Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario DESPIDO. LEY

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Poder Judicial de la Nación
Año del Bicentenario
DESPIDO. LEY 21.274. PRESCINDIBILIDAD.
CESANTÍA QUE NO ENCUENTRA CABIDA EN
EL
ORDENAMIENTO
CONSTITUCIONAL
ARGENTINO. INDEMNIZACIONES LCT. Y LEY
20.615.DAÑO MORAL. RECHAZO PLANTEOS DE
INCOMPETENCIA
DERECHO.
Y
CADUCIDAD
INEXISTENCIA
DE
DEL
LA
PRESCRIPCIÓN CONFORME ARTS. 29 Y 36 C.N.
EL CASO: acción fue iniciada contra A.F.N.E. S.A. persiguiendo la nulidad del acto administrativo en el
que se dispuso la prescindibilidad (art. 6º inc. 6º de la ley 21.274) con fecha 12 de julio de 1976 y, se ordene
reincorporación
y pago de salarios caídos. Subsidiariamente, se solicitó el reconocimiento de
indemnizaciones previstas en la LCT y la CCT nº 91/75 (indemnización sustitutiva falta de preaviso,
indemnización integración mes despido, indemnización por antigüedad, como también indemnizaciones
reconocidas en la ley 20.615, atento su calidad de dirigente gremial al momento de producirse el distracto
laboral) más actualización e intereses. Reclamó, además, resarcimiento por daño moral ocasionado por el
distracto laboral ilegítimo, arbitrario y discrecional.
SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA: resolvió los planteos formulados por la accionada en relación a
la incompetencia, caducidad del derecho de accionar judicialmente y a la excepción de prescripción. Con
relación a esta última, entendió que la misma no podía prosperar en virtud de que resultaba aplicable el
plazo decenal previsto en el artículo 4023 del Código Civil y no el establecido en la L.C.T., ya que en el caso
se planteaba la nulidad absoluta de la resolución de despido y que, como tal, no era susceptible de
confirmación y, por lo tanto, se tornaba imprescriptible. Sostuvo, además, que no era válido invocar la
aplicación de disposiciones de Derecho Privado por una parte, al sostener que se trataba de un simple
despido laboral enmarcable en la ley 18.345 y pretender, por otro lado, la aplicación de institutos propios
del derecho administrativo, como el plazo de caducidad establecido en la ley 19.549. Destacó que la relación
entre las partes no era la común de derecho privado sino la de derecho público, ya que indudablemente la
aplicación de la ley lo era en el ámbito de los organismos e instituciones de carácter público y no privado,
rechazando los planteos de la demandada.
El juez a quo hizo lugar a la demanda condenando a la
accionada a abonar la indemnización por despido incausado, establecida en los arts.245, 231, 232 y 233 de
la LCT.
Estimo que, en virtud de la suma del poder público asumida por el gobierno dictatorial
que usurpó el poder el 24 de marzo de 1976, cesó en la Argentina la vigencia efectiva, no
la validez ideal, del ordenamiento constitucional del Estado.Este fue, entonces,
reemplazado por la organización extraconstitucional establecida por el Estatuto del
llamado Proceso de Reorganización Nacional.No significa esto, deseo subrayarlo, que las
institucionales constitucionales perdieran su validez en el sentido ideal. De tal modo,
vuelta a establecer la vigencia de esas instituciones, ellas forman un continuo con el status
constitucional interrumpido por el régimen de fuerza.Importa, en especial, determinar
cuáles son los elementos normativos que estructuraron ese régimen de fuerza.En primer
lugar, el Acta y el Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional, sus actas
complementarias y las disposiciones, generales o particulares, tendientes a consumar el
desplazamiento de las instituciones de la Ley Fundamental mediante actos de fuerza que
prolongaran la inicial separación violenta de los titulares legítimos de los poderes
constitucionales.En segundo lugar, entre los actos de fuerza, se cuentan las disposiciones
que deben analizarse en esta causa, contenidas en la llamada ley 21.274, prorrogada por
las leyes 21.485, 21.703, 21.915 y 22.160.En estas disposiciones del gobierno militar se
distinguen dos partes: a) Una, concretaba un régimen de prescindibilidad de los
empleados públicos en términos que se movía dentro de los límites admitidos por la
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación bajo regímenes
constitucionales (recordemos que, en esa época, los empleados públicos gozaban –según la
jurisprudencia- de la llamada estabilidad impropia, que los hacía acreedores –en caso de
una injusta cesantía (irrazonable y sin causa justificada)- sólo de una indemnización
equitativa. Sin embargo, el máximo Tribunal cambió de criterio a partir de la causa
“Madorrán”, del 03/05/2007, reconociendo a esta categoría de trabajadores la estabilidad
propia, que implica la posibilidad de obtener la reincorporación o reinstalación en el
empleo).Cabe señalar que el art.1 de la ley de facto extendía el régimen de
prescindibilidad tanto al Poder Judicial, Congreso Nacional y Municipalidad de Buenos
Aires, como también a los entes autárquicos, organismos descentralizados, empresas del
Estado y de propiedad del Estado, obras sociales y cualquier otra dependencia del mismo.
b) A este propósito, los arts.6 y 11 de la ley 21.274 son claros ejemplos del régimen de
fuerza. La cesantía del actor no fue un acto encuadrable en el ordenamiento jurídico del
Estado Constitucional Argentino, sino de otro pseudo ordenamiento que carece de sentido
dentro del orden constitucional. Remisión párrafo de la disidencia del doctor Carlos Fayt,
en los autos F. 472. XX.; “Fiscal c/ Coria Cabezas, Jorge Sixto”, del 19/02/1987; T. 310, P.
