Revista de Literatura Hispanoamericana Esta revista fue impresa en papel alcalino • This publication was printed on acid-free paper that meets the minimum requirements of the American National Standard for Information Sciences-Permanence for Paper for Printed Library Materials, ANSI Z39.48-1984 El Instituto de Investigaciones Literarias y Lingüísticas y sus publicaciones aparecen reseñados en: - Red Iberoamericana de Revistas Arbitradas de Comunicación y Cultura - Registro de Publicaciones Científicas y Tecnológicas del Fonacit - Registro y Catálogo de Publicaciones de Latindex - Revencyt. ULA © UNIVERSIDAD DEL ZULIA. 2012 Revista de Literatura Hispanoamericana Instituto de Investigaciones Literarias y Lingüísticas ISSN: 0252-9017 Depòsito legal: pp 197102ZU50 Impreso en Ediciones Astro Data S.A. Maracaibo - Venezuela Telf: (0261) 7511905 / Fax: (0261) 7831345 E-mail: [email protected] Instituto de Investigaciones Literarias y Lingüísticas Facultad de Humanidades y Educación Universidad del Zulia. Maracaibo, Venezuela Consejo Técnico Fátima Celis Directora Editora-Jefe de la Revista de Literatura Hispanoamericana Thaís Jiménez Flores Secretaria - Coordinadora Jesús David Medina Coordinador de Extensión Carlos I. Pérez Director de la Escuela de Letras Alicia Montero Coordinadora de la Maestría en Literatura Venezolana María Sandra Menella Coordinadora de la Maestría en Lingüística y Enseñanza del Lenguaje Godsuno Chela-Flores Editor-Jefe de la Revista Lingua Americana Investigadores: Enrique Arenas Capiello, Steven Bermúdez, Juan Pablo Boscán, Fátima Celis, Godsuno Chela-Flores, Margarita Figueroa, Nílibe Fleires Bastidas, Gloria Fuenmayor de Vílchez, Cósimo Mandrillo, Masiel Matera, Javier Meneses Linares, Alicia Montero Morillo, Leisie Montiel Splugla, Mario José Morales, Rosa Sánchez, Mayela Vílchez, José Gregorio Vílchez, Jesús D. Medina F., Thaís Jiménez, Yeriling Villasmil. Becas de empleo estudiantil: Daniela Sánchez. Revista de Literatura Hispanoamericana Editora Fátima Celis Editores Asociados Jesús Medina Steven Bermúdez Marlon Rivas Comité Editorial Cosimo Mandrillo Orlando Chirinos Jesús Medina Marlon Rivas Carlos Ildemar Pérez Alicia Montero Thaís Jiménez Luis Moreno Villamediana Adelso Yánez Steven Bermúdez Antúnez José Gregorio Vílchez Adriano Camacho Consejo Asesor Godsuno Chela Flores (Venezuela) Álvaro Márquez (Venezuela) Laura Antillano (Venezuela) Douglas Bohórquez (Venezuela) Luz Marina Rivas (Venezuela) Luis Barrera Linares (Venezuela) Antonio Isea (USA) Francoise Del Pratt (Francia) José María Paz Gago (España) Responsables de Publicación Milka García Rebeca Matos Fundador José Antonio Castro Diseño gráfico de portada Guillermo Roa Rubén Muñoz Javier Ortiz Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, Julio-Diciembre, 2012 ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50 Contenido Editorial. Steven Bermúdez Antúnez ........................................................................................7 El Carnero: ¿Antecedente de la Narrativa Latinoamericana? El Carnero: Antecedent for the Latin American Narrative? Delsy Mora V. ...........................................................................................................................9 Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana If I Were Pedro Infante: Mapping Latin American Popular Culture Enrique Plata Ramírez.............................................................................................................21 Historia y literatura, los espacios vinculantes de la ficción. Para una relectura de El Arpa y la Sombra History and Literature, Connecting Spaces for Fiction. For a Re-reading of El Arpa y la Sombra Vanessa A. Márquez Vargas ...................................................................................................42 Leer y escribir en el hogar y en la escuela Reading and Writing at Home and at School Margarita Figueroa Rodríguez y Romina De Rugeriis ...........................................................57 El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa y existencialista The Pachuco of Octavio Paz (1950): Re-Reading in an Argumentative and Existentialist Key Eugenia Houvenaghel .............................................................................................................67 Gabriel García Márquez, La escritura comprometida Gabriel García Márquez, Committed Writing Luís Javier Hernández Carmona .............................................................................................86 Aporte para la comprensión del discurso literario: la paradoja emocional A Contribution to Understanding Literary Discourse: The Emotional Paradox Steven Bermúdez Antúnez ....................................................................................................102 Índice Acumulado ...............................................................................................................121 No. 65, Julio-Diciembre, 2012: 7-8 ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50 EDITORIAL Hace poco leía un breve ensayo de un crítico estadounidense sobre la muerte de la literatura. En esa categoría incluía la muerte del autor, la muerte del lector, la muerte del significado literario, entre otros. Después de aceptar como válidos muchos de sus argumentos, caí en cuenta de que, siendo así, aquellos que nos hemos dedicado a eso que se ha dado por denominar «estudios literarios», en realidad lo que hemos estado haciendo sería «estudios forenses». Esa idea me resultó grotesca y preocupante. «Matar» a la literatura, si seguimos esa línea argumentativa, generaría la implicatura lógica de que estaba «viva». Ahora bien, ¿en qué consistiría esa vivicidad? Es decir, ¿qué hizo que la literatura estuviera viva? Y de igual manera ¿qué pasó para que se muriera? También cabe otras preguntas: ¿lo que se murió fue el arte de escribir o la categoría abstracta en la que esos escritos han sido alojados? Nos inclinamos a acoger que el asunto está más dirigido hacia lo que plantea esta última interrogante. Como sabemos, la literatura como categoría socio-estética, apenas data de mediados del siglo dieciocho. Sin embargo, eso no impidió que antes y después se hayan producidos textos a los cuales les conferimos un relevante valor estético y por lo cual son considerados literarios. Y allí está en centro de la disputa: la literatura existe en la medida que hayan textos a los cuales se le adjudican características y relaciones distintas a otros textos que también hacen vida en el seno de las sociedades. El asunto de vieja data está (desde de que también se «mató» a la literariedad de los formalistas rusos) en determinar cuáles son esas características (universalmente válidas) y cuáles son esas relaciones (pragmáticamente visibles). Según sea las respuestas que se ofrezcan a los anteriores enigmas (y a otros correlacionadas con estos) nos conducirán, de manera irreductible, al cuestionamiento de los llamados «estudios literarios». Los «estudios literarios», son un área de indagación científica (usamos este término sin ningún tipo de prurito) que se ocupan de una parcela de las tantas existentes dentro de la producción semio-cultural del hombre en 8 Editorial Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 la vida social. Ellos reconocen que los textos considerados literarios recogen una variedad y compleja red de significaciones y que producen un impacto en las mentes de los hombres y por ello merecen (los textos literarios) la pena ser atendidos. La literatura es un producto cultural como tantos otros, que se materializa en los textos y que tiene en la imaginación de los autores y en la necesidad cognitiva-afectiva de los lectores sus puntos de anclaje fundamentales. Estudiar sistemática y coherente este proceso procura aportar en la hondura humana que las obras literarias, de por sí, resguardan. Sin embargo, y en mi opinión , que no hayamos llegado a consensos perpetuos o que aparezcan nuevos textos con nuevas propuestas estéticas solo debe interpretarse como retos para los estudiosos antes que decepciones o incapacidades críticas (en el sentido kantiano del término). Creo que, causalmente, gran parte esa decepción frente el asunto de la literatura (su supuesta muerte) también ha alcanzado y embarrado a los estudios que se encargan de ella. En estos momentos, solo las universidades siguen siendo, todavía, el espacio en donde se realizan y financian estos estudios. La poca investigación literaria que realizamos en nuestro país, está, fundamentalmente apoyada por los centros e institutos que hacen vida académica dentro de las universidades. No obstante, esto no invisibiliza el hecho del decaimiento y el escaso vigor que se sigue percibiendo en torno a este campo. En Venezuela, por ejemplo, el Simposio de investigadores y docentes de la literatura venezolana ha caído en un letargo doloroso. En otros eventos académicos afines en los que los estudios literarios son aceptados dentro de las gamas de temas ofrecidos, las ponencias sobre investigaciones o crítica literarias presentadas suelen ser escasas y poco concurridas. Matar a la literatura no nos ayuda mucho. Ni siguiera a esos entusiastas perezosos que se encantan con el escepticismo y el relativismo absolutos y que dan por válida cualquier aproximación crítica en torno a su difunta. Esta realidad nos obliga, a todos aquellos que creemos en la literatura como un valioso aporte a la cultura de una sociedad (no en su sentido elitista, sino en el de construcción positiva y solidaria de bienes simbólicos) a hacer y mantener el trabajo de su examen, discusión y publicación. Esto implica apoyar más la exploración y la búsqueda ilusionadas que la autopsia. Esta revista sigue, número tras número, instalada en esa utopía. Dr. Steven Bermúdez Antúnez Docente-investigador de la Universidad del Zulia Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, Julio-Diciembre, 2012: 9 - 20 ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50 El Carnero: ¿Antecedente de la Narrativa Latinoamericana? Delsy Mora V. Universidad de Los Andes E-mail: delsymora2002@hotmail. com Resumen La mezcla de matices de realidad y ficción presentes en El Carnero de Juan Rodríguez Freyle recalcan la antigüedad y vigencia de ambas categorías, en el desplazamiento de la estructura que permite al narrador del texto ensayar diferentes técnicas (imitando códigos aprendidos o heredados) y en el afán que domina a todo creador de llegar a expresarse plenamente a través de una forma: la vida préterita o presente, la historia, la tradición; todo se refleja en él. Cada narración, cada una de las moralizaciones a propósito del Nuevo Mundo constituye una forma de relatar. El texto por poseer temas como el del Descubrimiento, Conquista y Colonización ha hecho que no se le ubique dentro de una clasificación fija: crónica, relaciones, picaresca, celestinesco, histórico, crónica novelada, memorias, etc., por su variedad de posibilidades discursivas. Su sabor narrativo ficcional engloba la imagen de una sociedad santafereña no apacible (funcionarios deshonestos, mujeres y hombres arrastrados por sus pasiones, clérigos pocos santos, adulterios, etc.) bajo un tono de humor e ironía crítica. Palabras claves: Historia, cultura, hibridismo y mestizaje, latinoamérica, literatura, crónicas y cronistas. Recibido: 10-10-2012 • Aceptado: 22-11-12 Delsy Mora V. Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 10 El Carnero: Antecedent for the Latin American Narrative? Abstract The mix between fiction and reality present in El Carnero by Juan Rodríguez Freyle emphasizes the antiquity and timeliness of both categories in the displacement of structure that allows the text narrator to try different techniques, imitating learned or inherited codes, and in the desire that dominates all artists to reach full expression through a form: past or present life, history, tradition everything reflected in it. Each narrative, every moralization for the purpose of the new world constitutes a way of telling. Because the text contains themes such as discovery, conquest and colonization, it has escaped a fixed classification of chronicle, narrative, picaresque, Celestinesque, historical, novel-like chronicle, or memoir, etc., due to its variety of discursive possibilities. Its fictional narrative flavor includes the image of a Santa Fe Bogota society that is not gentle (dishonest officials, women and men dragged along by their passions, unholy clergy, adulterers, etc) with a tone of humor and critical irony. Keywords: History, culture, hybridism and racial mixing, Latin America, literature, chronicle and chroniclers. [. . . ] Visto el pasado pudiera servir para iluminarnos el presente, en ello tal vez, nos vaya nuestro destino de hombres libres. (José Juan Arrom) A. Proceso histórico cultural Si consideramos que las narraciones coloniales plasmaron una visión del mundo con múltiples posibilidades, desmesura, heterogeneidad, etc.; es ese hibridismo la constante que va a construir nuestra novelística latinoamericana actual. En la mayoría de los cronistas del nuevo mundo, la fantasía colorea los relatos, lo real -maravilloso sobresale a lo descriptivo-objetivo y produce la transformación de la realidad tal como lo diría Fernández Echeverría o en palabras de O’Gorman, se inventa a América. En el siglo XVII los grandes virreinatos se convirtieron en centro de lujo y ostentación, su interés se encuentra en el desarrollo del Barroco Americano en las artes en general. Se crea la necesidad de nom- El Carnero: ¿Antecedente de la Narrativa Latinoamericana? brar y representar, es el Nuevo Mundo un producto del lenguaje, requiere estructurarse en una escritura sólida, esta escritura no sólo por su temática, sino también por su variabilidad, se convierte en objeto documental de la imaginación, revelando lo que Julio Ortega ha llamado la primera producción americana de una escritura. En este período de la estabilización se consolidan, pues, las instituciones coloniales, se establecen las categorías étnicas y diálogos entre los distintos sectores, hay una reconcentración demográfica, el sistema colonial se consolida internamente: es un período de denuncias, de transformaciones, de superposiciones de estilos, de contradicciones, es el siglo XVII manifestación de complejidad, “siglo de profundos cambios” al decir de José Juan Arrom. La narrativa colonial transgrede la norma metropolitana, las formas obnubiladas conllevan al misterio y el misterio convoca a la fe; describir y proponer serán las intenciones dominantes de los sectores influyentes que entran en crisis de valores con la época. La ruptura de una estructura tradicional para dar paso a una estructura ambigua se constituye en la clave de El carnero, texto-crónica importante que antecede lo que será posteriormente nuestra narrativa latinoameri- 11 cana, con su nueva manera de mirar y apreciar la realidad. El autor-narrador, rompiendo con una lógica y yuxtaponiendo los planos temporales, contribuye a crear una visión sub-real del mundo, hace de la ambigüedad una estructura que establece la búsqueda de nuevas relaciones de reelaboración de lenguajes, el saber-decir fluye en un sentido de funcionalidad del texto. El hablante básico se convierte en un sujeto colectivo, productor de una tradición cultural que evoluciona, sujeto operador o del hacer que recupera un pasado a través de una perspectiva y punto de vista particular para actualizar su presencia en el discurso narrativo de una forma crítica. En el siglo XVII, en la Nueva Granada, se comienza a gestar una literatura que revela la existencia de una actividad literaria, lo podemos apreciar en Lucas Fernández de Piedrahita, Fray Pedro Simón, Juan de Castellanos, la Madre Castillo, entre otros. Se trata de una literatura con raíces en la metrópoli que de manera embrionaria comienza a presentar características americanas propias. Resultaría imposible comprender la organización colonial de esa época sino tenemos en cuenta la influencia dominante que ejerció la Iglesia en todos los aspectos, pero en especial, en la cultura donde su dominio fue muy significativo; es 12 Delsy Mora V. Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 ella la que realiza la labor de educación en ese choque violento que representó el mestizaje; lo religioso funciona de forma moralizante en el texto, esta actitud lleva al autor-narrador a buscar explicaciones a los procesos sociales, concepciones como la moral y el honor, valores típicamente españoles: Y están luchando conmigo la razón y la verdad. La razón me dice que no me meta en vida ajenas; la verdad me dice que diga la verdad. Ambas dicen muy bien, pero valga la verdad…la misma razón me da licencia que lo diga, que peor es que lo hayan hechos ellos que lo escriba yo (1979:3). Se predica un mundo regido por las ascéticas, pero se presenta con insistencia el vínculo con lo susurral, lo inconfesable. Se presenta una manera de ser y vivir nuevo mundano, hibridizada entre lo europeo-americano, el vínculo constante entre España y su colonia: Corría como tengo dicho, en esta ciudad, la fama de Riqueza que llevaba de este reino el Márquez de Sófraga (1979:12). Sus conflictos administrativos: Llámose a este tiempo el siglo dorado, que aunque es Verdad en él hubo las revueltas y los bullicios de las Audiencias y visitadores (1979:16). Y a pesar de que la sociedad era marcadamente religiosa, Rodríguez Freyle describe más la codicia, las disputas y la habilidad de los sacerdotes que su santidad. El santafereño interpreta y confronta los valores de su tiempo, se hace portavoz de una visión del mundo que corresponde a un determinado grupo social, fundado en la falsa conciencia, al afirmar en apariencia artísticamente, la crisis y el mal estado de la sociedad: desorden y corrupción e igualmente el querer de los criollos por regir sus propios destinos, aun cuando la violencia que dramatiza rivalidades y conflictos no impide el establecimiento de las bases de una sociedad cuyo ideario se mantiene hasta el triunfo de la revolución política que causa la guerra de la independencia. El autor-narrador establece una dialéctica en términos como: Mundo de los Blancos VS Mundo de los Naturales _____________ _____________ Españoles/Criollos Indios/Negros Desde sus comienzos la prosa surgida en América, revela la importancia que tuvo la realidad social americana. Rodríguez Freyle quiere mostrar en base a los casos, que la vida de los habitantes del Nuevo Reino de Granada le interesó más que las hazañas históricas de los capitanes, las conductas escandalosas, los celos, las traiciones, las venganzas, etc.; más que la fundación de ciudades, la deshonestidad de los El Carnero: ¿Antecedente de la Narrativa Latinoamericana? funcionarios coloniales. Silvia Benso (1977:95-165), en su importante y cuidadoso trabajo sobre El Carnero, considera que el autor presenta una visión de la sociedad santafereña y destaca como rasgos significativos para comprender la época y la situación colonial cuatro funciones que son constante en el texto: intrusión, engaño, daño y castigo. B. Presencia de la ficción en El Carnero El texto se basa en la construcción de la imaginación sobre los datos que ofrece lo real, es decir, frente a la situación misma de la estructura, la forma contribuye en su desarrollo manifestando el mundo del escritor, en el sentido de que la escritura es -como lo diría Barthes (1973)- eso que comienza cuando el habla se hace imposible o con la búsqueda de una literatura posible. El trabajo de escritura en el texto, parte de una necesidad y deseo de reconstrucción paródica del pasado colonial santafereño, esta estrategia discursiva pertenece a la familia de la intertextualidad, donde a través de un saber-contar, signos e imágenes forman su estructura significativa. En el hablante existen distintas vocaciones: el de historiador, novelador, cronista y moralista; estas cuatro vocaciones quedaron fusionadas o confluyeron en el texto, única 13 producción del autor. Para su realización utilizó dos años: Hasta la hora presente que esto se escribe, que corre el año de 1636, del nacimiento de nuestro Jesúscristo (1979:2). Y al final aclara: Cien años son cumplidos de la conquista de este Nuevo Reino de Granada, porque tantos años ha que entró en Él el adelantado Gonzalo Jiménez de Quesada, con sus Capitanes y soldados. Hoy corre el año de 1638 (1979:373). De Juan Rodríguez Freyle es poco lo que se sabe, él mismo notifica sobre su vida en algunos apartes del texto: Nací en esta ciudad de Santa Fé, y al tiempo que escribo Esto me hallo en edad de setenta años, que los cumplo. La noche que estoy escribiendo este capítulo (1979:22). El autor-narrador se presenta como un simple recopilador y atribuye el valor de su obra a la inspiración divina, la palabra como medio de salvación devuelve la voz a seres ya muertos, asumiendo la palabra este autor-relator simula una realidad, ¿acaso no está haciendo ficción? El texto apenas conocido, es una cadena de enunciados que en función múltiple se proyecta e interactúa con su tiempo, abierto ante la pluralidad de voces, ha sido conocido con el título abreviado de El Carnero, pero su original título ha sido objeto de 14 Delsy Mora V. Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 varias y diferentes hipótesis, bajo el extenso título descriptivo, el texto pretende ser historia bajo la tradición de la crónica, con característica informativa al reflejar las intenciones del autor-relator tanto por lo que prometerá contar o por lo contrario, sujeto así de la narración que se enfrenta a la historia. El título funciona como incentivador de lecturas, dando aparentemente importancia a lo histórico, lo cual predominará en los primeros capítulos y reaparecerá al final con los catálogos de ciudades, capitanes, gobernadores, presidentes, visitadores, arzobispos y prebendados que poblaron el Nuevo Reino de Granada. El aspecto histórico-cronístico es desplazado por el interés artístico-literario de “algunos casos sucedidos en este reino” (1979:8), que se enuncian sin importancia, pero que irónicamente es parte fundamental del texto, pues con ello se intentará satisfacer la urgencia comunicativa de la cual hablábamos al comienzo de estas páginas, de un autor-narrador que busca agradar a sus lectores. Así desde el punto de vista literario los casos o “histórielas” resultarán de un gran interés, manipulados de tal forma que en éstos residirá lo sustancioso para futuros estudios en detalle. Se nombra entonces bajo un título: conquista, descubrimiento o desencuentro, fundación, costumbres, guerras, casos. La indicación espa- cial del texto es un proceso que va desde lo general a lo particular, de la historia universal a la Neogranadina, por ello a partir de este elemento obtenemos una cantidad de datos que va hacia un tiempo y un espacio delimitado: Tiempo=1539/ 1636 Espacio= Nuevo Reino de Granada El trastocamiento y abigarramiento de datos serán marcas propias del barroco americano, el autor aparece en la síntesis o programa de base para respaldar la veracidad de la narración y justificar su oficio de cronista, así mismo se establece la correlación entre el Juan Rodríguez Freyle que vive en su época y el Juan Rodríguez Freyle que escribe sobre una época, bajo una visión ortodoxa, presentándose como un descriptor en el marco de la narración. La dedicatoria comporta un enunciado narrativo de comunicación, donde solo se manifiesta el sujeto de estado, es decir, el destinatario: “Rey Don Felipe, nuestro Señor”, luego el fin comunicado: “dirijo esta obra a vuestra majestad por dos cosas: la una, por darle noticia de este Nuevo Reino de Granada, porque nadie lo ha hecho; la otra, por librarla de algún áspid venenoso, que no la muerda viendo a quien va dirigida” (1979: 3). Toda la continuación del texto deberá evaluarse a partir de ese pro- El Carnero: ¿Antecedente de la Narrativa Latinoamericana? grama narrativo, su realización o des-realización. En el prólogo se da el marco conceptual general del texto, el hablante implícito refiere su concepción y propósito del texto, dar a conocer la verdad, justificar la elección de los casos atribuyéndoles un fin moral y ejemplarizante, transmitir una memoria referente a la noticia de hechos pasados y predisponer e introducir al lector en la estructuración, participación y conducción de la lectura del texto. Expone: Los hombres aprovechándose de esta doctrina, fueron siempre dando al mundo noticia de lo acontecido en sus tiempos (1979: 5). Responde a la pregunta cómo contar en una forma autocrítica: Y aunque en tosco estilo, será la relación suscinta y verdadera, sin el ornato retórico que piden las historias, ni tampoco llevarán ficciones poéticas (1979: 6). Pero, observaremos luego que hay una desviación de este propósito al decorar la narración con “joyas prestadas o ropas prestadas, para que salga a la vista; y de los mejores jardines coger la más agraciadas flores para la mesa” (1979:40). El tono crítico se mantendrá durante todo el relato, se compara en relación con otros: 15 Digo que aunque el padre Fray Pedro Simón en sus estudios y noticias y el padre Juan de Castellanos, en los suyos trata ron de lo acontecido en este Nuevo Reino, por lo cual me animé yo a decirlo (1979: 5). Presentados bajo el nombre de “Excursus”, intervenciones directas del autor-narrador, se ponen de manifiesto los temas éticos-religiosos en el texto, son interrupciones en el curso del relato para moralizar sobre el vicio, poder, codicia, honor, celos, hechizos, adulterio y la perniciosa hermosura femenina. El narrador no se limita a transmitir una información acerca de los sucesos ni asume todo el tiempo la perspectiva de objetividad, así además de intervenir en las digresiones filosóficas y moralizantes, el narrador asumiendo conciencia y comprometido con el acontecer, traba relación directa con el lector, dirigiéndole apelaciones y estableciendo con él una comunicación que busca captar su atención. Hay un dominio absoluto sobre el narratario que se plasma en las suspensiones de la narración, de la invitación al descanso o a la atención. Las combinaciones de los puntos de vista del narrador (de la 1ª a la 3ª persona) determinan lo complejo de la estructura del texto, es decir, el narrador cambia sucesivamente de posición, describiendo o narrando 16 Delsy Mora V. Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 los acontecimientos desde su punto de vista o desde el punto de vista de un personaje; así por ejemplo, al narrar uno de los episodios de la conquista, los españoles son presentados desde la perspectiva asombrada de la naturaleza: Y por la parte de Vélez habían entrado unas gentes nunca vista ni conocida, que tenían muchos pelos en la cara, y que algunos de ellos venían encima de unos animales muy grandes, que sabían hablar y daban grandes voces (1979:32). Hay un afán de demostrar la verdad, el narrador cita sutilmente las fuentes documentales de donde consta los hechos: se remite a los autores, aunque se basa más en la memoria y en las relaciones orales eminentemente colectivas que lo llevan a la naturalidad y selectividad para su narración de los sucesos de mayor relevancia que al transcribirlos se convierten en ficción, centrados principalmente en la acción más que en la descripción psicológica o configuración externa de los personajes. El narrador con su humor irónico y la introspección que lo caracteriza construye sus relatos o histórielas estableciendo relación directa con el narratario, manejando la trama, la tensión y el suspenso, aplazando la información, haciendo uso de la dialogicidad, cambiando puntos de vista, manipulando datos, utilización perfecta del lenguaje, del ritmo y del detallismo. Esta forma paródica-irónica, es un elemento composicional importante del texto, que lleva al lector a una percepción y luego una reacción, es en cierta forma, como lo aclara Wayne Booth (1986) descodificar, descifrar, mirar detrás de una máscara. De esta manera si la intención expuesta desde el prólogo no es literaria, sí lo es en su realización, los casos se convierten en la materia viva del texto, en ellos el esquema narrativo se torna como el referente principal de la escritura; en la ambigüedad de los relatos, que son casi siempre un suceso o situación desgraciado que termina con el ajustamiento de los culpables, en los razonamientos filosóficos, morales y en la historia de Nueva Granada. Las mutaciones del lenguaje convierten el referente de la historia en un referente si se quiere de segundo plano, al cumplirse ese cambio, ha de brotar en los casos o histórielas, la estructura que consagra en toda su plenitud el signo literario del discurso; es la ficción la unidad que resume y ordena imaginativamente el espacio historiable. Es necesario ver el texto como una estructura englobante, la imagen que presenta el texto de la sociedad santafereña no es apacible. El texto presenta tres ejes: los razonamientos filosóficos-morales, la historia de Nueva Granada y el El Carnero: ¿Antecedente de la Narrativa Latinoamericana? relato de los casos; manipulando estos tres ejes, el narrador ofrece un texto lleno de posibilidades literarias, una visión particular del mundo granadino. La historia se transfigura y Nueva Granada y sus personajes son camuflajes que nos remiten a temas universales: la lucha entre el bien y el mal. El esquema de lo general a lo particular le permite al narrardor subvertir el orden colonial: Conquista, descubrimiento y colonización, los esquemas historiográficos se rompen, el narrador cubre y enmascara su narración. La violencia develada por la inclusión de los casos o flores tal como él los llama, muestran el resquebrajamiento del orden social y las injusticias del orden colonial santafereño, el narrador otorgando identidad a su patria, opina y censura. La integración y desintegración de los diversos ejes estructurales resulta en un texto lleno de virtualidades estéticas. Se trata de una obra que por su dimensión y diversidad discursiva ha dado origen a calificaciones y lecturas distintas por parte de la crítica literaria. La mayoría de la crítica, quizá llevándose por la veracidad que el autor intenta dejar plasmada desde el comienzo del texto, se ha mostrado preocupada por el aspecto histórico como su mérito y ha descuidado, en cierta medida, el aspecto literario, el que lo circunscribe como 17 uno de los antecedentes de la narrativa latinoamericana, caracterizado por la actitud del narrador al proyectarse en el texto y relatar los hechos y los episodios, a través de su óptica superando y desvirtuando entonces, lo ficticio a lo histórico. Es sabido que lo que se ha llamado Modernidad y que según Habermas puede fijar sus inicios hacia el 1500, iniciará una transformación notoria de lo real, la verdad y el sentido; creará una fisura en la certeza de la similitud y la semejanza y la conformación de una conciencia crítica de la diferencia. Juan de Orosco (y mucho antes con los escritos ingeniosos de Colón, primer cronista de las Indias), Bernal Díaz del Castillo, Bernardo de Balbuena, el Inca Garcilaso de la Vega, Guamán Poma de Ayala, Alonso Carrió de la Vandera y Juan Rodríguez Freyle pudieran ser algunos de los ejemplos que sumados a otros, fundarán todo un tipo de literatura tendiente a la configuración de lo que años más tarde, exactamente en los albores del siglo XIX con la aparición del Periquillo Sarniento, se constituya o sea visto como el inicio o los gérmenes de nuestra narrativa latinoamericana y reflejo de las realidades del continente americano. A pesar de los múltiples aportes en el campo de los estudios literarios latinoamericanos, faltan los que 18 Delsy Mora V. Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 se ocupen con detalle de estudiar estos tipos de textos, como El carnero, que anticipan o anteceden lo que luego será el proceso de la narrativa latinoamericana. Así los orígenes del arte de novelar pudieran estar en el Barroco de los cronistas del siglo XVII, y aun cuando algunas narraciones quedaron casi inéditas y se lean ahora y otras fueron extensamente conocidas, la narrativa que aparece a partir de 1816 ya había manifestado cierta latencia en antecedentes como los crónicas con sus características artísticas literarias y sus aportes al proceso de la narrativa ficcional de la colonia tal como lo plasmara Jean Franco (1982) en su artículo “Cultura hispanoamericana en la época colonial”. En este proceso, se da importancia a la recuperación desde ese entonces, de los vestigios de culturas como la negra, la popular, la oral y la masiva, que fueron inferiorizadas en el interior de los sistemas eruditos y cuyos fragmentos rememorizados por la voz del narrador son ahora re-articulados con resultados válidos universalmente. Terminaremos parafraseando a Zilá Bernd (1995), quien afirmara muy asertivamente que después de haber presentado la necesidad de que los estudios literarios entre las Américas se desarrollen de modo no-secuencial, concibiéndose a los autores y a las obras en régimen de comunión de un hipertexto virtual y heterogéneo, cabría además apuntar los puntos de convergencia que resultaron del uso del hipertexto común, dibujando lo que podrá venir a constituir las maletas de un comparativismo interamericano. El lector emprenderá el desvelamiento de esos puntos a partir de un contrato de lectura que tenga por base la existencia en estos autores-arriba señalados- y sus obras, de un sentimiento americanizado, necesariamente heterogéneo y de una poética americana, así llamada por Edouard Glissant (1995), necesariamente múltiple e imprevisible. Se destaca también en El Carnero, la heteroglosia, pues hay la variedad lingüística que diferencia el español peninsular del español americano emanando un discurso paródico, polifónico y carnavalizado. Al invertir el foco, el narrador también logra mostrar la impresión equivocada de los europeos sobre la tierra y la población que en ella habitaba. En la contemporaneidad y visto con ojos del siglo XXI, las confluencias entre la ficción, la historia y la memoria, posibilitan que la literatura latinoamericana se torne un espacio privilegiado de estas tantas otras posibilidades de leer y reencontrarnos con nuestro pasado. Las lecturas de estos gérmenes de literatura, produjeron especialmente a partir del Boom del siglo pasado El Carnero: ¿Antecedente de la Narrativa Latinoamericana? (década de los 70) obras que se volvieron referencia para la llamada nueva novela histórica y las metaficciones historiográficas. Destacan en esta temática las obras de Alejo Carpentier, Antonio Benítez Rojo, Alejandro Paternain, Abel Posse, Carlos Fuentes, Augusto Roa Bastos, entre otros. En este mismo contexto de renovación y fundación de una narrativa propia latinoamericana mientras Mario de Andrade creaba la rapsodia de Macunaíma, Miguel Ángel 19 Asturias construía la novela caleidoscopio que es Señor Presidente, el mismo impulso de revaloración hizo nacer la obra de Gabriel García Márquez o de Joao Guimaraes Rosa. Los gérmenes de literatura contribuyeron a que los conceptos de mestizaje e hibridación generados en nuestras culturas plurales, pasaran a sustituir en las prácticas escriturales latinoamericanas los preceptos europeos anteriores de unidad y pureza tan celosamente impuestos a nuestras artes. Bibliográfia ADORNO, Rolena (1988). Nuevas perspectivas en los estudios literarios coloniales hispanoamericanos. Lima. RCLL. pp. 11-28. ARROM, José Juan (1961). 