Derechos Reales UNIVERSIDAD INTERAMERICANA DE PUERTO RICO FACULTAD DE DERECHO Curso: Derechos Reales Agosto-diciembre 1999 Prof. María de los Ángeles Diez Lunes y jueves: 8:30 a.m. - 10:30 a.m. Número: 109; Sección 4592 4 créditos Requisitos: N/A PRONTUARIO O BJETIVOS DEL C URSO Al finalizar el curso de Derechos Reales el estudiante: 1. Identificará y aplicará las principales figuras jurídicas y conceptos sobre la propiedad y los bienes, los derechos reales limitados, y los dispositivos procesales relacionados con los mismos. 2. Describirá, reconocerá y aplicará la diferencia entre derechos reales y derechos personales de crédito. 3. Identificará y aplicará las leyes especiales que limitan el derecho real de propiedad. 4. Identificará y aplicará los principios fundamentales del régimen de propiedad horizontal. 5. Reconocerá la importancia y valor del origen y desarrollo histórico de las figuras vigentes en esta disciplina. -i- 6. Evaluará las normas jurídicas vigentes y anticipará y recomendará modificaciones a las mismas para conformarlas a las necesidades sociales presentes y futuras. 7. Reconocerá y apreciará el marco ético jurídico en que se desenvuelven los conceptos de derechos reales. C RITERIOS DE E VALUACIÓN Asistencia y participación en clase: 5% 1er Examen parcial: 20% 2do Ejercicio parcial: 20% Ejercicios: 10% Examen final: 45% La concesión de una calificación de incompleto al finalizar el semestre es discrecional de la profesora. Procederá solamente en casos extremos. Lecturas Requeridas Dr. J.R. Vélez Torres, Curso de Derecho Civil, Tomo II, 1983. J. Puig Brutau, Fundamentos de Derecho Civil, Tomo III, Vol. 1 Código Civil de Puerto Rico / 31 L.P.R.A. Las lecturas suplementarias aparecen identificadas en cada uno de los tópicos del curso. -ii- C ONTENIDO DEL C URSO I. Los Derechos Subjetivos A. Concepto B. Clasificación Patrimoniales a. Reales b. Personales Extrapatrimoniales C. El patrimonio Teoría clásica o subjetiva Teoría objetiva Lecturas: 1. Dr. J. Vélez Torres, Op. Cit., págs. 7-17. Jurisprudencia: 1. Vda. de Delgado v. Boston Insurance Co., 99 D.P.R. 714 (1971) (derechos personales v. derechos personalísimos) -iii- II. El Derecho Real Características principales de los derechos reales: aprovechamiento directo, concepto “erga omnes”. Situaciones intermedias: arrendamiento inscrito, obligaciones “propter rem”, expectativas reales de adquisición de trascendencia real, etc. Diferencias con el derecho de crédito. Lecturas: Código Civil – Arts. 280, 281, 396, 451, 452, 465; 31 L.P.R.A. 1111, 1112, 1501, 1591, 1592, 1631. Dr. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 19-32 Jurisprudencia: 1. First Federal Savings v. Registrador, 113 D.P.R. 857 (1983) (Derechos Personales con Trascendencia Real; una cláusula de aceleración en una escritura de hipoteca – “due on sale” – tiene trascendencia real) 2. Maeso v. The Chase Manhattan, 133 D.P.R. 196 (1993) (Constitución de Nuevos Derechos Reales; diferencia entre los derechos personales y los reales y la relación con el término prescriptivo para ejercitar las acciones) III. Los Bienes Definición del concepto de “bien” para el derecho civil; bienes corporales e incorporales, muebles e inmuebles, bienes comunes y de uso público, la clasificación de los frutos. Lecturas: 1. Código Civil – Arts. 252-279, 341 y 1832; 31 L.P.R.A. §§1021-1087, 1311, 5243. -iv- 2. Ley #21 de 20 de mayo de 1987, según enmendada, 23 L.P.R.A. §§64-64h. Jurisprudencia: A. Bienes de uso público 1. Saldaña v. Consejo Municipal, 15 D.P.R. 37 (1909) (bienes destinados al uso público) 2. Gobierno Municipal v. Casino Español, 56 D.P.R. 790 (1940) (bien patrimonial del Estado) 3. Rubert Armstrong v. E.L.A., 97 D.P.R. 588 (1969) (opcional) (bienes inmuebles; bienes de uso público v. bienes patrimoniales del estado) 4. E.L.A. v. Tribunal Superior, 97 D.P.R. 644 (1969) (opcional) (bienes de uso público v. bienes patrimoniales del estado) 5. Figueroa v. Municipio, 98 D.P.R. 534 (1970) (reversión a bien patrimonial privado de un bien dedicado a uso público) 6. Caquías Mendoza v. Asociación de Residentes Mansiones de Río Piedras, 134 D.P.R. 181 (1993) (calles como bienes de uso público) 7. Asoc. Pro Control de Acceso v. Cardona, 144 D.P.R. 1 (1997) (derecho al uso y disfrute de bienes y lugares públicos, aunque fundamental, no es absoluto) B. Naturaleza de los bienes Jurisprudencia: 1. Pérez Guerra v. Matos Bernier, 48 D.P.R. 599 (1935) (naturaleza de bien mueble – inmueble por incorporación) -v- 2. Romaguera & Hijos v. Tribunal, 61 D.P.R. 114 (1942) (naturaleza del bien y la intención de las partes) IV. Derecho de Posesión Origen del concepto, carácter provisional, relación con el derecho de propiedad. Distintas clases de posesión, inmediata y mediante mera detención, posesión de buena y mala fe. El interdicto posesorio y el desahucio. A. Concepto y clases Lecturas: 1. Código Civil Arts. 360-366, 31 L.P.R.A. §§1421-1427 2. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 115-127kk Jurisprudencia: 1. Texaco v. González, 96 D.P.R. 305 (1968) (posesión natural v. posesión civil; posesión de hecho; posesión mediata v. posesión inmediata) 2. Freyre v. Blasini, 68 D.P.R. 211 (1948) (poseedor de buena fe, gastos necesarios) -vi- Adquisición de la posesión Lecturas: 1. Código Civil Arts. 367-374, 31 L.P.R.A. §§1441-1448 2. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 127-129 Jurisprudencia: 1. Vélez Cordero v. Medina, 99 D.P.R. 113 (1970) (inversión de título; acto obstativo) Efectos de la posesión Lecturas: 1. Código Civil Arts. 375-388, 31 L.P.R.A. §§1461-1474 2. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 131-141 Jurisprudencia: 1. Capó v. Hartman, 57 D.P.R. 196 (1940) (frutos derivados por el poseedor) (opcional) 2. Santos Green v. Cruz, 100 D.P.R. 9 (1971) (poseedor de mala fe; derechos en cuanto a mejoras y frutos) 3. Jiménez Lugo v. Reyes Ramírez, 146 D.P.R. 657 (1998) (indemnización a poseedor de buena fe). -vii- La protección de la posesión (el interdicto posesorio) Lecturas: 1. C.E.C. Arts. 690-691, 32 L.P.R.A. §§3561-3562 2. Godreau Robles, M., La posesión y su protección sumaria, LV III Rev. Jur. U.P.R. 299 (1989) Jurisprudencia: 1. Martorell v. Municipio, 70 D.P.R. 380 (1949) (naturaleza sumaria del interdicto posesorio; lo que se litiga es el hecho de la posesión, no el derecho) 2. Disdier Pacheco v. García, 101 D.P.R. 541 (1973) (naturaleza sumaria del interdicto posesorio; sólo se dilucida el hecho de la posesión) (opcional) 3. Navedo v. Amato, 70 D.P.R. 673 (1949) (interdicto posesorio por arrendatario; actos que constituyen posesión) 4. Segarra v. Vilariño, 92 D.P.R. 314 (1965) (fin del interdicto posesorio) Pérdida de la posesión Lecturas: 1. Código Civil Arts. 389-395, 31 L.P.R.A. §§1475-1481 2. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 129-131 Jurisprudencia: 1. Marín v. Montijo, 109 D.P.R. 268 (1979) (arrendatario edificante de buena fe; derecho de retención) -viii- 2. Catalán González v. García, 104 D.P.R. 380 (1975) (posesión violenta; derechos de los rescatadores de terrenos) 3. Amézquita v. Hernández Colón, 518 F.2d 8 (1975) (opcional) (posesión violenta; derechos de los rescatadores de terrenos) 4. Zenón v. Jones, 141 D.P.R. 202 (1996) (animales amansados) V. Derecho Real de Propiedad A. Concepto Lecturas: 1. Código Civil Arts. 280-284, 31 L.P.R.A. §§1111-1115 2. Ley de Expropiación Forzosa de 12 de mayo de 1903, 32 L.P.R.A. §§2901 y ss., según enmendada 3. Ley #187 de 26 de diciembre de 1997 (enmienda secciones 5(a) y 5(b) de Ley de 12 de mayo de 1903). 4. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 63-84. Jurisprudencia: 1. E.L.A. v. Rosso, 95 D.P.R. 501 (1968) (opcional) (interés social en derecho de propiedad) 2. Asociación de Condóminos v. Centro I y II, 106 D.P.R. 185 (1977) (desnaturalización del derecho de propiedad) 3. Sociedad de Gananciales v. González Padín, 117 D.P.R. 94 (1986) (contenido del derecho de propiedad; facultades del propietario, limitaciones) -ix- B. Adquisición y Pérdida de la Propiedad Ocupación y hallazgo Lecturas: 1. Código Civil Arts. 285-286; 550-557 2. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 251-258 (no aplica último párrafo, pág. 258) Jurisprudencia: 1. López Sobá v. Fitzgerald, 92 JTS 26 (adquisición bienes hallados en el fondo del mar) 2. Mieres v. Pagán, 76 D.P.R. 699 (1954) (bienes hallados; abandono voluntario; deber de reintegrarlos al dueño; derecho de recompensa) Tradición Lecturas: 1. Código Civil Art. 1351 2. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 259-263 Jurisprudencia: 1. Segarra v. Vda de Llorens, 99 D.P.R. 60 (1970) (adquisición de bienes inmuebles) 2. Betancourt v. Secretario, 104 D.P.R. 174 (1975) (tradición simbólica) -x- Usucapión Lecturas: 1. Código Civil Arts. 1830-1860, 363-364, 393, 372 2. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 263-279 Jurisprudencia: 1. Dávila v. Córdova, 77 D.P.R. 136 (1954) (posesión en concepto de dueño; tolerancia y mera tolerancia; requisitos de la prescripción extraordinaria) 2. E.L.A. v. Tribunal Superior, 97 D.P.R. 644 (1969) (opcional) (usucapión contra el estado) 3. Silva v. Weber Dental, 119 D.P.R. 550 (1987) (diferencia entre prescripción adquisitiva y prescripción extintiva; interrupción) 4. Ayala v. Autoridad de Tierras, 116 D.P.R. 337 (1985) (usucapión y los terrenos baldíos del estado) 5. Figueroa v. Municipio, 98 D.P.R. 534 (1970) (la reversión de titularidad y la prescripción) 6. Nazario García v. Almodóvar, 94 D.P.R. 517 (1967) (usucapión extraordinaria) (opcional) 7. Sucesión Carrera v. Sucesión Castillo, 105 D.P.R. 691 (1977) (interrupción de la prescripción adquisitiva; citación judicial) 8. Fuentes v. Fulano de Tal, 84 D.P.R. 506 (1962) (opcional) (billetes de lotería) 9. Mojica v. Román, 116 D.P.R. 45 (1985) (opcional) (naturaleza billetes de lotería) -xi- 10. González v. Cooperativa de Ahorro, 122 D.P.R. 1 (1988) (prescripción instantánea de persona que compra billetes de lotería de vendedores que aparentan dedicarse al comercio de billetes) C. El Derecho de Accesión Clasificación de los bienes en principales y accesorios, la norma “superficie solo cedit”. La buena fe, aluvión, avulsión y mutación de cauce. Lecturas: 1. Código Civil Arts. 287-318, 31 L.P.R.A. §§1131, 1141-1146; 1161-1176; 11911199 2. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 85-113 Jurisprudencia: 1. Vachier v. McCormick, 86 D.P.R. 714 (1963) (aluvión) 2. Calvo Manga v. Aragonés, 115 D.P.R. 219 (1984) (accesión a la inversa) 3. E.L.A. v. Tribunal, 94 D.P.R. 157 (1967) (opción del dueño del terreno entre hacer suya la edificación, previa indemnización, y vender la propiedad) 4. Lippit v. Llanos, 47 D.P.R. 269 (1934) (opcional) 5. Cedó v. Laboy, 79 D.P.R. 788 (1956) (opcional) (edificante de mala fe) 6. Marchand v. Montes, 78 D.P.R. 131 (1955) (edificación sin permiso del dueño; edificación que no es obra útil o de recreo; derecho a solicitar la demolición) 7. Sucesión Echegaray v. Esso, 87 D.P.R. 825 (1963) (accesión de un tanque de gasolina debido a que no es socialmente útil su separación del inmueble) -xii- 8. C.R.U.V. v. Román, 100 D.P.R. 318 (1971) (edificante de mala fe; construcción a la vista, ciencia y paciencia del dueño del terreno) 9. Cesaní v. Tribunal, 92 D.P.R. 239 (1965) (opcional) 10. Sucesión Ramos Muñiz v. Apollo Hardware, 110 D.P.R. 855 (1981) (opcional) (parcelero edificante de buena fe) 11. Castro Anguita v. Figueroa, 103 D.P.R. 847 (1975) (opcional) (derecho de indemnización del agregado) D. Acciones Protectoras del Dominio La Acción Reivindicatoria Lecturas: 1. Código Civil Art. 280 (3), 31 L.P.R.A. §1111 Jurisprudencia: 1. Pérez Cruz v. Fernández, 101 D.P.R. 365 (1973) (requisitos de la acción reivindicatoria) 2. Velázquez v. Velázquez, 82 D.P.R. 619 (1960) (opcional) (necesidad de probar el título sobre la porción reclamada) 3. Castillo v. Maldonado, 95 D.P.R. 885 (1968) (el uso de planos en la acción reivindicatoria; fijar situación, cabida linderos) 4. Arce v. Díaz, 77 D.P.R. 624 (1995) (acción de deslinde v. acción reivindicatoria) 5. Rossy v. Tribunal, 80 D.P.R. 729 (1958) (opcional) (acción reivindicatoria; acción de deslinde) -xiii- La Acción Declaratoria Lecturas: 1. Regla 59 de Procedimiento Civil La Acción de Deslinde Lecturas: 1. Código Civil Arts. 319-321, 31 L.P.R.A. §§1211-1213 Jurisprudencia: 1. Zayas v. Autoridad de Tierras, 73 D.P.R. 897 (1952) (la acción de deslinde puede solicitarse en cualquier tiempo) Desahucio Lecturas: 1. Código de Enjuiciamiento Civil, 32 L.P.R.A. §§2821-2838 Jurisprudencia: 1. Turabo Ltd. Partnership v. Velardo, 130 D.P.R. 226 (1992) (acción de desahucio) 2. C.R.U.V. v. Román, 100 D.P.R. 318 (1971) (acción de desahucio) -xiv- E. Limitaciones al Derecho de Propiedad Prohibiciones de Enajenar Jurisprudencia: 1. Iglesia Católica v. Registrador, 96 D.P.R. 511 (1968) (razón de la prohibición; prohibición convencional o voluntaria) 2. E.L.A. v. Márquez, 93 D.P.R. 393 (1966) (Ley de Tierras; prohibición de enajenar el usufructo) 3. Rosario v. Registrador, 115 D.P.R. 491 (1984) (embargo con prohibición de enajenar) 4. Estados Unidos v. Registrador, 64 D.P.R. 982 (1945) (ley especial que faculta a los E.U. a imponer condiciones y restricciones sobre enajenaciones sucesivas) (opcional) Estorbos Lecturas: 1. Código de Enjuiciamiento Civil: Art. 277, 32 L.P.R.A. §2761 2. Ley Sobre Controversias y Estados Provisionales de Derecho, #140 de 23 de julio de 1974, según enmendada, 32 L.P.R.A. §§2871-2877. Jurisprudencia: 1. Sucn. de Victoria v. Iglesia Pentecostal, 102 D.P.R. 20 (1974) (ritos religiosos) 2. Torres v. Rodríguez, 101 D.P.R. 177 (1973) (operación de funeraria en urbanización) -xv- 3. Ríos v. Municipio, 106 D.P.R. 172 (1978) (vertedero; contaminación ambiental; injunction) Obra ruinosa y árboles que amenazan caerse Lecturas: 1. Código Civil Arts. 323-325, 31 L.P.R.A. §§1241-1243; Arts. 1807-8, 31 L.P.R.A. §§5146-7 Jurisprudencia: 1. Berrios v. Municipio, 31 D.P.R. 54 (1922) (edificio ruinoso; obligación de demoler del propietario) F. Modos de Perder el Dominio Lecturas: 1. Puig Brutau, J., Op. Cit., págs. 421-435 G. Derecho de Superficie Lecturas: 1. J.R. Vélez Torres, Op. Cit., págs. 421-435 Jurisprudencia: 1. Losada v. Registrador, 99 D.P.R. 435 (1970) (se reconoce en Puerto Rico el derecho de superficie) -xvi- H. Limitaciones al Derecho de Propiedad Lecturas (opcional): 1. Limitaciones resultantes de la naturaleza del dominio Puig Brutau, Op. Cit., págs. 264-271 2. Limitaciones de utilidad privada Puig Brutau, Op. Cit., págs. 271-290 3. Limitaciones de utilidad pública Puig Brutau, Op. Cit., págs. 295 y ss. I. Las propiedades especiales Minas Lecturas: 1. Ley de Minas, 28 L.P.R.A. §§111-124 Jurisprudencia: 2. Pagán Torres v. Srio. de Recursos Naturales, 106 D.P.R. 15 (1977) (las minas son bienes de dominio público; la Ley de Minas, no el Código Civil, determina los derechos de propiedad) Aguas Lecturas: 1. Ley de Aguas, 12 L.P.R.A. 1501 y ss. -xvii- Jurisprudencia: 1. ADCVP v. CSP, 105 D.P.R. 219 (1976) (casas ubicadas en la orilla del mar – La Parguera; inaplicabilidad de la Ley de Aguas) (opcional) 2. Paoli Méndez v. Rodríguez, 138 D.P.R. 449 (1995) (fines de Ley de Aguas; franquicias; titularidad de las aguas) Propiedad Intelectual Lecturas: 1. Derecho patrimonial, 17 U.S.C. §1 y ss. 2. Derecho moral de autor, Ley Núm. 96 de 15 de julio de 1988 (Derecho moral del autor y creación del Registro de Propiedad Intelectual), 31 L.P.R.A. §§1401-1402m. 3. El derecho moral del autor en las legislaciones puertorriqueña, norteamericana y española, Prof. Pedro G. Salazar, XXXI Rev. Jur. U.I.A. 407 (1997) RESERVA Jurisprudencia: 1. Pancorbo v. Wometco, 115 D.P.R. 495 (1984) (campo ocupado por la Ley Federal) 2. Osorio Ruiz v. Secretario, 106 D.P.R. 49 (1977) (naturaleza del derecho moral de autor; el injunction) 3. Reynal v. Tribunal Superior, 102 D.P.R. 260 (1974) (legislación federal y la de Puerto Rico) 4. Cotto Morales v. Ríos, 140 D.P.R. 604 (1996) (diferencias entre el derecho moral y el patrimonial, legislación aplicable y jurisdicción de los tribunales) -xviii- 5. Harguindey Ferrer v. Univ. Interamericana, 99 JTS 54 (jurisdicción; derecho moral v. derecho patrimonial) Propiedad Industrial (marcas de fábrica) Lecturas: 1. Ley Núm. 63 de 14 de agosto de 1991, 10 L.P.R.A. §§171 y ss. 2. Procedimientos administrativos bajo la Ley de Marcas del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, Ramón Luis Nieves, 53 (4) Rev. Col. Abog. de Puerto Rico 9 (1992) RESERVA. Jurisprudencia: 1. Posadas de P.R. v. Sands Hotel, 92 JTS 89 (ley federal de marcas de fábrica – Lanham Act– las marcas de servicio; la Ley de Marcas de P.R.) 2. Colón v. Martínez, 112 D.P.R. 846 (1982) (el vocablo genérico no es inscribible) VI. La Comunidad de Bienes Pactos de indivisión, ley, uso, administración, alteración o enajenación del bien, usucapión entre comuneros, etc. A. Concepto y naturaleza jurídica Lecturas: 1. Código Civil Arts. 326-340, 1412; 31 L.P.R.A. §§1271-1285, 3922 2. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 143-158 -xix- Jurisprudencia: 1. Kogan v. Registrador, 125 D.P.R. 636 (1990) (comunidad germánica v. comunidad romana; diferencias entre la comunidad de herederos y la comunidad de bienes en general) B. Clases Jurisprudencia: 1. Cintrón v. Cintrón, 120 D.P.R. 39 (1987) (comunidad hereditaria) 2. Daubón v. Secretario, 106 D.P.R. 400 (1977) (opcional) (diferencia entre comunidad de bienes y sociedad) 3. Universal Funding Corp. v. Registrador, 133 D.P.R. 549 (1993) (comunidad de bienes privativos y gananciales) (opcional) 4. Soto López v. Colón Méndez, 143 D.P.R. 282 (1997) (opcional) (surge comunidad de bienes una vez decretado el divorcio) C. Derechos y obligaciones de los comuneros Jurisprudencia: 1. De la Fuente v. Roig, 82 D.P.R. 514 (1961) (alteraciones de la cosa común; uso de los bienes conforme a su destino) 2. Santos Green v. Cruz, 100 D.P.R. 9 (1971) (diferencia entre dar en arrendamiento la finca y dar la cuota indivisa) 3. González v. Quintana, 98 JTS 53 (responsabilidad por conducta culposa o intencional mientras se controla comunidad posterior al divorcio) -xx- D. División de la cosa común: requisitos y procedimiento Jurisprudencia: 1. Passalacqua v. Passalacqua, 87 D.P.R. 587 (1963) (La acción de división de comunidad) 2. Ortiz v. Ortiz, 103 D.P.R. 628 (1975) (imprescriptibilidad de la acción de división de comunidad) 3. Cabassa v. Registrador, 116 D.P.R. 861 (1985) (la segregación de una finca que pertenece indivisa a varios dueños requiere la concurrencia de todos) 4. Preciosas Vistas del Lago v. Registrador, 110 D.P.R. 802 (1979) (simulación de venta de cuota) E. El Derecho de Retracto Jurisprudencia: 1. Shrivell v. Barber y Bocio, 92 D.P.R. 400 (1965) (¿quién es un extraño para la comunidad?) 2. Ortiz v. Ortiz, 103 D.P.R. 628 (1975) (fin que persigue el retracto) 3. Zalduondo v. Iturregui, 83 D.P.R. 1 (1962) (el retracto de comuneros; naturaleza real del término de 9 días para ejercitar el retracto) 4. Rivera v. Archevald, 83 D.P.R. 604 (1961) (retracto y prohibición de enajenar en cuatro años) -xxi- VII. Propiedad Horizontal Lecturas: 1. Ley 104 de 25 de junio de 1958, según enmendada (31 L.P.R.A. §§1291 y ss.) 2. Colón García, Ennio M., The Horizontal Property Regime or Condominium System of Property in Puerto Rico and Louisiana: A Comparative Outlook. XVI Rev. Jur. I.A.U., Núm. 2 (1981) (opcional) 3. Godreau, M. El Condominio: el régimen de propiedad horizontal en Puerto Rico, Ed. Dictum, San Juan, 1992. 4. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 159-208. Jurisprudencia: 1. Arce v. Caribbean Home, 108 D.P.R. 225 (1978) (concepto del régimen de propiedad horizontal) 2. Costa Linda, Inc. v. Registrador, 109 D.P.R. 861 (1980) (el vuelo es un elemento común general no susceptible de disposición o estipulación en contrario) (opcional) 3. Vázquez v. Caguas Federal, 118 D.P.R. 806 (1987) (adquirente involuntarioacreedor hipotecario que ejecuta crédito no está obligado a satisfacer cuotas impagadas) (opcional) 4. García Larrinaga v. Lichtig, 118 D.P.R. 120 (1986) (naturaleza catastral de la inscripción de la propiedad horizontal; requisitos para la agrupación y separación de apartamientos) 5. De la Cruz v. Toro, 112 D.P.R. 650 (1982) (acceso y uso exclusivo de la azotea) 6. Sociedad v. Suárez, 122 D.P.R. 46 (1988) (el vuelo es un elemento común -xxii- general no susceptible de apropiación particular; diferencia entre techo y azotea) 7. Consejo de Titulares v. Vargas, 101 D.P.R. 579 (1973) (opcional) (diferencia entre techo y azotea; construcción o sobreelevación) 8. Cond. Prof. S.J. Health Centre v. P.R.F., Inc., 133 D.P.R. 488 (1993) (no es válido un acuerdo genérico para alterar el edificio; personalidad jurídica del Consejo de Titulares; reserva del derecho de alterar el uso y destino de los apartamientos; la escritura matriz) 9. Junta de Directores del Condominio Montebello v. Torres, 138 D.P.R. 150 (1995) (cambio de fachada) 10. Asociación v. Condominio Centro I y Centro II, 106 D.P.R. 185 (1977) (opcional) (concepto de responsabilidad solidaria por la cuota de mantenimiento; responsabilidad del acreedor cesionario de las rentas de abonar los gastos) 11. Asociación de Condóminos v. Naveira, 106 D.P.R. 88 (1977) (opcional) (deudas por cuotas de mantenimiento de elementos comunes; el adquirente involuntario–subasta pública) 12. Asociación de Condóminos v. Trelles, 120 D.P.R. 574 (1987) (no procede la imposición de cuota especial a un condómino que ocasiona temerariamente gastos legales a la Asociación de Condóminos) (opcional) 13. Alvarez Figueredo v. González Lamela, 134 D.P.R. 374 (1993) (distinción de conceptos “techo”, “azotea”, “vuelo” y “sobreelevación”), 138 D.P.R. 958 (1995) (reconsideración; consentimiento unánime para construir pisos nuevos) 14. First Federal Savings v. Asociación de Condóminos, 114 D.P.R. 426 (1983) (opcional) (jurisdicción exclusiva de DACO para dilucidar controversias de condóminos residenciales y mixtos) 15. Consejo de Titulares del Condominio Galerías Ponceñas, Inc., 145 D.P.R. 315 -xxiii- (1998) (facultad de junta de directores para excluir a titular con participación mayoritaria; facultades consejo de titulares y junta de directores; diferencias) VIII. Servidumbres A. Servidumbres Prediales y Personales Definición; clasificación en positivas y negativas, continuas y discontinuas, aparentes y no aparentes, por signo aparente o destino del padre de familia; constitución, modificación y extinción; gastos para la conservación de la servidumbre. Lecturas: 1. Código Civil Arts. 465-484 2. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 355-379 Jurisprudencia: 1. Díaz v. Consejo de Titulares Condominio El Monte, 132 D.P.R. 452 (1993) (servidumbre de paso por signo aparente) 2. Ibáñez v. Tribunal, 102 D.P.R. 615 (1974) (opcional) (signo aparente) 3. Soc. de Gananciales v. Municipio de Aguada, 144 D.P.R. 114 (1997) (servidumbre de paso por signo aparente y mediante uso inmemorial) 4. Figueroa v. Guerra, 69 D.P.R. 607 (1949) (la servidumbre de paso no puede adquirirse por usucapión) 5. López Amaral v. Márquez, 102 D.P.R. 239 (1974) (menoscabo de la servidumbre) 6. Sociedad v. Secretario de Justicia, 137 D.P.R. 70 (1994) (servidumbre de paso -xxiv- de finca enclavada) 7. Don Quijote Hotel v. Tribunal, 100 D.P.R. 19 (1971) (servidumbres de paso, ej. de acueductos convencionales; variación de la servidumbre) B. Servidumbres Legales Relación con los reglamentos de planificación urbana, finca enclavada, luces y vistas. Lecturas: 1. Código Civil Arts. 485-529 (31 L.P.R.A. §§1701-1805) 2. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 379-399 Jurisprudencia: 1. Borges v. Registrador, 91 D.P.R. 112 (1964) (servidumbres legales en casos de lotificación) 2. Zayas v. Sucn. Daleccio, 80 D.P.R. 158 (1957) (servidumbre de paso y seguridad) 3. Collazo v. The Shell Co., 110 D.P.R. 327 (1980) (aguas que descienden de predios superiores) 4. Delgado v. Rodríguez, 71 D.P.R. 445 (1951) (opcional) (servidumbres de luces y vistas; acción negatoria de servidumbre) 5. Delgado Cruz v. Girau Bernal, 115 D.P.R. 61 (1984) (servidumbre de luces y vistas; servidumbres continuas y aparentes; modos de adquirirlas; la prescripción de 20 años y el acto obstativo) 6. Vélez Toro v. Látimer, 125 D.P.R. 109 (1990) (árboles, ramas y raíces) -xxv- C. Servidumbres de Servicio Público Lecturas: 1. Ley 143 de 20 de julio de 1979 (27 L.P.R.A. §§2151-2154) D. La Medianería Definción, su constitución, derechos y obligaciones de los medianeros. Lecturas: 1. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 209-213. Jurisprudencia: 1. Reyes v. Alvarez, 39 D.P.R. 566 (1929) (signos contrarios a la existencia de medianería) 2. Monclova v. Blanco, 40 D.P.R. 305 (1929) (derecho a levantar pared) 3. González v. Hawayeck, 71 D.P.R. 528 (1951) (facultad del dueño de pared medianera para abrir ventanas y huecos) E. Servidumbres en Equidad Lecturas: 1. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 399-420. 2. Vélez Torres, J.R., Las servidumbres en equidad en el Derecho Puertorriqueño, Vol. X, Núm. 2, Rev. Jur. UIA 218 (1976) (opcional) -xxvi- Jurisprudencia: 1. Glines v. Matta, 19 D.P.R. 409 (1913) (concepto) 2. Colón v. San Patricio, 81 D.P.R. 242 (1959) (modificación o extinción; los cambios en el vecindario) 3. Castro Lund v. Registrador, 102 D.P.R. 295 (1974) (opcional) (la cancelación de la servidumbre) 4. Carrillo Norat v. Camejo, 107 D.P.R. 132 (1979) (opcional) (inscripción, modificación o cancelación en el Registro de la Propiedad) 5. Sands v. Ext. Sagrado Corazón, 103 D.P.R. 826 (1975) (opcional) (la servidumbre en equidad y la aprobación de proyectos por la agencia administrativa contrarios a la misma) 6. Asociación de Vecinos de Villa Caparra, Inc. v. Iglesia Católica, 117 D.P.R. 346 (1986) (cambios en el vecindario; razonabilidad de la servidumbre) 7. Olmeda Nazario v. Sueiro Jiménez, 123 D.P.R. 294 (1989) (uso comercial en violación de la servidumbre; incuria; diferencias entre las acciones de A.R.P.E. y las de los vecinos) 8. Luan v. Román, 125 D.P.R. 533 (1990) (A.R.P.E. y las servidumbres de equidad; zonificación v. servidumbre en equidad) 9. Soto Vázquez v. Vázquez Torres, 138 D.P.R. 282 (1995) (servidumbre en equidad en el Régimen de Propiedad Horizontal) -xxvii- IX. Los Derecho Reales Sobre la Cosa de Otro A. Usufructo 1. Concepto 2. Naturaleza Jurídica Lecturas: 1. Código Civil Arts. 396-450, 31 L.P.R.A. §§1501-1580 2. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 315-347. Jurisprudencia: 1. Pérez v. Rodríguez, 71 D.P.R. 783 (1947) (los contratos celebrados por el usufructuario se resuelven al concluir el usufructo) 2. Sucn. Ramos v. Apollo Hardware, 110 D.P.R. 855 (1981) (Usufructo de Parceleros bajo la Ley de Tierras, Tit. V) 3. Rovira v. Srio. de Hacienda, 88 D.P.R. 173 (1963) (usufructo legal sobre los bienes de los hijos) B. Uso y Habitación 1. Concepto 2. Naturaleza Jurídica Lecturas: 1. Código Civil Arts. 451-464; 31 L.P.R.A. §§1591-1604 -xxviii- 2. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 349-353 X. Los Derechos Reales de Garantía (opcional) La prenda, la hipoteca y la anticresis Lecturas: 1. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 479-499 Jurisprudencia 1. Banco Central v. Registrador, 111 D.P.R. 773 (1981) (procedimiento de ejecución de prenda) 2. Eastern Sands, Inc. v. Roig Commercial Bank, 140 D.P.R. 703 (1996) (concepto de prenda; necesidad de la transferencia de la posesión) 3. Liechty v. Descartes, 109 D.P.R. 496 (1980) (definición y características de la hipoteca) 4. Rodríguez v. Sucn. Pirazzi, 89 D.P.R. 509 (1963) (definición de la anticresis; derecho real accesorio y de garantía) XI. Hogar Seguro Lecturas: 1. 31 L.P.R.A. §§1851-1857 2. Ley #184 de 26 de diciembre de 1996 (añadió art. 109 al Código Civil) -xxix- Jurisprudencia: 1. Cruz Cruz v. Irizarry, 107 D.P.R. 655 (1963) (opcional) (el hogar seguro y la liquidación de la sociedad legal de gananciales) -xxx- B IBLIOGRAFÍA J. Puig Brutau, Fundamentos de Derecho Civil, T. III, vols. I, II y III. E. Vázquez Bote, Derecho Privado Puertorriqueño, Derechos Reales I, 1991. J. Castán Tobeñas, Derecho Civil Español, Común y Foral, T. II, vols. I y II. L. Díez Picaso y A. Gullón, Sistema de Derecho Civil, Derecho de Cosas y Derecho Inmobiliario Registral, vol. III, 6ta ed., (1997). -xxxi- I. Los Derechos Subjetivos A. Concepto B. Clasificación Patrimoniales a. Reales b. Personales Extrapatrimoniales C. El patrimonio Teoría clásica o subjetiva Teoría objetiva Lecturas: 1. Dr. J. Vélez Torres, Op. Cit., págs. 7-17. Jurisprudencia: 1. Vda. de Delgado v. Boston Insurance Co., 99 D.P.R. 714 (1971) (derechos personales v. derechos personalísimos) -1- Jurisprudencia Vda. de Delgado v. Boston Ins. Co. 99 D.P.R. 714 (1971) [Inocencia Figueroa Vda. de Delgado et al., demandantes y recurrentes, v. Boston Insurance Company, demandada y recurrida.] Número: R-68-234 Resuelto: 11 de marzo de 1971 {717 Sentencia de Fausto Ramos Quirós, J. (San Juan) declarando sin lugar una demanda en Daños y Perjuicios. Revocada, y en su lugar se dicta sentencia condenando a la recurrida a pagar ciertos daños a los recurrentes. Amadeo & Benet y Rodolfo Gluck, abogados de los recurrentes; Castro & Castro, abogados de la recurrida. Sr. Ramírez Bages, Juez Asociado: Contrario a lo resuelto por el tribunal de instancia, concluimos que bajo las circunstancias de este caso, el dueño de una lancha de motor es responsable por la muerte de un ebanista a quien empleó para ayudarle a cambiar los motores de gasolina de la lancha por motores diesel, muerte que sobrevino al ocurrir una explosión en el lugar a donde el difunto fue, por órdenes del dueño, a taladrar unas perforaciones en los tanques de combustible. Procede, por lo tanto, condenar a los recurridos a pagar los daños sufridos por los recurrentes, según se determina más adelante. La prueba con respecto a las circunstancias del accidente consistió del testimonio de Wilfredo Beltrán el dueño de la lancha de motor llamada "Contigo" y el de un perito en trabajos en tanques de gasolina. En 4 de febrero de 1966 ocurrió una explosión en uno de los tanques de gasolina de dicha lancha con motivo de lo cual se quemaron Ramón Delgado y Beltrán y se quemaron la lancha "Contigo" y otra más. Delgado murió a consecuencias de las quemaduras. Era ebanista. Beltrán lo empleó para que lo ayudara a "remoldear" la lancha y a montar un motor. Durante los tres días antes -2- del accidente, Beltrán y Delgado trabajaron "poniendo un flange...." en los tanques de gasolina "para hacer una conexión de tubería a los motores diesel que se iban a instalar en la lancha." Esos flanges son dos "planchuelas" de bronce, una con rosca y otra sin rosca "para cogerlo con una junta donde va enroscado un tubo para de ahí seguir al motor ... y se pone justo para que no se salga el líquido que sea." Beltrán sabía cómo realizar la operación. Terminaron de colocar los flanges en la parte de arriba de los tanques. Faltaban los últimos dos en la parte baja de los tanques, a pulgada y media o dos pulgadas del fondo de los tanques. Para hacer esto, por instrucciones de Beltrán, Delgado iba a barrenar unas perforaciones que faltaban. Beltrán estaba haciendo la misma operación en el tanque de agua cuando ocurrió la explosión. Beltrán vio a Delgado por última vez antes de la explosión {719 "preparándose para seguir haciendo ese trabajo." Dijo que cuando ocurrió la explosión supuso que Delgado estaba taladrando pero en ese momento "no lo estaba mirando taladrando, él podía estar usando una sierra ... pero yo creo que no"; que presume que habían gases cuando ocurrió la explosión. Al ocurrir la explosión Beltrán testificó que "me quedé atontado un rato. Cuando desperté tenía el piso de la lancha encima, entonces pues ya había cogido bastante fuego la lancha, entonces, Ramón Delgado estaba donde mismo estaba trabajando, estaba atontado, y no podía `menearme' y salimos los dos prendidos en candela." La barrena o taladro eléctrico estaba al lado de Delgado. Este estaba trabajando en la popa de la lancha en el hueco donde estaban situados los tanques de combustibles debajo del piso, los que eran de cinco pies de largo, tres de ancho y catorce pulgadas de alto con capacidad para 150 galones, cada uno. Preguntado Beltrán sobre la causa del accidente dijo que "lo que creo es que Ramón Delgado estaba con el taladro, yo no lo vi, perforando los huecos en el tanque, entonces, pues aparentemente los gases que habían dentro del tanque al barreno calentarse hubo la explosión, entonces, de la explosión vino el fuego, porque es material de `fiberglass', y eso cuando coge fuego, es como el acetileno cuando coge fuego no hay quien lo apague." No tomó otras precauciones para cerciorarse que no habían vapores de gasolina en el tanque. Dijo que "Lo olía pero no olía a nada" el día antes de la explosión. Beltrán había regalado con anterioridad al accidente el "sniffer" de la lancha, aparato usado para medir la densidad de los vapores de gasolina. No sabía que era una precaución normal mantener los tanques de combustible llenos de agua cuando se trabaja en la lancha para evitar explosiones ni hizo diligencia alguna para enterarse de esto pues unos mecánicos "me vieron trabajando y no me dijeron nada yo seguí para adelante." El no les preguntó. Beltrán había poseído botes de motor antes y conocía -3- lo que es y el uso del taladro por {720 veinte años. Dijo que durante su uso se calienta al rojo vivo lo suficiente para quemar y para prender vapor. Dijo no saber esto cuando el accidente. Repitió que el fuego comenzó en el tanque y siguió caminando "porque el fiberglass [material del tanque] se va rápido." Testificó que sabía que la gasolina se convierte en gases "pero no sabía que iba a pasar eso" (la explosión); que Delgado no sabía nada de bregar con tanques de gasolina; que en la lancha no había algo que produjera la explosión fuera del tanque de gasolina; que "No puede haber nada más." Delgado no fumaba. No se cocinaba en la lancha cuando ocurrió la explosión ni había otra persona allí entonces. Se admitió en evidencia la póliza emitida por la recurrida la cual provee un seguro hasta $300,000 por pérdida de vida, lesiones y daños a la propiedad. El perito Luis Hernández Bonet testificó que "Cuando se va a reparar un tanque de gasolina lo primero que hay que hacer es trabajar en un sistema de ventilación, que haya ventilación, lo segundo es estar bien seguro que no hayan vapores, o sea, los gases explosivos, hay varias formas de probar esto, bien sea con instrumento, ya sea por el olfato. Para tomar las precauciones debidas lo más importante es lavar el tanque por lo menos dos o tres veces y cuando se va a trabajar en el tanque tenerlo lleno de agua con los `plots' abiertos"; que si no se toman esas precauciones puede ocurrir una explosión en más del 70% de los casos; que uno se percata de los gases por el olfato; que por lo regular los gases se quedan en la parte más baja de la lancha; si no se perciben los gases se puede trabajar "siempre y cuando se tomen las precauciones"; que no "todo hijo de vecino" sabe que esas precauciones hay que tomarlas. El juez de instancia, al desestimar la demanda, concluyó que: (1) "No hubo prueba sobre cuál fue la causa de la explosión, salvo conjeturas y suposiciones. Tampoco hubo prueba sobre los actos que estaba {721 realizando el difunto cuando ocurrió la explosión en el cuarto de los tanques de gasolina. La última vez que se vio al difunto fue en la cubierrta de la lancha cinco minutos antes de la explosión. (2) "El asegurado y el difunto tomaron las medidas de seguridad que una persona prudente y ordinaria hubiera tomado en similares circunstancias. -4- (3) "No hay hechos probados ... de los cuales podamos inferir la presunción de que la explosión y el fuego fueron causados por actos o instrumentalidades por las cuales el asegurado es responsable; que no se puede inferir que cuando ocurrió la explosión el difunto estaba taladrando uno de los tanques y que el taladro se calentó o produjo una chispa y por ello se prendieron los gases en los tanques que ocasionaron la explosión; que no es aplicable la doctrina de res ipsa loquitur pues el accidente ocurrió en un sitio no bajo el exclusivo control del asegurado." Apuntan los recurrentes, en síntesis, que el tribunal de instancia incidió en la apreciación de la prueba, al concluir que Beltrán no fue negligente. A los fines de resolver debemos determinar, de ser posible, primero, dónde se originó la explosión y cuál fue su causa; segundo, si el dueño de la lancha fue negligente en este caso y si esa negligencia fue la causa próxima del accidente; y tercero, si el difunto fue negligente y en qué grado. Del anterior resumen del testimonio oral relativo al accidente, se han establecido los siguientes hechos: (1) Beltrán, dueño de la lancha, controlaba, dirigía y participaba en la operación de arreglar los tanques de combustible de dicha lancha. (2) Delgado era un ebanista empleado por Beltrán para ayudarle en la faena previamente mencionada. No sabía cómo bregar con tanques de gasolina. (3) Beltrán (a) había usado el taladro eléctrico durante veinte años; (b) sabía que hay gases en los tanques de gasolina, circunstancia de {722 peligrosidad; que para evitarlos dejaron abiertos unos huecos, drenaron los tanques y los secaron con un palo y un trapo; (c) que el día antes del accidente olió el tanque pero "no olía a nada"; (d) no conocía de ningunas otras precauciones que hubiese que tomar; que no indagó si las habían y cuáles eran. (4) Momentos antes de la explosión Beltrán ordenó a Delgado taladrar unos huecos, para los últimos flanges, bien al fondo del tanque. Lo vio por última vez antes de la explosión cuando se disponía a hacerlo. -5- (5) Beltrán descartó por inexistente toda otra posible causa de la explosión que no fuera el taladro del tanque. (6) La posible explicación de por qué el tanque no explotó cuando se taladró por arriba y sí pudo explotar cuando se hizo el taladro muy cerca de su fondo, es que los gases de gasolina tienden a descender a la parte más baja del lugar en que se encuentran. Relacionamos a continuación las normas de derecho aplicables al caso ante nos. 1.--En Vda. de López v. García Espinosa, 86 D.P.R. 702, 707 (1962), dijimos que cuando este Tribunal ha ejercido su discreción en el sentido de elevar ante sí una causa para revisarla, la revisión cubre las conclusiones de hecho con sujeción a cieertas normas aplicables. 2.--En Rodríguez v. Ponce Cement Corp., 98 D.P.R. 201 (1969), dijimos que no obstante corresponder la carga de la prueba a la parte actora, no se le exige aquel grado de prueba que, excluyendo la posibilidad de error, produce certeza absoluta; que "Explicada satisfactoriamente la falta de evidencia directa por ausencia de testigos ... y por incompetencia del demandante como consecuencia del accidente mismo podía descargarse esta responsabilidad mediante la presentación de prueba indirecta, en este caso, inferencias. Todo cuanto se requería era la presentación de prueba a cuya luz una persona {723 razonable pueda quedar convencida de que el acto general de la responsabilidad es atribuible a la parte demandada." En Murcelo v. H. I. Hettinger & Co., 92 D.P.R. 411, 426 (1965), dijimos que "... El litigante puede probar su caso con evidencia indirecta, que es de dos clases, inferencias y presunciones. Es inferencia, la deducción que de los hechos probados, o acreditados completamente, hace en su discernimiento el juzgador. A veces se denomina presunción hominis. Representa ese discernimiento una actividad humana valorativa de comparación o confrontación, un proceso interno que constituye, a juicio del profesor Serra Domínguez, algo inabordable; el movimiento de la razón yacente en el hombre." En Renfro v. J. D. Coggins Company, 378 P.2d 130 (N.Mex. 1963), se resolvió que un demandante no tiene que probar negligencia más allá de duda razonable pero las -6- circunstancias reveladas por la prueba deben ser lo suficientemente fuertes de manera que el tribunal de instancia pueda, tomando en consideración las probabilidades existentes en el caso, excluir inferencias favorables al demandado. No es suficiente que la negligencia imputada pudiera justa y razonablemente haber causado la lesión si las circunstancias demuestran una probabilidad igual de que se debió a otra causa. Grange v. Finlay, 364 P.2d 234 (Wash. 1961); Lindgren v. Voge, 109 N.W.2d 754, 760 (Minn. 1961). 3. --Es de conocimiento general que la gasolina produce vapores que por ser más pesados que el aire, tienden a bajar al fondo del receptáculo o lugar en que se encuentra y que ambos son altamente explosivos e inflamables. La persona que tiene el dominio o derecho del dominio del lugar u operación en que existen las anteriores circunstancias está en el deber de advertir del peligro existente así como de las precauciones que se deben tomar a aquellas que, por invitación suya, se encuentran en dicho lugar. Dicha persona debe {724 ejercer el mayor cuidado y tomar todas las precauciones que conoce o debió conocer para evitar tal peligro. Moore v. Beard Laney Inc., 139 S.E.2d 879 (N.C. 1965); Mathis v. Lukens Steel Co., 203 A.2d 482 (Pa. 1964); Taormina Corporation v. Escobedo, 254 F.2d 171, 174 (5th Cir. 1958); Wichita City Lines v. Puckett, 295 S.W.2d 894 (Texas 1956); Dean v. Coombs Motor Co., 97 N.E.2d 531 (Mass. 1951); Gunnarson v. Robert Jacob Inc., 94 F.2d 170, 172 (2d Cir. 1938); Nelson v. Zamboni, 204 N.W. 943 (Minn. 1925); Carpenter v. Sinclair Refining Co., 129 N.E. 383 (Mass. 1921). Véase, además, la monografía titulada "Botes de Motor--Responsabilidad por Daños en Caso de Explosiones y Fuego", 63 A.L.R.2d 343, 389-390. 4. --La negligencia debe establecerse por prueba o por inferencia de los hechos establecidos. Puede quedar establecida cuando la prueba permite a personas de mente razonable concluir que la mayor probabilidad es de que el fuego ocurrió en una forma que responsabiliza a una persona como su causante, en lugar de que ocurrió en forma tal que dicha persona no sería su causante. Al considerar la evidencia circunstancial aducida para probar un hecho, el juzgador debe reconocer la distinción existente entre aquella que es una mera conjetura y la que es una inferencia razonable. Wolverine Upholstery Company v. Ammerman, 135 N.W.2d 572, 579 (Mich. 1965); Chaloupka v. Cyr, 387 P.2d 740, 745 (Wash. 1964). -7- 5. --El requisito de que el demandante pruebe hechos de los cuales se pueda razonablemente inferir la negligencia del demandado, no quiere decir que deba eliminarse toda posibilidad de causas distintas de la que se alega. Debe establecerse, sin embargo, que la posibilidad de tales otras causas queda tan reducida que la mayor posibilidad es que la negligencia del demandado fue la causa próxima del accidente. Aunque se requiere una {725 inferencia razonable de que la negligencia del demandado fue la causa próxima del accidente, no es necesario que se pruebe con exactitud matemática que el accidente se debió a una causa con exclusión de todas las demás probabilidades, pero debe demostrarse que ninguna de éstas, en el caso de ser justamente sugeridas por la prueba, fue la causa. Dicho en otra forma, no es necesario que el demandante excluya toda probabilidad de que su lesión fue ocasionada por la negligencia de otras personas aparte del demandado. Por parte del demandado no es suficiente hacer mera referencia a otras posibles causas de un fuego de las que el demandado no es responsable y que pudieron ocasionar el daño. Causas posibles o probables no quiere decir conjeturas o especulaciones sobre posibles causas. La prueba de una causa suficiente de un accidente junto con circunstancias que fuertemente indican que es la verdadera causa, sólo puede ser rebatida mediante otra prueba de que la muerte o lesión fue ocasionada por otra causa. Dijimos en Rodríguez v. Ponce Cement Corp., supra, que el hecho de que un accidente pudiere obedecer a otras causas no es suficiente por sí solo para derrotar una reclamación. Sólo es necesario que el tribunal estime que la acción u omisión indicada por el actor fue la que con mayores probabilidades causó el accidente. Kuster v. Gould National Batteries, Inc., 429 P.2d 220 (Wash. 1967); Parlow v. Dan Hamn Drayage Co., 391 S.W.2d 315 (Mo. 1965); Cuthbert v. City of Philadellphia, 209 A.2d 261 (Pa. 1965); Sommer v. Yakima Motor Coach Co., 26 P.2d 92 (Wash. 1933). Aplicando las anteriores normas se responsabilizó (1) en Kuster, supra, al manufacturero de un acumulador por las lesiones que recibió un mecánico al conectar el acumulador a otro que estaba descargado; (2) en Grange, supra, al dueño de un yate por los daños al muelle donde atracó una tarde, ocasionados por fuego a media noche, indicándose que durante la travesía antes de atracar, dicho dueño había apagado fuego a bordo en repetidas {726 ocasiones y no removió de la cabina una colchoneta que se había incendiado y a la cual echó agua en varias ocasiones; (3) en Dean, supra, al dueño de un taller de reparaciones, por la destrucción de un camión por fuego cuando luego de levantarlo de atrás para reponer unas sopandas, se procedió a quemar unos -8- remaches con una antorcha de acetileno, concluyendo el tribunal que chispas incandescentes diseminadas por la antorcha incendiaron la gasolina que se debió regar del tanque situado en el centro del camión al inclinarse éste en un ángulo de 30 grados; (4) en Gunnarson, supra, al dueño de un yate por lesiones ocasionadas al capitán debido a una explosión cuando éste accidentalmente cortó una rosca de cobre en el cuello de un tanque de gas propeno en el curso de instalar otro con motivo de lo cual ocurrió un escape de gas, concluyendo el tribunal, por voz del Juez Learned Hand que "La probabilidad de que alguien fuese descuidado al hacer la instalación no era imposible. Por el contrario, era muy probable en ausencia de ser prevenido y era un peligro en contra del cual se debió tomar alguna providencia. Era esencial, por lo tanto, que se hubiera instruido a Gunnarson que bajo ninguna circunstancia debía permitir el corte de la rosca y que se hiciese obedecer tal orden hasta donde fuese razonablemente posible"; (5) en Sommer v. Yakima Motor Coach Co., supra, al dueño de una diligencia de motor en la que se apagó un fuego en varias ocasiones durante su travesía, por la destrucción por fuego del edificio en que se estacionó. En Nelson, supra, un cliente de una estación de gasolina murió con motivo de una explosión ocurrida en la estación de cuya causa no se adujo prueba. Desestimada la demanda por daños por dicha muerte y dictada orden denegando una moción de nuevo juicio, se revocó dicha orden al concluirse que la doctrina de res ipsa loquitur aplicaba al caso pues el accidente era del tipo que corrientemente no ocurría si los que estaban en el dominio de la instrumentalidad hubiesen usado el grado de cuidado requerido por el peligro {727 ya que es bien conocida la tendencia de la gasolina a vaporizar y así producir material para una explosión violenta, tendencia que puede controlarse ejerciendo el debido cuidado. En el caso ante nos la operación de taladrar el tanque de gasolina era de suma peligrosidad debido a la naturaleza explosiva de este combustible y de los gases que genera, residuos de los cuales permanecen, como es sabido generalmente por dueños y operadores de botes y lanchas de motor, no tan sólo en el fondo de tanques cuando éstos se drenan, sino también en el lugar debajo del piso donde están situados los tanques. También es conocido que la precaución más efectiva para evitar una explosión al procederse a taladrar un tanque de gasolina, además de removerlo del lugar donde se encuentra, es mantenerlo totalmente lleno de agua. El dueño del yate -9- en este caso, y bajo cuyo dominio y dirección se realizaba el cambio de motores y las modificaciones en los tanques, debió conocer y cerciorarse de estas precauciones y asegurarse que no se realizase taladro alguno hasta que se cumpliese con las mismas. No sólo fue negligente al no tomarlas sino que también lo fue al no advertirle a Delgado del peligro existente ya que éste obviamente desconocía el mismo pues era un ebanista empleado por el dueño para ayudarle en la faena en cuestión. Aunque no se comprobó con absoluta certeza cuál fue la causa de la explosión y el incendio de la embarcación, el propio dueño admitió que distintas causas no ocasionaron el accidente, quedando como posible causa el taladro de uno de los tanques por Delgado. La inferencia de que ésta fue la causa inmediata de la explosión está sostenida por la prueba. Momentos antes del accidente, el recurrido había ordenado a Delgado que procediese a taladrar la parte baja del tanque casi al fondo del mismo y lo vio por última vez con anterioridad al suceso "preparándose para seguir haciendo ese trabajo." Luego de la explosión apareció el taladro en el lugar de la explosión. Días {728 antes se había drenado del tanque la gasolina contenida en el mismo y se había procedido a secar el interior del tanque con un trapo. Esta operación no podía evitar que residuos de los gases permanecieran en el fondo del tanque y, además, en el fondo del limitado lugar donde estaban los tanques debajo del piso de la cubierta en la popa del yate. Precisamente porque estos gases tienen la tendencia a permanecer al fondo del tanque y del referido lugar es que al hacerse perforaciones en la parte superior del tanque no ocurrió explosión o fuego alguno. Pero cuando Delgado procedió a taladrar cerca del fondo del tanque con un taladro eléctrico, es inferible que una de las dos cosas ocurrieron, o los gases al fondo del lugar vinieron en contacto con el taladro candente al rojo vivo, o con una chispa producida por el mismo; o los gases en el fondo del tanque vinieron en contacto con el calor excesivo del taladro. Cualquiera de estas situaciones pudo ocasionar la explosión y el fuego. El recurrido anticipó estos peligros pero fue negligente en no tomar las referidas precauciones. Era su obligación conocerlas, cerciorarse de ellas y tomarlas, así como advertir al difunto del peligro envuelto en las operaciones e instruirle sobre las referidas precauciones y asegurarse que las tomara y las siguiera. Por lo tanto, concluimos que debe responsabilizarse a la aseguradora del dueño del yate por los daños ocasionados por la referida explosión inclusive los resultantes con motivo de la muerte del artesano en cuestión. -10- Veamos ahora cuáles fueron los daños ocasionados con motivo de la muerte del referido obrero. Procede considerar como elemento de daño el lucro cesante. De acuerdo con la prueba aducida, Delgado era un artesano que gozaba de un ingreso semanal de $100.00. Murió a los 48 años de edad de manera que tenía una expectativa útil de vida de 17 años. Las reglas para determinar la cuantía de tales daños en un caso como éste, están expuestas en Rodríguez v. Ponce Cement Corp., supra, y en Vda. de Seraballs v. Abella Hernández, 90 D.P.R. 368 {729 (1964). Es necesario aclarar que los daños por lucro cesante no se deben determinar exclusivamente a base de la ecuación matemática a que se ha hecho referencia en los anteriores casos. La mmisma es sólo uno de los factores, en adición a todas las circunstancias del caso que se puede tomar en consideración, a los fines de determinar la razonabilidad de la cuantía en que se estima la pérdida por el lucro cesante. A esos fines, debe aducirse la prueba que hubiere sobre el estado de salud del fenecido antes del accidente y el promedio del ingreso derivado de su trabajo durante algunos años antes del suceso que ocasionó su muerte. Consideradas todas las circunstancias del caso, concluimos que el justo valor actual del lucro cesante es la suma de $30,000.00, de los cuales $14,000 corresponden a la viuda, $4,300 a cada uno de los hijos menores y $3,100 a la hija mayor. Por las angustias mentales sufridas por la viuda del Sr. Delgado al contemplar su horrendo sufrimiento producido por las extensas quemaduras en tres cuartas partes del cuerpo que a los tres días de recibidas le causaron la muerte, y al verse privada de su compañía, debe concederse la suma de $20,000.00 como compensación justa y razonable por unos daños que en realidad son irreparables. Por los daños sufridos por los tres hijos menores, al ser privados de la compañía, cariño y de la dirección de su padre en la formación emocional y espiritual de ellos, en la temprana edad que es cuando más lo necesitaban, concluimos que procede conceder la suma de $10,000.00 a cada uno. Los de la hija mayor, producto de un matrimonio anterior, los determinamos en la suma de $5,000.00, ya que ésta era viuda que volvió a vivir en casa de su padre sólo dos años con anterioridad al accidente. Jordán v. Sindicato Empleados, 95 D.P.R. 681, 687 (1968). Procede también que se condene a la recurrida a pagar los gastos de hospitalización -11- y del funeral del difunto ascendentes a $1,217.60. {730 En vista de que el tribunal se ha dividido con respecto a la procedencia de la acción de daños de los herederos por los sufrimientos de su causante el Sr. Delgado durante los tres días de su agonía hasta que murió a causa de las extensas y graves quemaduras que le ocasionó la explosión y el incendio en la lancha, el tribunal no se pronuncia en esta oportunidad sobre la referida cuestión. El Juez Asociado Señor Ramírez Bages emitió opinión explicativa con la cual concurren los Jueces Asociados Señores Hernández Matos y Rigau. El Juez Asociado Señor Martínez Muñoz no intervino. –O– Opinión explicativa del Juez Asociado Señor Ramírez Bages con la cual concurren los Jueces Asociados Señores Hernández Matos y Rigau. San Juan, Puerto Rico, a 11 de marzo de 1971 Lamento que el tribunal no haya podido pronunciarse sobre la procedencia de la acción de los herederos de una persona lesionada en un accidente y que muere sin haber radicado demanda por los daños morales que sufrió, por los referidos daños. En el caso que nos ocupa, los recurrentes comprobaron ser los herederos del obrero que murió a causa de las quemaduras que sufrió al incendiarse la lancha. A esos efectos presentarron en evidencia copia certificada de la resolución del tribunal en el correspondiente procedimiento sobre declaratoria de herederos. En la demanda en este caso incluyeron en su reclamación "el valor del sufrimiento físico y mental del Sr. Delgado antes de morir", y en el recurso ante nos apuntaron como error del tribunal de instancia el habérselo negado. {731 Se aducen varios argumentos en apoyo de negar este tipo de reclamación. A mi juicio carecen de validez. Pasamos a analizarlos. 