La Economía Social ante el nuevo paradigma de Bienestar social

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CIRIEC-España, Revista de Economía Pública, Social
y Cooperativa, nº 79, Diciembre 2013, pp. 5-34
La Economía Social ante el nuevo
paradigma de Bienestar social
Javier Jorge Vázquez
Concepción Albarrán Fernández
Francisco Salinas Ramos
Universidad Católica de Ávila
CIRIEC-España, revista de economía pública, social y cooperativa
ISSN edición impresa: 0213-8093. ISSN edición online: 1989-6816.
© 2013 CIRIEC-España
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La Economía Social ante el
nuevo paradigma de Bienestar
social
Javier Jorge Vázquez
Concepción Albarrán Fernández
Francisco Salinas Ramos
RESUMEN
En las últimas décadas, la configuración del denominado “Estado de bienestar” y su sostenimiento financiero
se ha constituido en un factor común de preocupación para el conjunto de la sociedad. Más aún, la recesión económica y el obligado esfuerzo de consolidación fiscal impuesto a las Administraciones Públicas, ha puesto de
manifiesto la fragilidad del actual sistema de protección social, especialmente ante la persistencia de escenarios
económicos desfavorables. Simultáneamente, la proliferación de nuevas necesidades sociales y el surgimiento
de factores propulsores de demanda (envejecimiento, inmigración, desempleo, globalización etc.), han desbordado la capacidad del Sector Público para atender las demandas sociales presentes y futuras.
En este contexto, resulta inevitable la regeneración del actual modelo de bienestar social hacia un modelo
mixto que, sobre la base de la recuperación de una mayor participación e implicación de la sociedad civil en la
atención de las necesidades sociales, permita asegurar los mayores niveles de bienestar.
PALABRAS CLAVE: Estado de bienestar, Sociedad de bienestar, Bienestar social, Economía
Social, Sociedad civil.
CLAVES ECONLIT: C810, D200, J210, J540.
Cómo citar este artículo: JORGE, J., ALBARRÁN, C. & SALINAS, F. (2013): “La Economía Social ante
el nuevo paradigma de Bienestar social”, CIRIEC-España, Revista de Economía Pública, Social y
Cooperativa, 79, 5-34.
Correspondencia: E-mail de los autores: [email protected], [email protected] y
[email protected], Universidad Católica de Ávila.
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CIRIEC-ESPAÑA Nº 79/2013
FECHA DE ENTRADA: 03/09/2013
FECHA DE ACEPTACIÓN: 15/12/2013
JORGE VÁZQUEZ, JAVIER; ALBARRÁN FERNÁNDEZ, CONCEPCIÓN
Y SALINAS RAMOS, FRANCISCO
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L’économie sociale face au nouveau paradigme
de bien-être social
RESUME : Au cours des dernières décennies la configuration dudit « État-providence » et sa viabilité financière se sont avérées être une source de préoccupation pour l’ensemble de la société. De surcroît, la récession
économique et l’effort de consolidation fiscale imposé aux administrations publiques ont mis en évidence la fragilité du système actuel de protection sociale, notamment face à la persistance de situations économiques défavorables. Simultanément, la multiplication de nouveaux impératifs sociaux et l’apparition de facteurs de hausse de
la demande (vieillissement, immigration, chômage, mondialisation, etc.) ont dépassé la capacité du secteur public
à répondre aux demandes sociales présentes et futures.
Dans ce contexte, la refonte du modèle actuel de bien-être social vers un modèle mixte est inévitable. Sur la
base d’un retour à une plus grande participation et implication de la société civile, dans le but de répondre aux
besoins sociaux, cette refonte permettra d’atteindre des niveaux de bien-être plus élevés.
MOTS CLÉ : État-providence, société de bien-être, bien-être social, économie sociale, société civile.
The social economy and the new social welfare
paradigm
ABSTRACT: In recent decades the shape and funding of what is known as the welfare state have become a
common cause for concern in society as a whole. Moreover, the economic recession and the fiscal consolidation effort that governments in general have been obliged to make have shown the fragility of the present social
protection system, particularly in view of the persistence of unfavourable economic scenarios. At the same time,
the proliferation of new social needs and the rise of factors that increase demand (ageing, immigration, unemployment, globalisation, etc.) have overwhelmed the public sector’s capacity to meet present and future social
demands.
Given this situation, the present social welfare model will inevitably be regenerated as a mixed model – founded on returning to greater involvement and participation by civil society in attending to social needs – to ensure
the highest levels of welfare.
KEY WORDS: Welfare state, welfare society, social welfare, social economy, civil society.
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LA ECONOMÍA SOCIAL ANTE EL NUEVO PARADIGMA DE BIENESTAR SOCIAL
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1.- Introducción
Los límites y el agotamiento del actual Estado de bienestar exigen una reestructuración y un profundo cambio institucional y organizativo, así como la redefinición de las funciones asumidas por las
principales estructuras institucionales implicadas. De un lado, el Sector Público, dentro del actual marco
de crisis debe garantizar la provisión de los bienes preferentes (salud y educación) y de los servicios
asistenciales y de protección social a través del desarrollo de un marco normativo adecuado, del establecimiento de mecanismos de supervisión y control eficaces, y de la captación de recursos económicos suficientes para su financiación, garantizando de este modo el cumplimiento del principio de
equidad en la distribución de los recursos. De otro lado, tanto el sector privado, quien debe asumir el
papel que le corresponde como sociedad civil en general, como la Economía Social en particular, deben
desempeñar un mayor protagonismo en la producción y distribución de dichos bienes sociales, aprovechando las ventajas que tienen derivadas de una menor burocratización y mayor eficiencia en la
gestión.
En esta encrucijada, la Economía Social, como una manifestación de una “economía civil” que
surge de la sociedad civil organizada, persigue el bien común de la ciudadanía y es a la vez civilizadora del mercado, paradigma de nuevos valores y espacio donde se cultivan las virtudes cívicas. Por
ello, consideramos que las empresas de la Economía Social pueden desempeñar un papel clave, como
alternativa posible frente al monopolio público y a la privatización pura de la producción de bienestar
social a favor de sociedades mercantiles.
En este contexto, en el presente artículo intentamos dar respuesta fundamentada a varios interrogantes que en la actualidad se encuentran en el centro del debate político, económico y científico.
Dichas cuestiones se pueden concretar en las siguientes: ¿se encuentra el Estado de bienestar clásico en crisis?; ¿existe alguna alternativa viable al Estado de bienestar?; ¿puede ser la Sociedad del
bienestar un modelo alternativo?; ¿qué papel debe desempeñar la Economía Social como manifestación de la acción organizada de la sociedad civil en el nuevo paradigma de bienestar?
Ante estos interrogantes, la finalidad del presente estudio se vertebra en torno a tres objetivos o
ejes principales:
1. El análisis del Estado de bienestar en Europa y la crisis del mismo, que lleva consigo el surgimiento de nuevos agentes proveedores de protección y servicios, circunstancias que llevan a pensar en la Sociedad del bienestar.
2. El estudio del papel que pueden desempeñar la sociedad civil y las entidades de Economía
Social ante el paradigma de la Sociedad del bienestar en un contexto de crisis económica.
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3. La identificación de las nuevas oportunidades de participación de la Economía Social en la
producción total o parcial de bienes y servicios sociales, que se deriven del nuevo modelo
de bienestar social.
Para lograr estos objetivos, presentaremos, en primer lugar, un marco conceptual acerca del estado
de la cuestión: la crisis del actual Estado de bienestar como sistema de protección social sostenible,
apoyándonos en una revisión de la literatura científica.
En segundo lugar, teniendo en cuenta la reorganización -que no desmantelamiento- del Estado
de bienestar, propondremos un nuevo modelo mixto de bienestar social, que favorezca la coparticipación entre el Sector Público y privado en la producción de los bienes y servicios de bienestar y
protección social garantizando la eficacia, eficiencia y la equidad. Asimismo, se identificarán los principales sectores de descentralización asistencial con mayor potencial para la implicación de la economía social.
Finalmente, y ante el paradigma de la Sociedad del bienestar, se analizará el papel de las empresas de Economía Social, prestando especial atención a las características propias que las definen y
diferencian del resto de fórmulas empresariales y que las convierten en la iniciativa empresarial más
adecuada para poder liderar este proceso de transformación y de tránsito hacia la Sociedad del bienestar. Asimismo, se analizarán las negativas consecuencias sociales que la crisis económica ha generado en España y el papel que desempeña el Tercer Sector de Acción Social en un contexto
condicionado por las limitaciones presupuestarias e institucionales del Estado de bienestar y por una
demanda social creciente ante los nuevos riesgos sociales, muchos de ellos derivados de la persistente recesión económica.
La interrelación de estas tres dimensiones, nos llevarán a conclusiones y propuestas que se reflejarán en el presente artículo.