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Universidad de Los Andes, Mérida. E-mail: [email protected] Resumen La narrativa latinoamericana ha vivido, los dos últimos siglos, un fuerte y continuo proceso de maduración, que la ha llevado a búsquedas insospechadas. A partir de los años sesenta del siglo veinte, en plena efervescencia del llamado “Boom Narrativo”, cierta cantidad de autores retoman el discurso musical popular latinoamericano, para desde allí contar las vivencias del sujeto que habita en los márgenes, en la periferia, y con ellos cartografiar a la cultura continental. En Si yo fuera Pedro Infante, novela del venezolano Eduardo Liendo, se encuentran, en su reticulado, los discursos paródicos, humorísticos, irónicos, eróticos, musicales, abyectos, etc., estableciendo un juego pendular entre la realidad y la ficción, cuestionando desde las alteridades, al sujeto periférico, rutinario, y conformando todo un imaginario de lo popular latinoamericano. Así, desde el pastiche, producto de los distintos trasvasamientos discursivos, en especial desde la hibridez narrativa que asume lo musical y lo cinematográfico, se parodia la vida del cantante y ciRecibido: 14-10-12 • Aceptado: 14-11-12 1 Este trabajo ha sido posible gracias a la colaboración del CDCHTA, de la Universidad de Los Andes, Mérida CODIGO: H-794-04-06-B. 22 Enrique Plata Ramírez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 neasta mexicano de mediados del siglo XX, Pedro Infante, llamado también “El Charro de Oro” o “El Milamores”. La novela narra dos historias que se van pespunteando una a la otra a partir de distintos intertextos musicales, la de Perucho Contreras y la de su alter ego, Pedro Infante. La segunda deviene del deseo del primero de reconocerse como otro, de enmascararse y asumir la identidad de “El Milamores”. Serán estos los motivos que se aborden en el presente trabajo, intentando mostrar con ellos la articulación de la narrativa venezolana, en el proceso literario latinoamericano de finales del siglo XX. Palabras clave: Narrativa venezolana, Eduardo Liendo, música popular. Si yo fuera Pedro Infante: Mapping Latin American Popular Culture Abstract During the last two centuries, the Latin American narrative has experienced a strong, continuous maturation process that has led to unexpected searches. Since the 1960s, at the height of the “Narrative Boom,” a certain number of authors took up popular Latin American musical discourse to recount the experiences of subjects living on the margins, the periphery, and using them to map the continental culture. In Si yo fuera Pedro Infante, a novel by the Venezuelan Eduardo Liendo, its structure includes speeches that are parodies, humorous, ironic, erotic, musical, abject, and so on, establishing a pendular movement between reality and fiction, questioning the peripheral and routine subject from otherness, and forming a collective consciousness of popular Latin America. Thus, from this pastiche, product of different discursive decantings, especially from the narrative hybrid that takes on what is musical and cinematographic, the life of the mid-twentieth century Mexican singer and filmmaker, Pedro Infante, also called “El Charro de Oro” or“ The ”El Milamores" is parodied. The novel tells two stories stitched one after the other based on different musical intertexts, that of Perucho Contreras and his alter ego, Pedro Infante. The second comes out of the desire of the first to be recognized as another, to wear a mask and assume the identity of “El Milamores.” These will be the motives addressed in this paper, trying to show with them the connection of the Venezuelan narrative with the Latin American literary process of the late twentieth century. Keywords: Venezuelan narrative, Eduardo Liendo, popular music. Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 23 “Me cubrí la cara con la almohada como avergonzado por mi flaqueza y, sin saber por qué, mi boca pronunció una frase de conmiseración: ´Dios mío, si yo fuera Pedro Infante’”. Eduardo Liendo: Si yo fuera Pedro Infante. I En la narrativa latinoamericana y caribeña - y con ella la venezolana publicada entre 1963 y 2012, se inserta como un hecho de ficcionalización un discurso paradójico, paródico, pleno de distintos enunciados que configuran un código de lo popular, mostrando el fenómeno de la postmodernidad y las llamadas teorías postcoloniales, en cuanto hechos de reflexión acerca de las culturas venezolana, caribeña y latinoamericana. Es éste un discurso híbrido, transfronterizo, lleno de múltiples voces, que manifiesta la naturaleza dialógica de diversos textos u obras literarias que sostienen entre sí un diálogo fluido, permanente, una intertextualidad inagotable y una intensa polifonía. En su reticulado narrativo se dan cita una multiplicidad de mundos, volitivos, porosos, que de alguna manera resignifican los procesos constructivos de la narrativa latinoamericana y caribeña de finales del siglo XX. Nos referimos a lo que la crítica más reciente (Báez: 1986; Giménez, 1990; González Silva: 1993; López: 1998; Torres: 1998) ha dado en lla- mar “Narrativa de lo musical popular”, o a través de variantes significativas como “Narrativa del bolero”, “Narrativa musical caribeña”, “Narrativa del tango”, y en un ámbito mayor, “Narrativa de la música popular latinoamericana”, como si a partir de la articulación entre la literatura y la música popular, alterna y paradójicamente se sacralizaran y desacralizaran, tanto la música como la literatura. Así mismo, la narrativa que aborda el deporte, el erotismo o las distintas pulsiones humanas, lo neopolicial, la nueva novela histórica, la novela femenina, etc., como si en esa imbricación textual, en esas transversalidades y correlaciones significativas, hubiese más un encuentro erótico, pulsional, que cultural. Todo ello para dar cuenta del sujeto que habita en los bordes, en la periferia, en los márgenes… Ciertamente, la canción popular, como apunta Vicente Francisco Torres (1998), deviene en religión para el latinoamericano, en donde el altar es el aparato de sonido -la radio, la televisión, los equipos de música, las rocolas o velloneras, etc.- y los 24 Enrique Plata Ramírez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 supremos sacerdotes los ídolos, que tienen en sí mismos todo aquello que carecen la mayoría de los habitantes de estos espacios periféricos. Los escritores de esta tendencia literaria devienen, a más de cronistas de lo cotidiano, en intermediarios, como los santos u orishas que conectan a los fieles - los lectores con sus deidades musicales populares, con sus areítos, bembés o moyubas, a través de distintos textos sagrados cuyos títulos se asumen desde diversos intertextos musicales. Lo anterior permite, como apuntó Luis Rafael Sánchez en entrevista concedida a Eduardo Lago (Lago: 1992: 4-5) que la música popular propicie una biografía del Caribe, que cohesione y acerque las dispares historias de los países latinoamericanos: “La música popular propicia una biografía del continente (...). En esas músicas - guaracha, bolero, tango, ranchera, merengue - parece radicar el posible elemento de cohesión para nuestros países dispares y dispersos por sus respectivas aventuras históricas”. Este encuentro, musical y literario, ha permitido que el resultado discursivo, las obras narrativas, haya sido visto no en cuanto fenómeno de lo musical-literario, sino como parte de la profunda resemantización de la realidad cultural del continente. Los intertextos musicales posibilitan esa fluida relación entre litera- tura y música popular, difuminando con ello la frontera entre lo “culto” y lo “popular”, manteniendo el diálogo y la compenetración entre la alta cultura y la cultura popular, entre la cultura letrada y la cultura popular de masas. Esta difuminación fronteriza, este acercamiento dialógico entre las culturas popular y letrada, establece el culto al ídolo, al cantante que pasea su voz por todo el continente, haciendo de su vida un mito, permitiendo al escritor ficcionalizarla, quien tomará como referente textual a uno de aquellos cantantes: Benny Moré, Felipe Pirela, Pedro Infante, Daniel Santos, Celia Cruz, etc., para desde ellos resemantizar la historia y la cultura latinoamericanas y cuestionar los discursos hegemónicos existentes, adquiriendo así la literatura un nuevo sentido, desde la interrelación entre el discurso de la crónica narrativa, las nociones del melodrama, los momentos de diáspora, la conciencia de una perifericidad y la estética de lo cotidiano, como señala Michel Maffesoli (Maffesoli: 1979, 1990, 1996 y 1997), proponiendo a su vez una mirada otra, más interior, desde sí misma, sobre Latinoamérica, que borra las fronteras entre lo “culto” y lo “popular”, lo eurocentrista y lo marginal, y deviene, para decirlo con Lulú Giménez (1990), en un sentimiento de pertenencia a un territorio nuevo, a Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana un determinado orden sociocultural, que de alguna manera constituye o forma parte de los nuevos imaginarios latinoamericanos, reconstruidos y/o resemantizados, precisamente, por la música popular. Hay, en estos discursos, una desacralización paródica de lo mágicomaravilloso, del discurso del boom, a través de esa frecuente intertextualidad con lo musical-popular que establece un dialogismo narrativo por todo el Caribe. Hay, igualmente, una nueva manifestación de lo urbano pues, como anota Héctor López (1998), esta narrativa resemantiza a los barrios latinoamericanos, a sus espacios habitables por el día o por la noche: el bar, la calle, la plaza, el cine etc. Es también, una diégesis que imbrica diversos correlatos: erotismo, hedonismo, perversión, música popular, individualidad, ejercicio 25 del poder, seducción, lo melodramático, lo societal y la manifestación de la falta de ansias de trascendencia por la instauración de la cotidianidad. Encontramos en ellos, la mixtura de géneros, lo transfronterizo, la hibridez discursiva, el pastiche, desde la reescritura de la memoria hasta las recurrencias a relatos orales, a escenas cinematográficas, a lo epistolar, los desplazamientos del centro hacia las periferias y el impacto de los mass-media. En definitiva, hablamos del discurso de la postmodernidad, que de alguna manera contrapuntea la realidad y sus meandros, sus intersticios, que se detiene en la intertextualidad rítmica y en la sonoridad musical caribeña. Dentro de este amplio panorama finisecular se inscribe la novela Si yo fuera Pedro Infante (Caracas, 1989), del venezolano Eduardo Liendo. II En Si yo fuera Pedro Infante (1993), novela del venezolano Eduardo Liendo, se encuentran, en su reticulado, los discursos paródicos, humorísticos, irónicos, eróticos, musicales, abyectos, etc., estableciendo un juego pendular entre la realidad y la ficción, cuestionando desde las alteridades, al sujeto periférico, rutinario, y conformando todo un imaginario de lo popular latinoamericano. La novela narra una noche rocambolesca en que Perucho Contreras no puede conciliar el sueño a causa de la alarma desquiciante de un automóvil. El personaje, que acaba de sufrir un estúpido accidente por el cual se rompe un brazo, desea ser Pedro Infante para realizar aquellas cosas que en su vida rutinaria no se atreve, entre otras, acallar aquella alarma. A través de la memoria, Perucho recupera a los amigos de su 26 Enrique Plata Ramírez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 adolescencia a la vez que va ficcionalizando la vida del gran ídolo popular de la canción mexicana. Así, desde el pastiche, producto de los distintos trasvasamientos discursivos, en especial desde la hibridez narrativa que asume lo musical y lo cinematográfico, se parodia la vida del extraordinario cantante y cineasta mexicano de mediados del siglo XX, Pedro Infante, llamado también “El Charro de Oro” o “El Milamores”. La novela narra dos historias que se van pespunteando una a la otra a partir de distintos intertextos musicales, la de Perucho Contreras y la de su alter ego, Pedro Infante. La segunda deviene del deseo del primero de reconocerse como otro, como “El Milamores”: “Si yo fuera Pedro Infante tendría otra historia y vería la vida con ojos de Milamores” (Liendo, 1993:12). Perucho Contreras, un gris oficinista que acaba de sufrir un estúpido accidente (se enredó en el estacionamiento con unas cadenas, cayendo y rompiéndose un brazo y en una larga noche de insomnio en la que no para de sonar endemoniadamente la alarma de un automóvil devorándole la poca cordura que aún le queda) aprovechando que Fabiola, su mujer, se encuentra en Chile visitando a sus parientes, nos narra desde sus evocaciones de adolescente y de las viejas películas rancheras de Pedro Infante, su abrupto deseo por instau- rarse como el ídolo mexicano, inventándose su propia ficción, reconociéndose como un héroe, como un otro, capaz de realizar cualquier hazaña que permita tachar o anular la vida anodina y simple de Perucho Contreras: “La verdad es que yo por Pedro Infante si me cambiaría, porque él es uno de nosotros” (Liendo, 1993: 12). La silueta gris y opacada de Perucho Contreras, desea rebelarse para reconocerse como una figura, como una silueta triunfante, resplandeciente, luminosa. El personaje adopta un carácter nostálgico, al rememorar los días de su adolescencia en una ciudad bucólica - la Caracas de los techos rojos -, lamentándose por haber perdido o por haber dejado pasar - unos momentos, unos instantes y una época muy valiosa, que nunca más volverían. Quizás por ello al final celebre su aproximación a las distopías, como si con ello estuviese aproximándose a su muerte. El juego memorístico, a partir del cual se reescribe la vida de Pedro Infante y la realidad cotidiana de Perucho Contreras, le permite a este último reencontrarse con su antiguo grupo de amigos, los de la pandilla o la pata, la tribu afectual con la cual solía compartir sus cotidianidades y sus naderías: las frecuentes visitas al cine “Jardines” para ver las películas de charros o de vaqueros del oeste, emborrachándose en el bar o en Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana la plazoleta, piropeando a las mujeres, o discutiendo eternamente acerca de quién había sido el mejor charro, si Jorge Negrete (Serna: 1993, Barajas Sandoval: 2001 y Negrete, D: 1987) o Pedro Infante: “Ahí, en la plazoleta, bajo la luz del poste, todavía sigue la discusión sobre quien es el mejor cantante: Pedro Infante o Jorge Negrete. Paraulata porfía que Negrete es más charro” (Liendo, 1993: 12). La obra será una remembranza, que comienza en los barrios periféricos caraqueños y mexicanos, para culminar en la gloria del cine, de las intertextualidades, la polifonía, la eternidad y la nadería de aquella gris silueta de oficinista: “Porque a nadie puede interesarle la historia de un día cualquiera en la vida de Perucho Contreras ¿o sí?” (Liendo, 1993: 75). La narración permite mostrar la figura de un Pedro Infante pleno de virtudes y defectos, como un mortal más y no como la intachable y rutilante estrella de la radio, el cine, la televisión y la música, que se paseara por Latinoamérica suscitando las más encontradas emociones y opiniones. La novela, por tanto, deviene en representación cinematográfica - a causa del constante fluir del discurso, el imaginario y la imagen del cine mexicano -, reflejando, en su entramado, las distintas lecturas de la realidad continental, desde lo político, económico, social y cultu- 27 ral; mostrando, igualmente, la irrupción del ídolo que emerge de los estratos sociales más humildes y que, a fuerza de tenacidad, logra triunfar y ser reconocido. “Yo nunca tuve tiempo para ir a la escuela. Fui niño mandadero y muy temprano trajiné en la vida para subsistir” (Liendo, 1993: 12). Por otra parte, desde su propio título hay ya la instauración de un deseo que a su vez enuncia una alteridad. La frase “si yo fuera...” lleva implícitas ambas connotaciones, la del deseo y la otredad, que se refuerzan con el nombre del sujeto que se desea, en este caso el ídolo de la canción popular mexicana, Pedro Infante, por todo cuanto significó para el pueblo latinoamericano: excelente cantante, buen actor que mostraba al sujeto parrandero, machista, mujeriego, bebedor, peleonero y toda una variedad de adjetivos que, curiosamente, apasionaban a los hombres que querían imitarlo y a las mujeres que lo soñaban como el prototipo del macho ideal: “a mí un hombre me gusta (...), yo prefiero que sea muy viril, que por encima de la ropa se le vea que es macho, ¿tú me entiendes, Perucho? No machos de esos que le pegan a la mujer, sino muy hombre, pero que también sea simpático, comprensivo y responsable” (Liendo, 1993: 21). Por ello Perucho Contreras exclama: “¡Dios mío, si yo fuera Pedro Infante!” (Liendo, 1993: 9). 28 Enrique Plata Ramírez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 III El deseo por querer ser otro, por asumirse desde una alteridad, presume de alguna manera la presencia del doble que, como apunta Víctor Bravo (1993a), se genera desde la soledad del personaje, llenando de temores al yo, poniendo de manifiesto sus fisuras, sus miedos, sus odios. Perucho se quiere reconocer desde la silueta triunfante del Mil Milamores. El sujeto deviene entonces, como afirma Otto Rank (1976), en una dualidad: el hombre y el alma, la persona y su sombra, la figura y su silueta. El doble será el espejo o el retrato desde donde el sujeto muestre su cobardía, su egoísmo; desde donde se oculte o se disfrace para descifrar su realidad y esconder sus miedos patológicos. En este sentido Gianni Vattimo (1989a) afirma que el disfraz es asumido para combatir un estado de temor, de debilidad. El hombre toma la máscara para ocultar su inseguridad, su vacío y su frustración. Así, el doble es mostrado como la evasión de una realidad urticante, que golpea el rutinario existir y enuncia la problematización del sujeto, que intenta darle un sentido otro a su vida desde su enmascaramiento, de su alteridad, como una forma de escapar o esconder el fracaso, el miedo, la soledad, el desamparo y la rutina. Este deseo por querer ser otro nos sitúa primero ante el sujeto que desea, es decir, ante Perucho Contreras, aquel insípido y gris oficinista cuya torpeza le lleva a sufrir un accidente por el cual le han enyesado uno de sus brazos y que, en medio de una larga noche de insomnio, sueña con reconocerse como el Otro, como Pedro Infante, aquella figura mítica y legendaria para, desde esta asunción, atreverse a realizar las cosas y los actos que en su realidad no se atreve: entre otras, bajar y apagar la desquiciante alarma del automóvil que, a lo largo de aquella noche funambulesca, no ha cesado de sonar ensordecedoramente, ante la indiferencia e insensatez del dueño que posiblemente ha de ser el único que duerma tranquilo: “esa corneta no va a parar nunca y seguramente el único que ahora duerme a pata tendida es el propietario del automóvil” (Liendo, 1993: 10). Ese deseo instaura también la impotencia y la frustración, permitiéndole a Perucho ironizar acerca de la poca valentía de los citadinos, que no se atreven a callar aquel demoníaco aparato. Esa situación de impotencia, frustración, ironía y enfermedad, sitúa a la ciudad, según Josep Ramoneda (1989), como el espacio o lugar propicio para los horrores, las angustias y los miedos: Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana “Pero los seres domesticados siempre aguantan el corneteo (...), aquí tutili mundi se queda pataleando en su cama” (Liendo, 1993: 10-11). Al emitir aquel angustioso deseo, “¡Dios mío, si yo fuera Pedro Infante!”, Perucho se reconoce en tanto sujeto que desea, e instaura al Milamores como objeto de sus deseos. Desplaza sus anhelos por cambiarse de gris oficinista a una de las figuras emblemáticas del folklore mexicano, asumiendo su silueta exitosa, que le permite ocultar la suya, oscura, débil e insignificante. En este sentido, siguiendo a Jacques Derrida (1975) hay un deseo implícito de reconocerse como otro a partir de una imagen primera, pues la instauración del doble deviene de una imagen, del deseo de imitación y representación, y el deseo de Perucho es reconocerse como imagen o figura de Pedro Infante. Michel Foucault (1968) dice que el deseo y la representación se reconocen por la presencia de un Otro que deviene en objeto de ese deseo. “El deseo según el otro siempre es el deseo de ser Otro”, (Girard. 1985: 78) de reconocerse como a quien se deifica y con quien se sueña. De esta manera, asumiendo la máscara del otro, el sujeto realiza lo que desde su realidad no se ha atrevido. Perucho reafirma aquel deseo inicial cuando, desde la recupera- 29 ción de la memoria - que le regresa su grupo de amigos, el cine Jardines a donde iban para ver las películas del charro, las calles, las plazas, los bares del barrio -, manifieste el por qué de su deseo de ser Otro al decir: Parece que no hay un hombre arrecho en este país, por lo menos en esta urbanización porque un hombre macho bajaría ahora con una lata de gasolina y le prendería fuego a ese monstruo con ruedas: Eso haría yo si fuera Pedro Infante y seguramente todos los habitantes se asomarían a los balcones, para aplaudirme, gritarían vivas y hurras, y yo para hacerles olvidar la mala noche les cantaría “Las mañanitas”: “Despierta mi bien despierta/, mira que ya amaneció/ ya los pajaritos cantan/ la luna ya se metió” (Liendo, 1993: 10). El querer ser Pedro Infante, es también desear y asumir sus cualidades y virtudes, aquella voz bien timbrada, acariciante, para arremeter con un repertorio inagotable de boleros sentimentales, cuyos intertextos se mostrarán en su reticulado, a través de los cuales apasione los esquivos corazones femeninos y conquiste a la mujer amada, deseada, soñada; para cantar y bailar un vals o un huapango: “Fue en aquellos años de película cuando conocí a Sandra. La muchacha más linda del barrio” (Liendo, 1993: 18); o lanzarse hacia laberínticas y peligrosas aventuras, apropiándose también de una honestidad sin tacha y de un 30 Enrique Plata Ramírez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 rostro querendón; retar al destino desde la cabina de una avioneta y posar para la eternidad con un gesto resignado ante el ineludible deber de dar vida a un mito: “y te voy a enseñar a querer/ como nunca has querido” (Liendo, 1993: 15). Ser Pedro Infante, le permite a Perucho transformar aquella noche de insomnio y pesadilla, en una celebración ilimitada de momentos fulgurantes, a través de los cuales sacude la modorra de su cotidianidad de burocratizado oficinista. Le permite también, entre las melodías del charro inmortal, rescatar su vida, su adolescencia, habitada por amores imposibles, amigos que encanecieron, tomaron otros rumbos o murieron, a la vez que retrata memorísticamente las ciudades de Caracas y México de mediados de siglo. “Eran los años cincuenta, lentos, como una serpiente despertando. Días de infancia vividos en una Caracas apacible, donde desaparecían las estrechas calles y casas conocidas, y surgían repentinamente amplias avenidas” (Liendo, 1993: 63). El discurso se hace aporístico - y aquí seguimos la noción de aporía que recoge José Ferrater Mora (1978: 38), presentándola como una paradoja que sostiene la afirmación luego de haberse negado a sí misma, y también a la inversa -, pues Perucho se establece en principio como un gris oficinista, que se niega y se tacha, para reconocerse como Pedro Infante, y regresar, al final, sobre su propia identidad de Perucho Contreras. Es decir, se afirma, se niega y se reafirma. Este juego aporístico contrapunteará la narración, pues además de Perucho y de Pedro, deviene en anónimo Contreras y en Ninguno Contreras. La tachadura de la identidad instaura las angustias del sujeto y termina por reconocerlo en su nadería. En medio de la soledad en que se encuentra, con el brazo roto y aquella alarma que no cesa, sueña pues con instaurarse como el otro, para abordar otras realidades, las del charro cantor, por ello toma la decisión de cambiar de identidades, negándose para reconocerse en Pedro Infante: “Perucho Contreras no es un mal tipo, pero me tiene hasta aquí. Desde ahora en adelante soy ni más ni menos que el charro de oro” (Liendo, 1993: 35). Al instaurar el deseo por ser otro, como apunta Carlos Baptista (1998), Perucho presenta una actitud negativa de sí mismo, saliendo a flote, por sus fisuras, atisbos que muestran una personalidad escindida, plena de fracasos y momentos grises que lo llevan a desear reconocerse como aquel ídolo, cantante y actor cinematográfico. Jacques Lacan (1977 y 1984) afirma que, desde el inconsciente, afloran y se revelan las manifestaciones de la personalidad que el sujeto ha llevado escondidas por Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana años, haciendo eclosión durante un momento de crisis. Crisis que vive Perucho aquella noche insoportable, de ruidos, imposturas y cobardías. Por ello desea esconderse tras la máscara de Pedro Infante, fabricarse un nuevo rostro, una nueva figura con la cual enfrentar los dilemas de su vida, apropiarse de una silueta más contorneada, mejor construida, que le permita recorrer exitosamente el mundo. Quizás esa alteridad le permita esconder algo monstruoso que no quiere revelar, pues según René Girard (1983: 110) “no hay doble que no esconda su monstruosidad secreta”, o como apunta Octavio Paz (1973: 36) “el monstruo es la proyección del otro que me habita”, y Perucho Contreras tiene algo que no muestra, que quisiera llevar a cabo, quizás llevarse en su caballo negro de charro aquel amor infinito por Sandra, o por la propia Fabiola, reconociendo en ello cierta sensibilidad melodramática, pues no hay que olvidar, como manifiesta el propio Paz (1976) que lo monstruoso, paradójicamente y en el vértice dinámico de su eternidad, es supremamente bello, como lo bello resulta monstruoso. Por otra parte, al parodiar a Pedro Infante, volviendo a Carlos Baptista (1998), el autor lo muestra como una rapsodia de su propia vida, desmitificándolo y resignificándolo en toda la importancia de su inserción 31 en las raíces populares. Así, la novela, según Garmendia (1998: A-4) se hace bifronte, un sueño de dos mitades superpuestas, de dos caras que se yuxtaponen y se sustituyen constantemente una a la otra, la de Perucho Contreras y la de Pedro Infante. El primero reconstruye su vida desde la fantasía, los sueños, las imposturas y los deseos, por ello se inventa una vida como la de Pedro Infante, pero se la inventa en silencio, a lo largo de una solitaria y larga noche de insomnio. Una vez instaurado como el charro, no sólo podrá quemar aquel automóvil cuya alarma no lo deja dormir, sino que podrá dar serenatas, ser admirado y, jugando con el melodrama, la parodia, el humor y la ironía, presentarse en un programa de aficionados, cubierto con una máscara resplandeciente que no revele su identidad, “como la de ´El Santo’, el enmascarado de plata” (Liendo, 1993: 14), pero eso sí, cantando como Pedro Infante, para ir ganando cada eliminatoria semanal, mientras se acrecienta en el público la duda acerca del cantante enmascarado, y ayudar con ello a las disímiles elucubraciones en el imaginario popular del televidente o del radioescucha: que si se trata de un hombre con el rostro muy feo; que una cicatriz, producto de un horrible navajazo le cruza todo su rostro; que tiene el rostro desfigurado a causa 32 Enrique Plata Ramírez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 de un accidente; que si se trataba de este o aquel, es decir, la instauración de la máscara como algo que oculta lo monstruoso pero que, paradójicamente, permite la adoración, la glorificación. En este sentido, es ir acrecentando una silueta radiante, vertiginosa, inspiradora. Y en su febril imaginación cree escuchar cada comentario, hasta el grandioso y memorable día de la final en que sea declarado ganador absoluto, cantando divinamente “Y te voy a enseñar a querer/ como tú no has querido/”, o como lo haría más adelante cantando “Cucurrucucú paloma”, un bolero dedicado a Miroslava en la película “Escuela de Vagabundos”. Se imagina a todos, sorprendidos, tensos, ante aquel cantante enmascarado, cuando el animador, ante la histeria colectiva, declarara: “El cantante anónimo es... ¡Perucho Contreras!” (Liendo, 1993: 15), y la secretaria del jefe, que estaba bien buena y que jamás le había hecho caso alguno, con la boca abierta, y el jefe mismo que pega un brinco y grita: “¡Carajo! Quién se podía imaginar que Contreras es el fantasma de Pedro Infante” (Liendo, 1993: 15), y al día siguiente se presentaría en la oficina, cubierto con el manto de la gloria y el triunfo, su silueta bañada por el éxito lisonjero, para darse el gusto de renunciarle al jefe. Así, la obra es rica en recursos humorísticos, irónicos, satíricos, paródicos, que le permiten mostrar el estado de frustración y de fisuras del hombre postmoderno, que si bien vive renegando del sistema que lo somete, nada hace para salir de él, por cobardía y porque realmente no le interesa. Por ello mismo desea desdoblarse en otro y comenzar a correr aventuras. IV Por otra parte, el juego de la verosimilitud se hace presente. Ficción y realidad contrapuntean los meandros del discurso. El lector va descubriendo la vida de Perucho en la medida en que va armando, como un gran mosaico, la vida del ídolo mexicano. Perucho le cede la voz a Pedro Infante, o quizás sea a la inversa, se apropia de la voz de éste, para armar, mitad fábula y mitad realidad, ambas vidas. La voz del cantante referirá su naci- miento en Mazatlán, la infancia en Guamúchil, los apremios y necesidades padecidos, y finalmente la conquista de la fama, la gloria y la fortuna: “yo nací en Mazatlán pero salí muy escuincle de la tierra de los venados y fui a vivir en Guamúchil, adonde me llevaron mis padres (...). Pero desde niño tuve el sueño de remontar alto” (Liendo, 1993: 12-13). La narrativa se hace entonces un tejer y destejer. La historia va y viene del presente al pasado y del pasa- Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana do regresa al presente, lo que Gerard Genette (1989) denomina anacronías, específicamente analepsis, cuando el sujeto se marcha del presente hacia el pasado, insertando otra narración, para regresar con posterioridad a su presente. Perucho viaja constantemente hacia su pasado, hacia su adolescencia, para rescatar a los miembros de lo que llama “la pandilla”, sus amigos, la tribu afectual que menciona Michel Maffesoli (1990); pero viaja también hacia el pasado musical y cinematográfico desde donde rescata la vida del ídolo, las películas que filmó, las canciones que cantó y que lo hicieron famoso: “Sabes, Perucho, anoche me acosté otra vez tarde, porque pasaron una película divertidísima, Escuela de Música, con Pedro Infante y Libertad Lamarque” (Liendo, 1993: 19). Ese ir y venir, ese tejer y destejer, flujo y reflujo, va armando la narración desde un mosaico architextual, lo que Julia Kristeva (1978) denomina la menipea. Los intertextos musicales mexicanos mantienen la sátira, el pastiche y la parodia. Se está, siguiendo a Víctor Bravo (1993b), desde el discurso de la parodia, reescribiendo la vida de Pedro Infante a través de la mirada y los deseos de un anodino oficinista caraqueño. La indeterminación será otro de sus rasgos sobresalientes, ya 33 que la voz narrativa se disemina a través de varias voces, para mantener aquel contrapunteo narrativo entre las vidas de Perucho y Pedro Infante, sosteniendo un intenso diálogo entre ambos personajes que van contándose sus logros, sus victorias, sus derrotas, sus amores y desamores, los amigos y los parientes más cercanos. Estos espacios de indeterminación, estos intersticios, contrapuntean los mundos posibles de Perucho y Pedro, poniéndolos en una manifiesta interrelación con el mundo del autor y con el mundo del lector. Permiten, a su vez, que el lector reconozca el estado de delirio en que ha caído Perucho: “Y uno tiene que ser un tipo medio tarado, para estar pensando tales pajuatadas a esta hora de la madrugada” (Liendo, 1993: 15). Ciertamente, en sus delirios, Perucho sueña con un caballo negro y un par de pistolas, para salir cabalgando desde Caracas hasta Santiago de Chile y rescatar a su esposa, si al dictador Pinochet se le ocurriera hacerle algo - aprovechando para emitir juicios críticos acerca de las distintas dictaduras latinoamericanas o simplemente para ir por toda Latinoamérica haciendo revoluciones, por el mero placer de hacerlas: “Si yo fuera Pedro Infante me montaría en mi caballo negro y haría revoluciones yo solo, o quizás acompaña- 34 Enrique Plata Ramírez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 do de mi compadre Aguilar para divertirme todavía más” (Liendo, 1993: 11). Estamos, como indica Gianni Vattimo (1989b: 36), ante la presencia del soñador que tiene conciencia de su sueño, pues Perucho Contreras se instaura como “el hombre que sabe seguir soñando sabiendo que sueña”, el sujeto de las imposturas y los deseos. El discurso se hace cada vez más lúdico. La máscara que asume el personaje envuelve también al lector; pues al hacerse el discurso más paródico, el lector no dilucida, no delimita fielmente dónde comienza la ficción de Perucho y dónde termina la realidad de Pedro Infante, o a la inversa, puesto que en ese discurso paródico, uno y otro son a su vez, el envés y el revés del mismo personaje. La frontera entre uno y otro se torna más elusiva, más difusa, hasta que el sujeto del deseo asuma plenamente la identidad del otro, del ídolo, y comience a reconocerse como tal. Por ello Perucho Contreras, en ese lenguaje aporístico que ya señaláramos, afirma: Lo que sucede es que Perucho Contreras no es Perucho Contreras. Es decir, no existe. (...). Soy ninguno. Y ninguno no tiene biografía. Ninguno es el soldado desconocido. Lo único que puede hacer Ninguno para ser Alguien es robarse una forma. Si Ninguno le roba la identidad a Alguien en la realidad, todos se reirán del disfraz y será ridiculizado. Pero si Nin- guno se transforma en ídolo, dentro de sí mismo, nadie advertirá el trueque. Por eso, lo mejor es que Ninguno Contreras se busque un ídolo popular auténtico, y secretamente se meta en su piel. Se apodere de su espíritu y de su ángel. (Liendo, 1993: 72). Perucho se convierte a sí mismo en un ser de la negación. Se niega como tal sujeto, se tacha o se anula, para irrumpir desde el discurso ficcional como otro, alguien capaz de sustituir al ídolo de multitudes, asumiendo entonces la vida toda del sujeto deseado. Sujeto éste que, en otras tantas noches de insomnio de Perucho, ha ido cambiando de nombre y de roles, pues antes de Pedro Infante se han instaurado Robin Hood, Simbad el Marino o Ezequiel Zamora, ratificando desde ellos aquella mirada de George Steiner (1980) de que el hombre no es más que un gran impostor. Sólo que aquella noche de insomnio, con su brazo roto y la alarma del automóvil sonando incansablemente, descubre que “treinta años después, es cuando vengo a caer en cuenta que, en toda mi existencia no he tenido más ídolo que aquel Pedro Infante, el rey de los charros” (Liendo, 1993: 9). En este sentido, el disfraz que Perucho pretende asumir será una muestra de sus encontrados sentimientos y actitudes, de su desencanto frente a la forma de vida actual, frente a las sensibilidades, naderías y frivolidades Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana contemporáneas, que cada día que pasa sumergen más al individuo en un mundo mecanicista e informatizado, asumiendo las distopías y las nostalgias por su mundo juvenil, en donde el “Charro de Oro” era el centro de la discusión de los amigos de la pandilla. Así, Perucho se reconoce como Pedro Infante Cruz, asume su vida toda y con ella la paternidad de las distintas películas realizadas por el ídolo, revive cada uno de los amores cinematográficos - y reales - que mantuviera el “Milamores” con distintas estrellas del firmamento femenino del México de entonces, y por ello le recalca a los amigos que Pedro Infante “se echó a la Lupita, la Tongolele, la Sandra (la mujer de fuego), la Torrentera; la Quintana y todas las mejores hembras de México y del continente” (Liendo, 1993: 12), reafirmando con ello la imagen de macho del ídolo, pero manifestando tal carencia en su realidad de Perucho Contreras. El resquebrajamiento de la identidad le permite amar y ser amado. Puede entonces, desde el ámbito de lo dionisíaco, asumir el amor que durante años mantuvo escondido por Sandra, la vecina, que poblaba sus sueños eróticos de la adolescencia, y contar desde allí la vez en que estuvo en un bar, despechado por Sandra que se había casado y esperaba ya trillizos. Ese día se puso a bailar con una pros- 35 tituta que lo hacía con tal voluptuosidad, con tanta sensualidad, que él creyó llenar la sala de baile con su semen ante la protesta de las demás personas. Cito in extenso: Marqué el I-26, y la voz de Pedro Infante se enseñoreó en el recinto (...). La gana me dio de bailar esa pieza. Entre las coloreadas sombras, observé un vestido escarlata que dejaba una blanca espalda desnuda. La mujer estaba recostada de la barra. Envalentonado, la abordé vaso en mano. (...) Sentí como su cuerpo tallado se apretaba firmemente contra el mío. Me estremecieron sus lentas contorsiones de boa. (...) Sus muslos, parecían ventosas adheridas a mis flacas piernas. Su sexo un imán poderoso que generaba radiaciones eléctricas. Cuando terminaba la pieza me sacudió un temblor, de mi maravilloso pájaro irrumpió un torrente de caliente semen que se desbordó por los bordes de mis calzoncillos, se precipitó por las piernas peludas y empapó mis felices zapatos. (...) Yo continué regando semen hasta llegar a la mesa (...). Un tipo se resbaló en la pista y, al ver el piso anegado de esperma, dijo: “Deberían masturbarse en el baño, no joda, ¡aquí cualquiera se puede matar!” (Liendo, 1993: 88-89). Las abyecciones, lo grotesco, lo ominoso, las disonancias y lo fragmentario, como se aprecia, serán otros de los recursos narrativos que se dan cita en el entramado de la novela. Las abyecciones se unen a la hipérbole para resignificar un mo- 36 Enrique Plata Ramírez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 mento, como el anteriormente mencionado. Las disonancias y las fragmentaciones estarán dadas a lo largo de la narración, no hay una linealidad narrativa ni se respeta la temporalidad, por lo cual se va y se viene constantemente del presente al pasado, interrumpiendo el hilo narrativo para insertar otro suceso, sosteniendo así las disonancias y lo fragmentario o lo que con