"La injusticia del copago", por Amalia Diéguez, Presidenta

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LA INJUSTICIA DEL COPAGO, POR AMALIA DIÉGUEZ,
PRESIDENTA DE FEDACE
El sector de la discapacidad se siente agredido por la aplicación de
un modelo de “copago” confiscatorio y contrario a los principios de
justicia e igualdad recogidos en la Convención de la ONU. No se
cuestiona su existencia, no es posible en estos momentos, si no el
ensañamiento de su aplicación sobre las personas con
discapacidad. Y no es posible, porque La Ley 39/2.006 de
Autonomía Personal y Atención a la dependencia (LPAAD)
establece en su artículo 33 que los beneficiarios de las prestaciones
de dependencia participarán en la financiación de las mismas,
según el tipo y coste del servicio y su capacidad económica
personal. También dice que el Consejo Territorial del Sistema para
la Autonomía y Atención a la Dependencia fijará los criterios para su
aplicación y que estos deberán ser aprobados por el Gobierno
mediante Real Decreto. Aún indica más: para fijar la participación
del beneficiario se tendrá en cuenta la distinción entre servicios
asistenciales y de manutención y hoteleros. Por último, pero no
menos importante, señala: “ningún ciudadano quedará fuera de la
cobertura del Sistema por no disponer de recursos económicos”.
Y, sin embargo, hasta la fecha el gobierno no ha aprobado ningún
Real Decreto que regule estas aportaciones, lo que ha generado
una gran inseguridad jurídica. Los distintos intentos para su
regulación han acabado siendo impugnados y anulados por parte
de la Audiencia Nacional o del TSJCV, tanto por la cuestión
competencial (estatal u autonómicas) como por el uso inadecuado
de los instrumentos jurídicos que las distintas Administraciones
vienen haciendo para su regulación (Acuerdos, Resoluciones,
Decretos).
Por citar sólo una, recordemos la reciente sentencia del TSJ de
Comunidad Valenciana, que establece que la naturaleza jurídica del
copago es de tasa, al tratarse de servicios esenciales y básicos de
recepción no voluntaria, lo que obliga a su regulación por Ley. La
Generalitat Valenciana se ha apresurado a dictar la Ley 7/2014, de
22 de diciembre, de Medidas Fiscales, de Gestión Administrativa y
Financiera, y de Organización de la Generalitat, que de nuevo se
atribuye competencias que no ostenta.
Esta cuestión competencial puede parecer puramente formal pero lo
que subyace en el fondo es una cuestión tan relevante como la de
salvaguardar el Principio de Igualdad de los españoles en el
ejercicio de sus derechos y deberes, materia que, según recoge
nuestra constitución, debe ser regulada por el Estado. Este Principio
se ha visto vulnerado por la emergencia de normas autonómicas
muy diversas. Esta heterogeneidad normativa afecta a todos los
aspectos que determinan el cálculo de la aportación de los usuarios:
la estimación de los precios públicos de cada servicio, la
determinación de la capacidad económica del usuario y las fórmulas
que se aplican para el cálculo de la aportación. Tantas variables y
opciones combinatorias hacen imposible poder realizar una
comparativa razonada de resultados en estas líneas, baste poner
de relieve que se producen grandes diferencias de resultados que
van desde la exención total (Comunidad de Madrid), a la posibilidad
de cofinanciar hasta el 90% del coste del servicio (C. Valenciana) y
que acaban por generar un trato desigual e injusto entre los
ciudadanos de nuestro país, cuya mayor o menor fortuna pasa a
depender de la zona en la que viva.
Por otra parte, ninguna de estas regulaciones ha tenido en
consideración la distinción entre servicios asistenciales y de
manutención y hoteleros que dice la Norma debiera tenerse en
cuenta para fijar la participación del beneficiario. Esta diferenciación
es coherente con el reconocimiento como derecho subjetivo de las
personas a la atención de sus necesidades de dependencia y de
promoción de su autonomía. Y, sin embargo, todas las fórmulas
conocidas se imputan sobre la totalidad de los servicios, lo que nos
aleja ostensiblemente de este derecho.
En este sentido, también cabe señalar otro factor que se utiliza de
manera singularmente perversa: la inclusión de las prestaciones de
análoga naturaleza en la capacidad económica del usuario (CE). La
legislación sobre prestaciones sociales a la discapacidad quiso
reconocer el sobreesfuerzo económico que la discapacidad suponía
para las personas afectadas y sus familias; mayor cuanto más
elevado fuera el grado de afectación, y lo hizo mediante unas
prestaciones económicas específicas: orfandad, hijo a cargo y Gran
Invalidez. Pero, al incluir estas prestaciones en la CE, pervertimos
esta finalidad e impedimos alcanzar su objetivo. Otra cosa es que
estas prestaciones se destinen a financiar de manera parcial o en
su totalidad los servicios y prestaciones reconocidos en el PIA, pero
nunca para incrementar artificiosamente la determinación de la
capacidad para cofinanciarlos.
Porque no cabe asimilar Discapacidad a Dependencia. La LAPAD,
ha sido valorada por el movimiento asociativo de la discapacidad
como un gran triunfo del derecho subjetivo frente a los servicios y
prestaciones graciables ligados al buenismo de nuestros
gobernantes y a los recursos económicos disponibles. Sin embargo,
cabe recordar que esta ley nació inicialmente impulsada para
anticiparse al nuevo escenario de envejecimiento demográfico que
se avecinaba en Europa. La incorporación de la discapacidad,
ligada a los conceptos de Autonomía y Apoyos, fue tardía y algo
forzada, y esta circunstancia está afectando a su desarrollo
normativo y a su efectiva puesta en marcha. Y es que no concurren
las mismas circunstancias en una persona dependiente que llega a
serlo como consecuencia del proceso de envejecimiento, que en
una aquella que lo es como consecuencia de una deficiencia que
afecta a su participación social. Así, la edad constituye un factor a
tener en cuenta, ya que en un caso nos podemos encontrar con un
proyecto vital en desarrollo y en el otro con un proceso que
concluye y eso, indefectiblemente, supone en el primero de los
casos un mayor volumen de gastos.
Un copago excesivo resulta confiscatorio para las economías de las
personas con discapacidad y lesivo para su dignidad, impide su
desarrollo personal y una vida autónoma. Es necesario reconocer
que las personas con discapacidad soportan mayores costes en sus
viviendas, vestido, desplazamientos, ayudas técnicas, medicación,
ocio, por lo que los ingresos deben ser corregidos mediante la
consideración de los gastos que deben soportar. A estos gastos se
suman las cargas familiares, con estancias de los hijos prolongadas
más allá de lo regulado fiscalmente hasta la fecha, o el
sobreesfuerzo que suponen las unidades unifamiliares, las
hipotecas, los cuidadores. Gastos todos ellos que son financiados
parcial o totalmente por la persona con discapacidad.
Atender esta diversidad y esta problemática pasa por desarrollar
una regulación común a todos los ciudadanos españoles, mediante
el instrumento legal adecuado, desarrollando un modelo flexible y
sensible a la realidad de las personas y las familias con
discapacidad. Este, y no otro, es el objetivo de la Iniciativa
Legislativa Popular que pone en marcha el CERMI con el apoyo de
todos sus miembros este mismo mes, para la que solicitamos la
colaboración de toda la sociedad para recabar las 500 mil firmas
que debemos trasladar a nuestros representantes, para que se
avengan a corregir este trato injusto y discriminatorio con la
discapacidad.
http://t.co/E7cnFAeB2w
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