1. --Se arguye que no se sabe si el fallecido hubiera resuelto reclamar judicialmente los referidos daños. En vista de que la recurrida es la aseguradora del patrono causante -12- del accidente en cuestión, debemos presumir que de haber vivido, el obrero se hubiera unido a la demanda radicada por sus herederos en reclamación de los daños sufridos por todos y cada uno de ellos. No existe impedimento legal alguno que evite hacer tal presunción basada en la realidad prevaleciente en nuestra comunidad al efecto de que cuando ocurren accidentes como el de este caso todas las personas lesionadas invariablemente reclaman el valor de los daños que sufren. 2. --Que no es necesario proveer específicamente para el recobro de tales daños pues al justipreciar los sufridos por los herederos, los tribunales toman en consideración los que sufrió el fenecido. Este argumento es especioso. Nada encontramos en derecho que justifique esta conclusión. Es posible que algunos jueces inconscientemente estimen los daños sufridos por los herederos en una cantidad mayor debido a los que sufrió su causante. Pero esta reacción aislada de los jueces no constituye un derecho. Por el contrario al ahora determinar el tribunal que no se pueden reclamar los daños del causante que éste no reclamó en vida, indudablemente se desarrollará una tendencia en sentido contrario en los jueces al estimar los daños de los herederos, reduciéndolos, ya que como cuestión de derecho no deben tomar en consideración los de tal causante. Obviamente éste no es un argumento basado en algún principio o doctrina jurídica sino en una alegada reacción o actitud que puede tener algún viso de realidad en algunos jueces. No creemos que es justo dictaminar sobre la {732 procedencia de un derecho a base de un argumento tan especulativo como éste. 3. --Que el derecho en esta jurisdicción más bien es contrario al reconocimiento de tal derecho pues en Travieso v. Del Toro y Travieso, Int., 74 D.P.R. 1009, 1015, 1016 (1953), dijimos que "la causa de acción por muerte no es parte del patrimonio del causante y no se transmite en virtud de las reglas referentes a la sucesión hereditaria.... No se ha operado sucesión alguna de la causa de acción por muerte ya que ella era personalísima del causante y se extinguió con su muerte." Este es un obiter dictum pues en Travieso, supra, lo que se resolvió fue que la acción del padre por la muerte de su hijo no provenía de su carácter de heredero sino de lo dispuesto en el Art. 1802 del Código Civil (31 LPRA sec. 5141). En este caso el padre no trató de recobrar por los sufrimientos ocasionados al hijo fenecido. -13- En Porto Rico Railway Light & Power Co. v. Corte de Distrito, 38 D.P.R. 340, 349 (1928), dijimos que no puede equipararse el derecho de reclamar daños y perjuicios por lesiones sufridas por una persona a virtud de la culpa o negligencia de otra ya ejercitado en corte y trabada la contienda, al usufructo, al uso, a la habitación, a la renta vitalicia que estuviera disfrutando el finado, a la patria potestad, a los alimentos, a la tutela o a las servidumbres personales; que la acción por tales daños pendiente ya en el tribunal demostraba la decidida voluntad de la persona de reclamar como reclamó; que en tal virtud se le debía algo tan susceptible de cobro como si se tratara del producto de su trabajo personal o daños a su propiedad, concluyéndose, por lo tanto, que tal acción no moría con el reclamante pues "No se trata de algo que sea personalísimo que necesite de la vida natural de la persona para continuar ejerciéndose." Hernández v. Fournier, 80 D.P.R. 93, 97 (1957), confirma el hecho que no hemos resuelto si el derecho de una persona de exigir indemnización por {733 lesiones es transmisible a sus herederos. Véase su inciso (1) en que se citan varios tratadistas que favorecen tal transmisibilidad. En Robles Menéndez v. Tribunal Superior, 85 D.P.R. 665, 672 (1962), dijimos que "El antiguo y ya casi desechado principio de que en los daños personales no tiene lugar la subrogación ... colorario de la descartada doctrina de que la acción personal se extingue al morir su titular no ha tenido entre nosotros vigencia." (Énfasis nuestro.) En Compania Trasatlantica Espanola, S.A. v. Melendez Torres, 358 F.2d 209, 214 (1st Cir. 1966), se confirma, aunque se reduce, la concesión de daños a los hijos de un lesionado fenecido por el sufrimiento de éste mientras estuvo vivo el lesionado. En Santa v. United States, 252 F.Supp. 615 (1966), el Tribunal Federal de Distrito para Puerto Rico concluyó que los menores demandantes tienen derecho a recobrar, en su carácter de herederos legítimos del fenecido, por todo el dolor y sufrimiento de éste. Nos parece evidente de lo expuesto que no hemos resuelto explícitamente la cuestión planteada. Resulta claro de los referidos casos, sin embargo, que si el lesionado llegó a radicar su demanda por los daños que sufrió, su causa de acción no se extingue por su muerte, pues no se trata de un derecho personalísimo como lo son el usufructo, el uso, la habitación, la renta vitalicia, la patria potestad, los alimentos, la tutela o las -14- servidumbres personales. Y añadimos nosotros, ¿Si el derecho a reclamar no se extingue con su muerte, por qué ha de negarse a sus herederos el valor atribuible a los sufrimientos del fenecido por el hecho de que murió antes de poder radicar su acción? Se nos contesta que bajo el Art. 1802 del Código Civil sólo podemos dar compensación por los daños sufridos por el reclamante. De ser esto cierto los reclamantes sólo podrían recobrar sus propios daños, y no podrían continuar la acción que dejó radicada su causante en la que {734 reclamó el valor de los daños morales que sufrió. Lo que esto quiere decir es que el derecho de acción de la víctima fenecida es personalísimo cuando ya en Robles Menéndez y en Porto Rico Railway Light & Power Co., supra, resolvimos lo contrario. En otras palabras, si ya hemos resuelto que los herederos pueden recobrar sus propios daños con motivo de la muerte de su causante y, además, los daños morales de éste según aparecen alegados en la demanda por los mismos que dicho causante pudo radicar antes de morir, no vemos porqué deba negárseles el derecho a recobrar los daños morales sufridos por su causante cuando éste no pudo radicar su acción antes de morir debido a su gravedad de tal magnitud que murrió a los pocos días del accidente. 4. --Se nos dice que en España sólo se ha reconocido el derecho de los herederos a recobrar sus propios daños y no los sufridos por el causante. Concluimos lo contrario. En su sentencia de 20 de diciembre de 1930 se negó este derecho por la razón de que "sobrevenida instantáneamente la muerte de la víctima de un accidente no llegó ésta a poseer ni en un momento el derecho a ser indemnizada, de suerte que por este hecho nació una nueva acción a favor de quienes no tienen necesidad de justificar su carácter de herederos, sino el de hijos y cónyuge del difunto." La sentencia de 17 de febrero de 1956 determinó que en cuanto al daño moral sufrido por una persona lesionada que luego falleció, "sigue constituyendo aun en la doctrina de la jurisprudencia un problema, el de la transmisibilidad de la acción competente a los herederos...." El catedrático Luis Diez-Picazo en su obra "Estudios sobre la Jurisprudencia Civil", págs. 671-672, nos dice que de acuerdo con el anterior dictamen, el daño consistente en la pérdida de la vida de la víctima es un daño indemnizable; que "Parece, aunque no se dice claramente, que la acción para exigir la indemnización compete a los herederos."{735 -15- Por la sentencia de 25 de noviembre de 1969 se desestimó la demanda en un caso de daños y perjuicios en cuanto a los daños morales sufridos por el lesionado quien murió a consecuencia del accidente, porque la reclamante no estableció ser heredera ni poder representar a los herederos del fallecido. Es evidente que el tribunal asume que de haber reclamado los herederos por tales daños la demanda hubiese prosperado. Aranzadi, Repertorio de Jurisprudencia, (1969) tomo XXXVI, pág. 3689. El catedrático Federico de Castro y Bravo informa que la jurisprudencia del Tribunal Supremo de España "está [sobre la materia aquí tratada] en un momento decisivo o crucial"; que "Una masa considerable de resoluciones de la Sala de lo Civil y la doctrina de la Sala de lo Penal estiman que la vida es un bien, cuya pérdida origina un perjuicio valorable, del que debe indemnizarse a la víctima y, a falta de ella, a sus sucesores o derechohabientes. Alguna sentencia de la Sala de lo Civil sigue el criterio contrario. Contradicción que ha señalado de modo solemne la sentencia de 17 de febrero de 1956 (184)." La Indemnización por Causa de Muerte, Anuario de Derecho Civil, 1956, págs. 449-504. Borrell nos dice que "No prohibiéndolo la ley, es indudable que la acción de indemnización por daños y perjuicios la pueden ejercitar los herederos de aquél que la adquirió en un principio." Borrell, Responsabilidades Derivadas de la Culpa Extracontractual, págs. 262-264. Planiol y Ripert favorecen la transmisibilidad de tal acción. Tratado Práctico de Derecho Civil Francés, Vol. 6, págs. 896-897. Puig Brutau en su obra Fundamentos De Derecho Civil, Tomo V, Volumen 1, pág. 55 citando a de Castro y las precedentes decisiones, nos dice: "s) El derecho del causante a obtener indemnización de los daños y perjuicios que se le hayan ocasionado durante su vida se transmite, naturalmente, a sus herederos, pues, en definitiva, es un derecho de crédito {736 perfectamente transmisible al amparo de las reglas generales que regulan la transmisibilidad de los derechos. Pero el caso es diferente cuando la obligación de indemnizar surge a consecuencia de la muerte producida al causante. En tal supuesto se discute si las personas que experimentan un perjuicio adquieren un derecho propio a exigir del responsable la indemnización correspondiente al daño material y moral que directamente han experimentado, o si en definitiva lo adquieren quienes justifiquen ser herederos de la víctima. Las consecuencias podrán ser muy distintas en uno y otra caso, aunque en ambos se -16- considere que se trata de un derecho normalmente transmisible. La jurisprudencia española relativa a esta cuestión ha sido especialmente examinada por Federico De Castro." (Énfasis en el original.) 5. --Se arguye que los daños morales del lesionado fenecido son especulativos. No lo son el grado mayor que cuando el lesionado muere luego de haber radicado su demanda por los daños morales que sufrió en cuyo caso hemos resuelto que la acción no se extingue sino que pasa y puede continuarse por sus herederos. Si bien es cierto que en este último caso existen unas alegaciones en la demanda del propio lesionado con respecto a sus daños, no es menos cierto que tales daños hay que probarlos y que por consecuencia, tanto en el caso en que el lesionado deja su demanda radicada antes de morir como en el caso de que la muerte le sobreviene antes de radicarla, el problema de probar sus daños morales es idéntico. En ambas situaciones hay que estimar el valor razonable de dichos daños a base de la naturaleza y extensión de las lesiones, del sufrimiento que debe ocasionar y del testimonio de los testigos que estuvieron junto al lesionado hasta que murió. En el caso ante nos, la prueba demostró que el causante de los recurrentes tenía tres cuartas partes de su cuerpo quemado; no resistía ropa de ninguna especie; llegó a hablar con su esposa en el hospital aunque vivió sólo tres días. Testificó su viuda que "Su estado físico se veía que estaba sufriendo {737 demasiado." El Tribunal puede tomar conocimiento judicial de que todo ser humano consciente durante tres días con quemaduras en tres cuartas partes de su cuerpo sufre intenso dolores. 6. --Habiendo resuelto este Tribunal que la acción radicada por una persona antes de morir para recobrar indemnización por los sufrimientos que sufrió no muere con él, y, por el contrario, es transmisible a sus herederos porque no se trata de un derecho personalísimo, no vemos razón porqué el derecho a tal indemnización no sea igualmente transmisible cuando el lesionado muere antes de haber radicado la acción correspondiente para hacer valer tal derechoo. Si el acto de hacer efectivo el derecho mediante la acción judicial en estos casos no es personalísimo igualmente no lo es el derecho de indemnización que da lugar a tal acción. No creemos que por el hecho de que circunstancias, tales como la gravedad del lesionado, su limitado término de vida pasado el accidente, y el estado de conmoción que necesariamente surge al ocurrir la -17- tragedia, impiden o evitan que el lesionado radique su acción antes de morir, deban impedir en justicia la transmisión de tal derecho a sus herederos. 7. --Se nos ha dicho que esta conclusión no está en armonía con la doctrina que sentamos en Robles Ostalaza v. U.P.R., 96 D.P.R. 583-593 (1968). Asumimos que esta aseveración se basa en que en dicho caso dijimos que "puede argumentarse que la causa de acción por daños a la persona es una de naturaleza personal o personalísima y que la compensación que repara el daño a la persona es privativa." El alcance de este comentario en Robles Ostalaza, supra, debe determinarse dentro del marco de la cuestión resuelta en dicho caso, es decir, si la causa de acción por daños a la persona de una esposa es privativa de ella o de la sociedad de gananciales constituida por ella y su esposo. Al calificar dicha causa de acción como personal en el referido caso, debe entenderse que lo es a los efectos de justificar que es privativa de la {738 persona que sufre el daño por los fundamentos expresados en la opinión en dicho caso. El hecho que ahora concluyamos que la causa de acción por los daños morales sufridos por tal persona no se extingue por su muerte sino que, por el contrario, sus herederos pueden reclamar tales daños, no es en forma alguna inconsistente o conflictiva con el hecho de que tal causa de acción es privativa de la persona que sufrió el daño. La subsistencia de dicha causa de acción en los herederos es más bien una doctrina complementaria y en todos sus aspectos armónica con la de que la causa de acción de un esposo o esposa por daños a su persona es privativa de la persona que los sufrió. 8. --La referida acción del lesionado fenecido está provista por los Arts. 41 y 584 del Código de Enjuiciamiento Civil aún en vigor en Puerto Rico y que leen así: "Si una persona con derecho a ejercitar una acción muriese antes de terminar el período de prescripción requerido para deducir aquélla, y la causa de la acción subsistiera, los representantes de tal persona podrán ejercitar dicha acción después de la terminación de aquel período y dentro de un año de la defunción. Si una persona contra la cual puede ejercitarse una acción muriese antes de la terminación del período de tiempo requerido para dar principio a la misma, podrá deducirse dicha acción contra sus representantes, después de la terminación de aquel período, y dentro de un año después del nombramiento judicial del albacea o administrador testamentario." -18- (Énfasis nuestro.) Será deber de los administradores y mientras éstos se nombren, de los aalbaceas, representar al finado en todos los procedimientos comenzados por o contra el mismo antes de su muerte, y los que se promovieran después por o contra el caudal de la herencia. Las acciones o procedimientos instruidos por o contra el finado se suspenderán a su muerte ínterin se haga cargo el albacea o se nombre un administrador y el albacea o administrador quedará subrogado como parte en la acción." (Énfasis nuestro.) (32 LPRA secs. 255 y 2471.) Hemos determinado el alcance del referido Art. 41 en varios casos que comentamos a continuación. {739 Radicada acción en cobro de parte del monto de un pagaré por el heredero del tenedor en contra de una heredera del deudor, concluyó este Tribunal en Rovira v. Oliver, 70 D.P.R. 114 (1949), que la acción procedía y no había prescrito pues dicho Art. 41 "amplía más bien que limita el término prescriptivo cuando las partes mueren antes de que expire el término." En demanda de una heredera de los beneficios derivados de fondos depositados por su causante con los demandados y que éstos en parte invirtieron y en parte se apropiaron, se alegó enriquecimiento torticero en violación de un mandato. La causa de acción por devolución de dichos fondos expropiados y que falsamente se alegó se pagaron por concepto de una comisión, está comprendida en el Art. 1802 del Código Civil. El término de un año se cuenta desde que la demandante tuvo conocimiento de los hechos. El Art. 41 del Código de Enjuiciamiento Civil no puede tener efectos de acortar el término señalado para la prescripción. McCormick v. González Martínez, 49 D.P.R. 473, 477, 487, 489, 490 (1936). En Torres v. Sucn. Córdova, 31 D.P.R. 897 (1923), se sostuvo una demanda de daños contra la Sucesión cuyo causante ocasionó los daños sosteniendo el Tribunal que lo dispuesto en el referido Art. 41 no favorece la Sucesión y es otro argumento más en favor del apelante. En Rivera v. Viejo, 49 D.P.R. 906 (1936), se resolvió que el término "representantes" -19- en el Art. 41 incluye a las personas realmente interesadas que son los herederos y al Administrador Judicial si lo hubiere.1 {740 La supervivencia de la referida acción del lesionado que muere, antes de radicarla, está en armonía con las disposiciones pertinentes sobre la sucesión. Arts. 559-602 Código Civil (31 LPRA secs. 2081-2084).2 Luego de un riguroso examen del estado de derecho sobre esta cuestión, nos dice el compañero García Martínez en su monografía titulada "Reconocimiento de la Acción Hereditaria por Muerte Ilegal", 27 Rev. C. Abo. P.R., 463, 476 (1966-67), que: "3. --El reconocimiento de la existencia de esa acción y de su transmisibilidad es una medida de justicia por cuanto permite el resarcimiento de los daños cuando la lesión produce el daño máximo que es la muerte. 1 El referido Art. 41 fue tomado del Art. 353 del Código de Enjuiciamiento Civil de California. En esa jurisdicción no se ha considerado el caso de la supervivencia de la acción por daños personales no radicada en vida del lesionado. Los pocos casos resueltos tratan de la supervivencia de la acción para recobrar la posesión de bienes inmuebles o de un inmuebles. Harris v. McGovern, 99 U.S. 161 (1879); Hennessy v. The Instrument Trust Co., 228 P.2d 714 (D.C.A. Cal. 1924). En un caso de daños ocasionados por los actos impropios de un abogado se resolvió que podía radicarse la acción en contra de su "estate". Igualmente se dijo que la acción por servicios rendidos a una persona que murió antes de radicarse la acción, ésta le sobrevivía. Fazio v. Hayburst, 55 Cal. Rptr. 370 (D.C.A. Cal. 1967); Vonchina v. Turner's Estate, 315 P.2d 723 (D.C.A. Cal. 1957). 2 Estas disposiciones fueron tomadas del Código Civil de Luisiana (Arts. 871-874 de dicho Código). En esa jurisdicción se ha resuelto que el derecho de acción de un donante para atacar la donación es una causa de acción heredable. Así también lo es la que se funda en una obligación que nace de un contrato de correr un caballo. Castleman v. Smith, 86 So. 778 (La. 1920); Grayson v. Whatley, 15 La. Ann. 525 (1860). -20- 4. --El reconocimiento de la acción de la víctima inicial y de su transmisibilidad a los herederos en modo alguno conflige y por el contrario complementa la acción propia de aquellos que, siendo o no siendo herederos, se perjudican con la muerte de la víctima inicial. 5. --El reconocimiento de la acción de la víctima inicial y de su transmisibilidad está en armonía con el principio civilista de la sucesión universal en los derechos y obligaciones del causante aceptando como premisa fundamental que se trata de un derecho personal transmisible y no personalísimo intransmisible. 6. --El reconocimiento de la acción de la víctima inicial y de su transmisibilidad sería la rúbrica del rechazo definitivo de la arcaica e injusta doctrina de que las acciones personales mueren con la persona." {741 En vista de lo expuesto creo que debemos reconocer el derecho de los herederos a recobrar por los daños morales sufridos por su causante los que estimo en la suma de $10,000.00. -21- II. El Derecho Real Características principales de los derechos reales: aprovechamiento directo, concepto “erga omnes”. Situaciones intermedias: arrendamiento inscrito, obligaciones “propter rem”, expectativas reales de adquisición de trascendencia real, etc. Diferencias con el derecho de crédito. Lecturas: Código Civil – Arts. 280, 281, 396, 451, 452, 465; 31 L.P.R.A. 1111, 1112, 1501, 1591, 1592, 1631. Dr. J.R. Vélez Torres, Op. cit., págs. 19-32 Jurisprudencia: I.First Federal Savings v. Registrador, 113 D.P.R. 857 (1983) (Derechos Personales con Trascendencia Real; una cláusula de aceleración en una escritura de hipoteca – “due on sale” – tiene trascendencia real) II. Maeso v. The Chase Manhattan, 133 D.P.R. 196 (1993) (Constitución de Nuevos Derechos Reales; diferencia entre los derechos personales y los reales y la relación con el término prescriptivo para ejercitar las acciones) (19) Leyes 31 L.P.R.A. §1111. Propiedad, definición de; derechos que concede La propiedad es el derecho por virtud del cual una cosa pertenece en particular a una persona con exclusión de cualquiera otra. La propiedad concede el derecho de gozar y disponer de las cosas sin más limitaciones que las establecidas en las leyes. El propietario tiene acción contra el tenedor y el poseedor de la cosa para reivindicarla.– Código Civil, 1930, art. 280. §1112. Clases del derecho de propiedad El derecho de propiedad sobre las cosas puede ser de diferentes clases: (1) La plena y entera propiedad, o sea el derecho de usar, disfrutar o enajenar las cosas. (2) El derecho de usarlas o disfrutarlas, o ambas cosas a la vez. (3) El derecho a ciertas servidumbres constituidas sobre los bienes inmuebles.