La convicción jesuítica - Universidad Nacional de Córdoba

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UNC 4OO AÑOS
Auspicia:
HISTORIA
Y FUTURO
capítulo
Córdoba, miércoles 29 de agosto de 2012
Salón de Grados, UNC. Fotografía: Antonio Carrizo, La Voz del Interior.
La convicción
jesuítica
1
CAPÍTULOS
La convicción jesuítica
capítulo 2
capítulo 3
capítulo 4
capítulo 5
capítulo 6
capítulo 7
capítulo 8
capítulo 9
UNC 400 AÑOS
PRESENTE Y FUTURO Miércoles 29 de agosto de 2012
capítulo 10
La Casa de Trejo, una
referencia fundacional
Córdoba agradece
a su universidad
Dra. Carolina Scotto
Carlos Jornet
Rectora Universidad Nacional de Córdoba
Director periodístico de La Voz del Interior
L
C
a UNC ha iniciado los festejos por sus 400 años. La historia
de los hechos y los procesos que la conformaron es
previsiblemente compleja. Pero respecto de su fundación fue
cristalizándose una interpretación firme, la que ha identificado
a nuestra universidad con la Casa de Trejo, simbolizada en
la estatua que se levantó en 1903 en el patio del Rectorado
histórico. Esa referencia fundacional se origina en la donación
del Obispo Trejo y Sanabria, mediante una escritura ante el P.
Diego de Torres a cargo de la Orden Jesuítica en Córdoba, el
19 de junio de 1613, para que “se puedan graduar Bachilleres,
Licenciados, Doctores y Maestros”. Ese acto originó la
decisión de la Orden de iniciar las clases a comienzos de
1614, matriculando a sus primeros 50 alumnos. El Breve de
Gregorio XV en 1621, y su aprobación por Felipe IV, en 1622, sólo
dieron legalidad tardía (habitual en aquellos tiempos) a una
existencia que confirman los primeros graduados en 1623. Su
transformación en una Universidad Real y Pontificia en 1800
no hace más que confirmar que existía ya una universidad
en Córdoba, la que expidió títulos continuadamente desde
sus orígenes a principios del siglo XVII, justamente porque lo
que se decidió entonces fue “que se erija y funde de nuevo
una universidad mayor con el título de Real Universidad de
San Carlos”. Cualquier modesta aproximación a la trama
de propósitos y autorizaciones papales y monárquicas que
fueron construyendo el tejido institucional colonial permite
advertir que nuestra universidad, igual que otras instituciones
(el nacimiento del Colegio de Monserrat es llamativamente
similar), no nació recién cuando el Rey lo autorizó, del
mismo modo que tampoco fue posible sólo por una exigua
dotación patrimonial. En julio de 1911, el rector de entonces
constituía la comisión encargada de la conmemoración
del tercer centenario, que por entonces se preveía celebrar
en 1914 (probablemente por considerar a ésta la fecha de
inicio efectivo de los cursos). Aquellas celebraciones fueron
pospuestas por las circunstancias por las que atravesaba el
mundo, en vísperas de la Primera Guerra. En la edición del
19 de junio de 1913, bajo el epígrafe Efemérides de Córdoba,
La Voz del Interior reseña que en esa fecha se conmemora el
aniversario de la Universidad por haber sido la donación de
Trejo la base que permitió su surgimiento. Por su parte, en 1963,
un número especial de la Revista universitaria, editada en el
rectorado de Jorge Orgaz, está dedicado al 350 aniversario. Lo
propio ocurrió en 1988, en el rectorado de Luis Rébora, cuando
se celebraron los 375 años.
Nuestra universidad se transformó en estos 400 años.
Nacida confesional, se hizo gradualmente primero y luego
completamente secular, bajo la esfera de la metrópoli
española. Luego pasó a depender de las autoridades nacidas
con la Revolución de Mayo. Se tornó provincial a partir de 1820,
hasta que fue nacionalizada en 1854. Esas transformaciones,
como las de la Nación Argentina, no nos llevan a dudar de
aquella referencia fundacional así como tampoco ponemos
en duda el aniversario de la fundación de Córdoba o el de
nuestras fechas patrias. Nos reconocemos en esa historia,
porque es la misma que acumuló, en 400 continuos años,
385 mil graduados, y transformó para siempre la vida cultural,
social y política de Córdoba y de Latinoamérica. Pública y
gratuita, científica y crítica, inclusiva y democrática, la UNC
hoy nos enorgullece, no sólo por aquella dilatada historia, sino
por su capacidad creciente para contribuir al desarrollo de una
sociedad más justa, de una cultura más libre y de un país más
soberano. Por eso celebramos este aniversario, entre todos,
edificando la universidad futura
órdoba honra a su universidad. Lo hace con encuentros
académicos, con actos populares, con publicaciones
científicas y otras de alcance masivo, como esta serie de
fascículos que hoy echamos a andar.
La universidad lo merece. Y Córdoba agradece. Porque todos
somos, en parte, hijos de aquella gesta docente que se remonta
cuatro siglos.
Hayamos pasado o no por sus aulas, hayamos sido alumnos,
docentes o no docentes, generaciones de cordobeses y
muchos otros procedentes de otras provincias y aun de otros
países somos beneficiarios del capital intelectual que allí se fue
acumulando.
Sin la Universidad Nacional, es difícil concebir el despertar
industrial de la provincia a mediados del siglo 20. O el
surgimiento del polo sanitario y educativo más importante
del interior del país. O una matriz cultural que abrevó en una
impronta fuertemente conservadora y avanzó de ruptura en
ruptura, de rebeldía en rebeldía, hasta forjar una sociedad
plural, dinámica, polemista.
Ese mismo espíritu quizá explique la intensidad del debate
que este mismo año resurgió en torno de la fecha exacta de
nacimiento de lo que hoy es la UNC. Y bienvenida la polémica.
Porque ella habla de una vitalidad, de una pasión, de un
sentimiento de pertenencia que seguramente se vinculan con
aquella herencia recibida.
No es fácil acordar posiciones cuando lo que está en cuestión
son hechos no sólo remotos en el tiempo, sino teñidos y
en muchos casos resignificados por luchas políticas, por
contiendas ideológicas de larga data.
Importa, sí, aquel consenso básico que motiva el homenaje
a todos quienes contribuyeron a este presente de una
universidad pública, abierta a todos los sectores sociales,
receptora de distintas corrientes de pensamiento, predispuesta
a incorporar nuevas disciplinas y nuevas líneas de investigación.
