Unidad 4: Chile Finisecular (siglo XIX) Tema: La Cuestión Social

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Dpto. de Historia y Cs. Sociales
Prof. Katherine Reyes A
Unidad 4: Chile Finisecular (siglo XIX)
Tema: La Cuestión Social
Guía nº4 : la Cuestión social; definiciones, consecuencias y soluciones.
Instrucciones generales:
Estimadas alumnas, mi nombre es Katherine Reyes A. Profesora de Historia y Ciencias Sociales encargada
del nivel de Segundo Año Medio, cualquier duda pueden hacerla llegar a mi correo electrónico
[email protected]. Todas las guías, presentaciones y páginas indicadas del texto escolar serán los
contenidos y aprendizajes que se evaluaran en la prueba final de Historia. (29/12/ 2011).
Objetivo:
Conocer las transformaciones de la sociedad a fines del siglo XIX y primeras décadas del siglo
XX.
Instrucciones:
1.- Lo primero que deben hacer en revisar el texto escolar, leer las paginas 247- 248- 249-250-251252-253-254-255-256.
2.- Marcar las ideas principales. Posteriormente lea y seleccione lo que le parece más relevante,
observe las imágenes y descríbalas.
3.- Desarrolle las siguientes preguntas:
3.1 ¿Qué es la Cuestión Social?
3.2 ¿Cómo reaccionó la oligarquía parlamentaria tras los movimientos reivindicativos de los
trabajadores?
3.3 ¿Quiénes fueron los siguientes personajes?:
Augusto Orrego Luco, José Tomás Urmeneta, Luis Emilio Recabarren y Baldomero lillo.
LA CUESTIÓN SOCIAL
Para observar
cuestión
www.memoriac
Familia santiaguina desposeída (1910)
Buscando sustento en la basura (1920)
En Chile, las nuevas posibilidades de crecimiento económico, en las últimas décadas del siglo XIX,
produjeron una constante migración del campo a la ciudad. En 1875, la población urbana chilena
alcanzaba a 725.545 habitantes, los que pasaron a 1.240.353 en 1895.
Esta concentración de población en las ciudades transformó la fisonomía demográfica del país y fue
el inicio de un constante proceso de urbanización.
Este proceso alcanzó mayor relieve a partir de mediados del siglo XX, ya que en 1960 la población
urbana llegaba al 66,9 por ciento del total del país, en tanto que en 1970 alcanzó al 75,2 por ciento,
y en 1979, al 80,8 por ciento.
En los inicios de este movimiento migratorio, la población que se trasladaba de las áreas rurales a
las urbanas constituyó una potencial fuerza de trabajo para la industria, la minería y los servicios
que apoyaban estas actividades.
Además, fue un mercado consumidor de productos manufacturados y comestibles que dinamizó el
comercio interno. Sin embargo; provocó una variación sustancial en el cuadro social y generó uno
de los problemas más serios a comienzos del siglo veinte: la cuestión social.
Este hecho histórico, de carácter socio-económico, según Gonzalo Vial, fue el más importante en el
cambio de siglo, pues las clases trabajadoras se vieron sometidas a una presión aplastante y ni el
sector dirigente ni el régimen político supieron hallar una solución adecuada para este conflicto.
Los síntomas del problema social surgido se manifestaron en varios planos simultáneamente, y
muchas veces unos fueron consecuencias inmediatas de otros. De este modo, la realidad social de
los primeros veinte años de este siglo se caracterizó porque en la sociedad hubo problemas de
vivienda, alcoholismo, quiebre de la familia, prostitución, enfermedades sociales, epidemias
infecto-contagiosas, delincuencia, criminalidad, inflación y algunos otros dramas que pesaron en el
cuadro social.
En el caso de la vivienda, fue decisiva la inadecuada infraestructura de las ciudades, especialmente
de Santiago, Valparaíso y Concepción, a las que llegó un mayor número de inmigrantes. La
afluencia de la población provocó hacinamiento y proliferación de habitaciones que carecían de
alcantarillado, agua potable y, en general, de condiciones mínimas de higiene y salubridad como
para albergar a sus ocupantes.