– Código Civil, 1930, art. 281. §1501. Definición Usufructo es el derecho de disfrutar de una cosa cuya propiedad es ajena, percibiendo todos los productos, utilidades y ventajas que aquélla produzca, con la obligación de conservar su forma y sustancia, a no ser que el título de su constitución o la ley autoricen otra cosa. – Código Civil, 1930, art. 396. (20) §1591. Uso, definición de Uso es el derecho concedido a una persona para disfrutar graciosamente de una cosa perteneciente a otra, o para percibir una porción de los frutos que ella produzca, en cuanto fuere bastante para las necesidades del usuario y de su familia. – Código Civil, 1930, art. 451. §1592. Derecho de habitación, definición de Derecho de habitación es el derecho de ocupar graciosamente una casa de la propiedad de otra persona – Código Civil, 1930, art. 452. §1631. Servidumbre, definición de; predios dominante y sirviente La servidumbre es un gravamen impuesto sobre un inmueble en beneficio de otro perteneciente a distinto dueño. El inmueble a cuyo favor está constituida la servidumbre se llama predio dominante; el que la sufre, predio sirviente. – Código Civil, 1930, art. 465. (21) Jurisprudencia First Federal Savings v. Registrador 113 D.P.R. 857 (1983) [First Federal Savings and Loan Association of Puerto Rico, recurrente, v. El Registrador de la Propiedad de Caguas, Sección Primera, recurrido; Pan American Federal Savings and Loan Association of Puerto Rico, recurrente, v. El Registrador de la Propiedad de Caguas, Sección Primera, recurrido.] RECURSO GUBERNATIVO para revisar una NOTA de Luis Mojica Sandoz, r. (Sección I de Caguas), que deniega la inscripción de una cláusula de aceleración de la deuda, incluida en ciertas escrituras de constitución de hipoteca. Revocada. Javier Miranda Casasnovas, de Baralt, Miranda & Ledesma, abogado de la parte recurrente; El Registrador recurrido compareció por escrito. PER CURIAM : Se trata de dos recursos gubernativos presentados por Pan American Federal Savings and Loan Association of Puerto Rico y First Federal Savings and Loan Association of Puerto Rico contra la negativa del Registrador de la Propiedad, sección primera de Caguas, de inscribir una cláusula de aceleración de la deuda, incluida en ciertas escrituras de constitución de hipoteca. Hemos consolidado ambos recursos porque plantean cuestiones comunes de hechos y de Derecho. La reciente decisión del Tribunal Supremo federal – Fidelity Federal Sav. & Loan Assn. v. De la Cuesta, 458 U.S. 141 (1982)-- aplica a los hechos ante nos y nos obliga a revocar las notas recurridas. La referida cláusula de aceleración dice así: Si toda o parte de la Propiedad, o un interés en la misma, es vendido o transferido por el Deudor sin el consentimiento previo por escrito del Prestador, excluyendo (a) la creación de una carga o gravamen subordinada a esta Hipoteca, (b) la creación de una (22) garantía del precio de compraventa de enseres del hogar, (c) una transferencia por legado o herencia, o(d) la concesión de un derecho de arrendamiento de tres años o menos que no contenga una opción de compra, el Prestador podrá, a opción del Prestador, declarar todas las sumas aseguradas por esta Hipoteca inmediatamente vencidas y pagaderas. El Prestador habrá renunciado tal derecho de aceleración si, antes de la venta o transferencia, el Prestador y la persona a quien la Propiedad ha de ser vendida o transferida llegan a un acuerdo por escrito a efectos de que el crédito de dicha persona es satisfactorio al Prestador y de que el interés pagadero sobre las sumas aseguradas por esta Hipoteca será el tipo que requiera el Prestador. La renuncia por el Prestador a la opción de aceleración dispuesta en este párrafo 17 no será interpretada como un relevo de las obligaciones del Deudor bajo esta Hipoteca y el Pagaré. Si el Prestador ejerce dicha opción de aceleración, el Prestador enviará por correo al Deudor notificación de aceleración de acuerdo con las disposiciones del párrafo 14 de la presente. Dicha notificación concederá un período de no menos de treinta (30) días a partir de la fecha de envío por correo de la notificación durante el cual el Deudor podrá pagar las sumas declaradas vencidas. Si el Deudor dejare de pagar dichas sumas antes de la expiración de dicho período, el Prestador podrá, sin necesidad de notificación o requerimiento adicional al Presta[tario], invocar cualquiera de los remedios permitidos por el párrafo 18 de la presente. En su nota denegatoria el Registrador expuso las siguientes razones para denegar la inscripción: De tratarse de una mera obligación contraída por el deudor, no sería inscribible por efecto de los artículos 41 y 53.1 de la Ley y su Reglamento Hipotecario, respectivamente. De tratarse de una cláusula con trascendencia real, afectaría directamente la facultad de enajenar del dueño, elemento esencial del derecho de propiedad, con vista de sus propios términos y cómo éstos han sido interpretados en otras jurisdicciones, y no poder tener acceso al Registro, por no expresar causa alguna que justifique tal limitación quedando totalmente a la irrestricta voluntad del acreedor declarar vencida la deuda, quien no está obligado a aceptar la venta o concesión de algún interés, no importa qué garantía pueda ofrecerle el adquirente y por estar prohibida la inscripción de dicha restricción por el Artículo 84 de la Ley Hipotecaria y declarada ineficiencia [sic] por el Artículo 158 tercero de la misma ley. La deuda (23) es declarada vencida no sólo si la finca es vendida sin el consentimiento por escrito del acreedor sino por la concesión de un "interés en la misma" concepto impreciso cuya publicidad registral violenta el principio hipotecario de especialidad que informa, entre otros, el artículo 87.2 de la Ley Hipotecaria; al igual que la primera excepción, puesto que sugiere que una segunda hipoteca, y por tanto si la finca es transferida por su ejecución, no causaría el vencimiento acelerado de la deuda. Se alude al título 12 del Código de los Estados Unidos, secciones 1461 y siguientes y al Título 12 de Regulaciones Federales, Sección 545, 8-3, los que permiten dicha cláusula como enervantes de cualquier disposición legal puertorriqueña; pero no aparece de tales leyes y reglamentos la intención del Congreso de los Estados Unidos de hacerla prevalecer sobre legislación vigente en Puerto Rico y ni siquiera es mandatoria, al respecto que nos ocupa, para los que a su amparo contraten. Caguas, a 17 de agosto de 1981. Las recurrentes señalan que el Registrador cometió tres errores, a saber: (1) Erró al añadir nuevos motivos legales para su denegatoria a los mencionados en su notificación de calificación. (2) Erró al determinar que la cláusula de aceleración no tiene acceso al Registro por constituir una violación al Art. 84 de la Ley Hipotecaria de 1979 (30 LPRA sec. 2305 y ss.). (3) Erró al determinar que por razón de la cláusula de Supremacía de la Constitución de Estados Unidos, Art. VI, cláusula 2, las asociaciones federales de ahorro y préstamos están inmunes a toda legislación o reglamentación local que prohíba, limite, restrinja, infrinja o en cualquier otra forma interfiera con los negocios y actividades autorizados a tales asociaciones mediante ley o reglamentación federal. En su denegatoria el Registrador no determina cuál es la naturaleza de la cláusula, sino que deniega su inscripción por razones alternativas. Nos parece que esta determinación es esencial porque de constituir una obligación personal no sería (24) inscribible, ya que como norma general los derechos personales no son inscribibles.3 La cláusula de aceleración impone una penalidad al deudor hipotecario que transfiere la propiedad sin el consentimiento previo por escrito del acreedor. La penalidad consiste en la aceleración del vencimiento de la deuda. Vencida la deuda, si no es pagada, el acreedor puede pedir la ejecución del bien hipotecado para satisfacer su crédito. Ello demuestra que se trata de una obligación con trascendencia real y no una mera obligación personal. Su incumplimiento pone en función la garantía hipotecaria. Probablemente la idea de que la cláusula de aceleración constituye un derecho personal surge de la particularidad de que en la hipoteca, a diferencia de la mayoría de los gravámenes reales, hay una relación compleja de dos elementos: un crédito o débito personal y un derecho o gravamen real. Roca Sastre y Roca-Sastre Muncunill, Derecho Hipotecario, 7ma ed., Barcelona, Ed. Bosch, 1979, T. IV, Vol. 1, pág. 411. Sin embargo, al examinar la cláusula vemos que su incumplimiento repercute sobre la garantía real. No obstante, la determinación de que la cláusula de aceleración tiene trascendencia real no es suficiente para resolver que es inscribible, pues hay que determinar si es válida. El Registrador entiende que es nula porque constituye una prohibición de enajenar no permitida por el Art. 84 de la Ley Hipotecaria, 30 LPRA sec. 2305.4 El análisis del 3 Existen ciertas excepciones a esta norma, e.g., el contrato de arrendamiento de bienes inmuebles por un período de seis años o más, o cuando se pacta su inscripción; el contrato de opción, cuando se cumplan ciertos requisitos que exige la ley. Art. 38 de la Ley Hipotecaria, 30 LPRA sec. 2201. 4 Dicho Art. 84 dispone: "Sec. 2305. --Prohibiciones de disponer o enajenar; normas "Las prohibiciones de disponer o enajenar se harán constar en el Registro de la Propiedad y producirán efecto con arreglo a las siguientes normas: (25) Registrador es que de no haber aceptación previa para la venta o transferencia, el comprador se encuentra con una deuda vencida y en una situación que unilateralmente controla el acreedor. Entiende que ello va en contra del principio que establece que la hipoteca no impide al dueño de la cosa gravada el ejercicio de sus facultades dispositivas respecto a ésta. Este principio que se remonta al Derecho romano ha pasado al Derecho moderno y por ello se ha declarado que es nulo todo pacto a favor de un acreedor hipotecario de no volver a hipotecar. Roca Sastre, op. cit., pág. 410. La controversia de si la cláusula de aceleración constituye una prohibición de enajenar ha sido objeto de gran debate. En los Estados Unidos la cláusula ha sido objeto de legislación y de interpretación por los tribunales estatales y federales. L. Kreicher, Much Ado About Due-on-Sale: Avoiding the Tempest in New York, 10 Hofstra L. Rev. 1229 (1982). Éstos, de forma uniforme, han permitido el uso de la cláusula cuando se utiliza con el propósito de que el acreedor pueda asegurarse de que el nuevo adquirente es una persona solvente y que puuede mantener la propiedad en buenas condiciones. P. Ashley, Use of "Due-On" Clauses to Gain Collateral Benefits: A Commonsense Defense, 10 Tulsa L.J. 590 (1975). Esta uniformidad no existe, sin embargo, cuando se utiliza la cláusula para obtener el beneficio de un aumento en los "1ra. Las establecidas por la ley, que sin expresa declaración judicial o administrativa, tengan plena eficacia jurídica, no necesitarán inscripción separada y especial y surtirán sus efectos como limitaciones legales del dominio. "2da. Las que deban su origen inmediato a alguna resolución judicial o administrativa serán objeto de anotación preventiva. "3ra. Las impuestas por el testador o donante en actos o disposiciones de última voluntad, capitulaciones matrimoniales, donaciones y demás actos a título gratuito, serán inscribibles siempre que la legislación vigente reconozca su validez. "4ta. Las prohibiciones de disponer que no tengan su origen en actos o contratos de los comprendidos en los números anteriores, no tendrán acceso al Registro, sin perjuicio de que mediante hipoteca o cualquiera otra forma de garantía real se asegure su cumplimiento." (26) intereses del préstamo hipotecario. Ashley, op. cit., pág. 592. Un mayor número de tribunales comenzó a prohibir el uso de la cláusula de aceleración para obtener un aumento en los intereses porque limitaba irrazonablemente las enajenaciones de los bienes hipotecados. Véase, Comment, Due-on-Sale Clause not a Restraint on Alienation of Propert, 59 Wash. Univ. L.Q. 1047 (1981). El uso de la cláusula para obtener mayores intereses surge como consecuencia de la inflación que comenzó a sufrir la economía a mediados de la década de 1960 y que aún permanece. Las asociaciones de ahorro y préstamo, como son las recurrentes, obtienen los fondos para sus préstamos hipotecarios de certificados y cuentas de ahorro a corto plazo. Al tenerlos que invertir en préstamos a largo plazo con un interés fijo sufren pérdidas, porque para atraer depositantes tienen que pagar intereses cada vez más altos. Fidelity Federal Sav. & Loan Assn. v. De la Cuesta, supra. La cláusula due-on-sale ayuda a aliviar la situación permitiendo que la institución financiera aumente los intereses de los préstamos hipotecarios a la tasa de interés prevaleciente en el mercado. Fidelity Federal Sav. & Loan Assn., supra, pág. 685. En 1976 la Federal Home Loan Bank Board, organismo que reglamenta y supervisa las asociaciones federales de ahorro y préstamo, preocupada por las pérdidas millonarias que estaban sufriendo estas asociaciones y estimando que estas pérdidas aumentarían considerablemente si los estados continuaban imponiendo limitaciones al uso de la cláusula para obtener aumento en los intereses, aprobó la siguiente reglamentación que en su parte pertinente establece: An association continues to have the power to include, as a matter of contract between it and the borrower, a provision in its loan instrument whereby the association may, at its option, declare immediately due and payable sums secured by the association's security instrument if all or any part of the real property securing the loan is sold or transferred by the borrower without the association's prior written consent. Except as [otherwise] provided in ... this section ..., exercise by the association of such option (hereafter called a due-on-sale clause) shall be exclusively governed by the terms of the loan contract, and all rights and remedies of the association and borrower shall be fixed and governed by that contract. 12 C.F.R. sec. 545.8-3(f) (1982). A pesar de esta reglamentación la Corte de Apelaciones de California en de la Cuesta (27) v. Fidelity Federal Sav. & Loan, 121 Cal. App. 3d 328, 175 Cal. Rptr. 467 (1981), resolvió que ésta no desplazaba el derecho estatal con relación a la cláusula due-on-sale, ya que por tratarse de reglamentación de una agencia administrativa no cumplía con el requisito de intención congresional para que aplicase la doctrina de desplazamiento, por lo que el estado de California podía prohibir su ejercicio a menos que la institución prestataria pudiera demostrar que la ejecución de la cláusula era necesaria para proteger su garantía.5 La Corte Suprema de California se negó a revisar. El Tribunal Supremo federal, tomando en consideración que la mayoría de los tribunales que habían considerado la controversia, a diferencia de la Corte de Apelaciones de California, había resuelto que la reglamentación de la Junta desplazaba la reglamentación estatal de las asociaciones de ahorro y préstamo federales, decidió revisar y revocó la decisión de California. Resolvió que la reglamentación de la Junta sobre la cláusula due-on-sale desplazaba cualquier limitación estatal de dicha cláusula que fuera conflictiva con ella. Fidelity Federal Sav. & Loan Assn., supra. El fundamento de la decisión fue que la reglamentación de una agencia federal tiene el mismo efecto de desplazamiento que un estatuto federal, cuando existe la intención de desplazar. Determinó que tanto el preámbulo de la reglamentación como su texto expresaban la intención inequívoca de desplazar el derecho estatal para que el ejercicio de la cláusula due-on-sale fuera gobernado exclusivamente por reglamentación de la Junta. Fidelity Federal Sav. & Loan Assn., supra, pág. 678. Esta decisión del Tribunal Supremo federal nos obliga a resolver que las cláusulas de aceleración, conocidas popularmente como cláusulas due-on-sale, incluidas en las escrituras de hipoteca que los recurrentes presentaron al Registro de la Propiedad, son válidas y nos está vedado imponer limitaciones que conflijan con la reglamentación federal. Por los fundamentos anteriores se revocarán las notas recurridas. 5 Este requisito para el ejercicio de la cláusula se conoce como doctrina de Wellenkamp, porque fue expuesta por primera vez en Wellenkamp v. Bank of America, 21 Cal. 3d 943, 582 P.2d 970 (1978). (28) El Juez Asociado Señor Negrón García no intervino. Maeso v. Chase Manhattan Bank 133 D.P.R. 196 (1993) [EFRAÍN, ANA ROSA , LUIS F., ILIA y JOSÉ G. MAESO , ETC., demandantes y recurridos, v. THE CHASE MANHATTAN BANK (NATIONAL ASSOCIATION ), demandado y recurrente.] Número: RE-90-98. Resuelto: 29 de abril de 1993 SENTENCIA de Benigno Dapena Yordan, J. (Carolina), que dictaminó que las disposiciones de la escritura inscrita en el Registro de la Propiedad constituían un derecho real sobre la propiedad y que la acción de los demandantes no estaba prescrita por tratarse de una acción real de treinta (30) años. Revocada y se declara sin lugar la demanda. [Roberto López García, abogado del recurrente; Melvin Rosario Rodríguez, abogado del recurrido.] NEGRÓN GARCÍA , JUEZ ASOCIADO : I El 30 de marzo de 1961, Gerardo Maeso Birriel y otros familiares vendieron a Haydee Llabres Vda. de Muxworthy sus participaciones en común pro indiviso1 en unas fincas por $452,900 con sus edificaciones. Como el total de los condominios y 1 Según la Escritura Num. 3 otorgada en San Juan ante el notario publico Elmer Toro Lucchetti, dos (2) de las codueñas eran incapaces jurídicamente para efectuar el negocio. En la escritura, los vendedores se comprometieron a realizar todo "acto que fuere necesario de cualquier índole para ayudar a la Compradora a obtener judicialmente y por compraventa los condominios adicionales de las incapacitadas ...". (29) las participaciones de los vendedores ascendía al 81.66%, les correspondió $369,838.14. El precio se pago de la manera siguiente: $14,700 que recibieron en el acto; $9,800 el 30 de septiembre de 1961, y $34,300 el 30 de marzo de 1962. El balance de $311,038.14 quedo aplazado a ser satisfecho en un termino no mayor de diez (10) años, constituyendose sobre las fincas un gravamen hipotecario por igual suma a favor de los vendedores. En la décima clausula de la escritura se acordó: "DÉCIMO: Es parte de las obligaciones y condiciones de esta compraventa que los comparecientes DONA AMPARO MAESO {198 BIRRIEL Y DON GERARDO MAESO BIRRIEL recibirán cada uno un solar segregado de aproximadamente Dos Mil Metros (2,000 m.) los cuales se designara, DIGO, los cuales no colindaran entre si, y cuya ubicación se designara mutuamente por cada uno de ellos y la Compradora." Recurso de revisión, pag. 2. La clausula vigésimo octava aclaro que esas parcelas tendrían una cabida de 2,161.50m. La compradora Doña Haydee se comprometió a gestionar en la Junta de Planificación su segregación en un mes. Trataría que la parcela correspondiente a Doña Amparo Maeso Birriel ubicara en el lugar de su residencia. En cuanto a Don Gerardo, disponía la escritura que "su parcela seria asignada en el área que abre a la carretera de Trujillo Bajo, y lo mas cerca posible de donde tiene una casa de su propiedad". Clausula decimoquinta. Se convino, también, que la compradora Doña Haydee, a su opción, podía resolver la compraventa (perdiendo el dinero pagado), si en el termino de dos (2) años no obtenía la reclasificación de los terrenos. Se consigno, como condición especialísima, que la compraventa era a $2,500 por cuerda, resultando así que se trataba de una venta a razón de un tanto por unidad de medida. Se acordó que la obligación del precio aplazado quedaría garantizada únicamente con la hipoteca constituida. Por ultimo, la clausula vigésimo tercera de la escritura dispuso: "Los derechos y obligaciones que se contienen en este instrumento continuaran en existencia en cuanto a cualquier cesionario o sucesor en interés de cualquiera de las (30) partes comparecientes." La escritura se inscribió en el Registro de la Propiedad. La compradora Doña Haydee cumplió con Doña Amparo, mas no con Don Gerardo. Así las cosas, el 1ro de julio de 1963 Doña Haydee agrupo las fincas adquiridas con otra (Num. 305) y las vendió a James T. Barnes de Puerto Rico, Inc. A su vez, esta {199 corporación la vendió a Lomas de Carolina Corporation el 23 de noviembre de 1968. Mas adelante, el 14 de julio de 1980 el Chase Manhattan Bank advino titular del remanente de la finca, al adjudicarsela como resultado de una ejecución de hipoteca. El 9 de noviembre de 1984, los sucesores de Don Gerardo solicitaron del Tribunal Superior, Sala de Carolina, el cumplimiento especifico de la obligación que Doña Haydee había contraído con su causante. La demanda se dirigió contra el Chase Manhattan Bank (Chase), titular de la finca, a base de que el derecho pactado era de naturaleza real. Oportunamente, el tribunal de instancia (Hon. Benigno Dapena Yordan, Juez) dictamino que las disposiciones de la escritura inscrita en el Registro de la Propiedad constituían un derecho real sobre la referida propiedad. Concluyo que ese derecho dotaba a los demandantes Maeso de una acción real de treinta (30) años que no estaba prescrita. Declaro con lugar la demanda y ordeno al Chase entregar la parcela reclamada. Acordamos revisar este dictamen.2 2 El Chase Manhattan Bank (Chase) argumenta como errores: (1) determinar que una mención en el Registro de la Propiedad tiene efectos contra terceros; (2) que la obligación de constituir un derecho real es un derecho real y no personal; (3) imponerle la obligación de cumplir con una obligación personal pactada por un predecesor en titulo; (4) que la acción no estaba prescrita; (5) que no eran partes indispensables en el pleito los titulares de porciones de terrenos segregados de la finca sobre la cual se constituyo la obligación personal; (6) que el demandado recurrente era mas responsable que otros titulares de cumplir con una obligación personal pactada por un predecesor en titulo, y (7) que el hecho de que el causante de los demandantes hubiese seleccionado el predio de terreno deseado no hacia improcedente la demanda. (31) II Precisar que constituye la naturaleza del derecho real es una tarea compleja cuya conclusión definitiva sigue eludiendo a la doctrina científica.3 A primera vista, la solución {200 de este recurso parecía requerir que nos expresáramos sobre la naturaleza del derecho adquirido por el causante Don Gerardo, esto es, la naturaleza jurídica del derecho real distinguible del personal o de crédito. No es necesario. Podemos precisar la naturaleza del derecho aquí involucrado sin entrar en ese interesante debate. Como indicáramos, el ilustrado tribunal de instancia resolvió que el derecho de Don Gerardo a recibir el solar, según la escritura, era real. Añadió que podía determinarse con certeza la cantidad de terreno objeto de esa obligación y la forma de cumplirla. Erro. Básicamente existen dos (2) posibilidades para que Don Gerardo, causante de los demandantes Maeso, hubiese adquirido un derecho real. La primera, que el negocio realizado le hubiera transmitido el derecho de propiedad sobre el solar y, la segunda, que las partes hubiesen tenido la intención de constituir una nueva figura de derecho 3 En palabras del profesor Vázquez Bote: "Así como un gran numero de instituciones jurídicas ofrecen a los ojos de la doctrina unanimidad en punto a la determinación de su significado, variando las opiniones y tendencias en orden a circunstancias de carácter secundario, o en consecuencias mas o menos relevantes pero siempre de orden subsiguiente, existen otras que, por el contrario, ofrecen una imprecisión entre los estudiosos que alcanza incluso el criterio definidor, provocando con ello serias dudas y vacilaciones en cuestiones básicas. Esto es lo que ocurre con el derecho real, que ofrece como problema primario el de la determinación de sus naturaleza jurídica, la fijación de esta; y no solo con finalidad sistemática, de distinguir el derecho real de otras figuras jurídicas, sino previamente para saber que es el derecho real (Puig Pena)." E. Vázquez Bote, Tratado teórico practico y critico de derecho privado puertorriqueño, New Hampshire, Ed. Equity, 1991, T. VII, pag. 101. (32) real. Al respecto, la fuente de la cual surgiría el derecho real pretendido seria la clausula décima. En lo pertinente, dispuso que era parte de las obligaciones y condiciones de esta compraventa que los comparecientes recibirían cada uno un solar segregado los cuales no colindaran entre si, y cuya ubicación se designara mutuamente por cada uno de ellos y la compradora Doña Haydee. De inmediato, es claro que el solo acuerdo de Don Gerardo con la compradora Doña Haydee sobre la posible ubicación del solar --faltando su segregación-- no le transfirió {201 su dominio. Para adquirir la propiedad no bastaba el contrato, era menester su entrega. El Art. 549 de nuestro Código Civil dispone: La propiedad se adquiere por la ocupación. La propiedad y los demás derechos sobre los bienes se adquieren y transmiten por la ley, por donación, por sucesión testada e intestada y por consecuencia de ciertos contratos mediante la tradición. Puede también adquirirse por medio de la prescripción. 31 L.P.R.A. sec. 1931. Este precepto incorpora en nuestro ordenamiento la teoría que exige que concurran los requisitos de titulo y modo para la adquisición por contrato de la propiedad. Vázquez Bote, op. cit., pags. 119120; J. Castán Tobeñas, Derecho civil español, común y foral, 13ra ed., Madrid, Ed. Reus, 1987, T. 2, Vol. I, pags. 287291; L. Diez Picazo y A. Gullón, Sistema de Derecho Civil, 4ta ed. rev., Madrid, Ed. Tecnos, 1989, Vol. III, pags. 6970; J. Santos Briz, Derecho Civil: Teoría y Practica, Madrid, Ed. Rev. Der. Privado, 1973, T. II, pags. 175177. Se denomina "titulo" al "fundamento o causa jurídica de la adquisición", mientras que "modo" se refiere a "la transferencia de la posesión" del objeto de la adquisición. Castán Tobeñas, op. cit., pag. 289. Esa transferencia no es otra cosa que la tradición. En sentido corriente, la tradición se refiere a un hecho físico como lo es la entrega de la cosa. La nomenclatura del derecho civil trasciende ese significado y se emplea para señalar un efecto jurídico: la entrega de la posesión con animo de transmitir la (33) propiedad. Esa entrega puede ser simultanea y, por lo tanto, responder al concepto de pago en el sentido amplio, como una solución de una obligación preexistente o asumida de manera coetánea con el acto que ejecuta la tradición. J. Puig Brutau, Fundamentos de Derecho Civil, 2da ed., Barcelona, Ed. Bosch, 1971, T. III, Vol. I, pags. 339340. {202 El Código Civil, en su Art. 1351, alude a dos (2) de las formas que puede asumir la tradición: real e instrumental.4 Esta ultima forma es la que aquí nos ocupa. En la tradición instrumental el otorgamiento de la escritura equivale a la entrega. El consentimiento al contrato conlleva implícitamente la anuencia a que la entrega se realice mediante el otorgamiento. Claro esta, esta equivalencia entre escritura y entrega no esta presente cuando "de la misma escritura resulta o se deduce claramente que no ha habido entrega". (Énfasis suprimido.) Diez-Picazo y Gullón, op. cit., pag. 73. De acuerdo con la teoría del titulo y el modo, si únicamente hay titulo, habrá una obligación personal. Si solo hay tradición, sin estar fundamentada en un titulo, habrá una transferencia de posesión pero no del derecho real. Diez- Picazo y Gullón, op. cit., pag. 68. Vease Vázquez Bote, op. cit., pags. 355-356. 4 Este articulo, equivalente al 1462 del Código Civil español, dispone: "Se entenderá entregada la cosa vendida cuando se ponga en poder y posesión del comprador. "Cuando se haga la venta mediante escritura publica, el otorgamiento de esta equivaldrá a la cosa objeto del contrato, si de la misma escritura no resultare o se dedujere claramente lo contrario." 