disposiciones de carácter general» sobre ejecución social contenidas

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La nueva Ley de Enjuiciamiento
Civil y las «disposiciones de
carácter general» sobre ejecución
social contenidas en la Ley
de Procedimiento Laboral
BARTOLOMÉ RÍOS SALMERÓN *
1. INTRODUCCIÓN
1. La ejecución social se explica y configura desde la perspectiva del conflicto. Los enfrentamientos, que son inevitables en la vida
diaria del mundo del trabajo, se solventan, en
el derecho vigente, a través de una de estas
tres fórmulas: la sentencia, la conciliación
previa o judicial, y el laudo arbitral. Cuando en
cualquiera de estas soluciones aparece un deudor que asume determinadas obligaciones, y no
las atiende de manera voluntaria, aquellos actos juegan como títulos ejecutivos, es decir, como
actos documentados que por expresa disposición legal, permiten al acreedor acudir al juez
social e instarle, sin previa contención, la imposición coactiva del comportamiento que espontáneamente se le niega. Todo lo que hace
a partir de este momento constituye el proceso de ejecución social.
Desde un punto de vista dogmático, la ejecución puede contemplarse en su estructura
y en su dinámica.
Estructuralmente, la ejecución se integra
por los siguientes elementos: a/ los presu*
Magistrado de la Sala 4.ª del Tribunal Supremo.
puestos de la misma, que son el título y la acción ejecutivos; b/ los sujetos de la ejecución,
que son el órgano judicial, las partes, y los terceros; c/ el objeto, expresión que en un sentido
poco técnico pero muy usual apunta hacia la
entidad que soporta el quehacer coactivo del
ejecutor; d/ la actividad desarrollada, vista en
su conjunto como procedimiento, y que aquí importa para recordar las causas que dan lugar a
la suspensión de su curso normal.
Dinámicamente, el proceso de ejecución,
como el de declaración, está constituido por
una serie o sucesión de actos encaminados a
satisfacer la pretensión deducida por el sujeto activo: parte demandante o ejecutante según el caso. Ahora bien: es necesario advertir
que esa serie de actos no obedece, en su desarrollo, a criterios idénticos para ambos tipos
de procesos. En la declaración, contamos
siempre con una pauta común o coincidente:
la demanda, el juicio y la sentencia; las modalidades especiales introducen variaciones de
significado menor. En la ejecución, esa pauta
común no existe, o al menos no existe en todo
el proceso; en realidad, sólo hay una fase común, que es la inicial, integrada a su vez por
la solicitud del ejecutante, la respuesta del
juez ejecutor y la eventual reacción del ejecu-
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tado mediante su oposición al apremio; a partir de este momento, la actuación judicial se diversifica o diferencia, según el tenor de la
obligación que debe ser impuesta, pues no es lo
mismo recaudar forzosamente una cantidad de
dinero que desalojar por la fuerza a quien ocupa una vivienda; se habla entonces de procesos
especiales de ejecución, los cuales conocen una
división principal: o bien se trata de exaccionar
una cantidad de dinero (ejecución dineraria) o
bien se trata de imponer un quehacer diferente (ejecución no dineraria).
En las exposiciones doctrinales de la ejecución cabe hablar de una parte general, que
en concordancia con lo dicho, estará constituida por todos los elementos estructurares,
más el momento común de la dinámica ejecutiva: inicio de la misma. Después vendría la
parte especial, constituida cabalmente por los
procesos especiales de ejecución ya esbozados.
El paralelo legal de este panorama dogmático o conceptual está justamente representado
por las normas que la Ley de procedimiento laboral (LPL) de 1990, y también la versión refundida
y vigente de 1995, rubrican con la expresión: «disposiciones de carácter general», con la que se inicia el Libro IV, sobre ejecución de sentencias, y se
compone de los arts. 235 a 245. Estos preceptos
contemplan y regulan, con mayor o menor detalle, y hasta con tino variable, los contenidos propios de una parte general.
2. Las observaciones que preceden son
trasladables al proceso civil, si bien en cuanto
a los títulos ejecutivos y posibilidades de la
ejecución habría que introducir matizaciones
sobre que se volverá más adelante. En el plano del derecho positivo, el equivalente de las
normas sociales mencionadas estaría constituido por la nueva Ley de enjuiciamiento civil
(LEC), aprobada como L. 1/200, de 7 enero,
cuya vigencia se ha diferido hasta el mismo
día del próximo año 2001. En el Libro III, sobre ejecución forzosa, se ha ubicado unas
«disposiciones generales», integradas por los
arts. 538 a 570, a las que en algún modo debe-
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ría añadirse los preceptos iniciales: arts. 517
a 522, sobre títulos ejecutivos.
3. La promulgación de una nueva LEC es
un acontecimiento importante para el laboralista, porque desde los orígenes, a principios del
siglo XX, el proceso laboral se ha concebido cono
tributario del civil. De ahí que aquella norma
común se haya erigido desde entonces en precepto subsidiario de lo que hoy llamamos LPL,
según la disposición adicional 1ª de esta última.
Pero en ejecución hay más: en lugar de aplicación subsidiaria, hay que hablar de aplicación directa de la LEC. Recuérdese que el art. 235.1 de
la LPL, en redacción dada por la disposición final 11ª.9 de la ley común, dice así: «Las sentencias firmes se llevarán a efecto en la forma
establecida en la Ley de Enjuiciamiento Civil
para la ejecución de sentencias, con las especialidades previstas en la presente Ley» laboral.
Deviene por ello asunto importante el de
averiguar hasta qué punto la promulgación de
la nueva LEC influye en la ejecución social. En
el presente escrito, la tarea no se aborda, como
es natural, en su integridad, sino que nos limitaremos a lo que se ha denominado parte general. Ello implica en definitiva confrontar las
disposiciones generales del proceso de ejecución
de sentencias firmes contenidas en la LPL, con
las que más recientemente nos ofrece la LEC.
Como tendremos ocasión de constatar, el cometido presenta dificultades varias.
La operación no era de necesidad con anterioridad, sino que es estrictamente actual. La
vieja LEC de 1881 carecía, en rigor, de disposiciones generales sobre la ejecución de sentencias firmes. Pues el proceso de ejecución
aparecía regulado en dos lugares: a/ las escuetas reglas sobre ejecución de sentencias, a
partir del art.. 919; y b/ las reglas sobre el llamado juicio ejecutivo, donde se cobijaba, a
partir del art. 1429, nada menos que toda la
normativa relativa a la ejecución dineraria, modalidad que como se sabe es la más importante.
La operación fundamental de la nueva LEC
justamente ha consistido en unificar el tratamiento normativo de la ejecución definitiva, co-
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locando en su comienza las reglas generales
de que venimos hablando. En la legislación
procesal laboral cabe decir algo parecido,
aunque de distinta significación: la primera
versión de lo que hoy llamamos Ley de procedimiento laboral es de 1958, contenía ciertamente unos «preceptos generales» que se han
conservado hasta la LPL de 1980; pero se trataba de unas reglas escasas y rudimentarias,
que en manea alguna afrontaban la problemática de lo que hemos llamado parte general de la ejecución; la primera vez que ello se
ha hecho, y además con novedades de trascendencia, ha sido en la LPL 1990, que como
texto refundido de 1995 es la que está en vigor.
