Demografía y población en la Edad Media Javier Rodríguez Cárdenas Facultad de Filosofía y Letras Al hablar sobre la Edad Media, considerada está dentro de un periodo de tiempo determinado como lo es desde la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 d.C. hasta la caída del Imperio Romano de Oriente o Constantinopla en el año 1453 o incluso hasta la llegada del hombre europeo al continente americano en 1492, se habla de una sociedad europea que es muy fascinante para ser objeto dentro de los debates y discusiones en los círculos académicos. Aunque ya hay mucha historiografía al respecto que menciona muchos aspectos relacionados con la época, es válido poder rescatar algunos aspectos que se dicen que fueron los procesos coyunturales y por ende de gran importancia para el desarrollo de dicha sociedad que se encontraba en un hecho trascendental de expansión. La presente ponencia tiene como objetivo reflexionar sobre la importancia de los procesos económicos y sociales que hubo en la sociedad europea de la edad media, y como incidieron estos hablando en términos sociales para un incremento demográfico, y hasta qué punto estuvo controlado por el agente ideologizador de ese momento que era la Iglesia católica. Asimismo, también y no menos importante, mencionar la constitución de la sociedad en ese momento, que si bien era una sociedad estamental, la mentalidad de dicha sociedad estuvo ampliamente vinculada con los contextos muy propios de esta época y que terminaron siendo un parte aguas entre unos procesos con otros. Y en cuanto a fuentes, esta ponencia está sustentada en fuentes bibliográficas y electrónicas; teniendo más que nada en referentes historiográficos a autores que propiamente han estudiado muy a fondo la edad media como Jacques Le Goff, Georges Duby, Robert Fossier; autores que han estudiado la población y sociedad como Jean Pierre Bardet y Jacques Dupaquier, Fernand Braudel, Ernest Labrousse y Emmanuel Le Roy Ladurie. Conceptualización del fenómeno demográfico europeo La palabra demografía no surgió hasta el año 1855, al correr de la pluma de Achille Guillard. Pero, desde el último tercio del siglo XVII, el término aritmética política venía designando con asaz corrección el ámbito de la ciencia de la población e incluso mucho más, ya que su equivalente o su término más asemejado era la estadística (BARDET y DUPAQUIER 1997; p 197). Esto viene de la mano del desarrollo de la ciencia económica y de la metodología de la estadística que venía desarrollando desde el siglo XVII y XVIII por autores de la teoría económica como Thomas Malthus, Jeremy Bentham, David Ricardo entre algunos otros que venían desarrollando teorías sobre la población. No obstante, se debe contemplar también otra situación: las fuentes consultada para evidenciar los fenómenos poblacionales, ya que se tiene que aclarar que en la edad media no existían los registros parroquiales ya que estos aparecieron en la vigésima cuarta sesión del Concilio de Trento en noviembre de 1563 que fue donde se ordenó el registro de las actividades sacramentales como lo son los bautizos, matrimonios y las defunciones. Le Roy Ladurie, en un recuento historiográfico que hace en su obra Entre los historiadores, afirma que los documentos utilizados desde el Concilio de Trento en adelante para tratar las cuestiones demográficas, se trata de archivos que componen los registros parroquiales, es decir bautizos, bodas y sepulturas del Antiguo Régimen, de listas de contribuyentes, etcétera (LE ROY LADURIE 1999; p 12); así como las fuentes en el caso de la edad media, fueron los censos, actas notariales, pagos de diezmos, registros de empadronados (BARDET y DUPAQUIER 1997; p 183). Lo anterior quiere decir que si bien, en la época medieval no existían como tal los archivos parroquiales porque aún no se había decretado la existencia de los mismos por parte de la Iglesia, ya entrados en el periodo renacentista o moderno, un algunos años antes de que se celebrara el Concilio de Trento en 1546, en algunos