07 JUSTICIA

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Kagyu Tekchen Chöling
Jardín del Budismo Mahayana
Primer Instituto para el estudio y la práctica
del Budismo Tibetano, fundado en Argentina en 1983.
Bajo la autoridad espiritual de Sus Eminencias
Venerables Kalu Rinpoche y Bokar Rinpoche
Registro de Cultos 3091
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Justicia y misericordia en la construcción de la paz
en la sociedad y en el mundo globalizado.
Presentación de Lama Sangye Dorye
Representante del Budismo Vajrayana –Tibetano- de Argentina
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Introducción
Primero intentaré brevemente exponer la situación global, y luego trataremos de
presentar los puntos de vista Budistas, y desde esa perspectiva sugerir algunas
acciones.
La enseñanza de Buda es inmensamente vasta, y está contenida en Tres grandes
Ciclos, que transmitió a lo largo de más de cuarenta años, luego de su Iluminación.
Sin embargo, podemos sintetizar la motivación central para llegar a ese Despertar
espiritual, en una pequeña sentencia:
“Toda la felicidad de este mundo surge al ocuparse del bienestar de los otros.
Todo el sufrimiento viene de pensar sólo en nuestro propio interés.”
Dado que todos siempre deseamos la felicidad y queremos evitar el sufrimiento,
deberíamos obrar de acuerdo a este principio.
Las causas de la situación actual del mundo
No es fácil contemplar la situación general del mundo, pues claramente
reconocemos que pocas veces antes, la humanidad ha conocido tensiones tan
graves como las presentes, que producen tanto sufrimiento e incertidumbre, a un
número tan vasto de seres, abrumados por la desesperanza y el sinsentido.
Estamos viviendo todo tipo de conflictos, de guerras declaradas o latentes, y de
agresiones entre países. Pero también, la situación en el interior de muchos países
no es mejor. Tal crueldad mantiene en vilo a gran parte de la humanidad.
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Una cosa es cierta, los conflictos humanos no surgen de la nada. Sino que son el
resultado de causas y condiciones muy complejas. Y muchos de estos conflictos se
hallan bajo el control de sus protagonistas, quienes a veces tienen el poder para
resolverlos.
Esencialmente, esas causas están arraigadas en la exaltación del egoísmo y del
individualismo por un lado; y por el otro, en la ausencia de comprensión de los
valores básicos de la vida humana, el amor y la compasión auténticos. Pero existe
el más absoluto desinterés por comprometerse en la felicidad de los seres.
Entonces, ante esto debemos estar dispuestos a reconocer que los conflictos
humanos son el resultado de pensamientos y actos autocentrados y egoístas.
Sin embargo, la mayoría de las personas piensa que los responsables de los
conflictos en los que se ven envueltos, y en fin, de sus padecimientos, son siempre
los otros.
De todos modos la responsabilidad no pesa solamente sobre los dirigentes o los
funcionarios. Todos nosotros somos responsables, y los primeros interesados en
que prevalezca la armonía y la paz. Esa paz surge en el interior de cada uno si la
cultivamos, sino no existe en ninguna parte.
Los budistas decimos que el mundo es el reflejo, la proyección de nuestros
propios pensamientos, que luego se transformarán en palabras y actos.
Las causas primarias de la agresión, de la intolerancia y de los conflictos a todo
nivel, es el egoísmo y la inestabilidad emocional que deja profundas huellas en la
mente. Y es la manera de pensar y de concebir el mundo, la que directa o
indirectamente crea las condiciones de felicidad o de sufrimiento en las que
vivimos.
Las acciones destructivas y la violencia, son el resultado de pensamientos y de
emociones destructivas, nutridas durante mucho tiempo.
También nuestras experiencias de miedo, de ansiedad, de tristeza, las
preocupaciones, y el sufrimiento en sí, son provocadas por la constante demanda
de satisfacer nuestros intereses personales sin importarnos para nada el dolor de
los demás.
La visión Budista de las causas y los efectos
Todas nuestras experiencias de sufrimiento o de felicidad son el resultado de
nuestras acciones anteriores.
Si en nuestra vida no buscamos más que nuestra satisfacción, y lo que creemos
que es nuestro interés personal, sin ocuparnos de los otros; no solamete haremos
sufrir a los otros, sino que nosotros también terminaremos sufriendo.
