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SOBRE EL CONCEPTO DE ACCIÓN EN EL
DERECHO PENAL: LA ACCIÓN COMO
PROCEDIMIENTO Y EL TIPO COMO NORMA
PROCEDIMENTAL1
Gregorio Robles Morchón
Catedrático de Filosofía del Derecho en
la Universidad de las Islas Baleares
1. En la dogmática penal el concepto de acción ocupa un lugar central.2
Se parte de que el delito es la acción típica, antijurídica, culpable y punible;3
frase en la que resalta la acción como sustantivo y los demás términos como
calificativos. De ahí se colige que lo esencial es definir con precisión el concepto
de acción, para ir, después, marcando sus atributos posteriores. De esa manera,
sin embargo, se eleva un concepto no jurídico –el de acción– a la categoría de
piedra angular del sistema penal. El causalismo, defendido inicialmente por la
escuela positivista de von Liszt,4 recorre la dogmática hasta nuestros días, si
Se resumen en este trabajo ideas ya desarrolladas por el autor en obras precedentes. Cfr. G. ROBLES,
“Norma y regla técnica”, Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, núm.67, 1982;
Las reglas del derecho y las reglas de los juegos, Palma de Mallorca, 1984; El derecho como texto -cuatro
estudios de teoría comunicacional del derecho, Ed.Civitas, Madrid 1998, pp.29 y ss., y 62 y ss.; Teoría del
derecho -fundamentos de teoría comunicacional del derecho, vol.I (Ed. Civitas), Madrid 1998 pp.225-275.
2
Así lo subraya ya G. RADBRUCH en su importante obra Der Handlungsbegriff in seiner Bedeutung für
das Strafrechtssystem -Zugleich ein Beitrag zur Lehre von der rechtswissenschaftlichen Systematik, Ed.
J.Guttentag, Berlin 1904, p.71. A pesar de que la doctrina ya no es unánime en este punto, puesto que hay
autores que abandonan el concepto de acción como necesaria piedra angular del sistema jurídico-penal,
e incluso en la doctrina inglesa se ha prescindido tradicionalmente de él, la opinión dominante en la dogmática europea continental sigue siendo favorable al juicio de Radbruch. Cfr. H.-H. JESCHECK, Tratado
de derecho penal PG, 4.ed., trad. de J.L. Manzanares Samaniego, Ed.Comares, Granada, p.196.
3
O definiciones similares, como la de E. MEZGER: “Die Straftat ist demnach tatbestandlich-rechtswidrige,
persönlich-zurechenbare, strafbedrohte Handlung” (Strafrecht, I.AT, 7.ed. Ed. Beck, München/Berlin 1957,
p.43).
4
Para F. VON LISZT, existe una relación de causalidad entre la manifestación de voluntad, que puede
consistir en la realización o en la omisión voluntaria de un movimiento del cuerpo, y el resultado. Cfr. F.
von LISZT, Tratado de derecho penal, trad. de la 20 ed. alemana por L.Jiménez de Asua, adiciones de Q.
Saldaña, tomo II, Hijos de Reus Ed., Madrid, 1916, pp.285 y ss.
1
GREGORIO ROBLES MORCHÓN
bien bajo diversas formas de presentación. La teoría finalista no es sino una
reformulación de la causalista, de tal modo que el mecanismo de la conexión
entre la causa y el efecto viene mediatizado por la introducción de un agente
que se propone fines, para conseguir los cuales actúa los adecuados medios.5 El
medio es la causa, y el efecto la finalidad del agente. Como ya demostró Kelsen,
en crítica a Stammler, la relación teleológica no es sino una relación causal6. Por
otra parte, la teoría social de la acción, representada entre otros por Jescheck, al
definirla como “comportamiento socialmente relevante”7, desplaza el problema
al concepto de “comportamiento”, tan oscuro como pueda serlo el de acción, a la
vez que procura más bien un concepto sociológico de acción, y no un concepto
“jurídico”, que es el que corresponde a la dogmática8.
