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TRIBUNAL SUPERIOR DEL DISTRITO JUDICIAL
SALA DE DECISIÓN PENAL
Proceso No. 8686561000520200780404- 592
Procesados: Gustavo Terán Púa y Francisco Benavides S.
Delito: Lavado de Activos
Aprobado Acta No. 028
Sala No. 4
Magistrado Ponente Dr. Edgar Montenegro Espíndola
San Juan de Pasto, mayo quince del año dos mil nueve.
(Hora: 8:30 a.m.)
OBJETO DE LA PROVIDENCIA
Resolver el recurso de apelación propuesto por el delegado de la
Fiscalía General de la Nación, contra la sentencia de 5 de noviembre del
año 2008, por la cual el Juzgado Penal del Circuito Especializado de
Puerto Asís, Putumayo, ABSOLVIÓ a los señores GUSTAVO ADOLFO
TERÁN PÚA y FRANCISCO ADRIÁN BENAVIDES SANSIVIERO,
acusados por el delito de LAVADO DE ACTIVOS.
HECHOS Y ACTUACIÓN RELEVANTE
El 18 de agosto del 2007, hacia las cuatro de la tarde, una
patrulla de vigilancia de la Policía Nacional adscrita a la Estación “La
Hormiga” Putumayo, patrullaba por el sector de la Calle 8ª frente a la
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terminal de Trasporte Terrestre, y observaron que frente al autoservicio
“Mi Chacrita”, se encontraba un vehículo tipo camioneta LUV color
rojo, carpada, placas SDL-499, junto a otro automotor, tipo camioneta
de servicio público afiliado a la empresa “Transguamuez”, del cual
transbordaban costales de fibra color blanco, hacia la camioneta Luv. Al
acercarse los policiales, la camioneta de Transguamuez se alejó del
sitio. Una persona introducía los costales hacia el fondo de la
camioneta.
Se trataba de un sector en el que normalmente se realizan
transbordos de mercancías. Se dice que quienes se dedicaban a esa
labor, ante la presencia de la patrulla se mostraron nerviosos; al ser
requeridos se identificaron como FRANCISCO ADRIÁN BENAVIDES
SANSIVIERO y GUSTAVO ADOLFO TERÁN PÚA. En cuanto a la
mercancía, éste manifestó que pertenecía al programa de Acción Social
de la Presidencia de la República, concretamente al de erradicación
manual de cultivos ilícitos, por lo que las cajas no se podían abrir, sin
que presentaran documento alguno sobre su procedencia; pero que haría
una llamada para que vía FAX los enviaran. La factura que el señor
TERÁN PÚA presentó, se refería a otras mercancías que también
transportaban. Al considerar que la explicación no era consistente, la
mercancía y las dos personas fueron trasladadas a las instalaciones de
la Policía, para posteriormente abrir las cajas y observar fajos de
billetes de veinte y cincuenta mil pesos, que en un preliminar conteo
arrojó la suma de $ 6.290’000.000.oo, ante lo cual procedieron a dar
captura a quienes la cargaban en la camioneta.
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Se realizaron audiencias de legalización de incautación y de
captura, así como la de imputación, por el delito de lavado de activos,
descrito y sancionado en el artículo 323 del Código Penal, modificado
por la Ley 1121 del 2006, y por el de enriquecimiento ilícito tipificado en
el artículo 327 de ese estatuto, cargos que los imputados no aceptaron.
Formulada acusación por el delito de lavado de activos, y
realizada audiencia preparatoria,
se adelantó el juicio oral, que
culminó el 24 de julio del 2008, en el que la Fiscalía y la defensa
resumieron su teoría del caso; se practicaron las pruebas solicitadas
por las partes y decretadas por el Juzgado de conocimiento, y se
clausuró con los alegatos de conclusión, al término del cual el Juzgado
anunció el sentido del fallo de carácter absolutorio. Tras varios
aplazamientos, el 5 de noviembre de ese año, se dio lectura a la
sentencia que es objeto de apelación por parte del delegado de la
Fiscalía.
Al sustentar el recurso de apelación, el Fiscal inició su
argumentación aduciendo que al encontrar el dinero en cajas y costales,
se puede afirmar que ya estaba mimetizado, a pesar de que los hechos
sucedieron en lugar concurrido.