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2.- El Estado de bienestar en Europa
El concepto de Estado de bienestar1 muestra la responsabilidad y participación del agente económico Sector Público en la consecución del bienestar de los ciudadanos. El Estado de bienestar contemporáneo es quizá el logro más notable del sistema de gobierno democrático. A lo largo del siglo
XX, cada una de las democracias ha utilizado métodos distintos para introducir los objetivos de igualdad social y justicia social en sus estructuras institucionales y políticas. Cada uno de los países en
Europa han vivido de forma diferente el “tránsito del Estado liberal al de bienestar tanto al menos como
las realidades económicas y sociales”. El resultado es, como señala Higgins2, que “existen diferentes
<Estados de bienestar> más que un Estado ideal concebido especialmente para proporcionar bienestar”.
La idea de un Estado de bienestar (welfare state3) es una contribución específica del sistema
moderno de gobierno democrático al léxico político contemporáneo. Hay una creciente evidencia histórica y política de que la aparición del Estado de bienestar4 no fue de ninguna manera un producto
de las fuerzas del mercado (democracias liberales) sino el resultado de una búsqueda institucionalizada, de la experimentación y de la acumulación de acontecimientos en el marco democrático de cada
uno de los países.
Siguiendo a Ashford (1989:34) se puede resumir en cuatro los grupos de estudio y análisis sobre
el origen del Estado de bienestar. Por un lado, están los análisis políticos y sociológicos, quienes consideran que el Estado de bienestar es una consecuencia de la demanda, a medida que la población
se concentra en las ciudades como consecuencia de la industrialización, los gobiernos proporcionan
mayor asistencia social5; el segundo grupo se le relaciona con la oferta asociada con la política económica, porque las imperfecciones del mercado se multiplican en la provisión de bienes y servicios
públicos6; el tercer grupo está relacionado con los estudios cuantitativos y estadísticos7, cuyos datos
reflejan la realidad del hecho analizado y estudiado en un periodo de tiempo concreto; y, el cuarto
1.- Sincréticamente Moreno (2000:20) define al Estado de bienestar como “un conjunto de instituciones estatales proveedoras de políticas
sociales dirigidas a la mejora de las condiciones de vida y a promocionar la igualdad de oportunidades de los ciudadanos”.
2.- Citado por Ashford, 1989: 13. Cf. Giner (1995: 9-59) “La modernización de la Europa meridional: una interpretación sociológica”.
3.- Esta expresión se inspira en la voz alemana “wohlfahrtstaat” referida a la conceptualización de los seguros sociales bismarkianos que
surgen en 1883. Fue Alfred Zimmern en Quo Vadimus, 1934, quien por primera vez utilizó el término welfare state.
4.- “La aparición de los Estados de bienestar” es una obra clásica de Ashford (1989). En ella el autor analiza el Estado de bienestar como
desafío institucional, su institucionalización así como las imágenes y la organización del bienestar, en la década de los ochenta.
5.- Cf. Rimlinger, G. V. (1971): Welfare polyci and Industrializaction in Europe, America and Russia. Wiley. Nueva York. Citado por Ashford,
1989: 34.
6.- Cf. Olson, M. (1965): The logic of collective action: Public goods and the theory of groups. Harvard University Press. Citado por Ashford,
1989: 36.
7.- Cf. Pryor, F.I. (1968): Public expenditure in communist and capitalist nations. Yale University Press. New Haven. Citado por Ashford,
1989: 39.
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grupo, tiene que ver con los estudios socio-históricos, preocupándoles los cambios estructurales del
Estado de bienestar8.
En este contexto el Estado de bienestar tiene el compromiso por el pleno empleo y la provisión de
servicios básicos, garantizando a los ciudadanos su acceso a los bienes públicos y preferentes. Supone
una nueva forma de articular la solidaridad y de corregir las deficiencias del mercado. En él confluyen
diferentes prestaciones de protección social: sanidad, educación, pensiones y servicios sociales, cuyo
objetivo final es contribuir a la consecución de la mayor calidad y bienestar de los ciudadanos. El Estado
de bienestar es la forma (el modelo) de Estado más evolucionado a la que ha llegado la sociedad
industrializada del siglo XX.
Desde su surgimiento, a finales del siglo XIX en Alemania, el Estado de bienestar ha pasado por
una fase de desarrollo y consolidación, la llamada Edad de Oro del capitalismo entre 1940 y 1970 y
una compleja etapa de crisis a partir de los años setenta; en los años ochenta empieza a aparecer en
el debate político de las democracias occidentales la idea de recorte o retirada del Estado de bienestar; a finales de la década de los noventa, se propuso revisar ciertos aspectos metodológicos en
relación a cómo se había medido el cambio9; a partir de la década de 2000, los datos demostraban
que las reformas restrictivas no eran tan imposibles de implantar como parecía10.
Titmuss en 1958 vio la necesidad de estudiar el origen y desarrollo del Estado de bienestar de
forma comparativa, pues la realidad es diferente en cada país. Posteriormente (1974) distinguió tres
modelos de políticas sociales relacionadas con el bienestar: el residual, el modelo de logro personalrendimiento laboral y el institucional redistributivo11. Basándose en esta aportación, Espíng-Andersen
(1990: 47) habla de tres fuentes de provisión de bienestar: el Estado, el mercado y la familia, distinguiendo tres modelos de bienestar; posteriormente (2005) con Hicks define los elementos que les
caracterizan. Se recogen en la siguiente tabla:
8.- Cf. Moore, B. (1979): The social origins of dictatorship and democrecy: Lord and peasant in the making of the modern world. Beacon
Press. Boston. Citado por Ashford, 1989: 41.
9.- Cf. Clayton y Pontunsson (1998): “Welfare state retrenchment revisited”, Worls Politucs, 51, 67-98. Citado por Del Pino, 2013: 39.
10.- Cf. Seeleb-Kaiser (2008): Welfare state transformations comparative perspectives. Palgrave Macmillan. Nueva York. Citado por Del
Pinto, 2013: 39.
11.- Cf. Titmuss, R.M. (1958): Essays on Welfare State. Allen & Unwin. Londres; (1974): “What is Soxcial Policy”, en Abel-Smith, B. y
Titmuss, K. (eds): Social Policy an introduction. Pantheon books. Nueva York, 23-32. De esta obra en (1981): Política Social. Ariel. Madrid.
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Tabla 1. Modelos de Estados de bienestar e indicadores
de Políticas de bienestar
Elementos del Régimen e impactos
Cobertura de la población
Papel del mercado en el bienestar
Población objetivo
Grado de desmercantilización
Grado de desfamiliariación
Grado de remercantilización
Redistribución
Reducción de la pobreza
Conservador (1)
Ocupacional
Bajo
Empleado (hombre)
Medio
Bajo
Bajo
Bajo
Medio
Liberal (2)
Selectivo
Alto
Los pobres
Bajo
Bajo
Medio
Bajo
Bajo
Socialdemócrata (3)
Universal
Bajo
Todos los ciudadanos
Alto
Alto
Alto
Alto
Alto
(1) Francia, Italia. España, Alemania, Austria, Bélgica, Japón y Portugal
(2) Estados Unidos, Irlanda, Canadá, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda
(3) Países nórdicos
FUENTE: Hicks y Esping-Andersen, 2005: 513; citado por del Pino, 2013: 28.
En el modelo conservador (corporativista, continental o bismarkiano) el principio básico es asegurar el riesgo; todo depende de su participación en el mercado laboral, es el cabeza de familia el principal sustentador, siendo el nivel de desmercatilización moderado.
En el modelo liberal el papel del Estado es residual, predominan las prestaciones sociales modestas en cuantía según el grado de necesidad. Los ciudadanos para satisfacer sus necesidades, en este
modelo, están al albur del mercado, el nivel de desmercantilización es bajo.
El modelo socialdemócrata es generoso en cuanto a la redistribución de la riqueza y la reducción de la pobreza, hay una alta desmercantilización, desfamiliarización y universalización de los derechos sociales.
En la actualidad, el Estado de bienestar tiene que hacer frente a dos grandes desafíos, a la vez
que tiene que seguir afrontando los viejos retos desatendidos. Tiene que afrontar los Nuevos Desafíos
o Riesgos Sociales y la globalización. Para Taylor-Gooby12 cuatro son los nuevos retos sociales: “la
mayor participación de la mujer en el mercado de trabajo; el incremento del número de personas mayores; las nuevas necesidades de personal cualificado que exige el mercado de trabajo y las consecuencias de no disponer de la cualificación necesaria, como el empleo precario; y, la privatización de
los servicios públicos cuando no están bien regulados y sometidos a estándares rigurosos de calidad”.
12.- Cf. Taylor-Gooby, P. (2004a): New Risks. New Welfare. The transformation of the European welfare state. Oxford University Press.
Oxforf. Citado por del Pino, 2013: 45.
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La globalización económica13 y la nueva internacionalización del trabajo que ha ocasionado la
transferencia de buena parte de la actividad manufacturera a los países en vías de desarrollo, ha afectado de lleno al Estado de bienestar. Existe una dispar valoración del efecto de la globalización
(Adelantado y Calderón, 200614); algunos autores hablan de convergencia en las formas que han
llevado a cabo los distintos países en relación con su Estado de bienestar (Schmith y Starke, 201115),
otros (Palier, 201016) consideran que las presiones derivadas de la globalización son filtradas por
las instituciones y el contexto institucional.
