Jorge Coronado, The Andes Imagined. Indigenismo, Society and

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Vol. 7, No. 2, Winter 2010, 409-418
www.ncsu.edu/project/acontracorriente
Review/Reseña
Jorge Coronado, The Andes Imagined. Indigenismo, Society and
Modernity. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2009.
Desencuentros y alternativas del indigenismo peruano
Cynthia Vich
Fordham University
En su reciente libro sobre el indigenismo peruano, Jorge
Coronado presenta este movimiento como “uno de los más ricos
archivos de lo moderno en las letras latinoamericanas” (18). Esta
afirmación está estrechamente vinculada a la premisa principal de su
trabajo: un enfoque que, en lugar de priorizar un análisis sobre la
representatividad del movimiento con respecto a lo indígena, más bien
lo presenta en términos de su particular posicionamiento como
productor de modernidades específicas en el contexto del proceso
modernizador latinoamericano. Así pues, la perspectiva de este trabajo
es la de estudiar las agencias locales dentro de un proceso global.
Coronado explora las contradicciones del indigenismo y busca resaltar
lo que este movimiento nos revela sobre la forma como los letrados
estaban intentando articular una visión de la sociedad andina que
encajara en la modernidad. Al preguntarse por qué los indigenistas
escogieron precisamente lo no moderno (el indígena) para articular lo
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moderno, Coronado explica que esta equivalencia le resultaba muy
funcional a intelectuales y artistas que querían escaparse de la herencia
colonial característica de la cultura peruana. Sin embargo, nuestro autor
critica que ese deseo de escape construyó la radical otredad del indígena
y, al hacerla confluir con construcciones ideológicas extranjeras para
imaginar la ansiada modernización del país, terminó por generar un
nuevo colonialismo ideológico y cultural. De esa forma, fue el discurso
de progreso el que dictó la forma como se debía construir lo indígena:
haciéndolo coincidir con la escritura de la modernidad en la región.
El libro insiste en la necesidad de aproximarse al indigenismo
como movimiento interdisciplinario. En ese aspecto, Coronado afirma
que quiere continuar la labor de apertura iniciada por Mirko Lauer y
Gerardo Leibner para eliminar la falsa idea de que el indigenismo fue
mayormente un proyecto narrativo y novelístico. De esta forma, y junto
a varios otros estudios sobre los diferentes registros del proyecto
indigenista que se han venido publicando, The Andes Imagined
reafirma la importancia fundamental que en el movimiento tuvieron
otras formas de producción cultural como las revistas y la poesía.
Reconociendo en la multiplicidad de discursos y de medios artísticos
uno de los aportes fundamentales del movimiento, el libro estudia una
amplia variedad de productos culturales aparecidos entre 1920 y 1940:
los planteamientos de José Carlos Mariátegui sobre “el espíritu
indígena” y su necesaria conexión con el proyecto revolucionario
marxista, la participación del intelectual cuzqueño José Angel Escalante
en la famosa “polémica del indigenismo”, la poesía de Carlos Oquendo
de Amat, el periódico Labor, y la fotografía de Martín Chambi.
Entre sus varias fuentes teóricas, Coronado se apoya en los
planteamientos sobre la modernidad de Dilip Gaonkar y Carlos Alonso.
Coronado vincula la teoría cultural de las modernidades alternativas de
Gaonkar con la premisa de Alonso sobre la dimensión histórica y la
especificidad de cada tipo de modernidad, de acuerdo a su contexto
específico. Esto le permite afirmar al indigenismo como una
modernidad de sello propio. Por otro lado, también retoma el concepto
de culturas híbridas de García Canclini, sobre todo en cuanto a su
énfasis en el dinamismo del contacto entre las culturas tradicionales y
modernas. Coronado afirma que entre los intelectuales y artistas
indigenistas que estudia hay una vibrante agencia que revela que éstos
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no vieron la modernización como una simple amenaza, sino como una
oportunidad para repensar sus contextos culturales e intentar corregir
el legado colonial tan arraigado en la región.
Como es de esperarse en cualquier libro que se ocupe del
indigenismo en el contexto peruano, The Andes Imagined presenta su
posición en diálogo crítico con el concepto de heterogeneidad de
Antonio Cornejo Polar. Al referirse a este concepto, Coronado reconoce
su importancia fundamental para la crítica y también valora su utilidad
como instrumento teórico que rechaza la síntesis simplificadora del
mestizaje. Sin embargo, aclara que su propia lectura del indigenismo se
distancia de aquella de Cornejo Polar, ya que ve con cierto escepticismo
la insistencia de la obra temprana del crítico peruano en la posibilidad
de que las obras indigenistas logren comunicar la forma de ver el
mundo propia del indígena (incluso cuestiona el caso de Arguedas).