Las habitaciones más características de estos tiempos eran los conventillos, las cités, los ranchos y
los cuartos redondos. Los conventillos eran casas grandes de varias habitaciones, cada una de las
cuales era habitada por un grupo familiar. En 1906, según estimaciones de la época, había 2.000
conventillos. Estos llegaban oficialmente a 1.574 en 1912. Su número era de 2.022 en 1916, para
una población de 84.175 individuos.
Las viviendas de las "cités" tenían dos o tres piezas, lugar para la cocina, baño interior en alguna
ocasión y patio interno. En cambio, los ranchos eran viviendas precarias de una o dos piezas. A su
vez, los cuartos redondos eran habitaciones populares de un solo espacio interior, sin ventanas y sin
ventilación.
Estas condiciones materiales, junto con las sanitarias, a todas luces deficientes, provocaron con el
tiempo graves enfermedades y epidemias infecto-contagiosas, como el tifus exantemático, la peste
bubónica, el cólera, la viruela, la fiebre tifoidea, la gripe, la difteria, la tuberculosis pulmonar y otras
que caracterizaron el estado de salud de la población. El estrago provocado por estas enfermedades
repercutió en las tasas de mortalidad del país, tanto a nivel general como infantil.
Al problema de salubridad se sumó el del alcoholismo. Éste afectó, principalmente, a los habitantes
de los barrios marginales de la ciudad y fue un factor decisivo para el relajamiento social y moral de
la familia, el recrudecimiento de la delincuencia, de la criminalidad y de la prostitución. Esta
última acarreó un sinnúmero de enfermedades sociales, como la sífilis, que era contraída en los
numerosos prostíbulos de la ciudad. Los nuevos signos sociales demuestran los cambios
experimentados por la sociedad nacional.
Pero no sólo estos problemas de carácter social debió enfrentar la población que emigró del campo
a la ciudad.
Frente a la vivienda, que ya con ser deficiente era una carga pesada de soportar, los nuevos
habitantes urbanos (y también los antiguos) debieron sufrir el pago de elevados arriendos. Costo
que era difícil de solventar por los deficientes salarios y
remuneraciones de los grupos proletarios.
En el caso de la ciudad de Santiago, las más indecentes
“pocilgas”, dice Alberto Edwards, "... se alquilaban
mensualmente por la equivalencia de una libra esterlina y
quince chelines.... lo mismo que cancelaba un obrero
londinense por una casa de dos pisos, cuatro dormitorios,
comedor, sala, hall de entrada, cocina, despensa y servicios
higiénicos".
No cabe duda de que, antes de cancelar el alquiler de las
habitaciones, las familias proletarias debían satisfacer sus
Una de las tantas "cité" de
necesidades alimentarias. En este aspecto, también
Santiago.
considerado dentro de la cuestión social, repercutía
fuertemente la inflación que afectaba a la economía del país.
El fenómeno de la inflación encarecía los productos alimenticios básicos e imposibilitaba a los
pobladores marginales de la ciudad y, ciertamente, también a otros, para adquirir la totalidad de los
productos que necesitaba su familia.
Tal situación incidía en las dietas alimentarias y provocaba desnutrición en la población urbana
infantil, ya que no podía consumir los alimentos que le permitían un normal desarrollo.
Lógicamente, el problema estaba en directa relación con el valor de los productos y el poder
adquisitivo del jefe de la familia, cuyo salario era insuficiente para cubrir los gastos.
El alza del costo de la vida, para una familia obrera típica, no guardó ninguna relación con los
reajustes de salarios, razón por la cual la calidad de vida de ese grupo social era, prácticamente, de
subsistencia.
De este modo, la cuestión social abarcó un amplio espectro de problemas. El obrero urbano y los
pobladores marginales fueron los más afectados con este látigo social, pero también, debe
reconocerse, que no estuvieron exentos de él los grupos medios emergentes.
Las primeras asociaciones obreras
Desde 1870 existían asociaciones de artesanos. Hacia 1896 se creó el Centro Social Obrero, una
sociedad de carácter mutualista destinada a proporcionar asistencia a los afiliados. Apenas un año
después se creaban la Unión Socialista y el Partido Obrero, organizaciones políticas de incidencia
limitada.
