memorias - Secretaría Técnica de Drogas

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Esta es una nueva producción
bibliográfica del CONSEP. Un texto
que da cuenta de las situaciones
de las drogas a lo largo de
nuestras Américas.
CONSEP PUBLICACIONES
El sujeto y sus drogas
El Conejo, 2da.
Edición, Quito, 2011
Ecuador, Academia y drogas
El Conejo, Quito, 2010
Niños, calles y
cotidianidades
El Conejo, Quito, 2010
Adolescentes infractores:
Territorialidad y libertad
Triada Comunicaciones.
Quito, 2011
Parte de la perfección de Occidente consiste en las
estrategias que pone en juego para enfrentar al mal y
marcar su paulatina y eficaz desaparición. Puesto que
sería absurda la idea de aceptar cualquier tipo de
convivencia pacífica, la perfección del bien se obtendrá
únicamente con la eliminación del mal. Este es el gran
mito que sostiene a Occidente, que lo justifica y lo
perfecciona. Occidente ha sido, por historia, el
abanderado de la lucha contra el mal para apoderarse
del bien, es decir, de la territorialidad significante de lo
bueno y lo justo. De hecho, al poder siempre le ha
interesado conquistar para sí esa territorialidad para, de
esta manera, justificarse a sí mismo y todo lo que haga.
Estatuir los límites del bien y del mal ha constituido,
pues, uno de los ejercicios primordiales del poder. Sin
embargo, hay que reconocer que esta gran cruzada ha
fracasado porque ha desconocido la complejidad del
sujeto y la de sus deseos.
DROGAS, USOS
Y PREVENCIONES
Mayo - 2012
Universidad y drogas
El Conejo, Quito
www.consep.gob.ec
www.drogasinfo.gob.ec
MEMORIAS
Cuando la sociedad
latinoamericana se apropió del
discurso de las sustancias, lo hizo
casi simultáneamente con la
doctrina de la seguridad nacional.
En los 70 y 80, la imagen de los
supuestos subversivos se asoció a
los consumidores de sustancias, a
ellos se dirigían los operativos
represivos policiales y militares.
Este acto aún persiste en el
imaginario social, en los
protagonistas de la oposición a los
procesos de cambio en América
Latina. Se ve a los consumidores
como peligrosos para un
determinado orden social pasando
por alto las propias falencias de las
sociedades como las causas del
origen de la desintegración de ese
orden que establece lo que debía
ser. ¿Por qué en estas regiones la
producción de marihuana o
cocaína se ha convertido en una
de las actividades más
importantes? ¿Qué papel han
jugado el Estado y otros actores?
Drogas, usos y prevenciones
Philippe Bourgois
Contenido
Diego García Carrión
Procurador General del Estado
Presidente del Consejo Directivo del CONSEP
Rodrigo Vélez Valarezo
Secretario Ejecutivo del CONSEP
Rodrigo Tenorio Ambrossi
Director del Observatorio Nacional de Drogas
EDITOR
Rodrigo Tenorio Ambrossi
COORDINACIÓN
Plinio Hidalgo
Daniela Ocaña
Consejo Nacional de Control de Sustancias Estupefacientes y
Psicotrópicas - CONSEP
Av. 12 de Octubre N23- 99, entre Wilson y Veintimilla
222 7221/222 7222
www.consep.gob.ec
Observatorio Nacional de Drogas
252 0617/ 222 7222 ext. 107
www.drogasinfo.gob.ec
Diagramación e impresión
Editorial El Conejo
Telf: (593-2) 222 7948
[email protected]
www.editorialelconejo.com
7
Presentación
Philippe Bourgois
Las contradicciones entre la guerra contra las drogas
y la salud pública: una perspectiva antropológica del
universo toxicómano de las calles estadounidenses
13
Bruce Bagley
Tráfico de drogas y crimen organizado en Latinoamérica
y el Caribe en el S. XXI: Retos de la democracia
23
Jorge Chabat
El narcotráfico en México: de la pax narcotica a la
guerra contra las drogas
37
Salvador Maldonado
Militarización drogas y violencia en México ¿Qué ha
cambiado a cinco años de la lucha contra el narcotráfico?
51
Alberto Calabrese
Drogas: inclusión exclusión de la prohibición. Una
fractura virtual
63
Roberto Abadie
Las políticas del uso de jeringas auto destructibles en
los programas de reducción de daño
77
ISBN: 9978-9942-07-379-2
4
5
Drogas, usos y prevenciones
Philippe Bourgois
Milton Romani Gerner
Drogas, fenómeno social complejo. Una mirada
desde el sur. Un debate necesario hacia una nueva
responsabilidad común compartida con criterio de
equidad
83
Rodrigo Tenorio Ambrossi
Poder, ética y culpabilización
97
Eusebio Megías
El sujeto consumidor: la construcción de los riesgos
de las drogas
115
Xavier Andrade
Política y ética de la representación visual de las
drogas
135
Presentación
Tras un largo proceso de más de 20 años de vida institucional,
el CONSEP, por mandato de la ley, ha coordinado la ejecución
de las políticas en torno a la problemática de las drogas. En este
tiempo, se han acumulado experiencias, aciertos y también errores. Es preciso reconocer que, en buena medida, el principio de la
ilegalidad de las drogas ha marcado las rutas y también los ritmos
de los procesos.
En efecto, el precepto de cero tolerancia, en tanto posición ideológica, se convirtió, no solo en un principio incontrastable de intervención sino, sobre todo, en un mandato insertado prácticamente
en todas las acciones que han tenido que ver con el tema de las
drogas y ha llegado a ser uno de los grandes obstáculos para la
apertura del pensamiento y de la política hacia nuevas construcciones.
De hecho, ya en el 2009, la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia emite un informe en el que se señala que América Latina debería reformar sus políticas anti-drogas con el propósito de crear nuevas alternativas que permitan a cada país rescatar
su propia cultura y, desde ahí, normar sobre las drogas.
Desde esta perspectiva, resulta imperativo realizar diferencias suficientemente claras entre las sustancias, porque no es lo mismo
fumar marihuana que inyectarse heroína, por ejemplo. Ni poseen
el mismo valor de significación la marihuana, que es una planta, que una pastilla elaborada con sustancias químicas. No es lo
mismo usar coca en su estado natural que cocaína (alcaloide) que
podría generar problemas.
6
7
Drogas, usos y prevenciones
CONSEP
Desde la intolerancia absoluta, era de esperar que las perspectivas
de acción se redujesen sensiblemente puesto que el objeto fundamental no era otro que la eliminación de las drogas y la reducción
a la mínima expresión del número de usadores, previamente, ya
penalizados. El cumplimiento cabal de este doble propósito habría significado el mayor de los éxitos sociales. Pero no fue así.
Más allá de los esfuerzos realizados para controlar la producción
y también los usos de drogas, el problema sigue vigente pues las
drogas no han desaparecido, sino más bien se han incrementado,
ni ha disminuido el número nacional y mundial de usadores, conflictivos o no.
En consecuencia, esta realidad exige dos posiciones inevitables.
La primera tiene que ver con una seria y profunda revisión de lo
realizado hasta ahora, de todo aquello que directa e indirectamente
ha tenido que ver con el tema de las drogas. Y la segunda, con la
construcción de nuevas posiciones teóricas y metodológicas que
expliquen de mejor manera la presencia de las drogas y sus usos
en el mundo contemporáneo. En efecto, es preciso reconocer, de
una vez por todas, que los modelos teóricos y políticos utilizados
en la guerra contra las drogas han sido ineficaces no solamente por
sí mismos sino porque se basaron en un presupuesto erróneo consistente en que era posible no solamente armar una guerra contra
las drogas sino, más aun, ganarla.
En la IV Cumbre de las Américas realizada en Cartagena de Indias
en el mes de abril del 2012, el problema de las drogas no constaba
precisamente en su agenda. Sin embargo, el tema se abrió paso con
la fuerza de su propia legitimidad hasta captar la atención de todos
los jefes de Estado asistentes que se vieron en la necesidad de
dedicarle una sesión completa. Los mandatarios concordaron en
que eran necesarios nuevos enfoques para enfrentar el problema
lo que implicó un reconocimiento explícito de que las posiciones
asumidas a lo largo de estos últimos cuarenta años habían sido o
erróneas o mal aplicadas. Por ende, tan solo analizando todos los
escenarios en los que se movilizan las drogas, será posible crear
las mejores alternativas para dar la cara a un problema ya absolu8
tamente público. El presidente Santos, anfitrión del evento, debió
reconocer que el narcotráfico “a pesar de los inmensos esfuerzos y
de los inmensos costos, sigue siendo un negocio pujante”.
Si bien algunos Jefes de Estado tomaron cierta distancia, por ejemplo, respecto a la idea de la legalización manifestada por algunos
de sus colegas, prácticamente todos no dudaron en que urge asumir nuevas actitudes y construir propuestas más creativas que la
idea de la guerra. En efecto, concordaron en afirmar que cada vez
se hace más evidente que las actuales políticas y acciones están
haciendo más daño que bien en no pocos lugares.
El mundo político y social ve el tema de las drogas desde nuevos
y diferentes ángulos que es preciso tomar en cuenta porque ningún
país puede considerarse fuera de esta suerte de circuito que ha
llegado a comprometer buena parte de la vida social, política y
económica de los pueblos.
Pero aun hay algo más que es preciso tomar en cuenta. En el campo de la guerra a las drogas, se crearon ciertas verdades absolutas
que no han sido ni cuestionadas ni realmente comprobadas. Una
de ellas ha sido la de calificar el uso de drogas también como enfermedad que, desde luego, contradice la visión delictiva colocada
en el uso puesto que el usador debe ir a la cárcel. Otro de estos
enunciados se refiere a la relación directa y causal que se ha establecido entre los usos de drogas y el cometimiento de delitos.
Desde esta relación se construye una nueva explicación del delito
que desaparecerá o, por lo menos, disminuirá sustancialmente con
la desaparición de las drogas. Por otra parte, respecto al tráfico, de
manera directa se ha perseguido al microtráfico al que se lo ha relacionado de forma causal con el cometimiento de delitos, fundamentalmente con el delito de los usos. De hecho, nuestras cárceles
están llenas de pequeños traficantes, delincuentes por definición.
Por lo mismo, es indispensable un debate que se sostenga en una
perspectiva histórica y comparativa, al mismo tiempo, y de tal dimensión que dé lugar a la discusión sobre el mantenimiento de la
guerra a las drogas, su legalización y otras alternativas puesto que
9
Drogas, usos y prevenciones
CONSEP
no necesariamente el discurso debería colocarse entre la prohibición y la legalización. Pero lo que queda claro es que el prohibicionismo en sí mismo, no solo que ha sido ineficaz, sino quizás
también ilegítimo, tal como se deduce de los nuevos estudios socioculturales realizados, por ejemplo, por el Consep, y que han
tomado en cuenta las representaciones de grupos sociales como el
de los universitarios, los maestros, la gente joven.
A la iniciativa del CONSEP, respondió un importante grupo de
investigadores y académicos de nuestras Américas y también de
Europa que, a lo largo de tres días, expusieron su pensamiento y lo
discutieron con la solvencia que proporcionan el estudio y la experiencia. Quizás el principal motor haya sido la urgencia de buscar
nuevas rutas conceptuales que permitan una mejor comprensión
de una problemática que ya ha rebasado los procesos educativos y
preventivos que se han ejecutado en nuestros países.
Finalmente, como lo señaló Milton Romani de Uruguay, este evento debe ser tomado como inaugural de un proceso de reflexión que,
de hoy en más, tendría que darse con cierta periodicidad en nuestras Américas. Es cierto que se han dado giros teóricos y políticos
importantes. Pero se trata únicamente del inicio de los cambios
que las sociedades deberán producir en las conceptualizaciones,
éticas y estéticas que configuran la complejidad de las drogas.
Quito, enero de 2013
Rodrigo Vélez Valarezo
Secretario Ejecutivo, Consep
De hecho, se habló larga y profundamente sobre temas cruciales
como, por ejemplo, la legalidad-ilegalidad de los cultivos y, sobre
todo, de los usos de drogas. El papel del Estado en los procesos de
prevención. La superación de la denominada encrucijada prohibicionista y la realidad de los usos conflictivos particularmente en
los sectores más desprotegidos de la sociedad.
Los estudios antropológicos presentados constituyeron una admirable fuente de saber que se convirtió en una suerte de soporte para
los análisis teóricos y académicos. Estos mismos estudios también
dieron cuenta de la historia compleja, oscura y, a ratos, macabra,
del narcotráfico cuando se convierte en una suerte de poder paralelo en la sociedad, tal como acontece en algunas regiones de
México.
El CONSEP entrega estas Memorias con el ánimo de favorecer
que la discusión continúe y no cese de enriquecerse. En efecto,
nunca llegará la última palabra sobre ninguna realidad social y
menos aun cuando esta realidad ha sido previamente colocada en
el escaparate del mal.
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11
Drogas, usos y prevenciones
Philippe Bourgois
Las contradicciones entre la guerra contra
las drogas y la salud pública: una perspectiva
antropológica del universo toxicómano de las
calles estadounidenses
Philippe Bourgois1
Este es un momento importante de apertura y de búsqueda de perspectivas y formas de salir del callejón sin salida de la prohibición
y la cero tolerancia. Hoy hablo desde esta perspectiva.
Soy un antropólogo cultural en la Facultad de Medicina. He trabajado en las calles estadounidenses por veinte y siete años estudiando la salud de los adictos callejeros, los pequeños traficantes y
1 Philippe Bourgois es profesor de Antropología y Medicina Familiar y
Comunitaria en la Universidad de Pensilvania. Ha publicado tres libros, seis
volúmenes editados y más de 150 artículos en torno a la pobreza, las drogas, las
tensiones étnicas, la violencia y el VIH. Es más reconocido por su libro En busca
de respeto: la venta de crack en Harlem (siglo XXI) que fue premiado por el C.
Wright Mills Award y el Margaret Mead Prize. En 200, publicó, junto con Jeff
Schonberg, Righteous Dopefiend, una fotoetnografía que documenta doce años
en la vida de una comunidad de heroinómanos y consumidores de crack que
viven en las calles de San Francisco. Además de sus estudios sobre la pobreza y las
drogas en las ciudades estadounidenses, ha realizado investigaciones etnográficas
en Centroamérica, como la que dio lugar a su primer libro Banano, etnia y lucha
social en Centroamérica, que describe las condiciones de vida de los trabajadores
bananeros en Panamá y Costa Rica. Con Nancy Scheper-Hughes publicó, en 2004,
Violence in War and Peace. Actualmente investiga con fondos de los National
Institutes of Health, los vínculos entre la pobreza, las drogas y la violencia en el
vecindario puertorriqueño del norte de Filadelfia.
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13
Drogas, usos y prevenciones
Philippe Bourgois
los pequeños vendedores de drogas. Voy a presentarles materiales
que abarcan tres trabajos de campo de largo plazo que he realizado
como antropólogo cultural. Utilizo métodos etnográficos clásicos
de mi disciplina como la observación participante. Es decir, tengo
que entrar en el ambiente natural de la vida diaria de las personas
que estudio con el fin de observar las problemáticas y entender las
lógicas locales, culturales y materiales desde el punto de vista de
la población.
Eso significa hacer una amistad respetuosa con la gente marginalizada, digamos, los parias de la sociedad. Para ello se requiere
una cierta humildad. El reto es tratar de hacerlo sin imponer los
prejuicios propios a la población. Todo parece tan horrible cuando
se viene de afuera, por ejemplo, mirar una situación de extrema
adicción y pobreza. Sin embargo, cuando se observa de cerca, se
encuentran lógicas en esas prácticas y entonces se empieza a poder ver. Les voy a advertir que muchas de las fotos que les voy a
presentar son fotos dolorosas e impactantes, creo que es necesario
verlas para poder comprender la realidad callejera que, en cierto
modo, resulta ser un secreto público y que se logra evadir cuando
se vive en la sociedad normal, la sociedad de clase media, y se
pierde de vista la urgencia en la cual vive la gente vulnerable.
Para mi primer estudio de campo, viví con mi familia por casi
cinco años en un barrio puertorriqueño de Nueva York. Al llegar
al vecindario, en marzo de 1985, el crack no existía, había mucha
cocaína en polvo que había disminuido su precio en un 200% en
los últimos dos años.
En ese mismo verano de 1985, estalló el fenómeno del crack en
Estados Unidos. Es decir, se añadió bicarbonato de sodio, que es
muy barato, al polvo de cocaína para poder comercializarla con
mayor ganancia, con lo que se masificó el mercado. Los jóvenes
de mi barrio, incluso mis vecinos y mis amigos, fueron arrasados
por la adicción y el narcotráfico, muchas veces las dos cosas. Primero apareció el narcotráfico del pequeño vendedor y luego el
abuso de la droga.
14
Por otro lado, una larga tradición de uso de heroína y, además, mucha gente inyectándose cocaína en polvo provocó una epidemia
muy importante de VIH. En este período, probablemente se contaminó un 60% de los adictos. Hoy en día, por algunas mejoras en la
salud pública y también por la sabiduría misma de los pueblos que
son capaces de cambiar sus prácticas de uso y abuso de drogas, ha
disminuido a menos del 9% en la mayoría de las ciudades, incluso
hasta un 3%. Así se demostró que hay posibilidades de intervención que funcionan.
Muchos jóvenes de mi barrio fueron encarcelados, con un costo humano inmenso para ellos y sus familias y un gasto económico enorme para la sociedad.
Un año después de mi llegada, había tres puntos de venta en la
calle en la que vivía. Uno de esos puntos de venta era una tienda a
dos puertas de mi edificio, de tal manera que no podía ir a ningún
lado sin pasar por ahí. Por ende, terminé haciendo amistad con los
vendedores. De hecho, pasé muchísimas horas en este punto de
venta observando y hablando con ellos para poder escribir el libro
En busca de respeto, la venta de crack en Harlem.
En mi segundo trabajo de campo, me dediqué a entender la adicción.
Si el primer trabajo fue sobre los pequeños traficantes, el segundo fue
la experiencia subjetiva de la adicción.
Por doce años seguí una red social de cocainómanos que vivían
en las calles cerca de mi casa en San Francisco. Estos indigentes
sobrevivían mendigando y también trabajando legalmente en la
economía informal, realizando robos menores o vendiendo drogas
en pequeñas cantidades en la calle. Se trataba de gente mayor que
no se metía en situaciones de violencia como lo hacen las generaciones más jóvenes. En consecuencia, se produce un proceso de
maduración dentro de ese ámbito.
Esta foto es engañosa, la llamo la foto Benetton de la calle, porque da
cuenta de la naturaleza multiétnica del grupo: afro, blanco y latino.
No están siempre sonriente, existe un fuerte odio racista que penetra
15
Drogas, usos y prevenciones
Philippe Bourgois
en las interacciones diarias. Lo que constituye una tragedia. Ellos
representan la generación que fue arrasada por la heroína en su adolescencia en los años 70, antes de la aparición de la cocaína barata.
Luego empezaron a consumir crack.
El libro Yonki2 empedernido, o traducido también como Yonki consagrado o Yonki hasta la muerte, recoge la marginalización y una
actitud de celebración de su identidad de renegados y perseguidos
en la sociedad. En Ecuador tienen la gran suerte de que no haya un
mercado interno de consumo de heroína, porque lleva a una adicción física muy fuerte, con altos riesgos de VIH por el uso de la
jeringa. La heroína, paradójicamente, produce efectos psicotrópicos
más benignos, pues son de tranquilidad, en comparación con los
efectos de la cocaína o del alcohol. La heroína tampoco destruye
los órganos, de hecho, los medicamentos que se toman para el dolor son productos similares a la heroína, cuando son administrados
por un médico que los puede controlar y vivir sin causar daño a
los órganos. También es muy raro ver a una persona violenta que
atemoriza. Cuando toma heroína, es como un bebé tranquilo, parece
casi como un auto consumo para disminuir su riesgo a la sociedad,
es gravísimo.
Simplificando, diría que la pregunta más inmediata es ¿cómo un
país con tanto poder económico, o militar y aún en lo ecológico
ha logrado producir tal cantidad de ciudadanos afligidos, violentos y destructivos en sus calles? En pocas palabras, ¿cómo es que
hemos provocado tanto sufrimiento íntimo a un sector tan grande
de las poblaciones más vulnerables, más pobres, de la sociedad?
He estado documentando en la calle los efectos negativos sobre
la salud pública de las políticas de los últimos 20 a 25 años en
Estados Unidos, del desmantelamiento del Estado benefactor, de
la disminución del acceso a los servicios públicos básicos, el auge
de las políticas punitivas de cero tolerancia y especialmente del
encarcelamiento.
2 Yonki: del inglés junkie, significa drogadicto.
16
Vemos, por ejemplo, a nivel nacional, el cambio macro-estadístico
de prioridades del Estado estadounidense. Desde 1995 al 2005,
hay un 50% más de reos y un 50% menos de gente recibiendo
asistencia social. Eso ha pasado con todas las prioridades en la
distribución de los presupuestos para la prohibición y el encarcelamiento versus la educación, la salud pública, la asistencia social,
el alojamiento, etc.
Mi nuevo trabajo de campo es en Filadelfia, donde vivo ahora, a una
cuadra de donde se vende heroína, cocaína en polvo, crack, pastillas
de benzodiacepina, xanax y analgésicos codeína y percozep. En las
tres cuadras a mí alrededor se pueden obtener aún más drogas, polvo
de ángel y suboxon que, de hecho, es una medicina para la adicción a
heroína que busca la gente en la calle.
Así se vende el crack en mi cuadra, en cada paquete hay diez unidades y cada unidad vale cinco dólares. También se vende heroína,
cada paquete vale diez dólares y contiene entre 0.03 y 0.07 gramos
de heroína en polvo, es decir, muy poco, pero suficiente para matar
a alguien que no ha desarrollado una tolerancia física.
Se trata de mercados muy organizados, con dueños, con marcas
para demostrar su calidad y competir con el vendedor en la esquina vecina que seguramente va a poner otra marca con otro nombre. Realizo este proyecto de investigación sobre dos jóvenes que
viven en el barrio, en un apartamento maltrecho que alquilan. Los
visito de una a tres veces por semana y durante la noche.
Estados Unidos es un ejemplo extremo del proceso de transformación del Estado que ofrece el bienestar a un Estado punitivo,
cuando se lo compara con otros Estados industrializados de Europa y otras partes del mundo. La llamada guerra contra la droga ha
terminado en un aumento vertiginoso de la población encarcelada,
500% más en los últimos treinta años. Hay más de dos millones de
personas encarceladas ahora en Estados Unidos, un número que
crece a cada minuto. Los Estados Unidos poseen tan solo un 5%
de la población mundial en su territorio, pero posee el 25% de la
población encarcelada de todo el mundo. Estados Unidos posee
17
Drogas, usos y prevenciones
Philippe Bourgois
más personas en la cárcel per cápita y también en números absolutos que cualquier otro país en el mundo. Lo peor es que este
aumento en el número de personas encarceladas no concuerda con
el nivel de crimen ni con la inseguridad que existe en la sociedad.
Durante ese período, se ve que las cifras de crimen y de violencia
se quedaron esencialmente estables e incluso bajaron y, aun así,
siguen aumentando los encarcelamientos. Se ve entonces que no
responde a una objetiva inseguridad de la población, sino a una
cierta histeria y oportunismo. Es más fácil manipular esos discursos de encarcelamiento que imaginar qué hacer con la gente.
La extrema excepcionalidad de los Estados Unidos se demuestra
en la dificultad para comparar los términos de proporción de su población encarcelada con la de otros países del mundo. Hay grandes
diferencias entre las políticas de encarcelamiento y droga de todos
los países, pero cuando se las ve a la sombra de mi país, parece
todo lo mismo. Realmente somos un ejemplo extremo, y América
Latina tiene la mala suerte de estar en el mismo hemisferio.
A los Estados Unidos se los toma como algo típico y normal. Y
por supuesto que no lo son. Lo vemos en las cifras, pero resulta
muy fácil olvidarlo, porque la cárcel es invisible para la mayoría de la gente. En las sociedades precisamente meten a las personas en un lugar donde se rinden. Por casi dos generaciones,
la tasa de encarcelamiento ha sido de seis a doce veces más alta
que cualquier otro país de la Unión Europea.
Es importante notar que la mayoría de los arrestos por delitos relacionados a las drogas es sencillamente por posesión, ni siquiera
por tráfico o violencia. Algunos Estados y municipios han impuesto leyes menos rigurosas, pero se trata de excepciones. En muchos
Estados, la mayoría está encarcelada por pura posesión. Es preciso
distinguir bien la posesión del tráfico pequeño o grande.
Desgraciadamente la prioridad ha sido la cero tolerancia que ha
implicado una inversión millonaria, en recursos económicos y humanos. A pesar de eso, la heroína sigue siendo más barata y pura
18
en las calles, el precio callejero de la heroína cayó más del 60%
entre 1993 y el 2004, según la agencia antidroga estadounidense.
Como antropólogo, estudio el porqué, a pesar de la guerra contra
las drogas, los ciudadanos en la calle no han sido educados para
que sean dóciles o productivos. Es decir, no han sido controlados
con eficacia. Por el contrario, son tratados y rechazados como parias. Quizá por eso actúan en una relación destructiva con la sociedad y consigo mismos, drogándose compulsivamente, maltratando sus cuerpos de modo antihigiénico, causando violencia, dolor
y gastos económicos a la sociedad que los excluye, hiriéndose a sí
mismos y a quienes los rodean. Como dije, se convierten en yonkis hasta la muerte. Más o menos la mitad de los indigentes con los
que interactuamos murieron durante los doce años que estuvimos
siguiéndolos. Es un gasto de potencial humano inmenso, muchos
de ellos tenían carisma y mucha inteligencia.
A pesar de lo que se afirma con frecuencia en la prensa, en Estados
Unidos no existe tratamiento médico de acceso rápido y gratuito
para personas drogodependientes. La gran mayoría de los adictos
se recupera, para decirlo así, en el suelo frío de las cárceles, vomitando y agonizando, sudando frío, sin ninguna clase de supervisión médica. Mientras tanto son humillados por los guardias y
atacados por sus propios compañeros de celda.
En este ambiente de persecución lo que pasa con la identidad y el
sentido común de los adictos en la calle es que su salud no constituye la prioridad alguna, su prioridad y su temor son el arresto, ser
perseguidos. Invierten todos sus recursos en combatir los efectos
de la persecución y eso es lo que los destruye, los empuja a ser
mucho más violentos, mucho más autodestructivos.
En la calle, la guerra contra las drogas tiene que ver con redadas
policiales que tiran a la basura las pocas posesiones de los indigentes, aún de los más viejos. Son deshechos que no representan
ningún peligro para nadie. Irónicamente, les han dado otros servicios pagados por el Estado o grupos de ayuda, por municipios e
iglesias: sábanas, ropa, bolsas de dormir, carpas, incluidas jeringas
19
Drogas, usos y prevenciones
Philippe Bourgois
estériles. Hay una contradicción grande: se gasta dinero en salud y
por otro lado se destruye esa inversión.
Además, la policía local suele arrestar a los adictos indigentes por
el delito de la intención de vender la jeringuilla que cargan. Eso no
es adecuado en el intento de evitar el contagio de VIH. En efecto, si se les quita las jeringuillas nuevas, utilizarán las ya usadas
incrementando de esta manera los riesgos de contagio. Aunque el
sector de salud pública organiza servicios de intercambio de jeringuillas estériles, los adictos no quieren cargar jeringuillas estériles
en gran número porque cuando les arrestan eso se convertirá en
un agravante más que les mantendrá en la cárcel por más tiempo.
Un participante en la investigación, Pete, vestido con harapos,
maloliente y adolorido, fue declarado como alterador del orden
público y puesto bajo responsabilidad de la Policía y no de las
autoridades de salud. Desafortunadamente, Pete se convirtió en
la obsesión de un agente de la Comisaría del barrio que, a pesar
del apoyo de sus amigos de la calle que lo alertaban frente a la
presencia de patrullas para que se esconda en el estacionamiento
donde mendigaba, lo perseguía hasta fuera de sus horas de trabajo,
cuando lo arrestó incluyó el cargo de “parafernalia controlada”, es
decir, la posesión de jeringas con intención de venta, además del
cargo inicial.
En los últimos años, países como Vietnam y China, que se caracterizan por tener trayectorias e historias bastante represivas en el
manejo de sus poblaciones, han cambiado su política, adoptando
la estrategia de la reducción de daños o reducción de riesgo como
eje central de su política frente a las drogas. Para ellos es una cuestión pragmática, pues la represión no ha funcionado, es muy cara
y tiene dos ramas distintas de consecuencias negativas desde el
punto de vista del Estado. Por un lado, empeora la salud, como hemos visto, la gente busca lugares sucios para inyectarse e impide
la posibilidad de un trabajo de salud pública de reducción de daños
eficaz. Y por otro, se posibilita la corrupción en el sector público,
la prohibición ayuda al mercado que impone precios artificiales.
El reto es considerable y depende de la voluntad política de cada
país. Cada uno debe buscar, en función de su cultura y organización, la solución de la contradicción entre salud y represión, incluso para no desmoralizar a la Policía que no puede controlar
este fenómeno. Esto, a más de ser pragmático, daría un vuelco a la
forma de entender los derechos humanos, entregando el liderazgo
a la política pública de salud.
En conclusión, a primera vista se puede considerar a estas personas como sociópatas que se autodestruyen, que viven en lugares
sucios donde se contagian de VIH. Pero para ellos sus lugares son
seguros, donde la policía no va a entrar: un lugar terrible, el peor
lugar posible, es el más seguro desde la perspectiva del indigente.
El contraste se ve en países como Canadá. En la foto aparece la sala
de inyección sanitaria supervisada por enfermeras, ahí va gente que
tiene trayectoria de consumo. La prioridad es reducir el VIH y las
infecciones y luego atraer a esa misma gente que odia a las instituciones porque solo han tenido relaciones negativas con ellas. Empiezan a entrar en el sistema de salud, incluso a pedir tratamiento
para salir de la adicción. Entonces cambian sus prioridades.
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21
Drogas, usos y prevenciones
Bruce Bagley
Tráfico de drogas y crimen organizado
en Latinoamérica y el Caribe en el S. XXI:
Retos de la democracia
Bruce Bagley3
Soy politólogo, tengo una visión disciplinaria muy distinta de la
antropológica, que se enfoca en el problema callejero y construye
una imagen de la política en los Estados Unidos con sus propias
conclusiones.
Trabajo sobre las relaciones internacionales, sobre temas de democracia. Voy a empezar, si puedo decirlo así, por lo alto, no en
la calle, para identificar lo que considero las seis tendencias más
importantes que he visto en la primera década del siglo XXI en
cuanto al crimen organizado y el narcotráfico, finalmente plantearé algunas conclusiones.
3 Profesor y Director del Departamento de Estudios Internacionales (Universidad
de Miami) El Dr. Bruce Bagley realizó su Ph. D. en Ciencia Política en la
Universidad de California, Los Ángeles. Su interés de investigación se centra en la
relación entre Estados Unidos y América Latina, haciendo énfasis en cuestiones
de seguridad y tráfico de drogas. Antes de ingresar a la Universidad de Miami, el
Dr. Bagley fue profesor asistente de los Estudios de Política Comparada y América
Latina en la Escuela Avanzada de Relaciones Internacionales en la Unversidad
Johns Hopkins. Actualmente, es coautor del libro Las relaciones internacionales de
America Latina, junto con la Dra. Betty Horwitz (Por publicarse). También editó
el libro La desmovilización de los paramilitares en Colombia: Entre el escepticismo
y la esperanza, en colaboración con la Dra. Elvira María Restrepo (Bogotá:
Universidad de los Andes, 2011).
22
23
Drogas, usos y prevenciones
Bruce Bagley
En primer lugar, está lo que llamo la globalización del consumo. David
Mastron escribió un libro hace tres décadas que se llama La Enfermedad Americana, sobre las políticas de control de drogas y la drogadicción en Estados Unidos. El libro es genial, pero el título es inadecuado
porque la drogadicción no es una enfermedad americana. No sé cuantas veces he escuchado la afirmación de que si los estadounidenses
no fuesen tan adictos, América Latina no tendría tanto problema con
el narcotráfico. No es cierto, nunca ha sido cierto. Lo que hay es una
tendencia hacia la globalización del consumo bastante marcada.