anterioridad mencionáramos, siguiendo a Genette, como las anacronías. El discurso conlleva una multiplicidad de puntos de vista y distintas modalidades expresivas. Así, encontramos una rica panoplia estilística, la antinomia del pasado, apreciada desde la vida fabulada de Pedro Infante, que cobra una intensa vigencia en la actualidad de Perucho Contreras; la parodia en donde personaje e ídolo se confunden, se mezclan, se mimetizan para reescribirse, reactualizarse y resignificarse uno en el otro; el pastiche o la imitación de géneros discursivos, más propiamente desde el ámbito de lo musical - aunque no únicamente, pues encontramos constantes referencias, citas y alusiones a distintas obras literarias universales, a la cinemato- grafía hollywoodense y al kitsch en sus variadas manifestaciones artísticas -, desde cuyos intertextos se asume y se muestra la cotidianidad de Perucho, y el refulgente ascenso del Charro de Oro. Desde allí se asume también la ironía y el humor, pues Pedro Infante - o Perucho Contreras - puede parodiar uno de sus grandes boleros rancheros al pasar del conocido “Sombras nada más, entre tu vida y la mía” al jocoso “Moscas nada más, entre tu vida y la mía”, (Liendo, 1993: 57), que sitúan otra de las identidades de Perucho, la del hombre mosca: “Mosca con las motocicletas, mosca en los semáforos, mosca con los tombos, mosca con los perros cojos, mosca con esas bellas transformistas, (...)” (Liendo, 1993: 55-57). La parodia funciona entonces como un catalizador que pone en escena al humor, que a su vez funge como tranquilizador, no sólo de la vida de Perucho sino también la del propio Pedro Infante, e incluso en la actuación misma del lector, quien se va haciendo cómplice de las diversas historias y fustiga de cuando en cuando al texto, al esbozar alguna sonrisa. V Interesante resulta la mirada del ídolo, pues no sólo será manifestada desde el deseo de Perucho para ins- taurarse como su alteridad, sino que será asumida desde el grupo de amigos, “la pandilla” o “la pata”, que Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana suele reunirse en la esquina, en la plaza o en el bar, para desde allí ir hasta el cine “Jardines” y deleitarse con aquellas míticas figuras de la cinematografía latinoamericana, inclinándose por uno u otro: Jorge Negrete, quien a lo largo de la narración va contrapunteando con Pedro Infante en el favor del público; Alfredo Sadel, el tenor favorito de Venezuela; Chelique Sarabia, compositor del bolero aquel que le diera la vuelta al mundo, “Ansiedad, de tenerte en mis brazos, musitando palabras de amor”; los Aguilar, Antonio y Luis; Miguel Aceves Mejías; Javier Solís; todos éstos charros del cine mexicano; Julio Jaramillo; Daniel Santos; María Félix; La Lupe; Agustín Lara; La Tongolele y la inigualable Toña La Negra, en una sucesión que se haría interminable. Asimismo, vale detenerse, a causa del peso gravitacional que sostiene a lo largo de la narración, en la pandilla o la tribu afectual para decirlo con Maffesoli, es decir, la libre asociación de individuos, autónomos y unidos entre sí por algún vínculo societal, en este caso, por el gusto cinematográfico y musicalpopular. Estos amigos se reúnen para hablar sobre boleros, películas y, desde luego, sus amores. Así, Perucho rescata, desde el ejercicio de la memoria, a los integrantes de aquella “pata”, con sus apodos respectivos “María Purísima” - “Re- 37 cordé al Catire María Purísima (así lo bautizamos desde el día que la vieja Teotiste, al salir de la bodega ”La última trinchera", después de mirarle el enorme miembro mientras orinaba contra el poste, se santiguó y dijo: ¡Ave María Purísima!" (Liendo, 1993: 9) -; Daniel, Negrura, Paraulata, Roberto, Cara e’coñazo, Parapara, Medianoche y Peruchín Contreras entre otros asomados. Recupera también, a las muchachas: Sandra, Anabella, Luisana, Rumilda, Amanda, Consuelo, Ruperta, la coqueta Chabela Rodríguez, y hasta la profesora de francés que tenía unas nalgas redonditas y perturbadoras. Otro motivo de reflexión, igualmente por el enorme peso gravitacional del discurso, lo representan los múltiples intertextos musicales. Remiten generalmente al cancionero popular mexicano, aunque no falta algún bolero caribeño. Cada vez que desde una cita o una alusión se remite a un bolero o a una ranchera, hay un motivo, oculto o manifiesto, que sostiene tal referencia. Así, Perucho, al asumir la identidad de Pedro Infante y bajar y prenderle fuego al automóvil para tranquilizar a las personas asomadas a los balcones, les canta “Las Mañanitas”: “Despierta mi bien, despierta/ mira que ya amaneció/(...)” (Liendo, 1993: 10); o al recordar la vida de pobreza del ídolo, entona “Tú y la Nubes”: 38 Enrique Plata Ramírez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 “Yo no nací pa’pobre/ me gusta todo lo bueno/ y tú tendrás que quererme/ o en la batalla me muero”, (Liendo, 1993: 12), que iba ya gestando, perfilando, la imagen, la figura o la silueta del macho que se enfrenta a todo para lograr el éxito, la fama, la fortuna, la gloria y el amor de las mujeres. Recuerda también las películas en donde Pedro Infante interpreta a un humilde boxeador, Pepe el Toro, quien deberá enfrentarse a Kid Malacara para sacar adelante a su familia; a su mujer, La Chorreada, a quien le canta “Amorcito Corazón”: “Amorcito corazón, yo tengo tentación de un beso”, (Liendo, 1993: 17), que Pedro Infante le cantara también a María Luisa, la que fuera su primera esposa. Asimismo, en sus cercanías continuas a Sandra, en ese amor silencioso que arrastra consigo, ella le cuenta sobre una de las películas del ídolo que retransmitió la televisión y donde éste canta un tango con sabor a bolero ranchero: “Un viejo amor”: “Por unos ojazos negros/ igual que penas de amores”, (Liendo, 1993: 20), porque Sandra sería siempre el recuerdo de lo más hermoso en la vida de Perucho, pero también de lo más lúdico, de lo más erótico, de lo más imposible: Fue en aquellos años de película cuando conocí a Sandra. La muchacha más linda del barrio, que me aventajaba como en cinco años de edad. (...) quedé atontado por su encanto apenas al descubrirla. Es algo inexplicable, como si de pronto al verla me hubiera paralizado una dulce puntada en el ombligo. (...) Yo pienso que no existía nada tan estimable en el mundo como su virguito; merecía estar dentro de un cofre de oro macizo, sobre un cojincito de terciopelo, como una joya invalorable. (Liendo, 1993: 18-19). Aquellas lubricidades avivan el despecho y la nostalgia de Perucho, quien asume su guayabo cantando los inolvidables éxitos de Pedro Infante, llorando su decepción por Sandra, arrastrando una vida de pulsiones y deseos reprimidos, creyéndose, como se titula uno de los boleros, un “Loco”: “Que abrazado de un árbol/ le platico mis penas/ y le cuento a la luna/ lo que sufro por ti” (Liendo, 1993: 77). En algún instante piensa que Fabiola lo abandona, decidiendo quedarse en Chile sin comunicarle nada, aquello le lacera los sentidos, los sueños, y canta: “Y si Adelita se fuera con otro/ la seguiría por tierra y por mar”, (Liendo, 1993: 40); considera que su vida seguiría derrumbándose, que dormiría en cama de piedra: “De piedra ha de ser la cama/, de piedra la cabecera” (Liendo, 1993: 52). Se imagina entonces escribiéndole la carta del adiós: “Cuando recibas esta carta sin razón/ Eufemia (perdón, Fabiola) ya sabrás/ que entre nosotros todo terminó” (Liendo, 1993: 35), y para reafirmar su condición de macho Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana que no puede ser despreciado por una mujer, le cantará: “Ya me despido de tu amor me voy cantando/ Tus 39 lindos ojos no me verán caer” (Liendo, 1993: 32). VI Así, desde los intertextos musicales, la obra se multiplica en recursos humorísticos, irónicos, satíricos, paródicos y polifónicos. En su discurrir irá mostrando la estética de la banalidad, la frivolidad y la sociología de la cotidianidad. Revaloriza y resemantiza la cultura de los sujetos y los espacios periféricos, desde la resignificación de momentos festivos o amargos, el carnaval musical caribeño, el sincretismo religioso, deportivo, erótico, dionisíaco; el pensamiento del sujeto postmoderno, que obvia los problemas de la vida para detenerse en las banalidades y desde allí sacar a flote sus carencias, sus frustraciones, mantener la ambigüedad y lo aporístico, pues si bien en algún momento afirma que tampoco es tan malo ser Perucho Contreras, regresando a su realidad de anodino oficinista, al final, ya amaneciendo, cuando se apaga la corneta, retomando su oscura y débil silueta y presintiendo que Fabiola llamará esa mañana, vuelve sobre la idolatría al afirmar que, desde la pantalla del cine, “desde aquel pequeño trozo de tela blanca, me sonríe y guiña un ojo, mi gran amigo Pedro Infante” (Liendo, 1993: 96). Es decir, persiste en sus imposturas, en sus fallidos ocultamientos, en la asunción de la máscara. Con esta novela creemos señalar la articulación de la cultura popular en América Latina y el Caribe – y desde luego, en Venezuela -, su resemantización y resignificación pluricultural en los albores de un siglo que se presume incierto y ambiguo a la vez. Con ello, igualmente, creemos dar cuenta del sujeto periférico que se asume desde el vacío ideológico y cultural, de un tiempo que ha sido denominado como postmoderno; de su sincretismo y desterritorialización. Finalmente, apuntar que estos discursos paródicos, porosos y fronterizos, que estas obras narrativas, reconfiguran las letras latinoamericanas, su noción literaria, al ser una nueva expresión y una nueva cartografía de la literatura y de la cultura venezolana, caribeña y continental. 40 Enrique Plata Ramírez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 Bibliografía BÁEZ, Juan Carlos (1986). “La música toma la palabra. 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Por tanto, las reflexiones que se presentarán a continuación servirán de apuntes para realizar una relectura de la novela siguiendo propuestas tanto teóricas, como críticas que permiten comprender la intrínseca relación entre la historia y la literatura como espacios vinculantes de la ficción. Asimismo, permitirá al lector sacar sus propias conclusiones acerca de la evolución de los subgéneros de la novela, denominados novela histórica y nueva novela histórica, donde algunos críticos han enmarcado el texto narrativo de Carpentier seleccionado como corpus. Palabras clave: Historia, literatura, ficcionalización de la historia. Recibido: 18-10-12 • Aceptado: 26-11-12 43 Historia y literatura, los espacios vinculantes de la ficción History and Literature, Connecting Spaces for Fiction. For a Re-reading of El Arpa y la Sombra Abstract In the following pages, a number of questions will be pointed out that are important when establishing value judgments about the aesthetics and narrative in the novel, El Arpa y la Sombra (The Harp and the Shadow), by the cuban writer, Alejo Carpentier. The thoughts that follow will function as notes for a careful re-reading of that novel, according to theoretical and critical proposals that make it possible to understand the intrinsic relationship between history and literature as connecting spaces for fiction. Likewise, this will allow the reader to reach his/her own conclusions about the evolution of the novel subgenres, called historical novel and new historical novel, where some critics have categorized Carpentier’s narrative text, chosen here as corpus. Keyword: History, literature, fictionalization of history. Es de suma importancia tener presente que para todo pensamiento crítico -más aún para aquel que dilucida acerca de conceptos, vagos y generales en distintas ramas del saber, buscando definir la historia, mostrándola como una preocupación filosófica, en primera instancia y en el marco de procesos de asimilación cultural-, cuanto se diga conduce a seguir pensando en nuevos problemas y, por tanto, nunca hay un comienzo desde cero, o un comienzo único del cual se parta para dar sentencias definitivas. En tal sentido, cuando decimos que historia y literatura están en una dimensión vinculante, lo hacemos siguiendo las reflexiones e interpretaciones que críticos y filósofos se han planteado sobre la evolución y representación discursiva en cada uno de los espacios mencionados. Son de especial interés para este trabajo los aportes de Hyden White (1992), Fernando Ainsa (1997), Hans Georg Gadamer (2003) y Paul Ricoeur (2004). Gadamer, por ejemplo, al plantearse el problema de la definición de la historia desde el pensamiento filosófico, afirma: “el horizonte de nuestra propia conciencia histórica no es el desierto infinito […] esto significa que la historia es lo que fuimos y lo que somos. Es la dimen- 44 Vanessa A. Márquez Vargas Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 sión vinculante de nuestro destino” (p. 136). Ello puede entenderse como un efecto de continuidad incesante que de inmediato nos remite a los enigmas del tiempo y, desde luego, nos advierte sobre la conciencia y la importancia del lenguaje como campo expresivo en el que se manifiesta la esencia del pensamiento del hombre, su hacer en la historia. La historia, como concepto, reúne una amplia gama de significados en función de toda disciplina o actividad representativa de un valor individual o colectivo; lo que de inmediato nos confirma que hay, sin duda, necesidad de la historia como fuente alimentaria de la memoria, y viceversa, ya que la historia deviene de la experiencia del sujeto en instancias temporales. El tiempo hace su aparición y se instala como el regidor de las acciones del sujeto para matizar la definición de una historia que, como apunta Ricoeur, “no es el pasado, ni el tiempo; son los hombres en el tiempo” (p. 220). En este sentido, es el tiempo, edificante y destructor, el que delimita la historia, rige los espacios de la memoria y, también, el que encara la lucha ardua del “Ser” contra el olvido. Es precisamente la batalla contra el olvido lo que nos mueve a penetrar regiones tan vastas como el imaginario puesto de manifiesto en un texto literario, con el fin de recono- cer la existencia del “Ser” a través de la palabra escrita. De esta manera la literatura se ve integrada al amplio espectro que abarca la historia y adquiere mayor importancia en cuanto objeto de estudio. La historia, entendida como la relación de hechos significativos, huella de la vida de los pueblos del mundo en el tiempo cronológico; entendida también como hechos distintivos que justifican, en muchos casos, la conducta del sujeto social apuntando hacia una conformación identitaria, ve a la literatura como un espacio de confluencia de dos o más realidades, donde es posible que el lector se encuentre con historias y personajes que le son familiares a partir de su conocimiento de la cultura, pero que son matizados por la ficción. A partir de estas interpretaciones un estudioso como Hayden White reflexiona, siguiendo a Barthes, sobre cuestiones fundamentales referentes a las interrelaciones entre los universos de sentido creados partiendo del entendimiento de la narrativa –narrativización- como “metacódigo universal humano sobre cuya base pueden transmitirse mensajes transculturales acerca de la naturaleza de una realidad común” (p. 17). Bajo esta premisa también se plantea la ficción, específicamente el carácter ficcional del texto, como una problemática de la tipología textual por medio de la cual se busca Historia y literatura, los espacios vinculantes de la ficción aclarar la relación interdiscursiva de la historia y la literatura. En primera instancia se entenderá por ficción un universo de autoreferecialidad del lenguaje en cualquier orden de la vida y el arte, un acto de representación. En palabras de Benjamín Harshaw, “la ficción puede describirse como aquel lenguaje que ofrece proposiciones sin pretensión de valores de verdad en el mundo real” (p. 125). Sin embargo, en la literatura la ficción se establece a partir de la ficcionalidad1 como “representación formal de la creatividad humana” (Iser, 1997: 54) que expresada en la escritura, involucra todo proceso creativo –manifestado en forma de texto–, con la realidad empírica del escritor y del lector, estableciendo en la construcción narrativa estructuras de sentido paradójicas, en cuanto a las distintas posibilidades de significación y representación de temas y motivos que resultan, para el lector, un punto de interés. Asumimos, de igual forma, como una propuesta fundamentada en la cuestión que nos interesa: la interpretación de Walter Mignolo (1986) sobre los postulados de Martínez Bonati respecto a los fundamentos 1 45 de la ficción y las “situaciones comunicativas imaginarias” (p. 60). Para Mignolo los textos se clasifican, entre otras cosas, por su carácter ficcional, lo cual los define como situaciones comunicativas con un doble sentido. Por una parte representaciones de una situación comunicativa imaginaria; y por otra parte como descripciones de tales situaciones hasta el punto de representar un mundo habitado por “entidades que crea el productor de un discurso ficcional, también por entidades que existen independientemente de tal discurso” (p. 68). En atención a lo expuesto, el texto ficcional, en tanto que universo de sentido, se ve comprometido como alternativa de un discurso serio, oficial, ese que detenta en todo caso la historia, discurso alternativo cuyo propósito es la creación de mundos paralelos nuevos; detenta la creación de un estado de cosas posibles, desde la verosimilitud, donde esas entidades que lo habitan pueden depender, o no, de los prototipos reales –sujetos que a pesar de ser mera representación del imaginario, se hacen sujetos posibles por habitar el mundo ficcional del texto–. El valor de estas proposiciones no depende en última instancia del lenguaje mismo, en gran medida de las convenciones que rigen la interacción discursiva. Un enunciando inicialmente concebido como no ficcional puede ser leído “en clave” de ficción y viceversa. En consecuencia, la ficcionalidad es algo más que una cualidad del texto. 46 Vanessa A. Márquez Vargas Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 Esta creación de mundos posibles o de ficción, como los denominara Pavel (1995), es ilimitada, variada y accesible desde “el mundo real”; frente a la posibilidad de establecer relaciones intermundos y de crear nuevos espacios ficcionales a partir del “llenado de huecos”2. Al mismo tiempo se reafirma las nociones de transtextualidad e intertextualidad propuestas por Genette (1989) que nos sirven de apoyo al momento de acercarnos a la propuesta estética de la narrativa que asume la “Historia oficial” como materia manipulable de la ficción literaria. Estética que la crítica literaria hispanoamericana ha venido estudiando bajo la clasificación de novela histórica y nueva novela histórica, generando polémica entre los investigadores de la historia y la literatura, pues al momento de comparar la historia ficcionalizada con la “Historia oficial”, en muchos casos la primera tiende a ser más verosímil que la segunda. Ambos discursos, el de la historia y el de la literatura, aunque distintos, están mediados por el efecto verosímil que según Kristeva (1970) 2 es “una cuestión de relación entre discursos […] un poner juntos dos discursos, uno de los cuales se proyecta sobre el otro que le sirve de espejo y se identifica con él por encima de la diferencia” (p. 63). Es decir, que lo verosímil nace en el efecto de la similitud como rasgo semántico del complejo universo ficcional que es el texto literario, pues cada texto es un mundo, un estado de cosas posibles acerca de la ficción y la ficcionalidad literaria (Pavel, 1995; Dolezel, 1997). Es preciso mencionar que estos mundos ficcionales son tan posibles como incompletos e incluso irresolubles, pero “si bien la incompleción es una ‘deficiencia´ lógica de los mundos ficcionales, también es un factor importante de su eficacia estética” (Pavel, p. 85). Como bien lo da a comprender Iser (1997) cuando trata del llenado de huecos (p. 4365), es decir, la posibilidad de crear nuevos mundos a partir de un espacio que quedó vacío. Estos espacios vacíos serán habitados y contados desde nuevas perspectivas apuntando a diferentes interpretaciones de lo verosímil. Este término fue postulado por las teorías fenomenológicas de la lectura, según Iser (1989), para determinar que a partir de un texto ficcional, o de acontecimientos relevantes en la “historia oficial”, pueden surgir nuevos textos de carácter ficcional, según los intereses de los autores por complementar ciertos detalles de una obra, o un contexto que ha servido de inspiración en otra. Historia y literatura, los espacios vinculantes de la ficción Es preciso mencionar, brevemente, en este espacio algunas referencias acerca de la aparición de las concepciones estéticas de la novela histórica y nueva novela histórica. La novela histórica, en Europa, se consolida en el siglo XIX con escritores de la talla de Walter Scott, con la publicación de su primera novela Waverley (1814), Víctor Hugo con su obra cumbre, Los Miserables (1862), o Alexander Dumas (padre) con El caballero de Harmental (1843), La Dama de Monsoreau (1846). Ellos vieron en el pasado histórico de sus naciones un recurso estético de altísimo valor del que se sirvieron para demostrar su erudición y su capacidad crítica del presente que vivieron. Sin embargo, los inicios propiamente dichos de la novela histórica están en tiempos antiguos, ligados al drama y la comedia grecolatina que dieron paso a las primeras concepciones de la novela como género en la escritura literaria. Posteriormente con el advenimiento de guerras e imperios, la novela histórica estableció una especie de acuerdo entre lo histórico y lo ficcional, resaltando los valores de la historia con un fin pedagógico. La evolución de la novela histórica desde ese pasado monumental está recogida, en gran parte, en el texto de Georg Lukács la novela histórica (1970), en el cual apunta que este tipo de novela tiene como propósito prin- 47 cipal ofrecer una visión verosímil de una época histórica preferiblemente lejana al presente del escritor. Narración enfocada en hechos verídicos que dan cuenta de un sistema de valores y creencias de un tiempo posterior, aunque los personajes por lo general no sean figuras legendarias de la historia conocida. Podemos decir también con Luis Veres (2003) que la novela histórica se presenta como un discurso semejante a la historia, que pretende ser una versión lo más fidedigna posible de los procesos, acontecimientos o personajes del pasado histórico, pero que, justamente, a causa de su naturaleza ficcional, resulta más legítimo y más creíble que la desacreditada historia. Es notable, hasta ahora, que ha existido en el transcurrir de la historia occidental la necesidad de interpretar y contar, desde distintas perspectivas, hechos pasados que actualicen o justifiquen las acciones presentes, cambios sociales y procesos culturales. Este interés por novelar la historia y sus personajes se da también en toda América, motivado, principalmente en el período colonizador, por la necesidad del hombre europeo de relatar sus fantásticas experiencias en ultramar y en la “nueva” tierra firme, dando paso a la aparición de las famosas Crónicas de Indias. Eran textos concebidos distintos a la novela, pero que recogían 48 Vanessa A. Márquez Vargas Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 toda la información necesaria para dar a conocer el “nuevo continente” a quienes no tenían la posibilidad de cruzar el Atlántico, “los datos aportados, con espontaneidad o con doblez, por los “cronistas de Indias”, se recibieron en Europa con el más vivo interés. Pudieron convertirse, algunas veces, en tema de controversia, pero nunca dejaron de ser objeto de reflexión” (León Portilla, 1989. p. 154). Se les tomaba como reportes militares que dejaban por sentado las actividades realizadas por los exploradores, desde luego cargadas con elementos autobiográficos y fantásticos. Describían la geografía, los rasgos culturales más sorprendentes de los grupos aborígenes que topaban a su paso por los vastos campos y montañas, y a manera de crítica, si se quiere, hacían comparaciones con sus formas de vida y creencias religiosas. De esta manera la crónica es un antecedente de la novela histórica hispanoamericana que apareció en el siglo XIX con algunas publicaciones anónimas y otras de autor que trataban de seguir la temática de la picaresca española como El Periquillo Sarniento (1816) del mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi, o Los mártires de Anáhuac 3 (1870) de Eligio Ancona, La hija del judío de Justo Sierra OReilly3, narraciones sobre la situación política y religiosa durante las campañas colonizadoras, entre muchas otras que aparecieron durante todo el siglo para mostrar, desde el plano literario, la crisis de los paradigmas políticos y sociales que incentivaron la emancipación de los pueblos de América Latina. Ya en el siglo XX la novela histórica hispanoamericana comienza a ser estudiada en profundidad como un producto cultural de la literatura que se remonta en el tiempo histórico del continente, antes y después del llamado “descubrimiento”, “choque de culturas”, o “encuentro”. Todo ello para dar cuenta de las importantes manifestaciones culturales heredadas de la época colonial y poscolonial. Este enfoque de estudio sobre la novela histórica hispanoamericana también acierta en mostrar que las manifestaciones artísticas y literarias de nuestros pueblos, están básicamente rodeadas de interrogantes que apuntan a la existencia de una identidad pluricultural a partir de procesos de transculturación entre civilizaciones y culturas pasadas y presentes; justificando, de algún modo, el conocimiento de la historia Esta última fue publicada, originalmente, como folletín de entregas en el periódico El Fénix de Campeche, entre 1848 y 1849. Historia y literatura, los espacios vinculantes de la ficción que se adquiere a través de la producción literaria. En la primera mitad del siglo XX la concepción de la novela histórica hispanoamericana se sustenta en la estética del realismo mágico y lo real maravilloso americano con novelas como El señor presidente (1946), Hombres de maíz (1949) de Miguel Ángel Asturias, Ecué-yamba-O (1933), El reino de este mundo (1949), de Alejo Carpentier, Las lanzas coloradas (1931), Camino de El Dorado (1947), de Arturo Uslar Pietri, Cubagua (1931), de Enrique Bernardo Núñez; de un lote extenso de publicaciones en toda Latinoamérica. Según Oscar Zambrano Urdaneta y Domingo Miliani (1999): “A diferencia del regionalismo que se proponía retratar objetivamente la naturaleza…los nuevos narradores sondean la convivencia de épocas históricas distanciadas en las cronologías oficiales de la historia, pero isócronas en la realidad cotidiana de América. Esa convivencia tiene carácter de confluencias históricas insólitas pero no fortuitas, sino fisiológicamente reales en nuestro acontecer de pueblo” (p. 281). Seymour Menton (1993) en sus estudios sobre la nueva novela histórica hispanoamericana afirma que la publicación del Reino de este mundo, de Alejo Carpentier ha dado pie a la revisión del concepto de novela histórica y más aún a la revi- 49 sión de las características que definen la novela histórica hispanoamericana, en vista de que el texto tiene una finalidad distinta a la señalada por Lukács. En la temática de las novelas que se han publicado en los últimos cincuenta años está presente el referente histórico como un ámbito particular donde la ficción plantea un juego discursivo en el que predomina la polifonía, la alteración temporal, la intertextualidad, la distorsión consciente de la historia mediante omisiones, exageraciones y anacronismos, además de la ficcionalización de personajes históricos reales. Son un claro ejemplo novelas como: Daimón (1978), de Abel Posse, El arpa y la sombra (1979), de Alejo Carpentier, El mar de las lentejas (1979), de Antonio Benítez Rojo, Crónica del descubrimiento (1980), de Alejandro Paternain, Los perros del Paraíso (1983), de Abel Posse, Vigilia del Almirante (1992), de Augusto Roa Bastos, El entenado (1983), de Juan José Saer, Lope de Aguirre, príncipe de libertad (1979), de Miguel Otero Silva, El misterio de San Andrés (1996), de Dante Liano, Un baile de máscaras (1995), de Sergio Ramírez, Réquiem en Castilla del Oro (1996), de Julio Valle-Castillo, entre muchas otras. Aunado a la producción narrativa que ha procurado un acercamiento a la historia para transgredirla, han proliferado numerosos estudios teó- 50 Vanessa A. Márquez Vargas Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 ricos y críticos que también son de suma importancia, pues buscan dar con el origen y las características que prefiguran el texto como nueva crónica, novela histórica o nueva novela histórica hispanoamericana. Destacan para nosotros las apreciaciones de Enrique Anderson Imbert (1952), George Lukács (1970), Seymour Menton (1993), María Cristina Pons (1996), Fernando Aínsa (1997), Luis Veres, (2003), Luis Brito García (2004); entre otros. Estos estudiosos apuntan a la configuración y afianzamiento estético de los discursos que vuelven sobre la “historia oficial” de los pueblos del continente para ficcionalizarla y así mostrar una versión distinta de un mismo hecho histórico o de un personaje, con la intención de recoger múltiples perspectivas del pasado, con todas sus consecuencias en el presente y el futuro. Así se hace posible hablar de un fenómenos estético narrativo que para Brito García (2004) “es enteramente contemporáneo [que implica, pudiésemos decir] una mirada sobre el pasado no necesariamente verdadera, pero sí inevitablemente actual” (p. 5). A propósito de esto, Fernando Aínsa (1997) analiza la reconstrucción de la historia desde la literatura como un discurso que logra mostrar de una manera mucho más verosímil, intrigante e interesante, el pasado de los pueblos. En este caso, el pasado latinoamericano a través de la ficcionalización y recreación de personajes y acontecimientos en escenarios “únicos”, cuya importancia mayor está dada a partir del imaginario y la fábula del escritor. De esta forma la propuesta estética de la nueva novela histórica prefigurada en los discursos ficcionales que parodian la historia, también procuran “la impugnación de la legitimidad de las versiones oficiales de la historia, una multiplicidad de perspectivas e interpretaciones y el rechazo de una sola verdad” (Aínsa, 1997: p. 4), lo cual posibilita la reinvención y revisión crítica-comparativa de los géneros narrativos, especialmente la novela; un ejemplo de todo esto es el texto de Carpentier (1979), El arpa y la sombra. En el texto, el “efecto verosímil” (Kristeva, 1970) se ha planteado como problemática constante, hasta llegar a las observaciones de la crítica más reciente sobre la literatura hispanoamericana de mediados del siglo XX, que pretende el análisis de la logicidad propia del texto a partir del imaginario del escritor/narrador, de la memoria histórica/ancestral y de la ficción que lo sustenta. Esto, en palabras de Todorov (1970), sería “seguir la verosimilitud del texto y no la ‘verdad´ del mundo evocado” (p. 175). Esta verosimilitud sería, precisamente, la instauración del mundo posible. Cuestión que nos re- Historia y literatura, los espacios vinculantes de la ficción mite, una vez más, a Hyden White, a su discernimiento sobre el valor de la narrativa en la representación (p. 23) de la realidad de la historia y en la ficción, narración en el marco de la creación propiamente literaria. Tanto en la “historia oficial” como en la historia ficcionalizada, existen marcas discursivas que hacen distintivas estas narraciones unas de otras. La crónica por ejemplo, según el autor, solo es comentario de ciertos acontecimientos mientras no se narrativice. Al narrativizar los acontecimientos -que la crónica solo comenta-, valiéndose de la farsa y las alegorías, se produce: Un desplazamiento de los hechos al terreno de las ficciones literarias o, lo que es lo mismo, mediante la proyección en los hechos de la estructura de la trama de uno de los géneros de figuración literaria. Por decirlo de otro modo, la transición se efectúa mediante un proceso de transcodificación, en el que los acontecimientos originalmente transcritos en el código de la crónica se retranscriben en el código literario de la farsa (White, 1992, p. 166). De esta manera, bajo el código literario de la ficción, la historia de los acontecimientos narrados supone una trama, lo cual a su vez también supone la configuración del texto narrativo que recrea todo un imaginario sobre un personaje o acontecimiento histórico reconocido por la 51 “historia oficial” universal. Tal es el caso de El arpa y la sombra, –en medio de las discusiones sobre nueva novela histórica-, pues se ficcionaliza la figura del legendario Almirante Cristóbal Colón, mostrándolo como una pobre alma errante en busca de redención, perdón y reconocimiento por parte de la iglesia católica. La novela construye la trama con base en la singularidad de un sujeto real, figura divisoria de la historia en un antes y un después, mostrando a este personaje en sus facetas más humanas, cotidianas, desde la mirada de los “otros” jugando a romper la cronología, el ordenamiento sistemático de la historia, creando una temporalidad propia. Para Hyden White “la trama es lo que perfila la ‘historicidad’ de los acontecimientos: la trama nos sitúa en el punto de intersección de la temporalidad y la narratividad” (p. 177). En vista de esto, un elemento singular, único, reseñado como histórico se hace parte de una trama en tanto que contribuya a su desarrollo y permita crear y recrear nuevos y múltiples universos de sentido, establecido como una condición mucho más significante que el simple gusto del autor por ficcionalizarlo en el texto. Así lo señala Hyden White acercándose a Ricoeur: De acuerdo con esta concepción, un acontecimiento específicamente histórico 52 Vanessa A. Márquez Vargas Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 no es un acontecimiento que pueda introducirse en un relato cuando lo desee el escritor; más bien es un tipo de acontecimiento que puede «contribuir» al «desarrollo de una trama». Es como si la trama fuese una entidad en proceso de desarrollo antes del suceso de cualquier acontecimiento determinado, y cualquier acontecimiento determinado pudiera dotarse de historicidad sólo en la medida en que pudiera demostrarse que contribuye a este proceso. Y, en efecto, esto parece ser así, porque para Ricoeur, la historicidad es un modo estructural o nivel de la propia temporalidad (p. 178). De esta forma, el carácter narrativo de un texto ficcional como El arpa y la sombra, cuya trama se fundamente en un hecho o sujeto de la historia, se organiza estructuralmente en un nivel temporal propio, dando cuenta de lo que Ricoeur denomina la intratemporalidad de la historicidad, al momento de representar un universo de sentido en el cual, para Hyden White “la narrativa representa los aspectos del tiempo en los que los finales pueden considerarse ligados a los inicios para formar una continuidad diferencial” (p. 184). En El arpa y la sombra, desde la perspectiva de narradores múltiples que aparecen y desaparecen dando cuenta de una imagen absuelta y redentora del Almirante, se muestran los códigos literarios de nuestra cultura, la historia conocida a través de la farsa al momento de establecer paralelos entre las formas narrativas, tanto de la historia como de la ficción, con el propósito de desvanecer las barreras que han querido distancias ambos discursos. Las diferentes voces narrativas de la novela contribuyen a formar el carácter dialógico y polifónico de la narración bajo un marco estructural que puede ajustarse a las estructuras de representación temporal que evocan el pasado, el presente y hasta el futuro de los acontecimientos conformadores de la trama desde perspectivas diversas sobre un mismo sujeto/personaje. Con lo cual se logra, en la novela, crear un clima de ambigüedades y escepticismo desmitificador de la imagen de Colón que algunos capítulos de la “historia oficial” han querido resaltar. Del mismo modo, también se logra seguir avivando los cuestionamientos y las reflexiones que se suscitan en la narración de la historia y la ficcionalización de la historia oficial en el texto literario. El arpa y la sombra se corresponde, en su temática, con la producción narrativa que deja ver al lector la preocupación constante, de un gran número de escritores hispanoamericanos, sobre todo lo concerniente a la llegada de Colón a nuestras tierras, las costumbres del hombre europeo, la imposición de la re- Historia y literatura, los espacios vinculantes de la ficción ligión católica, la estructura social también impuesta, y demás consecuencias históricas de tales sucesos. En la novela es posible, para el lector, reconocer la contraposición del imaginario, la ficción, la memoria, la historia del continente y sus personajes. Encarnado en la figura legendaria del Almirante Colón, el personaje intenta llenar los vacíos de la historia, a partir de un cuestionamiento implícito de las “verdades” aceptadas por el discurso historiográfico; y con esto demostrar que el discurso ficcional es capaz de transgredir los arquetipos, los modelos de los grandes relatos históricos del continente; capaz de dejar huella y hacer memoria, al mostrar una historia “otra”, posible, e igualmente ambigua, con la que se pone a prueba la capacidad creativa y la documentación histórica tanto del autor como del lector. La novela plantea una “nueva” forma de interpretar la vida de Cristóbal Colón al trartar de develar, a través de la ficción, nuevas intenciones que la novela histórica tradicional no desarrolló. En esta novela, como en otras que hemos referido más arriba, el personaje se explica y se percibe desde una perspectiva más humana, incluso cotidiana, que permite juzgar o ensalzar sus acciones, sometiéndolo a la admiración o al desprecio tanto de 53 quienes están dentro como fuera del mundo ficcional. En la novela de Carpentier está imbricado lo histórico, lo documental, la ficción y el imaginario creador de la literatura, lo que permite estudiar el texto como producto de la estética que no solo se vale del discurso fundacional de la historia y sus personajes, sino también de recursos narrativos que están acorde con las necesidades estéticas de la novela latinoamericana del siglo XX. En El arpa y la sombra, el pasado histórico de un personaje como Cristóbal Colón y el propio pasado del continente, se cuentan, se mira de múltiples formas. Y se hacen posibles en la medida que la memoria juega con el paradigma de lo ficticio. Atribuyendo con ello relevancia a la intrincada relación que existe entre la historia, el imaginario, la memoria y la ficción narrativa. En este sentido, el complejo tejido narrativo de la novela forma parte de la narrativa que se vale del propio discurso oficial para transgredir y sobrepasar los límites de la solemnidad de la historia enriqueciendo los imaginarios estéticos y literarios latinoamericanos a través del lenguaje de la ficción. Dejando en claro que un texto literario no es únicamente una fijación escrita de una idea, sino un espacio habitado. 