4. En la exposición que sigue, se hará primero una alusión global, de cierta brevedad,
a las repercusiones que las «disposiciones generales» de la nueva LEC tienen sobre su
equivalente laboral. Después se examinará
con más detenimiento dos aspectos en que
esa incidencia puede ser importante. Ambas
guardan relación con la persona del ejecutado: en un caso, se trata de su identificación en
supuestos de cierta dificultad; en otro caso, se
trata de la oposición que esa parte puede formular frente al despacho de la ejecución u
otros actos de la misma.
2. INCIDENCIA DE LA NUEVA LEC
EN LAS NORMAS GENERALES
DE LA EJECUCIÓN SOCIAL:
BREVE VISIÓN DE CONJUNTO
1. Los presupuestos de la ejecución. Con
esta expresión, utilizada en sentido amplio,
se alude a ciertos elementos previos a la ejecución, cuya existencia es independiente de
que su apertura se inste o no por el acreedor.
Se trata del titulo ejecutivo y de la acción ejecutiva.
2. Presupuestos: el titulo ejecutivo: perspectivas social y civil. Entendemos por titulo
ejecutivo el acto documentado en que se consigna la prestación establecida a favor del
acreedor y a cargo del deudor. Permite acudir
al juez directamente, sin previa cognición,
porque así lo autoriza una norma legal expresa. Pero el punto de vista que adopta la legislación social no coincide con la que es propia
de la civil.
La LPL parte de la existencia de una relación jurídica social, en la que ha surgido un
conflicto, al que, como se dijo al principio, se
pone fin a medio de: a/ la sentencia, si los enfrentados acuden al juez social, en uso de su
derecho a una tutela judicial efectiva, ex art.
24.1 de la Const.- b/ la conciliación, si los enfrentados llegan a un acuerdo rodeado de
ciertas formalidades, en uso ahora de un valor superior de nuestro ordenamiento que,
como es la libertad, según el art. 1º de nuestra Norma fundamental.- c/ el laudo, si en uso
de igual libertad se comprometen a aceptar el
criterio de un tercero, que voluntariamente
designan: el árbitro. Estos tres títulos son los
que aparecen mencionados en la LPL: los dos
primeros, en el art. 235, en relación con los
arts. 68 y 84, y el tercero en la disposición
adicional 7ª.
La LEC, como muestra el análisis del art.
517, parte también de una previa relación jurídico-privada, pero la contempla con más
amplitud: a/ retiene desde luego el momento
de conflicto y su solución por medios análogos
a los enumerados, a los cuales conviene la denominación genérica de títulos ejecutivos judiciales o asimilados: una resolución judicial,
un laudo arbitral, o una conciliación homologada judicialmente (art., 517, núms 1º, 2º, y
3º).- b/ retiene además el momento de creación de la relación jurídica, básicamente sobre entregas de dinero, en que el documento
se configura para atender necesidades del
trafico, sin que por el momento haya surgido
conflicto alguno, si bien la ley previene que el
mismo pueda surgir y para evitar al acreedor
el costoso y largo proceso declarativo, confiere
a aquel documento fuerza ejecutiva; en realidad, se ha traído aquí algunos de los títulos que
en la vieja LEC permitían iniciar el llamado
juicio ejecutivo (arts. 1429 ss); en la nueva LEC
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encontramos la escritura pública ante notario, la póliza de contrato mercantil ante corredor de comercio y ciertos títulos valores
(vid. núms. 5º, 6º y 7º); ahora suele hablarse
de títulos ejecutivos extrajudiciales.
Es importante reparar en esta dualidad de
títulos ejecutivos civiles, porque, tras aparecer reunidos en el art. 517, son después objeto
de un tratamiento conjunto, pero con matizaciones. Con lo que el laboralista debe seleccionar las normas que se refieren a los verdaderos
títulos judiciales o asimilados y desechar, en
principio, las destinadas a los títulos extrajudiciales. Se dice en principio, porque hay procedimientos en que, si se utilizan por alguna de
las partes, el juez social tendrá que manejar
las reglas propias de los últimos; así, una tercería de mejor derecho, en que el tercerista
haga valer un titulo extrajudicial, y se opongan los motivos de impugnación específicos
de los mismos (vid. art. 557). Por lo demás,
esos títulos no sirven como tales si el acreedor es el trabajador, pues tendría que acudir
a un proceso declarativo, donde tales documentos serían sin embargo un elemento probatorio de consideración.
3. Presupuestos: la acción ejecutiva. Es el
derecho subjetivo que incorpora el titulo ejecutivo. La inacción del titular durante cierto
tiempo puede perjudicarle. Así, en lo social,
cabe oponerle prescripción (LPL, art. 241); y
en civil, caducidad (art. 518). Pero es claro
que aquí no se produce incidencia alguna de
la norma común en lo laboral.
4. Los sujetos de la ejecución social: el
juez competente. De la materia se ocupa en lo
social en art. 235 LPL. Cuando el título es judicial, se sigue un criterio muy arraigado entre nosotros: es juez competente aquel que
conoció del asunto en primero grado. Si se
trata de un titulo de formación extrajudicial,
es competente el juzgado «en cuya circunscripción se hubiere constituido». Estamos
ante dos clases de competencia: la primera es
funcional y la segunda es territorial.
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En la LEC se siguen criterios parecidos
(art. 545). Pero lo importante es la previsión
contenida en el art. 546, según la cual el tribunal examinará de oficio la propia competencia territorial; esta norma me parece
utilizable en lo social, dados los términos categóricos del art. 235 LPL; no coincidente con
los concordantes del proceso declarativo.
5. Los sujetos: las partes. En un proceso,
es parte quien reclama o aquel frente al que
se reclama una cierta actividad del juez. En el
proceso de ejecución, esa actividad es de predominante carácter físico, aunque se lleve a
cabo mediante resoluciones u otros actos procesales. Esas partes, activa (ejecutante) o pasiva (ejecutado) se someten a los requisitos
que enseña la teoría general: capacidad y legitimación. Aunque lo que aquí interesa es
este ultimo: la legitimación.
En lo social, la LPL (art. 238) ofrece una
indicación precisa y breve sobre legitimación.
Esta es ostentada por «quienes [figuran]
como acreedores o deudores en el título». Pero
tal indicación no resuelve todos los problemas que la práctica presenta, sobre todo
cuando se intenta dirigir el apremio frente a
una persona no designada nominativamente
en el titulo. En cambio, la nueva LEC sí ha
incluido ciertas precisiones, que serán examinadas más adelante, en un apartado especial.