Sin duda, los Estados Unidos siguen siendo el mercado más grande, lo cual implica una alta corresponsabilidad que hemos asumido
como país. Los estadounidenses gastan al año alrededor de ciento
cincuenta mil millones de dólares en todas las drogas ilícitas, solamente en cocaína, cuarenta mil millones. Pero ya hemos visto que
Brasil es el segundo país consumidor per cápita del mundo, con
tendencia al incremento. Argentina, que está en el tercer lugar, estaría por llegar el segundo. Europa consume dos terceras partes de
la cocaína que consumen los Estados Unidos, es decir, alrededor
de 650 toneladas métricas al año.
Europa paga tres veces el precio que se paga en los Estados Unidos. El europeo es el mercado que más crecimiento ha sufrido en
las últimas dos décadas. Realmente es la locomotora de los precios
altos en el mercado internacional. En los Estados Unidos se ha
visto cierta reducción en el consumo de cocaína, mientras que en
América Latina y Europa se expande.
Decir que se trata de una enfermedad norte americana es una equivocación. Si no existiesen los adictos norteamericanos, existirían
adictos en muchas otras partes que moverían el mercado mundial
de las drogas. Este es el primer punto, es un fenómeno que afecta,
tarde o temprano, a casi todos los países del planeta, en particular
a mi país.
Mi segunda variable o factor en términos de estas tendencias que
busco describir, es lo que llamo las victorias parciales en la región
andina en la guerra contra las drogas. Victorias parciales porque
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no hemos acabado con el mercado internacional, mucho menos
con el tráfico en la región andina (cultivo, refinación, contrabando,
distribución alrededor del mundo). Pero sí hemos cambiado los
sitios en los que se cultiva, se procesa, se trafica o se contrabandea.
En ese sentido identifico en mi ensayo, que ya he publicado en inglés y que se va a publicar pronto en español, tres tendencias básicas
que provienen de estos sectores parciales en la guerra contra las drogas liderada por los Estados Unidos en los últimos cuarenta años.
La declaración de la guerra contra las drogas por parte de Nixon
en 1971 no es el punto de partida. En realidad los Estados Unidos
llevan un siglo en esta lucha. En 1924, aprobamos el heroin act,
que prohibió el consumo, el tráfico, la refinación, la importación
tanto de heroína como de cocaína, luego de marihuana.
Si marcamos la guerra contra las drogas desde 1914, ya estamos
acercándonos al centenario de una guerra fracasada contra las drogas. En un momento de optimismo, hace años escribí el ensayo
La Guerra de los cien años, planteando que cien años después del
heroin act podríamos ya empezar a contemplar otras alternativas a
una guerra fallida. Ya soy menos optimista, creo que la guerra va
a ser de más de cien años, desafortunadamente para el hemisferio
occidental, para los países involucrados, incluyendo a Ecuador.
Voy a describir rápidamente los efectos de esta guerra. Primero, el
efecto globo, se trata de una constante expansión de áreas de cultivo de una zona a otra, se ha visto desde los años 80 sin ir más atrás.
En 1985, Perú producía 65% de toda la hoja de coca en el planeta,
Bolivia el 25%. Con la guerra declarada en Estados Unidos, impuesta sobre los dos países durante los 80 y 90, especialmente con
la ayuda de Fujimori en Perú y de Banzer en Bolivia, lo que vimos
fue un efecto globo de las zonas de cultivo hacia Colombia.
Para el período comprendido entre el 2000 al 2007, Colombia llegó a producir 90% de toda la hoja de coca, cuando antes producía
menos del 10%. Se cantaba victoria. En efecto, se había logrado la
erradicación de la coca en el Perú y en Bolivia, aunque no conta25
Drogas, usos y prevenciones
Bruce Bagley
ban la historia de Colombia, que sigue produciendo. Perú resurge
como un país productor y pronto va a rebasar a Colombia. Bolivia
también resurge como país productor, entonces hemos expandido
al sur de Los Andes nuevas zonas de cultivo.
Este efecto globo está acompañado por una permanente transformación de las rutas involucradas en el negocio. Las rutas iniciales
pasaban por el Caribe. Con la creación del Sanford de 1982 en
Estados Unidos, liderado por el vicepresidente George Bush, cambiaron las rutas de Los Andes y Colombia por el Caribe a rutas de
Los Andes y Colombia a través de Centro América. Durante los
80, particularmente la guerra de los contra en Nicaragua volvió la
subregión muy vulnerable, incluyendo México.
La proliferación de rutas es un proceso constante en lo que se llaman las victorias parciales de la guerra contra las drogas. Nunca se
cierra el flujo, simplemente cambian rutas y contaminan más países. Con la presión, el gobierno de Felipe Calderón, la militarización desde diciembre de 2006 más la iniciativa de Mérida -un fiel
reflejo del Plan Colombia- se deriva el tráfico hacia otras zonas.
En Colombia tienen que abrir los ojos porque ya se reconfigura el
crimen organizado, con Los Urabeños, Los Rastrojos, el Cartel de
Los Soles. Se evidencia una reingeniería del crimen organizado
por las victorias parciales de los últimos años, especialmente en
México. El Caribe se ha vuelto cada vez más vulnerable pues está
conformado por países políticamente débiles. Haití es un Estado
colapsado, vecino de República Dominicana, que está en pánico
total frente a la penetración creciente del narcotráfico. Desde Jamaica hasta Puerto Rico, las aguas territoriales cubanas y otras
zonas del Caribe ya se hallan involucradas en este proceso. Asimismo, se fortalece la ruta norte, los Estados Unidos y el Canadá,
Atlántico Norte y África occidental con Estados débiles que sirven
de trampolín para arribar a los mercados rentables de Europa.
un buen estudiante de la Universidad, dedicado a la biblioteca y
no a limpiar su cocina por lo que permite que se acumulen las
cucarachas. Si se enciende la luz, corren hacia el cuarto de al lado.
Es lo que acontecería con el crimen organizado: cuando se lo presiona, se desplaza hacia otros puntos más vulnerables de la cadena, de sur a norte, de Perú y Bolivia a Colombia, de Colombia a
Centroamérica y México. Con el empujón que los Estados Unidos
y México están dando, se devuelven a Centroamérica. La casa que
se contamina con el efecto cucaracha en este momento es el triángulo del norte de Centroamérica que se ha vuelto zona de combate
entre Sinaloa y Los Zetas por el control de zonas de descargue a
través del corredor del Pacífico, por los países de Centroamérica
para ingresar por la frontera sur de México y por la frontera norte
de Guatemala.
Esto explica el incremento desmesurado de la violencia y la corrupción, y la presencia en la nación de bandas narcotraficantes mexicanas
en Centroamérica. Pero no se detiene ahí. Llevo muchos años estudiando a Colombia, en la que se ve la recomposición del narcotráfico.
Ha aparecido algo de terrorismo, son las FARC supuestamente los
autores intelectuales de una explosión. Pero la realidad es que se alimentan del narcotráfico y va a ser extremadamente difícil extirparlo.
Se rearticulan las organizaciones criminales en Colombia y ya está
participando Ecuador en este proceso porque la revolución de estas
organizaciones, que presiona tanto al norte, está alcanzando a Venezuela, donde aparece la formación del cartel de Los Soles, con una
creciente penetración y corrupción del aparato estatal, especialmente
la Guardia Nacional. En la actualidad, el cincuenta y dos por ciento
de toda la cocaína exportada a Europa pasa por territorio venezolano,
irónicamente por Punto Fijo, que es en donde se pactó el retorno de la
democracia en Venezuela.
Vale la pena señalar un segundo fenómeno que consiste en la dispersión del crimen organizado o denominado también el efecto
cucaracha. Es el efecto que se produce al entrar al dormitorio de
También Ecuador es receptor de las consecuencias de esta creciente contaminación de país tras país, de esta reingeniería permanente, de esta dispersión del crimen organizado y del efecto
cucaracha, porque la presión desde Buenaventura, la costa pacífica
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27
Drogas, usos y prevenciones
Bruce Bagley
de Colombia hasta Tumaco, ya tiene resonancia sobre la frontera
entre Colombia y Ecuador. Llevo muchos años en este tipo de análisis y la realidad es una creciente contaminación de la provincia
norteña de Esmeraldas. Aprovechan cada vez mejor los espacios,
no los ecuatorianos que sirven de socios, sino los colombianos, las
Águilas Negras, algo de Los Rastrojos y las FARC. Hemos visto
nuevas alianzas entre grupos paramilitares y las FARC, con cargamentos exportados a través de territorio ecuatoriano.
Esto quiere decir que Ecuador ya enfrenta el gran problema de país
de tránsito, el gran problema de actores criminales ilegales alzados
en armas en territorio ecuatoriano. Las instituciones ecuatorianas
sienten los efectos corruptores de este proceso de expansión, de
este efecto cucaracha.
Esto me lleva a mi tercer punto básico, que es que América Latina
durante varias décadas, depende de qué región estemos analizando. Pero ahora, está pasando por una transición hacia la democracia, o por lo menos por una especie de democratización.
América Latina transita a una forma de democratización. La democracia que reemplaza a otros sistemas más autoritarios hace que las
instituciones del ancienne régime empiecen a colapsar y a desmontarse pero demora la construcción de una nueva institucionalidad
democrática. Estados totalitarios e instituciones corruptas no han
sido reemplazados. En México, por ejemplo, su policía se ha vuelto
disfuncional en un Estado democrático. Lo mismo sucede en la ancienne régime de Brasil, que solo se soluciona con la construcción
paulatina de nuevas instituciones. La transición a la democracia
produce un vacío. No lo malentiendan, estoy a favor de la democracia, pero construir nuevas instituciones democráticas demora, la
construcción de las nuevas instituciones, la nueva institucionalidad
democrática ha demorado. Es el peor de ambos mundos: faltan las
instituciones autoritarias que reprimían y faltan las instituciones democráticas participativas y legítimas que sí podrían funcionar.
partido hegemónico o por un aparato militar donde la corrupción
existía de manera permanente. Si se mira México, simplemente
para no poner ejemplos que podrían herir más, convivía con una
subcultura de la mordida dentro de la policía. Tengo que confesar,
yo, que he estudiado México más de treinta años, he tenido que
pagar más de una vez una mordida.
El punto central es que esa policía era funcional al régimen
cuando era autoritario durante los setenta y un años del PRI.
Pero cuando se busca la transición a la democracia, ya se vuelve
disfuncional una policía que vive la subcultura de la mordida.
En menor o mayor grado, se han visto los mismos problemas de
transición en todos los países de la región.
Los países están impactados por este panorama cambiante que he
descrito, tanto de consumo como de victorias parciales, efectos
globo, efectos proliferación, efectos cucaracha. Se podría plantear
que no es culpa de México, que no es culpa del Ecuador, que todos
son víctimas. Pero eso no soluciona el problema, lamentarnos de
vez en cuando sirve. Sin embargo, la realidad es otra, hay que entenderla, analizarla y enfrentarla.
Otros sistemas institucionales han fallado sistemáticamente, por
ejemplo los judiciales. En el área judicial, las cortes no han estado
a la altura de las tareas. Frente al crimen organizado, son vulnerables, susceptibles, a veces no muy profesionales. Durante períodos
menos democráticos no era necesaria la presencia de la corte porque fue el Ejecutivo o el aparato militar o el partido hegemónico el
que decidía. Ahora es necesario construir sistemas judiciales que
funcionen, pero no se lo puede hacer de inmediato.
Como cuarta variable, sin denigrar a nadie. Hablo de las transiciones de policías, dentro de sistemas autoritarios manejados por un
Las prisiones de América Latina, la FLACSO ha estudiado las
prisiones del Ecuador, padecen de este problema. Pero Brasil es
el quinto círculo de Dante. Acaban de incendiar a casi cincuenta
personas en Honduras., En Venezuela se han amotinado. Hay masacres en México. Mejor dicho, ¿en qué país de América Latina
funciona el sistema carcelario. Yo diría que en ninguno. La prisión
ha sido el huérfano de las reformas dentro del sistema de seguri-
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29
Drogas, usos y prevenciones
Bruce Bagley
dad. Tampoco ha estado a la altura la recolección de inteligencia
por la politización en el pasado, por falta de inversión y profesionalización.
Llego a la conclusión de que, de México a Argentina, de Brasil a
Colombia, incluyendo a Ecuador, se da es una cierta contaminación creciente tanto de los partidos políticos como de los sistemas
electorales. Ahí está el meollo del asunto. Los partidos están corrompidos por el narcotráfico, por las ganancias fabulosas del narcotráfico. Si las elecciones permiten la entrada de dinero caliente,
la búsqueda de reformas va a ser una misión imposible.
En ese sentido, digo que hay corresponsabilidad de los Estados
Unidos en el consumo, por una guerra fallida contra las drogas.
Pero sobre los electores, sobre la ciudadanía y sobre las élites políticas y económicas de cada uno de estos países recae la responsabilidad para las reformas institucionales tan necesarias en América
Latina. Si no se ponen a la altura de la tarea, si no son de la talla
necesaria, entonces un país, como México, puede tener otro sexenio con sesenta mil muertos más. Colombia puede revivir lo que
vivió en los años 70, 80 y 90 porque ya se está reconfigurando el
crimen organizado en este país.
Las instituciones son esenciales no solo para combatir el narcotráfico
y el crimen organizado, sino para profundizar la democracia. Si se
busca consolidar y profundizar la democracia, estas instituciones son
necesarias. No es una imposición internacional. No es un profesor
gringo como yo quien dice que hay que reformar estos sistemas. Es
esencial según la realidad de cada país para que funcione y para que
los ciudadanos puedan participar en sus propios gobiernos.
Hay mucho más sobre ese cuarto punto de las reformas institucionales. Ya que he criticado a muchos países de América Latina,
no a todos, ahora me toca criticar a mi propio país. Creo que los
Estados Unidos tienen una gigantesca corresponsabilidad, no solo
por falta de control de demanda, sino por abandonar el sistema
de bienestar. Es mejor invertir en programas de prevención, de
educación temprana en los jóvenes de hasta veinte años. Después
30
de esta edad, otras responsabilidades, como la familia o el trabajo,
hacen más difícil que consuman marihuana o cocaína. Si ya se
es adicto, lo será de por vida. Pero si se puede prevenir y educar
tempranamente, la inversión es mucho más rentable.
En quinto lugar, me refiero al tratamiento y la rehabilitación. El
tratamiento para dar esperanza a la gente y darles posibilidades sin
que estén en la cárcel costándonos inmensas cantidades de dinero.
La rehabilitación incluye trabajo vocacional para prepararlos para
reintegrarse a la sociedad. Yo diría algo más que no puedo profundizar, la creación de la policía de la comunidad.
Durante la presidencia de George W. Bush, aún sabiendo que los
programas sociales funcionaban, se los abandonó en los últimos
ocho años por los recortes debido al alto costo de las guerras en
Irak y Afganistán. En estas guerras, se invirtieron dos trillones de
dólares.
Hay cierta esperanza de que la reforma propuesta a la salud pública de Obama, tan criticada por los republicanos, incluya por
primera vez en nuestra historia una póliza de seguros para enfermedades y adicciones que hasta ahora no cubría a los pobres y
a los indigentes. Este programa incluiría a treinta y un millones
de usuarios más, en especial en tratamiento y rehabilitación. Este
sería un paso adelante.
Hay cierto progreso. Sin embargo, los Estados Unidos no han enfrentado el problema de la demanda y el problema de las prisiones. Estoy
de acuerdo, encarcelamos a la mayor cantidad de personas en el mundo, tenemos en la actualidad 2.3 millones de prisioneros en el sistema
norteamericano, seiscientos mil por lo menos de estos 2.3 millones
están en la cárcel por crímenes de consumos no violentos.
Nuestras sentencias son draconianas. Nuestra legislación impone penas muy duras. Encarcelamos por diez años o más a consumidores de
marihuana y usuarios de a otras drogas. En el Estado de California,
cuesta cuarenta y nueve mil dólares al año mantener a un detenido, con
los que se podría mantener a dos familias pobres de cuatro miembros.
31
Drogas, usos y prevenciones
Bruce Bagley
Estamos despilfarrando grandes cantidades de dinero en un sistema carcelario que no funciona, que condena de por vida a la
clandestinidad y al hampa. En ese contexto, tampoco hemos atendido el problema de cárceles. No tenemos suficientes Cortes juveniles. En vez de encarcelar, debemos dar oportunidades a los no
violentos de volver a la escuela, de desarrollar una ocupación, de
reintegrarse a la sociedad, de recibir cuidado médico, tratamiento
y rehabilitación, en vez de convertirlos en una subclase de criminales permanentes que son un lastre de por vida para la sociedad.
Tampoco hemos atendido el tráfico de armas. Hay ciertas opiniones muy fuertes en el electorado norteamericano y no las vamos a
cambiar. Es ilegal en este momento exportar o reexportar armas a
otros países como México, Centroamérica, Colombia, Brasil. Pero
lo hemos hecho durante décadas.
Por primera vez se empieza a vigilar nuestro lado de la frontera,
pero es una lucha muy difícil. La solución al problema de las armas
es compleja porque otros países exportan armas. El 70% de todas
las armas en México provienen de los Estados Unidos. Igual o más
en Centroamérica y Brasil. En California, si se quiere una metralleta, se la compra en la calle 8 y se pueden reexportar, también hay
a la venta submarinos. En Florida, se pueden comprar y revender
misiles, amparados en la Segunda Enmienda. Tampoco se ha tratado el lavado de dinero. Todo ha estado enfocado en la guerra contra las drogas, hasta el último colombiano, el último guatemalteco,
el último ecuatoriano, pero no el último estadounidense.
Otro factor es la tendencia hacia la legalización o la despenalización. Este debate ya se levanta, pero difícilmente prosperará en
estos momentos, menos aún en un año electoral.
Tengo dos ideas generales sobre esto. La legalización o la despenalización, a pesar de la Cumbre de Cartagena del 14 de abril,
es una decisión a largo plazo. La primera idea es que legalizar en
otros países sin la participación de Estados Unidos no va a funcionar, y sería exponer a los países a sanciones que podrían ser
nefastas. A pesar de la posición del presidente de Guatemala, Otto
32
Pérez Molina, pocos van a proponer y ejecutar políticas de legalización plena, más bien lo que se trate será la despenalización a
nivel de dosis personal, esto ya se ha visto con Calderón, Santos,
Cardoso, Zedillo, Gaviria, Fox, Chinchilla, porque los países de la
región han pagado demasiado en sangre y tesoro a petición de los
Estados Unidos en estos últimos cuarenta años.
La barrera fundamental es que en mi país hay una ideología en
contra de las drogas mucho más fuerte que la ideología en contra
del alcohol, prohibido en los años 20 y 30. Existe un consenso
general entre las Iglesias católica, evangélica, protestante, musulmana, judía. Además, una clase media que teme que sus hijos se
contaminen con el crack o con la heroína fumable o inhalable. En
ese sentido, hay una clase media que vota en contra de cualquier
cambio. Cada dos años, reelegimos los cuatrocientos treinta y cinco miembros de la Cámara Baja, la Cámara de Representantes.
Hay, pues, una renovación bianual. Quien levanta la voz o la cabeza en pos de una revisión de las políticas antidrogas a nivel federal
pierde la voz porque pierde la cabeza durante la próxima elección.
Nadie lo propone a nivel federal, no hay debate pues está congelado a nivel federal por ese sistema de representación combinado
con la ideología y el fenómeno sociológico de la clase media tan
preponderante en los Estados Unidos.
No hay un debate a nivel federal sino a nivel estatal porque los
Estados tienen que correr con los gastos del sistema carcelario
norteamericano. Ya mencioné a California que va por lo alto, Luisiana que va por lo bajo, treinta mil dólares por prisionero. No es
el gobierno federal el que corre con esta carga, sino los gobiernos
estatales, y en una sociedad capitalista, la cuestión de ganancias y
pérdidas es esencial. Eso está provocando crisis y también generando iniciativas, como la mexicana en el 2010, para la legalización de la marihuana. Son catorce los Estados que están gestionando la legalización de la marihuana.
La legalización de una droga, como la marihuana, no soluciona
los problemas ni de México ni de América Latina. La marihuana
33
Drogas, usos y prevenciones
Bruce Bagley
ya se cultiva en mi Estado natal, somos hasta exportadores. La
legalización de la marihuana no soluciona el problema del cultivo
criminalizado, de la refinación, del tráfico, del contrabando que
fomentan la criminalidad.
Una solución eficaz no puede ser simplemente la reducción de daños para los países desarrollados o la legalización de la marihuana
en California. Es preciso tomar en cuenta tres pilares: primero,
tomar en cuenta el cultivo y la criminalización de los campesinos involucrados en el cultivo. Segundo, contemplar cómo es que
llega a los mercados europeos o norteamericanos la droga que se
despenaliza. Y tercero, la reducción de daños que es fundamental
como parte de una política integral.
La motivación detrás de la corrupción y la violencia a lo largo y
ancho de América Latina es la ganancia. La despenalización de
todas las drogas no va a solucionar el problema del crimen organizado. Sin embargo, hay que empezar a pensar en alternativas que
produzcan menos ganancia para la criminalidad que tanto daño
hace a la democracia.
La criminalización de las drogas es una forma de responder a la relación interracial. Primero fue el genocidio de los indígenas americanos por los ingleses y franceses. Después vino la esclavitud, con
leyes que justificaban el uso de la mano de obra afro. Luego apareció el sistema del gueto con la migración de los afros de los campos de algodón a las fábricas. De repente, vino la globalización y
ya no se necesitó esa fuerza de trabajo en las fábricas porque es
más barato producir en México o China. Después vino el sistema
de encarcelamiento de una población que ya no es útil para nadie.
En una sociedad con un racismo histérico, que inventa demonios
morales, la gente está convencida de que se necesitan esas cárceles
para impedir que los negros los maten mientras caminan por la
calle. Las leyes apoyan eso, porque se legaliza la marihuana para
gente que no es pobre ni afroamericana. Se puede pasar mucho
tiempo en la cárcel a causa de una prueba de orina que da positivo
en marihuana. En California domina la locura del sistema proba34
torio. Se dice que el decaimiento de la cocaína entre 1980 y 1982
y el auge del crack se deben a que los colombianos desistieron del
tráfico de la marihuana que llegaba en barco por Florida, que es
difícil de traficar por su tamaño y que no tiene clientes tan fieles.
Al revés, la cocaína que se transporta en pequeñas cantidades, es
más barata y se masificó el mercado. Respecto a las fuerzas armadas y las instituciones de salud, deben trabajar en conjunto, no una
contra la otra.
Las adicciones y el fenómeno del encarcelamiento en todo el mundo corresponden a un contexto mucho más amplio de discriminación, injusticia social, pobreza, racismo, exclusión y falta de políticas. Es un problema de gran envergadura. Las penas son mayores
para el consumidor de crack, que es más barato, que las penas para
el consumo de cocaína en polvo, que la clase media puede pagar.
Una política no integral está condenada al fracaso. Encarcelar a
alguien y después soltarlo es devolverlo a la falta de esperanzas, al
desempleo, a la falta de educación y vivienda. Estaría, pues, más
excluido que antes. Así se pierden ya tres generaciones. Todo esto
tiene que ver con la distribución de la riqueza, lo mismo sucede
con la recesión en Europa, la pobreza de América Latina y México.
La sociedad estadounidense es puritana, con un gran fondo religioso, incluso mayor que en América Latina, con sus iglesias evangélicas, bautistas, protestantes, inmersas en el discurso político que
prohíben el alcohol, las drogas, el baile. Pero también hay excesos,
lo que convierte a la sociedad estadounidense en esquizofrénica.
Se mantiene la idea de crear más cárceles, con una inversión de
seis mil millones. Pero, como no hay el dinero, se empieza a soltar
a asesinos, violadores de niños y mujeres y no a los consumidores,
lo cual genera indignación. Aparecen alternativas como la legalización de la marihuana. En este mismo año es posible que se
sumen varios Estados donde se puede conseguir marihuana medicinal, pero para la clase media como tratamiento para el stress, no
para los negros pobres.
35
Drogas, usos y prevenciones
Jorge Chabat
Las guerras contra las drogas se hacen extensivas a la lucha contra
el terrorismo para emplear al ejército que ya no tiene que pelear
contra la URSS. Pero ahora está mejor dotado en equipo y presupuesto. El Departamento de Defensa fue designado líder de la guerra contra las drogas junto al FBI y al Departamento de Justicia. La
política de reducción de daños tampoco es la solución para América latina, pero sí para Europa y para los países desarrollados, y aun
en estos casos, es parcial, pues es fundamentalmente para la clase
media que no es criminalizada.
En todas partes del mundo, no solo en Latinoamérica, puede ser Sicilia, el crimen organizado se ha tomado instancias del Estado y lo
controlan, lucrando el Estado del narcotráfico para mantenerse en el
poder, en un nexo criminal-político. Hay Estados que proyectan imágenes de lucha, ley y orden, pero que se benefician del narcotráfico,
protegiendo el crimen organizado. Son Estados cortesanos.
En cuanto al capitalismo, no hay sistema económico y político
que no sea susceptible a la corrupción. No se lo puede culpar, pero
fomenta la corrupción con el mercado legal e ilegal. Por ejemplo,
el alcohol, que es legal pero mata más personas que todas las otras
drogas juntas, doscientos cincuenta mil personas al año en Estados
Unidos. El gobierno no tiene programas para luchar contra el alcohol. Se depende de organizaciones como Alcohólicos Anónimos
(AA), por donde han pasado setenta millones de estadounidenses.
Los Estados determinan la naturaleza del crimen organizado: en
Japón, la yacuza ha convivido con el Estado con la ventaja de que
no hay violencia callejera. En Italia (Sicilia, Calabria), es igual,
más en el gobierno de Berlusconi cuando influye la mafia sobre
el gobierno. En los Estados Unidos se acabó con la mafia italiana,
pero se fragmentó el crimen organizado ruso, irlandés, nigeriano,
colombiano, mexicano, haitiano, portorriqueño los que tomaron
áreas o ciudades. Se redujo el tamaño de los guetos pero no la
violencia. El Estado determina la dinámica del crimen organizado.
En América Latina la debilidad de las instituciones permitió que
crezca el crimen organizado en Colombia, México. Los carteles
crecen por la debilidad del sistema judicial y policial.
36
El narcotráfico en México: de la pax
narcótica a la guerra contra las drogas
Jorge Chabat4
Quiero aclarar que mi formación es en Ciencia Política, en Relaciones Internacionales. No soy antropólogo. Por ende mi presentación va a girar en torno a la política, pero también voy a ver las
alternativas frente a esta problemática.
4 Profesor-Investigador de tiempo completo de la División de Estudios
Internacionales del Centro de Investigación y Docencia Económicas, A.C. (CIDE),
desde 1983. Fue Director de la propia División de Estudios Internacionales del CIDE
de 1996 a 1999. Estudió la Licenciatura en Relaciones Internacionales en El Colegio
de México y la Maestría y el Doctorado en Estudios Internacionales en la Universidad
de Miami. Ha publicado más de 40 artículos en los temas de Política Exterior de
México, Relaciones México-Estados Unidos, Narcotráfico y Seguridad Nacional
en libros y revistas especializadas como Current History, Journal of Interamerican
Studies and World Affairs, Annals of the American Academy of Political and Social
Science y Foro Internacional. Ha sido profesor de la UAM-Iztapalapa, la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, la Universidad Iberoamericana, el ITAM y
el Instituto Matías Romero de Estudios Diplomáticos, de la Secretaría de Relaciones
Exteriores y de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO),
Sede México. Es editorialista de El Universal, Radio Imagen y de “El Noticiero” de
Televisa. Recientemente publicó La respuesta del gobierno de Calderón al desafío
del narcotráfico, en Mónica Serrano y Arturo Alvarado (eds), ¿Hacia la seguridad
nacional? Seguridad nacional y seguridad interior en el siglo XXI, México: El
Colegio de México, 2010 y Drug Trafficking and United States-Mexico relations:
Causes of Conflicto en Paul Kenny y Mónica serrano, Mexico’s security failure,
New York: Routledge, 2012.
37
Drogas, usos y prevenciones
Jorge Chabat
He titulado a esta presentación El narcotráfico en México, de la
pax narcotica a la guerra contra las drogas. Voy a desarrollar el
tema de un libro que estoy escribiendo y que busca explicar cómo
surge el narcotráfico en México, cómo evolucionan ciertas formas
de crimen organizado, cómo llegamos a la situación actual y qué
opciones tiene el gobierno mexicano dentro de las limitaciones
estructurales en que se mueve.
Lo primero que debemos preguntarnos es dónde estamos en México. Yo respondería que en medio de dos guerras, una guerra frontal
declarada por el presidente Calderón contra el narcotráfico y otras
formas de crimen organizado. Y la guerra entre estas bandas de
narco-crimen organizadas entre sí.
En los últimos años, se han desplegado cuarenta y cinco mil miembros de las Fuerzas Armadas, treinta y cinco mil policías federales
en territorio mexicano para combatir a estas bandas delincuenciales. Esta guerra ha provocado, según el gobierno, más de cincuenta mil muertes. De este número, el 90% corresponde a criminales
que se matan entre sí. El resto son policías, militares y también
corresponde a civiles que no tienen relación con este fenómeno,
sin embargo, es difícil saber la exactitud de esta proporción.
Lo interesante es que, a pesar de estas cifras, hay un apoyo de la
opinión pública a la guerra. En septiembre del 2011, según nuestras
encuestas que coinciden con encuestas previas, el 83% de la población mexicana apoyaba la guerra contra el narco, por lo menos en el
uso del ejército para combatir este fenómeno. Una parte importante
también era pesimista respecto a si se iba a ganar esta guerra pronto.
Sorprendentemente, el 38% de la población apoyaba una presencia
militar de Estados Unidos en territorio mexicano para combatir el
narco. Esta actitud habla de que la gravedad del problema es tal
como para que se piense en una opción de esta índole.
Como resultado de la fragmentación de sus miembros, se ha producido una confrontación de los carteles. Pero estos siguen siendo
muy poderosos, y actualmente se están reagrupando. En este momento, hay dos grandes organizaciones criminales: el grupo de
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Los Zetas, que es una derivación del Cartel del Golfo, y el Cartel
del Pacífico. En torno a estos dos carteles se está alineando el resto
de los grupos. Buena parte de la violencia que vive México en los
últimos meses es el resultado de la confrontación de estas organizaciones criminales.
También hay que señalar que algunos de esos carteles, que eran
carteles de la droga, se han diversificado hacia otro tipo de delitos.
Hay crímenes predatorios que atacan a la población: secuestro,
extorsión, tráfico de personas. Quienes hacen este tipo de acciones
son Los Zetas.
No se tiene evidencia de que otros grupos, como La Familia o Los Caballeros Templarios, que operan en el Estado de Michoacán, el Cartel
del Pacífico o el Cartel de Sinaloa cometan este tipo de delitos. Ellos
son narcotraficantes. No digo que no sean criminales, ni que no sean
violentos, son muy violentos cuando enfrentan a los Zetas. Pero no
hay evidencia de que estén cometiendo otro tipo de delitos.
También hay que señalar que ha habido un apoyo de Estados
Unidos al gobierno de Calderón en este tema pues existe una
clara preocupación por la violencia lo que ha generado esta confrontación con los carteles de la droga y las organizaciones criminales.
¿Cómo se llega a esta situación? Yo diría que hasta la década de los
70, el narcotráfico no era un problema de seguridad nacional en México, ni siquiera un punto de conflicto diplomático con Estados Unidos.
Quizá la primera fricción seria, aunque ya existían algunos problemas, fue en 1969 con la Operación Intersección, que consistió en
el aumento de los controles en la frontera de Estados Unidos con
México para, supuestamente, buscar drogas. Pero fue una forma
de presionar al gobierno mexicano para que colaborara más en el
combate a la producción y tráfico de drogas.
En los años 70 hay un incremento en la producción, tráfico y consumo de drogas en Estados Unidos. Es la época de drugs, sex and
39
Drogas, usos y prevenciones
Jorge Chabat
rock and roll. Las drogas formaron parte de la cultura popular con
las figuras épicas de las estrellas de la música que morían de sobredosis. No deseo profundizar en eso, pero hay muchos casos
memorables.