54 Vanessa A. Márquez Vargas Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 A modo de conclusión La literatura latinoamericana está marcada por episodios claves reconocidos como parte de la historia universal; permitiendo que críticos, académicos y escritores, dentro y fuera del continente, centren su atención en las manifestaciones culturales de nuestros pueblos y su evolución. Los importantes estudios literarios realizados han demostrado que en la narrativa latinoamericana existe una notable recurrencia en los temas y motivos que refieren a los grandes mitos fundacionales y al proceso histórico gestado a partir de la llegada de Cristóbal Colón a nuestras tierras. La reinterpretación de documentos tan importantes como las Crónicas de Indias, cartas y diarios personales de almirantes y colonizadores europeos, durante todo el siglo XX, ha permitido detenerse a reflexionar sobre “la más reciente realidad latinoamericana” sobre todo en cuanto procesos de creación y estéticas narrativas; reconociendo que América Latina se reinventa una y otra vez, desde los discursos que la contienen y que “procuran entenderla, explicarla, cuestionarla, negarla, desconocerla o parodiarla” (Plata, 2004: p. 154). En este sentido América Latina, toda, es un complejo constructo discursivo capaz de sorprender y maravillar a quienes cuestionan y responden acerca de los procesos de reinvención histórica y literaria. Por tanto resulta altamente pertinente seguir revisando y cuestionando conceptos e interpretaciones sobre los discursos de la “Historia oficial” de Latinoamérica y la presencia de referentes y personajes históricos ficcionalizados en las novelas de autores latinoamericanos, como es el caso de El arpa y la sombra de Alejo Carpentier. Sin llegar a un conclusión definitiva, es imprescindible seguir indagando acerca de las relaciones entre el discurso historiográfico y el discurso literario, y entre historia y ficción, que reafirman el sentido de ver la historia y la literatura como un espacio o dimensión vinculante entre lo “real” y ficcional. Bibliografía CARPENTIER, Alejo (1979). El arpa y la sombra. México. Siglo XXI Editores. Teórica y crítica. AÍNSA, F. (1997). 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En esta oportunidad, se reflexiona sobre el Taller de Lectura y Escritura, realizado para los alumnos de 6to grado, en la U. E. Colegio San Francisco de Asís de la ciudad de Maracaibo, durante el período escolar 2010–2011. Los ejercicios de escritura que se incluyen son muestras que permitirán insistir en el llamado a sensibilizar y vivenciar significativamente el aprendizaje de la literatura, la lectura y la escriRecibido: 22-10-12 • Aceptado: 16-11-12 1 ELEVO: Escuela para Lectores Voluntarios ha sido presentado en noviembre de 2012 al Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CONDES) con la finalidad de ser aprobado, adscrito y financiado como proyecto de investigación en dicha dependencia de la Universidad de Zulia. 58 Margarita Figueroa Rodríguez y Romina De Rugeriis Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 tura en el aula; así como la importancia de continuar y sostener la experiencia lectora y el estímulo a la producción escrita, más allá de las implicaciones valorativas de la evaluación académica. De la misma manera que leer y escribir posibilita en los seres humanos el compensar su necesidad de lograr objetivos y conquistar metas que comienzan por lo personal, y que en la urgencia de trascender, desemboca en la interacción con los otros. Se ha contado con los trabajos de Rupérez (2007); Chambers (2007); Hillman (2005), Cassany (2004), Echeverría (1998) y Lipman (1998) como referencia teórica de esta experiencia. Palabras clave: Leer y escribir, experiencia, literatura. Reading and Writing at Home and at School Abstract Reading and writing at home and at school is the result of lessons learned from the project ELEVO: Escuela para Lectores Voluntarios, which began in 2009 in the E. B. N. Angel Alvarez Dominguez, city of Maracaibo, and served as a community service project for students in the Department of Letters, School of Humanities and Education at the Universidad del Zulia, from 2009 to 2010. This study reflects on the Reading and Writing Workshop, held for 6th graders in the U. E. Colegio San Francisco de Asís, City of Maracaibo, during the period 2010-2011. The writing exercises included are samples that will emphasize the call to raise awareness and experience significant learning about literature, reading and writing in the classroom, as well as the importance of continuing and sustaining the reading experience and encouraging written production, beyond the value implications of academic assessment, in the same way that reading and writing make it possible for humans to compensate for their need to achieve objectives and conquer goals that begin with what is personal, and the urgency to transcend, results in interaction with others. Works by Rupérez (2007), Chambers (2007), Hillman (2005), Cassany (2004), Echeverría (1998) and Lipman (1998) served as theoretical references for this experience. Key words: Reading and writing, experience, literature. Leer y escribir en el hogar y en la escuela 1. A modo de introducción El hogar es el primer espacio donde el individuo hace contacto con el lenguaje y su universo. El hogar es el punto de partida para asumir la lengua como una herramienta que nos posicionará como individualidad y como parte del conjunto en la sociedad. Esta apropiación empírica del lenguaje define la idea del mundo –la lectura del mundo en palabras de Freire, (1999)–. Es en el hogar donde se configura, por vez primera, qué nos dice el mundo y sus alrededores. Es por medio del lenguaje y su hilo de afectos y emociones que cobra vida el mundo interior de cada individuo, así como las experiencias que constituirán parte de la memoria y de las historias de vida personales: ese espacio que nadie puede tocar, ni mirar, ni saber pero que en la interacción con los otros se puede reconocer, descubrir e interpretar. Leer en el hogar comienza con la observación que hace el niño y la niña de su entorno: la madre que escribe una receta de cocina, el padre que lee el periódico, la hermana o el hermano que escriben y hacen la tarea, mientras él o ella, diminuto personaje de este escenario, intenta emular la imagen que estos actores inmediatos de su cotidianidad llevan a cabo y los distingue a uno de otros. Ese proceso de imitación es lo que concluye, mu- 59 chas veces, en una pared rayada, un dibujo coloreado y colocado en la nevera como evidencia de que también el niño o la niña tiene una historia que contar y decir, a su manera o bien esta imitación concluye con historias y fantasías nocturnas que impiden al niño o a la niña dormir con la relajación y serenidad del caso. En todo este asunto entra, por supuesto, la capacidad creadora e imaginativa del niño y la niña y su prematuro potencial recursivo. En este proceso de apropiación del lenguaje también aparece la escuela como autoridad que valida o no lo aprendido y aprehendido en la cotidianidad del hogar. Desde el acto de leer en la escuela se reconoce que, de manera consciente, hay dos procesos conjuntos: la comprensión y la producción del discurso; estos dos procesos indisolubles que se experimentan en la etapa de formación sistemática y académica propician un aporte significativo para el desarrollo del lenguaje y para el ejercicio de las habilidades del pensamiento. A partir de la experiencia ELEVO, se viene sosteniendo que la lógica y necesaria exigencia de la escuela al niño y a la niña para que éste (a) demuestre sus capacidades lingüísticas como parte del proceso de aprendizaje deja de lado el sentimiento del individuo frente al acto de comprender y producir un texto. 60 Margarita Figueroa Rodríguez y Romina De Rugeriis Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 Por otra parte, la escuela histórica y tradicional, penosamente, se ha centrado casi de manera exclusiva en el acto de leer y escribir como herramientas comunicacionales para la adquisición de saberes, el logro de competencias y el logro de resultados tangibles (léase evaluaciones); cuando en realidad el acto de leer y escribir son experiencias contundentes de libertad, creatividad y personalidad que no deberían negociarse de ninguna manera con normativas académicas y docentes que casi siempre cumplen meros formalismos y requisitos que sólo satisfacen la estadística escolar. La idea de llevar a cabo el Taller de Lectura y Escritura en el aula responde a necesidades concretas que los niños, las niñas y los jóvenes muestran en la práctica diaria de clase; esto es: a) el diálogo y la conversación como modos de manifestar presencia en el aula a través de la expresión del mundo interior, de la identidad, de la personalidad, del propio espacio y de la ciudadanía; b) el valor de la imaginación como recurso para desarrollar el lenguaje oral y escrito y c) la importancia del juego como estrategia para aprender en la etapa escolar. A muy pocos les queda duda que quien más lee es justamente quien más escribe. Por consiguiente, quien más escribe es quien más ejercita el pensamiento. En este sentido, Echeverría (1998: 51) señala que: “no existe otro camino que el del lenguaje; fuera del lenguaje no existe un lugar en el que podamos apoyarnos. Los seres humanos vivimos en un mundo lingüístico”. En otras palabras, nacemos, vivimos y morimos desde el lenguaje. 2. Necesidades diarias identificadas en la experiencia de lectura y escritura en el aula Hemos señalado anteriormente que en la práctica didáctica de la lectura y la escritura se ha podido identificar un conjunto de necesidades que los niños y las niñas manifiestan en el aula, esto es: a) el diálogo y la conversación como modos de manifestar presencia en el aula. Esto se traduce en la necesidad de hablar, contar y narrar del niño y la niña en el aula. Al respecto, Echeverría sostiene que “nuestra capacidad de reflexión nos permite especular, entablar conversaciones con los demás (y con nosotros mismos) acerca de nuevas posibilidades. Arriesgarnos e inventar –despojándonos de nuestras ataduras respecto de nosotros mismos y de nuestro medio social–” (1998: 69). Es decir, darle sentido a la vida por medio de la interacción indivi- Leer y escribir en el hogar y en la escuela dual y social. Por tanto, la narración oral, el relato permite a la persona interpretarse a sí misma e interpretar el mundo en el que interactúa. De tal manera, que cada individuo es lo que es a partir de las relaciones que establece con los demás, desde la palabra como fuente de identidad. La escuela es una de las instituciones sociales que proporciona los lineamientos para definir la manera de ser, de pensar y de actuar de cualquier comunidad. En cierta medida, la escuela “facilita” las normas de convivencia social; claro está ejerciendo su cuota de poder sobre los miembros de esa comunidad; igualmente se podría señalar que el docente, en gran medida, se ocupa más de la escuela como institución que del individuo como miembro fundamental de tal comunidad. El mérito mayor está en formar individuos que cumplan las normas, eviten las disidencias y entiendan la democracia como un sello de ser “iguales a” y jamás “diferentes a”. Vale decir los términos: libertad, crítica y democracia que se reconocen en la escuela son discutibles. Tal vez, uno de los graves problemas es que se trata de menores de edad que por sí mismos parecieran no tener la capacidad de saber cuáles son sus propias necesidades. Por tanto ¿hasta qué punto el individuo, menor de edad, puede experimentar 61 la recursividad del lenguaje en la escuela? En este punto, respecto al diálogo se debe referir el programa de Filosofía para Niños (FpN), de Lipman (1998: 196), el cual considera justamente al diálogo como uno de sus principios fundamentales. Para Lipman el diálogo en el aula requiere el “desarrollo de hábitos de escucha y reflexión”; pero estos hábitos justamente ya no se practican de manera equitativa en el aula. El aula también es un escenario de poder. La FpN nos presenta el diálogo como un recurso que favorece la ciudadanía, al ser un principio propio de la democracia, es decir, darle la oportunidad de expresarse a todos, entender que cada persona tiene el derecho de decir lo que piensa y lo que considera pertinente; pero además, construir el conocimiento entre todos los miembros de un curso es un verdadero principio constructivista. Respecto de la conversación, igualmente se desea señalar que una experiencia similar a la de Lipman, aunque más literaria que filosófica, es la propuesta por Chambers (2005), en Inglaterra. Chambers creó y ejecutó el proyecto “Dime” (que “trata de cómo ayudar a hablar a los niños sobre los libros que han leído”). El punto de partida fue lo que él llamó “el ambiente de lectura” (guiado por los adultos) y “el círculo de lectura” 62 Margarita Figueroa Rodríguez y Romina De Rugeriis Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 (la experiencia de los niños). Este autor señala que “vivimos en la era de la conversación”. Para él nunca antes se habló más que en estos tiempos (el teléfono, la radio, el cine, la televisión, las grabaciones en audio y vídeo; agregamos los chat, internet, el twitter, etc.). Es decir, ya no se conversa sólo desde la cercanía sino también desde la distancia y el tiempo. No es coincidencia entonces que tanto Lipman como Chambers apunten hacia el tema de la expresión oral como una consecuencia del acto de leer. b) el valor de la imaginación como recurso para desarrollar el lenguaje oral y escrito. El español Rupérez (2007), diserta sobre la experiencia interior que promueve y estimula la creación, aunque específicamente de obras literarias. La literatura es un buen puente para la reflexión y el análisis. Así el ejercicio de pensamiento que puede iniciarse a partir de la lectura de un poema o un cuento y que estimula la práctica de un pensamiento crítico y reflexivo, bien puede concluir en la producción de textos. El autor también sostiene que todo artista (léase en nuestro caso, todo niño, toda niña o todo joven) pasa por un proceso creativo, que requiere de habilidades específicas y experiencias espirituales de considerable intensidad que representan lo humano desde su esencia. Sin embargo, estas particu- laridades parecieran no contar mucho en el aula, a menos que se pretenda definir y etiquetar a cada niño, según su comportamiento. Se trata de otro terreno que nada tiene que ver con lo literario. Igualmente, se debe decir que muchas de las veces que se lee en el aula no es con la finalidad de imaginar nuevos universos y de vivir el lenguaje desde la propia experiencia frente al texto, sino más bien de responder preguntas, sobreentendidas por demás, que coartan toda capacidad de reflexión, elucubración e intento de producir nuevos discursos. Por desgracia, nuestro sistema educativo ha sido diseñado más para responder preguntas que para formularlas. c) la importancia del juego como estrategia para aprender en la etapa escolar. Para los griegos la palabra “escuela” (sjolé) tuvo el sentido de ocio, de disfrute o de asueto. Digamos que aprender era una fiesta. En la actualidad, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) resultan, en un porcentaje significativo, un modo más divertido de aprender por la novedad y variedad de recursos y equipos con los que se cuenta: desde celulares, juegos, vídeos, hasta la asignación en los primeros años de estudio de minicomputadoras que han sido incorporadas como parte del programa de gobierno. En todo caso, lo que se desea destacar es que Leer y escribir en el hogar y en la escuela juego y libertad son sinónimos, aunque en el primer caso las reglas determinen la interacción. El juego como estrategia para aprender generalmente nos permite disfrutar, a pesar de la competencia implícita en él. A lo que se apela con el juego es a la capacidad de conexión y entrega que se logra por medio de él. En este sentido, se hace mención del trabajo de Hillman (2005) intitulado El pensamiento del corazón, en el cual defiende la idea de que se debe recuperar una vida que parte del corazón y del alma. En este libro desecha ideas mecanicistas preconcebidas y pretende demostrar que el corazón es el lugar donde hace acto de presencia la imaginación. También señala que si se pretende recuperar lo imaginal para acercarse a la comprensión del mundo, se debe recuperar su órgano que es el corazón (metafóricamente hablando). Cabría preguntarse ¿por qué la escuela no termina de ser un lugar para que se asiente el corazón? O ¿por qué la escuela no termina de ser un lugar que convive, sinceramente, con la imaginación? 3. Experiencias Literarias en el aula (U.E. Colegio San Francisco de Asís) Los textos que siguen a continuación fueron escritos a partir de activi- 63 dades previas de lectura y discusión de ciertos temas en el aula. Aunque algunos integrantes del curso manifestaron temor e inseguridad al momento de escribir; estas primeras experiencias en el taller sólo pretendieron crear confianza en estos aprendices de escritores. Se debe decir que había un buen nivel recursivo en este grupo, a diferencia de otras experiencias. El grupo generó improvisaciones escénicas a partir de palabras, así como improvisaciones musicales en las que se evidenció la capacidad imaginativa y creadora de la que disponían. También fue evidente la influencia de la televisión en la construcción de personajes y de historias escritas. La urgente necesidad de ser escuchados fue uno de los aspectos que más llamó la atención. Lo valioso de esta experiencia fue la capacidad de entrega y compromiso del grupo al momento de realizar las distintas actividades del Taller. Uno de los propósitos de estas experiencias es la publicación de algunos textos escritos en el marco del Taller de Lectura y Escritura con la finalidad de seguir motivando y promoviendo la escritura en el aula. En esta primera fase la razón fundamental es estimular la escritura espontánea, libre y creativa. Que ellos descubran hasta dónde son capaces de transformar las palabras en historias que se puedan con tar. Margarita Figueroa Rodríguez y Romina De Rugeriis Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 64 La melodía de un sueño Había una vez una niña que era prácticamente pobre, no sabía ni leer ni escribir. Tenía una especie de libreta toda arrugada y sucia donde escribía muchas notas musicales, porque le gustaban mucho los diferentes sonidos. Un día mientras caminaba por la calle, entró a una tienda de música y empezó a tocar improvisadamente la guitarra y el piano. En ese momento, el dueño de la tienda que era productor la escuchó tocar y la convirtió en cantante. Alejandra Urdaneta Los zapatos al revés Esta es la historia de un joven que vivía sin zapatos, porque desde que nació no se puso zapatos y se acostumbró a estar descalzo. Una vez de tanto andar en la calle le salió una vejiga. La vejiga no se le curaba, se le reventó y se le infectó. Y él estaba preocupado. Entonces fue al doctor y el doctor le dijo que debía amputarle la pierna y él no se la dejó amputar y se fue. Al año siguiente se le desapareció la vejiga. César David Prieto Esto fue lo que escribieron algunos integrantes del grupo cuando se les preguntó ¿Qué es leer para ti?: 2 El subrayado es nuestro. Para mí leer es como un arte. Es lo que me permite descubrir las maravillas de otros mundos… Alejandra Urdaneta Para mí leer es saber lo que sienten o relatan las demás personas. Daniela Morillo Es adentrarnos en otro mundo… Gabriela Castellano Para mí leer es poder sentir las expresiones que el autor plantea en esa hoja de papel… Andrea Jiménez A partir de estos textos, hacemos un paréntesis para referirnos a la cita de Smith utilizada por Cassany (2004: 63), la cual indica lo siguiente: “Para convertirse en escritores los niños tienen que leer como escritores”. Asimismo, reflexiona sobre la complejidad de la escritura –por tanto también de la lectura2–; destaca sobre lo ineficiente que es aprender a escribir desde tantos formalismos, normativas y reglas que distancian al aprendiz de su posibilidad de conocer y aprender a escribir. Cassany retoma los planteamientos de Smith quien destacó que así como se aprende la lengua –sin saber que se está aprendiendo y sin es- 65 Leer y escribir en el hogar y en la escuela fuerzo–, de la misma manera, debería aprenderse a escribir. Es decir, aprender de manera inconsciente, espontánea, tal y como se aprende la lengua hablada. Lo que motiva a los niños a hablar y a escribir es la idea de “parecerse a” y “pertenecer a”. Por lo tanto, se aprende “un uso de la lengua porque nos interesa poder hacer lo que se consigue con ese uso” (Cassany, 2004: 67). Al mismo tiempo también se desea destacar la idea de Smith con relación a la escucha: “escuchar como un emisor” (comprender lo que se dice y querer aprender a utilizar el lenguaje de la misma forma) y “escuchar como un receptor” (comprender lo que se dice aunque no se desea aprender a decirlo). Este paralelismo puede transferirse al terreno de la lectura y la escritura: “leer como un emisor –escritor–” (cuando quien lee se compromete con el texto, participa, anticipa, infiere; en otras palabras es un lector activo); y “leer como un receptor” (quien sólo comprende la información y no hace otro empeño con el texto). En el caso de la escritura bien se podría continuar el juego de palabras y determinar que hay dos escritores: el escritor–emisor –aunque suene redundante– que es aquél que invita a la lectura a través de su discurso, pero además invita a reescribir y reinventar el texto que ofrece al lector. Y aquí se estaría hablando de los buenos escritores que casi siempre son también buenos lectores. Mientras que está la otra tendencia: el simple escritor, aquél que conoce la técnica y sabe cómo escribir, pero su trabajo es mera forma que no atrapa al lector; y que aunque posiblemente sea un buen lector, no necesariamente es un buen escritor. 4. A modo de conclusión Leer y escribir es en principio una experiencia. Experiencia esta que no va acompañada de razonamientos ni teorías. Es estar en primera persona, presente, conectados y comprometidos con lo que se comprende y con lo que se recrea del texto. En la escuela, la experiencia de leer y escribir es casi una imposición; cuando se ha mencionado que tanto la “espontaneidad” como la “inconsciencia” forman parte de este aprendizaje. Penosamente la escuela no ha podido zafarse del doble discurso en el que se ha cobijado durante mucho tiempo y del que ha sido difícil salir. Sin embargo, promover la lectura y la escritura en el aula no debería ser una opción, puesto que en sí misma debería ser la realidad del aula. Verdaderamente las cosas no se dan de esta manera. Los deberes más que los derechos privan en la cotidianidad escolar. El sobrecogido mundo 66 Margarita Figueroa Rodríguez y Romina De Rugeriis Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 también traspasó las fronteras de la institución escolar. Parece que no hay mucho tiempo para enseñar ni para aprender con calidad. Peor aún no hay mucho tiempo para vivir plenamente la experiencia de aprender. Entonces, qué queda por hacer: continuar generando espacios para la creación. No hay más opciones. Con esta investigación más que conclusiones se pretende destacar, con subrayado y entre comillas, que la experiencia de leer y escribir requiere de rescate; así como en los cuentos de hadas se necesitan corazones entregados, confiados y creativos que permitan el trabajo en libertad. Se requiere ser niños, otra vez. Se requiere recuperar la capacidad de disfrutar el texto literario sin prejuicios, ni formalidades; viviéndolo, sintiéndolo, reinventándolo, como niños; a partir del juego como motor y como esperanza que insta a recuperar la fe en lo que se enseña y en lo que se aprende. Bibliográfica CASSANY, Daniel (2004). Describir el escribir. Cómo se aprende a escribir. Barcelona, España. Paidós. CHAMBERS, Aidan (2007). Dime. Los niños, la lectura y la conversación. México. Fondo de Cultura Económica. Espacios para la Lectura. ECHEVERRÍA, Rafael (1998). Ontología del lenguaje. Santiago, Chile. Dolmen Ediciones. FREIRE, Paulo (1999). La importancia del acto de leer. Caracas. Editorial Laboratorio Educativo. HILLMAN, James (2005). El pensamiento del corazón. Madrid, España. Biblioteca de ensayo. Siruela. LIPMAN, Matthew (1998). Pensamiento Complejo y Educación. Madrid, España. Proyecto Didáctico Quirón. Ediciones de la Torre. RUPÉREZ, Ángel (2007). Sentimiento y creación. Indagación sobre el origen de la literatura. Madrid, España. Editorial Trotta. Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, Julio-Diciembre, 2012: 67 - 85 ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50 El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa y existencialista Eugenia Houvenaghel Universiteit Gent. Bélgica E-mail: [email protected] Resumen Frente a la dura crítica que considera el retrato del pachuco elaborado por Octavio Paz (1914-1998) en El laberinto de la soledad (1950) como “cruel” e “injusto”, proponemos una aproximación diferente. Aventuramos la hipótesis según la cual este perfil del pachuco no debe leerse como un retrato autónomo y descriptivo que intenta reflejar la realidad, sino como parte integrante de un conjunto textual más amplio y este solo puede entenderse dentro del marco de sus contextos argumentativo y filosófico. Retenemos, de nuestra lectura en clave argumentativa, que la negatividad del retrato posibilita su doble funcionamiento en el Laberinto de la soledad… como eje central de la argumentación desarrollada en la primera mitad del ensayo y como punto de arranque de la segunda parte. De nuestro análisis en clave existencialista, resulta que el pachuco linda con la figura del ‘hombre rebelado’ propuesta por Camus y adquiere, bajo esta perspectiva, un nuevo significado de dignidad humana. Concluimos que la descripción, primero, no es “cruel” ya que su estética desmesurada es funcional en el marco textual, y segundo, no es “injusta” puesto que su discordancia interna corresponde al acto de rebeldía realizado por el pachuco. Palabras clave: Ensayo, identidad mexicana, argumentación, rebeldía, existencialismo. Recibido: 18-10-12 • Aceptado: 26-11-12 Eugenia Houvenaghel Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 68 The Pachuco of Octavio Paz (1950) : Re-Reading in an Argumentative and Existentialist Key Abstract Considering the harsh criticism of the portrait of the pachuco in Octavio Paz’s (1914-1998) El laberinto de la soledad (1950), which is seen as “cruel” and “unfair,” we proposes a different approach to this depiction we hypothesizes that Paz’s perspective should not be interpreted as an autonomous and realistic portrait that tries to reflect reality, but rather as a constituent part of a broader textual unit that can only be understood in its argumentative and philosophical context. According to this reading in an argumentative key, the authors maintain that the negativity of the depiction is highly functional as it makes the portrait of the pachuco the backbone of the Labyrinth’s first part and the starting point of its second part. The existentialist approach points out that the pachuco, in Paz’ description, is similar to the figure of the “rebel” proposed by Camus and acquires, in this light, a new meaning of human dignity. Conclusions are that the depiction is, first, not “cruel” because its excessive esthetics are functional in the textual framework, and secondly, not “unfair,” since its internal discordance corresponds to the act of rebellion realized by the pachuco. Key words: Essay, Mexican identity, argumentation, rebellion, existentialism. Introducción En el primer ensayo de El laberinto de la soledad (1950), titulado “El pachuco y otros extremos”, Octavio Paz (1914-1998) inserta una larga descripción del pachuco. No hay lugar a duda de que se trata de un retrato provocativo. Como es sabido, los pachucos1 constituyen la 1 segunda generación de jóvenes mexicano-americanos que vivía en los años de la Segunda Guerra Mundial en los barrios orientales de Los Ángeles. Eran rebeldes y expresaban su ser diferente a través de sus vestidos llamativos y de sus peinados extravagantes, su lengua híbrida, su propia música. Los pachucos, con su comportamiento degenerado y su El nombre pachuco es de origen incierto. Se cree que este término se deriva de la palabra “Pachuca,” una ciudad en el nordeste de México central, conocida por su mina de El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa y existencialista atención exagerada al vestimiento, no recibían la aprobación de la generación mayor de los padres mexicanos. La policía les consideraba como delincuentes y les echaba la culpa de la ola de crímenes juveniles que azotaba la ciudad de los Ángeles en aquella época. En una época de guerra, en la que la obediencia nacional y la disciplina del ejército significaban todo, los pachucos se comportaban como malos ciudadanos. “Pachuquismo” –o el estilo pachuco– era la contradicción radical de disciplina militar, órden y esfuerzo. En 1943 había desórdenes en las calles de los barrios orientales de Los Ángeles. Multitudes de marineros, en taxis, empezaban a buscar las calles en busca de pachucos –que atraían la atención por causa de sus vestidos y sus peinados exravagantes– para molerlos a palos. Les quitaban sus vestidos y les cortaban el pelo. Testigos afirman que los espectadores achuchaban a los marineros contra sus víctimas. Posteriormente, los pachucos, como grupo marginalizado, servirán 2 69 de inspiración a los movimientos chicanos de fines de los años 60. Eran reivindicados como los primeros grupos mexicano-estadounidenses que adoptaban un estilo personal y que reaccionaron no sólo contra la corriente principal estadounidense sino también contra la tradición mexicana. Su mascarada se convierte, así, no en un fenómeno de pérdida de identidad, sino en una expresión afirmativa de una nueva identidad2. En otro texto posterior (1994:12-13) de la mano de Octavio Paz, texto que cumple una función muy distinta y se redacta en una época muy diferente que el Laberinto de la soledad, el propio ensayista vincula los pachucos con los chicanos y se muestra mucho más comprensivo y empático con el pachuco. El autor destaca sobre su época en Los Ángeles: Empecé a comprender lo que significaba ser mexicano porque me sentí solidario de los mexicanos maltratados, de los ‘pachucos’, de los que ahora llaman chicanos. Me sentí un chicano y pensé que el chicano era uno de los extremos del mexicano. Me di cuenta de que los mexica- plata. Según otra posible etimología, sería una alteración de la palabra hispanoamericana payuco, que viene de payo, rústico. Paz no explica la etimología de la palabra, sino que destaca que “el primer enigma es su nombre mismo : pachuco, vocable de incierta filiación, que dice nada y dice todo” (13). Se puede relacionar la subversividad del pachuco con la dimensión carnavalesca de su estilo de vestirse. De acuerdo con Mijaíl Bajtín (1974), el disfraz es uno de los motivos principales de lo carnavalesco. En efecto, el ritual carnavalesco permite cambiar la 70 Eugenia Houvenaghel Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 nos teníamos la posibilidad de convertirnos en ese ser oprimido, marginal que es el pachuco (1994: 12-13). Sin embargo, será difícil considerar el retrato del pachuco que Octavio Paz publica en 1950 como un precedente de esta revalorización como primera afirmación de una nueva identidad que anuncia el movimiento chicano posterior. Al contrario, en El laberinto de la soledad, Paz no valora positivamente la contribución de los pachucos a la nueva identidad del mexicano emigrado en los Estados Unidos. Para Paz, el pachuco es una figura triste, grotesca, trágica y, a la vez, ridícula, sin identidad; alguien que “ha perdido toda su herencia: lengua, religión, costumbres, creencias” (1976: 14). Y por no tener herencia o filiación histórica, vive de la imitación, la cual lo lleva a negarse a sí mismo, a humillarse y a suicidarse. Aunque en esta descripción está la base de la imagen más conocida de los pachucos, varios críticos han atacado el retrato esbozado por Paz, reaccionando contra su carácter duro, cruel e injusto. Para Katra (1986: 11), por ejemplo, la ideología de El laberinto de la soledad refleja la visión de los grupos más privilegiados de México. Paz no tiene en cuenta que los pachucos formaban parte de la misma clase socio-económica baja, que no tenían nada que hacer y ningún lugar para irse, que estaban aprisionados en sus barrios. Medina (1988 : 69-78), por su parte, critica el esquema dualista y estático de Paz, que no le hace justicia ni al pachuco ni al hispano. Sánchez Tranquilino habla de una “representación errónea” (1987: 39) y censura la distancia académica y la falta de compromiso con el pachuco y con la subcultura norteamericana en los cuarenta. Gonzáles (1999:167) califica el retra- apariencia física mediante máscaras y disfraces, posibilitando así el ocultamiento de la identidad. Según Elzbieta Sklodowska (1991: 16), la recurrencia del concepto en la literatura hispanoamericana se debe al hecho de que lo carnavalesco constituye el mecanismo de defensa por excelencia contra el poder o el opresor. El carnaval, al disimular la identidad de las personas, efectúa una eliminación de las capas sociales y, consiguientemente, una desestabilización de la organización social. En el mismo sentido y destacando cómo lo carnavalesco pone en entredicho las convenciones tradicionales, Bajtín define lo carnavalesco como un fenómeno subversivo.La revalorización del pachuco se plantea ya en la primera novela chicana contemporána, Pocho, por Villarreal (1959). La crítica se ha adherido a esta concepción más positiva del Pachuco: véanse los trabajos de Madrid-Bareda (1976), Mazón (1984) y Grajeda (1997). El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa y existencialista to de “unfair” y “unflattering” pero matiza su juicio: por un lado, “Paz’s view of the pachucos themselves as deeply alienated and insecure is not far off the mark”, por otro lado “he might have been more sensitive to their plight” ya que “the pachuco youth were more deserving of pity than scorn”3 destaca que no es correcta la idea de Paz según la que el pachuco quiere demostrar su voluntad personal de seguir siendo distinto: “What Paz does not seem to realize is the somewhat circular reasoning of his own argument there: The Pachuco’s will to remain different is the only recourse against, or response to, the very society that refuses to accept him in the first place.” No es de sorprender, entonces, que intelectuales chicanos como