Los poderes públicos estatales históricamente fueron asumiendo funciones desempeñadas por
las iglesias y los concejos municipales (Moreno, 2000:21). Dos fechas son importantes en el origen
del Estado de bienestar, por un lado la promulgación en el Reino Unido de la New Poor Law17 (1834)
que supuso “el inicio de la construcción de los sistemas contemporáneos del bienestar” (Moreno,
2000:21); por otro lado, cuando en Alemania18 se pusieron en marcha los primeros programas de previsión social (1883), siendo el origen de “las bases de la moderna seguridad social bajo el principio
contributivo (…) Los trabajadores pasaron a ser considerados sujetos de derechos y obligaciones, y
no pobres potenciales que podían recurrir a ayudas estatales, como establecían las Leyes de Pobres
británicas” (Moreno, 2000:22). En definitiva, “el Estado de bienestar19 es una inventiva europea cuya
característica institucional más notable es el establecimiento (vía contributiva o fiscal general) de mecanismos obligatorios de solidaridad entre los ciudadanos”. Un paso más se dio hacia 1941 con la publicación en el Reino Unido del Informe Beveridge promoviendo la “cobertura universal20 de la seguridad
social para todos los ciudadanos <desde la cuna hasta la tumba> y con cargo a los presupuestos generales estatales financiados por todos los contribuyentes” (Moreno, 2000:23).
Paralelamente al proceso histórico hay un permanente debate ideológico en torno al concepto de
bienestar social “el cual ha sido construido mediante la cuantificación de los efectos producidos por
las políticas sociales públicas” (Moreno, 2000:24,25). Unos (Carabaña, 1997; García, Malo y Rodríguez
Cabrero, 2001; Carabaña y Salido, 2001) proponen medir los niveles de desigualdad de rentas como
manifestación de mayor o menor nivel de bienestar del ciudadano; otros (Titmuss, 1981; EspingAndersen, 1990) proponen el concepto de <des-mercantilización> como medida para evaluar el bienestar social. Según estos últimos se proponen diferentes modelos de Estados de bienestar (tabla 2).
También el Estado de bienestar ha sido concebido como el <garante de estabilidad macroeconómica>,
13.- Cf. Giddens (2007): Europa en la era global. Paidós. Barcelona.
14.- Citado por Del Pino, 2013:45.
15.- Citado por Del Pino, 2013:46.
16.- Citado por Del Pino, 2013:46.
17.- Hasta esta fecha la ayuda a los pobres dependía de las instituciones benéficas. La Ley de pobres sería el marco jurídico que estructuraría el sistema de ayudas.
18.- Fue el Canciller Otto von BISMARCK quien instrumentalizó y puso en marcha la obligatoriedad de la seguridad social. Posteriormente
se implantaron seguros sociales en los países nórdicos y continentales. “A finales de los años veinte habían sido introducidos programas de
seguros de enfermedad en veintidós países europeos” (Moreno, 2000:23).
19.- Moreno, en “La Europa Asocial” (2012:17), define al Estado de bienestar como el “conjunto de instituciones estatales proveedoras
de políticas sociales dirigidas a la mejora de las condiciones de vida y a procurar la igualdad de oportunidades entre los ciudadanos”.
20.- La universalización de las políticas sociales en varios países “propició un modelo de protección social que se ha considerado como
<auténtico> welfare state de acuerdo a las propuestas de Beveridge” (Moreno, 2000:23).
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de acuerdo a la perspectiva keynesiana “cabe asociar la consolidación de los Estados de bienestar
con la puesta en vigor de políticas económicas de estímulo a la demanda por parte del Sector Público21
(Rodríguez Cabrero, 1991; Mishra, 1992)”.
No hay un modelo puro de Estado de bienestar, por eso se propone analizar desde una perspectiva mixta y además tener en cuenta la interdependencia de los agentes productores de bienestar,
especialmente: el Estado, el mercado y la familia-sociedad. En esta línea, Moreno (2000: 27,70) propone utilizar el concepto más amplio <régimen del bienestar>, “el cual se concentra de una manera
interactiva y dinámica en la naturaleza de los encajes, repartos y organización del bienestar social entre
sus tres productores principales”. Distingue 4 grandes regímenes de bienestar22 cuyas principales
características aparecen reflejadas en la tabla 2.
Tabla 2. Rasgos de los regímenes del bienestar europeos
Servicios
Anglosajón (1)
Ciudadanía
Capacitación
Individual
Impuestos
Tanto alzado
(niveles bajos)
Públicos Residuales
Continental (2)
Neocorporatismo
Mantenimiento
de rentas
Cotizaciones laborales
Contributivos
(niveles altos)
Agentes sociales
Provisión
Público/cuasi mercados
Mixto/ONGs
Desregulación
Estables /
Inestables
Feminización
Trabajo parcial
Cultura integración
Ideología
Objetivos
Financiación
Subsidios
Mercado laboral
Género
Polarización laboral
Pobreza
Cultura dependencia
Nórdico (3)
Igualitarismo
Red Servicios
Sociales
Impuestos
Tanto alzado
(niveles altos)
Público
comprehensivo
Público /
centralizado
Alto empleo
público
Feminización
trabajo público
Cultura estatalista
Mediterráneo (4)
Justicia social
Combinación
recursos
Mixto
Contributivo
(niveles bajos)
Apoyo
familiar
Mixto /
descentralizado
Mixto /
descentralizado
Familismo
Ambivalente
Cultura asistencial
(1) Reino Unido, Irlanda.
(2) Alemania, Bélgica, Francia, Holanda y Luxemburgo.
(3) Países escandinavos y Finlandia.
(4) Grecia, Italia, España y Portugal.
FUENTE: Moreno, 2000: 73.
21.- También se reconoce al Estado el papel de regulador y el que contribuye a crear espacios públicos eficaces, aunque no es el único
agente con esta función. Cf. Giddens, 2007: 131-176.
22.- Abrahamson (1995: 113-153). Aclara que a la hora de tipificar los estados de bienestar, los autores utilizan diferentes criterios: Titmuss
lo hace desde el principio de organizativo y sus consecuencias para los ciudadanos; Esping-Andersen distingue entre los diferentes regímenes
de políticas; el autor sigue el planteamiento de la Comisión Europea, quien sigue a Titmuss, y distingue entre liberal, conservador, socialdemócrata
y católico.
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El régimen Anglosajón y el régimen Escandinavo se consideran regímenes universalistas mientras que el Continental y el Mediterráneo se basan en el principio contributivo ocupacional o bismarckiano (Del Pino, 2013:27).
Tras la Segunda Guerra Mundial, el desarrollo de las políticas económicas se orientó a facilitar
el pleno empleo contando con el concurso activo del soporte familiar. En los últimos decenios la situación ha cambiado y estos dos (soportes) han sufrido “importantes transformaciones”. Los Estados
se han orientado hacia “sistemas de protección más descentralizados, privatizados, institucionalmente
mixtos, segmentados y jerarquizados socialmente” (Moreno, 2000: 28) a la vez que se constataba una
mayor demanda ciudadana de bienestar social y la existencia de límites en la financiación de las políticas sociales. Debido a la crisis financiera se ha ido conformando el welfare mix (agregado social del
bienestar) teniendo a la familia “como proveedor de prestaciones y servicios sociales, en algunos casos
complementariamente y en otros como verdadera institución sustantiva del bienestar y la satisfacción
vital de los ciudadanos” (Moreno, 2000:31) así como también a diversas organizaciones de la sociedad civil. En definitiva, el welfare mix va siendo una realidad “como un agregado de preferencias que
permite la conciliación de diversas posiciones ideológicas y, por consiguiente, puede contribuir a facilitar la renovación del contrato social entre los ciudadanos” (Moreno, 2000:32).
2.1. Derechos y ciudadanía. Estado de bienestar y Sociedad del bienestar
Al hablar de ciudadanía en el contexto de este artículo, hay que referirse a Marshall y su clásica
obra Ciudadanía y clase social 23. En dicha obra el autor establece una relación entre ciudadanía y
desigualdad social, llegando a afirmar que “la clase social es un sistema de desigualdad”, e intenta
demostrar que “la ciudadanía y otras formas externas a ella han alterado la estructura de la desigualdad social” (Marshall, 1950: 6). Además, diferencia tres tipos de derechos que se suceden diacrónicamente en el tiempo, los derechos civiles relacionados con las libertades individuales; los políticos
que comprenden los derechos a participar en el ejercicio del poder y los derechos sociales que agrupan “toda una gama que va desde un mínimo de bienestar y de seguridad económica hasta el derecho a participar plenamente en la convivencia social y a vivirla vida de persona civiles según los
cánones vigentes en la sociedad” (Marshall, 1950: 9).