332.Ese hecho de fuerza que afectó al actor le causa, obviamente un daño, cuya
reparación exige en esta causa.Se dirá, de acuerdo a las premisas sentadas, por qué el
Estado Constitucional Argentino debe hacerse cargo de actos que no han emanado de él,
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sino de un poder extraño y hostil. La persistencia de la sociedad civil y del pueblo
argentinos y la necesidad de mantener su personalidad jurídica en la esfera externa,
repercute en lo interno, poniendo en la cuenta del Estado constitucional la reparación de
los daños causados por una tiranía hostil a la Constitución y, particularmente, de los
hechos ilícitos de terrorismo y de violencia encaminada a la obtención de sus fines
subversivos. El Estado Argentino no puede sustraerse a la reparación que se reclama por
la cesantía del actor dispuesta.. Máxime, cuando la ley de facto 21.301 emitida por el
Poder Ejecutivo de facto, publicada en el Boletín Oficial el 04/05/1976, dispuso en su
artículo 1° transferir al Comando General de la Armada el capital accionario de la
Empresa Astilleros y Fabricas Navales del Estado Sociedad Anónima, asignado al
Ministerio de Defensa por dec.ley 18.394 del 08/10/1969, que había dispuesto la creación
de la empresa demandada dentro del régimen de sociedades anónimas con participación
mayoritaria estatal. La cesantía del actor es un acto que no encuentra cabida en el
ordenamiento jurídico constitucional argentino y proviene, como dijimos, de un poder
ajeno y hostil a éste, carece de sentido hablar de nulidad de ese acto. En efecto, el régimen
de las nulidades de los actos de la administración existe para salvaguardar la legitimidad
del mismo ordenamiento constitucional en vigencia. En cambio, los actos externos por
completo al ordenamiento constitucional no provienen del Estado y son simples hechos de
terceros cuyas consecuencias, por las razones invocadas, debe cargar el Estado
Constitucional Argentino en situaciones como las que así se plantean. Tampoco tiene
sentido el instituto de la prescripción, pues es obvio que cuando lo establecen las leyes a
favor del Estado, lo hacen a favor del Estado constitucional. Remisión doctrina fallo
CSJN “Kestelboim” (K. 71. XXI.; 30-11-1989; T. 312 P. 2352).Como no hay normas de
prescripción aplicables a los hechos de terceros de la índole que nos ocupa, los cuales, sin
embargo, se cargan a la cuenta del Estado Argentino, éste, cuando las toma sobre sí las
recibe con el status en que se produjeron, o sea sin las limitaciones de responsabilidad
que las leyes establecen para los actos y hechos enmarcables en el ordenamiento de base
constitucional. Como lo señala la CSJN en el precedente aludido, mientras duró la
eficacia material del Estatuto de la tiranía padecida, no cabía efectuar reclamos por los
actos que la organización interna del régimen aprobaba. Tanto más cuanto había
desaparecido la magistratura constitucional, suplida por una corporación de jueces de
facto ligados por solemne juramento a la observancia del Estatuto para el Proceso de
Reorganización Nacional. Hago mías las palabras del juez Fleicher cuando señala que
bajo el sistema de terror entonces imperante, el reclamo por los daños sufridos daba
lugar a una situación de riesgo acrecentado.Los pensamientos hasta ahora expresados
encuentran su basamento positivo en el art.36 párrafos 1°, 2° y 3° de la Constitución
Nacional, en el texto establecido en la Convención de 1994, que, a su vez, remite a la
norma fundamental de la Carta Magna contenida en su art.29.Es significativo que el
párrafo 3° del art.36 declare imprescriptible la responsabilidad civil por los actos de los
usurpadores de los poderes constitucionales. Estimo que la declaración de que los actos de
fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático son insanablemente nulos,
no debe entenderse en un sentido rigurosamente técnico, sino de la manera que lo
planteamos más arriba, o sea, la exclusión de tales actos de la esfera del ordenamiento
jurídico. (Juez SCHIFFRIN con adhesión Juez ALVAREZ).
DAÑO MORAL: cabe señalar que las condiciones históricas en las que se
verificó el hecho ilícito del que fue víctima el actor, y que nos detuvimos en
desarrollar , significan un máximo de daño moral, comprobándose ciertamente los
presupuestos de responsabilidad civil que hacen a su procedencia (arts.1109, 1072 y
1078 del Cód.Civ.). Con lo cual, cabe acceder al resarcimiento integral solicitado.
(Juez SCHIFFRIN con adhesión Juez ALVAREZ).
PRESCRIPCIÓN: la C.S.J.N. ha sostenido reiteradamente que “... es claro que la
demandada no necesitaba invocar una ley de prescindibilidad para llevar a cabo un
reordenamiento de su planta de personal, habida cuenta de que sus dependientes se
encuentran incluidos en el régimen de la Ley de Contrato de Trabajo. Pero si hizo uso de
las atribuciones que la ley 21.274 le confería, no puede -al mismo tiempo- pretender
aplicar dicha ley según las pautas del derecho común, pues fue su decisión unilateral
sustraerse
voluntariamente
del
marco
del
citado
ordenamiento
jurídico.
Consecuentemente, es de aplicación en la especie la doctrina de Fallos: 307: 349, ya que se
trata, en definitiva, del ejercicio de facultades exorbitantes del derecho privado, que
debieron regirse por los principios del derecho administrativo aunque se invocara la
naturaleza común de la relación laboral”.“Que habida cuenta de lo expuesto y de la
naturaleza de la norma en la que se sustentó la decisión de separar a los actores, este acto
debió reunir las condiciones exigidas en la ley 19.549. Su ausencia determina que del
despacho telegráfico que se dirigió a los trabajadores sólo pueda atribuírsele eficacia
extintiva del vínculo laboral según las disposiciones del derecho común, por lo que
correspondía que los jueces de la causa examinaran sus consecuencias a la luz de lo
dispuesto por dichas prescripciones” (de los considerandos 4º y 5º de Fallos: 312: 2050).
Remisión voto vertido in re: “Incidente de Apelación en causa ‘Bergés, Jorge Antonio s/
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Sustitución de identidad de García Nadal, Pedro Luis”, expte. nº 3574, 22/4/ 2008 (Sala II
CFALP). En dicho caso entendí que el delito previsto en el artículo 146 del Código Penal,
cesaba de cometerse cuando la víctima recuperaba efectivamente su capacidad de
decisión, es decir, al conocer su verdadera identidad.En este orden, entiendo que tampoco
la prescripción puede correr en los casos en que quien tiene derecho a demandar no
puede hacerlo por encontrarse afectado en su libertad.Es de público y notorio
conocimiento que durante la última dictadura militar la ciudadanía debió padecer un
ultrajante cercenamiento de las garantías constitucionales con un nivel de violencia que
hizo de la muerte moneda corriente. En ese contexto, mal puede pretenderse que quien
fuera despedido por ser un “elemento de perturbación” se expusiera iniciando una
demanda contra sus empleadores, quienes guardaban íntima relación con el estamento
militar y/o formaban parte del gobierno de facto. Nuestro Código Civil establece en su
artículo 3980 que cuando por razón de dificultades o imposibilidad de hecho, se hubiere
impedido temporalmente el ejercicio de una acción, los jueces están autorizados a liberar
al acreedor, o al propietario de las consecuencias de la prescripción cumplida durante el
impedimento, si después de su cesación el acreedor o propietario hubiese hecho valer sus
derechos en el término de tres meses. En el caso, la presente acción fue iniciada dentro del
plazo indicado.(Juez FLEICHER)
PODER JUDICIAL DE LA NACIÓN
En la ciudad de La Plata a los 16
días del mes de marzo
R.S. 2 T.197 f* 1/8
del año dos mil diez,
reunidos en Acuerdo los Señores Jueces que integran la Sala II de la Cámara Federal de
Apelaciones, toman en consideración el expediente N°° 13099/06, caratulado “M., C. J. c/
A.F.N.E. s/ Nulidad de Acto Administrativo" proveniente del Juzgado Federal de Primera
Instancia N° 4 de esta ciudad, para conocer y decidir el recurso interpuesto contra la sentencia.
