Revista electrónica: Actas y Comunicaciones Instituto de Historia Antigua y Medieval Facultad de Filosofía y Letras UBA Volumen: III 2007 ISSN: 1669-7286 ACTAS Y COMUNICACIONES DEL INSTITUTO DE HISTORIA ANTIGUA Y MEDIEVAL Volumen III 2007 Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Director Carlos Astarita Comité Editor Carlos Astarita (UBA) Hugo Zurutuza (UBA) Silvia Magnavacca (UBA) María Estela González de Fauve (UBA) Claudio Azzara (Univ. degli Studi di Salerno) Francisco Pina Polo (Univ. Zaragoza) Instituto de Historia Medieval Instituto de Historia Antigua Antigua y Medieval y “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires “Prof. José Luis Romero” 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires [email protected] 25 de Mayo 217 C.F. BuenosdeAires - Argentina - [email protected] Actas y Comunicaciones del-Instituto Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] INDICE 6 - MARCOS, Mar (Universidad de Cantabria) Minorías y Sectas en el Mundo Romano 12 - TORRES PRIETO, Juana (Universidad de Cantabria) La ocupación de espacios sagrados como fuente de conflicto entre paganos y cristianos 24 - IGLESIAS GIL, José Manuel – RUIZ GUTIÉRREZ, Alicia (Universidad de Cantabria) Epigrafía y Muralla de Monte Cildá (Aguilar de Campoo, Palencia): Cuestiones en torno a la Cronología 42 - LUCHÍA, Corina (UBA – CONICET) Pensar históricamente a Pierre Vilar 48 - MILIDDI, Federico (UBA – CONICET) Pierre Vilar y la construcción de una historia marxista. Notas sobre el debate con Louis Althusser Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] ESTADO DE LAS INVESTIGACIONES – Período 2006 Abstract de las exposiciones realizadas los días 27 y 28 de noviembre de 2006 por integrantes del Instituto * HUGO ZURUTUZA “Ortodoxias y herejías entre los siglos IV y VI d.C” * HORACIO BOTALLA "Chronistica y Exempla: El demonio en la crónica de Fray salimbene de parma” * LILIANA PEGOLO “Tópicos literarios y estilísticos en la correspondencia de Gregorio Magno” * VANINA NEYRA "La tradición en el Decretum de Burchard de Worms: una lectura crítica". * JULIÁN GALLEGO “Mutaciones prácticas y conceptuales en torno a la definición de la humanidad en el mundo griego” * ESTEBAN NOCE "El control de los espacios sociales en la Antigüedad Tardía. Cromacio de Aquileya, `hombre de Iglesia en la frontera ilírica". * DIEGO SANTOS “La Galia como dispositivo geopolítico” * RODRIGO LAHAM COHEN “Los judíos a través de la mirilla de Gregorio Magno * DIEGO PAIARO "Igualdad jurídico-política y diferenciación social entre los ciudadanos de la democracia ateniense del siglo V a.C." * MARIA DE LA SOLEDAD JUSTO “La participación de autores jesuitas en la polémica del Nuevo Mundo” Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] * GABRIELA MONEZUELAS “Aproximaciones al pensamiento español del siglo XVII. Las obras filosóficas de Juan Nieremberg (continuación)" * CARLOS ASTARITA “ Conflictos sociales y sistema feudal en España medieval” * CECILIA DEVIA "Violencia y dominación en la Baja Edad Media castellana" * CORINA LUCHIA “Monarquía, redes de poder local y propiedad comunal. El caso de Ávila y su Tierra” * ELEONORA DELL ELICINE "Las crónicas visigodas: ¿nacionalismo o eclesiología?” * OCTAVIO COLOMBO “Condiciones de producción y formación de precios en los mercados campesinos precapitalistas” * MARIA DE LA PAZ ESTÉVEZ "Las prácticas económicas y el desarrollo feudal en dos estudios de caso: elmonasterio de Abeliar y la catedral de Toledo (siglos X- XIII)". * CARLOS GARCIA MAC GAW “La ciudad antigua y la economía” * LAURA DA GRACA “Intercambio de tierras en Concejos de aldea (siglo XV)” * MARIEL PEREZ “Aproximación al problema de la estructuración del sistema feudal en León (siglos IX-XI)” * PAOLA MICELI "La escritura de la norma y la constitución de la comunidad de habitantes (siglos XI-XII)" * FEDERICO MILIDDI “Aproximaciones historiográficas a la problemática de las Cortes de Castilla y León” Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Minorias y sectas en el Mundo Romano * Mar Marcos Universidad de Cantabria ¿ Introducción: Quid faciat haereticum? Qué es lo que hace a uno ser hereje”? (Quid faciat haereticum?), “¿Cómo debe ser definido el hereje?” (Quomodo sit definiendus haereticus?) A estas preguntas quiso responder Agustín de Hipona (354-430) al final de su vida con un tratado sobre la figura del hereje (De haer., prol. 7). Hacía años que había pensado en escribir un gran tratado sobre la naturaleza de la herejía, pero la consciencia de la magnitud de la empresa le había hecho desistir: “lo habría hecho – escribe- de no haber caído en la cuenta de que excedía mis propias fuerzas al considerar con cuidado la calidad y la extensión de un trabajo semejante” (De haer., prol. 1). Si Agustín de Hipona no estaba en condiciones de definir al hereje, ¿quién podría hacerlo? Él era uno de los teólogos más cualificados de su tiempo. Había dedicado gran parte de su vida, como presbítero primero y como obispo después, a polemizar con los grandes enemigos del catolicismo norteafricano (donatistas, maniqueos, arrianos y pelagianos), había escrito también un buen número de tratados y cartas contra los paganos y alguna invectiva contra los judíos. La mayor parte de la obra de San Agustín es, en realidad, de carácter polémico y apologético: más de ciento cincuenta de sus tratados están dedicados a defender la fe católica y mostrar los errores de sus adversarios1. En el año 428, poco antes de morir, Agustín se dispuso a afrontar este trabajo, atendiendo a los ruegos de un diácono de Cartago, llamado Quodvultdeus, que en dos ocasiones le había pedido que escribiera sobre (cito literalmente) “qué herejías ha habido y hay desde que la religión cristiana recibió el nombre de la herencia prometida, qué errores han inspirado e inspiran, qué han sentido y sienten (los herejes) frente a la Iglesia católica acerca de la fe, de la Trinidad, del bautismo, de la penitencia, de Cristo-hombre, de Cristo-Dios, de la resurrección, del Nuevo y Antiguo Testamento, y absolutamente todos los puntos en que (los herejes) disienten de la verdad” (...) (Aug. Ep. 221, 2). Quodvultdeus está pidiendo una respuesta a los grandes temas de debate del cristianismo antiguo, que han recorrido luego, en distintos momentos, la Historia de la Iglesia. Consciente él mismo de lo difícil que era responder a todas estas cuestiones, no pide a Agustín un tratado exhaustivo, sino una exposición sumaria de las opiniones de cada herejía y las ideas que la Iglesia consideraba que había que enseñar a un nivel básico, suficiente para la instrucción. Esto es, pedía un manual de herejías, práctico para discernir entre lo que era aceptable y lo que debía evitarse, entre lo ortodoxo y lo herético, destinado a los fieles y a los presbíteros, poco cultivados, de la iglesia de Cartago. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Agustín no tuvo tiempo de escribir su tratado sobre qué es lo que hace a uno ser hereje, pues murió antes, pero sí de publicar el trabajo preparatorio: un catálogo de 88 herejías, que abarca desde la muerte de Jesucristo hasta su tiempo. Esta obra, el De haeresibus, tuvo mucho éxito en la Edad Media, con unos 80 manuscritos conservados, y sabemos que sirvió para inspirar otras del género2, (entre ellas, por ejemplo, el libro VIII de las Etimologías de Isidoro de Sevilla, que sigue a Agustín en muchos párrafos literalmente). El De haeresibus no es una obra original. Al contrario, Agustín utilizó extensamente dos tratados de iguales características que el suyo, que cita: uno compuesto unas décadas antes (entre el 380 y el 390) por Filastrio, obispo de Brescia, en el norte de Italia, en el que éste recopilaba 156 herejías3 y otro de Epifanio, obispo de Salamina, escrito un poco antes (hacia el 374-375) en griego, donde se recogen 80 herejías. Mientras que no conocemos el título exacto del tratado de Filastrio – se le llama normalmente Diversarum hereseon liber (Libro de las diversas herejías), Epifanio dio él mismo un título a su catálogo, le llamó Panarion (‘botiquín’)4, una obra muy voluminosa (1.500 pág. en la edición de Holl y unas 1.000 en la trad. reciente de Frank Williams en Brill), una obra concebida, como explica el autor en el prólogo, “como una caja de medicinas para las víctimas de la mordedura de las bestias salvajes” que son los herejes5. La gran disparidad del número de herejías recogidas en sus dos manuales de referencia (156/ 80) pone a Agustín en guardia acerca de los riesgos de definir la herejía. Claramente, dice, Filastrio y Epifanio no tenían la misma idea de lo que es una herejía (Ep. 222, 2). En realidad, como hoy está de acuerdo en admitir la crítica, ni Epifanio ni Filastrio fueron muy escrupulosos en su método de trabajo. Epifanio era un monje fanático, niceno radical y obsesionado con la herejía, que adaptó el número de su catálogo al de las 80 concubinas que menciona el Cantar de los Cantares (6, 8-9), a quienes vence la única esposa de Cristo, la Iglesia (católica). Epifanio utiliza tres tipos de fuentes, que él mismo menciona: las obras de autores anteriores, narraciones orales y su propia experiencia (Proem. II, 2). Y, a pesar de que se manifiesta, cito literalmente, “confiado en que puede proporcionar una narración completa y fiel de las sectas y cismas” que va a exponer, sabemos que eso era más un deseo que una realidad. La obra de Filastrio, por otra parte, inspirada en la de Epifanio, es de peor calidad que la de éste, como sabe Agustín (Ep. 222, 2), quien dice no fiarse mucho de Filastrio, pero un buena parte de su tratado está copiada de él6. Agustín mismo no hizo una labor profunda de investigación para escribir el De haeresibus. Sus fuentes son limitadas (Filastrio, Epifanio y Eusebio de Cesarea, básicamente, aparte de su experiencia personal7) y además comete una equivocación de partida: cree que está utilizando el Panarion de Epifanio y, en realidad, el texto que tiene delante es una versión abreviada de éste, la Anacephaleosis (Recapitulación), escrita en griego, una lengua que no domina (cf. De haer., Praef. 5)8 (Filastrio copió a Epifanio, pero dominaba el griego) No obstante, Agustín es un autor honesto. Trata de contrastar sus fuentes y reconoce que no lo ha leído todo. Por ejemplo, dice que ha oído hablar de que San Jerónimo escribió sobre las herejías, pero no ha podido encontrar su opúsculo en la biblioteca, ni sabe dónde puede adquirirlo (De haer., 88). La obra a la que se refiere es el Indiculus de haeresibus, que, aunque se le atribuía entonces, no es obra de Jerónimo. Estas breves consideraciones sobre el uso de las fuentes en tres de los grandes heresiólogos de la Antigüedad, Epifanio, Agustín y Filastrio, nos da idea de hasta qué punto el género que me propongo estudiar, la heresiología, es históricamente poco fiable, aunque en esto hay grados. Hay Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] que decir en favor de los heresiólogos que su objetivo no es escribir historia, sino ofrecer al lector un instrumento para identificar la herejía y defenderse de los herejes. Son textos polémicos – de hecho la heresiología nace a la par que la apología: la apología va destinada a defenderse contra los de fuera, los paganos, y la heresiología contra los enemigos internos, los disidentes, los herejes. Algunos de estos tratados, sobre todo los más tardíos, son auténticas enciclopedias históricas de la herejía, pero, como digo, su propósito es otro: es didáctico y práctico y la información que contienen está supeditada a este fin. La literatura antiherética es más una construcción discursiva que el reflejo directo de cuestiones suscitadas por los herejes, y como tal, como la construcción de un discurso, debe leerse. Es además un género muy estereotipado y muy poco independiente. Los autores más modernos dependen de los más antiguos, tanto que obras originales hoy perdidas, como el Syntagma de Justino, de mediados del siglo II, o el Syntagma de Hipólito de Roma, se pueden reconstruir gracias al uso intensivo, al expolio, que otros autores hicieron luego de ellas. Este carácter estereotipado, que resta a los tratados de heresiología, sobre todo a los más tardíos, calidad histórica, los hace, sin embargo, valiosísimos para el tema de esta ponencia: de ellos se puede extraer un retrato-robot del hereje, cuyos rasgos fundamentales se encuentran en la primera generación de heresiólogos, de mediados del siglo II a mediados del III, durante el período de combate más duro contra el gnosticismo. Mientras que las herejías son muy variadas (las hay cristológicas, trinitarias, escatológicas, que tienen que ver con el valor de las Escrituras y la tradición, con los sacramentos, el calendario, con cuestiones rituales, morales, etc.) y su número va aumentando con el tiempo, el perfil del hereje es, en su esencia, intemporal, aunque se va enriqueciendo en matices con el paso del tiempo. El perfil del hereje aparece delineado en la primera generación de heresiólogos. El género9 nace a mediados del siglo II, cuando el cristianismo se distancia del medio sociológico judío y sobre todo cuando comienza la reflexión teológica en respuesta al gnosticismo. Su inventor fue Justino, pero su obra, Syntagma, como he dicho, se ha perdido y también la obra heresiológica de su contemporáneo Hegesipo (Hyponémata), de cuyo contenido informa Eusebio de Cesarea. Queda prácticamente completo el Adversus haereses de Ireneo de Lyon (c. 185) en una versión latina del siglo IV; también se ha conservado la mayoría de los Philosophumena o Sistemas filosóficos del Pseudo-Hipólito y queda completo el De praescriptione haereticorum de Tertuliano, el tratado menos elaborado de todos ellos y también el más agresivo. El De praescriptione haereticorum, escrito en torno al año 200, es el primer tratado heresiológico en latín y el primero también que dedica una parte monográfica a definir al hereje a través de su conducta (De preaes. 41-43). El género cae en desuso cuando el gnosticismo entra en crisis, a mediados del siglo III, pero revive con fuerza en las últimas décadas del siglo IV y las primeras del V, cuando las confrontaciones dentro de la Iglesia se agudizan y las leyes persiguen toda disensión del credo imperial10. A estos años pertenecen los tratados de Epifanio, Filastrio, y pseudo-Jerónimo, Agustín, Teodoreto de Ciro (autor de una obra en cinco libros titulada Haereticorum fabularum compendium, una breve descripción de todas las herejías, desde Simón Mago hasta Nestorio y Eutiches, seguida de una síntesis de la ortodoxia), Praedestinatus, una obra anónima que enumera 90 herejías, que depende en parte de Agustín, añadiendo noticias falsas e historias fantásticas. Y luego pervive en los siglos VI y VII, con el Breviarium causae Nestorianorum et Eutychianorum, obra del diácono cartaginés Liberato, una breve historia de las herejías hasta su tiempo; el libro VIII de las Etimologías de Isidoro de Sevilla; a finales del VII el De haeresibus de Juan Damasceno, en griego, Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] que recoge 103 herejías y depende de Epifanio y Teodoreto de Ciro. Aunque la tradición continúa en la Edad Media (recientemente se ha publicado un libro sobre esto Inventer l’héresie? Discours polémiques et pouvoirs avant l’Inquisition, Niza 1998), podemos decir que después del Concilio de Calcedonia del 451 la ortodoxia está fijada y el catálogo de las herejías mayores queda ya establecido. Estos tratados tardíos dependen estrechamente de los anteriores (Epifanio depende de Justino, Ireneo e Hipólito, para las herejías más antiguas) y pierden mucho en calidad con respecto a ellos: presentan listas y descripciones breves y esquemáticas de las herejías, inventan nombres para nuevas desviaciones e hinchan mucho su número, incorporando herejías a veces ridículas . Pero esto tiene una explicación: la Iglesia está en el poder y la segunda mitad del siglo IV y V fueron tiempos de duros combates entre facciones eclesiásticas. Es ahora cuando se agranda el perfil del hereje y cuando se magnifica su amenaza para la unidad de la iglesia. Cuantas más herejías, más frentes de combate abiertos; cuanto más variados los herejes más difícil reconocerlos e identificarlos para aniquilarlos. Más necesarios los catálogos. *** Los tratados de heresiología presentan una estructura semejante en la ordenación de la información: se menciona la herejía por el nombre del fundador, se expone su contenido, se refuta y a veces se incluye una profesión de fe. Los prólogos son especialmente interesantes para reconstruir el prototipo del hereje. Todos los heresiólogos parten de un principio: la oposición entre la verdad y el error. Sólo existe una fe verdadera, una verdad original “que la Iglesia ha recibido – cito literalmente a Ireneo- de los Apóstoles y transmitido a sus hijos”. Escritura y tradición son el patrimonio de los que poseen la verdad, de la ortodoxia.Y no hay espacio para interpretaciones. Tertuliano es en esto tajante: al cristiano, dice, no le está permitido introducir nada nuevo por su propio arbitrio. La sentencia de Mateo 7, 7, “Buscad y encontraréis” no está dirigida, dice, a los cristianos, sino a los judíos. Los cristianos no tienen necesidad de curiosidad (curiositas) después de Cristo. Curiositas y novitas son dos características de la perversitas herética. Los herejes, dice Ireneo, no tienen ni siguen la Tradición, carecen de una línea de sucesión apostólica: todas las herejías son de reciente formación y eso ya de por sí las descalifica. Vemos aquí la importancia del criterio de tradición como un sello de autenticidad. Es garantía de la validez de una religión, y esto no es sólo una idea cristiana, sino que sirve en los sistemas religiosos greco-romanos y en el judaísmo. Al hereje lo define, en primer lugar, el haber hecho una elección arbitraria. Aquí Tertuliano, por ejemplo, juega con el término hairesis, de donde procede herejía, una palabra que en su acepción original significa “elección” y que, técnicamente, se aplicaba a la elección de una tendencia o una escuela filosófica; los cristianos trasvasaron esta acepción a las sectas cristianas, cargándola de connotaciones peyorativas. Para los primeros heresiólogos, como Justino e Hipólito, las herejías se asimilan a las escuelas filosóficas, de las que son una variante y a las que plagian. De ahí que, con frecuencia, los tratados antiheréticos recogan herejías anteriores al cristianismo. Por ejemplo, en el de Hipólito se enumeran como herejías las escuelas filosóficas griegas, bárbaras, egipcias, caldeas, babilónicas, judías y, finalmente, las de tiempos cristianos – 33 sectas gnósticas. Y también es así en muchos catálogos tardíos. La pasión por la magia, la astrología, y los números, que son rasgos también definitorios del hereje, lo toman los herejes, según Hipólito, de los sistemas filosóficos paganos. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Toda herejía supone una interpretación errónea de la Escritura. Pero no se es hereje si se es inocente. Agustín dirá que quienes han nacido en la herejía, no deben ser considerados seres execrables; no son responsables, porque no han hecho una elección (hairesis). El hereje es quien, como instrumento del diablo, falsifica la Escritura conscientemente, con alevosía, y enseña sus doctrinas novedosas con artimañas (es muy común la imagen del hereje como ‘lobo con piel de oveja’). Los herejes son enemigos de la verdad, falsos maestros, que capturan a los ignorantes con una retórica cuidada y los llevan a la perdición. De ahí que entre sus seguidores, a veces incluso entre sus maestros, abunden las mujeres. Son éstos, como se aprecia enseguida, argumentos de descalificación muy semejantes a los que los paganos, como Celso, hacían del cristianismo: una religión de esclavos, mujeres y niños. La lista de acusaciones y calificativos de carácter peyorativo para los herejes es muy larga: son misteriosos, enseñan ocultamente, son blasfemos y enfermos mentales: la herejía como insania (locura), como pestilentia, enfermedad contagiosa, o como venenum, aparece muy a menudo en las fuentes); los herejes son escorpiones y serpientes; son hipócritas y orgullosos, tienen una vida libertina, no hay entre ellos jerarquía (no reconocen la autoridad de los obispos y otros órdenes eclesiásticos), son lascivos, corruptores de mujeres, etc. Los herejes están en el abismo del error y todos morirán en el infierno. Pero los heresiólogos no están demasiado preocupados por eso, o, mejor, esa no es su principal preocupación. Algunos tratados antiheréticos, como el de Ireneo de Lyon, van destinados a también los herejes, para convencerlos y para que se salven. Pero no todos pensaban los heresiólogos pensaban lo mismo: Tertuliano mantiene que hay que rechazar al hereje y apartarse de él y muchos autores tardíos están de acuerdo. Un católico radical, demasiado radical, como Lucifer de Cagliari, escribe a mediados del siglo IV dos tratados De non conveniendo cum haereticis y De non parcendo in deum delinquentibus, donde mantiene que no se debe tratar con los herejes ni perdonar a los que pecan contra Dios. Agustín de Hipona es más caritativo: hay que salvar a los herejes y, si no se dejan, obligarlos a volver a la ortodoxia mediante la coerción; se justifica así la intervención del poder civil y el uso de la violencia. Si a los heresiológos les preocupan los herejes es, sobre todo, porque son proselitistas y tienen éxito. Como dice Ireneo, al principio de su obra, ‘el hereje habla como nosotros”: es un enemigo interno. Tertuliano escribe su tratado para rebajar el enorme poder de los herejes (compara la lucha contra la herejía con la lucha contra la fiebre), y por ello trata de hacer del hereje ‘uno de fuera’. La tesis de su tratado es esta: los herejes no son dueños de la Escritura, no son cristianos. Igualmente Hipólito trata de situar al hereje afuera: le llama klepsilogos, ladrón de palabras, plagiario de la sabiduría griega. Este era el gran problema, el enemigo interno, contra quien la Iglesia no ha dejado nunca de combatir. Los herejes, sin embargo, han hecho mucho bien a la Iglesia. A la disensión y al conflicto se debe el nacimiento del debate doctrinal, la formación de la ortodoxia y el fortalecimiento de lo que Orígenes llamó la Gran Iglesia. Hoy ya sabemos que no existió una ortodoxia original, a partir de la cual se define la heterodoxia, sino que, al contrario, la heterodoxia está en el origen de la formación de la ortodoxia. Pero este es un debate largo y hoy ya superado. Voy a concluir. Muchas de las acusaciones que se hacen al hereje en la Antigüedad no son originales del cristianismo: pertenecen al acerbo común clásico de la descalificación del otro, del rival. Hay, no Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] obstante, algunas connotaciones especificamente cristianas. La imagen negativa del hereje en los primeros tratados heresiológicos está influenciada por el lenguaje del Antiguo Testamento para calificar a los enemigos de Yahvé y, de forma más directas, por la apocalíptica cristiana antigua, que demoniza a los adversarios de las comunidades, a los falsos profetas y a sus seguidores. Este es un tema que está todavía por explorar. Para ser justos, acabaré diciendo que aquéllos a quienes los primeros heresiólogos calificaron de herejes, los gnósticos, utilizan unos conceptos y un lenguaje muy similar para descalificar a sus rivales. El Apocalipsis de Pedro, un texto gnóstico datado a mediados del siglo III, en el el Pedro narra una revelación de Jesús acerca se su pasion y muerte, contiene una fuerte polémica contra grupos adversarios, entre ellos los que hoy llamamos ortodoxos. Estos son acusados de creerse en posesión de la verdad, aunque están en el error; intentan desviar a otros de la recta gnosis (del conocimiento verdadero), creen erróneamente que fuera del grupo no hay salvación posible y están condenados a la perdición, pues el diablo los desvía del camino recto. Su doctrina es una imitación de la verdadera, la gnóstica y comercian con las auténticas palabras del Salvador; son ciegos y guían a otros ciegos, tienen una jerarquía vana, obispos y diáconos. Los gnósticos son los depositarios del conocimiento, los hijos de la Luz, la comunidad verdadera. Es verdad que la voz de los herejes apenas se puede oir, pues sus escritos rara vez han llegado hasta nosotros. Pero cuando la oimos no suena muy diferente a la de sus acusadores. Notas * El presente es un trabajo sobre el tema de la ponencia presentada en el Foro de Historia, Religión y Sociedad “Tolerancia e Intolerancia Religiosa. Ayer y Hoy” organizado por el Instituto de Historia Antigua y Medieval en Buenos Aires los días 16 y 17 de Mayo de 2007 y en III COLOQUIO DE AIER (Madrid, 1 de diciembre de 2005) 1 Entre los muchos estudios de la vida y la obra de Agustín de Hipona, sigue siendo fundamental P. Brown, Agustín de Hipona, Ed. Acento, Madrid 2003 . El tratado De haeresibus citado, así como las cartas intercambiadas entre Agustín y el diácono Quodvultdeus, están editados y traducidos por T. Calvo Madrid y J.M. Ozaeta León, Obras completas de San Agustín XXXVIII, BAC 512, Madrid 1990. 2 El obispo Primasio de Hadrumentum (a. 553) compuso tres libros sobre Las Herejías ampliando el De haeresibus de Agustín, según informa Isidoro de Sevilla, De vir. Ill. 9. 3 Ed. Trad. G. Banterle, Scrittori del ’ area Santambrosiana, 2 vols. Ed. Città Nuova, Roma-Milán 1991. 4 Ed. K. Holl, Texte und Untersuchungen 36, 2, Leipzig 1910. Trad. F. Williams, The Panarion of Epiphanius of Salamis, 2 vols., Leiden: Brill, 1994 y 1997 (incluye Anacefalaiosis). 5 En realidad Agustín, que tenía muchas dificultades para leer griego, utilizó una versión abreviada de este segundo tratado (Anacefalaiosis), que circulaba independientemente de él, creyendo que era la versión original (cf. De haer., prol. 6). 6 Cf. De haer., 41, 45, 53, 57, 67, 71, 80, 81. 7 Para las fuentes del De haeresibus, BAC 512, pp. 16-20. 8 Acerca de su conocimiento limitado del griego, él mismo indica que una traducción del Panarion al latín, que podría hacerse fácilmente en Cartago, además de útil para Quodvultdeus, también lo sería para él (Ep. 222, 2). 9 F. Oehler, Corpus haeresiologicum, 3 vols., Berlín 1856-1861. 10 Vid. J. McClure, “Hadbooks against heresy in the West, from the Late Fourth Century to the Late Sixth centuries”, JThS, n.s. 30 (1979), pp. 186-197. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] La ocupación de espacios sagrados como fuente de conflicto entre paganos y cristianos * 1 Juana Torres Prieto Universidad de Cantabria S i el mensaje evangélico enseña a rechazar la violencia ofreciendo la otra mejilla al que te ha golpeado, con gran frecuencia los cristianos han desoído esa recomendación. Los documentos históricos que lo testimonian son abundantes y se extienden desde los primeros siglos del cristianismo, a partir del s. IV concretamente, hasta la época actual. En la Antigüedad se registraron repetidas manifestaciones de intolerancia entre paganos y cristianos respectivamente, y los ejemplos son tan abundantes y sobradamente conocidos como para no volver sobre ellos. También se han intentado explicar las causas por las que, a pesar de los reiterados mensajes y reivindicaciones de los cristianos en favor de la libertad y la tolerancia religiosa durante las persecuciones, tan pronto como lograron imponerse, desplegaron contra sus oponentes toda la violencia y la intransigencia de la que habían sido víctimas. Primero reaccionaron los paganos contra la nueva religión por miedo a que sus cultos y tradiciones fueran suplantados, y después los cristianos, precisamente con la intención de erradicar cualquier reminiscencia del paganismo. Diversos historiadores de las religiones han abordado el estudio de los motivos de la intolerancia entre paganos, cristianos, judíos y herejes; se han señalado en ese sentido diversas hipótesis como las pretensiones de exclusividad, el monoteísmo y la creencia de estar en posesión de la verdad absoluta, y sin duda parte de todo ello debió existir en unos y otros2. Por ello, cuando uno lee que frente a la violencia de los paganos, …a los cristianos no les está permitido utilizarla para convencer, sino que deben hacerlo a través de la persuasión, el razonamiento y la dulzura. Por ese motivo, ningún emperador que profesó la religión de Cristo emitió contra los paganos decretos semejantes a los que los adoradores de ídolos establecieron contra nosotros3, no puede evitar la sorpresa, y especialmente al saber que esas palabras fueron pronunciadas por el gran orador y pensador cristiano Juan Crisóstomo, al que difícilmente se puede tachar de ingenuo, Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] como hace el historiador Pier Franco Beatrice4. Solamente podemos entender esa afirmación en el contexto de la obra, un discurso polémico en defensa del mártir Babila y contra los paganos en el que da muestras de una intolerancia equiparable a la de sus oponentes, por las actitudes y descalificaciones utilizadas; además, éstas no incorporan novedades a las reiteradas acusaciones vertidas siglos antes por los paganos contra los seguidores de la nueva religio. En este trabajo vamos a analizar una de las diversas causas que suscitaron el conflicto entre los fieles de una y otra religión, es decir, la ocupación de los espacios sagrados. Sabemos que los cristianos destruyeron templos paganos, los expoliaron, reutilizaron sus materiales de construcción y los convirtieron en iglesias cristianas, o bien ubicaron sus propios santuarios en los mismos recintos sagrados de los adversarios, aunque sin demoler sus edificios. Los ejemplos proporcionados por las fuentes son abundantes, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo IV, con cierta oscilación en el número de esos ataques dependiendo de la orientación y de la tolerancia religiosa de los distintos emperadores, pues las constitutiones imperiales establecían la clausura de los templos, la confiscación de sus tesoros y, en algunos casos, su demolición y la construcción de basílicas cristianas sobre esos mismos terrenos5. Además de las actuaciones que acataban las disposiciones de carácter oficial, existieron otras privadas en las que obispos y monjes se arrogaron con frecuencia esa facultad sin conexión alguna con el estado y sin la autorización imperial, llegando a cometer verdaderos excesos. Esas intervenciones son definidas de forma muy acertada a nuestro juicio por Carles Buenacas como «el resultado de hábiles manipulaciones del excitable fervor religioso de la plebs cristiana por parte de personajes privados; en absoluto hemos de buscarles una conexión con un programa estatal de más amplio alcance»6. Los monjes fueron protagonistas destacados en diversas acciones violentas extraoficiales contra los santuarios paganos. A ellos se refiere Libanio, el gran rétor pagano y amigo del emperador Juliano, en uno de los discursos más célebres, conocido con el título de Pro templis y dirigido a Teodosio (entre el 381-391); se expresaba en los siguientes términos: Efectivamente, tú no has ordenado que los templos sean clausurados… Sin embargo, ésos que visten de negro, más voraces que los elefantes… esa chusma, Majestad, a pesar de que tu ley sigue vigente y les obliga a su cumplimiento, se dirigen corriendo a los santuarios con palos, piedras y hierro. Otros incluso, por carecer de estas armas, se valen de sus manos y sus pies. Acto seguido, los santuarios se convierten en presa de los misios y los techos son abatidos, destruidos los muros, las estatuas son tiradas por el suelo, arrancados de su base los pilares, mientras que a los sacerdotes sólo les queda callar o perecer. Una vez que el primero ha quedado en ruínas, se produce una estampida en busca de un segundo y un tercero, de forma que empalman trofeos con trofeos contra la ley” 7. Conocemos datos relativos a la destrucción y cristianización de algunos templos paganos a partir de Constantino y durante el reinado de sus sucesores, con la excepción de Juliano. Éste, en su pretensión de revitalizar los cultos tradicionales, adoptó medidas en sentido contrario, lógicamente, tales como devolver los bienes confiscados a los paganos y a sus templos. Podemos ejemplificar esos hechos con algunos de los casos más significativos, pero sin extendernos en enumeraciones y descripciones innecesarias, ya que las fuentes resultan bastante explícitas y se han publicado numerosos estudios al respecto8. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Nos referiremos en primer lugar a uno de los ejemplos más antiguos de conversión de un templo, recogido por Eusebio de Cesarea9, y que refleja la utilización sucesiva del mismo espacio por distintos cultos religiosos. En la ciudad de Mambré, en Palestina, existía un encinar donde Dios se habría aparecido a Abrahán y le habría hablado de la tierra prometida para su descendencia, según nos dice la Biblia10; a partir de entonces se convirtió en un lugar santo. Con el paso del tiempo fue edificado allí un santuario pagano donde se ofrecía culto a los ídolos y se realizaban sacrificios sobre su ara. Constantino, siguiendo con su política de consolidación del cristianismo, ordenó que fuera erigido un oratorio en honor del Dios que se había manifestado allí tiempo atrás y envió misivas a los gobernadores provinciales disponiendo que se cumplieran sus órdenes. Entonces tuvo conocimiento de las actividades «sacrílegas» que se venían desarrollando en ese lugar y decidió erradicarlas. Para ello dio instrucciones de quemar todos los ídolos, reducir a cenizas el ara y demoler todas las edificaciones análogas de la zona. Una vez destruido el conjunto pagano y convenientemente purificado, levantaron una basílica cristiana para que el sitio «se convirtiera en un señalado lugar de reunión de hombres santos»11. Según esa información, judíos, paganos y cristianos lo utilizaron como espacio sagrado para sus respectivos cultos. Lo cierto es que en Palestina había otros santuarios con dobles o triples utilizaciones, como la cueva del Santo Sepulcro12, sepultada y ocultada por los paganos bajo un gran túmulo sobre el cual construyeron un templo dedicado a Afrodita, hasta que Constantino ordenó “limpiar la zona” de rituales idolátricos derribando altares, estatuas y todo lo que estuviera en pie, así como excavando el lugar a gran profundidad; cuando descubrió que se trataba de ese sagrado sitio, mandó edificar allí un oratorio, la denominada iglesia de la Anástasis13. Durante el breve reinado de Juliano se produjo un suceso que refleja a la perfección el ambiente de conflicto compartido por paganos y cristianos en la Antigüedad Tardía. En el barrio periférico de Dafne, en Antioquía, existía desde muy antiguo, tal vez desde el s. IV a.C.14, un fastuoso templo dedicado a Apolo, con una estatua espectacular del dios en su interior, que se había convertido en un enclave muy frecuentado por sus fieles. A mediados del s. IV d.C. el césar Galo ordenó levantar un martyrion en ese lugar, muy cerca del templo, trasladando allí desde el cementerio de Antioquía las reliquias de Babila, obispo de la ciudad y mártir en el s. III, y después su patrón. El centro de peregrinación cambió de objetivo, pues los que acudían entonces en masa eran cristianos, mientras que el templo pagano quedó medio abandonado. Cuando Juliano accedió al poder y conoció la situación de ese lugar intentó revitalizar el culto a Apolo ofreciendo numerosos sacrificios, pues esperaba, entre otras cosas, una respuesta del oráculo sobre el éxito de su campaña contra los Persas15. Ante la ineficacia de tales medidas, ya que el dios no respondía, el emperador interpretó como causa del silencio del oráculo la presencia inconveniente de las reliquias de Babila y de otros cadáveres y, consiguientemente, ordenó el traslado de los restos del mártir a donde anteriormente estaban, y la demolición del santuario y de las capillas circundantes16. Los cristianos reaccionaron indignados por la profanación de la tumba de Babila y salieron en procesión entonando salmos y lanzando protestas contra los ídolos y sus adoradores. Poco después se produjo un incendio que asoló parte del templo pagano así como la estatua, y cuya autoría Juliano consideró atribuible a los cristianos. Emprendió una exhaustiva investigación, mediante la cual no aclaró nada, y cerró la basílica principal de Antioquía. En este caso se llevó a cabo la destrucción de un edificio cristiano por parte de sus adversarios, y no de un templo pagano, como era lo habitual en esa época -pues el Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] incendio del templo probablemente se debió a una tormenta-. Pero lo cierto es que la primera intromisión en el témenos la realizaron los cristianos al instalar su santuario en el recinto de los oponentes. Se trató de un conflicto de intereses y de competencias, como veremos más adelante17. A comienzos del siglo V Porfirio, obispo de Gaza, en Palestina, solicitó al emperador Arcadio la demolición de todos los templos dedicados a los ídolos y, tras largas negociaciones teniendo a la emperatriz Eudoxia como mediadora, al final obtuvo el permiso y la correspondiente orden de destrucción, cumpliendo así su deseo. Consiguió además fuerzas militares y civiles para llevar a cabo la tarea junto con los cristianos de la ciudad, que voluntariamente se unieron a los escuadrones. Clausuraron primero siete de los ocho templos públicos y destruyeron sus estatuas, y por último fue demolido el dedicado a Zeus Marnas o Marneion, cuyo acceso habían impedido inicialmente sus sacerdotes protegiendo desde dentro las puertas del santuario con enormes piedras18. Al final fue pasto de las llamas y, tras ser retiradas las cenizas, parte de sus materiales se reutilizaron para edificar una iglesia cristiana que recibió el nombre de Eudoxia, por expreso deseo de la emperatriz19. Se trata de un nuevo caso de transformación de un espacio sagrado, al ocupar el nuevo edificio el mismo recinto que el anterior. Tenemos diversas noticias sobre la intolerancia cristiana, plasmada en la destrucción de los ídolos y santuarios paganos, sin otra intención que la de erradicar cualquier reminiscencia idolátrica. Pero ahora nos interesan sobre todo aquéllas que relatan el desmantelamiento parcial o la demolición total de los templos, para ser después adecuados a otros usos diferentes, en especial para edificar iglesias cristianas y martyria en los mismos enclaves, como los casos que acabamos de ejemplificar. Existen otros testimonios famosos como el del templo de Apolo Didimeo, en la ciudad de Mileto, de cuyo témenos los cristianos se habrían apoderado construyendo allí un edificio. Cuando Juliano lo descubrió, ordenó que la construcción fuera quemada o demolida desde sus cimientos20. A juzgar por la decisión del emperador deducimos que se trataría sólo de la ocupación del recinto, pero no del templo, pues en ese segundo supuesto seguramente Juliano no habría dictaminado su destrucción. Gran trascendencia tuvo también el suceso protagonizado por el obispo arriano Jorge de Alejandría, a mediados del siglo IV, pues el emperador Constancio le cedió un Mitreo abandonado para edificar en él una iglesia. Cuando Jorge ordenó que se procediera a limpiar el templo, se descubrió un adyton que contenía calaveras de personas supuestamente sacrificadas durante los ritos mitraicos con el propósito de practicar la adivinación a través de sus entrañas y, ante la evidencia de sus prácticas, expuso públicamente esos restos para execración de todos. Los cristianos pasearon las calaveras a través de la ciudad en una especie de procesión triunfal. Entonces los paganos de Alejandría, no pudiendo tolerar el carácter insultante de esos actos, provocaron un enorme tumulto y atacaron a los cristianos con todo tipo de armas; como consecuencia de ello se produjeron numerosos heridos y muertos de toda índole y edad. El obispo fue linchado por su comportamiento, tal como lo describe Sócrates: “lo arrastraron fuera del templo, lo ataron a un camello y, cuando lo habían despedazado, lo quemaron junto al camello”21. Otro ejemplo muy conocido se refiere al Serapeion de Alejandría, y los sucesos se produjeron en el 391. Nuevamente el obispo de la ciudad, en este caso Teófilo, fue el protagonista del conflicto; éste había conseguido del emperador Teodosio la posesión de un templo de Dioniso, sin techo y abandonado, para utilizarlo como basílica cristiana22. Las estatuas y los objetos de culto hallados en Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] el adyton fueron retirados de allí y exhibidos en público para escarnio y burla de la gente, pues había entre ellos instrumentos obscenos, como por ejemplo falos. Los paganos reaccionaron violentamente ante la provocación y se originó un tumulto en el que asesinaron e hirieron a muchos cristianos; después se refugiaron en el Serapeion, magnífico templo por su belleza y dimensiones, posiblemente uno de los más grandes de la Antigüedad, convirtiéndolo en una ciudadela provisional. Cuando el emperador conoció el alcance de la revuelta ordenó la demolición del templo, y unos años más tarde se construyó en el lugar una iglesia cristiana. Así mismo, Teófilo destruyó y transformó en iglesias varios santuarios paganos, pues por esa época el poder imperial apoyó la destrucción de gran número de templos y estatuas en Egipto. Tras este breve repaso de los hechos, ahora nos interesa ir más allá, trascender la mera descripción evenemencial e indagar en los objetivos perseguidos por emperadores, obispos e iglesias locales con la cristianización de los espacios sagrados y de los templos, o la temple conversion en palabras del historiador Frank R. Trombley23. Algunos de esos fines resultan fácilmente imaginables, otros son expuestos de forma explícita por sus protagonistas, y otros deberemos deducirlos analizando los acontecimientos. Para exponer los distintos objetivos procederemos a la enumeración: 1. Entre los primeros, fácilmente imaginables, situamos el interés económico. Evidentemente, además de reutilizar gran parte de los materiales procedentes del santuario destruido, sin necesidad de adquirir otros nuevos e indudablemente más caros, disponían de mayor espacio para ubicar sus recintos sagrados. También se apropiarían de las tierras y los bosques destinados al cultivo y la manutención de los edificios de culto pagano, es decir, de los loca sacra, tal como los definen las fuentes jurídicas24. Tampoco debemos olvidar la ingente rentabilidad de los tesoros expoliados en los santuarios: estatuas, mármoles, oro, plata, etc. que servían después para decorar las iglesias e incluso los domicilios particulares. Sin duda, como señala el historiador Carles Buenacasa: «La actitud imperial alentó a los altos funcionarios cristianos a aprovecharse de la situación existente y a comerciar con las obras de arte que estos santuarios albergaban en su interior»25. Amiano Marcelino cuenta algunas profanaciones y expolios llevados a cabo por funcionarios de Constantino II26, y Libanio tuvo que defender ante el emperador Juliano a dos personajes por haber aceptado, vendido o comprado bienes procedentes de los templos27. De ahí que algunos estudiosos señalen incluso la posibilidad de que existiera un mercado organizado para la compra-venta de las obras de arte procedentes de los templos28. En contra de esas actividades existen numerosas disposiciones legales29 e igualmente algunos obispos las condenaron, como es el caso de Porfirio de Gaza. Éste, durante la clausura y destrucción de los diversos templos de la ciudad, había amenazado con el anatema a cualquier ciudadano cristiano que se apoderase de los objetos de los templos para uso privado, y por ello, él en persona y otros miembros del clero les impedían apropiarse de nada30. En los casos en que dos santuarios de diferentes cultos compartían el mismo espacio, como el templo de Apolo y el martyrion de Babila en Dafne, entraban en juego diferentes intereses de tipo económico. Cualquier centro de peregrinación constituye una fuente importante de ingresos, puesto Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] que en torno a él se desarrollan una serie de actividades comerciales con los consiguientes beneficios, tales como la venta de objetos y reproducciones de las imágenes veneradas, sin olvidarnos de las infraestructuras necesarias para el alojamiento y las comidas. De ahí que paganos y cristianos se disputaran el predominio del témenos e intentaran desbancar al adversario31. Encontramos otros ejemplos de conflicto entre paganos y cristianos por motivos económicos en los primeros siglos del cristianismo, como el tumulto de los orfebres de Éfeso contra las manifestaciones de Pablo. Éste afirmaba que los objetos fabricados con las manos no eran dioses, y de esa forma estaba poniendo en peligro el oficio de vendedores de souvenirs del templo de Diana y sus pingües ganancias32. Igualmente ilustra esa competitividad el relato de los Hechos Apócrifos sobre Tecla, la compañera del apóstol Pablo. Acudían a ella numerosos enfermos porque realizaba curaciones milagrosas y por ello los médicos del lugar, en Seleucia, consideraban que ejercía una “competencia desleal”. Puesto que sus ganancias habían disminuido considerablemente, maquinaron contra la competidora un castigo. La venganza consistía en desposeerla de su virginidad, cualidad que, según ellos, le otorgaría la prerrogativa de la curación33. También conocemos la incidencia que ejerció en la economía de los carniceros la prohibición a los cristianos de consumir carne procedente de animales sacrificados, pues a consecuencia de esa medida, apenas conseguían vender su mercancía. Así le exponía Plinio el Joven a Trajano la situación en su famosa carta sobre el trato debido a los cristianos: Hay constancia de que los templos, ya casi abandonados, han comenzado a ser frecuentados, y que las ceremonias sagradas, interrumpidas durante largo tiempo, han sido restablecidas, y que por todas partes se vende carne de las víctimas, para la cual hasta ahora se encontraba rarísimamente un comprador. 