Juan Bruce-Novoa han atacado severamente la descripción de Octavio Paz (Stambaugh, 2003:334). Todas estas críticas tienen en común la perspectiva realista bajo la cual consideran el retrato del pachuco. Su punto de partida es que 3 4 71 Octavio Paz quiso describir fiel y verídicamente el mexicano emigrado a California. Argüiremos que, a lo mejor, los ataques de la crítica que acabamos de resumir no se hayan centrado en el propósito del Laberinto de la soledad… ni en la función que cumple el retrato en el libro. Aventuramos la hipótesis según la que el retrato del pachuco no debe leerse como un retrato descriptivo que intenta reflejar la realidad, sino como componente de un texto marcado por su contexto argumentativo, a través del cual el ensayista intenta convencer de su hipótesis en torno a la mexicanidad y por el contexto filosófico de la época, en la cual la corriente predominante es el existencialismo de Jean-Paul Sartre y Albert Camus. Nuestra contribución a esta discusión acerca del controvertido retrato consiste, pues, en proponer una relectura del retrato del pachuco en dos contextos que se complementan entre sí: uno argumentativo4 y otro filosófico. Koch (http://www.georgeaugustkoch.com/writings/destructorsPachuco.htm). El término ‘argumentación ‘ o ‘retórica’ se emplea aquí en su sentido clásico, esto es, el recuperado por Perelman (1983) como “arte de argumentar por medio del discurso” o “arte de persuadir por medio del discurso”. (No utilizaremos, pues, el término en el sentido restringido de estudio de las figuras estilísticas.) Entendemos la retórica como una teoría de argumentación, una teoría de la persuasión que proporciona un sistema de análisis especialmente adecuado para la explicación de textos de orientación argumentativa o persuasiva, como lo es el ensayo (Arenas Cruz, 1997). Eugenia Houvenaghel Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 72 1. Relectura en clave argumentativa 1.1. La vertiente argumentativa de El laberinto de la soledad La belleza poética, el carácter confesional y la variación formal del Laberinto de la soledad pueden considerarse como factores que cautivan al lector y que desvían la atención de la argumentación subyacente en el libro. Además, el propio autor orienta la definición de su libro hacia la vertiente imaginativa del texto, sosteniendo en Postdata que en El laberinto de la soledad no le interesa la definición ni el análisis de lo mexicano sino que considera su trabajo como “un ejercicio de la imaginación crítica” (2001: 263). Para el propio autor, el Laberinto de la soledad es una descripción fenomenológica. Sin embargo, privilegiamos en nuestro estudio la dimensión retórica o ar- 5 gumentativa del ensayo: bajo nuestro enfoque, el texto gira en torno a una hipótesis propuesta acerca de la mexicanidad, hipótesis que se defiende con varios argumentos. Paz inicia su discurso ubicándose frente a la respuesta formulada por Samuel Ramos acerca de la misma pregunta por la mexicanidad (2001 : 11, 13)5. La tesis central del discurso de Octavio Paz la constituye la soledad del mexicano. En su entender, el mexicano no se caracteriza, en primer lugar, por la inferioridad, como lo propuso Ramos, sino por la soledad. Recurriendo a varias medios estilísticos, Paz opone una inferioridad que se tacha de “supuesta”, superficial e “ilusoria” a una soledad que se califica de más “vasta”, “profunda” y “verdadera”. Así es que Paz lanza, con fuerza considerable, su hipótesis central acerca de la mexicanidad: En efecto, Octavio Paz, en su recopilación de ensayos El laberinto de la soledad (1950), aunque, como dice Jaimes (2001: 267) “no comenta [Ramos] para superarlo (o para destruirlo), sino para asimilarlo”, sí propone una alternativa al complejo de inferioridad que Samuel Ramos había elaborado en su Perfil del hombre y la cultura en México (1934) como el primer rasgo caracterizador del mexicano. En “Vuelta a El Laberinto de la soledad”, que se compone de conversaciones con Claude Fell, y que complete la edición FCEde El laberinto de la soledad, Paz precisa: “Las observaciones de Ramos fueron sobre todo de orden psicológico. Estaba muy influido por Adler, el psicólogo alemán, discípulo más o menos heterodoxo de Freud. [...] Su explicación no era enteramente falsa pero era limitada y terriblemente dependiente de los modelos psicológicos de Adler” (2001: 362). El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa y existencialista La existencia de un sentimiento de real o supuesta inferioridad frente al mundo podría explicar, parcialmente al menos, la reserva con que el mexicano se presenta ante los demás y la violencia inesperada con que las fuerzas reprimidas rompen esa máscara impasible. Pero más vasta y profunda que el sentimiento de inferioridad, yace la soledad. Es imposible identificar ambas actitudes : sentirse solo no es sentirse inferior, sino distinto. El sentimiento de soledad, por otra parte, no es una ilusión – como a veces lo es el de la inferioridad – sino la expresión de un hecho real: somos de verdad, distintos. Y, de verdad, estamos solos (Paz, 2001: 18). Bajo esta perspectiva, “El pachuco y otros extremos” constituye la primera parte de una argumentación más extensa. En efecto, El laberinto de la soledad es una colección de ocho ensayos (o capítulos) autónomos y un apéndice que es a su vez un ensayo final. Utilizando la imagen de Amadou Ndoye (1981:245), podemos decir que si el libro en su conjunto es un laberinto, cada capítulo es un corredor o un pasillo del laberinto. Cada ensayo trata un aspecto distinto y puede leerse independientemente, pero la serie total de ensayos constituye una unidad argumentativa, dado que tiene un tema y una tesis en común: la de la soledad esencial del mexicano. 73 1.2. La abertura de la argumentación El orden de los ensayos de El laberinto de la soledad no es arbitrario, sino que están dispuestos de este modo por la coherencia y la línea argumentativa interior que acabamos de presentar. “El pachuco y otros extremos” es el primer capítulo dentro de este conjunto argumentativo y desempeñará, por tanto determinadas funciones típicas de la abertura de una argumentación. Todos los elementos del primer capítulo deben entenderse como argumentos para que el lector no rechace la hipótesis central acerca de la soledad esencial del mexicano. Una vez establecida esta premisa, el autor podrá proseguir la argumentación en la que se esfuerza por obtener un acuerdo más profundo con su público, definiendo y describiendo la soledad del mexicano con más en detalle. Considerando el tipo de discurso que resalta en “El pachuco y otros extremos”, comprobamos que la exposición predomina grandes partes del texto. Lo interesante, desde un punto de vista formal, es que Paz alterna este tipo de discurso con otros modos discursivos, tales como la narración o la descripción, que se introducen como «interrupciones» dentro de su discurso expositivo. Muchas veces se trata de recuerdos, 74 Eugenia Houvenaghel Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 testimonios o experiencias personales, que se introducen por fórmulas en primera persona: “Recuerdo que … ” (2001 págs. 13 y 20), “al iniciar mi vida en los Estados Unidos residí…” (pág. 13), “Cuando llegué a los Estados Unidos” (pág. 24), “Recuerdo que en España …” (pág. 31), “cuando llegué en Francia…. ” (2001: 19) Estas pequeñas narraciones y descripciones no solo disminuyen la distancia entre el autor y el lector por su carácter personal, sino que también funcionan como ejemplos concretos, es decir, argumentos que corroboran la tesis de Paz según la cual el mexicano siempre adopta una actitud cerrada y distante y nunca una actitud de entrega. Pues bien, el testimonio personal que nos ocupa, el propio retrato del pachuco, constituye precisamente una de estas interrupciones en el discurso expositivo. Igual que las otras interrupciones que acabamos de presentar, se inicia por una fórmula en primera persona: “Al iniciar mi vida en los Estados Unidos residí algún tiempo en Los Ángeles…” (pág. 13). Sin embargo, el retrato se distingue de las demás descripciones y narraciones por varios motivos. En primer lugar, el retrato del pachuco ocupa 5 páginas (13-20), mientras que la mayoría de las interrupciones tienen una extensión de entre 5 y 10 líneas. En segundo lugar, este retrato ocupa un lugar clave en el ensa- yo, dado que se inserta directamente después de la justificación del cambio de actitud del autor con respecto a la mexicanidad, pero antes de que el autor lance su hipótesis sobre la soledad del mexicano. “Al intentar explicarme algunos de los rasgos del mexicano de nuestros días”, dice Paz al iniciar su discurso, “principio con esos para quienes serlo es un problema de verdad vital, un problema de vida o de muerte” (pág.13). El retrato no sólo se distingue formalmente de las demás interrupciones descriptivas o narrativas en el discurso expositivo por su extensión y su posición excepcionale, sino que también por su contenido. Es el único episodio intercalado que de verdad es “extremo”, como lo anuncia el título del ensayo. Finalmente, el carácter excéntrico del retrato se evidencia también en el nivel de la función argumentativa. Mientras que las demás interrupciones suelen funcionar como ejemplos, el retrato del pachuco cumple la función de una ilustración. Tanto el ejemplo como la ilustración concretan un enunciado abstracto. Hay situaciones en las cuales se puede dudar en cuanto a la función que cumple tal caso particular introducido en una argumentación. Sin embargo, la distinción entre ejemplo e ilustración es importante y significativa (Perelman, 1989: 78-79). Mientras que el ejemplo El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa y existencialista proporciona un caso particular que fundamenta la regla, la ilustración proporciona un caso particular que muestra el interés de la cuestión, que refuerza y aumenta su presencia en la conciencia del lector. Por lo tanto, los criterios de elección del ejemplo difieren fundamentalmente de los mismos de la ilustración. Ejemplos deben ser incuestionables, representativos, muchos y muy variados para permitir la generalización y la adhesión a la regla. La ilustración, en cambio, ha de impresionar vivamente la imaginación para captar toda la atención del lector. Por tanto, la ilustración puede e incluso debe contener detalles chocantes, concretos, llamativos. El ejemplo, por el contrario, es más breve y prescinde de estos elementos para evitar que el pensamiento se desvíe de la regla. Finalmente, podemos añadir que se elige la ilustración por la repercusión afectiva, emocional que puede provocar en el lector. En la ilustración, no se trata de reflejar fielmente la realidad. El objetivo de la ilustración estriba, más bien, en impresionar vivamente la imaginación del lector con un caso concreto para captar toda la atención del oyente. Así es que la fuerte reacción de la crítica que le reprocha a Paz su actitud despiadada para con el pachuco constituye quizás la mejor prueba de que el retrato reúne todas las condiciones de la 75 ilustración, argumento retórico que se hace tanto más eficaz cuanto más llamativo, escandaloso, sorprendente, provocativo, extremo sea. Volviendo al retrato que Paz hace del pachuco, concluimos que esta descripción reúne todas las condiciones de una buena ilustración que, en combinación con varios ejemplos que fundamentan la imagen del mexicano solitario, se sitúa en los albores del Laberinto de la soledad. Tanto a través del uso del ejemplo como a través del uso de la ilustración, el libro procede, empíricamente, a partir de lo concreto. Al retrato del pachuco se puede conceder, bajo esta perspectiva, la función de piedra angular del razonamiento que se llevará a cabo en el Laberinto. 1.3. Funciones argumentativas del retrato del pachuco A partir del perfil chocante del pachuco se establece una red de relaciones con los tres capítulos siguientes de la serie de ensayos, a saber: “II. Máscaras mexicanas”, “III. Todos santos, días de muertos” y “IV. Los hijos de la Malinche”. El pachuco se caracteriza, en el retrato elaborado por Paz, por tres rasgos principales que forman una línea ascendente: la negación de sí mismo, la atracción por la destrucción y, finalmente, la humillación. Cada uno de estos rasgos, expuestos de manera provocativa en el primer ensayo, 76 Eugenia Houvenaghel Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 se explican con más detalle en los capítulos siguientes. Así es que la imagen del pachuco se convierte en la matriz de la primera parte del Laberinto de la soledad. La negación de sí mismo es el primer rasgo distintivo del pachuco: “todo en él es impulso que se niega a sí mismo” (pág. 15). En “II. Máscaras mexicanas”, el ensayista retoma esta idea de auto-negación y a la vez la desarrolla y la aclara en el marco de la soledad mexicana. Inicia su discurso destacando el carácter cerrado del mexicano para vincularlo con un estar “lejos de sí mismo” (pág. 14) y para llegar, así, a una tendencia a simular su propia identidad. Así llega a reanudar con la idea de la “negación” (pág. 15) cuando concluye que “simular es inventar o mejor aparentar y así eludir nuestra condición” (pág. 18). “El mexicano excede en el disímulo de sí mismo”; “el que disimula […] quiere hacer invisible, pasar desapercibido” (pág. 18). El ensayista cierra esta parte de la argumentación destacando que el mexicano se “ningunea” (pág. 18) y que “ninguneándose”, se reduce a una “omisión” (pág. 20) o a un “silencio” (pág. 20). Volviendo sobre el punto de partida del capítulo “II. Máscaras mexicanas”, se aproximan pues hermetismo, disimulación y auto-negación; a la luz de este discurso se entiende mejor la afirmación según la que “el pachuco no afirma nada, no defiende nada, excepto su exasperada voluntad de no-ser” (pág. 19). Segunda dimensión del pachuco que hemos retenido: su deseo de destruirse. La atracción que siente el pachuco, quien, en un “gesto suicida” (pág. 19) busca el “peligro”, se mueve por “caminos arriesgados” (pág. 19) y se siente atraído por la muerte queda patente en “I. El pachuco y otros extremos” cuando Paz compara el comportamiento suicida del pachuco con la actitud de “la presa que se adorna para llamar la atención de los cazadores” (pág. 19). La misma atracción por el final de la vida caracteriza al solitario mexicano y se esclarece en el capítulo “III. Todos santos, día de muertos”. Entre los rituales festivos típicos de la sociedad mexicana destaca el culto a la muerte: a través de esta fiesta se plasma el lugar especial que los mexicanos conceden tradicionalmente a la muerte como motor de la vida, como prolongación natural de la propia vida. El mexicano de hoy no rehuye la muerte, ni la silencia como los pueblos europeo y norteamericano, sino que la busca, la venera, se ríe de ella, la encuentra fascinante. Esta actitud del mexicano aterroriza al extranjero y de la misma manera, el pachuco aterroriza al norteamericano, es un hombre “siniestro”, una “figura portadora […] del horror y la abominación” (pág. 18). El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa y existencialista Tercer componente del pachuco –el rasgo que según Paz más define la figura– es la auto-humillación. El capítulo “IV. La Malinche” desarrolla el concepto de la humillación y lo aplica a la Malinche, la madre de todos los mexicanos, la “sufrida madre mexicana” (pág. 31). “Lo característico del mexicano reside”, así destaca Paz, “en la violenta, sarcástica humillación de la Madre y en la no menos violenta afirmación del padre” (pág. 33). El verbo, según Paz, “denota violencia” (pág. 32) y corresponde a “humillar, castigar y ofender” (pág. 32). La cuestión central, para el mexicano, es la de “chingar” o “ser chingado”: lo chingado representa el polo femenino de pasividad, mientras que lo que chinga corresponde al papel activo, masculino, que se propone “humillar” (pág. 33). Al fusionar los rasgos de negación, destrucción y humillación de sí mismo, el pachuco se convierte en figura pivote o eje central de la argumentación en torno a la soledad del mexicano. Paz había empezado su discurso argumentativo por destacar los rasgos en la figura concreta del pachuco (pág. 13), “uno de los extremos a que puede llegar el mexicano” (pág. 15). Al final de la primera parte, el ensayista lleva al lector de la imagen particular a la mexicanidad en general: el retrato 77 del mexicano se basa en las mismas características, atenuadas y reformuladas, que componen la imagen del pachuco. En los cuatro capítulos recopilados en la segunda parte (“V. Conquista y colonia”, “VI. De la independencia a la revolución”, “VII. La inteligencia mexicana” y “VIII. Nuestros días”), Paz propone que el reanudamiento con la historia, actitud opuesta a la del pachuco, ofrece la solución para el problema del mexicano. La “ruptura con la familia y el pasado” (pág. 106) es el rasgo esencial del pachuco que sirve indirectamente como punto de partida de esta segunda parte del libro. El pachuco “no quiere volver a sus orígenes” (pág. 15), “ha perdido toda su herencia” (pág. 16), y esta ruptura radical con el pasado lleva precisamente a la forma de ser extrema y no deseada por la comunidad norteamericana de la mexicanidad que encarna el pachuco. Así es que el fenómeno mismo del pachuco se interpreta como la consecuencia negativa del rechazo del pasado, como la “herida” (pág. 19) que es el resultado de esta separación del pasado, de “la gran Ruptura con la Madre” (pág. 106). El pachuco adquiere, en el umbral de la segunda parte del Laberinto, otra función argumentativa, que de nuevo se nutre de las características negativas e indeseables del perfil trazado. El pachuco se convierte, en este 78 Eugenia Houvenaghel Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 segundo movimiento del volumen, en la base del argumento pragmático6 que apela a las consecuencias negativas de una determinada actitud frente a la historia. Se trata del control de la identidad mexicana en alguna dirección que se estima conveniente, y que corresponde a la dirección opuesta al comportamiento del pachuco. Ahora bien, la actitud del pachuco frente a su propia historia tiene consecuencias que espantan y que se deben evitar, con tal de que, en la segunda parte del ensayo, Paz nos propone descifrar el pasado mexicano para entender “cómo se realizó la ruptura” en el nivel histórico y “cuáles han sido nuestras tentativas para trascender la soledad” (pág. 107). En este mismo contexto, el ensayista destaca más adelante que el Laberinto de la soledad “consiste en un movimiento tendiente a reconquistar nuestro pasado” (pág. 178), para que el mexicano moderno, contrariamente a la actitud adoptada por el pachuco, se reconcilie “con su Historia y con su origen” (pág. 179). Tras habernos guiado a 6 7 través de diferentes momentos de ruptura en la historia mexicana –la conquista, la independencia, la revolución–, el ensayista destaca, en Posdata, una vez más la necesidad de optar por una actitud diferente frente a la historia: “Reconciliarse con ese tiempo perdido, ausente en el individuo moderno, es la superación de la soledad (pág. 360)”. 2. Relectura en clave existencialista 2.1. Contexto de una amistad En la década de los cuarenta, Paz residió no solo en los EEUU (19441945) sino también en Francia (1946-1951), país en el que desempeñaba un cargo diplomático mientras redactó, en los años 1948-49, El laberinto7. Aunque conoció la pobreza material, Paz describe en 1994 los años de posguerra en París, durante los cuales el existencialismo estaba de moda, como un tejido de experiencias fructífero, como “un período de gran riqueza, no tanto en Perelman llama argumento pragmático “aquel que permite apreciar un acto con arreglo a sus consecuencias favorables o desfavorables” (Perelman, 1989: 409). Es de hecho el mismo Paz que vincula, en una nota de El Laberinto de la soledad, el contexto del pachuco en el Sur de California con el contexto de posguerra en Francia, cuando compara una moda francesa, que se caracteriza por su fantasía? que se opone a orden de los alemanes? con la estética de los pachucos? que va dirigida contra los norteamericanos?. Paz concluye: “Aunque no excluyo la posibilidad de una imitación más o menos indirecta, la coincidencia ma parece notable y significativa” (20). El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa y existencialista el dominio de la literatura propiamente dicha, como en el de las ideas y el ensayo” (pág. 12-13). Tras las experiencias traumáticas que vivió la humanidad durante la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial, los pensadores franceses del existencialismo se hicieron preguntas en torno al sentido de la existencia humana. Reaccionando contra el racionalismo, Albert Camus y Jean-Paul Sartre propusieron temas más cercanos a la vida individual, tales como la libertad, la muerte, las posibilidades de la existencia, la responsabilidad. En este mismo contexto intelectual parisiense estimulante para la creación literaria, Octavio Paz conoció a Albert Camus (1913-1960) y se hizo amigo suyo. Aunque el entonces desconocido poeta Paz no se sitúa en la misma etapa de su carrera que el ya famoso ensayista, novelista y dramaturgo Albert Camus, ambos escritores tienen más de una característica en común: la defensa enérgica de la libertad del hombre, la conciencia crítica, el don de la imaginación, el sentido de la responsabilidad. Ambos se han empeñado en unir la idea filosófica y la creación literaria; am8 9 79 bos escritores merecerán el premio Nobel de Literatura8. Paz, lleno de admiración por la filosofía y la obra literaria camusianas, destacaría posteriormente que “si la filosofía no es sólo un saber, sino una sabiduría, hay más sabiduría en los ensayos no filosóficos de Camus que en las disquisiciones de muchos filósofos” (Paz, 1994 : 12-13). Es en este ambiente amistoso y de respeto mutuo que Paz afirma (ídem) haber intercambiado ideas con Albert Camus acerca del tema central de su ensayo El hombre rebelde (1951)9. Este volumen describe las distintas formas de la rebelión que se han realizado en terrenos variados a través de la historia del mundo moderno desde la Revolución Francesa. El acto de rebeldía, que Camus no solo aborda a finales de la década de los cuarenta en el ensayo sino también en otros géneros en la novela La peste de 1947 y en la pieza teatral El estado de Sitio, de 1948 es al mismo tiempo el fundamento de la vida y un acto de plena libertad intelectual: el hombre crítico propone una visión diferente de la sociedad y para ello cuestiona la moral vigente, el poder establecido y los principios Albert Camus obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1957 y Paz lo recibirá en 1990. El ensayo se interpretó como una crítica al marxismo y fue la causa de una vehemente polémica entre Jean-Paul Sartre y Albert Camus que terminó con la rupture definitica entre ambos filósofos franceses. 80 Eugenia Houvenaghel Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 considerados como superiores e inmutables. Ahora bien, la “loca rebeldía contra su presente y su pasado” es una característica del pachuco que Paz no deja de retomar (1994 : 12-13). A nuestro modo de ver, el contexto filosófico parisiense en general, y los diálogos entre Paz y Camus en torno a la rebeldía en particular, influyeron en la creación del perfil del pachuco y nos ofrecen otra grilla de lectura válida del mismo. 2.2. El pachuco: ¿un hombre rebelado? Cuando yuxtaponemos el hombre rebelado de Camus, el cual se plasma en la imagen del esclavo que se alza contra su opresor, y el pachuco, este “rebelde instintivo” descrito por Paz (pág. 15), resulta que ambas figuras guardan más de una semejanza. En el discurso camusiano (1986: 18) se maneja la idea de la protesta del esclavo contra un “orden superior” que le oprime, mientras que en el caso de Paz sobre el pachuco, este “orden” es entendido como la sociedad norteamericana que, incapaz de asimilarlos, los rechaza. En este contexto, es interesante el hecho de que el mismo Paz vincule, en una nota extensa de El Laberinto de la soledad, el fenómeno del pachuco en el Sur de California con un fenómeno parecido que conoció al llegar a la Francia de posguerra. En esta nota, Paz compara una moda francesa, especialmente divulgada entre estudiantes y artistas del París de 1945 con la propuesta singular de vestimenta y conducta de los pachucos. Lo que según Paz es una coincidencia “notable y significativa” (pág. 20), se halla en la oposición al régimen o al grupo social dominante. Ambas formas de rebeldía se oponen a una orden establecida: la estética barroca llena de fantasía de los jóvenes residentes en los barrios artísticos y estudiantiles de París se puede interpretar, según Paz, como una especie de pos-Resistencia que se opone al orden y a la sistematicidad de los alemanes; la estética llamativa y exagerada del pachuco va dirigida contra la comodidad y el carácter práctico del traje y del American way of life de los norteamericanos. Pero la oposición a un orden superior no es el único punto que el pachuco retratado por Paz y el hombre rebelado camusiano tienen en común. Otro rasgo que los entrelaza es la dualidad, que se encuentra de manera abundante tanto en el comportamiento del pachuco como en el modo de ser del hombre rebelado. Para Camus (1986: 17), un hombre rebelde es en primer lugar “un hombre que dice no”, “el que se vuelve o revuelve contra algo”. A los ojos de Paz (pág. 15), la oposición al presente y al pasado es la característica primordial del pachuco, quien “no El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa y existencialista quiere volver a su origen mexicano” pero “tampoco […] desea fundirse a la vida norteamericana”; “no reivindica su raza ni la nacionalidad de sus antepasados”. El ensayista destaca, en suma, el principio de la negación que rige la actitud del pachuco: “su voluntad personal de seguir siendo distinto” (pág. 16), su voluntad de “no ser como los otros que lo rodean” (pág. 15). Sin embargo, según la propuesta de Camus (1986: 17), el rebelde a la vez dice no y dice sí ya que al mismo tiempo que se revuelve contra el poder establecido, “muestra, con obstinación, que hay en él algo que vale la pena”. Asimismo, Paz refiere al modo afirmativo como segundo rasgo central del pachuco que coexiste, contradictoriamente, con el modo negativo de su ser. El ensayista considera, en efecto, la “obstinada y casi fanática voluntad de ser” de los pachucos; su “obstinado querer ser distinto” que es a la vez una “exasperada afirmación de su personalidad” (pág. 1516). La dinámica contrastiva entre los polos negativo y afirmativo califica, pues, tanto el perfil del rebelde camusiano como el retrato del pachuco. La misma discordancia interna se reconoce en la descripción que Camus ofrece de la rebelión del arte, “movimiento que exalta y niega al mismo tiempo” (1986: 235). Paz (pág. 17) retoma esta idea del contraste cuando advierte una “ambi- 81 güedad” en el ropaje singular y estético del pachuco, ya que “por una parte, su ropa los aísla y los distingue; por la otra, esa misma ropa constituye un homenaje a la sociedad que pretenden negar.” En El laberinto de la soledad, el lector encuentra otra manifestación de la misma dualidad interior del pachuco que se describe como “un clown impasible y siniestro, que no intenta hacer reír y que procura aterrorizar” (pág. 17). A través de su discurso, Camus asimismo reitera la idea de lo contradictorio del acto de la rebelión, en el cual “rechazo y exaltación […] se equilibren en la tensión más dura” (1986: 254). Otra peculiaridad que el rebelde tiene en común con el pachuco, finalmente, es la de actuar de manera fundamentalmente libre. El hombre rebelado de Camus parte de su propia libertad fundamental para luchar por una parte de la integridad de su ser. En función de la libertad de su propia existencia, se excluye de la comunidad y de la mayoría predominante. En su rebeldía, no cuenta con aliado alguno: su gesto de rechazo le arroja a la soledad. De una manera paralela, el pachuco de Paz “se aísla” (pág. 17) por su vestimenta y su conducta diferente, su libertad le lleva a la soledad, este rasgo esencial de la idiosincrasia del mexicano que atraviesa El laberinto como un hilo rojo. La socie- 82 Eugenia Houvenaghel Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 dad norteamericana, explica Paz, se irrita ante el pachuco porque ve en él el peligro de la “singularidad” (pag. 18). Y esta singularidad, este ser diferente hace que “el pachuco parece encarnar la libertad, el desorden, lo prohibido”, “algo, en suma, que debe ser oprimidio” (pág. 18). Durante el instante de su rebelión y a través de la manifestación de una autenticidad singular, el pachuco “se afirma como soledad” (pág. 19). 2.3. Hacia una revalorización del pachuco A través de las características que acabamos de poner de relieve y que el pachuco comparte con el hombre rebelado analizado por Albert Camus, concluimos que aquel se podría interpretar como una de las encarnaciones del hombre crítico, libre y rebelado que el filósofo francés desarrolla en el marco del ambiente existencialista del París de posguerra. El pachuco también se opone a un orden superior, reúne polos opuestos y aprovecha al máximo su libertad humana. El pachuco se puede ver, pues, como un hombre rebelado que revalora su propia existencia, que dice no a la humillación y que lucha contra la condición que le imposibilita vivir. Reconsiderado a través de esta grilla de lectura, el pachuco gana en dignidad humana. Se respeta como un re- presentante del movimiento rebelde. Cuando partimos del paralelismo con la rebeldía que efectúa el esclavo contra su amo, la conducta del pachuco no es despreciable, sino que puede describirse como la reacción profundamente humana de una figura que se alza contra una condición con la que no acepta vivir ni consigue realizar su proyecto existencial. El pachuco es, bajo esta perspectiva, uno de tantos rebeldes que, en diversas épocas y de diversas formas, han expresado un sentimiento de malestar y de disconformidad con el régimen vigente. 3. A modo de conclusión Con la primera parte de nuestro estudio, en la que propusimos una lectura argumentativa del retrato del pachuco, esperamos haber atribuido a la comprensión de uno de los esquemas argumentativos subyacentes al ensayo de Octavio Paz. Esta lectura en clave argumentativa puede resultar inesperada porque, como lectores, no nos damos fácilmente cuenta de la orientación argumentativa de El laberinto de la soledad en la que sobresaltan dimensiones poéticas y de reflexión personal y confesional más que las estructuras argumentativas. Sin embago, creemos haber destacado que el discurso de Paz se puede leer también en una El pachuco de Octavio Paz (1950): Una relectura en clave argumentativa y existencialista clave distinta, más racional y analítica. El perfil del pachuco se torna, bajo esta perspectiva, más argumentativo que descriptivo-realista. El retrato que Octavio Paz hace del pachuco es duro, cruel, negativo, injusto y provocativo, sí, pero estas características no deben verse como defectos –como lo hicieron los críticos que hemos citado al iniciar este breve análisis– sino como cualidades retóricas. La negatividad del retrato posibilita el funcionamiento argumentativo del mismo en el Laberinto de la soledad. El pachuco se convierte en el eje central de la primera mitad del ensayo y cumple la función de una ilustración excesiva de la esencia del mexicano. El carácter extremo de sus características sirve al ensayista para chocar y llamar la atención en un primer momento, como punto de partida para explicar y elucidar cada una de las características comentadas en un segundo momento. A continuación, el carácter negativo y ahuyentador del retrato del pachuco sirve indirectamente como punto de arranque de la segunda parte del ensayo, construida sobre el argumento pragmático según el que conviene evitar los efectos negativos de la actitud del pachuo que rompe con los orígenes históricos; la segunda parte del Laberinto de la soledad defiende, precisamente, la necesidad de un reanudamiento con el pasado. 83 Hemos argüido, en fin, que el retrato del pachuco se convierte en el eje central de la organización bipartita del Laberinto de la soledad y que se construye en torno a una tensión recíproca entre las dos partes complementarias del conjunto. La combinación de las dos partes establece una dinámica entre el presente y el pasado: el pachuco, punto de partida de la primera parte, es un fenómeno actual en el momento mismo de la enunciación, mientras que el repaso a la historia de la segunda parte nos lleva a reanudar con los orígenes mismos de la sociedad mexicana. El laberinto de la soledad se interpreta en esta lectura como un alegato para que el mexicano no pierda el contacto con su pasado, pero antes de construir esta argumentación centrada en la historia, Paz ha tenido que recurrir a la descripción –doblemente argumentativo– de un fenómeno inspirado en el presente: el retrato chocante, provocativo y ahuyentador del tipo actual del pachuco. En la segunda etapa de nuestro estudio, hemos releído el retrato del pachuco desde un enfoque existencialista. Esta perspectiva no debe sorprendernos si consideramos el contexto parisiense filosófico en el que Octavio Paz redactó El laberinto de la soledad a finales de la década de los cuarenta. Si bien es cierto que Paz trató la esencia de la indio- 84 Eugenia Houvenaghel Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 sincrasia mexicana en El laberinto de la soledad, también es verdad que lo hizo desde afuera, tras haber dejado ese México que en aquella época no le ofrecía ninguna perspectiva para desarrollar su carrera. Incluso si en el texto del Laberinto de la soledad se reconoce una red densa de referencias a textos de autoría mexicana, Paz a la vez se sintió absorbido y estimulado por el ambiente parisiense y vio los fenómenos relacionados con la identidad mexicana a través de otros ojos después de haber iniciado su carrera diplomática en Francia. A partir de este enfoque que privilegia el contexto de creación del Laberinto de la soledad, comprendemos hasta qué punto el pensamiento de Albert Camus acerca del hombre rebelado deja una fuerte impronta en la presentación de la figura del pachuco. Así es que descubrimos en el comportamiento del pachuco un nuevo camino por el que se encauza la rebeldía humana contra una condición de existencia inaceptable. La actitud contradictoria, extraña, marginal, grotesca, anárquica y difícil de justificar de los pachucos, se inserta, así, en una larga tradición revolucionaria en cuyo seno adquiere un nuevo significado profundamente humano y, además, gana en dignidad y en credibilidad. Lejos de burlarse del pachuco o de ridiculizar su comportamiento, como le ha reprochado la crítica, Octavio Paz construye una figura, a la que, acorde con el lema camusiano “me rebelo, luego existo”, es posible conceder un sentido más profundo, entroncado con el existencialismo. Bibliografía ARENAS CRUZ, Ma. Elena (1997). Hacia una teoría general del ensayo: construcción del texto ensayístico. Castilla la Mancha. Universidad de Castilla la Mancha. BAJTÍN, Mijail (1974). La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de François Rabelais. 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La escritura comprometida1 Luís Javier Hernández Carmona Universidad de los Andes E-mail: [email protected] Resumen A Gabriel García Márquez se le ha identificado preponderantemente con una corriente literaria llamada «realismo mágico» suponiendo, de esta manera, que el Premio Nobel de Literatura hace de su escritura un hecho meramente estético. Sin embargo, si revisamos la obra del autor colombiano, nos encontramos con una escritura comprometida en la búsqueda identitaria de América Latina que linda entre la utopía y la realidad asumida a manera de compromiso implícito dentro del discurso narrativo y el ensayo periodístico. Por ello, en este artículo queremos destacar cómo, desde la ficción o el discurso ensayístico, se asume una posición dialéctica sobre la realidad del hombre y su circunstancialidad histórica, que el mismo autor encuadra dentro de los postulados socialistas a manera y razón de vía para lograr la participación colectiva y el balance de la humanidad en una posición más justa y equitativa. Palabras clave: Escritura, compromiso, historia, ficción. Recibido: 02-10-12 • Aceptado: 12-11-12 1 Este artículo forma parte del Proyecto de Investigación NURR-H-516-11-06-B, financiado por el CDCHTA de la Universidad de Los Andes. Venezuela. 