31 L.P.R.A. sec. 3811. El primer párrafo alude a la tradición real, el segundo a la instrumental. Vázquez Bote, op. cit., pags. 361362; J. Castán Tobeñas, Derecho civil español, común y foral, 13ra ed., Madrid, Ed. Reus, 1987, T. 2, pags. 337338; L. Diez-Picazo y A. Gullón, Sistema de Derecho Civil, 4ta ed. rev., Madrid, Ed. Tecnos, 1989, Vol. III, pags. 7172; J. Santos Briz, Derecho Civil: Teoría y Practica, Madrid, Ed. Rev. Der. Privado, 1973, T. II, pag. 200. (34) Según expuesto, la clausula décima de la escritura dispone que recibirán un solar cuya ubicación se designara. Resulta, pues, de la propia escritura que no hubo el consentimiento para que el contrato equivaliese a la entrega. No hubo tradición y, por ende, el pacto solo genero una obligación personal, un titulo, y no un derecho real. Esta cláusula definitivamente no se hizo con el propósito de transmitir un derecho real sobre los solares. La compradora Doña Haydee simplemente se obligo a entregar los solares, acto que se realizaría después por medio de una efectiva {203 entrega con el animo de transmitir la titularidad. No hubo tradición por medio de la escritura. III Sabido es que en Puerto Rico rige, en materia de creación de derechos reales, la doctrina de numerus apertus que admite la posibilidad de crear derechos reales fuera de los previstos por el Código Civil. Borges v. Registrador, 91 D.P.R. 112, 132 (1964); Colon v. San Patricio Corporation, 81 D.P.R. 242, 260 (1959). Distinto a lo que sucede respecto a la creación de derechos de crédito, nuestro ordenamiento no contiene un precepto análogo al Art. 1207 del Código Civil, 31 L.P.R.A. sec. 3372, que delimite el ámbito de la autonomía de la voluntad al crear derechos reales no previstos por el Código. Diez-Picazo y Gullón distinguen las dificultades del problema -- determinar si en un caso especifico las partes han querido o no constituir un derecho real-- y provee el siguiente criterio para su solución: Ahora bien, reconocida la eficacia de la autonomía de la voluntad para la creación de los derechos reales, es claro que tiene que contar con unos limites al igual que los pone la ley en materia de derechos de obligación (art. 1.255). Cuestión distinta es la de resolver si en un determinado supuesto las partes han querido o no la constitución de un derecho real. Entendemos que si expresamente así lo han manifestado, lo que hay que ver es si se respetan los limites de la autonomía de la voluntad. Pero si lo único que han hecho ha sido la manifestación de unos propósitos empíricos y la instrumentación jurídica adecuada, sin puntualizar que los efectos que se quieren deben ser o no reales, la interpretación ha de ser restrictiva en orden a los efectos reales y favorecedoras de los efectos meramente personales u obligacionales. Es doctrina jurisprudencial reiterada, de aplicación en la órbita de los iura in re aliena, (35) que la propiedad se presume libre de toda carga o limitación, y que ha de hacerse uso de una interpretación restrictiva en caso de duda sobre su existencia. (Énfasis suplido.) Diez-Picazo y Gullon, op. cit., pag. 54. {204 Procede, pues, examinar desde esta perspectiva el contrato celebrado entre el causante de los demandantes Maeso y la compradora Doña Haydee. Contrario a la conclusión del foro sentenciador, a los efectos de que la clausula vigésimo tercera elevo a categoría de derecho real la obligación contraída por la compradora en la clausula décima, nada hay en los términos del contrato que sostenga que esa haya sido la intención de las partes. Dicha clausula únicamente dispone que los derechos y las obligaciones en la escritura continuarían existiendo en cuanto a cualquier cesionario o sucesor en interés de las partes. Se trata de una cláusula genérica cuya referencia es el contrato en su totalidad. Difícilmente puede servir para precisar cuales de los derechos u obligaciones contraídas por la partes tendrían efectos reales. En esta materia –elevar una obligación a la categoría de derecho real– hemos de insistir en un lenguaje claro y terminante, no ambiguo, susceptible de diversas interpretaciones. No hay una manifestación expresa y clara en la escritura de que el derecho reclamado por los demandantes Maeso, en virtud de la clausula décima, fuera a tener efectos reales. En el contexto integral de todo el contrato, el alcance de la clausula vigésimo tercera era informar a cualquier cesionario o sucesor en interés de las partes contratantes que su transmitente tenia una obligación personal contraída a favor del señor Maeso. Era parte del contrato entre la compradora original Doña Haydee y cualquier cesionario o sucesor en interés de esta. Quienes adquiriesen los intereses de la compradora Doña Haydee en el contrato lo harían considerando esta clausula, por lo que no podrían oponerse a su efecto mientras estuviese vigente.5 {205 5 La publicidad del registro no se extiende a la obligación plasmada en la clausula décima. Recuerdese que el Art. 101 de la Ley Hipotecaria y del Registro de la Propiedad, 30 L.P.R.A. sec. 2351, dispone: "La publicidad del Registro no se extenderá a la mención de derechos (36) En resumen, estamos ante una situación en la que los solares que habrían de recibir los covendedores eran parte del precio de la compraventa. El pago del precio solo es una obligación personal en la que incurre el comprador al realizarse una compraventa. IV Finalmente, anotamos que la deuda de la compradora Doña Haydee era exigible a partir del mes del otorgamiento de la escritura. Por ser una acción personal, tenia un termino prescriptivo de quince (15) años.6 Transcurrido en exceso, la acción estaba prescrita.7 Por los fundamentos que anteceden, se dictara sentencia revocatoria. El Juez Asociado Señor Alonso Alonso concurrió con el resultado sin opinión escrita. El Juez Asociado Señor Fuster Berlingeri disintió sin opinión escrita. susceptibles de inscripción separada y especial. Y tanto dichos derechos como los personales que carezcan de especial aseguramiento no tendrán condición de gravámenes, a excepción de los efectos correspondientes a las condiciones suspensivas y resolutorias inscritas, así como la trascendencia real de las causas que consten explícitamente del Registro sobre la naturaleza y extensión de los derechos inscritos. "Los derechos personales que carezcan de especial aseguramiento y las menciones de derechos susceptibles de inscripción separada y especial, serán cancelados por el registrador de oficio o a instancia de parte interesada." 6 A igual solución arribaríamos si resolviéramos que el Chase "no es cualquier cesionario o sucesor en interés" de la compradora Doña Haydee. 7 Este resultado hace innecesario considerar los restantes señalamientos de error. (37) III. Los Bienes Definición del concepto de “bien” para el derecho civil; bienes corporales e incorporales, muebles e inmuebles, bienes comunes y de uso público, la clasificación de los frutos. Lecturas: 1. Código Civil – Arts. 252-279, 341 y 1832; 31 L.P.R.A. §§1021-1087, 1311, 5243. 2. Ley #21 de 20 de mayo de 1987, según enmendada, 23 L.P.R.A. §§64-64h. Jurisprudencia: A. Bienes de uso público 1. Saldaña v. Consejo Municipal, 15 D.P.R. 37 (1909) (bienes destinados al uso público) [P. 57] 2. Gobierno Municipal v. Casino Español, 56 D.P.R. 790 (1940) (bien patrimonial del Estado) [P. 71] 3. Rubert Armstrong v. E.L.A., 97 D.P.R. 588 (1969) (bienes inmuebles; bienes de uso público v. bienes patrimoniales del estado) (opcional) 4. E.L.A. v. Tribunal Superior, 97 D.P.R. 644 (1969) (bienes de uso público v. bienes patrimoniales del estado) (opcional) 5. Figueroa v. Municipio, 98 D.P.R. 534 (1970) (reversión a bien patrimonial privado de un bien dedicado a uso público) [P. 83] 6. Caquías Mendoza v. Asociación de Residentes Mansiones de Río Piedras, 134 D.P.R. 181 (1993) (calles como bienes de uso público) [P. 108] (38) 7. Asoc. Pro Control de Acceso v. Cardona, 144 D.P.R. 1 (1997) (derecho al uso y disfrute de bienes y lugares públicos, aunque fundamental, no es absoluto) [P. 226] B. Naturaleza de los bienes Jurisprudencia: 1. Pérez Guerra v. Matos Bernier, 48 D.P.R. 599 (1935) (naturaleza de bien mueble – inmueble por incorporación) [P. 275] 2. Romaguera & Hijos v. Tribunal, 61 D.P.R. 114 (1942) (naturaleza del bien y la intención de las partes) [P. 277] (39) Leyes 31 L.P.R.A. §1021. Bienes y cosas, definición de La palabra bienes es aplicable en general a cualquiera cosa que puede constituir riqueza o fortuna. Esta palabra hace relación al mismo tiempo a la palabra cosas que constituye el segundo objeto de la jurisprudencia, según la cual sus principios y reglas se refiere a las personas, a las cosas y a las acciones. – Código Civil, 1930, art. 252. §1022. Comunes o públicos; propiedad Las cosas o los bienes son, o comunes o públicos. Los bienes además son susceptibles de ser, o propiedad de las corporaciones o propiedad de los individuos.– Código Civil, 1930, art. 253. §1023. Cosas comunes, definición de Las cosas comunes son aquéllas cuya propiedad no pertenece a nadie en particular y en las cuales todos los hombres tienen libre uso, en conformidad con su propia naturaleza: tales son el aire, las aguas pluviales, el mar y sus riberas.– Código Civil, 1930 art. 254. §1024. Bienes de dominio público Son bienes de dominio público, los destinados al uso público, como los caminos, canales, ríos, torrentes, y otros análogos.– Código Civil, 1930, art. 255. §1025. Bienes de uso público, bienes patrimoniales Son bienes de uso público en Puerto Rico y en sus pueblos, los caminos estaduales y los vecinales, las plazas, calles, fuentes y aguas públicas, los paseos y las obras (40) públicas de servicio general, costeadas por los mismos pueblos o con fondos del tesoro de Puerto Rico. Todos los demás bienes que el Estado Libre Asociado de Puerto Rico o los municipios posean, son patrimoniales y se regirán por las disposiciones de este título. §1026. Bienes de propiedad privada Son bienes de propiedad privada, además de los patrimoniales del pueblo de los Estados Unidos, del pueblo de Puerto Rico y de los municipios, los pertenecientes a particulares individual o colectivamente. §1027. Cosas corporales e incorporales Las cosas se dividen también en corporales e incorporales. Son cosas corporales aquellas que se manifiestan a los sentidos, que pueden tocarse o gustarse, que tienen un cuerpo, ya sea animado o inanimado. De esta clase de cosas son los frutos, los cereales, el oro, la plata, los vestidos, los muebles, las tierras, los pastos, las maderas, las casas y otras. Las cosas incorporales son aquellas que no se manifiestan a los sentidos y cuya existencia sólo se concibe por el entendimiento, tales como los derechos hereditarios, las servidumbres y las obligaciones. §1028. Cosas incorporales consideradas muebles o inmuebles Las cosas incorporales que consisten solamente en un derecho, no son por sí mismas estrictamente susceptibles de la cualidad de muebles o inmuebles. Sin embargo, se considerará que ellas pertenecen a una de estas clases de conformidad con el objeto al que sean aplicables y las disposiciones que más adelante se establecen. §1029. Cosas divididas en muebles e inmuebles La tercera y última división de las cosas es en muebles e inmuebles. §1041. Bienes inmuebles, definición de (41) Los bienes inmuebles en general son aquellos que no pueden moverse por sí mismos ni ser trasladados de un lugar a otro. Esta definición, estrictamente hablando, es aplicable solamente a las cosas inmuebles por su propia naturaleza y no a las que lo son solamente por disposición de la Ley. §1042. Bienes inmuebles, definición de Los bienes inmuebles en general son aquellos que no pueden moverse por sí mismos ni ser trasladados de un lugar a otro. Esta definición, estrictamente hablando, es aplicable solamente a las cosas inmuebles por su propia naturaleza y no a las que lo son solamente por disposición de la Ley. §1043. Qué son bienes inmuebles Son bienes inmuebles: (1) Las tierras, edificios, caminos y construcciones de todo género adheridas al suelo. (2) Los árboles y plantas y los frutos pendientes, mientras estuvieren unidos a la tierra o formaren parte integrante de un inmueble. (3) Todo lo que esté unido a un inmueble de una manera fija, de suerte que no pueda separarse de él sin quebrantamiento de la materia o deterioro del objeto. (4) Las estatuas, relieves, pinturas u otros objetos de uso u ornamentación, colocados en edificios o heredades por el dueño del inmueble en tal forma, que resulten unidos de un modo permanente al fundo. (5) Las máquinas, vasos, instrumentos o utensilios destinados por el propietario de la finca a la industria o explotación que se realice en un edificio o heredad, y que directamente concurran a satisfacer las necesidades de la explotación misma. (6) Los viveros de animales, palomares, colmenas, estanques de peces o criaderos (42) análogos, cuando el propietario los haya colocado o los conserve con el propósito de mantenerlos unidos a la finca y formando parte de ella de un modo permanente. (7) Los abonos destinados al cultivo de una heredad, que esté en las tierras donde hayan de utilizarse. (8) Las minas, canteras y escoriales, mientras su materia permanece unida al yacimiento, y las aguas vivas o estancadas. (9) Los diques y construcciones que aun cuando sean flotantes, estén destinados por su objeto y condiciones a permanecer en un punto fijo de un río, lago o costa. (10) Las concesiones administrativas de obras públicas y las servidumbres y demás derechos reales sobre bienes inmuebles. §1044. Cosas incorporales consideradas como inmuebles Las siguientes cosas incorporales son consideradas como inmuebles por razón del objeto al cual se aplican: (1) El usufructo y el uso de las cosas inmuebles. (2) Cualquier derecho u obligación constituido sobre una propiedad inmueble. (3) Toda acción para recobrar o reivindicar la propiedad inmueble para reclamar el todo de una herencia. §1061. Bienes muebles, definición de Se reputan bienes muebles los susceptibles de apropiación no comprendidos en las secs. 1041 a 1044 de este título, y en general todos los que se puedan transportar de un punto a otro sin menoscabo de la cosa inmueble a que estuvieren unidos. (43) §1062. Muebles por naturaleza o por disposición de ley Los bienes muebles lo son, o por su propia naturaleza o por disposición de la ley. §1063. Muebles por naturaleza Las cosas muebles por su propia naturaleza son aquellas que pueden trasladarse, bien por sí mismas si fueren animadas o por un poder extraño si fueren inanimadas.– Código Civil, 1930, art. 267. §1064. Muebles por disposición de ley Las cosas muebles por disposición de la ley son las obligaciones y las acciones cuyo objeto sea cobrar dinero debido o muebles que lo sean por su naturaleza, aunque dichas obligaciones vayan acompañadas de una hipoteca; las obligaciones que tienen por objeto un hecho determinado y aquéllas otras que por su naturaleza lleven consigo una indemnización de perjuicios; las acciones o intereses en bancos o compañías de comercio, industrias, o cualquiera otra especulación, aun cuando fueren poseedores de bienes inmuebles que dependan de dichas empresas. Tales acciones o intereses son considerados como muebles respecto de cada miembro de una sociedad durante el tiempo de su existencia; pero si la sociedad fuese disuelta, el derecho que cualquiera de sus miembros tuviese para reclamar la división de los bienes inmuebles o una participación en ellos, producirá una acción real.– Código Civil, 1930, art. 268. §1065. Otras cosas consideradas muebles Tienen también la consideración de cosas muebles las rentas o pensiones, sean vitalicias o hereditarias, afectas a una persona o familia, siempre que no graven con carga real una cosa inmueble, los contratos sobre servicios públicos y las cédulas y títulos representativos de préstamos hipotecarios. – Código Civil, 1930, art. 269. §1066. Muebles considerados fungibles o no fungibles Los bienes muebles son fungibles o no fungibles. (44) A la primera especie pertenecen aquéllos de que no puede hacerse el uso adecuado a su naturaleza sin que se consuman; a la segunda especie corresponden los demás.– Código Civil, 1930, art. 270. §1067. Cosas corporales o incorporales consideradas muebles Todas las cosas corporales o incorporales que no tengan el carácter de inmuebles por su naturaleza o por disposición de la ley, deben ser consideradas como muebles.– Código Civil, 1930, art. 271. §1068. Materiales para demoler, levantar o reparar construcción Los materiales procedentes de la demolición de un edificio, así como los acopiados para el propósito de levantar una nueva construcción, son muebles en tanto no se empleen para una nueva construcción. Pero si los materiales fuesen separados de una casa u otro edificio para el solo propósito de hacer en dicha casa o edificio reparaciones o adiciones y con la intención de volver a colocarlos, conservan su naturaleza de cosas inmuebles, y son considerados coma tales.– Código Civil, 1930, art. 272. §1081. Cosas en relación con los que las poseen Las cosas en relación a las personas que las posean o de ellas disfruten, se dividen en dos clases; cosas susceptibles de apropiación y cosas no susceptibles de apropiación.– Código Civil, 1930, art. 273. §1082. Cosas no susceptibles de apropiación Entre las cosas que no son susceptibles de apropiación están comprendidas aquellas que no pueden ser propiedad particular por razón de su objeto, tales como las cosas en común o sean aquéllas cuyo uso y disfrute pertenece a todos los hombres. Hay otras cosas, por el contrario, que aunque por su naturaleza son susceptibles de propiedad particular, pierden esta cualidad como consecuencia de la aplicación que de (45) ellas se hace para fines públicos incompatibles con la propiedad privada, si bien pueden adquirir su primitiva condición tan pronto cese el fin público que se las hubiera dado; tales son los terrenos de las carreteras, calles y plazas públicas.– Código Civil, 1930, art. 274. §1083. Cosas susceptibles de apropiación Las cosas susceptibles de propiedad son aquellas que pueden ser objeto de apropiación individual, pudiendo ser enajenadas por venta, permuta, donación, prescripción o de otra manera.– Código Civil, 1930, art. 275. §1084. Disposición o enajenación de la propiedad Los individuos tienen la libre disposición de la propiedad que legítimamente hubiesen adquirido, sin más restricciones que las establecidas por la ley. La propiedad de los ayuntamientos de ciudades y pueblos y de las demás corporaciones, será administrada de acuerdo con las leyes y reglamentos peculiares a ellas y solamente podrán ser objeto de enajenación en la manera y con las restricciones prescritas en las leyes o actas de su constitución.– Código Civil, 1930, art. 276. §1085. Disposiciones comunes a los tres capítulos anteriores-Alcance de las expresiones Cuando por disposición de la ley, o por declaración individual, se use la expresión de cosas o bienes inmuebles, o de cosas o bienes muebles, se entenderán comprendidos en ella respectivamente los enumerados en el Capítulo 129 y en el Capítulo 131 de este título.– Código Civil, 1930, art. 277. §1086. Muebles, definición de Cuando se use tan sólo la palabra "muebles" no se entenderán comprendidos el dinero, los créditos, efectos de comercio, valores, alhajas, colecciones científicas o artísticas, libros, medallas, armas, ropas de vestir, caballerías o carruajes y sus arreos, granos, caldos y mercancías, ni otras cosas que no tengan por principal destino (46) amueblar o alhajar las habitaciones, salvo el caso en que del contexto de la ley o de la disposición individual resulte claramente lo contrario.– Código Civil, 1930, art. 278. §1087. Metálico, valores, créditos, y otros excluidos de la transmisión Cuando en venta, legado, donación u otra disposición en que se haga referencia a cosas muebles o inmuebles, se transmita su posesión o propiedad con todo lo que en ella se halle, no se entenderán comprendidos en la transmisión el metálico, valores, créditos o acciones cuyos documentos se hallen en la cosa transmitida, a no ser que conste claramente la voluntad de extender la transmisión a tales valores y derechos.– Código Civil, 1930, art. 279. §1311. Aguas de dominio público Son de dominio público: (1) Los ríos y sus cauces naturales. (2) Las aguas continuas o discontinuas de manantiales o arroyos que corran por sus cauces naturales y estos mismos cauces. (3) Las aguas que nazcan continua o discontinuamente en terrenos del mismo dominio público. (4) Los lagos y lagunas formados por la naturaleza en terrenos públicos y sus álveos. (5) Las aguas pluviales que discurran por barrancos o ramblas, cuyo cauce sea también del dominio público. (6) Las aguas subterráneas que existan en terrenos públicos. (7) Las aguas halladas en la zona de trabajos de obras públicas, aunque se ejecuten por concesionario. (8) Las aguas que nazcan continua o discontinuamente en predios particulares, del (47) Pueblo de los Estados Unidos, del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, o de los municipios, desde que salgan de dichos predios. (9) Los sobrantes de las fuentes, cloacas y establecimientos públicos. – Código Civil, 1930, art. 341; Const., art. IX, sec. 4, ef. Julio 25, 1952. §5243. Extinción de derechos y acciones por la prescripción Los derechos y acciones se extinguen por la prescripción en perjuicio de toda clase de personas, inclusas las jurídicas, en los términos prevenidos por la ley. – Código Civil, 1930, art. 1832. 23 L.P.R.A. §64. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público de ciertas calles – Permisos Los municipios podrán conceder permisos para el control del tráfico de vehículos de motor y del uso público de las vías públicas en paseos peatonales, calles, urbanizaciones y comunidades residenciales, públicas o privadas, con un solo acceso de entrada y salida o que tengan más de un acceso de entrada o salida, pero que ninguna de sus vías públicas se use para la entrada o salida a otra calle, urbanización o comunidad que no haya solicitado el control de acceso. Cuando las calles, urbanizaciones o comunidades sean parte de más de un municipio, la jurisdicción recaerá en aquel municipio en que se ubiquen la mayor parte de las fincas. No se construirán estructuras permanentes que imposibiliten el tránsito por las entradas que sean cerradas. Será requisito, para cumplir con esta condición, la construcción de portones que faciliten el uso de estas calles en casos de emergencias. Los paseos peatonales cuyos accesos no sean controlados podrán ser vendidos por el valor nominal de $1.00 a los vecinos colindantes previa consulta con los municipios a los residentes del área circundante. (48) No obstante lo antes dispuesto y lo establecido en el inciso (o)(1) de la sec. 4054 del Título 21 los municipios podrán expedir autorizaciones o permisos para el control de acceso de calles, urbanizaciones o comunidades cuyas vías públicas se usen como medios de entrada a, o salida de, otras calles, urbanizaciones o comunidades, siempre y cuando: (a) La otra calle, urbanización o comunidad tenga vías públicas alternas de entrada y salida y en caso que no tenga tales vías, se garantice a cada propietario y a cada residente los medios adecuados y necesarios de acceso vehicular a la calle, urbanización o comunidad en que se reside sin carga alguna en igualdad de condiciones. (b) No se impida, obstaculice o limite a los propietarios y residentes de la otra calle, urbanización o comunidad el flujo vehicular y peatonal por las vías y aceras públicas que tengan continuidad entre las calles, urbanizaciones o comunidades de que se trate. (c) Se notifique individualmente a cada propietario y residente de esa otra calle, urbanización o comunidad la fecha, hora y lugar de las vistas públicas, con copia de la solicitud del permiso de control de acceso y en el término dispuesto en el inciso (a) de la sec. 64b de este título. (d) Se ofrezcan garantías suficientes para que los propietarios y los residentes de la otra calle, urbanización o comunidad reciban los servicios que requieran de agencias e instituciones, entidades y personas privadas. El municipio podrá autorizar un cierre parcial, durante las horas de menos tránsito, los fines de semana y días feriados en aquellos casos en que no sea posible un cierre total por razón de tránsito u otra razón aducida por cualquiera de las agencias concernidas. Toda autorización o permiso de control de acceso se emitirá sujeto a las condiciones y requisitos establecidos en las secs. 64 et seq. de este título y en el reglamento que adopte la Junta de Planificación de Puerto Rico. El municipio y la Asociación de Residentes estarán obligados a notificar por correo certificado a los residentes sus (49) gestiones relacionadas con el proceso del cierre de las calles.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 1; Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 2; Julio 16, 1992, Núm. 22, art. 1; Agosto 14, 1997, Núm. 77, art. 1 §64a. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público de ciertas calles–Requisitos A los fines de poder solicitar y obtener el permiso a que se refiere la sec. 64 de este título, se deberá cumplir con los siguientes requisitos: (a) Que las urbanizaciones, calles o comunidades tengan Consejo, Junta o Asociación de Residentes debidamente organizada y registrada en el Departamento de Estado como una institución sin fines de lucro. (b) Que en la urbanización, calle o comunidad no exista ningún edificio o facilidad propiedad del Gobierno del Estado Libre Asociado de Puerto Rico o de los municipios para uso y disfrute del público en general a excepción de aquéllos dedicados a escuelas, parques recreativos o centros comunales. (c) Que la solicitud de autorización para controlar el acceso o los accesos a la urbanización, calle o comunidad sea adoptada por lo menos por tres cuartas (3/4) partes de los propietarios de las viviendas allí establecidas. La participación de dichos propietarios estará limitada a un propietario por vivienda y deberá constar por escrito bajo la firma de cada uno de ellos. Una autorización para solicitar el permiso para controlar el acceso o accesos a la urbanización, calle o comunidad prestada voluntariamente por un propietario mayor de edad y en representación de una vivienda obligará al propietario a cumplir con lo dispuesto en la sec. 64d-3 de este título y estará en pleno efecto y vigor mientras no se emita un documento escrito que claramente revoque la autorización prestada con fecha anterior. Una revocación de autorización para solicitar el permiso para controlar el acceso o accesos a la urbanización, calle o comunidad será válida únicamente si se presenta en cualquier momento hasta la fecha de celebración de la primera vista pública. Luego de esta fecha aplicará lo dispuesto en la sec. 64d-3 de este título. Aquellas personas que favorezcan la implantación del sistema deberán hacerlo expresamente y por escrito en el momento en que se lleve a cabo la gestión para obtener de los propietarios las (50) autorizaciones necesarias para solicitar el permiso de control de acceso. (d) Que la comunidad se comprometa y presente garantías de que ha de asumir los gastos de instalación, operación y mantenimiento de las facilidades necesarias para el control del acceso a la urbanización o comunidad.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 2, ef. 120 días después de Mayo 20, 1987; Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 3, ef. Agosto 10, 1988; Julio 16, 1992, Núm. 22, art. 2. §64b.Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles – Notificaciones (a) Radicación de solicitud y notificación de vistas públicas. – Toda petición de permiso o autorización de control de acceso deberá radicarse ante el municipio en cuya jurisdicción radique la calle o calles que su acceso se proponga controlar de conformidad con lo establecido en las secs. 64 et seq. de este título y en los reglamentos adoptados conforme a ella. El municipio deberá celebrar vistas públicas no más tarde de los cuarenta y cinco (45) días del recibo de dicha petición, luego de dar aviso al público de la fecha, sitio y naturaleza de la vista mediante notificación escrita a los residentes de la urbanización, calles y comunidad residencial, pública o privada, para la que se solicita el control de acceso y la publicación de un aviso en uno de los periódicos de circulación general o regional en Puerto Rico, con no menos de treinta (30) días de anticipación a la fecha de la vista. Sólo podrán utilizarse periódicos de circulación regional si el municipio de que se trate está dentro de la región servida por el mismo. (b) Notificación a las agencias. – No más tarde de los diez (10) días siguientes a la fecha de su presentación, el municipio enviará copia de la solicitud de control de acceso y notificará la fecha, hora y lugar señalado para las vistas públicas del Departamento de Transportación y Obras Públicas, la Policía de Puerto Rico, el Cuerpo de Bomberos de Puerto Rico, la Autoridad de Energía Eléctrica, Autoridad de Acueductos y Alcantarillados y al Servicio de Correos. También notificará al Departamento de Recursos Naturales cuando para la construcción, instalación, mantenimiento y operación del control de (51) acceso propuesto se requiera el corte o poda de árboles en propiedad pública o privada; a la Autoridad Metropolitana de Autobuses en caso de solicitudes para calles, urbanizaciones o comunidades ubicadas en áreas servidas por dicha Autoridad y a cualesquiera otras agencias de servicios públicos que el municipio estime necesario o conveniente. El municipio enviará, además, a cada una de dichas agencias copia de toda la documentación en su poder que sea útil, conveniente o necesaria para que las agencias puedan evaluar la solicitud de permiso de control de acceso y emitir su opinión y decisión. (c) Endoso de agencias. – Cada agencia deberá expresar por escrito si endosa o no el control de acceso propuesto en o antes de la celebración de la primera vista pública. De favorecerlo, pero con modificaciones y condiciones, expresará claramente en qué consisten y las justificaciones de las mismas. De oponerse al control de acceso se expresarán las razones para negar su endoso y de ser solicitado por el municipio acompañará copia certificada de los estudios, informes, mensuras, opiniones y otros documentos que fundamenten la determinación de la agencia de que se trate. Las agencias que no comparezcan por escrito antes de concluir la primera vista pública se entenderá que endosan los controles de acceso en la forma y extensión propuesta en la solicitud al efecto. (d) Dictamen del municipio. – El municipio emitirá su decisión sobre toda solicitud de permiso de control de acceso no más tarde de los diez (10) días laborables siguientes a la fecha de celebración de la última vista pública. Si la determinación del municipio favorece los controles propuestos por la Junta, Consejo o Asociación de Residentes, emitirá un dictamen final y autorizará la implantación. Dicho dictamen será firme desde la fecha del archivo en el municipio de copia de su notificación. Si la autorización del municipio modifica o establece restricciones a los controles propuestos por la Junta, emitirá un dictamen preliminar que contendrá las condiciones, cambios o modificaciones bajo los cuales deberá (52) desarrollarse el proyecto teniendo que adoptarse dicho dictamen preliminar mediante declaración firmada por no menos de tres cuartas (3/4) partes de los propietarios, dentro de los quince (15) días siguientes a la fecha de archivo en el municipio de copia de su notificación. La firma de dichos propietarios estará limitada a un propietario por vivienda. El dictamen preliminar adoptando el control de acceso con las condiciones impuestas por el municipio será firme a la fecha del archivo en el municipio de la declaración antes requerida. (e) Reconsideración y revisión judicial. – Toda persona, Asociación de Residentes, urbanizador o desarrollador que no esté de acuerdo con la decisión del municipio sobre una solicitud de permiso de control de acceso, podrá solicitar su revisión judicial dentro de los veinte (20) días siguientes a la fecha de archivo en el municipio de copia de la notificación concediendo la autorización o permiso de control de acceso o del archivo de la declaración jurada adoptando el dictamen preliminar, según sea el caso. El Tribunal emitirá su decisión dentro de los treinta (30) días siguientes a la fecha de la solicitud de revisión. Toda agencia que de acuerdo a la ley y reglamentos correspondientes deba aprobar, endosar, recomendar o tomar alguna otra acción sobre el diseño, planos y otros particulares necesarios para solicitar y obtener los permisos de construcción y uso de controles de acceso en una calle, urbanización o comunidad, deberá emitir su decisión o determinación dentro del término de treinta (30) días, contados a partir de la fecha en que la Asociación de Residentes o su representante someta todos los documentos requeridos para ello. Por su parte la Administración de Reglamentos y Permisos deberá emitir o denegar el permiso de construcción dentro del término de cuarenta y cinco (45) días, contados a partir de la fecha en que la Asociación de Residentes someta la solicitud de dicho permiso con las aprobaciones o endosos de otras agencias que se requieran y con todos los documentos o estudios exigidos por ley y reglamento. La autorización estará igualmente sujeta a que no se imposibilite cumplir con la reglamentación vigente sobre acceso a las playas; que no se imposibilite o dificulte (53) a los residentes externos a la comunidad el uso y disfrute de las instalaciones deportivas, recreativas y de otras facilidades comunales, ni se le imposibilite recibir servicios de las instituciones privadas, como escuelas, iglesias, hospitales, clubes cívicos y otros, ubicados en la comunidad y que no constituya una barrera física o arquitectónica a ciudadanos impedidos; derechos que se dilvulgarán al público mediante la colocación de rótulos visibles a las entradas de las comunidades que disfruten del sistema de control de acceso conforme a lo dispuesto en las secs. 64 et seq. de este título, identificándose en dichos rótulos las instalaciones y facilidades públicas existentes en dicha comunidad. – Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 3, ef. 120 días después de Mayo 20, 1987; Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 4, ef. Agosto 10, 1988; Julio 16, 1992, Núm. 22, art. 3. §64b-1. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles – Solicitud antes de lotificar o desarrollar Cualquier urbanizador, desarrollador de terrenos o constructor de urbanización, lotificación o lotificación simple, antes de vender, de haber concedido una opción de compra o de cualquier otra forma haberse comprometido a vender una vivienda, solar, lote o terreno de los que se propone desarrollar o lotificar, podrá establecer en éste los controles de acceso, sujeto a que cumpla con las disposiciones de las secs. 64 et seq. de este título y de las ordenanzas y reglamentos que adopte el municipio que le sean aplicables y obtenga previamente la correspondiente autorización o permiso de control de acceso del municipio donde ubique la urbanización, lotificación o lotificación simple, según sea el caso. El municipio establecerá por reglamento, en consulta con la Junta de Planificación de Puerto Rico, el procedimiento para conceder autorizaciones o permisos de control de acceso bajo esta sección. Los urbanizadores o desarrolladores no estarán sujetos a lo dispuesto en los incisos (a), (c) y (d) de la sec. 64a, ni de la sec. 64b de este título.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 4, adicionada en Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 6, ef. Agosto 10, 1988; Julio 16, 1992, Núm. 22, art. 4. (54) §64b-2. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles--Demostración de solicitud Todo urbanizador o desarrollador de terrenos o constructor de urbanización, lotificación o lotificación simple que por sí, a través de cualquier otra persona, o en cualquier forma ofrezca, exhiba, promueva o anuncie la venta de viviendas, solares, lotes o terrenos con acceso controlado deberá mostrar el original certificado del correspondiente permiso, según expedido por el municipio, al momento de acordar o firmar cualquier compromiso u opción de compraventa. Si a la fecha de firmarse dicha opción la solicitud de permiso de control de acceso todavía se encuentra pendiente en el municipio correspondiente, el urbanizador o desarrollador vendrá obligado a informar al potencial comprador la etapa en que se encuentra dicha solicitud. Todo urbanizador o desarrollador deberá entregar a todo adquirente copia certificada del permiso de control de acceso otorgado por el municipio correspondiente en el momento que se otorgue escritura de compraventa. Toda persona que incumpla lo antes dispuesto estará sujeta a una multa administrativa no menor de mil quinientos (1,500) dólares ni mayor de tres mil (3,000) dólares. Se considerará una violación separada por cada vez que se deje de cumplir la obligación antes impuesta. Ningún urbanizador o desarrollador de terrenos o constructor de urbanización, lotificación o lotificación simple podrá por sí, a través de cualquier otra persona o en cualquier forma, ofrecer, exhibir, promover o anunciar la venta de viviendas, solares, lotes o terrenos induciendo a creer que la calle, urbanización o comunidad tendrá acceso controlado sin haber obtenido del municipio a que corresponda y tener vigente el permiso de control de acceso exigido en las secs. 64 et seq. de este título, de haber solicitado permiso, indicar la etapa en que se encuentre el mismo. Toda persona que viole las disposiciones de esta sección estará sujeta a una multa administrativa no menor de mil quinientos (1,500) dólares ni mayor de tres mil (3,000) dólares. Se considerará una violación separada por cada día que se incurra en la conducta antes prohibida. El Departamento de Asuntos del Consumidor tendrá jurisdicción primaria para dilucidar y resolver las querellas presentadas al amparo de esta sección de acuerdo a (55) los procedimientos y normas establecidos en las secs. 341 et seq. del Título 3, conocidas como Ley Orgánica del Departamento de Asuntos del Consumidor y de los reglamentos adoptados en virtud de la misma, que no sean incompatibles con lo dispuesto en esta 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 4a, adicionada en Julio 16, 1992, Núm. 22, art. 5. §64c. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles – Limitaciones Esta autorización se concederá sujeto a que bajo ninguna circunstancia se impida el libre acceso a la Policía, Bomberos o cualquier otro servicio de emergencia, incluyendo los servicios de ambulancias públicas o privadas y de los empleados de las corporaciones públicas, sus agentes o contratistas que ofrecen servicio de agua, energía eléctrica, teléfono o recogido de desperdicios sólidos como tampoco de ningún funcionario o empleado que deba visitar la comunidad en funciones oficiales, estudiantes, maestros, funcionarios y empleados del Departamento de Instrucción Pública que presten servicios en las escuelas. Disponiéndose, que si por razón de no haber una persona o mecanismo eficaz que se pueda activar para facilitar el acceso a la comunidad en circunstancias de emergencia y los agentes de seguridad y orden público antes mencionados se vieran en la obligación de forzar, destruir, mutilar o remover las facilidades de control de acceso, el Estado Libre Asociado de Puerto Rico ni los municipios serán responsables por los daños ocasionados a éstos.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 4, ef. 120 días después de Mayo 20, 1987; renumerada como sec. 5 en Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 5, ef. Agosto 10, 1988. §64d.Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles--Violaciones; revocación Cualquier violación o incumplimiento de los requisitos antes establecidos conllevará la revocación automática de la autorización, excepto cuando el permiso o autorización se haya inscrito en el Registro de la Propiedad de Puerto Rico según se autoriza en la sec. 64d-1 de este título. Los gastos de desmantelar o remover las facilidades de control de acceso serán responsabilidad y por cuenta de los residentes y propietarios (56) de la urbanización o comunidad concernida que favorecieron el control de accesos. Cuando el permiso o autorización conste inscrito en el Registro de la Propiedad de Puerto Rico no se podrá revocar la autorización pero el municipio en donde ubique el desarrollo o lotificación podrá imponer sanciones, de existir una ordenanza municipal a tal efecto, a toda persona natural o jurídica responsable de violar o incumplir los requisitos antes establecidos. Cuando el permiso o autorización se haya solicitado por el urbanizador, el desarrollador o el constructor éstos serán responsables por dichos incumplimientos o infracciones mientras no se hayan vendido y entregado más del sesenta y cinco por ciento (65%) de las residencias, solares o lotes de que consta la urbanización, lotificación o lotificación simple. Cuando hubiese constituido un Consejo, Junta o Asociación de Residentes ésta será responsable del incumplimiento o infracción de las disposiciones de la sec. 64c de este título y mantendrá bajo su autoridad el control de acceso para administrarlo y mantenerlo. Los gobiernos municipales de Puerto Rico tendrán facultad para aprobar aquellas ordenanzas municipales que sean necesarias para sancionar las violaciones a las disposiciones de las secs. 64 a 64g de este título o del reglamento promulgado a su amparo hasta un máximo de doscientos cincuenta (250) dólares por cada violación. Cada día en que se incurra en la misma violación será considerada como una violación separada.– Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 5, ef. 120 días después de Mayo 20, 1987; enmendada y renumerada como sec. 6 en Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 7, ef. Agosto 10, 1988. §64d-1. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles – Inscripción; requisitos El permiso y autorización a que se refiere la sec. 64 de este título podrá inscribirse en el Registro de la Propiedad de Puerto Rico como un gravamen real sobre la finca cumpliendo los siguientes requisitos: (a) Cuando la solicitud de permiso y autorización fue hecha por un urbanizador, desarrollador o constructor que haya cumplido con lo establecido en la sec. 64b-1 de este título deberá el titular y propietario registral hacer la solicitud de inscripción en escritura pública y someterá certificación de la Junta de Planificación de Puerto Rico (57) y del municipio en donde ubique el desarrollo o lotificación en la que se haga constar que se cumplieron los requisitos expuestos en la sec. 64b-1 de este título y las condiciones o limitaciones impuestas para la concesión del permiso o autorización. Si la finca sobre la que ha de inscribirse el gravamen estuviese segregada o su segregación fuere solicitada se inscribirá el gravamen sobre cada una de las nuevas fincas segregadas o a segregarse. Si no estuviese segregada la finca y luego se segrega entonces al momento de cada segregación el registrador de la propiedad hará constar en cada inscripción de las nuevas fincas la existencia del gravamen. (b) Cuando la solicitud de inscripción sea hecha por cualquier otra persona que no sea el urbanizador, desarrollador o constructor se requerirá que la solicitud de inscripción sea hecha mediante escritura pública suscrita por los titulares registrales que son propietarios de más del cincuenta por ciento (50%) de las fincas que forman parte de la urbanización, calle o comunidad a la que se le ha extendido el permiso y autorización y se acompañará una certificación del municipio que concedió la autorización y permiso en la que se hará constar el otorgamiento de dicho permiso y las condiciones impuestas. Dicha solicitud de inscripción podrá hacerse mediante escritura pública por el Consejo, Junta o Asociación de Residentes que esté debidamente organizado a tenor con las leyes de Puerto Rico y esté en funciones, pero en este caso deberá presentarse una declaración jurada de cada titular registral que sea propietario de cada una de las fincas sobre las que ha de constituirse el gravamen en la que éstos certifiquen que consienten la inscripción del gravamen y que autorizan al Consejo, Junta o Asociación a solicitar la inscripción y se hará constar la descripción registral del inmueble. La inscripción aquí dispuesta sólo surtirá efecto sobre aquellas fincas cuyos titulares hayan consentido la inscripción. Cuando el titular haya consentido la inscripción del gravamen condicionado a que el gravamen sea constituido por determinado por ciento de propietarios de la urbanización, calle o comunidad se deberá acreditar adecuadamente el cumplimiento de la condición antes de que se pueda inscribir la autorización y permiso como gravamen sobre la finca del propietario autorizante sujeto a dicha condición. La inscripción aquí autorizada estará sujeta al pago de derechos de inscripción de cinco (5) dólares en comprobantes de rentas internas, y la de cancelación igual cantidad, sin que pueda cobrarse cantidad adicional alguna por el Registrador de la (58) Propiedad de Puerto Rico.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 8, adicionada en Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 8, ef. Agosto 10, 1988. §64d-2. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles--Cancelación de inscripción; requisitos La inscripción en el Registro de la Propiedad de Puerto Rico del permiso y autorización señalado en la sec. 64d-1 de este título podrá cancelarse cumpliendo con las siguientes disposiciones: (a) Cuando la inscripción fue solicitada bajo las disposiciones del inciso (a) de la sec. 64d-1 de este título se requerirá que consientan a la cancelación el noventa por ciento (90%) de los propietarios de las fincas sujetas al gravamen. (b) Cuando la inscripción fue solicitada bajo las disposiciones del inciso (b) de la sec. 64d-1 de este título se requerirá que consientan a la cancelación el setenta y cinco por ciento (75%) de los propietarios de las fincas sujetas al gravamen. (c) Cuando el control del tráfico y acceso no sea de utilidad para la urbanización, calle o comunidad, el Consejo, Junta o Asociación de Residentes podrá recurrir al Tribunal Superior con competencia para que éste autorice la cancelación de la inscripción con citación a todas las partes interesadas. Este procedimiento podrá utilizarse cuando no se pueda utilizar los mecanismos establecidos en los dos incisos anteriores.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 9, adicionada en Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 8, ef. Agosto 10, 1988. §64d-3. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles--Obligación de contribuir proporcionalmente; propietarios (a) El Consejo, Junta o Asociación de Residentes está facultada para imponer una cuota para cubrir los costos y gastos de instalación, operación y mantenimiento del sistema de control de acceso, incluyendo los salarios o jornales del personal contratado. Asimismo, está facultada para cobrar dicha cuota y reclamar la deuda a un propietario por este concepto por la vía judicial. (59) La obligación de pago recaerá en los siguientes propietarios: (1) Los propietarios de fincas en las que se haya inscrito la autorización o permiso bajo el procedimiento establecido en la sec. 64d-1 de este título. (2) Los propietarios que autorizaron la solicitud para establecer el control de acceso, según fue implantado. (3) Todo propietario adquirente de una finca, ubicada en una urbanización, calle o comunidad que ha sido autorizada por el municipio correspondiente para controlar el acceso o que, a la fecha de la compraventa, se encontrara en trámite de obtener el consentimiento de tres cuartas (3/4) partes de los propietarios y así conste en actas. (4) Cuando la solicitud fue hecha por el urbanizador, desarrollador o constructor, el pago de cuota será obligatorio para toda persona que advenga dueño del inmueble. (5) Los propietarios que no autorizaron expresamente el establecimiento del sistema de control de acceso, pero que en fecha posterior se comprometieron al pago mediante contrato escrito. (b) La cantidad proporcional con que debe contribuir cada uno de dichos propietarios a los gastos señalados se determinará, fijará e impondrá al principio de cada año calendario o fiscal y vencerá y será pagadera en plazos mensuales. Las cuotas que no sean satisfechas dentro del plazo fijado para su pago devengarán intereses al tipo máximo legal fijado para préstamos personales, según lo establezca la Junta Reguladora de Tasas de Interés para préstamos personales concedidos por la banca comercial. La falta de pago de tres (3) o más plazos consecutivos conllevará una penalidad adicional equivalente a uno por ciento (1%) mensual del total adeudado. El propietario que esté en mora será requerido de pago mediante correo certificado con acuse de recibo y de no efectuar el pago en el plazo de quince (15) días a partir del recibo de la notificación por correo certificado se le podrá exigir el pago por la vía judicial, en cuyo caso el tribunal impondrá al deudor moroso el pago de costas y honorarios de abogado. (60) Cuando el demandante así lo solicitare, en aquellos casos en que el propietario moroso hubiere arrendado el inmueble, el tribunal ordenará al arrendatario que consigue judicialmente a favor del demandante la cantidad necesaria de los pagos correspondientes al arrendador por concepto de cánones de arrendamiento, según vayan venciendo, hasta que se cubra totalmente la deuda del propietario. – Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 10, adicionada en Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 8, ef. Agosto 10, 1988; Julio 16, 1992, Núm. 22, art. 6. §64d-4. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles – Crédito preferente; limitación El crédito contra cualquier propietario por su parte en los gastos a los que se refiere el inciso (a) de la sec. 64d-3 de este título tendrá preferencia sobre cualquier otro crédito de cualquier naturaleza, excepto los siguientes: (a) Los créditos a favor del Estado Libre Asociado de Puerto Rico y la correspondiente municipalidad por el importe de las cinco (5) últimas anualidades y la corriente no pagada, vencidas y no satisfechas de las contribuciones que graven al inmueble. (b) Los créditos hipotecarios inscritos en el Registro de la Propiedad de Puerto Rico.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 11, adicionada en Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 8, ef. Agosto 10, 1988; Julio 16, 1992, Núm. 22, art. 7. §64d-5. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles--Responsabilidad solidaria de adquirentes voluntarios La obligación del propietario de un inmueble por su parte proporcional de los gastos señalados en la sec. 64d-3 de este título constituirá un gravamen sobre dicho inmueble cuando éste se haya constituido conforme a lo establecido en la sec. 64d-1 de este título. Por lo tanto, el adquirente voluntario del inmueble así gravado será solidariamente responsable con el transmitente del pago de las sumas que éste adeude, a tenor con la sec. 64d-3 de este título, hasta el momento de la transmisión, sin perjuicio del derecho del adquirente a repetir contra el otro otorgante, por las cantidades que hubiese pagado como deudor solidario. (61) El propietario de un inmueble sujeto a un gravamen por virtud de lo dispuesto en las secs. 64 a 64g de este título estará obligado a informar a cualquier adquirente voluntario de dicho inmueble los gravámenes que afecten al mismo por concepto de los gastos señalados en la sec. 64d-3 de este título. La información sobre los gravámenes que afecten el inmueble tendrá que ser suministrada al adquirente voluntario con anterioridad al cierre de la transacción que corresponda. El adquirente voluntario podrá incoar contra el titular que dejare de informar dichos gravámenes una acción por dos (2) veces el importe de lo adeudado por concepto de los gastos señalados en la sec. 64d-3 de este título, más las costas y honorarios del abogado demandante.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 12, adicionada en Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 8, ef. Agosto 10, 1988. §64e. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles – Reglamentos La Junta de Planificación de Puerto Rico adoptará un reglamento para ser utilizado por todos los gobiernos municipales en el establecimiento de normas y procedimientos necesarios para la obtención de autorizaciones y permisos para el control de tráfico de vehículos de motor y el uso público de las calles en las urbanizaciones y comunidades conforme a lo dispuesto en las secs. 64 et seq. de este título. Los gobiernos municipales podrán adoptar aquellas normas mediante ordenanza que estimen pertinentes en todo aquello que no sea incompatible con lo ya establecido en el reglamento de la Junta de Planificación y que sea necesario para llevar a cabo los propósitos de las secs. 64 et seq. de este título.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 6, ef. 120 días después de Mayo 20, 1987; enmendada y renumerada como sec. 13 en Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 9, ef. Agosto 10, 1988; Julio 16, 1992, Núm. 22, art. 8. §64f. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles – Fianza A los fines de conceder la autorización o permiso a tenor con lo dispuesto en las secs. 64 y 64b de este título el municipio donde ubique el desarrollo o lotificación podrá (62) requerir la prestación de una fianza o garantía cuya cuantía no excederá de dos mil (2,000) dólares. Dicha fianza o garantía responderá en las situaciones previstas en la sec. 64d de este título.– Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 14, adicionada en Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 10, ef. Agosto 10, 1988. §64g. Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles – Excepción al pago de cuota Los propietarios que no autorizaron expresamente el establecimiento del sistema de control de acceso no estarán obligados al pago de cuotas para el establecimiento, operación, mantenimiento o remoción de dicho sistema excepto en aquellos casos en que se comprometan a dichos pagos mediante contrato escrito. Cuando así se comprometan, estos propietarios estarán sujetos a las obligaciones y disposiciones de la sec. 64d-3 de este título. Todo propietario o residente tendrá acceso al área sujeta al control de acceso en igualdad de condiciones y todo propietario podrá participar con voz y voto en las asambleas generales que celebre el Consejo, Junta o Asociación de Residentes, independientemente de que sea o no miembro de dicho organismo.– Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 67, sec. 15, adicionada en Agosto 10, 1988, Núm. 156, p. 723, art. 10, ef. Agosto 10, 1988; Julio 16, 1992, Núm. 22, art. 9. §64h.Control del tráfico de vehículos de motor y uso público en ciertas calles--Notificación de adquisición (a) Toda persona que adquiera el título de una residencia en una urbanización, calle o comunidad donde se haya establecido un sistema de control de acceso notificará al Consejo, Junta o Asociación de Residentes su nombre, dirección y fecha en que adquirió la propiedad no más tarde de los treinta (30) días siguientes a la fecha de adquisición. Dentro de este término acreditará además con documentos fehacientes el hecho de la adquisición. Todo vendedor de cualquier propiedad en una calle, urbanización o comunidad de acceso controlado viene obligado a comunicar al adquirente voluntario el requisito de notificación aquí establecido en o antes de la fecha de adquisición. (b) En todo caso de venta o arrendamiento de una residencia dentro de una (63) urbanización, calle o comunidad donde se haya establecido un sistema de control de acceso, el titular de dicha residencia lo notificará al Consejo, Junta o Asociación de Residentes, dentro de los treinta (30) días siguientes a la fecha de la venta o arrendamiento. La notificación incluirá el nombre completo del adquirente o arrendador, la dirección y la fecha exacta de dicha venta o arrendamiento. Además deberá exigir al adquirente o arrendatario en el documento de venta o arrendamiento, según sea el caso, la expresión de que conoce y observará plenamente los preceptos de las secs. 64 et seq. de este título y del reglamento adoptado en virtud de la misma por el Consejo, Junta o Asociación de Residentes. El titular arrendador seguirá siendo el responsable exclusivo de las contribuciones para los gastos de reparación y mantenimiento de los dispositivos, equipos, sistemas y otros de control de acceso y además responderá del incumplimiento por parte del arrendatario de las disposiciones de las secs. 64 et seq. de este título y del Reglamento que le sean aplicables.--Mayo 20, 1987, Núm. 21, p. 65, sec. 16, adicionada en Julio 16, 1992, Núm. 22, art. 10. (64) Jurisprudencia Saldaña v. Consejo Municipal 15 D.P.R. 37 (1909) [Saldaña et al. v. El Concejo Municipal de San Juan, et al.] Apelación procedente de la Corte de Distrito de San Juan. No. 267.-Resuelto en enero 22, 1909. Los hechos están expresados en la opinión. Abogados de los apelantes: Sres. Alvarez Nava y Falcón. Abogados de los apelados: Sr. Hernández López. SR . MAC LEARY , JUEZ ASOCIADO : Como al dictarse la resolución de este caso se encontrara ausente el Presidente del Tribunal, y de los cuatro Jueces Asociados tuvieran dos una opinión y los otros dos opinaran de distinto modo, quedó subsistente la sentencia de la corte de distrito, en la forma en que la misma se dictara. Esta acción fué entablada ante la Corte de Distrito de San Juan, sección 1 a., por los siguientes ciudadanos de dicha capital de San Juan, á saber: José E. Saldaña, Eduardo Villar, apoderado de Alejandro Villar, C. Fredericksen, Isidro Luiña y Ramón Daubón, contra El Consejo Municipal de San Juan, y Antonio Pérez Pierret, en solicitud de una resolución del tribunal que revocara y anulara un acuerdo del consejo municipal de San Juan concediendo á Antonio Pérez Pierret el privilegio de construir y edificar un edificio de tres pisos, anexo á la fachada oeste del Teatro Municipal, que se levanta en la esquina de las calles de Tetuán y Allen, con su fachada principal hacia la plaza de Colón, de dicha ciudad de San Juan. y para obtener la revocación y anulación, asimismo, del contrato que por virtud y bajo la autoridad de dicha resolución se otorgara, y suplicando además que se expidiera una orden de injunction de carácter preliminar contra los demandados, el concejo municipal de San Juan y Antonio Pérez Pierret, prohibiéndoles llevar adelante la construcción de dicho edificio, y que en definitiva ordenara el tribunal la demolición de tal edificio y se repusiera la acera situada en la fachada oeste del teatro, sobre la que tal edificación se está llevando á cabo, al mismo estado que tenía antes de que (65) concediera la expresada autorización al demandado Pierret. Entre otras cosas, alega la demanda, substancialmente, que el día 14 de diciembre de 1907, Antonio Pérez Pierret otorgó un contrato con el concejo municipal de San Juan para edificar, sin costo alguno para la ciudad, un edificio de tres pisos anexo á la fachada oeste del edificio del Teatro Municipal, en la calle de Tetuán, y establecer en el mismo un café restaurant, según los planos y pliego de condiciones que aprobara el Departamento de Obras Públicas. Que inmediatamente después que estuviera terminado dicho edificio anexo, é implantado el café en el mismo, Pierret quedaba obligado, según los términos de dicho contrato, á traspasar la propiedad de dicho edificio, por escritura pública, á la ciudad de San Juan; y en remuneración de dicho traspaso, se concedería al Señor Pierret el libre uso de dicho edificio y Café, con el único fin de explotar un restaurant en el mismo, durante el período de veinticinco años á contar desde la fecha en que hiciera el traspaso de dicho edificio á la ciudad de San Juan. Se expresa también en la demanda, que el edificio anexo que Pierret está construyendo, por virtud y autoridad del expresado contrato otorgado entre él y el concejo municipal de San Juan, ha de levantarse en la fachada oeste del edificio del Teatro Municipal, sobre la acera que hasta entonces formara parte de la calle de Tetuán, situada dicha acera entre el pavimento principal de dicha calle y el mencionado edificio del teatro. Se expresa también en la demanda, que dicha acera y el trozo de terreno sobre el que Pierret está construyendo dicho edificio ha sido usado anteriormente, y por muchos años, ó desde tiempo inmemorial, como vía pública destinada á uso público y forma parte de la calle de Tetuán, y ha sido hasta ahora usada para la comodidad del público y de todas aquellas personas que asisten al teatro, proporcionando espacio suficiente para la entrada al edificio y salida del mismo. Se alega también en la demanda que el demandante José E. Saldaña es dueño de la casa No. 89 de la calle de Allen, de la ciudad de San Juan, con puertas, ventanas y habitaciones que dan á la calle de Tetuán frente por frente á la acera sobre la cual se está construyendo el edificio ya mencionado; que el demandante Alejandro Villar es propietario de la casa situada en la calle de Tetuán de dicha ciudad, contigua ó (66) siguiente al edificio del Teatro Municipal en dirección sudoeste del mismo; es decir, que después que termina la acera del teatro empieza la acera de la casa del demandante; que el demandante C. Fredericksen es propietario de la casa No. 64, de la calle de Tetuán de dicha ciudad, contigua á la casa propiedad de Saldaña y frente por frente al Teatro Municipal y al proyectado edificio anexo que se está construyendo frente á dicho teatro; y que el demandante José Antonio Daubón es propietario de la casa No. 94, situada en frente del edificio del Teatro Municipal, en su fachada oeste, haciendo esquina con la plaza de Colón; y que el terreno sobre el que se está construyendo dicho edificio anexo se encontraba, con anterioridad á dicha construcción construído de la misma manera que todas las aceras de la ciudad de San Juan. Presentaron los demandantes una solicitud especial interesando un injunction mientras durara el pleito, expresando en ella nuevamente los hechos expresados en la demanda y alegando especialmente la ilegalidad del acuerdo por el que se otorgara la concesión y las grandes injusticias á que el mismo daría lugar. El tribunal inferior concedió un injunction que había de expedirse después de presentada la fianza que se exigiera, y por él se prohibía, por tiempo determinado, al demandado Pierret, que continuara la construcción de dicho edificio, y se prohibía asimismo al otro demandado, la municipalidad de San Juan que procediera con arreglo al contrato; y de esta resolución interpusieron ambos demandados apelación para ante este tribunal. El concejo municipal de San Juan y el demandado Pierret comparecieron, como apelantes, ante este tribunal, por medio de sus respectivos abogados, y sometieron á su consideración cinco proposiciones que sirven de fundamento á la petición que formularan interesando la revocación de la sentencia. Estas cuestiones serán consideradas en el mismo orden en que han sido propuestas. 1. –Los apelantes alegan falta de jurisdicción en la corte inferior sobre la materia que es objeto de este pleito, sosteniendo que es indiscutible el punto de que las resoluciones del concejo municipal tienen carácter de ley y tienen el mismo valor y la misma eficacia que aquellas leyes que emanan ó proceden de la Asamblea Legislativa, y que el tribunal no tiene jurisdicción alguna para declarar su nulidad, á no ser que se (67) haya entablado antes un pleito entre las partes del que resultara que tales resoluciones se encuentran en conflicto con otras leyes ó disposiciones constitucionales. Se alega, además, que es el deber de los tribunales resolver casos pendientes entre partes, en las quee una alegue un derecho que sea negado por la otra, y que siempre es necesario que exista alguna controversia en que se niegue uno á reconocer derechos que otro alegue, y que tal controversia sea de naturaleza tal que envuelva cuestiones que propiamente puedan ser sometidas á la resolución de los tribunales. Citan los apelantes en apoyo de esta proposición la opinión de este tribunal en el caso de la Liga de Propietarios v. El Concejo Municipal de San Juan, en el que se discutía la validez de una ordenanza municipal. El caso de autos difiere muy sustancialmente del que se entablara entre la Liga de Propietarios y el Concejo Municipal de San Juan, porque en ese caso el pleito se entabló en la corte de distrito directamente para obtener la nulidad de una ordenanza aprobada, disponiendo la forma en que los propietarios de casas y los inquilinos de las mismas debían proceder á la recogida de las basuras y dictando las reglas á que habían de someterse en la recogida de tales basuras. El objeto de esa ordenanza era beneficiar la salud pública é impedir la propagación de enfermedades en la ciudad. El caso de autos fué entablado en la corte de distrito para anular un acuerdo del concejo de la ciudad concediendo un privilegio á un ciudadano particular para levantar y construir un edificio en una calle pública de la ciudad de San Juan y contiguo al Teatro Municipal, y autorizando el otorgamiento de un contrato con él por el que se le confiriera el uso y ocupación exclusiva de dicho edificio por el término de veinticinco años, al vencimiento del cual debía quedar á beneficio de la ciudad como medio de compensación ó pago del arrendamiento del suelo, que debería fijarse mientras tanto de mutuo acuerdo. En el primer caso, la ciudad de San Juan procedió como cuerpo legislativo; en el segundo caso sus actos son los de un propietario particular que trata de hacer un contrato de arrendamiento con un individuo sobre una propiedad que alega ser suya y sobre la cual ha tratado de ejercer los derechos de único propietario. Hay una gran diferencia entre los actos del concejo municipal, como cuerpo legislativo y los actos del mismo concejo ejecutados con el carácter de dueño ó propietario; por consiguiente, el caso citado, en que se emitiera la opinión de esta corte y en que las partes eran la Liga de Propietarios y el Concejo Municipal de San Juan, no constituye autoridad alguna á que deba sujetarse la resolución de este caso, (68) ni en sentido favorable ni en sentido adverso, á las cuestiones planteadas en el mismo. Por consiguiente, es evidente que la corte inferior tenía jurisdicción, según se alegó, con arreglo a la Ley Municipal de esta Isla que fué adoptada y aprobada el día 8 de marzo de 1906. 2. –Alegan los apelantes que hay falta de personalidad ó capacidad en los demandantes, que son apelados ante este tribunal, para presentar demanda y solicitud de injunction, en casos como el de autos, toda vez que, según los autos, tal demanda y solicitud parecen referirse á una perturbación de carácter público (nuisance), y en tales casos la única persona que tendría capacidad para entablar una acción semejante es el Attorney General de Puerto Rico. En apoyo de esta alegación citan los apelantes el artículo 64 del Código Político y el artículo 12 de la Ley de Injunction, aprobada en 8 de marzo de 1906. Mas, el caso presente, según resulta de los autos del mismo, no es un caso de perturbación (nuisance) de carácter público ó privado. Ni en las alegaciones, ni en la sentencia objeto de esta apelación, se hace referencia á perturbación alguna. Pero aun suponiendo que el injunction se expidiera por ese motivo y que la obstrucción de la acera, que aparece de los autos se considerara una perturbación de carácter público, no hay nada que impida á los demandantes obtener á su favor un mandamiento de injunction; como lo obtuviera el Estado de Pennsylvania actuando con capacidad privada en el caso de Pennsylvania v. The Wheeling Bridge Co., 54 U. S., 518; caso que ha sido citado con aprobación por el Tribunal Supremo de los Estados Unidos muchos años después en el de U. T. R. R. Co. v. Hall, 91 U. S., 355, y al cual caso hacemos referencia. Según la demanda, los demandantes suplican á la corte de distrito que dicte sentencia revocando y dejando sin efecto, ó anulando los acuerdos del concejo de la ciudad de San Juan aprobados en 5 y 12 de diciembre de 1907, y en veinte de enero de 1908, y que en su consecuencia revoque y deje sin efecto, en todas sus partes, la concesión que por virtud de tales acuerdos se otorgara á Don Antonio Pérez Pierret, ordenando la destrucción ó demolición de aquella parte del edificio que estuviere ya construída por virtud de esa concesión, y que la acera sobre la cual ha sido levantado ese edificio se reponga á su primitiva condición. Es, pues, bien claro que por la demanda no se trata de obtener simplemente la desaparición de un obstáculo público (nuisance) sino que su objeto principal es el de anular las expresadas resoluciones y los contratos otorgados entre el concejo de la ciudad y un ciudadano particular, que según se alega son ilegales y constituyen una violación de los derechos de los demandantes, pidiéndose también en la demanda la destrucción del (69) edificio que ha sido construído, petición que es consecuencia necesaria de la nulidad de las resoluciones por virtud de las cuales el edificio se estaba construyendo. Y se hace esta petición, no porque el edificio constituya un obstáculo ó perturbación, ya de carácter público ó privado, sino porque el concejo de la ciudad de San Juan carecía de facultades para autorizar la construcción del mismo, y sus resoluciones en este sentido eran ultra vires, y por consiguiente, nulas y sin ningún valor. La petición de injunction concuerda en todas sus partes con la súplica de la demanda, y solicita que se dicte un injunction prohibitorio ordenando á los demandados que se abstengan de cumplir ó llevar á efecto en cualquiera de sus particulares la concesión otorgada a Pierret por virtud de los acuerdos del concejo municipal, y que se dicte sentencia definitiva en ese sentido; por consiguiente, la solicitud de injunction se ajusta á la demanda al solicitar que se demore el cumplimiento de dichos acuerdos y la ejecución del contrato otorgado entre las partes, durante la pendencia del pleito y hasta que recaiga sentencia definitiva; y además no trataron los demandantes de ejercitar solamente un derecho de carácter público y de impedir que el público se perjudicara por los actos de los demandados, sino que ejercitaron un recurso para obtener reparación de ciertos perjuicios especiales que se ocasionaban á sus propias fincas, expresando las propiedades que cada uno poseía y probando que éstas estaban situadas muy cerca del edificio á cuya construcción se objetaba, y por consiguiente, que sufrían perjuicios especiales, además de los perjuicios generales que sufrieran los habitantes de San Juan, por la construcción del edificio en cuestión sobre la acera perteneciente á la calle de Tetuán, frente al teatro. El demandante Villar probó que tenía una casa con fachada á la calle de O'Donell, en la esquina de la calle de Tetuán, y que las ventanas y puertas del norte daban hacia la acera sobre la que se estaba construyendo el edificio anexo al teatro, y el cual necesariamente privaba á una parte de su edificio de ser vista desde la plaza de Colón. De la misma manera el demandante Saldaña posee una casa frente por frente al edificio en cuestión, y el demandante Daubón posee otra en la esquina adjunta, teniendo Fredericksen otra casa entre la de Villar y la de Saldaña, y todas ellas muy cerca del Teatro Municipal y del edificio salón que se pretende construir anexo á dicho teatro. Ha de ser, pues, evidente á cualquiera que examine cuidadosamente las alegaciones de este caso y las declaraciones juradas que se acompañaran con la solicitud de injunction, así como los planos presentados por cada una de las partes de este pleito, que los demandantes que entablaron este pleito y solicitaron la orden de injunction tienen un interés especial en este caso y alegan que sufren perjuicios especiales por razón del edificio en cuestión, además de aquellos que ha de sufrir la (70) comunidad en general; es, pues, claro que los demandantes tienen perfecto derecho para establecer esta demanda, y que si el Attorney General tuviera algún derecho para entablar alguna acción, que es muy posible, ese derecho es independiente de los que tienen los demandantes en este caso, y en manera alguna se opone el derecho de aquél al ejercicio del derecho de los últimos; que el recurso que confieren los estatutos al Attorney General y especialmente el artículo 12 de la Ley de Injunction, es concurrente con los derechos de los contribuyentes y propietarios de la ciudad de San Juan de solicitar la protección de los tribunales siempre que sufran perjuicios especiales, y siempre que sus bienes ó fincas estén expuestos á sufrir daños ó deterioros por actos que ilegalmente ejecute el concejo municipal de San Juan en relación con algún individuo particular que resida en la misma ciudad. Por consiguiente, me parece completamente claro que los demandantes poseen personalidad ó capacidad suficiente para entablar este pleito. 3. –Alegan los apelantes que si los demandantes tuvieron en alguna ocasión derecho alguno para entablar una demanda de la naturaleza de la que han establecido contra los demandados, éste ha quedado prescrito con anterioridad á la institución del mismo, y alegan, en apoyo de esta proposición, que los acuerdos del concejo de la ciudad de San Juan que los demandantes tratan de anular, fueron tomados en sesiones públicas celebradas en los días cinco y doce de diciembre de 1907, y que desde esa fecha hasta el 25 de enero de 1908, en que se entablara la demanda, han transcurrido más de 30 días que es el término que fija la ley municipal, en su sección 93, para impugnar las resoluciones y los acuerdos de carácter municipal. Suponiendo que esta objección fuera buena, nunca podría hacerse en oposición á la concesión de un injunction, sino que debe ser alegada en oposición á las peticiones formuladas en la demanda original. El injunction concedido en este caso es una medida de carácter subsidiario y solamente temporal y si la alegación de prescripción fuera en definitiva declarada con lugar, el injunction caería juntamente con la demanda que le diera origen. Pero examinemos el estatuto en que los demandados basan su alegación de que la causa de acción, si es que ha habido alguna, ha quedado prescrita y no puede prosperar. La sección de la ley municipal que se cita como fundamento de esa alegación se encuentra en el tomo de leyes de 1906, página 134 y dice así: "Sección 93. --Cualquier persona residente dentro de los límites de un municipio que se crea lesionada por cualquier acuerdo, ó resolución ó por cualquier acto de un (71) concejo municipal ó de un funcionario municipal, podrá impugnar dicho acuerdo, resolución ó acto, mediante el ejercicio de una acción ante un tribunal de justicia de jurisdicción competente. Del propio modo podrá interponerse por cualquier persona residente en el municipio una acción judicial contra cualquier acuerdo ó resolución de un concejo municipal que lesione los intereses generales del municipio siempre que la demanda se establezca en el término de treinta días, á contar de la fecha en que el acuerdo ó resolución sean publicados. Caso de que dicha persona esté imposibilitada para emplear letrado ó defensor que lleve adelante la citada acción podrá recurrir al Attorney General de Puerto Rico por medio de solicitud acompañada de una declaración jurada manifestando que carece de recursos pecuniarios para emplear letrado por su cuenta, y si el Attorney General estimare que dicha solicitud está bien fundada y que el recurrente se halla pecuniariamente imposibilitado para utilizar los servicios de un letrado defensor, puede por sí mismo ó por medio del fiscal de distrito, llevar la representación del recurrente ante el tribunal. El Attorney General de Puerto Rico podrá conocer por sí mismo de cualquier ordenanza, resolución ó acuerdo, al tener conocimiento de ello en cualquiera forma y procederá como si se hubiere recurrido personalmente ante él." Se ve fácilmente que esta sección trata de dos clases de casos: El primero se refiere á pleitos por perjuicios ocasionados á individuos particulares, y el segundo á pleitos por razón de ordenanzas ó resoluciones que pudieran perjudicar los intereses de la municipalidad. Para los casos de la primera clase no se fija limitación alguna, especial, al término dentro del cual deba entablarse la acción, y desde luego se entiende que tal limitación es la prescrita por las leyes generales que al asunto se refieran. En cuanto á la segunda clase de casos "la acción debe entablarse dentro de un período de treinta días á contar de la fecha en que el acuerdo ó resolución sean publicados." Por consiguiente, si el caso de autos está comprendido dentro de aquellos que corresponden á la primera clase, la limitación de treinta días no tiene aplicación alguna. Y si está comprendido dentro de los casos que á la segunda clase pertenezcan el término concedido no empieza á correr sino desde que la ordenanza ó resolución sean publicados, que según aparece de los autos tal publicación ha tenido lugar desde el momento en que se dió principio á la obra en la construcción del edificio, ó sea menos de una semana antes de entablarse la presente acción. Por consiguiente, en cualquiera de esos casos, el término fijado por el estatuto no (72) había expirado. En contestación á esta objeción que se hace con respecto á la ley de prescripción, alegan los apelados que las resoluciones ó acuerdos impugnados por ellos no fueron publicados en la forma que requiere la ley municipal, á la que ha de sujetarse la ciudad de San Juan, y que los apelados, que son los demandantes ante el tribunal inferior, no tuvieron conocimiento de los acuerdos del concejo de la ciudad, ó del contrato que por virtud de los mismos se otorgara, sino cuando dieron verdadero principio á la obra que, según se observara, empezó á mediados del mes de enero, ó poco tiempo después. Así, tomando en consideración todas las circunstancias que rodearon este caso, y apreciándolas con arreglo á las disposiciones del Código Civil, así como de la Ley Municipal que sirve de fundamento á esta demanda no podemos aceptar que la prescripción podía alegarse con éxito en relación con la solicitud de injunction presentada en este caso. Debemos resolver por el contrario, que dicha solicitud fué presentada en época oportuna; y que si la prescripción habría de invocarse en forma alguna, debe ser alegada y sostenida en relación con la demanda original, al venir definitivamente á juicio el pleito principal que es el que envuelve la nulidad de las resoluciones ó acuerdos del concejo de la ciudad y del contrato que por virtud de los mismos se otorgara. 4. –Alegan los apelantes que es principio de jurisprudencia que toda solicitud de injunction debe expresar y consignar en forma clara y concisa los perjuicios precisos y concretos causados por los actos cuya suspensión se interese por virtud del auto de injunction; y que en el caso presente, los demandantes han dejado de expresar en su demanda, y en su solicitud de injunction, los daños específicos, distintos y determinados, que pudieran derivarse para ellos ó para la comunidad por virtud de las resoluciones ó acuerdos del concejo de la ciudad ó de las obras que se están construyendo como consecuencia de los mismos. Es conveniente expresar que los demandantes, en su solicitud de injunction, así como en la demanda que le sirve de fundamento, alegaron una violación de sus derechos, y demostraron que sus fincas, construídas desde hace mucho tiempo cerca del lugar en que se levanta el edificio cuya construcción impugnan, han sido desmejoradas y puestas en condiciones tales que hace menos probable el alquiler de las mismas para residencia particular ó para el establecimiento de negocios, siendo la causa de ello la construcción del proyectado edificio anexo al teatro, y la destrucción de la acera que se extiende entre el pavimiento (73) principal de las calles de Tetuán y O'Donell y la fachada oeste de dicho edificio del teatro. No es la extensión del daño ó perjuicio lo que da derecho á entablar un pleito, sino la existencia de tal daño, no importa cuan pequeño sea. La alegación de perjuicios por valor de un dollar, ó de un águila, es tan suficiente para fundar en ella una demanda, como si se alegaran perjuicios por valor de cien dollars ó de mil águilas. Por consiguiente, no estimamos que pueda sostenerse esta objeción dadas las alegaciones que en este caso se han hecho y las declaraciones juradas que en apoyo de las mismas se han presentado é incluido en los autos de esta causa. 