34. 2. Exhibición del triunfo. También resulta obvia la victoria ideológica implícita en el hecho de cerrar y destruir los edificios de culto de los adversarios y levantar allí los propios. La simbología del triunfo parece indiscutible e insuperable. 3. Purificación de los lugares sagrados. Las autoridades civiles y eclesiásticas manifestaban explícitamente una finalidad de su política de destrucción de los ídolos y de transformación de los templos, que consistía en la limpieza y purificación de esos lugares, tal como recogen las fuentes de manera sistemática. Entronca esa actitud con la idea cristiana de que los rituales idolátricos, con sus sacrificios, derramamiento de sangre, vino y carne quemada, contaminaban no sólo los altares sino todos los rincones del recinto35. Por ello, el primer paso para erradicar esos cultos debía ser la limpieza material, bien derribando todo lo que estuviera en pie o bien quemándolo y trasladando lejos los escombros y las cenizas; después había que descontaminar las moradas de los “demonios”, como solían denominar a los dioses paganos, mediante la presencia en ellas de reliquias de los mártires cristianos36. 4. Aniquilación del poder idolátrico. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Pero construyendo en el mismo emplazamiento sus iglesias y martyria pretendían además interrumpir, invalidar los cultos paganos, pues así los sacrificios resultarían ineficaces, y sería aniquilado su poder. Curiosamente, los paganos sentían una aversión similar hacia los muertos de los santuarios venerados por los cristianos, y consideraban que la cercanía de alguna de esas tumbas inutilizaba sus ritos; de manera que coincidían unos y otros al considerar negativa la influencia de las reliquias para el desarrollo ritual del paganismo, especialmente cuando pretendían, por ejemplo, la consulta de los oráculos o la interpretación del futuro a través de las vísceras37. Un ejemplo significativo de esa incompatibilidad lo encontramos en el conflicto entre el templo de Apolo y el martyrion de Babila, en Dafne, al que ya nos hemos referido, y que protagonizó Juliano el Apóstata. Ante el silencio persistente del oráculo, el emperador interpretó que la causa se debía a la inoportuna proximidad del muerto, y por ello ordenó destruir el martyrion y trasladar las reliquias38. A veces la simple presencia en los sacrificios de algún cristiano podía ser considerada motivo suficiente para alterar el resultado. Un suceso muy claro al respecto nos lo describe Lactancio con ocasión de la asistencia de Diocleciano en el templo de Apolo, en Antioquía, a la celebración de sacrificios de animales para adivinar el futuro a través de sus vísceras. Debido a que entre los ministros del culto se hallaban secretamente algunos cristianos, los arúspices no encontraban las señales acostumbradas, por más que repetían los sacrificios. Al darse cuenta de la causa el maestro de los arúspices e informar al emperador, éste ordenó que sacrificaran todos los presentes en palacio39. 5. Establecimiento del culto verdadero. Pero estamos seguros que además de las motivaciones económicas e ideológicas existieron otras causas por las cuales los cristianos buscaron con insistencia los espacios sagrados paganos para establecer sus propios centros cultuales. Si la ocupación de esos lugares implicaba generalmente enfrentamientos y luchas que provocaban numerosas víctimas, ¿por qué esa insistencia? En realidad los cristianos sentían miedo, respeto hacia los poderes de los “demonios” y por eso procuraban implantar en sus recintos los símbolos de la nueva religión40. No podían escapar a la fuerza de la superstición, de ahí que implícitamente creyeran en la capacidad de las divinidades adversas para perpetuar su culto y que procuraran aniquilarlo imponiendo el poder supremo de su dios y de sus mártires. Por tanto, sí creían en la existencia de los daímones y en su capacidad de intervención en la vida de los hombres, pero igualmente consideraban erróneas esas actuaciones porque traerían consigo la perdición de sus fieles; de ahí la obligación de los cristianos de reconducir a los idólatras por el camino adecuado, el de la fe auténtica, en un verdadero acto de filantropía. 6. Ocupación de los espacios sagrados. Por otra parte, se constata una tendencia bastante generalizada en las distintas culturas y religiones a asociar determinados lugares (como los árboles, las cuevas, las cimas de las montañas, etc.) con la presencia de la divinidad y de ahí que esos lugares susciten gran respeto en los visitantes. Se trataría de una especie de ubicación preferente para honrar a los dioses de cualquier religión. La idea es que los lugares conservarían su carácter sagrado a pesar de la suplantación de diferentes ritos; de ello se deriva un principio religioso consistente en creer que el numen (divinidad) y la dynamis (fuerza divina) de un determinado lugar permanece allí aunque cambie el dios y el culto Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] religioso. Así se explica la perseverante insistencia por parte de paganos y cristianos en ocupar los recintos previamente utilizados por otros para sus actividades de culto. Baste recordar el caso de la cueva del sepulcro de Jesús, sobre la cual fue edificado un templo de Diana y finalmente una basílica cristiana; o el del árbol de Mambré, donde se le apareció Dios a Abrahán, que fue convertido después en un santuario pagano y por último en una basílica. Así mismo, encajaría en esa tendencia la circunstancia de que algunos monjes sirios buscaran los recintos de los templos paganos para practicar la ascesis, como hizo, por ejemplo, Daniel el Estilita en Tracia, cerca de Constantinopla. Se introdujo en un templo “invadido por espíritus impuros” y luchó contra ellos hasta derrotarlos, estableciéndose allí de manera permanente durante nueve años41. Otro monje de nombre Amiano fijó su morada en la cima de una alta montaña, en Teleda, donde había un témenos pagano muy venerado por los vecinos del lugar42. Y varios casos similares nos relata también Teodoreto de Ciro, como el del monje Marón, de su misma ciudad, que eligió vivir en lo alto de un monte, por ser un lugar anteriormente venerado por los paganos; y el de Zalélaio, que levantó una pequeña cabaña cerca de la ciudad de Gabala, justo sobre la colina donde se encontraba un templo honrado con numerosos sacrificios por los paganos en otra época. Después que consiguió convertir a los habitantes de la zona, con su ayuda destruyó el templo y construyó un gran santuario dedicado a los mártires victoriosos43. Otra prueba fehaciente de esa tendencia de los ascetas a instalarse en lugares anteriormente paganos la encontramos en San Benito, el fundador del monacato benedictino, que se estableció en un lugar fortificado en lo alto del monte Casino. Allí había un lugar de culto en el que se veneraba a Apolo, rodeado de bosques consagrados a los dioses paganos, donde se realizaban sacrificios. Al llegar a ese lugar el monje destrozó el ídolo, dio la vuelta el altar, taló los bosques y preparó un oratorio dedicado a San Martín en el templo de Apolo, y otro a San Juan donde estaba el altar, e invitaba continuamente a la gente de los alrededores a abrazar la fe cristiana44. Como síntesis del esquema de valores que debía regir la mentalidad de las autoridades civiles y eclesiásticas de los siglos IV y V, poseemos un testimonio más tardío pero sumamente interesante del Papa Gregorio Magno. Éste mostraba un gran interés por la evangelización de los habitantes de Inglaterra y con esa finalidad, el 17 de junio del 601 envió al monje Agustín de Canterbury, por medio de algunos colaboradores, una carta en la que le daba ciertas directrices; un fragmento dice así: “Que no se han de destruir los templos de los ídolos de ese país, sino solamente los ídolos que hay en ellos; prepárese agua bendita y rocíense con ella los templos, constrúyanse altares y deposítense reliquias. Porque, si estos templos están bien construidos, lo que conviene hacer es sacarlos del culto de los demonios y dedicarlos al del Dios verdadero, para que la gente, viendo que sus templos no son destruidos, abandone el error y, conociendo y adorando al verdadero Dios, acuda más fácilmente a los lugares acostumbrados. Y como suelen sacrificar muchos bueyes a los demonios, habrá que sustituir esto por algunas otras ceremonias, de manera que, en el día de la festividad o de la muerte de los santos mártires cuyas reliquias se hayan puesto allí, se hagan tiendas con arcos de ramas de árboles alrededor de las iglesias que antes habían sido templos y se celebre una fiesta solemne de carácter religioso. Y Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] que no sacrifiquen ya animales al demonio, sino que, alabando a Dios, los maten y los coman y den gracias por su hartazgo al que otorga todos los bienes. Así, al respetarles algunas satisfacciones exteriores, se sentirán más inclinados a buscar las interiores. Porque es ciertamente imposible arrancar de golpe todos los errores de las mentes endurecidas, y quien trata de subir un alto monte lo hace paso a paso y ascendiendo gradualmente, no a saltos. Así fue como el Señor se reveló al pueblo israelita en Egipto, destinando a su culto los sacrificios que antes ofrecían al diablo y ordenando que le sacrificasen animales, de modo que, cambiando la intención, en parte abandonasen los sacrificios y en parte los retuviesen; pues si bien eran los mismos los animales que acostumbraban a ofrecer, ya no eran los mismos sacrificios, puesto que ahora los ofrecían al Dios verdadero y no a los ídolos45. Ése era el pensamiento de Gregorio Magno a comienzos del siglo VII y, como hemos puesto de manifiesto, en líneas generales era compartido por las autoridades eclesiásticas de los siglos anteriores, a pesar de los excesos y de los casos de destrucción que se han documentado. Según las reflexiones del autor, para aniquilar el poder de los ídolos bastaba con destruir sus estatuas y sustituirlas por altares y reliquias cristianos, pero manteniendo en pie los templos. Éstos se pueden transformar y aprovechar, si están en buen estado, con el consiguiente ahorro económico, pero previamente deben ser purificados mediante la aspersión de agua bendita. Recordemos que los cristianos consideraban que los témena paganos estaban contaminados por sus ritos y sus sacrificios y había que “limpiarlos” antes de su uso. Pero Gregorio Magno no tenía en cuenta principalmente el interés económico de preservar los templos en vez de destruirlos, sino un aspecto sociológico: para la consecución de su finalidad, convertir al pueblo, es consciente del desagrado que causaría en la gente el ver sus templos destrozados y, sobre todo, de la poderosa fuerza que la costumbre ejerce sobre los humanos. De ahí que considere preferible mantener los mismos lugares, porque la gente acude por inercia a donde suele ir. El Papa demuestra una gran perspicacia en esas y en otras apreciaciones. Se trataba de cambiar lo mínimo posible de sus hábitos, de ahí que permita que continúen matando animales, pero no ya para rendir culto a los ídolos, sino para comérselos y mostrarse después agradecidos a Dios por su hartazgo; todo ello dentro de un contexto de celebraciones y de banquetes religiosos, pues sabe que los hombres se sentirán más dispuestos a cuidar de su alma si se les permiten algunos placeres físicos. Es decir, se cambia el objeto de veneración, el verdadero Dios en vez de los demonios, pero manteniendo en parte los ritos. Hasta conseguir la total conversión de la gente hay que transigir en algunos aspectos, ir paulatinamente y hacer gala de gran pragmatismo y flexibilidad. Sabia filosofía la de Gregorio Magno si se hubiera podido aplicar sin oposición y, por tanto, sin violencia, pero las dificultades empezaban ya en la primera fase, como hemos visto, cuando los cristianos intentaban ocupar los espacios sagrados de sus opositores. Aunque los lugares se encontraran abandonados, los paganos reclamaban su propiedad, y a partir de ahí surgía el conflicto. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] (Notes) * El presente es un trabajo sobre el tema de la ponencia presentada en el Foro de Historia, Religión y Sociedad “Tolerancia e Intolerancia Religiosa. Ayer y Hoy” organizado por el Instituto de Historia Antigua y Medieval en Buenos Aires los días 16 y 17 de Mayo de 2007 1 Este trabajo ha sido realizado con cargo al Proyecto de la DGCYT HUM2006-11240-C02-01. Se encuentra en prensa en J.Fernández Ubiña y M.Marcos (edd.), Libertad e intolerancia religiosa en el Imperio Romano, Anejos de Ilu, Universidad Complutense de Madrid. 2 Cfr., entre otros, A.H. Armstrong, “The Way and the Ways; Religious Tolerance and Intolerance in the Fourth Century A. C.”, Vigiliae Christianae 38, 1, (1984), pp. 1-17; P.F. Beatrice, (ed.), L’intolleranza cristiana nei confronti dei pagani, Bolonia, 1993; F. Ella Consolino, (ed.), Pagani e cristiani da Giuliano l’Apostata al sacco di Roma, Soveria Manelli, 1995; H.A. Drake, “Lambs into Lions: Explaining Early Christian Intolerance”, Past and Present 153, (1996), pp. 3-36; G.G. Stroumsa, G. Stanton (eds.), Tolerance and Intolerance in Ancient Judaism and Early Christianity, Cambridge, 1998; y R. Teja, “Tolerancia e intolerancia entre paganos y cristianos en la Antigüedad Tardía”, en E. Suárez de la Torre (ed.), Conflictos religiosos: Pasado y presente, Valladolid, 2004, pp. 17-26. 3 Jn. Cris., Discurso sobre Babila, 13 (M.A. Schatkin et alii, ed. y tr. fr., Sources Chrétiennes, París, 1990); Gregorio de Nacianzo se expresa en términos parecidos: ¿Han hecho los cristianos alguna vez sufrir a los vuestros un trato semejante a los que les habéis infligido en muchas ocasiones? ¿Contra quiénes hemos excitado el furor de las masas? ¿Contra quiénes hemos excitado la cólera de los magistrados que trascienden las órdenes recibidas? ¿De quién hemos puesto la vida en peligro? O más bien: ¿A quiénes hemos excluido de las magistraturas y de los otros cargos reservados a la aristocracia? En una palabra ¿A quién hemos hecho nosotros, cualquiera que fuera lo que recordase, lo que muchas veces vosotros habéis perpetrado contra nosotros o con lo que nos habéis amenazado? (Or. IV, 98) (trad. de la autora). 4 “L’intolleranza cristiana nei confronti dei pagani: un problema storiografico”, en P.F. Beatrice (ed.), L’Intolleranza cristiana… op.cit., 1993, p. 10: Soltanto come un’inespiegabile ingenuità è da valutare l’affermazione di Giovanni Crisostomo… 5 A propósito del marco legal que permitió la destrucción u ocupación de los templos paganos cfr. E. Testa, “Legislazione contro il paganesimo e cristianizzazione dei templi (sec. IV-VI)”, en LA 41, (1991), pp. 311-326; J. Gaudemet, “La legislazione antipagana da Costantino a Giustiniano”, en P.F. Beatrice (ed.) …op. cit., 1993, pp. 15-36; y C. Buenacasa Pérez, “La decadencia y cristianización de los templos paganos a lo largo de la Antigüedad Tardía (313-423)”, en Polis. Revista de Ideas y Formas políticas de la Antigüedad Clásica 9, (1997), pp. 25-50, y la extensa bibliografía recogida en la n. 2 de este trabajo. 6 “La decadencia y… op. cit., 1997, p. 31. 7 Orat. XXX, 8 (tr. de A. González Gálvez, Libanio. Discursos II, Editorial Gredos, Madrid, 2001). 8 Por citar los más recientes crf. J.M. Spieser, “La christianisation des sanctuaires païennes en Grece”, en Neue Forschungen in grieschischen Heiligtümern, Tübingen, 1976, pp. 309-320; G. Fowden, “Bishops and Temples in the Eastern Roman Empire A.D. 320-435” en Journal of Theological Studies 29, (1978), pp. 53-78; R.P.C. Hanson, “The Transformation of Pagan Temples into Churches in the Early Christian Centuries” en Journal of Semitic Studies 23, (1978), pp. 257-267; R. Van Dam, “From Paganism to Christianity at Late Antique Gaza”, en Viator 16, (1985), pp. 1-20; H. Saradi-Mendelovici, “Christian Attitudes toward Pagan Monuments in Late Antiquity and Their Legacy in Later Bizantine Centuries”, en Dumbarton Oaks Papers 44, (1990), pp. 47-61; R. Klein, “Distruzioni di templi nella tarda antichità. Un problema politico, culturale e sociale”, en Atti dell’Accademia Romanistica Costantiniana 10, Perugia 1995, pp. 127-152; F.R. Trombley, Hellenic Religion & Christianisation C. 370-529, 2 vols., Leiden-Nueva York-Köln, 1995, ed. Brill; J.P. Caillet, “La Transformation en église d’édifices publics et de temples à la fin de l’Antiquité” en La fin de la cité antique et le début de la cité médiévale de la fin du IIIéme siècle à l’avènement de Charlemagne, Bari, 1996, pp. 191-211; C. Buenacasa Pérez, “La constitución y protección del patrimonio eclesiástico y la apropiación de los santuarios paganos por parte de la Iglesia en la legislación de Constancio II (337-361)”, Pyrenae 28, (1997), pp. 229-240; Idem, “La decadencia … op. cit., (1997), pp. 25-50; y J. Moralee, “The Stones of St. Theodore: Desfiguring the Pagan Past in Christian Gerasa”, en Journal of Early Christian Studies 14/2, (2006), pp. 183-215. 9Vita Constantini III, 51-53. 10 Gén.13, 17: Levántate, pues, y recorre a lo largo y a lo ancho esta tierra que te voy a dar. 18:Levantó Abrán sus tiendas y fue a establecerse en el encinar de Mambré, cerca de Hebrón; allí levantó un altar al Señor. 11 Vit. Cost., III, 53. 12 Euseb. Ces., V.C. III, 26-29 y ss. Sobre este tema cfr. W. Telfer, Constantine’s Holy Land Plan”, Studia Patristica II, (Berlín) 1957, pp. 696-700; Ch. Coüasnon, The Church of the Holy Sepulcre, Jerusalem. The Schweich Lectures 1972, Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Londres, 1974; y V.C. Corbo, Il Santo Sepolcro di Gerusaleme. Aspetti archeologici dalle origini al periodo crociato, Jerusalén, 1981, entre otros. 13 En cuanto se hubo llevado a cabo lo anterior, el emperador ordena con piadosos instrumentos legales y generosos recursos dinerarios erigir junto a la salvífica cueva un oratorio digno de Dios y con rica e imperial munificicencia […] Mandó a los gobernadores de las naciones del levante que hicieran resaltar, a fuerza de emplear ingentes capitales sin restricción, el carácter extraordinario, grandioso y opulento de la obra… (Ibidem, III, 29) 14 Soz., H. E. V, 19. 15 Se podía creer que el soberano de ese momento reinaba con el fin de destruir todas las bestias de la tierra, pues mataba con prodigalidad tantos corderos y bueyes sobre los altares, y había llegado a tal grado de locura que un gran número de los filósofos le llamaban “carnicero”, “vendedor de carne” y nombres de ese tipo. Apolo, por tanto, no se habría alejado de pleno grado de una mesa tan abundante, con olor a grasa, humo y torrentes de sangre… (Jn. Cris., Discurso sobre Babila, 103 , M.A. Schatkin et alii, ed. y tr. fr., Sources Chrétiennes, París, 1990). 16 No sólo los habitantes de la ciudad, de los arrabales y del campo, sino también los que estaban muy lejos de estos lugares, al no ver ya el sepulcro en su lugar, preguntaban entonces la causa e inmediatamente sabían que el demonio (Apolo), al solicitarle el emperador que pronunciara oráculos, había respondido que no podía hacerlo hasta que se hubiera alejado de él al bianeventurado Babila(Ibidem, 87) 17 Conocemos los hechos sobre todo por los testimonios que Juan Crisóstomo ha dejado en forma de homilía y de discurso, a los que ya hemos hecho referencia, pero también se refieren al suceso otras fuentes como el emperador Juliano en el Misopogon, el orador Libanio en su “Monodia sobre el templo de Apolo en Dafne” (Or. 60, conservado solamente de forma fragmentaria en el Discurso sobre Babila de J. Crisóstomo con ese título) y los historiadores Teodoreto de Ciro H.E. III, 6; Sócrates, H. E. III, 18; Sozomeno, H. E. V, 19 y Amiano Marcelino, Hist. XXII, 12, 8 y 13, 1-3. 18 Marc. Diác., Vida de Porfirio, 64: Los cristianos aclamaban con alegría a los emperadores y a los gobernantes. Inmediatamente se movilizaron junto con las autoridades y los escuadrones y destruyeron los ídolos […] Así pues los soldados, en compañía de los cristianos de la ciudad y de los de la zona del puerto se lanzaron sobre los ídolos. Primero quisieron destruir el llamado Marneion, pero fueron rechazados, pues los sacerdotes de este templo, enterados con antelación, protegieron desde dentro las puertas del santuario interior con grandes piedras. 19 Ibidem, 69-75. 20 Soz. H.E. V, 20, 7. 21 Soc. H.E. III, 2; El patriarca de Alejandría Focio, en su Bibliotheca, se refiere a esos hechos casi con las mismas palabras. Sobre los numerosos conflictos de índole religiosa, entre otros, que se produjeron en la época tardoantigua cfr. J.R. Aja Sánchez, Tumultus et urbanae seditiones: sus causas. Un estudio sobre los conflictos económicos, religiosos y sociales en las ciudades tardoromanans (s. IV), Santander, 1998. 22 Soz. H.E. VII, 15; Soc. H.E., V, 16; y Ruf. H.E. XI, 22. 23 F.R. Trombley, Hellenic Religion…, op. cit., I, Leiden, Nueva York, Köln, 1995, pp. 108-109. 24 Digesto 1, 8, 6, 3 y Gaio, Inst. 2, 4, 5; Cfr. C. Buenacasa Pérez, “La decadencia y cristianización …, op. cit. (1997), pp.25, 38 y 40; y B. Enjuto Sánchez, “Las disposiciones judiciales de Constantino y Juliano a propósito de las tierras de los templos paganos”, en Gerión 18, (2000), 407-423. 25 “La decadencia y… op. cit., 1997, p.35, n. 48. 26 Ad haec mala id quoque addiderat, unde paulo post actus est in exitium praeceps, reversus (Georgius) ex comitatu principis cum transiret per speciosum Genii templum, multitudine stipatus ex more, flexis ad aedem ipsam luminibus quam diu, inquit, sepulcrum hoc stabit? Quo audito velut fulmine multi perculsi, metuensque ne illud quoque temptaret evertere, quicquid poterant in eius perniciem clandestinis insidiiis concitabant… Dracontius, aram in moneta, quam regebat, recens locatam evertit (Am. Hist. XXII, 11, 7 y 9; XXX, 9, 5) 27 Lib., Ep. 724; Ep. 763; Ep. 819. 28 Cfr. J.L. Murga, “El expolio y deterioro de los edificios públicos en la legislación post-constantiniana”, AARC 3, (1979), pp. 239-263. 29 Cfr., entre otras, CTh. XV, 1, 19: Imppp. Valens, Gratianus et Valentinianus aaa. ad senatum post alia: Nemo praefectorum urbis aliorumve iudicum, quos potestas in excelso locat, opus aliquod novum in urbe Roma inclyta moliatur, sed excolendis veteribus intendat animum. novum quodque opus qui volet in urbe moliri, sua pecunia, suis operibus absolvat, non contractis veteribus emolumentis, non effossis nobilium operum substructionibus, non redivivis de publico saxis, non marmorum frustis spoliatarum aedium deformatione convulsis. Lecta in senatu Valente V et Valentiniano aa. conss. (376.....). XV, 1, 37: Idem aa. Theodoro praefecto praetorio. Nemo iudicum in id temeritatis erumpat, ut inconsulta pietate nostra novi aliquid operis existimet inchoandum vel ex diversis operibus aeramen aut marmora vel quamlibet Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] speciem, quae fuisse in usu vel ornatu probabitur civitatis, eripere vel alio transferre sine iussu tuae sublimitatis audeat. Etenim si quis contra fecerit, tribus libris auri multabitur. (398 Ian. 1). 30 Marco Diácono, V.P. 65 31 Sobre el conflicto surgido entre paganos y cristianos por el monopolio del espacio sagrado de Dafne hemos presentado recientemente en un Congreso un trabajo que será publicado en breve: “El poder de los ídolos y de las reliquias: Un conflicto de competencias”, Congreso Internacional de Historia de las Religiones. Mediadores con lo divino en el mundo mediterráneo antiguo, Palma de Mallorca, 13-15 de Octubre del 2005. 32 Hech. Apóst. 19, 21-39. 33 Hechos de Pablo y Tecla, 44-45. La edición y traducción al castellano de los Hechos Apócrifos de los Apóstoles ha sido realizada por A. Piñero y G. del Cerro, 2 vols., La BAC, Madrid, 2005; los Hechos de Pablo y Tecla están recogidos en el 2º volumen. 34 Certe satis constat prope iam desolata templa coepisse celebrari et sacra sollemnia diu intermissa repeti passimque venire victimarum (carnem), cuius adhuc rarissimus emptor inveniebatur (Ep. 96, 10, lib. X). 35 Eusebio de Cesarea lo expresa con claridad en la biografía de Constantino, a propósito de la política del emperador en materia religiosa, orientada a purgar de idolatría la ciudad de Constantinopla : Impregnado por completo de sabiduría divina, consideró justo purgar de toda idolatría aquella ciudad que por decisión suya sobresaldría llevando su propio nombre, de modo que en ningún lugar de ella hubiera rastro alguno de estatuas de los pretendidos dioses que solían ser objeto de culto en los templos, ni altares ensuciados con impuros regueros de sangre, ni víctimas devoradas por el fuego, ni festividades demoníacas, ni ninguna otra cosa a la que pudiera estar acostumbrada la gente supersticiosa (V.C. III, 48; la traducción es de M. Gurruchaga, Madrid, 1994, Editorial Gredos). En ese mismo sentido se manifiesta poco después en los capítulos 52-53. 36 Esa identificación de los dioses paganos con los demonios aparece consolidada en los textos cristianos de época Tardoantigua. De ahí las constantes quejas del demonio por su expulsión por parte de los cristianos de los templos, de los ídolos, del desierto, etc. Sobre esas cuestiones cfr. A.M. Orselli, “Tipologie del demoniaco nel Tardo Antico Cristiano”, Actas del XII Convegno: Diavoli e Mostri in scena dal Medioevo al Rinascimento, Roma, 1989, esp. p. 12. 37. El emperador Juliano se lamentaba de que los “galileos” hubieran invadido las ciudades con sepulcros y tumbas y por eso les denominaba “adoradores de tumbas” (Juliano, Misopogon 344 A, 357 C y 361 A-C; y Contra los Galileos 335 B-C; Libanio, Contra Institutionis irrisores, Or. 62, 8, t. IV, 351, 14). 38 Sobre estas cuestiones cfr. J. Torres, “El poder de los ídolos…”, op. cit., en prensa. 39 Tum quidem ministrorum scientes dominum cum adsisterent immolanti, imposuerunt frontibus suis inmortale signum; quo facto fugatis daemonibus sacra turbata sunt. Trepidabant aruspices nec solitas in extis notas videbant et, quasi non litassent, saepius immolabant. Verum identidem mactatae hostiae nihil ostendebant, donec magister ille aruspicum Tagis seu suspicione seu visu ait idcirco non respondere sacra, quod rebus divinis profani homines interessent. Tunc ira furens sacrificare non eos tantum qui sacris ministrabant, sed universos qui erant in palatio iussit et in eos, si detrectassent, verberibus animadverti (De mortibus persecutorum X, 1-4). 40 Una creencia muy extendida consistía en que los dioses paganos tenían un alma y un cuerpo: el alma era el daimon, y el cuerpo la estatua. El mismo Agustín de Hipona (De civit. Dei VIII, 26, 3) comparte esta idea. De ahí el temor de la gente a tocar la estatua de un ídolo, como se pone bien de manifiesto en la destrucción del Serapeion de Alejandría; pues corría el rumor de que si alguien tocaba la estatua de Serapis desencadenaría una catástrofe, por lo que ésta se mantuvo intacta durante algún tiempo. Los cristianos manifestaban una especie de temor sagrado hacia los templos y estatuas paganas. 41 Vida de S. Daniel el Estilita 14-15. 42 Teodoreto de Ciro, Historia de los monjes de Siria IV, 2. 43 Ibidem, XVI, 1; y XXVIII, 1-5 respectivamente. 44 Castrum namque, quod Casinum dicitur, in excelsi montis latere situm est… Ubi vetustissimum fanum fuit, in quo ex antiquorum more gentilium ab stulto rusticorum populo Apolo colebatur. Circumquaque etiam in cultu daemonum luci succrevuerant, in quibus adhuc eodem tempore infidelium insana multitudo sacrificiis sacrilegis insudabat. Ibi itaque vir Dei perveniens, contrivit idolum, subvertit aram, succidit lucos, atque in ipso templo Apollonis oraculum beati Martini, ubi vero ara eiusdem Apollonis fuit, oraculum sancti construxit Iohannis, et commorantem circumquqque multitudinem praedicatione continua ad fidem vocabat (Greg. Magn., Dialog. II, 8, 10-11). 45 Ep. 56, XI. El documento se conserva incluido en la Historia Eclesiastica Gentis Anglorum I, 29-30, la obra más famosa de Beda el Venerable, un autor cristiano del siglo VII-VIII. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Epigrafía y muralla de Monte Cildá (Aguilar de campoo, palencia): Cuestiones en torno a la cronología * José Manuel Iglesias Gil Alicia Ruiz Gutiérrez Universidad de Cantabria1 E Fig 1 - Localización de Monte Cildá. l yacimiento arqueológico de Monte Cildá se encuentra en el término municipal de Aguilar de Campoo, cerca de los pueblos de Olleros de Pisuerga y Mave, en el noreste de la provincia española de Palencia (figura 1). Se trata de un castro prerromano que debió de ser ocupado en la segunda mitad del siglo I a. C. y que, tras experimentar desde mediados de la centuria siguiente un largo período de abandono, fue reocupado en época tardorromana, hacia fines del siglo IV o inicios del V, momento en que se puede datar la construcción de la muralla, como más adelante se detallará. Durante la dominación visigoda esta obra de fortificación fue mantenida y, posiblemente, se reforzó para dar respuesta a nuevas necesidades militares. Finalmente, en algún momento del mismo período visigodo o ya en la Alta Edad Media la muralla comenzó a arruinarse, coincidiendo con la concentración del hábitat en el extremo sudeste del castro, donde se prolongó a lo largo de los siglos IX y X. El cerro sobre el que se asienta el castro se erige, con una altitud de 979 metros sobre el nivel del mar, a la orilla derecha del río Pisuerga, que en este punto desciende encajonado en dirección al Duero por el Cañón de La Horadada (figura 2). En la Antigüedad, esta zona de tránsito entre la Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Fig 2 - Monte Cildá. Meseta Castellana y la Cordillera Cantábrica se correspondía con el territorio meridional de los pueblos cántabros, conquistados por Augusto en los años 29-19 a. C. El enclave de Monte Cildá debió de tener en época romana un notable valor estratégico al facilitar el control de la confluencia de los ríos Pisuerga y Camesa, por donde discurría la vía romana que comunicaba la Meseta y cuenca alta del Ebro con la costa cantábrica. Esta vía, de la que han llegado a nosotros varios miliarios2, ascendía por la cuenca del río Pisuerga y enlazaba, a través de su afluente Camesa, con el valle del Besaya, siguiendo su curso hasta la costa cántabra, en concreto hasta Portus Blendium (Suances) y Portus Victoriae Iuliobrigensium (Santander). El recinto castreño tiene una superficie de unas doce hectáreas. Se trata de una plataforma oblonga, con orientación noroeste-sudeste, de difícil acceso en la mayor parte de su perímetro, debido a que el estrato rocoso de la parte superior está cortado de forma abrupta, principalmente en los lados meridional y oriental, que miran al Pisuerga. El lado noroeste es el único fácilmente accesible al ser mucho menos acusada la pendiente. En esta zona se erigió la muralla tardoantigua y quizás también otras defensas más antiguas ligadas al primer período de ocupación del castro, si bien de éstas no han llegado a localizarse restos. 1. Estado de la investigación A fines del siglo XIX, Romualdo Moro realizó las primeras investigaciones y trabajos arqueológicos en Monte Cildá, por encargo y bajo el mecenazgo del Marqués de Comillas, gran aficionado y coleccionista de antigüedades. Además de Monte Cildá, R. Moro investigó otros castros de la Protohistoria cántabra, como el de Monte Bernorio (Aguilar de Campoo, Palencia) y el de Peña Amaya, en la provincia de Burgos. Fruto de sus excavaciones fue el hallazgo de un importante conjunto de restos arqueológicos, del que nos ha quedado una documentación en general escasa y poco detallada. Se trata de cartas que este investigador envió al epigrafista Fidel Fita con objeto de ponerle al corriente de sus descubrimientos de inscripciones romanas reutilizadas en la muralla de Monte Cildá y en otros lugares de su entorno. A esta correspondencia, conservada en el Archivo de la Real Academia de la Historia, en Madrid, hay que añadir el informe de las excavaciones en este yacimiento, publicado en un breve artículo aparecido en 1891 en el Boletín de la Real Academia de la Historia donde se recoge también la memoria correspondiente a Monte Bernorio3. De la lectura de estos escritos de R. Moro se desprende que sus excavaciones en Monte Cildá se concentraron en la muralla, donde comenzaron a extraerse con una finalidad de estudio y coleccionismo los primeros Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] epígrafes romanos; no obstante, el castro fue explorado en toda su extensión y se practicaron sondeos en varios puntos del mismo, dando como resultado el descubrimiento de objetos arqueológicos y varias estructuras arquitectónicas, cuya ubicación fue señalada en un croquis del yacimiento. Desde los trabajos de R. Moro comenzaron a proliferar las referencias a Monte Cildá en los estudios históricos sobre Cantabria en la Edad Antigua; no obstante, hasta el año 1963, en que se iniciaron las excavaciones arqueológicas bajo la dirección de M. A. García Guinea, el yacimiento apenas fue objeto de investigaciones de campo. En 1942, el arqueólogo e historiador alemán A. Schulten publicó los resultados de unas prospecciones en este lugar, como parte de un estudio general sobre los castros prerromanos de la antigua Cantabria4. Su reconocimiento del terreno dio lugar a observaciones poco dignas de crédito, pues afirmó que la muralla recorría todo el perímetro del castro, lo cual es impensable teniendo en cuenta su gran extensión. Además, como ya se ha indicado, en la mayor parte del mismo el escarpe rocoso hace innecesaria la presencia de una fortificación artificial. Por lo que respecta a la descripción de fosos y vallados que, según A. Schulten, habrían complementado la defensa en el lado septentrional, éstos tampoco se comprueban sobre el terreno. En el mismo artículo se planteó la identificación de Monte Cildá con Vellica, incluida por el geógrafo griego Ptolomeo en la lista de ciudades cántabras del interior5. Esta interpretación, que fue y continúa siendo recogida por otros autores, se basaba en el hallazgo en Monte Cildá del epígrafe dedicado a Vale(rius) Quadratus Boddi filius Vellic(um)6 (figura 3); sin embargo, hoy en día sabemos que el término Vellicum posibl emente no aludía a la civitas de dicho individuo, sino a su grupo de parentesco (cognatio), derivado del antropónimo indígena Vellicus. Por otra parte, aún suponiendo que estuviéramos ante una alusión a Vellica, es preciso tener en cuenta que la origo solía indicarse en el caso de individuos que no se encontraban dentro de los límites de su civitas, de manera que tampoco podría usarse como argumento para tal identificación geográfica. Entre los años 1963 y 1969 se sucedieron las excavaciones arqueológicas dirigidas por M. A. García Guinea en Monte Cildá, las cuales proporcionaron el grueso de la documentación de que disponemos hoy en día sobre este antiguo asentamiento cántabro. La realización de varios sondeos estratigráficos, tanto en la muralla como en la zona intramuros próxima a ésta, permitió establecer por primera vez de forma metódica los distintos períodos de ocupación del castro. Las excavaciones se concentraron en la muralla (Área II), que fue sacada a la luz en toda su extensión. Además de la muralla, otras cuatro áreas del yacimiento fueron objeto de sondeos arqueológicos (figuras 4 y 5). Las memorias de excavación se publicaron en dos monografías: en la primera se recogieron los resultados de las campañas de 1963 a 1965 y en la segunda los correspondientes a los trabajos de 1966 a 19697. Con posterioridad a los trabajos dirigidos por M. A. García Guinea en Monte Cildá, se han sucedido otras investigaciones y se han dado a conocer nuevos hallazgos arqueológicos. La revisión de las estratigrafías y un estudio de materiales que permanecían inéditos fueron abordados en 1993 por uno de nosotros con motivo de su Tesis Doctoral. En este trabajo se aportan precisiones cronológicas, al tiempo que se ofrece una Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Fig 3 - Estela de Valerius Quadratus datada en el año 238 D.C. Diseño: [email protected] Fig 4 - Localización de las áreas excavadas en Monte Cildá (M. A. García Guinea et alii, 1966) Fig 5 - Plano general de la muralla (M. A. García Guinea et alii, 1973) Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] interpretación global de la muralla y del asentamiento de Monte Cildá8. En 1993, se dio a conocer el hallazgo de una tessera de hospitalidad con el epígrafe Turiasica / car9. En el año 2001, el yacimiento fue objeto de otra intervención arqueológica que, una vez más, se concentró en la muralla, concretamente en la zona de la entrada ubicada entre las Torres V y VI, donde se realizaron labores de excavación, limpieza y consolidación de la estructura defensiva10. Tres años más tarde, se publicó un puñal biglobular que cabe relacionar con el primer período de ocupación en Monte Cildá11. Finalmente, la muralla ha sido objeto de un estudio completo por nuestra parte con motivo del Congreso celebrado en Lugo en el año 2005, con el título “Murallas de ciudades romanas en el Occidente del Imperio. Lucus Augusti como paradigma”, cuyas actas han sido recientemente publicadas12. 2. Etapas de ocupación en Monte Cildá Monte Cildá presenta la particularidad de haber sido ocupado de forma intermitente a lo largo de la Antigüedad y de la Alta Edad Media. Su estratégica ubicación geográfica y sus buenas defensas naturales están en el origen de los distintos usos que recibió como fortaleza o como centro de hábitat, dependiendo de los contextos históricos. A pesar de la intensa investigación arqueológica desarrollada en el yacimiento, aún persisten muchos interrogantes sobre el desarrollo y naturaleza de los sucesivos asentamientos. A este respecto, hay que tener en cuenta que la mayoría de los esfuerzos se han volcado en la muralla, de manera que falta información sobre el desarrollo del hábitat en el interior del recinto fortificado. 2. 1. Del la primera ocupación del castro al abandono a mediados del siglo I La primera población en Monte Cildá probablemente se remonta al final de la época prerromana en el área cantábrica. En un principio, el inicio de la ocupación se dató en los siglos II-I a. C.13, pero con la información disponible hoy en día creemos que éste no fue anterior a mediados del siglo I a. C.14. En concreto, nos basamos en la datación de los abundantes restos de cerámica pintada tardoceltibérica que fueron hallados en los niveles más profundos del castro, junto con vasijas realizadas a mano de tradición indígena. El hallazgo también de fragmentos de terra sigillata itálica datada en la época de los emperadores Augusto y Tiberio permite afirmar que el castro no fue despoblado de forma inmediata tras la conquista romana, circunstancia que también se comprueba en el cercano asentamiento de Monte Bernorio. La fecha de abandono de esta primera etapa de ocupación en Monte Cildá puede fijarse, con seguridad, a mediados del siglo I de nuestra era, pues no han sido hallados restos de terra sigillata gálica, cuya difusión en la zona se comprueba desde el reinado del emperador Claudio15, y tampoco han aparecido vasijas de terra sigillata hispánica altoimperial. En cuanto a los restos arquitectónicos asignables a esta primera etapa de ocupación en Monte Cildá, nuestra información se reduce al suelo empedrado de una cabaña de planta circular, excavada en el Área III del yacimiento, y a los restos de un muro de mampostería asociado a un pavimento de piedra detectado en la zona interna de la muralla, entre las Torres I y II (figura 6, “muro C” y “muro cántabro ?”)16. El abandono de Monte Cildá coincidió con el traslado a la frontera del Rhin de la legio IIII Macedonica, cuyo campamento había estado situado a escasos kilómetros, en Herrera de Pisuerga, en torno a la antigua Pisoraca17. Aunque ambos acontecimientos no tuvieron por qué estar directamente relacionados y el despoblamiento de Monte Cildá pudo ser fruto de un traslado paulatino de los moradores del castro a las zonas llanas de las inmediaciones, también cabe plantear la posible utilización de este lugar elevado como puesto de vigilancia militar, el cual habría Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Fig 6 - Corte estratigráfico de la muralla (M. A. García Guinea et alii, 1966) desaparecido tras la partida de la legión hacia el año 39 d. C. El abandono del antiguo castro también coincidió con el inicio de un asentamiento romano en la zona llana más próxima, concretamente en Santa María de Mave, localidad situada a dos kilómetros y medio de Monte Cildá. La intervención arqueológica dirigida en dicho lugar por M. A. García Guinea durante la campaña de 1967 facilitó el hallazgo de terra sigillata hispánica que puede datarse a partir de la época flavia y hasta el siglo III, esto es, en el período en que Monte Cildá estuvo abandonado18. Por el contrario, en Santa María de Mave no se documentaron restos de una ocupación en la Antigüedad Tardía, que sin embargo sí se manifiesta en Monte Cildá. Esta complementariedad en la cronología de uno y otro yacimiento arqueológico ha invitado a pensar en un fenómeno de traslación del hábitat local entre el llano y el emplazamiento en altura, en función de las circunstancias históricas de las distintas épocas. Varios investigadores han debatido acerca del nombre del oppidum o de la civitas romana que pudieran identificarse con estos lugares de Monte Cildá y Mave. Entre las hipótesis barajadas está la posible correspondencia con el lugar amurallado de Bergida, donde según Floro se libró una de las batallas de las Guerras Cántabras: “primum aduersus Cantabros sub moenibus Bergidae proeliatum”19. El mismo lugar aparece citado como Attica por el historiador Orosio: “tunc demum Cantabri sub moenibus Atticae maximo congressi bello”20. Esta identificación con Bergida-Attica, además de carecer de un argumento de peso que la sustente, choca con el inconveniente de que en Monte Cildá no está documentada una muralla prerromana. Por otra parte la identificación propuesta por A. Schulten21 con la ciudad cántabra de Vellica citada por Ptolomeo, que a su vez desde el siglo XVI ha tendido a ser asimilada con Bergida/Attica, carece igualmente de justificación, como ya se ha indicado. Por último, debemos considerar la localización en el territorio de Monte Cildá-Mave de Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] la civitas Maggaviensium citada únicamente en la tessera de hospitalidad hallada en Herrera de Pisuerga22. M. L. Albertos defendió esta teoría basándose en la posible derivación del topónimo actual de Mave del antiguo de Maggavia23. Puesto que la citada tessera de hospitalidad está datada en el año 14 d. C., cabe plantear la posibilidad de que el oppidum central de esta civitas hubiera estado en un primer momento en lo alto del castro, trasladándose después a la zona de Mave. 2. 