6. Los sujetos de la ejecución: los terceros. También es encomiable el texto conciso y
claro del mismo art. 238 LPL, pues tiene por
terceros a aquellos que, sin ser parte, «aleguen un derecho o interés legitimo y personal
que pudiera resultar afectado por la ejecución
que se trate de llevar a efecto». A tales personas se les confiere el «derecho a intervenir en
condiciones de igualdad con las partes en los
actos que les afecten». Sobre estos conceptos
básicos, la nueva LEC no añade dato alguno
de trascendencia en lo social. Salvo que se trate
de intervenciones muy calificadas de los terceros, cabalmente conocidas bajo la denominación de «tercerías» (de dominio o de mejor
derecho), en que las novedades introducidas
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por la norma común son de extraordinaria
importancia. Pero ello es tema ajeno al presente escrito. Lo que no impide advertir por
lo menos que en la tercería de mejor derecho,
el concepto (civil) de título ejecutivo es fundamental, porque según que el tercerista haga
uso o no del mismo, se siguen consecuencias
diversas, sobre las que deberá resolver el juez
social ejecutor.
7. El objeto de la ejecución. Técnicamente, el objeto de un proceso es la pretensión deducida, pues sobre tal pretensión recae la
actividad judicial. Pero la expresión tiene
además un significado menos preciso: sirve
para preguntar qué entidad es la que soporta
la actividad física de coerción a que el apremio se reconduce, si la persona del deudor, o
el patrimonio del mismo.
En el derecho español la agresión se dirige
frente al patrimonio. Pero aun así, la misma
puede tener dos finalidades: 1ª/ la satisfacción directa del interés del acreedor, como
cuanto se intenta el cobro de una deuda, mediante embargo y venta de bienes.- 2ª/ el doblegar la voluntad rebelde del deudor, que se
ve constreñido a apremios dinerarios mientras
no acceda a lo que se le pide: son las astreintes
del derecho francés, que en nuestro derecho
aparecen como multas coercitivas (con una diferencia radical: las primeras reparan el daño
del acreedor, y las segundas aprovechan a nuestro Fisco). Ambas son contempladas por la norma social y por la común. La diferencia radica
en que la LPL (art. 239) establece unos criterios generales, con un límite cuantitativo máximo, mientras que la LEC hace uso concreto
de la figura, como es el caso de la falta de colaboración del deudor en la búsqueda de sus
bienes (art. 589), o la misma falta de colaboración de los terceros con inclusión de las entidades públicas (art. 501). Reaparecen luego
entre las normas generales de la ejecución no
dineraria (art. 699) y en las condenas a un
hacer personalísimo (art. 709). En este punto,
tampoco es de utilidad la norma común, y
hasta puede tenerse por más útil y atinada la
social, por la generalidad con que ha sido con-
cebida; bien que sufra del grave inconveniente de que no puede ser impuesta a entes públicos (art. 285).
8. La actividad ejecutiva: el procedimiento. Es el tercer ingrediente de todo proceso de
ejecución; aquí se le contempla de manera
unitaria o global, no en el detalle que corresponde a cada trámite. Y se hace además con
una intención muy determinada: llamar la
atención sobre las causas que pueden provocar una crisis en el mismo, es decir, una suspensión del curso normal señalado en la ley.
La LPL cuenta con un cuadro propio de motivos suspensivos en el art. 242 principalmente:
se alude a la voluntad del ejecutante y a otras
situaciones señaladas en la ley (como serían las
tercerías, la falsedad documental, etc.).
La LEC cuenta con disposiciones análogas, de poco influjo en lo social. Contiene sin
embargo una previsión relativa a los medios
de impugnación de la sentencia firme, en concreto, para la demanda de audiencia del demandado rebelde o la demanda de revisión,
procesos en que la norma laboral, como se
sabe, lleva a cabo una fuerte remisión a la común (vid. respectivamente en la LPL, arts. 183
y 234). Pues bien: en ambos casos habrá de estarse al art. 566 LEC: la deducción de tales demandas no suspende las actuaciones de
ejecución de sentencia; para acordar la suspensión, el tribunal debe exigir al que la pida
caución por el valor de lo litigado y los daños
y perjuicios que pudieran irrogarse por la inejecución de la sentencia.
Hay dos reglas particulares sobre las que
conviene llamar la atención: 1/ si la demanda
es de revisión, habrá de oírse al Ministerio
Fiscal. 2/ si la demanda es de audiencia el demandado rebelde, habrá de repararse en que
se trata de una mera suspensión y en que por
tanto se mantienen los actos ejecutivos ya realizados, como puede ser un embargo.
9. La apertura de la ejecución: solicitud
del acreedor. La ejecución se inicia a petición
de parte. Así lo decía la vieja LEC 1881 (art.
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919). También la LPL, aunque agrega algunas matizaciones: una, que cabe la iniciación
de oficio en los procesos que llevan esa denominación; otra, que la ejecución social, una
vez pedida, se prosigue completamente de
oficio (art. 237). Pero la LPL no dice nada
más sobre tal solicitud. Por eso tienen un
cierto interés los elementos que proporciona
la nueva LEC, contenidos en dos preceptos :
el art. 549 (sobre demanda ejecutiva) y el art.
550 (sobre documentos que han de acompañarla).
La demanda que exige la LEC no es algo
único, sino que se presenta bajo dos modalidades. Cabe hablar de una «demanda» compleja y de una «solicitud» simple (art. 549.1) La
demanda compleja ha de expresar el título ejecutivo; la tutela que se pretende con determinación de la cantidad pedida por principal,
intereses y costas; bienes conocidos susceptibles de embargo; medidas de localización o investigación en su caso; y sujeto pasivo de la
ejecución con sus circunstancias. La solicitud
simple es la que procede cuando el titulo es
una resolución judicial; entonces, «la demanda ejecutiva podrá limitarse a la solicitud de
que se despache la ejecución» (art. 549.2). Incurre la norma en el absurdo de que, en un
principio, exige precisiones en cuanto a bienes
embargables y a cantidad pedida; mientras que
todo esto puede omitirse por la sola circunstancia de que se dispone de una resolución judicial,
cuando la realidad es que también habrá, por
regla, que embargar bienes y fijar cantidades
por intereses y costas. En lo social, la única
enseñanza que cabe extraer de la norma común es la de que se rigoriza un tanto el momento inicial; ello ya es exigible con la
propia LPL, pues habrá casos, como la conciliación con readmisión en despidos, en que el
acreedor habrá de indicar qué tutela solicita
(readmisión efectiva o indemnización sustitutoria); por lo demás, no se olvide que la ejecución social se sigue de oficio por todos sus
trámites (citado art. 237), por lo que no es tan
necesario indicar bienes embargables, o procurar informaciones análogas, bien que ello
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sea desde luego aconsejable en interés del
propio trabajador.
Los documentos que han de acompañarse
son: el título ejecutivo y el poder de representación, cuando los mismos no figuren en los
autos (art. 550). Las resoluciones judiciales y
las avenencias ante el Magistrado constan en
autos; no las avenencias extrajudiciales o el
laudo arbitral, que sí se habrán de acompañar,
incluso en lo social, con el poder de quien, en
su caso, actúa en nombre del acreedor.
