MINISTERIO DE AGRICULTURA Secretaría General Técnica Sen+icio de Publicacionee Agrariae PROPIEDAD, HERENCIA Y DIVISION DE LA EXPLOTACION AGRARIA LA SUCESION EN EL DERECHO AGRARIO Diriyido por José Luis ds tos Mozos con la colaboración de M.° del Carmen Gómez de la Plaza M.' José Herrero Garcfa Benito Raimundo Yanes ( ^i^ `I I 1 / 1^ ^ V' `I ^ ^ ^ ^ 3y ^D^ r ^ MADRID - 197? EdiU: Servicio de PuWM,acionss Aprarisa Secrotarfa Gsnerol Técnica del Ministerio de Ap^icultura Dhel{o: Aiberm Corazdn Compone e lmprims: Imprenta dsl Sarvkio de Publicrcfone^ Aqrarias I.S.B.N : 8^R-604^01 &2 Oepbaito Lsyd: M•180661977 SUMARIO INTRODUCCION ................................. 7 PRIMERA PARTE Presupuestos previos al estudio del fenómeno sucesorio en relación con la explotacibn agrfcola. Capítulo I: Aspectos derivados del concepto general de "explotación agrícola" y su conexión con el tema de las unidades agrarias . . . . . . . . . . . . . 13 SEGUNDA PARTE La conservación de la unidad y de la continuidad de Ia explotación agrícola a través de la sucesián "mortis causa" Capftulo II: La explotación agrícola en relacibn con el régimen econbmico matrimonial . . . . . . . . . . 47 La influencia de la sucesibn "mortis causa" en el proceso de la mod^cación de las explotaciones, en Derecho foral y en el Derecho especial agrario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 Aspectos de la regulación de la sucesión en el Código Civil que favorecen la continuidad de la "explotacibn agrfcola" . . . . . . . . . . . . . . . . lfl9 Instituciones de Derecho Foral que favorecen la continuidad de la "explotacibn agrícola" y que convendrfa extender, a todo el territorio nacional ...... ....................... 135 La protección de la explotación agrfcola en el Derecho Comparado . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263 CONCLUSIONES ................................. 285 Capftulo III: Capftulo IV: Capftulo V: Capítulo VI: INTRODUCCION Parece que no estamos hoy en épocas de grandes reformas, porque viviendo en un clima de transición no podemos preveer el futuro desentendiéndonos, en absoluto, del pasado. Actualmente y, en relación con nuestro tema, este amplio panorama viene impuesto todavía por la liberación de la propiedad rústica, lo que se Ilevb a cabo a lo largo del pasado siglo, no con pocos esfueszos y aunque algunos consideren que ésto ha sido para mal, sus voces vienen ahogadas por las exigencias de la política del desarrollo económico y social, que exigen esa liberación de la propiedad como medida patrimonial del reconocimiento de la iniciativa privada, sin la que es imposible tratar del desarrollo económico-social en régimen democrático. Por eso, no parece que sea adecuado partir, para establecer un criterio en orden a las medidas legislativas a tomar para la protección de la explotación agrícola a través de la sucesión "mortis causa", de una crítica del individualismo jurídico que inspira, como se dice, en ésta materia nuestro Código civil. Bien es cierto que hoy tenemos otro punto de vista para interpretar ese individualismo jurídico, pero no quiere decir que el ambiente ideológico en el que el Código se sitúa haya de ser rechazado. Seguramente, lo más acertado es dar a ese individualismo un significado social, que es lo que viene a hacer, modernamente, la filosofía del desarrollo económico. Esto no quita que hoy podamos advertir que los legisladores de la época de la Restauración llegaran a equivocarse en muchas eosas, como seguramente hoy nosotros incurriremos en muchas equivocaciones, pero si lo reconoce- 8 mos de antemano tratando de evitar sus yerros, probablemente evitemos, en buena pazte, los nuestros. En suma, la liberación de la propiedad que llevó a cabo la legislación desamortizadora y desvinculadora y que consagraron, definitivamente, la Ley Hipotecaria y el Código civil, fué para bien, ya que arroja un balance positivo en el peso de nuestra historia contemporánea. Con esto quiero decir que las reformas que se estudian a lo largo de éste informe, y que se proponen en las diez conclusiones finales, no suponen una reacción violenta contra el orden constituído, contenido en éste caso en nuestro ordenamiento jurídico civil, tampoco son debidas a una revulsión de tipo ideológico, ni a nostalgia de otras épocas ya periclitadas, sino que se inspiran en simples reflexiones de jurista*. Reflexiones en las que actúa como motor, o como ritmo, de una lógica y de un método de trabajo la valoración constante de la experiencia social y la preocupación permanente de la idea de la necesidad social, criterio que toda planificación legislativa, o no, debe siempre tener en cuenta. De éste modo, no se abandona el individualismo para utilizar los criterios del socialismo o del colectivismo, sino que se modifica aquel individualismo conforme a los criterios de la necesidad social. Esta, sin embargo, en sí misma no es una categoría genérica, sino un criterio directivo que se manifiesta en muy diversos aspectos, y que en relación con nuestro tema, se traduce en la protección de 1a explotación agrfcola, en muy diversos aspectos, no pudiendo olvidar que la explotación, la familia y aún el Derecho, son para el hombre y no el hombre para la explotación, la familia y el Derecho, sino én la medida que esto sea necesario para la realización social de individuo. Lo demás es tergiversar las cosas, caer en idealismos tiránicos, o utilizar metáforas o hipérboles, la mayor parte de las veces, incomprensibles o confusas. Tal sucedió, en buena parte, con (*) Incluso las reformas que inciden en el planteamiento del tema, acometidas por ley de 2 de mayo de 1975, en cuanto afectan a la modificación del régimen económico matrimonial, se hallan inspiradas en otros propósitos, a pesar de que tengan una transcendencia indudable como puede comprobarse en el momento oportuno, aunque el presente trabajo fuera redactado con anterioridad a dícha reforma. 9 el clima reformisma que se extendió por toda Europa en los años de entre las dos últimas guerras mundiales. No tiene pues sentido, por razón de la conyuntura que nos ha tocado vivir que reaccionemos como lo hizo GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS, en su tiempo, cuando al hablaz de la decadencia de Castilla, en su famoso "Informe sobre la Ley agraria", echa la culpa de todos los males a las amortizaciones y a las vinculaciones, hablando de la "cruel ley de Toro que autoriza la mejora", como uno de los instrumentos para favorecerlas y llevarlas a cabo, cuando esta fórmula, fuera de aquel ambiente, es acaso la que mejor se adapta a la conservación de la unidad de la explotación agrícola, como propios y extraños siempre han reconocido. Ni tampoco, como por razón de un pensamiento un tanto confuso, lo que le lleva a JOAQUIN COSTA a afirmar, cuando refiriéndose al anterior le tacha de individualista, en aras de un exacerbado colectivismo, cuando la crítica histórica posterior ha puesto de relieve que JOVELLANOS no expresó en aquel informe su propio pensamiento, ya que tuvo que adaptaz su razonamiento a los criterios de la Real Sociedad Económica de Madrid que era la que suscribía y elevaba el informe al Real Consejo de Castilla. Por eso, pretendemos aténernos a criterios rigurosos, conforme a un planteamíento jurídico de las cuestiones a tratar, utilizando argumentos no tan brillantes, pgro seguramente más efectivos, si no fueran tan modestos sus autoYes. Salamanca, octubre de 1974 JOSE LUIS DE LOS MOZOS PRIMERA PARTE PRESUPUESTOS PREVIOS AL ESTUDIO DEL FENOMENO SUCESORIO EN RELACION CON LA EXPLOTACION AGRICOLA CAPITULO I ASPECTOS DERIVADOS DEL CONCEPTO GENERAL DE "EXPLOTACION AGRICOLA" Y SU CONEXION CON EL TEMA DE LAS UMDADES AGRARIAS 1. Dificultades para el planteamiento de la cuestión y doble plano del mismo. No siempre son fáciles de encajar los conceptos econbmicos en el campo del Derecho; así sucede con el concepto de empresa y, más concretamente, con el de empresa agraria, tanto que la construcción del Derecho agrario en torno a la idea de la empresa es un criterio que, actualmente, se halla muy desprestigiado' , viniendo a ser sustituído por el de actividad agraria^ . !rn otro sentido, algo parecido sucede con el concepto de explotación agrícola, con ser en sí mismo mucho más concreto y estar mucho más próximo de las categorías jurídicas, puesto que la idea de explotación lleva a un contacto material con las cosas que son objeto de los derechos, Ilegando a constituir en sf misma si no una cosa, si al menos un bfen o un conjunto de bienes que, en algunos aspectos, gana una cierta sustantividad y autonomía en el tráfico jurídico. Esto viene a ser el reconocimiento por el ordenamiento jurídico de la incorporación de un conjunto de cosas, o de un patrimonio, a una actividad, consecuencia del poder configurante de su titular al afectar este patrimonio a un destino permanente, aunque también puede ser resúltado de la previsión del ordenamiento al afectar un patrimonio, separadamente, a una responsabilidad espeçial. 14 Pero aquf vamos a prescindir de este segundo aspecto que, aunque puede encontrarse vinculado a una actividad especffica, como sucede con el patrimonio social en las sociedades de tipo capitalista que van buscando una limitación o separación de responsabilidad, deja de ser característico cuando la explotación queda vinculada a un empresario individual, al quedar comprendido en la responsabilidad patrimonial universal que establece el art. 1911 Cc., a no ser que la propia explotación revista una forma social de las del tipo citado. Por otra parte, esta afección patrimonial también aparece en ciertos patrimonios separados, por disposición del propio ordenamiento por encima de toda actividad específica, como sucede con el patrimonio dotal, afecto a los onera matrimonii. Por eso, tenemos que atenernos al primero de los aspectos señalados, el de la vinculación de las cosas, o los bienes, a un destino, dependiente de una actividad de su titular, porque sólo por este camino podremos llegar a captar la verdadera ratio iuris específica que aquí tratamos de buscar. En este sentido, nos encontramos con la típica configuración del establecimiento mercantil ("fonds de commerce", en la elocuente terminología francesa), que es el resultado de la "objetivacion de una actividad" y que funciona, en el tráfico jurídico, en muchos aspectos, como un patrimonio autónomo, aunque no siempre separado3 , siendo lo más próximo a ello en el Derecho agrario tradicional ("ius georgicum"), un concepto que podemos encontrar ya en el Derecho romano, en torno a los diversos significados del término fundus° , especialmente en cuanto a su significado como fundus instructus, tan amorosamente estudiado por el Prof. G. BOLLAS , padre del Derecho agrario moderno. Seguramente sea en esta orientación en la que hay que seguir para fortalecer el significado jurídico del concepto de explotación, situado a mitad de camino del moderno concepto de finca funcionaló y del concepto de patrimonio especial, que puede o no ser separado (pues esta determinación responde a otro criterio) y que viene así especificado por su vinculación a una actividad, en nuestro caso, la actividad agraria. Sea como fuere, con toda esta disgresión, lo que quiero poner de relieve es que el concepto de explotación agrícola, en 15 torno al cual hay que centrar la problemática del presente trabajo, no constituye una categoría jurfdica muy definida y, por ello, no se pueden concebir grandes esperanzas en una acción legislativa que trate de actuar partiendo de un concepto de esta naturaleza, sobre todo, si no es consciente de sus limitaciones. En el Derecho mercantil, una larga tradición jurídica ha conseguido notables frutos en relación con el concepto de establecimiento mercantil, a pesar de que allf tampoco haya adquirido unos rasgos muy precisos, pero hoy dfa es un concepto universalmente admitido, o si se prefiere plenamente recibido en la vida del Derecho (que no solamente es mera praxis como pueden llegar a creer algunos, sino también conciencia reflexiva, especulativa, sobre unas realidades que hay que comprender y definir). Si esto ha ocurrido en el Derecho mercantil, dotado de una aguda especialidad, no podemos pretender grandes cosas en el marco un tanto difuso del llamado Derecho agrario. Hay por ello que partir del reconocimiento, un poco impreciso, a veces evanescente, del concepto de explotación agrícola, a caballo entre el "Derecho de cosas" y lo que podemos llamar la normativa de una actividad, tan antigua y difusa como la propia actividad agraria. Por eso, la explotación misma, como concepto genéricv se nos escapa cuando pretendemos hacerla objeto de valoraciones juridicas, con un significado concreto y preciso. Lo que sucede es que el concepto económico jurfdico de explotación agrícola, como representación objetivada de una actividad, es algo dináunico que fluye constantemente y únicamente es susceptible de ser fijado cuando partiendo de las cosas, como objeto de los derechos, tratamos de atribuixles un significado de tipo ideal, aludiendo a la idea de la f^.^nción,o del destino. De esta manera el concepto mismo puede ser objeto de perspectivas diversas: una que parte del Derecho de cosas, que tiende a su concreción por el mismo carácter estático de esta parte del Derecho civil patrimonial y, otra, que únicamente llega a concretarse mediante las libres determinaciones del tráfico jurídico, porque en este terreno domina el carácter dinámico de la regulación. Sólo asf, de esta manera, el concepto de explotación agrícola puede ser captado en los dos sentidos más importantes que puede ofrecer al 16 ordenamiento jurídico, aunque desde un punto de vista puramente econbmico, o sociológico, pueda aparecer como algo unitario. Esta pturalidad de perspectivas jurídicas sobre un mismo concepto social y económico, es algo que no debe olvidar el legislador si quiere dar eficacia, es decir, operatividad, a los conceptos que utiliza. Porque lo que no puede confundir el legislador son los planos diversos sobre los que ha de actuar una determinada regulación jurfdica. En nuestro Derecho, se ha dado esta confusión en la Ley de explotaciones agrícolas familiares de 14 de abril de 1962, por lo que esta ley ha resultado, según mi criterio, totalmente inoperante, pura letra muerta que duerme su sueño eterno en las páginas del Boletín Oficial. Efectivamente, esta regulación utiliza la técnica del Derecho de cosas, perfectamente aplicable a las unidades mfnimas de cultivo, pero no aquf, donde la regulación debe, esencialmente, de ser dincímica, por mucho que se esté pensando en la estabilidad de la familia campesina, porque una cosa es el fundamento material de una norma jurfdica, es decir, la finalidad a la que aspira o el objetivo que persigue y, otra muy distinta, la oportunidad de la técnica utilizada para conseguirlo. Y así sucede en la ley citada, que tomando en cuenta el concepto de explotación como actividad se olvida por completo de su dinámica, porque en este sentido sólo el tráfico jurfdico puede contribuir a decantar el concepto mismo de explotación. Si el establectmiento mercantil no fuera transmisible, ni hipotecable, ^cómo hubiera podido tomar carta de naturaleza en el propio Derecho mercantil? . Por otra parte, a nadie se le oculta que, a pesar de esta dimensión dinámica, no por ello deja de servir a la propia estabilidad del comerciante. Pues bien, otro tanto hay que hacer en el ámbito del Derecho agrario, porque esta es la única manera de incorporar la especificación debida a una actividad, en el marco del ordenamiento concreto, a un patrimonio determinado, o si se prefiere de hacer transcender a un ordenamiento dinámico los condicionamientos de una valoración estática, en torno a la idea del destino del dueño o de la propia función de las cosas; única manera de relacionar entre sf estas dos fundamentales perspectivas en torno al concepto que nos ocupa. En este sentido, responde plenamente a tales exigencias la norma del art. 1056-2.° Cc.' , como más adelante tendremos ocasión de considerar. Por eso, esta materia tiene que ser objeto de regulación en dos campos distintos. Por una parte, en el "Derecho de reforma del suelo", en torno a la finca rústica como unidad mfnima de cultivo, o como finca funcional (consideración de una unidad jurídica aunque la finca presente una discontinuidad física, vinculación a la finca de los elementos de producción o de cultivo, etc.), con lo que la indivisibilidad jurídica se pone en relación con la idea de destin^ económico, para actuar su protección. Por otra, en relación con el "Derecho sucesorio agrario", es decir, con aquéllas normas que regulan la transmisión "mortis causa", teniendo en cuenta las necesidades que justiiican una regulación especial en atención de los intereses de la agricultura y que se materializan en la conservación post mortem de la unidad de la explotación agrícola. Sin embargo, a estos dos campos cabe agregar uno nuevo que hay que insertarlo en el sentido dinámico de la regulación de la explotacíón y que, por ahora, casi permanece inédito en nuestro Derecho positivo y que se refiere al tráfico inter vivos de la explotación agrfcola, tanto cuando descansa ésta sobre la propiedad, como cuando descansa sobre el arrendamiento o, en fin, cuando su soporte es mixto (propiedad y arrendamiento), materia a la que el legislador deberá prestar una atención muy especial. Con lo que, en realidad, no se trata de un campo distinto sino simplemente de una ampliación del segundo de los campos anteriormente señalados y que podemos def'inir caracterizándolos respectivamente, como aspecto estático y como aspecto dinámico de la regulación. Pero tambiém cobra un significado distinto conforme a otro criterio y se diversifica en planos diferentes la valoración jurídica de que es objeto y que no conviene confundir. Me refiero al plano del Derecho agrario como "Derecho de reforma", y al plano del Derecho agrario como "Derecho civil agrario", según la diversificación del carácter de las normas que constituyen estas distintas esferas normativas, conforme he desarrollado en otro lugara. El método de formación de cada una de estas esferas normativas es distinto, ya que el "Derecho de reforma" contribuye, fundamentalmente, a crear narmas y 18 regulaciones donde aparece de forma evidente el carácter de Derecho especial (ius speciale), por referencia al Derecho civil común en materia de cosas y de patrimonio por lo que aquí se trata. Normas que, por otra parte, cobran siembre un necesario carácter de Derecho imperativo (ius cogens). Lo que se compagina perfectamente con el aspecto o significado estático de la regulación. En materia de "Derecho civil agrario", predominantemente se ofrecen a los particulares fórmulas jurídicas para satisfacer las necesidades del tráfico y que por ello la regulación va acompañada de un carácter distinto, generalmente de Derecho voluntario (ius dispasitivum), como corresponde, por otra parte, a su aspecto dinámico. Así sucede en materia de Derecho sucesorio agrario, donde las normas de Derecho necesario nada tienen que ver con el interés protegido, conservación de la unidad de la explotación a través de la transmisión "mortis causa", sino que dependen de las propias exigencias del sisterna sucesorio, o de la repercusión en el mismo del Derecho de cosas (indivisibilidad de una finca, o incluso de la explotación). Lo mismo sucede cuando se trata del tráfico "inter vivos" de la explotación. En cualquiera de estos casos, el ordenamiento debe suministrar una serie de fórmulas y de medios para que los particulares elijan lo más conveniente a sus propios intereses, ya que, naturalmente, sin libertad no puede haber tráfico jurídico, ni se puede hacer coincídir el interés de los particulares con el interés general de la agricultura, en un momento en que la evolución de la estructura socio-económica acusa una clara patrimanialización de la actividad agraria que trata de superar viejas formas dependientes de una agricultura de subsistencia para alcanzar las metas que le impone una sociedad lanzada al desarrollo industrial, es decir, una sociedad que para responder a las exigencias del desarrollo económico y social, ha de tomar el modelo de los patrones de la industria, ya en forma directa, ya en forma refleja. Por eso, si de alguna manera ha de conseguirse que la regulación de la explotación agrícola puede ser operativa, en beneficio de los intereses del agricultor y de la propia agricultura nacional, hay que tener muy presentes tanto esa realidad social y económica, como las exigencias que se derivan de la diversa actuación de las normas jurídicas en los diversos planos que hemos considerado, tanto 39 desde el punto de vista del concepto mismo de explotación agrícola, en sus aspectos estático y dinámico, como desde el punto de vista de carácter de las normas que se ponen en juego. Puntos de vista que, por otra parte, como hemos visto, se complementan. 2. Necesidad de una regulación especial de la propiedad agraria, como presupuesto previo La propiedad privada, en un sistema de libertad jurídica y de libertad económica, será siempre la propiedad, por muchas limitaciones que la rodeen, es decir, conservará en todo momento ese carácter de derecho absoluto de contenido elástico, mantenido por la iniciativa privada y por el poder de disposíción del propietario. Sin embargo, las limitaciones del derecho de propiedad tan frecuentes en el Derecho moderno, aunque parcialmente inciden en el contenido del derecho mismo (p.ej., obligación de mejorar, o de laboreo forzoso, obligación de arrendar, o de enajenar, etc.), no llegan a modificarlo de una manera radical, sobre todo, por el juego del propio contenido elástico del derecho de propiedad. Así resulta que, como ha dicho R. SAVATIER, la propiedad que sale por la puerta vuelve a entrar por la ventana9. Por eso, las modificaciones que se operan en este sentido en el derecho de propiedad recaen, fundamentalmente, sobre el objeto del derecho más que sobre el propio contenido y es en este sentido en el que interesa, sobre todo, destacar la necesidad de una regulacióñ especial de la llamada propiedad agraria. Esto ha de llevarse a cabo, en relación con la finca rústica y en relación, en la medida de lo posible, con la explotación agrt^ola. Vamos a ocuparnos ahora del primer aspecto, tratando del nuevo sentido del concepto de finca en el Derecho moderno, tema que se halla muy vinculado a la reforma del Derecho del suelo y que repercute, por otra parte, naturalmente, en un nuevo concepto de cosa en sentido jurfdico, al afectar a una de las categorías más importantes sobre las que recae el objeto del Derecho: las fincas, en general, y, la finca rústica en particular'o Lo más importante de este nuevo sentido del concepto de 20 finca es su carácter eminentemente social, representando una reacción frente al resultado, en este punto, de las consecuencías de lo que de una manera genérica podemos llamar el individualismo jurídico.Efectivamente, en las codificaciones y en las reformas legislativas del siglo XIX se trata de liberar a la propiedad de sus antiguas trabas, pero esa liberación de la tierra y del suelo se lleva a cabo "movilizando" la propiedad, es decir, convirtiéndola en valor para que pudiera servir de base al crédito territorial y a esta finalidad sirve, en lo fundamental, históricamente, el sistema de la publicidad registral. Movilizada así la riqueza inmueble, es natural que pasara a primer término su valor y la pertenencia a su titular, configurándose el derecho de propiedad con un carácter ilimitado y absoluto, de acuerdo con el sentido que se confiere a su contenido y al que antes nos hemos referido, con lo que, como consecuencia, quedará dífuminado el objeto sobre el que recae el derecho, relegado a un segundo término. Este proceso de subjetivación de la relación jurídica, que algunos califícan de comercialización del Derecho civil ", no tardará en desencadenar la reacción contraria 12, aunque un proceso de objetivación de la misma, especialmente en relación con el derecho de propiedad, o con el Derecho de cosas, en general, apenas ha comenzado a iniciarse; sin embargo, ;os juristas son conscientes de la importancia de esta transformación' 3. En una palabra, el concepto de finca en sentido material tenía muy poca importancia en el Derecho vigente, hasta hace muy pocos años. Lo ímportante era y, en muchos sentidos lo sigue siendo, el concepto formal de finca, es decir, su vinculación o atribución a una titularidad, lo que todavía se facilita más por el sistema registral, cuando éste se lleva por fincas14 . De este modo, la finca resulta como abstracción de su contenido, entendida en sentido jurídico, fundamentalmente como valor, no en _ sentido material, y así viene determinada mediante una abstracción planimétrica y abstracta de su contenido natural15, lo que se traduce en las normas para la individualización de inmuebles 16, predominando siempre su sentido como unidad en el tráfico" para servir a la movilidad de la riqueza, con lo que su carácter como bien inmueble queda totalmente desdibujado. Por otra parte, se consideran fincas, bienes u objetos de derechos que apenas 21 tienen una entidad material como tales, como sucede con los pisos o apartamentos de un edificio o con las concesiones administrativas 'a Pero a la vez quc esto tiene lugar, el mismo sentido de la utilización de los recursos téenicos, para facilitar la movilización de la riqueza inmueble, ]leva a resultados contrarios, reapareciendo el concepto de finca material, vinculado a la idea de destino; así se hace depender del destino agrícola la distinción entre fincas rústicas y urbanas en la Ley de arrendamientos rústicos de 15 de marzo de 1935 F9 . Incluso la idea de destino, a través de la voluntad del dueño, adquiere una fuerza vinculante y configurante extraordinarias y que se sobrepone por encima de la entidad material de las cosas; así se pone de relieve, sobre todo, en el art. 8-2° de la Ley Hipotecaria, que permite inscribir como una sola finca: "Toda explotación agrícola, con o sin casa de labor, que forme una unidad orgánica, aunque esté constituída por predios no colindantes, y las explotaciones industriales que formen un cuerpo de bienes unidos o dependientes entre sí". De esta manera vuelve a aparecer, y, en el texto citado se muestra parcialmente reflejada, la idea del fundus romano^0 . Regulación positiva e idea que han de servir de punto de partida para desarrollar, al máximo, la cadena de regulaciones del concepto de explotación agrícola. Ahora bien, cuando verdaderamente se transforma hacia nuevas metas el concepto de finca, modernamente, es cuando se pone de relieve el fracaso social y económico del individualismo jurídico y entra en juego el nuevo Derecho de reforma del suelo. Aparte de la crítica socialista21 , ésto se remonta ya a la que llevara a cabo O.von GIERKE, a fines del siglo XIX ZZ , materializándose, técnicamente, por lo que se refiere al contenido de los derechos, con la idea de la función social de la propiedad, que por primera vez proclama la Constitución alemana de Weimar, en 1919. Posteriormente con el creciente intervencionismo del Estado en la vida económica, aparece en Italia la distinción entre bienes productivos y bienes de consumo, con pretensiones de tecnificación en el ordenamiento jurídico-privado 23 , actualmente abandonada, cobrando esta cuestión un nuevo si^nificado con las técnicas del desarrollo económico y social2 y viniendo a aparecer, por otra parte, 22 nuevos tipos de propiedad, con una acusada finalidad económica y social, por lo que se ha empezado a hablar de propiedades, diferenciadas y matizadas^s , no sólo por razón de su finalidad y función, sino también por razón de su relación con un determinado objeto; así se puede decir que la transformación operada, en esta materia, no ha tenido lugar sobre la "relación jurídica" en sí misma considerada, sino sobre uno de sus elementos: el objeto sobre el ^que recae. Pues aunque podamos hablar de propiedades y no de propiedad en general como un concepto único, verbi gratia, propiedad urbana, propiedad rústica, como consecuencia de la incidencia de la función social sobre la propiedad del suelo, la diferenciación no es tan profunda, como ya hemos advertido inicialmente, como para que pueda hablarse de propiedades especiales, como cuando se habla de la propiedad intelectual, o de las aguas, minas, bosques, etc. Por eso tiene sentido hablar de que la modificación ha recaído fundamentalmente sobre el objeto del derecho, aunque esto no sea más que una expresión abreviada que, haciendo referencia a la fuerza vinculante de la cosa ( lo que es un fenómeno tan antiguo que aparece ya en el Derecho romano, res mancipi, sacra, etc.) se halla también en conexión con un ordenamiento específico (Derecho de reforma del suelo) en el que la actuación de la función social de los derechos, sobre las cosas a que se extiende su ámbito, impone tales o cuales condiciones que se traducen en limitaciones normales del dominioZb. Este nuevo sentido del concepto de finca se materializa en las nuevas formas que van apareciendo para su individualización y descripción, y aunque la base de ésta sigue siendo meramente literaria, haciendo constar su situación, delimitación y naturaleza ( arts. 9-la LH. y 51-1a y 2a RH.), la reforma de 1959 del Reglamento Hipotecario ha introducido la expresión de su clase de cultivo, en las rústicas, y la referencia al polígono y parcela catastral, en general 27 . Por otra parte, la Ley de Régimen del Suelo y de Ordenación Urbana ha creado, para la identificación de fincas urbanas, la cédula urbanística (art. 51)'a . Igualmente el concepto de finca en sentido materia! cobra pleno vigor en el Derecho agrario y en el Derecho del suelo, y, de este modo, se puede hablar del concepto de Jinca funcional, 23 noción que suscitó BUSSE, en el seno de la crítica nacional socialista, al Derecho patrimoníal del siglo XIX. Este autor pone de relieve que, en el Derecho alemán, no llega a perderse una relación con las distintas unidades patrimoniales matizadas por su destino (bosques, minas, subsuelo, campos) y por su propio régimen jurídico; con ello, en vez de existir simplemente fincas, existen cuerpos ciertos. Y de esta manera la finalidad social y económica se pone en relación con el régimen jurídico 29. Posteriormente, este concepto, descargado de su contenido ideológico, se ha mantenido entre los civilistas elementos más representativos de la época 30 y viene difundido por R. SAVATIER, en Francia" y por S. PUGL[ATTI, en Italia 32. Pues bien, éste criterio de incorporar la función al concepto de la cosa, como objeto de los derechos, es el que debe de presidir la regulación especial de la propiedad agraria, en la medida en que pueda llevarse a cabo y en el sentido que aquí nos interesa y que se traduce en la disciplina de las unidades agrarias ( unidades de colonización, fincas de reemplazo en Concentración Parcelaria, unidades mínimas de cultivo, etc.), porque tratar de realizar otra cosa es poco menos que imposible en el contexto actual, de acuerdo con los presupuestos políticos e ideológicos que sirven de base a nuestro ordenamiento jurídico, cimentado en el respeto a la propiedad privada. Por eso, los excesos retóricos en que se incurre cuando se habla de la funetón social de la propiedad carece aquí de sentido 33 , ya que en relación con el tema que nos ocupa su incidencia se traduce en meras lirnitaeiones que fundamentalmente transcienden al objeto y que, en esencia, afectan muy poco a su contenido. Así, en efecto, la disciplina de las unidades agrarias limita el ius disponendi del propietario, mediante el establecimiento de su individualiddad y es, precisamente, esta individualidad de las fincas, (unidades agrarias) consideradas como elementos fundamentales de la explotación agrícola, un factor decisivo que contribuye de manera eficaz al mantenimiento y a la conservación de la propia explotación. 24 3. Las unidades mínimas de cultivo. Delimitación de la ma teria EI criterio de las unidades agrarias, por una parte, viene a ser expresión de los diversos tipos de acción y de intervención en la propiedad rural y se traduce en la imposición de una seríe de limitaciones que vienen presididas por el establecimiento de la indivisibilidad de tales unidades agrarias, según sus diversos tipos (huertos familiares, fincas de remplazo, unidades de colonización, etc.)34. Pero, por otra, traduce al plano jurídico, no sólo la preocupación por conservar lo realizado mediante la actuación o intervención pública, sino también el criterio económico de la unidad óptima de cultivo35, criterio necesariamente cambiante y que resulta difícil de delimitar'6 , por ello se traduce, unicamente, en el plano jurídico, la unidad óptima de cultivo, en símple unidad mínima. Ahora bien, a nosotros, de entre los tipos de unidades agrarias, solamente nos interesan aquí las que puedan ser objeto de aplicación general, dejando a un lado aquellas que desarrollan su eficacia dentro de una regulación especial (Concentración Parceiaria, colonización, etc.) 37 , es decir, limitándonos al régimen de las unidades mínimas de cultivo. Sin embargo, tenemos que observar que este régimen tiene su origen, en relación con su transcendencia evolutiva para una aplicación de carácter general, en nuestra legislación, en la Concentraci^n Parcelaria. Esto es lógico dada la finalidad de la Concentración Parcelaria, al tratar de combatir el excesivo fraccionamiento de la propiedad, lo que exige el mantenimiento de las unidades agrarias logradas con la reorganización de la propiedad y, por ello, el régimen de la concentración tiene que llevar implícito el carácter de indivisibilidad de las nuevas fincas surgidas de esta actuación 3B . Así se dispone, por el art. 72 de la Ley de Concentración Parcelaria, texto refundido de 8 de noviembre de 1962, que "las fincas de extensión i$ual o inferior a la fijada para la unidad mínima de cultivo tendrán la consideración de cosas indivisibles y la parcelación de predios de extensión superior a dicha unidad sólo será válida cuando no dé origen a parcelas de extensión inferior a ella". Cabe dividirla, no obstante, ctando lugar a parcelas de extensión inferior, cuando éstas se zs adquieran simultáneamente por propietarios de terrenos colíndantes para unirlas a las que posean, formando una nueva finca que cubra la superficie de la unidad. También es posible la segregación para edificar. Por otra parte, la ley sanciona con la nulidad los actos jurídicos que contravengan las anteriores disposicíones sobre índivisibilidad de las fincas concentradas, ordenando a los tribunales y autoridades se abstengan de reconocer efectos jurídicos a tales actos (art. 73)39 . Pero ya antes de publicarse el texto refundido citado y casi imnediatamente de iniciarse las tareas de concentración parcelaria, teniendo en cuenta que esta ardua tarea de concentración no se puede llevar a cabo a un tiempo en todo el territorio nacional, sino progresivamente, se dictaron normas de carácter general que trataran de evitar el fraccionamiento de la propiedad rústica más allá del límite mínimo agrícolamente adecuado, por el medio jurídico de considerat como indivisibles las parcelas de extensión igual o inferior a dicho límite. El primer texto que se dictó sobre el particular fue la Ley de 15 de julio de 1954, sobre fijación de unidades minimas de cultivo, en cuyo desarrollo se dictaron, después, otras disposiciones. Así, ei Decreto de 23 de marzo de 1955, que señala los límites máximo y mínimo entre los cuales se ha de fijar la extensión de las unidades mínimas de cultivo en cada provincia por la comisión que se constituya, para que el Ministerio de Agricultura a 1a vista de esos informes, fije la unidad mínima de cultivo en cada comarca, señalando mientras tanto un tope mínimo, y otras disposiciones posteriores de menor importanciaao , Posteríormente se publícó la Ley de explotacíones famíliares indz^isibles de 14 de abril de 1962, que prevé la derogaciQn ^de la anterior una vez que se haya determinado en todo el territorio nacional la superficie correspondiente a las explotaci^nes familiares en cada provincia, superficie que sustituirá automáticamente a la unidad mínima de cultivo señalada según la Ley anterior citada (art. 8). ^ Pero esta regulación de explotaciones familiares indivisibles, introduce un elemento perturbador en la disciplina de la protección de las unidades agrarias, por querer ir demasiado lejos, ya que en este sentido del derecho imperativo y de la regulación estática de los elementos que componen la explo- 26 tación, la regulación, sobre todo, debe ser clara si se quiere que sea efectiva. Por otra parte, incide en ella la sugestión evidente de la que se dejó arrastrar el legislador del régimen del patrimonio familiar, institución que debe quedar relegada al ámbito del Derecho de colonización y que por su peculiar naturaleza nunca puede resultar, ni siquiera entonces, en 1962, un esquema que pueda extenderse al ámbito general. Mucho más resulta hoy todo ésto anacrónico al mantener, en la legislación actual, (muy necesitada de orientarse a proteger la agricultura, conforme a las exigencias de la política general del Desarrollo económico y social), criterios tan superados como los que encontramos en esta Ley cuando se alude en su exposición de motivos al haber tenido en cuenta "el decoroso sustento de la familia campesina" con un sentido "hondamente social", y, en su parte dispositiva, que el Ministerio de Agricultura señalará la superficie mínima que corresponde a una explotación familiar dentro de cada zona o comarca, siendo dicha superficie "la que, teniendo en cuenta los diversos cultivos y rendimientos, permita un nivel de vida decoroso y digno a una familia laboral tipo, que cuente con dos unidades de trabajo y que cultive directa y personalmente" (art. 1°). Con todo, los defectos de técnica de esta Ley de explotaciones familiares mínimas no se agotan en las precedentes consideraciones y a ella volveremos más adelante. Baste aquí decir que se trata de una regulación que trata de proteger el tráfico de fincas rústicas, no hay por qué hablar de explotaciones. Por eso, porque no se cumplieron las obligaciones que asumía el Ministerio de Agricultura, en cumplimiento de lo dispuesto en la Ley, y porque la realidad social y económica se orientaba hacia otros derroteros, distintos de la protección del cultivo directo y personal, se puede decir que esta Ley no ha tenido aplicación, salvo en las normas concretas que se refieren a la indivisibilidad de las fincas (art. 6° ); estableciendo como sanción un derecho de adquisición preferente, en favor de los colindantes (arts. 3 y 4 de la Ley de 15 de julio de 1954) y una expropiación en favor del Ministerio de Agricultura, para luego ceder a los colindantes (arts. 5° de la Ley de 14 de abril de 1962), procedimiento indirecto que no parece que ofrezca muchas ventajas, salvo en lo que puede referirse al precio de la adquisición. 27 Por ello, con muy buen acuerdo, la Ley de reforma y desarrollo agrario, texto refundido de 12 de enero de 1973, ha vuelto en buena parte al criterio de la Ley de I S de julio de 1954, estableciendo una regulación que es digna de toda alabanza, por su estilo progresivo, por la profundidad de su ámbito o alcance y por la sencillez de los medios que pone en juego, quedando en el aire si se halla vigente la Ley de 14 de abril de 1962, sobre explotaciones familiares indivisíbles, ya que el citado texto refundido no comprende esta ley en su disposición final derogatoria, aunque por razón de la contrariedad en la materia creemos que se halla derogada, o al menos lo está dentro del ámbito que nos ocupa, es decir, en cuanto a las normas que se refieren a los elementos de la explotación (unidades mínimas), no en cuanto a la explotación misma. De aquéllas vamos a ocuparnos seguidamente. 4. Régimen jurídico del control de tráfico de fincas rústieas Este régimen jurídico puede tener un significado mucho más amplio y referirse, no solamente a la protección de las unidades mínimas, actuando también sobre las titularidades de uso y disfrute que recaen sobre las fincas, con lo que nos acercamos a otros aspectos de la protección de la explotación, a los que luego vamos a referirnos, guardando relación también con el control posíble sobre los precios, lo que puede tener una trascendencia extraordinaria en conexión con el crédito agrario y, en fin, con una cierta actuación de la actividad pública, a la que más adelan#e aludiremos igualmente, aunque sea de pasada41 . De momento, vamos a limitarnos al régimen vigente sobre unidades mínimas de cultivo, establecido en los arts. 43 y siguientes de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario. El primero de los preceptos citados (art. 43-1°), se refiere a la fijación y revísíón por el Gobierno de la extensión de la unidad mínima de cultivo, determinando, en su núm. 2°, un criterio progresivo, distinto al de la legislación anterior, que merece todos los elogios cuando establece que "dicha extensión será la suficiente para que las labores fundamentales, utilizando los medios normales de producción, puedan llevarse zg a cabo con un rendimiento satisfactorio, tenindo en cuenta las características de la agricultura en la comarca". El art. 44, mantiene sustancialmente la disciplina anterior en cuanto a la indivisibilidad de las unidades mínimas de cultivo, con las excepciones que venían recogídas en aquella legislación. Por su parte, el art. 45, modaliza la sanción a la infracción legal, configurando un dereeho de adquisición preferente, semejante al retracto de colindantes, y que sería de desear que, en la revisión que se Ileve a cabo algún día del Código civil, se agregue a los arts. 1523 y 1524 del mismo. AI primero por cuanto se establece un retraeto espeeial de colindantes y se dictan normas de concurrencia, y al segundo, por cuanto se establece un plaxo diferente para el ejercicio de la acción correspondiente. Todo esto si no se quiere hacer una redacción nueva de los preceptos del Código, lo que sería mucho más interesante, ya que las normas del art. 45 hay que entender son de aplicación general. Por otra parte, es muy interesante el art. 46 y que, dentro de las normas de esta regulación, entra de lleno en las que han de tener una evidente trascendencia para la conservación, indirectamente, de la unidad de la explotación agrícola a través de la transmisión mortis causa". De ella nos ocuparemos en su lugar oportuno; baste hacer constar aquí su oportunidad, ya que, como hemos dicho, una regulación protectora de las unidades agrarías debe dejar sentir toda su fuerza en cualquier grado en que se plantee el tráfico jurídico que haya de ser controlado. Por eso la especificación que contine ese precepto es digno de toda alabanza42. Las normas del art. 47 son también la cristalización de normas anteriores y merecen el mismo elogio, al trasladar al plano registral, que cada día ha de tener mayor importancia en relación con una agricultura en desarrollo, las indicaciones que, indudablemente, pueden favorecer la observancia de una dísciplina, aunque por tratarse de limitaciones legales de la propiedad, para su eficacia no necesitan de constancia registral (art. 26-1° LH.), lo que viene a reconocer con parecido carácter el propio art. 47-2° citado. Por último, no me parece acertado, sin embargo, el art. 48, al elegir como procedimiento breve y sencillo uno que no lo es tanto, como el establecido para los incidentes en la Ley 29 de Enjuiciamiento civil, porque para ello hubiera sido preferible acudir al juicio declarativo ordinario que por su cuantía corresponda, que en muchos casos sería el juicio de cognición. Por todo ello es de meditar si no sería interesante establecer un procedimiento judicial agrario, con conciiiación facultativa u obligatoria ante la Hermandad Sindical, que se desenvolviera por los trámites de juicio verbal el Juzgado de Primera Instancia y con apelación a la Audiencia Territorial y que pudiera aplicarse para este caso y para tantos otros como pudieran surgir. Con estas normas podemos decir que se agotan, en nuestro ordenamiento, las relativas ai control de tráfico de las fincas rústicas y, sin embargo, sería interesante que se pensara en su extensión a otros campos. En relación con las titularidades de uso y disfrute de la tierra tendremos ocasión de aludir a ello seguidamente, bajo el epígrafe, al aludir a la disciplina jurídica de la explotación agrícola. Pero sería muy interesante referir ese control, en relación con el crédito agrario y en relación con cierta actuación de la intervención pública que podría asumir el Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario. En relación con el crédito agrario, la política crediticia relacionada con la adquisición de fincas rústicas sigue unos criterios desafortunados y un tanto arcaicos, al referirse al valor catastral de las fincas43. Una preocupación de este tipo aflora sin duda en la Ley de explotaciones familiares indivisibles (art. 5° ), al canalizar la sanción en la posibilidad de actuar el propio Ministerio de Agricultura la expropiación, para después ceder las fincas por su justo precio a los colindantes. Pero este procedimiento no parece adecuado y por eso lo hemos criticado anteriormente, porque a pesar de los plazos largos que se establecen sería preferible siempre la actuación directa de los particulares y así aparece, actualrnente, en el art. 45-1° de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario. Basta con que se canalicen las posibilidades de crédito (tanto oficial como privado) para estas actuaciones, lo que no sería difícil de articular, ya que, por otra parte, no creo que esto vaya a trastornar mucho una política general de crédito. Por lo que respecta a la acción e intervención pública en relación con el control de tráfico de las fincas rústica ^, existen 30 unas posibilidades insospechadas, ya que el propio IRYDA u otro ente público podrían intervenir en éste tráfico adquiriendo heredades y explotaciones para concederlas en acceso a la propiedad a jóvenes cultivadores que acreditaran su capacitación agrícola. Los términos de la acción y de la intervención son mínimos; sólo sería preciso un pequeño capital circulante y se podría combinar con la jubilación anticipada de los agricultores propietarios de fincas o de explotaciones, que en ocasiones ni siquiera desean que se les pague el total del precio de la enajenación de sus tierras, sino una parte, combinando el resto con una renta vitalicia y el remanente dejándolo en beneficio de sus herederos, con lo que se podría facilitar la financiación y a la larga renovar la competencia, mentalidad y preparación de nuestro campesinado. Siendo en este sentido, de sumo interés la actuación en Francia de la SAFERaa Con esto pasamos a considerar el cuadro de las normas jurídicas aplicables a la proteccíbn de la explotación agrícola, siguiendo el criterio que inicialmente hemos establecido. 5. Normativa jurídica de ia "explotación agfcola". Renuncia a un planteamiento unitario y soluciones parciales. Ya hemos visto en los epígrafes precedentes que el presupuesto previo de una normativa jurídica de la explotación agrícola viene constituído por la protección que cabe exigir a las unidades agrarias, mediante el reconocimiento de su indivisibilidad, porque éste es el medio más adecuado de proteger a uno de los elementos más importantes de la explotación: la finca rústica. Pero ya hemos visto que, paralelamente a ésta protección, se proyecta jurídicamente otra, mediante el reconocimiento de un nuevo retracto de colindantes, que contribuye a suministrar, para el caso de incumplimiento de las obligaciones que asume la función socia! de los predios rústicos, mediante este derecho de adquisición preferente en beneficio de una explotación ya existente, un medio indirecto de hacerla viable, o de coritribuir a que lo sea. Todo esto, nos confirma en la idea, ya apuntada, de que la proteccibn de la explotación agrícola debe partir del criterio 31 de la ^nca funcional, criterio que hay que mantener en cualquiera de los aspectos en que se desarrolle el tráfico jurídico y, desde ahí, ir ascendiendo en la medida de lo posible a la protección de la actividad agraria, porque es la actividad la que da sentido y contenido propio a la explotación. Por eso, el primer estadio intermedio en este tránsito viene representado por el concepto de fundus, como el más próximo a la unidad agraria pero que transciende ya a la idea de explotación. Concepto que acoge ya nuestra Ley Hipotecaria, en su art. 8-2° y que tiene un claro abolengo romanoaa bis; manifestándose en la sumisión de las cosas, por su dueño, a una actividad, lo que adquiere, por otra parte, un claro significado en el tráfico jurídico, que hay que potenciar al máximo, ya que el destino de las cosas sigue el curso de una convicción social, o el hábito creado por la costumbreas^ y et^ este sentido se comprende en el concepto de fundus, solamente la tierra o el suelo, sino también aquellas cosas, generalmente muebles, que se destinan al servicio del mismo, el instrumentum fundi ab. Este concepto de fundus instructus se halla acogido en el propio Código civil, cuando al establecer qué son bienes inmuebles, el art. 334, en su apartado 5° , dispone que: "Las máquinas, vasos, instrumentos o utensilios destinados por el propietario de la finca a la industria o explotación que se realice en un edificio o heredad, y que directamente concurran a satisfacer las necesidades de la explotación misma", tendrán . tal consideración. Como vemos, es la idea de destino del dueño en la que se basa esta construcción; ahora bien esta determinación sigue perteneciendo al aspecto estático de la regulación de la explotación y ya sabemos que donde tenemos que encontrar la verdadera transcendencia de la protección de la explotación es en su aspecto dinámico. En éste sentido, existen también en el plano del Derecho civil algunas aplicaciones muy interesantes. Én primer lugar nos encontramos con la norma del art. 401 Cc., en materia de la acción de división que corresponde a todo copropietario (art. 400) con la excepción de la indivisibilidad funcional de la cosa, ya que este precepto establece: "Sin embargo de lo dispuesto en el artículo anterior, los copropietarios no podrán 32 exigir la división de la cosa común, cuando de hacerla resulte inservible para el uso a que se destina". Norma que, ciertamente, también podría ponerse en reiación con las unidades mínimas de cultivo, en el sentido que antes hemos indicado, pero que nos hemos reservado para citarla en este lugar, porque no solamente puede ser referida a los elementos de la explotación, sino también a la explotacivn misma. Por otra parte, este precepto (art. 401-i°Cc.), tiene su repercusión en materia de participación de herencia, en el art. 1062-1° Ce., produciéndose en ambos, paralelamente, el mismo efecto: la modificación sustantiva del alcance de la acción de división, como ponen de relieve los art. 404 Cc.°' y 1062-2° Cc.aa aunque sus efectos en relación a la explotación, ofrecen un alcance más limitado, en la esfera del art. 1062-1 °, a pesar de la incidencia del art. 46 de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario (o precisamente por ello, ya que esta norma se refiere a fincas str-ictu sensu), que en la esfera del art. 401-1° donde, por los términos tan amplios del precepto y por relación con el art. 334-5° , se puede extender a explotaciones, según ha reconocido la propia jurisprudencia, en diversas ocasiones. En segundo lugar, tenemos también la norma, aunque sea limitativa por lo que se refiere a la responsabilidad hipotecaria, del art. 111 LH.49, pero que responde, sin embargo, al mismo criterio. Y ya, por último, con el art. 1056-2° Cc., al que antes hemos aludido, en materia de partición del padre en favor de sus hijos,y los art. 821 y 822, en materia de mejora50 , a los que nos referimos más adelante. No eabe duda, pues, que el concepto se halla vivo en nuestro ordenamiento; ahora bien, desde un punto de vista estático, no podemos conseguir mucho más; por ello, lo que debe hacerse, desde el punto de vista de la política legislativa, es acentuar la protección de. la explotación agrícola, desde su aspecto dinámico, desarrollando ai máximo las posibilidades que ofrecen los supuestos ya admitidos, o ayuellos otros en que se halla admitido solamente el principio, en los que el legislador no irá contra la conciencia social, porque únicamente se limita a llevar a cabo un desenvolvimiento técnico de algo que ya está formulado en el propio ordenamiento. Pero no vale un criterio general, ni tampoco tratar de traducir al plano jurfdico, sin la tecnificación debida, exigen- 33 cias de orden social o económico, como sucedió con la Ley de explotaciones familiares mínimas de 14 de abril de 1962, que pretendiendo proteger a las explotaciones, no consiguió llevar la protección más allá de la protección de uno de sus elementos, la finca rústicas'; por eso, es preferible renunciar a un planteamiento unitario y acudir a soluciones parciales. Así, en materia de contratos agrarios, hay que contemplar como esencia que éstos deben de ser contratos para la empresa, es decir, su finalidad debe ser la ereación de explotaciones basadas sobre el uso y disfrute de un fundo ajeno. Ciertamente yue, este criterio, como la doctrina ha puesto de relieve, aparece ya en nuestro ordenamiento jurídico desde la Ley de 15 de marzo de 193552, pero en una reforma futura de los arrendamientos rústicos debe sacarse el mayor partido de esta idea directiva, procurando la estabilidad del arrendatario por la larga duración del arrendamiento y por su derecho a llevar a cabo mejoras (culturales, como mera facultad derivada del arrendamiento, fundiaria ^, con facultad de coerción al propietario por el interés de la finca y de la agricultura). Pero introduciendo, también, instituciones que protejan, típícamente, el carácter que como explotación o empresa haya tomado el derecho arrendaticio: así la sucesión del mismo, mediante traspaso a favor de otro agricultor, o la cesión por el padre a uno de sus hijos, por actos "inter vivos" o"mortis causa" y con independencia de la sucesión en el arrendarniento, o mejor dicho, aparte del reconocimiento de esta sucesión "mortis causa", ya reconocido en la legislación vigente, con lo que se favorece, extraordinariamente, el mantenimiento de la unídad de la explotación a través de la sucesión "mortis causa", como analizaremos en su momento oportuno y, en fin, permitiendo la cesión de ía explotación a una explotación comunitaria, siempre que el arrendatario siga prestando su trabajo dentro de la misma, con lo que se favorece la agrupación de explotaciones y su conservación, a través de su viabilidad económica. De todas estas formas, la cesión por traspaso supone no sólo la posibilidad de introducir una movilidad en la relación arrendaticia, afectada, actualmente, de una rigidez excesiva que no se compagina con las necesidades de una agricultura en desarrollo, sino que, también, se introduce un elemento de capitalización del arrendamiento, al llevar a cabo la cesión 34 mediante precio que a través de la inscripción del arrendamiento suministra a éste un valor, que permitiría su hipotecabilidad, como ha sucedido con la posibilidad de hipotecar el establecimiento mercantil S', con lo que se le abren al arrendamiento las posibitidades del crédito territorial. En este mismo sentido, la intervención de mejoras, especiatmente por lo que se refiere a las mejoras fundiariassa llevaría consigo, en una futura regulación de los arrendamientos rústicos, no solamente una repercusión en la duración del arrendamiento, o el establecimíento de un sistema de indemnizaciones en favor del arrendatario mejorante, sino también la posibilidad de transformación del propio arrendamiento, mediante su inscripción en el Registro de la Propiedad, en un derecho de vuelo o superficie (semejante al contemplado en e1 art. 30-2° Reglamento Hipotecario), o, si se prefiere la posibilidad de yuxtaponer al derecho arrendaticio una relación jurídico-real, de la naturaleza indicada, con lo que la realización de mejoras encontraría una posibilidad inédita de crédito territorial. Por otra parte, se podría llevar a cabo, también, en una futura ordenacibn de los arrendamientos rústicos, el acercamiento entre este esquema regulativo y el de arrendamiento de industriass, sobre todo en relación con los arrendamientos de finca rústica para aprovechamiento forestal y ganadero, donde las razones mísmas de este aprovechamiento no aconsejan establecer una larga duración del disfrute arrendaticio, con excepción de los arrendamientos en que el arrendatario vaya a crear una industria forestal o ganadera, en cuyo caso el arrendamiento debe de ser de larga duración y contar el arrendatario con los derechos de cesión que anteriormente hemos indicado. Por último, en una regulacián de arrendamientos rústicos, no debe establecerse tampoco una discriminación por el hecho de que el contrato esté concertado entre familiares, en el sentido del art. 1-3° de la vigente Ley de 1935, ya que razones de justicia o de equidad aconsejan no establecer ninguna distinción. Pero es que, además, homologados estos arrendamientos, el agricultor propietario puede mantener indivisa su explotación, en el momento de su retiro, arrendando a uno de 35 sus hijos o descendientes, incluso con efectos que, indirectamente, van más allá de su progia muerte. Estas ideas, como vemos, inciden en la dinámica de la explotación y sirven para proteger su tráfico jurídico, que es tanto como decir su reconocimiento y su protección. Si estas medidas se completan o complementan con otras, en el campo de la transmisión "mortis causa", a imagen de las que se van produciendo en el Derecho de colonización (protección del patrimonio familiar, de las concesiones de tierras y de las explotaciones formadas con tierras adjudicadas)56, o aprovechando las posibilidades que ofrecen algunas instituciones del Derecho común o foral, con muy escasas modificaciones legales sobre los criterios establecidos en la ordenación vigente, y si se retocan parcialmente también algunos aspectos del régimen económico familiar, nos encontraremos con una protección suficientemente amplia para el desarrollo y mejora de la explotación agrícola, para que, realmente, pueda responder a las exigencias que le impone la coyuntura económica en que ha de desenvolverse; que es, en definitiva, lo que hay que alcanzar, lo que una política legislativa, en el momento actual, debe conseguir. Pero en esto, no hay que olvidar que, sometida la actividad privada a la acción y a la intervención pública, como instrumento de promoción y de desarrollo, no se puede olvidar tampoco, de una parte, la revisión de la actuación pública en relación con la llamada agricultura de grupo, que de una vez para siempre debe de abandonar los criterios inoperantes de la llamada agricultura asociativa, criterio que se debe de sustituir por el de la agricultura comunitaria, ya que ofrece una base jurídica más firme, mediante el esquema del arrendamiento colectivos' ; y si se quiere seguir hablando de agricultura asociativa, deben de tomarse en serio las exigencias de una tecnificación jurídica de los tipos asociativos posibles, no olvidando las fórmulas ya existentes (como la aparcería comunitaria de naturaleza asociativa, pero distinta del contrato de sociedad, contemplada en el art. 43 y siguientes de la Ley de 15 de marzo de 1935 y en el art. 1579 Cc. y a la que ha llamado en otras ocasiones, aparecería múltiplessa). Par otra parte, los criterios de protección de la explotación deben tomarse en cuenta en una disciplina, tan abandonada, pobre y 36 fragmentaria, como es la del crédito agrario, cuestión que exigiría una ley especial que refundiera lo ya existente y que diera un paso más, utilizando todos los criterios que, en beneficio y en interés de la explotación, se van desarrollando aunque fragmentariamente en el vasto campo del Derecho agrario. No hay que olvidar que el cultivador, por realista, es muy sensible a este retraso de nuestra legislación de crédito agrario. No es que no exista el crédito agrario, pero debe de estructurarse de una manera reflexiva, de acuerdo con los sujetos, los objetos, y los fines de la agricultura y, naturalmente, de todo ello no puede estar ausente la explotación a,grfcola, como clave de bóveda que reúne la actividad y los objetos que son materia de tráfíco de esa misma actividad. Es decir, debe aspirarse a una regulación orgánica del crédito agrario, porque no basta la repercusión en este campo de unos criterios de política económica que se traducen en normas de puro Derecho, sin que se materialicen institucionalmente en relación con los diversos elementos de la explotación. No cabe duda que este conjunto de normas de actuación y de intervención en la iniciativa privada, de canalización de recursos económicos y técnicos, es una exigencia de la planificación, pero hay que procurar su adecuación efectiva a los medios ya establecidos en la actuación privada que son los elementos de la explotación. El Derecho económico es necesario, incluso en sus fundamentos se halla en la base del propio Derecho agrario, pero más que cualquier otro ordenamiento su actuación concreta, en la realidad social, depende de su racionulidad, sin la que no cabe se puedan obtener, no ya los frutos deseados, sino los mínimos que cabe esperar. Por eso, la actuación técnica y la actuación económica (inversiones, auxilios, etc.) debe de estar intimamente adecuada a las condiciones jurídicas materiales del sector sobre el que actúa. A este orden de cosas pertenece la normativa de la ordenación rural y, actualmente, en la terminología de la Ley de Reforma y Desanollo Agrario, a las zonas de ordenación de explotación59, que responde, de un lado, a las exigencias de la actuación por la técnica de la planificación y, de otro, al fomento y orientacibn de una actividad, pero como una y otra dependen de las condiciones jurídicas materiales de la iniciati- 37 va privada y de la propia estructura económico-social del sector, no hay más remedio que referirlas, cada vez de forma más estrecha, a la explotación,- por eso, la terminología legal apunta una tendencia, que es digna de toda alabanza, sin que por ello deje de inquietar la necesidad apremiante de esa adecuación que cada vez tiene que ser más perfecta, para que pueda ser más eficaz. Por eso, esta adecuación es obra de juristas, no sólo de economistas o de técnicosbo NOTAS AL CAPITULO I (1) Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Estudios de Derecho agrario, Madrid, 1972, 31 y ss. y allí, referencias a la doctrina más reciente. (2) Esta idea constituye la tesis fundamental del pensamiento de A. CARROZZA, La nozione di agrarietá: Fondamento ed estensione. Ponencia General al tema B), en las "Jornadas italo-españolas de Derecho agrario", Salamanca-Valladolid, del 5 a19 de noviembre de 1972. (3) CALVO ALFAGEME, La empresa mercanti! como objeto de negocios jurídicos, en AAMN, 1943, 555 y ss.; MUÑOZ CAMPOS y CEREZO CARRA$CO, Concepto jurisprudencial de la ernpresa a efectos arrendaticios, en RDMer., 1955, 245 y ss.; y A. POLO. La empresa como objeto del tráfrco jurtdieo, en RDP., 1946, 563 y ss.; aparte de la referencia al tema en obras generales. (4) Sobre todo, el texto de ULPIANO (D, 33, 7, 8, pr.). (5) Vid. especialmente, II fondo' nei suoi aspettl giuridici, en `Scritti di Diritto agrario", Milano, 1963, 281 y ss. (6) Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Adiciones a CASTAN TOBEÑAS, Derecho civil español, común y foral, I-2, 11 a ed., Madrid, 1971, 902 y ss. (7) Cfr.-- "El padre que en interés de la familia quiera conservar indivisa una explotación agrícola, industrial o fabril,.podrá usar de la facultad concedida en este artículo -(es decir, de la partición del testador) -, disponiendo que se satisfaga en metálico su legítima a los demás hijos. (8) J.L. DE LOS MOZOS, en Estudios, cit., 31 y ss. (9) Les métamorphoses économiques et sociales du Droit privé d'aujourd'hui, 3.a serie, Aproffondissement d'un Droit renouvelé. Paris, 1959, 100 y ss. (10) De este modo,el carácter especial de la finca rústica repercute en la explotación agrícola, al ser aquélla uno de los eleméntos más importantes de ésta. 40 (11) Por todos, el Prof. F. DE CASTRO, Derecho civil de España, 1; 3a ed., Madrid, 1955, 183, alude a los diversos significados de esta adjetivación, (i2) Me refiero a! principio radicalmente opuesto al yue se acoge el Derecho socialista, que para corregir la comercialización del Dereclio privado suprime la iniciativa privada en la vida económica, atribuyendo a la comunidad, representada por la Nación, la titularidad y el ejercicio sobre las fuentes de riqueza. (13) En Nuestra doctrina, A. LUNA SERRANO,EI patrimo^iio familiar, Roma-Madrid, 1962, 110 y ss.; G. GARC lA CANTERO, Notas sobre la individualizacitin de fincas, en ADC, 18 (1965), 853 y ss.; y allí, más referencias. (14) Así establece nuestro sistema que finca es todo lo que abre folio registral (art. 7° y siguientes de la LH. y concordantes de la L. y RH.). (15) Así, SAVATIER,op. cit, 108 y ss. (16) CARCIA CANTERO, Op. cit., en ADC, 18(1965), 853 y ss. (17) Esto se agrava en nuestro Derecho por la falta de concordancia entre el Registro y la realidad y porque la fe pública registral se refiere fundamentalmente a la existencia y titularidad del derecho en la forma que resulte de la inscripción (art. 38 LH.). (18) Arts. 8-4° y 5° LH. y 334-10° Cc. ll9) Criterio que se mantiene en el vigente Reglamento de 30 de abril de 1959 (art. 2°), predominando sobre cualquiera otro: LUNA SERRANO-FERNANDEZ BOADO, en Coloquios sobre problemas de la Ley del Suelo (Jornadas de Derecho civil de la Universidad de Valladolid), .tifadrid, 1965, 64 y SS. (20) G. BOLLA, Ibid, y La disciplina giuridica del ' fondo"come unitá agraria, en "Scritti", cit. 449 y ss. (21) Para esto, sobre todo, K. RENNER, The Institutions of Private Law, trad. ingl., London, 1949, 70 y ss. y 81 ss. (22) Aparte de las grandes monografías y tratados de este autor, vid. Die soziale Aufgabe des Privatrechts, Berlín, 1889 (reimp. Frankfurt. a.M., 1948). (23) Para esto, entre otros: S. RODATA, Note critiche in tema di proprietá, en RDPC, 14-2(1960), 1323 y ss.; S. PUGLIATTI,Beni e cosa in senso giuridico, Milano, 1962, 8 y ss.; G.S. COCO, Crisi ed evoluzione nel diritto di proprietá, Milano, 1965, 219 y ss.; etc. (24) Vid. especialmente la colección de estudios publicados bajo la 41 dirección de J.H. KAISER, Planung, 1(Recht und Politik der Planung in Wirtschaft und GessellschaftJ, Baden-Baden, 1965. (25) THERRY, habla de una propiedad rejuvenecida, revigorizada por su vinculación al trabajo, con la actividad concreta de los hombres: la utiliaación deviene la condición, hasta e] fundamento del señorío de las cosas (De 1`utilissation á la proprieté des choses, en Etudes offertes a G. Ripert, II, Paris, 1950, 20). También en un sentido muy general, F. WIEACKER, afirma como un fenómeno general del Derecho moderno, el nacimiento de un pluralismo jurídico congruente con un pluralismo económico, Privatrechtsgeschichts der Neuzeit, Gbttingen, 1967, 656 y ss. (26) J.L. DE LOS MOZOS - F.C. SAINZ DE ROBLES, Limitaciones y modificaciones de los derechos reales inmobiliarios por razón de turismo, en RDU, 6(1968), 48 y ss. En un sentido equivalente el maestro DE CASTRO, ha señalado que "la gran novedad del Derecho agrario está en la calificación discriminadora de las fincas" (El Derecho agrario en España, en ADC, 7(1954), 397). (27) Sobre el régimen de 1a propiedad concentrada, la disciplina de concentración parcelaria, ha establecido disposiciones concretas en este mismo sentido que actualmente se recogen en los arts. 235 y siguientes de la Ley de Reforma y Desarrollo agrario refiriéndose, concretamente, a la concordancia entre Catastro y Registro, el art. 237. (28) En otro sentido y para hacer efectivas ciertas limitaciones de la propiedad urbana, se creó el Registro de Solares de Edificación forzosa (aunque ya existía con anterioridad a la ley cítada en el texto) y con una técnica parecida, la Ley de Comarcas y Fincas Mejorables ha establecido el Catálogo de fincas rústicas de mejora forzosa (arts. 150 y siguientes de la Ley de Reforma y Desarrollo agrario). (29} Bodenrecht statt Grundst^ckrecht, en ZSS, róm. abt., 97(1938), 427 y ss. (30) WESTERMANN, Sachenrecht, Karlsruhe, 1960, 36 y ss.; F. BAUR, Lehrbu^h des Sachenrechts, Munchen, 1970, 239 y ss. (31) Aparte de las referencias anteriores, en que se pueden también encontrar referencias a esta doctrina, vid. vers des nouveaux aspects de la conception et de la classiJ^cation des biens corporels, en RTDC, 57(1958), 1 y ss. (32) Ya desde La proprietá nel nuovo diritto, Milano, 1954, 318 y ss. y la mayor parte de los agraristas italianos. 42 (33 ) Sin embargo, la Ley de Comarcas y Fincas Mejorables y, actualmente, el art. 2° de la Ley de Reforma y Desarrollo agrario, siguen utilizando este concepto, definiendo una serie de obligaciones de carácter general, por aquello de que, como consecuencia de la función social de la propiedad, ésta obliga, lo que no deja de ser cierto en el plano teórico, aunque la eficacia de las normas jurídicas sabido es que no depende de la declaración por el legislador de una serie de principios generales, que se encuentran mejor en las normas del Derecho constitucional, sino de la instrumentación en concreto, conforme a las exigencias técnicas de la regulación que se establece, de tales "obligaciones" o mejor dicho limitaciones, ya que aquéllas no pueden instrumentarse más que por este cauce, pues, en la técnica jurídica el término obligación ( aunque se trate de obligación propter rem, o precisamente por ello) tiene un significado preciso. (47) Cfr. "Cuando la cosa fuere esencialmente indivisible, y los condueños no convinieren que se adjudique a uno de ellos indemnizando a los demás, se venderá y repartirá su precio". (48) Cfr. "Pero bastará que uno sólo de los herederos pida su venta en pública subasta, y con admisión de licitadores extraños, para que así se haga". (49) Cfr. "Salvo pacto expreso o disposición legal en contrario, la hipoteca, cualquiera que sea la naturaleza y forma de la obligación que garantiza, no comprenderá: 1°. Los objetos muebles que se hallen colocados permanentemente en la finca hipotecada, bien para su adorno, comodidad o explotación, o bien para el servicio de alguna industria, a no ser que no puedan separarse sin quebranto de la materia o deterioro del objeto". (50) J.J. LOPEZ JACOISTE, Op. cit., 264 y ss. (51) Otra cosa distinta es la técnica que utiliza el Derecho de colonización, en la adjudi ^ación y redistribución de tierras, pues en tales casos se trata del estable ^imiento ex novo de explotaciones; incluso ésto justifica el régimen de concesión administrativa en algunos casos (arts. 29 y siguientes de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario) y lo mismo por lo que se refiere a las adjudicaciones en propiedad (arts. 34 y siguientes de la misma) o, en fin, de patrimonios familiares (arts. 36 y siguientes de la ya reiterada Ley). (52) Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Estudios cit., 263 y ss. (53) Ha devenido clásica en la materia la obra de J. VALLET DE 43 GOYTISOLO, La hipoteca de! derecho an•endaticio, especialmente de empresas y locales de negocio, Madrid, 1951. Recientemente sobre el particular la tesis doctoral (U. de Valladolid) de I. SERRANO GARCIA, Naturaleza juridica de la hipoteca de establecimiento mercantil (inédita), 1972. (54) Para una doctrina general de las núsmas, A. CARROZZA, I miglioramenti delle cose nella teoria generale e nei rapporti agrari, I, Milano, 1965. (55) Sobre el particular, vid. J.L. DE LOS MOZOS, Estudios cit., 239 y ss. (56) Arts. 21 y siguientes de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrarío. (57) Puede servir la actuali2ación del esquema que ofrece la propia Ley de arrendamientos rústicos (arts. 32 y ss.). No obstante son muy interesantes las normas que establecen los arts. 132, 133, 158, 17b, 179 y 204 de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario, en relación con diversos tipos de actuación. (58) J.L. DE LOS MOZOS, Estudios, cit., 216 y ss. (59) Arts. 128 y ss. de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario. (60) No deja de ser, sin embargo, muy interesante el régimen de la llamadas "Explotaciones agrarias ejemplares" y "Explotacione agrarias calificadas" (arts. 270 y ss. de la Ley de Reforma Desarrollo Agrario). (34) Que actualmente contempla a lo largo de su articulado la Ley de Reforma y Desarrollo agrario: arts. 21 y siguientes, 235 y siguientes, etc. (35) Vid. PEÑA BERNALDO DE QUIROS, La conservación de las unidades agrarias, en ADC, 12(1959), 939 y ss,; S. CAMY, Ley sobre cabidas minimas de /as parcelas cultivables, en RCDI, 28(1955), 385 y ss,; DIEZ GOME'L, En torno a la Ley sobre unidades mínimas de cultivo, en RDN, 3(1955), 507 y ss.; GOMEZ, Acerca de la Ley de unidades minimas de cultivo, en RCDI, 28(1955), 444 y ss.; MARTINEZ DE BEDOYA, Observaciones a la Ley sobre fijación de unidades mrhimas de cultivo, en RCDI, 28 (1955), 154 y ss.; SALAS, Las unidades mínimas de cultivo y el Registro de la Propiedad, en RCDI, 28 (1955) y 455 y ss.; VILLARES PICO, Aspectos económico, jur^dico y social de las unidades mínimas de cultivo, en RCDI, 29 (1955), 435 y ss.; I. SERRANO Y SERRANO, L'etendue des exploitations agricole dans la législation espagnole ("VII Journées Franco-espagnoles de 44 Drort comparé), en Annalf^s de la f:aculté Je Drort et des Sciences économiques de ^oulouse, XIII (1 ^^6.5), ?, 283 y ss_ (36 ^ CAMI^IAIRE, L'évolufion éconnmique de 1'entreprire agricole, en Anrurles Toulou.ce, I 3(1965 ), 2, I 97 y ss. Es decir, no nos parece oportuno tratar aquí de la materia comprendida en el capítulo II, 7'ítulo I, del Libro Segundo de la Ley de Reforma y 1)esarrollo Agrario, que lleva como rúbrica; "Tipos de explotaciones y normas sobre redistribución", ya yue esta matería es específica y priva[iva del Derecho de colonización, es decir, responde a unos criterios especiales en el marco de la acción e intervención púlrlica que no pueden extenderse por su propio carácter y significación (ius proprium) al ámhito general. (3fi) F,n este sentldo, D. ESPIN CANOVAS, Derecho civil español, I1, Madrid, 1968 ( 3a ed. ), 2 i 8. (371 (39) Cuestión que como una exigencía lógíca de la concentración parcelaria, viene ya establecida, dentro del marco de actuación de la misma, desde su primera regulación Ilevada a cabo por la Ley de 20 de diciembre de 1952 (art. 9) y posteríormente por e] primitivo texto refundido de 1955 (art. 62). (40) Decreto de 22 de septiembre de 1955 y OM. Agr. de 24 de noviembre de 1955. (41) En la doctrina italiana, es interesante sobre el particular el libro de E. ROMAGNOLI, Circolazione giuridica dcl fondo rustico e controllo dci prezzl, Milano, 1965, (42) Para esto, sobre todo: M. PEÑA BERNALDO llE QUIROS, Op. cit., en ADC, 12(1959), 939 y ss. (43) OM. de 22 de enero de 197U, Decreto de 22 de octubre de 1970 y Decreto de 11 de marzo de 1971. (44) Vid. por todos: R. MALEZIEUX-R. RANDIER, Traité de Droit rural, Paris, ]972, 198 y ss. y allí otras referencias. (44)bis Uesarroílándose en el art. 44 RH. También hace aplicación de este criterio de tratar las fincas como cuerpos ciertos el régimen de Concentración Parcelaria (art. 173 de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario). (45) J,J. LOPEZ JACOISTE, La mejora en cosa determinada, Madrid 1961, 264 y ss. (46) Las cosas quae fructus quaerendi cogendi conservandi causa parata sunt (ULPIANO, Lib. XX ad Sabinum, D, 33, 7, 8, pr.). SEGUNDA PARTE LA CONSERVACION DE LA UNIDAD Y DE LA CONTINUIDAD DE LA EXPLOTACION AGRICOLA A TRAVES DE LA SUCESION "MORTIS CAUSA" CAPITULO II LA EXPLOTACION AGRICOLA EN RELACION CON EL REGIMEN ECONOMICO-MATRIMONIAL 1. La explotación agrícola familiar "como propiedad familiar" mediante el régimen económico-matrimonial Cuando comenzó a aparecer la crítica del Derecho individualista, desde la nueva perspectiva del "Derecho social", se dib en hablar y, muy especialmente en conexión con el naciente Derecho agrario, de la "propiedad familiar" como el paradigma de la protección a la familia campesina y, por ende, como uno de los temas favoritos del nuevo Derecho agrario' . Este fenómeno tuvo lugar, en toda Europa y en Norteámerica, a partir de los comienzos del presente siglo 2 y se desarrollb, extraordinariamente, en los años de entreguerras, dejando su huella en todas las legislaciones y, especialmente, en la nuestra, tardíamente, a partir de 1939, muy vinculado al Derecho de colonizacián, donde bien pronto aparece el patrimonio familiar inembargable (Ley de 15 de julio de 1952) y al Derecho de los arrendamientos rústicos, especialmente a partir de la Ley de 23 de julio de 1942, donde aparece el concepto de cultivo directo y personal, ]legando a inspirar, en gran parte, toda la política agraria3 , suscitando paralelamente la defensa del Derecho foral, a veces matizada de un cierto idealismo impropio del jurista, por aquello de que las legislaciones forales, ancladas en su arcaísmo ( lo que es rigurosamente exacto, salvo por lo que se refiere al Derecho catalán o balear) 48 habían podido resistir mejor a ia infiuencia del individualismo jurídico. Modernamente, en todas partes, este planteamiento ha sido abandonado y la idea de la propiedad familiar que, en muchas ocasiones, no dejaba de ser poco más que un recurso retóríco, se viene eludiendo, al menos en el sentido en que se la tomaba en aquella época, donde no pasó de ser una nueva forma de vinculación a la tierra del "siervo de la gleba", que no pudo resistir a la profunda transformación social y económica que se ha llevado a cabo en los últimos quince o veinte años, ya que respondía o a una típica agricultura de subsistencia (como en su rnayor parte son los presupuestos de las formas jurídicas de nuestro Derecho foral), o encubría la solución indirecta de un problema laboral (técnica típica del asentamiento de colonos del pensamiento jurídico de 1a Reforma Agraria), criterios que actualmente han sido superados, no sólo por el cambio de la coyuntura económico-social, sino también por unas nuevas orientaciones de la polftica legislativa, que tratan de responder con realismo y eficacia a las nuevas exígencias que se derivan del necesario cambio de estructuras. Sin embargo, la familía síempre será la base de la estructura social del campo y será en su propio seno donde se conserve, mantengz y desarrolle ]a explotación agrícola. Aunque la explotacit^n familiar ha cambiado de signo, porque los criterios de la piopiA explotación agrícola también han cambiado. La aparición de la agricultura de grupo, que empieza a suscitarse desde la actividad de la Concentración Parcelariaa y el cambio de orientación que supuso la puesta en marcha de las técnicas de la Ordenación rural s, han hecho que nuestra propia legislación haya evolucionado hacia otros derroteros. Incluso el Derecho de colonización, más apegado a estas desfasadas fórmulas jurídicas, ha experimentado, primero en la Ley de 28 de julio de 1968, sobre adjudicación de tierras del Instituto Nacional de Colonización, después en la Ley de Comarcas y Fincas Mejorables y, por último, en la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario, una cierta rectificación respecto de los criterios anterioresb. Por ello, podemos decir que la fase anterior, en la formación de nuestro Derecho agrario, ha quedado superada, al menos por lo que se refiere a la nueva 49 concepción de la propiedad familiar, que es lo que aquí nos interesa. Bien es verdad que, en cualquier caso, dadas las peculiares necesidades de nuestra agricultura, siempre será precisa una actuación de las técnieas de colonización y, con ello, en una cierta medida habrá de mantener ciertas unidades agrarias que, como los patrimonios familiares, en general ya no responden al nuevo concepto de la propiedad familiar, pero que pueden seguir siendo "marginalmente" útiles en determinadas actuaciones'. Otro tanto hay que decir de los huertos familiares° , que cumplen una alta función social sólo de interés accidental para la agricultura, pues conciben a ésta, o la toman en consideración, como actividad marginal, complementaria de otras actividades profesionales. Aquí, por eso, en el presente capítulo vamos a analizar algunos aspectos de la explotación agrícola en relación con la explotación familiar, prestando mayor atención a aquellas disposiciones de carácter general porque es donde las reformas legislativas que se emprendan pueden tener mayor eficacia. E1 tema se halla, como es evidente, íntimamente relacionado con el régimen económico matrimonial, aunque la incidencia del régimen no es tan grande como pueda creerse a primera vista. Un intento de carácter general, en este sentido, pretendió Ilevar a cabo la Ley de 14 de abril de 1962, sobre explotaciones familiares mínimas, pero los resultados no han sido satisfactorios y la protección se ha quedado, como ya hemos indicado/anteriormente, fundamentalmente referida a uno de los elementos de la explotación: la finca rústica como unidad mínima9 . Por otra parte, aunque no consideramos de interés estudiar aquí las implicaciones del tema en relación con los patrimonios familiares (porque, aparte de su ámbito marginal, relegado al puro Derecho de colonización, no simpatizamos con la idea de la vinculación de un patrimonio a una familia, ni mucho menos de una familia a un patrimonio) le dedicaremos alguna atención, porque de los patrimonios especiales, separados, que ha creado nuestra legislación agraria, es el único que ha adquirido una individualidad legislativa y una cierta madurez dogmática'o 50 2. Explotación familiar y régimen economico-matrimonial iegal del Código Civil Si conforme el tenor del art. 1315 Cc., "Los que se unan en matrimonio podrán otorgar sus capitulaciones antes de celebrarlo, estipulando las condiciones de la sociedad conyugal, relativamente a los bienes presentes y futuros, sin otras limitaciones que las señaladas en este Código", no habrá inconveniente para que los contrayentes que van a dedicar su actividad a la agricultura, puedan establecer el régimen que más convenga a la creación o a la conservación de una explotacáón agrícola. Por eso, el legislador italiano de 1942, ilevado de este ánimo, reconoce como uno de los regímenes posibles que las partes pueden elegir el del patrimonio familiar inembargablel^ . No creemos, sin embargo, que esto haya oontribuído mucho -fuera de cierto ámbito- a fortalecer, en Italia, las explotaciones agrarias familiares, ni tampoco podemos hacernos ilusiones sobre la posibilidad que puedan tener y que, efectivamente tienen, los contrayentes para hacer una elección de este tipo de forma que sea trascendente para el buen desenvolvimiento de su propia explotación; la mayor parte de las veces, esto viene establecido por condicionamientos anteriores o posteriores a la celebración del matrimonio, derivando de una sucesión mortis causa, o por la oportunidad de beneficiarse de la actuación colonizadora, por lo que, al eontraer matrimonio pocas veces los cónyuges se hallan en situación de elegú más que la posibilidad de aplicar el párrafo primero del art. 1315; tendremos que atenernos a su párrafo segundo, según el cual: "a falta de contrato sobre los bienes, se entenderá el matrímonio contraído bajo et régimen de la sociedad legal de gananeiales". Por eso, debemos de plantearnos el problema de la constitución de la explotación agricola una vez contraído matrimonio bajo el régimen legal, por disposición del art. 131 S-2° Cc., teniendo en cuenta dos aspectos: que se oonstituya con base a bienes gananciales y que sa constituya con base a bienes propios. Así las cosas, las diferencias en relación con la materia, en el llamado Derecho foral, son muy escasas, porque o los regfinenes forales se establecen sobre la base del régimen de comunidad, o sobre el régimen de 51 separación, que implica la existencia de bienes propios (privativos) ^ 2, aparte de las especialidades que se derivan de la troncalidad y que más bien constituye un elemento retardatario en relación con la formación de la explotación oonstante matrimonio; por ello, no vamos a ocuparnos, a propósito de éste tema, de las especialidades forales que puedan presentarse, dejando esta cuestión para la referencia al sistema general de los Derechos forales, distinto del Código, en la práctica, por depender de su relación con el Derecho sucesorio en esta materia y por las diferencias generales en cuanto al establecimiento del régimen, ya que, en el Código civil, resulta inmutable una vez celebrado el matrimonio, según el art. 132013, ya que, por lo demás, por razones fiscales las capitulaciones matrimoniales tampoco se practican mucho en los territorios de Derecho foral14. 