2. Para el derecho penal, la acción no puede ser un concepto naturalista
o sociológico (que, para el caso, viene a ser algo parecido). La dogmática penal
ha de partir, necesariamente, de un concepto jurídico de acción,9 previo a ella
y común a todas las ramas de la dogmática. Por ello, el concepto de acción
en el derecho no puede ser elaborado por una disciplina no jurídica (como la
fisiología, la psicología o la sociología), ni tampoco en el marco exclusivo de
la dogmática penal. Su sede está en la Teoría del Derecho, una de cuyas tareas
es proporcionar a las diversas ramas dogmáticas los conceptos generales o básicos, respecto de los cuales cada una de ellas añadirá lo que de específico les
corresponda. El camino a seguir debería ser, pues, el siguiente: primero, se
ha de delimitar el significado de “acción” el el terreno filosófico general, para
inmediatamente proceder a los diversos “tipos de acciones”; después, habrá de
procederse a incardinar la “acción jurídica” en su correspondiente tipo; para,
a continuación, definir el concepto genérico de “acción jurídica”, aplicable lo
H. WELZEL dice: “Menschliche Handlung ist Ausübung der Zwecktätigkeit. Handlung ist darum ‘finales’, nicht lediglich ‘kausales’ Geschehen”. Pero a continuación añade: “Die ‘Finalität’ oder Zweckhaftigkeit der Handlung beruht darauf, dass der Mensch auf Grund seines Kausalwissens die möglichen Folgen
seines Tätigswerdens in bestimmtem Umfange voraussehen, sich darum verschiedenartige Ziele setzen
und sein Tätigwerden auf diese Zielerreichung hin planvoll lenken kann.” (Das deutsche Strafrecht -eine
Systematische Darstellung, 6.ed., Ed.Walter de Gruyter & Co., Berlin, p.28).
6
H. KELSEN, Hauptptrobleme der Staatsrechtslehre -entwickelt aus der Lehre vom Rechtssatze,
2.ed.Tübingen 1923, reimpr. Scientia Aalen, 1960, pp.57 y ss. Afirma Kelsen: “Einfach das Gegenteil von
dem ist wahr, was Stammler sagt, nämlich dass im Inhalte der Vorstellung eines vom Vorstellenden erst zu
bewirkenden Erfolges die Kausalität nicht vorhanden sei, ‘da eine solche seine Vorstellung als die eines zu
schaffendes Gegenstandes ganz überflüssig, ja widersprechend machen würde’ (cit.de Stammler, Wirtschaft
und Recht, 2.ed.1906, p.342). Vielmehr muss in der Vorstellung eines jeden Zweckes gerade die Kausalität
enthalten sein, da ohne die Kausalität keine Zweckvorstellung möglich ist. Jede Zweckvorstellung -und
nach Stammler ist der Wille eine Zweckvorstellung- schliesst die Kausalvorstellung in sich”. (p.60)
7
Jescheck, op. cit. p. 201.
8
Es preciso diferenciar el concepto sociológico y el concepto jurídico de acción. Sobre esto puede verse
ROBLES, Sociología del derecho, Ed.Civitas, 2.ed., Madrid 1997, pp. 89 y ss. y pp.100 y ss.
9
Similar afirmación, con su desarrollo, sostiene certeramente STAMMLER, Theorie der Rechtswissenschaft, 2.ed. 1923, reimpr. Scientia Verlag Aalen, Darmstadt, 1970, pp.148 y ss.
5
– 1286 –
Sobre el concepto de acción en el derecho penal: La acción como procedimiento...
mismo al derecho penal, que al civil, al mercantil, al administrativo, al internacional, o a cualquiera otra de las ramas de la ciencia del derecho. Una vez
hallado el concepto de “acción jurídica”, habrá llegado el momento de abordar
el problema de la “acción jurídico-penal”, que, obviamente, será una especie del
concepto de “acción jurídica”. Por tanto, la teoría penal de la acción requiere
una previa teoría jurídica de la acción, de la que aquélla no puede ser sino una
especificación concreta.
3. En un sentido filosófico general, la acción puede definirse como el
sentido de un movimiento o conjunto de movimientos atribuidos a un sujeto
o a varios sujetos. También puede formularse así: movimiento o conjunto de
movimientos, atribuidos a un sujeto o a varios, dotado de significado unitario.
Aquí, por razones de brevedad, prescindiremos de la pluralidad de sujetos, que genera la “acción colectiva”.
El “sujeto” puede ser un ser vivo real o imaginario: hombre, animal, espíritu, duende,etc. Nos limitaremos, sin embargo, a las acciones humanas.