El Tribunal establece la siguiente cuestión a resolver:
Se ajusta a derecho la sentencia apelada?
Practicado el pertinente sorteo resultó el siguiente orden de votación: Doctor Gregorio
J. Fleicher, Doctor Leopoldo H. Schiffrin y Doctor Carlos R. Compaired.
Ahora bien, con posterioridad se dictó la Acordada N° 4/09 de la Cámara Federal de
Apelaciones de La Plata, por la cual la Sala ha quedado integrada con el Juez César Álvarez.
Y CONSIDERANDO:
EL JUEZ FLEICHER DIJO:
I. Llegan estos autos a la Alzada en virtud de los recursos de apelación deducidos por los
apoderados de la parte actora y de la demandada contra la sentencia de primera instancia que
hizo lugar a la demanda deducida por C. J. M. contra AFNE condenando a la accionada a
abonar al actor de conformidad a la ley 25.344 las cantidades de $ en concepto de
indemnizaciones por despido incausado (arts. 245, 231, 232 y 233 de la L.C.T.), con más
actualización según índices de precios al consumidor nivel general suministrados por el
INDEC desde la fecha de rescisión del contrato laboral hasta el 31/03/91 e intereses del 6%
anual (leyes 23.982 y 25.344) y en concepto de daño moral, fijados a la fecha de la sentencia.
Impuso las costas a la demandada vencida.
Los agravios de la accionante se refieren a la aplicación de la ley 23.982 y al importe
previsto por el a quo en concepto de indemnización del daño moral.
Por su parte, la demandada critica el plazo de prescripción decenal (art. 4023 del Código
Civil) considerado por el juez de primera instancia por cuanto considera aplicable al sub lite el
art. 256 de la LCT y también se agravia porque estima que la sentencia apelada carece de
fundamentación.
II. Ante todo, cabe señalar que la presente acción fue iniciada por el apoderado del señor C.
J. M. contra A.F.N.E. S.A. persiguiendo la nulidad del acto administrativo en el que se dispuso
su prescindibilidad (art. 6º inc. 6º de la ley 21.274) con fecha 12 de julio de 1976 y, en
consecuencia, que se ordenara la reincorporación a su empleo y el pago de los salarios caídos.
Subsidiariamente, solicitó el reconocimiento de las indemnizaciones previstas en la Ley de
Contrato de Trabajo y la Convención Colectiva de Trabajo nº 91/75 (indemnización sustitutiva
falta de preaviso, indemnización integración mes despido, indemnización por antigüedad,
como también indemnizaciones reconocidas en la ley 20.615, atento su calidad de dirigente
gremial al momento de producirse el distracto laboral) con más actualización e intereses.
Reclamó, además, resarcimiento por daño moral ocasionado por el distracto laboral ilegítimo,
arbitrario y discrecional.
Indicó el actor que el mismo fue despedido por AFNE S.A. por aplicación de la
denominada ley 21.274 (art. 6º, inc. 6º) y que tal decisión le fue comunicada por pieza
telegráfica, sin habérsele previamente incoado sumario administrativo y sin posibilidad, en
consecuencia, de ejercer su derecho de defensa.
Explicó, también, que la ley citada (técnicamente, decreto - ley) se constituyó en un
instrumento idóneo para intentar el ataque a instituciones como los sindicatos (siendo dable
presumir que en su caso, el fin querido por la empleadora, era lograr el desplazamiento del
cargo que desempeñaba en el sindicato), y que fue perseguido so pretexto y apariencia de un
proceso penal (incoándose denuncia por la demandada) hasta que en el mes de septiembre de
1983 la justicia lo absolvió de todo cargo. En este orden, adujo que la época histórica en que
acaeció el distracto revestía gran importancia ya que desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 10
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de diciembre de 1983 había imperado una situación de absoluta falta de garantías
constitucionales para los ciudadanos. Invocó, en este sentido, el artículo 936 del Código Civil.
Para fundar su reclamo por daño moral, indicó el actor que ante el hecho impugnado, (él) y
su familia debieron enfrentarse de un modo imprevisto a una situación de pleno desamparo
económico, negándosele el derecho de reingresar a cualquiera de los cuadros de la
Administración Nacional (conf. Artículo 8 de la ley 21.274) y con la calificación, según el art.
6º, inc. 6º citado, de constituir un elemento real o potencial de perturbación.
III. La demandada contestó la acción, negando los hechos planteados por el actor, aunque
reconociendo que el mismo había trabajado bajo sus órdenes desde el 9 de diciembre de1952 y
que había sido despedido el 12 de julio de 1976. Planteó, además las excepciones de
incompetencia y prescripción, indicando con relación a la última que el acto jurídico
impugnado constituía un despido ya que AFNE era una sociedad anónima y que el caso
evidentemente revestía naturaleza laboral, lo cual era reafirmado por el juez de primera
instancia en cuanto había impreso al trámite el procedimiento previsto en la ley 18.345, y por lo
tanto la acción se encontraba prescripta, por haber transcurrido en exceso los dos años
contemplados en art. 256 de la L.C.T..
IV. ...el juez de primera instancia resolvió, con carácter previo, los planteos formulados por
la accionada en relación a la incompetencia, caducidad del derecho de accionar judicialmente y
a la excepción de prescripción. Con relación a esta última, entendió que la misma no podía
prosperar en virtud de que resultaba aplicable el plazo decenal previsto en el artículo 4023 del
Código Civil y no el establecido en la L.C.T., ya que en el caso se planteaba la nulidad absoluta
de la resolución de despido y que, como tal, no era susceptible de confirmación y, por lo tanto,
se tornaba imprescriptible. Sostuvo, además, que no era válido invocar la aplicación de
disposiciones de Derecho Privado por una parte, al sostener que se trataba de un simple despido
laboral enmarcable en la ley 18.345 y pretender, por otro lado, la aplicación de institutos
propios del derecho administrativo, como el plazo de caducidad establecido en la ley 19.549.
Destacó, también, que la relación entre las partes no era la común de derecho privado sino la de
derecho público, ya que indudablemente la aplicación de la ley lo era en el ámbito de los
organismos e instituciones de carácter público y no privado.
En definitiva, el juez de primera instancia rechazó los planteos formulados por la
demandada.
Contra dicha resolución, AFNE interpuso recurso de apelación, el que fue concedido con
efecto diferido..
V. Cabe señalar que la ley 21.274 fue publicada en el Boletín Oficial el 2 de abril de 1976 y
ha sido prorrogada en su vigencia hasta el 31 de diciembre de 1980 mediante ley 22.160.