3. Su constitución con base en bienes gananciales Por un lado, dentro del ámbito del Derecho de colonizacibn, las explotaciones y patrimonios familiares, "deberán ser de magnitud y caracterfsticas tales que permitan, teniendo en cuenta los diversos cultivos y rendimientos, un nivel de vida decoroso y digno de una familia laboral tipo, que cuente con dos unidades de trabajo y que cultive directa y personalmente"'S, por otro, fuera de ese ámbito, que trata de resolver en el fondo una situación labora! indirecta, cuando se trata de explotaciones familiares de mayor amplitud; en ambos casos, en suma, no parece que haya dificultad alguna en que se constituya la explotación con base en el patrimonio común (gananciales), ya que vinculados los cónyuges por su interés y por una aportación común de trabajo, se verfan no sólo favorecidos los fines objetivos de la explotación, sino también los de sus beneficiarios, el propio "consorcio familiar",unidos sus miembros en un sólo esfuerzo para la obtención del mayor rendimiento, lo que constituye la base de todo perfeccionamiento económico. Por lo demás, el propio ámbito del Derecho de colonización nos puede servir cómo criterio lfmite, aunque nuestra preocupación se proyecte fuera de este campo, ya que no 52 existe ni siquiera en aquel limitación alguna que impida que la constitucibn de patrimonios familiares o de explotaciones agrícolas familiares se opere sobre bienes que tengan la consideración de gananciales1ó, pues aunque estos bienes estén afectos a la explotación seguirán en cuanto a su titularidad el régimen jurídico a que se hallan sometidos por el Código civil; por tanto los bienes integrantes de una explotación agraria, conservando su cualidad de gananciales, tendrán a todos los efectos é sta consideración. Y por ello, las normas de administración y de disposición sobre los mismos serán las normas de administración y disposición de los bienes de la comunidad. Ciertamente que sobre esta norrnativa se yuxtapondrá, en ocasiones, la derivada de su régimen específico, si es que existe tal es el caso de la necesaria autorización del Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario, para su desafectación de la explotación, o para su agrupación o división, o incluso para su enajenacibn o transmisión ", pero ésto no supone una derogación del régimen de gananciales. Nada impedirá el ejercicio de los poderes del marido, ni tampoco el de los poderes de la mujer, en relación con su potestad doméstica (art. 1416 - 1° y 62 Cc.), en los supuestos normales y con los poderes que le confiere el art. 1413 - 1° y 2°. Sin embargo, la situación será distinta cuando se trate de un patrimonio familiar, no porque éste esté llamado a satisfacer unos fines específicos, sino porque ha sido configurado como un verdadero patrimonio separado, sometido a un régimen jurídico especial18, que lo configura como unidad económica, superior a sus elementos componentes, como una universalidad y posible objeto de relaciones jurídicas obligatorias y crediticias19 y aunque es más dudoso que pueda ser objeto unitario de los derechos reales, a pesar de que se habla de propiedad del patrimonio familiar, o de usufructo del mismo, en la terminología legal, sí pueden plantearse en principio contradicciones cuando los bienes que lo integran tenían ya, antes de su constitución, un determinado régimen jurídico, como lo serían los bienes pertenecientes a una comunidad de gananciales. En relación con esto hay que decir que la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario establece que "la propiedad de 53 cada patrimonio famíliar habrá de quedar atribuída, en todo caso, a una persona física, como único titular del mismo" (Art. 36 - 2° `in fine"). ^Es esto compatible con la comunidad de gananciales? . No del todo, aunque el problema de la mera "titularidad" ho estorba el que el patrimonio ganancíal sea un patrimonio de destino referido a los onera matrimonii, en primer término, y a la formación de una cornunidad que se liquidará a la disolución de la sociedad (art. 1392 Cc.). Pero en la práctica, si no se toma muy en cuenta el significado de la expresión legal utilizada (art. 36 - 2° LRDA.) en sus justos términos, puede dar lugar a dificultades y confusiones. Así, en el caso de que se solicite la constitución de un patrimonio familiar con aportación de bienes del adjudicatario2Ó y éstos tengan la condición de gananciales. Nos encontraremos que si es el marido el solicitante y los bienes objeto de la aportación son inmuebles, se requerirá el consentimiento uxoris Z' , pero este consentimiento, aun voluntariamente prestado, no podrá suponer derogación de los preceptos que son aplicábles a los bienes gananciales, ni fraude al normal funcionamiento de la comunidad. Entonces, estos bienes, saldrían de la masa común para, integrados en el patrimonio familiar, adquirir, según la disposición legal citada, la cualidad de bienes privativos del solicitante, rompiendose así la aplicacíón de las normas sobre gananciales que mantendrían el carácter común, o permitirían únicamente la segregación de la comunidad mediante una contraprestación equivalente (principio de la subrogación real, a sensu contrario del art. 1396 - 3° Cc.) que mantuviera el valor del patrimonio ganancial y los derechos de sus destinatarios. • No parece tan sencilla la solución de este problema, diciendo como estima SAPENA22 , que en la constitución de un patrimonio familiar a nombre de un solo cónyuge, cuando se aportan bienes anteriormente adquiridos con el carácter de comunes, se precisa el consentimiento de ambos, pues los efectos van a ser muy diferentes a los producidos por otros actos de disposición de inmueble ganancial, con el consentimiento de marido y mujer. La inscripción de este acto dispositivo, según el art. 96 RH. se regiría por las normas sobre bienes gananciales y así habría de inscribirse la adquisición, efectuada en contrapartida, a nombre de ambos cónyuges y 54 para la sociedad conyugal, como dispone el art. 95 - 1° RH., precepto que choca con lo dispuesto en la regulación del patrimonio familiar, según la cual las inscripciones sólo podrán hacerse a nombre del titular del patrimonio, como bienes pertenecientes a la unidad económica formada por el mismo (art. 36 - 3° LRDA.). Para tratar de obviar esta situación, A. LUNA SERRANO, con referencia a la legalidad anterior ( art. 4° de la Ley de 15 de julio de 1952 y los números 4,5 y 7 de la OM. de 27 de^marzo de 1953), que ha quedado inalterada (art. 3b - 3° LRDA), no excluye la posibilidad de que sobre los bienes aportados exista una ootitularidad23 , pero en todo caso, habida cuenta de la indivisibilidad del patrimonio familiar, incluso más allá de la disolución de la sociedad conyugal, y su consideración de patrimonio separado y autónomo hace, en la práctica, un poco utópica esta situación. Por eso, nos parece legalmente imposible que pueda prevalecer, conforme a las normas del Derecho de colonización, ya que en caso contrario, dada la trascendencia del desplazamiento patrimonial operado, de no existir la contraprestación equivalente, estaríamos ante un acto de liberalidad en favor del marido titular del patrimonio familiar, prohibido por la norma del art. 1334 Cc. 4. Constitución con base en bienes pr^., ios No plantearía problema alguno que la explotación agraria, o el patrimonio familiar, fueran constituídos en base a los bienes privativos de uno solo de los cónyuges, si éste fuese, en el easo del patrimonio familiar, el titular del mismo. En la práctica no serán frecuentes estos supuestos, pero su posibilidad jurídica es evidente; también podrían tener lugar situaciones más complejas si se hacen aportaciones con bienes prívatívos de ambos cbnyuges, para constituir explotaciones o patrimonios familiares. Pero existe una dificultád y es que la lógica de los patrimonios privativos es contraria a su aportacibn para integrar un patrimonio separado que va a seguir en lo sucesivo una suerte distinta de la que corresponderá a los bienes, quedando para siempre vinculado en favor de la 55 familia, como sucedería en el caso de patrimonio familiar. Unicamente esto es imaginable cuando una situación de apremiante necesidad no deja opción a otra solución diferente y, entonces, o estas situaciones son puramente marginales, o resuelven ind ^ectamente de forma encubierta un problema laboral, o todas ellas, en fín, se plantean en el marco de una agricultura de subsistencia. De todos modos, si se trata de bienes privativos de los dos cónyuges, o que se constituyan con bienes de uno para integrar el patrimonio familiar del que otro va a ser titular, nos encontraríamos con alteraciones en la situación de los bienes que son contrarias a las normas fundamentales que rijen la economía familiar (prohibición de donaciones entre cónyuges, de constitución dc sociedad universal de bienes y hasta de la compraventa y de otros actos jurídicos equivalentes, cuando no rija la separación absoluta de bienes). Esto, por lo que se refiere a los patrimonios familiares; en cuanto a las explotaciones familiares, constituídas sobre tierras adjudicadas en propiedad por el Instituto Nacional de Colonización y, actualmente, por el Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo agrario, no existe ninguna dificultad para constituir o integrar estas explotaciones con bienes privativos de uno 0 de los dos cónyuges, ya que los bienes, en cuanto tales, seguirán su régimen originario al que se superpondrá el específico, en su caso (en cuanto a la necesidad de la autorización del Instituto para determinados actos) de las explotaciones familiares así formadas, de acuerdo con lo dispuesto en los art. 34 y 35 LRDA., y, especialmente, por las repercusiones que pueden presentarse a la hora de su liquidación, derivadas de su eventual carácter indivisible (art. 35 - 2° ), o de su adjudicación a uno sólo de los legitimarios (art. 35 - 3° y 4°), pudiendo detraer el cónyuge que hubiese hecho la aportación de sus bienes privativos, o sus herederos, la extimación de su valor, aunque nada diga el art. 35 LRDA., por ser de estricta justicia, pudiendo quedar afectos los bienes de la explatación al pago de éstas cantidades, en los mísmos términos que se establece en el art. 35 - 5°, donde han de considerarse implícitamente comprendidas. Hasta ahora, pretendemos contemplar preferentemente 1as situaciones en que se constituye una explotación agraria 56 fuera del ámbito estricto del Derecho de colonización; nos estamos refiriendo a él porque señala situaciones límite, como si se tratara de la frontera misma de toda esta temática, ya que fuera de este ámbito, no existe en el Derecho común norma alguna que pueda aplicarse de forma específica a las explotaciones familiares y que sea distinta de las que ya hemos estudiado en el capítulo anterior, o de las que se refieran a su régimen sucesorio, o como antecedente inmediato las que establecen los criterios de liquidacíón y disolución de la sociedad conyugal; por lo que atañe al régimen económico matrimonial, la constitución de una explotación agrícola como exptotación familiar, fuera el ámbito específico del Derecho de colonización, no supone modificación alguna de la disciplina de aquel ré$ímen, ya que las cuestiones de titularidad, en esta materia (como revelan los propios arts. 95 y 96 RH.) son accesorias, ya que no pueden modificar la susceptibilidad de endeudamiento y responsabilidad a que se hallan sujetos los bienes, según su calificación jurídica (parafernales, dotales, gananciales, privativos del marido) y conforme a las respectivas esferas de actuación de los cónyuges dentro del matrimonio. Por tanto, la regulación del régimen económico-matrimonial nada tiene que ver con el favorable establecímíento 0 constitución de la explotación, en sentido estricto, ni tampoeo con su evolución posterior, porque volviendo a la terminología utilizada en el capítulo anterior, poco puede añadir al aspecto estático de Ia disciplina jurídica de la explotación y tampoco añade nada al aspecto dinámico, salvo las derivaciones que entran en el campo de su mantenimiento cuando llega la disolución de la sociedad conyugal, que sólo pueden hacerse efectivas en el campo del Derecho de colonización, o mediante la voluntad de las partes; posibilidad que habría que potenciar al máximo, que es de la cuestión de que vamos a ocuparnos, seguidamente, haciéndolo más adelante de otro tema que trataremos después, en relación con el régimen económico matrimonial, pero referido al carácter que inforrna su sistema y que puede influir, notablemente y en algún sentido, como verernos, en la dinámica de la explotación agrícola. Pero antes vamos a dedicar algunas reflexiones a la liquidación de la sociedad de gananciales, especialmente en .relación con las explotaciones agrícolas, en general y, en 57 particular, con las explotaciones familiares y los patrimonios familiares del Derecho de colonización. 5. La liquidación de la sociedad de gananciales y la suerte de la explotación agrícola Según las normas de nuestro Código civil, la muerte de uno de los cónyuges, contraído el matrimonio bajo el régimen de la sociedad legal de gananciales, produce ipso iure la disolución de la comunidad (art. 1417 - 1° Cc.), procediendo entonces la liquidación de la misma que, si bien formará parte de las operaciones particionales, no puede confundirse con e11as24. El problema se nos plantea cuando exista una explotación familiar, en la que se comprendan bienes del cónyuge premuerto, pero también bienes comunes e, incluso, otros, pertenecientes al cónyuge supérstite. No existe, sin embargo, problema cuando en el acervo familiar la explotación no sea más que una parte, ya que, en el exceso será posible encontrar la base para la recomposición de los diversos patrimonios que integran aquél, pero si no es así la única vía posible es la composición en metálico quedando afectos los bienes de la explotación a la satisfación de las cantidades correspondientes, en su caso, por extensión de lo dispuesto en el art. 35 - 5° LRDA. Pero como las normas de liquidación son previas de las normas de partición, cabe también combinar unas con otras; así el titular podrá usar de la facultad que le concede el art. 1056 - 2° Cc. ZS , pero esta disposición testamentaria se halla limitada a sus bienes propios y a la mitad de sus gananciales, de acuerdo con el art. 1414 Cc.^ ; pero sin embargo las posibilidades de áquel precepto pueden ampliarse, en la práctica, mediante el mutuo acuerdo de ambos cónyuges, por medio de disposiciones testamentarías que sin ser conjuntivas, sirvan para dar un destino común a los bienes 27 , o bien completando la disposición particional testamentaria, mediante actos "inter vivos" 28 . Medidas que no solamente sirven para 58 facilitar la liquidación de la explotación familiar, de los art. 34 y 35 de la LRDA., sino para mantener la unidad de la rxplotación agrícola, en general. Otro instrumento puede estar constituído por los pactos sucesorios, en la medida en que son admitidos por los Derechos forales y por el propio Derecho común, como veremos en su momento. Dentro del régimen económico matrimonial, existen también otras instituciones que favorecen la continuidad de la explotación, como es la comunidad continuada 29 , o que pueden facilitar esa continuidad simplificando las operaciones particionales, mucho más allá que en el supuesto anterior, como es el caso de la renuncia a los gananciales ( art. 1394 Cc.)'°, o la renuncia a la sociedad de gananciales, por la mujer o sus herederos (art. 1364 Cc.)" , en combinación o no con la partición del testador ( art. 1056-1°), o con la partición del padre ( art. 1056-2° Cc.)", con lo que el marido podría realizar la partición de los bienes gananciales aunque sus efectos habrían de posponerse hasta la disolución (renuncia declarativa)" , se eludirían así muchas de las dificultades que se derivan del régimen económico-matrimonial en relación con la conservación de la explotación agrícola, en general, y se suavizaría el contraste entr^ las normas del Código civil y las especiales del Derecho agrario" Estos criterios, en general, no pueden aplicarse en materia de patrimonios familiares, pues cuando se halla integrado éste en parte por bienes gananciales se produce una contradicción legal difícil de resolver. No puede hablarse de aplicación de tales criterios porque el patrimonio familiar constituye un patrimonio autónomo y separado, que en sí mismo es como un "régimen económico matrimonial" específico, lo que, aunque no es rigurosamente cierto, a la hora de la liquidación funciona como si lo fuera, ya que resulta indivisible (art. 36 y concretamente art. 41 LRDA.). Su tratamiento a efectos de la indivisibilidad es paralelo al de la dote a efectos de su restitución (arts. 1365 y ss.Cc.). Otra cosa podemos decir, cuando en la familia existen bienes independientes del patrimonio familiar (supuesto que contempla, a sensu contrario, el art. 42 LRDA.) o cuando tiene lugar, excepcionalmente, su desintegración (art. 42-2°, en relación con el art. 39 LRDA.). 59 6. Innovaciones que podrían introducirse fácilmente en el sistema: la modificación del régirnen económico matrimo nial Las dificultades que hemos visto se presentan como consecuencia de la contradicción entre las normas del Código civil y las de la legislación agraria, al basarse en principios distintos3S, podrían obviarse fácilmente acudiendo a diversas soluciones 36 . Bien tratando de adaptar el sistema establecido para el régimen económico-matrimonial con 1a finalidad de favorecer la unidad de la explotación agrícola37, bien rectificando áquellas dificultades mediante la incorporación al propio sistema de las instituciones que sirven mejor al cumplimiento de tales fines. De ambas soluciones, dado el grado de incidencia, que no es tan grande como parece, del régimen económico matrimonial en la vida de la explotación agrícola es preferible la prime ra, porque siempre de este modo la reforma será más profunda y más coherente con las exigencias de la lógica de un sistema; el hacerlo de otro modo podría suponer la incorporación al sistema vigente de instituciones que como cuerpos extraños difícilmente podrían encajar en el marco general. Por otra parte, no hay obstáculo en admitir una cierta esfera de Derecho especial (o de ius proprium si se prefiere) en algunas materias, como serían las muy reducidas del Derecho de colonización, las relativas a explotaciones familiares y patrimonios familiares; pero además, en caso de contradicción, a falta de otras soluciones posibles, siempre se podría acudir al principio interpretativo specialis generalibus derogat. Dentro, pues, del marco de las adaptaciones del sistema nos encontramos en primer lugar con el carácter rígido de las capitulaciones matrimoniales del Código civil, lo que se manifiesta en un triple sentido: han de otorgarse antes del matrimonio (art. 1315 y 1316 Cc.), no pueden alterarse en el transcurso del mismo (art. 1315 y 1320 Cc.), y se refieren solamente a las "condiciones de la sociedad conyugal", como expresa tajantemente el art. 1315's , con lo que se cierra la posibilidad de que los cónyuges puedan otorgarla ^ en el momento en que surge la oportunidad de proteger la explotación familiar por ellos creada; por otra parte, se hace 60 imposible, también, dictar en capitulaciones reglas para la continuación del régimen disuelta la sociedad conuygal, como sería el caso de la comu nidad continuada. Pero antes de ocuparnos de lo que no se puede hacer, vamos a fijarnos en alguna de las cosas que se pueden hacer de lege lata. Así, por ejemplo, para el caso de aquellos que no aportan al matrimonio bienes con los que constituir, desde el primer mome nto, una explotación agrícola, podría ser interesante que pactaran en capitulaciones la sumisión al régimen de una comunidad universul de bienes presentes y futuros39, que por otra parte debería ser objeto, como régimen económico, de una sucinta regulación legal, incorporada al Código civil, para aproximar éste a los Derechos forales y para evitar las dudas y dificultades que, naturalmente, habría de ofrecer. En el Derecho foral la encontramos, no sólo como régimen convencional, sino como legal presunto, en algunas comarcas aragonesas y catalanas40 y en Vizcaya, bajo la forma de "comunicación foral"41 , así como en los lugares en que rige el Fuero de Baylío42 . Por otra parte, el propio Código al incluir una sucinta regulación, sería interesante dispusiera, como lo hace el BGB. que, en virtud de pacto,ciertos bienes quedaran al margen de la masa patrimonial unitaria43 . Ahora bien, el reconocimiento de la sociedad universal como régimen económico-matrimonial, no resuelve más que una parte de los problemas, el relativo a la formación de la explotación, ya que a la disolución de la sociedad conyugal nos encontraríamos con los mismos problemas que, anteriormente, hemos venido señalando, a no ser que se admitiera la comunidad o sociedad continuada, tema del que vamos a ocuparnos después. Pero volviendo al carácter rígfdo de las capitulaciones matrimoniales, tenemos que dec ^ que, las tendencias de la política legislativa deben orientarse a ampliar el campo propio de las capitulaciones, no sólo en relación con la posibilidad de continuación del régimen, después de disuelta la sociedad conyugal, sino también a establecer con amplia libertad de pacto no sólo la regulación y la elección del régimen económico-familiar, sino también las conexiones de este régimen con la sucesión "mortis causa", especialmente en relación con los pactos sucesorios, cuyo campo ha quedado 61 muy reducide en el marco del Código civil (art. 1331, y 826 y 827). De este modo,. se acercará su función a la que cobran en el Derecho foral, donde aparecen como la norma constitutiva no sólo del matrimonio, sino de la familia misma44. Pero más grave que esta limitación por razón de su ámbito, es que sólo puedan otorgarse antes de la celebración del matrimonio, con lo que la rigidez de las capitulaciones, por disposición del art. 1315-2° Cc. se comunica al propio régimen económico matrimonial legal de la sociedad de ganancialesas, cuando no se han otorgado capitulaciones, o habiéndolas otorgado, ya que una vez celebrado el matrimonió no pueden alterarse (art. 1320 Cc.)46. Esta rigidez hace que los cónyuges no puedan tener la posibilidad de adaptarse a los cambios patrimoniales sobrevenidos a lo largo de su vida en común, cuando las razones para mantener un régimen uniforme a lo largo de toda ella, basadas en la seguridad de tráfico son, fácilmente superables, por medio de una cierta publicidad, además que la mutacióñ de régimen o de capitulaciones, puede establecerse, en cierto modo, de forma condicionada, supeditada a ciertas circunstancias, como podría ser la creación de una explotación agrícola, o el cambio de actividad y de residencia, como consecuencia del trasvase de la mano de obra de la agricultura a la industria, o del mismo fenómeno de la emigración, tan frecuente por desgracia en nuestra realidad social presente. En cambio el Derecho foral, como es sabido mantiene, en esta ma teria, un sistema más flexible °', vinculando, por otra parte, la posibilidad de modi0car Ias capitulaciones al otorgamiento de pactos familiares y sucesoriosaa Habría por ello que volver a replantear el sistema del Código civil en este punto, haciendo posible la modificación del régimen económico matrimonial constante matrimonio, ya que de lege lata, a lo único a que puede llegarse es a la modificación del régimen económico matrimonial, mediante la renuncia a la sociedad de gananciales por la mujer o sus herederos, efectuada al momento de la disolución de la sociedad conyugal (art. 1394 Cc.) pero con alcance retroactivo, ya que, en este caso, se considera que el matrimonio se ha constituído bajo el régimen dotal (art. 1364 Cc)49. Esta institución ha quedado como una supervívencia del Dereeho anterior al Código civil (Ley 60 de las de Toro), aunque 62 adaptada a las exigencias del sistema (art. 1394, en telación con los arts. 1320 y 1315-2° ) ; sin embargo, en el antiguo Derecho, éste era un medio de conseguir bajo el imperio del régimen legal de la comunidad de gananciales una posible modificación que podría servir perfectamente a las necesidades de la conservación de la explotación agrícola, actuando no sólo en el momento de la disolución, sino constante matrimonio, ya que la mayor parte de la doctrina antigua se inclinaba a admitir la posibilidad de !a renuncia en cualquier momento . Como vemos, en este punto, como en tantos otros, en materia de Derecho sucesorio, el Derecho castellano antiguo no difiere gran cosa del Derecho foral; ha sido el Código civil el que al incorporar el espíritu de la época ha establecido, entre uno y otro, las actuales diferencias. Pero, con independencia de esto, debería establecerse la posibilidad, en términos generales, de modificar el régimen económico matrimonial, ya que éste criterio prevalece, también, en el Derecho comparado. Nos fijamos para ello, especialmente, en el Derecho francés, por las íntimas semejanzas, en ésta materia, con el Derecho castellano antiguo y, porque, en ambos sisternas jurídicos éste se basa (como régimen legal), en la comunídad de adquisiciones, comunidad que, en Francia, lo mismo que en Castilla, ha ido adquiriendo una cierta rigidez en su evolución que llegó a acentuarse, aún más, con motivo de la codificacións^, donde ha tenido lugar, recientemente, una interesante reforma debida a la Ley de 13 en julio de 1965. En eila, aparte de modificar la extensión de la comunidad, anteriormente de "muebles y adquisiciones" (como en el Derecho aragonés) y dejarla reducida a una comunidad sólo sobre las adquisiciones (lo mismo que en el régimen de la comunidad de gananciales)52, se permite la modificación o cambio del régimen matrimonial después de celebrado el matrimonio, conforme a ciertas condiciones, que pueden ser tenidas en cuenta por el legislador español. No se limita el número de veces de !os cambios, bastando para ello que ambos cónyuges estén de acuerdo, siempre que hayan vivido al rnenos dos años ^untos sometidos al régimen que quieren cambiar. Sin embargo, el cambio debe de ser justificado por el interés de la familia, que sea documentado nuevamente y homologado ante el Juzgado de Primera Instancia, cobrando eficacia para los terceros tres meses después de la anotación de la resolución judicial al margen del acta de matrimonio en el Regístro Civils' 7. La comu nidad continuada y otros recursos del Derecho Foral. Derecho Comparado Como ya hemos visto, uno de los problemas que plantea la sociedad de gananciales, en relación con la conservación de la unidad de la explotación, es que al disolverse el matrimonio concluye la sociedad (art. 1417-1 °), aun en contra de la propia voluntad de los interesados con lo que, de esta forma, queda ocluída toda posibilidad de continuación de la misma; lo que no puede tampoco solucionarse mediante una estipulación en capitulaciones, ya que esta cuestión queda fuera del ámbito previsto por el art. 1315, que se refiere solamente a las condiciones de la sociedad conyugal, como antes hemos indicado. La única forma de obviat esta dificultad, de lege lata, es que los herederos constituyan con el cónyuge supérstite una sociedad conforme a las reglas de este contrato, pero ya no podría hablarse de una comunidad continuada, sino de una situación de indivisión que sigue a la comunidad y que ya no está regida por las normas de ésta, sino por las reglas de la sociedad o las convenidas por las partesS4, salvo en algunas materias indisponibles por impedirlo normas de derecho necesarioss y siempre que no haya fraude de acreedores (arg. ex arts. 1394, 1418 y 1423 Cc.). En cambio, en el Derecho foral el establecimiento del régimen económico matrimonial se halla más vinculado al arraigo de la familia a la casa (caserío o masía) y por ello muchas de sus normas e instituciones pueden contribuir al mantenimiento de la unidad de la explotación agrícola de base familiars`; sin embargo, muchas de ellas, basadas en una realidad singularfsimas' no son susceptibles de extensión o de trasplante, pues chocarfan, a veces, con una conciencia jurfdica totalmente extrat^a. Por otra parte, muchas de estas instituciones, afectadas por numerosos defectos (como puede ser la troncalidad, o el consorcio foral) que responden a una vordadera estructura arcaica de la familia, no sirven para 64 responder a las exigencias modernas de la agricultura. La pobreza rural de la mayor parte de Galicia existe a pesar de las instituciones que en el Derecho consuetudinario o foral protegen la casa, to mismo que la despoblación de la mayor parte de la montaña de Navarra; y si en Vizcaya y en Cataluña se mantiene floreciente la propiedad familiar, no es tanto por el Derecho foral, como por la industrialización, fenómeno que también puede encontrarse en algunas comarcas de Asturias, en Guipúzcoa o en Levante, bajo el régimen del Derecho común. Lo mismo sucede, por otras razones, paralelamente, en zonas pobres que siempre han estado despobladas como Aragón, o en algunas regiones montañosas de Castilla la Vieja y de León, en un sitio con Derecho foral y, en otro, sin él, pero donde la tradición de los mayorazgos ha pervivido, aún después de la publicación del Código civil. De todos modos, dejando a un lado el carácter arcaico del Derecho foral que, en ocasiones, además, no responde más que a las exigencias de una agricultura de subsistencia, vamos a ocuparnos aquí de una intitución que, como la comunidad continuada de Derecho aragonés, puede tener algún interés en relación con el tema que nos ocupa. Conocida ya por los Fueros y Observancias del Reino de Aragón, la subsistencia del nexo familiar a través de la continuidad de la comunidad más allá de la disolución de la sociedad conyugalsa, ha sido acogida en la Compilación vigente59, aludiendo a la necesidad de lograr una permanencia de la organización económica "a través de una ordenación que tienda a robustecer el principio de unidad y de continuidad de la familia" (Exp. de Mot.1 y disponiendo en su art. 6fl que: "Continuará entre el sobreviviente y los herederos del premuerto la comunidad existente al fallecimiento de uno de los cónyuge^ , siempre que los principales ingresos de la sociedad conyugal provengan de explotaciones agrícolas, ganaderas, industriales y mercantiles: 1.° Obligatoriamente, si se hubiera pactado en capítulos o dispuesto en testamento mancomunado por ambos cbnyuges. 2.° Potestativamente, si aún sin pacto o disposición hubiese quedado descendencia del matrimonio... 60". Lo verdaderamente interesante de este precepto es que haga depender la continuación de la comunidad continuada de que los principales ingresos de la sociedad conyugal provengan de explotaciones agrícolas, ganaderas, etc. 65 No basta la existencia de un patrimonio productivo, sino que este patrimonio sea debido a una actividad común, en cuyo supuesto la comunidad surge, bien automáticamente y sin otro requisito, si la continuación se pactó en capitulos matrimoniales o se dispuso en testamento mancomunado, bien por voluntad de los partícipes o a falta de manifestación en contrario si del matrimonio hubieran quedado descendientes. En tal situación ingresan en el patrimonio común (art. 63) los frutos y rendimientos de la explotación de los bíenes comunes y los procedentes de los bienes privativos, así como las ganancias de cualquier clase obtenidas por ellos, pero no serán comunes los beneficios y ganancias obtenidos por los partícipes con independencia de los bienes y negocios de la masa común. El administrador de esta comunidad continuada seguirá siendo el cónyuge supétstite (art. 65) requiriendo para los actos de disposición sobre bienes comunes a título oneroso el acuerdo de la totalidad de los partícipes con determinadas excepciones (art. 67). De forma mucho más genérica encontramos en la Compilacic,n de Vizcaya la misma preocupación por la conservación del patrimonio familiar 61 y la misma situación de comunidad continuada incardinada en el régimen de comunicación foral de bienes. Su art. 47 establece que cuando el matrimonio se disuelva con hijos, la comunicación foral continuará entre el cbnyuge viudo y los hijos o descendientes que sean sucesores del premuerto, hasta la división y adjudicación de los bienes comunicados. ^ Esta comunidad continuada se encuentra también en el Campo de Tarragona, unida a una especie de comunidad de ganancías, denominada asoeiación a compras y mejo; as (art. 54 se la Compilación de Cataluña), siendo regla consuetudinaria que cuando forman parte de ella los consortes y sus padres, premuertos el marido, si hay hijos y la viuda de aquél sigue morando con los padres de éste, continúa la sociedad, salvo pacto en contrario, correspondiendo a los hijos y herederos del difunto la parte a que éste tendría derecho si viviera. Los mismos ejemplos de continuación de la comunidad encontramos en el Derecho comparado (Dinamarca, Noruega, Países Bajos, Suiza y Alemania). En Alemania la encontramos regulada en los parágrafos 14$3 a 1493 BGB:, teniendo 66 también como fin el mantener el patrimonio indiviso el mayor tiempo posible, en interés de la familia°^. EI & 1483 dispone yue, si a la mucrte de un cónyuge existen descendientes camunes, la eomunidad de bienes se continuará entre el cónyuge supérstite y los descendientes que estén llamados como herederos en caso de sucesión legí tima. Esta comunidad continuada es comunidad general de bienes para el cónyuge supérstiteb', pero es comunidad residual para los descendientes, ya que se excluyen de la masa común el patrimonio propio del descendiente al entrar a regir la comunidad continuada, lo que le sea adjudicado del caudal del difunto de su patrimonio especial o reservado (pues la parte del premuerto en la comunidad se encuentra excluída del activo de la sucesión), lo que adquiera posteriormente. Esta comunidad puede ser excluída por contrato de matrimonio (& 1506), o bien por testamento en los casos en que puede hacerse (&& 1 S09 y 2335 BGB) y el supérstite, pero no los descendientes, pueden rehusarla. Pero la entrada en vigor de la comunidad continuada no significa sucesión hereditaria en el patrimonio del premueF to. La participación de éste en el patrimonio común no forma parte del caudal relicto, en modo absoluto, que se compone sólo de su patrimonio especial y de sus bienes reservados. La continuación de la comunidad significa, en el Derecho alemán, la subsistencia de la "mano común" conyugal con un simple cambio en las personas de los interesados que, dependiendo de quién sea el cónyuge premuerto, asumen la posición jurídica de1 marido o de la mujer en la sociedad conyugal continuada (&& 1487, 1489, I495 y 1498 BGB). Se puede dejar de ser partícipe en esa comunidad por muerte o por renuncia unilateral o contractualmente. En este último caso, se paga al renunciante una compensación sobre los bienes comunes (así en el caso en que un descendiente funde su propia casa). Estructurada así la comunidad continuada, se distingue, claramente, el juego de distintos patrimonios (& 1585 BGB): el patrimonío común de la comunídad continuada, formado por el patrimonio conyugal común; el que el supérstite adquiere sobre el caudal relicto del premuerto; el que adquíere durante esa comunidad continuada en tanto en tanto no sea patrimonio especial o reserva, y los provechos y subrogaciones de los anteriores. Pero al lado de ese patrimonio común, habrá un 67 patrimonio reservado del sobreviviente, formado por el patrimonio reservado que tenía durante el matrimonio y lo recibido después a título gratuíto con cláusula reservada (&1486-1), un patrimonio especial del supérstite (& 1486-2), formado por bienes no transmisibles por negocio jurídico y, por último, el patrimonio dc los descendientes partícipes que no corresponda al patrimonio común (& 1485-2 BGB). Por otra parte, cada cónyuge, para el caso de que con su muerte se produzca esta comunidad continuada, puede disponer que un descendiente partícipe tenga el derecho de asumir en la división el patrimonio común (,f^iducia sucesvria). Así el cónyuge premuerto puede conferir por testamento otros derechos más amplios a algún descendiente, si bien se establece como requisito imprescindible el contar, para ello, con el asentimiento del otro cónyuge (&& 1515 y I516 BGB.), que es a lo mismo que se llega en nuestro llerecho foral, por medio del testamento mancomunado o de hermandad y por otras instituciones afines que, en el Derecho castellano, también existían antes del Código civil. De esta manera la continuidad de la explotación y el mantenimiento de su unidad puede proyectarse más allá de la comunidad continuada y para después de la muerte del cónyuge supérstite. Con ligeras variedades existe también esta institución de la comunidad continuada en el Derecho suizo (arts. 229 a 236 ZGB). Un estado de indivisión se prevé, también, en el art. 336 ZGB., norma contenida en materia de "biens de famille". Esta indivisión convenida a térmíno o por tiempo indefinido, podría llamarse "indivision de famille" para caracterizarla de forma más precisa, ya que sólo se da entre los miembros de la misma o parientes y referida a los bienes familiares_ Convencionalmente la explotación de la indivisión y su representación puede atribuirse a un solo individuo (art. 347), pero éste habrá de pagar a los restantes, anualmente, una parte de los beneficios obtenidosó4. También tendríamos que ocuparnos aquí del usufructo vidual universal en favor del cónyuge supérstite que aparece en los Derechos forales ya que, según la doctrina, es más bien una institución familiar que sucesoria, pero si tenemos en cuenta que su extensión (como universal) no siempre es necesaria y a veces dificulta notablemente la buena armonización de los 68 intereses de la familia y, por otra parte, que únicamente tiene sentido como "usufructo de regencta", cuyo papel más importante se halla fntimamente relacionado con otras facultades que hallan su fundamento en la ^ducia sucesoria, por eso vamos a ocuparnos de ello al tratar propiamente de estas cuestiones. NOTAS AL CAPITULO Q Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Estudios, cit., 26 y ss. (3) Así nos encontramos con el "Homstead ", en los Estados Unidos de Norteamérica, con el `Anerbenrecht" y el "Erbhof', en Alemania (patrimonios familiares vinculados e indivisibles, inalienables y vinculados a un heredero único designado por ley o por el causante). En Suiza, el ZGB, instituye también los "asiles de famille" (art. 349), en un capítulo dedicado a los "biens de famille" (como un fundo con destino agrícola o industrial y la casa habitación y sus dependencias, con el límite de no exceder de lo necesario para el ordinario mantenímiento de la familia y con las mismas características en cuanto a su vinculación). En Francia una Ley que se remonta al 12 de julio de 1909 cna el "bien de famille insaisissable ", que fué modificado por Ley de 13 de febrero de 1937, de voluntaria constitución en capitulaciones o en testamento y con las mismas características de irrenunciable e inembargable y que puede subsistir después de la muerte de su titular en favor de la familia. Aunque, en este sentido, son mucho más interesantes 1as refomtas del Code civil, en 1938, 1943 y 1961, de gran repercusión en materia de régimen económico-matrimonial, lo mismo que la posterior de 1965, a las que más adelante aludiremos y especialmente en materia sucesoria. En Italia, el Código civil de 1942, introduce el patrimonio famíliar como uno de los regímenes económico-matrimoniales que pueden elegir las partes, con la peculiaridad de que puede constituirse durante el matrimonio, siendo de destacar tambíén en el Derecho regional la institución del maso chiuso, regulado por la Ley de 29 de rnarzo de 1954, modificada en 2 de septiembre del mismo año y por la Ley de 25 de diciembre de 1959. A esta tendencia pertenece, aunque con una perapectiva más amplia, el trabajo de CASTAN TOBEÑAS, Famitia y Propiedad, Madrid, 1956. 70 Lo que actuaLnente aparece recogido en el art. 173 LRDA. Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Estudios, cit., 118 y ss. Vid. arts. 21 y ss. LRDA. La idea de la comunidad patrimonial de la familia, de abolengo germánico, se encuentra en el Derecho at alto medieval, traducida al condominio familiar que en esa época correspondía a los bienes del grupo: GARCIA DE VALDEAVELLANO, I,a comunidad patrimonial de la familia en e! Derecho español medieval Salamanca, 1956, 35. Lo que modernamente se aplica a la explotacíón, apareciendo así la familia como grupo 0 comunidad explotadora destinataria, por otra parte, de sus beneficios: F. DE CASTROS. EI Derecho agrario en España, en ADC, 7 (1954), 394. (7) Arts. 36 y ss. LRDA. (8) Arts. 21-1 c) y 24 LRDA. (9) En los nueve artículos de esta Ley no se contiene ninguna norma no que no sea de esta naturaleza, la denominación, pues, corresponde al contenido de la regulación que se establece. (10) No obstante también nos referíremos a las explotaciones familiares en el sentido de los arts. 34 y 35 de la LRDA. (l 1) Se trata de los arts. 167 a 176 Cc. it. 1942. En esta regulación el patrimonio familiat aparece como un régimen económico-matrimoniai que puede elegirse por los cónyuges en capítulacíones, es inalienable y sus frutos se destinan a los gastos de la familia, siendo posible su constitución durante el matrimonio por uno de los cónyuges, por ambos, o por un tercero. (12) Vid. LACRUZ-SANCHO, Derecho de familia (El matrimonio y su economiaJ, Barcelona, 1963, 615 y ss. y Derecho de familia, Barcelona, 1966, 261 y ss. (13) Cfr. "Después de celebrado el matrimonio no se podrán alterar las capitulaciones otorgadas, ya se trate de bienes presentes, ya de bienes futuros". (14) Un estudio estadístíco de esta materia nos pone de relieve que la práctica de las capitulaciones en las regiones sujetas al Derecho foral es muy escasa. (15) Art. 25 LRDA. (16) Problema semejante se plantearía sí la esplotación agrícola estuviese formada por bienes atribuídos por el Instituto, si la atribución se realizase con la obligación del beneficio de satisfacer el valor de los bienes entregados y si esta obligación se cumple a eosta del patrimonio ganancial. Es indudable que, en virtud del art. 1401-1 ° (4) (5) (6) 71 Cc., por subrogación, los bienes entrarían a formar parte de dicho patrimonio. ' (17) Cfr. arts. 28 y 31 LRDA. (18) A. LUNA SERRANO,E/ patrimonio famillar, cit., 72. (19) Puede así como tal venderse, transmitirse como objeto unitario de relación sucesoria. Arts. 36-2 y 39-2 LRDA. (20) El art. 36-1 LRDA, plantea la posibilídad del patrimonio familiar con los "lotes que el Instituto adjudique con carácter definitivo, bien por sí solos o en unión de los bienes que los adjudicatarios aporten... siempre que lo soliciten sus titulares". (21) Esta aportación supondría un verdadero acto de disposición, pues los bíenes salen de la comunidad de gananciales para ser atribuídos con titularidad única al marido, titular del patrimonio familiar. En torno a la Ley de patrimonio familiar, en RDP, 1953, 703 y ss. (22) (23) Op. cit., 83 nota 13. (24) Así en la Sentencia de 2 de febrero de 1960 (considerando 2°). (25) J.L. DE LOS MOZOS, La partición de herencia por el propio tesrador, en RDN, 27 (1960); ALBALADEJO, Dos aspectos de la partición de herencia por el testador, en ADC., 1(1948), 922 y JORDANO BAREA. Dictamen sobre la partición contenida en testamento, en ADC, 6(1952), 233 y ss. y Abuso de la facultad prevista en el párrafo segundo del art. 1056 Cc. en ADC. 17 (1964), 233 y ss. GONZALEZ ENRIQUEZ. Naturaleza y eficacia de la participación por el testador en actos inter vivos, en RDP. 1954, 949, y, aparte, referencias en Tratados y obras generales. generales. (26) Cfr.- "El marido no podrá disponer por testamento sino de su mitad de gananciales". (27) J.L. DE LO5 MOZOS, Op. cit., en RDN,27 (1960), 214; FOSAR BENLLOCH, La explotación agrícola y el párrafo 2° del art_ 1056, en ADC, 16 (1963), 388 y ss. (28) LACRUZ-SANCHO, Derecho de Sucesíones (Parte GeneralJ, Barcelona, 1961, 486. En sentido parecído, J.L. DE LOS MOZO5, Op. cit. , en RDN, 27 (1960), 214 y ss. (29) A la que más adelante, al final del presente capítulo, nos referiremos, tanto en relación con el Derecho foral como con el Derecho comparado. (30) J.L. DE LOS MOZOS, La renuncia a la sociedad legal de gananciales, en ADC, 13 (1960), 63 y ss.; BAS Y RIVAS, La renuncia a tos efectos de la sociedad legal de gananciales, a la 72 propia socíedad y a sus consecuencias, en RDP, 1949, 844 y ss.; ROCA SASTRE La comunidad de gananciales, destino de sus bienes en caso de renuncia, en RCDI, 1930, 161 y ss. LEZON, Efectos de la renuncia de gananciales por los herederos de uno de los cónyuges, en RCDI, 1923 y CASTAN TOBEI^AS, Efectos de la renuncia a los gananciales efectuada por uno de los cónyuges o sus herederos, en RGLJ, 1929, 226 y ss. (31) J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit., en ADC, 13 (1960), 63 y ss. (32) J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit. , en ADC, 13 (1960), 145. (33) No infringiendose así el contenido del art. 1394, pues nada cambia ni se altera hasta la disolución del matrimonio y quedan a salvo los intereses de los terceros. (34) CASTAN TOBEAAS, Familia y propiedad, cit., 85 y ss. (35) El choque entre ambas regulaciones es más grave cuando no se enfrentan entre sí, simplemente, dos preceptos jurídicos, sino que la colisibn es de fondo porque son distintos los principios en que se sustentan (J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit., en ADC, 13 (1960), 145). También F. DE CASTRO, Op. cit., en ADC., (1954), 389, aludiendo a la dualidad intrínseca del Derecho actual. Por eso, en muchos casos, como he defendido en varias ocasiones, no se puede hablar, al ocuparse del Derecho agrario, de una relación entre ius commune y ius specialis, ya que no hay lugar a ello cuando las normas del Derecho agrario se cienan a toda relación de éste tipo (ius proprium). (36) El problema afecta también a los Derechos forales, como se puso de relieve en las Jornadas de Derecho foral, celebradas en Lérida y Barcelona, en octubre de 1971. (37) En éste sentido, la aguda distinción de ROCA SASTRE, La necesidad de diferenciar lo rústico de lo urbano en el Derecho sucesorio, en AAMN, I(1948), 338, entre familia troncal, rural o estable y familia urbana, no troncal o temporal. El mantenímiento de la unidad de la explotación agrícola se referiría al primer grupo. Parecida es la distinción entre patrimonios dinámicos o de producción y patrimonios estáticos o de ahono rentista que propugna VALLET, Panorama del Derecho civil, Barcelona, 1963, 264 y ss. De modo que sólo a los primeros se aplicarían los sistemas de continuidad, tanto desde el punto de vista económicomatrimonial, como sucesorio, con el fin de mantener viva la explotación. Con todo estas ideas, debido a las profundas transfor- 73 (38) (39) (40) (41) (42) (43) (44) (45) (46) maciones que se han operado en la agricultura en los últimos quince años resultan un poco rígidas. De una forma o de otra, los cónyuges podrían pactar en capitulaciones la constitución de una explotación o patrimonio familiar como patrimonio separado. Si en los capítulos no se añade otra cosa sobre el futuro régimen económico, esa explotación o patrimonio habría de ccexistir con la comunidad de gananciales. Pero es posible, también, que los futuros cónyuges traten de adecuar a ella las normas por las que ha de regirse económicamente su futuro matrirnonio, eligiendo para ello otro de los regímenes ai amparo de esa relativa libertad de pacto de que hemos hablado. Vid. sobre la comunidad universal las líneas. generales que trazan PEREZ GONZALEZ y CASTAN, en su Notas al Derecho de familia de KIPP y WOLFF, 2a ed., Barcelona, 1953, 432 y ss.; también, LACRUZ, EI matrimonio y su economía, cit., 432 y ss. Arts. 53-56 de la Compilación de Cataluña; 33-35 de la Compilación de Aragón. Arts. 41 y ss. de la Compilación de Vizcaya y Alava. Vid. CERRO SANCHEZ-HERRERA, Aportación al estudio del Fuero de Baylío, Madrid, 1964. Así lo estiman, también, PEREZ GONZALEZ y CASTAN, dbid. NAGORE YARNOZ, Doctrina actual sobre las capitulaciones matrimoniales en Derecho común y foral, en Estudios Castán, IV, Pamplona, 1969, 509 y ss. LALINDE, Capitulaciones y donaciones matrimoniales en e! Derecho catalán, Barcelona, 1965, 30 y ss., según éste autor el Código civil muestra en ésta materia su excesiva influencia racionalista, viendo grandes peligros en la contratacibn entre aquellas personas ligadas por vínculos matrimoniales que las despojan de esa alteridad que parece exigirse en las partes contratantes. No adoptandose esta postura en legislaciones como la alemana, austríaca, sueca o inglesa, ni actualmente en las legislaciones románicas que la sostuvieron en principio, ni en nuestros Derechos forales. Sin embargo, esta opinión ha de ser tomada con toda cautela. Sabidas son las dificultades que, tradicionalmente, la doctrina veía para admitir la alteración de las capitulaciones. Dificultades que, en cierto sentido, vienen superadas en el plano doctrinal y en el legislativo. Así, en las mismas legislaciones forales se arbitran medios para superar esos supuestos peligrosos a través de adecuadas 7a garantías para los terceros. Vid. art. 142° de la Compilación de Cataluña y art. 26 de la Compilación aragonesa. (47) Art. 2ó de la Compilación de Aragón; ari. 7 en relación con los 9,13 y 14 de la Compilación de Cataluña. En Baleares no se establece nada al respecto, pero al admitir los contratos onerosos entre cónyuges, así comos los pactos sucesorios, no hay duda en cuanto al criterio de libertad. (48) Arts. 25 y 33 de la Compilación de Aragón; art. 8 de la Compilación de Cataluña. Por otra parte, la sucesión contractual se admite hoy en Cataluña, Aragón, Baleares, Navarra y Vizcaya. (49) J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit., en ADC, 13 (1960), 64 y ss. (50) Ibid. (51) J.L. DE LOS MOZOS,Ibid. (52) No hay que olvidar la superioridad ética y dogmática de la comunidad de gananciales, tal y como la regula nuestro Código civil, a la que éstas modificaciones del Derecho francés pueden venir a corregir de su rigidez, que deriva más que del régimen mismo de su consideración como régimen legal en relación con la imposibilidad de su alteración. También el legislador francés ha acercado su regulación a la española (después de la Ley de 24 de abril de 1958) estableciendo el consentimiento uxoris (art. 1413-1° Cc. esp.). (53) Aparte de las referencias en tratados generales, que aquí no son del caso: R.MENASSEYRE, La protección des exploitations agricoles par les contracts de mariage, les donations et testamensts. Rapport au Coloque europée de Droit rural, Luxembourg, 1971. (54) LACRUZ-SANCHO, Derecho de familia (El matrimonio, etc.), cit. 559. Podría pensarse también en la posibilidad de que durante el matrimonio los cónyuges constituyesen una sociedad integrada por los hijos como socios. (55) Salvo las mortis causa capiones que prevé el art. 1427 Cc. y el derecho de alimentos a favor de la viuda (art. 1430 Cc.) que tienen este carácter. (56) Por aquella vinculación de la família a la casa, VALLET, El espíritu del Derecho foral y los problemas agrarios de hoy, en ADC, 18 (1965), 220; MARTINEZ SARRION, En torno a la familia foral, en RDP., 1964, 385 y ss. (57) Así, PEÑA BERNALDO DE QUIROS, Op. cit., en ADC., 12 {1959), 949. (58) Sobre la evolución de la sociedad continuada en Aragón: LACRUZ, 7.5 El Derecho de familia en la nueva C'ompilación aragonesa AD(', 2U (1967), 723 y ss.; que la razón de la continuación de la comunidad sea la de la subsistencia del nexo familiar, lo pone de relieve el hecho de que en el caso de nuevas nupcias, lo yue supone una injerencia extraña en la familia, se disuelve aquélla. SAPENA, Dinámica de los bienes en la sociedad conyugal ara^nnesa en RDP., 1952, SOS. (59) La Compilación ha perfeccionado el aspecto social de la comunidad no referida únicamente a una masa inerte de bienes, a algo estático, como era el resultado de la indivisión sin otorgamiento de inventario. También ha deslindado los supuestos en los que es obligatoria y voluntaria la continuación de la citada comunidad. (60) Vid L. MARTIN-BALLESTERO;Introducción a la Compilación de Derecho civil de Aragón, en ADC., 20 (1967), 609, insistiendo en el carácter individualista del Código civil que no se ocupa apenas de ia familia, a diferencia de lo que ocurre en Derecho aragonés. Del mismo autor, La casa en el Derecho aragonés, Zaragoza, 1944. (61) Su Exposición de Motivos, califica al Derecho foral vizcaíno de verdadero "estatuto agrario", considerándolo una anticipación de las novísimas tendencias de ordenación jurídica del agro español, mediante la concentración patrimonial y familiar y a] servicio de esa única preocupación. (62) Surgida en la Edad Media como instrumento para conservar indiviso el patrimonio de la casa hasta la desaparición de ambos padres, se da hoy sobre todo en los Derechos territoriales del Norte y Centro de Alemania (Westfalia, Pomerania, Schleseig-Holtein) unido a la comunidad general de bienes: KIPP-WOLFF, Op. cit. VI-2, Barcelona, 1953, 468. (63) Esta es la contrapartida al hecho de que el cónyuge supérstite pueda renunciar a la comunidad y los demás descendientes no. Por eso no e^ciste en el ZGB (art. 230), pues su origen allí es contractual. (64) También en Italia se establece, aunque más bien como consecuencía de su régimen especial, la continuación del patrimonio familiar hasta la mayoría de edad de los hijos (arts. 175, 176 y 716 Cc. it.). CAPITULO III LA INFLUENCIA DE LA SUCESION "MORTIS CAUSA" EN EL PROCESO DE LA MODIFICACION DE LAS EXPLOTACIONES, PLANTEAMIENTO GENERAL, EN DERECHO FORAL Y EN EL DERECHO ESPECIAL AGRARIO 1. El individualismo jurídico y el Código Civil. Waloración de la crftica efectuada por los foraiistas. En los capítulos precedentes, hemos visto cómo se hace una crítica de las instituciones jurfdicas contenidas en el Código civil, tanto en relación con la propiedad, coma en relación con el régimen económico matrimonial„ argumentándose que al no establecerse las necesarias matizaciones, se dificulta la protección de la explotación agrícola. Lo mismo sucede en cuanto a la vinculación de la explotación a la familia, alegando que el Código, por su misión individualismo, no ha tenido en cuenta a la familia al regular el régimen económico matrimonial, y, como la actividad agraria se desarrolla bajo una estructura predominantemente familiar, tampoco se congigue la protección de las explotaciones familiares. Pero todo esto, son tortas y pan pintado si se compara con la crítica de que se hace objeto al Código civil en relación con la conservación y el mantenimiento de la explotación agrícola a propósito de la tra,^smisión "mortis causa", llegándose a afirmar que, por contraste, los Derechos forales, constituyen la base familiar y sucesoria de un auténtico Derecho agrario' . Sin embargo, la cuestión está muy lejos de ser como dicen los foralistas. Bien es cierto que el Código civil adolece de una serie de defectos, provenientes unos del soporte ideológico en que la codificación tuvo lugar, otros de meros errores técnicos o dogmáticos que son fácilmente subsanables por unos retoques simples de la regulación o de las instituciones; pero de eso a afirmar que, en los Derechos forales se encuentran todas las excelencias que faltan en el Código hay una gran diferencia. EI tema, es apasionante porque en ello va la unidad futura de nuestro Derecho civil y hay que abordarlo con séntido crítico y sin exageraciones de ningún tipo. Porque, bien es cierto, en el Derecho foral se conservan instituciones que responden, mejor incluso en algunos aspectos, a la común tradición jurídica española, o incluso a la propia tradición jurídica castellana donde, como en otros pueblos de Europa influídos por la tradíción germánica, se llegó a una síntesis de principios germánicos y romanos que, en buena parte, se perdió con la codificación. Esto fué debido a la falta de madurez con que se llevó a cabo la obra codificadora, a la improvisación y a que los juristas prácticos que la acometieron no tenían tras de sí, como pudo suceder en Alemania y en Suiza, una gran ciencia jurídica que supiera acometer con altura y con capacidad, por una parte, la modernización de nuestro Derecho y, por otra, el llevar a cabo esta modernización sin desnaturalizarlo, atentos más que nada a una serie de innovaciones que se consideraban como exigencias filosóficas, según la terminología de la época, de una legislación progresiva. Por eso, se perdió sensibilidad para captar instituciones como la renuncia a la sociedad de gananciaies y, con ello, toda la perspectiva relativa a la posibilidad de alterar el régimen económico-matrimonial. Y cayéndose en intentos un tanto pueriles del acercamiento entre el Derecho común y el Derecho foral, se introdujeron instituciones extrañas en el Código, como la troncalidad del art. 811, en vez de haber introducido la comunidad continuada, por una obsesión, acaso también excesivamente patrimonialista y personalista de todo lo relativo a la disolución de la sociedad conyugal, incidiendo en el error de perspectiva de ese acercamiento a los Derechos forales, incluso al configurar la reserva del art. 812 Cc. en desconexión de sus precedentes en el antiguo Derecho castellano, donde aparecía, por otra parte, como también sucede 79 ahora donde no se producen las segundas o ulteriores nupcias, una continuidad de esa comunidad en el ordenamiento social, pero que, en aquellos precedentes cobraba un significado muy característico, en conexión con la partición del testador, conforme al antiguo esquema justinianeo de la partición inter liberos y que ya he destacado en otras ocasiones2. Pero que cobra, también,un significado muy interesante en relación con una manifestación de la fiducia sucesoria. Me refiero a Partidas, 4, 18, 15, donde el padre al emancipar al hijo voluntariamente le entrega la propiedad plena de su peculio adventicio (es decir, los bienes heredados de la madre que hasta entonces formaban como un todo en el capital común de la familia), reservándose el usufructo sobre la mitad de los mismos y cuando tiene lugar la emancipación por el matrimonio dei hijo (Leyes 47 y 48 de Toro), sin reserva alguna de usufructo3 , lo que parece tiene su origen en el Fuero Juzgo (4 2, 13-15)° . Siendo interesante hacer constar cómo la antigua divisio inter liberos romana se extiende a los países de neta tradición jurídica germánicas , dando lugar a la interesante figura del partage d'ascendants que se practica intensamente en el Derecho consuetudinario francés y lo mismo sucede en algunos de nuestros Fueros Municipales. Asf, señaladamente en el Fuero de Zorita de los Canes (10, 10, 4)6 . Lo que acredita la existencia de una antigua costumbre que se fué ahogando paulatinamente con la recepción del Derecho romano, de la que solamente ha sobrevivido, la donatiort-partage, en el Code civil lo mismo que, en el nuestro, la partición del testador (art. 1U56 - 1.°), pero ya muy lejos de donde la ínstitución arranca: de una originaria propiedad familiar de abolengo germánico 0 romano vulgar, del mismo tipo de la yue aparece en el fundamento de muchas instituciones forales. Ahora bien, contínuando con nuestro discurso, si la institución contemplada se desconecta de la idea de propiedad familiar y de la idea paralela de fiducia sucesoria, que en aquélla tiene su fundamento y, si por otra parte, por patrimonializarse la disciplina de la liquidación de la sociedad conyugal, pierde toda su conexión con la posibilidad de una comunidad continuada que puede abonar el juego de tales soluciones, llegamos fácilmente a que carezcan de fundamento, al implicarse otras razones de tipo puramente racionalistas en 80 relación con la disposición testamentaria, que se considera como un atributo de la iibertad individual, ciertas formas de testar suprimidas por el Código, como el testamento mancomunado entre esposos que se generalizó en la práctica' , aunque en vísperas de la codificación no gozaba del favor de la doctrina°. En la misma linea hay que situar la restricción de la fiducia sucesoria tal y como se manifiesta en el art. 831 Cc.9 y a diferencia de su precedente en el Proyecto de 1851 '°, cortándose también, por éste conducto, la conexión con los precedentes del antiguo Derecho castellano. Otro tanto sucedió con la radical separación entre donación y disposición por causa de muerte, aunque en ocasiones por razones sistemáticas, probablemente, el Código welve a unir lo que separa, como en el art. 620 ", cuando debfa de haber mantenido la función de la donación `^ como cauce de la sucesión contractual, lo mismo que sucede en los Derechos forales'3 . Cuestión que ha repercutido, también, en la institución de la mejora, verdadero baluarte de la sucesión contractual, en nuestro Código civil, al reformar el Derecho anterior en el sentído de no permitir la donación como mejora presunta14 , con lo que se ahonda la separación con los Derechos forales. Por otra parte, al desconocerse aquella función de la donación a que nos referimos, las posibilidades de combinar los efectos en vida con la partición del testador, han desaparecido porque, si se trata de simples donaciones, son irrevocables al aplicarseles el estatuto de los actos inter vivos y si se lleva a cabo la partición en testamento, no produce ningún efecto hasta después de la muerte del testador, con lo que se han clarificado lós efectos de estos actos, pero no se atiende a proveer a las situaciones intermedias, que pueden estar necesitadas de una adecuada protección, como sucede con el caso de la continuidad de la explotación agrícola. Bien es verdad que la donación queda vinculada a la sucesión por la colaboración y por el cómputo de la legítima pero ha desaparecido, también, la relación existente en el antiguo Derecho entre donación y renuncia a la herencia futura, según lo dispuesto en los art. 1271-2°, 658, 991 y 1674 Cc., aparte de la norma un tanto signifícativa del art. 816'S. Otro tema extremadamente conflictivo entre el Derecho comGn y los Derechos forales, viene determinado por las 81 diferencias en la organización del sistema de legítimas; y aunque aquí el Código siguió fiel a la línea del Derecho castellano, si bien reduciendo las cuotas legitimarias de los descendientes, en especial, que es lo que aquí interesa (de los cuatro quintos a los dos tercios), como se redujo la posibilidad de la mejora (del tercio y quinto a un tercio) y su modo de institución, como ya hemos visto, se separó, al reducir la libertad de disposición, del Derecho de Vizcaya, que es el más semejante de los Derechos forales al Derecho castellano (salvo en el arcaísmo de la troncalidad que en Castilla desaparece tempranamente), por otra parte, en la forma de deferir la legítima, siguió evolucionando al permitir que el legitimario no fuera heredero ( lo que en el antiguo Derecho sólo se alcanzaba mediante el juego de la renuncia) con lo que la legítima del Código se acercó notablemente a la legítima del Derecho catalán y, sobre todo, del Derecho de Mallorca, aunque le quedó una vinculación al carácter originario de la sucesión, en nuestro antiguo Derecho, de origen germánico, como sucesión de los bienes de un antiguo patrimonto familiar indisponible, manifestada en la idea de reserva que acoge nuestro art. 806 Cc. y en la necesidad de que no consista en una porción de bienes de la herencia, lo que únicamente se puede eludir, iildirectamente, por vía de donación y de legado. En cambio, en los Derechos forales en que se halla más manifiesta la influencia vulgar, como en Aragón y en Navarra, la vinculación de los bienes a la familia se mitigó por la libertad de disposición, siempre en favor de la familia, o del círculo familiar ( reserva), pero en detrimento de los derechos del individuo, por la libertad de disposición de una verdadera legítima colectiva, como Aragón ( art. 119 Compilación de Aragón), cuando no queda reducida a una mera mención, o al derecho de alimentos (arts. 120 y 121) y otro tanto sucede en Navarra (Leyes 267 a 271 de la Compilación). Por eso, si a la legítima castellana, sobre todo después del Código, no le queda más que un residuo de haber sido en su origen una verdadera reserva (Lex "Dum inlicita" del Liber iudiciorum, 4, 4, 1), no siéndo al sufrir durante siglos la influencia de la recepción del Derecho romano y el descansar, lo mismo que la legítima justinianea, no en la idea de la conservación de un patrimonio familiar, sino sn un verdadero officium pietatis, el que consista 82 en una porciórr de bienes, ordinariamente, no es más que una supervivencia histórica que fácilmente puede ser corregida, de modo que si esa supervivencia se da en razón y en interés de la continuidad en un patrimnnio familiar, aunque en el contexto regulativo actual puede producir el efecto contrario (p. ej., necesidad de dividir la explotación agrícola para el pago de legítimas), por la lógica de la eadam rotío sistemáticamente, no existe ningún inconveniente para que esa situación pueda corregirse, no suprimiendo o refuciendo la legítima, sino permitiendo su pago en dinero y estableciendo otros remedios para que la explotación no se divida. Pero para esto bastan unos pequeños retoques y no es preciso modificar el sistema, ni en cunto a la reducción de las cuotas, ni en euanto a la conversión de la legítima en un mero derecho de créditu, como se ha Ilegado en el Derecho catalán, o en el Derecho alemán. Incluso en ordenamientos como el francés, con mayores dificultades sistemáticas, se ha llegado como veremos a fórmulas en las que, sin variar el sistema jurídico, se atiende a las necesidádes de la conservación de la explotación. Pero, seguramente, el tema de las legítímas requiere alguna consideración más y a ello vamos a dedicarnos seguidamente, en el epígrafe siguiente, y, sin perjuicio de que en ulteriores capítulos estemos constantemente haciendo referencias a la cuestión. Volviendo ahora al tema planteado inicialmente, la exposíción que acabamos de hacer pone de relieve, que es necesario acudir a los Derechos forales para solucionar los problemas de la conservación de la explotación agrícola en la sucesión "mortis causa", porque el planteamiento de éstas soluciones y su adecuado desarrollo puede alcanzarse en el seno de la tradición jurídica castellana, sobre todo, si se parte de reconocer que el Código no acertó a expresar, en algunas materias, las fórmulas adecuadas para ello, sin acudir a tradiciones extrañas, ya que la misma razón existe, si no mucho mayor, para que dentro del Derecho español se respete la tradición jurídica del Derecho común y, sobre todo, teniendo en cuenta que, para corregir ésta tradición, aparte de no deber hacerse con elementos extraños, sería hasta ridículo tratar de hacerlo con elementos vulgares, cuyo fundamento ético-so-ciológico es muy dudoso, ya que la vinculación del individuo a la fámilia y a la casa pudo tener su justificación cuando tales 83 instituciones así concebidas eran la única forma de proteger al individuo, pero si esto no es así y si la realidad social nos dice lo contrario, en cuanto tiene de evolución positiva no hay razón para invocar unas fórmulas jurídicas que, en muchos casos, como las instituciones forales, ni se aplican, ni se justifican en el contexto actual (salvo bajo el prisma de una concepción exageradamente tradicionalista, utópica y arcaica de la sociedad) ni sirven para el fín que se dice proteger (la montaña de Navarra y Aragón han sido barridos por la emigración y ni el sistema de legítima, ni la comunidad continuada ha valido para contener ésta evolución, lo mismo que Pn el país Vasco y en la propia Navarra, el caserío ya no puede aparecer como unidad de explotación, porque es antieconómico, como todo el mundo reconoce). Además queda otra cuestión por precisar, que el Código, con todos sus defectos, no mantiene una serie de instituciones que dificultan la conservación de la expiotación agrícola y, sobre todo, su propia formación y que, sin embargo, se han mantenido como puro arcaismo, al amparo del particularismo foral; así toda la materia en que está vivo el principio de troncalidad que dá lugar a una serie de reversiones y de recobros que dificultan, notablemente, la formacibn y la conservación de una adecuada explotación agrícola, lo mismo que la conservación del retracto gentilicio o de sangre, que existente en el Derecho castellano antiguo, desapareció con la codificación. Como también desaparecieron los mayorarzgos y las vinculaciones, fueran o no fideicomisarias, figuras que se mantienen, paralelamente, vivas en los Derechos forales, a través de la troncalidad y de algunas formas de heredamientos. Todo ello sin contar la superioridad del Derecho común sotire los Derechos forales, en materia de sucesión intestada y no digamos en cuanto en el Derecho común predomina un sentido ético sobre un sentido económico, en la mayor parte de las cuestiones, como sucede en las legítimas de los hijos naturales, o en los propíos derechos del cbnyuge viudo, ya que no parece preciso, y, en muchos casos sería perturbador, ir más allá de lo que el Código le reconoce, admitiendo un usufructo vidual universal, que sólo tiene sentido como usufructo de regencia, y, no digamos en cuanto a la excesiva extensión de la fiducia sucesoria, o de las herencias de confanza, tan frecuentes en Cataluña y que, 84 en ocasiones, no sirven más que para favorecer a la concubina. Por eso, más adelante vamos a poner de relieve cómo en los Derechos forales existen una serie de instituciones que no sirven para el mantenimienio de la unidad de la explotación agrlcola y que incluso son perjudiciales y nocivas. Por eso, resulta arcaizante y absurdo tratar de configurar los institutos de "reforma agraria", según la inspiración de los Derechos forales, como sucede con el patrimonio familiar, aunque esto es un mal que se ha padecido en toda Europa, aportado por el Derecho de colonización, una etapa ya superada o en trance de superación del Derecho agrario1ó . Expuesta así la cara y cruz de este planteamiento conflictivo entre Derecho común y Derechos forales, creo que se puede llegar a una superación de esta antinomia y, sobre todo, a ver los problemas con un poco más de realismo. Vistas las cosas de este modo se podrá decir que, en situaciones límites, habrá que acudir a la sucesión excepcional, como sueede con los patrimonios familiares, pero conscientes de que este recurso, viene impuesto por una necesidad extrema y no constituye una panacea, por mucho que se haya cambiado el signo de la sucesión excepcional, ya que la vinculación, en la que descansa como recurso técnico ", es contraria a la libertad y al progreso social, factores que, en todo momento, deben de ser los pilares fundamentales del Derecho. Lo mismo hay que decir de otras manifestaciones de la misma idea de vinculación por muy atenuada que parezca, como resultaría de lá a organización de la protección jurídica en torno a la casa , siemvre v cuando no haya,. como contrapartida, un sistema de legítimas adecuado (como sucede en Cataluña, en Baleares oen los territorios de Derecho común). Porque si lo contrarío es individualtsmo juridico, bien venido sea este individualismo porque gracias a él ha sido posible la modernización del país.y el progreso de la sociedad española, ya que nadie seriamente puede atribuir al sistema de legitimas del Código la pobreza de nuestra agricultura. Sín embargo, el argumento ha sido utilizado y, sin duda alguna, más de lo que se debiera, especialmente por los foralistas, entre los que se cuentan juristas contemporáneos de primera magnitud (como CASTAN, LACRUZ, o VALLET DE GOYTISOLO). Pero esto no es cierto: la pobreza y el atraso de nuestra agricultura ha SS aparecido, por igual, en territorios sometidos al Derecho común que en territorios sometidos a los Derechos forales. La crítica no ha sido serena, incluso en los grandes juristas (no digamos en los juristas de segunda fila, o en los meramente aficionados), porque si no es posible, en cualquier tipo de explotación dejar un tercio para amortización, creo que lo que f'unciona mai no es el ordenamiento jurídico sino la propia explotación. Las causas de la pobreza y del atraso de la agricultura son causas fundamentalmente económicas y políticas y es actuando sobre c;llas como únicamente se podrá poner remedio a ésta situación. Que esto es cierto nos lo confirma un sereno análisis, histórico y comparativo, entre las distintas regiones españolas y, ^es que la mejora de labrar y poseer, o el casamiento en casa, han evitado la emigración y el empobrecimiento de Galicia'? . Y eso por referirme a la más reciente de nuestras regiones forales. No son estas las soluciones, ni va por ahí el camino, pero en cualyuier caso quiero hacer constar que el problema foral ha cobrado, en los últimos años, una exacerbación y una virulencia inusitada. A cualquier observador sagaz no se le ocultará el nuevo mcttiz regionalista que ha cobrado el Derecho foral mediante la unión por interdependencia para aunar esfuerzos y enfrentarse con el Derecho común; la intemperancia con la que se ha producido la Compilación de Navarra, o lo que se ha hecho en algunas Compilaciones, desnaturalizando el espíritu del Congreso Nacional de Derecho civil de 7.aragoza de 1946, son una prueba bien elocuente de ello. Es por lo que fiay que volver a plantear la cuestión foral, en sus justos lérminos, dejándose de sentimentalismos y de utopías`v y, mientras tanto, tratando de evitar invasiones inoportunas del Derecho foral en el campo del Derecho común y rr ^enos aún en el Derecho general. La pretendida "españolizacibn" del Código civil sólo puede hacerse desde la tradición jurídica castellana, en la que se asienta el propio Código, aparte de que lo castellano no es una forma despreciable de lo español, salvo para una mentalidad localista o provinciana que no tiene nada que hacer a la hora de preparar un Código civil general para toda Espafia, que es la única solución clara del problema foral ao 86 2. Ei sistema de legítimas y 1a "libertad de disponer" de la legí tima como núcleo central de la cuestión Siguiendo a VALLET, podemos establecer en matería de legítimas la existencia de tres sistemas fundamentales21 , a saber: A. Llamamiento de ta ley directamente al legitimario, atribuyéndole una ' porción hereditaria': Este sistema prescinde de la voluntad del testador y atribuye directamente una parte de la herencia a los legitimarios. El Derecho germánico ofrece el prototipo de este sistema. En él, el proceso de aparición de la legítima se contrapone al de la legítima romana. Esta nació para corregir una libertad testamentaria absoluta, mientras que en los Derechos germánicos, la reserva aparece como un correctivo de la indisponibilidad absoluta, basada en la continuidad del patrimonio familiar. Sólo de manera excepcional se fue admitiendo que el testador pudiera disponer de una parte, mientras el resto seguía vinculado, reservado a los herederos de sangre (respondiendo al principio: "Seulement Dieu pouvaít faíre 1'héritier"). Eran, por tanto, herederos solamente los designados por la Ley y no los que quisiera el causante. Por ello, cuando este sistema se admitió el testamento, sólo sirvió para la ordenación de legados: Este sistema es el seguido, con algunas modificaciones, por el Code civil francés. Ahora bíen, dentro de este sistema la ley puede llamar a título universal o a título singular. Esta última modalidad, aparece en el Código civil español, en el caso de la legítima del cónyuge viudo que constituye un llamamiento que la ley hace a título singular y que, a diferencia de otras legítimas del mismo Código, actúa como ta1 atribución legítima con independencia de lo que haya dispuesto el causante. B. Legítima como un "derecho de crédito" contra la herencia. Este sistema representa la posibilidad opuesta al anteríor; e! legitimario sólo tiene un derecho personal para obtener el pago de la legítima consistente en una suma de dinero 87 calculada en proporción del valor de la herencia en el momento de la apertura de la sucesión. No hay 1lamamiento de la ley a favor del legitimario y éste no tiene el concepto de heredero o de condómino en relación con el patrimonio hereditarío; a lo sumo tendrá un derecho de garantía para conservar y asegurar su derecho. E:s el sistema en líneas generales del BGB. A este sistema se acerca mucho, aunque sin pertenecer a él, rigurosamente, el sistema del Derecho de Cataluña y del Derecho Balear. Su origen es debido a la recepción del llerecho romano justinianeo, que se acusa mucho más fuerte, en Alemania y en estas regiones españolas que en ninguna otra parte. Sin embargo, VALLET, incluye a estos Derechos forales españoles en el sistema siguiente. C Sistema legitimario de reglamentación negativa o como freno a la libertad de testar. Esta modalidad es la que más nos interesa, porque en su amplio margen de posibilidades encontraremos la legítima del Código civil y, según VALLET, al Derecho catalán. La ley impone un deber jurídico ul testador para quc disponga de parte de sus bienes a favor de los legitimarios; pero si incumple este deber, la ley no hace ningún !lamamiento directo a los favorecidos para que reciban los mismos bienes precisamente como legitimarios, sino que declara nula (de manera total o parcial, según los casos) la institución dc^ heredero hecha por el testador, con el resultado de yue la herencia queda sin disponer y provoca la apertura de la sucesión intestada ( que es el sub-sistema justinianeo, seguido por el Derecho catalán, donde es incompatible la sucesión testada con la intestada, "nemo pro parte testatus, pro parte intestatus deccedere potest", a diferencia del antiguo Derecho castellano y del Código civil, que admiten esta compatibilidad)22. Si el perjuicio a la legítima no deriva de la in.stitución de heredero, sino de donaciones o legados, la ley decreta su anulación o reducción para que no perjudique a la legítima. VALLET, señala que este sistema entraña dos aspectos, uno contable, para señalar el valor m ínimo de la legítima y otro normativo para proteger el derecho del legitimario. Pero este sistema, a su vez, ofrece diversas posibilidades o modalidades: 88 a) b) c) Imposición legal al testador de atribuir la legítima a título de herencia. Esta modalidad corresponde, históricamente, al sistema de la Novela 115 de JUSTINIANO y a las Partidas, dándose algo atenuado ( en que sólo se manifiesta en cuanto al "honor del título" de heredero), en el antiguo Derecho castellano, precisión que me parece exacto añadir a las observaciones de VALLET. Imposición al testador de la obligación de atribuir al legitimario bienes de la herencia hasta llegar a una porción del activo líquido fijado por la ley, cuando se trata de la legítíma de los descendientes y de los ascendientes legítimos ( lo que se extiende a la adopción, después de la Ley de 1970, en el Código civil, en el caso de la adopción plena)23 , con algunas excepciones que ya señalaremos. Es el sistema del Código civil. A base de la misma obligación de atribuir bienes de la herencia, la ley puede autorizar al testador o al heredero para hacer efectiva la legítima en dinero; es el caso de las excepciones que contempla el Código civil (en los supuestos del art. 1056-2.