El movimiento o conjunto de movimientos puede ser de carácter
meramente físico, físico-psíquico, o meramente psíquico. Lo psíquico no debe
confundirse con lo voluntario. Prácticamente todas las acciones tienen un
componente psíquico, aunque no todas lo tienen voluntario. Así, el acto de
retirarme hacia atrás ante un susto que me da un bromista en la oscuridad, es
un movimiento con componente físico-psíquico, aunque no voluntario, sino,
como suele decirse, “reflejo”. Acciones meramente psíquicas son aquellas
que consisten en un proceso interior, como el pensar, el desear, el soñar, etc.
Pueden llamarse acciones en atención a que “mueven” el aparato nervioso y
descargan energía.
Ahora bien, un mismo movimiento puede constituir varias acciones,
dependiendo de la lectura que se haga del movimiento. Así, el simple movimiento
de levantar el brazo puede significar diversas acciones, tales como que el sujeto
está saludando a un amigo, despidiéndose de él, llamando a un taxi, haciendo
un saludo político, señalando una falta de fútbol, comprobando en el balcón si
llueve, jurando decir la verdad, jugando a las legiones romanas, pujando en una
subasta, etc. Y, también, además de hacer cualquiera de estas cosas, el sujeto
en cuestión estará, en todo caso, levantando el brazo. O sea que, haciendo una
cosa, levantando el brazo, está, al mismo tiempo, haciendo otra: saludando,
despidiéndose, etc. La “acción” de levantar el brazo tiene diversos significados
posibles, cada uno de los cuales es una “acción”. A la primera la llamaremos
acción básica (o, simplemente, movimiento). A la segunda, meramente acción
(o acción en sentido estricto).10
10
P. RICOEUR, El discurso de la acción, trad. de Pilar Calvo, Ed. Cátedra, Madrid pp. 34 y ss.
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GREGORIO ROBLES MORCHÓN
Toda acción supone la interpretación o, como suele decirse, la lectura
de una acción básica (o movimiento). Toda acción es el resultado de una
interpretación. Mediante ésta, se alcanza el sentido o significado en que la
acción consiste.
4. Puede establecerse una tipología sencilla de las acciones si las dividimos en tres clases: acciones meramente físicas o causales; acciones lógicas;
y acciones convencionales. Ejemplo del primer tipo: preparar un plato de
cocina; ejemplo de acción lógica: la demostración en la pizarra del teorema
de Pitágoras; ejemplo de acción convencional: la movida de una ficha en el
ajedrez. Es evidente que las tres acciones mencionadas tienen un componente
“físico”, y también un componente “convencional”, mas el grado de lo uno y
de lo otro es totalmente diferente en cada una de ellas. Peparar un plato de
cocina es prácticamente una acción meramente física. La demostración de un
teorema se sirve de la pizarra y de los movimientos con la tiza, pero estos
elementos externos no son precisos para lo que es el acto meramente lógico de
la demostración; en sí cosiderada, ésta es independiente de los movimientos
físicos que realiza el demostrante. Lo mismo sucede con la movida de una
ficha en el ajedrez, ya que el movimiento físico de “mover la ficha” no
es absolutamente imprescindible, y puede ser sustituído, por ejemplo, por
apretar las teclas de un ordenador, o incluso es posible jugar una partida
“mentalmente”.
5. La acción convencional se diferencia de los otros dos tipos en que,
a diferencia de éstos, no se deriva de la “naturaleza de las cosas”, sino que
es establecida por convención, esto es, por decisión. Esto es evidente en los
juegos. Por qué una acción de juego es así y no de otra manera, es algo que
no se deriva de las leyes de la física ni de la lógica, sino que toma su origen
en una decisión del creador del juego, que ha establecido que la acción de
ese juego concreto es de una manera determinada, y no de otra. La acción
física presupone las leyes de la causalidad física (p.ej., la acción de hervir el
agua es una “aplicación” de la ley causal que expresa que el calor es causa
del efecto consistente en que el agua hierva). La acción lógica supone las
leyes de la lógica (así, por ejemplo, el razonamiento deductivo concreto que
alguien realiza en un momento dado es una “aplicación” de la figura lógica
del silogismo). En cambio, la acción convencional no presupone la aplicación
de leyes físicas ni lógicas, sino que es el resultado de una decisión libremente
adoptada (por ejemplo, la acción de mover cada una de las fichas del ajedrez
no responde a ninguna necesidad causal o lógica, sino que es el resultado de
una decisón que crea una “necesidad convencional”).
– 1288 –
Sobre el concepto de acción en el derecho penal: La acción como procedimiento...