La citada norma, que fue sancionada y promulgada por la Junta Militar, conforme lo
dispuesto por el Acta para el Proceso de Reorganización Nacional, autorizaba en su artículo 1º
a dar de baja por razones de servicio, al personal de planta permanente, transitorio o contratado,
que prestara servicios en la Administración pública Nacional, en el Poder Judicial, en el
Congreso Nacional y en la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, entes autárquicos,
organismos descentralizados de cualquier carácter, empresas del Estado y de propiedad del
Estado, servicios de cuentas especiales, obras sociales y cualquier otra dependencia del mismo.
Por el artículo 4º se reconocía derecho a una indemnización, de la cual no eran beneficiarios
quienes fueran declarados en prescindibilidad por los motivos expuestos en el artículo 6º (entre
ellos, quienes constituyeran un factor real o potencial de perturbación del normal
funcionamiento del organismo al cual pertenecían –conf. inc. 6º-). Por su parte, el artículo 8º
establecía que el personal dado de baja de acuerdo con dichas disposiciones no podría
reingresar a la Administración pública nacional, provincial y municipal, ni a ninguno de los
organismos, empresas y sociedades mencionadas en el art. 1º durante los cinco años
subsiguientes. Finalmente, por el artículo 11 se dejaba en suspenso toda norma legal, decretoley, decreto, resolución, convención o disposición de cualquier naturaleza que se opusiera a lo
dispuesto por dicha normativa o estableciera el pago de indemnizaciones distintas.
VI. a) Del informe pericial se desprende que el (actor) obtuvo dos licencias gremiales
durante los períodos del 13 de mayo de 1974 hasta el 30 de junio de 1975 y del 1º de julio de
1975 hasta el 30 de junio de 1979. El perito contador indicó que las mismas habían sido
otorgadas por la demandada.
Por su parte, el profesional indicó que la disolución del contrato laboral entre la demandada
y el (actor) se fundamentaba por Resolución AFNE G.P. nº 36 confidencial/76, del 12 de julio
de 1976, firmada por el Gerente de personal , la cual fue transcripta:
“Visto el proceder equivocado por el causante en relación con la Dirección de Bienestar de
la Armada y
Considerando que su actitud lo señala como factor real o potencial de perturbación del
normal funcionamiento en el Astillero Río Santiago donde revista.
El Presidente de Astilleros y Fábricas Navales del Estado S.A.
1)
Dar de baja por razones de servicio de conformidad con lo prescripto por el art.
1º de la ley 21.274, al agente del Astillero Río Santiago,
2)
Declarar que al causante no le asiste derecho a indemnización por encontrarse
encuadrado en las previsiones del art. 6 inc. 6 de la citada ley.
3)
Dar conocimiento a la Gerencia de Finanzas, Gerencia de Análisis Económicos
(ASA), Gerencia de Administración del ARS, la que efectuará las condiciones
pertinentes y archivar con antecedentes la Gerencia de Personal.”
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b) ...luce agregada declaración testimonial, quien manifestó que el actor era Secretario de
Acción Social en el Sindicato A.T.E. Ensenada, siendo despedido por las razones del art. 6 de
una ley que no recuerda el número cuyo texto decía elemento de perturbación. Indicó el testigo
que aproximadamente a los cinco años del despido pudo conseguir otro trabajo en relación de
dependencia, no habiéndolo conseguido antes en razón de que al pedir los antecedentes a
Astilleros, la empresa comunicaba que había sido elemento perturbador.
Por su parte, el señor , cuya declaración testimonial se encuentra transcripta, fue coincidente
con los dichos del (testimonio anterior).
VII. Ahora bien, ante todo, y con relación a la crítica de la demandada en cuanto considera
aplicable el plazo de prescripción previsto en el art. 256 de la LCT, considero que corresponde
rechazarla.
Cabe señalar que la C.S.J.N. ha sostenido reiteradamente que “... es claro que la demandada
no necesitaba invocar una ley de prescindibilidad para llevar a cabo un reordenamiento de su
planta de personal, habida cuenta de que sus dependientes se encuentran incluidos en el
régimen de la Ley de Contrato de Trabajo. Pero si hizo uso de las atribuciones que la ley
21.274 le confería, no puede -al mismo tiempo- pretender aplicar dicha ley según las pautas del
derecho común, pues fue su decisión unilateral sustraerse voluntariamente del marco del citado
ordenamiento jurídico. Consecuentemente, es de aplicación en la especie la doctrina de Fallos:
307: 349, ya que se trata, en definitiva, del ejercicio de facultades exorbitantes del derecho
privado, que debieron regirse por los principios del derecho administrativo aunque se invocara
la naturaleza común de la relación laboral”
“Que habida cuenta de lo expuesto y de la naturaleza de la norma en la que se sustentó la
decisión de separar a los actores, este acto debió reunir las condiciones exigidas en la ley
19.549. Su ausencia determina que del despacho telegráfico que se dirigió a los trabajadores
sólo pueda atribuírsele eficacia extintiva del vínculo laboral según las disposiciones del
derecho común, por lo que correspondía que los jueces de la causa examinaran sus
consecuencias a la luz de lo dispuesto por dichas prescripciones” (de los considerandos 4º y 5º
de Fallos: 312: 2050).
Por otra parte, estimo oportuno remitir a lo expuesto en mi voto in re: “Incidente de
Apelación en causa ‘Bergés, Jorge Antonio s/ Sustitución de identidad de García Nadal, Pedro
Luis”, expte. nº 3574, sentencia del 22 de abril de 2008 (1). En dicho caso entendí que el delito
previsto en el artículo 146 del Código Penal, cesaba de cometerse cuando la víctima recuperaba
efectivamente su capacidad de decisión, es decir, al conocer su verdadera identidad.
En este orden, entiendo que tampoco la prescripción puede correr en los casos en que quien
tiene derecho a demandar no puede hacerlo por encontrarse afectado en su libertad.
Es de público y notorio conocimiento que durante la última dictadura militar la ciudadanía
debió padecer un ultrajante cercenamiento de las garantías constitucionales con un nivel de
violencia que hizo de la muerte moneda corriente. En ese contexto, mal puede pretenderse que
quien fuera despedido por ser un “elemento de perturbación” se expusiera iniciando una
demanda contra sus empleadores, quienes guardaban íntima relación con el estamento militar
y/o formaban parte del gobierno de facto.
En este sentido, a mayor abundamiento, nuestro Código Civil establece en su artículo 3980
que cuando por razón de dificultades o imposibilidad de hecho, se hubiere impedido
temporalmente el ejercicio de una acción, los jueces están autorizados a liberar al acreedor, o al
propietario de las consecuencias de la prescripción cumplida durante el impedimento, si
después de su cesación el acreedor o propietario hubiese hecho valer sus derechos en el término
de tres meses. En el caso, la presente acción fue iniciada el 2 de febrero de 1984, o sea dentro
del plazo indicado.