Y en esa construcción conviven jesuitas y franciscanos;
dogmáticos y progresistas; monárquicos y republicanos;
nativos y extranjeros; teólogos y científicos.
Cada uno, en su momento y en su contexto histórico, fue
apuntalando la historia de una institución que nos representa y
nos enorgullece más allá de las fronteras.
Por momentos, triunfó el dogmatismo; por momentos, las
fuerzas del cambio. Pero década tras década la Universidad
Nacional de Córdoba fue consolidando su perfil de una casa de
estudios masiva, identificada con las necesidades de la región
y el país y dispuesta a retribuir a la sociedad todo lo que de ella
ha recibido.
Debatamos, entonces, abramos nuestras mentes a otras
corrientes de pensamiento. Pero no dejemos de honrar a la
Universidad de la que todos somos hijos
Kronfuss, Juan. Arquitectura Colonial en la Argentina. Reconstrucción de la Universidad con la Iglesia de los
Jesuitas en Córdoba al fin del Siglo XVIII (detalle).
19 de junio de 1613
Los
comienzos
de un
fecundo
camino
El compromiso que asumió el Obispo Fernando
de Trejo y Sanabria con el provincial jesuita
sobre la donación de dinero y bienes para
destinarlos a la realización de estudios de Artes,
Teología y Cánones, fue el punto de partida de la
Universidad Nacional de Córdoba.
ay días del ayer, aunque
acaso algo extraviados en
la penumbra de la distancia,
que no sólo alumbraron sus
horas sino que dejaron una
luz titilando a través de las
centurias.
No siempre son sencillos de
precisar en la memoria común
enlazada entre generaciones,
y hasta es posible que se
necesiten muchos para trazar
el camino original. Pero
también sucede que hay un día
que puede ser señalado.
Ese fue el 19 de junio de
1613, cuando el obispo de la
Diócesis de Tucumán, fray
Fernando de Trejo y Sanabria,
se comprometió con Diego de
Torres, provincial jesuita, a
donar dinero y otros bienes
para que fueran destinados
a la enseñanza de Artes
(Filosofía) y Teología en el
Colegio Máximo que había
sido fundado por los Jesuitas
en 1610 y que pronto debieron
trasladar a Chile por falta de
recursos económicos.
Con el paso de las décadas,
esa institución terminaría
convirtiéndose en la
Universidad Nacional de
Córdoba, y este devenir hoy
está a sólo meses de cumplir
Los jesuitas fueron
capaces de asumir el
riesgo y sostener la
creación de la cuarta
universidad de América
en uno de los más
recónditos lugares de los
dominios españoles.
cuatro siglos de existencia.
Hacía apenas 40 años que
Jerónimo Luis de Cabrera
había fundado la Córdoba de
la Nueva Andalucía, sobre las
orillas del río Suquía, como
lo llamaban los habitantes
originarios y como también lo
denominamos hoy.
Entonces, había comenzado
a erigirse un faro del
conocimiento, una luz que
habría de distinguirse desde
todos los rincones del país y
aun del continente.
Jesuitas en acción
Desde el momento de su
asunción como obispo, en
1594, Trejo y Sanabria había
expresado su anhelo de
contribuir al desarrollo de la
educación en todos sus niveles.
La suma comprometida con
los jesuitas alcanzaba a unos
40 mil pesos (que significaban
unas 500 mulas o 200 esclavos),
y provendría de sus futuros
salarios. Pero cuando murió,
al año siguiente, sólo había
podido hacer efectivo un
cuarto de ese monto, con
algunos esclavos incluidos.
De todos modos, los jesuitas
siguieron adelante con la obra
y la hicieron posible. Era un
desafío mayúsculo, en tiempos
en los que todos los asuntos
‹sigue en página 4›
UNC 400 AÑOS
PRESENTE Y FUTURO Miércoles 29 de agosto de 2012
H
Collage: Agustín Massanet,
Prosecretaría de Comunicación Institucional, UNC.
Universidad:
riesgo y
rebeldía
Por Laura Valdemarca (*)
UNC 400 AÑOS
PRESENTE Y FUTURO Miércoles 29 de agosto de 2012
L
os orígenes de las universidades se remontan al siglo XI en
la actual Italia, país que cuenta aún con la universidad más
antigua del mundo: Bolonia. Se trataba de comunidades
de profesores y alumnos cuya labor y meta principal era el
estudio de la ciencia según se entendía entonces. A este
objetivo deben su nombre las universidades: la aspiración de
preservar y transmitir el conocimiento universal.
De todos los reinos europeos conquistadores de América, el
único interesado en la fundación de universidades fue la Corona
Española y lo hizo tanto por sí misma como a través de órdenes
religiosas. Por su iniciativa nacieron las universidades reales
y pontificias en Lima, Chuquisaca, Guatemala, México, Santo
Domingo, Bogotá, Santiago de Chile y Yucatán, Venezuela,
etcétera. Algunas se extinguieron durante el dominio español,
ninguna se eximió de los avatares de la debacle colonial ni de
las guerras subsiguientes durante el siglo XIX ni dejaron de
padecer las consecuencias negativas de las agitadas vidas
políticas de nuestros países durante el siglo 20.
Nos preguntamos si explicar la Universidad puede ser reducido
a un acontecimiento que enmarque su origen o si, en cambio,
la Universidad es un proceso en el cual es posible marcar
momentos de ruptura y de transformación. Si optamos por lo
primero, debemos remontarnos a la suma de hechos exitosos y
fracasados que rondaron la fundación de la Universidad y nos
arriesgamos a elaborar una cronología que deteriore la riqueza
del fenómeno. La puja por la búsqueda del acontecimiento
como algo absoluto fue desacralizada por el historiador
francés March Bloch, fundador de la Escuela de los Anales,
que apoyaba la tesis de que la tarea del historiador consistía
en el análisis de cadenas de fenómenos semejantes y en
la elaboración de sus interacciones. Más cerca de nuestros
tiempos, Michel de Certeau sostuvo que un acontecimiento
no es lo que podemos ver o saber, sino lo que pasa a ser. ¿El
acontecimiento es la esfinge cuyo significado enigmático
nos atrapa y cuestiona, como gusta decir Edgar Morin, o
es el ave fénix que renace sin cesar de sus cenizas para ser
reinterpretado cada vez, como dice Francois Dosse?
En ocasión de las conmemoraciones renacen también los
debates en torno de cuál es el dato que permite marcar el
acto de ruptura o el que, anodino, deja pasar el tiempo y
reafirma la continuidad. Esos actos únicos permiten ver las
transformaciones, los cambios, los dispositivos de poder o
contrapoder; nos habilitan a explicar un fenómeno a partir de la
irrupción de lo singular.