° y del 829, y para la legítima de los hijos naturales, en el art. 840-2.° ) , fórmula que, en cambio, se establece como principio general en el art. 137 de la Compilación de Cataluña, ampliándose notablemente las excepciones en el Derecho de Menorca ( art. 81 de la Compilación de Baleares). Sin embargo, no me parece que correspondan a este grupo los restantes Derechos forales (Navarra, Aragón y Vizcaya), donde la legítima es meramente simbólica, a diferencia de lo que opina VALLET, porque si es simbólica no es legítima; evidentemente en estos Derechos forales pervive la influencia vulgar del Derecho germánico, dando lugar a un sistema distinto de los tres sistemas que hemos expuesto, por el que, los bienes de la herencia quedan vinculados a la familia, prácticamente, no existiendo tampoco una verdadera libertad de testar ( o reconociéndose esta dentro de límites muy estríctos), porque, por otra parte, esa libertad de testar se orienta en benejtcio de la casa y para privar de la legítima, en la práctica, a todos los descendientes menos a uno, en el que se personifica la continuidad de la casa; por eso, en estos 89 sistemas, ni existe verdadera libertad de testar ni existe verdadera lc^gítima, al sustituirse la legítima indivídual por una legítima cu/ectiva. Responde este sistema a la pervivencia del arcaísmo que se ha conservado por el particularismo foral y que, en su día, fue expresión de una concepción señorial de la familia que ha desaparecido en el Derecho moderno. Dejando esta cuestión a un lado, vemos que las diferencias entre el sistema del Código civil y el del Derecho catalán o balear no son tantas (incluso el Derecho de Mallorca se halla más próximo, en este punto, al Derecho castellano), pero además si tenemos en cuenta las posibilidades que se establecen, en el Código, para atribuir la legítima rnediante mejora, donación o legado, estas diferencias, en algún sentido, se acortan ya que el concepto de bienes de la herencia, para la colación y para el cómputo de la legítima y de la mejora, se amplían con el "donatum" que se añade al "relictum", en sentido estricto. Por otra parte, el que la legítima pueda atribuirse a título de heredero (arts. 813-2, 817, 819, etc. Cc.), de legado (art. 815, en relación con el art. 806 y arts. 1038 y 1039 LEC.), o de simple legitimario en su cuota (arts. 806 y 818, etc. Cc.), es cuestión que actualmente no se discute24 , al menos por la mejor doctrina. Es por lo que, de acuerdo con estos precedentes, se puede decir que siempre que haya dinero en la herencia y quiera el causante o testador mantener indivisa la explotacián agrícola le sobran recursos y medíos para ello. Bien es cierto que el ordenamiento debe procurar el establecimiento de una cierta ordenaeión coactiva de la materia, para corregir la falta de previsión del titular de la explotación, pero a esto puede Ilegarse, partiendo del Código civil, sin necesidad de forzar ni modificar su propio sistema, introduciendo pequeñas reformas que, unas, son trasunto, en este campo, de una nueva concepción de la propiedad, como hemos visto y, otras, correcciones a un simple punto de vista que predominó en la codificación y que no supo, por falta de sensibilidad para estos problemas en el ambiente en que se produjo, sacar partido de la propia tradición jurídica castellana. Por eso, hay que rechazar, de plano, el que el Derecho común, en esta materia de la conservación de las unidades agrarias a través de ia 90 sucesíón "mortis causa", tenga yue ser corregidu desde ei Derecho foral, aunyue otra cosa es que, las diferencias técnicas que se presentan en los Derechos forales, especialmente en los más cultos (Cataluña y Baleares) respecto del Uerecho común, sirvan para separarlos recíprocamente, sino, antes al contrario, para unirlos, tomando, aparte de los argumentos que surgen de la propia tradición jurídica castellana, ayuellos modelos técnicos como argumento de Derecho comparado y, dentro de las exigencias de su propio método, que oblíga a la comparación de sistemas, no de instituciones o normas aisladas. Este "modus operandi" es el único posible, si no se quieren trivializar las cosas y"balcanizar" el tema de las relaciones entre el Derecho común y el Derecho foral. 3. Criterios que no sirven a las necesidades de 1a agricultura moderna, provenientes de los derechos forales y del concepto de "patrimonio familiar" surgido en el derecho de colonización. Ya hemos hecho constar que existe una peligrosa connivencia entre lo que hay de arcaico en el Derecho foral y algunas creaciones ya superadas, en el panorama del Derecho comparado, y que únicamente se justifica su supervivencia de modo marginal, en cuanto sirven para resolver, en ocasiones, un problema puramente laboral, como son los patrimonios familiares en nuestro Derecho, u otras figuras afines en todos los ordenamíentos, bien debidas a la política de colonización o a un absurdo renacimiento de figuras tradicionales, conservadas por el Derecho foral en España, o por los Derechos territoriales, en otros países (tal sucede en Alemania o en Austria, en Suiza o en Italia) y cuya generalización no tiene ningún sentido, en ei contexto ideológico o incluso en el económico-social, ya que lejos de servir a los intereses de la explotación agrícola, nos dan una visión degradante y retardataria del justo planteamiento de esta compleja problemática. Esto se dá, en general, en la crítica de los foralistas, como ya hemos dicho y como tendremos ocasión de volver a ello más adelante. Pero aparece, por igual, en los intentos de redimir el Derecho común por medio del Derecho foral, 91 cuando se echa la cupa al sistema de legí timas del Código del fraccionamiento de las unidades agrarias y para evitarlo se pretende reducir la cuota legitimaria del tercio al cuarto, o suprimirla en absoluto en interés de la conservación de tales unidades agrarias. Sin tener en cuenta que, un sistema legitimario de este tipo no ha impedido el desarrollo de la agricultura en regiones como Valencia o Murcia, o el llegar a establecer, por todas partes, verdaderas explotaciones modelo que no sólo se encuentran en Aragón o en Navarra. Cuando especialmente en estos territorios, lo mismo que en el resto de los Derechos forales, se encuentran instituciones que no solamente favorecen la conservación de la explotación agrícola sino que la dificultan, notablemente, causando extrañeza el hecho de que los foralistas que tanta diligencia han mostrado para denunciar el individualismo del Código civil, no la hayan tenido igual para lamentar el arcaismo del Derecho foral, sobre todo cuando se muestra contrario para servir a tales intereses. Por eso creemos que si hay que reformar el Código civil, también hay que reformar el Derecho foral, para adaptarlo a las necesidades de ta realidad, prescindiendo de sentimentalismos retóricos y de formas jurídicas que no responden a la concepción social de los propios territorios forales. Así tenemos el principio de la troncalidad, que se manifiesta incluso en Cataluña (arts. 251 y 272, que ha acogido la reserva del art. S11 Cc.), aunque es más fuerte en Navarra, Aragón y Vizcaya (en este último territorio aumenta por el carácter troncal de la propia tierra, como es sabido) y que da lugar a consecuencias perturbadoras para el desarrollo y mantenimiento de la unidad de la explotaci'on, no sólo mediante las reservas, sino también a través de los recobros y reversiones ZS , influyendo en todo el sistema de la sucesión intestada de los Derechos forales, muy inferior técnicamente a la sucesión intestada del Código civil. Sin embargo, como he dicho en otro lugar, integrando la exposición del Prof. CASTAN TOBEÑAS, "dada la diversidad de las legislaciones forales, poco podemos decir, en general y que sea aplicable a todas ellas en relación con el tema que nos ocupa. No obstante cabe establecer una clara diferenciación, pues mientras las legislaciones de Cataluña y Baleares aceptaron, para regular la sucesibn intestada, el Derecho romano justinianeo, las de Aragón, Navarra y Vizca- 92 ya -más influídos por elementos populares y autóctonos tienen un sistema propio y, por cierto, .bien diferente del romano, puesto que no está fundado como este último, en la base personal y psicológica de la presunción del afecto, sino en el principio real y sociológico de la troncalidad, de clara estirpe germánica y medieval. Diferencias que se mantienen al presente a pesar de la publícacíón de las Compilaciones"26. Por otra parte, el propio orden de suceder en la sucesión intestada, se encuentra mejor dispuesto en el Código civil que, en general, en los Derechos forales; por eso es de aplaudir la medida yue ha adoptado la Compilacirin de Cataluria (art. 248), al proclamar yue la sucesión intestada se regirá por to dispuesto en el Código civil, salvo las especialidades contenidas en los arts. 249 y 251, por la convicción de yue el sistema delCódigo civil es preferible al romano-catalán27 , pues con la configuración del segundo llamamiento del sistema justinianeo, al coexistir ascendientes con colaterales existe un mayor peligro de desmembramiento del patrimonio familiar yue siguiendo el Dereeho castelíano, donde los ascendientes excluyen absolutamente a los colaterales Zs . Esta misma tendencia se deja sentir en las Compilaciones de los demás Derechos forates, menos la de Navarra, naturalmente (Ley 300), aunque, sin embargo, a diferencia de lo que sucede en Cataluña y en Baleares, ese acercamiento al Derecho común, queda prácticamente sin efecto por influencia de la troncalidad, bíen mediante los derechos de reversión y de recobro, o bien mediante la sucesión troncal, en sentido estricto 29 , yue dificultan la continuidad del patrimonio familiar, al menos en el sentido moderno. Materia que debiera ser revisada, convenientemente, aunque se trata de una cuestión de la que aquí no podemos ocuparnos. También hay otras instituciones en el Derecho foral que son contrarias a la protección de la explotación agraria, o cuyo fundamento, en virtud de otras consideraciones, es muy dudoso en un Derecho moderno y a algunas de las cuales ya hemos aludido; pero aquí nos vamos a fijar solamente, bajo el epígrafe siguiente, en otra cuestión, que también hemos apuntado, y que acerca algunas instituciones forales, dominadas por la idea de la propiedad familiar, a los institutos nuevos surgidos en e1 Derecho de colonización y respecto de los cuales 93 no ocultamos toda nuestra antipatía; tal es el caso del patrimonio familiar y de otras instituciones para cuya conservación ha habido que acudir a la sucesión excepcional, que era la propia de los mayorazgos y vinculaciones, que fueron liquidados por las conquistas del progreso jurídico a comienzos de] siglo XIX, lo que hay que afirmar con independencia de que se llevara a cabo, mejor o peor, la obra de la desamortización, o que actualmente pervive en la sucesión de los títulos nobiliarios. 4. La "sucesión excepcional" de los patrimonios, explotaciones y huertos famiUares Efectivamente, el individualismo jurídico impulsa una política legislativa que va contra la inmovilización de la propiedad, manifestándose en el Derecho de sucesiones en la liquidación de la sucesión excepcional. Sin ernbargo, lo mismo que ha surgido una nueva concepción de la propiedad que se manifiesta en la disciplina de las llamadas unidades agrarias, se ha pretendido hacer resurgir la sucesión excepcional; pero aquí no se dan las mismas razones en pro que en materia de Derecho de cosas, ya que la sucesión excepcional, por su mismo carácter, solo puede aparecer, en el conjunto del ordenamiento jurídico, excepcionalmente. Ni siquiera para proteger los intereses de los más débiles (porque los más débiles son los individuos y no las familiar campesinas que deben de mantener su patrimonio), sino por razón de los intereses superiores de la comunidad;0 . Por eso, sólo hasta cierto punto se puede admitir lo que se llama nuevo sentido de la sucesión excepcional" . y sólo con restricciones se puede aceptar lo que afirma CONDOMINES VALS, cuando dice que las recientes raformas legislativas, en el sentido anteriormente indicado, han dado nueva actualidad a ciertas formas excepcionales de suceder, que si en ocasiones tienen de común con las antiguas el recurso de la vinculación de ciertos bienes, se distinguen de ellas profundamente por responder a criterios de política social y de protección de los económicamente más débiles32 , en lugar de ser consecuencia de privilegios de clase, como sucedía en el antiguo Derecho 33 94 Tomadas estas cautelas previas, vamos a ocuparnos seguidamente de los patrimonios farniliares, en el aspecto sucesorio, cie las explotaciones familiares, del Derecho de colonización y de los huertos familiares. a) Patrimonios familiares No sólo con relación a la agricultura, sino en general, esta figura jurídica suscitó grandes entusiasmos hace cuarenta o cincuenta años34, llegando al plano legislativo, entre nosotros con bastante retraso, produciéndose en el ámbito de la colonización de zonas regables (Ley de 21 de abril de 1949 y 14 de abril de 1962, a la que hay que agregar la Ley de 27 de julio de 1968, sobre asignación de tierras de colonización) y viniendo regulada por la Ley de 15 de julio de 1952 y por las OOMM. de 27 de mayo y 27 de julio de 1953. Tanto por el retraso con que Ilega la institución a nuestro Derecho, como por el ámbito reducido en el que se desenvuelve, no presenta en la práctica el interés que fuera de desear, pues en el plano jurídico y social, la colonización de zonas regables ha sido un fracaso'S. Actualmente hay que añadir que esta materia se ha integrado en los arts. 36 a 42 de la Ley de Reforma y Desarrollo Agraria Los patrimonios familiares están constituídos por los lotes que el Instituto Nacional de Colonización (hoy Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario) adjudique para tal finalidad con carácter definitivo, junto con los bienes que los adjudicatarios puedan aportar. Forman una unidad integrada por las tierras a él adscritas, la casa de labor, los elementos de trabajo, ganado, granjas y, en general, los bienes y derechos inherentes a la explotación3ó El patrimonio familiar ha de estar atribuído a una persona física, como titular del mismo, lo que domina, como principio fundamental, su transmisión mortis causa (art. 2° LPF., art. 36 - 2° LRDA.) ya que, como indivisible, sólo puede ser transmitido a un heredero único, perteneciente a la familia, puesto que se considera como patrimonio vinculado a la rnisma, rigiéndose por un orden de suceder propio, supeditado a la masculinidad y a la profesionalidad, y para lo cual se reducen las legítimas de dos tercios a uno, autorizándose su liquidación en metálico a los demás legitimario^, exonerándole 95 al sucesor de las deudas hereditarias ( aparte de su carácter inembargable) y confiriendo al viudo y a otros miembros de la familia ciertos derechos que exceden del ámbito propiamente sucesorio ( alimentos y acogimiento en casa, que son más bien mortis causa capiones o simples derechos de familia). No obstante, como el patrimonio familiar se configura como un, patrimonio separado, los demás bienes que correspondan al titular se rigen por las normas comunes, salvo que hayan de quedar afectos al pago de las legítimas reducidas, en la medida que sea concurrente. Por otra parte, sólo puede ser objeto de sucesión voluntaria cuando el titular dispone a favor de un heredero forzoso que reúna las condiciones de profesionalidad exigidas y pudiendo ser sucesor, en el mismo, un familiar cooperador que no sea heredero forzoso, cuando el valor del patrimonio familiar no exceda de la parte de libre disposición. También podrá disponer a favor de varios herederos forzosos cuando sea válida la desintegración del patrimonio familiar (arts. 13 y 14 LPF. y 42 - 2° LRDA.). La viuda, mientras no contraiga nuevo matrimonio, tendrá derecho al usufructo vitalicio sobre el patrimonio familiar. Cuando no existan bienes de otra clase y no se puedan pagar las legítimas, responderá de éstas el patrímonio familiar hasta el límite máximo del tercio de su valor y el titular deberá efectuar el pago, antes de seis años ( arts. 9 y 12 a 16 LPF y art. 42 - 1° LRDA). Como vemos, el patrimonio familiar guarda semejanza con muchas instituciones de Derecho foral ", siendo criticable el que, para mantener su indivisibilidad, haya que reducir las legítimas. b) Explotaciones familiares La Ley de 14 de abril de 1962 quiere hacer un intento, como ya hemos dicho anteriormente, de protección de las que denomina explotaciones familiares mínimas, pero no lo consigue, ya que hablando de protección de explotaciones, se refiere unicamente a la protección de unidades mínimas. No obstante, lo que quiso probablemente el legislador fuera otra cosa, ya que conectando la formulación de esta ley con la tendencia manifestada en concentración parcelaria de, partiendo de la concentración de tierras, llegar a la concentración de explotaciones, hubiera podido hacer algo más concreto en 96 interés de la unidad de la explotación, en el sentido del fundus romano, con lo que se hubiera acercado con más eficacia a lo que pretendía y con ello a un aspecto interesante de la ;'unidad de la casa ", propía del Derecho consuetudinario y foral3a Un sentido rnás positívo tiene la regulación de las explotaciones familiares, constituídas sobre la base de los terrenos adjudicados y las aportaciones del titular, con motivo de la colonizaeión, contenida en la Ley de 27 de julio de 1968, actualmente tecogida en los arts. 21, 34 y 35 LRDA., ya que en esta regulación, con acertado sentido, se contempla únicamente la posibilidad de mantener la indivisión de la explotación, en el caso de que no sea declarada divisible, a través de la sucesión "mortis causa", mediante su adjudieaeión a un titular único, sin modificar para nada las reglas sucesorias que, conforme al Derecho común o foral, sean aplicables, salvo con las excepciones que atañen a la consecucíón de esta finalidad (art. 35 -1 °). Si concurren a la sucesión dos o más herederos, o existe más de un letimario, para conseguir la indivisibilidad de la explotación basta con que el adjudicatario asuma la obligación de pagar el exceso en dinero a los no favorecidos ( art. 35 - 4° )39, quedando los bienes de la explotación afectos al pago de esas cantidades, hasta tanto que sean satisfechas ao Por otra parte, se establece un sistema muy flexible, en la determinación de quién ha de ser el adjudicatario, bien por testamento, por decisión de los herederos, o por designación legal (en favor del de mayor edad) 41. Hubiera sido muy interesante, también, el que el cónyuge viudo, aparte de su derecho de usufructo a la totalidad de la explotación, tuviera el derecho de designar al heredero o legatario que haya de atribuirse 42. Con lo que se consiguen las finalidades que se pretenden, sin tocar para nada el sistema de legítimas, con la única salvedad de que, entre descendientes con derecho a melorar, el exceso que ha de abonar el designado a los demás legitimarios se considera reducido al tercio de legítima estricta (art. 35 - 4° LRDA.). c) Huertos familiares Los huertos familiares se desarrollan igualmente en el 97 ámbito del Derecho de colonización, su finalidad es surninistrar a los trabajadores del campo o de la industria o los servicios, una actividad complementaria, mediante la adjudicación de un pequeño patrimonio o finca. Vienen regulados por el Decreto de 12 de mayo de 1950, habiendo sído incorporados a la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario (arts. 21 y 24). Presenta especial interés lo referente a la regulación de su sucesión hereditaria, al disponer que al fallecimiento del titular, el disfrute del huerto corresponderá a la viuda y, en su defecto, a los hijos solteros que continúen viviendo bajo el mismo techo; en otro caso será designado titular del huerto el hijo cuya familia sea más numerosa, siendo preferido en iguales circunstancias el varón a la hembra y el mayor al menor (art. 6 - 3° Decreto citado) a3 Estas dos últimas instituciones son dignas de toda alabanza, cada una dentro de su propia esfera de aplicación y debieran de ser utilizadas con más intensidad, especialmente la primera, cuyo interés es manifiesto por el sentido de equilibrio y de mesura con que se lleva a cabo la protección de la explotación. 5. Los derechos de adquisición preferente en relación con la protección de la explotacibn Vamos aquí a hacer una breve alusión a esta materia, que no solamente es interesante en relación con la conservación de las unidades a^rarias, como hemos visto a propósito del régimen de unidades mínimas de cultivo, donde se amplía en éste sentido el retracto de colindantes, verdadero instrumento de reforma que fue incorporado a nuestro ordenamiento por el Código civil, que en éste caso no prescindió, como en otros muchos, de las necesidades de la agricultura44, sino también en relacibn con la conservación de las explotaciones agrícolas y que se ha desarrollado muy intensamente en Francia; como veremos más adelante, ampliando el supuesto tradicional de actuación del retracto de coherederos, aspecto que debe ser objeto de atención por nuestra legislación, preferentemente y como uno de los factores más importantes a la hora de abordar la reforma del Derecho sucesorio agrario, pues de él dependen 98 consecuencias y efectos mucho más importantes que los que se puedan alcanzar en otro campo. Decimos que este retracto se encuentra en conexión con el retracto de coherederos (art. 1067 Cc.)as, o si se quiere con el de comuneros del que aquél no es más que una modalidadab y siendo ya de suyo un instrumento adecuado para contribuir a la contintiidad de la indivisión (especialmente en relación con el art. 1062-2°Cc.) de la explotación agrícola, debe de tratarse de sacar de él ma yor partido. En esta materia, tampoco hay que olvidar que nuestro Código civil se apartó del modelo de la codificación y mantuvo, en certera visión, una rica gama de derechos de adquisición preferente, lo que con el transcurso del tiempo ha venido a acercarlo a otras legislaciones que se han visto necesitadas de introducir, en interés de la agricultura, fundamentalmente, tales derechos anteriormente olvidados. Por ello, sólo falta, siguiendo las exigencias lógicas de su propio sistema, completar el camino emprendido, actualizando el juego de tales derechos de forma que puedan servir a las necesidades de la explotación agricola. Sin embargo, en esto se distancia, también el Derecho común del Derecho foral, porque en éste se han mantenido derechos de adquisición preferente, que el Código con muy buen acuerdo ha suprimido, como era el antiguo retracto gentilicio o de sangre, regulado por las Leyes de Toroa' y que se suprimió por su carácter señorial y troncal, manteniéndose en cambio, como decimos, en 16s Derechos forales4", a pesarde que su subsistencia es claramente perjudicial para la protección de la explotación familiar agraria. A ampliar el campo de los derechos de adquisición preferente ha contribuído, también, notablemente la legislación de arrendamientos rústicos, como medio indirecto de lograr el acceso a la propiedad de la explotación y, por ende, la conservación de la explotación misma cuando ésta descansa sobre derechos de uso y disfrute. En este sentido, lo único que sería interesante para dotar de flexibilidad a la actuación es que, junto al reconocimiento del derecho de retracto en favor del arrendamientoa9 se reconozca, también, un derecho previo de tanteo, como parece admitirse, por otra parte, actualmente, en la mayor parte de las legislaciones modernas. 99 6. La conservación de la unidad de la explotacibn mediante la reforma del Derecho de Arrendamientos Rústicos No sólo se agotan, en el aspecto expuesto, las posibilidades que ofrece una reformá reflexiva y poderosa del régimen de los arrendamientos rústicos y no ya solamente para el caso de que la explotación o la empresa descanse sobre derechos de uso y disfrute del suelo, en vez de la propiedad, sino también en relación con las explotaciones que descansan sobre la base de la propiedad de las tierras que aquellas comprenden. Vamos, pues, a examinar estos dos aspectos, a algunas de cuyas manifestaciones ya hemos aludido anteriormente, comenzando por el segundo caso: repercusión favorable del régimen de los arrendamientos en las explotaciones que descansan sobre la propiedad, fundamentalmente. En este sentido, el hecho de que los arrendamientos familiares (art. 1- 3° LAR.), queden excluídos del régimen especial de los arrendamientos rústicos no contribuye al mantenimiento de la unidad de la explotación, sino que la dificulta notablemente. En cambio, sometidos estos contratos de arrendamiento al régimen especial ( como por otra parte sucede en la mayor parte de los países, donde no se establece distinción alguna entre unos y otros arrendamientos), el padre, propietario de una explotación agrfcola, en vez de preocuparse en buscar fórmulas de Derecho sucesorio para mantener la continuidad de la explotación, ante los naturales reparos que puede producirle el establecer desigualdades entre sus hijos (lo que es muy habitual conforme a la conciencia júrídica castellana, donde predomina, por otro la^ío, la sucesión intestada), se limita a arrendar la explotación, eñ vida, naturalmente, a uno de sus hijos, con lo que (como se trata de un contrato de larga duración, de doce, diez y^ ocho, veinticuatro o más años, según las orientaciones dóminantes, actualmente, en el Derecho comparado) ha resuelto la cuestión sin plantearla y con la vent^ja de que los efectos de esta decisión se producen en vida de1 que la toma, lo que actualmente es muy verosfmil, cada vez más, dada la influencia que, para tofiar estas decisiones, puede tener la seguridad social agraria y la conciencia de jubilación o retiro que, cada vez mas, se está admitiendo en el medio rural. 100 Pero cuando se trata de que la explotación, en todo o en parte, descansa sobre el arrendamiento, todavía tiene mucho más interés el tomar adecuadas medidas de política legislativa para que se conserve la explotación. En este sentido, mucho se ha conseguido con el reconocimiento de la sucesión mortis causa en el arrendamiento que ha cobrado carta de naturaleza en el Derecho moderno. En este sentido podemos decir que se ha llevado a cabo una protección especial a la continuidad del trabajo en la empresa agraria, como elemento de la empresa familiar campesina, reconociéndose en los arrendamientos protegidos, en favor de los descendientes, sin limitación del grado en la línea directa, del cónyuge y de los colaterales hasta el segundo grado (art. I8 LAR), y en los especialmente protegidos, a favor también del familiar cooperador que designe el arrendatario en testamento, o a falta de éste en el que, ostentando esta cualidad, designen por mayoría los familiares cooperadores, o, en su defecto,el arrendador ( art. 86 del Reglamento y Disposición adicional tercera de la Ley de 23 de julio de 1942) so Pero todavía se puede ir más allá, de lege ferenda, pues si se tiene en cuenta el reconocimiento de la facultad del anendatario para ceder su contrato de arrendamiento, incluso mediante precio, como le reconocen la mayor parte de las legislaciones modernass', esta facultad se puede y se debe conectar a las finalidades de la conservación de la explotación agrícola, a través de la sucesión "mortis causa", permitiendo también la cesión del padre a uno de sus hijos, para continuar la explotación, haciéndolo, bien por actos "inter vivos", o por disposición "mortis causa". NOTAS AL CAPITULO III (1) (2) (3) Esta convicción salta pronto al plano legislativo, como hemos visto a propósito de la Exp. de Mot. de la Compilacíón de Vizcaya y Alava. Constituyendo casi un tópíco en la doctrina foralista: CASTAN TOBEÑAS, Familia y propiedad, Madrid> 1956; MARTIN-BALLESTERO, La casa en el Derecho aragonés, Zaragoza, 1944; LACRUZ, La aportación de los Derechos forales españoles a un Derecho sucesorio rural, en Atti della Seconda Assamblea, III, Firenze, 1964, 561 y ss. LOPEZ JACOISTE, Derecha foral como Derecho agrario, en Estudios Homenaje al Prof. Serrano, I, Valladolid, 1965, 483 y ss.; ROCA SASTRE, Op. cit., en AAMN, 1944, 335 y ss.; VALLET DE GOYTISOLO, La agricultura y la explotación familiar, en RJC., 1964, 107 y ss.; La conservación del ' fundus instructus" como explotación familiar, tema básico de los Derechos forales esparloles, en AAMN, 1968, 593 y ss.; PAZ ARES, La casa en el Derecho foral de Calicia, en RDN, 1965 225 y ss.; y Pequeí3as instítuciones agrari.TS del Derecho foral de Galicia, en RGLJ, 1967, 765 y ss., etc. J.L. DE LOS MOZOS, La partición de herencia por el propio testador, en RDN, 27 (1960), 99 y ss. y en la revisión y ampliación de CASTAN TOBEÑAS, Derecho civil español; común y foral, VI-3, Madrid, 1971, 258 y ss., así, partiendo de la divisio inter liberos justinianea, como ya observó POLACCO (Della divisione operata d'ascendenti fra discendenti, Padova-Verona, 1884, 160 y ss.), se produce un ensanchamiento de la misma hacia situaciones nuevas que era totalmente desconocido del Derecho romano, como el que tal división, con entrega total o parcial de bienes, produzca la emancipación del hijo, lo que, en cambio, viene aceptado por el Derecho común alemán (CALDENBACH, De separatione liberorum familias ad aeconomia paterna, Tiibingen, 1689, 25.). También, BENITO GUTIERREZ, Códigos o Estudios funda- 102 (4) (5) (6) (7) (8) (9) mentales del Derecho civil español, 1, Madrid, 1868, 604 y ss., g92 y ss., 698 y ss. Siendo un uso antíguo de tierras de Castilla la Vieja, y parte de León, el que al casarse el más joven de los híjos, o el últímo 0 ultimos de los que hubieran quedado solteros, el viudo o viuda, no solamente reparte y entrega los bienes del difunto, sino también los suyos propios, reservándose lo suficiente para vivir, como pensión o renta, lo que también ocurre en casos de supervivencia de ambos cónyuges, práctica que se observa aún en nuestros días, con bastante frecuencia e íntensidad, especialmente en los medios rurales. De este modo, aparece la institución recogida en las fuentes más importantes del Derecho tenitorial alemán: Landrecht de W^rttenberg (tit. IV, Parte 3°J; Codex Sasonae f& 2.115J y ALR prusiano (&& 175-207). En el que se contempla la partición hecha por el padre entre los hijos, firmada por todos, o por el padre solamente a favor de los hijos y con la firma de tres testigos, adquiriendo de ambas maneras carácter irrevocable (aspecto contractual), aunque según parece sin entrega de bienes de presente, con efectos para después de la muerte (aspecto mortis causa). En cambio, aparecen con efecto de entrega inmediata o de presente ias particiones realizadas por el cónyuge supérstite de los bienes del difunto entre los hijos de ambos (El Fuerto de Zorita de los Canes ed R.A. de la Historia, a cargo de R. URUEÑA, Madrid,1911,120 y ss.). Encuentra esta fórmula apoyo en el Derecho territorial, en el Fuero Real (3, 6, 9), que autoriza el pacto de hermandad que podían hacer marido y mujer con respecto a sus bienes, transcurrido un año de matrimonio, sin tener hijos u otros legitímaríos. La jurisprudencia las admitía, siempre que pudieran ser variables hasta la muerte de cualquiera de los testadores en la parte respectivamente dispuesta por cada uno (SS. de 22 de abril de 1878, 17 de diciembre de 1881, 27 de rrlarzo de 1888, 24 de junio de 1892 y 1 de marzo de 1905). Después de la prohibíción que establece eI art. 830, según la cual, "la facultad de mejorar no puede encomendarse a otro", el art. $31, dispone: "No obstante lo dispuesto en el artículo anterior, podrá validamente pactarse, en capitulaciones matrimoniales, que, muriendo intestado uno de los cónyuges, pueda el viudo o viuda que no haya contraído nuevas nupcias, distribuir, a su prudente 103 (10) (11) (12) (13) (14) arbítrio, los bienes del difunto y mejorar en ellos a los hijos comunes, sin perjuicio de las legítimas y de las mejoras hechas en vida por el finado". Vid. GARCIA COYENA, Concordancias, motivos y comentarios del Código civil español, II, Madrid, 1852, A diferencía de como se contempla, también, esta materia en el Proyecto de Código civil de 1851: vid. GARCIA GOYENA, Op. cit. II. Es decir, donación que, aunque produzca efectos de presente, puede ser revocada, dada su función primordialmente sucesoria y que unicamente se confirma, definitivamente, por la muerte del donante. Vid. sobre el particular, VALLET DE GOYTISOLO, Donación, condición y conservación material del negocio jurídico, en ADC, 5(1952) 1304 y ss. Así las peculiaridades del Derecho de Yizcaya, limítándose la disposición del donatario en vida del donante (art. 39-2° de la CompIlación), o la rica variedad que presenta la Compilación de Cataluña (arts. 12 y ss. 21 y ss., 246 y ss., etc.), o la finalidad claramente post mortem, con que aparecen reguladas en la Compilación de Baleares (art. 8 y ss.), o en relación con los bienes comunes (arts. 53-2° y 67-2°) en el Derecho de Aragón, donde también se reconoce la donación mortís causa (arts. 101 y 102 Compilación de Aragón), o en Navan-a donde existe una amplia regulación de las donaciones propter nupcias (Leyes 112 y ss.), lo mismo que de las donaciones en general (Leyes 148 y ss. de la Compilación navarra), aunque en general ya es sabida la vinculación de los actos de liberalidad a las capitulacíones matrimoniales o a la celebración del matrimonio, así como la admisión de las donaciones entre cónyuges, como típico del Derecho foral, pero en sentido negativo también hay que hacer constar la relación entre donación y otros actos de liberalidad y la troncalidad y sus consecuencias, dando lugar a derechos de reversión muy perturbadores, en la mayor parte de los casos. El art. 825 Cc., establece que: "Ninguna donación por contrato entre vivos, sea simple o por causa onerosa, en favor de hijos o descendientes, que sean herederos forzosos, se reputará mejora, si el donanta no ha declarado de una manera expresa su voluntad de mejorar". (15) Establecida para el caso de incumplimiento de la prohibición de renunciar a la legítíma futura. Vid. sobre el particular, J. CASTAN 104 TOBEÑAS - J.L. DE LOS MOZOS, Derecho civil, VI-3, 269 y 270, texto y notas. (lb) Restaurando ]a sucesión excepcional que permite mantener la unitiad del patrimonio (no rnuy justificado de suyo en el contexto económico-social), a costa de reducir la legítima de los hijos no favorecidos por la desígnación y, en ocasiones, a hacer(a prácticamente inviable, a fuena de reducirla. (17) CONDOMINES VALLS, Formas nuevas de sucesión en la vida juridica moderna, en Curso de Conferencias (Colegio Notarial de Barcelona), 1945-194b, 129 y ss.; justifica este renacimiento de la sucesión excepcional por criterios de política social y de protección a los más débiles, aunque no pazece que sea ésta, a mi juicio, una forma eficaz de protección. (] 8) Un poco exagerado y excesivamente retórico parece el énfasis que en este tema pone MARTIN-BALLESTERO, La casa en el Derecho aragonés, Zaragoza, 1944, al que sigue fiel en trabajos posteriores. (19) Algo de esto se advierte en ciertos intentos que van cobrando fuena, víd. EI Derecho privado vasco-navarro, ante la Codificación (Mesa Redonda, en abril de 1971), en "Estudíos Deusto", n° 4S (1972), 87 y ss., donde se advierte en el espíritu de la organización una tendencia a fundar el Derecho foral en las peculiaridades regionales, lo que es inexacto, pues el Derecho foral se basa en unas circunstancias históricas que son de todos conocidas, incurriéndose, por otra parte, en los tópicos tradicionales de los foralistas al presentar el Derecho fora! como Derecho agrario, lo que solamente tiene un punto de razón, en cuanto que surgió en una socíedad rural, pero de aquí no puede. extraerse un programa para el Derecho agrario del preseñte. (20) Tampoco cteo que estemos actualmente para triunfalismos baldíos, como el que se refleja en el trabajo de L. MARTIN-BALLESTERO, Hacia un Código civil de las Esparlas (Lección inaugural de Curso 1973-1974), Zaragoza,1973. (21) Vid. Panorama del Derecho civil, Barcelona, 1963, 28S y ss. y en CASTAN TOBEÑAS, Derecho civil español, común y foral, VI-2, Madrid, 1973, 471 y ss, y allí referencias a otras obras del mismo autor. (22) Vid. J.L. DE LOS MOZOS, en CASTAN TOBEAAS, Derecho civil, VI. 3, cit., SO y ss. (23) Vid. por todos, LACRUZ, Derecho de sucesiones, II, Bazcelona, 1973, 82 y ss.; CASTAN TOBEAAS, Derecho civil, VI - 2, 494 y ss. 105 (24) Vid. amplia bibliografía, en J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit. en RDN, 27 (1960), 224, nota 380 y VALLET, en CASTAN TOBEÑAS, Derecho civil, VI - 2, 479 y ss. y 453 y ss. (25) J.L. DE LOS MOZOS, en CASTAN TOBEÑAS, Derecho civil VI 3, 197 y ss. (26) Ibid., 197. (27) ROCA SASTRE, Los elementos componentes de la Compilación en Comentarios a!a Compilación de Derecho civil especial de Cataluña, Barcelona, 1961, 27 y ss.; CONDOMINES VALLS, Proyección de la Compilación en los medios rura! y urbano, en Ibid., 103 y ss. (28) Así dice ROCA SASTRE que "con el régimen intestado romano de las Novelas 118 y 127 de JUSTINIANO, el patrimonio relicto se distribuirá entre la madre y los hermanos det heredero difunto, e hijos de hermanos premuertos. Esto entrañará la pulverización y desaparición de tal patrimonio, pues éste, por su potencialitiad económica, solamente podría subsistir en una sola mano, sin perjuicio del pago de las legítimas. En cambio, con el sistema intestado del Código civil, dicho patrimonio es heredado en bloque por la madre del heredero difunto, la que podrá reanudar la continuidad patrimonial (a pesar de haber sufrido el trance de la sucesión intestada) mediante llamar a otro de sus hijos, que seguramente será el más idóneo de ellos y con vocación para regir la casa. Esta mera posibilidad que ofrece este segundo sistema para la referida comunidad patrimonial fue razón suficiente (a pesar de haber otras) para que la Compilación aceptara la aplicación a Cataluña del régimen intestado del Código civil, si bien con dichos condicionamientos" (Elementos, loc. cit., 28). (29) Vid. CASTAN TOBEÑAS, Derecho civil, VI - 3, 229 y ss. y bibliografía, 204. (30) Vid. J.L. DE LOS MOZOS, en CASTAN TOBEÑAS, Derecho civil, VI - 3, 324 y ss. 349 y ss. (31) Así, PUIG BRUTAU, F'undamentos de Derecho civil, V - 3, Barcelona, 1963, 472 y ss. (32) Op. cit., en Curso de conf'erencias, 129 y ss. Es interesante hacer constar la rectificación que se advierte en el pensamiento de este autor: Crisis del Derecho sucesorio, en ADC, 23 (1970), ^O1 y ss. (33) Como decíamos antes, la protección de los más débiles debe y puede seguir otros derroteros. 106 (34) Vid. la bibliografía recogida en CASTAN TOBEÑAS, Família y propiedad, cit., 94 y ss. (35) Vid. J.L. DE LOS MOZOS, La ordenación rural en la nueva Ley espa^i`ola de 27 de julio de 1968, en RDAgr., 1969, 161 y ss. (36) LUNA SERRANO, Op, cit. , 5- 6. (37) LUNA SERRANO,Ibid., 209 y ss. (38) Vid. VALLET, Op. cit., en AAMN, 1968, 600 y ss. (39) Cfr. "El adjudicatario tendrá en su caso, la obligación de abonar e1 exceso en dinero a los herederos que sean ]egitimarios. Si el adjudicatario fuera un legitimario, tal obligación se limitará al importe de la parte que a éstos conesponde en el tercio de legítima estricta, salvo que hubiere otros bienes en el caudal relicto bastantes para su pago, o que, con arreglo a la legislación civil aplicable, la legítima fuere de cuota inferior. La determinación de la legítima se hará computando en la masa hereditaria como valor de la explotación el que resulte de su tasación a este efecto por el Instituto, el cual, al realízarla, deducirá el importe de las subvenciones que haya otorgado''. (40) Cfr. "Los bienes quedarán afectos al pago de las cantidades que deban ser abonadas en compensación del exceso por el adjudicatario, y si en el documento particional no se acredita haber sído satisfechas, se hará constar la afección por nota marginal, en el Registro de la Propiedad. La nota caducará a los einco años de su fecha". (41) Cfr. "A falta de disposición testamentaria al respecto, la adjudicación se hará al legitimario que lo pretenda y hubiere cooperado habitualmente en el cultivo, o al que entre ellos elijan por unanimidad, si existen varios en quienes concurran tales circunstancias. Si no existieren legitimarios cooperadores, la explotación se atribuirá al que elíjan entre ellos, unánimemente, los herederos. En defecto de acuerdo, la adjudicación se hará en favor del de mayor edad„. (42) Cfr. "Si concurrieren a la sucesión dos o más herederos y la explotación no fuera declarada divisible, se adjudicará ésta a uno solo. EI testador, sin perjuicio dei usufructo sobre la totalidad de la explotación, que en todo caso corresponderá al cónyuge supérstite que sea cultivador directo, podrá designar al heredero a quien haya de atribuirse ésta. Si hubiere legitimarios hará la designación entre ellos, salvo justa causa de desheredación". (43) Vid. PUIG BRUTAU, Fundamentos, V- 3, 474 - 475. 107 (44) A. BALLARIN, El Código civil y la agricultura, en REAS, 1953 8 y ss., habla del carácter eminentemente rural del Código, lo que puede afirmarse, también, de su modelo e1 Code civil francés, como la doctrina ha puesto de relieve hasta la saciedad. (45) Cfr. "Si alguno de los herederos vendiere a un extraño su derecho hereditario antes de la partición, podrán todos o cualquiera de los coherederos subrogarse en lugar del comprador, reembolsándole el precio de la compraventa, con tal de que lo verifiquen en término de un mes, a contar desde que esto se les haga saber". (46) Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Retracto de comuneros, en RDP., 1962, 437 y ss. (47) Leyes 73 y 74. (48) Así el retracto de abolorio del Derecho aragonés (art. 149 de la Compilación), o el retracto gientilicio (Leyes 452 y ss. de la Compilación de Navarra). (49) Arts. 16 y ss. del Reglamento. (50) Vid. J.L. DE LOS MOZOS, en Estudios, cit., 303 y allí bibliografía. (51) Así en las recientes leyes francesa, belga e italiana. CAPITULO IV ASPECTOS DE LA REGULACION DE LA SUCESION EN EL CODIGO CIVIL QUE FAVORECEN LA CONTINUIDAD DE LA "EXPLOTACION AGRICOLA" 1. Carácter de las normas del Código civil en este sentido y perspectivas para una adecuada política legislativa Nuestro Código civil establece en las normas e instituciones que vamos a estudiar una serie de recursos o de medíos técnicos que pueden servir, indudablemente, para la conservación de la explotación agrícota y de las unidades agrarias, a través de la sucesión "mortis causa". Sin embargo, antes de empezar con et análisis de las distintas figuras que se nos ofrecen, tenemos que hacer unas indicaciones de carácter general sobre el carácter de estas normas. En primer lugar, tenemos que distinguir entre normas que van orientadas a conseguir la conservación de las unidades agrarias y normas que van orientadas a la propia conservación de las explotaciones agrícolas, sin olvidar que, en ocasiones, la finalidad puede ser ambivalente y que lo que sirve a una finalidad, indirectamente, puede servir o contribuir para la consecución de la otra. Contribuye, fundamentalmente, sin embargo, al primer aspecto el art. 1062 Cc., mientras que las restantes instituciones se hallan más en relación con el segundo. Por otra parte es posible implicar en una adecuada política legislativa, en cierta medida ambos aspectos, fortaleciendo asf doblemente la protección de la explotación agrícola, al fijarse en sus elementos componentes y en su conjunto, utilizando las posibilidades de su configuración como cosa, en sentido jurídico. llo En segundo lugar, la mayor parte de estas normas, bien porque están inspiradas en el espíritu burgués que impera en la codificación, bien porque responden a los esquemas mentales del individualismo jurídico, están pensadas para ser utilizadas por los ínteresados dentro del juego de las normas disposttivas, de forma que sólo sirven como cauce de las previsiones de las partes, pero no, o muy poco, cuando las partes queden al margen de toda iniciativa, es decir, que si un agricultor quiere mantener su explotación más allá de su muerte podrá hacerlo, pero en cambio no se ofrecen medios para que esto se consiga, sustituyendo las previsiones que no ha tenido en cuenta. Y es en este sentído en el que la política legislativa debe de actuar y procurar intervenir, sustituyendo la previsíón de los ínteresados en interés de la familia y en interés de la economía nacional, que es en lo que, indudablemente, el Derecho foral es superior al Derecho com{^n, aunque muchas de sus fbrmulas jurídicas no sirven por haber surgido en un tipo de sociedad actualmente desfasado. En tercer lugar, esta situación no resulta tanto de ese carácter potestativo de la configuración de tales instituciones, sino de que tales instituciones se conservan en el Código como vestigios de principios y de esquemas que han sobrevivido de un régimen jurídico anterior, resultando en e1 sistema del Código como instituciones extrañas al mismo y, por ello, con un cierto carácter excepciona! que dificulta su propia utilización, limitando el juego de sus posibilidades. Diríamos que son instituciones unidimensionales que no tienen más que un sblo perfil, habiendo perdido las otras dimensiones, lo que dificulta su vitalidad. Así no podemos entender la partición del testador, ní la mejora, en alguno de sus aspectos más importantes en un clima en el que se prosCríben los pactos sucesorios. Por eso, en este sentido, la política legislativa debe tratar de buscar las dos dimensiones que le faltan a estas instituciones, en relacibn con la cornunidad familiar de donde ^ salieron y en relación con los pactos sucesorios que es donde se desarrollaron y cobraron fuerza. Como vemos, e^te triple planteamiento de la cuestión, hasta ahora inédito, no deja de ser interesante, procurando llevar a cabo una correccibn reflexiva de lo que no hizo el Código civil, dominado, como es natural, por el espíritu de una iit época. Ahora bien, todo lo que sea salirse de este marco, pretendiendo incorporar al sistema del Código instituciones extrañas, será equivocado, no sólo porque le faltará la lógica continuidad que toda reforma legislativa requiere, sino también carecerá del imprescindible entronque que las normas legales deben de tener con la conciencia social, ya que las leyes deben elevar a norma solamente lo que pueda ser criterio en relación con una necesidad social, que es lo único que facilita la recepción de un sistema normativo en la realidad. Vamos ahora a referirnos separadamente a cada una de las instituciones siguientes. 2. La norma del artículo 1062 CC. y su eventual conexibn con el retracto de coherederos Más que el sistema de legítimas, como se ha dicho muchas veces, con referencia al del Código civil, es propiamente la partición de la herencia la que puede llegar a pulverizar, tanto las unidades agrarias como las explotaciones. . Por eso, esta norma del art. 1062 Cc. ofrece un freno a la división que puede ser utilizado convenientemente en el sentido que aquí nos interesa. Dada la amplitud de la norma, especialmente por lo que concierne al párrafo primero del artículo, juega un papel muy importante, pues actúa para facilitar la asignación de bienes en pago de cualquier porción hereditaria, siendo aplicable, también, en relación con la asignación de las cuotas legitimarias, lo que permite, indirectamente, el pago de la legítima en dinero. E1 precepto dice así: "Cuando una cosa sea indivisible ó desmerezca mucho por su división, podrá adjudicarse a uno, a calidad de abonar a los otros el exceso en dinero"' . Por otra parte, combinada ésta.norma con la partictón del testador (art. 1056-1 ° Cc.), confiere a esta institución muchas más posibilidade^, como más adelante veremos. Ahora bien, esta norma del art. 1062-1° Cc. es siempre una norma complementaria, procedimental, y tal y como se 112 halla configurada puede servir para mantener la indivisión de las unidades mínimas de cultivo, sin necesidad de, que se le añada al precepto un párrafo en este sentido, porque tales unidades agrarias presentan ya una indivisibilidad legal indiscutible y que es suficiente para hacer operativo el precepto, abundando en lo que hemos dicho en el capítulo tercero de éste informe ^. Esto resulta así de las dificultades que presenta el ordenamiento para configurar la explotación como cosa. Entonces, en el plano del Derecho de bienes, existe una implicación entre cosa y explotación por razón del destino (del dueño o de los condóminos), al poner en relación el art. 334-5° con los arts. 400 y 401, lo que puede repercutir en la esfera de los arts. 404 y 405; pero no conviene establecer ninguna otra precisión más allá, porque iría contra la propia "naturaleza de las cosas", como "standard" obligado en la formulación y en la aplicación del Derecho. Sin embargo, lo que no puede hacerse en el Derecho de bienes, puede ser útil hacerlo en el Derecho de sucesiones, pues si bien en éste está asegurada la protección de las unidades agrarias, es decir la indivisibilidad de las cosas, puede proyectarse esta finalidad en relación con las explotaciones, aunque haciéndolo con un criterio adecuado, no en el sentido que tantas veces hemos criticado de la Ley de explotaciones familiares mínimas de 14 de abríl de 1962, que no acertó a formular lo que pretendía. Es decir, hay que ponerlo en relación con el carácter operativo de la norma y se trata, como hemos dicho, de una norma adjetiva; no adelantamos nada con decir, en un hipotético párrafo segundo, que: a los efectos de éste artículo se considerará como cosa indivisible la explotación agrícola, industrial,...etc., porque una disposición de esta naturaleza chocarfa con las normas sustantivas de la atribución de la legítima (art. 806 y concordantes Cc.), aparte de que unos ténminos tan amplios y generales no se hallan justificados, ya que no es la explotación el único "bien" que hay que tutelar en la transmisión hereditaria. Por eso, la refonma del precepto, en el sentidv de añadirle un párrafo nuevo, hay que Ilevarla a cabo, no solamente en et precepto mismv, sino en todo el ámbito en que se produzcan sus posibles repercusiones sistemáticas, es decir, en relación con el art. 806, en primer lugar3, añadiendo a este precepto 113 una fórmula amplia y sencilla, como, p. ej. "a no ser que el causante haya dispuesto otra cosa" ^ y nada máss . Esto es congruente con el sistema legitimario del Código y se halla, como veíamos en el capítulo anterior, en relación con la amplia gama de formas de atribución de la legítima, en las que prácticamente se llega al mismo resultado: EI pago en dinero de la legítima, o, al menos, se puede llegar si la fórmula utilizada se ha sabido manejar convenientemente. Por otra parte, este .efecto es paralelo al que se consigue con la partición del testador, en la que éste ha utilizado la facultad que le confiere el art. 1062-1° Cc. en el sentido que antes hemos dicho, aplicándola no a las cosas, sino a la explotación, mediante la institución ex re certa, en una cosa determinada que puede ser una explotación por la fuerza configurante de la propia disposición del testador y con independencia de que la institución ex re certa funcione como institución de heredero (d%visione causa), o como legado (en el sentido literal de! art. 786 Cc.)6, con lo que se solucionan las dudas y vacilaciones de la do^ctrina en cuanto al alcance solutorio (de pago en dinero) del art. 1056-1°, en relación con el art. 1056-2 Cc., a que más adelante nos volveremos a referir. Se daría, entonces, también el mismo paralelismo con la mejora en cosa determinada (art. 829 Cc.), en que se consigue el mismo beneficio solutorio para el pago de las restantes legítimas y que puede ordenarse en testamento o por donación ("a sensu contrario" del art. 825 Cc.), cori lo que se explica la alusión al causante, en el aí[adido del art. 806 que hemos propuesto. La fórmula de este hipotético párrafo segundo del art. 1062 podría ser la siguiente: "Se aplicará este criterio a la explotación agrícola, industrial o mercantil, cuando el testador o causante hubiera dispuesto su conservación mediante la adjudicación a uno de los legitimarios o herederos, o cuando todos se hallen de acuerdo en su indivisión, o uno de ellos se comprometa a continuar la explotación, abonando la legítima a los demás en metálico". De esta manera se da más amplitud al precepto que la anteriormente contemplada, integrando la falta de previsión del causante (que no ha hecho partición en testamento, ni mejora o disposición al efecto, en actos "inter vivos" o"mortis causa"), por lo que dispongan legitimarios y herederos (lo que 114 es aplicable tanto en la sucesión testada, como en la intestada), o uno solo de ellos que se comprometa a continuar la explotación y a pagar su legítima en dínero a los demás' . Así las cosas, habrfa que modificar eI párrafo segundo de éste art. 1062, sustituyendo la expresión: "Pero bastará...", por: "En cualquier caso y salvo lo dispuesto en el pánafo anterior, bastará...". Por otra parte, la redacción que propugnamos viene a ser una ampliación de la facultad que reconoce al testador el art. 1051 Cc. que tendría que ser modificado parcialmente en relación con la nueva redacción propuesta° y también en relación con la comunidad de gananciales continuada, en el sentido que decíamos en ei capítulo anterior, pues aunque ésto sea otro tema, previo a la partición, debe hacerse la salvedad9. Además, como ya hemos dicho, hay que poner en relación el art. 1062, con el 1067 Cc., es decir, con el retracto de coherederos que debe ser modificado convenientemente. En este sentido es muy ilustrativa la reforma que ha llevado a cabo el legislador francés, como ya hemos señalado anteriormente, y nos remitimos, al estudiar esta parte, a lo que allí vamos a decir. 3. La "partición del testador" en la integración del sistema del Código civil Como ya hemos dicho anteriormente se trata de una institución que, en el Derecho moderno, ha perdido su perfil más característico, al desvincularse de los dos núcleos de los que surgió en el proceso de evolución deI Derecho germánico y vulgar, tempranamente influfdo por el Derecho romano y que son la idea de comunidad familiar y el reconocimiento del pacto sucesorio; por ello su ensanchamiento debe buscar aquellas antiguas fuentes de donde deriva. En relación con !a comunidad familiar y, especialmente en relación con la sociedad de gananciales, como régimen legal al que no hay que perder de vista al plantear esta cuestión, ya hemos visto que una de las más graves dificultades que se plantean al utilizar este recurso técnico por el testador es la derivada de la limitación del carácter personal del testamento y 115 de que uno de los miembros de la sociedad de gananciales no puede disponer de estos bienes por testamento más allá de lo que el Código le permite, es decir, más allá de su mitad de gananciales, según el art. 1414 Cc. que unicamente se refiere al marido, aunque hay que entenderlo también, en favor de la mujer (arg. ex art. 1392 Cc.). Para hacer posible la disposición del marido sobre la totalidad del patrimonio ganancial, la mujer puede renunciar a la sociedad de gananciales (arts. 1394 en relación con el 1364 Cc.), a la disolu ^ión de la sociedad conyugal, o constante matrimonio de forma preventiva y declarativa, con efecto para la disolución de la sociedad conyugal (por ejemplo, haciéndolo en testamento), entonces como los bienes gananciales se convierten ab initio, en frutos dotales (art. 1364 Cc.) los ha adquirido el marido en propiedad y puede libremente disponer de ellos. También cabe la posibilidad de que los herederos de la mujer renuncien a los gananciales, a la disolución del matrimonio (o que prefieran hacerlo a la sociedad, lo que tambíén es posible), o bien a la inversa que renuncien a los gananciales los herederos del marido, con lo que, una vez liquidada la sociedad (arts. 1394 y 1418 Cc.) el cónyuge supérstite podrá disponer por testamento (o por actos inter vivos) del activo de la comunidad de gananciales. Pero no siempre es posible que sea aconsejable cualquier forma de estas renuncias; entonces, se podrá mantener la unidad del patrimonio ganancial y atender a la continuidad de la explotación agrícola mediante el testamento-partición que hagan separadamente ambos cónyuges, pero estando de acuerdo para mediante disposiciones paralelas llegar a una finalidad única. Ahora bien, si se reconoce esta vía indirecta, hay base en la conciencia social, para admitir el testamento mancomunado cuando tenga esta finalidad y si se practica, para facilitar, en muchos casos, la renuncia a los gananciales, debiera de admitirse una fiducia sucesorfa que cumpliera de una manera más eficaz éstas finalidades, aparte naturalmente del reconocimiento de la comunidad continuada que agruparía y completaría, dando verdadera substancia, a las otras dos instituciones anteriores, para lo que existe la misma conviccibn social y hasta el vestigio legislativo de la misma en el art. lOSI Cc., 116 párrafo segundo 10 y en !a posibilidad de que los coherederos quieran seguir voluntariamente en la indivisión ", que aunque son temas distintos se hallan íntimamente relacionados con los anteríores. De estamanera, para vigorizar el art. 1056-1° Cc., en relación con la idea de la comunidad fámiliár, no hay necesidad de tocar para nada este precepto, puesto que la reforma habrá de hacerse, en relación con el art. 1392, para la admisión de la comunidad continuada `^ y en relación con el art. 669 Cc. que prohibe el testamento mancomunado13 , ampliándose la fiáucia sucesoria del art. 831, establecida por la mejora, a la particíón del testador, efectuada por ei cónyuge supérstite cuando exista la comunidad continuada, retocándose, en fin, el art. 1414, para admitir esta salvedad y la relativa a la renuncia de la sociedad de gananciales, por la mujer o por sus herederos " . En relación con las legítimas, la única limitación de la facultad concedída al testador se refiere al respeto de la cuota legitimaria (relación entre el art. 1056-1° y el 1075 Cc.)'S pero no se ponen límites a la forma de atribución (art. 815 y coneordantes Cc.), ni a su pago en dinero, mediante la atribución de cosas indivisibles (relación con el art. 1062-1° Cc.), o de explotaciones, en el hipotético párrafo segundo propuesto para este artículo, o mediante la institución ex re certa .y, menos aún, sí se añade la fórmula que antes indicábamos al art. 806 Cc. Queda, únicamente, el aspecto contractual vinculado especialmente a la realización de la partición en actos inter vivos y a la producción de efectos de presente, o sea en vida del causante. Este segundo aspecto es más importante que el primero, además que no podemos volver a las formas del Derecho vulgar, extrañas a nuestra tradición jurídica, ni tampoco hay que olvidar los términos en que esta cuestión se desenvolvía,como anteriormente hemos visto1ó . Por lo demás es prevalente en la dvctrina el criterio de que los actos inter vivos a que se refiere el art. 1056-1° Cc., se establecen en relación con la forma de realizar la particíón, pero no en relación con la disposición que solamente puede hacerse en testamento" . En este sentido habría que admitir, únicamente, los actos inter vivos para el caso de la modificación de régimen económico matrimonial, en el sentido que anteriormente ll7 hemos expuesto1e , o en el ámbito de las capitulaciones matrimoniales19; actos que servirían de cauce previo, o, en el primer caso, incluso de título para una disposición de este tipo. Por lo yue a los efectos de presente se refiere, únicamente podrían éstos alcanzarse combinando la partición del testador con d_onaciones a título de mejora (art. 825, en sentido contrario) o con un significado distinto del actual, al que más adelante nos referiremos, o también en sentido negativo, disponiendo por donación de las cuotas legitimarias de los hijos que no van a ser favorécidos con la continuación de la explotación agrícola y acompañar estas donaciones de recíprocas renuncias a la legítima futura, modificando también el art. 816 Cc., atribuyendo el resto a uno de los herederos, donde podría integrarse la explotación (presumiendo la mejora, en el sentido del Derecho foral de Galicia) 20 y los derechos del cónyuge viudo, aunque naturalmente no dando a esta atribución eficacia de presente, sino diferida a la apertura de la sucesión, obteniéndose la disposición del patrimonio de la explotación, o mejor dicho, su toma de posesión por parte del designado, mediante un contrato de uso y disfrute, q,ue podría ser un azrendamiento ( especialmente en el supuesto de la reforma propuesta para los arrendamientos rústicos: larga duración del contrato y supresión de la especialidad que actualmente ofrecen los arrendamientos familiares). Seguramente, lo más difícil de admitir, en todo ésto, sería renuncia a la legítima futura, lo que puede plantear situaciones injustas. Ahora bien, también para los hijos puede ser más interesante, llegado un momento de su vida, obtener lo que pudiera corresponderles por legítirna, ya que ello puede incidir en la solución de los gastos de establecimiento de una profesión, o de constitución de una familia, mientras que, de otro modo, la legítima futura o llega tarde, o no se percibe (cuando mucho, se percibe disminuída) por consideración al hermano que se ha quedado en el pueblo y, también, puede suceder todo lo contrario, que el pago de las legítimas, a los que no siguen en la explotación familiar, hace inviable el que puedan seguir en ella los yue, o el que, ha sido designado para ello (bien por el causante o por las circunstancias más diversas, que todo puede ocurrir). De todos modos, la renuncia a la legítima futurá podría quedar condicionada, a la lesión en más 11$ de la cuarta parte. Criterio que parece justo, y con lo que su adnúsión parece más permisible. De esta manera, arbitrando éstas fórmulas, sin desnaturalizar Ia institución de ta partición del testador, se podrían llegar a revitalízar los escasos efectos actuales que, en vida del testador, puede producír de lege lata la particibn por él efectuada. Pero fuera del juego de las donaciones (posítívo y negativo, expreso o presunto respecto de la mejora) y de las renuncias, o en el caso de que se extienda la fiducia sucesoria, a la partición det viudo o viuda, a la emancipación del hijo, respecto de la herencia del padre o madre premuertos, combinada con la renuncia a la legítima futura del emancipado, no parece que puedan establecerse otras posibilídades, pues las relativas a las capitulaciones y a la modificación del régimen económico-matrimonial se pueden relacionar a lo sumo con la mejora, pero sería incorrecto hacerlo con la partición del testador, pues presentaría más problemas que soluciones. Por ello, a la hora de proyectar una refonna que no pretende dar al traste con el sistema vígente, sino sacaz el mayor partido del mismo, con pequeñas modificaciones y retoques que ayuden a la finalidad que se pretende, hay que conocer muy claramente las instituciones y las normas sobre las que se proyecta tal reforma, es por lo que, para terminar esta cuestión, vamos a resumir los puntos de vista, anteriormente expuestos^'s^obre la institución que nos ocupa, de acuerdo con las siguientes conclusiones: l.a Se trata de un negocio jurídico mortis causa, aun cuando la partición misma pueda hacerse en actos inter vivos (actos rrtortís causa de forma no testamentaria). 2.a Puede hacerse de dos formas, en testamento o fuera de él, pero en este caso ha de fundarse en un testamento posterior o anterior. 3.a Como todo acto mortis causa, es esencialmente revocable. 4.8 No pierde su carácter mortis causa por el hecho de que los herederos presuntos del testador intervengan en la partición (intervención meramente auxilíar o contable); o porque a él se asocien otros actos jurfdicos de estatuto 0 disciplina independiente (donaciones simples, constituciones li9 de renta vitalicia), los cuales seguirán su régimen especial o propio22 ; o de estatuto subordinado a la partición: entrega de bienes, precarios, constitución de anendamientos, reservas de usufructo,etc. 5.a La partición del testador constituye en sí una unidad aún cuando se realice en dos momentos distintos (testamento y partición) y aunque no coincida la idea de momento lógico y momento cronológico, porque la unidad viene impuesta por su función divisoria, a pesar de su complejidad. 6.a Esta complejidad no estorba a la superior unidad estructural de^ntro de la cual los dos momentos o aspectos que la constituyen aparecen jerarquizados en una situación de dependencia (concatenación lógica) que se revela para la partición en orden a la superioridad de la disposición. 7.a A pesar de realizar ab initio una función divisoria, la ínstitución que contiene es a título universal, y confiere normalmente a los instituídos la condición de herederos 23, salvo lo que resulte en contra de la propia voluntad del tes•tador, el cual puede distribuir su herencia total o parcialmente, ordenando legados o instituciones ex re certa. Esta es la opinión que ha predominado en la doctrina, salvo muy escasas excepciones 24 , viniendo a ser aceptada también por la propia jurisprudenciaZS . 