Presentación Jorge ¡Arique Gonzalo: Obertura Jesús Martín-Barbero Contrapunto Jorge Enrique González, Gabriel R es trepo José Luis Grosso Leonardo Tóvar Adrián Serna Alfonso Jorres Coda Alain Touraine Diferencias culturales y ciudadanía Alain Touraine ¿Cómo podemos vivir juntos siendo diferentes? o, como me lo dijeron los inmigrantes de segunda generación, hijos de magrebinos instalados en Francia (beurs) a comienzos de la década de 1980, vivamos juntos con nuestras diferencias. Lo que decían los beurs de esa época se concibe hoy como algo propio de un pasado lejano, pero yo no lo creo. En un primer momento trataré el asunto desde una perspectiva histórica. En Francia aún tenemos muy marcada la idea de que en la época moderna el único puente que se puede establecer entre el mundo de la objetividad (la economía) y el mundo de la subjetividad, es decir, la cultura o la moral, sigue siendo la política. Las ciencias sociales nacieron cuándo Maquiavelo afirmó: "Los asuntos políticos deben ser tratados en términos políticos y no en términos religiosos". Lo religioso era a la vez objetivo y subjetivo: el mundo fue creado por la voluntad de Dios, pero por un Dios 292 racional. No obstante, esta unidad se rompió. De un lado, algunos escogieron la ciencia; fueron sobre todo los italianos. Otros hablaron de la culpabiÜdad, de la falta, de la gracia; fueron por lo general los alemanes y los pueblos del norte de Europa. No se podía continuar con esa separación y surgió la pregunta de cómo atravesar el río de un lado a otro. Todo el mundo propuso la misma respuesta: por medio de la política o, mejor aún, por la ciudadanía. Mas allá de nuestros roles privados, públicos, económicos, morales o culturales, existe el hecho de que pertenecemos a un mundo político. Aún si las ideas políticas de ciudadanía no han sido siempre democráticas, éstas han sido durante mucho tiempo lo contrario del "democratismo" y siempre han llevado en sí mismas un propósito democrático. Fueron Maquiavelo, Tomás Moro o Erasmo quienes, en primera instancia, definieron lo político. Dos países, Francia y Estados Unidos, fueron inicialmente más lejos formando aquello de lo que todo el mundo hablaba, pero que no se expandía mucho. El Estado-nación nos remite a la identificación del Estado con la nación, nos remite a la República en sentido estricto. Esta experiencia fue seguida a continuación, como ocurrió con los países bolivarianos de América del Sur. La tradición franco-estadounidense no es superior a la otra gran tradición, inglesa y en especial holandesa, que prefiere limitar los derechos políticos a favor de los derechos individuales. Es la oposición de estas dos tendencias la que habitualmente resumimos oponiendo Rousseau a Locke. En la Declaración de los Derechos del Hombre se encuentran tanto artículos inspirados del uno como del otro. Este rasgo resume el primer periodo que hemos vivido. En el mejor de los casos, el acceso a la ciudadanía debía ser iniciado por la educación, aunque en su ausencia no sería muy difícil obtenerla. En 1848 se crea la República francesa y tres meses más tarde, en junio de ese año, se dispara sobre los obreros que están en las barri- cadas. La democracia política se convierte en una democracia contra lo social y contra los obreros. Los grandes republicanos franceses de finales del siglo XIX se opusieron a la Comuna de París y, de manera más general, fueron hostiles a los obreros. En ese momento se plantea una pregunta extremadamente difícil de responder, que dominó un siglo de la historia de Francia: ¿se pueden reconocer derechos sociales que son diversos, fragmentados? Se reconocen derechos a los mineros, a los metalúrgicos, a las mujeres trabajadoras, etc. La primera ley social que reglamentó el trabajo nocturno en Francia fue votada a propósito del trabajo de los panaderos. ¿Cómo podría tomarse en cuenta esa diversidad de derechos sociales? La respuesta sería: tomando en cuenta un cierto universalismo. Muchos han considerado que si los obreros trabajan cincuenta horas en condiciones insalubres, si los niños de ocho años pueden ser llevados a trabajar en minas de carbón, ¡esc universalismo se convierte en un mal chiste! Otros han afirmado: las libertades burguesas son engañosas, a diferencia de las libertades reales, las del mundo del trabajo. Todo esto produjo el gran fenómeno comunista, del cual la historia reciente nos da muestras que hoy está agotado. Durante este tiempo los