En ese sentido la presión surtió efecto. En la década de los 70, se
lleva a cabo la Operación Cóndor y se reduce mucho la producción de marihuana y cocaína en México. De hecho, esta operación
enseñó que sí se podía combatir eficientemente a la droga. De ahí
que se la haya utilizado como modelo en el combate a la producción de drogas.
vidades de estos grupos criminales, lo que yo he denominado la
pax narcotica. Con la lógica típica de los gobiernos del PRI, para
resolver un problema, se lo administraba pero no se lo resolvía,
se tenía la ilusión de que si se toleraba esta actividad se la iba a
controlar.
Hubo acuerdos, algunos explícitos otros implícitos. También complicidades marcadas. Se dio un nexo político-criminal: muchos de
los políticos eran parte del negocio, bajo el supuesto de que era un
problema de Estados Unidos y no de México, que la droga pasaba
y no se quedaba.
Lo que hay que señalar también es que después de esta reducción
en México, Estados Unidos no se quedó sin abastecimiento de
drogas. La marihuana empezó a llegar de Colombia, la heroína
de Asia. Fue el efecto globo que provoca que se traslade la producción de drogas a otros países.
Estas bandas empezaron a tener más poder y dinero, lo que eventualmente rompió la relación de subordinación al Estado. Llegó
un momento en que las bandas delictivas tenían más poder que el
Estado puesto que se fortalecieron con esta política de dejar hacer,
dejar pasar.
A mediados de los 80, el narcotráfico empieza a convertirse en un
problema de seguridad nacional que amenaza la estabilidad del
país. Hay conflictos graves con Estados Unidos. Se da un caso
muy importante, el asesinato de un agente de la DEA en México,
Enrique Camarena, con complicidad de autoridades mexicanas.
Como resultado de esto, y creo que es muy importante señalarlo, las bandas evolucionaron y penetraron el Estado. Peter Lobsha
tiene un artículo muy importante de los años 90 en el que habla
de estas tres etapas del crimen organizado puesto que se fortalecieron con esta política: 1) La etapa predatoria, que no amenaza
la estabilidad, más o menos controlada por el Estado. 2) La etapa
parasitaria en la cual penetra el Estado, se invierte la relación de
poder. 3) La tercera etapa es la simbiótica en la cual las bandas
criminales se funden con el Estado y prácticamente son lo mismo.
No diría que hemos llegado a ese tercer nivel, aunque en algunas
partes de México sí se da este fenómeno. En Estados Unidos las
bandas están en la etapa predatoria, por eso pueden ser controladas por el Estado. Muchas de las medidas que se usan en Estados
Unidos, sobre todo las que se refiere a la violencia, no funcionan
en la etapa en que se encuentra México.
Es la década en la que aumentan los flujos de envío de cocaína
hacia Estados Unidos utilizando algunas de las rutas que ya estaban establecidas por traficantes de marihuana. En México utilizan
también estas rutas para transportar cocaína.
Este problema del narco evidencia también un problema estructural
de México: la corrupción de las autoridades con escándalos realmente épicos.
Durante el siglo pasado, el gobierno mexicano presentó una especie de actitud esquizofrénica. Por un lado, apoyaba el régimen
prohibicionista, firmaba los acuerdos que realizaba Estados Unidos a nivel internacional, legislaba internamente para prohibir las
drogas. Pero también había una cierta tolerancia frente a las acti40
El problema se agravó en los años 90, cuando surgen las cuatro
principales organizaciones criminales como resultado del desmantelamiento de los carteles colombianos: el Cartel de Tijuana, el
Cartel de Juárez, el Cartel del Golfo y el Cartel de Sinaloa.
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Drogas, usos y prevenciones
Jorge Chabat
En los 90, también se incrementa mucho el consumo de drogas en
México. El mercado interno crece de manera importante, lo que
explica el fenómeno de la violencia pues, a pesar de no ser una
cantidad muy grande, aproximadamente mil millones de dólares
generan disputas por controlar una esquina para el narco menudeo.
¿Qué respuestas dio el gobierno mexicano a esta situación? Una
serie de medidas enfocadas a fortalecer el Estado y las políticas
punitivas. El combate a las drogas entre 1993 y 1997 lo cierra
el Comisionado de este instituto, el general Arroyo, porque era
cómplice de Amado Carrillo, uno de los narcos más importantes.
Se emiten reformas a la ley de lavado de dinero, se crea el Sistema
Nacional de Seguridad Pública que busca coordinar los tres niveles de gobierno federal, estatal y municipal. En 1995, se expide la
ley contra la delincuencia organizada. En 1996, se crea la unidad
especializada en delincuencia organizada en la Procuraduría Federal de la República. Se crea la Policía Federal Preventiva en 1998
que, en 2009, se transforma en Policía Federal, con facultades de
investigación. Se da una mayor coordinación con Estados Unidos
como otra respuesta más para reducir el conflicto.
Se crea el grupo de contacto de alto nivel con Estados Unidos. Se
autorizan extradiciones temporales. Y se coopera con el FBI. Se autorizan las extradiciones a Estados Unidos de narcotraficantes mexicanos, incluso el gobierno de Estados Unidos participa en la selección de agentes antidrogas mexicanos y, al final de los años 1990, se
empieza a usar las Fuerzas Armadas para combatir el narcotráfico,
no solo en la destrucción de plantíos sino también coadyuvando con
el Ministerio Público en la captura a los delincuentes.
A pesar de estas respuestas, el problema no cesa de crecer, persisten la corrupción y los conflictos con Estados Unidos. Como
ya mencioné, en 1997, se arresta al general Gutiérrez Rebollo,
que era el zar antidrogas mexicano, por estar comprometido
con el narcotráfico. Un alto general del ejército mexicano, ya
en retiro, que hasta hace cuatro años era Subsecretario de Defensa, que fue secretario particular del Secretario de Defensa
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hace diez o doce años, está arrestado, acusado de nexos con el
narcotráfico, lo cual nos habla de un problema serio. Hay también escándalos por algunos gobernadores involucrados con lo
narco.
Se produjo la Operación Casa Blanca (1995), una operación encubierta de Estados Unidos sin consultar al gobierno mexicano
para investigar el lavado de dinero, lo cual nos habla de que el
problema sigue presente. El secretario del Tesoro de Estados Unidos y la Procuraduría General anunciaron que la operación Casa
Blanca logró, luego de varios años de espionaje, establecer nexos
directos entre directivos de 12 inspectores mexicanos con carteles
de las drogas de México y de Colombia.
Queda claro que se invirtió mucho en la persecución, en el combate antes que en la prevención, aún cuando últimamente ya se
habla de legalizar las drogas. (Ernesto Zedillo y Vicente Fox hablaron de ellos cuando dejaron de ser presidentes, tal vez lo haga
Calderón cuando deje la presidencia).
A partir del año 2000, la situación cambió con la llegada al poder
de un partido de oposición, el PAN. Esto es clave para entender
algunas cosas. El PAN de alguna manera rompió el equilibrio que
había entre el poder político y los narcotraficantes. Insisto en que
se trata de una tendencia que venía generándose desde los 90.
El gobierno de Vicente Fox, que llega en el 2000, arresta a algunos capos de la droga, lo cual contribuye a que los acuerdos -pues
había ciertos acuerdos entre los carteles de la droga y el gobierno,
no estoy diciendo que sea el modelo ideal pero había acuerdos- se
rompan y se inicien las guerras entre las bandas. Sobre todo al final del gobierno de Fox, en el 2005, hay una guerra entre el Cartel
del Golfo, que entonces tenía a los Zetas como sicarios, y el Cartel
de Sinaloa.
Otro dato importante: aumenta considerablemente el consumo de
drogas del 2003 al 2008. El consumo de drogas ilegales en general
crece un 50%, el de cocaína crece un 100%. Esta ruptura de equili43
Drogas, usos y prevenciones
Jorge Chabat
brio entre los carteles y el aumento de consumo interno provocan
luchas por el control de algunos territorios. En Michoacán, por ejemplo, donde empieza a actuar el gobierno de Calderón, porque algunos
grupos criminales controlaban partes del territorio. A pesar de todo,
el flujo de drogas ha sido constante. Sin importar lo que hacen los
gobiernos, las drogas siguen llegando a donde tienen que llegar.
era evitar que las drogas llegaran a los consumidores, de hecho
la propaganda decía: para que las drogas no lleguen a tus hijos,
lo cual no tiene sentido porque las drogas van a llegar al que las
quiera consumir. Lo que debió haber dicho es: para que las balas
no lleguen a tus hijos. Lo que no hay en Estados Unidos y sí en
México son los decapitados y la violencia fuera de control.
La violencia en la frontera de México con Estados Unidos generó, ya
desde el 2005, operativos policiaco-militares como los que ha hecho
Calderón y los gobiernos anteriores. El ejemplo más claro es el de
México Seguro en 2005.
También habría que decir que la estrategia del gobierno de Calderón es reactiva pues responde a una situación de crisis. Los datos
son muy claros: en el 2012 el presupuesto destinado a la persecución de los criminales era ochenta veces mayor que el presupuesto
dedicado a combatir el consumo de drogas. En una etapa de crisis
no hay mucho margen de maniobra.
El gobierno de Fox intentó legislar sobre la portación de drogas
para uso personal. Lo curioso de esto es que Fox manda la ley estableciendo cantidades pequeñas para consumo personal. Pero el
gobierno de Estados Unidos presiona, pues teme que la propuesta
sea aprobada por el congreso. Como resultado Fox tiene que vetar
su propia ley. Esto nos habla también de la esquizofrenia de los
Estados Unidos.
Ya lo he mencionado. Si se va a Estados Unidos, se puede comprar en cualquier lugar la revista High Times en la que promueven el uso de marihuana, incluso en la página central hay un
póster con la planta de marihuana del mes, se puede poner en
la pared unas matas muy bonitas. No es una revista clandestina,
hay suscripción a ella con tarjetas de crédito importantes. A
pesar de eso, hay una legislación muy susceptible.
¿Cuál ha sido la estrategia de Calderón para enfrentar este fenómeno? Su estrategia tiene tres componentes: 1) Los operativos
policiaco-militares en algunas zonas de México que han generado
críticas por la participación de los militares para combatir las drogas. 2) Una serie de reformas institucionales que están en proceso.
3) La cooperación internacional. Con esta estrategia, el gobierno
busca dos objetivos, fragmentar los carteles de la droga para reducir la violencia y fortalecer las instituciones del Estado de tal
forma que permitan al gobierno controlar el narcotráfico. En un
principio, el gobierno mexicano había dicho que lo que buscaba
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En ese sentido, el gobierno de Calderón tiene un nuevo objetivo de
largo plazo que es transformar el narcotráfico en un problema de
seguridad pública en lugar de una amenaza a la seguridad nacional
como lo que es ahora. Transformarlo en un problema de seguridad
como es el robo de autos, no un problema que desestabilice el país.
El consumo no va a desaparecer, si alguien piensa eso no tiene
sentido. En ninguna parte del mundo esta tragedia desaparece.
Como les dije, esto tiene dos objetivos: fragmentar y controlar. Existen varios obstáculos para que esto funcione, la corrupción de las instituciones mexicanas, las violaciones de Derechos Humanos al combatir estas bandas, el tiempo de permanencia de la violencia, y otros
más. Si la violencia persiste, la pregunta que surge es por cuánto tiempo la gente aguantará la violencia. Sin embargo, se tiene la impresión
de que la gente la acepta porque no ve más alternativas.
En innegable, por otro lado, que aun si se pudiese controlar las
bandas, este proceso es muy costoso y necesitaría un aparato de
seguridad enorme que no lograría encarcelar a todos los criminales, porque simplemente es imposible.
Algunas reformas institucionales que se han hecho en el gobierno
de Calderón, como el arraigo hasta sesenta días en caso de de45
Drogas, usos y prevenciones
Jorge Chabat
lincuencia organizada, han sido cuestionadas por considerarlas
violatorias de los Derechos Humanos. Por ejemplo, el arraigo es
la detención preventiva en la casa o en algún lugar hasta que se
pueda fundamentar un cargo. También se autorizó la intervención
de comunicaciones en caso de delincuencia organizada con lo que
se le ha dado facultades de investigación a los policías. Hace poco
entró en vigencia un sistema único de certificación policial y decomiso de propiedades utilizadas para actividades de la delincuencia
organizada.
Hay una reforma judicial en proceso para hacer juicios orales que
fuera aprobada en el 2008 y que entraría en vigencia en el 2014. Se
aprobó una reforma del sistema nacional de seguridad pública para
coordinar mejor los tres niveles de gobierno y una reforma de medidas contra el lavado de dinero que está todavía siendo discutida.
Hay también algunas reformas que se están discutiendo como, por
ejemplo, un posible mando único a policías municipales, no tantas
policías municipales sino una policía por cada Estado, porque en
México existe la policía municipal, la policía federal y la policía estatal. Se trata de que existan dos policías estatales. Es una medida
discutible porque la policía municipal está cerca de la ciudadanía.
Está en proceso una limitación del fuero militar, para que los militares que cometan delitos que afecten a personas civiles sean juzgados por tribunales civiles y no por tribunales militares. La Suprema
Corte, aceptando la recomendación de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, ya ha emitido una sentencia al respecto.
En el 2010, Calderón aprobó la ley de portación de drogas. Esta
propuesta redujo las cantidades que había considerado Fox. Finalmente quedaron en dos gramos de opio, cincuenta miligramos de heroína, cinco gramos de marihuana, quinientos miligramos de cocaína y 0.015 miligramos de LSD. No soy experto en
consumo de drogas, pero me han dicho que no son cantidades
muy representativas, solo son un indicio de que el gobierno de
Calderón está buscando algunas soluciones a la problemática.
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El gobierno de Calderón también ha aceptado que se discuta
la posibilidad de legalizar las drogas. Pese a que no se está de
acuerdo, se nota un avance: se discuten algunos temas mucho
más abiertamente de lo que se discutía hace diez o quince años.
Yo vengo diciendo desde hace veinte años que hay que pensar
en esa opción que, ciertamente, no resuelve todos los problemas,
pero sí algunos.
Sobre la Ley de Sistema de Seguridad Pública, tampoco creo que
valga la pena adelantarse mucho, es una nueva reforma para la homologación del informe policial, servicio de carrera de instituciones de justicia, del Ministerio Público y peritos, carrera policial y
profesionalización de los policías con un certificado único policial
para todos los niveles. El gobierno ha puesto mucho énfasis en un
sistema nacional de acreditación y control de confianza. Se realizarían exámenes de control de confianza que, se esperaría, permitan combatir la corrupción de manera más eficiente, aunque no
se trate de una panacea. El problema generalizado de los policías
mexicanos es que están tan acostumbrados a mentir que pasan el
polígrafo sin problema. Además, la prueba incluye exámenes toxicológicos, revisión de los bienes y de las propiedades. Solamente
el 8% de los policías del país está certificado. Esto quiere decir
que el 92% de los policías del país puede estar trabajando para el
crimen organizado, cifra que podría ser real.
Hace dos años, la Secretaría de Seguridad Pública realizó un estudio sobre cuánto ganaban los policías municipales en promedio y
cuánto deberían ganar para alimentarse, para transportarse, etc., y
había una importante brecha. Reciben tres mil pesos al mes, como
doscientos veinte dólares. Deberían ganar diez mil pesos, unos
setecientos dólares. Asimismo, la Secretaría calculó que en conjunto la Policía recibía mil millones de dólares de otras fuentes, se
presume que del crimen organizado. Es obvio que, además de los
controles de confianza hay que remunerarlos mejor.
Otra medida es la creación del Sistema Nacional de Información
sobre seguridad pública. Un sistema único de información crimi47
Drogas, usos y prevenciones
Jorge Chabat
nal, registro nacional de personas de seguridad pública, registro
nacional de armamento y equipo. Se sanciona a los Estados y a los
Municipios que no den información, que den información errónea
o que divulguen información reservada. También pueden suspenderse los recursos por incumplir estas obligaciones, no certificar a
los integrantes de seguridad pública, no mantener centros de control de confianza o utilizar los recursos para fines distintos a los
establecidos en la ley.
La negativa de Estados Unidos a modificar las leyes antidrogas
impide considerar la opción de eliminar la prohibición de las
drogas en el futuro inmediato. La única opción es fortalecer las
instituciones. La eventual legalización de las drogas no resolvería el problema del crimen predatorio, de la extorsión, del secuestro, del tráfico de personas. Hay que decirlo, el problema
de la delincuencia organizada no es solo de drogas, es de otras
actividades delincuenciales.
¿Cuál es el diagnóstico del problema? Creo que hay una parte
criminógena que sí es un problema, pero no las drogas en sí. El
origen del fracaso del combate al narcotráfico en México reside
en que las leyes que lo establecen como delito no son aplicables
pues no existe capacidad estatal para hacerlo y también a causa
de las propias características del fenómeno. Podemos llevar esta
discusión a nivel mundial, ¿realmente el Estado Nación puede
aplicar esta ley? Tengo mis dudas porque si la aplicara Estados
Unidos, estarían en la cárcel doce millones de personas.
Hay algunas soluciones mágicas que se han propuesto y que resuelven en parte el problema, por ejemplo, confiscando el dinero,
creando empleo y, desde luego, controlando el tráfico de armas.
Creo que la ley está mal planteada, hay que pensar al final qué
hacemos con ella. Si este diagnóstico es completo, hay tres opciones: tolerar el fenómeno, lo que ha hecho el gobierno mexicano muchas décadas y lo que hace de alguna manera Estados
Unidos porque tolera el consumo y ciertas conductas. Combatirlo, como está haciendo el gobierno de Calderón, aplicando la ley,
pero sin resultados. Modificar esta incapacidad del Estado para
aplicar la ley, lo cual supone cambiar el Estado o cambiar la ley.
Cambiar la ley implicaría alguna forma de despenalización o
de descriminalización. Con una prohibición parcial continúan
el tráfico ilegal y las mafias. Cambiar el Estado es lo que hace
Calderón, fortalecer el Estado para que pueda aplicar la ley. La
pregunta que habría que hacernos es si, en el mejor de los casos,
el Estado mexicano realmente se fortalece y cuenta con instituciones que funcionen, conseguiría aplicar la ley ciento por ciento. Yo tengo mis dudas y siempre las he tenido. Pero lo cierto es
que con el Estado actual no se puede aplicar.
48
Negociar con el crimen organizado me parece que no tiene sentido, no son actores confiables. No hacer nada hasta que el Estado
sea lo suficientemente fuerte tampoco es solución.
El gobierno mexicano también debe tener una estrategia integral
que contemple la prevención de las adicciones, de la desigualdad
social que impulsa el ingreso de la gente a las bandas. También
creo que el gobierno debe priorizar esfuerzos, si hay algo peor
que una policía corrupta y mal equipada, es una policía corrupta
y bien equipada.
El Estado debería concentrar su esfuerzo en combatir el crimen
predatorio, sobre todo, aquellos que atacan a la población, ya
muy afectada con el secuestro y la extorsión. La inversión se
deberá dirigir a la tecnología y la inteligencia.
Se deberían explorar otras opciones en el tema de las drogas,
como una despenalización de facto, por ejemplo el modelo California, o alternativas médicas para las adicciones, como las vacunas, que también el gobierno de Estados Unidos ha mencionado.
La confrontación con el crimen organizado como única opción
a corto plazo para el gobierno de Calderón, dada la crisis de seguridad que enfrenta, no ha sido exitosa porque el problema es
estructural. El poder de las bandas del narco deriva de la deman49
Drogas, usos y prevenciones
Salvador Maldonado
da de drogas, y el Estado mexicano no posee los elementos para
enfrentar esta amenaza, tampoco los tendrá el próximo gobierno
con un régimen prohibicionista.
Militarización drogas y violencia en México
¿Qué ha cambiado a cinco años de la lucha
contra el narcotráfico?
Salvador Maldonado5
Voy a presentar un trabajo sobre militarización, violencia y drogas
en México, la investigación que estoy haciendo en la región de
Michoacán con dimensiones regionales y transnacionales. Partiré
de algunas observaciones sobre la forma en que se está entendiendo el tema de la violencia y las drogas en México.
5 Salvador Maldonado realizó su licenciatura en Sociología en la Facultad de
Ciencias Políticas de la UNAM. Posteriormente obtuvo la especialización, maestría
y doctorado en Ciencias Antropológicas con especialidad en Antropología Política
en la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa, México. Dentro
de sus publicaciones destacadas, se encuentra el libro Los márgenes del Estado
Mexicano, que ganó el Premio Iberoamericano en Ciencias Sociales. Maldonado
trabaja cuestiones de narcotráfico -drogas y poder- desde una perspectiva regional
con dimensiones transnacionales. Particularmente se ha dedicado durante los
últimos 10 años a investigar en una región donde nació una de las organizaciones
más sincréticas como La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios, en el
estado de Michoacán. En la actualidad se encuentra trabajando sobre la forma
en que se negocia la violencia y se enfrenta el crimen en comunidades rurales,
urbanas y ciudades michoacanas. También ha realizado investigaciones en cuanto
a la historia regional del cartel de la familia, sus historias rurales, políticas y la
manera en que extendieron sus redes. En cuanto al tema de drogas, se ha centrado
en las repercusiones del narcotráfico, derechos humanos, gobernabilidad, en
dimensiones regionales.
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51
Drogas, usos y prevenciones
Salvador Maldonado
Hay tres formas de explicar el tema. En primer lugar, se puede
analizar a los carteles como un problema de narcotraficantes, en
términos de traición y corrupción. Se ha mitificado a los líderes
que benefician al pueblo, corrompen funcionarios y capturan instituciones, siempre fuera del Estado.
Esto me ha dado un acercamiento regional comparativo para poder explicarme por qué regiones de este tipo experimentan una
violencia tan fuerte, en el caso en el que estoy especializado, en
el caso del sur de Michoacán, donde está asentado el tema de
investigación.
Una segunda aportación, que me parece muy importante, es la crisis de hegemonía del PRI, que ha posibilitado una ruptura de los
pactos entre el narcotráfico y política, generando mayor autonomía en los negocios de los carteles. Esta tesis ayuda a entender los
espirales de violencia que vive México, desde la criminalización
de la élite política hasta los niveles más bajos.
Me he preguntado ¿por qué en estas regiones la producción de
marihuana, de amapola, se ha convertido en una de las actividades más importantes, sobre las cuales se construye un narcotráfico muy poderoso? ¿Cómo ha sido posible que esas regiones
rurales se hayan transformado en zonas de narcotráfico en extremo violentas? ¿Qué papel han jugado el Estado y otros actores?
Una tercera parte del tema se explica por un problema de vacíos
legales, lo que supone que hacen falta mejores leyes para poder
controlar el narcotráfico y una estructura institucional para poder
enfrentar la violencia.
Estas regiones fueron caracterizadas en su trayectoria histórica
como productoras de estupefacientes y por los procesos de colonización territorial, es decir, migraciones de personas expulsadas
que se acomodaron en esas zonas.
Estas tesis son interpretaciones interesantes sobre las dimensiones
en las que se explica el narcotráfico. Voy a utilizar otro tipo de
variables que me parecen más importantes en el tema.
En el caso de Michoacán, hay una característica muy importante,
que comparte con otras regiones, la débil presencia del Estado o la
captura del Estado por líderes, caciques, políticos que han ejercido
la ley del Estado y la ley personal. En medio de estas negociaciones, la idea del Estado es difícil de entender por la fortaleza
que tienen estos líderes en los lugares en los que existe cultivo de
amapola.
Para empezar, al narcotráfico se lo puede entender desde una
visión regional relacionada a las reformas neoliberales del Estado en la economía y las políticas de las drogas, y los niveles
de corrupción, de protección política que se experimentan en el
contexto de este crecimiento del narcotráfico.
Como antropólogo, me gusta trabajar en prevenciones más regionales para pretender captar el problema de una forma mucho
más sutil en términos de cómo se construyen estos espacios.
Gran parte de mi trabajo de investigación está centrado en regiones
en las que se ha desarrollado un narcotráfico muy poderoso. También he tratado de hacer un análisis comparativo de algunas variables
con las experiencias de Colombia, de Perú en el Alto Huallaga, en el
Chapare boliviano, y con algunos acercamientos muy marginales en
el caso del polígono de producción de marihuana en Brasil.
52
También he encontrado que gran parte del boom de las regiones
de amapola, de coca, de marihuana, en los años 80 se transformaron a dimensiones más transnacionales. A partir de esa década, las
políticas de prohibición de drogas en la región andina provocan
que México produzca mucha más droga para exportar a Estado
Unidos.
Estas políticas prohibicionistas a nivel internacional se reflejan
en que la retracción social y territorial del Estado, dejando estas
regiones a la suerte de muchos intereses. Este alejamiento se convierte en caldo de cultivo para muchas organizaciones narcotraficantes.
53
Drogas, usos y prevenciones
Salvador Maldonado
Debemos reconocer que sabemos muy poco del narcotráfico en
México, hablamos de droga pero tenemos muy pocas cifras. Según datos de la Secretaría de Defensa Nacional, en 1999 existían
350.000 plantíos de marihuana, 160.000 de amapola, repartidas
en áreas pequeñas de una hectárea a otras mucho más extensas.
Estamos hablando de 200.000 kilogramos de amapola durante los
años pico 2003-2007. Para erradicarlos se requiere de una acción
estratégica inmensa.
Pocos estudios se han hecho en México para entender cómo surgen los carteles, qué formas culturales establecen, qué tipo de relación construyen con las regiones como el grado de aceptación de
las drogas y de la cultura del narcotráfico.
Trabajo en el área de la Sierra Madre donde hay una zona de amortiguamiento, miles de hectáreas dedicadas a este tipo de cultivos.
Una primera característica de estas áreas geográficas, que comparten también otros territorios latinoamericanos, es que son inhóspitas, de muy difícil acceso y que empezaron desde el siglo XIX
con la explotación minera, se cultivaba marihuana para paliar las
extenuantes jornadas de trabajo en medio de la Sierra, a altas temperaturas. Este punto es fundamental, el narcotráfico tiene que ver
con estos elementos que estoy señalando, las políticas de ajuste
estructural, la desarticulación del aparato público, la descentralización administrativa que empodera a los municipios y el rol de
los gobernadores y sus facultades.
Hay otros fenómenos que son interesantes como las políticas de
restricción migratoria que tienen un impacto muy severo en el crecimiento de bandas organizadas por el reclutamiento de personas
para ingresar en el cultivo, en el tráfico pequeño y en el gran tráfico.
Las zonas de amortiguamiento se van abriendo cada vez más hacia
la explotación, porque el dinero del narcotráfico fue uno de los
recursos que se utilizaron para poder financiar el desarrollo local.
Productores y campesinos lo utilizaron para abrir caminos, para
comprarse una camioneta, para obtener recursos, para mandar a
54
un hijo a la escuela, mientras que el Estado mexicano había abandonado programas de asistencia social, de créditos agropecuarios,
de comercialización de productos, dejando en la desprotección a
los agricultores.
Una de las políticas más importantes de Salinas de Gortari (1989
– 1994) fue abrir el sector agropecuario a la iniciativa privada,
restándole apoyo político y económico a asociaciones agrícolas y
rurales. La descapitalización del campo poco a poco es compensada por dinero del narcotráfico.
En Michoacán, los orígenes del narcotráfico son eminentemente
rurales, durante los años 80 el narcotráfico estaba ligado, más que
a las élites del PRI, a movimientos de oposición política. Esto también sucedió en la otra zona de amortiguamiento relevante de cultivo de droga, en Sinaloa. Ese narcotráfico surge al margen de élites políticas, en un contexto en el que se da una gran simpatía por
partidos de oposición, en virtud de que el aparato del Estado no
solo se retira sino que hay una representación negativa del Estado
a través del ejército represor o de instituciones a las cuales tienen
que asistir de manera forzosa. Hablamos de una cultura regional
en que se representa fuera del Estado.
En 1959, se inició la primera operación en el sur de Michoacán a
donde se envía un batallón militar procedente del valle de México
para combatir el narcotráfico. Desde esa época, tenemos una relación
muy estrecha del combate al narcotráfico con dimensiones políticas.
Se envía este batallón a una región donde hay un contexto de oposición política y de violencia rural muy fuerte. El ejército combatía al
narcotráfico y también la violencia rural por despojo de tierras, por
haber matado al vecino, violencia que se generaba en este tipo de
regiones en donde el brazo del Estado estaba en cuestionamiento. A
este mismo batallón se le encomienda eliminar la guerrilla en los años
60 y 70 en el Estado de Guerrero. Desde esa época el ejército no solo
combatía el narcotráfico y alertaba a través de los boletines militares.
El ejército fue intervenido dos veces. Primero fue infiltrado por grupos de narcotraficantes y después el mismo ejército, en los años 60,
55
Drogas, usos y prevenciones
Salvador Maldonado
conformó patrullas paramilitares para acabar con el narcotráfico, a
partir de la idea de que la gente viene de la región para ingresar al
ejército, si no los podemos controlar como ejército entonces a estas
personas las vamos a reenviar como miembros del ejército en forma
de grupos paramilitares para que puedan acabar ellos mismos con
sus propios habitantes, sus propios colegas regionales.
Esto ha dado cuenta de un fracaso enorme. En Michoacán experimenté la forma en que las políticas de prohibición y de militarización no solo no han terminado con el narcotráfico sino que han
aumentado los enfrentamientos. Además, el ejército y la policía
tienen sus destacamentos y dos poblados adelante se sabe que ahí
moran los grandes narcotraficantes.
Producto de estas relaciones nace uno de los carteles más importantes, Los Valencia, que tienen un origen rural. Son hijos de comerciantes, de abarroteros que conocen el negocio de la producción, del trasiego de droga, y que traen todos los utensilios para
poder subsanar todas las necesidades de los productores. Se decía
incluso que si quiere encontrar un plantío, siga las mangueras de
riego.
Los hijos de estos comerciantes se fueron a Estados Unidos, tienen
experiencia migratoria, conocen el idioma, conocen contactos,
desde los 80, hay toda una red transnacional que va consolidando
estos vínculos de cultivo y trasiego. Desde los años 90, no puede
pasar algo en el sur de California que no repercuta en la Sierra
mexicana porque hay toda una vinculación de redes trasnacionales
que van diversificando el negocio.
Los hermanos del cartel de Los Valencia tienen estas relaciones.
Hay empatías con la oposición, vínculos con el poder político, hay
alianzas con lo que en ese tiempo se llamó la Federación del Pacífico como Sinaloa, Colima, Oaxaca. Tienen un origen de comerciantes, inmigrantes con lazos de unidad ranchera.
Si no se entiende la formación histórica de esa cultura regional,
esas formas de lealtad, por ejemplo en el Alto Huayanga, el Cha56
pare o el Putumayo, es difícil que se pueda comprender por qué el
narcotráfico se arraiga con tanta fuerza en la vida de las personas,
por qué se convierte incluso en una opción de vida, no como un
delito. No solo hay que combatirlo, es necesario ver y analizar el
contexto de las transformaciones regionales.
Tenemos algunos datos de los resultados obtenidos. Para el sur
de Michoacán, tenemos un rango de alrededor de 22.000 plantíos
que se erradican al año, con esto se comprende esta dimensión de
crecimiento de la economía centrada en el narcotráfico.
Gran parte del lavado de dinero se hace también a escala regional, se invierte en huertas, en tierras, en infraestructura, en una
relación muy compleja con la llamada economía formal. Es muy
difícil entender estos entramados entre economía legal e ilegal, la
forma en la que la compra de infraestructura, de terrenos sirve para
lavar dinero y también para generar múltiples opciones de vida.
En este contexto, la migración es muy importante. Desde los años
80, las fronteras del norte se van cerrando, en Michoacán, que
es una alta zona de expulsión migratoria, después de 1986, los
jóvenes que pretendían trabajar en los Estados Unidos como sus
padres vieron que se hacía imposible traer dinero, construir una
familia, adquirir una propiedad. Desde ese momento decidieron
probar suerte con el tráfico de hormiga. Otros fueron a propósito
a trabajar en Estados Unidos, relacionados con bandas del crimen
organizado y de esa forma adquirían experiencia, retornaban a
México y se iban consolidando estos lazos.