países católicos, numerosos obispos habían empezado a regular el registro mucho antes de la rebelión de encabezó Martín Lutero como en Angers en 1504, Aviñón en 1509, Sevilla en 1512, París en 1515, por tan solo mencionar algunos. Pero fue hasta noviembre de 1563 durante la vigésima cuarta sesión del Concilio de Trento donde se preocupó por legislar esto e incluso tuvieron que esperar a la publicación del Rituale Romanum (Cf Ibídem; p 202). Ahora bien, regresando a la edad media que es lo que nos compete en esta ponencia, Braudel afirma que grosso modo, en Occidente, se reconocen los siguientes ritmos demográficos: del siglo X al XIII un aumento apreciable en la población; siglo XIV disminución catastrófica con la peste negra; siglo XV un estancamiento; siglo XVI impulso considerable (en Europa central precisa a Wagemann), siglo XVII estancamiento o disminución; siglo XVIII un aumento considerable; siglo XIX impulso “intempestivo”; y siglo XX un aumento pero un poco más lento (BRAUDEL 1996; p 162). Tomando en cuenta esta propuesta de Braudel, podemos ahora si hacer un análisis demográfico del periodo que nos compete, es decir basándonos en la categorización del siglo X al XIII para delimitar la temporalidad en la llamada baja edad media, pero como también es un fenómeno que se venía gestando desde la época carolingia, se verá un poco lo que propiamente allí sucedió. No obstante, se podrán tomar en cuenta muchos aspectos para poder analizar el fenómeno demográfico de la Europa medieval, pero aquí se tomaran en cuenta aquellos procesos descritos por Le Goff como las revoluciones sociales (Cf Le Goff 1996), con la cual se está refiriendo a la refiriendo a cuatro: la revolución agrícola, la comercial, la urbana y al fenómeno de la movilidad, es decir emigrantes, viajeros y vagabundos. Estos son los aspectos que se analizaran para la comprensión del fenómeno demográfico europeo. Fenómeno demográfico europeo Al hablar de la edad media, Le Goff afirma que nos encontramos ante una civilización; ante un cuerpo de gran coherencia que se organiza a partir de los siglos VI y VII y culmina alrededor del siglo XII para ir deshaciéndose poco a poco a lo largo de los siglos XVII, XVIII y XIX (Le Goff 2003; p 88). Pero en otro texto el mismo autor expresa que la extensión de la cristiandad en Europa, que había adquirido un nuevo vigor en el siglo VIII y que había continuado en los siglos IX y X, se había convertido en la panacea de los alemanes que ocupan las fronteras cristianas en contacto con los paganos por el norte y por el este. El resultado fue una mezcla de motivos religiosos, demográficos, económicos y nacionales que otorgó [las cruzadas] a este movimiento, a partir del siglo IX, unos caracteres muy específicos (LE GOFF 1999; p 59). Empero, para poder abordar las hipótesis que en este trabajo se plantean, hay que mencionar el número de habitantes en ese momento. Por un lado, Le Goff afirma que la población entre el año 1000 y el 1300 aumentó considerablemente: 46 millones para 1050, 48 hacia 1100, 50 hacia 1150, 61 hacia 1200 seguiría aumentado la cifra hasta 73 millones para el año 1300 (IBIDEM; p 31). Por otra parte, Henri Pirenne establece que todo lo que puede afirmarse es que hasta el fin de la edad media, es que ninguna ciudad alcanza la cifra de 100,000 habitantes, siendo las más pobladas urbes como Milán, Florencia, París y Gante, que debían de oscilar alrededor de los 50,000 habitantes; las medianas entre 20,000 y 50,000 habitantes y las más pequeñas de 2,000 a 5,000 aproximadamente (PIRENNE 2003; p 88). En consecuencia de los datos anteriores, ahora se pasará a analizar aquellas revoluciones sociales que fueron indispensables para que fuera efectivo el fenómeno demográfico europeo y que precisamente es aquí donde radica el aspecto más sorprendente, ya que ante la ausencia de documentos directos y de datos numéricos es preciso captarlo mediante índices que son su signo indirecto y el intento por evaluarlo no es más que una simple aproximación; fenómenos