BAUTISMO, VIDA DIVINA INJERTADA EN MI VIDA HUMANA Domingo del Bautismo del Señor. P. Jesús Álvarez ssp. 13 de enero de 2013. Bautismo, Vida divina injertada en mi vida humana Fiesta del Bautismo de Jesús C 9-13-2013 Lucas 3,15-16. 21-22 Un día fue bautizado también Jesús entre el pueblo que venía a recibir el bautismo. Y mientras estaba en oración, se abrieron los cielos: el Espíritu Santo bajó sobre él y se manifestó en forma corporal, como una paloma, y del cielo vino una voz: -Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección. Isaías 40, 1-5. 9-11 - ¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio se ha cumplido, que su culpa está pagada, que ha recibido de la mano del Señor doble castigo por todos sus pecados. Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca del Señor. Levanta tu voz sin temor, di a las ciudades de Judá: «¡Aquí está su Dios!» Como un pastor, Él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su 1 pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz. Tito 2, 11-14; 3, 4-7 - Querido hijo: La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. Él se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres, no por las obras de justicia que habíamos realizado, sino solamente por su misericordia, El nos salvó, haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo. Comentarios Bautismo, Vida divina injertada en mi vida humana Fiesta del Bautismo de Jesús C - 9-13-2013 Lucas 3,15-16. 2122 - En el bautismo Jesús recibió la plenitud del Espíritu Santo para “Dar la vista a los ciegos, oído a los sordos, libertad a los cautivos, resurrección a los muertos, y anunciar la buena noticia a los pobres”. 2 En el bautismo Jesús fue ungido por el Padre como sacerdote, que une al hombre con Dios; como profeta, que conoce e interpreta la historia según Dios y habla en nombre de Dios; y como rey, que vive en libertad victoriosa frente a las fuerzas opresoras del mal. Nacemos hijos de Dios, pues de él recibimos la vida natural a través de nuestros padres. Pero el bautismo injerta en nuestra vida temporal la misma Vida divina y eterna de Dios: el Padre nos declara hijos suyos, “conformes con la imagen de su Hijo”, hermanos de Cristo, nuevas criaturas predilectas de Dios, sanadas por el fuego del amor infinito de la Trinidad. “Miren qué amor nos tiene el Padre, para llamarnos hijos suyos, pues lo somos”, exclama san Pablo rebosante de gratitud. El bautismo es eso: la gracia-amor de Dios que nos transforma en hijos suyos, semejantes a Jesús. El bautismo nos hace también a nosotros sacerdotes, miembros del Pueblo Sacerdotal, la Iglesia, convertidos en ofrenda viva y agradable a Dios para la salvación nuestra, la de nuestros hermanos y del mundo entero. Nos consagra como profetas, capaces de ver y comprender a las personas, el mundo y los acontecimientos con los ojos de Dios. Nos convierte en reyes, porque se nos da la libertad de los hijos de Dios, pues servir a Dios en el prójimo es reinar ya en esta vida para luego en la eterna. ¿En qué medida vivimos el sacerdocio bautismal, especialmente en la Eucaristía y en la vida, sirviendo y amando a los otros a imitación de Jesús? ¿Vemos las cosas como Dios las ve, y vivimos felices como hijos suyos, hijos del Rey universal? ¿Por qué tantos bautizados no se deciden a vivir como cristianos? Tal vez la catequesis no se fundamentó en lo que hace al cristiano auténtico sacerdote, profeta y rey, unido a Cristo Resucitado presente, con todo lo que eso supone para la vida práctica. Se necesita una catequesis más bíblica y más vivida en la preparación al bautismo, para que deje de ser un simple acto social: - mediante la escucha y experiencia viva de Cristo resucitado y presente en la Biblia, en la Eucaristía, en el prójimo y en uno mismo; 3 - mediante la experiencia de ayuda al prójimo necesitado, como ayuda hecha al mismo Cristo: “Todo lo que hagan con uno de éstos, conmigo lo hacen”. - y mediante la experiencia profética de evangelizar, ya desde niños, guiándolos a compartir, de modo directo, la obra salvadora de Cristo, mediante la vida interior de unión con el Resucitado presente, la oración por la salvación del prójimo, el sufrimiento asociado a la cruz de Cristo, el testimonio, la palabra y las obras. Esas experiencias dejarán huellas indelebles en el espíritu, en la vida y en la persona del bautizado. Sólo así el gran misterio de vida divina del Bautismo no quedará eclipsado por “fiesta social”. Y será experimentado y vivido como lo que es: el inmenso don de la misma Vida de Dios injertada en la vida humana del Bautizado. Isaías 40, 1-5. 9-11 - Los individuos y los pueblos somos a menudo víctimas de los propios pecados y de los pecados ajenos: enfermedades, fracasos, grandes calamidades, guerras, hambre, violencias, asesinatos, holocausto de inocentes, muerte… Mas, a pesar de todo eso, se está dando a luz un mundo nuevo, con la fuerza invencible de la tierna mano de Dios, que se hace presente para liberar y salvar. La vida y la alegría surgen del fondo de la pena, cuando nos confiamos a Dios Padre: “En tus manos, Señor, pongo mi vida, confío en ti: tú actuarás”. “Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha”, porque “aquí está tu Dios”: “Estoy con ustedes todos los días”. “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiado y yo los aliviaré”. Él nos lleva en sus brazos como el pastor a los corderitos. Nuestro Dios convierte el fracaso en victoria, la enfermedad en felicidad y la muerte en resurrección y vida: “Quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá”. Hay razones para esperar contra toda experiencia de fracaso, dolor y muerte. Tito 2, 11-14; 3, 4-7 - La gracia -el amor y la misericordia- de Dios es la que nos salva, no nuestras solas obras de bien que, sin 4 embargo, son condiciones, pero no causa de salvación de Dios nos alcance: “Rechazar la impiedad y los deseos mundanos para vivir con sobriedad, justicia y piedad”, en una amorosa relación con Dios y con el prójimo. “Nuestro gran Dios y Salvador, Jesucristo… se entregó por nosotros”, para merecernos el perdón, la conversión, santificación y la salvación que no podíamos merecer ni lograr por nosotros solos. Nuestra parte consiste en ser “pecadores buenos”, o sea: pecadores arrepentidos y convertidos de verdad, vueltos al Padre; pecadores profundamente agradecidos por el don inmenso del perdón de Dios, que nos anima a no pecar más. La gratitud es una expresión del verdadero amor a Dios, y “a quien ama mucho, se le perdona mucho”.la verdadera gratitud se muestra con una vida conforme a la voluntad de Dios: rechazar el mal y obrar el bien a favor del prójimo. Sólo así nos hacemos “herederos de la vida eterna”, y para agradecer eternamente el perdón misericordioso de Dios. P. Jesús Álvarez, ssp 5