ingleses han encontrado otra solución: la democracia industrial (industrial democracy, en inglés en el original, N. del T ) . Un breve y célebre libro de sociología, titulado "Ciudadanía y clase social" (Citizenship and social class,1 en inglés en el original, N. del T ) cs, de alguna manera, el libro clave de esa época. Ese proceso se desarrolló en los países que habían reconocido el papel político del sindicalismo. Esa es la definición de la Sodaldemocracia: el sindicalismo posee una expresión política, "posee" un partido político, como fue el caso hasta hace poco en Gran Bretaña y como es el caso aún en Succia. Las cosas son muy difíciles de resolver, pero por lo menos en esta parte del mundo hemos tomado la costumbre de reconocer que existen derechos de 2:i4 los trabajadores y que estos emanan de un principio general, que no es de la misma naturaleza que el de la democracia política. Esto entraña un problema de igualdad, pero acá el problema en el que hemos vivido por más de un siglo, y sobre el cual muchos continúan reflexionando, es el tema de la justicia. ¿Qué es justo y qué es injusto? ¿Qué es un salario justo? ¿Cómo discutir una convención colectiva y cómo se forma una ley social? En este comienzo del siglo XXI estamos muy apegados a nuestros derechos cívicos y sociales, pero estos han retrocedido brutalmente desde hace más de veinte años, tanto como la capacidad de negociación y la parte del ingreso nacional que se destina a los trabajadores. No me refiero solamente a la poü'tica de Margaret Thatcher en Inglaterra, sino a lo que viene ocurriendo en todos los países. Tenemos derechos civiles, derechos poUticos y, ahora, decimos que queremos también derechos culturales. Los derechos culturales significan el derecho de actuar según características de nuestro ser (el sexo), de nuestras convicciones, de nuestro origen, etc. La gran dificultad es que todo parece atomizarse. Cada uno en su propio rincón puede respetar una norma particular. Una mujer lesbiana, sadomasoquista, negra, tiene el derecho de organizarse a su manera. Pero lo que "hace sociedad" está en riesgo de desaparecer a causa de un verdadero fraccionamiento de lo social. No se sabe cómo va a combinarse este número casi infinito de identidades con la ciudadanía. Al mismo tiempo, otros afirman que todo esto implica la muerte de la República. Estos dicen: "Detengamos todo, volvamos a la unidad nacional", lo que, de otra parte, somos totalmente incapaces de hacer dado que la televisión, los conocimientos científicos, etc., están ampUamente globaHzados. El subtitulo de uno de mis Übros es ^Podremos vivirjuntos? Iguales y diferentes.2 Cuando yo preparaba ese texto me fue necesario estudiar a los antropólogos y entre eUos al muy célebre Louis Dumont. El escribió en su übro sobre el individuaÜsmo3 la siguiente frase: "toda diferencia implica una diferencia jerárquica". Este planteamiento es de gran alcance. En particular, es a causa de esta crítica que la mayor parte de mujeres y de feministas han rechazado el criterio de diferencia hombre/mujer. Cada vez más se afirma que las mujeres se ocupan preferentemente de la vida privada y los hombres de la vida pública y, no obstante, es evidente que hay una diferencia jerárquica. El antropólogo estadounidense CÜfford Geertz me decía en una reunión en la que expuse estas ideas: "Estimado señor, el término que usted busca es la cuadratura del círculo" (to square the circle, en inglés en el original, N. del T) En Francia decimos eso más o menos de la misma manera. Dicho de otra forma, allí donde hay igualdad no hay diferencia, o, por el contrario, ahí donde hay diferencia no hay igualdad. El movimiento de mujeres ha estado convencido de esto durante mucho tiempo, al punto que se ha escindido en dos movimientos. Uno preconiza la igualdad, desde Simone de Beauvoir hasta Elisabeth Badinter, y no menciona la diferencia de sexo, es monosexual. Del otro lado, mujeres consideradas habitualmente como radicales insisten sobre la diferencia, como Antoinette Fouque, del Movimiento de liberación de mujeres (Mouvement de libération desfiemmes M. L. F.) ¿Cómo se puede responder a este desafío? Hoy, para la mayor parte de personas, los hombres y las mujeres son a la vez diferentes e iguales. ¿Qué fue lo que pasó? Lo que me parecía ser un problema insolublc fue resuelto de un solo golpe por todo el mundo, excepto por las minorías extremistas. La respuesta no tiene nada nuevo, pero es