FORTALEZAS Y DEBILIDADES AMBIENTALES DE LAS

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FORTALEZAS Y DEBILIDADES AMBIENTALES DE LAS PLANTACIONES
FORESTALES DE PINUS EN LA PATAGONIA SEMIÁRIDA DE LA ARGENTINA
Alejandro Dezzotti y Renato Sbrancia
Universidad Nacional del Comahue, Sede San Martín de los Andes, Pasaje de la Paz 235,
Q8370AQA San Martín de los Andes, Argentina, [email protected].
RESUMEN
Las plantaciones forestales de la Patagonia argentina se implementaron a partir de la década
del ´70 sobre los faldeos andinos semiáridos de las provincias de Neuquén, Río Negro y
Chubut. En la actualidad, estos sistemas productivos ocupan alrededor de 70.000 ha en áreas
de secano que no presentan bosques naturales. El 80 % de la superficie total de las
plantaciones está ocupada por Pinus ponderosa, mientras que en el resto está presente Pinus
contorta y Pseudotsuga menziesii. Las plantaciones de pináceas contribuyen a disminuir la
presión antropogénica sobre los bosques nativos, a conservar otros ecosistemas naturales y al
suelo y a secuestrar carbono atmosférico. Pero al mismo tiempo, los bosques de cultivo
implican riesgos ambientales asociados a la pérdida de biodiversidad, la aparición de plagas y
enfermedades, la invasión biológica, al cambio en el balance hidrológico y el aumento del
riesgo de incendios. Estas cuestiones ambientales deben ser consideradas explícitamente para
maximizar el balance positivo de los proyectos forestales basados en estos árboles exóticos.
PALABRAS CLAVE: Pinus ponderosa, Pinus contorta, actividad forestal, impacto
ambiental.
ABSTRACT
In the Patagonian region of Argentina, forest plantations were implemented since the '70 on
the Andean semiarid foothills within the provinces of Neuquén, Río Negro and Chubut. At
present, these productive systems occupy around 70,000 ha in unirrigated soils lacking natural
forests. The 80 % of the total plantation area is occupied by Pinus ponderosa, while in the rest
Pinus contorta and Pseudotsuga menziesii are present. Tree plantations based on coniferous
species contribute to lessen anthropogenic pressure on natural forests, reduce the gap between
supply and demand for forest products and services, conserve ecosystems and soil and capture
atmospheric carbon. However, at the same time, plantations involve environmental risks
associated to biodiversity loss, occurrence of pests and diseases, changes in hydrological
balance, biological invasion and forest fire occurrence. These environmental issues should be
considered explicitly to maximize the positive balance of forestry projects based on exotic
trees.
KEY WORDS: Pinus ponderosa, Pinus contorta, forestry, environmental impact.
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EL CONTEXTO AMBIENTAL ACTUAL
En los últimos 50 años, el hombre modificó los ecosistemas de la manera más rápida, intensa
y extendida que en ningún otro momento de la historia de la humanidad, un proceso que
afectó en forma dramática a los bosques naturales. En la actualidad, la pérdida anual de estos
ecosistemas se estima en 13 millones de hectáreas principalmente debido a su conversión en
tierras agrícolas, ganaderas y urbanas, mientras que la pérdida global anual de tierras
forestales es 7,3 millones de hectáreas (Williams 2006, Bremer y Farley 2010, FAO 2010,
Lindquist et al. 2013). América del Sur exhibe la mayor tasa neta de pérdida de bosques, que
alcanza 3,3 millones de hectáreas por año y que equivale a aproximadamente 22,6 % de la
pérdida forestal global (Hansen et al. 2010, Lindquist et al. 2013). A lo largo del siglo XX, la
Argentina perdió el 70 % de sus bosques naturales (SAyDS 2007).