2. ¿Una primera muralla del siglo III? En la memoria de las excavaciones realizadas de 1963 a 1965 se planteó la posible existencia de una muralla del siglo III en Monte Cildá, la cual habría precedido y quedado integrada en otra más moderna, datada por los excavadores a comienzos del siglo V. Esta primera muralla, que finalmente fue descartada de forma implícita en la publicación de las excavaciones de 1966 a 1969, se relacionó con las invasiones en Hispania de francos y alamanes, en tiempos, respectivamente, de los emperadores Galieno y Probo. Al margen de que las consecuencias de estas invasiones acabaron siendo cuestionadas en la historiografía, en especial las correspondientes a la supuesta oleada de alamanes24, esta interpretación se correspondía con la tendencia generalizada en las décadas centrales del siglo XX a valorar la construcción de las murallas tardorromanas como respuesta ante un peligro de invasión externa del que había que defenderse. De hecho, la fechación de la segunda muralla de Monte Cildá en el siglo V, aunque se apoyó en los resultados de las estratigrafías, principalmente fue justificada por la evidencia histórica de las invasiones de suevos, vándalos y alanos que afectaron a la Península Ibérica en el año 409. En la actualidad, la investigación ha puesto de manifiesto que la fortificación de centros habitados a lo largo de la Antigüedad Tardía responde a una dinámica mucho más compleja, en la que no siempre influyó la amenaza externa o episodios de inestabilidad política25. La interpretación de una parte de los restos de muralla de Monte Cildá como correspondientes a una primera defensa del siglo III tiene su origen en el sondeo practicado en 1965 entre las Torres I y II, donde se localizaron dos paramentos (figura 6). En un primer momento, los niveles I y II de este sondeo se asociaron al período de utilización y destrucción de la muralla y los niveles III al VII al primer período de ocupación del castro. Asimismo, se interpretó que el paramento más interno pudiera haber pertenecido a una primera muralla del siglo III, en tanto que el externo formaría parte de una nueva fortificación o reforma de la anterior realizada a comienzos del siglo V26. Posteriormente, se rectificó la datación de esta estratigrafía: los niveles I-IV se atribuyeron a los siglos V-VIII y los niveles V-VII al siglo I27. De estos nuevos datos se deduce que el paramento interno de muralla no puede datarse en el siglo III, pudiendo ser más moderno que el exterior. En conclusión, la existencia de una muralla del siglo III en Monte Cildá debe descartarse, al carecer tanto de justificación histórica, como de fundamento arqueológico28. 2. 3. Enclave fortificado de época tardorromana y visigoda La reocupación de Monte Cildá en época tardorromana está ligada a la construcción de la muralla. Las ruinas que han llegado a nosotros de esta obra de fortificación son difíciles de interpretar, debido a la erosión que ha ido provocando el paso del tiempo y a las remociones realizadas por gentes del lugar con el fin de obtener sillares para su reutilización. Asimismo, la muralla ha sufrió alteraciones provocadas por los trabajos arqueológicos de Romualdo Moro a fines del siglo XIX y la consiguiente extracción de epígrafes romanos. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Por lo que respecta a otros restos arquitectónicos que pudieran relacionarse con el recinto defendido por esta muralla, nuestro conocimiento de los mismos es bastante escaso. En el Área I del yacimiento, en la zona intramuros del noroeste, con motivo de un sondeo realizado en 1963 se puso al descubierto parte de un edificio datado en época tardorromana y visigoda, donde aparecieron vasijas de terra sigillata hispánica tardía, cerámica estampada y cerámica común29. En el Área IV aparecieron también algunos restos de terra sigillata hispánica tardía y de cerámicas estampadas que apuntan a una posible ocupación de esta zona sudeste del recinto ya desde la época tardorromana. El grueso de la documentación arqueológica, sin embargo, indica que en esos momentos la población estuvo concentrada en el sector noroeste, no lejos de la muralla, siendo más tarde, en el período de Reconquista y Repoblación, cuando se estableció un pequeño poblado en el sudeste. En efecto, durante las campañas de 1963 y 1969 se descubrieron en el Área IV edificios datados en los siglos VIII-X30 y gran abundancia de cerámica “de Repoblación” con decoración estriada e incisa. La ausencia casi total de cerámicas pintadas altomedievales, cuya difusión en la zona se sitúa a partir del siglo XI, determina la fecha de abandono definitivo de Monte Cildá a finales del siglo X. La muralla, con una longitud de unos 140 metros, tuvo por finalidad la defensa del flanco noroeste del altozano. Su trazado, adaptado a la topografía, no es lineal, sino que se divide en dos tramos con distinta orientación. El primero abarca desde el extremo noreste hasta la Torre IV, mientras que el segundo está orientado hacia el oeste, englobando las Torres V y VI. Este segundo tramo del encintado protegía el acceso al castro a través de un camino que facilitaba el ascenso al recinto desde la zona llana y que, una vez alcanzada la cima, lo bordeaba por su lado occidental. Desconocemos la altura originaria de la muralla. Ésta fue estimada en tan sólo tres metros durante las excavaciones dirigidas por M. A. García Guinea. En concreto, la referencia se tomó en la Torre I, donde se descubrió una plataforma de vigilancia a una altura de 1,55 m, considerada como parte de un posible paseo de ronda (figuras 7 y 8). Además se consideró que el derrumbe del Fig 7 - Torre I. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Fig 8 - Reconstrucción hipotética de la muralla, según M. A. García Guinea et alii (1973) paramento externo de esta misma torre incluía todas sus hiladas, elevándose a una altura de 1,45 metros sobre dicha plataforma, lo que habría facilitado la visión de posibles vigías. Como ya hemos señalado en otro lugar, esta interpretación no es segura, pues la visión desde la plataforma pudo haberse facilitado a través de un vano o ventana del muro, en cuyo caso la altura total de la muralla pudo ser superior a los 3 metros. Por otra parte, es imposible saber cuántas hiladas de la Torre I han desaparecido con el paso del tiempo31. En cuanto a la anchura de la muralla, igualmente ésta es difícil de determinar. En el extremo noreste se conserva en buen estado un tramo de muro de 2,20 metros de anchura, el cual presenta una base de cimentación ligeramente más ancha (figura 9). Esta anchura de poco más de dos metros resulta escasa si se tienen en cuenta las dimensiones de otros ejemplos de murallas tardorromanas de la Península Ibérica32. Si a esto se une que existen paramentos interiores (figura 6, muros a y b), Fig 9 - Vista de la muralla desde el extremo noreste. Al fondo Torre I. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] interpretados en un primer momento como parte de una primera fortaleza del siglo III que debe ser rechazada, cabe pensar que la anchura de la muralla pudo ser muy superior o bien que el lienzo originario de 2,20 metros en algún momento fue engrosado. La muralla presenta seis torres adosadas de planta rectangular que no guardan una misma distancia entre sí, lo cual es una característica habitual de las murallas tardoantiguas33. Las Torres I y II están proyectadas hacia el exterior, con unas dimensiones muy parecidas, de aproximadamente seis metros de longitud por tres de anchura. La Torre III presenta planta casi cuadrangular (4 x 4,5 m) y pudiera tener por objeto la protección de una entrada acodada al recinto. La Torre IV, proyectada hacia el exterior, mide cinco metros de longitud por dos y medio de anchura en su paramento norte y tres en el meridional. Por último, las Torres V y VI, de cinco por seis metros y cinco por tres respectivamente, flanqueaban una entrada de acceso directo al castro (figura 10). En el vano de esta entrada, de 3,20 metros de anchura, se han documentado las huellas del anclaje de los goznes de la puerta. 3. El conjunto epigráfico de Monte Cildá y la datación de la muralla En función del aparejo y del tipo de materiales utilizados, la muralla de Monte Cildá puede dividirse en dos partes. La primera comprende las Torres I, II y III y abarca desde el extremo noreste hasta el “muro U” (figura 5). Ésta se caracteriza por presentar grandes sillares de arenisca y un gran número de inscripciones y materiales de construcción romanos reutilizados, como fragmentos de cornisa, sillares, basas y fustes de columna. La segunda parte de la muralla, que comprende los restos de paramentos externos a partir de la Torre III, así como la Torre IV y la entrada flanqueada por las Torres V y VI, muestra un aparejo de mampostería, con la inclusión de pequeños sillares de piedra caliza, y carece por completo de epígrafes u otros elementos reutilizados de edificios o necrópolis más antiguos. Estas diferencias entre una y otra parte de la muralla denotan la existencia de dos fases constructivas, que podrían corresponder a épocas diferentes. Cabe imaginar que las inscripciones y materiales de construcción reutilizados en la primera parte de la muralla provendrían de lugares más o menos próximos del entorno de Monte Cildá, Fig 10 - Entrada de la muralla entre las Torres V y VI. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] quizás de la zona de Mave donde se había desarrollado el hábitat en la época en que el castro estuvo desocupado. Romualdo Moro extrajo, al menos, dieciséis inscripciones del yacimiento y localizó otras doce en pueblos cercanos a Monte Cildá, probablemente originarias también de la muralla: nueve en varias casas de Olleros de Pisuerga y otras tres en Valoria de Aguilar34. Todas estas inscripciones fueron estudiadas y publicadas en un primer momento por F. Fita35. Informado por éste, E. Hübner incorporó una parte de los descubrimientos en el Supplementum del Corpus Inscriptionum Latinarum, en 189236, y otra parte en el volumen VIII de Ephemeris Epigraphica, en 189937. Hay que considerar también la probable procedencia de Monte Cildá de otras cuatro piezas de la colección del Marqués de Comillas que no fueron estudiadas en su día por F. Fita, posiblemente por conservar poco texto o ser anepígrafas. Éstas aparecen recogidas en la memoria de las primeras campañas de excavación dirigidas por M. A. García Guinea, junto con los epígrafes hallados con seguridad por R. Moro y los nuevos descubrimientos epigráficos38. Las excavaciones arqueológicas de 1963 a 1969 proporcionaron el hallazgo de veintidós nuevas inscripciones romanas en distinto estado de fragmentación y veintitrés fragmentos anepígrafos. Por consiguiente, al terminar las excavaciones en Monte Cildá, el total de piezas epigráficas de segura o probable procedencia de este lugar se elevaba a más de cincuenta. El estudio de estos materiales, en especial de las inscripciones datadas, permite aproximarnos a la cronología de la muralla. Otros indicadores para precisar la datación son la tipología de la construcción y las estratigrafías. En cuanto a la tipología, observamos que las características edilicias de esta fortificación son comunes al conjunto de murallas de la Antigüedad Tardía en Hispania, tanto del Bajo Imperio romano como de la época visigoda: adaptación al terreno, torres angulosas de módulo irregular, puerta de acceso directo flanqueada por torres, paramentos de sillería y mampostería, etc. Por lo que respecta a las estratigrafías, los sondeos practicados en la muralla permitieron documentar que ésta se cimentó sobre los niveles arqueológicos del primer período de ocupación del castro y que los estratos correspondientes a su uso datan de la época tardorromana y visigoda. Tras las excavaciones dirigidas por M. A. García Guinea la fecha de construcción de la muralla se concretó a comienzos del siglo V, basándose en acontecimientos históricos (invasiones del año 409) y en la ausencia de terra sigillata hispánica tardía decorada a molde con el “estilo de grandes círculos”, que por aquel entonces se databa en el siglo IV39. Sin embargo, la revisión de los materiales arqueológicos del yacimiento nos ha permitido comprobar que sí se documenta, aunque con un solo ejemplar, terra sigillata del “estilo de grandes círculos” y, en mayor medida, vasijas del denominado por F. Mayet “primer estilo tardío”. La cronología de todas estas cerámicas debe centrarse de forma genérica en los siglos IV y V40. El conjunto epigráfico de Monte Cildá incluye monumentos votivos (figura 11) dedicados a varias divinidades (Iuppiter Optimus Maximus, Cabuniaeginus, Mater Deum), estelas funerarias, en ocasiones bellamente decoradas (figura 12), y un gran sillar donde se lee, con letras capitales cuadradas de 18 cm de altura, Caesa[—], el cual debió de haber sido extraído de algún edificio público del entorno de Monte Cildá41 (figura 13). En las inscripciones figuran tanto peregrinos con nombres indígenas como ciudadanos romanos de onomástica latina o mixta, algunos de ellos con tria nomina. En general, el estudio de la paleografía, de la onomástica y formularios de los epígrafes revela que éstos corresponden a un amplio período de tiempo, que podría abarcar desde mediados del siglo I hasta comienzos del IV. Nuestra atención debe centrarse en los epígrafes con fecha, ya que proporcionan termini post quem de la construcción de la muralla. Se trata de dos ejemplares, uno de ellos datado por los cónsules y el otro por la era consular42. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Fig 11 - Ara a Cabuniaegino hallada en Monte Cildá. Fig 12 - Estela funeraria de Monte Cildá. Fig 13 - Epígrafe monumental hallado en Monte Cildá. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] El primero es el epitafio al que ya hemos aludido de Valerius Quadratus, el cual presenta la fecha consular correspondiente al año 238 d. C. (figura 3)43: D(iis) M(anibus). / Val(erio) Quadrato / Boddi filio Vel/lic(um), an(norum) XL. Mali/a uxsor Magilo/nis f(ilia) monime/ntu(m) posuit. / Fuluio Pio et Ponti/o [P]ro[culo Po]nt[ian]o. El segundo epígrafe tiene mayor interés, ya que arroja una fecha más moderna: 314 d. C. Se trata de una estela hallada en 1967 en el paramento interno de la muralla, al sur de la Torre III (figura 14)44: [D(iis)] M(anibus). / [—]ia Ant(istia ?), / [inno]centi / [mar]ito / [pien]tissi/[mo, a]n(norum) LXXX. / S(it) t(ibi)] t(erra) l(euis). / [— C]CCLII. En un principio, en la última línea de este epígrafe se leyó el numeral CCLII. Posteriormente, R. C. Knapp propuso restituir la letra C inicial, de lo que resulta la interpretación de la fecha CCCLII45. Esta lectura ha sido asumida también por J. M. Abascal en un reciente estudio sobre la era consular hispana46. En efecto, la lectura CCLII presenta el inconveniente de arrojar una fecha (214 d. C.) que se aparta bastante de los márgenes Fig 14 - Estela de Monte Cildá cronológicos hasta ahora datada en el año 314 d. C. documentados en el uso de (foto Museo de Palencia) la era consular: en los veintidós epígrafes datados por este sistema, las dataciones se sitúan entre el año 278 (Llenín, Cangas de Onís, Asturias) y el 497 (Canales, La Rioja). Por otra parte, hay que añadir que existen trazos de la C inicial que había pasado desapercibida por los primeros editores del epígrafe. Precediendo a la cifra de la fecha debió de constar la fórmula aera consulari expresada mediante abreviaturas47. Por último, debemos considerar el hallazgo en 1989 de una nueva estela datada por la era consular en Valoria de Aguilar, a menos de dos kilómetros de Monte Cildá. La inscripción presenta una fecha nueve años más moderna que la anterior (figura 15)48: Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Fig 15 - Estela hallada en Valoria de Aguilar, datada en el año 323 D.C. (dibujo J. Nuño) Diseño: [email protected] D(is) M(anibus). / Allaugan/a filio suo / pientissim/o Sem(pronio) Pate/rno, an(n)o(um) XI. Co(n)s(ulatu) CCCLXI. Este epígrafe, rescatado del aparejo de una casa-torre del siglo XVII, posiblemente procede de Monte Cildá. De ser efectivamente así, estaríamos ante el terminus post quem más moderno, que nos permitiría datar la muralla con posterioridad al año 323 d. C. Aunque no sabemos cuánto tiempo pudo pasar entre la realización de estas estelas datadas y su aprovechamiento en la muralla, cabe imaginar como mínimo el paso de una generación, de manera que la obra se habría iniciado a fines del siglo IV o inicios de V. Quedaría por determinar la fecha de la segunda parte de la muralla, donde no aparecieron inscripciones reutilizadas. A juzgar por la disposición de los paramentos, posiblemente ésta obedece a una reconstrucción o reforma de la primera y, como ya se ha indicado, podría situarse en época visigoda. En concreto, el lienzo entre las Torres III y IV parece haber tenido por objeto un adelantamiento de la línea de muralla en este punto. Asimismo, hay que recordar que los restos de paramento interno de la zona noreste, interpretados en un primer momento como parte de una muralla del siglo III, posiblemente también obedezcan a un refuerzo o engrosamiento del encintado originario. Por otra parte, los materiales cerámicos y broches de cinturón hallados en Monte Cildá delatan la continuidad del hábitat en época visigoda y sugieren un mantenimiento de la muralla o bien un reforzamiento de la misma. La incorporación del territorio cántabro al reino visigodo de Toledo se produjo en torno al año 574, cuando tuvo lugar la toma de Amaya por el rey Leovigildo. Es posible que el asentamiento de Monte Cildá, una vez sometido, pasara a funcionar como un puesto de control del territorio y accesos a la Cordillera Cantábrica. A este respecto hay que recordar que existe información literaria acerca de levantamientos de vascones y, en menor medida de cántabros, que pudieron haber motivado el establecimiento por parte del poder visigodo de guarniciones militares ubicadas en puntos estratégicos como el de Monte Cildá49. Este lugar, además, ha sido tradicionalmente identificado con la ceca visigoda de Oliovasous u Olovasio, nombre del que habría derivado el de civitas Oliva, citada en documentos medievales de los siglos XII y XIII50. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Bibliografía AE = L’Année Epigraphique, París, 1988 ss. Abascal Palazón, J. M. (2000-2001): “La era consular hispana y el final de la práctica epigráfica pagana”, Lucentum, XIX-XX, pp. 269-292. Albertos Firmat, M. L. (1975): Organizaciones suprafamiliares de la Hispania antigua, Valladolid. Alonso Gregorio, O. A. (2004): “Sobre el hallazgo de un puñal biglobular en Monte Cildá (Aguilar de Campoo, Palencia): la panoplia militar indígena al servicio de Roma”, Sautuola, 10, pp. 35-45. Arce, J. 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(Notes) * El presente es un trabajo sobre el tema de la conferencia dictada por el Dr. Iglesias Gil en el Instituto de Historia Antigua y Medieval en Buenos Aires el día 19 de octubre de 2006 1 Este estudio se inserta en el Proyecto de Investigación I+D (2004-2007) “La cronología de las inscripciones romanas del noroeste de la Península Ibérica” (HUM2004-02923/HIST). 2 Nos referimos al posible ejemplar de Augusto hallado en Menaza (Palencia) y a los miliarios de Decio descubierto en CamesaRebolledo (Valdeolea), Aureliano procedente de Pedredo (Arenas de Iguña), Caro o Carino localizado en Celada Marlantes (Campoo de Enmedio) y Constantino, descubierto en las inmediaciones del yacimiento del centro urbano de Iuliobriga (Iglesias, Muñiz, 1992, pp. 129-130; ERCan, pp. 106-107). 3 Moro (1891), pp. 426-440. 4 Schulten (1942), p. 15. 5 “Desde Asturia hacia oriente habitan los cántabros, cuyas ciudades de interior son: Konkana, (12º 10’, 44º 55’), Ottaviolka (12º 40’, 44º 50’), Argenomeskon (12º, 44º 30’), Vadinia (11º 50’, 44º 25’), Vellika (12º 30’, 44º 15’), Kamarika (11º 40’, 44º 5’) Iuliobriga (12º 10’, 44º), Moroika (11º 45’, 43º 50’)” (Ptolomeo, II, 6, 50). 6 CIL II, 6297. Fita, 1891 a, pp. 290-291. García Guinea, González Echegaray, San Miguel, 1966, nº 21, pp. 45-46. Iglesias, 1976, nº 32. 7 García Guinea, González Echegaray, San Miguel (1966); García Guinea, Iglesias, Caloca (1973). 8 Ruiz (1993), pp. 167-180. 9 Peralta (1993), pp. 223-226. 10 La dirección de los trabajos corrió a cargo de O. A. Alonso Gregorio y fueron ejecutados por la empresa Alacet Arqueólogos, S.L (Alonso, 2004, p. 35-36). J. Del Val y C. Escribano recogieron la noticia sobre esta intervención arqueológica (Del Val, Escribano, 2005, pp. 124-125). 11 Alonso (2004), pp. 35-45. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] 12 Iglesias, Ruiz (2007), pp. 451-465. 13 García Guinea, Iglesias, Caloca (1973), p. 7. 14 Ruiz (1993), p. 288. 15 Pérez González (1989), pp. 263-324. 16 En el nivel de uso asociado a esta construcción (nivel III) se hallaron un as de Claudio y un ejemplar de terra sigillata itálica con sello de Umbricius. 17 Pérez González (1999), pp. 546-549. 18 García Guinea, Iglesias, Caloca (1973), pp. 11 y 47. 19 Floro, II, 33, 49-50. 20 Orosio, VI, 21, 5-6. 21 Vid. nota 4. 22 Esta tessera de bronce con forma de jabalí presenta texto en cada una de sus caras, donde se recogen los términos del hospitium. Cara A: “Sex(to) Pompeio, Sex(to) Appuleio co(n)s(ulibus), / k(alendis) Augustis, / Caraegius et Abuanus et Caelio mag(istratus) et / senatus Maggavienses Amparamum / Nemaiecanum Cusaburensim / civitate honoraria donata, libertos / posterosque ita vota omnia ei fecerunt, / finibus Maggav(i)ensium, quae / civi Maggaviensiu(m)”. Cara B: “Sex(to) Pompeio, Sex(to) Appuleio / co(n)s(ulibus), Amparamus Nemaioq[um], / [Cu]saburensis hospitium fecit cum / civitate Maggav(i)ensium, sibi liberis liber/ [t]isque posterisque suis eunque liberos, / libertos posterosq(ue) eius omnis Maggav(i)e(n)s/es in hospitium, fidem clientelamque suam / suorumqu<e> receper(un)t eademq(ue) condicione / esset qua civi<s>, per mag(istratus) Caelione(m) / et Caraegium et Aburnum / actum”. (García y Bellido, 1966, pp. 149-166; AE 1967, 239. 23 Albertos (1975), p. 79. 24 Arce, 1978, pp. 257-269. 25 Fuentes (1997), pp. 482-485. 26 García Guinea, González Echegaray, San Miguel (1966), pp. 18, 24-25 y 27. 27 García Guinea, Iglesias, Caloca (1973), p. 8. 28 C. Fernández Ochoa y A. Morillo manifestaron sus dudas sobre la existencia de dos murallas en Monte Cildá con tan escaso margen de separación cronológica entre una y otra (Fernández Ochoa, Morillo, 1991, p. 247). 29 García Guinea, González Echegaray, San Miguel, 1966, pp. 10-11. 30 García Guinea, González Echegaray, San Miguel (1966), p. 13. García Guinea, Iglesias, Caloca (1973), p. 37. 31 Iglesias, Ruiz (2007), p. 457. 32 La anchura de otras murallas nunca es inferior a tres metros y, en la mayoría de los casos, oscila entre tres y seis (Fernández Ochoa, 1997, p. 238). 33 Fernández Ochoa, Morillo (1992), p. 341. 34 Moro (1891), pp. 427-428. 35 Fita (1891 a), pp. 290-296; Idem (1892), pp. 537-544. 36 CIL II, 6296-6304. 37 Eph.Ep. VIII, 159-164. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] 38 García Guinea, González Echegaray, San Miguel, 1966, nº 32-34 y 36, pp. 55-57. 39 García Guinea, Iglesias, Caloca (1973), pp. 47-48. 40 Ruiz (1993), pp. 184-209. 41 CIL, II, 6304 a; García Guinea, González Echegaray, San Miguel Ruiz, 1966, nº 40, p. 60. 42 No tenemos en cuenta la estela de Mesorina (Iglesias, 1976, nº 36), que también podría estar fechada por los cónsules en el año 200, ya que su lectura es excesivamente hipotética. 43 Vid. nota 6. 44 García Guinea, Iglesias, Caloca (1973), nº 11, pp. 56-57; Iglesias, 1976, nº 65. 45 Knapp (1986), nº 11 a, p. 138. 46 Abascal (2000-2001), nº 4, p. 270. 47 Iglesias, Ruiz (2007), pp. 460-461. 48 Nuño (1999), pp. 423-434. 49 Ruiz (1999), pp. 453-462. 50 Fita (1891 b), pp. 441-458; Merchán (1982), pp. 290-291, 299-300 y 304-308. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Pensar históricamente a Pierre Vilar * Corina Luchía Universidad de Buenos Aires CONICET L I - El intelectual y su tiempo a obra de un historiador es producto de su interacción con el contexto histórico del cual forma parte y de las posiciones que en él asuma. La vida personal tanto como la académica está atravesada por las circunstancias políticas y sociales de la época de la que cada intelectual es producto y protagonista. Permítaseme reiterar la lúcida afirmación de Marx, tantas veces evocada, acerca de que los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre albedrío, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado1. La breve reflexión sobre la figura de Pierre Vilar está guiada por esta idea. Los intelectuales en general y los historiadores en particular, son a la vez resultado de condiciones materiales, políticas y culturales, e intérpretes de esas realidades. Pero en los casos en los cuales la potencia de su crítica logra aprehender las complejas determinaciones de lo real, la mera descripción fenoménica se supera en la capacidad de forjar nuevas realidades. Algunos lo logran desde su compromiso militante con opciones de cambio radical que apunten a la transformación de su tiempo, otros aportan desde su lugar de investigadores, proveyendo verdaderas armas de la crítica. A propósito del sentido político que adquiere la tarea de algunos teóricos, Vilar afirma en referencia a la obra de Marx sobre la coyuntura francesa del siglo XIX: “Se trata ...a la vez de análisis y de combate, en donde los episodios políticos apenas recién ocurridos encuentran su eco, su conclusión y sus lecciones militantes...Unen la actualidad y el acontecimiento a sus agudas observaciones acerca de las estructuras de una sociedad. No viene pues al caso discutir el sentido ejemplar de un tipo de análisis que ya hemos caracterizado como portador de acción, tal y como puede y debe ser portador de acción cualquier análisis científico”2. Esta impronta orienta su propia obra. Pierre Vilar, nació en un hogar de la pequeña burguesía rural del pueblo occitano de Frontinham en 1906, en el seno de una familia cuyos abuelos eran vitivinicultores arruinados por la crisis de la década del ´70 del siglo XIX, y sus padres, maestros de tradición republicana. Sin Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] embargo, ¿es Vilar un historiador francés? Si pretendemos ser fieles a su legado intelectual, la propia definición identitaria debería llevarnos a reflexiones más complejas. Su notable preocupación por lo que él denomina las pertenencias de grupo, lo conducen a problematizar las nociones de pueblo, patria, nación y de allí abordar las cuestiones de la conciencia nacional, de clase y de grupos. La identidad nacional es una de las definiciones más problemáticas que aborda. Como contemporáneo del convulsionado siglo XX se vio implicado en las desgarrantes circunstancias de una Europa acechada por el fascismo e inmersa en una guerra interimperialista. Pero los conflictivos acontecimientos de los que fue partícipe activo no lo alejaron de su labor como historiador, sino que por el contrario enriquecieron sus reflexiones históricas. Notables son sus recuerdos de aquella suerte de improvisado seminario sobre la historia de España o su viva lectura del Manifiesto Comunista, compartiendo sus conocimientos e interpretaciones con sus compañeros de cautiverio, luego de caer prisionero del ejército nazi en 19403. Pierre Vilar pensó históricamente. En esa forma de pensar, se pensaba a sí mismo, en tanto protagonista de un siglo trastornado. Adhirió al marxismo como método, como teoría, aunque no fuera nunca un militante orgánico, más allá de sus simpatías y afinidades con el Partido Comunista francés a finales de la década del ´30. A su vez, su formación intelectual lo acercó notablemente a muchos de los planteos de la Escuela de los Annales, con la cual mantendría un vínculo crítico, a la vez que se vio claramente influenciado por ella, en particular en lo que él considera como su principal legado, una aproximación sociológica a la historia y una aproximación histórica a la sociología. Pero es la experiencia de la guerra, del nazismo y el fascismo, lo que marca su existencia como hombre y como historiador. Recordemos, por ejemplo, su amarga reflexión sobre la incomprensión que su generación tuvo acerca de los alcances de estos movimientos: “Nuestra ceguera ante el antisemitismo fue criminal”. Las profusas anécdotas sobre los años de entreguerras, la impresión que dejó en su generación la Revolución Rusa, así como las que narran, con la pluma fina que supo cultivar, su paso por el frente y su posterior derrotero por diversos campos de concentración en Francia, Alemania, Polonia y Austria, desde junio de 1940 hasta la derrota del Eje, dan cuenta de su mirada permanente como historiador “Yo intentaba mirarlo todo con ojos de historiador”, confiesa, pero no era necesaria su confesión. Ni en las peores circunstancias personales, abandona esa aguda y penetrante lectura del mundo, los acontecimientos, las relaciones sociales, los alineamientos políticos y las circunstancias más menudas de personajes desconocidos y cotidianos, pero que él logra inscribir dentro de algún “tipo social y cultural” y los convierte en representativos devolviéndoles su dimensión histórica4. En este punto, su biografía se confunde con su producción. Ya que la experiencia traumática de su siglo lo lleva a revisar y refinar muchas de las categorías que serán centrales en sus trabajos. La experiencia lo modifica, y en ese devenirse, reside la clave que le hará posible comprender la relación entre las condiciones objetivas y los efectos en el plano de la conciencia y la subjetividad. Sin duda sus trabajos largamente citados y base de prolíficas contribuciones a lo largo del siglo XX, desde su tesis doctoral sobre la Cataluña en la España Moderna5, sus exquisitos aportes sobre la crisis del siglo XVII6, hasta su breve pero significativa Historia de España7, lo convierten Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] en un autor cuyo abanico de problemáticas abordadas resulta no sólo de sus diversas preocupaciones, sino producto a su vez de su propio método. La sumatoria de temas, de objetos parciales de estudio, no pueden ser considerados como una superposición de inquietudes oscilantes, sino como parte de una indagación de la totalidad contradictoria que se expresa en el devenir del complejo desarrollo histórico. La búsqueda de la trabazón entre lo objetivo y lo subjetivo, entre las manifestaciones de la conciencia y las condiciones materiales, entre los tiempos de la larga duración y el acontecimiento, no aparecen en Vilar como fenómenos externos hábilmente conectados, sino imbricados en una dinámica orgánica que se resume en su interés por el crecimiento de las formaciones sociales y sus contradicciones. La importancia que da a los hechos más menudos de la historia, como los narrados en sus escritos sobre la Europa contemporánea8, se inscribe dentro de una lógica de reconstrucción de las realidades sociales significativas. La ligazón entre estructura y coyuntura que presenta, si bien con ciertos rasgos de esquematismo, en su Iniciación al vocabulario del análisis histórico9, reconoce en la categoría de modo de producción la clave para la comprensión del desarrollo histórico. En esta propuesta que guarda en lo esencial un apego al planteo original del marxismo, nos advierte acerca del uso de modelos, desconfiando de aquellos universales, generalizantes y “eternos”, ejemplificados con las proposiciones malthusianas, así como también de aquellos otros que por reducir la materia de estudio al caso individual, resultan de validez limitada para la comprensión de fenómenos totales. Las preguntas que se plantea Vilar son en muchos casos simples, pero esa sencillez inteligente encierra la importancia teórica y política de hallar sus respuestas. En su estudio sobre “Lo Común y lo Sagrado”, en pleno contexto de la guerra y revolución española, revela su constante preocupación por la objetividad de las configuraciones desde las cuales los sujetos interpelan el mundo y promueven sus prácticas, señala: “...en 1936, ante mis ojos, estalló una guerra que ha sido llamada civil porque españoles enfrentaban a españoles, pero en la que alemanes e italianos bombardeaban a catalanes y vascos, mientras voluntarios de setenta nacionalidades arriesgaban sus vidas, unos en nombre de una solidaridad de clase, otros por amor a la libertad. ¿Quién combate contra quién? Menos implicado personalmente que en otras guerras, la pregunta no provocaba en mí menor curiosidad ni menor ansiedad”10. En ese quién condensa toda una compleja construcción de identidades que es inescindible del desarrollo histórico del que son producto. A partir del fenómeno inmediato, una guerra y sus dos frentes, logra comprender la formación de las potencias, la alineación de las masas a partir de la ambigua noción de pueblo y patria, y ensaya una crítica de la ideología nacionalista que tendrá en la guerra posterior sus peores consecuencias humanas11. La inteligencia de la pregunta inicia el camino para ensayar una respuesta. II- La Historia Total: Geógrafo de profesión desde 1925, ya anticipaba tempranamente, lo que sería en sus propias palabras una de sus principales obsesiones: “...eligiendo ser geógrafo, elegí ya aquello que se convertiría, más tarde en una especie de obsesión: la historia total”12. Por ella entiende una compleja trama de fenómenos que conforman la dinámica histórica y cuya comprensión implica una jerarquización analítica en base a la búsqueda de determinaciones. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Asumió, no sin ambigüedades, la necesidad de abordar el problema medular de las contradicciones del desarrollo histórico. La Historia total es la historia del desarrollo. La preocupación por la expansión y las contracciones que se hace patente en sus diversos trabajos, es resultado del doble condicionante de su medio de origen, así como de su apuesta teórica y política para explicar las posibilidades materiales del cambio social. Las formas brutales que las contradicciones del desarrollo capitalista adquirieron en su época atravesarán muchas de sus reflexiones, de allí que sus investigaciones girarán siempre en torno de la búsqueda de las lógicas estructurales que llevan al crecimiento y a las crisis de una formación social13. Crecimiento, desarrollo, crisis y transformación forman parte de sus principales inquietudes. Inquietudes que no son resultado de abstracciones apriorísticas, sino de la profunda realidad social, económica, política y cultural, combatiendo visiones fragmentarias que en nada se correspondían con la unidad compleja y contradictoria del ser: “Demasiados pensamientos en fuga ante la historia hacen hoy de la historia del pensamiento “una serie discontinua de totalidades singulares”, afirma críticamente. En este sentido, pese a las ambigüedades de algunas de sus interpretaciones, las limitaciones de muchos de sus compromisos y los errores, asumidos o ignorados, Vilar pensó sus objetos de estudio, como parte de una totalidad problemática. Sus estudios sobre las crisis de tipo antiguo y la centralidad que adquiere el problema de la llamada revolución agrícola, lo llevarán a establecer una serie de factores que condicionan la emergencia recurrente de las crisis. El papel de los precios agrarios, la estructuración de la economía campesina, así como la cuestión de la desigualdad de las cosechas como eje clave, son elementos que Vilar pondera en una interpretación que trasciende lo estrictamente descriptivo, aunque sin rehuir una detallista exposición erudita, para ofrecer una explicación que rechazando el mecanicismo unicausal, le permita una aprehensión dialéctica de la densa complejidad de lo real. El principal valor que tiene desde nuestra perspectiva la propuesta de una historia total radica en la centralidad que adquiere la relación dialéctica entre estructura y coyuntura, entre objeto y sujeto. Este tópico que atraviesa buena parte de la producción teórica del siglo XX, es en esencia el aporte más significativo de Vilar. En su crítica a Paul Ricoeur sostiene que lo “principal es pensar firmemente que lo objetivo y lo subjetivo están permanentemente creándose, recíproca, dialécticamente, porque esa misma es la relación que une materia y espíritu”14. Aquí formula sintética y claramente el método con el que ha reconstruido los diversos desarrollos históricos estudiados. El breve trabajo publicado originalmente en Europe en mayo de 1956 y editado luego en Crecimiento y Desarrollo, bajo el título “El tiempo del Quijote”, es quizá, una pequeña muestra de la historia total que cultiva con singular maestría y bella escritura15. El estudio de la crisis española del siglo XVII, guiado por un minucioso análisis de los precios y salarios, y del impacto de la llegada del oro y la plata americana, se acompaña de una rica interpretación de las ciegas políticas del estado a través de la prolífica producción de memoriales a manos de arbitristas avezados, pero incapaces de comprender el cambio material de su tiempo, en esa suerte de imperialismo desesperado que expresa para el autor, a la vez que la etapa suprema del feudalismo la expresión de su decadencia. La potente lucidez de este trabajo se halla en la manera en que los procesos materiales son enlazados con los fenómenos de conciencia. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Hemos dicho que la preocupación por la reconstrucción de la totalidad histórica, es en Vilar el eje de su reflexión, totalidad que es en lo esencial la dinámica del desarrollo histórico en el cual se forjan dialécticamente sujeto y objeto. El Quijote, signo del irrealismo español, es al mismo tiempo denuncia y exhibición de la incomprensión de una realidad, de un desarrollo histórico que ha dejado atrás las épocas de caballeros andantes y fortunas logradas a fuerza de valor heroico y destreza militar. “Desvinculada de la realidad, la España de 1600 prefiere soñar”, sentencia Vilar. El historiador Vilar es hijo del Vilar hombre, contemporáneo, soldado. Desde su propia experiencia como sujeto histórico resignifica las categorías con las que abordara la materia histórica. Quizá porque su mejor enseñanza para quienes dedican sus esfuerzos al estudio de los procesos sociales se condense en la capacidad para identificar los objetos de estudio a la vez que orientar la forma de acercarse a ellos: “Nada me resulta más desagradable como historiador, que los juicios a posteriori sobre este o aquel acontecimiento, sobre esta o aquella revolución. Si ha triunfado, es justificable; si ha fracasado, es condenable. El problema del historiador es otro: saber examinar las causas de un fenómeno, en la apreciación de sus circunstancias y en la observación de sus consecuencias”16. La breve narración de un sencillo episodio cuyas derivaciones teóricas, son producto de la mirada histórica de su intérprete, nos permite comprender el método de trabajo así como los matices que deben ser aprehendidos desde la mirada histórica. En el momento de la liberación de su largo cautiverio a mediados de 1945, un intercambio fortuito y banal impactó fuertemente sobre su percepción de los problemas de conciencia -campo que desde su perspectiva se hallaba aún débilmente explorado- pero fundamentalmente el suceso le advirtió sobre los cuidados que debe tener el historiador al aproximarse a las configuraciones ideológicas: “Proclamados libres por un coronel de Québec-en francés, lo que resultó agradable-, todavía tuvimos que andar algunos kilómetros antes de ser albergados en un pueblo. En el camino vivimos algunos incidentes llenos de significado. Llegamos a una rica granja- una casa impecable- donde reinaba el desorden en el corral y en los establos de los animales, y las mujeres que nos recibieron, lloraban. En seguida nos dieron a entender que nunca confundirían a los oficiales franceses – gente civilizada- con los soldados polacos y rusos -gente salvaje. Oyéndolas, creímos en un primer momento que habían ocurrido cosas terribles: asesinatos, violaciones. Después supimos que soldados rusos y polacos se habían comido la noche pasada dos cerdos de la granja. ¿Había que reír o llorar? Entre lo objetivo y lo subjetivo pude haber un abismo”17. En ese abismo es donde debe hundir su arma crítica el historiador para reconstruir aquellas lógicas materiales que determinan en un contexto histórico particular, la tragedia que implicaba para esas campesinas “tan sólo” dos cerdos muertos. Vivimos tiempos en que la historia vuelve a recordarnos su carácter trágico, con potencias imperialistas que reeditan exterminios, en que las modas académicas pretenden imponer el estudio de lo banal convertido en objeto de culto intelectual por sobre la comprensión de los grandes procesos de desarrollo, en que las preguntas pendientes sobre la conformación de las conciencias sociales- y como señala Vilar de las “inconsciencias”- parecieran propias de objetos de anticuario, en que la delicada búsqueda de la bella palabra inteligente cede paso en el campo historiográfico a la producción en serie de papers y artículos en masa. Por ello en estas páginas pretendimos pensar Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] históricamente a Pierre Vilar, para recuperar lo mejor de su legado, en la medida en que sus contribuciones estimulan, a quienes transitamos la senda de la investigación histórica, a pensar la relación dialéctica entre sujeto y objeto en las contradicciones del devenir histórico. Hacemos nuestras las palabras de Vilar: “La historia es trágica, pero es mejor dedicar nuestros esfuerzos a comprenderla que a intentar salir de ella”. Esa es la historia que aún está en construcción. (Notes) * Este trabajo es una versión ampliada de la comunicación presentada en las III Jornadas de Reflexión Histórica “Los asesinos de la memoria, Homenaje a los historiadores de la Antigüedad y la Edad Media que vivieron las vicisitudes del siglo XX” organizadas por el Instituto de Historia Antigua y Medieval en Buenos Aires, los días 27 y 28 de Agosto de 2007 1 MARX, K., El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Ed. de la Comuna, Montevideo, 1995, p. 9. 2 VILAR, P., “Marx y la materia histórica”, en Economía, Derecho, Historia, Ariel, Barcelona, 1983, p. 178 3 Recuerda Vilar que luego de ser trasladado desde un campo de concentración en el pueblo polaco de Schubin a un centro de prisioneros franceses en el Tirol austríaco, en la pequeña ciudad de Lienz: “... disfruté así del privilegio de leer íntegramente el Manifiesto Comunista a mis auditores, algunos de los cuales nunca habían oído hablar de él. Cuando terminé, tuve la alegría de ver avanzar hacia mí a mi viejo amigo normalien y agregado de historia, Michel Fourniol, antiguo socialista, pero ya entonces muy escéptico en política, diciéndome: ´ ¡Qué texto! Nunca será suficientemente leído´. También en estos tiempos y en este lugar reuní y pensé lo esencial de lo que constituiría más tarde mi pequeña historia de España”, Pensar históricamente, Crítica, Barcelona, 2004, pp. 181-182. 4 De su estadía en Barcelona, plasma Vilar una de esas anécdotas que revelan su mirada penetrante sobre los universos culturales e ideológicos desde los cuales los sujetos aprehenden el mundo y actúan en él. A propósito de los acontecimientos en España luego de 1934, con la proclamación de la República y la presidencia de Lluís Companys de la Generalitat de Barcelona, describe el clima que se vivía en la calle al producirse la derrota republicana: “La rendición de Companys no nos sorprendió. Antes de ceder al sueño nos preguntamos sobre sus consecuencias políticas. Cuando hubo amanecido, nuestra criada aragonesa fue a buscar, como siempre, la leche para el desayuno. La esperamos impacientes, ávidos de saber la opinión de la calle sobre los acontecimientos de la noche.´ ¿Qué dicen en la calle? Dicen que han ganado los curas´. He relatado en más de una ocasión esta respuesta ingenua y no dudo en reproducirla aquí porque la considero una respuesta histórica”, Pensar Históricamente, op. cit., p. 125. 5 Cataluña en la España moderna : investigaciones sobre los fundamentos económicos de las estructuras nacionales, Crítica, Barcelona, 1978. 6 “El ´Motín de Esquilache´ y las ´crisis del antiguo régimen´”, Revista de Occidente, 107, 1972. 7 Historia de España, Barcelona, Crítica, 1992. Además se suman entre sus aportes más relevantes “Oro y moneda en la historia” ,196; “Ensayos sobre la Cataluña del siglo XVIII”, 1975, Historia marxista, historia en construcción, 1975. La guerra civil española, 1986. 8 La Guerra civil española, Crítica, Barcelona, 1986. 9 Crítica, Barcelona, 1982. 10 En VILAR, P., Pensar históricamente, Crítica, Barcelona, 2004, p. 19. 11 Al respecto sostiene: “Me siento incómodo ante la palabra pueblo, porque si bien me inspira una inmensa simpatía, sé que su uso permite disimular algunas trampas”, “Conclusiones”, en Pensar Históricamente, op. cit., p. 197. 