10. La apertura de la ejecución: resolución del ejecutor. Ante la solicitud del acreedor, el juez responde con una resolución, en la
que accede o no a lo pedido, es decir, y según
terminología muy tradicional entre nosotros,
despacha o no la ejecución.
La LPL guarda silencio sobre este particular, y solo indirectamente, a través de alusiones aisladas, cabe deducir que esa resolución
será un auto (arts. 250 y 272).
La LEC por el contrario ofrece una regulación de cierto detalle, que comprende aspectos varios que conviene recordar:
a) El plazo de espera (art. 548): cuando
los títulos son judiciales, la ejecución no puede despacharse hasta que transcurran 20
días desde el momento de su notificación. La
norma tiene precedentes en el derecho romano y concordancias en alguna legislación extrajera como la italiana; se trata, hoy, de
conferir al deudor un cierto lapso temporal,
para atender la condena impuesta (sentencia, laudo) o la obligación asumida (conciliación).
b) La forma y el contenido de la resolución (art. 551.2): la ejecución se despacha mediante auto en el cual se determinará el
aspecto subjetivo (partes) y objetivo (medidas
ejecutivas acordadas en ese momento, incluido el embargo de bienes) del apremio.
Es de recordar que con carácter mas
general, el art. 545.4 se ocupa de la forma
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de las resoluciones en la ejecución forzosa: «adoptarán la forma de auto las
resoluciones del tribunal que acuerden el
despacho de la ejecución, provisional o
definitiva, que ordenen el embargo o su
alzamiento, que decidan sobre la oposición a la ejecución, sobre la suspensión, el
sobreseimiento o la reanudación de la
misma, sobre tercerías y aquellas otras
que se señalen en esta Ley.- El tribunal
decidirá por medio de providencia en
los supuestos en que así expresamente
se señale, y en los demás casos, las resoluciones que procedan se dictarán por
el Secretario judicial a través de diligencias de ordenación». No es cierto
todo lo que el precepto dice, porque, por
ejemplo, la tercería de mejor derecho se
resuelve por sentencia y no por auto
(art. 620).
d) El auto se notifica al ejecutado (art.
553.2). Pero hay que estar avisados sobre su
significado, que la propia norma explica: no
se trata ni de una citación ni de un emplazamiento, simplemente, el deudor queda autorizado a personarse en la ejecución cuando lo
tenga por conveniente.
c) El despacho procede «siempre que concurran los presupuestos y requisitos procesales, el
titulo no adolezca de ninguna irregularidad formal y los actos de ejecución que se soliciten
sean conformes con la naturaleza y contenido
del titulo» (art. 552.1). Este precepto significa
ante todo un aspecto negativo del trámite: no
se oye al deudor o posible ejecutado, pues la
demanda del acreedor inicia un proceso de
ejecución y no de declaración. El aspecto positivo está constituido por las exigencias legales transcritas. La expresión: «presupuestos
y requisitos procesales» es quizá demasiado
abstracta, máxime si se tiene en cuenta que
no reina unanimidad sobre el concepto y alcance de estos términos; parece que entrarían aquí : en cuanto al órgano judicial, su
propia jurisdicción y competencia, incluida la
territorial (art. 546); y en cuanto a las partes, su «personalidad», sobre todo en lo atinente a legitimación, que deriva de la
expresa y nominativa mención en el titulo,
o de preceptos que determinen el alcance de
la misma. Lo atinente al titulo (regularidad;
conformidad con el mismo de los actos ejecutivos acordados) es algo que no ofrece especial
dificultad.
11. La apertura de la ejecución: oposición
del ejecutado. La vieja LEC 1881 guardaba silencio sobre esto, particularmente al regular la
ejecución de sentencias (art. 919 y siguientes).
Quizá pensó que lo resuelto judicialmente ya
era firme y no permitía discusión alguna. Sucede sin embargo que la práctica presenta supuestos en que, aun siendo ya indiscutible el
derecho reconocido de una sentencia, ha ocurrido algo con posterioridad a su dictado que
debe tenerse en cuenta por elementales razones de justicia: por ejemplo, deudor condenado que paga voluntariamente, y luego se ve
abrir el apremio contra sus bienes; lo mismo
se diga si lo que el deudor observa es que el
aspecto formal o procesal de la ejecución incurre en irregularidades. Pese a que estas
ideas ya se habían abierto paso en la doctrina
y hasta en alguna decisiones jurisprudenciales, la LPL vigente tampoco se ocupó expresamente de las posibilidades de oposición del
ejecutado. De ahí que revistan una extraordinaria importancia las normas que al respecto
ofrece la nueva LEC, particularmente en los
arts. 556 a 564, incluidos bajo la expresiva
rúbrica: «de la oposición a la ejecución y de la
impugnación de actos de ejecución contrarios
En lo social, casi todas estas reglas tienen
aplicación, particularmente las atinentes a la
forma de la resolución judicial y a los requisitos del despacho. Creará dudas lo relativo al
plazo de espera. Aun siendo de cierta lógica
su introducción en lo civil, ocurrirá en lo laboral a veces que la prestación u obligación de
que se trate, impuesta en un titulo judicial o
asimilado, no deba esperar, atendida la situación de necesidad en que el trabajador o el beneficiario de seguridad social normalmente
se encuentra. Se impone cuando menos un
criterio de flexibilidad.
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a la ley o al titulo ejecutivo». Esta materia,
por su importancia, se aborda con cierto detenimiento más adelante.
3. LA DETERMINACIÓN DEL
DEUDOR LEGITIMADO EN LA
EJECUCIÓN: ASPECTOS
DUDOSOS
1. Ya se ha dicho antes que el aspecto o
requisito que respecto de las partes más interesa en el proceso de ejecución es el su legitimación. La LPL (art. 238) ofrece una indicación
precisa y breve sobre ello. Aquálla es ostentada
por «quienes [figuran] como acreedores y deudores en el título». La duda surge cuando esa
designación no se puede tomar en su literalidad
y las circunstancias aconsejan o imponen, sobre
todo en el lado pasivo del apremio, dirigir la ejecución frente a una persona que no aparece indicada en el título como deudor. La propia
norma laboral citada contempla uno de esos supuestos: la sucesión, particularmente en lo que
hace al ejecutado, cuando como consecuencia de
actos intervivos se provoca la transmisión de la
empresa en las condiciones que describe el art.
44 del ET. Se trata por hipótesis de un tracto
sucesorio que tiene lugar una vez configurado
el título. La jurisprudencia social ha aprovechado el texto del art. 228, pues el precepto,
tras reconocer legitimación a quienes en el titulo aparecen como acreedores o deudores, la
extiende quienes han «sido declarados sucesores de unos u otros». Declaración que cabe
hacer dentro del proceso de ejecución y precisamente como una cuestión incidental de la
misma, sustanciada al amparo del art. 236
(STS 24 febrero 1997, A. 1887).