Al mismo tiempo que se produjo este proceso de degradación y destrucción del bosque, la
demanda de bienes y servicios provenientes de estos ecosistemas continúa en aumento. Por
ejemplo, el consumo de madera se triplicó y el de papel se sextuplicó desde 1950 y hasta el
presente, el CO2 atmosférico alcanzó en la actualidad el nivel máximo y en muchas regiones
del mundo incluida la Patagonia, la tasa de erosión supera la de formación de suelo (Mcevoy
2004, FAO 2010). La pérdida de la cubierta arbórea y el cambio de uso puede afectar al clima
regional y mundial al alterar el balance de carbono y la reflectancia de la superficie del suelo
(Feddema et al. 2005, Pan et al. 2011).
El desajuste entre el aumento de la demanda y la disminución de la oferta de recursos
forestales explica en parte la creación repetida y deliberada de plantaciones forestales, con
propósitos agrícolas, ornamentales y recreacionales. Aunque estos bosques de cultivo pueden
contribuir directa e indirectamente a morigerar esta crisis ecológica y a proveer beneficios
tangibles e intangibles para la sociedad, al mismo tiempo representan un conjunto de riesgos
ambientales que se deben considerar explícitamente para maximizar el balance positivo de
estas iniciativas (Boyle 2003, NCSSF 2005). Las plantaciones forestales constituyen bosques
que se establecen por siembra o plantación de especies nativas o exóticas, a través de
programas de aforestación y reforestación (FAO 2010). Las plantaciones son típicamente
monocultivos coetáneos, silvicultural y geográficamente intensivos, que producen madera a
una mayor velocidad que los bosques naturales (Kanowski 1997).
Las plantaciones representan el 4 % de la superficie forestal mundial, se expanden a una
velocidad de 5.700.000 hectáreas por año y las compuestas por Pinus spp. son las más
significativas por su extensión y beneficios económicos (FAO 2010). En la Argentina, existen
alrededor de 1.000.000 ha de bosques de cultivo, de los cuales el 64 % están compuestos por
especies, variedades e híbridos de Pinus (principalmente Pinus taeda, Pinus elliottii, Pinus
caribaea, Pinus ponderosa, Pinus contorta y Pseudotsuga menziesii) y el 25 % de eucalipto
(principalmente Eucalyptus grandis y Eucalyptus dunnii) (Benítez et al. 2009). En los últimos
cinco años, las inversiones en este sector crecieron más que en los últimos cinco decenios, un
fenómeno que está relacionado en parte con la existencia de mecanismos de promoción de
inversiones forestales (Benítez et al. 2009).
LAS PLANTACIONES FORESTALES DE LA PATAGONIA
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Las plantaciones de la Patagonia argentina se localizan sobre la faldeos andinos semiáridos de
las provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut y ocupan alrededor de 70.000 ha (SAGPyA
2001). En esta región, aunque existen experiencias previas la actividad forestal comercial
comenzó en Neuquén en la década del ´70 y las plantaciones actuales se llevan a cabo en
áreas de secano que no presentan bosques naturales. Pinus ponderosa se extiende en el 80 %
de la superficie total, mientras que el resto está ocupado por Pinus contorta y Pseudotsuga
menziesii (SAGPyA 2001). Sin embargo, existen otras especies promisorias alternativas tales
como Quercus robur, Pinus monticola, Pinus sylvestris y Larix decidua (Godoy et al. 2007).
Las plantaciones de Neuquén ocupan aproximadamente 54.000 ha, lo que representa el 0,5 %
de su territorio y más del 75 % de las plantaciones patagónicas (CFI 2009). En sitios de
calidad intermedia, una plantación de Pinus ponderosa puede producir 130 m3/ha de madera a
través de los raleos comerciales a los 25 y 30 años, y 300 m3/ha de rollizos con un diámetro
de 45 cm durante la corta final a los 40 años (CFI 2009).