Aquella sociedad forjada por el Estado Social en la segunda parte del pasado siglo XX, progresivamente se ha ido fracturando entre los que tienen trabajo y los que no lo tienen, “nos encontramos
ante dualismos y deformidades que anulan las categorías interpretativas tradicionales e imponen la
elaboración de un nuevo marco conceptual y el uso de instrumentos analíticos diversos a los elaborados por la cultura político-social del pasado” (Herrera y Castón, 2003: 93-94). Se está ante una situación paradójica, es conveniente avanzar e ir más allá de Marshall24 superando los límites de que la
23.- Marshall, T.H. (1950: 5) define ciudadanía como “aquel conjunto de derechos y deberes que vincula al individuo a la plena pertenencia a una sociedad”.
24.- Zincone, G. (1992: 279) sugiere que “es necesario regresar a Marshall y dar un paso al frente”.
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igualdad es una consecuencia de los derechos de ciudadanía. Esto requiere seguir caminando y dando
nuevas respuestas a las nuevas preguntas, porque “la realización de una ciudadanía plena aún constituye un objetivo muy lejano para buena parte de la población, o sea, un <proyecto no realizado>”
(Herrera y Castón, 2003:96). En definitiva, el debate de los investigadores y académicos gira en torno
al siguiente dilema: optar por el desarrollo del sistema de protección más amplio (Lee y Raba, 1988;
Rodríguez Cabrero, 1997) o ir hacia la estabilización de un sistema público que garantice prestaciones a grupos más vulnerables (Le Grand y Robinson, 1984; Espinosa de los Monteros, 1997)25.
Los autores de este artículo proponen incrementar las acciones en pro del bienestar de la sociedad, esto mediante un nuevo diseño global del sistema de protección social ampliando los agentes
que intervienen en el mismo. La propuesta se sintetiza con palabras de Herrera y Castón (2003: 110):
“a) De un único y principal actor (el Estado), asistimos a la emergencia de múltiples y complejos actores de la protección social (Johnson, 1987: Montoro, 1997).
b) De un paquete estándar de derechos sociales (educación, vivienda, servicios sanitarios,
etc.) se ha pasado a un más complejo conjunto de derechos sociales y humanos de wellbeing y wellnes (Nutbean, 1986).
c) De criterios de valoración de la protección social basados en normas jurídicas se ha pasado
a criterios más sustanciales de valoración de la eficacia, eficiencia y equidad de las concretas medidas e intervenciones sociales (Teubner, 1988).
d) De modalidades de realización por vía institucional (formal, estatutaria) se ha pasado a
nuevas modalidades basadas en la construcción de redes formales-informales, con la participación de sujetos no institucionales y la apelación a recursos propios de las singulares comunidades locales y de los grupos sociales (Bulmer, 1987)”.
Se está ante la re-definición y el re-diseño del “modelo global de welfare”: de estatal debe convertirse en societario (Herrera y Castón, 2003: 120, 138), para lo cual es necesario identificar los nuevos actores: el Estado como coordinador que da garantía al principio de justicia e igualdad social; el
Mercado, empresas y sindicatos, estimulando el juego de los intereses, desde la libertad de iniciativa;
las Asociaciones como el Tercer Sector organizado que representan las instancias de solidaridad
primaria y secundaria; y, las Familias con las redes informales de ayuda social, que actúan desde el
principio de reciprocidad relacional del proyecto vital. Es un nuevo escenario en construcción con vocación de gobernabilidad desde los criterios de eficacia, eficiencia y equidad relacional. Entre las directrices que caracterizan este modelo se pueden señalar:
25.- Fueron muchos los motivos de la crisis del Estado de bienestar neo-corporativo en Europa, tanto internos como externos (Herrera y
Castón, 2003: 115-119), entre otros se puede señalar: 1) demográficos: baja natalidad, alta tasa de envejecimiento, provocando desequilibrios
en las estructura y en los comportamientos de las familias (Donati 1992; Iglesias de Ussel, 1998); 2) descenso de la tasa de crecimiento económico,
provocando altas tasas de desempleo (Wilensky, 1989); 3) desindustrialización que lleva consigo la modificación de la estructura social: reducción del sector primario y secundario a la vez que desarrollo del terciario y del sector cuaternario (tecnologías) (Franz, 1986; Renault (1989),
Manconi, 1990); 4) nuevas patologías relacionales (psicofísicas) y epidemias (SIDA) (Ardigo, 1980; Di Nicola, 1986); 5) nuevos estilos de consumo privado, individualismo (Cesareo, 1981); 6) nuevos movimientos migratorios con repercusiones en los sistemas de seguridad social (Zlotnich,
1991; De Bernart, 1992). Con todo ello esta crisis no ha sido en todas partes la misma (Rodríguez Cabrero, 1997).
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1. Pluralidad de actores proveedores de protección y políticas sociales desarrollando sus funciones con mayor autonomía en cada uno de ellos; descentralización de servicios; participación y desarrollo de organismos de defensa de los ciudadanos; desde el principio de la
subsidiaridad mayor protagonismo de las comunidades intermedias (asociaciones, ONGs,
etc.). El Estado tiene un papel importante de garantía y redistribuidor.
2. Destaca el rol de la familia como sujeto de protección y de prestación de servicios primarios
o de cercanía.
3. Reorganización de los sujetos receptores de servicios sociales personales, como ciudadanos
que son, de actores pasivos han de pasar a ser coproductores y cogestores de dichos servicios.
4. Emergencia del Tercer Sector26, de la Economía Social/Solidaria (ver punto 3 de este artículo), de las Empresas Sociales que como proveedoras de servicios desempeñan un papel
importante en la sociedad y se caracterizan por: la variedad de actividad en la que están presentes; la diversificación de fuentes de ingresos; su proximidad a la realidad y agilidad en sus
respuestas y por el espíritu de colaboración con el sector público/privado.
En el nuevo escenario de la sociedad post-industrial, “el Estado de bienestar deja espacio a una
Sociedad del bienestar que se caracteriza por: la pluralidad de los actores y la pluralización de los instrumentos de protección social” (Herrera y Castón, 2003: 203). De esta manera los ciudadanos son
al mismo tiempo productores, distribuidores y consumidores de bienes y servicios de bienestar. Se
está ante el denominado welfare mix 27, constituido por el diagrama de flujo que se caracteriza por las
siguientes tres dimensiones:
a) “Desde la diferenciación, el welfare mix significa: pluralidad de actores y pluralidad de códigos culturales del bienestar.
b) Desde la integración entre actores y códigos culturales diferenciados, el welfare mix significa combinación entre sí y reticularidad de sus formas de actuar y cooperar.
c) Desde la emergencia de nuevos bienes y servicios, el welfare mix significa: mayor distinción
entre bienes y servicios privados, públicos y mixtos. Por tanto, la posibilidad de que afloren
muevas modalidades de entender y practicar el bienestar (denominado bienes relacionales)”
(Herrera y Castón, 2003: 210).
Como en otras épocas y en el proceso de explicar el welfare mix se dan dos formas de verlo y activarlo, unas como simple adaptación y otras como cambio, más o menos radical, de paradigma. Al primero se le conoce como modelo lib/lab 28 y al segundo como modelo societario. En la tabla 3 se
analizan brevemente las características de ambas formas del welfare mix:
26.- Cf. Herrera y Castón, 2003: 141-170; Donati, 1991; Drucker, 1989; Salomon et al. 2001; Ruiz, 2000.
27.- El welfare mix es un proceso en acto que busca un nuevo paradigma de política sociales, que conlleva innovaciones que orientan
hacia un nuevo paradigma sociológico (relacional), donde el bienestar en términos de eficacia, eficiencia y equidad relacional, será el producto
y expresión de una pluralidad de actores e instituciones (Estado, mercado, Tercer sector y familia-redes informales).
28.- Lib: libertad; Lab: igualdad.
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Tabla 3. Dos formas de entender y practicar las políticas
sociales en el welfare mix
Características
Principio de ciudadanía
Referentes de las
políticas sociales
Cobertura de los
riesgos
Reglas de colocación
Rol del Estado
Extensión de la
ciudadanía
Sujetos de ciudadanía
Lógica lib/lab
Maximización de la inclusión política
igual para todos
Categorías sociales definidas
en primer lugar relación al
mercado capitalista
Aseguraciones obligatorias públicas
y privadas para categorías profesionales
y compensaciones a las capas marginales
por vía fiscal
Prevalencia de reglas distributivas
con integraciones de contratación libre
Estado social institucional con integraciones
de bienestar adquisitivo-meritocrático
Ciudadanía estatal y local extendida
a los que la merecen (nativos e inmigrantes)
Individuos genéricos en cuanto desligados
de relaciones de pertenencia específica
Lógicas societarias
Generalización de garantías mínimas
y diferenciación del bienestar según
las pertenencias socioculturales
Condiciones y estilos de vida
de toda persona en las diversas
formaciones sociales
Nuevos mix de cobertura de los riesgos
mediante combinaciones entre
aseguraciones obligatorias, integrativas,
formas de mutualidad y de solidaridad primaria
Mix de reglas basadas en criterios de
redistribución, cambio (reciprocidad)
y distribución solidaria (mutualidad)
Estado subsidiario a las autonomías sociales
tanto en sentido vertical como horizontal
Ciudanía plural, ya sea sobre las bases
territoriales o de pertenencia social en las
diversas formaciones sociales
Personas “contextualizadas (en comunidades
de identidades) y formaciones sociales
intermedias entre individuos y Estado
FUENTE: Herrera y Castón (2003: 213).