6. Toda acción en el derecho es establecida convencionalmente. La
acción jurídica es una subespecie de acción convencional. Así, por ejemplo,
el acto por el que un alumno se matricula en la facultad de derecho no puede
considerarse como un “acto físico”, ni “lógico”, sino como un acto que ha
de cumplir unas condiciones o requisitos convencionalmente establecidos por
determinadas normas de la administración universitaria. Otro ejemplo. El acto
de “matar” en sí mismo considerado no es una acción jurídica, sino meramente
física y que, por tanto, puede ser analizada aplicándole el esquema propio
del principio de causalidad. Desde el punto de vista jurídico, “matar” es el
movimiento o “acción básica” de una pluralidad posible de acciones jurídicas.
“Matar” puede tener diversos significados jurídicos: de un homicidio doloso;
de un homicidio imprudente, y, a su vez, dentro de esta categoría, puede
ser imprudente grave, imprudente profesional e imprudente con vehículo de
motor; de un asesinato; de un infanticidio; de un parricidio; de un aborto; etc.
Todas estas acciones de “matar” son acciones ilícitas. Pero hay otras acciones
de “matar” que son lícitas para el derecho. Eso sucede cuando la acción física
de matar tienen el sentido jurídico del cumplimiento de la pena capital, o el
cumplimiento del deber jurídico de un soldado en guerra de disparar contra
el enemigo ocasionándole la muerte, o en el supuesto de justificación de la
legítima defensa. En estos tres casos, se produce efectivamente la muerte
de un ser humano, tiene lugar asimismo el conjunto de movimientos de
“matar”; y, sin embargo, para el derecho las acciones realizadas son lícitas. Es
evidente que el derecho maneja un concepto propio de acción no identificable
con el concepto naturalista o causalista. Si toda acción es el sentido de
un movimiento, la acción jurídica es el sentido jurídico convencionalmente
establecido por las normas, las cuales, a su vez, provienen de “actos de
decisión” de sus creadores.
7. Ahora bien, toda acción, sea meramente causal, lógica, o convencional,
se expresa mediante un procedimiento. Para ser más exactos, diremos que
la acción genérica se expresa mediante un procedimiento genérico, mientras
que la acción concreta –que no es otra cosa que la concreción en un
acto determinado de la acción genérica– lo hace, igualmente, mediante
un procedimiento concreto. Puede afirmarse, incluso, que toda acción es
un procedimiento, ya sea genérico o específico. Por ejemplo, la acción
genérica de mover el alfil en el ajedrez consiste en desplazarlo en diagonal
en cualquiera de las direcciones posibles; y la acción concreta será el
desplazamiento efectivamente realizado en una determinada movida del juego.
El procedimiento de la acción concreta es un “caso” del procedimiento
genérico (aparece aquí la idea de la “subsunción”). Lo mismo sucede con las
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GREGORIO ROBLES MORCHÓN
acciones jurídicas. Si A contrata con B de modo que el primero entrega la
cosa y el segundo el precio en dinero, sus acciones concretas constituirán un
“caso” o “aplicación” de las acciones típicas o genéricas de la compraventa.
Igual sucede también con los delitos, cuya tipificación en la ley no es
sino el establecimiento preceptivo de en qué consiste la acción genérica o
procedimiento genérico característico de un delito determinado. Así, p.ej.,
el artículo 138 CP establece la acción genérica del homicidio: “el que
matare a otro”. “Matar” es el verbo que expresa un procedimiento genérico
susceptible de concretarse en múltiples formas concretas, cada una de las
cuales corresponden a las acciones concretas por diversos medios (pistola,
cuchillo, ahogamiento), consistentes todas ellas en “matar”.
8. Si toda acción genérica se expresa en un procedimiento genérico, hay
que preguntarse de qué manera se manifiesta la acción en el derecho. Dicho de
otra forma: si el derecho es un sistema de proposiciones normativas de distinta
especie, habrá que determinar de qué manera toma cuerpo en dicho sistema
la expresión de la acción. La postura tradicional es bien conocida: la acción
vendría “definida” o “descrita” en una norma, y en el marco del derecho
penal constituiría el “tipo” al que la propia ley penal conecta una pena. Se
entiende así que la acción, y por tanto el delito, consiste en un “concepto” o
en un “hecho” y que el derecho positivo lo único que hace es establecer cuál
sea el contenido de dicho “concepto” o de dicho “hecho”. Sin embargo, esta
concepción soslaya la relevante circunstancia de que toda acción, al implicar
un procedimiento, puede ser expresada lingüísticamente bajo la forma de una
norma. No es lo mismo “definir” o “describir” una tortilla, que decir “cómo
se hace”. Decir cómo se hace una tortilla implica determinar el procedimiento
de hacerla. Cuando se define un delito, en realidad se está diciendo cómo se
comete dicho delito, porque éste no es sino una acción genérica, y toda acción
implica necesariamente un procedimiento. La concepción de la ley penal
como supuesto de hecho y sanción conectados mediante un deber, oscurece la
naturaleza de la acción delictiva misma, al considerarla un simple “hecho”.