necesario recordarlo: en la Declaración de Derechos del Hombre o en las declaraciones estadounidenses anteriores, se afirma que los seres humanos eran iguales en la medida en que se hacía referencia a un principio no social, que no es la riqueza, las facultades, o la fuerza, etc., sino el derecho natural. Los seres humauiidadama y uütuia ;yc nos nacen y viven iguales en derechos. En otros términos, se puede decir que todos somos hijos de Dios. Se puede también decir, como lo hizo Descartes, que somos todos seres racionales. En efecto, esta cs la repuesta, aunque amerita algunas precisiones. Si se quiere definir los derechos de cada ciudadano, de cada categoría de trabajadores de cualquier origen y de todos los proyectos culturales, ¿cómo debe procederse?, ¿apelando al sujeto kantiano? Imposible, porque nadie cree en ese universalismo vacío. ¿Podría invocar un mundo de comunicación entre sujetos a través del cual se manifiesten condiciones universales de la comunicabilidad? Reconocerán aquí el vocabulario y el pensamiento de Jürgen Habermas. Personalmente, esa respuesta me parece insuficiente. La única solución que yo encuentro es que no existe una sola identidad, sino al contrario, que cada individuo es definido como ciudadano por su identidad en tanto trabajador, y por una multiplicidad de identidades o de proyectos culturales. Cada individuo participa, quiere participar o debe tener el derecho de participar en un mundo económico y técnico que está globalizado. Prácticamente nadie escapa al mundo económico y tecnológico moderno. Aún sobre las altas planicies de Bolivia o Perú todo el mundo participa en él, así sea por la venta o la compra de coca. Al mismo tiempo, cada uno de nosotros tiende a entrar en ese juego con sus tradiciones, sus proyectos, las reinterpretaciones de su vida cultural, su lengua, su religión, su sexualidad, sus opiniones, sus gustos. El único universalismo es el derecho de todos a participar a la misma actividad técnico-económica, a la misma razón instrumental, como dicen los sociólogos, pero cada uno a través de su historia, su pensamiento, sus valores, su sensibilidad individual. En la actualidad vivimos en una sociedad individualista. El individualismo puede estar hecho de cálculos racionales, de cálculos 297 financieros. En ese caso no se trata más de actores sociales porque la racionalidad está inscrita en las finanzas, en los cálculos. Hay gente mucho más interesante que dice: ser individualista es ser hedonista, vivimos en una sociedad de consumo y buscamos aumentar y diversificar nuestros placeres. Pero desgraciadamente esto es limitado. Las personas que hacen marketing, previendo bastante bien sus consumos y actividades, se sienten sorprendidas cuando encuentran que algunos libros, muy descorazonadores, les muestran hasta qué punto el nombre que han escogido para sus hijos es previsible estadísticamente. Entonces, estoy obligado a decir que la palabra "individualismo" debe ser reducida a otro sentido al que yo he hecho alusión muchas veces. Este nos remite a la siguiente pregunta: ¿cómo puedo yo, a través de todos los sucesos de mi vida, de todas las influencias y limitaciones ocurridas, llegar a no perderme de vista a mí mismo, a constituirme como un individuo singular, a decir que mi vida, finalmente, es al menos mi vida? Esto es lo que yo llamo el Sujeto. Considero que en este sentido la izquierda es individualista y la derecha colectivista. Un pensamiento de derecha va a hacer un planteamiento de este tipo: "Teniendo en cuenta los términos de mercado, teniendo en cuenta el grado de previsibilidad o de imprevisibilidad..."; en tanto que la gente llamada de izquierda es sensible a una multiplicidad de demandas de reconocimiento de un ser particular. Retornando al problema de las mujeres voy a intentar demostrar cómo el tema de la igualdad no es suficiente. Que las mujeres sean reconocidas en su igualdad y su diferencia no es el problema, pero esta igualdad no existe en absoluto en el orden fáctico. Las mujeres se ocupaban de servicios personales excluidos del mercado, es decir, domésticos; ahora ellas se ocupan de servicios personales propios del mercado: en la enseñanza, en el sector salud, etc. No 1:98 se les ve muy a menudo en las presidencias de los bancos, o en las posiciones directivas, incluso en la universidad. Francia es un país donde en todas las posiciones de élite las mujeres representan sólo el 7 u 8%. Los progresos, pues, son