Entendemos que Estado de bienestar y sociedad del bienestar no son contradictorios, sino complementarios. Lo que se propone es que el bienestar lo concibamos como “bien-estar”29 no sólo como
algo material, económico sino integrador y holístico, de calidad de vida, de “estar-bien” donde cada
uno de los actores o agentes tienen un papel. Desde esta perspectiva el Estado desempeña un papel
central como regulador, coordinador, normativo, como proveedor -no el único- de bienes y servicios
desde los criterios de la eficacia, eficiencia y equidad, buscando el bien común y contribuyendo a
que la sociedad sea un espacio abierto donde todos quepan, una sociedad de todos y para todos.
Consideramos que la Empresa social, la Economía Social/Solidaria tiene mucho que decir en todo
esto.
29.- Cf. Giddens (2007), especialmente el capítulo 4: Del bienestar negativo al bienestar positivo”, pp. 131-176.
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3.- La Economía Social ante el nuevo modelo de
bienestar social
El planteamiento de un sistema mixto de bienestar exige la coparticipación activa del Estado, el
mercado y la sociedad civil en la producción y provisión de los servicios de bienestar social y, simultáneamente, la necesidad de reequilibrar el peso que en la actualidad desempeñan estos tres sectores. Esta división plural del bienestar ha ampliado el campo de acción de las entidades de Economía
Social, debido entre otros a la reducción del peso del Estado en la producción de servicios sociales.
La sostenibilidad financiera del actual entramado de prestaciones sociales y servicios públicos, en
un entorno caracterizado por una restricción presupuestaria significativa y por un incremento de la
demanda de nuevas prestaciones, está derivando en un foco de presión sobre el sistema que compromete el mantenimiento del actual modelo de Estado de Bienestar. Esta circunstancia ha desembocado en el aumento de la exigencia sobre un mayor control y contención del gasto público, y por
extensión, en la consecución de una mejora necesaria de los ratios de eficiencia en la producción de
los bienes y servicios de bienestar social.
Ante esta situación, resulta preciso reformular la posición dominante del Sector Público, que
mediante la introducción de mecanismos favorezcan un nuevo modelo de gestión del bienestar mucho
más flexible, descentralizado y plural, donde el sector privado, las asociaciones, fundaciones, el tercer sector, especialmente la Economía Social, tengan una mayor implicación en la provisión de los
servicios y bienes sociales de bienestar colectivo, con el propósito de incrementar la competitividad
y mejorar de este modo los niveles de eficiencia e innovación, sin comprometer la consecución de
unos niveles de cobertura social adecuados a cualquier sociedad desarrollada, y garantizando la igualdad de oportunidades como pilar básico de la cohesión social y de la equidad.
En este contexto, las entidades de Economía Social como manifestación de la acción organizada
de la sociedad civil, están desempeñando un papel protagonista y determinante en la complementariedad entre el Estado y la sociedad y si da el caso también en la posible transición del Estado de bienestar hacia una Sociedad del bienestar, donde la sociedad civil adquiere una mayor implicación en
la gestión de las actuales prestaciones de bienestar social con una gestión más eficiente de los recursos disponibles. En este sentido, tal y como apunta García (2004), la consideración de la Economía
Social como una “apuesta de futuro para la creación de una Sociedad de bienestar” se sustenta en su
condición de “semillero” de políticas públicas de bienestar, su capacidad de movilización de voluntariado y de liderazgo de actividades solidarias de gran proyección social y su naturaleza participativa.
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Este nuevo papel de la Economía social30 se enmarca dentro de un amplio proceso histórico complejo e inconcluso, en el que confluyen tres procesos de cambio mutuamente interrelacionados: la reestructuración del Estado de bienestar, originado por sus propias limitaciones institucionales y
económicas, e impulsado por la globalización; la remercantilización de las relaciones sociales y económicas; y la reconstitución de la sociedad civil31. En este escenario y ante el agotamiento del actual
modelo de bienestar, surge una nueva alternativa de economía mixta caracterizada por el retroceso
de lo “público estatal” a favor de lo “privado mercantil”, de lo “privado social” y de lo “público social”,
en definitiva la ampliación del espacio civil y mercantil junto con la contención del espacio estatal
(Rodríguez, 2003).
Si bien tradicionalmente las entidades de Economía Social han desempeñado un papel relevante
en el desarrollo de actividades de promoción y carácter asistencial, dando respuesta muy a menudo
a las necesidades y demandas sociales que no resultaban rentables para el mercado ni asumibles
financieramente por el Estado, éstas no pueden relegar su actuación exclusivamente al ámbito asistencial en la cobertura -tal y como apunta Monserrat (2000)- de “necesidades infraeconómicas que
quedan fuera de los canales económicos ordenados”, por el contrario, también deben adquirir un papel
activo y no exclusivamente subsidiario en la atención de necesidades sociales en competencia directa
con el mercado y el Estado32.
Sin embargo, se aprecia que el significativo crecimiento de la Economía Social en el ámbito de los
servicios sociales de proximidad, y el hecho de concurrir en competencia directa con empresas privadas en este sector, ha obligado a las entidades de Economía Social a adoptar formas organizativas
empresariales cada vez más estructuradas y eficientes, convirtiéndolas en un elemento determinante
de los sistemas de bienestar social, derivando en muchas ocasiones a redirigir su oferta hacia sectores más solventes de la sociedad en detrimento del nicho de exclusión social que venían ocupando
tradicionalmente (Etxezarreta, 2001).
En definitiva, para lograr una transformación estructural y sistémica y avanzar hacia la consecución de un nuevo modelo económico, social y político que permita lograr y mantener la competitividad a medio y largo plazo, se requiere la convergencia del Estado, el Mercado y la Ciudadanía (Tercer
Sector, la Familia, en definitiva, la Sociedad y sus instituciones) asumiendo cada uno la función que le
corresponde. En este contexto, la sociedad civil, y por tanto la Economía Social, debe asumir su papel,
alternativo y complementario, de catalizador, motor y tractor del cambio (Salinas, 2011), ampliando su
papel, en base a “diversas relaciones de autonomía y/o dependencia con el sector público y de colaboración y/o competencia con el mercado 33 ”, en el nuevo escenario de división mixta de la produc-
30.- Sobre la Economía Social hay una amplia bibliografía. Se puede consultar entre otras fuentes www.ciriec.es
31.- La reconstitución de las sociedades civiles se está llevando a cabo en dos direcciones: el desarrollo de estructuras organizadas de
solidaridad y el impulso de nuevas formas de participación cívica (Rodríguez, 2005).
32.- Siguiendo a Muñoz (2004), la Economía Social no se configura "como un sector residual, sino como polo institucional del sistema que,
junto al sector público y al sector privado capitalista, resulta clave para consolidar el bienestar en las sociedades avanzadas, contribuyendo a
resolver algunos de sus problemas más relevantes".
33.- Tal y como apunta Ruiz (2006), la iniciativa mercantil está operando de manera selectiva pero creciente en campos de actividad considerados tradicionalmente casi exclusivos de organizaciones sociovoluntarias.
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ción de bienestar, donde el Estado mantiene su función reguladora y redistribuidora de recursos económicos que los transfiriere a los sectores de mercado y no mercado para la gestión y producción
de servicios públicos (Rodríguez, 2005).
Todo ello ha dado lugar al surgimiento en los últimos años de un número significativo de entidades de Economía Social, cuya actividad principal se ha centrado en la producción de bienes preferentes de bienestar social. Esta realidad se ha visto jurídicamente reconocida en nuestro país, y en
particular, en la Ley 27/1999, de 16 de julio, de Cooperativas, la cual incorpora a las cooperativas de
“iniciativa social” a la que define como “aquellas cooperativas que, sin ánimo de lucro y con independencia de su clase, tienen por objeto social, bien la prestación de servicios asistenciales mediante
la realización de actividades sanitarias, educativas, culturales u otras de naturaleza social, o bien el
desarrollo de cualquier actividad económica que tenga por finalidad la integración laboral de personas que sufran cualquier clase de exclusión social y, en general, la satisfacción de necesidades sociales no atendidas por el mercado.”