Cierto que la acción efectivamente realizada es un “hecho” que ha tenido
lugar en determinadas coordenadas espacio-temporales. Mas ese hecho no es
un hecho cualquiera, sino una acción, lo que implica un movimiento físicopsíquico de un sujeto al que las normas dan un determinado “sentido”. Lo
que hace la norma, al tipificar, es establecer el procedimiento genérico en que
consiste la acción delictiva. Y dicho procedimiento no puede ser expresado
simplemente como la “descripción de un hecho” sino más bien como una
norma procedimental que establece convencionalmente los requisitos de la
acción. En realidad, todas las acciones previstas en el derecho, sea en la rama
que sea, lo mismo en el derecho público que en el privado, vienen determinadas
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Sobre el concepto de acción en el derecho penal: La acción como procedimiento...
proposicionalmente por normas procedimentales que establecen los requisitos
de las mismas, esto es: los sujetos que están capacitados (o son competentes)
para realizarlas, el lugar y el tiempo en que han de realizarse y los pasos
procedimentales concretos en que la acción consiste. La norma procedimental
se limita a “establecer” la acción genérica. La norma procedimental no delimita
las acciones lícitas de las ilícitas, pues su cometido se reduce a “crear” la
acción jurídica, o acción jurídicamente relevante. Corresponde a otro tipo de
normas el determinar cuáles de esas acciones son lícitas y cuáles no.
9. Se objetará a este planteamiento que en los códigos penales los
preceptos están configurados de manera sencilla bajo la fórmula de supuesto
de hecho y sanción, por lo que intentar buscar la expresión de la acción
a través de una norma procedimental sería buscar tres pies al gato. A esto
solo se puede contestar que, si se mantiene una concepción positivista del
derecho, no hay nada que añadir, pues para ella las normas vienen dadas ya
en los preceptos o disposiciones legales. Sin embargo, como ha mostrado la
teoría del derecho de nuestros días, el positivismo normativista (mucho más el
sociológico) oscurece el entramado profundo del sistema jurídico al pretender
reducirlo a su expresión “bruta” en el texto legal. Sobre el texto legal, la
dogmática construye el “sistema”11. Si en la ley aparecen las disposiciones “en
bruto”, en el sistema se presentan las normas “construidas”. Y es precisamente
en el sistema donde se desvela la profundidad lingüística del derecho. No se
trata de que las leyes estén mal expresadas. Al revés, cuanto más simples para
su comprensión vulgar, tanto mejor. Pero de la misma forma que la lingüística
ve más de lo que hay en la superficie del lenguaje de la calle y de la literatura,
así sucede con la dogmática y la teoría del derecho. Con la peculiaridad, en este
caso, de que la labor de la dogmática no es meramente “cognoscitiva”, sino al
mismo tiempo “constructiva” y “creadora”. Así sucede que es una experiencia
cotidiana el que la doctrina científica y jurisprudencial “construyen” los tipos
delictivos, y aunque lo hacen sobre la base del texto bruto de la ley, no
parece haber duda que es ella –por medio de la llamada doctrina u opinión
dominante– la que perfila de manera más acabada los rasgos de dichos tipos.
Esto puede dar pie a pensar que se traiciona el principio de legalidad, puesto
que si se produce la mediación de los juristas para especificar los tipos, éstos
ya no vendrían delimitados en sus rasgos perfectamente perfilados por la
ley. No hay que llevar las cosas a ese extremo, y pensar que se desconoce
absolutamente el principio de legalidad. Pero, por otro lado, sería pecar de
ingenuos el pensar que en la ley ya vienen perfectamente definidos los tipos
Sobre la diferencia entre “ordenamiento” y “sistema” tal como se emplea en el texto, vide ROBLES,
Teoría del Derecho, cit. pp.111 y ss.