mínimos en esta materia. Es necesario volver sobre un dato clave: lo mismo que en 1848 la economía se volvió política, en 1968 la cultura se volvió política. La separación entre lo privado y lo público no existe más; nuestra vida pública se ocupa esencialmente de problemas privados. En esta parte del mundo hemos implementado un modo de desarrollo extraordinario, de una eficiencia fantástica, que nos ha dado mucho avance sobre el resto del planeta. Este principio ha consistido en decir: es necesario separar lo más que se puede el fuerte del débil, lo dinámico de lo tradicional. Debemos funcionar como máquinas de vapor, como bien lo ha puesto en imágenes Claude Levi-Strauss: un polo caÜente/un polo frío. Entre más grande sea la diferencia de potencial, más rápido va la locomotora. Hemos inventado categorías que se definen por su oposición, siendo la más célebre de éstas la oposición hombre/mujer. Se ha designado hombres a los fuertes y mujeres a las débiles, más aUá de las diferencias biológicas que en general no tienen nada que ver con esa manera de ver el asunto. Hemos llamado fuertes a los colonizadores y débiles a los colonizados. Hemos opuesto de forma sorprendente a los adultos y los niños, siendo estos últimos definidos por la literatura del siglo XIX como aquéllos que no se controlan. También hemos opuesto la gente racional y dinámica, que son los empresarios, a la gente perezosa, sin iniciativa, que son los asalariados, lodo esto ha sido de una brutaÜdad extraordinaria y de una gigantesca eficacia. Después de 150 años de logros bajo ese esquema, ¿no se podría por fin superar esa polarización? Casi en el mismo momento, en casi todos los sectores, este proceso ha comenzado. En primer término, 299 para el movimiento obrero se ha reconocido que los asalariados también podrían, de una manera u otra, tener capacidad de iniciativa y de desarrollo. De otra parte, un grupo de mujeres estadounidenses se reumó en Londres durante la guerra civil y creó el movimiento feminista. Los movimientos anticoloniales, que tenemos muy en consideración, afirman "la modernización es a menudo lo contrario de la colonización y para modernizarse cs necesario descolonizarse". Les prometo que dentro de poco una última contradicción se habrá superado y que los niños serán reconocidos como ciudadanos plenos. En Francia y otros países se reúne a menudo un Parlamento de niños que mantiene útiles discusiones. Es necesario proceder por etapas, pero se podría muy bien poner la edad de derecho al voto a los diez años, y luego descenderla progresivamente. Esto significa que vivimos la prolongación de este inmenso movimiento de despolarización, aún con el miedo de ir muy lejos y mejor actuar como los demás, que no se han ocupado de polarizar, pero que tampoco han actuado mucho. Un reciente estudio hecho en Italia ha formulado la siguiente pregunta a mujeres italianas de entre 15 a 25 años: "¿para usted, en su futuro, qué considera que va a ocupar el lugar principal: su vida personal, afectiva, familiar o su vida profesional?". Respuesta de las italianas: "¡pues las dos! ¿Por qué quiere que escoja entre la vida profesional y la vida personal?" Los hombres italianos, o de otras partes, dan otro tipo de respuesta: "Ah, si yo pudiese escoger, pero no puedo hacerlo; sería el trabajo, ¡el trabajo!". De todas maneras, los hombres tienen mala moral y las mujeres buena moral, aunque los hombres tienen el poder y las mujeres no lo tengan. Estamos en trance de buscar medios de despolarización, de comunicación y, al mismo tiempo, de tensión con el futuro. ¿Cómo es que podemos combinar nuestra diversidad con la unidad de las leyes y de las técnicas? Voy a conservar el concepto de "reconociuunaounia y ;...uituia 5 1 miento" utilizado por Charles Taylor, filósofo canadiense. Reconocer al otro significa que estamos en trance de hacer la misma cosa, pero de manera diferente. Yo reconozco que usted hace las cosas de una manera distinta a la mía, sin que esto signifique hacerlo mejor o peor; simplemente lo hace diferente a mí. Yo no soy un defensor de la idea de multiculturalismo que puede llegar a significar una yuxtaposición de culturas. Soy partidario decidido de la idea de comunicación intercultural. Todos sabemos la inmensidad de problemas que aparecen y la facilidad de progresar en la mayor parte de los campos. Evidentemente, si usted le habla a la gente a garrotazos, con prejuicios racistas, sólo conseguirá que le