Cuando estas acciones están basadas en pensamientos egoístas, más
posibilidades tenemos de caer en el error, desarrollando una visión o perspectiva
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autocentrada, que a su vez se manifestará en palabras y actos cargados de
prejuicios, y por lo tanto equivocados.
Conocer y comprender este punto de vista es muy útil. En este mundo signado
por el materialismo, habitualmente las personas que no tienen conocimiento de
este principio, cuando se ven confrontadas a situaciones desagradables, tienen una
actitud desesperada, e inmediatamente se preguntan: “¿Por qué a mí?”.
Mientras que cuando viven experiencias felices, no se preguntan porqué les
ocurre eso, sino que dan por sentado que son merecedoras de ello. Nuevamente,
no es difícil reconocer la misma actitud autocentrada.
Por el contrario, alguien que se ha tomado el tiempo de reflexionar, y posee una
mínima comprensión de cómo se encadenan las causas y las consecuencias,
entenderá cuál es la causa del sufrimiento y de las dificultades que enfrenta, y
reconocerá que es el efecto de sus acciones pasadas. De esa comprensión surge una
cierta calma, y ya no sentirá tanta angustia al pensar porqué es que le ocurren
algunas experiencias.
Por otro lado, si no se comprende esta ley fundamental, además de no saber
porqué nos ocurren las cosas, no sentiremos ningún arrepentimiento por los
errores, no tendremos un método para corregirlos, ni un método para preparar el
futuro. Comprender la ley de causas y efectos, nos proporciona cierta libertad de
elección. Evitando los actos negativos y desarrollando los positivos, que son la
fuente de la felicidad.
Como suele decir Su Santidad el Dalai Lama: “Ya que tenemos tendencias egoístas,
obremos de una manera inteligentemente egoísta. Sabiendo que cuando hacemos algo que
perjudica a los otros, tarde o temprano su efecto volverá a nosotros como sufrimiento.”
En ese caso podríamos reflexionar de la siguiente manera: “Para que este
sufrimiento no se reproduzca nuevamente, es imprescindible que evite repetir los actos
negativos que lo han generado. Y para experimentar en el futuro situaciones felices, debo
desarrollar actos positivos”.
Entonces, si no obramos en bien de los otros por la convicción de lo que es justo,
y porque nos liga a todos ellos la simpatía, el cariño y la compasión; al menos
hagámoslo para prevenirnos a nosotros mismos del sufrimiento. Como si se tratará
de elegir entre tomar o no tomar un veneno.
Como dice el dicho: “Uno se previene del daño, dejando inmediatamente de hacer el
mal”.
Por eso en el Entrenamiento de la Mente, Lojong se enseña: “Centren toda la culpa
en una sola cosa, esta sola cosa a culpar es el habitual apego egocéntrico”.
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Reflexiones acerca de la interdependencia
Todos estamos de acuerdo en que el mundo que hemos construido, ya ha
producido demasiado sufrimiento y va a la deriva sin principios verdaderamente
humanos. Vivimos en él temerosos por el mañana.
Los graves acontecimientos que estamos viviendo, tanto a nivel nacional como
internacional, nos muestran claramente que si permitimos que nuestra inteligencia
humana, sea opacada y arrastrada por simples pasiones, o por emociones
negativas como la codicia, el odio y la agresión, no tengamos dudas de que las
consecuencias serán nefastas.
También sabemos que el simple hecho de eliminar los instrumentos de guerra
no eliminará el peligro de más guerras.
De la misma manera, si no se resuelven claramente las profundas causas de
conflicto social, sobre la base de principios de equidad y honestidad, dificilmente
pueda construirse una sociedad viable.
Instintivamente podemos vengarnos cuando sufrimos algún tipo de violencia,
pero ¿qué otra respuesta podemos esperar, cuando nuestro oponente siente que su
venganza también es justificada?. Entonces iremos a una escalada de violencia
incontenible.
Pero aún así, ¿podemos considerar a un enemigo desde un punto de vista
absoluto?. ¿Siempre fue y siempre será nuestro enemigo?.
Muchas veces hemos visto, que los enemigos de hoy, con el correr del tiempo se
vuelven aliados. Es un claro indicio de que esas cosas suelen ser relativas.