4. La facultad que confiete al padre el art. 1056-2° Cc. En el marco de un planteamiento de lege ferenda, la mayor parte de los autores que se han ocupado del tema, de pasada, o las opiniones corrientes cuando se habla de estas cosas, llevan a la fácil afirmación de que para dar pleno desenvolvimiento al art. 1056-1° (partición del testador) especialmente en relación con el pago de las legítimas en dinero, hay que aplicar a aquel precepto la disciplina del art. 1056-2°. Pero esta fácil solución, como todas las soluciones fáciles en materias difíciles, es equivocada y además inútil. Equivocada porque la ratio del precepto es distinta; en el primer caso (párrafo primero del art. 1056), se refiere el Cbdigo a todo testador, mientras que en el segundo se está refiriendo al padre que, en interés de su familia, quiera 120 conservar indivisa una explotación agrícola,... etc. y, además, es inútil pretender extenderla porque interpretado el art. 1062-1° en relación con el art. 1056-1°, se puede llegar a la misma solución del pago en metálico, según decíamos anteriormente; sobre todo si tenemos en cuenta las modificaciones propuestas, modificaciones que no deben hacerse en el sentido criticado, sino en el que hemos defendido ya que, de éste modo, serán mucho más operativas, ello por el carácter de normas complementarias y adjetivas que presentan las normas de partición. Todo ello sin tener en cuenta que, teniendo hijos, el causante podrá usar de la facultad que le concede el pánafo segunda del art. 1056 y, no teniéndolos, al reducirse la legítima de los ascendientes (de los dos tercios a la mitad), las posibilidades para desenvolverse, manteniendo la unidad de la explotación, son mucho mayores; no digamos si en vez de tener padres, solamente tiene cónyuge; entonces podrá perfectamente disponer la conservación de la explotación instituyendo heredero a un extraño (un sobrino, p. ej.).26 Otro de los aspectos que podrían preocupar, en relación con el alcance de este precepto, es que el Código, cuando el párrafo primero se refiere al testador, está aludiendo a una partición que, aunque se lleve a cabo por actos entre vivos, ha de estar basada en un testamento, mientras que en el párrafo segundo se limita a hablar del padre; entonces, podría pensarse que éste puede llevar a cabo la partición sin necesidad de basarla o apoyarla en testamento. Pero esto no es posible, aunque un efecto paralelo o equivalente puede alcanzarse mediante la mejora en la explotación, efectuada en donación; la diferencia es que, en este caso, se producen efectos de presente, actuales, derivados de la donación, aunque con las limitaciones que impone el art. 827 Cc. respecto de su revocabilidad, salvo que se haya hecho en capitutaciones matrimoniales o por contrato oneroso con un tercero^^ , mientras que, por otra parte, la atribución a un legitimario de la explotación no presume la mejora, en el caso del art. 1056-2°, ni tampoco conviene extender la regulación de tal supuesto, a no ser que la atribución se haga por donación, en el sentido que anteriormente hemos indicado, porque esto es lo únieo que tenía arraigo en el antiguo Derecho castellano 2° . Por lo demás, hay que tener en cuenta que, conforme a los 12i precedentes del antiguo Derecho, los dos párrafos del art. 1056 Cc. pertenecen a la misma institución, ya que tanto en la tradición jurfdica francesa, como en la italiana o en la castellana, la partición del testador (deriva de la divisia parentis inter liberos romana) era un beneficio concedido al padre respecto de los hijos; por eso en el Derecho francés se denomina partage d áscendant, e igualmente en el Derecho italiano'9, al igual que en el Proyecto de Código civil de 185130 , siendo nuestro legislador de 1889, el que extendió el beneficio de la partición en testamento a todo testador; por eso no cabe hablar de un régimen jurídico diferente para el párrafo segundo, en relación con el párrafo primero 31. Una reforma parecida, respecto del Código civil de 1865, llevó a cabo el legislador italiano, en el Código civil de 194232 ; la única diferencia, por buscar seguramente un paralelismo con la mejora (art. 829 Cc.), se encuentra en el beneffictum solutionis en relación con la legítima, que se concede al padre y no así a todo testador, Por lo demás, la norma es lo suficientemente elocuente como para servir a la conservación de la explotación, aunque esto en la práctica ofrezca algunos problemas 3^ que la jurisprudencia ha tratado de esclarecer3a 5. La mejora en cosa determinada Es a propósito de la mejora, como es sabido, donde se da con más claridad la supervivencia de la sucesión contractual en el Código civil, aunque no deje de haber otras situaciones que, de una manera o de otra, respondan a este principio 35. Cómo ya hemos dicho, el carácter _más acusado de esta manifestación se plantea en el art. 827 Cc. y en cuanto a la promesa de mejorar o no mejorar, en el artículo anterior (art. 826 Cc.)36 , dependiente, por otra parte, la admisión de este efecto de su vinculación a las capitulaciones matrimaniales, donde se conecta la sucesión contractual con los pactos de familia; por eso aquí, en este campo, aparece también la flducia sucesoria del art. 831, a la que tantas veces nos hemos referido anterion^r^ente, defendiendo la posibilidad de su ampliación, 122 que ahora proponemos para la mejora, aunque no se hubiera previsto en capitulaciones matrimoniales. La otra posibilidad de conexión de la mejora con los pactos sucesorios, tiene lugar a través de las donaciones, donde defendemos que valga como mejora presunta la donación de la explotación, al igual que se hace en la Compilación de Derecho foral de Galicia, como decíamos anteriormente; también puede tener lugar ésta conexión combínando la atribución de la mejora en donación con la renuncia a la legítima futura (bien en sentido positivo o negativo). Hechas estas conexiones sistemáticas de la institución de la mejora, es indudable que ésta puede servir muy eficazmente para el mantenimiento de la unidad de la explotación, por muy diversos conductos, facilitando la disposición sobre el caudai hereditario y haciendo por elio que el causante pueda indireetamente mantener la unidad de la explotación agrícola, pero sobre todo, haciendo de la explotación oójeto de disposición med'zante la mejora en cosa cierta y determinada (art. 829 Cc.) que proporcíona ei beneficio solutionis que ya conocemos. Son muchas las funciones que la mejora en cosa determinada cumple, pero aquí vamos a fijarnos solamente en un aspecto, cuando la determinación en la cosa aparece substantia dispositionís y cuando aparece, simplemente, como solutio dispositionis pues, como dice J.J. LOPEZ JACOISTE, "esta idea de la presencia o la ausencia de la cosa en el negocio dispositivo de mejora sirve, pues, para delimitar el concepto estricto de la mejora en cosa cierta. Si la cosa es substantia dispositionis, como ocurre en las formas puras, en la mejora en cosa determinada con asignación de cuota, nos encontramos dentro de la nocibn de mejora en cosa determinada. En cambio, cuando la cosa no sea sustancia de la disposición, síno pago de la misma, medio para su efectuación material, como sucede en las otras variedades aludidas, no se estará ante aquella figura jurídica en su sentido más estricto. En este segundo supuesto, ta mención de la cosa no figura propiamente en el acto dispositivo de mejora, sino en el acto particional - eompiementario, en un negocio funcionalmente subordinado al de mejora y cuyo fin no es provocar la mejora... sino llevar a cabo una atribución en pago de la misma" 37 . Pues bien, según 123 esto, et aspecto que aquí nos interesa, fundamentalmente, es el primero, ya que en este caso la atribución al mejorado de la cosa se mantiene incólume, pues ésta se mantiene (lo mismo que sucede normalmente en el caso de la institución ex re certa) porque cumple función de cuota, de modo que el exceso en la distribución según el art. 829 Cc. provoca automátieamente el suplemento en metálico de los otros legitimarios no mejorados; en cambio, si la asignación de cosa cierta se efectúa como consecuencia de una disposición de cuota, entonces la cosa cierta actúa, solamente, divisione causa y no se produce automáticamente el beneficio solutionis respecto de las legítimas de los legitimarios no mejorados38 . Ahora bien, esto es lo que puede corregirse de lege lata mediante la combinación de la mejora con la facultad que al padre otorga el art. 1056-2°, o bien mediante la combinaçión de la mejora con la partición del testador, mediante la relación entre el art. 1056-1° y el art. 1062 Cc., en su párrafo primero, es dec ^, invocando la indivisibilidad de la explotación. Lo que quedaría todavía más facilitado al introducir en el último de los preceptos citados un nuevo párrafo segundo, en el sentido que hemos propuesto, de lege ferenda y, eri general, con la propuesta de añadir al art. 806 la posibilidad del pago en metálico de las legítimas. Por lo demás, de las posibilidades que ofrece la utilización de la mejora de cosa determinada, en relación con la agricultura, no hay mucho que decir, pues ello es evidente. Por un lado, la det^erminacibn de cosa puede recaer sobre una finca rústica sirviendo así la institución para la conservación de las unidades agrarias pero también cabe orientar la mejora en cosa cierta hacia una explotación agrícola por la incorporación a la cosa de su destino, lo que justifica la vinculación a la misma del lnstrumentum fundi, en el sentido del art. 3345° Cc. En éste sentido, el Derecho común se aproxima a los Derechos forales, yendo incluso más lejos 39 . Buena prueba de ello es que la mejora en cosa determinada ha servido para mantener indivisa la explotación agrícola en territorios sometidos al Derecho común. Asf ha sucedido en Galicia, con anterioridad a Ia publicación de la Compilación40, y lo mismo en Guipúzcoa, como, por otra parte, lo confirman las Resoluciones de la Dirección General de los Registros de 3 de octubre de 1924a' y de 23 de julio de 1925a=, y otro tanto sucede en Asturiasa3 124 y otro tanto cabría decir de la Montaña de Castilla (Santander, Burgos, Logroño, Soria), o de La Rioja, asf como de toda Castilla la Vieja, donde existe cierto arraigo de esta práctica, especialmente en las grandes familias campesinas, aunque exista la tendencia a desaparecer en los últimos decenios por predomínar el esquema de la vida urbana, pero esto es igualmente pnivativo de otras regiones c incluso de los territorios de Derecho foral, en cuanto a las fórmulas jurídícas paralelas de conservación de la casa o patrimonio famíliar agrf cola. La vinculación de la cosa determinada a la idea de explotación es por lo demás evidente en el ordenamiento social (opinio seu iuris neccesitate), penetrando con ello en la costumbre local que el art. 6.° Código civil considera como fuente del Derecho. Se trata -dirá F. DE CASTRO- de una costurnbre supletoria de la ley que reúne los requisitos de ser uso local, es decir, conducta frecuente, uniforme y pxevisiblemente duradera, haberse impuesto socialmente, ser cumplida de modo normal y concordar con los principios generales y que, por lo mismo, de alguna manera, se hace vinculante4°, o en cualquier caso que puede ser tomada como un uso interpretativo en favor de la existencia de señalamiento de cosas ciertas fundado en el modo de ser habítual de la propia figura en el ámbito geográfico correspondiente. "Interpretación que completa y perfila el contenido de la institución, costumbre que ineorpora, por presión social, las eosas ciertas aludidas al contenido de la mejora, por entenderse que esa es no sólo lo que habitualmente se hace, sino lo que se tiene que . hacer as Aparte de esto, es evidente que la mejora en cosa determínada puede llegar a cumplir una función que es muy interesante en cuanto a Ia continuidad de la explotación agrícola, al implicar la obligatoriedad por parte del adjudicatario o designado, que ha sido favorecido por la mejora, de continuar la actividad de la explotación, lo que es hasta cierto punto lógico, ya que la continuidad de la explotación implica la continuación del trabajo. Ahora bien, ^hasta que punEo esta obligación es exigible? . í,Podría quedar revocada la mejora en el caso de incumplimiento? . No puede contestarse afirmativamente de una manera rotunda y así lo estiman FUENMA- 125 YOR46 y LUPEZ JACOISTE^'. Sin embargo, es muy elocuente, en este sentido, la S.4 de junio de 195948. En cualquier caso hay que concluir que, cuando el causante ( testador o donante) haya dispuesto la mejora bajo esa condición de que el favorecido por ella se dedique a continuar la actividad de la explotación, el incumplimiento de tal obligación llevará a cabo la revocación de la mejora, pues serían de aplicación las normas establecidas para la institución condicional (arts. 790 y ss.) y por analogía, también, las normas de la reversión de donaciones (art. 641 Cc.). No cabe duda alguna en cuanto al fundamento de esta revocación, porque la mejora, en el sentido que indicamos, se integra en el marco de las antiguas disposiciones de liberalidad (donaciones) ob causam del antiguo Derecho, cuya naturaleza se ha ido desdibujando en el Derecho moderno, al desaparecer la distinción entre donaciones simples y donaciones ob causam, que únicamente reaparece en algunas materias ( como en tema de colación)a9, matización que queda en una zona intermedia entre la condición y el modo y sobre la que hay que proyectar la aclaración que acabamos de efectuar S0 Ahora bien, la posibilidad de esta revocación hay que restringirla, porque ha de referirse a la continuación de la actividad y no a las condiciones estrictas de la prestación del trabajo. Nos fundamos en esto, porque con ^ello se cumple la función ob causam de la mejora, que es lo que hay que exígir al favorecido con ella y en este sentido hay que interpretar la condición impuesta por el causante ( es decir, en un terreno intermedio entre condición y modo), ya que, en otro caso, podríamos llegar a situaciones absurdas: así cuando imponga el causante que el mejorado, con su mujer y sus hijos y los hermanos de aquel, han de dedicarse al trabajo de la explotación porque esto, como díce agudamente LOPEZ JACOISTE, pertenece más al ámbito del ordenamiento familíar (el mundo de los lares) que al ordenamiento jurídicos', cuestibn que, por otra parte, podría ser perturbadora del progreso en la agricultura, donde los esquemas del trabajo y de la explatación cambian constantemente, aparte del arcaismo que representaría el vincular la familia a la tierra o a la explotación, lo que ni humana, ni jurídicamente se halla justificado, es dec ^, no es merecedor de la tutela jurídica. 126 Por último, hay que hacer constar también que la mejora de cosa determinada se adapta mejor a la conservación de una explotación familiar que el propio artículo 1 Q56 - 2.° como instrumento adecuado para la conservación de tal patrimonio, porque puede suceder que, o bien la explotación se haya formado a lo largo de la vida de la famílía, o que no haya acabado de cuajar como tal, en cuyo caso es difícil utilizar el recurso que ofrece aquel precepto, porque su aplicación exige la existencia objetiva de la explotación, mientras que por otra parte la unidad de sus diversos elementos es cuestión de hecho a examinar por el juzgador, con lo que por este camino quedan muy reducidas las posibilidades que ofrece el art. 1056 - 2.° Cc. Sin embargo, esto no ocurre en la mejora en cosa determinada, porque la existencia de la explotación se suple con el poder conJigurante del dueño que lleva a cabo el acto de disposición de 1a mejora52; en este sentido lo reconoce, claramente, la Sentencia de 19 de mayo de 195153. Incluso de esa manera, el padre que tiene una explotación compleja, puede diversificar esta mejora a sus hijos en tantas explotaciones como pueda configurar, lo cual también puede ser un medio de servir a los intereses de la agrícultura, aunque, al pie de la letra, no se mantenga indivisa la explotación familiar preexistente 54. Por lo demás, ni en este sentido, ni en el que anteriormente hemos contemplado, al hablar de la revocación de la mejora después de la apertura de la sucesión, cabe introducir ninguna reforma legal, porque la institución, con las precísiones que se han hecho, se adapta perfectamente a las necesidades de la conservación de las unidades y de las explotaciones agrícolas. 6. El legado en cosa cierta y determinada No solamente porque la mejora puede dejarse a títuto de legado cuando el testador expresamente declare aquel concepto (art. 828 Cc.) 55, sino porque, en general, este recurso puede ser utilizado, traemos aquf a colación esta institución. E1 cauce técnico que se nos ofrece es el mísmo, ya que exíste un evidente paralelismo entre el art. 829 y el art. 882 127 Cc.sb, con la particularidad de que podrá ser utilizado por todo testador, no solamente por el que tenga herederos forzosos presuntos (legitimarios). Sin embargo, puede faltar aquí lo que decíamos antes en torno a la convicción social de la mejora en cosa determinada, orientada y manifestada en considerar como cosa determinada la explotación misma. Esto es cierto, porque en el caso de no haber legitimarios parece que falta base para configurar la cosa cíerta o específica y determinada, como dice el Código en el art. 882, en el supuesto de una explotación, pero no es así, porque la dificultad que podría existir en el caso del legado viene claramente suplida, por cuanto el art. 883 dispone que "la cosa deberá ser entregada con todos sus accesorios y en el estado en que se halle al morir el testador", con lo que cabe aquí, perfectamente, el instrumentum fundl, en el sentido del art. 334 - 5.° Cc. y, por ello, la explotación. No sólo la ya existente, sino también la que el testador pueda configurar, al llevar a cabo el acto de disposición (voluntad del dueño, en cuanto al destino de las cosas), la explotación misma, como considere oportuno. En este sentido y comentando la disposición paralela del Código civil italiano, MOSCO, advierte que si lo legado es un fundus quedarán incluídas en él todas las construcciones hechas sobre el mismo, existieran o no al otorgarse el testamento S^; argumentación que podemos llevar mucho más allá, en el sentido indicado, y que recoge LOPEZ JACOISTE Sa, para aplicarla al concepto de cosa determinada en relación con la mejora, pero sín que se le ocurra aplicarla al legado, acaso por estar demasiado apegado a la relación entre mejora y propiedad familiar y las semejanza^ de la insititución de la mejora con el Derecho foral, donde predomina esta idea de la propiedad familiar en la organización del sistema sucesorio. Por ello creo haber sido el primero que ha defendido esta fórmula del legado en cosa específica y determinada a la conservación de la explotación agrfcola59 y que presenta notables ventajas, aplicables no sólo al testador que sólo tenga o pueda tener herederos y sucesores extraños, sino tambien al que tenga legitimarios, especialmente cuando por razón de la entidad del caudal hereditario, tal legado de explotación no se halle sujeto o amenazado de reducción por inoficiosidad. NOTAS AL CAPITULO IV (1) (2) (3) (4) (5) (6) (7) (8) (9) La doctrina se ha ocupado poco de este ^ema, vid. sin embargo: LACRUZ-SANCHO, Derecho de Sucesiones, I, cit., 209 y ss.; PUIGS BRUTAU, Fundamentos, V-3,499 y ss.; J.L. DE LOS MOZOS, EI mantenimiento de la unidad de la empresa agriíola en la tmnsmisión "mortis causa", en Estudios, cit., 287 y ss. Donde habría que añadir un concepto de este tipo, es seguramente en el art. 401 Cc., insertando un nuevo párrafo entre el primero y el segundo. "Salvo que el causante haya dispuesto, o los herederos se hallen de acuerdo en que se pague en dinero a alguno o algunos de lós legitimarios". Con ello nos acercaríamos notablemente a los térn^nos que utiliza el art. 84 de la Compilación de Baleares. También se podría modalizar la expresión sustituyendo causante por la expresión testador o donante, incluso añadiendo en actos entre vivos o por causa de muerte. Las leyes específicamente agrarias no creo que deban de incidir en este campo; recordemos los intentos infruçtuosos de la Ley de explotaciones familiares indivisibles de 14 de abril de 1962. Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit., en RDN, 27 (1960), 181 y ss. Quedando los bienes que le hayan sido adjudicados al pago de las legítimas en el sentido que establece el art. 35-5.° de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario. La misma solución se establece en el art. 140 de la Compilación de Cataluña, con la salvedad de lo dispuesto en la Ley Hipotecaria (vid. art. 1 S LH.). Vid. PUIG BRUTAU, Fundamentos, V-3,499•500 y allí otras referencias. Sin perjuicio de hacer la refom^a oportuna en el art. 1392 Cc., la salvedad que se contempla puede hacerse a continuacibn del párrafo segundo del art. 1051 Cc. (10) Cfr. "Pero aún cuando la prohiba, la división tendrá siempre lugar mediante alguna de las causas por las cuales se extin^ri^: la 130 sociedad". Y aparte del juego que puede tener aquí la renuncia de uno de los socios (arts. ] 705 y ss.Cc.) y la separación del socio con el límite del art. 1691 Cc., no hay que olvidarse de la incidencia de la sociedad o comunidad continuada. (11) Vid. PUIG BRUTAU, Fundamentos, V-3,500 y ss. (12) Añadiendo a este precepto la fórmula correspondiente a la continuación de la comunidad de gananciales, en términos de gran amplitud y de bastante flexibilidad, como ha hecho recientemente la Compilación aragonesa, en su art. 60 y 61. (13) Cfr. art. 60: "Continuará entre el sobreviviente y los herederos del premuerto la comunidad existente al fallecimiento de uno de los cónyuges, siempre que los principales ingresos de la sociedad conyugal provengan de explotaciones agrícolas, industriales o mercantiles: 1° Obligatoriamente, si así se hubiera pactado en capítuíos o dispuesto en testamento mancomunado por ambos cónyuges. 2.° Potestativamente si, aún sin pacto o disposición hubiese quedado descendencia del matrímonio. 3.° I.a comunidad continuada es compatible con la viudedad universal. Completando estas disposiciones y previsiones el art. 61. Cfr. "En caso de no haberse pactado en capítulos o dispuesto en testamento mancomu nado, para la continuación de la comunidad con los descendientes se requiere la voluntad concorde de todos Ios interesados. Se entenderá que hay acuerdo tácito de continuarla si en el término de un año, a contar del falleeimiento del cónyuge premoriente, ninguno de los ínteresados notifica en forma fehaciente a los restantes su voluntad en contrario. 2. No surtirá efecto la voluntad en contrario si entre los descendientes que sucedan en todo o parte de la explotación hubiera alguno menor de edad y no quedaren otros descendientes habidos por cualquiera de los cónyuges en anterior matrimonio" (14) A no ser que se Ileve a cabo, conjuntamente, por ambos cónyuges o que la mujer haya renunciado preventivamente a la sociedad de gananciales. (15) Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit., en RDN, 27 (1960), 181 y ss. (16) Según veíamos en el Fuero de Zorita de !os Canes, cuando el padre hacia la partición de sus bienes entre los hijos y la firmaban éstos y tres testigos, era irrevocable, pero no adquiría valor actual; únicamente atcanzaba este valor cuando el padre distribuía los bienes de la madre muerta y se combinaba con la emancipación del hijo. 131 (17) Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Dp. cit., en RDN, 27 (1960), 165 y ss. (18) La fórmula será dificultosa; hay que pensar que la modificación de régimen facilitaría el cauce para conservar la explotación, pero no se puede ir más allá. (19) Lo mismo sucede en este caso, ya que poco se puede prever al llevar a cabo las capitulaciones matrimoniales; por otra parte la falta de previsión puede subsanarse por la posibilidad de modificar, después, el régimen económico matrirt^onial. (20) EI criterio a que aludimos se encuentra en el art. 84 de la Compilación de Galicia, en el que se expresa que: "el ascendiente que quisiere conservar indivisos un lugar o una explotación agrícola podrá adjudicarlos integros a cualquiera de sus hijos o descendientes, por actos inter vivos o mortis causa, y aunque las suertes de tierras estén separadas. Esta adjudicación implica la mejora tácita en las siete quinceavás partes de la herencia, si el testamento na dispusiere otra cosa y no impide que el ascendiente disponga a favor del descendiente preferido del resto de las porciones de libre disposición. Cuando el ascendiente haya hecho uso de esa facultad, se satisfarán a los demás herederos forzosos sus legítimas, o la^ porciones de mayor entidad en que los instituye, con metálico u otros bienes, si los tuviere". Es curioso observar, por otra parte, la prudencja o la falta de tecnicismo del legislador al hablar de mejora tácita y no de mejora presunta. De todos modos, el tema suscita muchas reflexiones. (21) Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit., en RDN, 27 (1960), 193 y ss. y en CASTAN TOBEÑAS, Derecho civil, V1-3,280 y ss. (22) Lo mismo pasa admitiendo el juego particional y atributivo de las donaciones o de las renuncias, subsiguientes a tales donaciones. (23) Por eso tiene sentido incluso una partición de residuo de las donaciones precedentes, es decú, en que se tengan en cuenta aquéllas, para completar atribuciones y adjudicaciones. (24) Así MARIN LAZARO, La partición de la hereneia hecha par actos "inter vivos", en RGLJ, 1944, 2, 213 y ss.; y RODRIGUEZ-ARIAS. Efectos de la partición "inter vivos" que regula el art. lOS6 del Código civil, en RGLJ, 1952, 1, 233 y ss., defendiendo que se trata de un verdadero pacto sucesorio y consiguientemente de una disposición de bienes irrevocable, para cuya validez no es precisa la existencia previa de un testamento, según el primero; o que nuestro legislador estaba pensando en la admisión de la figura del Derecho francés de la donation partage, según el segundo. 132 (25) Así, las interesantes SS. de 13 de junio de 1903, 6 de junio de 1945 y 29 de octubre de 1960, entre otras; (2b) Sobre el particular, especialmente, JORDANO, Abuso de la facultada prevista en e! párrafo 2.° del art. 1056, en ADC, 17 (1964J, 941 y ss.; YALLET, Nonnas sobrie la interpretación del párrafo segundo de1 artículo 1056 y el artt^ulo 863 del Código civil, en RGD, 1946, 673 y ss. (27) Cfr. "La mejora aunque se haya verificado con entrega de bienes, será revocable, a menos que se haya hecho por capitulaciones matrimoniales o por contrato oneroso con un tercero" (28) Leyes 17 a 24 y especialmente Ley 26 de tas Leyes de Toro. (29) (30) (31) (32) (33) Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit., en RDN, 27 (1960), 149 y ss. Vid. GARCIA GOYENA, Concordancias, cit. II, 174. Vid. J.L. DE LOS. MOZOS, Op. cit., en RDN, 27 (1960), 174 y ss. Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit., en RDN, 27 (1960), 163 y ss. Vid. JORDANO, Op. cit., en ADC, 17 (1964), 941 y ss. (34) Vid. PUIG BRUTAU, Fundamentos, V-3, S24 y ss.; LACRUZ-SANCHO. Denecho de sucesiones, cit., I,282-283; LOPEZ JACOISTE, La mejora en cosa determinada, Madrid, 1961, 291 y allí, referencias. (3S) CASTAN TOBEÑAS, Derecho civil, VI-3,273 y ss. (36) Cfr. "La promesa de mejorar o de no mejorar, hecha por escritura pública en capitulaciones matrimoniales, será válida. La disposición del testador contraria a la promesa no producirá efecto". (37) Op. cit., 22. (38) Vid. LOPEZ JACOISTE, Op. cit., 191 y ss. (39) Lo que es posible por darse la institución en un sistema jurídico más evolucionado. (40) FUENMAYOR, La mejora de labrar y poseer, en ADC,1 (1948), 880 (41) Según esta Resolución, el "caserío vasco es una explotación agrfcola familiar de régimen antiguo, cuya constante indivisibn, transmisión íntegra y perpetuidad de arrendamiento le aproxima a un patrimonio indivisible". (42) En esta Resolución, con ocasión de una mejora otorgada en relactibn con un caserío se determinan sus efectos con la afirmación de que "el mejorado se encargue del caserío, cuya labranza y dirección debe continuar sin salir definitivamente de él". (43) FERNANDEZ MARTINEZ, Realidad de la "casa asturiana", .Oviedo, 1953. 133 (44) F. DE CASTRO, Derecho civil de España, I, 3a ed., Madrid, 1955, 443. (45) LOPEZ JACOISTE, Op. cit., 274, refiriéndose al anterior. (46) FUENMAYOR, Op. cit., en ADC, 1(1948), 882. (47) LOPEZ JACOISTE, Op. cit., 285. (48) Se refiere la Sentencia citada a una mejora en una cuota con la disposición expresa de que detemtinada finca "que cultiva el testador" se atribuya al mejorado, mediante la obligación de abonar éste a sus hennanos, en metálico, las diferencias que a favor de éstos resulten. Discutiéndose el alcance que podía tener tal disposición, ya que aquella constituía un lugar acasarado y algunas disposiciones del mismo no hab ían sido trabajadas pot el causante. EI juzgado excluyó tales parcelas de la atribución al mejorado. La Audiencia, en cambio, interpretó la indicada referencia del cultivo en el sentido de constituit un dato para la identificación del objeto de la atribución, pero sin virtualidad limitativa del alcance del señalamiento. Por lo que revocb la sentencia del Juzgado, con la indicación de no haber lugar a excluir del cupo del mejorado tales tierras por cuanto fonnan parte del "lugar" de referencia. Interpuesto recurso de casación se invocó la infracción, entre otros de los artículos $29 y 1056 del Código civil. El Tribunal Supremo declaró haber lugar a él, al entender que el tenor del testamento no permitía comprender en la mejora las fincas del lugar de Vilar no cultivadas por el testador, aunque estuvieran incluídas en su contorno geográfico. (49) Vid. J.L. DE LOS MOZOS, La colación, cit., 6, 9, 10-11, 29, 62, 68, 85, 86, 90, 92, 130, 143, 164 y 165. (50) De acuerdo, LOPEZ JACOISTE, Op. cit., 286, pero implícitamente, sin precisar la cuestibn. (SI) LOPEZ JACOISTE, Op. cit., 287. (52) LOPEZ JACOISTE, Op. cit., 291 y J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit., en Estudios, cit., 287 y ss. (53) En uno de los Considerandos de la Sentencia citada, relativa a una mejora en cosa determinada, se estima "ser innecesario examinar, como hacen los Considerandos cuarto y quinto de la Sentencia del Juez y primero de la Audiencia, si se establece una disposición mortis aausa sobre el "lugar acasarado", en esta claúsula tercera, pues ésta no lo nombra con el nombre propio de Uzal como objeto de la transmisión hereditaria y lo que expresa y claramente hace el 134 testador en esa claúsula es disponer de todos sus bienes inmuebles sin distinguir que formen o no parte del lugar acasarado..." (54) Así el causante puede disponer la formación de varias explotacíones, donde antes había una sola, incluso hacerlo por razón de especialización o de preferencías del mejorado, como cuando a un hijo deja las tierras de labor y a otro los viñedos, huertas, olivares, etc. (55) Cfr. "La manda o legado hecho por el testador a uno de los hijos o descendiente no se reputará mejora sino cuando el testador haya declarado expresamente ser ésta su voluntad, o cuando no queda en la parte libre" (56) Cfr. "Cuando el legado es de cosa específica y determinada, propia del testador, el legatario adquiere su propiedad desde que aquel muere y hace suyos los frutos o rentas pendientes, pero no las rentas devengadas y no satisfechas antes de la muerte. La cosa tegada correrá desde el mismo instante a riesgo del legatario, que sufrirá, por lo tanto, su pérdida o deterioro, como también se aprovechará de su aumento o mejora" (57) Vid. PUGLIATTI, Inmobili e pertinenze ne! progetto del codice civile, en RDAgr., 1939, 32 y ss. (58) Op. cit., 282. (59) Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit., en Estudios, cit. 287 y ss. CAPITULO V INSTITUCIONES DE DERECHO FORAL QUE FAVORECEN LA CONTIN[JIDAD DE LA "EXPLOTACION AGRICOLA" Y QUE CONVENDRIA EXTENDEk EN ALGUN 14IOD0 A TODO EL TERRITORIO NACIONAL 1. Planteamiento: defensa del derecho foral como adecuado para la regulación jurídica agraria. Enmascaramiento de la "cuestión foral" dentro del tema. . El interés por el tema agrario que progresivamente ha ido y va tomando cuerpo en el campo del Derecho en general, no sólo del Derecho Civil, se ha manifestado también en relación con los Ilamados Derechos Forales o Derechos civiles especiales de ciertos territorios. Estos derechos nacieron, en su casi totalidad si descontamos las particularidades del Derecho Catalán respecto de los otros Derechos de esta clase, para una sociedad esencialmente rural. El agostamiento de sus fuentes legislativas por los Decretos de Nueva Planta de Felipe V, hizo irnposible una hipotética adaptación de tales Derechos al cambio socioecomómico con el correlativo auge comercial e industrial. Por otra parte, tal adaptación hubiese debido de producirse ya con anterioridad a aquellos Decretos y, para que ella hubiese hecho posible el florecimiento y subsistencia de Derechos Forales estrictamente patrimoniales, habría sido necesario que éstos hubiesen vencido la dificultad casi insalvable para ellos, si prescindimos del Catalán, de la competencia de un Derecho Común de recepción romanacanónica altamente tecnificado. Este Derecho no contaba, para su aceptación en el campo 136 patrimonial, con el frecuente obstáculo de peculiares concepciones tradicionales, presente, sobre todo, en las materias de familia y sucesiones, y ofrecía a su vez las dos gandes ventajas de su tecnicismo y su uniformidad que hacían posible lo que, si es necesario para toda relación jurídica, lo es más, o por lo menos lo es más sentido, en ta relacián jurídica patrimoniai: la seguridad con sus dos caras de seguridad de derecho y de seguridad de tráfico. Asf, mucho antes de los Decretos de Nueva Planta, este Derecho Común imposibilitó, según reconoce LACRUZ' , la vida de las peculiaridades forales en materia de Derecho de cosas y de obligaciones. Estancados los Derechos Forales como Derechos para una sociedad rural y reducidos, esencialmente, al ámbito familiar y sucesorío; y, por otra parte, incrementado el interés por la materia respecto de la que el latifundio y la división de las explotacíones junto con la díspersión fundiaria eran vistos como males extremos y representativos de la desconexión de la tenencia de la tíerra con su fin primordial de ocupación y medio de sostenimíento de la célula familiar2, no pocos autores se volvieron hacia aquellos Derechos, quizás nostálgicamente a veces, en busca de una solución, no infrecuentemente ídílica, para los problemas agrarios. Por lo menos, ya al tiempo de un regeneracionismo3 , que tanto auge tendría en la generación del 98, vuelto hacia los problemas internos del país, a la búsqueda de unas soluciones propias, pero ya olvidadas, para aquellos, y con propbsito de afírmación de las raíces nacionales y populares de nuestro ser, empezó a rnirarse con simpatfa a estos Derechos ante el escoxor cada vez más fuerte de nuestro problema agrario, que se estimaba agravado por el individualismo de la desmortización. A la vex, la idea de "líbertad civíl", tan encarecida por Ios foralistas desde finales del siglo pasado' , fue propugnada por uno de tos que, entre ellos, más se preocupb de los problemas del agro, JOAQUIN COSTAS, recordándola uno de sus actuales seguídores como: "reconocimiento por parte del Estado de la soberanía que es inherente al individuo y a la familia en el círculo de sus relacíones privadassó. Defendida como una de las más puras esencias y conquistas de aquellos , 137 Derechos, se aplicó asf a la materia agraria, llegándose a estimar hoy en día como el instrumento primordial que, en manos del pater familias, permite a éste ordenar lo necesario para la permanencia familiar en una explotación agrícola de este carácter'. Vino a considerarse de este modo a los Derechos forales e incluso a los consuetudinarios de algunos territorios sometidos al Derecho Civil común, al tiempo que se entrelazaban la "cuestión foral" y la cuestión agraria, como los más adecuados para vincular entre sí familia y propiedad de la tierra y asegurar la permanencia de aquélla en el "caserío", "casa" o "masía" °. Esta consideración de los Derechos forales no irnplicaba una estimación de los mismos como adecuados Derechos agrarios, técnicos y especiales, entre otras razones por la evidente de que algunos, los primeros, de los trabajos en que se exponían aquellas ideas fueron anteriores al florecimiento, en nuestro país, de la idea de un Derecho agrario técnico como rama especial del Derecho Civil. Tales ideas giraban asf dentro del citado ambiente de defensa de un Derecho vivido y popular, por ser el más apto para el asentamiento de la familia tradicional en el suelo rústico. La defensa de aquellos Derechos en el aspecto técnico se concretó sobre todo en su ordenación de la sucesión mortis causa en la base física de la familia rural° . Ahora bien, cuando se iba haciendo más posible en nuestro pafs el impulso y el estudio de un Derecho agrario técnico como rama especializada del Derecho civil, se puso de relieve el carácter individualista de éste, con una consiguiente falta de atención, por parte del mismo, a las propiedades familiares10 . Junto con esto se señaló la falta de percepción por parte del Código de las diferencias entre la familia rural y la urbana que originan las diferencias entre las propiedades de una y otra clase respectivamente: la primera es individual en su forma, pero no en su espíritu (en el que es familiar), de modo que el jefe de la familia es un simple gestor, con plenos poderes, pero ejercidos a título de órgano directivo; la segunda propiedad es individual en su forma y en su espíritu. Por todo lo cual se propuso como necesario la reforma del Cbdigo Civil" . Uno de sus más acendrados !38 defensores en general, DE CASTRO'^ , afirmó que su régimen de la propiedad hace visible y estable la victoria de la concepción burguesa y urbana. Labrador, finca rústica, deber de cultivo son conceptos de mínima importancia jurídica13. Hay propietaríos y hay cosas: Ios unos y los otros se miden por un denominador común, por lo que valen, por su valor en dinero. La urbanización jurídica del campo en la Codificación, tiene como consecuencias la división ilimitada de las fincas y la indiferenciación de los bienes que hace posible sustraer el campo a su finalidad primaria de cultivo y convertirlo en medio de inversión de capitales'" , instrumento del poder social del capitalismo y hasta en un objeto suntuario t5 . Parejamente se ensalzaban, como hemos visto, las aptitudes de Ios Derechos forales para la regulación de la propiedad familiar agraria, y, a la búsqueda ya de una base civil para un actual Derecho agrario técnico, si tal fase no era posible encontrarla en el Derecho Común según alguno de sus defensores, nv había obstáculos para defender su hallazgo en los Derechos forales. Más aún, invocando el testimonio del autor últimamente citado' 6, nada sospechoso de parcialidad foralista, se asimíló al Derecho foral el moderno Derecho agrario" . Se pasó así, de considerar el Derecho foral como el más adecuado para regular la sucesión mortis causa en la explotación agrícolaí°, a estimarlo como un útil, completo y verdadero Derecho agrario actual. Pero como no es lo mismo un Derecho general nacido para una sociedad rural19 que un actual Derecho agrario, y como no son lo mismo la agricultura de subsistencia y la• agricultura de producción, quizá el patente fenómeno del éxodo rural, también sufrido en territorios forales, contribuyó a que por algunos autores volviese a centrarse eI Derecho foral en el campv de la conservación del patrimonio familiar agrario 20. Se ha dado quizá en todo eilo una doble tergiversación. Por una parte se ha señalado, en detrimento del Código Civil, que éste, pretendido discípulo del Cbdigo francés, no ha prestado como debía, específica atencibn a los problemas agrarios, al seguir una linea puramente individualista con 139 arreglo a la cual los bienes se regulan bajo el mero aspecto de su pertenencia a la persona, no en su destinación productiva21 , aunque con menos defectos que su modelo, por lo que se refiere a los medios para la conservación de la explotación familiar ^2. Por otra parte se Ilegó a afirmar, como acabamos de ver, que el Derecho foral acude a la solución de los problemas agrarios, no sólo a través de la conservación de la explotación familiar, sino también a través de una preocupación por la destinación productiva, propia de un actual Derecho agrario. En cuanto a la primera de estas afirmaciones, es de apuntar que también se ha criticado al pretendido modelo de nuestro Código, el Código civil francés, por aparecer alejado de los problemas propios del capitalismo moderno, viniendo a ser un Código para una sociedad de agricultores 23 . Pero, aún admitiendo el individualismo del nuestro 24, cabe preguntarse si un Código que constituye un Derecho privado general ha de plantear la titularidad sobre los bienes desde el punto de vista de la producción agraria o industrial, del tráfico mercantil, etc., o desde el punto de vista individual de la titularidad de la persona, aunque con las pertinentes limitaciones en pro del interés de la comunidad. El defecto del Código radicó esencialmente en no otorgar al titular de la explotación io que permitían los límites de aquél como Derecho privado general: unos medios dispositivos que utilizar para la conservación de la explotación^s. En cuanto a la segunda de las afirmaciones, es quizá inevitable el ver enmascarada, tras ella, como otras que ya hemos abordado brevemente, una parcialidad en la siempre emotiva y vidriosa "cuestión foral". Esto es explicable si no nos olvidamos de la hipersensibilidad foralista después de un siglo de lucha por la supervivencia de los Derechos civiles especiales 26 , y no pasaría de lo anecdótico si, desgraciadamente, no contribuyese, como contribuye, a aprisionar, en materia agraria, el pensamiento de algunos de nuestros mejores juristas, dentro del estrecho y viejo marco de una agricultura de simple subsistencia. La necesidad de una defensa directa de la supervivencia de los Derechos forales, necesidad muy atenuada hoy por la consumada compilación de los mismos, no exige, antes al iao contrario, desaconseja, la defensa solapada, pero a ultranza, de aquellos Derechos con mativo del estudio de otras materias, como la agraria, en cuanto que puede contribuir a enturbiar estas últimas. Ello no es un obstáculo para una exposición serena de las posibles aportaciones forales a las materias estudiadas. Sf lo será, sin ernbargo, para aquellas exposiciones en las que lo principal sea el Derecho de donde praceden las aportaciones y lo secundario, la materia central a qué tales aportaciones van destinadas. No sólo puede producirse así un oscurecimiento y tergiversación de estas otras materias estudiadas, sino incluso una tergiversación del papel de los Derechos forales, que los mismos foralistas han defendido y las Compilaciones atribuyen a aquéllos. Estos constituyen el Derecha civil prímordíalmente vigente en los territorios en los que rigen, y, por tanto, el Derecho privado general al que inicialmente acudirán las ramas especiales del Derecho privado para rellenar sus lagunas, como por ejemplo el Derecho mercantil v.gr. al tratarse de la capacidad para cíertos tipos de negocios. El Congreso nacional de Derecho civil celebrado en Zaragoza en octUbre de 1946, verdadero impulsor de las actuales compilaciones forales, afirmb solemnemente que los Derechos de este tipo constituyen verdaderos cuerpos de Derecho completo. Esto último no se contradice con una preferente atención a la materia familiar y sucesoria y una preocupación por la conservación de la explotación agrícola familiar ^9, conservacíón a que puede ayudarse dentro del marco de un Derecho privado general con unos medios,dispositivos adecuados a aquel marco. Lo que sf parece diffcil compatibilizar 2° es el doble papel de una regulación que, con unas mismas normas, es a la vez Derecho privado general y moderno Derecho agrario, o incluso simplemente Derecho civíl especial agrario, con unos particulares y primordiales fines muchas veces necesariamente atendidos por fuertes normas imperativas. Máxime si se estima al Derecho agrario como una regulacibn al servicio de la praducción agrfcola 29, cuyos fines, desde una perspectiva 141 actual al menos, no podían atender por lógica histórica tanto los Derechos forales como el antiguo Derecho castellano. La pretendida asimilación Derecho foral-moderno Derecho-agario, no loga superar la objeción de ASCARELLI 30 de que los Ilamados Derechos especiales ( entre los que hay que incluir el Agario) implican una modificación de la estructura económico-social mientras que los Derechos tradicionales de las distintas circunscripciones territoriales significan un aspecto conservador de aquella estructura. Y es que el Derecho foral no puede ser una regulación que cumpla el fin de panacea de todos los males agarios, porque lo impiden unos límites derivados de la propia naturaleza de aquel Derecho. 2. Límites de la contribución del Derecho foral a la solución de los problemas agrarios. El Derecho foral tiene para esta tarea una serie de limitaciones esencialmente derivadas, como dijimos, de su naturaleza, de modo que unas nacen de su carácter de Derecho civil, es decir, Privado general, de ciertos territorios, y otras de su carácter de Derecho tradicional propio de una circunscripción territorial concreta. a) Limites derivados de su carácter de Derecho privado general de ciertos territorios. En este aspecto el Derecho foral adolece por su propia naturaleza de una falta de medios para la solución en general de los problemas agarios; falta de medios que unas veces sería aplicable a un Derecho privado general y a un Derecho especial agrario de tipo civil, y otras sería solamente predicable del primero y no del segundo. a. l) El actual ambiente socio-económico del ago español no puede ser variado en conjunto, por los simples medios de un Derecho privado general o de un Derecho especial agrario de carácter civil. El desastroso "standard" de vida en las comunidades rurales, que constituye el motor poderoso y ia2 que no resta al campo ios profundo de un éxodo rura131 brazos excesivos para él y necesarios para la industrialización, sino que es simplemente su abandono enloquecido, no puede ser variado por ios medios, pobres a estos efectos, de un Derecho privado. Tal variación exige nada menos que todo un amplío trabajo de ordenación de comarcas y regiones 3^. a.2) Los problemas agraríos, aun limítados al sector estrictamente econbmico y excíusivo de él el factor "hombre", no se circunscriben, desgraciadamente para las posibilidades de un Derecho privado (sea general o especiat), a una conservación, ni síquiera a una reforma,de la base física de la estructura productiva agraria 33 Aunque a partir de una obra, que es ya casi un tradicíonal tratado económico-agrario 34 ,el Tratado de Ecanomía agrícala de MILHEAU 35 ,se ha prestado una atención cada vez más íntensa a la unidad de producción agrícola 3i ,es lo cierto, como dice el citado autor 37,ahondando en la idea de DE FARCY 3°, que e1 agricultor, o la agrupación de agricultores, añadimos nosotros39 , del porvenir, tiene que vender no sólo sus productos sino también, y cada vez más, los servicios; convertirse en productor de terciario, tomando a su cargo e1 acondicionamíento, el "stockage", la transformaeión de sus cosechas, para conquistar el mercado. Dada la situaeión económica-social de nuestro campo, con una incompetencia de gestión técnica para estos propósitos en la çasi totalidad de los empresarios agrarios, y con una falta considerable de capitalización "O, las metas señaladas no pueden alcanzarse por una libre iniciativa privada sin una ! intervención estatal económica que excede de los límítes de un Derecho privado. a.3) Aunque nos circunscribamos, dentro del aspecto eeonómíco, a la base fisica de Ia estructura de producción agraria, y, en cuanto a aquélla, al establecimiento y conserva•' ción del módulo más adecuado; nos encontramos con que esta adecuación no sólo exige un determinado tamaño sino tambíen una concentracibn de los terrenos integrantes,de aquel mbdulo.,i Porq^e como séñala MILHEAU "', siguiendo a GARRIGOU•;I -LAGRANGE °^ , no es lo mismo la división, que el parcela-!) 143 miento o dispersión, fenómeno constituído por la existencia de un gran número de parcelas de pequeñas dimensiones más o menos extendidas en todas direcciones. De modo que puede haber pequeños dominios con una gran agrupación de sus tierras que compensa la pequeña extensión,y dominios grandes cuya parcelación aminora o inutiliza las ventajas que se derivarían de su tamaño aa Un Derecho privado general difícilmente puede regular aquella aprupación o concentración, sin desdecirse en su carácter genérico al utilizar un cortjunto de normas especfficas de carácter variable según la parcelación o dispersión en los distintos territorios y el distinto fin agrario de los terrenos; y sin contradecir el carácter de esencialmente respetuoso con la libertad civil, que debe aconpaHarlo, al tener que. echar mano de normas imperativas muy frecuentemente, para consegu'vr aquella agrupación o concentración que, abandonada a la iniciativa particular, no sería posible as En realidad, el Derecho foral como Derecho privado general, sólo puede contribuir a lograr 46 la no división de la explotación agrícola, división que podría ser un caldo de cultivo de la parcelación o dispersibn; y puede contribuir a ello no de un modo activo, sino esencialmente pasívo a través del ofrecimiento, al titular de la explotación, de adecuados rnedios de carácter dispositivo (no imperativos) para que la mantenga indivisa. b) Limites a una comtribución, en materia agraria, del Derecho Foral, derivados de su carácter de Derecho tradicional propio de una circunscripción territorial. Ya hemos visto anteriormente la objeción de ASCARELLI a la posibilidad de que los Derechos tradicionales de circunscripciones territoriales puedan cumplir los fines para cuya consecución han surgido los actuales Derechos especiales, puesto que hay una discordancia hasta en Ios mismos fines de ambos Derechos: los primeros tienden simplemente a conservar los segundos; a reformar. Se ha pretendido paliar esta diiicultad con la afirmación de que el Derecho vivido no puede cambiarse en unos días y que el Derecho foral puede adaptarse paulatinamente a un devenir histórico47, pero, evidentemente, la situación de nuestro agro no permite muchas dilaciones. 144 La tónica de la defensa que del Derecho foral se hace, en la materia agraria, en considerable número de los trabajos que hemos venido citando, es de un tradicionalismo emotivo en defensa de una familia de raíz ancestral, con la cual defensa se solucionarían los problemas agrarios en general y sobre todo el de la explotación agrícola4i, dando por presupuesto que ésta ha de ser familiar. A nuestro entender esto puede implicar una tergiversación que puede ocultar incluso una posible contraposición de los intereses de aquella tradicional familia amplia, tal como vienen satisfechos en muehos Derechos forales, con lo que exíge la no desarticulación de la explotación, y que por supuesto ocultará el esencial problema de si el Derecho foral es un Derecho para la producción agrariaa9 En principio, está ya en la prensa diaria el problema de la crisis de la agricultura tradicional y de si debe de sostenerse camo mbdulo general deseable de explotación el de la explotación familiar; y son bastantes los adeptos a la "nueva doctrina" de que los resultados que las dimensiones de aquélla permiten no se acomodan a la debída productividad 50. La defensa de la explotación familiar, y en consecuencia pequeña o mediana S', no es tanto de los economistas 5^ como de los juristas S3 Pudiera estimarse, no obstante, que una explotación familiar con el cultivo directo y esencialmente personal de la familia, presenta unas notables ventajas sobre explotaciones de otra clase, como son: el soportar una remuneración del capital que una sociedad reputaría baja; la falta de problemas salariales, y en general ausencia de conflictos laborales 54, así como que las exigencias sociales hacen imprescindible el arraigo familiar en el campo por medio de unas explotaciones familiares adecuadas. Aún asf, un Derecho tradicional del tipo de aquellos cuyas limitaciones para la regulación agraria comentamos, se encontraría con la dificultad de que hoy en dia se sostiene por algunos que un Derecho para el agro debe de centrarse sobre la idea de empresa agrariass, la cual no sería incompatible con la explotación familiar que constituyera su base física S6. Es claro que los Derechos del tipo aludido no podrfan atender a una idea semejante que les es totalmente ^jena. Ahora bien, aunque prescindiésemos de todas estas ideas que limitan la actuación de los citados Derechos tradicionales 145 como modernos Derechos agrarios, y estimásemos que éstos han de centrarse en la exclusiva idea de la explotación agícola de carácter familiar, nos encontrarfamos con que aquellos Derechos, y entre ellos el Derecho foral, se preocupan esencialmente de los intereses de una familia amplia que, en la época del nacimiento de los mismos,'conformaba una primitiva organización social s', pero no se preocupan del mismo modo de la explotación como medio de producción, de forma que cuando los intereses de miembros alejados de aquel círculo familiar amplio entran en conflicto con las exigencias de la conservación, sin disgregar, de la explotación, prevalecen aquéllos sobre éstos. La explotación aparece conservada para los descendientes, pero si éstos faltan ^todo puede deshacerse. Las reversíones o recobros de determinados bienes 58, la troncalidad $9 y el derecho de adquisición preferente en apoyo de la mismaó0, y el sistema en general de sucesión intestada de algunos territorios, en el que se dan vestigios del primitivo principio de que "los propios no suben" o de preferencia de los colaterales sobre los ascendientes , pueden atentar a la conservación unida de la explotación, lo que ha sído, en parte, causa de la opción en la Compilación Catalana, por el sistema intestado del Derecho Comúnó1. Todo ello es una muestra de cómo en los Derechos forales priva la concentración de bienes en la familia sobre la conservación concentrada de la explotación como algo orgánico y funcional al servicio de la producción agraria. En este campo, la explotación no es estimada por el Derecho foral, sino como simple mediv de subsistencia de la familiaó3 e instrumento de fuerza social de la misma. Y es que el Derecho foral no es, lógicamente por su origen, un Derecho para la producción agraria, sino un Derecho que busca la concentración y conservación de bienes, sean los que sean y no sólo los integantes de una explotación agrícola en los miembros de una familia amplia aunque tales miembros no tengan relación alguna con el cultivo ejercicio de la explotación. Se tratá de un Derecho que puede ser utilizado, en la práctica, para la conservación y mejora de una explotación agícola como medio de producción, a lo largo de generaciones... siempre que los sucesivos titulares estén animados por tal fin e impidan, tanto en su gestión de la 14b chos°3. Sí, habiéndose defendido un pequeño quantum legitimario por un autor cataIáns' , en cuyo Derecho la legítima es de 1 J4 de !a herencia distribuído igualmente, se ha defendído después, como sistema óptimv, el aragonés as donde la legítima es simplemente colectiva de modo que cada uno de ios tegítímarios no tíene legítima material individual, pudiendo disponerse de toda aquélla en favor de uno sólo de éllos con exclusíón de Ios demás, pudiera acabarse por proponer camo sistema mejvr, el navarro, dvnde ni siquiera existe legítíma colectíva, Io que facilitaría la disposicibn, sin trabas, de la explvtación, en favor de un pariente na Iegítímarío o incluso de un extra^ia, disposicíón que podría afirmarse como conveniente cuando entre los legitimarios no se encontrase continuador adecuado de la explatación. Si los Derechos forales varían tanto en el quantum }egitimario desde Baleares a Navarra o a la Tierra de Ayata, y, sin embargo, se dice de tados ellos que aseguran Ia indivisián de la explotación, no parece estar la salucíón dei grablema en un apriarístico regateo de aquel quantum siempre en rebaja, y menos todavfa en "tomar por el atajo" y suprimir la legítíma indivídual o colectíva, porque los problemas juridicos lo son esencialmente de conciliación de intereses, y nínguno de éstos tiene por qué quedar abandonadv en su protección por el Derecho, a la exctusiva no prababilidad de su lesión. Parece, por todo ello, que el modo de abordar la cuestíón es preguntarse qué quantum Iegítimario y qué modo de su satisfacción puede soportar una explotacíón ío mínimamente productiva hoy en día como para hacerse acreedora de una ayuda legal a su co^nservacibn, y si ese quantum es suftciente ab^ para el cumplimiento de los deberes familiar-sucesoríos que eI titulat o titulares tienen para con sus legitimarias. Si tenemos en cuenta que las particulares aportaciones de los Derechos forales son esencialmente técnicas" , tanto más posíble y ventajosa será esta aportaeión cuanto más tecnificada, y vívído corno tal, sea el Derecho del que pxocede. Los detechos farales han sido estímados, incluso por faralistas °d, como Derechos popu}ares, ajenos a toda lahor de abstracción y generaíízación, de venerable ar^tigiiedad pero, por eso mísmo, de técnica muy deficiente. Ya hemos indicadoó9 cómo, cuanda se hahla de estas limítaciones de los Derechos forales, explotación 64 como en sus dispdslGl©nes sucesorias, el libre juego del espfritu de unas normas propia^ fle una organización social primitivaós que han aplicado más de una ve2 a la familia rural principios aucesorios de una aristocracia a punto de decadencia, incluso claro está, cuando daban la posibilidad de un heredero único para las bienes familiares 66, en una conjunción de un ansia de fueraa social familiar y de inveterada pasión campesina por la acumulación de tierras en propiedad, sean o rio verdaderamente útiles para una racional organización productiva, que tantas veces constituye una barrera al progreso técnicoá'. Todo lo que hemos visto sobrC las limitaciones de los Derechos forales como Derechos actualizados y apropiados para una agricultura de producción, nos hace ver lo desmesurado de afinmar que las legislacíones forales con breves díspoSiciones, natamente de Derechd Cívil, resolvieron satisfactoriamente desde hace siglos los problemas de la economía agraria, sin necesidad de intervencionismo adminí$tratívo, de concentración parcelaria; de párcelación forzosa, ni de la creación de patrímonios familíares íneriibétr$abl®a y unidades mínimas de cultivo 68, para, pasados los años y afestados los territorios forales por el éxodo rural, achacar todos log males de esta situación en tales territorios al intervencionismo teenocráti^ 69 3. Concreción de la contribución de los Derechos Forales a la solución de los problemas agtarios, en su aportación a la conservación de la explotacibn agrtcola indivisa y al arraigo familiar en Ia misma. Carácter esencialmente técnico de esta aportación. Ya hemos visto cómo, según LACRUZ'Ó, la falta de la debida adaptación, por parte del Dereeho foral, al cambio socioeconómico con el auge de la burguesfa y del comercio, impidió la subsistencia de un verdadero Derecho patrimonial foral. Desde este punto de vista, cabrfa preguntarse si el drástico eambio social al que asistimos en nuestro agro y las reformas tan innovadoras que a veces se proponen de la estructura agraria, no impedirán cualquier aportación del 148 Derecho foral a esta materia. Y en verdad que, como hemos visto, este tipo de Derecho tiene unas fuertes taras para afrontar las nuevas realidades, tazas más facílmente perceptibles por historiadores, economistas y sociólogos profesionales centrados en el mecanismo de los hechos socioeconómicos, que por el jurista, necesariamente anclado en el deber ser ^'. Pero en la limitada medida en la que el Derecho puede contribuir con sus medíos técnicos'^ a la evolución social, y no simplemente a la regulación de una evolucíón ya producida, los Derechos forales no son precisamente inútiles. Ya hemos dicho cómo el Derecho foral, en cuanto Derecho privado general, reduce su contribución a la aportación de medios esencialmente dispositivos para lograr la indivisíón de la base ffsica de la empresa agraria, y el arraigo familiar en aquélla . Y acabamos de ver cómo su carácter de Derecho tradicional de una circunscripción territorial no le permite aportar adecuadas innovaciones a los fines jurídicos en los campos económicos y sociales. Pero, a 1os efectos de los puntos ya señalados en que es posible su contribución, los Derechos forales presentan la ventaja técníca respecto de nuestro actual Derecho civil común, ventaja que no dejaba de presentar también en más de un aspecto el antiguo Derecho castellano, de haber sabido romper^ con algunos viejos principios jurídicos romanos que volvieron a tener un cierto reverdecimiento en nuesta Codificación civil73 Los Derechos forales, que presentan, al menos los más importantes74, más flexíbilidad que ei Derecho Común en la conformación pactada del régimen económíco-matrimoniaí al permitir el otorgamiento del convenio e incluso la modif'icación del mismo después de celebrado el matrimonio, ofrecen también en el campo sucesorio, unas figuras técnicas que permiten coligar aquél régimen económico-matrimonial, afectante a la explotación que sea medio de vida de la familia, con la sucesión en la misma, y garantizar, a un mismo tiempo, tanto una adecuada elección de sucesor como la situación de éste y del disponente o disponentes. Ello ha sido posible mediante la superación de los viejos principios aludidos, como los de la imposibilidad de la sucesibn de una persona viva: viventls nulla est successio'g, o de los 149 caracteres de esencialmente unilateral, revocable y personalísima de la disposición sucesoria en general. Tal superación hizo posible el pacto sucesorio7ó, el testamento mancomunado", y una amplia fiducía para la elección del sucesor'a. La confirmacián de aquel modo flexible de conformación del régimen económico-matrimonial con este también flexible sistema sucesorio, permite el establecimiento conjunto por los cónyuges de un estatuto económico familiar sobre la explotación al que se someterá, con todas las amplias previsiones de problemas y concrección de soluciones que ofrecen los pactos, el elegido por aquéllos como sucesor más adecuado, (junto con su consorte en su caso), al aceptar su designación. Si por las razones que sean, no hubiese sido posible el conjugar simultáneamente el estatuto económico con la ordenación sucesoria y la designación de sucesor que acepta el estatuto y la ordenación indicados, siempre les queda a los cónyuges la posibilidad de actuar unidamente en disposición testamentaria para establecer aquella ordenación y para designar sucesor, o, para el caso de que todo esto no fuese posible de momento, atribuirse recíprocamente, al supérstite, estas facultades79. Con una aparente paradoja, los Derechos farales más romanizados80, que, esto no obstante, han sabido superar aquellos viejos principios sucesorios, han conservado uno de éstos: el romano de la incompatibilidad de las sucesiones testada e intestada universales, que ellos extendieron también a la contractual universal. Este principio, al extender a tado el as hereditario el llamamiento a una parte de aquél, hecho en favor de uno de los herederos, o del heredero, contractual o testamentario, cuando no sea eficaz el llamamiento a los otros consucesores, concentra la sucesión en la explotación e impide la apertura de una temida sucesión intestada generalmente disgregadoraa' . Conocidamente, por encima de estas ventajas estrictamente técnicas de los Derechos forales, se ha insistido en la ventaja esencial de los mismos consistente en permitir un sucesor úníco a través de un reducido quantum legitimarias2 . No vamos a detenernos ahora grandemente en este problema que abordaremos dentro de poco. Solo nos interesa anticipar que el problema no existe sólo entre Derecho común y Derechos forales, sino también entre estos mismos Dere- lso se suele echar en olvido el Derecho catalán. Es posiblemente el Derecho foral más realmente vivido, el que quízá ha sido menos tecniflcado artificiosa e innovadoramente en su Compilación. La explicación parece sencilla: se trata del Derecho foral más hondamente penetrado por la excepción romanista y canóníca, de un Derecho con el debido tributo a la influencia de la creación consuetudínaría y la líbertad civil pero sin caer en el primitivismo jurídico de la falta de las esenciales normas jurídico-positivas y con sus capitales normas imperativas derivadas del Derecho Romano y del Canónico. Es un Derecho de una rica y viva ereación jurídica por los particulares, depurada por una vieja tradición notarial, y tiene tras de sí un poso muy fuerte de doctrina científica ciásica (FONTANELLA, SOCARRATS, RAMON, PEGUERA, etc.}, asf como moderna y actual. Todo ello hace del Derecho catalán un Derecho de soluciones armónicas y templadas, respecto de los principios jurídicos contrapuéstos o los intereses encontrados. Así, admite el pacto sucesorio de institución, pero, dados los graves inconvenientes que ofrece toda pérdida de libertad de disposición mortis causa, sólo lo admite para fínes familiares y, consiguientemente, en capitulaciones 90; del mismo modo, no admite indiscriminadamente los pactos de renuncia, sino aquellos, entre los que pueden figurar pactos sobre herencia de un tercero, que se refieren a la legítima o complemento de la misma justifícados por un interés familiar y rescindibles por lesión91 . No intenta solucionar el problema del sucesor único frente a los legitimarios por el sistema rápido y sencillo, pero sumamente peligroso, de suprimir la legítima colectiva o individual de éstos, sino mediante una hábil determinación de la naturaleza del derecho de los mismos y del modo de satísfacerlo en dinero'z , atendiéndose a su seguridad en cuanto a tal satisfacción93 aún cuando vívan en compañía del heredero, y sin olvidar los intereses de éste94 . En fin, atiende a los intereses de la familia en la sucesión, de un modo aplicable a la familia con vigencia socia] actual, sin caer en los excesos de la troncalidad, aún cuando exista algún pequeño asomo, ya indicado, de ésta que por lo demás parece reducible a la símple distribución de líneas paterna y materna. El Derecho catalán es, asf, el que más puede decir al Derecho común, de una templada evolución de la donación inter vivos comprendedora de los bienes futuros95 , o de la donación post oóitum irrevocable9ó, hacia una sucesión contractual clara y tecnificada que permita la utilización del instrumental jurídico romanista sin tener que caer esta evolución en la meta alguna vez propuesta de la vinculacibn pactada de herencia en sentido estricto que no afectaria para nada a las titularidades y facultades inter vivos del que dispone sucesoriamente. Esta figura no es aplicable a nuestros Derechos Civiles en general, como reconoce uno de los sostenedores teóricos de la misma 97 . En último término, si no se quisiese optar en el Derecho común, para los pactos de institución o de legado, por la expresa, directa y exclusiva denominación de sucesión contractual, siempre cabría seguir el ejemplo de un Derecho discípulo del catalán, el Derecho balear, acudiéndose a la denominación de donación de bienes presentes (o futuros) que atribuya al donatario el carácter de heredero (o legatario) y que sea irrevocable en cuanto significa disposición mortis causa, y no sólo como toda donación inter vivos 9a 4. Exigencias de la sucesión "mortis causa" en la explotación agrícola indivisa y del arraigo familiar en ésta a) Posición de nuestro Derecho civil com ún. b) Posición de los Derechos forales. Quizá sea LACRUZ uno de los autores que mejor ha analizado y sintetizado aquellas exigencias. En su opinión 99 , ha de darse un sucesor único titular de la explotación. Como tal ha de ser elegido quien sea adecuado, y el más adecuado, para tal titularidad y la gestíón correspondiente. Para ello ha de poder prepararse con tiempo la elección, asegurarse de que el elegido acepta la herencia, asociarlo en una colaboración que ha de ser un deber para él, concederle a cambio un derecho seguro, formándase así un solo hogar para los titulares actuales y el titular futuro del patimonio; y, para el caso de que a la muerte del causante todavía no se hubiese podida elegir 1s2 sucesor (caso por ejemplo de hijos menores) es necesario poder diferír la eleccibn hasta que pueda escogerse la persona ^ adecuada, y, mientras tanto, proveer al cuidado y conservación de 1a hacienda. Para la solución de estos problemas es necesario: 1). Para el problema del sucesor único 'oo , un sistema flexible de legítimas que permita la transmisión del patrímonio íntegro, o en su casi totalidad 101, a una sola persona. 2). Para el problema de la provisión de la elección con tiempos y con garantías para el mismo, el pacto sucesorio. 3). Para el problema de la dilación de la elección, la fiducia sucesoria capitular o testamentaria. al Posición de nuestro Derecho civil cornún. Como ya hemos dícho, en la codificación de este Derecho se dib un reverdecimiento de unos principios sucesorios102 superados por los Derechos forales y también, al menos en parte, por el antiguo Derecho castellano103 Ello, unido a la alternativa que parece escogida en un primer momento entre las que ofrecfa el Derecho romano a lo largo de su evolución, para el medio de pago en general de la legítima (y de la mejora) l04 , y a un elevado quantum legitimario individual los , hizo que no fuese posible, en la primera fase de la Codificacibn, el contar de un modo suficientemente amplio con aquellos medios técnicos con los que contaban los Derechos forales: sistema flexible de legítimas, pacto y fíducia sucesorios. A esta diferencia con los Derechos forales se unía otra relatíva a los Derechos del cónyuge supérstite y al sistema de legítimas, aunque quizá menos transcendente de lo que se suele suponer a efecto ^ de un a^decuado tránsito sucesorio de la explotacibn agrícola106: la falta de unos derechos legitimarios del supérstite que quedaba a merced de la disposición del premuerto o del llamamíento intestado 107, cuando por algunos Derechos forales se le atribuía una amplísima viudedad (Navarra y Aragón). Estas diferencias en el quantum legitima-' rio y en los Derechos del supérstite fueron quizá decisivamente entorpecedoras del establecimiento, en el Derecho civil común,; de los medios técnicos de que hablamos. A1 centrarse en ellas' la discusión entre foralistas y partidarios de la unificacíón civil,' 153 éstos tendieron al acercamiento al Derecho foral mediante la ampliación de la libertad de testar y la concesión al supérstite de unos derechos legitimarios que se asemejasen a los concedidos nor aquellos Derechos forales, quedando así relegado a un segundo plano el problema de la articulación de aquellos medios técnicos. Sin desdeñar la necesidad de acercamiento en el primer campo, en el segundo, puesto tal acercamiento en primera línea, hubiese sido más factible y muy útil. Puesto en un segundo plano, algunos gérmenes de aquellos medios técnicos, que existían ^oa no sólo en el Derecho castellano sino incluso en el Proyecto de 1.851, no sólo avanzaron débil e inconexamente, tal como aparecen en el Código Civil, sino que en algún caso fueron objeto de regresión. El proyecto de 1.851 ofrecía como bases, pequeñas o no, para una posterior admisión del pacto sucesorio, no sólo la promesa de mejorar hecha por causa onerosa en escritura pública y la de no znejorar hecha también en escritura pública109, sino también la donación de objeto específico 110 , hecha inter vivos e irrevocable eomo tal, pero para después de la muerte del donante 111 , y sobre todo la donación irrevocable de bienes presentes y futuros hecha, por razbn de matrimonio,por un tercero en favor de uno de los esposos o de ambos, prevista como una figura quizás utilizable en el futuro "^ . La primera de estas bases aparece un tanto ampliada al extenderse, de la promesa de mejora, a la mejora en capitulaciones o en contrato oneroso con un tercero, en los arts. 826 y 827 del Cbdigo Civil. La segunda de las mismas bases se desvaneció al sumirse en el art. 618 del Anteproyecto de 1.882-1.888, actuaí art. 620 del Código Civil, problemático arti'culo que posibilita el entender que las donaciones a que se refería el art. 942 del Proyecto del 51 han de revestir la forma de legado 13 , y que, de entenderse que permite la subsistencia de la donación como tal, la transforma en una pura donación mortis causa y, por ello, esencialmente revocable, con la consiguiente falta de seguridad para el donatario. La tercqra de las citadas bases, desaparece, lisa y llanamente, en el Anteproyecto de 1.882-1.888 y en el Código Civil, y al someterse las donaciones por razón de matrimonio a las reglas comunes de isa las donacíones y, por tanto, al actual art. 635 del Código Civil que prohibe la donacibn de bíenes futuros, no tiene posible existencia la figura del art. 1.253 del Proyecto del 51. Si la figura de la donación por razón de matrimonio cornprendedora de bienes futuros, ya aparecía recortada en el citado Proyecto, respecto de los Derechos forales, porque el donatario tenía que ser alguno de los esposos y no podía serlo un hijo 0 descendiente de éstos, la ínnovación señalada la recorta todavía más al implicar que el donante ha de ser también alguno de los esposos sin poder serlo los ascendientes de los mismos. A1 lado de aquellos posibles apoyos para un desarrollo del pacta sucesorio, el Proyecto del 51 contenfa en el art. 663, un asomo de fiducía sucesoria en favor del cónyuge supérstite para, acercándose a los Derechos forales, conseguír primordíalmente la disciplina doméstica y el respeto al supérstite, quien en general lo será la madre, y evitar, en segundo lugar, los desastrosos juicios de testamentarfa. La figura, atenazada por el temor al testamento por comisario, ha permanecido invariada en el actual art. 831 del Código Civil, siguiendo con su establecimiento obligado en capitulaciones matrimoniales y, por ello, con su inoperancia, acrecentada por la falta de vigencia social de aquel fin primordial que, no muy acertadamente en este carácter, se le atribuyó a la institución. Paralelamente al anclaje de esta flgura en las capitula ^iones, el Cádigo Civil, preocupado esencialmente por las diferencias legitimarías y víduales con los Derechos forales, introdujo, para flexibilizar excepcionalmente sus legftímas, la posibilidad, en algún caso especial, de pago en metálico de las mismas, pero permitiendo entender el art. 1056 (tomado del art. 1073 del Anteproyecto de 1.882-1.888), que tal forma de pago ha de establecerse por quien otorgue testamento y en éste 14 La discordía entre estas dos figuras, capitular una, testamentaria la otra, es debida a la poca atención prestada, centrada ésta en los problema legitimarios y viduales, a la articulación de unos medios técnicos posibilitados por los Derechos forales. Ello no sólo impidió la factible evolución del pacto sucesorio, sin contraposición esencial con el Derecho castellano a través de una irrevocable donación de bienes presentes y futuros que englobase la mejora, sino que 155 también impidib ver que tales medios técnicos, si habfan de aplicarse en territorios sin costumbre de capitulaciones, tenfan que ser particularmente efectivos en el ámbito testamentario. En concreto, la aludida discordancia de los arts. 831 y 1.056 del Código Civil es de resultados bastante penosos en algún territorio foral como el gallego, cuya especíalidad sucesoria, la mejora de labrar y poseer, ha de utilizarse, si es testamentaria, a través de los medios técnicos del Derecho Civil común "s A1 no existir la costumbre, en aquel territorio, de otorgarse capitulaciones matrimoniales, la atribucibn al cónyuge supérstite de la facultad de mejorar, tiene que hacerse a través de subterfugios como la mejora condicionada al hijo que sea mejorado por el cónyuge supérstite, o al que se case, con el agrado de aquei cónyuge, para vivir en la casa petrucial; tales remedios unas veces son admitidos por el Tribunal Supremo, como en el segundo caso, y otras no lo son, como en el primero 16 Hoy en día el problema del quantum legitimario todavía sigue siendo el centro de la discusibn sobre el medio de llegar a una mayor flexibilidad del sistema de legitimas del Derecho cornún. Parece claro que el art. 1.056 del Cbdigo contribuyó un tanto a aquella flexibilidad, que vendrfa acentuada por la reforma del artículo estableciéndose la posibilidad de determinar, sin necesidad de testamento, el pago en metálico. La flexibilidad sería todavfa mayor si se suprimiese el derecho del legitimario a una pars bonorum hereditatis. Pero todo serfa inútil para llegar a un acercamiento de los Derechos civiles si, como parece ser, lo que se discute no es el medio flexible de pago de la legítima individual, sino el simple tener que pagarla i^^ Reducida la legftima estricta colectiva de los descendientes legítimos por el Código a un tercio de la herencia, y consistente la de los padres o ascendientes, según aquél, en la mitad de la herencia, o en un tercio de la misma si concurren con el cónyuge supér.stíte del causante, ^e propone por los foralistas el suprimir la legítima individual de los descendientes que quedaría sustitufda por un derecho de alimentosl'a , y prescindir por completo de la de los ascendientes 19 lo que evitaría la posible disgregación entre éstos .de la explotación agrícola; o bien se propone una reducción del quantum que más T56 de una vez queda cifrado en la cuarta parte de la herencia'Zo Ahora bien, la prestacibn alimenticia, aún entendida ésta en el sentido amplio de alimentos civiles, no se acomoda adecuadamente, ni a la ayuda de todo tipo que los ascendientes habrán prestado al descendiente a quien suceden, rnerced a la cual éste habrá formado su caudal, ní, sobre todo, a las necesidades de los descendientes cuando son éstos los legitimarios, necesidades que, al ser generalmente las que impone la reaiización de un proyecto vital, requieren unas mínimas; disponibilidades dinerarias, y no son satisfechas por una ayuda al casi simple subsistir. Si se afirma que, en muchos casos, la explotación no dará para más, habrá que reconocer que no tiene mucho sentido el proteger la conservación de una explotación improductiva 12' a la que quedaría atado el sucesor con la sobrecarga, más de una vez, de la subsistencia de otros descendientes. Por otra parte, la legítima de los ascendientes, cuando se dé el caso de la misma, no tiene por qué ser suprimida son pretexto de que dividirá la explotación. En segundo lugar, porque en la generalidad de los ca.sos serán legitimarios los padres supérstítes, y normalmente el único que de éstos sobreviva. Si sobrevive uno sólo no hay qué plantearse el problema; pero tampoco habrá lugar a este planteamiento cuando subsistan los dos, porque normalmente se tratará de una readquisición, por otra parte, de algo que ellos habían formado conjuntamente y transmitido en bloque al descendiente a quien ahora suceden'^^ En cuanto a la reduccibn de la legítima, quizá podría pensarse en una reducción, o, por lo menos, flexibilidad en la disposición de aquélla en favor de los ascendientes123 , ya que tal legítirna, cuando alcanza la mitad de la herencia, no tiene correlación con el tercio de legftima estricta de los descendientes. Pero, como hemos antícipado, no parece que la legftima de un tercio de distribucibn igualitaria, que puede ser pagada en metálico, sea la causante de una imposibilidad de mantener indivisa la explotación agrícola mínimamente productiva, y que esta supuesta imposibilidad desaparezca con la simple reducción de la le,gítima de un tercio a un cuarto de la herencia. Antes de producirse el fenbmeno sucesorio en la explotación agrícola, existe el tiempo de una generacíón para conseguir amortizar la tercera parte del valor de aquella tercera parte '^a que, pudiendo satisfacerse en metálico, irá a integrar el tercio 157 de legítima estricta, el cual no tiene necesidad, por lo que resta, de ser satisfecho de aquél modo. Si las ganancias que el causante debib de destinar, en buena lógica económica, a aquella amortización, no alcanzan a abarcar tal tercio de la explotación, todavía puede, el que suceda en ella, mediante un adecuado sistema de créditos, hacer frente a lo que falte para aquel pago. Si el rendimiento de la explotación ni siquiera permite ésto, quizá es claro que la misma no da lo suficiente para la vida decorosa de una familia, y que tarde o temprano será abandonada por un titular de ella que dedicará la totalidad, o al menos la parte esencial 125 , de su trabajo a otro sector económico. Por ello no es de extrañar la existencia de voces contrarias a una apresurada reduccibn legitimaria126 . Hace ya tiempo que HARO MORENO'^' , tratando de una materia, la de la sucesibn en los especiales patrimonios familiares, en donde la reducción legitimaria aparece mucho más justificada que en el régimen sucesorio de un Derecho privado general que se aplicarfa a explotaciones de cualquier dimensión, opinaba que el problema legitimario tenía que ser esencialmente resuelto por la productividad de la explotación y un adecuado sistema de créditos, Por todo ello parece que el tercio de legítima estricta cumple el doble requisito, ya indicado, de la adecuación al cumplimiento de los deberes familiar-sucesorios que pesan sobre el causante, y de soportabilidad por una explotación agraria debidamente productiva. Cuando ésta no pueda soportar aquella carga, la exígibilidad del pago de la legítima, unida a un oportuno derecho de adquisicibn preferente por parte de los titulares de otras explotaciones, puede ser un medio de selección natural de éstas y de exclusión..de las econbmicamente inviables para el cumplimiento de fines familiares, y, al mismo tiempo, de mejora de otras explotaciones viables. La antigua idea, ya señalada, de la inadmisibilidad del pacto sucesorio, máxime tratándose de pactos de institución o legado, o de pactos de renuncia, viene expresada o está latente en diversos artículos de nuestro Código Civil: 658, 737, 816, 991, 1.2? 