87 Gabriel García Márquez. La escritura comprometida Gabriel García Márquez, Committed Writing Abstract Gabriel García Márquez has been identified preponderantly with a literary current called “magical realism,” thereby supposing that the Nobel Prize for Literature makes his writing a merely aesthetic fact. However, if we review the Colombian author’s work, we find writing committed to a search for identity in Latin America that borders between utopia and reality, taken as a commitment implicit in narrative discourse and journalistic essays. This article wishes to highlight how, whether in fiction or essayistic discourse, a dialectical position is assumed about the reality of man and his historical circumstances that the author himself frames within socialist postulates as a rationale and a way to achieve collective participation and the balance of humanity in a more fair and equitable position. Keywords: Writing, commitment, history, fiction. «Ningún ser humano tiene derecho a mirar desde arriba a otro, a menos que sea para ayudarlo a levantarse». Gabriel García Márquez Desde las Crónicas de Indias venimos buscando una explicación al imaginario americano que nace como memoria mítica y se convierte en verdadera pulsión subversiva. Este se muda incesantemente, acompañando los aires de la modernidad y su incorporación en “pos” dentro de la re-consumación de un barroco aletargado que siempre surge cuando intentamos hablar de identidad latinoamericana. Entonces, las teorías se sustentan en las dudas. ¿Qué nos hace latinoamericanos? Es el gran acertijo que se cierne sobre nuestra historia de la ideas. Por lo tanto, la categoría «realismo mágico» pareciera la respuesta más acertada. Es la que nos hace diferentes; prueba fehaciente de una imaginación mestiza que busca sus asideros estéticos. Es la historia que lucha contra la desmemoria impuesta por las glorias épicas y la cronología avasallante. O más bien, la yuxtaposición de historias; unas oficiales, otras, reincidentes en los capítulos de la subversión. A la suma, es lucha contra el olvido y la fundación de una identidad en la memoria. En palabras de García Márquez: «La historia de 88 Luís Javier Hernández Carmona Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 América Latina es también una suma de esfuerzos desmesurados e inútiles y de dramas condenados al olvido. La peste del olvido existe también entre nosotros» (Apuleyo, 1982: 76). Entonces, escribimos para no olvidar, o quizás, para soñar una memoria auténtica que nos haga idénticos en un mar de sincretismos; porque “Los sueños tienen la ventaja de que nunca sabemos si son verdad o son mentira” (García Márquez, 1995: 16). Bajo esa premisa, García Márquez asume la escritura de creación como representación adivinatoria de la realidad, “una especie de adivinanza del mundo” (Apuleyo, 1982: 36), donde azar y realidad se conjuntan en los relatos para construir mundos posibles, y así, “La vida cotidiana en América Latina nos demuestra que la realidad está llena de cosas extraordinarias” (Apuleyo, 1982: 36). Desde esta concepción, América Latina tiene para Gabriel García Márquez una significación primigenia que la hace peculiar y particular: “es un continente mágico, pues la realidad está marcada por un sello fantástico, estupendo y maravillo- 2 3 so”2. Huelga referenciar la forma y manera como el escritor ha llevado esa concepción real maravillosa a sus textos que deambulan entre la realidad histórica y los espacios míticos latinoamericanos en un intento por conjurar la soledad del hombre en estas tierras que nacieron bajo el asombro y la novedad de los conquistadores europeos. En repetidas oportunidades, García Márquez ha manifestado su preocupación por: “la soledad del individuo latinoamericano, que es gente solitaria, con dificultades de comunicación. En Cien años... lo cuento. Conversando con Mario Vargas Llosa me dice que esa soledad se debe a su alienación3”. Desde su nacimiento como entidad físico territorial, América Latina es sometida a un terrible proceso de alienación que, bajo las más inhumanas formas de imposición, constituye el gran dilema de la identidad latinoamericana sobre el que discurre con particular insistencia la historia de las ideas de nuestro continente. América Latina se ha convertido, desde siempre, en la caja chica de los países desarrollados y con ello, han plagado de hambre y mise- Estos extractos han sido tomados de una entrevista que apareció en el semanario Unidad, firmada bajo el seudónimo de Demetrio Manfredi, Nº 150, del 15/9/67 y en Altas voces de la literatura peruana y latinoamericana publicada por el autor –Maynor Freyre– en la Editorial San Marcos, Lima, 2000. Ídem. Gabriel García Márquez. La escritura comprometida ria en nombre del progreso y la autodefinición de los pueblos. Alienado el hombre latinoamericano, intenta buscar sus reflejos identitarios en culturas foráneas que atentan contra el sentido originario de las manifestaciones culturales latinoamericanas; “a nadie se le ha hecho raro que hayamos tenido que atravesar el vasto Atlántico para encontrarnos en París con nosotros mismos” (García Márquez, 2010: 124). En base a esta determinante particularidad, García Márquez propone un reencuentro con nosotros mismos desde la región latinoamericana. Esta se convertirá en una territorialización4 de la sensibilidad para proveer una mirada desde las raíces mestizas: “No esperen nada del siglo XXI, que es el siglo XXI el que espera de ustedes. Un siglo que no viene hecho de fábrica sino listo para ser forjado por ustedes a nuestra imagen y semejanza, y que solo será tan pacífico y nuestro como ustedes sean capaces de imaginarlo” (García Márquez, 2010: 124). Y en esa combinatoria entre historia y ficción, memoria e imaginación, surge 4 89 el compromiso como materialización de esa territorialización de la sensibilidad: “El desafío es para todos los escritores, todos los poetas, narradores y educadores de nuestra lengua, para alimentar esa sed y multiplicar esta muchedumbre, verdadera razón de ser de nuestro oficio y por supuesto de nosotros mismos” (Ídem: 132). Y allí se puede denotar el compromiso escritural como necesidad subjetiva del idioma que va más allá de la simple acción lingüística para convertirse en acción humana-trascendente que sirva de mediadora entre el autor y sus lectores por medio del texto. Así, el texto no es solo una expresión estética, sino más bien, un mecanismo de reflexión que usa diversas y disímiles formas expresivas para seducir a los lectores, y en el caso concreto de García Márquez, es a través del uso de la narrativa ficcional y el ejercicio del periodismo, que el autor colombiano logra incorporar las magias y maravillas del continente latinoamericano como referentes temáticos para homologar una escritura Como territorialización de la sensibilidad quiero definir una posición del enunciante desde la afectivización de su entorno, que a la vez, crea una conciencia que interacciona como acción trascendente y de cambio a través de la acción humana. Son variados los intentos que se han hecho para establecer una relación óntica-telúrica, donde los individuos se vean reflejados con su espacio geográfico-cultural a partir de una necesidad subjetiva que contribuya a acendrar los sentidos de pertenencia latinoamericana. 90 Luís Javier Hernández Carmona Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 profundamente barroca5 con contenidos cósmicos-telúricos, para lograr un desborde de la imaginación aleccionadora dentro de los perfiles identitarios. Ante las particulares circunstancias de América Latina, García Márquez cree que: “el destino no solo de Latinoamérica sino de la humanidad: es el socialismo”. Un socialismo como reinvención latinoamericana, sin copiar modelos; un socialismo nacido de las circunstancias regionales6 que intente conjugar las aspiraciones desde las perspectivas idiosincrásicas de la región: Mi convicción es que tenemos que inventar soluciones nuestras, en las cuales se aprovechen hasta donde sea posible las que otros continentes han logrado a través de una historia larga y accidentada, pero sin tratar de copiarlas de un modo 5 6 7 mecánico, que es lo que hemos hecho hasta ahora, al final, sin remedio, esa será una forma propia de socialismo (Apuleyo, 1982: 105). Al final, será la reinvención de la utopía latinoamericana de lograr a través de los sincretismos una unidad política que se base en la equidad y la justicia social. En su postura ideológica, García Márquez insiste en creer: Que el mundo debe ser socialista, va a serlo, y tenemos que ayudar para que lo sea lo más pronto posible. Pero estoy muy desilusionado con el socialismo de la Unión Soviética. Ellos llegaron a esa forma del socialismo por experiencias y condiciones particulares y tratan de imponer a otros países su propia burocratización, autoritarismo y falta de visión histórica. Eso no es socialismo y es el gran problema de este momento7. Esa acepción la sustento en la inclinación de García Márquez en las descripciones reiterativas que aparecen en su obra narrativa, y le dan al decurso narrativo, una singular traducción de la realidad cósmica latinoamericana que sirve de perfil identitario a una forma de narrar, y al mismo tiempo, a un continente que busca su definición a partir de un imaginario singular. Recordemos que esa visión la pregona Simón Rodríguez y sus postulados de inventar o errar, y se yergue como principio latinoamericano, donde la región es punto de partida y destino para lograr la emancipación de los pueblos. De igual manera, el Modernismo y el Liberalismo Romántico se oponen a las posiciones positivistas que surgen una vez alcanzada la independencia latinoamericana, vuelven sus ojos hacia la región como tesis primigenia para referir y soportar lo identitario, y allí, la conjunción de espacio geográfico autóctono e idiosincrasia se convierten en recurso temático para nuevas propuestas. Entrevista con Rita Guibert. Siete voces. México. Editorial Novaro. 1974. Gabriel García Márquez. La escritura comprometida A pesar del desaliento que le causa la aplicación del modelo socialista en algunos países sigue insistiendo: “Yo ambiciono que toda la América Latina sea socialista, pero ahora la gente está muy ilusionada con un socialismo pacífico, dentro de la constitución. Todo eso me parece muy bonito electoralmente, pero creo que es totalmente utópico”8. Para García Márquez, la noción de socialismo está asociada a un estado de conciencia que va más allá de la simple contienda electoral o proyecto político partidista, porque se convierte en acción humana-trascendente que haga de la justicia y la equidad, los horizontes de los gobiernos latinoamericanos. Por lo tanto, “cualquier gobierno que haga feliz a los pobres” (Apuleyo, 1982: 109) se podrá catalogar como socialista para García Márquez. Lo cierto es que en el reino de la utopía que linda entre la aplicación política y la referencia literaria, García Márquez vislumbra el socialismo como la solución frente a los sistemas políticos actuales que para él: “son ridículos y prácticamente medievales”. Quizá porque cree en la cultura como recurso para el desarrollo de los pueblos, pero la cultura genuina y su vinculación con la acción humana, 8 Ídem 91 no la cultura burocratizada y convertida en discurso del poder; “No hay que simplificar. Lo que rechazo es la estructura ministerial, víctima fácil del clientelismo y la manipulación política” (García Márquez, 2010: 95). Esa apreciación de García Márquez la llevaríamos más allá de la burocracia gubernamental y la ubicamos en la burocracia académica, en la que el conocimiento se hace discurso del poder que apunta hacia la sectorización y la exclusión. Por ello, el autor de Cien años de Soledad, apuesta por la masificación del conocimiento y los saberes a partir de la educación: Hay quienes piensan que la masificación ha pervertido la educación, que las escuelas han tenido que seguir la línea viciada de lo informativo en vez de lo formativo, y que los talentos de ahora son esfuerzos individuales y dispersos que luchan contra las academias. Se piensa también que son escasos los profesores que trabajan con un énfasis en aptitudes y vocaciones. «Es difícil, porque comúnmente la docencia lleva a la repetidera de la repetición», ha replicado un maestro. «Es preferible la inexperiencia simple del sedentarismo de un profesor que lleva más de veinte años con el mismo curso». El resultado es triste; los muchachos que Luís Javier Hernández Carmona Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 92 salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, solo se hacen periodistas cuando tienen la oportunidad de reaprenderlo todo en la práctica dentro del medio mismo (García Márquez, 2010: 111). que pueden hacerlo. Pero sí debe plantear la realidad, ponerla ante los ojos de la gente. Porque el poeta se diferencia en que puede ver el otro lado de las cosas y su función radica en dar a conocer su interpretación de la realidad9. Aunque García Márquez se refiere específicamente al periodismo, sus consideraciones sobre el divorcio entre educación y realidad son concomitantes para cualquier carrera universitaria. Cuántos profesionales no egresan divorciados de su realidad circundante, ajenos a un sistema cultural que sirve de base para el desempeño de las diferentes profesiones, donde la cultura es punto de partida y, al mismo tiempo, de llegada en el devenir de los hombres y las sociedades. Esa es la posición ideológica-personal de García Márquez sobre el socialismo como práctica reivindicativa de las sociedades; pero, ¿y el Gabriel García Márquez escritor qué opina de esa acepción política?: Aquí se deslinda la literatura de creación del ensayo político. En la literatura de creación, el referente ideológico está entre líneas y hay que extrapolarlo del universo simbólico del autor. Porque, indudablemente, el factor ideológico no deja de moverse subyacentemente dentro de los espacios literarios como ejercicio recurrente de la imaginación que ayuda a vencer la muerte y la desmemoria: Hay algo que podría parecer dualidad, pero que no lo es. Primeramente está la ideología, la formación política del escritor. Que le da una aptitud frente a los hechos, que se refleja en su obra. Mas yo no creo que el escritor tenga que dar soluciones en sus libros; hay muchas gentes 9 Ídem. Entramos, pues, en la era de la América Latina, primer productor mundial de imaginación creadora, la materia básica más rica y necesaria del mundo nuevo, y del cual estos cien cuadros de cien pintores visionarios pueden ser mucho más que una muestra: la gran premonición de un continente todavía sin descubrir, en el cual la muerte ha de ser derrotada por la felicidad, y habrá más paz para siempre, más tiempo y mejor salud, más comida caliente, más rumbas sabrosas, más de todo lo bueno para todos. En dos palabras: más amor (García Márquez, 2010: 60). Gabriel García Márquez. La escritura comprometida En extraordinaria metáfora, la cotidianidad se transfigura en imaginación liberadora e identitaria que nos hace únicos. En ella, el sincretismo sigue siendo una gran fábrica de sueños y utopías. Elemento que no es nuevo y detalla su permanencia dentro de la historia de las ideas latinoamericanas a manera de factor impelente de perfiles identitarios que deben propiciar la empatía con los espacios latinoamericanos, tal y como lo propuso el Libertador de América: Bolívar no lo usó. Él decía América, sin adjetivos antes que los norteamericanos se apoderaran del nombre para ellos solos. Pero, en cambio, comprimió Bolívar en cinco palabras el caos de nuestra identidad para definirnos en la Carta de Jamaica: somos un pequeño género humano” (García Márquez, 2010: 92). Es la búsqueda de la autenticidad dentro de ese “pequeño género humano” del que habló el Libertador, de esa raza cósmica a la que hizo referencia Vasconcelos. Ellas indican las posibilidades ciertas de la América Mestiza a partir de la unidad de los pueblos alrededor del sincretismo cultural, entendido este como las posibilidades de autenticidad cohabitadoras en el pasado de los pueblos, en la tradición heredada que pueda reasumir el futuro a través de los antagonismos y las conciliaciones: 93 La peligrosa memoria de nuestros pueblos. Es un inmenso patrimonio cultural anterior a toda materia prima, una materia primaria de carácter múltiple que acompaña cada paso de nuestras vidas. Es una cultura de la resistencia que se expresa en los escondrijos del lenguaje, en las vírgenes mulatas –nuestras patronas artesanales–, verdaderos milagros del pueblo en contra del poder clerical colonizador. Es una cultura de la solidaridad, que se expresa ante los excesos criminales de nuestra naturaleza indómita, o en la insurgencia de los pueblos por su identidad y su soberanía. Es una cultura de protesta en los rostros indígenas de los ángeles artesanales de nuestros templos, o en la música de las nieves perpetuas que trata de conjurar con la nostalgia los sordos poderes de la muerte. Es una cultura de la vida cotidiana, que se expresa en la imaginación de la cocina, del modo de vestir, de la superstición creativa, de las liturgias íntimas del amor. Es una cultura de fiesta, de transgresión, de misterio que rompe la camisa de fuerza de la realidad y reconcilia por fin el raciocinio y la imaginación, la palabra y el gesto, y demuestra de hecho que no hay concepción que tarde o temprano no sea rebasada por la vida (García Márquez, 2010: 41). Una cultura metaforizada en diferentes facetas de la vida latinoamericana, sugerida desde el humano ser que la construye a diario, eslabonándola a lo largo de la historia como la suma de particularidades que se convierten en resistencia frente a la 94 Luís Javier Hernández Carmona Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 desmemoria y el olvido, para conjurarlos desde la constante renovación de la imaginación y los deseos de soñar: Esta es la fuerza de nuestro retraso. Una energía de novedad y belleza que nos pertenece por completo y con el cual nos bastamos nosotros mismos, que no podrá ser domesticada ni por la voracidad imperial, ni por la brutalidad del opresor interno, ni siquiera por nuestros propios miedos inmemoriales de traducir en palabras los sueños más recónditos. Hasta la revolución misma es una obra cultural, la expresión total de una vocación y una capacidad creadoras que justifican y exigen de todos nosotros una profunda confianza en el porvenir (García Márquez, 2010: 41). Y allí surge el discurso estético como el centro de integración de los pueblos y la cultura, particularidad que potencia a los escritores, poetas, cultores en función de: “El destino de la idea bolivariana de la integración parece cada vez más sembrado de dudas, salvo en las artes y las letras, que avanzan en la integración cultural por su cuenta y riesgo” (García Márquez, 2010: 94). Insistimos en interpretar el discurso estético como esa territorialización de la sensibilidad que la historia, como discurso del poder, ignora para hacer de la memoria conmemorativa el centro de sus referentes. Esto crea un sentido de exclusión que confina a la periferia todos aquellos contenidos discrepantes de sus intenciones laudatorias. Por ello, la realidad se abre como posibilidad para ser mostrada a través del discurso estético o la prosa periodística; dos formas de leer el mundo que García Márquez ha privilegiado en su labor de escritor y en su objetivo específico de recrear la memoria latinoamericana a través de un imaginario genesiaco que sirve de proyección identitaria, de identidad sensible que ayuda a sobrevivir las acechanzas de la aldea global; Con toda modestia, pero también con toda determinación del espíritu, propongo que hagamos ahora y aquí el compromiso de concebir y fabricar un arca de la memoria capaz de sobrevivir al diluvio atómico. Una botella de náufragos siderales arrojada a los océanos del tiempo para que la nueva humanidad de entonces sepa por nosotros lo que no han de contarle las cucarachas: que aquí existió la vida, que en ella, prevaleció el sufrimiento y predominó la injusticia, pero que también conocimos el amor y hasta fuimos capaces de imaginarnos la felicidad (García Márquez, 2010: 49). La cultura transfigurada en imaginario es el eje carretero que mueve las sociedades y permite la interacción desde diversos órdenes e índoles; es dinamia cultural que desborda las fronteras latinoamericanas y Gabriel García Márquez. La escritura comprometida cautiva otras tierras, entre ellas, a los agentes más poderosos de la intervención cultural de la humanidad: Cuando la integración política y económica se cumplan, y así será, la integración cultural será un hecho irreversible desde tiempo atrás. Inclusive en los Estados Unidos, que se gastan enormes fortunas en la penetración cultural, mientras que nosotros, sin gastar un centavo, le estamos cambiando el idioma, la comida, la música, la educación, las formas de vida, el amor. Es decir, lo importante de la vida: la cultura (García Márquez, 2010: 94-95). Una cultura que en principio fue considerada como bárbara y desde la extrañeza y ajenidad, cautivó a los conquistadores, se convierte, con el devenir de los tiempos, en instrumento de resistencia identitaria muy a pesar de los intentos positivistas de transformar esa particularidad en principio ideológico. Tal es el caso de Andrés Bello y Domingo Sarmiento. El primero con sus llamados a la culta Europa para que traiga el conocimiento y la cultura milenaria en pos del desarrollo de estas nóveles tierras. El segundo (Sarmiento) con sus categorías de “civilización” y “barbarie”, revela una interacción cultural que apuntaba hacia la ciudad como concepción salvífica de los estados originarios de los pueblos. Pero esa denominada “barbarie” sobrevive en la conciencia mítica de 95 los pueblos, en la aldea cósmica que antagoniza con la ciudad europea que se expande por tierras americanas como el primer proceso de globalización que sufre nuestro continente, luego del encuentro de dos mundos. Y esa conciencia mítica se hace, para unos, realismo mágico; para otros, real maravilloso; pero para todos, una fuente identitaria que nos otorga autenticidad a través de la sensibilidad forjada más allá de la realidad histórica. Esto es, en una suprarealidad que sirve para ordenar el mundo a través del autoreconocimiento cósmico devenido de un sustancioso y sincrético proceso étnico-cultural: Fue así como se defendieron de los invasores con la leyenda vivencial de El Dorado, un imperio fantástico cuyo rey se sumergía en la laguna sagrada con el cuerpo cubierto con polvo de oro. Los invasores les preguntaban dónde estaba y ellos señalaban el rumbo con los cinco dedos extendidos. <<Por aquí, por allá, más allá>> decían. Los caminos se multiplicaban, se confundían, cambiaban de sentido, siempre más lejos, siempre más allá, siempre un poquito más. Se volvían tan imposibles como fuera posible para que los buscadores enloquecidos por la codicia pasaran de largo y perdieran el rastro sin caminos de regreso. Nadie encontró nunca El Dorado, nadie lo vio, nunca existió, pero su nacimiento puso término a la Edad Media y abrió el camino para una de las grandes edades del 96 Luís Javier Hernández Carmona Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 mundo. Su solo nombre indicaba el tamaño cambio: el Renacimiento (García Márquez, 2010, 58-59). entre las actividades del hombre a partir del cercenamiento de la sensibilidad: García Márquez metaforiza este proceso entre lo alucinado y el imaginario latinoamericano para fortalecer las bases constitutivas de un sistema cultural representado por la magia y la maravilla: “América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda” (García Márquez, 2010: 23). De allí que el gran desafío se establece en buscar los mecanismos que permitan traducir esa desbordante imaginación en conciencia identitaria, en forma de resistencia cultural donde las utopías y las nostalgias se conviertan en el lugar común de las naciones latinoamericanas: “América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración universal” (García Márquez, 2010: 27). Esta es la voz que pregona la conciliación de los sincretismos latinoamericanos a través de la cultura y sus diásporas del pensamiento que en la historia de las ideas han transigido para formar una dicotómica cultura que se fundamenta en la sensibilidad del hombre, posibilidad que vence las limitantes entre ciencia y arte, ese eterno divorcio Nos hemos atrevido a desafiar el contubernio tan temido de las ciencias y las artes; a mezclar en un mismo crisol a los que todavía confiamos en la clarividencia de los presagios y los que solo creen en las verdades verificables: la muy antigua adversidad entre la inspiración y la experiencia, entre el instinto y la razón (García Márquez, 2010: 38). El conocimiento transfigurado en sensibilidad se convierte en cultura; “la fuerza totalizadora de la creación: el aprovechamiento social de la inteligencia humana” (García Márquez, 2010: 39), que forja la tradición de los pueblos en las quimeras de lo auténtico y lo propio, a manera y razón de alma de los pueblos que se convierten en reflejo de sus moradores y estos, a su vez, en simbiosis de los espacios geográficos que se prolongan en medio de la sensibilidad humana y su desdoblamiento en acción humana-trascedente para dejar de ser: “una aldea sin memoria, dejada de la mano de sus dioses en el último suburbio de la gran patria universal” (García Márquez, 2010: 47). Cultura y memoria se transforman en homología para crear conciencia liberadora de los pueblos, espacios de libertad para imaginar sin ataduras el pasado en su devenir en futuro, reinventar y reescribir la Gabriel García Márquez. La escritura comprometida historia como imaginario fundante de autenticidades y no microfísicas del poder que justifiquen genocidios y atrocidades. La sensibilidad humana y su traducción en revuelta íntima genera una cultura centrada en el hombre como alfarero de su propio compromiso y sentido de pertenencia con respecto a los espacios de la sensibilidad que transforman los rigores científicos. Tal es el caso de la historia y demás ciencias sociales con un corte preocupantemente cientificista, donde los seres humanos se transforman en simples gráficos estadísticos. Por lo tanto, el discurso estético, además de ser prolongación del sujeto cultural se presenta en la particular dicotomía de traducir ese complejo y rico imaginario, al mismo tiempo representa el más puro acto de sinceridad, y esa es la perspectiva que tiene García Márquez de la labor del escritor: Escribir bien, no bonito, sino con absoluta sinceridad. Pero nosotros queremos resolver desde ahora un problema, ya que estamos seguros que viene eso (el socialismo). Es mi convencimiento de que un escritor no puede renunciar a la crítica, inclusive en la sociedad socialista, tratando de buscarle un perfeccionamiento 10 Ídem. 97 constante. Por eso los escritores que queremos al socialismo señalamos esto10. Ahora bien, ¿cómo aparece esa postura sobre el socialismo en la obra de García Márquez? Creo que de todas las maneras y de ninguna porque no hay una definición convencional sobre el socialismo, sino una reconstrucción de la historia latinoamericana a través de la conciencia mítica, de la inversión de la causalidad a partir del discurso ficcional, como maneras de mostrar una realidad paralela que corre a la par de la historia oficial, desde donde es posible mostrar a los sujetos migrantes y periféricos que deambulan como metáforas de la conversión humana, más allá de las intrincadas redes del poder político. La obra literaria de García Márquez es una reconstrucción de la utopía latinoamericana a través del imaginario social que heredó de sus abuelos, esto es, un ejercicio de la memoria particular que trata de armar una lógica de sentido entre historia y ficción. Dentro de los imaginarios garciamarquianos existe una recurrencia a caricaturizar a los caudillos por medio de la decrepitud y la vejez. Son seres atropellados por la historia dinámica, pero a diferen- 98 Luís Javier Hernández Carmona Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 cia de la historia de bronce que han construido las posiciones positivistas, envejecen y se subsumen en mundos de la soledad y la congoja. Es una recurrente sustitución del patriarcado por el matriarcado, donde las mujeres asumen el rol protagónico, son las ductoras de la historia, tal es el caso de Úrsula Iguarán en Cien años de soledad. Y precisamente en Cien años de soledad aparecen una serie de indicios que nos llevan a pensar en una aproximación sociológica desde las perspectivas del socialismo. Macondo se transforma de una aldea de veinte casas de barro en una pujante comunidad que crece a la sombra de una compañía bananera que a la postre destruye el pueblo y lo sume en el más desastroso estado de abandono y postración. A los inicios, Macondo es el escenario del trabajo comunitario a través de la guía de la familia Buendía. Primero de la mano del Coronel Aureliano Buendía y, posteriormente, a través de las diligencias de Úrsula Iguarán. Recordemos que es ella quien encuentra la ruta de los mercaderes que llegan a Macondo e inician la 11 transformación anterior a la llegada de la compañía bananera. El liderazgo de los Buendía es una dialéctica que fluye entre una realidad histórica y la conciencia mítica que llega con los gitanos. Es la acepción del mundo entre lo propio y lo ajeno que, dentro de la historia textual, configura el mundo socio-político sobre el cual se rige la ley de los hombres y la naturaleza en medio de un espacio donde las cosas no tienen nombre y todo está conformándose como espacio sígnico. Es la oportunidad de enmendar errores y construir las utopías latinoamericanas dentro del reino de la idiosincrasia. Y donde las estructuras del poder, y más aún, del poder militar, son desplazadas por las isotopías de la sensibilidad-afectividad de los personajes, que surgen al margen de la historia conmemorativa, acuñadas por la vejez y la soledad11. Allí es donde las glorias militares se convierten en instrumentación mítica que construye un imaginario otro, a través del cual se reinventa la historia: El tema ha sido una constante de la literatura latinoamericana desde sus orígenes, y supongo que seguirá siendo. Es Tal es el caso de sus novelas: El coronel no tiene quien le escriba, El otoño del patriarca, El general en su laberinto. Y las de otros escritores latinoamericanos como: El señor presidente de Miguel Ángel Asturias, El recurso del método de Alejo Carpentier, Yo el supremo de Augusto Roa Bastos, y Oficio de Difuntos de Arturo Uslar Pietri. Gabriel García Márquez. La escritura comprometida comprensible, pues el dictador es el único personaje mitológico que ha producido la América Latina, y su ciclo histórico está lejos de ser concluido (Apuleyo, 1982: 89). Esa circunstancialidad histórica provee a García Márquez de una interesante isotopía para desarrollar su posición sobre la hegemonía del poder, porque siempre ha “creído que el poder absoluto es la realización más alta y compleja del ser humano, y que por eso resume a la vez toda su grandeza y miseria” (Apuleyo, 1982: 89-90). A mi modo de entender, es en el cuento Los funerales de la Mamá Grande, donde la visión ideológica del escritor es el soporte de la realidad evocada dentro de esa historia textual. La parodia y la ironía son perspectivas desacralizadoras de una cultura establecida por siglos en América Latina, dentro del culto al poder y la adulancia de las instituciones del Estado. La Mamá Grande simboliza la oligarquía terrateniente, la oligarquía criolla que recibe toda la solidaridad de las demás instituciones del poder. Así queda demostrado con el viaje del Papa a Macondo para asistir a las exequias de tan importante difunta y en evidencia de la solidaridad de los poderes. Al tratarse de una representante del poder económico que en su muerte reúne todos los poderes; desde el Papa, el presidente hasta 99 los dignatarios del Estado, pone en entredicho la notación caudillista y demuestra la sumisión de todos los poderes frente al económico. Es la manifestación de un anacronismo feudal que se burla de los individuos históricos, se burla de la historia épica y reafirma las potencialidades de la actividad comercial como el verdadero ejercicio del poder en América Latina. Pero aún más, el poder que se hereda y se comparte en la consanguinidad, las familias que se convierten en dueñas de las comunidades, e incestuosamente garantizan su reproducción y supervivencia. La muerte se convierte en el esplendor de la realización de los más fervientes deseos de grandeza de Mamá Grande en la formación de su imperio que se acaba con su muerte, ya que parientes y sobrinos comienzan a desbaratar la casa para repartírsela. La misma historia textual pronostica que “vendrán tiempos mejores”, invocando el desdoblamiento de la metáfora latinoamericana, de cómo los herederos de los terratenientes se multiplicaron en el ejercicio del poder. Modernizaron los sistemas productivos e instauraron sus riquezas en el capitalismo que surgió con la formación de las ciudades y los grandes centros industrializados. Irónicamente, mientras se celebran los funerales de la Mamá Gran- 100 Luís Javier Hernández Carmona Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 de, el pueblo se divierte en medio de la feria y las fritangas, un mundo alternativo al ejercicio del poder, donde la libertad y la imaginación asaltan la realidad racionalizada y la subvierten en mundos posibles. Es la cultura emergente que surge desde la periferia y amenaza los centros estatuidos por el poder. Es lo absurdo y lo grotesco, lo cándido e inocente que pone en entredicho la institucionalidad, tal es el caso de la novela El señor presidente de Miguel Ángel Asturias, donde un grupo de mendigos trastocan el poder del dictador. Visto o no con el nombre de socialismo, dentro de la obra literaria de Gabriel García Márquez, existe una cultura contestataria que cuestiona el ejercicio del poder en Latinoamérica; la memoria mítica se convierte en periferia que subvierte los cánones, desacraliza la institucionalidad burguesa y procura soñar en la utopía latinoamericana de reescribir la cultura como factor de esperanza. Porque la palabra socialismo siempre estará asociada a la utopía, al bien y la bondad, la justicia y la equidad, de pretender sustituir las hegemonías políticas y económicas, por sistemas sociales basados en el compartir comunitariamente los beneficios sociales, políticos, económicos y culturales. Y, lógicamente, esas miradas a la literatura de creación de García Márquez, o de cualquier otro escritor latinoamericano, desde esta perspectiva del socialismo siempre dependerán del lector que quiera interrogar los textos desde una mirada sociológica, pero eso sí, teniendo muy en cuenta que lo ideológico no atropelle lo simbólico, que las utopías no sean cercenadas en función del ensayo político. No se trata de buscar ropajes ideológicos para la soledad del hombre latinoamericano como atuendos del artificio, sino como indumentaria que lo proteja contra la intemperie de la historia o los acechos del olvido. Porque para García Márquez, la escritura es profunda y constante lucha contra el olvido, más aún, en América Latina, que constantemente reedita sus aspiraciones identitarias en la conciencia cósmica originaria que sigue despertando impacto y novedad entre propios y extraños. Entonces, recordar para los latinoamericanos será una cultura de la resistencia tejedora de nuestra memoria desde la sensibilidad que permita mirarnos en nuestros aciertos y desaciertos y sentirnos, desde allí, auténticamente latinoamericanos. Sin ser neoliberales o socialistas, de derecha o izquierda, sino auténticamente latinoamericanos; puesto que: Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos Gabriel García Márquez. La escritura comprometida con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor 101 y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la Tierra (García Márquez, 2010: 29). Bibliografía APULEYO, Plinio (1982). El olor de la guayaba. Bogotá. Oveja Negra. GUIBERT, Rita (1974). Siete voces. México. Editorial Novaro. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel (2010). Yo no vine a decir un discurso. Barcelona. Mondadori. ___________ (2004). Me alquilo para soñar. Barcelona: Mondadori. FREYRE, Maynor (2000). Altas voces de la literatura peruana y latinoamericana. Lima. Editorial San Marcos. Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, Julio-Diciembre, 2012: 102 - 120 ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50 Aporte para la comprensión del discurso literario: la paradoja emocional Steven Bermúdez Antúnez Universidad del Zulia Maracaibo-Venezuela E-mail: [email protected] Resumen El presente artículo pretende proponer una nueva paradoja al conjunto ya existente y relacionado con la ficcionalidad literaria. Esta nueva paradoja la denominamos emocional. Así, mediante un examen de las nociones de paradojas y de la categoría de paradoja ficcional, se sigue hacia la revisión de cómo la ficción produce efectos emocionales, lo cual se toma como fundamento para la formulación de esta nueva paradoja y las razones que sustentarían tal opción. Palabras clave: Discurso literario, teoría de la ficcionalidad, paradoja ficcional, paradoja emocional. Recibido: 01-10-12 • Aceptado: 02-11-12 Aporte para la comprensión del discurso literario: la paradoja emocional 103 A Contribution to Understanding Literary Discourse: The Emotional Paradox Abstract This article aims to propose a new paradox for the existing set related to literary fiction. This new paradox is called emotional. By examining the notions of paradox and the category of fictional paradox, one continues toward a review of how fiction produces emotional effects, taken as the basis for formulating this new paradox and the reasons that would support such an option. Keywords: Literary discourse, theory of fictionality, fictional paradox, emotional paradox. Preámbulo: La paradoja o lo que maravilla al entendimiento En 2009 iniciamos una investigación sobre los mundos ficcionales y la emoción, que nos produjo varias satisfacciones (Bermúdez Antúnez, 2009, 2010, 2011). De esa larga indagación fueron surgiendo datos que desconocíamos hasta ese entonces. Uno de ellos, y quizá el más atrayente, fue constatar que la emoción que se desencadena por los mundos ficcionales funciona como resultado de un circuito paradojal. Esto es: ¿cómo podía causar emoción algo que no reunía las condiciones empíricas para hacerlo? Expliquémonos. Sobre la base de nuestras investigaciones, nos acogimos a la propuesta de que las emociones (en general) son el resultado de poseer creencias (estados intencionales) determinadas. A su vez, las creencias son el desenlace ante la convicción de la existencia de un «objeto» que se presenta como garantía de su activación. Es así como el pathos tiene una direccionalidad. También, desde nuestro punto de vista, lo paradojal tiene su sustento en el hecho de que las emociones que sentimos requieren del convencimiento de la existencia de dicho objeto. En consecuencia, experimentar la emoción de la rabia o el cólera se produce debido a que el sujeto evalúa una situación (un hecho, un suceso, etc.) y cree que, efectivamente, le afecta de manera injusta (Izard, 1977; Frijda, 1986 y 1988; Casacuberta, 2000; Oatley, 2002; Evans, 104 Steven Bermúdez Antúnez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 2003; Ekman, 2007). Sin embargo, las ficciones literarias (los estados de cosas que en ellas se despliegan, los sucesos, los conflictos, los personajes, las relaciones, los eventos, etc.) no existen empíricamente hablando, pero nos trastornan sentimentalmente. Esto es una paradoja. 1. Ahora bien, ¿qué es una paradoja? A lo primero que podemos acceder para favorecer una definición de paradoja es a revisar su etimología. La palabra paradoja proviene del griego para, «contra», y doxa, «opinión» en el sentido de saber común. Así, se entiende que paradoja aludiría a un juicio que va en contra de la opinión o el saber común. Lo que realmente encantaba a los griegos de las paradojas era que encendían el entendimiento en el sentido de que nos producen la apariencia de racional a lo inadmisible (del Teso Martín, 2007: 58, Sorensen, 2003a: 5). Así, las paradojas son un buen vehículo para visibilizar la oscura complejidad de las posibilidades del mundo. Las paradojas se han constituido siempre como un punto atractivo para la especulación filosófica. Sorensen afirma que «Paradoxes are questions (or in some cases, pseudoquestion) that suspend us between too many good answers» (pad. xii). Así, Sainsbury (Sains- bury, 2009:1), al igual que para del Teso Martín (ibídem), la paradoja es la consecuencia de la supuesta aceptabilidad de una conclusión derivada de un supuesto razonamiento aceptable, el cual se ha obtenido a partir de unas (aparentes) premisas, también aparentemente aceptables. Como puede notarse, la paradoja se afianza en este extraño juego de recursividades de lo aparente y de lo aceptable. Tanto la noción de aparente como de aceptable se pueden interpretar como que la enunciación paradójica semejara, a primera vista y sin mayores controversias, cumplir requisitos de logicidad (cumple con el principio de no-contradicción). Así, la duda no aparece ante nuestro intelecto sino una vez que hemos mirado con detenimiento y, entonces, algo suena extraño en la secuencia de premisas o en la conclusión. Tanto las premisas como la conclusión, por separado (como afirma del Teso Martín) pueden resultar congruentes, admisibles y hasta difícilmente rechazables. No obstante, una vez que se reúnen, que conviven, se origina el desajuste lógico. Semejante también opina Pino León (Pino León, 2003). Él considera que el asunto se circunscribe a una problemática de tipo lógica: una paradoja es una elaboración proposicional sobre la cual no somos capa- Aporte para la comprensión del discurso literario: la paradoja emocional ces de afirmar ni su veracidad ni su falsedad. Esto es debido al hecho de que interpretarla como verdadera conlleva a que sea falsa o interpretarla como falsa, la hace verdadera. En este ámbito, por ejemplo, se encuentran paradojas famosas como la antiquísima del mentiroso o la del barbero1. En definitiva, existe cierto consenso entre los filósofos para aceptar que las paradojas son un conjunto de proposiciones que, individualmente, pueden resultar plausibles; sin embargo, al reunirlas, producen una conclusión inaceptable (por contradictoria) o un profundo ruido en la razón. Todo lo anterior hace que sea plausible, tal como propone Sorensen (Sorensen, 2003:3) interpretarla como una especie de “acertijo”. En ellas permanecen esos vestigios y esa seducción que los juegos verbales han mostrado dentro de la tradición. La tesis que cobijaremos consiste en aceptar, en primer lugar, que 1 105 la respuesta emocional a la literatura está estrechamente vinculada con la denominada paradoja ficcional, visión ya bastante debatida y aceptada en teoría de la ficcionalidad. No obstante, queremos ir más allá. En segundo lugar (y esta sería nuestra contribución) queremos proponer otra vuelta de tuercas en lo referente a esta paradoja: dentro de ella se realiza otra -que proponemos denominar paradoja emocional-, la cual es la responsable de que la primera se realice y perpetúe plenamente. La paradoja emocional, entonces, surgirá a partir de un aparente contrasentido en las consecuencias que se generan entre la relación de lectores, el efecto estético y el provecho humano de estas consecuencias. El propósito de este trabajo, al final, será el de elevar esta paradoja (la emocional) para que sea un nuevo habitante de esta región en la medida en que se constituye como un recurso relacional especialísimo con la literatura. La paradoja del mentiroso se resume en el siguiente enunciado: “Esto que digo es falso”. Si es verdad que lo que dice es falso, entonces es verdadero. Claro, acá sería un buen ejemplo para plantearnos la interpretación desde el enunciado y desde la enunciación. Seguro tendríamos consecuencias diferentes. La paradoja del barbero, propuesta por Bertrand Russell, dice como sigue: “En una barbería hay un cartel que dice lo siguiente: “Yo afeito a quienes no se afeitan a sí mismos, y solamente a estos. La pregunta es: ¿quién afeita al barbero?”. 106 Steven Bermúdez Antúnez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 La paradoja ficcional como centro de especulación literaria La teoría de la ficcionalidad literaria ha recorrido, en las tres últimas décadas, un amplísimo abanico de propuestas con las que intenta darse una configuración idiosincrática. Como ya definíamos en 2006 (Bermúdez Antúnez, 2006), el discurso ficcional (como forma de interrelación socio-semiótica) se especializaría en instaurarse a partir de la comunicación literaria. Esta propicia y acepta la creación, por parte de un autor, de entes imaginarios en un mundo ficcional que son recepcionados (e interpretados) por un lector dentro de las coordenadas que establece y demarca el pacto ficcional. La teoría de la ficcionalidad, entonces, como un aporte a la teoría de la literatura, ha tenido que concretar ciertas categorías claves para pensarse. Una de estas categorías, sin duda, ha sido trabajar sobre la que se ha dado por denominar la paradoja ficcional. Junto a la paradoja ficcional se localizan una serie de paradojas estéticas que entra y salen del territorio literario: la paradoja narrativa, la paradoja del suspense, la paradoja de la comedia y la paradoja de la tragedia. 2 Al respecto, revisar bibliografía al final. La paradoja ficcional puede descomponerse de la siguiente manera: a) Los lectores sentimos emociones por las entidades y acontecimientos ficcionales sobre los que leemos en las obras, aunque sabemos que son eso: entidades ficticias. b) Desde el punto de vista psico-fisiológico, sentir una emoción por un objeto o un evento solamente es plausible si presuponemos que dicho objeto o evento existe u ocurre y que las características que se les adjudican efectivamente son existentes. c) Sin embargo, nadie tiene la creencia de que, efectivamente, los objetos o los eventos que las obras de ficción presentan existan independientemente del espacio ficcional en que se plasman. Por el contrario, sabemos que estos son ficcionales y, por tanto, inexistentes2. ¿Dónde se encuentra el corazón de esta paradoja? En la aparente contracción de sentir emociones por entidades no existentes. Es decir, la contradicción está en el hecho de que algo inexistente pueda producir la creencia (el estado mental intencional) provocadora de una emoción. Dado este marco, se ha hecho necesario recurrir a una serie de explicaciones que den cuenta de por qué esto ocurre. No obstante, esta Aporte para la comprensión del discurso literario: la paradoja emocional paradoja está anclada en una premisa previa: la aceptación de que las aserciones desplegadas desde el discurso ficcional literario sean interpretadas como aserciones con valor de verdad; de algún tipo de verdad, por lo menos. En esta dirección, Mikkonen (Mikkonen, 2010) examina el asunto de las proposiciones ficcionales y su relación con la verdad o la falsedad de sus contenidos. Para ello estudia, como antesala, el hecho de que este debate está fuertemente centrado en la estética analítica anglo-americana. Searle afirmó en 1979 que autor real (como hablante y responsable real de las proposiciones ficcionales) hace como sí hablara, dado que en realidad se «esconde» detrás de otros enunciadores (narradores y personajes). Así y solo así se puede aceptar las afirmaciones en un discurso ficcional3. Mikkonen asegura que de esta postura se desprende lo que podría denominarse posición anti-cognitivista de los asertos ficcionales. Ella asegura que las ficciones literarias no pueden ofrecer aserciones de verdad ni falsedad (ya que no van 3 107 dirigidas al mundo) y, por tanto, su contribución al conocimiento proposicional es invalidado. Y es así debido a que el discurso ficcional lo producen hablantes ficticios; o en el mejor de los casos, tal como propone Searle, el autor real hace como que hace aserciones (al ponerlas en boca de otros), sin hacerlas realmente, y debido a esto, no pueden tomarse en serio. No obstante, frente a esta aparente certeza, nadie dudaría en aceptar que las ficciones literarias transmiten afirmaciones contentivas de saberes sobre el mundo o sobre puntos de vista de la realidad y que, perfectamente, pueden ser asumidas como afirmaciones valederas que pretenden afectar nuestro conocimiento sobre él. Esto puede rastrearse en esa manifiesta presencia de construcciones aforísticas en la red textual que constituyen a algunos mundos literarios. Considérese, a modo de ejemplos, las siguientes porciones textuales de diferentes cuentos. Empecemos con las líneas finales del cuento titulado “Álbum”, del escritor colombiano Héctor Abad: Esto determina, por ejemplo, que para Searle la noción de autor textual o de narrador, son puras estrategias de encubrimiento: el autor real es el único responsable de lo que dice en una obra ficcional. 108 Steven Bermúdez Antúnez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 «A veces creo que el infierno, si existiera, consistiría en poder ver, en el preciso instante de nuestra muerte, lo que están haciendo en ese mismo momento las personas a quienes hemos querido». Pasemos ahora a las afirmaciones con que comienza el cuento de Doris Lessing, “La habitación diecinueve”: «Ésta es una historia, supongo, sobre el fracaso de la inteligencia: el matrimonio de los Rawling se había fundado en la inteligencia»4. En el primer ejemplo se nos estimula a considerar el hecho (como verdad empírica) de lo que supone experimentar esa dolorosa conciencia de la muerte (de que te vas, desapareces, dejas de ser) mientras esos a quien amas siguen sus vidas y que, en muchos casos, pueden estar experimentando una vivencia totalmente opuesta a tu desgraciado destino; como en el caso del cuento en cuestión: mientras la madre moría sola en un ancianato, el personaje central disfrutaba de un delicioso encuentro amoroso. En el segundo ejemplo, se nos invita a considerar el hecho de que la inteligencia no sea garantía de éxito y que, por el contrario, puede ser más bien la ruta perfecta para la desgracia. Esta pre4 misa está presente como una amenaza a lo largo del cuento de Lessing. También serviría este último ejemplo, extraído de un cuento de la escritora mexicana Ángeles Mastreta, titulado “Ortografía”. La protagonista, después de sentirse derrotada porque su esposo «se hubiera sentido con tiempo para iniciar otra vida en otra parte», descubre, por una nota que había quedado abandonada entre los pliegues de su sofá, que la mujer por la que fue sustituida escribe con errores ortográficos. Entonces el narrador pone en la cabeza del personaje el siguiente razonamiento conclusivo: «La ortografía es una forma sutil de la elegancia del alma, quien no la tiene puede vivir donde se le dé la gana. Según el pliego que debía firmar, la causa del divorcio era incompatibilidad de caracteres. Nada más cierto, pensó ella. La ortografía es carácter. Firmó». Todos los ejemplos anteriores justifican a la llamada teoría proposicional moderada de la verdad literaria, la cual afirma que los mayores logros cognitivos de la ficción están bajo su superficie, esto es, en la idea de que las obras literarias no son aserciones literales, pero que de- Héctor Abad, «Álbum». En: 27 relatos colombianos. Editorial Planeta. Colombia. Pp. 7-10. Doris Lessing, «La habitación diecinueve». En: Doris Lessing, Un hombre y dos mujeres. Seix Barral España. 1998. Pp. 244-283. Aporte para la comprensión del discurso literario: la paradoja emocional bajo de su espacio discursivo se invita al lector para que escuche dichas aserciones dado que pueden implicar o sugerir postulados que afecten su conocimiento del mundo (Mikkonen, 2010:314). Esto es lo que podría considerarse como el efecto perlocutivo de los actos de habla ilocutivos de ficcionalización, producidos por el discurso literario. Con todo esto, Mikkonen todavía reclama que se puede ir más allá: Many literary fictions imply assertions, or thematic claims or theses, by broad passages, such as events in the story or the work as a whole. Actually, there are even genres of literature in which making assertions in order to instruct, advice, or criticise, for example, is an essential part of a work’s design function, such as allegory (Everyman), parable (Steinbeck’s Pearl), satire (Orwell’s Animal Farm), thesis novel (Golding’s Lord of the Flies), and thesis play (Lessing’s Nathan der Weise), to mention some (Ídem.). Queda claro que para Mikkonen, el asunto de la intención autoral5 es relevante en lo concerniente a examinar la validez de las aserciones ficcionales. Así, para él, si las obras literarias de ficción ofrecen afirmaciones y su- 5 109 gerencias literarias, esto conlleva a distinguir ambas categorías. Las afirmaciones literarias se pueden considerar bastante delimitadas ya que se presentan a través de expresiones demarcadas, por ejemplo, en el habla de un personaje, el monólogo interior, el discurso explícito o el comentario. Esto las hace fácil de identificar y relativamente cómodas de interpretar. En el caso de las sugerencias literarias, es diferente. Ellas se presentan y son transmitidas por el entramado de recursos retórico-literarios que la obra despliega. De allí que las sugerencias literarias ofrezcan varias interpretaciones correctas o plausibles. De esto se desprende la implicación de que las afirmaciones que hacemos sobre la temática de una obra pueden ser parafraseadas en varias formas aceptables. Cuando el lector se interna en una obra literaria ficcional, establece conexiones entre ambos niveles y los utiliza en la construcción de su respuesta emocional. Esto ya, más o menos, lo sabíamos dado que lo señaló -sin desarrollarloDolezel. Dolezel (1999:53) afirmó que en la textura de las ficciones literarias narrativas podemos encontrar dos tipos de proposiciones: las afir- Esto nos lleva a considerar que el autor y su intención tienen un valor para la interpretación de la obra ficcional. Visto así, habría que aceptar el hecho de que todo autor construye una obra ficcional y pone en su textura un propósito, una intención, la cual puede o no se acogida por el lector. Lejos estaría esto de una supuesta muerte del autor. 110 Steven Bermúdez Antúnez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 maciones que expresan opiniones y creencias sobre el mundo real (digresiones reales), y las que incumben a las entidades del mundo ficcional (comentario ficcional). Estas últimas, construyen al mundo ficcional. En el caso de las primeras, tienen como propósito afectar nuestro conocimiento del mundo y generar una nueva mirada sobre él6. Por su parte, Levinson (Levinson, 1997) acepta que responder emocionalmente a los productos artísticos es tan familiar que no puede llamarnos la atención. Lo que ocurre con la respuesta emocional está situado en los diferentes niveles que la activan; ya sea el trabajo en sí mismo o las vicisitudes que padecen los personajes. Este autor agrupa las posturas que se han ofrecido al debate sobre cómo se puede explicar que los mundos ficcionales desencadenen respuestas emocionales a sus receptores. Dado el interés que representa para la discusión, me permitiré corear (parafraseando) sus argumentos: a) La solución no intencional: las respuestas emocionales a las ficciones no son, realmente y a pesar de parecerlas, emociones genuinas. En 6 tales casos, lo que estaría experimentado el sujeto es un estado afectivo menos complejo, tales como la alegría o reacciones espontáneas (como el shock). Este estado carece de intencionalidad y de evaluación cognitiva. No obstante, esta explicación apenas da cuenta y se ajusta con una pequeña porción de las respuestas desarrolladas a partir de la interrelación con las ficciones. b) La suspensión de la incredulidad: cuando se está interactuando con ficciones literarias, los participantes se permiten, temporalmente, aceptar la creencia de que las situaciones y personajes son auténticos. Invierten, así, las creencias de su inexistencia a medida que se sumergen en la ficción: a mayor inmersión ficcional, mayor receptividad a los estímulos del mundo ficcional y se tiene menos presentes las valoraciones del mundo empírico. Esto supone, sin embargo, una capacidad de control de la voluntad asombrosa y entrenada, la cual posibilite mantener la distinción entre realidad empírica y realidad ficcional. c) Aceptar la ficción como un sustituto de la realidad: las respues- Sobre las digresiones R, concluye Dolezel (1999:53): «El lector o interprete (quien habitualmente presiente que estas digresiones expresan opiniones del propio autor) tiene derecho a preguntar sin son verdaderas o falsas en el mundo real. Puesto que obedecen a condiciones de verdad diferentes del propio texto ficcional, las digresiones R no se pueden utilizar como una fuente para una semántica ficcional». Aporte para la comprensión del discurso literario: la paradoja emocional tas emocionales a las ficciones toman como reales a objetos y acontecimientos que no existen empíricamente. Dada esta situación, esta respuesta puede sustentarse sobre tres posibilidades: 1. Considerar que el objeto de la respuesta emocional sea la obra misma, la representación artística o parte de ella. 2. Considerar que el objeto de la respuesta emocional es producto de las descripciones, las imágenes, las proposiciones o los pensamientos representados por la ficción. 3. Considerar que las respuestas emocionales son reales o fenómenos de la experiencia del sujeto y que la ficción nos las activa y coloca, indirectamente, en la mente. d) La solución antienjuicialista: las respuestas emocionales a los objetos de la ficción son la evidencia de que no se requiere de la exigencia lógica de la existencia de la entidades. Basta con un conjunto de acciones cognitivas más sutiles, tales como verlas de cierto modo, concebirlas de cierta manera o vincularlas con algo. Entendidas así, no habría que categorizarlas de modo diferente a como se hace con las emociones reales ya que ambas demandan la intervención de cierto tipo de cognitivismo. e) La solución de la sustitución de la creencia: había que admitir 111 que ciertas respuestas emocionales a las ficciones necesitan de la creencia de que, solo y exclusivamente, es en el mundo ficcional en donde los personajes existen y que únicamente es allí donde les sucede, efectivamente, vicisitudes. Esta solución impone recurrir a la noción de verdad ficcional, defendida, por ejemplo por Dolezel (Dolezel, 1999b). f) La solución irracionalista: esta solución propone que mientras estamos sumergidos en las ficciones literarias se produce una especie de cortocircuito cognitivo y nos hacemos irracionales. Por eso respondemos emocionalmente a los objetos que sabemos que no existen y que, por tanto, no poseen las características que se le adjudica en el mundo ficcional dado. g) La solución de «hacer-creer» o de la imaginación: la respuesta emocional a la ficción no puede entenderse, en sentido estricto, como ejemplares de las emociones ordinarias con cuyos nombres tendemos a etiquetarlas. Es decir, sentir «miedo» en la vida real (etiqueta lingüística para un tipo de emoción) no es lo mismo que sentir «miedo» por un acontecimiento o por un personaje de un mundo ficcional. Por el contrario, son solo casos imaginarios de hacer-creer las emociones. La idea central es que cuando interactuamos con productos ficcionales, nos hacemos-creer que experi- 112 Steven Bermúdez Antúnez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 mentamos emociones por los objetos y acontecimientos que ocurren en el mundo ficcional. Quede claro, entonces, que el acercamiento teórico sobre el estatus que debe cumplir un texto ficcional para suscitar emociones, presenta una larga y amplia lista de controversias críticas. Aceptar un desenlace una u otra al respecto, dependerá del episteme desde el cual se desprenda la discusión. En nuestro caso, asumimos que la ficción literaria es un tipo de género enunciativo, condicionado así, por su finalidad (la socialización estética de experiencias intimas producidas por la imaginación autoral) y la situación o marco en que se desarrolla (el proceso de inmersión ficcional del lector que acepta el pacto ficcional) y que, como consecuencia, genera y proporciona a sus receptores, diversos tipos de experiencias humanas; entre ellas, las emocionales. Ahora bien: ¿Hay emociones únicas para apreciar el arte? O lo que es lo mismo, ¿existen emociones estéticas en sí misma que solo afloran cuando estamos inmerso en el prendamiento estético? El mismo Levinson afirma que, a pesar de admitir la dificultad teórica del asunto, se podrían postular unas categorías básicas de afectos positivos concurrentes durante la experiencia estéticas. Aunque no sean exclusivas del arte, son distintivas de la apreciación de la obra y, creemos nosotros, también por su contenido. Las candidatas podrían ser la admiración para la habilidad del trabajo artístico, la fascinación por la forma en que se presenta la obra, el placer por la belleza que inspira y la intimidación por la profundidad que lograría penetrar o expresar. Con todo y a nuestro parecer, alcanzarlas siempre supondrá que el apreciador posee o tiene a su favor cierto entrenamiento y cierta disposición que lo habilitan para experimentarlas. Susan Feagin (Feagin, 1997) concuerda en que las obras literarias de ficción producen (algunas) emociones. Es más, para ella esta facultad es relevante ya que las convierte (a las obras literarias) en un poderoso criterio para su apreciación. Feagin centra su trabajo en indagar cómo las emociones derivan de creencias que el sujeto debe tener. Para sentir emociones durante el proceso lector es necesario tener creencias sobre la validez de lo que ocurre en el mundo ficcional, aunque los lectores saben que dichos acontecimientos no afectan, realmente, su mundo empírico. ¿Entonces? Para la autora esta experiencia se da, en ciertos casos, debido a un proceso de empatía o de sentimientos compartidos con los seres de ficción. Para la autora no es relevante la discusión de si la emo- Aporte para la comprensión del discurso literario: la paradoja emocional ción empática que experimentamos por los objetos ficcionales es igual a la experimentada en la vida real. Más bien le interesa analizar lo que se siente al sentir empatía por un ser de ficción, sobre todo en relación con la variedad de actos mentales que contribuyen a imaginar (en el sentido de que lo que ocurre, ocurre en nuestras mentes) la experimentación de una emoción. Por ejemplo, imaginar tener miedo, estar enojado, sentir remordimiento, sentir asco o repugnancia, entre otros. Por tanto, el punto crucial para Feagin es el asunto de la empatía ficcional. Es a este mismo criterio al cual ha apelado el escritor mexicano Jorge Volpi (Volpi, 2011), en un trabajo reciente, cuando afirma: Leer una novela o un cuento no es una actividad inocua: desde el momento en que nuestras neuronas nos hacen reconocernos en los personajes de ficción –y apoderarnos así de sus conflictos, sus problemas, sus decisiones, su felicidad o su desgracia–, comenzamos a ser otros. Conforme más contagiosas –más aptas– sean las ideas que contiene una narración, sus secuelas quedarán más tiempo incrustadas en nuestra mente, como las secuelas de una enfermedad viral o de una fiebre terciaria. La única cura es, por 7 113 supuesto, el olvido. Y la lectura de otras novelas (pág. 14). Todo lo anterior ha conducido a buscar explicaciones de cómo funciona nuestro cerebro en relación con la lectura literaria. Al respecto, Lisa Zunshine (Zunshine, 2006) ha propuesto acoger la teoría de la mente7 para explicar nuestra permanente necesidad e interés en leer ficciones literarias. La teoría de la mente es, fundamentalmente, una categoría de análisis de los psicólogos cognitivos. Ellos la emplean para describir la capacidad que tenemos para aventurarnos a explicar, desde el comportamiento observable, los pensamientos, sentimientos, creencias y deseos de las otras personas. Esto quiere decir que, en general, los seres humanos nos atrevemos a emitir juicios de cómo piensan los otros («leemos sus mentes») y les asignamos estados mentales específicos, usando como evidencia el escrutinio de su actuación. Sin embargo, en realidad, lo que hacemos es traducir la autoconciencia perceptiva que tenemos de nosotros mismos a estados mentales de los otros. En el caso de la literatura, la información de tales comportamientos nos viene No nos parece casual, entonces, que el libro de Jorge Volpi arriba citado lleve por título: “Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción”, 2011. 114 Steven Bermúdez Antúnez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 dada a través del proceso lector. Los textos se nos ofrecen con un equipaje lingüístico limitado (el texto dice lo que dice) e inevitablemente, tal como lo señaló Román Ingarden (Ingarden, 1998), repletos de huecos e indeterminaciones. Esto conlleva a que potenciemos al máximo nuestro proceso de interpretación, a que correlacionemos acciones con pensamientos y creencias y a que, finalmente, construyamos hipótesis sobre los sentimientos, creencias y emociones que se despliegan en el mundo ficcional. 2. Finalmente, un nuevo miembro: la paradoja emocional Si aceptamos, entonces, a los productos ficcionales como buenos ejemplares o como ejemplares prototípicos para la apreciación de la respuesta emocional humana, debemos considerar la posibilidad de elevar esta nueva paradoja. Esto sería posible dado que «Entendamos, por tanto, a partir de ahora la literatura como un producto mental que, si acaso, se dirige a un estado de ánimo, pero que no depende en puridad del mundo físico» (Moreno, 2010: 79). En este sentido, el efecto lector no sólo se alcanza debido a los diversos lazos comunicantes del texto con el mundo, sino también debido a las complejas informaciones particulares que cada lector acumula de- bido a su experiencia lectora previa. De allí que consideremos al ámbito de la lectura de ficciones literarias como un buen candidato para evidenciar cómo las emociones son producidas por procesos de evaluación cognitiva de los sujetos que las disfrutan. Estamos seguros de que llegamos a sentir emociones durante las lecturas de los productos ficcionales solo al hallar suficientes índices textuales que estimulan la producción y relación de representaciones mentales. En otras palabras, únicamente se alcanza con éxito si se colocan en el texto las necesarias referencias para que dicha evaluación se geste desde el lector y él pueda «leer la mente» de aquellas entidades ficcionales con las cuales se identifica. Este proceso es el que reconoceríamos como construcción de la emoción literaria. Si las emociones, tal como afirma Casacuberta (2000:259) son percepciones que nos facultan para detectar eventos del mundo y evaluarlos en relación con nuestros planes y propósitos, cuando leemos, estas (las emociones) solo se activarían en la medida en que podamos reconocer, integrar y asumir (en cierto modo y en cierta medida) que las vicisitudes que ocurren en el mundo ficcional se equiparan con las que podrían ocurrir en el mundo real y, por tanto, sus efectos serían similares. No en el sentido de que cuando leemos el proceso de Aporte para la comprensión del discurso literario: la paradoja emocional ejecución de un salvaje asesinato de un personaje, gritaríamos; sino en el sentido de que nuestra mente reacciona frente a las vicisitudes desplegadas en el mundo ficcional ya que las reconoce como trances provocadores de tal o cual emoción, y así y en cierto modo, las activa. Volvamos sobre la noción de la paradoja emocional. El asunto está en que las emociones son estados cognitivos-fisiológicos genuinos, reales. Ocurren como manifestación de nuestro sistema nervioso a la evaluación de situaciones reales, específica. Son el resultado ante eventos que se presentan para proporcionarnos información para nuestros planes y metas en el mundo empírico. Pongamos por caso, el placer, ya que tanto que se ha hablado del placer de la lectura. Esta es una emoción que se produce como resultado de la evaluación de una situación que excita al organismo debido a que concluye que el evento le es beneficioso y favorable de algún modo y, por tanto, no tiene por qué cambiar sus planes8. ¿Cómo puede una obra narrativa literaria producirla, entonces? La lectura de una obra lite- 8 115 raria produce esta emoción (el placer) en tanto y en cuanto el lector tenga la meta de obtener algo de ella (conocimiento, aprendizaje, valores, visión de mundo, entrenamiento, regocijo, evasión, etc.), y la asuma (lea) como su plan para ese fin. Ahora bien, suponemos que las situaciones que nos ofrecen los productos ficcionales no son reales y que sus receptores lo saben, aunque para disfrutarlas las asuman como efectivamente reales (paradoja de la ficción). Sin embargo, de ellas es posibles generar respuestas emocionales equivalentes a las que se generan frente a situaciones reales, fácticas. Para que dichas respuestas emocionales efectivamente se gesten y sean experimentadas por los receptores, se hace necesario que el producto ficcional construya la situación que conlleva a la posterior evaluación y el lector pueda comprender en qué medida se relacionan con los planes y metas de las entidades ficcionales. De este modo, los productos ficcionales se presentan como efectivos y diáfanos espacios en los que se pueden contemplar cómo los sujetos experimentamos Sigmund Freud: Más allá del principio del placer (Jenseits des Lustprinzips, en alemán original). Fue publicada en 1920 por el Internationaler Psycho-analytischer Verlag (Leipzig, Viena, Zurich). Más tarde se incluye en el volumen VI de las Obras Completas, publicadas por la misma editorial. 116 Steven Bermúdez Antúnez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 nuestras manifestaciones emocionales (en la medida en que plasman las infinitas situaciones que las generan), a pesar de que ellos (los productos ficcionales) no son situaciones genuinas, solo las representan. Y dado que los eventos presentados en las ficcionales literarias no ocurren en el mundo empírico de los lectores, sus estructuras retórica-textuales despliegan un montaje de mimemas9 estéticos-discursivos para que los receptores logren experimentar la simulación como si lo fueran. He allí la paradoja emocional. Desde tal perspectiva, es indudable que esta paradoja resulta una consecuencia inmediata de la paradoja de la ficción, pero es más. Es su necesaria coronación dado que se presenta como una consecuencia del proceso de inmersión ficcional, voluntariamente asumido por el lector a través del pacto ficcional10. Pon9 10 gamos un ejemplo con el cuento «Circe», de Julio Cortázar. Casi al final nos horrorizamos con el plan que ha venido desarrollando Delia: envenena a sus novios para no irse nunca de la casa. También compartimos la desesperación y el miedo de los Mañara (sus padres) cuando, agazapados en la cocina, esperan que, por fin, su actual novio la estrangule para de esa manera, verse librados de su maligna presencia. Sabemos que los Mañara sienten miedo de su hija (no amor) debido a que evaluamos la situación en que se encuentran: ellos saben que su hija ha estado envenenando a sus novios y llegados a este punto, ¿qué evitará que en un futuro lo haga con ellos? Si la hija supone un peligro para ellos, ¿cómo hacen para que su plan de seguir con vida no se frustre? Cambiando de planes: no enfrentándose a ella sino esperando que otro lo haga. De allí la sorpresa Esta categoría la ofrece Schaeffer para explicar cómo la imitación posee una presencia y un valor determinante en la comprensión y representación del mundo. Y aunque no ofrece una definición explícita, se logra inferir que son aquellos elementos seleccionados por el productor para gestionar el proceso de representación del objeto representado. Para él (2002:72), la «… imitación no es nunca un reflejo (pasivo) de la cosa imitada, sino la construcción de un modelo de esa cosa, modelo fundado en una parrilla selectiva de similitudes entre imitación y cosa imitada». Así, dado que los mimemas se producen por una «(…) relación de semejanza selectiva», según Sheaffer (ídem), en el caso de la literatura, se lograrían a través del despliegue de un esfuerzo discursivo dirigido a construir esa semejanza selectiva a través de la selección de situaciones consideradas por el autor como las más propicias para gestar la similitud. Como pacto ficcional entendemos (Moreno, 68) «el acuerdo establecido entre un texto ficcional y un lector de dicho texto, por el cual ese lector lee los sucesos ocurridos Aporte para la comprensión del discurso literario: la paradoja emocional que se produce en el nivel del lector. Este cuento es una maravillosa muestra de cómo se edifican, desde el universo ficcional, una gama de emociones que tiene su coronación en la postrimerías del mundo narrativo y repercuten en las emociones en el nivel del lector. Sin embargo, ninguno de esos sucesos existe. No ocurren en el mundo empírico. La paradoja emocional, de índole semántica, quedaría, entonces, enunciada de la siguiente manera: 1. La praxis emocional es esencial en la vida humana como especie. Ella se logra a través de la interacción empírica con otros sujetos y con el entorno, lo cual nos lleva a aprender, a conocer, a activar y diseñar nuestras capacidades y manifestaciones emocionales. Así se alimenta nuestro mapa psico-social. 2. Tenemos experiencias emocionales al leer textos literarios, los cuales nos ponen en interacción con seres y situaciones irreales. Las experiencias emocionales derivadas de esta interacción son buenas candidatas para entrenarnos empíricamente, porque no nos pone en riesgo físico-emocional y son eficaces para afinar nuestra capacidad empática. 