únicos en la historia de la humanidad. Otra consecuencia de carácter cuantitativo es que el impulso demográfico es claro: Le Goff afirma que la cristiandad aumenta aproximadamente en un tercio el número de bocas que hay que alimentar, cuerpos que hay que vestir, familias que hay que alojar y almas que es preciso salvar. Se necesita por tanto, aumentar la producción agrícola, la fabricación de objetos de primera necesidad, en primer lugar, la elaboración de vestidos y la construcción de viviendas y, antes que ninguna, aquellas donde se realiza esencialmente la salvación de las almas: las iglesias. (LE GOFF 1985; p 31). Lo anterior significa que las necesidades fundamentales de la cristiandad de los siglos XI al XII, deben girar en torno al desarrollo de actividades indispensables para que todo este orden funcione: primero el desarrollo agrícola, después el comercio, siguiendo la urbanidad y con ello asociado el cuarto y no menos importante factor que es la movilidad social. Revolución agrícola La Edad Media se caracterizó por ser una sociedad en su mayoría agrícola, es decir se sostenía mediante una economía de auto subsistencia en cada uno de los feudos que se formaron (Cf. IBIDEM; P 6). Pero también, esta famosa revolución agrícola fue la pieza inicial para que inicie el crecimiento demográfico en Europa. El desarrollo agrícola que indudablemente se produce desde el periodo carolingio, por lo menos en determinadas regiones de Occidente y para ser más específicos en el noreste europeo, es más una causa que un efecto del crecimiento demográfico. Lo que se llama la “revolución agrícola” se expresa tanto en un conjunto de progresos técnicos como en la ampliación del aparato productivo (BARDER y DUPAQUIER 1997; p. 246). Algunos de los aspectos importantes a destacar es que el cambio del buey por el caballo como animal de tiro fue el resultado de dos avances tecnológicos, el uso de la herradura y el desarrollo de la collera, que permitían al caballo tirar de mayores cargas más fácilmente (LE GOFF 1997; p 96). Esto aumentó la eficiencia del transporte por tierra, tanto para el comercio como para las campañas militares, y sumado a la mejora general de la red de carreteras aumentó las oportunidades comerciales para las comunidades rurales mejor comunicadas. En algunas zonas con tierras especialmente fértiles, se introdujo la rotación de cultivos de tres hojas (rotación trienal, asociando un cereal de primavera o una leguminosa a un cereal de invierno), lo que reducía al 33 en vez de al 50% la necesidad de barbecho frente al sistema de año y vez, aumentando la producción y haciéndola más diversificada. La posibilidad de abonado, estaba restringida a la disponibilidad de ganadería asociada, que, en las zonas y periodos en que se incrementó, tuvo un importante impacto en la vida campesina, aunque no siempre positivo para los agricultores, cuyos intereses estaban en contradicción con los de los ganaderos, habitualmente de condición privilegiada (el Concejo de la Mesta y asociaciones ganaderas similares en los reinos cristianos peninsulares). El ejemplo de los monasterios, especialmente de la orden benedictina expandidos por toda Europa occidental (Cluny y Císter), extendió prácticas agrícolas, de gestión de las propiedades y de industria alimentaria. En zonas de Europa meridional (la Sicilia y la España musulmanas), los árabes introdujeron mejoras agrícolas, especialmente en sistemas de regadío (norias de Murcia, acequias de Valencia), el aprovechamiento de las laderas (bancales de las Alpujarras), zonas inundables (arroz) y el cultivo intensivo de huertas, con la generalización de los frutales mediterráneos (naranjos, almendros) y todo tipo de verduras, que caracterizarán el estereotipo de la alimentación de los campesinos sometidos de estas zonas, de origen musulmán, frente a los conquistadores cristianos (villano harto de ajos llamaba Don Quijote a Sancho). (FOSSIER 1998; p 336) La introducción del uso de arados pesados (con ruedas y vertedera) permitió