El nerviosismo que los acusados demostraron, así como sus
falaces explicaciones y la presentación de una factura, revelan la
intención de guardar el efectivo, explicaciones que no fueron solicitadas
por los policiales. Agrega que las cajas tenían un sello de Presidencia de
la República, con la idea de evitar cuestionamientos; esto indica que no
era necesario hacer el traslado en horas de la noche.
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Esa forma de llevar el dinero, permite establecer que no era lícito,
y que no se trataba de un simple transporte de dinero. Rechaza el
argumento de que la gente acostumbra ocultar el dinero para evadir la
delincuencia o evitar el pago de impuestos, ya que “es mejor consignarlo
en una cuenta bancaria y se solicita la expedición de un cheque de
gerencia”, o contratar una empresa transportadora de valores.
Para rebatir que no se ha demostrado la conducta subyacente de
enriquecimiento ilícito, recuerda que se está frente a un delito de lavado
de activos. Los acusados adujeron que se trataba de víveres, cuando
nada les impedía decir la verdad, lo que indica que algo escondían,
sobre la procedencia del dinero, “haciéndose evidente el delito
subyacente de enriquecimiento ilícito, proveniente de la captación de
dinero realizada por la empresa DMG”. Rechaza que la esposa de uno
de los acusados hubiera presentado en la policía documentos en ese
sentido, sin obtener recibo, cuando ese detalle no se le hubiera
escapado, tratándose de una profesional.
En cuanto a DMG, es un hecho notorio “que se encuentra
investigada por lavado de activos y varios directivos de las empresas ya
fueron condenados, así mismo el presidente de dicha comercializadora
… ha sido solicitado en extradición…”. Para la Fiscalía, con las
pruebas recaudadas, es “evidente” que el dinero era de DMG, lo que
generó el enriquecimiento ilícito…”. Tampoco hay duda de que los
acusados transportaban el dinero “y lo estaban protegiendo”.
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Para refutar al Juzgado cuando afirma que la materialidad del
delito no se había demostrado, refiere la existencia de las fotografías
legalmente incorporadas al proceso, que “dan cuenta del caudal
incautado”, así como el “sello” de la Presidencia de la República.
Concluye que con esas pruebas se demuestra que los acusados son
responsables de lavado de activos “certeza que va más allá de toda duda
razonable”.
Al descorrer el traslado, el defensor de TERÁN PÚA sostiene que
la argumentación del Juzgado permanece incólume, ya que las
apreciaciones del apelante, ya fueron presentadas en el juicio. Reafirma
que la sentencia se basó en las pruebas recaudadas en el juicio, en tanto
los elementos probatorios presentados en las audiencias preliminares no
se pueden retomar; siendo así, existe duda de si los acusados conocían el
contenido de las cajas.
La actitud nerviosa de ellos, fue desvirtuada al haberse
establecido que se trataba de una apreciación subjetiva de los policiales.
No se encuentra demostrado, ni el delito de lavado de activos ni el
subyacente de enriquecimiento ilícito. En cuanto a la materialidad, con
las fotografías no se puede establecer la presencia de $ 6.500.000.000,
pues sólo se observan cajas y costales.
Por su parte, la defensa de BENAVIDES SANSIVIERO, aduce que
las falencias investigativas no pueden acarrear consecuencias nocivas
para los procesados. Recuerda que el policial que refirió la actitud
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nerviosa de los acusados, también dijo que no sabían que lo que
transportaban era dinero. La Fiscalía, en audiencia de sustentación del
recurso, expuso situaciones posteriores que nada tienen que ver con los
hechos que se debaten. De otro lado, nadie está obligado a consignar su
dinero en un banco, y el hecho de transportarlo, no es delito, amén de
que en las poblaciones alejadas no existen entidades bancarias.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
Como punto de partida de la decisión que al final se adoptará,
considera la Sala que es de recibo la advertencia que el Juzgado de
primera instancia hace en la sentencia objeto del recurso, en el sentido
de que el sistema procedimental actual, cambió de forma radical el que
venía rigiendo contenido en la Ley 600 del año 2000, sobre todo en
materia probatoria, referente a la solicitud, decreto, práctica, aducción y
controversia de elementos materiales probatorios, evidencia físicas o
como se los quiera llamar.