11
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GREGORIO ROBLES MORCHÓN
delictivos. La ley proporciona el texto bruto sobre el cual la doctrina trabaja,
y si a aquélla le corresponde la regulación sencilla y escueta, cuanto más
mejor, a ésta le compete la tarea de ver en lo profundo del texto bruto para
proporcionar el “texto elaborado” del sistema. Pues bien, es en este nivel
del sistema donde cabe la consideración de la acción como una norma, y en
concreto como una norma procedimental.
10. Norma procedimental es aquella que expresa los requisitos necesarios
para que exista una determinada acción12. También puede decirse que la norma
procedimental establece los pasos que necesariamente un sujeto ha de dar para
realizar una determinada acción. Al haber acciones causales, acciones lógicas
y acciones convencionales, también habrá normas procedimentales causales,
normas procedimentales lógicas y normas procedimentales convencionales. La
formulación lingüística de todas ellas responde al mismo esquema, el cual a
su vez admite varias posibilidades. Así: “para que se produzca tal acción es
necesario que se cumplan estos requisitos” (a continuación la norma ha de
recoger los requisitos o condiciones esenciales, esto es, aquellos sin los cuales la
acción no puede existir). También, en este caso pensando la norma en relación
con un sujeto que se plantea fines, puede expresarse así: “si un sujeto quiere
realizar una determinada acción tiene que hacer necesariamente esto y aquello”.
Este “tener que” implica necesidad, y en eso se diferencia del “deber”, que
presupone posibilidad. Por ej., si yo quiero que el coche corra, tengo que apretar
el acelerador. No me queda otro remedio. Yo soy libre de querer o no querer
que mi coche corra. Pero si lo quiero efectivamente, no me queda otra opción
que apretar el acelerador. Kant llamaba a este tipo de normas “imperativos
de habilidad” (Imperative der Geschicklichkei), si bien sólo las refería a las
causales, y no a las lógicas y las convencionales. Además, tampoco les adscribió
el verbo “tener que”, sino el verbo “deber” (sollen), y por esa razón las llamaba
“imperativos”.13 Más finamente, en el marco del neokantismo se sustituye
el “deber” por el “tener que” (müssen), denominando a este tipo de normas
“reglas técnicas”, aunque sólo las refieren al mundo de la naturaleza física,
desconociendo las reglas técnico-lógicas y las técnico-convencionales.
Cfr. mi Teoría del Derecho, cit., pp.177 y ss. Para mí, la summa divisio de las normas jurídicas es la que
distingue entre normas indirectas y normas directas de la acción. Indirectas son aquellas que establecen
los elementos previos a la acción: espacio en que ésta ha de tener lugar, tiempo, sujetos de la acción y
competencias o capacidades de obrar. Las normas directas son las que contemplan de manera inmediata
una acción. Se dividen a su vez en procedimentales (que son las que “crean” la acción misma), potestativas
y deónticas. Estas últimas son las que establecen deberes. A su vez, se dividen en normas de conducta
propiamente dicha, normas de decisión y normas de ejecución. Lo que se afirma en el texto presupone todo
este cuadro normativo.
13
I. KANT, Grundlegung der Metaphysik der Sitten, 2.ed. Riga (1786). Werkausgabe vol.VII, ed. por
W.Weischedel, Ed. Suhrkamp, 2.ed. Frakfurt a. Main 1977, p.44. Hay trad. esp. de M.García Morente.
12
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Sobre el concepto de acción en el derecho penal: La acción como procedimiento...
11. Detengámonos ahora un momento en estas normas técnicoconvencionales y su aplicación al derecho. La norma técnico-convencional
establece un procedimiento convencionalmente. También pueden ser denominadas normas procedimentales de carácter convencional. Su modelo
característico son las reglas del juego que determinan los procedimientos para
jugar. Desde luego, el jugador puede mover el alfil, la torre, o la reina, en el
supuesto de que todavía le queden esas fichas sobre el tablero. Depende de su
decisión el mover una u otra. Ahora bien, lo que no depende de su decisión es el
cómo moverlas. A cada tipo de ficha le corresponde un procedimiento concreto
y diferenciado del resto. Ese procedimiento establece cómo el jugador tiene que
mover necesariamente ese tipo de ficha concreto que quiere mover. No es libre
para elegir el procedimiento.