Algunas de las primeras sociedades de oficio de carácter resistente se debieron a los inmigrantes
que aportaban cierta experiencia organizativa y una ideología anarquista, próxima en sus denuncias
y reivindicaciones al ámbito urbano de talleres y medianas empresas, en los que obreros y artesanos
mantenían lazos culturales compartidos.
Primeras acciones de fuerza
Los primeros grandes conflictos sociales estallaron a comienzos del siglo XX en la región central,
más urbanizada. Tuvieron su origen —como vimos— tanto en las condiciones laborales como en el
continuo crecimiento del costo de la vida en medio de un imparable proceso inflacionario que desde
1890 golpeaba, sobre todo, a los más pobres.
En 1903 una huelga de los estibadores de Valparaíso
culminaba con 35 muertos. El Ejército, usado como siempre
por el poder civil cuando es incapaz de controlar la situación,
debió emplearse a fondo para contener los disturbios
ocasionados por huelguistas y no huelguistas. Antes de que se
restableciera el orden habían sido asaltados los locales de la
Sociedad Sudamericana de Vapores y otros edificios
comerciales y de la prensa.
En 1905 se produjo el primer gran acto de masas en la historia
del país, que concentró en Santiago a más de cincuenta mil
Bien
puesto
el
nombre:
personas en contra de la carestía generada por las medidas de
"pocilga".
protección a la ganadería nacional que habían disparado el
precio de la carne; la multitud fue atacada por la policía y por bandas armadas, lo que motivó la
declaración de una huelga general en respuesta.
El gobierno recurrió nuevamente al Ejército para que le calmara la situación y sólo tras tomar la
ciudad logró restablecerse la calma, una semana después de haberse iniciado los incidentes. El
balance final arrojó sesenta muertos y más de trescientos heridos.
Las huelgas hicieron su aparición en grandes sectores de la economía y el transporte a pesar de
tratarse de una actividad ilegal y, por lo tanto, perseguida.
El descenso periódico en la exportación del salitre generó la paralización de la producción y
desempleo obrero.
En diciembre de 1907 numerosos trabajadores salieron de los campamentos mineros y se dirigieron
a Iquique para reclamar soluciones. La ciudad les recibió con una huelga solidaria organizada por
sus trabajadores, y fueron alojados en la escuela de Santa María, en donde elaboraron su pliego de
peticiones que presentaron a los empresarios. Éstos se negaron a atenderlas, mientras fuerzas del
Ejército, otra vez y como siempre llamadas por el gobierno civil para restaurar el orden, rodeaban el
poblado de los huelguistas debiendo emplear sus armas de fuego. Las cifras oficiales elevaron a
dos mil el número de fallecidos.
Las reivindicaciones laborales fueron extendiéndose a la provincia de Tarapacá. De las peticiones
concretas se pasó a formas organizativas estables y en 1909 se fundó la Federación Obrera de Chile
(FOCH), el primer sindicato nacional masivo que dio sentido de unidad a los trabajadores chilenos.
Su fuerza se concentró en el sector minero del nitrato y en el sur, pues la tradición anarquista
subsistió por un tiempo entre los trabajadores de Santiago y Valparaíso.
No obstante, como otras organizaciones de la misma época, la FOCH tuvo un contenido inicial
próximo al sindicalismo revolucionario, aunque pronto se
orientó en un sentido socialista.
En 1912 Luis Emilio Recabarren fundó el Partido Obrero
Socialista y lo vinculó a la FOCH.
Recabarren, un impresor, procedía del Partido Democrático, al
que se había unido al poco tiempo de fundarse el mismo y por
el que fue elegido diputado en 1906 por Antofagasta sin que
pudiera tomar posesión de su acta en el Congreso por
impedírselo éste.
En 1909 se adhirió a la FOCH. Su labor como organizador y
creador de numerosos periódicos obreros le convirtieron en
una figura con creciente ascendiente entre los trabajadores. En
Luis Emilio Recabarren.
1919 encabezó la fracción revolucionaria de la FOCH que
pasó a dirigir esta central; en 1921, cuando el sindicato sumaba treinta mil afiliados, consiguió que
se sumara a la Internacional Sindical Roja. En 1922 fundó el Partido Comunista.
