Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario DESPIDO. LEY 21.274. PRESCINDIBILIDAD. CESANTÍA QUE NO ENCUENTRA CABIDA EN EL ORDENAMIENTO CONSTITUCIONAL ARGENTINO. INDEMNIZACIONES LCT. Y LEY 20.615.DAÑO MORAL. RECHAZO PLANTEOS DE INCOMPETENCIA DERECHO. Y CADUCIDAD INEXISTENCIA DE DEL LA PRESCRIPCIÓN CONFORME ARTS. 29 Y 36 C.N. EL CASO: acción fue iniciada contra A.F.N.E. S.A. persiguiendo la nulidad del acto administrativo en el que se dispuso la prescindibilidad (art. 6º inc. 6º de la ley 21.274) con fecha 12 de julio de 1976 y, se ordene reincorporación y pago de salarios caídos. Subsidiariamente, se solicitó el reconocimiento de indemnizaciones previstas en la LCT y la CCT nº 91/75 (indemnización sustitutiva falta de preaviso, indemnización integración mes despido, indemnización por antigüedad, como también indemnizaciones reconocidas en la ley 20.615, atento su calidad de dirigente gremial al momento de producirse el distracto laboral) más actualización e intereses. Reclamó, además, resarcimiento por daño moral ocasionado por el distracto laboral ilegítimo, arbitrario y discrecional. SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA: resolvió los planteos formulados por la accionada en relación a la incompetencia, caducidad del derecho de accionar judicialmente y a la excepción de prescripción. Con relación a esta última, entendió que la misma no podía prosperar en virtud de que resultaba aplicable el plazo decenal previsto en el artículo 4023 del Código Civil y no el establecido en la L.C.T., ya que en el caso se planteaba la nulidad absoluta de la resolución de despido y que, como tal, no era susceptible de confirmación y, por lo tanto, se tornaba imprescriptible. Sostuvo, además, que no era válido invocar la aplicación de disposiciones de Derecho Privado por una parte, al sostener que se trataba de un simple despido laboral enmarcable en la ley 18.345 y pretender, por otro lado, la aplicación de institutos propios del derecho administrativo, como el plazo de caducidad establecido en la ley 19.549. Destacó que la relación entre las partes no era la común de derecho privado sino la de derecho público, ya que indudablemente la aplicación de la ley lo era en el ámbito de los organismos e instituciones de carácter público y no privado, rechazando los planteos de la demandada. El juez a quo hizo lugar a la demanda condenando a la accionada a abonar la indemnización por despido incausado, establecida en los arts.245, 231, 232 y 233 de la LCT. Estimo que, en virtud de la suma del poder público asumida por el gobierno dictatorial que usurpó el poder el 24 de marzo de 1976, cesó en la Argentina la vigencia efectiva, no la validez ideal, del ordenamiento constitucional del Estado.Este fue, entonces, reemplazado por la organización extraconstitucional establecida por el Estatuto del llamado Proceso de Reorganización Nacional.No significa esto, deseo subrayarlo, que las institucionales constitucionales perdieran su validez en el sentido ideal. De tal modo, vuelta a establecer la vigencia de esas instituciones, ellas forman un continuo con el status constitucional interrumpido por el régimen de fuerza.Importa, en especial, determinar cuáles son los elementos normativos que estructuraron ese régimen de fuerza.En primer lugar, el Acta y el Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional, sus actas complementarias y las disposiciones, generales o particulares, tendientes a consumar el desplazamiento de las instituciones de la Ley Fundamental mediante actos de fuerza que prolongaran la inicial separación violenta de los titulares legítimos de los poderes constitucionales.En segundo lugar, entre los actos de fuerza, se cuentan las disposiciones que deben analizarse en esta causa, contenidas en la llamada ley 21.274, prorrogada por las leyes 21.485, 21.703, 21.915 y 22.160.En estas disposiciones del gobierno militar se distinguen dos partes: a) Una, concretaba un régimen de prescindibilidad de los empleados públicos en términos que se movía dentro de los límites admitidos por la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación bajo regímenes constitucionales (recordemos que, en esa época, los empleados públicos gozaban –según la jurisprudencia- de la llamada estabilidad impropia, que los hacía acreedores –en caso de una injusta cesantía (irrazonable y sin causa justificada)- sólo de una indemnización equitativa. Sin embargo, el máximo Tribunal cambió de criterio a partir de la causa “Madorrán”, del 03/05/2007, reconociendo a esta categoría de trabajadores la estabilidad propia, que implica la posibilidad de obtener la reincorporación o reinstalación en el empleo).Cabe señalar que el art.1 de la ley de facto extendía el régimen de prescindibilidad tanto al Poder Judicial, Congreso Nacional y Municipalidad de Buenos Aires, como también a los entes autárquicos, organismos descentralizados, empresas del Estado y de propiedad del Estado, obras sociales y cualquier otra dependencia del mismo. b) A este propósito, los arts.6 y 11 de la ley 21.274 son claros ejemplos del régimen de fuerza. La cesantía del actor no fue un acto encuadrable en el ordenamiento jurídico del Estado Constitucional Argentino, sino de otro pseudo ordenamiento que carece de sentido dentro del orden constitucional. Remisión párrafo de la disidencia del doctor Carlos Fayt, en los autos F. 472. XX.; “Fiscal c/ Coria Cabezas, Jorge Sixto”, del 19/02/1987; T. 310, P. 332.Ese hecho de fuerza que afectó al actor le causa, obviamente un daño, cuya reparación exige en esta causa.Se dirá, de acuerdo a las premisas sentadas, por qué el Estado Constitucional Argentino debe hacerse cargo de actos que no han emanado de él, Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario sino de un poder extraño y hostil. La persistencia de la sociedad civil y del pueblo argentinos y la necesidad de mantener su personalidad jurídica en la esfera externa, repercute en lo interno, poniendo en la cuenta del Estado constitucional la reparación de los daños causados por una tiranía hostil a la Constitución y, particularmente, de los hechos ilícitos de terrorismo y de violencia encaminada a la obtención de sus fines subversivos. El Estado Argentino no puede sustraerse a la reparación que se reclama por la cesantía del actor dispuesta.. Máxime, cuando la ley de facto 21.301 emitida por el Poder Ejecutivo de facto, publicada en el Boletín Oficial el 04/05/1976, dispuso en su artículo 1° transferir al Comando General de la Armada el capital accionario de la Empresa Astilleros y Fabricas Navales del Estado Sociedad Anónima, asignado al Ministerio de Defensa por dec.ley 18.394 del 08/10/1969, que había dispuesto la creación de la empresa demandada dentro del régimen de sociedades anónimas con participación mayoritaria estatal. La cesantía del actor