arrojen piedras. En la asociación ATD-Quart Monde,4 alguien ha contado una anécdota luego de una asamblea de una asociación en Brooklyn: había dos mujeres negras que tenían sus hijos en prisión, quienes afirmaron que esos jóvenes no tenían confianza sino en una sola persona, sus madres. Otras mujeres desconfían, tienen odio o se sienten despreciadas. Tomemos la gente de hoy, la gente de los barrios periféricos, por ejemplo. Se les propone integrarse, vincularse. Ahora bien, algunas investigaciones han mostrado que las categorías sociales que ellos más rechazan, tales como la policía, los profesores, o los trabajadores sociales, se supone que les van a ayudar. "Es falso, ellos nos engañan, quieren integrarnos en una sociedad desintegrada" afirman los habitantes de esos barrios. Para mí, estas cosas reposan sobre el hecho de que, en lugar de integrar, nosotros debemos buscar soluciones que consisten en dar - o privilegiar- un espacio lo más maternal posible. La respuesta para algunos jóvenes estará en las relaciones interpersonales, a veces en la banda, o incluso en los deÜtos colectivos. Todo eso está "justificado", como los robos que los banqueros hacen en sus instituciones, o los errores que cometen los médicos. 301 Nosotros no podemos encontrar mayor igualdad que reforzando la capacidad de cada uno de ser Sujeto, es decir, tener puntos fuertes en sí mismo. Hace poco, en nuestro centro de investigación CADIS, 5 hemos analizado la tesis de una investigadora alemana sobre el siguiente tema: estudiemos los turcos en Alemania, los turcos y los argelinos en Francia y respondamos a la siguiente pregunta: ¿la pertenencia religiosa activa es un factor positivo o negativo del éxito o de la adaptación? La respuesta es perfectamente clara: la pertenencia religiosa es un factor positivo, muy positivo. No es que por sus valores el Islam esté más próximo a nuestras sociedades, sino que el individuo que se apoya sobre los elementos de su identidad, de la organización de su experiencia, va a ubicarse mejor. Hace ya varios años se trata en Francia y en otros países el asunto del velo en las mujeres islámicas. Al comienzo se dudó un poco. En lo personal, yo había tomado partido en forma decidida a favor de esas mujeres; también el Consejo de Estado tomó esa posición. Luego el mundo de la educación se desencantó y llegamos a la prohibición. Ese hecho me produjo tal indignación que me propuse adelantar sendas investigaciones en Francia y Turquía. En Francia entrevistamos un centenar de mujeres y de éstas había algunas que se sometían a la tradición. Encontramos seis o siete que sufrían la presión masculina, no del padre sino del hermano mayor, y otras se encontraban bajo la influencia de una organización religiosa. Pero la mayoría de ellas eran mujeres modernistas que se ponían el hidjahb para poder salir de su casa y que deseaban mantenerse en la cultura moderna. El estudio en Turquía fue realizado por Nilüíer Gpole, profesor en Estambul, con una población mitad "minifalda"y mitad "tchador".' ¿Qué tipo de estudios seguían las mujeres islámicas?: Ciencias naturales, Arquitectura, Medicina. Pocas escogieron el Derecho o los estudios de Letras. Se trataba de mujeres Ciudadanía y Cultura 302 modernas que hacían un gran esfuerzo, semejante al que nosotros debemos hacer para mantener la laicidad en Francia, o el cristianismo, o el protestantismo, o lo que queramos para nosotros. Lo esencial es que se presentaba allí la constitución de un Ser, de un Sujeto y que el análisis se centraba no sobre las condiciones objetivas, sino sobre la capacidad de construirse como Sujeto. El primer elemento que interviene aquí consiste en ser reconocido. Los contactos que tuvimos con algunas mezquitas, en particular en el distrito XIX de París, muestran la amplitud del movimiento de reislamizadón de la juventud. Sus efectos son positivos. Consisten en la capacidad de combinar el Islam con la formación profesional y con la pertenencia a la sociedad francesa, es decir, la capacidad que debe tener una minoría de reconocer los derechos de la mayoría. Este problema de la diversidad cultural y de la unidad de la ciudadanía es, pues, central en la actualidad. No encontramos una solución yendo más arriba, hasta los lugares donde todo el mundo sería igual. Esto me recuerda las discusiones que tuve con Hans Küng, el teólogo que se interesa vivamente en el ecumenismo. Lo que las religiones tienen más en común es hacerse