1 y 1.674. Frente a estos artículos y, en la materia que nos interesa, existen muy pocas y concretas excepciones para que con ellas pueda articularse una cómoda delación sucesoria de la explotación por medio del estricto pacto 158 sucesorio, máxime si queremos que éste posibilite una verdadera institución contractual de heredero. Estas excepciones vienen reducidas a las ya citadas mejoras y promesas de mejorar y no mejorar a que hacen referencia los arts. 826 y 827 del Código, y a la donación, irrevocable en general, de bienes futuros para caso de muerte, permitida sólo entre desposados por el art. 1.331 del Código. Los Derechos forales tienen por ello una fuerte ventaja técnica sobre el Código Civil, sobre todo si lo que se busca es una delación pactada de la sucesíón en bloque de todo el patrimonio del causante. Pero el sistema del Cbdígo tiene todavía, a pesar de todos sus defectos, un instrumento valioso para conseguir unos efectos similares, respecto de la explotación agrícola, a los que se derivan de la sucesión contractual estricta: se trata de la donación inter vivos en concepto de mejara, que puede abarcar también la parte de legítima estricta correspondiente al mejorado y, mediante dísposicibn dei donante, la parte de libre disposición con posibilidad de ser irrevocable en general, tanto en concepto de donación como de mejora12° . Por el mecanismo de las reversiones, admisibles según el art. 641 del Código, puede asegurarse, para los descendientes del donatario, la mejora de la explotación de un modo similar a como aquel había mejorado, para el caso de que premuera el donante. Este puede precaverse, a través de la revocación por íncumplimiento de condiciones o cargas y de estas reversiones, del abandono de la explotacibn por el donatorio; así como evitar un desapoderamiento total e inmediato, a través de las reservas de usufructo o de la facultad de disponer de algo de lo donado 0 con cargo a lo mismo, según los arts. 634 y 639. La reversión del art. 812 y las ya citadas que se pueden establecer, aseguran la posicibn del donante, o bien de algún otro hijo 0 descendiente del mismo, para el caso de que el primer donatorio premuere al donante sin descendencia. La onerosidad que e1 art. 619 admite en las donaciones, permite imponer al donatario descendiente el cumplimiento de deberes de atención para con las necesidades de los otros descendientes. Claro está que este sistema no deja de tener inconvenientes, unos quizá sólo en apariencia, y otros reales. Entre los primeros está el que la donación no pueda comprender los bienes futuros según el art. 635 del Código. Este conveniente 159 sólo existirá, sin embargo, cuando se busque a través de la donación la sucesión en ía totalidad de lo que deje el causante a su muerte. Tratándose de la explotacíón agrícola se supone que las adquisiciones futuras para mejora de la misma han de ser, lógicamente, realizadas por el donatario. Entre los inconvenientes reales están el de que la fiducia sucesoria del art. 831, así como la irrevocabilidad de la mejora según el art.827, exigen capitulaciones'29, y la ímposición del pago en metálico de las legítimas exige la referencia, al menos, a un testamento; inconvenientes reforzados por los de tipo práctico, de no existir costumbre de capitular y de una excesiva fiscalidad13o Cuando hablábamos de un insturmento valioso del Código, lo denominábamos así pensando en que 1a donación, inter vivos y como tal irrevocable, o post obitum pero excepcionalmente irrevocable, fue la base de la sucesión contractual de los Derechos forales, como veremos dentro de poco, y lo es todavía en Derechos como el Vizcaíno, el de la Tierra de Ayala, el Navarro, el Mallorquín o el Gallego. LACRUZ es quizá conscíente de las posibilidades del Código cuando insiste en decir que el sistema de éste deja desprotegido al donante que pierde la nuda titularidad y queda con el usufructo, que es un derecho sobre cosa ajena, al tiempo que estima defectuoso, por razones similares, el actual Derecho vizcaíno, después de señalar que en este Derecho y el de la Tierra de Ayala conocían la donación universal inter vivos con reserva de usufructo o de alimentos13`. Pero, aparte de que el Código admite el usufructo con facultades dispositivas y de que, como vimos, el donante puede reservarse la facultad de disponer con cargo a, o de lo donado, y de que los modos, gravámenes, condiciones y reversiones de que puede ser objeto la donación, posibilitarán alguna protección al donante, el usufructo no parece precisamente pequeña cosa aunque demos por buena la discutible afirmación de que es un derecho sobre cosa ajena. En cuanto al actual Derecho vizcaíno no se ve que, con arreglo al mismo, haya empeorado la posición del donante del "caserío" al aplicarse el Derecho común en lo no dispuesto en la Compilación (con lo que el donante sólo se reservará el usufructo y no la nuda titularidad), cuando se reconoce que en el Derecho anterior a la Compilación sólo se reservaba a veces el derecho de alimento. lG0 La verdad es que las seguridades del que dispone, en no quedar despojado, y del que adquiere, en adquirir en fir,me, están por desgracia en una relación proporcionalmente ínversa, lo que ocurre en la donación y... en el heredamiento, en el que unas fuertes facultades dispositivas y de gestión del heredante permitirán que la futura adquisición del heredero pueda ser, de hecho, ilusoria, mientras que unas garantías muy fuertes de éste pueden atar de pies y manos a aquél. Si habíamos dicho que el Derecho catalán puede ser el modelo al que acudir para el establecímiento, en nuestro Derecho civil común, de un sistema de estricta y técnica sucesión contractual, en el propósito de utilización al máximo de los resortes del Código son quizá los derechos vizcaíno y gallego, que actúan en general con unos medios técnicos de aquel Derecho común, los que más aportaciones pueden realizar. El acercamíento, en este campo, can el Derecho vizcaíno se incrementa por la costumbre, cada vez más arraiga en su territorio'32, de satisfacción de las legítimas en metálico renunciando aI ejercicio de la facultad de apartamiento. La fiducia sucesoria aparece en ^ el Código civil, al igual que la flexibilidad en el pago de las legítimas y en relación con ésta, bastante recortada e impedida en su actuación. Consíderado el testamento como un acto esencialmente personalísimo y prohibido, en consecuencia, por el art. 670 del Código eI testamento por comisario133 queda en aquél el asomo de fiducia sucesoria del art. 831 de un ámbíto más restringido que el del antiguo testamento por comisario que, en lo tocante a las facultades de éste, sobre todo en la institución de heredero, aparecía ya bastante límítado en las Leyes de Toro. La reducción de la fígura del art. 831 a la sucesión intestada, 10 que puede no dejar de tener consecuencia fiscales, explica que se exija su establecimiento fuera de testamento y por ello lógicamente en capitulaciones. Ya hemos señalado la imposibilidad que esto produce de coordinar el art. 851 con el pfo. 2.° del art. 1056 dentro de un mismv y solo instrumento. Las capitulaciones por otra parte, presentan la desventaja actual de tener que otorgarse antes del matrimonio, y de no existir costumbre de tal otorgamiento 13a Parece por tvdo ello que debería de establecerse una verdadera fiducia sucesoria para la sucesión testada, con unos l61 arnplios poderes del fiduciario 135 aunque limitada la designación como tal al cónyuge superstite, y, a lo más en defecto del mismo, a parientes o amigos del causante. Es evidente que, como ya pusieron de relieve las Leyes de Toro, la fiducia sucesoria se presta a fraudes, y, si para evitar éstos no es conveniente la extramada reducción del contenido de aquélla para que la figura no venga a ser inoperante, será necesario reducir el ámbito de los designables, como garantía de fidelidad. Por último, insistiremos en la idea ya expuesta, de que si se quiere facilitar la ordenación conjunta, por los cónyuges, de la sucesión en la explotación familiar, y no existe la costumbre de otorgar capitulaciones, será necesario el posibilitar aquella ordenación en testamento mancomunado. Aunque esta figura no produzca garantía de permanencia de la ordenación como la produciría el pacto sucesorio, al menos habrá tal garantía recíproca entre los cónyuges en cuanto a sus disposiciones condicionadas entre sí y para el tercero beneficiario de tales disposiciones, una vez que haya fallecido uno de aquéllos. La figura, recogida en base en el F.R. 3, 9, 6, para los esposos tenía como inconvenientes decisívos según nuestros codificadores136 los efectos de pactadas de las dichas disposiciones recíprocamente condicionadas al ser irrevocables fallecido uno de los disponentes, así como la posibilidad de sugestiones y violencias. Superados hoy los obstáculos para el pacto sucesorio familiar, no parece que los citados inconvenientes deban impedir un testamento mancomunado entre cónyuges, al menos cuando se otorgue en provecho, no recíproco, sino de un tercero, descendiente de los mismos. Los derechos aragonés y navarro pueden aportar la técnica de la revocación de esta clase de testamentos, pero predominando, en cuanto a las personas que puede otorgarlos, el primer Derecho sobre el según que, al salirse del límite de los esposos, excluye el fin familiar que atenúa el riesgo de captaciones de voluntad y justicia el afrontar el riesgo de esta clase que síempre pueda existir. b) Posición de los Derechos forales b. l) Flexibilidad legitimaria y ventajas, al respecto, del Derecho catalán 162 Es quizá ya un lugar común el afirmar la flexibilidad legitimaria de los Derechos forales, pero a nosotros nos interesa el determinar, siquiera sea brevemente, en qué consiste esa flexibilidad, y en qué medida y de qué modo se consigue la misma en los Derechos forales. Esto nos permitirá distinguir la verdadera flexibilidad legitimaria, útil para la conservación de la explotación agrícola indivisa, y que al mismo tiempo permita el cumplimiento de los deberes familiar-sucesorios del titular de la explotación, cumplimiento que, como ya hemos apuntado, puede ser un estímulo para la productividad de la misma al tiempo que medio de selección de las explotaciones marginales respecto de la situación socio-económica de su tiempo. La flexibilidad legitimaria parece implicar un sistema de legítimas propiamente dichas que, sin menoscabo del offtcium pietatis en que las mismas se basan, no entorpezca al causante su ordenación sucesoria mortís causa y no quebrante esencialmente la libertad de testar. Hemos indicado anteriormente137 que nuestros sistemas legitimarios, si es que se puede generalizar esta denominación para todas las épocas de nuestros Derechos civiles, parecen enraizados en dos grandes grupos: uno que se inclinó por el menoscabo de la libertad de testar con la idea de herencia legal en los bienes, y otro, de cuño romanista, que optó por una esencial libertad de testar, pero con el freno del officium pietatis cumplido según el sistema romano-clásico o romano justinianeo. No obstante, si incluímos, como parece que debe hacer^e, al sistema del Liber .(udiciorum visigótico dentro del primer grupo, lógicamente éste debió de abarcar los distintos sistemas, antes de la señalada dualidad producida por la implantación generalizada de los sistemas romanos en Cataluña y Baleares13a En el citado lugar dejamos indicadas algunas posibles características de uno y otro grupos: Por una parte, propensión a la herencia legal, esencialmente en favor de descendientes, en los bienes; con posibilidad de distinción de las clases de éstos; con un lógico quantum muy amplio; y, en contrapartida, con una libertad de disponer rnortis causa abriéndose paso a través de una creciente libre distribución entre los designados por la Ley, hasta llegar a la atribución de algo material prácticamente simbblico que venía 163 a implicar una desheredación libre, no técnica y formal como en el Derecho romano preclásico, pero sí de hecho. Por la otra parte, esencial libertad de disposición mortis causa, con la contrapartida de un officium pietatis que lógicamente no tenía por qué atribuir en todo caso un derecho a los bienes, ni determinar un amplio quantum pero que, con arreglo a la flexibilidad de una idea extra ordánem ( fuera de ordo) como es la pietas, debería de cumplirse, según las circunstancias, no sólo en favor de los descendientes, sino tarnbién de los ascendientes e incluso de los hermanos. ^ La avasalladora influencia romanista no sólo dió lugar al nacimiento del grupo de estas últimas características, sino que hizo también que los ^sistemas del primer grupo fuesen contemplados por la doctrina científica a través del prísma de un officium pietatís típico de la legítima técnica con el que no se identificaban en su raíz. La impregnación romanista dió lugar a cambios en estos sistemas. El del Derecho castellano, prontamente romanizado, luego transformado en el del Código Civil, vino a quedar así, según dijimos, en un sistema mixto. En Derechos forales del grupo comentado, alguna innovación como la libre desheredación técnica, o la preterición y su distribución romanista en errónea e intencional, aparecen en las actuales Compilaciones. Una muy breve síntesis de la evolucibn de los sistemas forales puede que nos permita percibir hasta qué punto cumplen hoy en día el propósito de la flexibilidad legitimaria. Expondremos en relación al citado primer grupo los Derechos de Vizcaya, Aragón, Navarra y Tierra de Ayala. En cuantv a Vizcaya, se suele señalar acudiendo a JUAN GUTIERREZ í 39 la supuesta viejísima costumbre, sin determinarse su origen, de dejar los padres a un hijo la casi totalidad de su hacienda, formada por el caserfo principál y sus bienes rafces, apartando a los demás hijos con algún árbol y bien raíz, y además distribuyendo entre ellos la dote que aporte la nuera, mujer del sucesor en el caserío. Se trata, como vemas, de una libre distribución, entre los hijos, de aquelllos bienes: los rafces, que más vinculados familiarmente se estiman en el Derecho vizcaíno, sin libre desheredación técnica en cuanto que todos los h^jos tienen una mínima participación en ellos. Esta mínima participación lba parece extenderse a todos los bienes en la evolución de la costumbre de apartamiento tal como, en su fórmula, aparece expuesto por JADO'°Ó:apartar con un real de vellón, un palmo de tierra y una teja. Pero esta libre disposición referente a la cuantía, no se limitaba a los descendientes, sino que se extendla, tal como aparece en el Fuero de Vizcaya de 5 de Abril de 1526, 20, 11 y 18; 21, 5 y 10, a los demás sucesores a los que por ley deben de ir los bienes: ascendientes respecto de los bienes troncales de cada una de las dos líneas, y colaterales respecto de estos mismos bienes, pudiendo disponerse libremente del quinto incluso con cargo a bienes inmuebles si no los había muebles, con la especialidad de que si sólo habían de suceder colaterales tronqueros podía disponerse de todos los bienes muebles aunque excediera del quinto. Aparecían así reguladas una libre disposición de bienes que debían de ir a unos sucesores predeterminados legalmente: muebles y raíces para los descendientes; a falta de éstos, raíces troncales (no sienda ya todos los raíces, sino los que cumpliesen ciertos requisitos de procedencia) para ascendientes o, en su efecto, colaterales, y una libre disposición prácticamente reducida a la cuantía del Derecho visigótico: al quinto. La troncalidad, tan propia de la sucesión deferida por la ley, aparece unida a lo que se llama legítima del Derecho vizcafno. Esta regulación aparece recogida en los art. 21 y s.s. de la actual Compilacibn de Vizcaya. La "legítima", que se denomina herencia forzosa, abarca los cuatro quintos de los bienes (art. 21), precisándose ahora en la Compilación que los ascendientes, a diferencia de los colaterales tronqueros a los que sólo se defieren los bienes troncales, tienen a su favor la delación en esos cuatro quintos (art. 22). Esa herencia forzosa en los bienes que es así deferida, puede ser distribuida libremente por el testador (art. 23). El quinto restante es de libre disposición. No se recoge la disposición del art. 815 del Código de poder dejar la legítima por cualquier título, y dados los términos de la Compilación ya vistos y el anterior Derecho castellano supletorio que exigía el título de heredero para el legitimario, no parece fácil la aplicación de tal artículo salvo que acudamos a la explicación de que el concepto de heredero de la Compilación es el primitivo de sucesor predeterminado 165 legalmente en los biene^ y no de sucesor universal en la posición jurídica del causante. Menos se recoge, claro está, y dado el príncipio de troncalidad no parece aplicable, el pfo. 2° del art. 1056 del Código. El Derecho vizcaíno, por tanto, no permite la libertad de testar, de disponer sino en un quantum muy reducido; su quantum "legitimario" es muy amplio; no parece permitir una flexible conformación, por el causante, del modo de satisfacer este último quantum; la extensión de éste, la parte de libre disposición, y el llamamiento a los ascendientes con preferencia a los colaterales que no es propio de sucesiones iegales primitivas en las que "los propios no suben", como ya hemos señalado respecto de los Derechos aragonés y navarro, parecen apuntar una influencia del Derecho castellano; sólo permite una libre distribución dentro de cada uno de los grupos designados, la cual antes se conseguía en su máximo grado mediante la atribución a todos los miembros del grupo, menos a uno, de algo material prácticamente simbólico, y hoy se puede hacer, según el art. 23 de la Compilación, mediante una libre desheredación técnica de todos los miembros del grupo menos uno, expresa o tácitamente (en realidad esta última es más bien presunta tal como aparece en el art. 23) según se trate respectivamente de descendientes y ascendientes o de colaterales'a' Es cierto que esta libre distribución puede permitir el concentrar la explotación agrícola en un solo sucesor, pero ello no se consigue por medio de la flexibílidad legitimaria, porque, no fundada esta especial legítima en el of^cium pietatis dados los caracteres ya vistos, no permite al causante una debida libertad de testar o disponer mortis causa que sólo existe cuando se puede actuar en favor de extraños, y por otra parte, como un indicio más de la falta del fundamento en el officium pietatis, desprotege a todos los legitimarios meños a uno. La legítima es, por un lado, excesivamente amplía y rígida en su conformación, por el otro es inexistente para el legitimario indivídual. Otro Derecho que, como el vizcaíno, sigue el criterio de una amplía "legítima" pero sin, prácticamente a través de la libre distribución, legftima individual para cada uno de los legítimarios del grupo salvo para uno de entre éllos, es el 166 Derecho aragonés, pero con el mayor primitivismo, respecto del Derecho vizcaíno, de excluir a los ascendientes'aZ, lo que, como veremos dentro de poco, es también propio del Derecho navarro. A1 hablar del Derecho aragonés en esta materia, se suele comenzar por decir que no se sabe muy bien si existía libertad de testar o no en general, porque si el fuero de Daroca de 1142 exigía una distribución igualitaria entre los hijos, el posterior Fuero de Jaca de 1187 reconoce a los jaqueses la libertad absoluta de testar. Este planteamiento implica una más que frecuente confusión entre libertad de testar (que exige la posibilidad de hacerlo en favor de extraños) y distribución más o menos libre entre "legitimarios", si así podemos llamarles. Lo cierto es que parece ser' 43 que la sucesión, en Aragón, estaba vinculada familiarmente, y que en su Derecho probablemente se dio una inicial devolución sucesoria troncal que lógicamente tendría lugar en defecto de descendientes'aa Si el causante podía o no podía disponer libremente, y no sólo distribuir libremente, los bienes "propios", teniendo descendientes, es una cuestión que precisar con toda certeza, en lo cual no será de desdeñar la idea latente mucho tiempo despues de que, existienda hijos, toda la herencia es legítima. Lo cierto es que en la Compilación de Huesca de 1247 los fueros de exheredatione filiorum presuponen, al exigir la desheredación de los hijos mediante justa causa, el derecho de cada uno de éllos a"legítima". Si en este cuerpo normativo se permitiese al padre una libre distribución entre los hijos, no tendría quizá mucha razón de ser la innovación de las Cortes de 1307 en el Fuero De testamentis nobilium, permitiendo a los nobles designar heredero ("heredem facere") a un hijo, dejando a los demás lo que quisieren ("quantum eis placuerit"), como no se entienda que la innovación radicó, no en la libre distribución, sino en una libre designación de heredero en el sentido propio del ténnino. Pero en cuanto a esto no parece que sea de olvidar que la romanización del Derecho aragonés tuvo efecto en limitada medida a través esencialmente de las observancias. Aunque entendiésemos que este hijo heredero lo era en el sentido romano del término y no en el de la "adquisitio per universitatem" en cuanto a los fines, por lo que respecta a la materialidad de las legítimas, el citado Fuero 167 verificaría una libre distribución, puesto que el dejar a todos los hijos, menos a uno que es Ilamado al conjunto de bienes, lo que quiera, no parece permitir una libre desheredación técnica, sino, a lo más, una práctica desheredación a través de la atribución de algo material, en realidad puramente simbólico, como hemos visto para Vizcaya. El sistema fue extendido por el Fuero De testamentis civium14S Vemos así que esta Ilamada legítima es colectiva, y que en la práctíca no es individual por la dicha libre distribución; pero no existe, al menos con claridad, una libre disposición (en favor de extraños como es de rigor). .En efecto, la opinión de los fueristas de que la costumbre había llegado a posibilitar la exclusión de todos los hijos y el llamamiento a un extraño, que tenía en contra el fuero De exheredatione filiorum y la opinión de SESSE, y con él de muchos autores: "in regno tota hereditas est legitima" (es decir, que ni siquiera a través de la atribución prácticamente simbólica podía excluirse a todos los hijos, puesto que uno _ de ellos había de recibir todos los bienes), fue finalmente desmentida por FRANCO y LOPEZ' a^Paradójicamente fue el Derecho común el que en realidad ayudó al desarrollo efectivo, en Aragón y en los tiempos últimos, de la verdadera libertad de testar o disponer en favor de terceros. A falta de seguridad plena en la cuantía de la "legitima" colectiva, el Tribunal Supremo, en Sentencia de 8 de Octubre de 1877, superando el aforismo condensador de la opinión de SESSE y muchos otros autores, aplicó supletoriamente el Derecho castellano y dio eficacia práctica a la libre disposición del quinto. Ampliada esta libre disposíción del quinto. Ampliada esta libre disposición, por el Código Civil, al tercio de los bienes, el Tribunal Supremo amplió del mismo modo para los aragoneses la libertad de testar, en Sentencia de 7 de Mayo de 1903. Esta es la cuantía de dísposición libre adrrritida por el art. 119 de la actual Compilación. Vemos así que el Derecho aragonés tiene una propia libertad de testar tan reducida como el Código Civil. Por contra, ofreció, como dijimos, una libre distribución dentra del grupo de legitimarios: los descendiantes legítimos. La libre disposición aludida cuajó en la costumbre de dejar a los hijos, salvo al favorecido, cinco sueldos jaqueses en 168 bienes muebles y otros cinco en bienes sitios. Dado que el Derecho escrito aragonés atribuía a los hijos no sólo derecho de alimentos sino también el de no ser libremente desheredados, y que la libre distribución así aplicada significaba una desheredación práctica aunque no técnica y expresa, la Audiencia concedió, a mediados del síglo pasado,cornplementvs de legítima en la cuantía necesaria para los alimentos de los hijos o la dote de las hijas, lo que, aunque fue contradicho por el Tribunal Supremo, floreció más tarde en el Derecho de alimentos del art. 30 del Apéndice aragonés al Código Civil y del art., 121 de la actual Compilación que sustituye a aquél. La probable vieja sucesión familíarmente vinculada en Aragón, ha avanzado mucho, más de una vez bajo el prisma de la legítima o de la sucesión forzosa formal romanas. En la actua! Compilación se han suprimido cuidadosamente los términos "heredero forzoso" que aparecían en el Apéndice, y se habla en ella de preterición, distinguiéndola romanísticamente en errónea e intencíonal (aún sin darle estas denominaciones) en sus arts. 122 y 123, e incluso de legítíma formal en su art. 120. Pero como procede de algo ajeno al officium pietatis su verdadera libertad de testar es tan reducida (la tercera parte del caudal) como en el Derecho común; la conformación rígida tradicional de su modo de satisfacerse en bienes de la herencia libremente distribuibles asoma en la "distribución desigual" a que se hace referencia en los arts., 119 y 121; no existe legítima de los ascendientes, ní síquíera un derecho de alimentos por parte de los mismos, aunque sólo fuese en el caso de necesitarlos; y, ante la experiencia de los desmanes en la dicha libre distribución, se establece un limitado derecho de alimentos de los descendientes al caso de necesitarlos, que no parece responder al verdadero ofjicium pietatis sucesorio que no surgió por la indigencia del favorecído por el mismo (art. 121 de la Compilación), y que a duras penas se extiende a los hijos naturales reconocidos, constreñido por los dos tercios del caudal para los legítimos; constricción más o menos admisible en la sucesión pero no en un derecho de alimentos, máxime si se piensa que el hijo legítimo sucesor puede no necesitarlos 14' . En definitiva, se da una líbertad de testar tan menguada como en el Código Civil, si es que en éste es demasiado reducida; una rigidez igual o mayor a la del mismo 169 en el modo de satisfacer la legítima; y un incumplimiento del officium pietatis sucesorio respecto del legitimario individual, como no aparece en el Código `a^ Finalmente vamos a referirnos, dentro de los Derechos enraizados en el señalado primer grupo, a los Derechos de Navarra y de la Tierra de Ayala en los que se llegó prácticamente a la libertad de testar. En cuanto al Derecho de Navarra, al no existir datos claros sobre un sistema "legitimario" en origen, no faltan autores que mengúen el testimonio de las fuentes que conocemos con la posibilidad de una anterior costumbre de libertad de testar contradicha posteriormente por aquéllas. Sin embargo ya hace años aigún autor había esbozado tímidamente un paralelismo de la evolución del Derecho navarro con la de otros Derechos forales y, en concreto, con la del Aragonés `a9 . En efecto, ya hemos tenido ocasión de señalar para el Derecho navarro los indicios actuales de una inicial devolución sucesoria troncal, tan propia y acomodada a los usos de la Edad Media, según señala LACRUZ para el Derecho aragonés, con una cierta preferencia de los colaterales sobre los ascendientes en el llamamiento legal. Por otra parte, en la materia de estas 1lamadas "legítimas" sólo se habla de los descendientes en cuanto a los "legitimarios", sin precisar claramente las fuentes iniciales, las limitaciones cuantitativas de esta "legítima". Tales semejanzas con el Derecho aragonés hacen pensar si en el Derecho navarro no existiría una probable vinculación familiar de bienes como en el Derecho aragonés. LACRUZ se inclina por la afirmativa, negando la pretendida gran antig^edad de la costumbre de una práctica liberal de testar según la ley de las Cortes de Pamplona de 1.688'so A la libertad de testar se llega en el Derecho navarro a través de una libre distribución entre los hijos cada vez más ampliada en su libertad. Establecida inicialmente esta libre distribución para los nobles, con la limitación de tener que dejar a cada hijo lo suficiente para tener "una vecindad" Lsl, por el Fuero General 2,4, 4 y 8; 3,20,1, y negada para los villanos y labradores por el mismo Fuero Genera13,19,2, salvo en algunos bienes de menor importancia como ropa, muebles, etc. y no en testamento sino por causa de matrimonio, se extendió posteriormente a los no labradores esta libre distribu- cibn en actos mortis causa, siempre que queden a salvo las Iegítimas de cada hijo, por Ias Cortes de Tudela de 1.583'S' . La costumbre pudo reducir la parte de cada hijo no favorecido, a la prácticamente simbólica de cinco sueldos carlines y una robada de tierra en los montes comunes, y así el paso extremo se dió con el reconocimiento por las Cortes de Pamplona de 1.688 de la costumbre de poder dejar los no labradores, no sólo a todos los hijos menos a uno sino absolutamente a todos y cada uno de ellos, la atribución de aquella parte simbólica con la consiguiente posible disposición libre de hecho en favor de extraños. A partir del siglo XVIII este régimen se reconoce también para los labradores. Desde las citadas Cortes de Pamplona se habla expresamente de instituir a un h^jo o a un extraño, pudiendo ser exclufdos los demás o disponerse a su favor de cualquier modo. La evolución parece consumada con la Compilación actual, en el sentido de admitir indirectamente una libre desheredación técnica, puesto que aunque se exige por la 1.267 la atribución de la legítima foral de cinco sueldos carlines y una robada de tierra en los montes comunes por bienes muebles e inmuebles respectivamente, se trata, según la misma ley, de una atribución formal de algo que no tiene contenido patrimonial exigible y que no confiere la cualidad de heredero, ni las acciones de éste, ni la responsabilidad por deudas. De este modo la simple atribución de tal legítima viene a implicar una libre desheredación, regulándose en la 1.271, para el caso de menoscabo de ésta legítima formal por preterición, los efectos de ésta, con lo que se solucíonan antiguas dudas al respecto. Pero como la atribueión de una legítima puramente formal no es exactamente una libr.e desheredación técnica y dado que en la 1.270 se regulan las justas çausas de desheredación, parece quedar pendiente el viejo problema de si, en caso de injusta desheredación, el asf desheredado tendrá sólo derecho a la legítima formal, o si tendrá el derecho del preterido a la nulidad de la institución porque al fin y al cabo la atribución formal a su favor no sólo vendrá menoscabada por la preterición sino también por la desheredación injusta, y prescindiendo ahora del caso en que el injustamente desheredado concurra con los hijos de un ulterior matrimonio, caso en el que, con arreglo a la 1.272, el primero tendrá derecho a recibir tanto como el menos favorecido de estos otros hijos's3 Es evidente que el sistema navarro permite una conservación de la explotación indivisa, pero también parece claro que ello no se logra a través de una flexibilidad de la "legítima" navarra que parece haber pasado, sin recibir a fondo la propia legítima romana, de una probable sucesión predeterminada legalmente a una casi técnica libertad de testar, hallándose por tanto ahora en una situación similar a la del Derecho romano cuando se introdujo en éste la verdadera legítima basada en el officium pietatis's4 A pesar de que en un anterior proyecto de Código navarro se había pensado en la legítima foral de los ascendientes'ss esta forma legítima, quizá por respeto al tradicional Derecho navarro, sigue, en la actual Compilación, restringida a los descendientes que ni siquiera tienen, para el caso de necesítarlos, el derecho a alimentos que como hemos visto se les concede, frente a los sucesores, por el Derecho aragonés's6 El Derecho de la Tierra de Ayala, regulado actualmente en los arts. 61 a 63 de la Compilación de Vizcaya y Alava, en el que se ha llegado como en el Derecho navarro a una práctica libertad de testar y disponer m^ortis causa de carácter total, presenta también un enraizamiento semejante al de los Derechos que acabamos de exponer. Todavía hoy los arts. 62 y 63 de la Compilación citada nos hablan de "herederos legales" respecto de lo cual no es de olvidar que, cuando los Ayaleses se acogieron a la legislación de Castilla renunciando a su Derecho, escrito por vez primera en 1.373 y aumentado y declarado en vigor en 1.469, salvo en lo referente a algunas materias de las que nos interesa la de la libertad de disponer mortis causa, al confirmarse esta libertad de testar se dice :"apartando sus fijos e parientes con poco o con mucho, como quisieren e por bien tuvieren". Parece que a esta libre disposición en favor de extraños se llegó a partir de una libre distribución. Hoy en día se sigue exigiendo el apartamiento con algo, aunque sea prácticamente simbólico a semejanza de lo que vimos er^ el Derecho vizcaíno's' , en los arts. 62 y 63 de la Compilación, y no se ha "formalizado" expresamente esta mínima atribución, a diferencia de lo ocurrido en la actual Compilación de Navarra' Sa. La influencia en el Derecho ayalés, del romanízado 172 Derecho civil común, hace que la determinación de los "legitimarios" sea tomada de este último Derecho según el art. 63 de la Compilación, y que, en consecuencia, se trate de una determinación influída pbr el offtcium pietatis en la que tienen cabida también los ascendientes, y no sólo los descendientes como en los Derechos aragonés y navarro. Pero, dada la práctica libertad de testar, ello sólo transcenderá para el caso de menoscabo de aquella atribución prácticamente simbólica1S9 A1 Derecho ayalés es aplicable, en esencia, lo que hemos dicho sobre la extremosidad de la evolucibn del Derecho navarro, máxime si se tiene en cuenta que no existen en aquél las limitaciones de éste, a la libertad de disponer, por razón de segundas o ulteriores nupcias, ni la incapacidad sucesoria de ciertos hijos ilegftimos, restricciones a las que acabamos de hacer referencia al tratar del Derecho navarro. Todos estos Derechos en que se dá una práctica desheredación libre, bien de todos los legitimarios, menos uno (Derecho vizcafno; Derecho aragonés, aunque con el esencial contrapeso del derecho de alimentos), bien de todos y cada uno de los legitimarios (Derechos navarro y ayalés), pueden favorecer la conservación de la explotación indivisa, pero no lo hacen por medio de una flexibilidad legitimaria, por la razón de que suprimen la legítima individual, como mínimo, con el consiguiente posible incumplimiento del officium pietatis sucesorio, y prescindiendo ahora de la ya indicada dificultad que algunos de estos Derechos, como el vizcafno y el aragonés, presentan para una conformación y pago flexibles de la legítima lbo . Esta amplia libertad que deja sin sanción al incumplimiento de aquel officium, pretende justificarse por la imposibilidad práctica del pago de unas legítimas, aunque fuesen mínimas según algunos autores, en los casos de explotaciones muy pobres's' . Pero aquf cabe repetir la pregunta, que ya hemos formulado, de si merece la pena, e incluso de si es justo sacrificar el derecho de los legitimarios, a la conservacibn, tal como está, de una explotación marginal e inviable, en vez de por ejemplo facilitar su absorción por otras explotaciones. Si la explotación no está aquejada de aquella miseria, aunque el Derecho conceda la facultad de excluir a todos los legitimarios en beneficio de uno solo, la actual tendencia es de prescindir de 173 medio radical, y de conseguir la conservación de la explotación indivisa por medio del pago en metálico de las legítimas, como lo acredita por ejemplo para el actual Derecho vivido en Vizcaya el testimonio de M. R. LEZON162 Frente a este primer grupo se halla el segundo grupo arriba indicado, compuesto por el Derecho catalán y el balear, con distribución, dentro de éste, del de Mallorca y Menorca y del de Ibiza y Formentera, por cuanto el de estas últimas islas viene a constituir, en materia de conformación y pago de legftimas, un intermedio entre el Derecho catalán y el de las dos primeras islas. Como indicamos163 , este grupo obedece en sus sistemas legitimarios a una legítima propia, basada en un officium pietatis sucesorio que permite una debida libertad de testar o disponer mortis causa en favor de los no legitimarios, al tiempo que una flexibilidad en la conformación y pago de la legítima, salvo en Mallorca y Menorca cuyos Derechos atenúan esta flexibilidad164, y todo ello sin menoscabo de aquel deber sucesorio ni de los intereses de los legitimarios que el mismo protege. Asf, el quantum legitimario colectivo no es extremado, el individual no queda desprotegido al no ser aquél de distribución líbre, y el causante conserva una esencial libertad de ordenación sucesoria en todos los aspectos de la misma. Esta verdadera flexibilidad legitimaria que ofrecen estos Derechos se deriva de la aceptación por los mismos de la legítima técnica y propiamente dicha del Derecho romano. Pero la pureza de ésta se dio esencialmente en el Derecho romano clásico. La interrelación justinianea del antiguo derecho hereditario forzoso formal ( necesidad de ser institufdo 0 desheredado) con el llamado derecho "sucesorio" forzoso material (necesidad de recibir por disposición del causante algo en una determinada proporción a su ^audal) permitió interpretaciones más reductoras de la flexibilidad en la conformación y pago de la legítima propiamente dicha. Por ello, entre los Derechos de este segundo grupo, quizá es el Derecho catalán actual, basado en la legítima del Derecho romano clásico, el que ha conseguido una mayor flexibilidad legitimaria no sólo en el aspecto de la ordenación del causante, sino también en el de las posteriores actividades sucesorias (petición de herencia, juicio de testamentaría etc.) sin perjuicio de una especie de 174 garantía real de la legítima con los bienes de la herencia, según se desprende de los arts. 122 y 140 de la Compilación de Cataluña. Por la razón apuntada, es el Derecho de Mallorca y Menorca en esta materia, por ser el más influfdo por el Derecho justinianeo, el que presenta de entre estos Derechos una mayor atenuación de la flexibilidad legitimaria tanto en el aspecto de la ordenación del causante'bs como en el de las posteriores actividades sucesorias, según el art., 46 de su Compilación. Evidentemente, al seguir el Derecho catalán al romano clásico y establecer como quuntum colectivo para descendientes, un cuarto del valor de la herencia conforme lo determina el art. 12 de la Compilación, tiene una base material para una mayor flexibilidad legitimaria que el Derecho de Mallorca y Menorca que señala como legitima global de los descendientes legítimos la tercera parte de la herencia si no exceden aquellos de cuatro, o la mitad en otro caso (conforme a los arts. 41 y 46 de la Compilación, que siguen el sistema justinianeo), y, para los ascendientes, la tercera parte de la herencia (según los arts. 42, 44 y 65 de la Compilación); o que el Derecho de Ibiza y Formentera que establece como legítima global de los descendientes un tercio o la mitad del haber hereditario (art. 79 de la Compilación) según los casos vistos para Mallorca y Menorca. A lo que hay que añadir que, en el Derecho catalán, para la determinación de la legítima individual se establece expresamente que se han de tener en cuenta el legitimario que renuncia, el desheredado y el declarado indigno (es decir los capaces de suceder aunque de hecho no sucedan), según el art., 130 que incluye también al instituído heredero. Ello implica que la legítima individual de los otros legitimarios no viene incrementada por la que no recojan los que hemos enumerado. Para el Derecho civil común es importante el comprobar como esta verdadera flexibilidad legitimaria del Derecho catalán se ha conseguido a través de una evolución jurídica, a la vez legislativa y doctrinal. El aspecto legislativo de esta evolución fue el determinante de la reducción del quantum legislativo global. El aspecto doctrinal de la misma fué decisivo para la actual configuración cualitativa de la legítima, de la »s naturaleza de ésta, y, consiguientemente, de su modo de pago y de las garantías del legitimario. Hemos dicho ya que probablemente no es necesario, para conseguir una verdadera flexibilidad legitimaria en el Derecho común, el reducir el quantum legitimario global a la cuarta parte del caudal porque parece una cuantía no excesiva la del tercio de legí tíma estricta de los descendientes i66 No serfa necesario, a este respecto, una evolución normativa del Código, pero esta evolucibn parece sin embargo necesaria para la flexibilidad legitimaria en sí, porque, como ya hemos dicho, ésta exige no sólo una libre conformación de la legítima por el testador, un poder dejarla éste por cualquier título como admite el art. 815 del Código, sino también un modo flexible de pago acomodado al menos a esta eonformación, y esto último no aparece en el Código donde hay un excesivamente primordial derecho del legitimario a obtener la legítima en bienes de la herencia (art., 806 y 832), de modo que la excepción del pago en dinero del pfo. 2.° del art., 1.056 no parece acomodada, por su timidez y su estrechez, a aquella libre conformación que permite el art., 815. Más aún, incluso admitida la repercusión plena de esta libre conformación en el modo de pago, ello no sería suficiente para una total flexibilidad de este pago si no evoluciona la naturaleza de la legítima, naturaleza previa a la que se deduzca de la conformación por el testador, porque en otro caso, aquella flexibilidad de pago se daría solamente en el caso de haberla previsto el testadoe sin poder invocarla el heredero por si mismo. Esto, en la regulación actual del Código, exige una evolución normativa y no sólo doctrinal porque con ésta, a lo más que podría llegarse, en caso de falta de una conformación clara por parte del testador, es a estimar la legí tima como un legado de cuota, pero que habrá de ser pagado con los bienes del caudal. Pero es que, aún dándose tal conformación del testador con una consiguiente disposición de pago en metálico, la flesibilidad de éste para la legítima en general, no sólo para la de los descendientes y para cuando la explotación se adjudique a uno de ellos, exige también una evolución normatíva. Prescindiendo ahora de la mayor o menor extensión de la aplicación del régimen gótico en Cataluña en un principio, es lo cierto que por constitución de las Cortes de Montblanch de 176 1.333, Alfonso IV de Aragón aplicó a todo Cataluña el sistema de la legítima justinianea en su quantum global variable según el número de hijos, confonme hemos indicado hace poco para el Derecho balear. Posteriormente Pedro IV de Aragón, por privilegio de 1.343 modificó este régimen para Barcelona reduciendo el quantum a la cuarta parte del caudal, y el mismo monarca, en las Cortes de Monzón de 1.363, suprimió la necesidad, con arreglo a la Novela 115 de Justiniano, de atribución del título de heredero a los descendientes o ascendientes, permitiendo que la legítima se dejase a titulo de legado o de cualquier otro modo. Finalmente, Felipe II, por Constitución de las Cortes de Monzón de 1.585, extendió a toda Cataluña la legftima de la cuarta parte, para descendientes y ascendientes permitiendo al heredero la opción de pagarla en dinero o en inmuebles167 Como vemos, en la evolución normativa se dán no sólo una llamativa reducción del quantum sino también alteraciones cualitativas de la legítima. Pero si hemos señalado que la evolución de la citada clase afecta esencialmente al quantum, es porque las modificaciones cualitativas solo fueron general y efectivamente aceptadas por medio de una evolución doctrinal. En efecto, a pesar de las innovaciones de las disposiciones citadas y de que ya FONTANELLA, al tratar de resolver cuestiones concretas como el momento para la valoración de la legítima y la pertenencia de los incrementos y los frutos, había operado sobre la base del entendimiento de la legítima como una portio bonorum168, algún autor como CORBELLA'69 , por señalar al más caracterizado, mantuvo la configuracibn de la legítima como pars hereditatis. La evolución doctrinal implica el superar primeramente esta posición, para sobrepasar después el criterio de que la legítima es una pars bonorum que en el momento del pago puede ser sustituída por su equivalente ( dada la facultad ya indicada del heredero), criterio defendido por GIBET, VIVES Y CIBRIA, PELLA Y FORGAS, FALGUERA, BROCA, AMELL, etc., que llevaba consigo la determinacibn valorativa de la legítima y la valoración de su equivalente en el momento de la reclamación, si bien algono de estos autores: BROCA y AMELL, atendían, un tanto contradictoriamente, para la determinación valorativa, al tiempo de la muerte del causante. La superación de esta 177 postura se produjo esencialmente mediante la fijación de la valoración de la legítima en la fecha de la muerte del causante, junto con otros argumentos, como los de que si el legitimario no es heredero vendrá a ser legatario parciario el cual, según el Derecho romano, únicamente ostentaría un crédito contra el heredero; que si el legitimario fuese condueño, con el heredero, de los bienes, el último no podría elegir libremente los bines con que pagar la legítima, ni sin el consentimiento de los otros legitimarios al pago a cada uno de ellos etc., expuestos por SAGUER10. Se configuró así el derecho del legitimario como un simple derecho de crédito puramente personal ( legítima como pars valoris), de cuya opinión fueron SAGUER, AGULLO, CARDELLACH, POAL y JOFRESA. Hasta que ROCA SASTRE sostuvo que el legitimario venía a ser el titular de un derecho de crédíto que, sin embargo, no funcionaba como puramente personal, sino como semejante al garantizado con hipoteca, de modo que en realidad el derecho de aquel era un derecho sobre un valor econórnico dinerario que afectaba de un modo "real" a los bienes hereditarios (legítima como pars valoris bonorum) "', opinión seguida por PUIG BRUTAU "2. Este es el criterio que, según CONDOMINES VALLS y FAUS ESTEVE 13, se recoge en el art., 122 de la Compilación de Cataluña; claro que siempre que el testador, mediante una conformación especial de la legítima no haya modificado, atribuyendo la legítima de otro modo, aquella naturaleza predeterminada por la ley dispositivamente. Como consecuencia de lo mismo, la legítima devenga interés legal desde la muerte del causante ( art., 129 de la Compilación) salvo que el legitimario viva a expensas del heredero; todos los bienes de la herencia están afectos al pago de la misma y el legitimario tiene acción real para reclamarla, y puede pedir la anotación preventiva de la reclamación, pero no puede promover el juicio de testamentaría ( art., 140 de la Compilación); el heredero puede optar opor pagarla en dinero o en bienes de la herencia.(art., 137); la valoración de la legítima se fija en la fecha de la muerte del causante ( art., 129 de la Compilación), la que facilitará su pago en la generalidad de los casos cuando el legitimario viva en casa y compañía del heredero y tarde en reclamarla. Como señala VALLET 14 mientras que la valoración de l78 íos bienes con que se pague "5 se fijará a! tiempo de realizarse fehacientemente ia asignacián o adjudicación (art., 129 de la Compilación). Finalmente, equílibrado el régimen de unidad farniliar cuando el legitimario vive en campañia del heredero, si la legítíma no produce intereses en estas circunstancias, según vimos, tampaco en las mismas prescribe la accíón para reclamarla según el art., 146 de la Compilación. Se confirma así la idea defendída por FALGUERA "^ de que en el Derecho catalán eí verdadera y único continuador de la persona del difunto es eI heredero universal por aqueí eiegida, sin que tal heredero se vea entorpecído por la petición de herencia o el juicia de testamentaría par parte deí legitimario, pero se le concede a éste actualmente una transcendencia "real" de su derecho con una acción de este tipo en garantia del mismo"' Quizá no nos atrevernos a defender como factible una adaptación pronta del sistema de nuestro Cádigo Civil al rnodela cataíárt. Este es, a nuestro entender, el que, entre íos citados Derechos levantínos cuya íegítima se asienta en el afficiutn pietatis, consigue una flexibilidad legitimaría mayor y a la vez mas tecnificada. De entre estoS DereChos el menos adecuado es el de A+íallorca y N4enorca ^'^ porque, como dejamos apuntado en nota anterior, flexibiliza todavía rnenos que el Derecho común la conFonnacián de la legftima con la ostentaci8n por el legitimario de un primordíal carácter de heredero, y no presenta más que una rígída forma de pago de aqu^lla. Pero si no es posible aquella adaptación general del sistema del CeSdígo al del Derecho catalán,. quizá sería posible un acercamiento a traves de una rnayor flexibilidad del pago de la legítima en metalico, de una simplificación de la fórmula permisiva de este pago, atendiendo al Derecho de Ibixa y Formentera que, después de señalar que el legitimario tiene en principio derechc^ a que su legítima se pague en bienes de la herencia, establece sencilíamente como excepción el casa en e! que el causante haya dispuesto atra cosa (art. 81 de la Cornpilación de Baleares}'?^, . No parece que esta ínnovación sea desacomodada a un Derecho como ei Civil común en el que desde el Proyecto de l,$51, según hemas indícado ya, la legítíma puede dejarse por cualquier titulo (art. 815 dcl Código) y, por tanto, por medio de un legado de cosa genérica 179 mueble que no exista en la herencia y, por ello, ajena al testador ( art. 875 del Código). Conscientemente hemos dejado para el final una breve referencia al Derecho Gallego. Las especialidades del mismo en materia de legítimas, y por lo que se refere al Derecho común, no se refieren a la cualidad de aquellas, sino a adaptaciones del régimen común a las necesidades impuestas por la gran división de la tierra en Galicia. Estas adaptaciones consisten esencialmente en el Ilamado derecho de labrar y poseer el pago de la legítima en las denominadas rentas sisas o en saco de carácter fructuario. Fuera de estas especialidades, del Derecho gallegv actuará con los instrumentos del Derecho cornún y, por ello, con las dificultades que éste pueda presentar, entre las que figuran algunas a las que ya hicimos referencia como la falta de un testamento mancomunado al que tienden los cónyuges gallegos para poder establecer conjuntamente su ordenación sucesoria, o la discordancia entre el art. 1.056 del Código y su art. 831 que dificulta el establecer en un solo acto la facultad del cónyuge supérstite para distribuir los bienes de la sucesión intestada del premuerto y el pago de las legítimas en metálico. Algún autor, como por ejemplo PAZ ARES'ao^ basándose en el carácter dispositivo y no solamente distributivo de las facultades del supérstite con arreglo a la opinión de LACRUZ, entiende que el supérstite tiene dentro de sus facultades dispositivas la de disponer el pago en metálico de las legítimas. Pero ya hemos indicado la aversión del Proyecto de 1.851, que fue el introductor de la figura regulada en el art. 831 del Código, al testamento por comisario y, en consecuencia, a todo lo que tenga un funcionamiento sustantivo semejante al de aquél, y, por ello, no parece claro el que se haya querido permitir la concesión al cónyuge supérstite de unas facultades dispositivas sobre la sucesibn del premuerto que abarquen la muy restringida facultad del art., 1.056 pfo. 2° que, al tener especíal aplicación cuando el metálico para el pago de legítimas no exista en la herencia, traspasaría el límite de los estrictos bienes del difunto de que nos habla el art. 831 del Código. Por otra parte, la coordinación eficaz de ambos artículos exigiría que las instituciones que regulan pudiesen establecerse en un solo acto y además de carácter testamentario, puesto que las capitulaciones no se lso acostumbran en Galicia, y ello encuentra el obstáculo de la exigencia de éstas por parte del 'art. 831 del Código. La primera de las dificultades sólo se salvará quizá acudiendo al art. 84 de la Compilación de Galicia con arreglo al cual el derecho de labrar y poseer o la adjudicación de la explotacibn a un descendiente, que puede hacer el supérstite conforme al art. 831 del Código, implica la posibilidad de pago en metálico de las legftimas de los demás. Pero la segunda de las dificultades parece insalvable. Prescindiendo de las mayores o menares dificultades que el Derecho común implique para el gallego, y concretándonos a la posible uti'.idad, para el primero, de las dos señaladas especialidades del segundo, entendemos que la del pago de las legítimas en rentas fructuarias periódicas no merece quízá una detenida atención por cuanto implica una explotación agrícola misérrima que no permite el pago en metálico. Estas rentas vienen reguladas y permitidas a efectos del pago de legítimas por el art. 22 de la Compilación de Galicia. En cuanto al derecho de labrar y poseer o adjudicación de la explotación íntegra a un desciendiente, diremos que, tal como aparece regulado en el art. 84 de la Campilación, implica las siguientes peculiaridades: una mejora tácita (a nuestro entender más bien presunta que tácita) "por la vieja" o en el tercio y quinto de la herencia, como en el antiguo Derecho castellano, que abarca las siete quinceavas partes de aquélla; una automática posibilidad de pago en metálico de las legítimas de los demás herederos forzosos; una indivisibilidad de la casa "petrucial" o familiar y su era, corrales y huerto unido, en la sucesión mortis causa y en las particiones que el ascendiente pudiere hacer en vida, según el art. 82 de la Compilación; y la ineficacia de la mejora de labrar y poseer, según el art. 87 de la Compilación, cuando el mejorado abandone totalmente el cultivo o por su mala conducta personal haga imposible la convivencia familiar. La primera de estas peculiaridades, si nos preocupamos de la conservación de la explotación indivisa, no interesa en cuanto implique una mejora en el resto del patrimonio, pu^s como ya hemos dicho aquella conservación es distinta de una simple concentración indiscriminada de bienes de un solo sucesor; pero sf tiene interés en cuanto significa una mayor posibilidad de extensión de la donacibn de la explotación dentro de los lsl tercios de la herencia en caso de que se sostenga la inconmixtibilidad de los mismos dentro del Derecho común'a' . La segunda de estas peculiaridades parece verdaderamente interesante para flexibilízar el pago de la legítima con objeto de no dividir la explotación, y para el caso de que no se opte en el Derecho cornún por las ya apuntadas fórmulas más generales de los Derechos catalán e ibicenco. La fórmula de la Compilación gallega en su art. 84 sólo presenta un problema: se habla de pagar "con metálico u otros bienes, si los tuviere" el causante; con arreglo a ello parece que la adjudicación de la explotación por el asce.ndiente, sólo implicará la posibilidad de pago en metálico cuando lo hubiere en el caudal relicto, pero, dado que en este caso no sería necesaria una disposición especíalmente permisiva de este pago, conforme se suele señalar al interpretar el art. 1.056 pfo. 2° del Código, parece que los términos "si los tuviere" deben de referirse a los "otros bienes" y no al "metálico", y que, dada la alternativa del artículo entre el pago en metálico o en otros bienes, la existencia de éstos no impide la imposibilidad del pago en aquél, como se deduce además del art. 86 de la Compílación. La tercera de las peculiaridades que implica la mejora de labrar y poseer quizá no sea interesante para la indivisión de la explotación en el Derecho común, porque constituye una indivisión forzosa incluso para el mismo causante ,y no se extiende a toda la explotación, indivisión que, al menos en su aspecto o clase de indivisión voluntaria para el causante, es tradicional en Galicia por las especialidades características del estado de su propiedad, pero que no se acomoda a un Derecho común general y centrado esencialmente en medios dispositivos o voluntarios para el causante al objeto de obtener una indivisión de las explotaciones agrícolas familiares aunque no sean minúsculas como las gallegas en su mayoría. La cuarta de las peculiaridades señaladas tiene un gran interés a efectos de constatar que el Derecho foral gallego actual es quizá el único de los Derechos forales que se preocupa de destinar sus especialidades sucesorias a la producción agrícola, al sancionar el abandono del cultivo con la ineficacia de la mejora, pero tiene poca transcendencia a efectos de innovaciones en el Derecho común si entendemos que éste, so pena de transformarse en un Derecho especial, debe solamente ofrecer una is2 gama de medíos voluntarios al causante sin crear una detallada regulación dispositiva o supletoria de la voluntad de aquél ^a^ b.2^ Elección del sueesor con tiempo, y con garantías para el disponente y para el elegido: pactos sucesorios y sus clases. Ventajas técnicas del Derecho catalán, y ventajas prácticas, para el Derecho común, de las fórmulas Derechos vizcaíno y gallego. Utilidad del testamento ma ncomu nado. Hemos dejado dicho cómo el sucesor en la explotación agrícola debe de elegirse con tiempa para hacer posible la designacíón del más adecuado, y como esto requiere la asociación en vida del causante, del elegído, las garantías para el disponente de que el elegida continuará al frente de la explotación dentro de las directrices marcadas y de que el primero no quedará desposeida en absoluto con la asociacibn y garantías para el segunda. A1 cumplimiento de estas exigencias contribuyen los pactos que se refieren a la sucesión en la explotacíón. Tradicíonalmente se han distínguido, dentro de los pactos sucesorios:los pacta de succedendo, de carácter, podrfamos decir, positivo, por los que se establece un llamamiento sucesorio o se refuerza un ílamamiento de tal clase al hacerse irrevocable; pactos que pueden establecerse entre el de cuius y el favoreeido, o bien entre aquél y otra persona distinta de este último; a nuestros fines, son particularmente interesantes los del primer tipo por su posible implícación de una aceptacíón vinculante de la sucesión por parte del favorecido. Los pacta de non succedendo, por los cuales una persona renuncia, frente al de euius, a la sucesión de éste; de carácter, por ello, negativo o abdicativo. Y tos pacta de hereditate tertii celebrados por dos o más personas sobre la sucesión de una tercera. Más de una vez se ha entendido1b3 que estos pactos no comprenden la renuncia a una sucesión, pero en buena lógica su concepto natural no impide el que por éitos aquel quc, posible o necesariamente según los casos, será Ilamado a una sucesión, pacte con persona distinta del causante futuro de ésta, ia renuncia a la misma, bien sea esta renuncia propia, bien sea 183 una renuncia traslativa. Estos pactos no parece que tengan que limitarse a la distribución de la herencia de un tercero, y, de hecho, el Derecho romano, que fue particularmente duro con ellos cuando se diese la circunstancia de la ignorancia de los mismos y consiguiente falta de consentimiento para ellos por parte del causante, reprimió la donación de herencia, por parte del posible futuro sucesor, a un tercero (D. 39,5 29,2). Dado que su posibilidad de hecho y la cuestión de la admisibilidad cte su validez en Derecho no dejan de tener ímportancia en cuanto que los pactos de renuncia, en cuyo otorgamiento la intervención del causante puede que a veces no sea posible, constituyen una seguridad y liberación de limitaciones y cargas para el sucesor en la explotación, volveremos a referirnos brevemente a ellos al indicar el aspecto desfavorable de los pactos sucesorios. De hecho el art. 145 núm. 1° de la C'ompilación de Cataluña admite un pacto de renuncia a la sucesión de un tercero- con el objeto de no entorpecer la limitada troncalidad de su art. 251. No nos interesa tampoco el determinar si estos pactos implican o no una disposición mortis causa t°4, expresión esta última que en el Derecho romano, por la preocupación de evitar el incumplimiento de las propias incapacidades sucesorias establecidas a partir de Augusto, tuvo un ámbito de aplicación bastante más extenso que el que hoy se le quiere atribuir por algunos autores, c^^mprendiendo incluso las adquisiciones que el disponente a^ndicione a la muerte de un tercero, porque los juristas de aquel Derecho, y no digamos el erario y más tarde el fisco romanos, se daban cuenta de la ancha posibilidad de utilizar formas negociales inter vivos para un exclusivo fin sucesorio con la consiguiente burla de las normas imperativas del Derecho de sucesiones, lo que no es de olvidar hoy en día por lo que respecta a las incapacidades sucesorias y a las legítimas. Pero si no nos interesa la materia en cuanto a los pactos sobre la sucesión de un tercero, nos interesa, no obstante, en c^lanto puede afectar al concepto de los pacta de succedendo restringiéndolo y excluyendo de él algunos negocios, como por ejemplo la donación que inicie su eficacia inter vivos y que p^ieda tener este último carácter aparente, a través de los cuales, no sblo en el Derecho común sino también en Derechos forales, puede conseguirse prácticamente una sucesión pactada 184 en la explotación agrícola. Así, el pactum de succedendo que genera la sucesión contractual se suele estimar como aquel en el que el causante y el heredero o, el legatario pactan la institución de heredero o el ordenamiento de un legado en favor del segundo'as En relación con esta postura está una concreta caracterización de la disposición mortis causa en el campo patrimonial, como aquella disposición que no tiene consecuencias en el patrimonio actual del disponente sino en su patrimonio relicto, de modo que su eficacia, y aún la disposicibn misma como negocio jurídico, surgen con la muerte del disponente. Conforme a ello se estima que la sucesión contractual producirá una vinculación sucesoria que no afectará a las facultades del causante sobre su patrimonio actual'ab Prescindiendo ahora de lo discutible de que la disposición mortis causa no surja como negocio hasta la muerte del causante, esta opinión quizá omite que el patrimonio relicto se deriva en gran parte del patrimonio actual anterior a aquél y que, consiguientemente, en los casos en los que el causante tenga vinculada paccionadamente la disposición sobre el primero, ello trascenderá en las facultades del causante sobre el segundo, so pena de ineficacia del pacto; y omite quizá también que el sometimiento de una disposición pactada y eficaz ya inter vivos, a la condición de muerte del disponente o de sobrevivencia del favorecido, puede indicar una causa mortis, un propósito negocial de este tipola' aunque no siempre, claro está, tenga que darse esto. Por ello no han faltado voces contrarias a una restricción excesiva del ámbito de los pacta de succedendo laa . Es ev.idente que estas figuras mixtas permiten una menor tecnificación que aquel estricto pacto de institución de heredero o nombramiento de legatario que permitirá aplicar con más nitidez la técnica romanista de los Derechos de obligaciones y sucesiones, pero son innegables también el arraigo y la utilizada práctica de aquellas y la sencillez con que garantizan la posición del favorecido. Por otra parte, apuntan a alguno de los pocos casos de sucesión contractual admitidos en el Cbdigo, hacen referencia a algunas otras posibilidades de este tipo en nuestra codificación malogradas por el Cbdigo Civil, e indican cómo todavía la donación combinada con la Iss mejora puede ser útil para el paso, con garantías, de la explotación agrícola a un único sucesor en la misma. Como ya hemos indicado al cancretar las aportaciones posibles del Derecho foral y al hablar del earácter técnico de las mismas189, la idea del pacto sucesorio ha sido aceptada en general por los Derechos forales, pero no todas las clases de lqs pactos sucesorios gozaron de la misma aceptación: tuvo una mayor aplicación la figura del pactum de succedendo que el pacto de renuncia, de modo que si el primero apareció, bajo una u otra forma, en casi todos los territorios forales, el segundo es más bien típico de sólo algunos de ellos, prescindiendo de que en teoría pueda tener vigencia en algunos más. Los pactos sucesorios de la primera especie no aparecieron bajo la forma del técnico y restringido pacto de este tipo que ya hemos expuesto. Ello fue debido por un lado a un fenómeno de vulgarización jurídica que borró los límites de las instituciones, utilizándose así para la ordenación sucesoria figuras negociales inter vivos, o bien martis causa pero alteradas. Esta vulgarización, puesta de relieve por MEREA10, dió lugar a una extraordinaria preponderancia de las donacianes sucesorias como señaló BENEYTO PEREZ19' . Este fenómeno fue inicialmente común al antiguo Derecho castellano y a los Derechos forales, si bien atenuado pronto en aquél por su temprana romanización'92. Como señala LACRUZ siguiendo a PALA MEDIANO193 , se acude en la práctica a las donaciones perfectas entre vivos, y como tales irrevocables, en las que se establecen, para su total y definitiva eficacia, condiciones de muerte del donante y de sobrevivencia del donatario: donaciones inter vivos post mortem; así como también se acude a la donación mortis causa pera con la renuncia de la facultad de revocarla, típica de la misma. Pero este fenómeno fue debido no sólo a la vulgarización, sino también a la necesidad de las juristas cultos, dada la proscripción del pacto sucesorio en el Derecho romano, de consegu ^ prácticamente, por medio de figuras de este tipo, un deseado pacto sucesorio' 94 . A ello hay que añadir que tales figuras favorecen al designado, con la posibilidad de una inmediata adqu.isición de los bienes sometida a condición resolutoria para el caso de premorir al causante, de un modo más inmediato, efectivo y seguro que el restringido pacto sucesorio. Incluso la sencilla donacibn inter 186 vivos utilizada para sustituir a las propias disposiciones mortis causa, acompañada de la reversión de los bienes al donante cuando el donatario fallezca sin descendientes, soluciona el problema de la situación de éstos producido por el puro pacto sucesorio, si se estima que éste surge como negocio y con plena eficacia a la muerte del causante195 y que hasta entonces no da lugar sino a una expectativa respecto del favorecido196, cuando este premuere al causante, puesto que tales descendientes del favorecido no tendrán derecho a la sucesibn salvo concreta previsión del disponente que los hay2 llamado como sustitutos 197. Por todo ello se dió una extensión de estas fórmulas, como lo acreditan el Utatge Auctoritate et rogatu que regula la irrevocabilidad de la donación post obitum para Cataluña; la donación de todos los bienes habidos y por haber, del fuero 4° De donationibus, y la donación mortis causa con carácter irrevocable, de las Observancias 7 y 18 De donationibus para Aragón; la donación propter nupcias universal de bienes presentes y futuros, para Navana; la donación y mejora de tercio y quinto con entrega de bienes199 , para Galicia. Hoy en día se sostiene por algunos que prontamente, si no de un modo casi coetáneo a la aplicación de aquellas figuras, penetró en algunos territorios forales la idea de la pura o estricta sucesión contractua1200, Pero puede quizá dudarse de que se tratase en alguno de sus iniciales.asomos, de una técnica de aplicación del propio y restringido pacto de sucesión cuando, en la doctrina de un Derecho elaborado como el catalán, SOCARRATS^01 consideraba al heredamiento catalán como donación, y otro clásico como FONTANELLA lo estimaba como una figura hibrida que participa de la donación y de la última voluntad^0^ ; postura seguida por VIVES y otros juristas 203, de modo que incluso BORRELL Y SOLER Z04 sostiene que participa de las donaciones, inter vivos y mortis causa, salvo que se estima que aquellos clásicos, conociendo su naturaleza de restringido pacto sucesorio no lo manifestaban por no chocar con el Derecho romano, lo que sin embargo no explicaría la opinión de autores como el citado BORRELL zos Prescindiendo de que existiese en un inicio una base más o menos extensa y sólida para la admisibn del restringido pacto de sucesión ajeno a toda idea de donación, lo cierto parece ser que la evolución de la doctrina ha tenido una gran influencia en la prevalencia actual, en algunos Derechos forales compilados, de la pura sucesión contractual respecto de las otras figuras señaladas. La explicación del heredamientv catalán como sucesión contractual, que se impulsa por BROCA Zob y por PELLA Y FORGAS 207 , recibe su conf•irmación definitiva y difundida, por ROCA SASTRE 20b. La idea de la pura sucesión contractual tiene también un reverdecimiento en Aragón a partir de ISABAL y del Proyecto de Apéndice GIL BERGES de 1.504 209. Este avance tiene su expresión en las actuales Compilaciones, en donde la pura sucesión contractual aparece recogida, o bajo la forma del heredamiento con sus connotaciones matrimonial-familiares manifestadas, entre otros aspectos, en el de una exigencia formal de capitulaciones para el otorgamiento de aquél, como en Cataluña ( art.63 a 9b de su Compilación) o en Ibiza y Formentera ( art. 70 a 76 de la Compilación de Baleares), o bajo la desnuda forma del simple pacto sucesorio sin aquellas connotacíones, bien con unos débiles límites de necesario parentesco por consanguinidad o afinidad entre los otorgantes, que, al no acotar grados de parentesco entre colaterales, pueden resulta prácticamente inexistentes 210, como en Aragón (art.89 y 99 y s.s. de su Compilación), bien sin traza alguna de aquel necesarío parentesco, como en Navarra (1.1. 