3.1. Delimitación conceptual de la Economía Social
Antes de profundizar sobre las particularidades que convierten a las entidades de Economía Social
en una fórmula adecuada para la producción de bienes preferentes, conviene previamente delimitar
conceptualmente este término. Dicha conveniencia radica en la falta de cierto consenso científico en
torno a una definición homogénea sobre la Economía Social, así como la utilización de muy diversa
terminología relacionada: Tercer Sector, Organizaciones sin ánimo de lucro, etc. En este sentido, las
definiciones que en el presente estudio emplearemos para referirnos a la Economía Social son las
siguientes:
De acuerdo con la definición que emplea el Centro Internacional de Investigación e Información
sobre la Economía Pública, Social y Cooperativa (CIRIEC) de España, la Economía Social puede entenderse “como aquella que comprende empresas que actúan en el mercado con la finalidad de producir bienes y servicios, asegurar o financiar, pero cuya distribución del beneficio y la toma de decisiones
no están ligadas directamente con el capital aportado por cada socio; el peso de la toma de decisiones es igual para todos los socios y no en función del capital aportado por cada uno de ellos. La
Economía Social también incluye a aquellos agentes económicos cuya función principal sea producir
servicios no destinados a la venta para determinados grupos de hogares y cuya financiación se efectúa a través de contribuciones voluntarias efectuadas por los hogares en tanto que consumidores”.
A tenor de esta definición, cabe distinguir dos subsectores fundamentales dentro de la economía social. De un lado, el subsector de mercado, compuesto por entidades con organización democrática y cuya distribución de beneficios no se halla vinculada al capital aportado; y, por otro lado, el
subsector de no mercado, integrado por entidades privadas sin ánimo de lucro orientadas al servicio
de los hogares.
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En esta misma línea la reciente Ley 5/2011, de 29 de marzo, de Economía Social, define ésta como
el “conjunto de las actividades económicas y empresariales, que en el ámbito privado llevan a cabo
aquellas entidades que, [...] persiguen el interés colectivo de sus integrantes, bien el interés general
económico o social, o ambos [...] actuando en base a unos principios orientadores: la primacía de
las personas y del fin social sobre el capital; la aplicación de los resultados obtenidos de la actividad
económica; la promoción de la solidaridad interna y con la sociedad que favorezca el compromiso con
el desarrollo local, la igualdad de oportunidades, la cohesión social, la inserción de personas en riesgo
de exclusión social; la generación de empleo estable y de calidad y la sostenibilidad; y la independencia respecto a los poderes públicos”.
3.2. Ventajas de la Economía Social en la provisión de bienes preferentes
Una de las características de mayor relevancia en el sector de la Economía Social en las últimas
tres décadas, ha sido el significativo crecimiento de aquellas entidades cuya actividad principal se
orienta a la producción y distribución de los denominados “bienes sociales o preferentes”. En este contexto, la Economía Social se erige como un “polo de utilidad social” del que forma parte un conjunto
amplio y heterogéneo de organizaciones privadas que operan desde y para la sociedad con la finalidad de resolver sus necesidades, “actuando empresarialmente en el mercado, bien haciéndolo fuera
del mercado o bien simultáneamente en ambos” (Monzón, 2004).
La justificación del atributo de “interés social” asignado a la Economía Social, no debe encontrarse
exclusivamente en su mayor orientación y disposición para el desarrollo de actividades consideradas
de interés social, más bien radica especialmente en sus propiedades sistémicas derivadas de su particular funcionamiento y organización, lo que la diferencian de la Economía Capitalista y de la Economía
Pública (Monzón, 2001).
Este conjunto de características propias de la Economía Social la convierten en una fórmula adecuada para el desarrollo eficiente y equitativo de actividades de asistencia y promoción social, más
allá del papel subsidiario que tradicionalmente ha desempeñado en la atención de necesidades no
satisfechas por el Sector Público o el mercado. De este modo la Economía Social se erige como una
alternativa complementaria y competitiva frente al Estado y al mercado en la producción social y gestión de los servicios públicos colectivos.
Dentro de los atributos que otorgan a la Economía Social un papel relevante como proveedor eficiente en el sector del bienestar social podemos destacar las siguientes:
- Especial capacidad para identificar y dar respuesta a las nuevas necesidades sociales. La evidencia empírica pone de manifiesto la capacidad que poseen las entidades de Economía Social para
atender, de manera más ágil, las nuevas demandas sociales no cubiertas que surgen en el entorno.
Esta ventaja se deriva directamente de la acción de la propia sociedad civil que se organiza cuando
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se ve afectada por una nueva necesidad colectiva no atendida, así como de la propia capacidad de la
Economía Social para canalizar las demandas de los colectivos insatisfechos, disponiendo por lo tanto
de una información mayor y más cercana entorno a dicha necesidad, lo que permite adoptar acciones
con mayor celeridad y de manera más eficiente.
- Mayor flexibilidad organizativa y estabilidad operativa. La ausencia de trabas burocráticas, junto
con la existencia de una estructura empresarial dinámica y flexible, fruto de la existencia de un riesgo
compartido y en consecuencia de una mayor corresponsabilidad de todos los integrantes de la entidad, permite a las empresas de Economía Social adaptarse con mayor facilidad a los cambios socioeconómicos que acontecen en el entorno y competir mejor con el resto de empresas mercantiles en
la consecución de unos mejores niveles de coste-efectividad en la producción y prestación de servicios públicos.
Gracias a esta mayor flexibilidad34, la Economía Social es capaz de enfrentarse con mayor facilidad a la persistencia de períodos económicos desfavorables como el actual, lo que garantiza una
mayor estabilidad en el desarrollo de su actividad. En este sentido, algunos estudios recientes (Millán
y Marcuellos, 2010; Calderón, 2012) confirman que las entidades de Economía Social muestran una
mayor fortaleza que el resto de fórmulas mercantiles, para hacer frente a los periodos de recesión económica como el actual, manifestando un mejor comportamiento en materia de destrucción de empleo
y actuando de este modo como estabilizadores automáticos de la economía35.
Tal circunstancia es comprensible dadas las características que presentan las empresas de
Economía Social y que la diferencian del resto de empresas mercantiles. En particular, su mayor vinculación y compromiso con el entorno donde operan, la ausencia del ánimo de lucro monetario o el
desarrollo de su actividad orientada hacia las personas como eje vertebral de su actuación y hacia la
consecución eficiente de unos servicios públicos de calidad.
- Significativa capacidad de innovación. El contacto directo con las personas y colectivos demandantes de atención, y la competencia existente con otras empresas del mercado, atribuyen a las entidades de Economía Social una capacidad para proponer soluciones más innovadoras a los nuevos
problemas sociales que afloran.
34.- La evidencia empírica está poniendo de manifiesto que las entidades de Economía Social disponen de una capacidad mayor para
redimensionar sus modelos de negocio a las nuevas circunstancias imperantes en el mercado, condicionadas por la persistencia de una intensa
recisión económica. El ajuste realizado va en la línea de flexibilizar el modelo productivo (reducción del volumen de producción, disminución y
reparto de horas de trabajo, moderación salarial, etc.) frente al ajuste vía destrucción de empleo.
35.- A partir del análisis de los datos sobre empleo publicados por el Observatorio Español de Economía Social, puede contrastarse esta
afirmación. Así, por ejemplo, la destrucción de empleo en cooperativas durante el año 2009 fue 2,1 puntos porcentuales menor en comparación
con el conjunto de la economía española.
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- Mayor contribución a la calidad en la prestación de servicios sociales. La actuación de las empresas de Economía Social no responde a patrones estandarizados de comportamiento, sino más bien
desarrollan una atención más personal e individualizada, más dedicada a los fines propios de la entidad. Esto es debido en gran parte al carácter vocacional de los individuos que desempeñan su labor
en las mismas. Por otro lado, en ausencia de ánimo de lucro se torna realmente básico el input de la
vocación y la dedicación a un fin concreto o simplemente a la autonecesidad de un colectivo particular. De este modo la calidad del servicio mejora en la medida en que el voluntariado posee una mayor
motivación en la consecución de un servicio personal eficaz, mostrando mayor sensibilidad frente al
problema y sus posibles soluciones. Este interés se mantiene e incluso aumenta cuando son los propios individuos afectados quienes constituyen una entidad de Economía Social para dar respuesta a
la necesidad social no cubierta (Sajardo, 1994).
- Destacada capacidad redistributiva. Atendiendo al principio de equidad, las entidades de
Economía Social presentan una importante capacidad redistributiva. De un lado, el subsector de mercado favorece una distribución igualitaria de la renta y de la riqueza a través de una distribución de
beneficios desvinculada con la aportación del capital. Así, en caso de producirse el reparto de excedentes, existe una primacía de las personas (factor trabajo frente al factor capital). De otro lado, el subsector de no mercado (entidades sin ánimo de lucro o Tercer Sector) desarrollan su actividad guiadas
por valores tales como la participación y la solidaridad, orientando su actividad al desarrollo social de
todos los ciudadanos. Esta restricción en el reparto del beneficio económico y su correspondiente reinversión en la entidad, favorece una mayor disponibilidad para incrementar la calidad y/o cantidad de
los servicios sociales prestados (Monserrat, 2000).
- Capacidad para movilizar recursos. Los principios que orientan la actividad de la Economía Social
(primacía de la persona, gestión democrática y transparente, promoción de la solidaridad, desarrollo
sostenible, ausencia de lucro económico, etc.) favorece la participación ciudadana a través del voluntariado. Gracias al voluntariado, las empresas de Economía Social pueden llevar a cabo la prestación
de servicios y provisión de bienes sociales con mayor calidad y calidez, siendo ésta una ventaja competitiva frente al resto de empresas del mercado. Asimismo, estas entidades que nacen de la iniciativa social e implican a la ciudadanía disponen de una mayor capacidad para movilizar recursos
económicos a través de las aportaciones de ciudadanos, el patrocinio y donaciones de entidades privadas y las subvenciones de instituciones y organismos públicos, reduciéndose de este modo igualmente los costes financieros.