LAS FORTALEZAS AMBIENTALES
El almacenamiento de carbono
Los bosques de coníferas representan grandes reservorios terrestres de carbono que
contribuyen en forma significativa a la mitigación del cambio climático, no sólo por la
velocidad de su asimilación sino también por la capacidad de almacenarlo en forma
permanente en sus componentes vivos y no vivos (Gucinski et al. 1995). Esta capacidad
aumenta a medida que el rodal se desarrolla y hasta que se alcanza previamente a la corta, un
estadio donde las ganancias (fotosíntesis) y las pérdidas (respiración) alcanzan valores
equivalentes y el balance de carbono se equilibra. En la Patagonia semiárida, las plantaciones
exhiben una productividad y biomasa intrínsecamente mayor que cualquiera de los sistemas
naturales nativos en los cuales se establecen, y en consecuencia contribuyen
significativamente al secuestro de carbono atmosférico (Andenmatten y Letourneau 1997, de
Koning et al. 2002).
Nosetto et al. (2006) estimaron que rodales de Pinus ponderosa en un periodo de 15 años
adicionaron al ecosistema una cantidad de carbono de aproximadamente 50 % a la reserva
inicial de carbono presente en la estepa, a una velocidad de entre 0,5 y 3,3 Mg/ha/año. Laclau
(2003) estimó que una plantación de Pinus en un sitio de calidad intermedia a lo largo de una
rotación captura de carbono de alrededor de 80 Mg/ha, que representó beneficios ecológicos y
económicos en proyectos forestales basados en el Mecanismo de Desarrollo Limpio. Dezzotti
et al. (2011) estimaron una acumulación de carbono en la biomasa del tronco en plantaciones
de Pinus de campos forestales de Neuquén de entre 0,9 y 56,1 Mg/ha, a una velocidad que
varió entre 0,1 y 3,1 Mg/ha/año.
La protección del suelo
En la Patagonia semiárida, la desertificación antropogénica es un problema muy grave que
está asociado al patrón de uso de la tierra. En particular, más del 75 % de la superficie de
Neuquén exhibe una erosión del suelo de intensidad media a extrema (Ayesa et al. 1995, del
Valle et al. 1996). La erosión está asociada a la ganadería extensiva, los incendios y la tala del
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bosque, y conduce a la pérdida de fertilidad del suelo y a inundaciones y movimientos de
tierra. En general, la remoción de material edáfico es precedida por la eliminación de la
vegetación protectora. La influencia positiva de la plantación sobre el sistema se produce por
encima y por debajo de la superficie del suelo, creando un microclima con temperaturas no
tan extremas, con mayor humedad y menor velocidad del viento, y a través del enraizamiento,
la producción de hojarasca y el aumento del contenido de materia orgánica. Además, el
establecimiento de las plantaciones generalmente implica el cerramiento de los campos que
impide el pastoreo de los animales domésticos, lo que implica la recuperación de la cobertura
de plantas y la reversión de la erosión. Ensayos sobre simulación de lluvia en suelos
volcánicos de Chubut demostraron que las plantaciones de Pinus ponderosa promovieron una
enorme resistencia a la erosión hídrica, en comparación con la de los suelos degradados de la
estepa circundante (La Manna et al. 2013).
La restauración de ecosistemas frágiles y degradados
En muchas áreas donde existen plantaciones, los ecosistemas naturales como bosques,
matorrales y praderas higrófilas se encuentran degradados o desaparecieron por el efecto
combinado de incendios, sobrepastoreo y tala indiscriminada. Por ejemplo, a mediados del
siglo pasado, el matorral natural de Nothofagus antarctica ocupaba el 16,3 % de la superficie
del campo forestal Aguas Frías (Neuquén) y en la actualidad solo quedan algunos individuos
relictuales, y el bosque nativo de Nothofagus pumilio y Araucaria araucana presentaron un
estado de desarrollo sobremaduro y sin regeneración (Dezzotti et al. 2011). La instalación de
cerramientos efectivos contra el ganado y el control de incendios asociados a los proyectos
forestales permiten, de manera directa e indirecta, la recuperación de estos ecosistemas
naturales. En otros casos, las plantaciones posibilitan el establecimiento de árboles nativos
debajo del dosel de Pinus donde encuentran protección contra las bajas temperaturas
invernales y el déficit hídrico estival (Dezzotti et al. 2011).