140,172 a 183,207 y 215 de su Compilación) en donde las normas afectantes al pacto sucesorio vienen sistemáticamente distribuídas entre las distintas partes de la normal regulación sucesoria. Este reforzamiento de la sucesión contractual restringida y pura tiene quizá su exponente más extremo en el Derecho navarro, pero ha tenido incluso su9 asomos en la interpretación de otros Derechos, como el vizcaíno y el gallego"' , tespecto de los que es necesario señalar que el primero, en el que se admitió tradicionalmente una donación universal inter vivos a lo más de bienes presentes y futuros como medio de libre distribución y concentración de los bienes dentro del grupo correspondiente de legitimarios, a los que en general, y en concreto a los descendientes, se circunscribía la donación, sigue siendo respetuoso con e1 general carácter matrimonial-familiar y con la figura de la donación, en sus arts. 11 y 30 de la lsa Compilación, si interpretamos a ésta ayudándonos del anterior Derecho vivido en Vizcaya^12 , y que el segundo, en el art. 84 de su Compilación, no se aparta del camino de la mejora que también es propio del Códi^^o, si atendemos al criterio interpretativo del art. 2° de la Compilación y a la Exposición de motivos de la misma, si bien con menos requisitos formales que en los art. 826 y 827 del Código para su irrevocabilidad, acompañada de la donación o de la simple adjudicación inter vivos mejora que, en cuanto pactada y de carácter expreso, será irrevocable, y, en cuanto tácita de tercio y quinto, será revocable en testamento en lo que esta cuantía exceda de la explotación agrícola donada o adjudicada. No obstante,la vieja vivencia práctica de la sucesión contractual fuera del restringido, técnico y aséptico pacto de institución o legado, sigue latiendo en las Compilaciones, a pesar del actual auge del último. Así, no sólo en la donación universal de bienes presentes y futuros de Mallorca ( art. 6,8 a 13 de la Compilación de Baleares) aplicable también en Ibiza y Forrnentera) según el art. 69 de la misma Compilación), sino también en la consideración de la donación universal hecha en favor de los contrayentes y en capitulaciones matrimoniales, como heredamiento en favor de aquellos, según el art. 68 de la Compilación de Cataluña; en la estimación de la donación universal de bienes habidos y por haber, como institución contractual de heredero213 , según el art. 101 de la Compilación de Aragón, así como la estimación de la donación mortis causa de bienes singulares como pacto sucesorio según el mismo arttculo; y desde luego en la donación propter nupcias de Navarra (1.1 149,150,112 a 118 de su Compilación) que en su clase de donación univérsal implica el carácter de heredero para el donatario (1.1 150 y 115 )^14 , así como en las escrituras de dote y donación del Derecho vizcaíno a que hemos hecho referencia en cuanto a los arts. 11 y 30 de su Compilacibn, o en estas figuras tradicionales para la Tierra de Ayala englobadas en el art. 62 de aquella Compilación en el que no se deja un resquicio expreso para el puro y restringido pacto de sucesión. No obstante, esta última figura está teniendo un auge, como acabamos de ver, confirmado, sobre todo, por la Compilación de Aragón y muy particularmente por la de 189 Navana,que puede quizá ser peligroso tal como se ha dado en estas dos Compilaciones. En efecto, este auge, que en algún caso se ha producido bajo una considerable ínfluencia germanista, parece, por un lado, provocar, o quizá ser debido a, un olvido de la función económico-social del pacto sucesorio tal como éste fue admitido por los Derechos, entre los que hay que contar bastantes Derechos forales junto con el francés, que huyeron tanto de la extremosidad del Derecho romano como de la germanista, y, por otro lado, tender a configurar las relaciones derivadas del nuevo y restringido pacto de sucesión de un modo notablemente distinto a como aquellas relaciones surgían de las viejas figuras más o menos intensamente mixtas, con una consiguiente disminución de la protección del designado respecto de las facultades dispositivas del designante 215. Algunos foi•alistas, que siempre han defendido la idea rectora de conservación de " la casa" como medio de conservación de la familia, olvidan, quizás involuntariamente, que la admisión templada, como lo exige su peligrosidad, poca o mucha , para la autonomía individual, del pacto sucesorio y en conereto de la sucesión contractual, fue debida a un favor rnatrimoniorum como señala PUIG BRUTAU siguiendo a ROCA SASTRE"6, porque el matrimonio es el único medio de establecimiento, conservación y perpetuación de la familia en " la casa". De ahí la tendencia a establecer la sucesión contractual en capitulaciones en las viejas figuras de muchos Derechos forales, porque evidentemente lo accesorio era el pacto y lo principal la continuación familiar, para lo que la continuacibn garantizada en los bienes era únicamente un apoyo, y, por ello, el pacto sucesorio bajo las viejas figuras mixtas era algo más que una pura regulación técnica de una sucesión mortis causa, como veremos en el heredamiento catalán, y como enseña la compañía familiar gallega tantas veces estudiada en los manuales sín conexión con la mejora de labrar y poseer. Pero, porque estaba el pacto en subordinación a la familia de la que el matrimonio es un medio de iniciación y continuación, y sí estaba al servicio de ésta era por el superior servicio de aquélla, y porque era un elemento de un estatuto familiar, podía establecerse aun en el caso poco frecuente de que el designado como sucesor no contrajese matrimonio, en las capitulaciones, ahora modificadas, de sus 190 ascendientes 21 Si el pacto pudo salir del lfmite de las capitulaciones, fue para ser utilizado con unos mismos fines familiares, de familia surgida del matrimonio y por ello de descendientes y ascendientes, como es el caso de la mejora castellana y gallega y, en general, el de las dotes y donaciones de Vizcaya y Tierra de Ayala^'a En el régimen de la explotación que a nosotros interesa, pacto sucesorio puede ser útil y recomendable en cuanto el garantiza tanto para el disponente como para el favorecido, su continuación en la explotación, pero, a los efectos de los intereses generales del país, carece de transcendencia decisiva el garantizar que una concreta continuación se realice o no entre unas personas determindas, para tales intereses sólo trasciende, por motivos sociales, el que la continuación sea familiar, sólo preocupa el garantizar la continuación de la explotación por una determinada personal porque ésta es una continuadora de la familia. Por ello, a los efectos del Derecho común, al menos en la cuestión que tratamos, no parecen ser de tener en cuenta las opiniones de algunos foralistas según las cuales en algún territorio foral se acostumbran las sucesiones contractuales fuera de capitulaciones matrimoniales y sin necesidad de un estrecho vínculo familiar 219 . Los supuestos de pactos de sucesión de nuestro Derecho común (art. 1.331, arts. 826 y 827) así como sus precedentes en el antiguo Derechocastellano(divisio inter liberos; mejora; donaciones, en general en favor de los descendientes) no aconsejan en una posible reforma de nuestro Código, si éste ha de ser fiel a sus raíces y coherente en su sistema, el sobrepasar en los pactos sucesorios los lfmites de las capitulaciones o de los estrechos vínculos familiares. Por esta r^zón, entre otras, las nuevas regulaciones de los puros y restringidos pactos de sucesión en algunos Derechos como el Aragonés y el Navarro, el primero de los cuales fue pensado en su actual regulación de la materia como posible inspirador de una posible reforma del Código"o, quizá no son acomodados al espíritu de nuestro Derecho común actual. El pacto sucesorio en general es un instrumento peligroso. Se han señalado como lacras del mismo, el que puede engendrar deseos de muerte: el votum captandae mortis; el que significa (en su versión de pacto de sucesibn) la pérdida de 191 libertad de otorgar testamento o la posibilidad de que el designado, seguro de su posición, se vuelva íngrato para con el causante. De todas ellas se han ocupado los defensores del pacto para rebatirlas cumplidamentez21. Sóio hay un tipo de pacto, el sobre la sucesión de un tercero, que merece su más fuerte repulsa. LACRUZ, que tacha de "tremendista" a GARCIA GOYENA cuando señala, un tanto exageradamente quizás, el peligro de los deseos de muerte, no duda en llamar al pacto de hereditate tertii "pactum corbinum": pacto de los cuervos que se reparten los despojos del muerto. Este es el pacto que, al adquirir por el mismo los derechos a la herencia un ajeno al causante y no vinculado afectivamente con él, puede entrañar peligro para la vida de éste, según ROCA SASTRE. Naturalmente que esta argumentación no es repetida por los partidarios de un pacto de succedendo incluso entre personas no emparentadas, o entre parientes, cualquiera que sea el grado de parentesco por afinidad o consanguinidad. Pero en general todos estos autores omiten el primordial obstáculo, en el Derecho romano, para este pacto concreto: el desconoeimiento del mismo por el causante, porque con ello su herencia iría a parar a donde él no quiere. Su conocirniento, en una primera época, y, después, su consentimiento mantenido ^22 libremente hasta su muerte, liberaba a tal pacto de sus negras tintas. Esto nos indica el verdadero peligro del pacto de sucesión: que ésta vaya donde no quiere el causante, coridenado de por vida a adquirir para favorecer a quien no quiere favorecer porque su volurttad ha cambiado, muchas veces por motivos del favorecido o al menos así según la opinión de aquél que es el que adquiere los bienes, o porque conoce que su voluntad ha sido captada, peligro este último que puede también darse y grandemente en los pactos de rehuncia a la legítima223. Tales dificultades hacen dudar por lo menos, de si, dado que se trata de garantizar un sucesor familiar y continuador de la familia en la explotación, no será suficiente con la mejora irrevocable, o una donación intet vivos sin afectar a bienes futuros. De todos modos parece que el técnico pacto de sucesíón, que paradójicamente por implicar un menor desapoderamiento que la donación, cuyo solo nombre es una señal de alerta, es por ello más engañoso que esta última, no debería de quedar como posible, en el Derecho 192 común, con los amplios límites de lcs actuales Derechos aragonés y navarro por lo que respecta a los sujetos y forma del pacto. En el último de los Derechos citados, la absoluta libertad de testar unida a la posibilidad del pacto de sucesión y del de herencia de un tercero entre y a favor de extraños, uno y otro, pueden producir en el futuro curiosas y siniestras combinaciones sobre todo en el caso de ciertas relaciones del causante particulaxmente propicias a las captaciones de voluntad. Por otra parte, para la solución de los numerosos problemas que plantean los puros pactos de sucesión, como las simples mejoras irrevocables, admitidos por el Código224 y que plantearía una ampliación, aunque limitada, de estos pactos, el actual Derecho aragonés, que por su buena técnica y lenguaje correcto podría influir decisivamente en una reforma del Código según LACRUZ, presenta sólo un esbozo, quizá conscientemente querido, de la regulación de los pactos. El Derecho catalán, el primero entre los Derechos forales compilados que acude a una regulación técnica de la pura sucesión contractual, sobre una base de práctica notarial y vivencias consuetudinarias, sin alejarla del ámbito familiar y matrimonial (art. 63,65, y 71 de la Compilación) en que su aplicación está más justificada y es menos peligrosa, es quizá el que mayores aportaciones puede realizar. El heredamiento catalán, institución contractual de heredero (art. 63 de la Compilación), implica sin embargo algo más que esta última. Como señala PELLA y FORGAS 225 el heredamiento significa la constitución de una sociedad familiar en atención a la cual se entrega un patrimonio proveyéndose a la sucesión en el mismo, y pactándose, por razón de aquella asociación, la vida en común y la obligacibn de trabajar en utilidad de la casa. Por SANAHUJA y SOLER 22 6 se pone también de relieve esta idea, señalándose además el establecimiento, en el heredamiento, de normas para cuando no sea posible la convivencia familiar, de reservas de usufructo en favor del cónyuge supérstite y de las facultades de los padres para dotar o acomodar a los hijos, de sustituciones fideicomisarias si sine liberis deccesserit y previsión de heredamiento en favor de los hijosZ^'. Si, al menos a efectos de la sucesión en la explotacibn 193 agrfcola, el pacto de sucesión interesa sólo camo garantía de una sucesión que fomente el arraigo familíar, el Derecho catalán ofrece una regulación de la materia que está alejada de la frialdad aséptica de la pura sucesión contractual. Por otra parte, esta regulacíón ofrece una detallada y precisa sistematización de los heredamientos derivada del esfuerzo doctrinal y práctico de su iniciador: FAUS I CONDOMINES 2Z°, y evolucionada y confirmada definitivamente por ROCA SASTRE 229, que permite una exhaustiva regulación de aquéllos, en sus diversos aspectos de capacidad de los otorgantes, derechos que adquiere el favorecido, relaciones del puro pacto con la donación universal o singular que le acompañe (en el caso de heredamiento en favor de los que contraen matrimonio), las facultades y derechos del disponente en los bienes donados y la adquisición de éstos por el heredero donatario, las reversiones pactadas sobre estos bienes, la ineficacia y las causas de revocacibn etc., de conformidad con la naturaleza del heredamiento según su clase o subclase, porque no es lo mismo la profunda fuerza vinculante de un heredamiento en favor de quien contrae matrirnonio y que acepta este heredamiento que va por ejemplo acompañado de una donación universal en favor del heredero, que el heredamiento prelativo que los contrayentes otorgan en favor de sus posibles o actuales hijos y por el cual sólo se limitan en su facultad de designar herederos entre ciertos hijos pero sin atribuirles derecho sucesario directo. Esta circunstancia, y sobre todo la ya señalada base práctica notarial de tal regulación, hacen que la misma ofrezca soluciones, detalladas al máximo en más de un extremo, para gran parte de los problemas que, como ya dijimos, y especificamos en nota anterior, plantean los casos de pura sucesión contractual de nuestro Código Civil. No podemos hacer aquí el estudio detallado de la normativa de cada clase de heredamiento con sus distintas subclases, contenida en los arts. 63 a 96 de la Compilación de Cataluña. Sólo nos resta indicar que quizá una regulación así de compleja no sea adecuada en todo su detalle, aunque sí pudiera serlo en sus principios, para una moderada reforma del Derecho común en cuanto a la mayor admisibn por éste de la sucesión contractual, Incluso podría pensarse, coma ya apuntamos, que no es i.mprescindible ni conveniente quizá una reforma muy profunda de esta materia 194 al propósito de garantizar la continuación familiar en la explotación agrfcala. Desde este punto de vista, existen dos Derechos forales que han actuado, a la consecución de aquei propósito, con más de un medio técnico propio del Derecho común, como son los Derechos vizcaíno y gallego, el primero con la donación inter vivas del casería, y el segundo con una mejora en sentido amplio, que afecta tanto ai tercio de mejora como a]a parte de libre disposición, en aquel caserío, acompañada o no de una adjudicación o una donación del mismo, mejora que desde muy antiguo podía configurarse como irrevocable. Ya hemos dicho anteriormente que el arraigo familiar en ía explotación y la indivisión de ésta exigen un solo sucesor en la misma y no un solo sucesor en todo el patrímonio ni siquiera en todo el valor de la explotación, y que, consiguientemente las garantfas de aquel único sucesor grevias a la consumacibn total de la sucesián, no tienen por qué exceder del ámbita de la explotación agrfcola y referirse a bienes futuros que pueda adquírir el titular de la misma que designa un solo sucesor. Dijimos también que, por tanta, la donación de la explotación con las canveníentes reservas de usufructo y de facultades de disposicibn sobre lo donado o con cargo a lo donado y reversiones para el caso de fallecimiento del donatario sin descendientes o de muerte de aquéí y de éstos, podría ser un medio de asegurar la posícíón del sucesor único elegido, al que pueden ímponérsele en la donación las cargas oportunas en favor de sus hermanos así como posibilidades de revocacibn por parte del donante para cuando el donatario incumpla los adecuados deberes en la convivencia con aquél. Se ha señalado por PUIG BRAUTAU, siguiendo a ROCA SASTRE130 , que frente a la donación, el pacto sucesorio presenta la ventaja de no desprenderse el títular de lo donado, y cuando exponíamos lo que acabamos de resumir, esquematizábamos la posición de LACRUZ según la cual la donación presenta no sblo la desventaja de la pérdida de la titularídad de lo donado sino también la de que las reservas de usufructo no protegen suficientemente al disponente porque aquel derecho es un derecho sabre cosa ajena. Cuanda referfamos aquellas posibílídades que ofrece la donación de acuerdo ^on los arts. 634, 639 y s.s. del Código ya indicábamos lo discutible de que 195 el usufructo sea un derecho sobre cosa ajena máxime si va acompañado de facul^tades dispositivas, y que el entramado de posibilidades de revocación para casos eoncretos, reversiones, y cargas en favor de los hermanos del donatario, en unión del usufructo anterior, podían proteger tanto la posición del donante como su voluntad en el destino de la explotación. Señalamos también cómo las seguridades de dísponente y favorecido tanto en la donación como en el puro pacto de sucesión son contradictorias y no es fácil, ni en la primera ni en el segundo, conseguir una armonización perfecta de las mismas porque, o predominan unas sobre otras, o pueden hacerse prácticamente ineficaces de un modo recíproco. Acabamos de ver, al tratar del pacto sucesorio, cómo esta contraposición de garantías afecta incluso a la misma naturaleza de esta figura, dificultando aquella explicación de la misma que, configurándola como un negocio que surge propiamente a la muerte del disponente, concede entretanto una simple expectativa al favorecido. ROCA SASTRE, según ya dijimos, confirmador de la idea del puro pacto de sucesión, en la doctrina y en la legislación a tra^vés de la Compílación catalana, concedió al favorecido en vida del disponente un verdadero derecho a la sucesión futura de éste. Pero ya vimos cómo, por el camino de la pureza dogmática del pacto, se llegó al sostenimiento de la simple expectativa, lo que posiblemente no dejó de trascender normativamente puesto que ya vimos también cómo en el esbozo de regulación del pacto, contenido por el camino de la pureza dogmática del pacto se llegó al sostenimiento de la simple expectativa, lo que posiblemente no dejó de transcender normativamente puesto que ya vimos también cómo en el esbozo de regulación del pacto, contenido en la Compilación aragonesa, no hay confirmación clara del derecho a la sucesión por parte del favorecido con la consiguiente contradicción al existir, en caso de premoriencia del mismo, un derecho de transmisión en favor de sus descendientes, y no existe tampoco una clara límitación de las facultades dispositivas inter vivos del designante de modo que, con arreglo a la teoría de la expectativa del designado, podría afirmarse que éste no puede impugnar los actos de aquél en menoscabo del pacto hasta la muerte del mismo, ni menos se regula la trascendencia a terceros de esta impugnación; con el 196 cual aplazamiento de la impugnacibn ésta puede devenir prácticamente ineficaz. A todo esto hay que añadir, a efectos de una u#ilidad práctica, la falta de costumbre del pacto, fuera de las mejoras irrevocables, en los territorios de Derecho cvmún. Pues bien, el Derecho vizcaíno ofrece la vigencia secularmente comprobada de la donación inter vivos (pudiendo ser también mortis causa) del caserío al hijo que se estima más apto con señalamiento de cantidades en metálico a cargo del donatario en favor de sus hermanos según señala UNAMUN0231, reservándose los donantes el usufructo o el derecho de ser alimentados por el donatario, regulándose la convivencia entre los donantes y el donatario (con su cónyuge en su caso) para cooperar todos a la labranza, y estableciéndose reversiones de lo donado, en casos concretos, en favor de los donantes o de otras personas, a todo lo cual aludfa el Fuero de Vizcaya (20, 13 y 17; 23,1; 17,8)s32 Si no se creyese conveniente el mecanismo de la donación, queda la vía de la pura mejora irrevocable con la tendencia a la amplitud de la gallega mejora de labrar y poseer de modo que afectase al tercio de mejora y al de libre disposición en cuanto fuesen necesarios para albergar la disposición sobre el caserío, y acompañada, como en el art. 84 de la Compilación de Galicia, de la implicación de la posibilidad del pago en metálico de la legítima de los demás no favorecidos, pudiendo adjudicarse, el objeto de la mejora, inter vivos al tiempo que se regula la convivencia familiar entre el mejorante o mejorantes con el mejorado, o éste y su cónyuge, y los demás hermanos 233 Consideremos brevemente áhora las pactos de renuncia, en cuanto que, como ya hemos dicho; el designado para suceder en la explotación puede tener una seguridad más con la renuncia de los otros legitimarios a su legítima o al complemento de la misma, aunque probablemente sólo esto último constituye una seguridad recomendable. Los pactos de non succedendo vienen a ser así útiles esencialmente cuando existe una sucesión que pueda imponerse al causante a la cual renunciar; cuando la sucesión es voluntaria para el causante que puede impedirla, la renuncia a tal sucesión no tiene mayor importancia para la seguridad querida por el causante porque 197 no estamos tratando de imponer al mismo la conservación de la explotación indivisa en un solo sucesor, de la posición de este último. Nuestro Códígo, que en el art. 991 prohibe repudiar una herencia sin estar el repudiante cierto de la muerte de la persona de cuya sucesión se trate, no parece permitir en el art. 816 combinado con el art. 1.271 la renuncia a la legftima, sea esta renuncia unilateral, sea pactada con un tercero o con el causante. La negativa de este último supuesto queda clara en el art. 816. Con más razón se negará la renuncia pactada con un tercero, inclusive en los pactos de hereditate tertii siempre menos favorecidos por el Derecho y la doctrina. Aunque no falta quien opine que el art. 991 se refiere a la repudiación de una herencia o sucesión ya deferidas aparentemente y que no sería aplicable a la renuncia a una sucesión futura sabiéndose que el causante vive, máxime si se pacta con éste, argumentación que no parece aceptable porque si se prohibe lo menos también se prohibe lo más y porque el art. 991 puede ser una aplicación del principio "viventis nulla est hereditas" sobre el que se basó la prohibición de pactos y actos dispositívos sobre sucesiones futuras, y aunque de una consideración literal de los precedentes de nuestro Código, en concreto del Proyecto de 1851 tal como lo explíca GARCIA GOYENA, pudiera derivarse que lo que se prohibe es una renuncia pactada con el causante y no la renuncia unilateral o la pactada con un tercero, la verdad es que en el espíritu de estos precedentes y del Código está clarame nte la prohibición de estas dos últimas figuras porque en ellas se da el motivo, alegado en tales precedentes, para la prohibicibn de la primera: las captacíones de voluntad, al que hay que añadir en el caso de la renuncia pactada con un tercero, el de la prohibición del pacto sucesorio. Es por tanto necesaria una reforma del Derecho común en este aspecto, si una moderada renuncia, al complemento de la legftima sobre todo, puede contribuir a la seguridad y libertad de cargas y limitaciones, en favor del sucesor único querida por el causante. La renuncia referente a la legftima, lógicamente es propia de aquellos Derechos que establecen legítima individual y admiten, aunque sea limitadamente, el pacto sucesorio o el 198 acto dispositivo sobre sucesión futura. Es este el caso del Derecho catalán en el art. 145 números 1 y 2 de su Compilación, y del Derecho de Mallorca en el art. 50 de la Compilación de Baleares aplicable también a Ibiza y Formentera según el art. 80 de la misma Compilación. El Derecho mallorqufn admite la renuncia de los descendientes a su legítima futura y demás derechos sucesorios en la sucesión de sus padres habiendo recibido algo de éstos y en vida de los mismos. Nosotros entendemos que al Derecho común le bastaría la renuncia referente a la legítima futura solamente y más bien en los términos del art. 145, 2° de la Compilación de Cataluña. Es decir, la renuncia al complemento de legítima habiendo recibido ya ésta en vida del causante a satisfacción del legitimario (aún habiendo recibido por entero la legítima presunta en un determinado momento, el aumento del caudal del causante aumentaría la legftima) pero comprobándose la entrega de presente (para nuestro Derecho común) y la renuncia en capitulaciones o escritura de dote o donación, y siendo rescindible la renuncia por lesión, cuya cuantfa podría ser de más de la cuarta parte del justo valor, cuantía señalada en los arts. 1074 y 1291, 1° de nuestro Código. Tratándose de la renuncia a la legftima, que es algo que se impone a la voluntad del causante, serfamos partidarios de admitir la renuncia sin necesidad del consentimiento de éste, bien unilateralmente o pactada con otro u otros legitimarios, bien solamente en este último supuesto, porque aún temiendo el pacto sucesorio y por ello los pactos sobre sucesión de un tercero, no creemos que éstos, cuando recaen sobre la legítima con los requisitos expresados, tengan siempre los tintes sombríos del pacto corvino. Esta renuncia quizá debería de aplicarse no sólo a la legítima de los descendientes sino también a lá de los ascendientes, en cuyo caso podrfa ser útil cuando favoreciese a otro descendiente. Esta figura catalana recibida del Derecho canónico, tendría un entronque fácil dentro de nuestro Derecho común con aquella admisión de la renuncia a la legítima, ya indicada por nosotros, por los juristas castellanos del siglo XVI por influencia del Derecho Canónico. Existen otros Derechos forales que, aun no teniendo legítima individual, como el aragonés, o bien ni siquiera 199 legítima colectiva, como el navarro, admiten la renuneia a la legítima, como el aragonés en el art. 106 de su Compilación, o el Navarro en las 1.1. 172 y 270 de su Compilación. Pero lógicamente estos Derechos que no permiten una legítima individual material, no se preocupan de regular la renuncia procurando evitar las captaciones de voluntad o los perjuicios excesivos del renunciante, y por ello no contribuirán gandemente a una posible reforma, en esta materia, del Derecho común. Por último diremos que el pacto sucesorio puede ser un medio conveniente de asegurar la posición del sucesor único continuador de la família en la explotación pero que, al deber contenerse, fuera de figuras concretas y limitadas como la mejora, dentro de capitulaciones para aminorar su pelígrosidad, puede encontrarse con el obstáculo de la falta de costumbre de capitular a diferencia del practicado testamento; la forma mancomunada de éste serviría para que los cónyuges titulares de la explotación otorgasen unas seguridades, aunque ahora más atenuadas, al por ellos elegido como sucesor, dado que las disposiciones correspectivas de aquéllos o recfprocamente condicionadas, no podrían revocarse unilateralmente en vida de aquellos so pena de la ineficacia de las disposiciones correspectivas del otro, y muerto uno de los cónyuges serán absolutamente irrevocables por el supérstite. Como ya seftalamos, esta forma de testar admitida en el antiguo Derecho castellano, fue suprimida por la Codificación en atención a las posibles captaciones de voluntad a que se presta y a que con la limifación de la revocabilidad de tales disposiciones testamentarias producía los efectos de un pacto sucesorio. Los peligros de captación de voluntad no son de olvidar. Se ha señalado que estos peligros también existen en el testamento unilateral, pero lo cierto es que lógicamente son mayores en un testamento en que las disposiciones se condicionen recíprocamente, porque existe un incentivo mayor para la sugestión y una comprobación de la eficacia de éste, y sobre todo hay una limitación de la revocabilidad de la voluntad posiblemente aceptada. No obstante ello es común al pacto sucesorio y hemos visto como éste puede ser conveniente a efectos familiares. Por otra parte no puede olvidarse la tendencia inconsciente de los cónyuges en más de un territorio aoo de Derecho común al testamento mancomunado. La figura viene admitida en la Compilación de Aragón que la regula como posible sólo para los cónyuges en las arts. 94 a 98, y en las leyes 199 a 205 de la Compilación de Navarra, que lo admite en general sin la necesidad de que los otorgantes sean cónyuges. Parece que el Derecho común debería de seguir el primer Derecho en cuanto que la amplitud subjetiva otorgada a la figura por el segundo puede ser peligrosa y carece de una utilidad casi imprescindible que pudiese justificarla. Sin embargo, parece más adecuada la regulación navarra en cuanto impide expresamente el otorgamiento de este testamento bajo su forma alógrafa puesto que, aparte de la dificultad de que pueda otorgarse un solo testamento, como es el mancomunado, y escrito en su totalidad por el testador, como es el ológrafa cuando los testadores son dos, no se trata de un tipo testamentario cuyo abuso deba de favorecerse por los peligros señalados. Asimismo, quizá es más adecuado el criterio navarro de someter la eficacia de la revocación unilateral de disposiciones a la constancia de modo fehaciente del conocimiento de aquélla por el otro otorgante, por ofrecer a éste una mayor posibilidad de hecho de disposición de sus bienes,y de expresar la no posibilidad de que uno de los otorgantes disponga gratuitamente de sus bienes objeto de una disposición testamentaria suya que esté causada por otra del cootorgante. Pero parece más acertada la solución aragonesa de atribuir a la revocación unilateral de disposiciones la ineficacia de las disposiciones correspectivas del otro otorgante, que la navarra, de estimar revocado todo el testamento, según parece deduc ^se de la 1. 201 de su Compilación23a b.3) Elección, post mortem, del sucesor en la explotación: fiducias sucesorias de elección y distribución, y de completa ordenación sucesoria. Los usufructos de regencia. Hemos indicado cómo para que la explotación agrícola pase indivisa y al mismo tiempo a la persona más adecuada, puede ser necesaria la elección, post mortem, del sucesor, por ejemplo en el caso de hijos menores de edad. Señalamos también cbmo el testamento por comisario, admitido por el Fuero Real y por las Leyes de Toro que restringieron la 201 admisión amplia del primero, fue suprimido en nuestra Codificación por un reverdecimiento de principios, romanos, a veces casi más allá del mismo Derecho romano que al menos conoció el fideicomiso "al arbitrio de buen vazbn", que permitía una base para que el fiduciario pudiese elegir fideicomisario entre varias personas indicadas por el causante; y cómo sin embargo los Derechos forales han recogido diversas formas de fiducia sucesoria que hacen posible aquella elección, post mortem, del sucesor en la explotación. Cuando señalábamos esta oríentación de los Derechos forales hacíamos referencia en una de nuestras anteriores notas'35 a esta gama de figuras de fiducia sucesoria recogidas en diversos proyectos de la práctica totalidad de la actuales Compilaciones de los Derechos forales, si descontamos la de Galicia. De entre estas figuras creemos que el Derecho común no debe de tener en cuenta, según se expone en otra parte de este trabajo, aquellas que por su posible ocultamiento del destino o destinatarios de la sucesión pueden constituir un medio para burlar las normas imperativas en materia de capacidad para suceder o nulidad de disposiciones sucesorias, corno lo son, por ejemplo, las herencias de confianza. Dentro de las restantes figuras deberíamos quizá distinguir aquellas que tienen como fin la elección entre personas designadas por el causante bien individualmente, bien genéricamente, o la simple distribución entre estas personas (facultad esta última que puede ir unida a la facultad electiva anterior), como son en general las figuras de los Derechos catalán y balear; aquellas otras figuras que tienen como fin la general ordenación sucesoria, y no simplemente la elección y distribución, pero dentro de personas predeterminadas por el causante individual o genéricamente o por la Ley, como son las fiducias aragonesas, bien la individual del cónyuge supérstite, bien la colectiva de parientes; y aquellas otras que tiene como fin posible la líbre ordenación sucesoria sin limitación de destinatarios de ésta; como es el caso de la figura vizcaína del comisario, o de la navazra del fiduciario-comisario. La sucesibn en la explotación agrícola puede exigir como conveniente, según d^jimos, una eleccibn post mortem siel sucesor; exigencia que se producirá en general cuando los posibles elegibles sean de menor edad al tiempo de la muerte del causante, lo que podrá ocurrir en la sucesión por parte de Zo2 descendientes, y también quizá por parte de no legitimarios o extraños, a falta de aquellos generalmente. Es dudoso que, en caso de estos últimos sucesores, el propósito de buscar entre ellos el más adecuado para la explotación agrícola pueda justificar el cambio o reforma, en un Derecho civil general, de capitales principios que informan el sistema sucesorio. No obstante, quizá es en este caso cuando la adecuada elección post mortem del sucesor exige menos innovaciones. En efecto, esta posible conveniencia no implica de por sí más que una facultad electiva y un aplazamiento en el ejercicio de la misma. A pesar de lo dispuesto en el art. 670 del Código, su siguiente art. 6? 1 establece no sólo unas facultades distribuitivas entre gn^pos designados por el testador, entre los que se encuentran los parientes, sino también electívas de los destinatarios de los bienes (si bien es necesario señalar que el artículo habla de "cantidades") como señala LACRUZ siguiendo a OSORIO MORALES^36 de modo que la persona facultada por el testador reáliza una individualización y designación de beneficiario, aunque dentro de límites determinados. Lo que no aparece expresado en el artículo es la posibilidad de aplazamiento en la elección y, consiguientemente y sobre todo, en la sucesión o adquisición por el beneficiario. Ahora bien, tratándose de no legitimarios, ^no podrían combinarse las facultades electivas, a las que no se ponen obstáculos en el art. 671, máxime si el testador determina individualmente las personas entre las que se ha de elegir el destinario, con un fideicomiso a efectos de que el fiduciario realizase tal elección en tiempo determinado, sin caer en la prohibición del art. 671, cuyos términos: ` ^ubsistencia del nombramiento de herederos o legatarios", "designación de las porciones... cuando sean institufdos nominalmente", hay que aquilatar al máximo? . Si esta interpretación no fuese posible, quizá una moderada refon^na, en este sentido, del Código, fuese suficiente para la adecuada eleccibn post mortem de un sucesor en la explotacibn agrícola, cuando no existan legitimarios, sin necesidad de acudir a figuras forales, salvo lo ilustrativo de la regulación de los fideicomisos catalanes de elección (art. 178 de su Compilación), y menos a aquellas figuras de general ordenación sucesoria, sobre todo sin determinación individual o genérica 203 de los beneficios, cuyo peligro ya que puso de manifiesto, según hemos indicado, por las Leyes de Toro. Si existen legitimarios, la cuestión radicará generalmente en elegir post mortem al sucesor en la explotación entre los descendientes. El problema aquf es mayor por el entrelazamiento de la cuestión legítimaria, dado que la sucesión en la explotación podrá afectar a los dos tercios de legítima amplia que no parece penmitir aplazamiento siendo éste esencial para la adecuada elección post mortem, y menos permite un fideicomiso, y que para el pago en metálico a los legitimarios no favorecidos en la explotación se exige una facultad, siquiera limitada, de ordenación sucesoria que excede de las simples facultades electivas y distributivas. El art. 831 conoce u^a fiducia sucesoria, que no estudiamos aquí par ser abordada en otra parte de este trabajo, que podrfa ser satisfactoria para este supuesto con algunas modificaciones, como la posibilidad de establecer tal fiducia para la sucesibn testada dada la conveniencia que puede darse a ésta de una elección post rnortem y dada la falta de costumbre de capitular; la posibilidad de que el cónyuge supérstite fiduciario pueda disponer el pago en metálico de las legítimas, posibilidad que no aparece del todo clara en el art. 831 pues, aun reconociendo que éste permita al supérstite facultades dispositivas sobre el caudal relicto del premuerto y no sólo distributivas, el problema del pago en metálico, al presentarse cuando éste no existe en la herencia, sobrepasa la pura ordenación dispositiva de los bienes del causante; la posibilidad de aplazar este pago hasta que pueda hacerse la elección del sucesor adecuado en la explotación, y por ello al menos hasta que los hijos o descendientes lleguen a la mayor edad o tomen estado, salvo que el causante haya determinado un plazo más breve. Los arts. 19 y 20 de la Compilación de Vizcaya podrían ser ilustrativos de cómo el supérstite podría ejercitar inter vivos sus facultades, y de la regulación del plazo para tal ejercicio. Para el caso de que los legitimarios sean los ascendientes no habrá problema, en la generalidad de los casos, de elección post mortem, porque normalmente la explotación se destinará a los mismos y, dado que en general la explotación habrá provenido, con anterioridad, de ellos al descendiente causante, no habrá por qué temer ni la disgregación de la explotación ni aoa la falta de adecuación de los destinatarios. Si existiese este último, en la mayor parte de los casos por edad avanzada, por no querer hacerse cargo los ascendientes de la explotación cuya gestión podían encomendar a otro descendiente, y quisiere prevenir el causante una elección post mortem del destinatario, podría pensarse en una fiducia de un contenido semejante a la anterior, encomendable a persona, designada libremente por el causante en testamento, salvo que fuese el cónyuge, en cuyo easo podría ser designado en capitulaciones (conforme al art. 16 de la Compilación de Vizcaya), o bien debiendo el causante designar al cónyuge o algún pariente con una limitación de grado. Pero la verdad es que este caso de la sucesión de los ascendientes es quizá un caso límite no muy frecuente en la práctíca, y es dudosa la conveniencia de extender el pago en metálico de las legítimas en favor de una "familia" que no esté solamente integrada por los descendientes, como parece deducirse del azt. 1.056 del Código. Lo que no parece adaptable de los Derechos forales es, por una pazte, las amplias fiducias sucesorias de ordenación, completa por no ser imprescindibles y por tener sus peligros, y por otra parte, las fiducias de parientes colectivas y supletorias de la establecida por el causante, dado que responden a una familia amplia de nula vigencia social, al menos en territorios de Derecho comGn, como pone desgraciadamente de relieve el fracaso práctico del Consejo de familia en materia de tutela. Si fuesen acertadas las anteriores directrices, quizá el Derecho vizcafno, con su regulación del testamento por comisario acomodada a aquellas,, podría ser un informador de las innovaciones del Código porque aquella regulación vino históricamente a ser en parte un desarrollo del castellano testamento por comisario restringido por las Leyes de Toro. No significa ello, claro está, el que todas las dificultades y cuestiones que plantean el testamento por comisario u otras fonnas de fiducia sucesoria vengan resueltas por el Derecho vizcatno, porque tales dificultades y cuestiones son más de una. LACRUZ se ha preocupado de plantearlas en una larga enumeración sin propósito exhaustivo13' . El estudio concreto de cada una de ellas excederfa los limites de este trabajo. Vamos ahora a considerar los usufructos viduales en 205 cuanto pueden hacer referencia a la conservación unida de la explotación dentro de la familia y en cuanto pueden también relacionarse con la fiducia sucesoria que acabamos de indicar. Como ya dijimos, el usufructo universal del cónyuge supérstite fue uno de los puntos más debatidos en los intentos, en nuestra Codificación, de acercamiento entre el Derecho común y los Derechos forales. Sin embargo de todas las buenas intenciones, el acercamiento no era fácil porque, a pesar de que en apariencia la discrepancia radique, para el usufructo voluntario, en una dificultad de que éste afecte a la legítima en Derecho común, lo que quizá podrfa salvarse a través de la "cautela Socini" que parece prevista en el art. 820, 3° del Código, y para el usufructo legal, que era el que centraba la cuestión, en realidad la diferencia era y es más profunda. El usufructo legitimario del Código y aún en general los voluntarios más o menos amplios que se suelen conceder al supérstite en los testamentos de Derecho común, implican esencialmente una disposición favorecedora de aquél, un Derecho que no implica, al menos en el legal y generalmente tampoco en los voluntarios, una "función". Sin embargo, los pocos Derechos forales que conceden por ley este usufructo universal (el aragonés y el navarro), parecen ligazlo a una "función" cuando lo declaran inalienable ( art. 83, n. l de la Compilación de Aragón, y 1. 253, ap. 3° de la Navarra) e imponen al viudo deberes como el de alimentos para con los descendientes no comunes del premuerto ( art. 84, 4a de la Compilación de Aragón y 1. 259, 3 de la de Navarra). En los otros derechos, en los que el supérstite sólo gozará en general de un amplio derecho de usufructo cuando se lo atribuya el premuerto 0 haya sido objeto de reserva en heredamiento o donación de la herencia o de la explotación, este usufructo tiene también una "función"; suele concederse no sólo para favorecer al viudo sino también por razón del cumplimiento de aquella. Tal "función" es la de regir la casa, para lo cual se le suelen conceder, o reservarse, facultades dispositivas, al menos a fines familiares. Este aspecto "función" del usufructo del viudo parece venir reforzado por el carácter de institución esencialmente familiar y no sucesoria que se le atribuye en la Compilación de Aragón, donde surge su atribución desde la celebración del matrimonio (art. 72, ap. 1 de la Compilación), teniendo durante el matrimonia el carácter de derecho expectante según lo califica el cap. II, tit. VI, lib. I de la Compilación, que se transforma ope legis en usufructo sobre los bienes afectos, cuando rnuere uno de los cónyuges (art. 79 de Ia Compilación)236 . Aunque en el actual Derecho de Navarra no parece haber triunfado la configuracíbn del usufructo de feaidat o fidelidad como una figura esencialmente familiar, según querfa LACRUZ^39 los anteriores motívos pudieran apoyar et aspecto "función" de aquél. Quixá por todo ello, y máxime si se tiene en cuenta, respecto de la aludida configuracián familiar por el Derecho aragonés, el carácter irrenunciable, en general, de los derechos de famílía por ser derechos-función, no aparece del todo elaro por qué al admitirse la renuncia como causa de extinción del usufructo (art. 86, 1, 1°, de la Compilación de Aragón; 1. 261,2, de la de Navarra} no se expresa que tal renuncia no implica, caso de realizarse la misma después de haberse aceptado el derecho, la extinción de los deberes familiares a los que aparezca vinculado. Por lo demás, que estos usufructos forales amplios están vincuIados a una función familiar al tiempo que transcendente en la generalidad de los casos al aspeeto sucesorio para evítar la dísgregación del patrimonio y de la vida familiar sobre el mismo, se suele señalar cuando repetidas veces se expone que la conservación indivisa de aquel patrimonio se consígue en los Derechos forales por medio de la legítima reducida, del pacto sucesorio, y de los usufructos universales viduales del tipo de regencia. Para una posible evolución del Derecho común en esta materia, entendemos que el usufructo del supérstite estimado desde el punto de vista det puro favor de éste, no tiene por qué exceder del dé los dos tercios, y sobre éstos en virtud de disposición del causante, quedando a salvo el juego de la "cautela Socini". En lo demás deberían de seguir en general las actuales cuotas legitimarias. Pero cabe preguntar si a efectos de una regencia no sería conveniente el permitir una disposición de usufructo universal sin eI juego de la cautela. Ante esto quizá habría que distinguir si tal usufructo habría de ser en general vítalicio, salvo ciertas causas de extincibn del m4smo, o limítado por un tiempo fuese éste cierto o incierto. El usufructo de la primera clase nos parece una carga gravísima para los sucesores o el sucesor, en nuestro caso, en la explotación, que podrán estar prácticamente toda la vida sin disponer libremente de aquello en lo que han sucedido, lo que no parece justo en la legítima aún contando el usufructuario con la voluntad del causante. Un usufructo afectante a la legítima sería quizá defendible con carácter vitalicio cuando sea una compensación al supérstite por la no detracción de lo que le corresponde en la comunidad económico-ma trimoníal, pero difícilmente por una finalidad de regencia que no tendrá en general una duracíón tan larga. A lo más podría justificarse tal usufructo sobre la explotación y afectando a la legítima de los que vivan en aquélla, en tanto convivan en la misrna el favorecido y alguno de sus hermanos, siempre después de haberse pagado (en metálico en su caso) la legítima de los que hayan abandonado aquélla, por la razón, entre otras, de que la dirección del supérstite podría suavizar en más de un caso las relaciones entre los hermanos que, en caso de dirigir exclusivamente el favorecido, podrían ser no infrecuentemente ásperas. Pero, en general, el usufructo del supérstíte con fines de regencia y afectando a las legítimas que corresponden en la explotación se justíficará, por un tiempo limitado, en tanto no sea posible la elección, post mortem, del sucesor, entrelazándose así con la fiducia sucesoria. En el caso de ésta, el pago de las legítimas ha de aplazarse en tanto no se designe el sucesor, salvo que los legitimarios vayan abandonando la explotación. EI supérstite, encargado de la designación del sucesor, tendrá que dirigir la explotación en tanto lo anterior no sea posible, y atender al sustento de los hijos que no hayan tomado estado y sigan en la explotación. Podrfamos decir que, incluso con una cíerta semejanza con la retribución del tutor llamada de "frutos por alimentos", lógicamente puede atribuírsele al supérstite, en estas circunstancias, un usufructo sobre toda la explotación agrícola. Hemos visto, aunque de pasada, una serie de instituciones forales, unas beneficiosas, otras más discu•tibles. No queremos terminar esta parte del trabajo sin insistir una vez más en una idea ya expuesta: aquellas instituciones beneficiosas son propias de Derechos privados generales y conveníentes quizá para ser adaptadas a otro Derecho privado general como es 208 nuestro Derecho civil común; por ello son, en la mayor parte de los casos, unos medios utilizables voluntariamente por el causante. Es difícil que las mismas cambien y mejoren la estructura agraria si el titular de la explotación no tiene en otra parte un estímulo para echar mano de ellas. Incluso, sin tal estímulo, social y económico, serían dudosamente eficaces disposiciones de tipo imperativo. Es necesario desconfiar de la idea de que en unos territorios la explotación agrícola se ha mantenido indivisa y para la familia, por obra y gracia de unos preceptos, mientras que en otros, por influencia de unos preceptos distintos, la explotación se ha pulverizado y desarraigado familiarmente. Los preceptos son una ayuda, difícilmente la causa primordial de una conducta. Cuando hay un nivel oontrario a los mismos suficientemente fuerte, se burlan, como se ha dicho yue se burlaban en Guipúzcoa los preceptos del Código simulando la venta del caserío a un solo hijo'40 Si en otras partes no ocunía lo mismo es que no había el estímulo suficiente para ello. Para que en la agricultura haya las personas precisas y no excesivas es necesario que la primera tenga una cierta rentabilidad según la época histórica y que haya un comercio, una industria o unos servicios que absorban los excedentes demográficos. Es casi imposible luchar contra la división sucesoria de las explotaciones allí donde la población no tiene más posibilidades que la tierra. El ejemplo de Galicia es esclarecedor en este sentido. Basta leer a SANCHEZ ALBORNOZ para percatarse de la trascendencia de la organización señorial gallega, y de la gran población de aquella región ya en la Alta Edad Media, para la que no fue aliviadero suficiente el haberse repoblado con gallegos gran parte de los territorios conquistados. A finales del siglo XVI Galicia, densamente poblada de antiguo, tenía, según DOMINGUEZ ORTIZ, una densidad de población sólo superada por Santander, cuando Cataluña estaba poco poblada y Aragón era casi un desierto. Si en Santander y Vascongadas (Guipúzcoa y Vizcaya) había, como en Castilla, una población notable, no era su situación económica la de Galicia. Esta no era salida marítima de Castilla, como lo eran aquellos otros territorios, y en la red de caminos, según el mapa de JUAN DE VILLUGA de 1.546, era la zona más aislada del pafs. En esta época en que en Castilla se 209 da una apropiación señorial dé tierras comunales y una concentración de tierras por compras que culmina con la venta de pueblos en tiempos de Felipe IV, el campesinado gallego se halla en una situación mísera frente a los aforantes y al número creciente de subforantes, en contraste por ejemplo con Cataluña, donde la solución de los conflictos sociales campesinos por la sentencia de Guadalupe contribuyó a la formación de una robusta clase media campesinaz4' . En el siglo XVIII el panorama no cambió, si seguimos a HERR en su distribución de la tierra, como no fuese para seguir aumentando la plaga de los subforantes con la consiguiente subdivísión de las tierras, y aumentando también el rápido crecimiento de la población, que era el verdadero origen, unido al estancamiento económico, del empobrecimiento del campesino 2°z. En el siglo XIX la población ya no sigue el ritmo de otras zonas, pero en 1.857 Pontevedra da la máxima densidad española, y en 1.$77 Galicia, arrinconada en la agricultura, todavía pesa más demográficamente que Cataluña. Se ha hablado de la influencia de la Desamortización en la pulverización de la propíedad, pero la verdad, dice ARTOLA 243 , es que la Desamortización de Mendízábal no afectó prácticamente a la estructura agraria, aparte de la escasa importancia de aquella para Galicia. A1 final, Galicia no tenía más salida que la emigracián. Hoy en día los Derechos forales se han fortalecido con sus Compilaciones; sin embargo de poco sirven sus normas tendentes a la conservación de la familia en "la casa", ante fuertes estímulos contrarios. Así el diario "ABC" de Madrid del 29 de Noviembre de 1.973 informaba de estar a la venta en el Alto Aragón, cuna de su Derecho foral, unas 100.000 hectáreas que comprenden de 30 a 40 pueblos. Por contra, en Avila y en las zonas concentradas con anteríoridad al año 1.960 se ha podido observar por la Ponencia del Inforrne Regional Sindical en la parte referente a tal provincia ( pág. 21) que el 97'S por 100 de las fincas resultantes de la concentración estudiadas, se conservan intactas a pesar de las transmisiones mortis causa habidas y a pesar de que un considerable porcentaje de las mismas no estaba Sujeto a la prahibición de dividir. NOTAS AL CAPITULO V (1) (2) LACRUZ: "Los Derechos Forales". Estudios de Derecho Civil. Bosch. Barcelona, 1958, Pgs. 24 y 25. "La aportactón de los Derechos Forales españotes a un Derecho Sucesorio rural ". Atti della seconda Assemblea. Istituto di Dirito Agrario Internazionale e comparato. Vol III. Giuffré. Milano, 1964, pg. 565. Quizá el autor debéría de haber hecho expresa excepción del Derecho catalán en el que, como consecuencia de su intensa asimilación romano-canónica y de la creación técnica de su Derecho autóctono, se dieron notables especialidades que iban (y todavía subsisten muchas de éllas) desde la capacidad referente a ciertos contratos, pasando por diversas figuras obligacionales, hasta la ineficacia de los mismos y desde el modo de transmitir el dominio, pasando por la accesión y la prescripción, hasta las pe^uliaridades de algunas figuras de derechos reales etc. Una manifestación de la idea que expresamos puede vérse al trasluz en la clasificación que hace CASTAN (Farnilia y propiedad. ReusMadrid, 1.956, Pgs. 102 a 110) de las propiedades de la tierra, según el criterio combinado de rendimiento económico y de unidades de trabajo que en éllas se puedan emplear, tomando como módulo las necésidades más o menos esenciales de la familia y las posibilidades de trabajo de la misma. En esta clasificación de pequeñas y grandes propiedades, latifundios y minifundios, etc. se entrevé una distinción entre "buenas" y"malas" propiedades, con una morosa detención en la "pequeña propiedad" que se acomoda al módulo indicado. Una preferencia semejante, siguiendo ideas de ROPKE y de BALLARIN, hace LACRUZ ("La aportación de !os Derechos Forates españoles... " cit., pags. Sb8 y 569) en el campo, no ya de la propiedad de la tierra, sino de la empresa agraria, aunque con un cierto confusionismo. En efecto, parece identificar empresa y 212 explotación, cuando una empresa puede abarcar varias explotaciones; y se inclina por la empresa de tipo medio o simplemente suficiente para absorber el trabajo familiar con la ayuda, en caso necesario, de uno o más trabajadores permanentes, cuando, como vemos al diferenciar empresa y explotación, éste es un limite propio de la segunda pero no de la primera, porque se basa en el cultivo y no en la dirección empresarial. Esta misma preferencia por el tamaño familiar es aplicada por LOPEZ JACOISTE a la explotación agrícola ("El Derecho Foral como Derecho A,qrario" Estudios ofrecidos al Prof. Dr.D. Ignacio Sermno, I, Valladolid, 1.965. Pgs. 486 a 488. Ver también: " La idea de explotación en el Derecho Civll actual " R.D.P. Mayo 1.960. El autor contrapone "explotación" a"empresa", optando por la primera de estas ideas, pero no se ve la razón de oposición entre las mismas, de un modo análogo a como no se veria entre la base ^sica de la empresa mercantil y esta empresa propiamente dicha. Esta preferencia no es de ahora. Cuando CASTAN (op. cit. pgs. 102 a 105) trata de la "pequeña propiedad", acude, entre otras, a una obra de 1.908: los "Elementos de Derecho Natural" de RODRIGUEZ DE CEPEDA (Valencia, I908). Y es que aunque alguno de los autores citados (ver por ejemplo LOPEZ JACOISTE: ' El Derecho Fora! como Derecho Agrario" cit., pgs. 486 a 488) considere al Derecho Agrario como una regulación al servicio de la producción agricola, no por eso deja de partir, en el fondo de sus concepciones, de una "agricultura de subsistencia", punto de partida que le permitirá estimar al Derecho Foral como Derecho Agrario. Una "agricultura de producción para el mercado" exige prescindir de aquellas clasificaciones de tienas y explotaciones y distinguir estas últimas en viables(por rentables) y no viables. La rentabilidad es el dato que mejor permite la comparación con unidades econbmicas de otros sectores y la dete^minación del nivel de vida del explotador. En este sentido, LEAL GARCIA:" Aspectos básicos del problerna agrario".Temas actuales de Espaíia. Euramérica. Madrid, 1.971,pgs. 222a 227. (3) ^ COSTA: Derecho consuetudrnario y economia popular de Espaiia, I. Barcelona 1885. UNAMUNO: Derecho Consuetudinario de Espar3a I. R.G.L. y J. 88 . - 2° semestre,1896. 213 (4) (5) (6) DURAN Y BAS: Memoria acerca de !as instituciones del Derecho Civit de CatalurTa Barcelona,l883,pg.218 COSTA: " Fomia que debe revestir el Código, derivada del principio foral standum est chartae. Libertad civil. Hem^enéutica legal"; "La libertad de testar y las legítimas", en La libertad civil y el congreso de Juristas Aragoneses Madrid, 1883. FALGUERA: " Idea general del Derecho Catalán, su espíritu y principios que lo infornlan", en Conferencia de Derecho Catalán, dadas en el Ateneo Barcelonés en 1.879 y 1.880. Barcelona, 1889 pgs.13 a 19. LACRUZ: " Los Derechos Forales".Estudios de Derecho Civil Boch, Barcelona, 1958. Pgs. 22 a 24, sí bien la denominacíón de "autonomía de la voluntad". CASTAN: Aragón y su Derecho.C.S.I.C. Zaragoza, 1968. Pg.32 Pero sobre todo actualmente, VALLET: " La libertad civil", en Verbo n.63.La libertad civil según los juristas de !as regiones de Derecho foral. Discurso inaugural del Curso 1.967-1.968 de la Real Academia de 7urisprudencia. "La conservación del "fundus instructus" como explotación familiar, tema básico de los Derechos civiles forales o especiales españoles" en A.A.M.N. XVI, 1.968.Pgs.600 a 604.A1go sobre temas de hoy Speiro. Madrid, 1972, Pgs.99,100, 233 y 234. COSTA: La libertad civil... cit.,pgs.102 y s.s. VALLET: Algo sobre te»tas de hoy cit., pg.233.Este principio, así formulado, más parece de política legislativa que técnicajurídico. Bajo este segundo aspecto se incluye en el llamado principio de autonomía de la voluntad como tácitamente reconoce LACRUZ (Estudios... cit.,pgs.22 a 24) al denominarlo de este últímo modo. Ahora bien, así considerado el principio, tiene su esencial campo de actuación en la disposición de los propios intereses de tipo patrimonial sin afectar a terceros, y comprensiblemente no tiene aplicación general a las materias de personas, de proteccibn de terceros en los derechos reales, de familia y en consecuencia de aquellas instituciones sucesorias, como las legítimas, íntimamente ligadas a los deberes fanúliares. Tal autonomía tiene siempre lógicamente el límite del " orden público", y el príncipio, en lo sustantivo o referente a la eficacia jurídica de la autoregulación de intereses, no es esencialmente nuevo, si se tiene en cuenta que ya en el Derecho romano arcaico la lex privata o sua erei dicta dicta era una de las fuentes esenciales del ius. Pero es necesario reconocer que, 214 (7) (8) tanto en íos Derechos forales como en el común, hay una menor vinculación que en el Derecho romano en figuras jurídicas preestablecidas, y que en el Derecho común existe, como después veremos, una imposibilidad un tanto injustificada, de algunas figura de negocios familiares y sucesorios. Vid., por todos, VALLET: " La conservación del fundus instruc• tus....A.A.M.N.cit., pgs.S98 a 604. PALA MEDIANO: E! patrimonio rural vinculado Comunicación en la la semana de Derecho Aragonés. Zaragoza,1.942. MARTIN-BALLESTERO: La casa en el Derecho Aragonés. Estu• dios de Derecho Aragonés. Zaragoza, 1.944 PRIETO BANCES; La casená asturiana R.C.D.I. 1.941 ARANGO Y CANGA: No[as al margen del caserío o casertá asturiana. R.C.D.I. 1.952 CAMPS ARBOIX: La mascá cata/ana. Barcelona, 1.959. ANGULO y LAGUNA: Derecho Privado de Vizcaya. Madrid, 1.903. Pgs. 27 y s.s. (9) P.CHALBAUD: La familia como forma tfpica y trascendental de Ia constitución de /a sociedad vasca II. Bilbao, 1.91 S, pag. 1 S. URIARTE Y LEBARIO: El Fuero de Ayala. Madrid, 1912. Pgs. 1S6 y s.s. MURIAS: " Notas sobre el caserío"R.D.P. 1.957. PAZ ARES: Instituciones al servicio de la Casa en el Derecho Clivil de Galicia Salamanca, 1964. CASTAN: Familia y propiedad, cit., pgas 79 y s.s. Ver también VALLET: "La conservación del fundus instructus..." A.A.M.M. cit, sobre todo pags. S98 a 604. Aparte de los foralistas en general en sus tratados de los Derechos civiles especiales" COSTA: Derecho consuetudinario... I, cit., 31 y s.s. y 8l y s.s. PALA MEDIANO: El patrimanio rural vinculado, cit., pgs.58 y s.s. ROCA SASTRE: " La necesidad de diferenciar lo rural y lo urbano en el Derecho sucesorio" A.A.M.N.I. 1943, pgs. 33S y s.s. y 374 y s.s. en donde defiende la reducción del quantum de legítima estricta a la cuarta parte de la herencia establecida por el Derecho romano clásico y que no se pueda exigir su satisfacción en una pars bonorum in natura R.D.P. Junio, 1953, pgs. S4S y s.s.; y el tratar de la sucesión en el patrimonio familiar en " En torno a la ley de Patrimonios familiares"R.D.P. Septiembre, 1953. SAPENA: "Un boceto del casamiento en casa" R.D.P. Junio, 1953, 215 págs. 545 y s.s. ; y el tratar de la sucesión en el patrimonio familiar en "En torno a la Ley de Patrimonios familiares" R.D.P. Septiembre, 1953. CASTAN: Familia y propiedad cit., pgs. 74 a 76 y 79 a S5, proponiendo también una reducción de la legítima estricta a la cuarta parte de la herencia. Defendiendo la generalización de las instituciones forales que están al servicio de la unidad agrícola familiar, URIARTE VERASATEGUI: "Un sistema de unificación del Derecho Civil" Revista General de Derecho Valencia. Diciembre de 1946, pgs. 663 y s.s.; y MARIN PEREZ: EI Derecho Catalán ante la posible reforma del Código Civil. Madrid, 1954. Introducción a la 7a edic. de la revisión del T.I. de los Comentarios al Código Civil español de Manresa. Madrid, 1956. También con simpatía hacia el sistema foral, BALLARIN: "El patrimonio familiar enajenable y embargable".B.I.M.J. n° 188 ( 15 de Marzo 1.952). P'.Q,; pero oponiéndose a una reducción legitimaria:" El Código Civil y la agricultura". Revista de Estudios Agro Soctales 2, pgs. 49 y s.s.; oposición que formula tambien PEÑA: " La conservación de las unidades agrarias".A.D.C. 12(1.959),3,pgs. 947 y s.s. Partidario también del sistema foral, LUNA: El patrimonio familiar. C.S.I.C. Delegación de Roma, 1.962.Pgs.9 a 23 y 75 a 78, al tratar de los medios forales para la conservación del patrimonio familiar agrícola, y en la crítica al sistema del Código Civil. Pero sobre todo, LACRUZ: " La aportación de los Derechos forales..."Atti..., cit.; y VALLET:" La conservación del fundus instructus...A.A.M.N.cit., quien defiende (Derecho patrimonial y sucesorio en el Código Civil (sep. de La Notaría) 1.946, pg. 16) la reducción de la legítima, al igual que CASTAN y ROCA SASTRE. (10) SERRANO Y SERRANO: El Fuero del Trabajo. Doctrina y comentario. Valladolid, 1.939, pgs. 230 y s.s. (11) CASTAN: Familia y propiedad cit., pags. 76 a 85. En las páginas inmediatamente anteriores a la inicial señalada, hace el autor una exposición de instituciones forales al servicio de la propiedad familiar. La enumeración que hace de las instituciones del mismo fin en el Código Civil es francamente incompleta. Viene a reducirse a las legítimas y a la sustitución fideicomisaria y es incompleta, no ya porque olvide, por ejemplo, la declaración de prodigalidad como medio de protección intervivos de la legítíma, o las reservas vidual y liberal y la reversión del art. 812 (tan en línea con algunas 216 instituciones forales, aunque en algunos casos puedan disgregar la explotación agrícola), o la posible facultad distributiva del cónyuge supérstite, o el art. 1.056, etc., sino sobre todo porque omite todo un posible juego de donaciones con reserva de usufructo o de facultades de disponer con cargo a lo donado o con cláusulas de reversión, en conjunción con su declaración de no colacionables, que según después indicaremos brevemente, no siempre ha sido debidamente parangonado con los medios utilizados en el Derecho vizcaino y que sospechosamente es objeto, tanto en este Derecho como en el común, de particulares ataques por parte de LACRUZ. Lo que ahora nos interesa señalar es que, según la idea de CASTAN, en el Derecho foral la propiedad rural es individual en la fom^a y familiar en su espíritu, mientras que en el Derecho común es individual en los dos campos. Ahora bien, el titular tiene plenos poderes en el Derecho foral, como CASTAN reconoce, y, añadimos nosotros, tal Derecho carece de un sistema de normas imperativas que coaccionen al titular (con aquellos plenos poderes) pata que desempeñe el pretendido papel de simple gestor. Este desempeño queda por tanto al libre arbitrio del titular y éste sometido a la influencia del ambiente social. Este último ^es tal, hoy en día, y en las regiones forales, que mantenga aquel pretendido espíritu de propiedad familiar por encima del que pueda existir en territorios de Derecho común (con independencia, claro está, de las ideas de los redactores del Código)? . El éxodo rural que afecta a los territorios forales, según VALLET reconoce y dentro de poco volveremos a indicar, con el consiguiente abandonismo de la idea de la conservación de la "casa", parece permitir el sostener lo contrario. Por otra parte el Derecho de algunos territorios forales: Tierra de Ayala, según lós ars. 62 y 63 de la Compilación de Vizcaya y Alava; Navarra, según la ley 26? de su Compilación, permiten que el titular pueda disponer libremente en perjuicio de toda su familia incluyendo los descendientes de primer grado. (12) DE CASTRO: "El Derecho agrario en España. Notas para un estudio" A.D.C. Abril-Junio, 1.954, pag. 379. (13) Conceptos que tampoco son objeto de regulación imperativa en los territorios forales. (14) Mal cuyo "padecimiento", desgraciadamente (si comprende la inversíón privada agrania) no se ha confirmado. (15) Sin querer negar, ni afirmar, los posibles males de "la urbanización jurídica" del campo (que quizá lo sean de "una" concreta 217 (16) (17) (18) (19) (20) "urbanización jurídica"}, es interesante señalar que quizá más de un autor considere a un moderno Derecho para una agricultura de produccíón, dentro de la "urbanización"detestada, y que, si a la urbanización jurídica hubiese seguido la social y la económica, el éxodo rural no hubiese sido, según el Informe FOESSA, 1.970, y algún otro autor como García Barbancho que después citaremos, tan brutal como lo fué y lo es. DE CASTRO: "La cuestión foral y el Derecho Civil" A.D.C. 11, pg. 1.005. LOPEZ JACOISTE: "El Derecho foral como Derecho Agrario" Estudios ofiecidos al Prof. Dr. D. Ignacio Serrano y Serrano. I. Valladolid, 1.965. Sobre todo pgs. 486 a 489. El autor acude (op. cit., pág. 501 y n. 62 a una frase del preámbulo de la Compilación de Vizcaya, que llama al Derecho vizcaíno: "verdadero estatuto agrario" que parece un tanto exagerada porque una regulación de este últímo tipo excede bastante de la simple concentración patrimonial y familiar. LACRUZ: "La aportación de los Derechos forales..." Atti... cit. Por lo demás, el carácter de Derechos para una sociedad rural lo tendrían gran parte de los Derechos europeos medievales hasta la Baja Edad Media al menos. Ver PIRENNE: Las ciudades de la Edad Media. Traducción de F. Calvo. Alianza editoríal. Madrid, 1972. Pgs. 68 y s.s. El autor entiende (La fin du moyen Age. Peuples et Civilizations. T. VII, pgs. 15 y 16) que una especialización de trabajo campo-ciudad se estableció en el s.XIII. DEYON: (Los orígenes de la Europa moderna: el mercantilismo. Trad. de M. A. Oliver. Ed. Peninsula. Barcelona, 1.970. Pg. 17) entiende que el mercantilismo empezó a afirmarse en Francia e Inglaterra en la segunda mitad del s. XV, extendiendo las prácticas de las ciudades medievales a las monarquías nacionales (PIRENNE: Historie économique de 1'Occident mediéval, Brujas, 1.951, Pg. 356). VALLET: "La conservación del fundus instructus...". A.A.M.N. cit. El autor no estima sin embargo que la regulación foral tenga responsabilidad alguna en el abandonismo del campo que, según él, afecta ya a los territorios forales. Las causas, para él, son debidas esencialmente a la política económica de intervencionismo estatal con favorecimiento de la industria (pg. 632 y s.s.). Son de destacar, como ideas características del pensamiento del autor, las de que la seguridad social y la, según él, "Ilamada democratización de la enseñanza" en régimen de "igualdad de oportunidades" son un 218 factor de masificación tal como hoy se practican (pg. 599), y de que la productividad agrícola debe de calcularse, no en dinero al precio de venta de los productos, sino en calorías suficientes para alimentar una familia (pgs. 633 a 635). (21) Ver por ejemplo el citado trabajo de LOPEZ JACOISTE: "El Derecho foral como Derecho agrario", pgs. 484 a 486, donde el autor sigue las críticas que, al Código de Napoleón y a los demás inspirados por él, hacen IRTI ("Dal diritto civile al Diritto agrario". Rivista di Diritto agrario 1.961, pgs. 242 y s.s.) y CESARIN[-SFORZA ("Propieta et p^oduzione" Rivista di Diritto a^grario, 1.939, I, pgs. 139 y s.s.). (22) VALLET: "La conservación del fundus instructus..." A.A.M.N. cit., pgs. 595 y 598. (23) RIPERT: Aspectes juridiques du capitalisme moderne. París, 1.951. Pg. 16, como el propio LOPEZ JACOISTE señaló (loc. cit. y n. 7, aunque negando la veracidad del aserto de RIPERT. De nuestro Código Civil se ha dicho también más de una vez, que presta más atención a los vicios redhibitorios de los animales que al usufructo de acciones. (24) Individualismo que no podría generalizarse para su tratamiento de las materias de familia y sucesiones, capitales para la consarvación de la explotación agrícola, y en las que el Código no sigue precisamente al pie de la letra el modelo francés. Para lo inevitable del templado individualismo del Código, ver nuestra nota (71). (25) Medios (pacto sucesorio, testamento mancomunado, testamento por comisario, etc.) que suprimió el Código, no por contrario a la "libertad civil" del ciudadano, sino por seguir el criterio romano de mantener perdurablemente libre y personal la voluntad dispositiva mortis causa del de cuius, a pesar de que algunos de tales medios habían sido aceptados por el Derecho castellano que había prescindido de más de un principio romano de Derecho sucesorio. Pero no justificable, sobre todo después de compilados los derechos (26) forales. (27) Atención y preocupación que se pone de relieve en los preámbulos o exposiciones de motivos de la Compilación de Vizcaya y alava al hablarnos de la "concentración patrimonial y familiar", aunque, como ya dijimos, con la extremada frase de que el Derecho foral vizcaíno es un verdadero estatuto agrario; de la de Cataluña, donde se nos habla del entronque y cercanía del Derecho sucesorio con el patrimonial fanniliar; de la de Galicia donde se hace referencia a 219 aquellas instituciones (mejora de labrar y poseer, etc.) que "responden a la necesidad, bien de impedir la atomización de la propiedad o a la de subsanar sus efectos"; de la de Aragón al subrayarse el carácter exclusivamente familiar de los pactos sucesorios, concebidos en beneficio de la ordenación y mantenimiento de la casa; y de la de Navarra, donde se ensalza comó "esencial para la tradicional concepción navarra" la idea de "la unidad de la casa". 5í pudiera contradecirse sin embargo, con esta afirmación del Congreso de Zaragoza, la opinión ya vista de algún foralista como LACRUZ, de inexistencia de un estricto Derecho patrimonial foral. (28) Como quiere LOPEZ JACOISTE: "El Derecho foral como Derecho agrario°, cit., pgs. 483 y 484. (29) Como, siguiendo la idea de FINZI ("Díritto de propietá e disciplina de la produzione". Atti del Primo Convegno. I, pgs. 128 y s.s.), hace LOPEZ JACOISTE ("EI Derecho foral..." cit., pgs. 486 y 488) al delimitar el sentido del moderno Derecho agrario. (30) ASCARELLI: "Ordinamento giuridico e processo economico". Problemi giuridici. I. Milano, 1959, pg.49. (31) Ver Informe sociológico sobre la situación de España 19^0. FOESSA. Ed. Euramérica. Madrid, 1.970, Pgs. 1.181 y s.s., y 1.205 y s.s. donde, con especial atención para las "agro-ciudades" de provincias agrarias, se expone la correlación entre la tasa migratoria y el índice de urbanización. GARCIA BARBANCHO: Las migraciones interiores españolas cit. GARCIA FERNANDEZ: La ernigración exterior de Espaffa cit. SALUSTIANO DEL CAMPO: Op. cit. Ver también sobre la necesidad de una nueva urbanízación de los municipios rurales: II Plan de Desarrollo Econón:ico y Social. "Estructura y servicios urbanos" Madrid, 1968, pg. 175. (32) Informe FDESSA. cit., pg. 1.185. (33) En un sentido amplio, al tratar de un plan de producción de la empresa agraria no se pueden olvidar los otros elementos que integran el ^apital, (la tricotomía tradicional de factores de producción debida a D. Ricardo es criticable en bastantes aspectos. Ver TAMAMES: Estrt^ictura económica... cit., pg. 55 y n. (86) en esta pg.,) ni la actividad gestora. Ver Estructum económica de la empresa agraria de M. MARTIN BLANCO Y RAMOS TORRES. Instituto de Desarrollo Económico. Madrid, 1969. pgs. 39 y 40. 220 (34) Aunque con particular atención a los problemas del mercado agrícola. (35) MILHEAU: Tratado de economia agrícola. 1 y lI. Traducción de Schop Santos. Bosch. Barcelona, 1461. (36) Ver, exemplificativamente, en el país del citado autor, FROMONT: Economie Rurale. Médicis. París, 1957, CHOMBART DE LAUWE: Gestión des exploitations agricoles. Duned. París, 1957. MALASSIS: Economie des exploitations agricoles. Centre d'études économiques. A. Colier. Paris, 1958, etc. En nuestra patria, entre otra, la citada Estructura económica de !a empsesa agmria de M. MARTIN BLANCO y RAMOS TORRES. (37) MILHEAU: 7Yatado.., cit., pg. 6. S.P.E.S. (38) DE FARCY: L'agriculture á la conqudte de son rnarché. París, 1958. (39) Puesto que las agrupaciones de las empresas agrarias para la transformación o comercialización, no tienen los inconvenientes, y sí bastantes ventajas, que son propios de las agrupaciones de empresas agrarias exclusivamente de producción e incluso de la simple empresa unitaria de este último fin, cuando su titular no es individual. Ver A. LEAL GARCIA: "Aspectos físicos del problema agrario" cit., Pgs. 229 a 231. (40) Ver TAMAMES: Estructura económoica.. cit., p. 78. (41) MILHEAU: TYatado... cit., pgs. 114 y 115. (42) GARRIGOU-LAGRANGE: Production agricole et economie rurale. Librairie genérale de Droit et de Jurisprudence. París, 1950. (43) Como es la francesa frente a la inglesa. (44) Un ejemplo de la pulverización de la propiedad de grandes dominios a través de su parcelación, lo constituyen en nuestro país los foros y subforos con su parcelación progresiva, ayudada por la superpoblación agrícola, del muchas veces enorme coto foral inicial. (45) Ver una defensa de los métodos de autoridad, en MILHEAU: Tratada... cit., pg. 119. Es ilustrativo de la poca eficacia de la iniciativa individual el ejemplo, aducido por el autor en la n. (1) de la citada pg., de un campesino "champenois" que consiguió reducir el número de 250 parcelas dispersas a 70... en 20 aRos en los que tuvo que realizar 141 operaciones jurídicas. (46) Pero no, lograrlo exclusivamente él. (47) LOPEZ JACOISTE: "Bl Derecho forai..: ' ^it., pgs. 494 y 495. 221 (48) Y a la inversa, con e! mantenimiento de la explotación agrícola familiar se aseguraría la conservación de la familia tradicional. Por lo demás, la defensa a que aludimos, se hace muchas veces con (49) verbalizaciones de tipo moral parejas a las que se han utilizado para oponerse a la disminución de la población campesina alegando por ejemplo que ello atenta a la supervivencia del castellano viejo que comprendia las más recias virtudes raciales (BERMEJO ZUAZUA: "El futuro agrícola de Castilla la Vieja" Infor. Comer. Esp. febrero, 1965, pgs. 75 y s.s.) de las cuales podemos ver recogido un pequeño muestrario en el "Informe FOESSA 1970" cit. pgs. 548 y s.s. En esta postura hay que alinear los ataques de VALLET ("La conservación del ^undus instructus... " A.A.M.N. cit.) a la "masificación" y a los "desmanes de la tecnocracia que tanto perjudican, según él, al asentamiento de la familia tradicional rural, aunque ésta, a lo que parece, no es de la mísma opinión. (SO) Aparte de diversos artículos aparecidos en el diario "ABC" de Madrid a lo largo de este año, es de señalar el de GARCIA ABAD en "Informaciones económicas"del diario "Infomiaciones" de Madrid (8 Sept. 1972), y que Ileva el significativo título de "Entierro de la agricultura tradicional". En el artículo se recogen las opiniones manifestadas en una "mesa redonda" que sobre el tema se celebró en el Valle de los Caídos la precedente semana. Ninguna de las opiniones expresadas es favorable a la subsistencia de las explotaciones familiares tal como existen, insistiéndose por los señores BALLARIN y LAMO DE ESPINOSA en la necesidad de la "concentración de explotaciones" y de "tercializar" el campo. (51) Con arreglo al criterio, prevalente entre los juristas de nuestro país, de determinación del tamaño de las explotaciones según su absorción del trabajo familiar y su poder de satisfacción de las necesidades de la familia. (52) Que nos dicen, como TAMAMES (Estructura económica... cit. pag. 73), que las pequeñas explotaciones, (que determinadas así por su extensión constituyen el 96,3"/o según el I censo agrario, y, por tanto, absorben a la práctica totalidad de las familiares) "producen rutina en las labores, falta de preparación, carencia de una mínima contabilidad y, en muchos caos, moral de abandonismo cuando no de fatalismo", afinnando sin paliatívos (op. cit., pag. 71) que el obrero agrícola sabe que "la explotación agrícola familiar en las zonas de secano no puede servir de base a ningún nivel de vida envidiable". O bien nos dicen, como M. MARTIN BLANCO y 222 (53) (54) (55) (56) RAMOS TORRES (Estructura económica... cit. pags. 44 y 45) que, si bien desde el punto de vista social la empresa familiar (se referen a una empresa familiar agraria sobre una sóla explotación'familiar) presenta ventajas siempre que pueda remunerar adecuadamente a los factores de producción, desde el punto de vista de eficacia económica la empresa-sociedad tiene muchas ventajas sobre la empresa familiar. Ver nuestra n. (2). De las ideas de los autores allí citados como partidarios de la explotación familiar según el criterio allí prevalente, es también partidario VALLET ("La conservación del fundus Instructus..." A.A.M.N. cit.). En un sentido semejante, y apoyándose en BASSANELLI y CARROZZA, LUNA: El patrimonio familiar cit., pag. 3. Ventajas que por otra parte pudieran implicar la admisión de que, en el fondo, consisten en que la familia arraigada en la explotación soportará un nivel de vida inferior al normal. Ver, entre nosotros, BALLARIN: "La formación, concepto y fines de un Derecho agrario de la empresa". Atti del Primo Convegno, ll. pags. 63 y s.s., én la línea de FULVIO MAROI ("L'agricoltura nel Libro del Laboro del Nuovo Codice Civile". Rivista di Diritto Agrario, 1.942, pag. 123); CARRARA y ROMAGNOLI (Novissimo Digesto Italiano VIII, "Impresa agraria", pags. 359 y s.s.), y CASANOVA ("Imprese e attivitá agricole nel sistema del Diritto vigente". Rivista di Diritto Agrario. 1.951, I, pags. 145 y s.s.. BALLARIN, a juzgar por sus opiniones en la ya citada "mesa redonda" sobre la crisis de la agricultura tradicional, se halla quizá ya un tanto alejado de su anterior defensa del módulo de la empresa basada en la explotación familiar de tipo medio. EI asociacionismo agrario como requisito imprescindible para el desarrollo del agro, ha sido defendido por el actual Ministro de Agricultura en sus manifestaciones del 7 de Noviembre de este año en Palma de Mallorca. Que este asociacionismo es una necesidad sentida, sobre todo donde la5 explotaciones familiares medias (que serán de reducida extensión donde exijan gran número de unidades de trabajo, como en Galicia según GARCIA FERNANDEZ: La emigracián exterior... cit., pag. 177) sean insuficientes, lo ponen de relieve los datos de Inf. Com. Esp. Abril 1.973 sobre cooperativas de explotación, en las que Galicia pasó a la cifra de 76, desde la de 15 de 1.970, constituyendo el 1 S por ciento nacional. Ver nuestra n. (2). Ver también la coordinación de estas ideas en 223 (57) (58) (59) (60) BASSANELLI: Enciclopedia di scienza politiche, economiche e sociali I. Zuffi Bologna,1.956. "Diritto Agrario". El mismo COSTA (Derecho consuetudinario... I, cit., pag. 85) nos habla del "sello.., primitivo y patriarcal de la costumbre... (que) poco menos que mantiene en vigor el derecho de primogenitura' Por otra parte, LACRUZ ("La aportación de los Derechos forales.. °'. Atti... cit., pag. 567) estima que el sucesor único del Derecho foral recibe no sólo los bienes sino también con éllos la soberanía doméstica. Lo que parece también concordar con aquella primitiva organización social a que nos referimos. Arts. 129 a 131 de la Compilación de Aragón; 1.1. 279, 280, 116, 123, y 135 de la Compilación de Navarra; n. 39 de la Compilación de Vizcaya. En la Compilación de Vizcaya, la troncalidad (arts. 6 a 11) afecta, no sólo a la sucesión intestada (arts. 32 a 34), sino también a la testada (arts. 10, 22, 24, 28, 36 y 37) e incluso a la disposición gratuita inter vivos (arts. 10 y 38). En la Compilación de Aragón la troncalidad (arts. 132 y 133) no tiene limitación por razón de grado de parentesco del pariente tronquero cuando se trata de los llamados bienes de abolorio (art. 133), y no se establece distinción alguna entre muebles e inmuebles a afectos de troncalidad, a diferencia de la de Vizcaya (art. 6) y de la de Navarra (1.306). En Navarra viene regulada en las 1.1. 305 a 307. Incluso en Cataluña, a pesar de la romanización de su Derecho, hay una excepcional marrifestación de la troncalidad en la sucesión intestada del causante impúber (art. 251 de la Compilación catalana) y aquélla asoma incluso en la sustitución pupilar (art. 158 de la Compilación) dentro de la sucesión testada. Es necesario señalar que, en las Compilaciones, el llamamiento a los colaterales tronqueros aparece limitado a los que se hallen dentro del cuarto grado de parentesco con el causante, salvo el caso especial ya señalado de los bienes troncales de abolori.o en Aragón. Ello implica una importante restricción actual al antiguo círculo familiar amplio lo que significa una reducción, pero no una exclusión, de las posibilidades de disgregáción de la explotación ínsitas en los llamamientos a los colaterales. El Derecho de abolorio, o de la saca, o de adquisición ^referente de los bienes de abolorio, en ^ Aragón (arts. 149 a l52 de la Compilación), y el de retracto gentilicio en Navarra ( í.1. 445, 452 a 459 de la Compilación) para la adquisición preferente de los 224 bienes de abolorio, de patrimonio, y conquistados, que constituyen un derecho de tanteo y de retracto; y el derecho de adquisición preferente de los bienes troncales por su justo valor, que, en caso de ser contravenido, implica el derecho a pedir la nulidad de la enajenación y la adjudicación, por su justa valoración, de la raíz vendida, que se dá en Vizcaya (arts. 51 a 59 de la Compilación). (61) Preferencia que en el movimiento compilador se ha tendido a atenuar, y que tiene sus manifestaciones en la sucesión troncal aragonesa (arts. 132 y 133 de la Compilación). Y en la sucesión, troncal, como no troncal, del Derecho navarro (1.1. 