2. Hay, como es natural, otras muchas situaciones en que cabe dudar sobre el alcance
subjetivo de la designación consignada en el
titulo, respecto de la persona del deudor.
Piénsese en el caso de sociedad de gananciales, de los deudores solidarios o de las entidades sin personalidad. Es en este punto donde
muestra su utilidad la nueva LEC, pues ofrece por fortuna una serie de previsiones, en los
104
arts. 538 a 544, donde se aborda precisamente hipótesis de esa clase. Veamos las más importantes.
3. Supuestos de responsabilidad sin deuda (art. 538). Cabe abrir la ejecución frente
a quien «responda personalmente de la
deuda por disposición legal o en virtud de
afianzamiento acreditado mediante documento
público» (art. 538.2.3º). a) La hipótesis de «disposición legal» exige un uso muy comedido,
pues por regla el dato debería depurarse en el
proceso declarativo y no en el de ejecución:
ejemplo, responsabilidad añadida a la del
empresario, por consecuencia del art. 42 ET,
sobre contratas y subcontratas. b) El caso del
«afianzamiento» surgirá con más facilidad
como fenómeno exclusivamente ejecutivo;
piénsese en el caso de aval prestado para posibilitar la interposición de un recurso devolutivo, ex art. 228 LPL, garantía que se hará
en su caso efectiva por el juez social, y mediante tramites de ejecución directa.
4. Ejecución de bienes gananciales (at.
541). Se da por supuesta toda la regulación
sustantiva del asunto, tanto en las normas civiles como mercantiles. Es decir, la delimitación
de casos en que la deuda es complemente privativa de un cónyuge, o tiene alcance ganancial.
Esto sentado, según la nueva LEC habrá de
tenerse en cuenta las reglas siguientes:
1.º La ejecución no se despacha nunca frente la sociedad de gananciales, sino frente a uno
o a los dos cónyuges individuamente considerados.
2.º Caso de ejecución que se sigue por
deudas de uno de los cónyuges, pero de las
que se responde la sociedad de gananciales:
la demanda ejecutiva se dirigirá frente al
cónyuge deudor, pero el embargo de bienes se
notifica al otro cónyuge.
3.º Caso de ejecución que se sigue por
deudas de uno de los cónyuges, pero que implica la traba de bienes gananciales, por no
existir o ser insuficientes los privativos. En
realidad, lo que se está persiguiendo es la mi-
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tad que en el fondo pertenece al ejecutado. Es
el caso previsto en el art. 1373 CCiv, donde
además se contiene una especifica previsión:
puede el otro cónyuge pedir la disolución de
la sociedad de gananciales. En efecto, según
el precepto sustantivo, ese cónyuge «puede
exigir que en la traba se sustituyan los bienes
comunes por la parte que ostenta el cónyuge
deudor en la sociedad conyugal, en cuyo caso
el embargo llevará consigo la disolución de
aquélla». El complemento que ello presupone
es cabalmente el proporcionado por la norma
procesal: si el cónyuge no deudor opta por pedir la disolución, «el tribunal, oídos los cónyuges, resolverá lo procedente sobre la división
del patrimonio y en su caso acordará que se lleve a efecto con arreglo a lo dispuesto en la ley,
suspendiéndose entre tanto la ejecución en lo
relativo a los bienes comunes» (art. 541.3). Afirmación que nos lleva al procedimiento especial
para la liquidación del régimen económico matrimonial, regulado por los arts. 806 a 811; en
esencia, confección de un inventario y ulterior
reparto de los bienes, aunque en la práctica
pueden surgir incidencias y complicaciones.
El problema más saliente que se plantea
en el terreno social es el del juez competente
para esta incidencia relativa a la liquidación
del patrimonio conyugal. Cuando actúa el
juez de primera instancia como ejecutor, no
cabe duda sobre sus facultades para llevar a
cabo la liquidación. ¿Puede afirmarse los mismo cuando actúa el juez social? No es exagerado sostener la afirmativa: no se olvide que
existen normas sobre competencia prejudicial, instrumentadas en la LOPJ, art. 10.1 y
en la LPL, art. 4.1; aunque los problemas que
ello comporta no se pueden desconocer.
4.º En cualquiera de los casos, el cónyuge
notificado de la traba puede interponer recursos y usar de los medios de impugnación normales para la defensa de la sociedad de
gananciales; en particular, si ese es el caso,
intentar acreditar que los bienes gananciales
no responden de la deuda.
5. El ejecución frente al deudor solidario
(art. 542). La LPL contrapone ocasionalmente a los «ejecutados» de un lado, y a los «responsables legales solidarios o subsidiarios» de
otro. Así, en el art. 262 sobre adjudicación de
bienes en subasta, y en el art. 264, sobre posibilidad excepcional de adjudicarse los bienes «en
calidad de ceder a tercero». De aquí no se deduce, sin más, la posibilidad de extender la ejecución e esas personas.
El problema ha sido abordado por la nueva
LEC, y al efecto distingue dos hipótesis.
1.ª En el título aparecen varios deudores
solidarios. Como viene haciéndose hasta ahora, el despacho de la ejecución puede pedirse
frente a uno o frente a varios de los deudores.
2.ª En el titulo solamente aparece un deudor. Entonces es forzoso subdistiguir: a/ el titulo
es una sentencia, un laudo u otro titulo judicial:
sólo cabe abrir la ejecución frente a quien figura
en el titulo nominativamente.- b/ El titulo es extrajudicial (en el sentido del art. 517): entonces
cabe extender el apremio contra un deudor solidario, si a través del titulo mismo o de otro documento que lleve aparejada ejecución cabe
establecer la solidaridad; solución lógica porque
estos títulos han sido creados en el tráfico jurídico normal y despliegan su virtualidad frente
todos aquellos a quienes involucran.
La hipótesis es diferente de la responsabilidad sin deuda que contempla el art.
538.2 LEC, cuando alude a «afianzamiento», el cual puede prestarse respecto
de títulos judiciales, como en el ejemplo
antes propuesto del aval bancario solidario para recurrir en suplicación o casación, ex art. 228.
En lo social solo es útil la regla relativa a
los títulos judiciales o asimilados. Por tanto,
el juez de trabajo únicamente podrá despachar el apremio frente a quienes nominativamente figuren en el título (o sean declarados
sucesores de los mismos).
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6. Entidades sin personalidad jurídica
(art. 544). En lo social, los litigios entendidos
con entidades sin personalidad jurídica son
frecuentes, y hasta propiciados por las normas vigentes. Recuérdese que en el plano
sustantivo, el ET confiere condición de empresario a las comunidades de bienes (art.
1º.2); y que la LPL facilita considerablemente
la constitución de la relación jurídico-procesal que subyace en el proceso declarativo,
como es de ver en el art. 16.4: «por las comunidades de bienes y grupos sin personalidad
comparecerán quienes aparezcan como organizadores, directores o gestores de los mismos». Las dificultades comienzan cuando se
ha conseguido sentencia condenatoria (u otro
titulo ejecutivo), donde la prestación debida
se pone a cargo de la entidad. ¿Contra quién
se abre realmente el apremio, si la entidad en
cuanto tal no es titular de bien alguno?