Se dice esto, en razón de que es evidente que el señor delegado de
la Fiscalía, al sustentar el recurso, parece confundir aquél radical
cambio. De ahí que se considere conveniente y oportuno recordar las
más elementales normas del actual sistema procesal penal de corte
acusatorio, para ir dando claridad sobre qué elementos probatorios o
evidencias habrán de ser valorados por el juzgador, y cuáles carecen de
esa posibilidad.
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Las
pruebas
tienen
una
finalidad
específica:
llevar
al
conocimiento del Juez, más allá de toda duda razonable, los hechos y
circunstancias materia del juicio y los de la responsabilidad penal del
acusado, según reza el artículo 372 del Código de Procedimiento Penal.
Sabido es que toda prueba se debe practicar en el juicio oral y
público, para que las partes, en ese escenario, materialicen la facultad
de controvertirlas.
Finalmente, el Juez sólo debe tener en cuenta como pruebas las
que hayan sido practicadas y controvertidas en su presencia. Tan celoso
es el sistema en esta exigencia, que llega al extremo de ordenar se repita
el juicio, cuando el transcurso del tiempo incide en la memoria de lo
ocurrido en la audiencia de la que se viene hablando, en relación con el
resultado de las pruebas; más aún, cuando en cualquier etapa del juicio
oral haya cambio de Juez.
Siendo esto así, totalmente improcedente es la postura de la
Fiscalía cuando trata de construir un indicio en el hecho de que en las
cajas que se transportaba el dinero había un “sello” de la Presidencia
de la República, cuando la verdad es que ese, que es un real documento,
jamás fue introducido al juicio, por lo que el indicio que de ahí pueda
surgir, no puede ser tenido en cuenta o valorado en aras de deducir su
eficacia probatoria. Y no puede ser tenido en cuenta, porque no fue
sometido a controversia, en orden a acreditar su falsedad o autenticidad,
ni siquiera su aptitud o vocación para generar duda de la procedencia
del contenido de las cajas de cartón, o si se trataba de una estratagema
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para impedir que fueran abiertas, o para alejar a quienes ante nada se
detienen para hacerse a bienes ajenos, etc.
Si el sistema exige que las pruebas, para ser tenidas en cuenta y
valoradas por el Juez de la causa, se deben introducir y debatir en el
juicio oral en los momentos procesales detalladamente diseñados por el
legislador y en presencia del juzgador, carece de sentido tratar de
construir indicios sobre hechos indicadores que no han pasado por esas
instancias; con mayor razón, sobre hechos indicadores sobrevinientes,
tal como sucede en este proceso, tal como en su momento la Sala se
referirá.
Lo que se trata de demostrar en este proceso, es la
responsabilidad de los acusados en el delito de lavado de activos, con
los elementos probatorios que serán objeto de análisis.
Se debe recordar que de conformidad con el artículo 323 del
Código Penal, con sus modificaciones posteriores, sanciona con las
penas allí previstas a quien adquiera, resguarde, invierta, transporte,
transforme, custodie o administre bienes que tengan su origen mediato o
inmediato en actividades ilícitas, taxativamente allí mencionadas, en un
largo listado del que interesa mencionar para los efectos de esta
providencia, el enriquecimiento ilícito, como delito subyacente que
constituye un ingrediente normativo del tipo penal del que se viene
tratando.
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Una primera observación consiste en que, si con algún
detenimiento se observa el desarrollo del proceso, en estricto sentido no
ha habido precisión en la conducta en sí mismo considerada, que se
endilga a los acusados. Por el contrario, ha existido vacilación, puesto
que ha sido el hecho de transportar el dinero a que se contrae este
proceso, el que lo ha marcado. Pero ya en las postrimerías, como es en
la audiencia de sustentación del recurso de apelación, la Fiscalía
menciona que los acusados “resguardaban” las cajas que contenían el
dinero, desatino que no es de poca monta, como enseguida se observará.
Recuérdese que en el momento en que intervienen los policiales,
los señores TERÁN y BENAVIDES estaban trasladando de una
camioneta a otra las cajas que contenían el dinero; que el vehículo al
que lo trasladaban, en ningún momento se movió de ese sitio, sino
cuando fue enviado a las instalaciones de la policía. Y la otra camioneta
de “Transguamuez” se alejó del lugar y nadie, ni los policiales que
intervenían, ni la Fiscalía, se preocuparon por recabar alguna
información sobre ella en la que, sin duda, se transportó el dinero hasta
el lugar donde lo estaban trasbordando.