La tradición conmemorativa del origen de nuestra casa de
estudios tomó la promesa de donación del obispo Trejo y
Sanabria como el acto fundacional de la Universidad. Conocer
la riqueza de este inicio es tan atractivo como desafiante,
porque supone elaborar explicaciones a partir de cuestiones
que “no cierran”, por ejemplo que hubiera una institución
otorgante de grados en estas recónditas tierras coloniales;
que un franciscano prometiera sus bienes a frailes jesuitas
para la fundación; que los jesuitas sostuvieran con innúmeros
esfuerzos la universidad; que los jesuitas se adelantaran a los
permisos reales y papales, etcétera.
Lo cierto es que la universidad existe, se soñó y se inventó a
partir de riesgos y rebeldías, las mismas conductas que llevaron
a Jerónimo Luis de Cabrera a fundar nuestra ciudad.
‹viene de página 3› coloniales
primeras clases de filosofía a
50 alumnos, de los cuales 30
eran seminaristas.
La tarea fue tan fecunda
pasaban por manos de una
monarquía absoluta como
la española. La Compañía
de Jesús, además, debía
obediencia al Papa.
Fue por esa convicción con que
llevó adelante innovaciones en
temas como la administración
de propiedades y el trato con
los indígenas, que la Orden
fue capaz de asumir el riesgo
y sostener la creación de
la cuarta universidad de
América en uno de los más
recónditos lugares de los
dominios españoles, y en un
poblado que era apenas una
aldea.
Según la jurisdicción jesuita
en las colonias españolas,
Córdoba pertenecía a la
provincia del Paraguay.
Los primeros sacerdotes y
hermanos de la Compañía
llegaron en 1589, provenientes
del Perú, y se establecieron
de modo oficial una década
después, es decir, en 1599, año
en que el superior de la orden,
padre Juan Romero, recibió la
donación del terreno donde fue
asentada la actual Manzana
Jesuítica.
La Compañía fundó en 1610
el Colegio Máximo, que fue
trasladado en 1612 a Santiago
de Chile, donde se dictaron
estudios de filosofía y teología.
Pero en 1613 el Colegio fue
traído de regreso a Córdoba
a raíz de la puesta en marcha
del nuevo proyecto que surgió
con el compromiso de Trejo y
Sanabria.
En 1614 se impartieron las
En 1618, empezó a
erigirse la estancia de
San Isidro labrador, en
Jesús María, el primero
de los establecimientos
destinados a proveer
alimentos para la orden y
sus alumnos.
que sólo un puñado de años
después llegó la autorización
más esperada: conferir títulos
de grado. El 8 de agosto de
1621, el papa Gregorio XV
había otorgado esa facultad a
través de un breve apostólico,
y esta fue luego ratificada
por el rey español Felipe IV, a
través de una real cédula del 2
de febrero de 1622.
El documento llegó a Córdoba
en abril de ese año. Poco
más tarde, Pedro de Oñate,
provincial de la Compañía de
Jesús, redactó el reglamento
por el que se ordenaba
el funcionamiento de las
cátedras, entre otras cosas.
Otro episodio que dejó
una profunda huella en la
educación de Córdoba fue
la creación, en 1687, del
Real Colegio Convictorio
de Nuestra Señora de
Monserrat, destinado a
estudios preparatorios
preuniversitarios. Fue a
partir de una donación del
sacerdote Ignacio Duarte y
Quirós y funcionó primero en
su casa, con alumnos bajo el
(*) Doctora en Historia por la
UNC, profesora en la Facultad
de Derecho y Ciencias Sociales
y de Filosofía y Humanidades
e investigadora del Centro
María Saleme. Autora de libros
y artículos sobre la historia
regional de los siglos XIX y XX.
régimen de internado. Luego,
se mudó al lado de la sede de la
Universidad.
“Limpieza de sangre”
Córdoba, en tanto, ya había
sido elegida por la Inquisición,
que tenía un centro en Lima,
para que funcionara aquí
una comisaría. Entre los
“delitos” que según el tribunal
inquisidor podrían cometerse
en la actividad universitaria,
se consignaban las lecturas
prohibidas, las “blasfemias”,
las “proposiciones heréticas”
y la falsificación de la
genealogía en los estatutos
de “limpieza de sangre”
que se le solicitaban tanto
a los alumnos como a los
profesores.
La “limpieza de sangre”
Fernando de Trejo y Sanabria
Fotografía:
Sebastián Cáceres,
Prosecretaría de
Comunicación
Institucional, UNC.
significaba la inexistencia
de ascendencia judía, y su
exigencia se había dispuesto
en 1449, en Toledo, España. En
América, se sumaban otras
condiciones, como la ausencia
de “nota de mulato, o alguna
cosa que tiene contraído
alguna infamia”.
Los documentos debían
quedar guardados en la
Universidad. En 1816, el
vicerrector José María Bedoya
ordenó la restitución de tales
documentos a los estudiantes
de ese momento, a raíz de que
el archivo se estaba llenando
de “papeles inútiles”. Pero
la exigencia siguió vigente
y, años más tarde, adoptó
un carácter distinto: lo que
se pedía era un “informe de
conducta y de adhesión a la
causa federal”. Más de un siglo
después, durante la dictadura
militar instaurada en 1976,
se pedía a los estudiantes y a
los profesores el certificado de
A fines del período
colonial la educación
superior se afianzaba
en Córdoba, una ciudad
situada en la periferia del
Imperio.
buena conducta expedido por
la Policía provincial.
Mientras tanto, los jesuitas
fueron recibiendo donaciones
de bienes e inmuebles.
Así, en 1618, empezó a
erigirse la estancia de San
Isidro Labrador, en Jesús
María, el primero de los
establecimientos destinados
E
n estas latitudes que 100 años después
de la llegada de Cristóbal Colón
dependían del Virreinato del Perú, hubo
por primera vez un obispo nacido en suelo
americano: Fernando de Trejo y Sanabria.
Nació en San Francisco de Mbiazá, un
pueblo costero sobre el océano Atlántico,
entonces territorio de la jurisdicción del
Paraguay, luego del Brasil. Hijo de uno de los
jefes expedicionarios españoles, el capitán
Hernando de Trejo y Sanabria, y de María de
Sanabria, una mujer también expedicionaria
cuyo nombre se transformaría en leyenda,
Fernando abriría los ojos en 1555. Su madre,
tras la muerte de su padre, se casaría y tendría
un segundo hijo, Hernando Arias de Saavedra,
conocido en la historia como Hernandarias.