304 y 307 de la Compilación). (62) ROCA SASTRE ("Los elementos componentes de la Compilación" Comentarios a la Compilación de Derecho Civil especial de Cata/uña. Academia de Jurisprudencia y de Legislación de Cataluña. Barcelona, 1.965, Pags. 27 y 28) nos dice que, al formarse la Compilación, se tuvo en cuenta la posibilidad de que el sistema de las Novelas 118 y 127 de Justiniano pulverizase la explotación al llamar a la sucesión intestada de su titular, con un sistema intermedio entre el primitivo de preferencia de los colaterales sobre los ascendientes y el moderno de preferencia de éstos sobre aquéllos, al padre supérstite del difunto en conjunción con hermanos de éste. Por tal posibilidad se rechazó el sistema justinianeo, y se optó por el del Código Civil que dá preferencia al padre supérstite. (63) Lo que quizá no hay por qué estimarlo impropio de un Derecho Privado general por este carácter esencialmente fijado en la persona y en la familia. El art. 1.056 del Código Civil expresa también esta esencial preocupación familiar y no productiva. (64) Un indicio, casi podríamos decir que donoso del "sesteo" en la gestión empresarial agraria al que puede llevar el establecimiento de un sistema sucesorio en la explotación que intente proteger la conservación de ésta, con olvido de su productividad, por el simple medio de suprimir la legítima, puede verse en el artículo titulado significativamente: "Buen vivir", publicado en el Diario El Progreso de Lugo el 20 de Octubre de este año. En él se relata, con un tono de defensa, la buena marcha de una explotación agraria de aquella provincia, buena marcha que fue posible gracias a la concentración de la explotación en un sólo sucesor, mediante la e^trega de "algo" de dinero a sus hermanos. Tal "prosperidad", defendida por el articulista, se basa, según éste, en alimentar el ganado con poco 225 pienso aunque engorde menos; en no tener jornaleros aunque la hierba que produce la explotación permitiría tener más ganado; en no interesarse por la producción de leche, porque para subsistir bien, como lo hace, le basta con la carne; en consumir productos de la explotación y no tener que pagar vivienda, etc... Es decir, resumiendo nosotros, en no valorar el capital que emplea ni el trabajo familiar, practicar el autoconsumo probablemente al máximo, en comprar lo mínimo, o sea en no invertir, y, gara conseguir aquél "buen vivir", no calentarse la cabeza con posibles aumentos, y mejoras de la calidad, de la producción. EI artículo termina recomendando "el sistema" a los emigrantes de la provincia, dado que además será objeto de "mejoras" el día que se supriman intermediarios en el mercado ganadero. Es quizá uno de los casos más claros que hemos visto del "sesteo" agrario directamente favorecido por las facilidades sucesorias. No es que estas sean de rechazar en absoluto, pero es necesario una mínima prevención frente a la vieja costumbre de ofrecer solamente ingénuas soluciones "juridicistas:: que, en lo económico, se traducen en autoconsumo, falta de inversión, recibir todo gratuitamente, y,en último término, en una agricultura de simple subsistencia, y, en lo jurídíco, en la simple injusticia cuando aquellas soluciones consisten en suprimir la legítima de los hijos para que uno no de ellos se pueda dedicar a la "síesta". Aunque el empresarío agrario desoiga los posibles incentivos forales a la pereza gestora, los Derechos de aquél tipo que establecen un derecho de preferente adquisición familiar sobre los bienes y fincas de esta procedencia, no dejarán de oponerse notables trabas a la agilidad de su gestión cuando intente por ejemplo reestructurar la explotación por medio de ventas y compras, e incluso permutas de fincas. (65) Ver nuestra anterior cita de COSTA y LACRUZ. (66) Sobre el origen legal, de carácter aristocrático, de la tendencia al sucesor único que se da en algunos Derechos forales puede verse en Aragón la posibilidad de designar un único sucesor material concedida a los ciudadanos por el Fuero de testamenfis civium en 1311 como extensión de la concedida a los nobles por el Fuero de testamentis nobilium de 1307. Para un intento de acerse al número de personas que efectivamente gozaban de una verdadera disposición sucesoria libre, sería conveniente el tener en cuenta tanto el significado del término "cives" como la característica situación 226 señorial, particularmente dura, del campo aragonés que permaneció así de derecho, aunque no siempre de hecho, hasta el siglo XVlll según DOMINGUEZ ORTIZ ("El ocaso del régimen señorial en la España del siglo XVIII", Neehos y figuras del siglo XVIII español. Siglo veintiuno. Madríd, Octubre, 1973. Pgs. 7 a 9 y 13 y s.s.). COSTA, al hablar de la costu.mbre de nombrar un sucesor único en el Pirineo Aragonés (Derecho consuetudinario... I cit., pag. 81), si por un lado dice que tal costumbre es primitiva y patriarcal, dice por otro que tiene "sello aristocrático" y que "poco menos que mantiene en vigor el Derecho de primogenitura". La indecisión de COSTA es explicable si se piensa que la organización señorial medieval es una regresión en la organización político-social, atisbable ya en la organización romana en el siglo III d. de C., y expresada en el "Bucellariato", de modo que el sistema nobiliario de designar un sólo sucesor en los poderes, titulos y patrimonio vinculado a ellos, del tronco, es un sistema regresivo y por ello tendente a lo primitivo. También en Cataluña se dá un indicio del origen legal aristocrático del sucesor único, en las conocidas palabras iniciales de la Constitución de Felipe II, en las Cortes de Monzón, de 1585, por la que se extendía a Cataluña la reducción legitimaria que implicaba el sistema romano clásico antes vigente en Barcelona: "Zelant la conservació de la cases principals' ; EI mismo VALLET ("La conservación del fundus instructus..." cit., pgs. 607, 608 y 626 y s.s.) apoya aquél origen, siquiera de un modo indirecto, cuando, al intentar demostrar que la costumbre del sucesor único es anterior a la Constitución de 1585, nos dice, siguiendo a VICENS VIVES (Noticia de Catalutia Barcelona, 1954, pg: 43), que el surgir de aquella se origina en la lucha de1 señor útil contra el señor directo, y acude también al testimonio de HINOJOSA (EI régimen señorial y la cuestión agraria en Cataluña. Madrid, 1905, pg. 105) sobre la existencia de documentos de los siglos XII, XIII, XIV acreditativos del sucesor único en casos de división enfiteútica del dominio. Para ver si este sucesor único era nombrado libremente por los señores útiles como un medio de concentración de fuerzas contra los directos, o más bien era ímpuesto por estos últimos, sería conveniente seguir la línea en la que FUENMAYOR (Nueva enciclopedia jurídica Seix I, 1950, pg. 254) afirma el origen de la mejora de labrar y poseer gallega. La misma denominación de esta figura, que permite el sucesor único en la explotación agrícola de 227 Galicia, indica que el que la utiliza no tiene un pleno dominio sobre lo que es objeto de la mejora, estando éste estrechamente vinculada al foro (PAZ ARES: Instituciones al servicio de la casa... cit., pg., 125). En relación con ello, FUENMAYOR opina que el origen de tal mejora, semejante al atribuido al Anerbenrecht germánico, se halla en la exigencia impuesta por los señores en los contratos agrarios para que los bienes pasaran a un solo hijo del arrendatario. En favor del origen nobiliario de la libertad de testar en Navarra, ver por ejemplo VALLET: Apuntes de Derecho sucesorio. Instituo Nacional de Estudios Jurídicos. Madrid, 1955, pg., 623. Por lo que respecta al sistema del Derecho común en su raíz lejana, debemos señalar que es significativo que la mejora visigótica pase del décimo al tercio con Ervigio, cuyo reinado se caracteriza, frente al de Wamba, por un predominio de la nobleza (que también había caracterizado al de Recesvinto frente al de Chindasvinto). Consecuencia de lo cual, y garantía del nuevo estado de cosas, es la revisión por Ervigio del Liber Judiciorum. (Ver GARCIA DE CORTAZAR: "La Epoca Medieval" Historia de España Alfaguara. II. Alianza Editorial-Alfaguara. Madrid, 1973, pgs. 33 a 39, sobre tedo 38). ^ En cuanto a que la tendéncia no sólo a nombrar un sucesor único sino a que este se de en las siguientes sucesiones (lo que se consigu'íq én Castilla ^on la vinculación y el mayoraago, y en los 'Dereclros forales más moderadamente a través de los fideicomisos), es propia de un cierto espíritu aristocrático decadente puede verse en HERR (España y la revolución del siglo XVIII. Aguilar, Madrid, 1971, ' pg., 77) como medio de este espíritu para evitar una dilapidación del patrimonio que sostiene el realce de la Casa. Algo similar puede verse en el discurso de PORCIOLES de presentación, a la• Cortes, de la Compilación de Cataluña, al tratar de los fideicomisos de familia y exponer los fines para los que fueron utilizados en nuestro Derecho, aunque poniendo' debidamente de relieve, los otros fines útiles para que puedan servir. Lo que interesa resaltar aquí, no es una identificación total de un sistema sucesorio de directo o indirecto origen señorial con la vieja tendencia campesina a un sucesor único que pudo aprovecharse de aquel sistema así originado, sino que tanto uno como otro se preocupan más de la fuerza de la casa que de la productividad de la explotación, y que, si no están debidamente encauzados, las 228 facílidades que ofrecen al titular pueden hacerlos ajenos e incluso contrarios, como señalábamos en la nota anterior, a aquella productividad. (67) Ver, para esto íiltimo, MILHEAU: tratado. II cit., pg.,118 y n. (2) de esta pag., apoyando su afirmación con el ejemplo, interesante para nosotros, que cita DUMONT hablando de los campesinos montañeses que abandonan sus explotaciones pero reúsan ceder su derecho de propiedad. Tambienén BALLARIN en la citada "mesa redonda" sobre la crisis de la agricultura tradicional ha expuesto lo entorpecedora y contraproducente que es, para la organización y desanollo agrarios, la pasión campesina por las tierras en propiedad. (68) VALLET: "Computación, imputación y reducción de tas donaciones en los principales ordenamientos jurídicos occidentales". Revista del lnstituto de Derecho Comparado. Barcelona, 1945, 2 p. 45 n.l. (69) VALLET: "La conservación del fundus instructus..." cit.; pgs., 632 y s.s. Evidentemente no son los sociólogos y los tecnicos, dice CARO BAROJA (Estudios sobre la vida tradicional espaiiola. Península. Barcelona, 1968, pg., 265) los que "desde arriba", han planificado el abandono de los camp os... 5on los campesinos mismos los que por múltiples razones, no quieren tan ensalzado género de vida antiguo. La encuesta de FOESSA (Informe 1970" cit., pgs., 551 y 552) sobre el éxodo rural joven, es particularmente significativa. (70) Ver nuestra n. (1). (71) Parece claro que un economista o un historiador "perciben" de inmediato que, por ejemplo, los Derechos de seca troncal y en general toda la organización de bienes de abolengo o abolorio etc., pertenecen a un sistema de economía agraria estática, mientras que un jurista propenderá a la discusión intemporal del posible fundamento de justicia del derecho de adquisición preferente de aquellos bienes por parte de parientes más o menos alejados. Sólo las constataciones, realmente comprobables del Derecho "aplicado", le permitirán decidir sobre la subsistencia actual de aquel posible fundamento de justicia, por ejemplo comprobando que el derecho de seca troncal sólo se ejercita cuando las fincas se han transformado en urbanas con el consiguiente aumento de valor, al permitir aquel derecho por medio de la obstaculación de las enajenaciones, obtener sustanciosas sumas de los titulares que 229 quieren disponer de las fincas {como ha comprobado M.R. LEZON a través de 30 años de registrador de la propiedad en Vizcaya. Ver Estudios de Deusto. XX, n°45, Enero-Abril 1972. pgs., 97 y 98). El desprecio hacia los datos constatables como ayuda esencial a la determinación de la subsistencia del criterio de justicia, no se reduce al tema de vigencia de unas u otras instituciones, sino que se extiende a los principios últimos de los cuales se parte axiomáticamente por algunos "iusprivatistas" para defender los derechos tradicionales territoriales, o por lo menos para desestimar el Derecho Civil común. Un ejemplo característico de éstos es el distinto enfoque entre historiadores, de un lado, y juristas sobre todo "iusprivatistas", de otro, del tan traído y llevado individualismo de los intentos de nuestra reforma agraria desde el famoso "Informe sobre la Ley agraria" de JOVELLANOS hasta la desamortización inclusive, y de nuestra codificación civil, así como de las causas de tal individualismo. Hoy en día se entiende por los historiadores, (Vid. por todos, GONZALO ANES: Economía e`7lustración" en la España del siglo XVIlI. Ariel. Barcelona, Diciembre 1972. Pgs., 129 a 132} que la refom^a adecuada y flexible, pero decidida, que pudieron hacer los "ilustrados", se malogró con la reacción política y socioeconómica que afectó al país a partir de 1789 como consecuencia de los sucesos revolucionarios franceses. En estos años el "Infonne", redactado por JOVELLANOS, de la Sociedad Económica Matritense, que había premiado la Memoria de D. JOSE CICILIA COELLO cuya semejanza con el Informe de OLAVIDE ha probado DEFOURNAUX (Ver, G. ANES. op. cit., pgs. 128 y 129) y que por tanto no era ajena a la doctrina de ambos, venía condicionado en su formación por la coyuntura política hasta el punto de dificultarse la impresión del mismo (Ver, G. ANES., op. cit.. pgs., 123 a 126). El "Informe" tropezó con la indiferencia del Gobierno y con una limitada repercusión doctrinal, hasta el año 1812. A partir de 1810 el "Informe" encuentra acomodo en una ideología liberal que comienza a hacerse expresa en la vida pública (G. ANES: op, cit., pg., 132) y que llegará a encresparse y exacerbarse ante una imposición absolutista del Antiguo Régimen que no permite cambio alguno (es innecesario detenerse en este último punto al que ARTOLA ha dedicado últimaménte un volumen: La bu^guesia revolucionaria. Historia de España. Alfaguara, V. Alfa- 230 guara-Alia.nza Editorial Madrid, 1973). La regulación agraria del Antiguo-Régimen, ya esclerotizado, produce con sus severas restriociones de la explotación la sencilla consecuencia de una agricultura sin inversiones con la consiguiente escasez de rendimiento (ver ARTOLA: La burguesía revolucionaria cit., pgs. 107 y I08). La intangibilidad de las instituciones agrarias del Antíguo Régimen contribuyó, junta con las también intangibles instituciones de otro género de tipo público, a que, durante el absolutismo, las posibilidades ministeriales de promover el desarrollo material o cultural del país se redujesen a poco más de cero con la ne ^esaria reducción de gastos en unos presupuestos inverosímiles (ver ARTOLA: La burguesía revolucionaria cit., pg., 51). Cuando se llegó a la desamortización de Mendizabal, el volumen de la deuda pública planteaba al Gobiemo, como una de sus alternativas, el admitir la bancarrota como hiciera Fernando VII. Su necesidad de amortizar la deuda, junto con una ideología exacerbada por la reacción absolutista constituyeron el primero y el segundo argumento en favor de la desamortización (ver, ARTOLA, op., cit., pags., 149 y 150). Esta visión de los hechos permite percatarse de la ligereza e inexactitud de COSTA (Colectivismo agrario en España. Madrid, 1898, pgs., 152 a 160), cuando atribuye la menor efectividad de la política agraria del "Informe" de JOVELLANOS, respecto de la del de OLAVIDE, al menor contacto del primero con los problemas, del mismo modo que permite constatar una vez más la extremosidad verbal del autar aragonés cuando nos habla del fanatismo individualista de JOVELLANOS. Hoy parece estar claro que el famoso "Informe" no expresa exactamente las ideas de JOVELLANOS, del mismo modo que la lectura detenida de su Diario acredita que no era un hombre precisamente propenso al fanatismo, por la idea que fuese, y alejado de la observación minuciosa de la realidad. La indicada visión de los hechos también hace dudar de si, dada la evolución política, fue realmente posible un destino diferente para los bienes de propios y baldíos. Finalmente, dicha visión nos hace ver lo falaz que puede ser el afirmar que el individualismo del pasado siglo tuvo su expresión en la desamortización y en el régimen de propiedad del Código Civil que favoreció la pulverización de la misma, y fue una reacción extremada contra el extremismo del mayorazgo castellano (en este 231 sentido se pronuncia VALLET: "La conservación del fundus instructus..." cit., pgs., S9S a 598, y Apuntes de Derecho sucesorio. Instituto Nacional de Estudios Jurídicos. Madrid, 1968, pg., 623, afirmando que los territorios forales no participaron del extremismo castellano). La falacia radica en dar a entender que en la primera posición del movimiento pendular se hallaba sólo el mayorazgo castellano. Pero éste estaba bien acompañado de la importante masa de propiedad amortizada en entes eclesíásticos y públicos (ver, ARTOLA, op. cit., pgs., 137, 149, 154 y 1 S6 a 160. HERR, op. cit. ; pgs., 7b a 77), y sobre todo, de los señoríos, en cuyo abigarramiento se habían transformado de hecho, a través de la compra de oficios y rentas reales, los simples solariegos en auténticos seftoríos, y, en el siglo XVIII, aparecían tan entremezcladas las relaciones de carácter privado con las de carácter público y las rentas y prestaciones de uno y otro carácter (si es que alguna vez pudieron separarse con claridad) que la cuestión señorial tomó los perfiles de lo que en el siglo XIX fue la cuestión social agraria, un problema económico entre propietarios de la tierra y colonos (ver, DOMINGUEZ ORTIZ: "El ocaso del régimen señorial..." cit., pgs., S, 6 y 29 a 32). Es innecesario decir que del "pecado" de los señoríos fueron particularmente culpables algunos antiguos o actuales territorios forales, como todo el amplio reino de Aragón (Valencia, Aragón y Cataluña) y Galicia, con lo que tienen su tanto de culpa en la génesis del individualismo liberal que estuvo a punto de suprimir sus particulares Derechos privados desde 1812 a 185 L El tranquilo individualismo del Código de la Restauracibn no fue precisamente la reacción extremada que se pretende, en una época ya en que, a la vista de la señalada evolución, la previsible reacción extremada originada por et Antiguo Régimen hubiese sido de carácter socializante. El individualismo del Código, para los partidarios de los Derechos tradicionales, debe de estimarse como milagroso. En cuanto a que haya generado una pulverización de la propiedad, sólo adelantaremos ahora que en una época en la que, en algún territorio de actual minifundio como Galicia, podían existir y existían los mayorazgos y las vinculaciones, la organización humana y física de la agricultura estaba ya deshecha a la muerte de Carlos III por una superpoblación sín más salida que la agricultura, y por el subforo (ver, HERR: op. cit., pgs., 83 84 y 98. La 232 influencia de causas jurídicas como el sistema hereditario, que el autor recoge quizá por influencia de F, CABALLERO, queda neutralizada por la existencia de medios jurídicos contrarios, como la vinculación, y la mejora de labrar y poseer con el pago de la legítima en periodicas rentas fructuarias. Más adelante insistiremos en que el problema de la tierra en Galicia no era jurídico sino económico: tanto el último forero en contacto con la tierra aforada, como el primer aforante y los sucesivos subforantes, todos vivian de la tierra y de una misma tierra. Que el problema era económico lo acredita la economía de Galicia sin industria ni comercio floreciente por su estado físico•geográfico y por la organización administrativa de aquél, de modo que el subforo no fue la causa de que casi toda la población viviese exclusivamente de la tierra, sino el medio jurídico que articuló esta única posibilidad, si descontamos la sangía emigratoria que no tardó en llegar, que tenía aquella población. Significativamente en Cataluña no existió subenfiteusis salvo donde pudo ser más rentable por el desarrollo ciudadano: en el territorio enfitéutico de Barcelona). (72) Sin referirnos ahora a la esencial aportación del Derecho a la formación de nuevos criterios de justicia. (73) Sobre esta superación directa o indirecta, por parte de los Derechos forales, de principios sucesorios del Derecho romano culto, puede verse: LACRUZ: "La aportación de los Derechos forales...." pgs. 563 a 567 y s.s. "Los Derechos forales" cit., pgs. 19 y 20. Por lo demás, es de señalar que la superación de estos principios por la utilización de figuras negociales inter vivos o de la donación mortis causa para la disposición mortis causa es algo general para una época de vulgarismo en el Derecho medieval, y aún para el Derecho Común culto. que, como tributo a la posible y libre disposición testamentaria, sólo exigía en el caso de donación inter vivos de bienes presentes y futuros la reserva de bienes en una cantidad que no fuese mír^ma, como veremos más tarde al señalar algunos precedentes castellanos de sucesión contractual. (74) arts., 26 y 28 de la Compilación de Aragón; arts., 7 y 9 de la Compilación de Cataluña; 1.1. 78 y 81 de la Compilación de Navarra; el art. 41 de la Compilación de Vizcaya determina sin embargo la inmutabilidad del régimen económico-matrimonial una vez celebrado el matrimonío. (75) .....Unido al antiguo temor de que el pacto sucesorio pueda engendrar deseos de muerte respecto al de cuius. Sobre los motivos 233 antiguos y actuales de prohibición de la sucesión contractual e incluso de los pactos sucesorios en conjunto, así como sobre el tema en general, puede verse por todos: Derecho Civil Español de CASTAN TOBEÑAS. T 6°, 3°, 7a edición revisado y ampliado por J.L. DE LOS MOZOS, pgs., 254, 264 y en genera1246 y s.s. (76) Que aparece hoy recogido en los arts. 11, 30 y 62 de la Compilación de Vizcaya y Alava; arts., 89 y 99 a 108 de la Compilación de Aragón; 1.1. 112 a 118, 149, 150, 172 a 183, 207, 211, 155 y 270 de la Compilación de Navarra; arts., 63 a 96 y 145 n.° 1 y 2, de la Compilación de Cataluña; y en la Compilación de Baleares en sus arts., 6, 8 a 13 y 50 para Mallorca, y 69 a 76 y 80 para Ibiza y Formentera. En Galicia, y respecto del Derecho común, no existen especialidades sustantivas en cuanto a la admisión del pacto sucesorio, puesto que la mejora "tácita" que implicará la adjudicación de la explotación agrícola a que se refiere ^ el art. 84 de la Compilación gallega, no implica pacto sucesorio al poder ser revocada en testamento según el mismo art. 84. También en el antiguo Derecho castellano se admitió el pacto sucesorio. Para los contados supuestos en los que se admitió en Derecho Romano, y, por ello, en las Partidas, pera sobre todo para los precedentes del pacto sucesorio en la época de vulgarización de nuestro Derecho en la Alta Edad Media, y para alguna forma práctica de sucesión contractual derivada, en el antiguo Derecho castellano práctico, de uno de los pocos casos admitidos en el Derecho romano: la divisio inter liberos ver Derecho Civil Español T. 6.°, 3.° de CASTAN TOBEÑAS en su edición revisada por J. L. DE LOS MOZOS, pgs., 257 a 259. No obstante es necesario señalar que si hoy en día los supuestos de mejora y promesa de mejorar o no mejorar, irrevocables, comprendidos en los arts. 826 y 827 del Código, constítuyen supuestos de pacto sucesorio y, en algunos casos, de sucesión contractual, hay que tener en cuenta el precedente castellano de estas figuras en las leyes 17 y 22 de Toro que regulan la mejora con entrega, la promesa de no mejorar hecha en escritura pública, así como la promesa de mejorar hecha también en escritura pública pero por causa onerosa en la que se incluía la de por razón de matrimonio (pero exigiéndose la inclusión, en el pacto, de una tercera persona que, en el caso de mejora por razón de matrimonio, seria la que lo fuese a contraer con la favorecida por la promesa; exigencia derivada de la relación de la 1.22 con la 1.17 de Toro, según se deduce del número 22 de 234 los comentarios de A. GOMEZ a la primera ley citada). Es necesario señalar también el testamento de hermandad admitido en el Fuero Real 3,9,6, si se entiende con GARCIA GOYENA (Concordancias, motivos y comentarios del Código Civil Español. II. Madrid, 1.852. Pg. 55?) que la irrevocabilidad del mismo podrá implicar un pacto sucesorio y una sucesión contractual, lo que podemos decir nosotros que se podrá dar aún cuando aquella irrevocabilidad se produzca solamente para las disposiciones recíprocamente condicionadas y muerto uno de los otorgantes, puesto que el supérstite verá menguada su libre disposición mortis causa por disposiciones irrevocables de aquel testamento que generalmente irán encaminadas a designar sucesor en todos o parte de sus bienes. Pero sobre todo es necesario señalar como posible precedente, en e1 Derecho castellano, de la sucesión contractual, la posibilidad admitida para aquel derecho de la donación de bienes presentes y futuros. Donación que, hecha a los descendientes, podía implicar la mejora tácita de tercio y quinto irrevocable en lo donado, si se pone la 1. 22 de Toro en relación con la 17 (ver los números 8 y 9 de A. GOMEZ a esta última), o bien por los efectos de que dicha donación no resultase afectada siempre que cupiese dentro del tercio y quinto de modo que el donante no pueda disponer de estos para mejorar a otro sino en cuanto excedan de los bienes donados, según parece deducrise de las 1.1. 25 y 26 de Toro. Tal mejora en lo donado se hace, quizá por ello, de un modo irrevocable en cuanto la mejora alcanzase a los bienes donados, puesto que si el donante establecía en testamento mejora de tercio y quinto (generalmente en favor de descendientes distintos al donatario, para cuyo supuesto parece pensada la 1. 25 de Toro según el comentario de A. GOMEZ a la misma) para el cómputo de este tercio y quinto no se tendrán en cuenta aquellas anteriores donaciones, según la dicha 1. 25 de Toro. (Para la interpretación de estas leyes en relación con las materias de computación e imputación, ver por todos VALLET: Apuntes... cit., pgs. 345 y s.s.). GARCIA GOYENA, no se percata al comentar el art. 657 del proyecto de 1.851 (actual art. 825 del Código) que según él deroga la 1. 26 de Toro, ni al hablar de la mejora, en el Apéndice 8 al T. II de las "Concordancias", en donde aparecen como derogados las 1.1. 25 y 29 de Toro por el Proyecto de 1.851, de que la 1. 26 habla de testador o donante, mientras que la 1.25 habla sólo de testador. 235 Así GARCIA GOYENA no ve en estas dos leyes una mejora presunta e irrevocable en lo donado. Pero sería un tanto absurdo que la 1. 22 reconociese la irrevocabilidad de la promesa y que las 1.1. 25 y 26 no lo hiciesen para la mejora efectiva. La donación de bienes presentes y futuros era válida con reserva de una cantidad de bienes, que no fuese minima, para testar, reserva que se estimaba inclu^da en la de usufructo, y que fue transformada por los codificadores para la donación de todos los bienes presentes, única admitida por los mismos, en la reserva de lo necesario para vivir el donante en un estado con arreglo a sus circunstancias, al cambiar aquellos el fundamento de la reserva. Para la primera de estas posiciones sobre la validez de tal donación, pueden verse las Partidas 5,4,8, y 3,12,7 complementadas por la 1. 69 de Toro, y sobre todo los comentarios que A. GOMEZ hace, con exposición de la doctrina del Derecho Común, en los números 1 a 4 y en el 6, a esta 1. 69 de Toro, en los cuales se sostiene: que sólo se prohibe la donación de todos los bienes presentes, y no de los futuros; que la donación de los bienes presentes es válida con reserva para testar de una cantidad que no sea mínima; que esta donación valdrá aún sin tal reserva, por virtud del Derecho económico, cuando esté apoyada por juramento; y que valdrá cuando sea hecha en favor de la Iglesia (La opinión de GARCIA GOYENA: Concordancias.... II, cit., pgs. 298 de que sólo se cuestionaba la posibilidad de la donación de todos los bienes presentes, excluyéndose la de los futuros, es un tanto falaz porque, siendo uno de los motivos esenciales de la prohibición de la donación universal, la falta de reserva de bienes para testar según la doctrina del Derecho Común, la donación de bienes futuros, al no comprender los presentes, no incurre en el motivo de la prohibición. Por no extendernos omitimos las opiniones, sobre el tema, de: MOLINA, De prim. 1.2, c. 10, n.25; COVARRUBIA5, Var. 1. 3, c.12, n.3; GUTIERREZ De iur. c. 21, n.15 etc.). Para la posición codificadora sobre el tema, GARCIA GOYENA: Concordancias... ll cit., pgs. 298 y s.s. Einalmente según la doctrina clásica del Derecho castellano era válida la renuncia con juramento, aún pactada, a la sucesión futura, de acuerdo con el Derecho Canónico, sobre lo que se puede ver en A. GOMEZ no sólo el citado n.4 de sus comentarios a la 1. 63 de Toro, sino sobre todo los n.n. 3,4,5,6,7 a 10 de los yue dedica a la 1. 22, donde admite: la renuncia a la sucesión futura, in actu 236 testandi, incluso sin juramento, siempre que tal renuncia no sea coaccionada mediante precio o de otro modo, coacción que parece darse en caso de pacto o transacción que obligue a tal renuncia (n.5); la renuncia de ascendientes o descendientes a la herencia futura, por haber recibido su legítima (n.n. 3 y 4); y los pactos de non succedendo con juramento (n.6); que en los n.n. 7 a 10 se concretan, respecto de los descendientes, en la renuncia a la sucesión por haber recibido la legítima, o a aquélla y al complemento de ésta habiendo recibido algo por la misma. Por lo cual el Derecho castellano se acercaba grandemente al Derecho catalán en estos pactos de non succedendo. Por lo demás, el conjunto de las comentarios a la 1. 69 es importante para ver el grado de admisibilidad de los pactos sucesorios en el Derecho castellano. No constituía, claro está, pacto sucesorio la designación de comisario para hacer testamento por medio del mismo, admitido por las 1.1. 31 a 39 de Toro, y por el F. R. 3, 5, 6, porque el de cuius no quedaba privado de la libre disposición mortis causa, al igual que en los actuales art. 641, 831, 1056 y 1315 del Código, salvo que entendamos, cuando se trate de donaciones, que la donación inter vivos, en general irrevocable, costituye una disposición pactada y gratuita que, en su transcendencia a la sucesión mortis causa, limita siempre la disposición de este tipo e implica por ello un pacto sucesorio. (77) Actualmente regulado en los arts. 94 a 98 de la Compilación de Aragón, y en las 1.1. 199 a 205 de la de Navarra. también fue admitido, como hemos visto, en el antiguo Derecho castellano sobre el F.R. 3, 9, 6, a pesar de que algún autor ha negado el conocimiento de la fígura por tal Derecho (Ver, PAZ ARES: Instituciones al servicio de la casa... cit., pg. 173). Dada la tendencia innovadora, y no sólo compiladora, de los Derechos forales que aparece en algunas compilaciones de los mismos, es quizá de lamentar qae la figura de que tratamos no haya sido recogida en la Compílación de Galicia, territorio en el que la tendencia de los cónyuges a este tipo de testamento se manifiesta en la costumbre, por parte de aquellos, de otorgar sus testamentos inmediatamente sucesivos y con similares disposiciones (Ver, PAZ AREZ, op. cit., pg. 174). Ha sido también una idea desgraciada la de prescindir de esta figura en la Compilación de Vizcaya, donde sin embargo se recoge otra figura testamentaria también típica del 237 antiguo Derecho castellano: el testamento por comisario. El preámbulo de la Compilación se contradice cuando intenta justificar la supresión de esta figura, inmediatamente después de sostener que el principio de concentración patrimonial es la esencia del Derecho vizcaíno. El testamento mancomunado es un medio notablemente útil para conseguir aquella concentración. (78) Fiducia sucesoria que aparece actualmente: en el testamento por comisario regulado por los art. 15 a 20 de la Compilación de Vizcaya; en la fiducia sucesoria del cónyuge supérstite, o la colectiva de parientes, reguladas en los arts. 1l0 a 118 de la Compilación de Aragón; en la fiducia en las sustituciones fideicomisarias, para la designación de fedeicomisarios por el fiduciario a semejanza del fideicomiso arbitro boniviri del Derecho romano (figura a tener en cuenta por el Derecho Común, porque en el Derecho Romano como en nuestro Derecho Común, o por mejor decir, menos todavía que éste, no podría haber Compilación de Navarra, así como en la figura del o de los fiduciarios-comisarios regulada en las I.1. 151 y 281 a 288 de aquella Compilación, o en la figura de la herencia de confianza regulada en las 1.1. 151 y 289 a 295 del mismo cuerpo legal; en ía sustitución fideicomisaria por el mecanismo que acabamos de ver, en heredamiento, y a través de la herencia de confianza, según los art. 178 a 180 y 118 a 121 respectivamente de la Compilación de Cataluña; en la fiducia que implica la figura del "distribuidor" establecida en sucesión pactada o testada según los arts. 13 y 18 a 23 de la Compilación Balear en sus disposiciones para Mallorca, figura que dada la posibilidad de facultar al distribuidor para la detracción de la cuarta trebeliánica (art. 22), parece acercarse a la ya señalada fiducia ^lectiva de fideicomisarío en la sustitución de este tipo; en esta misma fiducia, a la que se rernite, en el caso de sucesión pactada por donación universal, el art. 63 de la Compilación balear en sus normas para Ibiza y Formentera, o en la más amplia fiducia que los arts. 74 y 77 de estas normas permiten establecer en favor del cónyuge supérstite, en heredamiento, o en la figura más limitada del "distribuidor" que, también en favor del cónyuge supérstite, permite establecer en sucesión testada el art. 77 de las mismas normas. También la fiducía sucesoria tuvo su expresión en el antiguo Derecho castellano a través del testamento por comisario regulado, como hemos dicho, en las 1.1 31 a 39 de Toro y por el F.R. 3,5,6, 238 así como a través de la herencia de confianza por medio de fideicomiso tácito. (79) La consecución de una ordenación, conjunta por los interesados, del régimen económico y sucesorio, o sólo de este último, en la explotación familiar, y con garantías suficientes no sólo para el disponente o disponentes sino también para el sucesor, sólo se logrará a través de un pacto que lógicamente debería de tener su albergue en capitulaciones dado el caráter familiar del tema. Si no existe la costumbre de capitular no se obtendrá la regulación conjunta del régimen económico trabado con el sucesorio, pero todavía será posible una cierta regulación, conjunta por los interesadas, del régimen sucesorio a través de la donación o del testamento mancomunado. La primera de estas figuras tendrá alguna estrechez para algún aspecto de la ordenación sucesoria, por ejemplo para el establecimiento de la fiducia suçesoria; la segunda figura, aunque se admitiese, por razón de fines familiares no sólo entre cónyuges sino también entre éstos y sus descendientes (como será posible en Navarra dada la amplitud de la 1. 199 de su Compilación) no otorgará garantías al sucesor, por lo menos hasta la muerte de uno de los otorgantes que lógicamente haga irrevocables las disposiciones recíprocamente condicionadas. Pero esta figura tiene evidentemente mucho más campo para la ordenación sucesoria que la primera. Sí las garantías del sucesor inmediatas a la disposición, no son tan necesarias en la práctica como pudiera deducirse de una pura consideración teórica, esta doble opción capitular y testamentaria, que como hemos visto no existe en todos los territorios forales, sería de gran importancia allí donde no exista costumbre de capitular, como es el caso de los territorios de Derecho común (y también actualmente de muchos territorios forales) pero donde, sin embargo, hay la tendencia de los cónyuges campesinos al testamento mancomunado a través de testamentos aislados de cada uno, de similar contenido e inmediatamente sucesivos. En esta opción testamentaria deberían de tener acomodo, desanolladas, las figuras de los arts., 1056 y 831 del Código Civil. (80) Ver, art., 97 de la Compilación de Cataluña; art., y de la Compilación de Baleares, para Mallorca, y el art., 72 de esta Compilación para Ibiza y Formentera aunque se refiere sólo al heredamiento, no a las donaciones universales de bienes presentes y futuros ni a la 239 sucesión testada. Ver también 1.1.216 y 300 de la Compilación de Navarra. (S 1) Ver ROCA SASTRE: "Los elementos componentes de la Compilación" Comentarios a la Compilación de Cataluña cit.. pgs. 27 y 28. (82) Vid. por todos ROCA SASTRE: "La necesidad de diferenciar lo rural y lo urbano...." cit., pg. 374. (83) No podemos hacer aquí una exposición detallada del sistema legitimario del Derecho Civil común y de cada uno de los Derechos forales. Sólo es necesario apuntar que el quantum legitimario (que constituye una faceta, y no la totalidad del problema que en lo que nos interesa plantean las legítimas, problema que, como después veremos, es el de la flexibilidad legitimaria) varía entre los Derech^s forales tanto o más (y nosotros nos inclinamos por esto último) que entre estos Derechos y el común. Ello es lógico si se tiene en cuenta que la cuestión del quantum, en la búsqueda de la flexibilidad legitimaria, viene influida decisivamente por el sistema de legítimas que se siga. Si se sigue un sistema en el que la legítima es un deber de piedad, que la "pietas" irnpone al causante, deber que después se expresa también como deber por la misma naturaleza, "debitum naturale", se percibe inmediatamente: que tal deber no tiene por qué repercutir en todos los bienes del causante; ni por qué predeterminar un modo concreto de ser satisfecho totalmente aún cuando llegue a afirmarse que comprende la atribución del título de heredero al favorecido; y que en consecuencia permite una flexibilidad en el quantum y, unido a ésta, en el modo de ser satisfecho este quanturn Si se sigue un sistema en el que la legítima tiene su origen en una participación de los hijos en la propiedad familiar, se percibirá que no es fácil ni la flexibilidad en el quantum ni en el modo de satisfacerse. La legítima, en buena lógica, tenderá a abarcar todos los bienes del causante (no a su herencia en eI sentido que ésta tiene en el Derecho romano evolucionado) y, claro está, a ser satisfecha en estos mismos bienes. La flexíbilidad se obtendrá a través de la distribución de esta legítima entre los legitimarios, y se obtendrá en consecuencia, en sus grados máximos, si puede hablarse de flexibilidad en estos casos, negando sin más, prácticamente aunque no en apariencia, el derecho de legítima, bien a cada uno de los legitimarios del grupo excepto a uno que necesariamente habrá de recibír los bienes, siendo apartados los demás con algo material que en la práctica no tiene ningún valor, bien a todo el 240 grupo del cual todos y cada uno de sus miembros podrán ser apartados con algo que prácticamente no significa nada. En la esencia del primer sistema la propiedad es ciudadana e indivicjual y íibre, en la del segundo, es familiar y vinculada, hasta el punto de que en su pureza, los "copropietarios" que adquirirán la titularidad efectiva de los bienes a la muerte de su actual titular, tendrán en vida de éste una expectativa que obstaculizará incluso las enajenaciones onerosas que este últímo intente sin el consentimiento de aquellos. Aunque quizá siguiendo a BATLLE, se ha repetido muchas veces que es muy difícil sintetizar los sistemas legitimarios españoles, nosotros quizá nos atreveríamos a decir que en el fondo imperan los dos sistemas expuestos. Aún hoy en día, el exámen de los arts. 7 de la Compilación de Cataluña, y 3,65 y 66 de la de Baleares, por lo que respecta al régimen legal económico-matrimonial, y de los arts. 122 y s.s. (en especial: 122, 124 y 129) de la Compilación de Cataluña, y 41 y ss. (en especial: 41 y 42), 65, y 79 y ss. (en especial: 79 y 81) de la de Baleares, por lo que respecta a las legítimas, nos indica que el Derecho Catalán y el Balear siguen el primero de los sistemas legitimarios expuestos, con una propiedad individual y libre. Después de afirmarse el régimen legal de separación de bienes en el matrimonio, la legítima, se siga el sistema romano clásico o el justinianeo, basada en la "pietas", tiene un quantum limitado, se dá (al igual que su fundamento) tanto respecto de descendientes como de ascendientes, y no implica la plena efectividad de un anterior derecho sobre los bienes por lo que no tiene que ser satisfecha con los bienes de la herencia, salvo en Mallorca (art. 46 de la Compilación de Baleares) y Menorca (art. 65 de la citada Compilación que se remite al art. 46) debido a una especial interpretación del Derecho justinianeo de Novelas en el que el legitimario había de tener el título de heredero (ver sobre este punto, PASCUAL y GONZALEZ: Derecho Civil de Mallorca. Mallorca, 1.951,pgs. 213 y s.s.). Dado que el quantum es limitado y existen flexibles modos de su satisfacción, su distribución es igualitaria. Diremos resumidamente que en nuestros demás Derechos civíles se dá un régimen legal de comunidad de bienes en el matrimonio, y la legítima, de un quantum colectivo muy amplio, implicó para cada legitirnario el Derecho a una pars bonorum hereditatis. Con' el carácter para aquél, no de heredero En el sentido romano 241 evolucionado del tém^no salvo en el Derecho castellano romanizado, sino más bien de heredero legal germánico en los bienes del causante (con la consiguiente posible diferenciación no sólo de bienes heredados o adquiridos gor éste sino también de muebles inmuebles). La flexibilidad, sin un quantum limitado ni una naturaleza de la legítima que permitiese su satisfacción por un modo distinto a la entrega de unos bienes concretos del causante, vino a través de la libre distribución cada vez más extremada, hasta que el quantum legitimario de todos y cada uno de los titulares de la legítima se redujo a algo carente prácticamente de valor, pero sin acudirse en estricto Derecho a la pura desheredación formal del antiguo iucfvile romano. La mejora visigótica (también existente en el Derecho longobardo) del décimo después elevada al tercio; el "apartamiento" vizcaíno de los herederos legales, excepto uno,con un real de vellón, un palmo de tierra y una teja, comprendiendo así el apartamiento a todos los bienes, muebles y raíces, la costumbre de Aragón (en cuyo Derecho según SESSE, tota hereditas est legitima de dejar a todos los legitimarios, menos a uno, cinco sueldos jaqueses en bienes muebles, y otros cinco en bienes sitios;la costumbre navarra, reconocida en Cortes de Pamplona de 1.688, de dejar a todos y cada uno de los legitimarios cinco sueldos carlines y una robada de tierra en los montes comunes (sistema recogído en la 1.267 de la Compilación navarra, aunque transformado en una práctica desheredación formal), y la facultad que permite el Derecho de la tierra de Ayala de apartar a todos y cada uno de los "herederos legales" con poco o mucho, como quisiere y por bien tuviere el causante (art. 62 de la Compilación de Vizcaya y Alava), son los jalones del camino a una supresión práctica de la legitima individual y colectiva a partir de un inicio de libre distribución de la misma. En estos sistemas la propiedad era familiar y viriculada hasta que por una corrµptela de los mismos ha llegado a poder ser prácticamente por completo para extraños en Navarra y la tiena de Ayala. Estas legítimas no estaban basadas en su origen de un modo especial en el offtciurrt pietatis, sino más bien en aquella "copropiedad" ya señalada, por parte de los hijos, y en consecuencia sólo éstos o sus descendientes tenían derecho de legítima, y no los ascendientes. En realidad, como veremos, se trata quizá más que do una verdadera legítima en el sentido del término desde el 242 Derecho romano clásico, de una impuesta herencia legal. La romanización del Derecho Castellano hizo girar esta Ggura hacia aquel sentido romano de la legitima, surgiendo la legítima de los ascendientes aplicada después quiza por influjo de aquel derecho, en Vizcaya y la tierra de Ayala. La atribución del título de heredero al legitimario por influencia justinianea, que podría apcyar aqueUa figura de herencia legal, fue oportunamente suprimida en el paso del Derecho castellano al Derecho Civil común a partir del Proyecto de 1.851 según se recoge en el art., 81 S de nuestro Código. La posibilidad de pago de la legítima en dinero que no exista en la herencia, que establecida en el anteproyecto de 1.882-1.888 se recoge en el art. 1.056 del Código con un carácter excepcional frente al normal pago con bienes de la herencia que parece deducirse de los arts., 806 y 832 del Código, acerca la legítima del Derecho Civil común al citado sentido romano de la misma. La legítima del Derecho común constituye asi un intermedio entre los otros dos sistemas legitimarios citados. Si por el quantum legitimario colectivo de los descendientes y la libertad de distribución del mismo que implica la mejora, se acerca al segundo sistema expuesto, por el fundamento de la legitima en el offtctum pietatis con la legitima de los ascendientes, por la no identificación de legítima y herencia y por el modo de satisfacerse la primera, se acerca al primer sistema indicado, sobre todo en sus variantes del Derecho catalán y del de ]biza y Formentera. No es de extrañar por ello que los Derechos forales que tienen o han tenido asiento en ambos sistemas, discrepen más entre si que respecto del Derecho Civil común incluso en el quantum legitimario. (84) ROCA SASTRE: Loc. cit., ultim. , (85) Ver por ejemplo LACRtJZ: "La aportación de los Derechos forales..." cit., pgs. 574 y s.s. (86) En el supuesto de que claramente exceda de lo suficiente no parece que deba de obstaculizar una reducción. Este podría ser quizá el caso de los ascendientes que no concurren con el cónyuge supérstite del causante, cuya legítima de la mitad de la herencia, según el art. 809 del Código, podría quizá reducirse al tercio de legítima estricta de los descendientes, o establecerse una parte de libre disposición en aquella legítima puesto que no existía la de los ascendientes al tiempo en que surgió la mejora. (87) Para una conservación de la explotación indivisa, no para el fin 243 (para el que fueron pensadas sus disposiciones) de una general concentración de bienes en el tronco familiar; asi como para el asentamiento estable de una familia con actual vigencia social, y no de una primitiva familia amplia que conforme una organización social ya superada. (88) Ver por ejemplo, LACRUZ: " La aportación de los Derechos forales...." cit.,pgs. 563 y 565. (89) Ver nuestra n. (1). (90) Ver art. 63 de su Compilación. (91) Ver arts. 123 y 145 de su Compilación. (92) Ver arts. 122 y 137 de su Compilación. (93) Ver art. 140 de su Compilación. (94) Ver arts. 139 y 146 de su Compilación. (95) Posible, como ya hemos señalado, en el Derecho castellano. (96) Posible al amparo del art.942 del Proyecto de 1.851, como después indicazemos. (97) Ver, LACRUZ en Derecho de Sucesiones de LACRUZ y SANCHO REBULLIDA.I. Bosch. Barcelona, 1.971.Pgs. 329 y 330 y sobre todo n. (8) de esta página. Que la vinculación pactada de herencia tendrá que afectar más o menos a las facultades y titularidades inter vivos del disponente, se comprende si se piensa que, en todo caso, los actosinter vivos, gratuitos u onerosos pero fraudulentos, ímplícarían Ia ineficacia práctica, y por tanto la no vinculación, del pacto por el que se establece el sucesor. (98) Ver, arts.8,10 y 12 de la Compilación de Baleares. (99) LACRUZ:" La aportación de los Derechos forales..." cit., pgs. 570 y s.s. (100) Como titular de la explotación agrícola, porque aquí es donde puede aparecer justificado el sucesor único titular; pero no respecto de los bienes paternos y maternos, sean los que sean, en los que el sucesor único no obedecería sino a una desfasada concentración familiar de bienes. (101)Hacemos la salvedad de la nota anterior, y, por ello, entendemos que es necesaria la distinción. del patrimonio físico y del valor del mismo. Para los intereses agrarios puede ser conveniente la trasmisión, a un sólo sucesor, del primero, pero no del segundo. La disgregación de éste sólo será perjudicial cuando implique una inconveniente disgregación del primero. Parece evidente que sólo un patrimonio francamente improductivo y, por marginal, no apto 244 para la ayuda legal a su perpetración, exige la concentración total de su valor en una sola persona,por ser incapáz de atender a un mismo capítulo de amortización de lo invertido. (102) Ver los arts. 553, 646, 994, 1.569, 953, 942 y 823 del Proyecto de 1.851 y los comentarios de GARC[A GOYENA a los mismos y al art.648, donde se rechazan la delación sucesoria pactada, el pacto sucesorio en general, la donación de bienes futuros, y la aceptación de la sucesión de una persona viva, así como los arts. 555,717,557,558,559,661 y 662 y los comentarios del citado autor a los mismos, en los que se sostiene que la disposición mortis causa, que constituye el testamento, es esencialmente revocable, unilateral, y personalísima, carácter éste que se aplica también a la mejora. (103) Como ya hemos señalado, al admitir este Derecho: las donaciones irrevocables de bienes presentes y futuros, siempre que, según la doctrina, se diese una reserva de algo, que no fuese mínimo, para testar y para no caer en la indigencia; las mejoras y las promesas referentes a las mismas, con carácter irrevocable; el testamento mancomunado y por comisario; y los pactos de anticipada renuncia sucesoria con jutamente, con arreglo al Derecho canónico. {104} Alternativa que parece excluir el pago en dinero que no exista en la herencia con arreglo a los arts.640 y 664 del Proyecto de 1.851, a pesar de que, al poder dejarse la legítima por cualquier título ( ver el art. 645 de dicho proyecto y su comentario por GARCIA GOYENA), debería, en principio, poder dejarse por un legado de cosa genérica ajena al testador admitido por el art. 691 del citado Proyecto. (105) Ver arts. 642 y 654 del Proyecto de 1.851. (lOb)Porque para éste es más importante la fiducia sucesoria que una atribución ex lege, al cónyuge supérstite, de un amplísimo usufructo vitalicio en general si no contrae nuevas nupcias; usufructo que fundamentalmente se justificará, o en ser un medio de cumplimiento de aquella fiducia rigiendo entretando el cónyuge supérstite la explotación, o en ser una compensación al supérstite por la no detracción de la parte que en la explotación le corresponde. La no imprescindibilidad de este derecho la acreditan el Derecho catalán, o el vizcaíno que según el preámbulo de su Compilación está polarizado en la concentración patrimonial familiar, en los que no existe la atribución ex tege de aquel amplísimo derecho de usufructo. (107) Ver arts. 641, 653, 773 del Proyecto de151. . 245 (108)Como veremos inmediatamente. (109) Ver el art. 658 del Proyecto de 1.851, y el comentario de GARCIA GOYENA al mismo. (110) Y por ello posiblemente aplicable a una explotación agraria. (111) Ver el art. 942 del Proye ^to de 1.851 y su comentario por GARCIA GOYENA. (112)Ver el art. 1.253 del citado Proyecto, y el comentario de GARCIA GOYENA que lo estima como un medio de facilitar la extensión de una figura foral al Derecho Civil común, y que quizá podría ser utilizado grandemente en el futuro. (113)Sobre la negativa de subsistencia de la donación mortis causa en nuestro Código Civil, negativa sostenida por el Tribunal Supremo y la mayor parte de la doctrina, vid. por todos, contradiciendo la opinión afirmativa de VALLET, LACRUZ: "Derecho de Sucesiones" de LACRUZ y SANCHO REBULLIDA. I. Bosch. Barcelona, 1.971. Págs. 320 y s.s. (114) Ver LACRUZ: Derecho de sucesiones I, Barcelona, 1971, págs. 270 y s.s., 282 y 283; II, Barcelona, 1973, págs. 118 y s.s. (115) Ver sobre los problemas de la delegación al cónyuge de la facultad de mejorar, en Galicia, PAZ ARES: Instituciones al servicio de la Casa... cit., págs. 131 y s.s., sobre todo 132 y 133. (116) EUENMAYOR: "Derecho civil de Galicia". Nueva enciclopedia jurídica Seix, I, 1.950. Pag. 258. (117) Ver por ejemplo, la simpatía de CASTAN, en el terreno de la teoría, hacia la absoluta libertad de testar, enFamilia y propiedad , cit., págs. 82 y ss. Ver también, rechazando el pago en metálico porque puede que ni éste sea posible en patrimonios pobres, MARTIN BALLESTERO: I,a casa... cit., pag. 72. LUNA: FT patrimot7lo farrilim^ cit. pags. 26 y 27, y en un sentido un tanto similar, PALA: El Patrimonio familiar... cit., pag.58, y CASTAN: op. cit. págs. 79 y s.s. (118)Ver por ejemplo LA CRUZ: "La aportación... op. cit. pág. 574, al estimar, como el más adecuado, al sistema aragonés, y CASTAN: Familia y propiedad cit. págs. 82 y s.s. (119)LACRUZ: loc. cit. ultim. (120) ROCA: "La necesidad de diferenciar lo rural y lo urbano..." cit., pág. 367. que defiende la reducción de la legítima a la cuarta parte del caudal. Otros como CASTAN: op. cit. págs. 79 y s.s. y 82 y s.s. ante la dificultad de establecer en los sistemas latinos la libertad absoluta de testar, propone, para nuestro Código, ampliar la 246 legítima larga de los descendientes, pero reducir, para los mismos, la legítima estricta de distribución igualitaria a un cuarto de la herencia. En un sentido similar al de CASTAN en sus propuestas, VALLET: Derecho patrimonial y sucesorio en el Código civil cit., pág. 16. (121)Que puede quizá ser agregada a otra y otras mediante el correspondiente derecho de adquisición preferente. (122) Si se propone un sistema como el aragonés para evitar la división de la explotación entre los ascendientes, habría que proponer también, la supresión en aquel Derecho de las reversiones que regula y de los llamamientos a colaterales con preferencia a los ascendientes según ya hemos señalado. (123)Cuando surgió la mejora para flexibilizar la legítima de los descendientes no existia la de los ascendientes. (124) Que no es íntegra, en cuanto que de ella hay que descontar lo que le corresponde al descendiente sucesor por la explotación y que ya viene satisfecho por la atribucibn de ésta. (125) Cuando la cercanía de la explotación al lugar en el que se preste el trabajo o los servicios permita atender a parte de aquélla en una dedicación agrícola a tiempo parcial. En la mayoría de los supuestos las consecuencias serán el éxodo pleno. (126) BALLARIN: "El Código civil y la agricultura". Rev. de Est. Agro Sociales, 2, pgs. 49 y ss. PEÑA: "La conservacibn de las unidades agrarias". A.D.C. 12(1.959)3 pag. 947 ss., entre otros. (127) HARO MORENO: Ponencia sobre patrimonios familiares, en la V Asamblea Nacional de las Hermandades Sindicales de Labradores y Ganaderos. "EI campo español en 1.953", Madrid, 1.953, pags. 62 y 203. (128) Sobre la revocación de é ^ta en relación con la de la donación puede verse, FUENMAYOR: La revocación de la propiedad, Madrid, 1.942, pags. 139 y ss.; La mejora en el sistema sucesorio espar^ol, Coimbra, 1.946, pags. 24 y ss. VALLET: Apuntes de Derecho sucesorio cit., pags. 528 y ss. La opinión del primero parece que debe de prevalecer sobre la del segundo en cuanto la de éste se sustente en la figura de la donación "mortis causa" que, como ya hemos dicho, no es considerada como subsistente por la mayor parte de nuestra doctrina y Jurisprudencia. En relación con este tema, y además de su estudi directo, la imputación de donaciones a herederos forzosos puede verse en VALLET: Apuntes... cot., págs. S 11 y s.s.; "La mejora tácita..." A.A.M.N. VIII, 1.954, págs. 113 y 247 Sin embargo, quizá son discutibles las ideas de VALLET, aunque favorecerían la amplitud de la donación de la explotación sin necesidad de disposición del donante sobre tal amplitud, en cuanto rocen con los siguientes puntos: 1°. Cuando la imputación implique una mejora presunta ex lege por donación. 2°. Que a partir del Proyecto de 1.851 la supresión de las mejores presuntas, que según VALLET no afecta a las tácitas, tenía como fin el na considerar como mejora la danación del causante cuando éste no contemplaba su ordenación necesaria en conjunto, finalidad ésta que puede ser contraria a las mejaras tácitas por donacibn en la generalidad de los casos, y con arreglo a la cual debe interpretarse la exigencia de que las mejoras por donación han de ser expresas. 3°. Que, aunque se admita la posibilidad de una mejora amplia que afecte al tercio de mejora y al de libre disposición, tal mejora por donación y de carácter presunto o tácito en tal amplitud, tiene las anteriores limitaciones agravadas por la modificación que en esta materia hizo el Código de los arts. 657 y 659 del Proyecto de 1.851 y por la fuerte ampliación realizada por el primero de la libertad de testar en favor de extraños. (129)Porque el caso de la mejora en contrato oneroso con tercero será muy raro fuera del supuesto del matrimonio de esta tercera persona con la mejora, como causa de la mejora. (130) Ver, sobre este último obstáculo, el editorial "Alarma en nuestro Derecho Civil", de la Rev, jur. de Cat. 1.962, pag. 291, y el artículo, en esta revista, "El impuesto como causa de desuso de las capitulaciones matrimoniales", de MARTINEZ CIL. (131) LACRUZ: "La aportación de los Derechos forales..." cit., pags. 578 a 580. (132}Como indicaremos más tarde al concluir la consideración de la flexibilidad legitimaria en los Derechos forales, siguiendo el testimonio del registrador en Vizcaya M.R. LEZON. (133) Que habían admitido las leyes 31 a 39 de Toro y el F.R. 3,5,6. (134)Frescindiendo ahora de un exámen de los problemas del artículo, algunas de cuyas convenientes reformas serán examinadas brevemente al tratar de la fiducia sucesoria, y cuyo más detenido estudio corresponde a otra parte de este trabajo. (l35) El artículo no permite el aplazamiento del pago de la legítima, y es quizá discutible que permita la disposición del pago en metálico de ésta y la desheredación en la sucesión del premuerto. 248 (-136) Ver GARCIA GOYENA: Concordancias... 11 cit., pag. 14. (i 37) Ver nuestra anteriar n. (83). (138)Antes de la Constitución de Montblanch de 1.333, que estableció en Cataluña el sistema justinianeo, regía en localidades de la región el sistema visigótico, modificado un tanto por la costumbre del "Recognoverunt proceres" cap. II que reducía la pequeiia parte de posibles mandas para extaños y aumentaba un poco la de mejora o libre distribución entre los hijos (ver BROCA y AMELL: Instituciones del Derecho civil catalán. II. Barcelona, 1.886 pags. 429 y ss. BORRELL y SOLER: Derecho Civil vigente en Cataluña. Barcelona, 1.944. Pag. 366, n. (1),. Por ello algún autor como CASTAN (Derecho GYvil foral. Madrid, 1.932, pags. 88 y 89), quizá basado en la general sumisión al Derecho visigótico, sostuvo, como primer sistema legitimario catalán, el del Liberludiciorum (139)J. GUTIERREZ: Practicae Quaestiones de Nobilitatae Hispanicae, núms. 283 y 284. (140)JADO: Derecho civil de Vizeaya. Bilbao, 1.900. Pags. 348 y ss. (141) Sobre la legítima en Vizcaya, pueden vetse, aparte de JADO: Loc. cit. ultim., ANGULO: Derecho privado de Vizcaya, Madrid, 1.903, pags. 102 y s.s. SANCHEZ DE LA. TORRE: "Variedad e intangibilidad de la legítima vizcaina", Estudios de Deusto. Enero-Junio, 1.958. "Régimen jurídico de la legítima vizcaina", Estudios de Deusto. Julio-Diciembre, 1.958. DE ESJAVIERRIA: "El apartamiento en el Fuero y en la Compilación de Derecho Civil de Vizcaya", Estudios de Deusto. Julio-Diciembre, 1.959. ASTORQUI: Introducción al De^echo de Vizcaya y Alava. Bilbao, 1.964, pags. 113 y s.s. CELAYA IBARRA: Vizcaya y su Fuero Civil. Pamplona, 1.965, Pags. 281 y s.s. Por lo que respecta a la troncalidad, aparte del estudio de BRAGA DA CRUZ (O direito de Troncalialade e o regime juridico do patrimonio familiar. Braga, 1.941), pueden verse en relación al Derecho vizcaíno y a lá materia que nos interesa: CHALBAUD y ERRAZQUIN: La troncalidad en el Fuero de Vizcaya. Bilbao, 1898. SOLANO y POLANCO: La troncalidad en el Fuero de Biskaia. Bilbao, 1.918, aparte de la básica obra cit. de JADO. (142) Art. 119 de la Compilación. (143) Ver sobre la originaria vinculación de los bienes a la familia, en el Derecho aragonés, y sobre la probáble devolución sucesoria troncal de este Derecho (en el que, como ya hemos seftalado, la troncalidad no se limita a los raíces), exclusión . de los ascendientes: 249 LACRUZ-SANCHO: Derecho de sucesiones. II. Barcelona, 1.973. pags. 211 y 2S8 (ver, también, sobre todo por lo que respecta a las legítimas en el Derecho actual: Las legítimas en la Compilación de Aragón, Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, 1.968). (144) Ver nuestra anterior nota inmediata. Para la relación del sistema cerrado y radical de parentelas con la troncalidad vid. por todos: Derecho civil espaí^ol, T. 6°, 3°. de CASTAN, revisado por DE LOS MOZOS, cit., pags. 45 a 47, siguiendo ideas de PLANITZ y RIPERT. (14S)Aunque ya hemos indicado, al tratar del orígen nobiliario del heredero único, la necesidad de precisar el alcance efectívo inicial de esta extensión. (146) FRANCO y LOPEZ: Memoria sobre las instituciones que deben continuar subsistentes del Derecho Civil aragonés. Zaragoza, 1.880. Pags. 52 y s.s. (147)Sobre la insuficiencia del derecho de alimentos para la protección del legitimario, los roces permanentes a que puede dar lugar entre los hermanos, y la relativa complicación del derecho de alimentos de los hijos naturales, BATALLA GONZALEZ: "Antecedentes y panorámica de la Compilación aragonesa". A.D.C. 1.9b7, pags. b93 y 694. (148)Para las legítimas en Aragón pueden verse, parte de la citada Memoria de FRANCO y LOPEZ, V. de LA FUENTE: "La libertad de testar por fuero". Estudios críticos sobre la Historia y el Derecho aragonés II. Madrid, 1.885. VIDIELLA: "De la legítima de los descendientes en Aragón". R.D.P. 1.918. ISABAL: Enciclopedia Jurídica Espaffola, XXI, voz "legítima". P. DE LA FUENTE: "La distribución de la legítima en Aragón". 1 a Semana de Derecho aragonés. Jaca, 1.942. RICO GAMBARTE: ` Alimentos como suplec^nto de legítima", Anuario de Derecho arqgonés, II. Y, sobre todo para el Derecho actual, el citado estudio de LACRUZ: Las legi #mas en la Comp ilación deAragón. (149) Ver. por ejemplo CASTAN: Derecho civil foral cit. pags. 91 y 92. (1 SO) Ver Derecho de sucesiones, II cit., pg. 21 S. (1 S 1) Y regulándose las justas causas de desheredación, en el Fuero Genera12,4. (1 S2) Sería interesante el estudiar el posible paralelismo de esta libre distribución extendida a los no labradores, con Ia extensión que de la misma hace el Fuero De testamentis civium aragonés, para los "cives". 2so (153)Ver, discrepando de VALLET y en favor de los efectos de la pretensión para la desheredación injusta en Derecho navarro, LACRUZ: Derecho de Sucesiones II cit., pg. 219. Sobre la limitación de la libertad por segundas o ulteriores nupcias, ver: IRIBARREN: "Segundas nupcias". Curso de Derecho navano de Estudio General de Navarra. V.l. Pamplona, 1.958, pgs. 133 y s.s. (154) Si tenemos en cuenta el ya citado problema que surgió en Aragón a mediados del siglo pasado, de la petición de complementos de legítima por parte de los hijos prácticamente desheredados, basándose en su derecho a alimentos, ejemplo aducido por GARCIA GOYENA, no parece tan descabellada la premonición de este autor (Concordancias... II cit., pgs. 329 y 330) de que en Navarra habría que acudir, como en Derecho romano, a la ficción de demencia del testador contra un testamento en el que, rara pero posiblemente, no se dejase a los hijos o hijo ni lo necesario para alimentos en caso de necesitarlos. El Derecho navarro se ha prevenido contra un móvil frecuente de un mayor o menor despojo de los hijos: las segundas nupcias, recogiendo en la 272 de la actual Compilación (ver también las 1.1. 157 y 164) las leyes Feminae y Hac edictale en sus limitaciones de las disposiciones en favor del nuevo cónyuge o de los hijos habidos del mismo, pero queda, entre otros ejemplos, el ancho boquete de las disposiciones sucesorias debidas a relaciones extraconyugales, contra las que los hijos o el hijo no tendrán más que el engorroso medio de cargar con la prueba, bastante difícil en más de un caso, de la existencia de una causa ilícita, o de que el favoreeido es hijo adulterino del causante (a. 153), lo que no impide la postergación total posible de las legítimas a los naturales por ejemplo. (I 55) Ver CASTAN: Derecho foral cit., pg. 93. (156) Para el Derecho navarro en materia de legítimas, pueden verse: A. MORALES: Memoria que comprende los principios e instituciones del Derecho de Navana Pamplona, 1.884. pgs. 81 y s.s. V. LACARRA: Instituciones da Derecho civi! navarro. Li. III. Pamplona, 1.932. pgs. 135 y s.s. ARRIAGA Y SAGARRA: Libertad de testar, legíti^ra foral y desheredación Pamplona 1.948. SALINAS: Te»ns de Derecho foral navano. Pamplona, 1.958 pg. 420. FERNANDEZ ASIAIN: "Principios generales del Derecho navarro". Curso de Derecho navano de Estudio General de Navarra. V.I_ Pamplona, 1.958, pgs. 39 y s.s. Así como la Recopilación privada del Derecho privado foml de Navana y sus 251 Notas de GARCIA GRANERO, NAGORE, AIZPUN TUERO, A. D'ORS, LOPEZ JACOISTE y ARREGUI GIL, de Pamplona 1.967, y esta obra de los mismos con SANTAMARIA ANSA y SALINAS, de 1.971. (157)Así por ejemplo, por medio del apartamiento con un real, una teja y un árbol. (158) No obstante, ver VALLET: "El apartamiento y la desheredación". A.D.C. 1.958. (159) Sobre el sistema ayalés en conjunto, ver URIARTE y LEBARIO:EI Fuero de Ayala. Madrid, 1.912. (160) Flexibilidad esta última, que no deja de ser interesante para cuando ninguno de los legítimarios existentes, p.ejplo. los hijos, desea continuar con la explotación, caso al que dará lugar más de una vez el éxodo rural tan intenso en la gente joven sobre todo. En el actual Derecho aragonés tal falta de flexibilidad se presentará en el pago, pero no en la conformación al no existir obstáculo claro actualmente para dejar la legítima sin ser a título de herencia. Ver LACRUZ; Las legítimas... cit., pgs. 512 y s.s. (161) Ver, entre otros, MARTIN BALLESTERO: La casa en el Derecho Aragonés cit., pg. 72. También en cierto sentido CASTAN: Familia y propiedad cit., pgs. 77 y 78. LUNA: El Patrimonio familrar cit., pg. 11. (162) "El Derecho privado vasco-navano anle la Codificación". Estudios de Deusto. Enero-Abril 1.972, Bilbao. pg. 96. Testimonio avalado por el ejercicio durante 30 años de la profesión de registrador de la propiedad en aquella provincia. (163) Ver nuestra n. (83). (164) La legítima atribuye derecho a una porción de herencia y debe de ser pagada en bienes de la misma (arts. 46 y 65 de la Compilación); la legítima implica el carácter efectivo de heredero para el legitimario ( art. 46) debiendo de atribuírsele el titulo de heredero a áquel, todo ello en virtud de una concreta interpretación del Derecho justinianeo. Si bien parece que debería de ser suficiente la institución de heredero en cosa cierta (PASCUAL y GONZALEZ: Derecho,clvil de Mallorca cit., pg. 211), teniendo en cuenta además que el legado en favor del legitimario implica atribución de legítima según el art. 48 de la Compilación. Ta1 institución, unida al legado de dinero existente en la herencia, parece que debería de posibilitar en este caso el práctico pago en metálico de la legítima. (165) Ver la nota anterior inmediata. 252 (166)Salvo que se opte por una reforma del art. 1.056 y del art. 806 del Código sobre el pago de la legítima, en el sentido de que la explotación pueda asignarse a un familiar (de entre los favorecidos por los posibles Ilamamientos ab intestato (previstos por la ley) aún existiendo descendientes, en cuyo caso el pago de la legítima, al no ser favorecido un descendiente con la asignación de la explotación y, en la generaiidad de los casos, con la mejora, tendrá que pagarse en metálico a aquéllos no sólo el tercio de legítima estricta, sino también el de mejora, es decir, los dos tercios del caudal. (167)Prescindiremos, en una relación de la legítima global catalana con la del Código civil, no sólo de algunas especialidades del Derecho catalán como la "cuarta marital" en favor de la viuda pobre (arts. 147 y s.s, de la Compilación de Cataluña) o la "cuarta antonina o piana" que, establecida en el Derecho romano por Antonino Pío, para el arrogado impúber, tiene su repercusión en la legitima de los hijos adoptivos según se regula ésta en el art. 125 de la Compilación, sino también de la porción viril y del derecho de alimentos que pueda corresponderles a los hijos naturales (arts. 126 y 127 de la Compilación). 1168) FONTANELLA: Decisiones Sacri Regni Senatus Cathaloniae V. II. Ed. Lugduni, 1.668. pgs. 571 y s.s. Por esta consideración parece optar también TRISTANY BOFILL: Sacri Supremi Regii Senatus Cathaloniae Decisiones. V. III. Ed. Barcinonae,1.701. pgs. 11 y s.s. (169) CORBELLA: Manual de Derecho Catalán. Reus, pgs. 788 y s.s. En favor también de la legítima como pars hereditatis, FONTOVA: "La llegitima dels fills a Catalunya". Rev. Juri. de Catalul^a XX, 1.914, pg. 133; y, aplicando este carácter al legitimario de Barcelona, MALUQUER: "Derecha de acrecer entre coherederos". Rev, Jur. de Catalutla. VII. 1.901, pg. 691. (170) SAGUER: "Fideicomisario y legitimario en Cataluña". Rev. Jur. de Cat. V. 1.889, pgs. 561 y s.s. "Naturaleza jurídica de la legítima según el Derecho civil de Cataluña". R.D.P. VI, 1.918, pgs. 169 y s.s. (171)ROCA SASTRE: "Naturaleza jurídica de la legítima" R.D.P. XXVIII, 1.944. pgs. 202 y s.s. (172) PUIG BRUTAU: "La legítima" en Estudios de Derecho Privado de ROCA SASTRE. Madrid, 1.948, pgs. l52 y s.s. (173) CONDOMINES VALLS y FAUS ESTEVE: Derecho civil especial deCataluña Barcelona,1960. pg.170. . 253 (l74) VALLET: "Contenido cualitativo de las legítimas en Cataluña antes y después de la Compilación". Estudios sobre !a legítima catalana. Cátedra 'Durán i Bas". Barcelona, 1.973, pg. 81). (175) Pero no del dinero utilizado con el mismo fin; ver en este sentido la sentencia del T.S. de 27 Mayo de 1.967. (176) FALGUERA: Canferencias de Derecho catalítn dadas en el Ateneo Barcelonés. Ed. Barcelona, 1.889, l.a Conferencia, pgs. 16 y s.s. (177)Sobre la legítima catalana, pueden verse, aparte de las obras y estudios citados, el importante trabajo, que hemos seguido en nuestra exposición, de VALLET en Estudios sobre la legítima catalana. Cátedra "Durán i Bas". Barcelona, 1.973, titulado "Contenido cualitativo de las legítimas en Cataluña antes y después de la Compilación", en el que se contiene abundante bibliografía sobre las posturas ante la naturaleza y características de la legítima catalana, así como una detallada exposición de aquéllas. En los mismos Estudios se abordan: La "Configuración jurídica de la legítima en el Derecho catalán" por MARIA ENGARNACION R OC A D E L AQUE; "La inoficiosidad legitimaria" por O'CALLAGNAN MUÑOZ; el "Cómputo de la legítima" por PUIG I FERRIOL; La "Possibilitat de pagar la llegitima en biens o en díner", por MULLERAT I BALMAf^IA; "El suplemento de legítima en la Compilación y en la Ley Hipotecaria' ^or PEREZ TORRENTE; la "Acción procesal del legitimario en el Derecho civil catalán de reclamación de legítima, antes de la aceptación por el heredero" por O'CALLAGHAN MUÑOZ "La preterición en Cataluña" por el mismo; "La protección contra gravámenes cualitatívos de la legítima y la cautela socini en la Compilación catalana" por VALLETMAS; "La extinción de la legítima" por MARIA ENCARNACION ROCA DE LAQUE. (178) Sobre el Derecho mallorquín, aplicable en estas cuestiones a Menorca, pueden verse, aparte de la conocida exposición de PASCUAL y GONZALEZ: Derecho civil de Mallorca. Mallorca, 1951, la Memoria sobre las Instituciones del Derecho civil de Baleares, 1.880, de RIPOLL Y PALOU; Derecho foral de Mallorca, Mallorca, 1.904, de MASCARO y ALBERTI; AGUILO: Legftima faral de los ascendientes según el Derecho vigente en Mallorca, Madrid, 1.913; HERNANDEZ CANUT y ESCRIVA: "La Compilación del Derecho civil especial de Baleares" A.D.C. Julio-Septiembre 1.961; SUBIAS FELIU: "La Compilación del Derecho civil especial de Baleares". Rev. Gen^ de Le^ y Jur., primer semestre de 2s4 1.961; VERGER GARAU: "Innovaciones introducidas por la Compilación", R.D.N. Enero-Marto, 1.962; CLAR GARAU: "La Compilación del Derecho civil especial de Baleares", Estudios de Dprecho Privado T.I., Madrid, 1962. Para Menorca, aparte de los estudios antíguos de BALLESTER: Las instituciones fonaJes de Menonca, Mahón, 1.899; Costumbres populares de Menorca, Mahón, 1905; y de RIVERA: "Modaiidades de Derecho foral subsistentes en Menorca". Rev. GYit. de Der. Inmob. 1.955, pueden verse las antes citadas que abarcan el Derecho balear en general, (179)Para Ibiza, aparte de las generales para Baleares antes citadas, Derecho foral ibicenco (Sep. delbiza), 1.950, de COSTA. (180)PAZ ARES: Instituciones al servicio de la casa... cit. pgs. 121 y 122. (181) Anterionnente hemos hecho referencia a la impugnación, por VALLET, de esta inconmixtibilidad. (182) Para la mejora gallega pueden verse: MURGUTA: "Estudios sobre la propiedad terriorial en Galicia" El foro. Madrid, 1.882, pgs. 34 y s,s. LEZON: El Derecho consuetudinario de Galicia. Madrid, 1.903. GARCIA RAMOS, A.: Arqueología jurídica y consuetudinaria de la región gallega. Madrid, 1.912, pgs. 14 y 72. MOUTON: Diccionario de Derecho civi! foral. T. II, Madrid, 1.904-1906, pgs. 242 y s.s. PEREZ PORTO: EJ Derecho foral de Galicia, La Coruña, 1.915, FUENMAYOR: Nueva Enciclopedia Jurídica Seiz, I cit., "Derecho Civil de Galicia". "Mejora del Labrar y poseer", A.D.C.1, 1.948, PAZ ARES: Las instituciones... cit., MENENDEZ VALDES GOLPE: Las particularidades del Derecho patrimonia! en e! Noroeste de España ante la Compilación. Becerrea, 1.964, pgs. 163 y s.s. ABRAIRA LOPEZ: El Derecho foral gallego, Santiago, 1.970. F.R. VA,LCARCE: "El denominado Derecho Foral gallego y su Compilación", Estudios juriiiicos varios del Centenario de la Ley del Notariado, II, 1.962. (183) Ver p. ejemplo. LACRUZ: Derecho de sucesiones I cit., pgs. 720 y 721. (184) Ver en sentido negativo, LACRUZ: Loc. cit. ultim. (185)Ver, entre otros, ROCA SASTRE: Estudios de Derecho Privado, II cit., pág. 342. PUIG BRUTAU: "Fundamentos de Derecho civil". t. V.III. Bosch, Barcelona, 1.964, pg. 436. LACRUZ: Derecho de sucesiones de Binder, Barcelona, 1.953, pgs., 127 - 128, ^ 133, 144 y s.s. Derecho de sucesiones I cit., pg. 720. 255 (18b)Anterionmente ya hemos hecho referencia a la opinión de LACRUZ en este sentido. Ver, LACRUZ: Derecho de sucesiones I cit., pgs. 318 y s.s., y sobre todo 329 y 330, pareciendo seguir las opiniones de ENDEMANN y HARDER. (187) Ver DE CASTRO: El negocio jurídico. Madrid, 1.967, pgs. 130 y 135. (188) Ver por ejemplo: Derecho civil espatíol de CASTAN, T. 6.° 3.° cit, revisado por DE LOS MOZOS, pgs. 250 y 251. (189) Ver muestra en (76) con una indicación de actuales preceptos forales referentes a los pactos sucesorios. (190) MEREA: Estudios de Direito visigotico, Coimbra, 1.948. (191)BENEYTO PEREZ: Derecho histórico espatiol II, Barcelona, 1.930, pg. 93. (192)Ver Derecho civil español de CASTAN, T. 6.°, 3.° cit., revisado por DE LOS MOZOS, pgs. 257 y s.s. (193) LACRUZ: Derecho de sucesiones I cit., pg. 721. (194) Ver por ejemplo LACRUZ: Loc. cit. ultim. con referencia a la Glosa, y pg. 750; también en "La aportación de los Derechos forales...„ cit., pg. 580. (195) Como hemos indicado ya que parece estimar LACRUZ. (196) Ver en este sentido, LACRUZ: Derecho de sucesiones I cit., pgs. 728 y 729. En contra ROCA SASTRE. Estudios de Derecho Privado II. cit., pg. 368, y PUIG BRUTAU: Fundamentos... t. 5.°, V. 3.° cit., pg. 458. (197) La solución del problema de los descendientes del favorecido, por medio de un derecho de transmisión de éste a aquéllos cuando el primero premuera al causante, dereeho que presume el art. 105 de la Compilación de Aragón, parece contradecirse con una atribución, al favorecido en el pacto, de una simple expectativa que, como tal, no es una fácil base para un derecho de transmisión. No existirá esa contradicción posible en el Derecho navarro que establece este derecho de transmisión en la 1. 180 de su compilación después de señalar en la 1.179 que el pacto sucesorio atribuye la cualidad de heredero, ni en la Compilación de Cataluña que establece ese mismo derecho de transmisión... en los heredamientos en favor de los contrayentes según su A. 79, después de establecerse que el heredamiento atribuye irrevocablemente la cualidad de heredero que el favorecido que la acepta ya no puede repudiar cuando muera el causante según los arts. 67 y 72. (198) Respecto de cuya donación ya hemos citado el testímonio de JUAN 256 GUT[ERREZ en el S. XVI, al hablar de la flexibilidad legitimaria. (199) Que, conforme señalamos, en la n. (76) significaba un pacto sucesorio irrevocable en el Derecho castepano. (200) Ver por todos, LACRUZ, resumidamente, en "La aportación..." cit., pg. 578, donde sostiene para CataluHa que ya el Usatge Autoritate et rogatu, después de establecer la irrevocabilidad de la donación post obitum, aludia a tipos cercanos a la sucesibn contractual; así como en Derecho de sucesiones I cit., pgs. 749 y 743, donde afirma, siguiendo a AIZPUN TUERO ( "El pacto sucesorio en el Derecho civil navarro". Anuario de Derecho aragonés II, 1.945), que en el Fuero General de Navarra, 2, 4, 4, se hace referencia a un propio pacto sucesorio, lo que aparece confirmado en otros textos del mismo Fuero, así como en la Novísima Recopilación, y que en Aragón se daba una institución hereditaria contractual con el nombre de donación de todos los bienes habidos y por haber. (201) SOCARRATS: In Commemorationes Petri Alberti... Commentaria, cap. XXVI, pgs. 5 y 6(cfr. Ed. Barchinonae,1.551, fol. 251. (202) FONTANELL,A: 7Yatus de pactis m^ptialibus, claus. IV. glos. VI, n. 3. Decisiones Sacri Regii Senatus Cathaloniae Decis. 