La migración fue un punto importante de las políticas prohibicionistas, el número de migrantes se redujo y las familias que pretendían cruzar la frontera cada vez encontraron mayores obstáculos. En este contexto de movilidad ocupacional, a través de estos
vínculos, mucha gente entró a formar parte de estas redes, unos
como traficantes, otros como sicarios. Es así como va creciendo el
fenómeno de los carteles y sus múltiples ramificaciones a través de
estas redes que se van articulando.
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Drogas, usos y prevenciones
Salvador Maldonado
Si miramos el fenómeno desde la rentabilidad, solo con quinientas plantas pueden sacar diez o quince veces más que si producen
maíz o frijol. Hablamos de un incentivo muy fuerte al comparar
las ventajas para seguir produciendo.
Esto mismo pasó en el Alto Huayanga, en donde las políticas
de Fujimori buscaban sustituir los cultivos de hoja de coca con
el café, pero esos cultivos el Estado los dejaba a la suerte de los
productores, a merced de los problemas crónicos de comercialización, con el fracaso como resultado.
Como en todo mercado, aparece la competencia por el negocio, así
surgen organizaciones como la Familia Michoacana, conocida en los
medios por la decapitación. Es la primera organización que hace su
presentación pública exponiendo cuatro cabezas humanas en un antro
de mala muerte, por lo que se le atribuye el ser una de las bandas más
sanguinarias. La Familia tiene esta presentación, pero tiene otras raíces históricas, hace esta reivindicación del control del territorio y de la
identidad del sur de Michoacán. Son migrantes, rancheros, han estado
en Estados Unidos, hablan inglés, demuestran su fuerza y consolidación con la brutalidad como estrategia.
De hecho la Familia hereda el Cartel del Milenio cuando es desmembrado. Es innovadora en los procesos de lavado de dinero del
tráfico, y hace mucho más eficiente el tráfico de cocaína de Sudamérica hacia Estados Unidos. Es una de las pocas organizaciones
que controlan, si no la única, toda la costa michoacana donde hasta
los años 80 no había autoridad alguna, se podía recorrer cinco horas la carretera y no encontrar a nadie en las playas paradisiacas.
Se habla de que controla alrededor de diecisiete ciudades en Estados Unidos a través de múltiples organizaciones profesionalizadas
donde están involucrados muchos actores.
La diversificación ha convertido el sur de Michoacán en una de las
capitales mundiales de producción de drogas sintéticas. En cuatro
años, se erradicaron alrededor de ciento ochenta narco laboratorios con capacidad para producir desde cientos hasta toneladas de
droga sintética para la exportación y el mercado interno. He hecho
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trabajo de campo en esta investigación acerca de la recepción de
drogas sintéticas y ya hay problemas de salud pública impresionantes, incluso vemos personas que viven en los pueblos y tienen
que sacar a sus hijos, que tienen salir porque hay un problema muy
grave de consumo de droga sintética asociado a un problema de
seguridad por otras actividades como el secuestro, la extorsión y
el pago de impuestos. Gran parte de la clase media en las ciudades
tiene más temor a los secuestros que al narcotráfico. De hecho,
hay un Estado paralelo, hay una política de extracción de capital
de múltiples agentes a través de impuestos, de cobros, de cuotas.
Michoacán ha sido uno de los Estados en donde más aguerridamente se han aplicado políticas militares. Hace dos años, hubo un
operativo en el que atraparon a treinta y seis funcionarios, desde
un Procurador de Justicia del Estado hasta Presidentes Municipales, todos salieron libres por falta de pruebas, excepto los policías.
El magistrado que llevó a cabo esa investigación reveló a un periodista toda la averiguación previa en la que reconstruye la forma
en que corrompen funcionarios, coaptan policías, pagan a funcionarios públicos para obtener protección política, etc.
Hablamos de una organización con un respaldo político, una red
política que la protege, que además ha tenido una estrecha relación
con la sociedad. Eso es un problema más difícil de resolver que
simplemente legalizar las drogas. Encontré testimonios de gente
que me aseguraba que podía ir a zonas de violencia extrema porque iba a encontrar protección y contactos para hacer trabajo de
campo, no en los retenes militares sino en los del narcotráfico.
Hay una inmensa labor social de construcción de legitimidad económico-cultural desde abajo, por clientelismo, también una gran
historia de represión. Llevamos más de setenta años con muchas
intervenciones y muchas quejas de violaciones a los derechos humanos. Igual matan, violan y roban la Familia Michoacana y los
grupos de seguridad.
Estos apoyos populares van desde ayudas para las escuelas y también para los hijos. Me llamó mucho la atención el apoyo de parte
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Drogas, usos y prevenciones
Salvador Maldonado
de la Familia Michoacana para terminar con la militarización, están haciendo una labor de orden social para evitar grandes problemas de violencia.
En la costa michoacana, después de las ocho de la noche, no se
puede salir porque vienen grupos armados “ecologistas”, a limpiar la playa de personas para que puedan descargar o cargar la
droga, la gente tiene que retirarse. No pude estar más de dos días,
salí porque el ambiente es muy tenso, hay muchos sistemas de
vigilancia con la misma lógica de seguridad de un grupo policial
o militar. El sistema de secuestros y de ajuste de cuentas es cada
vez más quirúrgico. Hay toda una red de contraespionaje que
nos explica la forma en que estas organizaciones a veces están
mimetizadas. Puedo aventurar un poco la idea, no la puedo argumentar, pero creo que funcionan como los paras en Colombia o
como Sendero Luminoso en Perú, organizaciones con toda una
lógica militar.
En la campaña electoral de noviembre de 2001, en el caso de Michoacán, hubo más de sesenta personas que renunciaron a sus candidaturas en plenas campañas, unos por enfermedad, otros porque
ya no querían seguir, en realidad porque no podían hacer complejas alianzas que han determinado un problema de gobernabilidad
y de acefalia en municipios. En solo un municipio, por ejemplo,
se eligió un presidente municipal, lo asesinaron y después de ocho
meses de vacío legal nombraron un presidente consejero ciudadano y después ese consejero fue también asesinado y ya nadie
quería asumir la presidencia municipal.
Después de la Familia Michoacana, surgen los Caballeros Templarios, un nombre de herencia histórico-religiosa, por todo lo que
implica la religión, que reivindican una identidad regional y pugnan por el control de su territorio con Los Zetas y el Cartel del
Golfo a través de una red de silencios y lealtades.
Como conclusión, puedo decir que hay una profunda interrelación
entre el crimen organizado y el Estado. Yo no sé si será posible
reformar a este último. Un antropólogo describía el Estado de Sierra Leona con un otro Estado que existe en las sombras. Es decir,
hay un Estado oficial que se presenta como tal, que habla con un
discurso de ciudadanía, de democracia coherente. Y hay otro que
realmente controla los aparatos de seguridad, de justicia, y ese es
el otro Estado que sigue en las sombras. Cada vez me parece que
en el caso de estas regiones son más evidentes esos otros Estados
que existen en la sombra. Reformar al Estado es una tarea titánica
porque no se puede saber dónde están los límites de la legalidad
y la no legalidad. Ese es para mí el gran desafío que tienen los
Estados para poder construir una seguridad mucho más plausible.
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Drogas, usos y prevenciones
Alberto Calabrese
Drogas: inclusión-exclusión de la prohibición
Una fractura virtual
Alberto Calabrese6
El contexto de este trabajo realizado para el Encuentro sobre drogas organizado por el CONSEP, remite a las reuniones de la UNASUR de la COMIXTA. Con este antecedente, es pertinente explicar que el enfoque se hará sobre la inclusión y la exclusión desde
la prohibición de las sustancias. Por ello se subtitula Una fractura
virtual. ¿Por qué fractura virtual? Porque considero que cuando
una sociedad decide una frontera determinada supone, ilusoriamente, los límites hacia adentro y sus extracciones y determinaciones de no injerencia desde afuera hacia adentro. Por eso podría
agregar en el nombre del trabajo, matar al monstruo, que quiere
decir que debe buscarse una solución fuera del discurso prohibitivo. Matemos al monstruo significa que lo que hace el sistema en
contra de las drogas es intentar salvar a la sociedad y, desde esa
perspectiva, no es sostenible.
6 Es Licenciado en Sociología. Miembro del Comité Científico Asesor en Materia
de Control del Tráfico Ilícito de Estupefacientes, Sustancias Psicotrópicas y
Criminalidad Compleja del Ministerio de Justicia Seguridad y Derechos Humanos.
Director de la Maestría sobre Uso Indebido de Drogas, Facultad de Psicología de
la Universidad de Buenos Aires (UBA). Director de la Carrera Especialista en
Drogadependencia de la Universidad Nacional de Tucumán. Profesor Titular del
Módulo Social y Antropológico, de la Carrera de Posgrado sobre Uso Indebido
de Drogas (1er. curso), y de Geopolítica y Drogas en el 2do. curso de la Maestría
sobre UID – Facultad de Psicología – UBA. Asesor Institucional de F.A.T. –
Fondo de Ayuda Toxicológica (primera ONG del país dedicada al Tratamiento y
Prevención de Adicciones). Ex Comisionado General de Prevención y Asistencia
(Subsecretario) de la SEDRONAR (Secretaría de Prevención de la Drogadicción y
Lucha contra el Narcotráfico, Presidencia de la Nación).
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Drogas, usos y prevenciones
Alberto Calabrese
Tradicionalmente, las sociedades, a lo largo de la vida del hombre,
han definido categorías para señalar a lo distinto, para tener en
cuenta las formas de no estar asociado a una comunidad, aunque
hablar de comunidad es bastante complejo más en las sociedades
modernas donde en general hay un conglomerado de tendencias,
actitudes e intereses que no siempre están asociados más que por
una afiliación nominal que puede ser la nacionalidad, la pertenencia a una región, etc., pero que, cuanto más compleja es esa sociedad organizada, más necesita de una categoría interna que se hace
externa para definir las pertenencias. A lo largo del tiempo, se ha
dicho que los locos, los leprosos, los herejes, ahora los adictos, los
terroristas, etc. definen las categorías de lo que tiene que ser y de
lo que no tiene que ser. Lo notable de esto es que a fines del siglo
pasado, en América Latina, el tema de drogas constituyó un enemigo externo que se definió como narcotráfico, entendido como el
flagelo, el azote, venido desde fuera del planeta.
Muchas veces tenía que ver con pulsiones, tendencias, necesidades, propios de las sociedades pero quedaba externalizado. Esta
apropiación ha servido para creerse o hacer creer que si no fuera
por esta extraña complejidad venida de fuera, nuestra pertenencia
sería perfecta. Las drogas han servido para inventar una sociedad
que podría tener una vida perfecta, es decir, estable, previsible,
siempre y cuando se cumplan todas las reglas. Las drogas rompen
esa perfección pues el consumo de las sustancias lleva a la destrucción, a la falta de pertenencia y al castigo.
considerar las propias falencias de las sociedades como las causas
del origen de la desintegración —en términos del estructural funcionalismo— de ese orden que establece lo que debía ser.
Cuando empecé a trabajar estos temas, todo lo que tenía que ver
con el consumo de las sustancias era considerado como el desvío
de lo que la sociedad tenía como normativo y aceptable. Las drogas constituían un peligro para esta sociedad. Las pertenencias y
las dispersiones tienen que ver con una utopía ficcional sobre el
supuesto de que la sociedad contiene a todos los que la integran.
Pero la continencia de un conjunto de personas no pasa por el hecho de que existan determinadas instituciones que desde su estructura definen tal continencia. Por otro lado, desde la infinita producción mediática se señala, por ejemplo, que la familia es el núcleo
de la sociedad sin definir qué es familia. También se habla de lo
urbano sin señalar qué es una organización urbana, si es grande o
pequeña o si es una población rural, etc. De allí que se den muchas
desavenencias típicas que provienen de lo exógeno colocado en
las conceptualizaciones y, por tanto, también en las sustancias.
No podemos desconocer que, cuando la sociedad latinoamericana
se apropió del discurso de las sustancias, lo hizo casi simultáneamente con la doctrina de la seguridad nacional. Esto constituyó
un paso que no puede olvidarse pues en los 70 y en los 80, la imagen de los supuestos subversivos se asoció a los consumidores de
sustancias, a ellos se dirigían los operativos represivos policiales
y militares. Esto persiste aún hoy en el imaginario social, en otras
formas del lenguaje y, sobre todo, en los protagonistas de la oposición a los procesos de cambio en América Latina. Se ve a los consumidores como peligrosos para un determinado orden social sin
En un trabajo anterior, cuestioné que las sustancias formen, paradojalmente, un símil con el árbol de la ciencia del bien del mal
del Génesis, de donde se expulsa al hombre del paraíso. ¿Cómo
se constituye esta imagen contradictoria, cómo se des-constituye? La paradoja es que estamos en una sociedad consumista
aun cuando no se pueda consumir. El mercado organiza muchas
formas de participación en el consumo tanto para los que tienen
acceso a gran escala como para aquellos que acceden a productos
que se asemejan a aquellos, de manera que cada vez son menos
los que quedan al margen de los consumos posibles. La misma
lógica que integra el nivel de negocios y de pertenencias en la
estructura social se extiende al mercado de las droga. De manera que hay drogas de primer nivel y otras, como el paco, para
personas que tienen menos. Es evidente que se ha construido lo
perverso al entender al objeto como el origen del daño. Desde tal
consideración tendrían que prohibirse todas las cosas. Sin embargo, solo se prohíben algunas, entre ellas, las drogas. Si vamos
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Drogas, usos y prevenciones
Alberto Calabrese
a hablar de daño, los autos producen más daño que todas drogas
juntas. Elegir las drogas para hacer la piedra que señala límites
es un acto perverso. El control de los adictos distingue a los sujetos de manera perversa por eso no se puede sostener el discurso
del árbol del bien y del mal.
La imagen paradisíaca del árbol del bien y del mal se coloca de
igual forma frente a las drogas. Por una parte, el consumidor atribuye a las drogas la posibilidad de dación, es decir, de creación,
de comunicación, de fortaleza, de lo que se le ocurra y, al mismo tiempo, la sociedad la maldice, directamente. Entonces esta
contradicción aparente, siguiendo a Luckacs, vuelve a poner en
el centro al objeto reificado, admirado, contemplado, como una
suerte de dios pagano. Esta visión hace que las drogas constituyan
lo que acerca y destruye al mismo tiempo, resumen lo bueno lo
malo a la vez.
Esta situación se mantiene porque el límite de lo prohibido sirve
para marcar pertenencia, buena o mala, definiciones del campo
social en función de la existencia o no de una sustancia que contribuye a mantener en el imaginario lo bueno y lo malo sin intermedios. En este sentido, se enaltece la droga en función de los
decomisos, por ejemplo. La prensa informa de esto en relación con
el dinero que habría producido en la calle, no de las dosis que han
salido de la calle, con lo cual se refuerza el lugar de la sustancia
como mercancía ligada al valor de uso y al valor de cambio. Esto
me permite agregar el tema de la representación ideal de pertenencia. Los años 70 marcaron la masificación del consumo en el
mundo, masificación que se conoce a través de ampliaciones de
base que, cada vez integran a más gente. Aparecen nuevas sustancias, cantidades nuevas, grupos que se suman al fenómeno, etc.
Lo que cambia es que en este contexto los que eran contestatarios,
porque consumían drogas y así se asumían, como en sus orígenes
del movimiento hippie en Estados Unidos, lo hacen como forma
de agregación, de integración, de apropiación de esa mercancía y
de lo que eso significa. Una de las significaciones más importantes
de la mercancía es su valor monetario, el dinero que, además, tiene
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que ver con la apropiación del poder. Por lo tanto, aquellos que
alguna vez se definieron como contestatarios, quedaron atrapados
en el sentido de la mercancía.
Eso marca la diferencia entre los adictos de la década de los 70 y
los adictos actuales que están sobre adaptados. Son sujetos que
consumen una sustancia, una mercancía más, con un valor representativo muy alto al que le agregan valores distintos de acuerdo
a su propio imaginario, con lo cual la sustancia está enaltecida
desde su valor en tanto mercancía. No todos los objetos-mercancía
tienen el mismo valor de pertenencia. En cambio las sustancias,
no por el efecto biológico, sino por el efecto imaginario puesto
dentro de ellas o en ellas, toman ese valor enaltecido que, dependiendo del momento, tiene distintas funciones pues las drogas son
diversas. Hoy se toman estimulantes, por ejemplo, que introducen
la ilusión de producir o de ayudar a cualquier proceso que el sujeto realiza. Entonces, se consumen tanto en función de lo que se
requiere de movimiento para la producción o para sustentar un
trabajo que exige movimiento.
Hace tiempo, hice un largo estudio sobre los momentos de consumo de sustancias en mi país. El hecho de reconocer momentos
históricos distintos, permite entender las políticas que se estaban
viviendo. En este sentido, los depresores, en general, fueron los
sustentadores de la época dictatorial. En la actualidad, estamos
viviendo en función de los estimulantes. Esto vale para todos los
sectores. Lo que sucede es que la visibilidad de un sector, que
asume un ideario determinado, tiene que ver con la sustancia que
hace, en un caso, visibilizar a dicho sector y en otro no. Para decirlo puntualmente, la persona que consume éxtasis va a un lugar de
buena categoría, no es visibilizado, ni se tienen grandes decomisos
de la sustancia, ni hay presos a la salida del baile. Sí, en cambio,
si el consumo se produce en otro lugar frecuentado por gente de
clase social inferior que ya está previamente asignado en el grupo
de los posibles sancionados. Esto ya acontece clásicamente con el
consumo de alcohol, hay bebedores de productos caros y borrachos que consumen productos de bajo costo y calidad.
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Drogas, usos y prevenciones
Alberto Calabrese
El valor de la prohibición en este tipo de inclusión sobre buenomalo, posible-imposible, le ha agregado a esa mercancía otro valor extra que es el de la consecución de un objeto que, al no estar
aceptado oficialmente por la sociedad -aunque ya quedó claro que
hay muchos caminos de integración de la sustancia al proceso
económico general al rumbo de los negocios de la acumulación
del dinero-, se potencia a través de esta misma prohibición. Entonces, al ver que este negocio tiene la enorme formulación de ser
uno de los tres grandes negocios del mundo, es obvio que quien
las consume no está sintiendo que consume algo que es deleznable, irreproducible, malvado, sino que está apropiándose de una
sustancia muy bien considerada que ayuda a establecer grandes
vínculos económicos. Es también una forma de apropiación desde la sustancia, no como estadio de prohibición, sino como momento de integración, con la ventaja que no hay que tener cuenta
bancaria, avales, firma garantizada, poner garantías o cosas por
el estilo.
No seguí el análisis de más allá de los años 90 pues, ahora, los
consumidores están incorporados al sistema como una forma de
adaptación, esta forma de adaptación tiene que ver con la postmodernidad. Las propuestas anteriores resultan, por lo menos, fallidas
frente a la objetivación de las sustancias y al daño multiplicado.
No solo las drogas lo producen, toda acción humana trágica afecta
a otros y esto no obliga a que todas las acciones sean señaladas
como malignas.
Ahora bien, ¿desde dónde se construye esta historia que señala
que teníamos que parcializarnos en nuestra visión sobre lo prohibido respecto de las sustancias que en un momento dado, de ser
sustancias de común uso y de venta libre -porque tanto la bibliografía médica como la farmacias así lo señalaron, por ejemplo en
los años 20- pasaron a ser prohibidas? Yo diría que este cambio
viene de dos cuestiones que se han mencionado repetidamente en
los foros y textos sobre drogas y que constituyen un aporte desde
la politología, disciplina fundante de esta reflexión. Estas cuestiones se resumirían en los siguientes puntos.
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Uno. Esta historia se construye desde la sumatoria de una ética
religiosa puritana, más bien moral, que proviene del modelo ético jurídico que, asociado al positivismo médico de fines del siglo
XIX, determina la constitución del modelo médico-sanitario que es
hegemónico. Esta asociación de las dos potencias que actuaron en
conjunto -el modelo ético-jurídico y el positivismo médico-, sigue
siendo hasta ahora nuestra principal impronta en materia de prevención y asistencia. Esta ética, que es más bien moral, tiene una
forma de parcializar el discurso médico clásico en el sentido que se
determina lo peligroso por tal o cual circunstancia que deja de lado
todo otro modelo de formas de integración de los saberes. Así se definieron los discursos prohibicionistas. A manera de anécdota, voy a
referirme a una carta de Sarmiento -profundo admirador de Estados
Unidos, de hecho trajo de ese país a muchas maestras normales que
constituyeron el sistema educativo argentino- a un amigo en la que
dice que lo curioso de un país, que aparece como muy fuerte, es
que sus procesos de derechos están yendo indefectiblemente a la
prohibición del consumo de alcohol porque hay una tendencia de
orden moral puritana y agrega que en este país tan ingenioso que
sabe hacer tantas industrias, gran competidor a nivel internacional,
que es una de las principales fuerzas del capitalismo moderno, con
la prohibición fomentará la producción clandestina. Ello a juicio de
Sarmiento, determinará que tanto esfuerzo desarrollado se pierda
cuando se vea en la necesidad de permitir nuevamente el consumo.
Esto lo dice setenta años antes de que se promulgue la prohibición
que, como sabemos, luego será derogada. Para una persona inteligente, como Sarmiento, ver este proceso implicaba ver los resultados contradictorios tal como finalmente se produjeron.
Sin embargo, las agencias, los intereses, los gobiernos y unos
cuantos actores más retoman ese discurso prohibicionista, lo traspasan a las sustancias y se las prohíbe a partir de la década del 30.
Veinte años más tarde, el consumo en Estados Unidos se intensificó, particularmente durante la guerra de Vietnam. En la década del
los setentas, la prohibición se hace ostensiblemente presente en las
legislaciones de los estados latinoamericanos. Lo que es digno de
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Drogas, usos y prevenciones
Alberto Calabrese
ser mirado con cierto cuidado, es el hecho de que este corrimiento
de la ética protestante, que viene de otra estructura política, sobre
todo, de otra constitución social, haya pasado fácilmente al sistema de cada uno de nuestros países. Evidentemente sucedió lo
mismo con el orden económico neo-liberal.
Esta estructura económica tuvo una especie de acercamiento admirado en América Latina. Se pensó que era el principio y fin de
todos nuestros males, o sea, principio de corrección y fin de todos
esos males. ¿A qué males me refiero? Básicamente a la mala organización del Estado, al papel que este tenía al haber desarrollado
una gran injerencia en la vida de las personas. De igual forma
que en el discurso ético-protestante asumido en nuestros países, el
neoliberalismo determinó consecuencias graves en nuestras economías. Lo cierto es que ambos modelos terminan convirtiéndose
en lo contrario de aquello que se esperaba, es decir, terminan causando más problemas que soluciones a los ya existentes.
El discurso oficial sobre el tema de drogas es adoptado por las
élites dominantes. Este discurso venía de una postura que servía
y sirve a Estados Unidos para marcar diferencias, inclusiones y
exclusiones. Estos esquemas van variando según los actores, hacen que un país, por ejemplo, que es productor y potencialmente
distribuidor de sustancias prohibidas, como Colombia, adherido
al Plan Colombia, con bases militares estadounidenses en su territorio, sea considerado un país amigo no peligroso. Al contrario,
Bolivia, dentro de la pobreza que la caracteriza, en un acto de soberanía no permitió que la DEA continuara con sus operaciones.
El resultado es que haya sido incluido poco menos que en la lista
del eje del mal.
médico, de la posibilidad de infección. El sentido sanitario agrega la idea de que las drogas tienen vida propia, tienen la posibilidad de irrumpir en nuestras sociedades, de producir contagio
y, por tanto, ir haciendo adeptos. Entonces, por eso se castiga al
traficante-adicto que vende sustancias a un compañero como si
fuera un gran narcotraficante.
Todo lo planteado se refiere a algo que me interesa mucho como
funcionario del Ministerio de Salud. Se refiere al tema de qué es lo
que se quiere proteger al punto de seguir esta postura de tipo clásico-médico que identifica las sustancias con ese parámetro que las
hace poseedoras de vida per se, y de tener características virales
que deben ser identificadas para así aislarlas y, si se puede, expulsarlas. La pregunta ahora es, si el modelo de salud es defensivo y
no es inclusivo, ¿cómo evitar que los consumidores, que son cada
vez más, puedan ser excluidos? Hay que entender que la cantidad
de gente que se asume como consumidor es cada vez mayor. Por
ello es imposible de desarrollar la postura oficial sobre las sustancias en los términos que he señalado.
Estamos frente a una especie de cierre de la posibilidad de sustento de la propia teoría. En todos los niveles de institucionalidad se
presentan problemas para identificar al adicto. Se lo puede hacer a
partir de las guías preventivas que definen al adicto desde una serie de características que dan como resultado una especie de marciano que debe ser aislado. De ahí surgen, como modelo defensivo, todos los sistemas terapéuticos de aislamiento. Esto explica el
auge que tuvieron muchas comunidades terapéuticas que, cuanto
más cerradas y autoritarias, no previsibles desde el punto de vista
de los mínimos derechos de los pacientes, tanto mejor.
Dos. La segunda cuestión que incide en esta apropiación de
discursos heterogéneos, exógenos que terminan siendo homogéneos porque los adoptan las élites en las acciones contra las
drogas -lo cual es un disparate, pues no se puede estar en contra
de un objeto y desde allí hablar del control de las sustancias-,
tiene que ver con una asociación perniciosa en el sentido, ahí sí
Lo que podemos decir es que, hasta ahora, los mecanismos de control sobre los supuestos adictos, que no son diferenciados al punto
que una simple toma de sustancias puede convertirse en adicción,
provienen de una mirada prejuiciosa. Esto ha determinado que,
en la Argentina, por ejemplo, a partir de la Ley vigente, la 26737,
400.000 personas pasaran por el sistema penal federal, que es el
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Alberto Calabrese
que supuestamente atiende los delitos que son de mayor incumbencia del Estado a nivel que superan a los provinciales, o sea que
son nacionales, por así decirlo. El 75% de sus causas fue ocupada
durante más de diez años por tenencia simple. En otras palabras,
estas causas manejadas por los juzgados, procuraron un despilfarro de los esfuerzos institucionales de los fondos del Estado. Eso
tiene un agravante, a esas 400.000 personas que pasaron por el sistema no les fue mejor en la vida pues quedaron con el antecedente
de sus procesos de los cuales nunca pudieron escapar.
Quiero agregar que la caracterización de estas personas como peligrosas las condena. Sin embargo, ya son vistos como tales antes del consumo de la sustancia. Esto es lo que dije al principio,
que un consumidor de pasta base, o paco, es peligroso antes de la
aparición de la sustancia, cuando es detectado, solo confirma la
condición de estos sujetos. Ello permite el control del Estado. Su
función es confirmar lo previamente definido. Sin embargo, esas
acciones permitirán la eclosión por sus falencias.
Además, las directrices a las agencias de intervención de seguridad, que excluían a los Fuerzas Armadas hasta la conferencia de
Mar del Plata del año 1989, especifican que el control de la defensa no debe dirigirse a las disputas fronterizas sino a la lucha contra
el narcotráfico.
contra la droga. No sé qué tenía que ver una acción con la otra,
pero esos voluntarismos fácticos hacían que se intervenga en la
intención de conceptualizar al objeto.
Todo esto parece cómico, puedo contar muchos más ejemplos -serían dignos de una película de Fellini- que francamente harían reír.
Sin embargo, han sido el sustrato de la mayoría de nuestras opciones de campañas públicas a lo largo del continente con los criterios
más inverosímiles para la acción, previamente colocados en esta
disfunción del querer poner afuera lo que en realidad está adentro
y no se quiere ver, al igual que otras varias cosas que querríamos
olvidar.
La primera de ellas es la cuestión del placer. Nos hemos olvidado del
placer. Nadie empieza consumiendo una sustancia pensando que le
va a hacer mal, piensa en su placer, eso es lo más lógico. La segunda
es la integración, porque si estoy consumiendo un objeto que ya está
reconocido y es una mercancía aceptable, entonces esto me permite
un grado de comunicación, las drogas están entre las cosas que ya
empiezo a tomarlas entre los usos y costumbres son aceptables. Es lo
que pasa cuando se fuman cigarrillos de marihuana. Creo que en todo
el continente, fumar cigarrillos de marihuana es una forma más de
fumar, nada más. No posee otra alternativa, no tiene otro imaginario.
Esos presupuestos están presentes en el hecho de controlar exclusivamente a agentes del narcotráfico que sí son visibles en el
proceso, es decir, a las personas concretas igual que al adicto mínimo, a la mula, etc. De esta forma se construye un liderazgo por
el absurdo que supone la conceptualización del objeto. Recuerdo a
algún funcionario de nuestro gobierno que alguna vez definió esto
como la última utopía del Occidente, desde allí produjo ideas tales
como, “luchemos contra la droga en familia” -no sé cómo sería, si
martillar un plato con cocaína entre varios miembros de la familia
o cosas así voluntaristas- u otros absurdos como por ejemplo, “la
marcha de las velas contra las drogas”. O un atleta que sabía nadar
bien, cruzaba el río para demostrar que él con su ánimo luchaba
Pero lo más grave de todo creo que está en el hecho de juzgar absurdamente que las sustancias son destructivas. Las sustancias son
destructivas sobre todo cuando no hay una situación proyectiva
social o individual que hace que el sentido de lo cotidiano llegue
a formar parte de la comunidad que tiene que albergarlo. Cuando
esto no existe, hay posibilidades de consumo que podemos llamar
riesgosos. Cuando esto no se da, en cambio, tenemos consumos
que podrían llegar a ser perniciosos. Pero todos sabemos que sobre
cien personas que tienen contacto con sustancias, setenta y cinco
lo van a hacer de forma ocasional, veinte por ciento lo pueden hacer por abusos de leves a graves y solamente un 5%, como mucho,
va a tener consumo problemático. Sin embargo, hemos hecho del
consumo problemático el eje de toda esta cuestión porque ha sido
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funcional a la forma de diferenciar el inside del outside, de marcar
el adentro y el afuera.
Hablando de los consumos más problemáticos que tenemos en el
país como es el tema del paco, he visto que en las familias de
clase media baja, donde hay un cierto continente familiar -quiero
decir que se come un poco mejor, hay techo, etc.- las posibilidades destructivas son casi inexistentes comparado con los sectores
vulnerables que no tienen acceso a los aspectos fundamentales que
he marcado antes.
En definitiva, lo que tenemos que buscar es aquello que se quiere
cubrir en cuanto al hecho de focalizar sobre las sustancias este
discurso inclusivo-exclusivo. Está en juego la pertenencia de nosotros como personas, sobre todo, de los más jóvenes que se ven
más vulnerables. Estamos olvidándonos que en materia de abuso
de sustancias medicamentosas de control, los latinoamericanos
consumimos, en proporción, más que los norteamericanos, mucho
más que los ingleses. Existen estadísticas que lo prueban.
La industria farmacéutica, en materia de venta de psicofármacos,
hace importantísimos negocios en toda Latinoamérica, lo cual permite otra forma de control a través de las sustancias. Este control
no está dirigido a la gente más joven sino a las personas de la
tercera edad. ¿Por qué? Porque tenemos una tercera edad sin perspectivas, la controlamos con psicofármacos, con los de la tercera
edad realizamos actos legalizados que se toleran y hasta fomentan.
En mi país, lo hacen los propios organismos, como el Sistema Nacional de Jubilaciones, que dan indiscriminadamente psicofármacos de todos los tipos para que los ancianos se queden tranquilos.
Pero, por otro lado, nos preocupa saber qué hacen cuatro o cinco
paqueros7en una villa. De hecho en este momento, por indicaciones ministeriales, estoy haciendo una serie de esfuerzos en unas
villas para determinar cuáles son las raíces de la falta de pertenencia. No me preocupa el hecho de si se consumen o no sustancias.
Lo que cabe preguntarse, por último, es la extensión del consumo.
La extensión del consumo produce un aclimatamiento, una forma
de lo cotidiano distinta a la que estamos acostumbrados. Si bien se
han destruido, través del uso, tabúes mínimos, se han creado otros.