VIII. En cuanto al resto de los agravios expresados tanto por la demandada como por la
actora, considero que no constituyen una crítica razonada y concreta conforme lo preceptuado
por los artículos 265 y 266 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación.
Así como el restante agravio de la accionada gira en torno a la falta de fundamentación de
la sentencia apelada, la recurrente debe también criticar el razonamiento contenido aquélla.
En este sentido el juez de primera instancia fundamentó su decisión en la nulidad del acto
administrativo impugnado por la actora, dado que por el mismo se había privado al trabajador
de las indemnizaciones correspondientes, y estimó aplicable el régimen de la Ley de Contrato
de Trabajo -con cita de los artículos correspondientes- ya que la suspensión de la vigencia de la
misma había sido superada.
En cuanto a la crítica de la actora referida al quantum indemnizatorio por daño moral,
considero que debe correr la misma suerte que la anterior en tanto el recurrente no rebate las
razones dadas por el juez para otorgar esa suma, así como tampoco da las que pudiera haber a
los efectos otorgar otra mayor. Su planteo se sustenta en generalidades que no constituyen una
crítica acabada de la decisión que se impugna.
En cuanto a la aplicación de la ley 23.982, y si bien el planteo de la actora adolece de los
defectos antes citados, a mayor abundamiento cabe señalar que tratándose de una obligación de
origen anterior al 1 de abril de 1991, debe ser analizada con el alcance y en los términos
estipulados por la ley 23982. En virtud de ello resulta ser una deuda consolidada, con lo cual su
pago debe efectuarse conforme las previsiones de la ley mencionada.
Por las consideraciones expuestas propongo al Acuerdo: confirmar la sentencia de primera
instancia. Sin costas de Alzada dado que en el escrito de contestación de agravios, el actor se
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limita a señalar generalidades, sin rebatir los argumentos expuestos por la accionada (artículo
68, segunda parte del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Así lo voto.
EL JUEZ SCHIFFRIN DIJO:
El juez Fleicher entiende en su voto que debe confirmarse la sentencia de primera
instancia sin costas de alzada. He de coincidir parcialmente con la solución propiciada por el
distinguido colega, pero lo haré con mis propios argumentos. Asimismo, debo señalar que no
comparto el tratamiento de algunas de las cuestiones, conforme con lo que desarrollaré
seguidamente.
I. Pues bien, en la demanda, el (actor) expresó como objeto de su pretensión, obtener la
nulidad del acto que dispuso su prescindibilidad, el 12/07/1976, fundada en el art.6 inc.6 de la
ley de facto 21.274. En su presentación solicitó que se ordenara a AFNE SA. su
reincorporación al empleo, del que fue despedido, en el astillero llamado “Río Santiago”, con
más los salarios caídos. Subsidiariamente, reclamó el cobro de las indemnizaciones reguladas
en la Ley de Contrato de Trabajo y en la Convención Colectiva de Trabajo n°91/75, con más la
establecida en la ley 20.615 en virtud de la calidad de dirigente gremial que poseía al momento
de la separación de su cargo. También solicitó el reconocimiento de una indemnización por
daño moral, en virtud del distracto ilegítimo, arbitrario y discrecional sufrido, que le provocó
desamparo económico, imposibilidad de ingreso a la Administración y la calificación de
“indeseable”, en cuanto fue mencionado en el acto de la cesantía como “elemento real o
potencial de perturbación”.
II. Por su parte, la demandada AFNE S.A. expresó que, efectivamente, el actor trabajó
para ella, desde el 9/12/1952 hasta el 12/07/1976, fecha en que fue despedido. Resalta que el
vínculo que los unía era una relación de trabajo y que, por ello, no puede calificarse de
administrativo el acto por el cual su parte prescindió del actor, porque –dice- AFNE S.A. no es
el Estado, sino una sociedad anónima. Concluye en que, al ser un caso laboral de despido, la
acción intentada, interpuesta el 02/02/1984, se encuentra prescripta por haber transcurrido con
exceso el plazo de dos años desde la fecha del distracto.
Asimismo, con relación a la ley de facto 21.274, expresó que la dictadura que usurpó el
poder en nuestro país desde el 24/03/1976 hasta el 09/12/1983 tuvo facultades para sancionar la
supuesta ley impugnada, la cual, incluso, recibió aplicación por la judicatura durante ese
período. En este sentido, expresa que su parte no tuvo otra posibilidad que respetar esa
normativa.
III. ..., el juez a quo resolvió, entre otras cosas, no hacer lugar a la excepción de
prescripción de la acción opuesta por la demandada. En este sentido, consideró que no era de
aplicación el plazo bianual de la LCT., sino que correspondía aplicar el plazo establecido en el
art.4023 del Código Civil, de diez años, por haber invocado en la acción la nulidad absoluta de
la resolución de despido.
Esta resolución, fue apelada por la demandada. Su recurso fue concedido con efecto
diferido, manteniéndolo con los agravios que expresó juntamente con la crítica a la sentencia
definitiva.
IV. Ahora bien, el juez a quo hizo lugar a la demanda condenando a la accionada a
abonar la indemnización por despido incausado, establecida en los arts.245, 231, 232 y 233 de
la LCT.
En su decisión consideró que entre las partes no hubo discusión acerca de la existencia
de una relación laboral, desde el 09/12/52 hasta el 12/07/76, como tampoco respecto del
despido del actor por parte de la demandada, por aplicación de la ley de facto 21.274.
Asimismo, el juzgador entendió que la contienda se centró en la naturaleza o carácter del acto
por el que la empleadora dispuso la prescindibilidad del actor.
En este marco, el sentenciante señaló que la baja del trabajador, dispuesta por la ley de
facto 21.274, resulta nula por haberlo privado de la indemnización que le correspondía
conforme los arts. 1 y 2 de la citada norma de racionalización administrativa. Que tal
regulación fue tachada en repetidas oportunidades de inconstitucional por haber sido dictada
por un gobierno de facto y no haber sido ratificada legislativamente con posterioridad.
Asimismo dispuso que, a los fines de determinar la liquidación por el despido
incausado, debía recurrirse a la LCT., por cuanto había concluido la suspensión de la
aplicabilidad de dicha normativa, establecida en la misma llamada ley 21.274.
Por otra parte, declaró admisible la reparación por el daño moral, fijando a la fecha de
su sentencia la suma de $. Tuvo por acreditado tal perjuicio, en el hecho de que la empleadora
justificó su despido en el art. 6 inc.6 de la ley de facto 21.274, que daba la baja al trabajador
que –según el gobierno dictatorial- era un factor real o potencial de perturbación. Igualmente se
basó en la lesión moral que significaban las limitaciones de ingreso al mercado laboral
prescriptas en el art.8 de la citada ley de esa dictadura.