Coronado más bien ve en el indigenismo el continuo y tenaz desalojo de
la cultura indígena y de sus propios intereses. En su opinión, éste ni
encarna ni comunica de forma auténtica la interioridad indígena, sino
más bien convierte al indio en mero objeto al crear formas culturales
que únicamente reflejan el abismo entre él y la práctica de quienes
intentan representarlo. Como es bien sabido, en los estudios del
indigenismo ésta ya es una premisa bastante aceptada, incluso
considerando que la misma posibilidad de definir “lo indígena”—y más
aún de reconocer la autenticidad de algo tan difuso como “su
interioridad”—es bastante cuestionable.
El primer capítulo del libro se concentra en criticar la forma
como Mariátegui “produjo” al indio revolucionario. En este sugerente
análisis se cuestiona la caracterización del indio y de su rol en la
sociedad peruana de la época hecha por el ideólogo peruano. Coronado
critica que Mariátegui basara su comprensión de la “esencia indígena” y
de sus capacidades para cuestionar la sociedad peruana en un elemento
tan paradigmático de la cultura letrada como la poesía. Nuestro autor
explica cómo Mariátegui naturalizó—tergiversándola—la poesía de
Vallejo en base a la convicción de que ésta era equivalente a una
“esencia indígena” proveniente de una fuerza mayor (el “espíritu
indígena”) más grande que el mismo sujeto poético. Al ver a Vallejo
como un mero “médium” absolutamente tomado por el alma indígena
revolucionaria, Mariátegui dejó de lado cualquier posibilidad de leer su
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poesía de otra forma: por ejemplo, como la voz de un mestizo letrado
que se encontraba negociando su identidad en el contexto de la
modernización. Coronado presenta a un Mariátegui que construye un
sujeto indígena como modelo revolucionario para la nación, dotándolo
de una radical alteridad que lo ve como antítesis y antídoto de la
civilización occidental. Según esta configuración, este sujeto enfatizaría
las contradicciones de una sociedad colonial como la peruana, y así
facilitaría la inevitable revolución socialista. Coronado opina que este
sujeto indígena esencialmente “diferente” que Mariátegui ve en Vallejo
termina siendo completamente instrumentalizado en función de la
lógica revolucionaria marxista del pensador peruano. Siguiendo este
argumento, lo que subraya nuestro autor es que lo que perseguía
Mariátegui no era la cultura indígena per se, sino las posibilidades
revolucionarias que le atribuía a su función. En otras palabras, a
Mariátegui el indio como alteridad radical le servía para ocupar el lugar
del proletariado urbano en la revolución marxista. De ahí que su
importancia en la construcción de la nación peruana moderna se
concentrara esencialmente en su rol como agente facilitador del objetivo
revolucionario.
El segundo capítulo estudia la participación del político y
periodista cuzqueño José Angel Escalante en la famosa “polémica del
indigenismo” desarrollada en 1927. Aquí Coronado reclama que este
tipo de contribuciones “menores” al famoso debate han sido
frecuentemente ignoradas por la crítica y merecen atención para una
mejor comprensión de la dinámica de poder y de las tensiones entre los
discursos nacionalistas y regionalistas al interior del indigenismo. El
capítulo presenta la denuncia de Escalante hacia intelectuales
progresistas costeños como Mariátegui, a quienes acusa de “vaciar” la
identidad del indio para llenarla de contenidos políticos instrumentales
para sus propios proyectos de modernidad. Aquí Coronado utiliza la
crítica de Escalante para reparar en algunas tergiversaciones culturales
hechas por el director de Amauta que él mismo considera notables: la
imagen del ayllu, por ejemplo. Según el autor de The Andes Imagined,
Mariátegui idealiza el ayllu y lo construye de acuerdo a su propio
proyecto ideológico, reivindicándolo como célula marxista. Frente a
todo esto, la propuesta de Escalante sobre la identidad del indio es
radicalmente distinta. Esta se basaba en representaciones pastorales
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idílicas que resaltaban la figura del indio como fuente de trabajo felíz,
no alienado, en abierto contraste con cualquier enfoque marxista.