un cultivo más profundo de los suelos del norte de Europa (se incorporó a lo largo del siglo XI en las regiones al norte de los Alpes, mientras que los suelos frágiles de la zona mediterránea seguían vinculados al arado romano). Los molinos hidráulicos (posteriormente los de viento introducidos desde Persia) incrementaron de forma importante la productividad del trabajo, al igual que la mejora paulatina de los aperos agrícolas, como nuevos tipos de trillos, hoces y guadañas. No obstante la expansión agrícola de las tierras cultivables se hizo a costa de la reducción de la superficie del bosque y de la incorporación de tierras marginales y aunque contribuyó al crecimiento de la producción de alimentos, inevitablemente conducía a las consecuencias negativas de la ley de los rendimientos decrecientes, lo que estuvo entre las causas lejanas o precondiciones de la crisis del siglo XIV. A pesar de los progresos, la agricultura medieval manifestó siempre signos de precariedad debido a la imposibilidad de realizar la inversión productiva de los excedentes (extraídos en forma de renta feudal por la nobleza y el clero) y su estrecha dependencia de las condiciones naturales. Revolución comercial El segundo punto importante para mencionar que incidieron de manera directa en el incremento demográfico en Europa fue la revolución comercial medieval. Las aldeas y los señoríos también experimentaban la necesidad de tener relaciones más continuadas con los mercados, porque los progresos y la producción hacen surgir excedentes comerciales y las ganancias en dinero que de ello resultan y permiten comprar cosas u objetos que la población local no proporciona1. De este modo, el desarrollo agrícola y el progreso del comercio se hallan estrechamente unidos siguiendo sobre todo a Henri Pirenne, han visto en la renovación del comercio el motor de desarrollo de la cristiandad (Cf. LE GOFF 1985; p. 39, PIRENNE 2003; p. 22, PIRENNE 1975; p 452). Sin embargo, a partir del siglo XII se dieron profundos cambios en Europa ya que la economía rural y cerrada, propia de la época feudal se transformó gradualmente en una economía abierta y comercial. Entonces, la industria, los mercados y el dinero recobraron importancia. Este renacimiento comercial que llegó a su auge en el siglo XIII se debió fundamentalmente al aumento de la producción agrícola2, la paz europea, las cruzadas y por ende y punto central de esta ponencia, que es el aumento demográfico. 1 Punto 2 Que explicado anteriormente debido a la economía feudal de auto subsistencia. es un aspecto totalmente ligado al punto anterior de la revolución agrícola. No obstante, el primer tipo de comercio que este periodo cobro importancia fue el comercio local, es decir el que se efectuaba del campo a la ciudad, ya que a través de este comercio, los campesinos libres y los señores feudales vendían sus excedentes a la ciudad: productos agrarios, maderas, cueros y lana principalmente (KAPLAN 1994; p 86). El comercio local nunca desapareció, pero dos cosas que si son importantes mencionar es que fue el comercio a larga distancia el que caracterizó el renacimiento económico de la Edad Media y el segundo también ligado a esto fue el papel jugado por las ferias como intercambio económico, en lugares como Flandes, Brujas, Borgoña, por tan sólo mencionar algunos. Revolución urbana El tercer factor que coadyuvó al incremento demográfico en la Edad Media y que va muy ampliamente relacionado con los dos anteriores fue precisamente las ciudades o el proceso de urbanización europeo. Las ciudades son, junto a las roturaciones, el signo más espectacular del desarrollo demográfico. El desarrollo urbano es también anterior a la mitad del siglo Xi, pero se hace más irresistible a partir del año 1050 (LE GOFF 1985; p 44). Sin embargo, explorar la ciudad medieval es preguntarse sobre las relaciones de unos hombres con otros, sobre la razón de ser de esas relaciones y sobre la forma que adoptan; pero el factor que nos interesa para este trabajo es de qué