Cuando algo se extiende, la ley que se sostiene en la prohibición
cae en lo que los viejos códigos -por lo menos en lo que yo estudié
en el código Justiniano- se concebía como aquel momento de la
ley que se llamaba el desuetudo, o sea cuando una ley pierde su
valor por falta de consistencia de cumplimiento por parte de las
personas.
De todas maneras, no se puede realizar un acercamiento a la clínica de la drogas desde el pre-juicio. En la época del consumo no
masivo, no había problema y por ello resultó crucial la prohibición
que, como se vio, fomentó el consumo al convertir a las drogas
en mercancías. Si la gente tiene necesidades no satisfechas y sin
proyecto, buscará las formas de llenar el vacío que ello produce.
Creo que lo que tenemos que prever, en el tema de la inclusión y
la exclusión, es el sistema que hasta ahora ha valorado a las sustancias como factor de barrera, esto es, de una frontera hacia dentro, otra hacia afuera. Es decir, hay que pensar nuevas formas de
inclusión. Si tomamos como medida la extensión del consumo, no
funciona el parámetro ético-jurídico-médico- sanitario, sino que
va a funcionar el hecho, valga la redundancia, de la funcionalidad
de los consumos y, de esta manera, se producirán otras estrategias
de intervención que tengan que ver con el campo social, con el
campo de la salud, con el campo de la educación. Por supuesto, debo agregar ahí otras cuestiones como la justicia mínima, los
derechos ciudadanos y las perspectivas que posee una población
para integrarse.
7 Paquero: usador de pasta base de cocaína.
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Drogas, usos y prevenciones
Milton Romani Gerner
Las políticas del uso de jeringas
auto destructibles en los programas
de reducción de daño
Roberto Abadie8
En la línea de la Antropología Cultural, voy a exponer un proyecto
piloto de uso de jeringas auto-destructibles con usuarios en un área
rural de Puerto Rico.
Primero, me referiré a un trabajo previo en Uruguay, con usuarios de cocaína intravenosa. En Ecuador, en Perú, en Argentina, en
Uruguay el problema de los usuarios de intravenosas no es muy
importante. Estoy aquí para hacer una aproximación a la ideología, a las prácticas y a las políticas de reducción de daños con los
usuarios de drogas intravenosas, y las contribuciones de la Antropología y de la Etnografía al diseño y la evaluación de las políticas
de prevención.
8 Roberto Abadie nació en Uruguay donde recibió la licenciatura en Sociología
en la Universidad de la Republica. Posteriormente completo el doctorado en
antropología en el Graduate Center de la Universidad de la Ciudad de Nueva York.
Luego de un postdoctorado en el Programa de Bioética en la Clínica Mayo en
Rochester Minnesota, se desempeño como Investigador Visitante en el Programa
Doctoral en Salud Publica en el Graduate Center. Actualmente es Investigador
Asociado en la Unidad de Ética Biomédica de la Universidad McGill. Ha realizado
estudios sobre usuarios de drogas intravenosas en Montevideo, Uruguay y sobre
sujetos de investigación en tests clínicos para desarrollar nuevos medicamentos
en Filadelfia. Ha publicado numerosos artículos científicos y es autor de dos
libros: Historias de Picos: Narrativas Sobre el Consumo de Drogas Intravenosas
en los Tiempos del Sida y más recientemente The Professional Guinea Pig: Big
Pharma and the Risky World of Human Subjects.
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Drogas, usos y prevenciones
Roberto Abadie
Uno de los problemas de la democracia y de las políticas públicas
en América Latina es que estamos siempre reinventando la rueda.
Viene un elenco político con una idea brillante para resolver el
problema que nadie resolvió, si es reelecto y tienen la idea de que
funcionó, hacen un poco más de lo mismo, Si no es reelecto, viene
otro grupo con otra idea brillante para resolver el mismo problema. Nunca se evalúa los proyectos, se teme la palabra fracaso y no
se aprende de ese fracaso.
Quiero enseñar con este estudio de caso, que puede parecer remoto
y exótico en un área pobre de un país rico, lo que la Antropología
puede contribuir para el diseño y evaluación de políticas públicas
de prevención.
Voy a hablar sobre el fracaso de la reducción de daños en los usuarios
de cocaína intravenosa en Montevideo, Uruguay. Una investigación
que se hizo en el 2000, basada en entrevistas sobre historias de vida,
a un grupo de usuarios de cocaína y anfetamina. Había trabajado en
el sector no gubernamental promoviendo la reducción de daño con la
introducción de jeringas en esta comunidad para prevenir el impacto
de la transmisión del VIH y la hepatitis C.
Logramos que un gobierno neoliberal y conservador, pero pragmático, entendiera que era necesario implantar este tipo de políticas. Se quería averiguar si los usuarios de drogas intravenosas
entendían y gestionaban los riesgos de transmisión del VIH. Los
resultados confirmaban experiencias internacionales, frente a la
certeza de que los usuarios de drogas intravenosas tienen esa pulsión de muerte, se quieren suicidar, no les importa nada. La investigación determinó que los usuarios no son irracionales, conocen
los riesgos y toman medidas activas para prevenir el VIH.
Algunas personas pensaban que alguien que se veía saludable no
parecía portador de VIH. Un entrevistado dijo que tenía una novia
francesa, blanca, y por eso no sospechó que podría tener VIH. Los
resultados confirman que hay una intención de auto-cuidado y que
se preocupan de los riesgos, aunque algunas de las medidas, como
lavar las jeringas con agua, sea errónea.
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Aún cuando el gobierno aceptó el proceso, la crisis que colapsó
la economía con un alto precio del dólar (la cocaína hay que comprarla en dólares porque Uruguay no produce cocaína) determinó
que el precio de la cocaína se triplicara, que los usuarios desaparecieran y empezaran a usar otras drogas más baratas como la
pasta base. Eso a su vez planteó otros problemas de gestión del
riesgo.
Creo que la etnografía y la antropología juegan un papel importante en las propuestas, pues contrastan los discursos de las instituciones con los de los usuarios. El método más efectivo es la observación participante. Seguimos a los usuarios en su ambiente natural,
vemos cómo, dónde, cuándo usan las sustancias y las interacciones. Así, del estudio de caso realizado en Puerto Rico en una zona
rural, concluí que en esta zona hay una tasa de prevalencia de VIH
y hepatitis C muy elevada, ligada a la corrupción y a la pobreza. El
interés de la investigación se centró en el uso de jeringas, por ello
se pensó en evaluar las jeringas descartables e introducirlas en un
proyecto para reducir el riesgo.
Esta investigación fue un fracaso porque no empezó, terminó siendo una anécdota, en un libro que escribí fue la historia de un grupo
de prácticas que ya no existen. Aunque podrían volver con la recuperación económica, eso podría presentar nuevos desafíos para
la reducción del daño.
El poder de la antropología y la etnografía se manifiesta cuando
los policías de New York quieren infiltrar o trabajar encubiertos
en un grupo de usuarios o pequeños traficantes de drogas. No se
presentan obviamente como un policía, tampoco como un bombero o un político. Les dicen “soy un antropólogo”, la capacidad
de la antropología de ingresar en esas comunidades. Esa práctica
es muy conveniente para la policía, pero no para los antropólogos
que luego tiene que demostrar que no son policías.
Discutiré el uso de una jeringa auto-desechable en una comunidad
de usuarios de heroína en Puerto Rico, un caso en el que se puede
ver que la antropología puede ser usada para evaluar una política
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Drogas, usos y prevenciones
Roberto Abadie
de prevención. ¿Por qué Puerto Rico? Porque tiene las tasas de
prevalencia más altas de VIH y hepatitis C en toda la comunidad
de usuarios de drogas intravenosas en Estados Unidos. Además
el lugar de mayor ingreso per cápita y mayor índice de pobreza
y donde la atención al usuario es poca o inexistente, hay serias
acusaciones de malversación o no utilización de fondos federales.
Respecto a las jeringas auto-destruibles, no creo en la magia de la
tecnología, los comportamientos sociales sean complejos y representa una fantasía tratar de gestionarlos a través de una jeringa que
se autodestruye y termina con todos los problemas asociados con
la transmisión de enfermedades. Lo que hacen los programas de
reducción del daño, que funcionan al distribuir jeringas convencionales, es que retiran muchas jeringuillas usadas de circulación,
no todas, pero sí muchas. El problema es que los usuarios hacen
con las jeringas cosas que no se deberían hacer y eso no es bueno
para ellos: las usan más de una vez, las comparten, las venden, las
intercambian por drogas. Así se extienden los riesgos de transmisión de VIH y de hepatitis C.
¿Cómo surgió esta idea de las jeringas auto-descartables o no
reusables? Trabajaba en Bioética y me interesaba saber cómo los
sujetos de investigación que participan en test clínicos tienen riesgos por su participación, veía un documental sobre un hospital
en Uganda donde la enfermera ponía una inyección a un paciente
tras otro con la misma jeringa, hombres, mujeres y niños Después
dejaba la jeringa en una bandeja, otra enfermera venía y la volvía
a utilizar. Esta es una de las principales causas de transmisión del
VIH y de la hepatitis C en Asia y África el mal uso en los hospitales.
Hace diez años, alguien decidió inventar una jeringa que después
de usada fuera inutilizada al romperla o que se rompiera al tratar
de usarla otra vez. Cuando se introdujeron en hospitales de Asia y
África, los resultados fueron impresionantes: la transmisión de VIH
cayó dramáticamente. Las campañas de vacunación internacional
o la atención regular se realizan con este tipo de jeringas. Al ver el
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documental, se me ocurrió ¿por qué los programas de reducción del
daño no usan esas jeringas si los usuarios no hacen caso a las recomendaciones de que se use una sola vez la jeringa convencional, y
hacen de todo, incluso sacarle punta? Entonces pensé en un proyecto para evaluar si estas jeringas pueden ser utilizadas en un programa de reducción del daño. Con una colega que tiene un programa
desde el 2007 con la comunidad de reducción del daño del Bronx,
inicié un programa que distribuye jeringas en la montaña, abandonada y remota, no en la zona metropolitana de San Juan, atendida
por el sector público.
Hay muchos beneficios con la introducción de estas jeringas en esta
zona de abandono, pero hay quien argumenta en contra, sobre todo
comunidades de los EEUU que dicen que son caras porque un usuario puede necesitar hasta cuatro al día. Este es uno de los principales argumentos que el gobierno usa para recortar fondos de los
programas de reducción del daño. Todavía más inverosímil es creer
que esto incrementaría el lucro de la industria de las jeringas. No represento a nadie ni promuevo una marca de jeringas. Por último, se
dice que potencialmente podría aumentar los riesgos para los usuarios porque hace imposible que dos usuarios compartan la jeringa de
una forma segura. Puse entre paréntesis que es un mito misocrático,
porque hay quienes apuntan a la ideología de clase media detrás de
los programas de reducción de daño. Y la fantasía es que los usuarios que quieren compartir con una jeringa convencional, tratarían de
desinfectarla.
En la exclusión y la pobreza de la montaña, en la periferia de la periferia, se hizo este programa con voluntarios y activistas, basados
en el esfuerzo personal, sin el apoyo del gobierno federal. Como
para usuarios de heroína, pobres, hombres y de menos de 30 años.
El método que tenemos para evaluar si estas jeringas contribuyen a la reducción del daño es el de un experimento controlado
que mantiene todos los estímulos iguales, excepto la variable que
explica la diferencia. Estamos usando jeringas similares a las que
usan los diabéticos para la insulina, medio cm3, muy finas como
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Drogas, usos y prevenciones
Milton Romani Gerner
para los brazos lastimados de los adictos. Después de usadas se
recolectan para saber si se usan y de qué manera. Así se hace la
parte cuantitativa, estadística. Como antropólogo, me interesa la
parte cualitativa, para ello hacemos viajes para entrevistar a los
usuarios ¿Cómo es su vida cotidiana? ¿Cómo interactúan con
otros usuarios, con los servicios de salud, con la policía? Esto
llevará dos años. El punto crítico es hallar una jeringa que de
verdad funcione, porque las auto-destruibles fueron creadas para
las necesidades del sector de salud para una campaña de vacunación y los usuarios de drogas hacen una cosa que se llama “registrar”, tratan de ver que la aguja entre en la vena, sacan un poco
de sangre para confirmar y se inyectan, por lo que se necesita una
aguja que permita “jugar”. Hace más de diez años el Journal of
Medicine documentó más de doscientos tipos de jeringas no reusables. Lo que se requiere es una sólida, de una sola pieza y que
permita al usuario sus prácticas, lo cual es un desafío.
La eficacia del uso de jeringas para esta comunidad no ha sido
todavía evaluada, Como ya señalé ha habido objeciones, pero no
una evaluación. Para este trabajo en la montaña de Puerto Rico,
se necesitan catorce mil dólares que año a año hay que recolectar,
los fondos federales comprarían jeringas convencionales y autodescartables.
Se prevén dos escenarios posibles: la adopción de las nuevas jeringas y, por otro lado, el rechazo porque no se pueden vender
ni cambiar ni se sienten tan bien. Si se logra mostrar que estas
jeringas son seguras habría que conseguir que los programas de
reducción del daño las implementen. Y si se muestra que no son
eficaces habría que vencer las barreras para reintroducirlas o volver a las convencionales. De todas maneras, se conocerá mejor a
una comunidad marginalizada para tratar a través de la Etnología
de mejorar los programas de reducción de daños, sobre todo, de
prevención del VIH en América Latina.
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Drogas, fenómeno social complejo. Una mirada
desde el sur. Un debate necesario hacia una
nueva responsabilidad común compartida con
criterio de equidad
Milton Romani Gerner9
Este trabajo se ubica en el momento histórico en el que Ecuador
fue presidente pro tempore de UNASUR cuando creamos el Consejo Sudamericano sobre el problema mundial de las drogas, Así
denominado, aun cuando el mandato de los jefes y jefas de Estado
lo llamaba Consejo de Lucha Contra el Narcotráfico, Un esfuerzo
político y conceptual en el que Ecuador, Uruguay y otros países
como Brasil, Paraguay y Argentina, logramos un avance significativo en la conceptualización de este fenómeno y de este reto de
UNASUR. La denominación se impuso desde una conceptualización que partía de una política integral y abarcativa, multidimensional que explica este subtítulo de este texto: mirar desde el Sur.
9 Milton Romani inició sus estudios de psicología en la Universidad de la
República de Uruguay. Obtuvo su título de Técnico en Medicina Nuclear en la
Comisión Nacional de Energía Atómica de Argentina y posteriormente logró el
Título de Técnico en Radiosótopos en la Universidad de la República de Uruguay.
En el 2008 fue representante de Uruguay ante la Comisión de Estupefacientes
del ECOSOC de Naciones Unidas, durante dos períodos. Desde el año 2005
ha formado parte de la Comisión Interamericana contra el Abuso de Drogas
de la OEA, así como también del Grupo de Alto Nivel para la Elaboración de
la Estrategia Hemisférica y Plan de Acción, CICAD-OEA. En el marco del
MERCOSUR, colabora en la RED Especializada de Autoridades de Aplicación
en Materia de Drogas, Prevención de su Uso Indebido y Rehabilitación de
Drogodependientes.
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Drogas, usos y prevenciones
Milton Romani Gerner
Este “mirar desde el Sur” no significa un hecho es, más bien, un
desafío, porque, a veces, nos encontramos con que hasta la estética
en la conceptualización de algunos compañeros de otros países
amigos se parece mucho al formato de la guerra, de la militarización y de la idea de que este es un problema que se arregla con
la ley penal. Esta es una dificultad que plantea un desafío y un
compromiso.
Por ello celebro todo evento que halle su fundamento en lo que
quiero compartir con ustedes y que lo denominé fenómeno social
complejo. Este fenómeno tiene que ver con lo cultural, señalado
así por el trabajo de los antropólogos desde su aporte particular.
Sin embargo quiero enfatizar en lo que esto significa como desafío político pues, el problema de las drogas supone un problema
del enfoque de la delincuencia organizada, pero también supone
un enfoque de las violencias sociales que atraviesan a nuestro
continente. En este sentido, estamos frente a un problema político.
No tengo reparo en decirlo pues la política está tan devaluada que,
a veces, da miedo enfrentar el tema político. Debo hacerlo porque yo soy un político y tengo un compromiso con ello. En realidad estuve al frente, seis años, de la Junta Nacional de Drogas
aun cuando mi formación viene de la Psicología y de la docencia
en distintos ámbitos de esta ciencia. Vengo también del campo
de la militancia política y, fundamentalmente, del terreno de los
derechos humanos. Estuve exiliado y refugiado en Buenos Aires
durante doce años y allí participé —a partir de la represión— con
prestigiosas organizaciones de derechos humanos. Participé además en los Tupamaros —esa minoría considerada criminal— y,
ahora, en una coalición y un movimiento. La correlación de fuerzas en el mundo es tremenda, por eso hay que debatir democráticamente con todos. Esta necesidad de debate se abrió en la Cumbre
de Cartagena.
nentes sociales y culturales a la definición de las políticas. Un desafío está a nivel de los organismos multilaterales, tanto a nivel de
NNUU, como del sistema interamericano, por ejemplo de UNASUR y la OEA, organismo del cual soy miembro representando al
Uruguay. La OEA es un campo de lucha por la hegemonía política
que plantea problemas.
Por todo esto, para “mirar desde el Sur”, tenemos problemas respecto de la acción y mucho más en el campo de las drogas. Ello
puede verse en la ausencia de declaración conjunta en la última
Cumbre de las Américas. Sin embargo, hubo un acuerdo respecto
a abrir la posibilidad del debate, sin prejuicios ni tabúes sobre los
modelos de control de drogas, a tal punto que se le dio un mandato
a la OEA para que este debate se lleve a cabo. Pero para ello es una
condición esencial el conseguir alianzas y aprovechar todos los
terrenos que puedan facilitarlas. Nada es en vano, vale la revisión
de experiencias en otros países y el aporte de las ciencias. Este
consenso respecto de la necesidad de debate, en todos los niveles,
hemisférico, nacional, internacional, constituye el primer derecho
democrático que se ha conseguido en el seno de las organizaciones
multinacionales, precisamente ahora cuando son tan vulnerados
los derechos humanos en materia de políticas de gobierno sobre
las drogas.
De esta manera, un reclamo de debate se despliega en nuestra América Latina y también en el mundo. Los planteamientos realizados
por múltiples organizaciones de la sociedad civil, la posición de
varios Estados respecto al modelo de drogas, las expresiones recientes de algunos primeros mandatarios, el hito de la Declaración
de la Comisión Latinoamericana firmada por ex presidentes y personalidades, se suman a una dura realidad que nos golpea.
Por todo esto, me parece que el desafío político está en tres terrenos que deben ser considerados seriamente integrando los compo-
Los organismos multilaterales son punto de apoyo pues construyen un terreno de acción posible pero, siempre, dentro de alianzas
y pactos. UNASUR tiene un proceso interesante, una visión desde
un bloque geopolítico que debe aprender a convivir con distintas
visiones.
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Drogas, usos y prevenciones
Milton Romani Gerner
En el curso de la Cumbre de las Américas creció, en forma multifacética y a veces contradictoria, el relamo de habilitar una discusión seria acerca del modelo hegemónico denominado guerra de
las drogas. Este modelo sigue mostrando grandes fisuras, inconsecuencias e impotencia para abarcar toda la problemática referida
a un problema social complejo. Lo primero es el derecho democrático a debatir un tema de interés público donde las cargas y responsabilidades son comunes, pero no están equitativamente compartidas. Este es el principal problema y por ello no comparto con
Bruce Bagley la idea de que la fiscalización y el combate reposa
exclusivamente en el Estado. Tenemos una carga de puritanismo
que ha sido exportada por Estados Unidos y que, además, coincide
con el imaginario popular que, si bien se construye, tiene miedos
ancestrales. Por lo tanto, el desafío cultural implica convencer a
la opinión pública, sobre la base a datos reales, de que el tema de
las drogas puede ser entendido desde varias miradas. Desde este
punto, se hace posible y necesario el debate que debe extenderse
también a otros aspectos que hacen posible que los problemas de
las drogas se consoliden en todo el mundo.
Este principio enunciado por todos los Estados y que supuestamente rige el compromiso internacional debe ser replanteado para
establecer un verdadero enfoque equilibrado e integral. Porque la
tónica y los esfuerzos han estado puestos en la criminalización y
penalización de toda la cadena de la problemática, despilfarrando
la fuerza en la aplicación de la ley, militarizando y colaborando
con la escalada de violencia y omitiendo la presencia del Estado
como garante de derechos y de lucha inquebrantable contra la corrupción y los supuestos modelos de desarrollo que conviven con
el crimen organizado.
es un aspecto. Pero también hay un tema propio con sus lógicas y
desafíos. El establecimiento de nuevas bases de la cooperación internacional es un gran desafío para los pueblos latinoamericanos.
El sistema prohibicionista tiene más de cincuenta años, como bien
se ha anotado en encuentros y trabajos sobre las drogas. Igual
tiempo tiene la crítica a este sistema. Tanto uno como otro deben
ser trascendidos en la búsqueda de otro modelo. Para ello hay que
tomar en cuenta que el incremento de las violencias en nuestro
continente (que, vale la pena aclarar, tiene otros determinantes),
expresa la urgencia de este debate para un cambio posible. El enfoque bélico actual que se ha denominado guerra contra las drogas
está inevitablemente cuestionado. No solo por su ineficiencia, sino
por los daños que inevitablemente añade. Esto es tan visible que
el General Otto Pérez Molina, en Guatemala, donde se aplicó la
mano dura y la súper dura, ya está buscando otro modelo, en tanto
Guatemala no produce drogas, tiene bajo consumo y no produce
armas. Sin embargo, está invadida de armas que ayudan al tráfico
de drogas que se direcciona de sur a norte y que supone un alto
precio en costos humanos; costo que no se desprende solamente
de la crueldad de los grupos criminales. Estos costos humanos son
más altos en nuestros países que llevan el peso mayor de esta lucha
y donde las vulnerabilidades sociales, económicas y políticas son
un campo propicio para el fenómeno. Nuestros países están estigmatizados, y no es verdad que la responsabilidad sea común ni que
sea compartida en términos de equidad y tratamiento justo para su
derecho al desarrollo.
Por otra parte, la proliferación de otros fenómenos conexos, como
el tráfico de armas, así como el despliegue militar y político concomitantes, con evidentes pretensiones de control geopolítico,
obligan a debatir el tema. No se trata de encontrar nuevos chivos
expiatorios ni coartadas para una nueva simplificación enunciando
que es un tema de otros. Es verdad que la gran demanda del norte
Esto impide que se visibilicen algunos problemas que forman parte del tráfico y consumo de drogas. Además, debemos reconocer
que en nuestros países ha empezado a crecer el nivel de consumo.
Por tanto, el tema del consumo y de la reducción de la demanda
es también una responsabilidad compartida. Hay que añadir todo
aquello que tiene que ver con la producción y comercialización de
los precursores químicos. Por otro lado están los flujos de lavado
de dinero. Queda claro que se ha hecho muy complejo este sistema
de comercialización y consumo. Incluso las instituciones banca-
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Drogas, usos y prevenciones
Milton Romani Gerner
rias y financieras forman parte de esta cadena dentro de lo que se
llaman los crímenes financieros. Si bien cada Estado debe cumplir
las demandas de los organismos internacionales para mitigar los
problemas, no es menos cierto que cada vez hay más paraísos fiscales que permiten que el comercio criminal continúe sin trabas.
Además, la desigualdad en términos de aplicación de la ley en
unos Estados permite que, de un lado de la frontera -al norte, en
Estados Unidos- exista un mercado liberal para la comercialización de armas y, del otro, un proceso de pobreza y exclusión que
facilita el tráfico y la violencia. Por eso sostengo que América Latina es el continente con mayor índice de violencias de diverso
tipo y a varios niveles, con una larga historia de violencia política
y social y con diferencias notorias incluso dentro de un mismo
país. Sigue siendo también el continente con mayor desigualdad y
el poseedor de una de las brechas más grandes entre pobres y ricos.
Estamos recorriendo un camino promisorio por cuanto hay procesos enfocados a la superación de la línea de pobreza de grandes
poblaciones, y al combate del hambre en varios países. Los niños,
niñas y jóvenes, siguen siendo los más vulnerados. Componen el
mayor porcentaje en índice etarios de pobreza, de desempleo y de
víctimas de la violencia.
Ellos también son los actores reales, en grupos más o menos extendidos, no siempre organizados, visualizados como la amenaza de inseguridad. Protagonistas del nuevo espectáculo mediático (fundamentalmente televisivo), que, en su divulgación, oficia
como promotor del crimen. La violencia constante y permanente
sobre varias generaciones de los pibes chorros, ha convertido a
estos sectores en sujetos altamente resistentes. El rigor y la mano
dura no son novedad para ellos. Es más, es una invitación a la
confrontación esperada. Sin embargo, esto mismo que los excluye
como grupo confirma su identidad. Hay países donde inclusive se
penaliza el consumo de drogas con la muerte.
dentemente lucran con las violencias. Es su justificación ideológica
y un excelente negocio, político y económico. Además, el constructo
joven-pobre-delincuente es una generalización que habilita la criminalización de todos los pobres, de todos los jóvenes. Esta observación
no niega la necesidad de aplicar la ley. Se debe insistir en la proporcionalidad, la dosificación y equidad para aplicarla.10 Pero la clave
sigue siendo el desafío de inclusión con integración, tanto en lo social
como en lo cultural. El éxodo de grandes contingentes de hombres
y mujeres, la violación de los derechos de los migrantes donde los
niños y niñas vuelven a ser el sector más agredido, son un desafío en
materia de políticas públicas. ¿Esto tiene que ver con las drogas? Sí y
no. Mirar el problema de las drogas con lentes restringidos es un error
que nos ha llevado siempre a centrar el problema en las sustancias o
las mercancías y no en los hombres y mujeres que son los sujetos de
derecho.
El fenómeno de las drogas hay que situarlo en este contexto genealógico, de varias fracturas sociales y afectivas en las que vuelve,
incrementada, la violencia con la que han sido expulsados. Vuelve
con los íconos del mercado consumista, de la aspiración por la
marca o por el éxito encarnado en algunos narcotraficantes que se
hicieron desde abajo. De esos sectores también nacen y se desarrollan líderes comunitarios y jóvenes trabajadores que apuestan a
un proyecto autónomo.
También de otros sectores pudientes, no tan jóvenes y no tan pobres, surgen cuadros delincuenciales de gran porte, dedicados al
gran arrebato y rapiña, al crimen organizado que procura los es-
Se puede concluir que lo único que logran estos planteos es incrementar la escalada de violencia. Hay sectores de derecha que evi-
10 Las experiencias, todavía muy incipientes, de las Unidades de Pacificación
Policial de la Policía Militar de Río de Janeiro, algunas experiencias locales como
en Medellín, las Mesas de Convivencia y Seguridad ciudadana de Uruguay, como
nuevas políticas de seguridad de la Argentina, parecen ir por un buen camino.
El Informe de las Derechos Humanos y Seguridad Ciudadana de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) presentado en el marco de la 41°
Asamblea General de la OEA es un excelente marco conceptual para avanzar.
La Declaración de San Salvador de dicha Asamblea General, también contiene
puntos de sumo interés.
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Milton Romani Gerner
quemas de lavado de dinero de la mano de la corrupción pública y
privada. También surgen los responsables del desfondo y quiebra
de bancos o empresas que tienen un tratamiento mediático mucho
más benevolente, a pesar que el daño que ocasionan es de mucha
mayor envergadura. Propongo avanzar en políticas de drogas, enfocadas en la inclusión social que debe acompañar estos procesos
para promover proyectos de desarrollo humano en el continente.
En lo nacional y local se deben desarrollar programas a nivel de
prevención, tratamiento y aplicación de la ley en un marco de políticas de seguridad cogestionada.
El Estado tiene responsabilidad. Sin embargo, no parto del principio
de que el Estado vaya a cumplir, pues el problema es político e involucra a los partidos y a las organizaciones sociales. Todo esto lleva
a un compromiso con el interés público. En ese sentido, para toda
política el desafío es de cogestionar los riesgos con la parte que está
involucrada. Pero si los estados son verticales, será duro pelear por la
transversalización. La construcción de políticas públicas supone globalidad pero sin renunciar a la individualización. Todo ello es posible
si las responsabilidades son compartidas tanto dentro de los Estados
como en cada uno de los estados que están implicados. Es decir, políticas de responsabilidad compartida con criterio de equidad.
Es necesario trabajar en el ámbito internacional, promoviendo la
necesidad de un debate y realizando amplias alianzas que permitan cambiar las miradas y refundar acuerdos sobre otras bases.
Esto obliga a revisar las políticas desde la ética inmanente y desde
el encuentro de los cuerpos. En este sentido, se debe incorporar a
los consumidores como condición para promover un diálogo. En
consecuencia, el abordaje del problema drogas debe ser esencialmente político enfocado en descentrar la mirada para abarcar la
complejidad sin desentenderse de la emergencia. Se inserta en la
realidad de pobreza y violencia sociales propias del mundo entero
y de América Latina, en particular.
de violencia, por ejemplo, las Maras. Frente a ello algunos buscan
más represión para estos grupos, pero han olvidado que en nuestro
continente la violencia no vino con las drogas sino que tiene su
origen en la historia más lejana que conforma nuestros Estados y
que está signada por la explotación y la dominación propias de las
estructuras de poder dependientes de las regiones hegemónicas.
Recordemos la época del terrorismo de Estado que se debe incorporar a esta historia de la violencia.
Esas poblaciones son las que consumen drogas aun cuando sepan,
como se dijo, que hacen daño. Asumen riesgos y desafíos en función de definir alguna identidad, aun a riesgo de ir en contra del
código penal que los ha estigmatizado. Viven en la violencia y
conviven con ella, responde a la violencia con más violencia. Por
eso los programas tradicionales de control de drogas no funcionan
más, como se ha probado en algunos países.
El problema que genera el fenómeno social de las drogas es un
problema político que necesita producir alianzas, acumular fuerzas y generar hegemonía política y cultural. Eso implica asumir el
desafío de instrumentar políticas públicas que tengan éxito no solo
en el campo de las drogas, sino en un conjunto de terrenos sociales
desde una concepción y mirada más abarcativa.
Violencia que surge de las propias estructuras sociales, económicas y políticas. En todas las regiones de América Latina, hay focos
En el problema mundial de las drogas, la clave para entender la
lógica de su dinámica hay que situarla en el terreno del funcionamiento de los mercados. Todo el circuito de producción, comercialización y consumo de drogas sigue la lógica del mercado. La pregunta debería ser ¿cómo se construyen las herramientas jurídicas,
políticas y culturales que asuman el desafío de regular y fiscalizar
los mercados de producción, comercialización y consumo de diversas sustancias convertidas en mercancías y objetos, que alteran
la conciencia, modifican la psiquis y se asocian a conductas y acciones que lesionan o conspiran contra el bien público? En virtud
de ese propósito, es necesario admitir que estos controles deben
ser resorte del Estado, en gestión compartida con la sociedad y
las comunidades sobre la base a sus valores e identidades y donde
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Drogas, usos y prevenciones
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debe conjugarse y respetarse una variedad de derechos y garantías,
individuales y colectivas.
Sin embargo, la guerra contra las drogas es una forma de control
geo-político. Se consolida en la necesidad de garantizar el mercado de las sustancias que aporta gran riqueza a ciertos grupos. Debo
aclarar que no soy partidario de las teorías conspirativas pero, por
ello, es necesario avanzar en las gestiones nacionales desde el
punto de vista de los derechos de transversalización.