La diversificación forestal y la sustentabilidad ecológica de las plantaciones
Existe un interés creciente en el valor de conservación de paisajes antropogénicos más
amplios entre los que se encuentran las plantaciones. En este sentido, la diversificación
forestal es una estrategia clave para la conservación de la biodiversidad y consiste en la
plantación de árboles nativos y exóticos alternativos para transformar paulatinamente los
rodales monoespecíficos, coetáneos y monoestratificados de árboles exóticos, en rodales
disetáneos y pluriestratificados con especies exóticas y nativas (Brockerhoff et al. 2003,
Lindenmayer et al. 2003, Bremer y Farley 2010). Esta estructura forestal más compleja
promueve un aumento de la biodiversidad, que es un indicador clave de manejo forestal
sustentable y de integridad ecosistémica. En proyectos forestales de la Patagonia se plantaron
más de 61.000 árboles de especies nativas, entre las que se encontraron Austrocedrus
chilensis, Nothofagus antarctica, Nothofagus nervosa y Araucaria araucana; esta última es
una especie que se encuentra protegida por la legislación nacional e internacional debido a su
vulnerabilidad (Dezzotti et al. 2011).
LAS DEBILIDADES AMBIENTALES
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La biodiversidad
En la Patagonia, el reemplazo de bosques naturales y pastizales por plantaciones de Pinus
provocó una biodiversidad mucho menor de plantas, insectos, aves y mamíferos nativos en
plantaciones densas, con una pérdida de especies raras y especialistas, en comparación con los
valores de los sistemas originales y de las plantaciones ralas (Corley et al. 2006, Lantschner et
al. 2008, 2011, 2012, Paritsis y Aysen 2008). En estudios comparativos llevados a cabo en
Chile sobre el papel de las plantaciones de Pinus radiata se registró un empobrecimiento
recurrente de la biodiversidad asociada a la estructura simple de los rodales (Acosta Jamett
2001, Estades y Escobar 2004).
La capacidad de la plantación para proveer hábitats para otras especies depende básicamente
del tipo de vegetación circundante (e.g., bosque, matorral o pastizal), el estado de
conservación del paisaje (en áreas degradadas, las plantaciones son positivas por la influencia
de los árboles sobre el microclima y el suelo), el uso de la tierra (las plantaciones se comparan
favorablemente con muchos usos productivos como el pastizal de pastoreo y el cultivo
agrícola), el manejo forestal (sobre todo la cobertura, la longitud de la rotación y el método
silvicultural), la composición, la edad y el tamaño de los árboles y las características de las
especies de flora y fauna presentes (para especies “especialistas” es difícil colonizar y
reproducirse en monocultivos regulares y con rotaciones cortas, pero no ocurre los mismo
para especies “generalistas”).
Las estrategias que promueven la conservación de la biodiversidad involucran acciones a
nivel local, a través del mantenimiento de una diversidad estructural y composicional de
especies, formas de vida, grupos ecológicos y hábitats, de un espaciamiento amplio con raleos
precomerciales intensivos y rotaciones extendidas, y de una zonificación de rodales con
diferentes edades. Las acciones a escalas mayores involucran el mantenimiento de la
conectividad y la heterogeneidad del paisaje y la yuxtaposición de diferentes tipos
estructurales de plantaciones (Brockerhoff et al. 2003, Lindenmayer et al. 2003, Bremer y
Farley 2010).