Fernando de Trejo y Sanabria tenía 15 años
cuando ingresó a la orden franciscana en
Lima, Perú, y siete años más tarde ya se
había ordenado sacerdote. Menos de 20 años
después de ejercer el sacerdocio, el Consejo
de todas las Indias proponía su nombre como
candidato a obispo ante el rey Felipe II. La
propuesta, formulada el 30 de mayo de 1592,
destacaba “sus dotes de letrado y predicador
y de muy loable vida y costumbres”. Luego,
Roma, refrendaría su nombramiento.
Aunque sería designado como
el segundo obispo de Santiago
del Estero, su título era el de
obispo del Tucumán. Durante su
obispado, convocó a tres sínodos
(asambleas de obispos), en
los que se tomaron algunas
a proveer alimentos y otros
elementos para la orden y sus
alumnos.
La red de propiedades de los
jesuitas incluiría, además de
los edificios en la ciudad de
Córdoba, la Quinta de Santa
Ana, el Puesto de la Calera, la
Casa de Caroya y las estancias
de Santa Catalina, Alta Gracia,
la Candelaria, San Ignacio y
otras.
Los jesuitas serían expulsados
en 1767 de los territorios de
la Corona española, entonces
sobre la cabeza de Carlos III.
Muchas razones maduraron
esa situación: el regalismo
borbónico (el control del rey
sobre la Iglesia), la fuerte
adhesión de la orden a Roma
y su acumulación de poder,
fueron algunas de ellas. Ya
decisiones organizativas de la Iglesia en esta
parte del mundo que se mantuvieron casi por
dos siglos.
También se plantearon, en el objetivo de
promover la cristianización y evangelización
de los indígenas, algunos aspectos
considerados como potenciales mejoras,
como que en las reducciones se designara un
fiscal indio “para impedir muchas crueldades
que exceden los límites de la justicia humana y
la piedad cristiana”.
Otra de las preocupaciones del obispo
fue la formación de sacerdotes, ya que al
asumir en el cargo contaba solamente con
cuatro clérigos. “Tengo hoy cuarenta y seis
doctrinantes y curas”, le informaría al rey en
1610.
Pero sin duda fue por la educación que
empeñó sus mayores desvelos, y la promovió
en todos los niveles, sembrando incluso la
semilla de la educación universitaria.
El trajín por los vastos territorios que
reclamaría su tarea fue minando su salud.
Incluso, en 1607 le escribió al rey Felipe II para
pedirle que lo autorizara para trasladarse
a Perú. Pero sus dolencias pudieron más.
En 1614 llegó a Córdoba por cuestiones
pastorales y se alojó en las instalaciones de
sus amigos jesuitas. Con la salud abrumada,
no atendió a los consejos de quedarse aquí
hasta recuperase y salió al camino hacia
Santiago del Estero. Pero nunca llegó: murió
el 21 de diciembre de 1614, un año y medio
después de firmar la escritura que marcó el
inicio de la Universidad Nacional de Córdoba
Francia y Portugal los habían
echado.
Los reyes europeos se
sentían molestos desde que
el padre jesuita Francisco
Suárez (1548-1617, teólogo y
jurista español) cuestionó el
concepto del derecho divino
de los monarcas, quienes
sostenían que no podían ser
juzgados ni por los hombres
ni por la Iglesia; sólo por
Dios. El sacerdote afirmaba
que la autoridad del Estado
tenía origen en la gente, en
su consentimiento. Incluso,
afirmó que el pueblo, en casos
especiales, tenía derecho a
destituir al rey.
A fines del período colonial la
educación superior se afianzaba
en Córdoba, una ciudad situada
en la periferia del Imperio.
UNC 400 AÑOS
PRESENTE Y FUTURO Miércoles 29 de agosto de 2012
Un obispo
americano
y tenaz
Empeñó en la educación sus mayores desvelos y la promovió en todos los
niveles sembrando la semilla de la formación universitaria. Otras de sus
preocupaciones fueron la formación de sacerdotes y la evangelización de
los indígenas. Murió un año y medio después de firmar la escritura que daría
inicio a la UNC.
Fotografía: Esteban Castagna. La Manzana Jesuítica y Las Estancias. Esteban Castagna Ediciones, 2012.
Las estancias
jesuíticas y su
relación con la
economía regional
Por Carlos Courceille (*)
UNC 400 AÑOS
PRESENTE Y FUTURO Miércoles 29 de agosto de 2012
E
n uno de sus trabajos
referido a la economía
regional y mercado interno
colonial, Sempat Assadourian
señala la importancia que tuvo
Potosí en la conformación y
organización de un mercado
interno que fuera capaz de
garantizar, con un importante
número de producciones
complementarias, el buen
funcionamiento del complejo
minero. El Tucumán, como
parte integrante de dicho
mercado y estimulado por
el efecto de arrastre de
dicho complejo, va a remitir
inicialmente tejidos bastos
de algodón. Pero en la
segunda década del siglo XVII
inclinaría definitivamente a
la región –y dentro de ella a la
jurisdicción de Córdoba– hacia
la actividad ganadera.
En paralelo con este
contexto económico en el
cual la producción minera
se convierte en polo de
atracción de la producción
ganadera, la visita, en 1611,
del oidor Francisco de Alfaro,
funcionario judicial de la
audiencia de Charcas con
poder en nuestra jurisdicción,
implica el claro intento por
parte de la corona española
de imponer en la antigua
En los siglos XVII y
XVIII Córdoba verá
nacer un conjunto de
establecimientos rurales
jesuíticos creados con el
objetivo de financiar las
actividades culturales y
misioneras.
Gobernación del Tucumán
ciertas restricciones a un
asunto tan espinoso como es
el uso ilimitado de la mano de
obra indígena. Los jesuitas, en
respaldo a la normativa que
impulsaba la eliminación de la
servidumbre indígena, tendrán
un rol destacado. La posición
asumida por la Compañía
en torno de la eliminación
del servicio personal de
encomienda le costó a los
religiosos el recorte de ciertos
beneficios y la persecución de
los españoles encomenderos,
en tanto, el respeto a las
normas coloniales vigentes
que establecían la prohibición
de someter a la servidumbre
a los indígenas hizo que los
jesuitas los ocuparan como
trabajadores temporales
“conchabados”, mientras
fueron incorporando a los
esclavos africanos como mano
de obra permanente.
Según Magnus Mörner, fue el
conflicto con los encomenderos
lo que movió al entonces
provincial de los jesuitas a
concretar la fundación de una
estancia como reaseguro de la
subsistencia e independencia
de criterio de los religiosos.