Quizás, hoy más que nunca, nuestra sobrevivencia, nuestro éxito, o nuestro
progreso se hallan estrechamente relacionados con los otros seres. Y esta
interrelación también incluye a los que consideramos nuestros enemigos.
No importa que lo analicemos desde un punto de vista económico, ideológico o
político, su destrucción también tendrá un efecto destructivo en nosotros.
Si lo vemos desde la perspectiva de la economía global, el desarrollo más o
menos importante de un país, también depende de los otros países. La economía
de hoy, así como los problemas ambientales que afrontamos, no tienen fronteras.
Incluso países francamente hostiles entre sí, tarde o temprano, se verán
obligados a cooperar en el uso de los recursos naturales para sobrevivir. Por
ejemplo, en ocasiones, sus economías dependen de un mismo sistema fluvial.
Entonces, cuanto más interdependiente se hacen nuestras relaciones económicas,
más interdependientes serán nuestras relaciones políticas y sociales.
En la realidad cotidiana que vivimos, y en un mundo cada vez más
interrelacionado, la única manera de resolver las contradicciones y las diferencias,
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como integrantes de la misma familia humana, es a través de la responsabilidad
individual, del diálogo, de la comprensión y la humildad.
Las opciones viables
En primer lugar, partiendo del principio fundamental de la ética budista,
nuestras acciones básicas deben estar siempre dirigidas a proteger todo tipo de
vida, y por consiguiente este mundo, que es el único lugar que tenemos para vivir.
Luego es necesario considerar cuidadosamente la situación, y optar por
responder a los actos de violencia y de injusticia, utilizando principios noviolentos. Esto es sumamente importante.
Si bien la vida humana conlleva un potencial extremadamente precioso como
para perderla o malgastarla, al mismo tiempo es efímera y frágil.
Claro está, que mientras exista la humanidad, siempre habrá conflictos y
choques de ideas. Por eso necesitamos desarrollar una estrategia creativa y
coordinada, para desarraigar las causas de agresión y establecer condiciones
humanas a largo plazo.
La responsabilidad comienza en cada uno de nosotros, en el ámbito de la mente
individual, pues es allí donde surgen la cólera, el odio, la codicia, los celos y demás
emociones conflictivas, que luego se traducirán en palabras y actos.
Un signo de nuestra época parece ser el relativismo moral, que no aporta nada
positivo. El camino del descontrol es sumamente atractivo y se expande
rápidamente, pero el sufrimiento que deja es devastador.
Como seres humanos, a veces nos supera el dolor y permanecemos atónitos ante
actos de crueldad y violencia como los que vivimos a diario, pero la venganza, que
conlleva el uso de más violencia, a largo plazo no será la mejor solución.
Si pretendemos que nuestra sociedad y el mundo sean lugares más justos para
vivir, debemos desarrollar continuamente una perspectiva más aguda, inteligente
y racional, y salir de los patrones compulsivos.
Trabajar en el camino de la no-violencia y educar en esos valores a las nuevas
generaciones, para evitar futuros desastres, conlleva un trabajo de autoanálisis y
aprendizaje constantes.
Por eso insistimos, si aspiramos a una justicia duradera para toda la humanidad,
ésta debe basarse en la educación y la atención de los principios básicos de nobleza
humana, en la familia, en la ciudad, en el mundo. Debemos propiciar rápidamente
un real cambio de actitud.
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Como vemos, no se trata exclusivamente de un fenómeno nacional o
internacional del cual nos podemos desentender. Casi a diario, en las familias hay
discusiones y violencia doméstica. Los padres discuten con los hijos, los chicos
entre ellos, el marido con la esposa, etc. ¡Lamentablemente muchas veces
escuchamos cómo las familias se llegan a pelear encarnizadamente, peor que
enemigos, por unas miserables posesiones!.
Todo tipo de conflictos y tensiones se crean y se desarrollan en los hogares. Las
causas de esos conflictos están latentes en la mente de la gente, y esperan las
condiciones para manifestarse. Su origen, una vez más, se halla en el exagerado
interés propio, y el consecuente desinterés por los otros.
Los futuros líderes de este mundo a los cuales les reclamaremos justicia, son los
niños maltratados de hoy. Esa justicia, se siembra con pensamientos de simpatía y
compasión, se nutre con palabras verdaderas, y florece a través de acciones justas.