585, n. 3(cfr. ed. de 1.658, t. II, pg. 600). (203) Ver Comentarios a la Compilación de Derecho civil especial de Cataluña de GASSIOT MAGRET, Barcelona,1.962, pg. 84:. (204) BORRELL y SOLER: Derecho civil vigente en Catalu^fa t. 4, 2.a Ed. Barcelona, 1.944, pgs. 170 y s.s. (205) Para un posible precedente del heredamiento catalán en la vulgarización de la divisio inter liberos postclásica, ver Derecho civil espafiol de CASTAN, T. 6°, 3.° revisado por DE LOS MOZOS, pg. 300, n. (2) . Para el enfoque de la materia a través de la donación por algunos juristas aragoneses como MOLINO Y PORTOLES, puede verse la indicación de LACRUZ, Derecho de sucesiones I cit., pg. 743, aunque con la misma posible objeción de que aquella era enfocada así para no caer en la prohibición romana. (206) BROCA: Historia del Derecho de Cataluña. V.I, Barcelona, 1.918 pgs. 701 y s.s. (207)PELLA Y FORGAS: Derecho civil de Cataluña, III, Barcelona, 1.943, pg. 39 y s.s. ^ (208) ROCA SASTRE: Estudios...II cit, pg. 357, a quien sigue en general .` PUIG BRUTAU: Fuiuiamentos... T. S°, 3.°cit., pgs. 435 y s.s. 2s7 (209) Para una indicación de este reverdecimiento, ver Aragrin y su Derecho cit. de CASTAN, pgs. 36 y 37 y n.n. 70 y 71. A los estudios allí citados, pueden unirse, entre otros, y a parte de las ideas de LACRUZ expuestas en las obras citadas, SAPENA: "El pacto sucesorio en el Alto Aragón" R.D.P. 1.954. GARCIA ARANGO: "Notas sobre la sucesión contractual en el Derecho del Alto Aragón". Rev. CYit. Der. Inmob. 1.967. La ponencia de LACRUZ sobre la sucesión contractual en las Jornadas de Derecho amgonés, Zaragoza, 1.961. PALA: "Los señores mayores en la familia altoaragonesa" : en La Segunda Semana de Derecho Aragonés. Zazagoza, 1943. En un sentido crítico de los posibles excesos del Anteproyecto y Proyecto de la actual Compilación aragonesa e incluso de esta misma en lo referente a la sucesión contractual, PELAYO HORE: "Los pactos sucesorios en la Compilación de Aragón", A.D.C. 1.967, trabajo que, prescindiendo de la por algunos achacada inexactitud en la apreciación de la costumbre aragonesa sobre la sucesión contractual, no es precisamente de desechar sin más en lo que se refiere a los peligros del pacto sucesorio y a los limites debidos del mismo. (210) Ver el estudio citado de PELAYO HORE. (211) Ver LACRUZ: Derecho de sucesiones I cit., pg. 751, y Il cit., pg. 225, n. 8 donde, en el caso de Galicia, con referencia a Sent. 26-marzo-1.972 del T.S. que decide un caso muy anterior a la actual Compilación hace la afirmación genérica de que la mejora de labrar y poseer puede concederse en pacto sucesorio, para cuyo quizá recto entendimiento es necesario tener en cuenta que este pacto no discrepa, ligado tan estrechamente la mejora de tercio y quinto gallega a la mejora del mismo nombre del antiguo Derecho castellano, de los pactos sucesorios por mejora, donación y adjudicación inter vivos por aquella mejora pactada, propios del antiguo Derecho castellano, y que en su esencia, con exclusión de las donaciones de bienes presentes y futuros con reserva para testar vienen recogidos por el Código. Podría implicar una novedad, respecto del Derecho común, el Derecho gallego, si se entendiese que le pacto sucesorio por mejora irrevocable se limita en los art. 826 y 827 del Código al solo tercio de la mejora, mientras que en aquel Derecho parece extenderse a la parte de libre disposición, pero ya se ha señalado (Ver VALLET: Apuntes.. cit., pgs. 511) que en el Proyecto de 1.851 y en el Derecho castellano anterior, el término de "mejora" se utiliza más de una vez, y ello ocurre en los art. 826 2s8 y 827, en un sentido amplio y gramatical que afecta tanto al tercio de mejora como al de libre disposición. (212) Si bien falta en la Compilación un conveniente precepto orientador de la interpretación en el sentido indicado, como el del art. 1 de la de Cataluña; del art. 2 de la de Baleares; del art. 1, de efectos integradores, de la de Aragón; del art. 2 de la de Galicia; de la 1.1, de efectos interpretativos e integradores, de la de Navana. (213)Que viene a constituir una especie de heredamiento cumulativo, en favor de los contrayentes, catalán, adquiriendo el donatario heredero los bienes presentes de momento, y los futuros a la muerte del causante. (214) El cual adquirirá los bienes objetos de la donación de un modo semejante al señalado para Aragón. (215) Sobre todo en el Derecho aragonés actual donde, quizá por influencia de la opinión germanista de que el designado no tiene, como tal, más que una expectativa, los l ^nites a los actos dispositivos del causante (art. 102 de la Compilación) se establecen sólo para el caso de que el designado haya adquirido bienes sobre los que el designante se haya reservado el señorío, y donde, para proteger a los hijos del designado se establece, según dejamos dicho, un derecho de trensmisión contradictorio con la simple exprectativa de aquél. (216) Ver Fundamentos... t. 5°, V. 3° cit., pg. 439. (217) Este medio pazece que podría solucionar el prablema del designado que no tiene previsto un próximo matrimonio y al cual conviene asociar a la explotación, por ejemplo por la avanzada edad de los instituyentes, problema que LACRUZ (Derecho de sucesiones I cit., pg. 743) de acuerdo con GARCIA ARANGO ( estudio cit.) estima como justificante de la permisibilidad de la sucesión contractual fuera de las capitulaciones), porque será muy excepcional que instituyentes e instituido sean extraños entre sí, y, sún siéndolo, si el pacto suele estar al servicio de "la casa" (LACRUZ, op. cit. ultima pag. 745) para cuyo sostenimiento los instituyentes acuden a un extra8o, por falta de descendientes, quizá no estaría fuera de lugar que tal institución se incluyese en las capitulaciones determinantes del régimen de la casa. (218) En relación con esto puede verse el citado estudio de PELAYO HOREA: "los pactos sucesorios..." passim. (219) Ver los citados estudios de SAPENA y GARCIA ARANGO y 259 LACRUZ en Derecho de sucesiones I cit., pg. 743, n. 19, en contra de PELAYO HORE ("Los pactos sucesorios..." cit.). (220) Ver la citada ponencia de LACRUZ, y su Derecho de Sucesiones I cit., pg. 744, n. 20 donde además se refiere a la influencia del Derecho alemán y del suizo. Ya en la Exposición de motivos del Proyecto de Apéndice "Gil Berges", que fué uno de los elementos determinantes del auge del puro pacto sucesorio, se indicaba también la influencia germanista. (221)Ver por ejemplo. ROCA SASTRE: Estudios... II cit., pg. 351, LACRUZ: Derecho de sucesiones... I cit., pg. 722, PUIG BRUTAU: Fundamentos... t. 5° V. 3° cit., pg.441. (222) Permanencia omitida, con todas sus posibles consecuencias, en la 1.172 de la Compilación navarra que permite ampliamente estos pactos a favor de un no pariente y entre no parientes. (223) Respecto del peligro de coacción moral y su posibilidad de aminorarlo no facilitando el modo de otorgar el pacto y, en concreto, exigiendo capitulaciones para el mismo, PELAYO HORE ("Los pactos sucesorios..." cit., pgs. 835 y 836) basándose en su experiencia notarial. (224) Para cuyos problemas en cuanto a la capacidad del disponente y del sucesor que acepta; las materias que pueden ser objeto de los pactos o acompañar a su materia esencial; la forma de los mismos en algunos casos como el de las mejoras en contrato oneroso con tercero; la interpretación de Ia voluntad revocatoria contenida en el pacto y el alcance de la misma, respecto de disposiciones rnortis causa anteriores; la vinculación producida para el disponente con mayor o menor transcendencia en sus facultades dispositivas inter vivos y la situación del sucesor como titular de una expectativa o de un derecho; la eficacia del mutuo disenso y la determinación de las causas de revocación del pacto, pueden verse, entre otras, las citadas obras de ROCA SASTRE, LACRUZ, PUIG BRUTAU y DE LOS MOZOS. Un indicación de los problemas del pacto sucesorio como tal, en el estudio citado de PELAYO HORE. (225) PELLA Y FORGAS: Derecho civil de Cataluña. III, Barcelona, 1.943, pgs. 28 y 29. (226)SANAHUJA Y SOLER: Tratarlo de Derecho Notariat II Barcelona, 1.945 pgs. 344 y s.s. (227) Ver, opinando con estos autores, VALLET. "La conservación del fundus..." cit. pgs. 628 y s.s. También considerando el heredamiento como un elemento de un estatuto familiar, pero además negando 260 expresamente que en el heredamiento pueda verse un aspecto inter vivos y otro mortís causa porque, con GAS, ha de entenderse el heredamiento como un negocio jurídico bilateral por causa de muerte y negando también que ol heredamiento sea contractual por estar contenido en capitulaciones, PUIG Y FERROL, en su comentario a la Sent, de 1 de Julio de 1.970 del T.S. en El Derecho Civil carolán en la Jurisprudenciq VIII, cátedra de Durán y Bas. Barcelona,1.970. (228) FAUS I CONDOMINES: "Els capitols matrimonials a la comarca de Guissona" Rev. jur. de Cat. XItI, 1.907, pgs. 23 y s.s. (229) ROCA SASTRE: Estudios... II cit., pgs. 359 y ss. (230)PUIG BRUTAU: Fundamentos... T. 5°, V. 3°, pg. 440. (231)UNAMUNO: Derecho consuetudinario de España I cit., pgs. 48 y s.s. (232)Para el Derecho vizcaíno actual y anterior a la Compilación, pueden veise las obras citadas para el mismo, al tratar de la flexibilidad legitimaria en los Derechos forales. (233)Para esta figura del Derecho gallego pueden verse las obras citadas para el mismo al tratar de la flexibilidad legitimaria, especialmente los dos estudios allí indicados de FUENMAYOR. ^ (234) Para algunos problemas del testamento mancomunado, aparte del de la posibilidad de su forma ológrafa, como el de la influencia, en las disposiciones conespectivas, de las causas de nulidad de los arts. 750, 752 del Código, y de las circunstancias subjetivas determinantes de ineficacia testamentaria, ver LACRUZ: Derecho de sucesiones I cit., pg. 704. (235)Ver nuestra n. (78) (236) LACRUZ: Derecho de sucesiones I cit., pg. 709. (237)LACRUZ: "La aportación de los: Derechos forales..." cit., pg. 585. (238) Sobre la viudedad aragonesa pueden verse, aparte de las abras clásicas de exposición de este Derecho ya citadas, SANCHO REBULLIDA: "La viudedad en la Compilación de Aragón", A.D.C. 1967. LACRUZ BEARDEJO: "El Derecho de Familía en la nueva Compilación aragonesa" A.D.C. 1.976 BATALLA: "La viudedad en la Compilación arqgonesa'; Rev. C}it. deDer. Inmob. 1.968. (239) Este sutor ha estudiado la figura en "Cuestiones fundamentales de la viudedad navarra", Rev. Crit. de Der. Inmob., 1.964. Sobre ella pueden verse, aparte de laa obras clásicas ya citadas sobre el Dereeho navarro, la "Rocopilación privada" en sus ediciones cit. 261 de 1.967 y 1.971, y también J. ABADIA: Los derechos del cónyuge viudo en la legistación foral de Navarra, Pamplona, 1.956, y ARREGUI GIL: La julelidad vidual en el Derecho privado de Navarra, Pamplona, 1.967. (240)URIARTE Y LEBARIO: E! Fuero de Ayala cit., pág. 147. (241) Ver todo esto en DOMINGUEZ ORTIZ: El Antiguo Régimen: Los Reyes Católicos y!os Austrias. Historia de España Alfaguara III, Madrid, 1.973, pgs. 72 a 76, 91, 102, 158, 160, 165 a 166, 168 a 170 y 173. (242) Ver para todo esto, HERR: España y la Revolución del siglo X VIII cit., pgs. 75 y s.s., 83, 84 y 98. (243) Ver sobre esta época y estas cuestiones, la obra del autor: La burgesía revolucionaria cit., pgs. 67 y s.s. y 153 y s.s. CAPITULO VI LA PROTECCION DE LA EXPLOTACION AGRICOLA EN EL DERECHO COMPARADO 1. Método y principios de un "Derecho Sucesorio Agrario" comparado Si tan cuidadosa ha de ser dentro de un mismo país la forma de llevar a cabo la comparación jurídica, como en los capítulos que preceden ha quedado bien claro, respecto de la relación entre el Derecho común y los Derechos forales españoles, mucho más ha de serlo cuando se trata de llevar a cabo la comparación jurídica entre ordenarnientos pertenecientes a Estados distintos. No se trata, pues, de tomar modelo de institucíones o de regulaciones concretas del Derecho extranjero, por muy afín que se presente el ordenamiento a que nos referimos, porque aparte de que las circunstancias sociales y económicas no suelen ser coincidentes y ésto influye, especialmente, en la oportunidad que cabe exigir a toda reforma legislativa, hay que tener en cuenta, además, que la comparación jurídica es fundamentalmente comparación de sistemas' , ya que sólo teniendo presente los diversos sistemas jurídicos tiene sentido hacer comparación de institucíones o de regulaciones, lo que constituye siempre un "a priori" metodológico, modernamente, de la utilización del Derecho comparado, Hecha ésta salvedad, no tenemos que perder de vista que se ha hablado, no exageradamente o con hipérbole, de que el Derecho agrario constituye un nuevo Derecho común europeo' , lo que es auténticamente cic;rto, si se tiene en cuenta que, 264 en el Derecho agrario y, especialmente, en el Derecho sucesorio agrario, se han conservado o han reaparecido una serie de instituciones que son comunes a esa realidad histórica y cultural que llamamos Europa; se han conservado porque la codificación no pudo erradicar de manera definitiva las viejas y antiguas costumbres manifestadas en el mundo de los usos rurales y han ido reapareciendo a medida que la legislación de los diversos países ha tratado de restablecerlas en cierta medida, o de buscar fórmulas que sirvan y contribuyan a la protección de las explotaciones agrícolas, teniendo lugar esta búsqueda en un contexto uniforme, impuesto por la necesidad de proteger y de fomentar la actividad agraria, aunque presente, en cada país, sus modalidades y peculiaridades propias. Todavía, aún más, en los últimos años esta idea de un Derecho común europeo, con base en el Derecho agrarío, se ha proyectado como uno de los aspectos de la integración europea a través del Mercado Común. Por eso, para nosotros, es especialmente interesante éste movimiento o tendencia general que se ha intensificado, durante los últimos años, en toda Europa, cuando según los más optimistas nós hallamos en las puertas de ese anhelado Mercado Común. Sin embargo hay que tener en cuenta, muy bien, lo que nos une y lo que nos separa, para que los modelos venidos de más allá de nuestras fronteras puedan ser utilizados convenientemente. Junto a una historia común, las peculiaridades de nuestra agricultura exigen un cuidado extremo en las adaptaciones que sean oportunas, porque, en nuestro país, en ese juego normativo en que se integra el Derecho agrario, no hay que olvidar las necesidades que imponen una mayor atención que en otros países ai Derecho de colonización, ya que nuestra sociedad rural se halla más necesitada que todas las demás europeas de una modernización, pues las reformas de la época moderna, no se han repartido por la geografía nacional de manera uniforme, es decir, todavía está en píe la"reforma agraria", reforma que hay que compaginar con las necesidades del desarrollo económico, como ya he expuesto en otras ocasiones3 y eso teniendo en cuenta que, el Derecho de colonización, tiene en éste contexto de la protección de ^xplotacibn unas posibilidades limitadas, como hemos venido exponiendo a lo largo de nuestro estudio. Tampoco hay que 265 olvidar que, en esta materia del Derecho sucesorio agrario, nuestra legislación no está atrasada como pudiera a primera vista parecer, pues, nuestro ordenamiento, como hemos visto, ofrece notables fórmulas jurídicas para hacer efectiva la protección de la explotación agrícola y bastaría con unos simples retoques técnicos para que, éste ordenamiento, sin abandonar el sistema ni el espíritu de nuestras leyes, encontrara plena efectividad. Por ello, la referencia que vamos a hacer al Derecho comparado no va a servir más que para confirmar lo que, ya anteriormente, venimos diciendo. Sin embargo, contemplado lo que nos une, en cuanto a recursos de técnica jurídica que se han ido desarrollando en una tradición que nos es común y en unos criterios ideológicos bastante uniformes, podemos hablar de unos principios comunes para un Derecho sucesorio agrario europeo, a los que seguidamente vamos a_referirnos. Ha sido, sin duda alguna, A.PIKALO, el que recientemente ha formulado éstos principios con más coherencia y amplitud, refiriéndose a los dos aspectos indicados en cuanto a su formulación técnica y en cuanto a su base ideológico-social° Desde el punto de vista técnico, estos principios se manifiestan: en el vínculo familiar de la propiedad, en la sucesión de los patrimonios separados, en la figura del heredero privilegiado y en las formas particulares de transmisión hereditaria de tales patrimonios, aparte de las peculiaridades propias del Derecho de colonización. Naturalmente que no todos estos principios juegan y actúan de una manera equivalente. El del vínculo familiar de la propiedad no se traduce en el Derecho moderno en la troncalidad, más que de un modo excepcional mediante la supervivencia de fórmulas jurídicas arcaicas, o en fórmulas jurídicas suscitadas en el Derecho de colonización, como puede ser el patrimonio familiar vinculados , fórmulas actualmente en descrédito, pero sin embargo, se manifiestan en la continuación de la comunidad conyugal, o en la reciente t7oración de los derechos de adquisición prej'erente, en todos los ordenamientos: El de la sucesión en los patrimonios separados, es común a los Derechos de colonización de todos los países y se evidencia en la tendencia a considerar la explotación agrícola como un patrimonio separado. Los principios de heredero privilegiado y 266 de formas particularc^s de transmisión hereditaria de los patrimonios, se manifiestan en la atríbución desigual en la sucesión, como pone de relieve la mejora, o en la posibilidad de pago en metálico de las legítimas, aunque todavía existan supervivencias del pasado como las que se manifiestan en nuestros Derechos forales. A la misma idea responden en el juego de áquellos principios la sucesión contractual y las formas de atribución sucesoria, mediante donaciones o por otros actos con transcendencia actual (efectos inter vivos de las disposiciones mortis causa). Desde el punto de visja ideológico, en todas estas materias se han dejado sentir las tensiones entre individualismo y socialismob, o las más antiguas entre libertad de testar e indisponibilidad (por reservas o legítimas), entre propiedad individual o propiedad famílíar o colectiva, tensíones que se reaniman a lo largo del presente siglo, con ocasión de la temática de ]a reforma agraria y a través de las fórmulas jurídicas que suscita el Derecho de colonización, mediante la asignación de tierras de reforma, donde con los viejos principios de la tradición germánica o romana, pugnan las soluciones, a veces de tendencia socializadora, u otras de tendencia liberalizadora, siendo ésta última la que ha venido a predominar^ durante los últimos decenios, adqu ^iendo con ello un signo nuevo áquel ` •logan" que se había hecho famoso, durante los años veinte y treinta: "Baurnland in Bauernhand" (la tierra para los que la cultivan)a , porque actualmente más que discut ^ un derecho de propiedad sobre la tierra, se plantea la productividad del cultivo de la tierra para el que asume el riesgo de la explotación o de la empresa agraria. Desde el prima de éstos principios vamos ahora a hacer referencia a cada uno de los ordenamientos jurídicos, más ímportantes de Europa occidental, excluyendo a los que no pertenecen a nuestro común sistema jurídico. 2. Derecho alemán: derivaciones sistemáticas en relación con nuestro tema y aplicaciones concretas en el "Derecho de Reforma" En Alemania, por una parte, el sistema sucesorio difiere 267 notablemente del seguido en los Derechos latinos, porque la legítima no es un derecho a una parte de la herencia, sino un derecho de crédito sobre la herencia ( parágrafos 2.303 y ss. BGB)9, lo que facilita notablemente como hemos visto la conservación de la unidad de la explotación, al permitir al causante y a los herederos una gran amplitud de movimientos, en relacibn con el pago de las legítimas. En segundo lugar, el Derecho alemán, admite ampliamente los pactos sucesorios, que también pueden servir a la previsión de esas finalidades. En este sentido tenemos que decir que, en la tradición jurídica germánica, los contratos sucesorios abarcan, o todo el caudal relicto, o una cuota del mismo, ya que, si sólo se referían a objetos singulares (en sentido estricto, no a explotaciones, naturalmente) no se originaba ningún derecho hereditario, sino tan sólo una pretensión de legado. En Derecho moderno, a diferencia de lo que sucedía en Derecho común alemán, se exige para la validez de la sucesión contractual que ésta se adapte a determinadas formas contractuales, paralelamente a corno se exige para los testamentos ( lo que constituye una medida técnica muy oportuna). La eficacia del pacto sucesorio es típicamente mortis causa, por eso no se limita la facultad de disposición del causante, lo único que no puede hacer es revocarle unilateralmente. El BGB, les regula ampliamente (parágrafos 2.274 a 2.302 y 2.334 a 2.352). El contrato es en dicho Código un modo normal de disponer por causa de muerte, bien por vía de institución de heredero, o por medio de ordenación de legado o carga. Están limitados, en cambio, los pactos de renuncia de la herencia (Erbversicht) puesto que según el parágrafo 2.346, han de celebrarse siempre con el causante10. Los pactos que tienen por objeto la herencia de un tercero, tienen para nosotros aquí, menos importancia, existiendo una tendencia a restringirles entre legitimarios o entre herederos legales presuntos, con relación a su cuota o a la parte hereditaria legal de cada uno de ellos' `. De otra parte y, en tercer lugar, en el sector del Derecho agrario se desarrolla en la época del III Reich una poderosa tradicibn jurfdica de fndole germánica, alentada y seguramente exagerada por la ideologfa del momento, que tenía su precedente histórico en la Gemeinderschaft (comunidad do- 2ó8 méstica sin cuotas que Continúa a la muerte del cabeza de familia y que, todavía sobrevive en la comunidad continuada corno ya hemos visto, pero que en el plano del Derecho sucesorio se manifiesta en la atribución integral a uno sólo de los hijos) que se aplica lo mismo a la propiedad que a los patrimonios de uso, de origen feudal o postfeudal, como es el caso del Anerbenrecht (arrendamiento perpetuo transmisible por herencia en favor del que se compromete a cultivar bien la tierra), instituciones que con diversas variantes, se habían venido practicando hasta épocas recientes12 sirviendo de base al desarrollo en el plano legislativo, en v^tud de una Ley de 1933, del Erbhof (patrimonio familiar vinculado), institución tfpica del ordenamiento de reforma de la agricultura, sin que falte un fuerte ingrediente político e ideológico y la consiguiente y, a veces, nefasta intervención administrativa". El régimen del Erbhof responde a la idea de la vinculación del patrimonio familiar agrícola, a su constitución como patrimonio separado y a su indivisibilidad, que lleva consigo la atribución del mismo a un heredero único, conforme a la antigua máxima, der Bauer hat nur ein Kind (el campesino sólo tiene un hijo)t4, lo que actualmente permanece, aunque con una aplicación muy limitada's, dada la fuerte industrialización de la actual agricultura alemana, entre otras razones. Por otra parte, ha disminuído, también, la intervención administrativa y salvo en aquéllas regiones o estados (Schlewing-Holstein, parte de $aden, etc.), donde subsiste, aunque notablemente atenudo el antiguo patrfmonio familiar (restablecido por la Ordenanza militar británica -84 art. IV n. 17- de 1947), ha venido a ser sustituído, por una Ley federal de ordenación de los fundos n'csticos de 1961, que mantiene el sistema únicamente para la sucesión legítima, no para la voluntario y que toma como base, para la determinación del patrimonio, no su valor unitario sino su valor en renta, o valor productivo1ó. Por lo demás, como subsiste el antiguo Registro de haciendas rústicas (Hóferrolle), el propietario puede voluntariamente someter su hacienda o explotación al derecho, de sucesión vinculada, mediante la inscripción en tal registro" . Paralelamente se había desarrollado el Anerbe moderno, no por vía de institución sino de substitución hereditaria, es tiecir. a través de los fidetcomisos de famflfa, institución que 269 tiene su origen en el Renacimiento y con un cierto caracter señorial, pues su finalidad es buscar el splendor familiae et nominis y que se desarrolló extraordinariamente en Alemania, recibiendo también favorablemente la influencia española, en el siglo XVI y XVII, del mayorazgo castellano (Leyes 45 y s.s. de Toro); pero mientras ésta institución desapareció con las Leyes desvinculadoras en España, los fideicomisos de familia se han mantenido en Alemania, hasta hace muy poco, ya que fué la Constitución de Weimar de 1919 (art. 155), la que ordena a los Liinder la disolución de los fideicomisos familiares, cuya redención todavía se hallaba en curso, a pesar de la fuerte legislación dictada para todo el Reich, en la época nacional-socialista, hace muy pocos años (18). Para que veamos que, en materia de Derecho comparado, no es oro todo lo que reluce. Por último, hay que hacer constar que, en Alemania, los derechos de prelación, con finalidad de adquisición preferente han tenído siempre una especial importancia, lo que se revela en el BGB (parágrafos 1.094 y s.s.), al configurar estos derechos como de naturaleza real (igual que los Retraktrechte del antiguo Derecho germánico), derechos que juegan un papel muy importante en la conservación y, en general, en la protección de los patrimonios agrícolas y de los que el legislador alemán ha usado frecuentemente, manteniendose en el Derecho vigente, en los ordenamientos de reforma agraria19 En lo que hay que hacer costar que el Derecho español, ya desde el Código Civil, se encuentra en una línea parecida, a diferencia de los restantes Derechos europeos, especialmente los latinos, donde los derechos de adquisición, especialmente configurados como derechos reales, fueron eliminados con la codificación por considerarles de origen feudal^0 3. Derecho francés. Innovaciones legislativas respecto del sistema tradicional del "Code Civil" . Es particularmente interesante el estudio del Derecho francés, en ésta materia, porque es, con mucho, el más alejado, en la formulación del Code civil, de las previsiones y necesidades de la agricultura, a pesar de ser un Código de una 270 sociedad fundamentalmente de agricultoresZ', pero que por ser, seguramente, la consagración del individualismo jurídico, perdió la perspectiva sobre estas cuestiones; sin embargo, el buen sentido de los juristas franceses ha ido corrigiendo éste defecto originario, llevando a cabo casi siempre las reformas con una gran moderación y con un agudo sentido de la oportunidad. Por una parte, el Derecho nuevo incidió en materia sucesoria, a propósito de la regulación de los llamados biens de famille, cuya primira regulación se remonta a una Ley de 12 de julio de 1909 y, ya en el campo propio del Derecho agrario, a partir de 1938, se inician una serie de reformas del Code civil de 1804 con objeto de adaptar las líneas institucionales del Derecho sucesorio a las necesidades de la agricultura. Las dificultades que se ofrecían, en el Derecho francés, para el mantenimiento de la unidad de la explotación agrícola, lo mismo que en otros Derechos latinos (y pese, en este caso, a la enorme influencia del Droit coutumier, de origen germánico), se presentan fundamentalmente en el principio del partage égal, por el que, de una parte, nadie está^ obligado a permanecer en la indivisión (art. 815), salvo pacto en contrario y, por otra, la distribución de las cuotas hereditariás ha de hacerse manteniendo la igualdad in rratura y en valor (art. 832), que hace que la reserva ha de pagarse en bienes de la herencia, pero si, además, a ésto añadimos el carácter legítimo de la herencia (conforme al viejo aforismo del Derecho consuetudinario, "Deus solus heredes facere potest") y siendo exigible por todo heredero en la partición (art. 926), lo que también se manifiesta en materia de colación (art. 866), tendremos . que, de acuerdo con este sistema se lleva al fraccionamiento ilimi tado de las tierras^3. Situación que, como vemos, es notablemente distinta a la del Código civil español ya que en nuestro Derecho existe una gran amplitud en la forma de disponer la legitima, mientras que por otra parte, no existen sucesores legales (como no sea el cónyuge viudo o el hijo natural) en el sentido del Derecho francés. Por eso, éstas materias fueron objeto de reforma, sin alterar en lo sustancial el sistema, pero tratando de adaptarle a las necesidades de la agricultura, como hemos dicho;y así el ^Decreto-Ley de 17 de junio de 1938, reforma el art. 815, 271 prolongando la división del patrimonio relicto por cinco años, a petición del cónyuge o de cualquier heredero, si el causante dejó h^jos de menor edad,y el art. 832, en el sentido de que ías reglas de división deben de acomodarse de forma que se eviten los fraccionamientos de las heredades y de las explotaciones^`. Pero aún fue más importante la reforma que llevaron a cabo las Leyes de 20 de julio de 1940 y I S de enero de 1943^ 5, por la que el cónyuge sobreviviente o cualquier heredero copropietario puede evitar la partición de la explotacibn agrícola familiar que determina el nuevo párrafo segundo del art. 832, lo que se complementa con otras disposiciones accesorias^b. Posteriormente todo este proceso de revisibn ha sido objeto de nuevos retoques por la Ley de 19 de diciembre de 1961, en la que se corrigen algunos defectos de la regulación anterior, pero dentro de la misma tendencia, en relación con los arts. 815, 832 y 866, ampliando -el supuesto a toda explotación agrícola no explotada en forma social, lo mismo que, en su caso, a la empresa industrial, comercial o artesana, sin consideración a la importancia económica (a diferencia del criterio de la legislación anterior, conforme al que se protegía sólo a la pequeRa empresa familiar), ya que ésto no quita su condicibn de familiar, e incluso se prevén nuevas fórmulas jurídicas que concedan más facilidades a la continuacibn de la explotación. Paralelamente, por otra vía, tiene lugar, también, la modificación del régimen económico-familiar por Ley de 13 de julio de 1965, a la que antes nos hemos referido, y con la que se han corregido los defectos que, en cuanto a la rigidez de la regulación, presentaba esta materia, en forma análoga a como aparecen en el sistema de nuestro Código civil. Merece destacarse también entre las instituciones de Derecho francés, la donation partage, como medio de llevar a cabo la distribución en vida del causante de su caudal y como forma de atribución a uno de sus herederos de una explotación ésta institución, que tiene su paralelo en el partage d'ascendants y que he estudiado con deteninvento en atro lugar^', cónstituye una deformación de la antigua démission des bierrs del Derecho consuetudinario y que utiliza el esquema de la donación entre vivos, con todos los inconvenientes que ésto representa'8, en orden al caracter ^revocable de la disposicibn y por tener un estatuto fiscal desfavorable que 272 ultimamente ha sido conegido29. En comparación con nuestro ordenamiento, ésta medida no presenta mucho interés, pues son superiores las fórmulas que ofrecen los dos párrafos del art. 1056 Cc., que ya hemos estudiado, y en cuanto a la utilización de la donación, esta encuentra un cauce mucho más adecuado por la vía de la mejora atribuída por este medio. No podemos olvidarnos, tampoco, de las ideas directivas de la reforma que Ileva a cabo el legislador francés en 1961, a que nos hemos referido, estableciendo para reforzar el principio del mantenimiento de la indivisión de toda explotación agrícola, mediante su atribución preferente a un sólo heredero, una serie de derechos que actúan de la siguiente manera: l)Una atribución preferente facultativa respecto de toda la explotación sin tener en cuenta su valor y su superficie. Si se acuerda la atribución, la contraprestación correspondíente se paga al contado, salvo acuerdo amigable. 2) Una atribución preferente obligatoria, que tiene lugar para las explotaciones llamadas familiares. En éste caso el que ejercita derecho puede exigir el aplazamiento del pago de contraprestación en dinero a los otros herederos por sus legftimas, en la medida eñ que ésto se plantee.3) Una atribución preferente unicamente respecto a las construcciones y demás inmuebles de la explotación, en cuyo caso el que utiliza éste derecho de atribución puede disponer, de un derecho de préemption sobre los lotes de sus coeherederos si éstos quieren venderlos ( donde se muestra una modalización del derecho de adquisión preferente de los coherederos, semejante a nuestro retracto de coherederosl y un derecho de prioridad para obtener el arrendamiento de los bienes de los coherederos si éstos quieren arrandarles30. Regulación que, como vemos, es muy interesante. Por último tenemos que señalar, también, que en Francia se mantiene la continuidad del arrendamiento, a pesar de la muerte del arrendatario. Los términos no son tan generales como en el Derecho alemán, en el que la muerte del arrendatario no atribuye al anendador la facultad de resolver el contrato de arrendamiento ( parágrafo 596 $GB), pero en la práctica viene a resultar algo parecido, pues se condiciona a que los pfoximos parientes del arrendatario que pueden continuar en el arrendamiento se comprometan a llevarlo a cabo en las mismas condiciones que su causante y siempre con 273 una cierta vinculación a la explotación (Art.831 Code rural), criterio parecido al de la continuidad del arrendamiento especialmente proteAido de nuestra vigente legislación de arrendamientos, que exigé el cultivo directo y personal, con lo que los términos son más estrictos que en la legislación española, ya que cabe la sucesión en el arrendamiento, conforme a la Ley de 1935, asumiendo solamente el cultivo directo como ya hemos visto. Sin embargo, lo que es interesante de la regulación francesa, es la conexión entre el régimen de arrendamientos rústicos y la Seguridad Social, pues cada vez se generaliza más la práctica de la cesión a un hijo de 1a explotación familiar en régimen de arrendamiento, de manera que el cesionario se pueda beneficiar del ret ^o anticipado, gozando de todas las ventajas del mismo haciendolo a los 60 años, en vez de realizarlo a los 65 que es la edad más generalizada, para la jubilación de los cultivadores" 4. El salario diferido Esta institución es típica del Derecho francés, aunque también aparece en el Derecho suizo, presentándose como una modalidad del contrato de trabajo entre próximos parientes. El contrato de trabajo con salario di•erido, fué instituido por el Code de la Famille(arts.ó3 a 74), siendo mejorado notablemente por la Ley de Orientación Agrícola de 5 de agosto de 1960. El salario diferido representa esencialmente un _crédito sobre el activo sucesorio en beneficio del descendiente del titular de la explotación (hijo, hija, nieto o nieta), o de un cónyuge del descendiente, cuando hayan participado efectivamente en el enriquecimiento del patrimonio de la familia. Si el cónyuge del titular participa igualmente en los trabajos, los esposos son reputados simultáneamente beneficiarios del contrato de trabajo con salario diferido, perdiendo este beneficio cuando la separación o el divorcio tiene lugar por causas que le son imputables. Las condiciones requeridas son las siguientes: 1. Participar a partir de los diez y ocho años, directa y efectivamente, en los trabajos de la explotación no habiendo 274 sido nunca asociado a los beneficios de la misma y no percibiendo salario en dinero. 2. Trabajar habitualmente en la explotación ( cuyo titular no es necesario que sea el propietario, basta con que sea arrendatario,etc), salvo caso de fuerza mayor ( como el servicio militar y la enfermedad física o mental que impida prestar el trabajo). 3. Es preciso, igualmente, no ser el único descendiente Ilamado a la sucesión. El criterio que sirve de base, por otra parte, para determinar el salario diferido, es el que corresponda al obrero agricola alojado y mantenido en la explotación, o el de la sirviente de granja alojada y mantenida, siguiendo un baremo establecido, por departamento y por año, por el Ministerio de Agricultura. Su cuantía se obtiene multiplicando el número de años de trabajo ( a partir de los diez y ocho años) por la mitad del salario del obrero agrícola o de la sirviente de granja, sin que pueda exceder de diez años; si dos cónyuges tienen derecho al salario diferido, cada uno de ellos no podrá contabilizar más que los tres octavos del salario mfnimo y siempre con el límite de los diez años. El derecho al salario diferido constituye un bien propfo que solamente se transmisible a los descendientes (por derecho propio o por representación); para hacerle efectivo no hay otra garantía que el certificado de la autoridad municipal de haberle prestado, aunque, aultimamente, después de la Ley de 13 de julio de 1967, se establece en su favor un privilegio general que garantiza su pago ( equivalente a un crédito refaccionario). Por lo demás se halla exento del impuesto general sobre la renta 32 La institución es muy interesante, aunque no deja de ofrecer problemas cuando se trata de un pequeño patrimonio familiar, en cuyo caso la percepción del salario diferido imposibilita el que el sucesor que tiene derecho a él, en concurrencia con otros herederos, ya no pueda percibir mucho más de la herencia cuando exista un fuerte pasivo, mientras que los otros herederos no pueden pretender, seguramente, ni siquiera una mínima parte en la herencia. Pero, de todos modos, creemos que puede ser interesante. 275 5. Derecho italiano. PlanteamieRto general y normas específicas en Derecho de colonización En Italia,el planteamiento tiene muchos puntos de contacto con el Derecho alemán, incluso por razones ideológicas que influyeron decisivamente en torno a los trabajos preparatorios del Codice civile de 1942, aunque los presupuestos sociológicos del planteamiento jurídico distancian, extraordinariamente, ambos ordenanúentos. En otro sentido, el Derecho italiano, es el más influfdo por el Codigo de Napolebn, lo que se manifiesta clararnente en el Código civil de 1865 y se mantiene, en materia de Derecho de Sucesiones, en el Código de 1942, bajo el pretexto de seguir fielmente la tradición latina, incluso más allá de los propios modelos vernáculos del Derecho italiano, en lo que el nuevo Código ha incurrido en notables desviaciones sistemáticas, respecto del legado justinianeo, como he puesto de relieve en otro lugar 33 De todos modos, es de destacar que con motivo de la codificación, surge una nueva rama de la especialización científica, el Derecho agrario 34 , que bien pronto gana autonomía didáctica en las Universidades italianas, lo que había de tener un adecuado reflejo en el Codice civile de 1942, donde aparece el patrimonio familiar, como un régimen económico familiar, la minima unitá conculturale, como categoría de inmueble indivisible, lo mismo que su subespecie, la unitci poderale, en el ámbito del Derecho de la colonización, adaptándose a éstos criterios las normas del Derecho de Sucesiones. El primer intento para esta adaptación se pone en práctica con la Ley de 3 de junio de 1940, sobre unidad mínima de cultivo, que establece normas para evitar el fraccionamiento de las unifades fundiarias asignadas a los campesinos por los institutos de reforma; después, el Código, dedica a ésta materia los arts.846 al 856, destinados a la réorganizacibn de la propiedad rural, con idéntico fin: ímpedír la pulverización y fraccionamiento de los fundos y salvaguardar el funcionamiento orgánico de la empresa agrícola, poniendo límites a la facultad de disposición de los propietarios, sea por actos inter vivos o mortis causa3s 276 Por 1o que concierne a la sucesión mortis causa, la Ley citada, dispone en su art. 4°, que "las disposiciones testamentarias que tienen como efecto el fraccionamiento de la unidad fundiaria son nulas" y en su art. 5.° que: "en el caso de muerte del titular de la unidad fundiaria se asigna al coheredero indicado por el testador y en su defecto se asigna a uno de los coherederos que se halle dispuesto a aceptar la atribución y que sea capaz de continuar con la explotación", previéndose que, en caso de desacuerdo, decida la autoridad judicial por la comunidad entre los coherederos, o entre áq^ellos que pretendan vivir en común, fórmula que no nos parece satisfactoria. Sin embargo, esta disposición es verdaderamente innovadora para el Derecho italiano, donde no se conocía la limitación de la voluntad del causante. Naturalmente que estas disposiciones actúan dentro del ámbito del Derecho de colonización, pero sin embargo su espíritu penetra en el Codice civile, ya que los arts. 846 y 856 hay que tenertes en cuenta a la hora de la aplicación de las normas de partición hereditaria (arts. 720 y 722, fundamentalmente); de esta manera y por disposición legal; las normas relativas a la unidad mínima, al fundus,a la explotación repercuten en el Derecho de Sucesiones, a pesar de que el art. 718 Cc.it.1942, dispone que la división de los bienes de la herencia se llevará a cabo in natura (sistema de reserva, lo mismo que en el Derecho francés); otros preceptos establecen, o una disciplina particular, como es el caso del art. 716, que dispone que la división de los bienes que constituyen el patrimonio familiar quedará én suspenso hasta que todos los h^jos Ileguen a la mayoría de edad, mientras que otros hacen aplicación de la norn^ativa que antes hemos aludido, disponiendo el art. 720 que "si en la herencia hay bienes inmuebles indivisibles" deben ser atribuídos a un sólo heredero aunque excedan de su cuota, o atribuídos a áquel heredero que tenga derecho a la cuota más grande. Disposición que como vemos se halla deficíentemente formulada, lo que en la tradición jurfdica castellana resuelve favorablemente la mejora. Por otra parte, el art. 722, declara indivisibles áquellos bienes que tienen esta consideración conforme al interés de la producción nacional, con lo que se está refiriendo a las unidades mínimas de cultivo. El fallo del sistema está en que, mientras el art. 847 277 remite a la autoridad administrativa para determinar cuales son las unidades mínimas de cultivo, ésta aún no se ha pronunciado sobre el particular después de más de treinta años de vigencia del Código civi136 Por otra parte, en el ámbito del Derecho terrítorial, se conserva en Italia, al amparo de la Ley regional de 29 de marzo de 1954, la institución del maso chiuso, confirmando una antigua costumbre de origen bávaro existente en la provincia de Bolzano (Alto Adige o Tirol meridional), territorios que pertenecieron al Imperio AustraHúngaro hasta 1919 37 ; pero esta institución es privativa de esta comarca y por ser extraña al sistema no puede extenderse a ninguna otra38. Faltan, por tanto, en el Derecho italiano unas normas comunés o generales de Derecho sucesorio que establezcan un régimen adecuado a la conservación de la explotación agrícola39. incluso algunas disposiciones particulares del Derecho de colonización, tampoco satisfacen esta finalidad40. Sin embargo, en materia de arrendamientos rústicos, se mantiene la conservación de la explotación establecida sobre la base del arrendamiento, lo mismo que en los restantes Derechos europeos, ya que éste no se extingue, ni por la muerte del arrendador, ni por la del arrendatario (arts. 2158 y 2168 Cc.it.), siempre que haya personas capaces de continuar con la explotación y se pongan de acuerdo entre sí los herederos para designar quien es el que va a continuarla. Criterio que se mantiene también en la Ley de 1957 y en la más reciente de 1971. Existe también otra regulación (implantada por la Ley núm 590 de 1965), por la que, se trata de proteger a la empresa agrícola en el caso de la disposición inter vivos, mediante un derecho de preferencia adquisitva en favor del arrendatario cultivador directo, materia que ha sido incorporada a la Ley de 197141, pero que para nosotros no aporta novedad alguna, dada la intensidad y la variedad de los derechos de adquisición preferente (tanteos y retractos) en nuestro Derecho. 6. Derechos suizo y austriaco Es interesante hacer una breve referencia a los Derechos 278 suizo y austríaco, por cuanto en ellos, por ser de raigambre gemánica, se conservan formas jurídicas que sirven directamente al mantenimiento de la unidad de la explotación. Así, el ABGB, austríaco considera la legítima, lo mismo que el Código civil alemán, como un crédito contra el caudal hereditario (parágrafas 774 y ss.), lo que permite amplia libertad de movimientos para conservar la integridad de la explotación, por la libertad de la atribución (legado, donación, etc.) y por la faciGdad en el pago en dinero. En cambio, en Suiza, se sigue el sistema de reserva (arts. 470 y ss ZGB). Por otra parte, en arnbos ordenamientos se permiten con bastante amplitud los pactos sucesorios (parágrafo 1252 ABGB y arts. 481 y 512 y ss.ZGB). En Austria, existe también un régimen especial para el Anerbenrecht, que fué regulado para el Tirol por una Ley de 1900 extendiéndose en 1903 a otras regiones austríacas como Carintia, o del Imperio, como Bohemia. Después de 1938, como consecuencia de la unión con Alemania, se implantó el régimen de los Anerbenreechte alemanes, hasta que una Ley de 21 de mayo de 1458, les ha vuelto a regular, apli ^ándose en el Tirol y en Carintia42. Por otra parte, los derechos de adquísición preferente, se encuentran muy desarrollados en ambos Derechos y, asímismo, admitida la continuidad del arrendamiento a pesar de la muerte del arrendatario. Pero lo verdaderamente importante de estos ordenamientos, son las normas que el Código civil suizo dedica a la conservación de las unidades agrarias y de las propias explotaciones agrícolas, en los arts. 620 y siguientes, introducidas en virtud de una serie de reformas legales durante los •ltimos veinte o treinta años y que son de sumo interés. Por una parte, se excluye a las explotaciones agrícolas de la partición, así el art. 620 dispone: "Si existe entre los bienes una explotación agrícola, constituyendo una unidad económica y ofreciendo medios de existencia suficientes, se atribuye enteramente a aquel heredero que lo pida y que parezca capaz de llevar a cabo la explotación; el precio se fija por el valor en renta y se imputa a la cuota del heredero". Añadiendo el párrafo segundo que, en este caso, se fija el precio de acuerdo con la Ley sobre desendeudamiento de las explotaciones agrícolas (Ley federal de 19 de marzo de. 1940, que entró en 279 vigor el 1 de enero de 1947), que se trata, al parecer, de una regulación relativa al crédito agrario. Por último, el párrafo tercero, determina que el heredero que pida la atribución de la explotación podrá extender su petición al ganado, al material y a los aprovisionamientos que sirvan a la explotación y que le sean atribuídos por su valor. Sin embargo, puede suceder que se oponga :algún heredero a que la explotación le sea atribuída a otro, o que haya varios que pretendan su atribución; en este caso decidirá la autoridad competente, según los usos locales y, en su defecto, según la situación personal de cada uno, dando preferencia al que pretenda cultivarla personalmente (art. 621, párrafos 1.° y 2.°). Si alguno de los hijos no se quiere encargar de la explotación tendrán derecho a pedir su atribución las hijas, por sí mismas o por medio de sus maridos (art. 621-3.°). También se establece la posibilidad de que la explotación se mantenga indivisa, cuando a la apertura de la sucesión el causante, titular de la misma, haya dejado hijos menores, manteniéndose la comunidad hereditaria hasta que se pueda tomar la decisión de atribuirla a uno de ellos, a reserva del asentimiento de la autoridad tutelar (art. 621 bis). En todo caso, este régimen presenta excepciones de tipo general, cuando la explotación pueda dar lugar a varias explotaciones viables y siempre que haya varios herederos, tantos como explotaciones resultantes de la división (art. 621 ter), o excepciones de tipo particular, según las disposiciones del Derecho cantonal (art. 621 quater). También puede suceder que sean tales las cargas que deba soportar el heredero que ha solicitado que se le atribuya la explotación,que éstas no puedan recaer sobre los inmuebles de la misma, en cuyo caso se mantendrá la indivisión, hasta que el adjudicatario adquiera los medios suficientes para salir de este estado (arts. 622 y 623). Estableciéndose, en fin, otras disposiciones para el abono de su parte a los herederos no favorecidos por la atribución, mediante un crédito contra la herencia, o por medio de las Ilamadas cartas de renta sucesoria (art. 624), o para las explotaciones accesorias de la explotación agrícola (art. 625) o, en fin, respecto de la configuración de un derecho de enajenación de la explotación como un todo, cuando ninguno de los coherederos reclame su atribución (art. 625 bis). 280 Por último, como ya hemos indicado anteriormente, el Derecho suízo, admite el Ilamado contrato de trabajo con salario diferido (Lidlohnrechte), institución que contempla el art. 633 ZGB, bajo el prisma de las indemnizaciones en razón de los sacrifcios hechos por !a familia; según este precepto, "los hijos mayores que se dediquen a una actividad común con sus padres, consagrando su trabajo y sus desvelos a la familia pueden reclamar fuera de la partición de una indemnización equitativa, a menos que hayan expresamente renunciado a ella". Aquí no se trata propiamente de un salario diferido, sino de un derecho de predetraclón respecto del caudal hereditario, ejecitable frente a todos los herederos y que viene a funcionar como una mortis causa capiones. NOTAS AL CAPITULO VI (1) (2) Vid. por todos: R. DAV1D, 7YaitéélémentairedeDroitcivil comparé (Introduction a 1'étude des droits étrangers et á la méthode comparative), Paris, 1950, 1 y ss. Vid. en este sentido, F. BAUR, Commenti metodologici per !a formazione di un futuro Diritto agrario europeo, en RDAgr., 43 (1964), 393 y ss. (3) J.L. DE LOS MOZOS, en Estudios, 44 y ss., 118 y ss. (4) Elementi di diritto romano e germanico nel din;tto agrario successorio, en RDAgr.47 (1968), 439 y ss.; vid. también KR. KROESCHELL, Landwirtschaftsrecht, 28 ed.,Kóln, 1966,47 y ss. Las fórmulas alemanas del Bauerhof o del Anerbenrecht, que han sustituldo a las vinculaciones familiares y que, con uno y otro carácter, aparecen como especialidad de los Derechos de colonización o de las excepciones al régimen sucesorio común en favor de la explotación, como sucede en Suiza o en Francia y que han sobrevivido en nuestro Derecho, bien en los ordenamientos forales o en el Derecho común (art. 1056-2°, mejora, etc.) Es curioso, como observa PIKALO, la posicibn del Derecho sucesorio agrario, en la historia del Derecho soviético. Efectivamente, en Rusia, hasta los comienzos del presente siglo, el Derecho consuetudinario, en particular en el ámbito de las sucesiones rurales tenfa un papel predominante, incluso así fué reconocido por una Ley imperial de 1910, en la que se daba preferencia a la costumbre sobre la ley. El patrimonio familiar en la época presoviética venfa constituído por la propiedad colectiva de todos los miembros de la familia rural ( mucho más amplia que la familia urbana); con la muerte de uno de los miembros de la familia se operaba el acrecimiento en favor de los otros miembros, la sucesión se abría unicamente con la muerte del último miembro de la familia, o sea del último cultivador de la explotación, regulación que viene aceptada por el Derecho bolchevique para las pocas explotaciones (5) (6) 282 independientes que se conservan, fuera de la propiedad colectiva y también para el régímen de los Kolhoz(Op.cit., en RDAgr., 47(1968), 440). (7) Vid. el mismo PIKALO Op. cit. , en RDAgr., 47 (1968), 454 y s.s. (8) Más exactamente se podría traducir áquella frase por la expresión: "La tierra para los campesinos". (9) Vid. J.BINDER, Derecho de Sucesiones, trad. esp., Barcelona, 1953, 289 y s.s.; T. KIPP, Derecho de Sucesiones, en el 7Yatado de ENNECCERUS, V-2° trad., española, Barcelona, 1951, 279 y s.s.; H.LANGE, Lehrbuch des Erbrechts, Miinchen u. Berlin, 1962, 426 y s.s.; también. A. PIKALO, Der Schutz der landwirtschafilichen Betriebe durch Ehrevertrdge, Schenkungen und Testamente, Comunicación al ^Congreso del Comité europeo de Derecho rural (Luxenburg, 1971). (10) BINDER, Op. cit., 132 y ss.; KIPP, Op. cít., V-1.°, 213 y ss. (1 i) BINDER, Op. cit., 132. (12) PLANITZ, Principios de Derecho privado germánico, trad. esp. Barcelona, 1957, 359 y ss.; SERRANO Y SERRANO, El Fuero del TYabajo doctrina y comentario, Valladolid, 1939, 263 y ss.; J.L. DE LOS MOZOS; pp. cit., enEstudios, cit. 287 y s^.; H. LANGE, Lehrbuch des Erbrechts, cit., ?12 y ss.; KROESCHELL, Landwirtschaftsrecht, cit., 49 ss., etc. (13) Por ello, después de la Segunda Guerra Mundial, la Ley n° 45 del Consejo de Control aliado, deroga el régimen del Erbhof por lo que se restablece sobre la materia el Derecho territorial, sin embargo, se cestablece también, en el Norte de Alemania,por un Decreto de la Administración militar de la Zona británica, en 1947, aunque habiendo perdido el carácter que tuviera anteriom •ente, lo que mantiene después la República federal. Para ésto sobre todo, LANGE-WULFF, Hdfeadnung Kommentar, 6:a ed., Mtinchen, 1965. (14) KROESCHELL, Landwirtschaftsrecht, cit., 52 y ss. y 83 y ss. (IS) KROESCHELL, Op. cit., 72 y ss.; LANGE, Op. cít., 712 y ss. (16) PIKALO, Op. cit., en RDAgr., 47(1968), 451 y 455. (17) KIPP, Op. cit. , V-2, 411-416. (18) WOLFF-RAISER, Derecho de cosas, en el Tratado de ENNECCERUS, trad. esp., 3.a ed., Barcelona, 1970, III-1954 y ss. (I9) PIKALO, Op. cit., en RDAgr., 47(1968), 452-453. (20) Vid., J.L. DE LOS MOZOS, Retracto de comuneros, cit., en RDP, 1962, 837 y ss. . 283 (21) R. SAVATIER, Les métamorphoses, cit., 3.a serie, Paris, 1959, 378 y ss. (22) En principio aparece con un carácter muy parecido al del patrimonio familiar italiano, aunque con un ambito de aplicación más amplio; en 1922 se establece un régimen equivalente al de la habitations a óon marché (que se corresponde con la legislación de casas baratas, en España, durante la época de la Dictadura) y ya, por último, una ley de 1937 crea el bien de 'famille insaisissable. (23) BONNECAS>r, La philosophie du Code Napoleon, Paris, 1928, 222 PLAMOL-RIPERT, Traité pratique de D^oit civil français, IV, revisado por MAURY y VIALLETON, París, 1956, 743. (24) BOSQUET, La réforme du partage d ascendants, th., París, 1938; DESROUSSEAUX, Les réformes de 1938 en matiére de partage d'ascendants, th., Lille, 1940; AMELINEAU, Le partage des explotations agricoles en France, th., París, 1944; DOMERGUE, Le parta^ge succesoral des exploitations depuis la législation de 1938, th. Montpellier, 1953; MAY, Le domain rural hereditaire, th., Lyon, 1948, etc. (25) Vid. RIPERT-BOULANGER, Traité élémentaire de Droit civi[ français de PLAMOT., III, París, 1958, 1251. (26) En relación con la valoración de las explotaciones, pago diferido de las compensaciones a los demás herederos, colación, etc. (27) J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit. , en RDN, 27(1960), 133 y ss. y 138 y ss. (28) Cfr.- "El padre y de la madre y otros ascendientes podrán Ilevar a cabo entre sus hijos y descendientes, la distribución y la participación de sus bienes" (Decreto-ley de 17 de junio de 1940). "Las particiones pueden hacerse por actos entre vivos o testamentarios con las formalidades condiciones y reglas prescritas para las donaciones entre vivos y los testamentos" (Ley de 20 de julio de 1940). (29) Lo que ha mejorado notablemente la Ley de 26 de diciembre de 1969. (30) Vid. MENASSEYRE, Rapport, cit., 23 y ss., H.MAZEAUD-J.MAZEAUD-M.JUGLART, Leçons de Droit civil, IV, París, 1971, 728 y ss. (31) Vid. MENASSEYRE, Rapport, cit., 18. También amplias referencias a este tema en las comunicaciones al Congreso de Bad-Godes berg; del Comité europeo de Derecho rural, de 1967. 2s4 (32) Vid. MANASSEYRE, Rapport, cit., 19 y ss.; también, R. MALEZIEUX-R. RANDIER, 7^aité de Droit rural, I, París, 1972. (33) Así al configurar la sucesibn sobre la base de la sucesión legítima, por imitar al Derecho francés y no sobre la base de la sucesión testamentaria que es el fundarriento de la sucesión en la tradición romanista. (34) Baste solamente con pensar en la importante aportación que supone la Rivista di Diritto agrario, fundada por G.BOLLA, en 1922. (35) A. CARROZZA, La protection des ezploitations agricoles par les contrats de mariage, les donations et testaments, Comunicación al Congreso del Comité europeo de Derecho rural, Luxenburg, 1971; y E. ROMAGNOLI, Aspetti dell'unitá azienáale in agricoltura Firenze, 1957. (36) CARROZZA, Rapport, cit., l y ss. (37) Vid. DEMELIUS, La nuova le^ge sull'ordinamento dei "masichiusi", en RDAgr., 1954, 304 y ss.; TRABUCCHl, II rinovato ric^onocimento legislativo del "maso chiuso'; Ibid., 437 y ss.; FRASSOLDATI, II maso chiuso e le asociazioni agrario-forestali dell'Alto Adige nella recente legislazione • della • Provincia di Bolzano enlbid., 1962, 295 y ss. (38) En la polémica sobre el particular intervino de manera decisiva el pensamiento de EINAUDI, que favorable en un principio a la extensión de éste régin^en excepcional, acabó por convencerse de su falta de oportunidad al procurar aplicarle a otras regiones donde las concepciones jurídicas son contrarias, basandose en la igualdad de los hijos en la sucesión del patrimonio familiar. (39) En cambio, la doctrina ha sentido siempre ésta necesidad: TAMBORLINI, La indivisibilitá delle unitá colturali, en RDAgr., 1941, 43 y ss.; BASSANELLI, Il problema della tutela giuridica de la minimq unitá fondiaria, en Ibid., 245 y ss. y así, posterior^nte, la generalidad de la doctrina. (40) Así, la Ley de 12 de mayo de 1950, para la colonizacibn de la comarca de "Silla" y las islas del Mar Jónico, ya que establece una indivisión (cuando el colono no haya pagado todo el precio de la asignación) en interés del Estado, más que de la propia explotación. (41) D afj`'ito di fondo rustico, ha sido objeto de numerosos trabajos durante los últimos aHos; entre las monografías aparecidas destaca la de A.MASART, pero existen numerosos artículos de revista en las más importantes de entre las revistas jurídicas italianas. (42) F.GSCHNITZER, Erbrecht, Wien, 1964, 17 y'ss. CONCLUSIONES la.- Del estudio de los presupuestos socio-económicos en relación con el régimen jurídico de la protección de la explotación agrícola, a través de la sucesión por causa de muerte, no se deduce nada que sea decisivo u orientador para el establecimiento de unas claras directrices que sirvan de base a ese régimen jurídico, en parte porque los presupuestos socio-económicos quedan al margen del propio planteamiento jurfdicos hallándose situados en el campo marginal de la aplicación del Derecho, es decir, incidiendo en las circunstancias o condiciones de la realidad sobre la que se aplica el propio régimen jurídico, pero no en la estructura de éste que responde a otras valoraciones, pertenecientes a su propia esfera y ámbito. Por otra parte, tampoco pueden extraerse criterios seguros, dado el estado embrionario del banco de datos de que se dispone y de lo falible de los métodos que su utilizan, en desconexión con las exigencias metodológicas de la elaboración y de la aplicación del Derecho, siempre más rigurosas y precisas. Sin embargo, si puede obtenerse una valoración muy interesante para la disposición de los instrumentos de protección jurídica de las explotaciones agrícolas, al saberse existe la tendencia de dar como superadas las pequeñas explotaciones famitiares, cuya protección en otras épocas, basada en criterios tradicionales, hoy insostenibles, no pasaba de encubrir situaciones laborales, en el marco de una economía agraria de subsistencia, que hoy se consideran desfavorables para los intereses del pequeño empresario y para la propia economía nacional. 28.- La protección de las explotaciones agrícolas debe orientarse a las explotaciones viables, es decir, a aquellas que supongan o signifiquen el punto medio en el desarrollo de una actividad, en éste caso, de la actividad agraria, porque de esta 286 manera se satisface, también, el criterio de generalidad al que deben atender síempre las leyes, en un marco suficientemente flexible, como para que, puedan desarrollarse otras exigencias. Así, la protección marginal de las pequeñas explotaciones familiares que se suscitan en el seno de una ponderada actuación de la actividad colonizadora del Estado y que parece indiscutibie, en algunos sistemas de actuación y dentro de, al menos, su fase inicial o de puesta en marcha de la actuación. 38.- En el marco del presente informe nos atenemos, casi exclusivamente, a la determinación de los criterios a seguir para modificar áquellas normas del Código civil que presenten una dificultad para el desenvolvimiento adecuado de la explotación agrícola a través de la sucesión mortis causa, buscando con ello un cierto paralelismo con las normas que han aflorado en el campo del Derecho de reforma de la agricultura, llamado comunmente Derecho agrario y tratando de acercar el Derecho común (o del Código civil) a los Derechos forales, aunque teniendo el cuidado, al hacerlo, de no confund^ los principios sistemáticos de los ord^enamientos respectivos, utilizando para ello las posibilidades que ofrece el antiguo Derecho castellano, al que sustituyó el Código civil y donde se encuentra la fuente directa de las reformas que se proponen, ya que éstas descansan en la revisión crítica de los criterios individualistas que animaron al Código, gracias a los cuales se sacrifican instituciones, o aspectos regulativos de áquel antiguo Derecho. De éste modo, la reforma que se propugna viene dominada por la idea de un retorno actualizado a las exigencias de la época y de acuerdo con esas condiciones socio-económicas que antes hemos indicado, forma de actuar de toda renovación jurídica, ya que en el mundo del Derecho, después de veinticinco siglos de experiencia, todo o casi todo se halla inventado y descubierto, lo único que es preciso, en cada momento, es suscitarlo de nuevo con criterios de oportunidad. 4.a.- Para llevar a cabo una reforma que incida favorablemente en la proteccibn de las explotaciones agrícolas, no hay más remedio que distinguir el aspecto estático y el aspecto dinámico de la protección que se puede materializar en su proyección en el Derecho de cosas y en los Derechos de 287 obligación, o en el Derecho de Sucesiones, de una manera distinta, aunque con una finalidad concurrente. La idea de explotación debe ser fortalecida en el tráfico jurídico y así, uno de los aspectos más interesantes de ésta protección se halla, en relación con el régimen de arrendamientos rústicos, en la posibilidad de permitir el traspaso o cesión del arrendamiento, mediante precio, con lo que la explotación misma deviene objeto de tráfico y se facilita mediante el precio su definición como valor, que haría susceptible la hipoteca del derecho arrendaticio, como sucede con el arrendamiento de locales de negocio o con el establecimiento mercantil. Por otra parte, estando tan implicado el Derecho de Sucesiones con el Derecho de Familia, especialmente por lo que concierne al régimen económico-matrimonial, una reforma que pretenda ser efectiva en aquel campo tiene que actuar, también, sobre éste. 5 a.- De acuerdo con lo que queda dicho, en un plano técnico-jurídico, las reformas a llevar a cabo, han de desenvolverse en los siguientes campos: 1) Protección de la indivisibilidad de las unidades agrarias y, eventualmente, de las explotaciones agrícolas que debe actuar en materia de divistón de cosa común (Derecho de cosas) y en materia de partición de herencia, como recurso más general de actuación de la protección; 2) Modificaciones en el réglmen econámico-matrimonial, orientadas hacia la mayor flexibilidad del régimen mismo (modificación de capitulaciones) y hacia la mayor flexibilidad del régimen legal (sociedad de gananciales); 3) Posibilidades de elección o distribución post mortem en relación con las atribuciones hereditarias y con la distribución del caudal y admisión de una cierta f:ducia sucesoria para dar facilidades a tales medios y que se fundamenta en la idea de la unidad de la familia; 4) Flexibilidad legitimaria en relación con el pago en dinero de la legítima y con las formas de atribucián de la misma que, en el sistema del Código, sirve de fundamento a la anterior y que facilita la conservación de la explotación; y 5) Desarrollo de las facilidades de la llamada sucesián contractual, en forma indirecta, aprovechando también las posibilidades de desarrollo sistemático de las normas del Código civil y de acuerdo con los precedentes del antiguo Derecho de Castilla. 288 Vamos ahora a desarrollar, en las conclusiones restantes, cada uno de estos aspectos. 6'.- En relación con el mantenimiento de la indivisibilidad de las unidades agrarias y, eventualmente, de las explotaciones agrícolas, en materia de división de cosa común y de partición de herencia hay que tener presentes los siguientes preceptos del Código civil : arts. 401, 1062, 1051 y 1067. En relación con el art. 401, sería procedente un nuevo párrafo segundo, (manteniendo el segundo, que pasarfa a ser tercero), en los siguientes términos: "A los efectos del párrafo anterior, la división o segregación de una finca rústica sólo será válida cuando no de lugar a parcelas de extensión inferior a la unidad mínima de cultivo, con las excepciones y régimen que se contemplan en los arts. 44 y siguientes de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario". Por lo que respecta al art. 1062, habrfa que establecer un ^ nuevo párrafo segundo, del tenor siguiente: "Se aplicará este criterio a la explotación agrícola, industrial o mercantil, cuando el testador o causante hubiera dispuesto su conservación mediante la atribución de la misma a uno de los legitimarios o herederos, o cuando todos se hallen de acuerdo en mantener su indivi^ión, llevando la explotación en común o designando a uno de ellos para que la continúe, o que uno de los legitimarios o herederos, pida le sea atrib^lída con el compromiso de continuar la explotación y el de abonar a los demás en metálico su legftima en lo que excediere de la atribución. El actual pcírrafo segundo del art. 1062, se conservaría con una pequeña modificación y pasaría a constituir el párrafo tercero, en el sentido siguiente: "En cualquier caso y salvo lo dispuesto en el párrafo anterior, bastará...", etc. En cuanto al art. 1051-1°, no parece que haya que retocarle, porque tiene un ámbito distinto del contemplado más arriba. Lo que si es preciso, conforme a las nuevas redacciones propuestas en el art. 1062, es la modificación del art. 1067, 289 aRadiéndole un párrafo segundo que podría ser del siguiente tenor: "Cuando conforme al párrafo segundo del artículo 1062, uno de lós legitimarios o herederos pida la atribución de la explotación, tendrá a su favor un derecho de retracto para adquirir los bienes muebles e inmuebles que sus coherederos hayan enajenado, antes y después de efectuada la partición y un derecho de preferencia al arrendamiento de tales bienes si sus coherederos les hubieran dado en arrendamiento". 7a.- En cuanto a los presupuestos de Derecho de familia, tenemos que contemplar, en primer lugar, los arts. 1319 y 1320 Cc. que resultan inservibles, conforme a los criterios defendidos a lo largo del presente informe. El art. 1319, podría estar concebido en los siguientes términos: "Las capitulaciónes matrimoniales podrán modificarse en cualquier momento, antes o después de la celebración del matrimonio, sin más limitaciones sustanciales que las derivadas de las disposiciones "inter vivos" y"mortis causa" que hayan tenido lugar con ocasión de las capitulaciones y que no puedan ser modificadas sin la participación de las personas que intervinieron". Por su parte, en un segundo precepto, que podría ser el que sustituyera al art. 1320 Cc., se podría disponer lo siguiente : "La modificación de las capitulaciones matrimoniales, aparte de observar los preceptos de forma a que se refiere el artículo siguiente, cuando tengan lugar después de celebrado al matrimonio se someterán a la aprobación judicial, llevándose constancia de la modificación al Registro Civil". * (") Las fbrmulas propuestas en estas conclusiones para los arts. 1.319 y 1.320, son muy parecidas a las consagradas en la reforma llevada a cabo por la Ley de 2 de mayo de 1975. Sin embargo, el art. 1.319, en su nueva redaccibn, no contempla para nada las limitaciones al ius disponendi contenidas en anteriores capitulaciones, dada la posible amplitud de su contenido. Por otra parte, la fbrmula que se ofrece para el texto del art. 1.320, difiere notablemente del que ha prevalecido en la citada reforma por someter ?a modificacibn a la aprobacibn judicial. 290 En cuanto a la renuncia de la sociedad legal de gananciales por la mujer, habrá que añadir al párrafo primero del art. 1394, la expresión siguiente: "Salvo que la lleve a cabo la mujer preventivamente y a los efectos del art. 1364 de éste Código, por actos "inter vivos" o"mortis causa" y para que surta efecto a la disolución de la sociedad conyugal". * En cuanto a la introducción de una cierta flexibilidad en el régimen de la sociedad de gananciales, lo más interesante, además de la repercusión que deriva de la posibilidad de alterar las capitulaciones, es la cuestión de la comunidad continuada que puede perfectamente regularse por la fórmula que establecen los arts. 60 y 61 de la Compilación de Aragón, suprimiendo el párrafo segundo del art. 60 y haciendo figurar en el Código el contenido de tales preceptos, por medio de un art. 1392 bis (art. 60 Compilación de Aragón, menos párrafo 2) y de un art. 1392 ter (art. 61 de la Compilación citada). Por lo demás, no se ocultará que la comunidad continuada sirve de base para las facultades de elección post.mortem, en beneficio del supérstite y para la admisión de la fiducia sucesoria. En cuanto al art. 1414. Cc. no tiene por qué sufrir ninguna modificación, únicamente en el caso de la renuncia de la sociedad de gananciales, hecha por la mujer, según el texto añadido al art. 1394-1°, ya que esta renuncia, por su carácter preventivo (o declarativo), es inevocable (lo mismo que sucedía en el antigua Derecho castellano}, con lo que habría que añadir al precepto citado, la breve fórmula: "salvo en caso de que la mujer haya renun^iado preventivamente a la sociedad de gananciales, en !os téiminos del art. 1394, pánafo primero de este Código". $a.- En cuanto a las posibilidades de distribución y de elección post mortem en favor del cónyuge supérstite y, en general, por lo que a la fiducia sucesoria se refiere, hay que tener en cuenta, en primer lugar, el art. 669 Cc. que prohibe el (*) Con una fbrmula legal de este estilo, desaparecería la vieja discusión de si se trata de la renuncia a un régimen legal o a las consecuencias y efectos del mismo, revitalizando por lo demás la posibilidad de su utilizacibn en interés de la mujer y de sus herederos. 291 testamento mancomunado, fórmula jurídica que puede suplir el defecto de capitulaciones matrimoniales, añadiendo a este artículo un segundo párrafo del tenor siguiente: "Sín embargo, será válido el testamento abierto que otorguen los cónyuges mancomunadamente, para favorecer a un descendiente común y a los efectos de ordenar la sucesión manteniendo indivísa una explotación agrícola, industrial o mercantil y sin perjuicio de las disposiciones que en usufructo puedan hacerse recíprocamente los otorgantes" Por lo que a la ^ducia sucesoria se refiere se tratarfa de ampliar los términos del actual art. 831, tanto en cuanto a la forma como respecto del contenido; luego se plantearfa el problema de la colocación sistemática del precepto, pero como sería diffcil encontrarle un lugar adecuado, es preferible dejarle donde está, es decir, llevar el nuevo contenido del precepto al mismo art. 831, que podría quedar redactado de la siguiente manera: "No obstante lo dispuesto en el artículo anterior podrá pactarse en capitulaciones, o disponer en testamento a favor del otro cónyuge, que pueda el viudo o viuda, que no haya contraído nuevas nupcias, distribuir a su prudente arbitrio, los bienes del difunto y mejorar en ellos a los hijos comunes, pudiendo aplazar el pago de las legítimas hasta su erriancipación, salvo disposición del testador". Por todo lo dicho en ésta conclusión y, en la anterior, habrá que entender los arts. 1315 y 1316 Cc. en un..sentido amplio, lo que posiblemente será más oportuno que intentar un retoque de los mismos.* 9a.- Por lo que se refíere a la flexibilidad de la legítima, seguramente lo más efectivo y directo, es añadir al art. 806 C.c. como párrafo segundo, la fórmula siguiente: (*) Por un lado se amplía el ámbito de aplicacibn del art. 831 Cc. por otro, la reforma sufrida por los art. 1.315 y 1.316, de acuerdo con la llevada a cabo por la Ley de 2 de mayo de 1975, sobre todo por lo que se refiere al 1.315, facilita extraordinariamente, aunque no en ténninos tan amplios como los propuestos, el juego del art. 831. 292 "Sin embargo, el pago de la legítima podrá hacerse en dinero cuando no se oponga a ello el título de su institución, o en cualquier caso que el pago en metálico se halle justificado para facilitar las operaciones particionales". Se justifica esta redacción como desarrollo sistemático del art. 815 y sín que incurra en las limitaciones que impone el art. 813 Cc. Por otra parte, como consecuencia de la reforma del art. 806, habrá que retocar, también, el art. 832, añadiendo simplemente, "sin perjuicio de lo dispuesto en el art. 806 de este Código". 10a.- En cuanto a la admisión de la sucesión contractual, suprímido el pacto sucesorio para la adopción por la Ley de 7 de julio de 1970, a mi juicio indebidamente, los demás supuestos de admisión de la misma, conforme al sistema del Código, son supuestos indirectos y en esa línea hay que situar las modificaciones o adaptaciones del Derecho vigente. En éste sentido y en relación con la mejora, habrá que retocar el art. 825 Cc., añadiendo un párrafo segundo al mismo del siguíente tenor: "Sin embargo, cuando el ascendiente otorgue donación a favor de un descendiente, se reputará mejora en lo donado en cuanto no quepa en la parte libre". Se sigue este críterio al pretender poner de acuerdo la regulacibn con sus precedentes en las Leyes de Toro, dando con ello facilidades para la atribución de la mejora y utilizando una fórmula que viene a ser simplificación de la utilizada en el art. 84 de la Compilación de Galicia. También, como forma indirecta de pacto, se podrfa cambiar la redacción del art. 620 Cc., que refiriendose a un aspecto de la eficacia de las donaciones rnortis causa, viene a ser más que un precepto regulador de la misma un epitafio que confirma su desaparición después del Código. Otro aspecto muy interesante, para flexibilizar el sistema,^ serfa modificar el art. 816 Cc., a propósito de la renuncia a la legf tima futura, que ha sido indebidamente valorada por el Código, tanto que la propia redacción del precepto, en su inciso segundo, traiciona a la lógica de su prohibición, porque una cosa es la renuncia, que debe seguir• prohibida y otra la 293 cautela que se establece por anticipo de herencia futura o, mejor dicho, de legítima futura que debe permit ^se dentro de ciertos lfmites. Por eso el art. 816 se podrfa redactar de la siguiente manera: dejar inalterado, más o menos, el inciso primero, sustituyendo el segundo por otro de este tenór: "pero será válida cuando la renuncia se ha efectuado con motivo de dote o donación, o de cualquiera otro anticipo sobre la legftima futura, siempre que no haya lesión para el legitimatio en más de la cuarta parte". Es lógico que así sea porque antes de abr^se la sucesibn no se puede determinar el quantum de la legítima y, además, porque este criterio viene también establecido en el art. 1075 Cc., en cuanto a la medida de la lesión. De esta manera el Código se pone de acuerdo con el antiguo Derecho castellano, notablemente influído en esta manteria, por el Derecho canónico, acercándose con ello, también al Derecho catalán (art. 145 de la Compilación). Por último, diremos que congruentemente con esta reforma que proponemos habría que retocar también el art. 1271-2° Cc. haciendo esta salvedad y las otras que sean pertinentes. i i ii i V R 1018487 B-24554