La norma procesal civil puede ser aquí de
gran utilidad. El supuesto contemplado se reconduce a la existencia de un titulo ejecutivo
emitido frente a «entidades sin personalidad
que actúen en el tráfico jurídico como sujetos
diferenciados». La consecuencia es entonces
la que sigue: la ejecución «podrá despacharse
frente a los socios, miembros o gestores que
hayan actuado en el tráfico jurídico a nombre
de la entidad»; pero ello se somete a que ante el
tribunal se acredite doblemente. a) la «condición de socio, miembro o gestor»; b) la «actuación ante terceros en nombre de la sociedad».
Se agrega una salvedad: quedan expresamente fuera de la norma las «comunidades de
propietarios de inmuebles en régimen de propiedad horizontal».
La regla civil será desde luego útil en la
ejecución social. Pero a veces se puede llegar
a resultados exagerados en función de que
quiera hacerse responder a un socio de cualesquiera compromisos contraídos por un simple
gestor, cuyos poderes o facultades tampoco
constan con claridad.
7. Las comunidades de propietarios en
régimen de propiedad horizontal (excluidas
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del art. 544). Se rigen por la L. 49/1960, de 21
julio, sustancialmente modificada por la
L.8/1999, de 6 abril. Carecen ciertamente de
personalidad, pero el presidente «ostenta legalmente [su] representación, en juicio y fuera de él» (art. 13.3). Quiere decirse que los
litigios, igualmente abundantes, se formalizan con mas facilidad todavía que con el resto
de entidades sin personalidad. Y que es igualmente posible concluir una avenencia en conciliación previa o judicial, así como obtener
una sentencia condenatoria. Las dificultades
surgen cuando cualquiera de estos títulos tiene que hacerse efectivo coactivamente, por
incumplimiento de la obligación impuesta o
contraída.
Podrá desde luego trabarse bienes de la
comunidad que consistan en dinero depositado en cuentas corrientes o sean alquileres de
locales de su pertenencia. También, el llamado «fondo de reserva» que actualmente se
debe constituir, pese a que la norma aparenta
su configuración como un patrimonio destinado, en alguna manera exento, cuando lo
destina a «atender las obras de conservación
y reparación de la finca» (art. 9.1.f/); pues en
otro precepto se dice que «la comunidad de
propietarios responderá de sus deudas frente
a terceros con todos sus fondos y créditos a su
favor» (art. 22.1).
A partir de aquí, aparecerán dificultades de
consideración. Por lo pronto, este mismo precepto previene que «subsidiariamente y previo
requerimiento de pago al propietario respectivo, el acreedor podrá dirigirse contra cada propietario que hubiese sido parte en el
correspondiente proceso por la cuota que corresponda en el importe insatisfecho». No deja
de extrañar que la ley permita y facilite la formalización de litigios con el solo presidente, y
luego no ofrezca una manera fácil y clara para
atender la deuda común eventualmente resultante de la discusión. Parece que podría forzarse
por el ejecutor la declaración de deuda común de
la cantidad de que se trate y su división entre
cada propietario, según su módulo de participación. Con estos datos, sería embargable, previo
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requerimiento, su propiedad individual, y la
audiencia de que el precepto habla seria otorgada en trámites de ejecución.
brica expresiva: «de la oposición a la ejecución
y de la impugnación de actos de ejecución contrarios a la ley o al título ejecutivo» (arts. 556
a 568).
4. LA OPOSICIÓN DEL EJECUTADO
3. Una breve alusión a lo que actualmente constituye el soporte dogmático o conceptual de la oposición a la ejecución impone
aludir a las diversas situaciones prácticas
que dan lugar a la misma, esbozadas antes.
Tal oposición implica una queja en alguno de
los supuestos siguientes. a) los actos ejecutivos
no se someten a la ley procesal (embargo irregularmente realizado). b) los actos ejecutivos se
someten a la ley procesal, pero contradicen lo
indicado en el título ejecutivo (apremio de una
prestación diferente a la indicada en el mismo).
c) los actos ejecutivos son conformes con la ley
procesal y con el contenido del titulo, pero la acción ejecutiva en aquel reflejada ya no existe
(ha habido pago o prescripción posteriores a
la formación del título).
1. El proceso de ejecución tiende a la efectividad física del comportamiento que como
debido consigna el título ejecutivo y el deudor
no presta voluntariamente. La discusión en
torno a la obligación que al deudor se impone
está excluida por hipótesis; ya la hubo en el
previo proceso judicial o tracto arbitral, o
hasta en las conversaciones que precedieron
a una conciliación entre partes. No obstante,
la discusión o el enfrentamiento en el seno de
una ejecución no están por completo excluidos. Tendrán lugar cuando cualquiera de las
partes (o algunos terceros) susciten una cuestión incidental, es decir una duda lógica, de juego en cierto modo prejudicial respecto de los
trámites ulteriores, la cual en cuanto tal está
requerida de un tratamiento cognitivo. Este es
el significado de la cuestión y del procedimiento
instituido por la LPL 1990 y mantenido en la
vigente de 1995, art. 236.
Estas posibles causas influyen en la organización legal de la oposición. Por eso conviene añadir alguna observación a lo que se acaba
de decir, relativa a dos aspecto del asunto: el objeto de la oposición; la vía procesal utilizable.
2. Una de esas cuestiones pude consistir
en la oposición que el deudor ejecutado (a veces
otras personas) formalizan frente a la ejecución
misma. Bien porque alegan deficiencias en sus
presupuestos fundamentales: titulo ejecutivo y
acción ejecutiva; bien porque sostienen que los
actos de ejecución no son conformes a lo que
previene la ley.
a) La clase de queja determina que el ejecutado (u otra persona) se oponga de dos maneras diferentes: o bien rechaza la ejecución
como un todo, a cuya apertura o despacho se
resiste; o bien rechaza un concreto acto de la
ejecución ya abierta por irregular; es, según
observa la doctrina italiana, como oponerse
al SI o al COMO de la ejecución.
La LPL, que tiene el mérito de haber instituido un procedimiento incidental genérico,
sufre en cambio de una carencia importante:
nada dice sobre esa posible oposición. Aunque
no ignora el fenómeno, sea cuando habla de
cuestiones incidentales en el citado art. 236,
sea cuando se refiere a posibles recursos contra proveídos dictados en ejecución, como
hace en los arts. 189.2 y 244.
b) La queja en que la oposición consiste
ha de sujetarse a un determinado trámite.
Ahora la diferencia consiste en cuál sea la posibilidad que el legislador va a elegir: que esa
queja se tramite en el interior de la propia
ejecución, como una incidencia de la misma,
bien que de tipo cognitivo; o que esa queja se
analice en el exterior de la ejecución, con acudimiento a un proceso declarativo ordinario.