es un acto que no encuentra cabida en el ordenamiento jurídico constitucional argentino y proviene, como dijimos, de un poder ajeno y hostil a éste, carece de sentido hablar de nulidad de ese acto. En efecto, el régimen de las nulidades de los actos de la administración existe para salvaguardar la legitimidad del mismo ordenamiento constitucional en vigencia. En cambio, los actos externos por completo al ordenamiento constitucional no provienen del Estado y son simples hechos de terceros cuyas consecuencias, por las razones invocadas, debe cargar el Estado Constitucional Argentino en situaciones como las que así se plantean. Tampoco tiene sentido el instituto de la prescripción, pues es obvio que cuando lo establecen las leyes a favor del Estado, lo hacen a favor del Estado constitucional. Remisión doctrina fallo CSJN “Kestelboim” (K. 71. XXI.; 30-11-1989; T. 312 P. 2352).Como no hay normas de prescripción aplicables a los hechos de terceros de la índole que nos ocupa, los cuales, sin embargo, se cargan a la cuenta del Estado Argentino, éste, cuando las toma sobre sí las recibe con el status en que se produjeron, o sea sin las limitaciones de responsabilidad que las leyes establecen para los actos y hechos enmarcables en el ordenamiento de base constitucional. Como lo señala la CSJN en el precedente aludido, mientras duró la eficacia material del Estatuto de la tiranía padecida, no cabía efectuar reclamos por los actos que la organización interna del régimen aprobaba. Tanto más cuanto había desaparecido la magistratura constitucional, suplida por una corporación de jueces de facto ligados por solemne juramento a la observancia del Estatuto para el Proceso de Reorganización Nacional. Hago mías las palabras del juez Fleicher cuando señala que bajo el sistema de terror entonces imperante, el reclamo por los daños sufridos daba lugar a una situación de riesgo acrecentado.Los pensamientos hasta ahora expresados encuentran su basamento positivo en el art.36 párrafos 1°, 2° y 3° de la Constitución Nacional, en el texto establecido en la Convención de 1994, que, a su vez, remite a la norma fundamental de la Carta Magna contenida en su art.29.Es significativo que el párrafo 3° del art.36 declare imprescriptible la responsabilidad civil por los actos de los usurpadores de los poderes constitucionales. Estimo que la declaración de que los actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático son insanablemente nulos, no debe entenderse en un sentido rigurosamente técnico, sino de la manera que lo planteamos más arriba, o sea, la exclusión de tales actos de la esfera del ordenamiento jurídico. (Juez SCHIFFRIN con adhesión Juez ALVAREZ). DAÑO MORAL: cabe señalar que las condiciones históricas en las que se verificó el hecho ilícito del que fue víctima el actor, y que nos detuvimos en desarrollar , significan un máximo de daño moral, comprobándose ciertamente los presupuestos de responsabilidad civil que hacen a su procedencia (arts.1109, 1072 y 1078 del Cód.Civ.). Con lo cual, cabe acceder al resarcimiento integral solicitado. (Juez SCHIFFRIN con adhesión Juez ALVAREZ). PRESCRIPCIÓN: la C.S.J.N. ha sostenido reiteradamente que “... es claro que la demandada no necesitaba invocar una ley de prescindibilidad para llevar a cabo un reordenamiento de su planta de personal, habida cuenta de que sus dependientes se encuentran incluidos en el régimen de la Ley de Contrato de Trabajo. Pero si hizo uso de las atribuciones que la ley 21.274 le confería, no puede -al mismo tiempo- pretender aplicar dicha ley según las pautas del derecho común, pues fue su decisión unilateral sustraerse voluntariamente del marco del citado ordenamiento jurídico. Consecuentemente, es de aplicación en la especie la doctrina de Fallos: 307: 349, ya que se trata, en definitiva, del ejercicio de facultades exorbitantes del derecho privado, que debieron regirse por los principios del derecho administrativo aunque se invocara la naturaleza común de la relación laboral”.“Que habida cuenta de lo expuesto y de la naturaleza de la norma en la que se sustentó la decisión de separar a los actores, este acto debió reunir las condiciones exigidas en la ley 19.549. Su ausencia determina que del despacho telegráfico que se dirigió a los trabajadores sólo pueda atribuírsele eficacia extintiva del vínculo laboral según las disposiciones del derecho común, por lo que correspondía que los jueces de la causa examinaran sus consecuencias a la luz de lo dispuesto por dichas prescripciones” (de los considerandos 4º y 5º de Fallos: 312: 2050). Remisión voto vertido in re: “Incidente de Apelación en causa ‘Bergés, Jorge Antonio s/ Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario Sustitución de identidad de García Nadal, Pedro Luis”, expte. nº 3574, 22/4/ 2008 (Sala II CFALP). En dicho caso entendí que el delito previsto en el artículo 146 del Código Penal, cesaba de cometerse cuando la víctima recuperaba efectivamente su capacidad de decisión, es decir, al conocer su verdadera identidad.En este orden, entiendo que tampoco la prescripción puede correr en los casos en que quien tiene derecho a demandar no puede hacerlo por encontrarse afectado en su libertad.Es de público y notorio conocimiento que durante la última dictadura militar la ciudadanía debió padecer un ultrajante cercenamiento de las garantías constitucionales con un nivel de violencia que hizo de la muerte moneda corriente. En ese contexto, mal puede pretenderse que quien fuera despedido por ser un “elemento de perturbación” se expusiera iniciando una demanda contra sus empleadores, quienes guardaban íntima relación con el estamento militar y/o formaban parte del gobierno de facto. Nuestro Código Civil establece en su artículo 3980 que cuando por razón de dificultades o imposibilidad de hecho, se hubiere impedido temporalmente el ejercicio de una acción, los jueces están autorizados a liberar al acreedor, o al propietario de las consecuencias de la prescripción cumplida durante el impedimento, si después de su cesación el acreedor o propietario hubiese hecho valer sus derechos en el término de tres meses. En el caso, la presente acción fue iniciada dentro del plazo indicado.