En este contexto tenemos tres problemas a considerar:
1. La base conceptual, jurídica política que regula actualmente el
control del consumo, producción tráfico de sustancias (transacciones de mercancías con usos diversos) reposa principalmente en la ley penal. uniforme para toda la cadena de las drogas
sin proporcionalidad de ningún tipo. Ello ha introducido daños
previsibles otros colaterales que son sustanciales a este modelo. El argumento de que las drogas son fiscalizadas porque son
dañinas es un argumento falaz. Hay otras drogas -definidas así
por toda la literatura e investigación científica- con una carga
mayor en la incidencia de morbi-mortalidad que no se fiscalizan
con la ley penal. La regulación existente para ellas, tampoco es
eficaz ni eficiente. El tabaco, las bebidas alcohólicas inciden en
un 4% cada uno según la OMS. Todos conocemos el grado de
adictividad de ambas sustancias, los daños directos e indirectos para la salud pública. Habría que suponer cuáles serían las
gravísimas consecuencias relacionadas con el incremento del
daño que acarrearía someterlas a la ley penal. Un futuro modelo
de regulación debería contemplarlas dentro de los mecanismos
diversos diferenciados. El liberalismo en este terreno, que proclama la libertad absoluta de producción, y la dispersión de la
publicidad son tan dañinos como el prohibicionismo criminalista. En suma, no existe un modelo de fiscalización sanitario adecuado por cuanto las restricciones y controles actuales —donde
los hay— no han logrado mitigar el impacto que el problema de
las drogas ha tenido en nuestras sociedades.
92
2. El único método para evaluar a quienes llevan adelante estos
procesos de control, en materia de fiscalización internacional
basada en la ilicitud de toda la cadena de tráfico, es el debate
democrático franco que organice y sistematice todos los datos científicos, todas las buenas y las malas prácticas. Esto
implica, obviamente, un debate. En la última Cumbre de las
Américas, en Cartagena, varios Jefes de Estado reclamaron
un debate franco sobre el actual modelo hegemónico de la
guerra a las drogas, la apertura a considerar otros modelos de
fiscalización, en la que la penalización deje de ser la columna
vertebral ordenadora. Pero ello forma parte de la democracia
que da un lugar a una evaluación multilateral, que no es el
modelo actual. Significa pasar de la monarquía absoluta a la
republica democrática. El sistema interamericano de la OEA,
con sus fortalezas y debilidades, ha construido el Mecanismo
de Evaluación Multilateral que, a mi juicio, es un excelente
dispositivo donde no hay certificaciones unilaterales ni discriminaciones o estigmatizaciones. Se establecen recomendaciones en una larga ronda donde nadie es más que nadie y
donde la cooperación se pone al servicio de las debilidades
de cada Estado miembro.
3. Parto del concepto de descentramiento político. ¿Qué significa? Pensemos que cuando alguien llega a una consulta, dice
que el único problema que tiene son las drogas. Muy bien. El
especialista puede tratar a esa persona desde la repetición de
prácticas ya definidas o puede descentrar la mirada de ellas
y ampliar el contexto del consumidor, ampliarlo a su pasado,
a su entorno, etc. No implica desentenderse de los problemas que el toxicómano está planteando. Esto constituye una
maniobra fundamental en la psicoterapia. Lo mismo se debe
hacer en la política y a ello alude el concepto que anuncié.
Si bien hay que atender los problemas urgentes que surgen
en la gestión pública, no es posible aislarlos de su complejidad. Deberían partir de aquí las distintas políticas para definir
la función de los organismos que, muchas veces, trabajan de
forma aislada y cuyos esfuerzos se pierden. La prevención
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Drogas, usos y prevenciones
Milton Romani Gerner
per se no ha logrado resultados, se deben buscar otros caminos. El problema de las drogas muestra que la mirada debe
descentrarse del enfoque exclusivo focalizado en las sustancias, ya sea en su producción como en su consumo y, además,
restringidas solo a las definidas como ilícitas. Ya sabemos
del conjunto de conexiones que tienen todos los problemas
en un fenómeno por definición multidimensional. Sabemos,
hay que debatirlo, que el principio de responsabilidad común
compartida no tiene, en estos momentos, criterios de equidad
para repartir ecuánime equitativamente las cargas los problemas. El tránsito de cocaína sur-norte, además de responder a
una demanda de consumo que abarca más del 70% del total
mundial, tiene una contrapartida funesta: el tránsito.
la salud y al desarrollo como columna central. Pero además es un
desafío de ingeniería institucional normativa que genere otro tipo
de controles estatales ciudadanos cuya salvaguarda esté en una
cogestión del Estado y la sociedad. No se puede renunciar a las
conquistas que históricamente ha conseguido América Latina.
A ello se suma la corrupción y un vacío ético tanto a nivel nacional
como internacional ligado al consumismo que termina por banalizar al mal y lo convierte en una forma cotidiana y aceptada de
convivencia. Ello implica la equidad y la proporcionalidad en la
aplicación de la justicia en todos los niveles de la sociedad.
Es necesario construir un modelo que tenga como base un enfoque
de regulación de mercados que, en forma seria y consensuada, no
se remita solo, exclusiva y principalmente a la sanción penal, a la
erradicación de los cultivos, a la guerra, a la militarización. No es
solo por el ataque a los derechos y garantías individuales que el
modelo ha demostrado como consustancial a sus principios, sino
porque no hay evidencia de beneficios en términos de costo-beneficio, incluidos los costos económicos, sociales en vidas humanas.
Se puede construir un modelo que apueste a incorporarse como
un desafío de cogestión de la circulación de sustancias que hacen
daño y que merecen ser reguladas desde la perspectiva del bien
público que, sin renunciar a la aplicación de la ley, demuestre su
fuerza en los controles del Estado a la sociedad en los que el enfoque de derechos sea la fortaleza central. Para ello se necesita
evidencia científica, evaluación de buenas y malas prácticas, vigilancia del sistema de derechos humanos, incluido el derecho a
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Drogas, usos y prevenciones
Rodrigo Tenorio Ambrossi
Poder, ética y culpabilización
Rodrigo Tenorio Ambrossi11
Deberíamos encontrar algo de sentido común y
pensar cómo legalizar las drogas y cómo despenalizar nuestra sociedad. Reconozcamos la
realidad y empecemos por reducir la cantidad
de presos que están saturando las prisiones. Empecemos a distribuir las drogas a través de establecimientos autorizados y debidamente regulados. Admitamos que lo estamos haciendo mal,
dirigiendo nuestros miedos y prejuicios contra
ciertas drogas para cumplir unas políticas obcecadas que tienen efectos sociales nefastos.
Mo Mowlan
Ex ministra para Irlanda del Norte
11 Doctor en psicología clínica, formación psicoanalítica. Licenciado en filosofía.
Profesor principal en la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad
Católica del Ecuador, Puce. Profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar.
Profesor invitado de Flacso, Ecuador. Ha sido consultor-investigador del Unfpa
y de Unicef. Entre sus principales publicaciones: Los niños de la calle y el uso
de drogas, Quito, 1989. La familia, Quito, 1991. Los niños de la pobreza: entre
la soledad y el abandono, Quito, 1993. La cultura sexual de los adolescentes,
Quito, 1995. La intimidad desnuda: sexualidad y cultura indígena, Quito, 2000.
Masculinidades y cultura, Buenos Aires, 2002. Drogas: usos, lenguajes y metáforas,
Quito, 2005. Abuso sexual a niñas, niños y adolescentes, Quito, 2008. El suicidio
del Principito: historia de un abandono, Buenos Aires, 2008. El sujeto y sus drogas,
Quito, 2010 (Mención honorífica premio Isabel Guarderas), Niños, calles y
cotidianidades, Quito, 2010. Columnista permanente del Diario Hoy.
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Drogas, usos y prevenciones
Rodrigo Tenorio Ambrossi
Desde los orígenes del mito occidental, coexisten el bien y mal
que comparten el mismo territorio porque allí crecen enfrentados
en una lucha interminable. Algunos han anunciado la buena nueva del triunfo del bien, pero justo en ese instante, el mal invadía
otros territorios. No faltan quienes se han convencido de que se
vive bajo el imperio del mal y que hace falta algún tipo de nueva
redención. Pesimismo de los ancestrales moralismos que se resisten, a toda costa, a abandonar lo que conquistaron a la fuerza.
Es necesario reconocer que el bien y el mal se confunden e inclusive a veces utilizan idénticas estrategias miméticas para presentarse ante la sociedad como si el uno no pudiese existir sin el
otro. Nuestra territorialidad estética y política es eminentemente
lingüística y allí el bien y el mal hacen una sola cosa, al sujeto
hablante y deseante. Algunos se han propuesto erradicar el mal
en cualquiera de sus expresiones como si se tratase de una cosa
cualquiera o quizás como una enfermedad combatida con una eficiente vacuna construida en los lugares ocultos del mal. Solo en
los cementerios no existe el mal, pero tampoco el bien.
Históricamente, parte de la perfección de Occidente consiste en
las estrategias que diseña y pone en juego para enfrentar al mal
y marcar su paulatina y eficaz desaparición. Por ende, puesto que
sería absurda la idea de aceptar cualquier tipo de convivencia pacífica, la perfección del bien se obtendrá únicamente con la eliminación del mal. Este es el gran mito que sostiene a Occidente,
que lo justifica y lo perfecciona. Occidente ha sido, por historia,
el abanderado de la lucha contra el mal para apoderarse del bien,
es decir, de la territorialidad significante del lo bueno y lo justo,
como si se tratase de una propiedad privada. De hecho, al poder
siempre le ha interesado conquistar para sí esa territorialidad para,
de esta manera, justificarse a sí mismo y todo lo que haga.
no tanto de marcar los límites entre estos dos continentes sino de
decidir arbitrariamente lo uno y lo otro. Sin embargo, hay que reconocerlo, esta gran cruzada de Occidente ha fracasado porque parte
de un grave desconocimiento de lo que es el sujeto en sociedad, la
complejidad de su deseo y también de sus afectos.
Sobre el bien y el mal
Toda forma de poder se sostiene en la capacidad de decidir qué,
cuándo y cómo algo es bueno o malo porque en ello va su sentido
y existencia. Además, el poder se halla sostenido por una especial
alquimia, la verdadera y la más eficiente de todas las alquimias de
la historia, aquella que es capaz de convertir, a su antojo, en mal
el bien y viceversa. El macabro juego con la vida y con la muerte
es el ejemplo más paradigmático de esta alquimia que ha logrado
santificar la crueldad, la guerra, la tortura, el asesinato, la hambruna y toda clase de ignominias. Occidente, representado en los
Estados que han capturado el poder, se ha autoproclamado tanto el
legislador supremo sobre el bien y el mal como el juez que juzga
y castiga lo que, desde ahí, se considera malo.
El poder se nutre de variados alimentos, como lo han hecho y aún
lo hacen, a su manera, todos los omnipotentes del mundo, grandes o pequeños. Desde su dimensión ética y política, el verdadero
poder consiste en la capacidad de administrar, con suficiente arbitrariedad, los cánones que determinan lo bueno y lo malo, lo lícito
y lo prohibido, en suma, la capacidad de administrar la muerte
tanto como la vida que aparece, frecuentemente, como una dádiva.
La muerte es eminentemente polisémica tanto para el poder como
para sus víctimas. La muerte de los campos de concentración, de
las bombas, del hambre, del silencio obligado. El poder para asesinar las palabras, igual que las ternuras.
Por ende, estatuir, de manera siempre arbitraria, los límites del bien
y del mal ha constituido uno de los ejercicios primordiales del poder. En última instancia, se supone que la perfección del poder se
expresa en la capacidad de decidir sobre el mal y sobre el bien,
No importan demasiado las formas utilizadas para estatuir los cánones del poder pues lo que está siempre en juego es la capacidad
intrínseca de determinar los límites de lo bueno y lo malo, de la
vida y de la muerte. No se trata de los límites que impone la cultura destinados a asegurar la convivencia. Se trata del sometimien-
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Drogas, usos y prevenciones
Rodrigo Tenorio Ambrossi
to que el poder exige, incluso a nombre de la cultura y que, sin
embargo, ignora que las culturas no exigen sometimientos sino
adhesiones, coparticipaciones y el ejercicio de la vida en terrenos
simbólicos que la enriquezcan.
Lyotard12 afirmaba que el discurso que pertenece a la cultura ocurre en dominios inconmensurables, pero ninguno de ellos posee
el privilegio de emitir juicios sobre los otros. Ya no son suficientes la ciencia y los racionalismos sostenidos en sí mismos. Por el
contrario, la cultura es el único terreno válido para todo discurso
y toda acción. Esta cualidad del discurso se evidencia con claridad en los espacios del poder que tiene que expresarse también en
las posiciones que los otros deben asumir de forma más o menos
irrestricta. “La historia del mundo, decía, no puede tener un juicio
último, está hecha de juicios juzgados”, es decir, no siempre es fácil desenmascarar el poder presente en las regulaciones, mandatos,
recomendaciones que circulan en la sociedad. Incluso en los actos
comunes de un sujeto, el poder actúa tras telones con el que el
principio del libre albedrío queda reducido a un enunciado vacío.
Esto evidencia hasta el extremo la guerra a las drogas.
Tarea ardua la de desenmascarar el poder porque, por definición,
es eminentemente oscuro y mimético, de modo especial cuando se
coloca en el lugar de la ética y en el de las denominadas buenas
costumbres. “No creo que haya una transparencia posible”, decía
Lévinas. Esa transparencia sencillamente es imposible en el poder
que, por definición, desestima la densidad existencial y los enraizamientos históricos de las experiencias de los sujetos y de los
pueblos. Por lo común, el poder se piensa a sí mismo y por eso se
convierte luego en el normatizador de los otros, incluso cuando se
trata de un poder perverso.
los ciudadanos. Esta normativa tiene que ver con el control de
las costumbres, de los actos y, sobre todo, de las conciencias. La
normativa del poder versa, en consecuencia, sobre la ética que determina qué hacer es correcto o incorrecto, la ética de las buenas
costumbres, aunque, tras telones, el poder sea capaz de maquinar
y ejecutar toda ignominia imaginable.
Cuando se ha pretendido poner sobre el tapete de las discusiones
esta ética, su origen, sus prescripciones y justificaciones, el poder
suele protegerse descalificando el proceso y sus conclusiones. En
efecto, la ética social es aceptable y justa tan solo porque surge
del poder y funciona bajo su amparo. El poder, en su perfección,
es el dueño del bien y del mal.
Quien posee el poder posee al mismo tiempo la potestad de definir,
gobernar y controlar al otro. La potestas13 latina hace referencia
a la capacidad de imponerse sobre el otro, de normar, juzgar y
castigar. El poder, entendido como ejercicio de dominio, llega a
su nivel más alto cuando interviene propositivamente en el control
directo de los actos e incluso en las tendencias de los otros sin que
exista un mecanismo válido y viable de control sobre sí mismo.
Poder y culpa
Foucault plantea no preguntar a los sujetos cómo, por qué y bajo
qué derechos aceptan ser sometidos, sino indicar cómo fabrican
las relaciones de sometimiento. Cuando se habla del poder, lo importante es determinar cuáles son los mecanismos que utiliza para
que se efectúe el entramado social que sirve para los propósitos
del dominio. Se trata de los dispositivos de poder.
La idea del poder lleva implícita la de imperium y la de arbitrium.
Por ende, uno de los mecanismos utilizados por el poder para sostenerse y legitimarse es la capacidad de poner en juego sistemas
normativos a los que deben, de manera necesaria, someterse todos
Casi sin crítica alguna, los pueblos se han acostumbrado a aceptar
que aquello que su gobierno juzga como malo sea prohibido por
ley. Luego, aquello que ha sido prohibido por ley se convierte en
delito. Es esto lo que acontece con las drogas declaradas malas
en sí mismas. Desde esta perspectiva, quienes desean usar drogas
en su departamento ya están condenados de antemano. Occidente
12 Lyotard, J-F, La diferencia, Gedisa, Barcelona, 1999.
13 Potestas (potestatis): potestad
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Drogas, usos y prevenciones
Rodrigo Tenorio Ambrossi
inventó el crimen (pecado) de pensamiento y de deseo. De hecho,
cuando se trata de las drogas, se trata de que la prevención tienda a
destruir no solo los actos sino también los deseos de usarlas. ¿Qué
queda del sujeto cuando se castra su deseo?
La sociedad auténtica es aquella que no he elegido, en ella me sitúo
en una configuración de voluntades que obran juntas, pero que se observan cara a cara. Ahí, si lo soy, soy objetivamente culpable y nadie
puede absolverme. No es que no pueda perdonarse una falta en una
sociedad auténtica, sino que las sociedades auténticas no pertenecen
al orden del perdón. Las sociedades auténticas terminan constituyéndose en reguladoras del bien y del mal, del crimen y del castigo. De
estas sociedades proceden las prohibiciones y las permisiones inapelables. Las drogas son malas en sí mismas, tanto si se las usa como si
se las posee, si se las produce o se las comercializa.
Si usar una droga constituye una falta, nadie la perdona y el muchacho debe ir a la cárcel porque ha cometido un grave delito
que consiste en haber violentado una norma impuesta por las
sociedades auténticas14. Ha faltado contra el poder que se siente
humillado cada vez que alguien asume su capacidad de violentar
la norma pues, al hacerlo, pone en marcha la excepción que el
poder ha excluido en el tema de las drogas. Es decir, los usos
de drogas quedan absolutamente prohibidos en el decálogo del
poder en el que no existe posibilidad alguna de excepción. La
excepción, si hubiese, tendría que surgir del mismo mecanismo
de poder puesto que es el dueño absoluto de la norma. Este poder
se expresa en toda su magnificencia en la prohibición no solo de
los actos sino también en los deseos.
Para que haya delito, es necesario que se evidencie al tercero
afectado. A este le corresponden la denuncia, la demanda de
juicio y el castigo. ¿Por qué tendría que ser de oficio la responsabilidad del Estado que, por sí y ante sí, detiene, juzga y
castiga al usador de drogas? Las legislaciones, en general, han
14 Estados Unidos posee los índices más altos de usadores de cocaína y de
anfetaminas.
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pasado por alto este elemento fundamental en los procesos en
los que se juzga al otro y se criminalizan sus acciones.
Sin embargo, usar drogas, drogarse, no constituye un crimen ya
que ese acto no lesiona derechos de terceros. En este caso, no habría culpa por un acto realizado que no va en contra de un otro
afectado que presente la queja respectiva. El acto va en contra del
poder que se siente desautorizado e incluso minado si se reincidiese. El hecho de haber calificado de adicto incluso a quien ha usado
droga una sola vez no sería más que una reacción virulenta del
poder herido en su narcisismo. Los legisladores universales suelen
ser estados narcisistas.
En una sociedad libre, no existe otra alternativa que aceptar que
pueden suceder cosas que nos gusten, que no nos gusten y que
violan nuestros derechos o que no nos gusten pero en realidad no
violan nuestros derechos.
En la mayoría de países, si se preguntase cuál fue el delito que cometió este muchacho detenido, la respuesta inevitable será “haber
consumido drogas”. Si a continuación se preguntase quién fue la
víctima, la respuesta sería: nadie. Entonces, eso no parecería ser
un crimen. Pero está escrito que lo es. Quien la usó permanecerá,
pues, como culpable en la soledad de su acto.
Sin embargo, Galileo diría en voz alta: el acto de consumir una
droga no necesariamente viola derechos de terceros, y por lo tanto
no puede ser un delito por sí mismo. Y, sin embargo, habrá ciudadanos de todas las edades que usan y usarán drogas. Porque no
ignoraban este principio, los Estados declararon la guerra a las
drogas-cosas, a la amapola, a la marihuana, a la cocaína.
Cuando no hay un tercero afectado, no hay a quién pedir perdón.
El grupo de muchachos que comparten un bareto no atentan contra
ningún tercero sino contra la normativa del poder lo que es más
que suficiente para que sean arrestados y encarcelados. Si alguien
roba una cosa, lo robado pertenece a otro identificable que es el
encargado de pedir y exigir el castigo pertinente, y que también
103
Drogas, usos y prevenciones
Rodrigo Tenorio Ambrossi
podría perdonarlo. Para que exista una falta, debe haber siempre
un tercero incluido que, de una u otra manera, se sienta afectado
por ella.
Al no existir este tercero afectado por el hecho de usar drogas, la
ley vendría a ocupar ese lugar. La ley, en este caso, no es otra cosa
que la representación fáctica del poder que es tanto más fuerte y
seguro cuanto más inamovible se muestra ante quien ha violentado la norma.
Los mayores crímenes de la humanidad han sido de esta índole.
Como señala Lyotard15, a los judíos no se los llevó a los campos
de concentración acusados de algún delito concreto en contra de
un tercero que reclamaba sus derechos. Se los condenó tan solo
por ser judíos. No solamente fue malo ser judío, la ley fue más allá
cuando dijo que un sujeto era absolutamente culpable de ser judío.
Por ende, el campo de concentración y los hornos crematorios se
justificaron por sí mismos. La guerra a las drogas y a sus usadores
pertenecería a un orden similar.
Muchos centros de tratamiento de usadores no son más que campos de concentración. De cada uno de ellos se podría decir con
Lévinas: “La sociedad auténtica es aquella que yo no he elegido,
en ella me sitúo en una configuración de objetivamente culpable.
Nadie puede absolverme.” No es que no pueda perdonarse una
falta en una sociedad auténtica, sino que no aparece en ninguna
parte quien demande al acusado que es culpable desde el comienzo hasta el fin. ¿Sostenido en qué ética, que no sea la del poder, el
policía detiene a un usador de drogas y lo lleva, en unos casos, a la
cárcel, o al hospital en otros?
De hecho, el concepto de consumidor y, sobre todo, el de drogadicto, utilizado con absoluta arbitrariedad, da cuenta del proceso
del poder que exime al orden judicial de la necesidad de presentar
al tercero demandante. En este caso, el policía aparecería como ese
tercero (el respeto a los derechos humanos), no excluido ni omi15 Lyotard, J-F, La diferencia, Gedisa, Barcelona, 1999.
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tido, sino definitivamente inexistente. Entonces, tan solo interesa
saber qué y cuánto ha consumido, lo demás sobra. Esa primera y
única vez es suficiente para elaborar un identikit del sujeto sobre el
que caerán todas las futuras sospechas con las que ingresará a las
estadísticas nacionales y mundiales. Llevará para siempre la estrella de David en la frente. De hecho, un porcentaje de muchachos
ha sido encarcelado en los llamados centros de tratamiento, por
haber usado drogas una sola vez. Todos ahí son adictos y lo serán
para siempre. Campo de concentración que poseen formas viles y
sofisticadas de asesinar.
Entonces, es indispensable aceptar, como lo decía Lévinas, que la
sociedad se constituye gracias a la conciencia de una injusticia hecha al otro como tercero, y el tercero “es el ser libre a quien puedo
hacer daño forzando su libertad.”16
La presunción de inocencia del reo, que obliga a la acusación a
presentar la prueba del delito, es la versión “humanista” de la
misma regla del juego del conocimiento17 y de la sociedad que
se sostiene en ella. Si se invierten las reglas de juego, si se presume que todo acusado es culpable, entonces, ¿con qué argumentos
demostrar su inocencia? Como no aparecerá en ninguna parte el
acusador sobre el daño infligido por el usador de drogas, entonces
su lugar será ocupado por la voz de la ley que dirá que es ella la
que ha sufrido el supuesto daño.
En consecuencia, ahí existiría un indeterminado. Pero no se puede
establecer un indeterminado (la ausencia del tercero afectado por
el uso). Es necesario que la negación sea la negación de un determinado. El indeterminado sería: no cumplió la ley que prohíbe y
castiga el uso de marihuana. Ese enunciado nada tiene que ver con
otro enunciado acusatorio que afirma que él robó una cantidad x
de dinero que pertenecía a Juan, pero si Juan ni aparece ni demanda, ni existe ¿quién sostendrá la acusación?
16 García Juan, El otro en Lévinas: Una salida a la encrucijada sujeto–objeto
y su pertinencia en las ciencias sociales, Revista Latinoamericana de Ciencias
Sociales, Niñez y Juventud. Vol. 4, Nº. 2:..., 2006.
17 Lyotard, J-F, La diferencia.
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Drogas, usos y prevenciones
Rodrigo Tenorio Ambrossi
El tiempo ético es el tiempo del bien y del mal del sujeto que exige, por razón lógica, la presencia del otro. Las drogas en general
fascinan en la misma medida en que provocan rechazo, y su ambivalencia es definitiva desde la perspectiva de la razón occidental.
Baudrillard.
Por ende, no existiría ninguna razón lógica, ni social para sostener
la prohibición de carácter universalmente obligatorio. Por ejemplo, del conocimiento fáctico del daño que podría ocasionar el uso
de una droga no puede desprenderse de suyo, lógica y éticamente,
su prohibición absoluta. Primero porque nada es ni absolutamente
malo ni absolutamente bueno. Tan solo los ejercicios del poder
absoluto se han arrogado la facultad de zanjar el problema. La marihuana, por ejemplo, aparece como tan absolutamente mala en sí
que su uso se halla absolutamente prohibido. La coca es tan ónticamente mala que lo único que resta es su eliminación del planeta.
Un ejemplo, quizás paradigmático de esta situación podrían ser los
llamados tribunales de drogas en los que el poder comete una serie de aberraciones éticas, lingüísticas y jurídicas. En efecto, estos
tribunales parten del principio de que quien usa una droga, comete
un delito en contra de la ley universal que prohíbe todo uso de las
drogas catalogadas como ilícitas e ilegítimas. Entonces, desde la
benignidad absoluta del poder, al pobre muchacho que ha cometido ese delito de lesa humanidad, se le somete a un tribunal que lo
juzga y le otorga una sentencia divida en dos posibilidades.
La primera parte corresponde a la magnanimidad del poder ubicada en la boca del juez: puesto que usted ha cometido un delito
tiene que recibir un castigo que, en este caso, consiste en ir a la
cárcel. Ahora bien, depende de usted elegir: o va a la cárcel o se
somete, de manera irrestricta, a un tratamiento que le cure del delito de las drogas.
La primera finalidad es que el muchacho acepte, sin restricciones, la
verdad de que el acto de haber fumado marihuana es, no solo absolutamente malo, sino además absolutamente delictivo, y que, por ende,
que asuma la verdad de la censura del uso puesto que se trata de un
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acto delictivo, casi como asesinar. La segunda tiene que ver con la
aceptación de un tratamiento lo cual implica realizar una inaudita
transmutación lógica del sentido que tan solo puede darse en el poder
absoluto: que el delito (por el que merece la cárcel) se convierta en
enfermedad que exige tratamiento. En ese instante en el que el chico
acepta el tratamiento, su acto delincuencial de usar una droga muta
mágicamente y deviene enfermedad. Si realmente el uso de drogas
constituye un delito, ¿en qué instante lógico y lingüístico se convierte en enfermedad? Y si es enfermedad, ¿por qué quien la padece
debería ir a la cárcel? Transubstanciación que solo puede darse en el
poder, de espaldas a la lógica y, sobre todo, a la ética.
Basta revisar la Historia de la locura de Foucault o la antipsiquiatría de Laing, Cooper, Basaglia para reconocer de lo que es
capaz el poder. Vale recordar que antes del aparecimiento de los
neurolépticos, con los llamados locos se hizo todo lo inmoral que
la psiquiatría, disfraz del poder, ha conocido: inducción artificial
de convulsiones con el electroshock, lobotomías, abscesos de fijación. Y en la actualidad, inclusive la misma medicación destinada
a dopar a los pacientes para que ni piensen, ni opinen, ni reclamen,
ni se quejen, ni cuenten sus historias de dolor que los abruma, ni
usen drogas. Muchos disidentes políticos han sido diagnosticados
como esquizofrénicos. En la actualidad, también hay esposas disidentes, hijos disidentes, ciudadanos disidentes a quienes el diagnóstico de esquizofrenia, de depresión o de adicto justifica toda
clase de maltratos de tipo medicamentoso.
Desde su propia y particular ética y lógica, el poder no puede dejar
de hacer algo. Sin embargo hacer lo que sea por la simple razón
de que no se puede dejar de hacerlo no ha constituido nunca un
principio de acción ni de libertad. A lo sumo, una forma de absolución de la propia impotencia y de compasión para con el propio
destino. Foucault.18
¿Por qué calificar de drogadictos a todos los usadores? ¿Cuál es
la finalidad de las estadísticas que introducen en un mismo marco
18 Foucault, M. Historia de la locura. Efe, México, 1987.
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Drogas, usos y prevenciones
Rodrigo Tenorio Ambrossi
numérico a quienes usaron alguna vez en la vida marihuana y a los
que lo hacen ahora, a los que usan de vez en cuando y a quienes lo
hacen con frecuencia o todos los días? Han debido pasar algunas
décadas para que se empiece a hablar del sujeto en relación a sus
drogas,19 giro lingüístico y ético indispensable.
La negación de la libertad
No hay poder que no se halle siempre al límite de la humillación o
el anonadamiento del otro. La libertad del hombre moderno surge
(…) de la incertidumbre; de cierta subdeterminación de la realidad
exterior, del carácter intrínsecamente problemático de las presiones
sociales, señala Bauman.20 Es preciso tener en cuenta que la ética del
poder no suele ser la del cuidado de sí, sino la de la sumisión cuyo
destino es el acrecentamiento del poder. De ahí se desprende que sea
malo y castigable todo acto que violente la ética del poder.
Si la ética busca el bien personal y colectivo, se imponen dos preguntas básicas tendientes a determinar los sentidos, justificaciones y dimensiones de esta ética sobre la cual se toman decisiones
como la guerra a las drogas. Como cualquier otra, la guerra a las
drogas no reconoce distingo alguno de tal forma que su objeto
son las sustancias, traficantes mayores, productores a gran escala, pequeños productores y pequeños traficantes y, sobre todo, los
usadores.
Las subjetividades han sido eliminadas gracias a la creencia en un
mal universal. Sin embargo, las normas que desconocen la subjetividad son inconsistentes e incluso inmorales. No existe el ser
humano sino sujetos, una distinción a la que suele ser alérgica el
poder. Bauman21 dice:
En verdad, no podemos imaginar a un ser humano “o individuo”,
un humano que no elija libremente, que no se preocupe de establecer su propia identidad, su propio bienestar y satisfacción.
19 Tenorio, R. El sujeto y sus drogas, El Conejo, Quito, 2011.
20 Bauman, Z, Libertad, pág. 105, Losada, Madrid, 2007.
21 Bauman, Z, ibid. p, 22
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Ese individuado no encuentra eco en nuestra propia experiencia
de vida. Es un monstruo, una incongruencia.
Por ende, el poder, como regulador universal, siempre caminará en
el borde de la ilegitimidad y del arbitrio porque, cuando actúa, determina la pérdida de la ilusión como construcción necesaria de la
ética y de la estética. Lo hace porque se cree poseedor de la verdad
absoluta que, a su vez, emana del poder como de su fuente original.
¿Qué poder sería aquel que se basase en el reconocimiento de las
subjetividades y en su respeto?
Sin embargo, es necesario reconocer que no existen éticas universales ni universalmente aplicables. La particularidad de la ética
tiene que ver con la subjetividad, con esa sensibilidad con la que
alguien se relaciona con el otro a través de la exposición corpórea
que los identifica.
¿Quién es el sujeto de la ética? Pues lo soy yo en tanto que padezco el requerimiento del llamado del otro, otro en igualdad de
condiciones ante la ley y el derecho.
La libertad es tal únicamente en una relación social organizada
y sostenida en las diferencias. Si no se distinguen y respetan las
diferencias, no hay libertad ni democracia Para la filosofía y la
ética contemporáneas, no se puede desconocer ni descontar la
libertad individual y sus espacios, para los deseos, para lo placentero y lo doloroso. El espacio individual de la vida y de la
muerte.
La libertad en nuestra sociedad es a la vez una condición indispensable para la integración social (…) y una condición continuamente recreada por el modo en el que la sociedad se integra
y el sistema funciona. 22
Cuando se declaró la guerra a las drogas, se pensaba que, si no se
tomaban esas medidas de manera consciente y deliberada, no sería
posible salvar a la humanidad atacada por el feroz y universalmente
22 Bauman, Z, ibid. p. 24
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Drogas, usos y prevenciones
Rodrigo Tenorio Ambrossi
distribuido mal. Esta es la guerra del control social basada en principios de una ética universal y universalizante. Con el aparecimiento de los usos masivos de drogas, esta ética apareció como anillo al
dedo para producir nuevos espacios de culpabilización que venían
a sustituir a los abandonados por la sexualidad.
Las Naciones Unidas, al prohibir los usos de toda droga, crearon
un nuevo delito, una nueva enfermedad y hasta un nuevo pecado.
Un bingo con tabla completa. No podía ser de otra manera: el Vaticano no tardó en borrar de su lista los pecados pasados de moda
y los remplazó por otros más modernos como los usos de drogas
y sus derivados.