Escalante construyó al indio como una entidad esencialmente cultural, y
así intentó usarlo como una suerte de emblema de resistencia regional
frente a proyectos “cosmopolitas” que suscitaban su rechazo. Sin
embargo, como lo expresa claramente Coronado, su propuesta
reprodujo el mismo mecanismo que le critica a Mariátegui: apropiarse
del indígena como símbolo para un proyecto utópico. En el caso de
Escalante, este era el de construir una voz regional que se opusiera a lo
que consideraba como la subordinación de la cultura serrana a los
proyectos nacionalistas de intelectuales limeños. Finalmente, el capítulo
concluye explicando cómo años más tarde, y ya como funcionario
representante del indigenismo burocrático de Leguía, el mismo
Escalante traicionó su anterior “defensa” de la cultura indígena al
proponer que la única forma de modernizar al país era acabando con la
cultura esencialmente agraria del indio y propiciando su transformación
en ciudadano consumidor.
En el capítulo “(Un)happy endings: film, modernity and
tradition in Carlos Oquendo de Amat,” Coronado propone la poesía del
puneño como una modernidad imaginada que, aunque intenta negociar
el encuentro entre el mundo tradicional y el moderno, finalmente se
rinde al decepcionarse de las consecuencias de tal negociación, y decide
separar tajantemente los dos mundos. El punto de partida de esta
lectura es la caracterización de la poesía de Oquendo como el discurso
de un sujeto migrante. Siguiendo los planteamientos teóricos de
Cornejo Polar y Silvano Santiago sobre el tema, la lectura de Coronado
enfatiza la insalvable grieta que parte en dos al discurso migrante y lo
condena inevitablemente a ser expresión de una subjetividad
descentrada. De ahí que la contradicción entre los dos mundos al
interior del sujeto migrante andino aparezca como la concretización del
dilema del mismo frente a la modernidad. Coronado analiza
minuciosamente varios textos de 5 metros de poemas presentando una
lectura que divide al libro en tres partes diferenciables de acuerdo a la
posición del sujeto frente al diálogo con lo moderno. A una etapa inicial
de queja le sigue el intento optimista de crear un híbrido entre
metrópolis y mundo rural, para posteriormente terminar con la
decepción ante lo que se ve como la imposibilidad de cualquier tipo de
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relación armónica y equitativa. En consecuencia, nuestro autor postula
que hacia el final del poemario el sujeto de Oquendo se repliega hacia el
mundo andino pre-moderno de su infancia. En cuanto a la particular
progresión que presenta este análisis, los poemas se dividen entre los
que muestran una actitud optimista y aquellos que presentan un notorio
pesimismo frente a la lógica de la modernización. Me permito decir aquí
que no comparto del todo esta clasificación, ya que me parece que la
crítica y el cinismo frente a la modernización coexisten a lo largo de
todo el poemario—sin dividirse tan claramente en etapas—con la
entusiasta entrega del sujeto a sus sorprendentes poderes de
encantamiento (me parecen demasiado tajantes las distinciones al
interpretar poemas como “Réclam” y “New York,” por ejemplo). Sin
embargo, creo que la lectura de Coronado es sugerente y abre nuevas y
muy válidas posibilidades para la lectura de 5 metros de poemas. Al
final del capítulo, y en relación al hilo conductor del libro, Coronado
concluye que la poesía de Oquendo presenta el fracaso de la cultura
andina al intentar sobrevivir triunfantemente su negociación con lo
moderno. Aludiendo a la crítica a la transculturación hecha por Alonso
(que rechaza como ilusoria la agencia de la cultura subalterna en tal
negociación), Coronado afirma que la poesía de Oquendo debilita lo
local, permitiendo su absorción por la máquina modernizadora. Según
esta interpretación, el mundo andino de la poesía de Oquendo no
alcanza a combatir o a reinterpretar el rol del capital extranjero en
América Latina, es decir, no muestra lo autóctono como positivamente
dinámico. No será sorprendente que esta consideración genere alguna
polémica; incluso, algunos podrían preguntarse si todavía vale la pena
plantearse el problema de cuánto gana o pierde uno u otro elemento en
la negociación transculturadora. Pero más allá de esto, entre los aciertos
de esta lectura de la poesía de Oquendo está la insistencia en recalcar
que la representación de lo andino hecha por el poeta se apoyaba ante
todo en los poderes creativos de la nostalgia personal; es decir, en una
relación afectiva disociada de un mundo social y natural real con el que
el sujeto progresivamente estaba perdiendo contacto.