(Juez FLEICHER) PODER JUDICIAL DE LA NACIÓN En la ciudad de La Plata a los 16 días del mes de marzo R.S. 2 T.197 f* 1/8 del año dos mil diez, reunidos en Acuerdo los Señores Jueces que integran la Sala II de la Cámara Federal de Apelaciones, toman en consideración el expediente N°° 13099/06, caratulado “M., C. J. c/ A.F.N.E. s/ Nulidad de Acto Administrativo" proveniente del Juzgado Federal de Primera Instancia N° 4 de esta ciudad, para conocer y decidir el recurso interpuesto contra la sentencia. El Tribunal establece la siguiente cuestión a resolver: Se ajusta a derecho la sentencia apelada? Practicado el pertinente sorteo resultó el siguiente orden de votación: Doctor Gregorio J. Fleicher, Doctor Leopoldo H. Schiffrin y Doctor Carlos R. Compaired. Ahora bien, con posterioridad se dictó la Acordada N° 4/09 de la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata, por la cual la Sala ha quedado integrada con el Juez César Álvarez. Y CONSIDERANDO: EL JUEZ FLEICHER DIJO: I. Llegan estos autos a la Alzada en virtud de los recursos de apelación deducidos por los apoderados de la parte actora y de la demandada contra la sentencia de primera instancia que hizo lugar a la demanda deducida por C. J. M. contra AFNE condenando a la accionada a abonar al actor de conformidad a la ley 25.344 las cantidades de $ en concepto de indemnizaciones por despido incausado (arts. 245, 231, 232 y 233 de la L.C.T.), con más actualización según índices de precios al consumidor nivel general suministrados por el INDEC desde la fecha de rescisión del contrato laboral hasta el 31/03/91 e intereses del 6% anual (leyes 23.982 y 25.344) y en concepto de daño moral, fijados a la fecha de la sentencia. Impuso las costas a la demandada vencida. Los agravios de la accionante se refieren a la aplicación de la ley 23.982 y al importe previsto por el a quo en concepto de indemnización del daño moral. Por su parte, la demandada critica el plazo de prescripción decenal (art. 4023 del Código Civil) considerado por el juez de primera instancia por cuanto considera aplicable al sub lite el art. 256 de la LCT y también se agravia porque estima que la sentencia apelada carece de fundamentación. II. Ante todo, cabe señalar que la presente acción fue iniciada por el apoderado del señor C. J. M. contra A.F.N.E. S.A. persiguiendo la nulidad del acto administrativo en el que se dispuso su prescindibilidad (art. 6º inc. 6º de la ley 21.274) con fecha 12 de julio de 1976 y, en consecuencia, que se ordenara la reincorporación a su empleo y el pago de los salarios caídos. Subsidiariamente, solicitó el reconocimiento de las indemnizaciones previstas en la Ley de Contrato de Trabajo y la Convención Colectiva de Trabajo nº 91/75 (indemnización sustitutiva falta de preaviso, indemnización integración mes despido, indemnización por antigüedad, como también indemnizaciones reconocidas en la ley 20.615, atento su calidad de dirigente gremial al momento de producirse el distracto laboral) con más actualización e intereses. Reclamó, además, resarcimiento por daño moral ocasionado por el distracto laboral ilegítimo, arbitrario y discrecional. Indicó el actor que el mismo fue despedido por AFNE S.A. por aplicación de la denominada ley 21.274 (art. 6º, inc. 6º) y que tal decisión le fue comunicada por pieza telegráfica, sin habérsele previamente incoado sumario administrativo y sin posibilidad, en consecuencia, de ejercer su derecho de defensa. Explicó, también, que la ley citada (técnicamente, decreto - ley) se constituyó en un instrumento idóneo para intentar el ataque a instituciones como los sindicatos (siendo dable presumir que en su caso, el fin querido por la empleadora, era lograr el desplazamiento del cargo que desempeñaba en el sindicato), y que fue perseguido so pretexto y apariencia de un proceso penal (incoándose denuncia por la demandada) hasta que en el mes de septiembre de 1983 la justicia lo absolvió de todo cargo. En este orden, adujo que la época histórica en que acaeció el distracto revestía gran importancia ya que desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 10 Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario de diciembre de 1983 había imperado una situación de absoluta falta de garantías constitucionales para los ciudadanos. Invocó, en este sentido, el artículo 936 del Código Civil. Para fundar su reclamo por daño moral, indicó el actor que ante el hecho impugnado, (él) y su familia debieron enfrentarse de un modo imprevisto a una situación de pleno desamparo económico, negándosele el derecho de reingresar a cualquiera de los cuadros de la Administración Nacional (conf. Artículo 8 de la ley 21.274) y con la calificación, según el art. 6º, inc. 6º citado, de constituir un elemento real o potencial de perturbación. III. La demandada contestó la acción, negando los hechos planteados por el actor, aunque reconociendo que el mismo había trabajado bajo sus órdenes desde el 9 de diciembre de1952 y que había sido despedido el 12 de julio de 1976. Planteó, además las excepciones de incompetencia y prescripción, indicando con relación a la última que el acto jurídico impugnado constituía un despido ya que AFNE era una sociedad anónima y que el caso evidentemente revestía naturaleza laboral, lo cual era reafirmado por el juez de primera instancia en cuanto había impreso al trámite el procedimiento previsto en la ley 18.345, y por lo tanto la acción se encontraba prescripta, por haber transcurrido en exceso los dos años contemplados en art. 256 de la L.C.T.. IV. ...el juez de primera instancia resolvió, con carácter previo, los planteos formulados por la accionada en relación a la incompetencia, caducidad del derecho de accionar judicialmente y a la excepción de prescripción. Con relación a esta última, entendió que la misma no podía prosperar en virtud de que resultaba aplicable el plazo decenal previsto en el artículo 4023 del Código Civil y no el establecido en la L.C.T., ya que en el caso se planteaba la nulidad absoluta de la resolución de despido y que, como tal, no era susceptible de confirmación y, por lo tanto, se tornaba imprescriptible. Sostuvo, además, que no era válido invocar la aplicación de disposiciones de Derecho Privado por una parte, al sostener que se trataba de un simple despido laboral enmarcable en la ley 18.345 y pretender, por otro lado, la aplicación de institutos propios del derecho administrativo, como el plazo de caducidad establecido en la ley 19.549. Destacó, también, que la relación entre las partes no era la común de derecho privado sino la de derecho público, ya que indudablemente la aplicación de la ley lo era en el ámbito de los organismos e instituciones de carácter público y no privado. En definitiva, el juez de primera instancia rechazó los planteos formulados por la demandada. Contra dicha resolución, AFNE interpuso recurso de apelación, el que fue concedido con efecto diferido.. V. Cabe señalar que la ley 21.274 fue publicada en el Boletín Oficial el 2 de abril de 1976 y ha sido prorrogada en su vigencia hasta el 31 de diciembre de 1980 mediante ley 22.160. La citada norma, que fue sancionada y promulgada por la Junta Militar, conforme lo dispuesto por el Acta para el Proceso de Reorganización Nacional, autorizaba en su artículo 1º a dar de baja por razones de servicio, al personal de planta permanente, transitorio o contratado, que prestara servicios en la Administración pública Nacional, en el Poder Judicial, en