Devolver una sonrisa. La huelga del servicio de basura dejó un pueblo inhóspito. Los síntomas comenzaron el día que los contenedores aparecieron entreabiertos de espanto. Después se rodearon de toneladas de comida, vidrio, cajas, latas, plásticos…, todo ello bajo un calor veraniego que hacía que el olor fuese inaguantable. “En mi barrio no y no”. Uxío era un niño inconformista, ingenioso; que no deja de pensar ni por descuido. Durante días asistió con rabia al amontonamiento de basura y vio como su barrio se transformaba. No lo soportaba, ya que para Uxío, era el más bonito del mundo. En diez minutos de teléfono y algún timbrazo reunió a los amigos habituales. Como si fuese una reunión de vecinos junior, Uxío subido a un banco, manifestó a sus amigos la preocupación por la situación. - ¿Y qué quieres que hagamos si está así todo el pueblo? –dudaban. Cierto, no somos suficientes para resolver el problema del pueblo, pero sí podemos hacer algo por nuestro barrio. Si nos quedamos contemplando, acabaremos viviendo en un vertedero. Ahora bien, yo me niego. ¿Y vosotros? Uxío siempre fue líder, precisamente por su afán de idear cosas. Para compañeros era la mejor medicina contra la rutina. Él también había asumido papel; por eso, hoy sentía más que nunca el deber de hacer algo. Y desde desde la altura que le otorgaba un viejo banco, recibió el compromiso de amigos. sus ese allí, sus - Si. Debemos hacer algo –comentaba Andrea. - Sí, pero… ¿qué hacemos? – se preguntaba Anxo. -Bien, lo primero será organizarnos en grupos: el grupo azul, amarillo, verde y marrón. El azul se encargará del papel y del cartón; el amarillo, de latas, envases y bricks; el verde, del cristal; por último, el marrón recogerá restos de comida, mondas de fruta, hortaliza y todo lo que sea de ese tipo. Cada grupo lo formaremos tres. Buscad por casa guantes, ropa vieja, todo tipo de protección… ¡Vamos, no perdamos tiempo! Horas después, la plaza protagonizaba una batalla contra la acumulación de residuos. En el centro colocaron tablas sobre caballetes y allí vaciaban las bolsas. Después, cada grupo hacía su montón. Todos, menos el equipo marrón, al que le tocaba la labor más ardua. Uxío encabezó este grupo. Para ello habló con sus padres y algunos amigos de estos que poseían tierras en las afueras del pueblo. Uno, el Señor Manolo, era un agricultor de la zona, que además de poseer grandes latifundios y una completa maquinaria, disponía de amplios conocimientos en agricultura ecológica y en compostaje; una manera rentable y natural de abonar la tierra. Gracias a ello y con ayuda de tractores, comenzaron a quitar del barrio los restos orgánicos. Lo que ya podreciera en el colector fue trasladado al vertedero, donde hasta ahora los equipos de limpieza llevaban la basura. Todo lo demás fue directamente a tierras del Señor Manolo, para iniciar el gran compostaje. La gente del barrio, al ver esto, no quiso ser ajena a la hazaña de los chicos y viendo la colaboración de otros padres y del Señor Manolo, salieron de sus casas para ayudar. Cada grupo tenía ya más de veinte personas. Con mangueras limpiaron y cepillaron los restos y el suelo de la plaza. También limpiaron el vidrio, algunos plásticos y latas. Después, habilitaron diferentes bajos de casas y garajes, para llevarlo todo. Uxío, echando mano de una asociación que se reunía en la Centro Social del pueblo para hacer trabajos sociales, logró convertir cada lugar de almacenamiento en un taller de reciclaje. Los contenedores se dejaron de usar y ahora llevaban los “desperdicios” al tractor o a los talleres. Allí es donde con la ayuda de los miembros de la asociación, convertían todo en arte: mesas hechas con botellas, figuras realizadas con envases, cajas transformadas en buzones o rincones para mascotas, broches y cestas realizados con papel, colgantes y pendientes hechos de lata… Aquello que antes era retirado para siempre, ahora adornaba en las casas o colgaba de las personas. La prensa se hizo eco. Esto provocó que otros barrios vecinos imitaran la idea y foráneos se acercasen para adquirir los artículos reciclados. El dinero se hizo llegar a la empresa de limpieza para que sus trabajadores cobrasen y desconvocasen la huelga. Desde entonces, hay un acuerdo de colaboración entre todos que enriquece al pueblo y beneficia a sus habitantes. Uxío salió a la ventana una mañana y reparó en su “nuevo” pueblo. Olía muy bien y brillaba. Parece que la naturaleza por fin le devolvía una sonrisa.