12 VILAR, P., “Historia e Identidad”, en Pensar históricamente, op. cit., p. 70. 13 La historia personal deja su huella en sus apreciaciones como historiador: “El paso de mi período parisino a mi período barcelonés, digamos de la década de 1920 a la década de 1930, fue también el paso de la prosperidad a la crisis. Y no dudo en escribir crisis del capitalismo, particularmente profunda cuando las crisis de ritmos decenales se añaden a las crisis de ritmos interdecenales. Si comprendí y aprecié, un poco más tarde, los trabajos de Simiand y Labrousse sobre las crisis, fue porque había vivido y conocido su existencia real”, “Historia e Identidad”, en Pensar Históricamente, op. cit., p. 117. 14“Marx y la materia histórica”, en Economía, Derecho, Historia, op. cit., p. 156. 15 Crecimiento y desarrollo. Economía e Historia. Reflexiones sobre el caso español, Ariel, Barcelona, 1964. 16 “Historia e Identidad”, en Pensar Históricamente, op. cit., p. 125. 17 Ídem, p. 190. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Pierre Vilar y la construcción de una historia marxista. Notas sobre el debate con Louis Althusser * Federico Martín Miliddi CONICET ... cuando se miran de frente Los vertiginosos ojos claros de la muerte, se dicen las verdades: las bárbaras, terribles, amorosas crueldades. Gabriel Celaya “La poesía es un arma cargada de futuro” E ntre los numerosos méritos del historiador francés Pierre Vilar destaca el de haber postulado que una historia marxista está aún por construirse y que esta tarea reviste implicancias científicas pero también políticas. Y es que la vida y la obra del Vilar historiador no pueden disociarse de su intenso compromiso militante y de su adscripción al materialismo histórico. Un itinerario similar al de este historiador recorre su compatriota filósofo Louis Althusser (comunista militante), con quien Vilar (consciente de la relevancia y el peso de su teoría) entabla un diálogo polémico acerca del método y el sentido de la historia marxista. Ambos permanecieron fieles al marxismo, aunque curiosamente, tal vez Vilar haya estado más cercano al Partido Comunista francés pese a no haberse afiliado nunca1, que Althusser, quien era miembro del partido pero manifestaba en sus escritos filosóficos estructuralistas una clara disidencia con la línea humanista que sostenía la organización2. Sus vidas y sus obras, estuvieron signadas, como las de la mayoría de los intelectuales marxistas del siglo XX, por la agudización de la lucha de clases en el período de entreguerras, la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial (ambos combatieron en ella y debieron purgar años de detención en campos de prisioneros nazis), la experiencia fascista, el Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] régimen colaboracionista de Vichy, el stalinismo y la desestalinización, la Guerra Fría, la descolonización y el anticomunismo. El medio intelectual en el que ambos forjaron su pensamiento y su obra también fue común: los grises y lóbregos pasillos de la parisina Escuela Normal Superior (ENS), ubicada en la célebre calle Ulm. No ahondaremos aquí, sin embargo, en los apasionantes itinerarios biográficos de estos intelectuales militantes3, nos centraremos específicamente en algunos aspectos de la controversia teórico-metodológica acerca de la historia que los tuvo como protagonistas, enfocándonos preferentemente en la argumentación de Pierre Vilar. Al repasar los lineamientos fundamentales de esta polémica hoy, a más de treinta años del debate, y al constatar el estado actual de la historiografía marxista apreciamos que no ha habido avances significativos en la construcción de una historia marxista en el sentido sugerido por sus participantes. En gran medida, esto obedece a que uno de los ejes centrales de la discusión, el de la cuestión de la totalidad, ha sido desplazado e ignorado por el posestructuralismo, la moda teórica que sucedió al estructuralismo en el medio francés y en gran parte de los escenarios intelectuales del mundo occidental. De esta forma, en consonancia con este impulso destotalizador se impusieron tendencias como las de la microhistoria o versiones altamente especulativas del conocimiento histórico, alejadas de la materia prima sobre la que trabaja el historiador: los documentos. Un debate como el propuesto por Vilar en respuesta a Althusser sencillamente se redujo a un grito sordo en el páramo teórico que acompañó como “superestructura cultural”4 a la avanzada neconservadora de las últimas décadas del siglo XX. Al regresar a la lectura de los argumentos de Pierre Vilar se comprueba la enorme vigencia y actualidad de su propuesta y se evidencian las miserias de la historiografía posmoderna, posmarxista o posestructuralista y la pobreza empírica y conceptual de sus elaboraciones. Éstas últimas no pueden asombrar a los lectores de Vilar, quien criticó con vehemencia y lucidez toda forma de adhesión precoz y acrítica a las fugaces luces de las modas intelectuales. Antes que nada, para comenzar, debemos situarnos en contexto: la escena intelectual francesa de la segunda mitad de los años ‘60 se sacude con la aparición de dos trabajos filosóficos destinados a dejar una marca significativa en la teoría marxista, se trata de La revolución teórica de Marx y Para leer El Capital, de Louis Althusser5. Producto de la labor de investigación del filósofo y su equipo de colaboradores sobre las obras de madurez de Marx, el último de estos libros incluía reflexiones acerca del método, los fundamentos y la teoría de la disciplina histórica, aplicando los esquemas del estructuralismo marxista y desplegando el análisis de conceptos tales como Modo de producción y formación económico social. Según Althusser, la historia (tanto como la filosofía y la ciencia social) marxista debía fundarse y construirse sobre la base de estos conceptos, partiendo de la “ruptura epistemológica6” producida por Marx, gracias a cuya obra la historia debía la investidura de disciplina científica. El trabajo de Althusser y su escuela genera, inmediatamente, debates y controversias, pero logra captar una enorme atención en el medio intelectual francés y ejercer una fuerte influencia en los análisis de historiadores, antropólogos, economistas y sociólogos de todo el mundo. Más citados que realmente problematizados, Althusser, los althusserianos y el estructuralismo marxista se transforman en una verdadera moda, que tendrá como derivación (previsible pero no necesaria) el advenimiento del posestructuralismo tras los sucesos de Mayo del ‘68 en Francia y el posterior abandono del marxismo. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] El núcleo central de la argumentación althusseriana acerca de la historia partía de la crítica de lo que identificaba como la idea de “totalidad expresiva” por considerarla reduccionista y mecanicista (ésta era la categoría central de la línea hegeliana del marxismo, cuyo principal exponente era el filósofo húngaro György Lukács). Según Althusser, la concepción de “totalidad expresiva” reducía artificialmente la complejidad del todo social al considerar a cada una de sus dimensiones o instancias como una expresión de las determinaciones económicas. Esto tenía efectos nocivos también sobre la labor historiográfica, puesto que la visión de la historia derivada de esta “totalidad expresiva”, al ser manifestación de una operación de “corte de esencia”, redundaba en una concepción lineal y homogénea del tiempo histórico que reducía y sobresimplificaba la compleja estructuración de la totalidad social. La propuesta –que, según Althusser, encontraba sus fundamentos en una lectura adecuada de la obra del Marx maduro– ofrecida como alternativa a esta concepción radicaba en considerar la existencia de una “autonomía relativa” de esas instancias (particularmente de la ideología y la política), de una eficacia particular de éstas en la totalidad social y de temporalidades diferenciales para cada una de ellas. Esto último implicaba la necesidad de elaborar historias particulares para cada una, capaces de dar cuenta de estas diferencias a partir de sus tiempos históricos propios y de especificar sus formas concretas de articulación e intervención. El resultado se plasmó en el empleo del concepto de “totalidad estructural”, en el que se contemplaba la intervención específica de la ideología y la política en el proceso histórico-social sin reducir estas instancias a una determinación mecánica por parte de la estructura económica, aunque reconociendo la existencia de una estructuración jerarquizada, una “determinación en última instancia” por la economía7. La importancia de esta propuesta teórico-metodológica de Althusser y sus discípulos – expuesta aquí de forma esquemática y sucinta– es difícilmente exagerable, ya que planteaba una perspectiva renovadora y polémica del materialismo histórico, que rápidamente adquiriría el status de una moda intelectual que Francia exportaría al mundo entero (su eclipse sería igualmente acelerado cuando sobreviniera el marasmo antimarxista de la segunda parte de los años ‘70 y durante los ‘80 y el althusserianismo se viera desplazado por otras “novedades” teóricas). Frente a este cuadro de situación, Pierre Vilar, historiador notablemente interesado en las cuestiones relativas al método de su disciplina, toma en sus manos la elaboración de una respuesta a la teorización althusseriana, enfocada desde la perspectiva del historiador de oficio. En el año 1973 publica en la revista Annales, un artículo de casi cuarenta páginas titulado “Historia marxista, historia en construcción. Ensayo de diálogo con Louis Althusser” en el que emprende con el filósofo un debate y una crítica cordiales pero sin concesiones acerca de las bases y las tareas de la historia marxista. A pesar de su manifiesto disenso teórico y metodológico, es importante destacar que Vilar sentía un profundo respeto por Althusser (con quien lo unía, además, una relación de amistad) y por su tarea de problematizar, profundizar y difundir seriamente la obra de Marx8. No es azaroso, en este sentido, que planteara explícitamente sus diferencias con él bajo la forma de un “diálogo”, reconociendo que ambos tomaban como punto de partida un fundamento común, el de la superioridad explicativa y la justeza del método marxiano de análisis histórico. Vilar partía de sostener, junto con Althusser, que la historia marxista estaba aún por construir y afirmaba que, de hecho, la disciplina histórica estaba (o debería estar) permanentemente en construcción, pues entendía que la materia prima sobre la que trabajaba (las relaciones sociales) era esencialmente Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] dinámica. Pero, desde este acuerdo programático inicial, el historiador francés desplegaba una propuesta radicalmente diferente de la elaborada por el althusserianismo, vinculada directamente con las conclusiones obtenidas de su trabajo específico como historiador y de su aplicación del método marxiano al estudio de la materia histórica9. Veamos ahora los ejes centrales sobre los cuales Vilar fundamentaba su crítica a Althusser y su propuesta para la construcción de una historia marxista. Éstos pueden identificarse claramente a lo largo del texto: - en primer lugar, el artículo de Vilar descansa, fundamentalmente, sobre un eje de polémica epistemológico-metodológica, en el que se incluye la discusión acerca del método de Marx y su trabajo científico, el debate acerca del concepto de Modo de producción y la transición y la cuestión de la totalidad. Este es, sin duda, el aspecto clave del artículo de Vilar. Frente a la teorización althusseriana, el concepto central que sustenta la propuesta vilariana es el de “historia total”, entendida como una aproximación a los tiempos pretéritos desde un abordaje capaz de dar cuenta e integrar de manera sutil las distintas dimensiones del todo social (aspectos sociales, económicos, mentales, políticos, culturales) y explicitar cabalmente sus interrelaciones, sus dependencias y determinaciones múltiples, a fin de establecer su íntima ligazón. La “historia total” de Vilar considera, al mismo tiempo, la preponderancia de los factores materiales en el devenir del proceso histórico, pero sin reducirlos a una determinación mecánica o a una simple superposición de las instancias. Esta “historia total” solamente puede resultar fructífera si logra establecer adecuadamente la compleja articulación de la vida de los hombres y mujeres y los acontecimientos con las estructuras. Rechazando lo que consideraba como una teorización extrema y absoluta de Althusser, Vilar afirmaba que el surgimiento de la “historia total” se relacionaba directamente con las vivencias que los historiadores como él habían experimentado en el turbulento siglo XX, ese que Eric Hobsbawm ha llamado “la era de los extremos”10. Afirmaba: “…la ‘historia total’ no la inventamos nosotros, la vivimos”11. Este concepto se halla estrechamente ligado con una importante anotación metodológica que introduce Vilar en su polémica con el estructuralismo: la historia es un proceso de dinámica perpetua, de movimiento constante, de cambio continuo; por lo tanto, la historiografía está condenada a tener que construirse y reconstruirse permanentemente. Nunca puede considerarse cerrada o acabada, pues es su propia materia prima, los hechos históricos (y, según Vilar, todas las acciones humanas lo son) la que la induce a esta mutación perpetua. La dimensión constructiva es, de esta forma, consustancial a la disciplina histórica. En este sentido, Vilar manifestaba su disconformidad con el inmovilismo implícito que presentaba la concepción estructuralista de los modos de producción de acuerdo con la perspectiva althusseriana, puesto que, al afirmar que no podían contenerse en ellos a un mismo tiempo tanto sus mecanismos de reproducción como sus factores de no reproducción obturaba la posibilidad de pensar la transición entre un modo de producción y otro. La explicitación de este bloqueo detectado por Vilar en la concepción del estructuralismo marxista puede hallarse en la contribución realizada por Étienne Balibar en Para leer El Capital, donde se afirma la necesidad de elaborar el concepto de un modo de producción específicamente transicional para comprender el cambio histórico12. Vilar consideraba que, en sentido estricto, la historia se encontraba permanentemente en transición, que los modos de Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] producción estaban, desde su propia génesis, generando las condiciones para su transformación. En una concepción como esta, la idea de Balibar resultaba, por supuesto, carente de sentido. Esta propuesta historiográfica derivaba de una idea fuerza sobre la que arraigaba la metodología de Pierre Vilar y que era la que, según su parecer, había constituido el sólido fundamento de la elaboración marxiana, el “pensar históricamente” en todo momento. Éste era el elemento que confería a la obra de Marx su mayor riqueza y que la convertía en un instrumento decisivo para la labor del historiador. Vemos surgir aquí, al igual que en la defensa de la importancia de los aspectos “vivenciales” en la elaboración de su método historiográfico, la cuestión del historicismo, que Vilar asumía como un elemento central de su pensamiento y de su vida. Frente a aquellos que lo acusaban de caer en el empleo de un método historicista, Vilar respondía: “…¿cómo podría ‘caer’ en él? Yo nado en él, vivo en él, respiro en él. ¡Pensar al margen de la historia me resultaría tan imposible como a un pez vivir fuera del agua!”13. Éste no era concebido, sin embargo, como un historicismo a la manera croceana; Vilar pensaba, más bien, en una total inmersión del historiador en la sustancia histórica de su tiempo como forma de desarrollar la aptitud para lograr esa capacidad de “pensar históricamente” que constituía la herramienta fundamental para su investigación científica. Con respecto a la supuesta novedad de considerar la existencia de temporalidades diferenciales, Vilar recordaba a Althusser la existencia de trabajos de investigación de tres destacados exponentes de la Escuela de los Annales que habían avanzado en ese sentido y cuya importancia había sido menospreciada por el filósofo. Se trataba de Lucien Febvre, Ernest Labrousse y, especialmente, Fernand Braudel. Vilar le reprochaba el no haber considerado suficientemente la labor de estos historiadores, que habían planteado y puesto en práctica en sus trabajos una alternativa válida a la temporalidad lineal empleada por la historiografía tradicional. En este punto, Vilar detectaba que la hipertrofia teórica de la que era prisionera la concepción althusseriana le impedía observar que esa invocación a la construcción de una historia renovadora –crítica y teóricamente cimentada– era anacrónica, pues ésta ya estaba siendo construida, de hecho, por estos historiadores de la Escuela de los Annales. Desde la filosofía, Althusser reclamaba la puesta en práctica de una metodología radicalmente diferente de la forma tradicional de construir la historia, de acuerdo con los principios de la “revolución teórica” que Marx había puesto en marcha. Vilar respondía, desde la historia, afirmando que ésta ya había sido implementada por Febvre, Labrousse y Braudel, y sustentaba su posición dando cuenta en su artículo de la forma de trabajar de estos historiadores. Según Vilar, los ejes de construcción de una historia marxista como la reclamada por Althusser podían encontrarse ya en la forma en que las mentalidades sobredeterminaban la totalidad social durante el siglo XVI de acuerdo con la conceptualización de Lucien Febvre, en las relaciones entre ciclo y coyuntura establecidos por Ernest Labrousse para el siglo XVIII o en las estructuras de duración diferencial estudiadas por Fernand Braudel en su monumental obra sobre el Mediterráneo en la época de Felipe II. Vilar hallaba allí los cimientos sobre los cuales estaba empezando a ser construida la historia marxista, aún por historiadores no marxistas (Febvre y Braudel no lo eran) y reprochaba a Althusser su incapacidad para poder apreciarlo en toda su dimensión. Si bien la historia marxista estaba aún por construirse, ya existían las bases para hacerlo, y éstas residían en la práctica concreta de ciertos historiadores –en su ejercicio del oficio– y no provenían de una importación forzada del armazón conceptual de las categorías teóricas marxianas a la disciplina. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] En lo que a la cuestión de las modas intelectuales respecta, Pierre Vilar no abandonaba jamás sus recelos. En el caso del althusserianismo su lúcida crítica anticipatoria realizada a comienzos de los ‘70 en este sentido ha demostrado, a la luz de los hechos, ser absolutamente pertinente. “(…)¿Hay que desconfiar de los ‘intelectuales’?...” se preguntaba Vilar en su conferencia inaugural del Coloquio internacional conmemorativo del centenario de la muerte de Marx, brindada en la Universidad Complutense de Madrid en el año 1983 “…No de todos, por cierto, ni de los ‘intelectuales en general’. Pero sí de las ‘modas’ que se van sucediendo, y que tienen al mismo tiempo significación ‘de clase’ y significación coyuntural. Personalmente me he sentido siempre antiaroniano estructuralmente, pero también, coyunturalmente antisartriano, o antifoucaultiano. En cuanto a Althusser, el afecto que le tengo como persona, y la dimensión mundial que supo dar a la recuperación de Marx como pensador, me hacen rechazar con indignación la calificación que se me ha otorgado alguna vez de ‘antialthusseriano’. Pero la verdad es que no he podido tomar muy en serio el carácter espectacular de ciertas adhesiones, que rápidamente se revelaron muy frágiles. El lenguaje filosófico resulta siempre atractivo para los que se preocupan antes de todo de las sucesivas ‘modas’.14” Para confirmar la justeza de esta caracterización de Vilar basta simplemente observar la completa claudicación teórica y política de algunos intelectuales, otrora “marxistas convencidos”, de la escuela althusseriana como Badiou y Ranciére frente al posmodernismo triunfante de los años ‘80 y ‘90; pasada la fugaz novedad del estructuralismo marxista, solamente quedó la carcaza vacía del hiperteoricismo y su retórica, centrados ahora en el estudio de los discursos y en la negación de las determinaciones materiales de los procesos históricos y sociales y con implicancias políticas netamente conservadoras. Similares trayectorias han seguido autores como Barry Hindess y Paul Hirst, althusserianos declarados, quienes en la década del ‘70 elaboraron una extensa teorización acerca de los modos de producción precapitalistas de fundamentación marxista y en la actualidad se han convertido en exponentes destacados del llamado “posmarxismo” que recusa el concepto marxiano de clase15. A pesar de esto, no debe dejar de reconocerse que la conceptualización althusseriana influyó notablemente también en algunos de los más relevantes y prestigiosos historiadores que ha entregado el siglo XX, basta mencionar el ejemplo de Albert Soboul –referente central e ineludible de la historiografía sobre el Antiguo Régimen y la Revolución francesa– quien, a pesar de sus reparos a determinados aspectos del estructuralismo, empleó fructíferamente numerosas categorías del pensamiento althusseriano en sus investigaciones históricas16, o también los elementos de la teoría de la ideología de Althusser que influyeron decisivamente en Georges Duby, uno de los más destacados medievalistas que ha tenido la historiografía internacional17. Hasta aquí hemos analizado someramente el eje fundamental de la respuesta vilariana a Louis Althusser. Pero quisiera sostener también que, junto a estas cuestiones, hay en esta propuesta de discusión epistemológica, un segundo eje problemático, no menos importante que el primero. Se trata de la manifestación de una vocación de intervención político-ideológica que Pierre Vilar sostiene –en tanto que historiador marxista– cuando reconoce que en este debate con el estructuralismo althusseriano entran a tallar también elementos que hacen a la esencia de la labor militante del historiador y a su intervención en las luchas de su tiempo. El reconocer que la historia Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] está configurada por las relaciones sociales, por las formas de propiedad (Vilar consideraba fundamental el estudio del derecho desde una perspectiva materialista18), por la búsqueda permanente de hombres y mujeres por garantizar su sustento y supervivencia, por las luchas entre las clases por perpetuar la explotación o por acabar con ella, por el cambio continuo y permanente (la historia es, como dijimos, esencialmente dinámica) no reviste un interés exclusivamente científico o académico; implica, a su vez, la toma de partido por la posibilidad y la necesidad de llevar adelante la lucha revolucionaria y transformadora en el presente. Enfrentado a las encrucijadas de su tiempo, el historiador asume una posición política y lo hace también cuando ejerce su oficio, en el acto mismo de escribir la historia, porque es la historia misma la que lo empuja a ello como un sino ineludible (y Vilar fue consciente de ese compromiso y lo asumió y lo ejerció durante toda su vida). La politicidad es, de esta forma, consustancial con la investigación histórica y la labor del historiador19. Y en este sentido, las implicancias políticas de una concepción objetivista de dessubjetivación radical como la althusseriana relegan la posibilidad y la potencialidad transformadora de hombres y mujeres, de las clases, al papel de meros instrumentos de los juegos de las estructuras, la política es desplazada entonces por la aséptica conceptualizción de “lo político” y pierde su lugar como herramienta fundamental para la liberación del género humano. Debemos señalar que el propio Althusser tomó conciencia de esta situación criticada por Vilar, reconociéndolo en numerosos artículos y elaborando una autocrítica acerca de su desviación “teoricista” plasmada en un breve libro publicado en 1974 titulado Elementos de autocrítica, en el que aceptaba los problemas que contenían sus elaboraciones de los años ‘60, no solamente en el plano epistemológico sino también en el político. También revisó los aspectos reproductivistas y funcionalistas de algunas de sus concepciones, vinculadas con este teoricismo alejado de la historia20. Para finalizar y como conclusión, podemos afirmar que la crítica y la propuesta de Vilar, mantienen actualmente, en el siglo XXI, una vigencia asombrosa. La historia marxista en el sentido por él planteado continúa siendo una cuenta pendiente en la agenda de los historiadores que adscriben al materialismo histórico, particularmente después del colapso de los llamados “socialismos reales” y del advenimiento de un furibundo ataque al materialismo histórico en los años finales del siglo XX. Releer a Vilar hoy, reflexionar junto a él acerca del método y el oficio del historiador, seguir su ejemplo de compromiso político inclaudicable, son claves que sin duda puedan ayudarnos para avanzar en esta imprescindible tarea irresuelta, cuyas consecuencias no solamente atañen a la construcción de una historiografía con sólidos fundamentos científicos, sino también al avance de las luchas políticas emancipatorias del presente. Vilar nos recuerda desde cada una de sus páginas que esta labor no es para el historiador marxista una elección, sino un deber y un compromiso cotidianos. 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Iniciación al vocabulario del análisis histórico. Ediciones Altaya, Madrid, 1999. (Notes) * Este trabajo es una versión ampliada de la comunicación presentada en las III Jornadas de Reflexión Histórica “Los asesinos de la memoria, Homenaje a los historiadores de la Antigüedad y la Edad Media que vivieron las vicisitudes del siglo XX” organizadas por el Instituto de Historia Antigua y Medieval en Buenos Aires, los días 27 y 28 de Agosto de 2007 Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] 1 Es un testimonio de esta situación el rescate y la abierta defensa que realizaba Vilar de la obra de Stalin acerca de la cuestión de las nacionalidades. Véase, por ejemplo, su discurso pronunciado en Madrid a finales de 1984 (utilizado luego como preámbulo a la primera edición en España de las obras de Stalin). Vilar, Pierre (1987), págs. 55-60. 2 Pueden verse al respecto las obras de Perry Anderson (1988) y de Alejandro Bonvecchi (1996). 3 Pueden verse para ello las obras El porvenir es largo (1993) de Louis Althusser y Pensar históricamente (2004), de Pierre Vilar. En el caso de Vilar, es recomendable también, la lectura de los artículos biográficos de Pablo Luna (2005), Carlos Hermida Revilla (2006) y Jacques Maurice (2005). 4 El término pertenece al teórico y crítico literario marxista Fredric Jameson quien concibe al posmodernismo en general como la superestructura cultural del capitalismo tardío. Según Jameson, una de las características fundamentales del posmodernismo como superestructura es el “debilitamiento de la historicidad”. Jameson, Fredric (1991). 5 Es importante aclarar aquí que los títulos originales en idioma francés eran Pour Marx (1965) y Lire le Capital (1967), alejados del sesgo instrumentalista, propagandístico, dogmático y manualístico que le confirió la traducción castellana a cargo de Marta Harnecker. No era el propósito de Althusser y de su grupo de colaboradores elaborar una guía para leer El Capital de Karl Marx, sino reflexionar acerca de las implicancias científicamente revolucionarias de su método. 6 Althusser tomaba este concepto de Gaston Bachelard, con quien se había formado en Paris. 7 A pesar de que las formas concretas de operación de la “determinación en última instancia” por parte de la economía en el proceso histórico real no terminaron de ser cabalmente explicadas por Althusser y sus discípulos. Véanse especialmente los capítulos IV (“Los defectos de la economía clásica. Bosquejo del concepto de tiempo histórico”) y V (“El marxismo no es un historicismo”) de Para leer El Capital. Págs. 101-157. 8 No sucedía lo mismo con respecto a la obra de Michel Foucault, de quien Vilar deploraba su profunda ignorancia acerca de la materia histórica y el escaso fundamento empírico y teórico de sus elaboraciones. Véase su artículo “En los orígenes del pensamiento económico: las palabras y las cosas”, incluido en Economía, Derecho, Historia (1983). Págs. 87-105. También en el artículo que estamos analizando aquí, en el parágrafo titulado “¿Michel Foucault o Lucien Febvre? Los tiempos del saber”, págs. 200-202. 9 Vilar repetía incansablemente que él había llegado al marxismo desde su labor como historiador, constatando en su trabajo empírico la pertinencia del método empleado por Marx y no a la inversa. 10 El título original inglés de su Historia del siglo XX es Age of extremes. The short twentieth century. 1914-1991. 11 Vilar, P. (2004-B), pág. 29. Cursivas en el original. 12 “Acerca de los conceptos fundamentales del materialismo histórico”, en: Althusser, L. (1998), págs. 217-335. 13 Vilar profirió esta exclamación frente al reproche que le dirigiera el filósofo griego Nikos Poulantzas, discípulo de Althusser, en un debate realizado en Atenas en los años ‘60, según narra en una conferencia del año 1987 contenida en Vilar, P. (2004-B), págs. 68-69. 14 Citado en Hermida Revilla, C. (2006), “Apéndice”, pág. 59. 15 Véase Caínzos López, Miguel (1989). 16 Puede verse, por ejemplo, su trabajo La Francia de Napoleón, en el que estudia los aparatos ideológicos del Estado durante el período napoleónico utilizando categorías althusserianas. A pesar de su brevedad, son muy interesantes las reflexiones planteadas por Soboul en un coloquio sobre el estructuralismo y los hombres en el que participó junto a Labrousse, Lucien Goldmann y Pierre Vidal Naquet, entre otros (Soboul, 1969). 17 Las influencias althusserianas en Duby son manifiestas y explícitas en su trabajo Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo, publicado en francés en el año 1978. 18 Véase su artículo “Historia del derecho, historia ‘total’”, en Vilar, P. (1983), págs. 106-137. 19 Althusser, como marxista convencido y consecuente, también era partidario de esta idea, recordemos que consideraba a la filosofía como “un arma para la revolución”. Althusser, L. (1994). Su rescate del pensamiento filosófico y epistemológico de Lenin también es testimonio de esto. 20 Es lo que puede apreciarse en su artículo de revisión sobre la cuestión de los aparatos ideológicos de Estado publicado en el año 1978. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Presentación del estado de las investigaciones - Período 2006 Exposiciones realizadas durante el Seminario realizado en el Instituto de Historia Antigua y Medieval los días 27 y 28 de Noviembre de 2006 “Ortodoxias y herejías entre los siglos iv y vi d.c” Hugo Zurutuza (Director Sección Historia Antigua) El siglo IV, con la multiplicación de controversias y fracturas al interior de la comunidad cristiana, fue el escenario de numerosos exilios. La mayoría de ellos fueron generados por motivos religiosos. La más temprana y manifiesta intolerancia cristiana no tuvo como víctima a los paganos, sino a los cristianos considerados heréticos. La intolerancia entendida no como una cuestión de principios sino de hecho, como una disposición para poner en marcha medidas violentas y represivas contra el oponente. La respuesta al problema no fue novedosa: consistió en un recurso habitual en la tradición imperial romana, el uso de la ley como instrumento, dirigido ahora para fortalecer el poder episcopal frente a la comunidad, y en el patrocinio imperial de los concilios, cuyos acuerdos y sentencias fueron impuestos por la coerción del Estado. Coincidimos con María Victoria Escribano en “Disidencia doctrinal y marginación geográfica en el s. IV d.C. Los exilios de Eunomio de Cizico”, que los exilios sucesivos de los obispos disidentes durante la polémica arriana del siglo IV permiten no sólo reconocer las formas que asume el alejamiento coercitivo en el derecho tardío cuando se aplica al herético -fundamentalmente el exilio temporal o relegatio, la deportación y la repatriación- sino también evidenciar la estrecha vinculación entre disidencia religiosa y persecución política en el transcurso de la controversia arriana con la implementación de la marginación espacial como estrategia para neutralizar o erradicar tanto las rivalidades religiosas como la eliminación de los adversarios políticos. Estos enfrentamientos dieron lugar a sanciones conciliares y disposiciones imperiales contra la disidencia religiosa, cuya aplicación hizo de la condición de exiliado una experiencia común a muchos obispos y del exilio la topografía específica del herético, y también sostenemos que la controversia arriana además de ser un debate teológico, devino también un conflicto de competencias entre sedes episcopales, un enfrentamiento entre figuras carismáticas, a la vez que una confrontación entre matrices culturales diferentes, pars occidentis v. pars orientis. Por lo tanto, el exilio constituyó una clara manifestación de intolerancia, además de ser un instrumento de represión contra el oponente. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] En el concilio de Nicea de 325 se sancionó el símbolo de fe que aprobado por los obispos como canon de ortodoxía desencadenó represalias contra todos los que se negaron a suscribirlo: en particular la práctica de discriminación analizada. En pocos años este conjunto de situaciones que desembocó en un violento enfrentamiento entre Constancio y los obispos, visibiliza una crítica situación en la que los participantes estaban compitiendo por la distribución del poder en el nuevo imperio cristiano. Una situación problemática debió afrontar el emperador Constancio II, especialmente al quedar como el único protagonista, después de la muerte de su hermano Constante (350) y de la derrota definitiva y posterior suicidio del usurpador Magnencio (353), cuando desde el poder definió, con algunas vacilaciones, su propia ortodoxia, profundizando así las fisuras del conflictivo espacio cristiano, alterado desde la adopción del símbolo niceno. Se reforzaba entonces la contínua ingerencia del príncipe en los asuntos de la Iglesia, el control de la elección de los obispos de las sedes más importantes y también la búsqueda de compromisos doctrinales con la intención de resolver o al menos disminuir la controversia teológica, todo esto concretado con la fuerza del brazo secular por él controlado y poniéndose del lado, como ya señalamos, de una parte determinada del cuerpo eclesiástico: los arrianos, que tampoco configuraban un conjunto doctrinalmente homogéneo, integrado por homeusianos, homeos y anomeos, entre las principales tendencias, todos dispuestos a enfrentarse a los adversarios nicenos. La personalidad de Constancio II atrajo en torno a él, tanto a personajes independientes que con valor e intransigencia se opusieron a su política religiosa, v.g. Atanasio y Lucifer, como a sujetos obsecuentes que por sus propios intereses o por otros motivos no discutían sus acciones que, en general, ellos mismos habían generado o por lo menos alentado, como en el caso de sus nefastos consejeros palatinos ilíricos, Germinio de Sirmio, Ursacio de Singidunum (actual Belgrado) y Valente de Mursa (actual Eszeg u Osijek, antigua Yugoeslavia). Otro momento crítico, el siglo VI, con la continuidad de disputas y divisiones dentro del inestable espacio cristiano, fue el escenario de nuevas marginaciones. La intolerancia también irrumpía como consecuencia del denominado Cisma de los Tres Capítulos que involucraba también la intervención del Imperio Romano de Oriente y el enfrentamiento de los obispos en discusiones teológicas que encubrían las características ambiciones políticas tanto de las sedes episcopales orientales y como de las occidentales. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “Chronistica y exempla: El demonio en la crónica de Fray Salimbene de Parma” Horacio Botalla (Investigador UBA) Durante el Medioevo, el diablo ha constituido el principal arquetipo de monstruosidad para el imaginario social Sin embargo, lo que parece reconocerse, en definitiva, es un significativo cambio en la concepción del aspecto demoníaco en sus apariciones que potencia el carácter de seductor y gran perpetrador de engaños. El demonio cuya aparición estaba marcada por los rasgos monstruosos se mimetiza ahora entre los hombres para consumar sus tentaciones. En ese nuevo horizonte las notas que lo delatan resultan más sutiles y exigen, al mismo tiempo, capacidades espirituales especiales. El siglo XIII conoció en el Occidente europeo el auge de un horizonte de género de singular proyección en el espacio social: la literatura de exempla. La intención ejemplar en los textos era, ciertamente, antigua y prestigiosa: De hecho empezó a erigir sus cimientos ya a partir del siglo VI con obras como los Dialogi del papa Gregorio I Magno y se hacía presente en las más diversas formas genéricas en la medida que se procurara una modificación deseable en la conducta de los individuos. En el transcurso del siglo XIII se asiste a una especial conciencia de ciertos grupos de la necesidad de encauzar actitudes y prácticas en consonancia con nuevas interpretaciones de los imperativos intrínsecos a ciertos modos de accionar. La Iglesia se encontraba particularmente preocupada por esta labor y esto resultó notorio en la actividad de algunos de sus grupos y cuadros. En este sentido, se habría de destacar el protagonismo de las órdenes mendicantes en los planos más diversos de la actividad de la Iglesia en el siglo XIII. Desde el ámbito letrado a las prácticas de contacto más estrecho con la grey, franciscanos y dominicos asumieron un papel en que sobresalía su gran plasticidad para adaptarse a los más diversos perfiles sociales. Justamente, uno de los rasgos principales de la actividad de las órdenes mendicantes fue, sin duda, la predicación, por lo cual debieron desenvolver prácticas específicas para su ejercicio así como procedimientos formativos acordes con ella. La práctica de la predicación no suponía en general una labor de improvisación absoluta, constituía un recurso oral regido por la escritura e involucraba no un mero conocimiento de la Sagrada Escritura y de los Padres y exegetas sino, más bien, su reconfiguración en obras de mediación que proporcionaban diversos tipos de ordenamiento temático. Se desarrollaron formas sistematizadas de agrupar temas y relatos, cada vez más numerosos, a los efectos de facilitar su utilización. Consecuentemente también, el período conoce una intensa actividad de compilación de literatura de exempla, como en los casos de Etienne de Bourbon o de Jacques de Vitry. En el espectro de los testimonios de los miembros de la Orden de los Frailes Menores se destaca indudablemente la Chronica del fraile parmense Salimbene de Adam cuya singularidad se asienta no Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] solamente en lo vívido de las experiencias plasmadas en el texto sino también en el peso específico que trasunta una de las dimensiones de esa experiencia, su quehacer de predicador. Esta práctica junto a su interés por la escritura y su textualidad polifónica convergieron en su atención hacia la lityeratura de exempla. La configuración textual de la Chronica de fray Salimbene muestra un marcado perfil aluvional con diferentes formatos de género inscriptos en la matriz formal de la línea cronológica. El autor relaja el orden analístico al punto de otorgar a su obra un carácter misceláneo y, en este plano, incorpora abundantes materiales vinculados con una de sus tareas primordiales, la predicación. Precisamente, esto explica la profusa trama de remisiones bíblicas y su implementación en discursos de corte homilético y didáctico como lo es la literatura de exempla. En el final de estas breves notas no puede evitarse la consideración del diablo en las palabras de Arturo Graf como un “Proteo infernal” El principal aspecto en relación al tema que nos ocupa tiene que ver con esta atenuación o mitigación de la imaginación teratológica en relación con el demonio. Hay dos aspectos aquí a tener en cuenta a saber, la utilidad literaria que habilitaba este polimorfismo diabólico y, por otro, la relación que se establece entre cotidianeidad de la presencia del diablo y su principal accionar a través del engaño. Este hecho tiene significativas consecuencias en las conductas que debe incorporar el individuo para descubrir y resistir esos ardides y abre tanto un amplio marco de posibilidades narrativas-incidentales y proyecciones formativas en el creyente que permitían potenciar la inserción escogida por los mendicantes en el espacio social para desenvolver su actividad. Frente a la ejemplaridad hagiográfica que pone su énfasis en el fundamento positivo de la virtud, este conjunto de exempla llama la atención sobre la presencia del demonio como obstáculo constante de su práctica. Sería necesario reflexionar sobre las consecuencias de este nuevo hincapié en plano de las mutaciones de la religiosidad en los siglos finales del período medieval. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “Tópicos literarios y estilísticos en la correspondencia de Gregorio Magno” Liliana Pégolo (Investigadora UBA) En variadas ocasiones nos referimos a Gregorio Magno como uno de los últimos hombres del Tardoantiguo no sólo por su forma de visualizar los problemas que atañen al Imperio, a su antigua capital, Roma, y a la defensa del patrimonio de San Pedro; sino también por el modo en que comunica su relación con los diversos actores sociales y la dicotómica inserción en una existencia mundana y los afanes monacales. Su Regestum, es decir, el amplio conjunto de cartas que acompaña su gobierno en el obispado romano, permite observar esa compleja comunicación a través de la cual construye un entramado socio-político y económico, del que no es ajeno lo eclesial y lo dogmático Entre la correspondencia más cercana al momento de su asunción en el cargo como obispo de Roma, a finales del siglo VI, se analizarán en la presente comunicación dos epístolas, pertenecientes al L. I del Registrum epistolográfico ( la I, 5 enviada a Teoctista, la hermana del emperador Mauricio, y la I, 41 cuyo remitente es el apreciado Leandro, quien convertirá a la realeza visigoda). En ambas epístolas se advierte una mixtura genérica, ya que es plausible considerarlas como cartas privadas o personales y, al mismo tiempo, filosóficas por el carácter didáctico y expositivo de las mismas. Gregorio, conforme al espíritu paulino del epistolario argumentativo y retórico del apóstol, fusionó los géneros epistolográficos que los antiguos “réthores” habían clasificado en torno a “lo público y lo privado”. Por otra parte no es de extrañar que la reunión de marcas genéricas disímiles, sea una de las tantas características tardoantiguas que se advierten en la correspondencia gregoriana. La habilidad pastoral de Gregorio, que se valió de estrategias discursivas como el hecho de trastocar los moldes retóricos de la clasificación genérica, supo incluir la dicotómica experiencia del pontífice, conviertiéndose en un “yo” confesional mortificado por haber tenido que renunciar a sus intereses ascéticos para hacerse cargo de las cuestiones de la política eclesiástica de su tiempo. Esta dualidad de santidad y participación de los asuntos de Estado es una característica del Occidente cristiano, no ajena para quienes formaban parte de las clases aristocráticas. Al respecto, Salvatore Pricocco afirma que la esperanza de salvación en el monasticismo occidental se relacionaba con una fuerte presencia aristocrática ya desde las primeras comunidades monacales. Los nobles y la clase terrateniente se retiraban junto a su servidumbre para continuar con un determinado estilo de vida, en el que la comunión con las lecturas bíblicas y la reflexión sobre las mismas, no significó más que la transformación del otrora otium clásico (1). Además de las lecturas testamentarias, esta clase emparentada con la nobleza senatorial, que se había formado en las escuelas de gramática y retórica imperiales, había asimilado el canon de los autores antiqui, entre los que se hallaban Virgilio, Cicerón, Horacio, Séneca y otros llamados poetae “novi” por Servio (s. IV), tales como Persio y Juvenal. La lista de los autores que se leían en las Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] escuelas se fue ampliando progresivamente hasta el siglo XIII, tal como recuerda Ernst Curtius (2), incluyendo en un determinado orden, a escritores paganos y cristianos. Cabe recordar que un personaje tan influyente en el monasticismo occidental como Juan Casiano, en su peregrinatio por Oriente, a finales de la cuarta centuria, afirma haberse acompañado por la poesía virgiliana que conoció en su formación retórica, formación esperable para un hombre de su condición social y económica (3). Ya en el siglo VI, particularmente en la primera mitad, la retórica entra, en Italia, en contacto con la vida política a través de la labor de Casiodoro, quien funda el Vivarium, en el que se consagra al estudio de la teología y de las ciencias profanas. Sin embargo no debe olvidarse que la enseñanza que se impartía en las escuelas era de carácter compendiario, por lo tanto se trabajaba con un conjunto de preceptos estilísticos y un reservorio de figurae con las que se adornaban los discursos. El ornatus, según Quintiliano, VIII, 3, es la suprema aspiración de los que escriben y seguirá siéndolo hasta el siglo XVIII (4); por lo tanto la escuela conserva el arte de la retórica como un “legado de autoridad” del que se echa mano, sobre todo en lo que atañe a las figuras de expresión y de contenido, que reciben el nombre particular de topica (5). Los tópicos son fórmulas temáticas que forman parte del llamado por Umberto Eco depósito de técnicas argumentales que el cuerpo social asimila, pues brindan soluciones codificadas y confirmadas por el código del que se parte en la construcción del discurso (6). Es así que al comienzo de la epístola I, 5, Gregorio se vale del denominado tópico de la “falsa modestia” (7) para ganarse la buena voluntad de su interlocutor, en este caso, la hermana del emperador Mauricio, con la que se había relacionado durante su permanencia en Bizancio. Esta fórmula, conocida más vulgarmente como captatio benevolentiae, es estimada por el mismo Cicerón en De inventione I, 16, 22 (8) para su utilización en la apertura del discurso, ya que es conveniente que el orador se presente con una actitud humilde y suplicante ante sus interlocutores. Así se inicia la epístola: Mens mea vestrae venerationi quanta devotione substernitur, explere verbis nequeo, nec tamen me prodere laboro (9), Seguidamente Gregorio se lamenta ante su interlocutora por haber sido reducido a una condición mundanal, utilizando para ello de formas verbales pasivas y medias a través de las cuales deja traslucir su reducción forzosa o su meditativa reflexión, las cuales han sido objeto de las convergencias temporales y los avatares políticos que se desencadenaron en la península itálica ante la invasión lombarda. Así se expresa el pontífice sobre el “exilio” de la continencia monacal, utilizando el recurso de la variatio, paralelismos sintácticos y otros valores semánticos insertos en el plano figurativo, tal como sucede en términos como color: Miror autem, quod in me conlatas dudum continentias vestras ex hac moderna pastoralis officii continentia distraxistis, in qua sub colore episcopatus ad saeculum suum sum reductus, in qua tantis terrae curis inservio, quantis me in vita laica nequaquam deservisse reminiscor (10). Este pasaje ejemplifica la estructura dicotómica que presenta la epístola ya que, sobre la base de antinomias topográficas que representan la necesidad obligada de exhibirse al mundo y el deseo reprimido de la inclusión monacal, Gregorio instala otra oposición basada en “el arriba y el abajo”, Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] por la cual se siente excluido del goce que lo lleva a la divinidad, al tiempo que advierte desplomarse interiormente: Alta enim quietis meae gaudia perdidi et intus corruens ascendisse exterius videor (11). Por medio de esta “geometrización” del espacio mental, el pontífice simboliza psicológica y filosóficamente los territorios de su desgarramiento y hostilidad frente al mundo (12), característico de la angustia confesional del Tardoantiguo. Excluirse del “afuera” supone la elevación hacia la divinidad y el abandono por parte del espíritu de todo aquello que, por medio de una gradación, está representado a través de términos como mundum, carnem, fantasmata corporis. En el cuerpo de la epístola, Gregorio hace uso de citas bíblicas conforme al contenido exegético y pastoral de la misma; en este caso la intimidad de su palabra está en consonanacia con el sentido alegórico que aplica a los pasajes testamentarios; por ejemplo el tópico del “retornar a la casa” que pertenece a Marcos 5, 19 es utilizado por el pontífice para interrogarse sobre la posibilidad de volver a la predicación, pues se siente imposibilitado de recogimiento (13). Una imagen sálmica de interés, como es el motivo de la “rueda”, que se halla también en la concepción estoica sobre el azar de la vida humana, es interpretada por Gregorio como una representación de las variabilidades de la vida humana y la vanidad de la gloria terrenal (14). Siguiendo con lo que podría denominarse, una antropología de la imaginación según Bachelard (15), nos referiremos brevemente a la epístola I, 41, en la cual Gregorio utiliza el motivo de la “nave del Estado”, motivo literario tradicional cuyo origen se remonta a la lírica griega arcaica. En esta carta de abril del año 591, que tiene como destinatario al obispo Leandro, pueden reconocerse una serie de imágenes relacionadas con el gobierno de un barco en medio de los avatares de una tormenta. Esta imaginería se relaciona también con la épìca virgiliana, sobre todo si se tiene en cuenta cómo la tormenta con que se abre la Eneida, se constitutyó en un motivo transitado no sólo en lo literario, sino también en la plástica. Gregorio inicia su epístola, la cual es una respuesta a una anterior enviada por el obispo español, conversor de Recaredo, rey de los visigodos, haciendo conocer a su remitente los avatares que debe sufrir en el cumplimiento de su labor pastoral y política: Tantis quippe in hoc loco huius mundi quatior, ut vetustam ac putrescentem navem, quam regendam occulta Dei dispensatione suscepi, ad portum dirigere nullatenus possim (16). Con metáforas que aluden a la posibilidad del naufragio, el pontífice demuestra con una actitud de modestia, la dificultad del momento presente. Como puede advertirse, el remitente combina diversas figuras retóricas a nivel de contenido y también de expresión, tales como la organización anafórica de las frases y su estructura paralela en cuanto a la repetición del adverbio temporal nunc: Nunc ex adverso fluctus inruunt, nunc ex laterecumuli spumosi maris intumescunt, nunc a tergo tempestas insequitur (17). Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Al igual que en la epístola I,5, Gregorio insiste en la turbación de su espíritu y en la obligación a la que fue sometido a la que alegoriza con la imagen del timón de la nave, la cual está amenazada por la “sentina de los vicios”. El “yo” se lamenta por la pérdida de la quietud (18), aún cuando está respondiendo en una circunstancia bastante grata, ya que el bautismo de la corte visigoda supone el control, para la causa de la iglesia católica, de otra de las zonas del antiguo Imperio: Interque haec omnia turbatus cogor modo in ipsa clavum adversitate dirigere, modo, curvato navis latere, minas fluctuum ex obliquo declinare. Ingemisco, quia sentio, quod negligente me crescit sentina vitiorum, et tempestate fortiter obviante iamnumque putridae naufragium tabulae sonant (19). A partir de esta declaración de desasosiego, el interés del pontífice es la solicitud al destinatario para que lo continúe acompañando en su labor política y misional, con lo cual se cierra el exordio plagado de tópicos comunes que Gregorio recrea en su circunstancia comunicativa particular. Hasta aquí el sucinto comentario de estas cartas, que no son las únicas en las que se puede advertir la presencia del aparato retórico heredado; tan sólo se trata de un acercamiento a las fuentes que permiten recrear circunstancias personales y sociales. El conocimiento de la lengua profundiza dicho acercamiento con la intención de echar luz en la “mirilla” particular de la epistolografía gregoriana. 1) Salvatore Pricoco, “Le trasformazioni del monachesimo occidentale fra Tarda Antichità e Alto Medioevo” en Morfologie sociale e culturali in Europa fra Tarda Antichità e Alto Medioevo. Spoleto, 1998. T. Secondo, pp. 787-788. 2) Ernst Curtius, Literatura europea y Edad Media latina. México, 2004. Tomo 1, III. “Literatura y enseñanza”, pp. 79-80. 3) Agostino Pastorino, “I temi spirituali della vita monastica in Giovanni Casiano”. Civiltà Classica e Cristiana. Anno I, Nº 1, Aprile, 1980, pp. 125ss. 4) Idem (2), IV. “Retórica”, p. 110 5) El tradicional tratado de María Rosa Lida, La tradición clásica en España. Barcelona, 1975, “Perduración de la literatura antigua en Occidente”, p. 305, se define topica como el catálogo histórico del lugar común, entendiéndolo como una de las claves de la unidad cultural europea 6) Umberto Eco, La estructura ausente. Introducción a la semiótica. Barcelona, 1989. 5 “El mensaje persuasivo: la retórica”, p. 171. 7) Idem (2). V “Tópica”, pp. 127ss 8) De inv. I, 16, 22: prece et obsecratione humili ac supplici utemur (“nos valdremos de ruegos y súplicas humildes”). 9) “Con cuánta devoción se somete mi mente a vuestra veneración, no soy capaz de llenar de palabras el pensamiento, y sin embargo no me ocupo en transmitirlo,”). Cabe aclarar que la fórmula sententias explero es de uso retórico y aparece en otro de los tratados retóricos de Cicerón, Orator 168 con el valor de “dotar al pensamiento de una forma plena”. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] 10) “Mw admiro no obstante, porque distrajisteis sobre mí vuestras continencias reunidas después de esta reciente moderación del oficio pastoral, en la cual bajo el aspecto del episcopado he sido reducido al siglo, en la cual me pongo al servicio de tantas preocupaciones terrenales, cuantas no recuerdo haber servido de ningún modo en la vida laica.” 11) “Pues perdí los elevados goces de mi quietud y me parece que he ascendido más exteriormente mientras me derrumbo en mi interior.” 12) Gastón Bachelard: La poética del espacio. México, 2000. IX, pp. 185-186 13) Sed quid inter tot terrenas curas valeat Dei miracula praedicare, cum iam mihi difficile sit saltim recolere? (“¿Pero quién entre tantas preocupaciones terrenales tendría fuerzas para predicar los milagros de Dios, cuando ya para mí es difícil ejercitar de nuevo el espíritu?”). 14) Peccator ergo cum in praesenti vita profecerit, ut rota ponitur, quia in anterioribus corruens ex posterioribus elevatur. (“En consecuencia, aunque el pecador haya crecido en la vida presente, cuando es puesto en la rueda, pues derrumbándose en anteriores circunstancias, es elevado en las posteriores.”). 15) Idem (11), pp. 188ss. 16) “Por cierto soy sacudido en este lugar de este mundo por tantos oleajes, que a la vetusta y pútrida nave, que recibí por un secreto designio de Dios, no podría de ninguna manera dirigirla a puerto.” 17) “Ahora por el lado contrario se precipitan las olas, ahora desde el costado los cúmulos espumosos del mar se elevan, ahora desde atrás sigue la tormenta.” 18) Flens reminiscor, quod perdidi meae placidum litus quietis, et suspirando terram conspicio, quam tamen rerum ventis adversantibus tenere non possum. (“Llorando rememoro, que perdí la playa tranquila de mi quietud, y suspirando percibo la tierra, la cual sin embargo no puedo tener por los vientos adversos de las cosas.”). 19) “Y perturbado entre todas estas cosas soy obligado, no sólo, a dirigir el timón en esta misma adversidad, sino también con el costado curvado de la nave, a desviar las amenazas de los oleajes por un camino oblicuo. Gimo, porque siento, que negligentemente me crece la sentina de los vicios, y por la tempestad que se me opone muy fuertemente las tablas pútridas después de tanto tiempo anuncian el naufragio” Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “La tradición en el decretum de Burchard de Worms: Una lectura crítica” Andrea Vanina Neyra (becaria CONICET) La tradición juega un papel fundamental en la transmisión del saber en tiempos medievales, pero una las hipótesis de nuestra investigación doctoral sobre las supersticiones en el Decretum del obispo Burchard de Worms (1) es que éste la utilizó para legitimar su obra -como era usual entre los autores de la época-, a la vez que introdujo elementos nuevos. El tema ya había sido trabajado en otras oportunidades, pero con una lectura más lineal, vinculada con el análisis de las manifestaciones del propio Burchard al respecto. A partir de la lectura de nueva bibliografía se ha podido releer el documento desde una perspectiva mucho más compleja y rica, lo que resultó en una reformulación y revisión de algunas ideas anteriormente manifestadas. Una polémica cruza la problemática: muchos historiadores creen encontrar solamente repetición y copia en las obras medievales, mientras que otros afirman que, no obstante el uso de topoi y la redundancia en la información transmitida, podía quedar un espacio para algún tipo de innovación (introducción de tópicos nuevos o de nuevos sentidos). En efecto, Burchard constituye un claro ejemplo de este último caso. El Prólogo del Decretum –el primero que explicita una clara intención educativa- pone de manifiesto el método, las fuentes utilizadas y los objetivos del compilador: se trataba de guiar el trabajo de los sacerdotes, que carecían de un texto único y ordenado al cual recurrir. Por otra parte, la queja acerca del desacuerdo y la confusión reinantes en los cánones y en los textos utilizados por los sacerdotes era a menudo un topos en las colecciones canónicas que justificaba la necesidad de un nuevo texto. Con respecto a las fuentes -de una variedad notable en cuanto a su origen-, el obispo wormaciense declara haber simplemente agrupado reglas de la Patrística y de los cánones. Sin embargo, bajo una mirada detallada, queda claro que el respeto por la tradición que se afirma cumplir no tiene mucha relación con la realidad. Numerosos investigadores han aportado cuantiosos ejemplos de modificaciones textuales y de orden en la copia, omisiones, adiciones, cambios de inscripciones, gracias a los cuales se confirma que estos métodos estaban extendidos y hasta algún punto aceptados, si bien eran disimulados. El uso arbitrario de las autoridades puede darse en diferentes niveles y en cualquiera de los elementos que conforman las colecciones canónicas sistemáticas que comenzaron a difundirse a fines del siglo IX y de las que el Decretum es una clara muestra: en la inscriptio (atribución) de la cita a una u otra colección anterior, en la copia del texto en sí mismo con modificaciones, en la fragmentación del texto original, etc. En algunas oportunidades, las modificaciones no se debían al Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] nuevo compilador, sino a aquél al que este recurría como autoridad. En el caso específico de Burchard de Worms, constatamos la presencia de causas no intencionales e intencionales en las variaciones. Las primeras tienen generalmente como motivo la dependencia de fuentes intermediarias, como Regino de Prüm, la Collectio Anselmo Dedicata y Rábano Mauro. En relación con el segundo tipo de causas -las intencionales- las modificaciones se deben básicamente a la valoración de las autoridades. A pesar de que la jerarquía de las mismas no es clara ni fue explicitada, parece ser que el obispo optó por darle fuerza a su trabajo a partir de la atribución de los cánones a instancias jerárquicas antiguas o elevadas, como a concilios antiguos, a los Padres y a papas, evitando siempre explicitar el uso del derecho secular. Las Santas Escrituras parecen haber disfrutado del lugar más elevado en la valoración de las autoridades, al menos en los tiempos que nos atañen. Greta Austin (2) afirma que esto se manifiesta de una manera particular en Burchard, cuyo interés teórico en la Biblia se ve reflejado en su escrito; así, parte de los principios generales presentes en ella para guiar la solución de los tres problemas de las colecciones anteriores al Decretum identificados en el Prefacio, a saber: la falta de autoridad, la discordancia de los cánones y la falta de soluciones concretas para los problemas cotidianos. Otras autoridades relevantes para Burchard fueron los Padres de la Iglesia, los Papas, los concilios (que representaron un estimado referente autoritativo) y apenas tres penitenciales (el Penitencial Romano, el Penitencial de Teodoro y el Penitencial de Beda), si bien incorpora cánones recientes de concilios germánicos y francos y colecciones cercanas a su tiempo. Ésta es una estrategia usada reiteradamente: cuando un canon proviene de una fuente de dudosa o escasa autoridad -o del derecho secular- sencillamente se cambia la atribución y se le atribuye una proveniencia de mayor prestigio. La prudencia también se da en cuanto a escritos de origen reciente; esta puede también ser la explicación del hecho de que Burchard no indique cuáles son sus fuentes intermediarias. Un caso paradigmático es el capítulo 5 del Liber XIX, generalmente caracterizado como inspirado en Regino. Cabe preguntarse sobre las razones por las cuales el obispo de Worms no pone ninguna inscriptio –tratándose de uno de los pocos casos en todo el Corrector (apenas tres en total). Creemos que en parte se debe no sólo a la cercanía temporal de la obra de Regino, sino también al hecho de que el interrogatorio penitencial allí expuesto fue considerablemente ampliado y remodelado (3). Paul Fournier destaca la “originalidad” del libro XIX en el hecho de que procede de los otros libros del Decretum en cuanto a temáticas y orden de exposición (4). Entonces, el objetivo del proceder con los textos es la búsqueda de claridad en la exposición y el intento de evitar la conocida contradicción entre los cánones que, frecuentemente, eran reunidos en una obra sin tener en cuenta que, en realidad, podían ser incompatibles. De acuerdo con Wilfried Hartmann, “Burchard von Worms, der ein einheitliches Werk ohne innere Widersprüche herstellen wollte, hat der dissonantia und der discrepantia der Kanones dadurch abzuhelfen gesucht, daß er die Texte veränderte und interpolierte.” (5) También se conseguía acomodar los textos a las necesidades contemporáneas y, así, conferirles una mayor utilidad. Burchard de Worms se mantuvo dentro de los parámetros aceptados por la élite intelectual en el Medioevo. Según Peter Landau, “… Burchards Aktivität kann nur quantitativ als ungewöhnlich groß bezeichnet werden. Bereits Regino von Prüm hatte bei der Rezeption von Bischofskapitularien die Herkunftsangabe stets verändert; Inskriptionsveränderungen waren auch in kleineren deutschen Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Sammlungen des 10. Jahrhundert häufig…” (6). En el Decretum, como así también específicamente en el Corrector, pudimos verificar los métodos extendidos entre los escritores y colectores de colecciones canónicas. Este manejo ambiguo de la tradición, cuyas autoridades destacadas eran respetadas, pero a la vez modificadas o falsificadas, se relacionaba íntimamente con los objetivos de los autores y compiladores. En el caso de Burchard, a través de estos métodos se lograron los objetivos planteados en el Prólogo: darle forma a una colección con autoridad (si bien falseada), sin contradicciones y útil para los religiosos. 1) Burchard de Worms fue obispo en dicha diócesis entre los años 1000 y 1025. 2) AUSTIN, Greta. “Jurisprudence in the Service of Pastoral Care: The Decretum of Burchard of Worms”, en: Speculum. A Journal of Medieval Studies. Juli 2004. Vol. 79, N° 3. The Medieval Academy of America. Cambridge, Massachusetts, págs. 929-959 (EMMERSON, Richard K. (Editor)). 3) Aunque algunos estudiosos opinan que Burchard tomó un penitencial que ya estaba en circulación, no logran definir cuál sería. 4) FOURNIER, Paul. Mélanges de droit canonique. 1. Aalen, Scientia, 1983. (En dos volúmenes). 5) HARTMANN, Wilfried. “Autoritäten im Kirchenrecht und Autorität des Kirchenrechts in der Salierzeit”, en: WEINFURTER, Stefan. Die Salier und das Reich. III. Gesellschaftlichen und ideengeschichtlicher Wandel im Reich der Salier. Sigmaringen, Jan Thorbecke, 1991, pág. 431. 6) LANDAU, Peter. “Gefälschtes Recht in den Rechtsammlungen bis Gratian”, en: Kanones und Dekretalen. Beiträge zur Geschichte der Quellen des kanonischen Rechts. Goldbach, Keip Verlag, 1997. Bibliotheca Eruditorum, 2, pág. 30. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “Mutaciones prácticas y conceptuales en torno a la definición de la humanidad en el mundo griego” Julián Gallego (Investigador CONICET – UBA) Nuestra línea de trabajo en torno a las mutaciones en el sentido práctico de la idea de hombre en la Grecia clásica parte de la propuesta conceptual que postula que el sentido situacional de una idea radica en la red de prácticas en la que dicha idea circula, y que la instituye como tal. En esta sentido, una de las tesis más impresionantes del libro Pensar sin Estado de Ignacio Lewkowicz (Paidós, 2004) es aquella que plantea una transformación en el sentido práctico de la idea de hombre. Si hoy en día no es la explotación sino la expulsión la que ocupa el lugar fundamental en las situaciones sociales, es porque, justamente, un a veces imperceptible deslizamiento ha habilitado la posibilidad de unas prácticas sociales que nos abisman: “no todos los biológicamente homo sapiens son socialmente hombres”. Los registros de este desplazamiento son diversos. Las naciones, otrora organizadas sobre la base de una ciudadanía declamada como universalmente aplicable a cada ser humano y garantizada legalmente por Estados soberanos, desdibujan sus fronteras, tanto literal como metafóricamente, ante el avance de espacios “integrados” por los mercados. La figura del consumidor emerge como base de estos espacios, delimitando un marco global, sí, pero al que no se accede mediante la aplicación de un derecho sino mediante la posesión de capital. Si en teoría la humanidad entera es potencialmente consumidora, es una condición práctica mercantil la que habilita el acceso al consumo, condición tanto más aleatoria por cuanto que depende del propio mercado. La ecuación, en definitiva, es la siguiente: se es socialmente hombre si se es consumidor, y se es consumidor si se accede al mercado. Quienes queden excluidos no serán simplemente no consumidores sino que socialmente habrán caído fuera de la humanidad instituida. Las cárceles, otrora al servicio de un Estado apoyado sobre la idea de ciudadanía y destinadas, por ende, a reconvertir al reo en un ciudadano útil, se han transformado en depósito de presos. La exclusión de la humanidad instituida se consuma como expulsión que clausura la posibilidad de humanización, según las pautas socialmente vigentes, de aquellos que, fuera de las cárceles, podrían aleatoriamente incluirse en el mercado mediante alguna forma de consumo, es decir, volverse humanos en tanto que consumidores. Ciertamente, en abstracto parecería tratarse de una mera cuestión volitiva: quien se lo propone puede incluirse. Pero, en realidad, la dinámica mercantil genera la exclusión/expulsión como una situación que se reproduce, incluso de manera ampliada, y que potencia el “no-retorno” al mercado y al consumo. Que algún ejemplo muestre que alguien logró zafar de esta condición no desdice sino que, en rigor, reafirma la capacidad de interpelación ideológica de la figura de la humanidad consumidora. Así, el tránsito por las sinuosidades de la subjetividad instituida, esto es, el “tipo de ser Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] humano que resulta de las prácticas discursivas propias de una situación”, no produce ningún punto de subjetivación, esto es, un plus, un algo más, que “permite criticar o desarticular o ir más allá o destotalizar ese tipo de humanidad específica que se ha instituido en esa situación”. A partir de esto, el problema central tratado en esta investigación consiste en que con el desarrollo del imperialismo ateniense y la Guerra del Peloponeso (así como las guerras por la hegemonía durante el siglo IV), tanto en las prácticas de esclavización como en sus representaciones culturales comienza a ponerse en ruptura el prejuicio que igualaba al esclavo con el bárbaro o el no griego. En efecto, en la medida en que se empieza a establecer que no hay diferencias naturales entre griegos y bárbaros, la guerra entre griegos termina generando la esclavización de unos griegos por otros. Este proceso se liga al catastrófico derrumbe de las prácticas políticas de la pólis en tanto marco que había servido para la definición de la humanidad griega. Puesto que la esclavitud constituyó la forma más radical de des-investidura de la humanidad que podía ser imaginada y practicada en la Grecia antigua, cuando la esclavización comenzó a esparcirse sobre los propios griegos se transformó en el fenómeno más vívido en términos del nuevo sentido práctico que la idea de hombre había progresivamente adquirido. En efecto, en la red de prácticas en la que se inscribía la esclavitud, la deshumanización constituyó un reaseguro para la dominación. El problema apareció con la extensión de este criterio sobre los propios griegos, con la consiguiente exclusión de quienes habían estado incluidos en la idea práctica de humanidad griega. Así, los cambios verificados en el estatuto de la esclavitud remitían en última instancia a las alteraciones en la disposición práctica de la idea de hombre. Por otra parte, en el mismo contexto histórico de la pólis tardía, marcado por la esclavización de unos griegos por otros, la liberación de los mesenios, que habían estado dominados por los espartanos, permite poner de relieve desde otra óptica las transformaciones ya aludidas en el sentido práctico de la idea de hombre: se trata en este caso de la inclusión de quienes previamente habían sido excluidos. Así, los parámetros que asociaban al griego con la definición positiva de la humanidad y al no griego, generalmente el bárbaro, con la esclavitud y la deshumanización, perderían su razón de ser práctica puesto que desde mediados del siglo V a.C., las prácticas identificatorias de la helenidad se vieron sometidas a mutaciones que introdujeron nuevos elementos en la percepción y la definición de la humanidad. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “El control de los espacios sociales en la antigüedad tardía. Cromacio de Aquileya, `hombre de Iglesia en la frontera ilírica” Esteban Noce (Becario CONICET) La presente comunicación tiene por objetivo indicar los avances efectuados en nuestra investigación, centrada en la figura y la obra de Cromacio de Aquileya. Comenzaremos por exponer los aportes derivados del trabajo prosopográfico para, luego, señalar los resultados de nuestros primeros abordajes del corpus cromaciano, específicamente de sus Comentarios al Evangelio de Mateo. El trabajo prosopográfico –realizado en base a la Prosopographie Chrétienne du Bas-Empire (1) - nos ha permitido avanzar en el conocimiento de la biografía de Cromacio a la vez que elaborar una primera reconstrucción de la red eclesiástica en la que se halla inserto. Presumiblemente oriundo de la misma Aquileya, Lamarié (2) sitúa su nacimiento en la segunda mitad de la década del treinta del siglo IV. Hacia 369-370 ya había sido ordenado sacerdote (3). Por entonces, formaba parte de una comunidad ascética establecida en la ciudad. En 381, participaría activamente en el Concilio de Aquileya que, con las condenas de Paladio y Secundiano, pretendía poner fin al peligro arriano en la parte occidental del Imperio. Hacia el 388, recibiría la consagración episcopal de manos de Ambrosio de Milán. Sin duda debemos entender su ascenso al episcopado en el marco de la reacción de los “hombres de Iglesia” ante las intromisiones del poder imperial y el avance del arrianismo en el norte de la península itálica. En efecto, como afirma Zurutuza, en el transcurso del siglo IV “observamos la configuración de una frontera virtual como línea de resistencia antiarriana, antioriental e incluso anticonstantinopolitana” que, a partir del episcopado milanés de Ambrosio (374-397), implementaría nuevos dispositivos de selección y formación de cuadros eclesiásticos, privilegiando le elección de sujetos de extracción local, “que se manifestaban más confiables y respetuosos de la ortodoxia” (4). En este contexto deben entenderse, entre otras, las designaciones de Eusebio para la asunción del obispado de Concordia, de Flavio Latino en Brescia, de Juliano en Parenzo y, por supuesto, de Cromacio en Aquileya. La poca atención que ha merecido la figura de éste último entre los historiadores, aspecto que abordaremos más adelante, no se condice con la dimensión de su persona y la importancia de su episcopado. En efecto, durante su obispado, que se prolongaría hasta su muerte a finales del 407 o comienzos del 408, aparece vinculado a personajes de inmensa relevancia. Además del ya aludido vínculo que lo une a Ambrosio, Cromacio mantiene sólidos contactos con Jerónimo, Rufino y Juan Crisóstomo. Efectivamente, además de actuar como intermediario en el conflicto que mantendrían Jerónimo y Rufino hacia fines del siglo IV, lo vemos animando a Jerónimo a proseguir su labor de traductor y comentarista. Similar influjo ejerció sobre Rufino quien, según su propio testimonio, Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] recibió del obispo de Aquileya el estímulo necesario para dedicarse a la traducción y continuación de la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea. Pero quizá la importancia de Cromacio en la red episcopal de fines del siglo IV y comienzos del V no se vea tan claramente en ninguna otra circunstancia como en el hecho de haber sido uno de los tres obispos occidentales a los que Juan Crisóstomo se dirigiría, tras su expulsión de la sede de Constantinopla en el 404, a fin de exponerles su situación y reclamarles su intervención ante el emperador Honorio. La importancia de la figura de Cromacio se descubre al recordar quiénes eran los otros obispos involucrados en la mediación: el papa Inocencio I de Roma y Venerio de Milán, sin duda representantes de las dos sedes occidentales de mayor relevancia. Sintetizando lo dicho hasta aquí, es claro que Cromacio actúa en el marco de dos grandes encrucijadas: una espacial, pues Aquileya, situada en la inmediatez de la frontera Ilírica, constituye un puesto fronterizo entre el mundo Occidental y el Oriental; la otra temporal, ya que su tiempo marca el límite entre dos épocas, el fin del siglo IV y el comienzo del V, que traerá a Occidente la penetración sistemática de los pueblos bárbaros, circunstancia que en repetidas ocasiones, obligará a Cromacio y su grey a refugiarse en el vecino puerto de Grado. Tal circunstancia hará de él un mediador entre el mundo romano en mutación y el mundo cristiano en construcción y, sin duda, este hecho, su carácter de “hombre de Iglesia” que opera sobre una realidad en transformación intentando orientar dicho cambio hacia la consolidación y defensa de un espacio cristiano y niceno, no puede dejar de reflejarse en su obra. Y efectivamente, debemos decir que ha bastado una aproximación elemental al corpus cromaciano, compuesto por 45 sermones y 61 tratados sobre el evangelio de Mateo, para verificar los supuestos que nos llevaron a hacer del obispo de Aquileya el objeto de nuestra investigación: su obra, específicamente los Comentarios al Evangelio de Mateo, son una clara respuesta al contexto que afecta su vida y la de su ciudad en las últimas décadas del siglo IV y las primeras del V. La desarticulación de la herejía y la condena de sus portavoces, quienes “se hallan fuera de la barca en la que el Señor cruzó el mar con sus discípulos, porque todos éstos no son dignos de estar en la Iglesia de Cristo” (5) (Tr. 41, 3), constituye una preocupación principal de Cromacio. Como podría esperarse, el arrianismo se erige, cuantitativa y cualitativamente, como blanco principal de sus invectivas. Unas veces, de modo literal, como en su interpretación del célebre pasaje de Mateo 7, 15-16 referido a los falsos profetas, “lobos con piel de oveja”: “vestido de oveja vino Arrio, predicando a Cristo Señor, pero por dentro se vio que era un lobo, pues dijo que el creador de todo era criatura; y también éste devastó, como lobo rapaz, la grey de Cristo por muchas iglesias de Oriente. Y sus discípulos intentan hoy engañar y seducir a las ovejas de Dios en varias iglesias” (Tr. 35, 4). En otros tratados, aún sin mencionar a Arrio, es claro que su doctrina constituye el objeto de sus disquisiciones. Tal es el caso de las múltiples referencias a los “dos nacimientos de Cristo”, el corporal y el divino: “nace de una virgen el que ya antes existía, nacido del Padre: es creado en el seno según la carne quien antes había creado los ángeles y todas las cosas; se ve hombre al que es Dios; se contempla en un bebé al que es Señor de la gloria; aparece pequeño en el cuerpo quien es sublime en majestad; y es llevado por las manos maternas el que lleva todo el mundo y el tiempo” (Tr. 2, 6). Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Siendo la principal, el arrianismo no es, sin embargo, la única herejía que merece la atención de Cromacio. El relato evangélico del regreso de Jesús y sus padres a la tierra de Israel tras la muerte de Herodes le permite –entendiendo el término latino anima como alma- defender la asunción de cuerpo y alma por parte de Jesús. En efecto, destaca que “esto lo decimos porque algunos en su necia predicación se han atrevido a afirmar que el Hijo unigénito de Dios asumió nada más que el cuerpo” (Tr. 7, 1), en clara referencia a Apolinar de Laodicea y su doctrina, el apolinarismo, que definía a Cristo como “Dios encarnado”. También Sabelio y Fotino son caracterizados como “lobos con piel de oveja”. El primero, debido a que “reduce a una unión la unidad del Padre y del Hijo, afirmando que para él el mismo Padre es el Hijo, porque confiesa con mente sacrílega que el mismo Padre comenzó a ser el Hijo al nacer de una virgen” (Tr. 35, 4); el segundo, porque “afirmó que Cristo, Señor y Salvador nuestro, era solamente un hombre” (Tr. 35, 3-4). Pero si, como testimonian estas referencias, la lucha contra la herejía en defensa de la fe nicena es para Cromacio un objetivo de primer orden, dirige también múltiples diatribas contra el judaísmo y los gentiles, como al indicar que “se llaman también lobos los judíos y los gentiles que persiguen a la Iglesia”, para luego señalar que “es mejor la condición de los judíos y gentiles que la de los herejes. Pues aquellos, si creen en Cristo, de lobos se convierten en ovejas. Los herejes, por el contrario, de ovejas se hicieron lobos, pues pasaron de la fe a la incredulidad” y “con el ingenio de la astucia diabólica, al modo de las arañas, extienden como una red su doctrina fraudulenta para engañar con una trampa traidora a los hombres vacilantes y de espíritu mudable” (Tr. 35, 5). Pese al inevitable interés que despierta una figura como la de Cromacio de Aquileya, tanto por el contexto histórico en que se desarrolla su acción pastoral como por su producción literaria, el abordaje de su figura y de su obra reconoce escasos antecedentes. Pero si resulta llamativa la poca atención que Cromacio ha merecido, más sorprendente aún es el hecho de que dichos estudios asumen, en su gran mayoría, un carácter netamente doctrinal y litúrgico. En efecto, la literatura cromaciana permanece prácticamente intacta en lo que a lecturas en clave política y social respecta, aún cuando, como vimos, no sólo la vida y obra de Cromacio se desarrollan en un período y en un espacio de fuertes controversias políticas y doctrinales sino que la propia acción episcopal de Cromacio, como evidencian sus Comentarios, está claramente orientada hacia el fortalecimiento y pervivencia del espacio cristiano-niceno aquileiense. En conclusión, creemos que nuestras primeras aproximaciones a Cromacio de Aquileya sin duda confirman la necesidad de abordar la obra del obispo aquileiense desde una perspectiva sociopolítica y de redimensionar la figura de un obispo cuya importancia en los procesos de mutación del norte de la península itálica de mundo romano a mundo cristiano durante las últimas décadas del siglo IV y las primeras del V pareciera ser mucho mayor que el que hasta hoy le ha reservado la historiografía 1) Prosopographie Chrétienne du Bas-Empire, 2 Italie I-II, Rome, Ecole Francaise de Rome, 2000. En adelante P.C.B.E., 2, I-II. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] 2) En CROMACE D´AQUILÉE, Sermons, introducción, texto crítico y notas de Lemarié, J., traducción de Tardif, H., (Sources Chrétiennes, 154), París, p. 45, nota 1. 3) Las siguientes referencias biográficas a Cromacio de Aquileya fueron tomadas de Chromativs, episcopus Aquileiensis, en P.C.B.E., 2, I, pp. 432-436. 4) ZURUTUZA, H., “Fronteras étnicas e identidades religiosas en los `Hombres de Iglesia´ de la Italia del Norte durante el siglo IV”, en MARCO SIMÓN, F., PINA POLO, F., REMESAL RODRÍGUEZ, J., (eds.), Vivir en tierra extraña: emigración e integración cultural en el mundo Antiguo, Actas de la reunión realizada en Zaragoza los días 2 y 3 de junio de 2003, Barcelona, Instrumenta, 2004. 5) Todas las citas del Comentario al Evangelio de Mateo fueron tomadas de la edición de Ciudad Nueva, introducción, traducción y notas de José Granados y Javier Nieva, Madrid, 2002. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “Los judíos a través de la mirilla de Gregorio Magno Rodrigo Laham Cohen (Tesista UBA) En el marco del seminario anual de tesis Poder y jurisdicción en Italia en la Antigüedad Tardía y el Alto Medioevo (Siglos VI a IX), dictado por los doctores Hugo Zurutuza y Horacio Botalla, ha sido iniciada una investigación tendiente a indagar en torno a la figura de Gregorio Magno, obispo de Roma entre los años 590 y 604, en lo tocante a sus relaciones con las comunidades judías itálicas. El objetivo central de la investigación abarca diversos puntos, entre los cuales resaltan dos ejes centrales: En primer lugar se persigue el estudio de la actitud ante la alteridad, vista esta desde uno de los centros de poder eclesiásticos más importantes de la época, con la subsiguiente comparación respecto a actitudes previas y posteriores. En segundo termino, imbricado plenamente con lo anterior, se busca la delimitación de las características de las comunidades judías itálicas de fines del siglo VI y principios del VII, haciendo especial hincapié en sus rasgos sociales y económicos. Adelantemos aquí que no nos encontramos con una aglomeración monolítica. De lo investigado se deduce la inexistencia de una fisonomía única del “judío” del siglo VI. Como se verá a lo largo de esta breve exposición, el judaísmo itálico de la época estudiada presenta un arco de variables que impiden una definición rígida. Lo social, lo político, lo geográfico e, incluso, lo demográfico, representan factores que, aglutinados de diversos modos, funcionan a modo de prisma, dividiendo al judaísmo como abstracción en una gama de individuos muy diferentes entre si. El cuerpo heurístico principal sobre el que se centra el proyecto esta constituido por veinticuatro epístolas enviadas por el mentado obispo a diversos sujetos. Las cartas que hemos rastreado, sobre un total de ochocientas sesenta y seis que han llegado hasta nosotros, son aquellas que – por algún motivo – hacen referencia a individuos y comunidades judías. Ahora bien, el manejo del Regestum debe ser realizado teniendo en cuenta ciertos aspectos que relativizan el peso o la intencionalidad de un mensaje. No solo se ha demostrado que Gregorio modifica las características tipológicas en relación a su receptor, sino que la persecución de un mismo objetivo puede decantar en dos mensajes en apariencia contradictorios. Tómese como ejemplo el siguiente caso que nos suministra Clelia Martínez Maza. Hacia el 22 de Junio de 601 Gregorio envía una carta al rey britano Edelbert, en la cual lo insta, en el marco del proceso de evangelización comenzado desde Roma, a destruir los santuarios paganos. Escasos días más tarde – a principios de julio – el obispo de Roma envía una epístola a su representante en la isla, el Abad Melito, en la cual recomienda una conversión menos traumática, recurriendo – inclusive – a la reutilización de lugares de culto paganos con el objetivo de acelerar el proceso de conversión ¿Cambio espontáneo de estrategia en base a nueva información? Ello seria imposible, dado que los Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] documentos están demasiado cerca temporalmente como para que, en el ínterin, existiera algún suceso que ameritara un cambio tan repentino en la política evangelizadora. La supuesta contradicción que solo pareciera resolverse mediante una explicación que verse sobre algún tipo de irracionalidad en Gregorio, se soluciona al interrelacionar las cartas con los individuos a las cuales estas son enviadas. Al rey de Kent – cuyas posibilidades de acción son evidentemente grandes – se le hace una demanda fuerte, sabiendo que – además – es necesario sobredimensionar las exigencias a la hora de conseguir objetivos. Respecto a Melito, los pedidos de Gregorio no tienen motivación alguna para ser sobredimensionados, y la política que se aconseja se ajusta más a las posibilidades efectivas de generar cambios por parte del enviado. Como puede verse, la estrategia evangelizadora es coherente con dos tácticas diferentes, aplicadas a individuos de distinta función. Por lo tanto, no solo se ha de trabajar sobre el contenido de la epístola sino también sobre su destinatario. En tal sentido, la prosopografía se revela como una herramienta clave. Ahora bien, previo a la indagación profunda de las fuentes recién mentadas y con el fin de partir de una base sólida, se ha llevado a cabo un trabajo de sondeo en publicaciones disponibles en el instituto, así como también en textos ajenos a este. Las colecciones de Athenaeum, Studia Histórica, Studi Romani, Aufsteig und Niedergang der romischen Welt han sido relevadas con éxito, obteniéndose gran cantidad de material orientador. Del mismo modo, publicaciones ajenas a la institución han sido acercadas por los doctores Zurutuza y Botalla, lo que ha generado un esbozo general del objeto de estudio, permitiendo un acercamiento a este y preparando el camino para el núcleo central de la investigación Lo primero que se observa, entre los textos revisados, es la ausencia de fuentes en lo que hace al carácter de las comunidades judías contemporáneas a Gregorio. No obstante ello, autores como Sofia Boesch Gajano y Stefano Gasparri llegan a sostener, a partir de primigenias pesquisas sobre algunas epístolas gregorianas, una dicotomía entre judíos urbanos – con mayores cuotas de poder y privilegios – y judíos rústicos, frente a los cuales el obispo de Roma muestra menor grado de indulgencia. Véase como la posición en la estructura productiva juega un papel determinante a la hora de definir al judío. Ello nos remite a lo adelantado al principio del trabajo: la multiplicidad de actores sociales que se esconden tras lo que en forma simplificadora denominamos judaísmo. A pesar de tales planteos, es necesario decir que la fuente sigue siendo el regestum, careciéndose de otro tipo de materiales escritos y contándose con apenas algunos rastros en cementerios aledaños a Roma, los cuales, no obstante, son datados en fechas previas. Ante tal ausencia de fuentes directas, se realizará una operación historiográfica que, si bien entraña riesgos, puede derivar en resultados sugestivos, siempre y cuando se trabaje con cautela. Tal operación consta de un corrimiento, tanto temporal como espacial, en busca de indicios que ayuden a completar el rompecabezas de la judería itálica entre los siglos VI y VII. En torno al eje temporal, se ha realizado una pesquisa sobre la situación de la judería itálica en periodos previos. La conclusión primigenia a la cual se ha arribado es, por una parte, la existencia de Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] una situación de relativa tolerancia a lo largo de los siglos, jalonada por instantes de clara hostilidad, la mayoría de ellos relacionados con ecos de la situación política en Palestina. Huelga decir, sin embargo, que la existencia de tal tolerancia estatal contrasta con la visión hostil del judaísmo en autores clásicos como Cicerón, Tácito, Ovidio, juvenal, Marcial, etc. Autores en los que se puede leer, por ejemplo, repetidas parodias en torno al día de descanso, la mayoría de ellas realizadas sin conocimiento profundo de la situación. En relación a la fisonomía de las comunidades en época imperial y tardoantigua, las pruebas, si bien distan de ser concluyentes, aportan un mayor caudal de información. Si se toma como ejemplo el caso de Cicerón, en lo que hace a los rasgos sociales de los judíos de su época, se ve como nomina a estos con la categoría Infima Plebs. No obstante, ello debe ser analizado con sumo cuidado, dado que Cicerón hace tal análisis en Pro Flacco, texto realizado en el marco de una pugna judicial en defensa de un individuo cercano a él, acusado por personalidades judías. Por lo tanto, tal categorización podría ser una simple figura retórica. Ahora bien, no es este el lugar para comentar in extenso las características que destilan los autores clásicos respecto a los judíos. Baste el ejemplo como una muestra de la metodología, en el intento de llenar el hueco que presentan las fuentes respecto al judaísmo del siglo VI. Reiteramos, tal operación debe ser llevada a cabo con sumo cuidado. Es evidente que Gregorio interactuará con comunidades muy distintas a las de Cicerón e, incluso, distintas a las de hombres más tardíos como ser Agustín. La cuestión es armarse de modelos que puedan ser cotejados con otro tipo de pruebas. Dentro del mismo eje temporal, el seguimiento del Código Teodosiano así como también del de Justiniano, representa un punto clave, a partir del cual se puede sostener que, desde el siglo IV, las comunidades judías viven bajo un régimen jurídico que las subordina. Subordinación, claro esta, no libre de ambigüedades, dado que el mismo código que coacciona es el que, a su vez, establece la exención de asistencia a un tribunal los sábados. El mismo código que prohíbe la construcción de nuevas sinagogas, considera a las existentes como lugares de culto inviolables. Ambigüedades que, a su vez, operan por fuera de las prescripciones del código. Más allá del debate acerca de la implementación efectiva de las leyes en la antigüedad, lo cierto es que las situaciones regionales, así como también el peso social de los judíos implicados, afectan claramente a la aplicación del corpus jurídico. Tales indeterminaciones operan en todos los niveles. El mismo Gregorio parece contradecirse cuando, por una parte, felicita a Recaredo, rey visigodo, por no ceder a la tentación de una oferta monetaria por parte de los judíos hispánicos para que aboliese una legislación contraria a ellos; mientras que, por otro lado, insta a los cristianos a no molestar a los feligreses en la sinagoga de Palermo. Ambigüedades y resquicios de no-hostilidad a los que las herejías no parecen tener acceso. El judaísmo, por momentos, parece presentarse como una heterodoxia integrada. ¿Será a causa de lo que Ginzburg llama el vínculo fatal entre cristianos y judíos, entre viejo y nuevo testamento? Más preguntas que se intentarán responder a lo largo de la investigación. Volviendo al núcleo central de la investigación – la indagación en torno al regestum – es necesario hacer notar la complementariedad de dicho análisis con el trabajo sobre los ejes temporal y espacial, recientemente mencionado. De esta forma, podremos esbozar una hipótesis respecto a la Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] configuración de las comunidades judías itálicas de finales del siglo VI y principios del VII. Según lo investigado hasta el momento, la clave del trabajo radicará en la capacidad de distinguir las diferentes actitudes del obispo en relación a diferentes tipos de judíos. La actuación del pontífice no será la misma frente a un rico comerciante judío de la ciudad de Roma que ante un lejano judío siciliano de bajos recursos. Tampoco tomará las mismas acciones en torno a una comunidad instalada en zonas cercanas al dominio longobardo – zonas, por ende, inestables – que frente a judíos en una situación geográfica libre de peligros políticos. De la misma forma, las reacciones que suscitará una comunidad de cientos de personas no serán las mismas que aquellas que generarán agrupaciones menores. Por ende, los factores sociales, económicos, políticos, geográficos y demográficos, se entrecruzan y conforman un haz de relaciones que dibujan un panorama rico en matices. Gregorio no se enfrenta al “judaísmo”. Se enfrenta a judíos que, además de su condición religiosa, viven en zonas diferentes y ocupan variadas posiciones en la estructura productiva. No hay un judío, tampoco una misma actitud ante estos. La sutileza del investigador deberá operar, con suma delicadeza, sobre la sutileza del obispo de Roma. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “Igualdad jurídico-política y diferenciación social entre los ciudadanos de la democracia ateniense del siglo V a.c.” Diego Paiaro (Becario CONICET) A diferencia de lo que ocurre en las sociedades estructuradas a partir del modo de producción capitalista, las formaciones sociales precapitalistas suelen organizar la producción y la extracción de excedentes a partir de diversos modos de coacción extraeconómica (política, legal, militar, espiritual, etc.) que permiten garantizar la explotación de los productores directos. En este sentido, la coexistencia de igualdad política y desigualdad social entre los ciudadanos de la democracia ateniense del siglo V no puede tomarse como un dato dado; constituye un problema histórico y teórico que amerita una explicación específica. De este modo, el problema principal de nuestra investigación consiste en indagar lo que ha sido denominado como la “paradoja” de la democracia ateniense, según la cual la vigencia de una profunda igualdad jurídico-política, hasta grados previamente no conocidos por otras sociedades antiguas, fue un hecho simultáneo a la presencia de desigualdad en el acceso a los cursos económicos (fundamentalmente agrícolas) entre los miembros del cuerpo de ciudadanos y al uso de métodos coactivos de extracción de excedentes sobre la parte de los productores directos no ciudadanos, esto es, los esclavos. En relación con marco espacio-temporal, la elección del siglo V obedece a que es durante dicho período cuando se producen los acontecimientos que jalonan el desarrollo de la igualdad democrática ateniense. Hacia el 508/7, las reformas de Clístenes sientan las bases del estado sobre el principio de la isonomía (igualdad de los ciudadanos en la participación política). Desde 462/1 y hasta 404 con la derrota ateniense en la Guerra del Peloponeso y el golpe oligárquico subsiguiente, las reformas de Efialtes resignifican los principios igualitarios habilitando el desarrollo de la así llamada “democracia radical” (demokratía eskháte), momento en que la igualdad política y la participación popular en las instituciones de la -polis encuentran su mayor desarrollo. Si bien nos centraremos en el caso ateniense, reconocemos que ciertas cuestiones resultarán comunes a todo el mundo griego y a la antigüedad clásica en general. En relación a ello, creemos que la investigación nos permitirá establecer algunas líneas interpretativas que exceden el marco geográfico y temporal de nuestro análisis. En definitiva, creemos que a través del análisis histórico-particular es posible abordar un problema teórico-general. Partimos de la hipótesis inicial de que la igualdad y la participación políticas tuvieron efectos concretos en la diferenciación social al interior del cuerpo de ciudadanos. En función de esto se sostendrá que: a) las desigualdades económicas derivadas de un acceso no equitativo a la propiedad de la tierra no resultaron determinantes para la inserción con plenos derechos políticos de los distintos sectores del cuerpo cívico; b) la participación de los grupos subalternos de la ciudadanía se dio en términos reales y no meramente formales, en un marco en el que la lucha política abierta quedó restringida únicamente al estamento de los ciudadanos; c) esta integración de ricos y pobres en un mismo plano institucional determinó la lógica y la dinámica de la polis ateniense durante el siglo V, impidiendo la caída en dependencia de los ciudadanos pobres respecto de los terratenientes e incidiendo en ciertas circunstancias en la distribución o asignación de los recursos económicos –como aquellos derivados del imperio (metálico, tierras expropiadas a Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] ciudades sojuzgadas, etc.)– que permitieron reproducir la pequeña propiedad agrícola; d) esto último fue posible porque lo característico de la polis ateniense era la no explotación de los pobladores rurales a través de rentas, impuestos u otras formas características de sociedades agrarias precapitalistas. A pesar de que el proyecto tiene su punto de partida en una indagación teórica y persiga su resolución, no por ello se procederá de un modo abstracto general. Nuestra propuesta será un recorrido de ida y vuelta entre las interpretaciones heredadas, el estudio de lo concreto y la formalización teórica. En este sentido, el análisis crítico de la bibliografía existente sobre los diferentes problemas será una herramienta metodológica fundamental. Algunos aspectos teóricos serán objeto de especial atención. En primer lugar, se buscará establecer una caracterización correcta para los labradores áticos quienes fueron considerados o bien granjeros (farmers), que buscaban la maximización del beneficio y que en algunos casos utilizaban esclavos que les permitían participar de la vida de la polis, o bien campesinos no sujetos a extracciones ni tributos, que si bien no poseían esclavos, al no pagar cargas, podían participar en política, y cuyo objetivo primordial consistía en minimizar los riesgos de hambre. En este punto será de especial interés contrastar el caso de los georgoi áticos con la definición clásica del campesino que propone como uno de sus elementos principales su subordinación respecto de poderosos agentes externos a la comunidad (los terratenientes, la ciudad, el Estado, etc.). En segundo lugar, se abordará el problema de cómo caracterizar a Atenas en tanto unidad política y social. Tomando en cuenta la herencia interpretativa y los debates más recientes, postularemos que, desde nuestra perspectiva, el término polis permite por un lado, abordar de manera específica la relación existente en Atenas entre asignación de recursos e igualdad política y, por otro lado, dar cuenta de la política como formando parte de las relaciones de producción. A nuestro entender, la polis se caracterizaría no por un dominio de la ciudad sobre el espacio rural sino por, en palabras de Marx, la “ruralización de la ciudad” y por el autogobierno de los ciudadanos-soldados-campesinos que evita el desarrollo tanto de una burocracia estatal como de la imposición de tributos directos sobre la propiedad agrícola así como también la existencia de una milicia de ciudadanos hoplitas como columna vertebral de la fuerza militar inhibe la existencia de un ejército permanente separado de la “sociedad civil”. Al cumplir con estas características, pensamos que la Atenas del siglo V forma parte de un modo de organización social específico del mundo antiguo clásico: la ciudad-estado. Finalmente, y vinculado a lo anterior, se encuentra el problema de cómo entender a la “superestructura” política a partir de determinados aportes teóricos que permiten pensar lo político como algo más que un mero reflejo de la estructura económica ya que dicha “instancia” actuaba regulando, a través del derecho de ciudadanía, el acceso al principal medio de producción: la tierra cultivable. En este punto los debates en torno a como deben ser estudiados los modos de producción precapitalistas serán de nuestro especial interés; mas específicamente, a la importancia que debiera asignársele (o no) a la organización política, al aparato jurídico, a la ideología, etc., esto es, a los elementos “superestructurales”, al momento de considerar las formaciones sociales previas al capitalismo. Se indagará la posibilidad de presentar una excepcionalidad histórica puesto que, si bien todo modo de producción precapitalista esta basado en una(s) coacción(es) extraeconómica(s) que asegura(n) la apropiación del excedente, en la Atenas del siglo V, por lo menos al interior del cuerpo de ciudadanos, no se dio una diferenciación jurídico-política que posibilitara dicha coacción y que asegure la explotación entre ciudadanos de un modo estable. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “La ciudad antigua y la economía” Carlos García Mac Gaw (Investigador UBA) Para los historiadores del mundo antiguo clásico la ciudad resulta un aspecto central en sus análisis. Este es un viejo tema que ha sido profusamente tratado. Comenzando por Fustel de Coulanges, siguiendo luego por Weber, y finalmente desde hace unos años, colocándose como un aspecto central en las discusiones alrededor de la economía en el mundo antiguo –especialmente a partir de la aparición de La economía de la antigüedad, de M.Finley (1). Se retoma esta problemática con el objeto de discutir la pertinencia de incluirla como un aspecto central en la caracterizaciòn de las sociedades griega y romana, en particular en relación con los aspectos económicos, es decir con los factores estructurales que las determinan. Se analiza primeramente el trabajo pionero de Fustel, La ciudad antigua, asì como el estudio que realiza Weber en Economía y Sociedad sobre la ciudad (2). El énfasis puesto por Weber en destacar algunas de las particularidades de las ciudades antiguas sirve como fundamento a la idea de Finley de poder construir un “tipo” de ciudad, en contraposición a otros períodos históricos(3). Finley, asume la voluntad weberiana de acercarse al conocimiento a través de una metodología comparativa, en donde la construcción de un “tipo” ideal sirva como contraste para el estudio de caso. Del texto weberiano se saca la conclusión de que no existe “una” ciudad antigua, sino que el autor señala características particulares de algunas de ellas, así como de períodos distintos que caracterizan sus desarrollos históricos. De esta forma se puede incluso elaborar una tipología de las ciudades antiguas según la dominación de las elites, de la plebe, del imperio, etc. Sin embargo debemos convenir en que en Weber existe la voluntad de construcción de un tipo ideal en función del análisis del surgimiento de la sociedad capitalista. Finley argumenta que parte del interés de la obra de Weber sobre la ciudad antigua se desplaza del interés sobre sí misma, y se plantea el interrogante de por qué esta ciudad no fue el paso inicial para los comienzos de una economía capitalista cuando entendía que estaban presentes algunos de sus componentes (4). Se analiza a continuación la relación existente entre la problemática de la ciudad consumidora y las dos grandes teorías económicas desarrolladas a partir de los estudios de la economía de la antigüedad: substantivistas y formalistas, y especialmente su expresión materializada en las corrientes primitivista y modernista. Conviene preguntarnos si es posible realizar un acercamiento puramente económico sobre la ciudad antigua. Tal vez este presupuesto sea el que impida lograr un enfoque que sea capaz de superar las diferentes perspectivas del problema. Si concentramos nuestra atención en los factores económicos, y en la ciudad como factor económico tendremos que convenir en la necesidad de aceptar diferentes tipos de ciudades antiguas. Es decir que buena parte de las diferencias sobre esto parten del análisis de la función económica de la ciudad antigua, entendiendo como función económica como el lugar estructural que ocupa la ciudad en el marco de la circulación de bienes, especialmente como mercado y/o espacio de recolección de tributos. A partir de los elementos de análisis provistos por ciertos textos, resulta evidente que cuando hablamos de “la” ciudad antigua, hablamos de diferentes tipos de ciudades y, también, de ángulos y Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] matices diferentes que se nos presentan de forma distintiva en la medida en que interrogamos a la realidad histórica desde una u otra perspectiva. En el caso griego se han presentado por lo menos tres tipos de realidades alternativas (lo que no impide una coexistencia de las mismas). Un tipo de polis dominante, de acuerdo con la evidencia resultante de los aportes arqueológicos, que es de tamaño pequeño o mediana y se puede definir especialmente como un lugar de residencia de granjeros que trabajaban la s tierras del entorno rural. Estos granjeros son ciudadanos que cumplen funciones políticas en tal espacio y que además se deberían caracterizar especialmente como productores autosuficientes. Un segundo modelo, mucho menos difundido, que encaja en la definición de ciudad consumidora de Sombart, que es un lugar en donde reside una clase terrateniente que vive a expensas de la renta apropiada sobre los productores campesinos dependientes que habitan el espacio rural, como es esencialmente el ejemplo de Esparta. Un tercer tipo de ciudad en la cual se desarrollan con mayor profundidad los factores comerciales, y que podríamos definir como una mega-polis. Sobre el caso de la sociedad romana se pueden observar similares diferencias en lo que respecta al papel económico de diferentes ciudades en su relación con el entorno rural circundante (5). La cuestión fundamental sería cómo concebir a la vez la diferencia que existe entre las economías de las ciudades y la idea de una política uniforme marcada por doquier por los dos temas centrales de la ciudad consumidora e importadora (6). ¿Cómo entender la relación entre esa ciudad antigua (su tipo) y la economía? La respuesta probablemente va en el sentido que sugieren los matices a la hora del análisis de la interpretación de las concepciones primitivistas. Vale decir, tener en cuenta un orden de prelación en el análisis para comprender el fundamento de la racionalidad del funcionamiento económico antiguo, sostenido en una lógica en donde la economía no deja de estar “incrustada”; o, tal vez mejor, donde la racionalidad del funcionamiento económico se construye desde los aspectos jurídico-políticos. Esto implica sencillamente un ordenamiento jerárquico de los argumentos a la hora de presentar las explicaciones históricas. No se habla aquí entonces de una ausencia de las relaciones mercantiles, sino de una esfera social (la política militar) que domina, incluye, engloba, y le da sentido a las relaciones económicas a partir de su dominancia. En este sentido las representaciones simbólicas en el mundo antiguo “hacen obstáculo” para un desarrollo “pleno” (7) de las relaciones mercantiles y a la “desincrustaciòn” de la economía. 1) FINLEY M. (1974) 2) FUSTEL (1984), WEBER (1987), 938-1046: Capítulo 9.8: “La dominación no legítima (Tipología de las ciudades)”. Este sub-capítulo fue publicado primeramente en forma independiente en Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik, T.47, 1921, 621 ss. Bajo el título “La ciudad” 3) FINLEY (1984), 59 4) FINLEY (1984), 51-52 5) FINLEY (1982), HANSEN (2004), DESCAT (1995), BRESSON (2000), BURKE (1992), MEIKLE (2002), WHITTAKER (1999), RATHBONE (2002), HOPKINS (2002), PLEKET (1993) 6) DESCAT (1995), 972 7) Esto implicaría que la “plenitud” económica es la más cercana al funcionamiento moderno, lo que no deja de ser una simple apreciación condicionada por nuestros tiempos actuales Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Bibliografía BRESSON A. (20002), La citè marchande, Bordeaux BURKE E.M. (1992), “The economy of Athens in the Classical Era: some adjustments to the primitivist model”, TAPhS, 199-226 DE COULANGES F. (1984 (1884)), La ciudad antigua, Barcelona DESCAT R. (1995), “L’economie antique et la citè grecque. Un modèle en question”, Annales HSS 5 (sep-oct), 961-989 FINLEY M. (1984), “La ciudad antigua: de Fustel de Coulanges a Max Weber y más allà”, en Id: La Grecia Antigua; economía y sociedad, Crítica, Barcelona, 35-39 FINLEY m. (1982 (1973)), La economía de la antigüedad, FCE, México HANSEN M.H. 82004), “The concept of the consumption city apolied to the greek city”, en NIELSEN T. Once again. Studies in the Antient Greek Polis, Sttutgart, 9-47 HOPKINS K. (2002), “Rome Taxes and Trade”, en CHEIDEL & von redden (2002), 190-230 MEIKLE S. (2002), “modernism, Economics and the Ancient Economy”, en SCHEIDEL & von redden (2002), 233-250 Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “Las crónicas visigodas: ¿Nacionalismo o eclesiología?” Eleonora dell’Elicine (Investigadora UBA) En el año 1984, una historiadora francesa muy célebre entre los visigotistas consideraba que las Historias de Isidoro no sólo eran la expresión más joven del nacionalismo español, sino que su autor podía ser seriamente postulado como el precursor del anticolonialismo moderno. Esta perspectiva que encuentra en la cronística altomedieval en general y en la visigoda en particular el grito desprolijo de una hispanidad naciente no es propia de Teyllet ni mucho menos. Se remonta a la más antigua tradición historiográfica hispánica, como tan bien lo sabía José Luis Romero, el primer autor que critica la interpretación en clave nacionalista de este tipo de documentación. En la actualidad, muchos son los historiadores que han criticado los supuestos que sostienen a la producción historiográfica altomedieval como el discurso germinal de una nacionalidad expectante: Hillgarth, Wolfram, Pohl, Rouquoi, Goffart, Boureau, etc, por nombrar a los más conocidos. El punto que nos queda explicar, sin embargo, es el siguiente: si las crónicas e historias no fueron escritas para anunciar el nacimiento de la nación. ¿Con qué objeto fueron escritas? ¿Para qué sus autores, intelectuales de la iglesia en su gran mayoría, desviaron tiempo y energía en elaborar estos discursos acerca de lo que pasó? Para abordar la cuestión sobre bases nuevas, se vuelve imprescindible abandonar el enfoque general y estudiar los contextos específicos en donde esas elaboraciones pretendieron inscribirse, intentaron intervenir, articular hipótesis de lectura y de acción sobre la situación. Para ser breves, hagamos centro en un caso: las Historias de los godos, suevos y vándalos de Isidoro de Sevilla. Rápidamente, advertiremos dos cuestiones: en primer lugar, que la relación entre nación, Iglesia y Monarquía es muy compleja en el texto de Isidoro; y que además esta varía de modo importante entre la versión corta y la versión larga del mismo texto. Atendamos primero a la versión más antigua, la breve, redactada- recordemos- hacia 619 durante el reinado de Sisebuto (612- 621); en momentos donde el emperador Heraclio no había logrado organizar por su parte la ofensiva contra los persas y justamente se estaba perdiendo también Egipto. Isidoro trabajó en ese texto con tres ideas básicas: postuló la antigüedad de la estirpe goda- a la que remontaba hasta los escitas, pueblo de acuerdo a la crónica más antiguo que el romano; sostuvo la convergencia de la historia goda con la romana y, como supuesto que recorre de un extremo a otro la totalidad de su texto, asumió la identidad del pueblo godo a lo largo de una historia varias veces centenaria. La finalidad de esta escritura era presentar al recientemente convertido reino de los godos como reservorio de la lucha escatológica, como la nueva militia de Dios atenta a salvaguardar la obra de la creación. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] La segunda edición, o “versión larga”- como por lo general se la conoce- fue redactada en 624, durante el reinado de Suinthila (621- 631). La cuestión externa había a todas luces mejorado para los cristianos: Heraclio había recuperado la iniciativa militar y, desde hacía dos años, venía jaqueando a las fuerzas Sasánidas. Pocos años a, los persas habían retirado a los judíos la custodia de las puertas de la ciudad santa. Por su parte Suinthila había terminado por expulsar a los propios bizantinos del territorio peninsular. Toda esta vorágine de sucesos volvía a alimentar con fuerza las lecturas milenaristas entre judíos y cristianos. A esta segunda escritura Isidoro añadió, como sabemos, el célebre Laus Spaniae y una recapitulación final que cerraba de modo sintético las diferentes cuestiones. Pero tanto al inicio como al final el obispo de Hispalis introducía como al desliz un elemento que no había sido aludido de modo alguno en la primera: la referencia a Gog y a Magog bíblicos, a las figuras que ya Jerónimo y Agustín a su turno habían desaconsejado referirse. Lejos de todo lo que pudiera esperarse, el ascendente más antiguo que Isidoro concedía a los visigodos era una figura funesta para el pueblo elegido; nada más distante del augurio de un tiempo feliz. Claramente este expediente, consignado dos veces en la segunda versión del De Origine, tenía un innegable conato apocalíptico. En idéntica línea a lo que Isidoro ya estaba postulando en el Chronicon, el recurso de Gog y Magog aplazaba una vez más la llegada de los tiempos finales: en la historia ezequielina de Gog y Magog, el Anticristo no advenía de modo inmediato sino que se le anteponía el tiempo de los puros. Bien podemos pensar que, a diferencia de otros empleos de esta misma leyenda donde su carácter era más abiertamente profético, este añadido isidoriano orientado a esta coyuntura tendría sólo un carácter exhortativo, amonestatorio, de denuncia respecto de conductas impropias tanto de la corona como del pueblo de los godos (¿Ecos velados al golpe de Suinthila? ¿Referencia a luchas facciosas nuevas en torno al trono?- no olvidemos que también este rey fue depuesto en 631 por una revuelta nobiliaria-). El texto resaltaba que “algunos” (quidam) pensaban que la estirpe provenía de Gog y Magog. Lo que dejaba deslizar es que, de verificarse este dato incierto todavía, los godos quedaban presos de los designios divinos aun en contra de su propia voluntad y, como lo profetizaba claramente el Apocalipsis, podían ser seducidos por Satán para luchar contra las huestes de los santos. Observemos que en la segunda versión del De Origine se evocaba de manera directa a un nuevo conjunto de elegidos, a un nuevo “resto” de puros de Jahvé, a una segunda promesa. Dada la fuerte carga de ambigüedad que registraba la leyenda de Gog y Magog, este nuevo conjunto podía identificarse sólo con aquellos pocos que alcanzaban a sostener su fe y su confianza; pero también- si el pueblo se sometía en el mientras tanto a las normas severas de una conducta sin tacha-, quedaba siempre abierta la posibilidad de que la elección recayera sobre el colectivo más amplio. En la primera versión también- recordemos- Isidoro había postulado la chance de que el pueblo haya sido el elegido para llevar adelante la batalla cósmica. A través de un arsenal de formas, todas ellas eminentemente metonímicas, Isidoro jugaba con la idea del pueblo escogido, del nuevo Israel. A quiénes iba a corresponder el honor variaba, no descansaba de manera explícita en ninguna referencia; pero que era eso lo que estaba en juego puede constatarse a lo largo de las varias interpretaciones que las dos ediciones podían experimentar. La ambigüedad, en suma, colocaba a los intelectuales de la iglesia como verdaderos garantes de la probidad del pueblo. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “Conflictos sociales y sistema feudal en España medieval” Carlos Astarita (Director Instituto) El objetivo es proponer un esquema de relación entre conflictos sociales y sistema feudal en el norte hispánico. Para ello tomaré en cuenta dos períodos: entre, aproximadamente los años 400 y 800, y desde el 800 al 1050. La tipología del conflicto que emana de la relación entre el señor y el campesino se corresponde con las fases de formación y desarrollo del sistema feudal. Entre los años 400 y 800. El período que se inaugura con las invasiones bárbaras presenta dificultades para su estudio, derivadas, en primer lugar, de las fuentes. No se trata de su ausencia sino del predominio de normas jurídicas, y como sabemos, las normas informan tanto sobre anhelos como sobre realidades. Sin embargo, no debemos dejar que el escepticismo nos invada. Por un lado, porque se desarrollaron excavaciones arqueológicas y se logró un avance considerable en los conocimientos. Por otra parte porque podemos analizar esas normas de una manera muy diferente a como lo hacía el historiador descriptivo de otros tiempos. Esto significa permutar la creencia de que las normas reflejaron de modo especular la realidad por una desconfianza sistemática aunque no nihilista. Podemos derivar muchas situaciones históricas del contenido jurídico si comparamos textos, si los sometemos a encuestas cuantitativas y si los insertamos en proyecciones de largo plazo. Ciencias sociales cercanas a la historia, como la antropología, complementan las herramientas. Distinguir entre el plano discursivo y la objetividad sigue siendo un desafío tan vigente ante el decrépito positivismo como ante el giro lingüístico actual. Cuando leemos disposiciones por las cuales el estado del bajo imperio trató de retener a los curiales como recaudadores, podemos intuir que las cosas no funcionaban muy bien para el poder político. Esa impresión se transforma en certeza cuando, junto a disposiciones destinadas a adscribir a los curiales obligatoriamente al cargo, se autorizaba a reclutar bastardos y clérigos destituidos por conducta libertina, prohibiéndoseles, además, aspirar a los honores1. No menos impresionante resulta saber que los jueces podían castigarlos2. Las normas permiten pues presenciar la decadencia del régimen burocrático3, y por más que los invasores hayan intentado recomponerlo, la situación se deterioró. No sorprende entonces que Gregorio de Tours informe, en su Historia de los Francos, que las poblaciones rechazaron el impuesto fiscal4 . Esos conflictos de la segunda mitad del siglo VI eran respuestas populares ante un estrato social burocrático que no resistía sus funciones. Esto significa que si bien los germanos recibieron la capitatio-iugatio, esa aspiración de vivir del estado no duró5, y el sistema se hundió entre los siglos V y VII, como lo muestra una disposición de Ervigio que, ante el atraso en el cobro de tributos, decretó en el año 683 una condonación para los que no habían pagado hasta el primer año de su reinado6. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Las rebeliones contra los impuestos fueron sólo una parte de los conflictos; la descomposición de los vínculos de trabajo quedó indicada también en las normas. En efecto, las leyes reflejan a los servi que escapaban7, y a comienzos del siglo VIII el rey Egica denunciaba que casi no había lugar sin esclavos fugitivos8. El texto parece reflejar huidas colectivas9. En la segunda mitad del siglo VIII encontramos una proyección de estos combates por la libertad en la rebelión de seruilis o libertini en el reino asturiano de Aurelio10. En esas condiciones, aparecieron las comunidades libres. Su existencia se constata por normas, como la Regla Común (del siglo VII), y por crónicas, como aquellas que nos dicen que los monarcas visigodos debieron realizar reiteradas campañas contra astures, cántabros y vascones11. Esos vascones se aventuraban en incursiones ofensivas sobre la Tarraconense12. Estas informaciones nos conducen al concepto de sociedades con base en modo de producción campesino, que Chris Wickham ha venido sosteniendo desde hace más de una década, y que confirma en su último libro13. En este estudio resume una variada muestra arqueológica sobre comunidades independientes. Para España, esto confirma la importancia de esas comunidades libres en el norte, tesis presente desde los trabajos de Barbero y Vigil, pero también en la costa este y en el interior14. El concepto de sociedad de base campesina se refiere a la relación que las aristocracias establecían con las unidades de residencia campesina. Presupone distintos grados de dominación, desde el encuadramiento con una autoridad laxa a una sumisión fuerte. Esta fue la base de organización social. Ante la caída de los curiales, tomaron importancia los condes, surgidos del entorno de los reyes, y transformados en jefes de distritos. El don y contra don es clave para comprender estas sociedades, tanto en sus posibilidades de transformación de la reciprocidad en sujeción como la lentitud del proceso debido a una lógica que no priorizaba la acumulación material. La antropología nos proporciona así un léxico que descifra esas transformaciones. Este concepto de sociedad con base campesina ha tenido una importancia central en mis elaboraciones, aunque ello no impide diferencias entre Chris Wickham, la voz fundadora (aunque la cuestión había sido contemplada por Duby y Gurevic15), y las conclusiones a las que me llevaron mis estudios. La divergencia se refiere en primer lugar a la extensión del concepto. Para Wickham en algunas regiones predominaba una lógica feudal. En otro estudio discuto este punto de vista; estimo que el concepto de sociedad de base campesina fue general16. Otra divergencia se refiere a que el surgimiento de esta sociedad de base campesina en España, Italia y Francia ha sido el resultado del proceso indicado. Puede resumirse en que ante la crisis estatal se produjo un vacío de poder que no fue cubierto por la nueva aristocracia. Se desencadenó así un extenso movimiento, prolongación de los bagaudas17, proceso que dio por resultado la constitución de comunidades libres. En suma, evoluciones estructurales se combinaban con heterogéneos conflictos sociales para modificar las relaciones sociales. Esos conflictos cumplieron un papel estructurante de la nueva sociedad. Se asentaba así la premisa para un régimen distinto, basado en la dominación privada sobre el campesino, régimen que se abrió paso desde el siglo IX en adelante. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Entre los años el 800 y 1050 La evolución durante este período quedó contemplada en una serie de fueros. El primero es el de Brañosera (en Palencia) del año 824 dado por el conde Munio Núñez a cinco familias campesinas18. Delimitaba un lugar de instalación, y establecía que el montazgo se repartiera entre el conde y los pobladores. Pero además, eximía a los campesinos del servicio de vigilancia, obligándolos al pago de tributo y renta19. El segundo texto es del año 971. El concejo de Agusyn (Los Ausines) se liberaba entonces de la construcción del castillo cediendo una dehesa al conde de Castilla García Fernández20. Una tercera escritura son los fueros que Fernando I daba en el año 1039 a las villas de San Martín, Orbaneja y Villafría, exceptuando a sus moradores del trabajo de los castillos y de participar en la guerra ofensiva, y establecía que serviant ad atrium Sanctorum Apostolorum Petri et Pauli21. Estos documentos, y otros22, expresan una secuencia: el tránsito de obligaciones militares a rentas agrarias, revelando un orden lógico y temporal. Los fueros, al dictaminar las obligaciones de los campesinos, creaban las relaciones sociales23. Pero también, y en la medida en que los señores imponían su voluntad expresan tanto el sistema de trabajo que se inauguraba como la evolución en la que se enmarcaban. Efectivamente, si se conectan estas informaciones con lo que vimos anteriormente, la interpretación adquiere consistencia. Los centros políticos dirigidos por los condes permanecieron en la época post visigoda. Desde esos centros los comes organizaban la defensa territorial en base a la participación de campesinos. Esto lleva a reconsiderar la tesis de la ruptura del 71124. Los señores subordinaban a los campesinos y permutaban las obligaciones militares por trabajo; a la reciprocidad le sucedían vínculos asimétricos de tributación y dominación. Ese cambio de obligaciones de tipo público por rentas se daba junto a un cambio paulatino de usos y costumbres, por un lado, y a la transformación de los condes en señores feudales, por otro, lo que implicaba la privatización del poder y de los feudos concedidos por el rey. Se establecían ahora condiciones que anularon el conflicto abierto entre señores y campesinos. Con relación a la etapa anterior, desde el siglo IX se verifica un cambio: el campesino quedaba sometido y la lucha abierta desaparecía o disminuía drásticamente. Esto fue una condición tanto para la acumulación material de los señores debido a una mayor explotación del trabajo (el crecimiento se dio desde el año 800)25, como para la extensión sobre nuevos espacios. Pero más allá de estas explicaciones macro sociales, el análisis de las prácticas condales permite observar el papel que el poder político superior cumplía en la contención del conflicto. Para acceder a este plano, puede utilizarse el archivo de Santa María de Oteros de las Dueñas, en León, que refiere las actividades de dos condes hacia el año mil26. No trataré este problema que examino en detalle en un estudio específico27. Sólo confrontaré estas elaboraciones con la tesis de la mutación feudal. Para los mutacionistas, hacia el año mil estallaba la violencia de los feudales, en especial de los milites, contra los campesinos28. Según Bonnassie, estos últimos respondieron, en alianza con los clérigos, también agredidos, con un movimiento especial: la Paz de Dios, una forma especial de lucha de clases. Este punto de vista fue objetado por otros historiadores, y hoy constituye uno Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] cuestión en debate, de la misma manera que es debatida la cronología de la servidumbre o de la ideología de los tres ordenes del feudalismo29. Con respecto al área leonesa, es posible encontrar una coincidencia cronológica en cuanto a los conflictos. Si en Cataluña la anarquía abarcó, según Bonnassie, desde 1020 a 1060, en León entre los años 960 y 1020 hubo una seria crisis política acompañada de una difícil situación externa por la ofensiva musulmana de Almanzor. No obstante estas coincidencias, la situación del área leonesa no puede se asimila a lo que describió Bonnassie. Esto por varias razones. La primera consiste en que los documentos no muestran a los señores ejerciendo una descontrolada violencia cotidiana sobre los campesinos. Al señor le interesaba preservar la producción doméstica sobre la que realizaba sus imposiciones. Cuando otorgaba un préstamo su deseo estaba en que el campesino superara las dificultades para seguir tributando. En casos extremos en que el señor aplicaba la violencia, por ejemplo la condena a flagelación, estaba dispuesto a permutar el castigo que inhabilitaba fuerza de trabajo por una reparación material30. Muchas veces los castigos eran más invocados que practicados; eran amenazas para doblegar la voluntad31. Ello respondía a la preocupación de los señores por conservar la fuerza de trabajo, algo que también se constata en tiempos posteriores. Otro aspecto consiste en que la sujeción del campesino, lejos de concretarse en el término de unos pocos años (como afirma la tesis de la mutación) fue un proceso dilatado, con diferencias cronológicas entre lugares relativamente cercanos. Las costumbres eran lentamente alteradas, preservando aspectos de la costumbre que se desplazaba. En compensación, la falta de conflictos abiertos entre señores y campesinos era sustituida por un recurrente antagonismo entre miembros de la clase de poder. Cada esfera de soberanía comenzaba ya a encontrarse en competencia frente a otra, y esto llevaba tanto a pactos de subordinación y de alianza como a rupturas y enfrentamientos. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “Violencia y dominación en la baja edad media castellana” Cecilia Devia (Tesista UBA) La presente investigación tiene por objeto analizar formas de violencia que aparecen en las relaciones de dominación establecidas por los señores sobre las comunidades durante los siglos XIII a XV en Castilla. Este análisis presupone estudiar también las reacciones o respuestas de la comunidad ante la violencia señorial: cuánto tolera, cuándo reacciona y cómo lo hace. Se buscará identificar distintos grados de dominación y de violencia en relación con los diferentes niveles jerárquicos, tanto de los dominadores como de los dominados, entrando en juego aquí el tema de la construcción del poder por parte de los señores. El estudio de caso permitirá acceder a cuestiones generales que hacen al funcionamiento del feudalismo. Perry Anderson advirtió sobre la centralidad del tema cuando afirmó que la guerra era “el modo más racional y más rápido de que disponía cualquier clase dominante en el feudalismo para expandir la extracción de excedente” (1). Se tratará de demostrar el empleo racional de la violencia por parte de los señores, de un uso sistemático y graduado de la misma, al que corresponden respuestas de las comunidades que también se rigen por determinada lógica. El debate central será con Norbert Elias, en especial con su obra, concluida a fines de la década de 1930, El proceso de la civilización (2), en cuyo título ya encontramos la clave de su teoría. Lo que trata de demostrar por medio de una investigación teóricaempírica es que hay cambios de larga duración en las estructuras emotivas de los seres humanos, en una dirección única a lo largo de una serie de generaciones (psicogénesis), y que estos cambios se relacionan con los cambios estructurales a largo plazo del conjunto de la sociedad que también tienen una dirección determinada, en el sentido del aumento en el grado de diferenciación e integración (sociogénesis). A su vez, el individuo recorre a lo largo de su vida este proceso de civilización que la sociedad ha recorrido y sigue recorriendo. De ahí que se pueda considerar a la Edad Media como la infancia de la sociedad. Elías considera que el “entramado emotivo” de los seres humanos constituye una totalidad, dentro de la cual ubica un instinto de agresión que afecta a ese conjunto. Esta agresividad está limitada por reglas que terminan transformándose en autocoacciones. Hay grados de desarrollo de la dominación emotiva. La agresividad actualmente se manifiesta abiertamente sólo en los sueños o en explosiones aisladas, que son tratadas como manifestaciones patológicas. Elías comienza su investigación observando a la clase alta secular de la Edad Media, y hace extensivas sus conclusiones a toda la sociedad medieval. En este período la rapiña, la lucha y la caza eran necesidades vitales. Elías remarca que en la Edad Media el sistema emocional de los hombres era diferente del nuestro y que tenían una vida emocional desmesurada. Reinaban el miedo, la inseguridad, la inestabilidad. La guerra y el bandolerismo eran permanentes. Lo considera como un período de grandes contrastes, durante el cual el campesino está sujeto al caballero armado en una medida superior a cualquier otro ser humano en la vida cotidiana en épocas posteriores. Al mismo Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] tiempo, el guerrero es mucho más libre. En cuanto al nivel de vida, es extraordinariamente alto el contraste entre la clase alta y la baja. Posteriormente, un control social más intenso anclado en la organización estatal cambiará estas pautas de vida. Hay una imposición progresiva de un doble monopolio real: el fiscal y el de la violencia. Se constituye una administración como aparato de dominación, con la existencia de luchas sociales por el acceso al mismo, que se traducen en el reparto de cargos y beneficios. Tomando como modelo a Francia, Elías distingue tres fases: una de libre concurrencia, con la consolidación del sistema feudal entre los siglos XI al XIII, en la cual se reparten las oportunidades por medio del empleo de la fuerza; una fase patrimonial, en la que se da la desintegración del territorio, y finalmente la fase del monopolio real, a fines del siglo XV, de la que resultará la formación del Estado francés. Para Elías, la evolución es un proceso de larga duración, con momentos de aceleración, estancamiento y regresión. La propuesta del presente trabajo es entender el cambio histórico no como una restricción civilizadora de emociones y violencia descontroladas, sino como la transformación de un conjunto de convenciones y representaciones en otro. Lo que en principio se le cuestiona a Elías es la misma idea de un proceso civilizatorio. Con un análisis exhaustivo, minucioso, demorado, de la documentación, similar en parte al que hace Elías sobre todo en La sociedad cortesana (3) y en El proceso..., veremos si el hombre medieval, que según Elías tenía muchas menos autocoacciones (o directamente no las tenía) que el hombre moderno, en realidad no estaba más constreñido en unos aspectos y menos en otros. El hecho de que viviera siempre inmerso dentro de algún tipo de comunidad (de parentesco, religiosa, gremial, etc.), como nos indican Gurievich (4) y otros autores, puede llegar a entenderse como que estaba más “controlado” que el hombre moderno (incluso más “autocontrolado”) en mucha situaciones, así como en otras no. La sociedad medieval en su conjunto también era altamente jerarquizada, y toda jerarquía implica control. En la Baja Edad Media castellana, los señores necesitan construir relaciones sociales, construyendo al subordinado pero sin llegar a su eliminación. Aquí aparece la lógica objetiva de la racionalidad en el empleo de la violencia. En cuanto a la documentación, se busca extraer de la misma prácticas, actitudes y motivaciones que muestren un sentido en el uso de la violencia, en las formas, el grado, la ocasión, etc. en la que ésta se administra, trabajando en una forma básicamente descriptiva y fenomenológica. Por ahora se ha hecho una primera lectura de las Crónicas de Enrique IV (de Enríquez del Castillo y de Palencia), las de Alfonso XI, Pedro I, Enrique II y Juan I (de López de Ayala), la de Enrique III, el Libro de los Gatos, la Primera y Segunda Partida de Alfonso el Sabio y la Relación de algunas casas y linajes del reino de Galicia de Vasco de Aponte. Se trabajará sobre diferentes apartados según los actores implicados, distinguiendo dos en especial que representan a la contradicción básica del feudalismo, el enfrentamiento entre señores y campesinos: la violencia de los señores sobre la comunidad y la respuesta de los dominados a esa Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] violencia. También se tendrán en cuenta otros, tales como la violencia en el interior de la comunidad, la violencia entre señores, la violencia o justicia del rey. Se identificarán diferentes tipos de prácticas, entre ellas: las respuestas inmediatas y “primarias”, los elementos rituales-semióticos, la violencia invocada pero no ejercida, etc. 1) Anderson, Perry, 1989, El Estado absolutista, Siglo XXI, Madrid, 26 2) Elias, Norbert, 1993, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, FCE, Buenos Aires. 