el Congreso Nacional y en la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, entes autárquicos, organismos descentralizados de cualquier carácter, empresas del Estado y de propiedad del Estado, servicios de cuentas especiales, obras sociales y cualquier otra dependencia del mismo. Por el artículo 4º se reconocía derecho a una indemnización, de la cual no eran beneficiarios quienes fueran declarados en prescindibilidad por los motivos expuestos en el artículo 6º (entre ellos, quienes constituyeran un factor real o potencial de perturbación del normal funcionamiento del organismo al cual pertenecían –conf. inc. 6º-). Por su parte, el artículo 8º establecía que el personal dado de baja de acuerdo con dichas disposiciones no podría reingresar a la Administración pública nacional, provincial y municipal, ni a ninguno de los organismos, empresas y sociedades mencionadas en el art. 1º durante los cinco años subsiguientes. Finalmente, por el artículo 11 se dejaba en suspenso toda norma legal, decretoley, decreto, resolución, convención o disposición de cualquier naturaleza que se opusiera a lo dispuesto por dicha normativa o estableciera el pago de indemnizaciones distintas. VI. a) Del informe pericial se desprende que el (actor) obtuvo dos licencias gremiales durante los períodos del 13 de mayo de 1974 hasta el 30 de junio de 1975 y del 1º de julio de 1975 hasta el 30 de junio de 1979. El perito contador indicó que las mismas habían sido otorgadas por la demandada. Por su parte, el profesional indicó que la disolución del contrato laboral entre la demandada y el (actor) se fundamentaba por Resolución AFNE G.P. nº 36 confidencial/76, del 12 de julio de 1976, firmada por el Gerente de personal , la cual fue transcripta: “Visto el proceder equivocado por el causante en relación con la Dirección de Bienestar de la Armada y Considerando que su actitud lo señala como factor real o potencial de perturbación del normal funcionamiento en el Astillero Río Santiago donde revista. El Presidente de Astilleros y Fábricas Navales del Estado S.A. 1) Dar de baja por razones de servicio de conformidad con lo prescripto por el art. 1º de la ley 21.274, al agente del Astillero Río Santiago, 2) Declarar que al causante no le asiste derecho a indemnización por encontrarse encuadrado en las previsiones del art. 6 inc. 6 de la citada ley. 3) Dar conocimiento a la Gerencia de Finanzas, Gerencia de Análisis Económicos (ASA), Gerencia de Administración del ARS, la que efectuará las condiciones pertinentes y archivar con antecedentes la Gerencia de Personal.” Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario b) ...luce agregada declaración testimonial, quien manifestó que el actor era Secretario de Acción Social en el Sindicato A.T.E. Ensenada, siendo despedido por las razones del art. 6 de una ley que no recuerda el número cuyo texto decía elemento de perturbación. Indicó el testigo que aproximadamente a los cinco años del despido pudo conseguir otro trabajo en relación de dependencia, no habiéndolo conseguido antes en razón de que al pedir los antecedentes a Astilleros, la empresa comunicaba que había sido elemento perturbador. Por su parte, el señor , cuya declaración testimonial se encuentra transcripta, fue coincidente con los dichos del (testimonio anterior). VII. Ahora bien, ante todo, y con relación a la crítica de la demandada en cuanto considera aplicable el plazo de prescripción previsto en el art. 256 de la LCT, considero que corresponde rechazarla. Cabe señalar que la C.S.J.N. ha sostenido reiteradamente que “... es claro que la demandada no necesitaba invocar una ley de prescindibilidad para llevar a cabo un reordenamiento de su planta de personal, habida cuenta de que sus dependientes se encuentran incluidos en el régimen de la Ley de Contrato de Trabajo. Pero si hizo uso de las atribuciones que la ley 21.274 le confería, no puede -al mismo tiempo- pretender aplicar dicha ley según las pautas del derecho común, pues fue su decisión unilateral sustraerse voluntariamente del marco del citado ordenamiento jurídico. Consecuentemente, es de aplicación en la especie la doctrina de Fallos: 307: 349, ya que se trata, en definitiva, del ejercicio de facultades exorbitantes del derecho privado, que debieron regirse por los principios del derecho administrativo aunque se invocara la naturaleza común de la relación laboral” “Que habida cuenta de lo expuesto y de la naturaleza de la norma en la que se sustentó la decisión de separar a los actores, este acto debió reunir las condiciones exigidas en la ley 19.549. Su ausencia determina que del despacho telegráfico que se dirigió a los trabajadores sólo pueda atribuírsele eficacia extintiva del vínculo laboral según las disposiciones del derecho común, por lo que correspondía que los jueces de la causa examinaran sus consecuencias a la luz de lo dispuesto por dichas prescripciones” (de los considerandos 4º y 5º de Fallos: 312: 2050). Por otra parte, estimo oportuno remitir a lo expuesto en mi voto in re: “Incidente de Apelación en causa ‘Bergés, Jorge Antonio s/ Sustitución de identidad de García Nadal, Pedro Luis”, expte. nº 3574, sentencia del 22 de abril de 2008 (1). En dicho caso entendí que el delito previsto en el artículo 146 del Código Penal, cesaba de cometerse cuando la víctima recuperaba efectivamente su capacidad de decisión, es decir, al conocer su verdadera identidad. En este orden, entiendo que tampoco la prescripción puede correr en los casos en que quien tiene derecho a demandar no puede hacerlo por encontrarse afectado en su libertad. Es de público y notorio conocimiento que durante la última dictadura militar la ciudadanía debió padecer un ultrajante cercenamiento de las garantías constitucionales con un nivel de violencia que hizo de la muerte moneda corriente. En ese contexto, mal puede pretenderse que quien fuera despedido por ser un “elemento de perturbación” se expusiera iniciando una demanda contra sus empleadores, quienes guardaban íntima relación con el estamento militar y/o formaban parte del gobierno de facto. En este sentido, a mayor abundamiento, nuestro Código Civil establece en su artículo 3980 que cuando por razón de dificultades o imposibilidad de hecho, se hubiere impedido temporalmente el ejercicio de una acción, los jueces están autorizados a liberar al acreedor, o al propietario de las consecuencias de la prescripción cumplida durante el impedimento, si después de su cesación el acreedor o propietario hubiese hecho valer sus derechos en el término de tres meses. En el caso, la presente acción fue iniciada el 2 de febrero de 1984, o sea dentro del plazo indicado. VIII. En cuanto al resto de los agravios expresados tanto por la demandada como por la actora, considero que no constituyen una crítica razonada y concreta conforme lo