Mantener un sincero compromiso por la vida y el bienestar de los otros, es la
manera más atinada a largo plazo, para superar los conflictos, la injusticia y la
violencia.
Debemos reconocer que la justicia y el bienestar no son un regalo. La paz
interior y la paz en nuestras relaciones sólo surgirán como resultado de una tarea
consciente de mutua comprensión, de respeto por uno mismo y por los otros. Los
problemas de la sociedad humana se resuelven de una manera humana, no
podemos pensar en salvaciones individuales.
Para ello también es necesaria una educación no dogmática en valores humanos,
desde la familia hasta los ámbitos políticos. Con el fin de transmitir la idea de que
la intolerancia, la violencia y la injusticia son absolutamente inaceptables,
contraproducentes, y que no es una forma realista y duradera de resolver los
problemas.
La compasión y el potencial de felicidad de los seres humanos
Buda definió el Amor, como el deseo sincero de que todos los seres sean felices.
La principal cualidad del auténtico amor es ser ecuánime y no parcial.
Asimismo, la Compasión es el deseo de que los seres estén libres del sufrimiento
y de sus causas.
Ya que podemos trabajar para liberarlos de ese sufrimiento, y si queremos
verdaderamente ayudar a los demás, entonces hay muchas formas de desarrollar
compasión.
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Buda nos mostró con su ejemplo, que es posible para todos los seres conscientes,
realizar el estado completamente Despierto de nuestro corazón, la Iluminación.
Cada ser humano, cada uno de nosotros, tiene ese potencial para exprezar su
naturaleza Lúcida y Compasiva, su Buda interior. Por lo tanto, todos los seres
conscientes son Buda en potencia.
La única diferencia entre Buda y los seres sensibles, es que en ellos, esta
naturaleza de Buda se halla momentáneamente oscurecida. Mientras que en Buda,
los velos han sido completamente purificados o removidos.
Podemos reflexionar en que la validez de Sus enseñanzas, ha sido testimoniada
por su efectividad en todo tiempo, desde la época del mismo Buda, hace 2548 años
ya, hasta nuestros días, por una línea ininterrumpida de sabios y maestros.
La finalidad del Dharma, de la práctica religiosa, es la de servir de soporte y
esperanza a los seres. El Dharma también, como enseñanza escritural, proporciona
los métodos prácticos para purificar los velos y permitir que se manifieste la
naturaleza búdica. Entonces, uno puede alcanzar la Iluminación, que es definida
como la “auténtica felicidad que no cambia”.
Es el estado natural y puro del ser, que está en nosotros desde siempre, libre de
defectos, libre de imperfecciones, libre de todo sufrimiento, completamente
positivo y naturalmente feliz.
La Gran Compasión es el aspecto dinámico de la Iluminación. Surge
espontáneamente de esa experiencia inefable; y al encaminarnos en el sendero de
Buda, en armonía con esa aspiración fundamental, desarrollamos la intención de
ayudar a todos los seres, por todos los medios.
Pero más allá de los hechos históricos, de los postulados filosóficos y las
creencias, es evidente que todos nos reconocemos como seres humanos.
Como seres humanos, todos aspiramos a la felicidad y rechazamos el
sufrimiento. El problema reside en que la mayoría desconoce las causas que le
proporcionarán auténtica felicidad y libertad verdadera.
Estoy seguro de que todos ustedes han ayudado de muchas maneras o ayudan a
otras personas en su inmenso sufrimiento. Simplemente porque desde lo más
profundo de ustedes surge esa gran demanda, esa inspiración natural de simpatía
y compasión hacia los otros. Y estoy seguro, de que en esas ocasiones se sienten
profundamente gratificados, más allá de las palabras. ¿Entonces por qué no seguir
esa inspiración amorosa?.
Todos expresamos nuestro deseo de paz y armonía en las familias y en los
países. ¿Pero si primero, no desarrollamos paz en nosotros, disminuyendo nuestro
egoísmo, cómo podríamos hacerla efectiva afuera?. La paz en el mundo es
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incompatible con el odio. La felicidad personal no puede convivir con la agresión,
los celos, el desinterés, o el orgullo exagerado, que se eleva sobre la aparente
inferioridad de los otros.
Cuando vivimos situaciones de tensión y de dolor, las cosas exteriores no nos
proveen ninguna certeza. Por el contrario, las duras pruebas pueden ser mucho
más fácilmente aceptadas y enfrentadas, si en nuestro fuero íntimo desarrollamos
interés, amor y ternura.