3) Elias, Norbert, 1996, La sociedad cortesana, FCE, México 4) Gurievich, Aron, 1990, Las categorías de la cultura medieval, Taurus, Madrid Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “Monarquía, redes de poder local y propiedad comunal. El caso de Ávila y su tierra” Corina Luchía (Becaria CONICET) La importancia de los bienes comunales en la estructuración campesina del área castellana ha sido ampliamente probada por diversos estudios. Su gravitación económica, como complemento básico de las subsistencia de la unidades domésticas se articula con su papel como proveedor de renta para los distintos poderes feudales. La compleja elaboración de un régimen de aprovechamientos que tiene como centro los términos comunes de aldeas y villas, ha demandado a la distintas instancias de la organización política del reino una serie de intervenciones tendientes a regular, precisar y ordenar las prácticas y derechos que se ejercen sobre dichos recursos. Un estudio más general de las políticas monárquicas respecto de la propiedad comunal en el área concejil de realengo, nos ha conducido a la identificación de redes de poder locales, dentro del jerarquizado sistema concejil, que conforman la trama en la que debemos inscribir las diferentes modalidades que asume la política regia sobre la cuestión. Desde una perspectiva diacrónica que recorre entre los siglos XIII y XVI, puede observarse un comportamiento monárquico ambiguo, diverso y contradictorio. Esta ambivalencia de la disposiciones de los soberanos, dista de ser explicada por fenómenos coyunturales de índole fiscal o demográfica, como han planteado diferentes autores, para los cuales, la preservación o merma de la propiedad comunal favorecida por la monarquía obedecía a razones de urgencia financieras de la hacienda regia o bien a necesidades de estricta preservación de los recursos poblacionales en los concejos. Si bien estos factores tienen incidencia en el desarrollo de las políticas estudiadas, enmarcamos esa conducta oscilante de la Corona, como producto de los condicionamientos que las relaciones de poder y el balance de fuerzas sociales en el nivel local de la organización real imponen a la potestad del soberano. La propiedad comunal entra en el juego que se establece entre el vértice superior de la organización política y los aparatos concejiles. La protección de los términos comunes, plasmada en la ofensiva intervensionista de las Cortes de Toledo de 1480, responde a la necesidad tanto de preservar las bases sociales de reproducción del régimen, asegurando la subsistencia del campesinado tributario como para reafirmar la soberanía regia en suelos de los que el monarca es propietario eminente. La decidida acción de la Corona para condenar la usurpaciones privadas, generalmente a mano de los poderosos locales, obedece al intento de frenar las fuerzas señorializadoras, que acompañan las apropiaciones de comunes, fortaleciendo la capacidad imperativa del monarca, permanentemente contestada por los agentes señoriales y las oligarquías villanas. Sin embargo, las variaciones de la actuación regia se aprecian en medidas que contradicen la orientación de las Leyes de Toledo, favoreciendo la privatización, bien a través de la legalización de las pretensiones de los grandes locales, promoviendo directamente el cierre exclusivo de estos espacios mediante su arrendamiento o venta. Dentro de este marco general situamos nuestro estudio en el caso particular de Ávila y su Tierra, no sólo por el vasto cuerpo documental que nos permite un examen exhaustivo de la cuestión, sino Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] porque el análisis de un caso concreto, posibilita una reconstrucción minuciosa de las redes de poder local con las cuales debe dialogar la monarquía. Si bien como señala Monsalvo Antón, el estudio general comparativo, tomando un área más amplia, enriquece la perspectiva y la densidad desde el “punto de vista de las transformaciones estructurales dentro de una dinámica secular”(1) , sin perder esta dimensión del análisis, la singularidad específica de una ciudad, provee de herramientas para establecer tendencias generalizables. El caso de Ávila es significativo, por la masividad de los conflictos que tienen por objeto el disfrute de los comunes, así como por la firme decisión de los distintos protagonistas de hacer valer sus derechos, traducidos en reiterados actos, en fuerza social efectiva. La actuación tanto del poder monárquico como de los órganos concejiles, está doblemente condicionada por los intereses materiales de los sectores dominantes en los distintos niveles del reino y por las necesidades de los aparatos de estado. Con particular claridad se evidencia esta dualidad, en el caso del concejo de Ávila cuyos miembros son recurrentemente partícipes de las usurpaciones, al mismo tiempo, que en tanto instancia de ordenamiento colectivo, se ve obligado a promover la defensa del patrimonio público. La tensión entre el interés privado de las elites dirigentes locales y los intereses del concejo como instancia política de organización, puede reconocerse en dos situaciones: la toma de términos por parte de alcaldes, procuradores y regidores, excluyendo al resto de la comunidad de su libre usufructo y la conversión de tierras comunales en bienes de propios, generadores de renta para satisfacer las demandas de las haciendas concejiles. Si bien en ambos casos, los efectos coinciden en una merma del espacio común, la significación de una y otra práctica es manifiestamente diferenciada. La centralidad que adquiere en nuestro trabajo la reconstrucción de las redes de poder locales, nos permite reconocer la presencia de grandes usurpadores, como Sancho Sánchez, Gil Gómez, Pedro de Barrientos, Gil González, Pedro de Ávila, entre los más destacados. Su posición como fuertes propietarios, en su mayoría señores de ganado, se ve favorecida por su ubicación en los principales cargos políticos locales desde los cuales emprenden la ofensiva sobre la propiedad comunitaria. El desconocimiento de las sentencia regias, la violencia abierta ejercida contra los jueces enviados por el monarca a ejecutarlas, la impugnación constante de las actuaciones judiciales, dan cuenta de la compleja situación que debe enfrentar la monarquía para hacer efectiva su potestad jurisdiccional en el ámbito concejil de realengo. Sin embargo el cuestionamiento de esta capacidad imperativa no proviene exclusivamente de los sectores dominantes locales, miembros de la nobleza menor y oligarquías urbanas, sino surge también de las atribuciones apropiadas por los propios enviados monárquicos para entender en la cuestión de las propiedad común. Los jueces corregidores, masivamente nombrados luego de la celebración de las Cortes de Toledo, en muchas oportunidades también promueven acciones lesivas contra las tierras comunales, bien por trabar vínculos de connivencia con los grandes locales, o porque son ellos mismos los que participan de la reducción de la superficie común, a la vez que su permanencia resulta habitualmente gravosa para las comunidades que deben sostenerlos. Por todo ello, la política de la monarquía respecto de la propiedad común, debe pensarse a partir de la dinámica de las relaciones de poder en cada ciudad y su tierra, situando ésta dentro de un marco material que reconoce la tendencias centrífugas propias de la estructuración política feudal. 1) Monsalvo Antón, J. M., “Centralización monárquica castellana y territorios concejiles (Algunas hipótesis a partir de la ciudades medievales de la región castellano leonesa)”, Historia Medieval. Anales de la Universidad de Alicante nº 13, 2000-2002, p. 9. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “Condiciones de producción y formación de precios en los mercados campesinos precapitalistas” Octavio Colombo (Becario CONICET) El objetivo de esta presentación es analizar el problema del funcionamiento de la ley del valor en los mercados campesinos precapitalistas. Aunque las reflexiones que siguen tienen su fundamento empírico en el estudio del proceso de mercantilización en las aldeas castellanas de la baja Edad Media, se intentará aquí esbozar un planteo teórico más general sobre las determinaciones estructurales que afectan la circulación de mercancías en un contexto no capitalista. Se aspira de esta forma a establecer las condiciones generales que permitan comprender conceptualmente los fenómenos que se registran en la documentación aldeana, en especial las formas de regulación política de los precios y la recurrente aparición de modalidades de apropiación de valor en la circulación. En la tradición marxista existen básicamente dos concepciones distintas sobre este problema, ambas presentes en la obra de Marx y Engels y continuadas en los estudios posteriores. La primera de ellas, y sin duda la más conocida, postula que en los mercados campesinos precapitalistas se registra un funcionamiento pleno de la ley del valor, entendida como una proporcionalidad rigurosa entre los precios y los tiempos de trabajo invertidos en la producción. Esta idea fue desarrollada fundamentalmente por Engels en su “Apéndice” al Tomo III de El Capital, como un despliegue de los planteos del propio Marx en su análisis de la transformación de los valores en precios de producción, y ha sido considerada como congruente con el concepto de producción mercantil simple tal y como aparece expuesto en la primera Sección del Tomo I. Una segunda concepción, sin embargo, puede encontrarse en los escritos de Marx (en especial en los Grundrisse y en la “Introducción General a la Crítica de la Economía Política” de 1857) y en cierta medida también en el estudio de Engels sobre La situación de la clase obrera en Inglaterra. Según ella, la ley del valor sólo adquiere plena validez en el modo de producción capitalista desarrollado, en tanto sólo en tales circunstancias el mercado funciona como mecanismo regulador de la producción social. En situaciones precapitalistas, por el contrario, la categoría de valor sólo puede tener una existencia incompleta, en tanto los productos del trabajo pueden adquirir la forma mercancía pero el valor no rige la distribución del trabajo social. A este nivel de abstracción, la discusión es relativamente irresoluble. Distintos autores han defendido una u otra posición con argumentos teóricos convincentes, pero sin ponerlos en relación con las características estructurales básicas de las formaciones sociales a las que se hace referencia. Haremos mención en lo que sigue a unos pocos elementos determinantes de dichas estructuras sociales que pueden ayudar a resolver la problemática en un nivel de análisis más concreto. La primera característica que debe tenerse en cuenta es el carácter estocástico de los rendimientos en la producción agraria, un fenómeno propio de todas las economías preindustriales. La alternancia de años buenos y malos implica que sólo por accidente la producción se corresponde con las necesidades sociales, condición sine qua non para que los precios se adecuen a los valores. A diferencia de la economía capitalista, donde las fluctuaciones de los precios con respecto a los valores (en la medida en que afectan la tasa de ganancia) provocan un movimiento de recursos en la Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] esfera de la producción que tiende a reestablecer como promedio la adecuación de la oferta a la demanda, en las economías campesinas precapitalistas el movimiento de los precios ocasionado por las fluctuaciones de la productividad agraria es reflejo del escaso control de los seres humanos sobre la naturaleza y no de la necesidad de reasignación del trabajo social. Es por ello que no tiende a resolverse por medio de la redistribución de los recursos productivos sino que da lugar a la crisis demográfica de tipo antiguo. El fenómeno, como se sabe, se ve agravado por la orientación a la subsistencia de los productores, en la medida en que ello implica tanto que sus decisiones no dependen del movimiento de los precios como que en los años malos el excedente comercializable se reduce más que proporcionalmente que el volumen total de la producción. La crisis de substancia, además, provoca una crisis de subconsumo en el sector secundario, motivo por el cual el movimiento accidental de los precios afecta al conjunto de la economía, reflejando no los tiempos de trabajo invertidos en la producción sino el carácter inestable de la reproducción social. En estas condiciones resulta comprensible que las comunidades campesinas muestren una muy fuerte tendencia a la regulación política de los precios. En las condiciones descriptas, el efecto disruptivo del movimiento de los precios sobre la reproducción social sólo puede ser medianamente contenido por medio de una regulación que se sobreimpone al mercado, en tanto éste carece de mecanismos endógenos de estabilización. Aun cuando la fijación de los precios no sea enteramente ajena a la presión de las fuerzas económicas (factor que ha llevado a algunos autores a sostener que el “precio justo” no es más que el precio de mercado), la política económica de las comunidades campesinas aspira a introducir un principio de estabilidad que se torna necesario en un contexto en el cual el movimiento de los precios no refleja las condiciones de producción. Sin embargo, la normativa aldeana no es enteramente exitosa, en la medida en que debe restringirse a la esfera de la circulación, puesto que la producción sigue en manos de productores privados. Esta efectividad relativa es la que permite que subsistan formas de intercambio desigual que constituyen manifestaciones de las formas de acumulación precapitalistas del capital dinerario. Un último factor que puede mencionarse para completar el cuadro anterior es la incidencia que tienen en los circuitos mercantiles campesinos las formas de extracción extra-económica de los excedentes. Nuevamente nos encontramos ante un fenómeno característico de todas las sociedades precapitalistas de clases que tiene fuertes incidencias en los mercados. Con muy pocas excepciones, el monto de las extracciones no guarda una relación proporcional con los resultados del ciclo productivo, sino que son o bien constantes, o bien se encuentran sujetas a las coyunturas políticas. En última instancia, puede decirse que el monto de los excedentes efectivamente apropiados por la clase dominante responde a la relación de fuerzas entre las clases. Ello por sí mismo agrava el efecto disruptivo de la fluctuación del producto agrario. Además, cuando los tributos se recaudan en dinero dan lugar al fenómeno de la “comercialización forzosa”: el campesino se ve obligado a vender, no para volver a comprar sino para sustraer recursos de la circulación. Cuando las rentas, como suele ocurrir, se recaudan inmediatamente después de la cosecha, es decir cuando los precios agrícolas son más bajos, las condiciones del mercado incrementan el peso de la explotación sobre las economías domésticas. En tales coyunturas, y por razones ajenas a las necesidades de reproducción material de los productores, el mercado se ve inundado por una cantidad de oferentes, situación en la cual se produce una depresión de los precios con independencia de los tiempos de trabajo invertidos en la producción. De esta forma, los mecanismos de explotación precapitalistas incrementan la inestabilidad del movimiento mercantil y del consiguiente efecto negativo sobre la reproducción de las economías domésticas. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “Las prácticas económicas y el desarrollo feudal en dos estudios de caso: El monasterio de Abeliar y la catedral de Toledo (siglos X- XIII)” María de la Paz Estévez (Becaria UBA) El desarrollo feudal en la Península Ibérica ha sido objeto de intensos debates historiográficos, ya sea para definir su “grado” de feudalización, o para esclarecer su progreso a partir de las características que las sociedades ibéricas presentaban. Esta segunda línea es factible de ser analizada siempre y cuando se tenga en consideración la importancia que tuvo en dicho proceso el avance de los reinos cristianos del norte hacia el sur de la región, y la consiguiente repoblación, que instauraron nuevos ordenamientos jurídicos, repartos de tierras y conformación de relaciones sociales. Un estudio comparativo puede aportar interesantes elementos. En este caso serán analizados los archivos documentales de las catedrales de León [Saer, Ruiz Asencio, Fernández Catón, 1987] y Toledo [González Palencia 1926- 1930]. Ambos cuerpos documentales manifiestan el proceso de feudalización a partir de la concentración de propiedades por parte de sectores de la nobleza y especialmente de la iglesia. Sin embargo algunas diferencias sobresalen rápidamente: la más importante se refiere a la datación del proceso, mientras que el territorio de León estuvo sujeto a un temprano proceso de Reconquista y ordenamiento, y hacia principios del siglo X ya se alcanzaba la línea del Duero; las tierras toledanas recién en 1085 fueron ganadas a los musulmanes. Asimismo, es importante determinar las incidencias que puedan tener los antecedentes históricos: por un lado, el contexto dominial en el norte, y por otro, las sociedades organizadas de manera tributaria en Toledo, previo a la conquista cristiana. Para el análisis de la región norte es forzoso retomar el debate acerca de los orígenes feudales y la base social y organizativa a partir de la cual habría surgido. Muchos autores acuerdan con la propuesta de Abilio Barbero y Marcelo Vigil quienes suponen la existencia de sociedades con estructuras gentilicias que empezaron a quebrarse dando lugar a los primeros vestigios de instituciones de marcado signo feudal hacia los siglos X y XI [Barbero y Vigil 1978]. Algunos sostienen que los siglos mencionados son algo tardíos para pensar que recién entonces comienza la conformación del feudalismo en la región, también es debatible el pensar que el proceso de feudalización se dio exclusivamente a causa de factores endógenos. Sin embargo, el recorrido propuesto por los autores españoles tuvo seguidores [Moreta Velayos 1988, García de Cortázar 1988]. Otro aspecto en discusión es el carácter y el grado de la “repoblación” que llevaron a cabo los reinos cristianos. Durante muchos años, la tesis de Claudio Sánchez Albornoz fue la explicación predominante. El autor planteaba que esta zona había sido despoblada por los reyes del norte y pasó a convertirse en un desierto que separaba el sur islámico del norte cristiano. El avance desde Asturias hizo necesaria la repoblación de la zona que habría sido llevada a cabo por los sectores más carenciados de las comunidades cristianas que ocuparon las tierras por medio de presuras, ocupaciones de facto a las que más tarde se les dio la confirmación de su propiedad. Como resultado se habría conformado una clase social de pequeños propietarios rurales libres, sin vinculación con sistemas señoriales. Para el autor, es justamente esta singularidad uno de los principales factores por Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] los que el feudalismo español era “inmaduro” [Sánchez Albornoz 1956]. Sin embargo, la idea de una total despoblación de la región aparece como problemática. Barbero y Vigil coinciden con la interpretación de Ramón Menéndez Pidal que entiende el término “poblar” en el sentido de una reorganización bajo nuevos criterios [Menéndez Pidal 1960]. Para García de Cortázar este proceso habría sido una reorganización social del espacio sobre bases nuevas, que también habría incluido aspectos de verdadera repoblación. Por su parte, Ángel Barros García sostiene que a partir del siglo XII la repoblación, más allá del estímulo que pudieran dar la aristocracia y la monarquía feudal, fue en su mayor parte la consecuencia de la propia dinámica y del carácter extensivo del crecimiento demográfico y material de las comunidades campesinas. Sostiene que fue una colonización popular bastante espontánea ya que la nobleza castellano- leonesa se habría mostrado incapaz para organizar la repoblación y su lugar habría sido ocupado por caballeros villanos locales [Barrios García 1988]. Nos interesa tener presentes estos debates a la hora de realizar el futuro análisis documental de León, así como también sumar un aspecto que solía quedar relegado: la organización de las relaciones sociales en el contexto del crecimiento del dominio. En este aspecto, muchos autores advierten con razón que las fuentes pueden llegar a ser excesivamente escuetas para analizar la realidad social, sin embargo creemos que es importante realizar un intento en este sentido. Elegimos en primera instancia analizar la documentación de la catedral de León referida al monasterio de Abeliar que, para el siglo X, es la institución que más tierras ha ganado. Los documentos de compraventas hacen referencia a transferencias de bienes en plena propiedad con pago en metálico o en especie. Las operaciones se realizaban entre particulares (laicos y eclesiásticos) y/o con centros religiosos. Los bienes vendidos eran por lo general rústicos, de piezas y precios variables. En algunas ocasiones se indicaba el origen de la propiedad vendida, lo cual es importante ya que puede indicar cuál era el régimen de propiedad previo. Para Claudio Sánchez Albornoz, por ejemplo, la documentación testimonia la existencia de una gran masa de campesinos libres y propietarios de tierras y el carácter fragmentario y atomizado de la propiedad (Sánchez Albornoz 1934, 1970). También ve en el carácter familiar de la misma una herencia germana. En esta primera fase de la investigación, remarcaremos algunos elementos que sobresalen en las fuentes referidas a Abeliar: 1) el interés del monasterio por concentrar sus tierras y el afán por conseguir tierras a la vera de ríos, lo cual indica la importancia del control del agua, tal como observara Moreta Velayos para el caso de Cardeña [Moreta Velayos 1978], 2) en la gran mayoría de los documentos se afirma que los otorgantes lo hacen “por voluntad propia”, lo cual puede encubrir una coacción a la venta, como advierte García de Cortázar en el monasterio de San Millán de la Cogolla [García de Cortázar 1969], 3) es llamativo la mención constante de que los vendedores “aceptan” o “reciben en precio” una determinada suma de parte del monasterio, parecería que su autoridad lo faculta para ser quien propone el precio, 3) Abeliar obtiene también monasterios más pequeños, incapaces de contener la avanzada del monasterio mayor, 4) muchos documentos mencionan que las tierras que los campesinos venden fueron adquiridas por ellos mismos, sus padres o abuelos, por medio de presura o por abolengo, y se destaca la dispersión de las mismas, 5) en lo que respecta al pago, se observa el uso de moneda de plata, aunque es bastante común también el pago en especie. Algunos vendedores reciben un precio mayor que otros, lo cual podría indicar algún tipo de diferencia entre los campesinos, 6) se menciona en algunos casos que las tierras compradas en verdad pertenecían al monasterio y de las cuales se apoderaron quienes ahora las venden, en otros casos los los monjes tuvieron que litigar su reclamo, 7) en casi todos los documentos de compraventa se añade una cláusula que asegura que, en caso de que los compradores o sus herederos ocupen nuevamente la tierra sin permiso, paguen el doble, esto puede estar indicando que era una Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] situación bastante común, 8) respecto a las donaciones que recibe Abeliar, se observan algunos elementos paralelos a los ya vistos como la importancia de los territorios cercanos a cursos de rios, o aquellos que limitan o se ubican en un radio cercano al monasterio. Asimismo, observamos la afirmación de que la donación se realiza por voluntad propia lo cual puede estar encubriendo una obligación, sobre todo teniendo en cuenta que también se suman frases de amenaza para quienes no respeten la cesión. A la hora de analizar esto no debemos olvidar que los monasterios de regiones fronterizas debían comprometerse a poblar el territorio. Esto los convertía en centros de atracción de pobladores y factores ordenadores del señorío. Si recorremos ahora la región de Toledo, observamos que el proceso de feudalización presenta paralelismos pero también diferencias. La divergencia más notoria es la rapidez de su evolución: el avance de la Iglesia sobre las propiedades se da velozmente una vez ganada la región por los cristianos en 1085, las fechas de mayor apropiación fueron los siglos XII y XIII. Sin embargo, la lectura de las fuentes testimonia que hacia el siglo XI ya pueden datarse una serie de dinámicas que muestran un incipiente desarrollo. Los documentos testifican una considerable concentración de la propiedad inmueble en manos de sectores nobiliarios. Tanto los nobles del norte, como los francos que participaron en la avanzada militar y, muy especialmente la iglesia, adquirieron importantes territorios y construcciones urbanas. Igual que en el caso de Abeliar, el deseo de concentración se manifiesta en los frecuentes comentarios que indican que las nuevas adquisiciones lindaban con otras del comprador. En la mayor parte de los casos el motivo de la venta eran las deudas que los campesinos tenían, con el comprador o con un tercero, pero no debe descartarse una posible compulsión relativamente forzosa, aplicada por los sectores de poder, sobre la población rural para obligarla a desprenderse de sus tierras. Entre los compradores, podemos identificar a funcionarios eclesiásticos, aunque también se beneficiaron algunos mozárabes de la ciudad, provenientes de familias prestigiosas que detentaban puestos directivos en la comunidad. Es posible que se hubiera producido algún tipo de reordenamiento interno en este último caso de acuerdo a quiénes hayan participado o colaborado en la empresa de conquista de la región. Una de las últimas propuestas para estudiar el área toledana es la de Jean Pierre Molénat [Molénat 1997]. Su interés es observar las diferentes relaciones que sostuvo la ciudad de Toledo con, por una parte, su campo circundante y, por la otra, la zona de montes. Esto es una interesante y novedosa perspectiva para analizar la historia de la región. La hipótesis central de su investigación es que los campos de Toledo habrían sido dominio de la gran propiedad de señoríos territoriales, detentados por individuos laicos o eclesiásticos que habitaban en la ciudad, mientras que la zona de los montes fueron controlados recién en el siglo XIII cuando Toledo obtuvo un señorío colectivo sobre ellos. Esta propuesta invita a revisar los escritos que Reyna Pastor dedicó a Toledo. Pastor observaba que, entre 1170 y 1230, ocurría un despojamiento de campesinos y pequeños propietarios urbanos que eran obligados a vender sus propiedades. Por medio de compras, tanto la iglesia como los nobles del norte y los francos que habían auxiliado a los reyes castellanos, adquirían territorios y construcciones urbanas. La mayoría de los vendedores eran campesinos mozárabes, que conformaban el sector expropiado [Pastor 1973, 1975]. Para el historiador francés, por el contrario, este campesinado expropiado no aparece lo suficientemente claro como para indicar una continuidad de larga data en la ocupación del territorio rural. Se inclina por la tesis de una colonización o repoblación efectuada en el siglo XII con la llegada de mozárabes que huían del sur y del avance almorávide. Se habría instaurado entonces la gran propiedad, a medio camino entre las anteriores unidades de poblamiento de pequeñas dimensiones y los grandes dominios. Esta repoblación del Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] campo toledano desde la ciudad, que da nacimiento a una forma de gran propiedad en manos de notables urbanos, habría consolidado a linajes familiares de prestigio constituidos por individuos de orígenes mozárabes, y también descendientes de castellano- leoneses y francos. Es decir, no se habría dado la expropiación de un pequeño campesinado porque este probablemente no existía luego de 1085. A lo que se asiste es a una operación de reorganización de propiedades entre poseedores urbanos. Sostiene además que hablar de expropiación de campesinado mozárabe es incorrecto ya que la mayor parte de movimientos de compraventas se dieron entre mozárabes, por lo cual referirse a ellos como el sector afectado con exclusividad no sería exacto. Esta situación contrasta, según el autor, con la realidad de la zona de los Montes. En el año 1243 esta región pasó a ser propiedad de la ciudad que la adquiere por medio de una compra y se comportará como un señor colectivo. En resumen, Toledo se caracterizaría por presentar dos áreas con diferencias en cuanto a su explotación y organización: los campos en los que se observa una señorialización contundente y la presencia de nobleza; y los montes regidos por la ciudad y con poca presencia nobiliar. Para concluir, consideramos que el análisis comparativo de esta problemática permite advertir las particularidades que este proceso tendrá en las diferentes regiones. El estudio de la zona norte, con su temprano avance del dominio, y la sur, donde se da una feudalización más vertiginosa con sus diferencias entre la zona de campos y montes, pueden facultar para establecer el camino que las nuevas relaciones sociales transitaron, teniendo en cuenta sus características y las herencias que recibieron áreas que estuvieron sometidas a la dominación de poderes tan disímiles como el cristiano y el árabe. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “Intercambio de tierras en concejos de aldea (Siglo XV)” Laura da Graca (Investigadora UBA) El problema de las transferencias de tierras entre campesinos es uno de los temas que se debate actualmente en relación a la transición al capitalismo agrario. En el debate predomina la tendencia que adjudica la existencia de un mercado de tierras a la dinámica del ciclo familiar y que relativiza su incidencia sobre la polarización social. Frente a esta tendencia, y en base a ejemplos tomados del área concejil castellana durante el siglo XV, propongo como hipótesis la existencia de un proceso de ampliación de la tenencia por parte de los miembros más destacados de la comunidad, donde se observa que el intercambio de tierras participa de la lógica del beneficio aunque se concrete por mecanismos propios de una sociedad precapitalista. El intercambio de tierras también es parte de la tendencia hacia la individualización de la tenencia y la anulación de usos colectivos, por lo que puede verse como parte de un proceso de cercamiento. Este proceso sólo se comprende en el contexto de la forma particular de gestión señorial, en este caso las características de los concejos como señoríos, concretamente el sistema tributario basado en tramos de riqueza y en la fijación de un tope máximo, que estimula la ampliación de la tenencia, y la relativa autonomía del concejo rural respecto al núcleo urbano, que se traduce en altos grados de negociabilidad de la tierra, incluso la tierra comunal. El estudio se basa en documentación del concejo aldeano de Navarredonda de Gredos, perteneciente al ámbito de Piedrahíta, provincia de Avila, donde se registran compras, trueques y arreglos que realiza el concejo rural entre 1450 y 1491. Del estudio de la fuente surge que los que realizan estas operaciones con el concejo son los miembros destacados de la comunidad (testigos, testamentarios, amojonadores, alcaldes, jurados, procuradores, escribanos, carniceros, etc.); que están relacionados entre sí por parentesco o vínculaciones sociales y políticas, y que pertenencen a la escala más alta del padrón. Del estudio de las operaciones se infiere que no hay restricciones a la trasmisión hereditaria, que la tenencia puede dividirse y transferirse libremente y que el intercambio de tierras era un fenómeno habitual. No obstante, el conjunto de compras, tomado aisladamente no permite señalar una tendencia respecto a la existencia de procesos acumulativos; para esto es necesario ver el conjunto de prácticas agrarias, principalmente los trueques. Una de las finalidades del trueque es el intercambio de distintos tipos de tierras (por ejemplo, se cambia una tierra por un prado o un linar). La tendencia a cambiar tierras por linares podría implicar un principio de especialización productiva, ya que se cambian varias tierras por una sola para el cultivo de una planta comercial. En otros casos a cambio de tierras el concejo entrega prados para que el interesado “haga un linar”; aquí el trueque implicaría la obtención de un permiso, ya que la normativa prohíbe crear linares en prados. Estas motivaciones se combinan con otra que parece ser la más importante: los tenentes acomodados recurren al trueque para reagrupar posesiones dispersas. El reagrupamiento de la unidad de explotación se ve en los casos en que se ofrece una tierra para obtener otra lindera a la principal o varias tierras a cambio de una sola. Aquí el concejo actúa como intermediario, proporcionando un mecanismo de redistribución que permite a los aldeanos reagrupar sus posesiones; los bienes que adquiere el concejo vuelven a la circulación sirviendo a fines Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] redistributivos. Esto se ve claramente en el seguimiento de la actuación patrimonial de una misma persona. Por ejemplo, el caso de uno de los aldeanos, que aparece enajenando tierras en una zona y obteniendo en otras las parcelas linderas a su heredad a través de trueques con el concejo; el mismo vecino es demandado por no respetar el régimen de aprovechamientos colectivos en la zona donde está amalgamando posesiones; unos años después es elegido alcalde. Este caso conduce a otro aspecto del problema: los tenentes reagrupan parcelas con el objeto de cercarlas, es decir, privar a otros de los derechos de pasto sobre heredades abiertas. La consolidación de la heredad y su posterior vallado se presentan como aspectos complementarios de un proceso de cercamiento: este proceso tiene como punto de partida la concentración de parcelas dispersas, cuyo cercado resultaría dificultoso. El problema está contemplado en algunos trueques que explícitamente incluyen el permiso para realizar un cercamiento sobre los bienes previamente reagrupados; en algunos casos se aclara que el interesado obtiene derechos de pasto exclusivos sobre la tierra objeto del trueque. En otros casos puede verse de cerca la negociación de un trueque, ya que el documento a veces explicita las propuestas de las dos partes, cuánta tierra se ofrece a cambio de obtener otra lindera y después cercarla, las vinculaciones familiares y políticas del interesado con los oficiales del concejo, etc. En estos trueques más detallados se observa también que quienes realizan “cerrados” tratan después de extenderlos sobre tierras comunales, lo cual consiguen a través de la negociación con las autoridades aldeanas y sin darlo a entender a las autoridades urbanas. Estos “cerrados” aparecen en el deslinde de otras tierras, lo que permite identificar a sus titulares, que en general son los mismos que han hecho arreglos con el concejo, detentan oficios o son allegados o parientes de las autoridades de la aldea. Del estudio de los linderos surge también que estas personas que han realizado cercamientos poseen otras tierras en la aldea, por todo lo cual pueden considerarse dentro del grupo de campesinos acomodados. De los deslindes también se deduce que los cerrados pasan a los herederos, por lo que puede decirse que esta forma de posesión privada se estaría consolidando. En la documentación del concejo urbano de Piedrahita se alude a estos “cerrados” como un fenómeno que está proliferando en las aldeas y un problema que se explica por la falta de control del concejo urbano sobre los concejos rurales, lo que confirma que la autonomía relativa de las aldeas es su condición de posibilidad. La tendencia a la desaparición de los aprovechamientos comunitarios es un proceso que los historiadores verifican de manera general en los siglos XVI y XVII, y que se manifiesta en la venta de baldíos y en la concesión de licencias por parte de la monarquía a comerciantes enriquecidos y sectores magnaticios que obtienen el privilegio de gozar derechos de pasto exclusivos. En el estudio de una aldea se observa que esto ocurre a pequeña escala durante el siglo XV, y que tiene como protagonistas a los vecinos más destacados. En síntesis, la mercantilización de la tierra, que acompaña el proceso de crecimiento de campesinos kulak, se concreta mediante mecanismos ajenos a la lógica de funcionamiento del mercado capitalista y en un contexto plenamente feudal, dependiendo de las modalidades concretas de ejercicio de la coerción política, que se expresan en el sistema tributario y en el señorío del colectivo urbano sobre núcleos rurales relativamente autónomos. Este contexto favorece un proceso de ampliación de la tenencia, el cual comprende la gradual desarticulación del sistema de campo abierto. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “Aproximación al problema de la estructuración del sistema feudal en León (siglos IX-XI)” Mariel Pérez (Becaria CONICET) La presente investigación, desarrollada en el marco de una tesis doctoral, se propone realizar un nuevo abordaje del problema de la formación y estructuración del sistema feudal en el área septentrional de la Península Ibérica, teniendo como objeto el análisis de las diferentes formas en que se desarrolló el proceso de privatización del poder público en León entre los siglos IX y XI y de las relaciones que establecieron entre sí las distintas esferas de soberanía privada. C. Sánchez Albornoz abordó el problema de los orígenes del feudalismo hispánico desde un punto de vista institucional y jurídico, entendiendo el feudalismo a partir de la dominancia de un conjunto de instituciones feudo-vasalláticas en el sistema social y político, tal como se constató en el área nuclear del que fuera Imperio Carolingio entre los siglos X y XIII. Así, sostenía que si bien en época visigoda habrían existido algunas instituciones “prefeudales”, la conquista árabe y la Reconquista habrían obstaculizado su desarrollo, favoreciendo contrariamente la conservación de una monarquía poderosa en el norte peninsular que permanecería ajena a las prácticas feudales hasta el último tercio del siglo XI, cuando, por influencia francesa, se habrían introducido en el reino las instituciones feudo-vasalláticas. Sin embargo, C. Sánchez Albornoz concluía que aunque en el reino asturleonés, y más tarde en los reinos de León y Castilla, hubieran existido instituciones feudales, la estructura social y política de la España cristiana nunca habría llegado a constituirse completamente según las formas políticas del feudalismo franco, lo que determinaría el carácter “inmaduro” o “bastardo” del feudalismo hispánico.(1) Esta perspectiva jurídico-institucional en el abordaje del feudalismo habría de tener un profundo arraigo en el medievalismo español, siendo compartida por un amplio grupo de historiadores entre los que se destaca L. García de Valdeavellano (2) En la década de 1970 se produjo una renovación en la historiografía hispánica, replanteándose la problemática de los orígenes del feudalismo en términos socio-económicos. El estudio se desplaza así del surgimiento de las instituciones feudo-vasalláticas a la formación de las relaciones de dependencia entre señores y campesinos. Es principalmente la obra de A. Barbero y M. Vigil la que marca el punto de inflexión. Asumiendo la conceptualización marxista del modo de producción feudal, estos autores postularon un origen autóctono del feudalismo castellano-leonés, situando el surgimiento de las relaciones de producción feudales en el seno de comunidades primitivas de organización gentilicia del norte de la Península Ibérica, que habrían conocido, a partir de un proceso de desarrollo de las fuerzas productivas, una evolución desde la propiedad comunal hasta la propiedad feudal (3). Esta argumentación ha sido adoptada en las últimas décadas por gran parte de los medievalistas españoles, imponiéndose una visión gentilicia y patrimonial en el estudio del surgimiento de las relaciones de producción feudales. Autores como J. M. Mínguez, C. Estepa Díez o I. Álvarez Borge, por nombrar sólo a los ejemplos más destacados, han configurado un modelo de formación del feudalismo basado en la descomposición de la realidad comunitaria de las sociedades gentilicias y la constitución de la propiedad feudal, y en el cual la dimensión política es relegada a un plano secundario. En efecto, las relaciones feudales de vasallaje son excluidas del análisis, explicándose el Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] ejercicio privado del poder político por parte de los señores como una mera derivación de la propiedad territorial. (4) Tal fue la penetración de estas ideas en la historiografía hispánica que sólo hacia la década de 1990 comenzaron a esbozarse algunas críticas y a elaborarse planteamientos novedosos. Es quizás del mutacionismo de donde proviene el modelo alternativo más orgánico. En efecto, tomando el marco interpretativo de la mutación feudal propuesto por P. Bonnassie (5), E. Pastor rechaza la tesis gentilicia y patrimonial de formación del feudalismo, postulando la continuidad del carácter público del poder de los condes de Castilla hasta el siglo XI y acentuando la importancia del ejercicio de las funciones jurisdiccionales en la sujeción un campesinado todavía libre de cualquier dependencia jurídica y económica (6). Precisamente, la teoría de la mutación feudal, que a partir de sus orígenes modernos con la tesis de P. Bonnassie sobre Cataluña ha sido en las últimas décadas aplicada en el estudio de otras sociedades meridionales como la Provenza, el Languedoc, o más recientemente, el noroeste peninsular, realiza una revalorización del aspecto político del feudalismo en torno a las relaciones feudales de vasallaje, pero no desde la estrecha óptica tradicional sino colocando a las estructuras jurídico-institucionales en relación con las estructuras socio-económicas. Desde este punto de vista, la concesión de un feudo a un vasallo implica la transmisión de derechos jurisdiccionales que a su vez permiten la imposición de censos y corveas, la apropiación de tierras campesinas, en suma, la constitución de las relaciones de producción. Creemos que esta perspectiva puede ser de gran utilidad en el estudio de la formación del feudalismo en el norte de la Península Ibérica, permitiendo esbozar un enfoque alternativo tanto respecto de la interpretación jurídico-institucional de raíz albornociana como de la tesis gentilicia impulsada por A. Barbero y M. Vigil. En efecto, partiendo de la idea de que en el modo de producción feudal las variables jurídico-políticas tienen una incidencia activa en las relaciones de explotación, en la presente investigación se sostendrá la hipótesis de que el elemento clave en la formación del feudalismo en la región de León fue la constitución de soberanías políticas privadas a partir de la delegación del poder público, es decir, de las concesiones de feudos. Tomando como eje esta hipótesis, nuestra investigación tendrá como principal objetivo el análisis de la formación y estructuración del sistema feudal en León a través del estudio de las relaciones feudales de vasallaje, desde una perspectiva socio-económica que dé cuenta de la privatización del poder político en función de la construcción de las relaciones de producción en el marco del señorío de ban. Con este fin se analizarán, en primer lugar, las distintas formas en que se privatizó el poder político en manos de los señores feudales. Se examinarán así tanto las concesiones regias de poder político a través de privilegios de inmunidad, encomendaciones de mandationes y commissa y donaciones de villas, como otras vías de delegación de poder político a infanzones y caballeros como prestimonia y beneficia otorgadas por los condes. En segundo lugar, se analizarán las relaciones, tanto jerárquicas como horizontales, que estas distintas esferas de soberanía política mantuvieron entre sí, intentado dilucidar la estructuración del sistema político feudal en el área. Esto implica también el estudio de tensiones, conflictos, alianzas y compromisos recíprocos entre los señores. El área de estudio estará circunscripta a la región de León, en un ámbito temporal que abarca los siglos IX a XI, período que se considera central en la formación del sistema feudal en el área. Por su parte, el cuerpo documental objeto de análisis estará constituido inicialmente por la documentación altomedieval de los archivos de la Catedral de León, el monasterio de Sahagún y el monasterio de Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] Santa María de Otero de las Dueñas, principales fondos documentales de la zona de estudio, y por los fueros del área, en particular el Fuero de León. 1) Ver SÁNCHEZ ALBORNOZ, C. “La potestad real y los señoríos en Asturias, León y Castilla (siglos VIII-XIII)”, en Estudios sobre las instituciones medievales españolas, México, UNAM, 1965, entre otras obras. 