Este análisis no implica ni el desconocimiento de los males reales
que podrían ocasionan las drogas ni la necesidad de la existencia
de algún tipo de control. Cuando se pretende buscar una solución a
un problema, del orden que fuese, la única vía posible es el mismo
sujeto y sus propias estrategias culturales de protección y no aquello que implique, directa o indirectamente, un atentado a las subjetividades y sus derechos. La libertad pertenece a la subjetividad,
la hace y la sostiene. En donde no hay libertad, definida como la
capacidad de elegir las propias dependencias y responsabilidades,
desaparece la subjetividad.
En cambio, desde el poder, piensa la libertad aparece como un
privilegio, como la capacidad del poder para separar y aislar los
mejores del resto, a quienes ocupan espacios superiores de aquellos que habitan lo inferior, lo inferior social, político, económico
y ético Bauman,23. Nadie es, pues, libre ante sí y en su soledad. Es
indispensable que haya un otro sometido a quien se lo invita a la
libertad a la que no podrá arribar nunca sino aceptando su condición de dependiente.
Para el poder, los usos de drogas evidencian el sometimiento a los
órdenes de la cosa droga que es infinitamente peor que el sometimiento a los regímenes sociales. Este proceso legitima aun más
23 Bauman, Z. Libertad, Emegé, Barcelona 2007.
110
los actos de dominación personal y todas las acciones tendientes a
lograr la desaparición de las drogas.
Tanto más intenso es el deseo de libertad cuanta mayor ha sido la
experiencia de opresión, es decir, la sensación de que no se puede
dejar de hacer algo que se preferiría no hacer En la práctica, se dan
incluso usadores conflictivos que querrían dejar de hacerlo y que
no lo hacen, no por la idea de la adicción, sino por un posicionamiento consciente e inconsciente ante la imperativo de la norma
que lo prohíbe.
No fue el poder quien terminó autorizando los ejercicios gozosos
de la sexualidad. No es dable pasar por alto que, para la cultura
occidental, lo placentero y gozoso se halla en los límites del mal
si no en el núcleo de todo mal. La sexualidad, primero, desde una
verdad fáctica, y las drogas, desde los imaginarios, tienen que ver
directamente con el placer. Esta es probablemente la fundamental
razón para su persecución cuanto más que el poder no tardó en unir
en santo matrimonio a la sexualidad y a las drogas. Por su parte,
un infierno siempre listo a acoger a blasfemos y a gozantes que se
encuentran en los extremos de una ética que contradice las prácticas del poder, en efecto la moralidad del goce se halla investida
de cierta irracionalidad que los actores de la ley se obstinan en no
reconocer.
¿Acaso no se han creado centros en los que, al mismo tiempo, se
atiende a los usadores de drogas y a aquellos que viven de otra
manera la sexualidad? Curar de las supuestas adicciones va de la
mano con curar al sujeto de su homosexualidad, puesto que, para
ciertos poderes fácticos, las drogas y la homosexualidad recorren
el mismo andarivel del mal.
En buena medida, el enfrentamiento al problema se ha realizado
desde el moralismo ingenuo que todavía cree en el poder del no:
di no a las drogas porque son malas. O aquel del mito: No comerás el fruto de este árbol que es el del saber y del placer. Apenas
el prohibidor dio media vuelta, no quedaron frutos en el árbol y
todos esperaban ansiosos la nueva cosecha. ¿Por qué hacer del no
111
Drogas, usos y prevenciones
Rodrigo Tenorio Ambrossi
una posición estatuida de manera necesaria ante algo? Ello implicaría que algo es esencialmente malo lo que va en contra no solo
del sentido de las cosas, sino sobre todo de la capacidad del sujeto
de juzgar y decidir en cada circunstancia de su conocimiento y en
cada acto de movimiento de su deseo.
Para concluir
Es obvio que se ha producido un proceso de emancipación de las
normas morales que, entre otros ámbitos, se expresan en los usos
de drogas. Sin embargo, también podría cursar con cierta decadencia de la responsabilidad moral. Pero, por qué no preguntarse
si no ha sido este el comportamiento de los pueblos a lo largo de
la historia. Tal vez hoy sea más evidente que nunca porque es
innegable el apolillamiento de los sistemas axiológicos y también
la magnitud de un poder que se ha propuesto no dejar resquicio
alguno de la vida de los sujetos fuera de su control. Los Estados
no cesan de crear normativas que los sostengan. Pero pretenden
ignorar que las incertidumbres no van a desaparecer por imperio
de la ley.
Posiblemente hoy es más evidente el divorcio entre el poder, la
política y la ética. No es posible ser realmente libre si no se tiene
seguridad, y la verdadera seguridad implica a su vez la libertad. Es
tan vieja como la humanidad la animadversión del poder respecto
a la libertad porque es el poder es tanto más poderoso cuanto más
se alimenta de la libertad de los otros. Incluso aquellos que se declararon los salvadores de la humanidad no hicieron otra cosa que
suprimir las libertades. Cada vez hay más reglas que cumplir en
medio de una obvia ambigüedad moral del poder justamente porque se ha armado de todos los medios coercitivos para que nadie
se excluya de sus preceptos. El poder no ha pensado aun en una
ética que sostenga el arte de vivir con las diferencias.
Puesto que no existen espacios neutros, el poder debería, de una
vez por todas, renunciar a toda guerra, valorar los poderes múltiples de las sociedades, tomar en serios las discusiones sobre
despenalizar los usos, legitimar las tenencias y construir nuevas
estrategias para enfrentar a los grandes traficantes que conforman
el verdadero nudo gordiano del problema. No se puede vivir sin
un sistema normativo. Sin embargo, ya no hay lugar lógico, ético
y estético para las imposiciones unilaterales ni para ningún maniqueísmo moral y político.
Como dice Baudrillard, la masa existe pero su representación no
es posible, la masa no es el espejo de lo social ni lo social es el
espejo de ella. De ahí que el todos del discurso prohibitivo del
poder, por más imperativo y castigador que parezca, terminará
siendo ineficaz e incluso perverso. Los usos se tornan conflictivos
cuando han sido excluidos de los rituales simbólicos del grupo o
de la comunidad, es decir, cuando devienen actos que se agotan en
sí mismos, cuando se convierten en sinónimo de la necesidad que
se sostiene en la inmediatez, por ende, cuando han sido excluidas
del deseo.
Esto es lo que ha desconocido la guerra contra las sustancias y sus
usadores. En efecto, el poder ha exigido a todos despojarse de sus
sentimientos morales para acatar una normativa vivida desde la
ajenidad.
112
113
Drogas, usos y prevenciones
Eusebio Megías
El sujeto consumidor: la construcción
de los riesgos de las drogas
Eusebio Megías24
Este trabajo es una oportunidad más de poner en contradicción y
en debate toda una serie de vivencias, de contenidos, de creencias
que se han ido acuñando a lo largo los años. Muchas de ellas han
tenido que ser modificadas en repetidas ocasiones. Yo llevo trabajando en cuestiones que tienen que ver con drogas desde diciembre del año 1970 exactamente. En este tiempo he dicho muchísimas cosas, lo que es más grave, las he escrito, con lo cual después,
recogerlas ha sido complicado.
Voy a referirme a la prevención. No quiero decir que no hayamos
hablado de este tema en sobradas ocasiones, pero hemos hablado de otra forma de prevención, hemos hablado sobre todo de lo
24 Es licenciado en medicina y cirugía con especialización en psiquiatría. En
1974 obtuvo su especialización en Técnicas Psicoterapéuticas. Ha participado
como ponente en diversos seminarios, cursos de doctorado, masters en más
de 15 universidades de España y América Latina. Ha sido autor y coautor de
un sinnúmero de artículos y libros referentes al consumo de drogas y factores
asociados y drogodependencias. Ha formado parte de más de cuarenta
investigaciones y proyectos editoriales sobre drogas. Actualmente es Director
Técnico de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, función que ha
mantenido desde 1995. Fue Director General del Plan Nacional Sobre Drogas de
España en el período 1994-1995.
114
115
Drogas, usos y prevenciones
Eusebio Megías
que tiene que ver con la corrección de los efectos perversos de
las políticas y, de las posiciones éticas más o menos dominantes
en este momento. Yo no voy a insistir sobre ello obviamente, ya
se ha hablado mucho. Sí me gustaría, únicamente, como posición
de partida para que se entienda mejor lo que después voy a decir,
subrayar algunas cuestiones que tienen que ver con lo que se ha
dicho hasta el momento y que son convicciones que someto a debate, obviamente, pero que en cualquier caso son las que hoy por
hoy todavía sostengo.
En primer lugar, la definición de un error o la detección de algo
erróneo de ninguna manera legitima la postura contraria. Una cosa
es que seamos capaces de señalar que algo está equivocado, otra
cosa es que eso nos lleve a concluir que la posición contraria es la
acertada. Este es un error epistemológico clarísimo, de modo que
no hay que insistir.
En segundo lugar, el cambio es un cambio, no es más, no autoriza
para nada el pensar que en la nueva dirección en la que se va es la
dirección auténtica, sencillamente es un cambio.
En tercer lugar, si se detecta un error o una perversión, ese error puede
ser debido a una distorsión en los principios que fundamentan una
estrategia, o puede ser debido no a un error en los principios sino a un
desarrollo pernicioso y perverso en la propia estrategia. No necesariamente tengo que estar equivocado en el último objetivo, pero puedo
estar deslegitimado a través de mi manera de buscar aquello.
Por último, quizás la perversión, desde mi punto de vista, la más importante a la que nos hemos visto sometidos todos los que hemos
trabajado en drogas en estos últimos cuarenta años, es el habernos
tenido que mover entre dos posibilidades esto también tiene que ver
con la dimensión ética: o estamos a favor o estamos en contra, o estamos debajo del árbol del bien y del mal cogiendo las manzanas del
bien o cogiendo las manzanas del mal, o aceptándolo o rechazándolo.
Esto, aparte de ser una falacia, es algo absolutamente improcedente
en cuanto a la búsqueda de soluciones pero, desde luego, es posible
plantear que todo es una falacia. Quizás el gran problema que da lu116
gar a todas las perversiones que se han señalado es que cuando nos
movemos desde una ética de los principios absolutos, quien define
esos principios absolutos entonces sí es el que detenta, en términos
absurdos, el poder. Eso no tiene nada que ver con que esos principios
sean auténticos o no, es sencillamente los que él define.
Cuando nos movemos en el plano de los principios absolutos, estamos
hablando de una ética de máximos, pero estamos llevando a la consideración de obligatoriedad lo que no es más que una postura personal.
Eso es absolutamente perverso. Eso no quiere decir que no se puedan
plantear posturas éticas de mínimos que sí nos llevan lejos de las prohibiciones dilemáticas que, en cambio como señalé antes, nos llevan
a movernos en el plano de la ética de la responsabilidad. La ética de
la responsabilidad busca una solución concreta para cada problema
concreto y para cada contexto concreto. Esto se refiere a las diversas
dificultades que en temas de drogas experimentan los distintos países.
En cualquier caso, no voy a insistir en esto, sino que voy a hablar
de prevención en términos de definir el objeto de la prevención.
Ello no tiene nada que ver con prevenir las drogas, es una cosa
demencial tratar de hablar de ello, es como querer prevenir las
tormentas y eso resulta imposible. Tampoco me refiero a prevenir
los consumos. Personalmente no siento ninguna necesidad de prevenir los consumos, solo en tanto en cuanto un consumo me puede
dar un problema me veo motivado para prevenir los consumos de
droga.
En tercer lugar, tampoco voy a prevenir las drogodependencias.
Me parece que eso es una minimización espuria, un error que localiza y, además, un error tramposo que localiza los problemas
derivados o relacionados con el consumo de drogas solo respecto
de una de las circunstancias que precisamente es la más extrema.
Se trata de una forma de manipulación que lleva al extremo lo que
es mucho más complejo y supone toda una jerarquización.
Resumiendo, voy a hablar de la prevención, de los posibles problemas que pueden potencialmente derivarse, relacionarse, correlacionarse y acompañar a los consumos de drogas. Es decir, voy
117
Drogas, usos y prevenciones
Eusebio Megías
a ver qué se puede hacer, si es que podemos hacer algo, para anticiparnos a una situación que nos permita la convivencia con esas
sustancias, que son las drogas, es más, con el consumo de esas sustancias. Esto supone que las circunstancias inevitables que llevan
al consumo van a seguir presentes por mucho que nos opongamos.
Además, me referiré a la medida en que esas circunstancias pueden transcurrir con el menor nivel de sufrimiento posible desde el
punto de vista individual y desde el punto de vista colectivo. Este
conjunto de elementos define la prevención.
Me parece que tendríamos que ir, a riesgo de equivocarnos, más
allá de donde estamos para realizar proposiciones concretas que
traten de ocupar el espacio de todas aquellas prácticas que en algún momento nos parecieron intocables y que después se mostraron absolutamente inútiles.
Durante muchos años, no a partir de la guerra de las drogas sino
antes, todos los problemas, se llamasen como se llamasen, que
tenían que ver con drogas, se entendían o se leían desde el paradigma de lo que se podría llamarse la mirada lewiniana, no de Kurt
Lewin quien es sociólogo, sino del farmacólogo Lewin que entendía que los efectos de las sustancias tanto en el individuo como en
las sociedades tenían que ver con la naturaleza de las propias sustancias, que los problemas que formaban parte potencialmente de
esos efectos también eran específicos de las sustancias y se debían
directamente a las sustancias. Este es el modelo de interpretación
que ha funcionado mucho más en la práctica que en la teoría. Es
decir, en la teoría muchas veces no se ha entendido así, pero en la
práctica sí ha funcionado de esta manera durante décadas. Fue en
este modelo en el que casi todos empezamos a funcionar y en el
que hemos trabajado durante años.
Esto no implica un desconocimiento de las sustancias y de las diferencias que hay entre ellas, ni de las implicaciones que los distintos
consumos tienen en grados de incidencia en los consumidores, grados
que podrían distinguirse desde varias perspectivas. Se supone que, en
términos de prevención, sobre eso debía informarse, pero no se hizo.
118
Por otro lado, hay que diferenciar entre la información científica y
la construcción que hace el usuario que puede o no coincidir con
la primera. No olvidemos que la información dirigida al público
tiene sus propias normas que no necesariamente se fundamentan
en la información científica, pues existe una serie de mitos que han
ido añadiéndose al tema. La experiencia en este campo muestra
que la información nunca es suficiente. Esto ocurre no solo respecto a las drogas sino también con otros temas como el embarazo
de adolescentes. En estos casos hay información pero los ritos que
suponen la relación que termina en embarazos, superan cualquier
tipo de conocimiento. Además, en otras ocasiones, la demanda de
información oculta la necesidad de develar estos ritos que darían
pistas sobre el uso de drogas, el embarazo de adolescentes, etc.
Pero la información es necesaria aun cuando siempre sea utilizada
en forma sesgada, sobre todo la que proviene de la ciencia.
A la hora de hacer una política preventiva que trabaje con las familia, por ejemplo, para el consumo excesivo de alcohol los fines de
semana, se puede decir qué hace el alcohol a nivel cerebral, también se puede señalar a los padres la responsabilidad que tienen en
la decisión del hijo de consumir alcohol. Todo ello es necesario
porque compromete al padre y a la madre a trabajar en la problemática de los hijos.
Sin embargo, cuando se hace una lectura desde esta interpretación
lewiniana, cuando se pone el protagonismo de la actividad en la sustancia, obviamente la prevención no tiene más que una salida, y ella
es establecer barreras defensivas que impidan el contacto del sujeto
con la sustancia. No hay ninguna otra solución porque la sustancia en
sí misma es realidad patógena que va a contaminar inevitablemente
al sujeto, por tanto, el poner defensas, cortapisas, tanto de carácter
legal como de carácter ritual, social, psicológico o comportamental
resulta insuficiente e incluso contraproducente. Siempre se trata de
que, en un cuerpo supuestamente sano, no entre la contaminación del
efecto de la noxa perversa. En este sentido, no hay más salida que la
prevención. Por lo tanto, no es verdad que el único objetivo que tiene
legitimación sería el objetivo de la abstinencia.
119
Drogas, usos y prevenciones
Eusebio Megías
Durante muchísimo tiempo nos hemos movido en el plano de la
abstinencia que muchas veces marcó el sentido de la asistencia
y de la educación. Y, entonces, hacíamos firmar, me refiero a los
años setenta, un contrato terapéutico de tal manera que, si el paciente consumía droga cuando ya había accedido a la asistencia,
no tenía derecho a ser asistido. De esto se deriva la perversión.
Por otro lado, no es posible decir que el consumo de drogas sea igual
a una psicosis o a una esquizofrenia. Cuando un sujeto empieza a
consumir, ello implica una decisión personal que, probablemente se
soporta en algunos aspectos externos. Se sabe que tales decisiones
implican discernimiento, responsabilidad, libertad. Pero no es posible
tratar a las personas como eternos menores de edad. Una cosa son las
razones para consumir que tienen que ver, a veces, con la diversión,
por ejemplo, y otras las que llevan a convertir el consumo en problemático. La gran trampa aparece cuando metemos los dos tipos de
consumo en un mismo paquete y, en especial, cuando se señala a todo
consumidor como un enfermo. Sin embargo, es complejo delimitar
el consumo normal del patológico pues allí entran en juego vulnerabilidades diferentes biológicas que no condenan indefectiblemente a
los sujetos, psicológicas, sociales que no necesariamente tienen que
ver con la privación. Hay modelos sociales no privativos pero que
al comportar un modelo hedonista, pueden marcar un camino problemático. Lo que sí se puede ver es que consumos problemáticos
despiertan patologías mentales y viceversa.
necesidad de un perfecto estado en los ámbitos bio-psico-social.
Pero esto es imposible, en la práctica, las políticas públicas son
de orden sanitarista, tal cual la visión médica, como se señaló. A
ello habría que añadir otros ámbitos, igual que en las políticas de
reducción de daños que tampoco se agotan en el control de la sustancias al decir no a la utilización de unas drogas para mitigar la
dependencia de otras. El problema es más complejo porque, según
las investigaciones sociológicas, cada día aparece un nuevo grupo
de excluidos ligado a diversos ámbitos del consumo.
Una de las palabras que están cargadas mágicamente es el término educación. Cada vez que tenemos un problema, pedimos que
se eduque y nos quedamos tranquilos pensando que solo la pronunciación del término, de la proposición, construye la solución.
Igual de mágico es el término bio-psico-social, término que sirve
lo mismo para un fregado que para un barrido, lo hemos utilizado
todos, de tantos modos diversos que ha terminado por no significar
absolutamente nada.
Lo que realmente significa, en principio, es que los problemas que
potencialmente pueden afectar a una persona que consuma, no se
deben exclusivamente a la sustancia —como era el modelo lewiniano— sino que se deben a la combinación de tres factores diferentes que implican al sujeto, a su contexto y a la sustancia.
En este contexto, las políticas públicas se basan en una definición muy limitada de lo que es la salud. Ella se define desde la
El gran problema del desafío de la prevención es llevar a la práctica operativa esta construcción doctrinaria porque, por mucho
que hayamos repetido el término bio-psico-social, hemos seguido funcionando como si la noxa estuviera en la sustancia exclusivamente, no porque sigamos aferrándonos de una manera excluyente al objetivo de la abstinencia, que en muchos casos se sigue
haciendo, sino porque incluso, podemos entrar a debatir esto.
Creo que el modelo de reducción de daño está basado en esta
concepción de la sustancia como peligro, que obliga a una serie
de maniobras para anular la amenaza de la sustancia al momento
del consumo. Esto queda para consideraciones posteriores. Sin
embargo, no estoy en contra de la política de reducción de daño,
120
121
Al tiempo que estas visiones se desarrollaban, sobre todo en los
ámbitos técnicos -me refiero a los ámbitos técnicos fundamentalmente que yo conozco, es decir los ambientes intelectuales culturales más o menos próximos al ámbito de la cultura europea-, empieza a construirse algo que después ha llegado a ser un lugar común.
En el tema de las drogas, como en cualquier otro sector doctrinario,
utilizamos siempre una serie de lugares comunes, de tópicos, de
palabras que nos sirven para cualquier cosa.
Drogas, usos y prevenciones
Eusebio Megías
al contrario, pero en cualquier caso me parece que conviene replantearla.
paralelismo con la represión del tráfico de esclavos como se verá
más adelante.
Tampoco se puede defender la política de encarcelar a los consumidores, ello me parece una monstruosidad. Es un error hacer lo
que se hace en España por presiones de NNUU, aun cuando no se
encarcela, se multa al consumidor con fines de marcar un ejemplo.
Aunque la penalización no ha estado vigente en España nunca,
el crecimiento de la prevalencia del consumo de cannabis se ha
producido en el contexto de la ilegalidad de la sustancia que ha
desembocado, como se ha dicho, en una sanción administrativa.
Pese a ello ha habido un crecimiento exponencial del consumo
porque hay una percepción colectiva espléndida de la marihuana
que se asocia con la alegría y no con la muerte ni con la pérdida
de la razón. Estos efectos están ligados, más bien, al uso de pastillas, insisto, no al consumo de la cocaína ni mucho menos de la
marihuana.
Esto no lo planteo en términos absolutos. Es decir, cuando digo
que hay que trasladar al sujeto la centralidad en los temas de drogas, a lo que me refiero es a que hay que olvidarse de esa atención
excluyente de la sustancia como punto de partida. De esta manera,
atender más al sujeto no quiere decir que hay que dejar de atender
a la sustancia. Sigo pensado que la sustancia tiene un riesgo en sí
misma.
Decía que me parece que realmente el desafío consiste en llevar
a la práctica operativa ese modelo que, en definitiva, lo que hace
es trasladar al ámbito del sujeto el protagonismo del error o el
protagonismo de la protección. En otras palabras, hay que hacer
una política de control escalonada que tome en cuenta los múltiples aspectos que están alrededor del fenómeno del consumo, por
ejemplo, el control de los espectáculos, el mercado de productos
ligados al consumo, etc. Allí es posible plantear una política de
control.
En definitiva, la crítica a las políticas de control no puede reducirse al hecho de meter a la gente a la cárcel, es necesario también
pensar sobre el control social que, a veces, resulta tan importante y
tan cruel como el control penal pues el extrañamiento de un sujeto
respecto de un grupo social tiene, generalmente, más consecuencias que meterlo a la cárcel. También hay que pensar en el control
administrativo en el orden fiscal. Lo que resulta perverso es que en
el tema de las drogas hemos obviado estos controles. Tampoco se
ha cuestionado la forma en que se llevan los controles. No hay un
122
A principios de mi carrera, durante once años, me dediqué básicamente a trabajar con alcohólicos. Desde el cuarto o quinto año
de trabajo clínico, mis compañeros y yo estuvimos empeñados en
definir el perfil del bebedor que iba a tener problemas de alcoholismo. Vano empeño, no lo conseguimos. No recuerdo ningún
alcohólico que, cuando le he preguntado “oiga usted cuanto bebe”,
no me haya respondido, “yo, lo normal”; no conozco ninguno que
cuando le he preguntado “¿cómo empezó a beber?”, me haya dicho, “bebiendo a lo tonto”.
Si nosotros cogemos una rata y le damos suficiente alcohol, en un
tiempo suficiente, la hacemos alcohólica. Por tanto no debe minimizar el posible impacto de la sustancia. Ahora, desde luego, no
tiene ni de lejos ese impacto que muchas veces se fantasea. Creo
que hay que fijarse mucho más en eso, como creo -esto lo voy a
pasar muy por encima porque puede generar polémica no quiero
polémica en ese sentido-, en el riesgo de la sustancia, creo que
desde el punto de vista ético y desde el punto de vista práctico está
legitimada la maniobra de control.
Me parece que el control es preventivo, no me parece que pueda
sostenerse que la prohibición no funciona. He vivido treinta años
bajo el régimen de Franco, que no me cuenten que la prohibición
no funciona, cuando dicen, el miedo no es preventivo o, no valen
las represiones, ¿cómo se entiende entonces la necesidad de límites que se exige para los adolescentes? ¿En qué quedamos?
123
Drogas, usos y prevenciones
Eusebio Megías
Decir que el miedo es preventivo puede resultar problemático.
Es necesario aclarar que si por prevención entendemos la evitación de un comportamiento, obviamente el miedo sí es preventivo. Pero si por prevención entendemos no solo la evitación de
un comportamiento, sino la construcción de una personalidad más
rica, más fuerte, más poderosa, entonces el miedo no es preventivo. Asumamos que las políticas de prevención se evalúan en función de la disminución de las tasas de consumo, no se evalúa si
alguien es mejor o peor ciudadano. En este caso, sí funciona el
miedo. El problema reside en que se mezclan los datos estadísticos
con los problemas, los consumos, los valores, las opiniones. Los
mayores consumos se correlacionan con los mayores índices de
fobia social, de miedo. Se piensa que quien no consume podría
realizar otras cosas que podrían ser mucho más destructivas que
las drogas.
Creo que el control sí funciona, pero otra cosa distinta es saber
hasta dónde funciona, cuáles son las condiciones del ejercicio del
control. Además, hay una perversión, no en la ética del control,
sino en cómo estamos poniendo en funcionamiento ese control.
En otros momentos, un poco en plan provocador, me he referido a
la historia de la perversión en el control de drogas. No he tomado
el tema de drogas sino de la realidad del control de otros tipos de
tráfico, por ejemplo, el de esclavos durante los siglos XVII XVIII,
que se hizo exactamente con las mismas perversiones con las que
se controla el tráfico de drogas hoy. No creo que a estas alturas
alguien discuta que el principio ético de la abolición de la trata de
esclavos no fue defectible. Lo que resultó intolerable fue la manera en que se estaba realizando. Algo así pasa ahora pero, no se
podría sostener que el control no funciona.
Dicho esto, si hablamos de llevar la atención al sujeto hay varias
cosas que deberíamos que tener en cuenta que, de entrada, pueden
parecer disquisiciones teóricas pero, luego lo veremos, tienen una
dimensión práctica absoluta. Es decir, estos aspectos determinan
la forma concreta de hacer prevención. Por ejemplo, una de las cosas de las que tenemos que ocuparnos es de cuáles son realmente
124
los riesgos de las drogas, —no estoy hablando de los experimentos
de los farmacólogos y de las formas cuestionables de experimentación. Me refiero a cuestionarnos sobre los riesgos de las drogas
desde la construcción social, desde lo que la gente entiende que es
un riesgo, desde lo que la gente vive y que define como peligroso
y que marca el parámetro de lo disuasivo. Desde luego, lo que no
disuade a nadie de consumir es que le contamos, por ejemplo: mire
usted, si sigue bebiendo alcohol ahora que tienes dieciséis años, a
los cincuenta vas a tener cirrosis, o que le digamos, usted no sabe
el horror del cerebro de la rata que ha consumido cocaína. Eso no
funciona en ninguna forma de prevención.
Lo que disuade, si ello fuese posible, es la vivencia de riesgo que
tiene la gente que consume. Aquí quiero señalar algo que nos
obliga a cambiar totalmente los paradigmas de la prevención. No
sé de dónde nos hemos sacado que cuando a la gente le enfatizamos los peligros que corre, la gente deja de asumir ese comportamiento. Esto, en alguna medida, resume la historia de las luchas
contra las drogas. Tan es así que está escrito por todas partes. En
España, continuamente se dice que ha bajado el consumo porque
ha subido la percepción del riesgo, o ha bajado la percepción del
riesgo lo que significaría que va a subir el consumo. La apertura
legal al consumo de marihuana no es la razón del aumento en el
consumo, lo que se vio ya en Holanda y también en España. La
marihuana es vista como un producto natural, limpio, socializador que no puede hacer daño. Además se produjeron maniobras
que buscaban, a través de la prohibición, cambiar el acceso al
consumo de cannabis. De alguna manera, ese fenómeno está reglamentado en los clubes cannábicos, cuyo funcionamiento es
muy ordenado, Tampoco esto ha incidido en el aumento de uso
de sustancias. Todo esto me hace pensar que nos encontramos
muy cerca de la legalización.
Vale decir que lo problemático es que esta legalización se va a
producir en el peor momento pues, si la imagen del consumo
es tan buena, es probable que se produzca un gran aumento del
consumo.
125
Drogas, usos y prevenciones
Eusebio Megías
La gente hace cosas aunque sepa que son arriesgadas porque,
básicamente, puede tener una expectativa de ciertos beneficios
que va mucho más allá de lo que el riesgo supone. Por lo tanto, hay varios aspectos que tenemos que plantear. Primero, revisemos esa postura que lleva a los programas de prevención a
plantear los factores de riesgo como una especie de fantasmas
atemorizantes que tenemos que anular a toda costa sobre la base
de los anticuerpos de los factores de protección. A los factores
de riesgo hay que anularlos —muchos lo han dicho y con toda
razón, la única forma de no vivir un riesgo es morirse—. No hay
ninguna posibilidad de vivir y de crecer sin asumir algún riesgo.
Por lo tanto, tendremos que dejar de entender así los riesgos para
empezar a vivirlos de otra manera.
En segundo lugar, los riesgos están muy lejos de tener una definición objetiva. El empeño en tener que definir exactamente qué
es lo que pasa cuando consumimos cocaína es una fantasía que
nunca se va a producir. Los riesgos se construyen siempre desde
la percepción social, desde la percepción colectiva, desde la representación social. Además, se construyen socialmente y, al final, la
gente asume lo que es riesgoso en un sentido o en otro.
Obviamente los adolescentes aprenden sobre los riesgos en grupo
y, también en el grupo, los superan. Por tanto, tendrá que ser a esa
dinámica de construcción de los riesgos a la que tendremos que
atender si se desea que funcione la prevención. Probablemente en
la práctica, más que enfatizar sobre la dimensión de los riesgos,
hay que trabajar con la crítica de los beneficios porque hemos contado muchas historias respecto a cómo se te iba a secar el cerebro
si fumabas un porro pero, sobre lo que cuentan los consumidores
de qué es lo que pasa si te tomas un éxtasis. En ningún caso se da
el mismo tipo de atención ni de discurso.
Sobre esa expectativa que también se crea socialmente se puede
realizar un trabajo crítico que será más útil para controlar, para
determinar, para frenar, para manejar determinados consumos, que
el hecho de subrayar el aspecto amenazante.
126
En tercer lugar, tenemos que hablar de cuál es el papel significante
de los consumos, qué significan los consumos en la vida de la persona. Les puedo hablar de investigaciones hechas personalmente. Para
quienes tengan curiosidad, en la Web de nuestra fundación están
todas con texto completo. Cuarenta o cincuenta textos publicados a
partir de investigaciones en las que hemos hecho tipologías de jóvenes consumidores. Hemos encontrado que hay determinados tipos
de jóvenes consumidores que, aunque consuman más que sus compañeros, tienen menos problemas que ellos. En buena parte, esto
tiene que ver con el espacio significante que esos consumos ocupan
en su vida. Dicho de otra manera, el peligro que asume un chico o
una chica de dieciséis o dieciocho años que está, por citar elementos
de actualidad, metido en el movimiento del 15M en España, que
está protestando, buscando salidas alternativas, salidas a la crisis,
que está politizada, que participa en el voluntariado, que tiene compromiso colectivo, el riesgo que tiene, no tiene nada que ver con un
chico o una chica, de la misma edad, que piensa que la vida es una
fiesta perpetua en Ibiza. Da igual lo que consuman, el segundo tipo
va a tener mucho más riesgo porque el espacio de significación de
los consumos en su vida es mayor.
En cuarto lugar, hay que reflexionar sobre cuál es la dimensión
de la autonomía del sujeto respecto al espacio sociocultural. Es
decir, hasta qué punto ese sujeto que va a ser el protagonista de la
acción es autónomo a la hora de construir su sistema de valores.
¿Los construye de una forma excesivamente vicaria en función
del contexto social que se está moviendo?
¿Por qué las políticas de reducción de daños tienen que ser repensadas? La política de reducción de daños, en la experiencia que
tengo empezó a desarrollarse en España después de una época de
restricción que parte de 1990 con un decreto de ley que abre las
manos a los programas de control del consumo de metadona.