manera influyó la ciudad medieval en el crecimiento demográfico. Antes de poder hablar acerca de la urbanización de la Europa latina y como este factor proliferó el incremento demográfico es necesario diferenciar los tipos de ciudades que existían hasta antes del siglo X. En el caso de las ciudades, es difícil diferenciar las grandes aldeas, los burgos y las ciudades propiamente dichas: aspecto jurídico y social que manifiesta la unión existente entre el cultivo y la ocupación del suelo, la roturación y la colonización e injerta al movimiento urbano en el movimiento más general de expansión demográfica (IBID). Además, el mismo Le Goff afirma que en primer lugar, es preciso determinar la relación que mantienen en la cristiandad, el centro y la periferia; y con respecto a este punto, continúa su argumento insistiendo que la mayor parte de los historiadores capaces de percibir el ideal jerárquico de la Edad Media, ve a Europa construyéndose mediante un movimiento de expansión que va desde el centro a las periferias (LE GOFF 2003; p 111). Lo anterior quiere decir que el proceso de construcción y de urbanización de las ciudades recurrió a ese modelo, del centro a la periferia y que así fue conformándose poco a poco con el trascurrir del tiempo. Un ejemplo de esto es el caso de Francia: Sobre todo continuó el aumento demográfico, que es el factor más activo de la tendencia favorable: a fines del siglo XIII, la población en los campos de Francia era más densa que nunca antes, más densa que nunca antes, hasta el gran desarrollo del siglo XVIII. Los graneros y las trojes estaban repletos, el recuerdo de las hambres se había perdido. (DUBY y MANDROU 1985; p 112). Por su parte, Thierry Dutour asevera que fueron cuatro los aspectos que ayudaron a dar un impulso en el desarrollo de las ciudades y esos fueron: el crecimiento del contexto y expansión agraria, donde la expansión incrementa las posibilidades de acción de las aristocracias locales lo que favorece el desarrollo de conglomeraciones urbanas o con vocación urbana que son los centros de intercambio comercial local y lugares de desarrollo de actividades especializadas, sobre todo artesanales; el nuevo peso de la autoridad señorial que se manifiesta en el impulso dado a la evolución del hábitat rural; la definición de los lazos entre señores y dependientes en el marco del señorío tanto rural como territorial que es, desde el principio, una especie de reto para aquellos que se ven afectados por estos lazos; y por último la consolidación de una élite urbana que son quienes van a sembrar lo que son los inicios de las grandes urbes en zonas o puntos estratégicos para el comercio (Cf DUTOUR 2004; p 179). Todos estos aspectos mencionados con anterioridad, fueron factores importantes que determinaron la revolución urbana; y aunque hay muchos otros aspectos que rescatar, se quisieron considerar los más relevantes para poder demostrar la incidencia que este tuvo en el desarrollo demográfico que se fue llevando en la época estudiada. Movilidad social Un último aspecto a revisar para concluir de explicar el fenómeno demográfico europeo y que se puede establecer como una consecuencia directa de las revoluciones anteriormente detalladas, fue el de la movilidad social. Dupaquier (1996) e incluso Peter Burke (1996) afirman que la sociedad del siglo XI al siglo XIII se caracterizó por una gran movilidad, ya que se tratase de desplazamientos de escaza amplitud o por el contrario de viajes lejanos (p 164 y p 233). Asimismo, afirma el autor francés, que hubo tres zonas o puntos de atracción en la época medieval: Europa del este, la España musulmana y Tierra Santa (Ibíd.). No obstante, el éxodo de los campesinos a la ciudad es el fenómeno numéricamente más considerable a la vez que el más generalizado. Dutour (2004) argumenta que el crecimiento de las ciudades medievales se debe a la inmigración. No es el objetivo de este trabajo indagar sobre las situaciones que vivieron los inmigrantes al tratar de instalarse en la ciudad