2) GARCÍA DE VADEAVELLANO, L. Curso de historia de las instituciones españolas. De los orígenes al final de la Edad Media. Madrid, Ediciones de la Revista de Occidente, 1973, pp. 362393. 3) BARBERO, A. Y VIGIL, M. La formación del feudalismo en la Península Ibérica. Barcelona, Crítica, 1978. 4) Ver por ejemplo MÍNGUEZ FERNÁNDEZ, J. M. “Ruptura social e implantación del feudalismo en el noroeste peninsular (Siglos VI al X)”, Studia Historica. Historia Medieval, 2, 1985; ESTEPA DÍEZ, C. “Formación y consolidación del feudalismo en Castilla y León”, en En torno al feudalismo hispánico, I Congreso de Estudios Medievales. Avila, Fundación Sánchez Albornoz, 1989; ÁLVAREZ BORGE, I. Poder y relaciones sociales en Castilla en la Edad Media. Los territorios entre el Arlanzón y el Duero en los siglos X al XIV. Salamanca, Junta de Castilla y León, 1996. 5) BONNASSIE, P. La Catalogne du milieu du Xe siècle à la fin du XIe siècle: croissance et mutations d’une société. Toulouse, 1975-1976. 6) PASTOR DÍAZ de GARAYO, E. Castilla en el tránsito de la Antigüedad al feudalismo. Poblamiento, poder político y estructura social del Arlanza al Duero (siglos VII-XI). Valladolid, Junta de Castilla y León, 1996. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “La escritura de la norma y la constitución de la comunidad de habitantes (siglos XI-XII)” Paola Miceli (Becaria UBA) En el marco de la tesis de doctorado que estoy realizando que tiene por objetivo indagar la relación entre derecho consuetudinario y práctica jurídica en Castilla y León entre los siglos XI y XIV me he preocupado a lo largo de estos últimos meses por el problema de la puesta por escrito de la norma y la conformación de la comunidad de habitantes. La historiografía de los últimos años ha estudiado en profundidad este proceso de conformación de las comunidades de habitantes que se da en Occidente en torno de los siglos X y XI señalando múltiples operaciones que lo hicieron posible: el papel aglutinante de la parroquia o el cementerio, las prácticas señoriales de reorganización del espacio que llevaron a los campesinos a concentrase en torno a los castra, las prácticas específicas mediante las cuales los habitantes de un lugar se apropiaron de ese espacio, etc. Ahora bien, consideramos que en el estudio de este proceso se ha prestado poca atención a un dispositivo a nuestro entender clave, sobre todo en el ámbito peninsular: el papel del texto foral como discurso instituyente de la comunidad de habitantes a partir de la invención de una tradición jurídica común a todos los que moran en un lugar. Tradicionalmente el fenómeno de escrituración (que se profundiza a mitad del siglo XI con la llegada al trono en León de Alfonso VI) ha sido pensado desde la óptica de la representación con un matiz profundamente romántico. Hinojosa fiel representante de la tesis germanista, es un buen ejemplo de esta mirada desde la lógica de la representación: el fuero debe ser interpretado, según el autor, como la plasmación escrita de una práctica consuetudinaria que preexiste. El fuero representa entonces algo que ya está dado. Grossi, historiador del derecho italiano, portavoz de la mirada romántica, nos dice: el derecho altomedieval antes de ser norma y mandato es orden, orden de lo social, motor espontáneo, lo que nace de abajo. Por último un ejemplo de la península Ibérica, el historiador Galo Sánchez para quien existen dos estrategias diferentes pero complementarias de la práctica jurídica: en primer lugar, el redactor fija por escrito una norma latente en la “vida consuetudinaria”; en segundo lugar, la convierte en norma abstracta. Escribir la norma no significa crearla sino hacerla pasar del plano de la experiencia rústica de la oralidad al de la sofisticación de la escritura. Frente a esta interpretación naïve nuestra indagación tiene por objetivo dejar de ver el fuero como mero agente cristalizador de una experiencia que se “arrastra por la tierra”, para pensarlo como discurso que instituye, como una de las operaciones mediante las cuales se ponen las condiciones para la existencia de la comunidad de habitantes. Esa existencia está directamente vinculada con la invención de una tradición jurídica, con el otorgamiento de una memoria que los fueros insisten en mostrar. En los fueros breves de León que hemos relevado no se dice esto de manera explícita –ya veremos de qué manera se instituye memoria– pero sí queda expuesto sin giros retóricos en el Fuero de Béjar (s. XIII): “Esta memoria otorgo demas a todos los pobladores, qua quier uenir quisiere poblar Beiar… non responda por enemiztad, ni por debdo, ni por fiadora, ni por erentia, ni por ninguna cosa que fizo ante que Beiar se poblasse”. En Béjar el dador del fuero instituye una memoria que requiere el olvido de ciertos hechos sucedidos antes de la concesión del fuero. En el caso de los fueros de León el escrito no borra lo anterior sino que instaura una tradición. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] En los fueros breves de León la creación de una memoria común para todos los que habitan en un lugar está relacionada con la conformación de la comunidad de habitantes, según nuestra perspectiva con el uso en la documentación de dos términos consuetudines y usus y de un sintagma mos terre cuyos significados connotan la idea de una práctica que se realiza desde antiguo. Los dos primeros términos señalados hacen referencia en la mayoría de los fueros de este periodo a imposiciones banales ¿pero por qué se las denomina así? No hay duda de que se trata de un gesto legitimador, pero también de una operación que establece hábitos y funda memoria. Denominar consuetudines o usus a una imposición es, pues, un acto de fuerza que, operando en el terreno de la memoria, construye la identidad jurídica necesaria para la existencia de la comunidad. El sintagma mos terre reafirma esta idea, asignándole a la tierra un comportamiento jurídico. Lo que sorprende en este fuero es que mos se presenta como comportamiento asignado a la tierra y no a los individuos. Es ella, más allá de los que la habitan, la que posee dichos hábitos: sus moradores son meros instrumentos de la tierra que se comporta como estructura, como reservorio de un conjunto de reglas que los hombres deben respetar. Los hombres en tanto habitantes de ese territorio devienen practicantes de un orden jurídico que les precede. El texto del fuero instituye entonces a la tierra como la portadora de un ordenamiento jurídico particular. Instituida como reservorio de las normas todo ocurre como si la tierra fuera la institución que instrumentaliza a los hombres en tanto apéndices orgánicos de la naturaleza inorgánica. Acompañando y reforzando esta idea de instrumentalidad la palabra mos es usada en ablativo (more terre). El empleo del término en este caso gramatical se encuentra ya presente con mucha frecuencia en el mundo romano; se utilizaba la expresión more maiorum o su reverso maiorum more como sintagma fijo que expresaba claramente su carácter paradigmático. Ahora bien, si en el mundo romano se adjudicaba a los antepasados la capacidad de establecer las reglas a seguir, en cambio, en este fuero medieval se concede esta competencia a la tierra. Es por esto que el fuero no explicita la forma en que debe llevarse adelante esta práctica. Hay una cualidad atribuida a la tierra que no necesita ser legislada porque la tierra posee su propio ordenamiento, del cual los hombres son apéndices o instrumentos. Entiéndase bien, no es la tierra en sí misma la portadora de esos derechos, al modo que podría plantear una mirada metafísica, sino el gesto del derecho foral el que instaura a la tierra como reservorio de las prácticas jurídicas antiguas. El efecto producido por el empleo de estos tres conceptos es el de instaurar en un determinado sitio, en una determinada tierra, un conjunto de prácticas como ancestrales, de allí su capacidad instituyente. En el marco del problema señalado, la puesta por escrito de la norma, existen otros dos ejes ha analizar: por un lado el carácter redentor asignado a la escritura en los textos forales, y por otro, el papel del escrito como estrategia de visibilización frente a los otros poderes feudales. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “Aproximaciones historiográficas a la problemática de las cortes de Castilla y León” Federico Miliddi (Becario CONICET) Tal como señala el historiador español Julio Valdeón Baruque en su introducción al libro de Wladimir Piskorski, la historiografía referida a las Cortes surge durante el siglo XIX con los aportes de una trilogía de grandes autores: Martínez Marina, Colmeiro y el propio Piskorski (1). Resulta necesario, entonces, partir de estas primeras conceptualizaciones historiográficas ya que constituyen el basamento de las elaboraciones posteriores, ya sea que estas se planteen como continuación o como crítica y discusión de las premisas establecidas por estos “clásicos”. Podremos apreciar, siguiendo el desarrollo de la historiografía de las Cortes, que se dibujan dos líneas directrices que encuadran la producción de los historiadores españoles y extranjeros respecto de esta problemática: hallaremos, por un lado a una línea “liberal” que, si bien posee argumentos troncales que constituyen un eje conceptual definido, no se muestra como una tradición monolítica, sino que presenta variantes (vinculadas con transformaciones metodológicas de la disciplina) a lo largo de su desarrollo durante los siglos XIX y XX; por otro lado, puede apreciarse la existencia de una línea de pensamiento que podríamos definir aquí como “monarquista”, que exhibe fundamentos conceptuales e interpretativos opuestos a los de los liberales pero que posee un peso específico que la convierte en una de las corrientes interpretativas fundamentales de la Historia de las Cortes castellanas. Esta corriente parte de la obra de Sempere y Guarinos en el siglo XIX, se desarrolla a partir del pensamiento de autores de extracción franquista en los años ‘40 y encuentra su máximo exponente en la obra de José Pérez Prendes a partir de los ‘60 y ’70 (2). Las perspectivas que se dibujan durante el siglo XX parten de de estas matrices y podemos afirmar que, en líneas generales hasta la caída del franquismo, en los fundamentos sobre los cuáles se edifican sus análisis históricos opera un principio que, parafraseando al historiador de la antigüedad Moses I. Finley podríamos caracterizar como problemas antiguos e ideologías modernas (3), ya que durante la primera mitad del siglo XX los análisis de las Cortes por parte de la historiografía española se hallan atravesados y condicionados por la lucha entre las posiciones republicanoliberales y fascista-conservadora). La “renovación historiográfica” de los años ‘70 y ‘80 trae aparejada una búsqueda de mayor rigurosidad científica, con un marcado sesgo documentalista (posiblemente debido a la enorme influencia ejercida por Claudio Sánchez Albornoz y su obra), pero el tono general del análisis permanece ceñido a los términos delimitados por perspectivas de tipo institucionalista, sin un especial énfasis en los aspectos conceptuales. 1.- La historiografía liberal: 1.1.- Los primeros abordajes, el siglo XIX: El jurista Francisco Martínez Marina es el máximo exponente de la línea liberal, y su obra de comienzos del siglo XIX representa los primeros análisis históricos relevantes acerca de la temática de las Cortes medievales, más allá de no haber realizado su estudio sobre la base de una metodología propiamente historiográfica. Escribiendo desde el fervor parlamentarista de la resistencia española a la invasión napoleónica (4), este autor señala que es la facultad legislativa, a partir de la representación de todos los elementos del reino, la función primordial y natural de las Cortes. Subraya la continuidad esencial de las funciones legislativas de los parlamentos decimonónicos con Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] respecto a los estamentales, destacando su carácter de limitante del poder del rey como espacio de defensa de los derechos y garantías “populares”. Martínez Marina retoma la idea liberal clásica, derivada fundamentalmente de la concepción de Montesquieu, de la división de poderes y del parlamento como ámbito decisivo de control y contrapeso del poder “ejecutivo”: las Cortes serían así esencialmente, a lo largo de toda su historia, el reducto de las libertades “populares” en el marco del Estado frente a las pretensiones de poder absoluto de la Corona. Esta concepción ha sido discutida por toda la historiografía de las Cortes, desde Colmeiro en adelante, pero se muestra como una referencia ineludible por constituir el primer intento sistemático de reflexión acerca de esta cuestión a partir del trabajo con documentos (5). A finales del siglo XIX, a partir de un enfoque historiográfico positivista, Manuel Colmeiro estudia (desde los dos volúmenes de su introducción a las Actas y Ordenamientos) a las Cortes bajomedievales como el fruto de un proceso de secularización de esa forma particular de asambleas feudales que constituían los concilios de los siglos XI y XII. La concepción de este historiador español se presentaba como una crítica de las tesis expuestas por Martínez Marina. Colmeiro cuestionaba lo que entendía como una lectura excesivamente sesgada por la situación contemporánea en la que se hallaba situado el pensador liberal, y sostenía la necesidad de entender a las Cortes desde las particularidades del sistema político e institucional del medioevo. Para este historiador, las Cortes desempeñaban fundamentalmente una función de apoyo a la monarquía, especialmente en materia tributaria (aprobando impuestos para el rey), pero permitían, a su vez, que el estamento burgués pudiera hacer oír su voz y presentar sus reclamos al rey. Esta línea de pensamiento ha tenido una importante continuidad en la historiografía posterior, especialmente a partir de que Claudio Sánchez Albornoz planteara la estrecha conexión existente entre las necesidades de recaudación fiscal de la Corona y la incorporación de los representantes urbanos a las reuniones de la Curia Regis, propiciando su transformación en Cortes (6). No se ha continuado su tesis de génesis de las Cortes como fruto de una evolución secularizada de los Concilios, ya que los historiadores posteriores avanzaron en explicaciones que encuentran el origen de los parlamentos estamentales en las primitivas asambleas germánicas en las que los jefes de las comitivas solicitaban el consejo y apoyo de los nobles guerreros. En las postrimerías del XIX, el historiador ruso Wladimir Piskorski escribió el libro que se ha convertido, probablemente, en el mayor clásico de la historiografía sobre las Cortes de Castilla y León y la inspiración de numerosas generaciones de historiadores posteriores: Las Cortes de Castilla. Al igual que Colmeiro, este autor criticaba el anacronismo patente de las conceptualizaciones de Martínez Marina, retomando su preocupación por realizar un estudio histórico, empíricamente fundamentado de las Cortes. Sin embargo, reprochaba al historiador español su intento de esencializar a las Cortes medievales y su consiguiente incapacidad para captar el carácter de las transformaciones que habían sufrido en el devenir del proceso histórico durante los últimos siglos de la Edad Media y los primeros de la Moderna (7). Piskorski entendía que las Cortes poseían un carácter eminentemente democrático dado que se conformaban como el espacio de representación privilegiada de los concejos en detrimento de la nobleza, pero, precisamente por estar estrechamente ligadas con el devenir histórico-político del estamento urbano, los parlamentos medievales compartían su suerte. De esta manera, Piskorski consideraba que el avance señorial y monárquico de los siglos finales del medioevo por sobre las libertades urbanas implicaba el declive de las Cortes. Al mismo tiempo, y como parte de las preocupaciones epocales de la historiografía de la segunda mitad del XIX, este historiador ruso veía en el parlamento estamental castellano la única Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] fuerza de “expresión de la unidad nacional” (8). Piskorski sostenía la existencia de un antagonismo fundamental, de una antítesis entre Cortes -como espacio privilegiado de representación de la “capa media” de la sociedad, es decir, de los elementos urbanos cuyas jerarquizaciones internas no fueron, por otra parte, consideradas por el historiador de San Petersburgo- y la monarquía -como reducto de feudalidad-. Las primeras constituían el espacio de expresión política de la burguesía, el ámbito en el cual sustentaban la defensa de sus libertades e intereses; la Corona, en cambio, tendía hacia una creciente búsqueda de concentración del poder en detrimento de los parlamentos. Parlamento estamental y monarquía resultaban, pues, polos opuestos en el mapa político medieval castellanoleonés dibujado por Piskorski, confirmando, de esta manera, su participación de la caracterización general de la historiografía liberal. 1.2.- El siglo XX: Sánchez Albornoz, su legado y las perspectivas recientes: A pesar de no manifestar innovaciones teórico-metodológicas o argumentativas demasiado significativas, la historiografía española (y también la no española) del siglo XX que ha trabajado sobre el tema de las Cortes ha recogido la herencia y discutido con estas aproximaciones decimonónicas. Las líneas interpretativas fundamentales de esta historiografía derivan de las elaboraciones que realizara Claudio Sánchez Albornoz durante las primeras décadas del siglo XX (9), quien tendía a ver a las Cortes como uno de los órganos de gobierno de la monarquía, destacando particularmente sus funciones administrativas y burocráticas. Si bien Sánchez Albornoz avanzó en su madurez en una interpretación de las Cortes castellanas que presentaba un marcado sesgo “romántico”, al identificarlas (particularmente en los siglos XII y XIV) como el producto de la “sensibilidad política del pueblo castellano” y un espacio en el que se manifestaba esta esencia política libertaria del homo hispanicus, sus trabajos propiamente historiográficos acerca de esta materia subrayan la importancia que desempeñaban como apoyo político de la monarquía frente a la nobleza y su carácter de base tributaria para la construcción del Estado central. Este esquema fue retomado por gran parte de la producción historiográfica posterior. Predominó en esta perspectiva (que tiene como exponentes destacados a Joseph O’Callaghan y a Luis García de Valdeavellano entre otros) una aproximación institucionalista fuertemente formal, en la que el análisis de los aspectos extra jurídicos (como el carácter de instancia legitimadora y la intervención del parlamento estamental castellano bajomedieval como momento de mediación en la lucha por el poder político) no se evaluó en su justa relevancia. Al sobredimensionar la caracterización legal y administrativa de la Cortes, esta perspectiva ha tendido a minusvalorar las dimensiones sociales que permiten la génesis y la transformación histórica de estos parlamentos. Por otra parte, la notoria ausencia de fundamentos teóricos ha dejado muchas veces inexplicados aspectos esenciales de la caracterización del proceso histórico en el que se desenvuelve la dinámica política de la Baja Edad Media en la península ibérica. Solamente en contadas ocasiones, y siempre dentro de los marcos de concepciones historiográficas en las que predomina la descripción por sobre el análisis, ciertos historiadores -como Joseph O’Callaghan- han señalado la importancia de aquello que han visto como los aportes de las Cortes al fortalecimiento “moral” de la monarquía, al conferirle la presencia de representantes de los sectores sociales de poder en los parlamentos mayor legitimidad a las decisiones tomadas por los reyes. El historiador norteamericano O’Callaghan ha señalado acertadamente lo que, consideramos, es una de las funciones decisivas de la instancia parlamentaria bajomedieval castellana, al subrayar su importancia como espacio de legitimación de la monarquía, sin embargo, en su libro sobre las Cortes castellanas este autor no ha profundizado en el análisis de los mecanismos concretos del funcionamiento sociopolítico feudal que hacen posible esta estructuración particular del parlamento estamental. Este cuadro de situación compartido por Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] gran parte de la historiografía de la segunda mitad del siglo XX, ha generado fuertes obstáculos para la captación del carácter social de la cuestión, dejando sin respuesta preguntas fundamentales acerca de la dinámica política del sistema feudal (de esta manera, por ejemplo, permanece en la oscuridad un asunto tan relevante como el carácter de clase del Estado). En su introducción al libro de Piskorski de los años setenta, Julio Valdeón Baruque señalaba la falta de innovaciones en el estudio de la problemática de las Cortes (a su juicio, las carencias eran particularmente importantes en lo referido a la historia social), manifestando su deseo de que éstas llegaran en los años subsiguientes. Si bien la producción historiográfica sobre esta materia ha crecido cuantitativamente, especialmente a partir de los congresos celebrados en España a fines de los años ochenta (10), no se han producido cambios decisivos en materia historiográfica acerca del estudio de las Cortes medievales. Aún en los trabajos más recientes continúa predominando el sesgo jurídico-institucional de los estudios tradicionales, impera la descripción por sobre el análisis y no se registran aportes significativos en términos metodológico-conceptuales. 2.- La corriente antiliberal: la teoría “monarquista” de las Cortes: Al igual que la corriente liberal, la línea “monarquista” de interpretación de la Historia de las Cortes de Castilla halla también sus orígenes más remotos en la obra de un pensador decimonónico, el jurista valenciano Juan Sempere y Guarinos. Sempere es el primero en plantear las críticas al esquema analítico del liberalismo a partir de lo que entiende como una captación anacrónica e históricamente equivocada de la naturaleza y función de las Cortes. Este autor será el primero en postular que la existencia de las Cortes se daba en una relación de directa sumisión a la Corona, realizando solamente actividades funcionales a ésta. En este sentido, no tendría razón de ser la oposición planteada entre Cortes y Monarquía, puesto que aquellas no serían más que un órgano de ésta. Esta idea será retomada en los años ‘40 por el historiador de la Universidad Complutense de Madrid, Manuel Torres López, quien insistirá en postular la subordinación total de los parlamentos estamentales castellanos a la Corona, polemizando abiertamente con la historiografía liberal, especialmente con Sánchez Albornoz. A partir de la influencia de su maestro Torres López, José Manuel Pérez Prendes ha desarrollado la más importante y documentada investigación sobre las Cortes en el marco de esta corriente de pensamiento, sostenido que estas asambleas se limitaban a brindar consejo cuando el rey así lo requería, recortando los márgenes de acción política y las facultades legislativas que les conferían las perspectivas liberales (11). Pérez Prendes retoma un análisis de las Cortes de tipo procesual, tal como lo sugiriera Piskorski, pero afirma que lo que se desarrolla es la concentración del poder real y su ingerencia sobre las Cortes. Para Pérez Prendes no se verifica una pérdida gradual de la libertad y autonomía de las Cortes a medida que transcurren los últimos siglos del medioevo y los primeros de la modernidad (tal como afirmaba la vertiente historiográfica liberal) puesto que éstas en ningún momento detentaron tal libertad frente al poder monárquico y siempre estuvieron plenamente funcionalizadas de acuerdo con las necesidades administrativas y la voluntad de la Corona. En abierta oposición a la tradición liberal, Pérez Prendes niega las libertades de las Cortes en épocas previas al advenimiento de las monarquías de los Reyes Católicos y de los Austrias mayores, sosteniendo la continuidad estructural de unas prácticas políticas de origen germánico que, de acuerdo con su criterio, sujetaban a los estamentos al poder de los monarcas. A pesar de afirmar la subordinación de las Cortes a la monarquía, este autor niega la existencia de formas monárquicas absolutistas, pero la limitación al poder regio es exclusivamente histórico-legal o consuetudinaria, y no reside en las estructuras fácticas del poder de las clases sociales. De esta manera, Pérez Prendes exhibe un extremo apego a la letra de los textos legales emanados por el poder público. Al igual que Sánchez Albornoz, halla la génesis de esta forma Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] asamblearia en las prácticas políticas del mundo germánico (encuentra una continuidad políticoestatal desde el mundo germánico hasta la Edad Moderna), pero niega la existencia de libertades propias de este espacio subrayando su sumisión al vértice político. 1) Valdeón Baruque, J.: “Las Cortes medievales castellano-leonesas en la historiografía reciente”, introducción a Piskorski, W.: Las Cortes de Castilla en el período de tránsito de la Edad Media a la Moderna 1188-1520, Barcelona, 1977. Págs. V-XXXII 2) Ver Valdeón, J.: op. cit. nota 5, págs. X a XVIII. 3) Finley, M. I.: Esclavitud Antigua e Ideología Moderna. Editorial Crítica, Barcelona, 1982. 4) Martínez Marina escribe su Teoría de las Cortes en el año 1813 5) Antes de la edición de las Actas de Cortes por parte de la Real Academia de Historia de España, Martínez Marina realizó un trabajo preliminar de selección de documentación regia sobre la que elaboró su Teoría de las Cortes. Algunos de estos documentos fueron editados como un extenso apéndice en el tercer tomo de su obra. Ver: Martínez Marina, F.: Teoría de las Cortes o grandes juntas nacionales de los reinos de León y Castilla, Editora Nacional, Madrid, 1979. Apéndice documental, Volumen III 6) Esta caracterización de Sánchez Albornoz se encuentra en su artículo del año 1928: “La primitiva organización monetaria de León y Castilla”, publicado originalmente en el Anuario de Historia del derecho español, 5, págs. 301-324 y reeditado posteriormente en: Viejos y nuevos estudios sobre las instituciones medievales españolas. Madrid, Espasa Calpe, 1976, vol. II, págs. 887-928. 7) Piskorski, W.: op. cit. “Introducción”, págs. 6-12. 8) Piskorski, W.: op. cit., pág. 131 9) Los análisis de Sánchez Albornoz se encuentran en uno de sus trabajos de juventud: La curia regia portuguesa. Siglos XII y XIII. Junta para ampliación de estudios e investigaciones científicas. Centro de Estudios Históricos. Madrid, 1920; reeditado posteriormente con una addenda del autor en: Investigaciones y documentos sobre las instituciones hispanas, Santiago de Chile, 1970, págs. 381-459. También se encuentran comentarios acerca de la función de las Cortes en su artículo de 1928 arriba citado. Finalmente, realiza comentarios generales acerca de las Cortes en España, un enigma histórico, Buenos Aires, 1956. 2 vols., tomo II, capítulo XII, acápite 6 “Sensibilidad política del pueblo castellano”, págs. 74-103. 10) Estas reuniones científicas de 1988 y 1989 se realizaron en ocasión del cumplimiento de los ochocientos años de las célebres Cortes realizadas en León en el año de 1188 (en las que -más allá de las discusiones existentes- se considera que tuvo participación por primera vez el sector superior del estamento urbano, produciéndose la transformación de la Curia en Cortes). 11) Las Cortes de Castilla, Editorial Ariel, Barcelona, 1974 Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “La participación de autores jesuitas en la polémica del Nuevo Mundo” María de la Soledad Justo (Tesista UBA) La Polémica del Nuevo Mundo fue una dilatada discusión que se inició en 1750 y mantuvo cierta agresividad hasta, por lo menos, mediados del siglo XIX. Sus protagonistas fueron George Louis Leclerc, conde de Buffón, Corneille De Pauw, William Robertson y Guillaume Raynal quienes polemizaron con historiadores y naturalistas españoles y americanos y numerosos autores jesuitas. Buffón fue un reconocido naturalista y una la figuras centrales de la ilustración francesa, que en su extensa obra trató desde el origen y evolución de nuestro planeta, hasta el estudio de la biología de los animales exóticos. Su reflexión en torno a la naturaleza americana siguió una línea de pensamiento muy clara: América era naturalmente joven, inmadura, frígida y por lo tanto inferior en comparación con Europa. Es a partir de sus ideas que el siglo ilustrado inició la Polémica del Nuevo Mundo. La Ilustración supuso una renovación epistemológica que abarcó amplios campos del saber, y el debate sobre América no escapo a la revisión de los nuevos modelos epistémicos emergentes en el siglo de la luces. La ya clásica obra de Antonello Gerby y la más cercana de Jorge Cañizares Ezquerra han analizado los debates ilustrados sobre la naturaleza y la historia del Nuevo Mundo. En sus obras se resalta cómo este problema se entretejió con otros temas centrales: el nacimiento de una diferente forma de hacer la historia de América; la renovación de la literatura de viajes y por supuesto la fundación de una nueva historia natural que inaugurara un sistema clasificatorio distinto del tradicional. Este trabajo intenta acercar los aportes de los autores jesuitas establecidos en Paraguay, en los debates sobre la naturaleza y la historia americana. Los “jesuitas paraguayos” fueron mencionados por la historiografía que se ocupó del problema y sin embargo las voluminosas obras de estos autores y la historia y la naturaleza del sur América merece ser nuevamente visitada. Es conocido que los jesuitas fueron activos impugnadores de las ideas antiamericanistas, postura que quedó inscripta en la obra de Javier Clavijero, Juan Ignacio de Molina, Juan de Velazco, Rafael Landivar, quienes ingresaron al debate a partir de experiencias directas y estudios de caso. Capacitados para comprender y explicar la naturaleza y cultura americana, la defendieron construyendo a América como ámbito de desarrollo de las altas culturas indígenas. Sin duda, la expulsión de los jesuitas y el exilio dieron un tono específico a su participación en la polémica y el destierro en Italia permite englobar a los autores en posiciones de un gran acuerdo. Sin embargo un enfoque comparativo permitirá ver las distancias y los acercamiento del caso novohispano con el de América del sur. El caso de la participación de los autores jesuitas de la Provincia de Paraguay es quizás el menos estudiado por la historiografía especializada. Este trabajo se ocupará de revisar los aportes y argumentos de autores jesuitas que tomaron la naturaleza de sur América para ingresar al debate que enfrentó a naturalistas e historiadores del siglo de las luces; debate científico pero con una indudable resonancia política y así lo entendieron los participantes. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] “Aproximaciones al pensamiento español del siglo xvii. Las obras filosóficas de Juan Nieremberg (continuación” Gabriela Monezuelas (Investigadora UBA) La modernidad clásica constituyó una época de gran complejidad cultural en la historia de las ideas del mundo occidental. Los hombres del Renacimiento elaboraron complejas visiones del universo en un período caracterizado por los cambios acelerados. La Revolución Científica contribuyó a la conformación de esas nuevas visiones; la observación y la experimentación se convirtieron en herramientas imprescindibles para acercarse al conocimiento y hacer de las afirmaciones datos ciertos. En dicho contexto, las denominadas Obras Filosóficas del jesuita español Juan E. Nieremberg: Curiosa Filosofía y tesoro de las maravillas de la naturaleza de 1630 y la Oculta Filosofía. De la sympatia y antipatia de las cosas, de1633, constituyen un material interesante para analizar las formas en las que los trabajos científicos del momento eran comprendidos, incorporados y discutidos por este intelectual para elaborar una particular cosmovisión, junto con las formulaciones de la tradición clásica. En cada una de estas obras filosóficas, el autor incorpora de forma minuciosa y detallada los nuevos trabajos, basados en observaciones acerca del universo, los planetas y las estrellas, estableciendo con ellos un diálogo a partir del cual, descarta aquellas cuestiones que se oponen al pensamiento ortodoxo, pero aceptando otras que se compatibilizan con sus principios teológicos. Del mismo modo da central importancia a aquellas cuestiones vinculadas con el magnetismo y con experiencia, si bien en un sentido limitado. En la Oculta Filosofía, ocupan un lugar central los aspectos vinculados con la simpatía y la antipatía como formas de explicación de diferentes situaciones y fenómenos de la naturaleza (principios estos, incorporados por la tradición neoplatónica). En este tratado hay citas y análisis de los clásicos griegos, de Marsilio Ficino y de Hermes Trismegisto. ¿Cómo dar forma e intentar comprender esta elaboración intelectual? Muchas de las páginas de estas obras fueron calificadas por los propios contemporáneos de Nieremberg como excéntricas, y fue su prestigio como profesor de Sagradas Escrituras y como padre espiritual, altamente reconocido en la Orden, lo que permitió que las obras mencionadas se difundieran. En el marco del pensamiento renacentista que como se señaló, es amplio en sus formulaciones, una aproximación al análisis de las elaboraciones del jesuita español puede realizarse, a partir de lo que Charles Schmitt, en su libro Aristóteles y el Renacimiento (1983), denomina aristotelismo ecléctico. ¿Qué implica esta caracterización,? Si bien el mismo Schmitt prefiere apartarse de los conceptos rígidos y monolíticos para analizar el pensamiento filosófico del renacimiento, considera que es fundamental recuperar, mediante el análisis de las fuentes, el papel desempeñado por el aristotelismo. En este caso el aristotelismo ecléctico es el que incorpora, sobre la matriz aristotélica distintas tradiciones intelectuales y filosóficas, incluyendo el neoplatonismo y el hermetismo. A partir de este marco se abre una interesante perspectiva para profundizar en los escritos de Nieremberg, puesto que en ellos aparecen estas tradiciones pero siguiendo las líneas planteadas por los textos aristotélicos. Fundamentalmente es a partir de una forma de eclecticismo, caracterizada por Schmitt como la tendencia a acomodar nuevos desarrollos dentro del marco aristotélico tradicional, incorporando en una síntesis de conocimiento en constante expansión, la nueva Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] información y los nuevos métodos, aspectos estos que destacan fundamentalmente la adaptabilidad del aristotelismo y la posibilidad de asimilación, cuestiones, quizás algo descuidadas por la historiografía más tradicional. Es en este sentido que pueden analizarse las obras del jesuita y comenzar a establecer perspectivas de mayor profundidad para el trabajo de las obras filosóficas de Nieremberg. Es importante indicar que entre los jesuitas matemáticos de amplias regiones europeas también tuvo lugar esta perspectiva ecléctica. Las obras de Nieremberg se insertan concretamente en este período que se extiende hasta mediados del siglo XVII, momento en el que la tradición aristotélica será duramente combatida desde el ámbito filosófico y científico. Queda así planteada una línea de análisis rica que brinda una perspectiva para profundizar el estudio, incorporando nuevas lecturas bibliográficas y volviendo a la fuente, que, sin duda, no se agota en las formulaciones enumeradas, sino que permite plantear interrogantes acerca de otras cuestiones que aparecen en las obras del jesuita español, tal como sus menciones a Pitágoras, a la música y a la magia natural, así como la incorporación, para luego descartarlas, de conductas propias de un saber popular muy extendido, como el ejemplo del ojeo, o la posible influencia de los objetos sobre las conductas. La posibilidad de llevar adelante el estudio del pensamiento del Renacimiento permite formular interrogantes que pueden ser desentrañados teniendo en cuenta la utilización y el acercamiento a partir de categorías flexibles y amplias. BIBLIOGRAFÍA * ANDRÉS, R. Oculta filosofía. Razones de la música en el hombre y en la naturaleza, Barcelona, Acantilado, 2004. * BELTRAN, A. “El Renacimiento en la historiografía de la ciencia”, en Filosofía y Ciencia en el Renacimiento, Simposio en Santiago de Compostela (1985), Universidad de Santiago de Compostela, 1988. * BELTRÁN A., Revolución científica, Renacimiento e Historia de la Ciencia,Madrid, Siglo XXI, 1995. * CAMPAGNE, F. Homo catolicus. Homo superstitiosus. El discurso antisupersticioso en la España de los siglos XV al XVIII, Madrid, Miño y Dávila, 2002. * CROMBIE, A. Historia de la ciencia: de San Agustín a Galileo/2. Siglos XIII al XVII, Madrid, Alianza, 1996. * DIDIER, H. 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Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] * VICKERS, B. (comp.) Mentalidades ocultas y científicas en el Renacimiento, Madrid, Alianza, 1990. (Notes) 1C. SÁNCHEZ ALBORNOZ, Ruina y extinción del municipio romano en España e instituciones que lo reemplazan, Buenos Aires 1943, p. 39, nº 105, 106; p. 29, nº 56 y 58. 2Sánchez Albornoz, Ruina..., p. 35, n. 90. 3G. E. M. DE STE. CROIX, The Class Struggle in the Ancient Greek World. From the Archaic Age to the Arab Conquest, Nueva York 1981, p.466. 4Arndt, W. & Bruno K., Gregorii episcopi turonensis, Historia Francorum. MGH. Scriptores rerum merovingicarum, vol. 1, I, Hannover, 1885, III, 36; V, 28; VII, 15. 5Esto implica un parcial acuerdo con W. Goffart, Barbarians and Romans A-D 418-584. The techniques of accomodation, Princeton, 1980. 6J. VIVES, Concilios visigóticos e hispano-romanos, Barcelona ,1963, p.413, 419, 479. 7Lex Visig., IX, 1, 5. (Ant.), 1, 6 (Ant.), 1, 9, 14. 8Lex Visig., IX, 1, 21. 9Idem. 10Y. BONNAZ, Chronique asturiennes. Fin IXe siècle, París, 1987, Crónica de Alfonso III, 10. 11Crónica de Albelda, 24, 25, 31. Crónica de Alfonso III. Iohannis Abbatis Biclarensis, Chronica, M.G.H., Auct. Antq., t. XI, p. 213. ISIDORO, Historia Gothorum, MGH, Chr Minora, t. II, 59. 12ISIDORO, Hist. Goth. 63, reinado de Suintila (621-631). 13 C. WICKHAM, Framing the Early Middle Ages. Europe and the Mediterranean, 400-800, Oxford, 2005. 14 Ver, por ejemplo, S. GUTIÉRREZ LLORET, “Eastern Spain in the sixth century in the light of archeology”, en, R. Hodges y W. Bowden (eds.), The sixth century, Leiden, 1998, pp. 161-184 15 G. DUBY, Guerreros y campesinos. Desarrollo inicial de la economía europea (500-1200), Madrid, 1976; A. GUREVIC, Le categorie della cultura medievale, Torino, 1983; Idem, Historical Anthropology of the Middle Ages, Polity Press, 1992. 16C. ASTARITA, “Peasant-based societies in Chris Wickham’s thougts”, Historical Materialism, en prensa, y , IDEM, “Construcción histórica y construcción historiográfica de la temprana Edad Media”, Studia Historica Historia Medieval, en prensa 17E. A. THOMPSON, “Revueltas campesinas en la Galia e Hispania Bajo Imperial”, en A. García Bellido et al., Conflictos y estructuras sociales en la Hispania Antigua, Madrid 1981; P. DOCKÈS, “Revoltes bagaudes et ensauvagement ou la guerre sociale en Gaule”, en Sauvages et ensauvages, Lyon, 1980; G. E. M. De Ste. Croix, op.cit.. 18 T. MUÑOZ Y ROMERO, Colección de Fueros Municipales y cartas-pueblas de Castilla, León, Corona de Aragón y Navarra, Madrid, 1847, p. 17. 19 MUÑOZ Y ROMERO, Fuero de Brañosera, p. 16-18. 20 L. SERRANO, Becerro Gótico de Cardeña, Valladolid, 1910, p. 7. 21 Cardeña, doc. CCCLXX, p. 379. 22 MUÑOZ Y ROMERO, p. 25, p. 49; L. Serrano, Cartulario de San Millán de la Cogolla, Madrid, 1930, año 1002, p. 80. 23 GUREVIC, Le categorie... citado, pp. 163 y ss.; 176; 190. 24 C. SÁNCHEZ ALBORNOZ, España un enigma histórico, Buenos Aires, 1956; A. BARBERO y M. VIGIL, La formación del feudalismo en la Península Ibérica, Barcelona, 1978; J. M. MÍNGUEZ Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected] FERNÁNDEZ, “Ruptura social e implantación del feudalismo en el noroeste peninsular (siglos VI al X)”, Studia Historica. Historia Medieval, 2, 1985. 25 Ver el volumen colectivo, La croissance agricole du haut Moyen Age. Chronologie, modalités, géographie, Flaran 10, 1988. 26 G. DEL SER QUIJANO, Colección diplomática de Santa María de Otero de las Dueñas (León) (854-1037), Salamanca 1994. 27 Se publicará en la Universidad de Alicante 28P. BONNASSIE, La Catalogne du milieu du Xe à la fin du XIe siècle, Toulouse, 1975-1976; J-P. Poly, La Provence et la société féodale. 879-1166. Contribution a l’ étude des structures dites féodales dans le Midi, Poitiers, 1976; J. P. POLY y E. BOURNAZEL, El cambio feudal (siglos X al XII), Barcelona, 1983. Más reciente, el volumen colectivo de E. BOURNAZEL y J-P. POLY (dir.), Les féodalités, Paris, 1998 29D. BARTHELEMY, “La paix de Dieu dans son contexte (989-1041)”, CAHIERS DE CIVILISATION MEDIEVALE, 40, 1997; G. DUBY, Les trois ordres ou l’imaginaire du féodalisme, Francia, 1978. D. IOGNA-PRAT, Ordonner et exclure. Cluny et la société chrétienne face à l’hérésie, au judaïsme et à l’islam. 1000-1150, París, 1998. 30O de las Dueñas, doc. 137, año 1027. 31C. SÁNCHEZ ALBORNOZ, C., El régimen de la tierra en el reino asturleonés hace mil años, Buenos Aires, 1978, p. 35, n. 59. Instituto de Historia Antigua y Medieval “Prof. José Luis Romero” Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires 25 de Mayo 217 C.F. - Buenos Aires - Argentina [email protected] Actas y Comunicaciones del Instituto de Historia Antigua y Medieval Diseño: [email protected]