¿Qué tipo de democracia es necesaria para América Latina?

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XX Coloquio Nacional Sobre la Enseñanza de la Filosofía
“¿Qué tipos de democracia son posibles para América latina?”
Universidad Autónoma de Zacatecas, Campus Siglo XXI
21, 22 y 23 de agosto de 2008
“¿Qué tipo de democracia es necesaria para América Latina?”
Título
JESÚS CARLOS JAIMES BAUTISTA
Autor
Universidad Nacional Autónoma de México
Institución de procedencia
XX Coloquio Nacional Sobre la Enseñanza de la Filosofía
“¿Qué tipos de democracia son posibles para América latina?”
Resumen
¿Qué tipo de democracia es necesaria para América Latina?, tal es la pregunta a
la que intentaré responder en esta breve ponencia, para lo cual haré una
aproximación a la democracia ateniense en búsqueda de algunas posibles
lecciones aplicables a nuestra realidad y a nuestro presente.
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“¿Qué tipo de democracia es necesaria para América Latina?”
¿Qué tipo de democracia es necesaria para América Latina?
Por: Jesús Carlos Jaimes Bautista1
¿Qué tipo de democracia es necesaria para América Latina?, tal es la pregunta a
la que intentaré responder en esta breve ponencia, para lo cual haré una
aproximación a la democracia ateniense en búsqueda de algunas posibles
lecciones aplicables a nuestra realidad y a nuestro presente.
Entre los clásicos, la valoración de la democracia cambio con el paso del tiempo.
En un primer momento, luego de las guerras médicas, cuando ofreció sus mejores
frutos, despertó a sus más decididos apologistas y promotores; en un segundo
momento, al término de la guerra del Peloponeso, cuando entró en un claro
proceso de descomposición, puso en acción a sus más resueltos críticos y
detractores. Permítanme poner un ejemplo de cada uno de estos grupos.
Comencemos por Tucídides. En la “Oración Fúnebre” a los atenienses caídos en
el primer año de la guerra del Peloponeso2 hace que Pericles explique, antes de
elogiar a sus muertos, qué principios condujeron a Atenas a la situación de poder
en que se encuentra; con qué régimen político y gracias a qué modos de
comportamiento ese poder se fue engrandeciendo (II, 36):
1
Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es profesor de
la Facultad de Filosofía y Letras y de la Escuela Nacional Preparatoria (Plantel 4) de la misma
institución. Actualmente elabora su tesis de maestría en Filosofía Política también en la UNAM.
2
Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, II, 35-46.
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“¿Qué tipos de democracia son posibles para América latina?”
Tenemos [los atenienses] un régimen político que no emula las leyes de otros
pueblos, y más que imitadores de los demás, somos un modelo a seguir. Su
nombre, debido a que el gobierno no depende de unos pocos sino de la
mayoría, es democracia […]. Si en nuestras relaciones privadas evitamos
molestarnos, en la vida pública, un respetuoso temor es la principal causa de
que no cometamos infracciones, porque prestamos obediencia a quienes se
suceden en el gobierno y a las leyes, y principalmente a las que están
establecidas para ayudar a los que sufren injusticias y a las que aún sin estar
escritas, acarrean a quien las infringe una vergüenza por todos reconocida (II,
37).
A sus ojos, la democracia es el imperio de la ley, un régimen político en el cual, los
actos del gobierno ateniense son los actos de leyes imparciales, cuya
obligatoriedad se debe a su justicia y cuyo objetivo es producir una vida en común
que permita, por un lado, el desarrollo pleno de los individuos y, por otro, la
consolidación de una vida pública bien organizada.
Y en lo que se refiere a los métodos de educación, mientras que ellos [los
espartanos, los adversarios de los atenienses], desde muy jóvenes, tratan de
alcanzar la fortaleza viril mediante un penoso entrenamiento, nosotros [los
atenienses], a pesar de nuestro estilo de vida más relajado, no nos
enfrentamos con menos valor a peligros equivalentes (II, 39).
El estilo de vida más relajado del que se nos habla hace referencia al hecho de
que, según él, el ateniense promedio posee la capacidad política necesaria para
participar en la vida pública o, dicho de otro modo, que la política es cosa de todos
los ciudadanos y no de unos pocos expertos.
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“¿Qué tipo de democracia es necesaria para América Latina?”
Las mismas personas pueden dedicar a la vez su atención a sus asuntos
particulares y a los públicos, y gentes que se dedican a diferentes actividades
tienen suficiente criterio respecto a los asuntos públicos. Somos, en efecto, los
únicos que a quien no toma parte lo consideramos no un despreocupado, sino
un inútil (II, 40).
Los ciudadanos atenienses supieron combinar entonces el cuidado de sus asuntos
privados con la participación en la vida pública. No sólo ningún ciudadano estaba
excluido de la política, sino que aquel que no quisiera participar en ella era
considerado “un inútil”. En la democracia, pues, a política no es cosa de expertos,
sino de todos los ciudadanos.
Resumiendo, afirmo que nuestra ciudad es, en su conjunto, un ejemplo para
Grecia, y que cada uno de nuestros ciudadanos individualmente puede, en mi
opinión, hacer gala de una personalidad suficientemente capacitada para
dedicarse a las más diversas formas de actividad con una gracia y habilidad
extraordinarias (II, 41).
Platón, en cambio, tiene una opinión muy poco favorable de la democracia. En su
República 3 nos dice:
Nace la democracia cuando los pobres, victoriosos de sus contrarios, matan a
unos, destierran a otros, y comparten igualitariamente con los que quedan el
gobierno y las magistraturas, que en este régimen, además, suelen cubrirse
por sorteo (VIII, 557a).
3
Platón, República, VIII, 557a-561e.