El cuarto capítulo propone al periódico Labor como exitoso
instrumento de lucha contra el rol tradicional de la escritura en el
mundo andino como instrumento de dominación y exclusión. Según
Coronado, después de un breve momento inicial como mera extensión
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de Amauta, Labor se reorganizó para convertirse en un periódico
mucho más coherente respecto a la relación entre sus textos y sus
lectores. Dejando atrás la presencia central de artículos de alta cultura,
que exigían un público sofisticado y conocedor de los debates de
entonces en torno a la representación del indio, al arte y a la teoría
política cosmopolita, Labor se transformó para acentuar su capacidad
de referencia a las luchas sociales del momento y para darle voz a
quienes estaban excluidos de la visibilidad escrita. El gran cambio en los
contenidos del periódico se manifestó sobre todo en dos aspectos. Por
un lado, adquirieron protagonismo los reportajes que ofrecían una
amplia cobertura de las luchas sociales y laborales locales. Estos además
estaban
escritos
en
un
lenguaje
que
enfatizaba
su
urgencia
presentándolos como “últimas noticias.” En segundo lugar, el espacio
textual se abrió a la inclusión de una significativa cantidad de
testimonios anónimos que presentaban todo tipo de denuncias sobre
abusos o injusticias en el mundo rural. Coronado ve en este tipo de
presencia textual la apertura del discurso letrado para incluir la voz
directa de sujetos usualmente borrados de la prensa escrita. Según
nuestro autor, a diferencia de lo que ocurría en la lógica tutelar del
indigenismo, en estos testimonios los “informantes” (generalmente
indígenas) sí hacían oir su propia voz y así por fin entraban a una
historia escrita que antes les había sido negada. En otras palabras, a
través de estos testimonios los subalternos hacían uso de la modernidad
para auto-representarse. Siguiendo este argumento, al poner este tipo
de textos junto a noticias sobre las luchas sociales urbanas y junto a
artículos políticos de izquierda, Coronado ve en Labor un espacio
polifónico en el que diferentes tipos de discurso (periodístico, personal,
teórico) coincidían y eran nivelados. Esto se hacía en función de un
objetivo común: construir un amplio sujeto de clase que, por encima de
cualquier diferencia racial, regional o cultural, conectara a los indios
con los subalternos urbanos en vez de marcar sus diferencias. Al
reflexionar sobre la valoración que le da Coronado a Labor, sería
interesante plantearse las siguientes preguntas: ¿no es este proceso de
homogenización en un unificado sujeto de clase el mismo gesto que se le
criticó a Mariátegui en el primer capítulo? ¿Por qué tanto contraste al
verlo aquí como algo positivo? ¿Será tan nítida la diferencia entre
ambos proyectos?
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El quinto y último capítulo del libro se enfoca en la naturaleza
contra-hegemónica de ciertas fotos de Martín Chambi con respecto al
protocolo representacional sobre el indio practicado por el indigenismo
letrado de la época. Coronado ubica un buen número de las fotos de
Chambi (las que no hace en su estudio) en contraposición a los
discursos revolucionarios indigenistas fuertemente basados en la
alteridad del indio (aquellos de Mariátegui y Valcárcel, por ejemplo). En
éstos, como en la pintura indigenista clásica de la Escuela de Bellas
Artes (Sabogal, Blas), lo que se enfatizaba era la radical diferencia del
indio con respecto al mundo occidental, su pureza congelada en el
tiempo y su resistencia frente a cualquier influencia externa. Coronado
aprecia entonces cómo el telurismo o el pastoralismo de este tipo de
representaciones fueron elementos claves de una romantización que
encajaba bastante bien en la lógica revolucionaria que proponía al indio
como el agente radicalmente nuevo (de ahí “moderno”) que
transformaría por completo la agónica sociedad de estructura colonial.
Según nuestro autor, lo que presenta Chambi es completamente
opuesto. Dejando atrás algunas de sus fotos “hegemónicamente”
indigenistas, Coronado afirma que el legado fundamental de Chambi
está en aquellas fotos en las que el objetivo fundamental era que los
sujetos no aparecieran como “indios,” sino como sujetos andinos en
plena relación con su momento histórico. En otras palabras, como
agentes completamente inmersos en la elaboración de una modernidad
cultural alternativa. En su lectura de fotos como “Chambi trabajando en
su estudio…,” “Primera motocicleta de Mario Pérez Yáñez,” o
“Autorretrato en motocicleta” Coronado demuestra cómo Chambi
presenta a sus sujetos andinos como actores intentando construir una
subjetividad regional basada precisamente en las contradicciones
generadas por la contigüidad—por la coexistencia en un mismo
espacio—entre lo “moderno” y aquello que aparece como su negación.