La invasión biológica
La invasión de Pinus hacia los ambientes naturales circundantes a la plantación y sin la
asistencia del hombre, constituye una amenaza ambiental debido a la alta y precoz producción
de semillas, el rápido establecimiento en sitios abiertos y poco fértiles, el veloz crecimiento, la
dispersión a gran distancia y la capacidad de autofertilización (Price et al. 1998). De las 111
especies existentes de Pinus, 18 son muy invasoras, y en particular, Pinus ponderosa y Pinus
contorta son invasoras en Argentina, Chile, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda (Price et al.
1998, Richardson y Higgins 1998, Cronk y Fuller 2001, Sarasola et al. 2006). Sin embargo,
en comparación con plantas herbáceas y arbustivas los árboles tienden a presentar una
capacidad de invasión más baja y su control tiende a ser más fácil, debido a que son más
conspicuos, usualmente sólo se reproducen sexualmente y tienen una menor velocidad de
establecimiento, crecimiento y dispersión. En la Patagonia, Pinus puede exhibir un
comportamiento invasor, particularmente en aquellos sitios con alta influencia de actividades
humanas tales como la ganadería y la urbanización (Sarasola et al. 2006, Dezzotti et al. 2009).
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Las plagas y enfermedades
Aunque existen insectos nativos que atacan árboles nativos y que también atacan a las
plantaciones de Eucalyptus, Pinus y Pseudotsuga menziesii, no son importantes en términos
del daño que provocan. Entre estos insectos se encuentran coleópteros cerambícidos,
curculiónidos y bostríchidos, y lepidópteros cócidos. La preocupación más importante es el
riesgo de las especies de insectos exóticos parásitos y fitófagos de las plantaciones y que
potencialmente pueden atacar especies nativas. Este es el caso de la avispa taladradora de la
madera Tremex fuscicornis, que recientemente fue detectada en plantaciones de álamo y sauce
en Chile, pero no en plantaciones de la Patagonia (Klasmer y Parra 2011). Esta especie
provoca deterioro de la madera y mortalidad del árbol, presenta una gran capacidad de
dispersión, reproducción y de utilizar nuevos hospedadores y potencialmente podría
hospedarse en latifoliadas nativas y en particular en las especies de Nothofagus.
La avispa barrenadora de los pinos Sirex noctilio es un problema sanitario de las plantaciones
de coníferas exóticas detectado en la Patagonia en 1990 (Gómez 2008). Este insecto,
originario de Eurasia, parasita árboles débiles presentes en rodales muy densos, donde la
competencia entre las plantas por el agua, los nutrientes y la luz es intensa (Iede et al. 1992,
Dajoz 2001). El mecanismo de ataque y los daños son similares al de Tremex fuscicornis y el
control se basa en la aplicación de raleos para conseguir árboles resistentes y el control
biológico con himenópteros y nematodos parásitos (Gómez 2008). Aunque este insecto
potencialmente podría hospedarse en coníferas nativas como Austrocedrus chilensis, no
existen hasta el momento ningún antecedente al respecto.
El ciclo hidrológico
La mayor productividad de las plantaciones de Pinus, comparada con la de los pastizales y
bosques naturales, se asocia a un mayor consumo de agua, y en consecuencia la plantación
puede impactar negativamente sobre el ciclo hidrológico de las cuencas forestales (Le Maitre
et al. 1999, Vertessy y Bessard 1999). Las mayores diferencias en el consumo de agua se
observan entre los pastizales y los bosques densos de Pinus ponderosa, los que a su vez se
ubican en las zonas más secas del área forestal (Gyenge et al. 2011). La reducción en el
contenido de agua del suelo está relacionada con el aumento de la absorción, la intercepción
de agua por parte de las copas, la evaporación y la transpiración. Estos procesos pueden
afectar a la vegetación circundante, especialmente durante la estación de crecimiento que
coincide con el mayor déficit de agua. El balance hídrico depende de las especies de plantas,
la edad, la estructura (densidad, cobertura), el ambiente, el suelo y el clima (Gyenge et al.