preceptuado por los artículos 265 y 266 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Así como el restante agravio de la accionada gira en torno a la falta de fundamentación de la sentencia apelada, la recurrente debe también criticar el razonamiento contenido aquélla. En este sentido el juez de primera instancia fundamentó su decisión en la nulidad del acto administrativo impugnado por la actora, dado que por el mismo se había privado al trabajador de las indemnizaciones correspondientes, y estimó aplicable el régimen de la Ley de Contrato de Trabajo -con cita de los artículos correspondientes- ya que la suspensión de la vigencia de la misma había sido superada. En cuanto a la crítica de la actora referida al quantum indemnizatorio por daño moral, considero que debe correr la misma suerte que la anterior en tanto el recurrente no rebate las razones dadas por el juez para otorgar esa suma, así como tampoco da las que pudiera haber a los efectos otorgar otra mayor. Su planteo se sustenta en generalidades que no constituyen una crítica acabada de la decisión que se impugna. En cuanto a la aplicación de la ley 23.982, y si bien el planteo de la actora adolece de los defectos antes citados, a mayor abundamiento cabe señalar que tratándose de una obligación de origen anterior al 1 de abril de 1991, debe ser analizada con el alcance y en los términos estipulados por la ley 23982. En virtud de ello resulta ser una deuda consolidada, con lo cual su pago debe efectuarse conforme las previsiones de la ley mencionada. Por las consideraciones expuestas propongo al Acuerdo: confirmar la sentencia de primera instancia. Sin costas de Alzada dado que en el escrito de contestación de agravios, el actor se Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario limita a señalar generalidades, sin rebatir los argumentos expuestos por la accionada (artículo 68, segunda parte del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación). Así lo voto. EL JUEZ SCHIFFRIN DIJO: El juez Fleicher entiende en su voto que debe confirmarse la sentencia de primera instancia sin costas de alzada. He de coincidir parcialmente con la solución propiciada por el distinguido colega, pero lo haré con mis propios argumentos. Asimismo, debo señalar que no comparto el tratamiento de algunas de las cuestiones, conforme con lo que desarrollaré seguidamente. I. Pues bien, en la demanda, el (actor) expresó como objeto de su pretensión, obtener la nulidad del acto que dispuso su prescindibilidad, el 12/07/1976, fundada en el art.6 inc.6 de la ley de facto 21.274. En su presentación solicitó que se ordenara a AFNE SA. su reincorporación al empleo, del que fue despedido, en el astillero llamado “Río Santiago”, con más los salarios caídos. Subsidiariamente, reclamó el cobro de las indemnizaciones reguladas en la Ley de Contrato de Trabajo y en la Convención Colectiva de Trabajo n°91/75, con más la establecida en la ley 20.615 en virtud de la calidad de dirigente gremial que poseía al momento de la separación de su cargo. También solicitó el reconocimiento de una indemnización por daño moral, en virtud del distracto ilegítimo, arbitrario y discrecional sufrido, que le provocó desamparo económico, imposibilidad de ingreso a la Administración y la calificación de “indeseable”, en cuanto fue mencionado en el acto de la cesantía como “elemento real o potencial de perturbación”. II. Por su parte, la demandada AFNE S.A. expresó que, efectivamente, el actor trabajó para ella, desde el 9/12/1952 hasta el 12/07/1976, fecha en que fue despedido. Resalta que el vínculo que los unía era una relación de trabajo y que, por ello, no puede calificarse de administrativo el acto por el cual su parte prescindió del actor, porque –dice- AFNE S.A. no es el Estado, sino una sociedad anónima. Concluye en que, al ser un caso laboral de despido, la acción intentada, interpuesta el 02/02/1984, se encuentra prescripta por haber transcurrido con exceso el plazo de dos años desde la fecha del distracto. Asimismo, con relación a la ley de facto 21.274, expresó que la dictadura que usurpó el poder en nuestro país desde el 24/03/1976 hasta el 09/12/1983 tuvo facultades para sancionar la supuesta ley impugnada, la cual, incluso, recibió aplicación por la judicatura durante ese período. En este sentido, expresa que su parte no tuvo otra posibilidad que respetar esa normativa. III. ..., el juez a quo resolvió, entre otras cosas, no hacer lugar a la excepción de prescripción de la acción opuesta por la demandada. En este sentido, consideró que no era de aplicación el plazo bianual de la LCT., sino que correspondía aplicar el plazo establecido en el art.4023 del Código Civil, de diez años, por haber invocado en la acción la nulidad absoluta de la resolución de despido. Esta resolución, fue apelada por la demandada. Su recurso fue concedido con efecto diferido, manteniéndolo con los agravios que expresó juntamente con la crítica a la sentencia definitiva. IV. Ahora bien, el juez a quo hizo lugar a la demanda condenando a la accionada a abonar la indemnización por despido incausado, establecida en los arts.245, 231, 232 y 233 de la LCT. En su decisión consideró que entre las partes no hubo discusión acerca de la existencia de una relación laboral, desde el 09/12/52 hasta el 12/07/76, como tampoco respecto del despido del actor por parte de la demandada, por aplicación de la ley de facto 21.274. Asimismo, el juzgador entendió que la contienda se centró en la naturaleza o carácter del acto por el que la empleadora dispuso la prescindibilidad del actor. En este marco, el sentenciante señaló que la baja del trabajador, dispuesta por la ley de facto 21.274, resulta nula por haberlo privado de la indemnización que le correspondía conforme los arts. 1 y 2 de la citada norma de racionalización administrativa. Que tal regulación fue tachada en repetidas oportunidades de inconstitucional por haber sido dictada por un gobierno de facto y no haber sido ratificada legislativamente con posterioridad. Asimismo dispuso que, a los fines de determinar la liquidación por el despido incausado, debía recurrirse a la LCT., por cuanto había concluido la suspensión de la aplicabilidad de dicha normativa, establecida en la misma llamada ley 21.274. Por otra parte, declaró admisible la reparación por el daño moral, fijando a la fecha de su sentencia la suma de $. Tuvo por acreditado tal perjuicio, en el hecho de que la empleadora justificó su despido en el art. 6 inc.6 de la ley de facto 21.274, que daba la baja al trabajador que –según el gobierno dictatorial- era un factor real o potencial de perturbación. Igualmente se basó en la lesión moral que significaban las limitaciones de ingreso al mercado laboral prescriptas en el art.8 de la citada ley de esa dictadura. V. El expediente viene a la alzada porque ambas