12. Vayamos ahora al derecho. El paralelismo con el juego es evidente.
Todo acto o acción jurídica, o jurídicamente relevante, está predeterminado
mediante una norma procedimental de carácter convencional. En el derecho
civil los actos jurídicos y los negocios jurídicos tienen su forma, que no es otra
cosa que el procedimiento necesario para realizarlos. Lo mismo sucede en el
derecho administrativo con el acto administrativo, o en el derecho procesal
con los actos procesales. Pues bien, también los tipos delictivos tienen su
“forma”, su “procedimiento”. Así como no hay resistencia a entender que
los actos “positivos” tienen su propio procedimiento, parece que sí la hay
para aceptar que lo mismo les sucede a los actos “negativos”. De la misma
manera que cada tipo contractual (compraventa, préstamo, depósito, etc.)
viene determinado por un procedimiento de actuación, así sucede con cada
tipo delictivo. Lo que sucede es que en el lenguaje coloquial no estamos
acostumbrados a verlo de esa manera. Es frecuente que digamos: “si usted
quiere realizar un depósito bancario tiene que proceder así”. Pero no lo es
que digamos: “si usted quiere cometer un asesinato no le queda otro remedio
que actuar conforme preceptúa el artículo 139 CP, porque, en caso contrario,
usted no habrá cometido un asesinato”. Se supone que a un abogado nadie
le consulta cómo tiene que proceder para cometer un asesinato. Sin embargo,
esta dificultad del lenguaje ordinario desaparece si hablamos a toro pasado
y decimos: “para que una persona haya cometido asesinato tiene que haber
actuado tal como establece el artículo 139 CP”. Las acciones jurídicas son
aquellas previstas como tales por el ordenamiento, o, si éste no lo hace
expresamente, por el sistema, una de cuyas funciones es “revelar” lo que está
oculto o implícito en aquél.
13. Limitándonos ahora al derecho penal, puede afirmarse, a tenor de
lo expuesto, que la acción jurídica penalmente relevante viene establecida
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GREGORIO ROBLES MORCHÓN
en el tipo. Cada tipo viene determinado por una norma procedimental de
carácter convencional que establece los requisitos necesarios del delito. Lo
que habitualmente se llama “ley penal”, proposición formada por el “hecho”
y la “pena”, oculta una estructura mucho más compleja. El “hecho”, tal como
vienen formulado en la ley, no es un hecho, aunque así se le haya llamado,
sino un procedimento que, a su vez, no es otra cosa que la acción genérica
y típica, constitutiva del delito. La dificultad principal para aceptar que la
acción en el delito es el tipo y que, por tanto, aquella no precede a éste como
“entidad ontológica” previa, proviene de la circunstancia de que hay tipos
delictivos que presuponen la existencia de acciones básicas, mientras que
otros no. Ejemplos de lo primero son todos los delitos contra las personas
con resultado de muerte. En ellos la acción básica es “matar”. No cabe duda
de que “matar”, en sí mismo, no constituye una acción jurídica, sino una
acción natural o meramente causal. Como acción básica que es, preexiste al
derecho. Lo que hace éste es calificar las distintas formas de matar, admitiendo
unas como lícitas y otras como ilícitas. Estas últimas son, obviamente, las
constitutivas de delito. Cada forma de matar es una acción jurídica, esto es,
un procedimiento establecido por una norma. A diferencia de estas acciones
jurídicas (delitos), que presuponen una acción básica, hay delitos que no
presuponen acción natural previa. Ejemplo, la falsificación de documento
público, oficial o mercantil (arts. 390 y ss. CP). Antes de que la norma
establezca este tipo delictivo, no hay acción básica previa, ya que todos los
conceptos que maneja la norma son jurídicos: el documento público, oficial
o mercantil, lo es no en virtud de las cualidades “naturales” de un papel en
el que se ha escrito algo, sino en virtud de normas jurídicas que prescriben
los requisitos del mismo. Si se prescinde de dichas normas, no habrá manera
de determinar qué papel escrito es documento público, y cuál no, y por tanto
será imposible hablar de falsificación del documento, por la sencilla razón de
que éste no existirá. Cuando la doctrina penal equipara los tipos delictivos que
tienen detrás una acción básica (como son todos los delitos contra las personas
en un realidad física) con los que no la tienen, comete un error que luego
paga caro a la hora de teorizar el concepto de tipo. Este no es sino la acción
jurídico-penal, esto es el delito, expresable mediante una norma procedimental
que señaliza tanto los elementos externos (movimientos) como los internos
(psíquicos). Por tanto, el dolo y la imprudencia, en cuanto calificación jurídica
del elemento psíquico, forman parte del tipo.