En esas condiciones, forzado es decir que los acusados
transportaban ese dinero, cuando lo que hacían era transbordarlo de un
vehículo a otro. Piensa la Sala que ahí radica el viraje que Fiscalía dio a
la conducta, que pasó a ser de transportar a resguardar.
Hecha esa acotación, es imperativo detener la atención en la
conducta subyacente que exige el tipo penal de lavado de activos, que en
este proceso
se la ha hecho consistir en enriquecimiento ilícito de
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particulares, descrito en el artículo 327 del Código Penal, según el cual
incurre en él quien de manera directa o por interpuesta persona obtenga,
para sí o para otro, incremento patrimonial no justificado, derivado de
una u otra forma de actividades delictivas.
Amplios espacios se han dedicado en este proceso a hacer
claridad sobre el hecho evidente de que no es requisito que medie una
sentencia condenatoria en orden a su demostración, pero sí es necesario
que se acredite la existencia de la conducta punible subyacente, por
cualquier medio probatorio, de los que forma parte la inferencia lógica,
es decir, la prueba indiciaria que, dicho sea de paso, no ha salido del
régimen probatorio.
Y es a través de ese medio de prueba, que la Fiscalía considera
“evidente” la responsabilidad de los señores TERÁN PÚA y
BENAVIDES SANSIVIERO.
El argumento se sustenta en que ya se conoce quién era la
propietaria de los dineros incautados en La Hormiga, Putumayo. Desde
luego en este momento se podría intentar asegurar que su propietaria
era la comercializadora (así tratada por la Fiscalía) DMG, pero la
afirmación tendría fundamento y soporte en hechos y circunstancias
posteriores al momento en que sucedieron los hechos que se juzgan en
este proceso, es decir, más de un año antes de que el hecho pase a ser
‘notorio’, según término utilizado por el señor Fiscal.
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En ese sentido, claro es que la determinación del Juzgado de no
referirse a esa circunstancia, es acertada, ya que se lo hace en estricta
aplicación de las normas que gobiernan el régimen probatorio en el
sistema procesal vigente. Y la situación adquiere mayor dimensión,
cuando se aduce que el propietario de esa firma está siendo investigado
por lavado de activos y enriquecimiento ilícito y ha sido solicitado en
extradición, que son inequívocamente hechos muy posteriores y de
palpitante actualidad. El consciente desatino de la Fiscalía (porque sabe
que lo es), no tiene explicación diferente a que, en loable afán de sacar
avante una causa, trate de demostrar la procedencia ilícita del dinero a
que se contrae este proceso.
Lo cierto es que no se ha demostrado que los acusados tuvieron en
el momento de la incautación, algún vínculo con esa comercializadora,
así llamada por el propio apelante.
Como desatinado es aducir como hecho indicador de un indicio de
responsabilidad, la no justificación de la conducta por parte de los
acusados, al no informar la procedencia ni la propiedad del dinero
objeto del proceso. Amplios y acertados apartes dedica la juzgadora de
primera instancia a este aspecto, en el que se observa con claridad
vestigios del sistema procesal derogado, de corte inquisitivo. Ahora es
norma Constitucional el derecho a guardar silencio en las causas
penales, que se traduce en el derecho a no auto incriminarse; silencio
que, sobra decirlo, no es posible tenerlo como prueba de un hecho
indicador de responsabilidad. Inaceptable es deducir indicio a partir de
un hecho que es el ejercicio material de un derecho fundamental.
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Y hablando de derechos fundamentales, a pesar de que el señor
Fiscal es reiterativo en que los policiales que intervinieron en la
incautación del dinero no interrogaron a los acusados, en el cuerpo de
su argumentación se observa lo contrario, cuando habla de falaces
explicaciones por ellos dadas, queriendo hacer creer que fueron el fruto
de su pura liberalidad, lo que rompe de manera frontal las normas de la
experiencia que indican, precisamente, lo contrario, con mayor razón si,
como lo considera la Fiscalía, se estaría frente a una organizada
delincuencia. O asegurar que adujeron una falsa procedencia, “cuando
nada les impedía decir la verdad”, en palabras del Fiscal. Siendo esto
así, claro es que se violentó el derecho a no auto incriminarse, puesto
que, al menos, se debieron informar los derechos que les asistían desde
ese mismo instante.