partes interpusieron recursos de apelación y llega a mis manos luego del estudio realizado por el distinguido colega el juez Fleicher. En virtud de las cuestiones que se ventilan en la causa, entiendo necesario desarrollar algunos conceptos que nos permitan otorgar el marco adecuado para analizar los agravios que se plantean contra la sentencia de primera instancia. Al respecto, estimo que, en virtud de la suma del poder público asumida por el gobierno dictatorial que usurpó el poder el 24 de marzo de 1976, cesó en la Argentina la vigencia Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario efectiva, no la validez ideal, del ordenamiento constitucional del Estado. Este fue, entonces, reemplazado por la organización extraconstitucional establecida por el Estatuto del llamado Proceso de Reorganización Nacional. No significa esto, deseo subrayarlo, que las institucionales constitucionales perdieran su validez en el sentido ideal. De tal modo, vuelta a establecer la vigencia de esas instituciones, ellas forman un continuo con el status constitucional interrumpido por el régimen de fuerza. Importa, en especial, determinar cuáles son los elementos normativos que estructuraron ese régimen de fuerza. En primer lugar, el Acta y el Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional, sus actas complementarias y las disposiciones, generales o particulares, tendientes a consumar el desplazamiento de las instituciones de la Ley Fundamental mediante actos de fuerza que prolongaran la inicial separación violenta de los titulares legítimos de los poderes constitucionales. En segundo lugar, entre los actos de fuerza, se cuentan las disposiciones que deben analizarse en esta causa, contenidas en la llamada ley 21.274, prorrogada por las leyes 21.485, 21.703, 21.915 y 22.160. En estas disposiciones del gobierno militar se distinguen dos partes: a) Una, concretaba un régimen de prescindibilidad de los empleados públicos en términos que se movía dentro de los límites admitidos por la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación bajo regímenes constitucionales (recordemos que, en esa época, los empleados públicos gozaban –según la jurisprudencia- de la llamada estabilidad impropia, que los hacía acreedores –en caso de una injusta cesantía (irrazonable y sin causa justificada)- sólo de una indemnización equitativa. Sin embargo, el máximo Tribunal cambió de criterio a partir de la causa “Madorrán, Marta C. c/ Administración Nac. De Aduanas s/ reincorporación”, del 03/05/2007, reconociendo a esta categoría de trabajadores la estabilidad propia, que implica la posibilidad de obtener la reincorporación o reinstalación en el empleo). Cabe señalar que el art.1 de la ley de facto extendía el régimen de prescindibilidad tanto al Poder Judicial, Congreso Nacional y Municipalidad de Buenos Aires, como también a los entes autárquicos, organismos descentralizados, empresas del Estado y de propiedad del Estado, obras sociales y cualquier otra dependencia del mismo. b) A este propósito, los arts.6 y 11 de la ley 21.274 son claros ejemplos del régimen de fuerza. Basta su transcripción: “Art. 6º: No tendrán derecho a indemnización los agentes que se encuentren comprendidos en las situaciones siguientes: 1. Los comprendidos en la ley 21.260 del 24 de marzo de 1976. 2. Los que hayan pertenecido a organizaciones parapoliciales o a grupos de custodia o protección no autorizados legalmente. 3. Los que percibiendo un sueldo, no hayan registrado la asistencia correspondiente al servicio a que estaban afectados. 4. Los designados sin cumplimiento de las disposiciones vigentes sobre información previa favorable por la Secretaría de Informaciones de Estado y la Policía Federal y/o que resultaran con antecedentes desfavorables al momento de dar cumplimiento a tales disposiciones; o bien con documentación de identificación personal adulterada. 5. Los designados sin el cumplimiento de las normas de ingresos vigentes en aquellos casos en que tal situación sea imputable a los mismos. 6. Los que constituyan un factor real o potencial de perturbación del normal funcionamiento del organismo al cual pertenecen. 7. Los que gocen de un beneficio previsional, cuyo haber de jubilación, retiro o pensión sea igual o superior al máximo mensual establecido en el artículo 4º. Si el haber mensual del beneficio previsional fuera inferior, la indemnización se calculará tomando como base la diferencia existente entre uno y otro”. “Art. 11: Déjanse en suspenso, hasta el 31 de diciembre de 1976, toda norma legal, decreto-ley, decreto, resolución, convención o disposición de cualquier naturaleza que se oponga a lo dispuesto en la presente ley o que establezca el pago de indemnizaciones distintas a las que aquí se establecen”. De lo dicho, se desprende que la cesantía del actor no fue un acto encuadrable en el ordenamiento jurídico del Estado Constitucional Argentino, sino de otro pseudo ordenamiento que carece de sentido dentro del orden constitucional. Al respecto, es del caso transcribir un párrafo de la disidencia del doctor Carlos Fayt, en los autos F. 472. XX.; “Fiscal c/ Coria Cabezas, Jorge Sixto”, del 19/02/1987; T. 310, P. 332: “Cualquiera sea su denominación, las disposiciones y órdenes coercitivas dictadas por un gobierno de fuerza no son leyes conforme lo dispone la Constitución Nacional y su condición espuria no desaparece por el reconocimiento de su vigencia por parte del Congreso Nacional a través de leyes declarativas de que continúan en vigor”. Ese hecho de fuerza que afectó al actor le causa, obviamente un daño, cuya reparación exige en esta causa. Se dirá, de acuerdo a las premisas sentadas, por qué el Estado Constitucional Argentino debe hacerse cargo de actos que no han emanado de él, sino de un poder extraño y hostil. Ahora bien, la persistencia de la sociedad civil y del pueblo argentinos y la necesidad de mantener su personalidad jurídica en la esfera externa, repercute en lo interno, poniendo en la cuenta del Estado constitucional la reparación de los daños causados por una tiranía hostil a la Constitución y, particularmente, de los hechos ilícitos de terrorismo y de violencia encaminada a la obtención de sus fines subversivos. Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario Por ello, el Estado Argentino no puede sustraerse a la reparación que le se reclama por la cesantía del actor dispuesta el 12/07/1976. Máxime, cuando la ley de facto 21.301 emitida por el Poder Ejecutivo de facto, publicada en el Boletín Oficial el 04/05/1976, dispuso en su artículo 1° transferir al Comando General de la Armada el capital accionario de la Empresa Astilleros y Fabricas Navales del Estado Sociedad Anónima, asignado al Ministerio de Defensa por dec.ley 18.394 del 08/10/1969, que había dispuesto la creación de la empresa demandada dentro del régimen de sociedades anónimas con participación mayoritaria estatal. En este sentido, ver informe de fs.131/138, que acompaña fotocopias certificadas del Boletín Oficial, destacándose la correspondiente al 24/04/1970, donde fue publicada la constitución de A.F.N.E. S.A. Reiteremos, entonces, a mérito de las mismas razones dadas, y puesto que la cesantía del actor es un acto que no encuentra cabida en el ordenamiento jurídico constitucional argentino y proviene, como dijimos, de un poder ajeno y hostil a éste, carece de sentido hablar de nulidad de ese acto. En efecto, el régimen de las nulidades de los actos de la administración existe para salvaguardar la legitimidad del mismo ordenamiento constitucional en vigencia. En cambio, los actos externos por completo al ordenamiento constitucional no provienen del Estado y son simples hechos de terceros cuyas consecuencias, por las razones invocadas, debe cargar el Estado Constitucional Argentino en situaciones como las que así se plantean. En este marco, tampoco tiene sentido el instituto de la prescripción, pues es obvio que cuando lo establecen las leyes a favor del Estado, lo hacen a favor del Estado constitucional, como se desprende de la doctrina del fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, “Kestelboim, Mario Jaime c/ Estado Nacional s/ ordinario” (K. 71. XXI.; 30-11-1989; T. 312 P. 2352), del cual se transcriben los considerandos 5° y 6°: “5°) Que esta Corte entiende que no es aplicable, en la especie, el plazo establecido por el art.25 de la ley 19.549. Ello es así, pues tanto el acta del 18 de junio de 1976 como las decisiones que fueron su inmediata consecuencia, tal la mentada resolución N°2 de la misma fecha, fueron el resultado de la asunción y ejercicio del poder constituyente y político del Estado por parte del gobierno de facto. En cuanto manifestaciones del ejercicio de ese poder, importaron concretar en una serie de normas un proyecto político de estado que contenía en sí mismo la exclusión de determinadas personas del régimen jurídico general, pues desde esa concepción, éste era el medio idóneo por el cual se lograría la restitución de los valores esenciales de a Nación (conf. Fundamentos del Estatuto para el Proceso de Reorganización Nacional y considerandos del acta del 18 de junio de 1976 y resolución N°2). En consecuencia, no es necesario expedirse sobre otros tópicos propuestos por el apelante, pues le asiste razón en cuanto sostiene que la decisión impugnada no era un acto administrativo. 6°) Que en este orden de ideas, resulta claro que el actor se hallaba en la imposibilidad jurídica de cuestionar judicialmente la medida, por lo que mal pudo comenzar el curso de la prescripción sin la existencia de una acción susceptible de ser ejercida ... De lo que se trata, es de advertir la falta de una acción apropiada, en razón de la existencia de un orden jurídico como el descripto, que impedía al actor solicitar la declaración de ilegitimidad de ese proyecto político y, consecuentemente, carecía de acción alguna relacionada a la reparabilidad de los daños que eventualmente podría estar padeciendo”. Como no hay normas de prescripción aplicables a los hechos de terceros de la índole que nos ocupa, los cuales, sin embargo, se cargan a la cuenta del Estado Argentino, éste, cuando las toma sobre sí las recibe con el status en que se produjeron, o sea sin las limitaciones de responsabilidad que las leyes establecen para los actos y hechos enmarcables en el ordenamiento de base constitucional. A ello debe añadirse que, como lo señala la Corte Suprema en el precedente aludido, mientras duró la eficacia material del Estatuto de la tiranía padecida, no cabía efectuar reclamos por los actos que la organización interna del régimen aprobaba. Tanto más cuanto había desaparecido la magistratura constitucional, suplida por una corporación de jueces de facto ligados por solemne juramento a la observancia del Estatuto para el Proceso de Reorganización Nacional. Amén de ello, hago mías las palabras del juez Fleicher cuando señala que bajo el sistema de terror entonces imperante, el reclamo por los daños sufridos daba lugar a una situación de riesgo acrecentado. Los pensamientos hasta ahora expresados encuentran su basamento positivo en el art.36 párrafos 1°, 2° y 3° de la Constitución Nacional, en el texto establecido en la Convención de 1994, que, a su vez, remite a la norma fundamental de la Carta Magna contenida en su art.29. Me permito transcribir ambas normas: Art.36: “Esta Constitución mantendrá su imperio aun cuando se interrumpiere su observancia por actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático. Estos actos serán insanablemente nulos. Sus autores serán pasibles de la sanción prevista en el artículo 29, inhabilitados a perpetuidad para ocupar cargos públicos y excluidos de los beneficios del indulto y la conmutación de penas. Tendrán las mismas sanciones quienes, como consecuencia de estos actos, usurparen funciones previstas para las autoridades de esta Constitución o las de las provincias, los que responderán civil y penalmente de sus actos. Las acciones respectivas serán imprescriptibles…”. Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario Art.29: “El Congreso no puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas provinciales a los gobernadores de provincia, facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la patria”. Es significativo que el párrafo 3° del art.36 declare imprescriptible la responsabilidad civil por los actos de los usurpadores de los poderes constitucionales. Por otra parte, estimo que la declaración de que los actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático son insanablemente nulos, no debe entenderse en un sentido rigurosamente técnico, sino de la manera que lo planteamos más arriba, o sea, la exclusión de tales actos de la esfera del ordenamiento jurídico. En suma, mis conclusiones en esta parte del asunto, vale decir, en cuanto a los caracteres de la cesantía y a la imprescriptibilidad de la acción reparatoria, son los siguientes: 1) La cesantía en cuestión es uno de los actos de fuerza a los que es aplicable lo dispuesto por el art.36 de la Constitución Nacional. 2) En virtud de los razonamientos efectuados y en lo que dispone dicho artículo, el hecho de la cesantía es ajeno al ordenamiento jurídico nacional y proviene de terceras personas respecto del Estado Argentino. 3) Pese a ello, por las consideraciones formuladas supra, el Estado Argentino ha de cargar con la reparación del hecho ilícito extra jurídico. 