- Mayor facilidad de interlocución y cooperación con otros agentes. La Economía Social desempeña un eficiente papel de interlocutor y mediador entre los colectivos demandantes de prestaciones
sociales y los responsables públicos. Asimismo, participa y favorece los programas de cooperación
entre las distintas instituciones y agentes que participan en el sector de bienestar social.
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Este conjunto de características han sido reconocidas por la Comisión Europea (2011) al destacar “la capacidad de las empresas sociales, y la economía social en general, para aportar respuestas innovadoras a los actuales desafíos económicos, sociales y, en algunos casos, medioambientales
mediante el desarrollo de puestos de trabajo sostenibles y difíciles de deslocalizar, la integración
social, la mejora de los servicios sociales locales, la cohesión territorial, etc.”
3.3. Situación y retos de la Economía Social en el ámbito de la acción social en
un contexto de crisis económica
Las negativas consecuencias sociales que la prolongada crisis económica está generando en
España, se están traduciendo en un incremento de las desigualdades sociales, en un empeoramiento
de las condiciones de vida de los ciudadanos, y en un aumento de los niveles de exclusión social y
pobreza.
La Encuesta de Condiciones de Vida publicada con carácter anual por el Instituto Nacional de
Estadística, refleja el estado de la cohesión social de nuestro país en los últimos años y alerta del
riesgo de empobrecimiento, desigualdad y fractura social ante la persistencia de la crisis económica,
especialmente ante el imparable incremento del número de desempleados. Basta con analizar algunos de los principales indicadores de esta encuesta para dibujar el escenario social actual que caracteriza a nuestro país:
•
Los ingresos medios por hogar se redujeron en los últimos cinco años desde el comienzo de
la crisis económica en 2008 en más del 9,5%, situándose en el año 201236 en 23.123€ por
hogar, estimándose un ingreso medio por persona en ese mismo año de 9.098€, un 2,4% inferior a la registrada en el año anterior.
•
La tasa de riesgo de pobreza37 se situó en 2012 en el 22,2% de la población residente en
España. Si bien, las estimaciones para 2013 muestran una sensible reducción de esta tasa
en torno a medio punto porcentual.
•
Los resultados aportados por el indicador AROPE38 reflejan que los niveles de exclusión social
y riesgo de pobreza en España han experimentado un notable crecimiento durante los últimos
años de crisis económica, pasando del 23,1% en el año 2007 al 28% de la población residente
en España, un porcentaje sensiblemente mejor al registrado en 2012, pero en cualquier caso
muy elevado.
36.- Datos provisionales de la Encuesta de Condiciones de Vida, 2012.
37.- Se trata de un indicador relativo de la desigualdad existente en un territorio. Mide el número de individuos que tienen ingresos bajos
en relación al conjunto de la población.
38.- Es un indicador agregado que combina tres aspectos: la carencia material, la baja intensidad en el empleo y el riesgo de pobreza.
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•
El análisis de las dificultades económicas de los hogares de acuerdo con las previsiones para
2013 arrojan los siguientes resultados: el 40,9% carece de capacidad suficiente para poder
afrontar gastos imprevistos, el 16,9% manifiesta “mucha dificultad” para llegar a fin de mes y
el 9,2% de los hogares registra retrasos en los pagos relacionados con la vivienda habitual y
sus suministros.
Ante este escenario social y en un contexto de ajuste presupuestario, el Estado de bienestar se
está mostrando desbordado para atender adecuadamente a las nuevas necesidades que surgen de
esta nueva realidad social emergente (paro de larga duración, deshaucios, segmentación laboral etc.).
Esta incapacidad del sistema tradicional de bienestar social, ha obligado a la sociedad civil a organizarse en estructuras de solidaridad y acción social para resolver sus propias necesidades que no
encuentran ninguna respuesta satisfactoria por parte del Estado ni del mercado.
En España, la prolongada crisis económica ha puesto de manifiesto la importante labor que las
entidades de Economía Social vienen desarrollando en favor de la cohesión social ante la existencia
de riesgos reales de fractura social entre los colectivos más vulnerables de la sociedad y el resto de
población. Así, tal y como señala Pérez y Navarro (2013) la creciente demanda social registrada en
nuestro país como consecuencia del “aumento de la vulnerabilidad y extensión a colectivos de la clase
media hasta ahora no afectada por estas situaciones“ ha obligado a actuar a las estructuras sociales
informales (familias) y a las entidades del Tercer Sector, que se han visto colapsadas ante las nuevas
necesidades sociales39.
Estas afirmaciones se ven refrendadas al analizar cuantitativamente el papel del Tercer Sector de
Acción Social, en adelante TSAS, en el contexto de crisis económica. De acuerdo con el Anuario del
Tercer Sector de Acción Social en España (2012)40, durante el periodo de recesión económica se
observa:
•
Un crecimiento significativo del número de organizaciones activas de acción social, en particular, en el período 2008-2010 aparecen 950 entidades más que en 2008, estimándose en
2010 un número total de 29.700 entidades.
•
Un aumento del gasto realizado por el TSAS para el desarrollo de sus actividades en ese
mismo periodo. El porcentaje del PIB que representa dicho gasto se incrementa en torno a un
0,19% representando el 1,88% del PIB español en 2010.
39.- Por ejemplo, tal y como pone de manifiesto el VIII Informe del Observatorio de la Realidad Social publicado en 2013 por Cáritas, desde
el inicio de la crisis económica esta institución ha triplicado tanto el número de personas atendidas (más de 1,3 millones en 2012) como el volumen de recursos destinado a ayudas económicas directas a las familias (44 millones de euros en 2012).
40.- Vid. Navarro Ardoy, L. (2012): Anuario del Tercer Sector de Acción Social en España, Resumen Comparativo 2010-2012, Fundación
Luis Vives, Madrid.
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•
Un incremento superior al 20% del número de trabajadores contratados en el TSAS desde
el inicio de la crisis económica (2008) hasta el año 2010, alcanzándose en ese año un total de
635.961 personas contratadas, representando el 3,5% del total del mercado de trabajo nacional.
•
Una ampliación sustancial de la base social de voluntariado que colabora con las organizaciones de acción social. En particular, el número de voluntarios creció entre 2008 y 2010 por
encima del 22%, alcanzando un número cercano a 1,1 millones de personas voluntarias en
2010, lo que representa el 4,65% de la población activa mayor de 16 años.
•
Un crecimiento del número de beneficiarios de las actuaciones del TSAS, observándose un
incremento acumulado del número contabilizado de atenciones directas a personas de en
torno al 29,4% en el periodo comprendido entre 2007 y 2010.
En un contexto de aumento generalizado de la demanda de atención social, las entidades de
Economía Social, en particular el TSAS, se enfrentan a una dificultad preocupante de financiación que
compromete su supervivencia a medio plazo. Según el Anuario del Tercer Sector de Acción Social,
en 2010 el 92,8% de las entidades recurre a la financiación pública, representando en torno al 60%
de sus presupuestos. Esta circunstancia coincide con la tendencia observada en los últimos años de
reducción de estas partidas de financiación pública, lo que está obligando a las entidades del TSAS
a buscar fuentes de financiación alternativas para poder garantizar su supervivencia y dar repuestas
a las crecientes necesidades que están surgiendo en la sociedad.
3.4. Nuevas oportunidades de participación de la Economía Social en la producción de bienes y servicios de bienestar social
El aumento en el uso por parte de las Administraciones Públicas de diversas fórmulas de colaboración público-privadas con el objetivo de externalizar parcial o totalmente la producción de servicios colectivos vinculados con el Estado de bienestar (educación, sanidad, servicios sociales, etc.)
tales como los conciertos41 o los cheques-servicio42, ha permitido el aumento de la oferta privada
de servicios sociales. De este modo se observa un incremento del número de entidades de Economía
Social cuya actividad principal se sustenta en la producción de bienes preferentes, junto con la incorporación activa en el sector de empresas mercantiles que ven en este sector emergente un nicho de
actividad rentable con un elevado potencial de crecimiento. En este contexto, las entidades de
41.- De acuerdo con la Ley de Contratos del Sector Público, no existe ninguna restricción para que cualquier entidad privada, sea mercantil o no, y siempre que cumpla con los requisitos establecidos por la Administración contratante, pueda participar en cualquier concurso público
para la gestión de servicios públicos.
42.- Se trata de un medio de pago condicionado al consumo de determinados servicios, a través del cual la Administración Pública subvenciona al consumidor la totalidad del coste del servicio o la diferencia existente entre el precio de éste y la cantidad que se estima pueda pagar
dicho individuo de acuerdo a su capacidad de pago, siendo dicho precio regulado por la Administración. Este tipo de instrumento está proliferando
en el sector de la atención a la dependencia, cuyo equivalente es la prestación económica vinculada al servicio.