medieval, pero si como estos incidieron en el crecimiento demográfico europeo en sus relaciones entre las personas del campo y las de la ciudad. Para efecto de lo anterior, se distingue en primer lugar nativos e inmigrados, donde los nativos muestran cierto rechazo hacia aquellos que buscan una mejor oportunidad de vida, de trabajar el arado y la tierra a pasar a ser unos simples artesanos. Buscan una manera de instalarse en la ciudad, pero el objetivo es meramente laboral. En segundo lugar se encuentran los viajeros, es decir, aquellas personas que viajan por motivos comerciales, ya que el desplazamiento no es sólo la instalación en otro lugar, sino también el viaje. En este sentido, se podrá recordar por ejemplo el caso de las ferias como Champaña, Borgoña, Flandes, Brujas, Venecia, Fráncfort, donde la movilización de grandes cantidades de mercancía y el desplazamiento de los vendedores a grandes distancias se amortizan mejor su pueden visitar sucesivamente diversas reuniones. (Cf DUTOUR 2004; p 222). Pero a pesar de que la feria tiene una duración limitada, el trasporte de mercancías y de personas hacen que en el camino al lugar de la feria, la interacción entre personas hace de esto un momento clave donde el intercambio también de personas se llevó a cabo en un momento dado. Por último, para la conclusión de este apartado, es necesario mencionar que la movilidad de personas no es un invento de los tiempos medievales, ya que el desplazamiento de las personas ya no es el de los campesinos que huyen en un régimen fuera de la ley a las exigencias del fisco imperial romano por ejemplo, sólo buscan en las ciudades de la Edad Media las posibilidades de un establecimiento ventajoso que les procure la prosperidad persona, en el contexto de un desarrollo de la economía de intercambios comerciales a escala de la Europa latina o cristiana. La sociedad medieval Una vez que ya se analizaron las causas que influyeron o contribuyeron al crecimiento demográfico de la Europa medieval, ahora es muy necesario analizar los aspectos sociales que corresponden a este periodo, ya que posee características muy peculiares que dirigirán el rumbo no sólo de Europa sino de casi todo el mundo occidental. Para empezar, la sociedad feudal estaba organizada sobre la base de las relaciones de los señores o nobles entre ellos y con el Rey y, al mismo tiempo, sobre las relaciones entre los señores y los campesinos, que eran quienes trabajaban las tierras. En la Alta Edad Media, a partir del siglo IX, se difundió la creencia de que el orden feudal respondía a la voluntad de Dios. Teólogos, obispos y sacerdotes afirmaban que para lograr la armonía entre los hombres, Dios había asignado a cada uno un trabajo, una función, que debía realizar desde su nacimiento hasta su muerte (Cf San Agustín 1996). Así, los integrantes de la sociedad se dividían en los que guerreaban (en latín, bellatores), los que oraban (oratores) y los que trabajaban (laboratores). Todos los trabajos eran igualmente importantes y necesarios para el conjunto de la sociedad, y cada uno de sus integrantes debía realizarlo de la mejor manera, ya que la recompensa estaría en la vida tras la muerte3. Con esto claramente es evidente que al naturalizar las relaciones sociales, naturalizaban la profunda desigualdad que existía en la sociedad medieval y de alguna manera daban consuelo y propósito a quienes les tocaba integrar el tercer orden. Pero analicemos cada una de estas tres órdenes por separado según la propuesta de Duby. En primer lugar se encuentra la orden primaria que es la Iglesia que se situaba en el más alto escalos de los tres órdenes, por esta razón no solo debía estar exenta de la fiscalidad y el pillaje, sino que parecía necesario que una parte considerable de la producción llegara a sus manos para ser ofrecida, por intermedio, a Dios y ganar así los favores de la divinidad. La idea de sacrificio y consagración se instalan en la conciencia colectiva, coincidiendo con limosnas abundantes. Nunca en la historia de la