Es a partir de este y otros
acontecimientos singulares
que, a lo largo de todos
los siglos XVII y XVIII, la
jurisdicción de Córdoba
verá nacer un conjunto de
establecimientos rurales
jesuíticos.
¿El objetivo? Poder financiar
una serie de establecimientos
urbanos que de manera
directa o indirecta estaban
relacionados con las
actividades educativas,
cultuales y misioneras.
Entre estos establecimientos,
se encuentra el Colegio
Máximo de la ciudad de
Córdoba, antecedente prístino
de nuestra universidad actual.
Caracterizados como centros
productivos diversificados en
los que la mano de obra esclava
fue uno de los principales
puntales de la actividad
La estancia Alta Gracia
envía reses, telas, granos
y productos de huerta
al Colegio Máximo;
se dedica a la cría de
mulas que luego son
trasladadas hacia la
estancia de la Candelaria
y, en menor medida, hacia
Santa Catalina.
económica, podemos reconocer
al interior de estas estancias
un conjunto de actividades que
se encuentran relacionadas
directamente con la economía
regional, con el abasto de
los colegios y el noviciado y
con el propio sustento de las
estancias.
A modo de ejemplo: la estancia
jesuítica de Alta Gracia, a
la par que envía reses, telas,
granos y productos de huerta
al Colegio Máximo y alimenta
y viste a sus propios esclavos
con los telares del obraje, se
dedica a la cría de mulas que,
luego de su trasladado hacia
la estancia de la Candelaria y
en menor medida hacia Santa
Catalina, son comercializadas
en la ferias de Salta y Jujuy o
eventualmente trasladadas al
Alto Perú.
Esta producción mular, típica
de las estancias jesuíticas
donde la producción ganadera
es dominante, será, según la
expresión del jesuita Manuel
Querini, la principal renta de
dichos establecimientos
(*) Docente de la Cátedra de
Historia Americana I de la UNC, a
cargo de la Investigación histórica
del Museo de la Estancia Jesuítica
de Alta Gracia, Docente del Instituto
Jesuita Sagrada Familia.
Una
“sociedad de
órdenes”
Pauque S.J., Florián. Hacia allá y para acá.
Editorial Nuevo Siglo, 1999.
L
a sociedad colonial de
Córdoba no escapó al
modelo de “sociedad de
órdenes” que implantaron
los españoles a partir de la
conquista. Su construcción
ideológica y jurídica
se hallaba asentada en
diferencias raciales y
étnicas. La estratificación
social colonial concebía
relaciones jerárquicas entre
sus miembros, en las que las
variables de raza, etnia, grupo
social de pertenencia y género
interactuaron determinando
a cada uno “un lugar”. Lugar
que, en algunos casos, podía
alterarse –según Ana María
Presta– por vía del éxito
económico, el ejercicio de una
profesión u oficio y hasta un
matrimonio conveniente.
En este sentido, se asignaron
roles, espacios y derechos
según fueran españoles,
indígenas, esclavos o “castas”
y en los que la variable de
género no era ajena. Estos
grupos convivían en la misma
ciudad –y, en algunos casos, en
La vida de los habitantes
de la ciudad de Córdoba
–por entonces la más rica
y poblada del interior–,
estuvo marcada por la
fuerte presencia de la
Iglesia y de la Universidad.
las mismas casas–, pero ello no
estaba librado de tensiones.
Si pensamos a la sociedad
colonial como una escalera,
la parte superior estaba
integrada por los españoles
nacidos en Europa o en
América (más conocidos como
criollos). Un escalón más abajo
estaban los mestizos (hijos
de españoles y de indígenas).
Luego, los indígenas, pardos
o mulatos (hijos de mujer
negra y español), así como
los zambos (hijos de negros e
indígenas) y, finalmente, los
esclavos.
La sociedad estamental
La sociedad imponía que
cada grupo vistiera según
las reglas asignadas por
las leyes coloniales. A los
españoles, les estaba
reservado vestir con
colores llamativos.
imponía que cada grupo
vistiera según las reglas
asignadas por las leyes
coloniales. A los españoles,
les estaba reservado vestir
con colores llamativos,
como el púrpura o el blanco,
acompañado de alhajas y
accesorios de seda; mientras
que el resto usaba tonos opacos
y sombríos.
En este contexto, los
estudiantes y profesores de
la Universidad debían vestir
togas largas, negras o de “color
decente” para que “muestren
modestia y compostura propia
de su estado de escolares y
no liviandad y desahogo”.
Ropa que abandonarían por
pantalones y chalecos luego de
la Revolución de Mayo de 1810,
cuando la sociedad estamental
comenzó a desestructurarse.
Durante los primeros años
de la universidad jesuítica, la
clase dominante de Córdoba se
encontraba representada por
encomenderos, hacendados
y comerciantes que se vieron
obligados a reemplazar la
explotación textil por la
lucrativa cría de mulas, que
eran demandadas por el
Perú y el Alto Perú, para la
explotación minera.
Sin lugar a dudas, la vida de
los habitantes de la ciudad de
Córdoba –por entonces, la más
rica y poblada del interior–,
estuvo marcada por la fuerte
presencia de la Iglesia Católica
y de la Universidad. Más aún
cuando en 1699 la ciudad se
convirtió en sede del Obispado.
La vida transcurría entre las
ceremonias de culto, intrigas,
crímenes y rencillas entre
curas de diversas órdenes
y con el obispado, así como
la “aparición” de espíritus,
raptos de misticismo y
numerosísimos pleitos
judiciales, que llevaron a los
cordobeses a tener fama de
“pleiteros” y “doctos”.
Ahora bien, como señala
Roberto Ferrero, durante
la segunda mitad del siglo
XVIII se produjo una
reestructuración de la sociedad
cordobesa. De esta manera,
ascendieron algunas familias
criollas o hispano-criollas,
unidas por lazos de parentesco
y de interés (como los Allende
o los Funes), que se disputaron
la hegemonía sobre los asuntos
regionales, no sólo con las
autoridades administrativas
de la monarquía sino también
con la nueva inmigración de
gallegos, vascos y asturianos
que llegaron a la ciudad.
Sin embargo, estas tensiones
y conflictos cedían a la hora
de considerar a la “plebe”
como “peligrosa”, puesto que
su número había aumentado
en forma sensible durante
el último cuarto del siglo y
sobre quienes no dudaron en
imponer fuertes políticas de
control social
(*) Doctora en Derecho
y Ciencias Sociales.
Profesora de Instituciones
Hispanoamericanas en la
Escuela de Archivología, UNC.