El sentido común inherente a la naturaleza humana es arrasado por la cólera. Si
el odio o los celos invade nuestro pensamiento, no resolverán nada. Su triunfo no
durará más que un breve instante, luego del cual resurgirán nuevas dificultades.
Por supuesto que la motivación justa y la compasión toman más tiempo, pero
conducen a soluciones mejores y más duraderas. Como dice en el Tesoro de las
Cualidades:
"Así como la raíz que cura, es su brote.
Pero si es venenosa, qué podemos decir de sus frutos.
Por eso, lo que hace al acto benéfico o dañino, no es su apariencia ni su dimensión,
es la intención buena o mala que lo anima."
Si estas breves reflexiones no hacen surgir en nosotros interés por la compasión,
¿por qué deberíamos desarrollarla?.
Porque, cuando se trata de cultivar nuestro mérito, profundizar nuestra
sabiduría y realmente contribuir al progreso espiritual, no existe cualidad más
grande que la compasión.
En un Sutra, Buda ha dicho:
“Si uno pudiera dar forma material a un simple instante de profunda compasión;
todo el cielo, el espacio entero no bastaría para contenerlo.
Un solo instante de compasión es mucho más vasto.”
Esta compasión, es una experiencia tan profunda y tan poderosa que si fuese
sólida, no podría ser contenida por el espacio. Es extraordinariamente poderosa
como medio para desarrollar nuestro mérito, nuestra libertad y la sabiduría.
Así que promover la compasión, es decir descentrar nuestro apego egoísta, es
dar un paso gigantesco hacia la obtención de la Iluminación por el bien de todos
los seres.
Si una persona, desarrolla compasión verdadera y auténtica, aunque sea de
condición humilde, por sí misma contribuirá mucho a la paz del mundo. Y cuanto
más numerosas sean las personas que piensen así, más grande será el beneficio,
pues si una persona es eficaz, dos lo serán mucho más, y si se trata de un grupo,
aún mejor.
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Uno de los gestos más importantes, una de las contribuciones más grandes que
podemos hacer por la paz del mundo, es desarrollar en nosotros, compasión por
todos los seres, y ayudarlos activamente hasta ocupar todo nuestro tiempo en ello.
Conclusión, cómo contribuir a la paz
Cuanto más nos alejamos de nuestra vida espiritual, tendemos a tomar
demasiado en serio nuestra actividad exterior. Ya no sentimos gratitud por la vida,
perdemos la humildad, y actuamos como si fuéramos a vivir para siempre, como si
todas nuestras acciones sociales y políticas tuvieran una importancia trascendente.
Pero en nuestra intimidad, sabemos que esta vida nuestra a la que nos aferramos
con uñas y dientes, posee la brevedad de un sueño, del cual nos vamos a tener que
despertar tarde o temprano. Entonces, ¿de qué puede servir llegar incluso a
controlar el mundo entero?
A veces hay personas confundidas que provocan conflictos y acarrean enormes
sufrimientos a los otros. Actúan como si todo eso tuviera un significado último,
piensan que lo que hacen tiene una importancia capital.
Y en realidad ¿quién se acuerda luego de ellos?. Este no es más que otro motivo
para sentir compasión.
Como personas comunes que somos, quizás no tengamos el poder de evitar que
los países se levanten en armas unos contra otros. Y aunque tratemos de convencer
a esa gente, que por su propio bienestar deje de luchar, lo más probable es que no
nos escuchen.
Pero por el contrario, si una persona, por medio de su comprensión, y con el
afán de ayudar sinceramente, desarrolla amor y compasión hacia los demás; y
como consecuencia de ello, formula vastos deseos para el bienestar del mundo,
entonces, sin duda hará una contribución muy importante a la paz. Esa persona
progresivamente desarrollará la experiencia del Despertar, la Iluminación, de la
cual surgen la Sabiduría y la Compasión ecuánimes, que son los medios para
ayudar a todos los seres.
Estoy seguro de que aprendiendo a unir las cualidades y la profundidad de los
principios espirituales, con un comportamiento realista en el mundo social; todos
podemos hacer un aporte sustancial al bienestar y el porvenir de la humanidad.
Gracias
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