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“¿Qué tipos de democracia son posibles para América latina?”
Esta es, según Platón, la principal característica de la democracia. Pero, para él,
que considera que el filósofo es quien debe gobernar, por ser el único que puede
acceder a la idea del bien y, por tanto, gobernar de acuerdo con ella, la
democracia es un régimen político terrible, toda vez que permite que participen en
la toma de decisiones públicas quienes no están preparados para ello.
¿No es verdad que los hombres son allí [en la democracia] libres, y que la
ciudad está inundada de libertad y de franqueza, con licencia para cada uno
de hacer lo que se le antoje? […]. Pero donde hay esta licencia, es claro que
cada cual podrá ordenar su vida privada según el orden que más le agrade
[…]. No hay ninguna obligación de gobernar, ni aun para quien sea capaz de
hacerlo […] ¿Y qué? ¿No es muy graciosa la tolerancia que se tiene con
ciertos condenados por la justicia? (VIII, 557b).
La consecuencia de que gobierne quien no está preparado para hacerlo hace que
la tolerancia esté por encima de la justicia. Y para que esto ocurra, es decir, para
que los ciudadanos permitan que los gobierne el menos calificado para ello basta
“que éste se declare amigo del pueblo” (558b).
Tales son las características de la democracia. Es un régimen, por lo que
puede verse, placentero, anárquico y abigarrado, que dispensa indistintamente
una especie de igualdad tanto a los iguales como a los desiguales (558c).
Ahora bien, ¿qué lecciones acerca de la democracia ateniense podemos sacar de
Tucídides y de Platón a principios del siglo XXI? La más evidente de todas es que,
en algunos casos, la democracia puede ser un régimen político puesto realmente
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al servicio del pueblo, pero, en otros, puede servir más bien para el beneficio de
grupos sociales particulares y en contra del interés popular. ¿De qué depende que
funcione de una u otra forma? Intentemos averiguarlo.
La democracia ateniense regida por todo el pueblo es más un mito que una
realidad histórica. Contaban, es verdad, con una asamblea popular, pero la
participación de ésta en el gobierno era pequeña. Lo interesante de la democracia
ateniense fueron los medios con que contaba para hacer que los funcionarios y
magistrados fueran responsables ante el pueblo y estuviesen sometidos a su
control. Las instituciones que formaban las claves del control popular ateniense
eran el Consejo de los Quinientos y los tribunales con jurados populares4.
Las democracias latinoamericanas, en cambio, no han contado con
mecanismos que garanticen a los ciudadanos el control popular de sus
instituciones políticas. Esta carencia sólo ha profundizado el abismo que se abre
entre gobernantes y gobernados y ha hecho que la representación política sea
sinónimo de la pérdida del poder político por parte de la ciudadanía.
Por otro lado, si la democracia ateniense pudo contar con instituciones
políticas que garantizaran el control popular, ello fue posible, en buena medida,
por la importancia que dieron a la esfera pública de su existencia. “Somos los
únicos”, decía Tucídides, “que a quien no toma parte [en los asuntos públicos] lo
consideramos
no
un
despreocupado,
sino
un
inútil”.
Las
democracias
latinoamericanas no han sabido infundir ese deseo de participación entre sus
4
George Sabine indica que las instituciones que formaban las claves del control popular ateniense
eran el Consejo de los Quinientos y los tribunales con jurados populares. Estas instituciones, sin
embargo, no pudieron evitar su deterioro a medida que la guerra progresaba. De ahí la diferencia
de opiniones entre Tucídides y Platón acerca de la democracia ateniense.
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ciudadanos. Y esta falta de deseo sólo ha contribuido a profundizar la brecha que
separa a los gobernantes de los gobernados, permitiendo que los primero, en vez
de velar por el bien común, se vuelvan más bien representantes de intereses
particulares.
Finalmente, “gentes que se dedican a diferentes actividades” afirmaba
Tucídides, “tienen suficiente criterio respecto a los asuntos públicos”. Las
democracias latinoamericanas, sometidas a la poderosa influencia de los medios
masivos de comunicación (mismos que, al estar en manos de particulares,
manipulan la opinión pública según sus propios intereses), no han sabido
desarrollar la conciencia política entre sus ciudadanos. Y esta falta de conciencia
sólo ha contribuido, como un factor adicional, a la profundización de la brecha
entre gobernantes y gobernados ya señalada.
Luego de este acercamiento a la democracia ateniense, antes y después de la
guerra del Peloponeso, podemos afirmar que la democracia funciona como un
régimen político puesto realmente al servicio del pueblo, si éste cuente con los
mecanismos de participación que le permitan tener bajo su control a sus
representantes. Si no es así, la democracia se vuelve un régimen político puesto al
servicio de grupos particulares, lo cual es, al parecer, la tendencia dominante dado
el privatismo de las sociedades moderna (como diría Arendt).
Hemos visto también que, para lograr este control popular sobre los
funcionarios públicos, es necesario contar con una ciudadanía deseosa de
participar en la vida pública de su comunidad y lo suficientemente bien informada
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como para hacerlo correctamente. Dicho sea de paso, toda vez que esta doble
tarea no será realizada por los medios masivos de comunicación privados, ni por
los gobiernos y los partidos políticos altamente burocratizados, tendrá que correr a
cargo de ciudadanos concientes en todos los ámbitos que sea posible,
especialmente en la casa, la escuela y el trabajo.
He ahí el tipo de democracia necesaria para América Latina, si el objetivo
que ha de perseguir es elevar el nivel de vida de sus pueblos.
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“¿Qué tipos de democracia son posibles para América latina?”
Bibliografía citada
Platón, República, México, UNAM, 2000.
Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, Madrid, Gredos, 1990.
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