V. El expediente viene a la alzada porque ambas partes interpusieron recursos de
apelación y llega a mis manos luego del estudio realizado por el distinguido colega el juez
Fleicher.
En virtud de las cuestiones que se ventilan en la causa, entiendo necesario desarrollar
algunos conceptos que nos permitan otorgar el marco adecuado para analizar los agravios que
se plantean contra la sentencia de primera instancia.
Al respecto, estimo que, en virtud de la suma del poder público asumida por el gobierno
dictatorial que usurpó el poder el 24 de marzo de 1976, cesó en la Argentina la vigencia
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efectiva, no la validez ideal, del ordenamiento constitucional del Estado.
Este fue, entonces, reemplazado por la organización extraconstitucional establecida por
el Estatuto del llamado Proceso de Reorganización Nacional.
No significa esto, deseo subrayarlo, que las institucionales constitucionales perdieran su
validez en el sentido ideal. De tal modo, vuelta a establecer la vigencia de esas instituciones,
ellas forman un continuo con el status constitucional interrumpido por el régimen de fuerza.
Importa, en especial, determinar cuáles son los elementos normativos que estructuraron
ese régimen de fuerza.
En primer lugar, el Acta y el Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional, sus actas
complementarias y las disposiciones, generales o particulares, tendientes a consumar el
desplazamiento de las instituciones de la Ley Fundamental mediante actos de fuerza que
prolongaran la inicial separación violenta de los titulares legítimos de los poderes
constitucionales.
En segundo lugar, entre los actos de fuerza, se cuentan las disposiciones que deben
analizarse en esta causa, contenidas en la llamada ley 21.274, prorrogada por las leyes 21.485,
21.703, 21.915 y 22.160.
En estas disposiciones del gobierno militar se distinguen dos partes:
a) Una, concretaba un régimen de prescindibilidad de los empleados públicos en
términos que se movía dentro de los límites admitidos por la jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación bajo regímenes constitucionales (recordemos que, en esa
época, los empleados públicos gozaban –según la jurisprudencia- de la llamada estabilidad
impropia, que los hacía acreedores –en caso de una injusta cesantía (irrazonable y sin causa
justificada)- sólo de una indemnización equitativa. Sin embargo, el máximo Tribunal cambió
de criterio a partir de la causa “Madorrán, Marta C. c/ Administración Nac. De Aduanas s/
reincorporación”, del 03/05/2007, reconociendo a esta categoría de trabajadores la estabilidad
propia, que implica la posibilidad de obtener la reincorporación o reinstalación en el empleo).
Cabe señalar que el art.1 de la ley de facto extendía el régimen de prescindibilidad tanto
al Poder Judicial, Congreso Nacional y Municipalidad de Buenos Aires, como también a los
entes autárquicos, organismos descentralizados, empresas del Estado y de propiedad del
Estado, obras sociales y cualquier otra dependencia del mismo.
b) A este propósito, los arts.6 y 11 de la ley 21.274 son claros ejemplos del régimen de
fuerza. Basta su transcripción:
“Art. 6º: No tendrán derecho a indemnización los agentes que se encuentren
comprendidos en las situaciones siguientes:
1. Los comprendidos en la ley 21.260 del 24 de marzo de 1976.
2. Los que hayan pertenecido a organizaciones parapoliciales o a grupos de
custodia o protección no autorizados legalmente.
3. Los que percibiendo un sueldo, no hayan registrado la asistencia correspondiente
al servicio a que estaban afectados.
4. Los designados sin cumplimiento de las disposiciones vigentes sobre
información previa favorable por la Secretaría de Informaciones de Estado y la Policía
Federal y/o que resultaran con antecedentes desfavorables al momento de dar cumplimiento
a tales disposiciones; o bien con documentación de identificación personal adulterada.
5. Los designados sin el cumplimiento de las normas de ingresos vigentes en
aquellos casos en que tal situación sea imputable a los mismos.
6. Los que constituyan un factor real o potencial de perturbación del normal
funcionamiento del organismo al cual pertenecen.
7. Los que gocen de un beneficio previsional, cuyo haber de jubilación, retiro o
pensión sea igual o superior al máximo mensual establecido en el artículo 4º. Si el haber
mensual del beneficio previsional fuera inferior, la indemnización se calculará tomando
como base la diferencia existente entre uno y otro”.
“Art. 11: Déjanse en suspenso, hasta el 31 de diciembre de 1976, toda norma legal,
decreto-ley, decreto, resolución, convención o disposición de cualquier naturaleza que se
oponga a lo dispuesto en la presente ley o que establezca el pago de indemnizaciones
distintas a las que aquí se establecen”.
De lo dicho, se desprende que la cesantía del actor no fue un acto encuadrable en el
ordenamiento jurídico del Estado Constitucional Argentino, sino de otro pseudo ordenamiento
que carece de sentido dentro del orden constitucional.
Al respecto, es del caso transcribir un párrafo de la disidencia del doctor Carlos Fayt, en
los autos F. 472. XX.; “Fiscal c/ Coria Cabezas, Jorge Sixto”, del 19/02/1987; T. 310, P. 332:
“Cualquiera sea su denominación, las disposiciones y órdenes coercitivas dictadas
por un gobierno de fuerza no son leyes conforme lo dispone la Constitución Nacional y su
condición espuria no desaparece por el reconocimiento de su vigencia por parte del
Congreso Nacional a través de leyes declarativas de que continúan en vigor”.
Ese hecho de fuerza que afectó al actor le causa, obviamente un daño, cuya reparación
exige en esta causa.
Se dirá, de acuerdo a las premisas sentadas, por qué el Estado Constitucional Argentino
debe hacerse cargo de actos que no han emanado de él, sino de un poder extraño y hostil.
Ahora bien, la persistencia de la sociedad civil y del pueblo argentinos y la necesidad de
mantener su personalidad jurídica en la esfera externa, repercute en lo interno, poniendo en la
cuenta del Estado constitucional la reparación de los daños causados por una tiranía hostil a la
Constitución y, particularmente, de los hechos ilícitos de terrorismo y de violencia encaminada
a la obtención de sus fines subversivos.
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Por ello, el Estado Argentino no puede sustraerse a la reparación que le se reclama por
la cesantía del actor dispuesta el 12/07/1976. Máxime, cuando la ley de facto 21.301 emitida
por el Poder Ejecutivo de facto, publicada en el Boletín Oficial el 04/05/1976, dispuso en su
artículo 1° transferir al Comando General de la Armada el capital accionario de la Empresa
Astilleros y Fabricas Navales del Estado Sociedad Anónima, asignado al Ministerio de Defensa
por dec.ley 18.394 del 08/10/1969, que había dispuesto la creación de la empresa demandada
dentro del régimen de sociedades anónimas con participación mayoritaria estatal. En este
sentido, ver informe de fs.131/138, que acompaña fotocopias certificadas del Boletín Oficial,
destacándose la correspondiente al 24/04/1970, donde fue publicada la constitución de
A.F.N.E. S.A.