cristiandad las limosnas fueron tan abundantes como en los cinco o seis decenios que rodean al año 1000. (Cf DUBY 1997; 1998; 1999; 2003). Los fieles daban limosnas con cualquier motivo, y entre estas estaba la tierra. Este enorme trasvase de bienes raíces puede ser considerado el movimiento más importante entre los que animaron la economía europea del momento. Este movimiento de riquezas produjo el crecimiento sin cesar, durante los siglos XI y XII, de monjes y clérigos. Estos hombres no estaban totalmente alejados de la producción, el clero rural permaneció en su mayor parte al nivel del campesinado. Sin embargo, un número considerable de los hombres de Iglesia, los más ricos, los que recibían las mayores ofrendas, eran puros consumidores. Vivian con comodidades señoriales próximas a loas de los laicos más poderoso, especialmente los que Vivian alrededor de las iglesias catedralicias. 3 Georges Duby en su texto Las tres órdenes o lo imaginario del feudalismo es quien sostiene estas categorizaciones en la sociedad Medieval; pero también es retomado por autores como Robert Fossier e incluso el mismo Jacques Le Goff. Con la riqueza recibida, se daba a los pobres limosnas y hospitalidad, de esta manera contribuyo a reducir la extensión de la miseria en una sociedad siempre desprovista. Sin embargo la redistribución era de importancia secundaria si la comparamos con la exigencia fundamental, la de celebrar el oficio divino con el lujo más resplandeciente. El mejor uso que los dirigentes creían poder hacer de sus riquezas era embellecer el lugar de plegaria, reconstruirlo, adornarlo. La consigna era: gastar para mayor gloria de Dios (DUBY 1999; p 255). En segundo término se encuentran los guerreros o bellatores. Este grupo posee la tierra, excepto la parte que por el temor que la muerte le obliga a ceder a dios. Vive en la ociosidad y cree indignas las tareas productivas. Dado que la disolución de la autoridad, monárquica a colocado a estos en una situación de independencia, la clase guerrera no acepta ningún tipo de limitación. Por consiguiente no acepta a despojarse de sus bienes sino a través de donaciones gratuitas y de generosidades mutua. Su vocación es la guerra, y el primer uso que hace de sus riquezas, es procurarse los medios más eficaces para combatir. En la economía doméstica de los hombres de este grupo se destina una gran parte de sus ingresos a perfeccionar su potencia militar. Los gastos en guerra no son todo en este grupo social; también está el gasto en el lujo, el derroche es una de las virtudes primordiales. Las fiestas y reuniones en las que los bienes de la tierra son colectiva y alegremente distribuidos en competencias de ostentación, son junto a la guerra, el punto fuerte de la existencia aristocrática. El medio económico que representa, en la sociedad de la época, el grupo de los caballeros es, por vocación profesional, el de la rapiña. Por sus hábitos, es el del consumo (Le Goff 1999; p 74). Por último se encuentran los laboratores o los que trabajan. Esta capa formada por la gran masa del pueblo, debe proporcionarles a los que rezan y a los que combaten los medios para mantener su ocio y alimento para sus gastos. Otros ganan para el su salvación, otros están encargados de defenderlo contra las agresiones. Como precio de estos favores, las capacidades de producción del campesinado están totalmente presas en el marco del Señorío (Duby 1999; p. 89). La razón de ser de los corderos es proporcionar leche y lana; la de los bueyes, trabajar la tierra; la de los perros, defender de los lobos a los corderos y a los bueyes. Si cada especie de esos animales cumple su oficio, Dios los protege [...]