Pese a la brevedad del período en que ocupó puestos de responsabilidad, la influencia de
Recabarren en el movimiento obrero fue profunda y duradera.
La crisis salitrera de 1919 reavivó el clima de agitación social de los primeros años del siglo. La
explotación minera prácticamente sólo podía realizarse con la presencia del ejército, mientras que el
malestar se extendió a las industrias urbanas y al sector lanero meridional, ampliamente
desarrollado en los años anteriores.
Las huelgas y manifestaciones terminaron convirtiéndose en una cuestión de orden público, a
menudo de tintes dramáticos, ya que dejaban un elevado número de víctimas mortales, tal y como
sucedió con la huelga lanera de Puerto Natales, en Magallanes, de febrero de 1919, que arrojó
quince muertos.
En 1921 acontecimientos similares se produjeron en el norte, cuando el cierre de oficinas dejó sin
trabajo a los obreros del salitre y un choque con la policía dejó un espeluznante saldo de 73
muertos.
La llamada “cuestión social” acompañó las tres décadas de
la república parlamentaria y fue haciéndose cada vez más
aguda a comienzos del siglo . El avance económico y las
condiciones en que éste se produjo generaron grandes
desequilibraos entre la población.
La primera respuesta de la oligarquía parlamentaria consistió
en recurrir a la represión para acallar las protestas y los
disturbios. La acentuación de los problemas no encontró
El cierre de las salitreras: golpe fórmulas compensatorias ni actitudes conciliadoras, crecieron
las manifestaciones contrarias al gobierno que provocaron una
mortal.
reacción más violenta. Pero la cuestión subsistió.
Legislación social
La legislación social comenzó en Chile siendo tímida y rara vez cumplida. Antes de 1914 tan sólo
se promulgó una ley sobre habitaciones obreras (1906) y una primera e insuficiente regulación del
descanso dominical (1907).
En los años de la guerra mundial, prósperos para la industria nacional, la presión sindical propició
una nueva ley sobre descanso semanal, y también la promulgación de la denominada ley de la silla
(1915), de la de accidentes de trabajo (1916) y una reglamentación de las huelgas (1917).
Los indicadores sociales de Chile colocaban al país muy por debajo de lo que su nivel económico
apuntaba.
Entre 1920 y 1924 la mortalidad infantil se situaba en el 250 por
mil y era una de las más elevadas del continente americano. En
1910, coincidiendo con la celebración del Centenario de la
Independencia, Alejandro Venegas Carus, utilizando el
seudónimo de Julio Valdés Canje, publicó un libro que sacudió la
conciencia de la nación y causó indignación en los medios
conservadores, “Sinceridad: Chile íntimo en 1910”. En él se
exponía el abandono y la miseria en que vivía buena parte de la
población mientras el poder político daba la espalda a sus
problemas.
Una literatura crítica con el estado de cosas fue abriéndose paso.
Recabarren publicó “Ricos y pobres”;Alberto Edwards Vives, “La
fronda aristocrática” (una acerada denuncia del régimen nacido en Alejandro Venegas Carus,
1891); Francisco Antonio Encina, “Nuestra inferioridad destacado crítico de la
económica”.
situación social en Chile.
Había llegado la hora de hacer balance del parlamentarismo, de su
representatividad, de la exclusión de las clases medias y de los trabajadores del protagonismo en la
vida pública.
La indiferencia del régimen político ante los problemas fue alentando un clima de repulsa y una
respuesta populista en la que el nacionalismo pasó a desempeñar un papel movilizador entre
sectores de la oficialidad. Sucesivamente se ensayaron soluciones civiles y militares en un período
de progresiva inestabilidad que dominó los años 1920 y 1930, en que se osciló entre el reformismo
y las alternativas autoritarias.
Fuentes Internet:
http://biografiadechile.cl/detalle.php?IdContenido=1360&IdCategoria=75&IdArea=334&stat
us=S&TituloPagina=Historia%20de%20Chile&pos=18
http://biografiadechile.cl/detalle.php?IdContenido=1361&IdCategoria=75&IdArea=334&stat
us=S&TituloPagina=Historia%20de%20Chile&pos=19
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