Se podrá aducir en este punto que esas reglas se aplicaron al
momento de su captura, es decir, cuando se abrieron las cajas y se
observó el dinero; pero no se debe pasar por alto que tanto las cajas
como el automotor y los acusados TERÁN PÚA y BENAVIDES
SANSIVIERO fueron trasladados a las instalaciones de la policía; y de
ahí las llamadas ‘falaces explicaciones’.
En la actitud asumida por los acusados al momento en que fueron
sorprendidos por las autoridades de policía, funda el ente acusador gran
parte de la argumentación. Y dentro de ella se dice que se mostraron
nerviosos. Como bien se puede observar en el juicio oral, ese estado de
ánimo fue el fruto de una apreciación subjetiva del policía que así lo
aseguró. Pero aún de ser cierto que presentaban ese estado emocional,
se trata de un hecho que como indicador, base del indicio, es sumamente
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equívoco, dentro del que perfectamente cabe una amplia gama de
posibilidades, muchas de ellas inherentes a la personalidad de quien se
encuentra frente a autoridades policiales, personalidad que, dicho de
paso, no fue de interés establecerla por parte de la Fiscalía con apoyo en
concepto de expertos.
Decía esta misma Sala en providencia de 6 de mayo de este año,
con ponencia de quien ahora cumple igual propósito, que el hecho
indicador constituye el elemento objetivo del indicio, a partir del cual se
infiere la presencia de otro desconocido; ninguna inferencia lógica y
ninguna regla de experiencia se pueden aplicar, cuando no existe
debidamente probado ese aspecto objetivo al que puedan ser aplicables.
Y agregaba: “Sobra decir que para la construcción del indicio,
que parte del hecho indicador, éste debe estar plenamente demostrado;
demostración de la que depende la solidez o fortaleza del indicio, que
adquiere relevancia probatoria en proporción directa con ese grado de
demostración. En palabras coloquiales: si los cimientos son endebles, la
construcción y su resultado final, también lo será … La solidez o
fortaleza de la construcción del indicio, se puede evaluar en el mayor o
menor grado de probabilidad del resultado, es decir, del hecho
desconocido que se pretende probar, luego de aplicar al hecho indicador
las reglas de la experiencia…”
En este caso, como queda visto, si el nerviosismo que se dice
demostraron los acusados al momento en que intervienen los agentes de
policía puede obedecer a múltiples causas que tocan con su
personalidad, la conclusión a la que se podría arribar partiendo de ese
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hecho indicador, carece de solidez y, por ende, su eficacia probatoria se
verá disminuida.
Aduce la Fiscalía que el hecho de que en la camioneta, además de
las cajas tantas veces mencionadas, también se había cargado otro tipo
de mercancías, ya es indicativo de que el dinero estaba mimetizado, es
decir, escondido para que parezca algo diferente.
Este argumento se debe observar junto a otros que siguen esa
misma línea, como el hecho de que el dinero era de altas
denominaciones (veinte y cincuenta mil pesos); o aquél que se refiere a
que se lo camuflaba bajo el rótulo de que se trataba de mercancía o
bienes provenientes de la Presidencia de la República, ya que así
estaban marcadas las cajas que lo contenían; o, en fin, que la forma
irregular como se hacía el transporte, indica que algo trataban de
esconder, haciendo hincapié en que ese “algo”, era la procedencia
ilícita del dinero, dejando para análisis posterior otros hechos de mayor
dimensión.
“Nadie transporta tales recursos en sacos y entre provisiones”, es
la categórica afirmación de la Fiscalía. Sin embargo, la experiencia
enseña otra cosa, si en cuenta se tiene no sólo el momento histórico por
el que atraviesa el país, sino la situación de inseguridad que dentro de él
se vive en determinadas regiones tradicionalmente abandonadas a su
suerte, en las que la delincuencia común y organizada han sentado sus
huestes, al punto de que la ciudadanía es consciente de que
cualquier
precaución es poca, en aras de defender la vida y los bienes. En la
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región del Bajo Putumayo, esta afirmación toma cuerpo en el diario
convivir.