Reiteremos, entonces, a mérito de las mismas razones dadas, y puesto que la cesantía
del actor es un acto que no encuentra cabida en el ordenamiento jurídico constitucional
argentino y proviene, como dijimos, de un poder ajeno y hostil a éste, carece de sentido hablar
de nulidad de ese acto. En efecto, el régimen de las nulidades de los actos de la administración
existe para salvaguardar la legitimidad del mismo ordenamiento constitucional en vigencia. En
cambio, los actos externos por completo al ordenamiento constitucional no provienen del
Estado y son simples hechos de terceros cuyas consecuencias, por las razones invocadas, debe
cargar el Estado Constitucional Argentino en situaciones como las que así se plantean.
En este marco, tampoco tiene sentido el instituto de la prescripción, pues es obvio que
cuando lo establecen las leyes a favor del Estado, lo hacen a favor del Estado constitucional,
como se desprende de la doctrina del fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
“Kestelboim, Mario Jaime c/ Estado Nacional s/ ordinario” (K. 71. XXI.; 30-11-1989; T. 312
P. 2352), del cual se transcriben los considerandos 5° y 6°:
“5°) Que esta Corte entiende que no es aplicable, en la especie, el plazo establecido
por el art.25 de la ley 19.549. Ello es así, pues tanto el acta del 18 de junio de 1976 como
las decisiones que fueron su inmediata consecuencia, tal la mentada resolución N°2 de la
misma fecha, fueron el resultado de la asunción y ejercicio del poder constituyente y
político del Estado por parte del gobierno de facto. En cuanto manifestaciones del ejercicio
de ese poder, importaron concretar en una serie de normas un proyecto político de estado
que contenía en sí mismo la exclusión de determinadas personas del régimen jurídico
general, pues desde esa concepción, éste era el medio idóneo por el cual se lograría la
restitución de los valores esenciales de a Nación (conf. Fundamentos del Estatuto para el
Proceso de Reorganización Nacional y considerandos del acta del 18 de junio de 1976 y
resolución N°2).
En consecuencia, no es necesario expedirse sobre otros tópicos propuestos por el
apelante, pues le asiste razón en cuanto sostiene que la decisión impugnada no era un acto
administrativo.
6°) Que en este orden de ideas, resulta claro que el actor se hallaba en la
imposibilidad jurídica de cuestionar judicialmente la medida, por lo que mal pudo
comenzar el curso de la prescripción sin la existencia de una acción susceptible de ser
ejercida ...
De lo que se trata, es de advertir la falta de una acción apropiada, en razón de la
existencia de un orden jurídico como el descripto, que impedía al actor solicitar la
declaración de ilegitimidad de ese proyecto político y, consecuentemente, carecía de acción
alguna relacionada a la reparabilidad de los daños que eventualmente podría estar
padeciendo”.
Como no hay normas de prescripción aplicables a los hechos de terceros de la índole
que nos ocupa, los cuales, sin embargo, se cargan a la cuenta del Estado Argentino, éste,
cuando las toma sobre sí las recibe con el status en que se produjeron, o sea sin las limitaciones
de responsabilidad que las leyes establecen para los actos y hechos enmarcables en el
ordenamiento de base constitucional.
A ello debe añadirse que, como lo señala la Corte Suprema en el precedente aludido,
mientras duró la eficacia material del Estatuto de la tiranía padecida, no cabía efectuar reclamos
por los actos que la organización interna del régimen aprobaba. Tanto más cuanto había
desaparecido la magistratura constitucional, suplida por una corporación de jueces de facto
ligados por solemne juramento a la observancia del Estatuto para el Proceso de Reorganización
Nacional.
Amén de ello, hago mías las palabras del juez Fleicher cuando señala que bajo el
sistema de terror entonces imperante, el reclamo por los daños sufridos daba lugar a una
situación de riesgo acrecentado.
Los pensamientos hasta ahora expresados encuentran su basamento positivo en el art.36
párrafos 1°, 2° y 3° de la Constitución Nacional, en el texto establecido en la Convención de
1994, que, a su vez, remite a la norma fundamental de la Carta Magna contenida en su art.29.
Me permito transcribir ambas normas:
Art.36: “Esta Constitución mantendrá su imperio aun cuando se interrumpiere su
observancia por actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático. Estos actos
serán insanablemente nulos.
Sus autores serán pasibles de la sanción prevista en el artículo 29, inhabilitados a
perpetuidad para ocupar cargos públicos y excluidos de los beneficios del indulto y la
conmutación de penas.
Tendrán las mismas sanciones quienes, como consecuencia de estos actos, usurparen
funciones previstas para las autoridades de esta Constitución o las de las provincias, los que
responderán civil y penalmente de sus actos. Las acciones respectivas serán imprescriptibles…”.
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Art.29: “El Congreso no puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas
provinciales a los gobernadores de provincia, facultades extraordinarias, ni la suma del poder
público, ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los
argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Actos de esta naturaleza llevan
consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la
responsabilidad y pena de los infames traidores a la patria”.
Es significativo que el párrafo 3° del art.36 declare imprescriptible la responsabilidad
civil por los actos de los usurpadores de los poderes constitucionales.
Por otra parte, estimo que la declaración de que los actos de fuerza contra el orden
institucional y el sistema democrático son insanablemente nulos, no debe entenderse en un
sentido rigurosamente técnico, sino de la manera que lo planteamos más arriba, o sea, la
exclusión de tales actos de la esfera del ordenamiento jurídico.
En suma, mis conclusiones en esta parte del asunto, vale decir, en cuanto a los
caracteres de la cesantía y a la imprescriptibilidad de la acción reparatoria, son los siguientes:
1) La cesantía en cuestión es uno de los actos de fuerza a los que es aplicable lo
dispuesto por el art.36 de la Constitución Nacional.
2) En virtud de los razonamientos efectuados y en lo que dispone dicho artículo, el
hecho de la cesantía es ajeno al ordenamiento jurídico nacional y proviene de terceras personas
respecto del Estado Argentino.
3) Pese a ello, por las consideraciones formuladas supra, el Estado Argentino ha de
cargar con la reparación del hecho ilícito extra jurídico.