La nueva LEC en cambio sí ha incluido
una serie de preceptos que ubica bajo una rú-
4. El sistema de impugnaciones que instrumenta la nueva LEC ha tenido a la vista
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las observaciones que se acaba de hacer. Se
distinguen supuestos en que el ejecutado se
opone la ejecución como un todo o a ciertos actos de la misma; se distingue motivos de oposición sustantivos y motivos de oposición
formales; y hasta para los primeros se mantiene la oposición dentro de la ejecución en
unos casos mientras que se nos lleva fuera de
la misma en otros diferentes; la conformidad
de lo ejecutado con el titulo es también un
motivo de oposición; y en ciertos supuestos, finalmente, aflora la distinción entre títulos judiciales o asimilados y títulos extrajudiciales. El
cuadro en definitiva resultante es el siguiente.
(i) el ejecutado se opone a la ejecución como un
todo: es el caso más complejo; las causas se indican en los arts. 556, 557 y 558; y la sustanciación del ataque se contempla en los arts. 559,
560 y 561.- (ii) el ejecutado (u otras personas)
impugna infracciones cometidas «en el curso»
de la ejecución, es decir, discute actos concretos de la misma (art. 562).- (iii) el ejecutado
se queja de que los actos de ejecución contradicen lo establecido en el título ejecutivo,
para lo que se ofrece una tramitación diferente (art. 563).- (iv) el ejecutado, finalmente,
afirma que, tras la formación del título, han
ocurrido acontecimientos que dejan sin valor la obligación que a cargo del mismo,
como deudor, indica aquel documento (acción ejecutiva), aconteceres que son algo diferente de lo que como causas de oposición
a la ejecución se configuró en preceptos anteriores: la oposición es posible pero se deduce fuera de la ejecución, en el proceso que
corresponda.
(i) Oposición al despacho de la
ejecución como un todo
5. Oposición a la ejecución como un todo
en títulos judiciales por motivos de fondo; forma y plazo (art. 556).
La oposición se realiza mediante una demanda, que habrá de interponerse en plazo
de diez días siguientes a la notificación del
auto por el que se despacha la ejecución. No
108
es por tanto una contestación, sino una pretensión impugnativa, que constituye al ejecutado en parte activa de todo el trámite
subsiguiente.
Los motivos que la norma permite afectan
en realidad a la acción ejecutiva que el título
proclama: derecho del acreedor al pago de
una cantidad, a la entrega de una cosa, o a un
comportamiento diferente. Pues bien: lo que
el deudor cabalmente sostiene es que tal derecho ya no existe, porque han sobrevenido
acontecimientos que acarrean esa consecuencia. Las causas son tasadas.
1.ª pago o cumplimiento de lo ordenado,
nociones que deben entenderse a la luz del
Código civil principalmente (arts. 1147 y siguientes); por supuesto se trata de un pago
posterior a la configuración del título, no anterior y argüible por tanto en la fase declarativa.
2.ª caducidad de la acción ejecutiva por
transcurso de los cinco años siguientes a la
firmeza de la resolución, de que haba el art.
518. Como sabemos, en lo social la acción ejecutiva no caduca, sino que prescribe, a tenor
del art. 241 de la LPL.
3.ª pactos y transacciones que se hubieren convenido para evitar la ejecución, siempre que consten en documento público. En lo
social, este tercer motivo no es excluíble en
todo caso y circunstancia, pero su utilización
es muy reducida, debido a la prohibición que
sobre transacción o renuncia de derechos conferidos en el titulo ejecutivo establece el art.
245 de la LPL.
Estos motivos son tasados, bien que el tercero, en su desarrollo practico, conozca múltiples manifestaciones. Lo importante en este
punto es tener en cuenta que cualquier otro
acontecimiento, con igual juego excluyente de
la acción ejecutiva, también se tiene en cuenta por la LEC, pero en un precepto posterior,
el art. 564, que además nos lleva fuera de la
ejecución, pues impone dilucidar el eventual
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enfrentamiento entre partes en el proceso
declarativo ordinario que corresponda.
6. Oposición frente a la ejecución como un
todo, por motivos de fondo, pero respecto de
títulos no judiciales ni arbitrales (art. 557 y
558).
En realidad, se trata de varios títulos que
en su día permitían abrir el llamado juicio
ejecutivo y se enunciaban en el art. 1429 de la
vieja LEC; por eso, las causas de oposición son
prácticamente las que se reflejan en los arts.
1464 y siguientes de aquélla, con mención expresa y particularizada de la pluspetición. Si
bien se mira, la temática resultante es ajena a
lo laboral por lo que se dijo más arriba: estos
títulos extrajudiciales no son propios del
mundo del trabajo; y aunque apareciera alguno de ellos, como reconocimiento de deuda
en una escritura pública, el trabajador tendría
que iniciar un juicio declarativo, en el que esa
escritura sería una prueba muy firme.
7. Oposición a la ejecución, como un todo,
pero por motivos de forma (art. 559).
La rúbrica del precepto habla genéricamente de «defectos formales». Como tal se enumeran: carencia en el ejecutado de legitimación
pasiva (no tiene el carácter o la representación
con que se le demanda ejecutivamente); carencia en el ejecutante de capacidad o de legitimación activa (no tiene aptitud para ser
parte o aptitud procesal, ni el carácter o representación con que se le demanda ejecutivamente); o finalmente, el despacho adolece de
nulidad radical, por no imponer el titulo una
prestación, que es el objeto de una condena o
de una avenencia (ya sabemos que las sentencias declarativas puras y constitutivas no
son objeto de ejecución propiamente dicha; lo
mismo se diga de las conciliaciones o laudos;
vid. art. 521).
8. Sustanciación de la oposición por motivos de fondo o de forma y resolución de la
misma (arts. 550, 560 y 561).
La gran particularidad que ofrece la LEC
en este punto es que distingue entre ambos
tipos de oposición, cuyo trámite no es conjunto o simultaneo, sino que, de coexistir ambas,
se comienza por resolver lo formal; después y
en su caso, lo sustantivo. En cuanto a lo formal, se propicia la subsanación del defecto, si
ello es posible.
En las oposiciones formales, o la parte procede a la subsanación de la falta o bien no lo
hace porque la falta no reviste carácter de
subsanable. Entonces se archiva las actuaciones. Se continúan en caso contrario.
En las oposiciones de fondo, que se enjuician una vez desechadas las de forma, se
aboca a una resolución que ordena, bien
proseguir el apremio, bien archivar lo actuado, según que el motivo alegado sea o no
aceptado por el tribunal.