Siendo esto así, desde luego que es sospechoso el transporte de esa
gran suma de dinero en las condiciones que se vienen comentando; es
sospechoso, para utilizar las palabras del señor Fiscal, de que algo
ocultaban. Pero también subsiste la posibilidad de que, todas esas
medidas, no eran sino el desarrollo de precauciones de seguridad
inherentes al hecho mismo de transportar dinero por esas zonas. De tal
forma que el hecho indicador sobre el cual se puede edificar el indicio,
resulta endeble, como frágil es la conclusión a que se puede arribar.
Otra circunstancia que el ente acusador adopta como indicadora
de la responsabilidad de los acusados, se refiere a que resulta
inexplicable que tan considerable cantidad de dinero se traslade en
vehículos de uso cotidiano, cuando se debió hacerlo a través del sistema
bancario, en una fácil operación: depositar el dinero en un banco;
reclamar un cheque de gerencia y luego hacerlo efectivo en el lugar de
destino.
La providencia que se revisa, precisamente, se inicia con un
detallado recorrido sobre todas las normas que regulan el tránsito de
dinero en el país y, sobre todo, el tránsito de esos valores hacia fuera del
país o cuando se trata de introducirlo a él. Amplio recorrido cuya
conclusión es incuestionable: no existe norma alguna que obligue a
utilizar el sistema bancario cuando se trate de trasladar dinero de una a
otra parte dentro del país. Que se lo hace en efectivo para evadir
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tributos fiscales, puede ser una consecuencia innegable, sancionable
administrativamente, pero que no constituye ilicitud penal.
Como tampoco es obligación transportar dinero, por grande que
sea la cantidad, en vehículos especializados en transporte de valores.
Que mayor riesgo se corre haciéndolo en vehículos normales, es
evidente. Pero esto no significa que quien los corre atente en manera
alguna contra derechos o intereses de otros o de la ciudadanía en
general.
La gran cantidad de dinero que se transportaba, también ha sido
mencionada por el apelante como fundamento para deducir que ese
dinero era ilícito, y a través de esa afirmación recorrer el sendero hacia
el enriquecimiento ilícito. Endeble argumento que cae por su propio
peso, al punto de que, el aceptarlo, conduciría a la conclusión de que
hay enriquecimiento ilícito si la cantidad de bienes o valores que se
adquieren, resguardan, invierten, transportan, etc., es grande; y no se
configurará si, a pesar de ser significativa, carece del calificativo de
‘gran suma de dinero’.
Retornando un tanto a la modalidad que utilizaron los acusados
para transbordar, o en el peor de los casos, transportar esa suma de
dinero, recuérdese que lo estaban haciendo en plena vía pública; en las
primeras horas de la tarde; frente a un concurrido supermercado y muy
cerca a la estación o cuartel de policía.
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Esa actitud da base para varias interpretaciones, todas válidas y
razonables. Como la que hace el señor Fiscal, en el sentido de que así
actuaron, para no despertar sospechas de que algo ilícito tenían entre
manos, sospechas que se acrecentarían si alguien los observaba
haciendo esa operación en lugar solitario y en horas de la noche. Claro
que la apreciación es válida. Como también lo es que actuaron de esa
forma porque desconocían la trascendencia e importancia que tenían las
cajas de cartón y de ahí que el transbordo lo hicieron de la manera más
simple y normal; como si se tratara de transbordar o transportar algo
similar a lo que representaba el resto de mercancía, consistente en
víveres, lo que desemboca en la posibilidad de que ignoraban el
contenido de las cajas que manipulaban.
Dos posibilidades contrapuestas; que se rechazan entre sí.
Panorama frente al cual se deben evocar los principios que gobierna la
construcción de los indicios y, sobre todo, la mayor, menor o ninguna
eficacia probatoria de la conclusión, tal como se observaba párrafos
atrás.
Recapitulando, la Fiscalía ha dicho en esta instancia que son
hechos probados: la posesión del dinero; el transporte en forma “secreta
y clandestina”; el ocultamiento en cajas de cartón y costales; la cantidad
de dinero y sus altas denominaciones; la utilización de correos humanos;
las mentiras de los procesados ante las autoridades; la utilización de
“emblemas” de la Presidencia de la República y la actitud pasiva de los
defensores sobre los soportes.
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La Sala ha hecho detenido y hasta dispendioso análisis sobre cada
uno de esos hechos, y el resultado es que carecen de la fortaleza
necesaria para, sobre ellos, construir indicios. Hechos que confluyen y
forman un solo HECHO INDICADOR del cual sólo es posible, en el
mejor de los casos, deducir un solo indicio. Los hechos indicadores,
sobra decirlo, deben estar probados en su estricto sentido, ya que en
estos procesos no se admiten términos medios.