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Economía Social deben competir con las empresas mercantiles para lograr contratos con la
Administración Pública, lo que se convierte en un incentivo para la mejora en sus niveles de organización, financiación, gestión y eficiencia.
Los principales esfuerzos realizados por la Economía Social como proveedor de bienes y servicios de bienestar social se han concentrado principalmente en los ámbitos de la integración laboral y
social, los servicios sociales y la atención comunitaria (Monzón, 2012).
- Servicios de atención sociosanitaria a la tercera edad y personas con discapacidad. El proceso
progresivo de envejecimiento demográfico en España (incremento del porcentaje de ancianos sobre
el total de la población, y aumento de la esperanza de vida), unido a los cambios sociales producidos
(incorporación de la mujer al mercado laboral, cambio del patrón de familia, etc.) y a la mayor complejidad que requieren los cuidados de una ancianidad cada vez más longeva, ha dado lugar al aumento
de la demanda de servicios asistenciales para estos colectivos. Por otro lado, el reciente desarrollo
legislativo en materia de atención a personas dependientes, ha contribuido al desarrollo de nuevas
oportunidades de actuación para las entidades de Economía Social en el campo de la atención a la
dependencia.
Dentro del conjunto de servicios sociales que pueden ser objeto de prestación por las entidades
de Economía Social caben destacar los comprendidos en el catálogo de servicios recogido en la Ley
39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en
situación de dependencia:
•
•
•
•
•
Servicios de prevención de las situaciones de dependencia y de promoción de la autonomía
personal.
Servicios de Teleasistencia.
Servicio de Ayuda a domicilio: atención de las necesidades del hogar y cuidados personales.
Servicio de Centro de Día y de Noche: centro de día para mayores, para menores de 65 años,
de atención especializada y centro de noche.
Servicios de Atención Residencial: residencia de personas mayores y centro de atención a
personas discapacitadas.
De igual modo, la propia ley reconoce implícitamente el papel especial que debe desempeñar el
Tercer Sector en la atención a la dependencia al recoger dentro de los principios inspiradores de la ley
“la participación del tercer sector en los servicios y prestaciones de promoción de la autonomía personal y atención a la situación de dependencia” (art.3.n). Asimismo, dentro de la red de centros privados concertados de atención a la dependencia el texto legal estable que “en su incorporación a la
red se tendrá en cuenta de manera especial los correspondientes al tercer sector” (art. 16.2) y añade
que “los poderes públicos promoverán la colaboración solidaria de los ciudadanos con las personas
en situación de dependencia, a través de la participación de las organizaciones de voluntarios y de
las entidades del tercer sector” (art. 16.4).
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Desde el punto de vista cuantitativo y de acuerdo con Martínez (2013) la especialización de las
entidades de Economía Social en la prestación de servicios relacionados con el ámbito de la atención
a la dependencia (vejez y discapacidad) es relativamente significativa, representando en el año 2010
el 10% del total de empresas que ofrecen este tipo de servicios, y observando una tendencia de crecimiento significativa.
- Servicios de atención y protección a la infancia y a la juventud, con especial atención a las personas cuyo entorno socio-familiar se caracterice por un elevado riesgo social. Dentro de estos servicios se englobarían centros de acogimiento residencial o no residencial, centros de prevención,
asistencia y reinserción de jóvenes inadaptados o en riesgo de exclusión social, programas de asesoramiento, prevención y protección a la infancia, etc.
- Servicios de atención sanitaria y educativa. La generalización de los sistemas de conciertos y la
expansión de la gestión delegada de centros públicos en el ámbito educativo y sanitario han dado lugar
al surgimiento de nuevas oportunidades de participación de la Economía Social en la producción de
estos bienes preferentes.
Las entidades de Economía Social representaban en el año 2010 alrededor del 9% del conjunto
de empresas cuya actividad económica está ligada con la educación, siendo especialmente notable
la presencia en educación infantil (14%) y en educación primaria (13%) (Martínez, 2013).
- Otros servicios de interés social, tales como la prevención y atención a la drogodependencia,
la reinserción social de reclusos, drogodependientes etc., la promoción de la integración social de
colectivos marginales (minorías étnicas, refugiados, etc.).
4.- Conclusiones
En los últimos años, el constante incremento del gasto público social observado en nuestro país,
se ha constituido como un factor común de preocupación para el conjunto de la sociedad, y en particular, de las autoridades y responsables en materia de protección social. Dicha preocupación se ha
visto agravada ante la incapacidad del Sector Público para hacer frente al sostenimiento del actual
sistema de protección social en un entorno condicionado por la recesión económica y el obligado
esfuerzo de consolidación fiscal impuesto a las Administraciones Públicas.
La “crisis del Estado de bienestar” y las reformas necesarias para garantizar su sostenibilidad,
se hallan hoy en día en el centro del debate público en todos los órdenes; social, económico, acadéwww.ciriec-revistaeconomia.es
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mico y político. La presión sobre el sistema de protección social consecuencia del aumento de las necesidades sociales, las limitaciones del Estado para asumir su cobertura dado el desequilibrio financiero
de sus cuentas y el creciente aumento de los costes operativos del sistema de protección social derivado de una excesiva burocratización del sistema y de la falta de incentivos, ha dado lugar a la necesidad de replantear el actual modelo de bienestar social para garantizar su viabilidad futura.
La consecución de este objetivo requiere reformular la posición dominante del Sector Público y,
a través de la introducción de mecanismos de mercado y no mercado, favorecer un nuevo modelo
de gestión del bienestar mucho más flexible, descentralizado y plural en el que el sector privado, las
asociaciones, fundaciones y el tercer sector, especialmente la Economía Social, tengan una mayor
implicación en la provisión de los servicios y bienes de bienestar social.
Como señalan Herrera y Castón (2003) es necesaria la re-definición y el re-diseño del “modelo
global de welfare”: de estatal debe convertirse en societario y, para esto, es necesario identificar los
nuevos actores: el Estado como coordinador que da garantía al principio de justicia e igualdad social;
el Mercado, empresas y sindicatos, estimulando el juego de los intereses, desde la libertad de iniciativa; las Asociaciones como el Tercer Sector organizado que representan las instancias de solidaridad
primaria y secundaria; y, las Familias con las redes informales de ayuda social, que actúan desde el
principio de reciprocidad relacional del proyecto vital. Es un nuevo escenario en construcción con vocación de gobernabilidad desde los criterios de eficacia, eficiencia y equidad relacional.
Consideramos que la Economía Social presenta una serie de atributos, reconocidos por la Comisión
Europea (2011) que le convierte en un proveedor eficiente en el sector del bienestar social y que, por
tanto, justifican su importante papel en la reformulación que estimamos necesaria del Estado de bienestar. Entre los atributos y características a las que nos referimos, explicados detalladamente en el
epígrafe 3.2 de este artículo, podemos destacar los siguientes:
•
La especial capacidad que poseen las empresas de Economía Social para identificar y atender de forma ágil a las nuevas demandas sociales no cubiertas que surgen en el entorno.
•
La mayor flexibilidad organizativa que presentan y que les facilita adaptarse mejor a los cambios socioeconómicos que acontecen en el entorno.
•
La capacidad que presentan para proponer soluciones innovadoras a los nuevos problemas
sociales que afloran.
El nuevo modelo de bienestar social debe construirse sobre la base de un equilibrio correcto entre
la adecuada protección social de la población y la sostenibilidad a medio y largo plazo del sistema.
El objetivo último que debe guiar este proceso de transformación es la consecución de un sistema más
eficiente y de mayor calidad, que resulte sostenible en el tiempo y por lo tanto que garantice que las
generaciones futuras puedan disfrutar cuanto menos de un bienestar similar al actual.
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En este contexto, la sociedad civil ha de constituirse como el motor de cambio, que junto con el
resto de agentes (Sector Privado y Sector Público), garantice la transición ordenada del denominado
“Estado de bienestar” hacia una “Sociedad del bienestar”.
En este proceso de transformación estructural, las entidades de Economía Social, gracias a sus
propiedades sistémicas, se constituyen como una fórmula adecuada para participar en la gestión eficiente del sistema de protección social y liderar de este modo el cambio necesario.
Finalmente, la aparición de nuevas necesidades sociales derivadas de los cambios socioeconómicos que acontecen en un entorno característico de sociedades desarrolladas como España, junto
con el reconocimiento e impulso legal de muchas de estas demandas y la mayor tendencia en el uso
de fórmulas de colaboración público-privadas en la producción de bienes preferentes, ha dado lugar
a la aparición de nuevos sectores de actuación en el ámbito de la promoción y atención asistencial,
favoreciendo un incremento de la oferta privada de servicios de atención social. En este contexto, la
Economía Social debe ser capaz de identificar y dar una respuesta ágil, eficiente e innovadora a estas
nuevas necesidades que demanda la sociedad de acuerdo con las potencialidades de desarrollo
empresarial que presenta.
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