En aquel momento, era algo en lo que se entraba de una forma
muy limitada, con una dosis muy destructiva durante algún tiempo. Prácticamente, en una forma de entregar dosis de acuerdo a lo
127
Drogas, usos y prevenciones
Eusebio Megías
que cada uno necesitaba, durante el tiempo que lo necesitaba. Ello,
en tanto tenía rango de ley, hizo que se multiplique el número de
personas consumidoras de esa sustancia.
Empieza así el reparto de jeringuillas en las cárceles españolas.
Se hicieron, además, los lugares de acogida, las salas de atención,
etc. Con esto, todas las políticas de reducción de daño empezaron
a funcionar desde ese momento.
A estas alturas vale plantearse si un chico o una chica cada vez que
sale el fin de semana y toma éxtasis, ¿no le pasa nada porque le
hemos enseñado a tomar éxtasis? ¿Será capaz de repetir esa experiencia sin consecuencias negativas, porque sabemos cómo tiene
que hacerlo? Su vida se convierte en una situación de estilo de
vida en el que cada vez que sale tiene que tomar éxtasis porque no
pasa nada.
Hemos conseguido realmente lo que queríamos conseguir desde
el punto de vista sanitario. No tengo ninguna duda de ello. Pero
hace mucho tiempo me convencí de que el problema de las drogas
supera por mucho lo puramente sanitario. Entonces desde otras
perspectivas, por ejemplo, desde la perspectiva de la construcción
social, desde la perspectiva del modelo social que queremos, desde
la perspectiva de la participación en lo colectivo, ¿el modelo de
ocio mediado obligatoriamente por la sustancias nos interesa aunque el sujeto consumidor no muera? Tengo mis dudas.
Por eso me parece que los programas de reducción de daño tienen que
incluir un elemento nuevo. No nos conformemos con que a corto plazo en el acto inmediato de la ingestión se evite el peligro. Planteémonos una actuación de tal suerte que, aunque se repita la situación, haya
menos ocupación del espacio significante en la persona que consume
las drogas. Es decir, busquemos que haya, si se quiere decir de esta
manera, menos dependencia psicológica de manera que disminuya el
protagonismo del consumo en la vida de esa persona.
En este momento en España tenemos una forma de ocio semanal
muy de adolescentes y de jóvenes de la primera edad, pero también
128
de otros sujetos, que es en alguna medida resultado de no haber
tenido en cuenta esta situación. El adolescente, cuando sale el fin
de semana, lo hace porque es el esquema de valores que ha aprendido, es el modelo, el estilo de vida que ha vivido. Sale con la idea
de que va a vivir una situación absolutamente nueva que lo va a
cambiar, que va a ser espléndido, que va a llegar al placer, que va
a evadir el sufrimiento, que se va a enfrentar a un placer absoluto,
que además va a valer tanto la pena que lo va a poder seguir contando durante toda la semana. Esa es la expectativa.
Bueno, pues, para tener tales prácticas sale con los mismos sujetos
o a los mismos sitios para hacer las mismas cosas. Lo único que le
da una oportunidad de que la fantasía se realice es consumir una
droga creyendo que ello no entraña un riesgo físico.
Por lo tanto introduzcamos en las políticas preventivas esta serie de
elementos; por ejemplo nosotros trabajamos mucho menos con lo
que han sido históricamente los factores de protección, rescatamos
el trabajo de la escuela, el bowling, sus realidades sociales, las actividades de autoestima.
Hemos tenido estas políticas porque hemos visto que no sirven
prácticamente para nada —yo no lo creo—, entre otras cosas
porque es complicado medir la validez de un proyecto cuando el
indicador que se utiliza es la disminución del consumo. Primero
porque el consumo es algo que depende de tantas variables que
complican los controles. En segundo lugar, porque cada vez estoy
menos seguro que el indicador de salud sea precisamente consumir
o no consumir. Cuando hacemos tipología de jóvenes, por ejemplo, encontramos jóvenes que no consumen absolutamente nada,
mayoritariamente son fóbicos sociales que optan por las drogas
frente a realidades complejas.
Pienso que cada vez son más importantes los programas de valores
de carácter pro social para ocupar espacio en la vida de la persona
con el fin de que las drogas tengan menos espacio. Lo que intentamos es que los adolescentes sean más solidarios, más tolerantes,
luchen más por la equidad, sean más participativos, más inquietos,
129
Drogas, usos y prevenciones
Eusebio Megías
que protesten más. Porque cuanto más llenen su vida con estas
cosas, menos espacio van a tener para la droga aunque consuman.
Otra de las cuestiones muy prácticas que se plantea es saber quién
tiene que hacer la prevención. En sustancias, los expertos son los
sustanciólogos, los médicos, los farmacólogos eso está claro. Pero
la persona experta, es el consumidor.
Yo no creo, de ninguna manera que en España las drogas sean un
problema, tengo mis dudas de que sean un problema. Pero si lo
fueran, tengo mis dudas de que ello le competa a la salud pública.
Las drogas son un fenómeno cultural, son algo que crea cultura,
que genera cultura que después da lugar a múltiples problemas,
pero que de entrada no son un problema, son un fenómeno cultural.
¿Quién interviene en los fenómenos culturales? Ciertamente los
médicos no, los psiquiatras siempre nos hemos movido al hilo
de nuestra fantasía de omnipotencia, cada vez que hay un problema social hemos dado un paso al frente. Yo recuerdo cuando empezaron los problemas de drogas en Europa, nadie sabía.
Viajaba como todos por Europa para aprender. El primer año te
encontrabas siempre en los equipos —en Alemania, en Holanda— a un psiquiatra a la cabeza. Al año siguiente, el psiquiatra
había desaparecido había un médico, al año siguiente, el médico
había desaparecido y el asunto terminó en manos de los trabajadores sociales.
cuela fundamentalmente por una razón, allí están reunidos todos
los niños y jóvenes, por tanto, es fácil enseñar educación vial, a
lavarse los dientes, prevención de consumo de drogas, etc. Pero
los límites obvios hacen decir a los maestros: hasta ahí podríamos
llegar que enseñen sus padres. Ellos a su vez contestan: nosotros
tenemos que ganarnos la vida trabajando, qué más quisiera yo,
padre o madre, que dedicar más tiempo a mi hijo porque sé que
lo necesita, yo necesito un poco de vida entonces yo no puedo. Al
final la educación se convierte en esa imposibilidad de fijar sus
límites y sus alcances tanto en casa como en la escuela.
Entonces, ¿quién está legitimando para hablar de drogas? La
investigación empírica lo dice muy claramente, nos guste o no,
fundamentalmente las personas que están marcadas por dos variables, la edad y la experiencia del consumo. Cuando digo la edad
no me estoy refiriendo a una edad determinada sino a una edad
relativa en el sentido de que siempre es mejor la edad que va inmediatamente por arriba hasta un cierto límite. Consumir drogas
hablar de drogas es cosa de una determinada edad. Tan anormal
es un chico o chica de once años que consume cocaína, como un
señor de cincuenta y cinco que consume cannabis, los dos son
igual de malos.
Desmitifiquemos de una vez por todas otro de los aspectos que es
la educación. Cuando decimos que se eduque, nunca pensamos en
quién lo hace. Pensamos en la escuela. Nosotros vamos a la es-
Tampoco es dable decir que para hacer prevención hay que ser
consumidores. Centrarse en el sujeto implica tener en cuenta las
necesidades y las expectativas de la población. La gente cree a
quien ha vivido la experiencia que da testimonio desde su realidad, desde los problemas que en ella surgen. De allí nacen las
formas de pensar y de vivir las demandas de la gente. Eso es lo
que hay que atender. Quienes hacen clínica lo saben y tratan de reconvertir la demanda de los sujetos. No es posible seguir cayendo
en el error de decir al sujeto que él es el que manda en su vida, o
en el error de desvalorizarlo. Por tanto, la legitimación tiene que
ver con lo que en ese momento se espera y se supone que tiene
que hacer. La solución no la tienen los maestros, no la tienen los
médicos, dudo que la tengan los padres. Por lo tanto uno de los
desafíos de la prevención es encontrar interlocutores legítimos
130
131
Después apareció otra cuestión que viene todavía a complicar más
esta historia: ¿quién está legitimado para hablar de drogas? Es decir, a quién se le concede la autoridad para hablar de drogas. A los
médicos sí porque tradicionalmente ocupan un lugar en el saber.
Pero las drogas de las que sabe el médico no tienen nada que ver
con las drogas que consume el joven, el adolescente o el adulto.
Drogas, usos y prevenciones
Eusebio Megías
para no caer en la trampa de la demanda de información que es
otro de los tópicos de siempre.
No nos dejemos engañar. Cuando la gente dice quiero más información, realmente lo que está haciendo es una trampa, te está diciendo quiero que usted, sin ninguna duda, de tal forma que me
quede claro, me diga exactamente qué me va a pasar a mí en este
momento si yo hago esto, siempre se dirá “no tengo la respuesta”.
Por lo tanto, no tengo suficiente información, salvo cuando es la
información vicaria de quien vive por ti la experiencia vicaria legitimada.
El miedo siempre surge cuando los sujetos van a iniciarse en el
consumo.Pero el miedo se supera de muchas maneras, entre otras
con el consumo en el que han caído los compañeros, que ya saben
lo que es consumir, que consumen otras cosas, que están ahí para
echarles una mano. etc. Hay que asumir que los consumos van a
continuar, porque el consumo de droga forma una parte connatural
de ese modelo social.
Si hay una cosa absolutamente sintónica con el estilo de vida nuestro, es el consumo. Por citar un ejemplo absolutamente paradigmático, hace dos años una campaña de comunicación de un coche
tenía como lema de la campaña: El placer no espera, atrévete. No
sé si eso vende coches, lo que sí vende es cocaína. Obviamente los
comunicadores no son perversos, lo que hacen es coger los valores
sociales para ponerlos en otras cosas y venderlas mejor.
Por lo tanto esos son los valores sociales. Si queremos que se
consuma menos, tendremos que cambiar algo de nuestro modelo
social. Cuando hablo de cambiar el modelo social, no me refiero
a echarme al monte con una escopeta, no me refiero a hacer una
revolución, pero sí me refiero a poner encima de la mesa determinadas contradicciones.
Estamos reclamando vivir en una sociedad que tiende a la madurez y que no puede estar infantilizada de manera perpetua. Lo que
decimos es que no puede ser que tratemos a nuestros ciudadanos
132
como continuos menores de edad. Dejémoslos que ellos tomen
la decisión. En definitiva, eso llevará a cambios claros como, por
ejemplo, en el campo de la legislación. Estoy convencido que en
España nos queda muy poco tiempo para legalizar, de facto ya está,
pero para legalizar formalmente el consumo de cannabis. Solo en
Cataluña tenemos doscientos clubes de cultivadores de cannabis
que han cultivado para consumo propio. Cuando en algún caso la
policía los ha intervenido, los jueces les han obligado a devolver
el cannabis decomisado.
Todo esto señala que las drogas han llevado a una crisis. Pero no
soy un triunfalista. Me remito, por ejemplo, a la crisis de la ginebra
en la época de la Inglaterra victoriana, la crisis de las anfetaminas
en la posguerra, la crisis del opio en China, etc. No sé si el aprendizaje histórico de los pueblos se hace a partir de lo que en ese momento se vive. Lo que sí puedo decir es que hay un aprendizaje que
se da a partir del pozo que está quedando en la población desde la
socialización del tema de las sustancias. En España, la primera vez
que hicimos una investigación sobre este aspecto, vimos que había
una variable fundamental a la hora de marcar distancias entre las
formas de ver las sustancias, el miedo, el atractivo, las diferentes
actitudes.
Hay un conocimiento de ese mundo que se ha construido en torno
a las sustancias. Esa percepción social cambia en cada una de las
regiones y culturas. En Europa y Estados Unidos, se ha asumido la
realidad del consumo. En Perú, Ecuador y Bolivia, se sigue diciendo que el problema de las drogas no se encuentra en esos lejanos
lugares.
Por lo tanto, estamos viviendo en una sociedad en la que vamos
más hacia las posibilidades de autocontrol. Si esto es así, tendremos que intentar poner sobre la mesa posturas que en alguna medida supongan un debate crítico y social o que ayude en ese debate
para intentar apoyar ese proceso de maduración.
Esto lleva a otro problema, si los protagonistas son los sujetos y
los protagonistas de su destino son los grupos sociales, si el poder
133
Drogas, usos y prevenciones
Xavier Andrade
solo se debe ejercer de una forma democrática, por mucho que
estemos convencidos de tener razón, por mucho que solo digamos
yo me muevo por la exhortación, no me muevo por la represión,
¿hasta qué punto tenemos derecho de intentar imponer un modelo social porque nos parece mejor? ¿Tendremos que jugar, a que
sea la propia sociedad la que determine cuál es el modelo que
le interesa aunque sea un modelo que tenga una serie de efectos
perversos?
Política y ética de la representación
visual de las drogas
Xavier Andrade25
En estos días, en casi todos los foros, hay coincidencia respecto
del fracaso de la guerra contra las drogas, fracaso que pagamos
en países como el nuestro. Aunque en las distintas concepciones y
ponencias que se presentan en los encuentros nacionales e internacionales, hay tensiones, ello es positivo. Pienso que es el momento
de redondear ciertas propuestas y crear caminos para buscar políticas alternativas sobre las drogas.
25 Ph.D. (c) The New School for Social Research, Nueva York. Es Coordinador
del Programa de Antropología y la Maestría de Antropología Visual de FLACSOEcuador desde el 2008. Trabaja temas de pornografía política, visualidad popular,
y arte contemporáneo.
Adicionalmente, ha investigado el tema drogas en Ecuador y Estados Unidos,
publicando en varias ediciones especializadas, incluyendo el Journal of
Drug Issues. Entre sus publicaciones constan Pequeños Traficantes (1990),
Masculinidades en Ecuador (2001), y Discapacidades en Ecuador (2011).
Artículos seleccionados sobre visualidad son: Pancho Jaime and the Political
Uses of Masculinity in Ecuador (2003); Del Tráfico en Antropología y Arte
Contemporáneo (2009); Contra el ‘Otro Arte”: Desde Guayaquil (2010); George
Febres: de Archimboldo y Jules Laforgue a George Ohr y Andy Warhol (2007);
Política y vandalismo institucionalizado en Ecuador: La práctica de los “años
viejos” (2007).
134
135
Drogas, usos y prevenciones
Xavier Andrade
Este trabajo recoge mi preocupación sobre la elaboración de un
texto que se dirija a las personas que trabajan sobre las drogas y
sus problemáticas, sobre todo, a aquellas que trabajan en el Estado
y que son, finalmente, las encargadas de llevar a la gente las políticas públicas y los proyectos sobre drogas.
En este contexto, me encontré decidiendo entre una investigación
reciente que realicé sobre el tema del consumo de éxtasis en los
barrios protegidos de la ciudad de Guayaquil, en Samborondón, y
un trabajo que busca pensar las políticas públicas sobre las drogas.
Me decidí por la segunda opción. De allí el tema de esta exposición que aborda las imágenes. A partir de esto pretendo ayudar en
la búsqueda de una comprensión sobre la complejidad que supone
el mundo de las drogas.
Para contextualizar la presentación y para dar cuenta de que al
contrario de algunos investigadores e intelectuales que abordan
los problemas que ya he enunciado, mi investigación sobre el tema
ha sido fragmentada. Ello remite a la realidad de las propuestas
sobre drogas en el país. Uno de los supuestos de mi trabajo es que
no podemos tener políticas serias sobre las drogas si no hay investigación sostenida respecto de esta problemática que, como ya lo
han hecho en varias ocasiones Bruce Bagley, Philippe Bourgois y
Roberto Abadie, creo que debe tener una perspectiva importante
desde la etnografía. Ese será el punto de partida para referirme a
los problemas de consumo y tráfico.
Mi experiencia etnográfica se da en tres momentos:
La primera, entre 1988 y 1990, en la Fundación Nuestros Jóvenes en donde se constituyó uno de los dos equipos multidisciplinarios que ha habido en la investigación sobre drogas en
este país. Allí conocí a Rodrigo Tenorio y se abrió la posibilidad
de pensar con toda libertad en proyectos significativos para ese
momento. El primer trabajo fue hacer un estudio del tráfico al
menudeo, es decir, trabajar con vendedores de drogas al menudeo en las calles en las ciudades de Quito, Guayaquil y Cuenca.
136
A través de las técnicas de observación participante, se levantaron historias de vida para responder a la pregunta ¿por qué los
sectores económicamente marginales de la sociedad ingresaban
al tráfico de drogas? Ya sabemos que la gente pobre entra en este
mundo, pero se necesitan ciertas capacidades y cualidades, cierto
capital simbólico que viabilice esta práctica. Esta consideración
permite entender que solo cierto número de la población toma el
riesgo de trabajar en ello. El resultado fue el libro, Pequeños traficantes, que se publicó en el año 1990. Recoge la investigación
cualitativa a la que me he referido.
El segundo gran proyecto que tuve en mis manos se realizó entre
1989 y 1990. Este período resulta ser decidor porque me permitió trabajar en el campo de las pandillas juveniles en Guayaquil
sobre las que ya se había creado una histeria desde el gobierno
de Febres Cordero, para justificar acciones represivas hacia los
sectores populares en la provincia del Guayas. Parte de la excusa
era que había pandillas juveniles que generaban violencia por el
uso de las drogas. El uso arbitrario de los términos que hacen los
medios al ligar drogas y producción de violencia social era exactamente lo que me interesaba estudiar. Por ello escogí el grupo
más estigmatizado en ese momento, en Guayas, para dar cuenta
de esa relación perversa entre drogas y violencia social Es decir,
me cuestioné sobre qué drogas estaban vinculadas a producción
de asaltos, violaciones, asesinatos, robos, etc.
Se hizo observación participante con una de las diez pandillas
que estaban listadas como las más peligrosas. Este grupo estaba
ubicado en el centro de Guayaquil, en la zona de Cementerio General por las calles Riobamba y Junín. La finalidad era convivir
con ellos y seguir el uso de drogas. Para sorpresa, no mía, pero
sí para el debate público, se encontró que las drogas vinculadas
a la producción de violencia, catalizadores de actos violentos,
eran directamente las drogas legales, alcohol y pastillas sin receta médica. Evidentemente se consumían drogas ilegales como
base y marihuana.
137
Drogas, usos y prevenciones
Xavier Andrade
En esos momentos -los años 90- veíamos que uno de los problemas útiles de investigar en este país era, precisamente, el uso de
pastillas sin recetas. Sin embargo, hasta ahora, veinte y dos años
después, no tenemos una sola investigación sobre ese problema.
Terminada esa investigación, me vinculé a FLACSO-Ecuador que en
ese momento había hecho un convenio con la Universidad de Miami.
Bruce Bagley dirigía ese proyecto, también multidisciplinario, que
vinculó a varias naciones y que involucraba a todos los países de los
Andes y a instituciones de estudios superiores en cada uno de ellos
y, obviamente, en Estados Unidos. Bajo ese convenio, se realizó una
serie de eventos en los cuales se socializó la investigación que habíamos elaborado. Se produjo un volumen que recogía una bibliografía
especializada en los avances que teníamos en ese momento. Esta publicación era la única en su género.
A partir de una historia de vida, surgida del trabajo con traficantes, decidí realizar mi tesis de maestría que se llama Historias de
riesgo e identidades en tensión26. El interés de esa tesis era entender el problema del riesgo es decir, por qué cierta gente asume
el riesgo de vincularse a economías ilícitas y cómo ello permite
la formación de un capital simbólico que le hace exitoso dentro
de esas economías. Estábamos hablando de un traficante que traía
base de cocaína por la frontera desde la Amazonía colombiana y la
distribuía al minoreo en la ciudad de Quito entre gente de estratos
sociales medios y clases populares. La atención de la investigación se guió por la pregunta ¿cómo en la biografía individual de
un sujeto, extremadamente reflexivo, extremadamente inteligente,
que no pertenecía a grupos marginados, se entiende el ingreso al
mundo delictivo? Estas actividades le llevaron a la cárcel por un
período en el cual perfeccionó sus técnicas de violencia y, además,
ello le permitió construir una situación de vida exitosa en el mundo de las drogas.
En un segundo momento, entre los años 1997- 1999, en New York,
trabajé para el National Development and Research Institute que
era una coalición de institutos que trabajaban temas de violencia
y drogas en esa ciudad. Yo trabajaba para el Instituto de investigación sobre SIDA. Se me asignaron varias investigaciones. La primera fue sobre las vías de administración de heroína en un barrio
bohemio de New York. La pregunta que guiaba el trabajo era ¿por
qué, en ese momento histórico, una población significativa de consumidores de heroína empezó el consumo por vía nasal y no por
vía intravenosa? De este interrogante surgió otra, ¿qué había pasado con la calidad, es decir, la pureza de la droga? Con esa pregunta
se construyó la primera variable que suponía referirse a quiénes
mantenían esa nueva práctica. Eso tenía que ver con la enorme
disponibilidad de heroína y los precios asequibles que cambiaron
las reglas de competencia en el mercado. En ese momento la proliferación de las marcas fue una muestra del extremado dinamismo
del mercado en la calle, de su capacidad para jugar con la represión y satisfacer una demanda eficientemente.
Como consecuencia de esta investigación, decidí enfocarme, más
bien, en la coyuntura política en New York que partía de la “cero
tolerancia”. El alcalde Rudolph Giuliani impulsó esta política. A
mí me pareció que era un excelente momento para estudiar cómo
una política ultra represiva contra las drogas, que se proponía eliminar el tráfico en la calle, encarcelaba grandes sectores poblacionales consumidores y a otros involucrados en el tráfico. El interés
partió de la pregunta, ¿cuáles eran los efectos de esta forma represiva de control en el mercado y en los consumidores? Se pudo
constatar que, a pesar de la represión, el mercado no se eliminaba,
se reinventaba en estrategias que se hacían más seguras para traficantes y consumidores. Por ejemplo, la distribución utilizando
teléfonos celulares ya estaba vigente. El mercado se desplazó de
la calle para constituir redes que evadían las políticas de represión
y permitían conseguir drogas de manera más segura, como ya se
anotó. Este ajuste de consumidores y traficantes a contextos de
extrema represión produjo un artículo, en el cual también se habla
de los mercados cautivos que están en permanente innovación de
la oferta de heroína.
26 Este trabajo académico puede encontrarse en Internet.
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139
Drogas, usos y prevenciones
Xavier Andrade
Un último proyecto en el que participé en esos años, de la mano
de A. Heimann, uno de mis profesores, fue sobre la evaluación
del sistema de intercambio de jeringas establecido en algunos
barrios de distintos sectores de New York como Brooklyn,
Bronx, Harlem, etc. No voy a hablar sobre ello, sin embargo los
trabajos de Roberto Abadie sobre esos sistemas de intercambio
son buenas fuentes para acercarse al problema.
En 2010, en FLACSO, retomo la investigación sobre éxtasis, uso
simultáneo de sustancias y el acceso y usos en la ciudad burbuja
de Samborondón. Al contrario de la percepción pública de que el
éxtasis se consume en contextos lúdicos y solo acompañado de
agua, pude descubrir que existen estereotipos dados desde políticas públicas y desde los medios. El éxtasis está siempre acompañado del consumo de otras sustancias. Es más, la investigación
dio cuenta de que entre una gran cantidad de sustancias que se
consumen, el éxtasis tiene un papel particular relacionado con los
rituales de consumo en la noche. Las otras sustancias van desde
el alcohol, la base de cocaína y la cocaína.
En este contexto investigativo, me interesó el tema de visualidad
en el mundo de drogas. En el año 2008, se armó una Maestría de
Antropología visual en la FLACSO y, a partir del trabajo de Jeff
Shomberg y Philippe Bourgeois, volvió el interés en las imágenes
del mundo de las drogas. Hablamos de imágenes como objetos
sociales que tienen distintos circuitos de circulación. Hay imágenes que produce el propio Estado, por ejemplo los spots del propio CONSEP en las redes, las campañas en televisión, etc., que
forman parte de una construcción de imágenes sobre el mundo
de las drogas. En ese sentido he visto que algo se ha modificado
en el discurso o, al menos, se ha tratado de hacer, a pesar de las
contradicciones que hay en el tipo de imágenes que utilizan las
diversas instancias del Estado. Otras imágenes son las mediáticas
que estigmatizan el mundo de las drogas, generalmente asociado a
la delincuencia, a la violencia, por ejemplo, la idea de la avioneta
narco. Es decir, toda la retórica que da cuenta de los aspectos más
escabrosos del tráfico pero que nunca dan cuenta de las múltiples
140
posibilidades de consumo de drogas y del hecho de que la minoría
de consumidores termina en prácticas adictivas.
Me interesaba en particular cómo la academia, mediante la investigación sistemática etnográfica, también construye imágenes sobre
este tema. En la década de los 80, ya se produce en la antropología
una crítica a cómo construíamos imágenes en esta ciencia, lo que
se conoce como la crisis de la representación. Esto despierta una
mirada crítica de quienes hacemos antropología sobre cómo escribimos y cómo retratamos los temas de nuestro trabajo y hasta qué
punto somos responsables en lo que hacemos. Por ejemplo, qué
contradicciones hay entre imágenes y textos y sus consecuencias.
Porque, como gente que estamos en la Academia, tenemos un cierto capital simbólico que nos autoriza para hablar frente al público.
Entonces, una mirada reflexiva envuelve a la disciplina y también
a las discusiones sobre el mundo de las drogas.
Retomo una discusión muy interesante que la he traducido del inglés y que en el país no tiene forma de ser publicada, por ello lo
hago en un Journal de la ciudad de Caldas en Colombia, llamado
Culturas y drogas. Esta discusión se da entre un documentalista,
lamentablemente ya muerto, John Ranard, que dedicó gran parte
de su obra al fenómeno de las drogas y el SIDA, especialmente en
Rusia y los países soviéticos y, la obra de Shomberg y Bourgois.
Ha habido un paso en la antropología, del registro etnográfico
como apoyo visual a la necesidad de repensar la política de la
imagen y el compromiso del sujeto en la construcción de la propia imagen en el mundo de las drogas. Estos son breves ejemplos
del trabajo de Ranard en los 90 en Rusia. Su preocupación se
centraba en el aumento exponencial del consumo de heroína en
esos países y las consecuencias que ello tenía sobre la epidemia
de SIDA.
He escogido solamente cinco o seis imágenes del trabajo de Ranard que sostiene que las imágenes no pueden dejarse flotar por
sí solas, en tanto son multivalentes. La calidad de la imagen es
extremadamente problemática y lo es mucho más para quienes
141
Drogas, usos y prevenciones
Xavier Andrade
hacemos etnografía como para quienes hacen políticas públicas,
sobre todo en términos de prevención.
Por ello es importante la perspectiva que remite al ámbito de las
políticas públicas y al tratamiento de los adictos en los contextos
hospitalarios, por ejemplo.
Otro contexto, el urbano, permite mirar las prácticas de expansión
del consumo, en este caso en la ciudad de Odessa que da cuenta
de la marginalidad social y de condiciones de vida muy precarias,
propias de una pobreza estructural.
La idea básica que reitera Bourgois en sus trabajos se resume en la
imposibilidad de entender el tema del consumo masivo de droga
fuera de un contexto pues, por sí misma, la droga no dice nada,
como también lo señala claramente Rodrigo Tenorio en sus textos.
Siempre está inserta en una serie de condiciones y articulaciones
estructurales que dan cuenta del uso más o menos problemático de
ciertas sustancias.
Hay un compromiso del buen fotodocumentalismo y la buena foto
etnografía por entender el contexto. En este caso, el contexto doméstico es importante porque remite a las relaciones intrafamiliares, por ejemplo, las relaciones padre-hijo que dan dimensión a los
problemas de las personas adictas.
Y, por supuesto, se da una atención micro al detalle que enfoca los
lugares, áreas y zonas de las prácticas de consumo.
Una de las preguntas de los autores que revisamos es ¿cómo hacemos justicia a los usuarios para evitar ejercer violencia sobre
ellos a través de las imágenes? Al descontextualizar las imágenes,
es muy fácil estereotipar a los adictos. Una forma sería relacionar
drogas y pobreza, por ejemplo, y caer en las taras del concepto de
pobreza que culpabiliza o victimiza a las personas, sin tomar en
cuenta las deficiencias estructurales de nuestras sociedades. Estamos acostumbrados a leer estas imágenes desde un discurso que
proviene de una estructura hegemónica. El desafío es construir
142
imágenes responsables que brinden una alternativa a ese discurso
hegemónico. Esto no implica idealizar el mundo de las drogas,
tampoco hacer retratos de consumidores funcionales que no tienen
prácticas problemáticas. Se trata, más bien, de revelar, fehacientemente, la complejidad del mundo de las drogas, sus contradicciones, sus problemas, sus riesgos y sus posibilidades.
Por otro lado, el propio sistema médico estigmatiza al enfermo
en general y a los enfermos de de sida, por ejemplo, al crear
pabellones donde son aislados y sufren diversas formas de violencia pues son apartados del contexto en los hospitales, donde
son reducidos a un estado de parias.
Del fotodocumentalismo y no del fotoperiodismo superficial, se
obtienen contextualmente imágenes más precisas. Por ejemplo,
las fotografías de Schomberg y Bourgois dan cuenta de las fronteras urbanas de la convivencia interna de los parias. Todos ellos
se invisibilizan en los procesos de desarrollo urbano. Los campamentos en los que habitan tienen una lógica móvil que les permite
mimetizarse con la ciudad.
Sobre estos y otros temas es necesario debatir tanto en contextos
académicos como en foros de todo tipo, sin olvidar que hay una
agencia de los sujetos sobre las drogas, una agencia sobre la forma
en que quiere ser retratada la gente. Por ello, las campañas no pueden ser publicitarias sino que deben basarse en políticas dialógicas
que reconozcan los valores de las comunidades, por ejemplo, la
solidaridad, a pesar del proceso de autodestrucción individual y
colectiva que implica el consumo de drogas.
A partir de lo expuesto, se puede afirmar que el arte contemporáneo
es el lugar donde todo es permitido, donde el discurso de la ética de
la representación de la academia se desplaza a formas representativas
distintas que permiten dar cuenta de realidades diversas y mucho más
complejas que tienen que ver con el mundo de las drogas.
Siendo realistas y pragmáticos, pensar que no va a haber consumo
o drogas es imposible. Habrá que pensar en las drogas más dañi143
Drogas, usos y prevenciones
Xavier Andrade
nas, al alcohol, por ejemplo, como parte de drogas legales. Para
esto hay que tener una base conceptual de acuerdo a la cual lo fundamental es informar sobre la calidad de la droga que se consume
diariamente. Los usuarios deben estar mejor informados. Además,
hay que considerar a las drogas no por separado sino en relación
a un contexto que determine las formas de combinarlas. En este
sentido, no cabe repartir campañas foráneas que desconocen la
realidad. Está claro que falta simbiosis entre la investigación sofisticada y políticas mucho más pragmáticas.
7. Se requiere una campaña sobre la calidad de sustancias.
8. Se debe promover una inserción social de los activistas.
9. Habría que reforzar los diálogos públicos que incluyan a
los usuarios para levantar el bloqueo a representaciones.
No olvidemos que el Ecuador está articulado geopolíticamente al
tema de las drogas. No se ha profundizado en la despenalización
y la legalización. Es una tarea que queda, como se ha señalado,
para toda reflexión y encuentro sobre este tema. Junto a ello, se
debe reconocer que hay información producida por los usuarios
que es pública y que debe ser seriamente incorporada a través de
los diversos mecanismos del Estado. Tenemos que aprender de los
usuarios sin hacer una apología de sus historias, tal y como anoté
respecto del uso de las imágenes.
Finalmente, quiero señalar algunas conclusiones generales que
bien pueden servir para propuestas sobre el tema que he trabajado.
1. Se necesita una investigación más amplia y profunda que
permita nuevas políticas públicas.
2. Se necesitan campañas que integren la visión sobre lo que
se consume: uso múltiple.
3. Hay que dar importancia al consumo de alcohol.
4. Se deben conocer las nuevas tendencias sobre el tema de
las drogas.
5. Es vital repensar el paradigma bio-médico.
6. Es preciso repensar las drogas y las políticas específicas
sobre ellas.
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