2011).
Los incendios forestales
Las plantaciones representan un aumento del riesgo de incendios principalmente entre
noviembre y abril, tanto naturales (e.g., causado por tormentas eléctricas) como accidentales o
intencionales (para aumentar la disponibilidad de leña o tierras de pastoreo). Esto se debe a
que la biomasa de Pinus representa un material fino y grueso altamente combustible, el
retraso o la ausencia de podas y raleos provoca una acumulación de material muerto, la región
presenta una estación estival seca, con altas temperaturas y vientos intensos y frecuentes, el
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consumo de agua de los árboles provoca la disminución de la almacenada en el suelo y está
aumentando la superficie de bosques plantados y el tamaño demográfico (SPMF 2007). Entre
1999 y 2009 en la región se incendiaron 500 hectáreas por año de plantaciones, de las cuales
el 38 % correspondieron a Neuquén, 34 % a Río Negro y 28 % a Chubut (Loguercio et al.
2011).
CONSIDERACIONES FINALES
Las plantaciones de la Patagonia no se realizaron con una planificación estratégica pública ni
privada, orientada a crear cuencas forestales y plantando las extensiones factibles de
manejarse en forma eficiente, por lo que la actual dispersión territorial y la escasa superficie
representan una dificultad para la gestión económica. Por ejemplo, la madera de los primeros
raleos, que tiene escaso valor debido a su composición y dimensiones, no cuenta con un
mercado industrial como sí lo tiene en otras regiones forestales, y la actividad se vuelve muy
dependiente de subsidios para cubrir los costos de la poda y el raleo. En consecuencia, estos
tratamientos silviculturales no se realizan o se hacen con retraso, lo que provoca entre otras
cosas un aumento de los riesgos ambientales, una reducción de la calidad y el volumen de la
madera y una prolongación del ciclo productivo (Loguercio et al. 2011).
El hombre ha establecido una estrecha asociación con las pináceas desde la prehistoria y hasta
el presente. A lo largo de este periodo, ha encontrado una multiplicidad enorme de usos de los
cuales algunos continúan siendo relevantes (construcción, resinas), otros han sido
remplazados (la madera por el acero) y otros constituyen una innovación reciente (la fibra de
la madera). Los factores que han promovido el incremento sin precedentes de la superficie
con Pinus producida en los últimos 100 años, están asociados, fundamentalmente, al aumento
de la demanda debido al reconocimiento que este árbol exhibe una versatilidad y rusticidad
que le permite crecer relativamente rápido y con una calidad de productos razonable, aún en
sitios marginales y subóptimos, y que provee un excelente material para la producción de
pulpa de papel, uno de los usos primarios actuales. La enorme dependencia de la sociedad en
los productos y servicios que provienen de las plantaciones de Pinus indica que estos sistemas
productivos continuarán jugando un papel significativo en el futuro.
Los programas forestales con Pinus y basados en los principios del manejo forestal
sustentable, pueden constituirse en una estrategia compatible con la producción y la
conservación. Las plantaciones contribuyen a disminuir la presión antropogénica sobre los
bosques naturales, a acortar la brecha entre la oferta y demanda de bienes tangibles e
intangibles del bosque y a la conservación de ecosistemas. Estos sistemas productivos se
asocian al control de la desertificación, la protección del suelo, la restauración de áreas
degradadas, el secuestro de carbono atmosférico y la recreación. También contribuyen a la
conservación de una amplia variedad de plantas y animales valiosos, proveyendo refugio y
alimento, amortiguación ambiental que crean condiciones físicas adecuadas y corredores
biológicos que posibilitan la migración. Pero al mismo tiempo, implican un conjunto de
riesgos ambientales asociados a la aparición de plagas, cambios en el balance hidrológico,
presencia de barreras biológicas y aumento del riesgo de incendios, que se deben considerar
explícitamente para maximizar el balance positivo de estas iniciativas.
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