Investigadora del Conicet.
Miembro de la Comisión
Ejecutiva 400 años.
UNC 400 AÑOS
PRESENTE Y FUTURO Miércoles 29 de agosto de 2012
Por Jaqueline Vasallo (*)
El mundo de los siglos XVII y XVIII
Arte,
pensamiento
y guerras sin
cuartel
UNC 400 AÑOS
PRESENTE Y FUTURO Miércoles 29 de agosto de 2012
Una vida política
sacudida por los
enfrentamientos
bélicos, que convivían
con el alumbramiento
de nuevas ideas en el
arte y en la ciencia.
E
l siglo XVII asomaba
con lánguidos fulgores
del Renacimiento que había
iluminado a Europa al cabo
de la Edad Media, y la Edad
Moderna seguía su marcha
afirmándose en el arte y el
desafío de las nuevas teorías
científicas.
Precisamente en esos años,
ascendía al ojo de la tormenta
Galileo Galilei, con sus
planteos que reactualizaban
la teoría heliocéntrica de
Copérnico, que había sido
considerada como herejía
por la Iglesia Católica y su
Inquisición, aferrada al
concepto aristotélico de que
era el universo el que giraba
alrededor de la Tierra. Cuenta
la leyenda de los siglos que
en 1633, cuando fue sometido
a juicio y condenado por
la Iglesia a abjurar de sus
teorías, Galileo dijo la célebre
frase: “Eppur si muove”
(“sin embargo, se mueve”),
refiriéndose a la rotación de la
Tierra.
En el siglo XVII, se abrían
camino el pensamiento y las
teorías de René Descartes, Blas
Pascal, Baruch Spinoza, John
Locke, Gottfried Leibniz, Isaac
Newton, así como, en las artes,
Rubens, Diego Velázquez,
Vincent Rembrandt, Bartolomé
Murillo y Moliere, entre tantos
otros.
La vida política era sacudida
por distintos episodios, como
el asesinato del rey de Francia,
Enrique IV, por obra de un
fundamentalista católico.
Enrique IV ya había señalado
que los jesuitas habían
intentado varias veces acabar
con su vida.
Pero el acontecimiento que
más conmocionó a Europa por
su capacidad de destrucción
fue la Guerra de los 30 años
(1618-1648), de la que participó
la mayoría de las potencias
del momento. En ese marco, se
sumó el largo enfrentamiento
entre Francia y España (16351639). El primero terminó con
la llamada Paz de Westfalia;
el segundo, con la Paz de los
Pirineos.
En Rusia, en tanto, en 1682
sería ungido zar Pedro el
Grande, quien abriría camino
con diferentes medidas y
batallas para que su nación
se convirtiera en otra de las
grandes potencias europeas.
El siglo XVIII trajo más
pensadores: David Hume,
Jean Rousseau, Denis Diderot,
Emmanuel Kant, entre otros,
mientras que el arte se nutrió
de nombres como Antonio
Vivaldi, Johann Sebastian
Bach, Georg Handel, Joseph
Haydn, Francisco de Goya,
Johann Goethe y Mozart, entre
tantos otros.
Apenas comenzada la
centuria, un nuevo conflicto
estremecería a Europa. Este
fue la Guerra de Sucesión
española, que se disparó en
1701 tras la muerte del rey
Carlos II y que culminó con
la instalación en el trono
de la Casa de los Borbón.
Participaron Austria, Francia,
Inglaterra, Prusia y Portugal,
entre otros.
La paz fue firmada en la ciudad
holandesa de Utrech, pero
tras la guerra, Europa había
modificado bastante su mapa
político (Inglaterra se quedaba
con el estrecho de Gibraltar)
Collage: Agustín Massanet,
Prosecretaría de Comunicación Institucional, UNC.
Manzana Jesuita
Donde todo
comenzó
Juana Bustamante (*)
L
a Compañía de Jesús toma posesión de la
Manzana en 1599, y en 1610 ya se encuentra
funcionando su Colegio Máximo. Córdoba,
fundada en 1573, dejaba atrás su realidad
periférica del Virreynato del Perú, para ser
la capital administrativa de una provincia
jesuítica: la del Paraguay. A ella pertenecieron
los grupos que misionaban entre los guaraníes,
los chiquitos, los lules, los abipones y demás
pueblos originarios de la región; Córdoba
se enriqueció con los cientos de jesuitas
arquitectos, pintores, escultores, músicos,
médicos, naturalistas, matemáticos, cartógrafos,
geógrafos, astrónomos y demás, que pasaron
por estas tierras en su camino misional. Basta
citar los nombres de Antonio Ruiz de Montoya,
Antonio Machoni, Martin Dobrizhoffer,
Florian Paucke, Buenaventura Suárez, Anton
Von Seppenburg, Domenico Zipoli, Giovanni
Andrea Bianchi y Giambattista Prímoli, entre
otros hombres de conocimiento que dejaron su
impronta en la historia de la región.
Las dificultades económicas para el
mantenimiento del Colegio Máximo en Córdoba,
llevaron al padre provincial Diego de Torres
a trasladar la cátedra de Teología a Santiago
de Chile. En 1613, el Obispo Fray Fernando de
Trejo y Sanabria, el prelado franciscano a cargo
de la diócesis, promete una dotación provisoria
de 1.500 pesos de los diezmos anuales para
ayudar a sustentar dos profesores de Teología,
uno de Filosofía y uno de Gramática.
Al gesto del obispo de propiciar los estudios no
sólo para los estudiantes jesuitas sino también
para “los hijos de vecinos de esta Gobernación
y de la del Tucumán”, se sumarían otras
donaciones, como la del jesuita Francisco
Hurtado, que permitieron la subsistencia del
Colegio en Córdoba.
Este Colegio Máximo funcionó en el
edificio que hoy se conoce como Rectorado
Histórico de la Universidad Nacional de
Córdoba. En sus inicios, la distribución de
los espacios correspondía a la tipología de
los establecimientos urbanos típicos de la
Compañía de Jesús; el Colegio era adyacente a
la Iglesia y a la Residencia. Algunos espacios
del Rectorado pertenecieron originariamente
a la Iglesia, como la Sala de Grados, otrora la
Capilla de Españoles que a partir de 1844 fue
adoptada por la Universidad como el espacio
de defensa de las tesis. En 2000, se recuperaron
varias de las comunicaciones entre la Iglesia y
el Rectorado y entre el Rectorado y el Colegio
Monserrat, de manera que visualmente
se pueda apreciar la unidad del conjunto
jesuítico. La Orden de la Compañía de Jesús
fue expulsada por Carlos III en 1767, y debió
dejar todo y exiliarse; mayormente, en Italia.