14. La acción se transforma en conducta cuando aquélla es contemplada
desde la perspectiva de un deber. Toda conducta implica una o varias acciones.
Mas el concepto de acción es más amplio que el de conducta, puesto que se
dan acciones que no son calificables de conductas. La acción, en sí misma
– 1294 –
Sobre el concepto de acción en el derecho penal: La acción como procedimiento...
considerada, sin relación con un deber que imponga la obligatoriedad de su
realización, no es equiparable a la conducta. Por ejemplo, la acción de mover
una determinada ficha en el ajedrez no puede ser calificada de conducta.
Tampoco el hecho de rellenar una solicitud para hacerme socio de un club de
campo. Una acción se transforma en conducta moral cuando es aquélla objeto
de un deber moral. Por ejemplo, si he prometido a mis hijos hacerme socio
del club de campo, en atención a que han sacado buenas notas. Algo similar
sucede en el ámbito jurídico. La acción se convierte en conducta jurídica
cuando es objeto de deber jurídico, pero no en caso contrario. Por ejemplo,
dos personas deciden contraer matrimonio, y efectivamente lo contraen. Esa
acción no es en sí misma una conducta jurídica, puesto que no tienen ningún
deber jurídico de contraerlo. Ahora bien, una vez contraído surgen una serie de
deberes jurídicos característicos de la institución matrimonial, como el deber
jurídico de alimentos, el de fidelidad, etc. Las acciones que contemplan dichos
deberes jurídicos sí son calificables de conductas. Según esto, toda conducta
implica una o varias acciones. Si la acción viene determinada por una norma
procedimental, la conducta implica una norma deóntica (o de “deber”), cuyo
objeto es expresar el deber jurídico de realizar la acción de que se trate.
Trasladándonos ahora al campo del derecho penal, podemos decir entonces
que el delito implica una conducta, ya que siempre supone la infracción
de un deber jurídico. En eso radica la nota de la antijuridicidad, en que la
acción típica infringe un deber jurídico. Cuando se afirma que el delito es
una acción ilícita, una acción prohibida, una acción infractora de la ley, se
están empleando expresiones sinónimas, ya que todas ellas quieren decir,
simplemente, que el delito implica un quebrantamiento de una norma deóntica
de conducta, esto es, una norma que establece el deber de no hacer (o hacer)
determinada acción. La mayor parte de las veces, dichas normas deónticas
no vienen expresamente formuladas en los códigos penales, sino implícitas,
y corresponde entonces al intérprete hacerlas explícitas en el sistema que
refleja el ordenamiento penal. Así, por ejemplo, la disposición del artículo 138
CP, que dice: “el que matare a otro será castigado, como reo de homicidio,
con la pena de prisión de diez a quince años”, no establece una norma de
conducta propiamente dicha, sino una norma de decisión (también deóntica),
que impone al juez el deber de dictar sentencia en el sentido expresado.
Ahora bien, la disposición presupone, aunque no lo diga, la existencia de una
norma de conducta que prohíbe atentar contra la vida ajena en determinadas
condiciones.
15. El concepto de acción es, pues, más amplio que el de conducta.
Hay acciones que son conductas por ser objeto de deberes bajo la forma
de prohibiciones, y otras acciones que no. Ahora bien, la conducta también
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GREGORIO ROBLES MORCHÓN
puede tener por objeto un no hacer, es decir, una omisión. La prohibición de
una omisión es equivalente al deber de realizar una determinada acción. Así,
por ej., el artículo 195 impone el deber de socorro y penaliza a quien “no
socorriera a una persona que se halle desamparada y en peligro manifiesto y
grave, cuando pudiere hacerlo sin riesgo propio ni de terceros”. La omisión no
tiene entidad propia o independiente, sino sólo en relación con la acción que
se omite. La omisión es siempre omisión de algo, y ese algo no puede ser sino
una acción. La infracción de una norma penal por omisión no significa otra
cosa que el sujeto no ha realizado la acción que le impone el deber jurídico.
La norma deóntica contempla aquí una acción e impone una sanción a quien
no la realiza. Así, el art.195 contempla la acción de socorro e impone como
deber jurídico su realización. De esta forma puede concluirse que la omisión
representa no tanto una modalidad de la acción sino de la conducta.
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