9. El traslado a lo social de todo lo anterior ha de hacerse con cautela. Algunos aspectos han sido aludidos ya. Cabe pensar que
el auto que despacha la ejecución es firme en
principio a los cinco días (LPL, art. 186), pero
habrá que esperar sin embargo el transcurso de
los diez días durante los cuales se formaliza
una eventual oposición, mediante la interposición de la oportuna demanda. Los motivos
de oposición son los mismos; lo que ocurre es
que la distinción entre motivos del art. 556
(pago, caducidad, pactos tendentes a evitar la
ejecución) y los que veremos del art. 564 (hechos y actos que igualmente afectan a la acción ejecutiva pero no mencionados en el
precepto anterior) habrá de ser suavizada,
en el sentido de tender a enjuiciar cualquier oposición dentro del procedimiento
incidental del art. 236 de la LPL, siempre
que esos acontecimientos guarden una relación mínima con el contenido del título ejecutivo. En cuanto a la sustanciación, se estará
al procedimiento incidental del art. 236 citado, lo que equivale a utilizar siempre la comparecencia y además simultanear en la
misma lo formal y lo material.
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(ii) Impugnación de actos
concretos aparecidos en una
ejecución despachada
10. Oposición con alegato de infracciones
legales «en el curso» de la ejecución (art. 562).
La norma civil contempla aquí el supuesto
en que el ejecutado no se opone propiamente al
despacho de la ejecución, sino a concretos actos
producidos «en el curso» de la misma. La causa
impugnativa se enuncia con simplicidad: «infracción de normas que regulan los actos concretos del proceso de ejecución», como sería no
observar lo prescrito para un embargo o una subasta. La queja ya no se sustancia mediante demanda, sino con la interposición de los recursos
de reposición o apelación en su caso. O incluso
mediante escrito dirigido al Juzgado, si no existiera resolución expresa frente a la que recurrir,
previsión que cobra particular significado en
aquellos actos en que no interviene el juez (o el
secretario), sino otros funcionarios judiciales.
En lo social cabe, como es natural, este
tipo de oposición. Y los motivos se reconducirán a la denuncia de un quebranto de las normas a que se sujetan los diversos actos del
apremio. En cuanto a la sustanciación, primará el criterio propio de lo laboral: como se
sabe, conviven la reposición y la comparecencia
incidental; en realidad, será el juez quien elija,
en función sobre todo de que haya que realizar
pruebas, o de que en general, las características
del caso aconsejen la inmediación y la concentración del incidente por comparecencia. Pero
repárese en que ya no existe demanda de oposición, sino que la norma civil habla de recursos
ordinarios; quiere decirse que la resolución con
la que no se está conforme será atacada antes
de que la misma adquiere firmeza por el paso
del plazo de cinco días (LPL, art. 186).
(iii) Impugnación de actos que
contradicen lo ejecutoriado
11. Oposición frente actos de ejecución
que contradicen el título ejecutivo judicial
(art. 563).
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Este supuesto viene a ser el equivalente
de la causa impugnativa que recoge el actual
art. 189.2, proposición final, de la LPL: que el
tribunal «provea en contradicción con el titulo ejecutivo». Si tal sucede, la parte perjudicada puede interponer recurso de reposición, y
en su caso de apelación. La suspensión del
acuerdo es posible, pero será necesario prestar caución suficiente para responder de posibles daños. La configuración aislada de este
motivo impugnativo se debe, seguramente, a
que, si bien los quebrantos de lo preceptuado
en el titulo se suelen producir cuando el despacho de la ejecución, nada impide que en un
momento ulterior se adopte decisiones ejecutivas que extravasen los términos de la ejecutoria o titulo asimilado. El trámite a seguir es
el recurso de reposición y en su caso apelación.
En lo social cabe hacer observaciones parecidas a las del apartado anterior. El motivo
es desde luego utilizable; pero como tampoco
aquí hay demanda de oposición, esta habrá
que formularla utilizando el recurso de reposición, dentro de los cinco días siguientes a la
notificación de que se trate (LPL, art. 186).
Sin perjuicio de que después el juez social
opte, no por el trámite escrito propio de los
recursos, sino por el oral que implica la comparecencia incidental.
(iv) Aparición de hechos o actos
nuevos relevantes para la
subsistencia de la acción
ejecutiva
12. Defensa jurídica del ejecutado fundada en hechos y actos no comprendidos en las
causas de oposición a la ejecución (art. 564).
Se trata de hechos o actos que parecen tardíamente, tras la preclusión de las posibilidades alegatorias en juicio. Y además, de
hechos o actos diferentes a los que retiene el
art. 556.1 como causas de oposición en cuanto
al fondo (pago, caducidad, ciertos pactos). Gozan de relevancia respecto de los derechos de
la parte ejecutante frente al ejecutado o de
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los deberes del ejecutado para con el ejecutante. Su alegación es posible, pero fuera de
la ejecución, «en el proceso que corresponda» (se sobreentiende que el declarativo).
La inspiración del precepto en el derecho
alemán es probable, aunque hay diferencias
sensibles respecto de lo que allí se llama «demanda de oposición a la ejecución» (Vollstreckungsgegenklage).
El precepto es aplicable en lo social, pero
con cautelas varias. No podrá contradecirse
el valor de la cosa juzgada (o conciliada o arbitrada). Bajo esta perspectiva, no cabe argüir hechos constitutivos (existencia o no del
contrato de trabajo) o impeditivos (invalidez
por error). Quedan los extintivos (pago) o los
excluyentes (prescripción), alegables solamente cuando sean posteriores a la configuración del titulo (o a la preclusión alegatoria
en el juicio). La verdad es que en la ejecución
social, como se dijo antes, no hay por qué estar
a esta bipartición, y cualquier hecho o acto de
este tipo podrá ser alegado en el interior de la
ejecución. Piénsese en el caso del fallecimiento
del trabajador que ha de ser readmitido o en la
imposibilidad sobrevenida de la prestación
debida. Se pasaría a un proceso declarativo si
la ligazón con el contenido del titulo es inexistente del todo; pero entonces habría que cuidar con esmero el respeto de la fuerza de la
cosa juzgada.
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RESUMEN Lo que conceptualmente cabe tener por «parte general» del proceso de ejecución se corresponde normativamente con lo que se llama: «disposiciones de carácter general» en la LPL
1990-1995, o «disposiciones generales» en la nueva LEC. Las versiones anteriores de ambos
cuerpos, el social y el común, no contenían un conjunto de reglas de esa clase. Aunque las
materias tratadas eran obviamente contempladas por la doctrina y por más de un fallo jurisprudencial.
La LPL 1990 incorporó preceptos en que destaca la novedad y la modernidad: multas coercitivas, ejecución de sentencias con firmeza parcial, cuestiones y procedimiento incidentales, etc. Aunque omitió algunos temas que sí aborda la nueva LEC; muy especialmente, la
identificación de la persona del ejecutado en supuestos especiales y la oposición del deudor
a la ejecución.
El problema más dificultoso que ahora se nos presenta es trasladar a lo social las previsiones de la norma civil, incluso cuando versen sobre algo que no se contempla en la norma laboral; así, el plazo de espera de veinte días, desde la notificación de la correspondiente
resolución judicial.
En estos, y otros muchos aspectos habrá de repararse que, aunque desde un punto de vista
formal se aproximen principios y soluciones, persistirá siempre una cierta diferencia sustancial, derivada de la posición de debilidad que el trabajador asume en la relación de empleo, según ha subrayado la jurisprudencia constitucional.
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