Según Coronado, en lugar de la separación tajante entre los dos
mundos, lo que enfatiza Chambi es el contraste tensional entre sujetos
que se encuentran construyendo su identidad como modernos y un
contexto vital que parece querer negarles esta posibilidad. Así, en su
lectura de fotos que presentan al “cholo tecnologizado” (156) como un
posible, viril y asertivo sujeto social, Coronado arguye que Chambi está
oponiéndose radicalmente a aquel indio “otro” (construido por el
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indigenismo letrado) que lo instrumentalizó para que encajara en
ciertos proyectos modernos. En consecuencia, Coronado subraya cómo
Chambi, a diferencia de Mariátegui o Valcárcel, no crea utopías con sus
imágenes ni trae de vuelta el pasado para imaginar futuros brillantes.
Más bien, se concentra en retratar la forma como en su propio presente,
el sujeto andino se encontraba viviendo—contradictoriamente—su
conflictiva modernidad.
En las conclusiones al libro, Coronado le recuerda al lector dos
de las premisas básicas de su estudio: la primera, que no puede
separarse el indigenismo político del cultural, y la segunda, que el
indigenismo no habla tanto del indio sino de la forma como la cultura
letrada reflexionó sobre la modernidad en el contexto andino. Al
repasar lo propuesto en cada uno de sus capítulos, Coronado dice que su
libro puede dividirse en dos movimientos. Por un lado, estarían las
propuestas de Mariátegui, Escalante y Oquendo de Amat, quienes según
el autor, intentaron corregir las deficiencias de la sociedad colonial
valorando lo indígena a través de la construcción de símbolos
inevitablemente artificiales, que además fueron traducidos al lenguaje
de las innovaciones ideológicas o estéticas extranjeras. Este proceso
transformó la figura del indio no sólo en bastión de resistencia frente a
la fuerza colonizadora de la modernización capitalista, sino en
depositario de un particular proyecto de identidad que los indigenistas
buscaban aplicar a nivel tanto regional como nacional. De esta forma,
Coronado afirma que se usurpó la voz del indígena, se le utilizó como
instrumento del discurso letrado, y se le dejó completamente fuera de
toda mínima agencia. En contraste, nuestro autor ve el periódico Labor
y la fotografía de Chambi como intervenciones de distinto signo que
lograron ir más allá de ese modus operandi. Coronado propone que en
ellas, lo que se muestra es a sujetos de origen indígena envueltos en
experiencias de negociación con la modernidad en las que reafirman su
rol como actores sociales, no como objetos representados por otros. Lo
que enfatiza es que en estos casos los subalternos sí se estaban
construyendo a sí mismos. En cuanto a este punto, quizás sea
demasiado tajante la distinción entre la manera como se valora tan
positivamente las propuestas de Labor y de Chambi, y la forma como se
critica las otras tres. Sobre todo en el caso de Labor (que, finalmente,
era de Mariátegui), quizá se haya visto con demasiado entusiasmo la
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posibilidad de una agencia subalterna que escapara al control de un
proyecto concebido desde arriba con un objetivo político preciso.
Como puede apreciarse, The Andes Imagined es un libro que no
cierra el debate en torno al indigenismo ni menos aún sobre las obras
estudiadas. Por el contrario, es un texto provocativo que estimulará el
diálogo y quizás incluso alguna polémica. Como contribución
académica, el libro es rico en conocimientos, en sus constantes
referencias a discusiones fundamentales en el campo de la crítica
cultural
latinoamericana,
y
en
su
capacidad
para
penetrar
analíticamente los materiales estudiados. Su lectura estimula la
reflexión en torno a los temas tratados y obliga a revisar lecturas previas
de los mismos. Entre los estudios sobre el indigenismo, el estar escrito
en inglés le dará además cierto tipo de visibilidad que ciertamente le
ofrecerá ventajas. Este libro de Coronado enriquece su objeto de estudio
y se afirma como una interesante voz en la discusión en torno a este
fascinante y problemático producto cultural latinoamericano.
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