4) En esta constelación de ideas, no cabe admitir la existencia de prescripción, conforme los arts.29 y 36 de la Ley Fundamental.1 1 Cabe efectuar una distinción entre los actos que forman parte del proceso de violencia física o psíquica que conforma la columna vertebral del golpe subversivo, la vigencia, durante el gobierno dictatorial, de las leyes anteriores sancionadas al amparo de la Constitución, y la normativa emanada de la dictadura que no se inscriba primordialmente en el desarrollo subversivo. La cuestión que se plantea es saber si la normativa de la índole recién señalada, comúnmente llamada legislación de facto, pese a su origen espurio, conserva validez y vigencia en el Estado constitucional. Aquí es necesaria la diferenciación entre leyes de naturaleza penal y las restantes. Las primeras, en mérito al principio nullum crimen sine lege, no pueden tener valor sin la ratificación del Congreso, y tal ha sido nuestra práctica constitucional. Pero ¿por qué se siguen aplicando las restantes, aún sin la validación parlamentaria? Si nos ubicamos en las concepciones del derecho positivo que lo reducen al derecho estatal, y hacen depender su validez de que emanen de los órganos constitucionales, evidentemente toda norma o acto del poder extraconstitucional y usurpador cae fuera de la esfera del orden jurídico del Estado constitucional. La visión del problema varía si no compartimos la idea de que todo el derecho aplicable en un territorio estatal sea derecho estatal, y solo posea, pues, ese carácter si se lo reconduce a la Constitución, que sería fuente única de validez de toda la llamada pirámide normativa. Empero, si utilizamos exámenes mejor fundados en la realidad y en la historia, como el que efectuó Eugen Ehrlich (me remito a sus Fundamentos de Sociología del Derecho del que dispongo la traducción al portugués editada por la Universidad de Brasilia), discernimos entre el derecho que organiza el aparato estatal y su relación con los habitantes del país, del derecho producido en y para la sociedad civil por la jurisprudencia, la ciencia jurídica y la costumbre, hemos de adquirir una visión matizada de las fuentes de creación y de validez de las distintas esferas del derecho positivo. Por los motivos expresados y por los elementos de prueba (informe pericial contable y testigos) valorados en el voto del distinguido colega preopinante, cabe rechazar el recurso de la demandada. Asimismo, es del caso señalar que los argumentos del sentenciante, si bien exiguos, se identifican –en lo sustancial- con la línea argumental expresada en este voto. Por ello, estimo que debe confirmarse la sentencia en cuanto declara el derecho del actor al cobro de la indemnización por despido contemplada en la L.C.T., que resulta ser el ordenamiento jurídico aplicable a su relación laboral. VI. Por su parte, la apelación del actor se circunscribe a dos cuestiones: la referente a la ley 23.982 y el monto otorgado por daño moral. La reparación por el despido incausado no ha sido cuestionada. Pues bien, respecto del daño moral, cabe señalar que las condiciones históricas en las que se verificó el hecho ilícito del que fue víctima el actor, y que nos detuvimos en desarrollar precedentemente, significan un máximo de daño moral, comprobándose ciertamente los presupuestos de responsabilidad civil que hacen a su procedencia (arts.1109, 1072 y 1078 del Cód.Civ.). Con lo cual, cabe acceder al resarcimiento integral solicitado. Desde esta perspectiva, estimo que debe hacerse lugar al agravio y, en consecuencia, modificar la suma indemnizatoria, condenando a la demandada a abonar al (actor) en concepto de daño moral, el 30% de la suma correspondiente al despido incausado, con más iguales modalidades de pago respecto de la actualización e intereses. Por lo demás, cabe señalar que al ser deuda del Estado Nacional anterior al 1 de abril de 1991, debe ser abonada de la forma dispuesta en la ley 23.982. Es decir, resulta ser una obligación consolidada, cuyo pago responde a las previsiones de la ley mencionada. En este marco la actualización y los intereses estipulados en la sentencia se aplican hasta el 31/03/1991 y a partir de allí corresponde seguir las pautas de la ley citada. VII. Por los argumentos expuestos, soy de opinión que debe confirmarse la sentencia en Ciertamente, el valor de la Constitución radica, ante todo, en contener el reconocimiento de los derechos básicos de los habitantes del país, que emanan del derecho natural y de gentes, y proveerlos de garantías. En segundo término, la Constitución regla órganos políticos de manera tal que no solo establece sus competencias, sino que las otorga buscando la manera de evitar el exceso de poder. La Constitución se valida mediante un asentimiento colectivo de raíz histórica, y es suprema en tanto que sus garantías y su orden de competencias son intangibles por su fundamento en el derecho supra positivo. En cambio, no es aquélla la fuente de otros sectores de producción y aplicación jurídicos, que ya mencionamos, y que se sostienen en su obligatoriedad por varias maneras de asentimiento: disposiciones colectivas difusas en la práctica, communis opinio de tribunales o de jurisperitos, obras legislativas arraigadas en tradiciones muy antiguas (por ejemplo, el Código Civil argentino). De esos elementos surge la obligatoriedad –y también la continuidad- del derecho positivo no estatal, siendo esas vías capaces de validar inclusive las creaciones normativas promulgadas por un poder usurpador, pero aceptadas, al fin, como convenientes por la práctica tribunalicia de jueces y partes (piénsese, v.gr., en el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación). En fin, el tema de la continuidad y discontinuidad del Estado constitucional, precioso instrumento de realización del derecho supra positivo, no puede asimilarse a la existencia persistente de la sociedad civil y la vida real del pueblo, más allá de las vicisitudes –verdad que indeseables- que sacudan a las formas políticas. Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario cuanto condena a la demandada abonar al actor las indemnizaciones solicitadas, modificándola respecto del monto de reparación por daño moral, de acuerdo al considerando precedente. Con costas de alzada a cargo de la demandada sustancialmente vencida (art.68 del CPCC). EL JUEZ ÁLVAREZ DIJO: Que adhiere al voto del Juez Schiffrin. Por ello, SE RESUELVE: confirmar la sentencia en cuanto condena a la demandada abonar al actor las indemnizaciones solicitadas, modificándola respecto del monto de reparación por daño moral, de acuerdo a lo que resulta del voto del Juez Schiffrin. Con costas de alzada a cargo de la demandada sustancialmente vencida (art.68 del CPCC). Regístrese, notifíquese y devuélvase.Firmado Jueces Sala II Leopoldo Héctor SchiffrinCésar Álvarez- Gregorio Julio Fleicher (por su voto). NOTA:(1) publicado en el rubro FALLOS DESTACADOS-carpeta temática DELITOS DE LESA HUMANIDAD(FD. 451)-del sitio www.pjn.gov.ar/Fueros Federales/Justicia Federal La Plata/Fallos destacados/carpeta temática.