Términos medios que no a otra cosa conducen sino a
considerarlos como generadores de duda de la responsabilidad de los
acusados, que según principio universal del derecho penal, se debe
interpretar a favor de ellos. Duda que invade todo el debate probatorio,
tanto en el delito en sí mismo considerado de lavado de activos, como en
el delito subyacente de enriquecimiento ilícito, que es un ingrediente
normativo para que la conducta que se reprocha tenga cabal
estructuración.
Grandes falencias investigativas y, de contera, probatorias, se
observan en este proceso, digno de mejor causa. Falencias que se las ha
tratado de subsanar con hechos o circunstancias posteriores, y no sobre
la realidad que aconteció aquella tarde del 18 de agosto del año 2007,
que no es jurídicamente posible llenar, en detrimento de los intereses de
los acusados. O que para salvarlas, se ha acudido a enunciar, que no
propiamente construir, hechos indicadores de la responsabilidad que
constituyen el ejercicio material de derechos fundamentales, tal como
quedó explicado y aquí se reitera. Violación de derechos que se trata de
trasladar también al grupo de defensores, cuando se dice que constituye
hecho probado su actitud pasiva sobre los soportes, es decir, sobre la
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procedencia o pertenencia del dinero incautado, como si de esa actitud,
que obedece a una lícita estrategia defensiva, se pudiera llenar los
vacíos investigativos.
De tal forma que existe gran distancia entre la afirmación de que
es evidente, más allá de toda duda razonable, la responsabilidad de los
acusados, y la verdad que arroja este proceso en el que ella campea. Y
de ahí que la determinación adoptada en primera instancia es acertada y
se debe confirmar.
Por estas razones, el Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Pasto, en Sala de Decisión Penal, administrando justicia en nombre de
la República y por autoridad de la ley,
RESUELVE
CONFIRMAR la sentencia apelada por la cual el Juzgado Penal
del Circuito Especializado de Puerto Asís, Putumayo, ABSOLVIÓ a los
señores GUSTAVO ADOLFO TERÁN PÚA y FRANCISCO ADRIÁN
BENAVIDES SANSIVIERO del delito de lavado de activos por el cual
fueran acusados por la Fiscalía General de la Nación.
Esta decisión se notifica en estrados y contra ella procede recurso
extraordinario de casación
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CÓPIESE y a su ejecutoria DEVUÉLVASE al Juzgado de origen.
Edgar Montenegro Espíndola
Magistrado
Gloria Oviedo Zambrano
Jesús Ángel Bobadilla Moreno
Magistrada
Magistrado
Ana Lucía Revelo Hernández
Secretaria
PROCESO
PENAL/
ÚNICAMENTE
DE
LAVADO
HECHO
DE
ACTIVOS/
INDICADOR/
EXISTENCIA
AUSENCIA
DE
PRUEBA INDICIARIA/ NO SE PRESENTAN LOS ELEMENTOS
PROBATORIOS Y EVIDENCIA FÍSICA SUFICIENTE PARA
DEMOSTRAR LA CONDUCTA Y RESPONSABILIDAD DE LOS
ACUSADOS/
CONFIRMA
SENTENCIA
ABSOLUTORIA/
“Recapitulando, la Fiscalía ha dicho en esta instancia que son hechos
probados: la posesión del dinero; el transporte en forma “secreta y
clandestina”; el ocultamiento en cajas de cartón y costales; la cantidad
de dinero y sus altas denominaciones; la utilización de correos humanos;
las mentiras de los procesados ante las autoridades; la utilización de
“emblemas” de la Presidencia de la República y la actitud pasiva de los
defensores sobre los soportes. La Sala ha hecho detenido y hasta
dispendioso análisis sobre cada uno de esos hechos, y el resultado es que
carecen de la fortaleza necesaria para, sobre ellos, construir indicios.
Hechos que confluyen y forman un solo HECHO INDICADOR del cual
sólo es posible, en el mejor de los casos, deducir un solo indicio. Los
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hechos indicadores, sobra decirlo, deben estar probados en su estricto
sentido, ya que en estos procesos no se admiten términos medios”.
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