso del ámbito penal y civil ante los respectivos órganos jurisdiccionales penales
y civiles; en el caso de las responsabilidad administrativa, primero por la propia Administración
autonómica o estatal competente, según el caso; y, una vez agotada la vía administrativa, ante la
jurisdicción contencioso-administrativa; y, por último, en el caso de la responsabilidad disciplinaria, la
primera fase se desarrolla por la Organización Colegial y, agotada la actuación de ésta y por tanto la
vía administrativa, a través de la revisión de la correspondiente resolución sancionadora (como en el
caso de la responsabilidad administrativa) por los órganos competentes de la jurisdicción contenciosoadministrativa.
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