Sin embargo, esta casa de altos estudios
siguió funcionando, primero en manos de
los franciscanos, luego del clero secular,
del Estado provincial y del Estado nacional
subsiguientemente. Jesuita en sus orígenes, la
Universidad ha formado a hombres pioneros en
las ciencias y las artes de esta región, y en ella
han tenido lugar movimientos trascendentales,
como la Reforma Universitaria en 1918
(*) Arquitecta, directora del Museo
Histórico de la UNC
Primera
colación
El primer acto de colación de grados
se realizó en 1623, es decir, nueve años
después de la creación de la Universidad.
Pero no se concretó en Córdoba sino en
Santiago del Estero, pues allí estaba el
sitio de residencia del obispo.
Recién en 1680, el rey otorgó al rector
la facultad de oficializar la obtención
del grado. Un año después, los célebres
estatutos del padre Andrés de Rada
comienzan a regir y su vigencia se
extenderá por un siglo y medio. La
Universidad era gobernada por el rector y
el cancelario (tenía autoridad del Papa y
del rey para entregar grados).
Los estudios se repartían en los
preparatorios de lengua latina
(Latinilidad), imprescindibles para
ingresar a las dos facultades básicas:
Filosofía y Teología. Filosofía se cursaba
en tres años más dos de pasantía (en
distintas prácticas); Teología, en cuatro
más dos de pasantía.
Sólo Latinilidad no tenía exámenes ni
manuales, aunque los profesores tenían
la obligación de resolver las dudas de los
estudiantes un cuarto de hora después
de clases. Además, debían alcanzar,
junto a sus alumnos, conclusiones
semanales, llamadas “mercolinas”,
para los de Filosofía, y “sabatinas”, para
los de Teología. Los grados, en ambas
facultades, eran de bachiller, licenciado o
maestro, o doctor.
UNC 400 AÑOS
PRESENTE Y FUTURO Miércoles 29 de agosto de 2012
A 200 metros de la plaza Mayor
se erige, imponente, la Manzana
Jesuítica. Compuesta por la
Iglesia de la Compañía de Jesús,
el Rectorado Histórico de la
Universidad Nacional de Córdoba,
el Colegio Nacional de Monserrat
y la Residencia de la Compañía, es
el conjunto que, con las estancias
Jesuitas de Caroya, Alta Gracia,
Santa Catalina, La Candelaria y
Jesús María, forma parte de la
lista del Patrimonio Cultural de la
Humanidad, por designación del
Comité del Patrimonio Mundial de
la Unesco del 2 diciembre del año
2000.
1767
Febrero de 1791
El Virrey Nicolás
Arredondo, principal
autoridad del
recientemente creado
Virreinato del Río de la
Plata, dispuso la
incorporación de los
estudios de leyes a la
Universidad. Esta
renovación se inscribió
en la corriente de la
Ilustración española,
que incidió en la
educación universitaria
incorporando las obras
de los filósofos
modernos, la
tecnología y
conocimientos que
contribuyeran al
desarrollo económico
de España.
1800
1 de agosto de 1687
Se creó el , sobre la
base de una iniciativa y
donación de Ignacio
Duarte y Quirós. En
1864, el actual Colegio
Monserrat se convirtió
en un espacio de
estudios preparatorios
para la Universidad. La
pertenencia del Colegio
a la Universidad fue
resuelta en 1907
cuando esta se
nacionalizó.
Incorporación de
los estudios de
leyes
1791
1644
P. Andrés de Rada dictó
las Constituciones (hoy
Estatuto Universitario).
El segundo de sus 92
artículos fundó el
Archivo de la
Universidad, cuya labor
continúa
ininterrumpidamente
hasta la actualidad.
Creación del Real
Convictorio de
Nuestra Señora de
Monserrat
1687
8 de agosto de 1621
El Breve Apostólico del
Papa Gregorio XV, del 8
de agosto de 1621,
autorizó a todos los
colegios administrados
por los Jesuitas a
otorgar grados.
Creación del
Archivo de la
Universidad
1644
El Papa Gregorio XV
autorizó a los
jesuitas a otorgar
grados
1622 1621
1610
La Compañía de Jesús
da inicio al Colegio
Máximo, que fue
trasladado a Chile en
1612.
1613 1610
línea de tiempo 4OO años UNC
1610- 1876
capítulo 1
capítulo 2
capítulo 3
capítulo 4
capítulo 5
capítulo 6
capítulo 7
capítulo 8
capítulo 9
capítulo 10
UNC 400 AÑOS
PRESENTE Y FUTURO Miércoles 29 de agosto de 2012
10
Creación del
Colegio Máximo
Carlos IV renombró
la Universidad
Fundación de la
Universidad
19 de junio 1613
El Obispo de la Diócesis
de Tucumán, fray
Fernando de Trejo y
Sanabria se
compromete con Diego
de Torres, provincial
jesuita, a donar dinero y
otros bienes para ser
destinados a estudios
de Artes, Teología y
Cánones. Esa es la base
de la actual
Universidad.
Pedro de Oñate
redactó el
reglamento de la
Universidad
Mediados de
abril 1622
El Provincial de la
Compañía, Pedro de
Oñate, con el acuerdo
de los catedráticos,
redactó el 1º
reglamento de la
Universidad.
Felipe IV ratificó la
facultad de conferir
títulos
2 de febrero de 1622
La Real Cédula del
monarca Felipe IV
ratificó la facultad
otorgada por Gregorio
XVI para conferir
grados.
Expulsión
de los jesuitas
2 de abril de 1767
Carlos III decretó la
expulsión de los
jesuitas de España y
sus colonias. La Orden
Franciscana tomó a su
cargo la dirección de la
Universidad.
1800
La disputa entre
franciscanos y el clero
secular por la dirección
de la Universidad,
derivó en una
transformación
institucional. Por Real
Cédula de Carlos IV,
pasó a denominarse
“Real Universidad de
San Carlos y de Nuestra
Señora de Monserrat”.
Se le otorgaron los
mismos privilegios y
prerrogativas de las
universidades mayores
existentes en España y
América.
1820
La Universidad y el
Colegio de Monserrat
quedaron bajo la órbita
provincial, dada la
inexistencia de
autoridades nacionales.
La decisión fue tomada
por el Brigadier Juan
Bautista Bustos,
gobernador de la
provincia de Córdoba, y
sostenida por los
siguientes
gobernadores.
11 de septiembre
de 1856
El Congreso Nacional
convirtió en ley ambos
decretos de
nacionalización.