la guerra! Yo insisto sobre el rol esencial del individuo, no en el sentido del "mí" sino en el sentido del "yo", en el sentido de una exigencia de primer orden en un mundo contrario a la individuaÜzación. Al respecto, me referiré a un debate muy célebre de la filosofía alemana. Desde Georg Simmel hasta Walter Benjamín, una gran preocupación alemana fue la pérdida de la visión global del mundo, de aquello que los alemanes llamaban la visión {Erfahrung). Estamos devorados por todos los elementos de la vida que ellos llaman las vivencias (Erlebnisse) y la gran preocupación en este mundo técnico, burgués, este mundo de dinero e imágenes es ¿cómo se puede tener una visión global? Es claro que no podemos tener más la visión de la Ilustración {Au- 303 fklarung) que está en el fondo de todo, porque en el nombre de la Ilustración también se ha asesinado y tenemos suficientes creencias acríticas en las leyes de la naturaleza y de la sociedad. En la actualidad pensamos que nuestra salvación individual no puede hacerse solamente a través de una solución colectiva. En este caso quisiera emplear palabras propias de los protestantes, minoría a la que yo no pertenezco, y podría decir que se trata de un estado del alma, un estado de la conciencia y diré también, una forma de intimidad. Igualmente somos extremadamente sensibles al tema de la memoria histórica y de la continuidad. Por ejemplo, yo estoy fuertemente ligado a la lengua francesa, pero el hecho de que también hable inglés y español no quiere decir que deba dejar de hablar francés y hacer comprender el pensamiento francés en el extranjero. Todos debemos, entonces, tener el sentido de aquello que nos constituye y de lo que tenemos la mayor necesidad; no es la comunicación sino las relaciones afectuosas, es decir, una intimidad, a través de la cual se puede fundar una construcción, un reconocimiento mutuo y colectivo. A escala mundial hemos visto desarrollarse una categoría social que se denomina "los excluidos". En los países ricos e industrializados (Francia, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, e Italia) los excluidos son alrededor del 15%. En los países en vías de desarrollo (México, por ejemplo) rondan alrededor del 50%. En los países pobres esta cifra puede ser el 80% y en algunos países del África, 90%. Esto es un escándalo. La gran traición de los países europeos fue haber puesto a funcionar el Wellfiare State -el Estado providencia-, no para la readaptación de estos excluidos, sino para mantener un cierto número de ventajas que son privilegios para las clases medias o superiores. En nombre de palabras que todos pronunciamos y porque son palabras muy importantes, en nombre de lo que llamamos la digCludadama y Cultura 304 nidad humana, por nuestro rechazo de lo que llamamos la humillación, debemos considerar que en la actualidad se trata menos de reducir la polarización de nuestras sociedades, combatir la exclusión y vivir unidos con nuestras diferencias. Entre más seamos Sujeto más diferencias habrá entre nosotros y más posible será construir una sociedad que repose sobre el conocimiento mutuo. Traducción de jorge Enrique González Notas del traductor 1 Se refiere al libro de Thomas Marshall, Citizenship and social class, (1950), editado con un estudio de Tom Bottomore (1992), London: Pluto Press. Versión castellana en editorial Losada (1999). 2 Pourrons-nous vivre ensamble? Egaux etdijferents (1997), Paris: Artéme Fa- yard. Versión castellana en Fondo de Cultura Económica (1997, 2000). 3 (1983) Essai sur l'individualisme. Unepespective anthropologique sur l'ideologie moderne, Paris: Seuil. Versión castellana en Alianza editorial (1987) 4 En francés en el original. Se trata de una Organización no guberna- mental cuyas siglas significan Aide a Toute Détresse (Ayuda a todo tipo de miseria), fundada por el sacerdote Joseph Wresinski (1917-1988), que tiene por objeto atender a personas en extrema pobreza en cualquier parte del mundo. 5 Se refiere al Centre d' analyse et d' intervention sociologique, en l'Ecole des hautes études en sciences sociales, de París. 6 El "hiyab", o "hidjab" ("hiyeben", en dialecto magrebí) tiene su raíz en la palabra árabe "bajaba", que significa esconder, ocultarse de las miradas, poner una distancia. Este velo esconde el cabello, las orejas y el cuello, y sólo deja ver el óvalo del rostro. 7 Velo negro usado originalmente por religiosas iraníes, que cubre desde la cabeza a los pies.