. Igual hace con los órdenes que ha establecido con vistas a los diversos oficios que se han de realizar en este mundo. Ha establecido a los unos –los clérigos y los monjes– para que rueguen por los otros y para que llenos de dulzura como los corderos, los empapen con la leche de la predicación y les inspiren con la lana del buen ejemplo un ferviente amor de Dios. Ha establecido a los campesinos para que hagan vivir –como los bueyes con su trabajo– a sí mismos y a los otros. A otros, en fin –a los guerreros– los ha establecido para que manifiesten la fuerza, en la medida de lo necesario, y para que defiendan de los enemigos, como de los lobos, a los que ruegan y los que cultivan la tierra (DUBY 1999; p 294). Ahora bien, en un principio parece haber quedado establecido que los siervos se esfuerzan por casarse fuera de su condición, es decir con personas libres no adheridas al sistema feudal de vasallaje: […] alrededor del 70% en los dominios de Saint – Germain – des Prés, un 30% en los de Saint Remy de Reims; pero los que lograban un casamiento mixto son los siervos, los hombres no las siervas: una sola por cada cuatro hombres (Fossier 1988; p 74). Además, el mismo Fossier señala que la razón de la rareza de los matrimonios entre una sierva y un libre es que, salvo a disposición contraria propia del dominio, sus hijos son siervos y a la inversa, los hijos de un siervo y de una libre son libres, al menos en principio ya que el amo, siempre al pendiente de los trabajadores para poblar las tierras, podía quererlos (Ibídem). Sabemos por un texto de Lieja del siglo XII que los amos combatían esta rareza de las uniones entre las siervas, forzando a sus siervos a casarse con ellas, con el fin de tener hijos y perpetuar de esta manera una beneficiosa servidumbre (Ibíd; p. 75). De esta manera, es como a grandes rasgos podemos esbozar las características de la sociedad medieval y que influyeron en mayor o menor medida en actitudes mentales o comportamientos colectivos que se ven reflejados en los números arrojados por la estadística en la historia demográfica de la historia de Europa. Consideraciones finales Como quedó expuesto en este trabajo, la demografía en la edad media de Europa estuvo ampliamente ligada a las tres revoluciones ya mencionadas como lo fue la agrícola, la económica – comercial y la urbana, y como consecuencia directa de estas, el fenómeno de la movilidad social. No obstante, cada evento con su singularidad correspondiente, sentó las bases de un incremento poblacional que se caracterizó por ser continuó en un principio pero que luego decreció gracias a la peste bubónica o peste negra. Por otra parte, la población medieval estuvo caracterizada por lo que Duby menciona como las tres órdenes. Estas, justificada por San Agustín y otros teólogos, sirvió de base para designar la función social de las personas en dicho periodo, es decir que le correspondía a cada quien hacer como si fuera un conjunto de órganos constituidos en un solo corpus social, como lo fue el europeo. También, la interacción o los matrimonios entre estas órdenes (más que nada los guerreros y los trabajadores), estuvo ligada al sistema feudal de la época que, de acuerdo a lo conveniente, los señores feudales incidían mucho en esto como mediadores en la interacción, lo que determinó una actitud mental colectiva. Por último, es importante mencionar que, así como en Europa las categorizaciones son muy particulares, es necesario hacer un estudio similar para estudiar este mismo fenómeno en el Nuevo Mundo del Imperio Español y caracterizar hasta qué punto son similares algunos acontecimientos dados en la Nueva España por ejemplo con los del reino de Francia, Castilla, Portugal o algún otro y poder determinar hasta qué punto se puede afirmar que la época colonial en América fue una continuación de la Edad Media en Europa y hasta qué punto no. Bibliografía BARDET, Jean Pierre y DUPAQUIER (1997). Historia de las poblaciones en Europa: de los orígenes a las premisas de la revolución demográfica. Vol.1. España: Síntesis. BRAUDEL, Fernand (1998). Escritos sobre historia. México: Fondo de Cultura Económica. DUBY, Georges (1980). Las tres órdenes o lo imaginario del feudalismo. Madrid: Taurus. _____________ (1986). Europa en la Edad Media. Barcelona: Paidós. _____________ (1999). 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