14 de octubre de 1876
Un decreto presidencial
creó la Facultad de
Ciencias
Físico-Matemáticas,
autónoma de la
Academia Nacional de
Ciencias que continuó
su vinculación con la
Universidad.
Nuevo plan
de estudios
1815
El rector Gregorio Funes
concluyó la redacción
del nuevo plan de
estudios.
20 de mayo de 1854
El presidente Justo José
de Urquiza dispuso, en
sendos decretos, la
nacionalización de la
Universidad Mayor de
San Carlos y del Colegio
de Monserrat.
1871
1876
1856
1864
Fundación del
Observatorio
Nacional Argentino
El presidente
Urquiza nacionalizó
ambas
instituciones
Gregorio Funes fue
designado Rector
1808
Se nombró al Deán
Dr. Gregorio Funes
como Rector de la
Universidad. Desde
entonces, el clero
secular se hizo cargo de
la dirección de la
Universidad.
Creación de la
Facultad de
Ciencias
Físico-Matemáticas
Eliminación
de los estudios
de Teología
1864
Se eliminaron los
estudios de Teología.
24 de octubre de 1871
Sarmiento fundó en
Córdoba el
Observatorio Nacional
Argentino, que
actualmente depende
de la UNC. Encargó su
dirección al astrónomo
norteamericano
Benjamín Gould.
UNC 400 AÑOS
PRESENTE Y FUTURO Miércoles 29 de agosto de 2012
1813
El rector Gregorio Funes
comenzó a preparar un
nuevo plan de estudios
que profundizó la línea
renovadora iniciada en
el siglo anterior. En el
curso de Artes, se
incorporó la enseñanza
de Aritmética,
Geometría,
Trigonometría y Física.
El Congreso
Nacional convirtió
en ley la
nacionalización
1820
El gobernador de
Córdoba
provincializó el
Monserrat y la
Universidad
1815
1808
Incorporación de
Aritmética,
Geometría,
Trigonometría
y Física
1854
1810
Conforme los principios
revolucionarios de
igualdad de los
ciudadanos y abolición
de los estamentos, en
los actos de graduación
de la Universidad se
reemplazaron las togas
por vestimentas
cotidianas.
1810
Mayo de 1810
El Deán Gregorio Funes
fue nombrado
Diputado por Córdoba
en la Junta Grande,
integrada también por
Juan José Castelli y
Juan José Paso, quienes
habían estudiado en el
Colegio Monserrat
como Funes.
Abandono de las
togas en las
graduaciones
1813
Gregorio Funes,
diputado por
Córdoba en la Junta
Grande
11
Archivo. Prosecretaría de Comunicación Institucional, UNC.
Supercomputadora
Los secretos del
nanomundo
La computadora más potente del país está instalada
en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales
y su misión, entre otras, es analizar el comportamiento
de la materia a escala atómica.
UNC 400 AÑOS
PRESENTE Y FUTURO Miércoles 29 de agosto de 2012
S
12
us números aparecen
apabullantes, sobre
todo para los millones que
nos asomamos al espacio
cibernético desde una
humilde computadora
personal.
Es que “Cristina” es 500 veces
más rápida, como que es la
suma de 560 computadoras
comunes (560 núcleos Intel
Xeon 5420).
Tanta potencia tiene como
misión principal estudiar el
nanomundo, esto es, las
propiedades que tienen los
materiales a la escala de una mil
millonésima parte de un metro.
A este tamaño, tan diminuto, las
sustancias se comportan de
manera distinta que a una
escala visible.
“Cristina” llegó a Córdoba el 14
de mayo de 2011, a partir de una
gestión del Instituto de
Investigaciones en Físico-
Química de Córdoba (Infiqc), de
la Facultad de Ciencias
Químicas, aunque por falta de
espacio, el equipo está
instalado en la Facultad de
Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales.
Costó 1.520.000 pesos,
aportados por la Agencia
Nacional de Promoción
Científica y, en menor medida, el
Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y
Técnicas (Conicet), al que le
pertenece la computadora. Esta
es utilizada por grupos de
investigadores de Córdoba y de
Buenos Aires.
Se llama “Cristina” en honor a
María Cristina Giordano, una de
las pioneras de la investigación
en fisicoquímica de Córdoba.
Es 1,5 tonelada de circuitos y
cables, la mayoría de ellos
similares a los que tiene una
computadora común. Es que las
supercomputadoras actuales
son, en realidad, clusters o
agrupamientos de procesadores
comerciales.
“La primera en armar
supercomputadoras con
componentes comunes para
bajar los costos fue la Nasa
(Administración Nacional del
Espacio de los Estados Unidos),
después de la tragedia del
Challenger”, sostuvo Cristian
Sánchez, investigador del Infiqc
y uno de los responsables de
“Cristina”.
Lo que la distingue es la
interconexión entre los
procesadores a través de la
tecnología Infiniband, y el
procesador central que controla
los núcleos.
La memoria RAM es de 1,1
terabyte (un terabyte equivale a
1.024 gigabytes y una PC buena
tiene cuatro gigabytes).
El disco duro es de 32 terabytes,
frente a los 120 gigabytes que
tienen en promedio las
computadoras personales.
Estas propiedades tienen
muchas aplicaciones, aún por
descubrir.
En medicina, se podrían crear
formas precisas para
suministrar drogas o detectar
enfermedades.
En nanoelectrónica, se podrían
construir circuitos en una sola
molécula. También se podría
almacenar energía en forma de
hidrógeno en nanorredes.
Manipular en laboratorios
partículas tan pequeñas es
difícil y caro. Es más fácil realizar
simulaciones, y es allí donde se
requieren las
supercomputadoras.
“Hay cosas que no podíamos
hacer y ahora sí. Nuestra ciencia
puede competir a nivel
internacional”, aseguró Ezequiel
Leiva, otro de los investigadores,
al momento de recibirla.
“Vamos a poder trabajar con
simulaciones de partículas del
mismo tamaño que se utilizan a
nivel experimental. Antes,
hacíamos simulaciones no tan
significativas”, agregó Sánchez.
La intensidad de corriente de
una PC normal es de 400
miliamperes y el consumo de
Cristina equivale a tener
encendidas 40 PC funcionando
todo el día. Pero también genera
mucha energía térmica que hay
que disipar.
Para ello se instalaron tres
equipos de acondicionamiento
de aire, de tipo industrial, que
consumen la misma cantidad de
electricidad que la
supercomputadora.
Por último, “Cristina” tiene
capacidad para realizar cinco
billones de cálculos por segundo
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