117 Vista así, la paradoja emocional se sitúa en esa aparente incompatibilidad que supone aceptar que la emoción sea necesaria para nuestra conformación humana y que ella surja a partir de interactuar con hechos reales; mientras que sea también cierto que la literatura tenga la capacidad de producir emociones y que estas (las emociones generadas por la ficción literaria) sean, a su vez, buenas candidatas. Ellas nos entrenan en la acentuación y profundización de nuestra condición humana ya que nos hacen más complejos al ejercitarnos en la empatía, pero a su vez, menos dependientes de los estímulos externos, al liberarlos de los riesgos físicos que supone el interactuar en el mundo empírico. Todo esto es posible ya que las emociones suscitadas desde la literatura: (…) cumple (n) una tarea indispensable para nuestra especie: no sólo nos ayuda a predecir nuestras reacciones en situaciones hipotéticas, sino que nos obliga a representarlas en nuestra mente –a repetirlas y reconstruirlas- y, a partir de allí, a entrever qué sentiríamos si las experimentáramos de verdad (Volpi, 2011:12). Entonces, si comprendemos profundamente esta paradoja, podemos como si estuvieran de verdad ocurriendo ante él». Véase bibliografía. 118 Steven Bermúdez Antúnez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 esgrimirla como un medio atrayente para la aceleración del gusto por la lectura de textos ficcionales. Los textos ficcionales se convertirían, así, en una valiosa vivencia con los que los seres humanos podemos ejercitar nuestro amplísimo espectro emocional y, por tanto, aumentar nuestra hondura empática. Los mundos ficcionales literarios nos dan la oportunidad de conocer la más variada gama de mundos íntimos y, en consecuencia, profundizar en nuestra humanización. Capacidad central para la supervivencia de nuestra especie11. Bibliografía BERMÚDEZ ANTÚNEZ, S. (2006). «La teoría de la ficcionalidad como marco epistemológico para el estudio del discurso ficcional. Intereses y fronteras». Revista de Literatura Hispanoamericana (52). _________________________ (2009). «Mundos ficcionales, ficción y ficcionalidad como dispositivos de la respuesta emocional desde la literatura y el cine». Revista de Literatura Hispanoamericana. (59), 9-27. ________________________ (2010). «Las emociones y la teoría literaria. Un encuentro enriquecedor para la comprensión del texto literario». En-Claves del pensamiento, IV (8), 147-168. __________________________ (2011). «La respuesta emocional como consecuencia del impacto narrativo de los mundos ficcionales. La consolidación de la paradoja ficcional». 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Fijémonos cómo se corresponden de manera tan próxima las últimas afirmaciones de mi artículo y estas palabras de Volpi de su libro: “… el arte no puede sino perseguir una meta más ambiciosa. ¿Cuál? La obvia: ayudarnos a sobrevivir y, más aún, hacernos auténticamente humanos” (pág. 8). 120 Steven Bermúdez Antúnez Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 SORENSEN, R. (2003). A Brief History of the Paradox: Philosophy and the Labyrinths of the Mind. Orford: Orford University Press. VOLPI, J. (2011). Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción. México: Alfaguara. ZUNSHINE, L. (2006). Why we read fiction: Theory of mind and the novel. Ohio: The Ohio State University. 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Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina Anagramas Universidad de Medellín, Colombia Teléfono: (574) 3405555 E-mail: [email protected] http://www.udem.edu.co/UDEM/Editorial/Principal/revistas1.htm Anales de Historia Antigua, Medieval y Moderna Fecha de fundación: marzo 1948 Director: Hugo Zurutuza (2009-continúa) - Carlos Astarita (1991-2009) Responsable Editorial: Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires Página web: http://www.filo.uba.ar Dirección correo electrónico: [email protected] Teléfonos / fax: 011 4334-7512 int. 129 Anàlisi Fecha de fundación: 1980 Director: Eugeni Giral Quintana Responsable Editorial: Ramón Sala (Secretario de Redacción) y Servei de Publicaciones UAB Página web: www.uab.es Dirección de correo electrónico:[email protected] Teléfonos: 93 581 44 71 (Anna Tous) / 93 581 1545 (secretaría del departamento). Facultad de Ciencias de la Información, Universidad Autónoma de Barcelona, España 126 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 Anuario de Investigaciones Responsable Editorial: Anabel Manasanch y María Cecilia Mainini Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfonos: 0221 422 4090/4015 interno 105 Publicación anual de la Secretaría de Investigaciones Científicas y Posgrado, de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Anuario ININCO Instituto de Investigaciones de la Comunicación Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, Venezuela Fax: 6622761 E-mail: [email protected] Anuario UNESCO/UMESP de Comunicación Regional Universidad Metodista de Ensino Superior, Brasil E-mail: [email protected] APORTES de la Comunicación y la cultura Fecha de fundación: Febrero 1993 Directora: Ingrid Steinbach Responsable Editorial: Ingrid Steinbach Página web: www.upsa.edu.bo Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfonos: 591-3-346400 Fax: 591-3-465757. Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra Arandu Brasil Teléfono: (67) 421-0801 Fax: (16) 624-0603 E-mail: [email protected] Arte Críticas Fecha de fundación: (on-line) 2010 Director: Carlos Dámaso Martínez Responsable Editorial: Instituto Universitario Nacional del Arte - Área Transdepartamental de Crítica de Artes (Inés Ibarra) Página web: www.artecriticas.com.ar Teléfonos / fax: 4861 – 0324 C+I Comunicación e Información Centro de Investigación de la Comunicación e Información Universidad del Zulia Venezuela Telefax: (58-61) 598085 E-mail: [email protected] Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 127 Chasqui Fecha de fundación: 1974 Director: Fernando checa Montúfar Responsable Editorial: Pablo Escandón Página web: www.ciespal.net/chasqui. Ciespal, Ecuador Correo electrónico: [email protected] Confirmación de los teléfonos / fax: 593 2 2544624 Comunicacao & Artes Escuela de Comunicaciones y Artes Universidad de Sao Paulo Brasil Teléfono: (5511) 30914063 E-mail: [email protected] Revista Comunicação & Educação Fecha de fundación: setembro de 1994 Responsable editorial: Profa. Dra. Maria Cristina Castilho Costa e Prof. Dr.Adilson Odair Citelli Página web: www.eca.usp.br/comueduc Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfono / fax: (5511) 3091-4063. Escola de Comunicações e Artes Universidade de São Paulo, Brasil Comunicação & Inovação Fecha de fundación: 2000 Director: Professora Regina Rossetti Responsable Editorial: Professora Regina Rossetti Página web: www.uscs.edu.br/revistasacademicas/ Dirección de correo electrónico:[email protected] Teléfonos / fax: 55 (11) 4239-3200. Universidade Municipal de São Caetano do Sul, Brasil Comunicacao & Sociedade Universidade Metodista de São Paulo Brasil Teléfono: (5511) 43665537 E-mail: [email protected] Comunicacao Pro Brasil Teléfono: (5521) 2648661 E-mail: [email protected] www.comunicacao.pro.br Comunicación UPB Responsable editorial: Mg. Margarita M. Llano G. y Mg. Federico Medina Cano Página web: www.upb.edu.co 128 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 Dirección de correo electrónico: [email protected] Tel: +57(4)415 90 42 Ext. 9720. Facultad de Comunicación Social y Periodismo, Universidad Pontificia Bolivariana, Colombia Comunicación y Hombre Director: Humberto Martínez-Fresneda Osorio Responsable Editorial: Universidad Francisco de Vitoria Página web: http://www.comunicacionyhombre.com Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfonos / fax: 917091400 Ext. 1590 Fax: 913511716. Universidad Francisco de Vitoria, España Comunicación y Medios Editor General: Hans Stange M. Página web: www.icei.uchile.cl/comunicacionymedios Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfonos: (56 2) 978 79 49 Fax: (56 2) 978 79 06. Instituto de la Comunicación e Imagen , Universidad de Chile, Chile Comunicación y Sociedad Responsable editorial: Dra. Gabriela Gómez Rodríguez Página web: www.comunicacionysociedad.cucsh.udg.mx Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfono: (0133) 38237505 Fax: (0133) 38268352. Departamento de Estudios de la Comunicación Social, Universidad de Guadalajara, México Comunicación y Sociedad Fecha de fundación: 1988 Director: Ana Azurmendi Responsable Editorial: Servicio Publicaciones Universidad de Navarra Página web: www.comunicacionysociedad.com Teléfonos / fax: 34 48 425 600 / 34 48 425 636. Facultad de Comunicación , Universidad de Navarra, España Comunicación. 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Observatorio Iberoamericano de la Comunicación, Red RIEC, Universitat Autónoma de Barcelona, España Constelaciones de la Comunicación Fundación Walter Benjamín Argentina Teléfono: (54-11) 49613764 Fax: (54-11) 48655773 E-mail: [email protected] Contratexto Responsable editorial: Giancarlo Carbone Página web: www1.ulima.edu.pe/Revistas/contratexto/index.htm Dirección de correo electrónico: [email protected] . Facultad de Comunicación, Universidad de Lima, Perú Convergencia. Revista de Ciencias Sociales Fecha de fundación: Enero de 1993 Director: Jorge G. Arzate Salgado Responsable Editorial: Verónica Hernández Sánchez Página web: http://convergencia.uaemex.mx Correo electrónico: [email protected] Teléfonos / fax: 52 72 22 15 04 94 Centro de Investigación y Estudios Avanzados de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma del Estado de México. Criterio Libre Fecha de fundación: segundo semestre del año 2002 Editor: Fernando Chavaro Miranda Editor Adjunto: Responsable Editorial: FERNANDO CHAVARRO MIRANDA Página web: http://www.unilibre.edu.co/CriterioLibre/ Correo electrónico: [email protected] / [email protected] Teléfonos / fax: (57) 4232741 Universidad Libre, Colombia 130 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 Crítica Fecha de fundación: (distribución electrónica) 2006 Director: Raúl Barreiros Responsable Editorial: Instituto Universitario Nacional del Arte - Área Transdepartamental de Crítica de Artes Página web: www.iuna.edu.ar/institucional/publicaciones/revistas.php Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfonos / fax: 4861 – 0324. Instituto Universitario Nacional del Arte, Argentina Cuaderno de H Ideas Fecha de fundación: 2007 Director: Lic. Guillermo O. Quinteros Responsable Editorial: Mgt. Mauricio Schuttenberg Página web: La publicación no tiene sitio web propio. La información sobre la misma se encuentra contenida en la página del Centro de Estudios en Comunicación, Política y Sociedad (http://www.perio.unlp.edu.ar/cps/index.html ). Para acceder directamente a contenidos de la revista: http://www.perio.unlp.edu.ar/cps/0003.html ) Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfonos: 54-0221-4224090, interno 128. Centro de Estudios en Comunicación, Política y Sociedad, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata, Argentina Cuadernos de información Fecha de fundación: 1984 Editora: María Olga Delpiano Responsable Editorial: Facultad de Comunicaciones Pontificia Universidad Católica de Chile Alameda 340, Santiago, Chile (C.P. 83331150) Página web: www.cuadernos.info Correo electrónico: [email protected], [email protected] Teléfonos / fax: 562 3542035 Dedica. Revista de Educação e Humanidades Fecha de fundación: Enero, 2011 Directora: María Angustias Ortiz Molina Responsable Editorial: Fernando José Sadio Ramos Página web: http://hum742.ugr.es/seccion_libre/dedica-revista-de-educao-e-humanidades/ o http://dialnet.unirioja.es/servlet/revista?codigo=15495 Correo electrónico: [email protected] Teléfonos/ fax: +351916016735. Portugal Diálogos de la Comunicación Responsable editorial: Director: Walter Neira Bronttis Página web: www.dialogosfelafacs.net Dirección de correo electrónico: [email protected] Telefax: +511 437 6767 anexo 35548. FELAFACS. Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social. Colombia Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 131 Disertaciones Fecha de fundación: 4 de diciembre de 2008 Director: Herly Quiñónez Responsable Editorial: Carlos Arcila Calderón Página web: http://erevistas.saber.ula.ve/index.php/Disertaciones Dirección de correo electrónico: [email protected]. Teléfonos / fax: Teléfono: 58 276 3405125. Universidad de Los Andes, Venezuela doxa.comunicación. Revista interdisciplinar de comunicación y ciencias sociales. Responsable Editorial: Director: Dr. Luis Núñez Ladevéze. Subdirector: Dr. Ignacio Blanco Alfonso. Página web: en construcción, pero por el momento accesible en: www.humanidades.uspceu.es/pages/investigacion/humanidades-investigacion-revista-doxa-I.html Dirección de correo electrónico: [email protected]. Fundación Universitaria CEU San Pablo. España Em Questão Faculdade de Biblioteconomia e Comunicação Universidade Federal do Rio Grande do Sul Brasil Telefone: (55) 51 3308.5263 E-mail: emquestã[email protected] www.ufrgs.br/revistaemquestao Escribania Facultad de Comunicación Social y Periodismo Universidad de Manizales Colombia Teléfono: 8 84 14 50 E-mail: [email protected] Espacios Públicos Fecha de inicio: Enero 1998 Director: Leobardo Ruiz Alanís Responsable Editorial: Zoila Román Espinal Página web: http://politicas.uaemex.mx/espacios Correo electrónico: [email protected] Teléfonos: (01 722) 2 13 16 07, 2 15 92 80. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAEMÉX Estudios de Periodismo y Relaciones Públicas Escuela de Comunicaciones Universidad de Viña del Mar Chile Teléfono: (56 32) 2462620 E-mail: [email protected] 132 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 Estudios sobre las Culturas Contemporáneas Fecha de fundación: 1986 Director: Jorge A. González Sánchez Responsable Editorial: Genaro Zenteno Bórquez Página web: www.culturascontemporaneas.com Dirección de correo electrónico: Teléfonos / fax: +52(312) 31 6 11 27 (telfax). Programa Cultura – CUIS Universidad de Colima. México Exedra. Revista Científica Fecha de fundación: Enero, 2009 Directora: Ana Maria Sarmento Coelho Comité Editorial: Pedro Balaus Custódio; Cláudia Perdigão Andrade; Francisco Moutinho Rúbio Página web: http://www.exedrajournal.com/ Correo electrónico: [email protected] Tel: +351239793120 Fax: +351 239 401461. Escola Superior de Educaçao de Coimbra, Portugal Extensión en Red Fecha de fundación: 2010 Director: Lic. Jimena Espinoza Responsable Editorial: María Juliana Franceschi Página web: http://perio.unlp.edu.ar/sistemas/ojs/index.php/extensionenred/index Teléfonos / fax: (00-54) 0221- 4250133 - 0221-4223770 E-mail: [email protected]. Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata. Argentina Figuraciones Fecha de fundación: (on-line) 2009 Director: Oscar Steimberg, Oscar Traversa Responsable Editorial: Instituto Universitario Nacional del Arte - Área Transdepartamental de Crítica de Artes (Daniela Koldobsky) Página web: www.revistafiguraciones.com.ar Teléfonos / fax: 4861 – 0324. Instituto Universitario Nacional del Arte Argentina Global Media Journal Fecha de fundación: Primavera 2004 Director: Dr. José Carlos Lozano Rendón Responsable Editorial: Dr. Francisco Javier Martínez Página web: http://www.gmjei.com/ Teléfono: (81) 83582000 Ext. 4654 Correo-e: [email protected]. Centro de Investigación en Comunicación e Información Tecnológico de Monterrey. México Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 133 ICONO 14 Fecha de fundación: 2003 Director: Francisco García García Página web: www.icono14.net Teléfonos / fax: (34) 649186701 E-mail: [email protected]. Asociación Científica de Investigación en Comunicación y Nuevas Tecnologías España Imagofagia Fecha de fundación: Abril 2010 Director: Ana Laura Lusnich Responsable Editorial: ASAECA- Asociación Argentina de Estudios sobre Cine y Audiovisual Página web: http://www.asaeca.org/imagofagia Correo electrónico: [email protected] (consultas); [email protected] (entrega de trabajos) Teléfonos: 54-11-15-6296-7294. Asociación Argentina de Estudios de Cine y Audiovisual Argentina In-mediaciones de la Comunicación Facultad de Comunicación y Diseño Universidad ORT Uruguay Uruguay Teléfono: (59-82) 9080677 Fax: (59-82) 9080680 E-mail: [email protected] Interacao Universidad Estatal de Minas Gerais Brasil Teléfono: (55-35) 32195000 Fax: (55-35) 32195251 E-mail: [email protected]. CEDAL. Centro de Comunicación Educativa Audiovisual. Colombia Intercom - Revista Brasilera de Comunicación Sociedad Brasilera de Estudios Interdisciplinarios de la Comunicación Brasil Telefax: (55-11) 8184088 E-mail: [email protected] Interlenguajes Facultad de Comunicación y Lenguaje Pontificia Universidad Javeriana Colombia E-mail: [email protected] 134 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 Intersecciones en comunicación Responsable editorial: Editora Dra.María Teresa Sansèau. Co editora: Mag. Mónica Cohendoz Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfono: (02284) 450115/331 Fax: (02284) 451197. Facultad de Ciencias Sociales Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Argentina Isla Flotante Fecha de fundación: Octubre 2008 Director: Juanita Rojas Cisternas Responsable Editorial: Patricia Poblete Alday Dirección de correo electrónico: [email protected], [email protected] Teléfonos: (+562) 7878250/8035 Fax: (+562) 7878000. Escuela de Periodismo, Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Chile Izquierdas Fecha de fundación: 2008 Director: Dra. Olga Ulianova Responsable Editorial: Dr. Manuel Loyola Página web: www.izquierdas.cl Correo electrónico: [email protected] Teléfonos / fax: 56-2-8854660. Universidad de Santiago de Chile. Chile Líbero Responsable Editorial: Prof.ª Dr.ª Dulcília Helena Schroeder Buitoni Página web: www.facasper.com.br/libero Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfonos: (11) 3170-5969 e (11) 3170-5841 Fax: (11) 3170-5485. Facultad de Comunicación Social Cásper Líbero Brasil LIS. Letra. Imagen. Sonido. La Ciudad Mediatizada Fecha de fundación: marzo 2008 Director: José Luis Fernández Responsable Editorial: José Luis Fernández y Equipo S094 Página web: http://semioticafernandez.com.ar/revista-lis/ Correo electrónico: [email protected] Teléfonos / fax: 5411 48548487. Universidad de Buenos Aires, Argentina Lumina: Revista do Programa de Pós-Graduação em Comunicação da Universidade Federal de Juiz de Fora (PPGCOM/UFJF) Responsable editorial: Potiguara Mendes da Silveira Jr. Página web: www.ppgcomufjf.bem-vindo.net/lumina/index.php?journal=edicao Dirección de correo electrónico: [email protected] Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 135 Teléfono: (55-32) 32293601 Fax: (55-32) 32293600. PPGCOM/UFJF - Programa de Pós-graduação. Universidade Federal de Juiz de Fora. Brasil Mediaciones Director: César Rocha Torres Responsable Editorial: Ibeth Molina Molina Página web: portal.uniminuto.edu/mediaciones Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfonos: 051-2916520 ext. 6728- 6735 Fax: (57-1) 436 2446. Facultad de Ciencias de la Comunicación Corporación Universitaria Minuto de Dios. Colombia Medios y Enteros Fecha de fundación: 1era época 1991, 2da. época formato digital 2009 Directores: Edgardo Toledo y Silvana Comba Responsable Editorial: Dirección de la carrera de Comunicación Social de la UNR Página web: www.mediosyenteros.org.ar Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfonos / fax: 0341 4808521 / 0341 155474777. Universidad Nacional de Rosario, Argentina MiRatón Fecha de fundación: Inicia con el número uno, publicado en Junio del año 2001 Director: Gonzaga Castro Arboleda Responsabilidad Editorial: Como una dinámica de trabajo, el Comité Editorial ha acordado que el editor de cada número sea un profesor invitado, que temporalmente forma parte del Comité y se encarga del proceso correspondiente. En este caso, los miembros del Comité podrán cumplir funciones de editores en alguno de los números. Página web: www.utp.edu.co/educacion/raton/ Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfonos: (57) (6) 3137234 Fax: 3213206. Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia Newsletter Responsable editorial: Editor Lic. Maximiliano A. Perèt. Cuerpo Editorial: Editora: Lic. Carolina D. Ferrer Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires Co-editores Lic. Manuel P. Carrera Aizpitarte ANPCYT / Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro dela Provincia de Buenos Aires / Museo Etnográfico J. B Ambrosetti, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Lic. María Eugenia Conforti CONICET / Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires Lic. Nélida Pal. CONICET / Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro 136 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 de la Provincia de Buenos Aires / Centro Austral de Investigaciones Científicas CADIC). Página web: www.soc.unicen.edu.ar/newsletter Dirección de correo electrónico: [email protected]. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad Nacional del Centro. Argentina Oficios Terrestres Director: Florencia Saintout Responsable Editorial: Natalia Ferrante, Paula Pedelaborde Página web: www.perio.unlp.edu.ar/oficios Dirección de correo electrónico: [email protected] Telefax: (54-221) 4221015. Facultad de Periodismo y Comunicación Social Universidad Nacional de La Plata, Argentina Ojos de Buey ARCOS - Instituto Profesional de Arte y Comunicación Chile Teléfono: 2044985 Fax: 2252540 E-mail: [email protected] Ojo de Buey. Revista digital de cine Fecha de fundación: Febrero 2010 Director: Ramón Besonías Román Responsable Editorial: Ramón Besonías Román Página web: http://ojodbuey.blogspot.com Confirmación de los teléfonos: 924 263552 / 6006 77739. España. Palabra Clave Fecha de fundación: Noviembre de 1996 Editor: Jerónimo Rivera Betancur Institución Editora: Universidad de La Sabana Responsable Editorial: Elsa Cristina Robayo Cruz, jefe editorial de revistas científicas Página web: http://palabraclave.unisabana.edu.co Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfonos: (57-1) 8615555 – 8616666 exts. 1413 – 1474 Fax: (57-1) 8615555 – 8616666 exts. 1412. Universidad de la Sabana Colombia Papeles de trabajo Fecha de fundación: 1991 Director: Dr. Héctor Vázquez [email protected] Dra. Margot Bigot- apbigot@citynet,net.ar Responsable Editorial: Centro Interdisciplinario de Ciencias Etnolingüísticas y Antropológico-Sociales- Facultad de Humanidades y Artes – Universidad Nacional de Rosario -Argentina Web: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_serial&pid=1852-4508&lng=es&nrm=iso Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 137 Correo-e: [email protected], apbigot@citynet,net.ar. Centro de Estudios Interdisciplinarios en Etnolingüística y Antropología Socio-Cultural Universidad Nacional de Rosario, Argentina Pedagogía Social. Revista Interuniversitaria Fecha de fundación: 1986 Directora: Gloria Pérez Serrano Responsable Editorial: Calamar Ediciones y Diseño E- mail: [email protected] Página web: www.uned.es/pedagogiasocial.revistainteruniversitaria Teléfono: +34954978009 / FAX: +34954349878. Sociedad Iberoamericana de Pedagogía Social. España Perspectivas de la Comunicación Responsable editorial: Dr. Carlos del Valle Rojas (Director) Página web: www.perspectivasdelacomunicacion.cl/ Dirección de correo electrónico: [email protected], [email protected] Teléfono: (56-45) 325387 Fax: (56-45) 325362. Programa de Magíster en Ciencias de la Comunicación Departamento de Lenguas, Literatura y Comunicación, Facultad de Educación y Humanidades, Universidad de la Frontera. Chile Pixel-Bit. Revista de Medios y Educación Fecha de fundación: 1994 Director: Dr. Julio Cabero Almenara Responsable Editorial: Ana Isabel Vázquez Martínez Página web: http://www.sav.us.es/pixelbit/ Correo electrónico: [email protected] Teléfonos / fax: 954487462/ 954487467. Secretariado de Recursos Audiovisuales y Nuevas Tecnologías. Universidad de Sevilla, España Poliantea Fecha de fundación: mayo de 2004 Director: Sebastián Romero Buj Responsable Editorial: Eduardo Norman Acevedo Página web: www.poligran.edu.co/editorial y http://www.lalibreriadelau.com/catalog/pageflip/revista_poliantea_11/flash.html (edición más reciente) Correo electrónico: [email protected]; [email protected] Teléfonos / fax: (57-1) 3468800, extensión 808. Universitaria Politécnico Grancolombiano, Colombia Prisma social Fecha de fundación: 2008 Directora: María Jesús Rosado Millán Responsable Editorial: Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada 138 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 Página web: http://www.isdfundacion.org/publicaciones/revista/index.html Correo electrónico: [email protected]; [email protected] Teléfonos / fax: 0034916302544. Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada, España Punto Cero Director: Antonio Gómez Mallea Responsable editorial: Carrera de Comunicación Social de la Universidad Católica Boliviana – Regional Cochabamba Página web: www.ucbcba.edu.bo E-mail: [email protected]. Departamento de Comunicación Social Universidad Católica Boliviana, Bolivia Question Director: María Silvina Souza Editor: Alejandro Verano Url: www.perio.unlp.edu.ar/question Correo electrónico: [email protected] Telefax: 54-221-4236778 INTERNO 116. Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata, Argentina Quórum Académico Responsable Editorial: Dr. Orlando Villalobos Finol Direcciones de correo electrónico: [email protected], [email protected] Teléfonos: (58) 0261-4127927 Quórum Académico está disponible en las siguientes direcciones electrónicas: http://www.revistas.luz.edu.ve/index.php/quac http://www.redalyc.org/src/inicioHomRevRed.jsp?iCveEntRev=1990. Centro de Investigación de la Comunicación e Información, Universidad del Zulia. Venezuela Razón y Palabra Fecha de fundación: Enero de 1996 Director: Dr. Octavio Islas Responsable Editorial: Dr. Octavio Islas Página web: http://www.razonypalabra.org.mx Correo electrónico: [email protected] Teléfonos / fax: 52 55 558645613 y 52 55 58645308. Proyecto Internet del Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México, México Revista Científica Digital Pensamiento Comunicacional Latinoamericano [revista discontinuada] Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfonos: (5511) 4366-5819 Fax: (5511) 4366-5817. Universidad Metodista de Sao Paulo, Brasil Revista de Educación Inclusiva Fecha de fundación: Noviembre 2008 Director: José Antonio Torres González. Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 139 Responsable Editorial: Editorial MAD. MAD-Eduforma - Editorial MAD - Apartado 8910 - 41080 Sevilla Página web: http://www.ujaen.es/revista/rei/index.htm Correo electrónico: [email protected] Teléfonos / fax: 953 211807. Universidad de Jaén, España Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales Universidad Nacional del Comahue Argentina E-mail: [email protected] Revista Electrónica de Investigación y Docencia (REID) Fecha de fundación: 2008 Director: Dr. Antonio Pantoja Vallejo Responsable: Dr. Antonio Pantoja Vallejo Editorial: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Jaén Página web: www.revistareid.net E-mail: [email protected] Teléfonos / fax: 953212358 / 953211809. Servicio de Publicaciones, Universidad de Jaén, España Revista Electrónica Nodos de la Comunicación Centro de Comunicación y Educación Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata, Argentina E-mail: [email protected] www.perio.unlp.edu.ar/nodos/ REVISTA FAMECOS: mídia, cultura e tecnologia Fecha de fundación: Setembro de 1994, com circulação por via impressa e, desde 2000, eletrônica. Director: Cristiane Freitas Gutfreind Cristiane Freitas Gutfreind Página web: http://revistaseletronicas.pucrs.br/ojs/index.php/revistafamecos Teléfonos/ fax: +55 51 3320-3658. Programa de Pós-Graduação em Comunicação Social, Pontifícia Universidade Católica do Rio Grande do Sul, Brasil Revista Interamericana de Nuevas Tecnologías de la Información Facultad de Comunicación y Lenguaje Pontificia Universidad Javeriana Colombia E-mail: [email protected] Revista Internacional de Folkcomunicação - Revista Folkcom (on line) Directora Geral da Revista: Betania Maciel, Presidente da Rede Folkcom Responsable Editorial: Sérgio Luiz Gadini Página web: www.revistas.uepg.br/index.php?journal=folkcom E-mail: [email protected], [email protected], [email protected] 140 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 Teléfonos/fax: (42) 3220 3361 e 3220 3291. Rede de Pesquisadores de Folkcomunicação Agência de Jornalismo da UEPG - Cátedra Unesco de Comunicação Brasil Revista latina de Comunicación Social Fecha de fundación: 1998 Página web: .revistalatinacs.org Dirección de correo electrónico: [email protected]. Universidad de La Laguna, España Revista Mexicana de Comunicación Fecha de fundación: septiembre de 1988. Director: Omar Raúl Martínez Sánchez Responsable Editorial: Omar Raúl Martínez Sánchez Página web: www.mexicanadecomunicacion.com.mx Teléfonos / fax: 52 08 42 61 / 52 07 1857 / 52 08 7756 E-mail: [email protected]. Fundación Manuel Buendía, AC, México Signo y Pensamiento Facultad de Comunicación y Lenguaje Pontificia Universidad Javeriana Colombia. Teléfono: (57-1) 3208320 ext. 4587/4563. Fax: (57-1) 2878974 E-mail: [email protected] www.javeriana.edu.co/signoyp/ Sinergia Colegio de Periodistas de Costa Rica Costa Rica Teléfono: (50-6) 2215119 E-mail: [email protected] Tecnología y Comunicación Educativas Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa México Teléfono: 5255 5671 7065. Fax: 7286554 E-mail: [email protected], investigació[email protected] Telos en la red Fecha de fundación: 1 Enero 1985. Editada hasta 1997 por FUNDESCO. Nueva etapa desde Enero de 2002 hasta la actualidad, editada por la Fundación Telefónica. Editor: Javier Nadal; Editor Adjunto: José Beaumont Responsable Editorial: Coordinador científico de contenidos: Enrique Bustamante Página web: www.telos.es; fundaciontelefonica.es Correo electrónico: [email protected] Teléfonos / fax: 900110707. Fundación Telefónica, España Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 Temas de comunicación Director: Andrés Cañizález Página web: http://www.ucab.edu.ve/revista.html Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfonos: 58-212-4074405 Fax: 58-212-4074404. Escuela de Comunicación Social, Universidad Católica Andrés Bello, Venezuela Temas y Problemas de Comunicación Centro de Investigación en Comunicación - CICOM Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina Teléfono: (0054-358) 4676181 Fax: (0054-358) 4676314 E-mail: [email protected] www.unrc.edu.ar/insti/05/comu/temasyproblemas/ Trama Universidade Estácio de Sá Comunicacao Social – Jornalismo, Brasil E-mail: [email protected] Tram[p]as de la Comunicación y la Cultura Director: Leonardo Julio González Responsable Editorial: Anabel Manasanch y María Cecilia Mainini Página web: www.perio.unlp.edu.ar/trampas (no está en funcionamiento) Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfonos: 0221 422 4090/4015 interno 105. Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata, Argentina Ventana Indiscreta Fecha de fundación: 2009 Director: Giancarlo Carbone Responsable Editorial: Jose Carlos Cabrejo Dirección de correo electrónico: [email protected], [email protected] Teléfonos / Fax: (511)4361426. Universidad de Lima, Perú Versión. Estudios de Comunicación y Política Director: Ramón Alvarado Jiménez Responsable Editorial: Virginia Méndez Página web: version.xoc.uam.mx Dirección de correo electrónico: [email protected] Teléfonos: (55) 94 50 88, (54) 83 70 80 y (54) 83 74 44 Fax: (54) 83 71 49. Universidad Autónoma Metropolitana, Departamento de Educación y Comunicación, México 141 Información general La Revista de Literatura Hispanoamericana es una publicación auspiciada por el Instituto de Investigaciones Literarias y Lingüísticas de la Universidad del Zulia y financiada por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CONDES); aparece semestralmente y tiene carácter unidisciplinario. Los objetivos de esta publicación son los siguientes: - Estimular la investigación en el campo de la literatura hispanoamericana y divulgar sus resultados. - Afianzarse como espacio editorial donde puedan confrontarse, discutirse y analizarse las más avanzadas ideas en el área de la literatura y la crítica literaria hispanoamericanas. Instrucciones y normas para el envío de trabajos La Revista de Literatura Hispanoamericana recibe trabajos en español y portugués de investigadores nacionales y extranjeros. Los artículos son arbitrados por parte de un comité de especialistas de reconocido prestigio, a fin de mantener un elevado nivel académico. El Comité Editorial se reserva el derecho de sugerir modificaciones formales a los que sean aceptados para su publicación, así como también publicar los trabajos aceptados en el número que estime más conveniente. Los investigadores interesados en publicar sus artículos en la Revista de Literatura Hispanoamericana deben seguir las siguientes instrucciones: 1. Enviar los trabajos al Instituto de Investigaciones Literarias y Lingüísticas de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad del Zulia. Revista de Literatura Hispanoamericana. Bloque Q, 204. Maracaibo. Estado Zulia. Venezuela. 2. Los trabajos deben ser originales, inéditos, no publicados ni total ni parcialmente con anterioridad, ni haber sido propuestos simultáneamente a otras publicaciones (sin antes haber sido notificado a este comité). 3. El autor debe enviar un original y tres copias de su trabajo con las siguientes especificaciones: (a) extensión entre 14 y 25 cuartillas, en papel carta, mecanografiado a doble espacio y por una sola cara; (b) enviar un CD, grabado, sin editar, en Word; (c) resumen no mayor de 250 palabras en español e inglés, con la indicación de 3 a 5 palabras clave también en español e inglés. 4. Las referencias bibliográficas se ubicarán al final del trabajo. Las referencias hechas en el texto deben incluir entre paréntesis el apellido del autor, el año de publicación y el número de página (Montejo, 1986:79). El resto de los datos será incluido en las referencias bibliográficas de acuerdo con el siguiente orden: Autor. Año de publicación. Título. Ciudad. Editorial. Número de páginas. 5. Todo trabajo deberá estar acompañado por un breve currículum vitae del autor. 6. Para comunicarse con la Revista de Literatura Hispanoamericana se deberá enviar sus mensajes al siguiente E-mail: [email protected] No. 65, Julio-Diciembre, 2012 ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50 Ficha de suscripción Institución: .................................................................................................. Apellidos: .................................................................................................... Nombres: ..................................................................................................... Dirección:.................................................................................................... Lugar de Trabajo: ........................................................................................ Teléfono:. . . . . . . . . . . . . . . . Suscripción del número: .......................... al número . . . . . . . . . . . . . . . Fecha: ...................................................... Correo electrónico:...................................................................................... FIRMA # Tarifas: Europa, Estados Unidos y América Latina: US$ 60 (por año) No. 64, Enero-Junio, 2012 ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50 Ficha de convenio de canje Institución: .................................................................................................. Apellidos: .................................................................................................... Nombres: ..................................................................................................... Dirección:.................................................................................................... Telf. o Fax: .................................................................................................. Correo electrónico:...................................................................................... Canje con la Revista:................................................................................... Editada por: ................................................................................................. Fecha de convenio:...................................................................................... # Firma: _____________________ Universidad del Zulia Rector Jorge Palencia Vice-Rectora Académica Judith Aular de Durán Vice-Rectora Administrativa María Guadalupe Núñez Secretaria Marlene Primera Coordinador Secretario del CONDES Gilberto Vizcaíno Decana Facultad de Humanidades y Educación Doris Salas de Molina Directora del Instituto de Investigaciones Literarias y Lingüísticas Fátima Celis Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65 en tiraje de 1000 ejemplares, se terminó de imprimir en Diciembre de 2012, en los talleres de Ediciones Astro Data, S.A. Telf.: 0261 7511905 ~ Fax: 0261-7831345 Maracaibo - Venezuela