4) En esta constelación de ideas, no cabe admitir la existencia de prescripción,
conforme los arts.29 y 36 de la Ley Fundamental.1
1 Cabe efectuar una distinción entre los actos que forman parte del proceso de violencia física o psíquica que
conforma la columna vertebral del golpe subversivo, la vigencia, durante el gobierno dictatorial, de las leyes
anteriores sancionadas al amparo de la Constitución, y la normativa emanada de la dictadura que no se inscriba
primordialmente en el desarrollo subversivo.
La cuestión que se plantea es saber si la normativa de la índole recién señalada, comúnmente llamada legislación
de facto, pese a su origen espurio, conserva validez y vigencia en el Estado constitucional. Aquí es necesaria la
diferenciación entre leyes de naturaleza penal y las restantes.
Las primeras, en mérito al principio nullum crimen sine lege, no pueden tener valor sin la ratificación del
Congreso, y tal ha sido nuestra práctica constitucional. Pero ¿por qué se siguen aplicando las restantes, aún sin la
validación parlamentaria?
Si nos ubicamos en las concepciones del derecho positivo que lo reducen al derecho estatal, y hacen depender su
validez de que emanen de los órganos constitucionales, evidentemente toda norma o acto del poder
extraconstitucional y usurpador cae fuera de la esfera del orden jurídico del Estado constitucional.
La visión del problema varía si no compartimos la idea de que todo el derecho aplicable en un territorio estatal sea
derecho estatal, y solo posea, pues, ese carácter si se lo reconduce a la Constitución, que sería fuente única de
validez de toda la llamada pirámide normativa.
Empero, si utilizamos exámenes mejor fundados en la realidad y en la historia, como el que efectuó Eugen Ehrlich
(me remito a sus Fundamentos de Sociología del Derecho del que dispongo la traducción al portugués editada por
la Universidad de Brasilia), discernimos entre el derecho que organiza el aparato estatal y su relación con los
habitantes del país, del derecho producido en y para la sociedad civil por la jurisprudencia, la ciencia jurídica y la
costumbre, hemos de adquirir una visión matizada de las fuentes de creación y de validez de las distintas esferas
del derecho positivo.
Por los motivos expresados y por los elementos de prueba (informe pericial contable y
testigos) valorados en el voto del distinguido colega preopinante, cabe rechazar el recurso de la
demandada.
Asimismo, es del caso señalar que los argumentos del sentenciante, si bien exiguos, se
identifican –en lo sustancial- con la línea argumental expresada en este voto.
Por ello, estimo que debe confirmarse la sentencia en cuanto declara el derecho del
actor al cobro de la indemnización por despido contemplada en la L.C.T., que resulta ser el
ordenamiento jurídico aplicable a su relación laboral.
VI. Por su parte, la apelación del actor se circunscribe a dos cuestiones: la referente a la
ley 23.982 y el monto otorgado por daño moral. La reparación por el despido incausado no ha
sido cuestionada.
Pues bien, respecto del daño moral, cabe señalar que las condiciones históricas en las
que se verificó el hecho ilícito del que fue víctima el actor, y que nos detuvimos en desarrollar
precedentemente, significan un máximo de daño moral, comprobándose ciertamente los
presupuestos de responsabilidad civil que hacen a su procedencia (arts.1109, 1072 y 1078 del
Cód.Civ.). Con lo cual, cabe acceder al resarcimiento integral solicitado.
Desde esta perspectiva, estimo que debe hacerse lugar al agravio y, en consecuencia,
modificar la suma indemnizatoria, condenando a la demandada a abonar al (actor) en concepto
de daño moral, el 30% de la suma correspondiente al despido incausado, con más iguales
modalidades de pago respecto de la actualización e intereses.
Por lo demás, cabe señalar que al ser deuda del Estado Nacional anterior al 1 de abril de
1991, debe ser abonada de la forma dispuesta en la ley 23.982. Es decir, resulta ser una
obligación consolidada, cuyo pago responde a las previsiones de la ley mencionada. En este
marco la actualización y los intereses estipulados en la sentencia se aplican hasta el 31/03/1991
y a partir de allí corresponde seguir las pautas de la ley citada.
VII. Por los argumentos expuestos, soy de opinión que debe confirmarse la sentencia en
Ciertamente, el valor de la Constitución radica, ante todo, en contener el reconocimiento de los derechos básicos
de los habitantes del país, que emanan del derecho natural y de gentes, y proveerlos de garantías.
En segundo término, la Constitución regla órganos políticos de manera tal que no solo establece sus competencias,
sino que las otorga buscando la manera de evitar el exceso de poder.
La Constitución se valida mediante un asentimiento colectivo de raíz histórica, y es suprema en tanto que sus
garantías y su orden de competencias son intangibles por su fundamento en el derecho supra positivo. En cambio,
no es aquélla la fuente de otros sectores de producción y aplicación jurídicos, que ya mencionamos, y que se
sostienen en su obligatoriedad por varias maneras de asentimiento: disposiciones colectivas difusas en la práctica,
communis opinio de tribunales o de jurisperitos, obras legislativas arraigadas en tradiciones muy antiguas (por
ejemplo, el Código Civil argentino). De esos elementos surge la obligatoriedad –y también la continuidad- del
derecho positivo no estatal, siendo esas vías capaces de validar inclusive las creaciones normativas promulgadas
por un poder usurpador, pero aceptadas, al fin, como convenientes por la práctica tribunalicia de jueces y partes
(piénsese, v.gr., en el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
En fin, el tema de la continuidad y discontinuidad del Estado constitucional, precioso instrumento de realización
del derecho supra positivo, no puede asimilarse a la existencia persistente de la sociedad civil y la vida real del
pueblo, más allá de las vicisitudes –verdad que indeseables- que sacudan a las formas políticas.
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Año del Bicentenario
cuanto condena a la demandada abonar al actor las indemnizaciones solicitadas, modificándola
respecto del monto de reparación por daño moral, de acuerdo al considerando precedente. Con
costas de alzada a cargo de la demandada sustancialmente vencida (art.68 del CPCC).
EL JUEZ ÁLVAREZ DIJO:
Que adhiere al voto del Juez Schiffrin.
Por ello, SE RESUELVE: confirmar la sentencia en cuanto condena a la demandada
abonar al actor las indemnizaciones solicitadas, modificándola respecto del monto de
reparación por daño moral, de acuerdo a lo que resulta del voto del Juez Schiffrin. Con costas
de alzada a cargo de la demandada sustancialmente vencida (art.68 del CPCC).
Regístrese, notifíquese y devuélvase.Firmado Jueces Sala II Leopoldo Héctor SchiffrinCésar Álvarez- Gregorio Julio Fleicher (por su voto).
NOTA:(1) publicado en el rubro FALLOS DESTACADOS-carpeta temática DELITOS
DE LESA HUMANIDAD(FD. 451)-del sitio www.pjn.gov.ar/Fueros Federales/Justicia
Federal La Plata/Fallos destacados/carpeta temática.
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