5. –La quinta y última objeción planteada por los apelantes y por virtud de la cual pretenden que se revoque la orden dictada por la corte inferior concediendo el injunction temporal en este caso, es más complicada que cualquiera de las anteriores. Sostienen los apelantes que el terreno sobre el que ha de hacerse la proyectada construcción de este edificio, y á que hace referencia la orden de injunction, es propiedad particular de la municipalidad y forma parte de sus bienes patrimoniales, ya se la considere como parte ó parcela anexa al edificio del Teatro Municipal ó dependiente del mismo ó como un sobrante de la vía pública; y en apoyo de esta proposición citan los apelantes los comentarios de Scaevola con respecto al artículo 344 del Código Civil Español, que es equivalente al artículo 328 del presente Código Civil de Puerto Rico; se cita además el artículo 22 de la Ley Municipal de 1906, enmendado por la Ley de la Legislatura de Puerto Rico aprobada en 14 de marzo de 1907, y por virtud de esas autoridades se alega que el contrato hecho de acuerdo con las resoluciones citadas entre el concejo de la ciudad de San Juan y el demandado Antonio Pérez Pierret, no es un contrato de venta, ni de hipoteca, ni de arrendamiento, sino que es un contrato que no se encuentra comprendido en ninguno perteneciente á cualquiera de las tres clases citadas; que no es venta, porque no hay traspaso de propiedad; que no es hipoteca, porque no se exige finca alguna que responda al cumplimiento de la obligación; y que no es arrendamiento ó alquiler, porque no existe precio en efectivo, ni pago alguno que haya de hacerse periódicamente. En mi opinión, esta objeción carece de fundamento; porque me parece claro que el contrato existente entre el concejo de la ciudad de San Juan y el demandado Antonio Pérez Pierret es un contrato de arrendamiento que exige un alquiler por aquella parte de la calle ó acera ocupada por el edificio que dicho demandado está autorizado para fabricar, contiguo y anexo á la fachada oeste del Teatro Municipal; y no hace al caso (74) el que tal renta ó alquiler se pague en efectivo ó mensual ó trimestralmente, ó anualmente ó que se pague en forma de un edificio que ha de ser entregado, después de vencido el término de veinticinco años al concejo de la ciudad de San Juan como completo pago de los alquileres del terreno durante todo el término de dicho arrendamiento. Examinado el caso bajo un punto de vista imparcial y á pesar de cuantos tecnicismos y habilidades se hayan puesto en práctica en relación con este contrato para evitar los efectos de las disposiciones de la Ley Municipal que requiere la aprobación del Consejo Ejecutivo, y del Gobernador de Puerto Rico, parece completamente claro, después de todo, que el convenio celebrado entre Antonio Pérez Pierret y el concejo de la ciudad de San Juan no es ni más ni menos que el arrendamiento de un terreno por veinticinco años, que ha de pagar una parte, entregando á la otra el edificio que ha de levantarse sobre el terreno arrendado. Además, el concejo de la ciudad de San Juan no tiene facultades, con arreglo á la ley para autorizar á ninguna persona particular á que construya un edificio permanente sobre una de las calles, aceras ó plazas de la ciudad. Estas han sido destinadas al uso de los habitantes de la ciudad, y todos y cada uno de ellos desde el Gobernador, en su palacio, hasta el limosnero en su choza, tienen derecho al uso libre y continuado de las mismas. Cualquier acto del concejo de la ciudad por el que se trate de autorizar la construcción de un edificio sobre una de las aceras de esta ciudad es ultra vires, nulo y sin ningún valor; y cualquier ciudadano puede recurrir á los tribunales para que se le proteja contra un acto tan ilegal. Sect. 22, Leyes de 1906, p. 112. Sect. 65, Leyes de 1906, p. 124. Compañías de Ferrocarriles v. Keokuk Bridge Co., 131 U. S., 384. Brenham v. Water Company, 67 Tex., 554. Field et al. v. Barling et al., 149 Ill., 557-566. Smith et al. v. Mc. Dowell, 148 Ill., 51, 63, 68. Wheeler v. County of Wayne, 132 Ill., 599. Huesing v. City of Rock Island et al., 128 Ill., 477. Chicago Dock Co. v. Garrity et al., 115 Ill., 167. Cook County v. McCrea, 93 Ill., 238. Carter v. City of Chicago et al., 57 Ill., 283. Si la apreciación nuestra con respecto á los hechos del caso es correcta, entonces el (75) concejo de la ciudad de San Juan extendió las facultades y autoridad que le confiere la ley al tratar de hacer semejante contrato sobre el uso de una calle pública ó una parte de la misma, y su acción en este sentido es nula y sin valor alguno. Estas son las cinco cuestiones planteadas por los demandados, que son apelantes ante este tribunal, y ninguna de ellas, en mi opinión, presenta razón alguna que justifique la revocación ó nulidad de la orden de la corte de distrito concediendo el injunction temporal en este caso. Por las razones expuestas y habiéndose dictado perfectamente la orden de injunction para la protección temporal de los derechos que asistan á los demandantes, y habiéndose otorgado fianza para asegurar los perjuicios que pudieran sufrir los demandados por razón de la concesión ó expedición ilegal ó impremeditada de la orden de injunction, la sentencia dictada por la corte de distrito debe ser confirmada en todas sus partes. Confirmada. Juez concurrente: Sr. Figueras. Los Jueces Sres. Hernández y Wolf votaron por la revocación de la sentencia. El Juez Presidente Sr. Quiñones, no intervino en la resolución de este caso. OPINIÓN DEL JUEZ ASOCIADO , SR . WOLF: Este pleito fué entablado ante la Corte de Distrito de San Juan, sección primera, por José E. Saldaña, Eduardo Villar, apoderado de Alejandro Villar, C. Fredericksen, Isidro Luiña, Ramón Daubón, como apoderado de su padre José Antonio Daubón, representados todos por el Sr. Juan Hernández López contra el Concejo Municipal de San Juan y Antonio Pérez Pierret, en solicitud de una orden del tribunal por la que se revoque y anule un acuerdo del concejo municipal de San Juan, concediendo autorización a Antonio Pérez Pierret para construir un edificio de tres pisos anexo al del Teatro Municipal, por su fachada oeste, teatro que está situado en la esquina de las calles de Tetuán y Allen, con frente á la plaza de Colón, de la ciudad de San Juan, é interesando además que se expidiera un injunction pendente lite contra el Concejo Municipal de San Juan y Antonio Pérez Pierret, y que el tribunal ordene la destrucción (76) ó demolición de lo edificado, y que la acera contigua á la fachada oeste del edificio del teatro, sobre la que se está fabricando dicho edificio anexo, sea repuesta al ser y estado que tenía antes de otorgarse dicha concesión al demandado Pierret. En la demanda se expresa, entre otros hechos, que el día 14 de diciembre de 1907, Antonio Pérez Pierret celebró un contrato con el concejo municipal de San Juan para construir y fabricar, sin costo alguno para la ciudad, un edificio de tres pisos, con su jardín, anexo a la fachada oeste del edificio del Teatro Municipal en la calle de Tetuán, con arreglo a los planos y especificaciones que aprobara el departamento de obras públicas. Que inmediatamente después de terminada la construcción de dicho edificio anexo y jardín, Pierret quedaba obligado a otorgar escritura de traspaso de dicho edificio y jardín á favor de la ciudad de San Juan; que á cambio de dicha cesión el mencionado Pierret tendría el libre uso del indicado edificio y jardín con el objeto exclusivo de instalar en él y mantener un restaurant por el término de 25 años á contar desde la entrega de dicho edificio á la ciudad de San Juan. Que el edificio que Pierret estaba construyendo por virtud de la autorización concedídale en dicho contrato celebrado con el concejo municipal de San Juan está situado en la fachado oeste del edificio del Teatro Municipal sobre la acera que según se alegaba formaba parte de la calle de Tetuán situada entre lo que se alega ser pavimento central de dicha calle y el actual edificio del teatro. Que la expresada acera y el terreno sobre el que Pierret estaba construyendo dicho edificio vienen destinados desde hace muchos años, ó por tiempo inmemorial á vías públicas destinadas al uso público, y forman parte de lla calle de Tetuán, y han sido usados para la comodidad del público que acude al teatro, dando expansión cómoda á los que entran y salen del mismo. Que el demandante José E. Saldaña es dueño de la casa No. 89 situada en la calle de Allen de esta ciudad y tiene la fachada, puertas, ventanas y habitaciones que dan á la calle de Tetuán y precisamente frente por frente de la acera sobre la que se está construyendo actualmente el edificio antes mencionado. Que el demandante Alejandro Villar es dueño de la casa situada en la calle de Tetuán de dicha ciudad que está contigua é inmediata al edificio del Teatro Municipal, estando (77) situada en dirección nordeste á sudoeste; es decir, que después del término de la acera del teatro, empieza la acera contigua á la casa de este demandante. Que el demandante C. Fredericksen es propietario de la casa No. 64 situada en la calle de Tetuán de dicha ciudad y contigua á la casa propiedad de Saldaña y precisamente en frente del Teatro Municipal y del edificio anexo que se está construyendo al lado de dicho teatro. Que el demandante José Antonio Daubón es propietario de la casa No. 34 situada frente al Teatro Municipal, por su lado oeste y forma esquina con la plaza de Colón. Que el trozo de terreno sobre el que se está construyendo el edificio no se encuentra en condición ó estado distinto á las demás aceras de la ciudad de San Juan. Los demandantes presentaron una solicitud especial interesando la expedición de un injunction pendente lite y en ella establecieron nuevamente los hechos de la demanda alegando especialmente la ilegalidad de la ordenanza y el perjuicio público que resultaría de la misma. El tribunal inferior concedió un injunction prohibiendo que el demandado Pierret continuara, durante el litigio, la construcción del edificio anexo al teatro y prohibiendo también á la municipalidad demandada que procediera de acuerdo con el contrato durante la pendencia de dicho litigio, y de esa resolución apelaron los demandados para ante este tribunal. Los apelados no trataron de establecer que han sido perjudicados por razón de la construcción del expresado edificio anexo al teatro. El fundamento de la solicitud interesando la expedición de la orden de injunction temporal era que los apelantes con sus actos darían lugar á la creación de un obstáculo de naturaleza pública. Los apelados no alegan ningún perjuicio en cuanto á luz y acceso de alguna de sus propiedades, ó en cuanto á la ventilación de las mismas, ni expresan que sean perjudicados en algún modo distinto al resto de la comunidad. Hay una alegación en el informe escrito de los apelados tendente á expresar que el restaurant mismo pudiera resultar en un perjuicio, pero esto mismo podría decirse de cualquier restaurant que estuviera situado dentro del límite natural é interior de la acera. Lo mismo podría (78) decirse con respecto al restaurant de Luiña establecido ya en la calle de Allen. El hecho de la edificación de un teatro puede ser algo más desagradable á las personas que tienen sus propiedades en las cercanías del mismo, pero si no se demuestra especialmente que la proyectada fábricación afecta á los intereses privados del demandante, tal incomodidad ó molestia no es suficiente á establecer ó determinar un perjuicio especial. Con igual razón podría alegarse que el teatro mismo con sus ruidos y su muchedumbre resultaría en perjuicio para los vecinos, y esta manera de argumentar podría continuarse ad libitum. No es suficiente que una persona sufra una molestia ó incomodidad de carácter moral. Lo que los apelados han tratado de probar es que la municipalidad de San Juan ha permitido á Antonio Pérez Pierret que empiece la construcción de un edificio de una acera que forma parte de la vía pública. No deseo entrar a discutir el punto de si esa acera es ó no parte de la vía pública, toda vez que esta cuestión puede resolverse con más propiedad en el pleito principal. La razón principal que justifica mi actitud en este caso es que los demandantes no son las partes que propiamente puedan tener derecho a un injunction de la clase á que pertenece el consignado en la orden de la corte inferior. La diferencia entre un perjuicio ó incomodidad (nuisance) de carácter público y los de naturaleza privada está bien expresada en la Enciclopedia de Derecho y Procedimiento, en la forma siguiente: "A. Definición. La expresión nuisance (perjuicio ó incomodidad) significa literalmente annoyance (disgusto ó malestar); es algo que produzca molestia, daño ó algún mal ó que esencialmente intervenga en el goce de la vida y de la propiedad. "B. Nuisances (perjuicios ó incomodidades), de carácter público y privado. Un nuisance ó perturbación de carácter público es aquel que afecta a los derechos de que gozan los ciudadanos como parte del público, es decir, los derechos a que todo ciudadano es acreedor, a diferencia de un nuisance ó perturbación de carácter privado que significa algo que se realiza en perjuicio, daño ó detrimento de las tierras, bienes ó heredades de otro y que no constituyan una violación del derecho de propiedad (trespass); así cualquier uso injustificado, poco razonable ó ilegal que una persona haga de sus propios bienes, ya sean muebles ó inmuebles con perjuicio de otro constituye un nuisance de carácter privado. Se verá, pues, que la diferencia entre un (79) nuisance de carácter público y uno de carácter privado no estriba en la naturaleza de la cosa que se haga sino de las circunstancias de que afecte al público en general ó solamente a algún individuo ó individuos en particular, y así, un mismo acto ó una misma construcción puede constituir un nuisance de carácter público y también de carácter privado con respecto á algún individuo a quien le ocasione un perjuicio especial distinto de aquel que ocasiona al público en general; mientras que, por el contrario, el hecho de que un nuisance constituya un perjuicio para un gran número de personas no es suficiente para considerarla de carácter público, si el perjuicio se realiza con respecto a la propiedad individual de cada persona y no con respecto al público en general como una comunidad. (29 Cyc., p. 1152.)" Ahora bien, si se ha probado algún perjuicio especial en este caso, ó si se pudiera probar, los demandantes podrían entablar su pleito á pesar del hecho de que hubiera asimismo un nuisance de carácter público. Pero el perjuicio que ellos sufren es el mismo que en unión de ellos sufre toda la comunidad, esto es, la obstrucción que se alega de la vía pública. Siendo esto así, creo que el caso está previsto ó regulado por la sección 12 de la Ley de Injunction. Leyes de 1906, página 85, que dice así: "Puede otorgarse un injunction para impedir la imposición ilegal de cualquier contribución, carga ó derecho, que sea ilegal, ó cualquier procedimiento para hacerlo cumplir; y cualquier número de personas, cuyas propiedades se hallen afectadas por una contribución ó derecho así impuesto, pueden unirse en la solicitud para obtener aquel injunction. Puede otorgarse éste, á nombre de "El Pueblo de Puerto Rico," para suspender y obtener la supresión de un perjuicio común (common nuisance). El fiscal del tribunal de distrito en que existiese un perjuicio común (common nuisance), ó el Fiscal General, apoyará, según su mejor saber y entender, la solicitud, y no exigirá fianza." Sostengo que, con arreglo á esta sección, la única persona que puede entablar un pleito para la supresión de un perjuicio público (public nuisance) es el Fiscal de la corte de distrito ó el Attorney General. Expresio unius est exclusio alterious. Si cualquier contribuyente ó propietario tuviera derecho á entablar un pleito semejante, sería ocioso autorizar al Pueblo de Puerto Rico para que lo hiciera, y creo que el objeto de la Legislatura fué evitar la institución de pleitos en general, cada vez que existiera un supuesto perjuicio público (public nuisance); en otras palabras, no habría de quedar (80) al criterio variable de cada ciudadano la cuestión de si se debiera ó nó entablar un pleito para la supresión de un perjuicio público (public nuisance), pues si así fuera los tribunales se verían hostigados con solicitudes de esta naturaleza. Otra de las razones en que se inspira esta opinión se establece en el caso de Yost v. Philadelphia etc. R. Co., 29 Leg. Int., 85, 29 Cyc. 1208, en los siguientes términos: "La razón que informa el principio de que la equidad no intervendrá para suprimir un perjuicio público á instancias de un individuo particular que no ha sufrido daño especial alguno, consiste en que si un individuo pudiera oponerse a una violación contra los derechos públicos ó á la comisión de un perjuicio público, cualquier otra persona podría hacerlo, y como una absolución ó sobreseimiento en un caso determinado no sería obstáculo para la institución de otro pleito, no habría fin en los litigios." Con respecto a las leyes generales que gobiernan este punto consúltense también los siguientes casos: Johnson v. Baltimore, etc., R. Co., 4 App. Cas. (D. C., 491). Spring Valley Waterworks v. Fifield, 136 Cal., 14. Redway v. Moore, 3 Idaho, 312. Otros casos se encuentran citados en la página 1208 de la Obra Cyc., volumen 29. En el caso Redway v. Moore, de Idaho, citado en la página 317, la opinión expresa también los casos en que una persona particular puede entablar una acción para la supresión de un perjuicio público, ó sea, cuando pueda probar un perjuicio especial contra él mismo. En este caso no se ha alegado ni probado la existencia de un perjuicio especial, tal como esta expresión debe ser entendida en derecho. Pero en este caso se ha indicado que el artículo 93 de la Ley Municipal concede á toda persona un derecho especial para entablar una acción en casos de esta naturaleza. En substancia se dispone que cualquier persona residente dentro de los límites de un municipio que se crea lesionado por cualquier ordenanza ó resolución ó por cualquier acto de un concejo municipal, ó de un funcionario municipal, podrá impugnar los mismos, mediante el ejerciicio de una acción ante un tribunal de competente jurisdicción, y de la misma manera cualquier persona que resida en la municipalidad podrá interponer una acción judicial contra cualquier acto ó resolución de un concejo municipal que (81) lesione los intereses de la municipalidad, siempre que la demanda se establezca en el término de treinta días á contar de la fecha en que el acuerdo ó resolución sean publicados. Hay muchas resoluciones del concejo municipal que pudieran perjudicar los intereses de la comunidad. Pero á esta sección debe dársele una interpretación razonable; por ejemplo, no puede suponerse que la intención de la Legislatura fuera que un tribunal determinara los beneficios posibles que habrían de derivarse para la comunidad de determinada acción legislativa como por ejemplo la inclinación que deba darse á ciertas calles ó la extensión ó amplitud de determinadas vías públicas. La interpretación que debe darse á la ley es que esa acción podrá entablarse cuando aparezca que los actos realizados por el concejo municipal estén en forma alguna en conflicto con las leyes de Puerto Rico. Pero cualquiera que sea la interpretación que se le dé, habrá ciertamente un gran número de actos realizados por la autoridad municipal que en sus efectos no constituirían un perjuicio público, aún en el caso de que fueran perjudiciales a los intereses de la comunidad en general, y tales actos podrían remediarse en la forma prevista en esta sección de la ley municipal. El concejo municipal podría adoptar una ordenanza exigiendo el desalojo de determinados sitios públicos, ó adoptar cualquier otra resolución que pudiera afectar á la comunidad sin constituir por ello un perjuicio público. La Ley de Injunction, que tiene la misma fecha de la Ley Municipal, y que expresamente comprende en sus disposiciones los casos de perjuicio público (public nuisance) no siendo incompatible con los recursos que se establecen, en cierto modo confusamente, en la sección 93, es una regla de derecho que debe gobernar en litigios promovidos ante los tribunales de justicia. Se ha sugerido también durante la discusión habida en esta corte que la sección 12 de la Ley de Injunction tiene aplicación solamente a aquellos casos en que el objeto primordial del pleito lo constituye la supresión de un perjuicio (nuisance) y se solicitaba el injunction con tal propósito. El párrafo 1 de la sección 3 de la Ley de Injunction comprende el caso de un pleito entablado principalmente con el solo fin de obtener un injunction. El mismo párrafo 1 y los 2 y 3 de la misma sección autorizan en términos categóricos la expedición de un injunction durante la pendencia de un litigio. La sección 5 de la misma ley dice: "Podrá otorgarse un injunction en cualquier tiempo antes de haberse dictado sentencia, mediante petición ó declaración juradas, siempre que aquélla ó ésta en su (82) respectivo caso, demostraren satisfactoriamente que existen motivos suficientes para concederlo." La sección 12 de esa ley no hace distinción alguna entre aquellos casos en que el injunction constituya el objeto primordial del pleito, ó aquéllos en que sea sólo un recurso incidental del mismo. Según hemos manifestado ya, el objeto que se trata de conseguir con este pleito es la supresión de un supuesto perjuicio público. Si fuera un perjuicio público la supresión del mismo, no podría obtenerse por una persona particular que entablare un pleito para otro objeto y tratara de obtener por tal pleito la supresión del perjuicio como un incidente del mismo. La ley prescribe la forma en que un perjuicio público debe ser suprimido, y los individuos particulares no tienen derecho alguno para obtener esa supresión en una forma indirecta. Siendo mi opinión en este caso que el injunction no fue entablado ni concedido en la forma propia, estimo que es inútil discutir las demás cuestiones envueltas en el mismo. La sentencia debió haberse revocado. Gobierno de la Capital v. Casino Español 56 D.P.R. 790 (1940) [Gobierno de la Capital, demandante y apelante, v. Casino Español, demandado y apelado.] SENTENCIA declarando prescrita la acción sobre reivindicación de bienes muebles y absolviendo de ella al demandado, sin costas. Confirmada. SR . DEL TORO , JUEZ PRESIDENTE : Versa este pleito sobre reivindicación de bienes muebles. Se reclama un retrato de Isabel II, Reina de España, pintado por Federico Madrazo. Fue resuelto en contra de la parte demandante que apeló y señala en su alegato dos errores, el primero atribuido a la corte sentenciadora al apreciar la prueba y el segundo al declarar prescrita la (83) acción ejercitada. El debate fue planteado por el Gobierno de la Capital de Puerto Rico, parte demandante, como sigue: El Gobierno de la Capital es el sucesor del Municipio de San Juan, y como tal, dueño del retrato reclamado. Este se encuentra en la posesión ilegal del demandado. Vale treinta mil dólares. El Casino Español, demandado, negó que el demandante fuera dueño del retrato y en contrario alegó que él es el dueño por haberlo adquirido por donación que le hiciera en 1913 don Manuel Fernández Juncos. Como materia nueva alegó que la acción ejercitada por el demandante había prescrito de acuerdo con los artículos 1863, 1856 y 616 del Código Civil Revisado que corresponden a los artículos 1862, 1855 y 549 de la edición de 1930. Fue el pleito a juicio y la corte lo resolvió por sentencia de septiembre 12, 1936, como ya dijimos, en contra del demandante, por estimar que el retrato se encontraba en la legítima posesión del demandado a virtud de donación que le hiciera don Manuel Fernández Juncos y el tiempo transcurrido. Declaró prescrita la acción del demandante. Examinemos la prueba. El primer testigo que llamó el demandante fue Roberto H. Todd. Dijo, en resumen, que a partir del 1903 sirvió como Alcalde de San Juan por muchos años y en varias ocasiones, y antes, en 1901, como Concejal. No vió el retrato de que se trata en el municipio. Se le mostró un libro titulado "Inventario firmado el 25 de septiembre de 1873" en cuya página 6 tiene la siguiente anotación: "Un retrato al óleo de cuerpo entero, de doña Isabel II, de marco dorado. Cuatro mil pesos", y manifestó que suponía que fuera del Ayuntamiento de San Juan. El libro fue introducido en evidencia y admitido sin objeción. Vio el retrato en casa de don Manuel Fernández Juncos, un español bien acreditado, de muy buen arraigo entre puertorriqueños y españoles, que fue Ministro de Hacienda durante la Autonomía. El retrato estaba en la sala junto a otros cuadros. Volvió a (84) verlo en el Casino Español cuando estaba en la calle de la Fortaleza, en su salón principal. En mejores condiciones que antes. Observó que tenía la siguiente inscripción, "Ayuntamiento de Puerto Rico" y luego el nombre del autor, Madrazo. Era el testigo entonces Alcalde de San Juan y no hizo gestión alguna para reclamar el retrato. Nada manifestó en sentido contrario a un inspector de Auditoría. Se comunicó con el Sr. Pérez Lozada, Secretario del Casino, quien le dijo que éste había adquirido el retrato por donación o compra, no recuerda bien, de don Manuel Fernández Juncos. Y no investigó más. Se leyó entonces una declaración jurada de José Mauleón, manifestando que comenzó a trabajar en el Ayuntamiento de San Juan de Puerto Rico, hoy Gobierno de la Capital, siendo Alcalde Militar el Dr. Francisco del Valle Atiles y entonces vió en el salón de sesiones del Ayuntamiento el cuadro de que se trata. Que los cuadros permanecieron allí hasta el cambio de soberanía en 1899 y luego no sabe por qué no continuaron en la posesión del Pueblo en el Ayuntamiento. Llamado Arsenio R. Rodríguez, inspector de la oficina del Auditor de Puerto Rico declaró que como tal practicó una investigación en los libros del Gobierno de la Capital relacionada entre otras cosas con el retrato de la Reina Isabel II pintado por Madrazo y habló con el Sr. Todd al igual que con los Sres. Mariano Abril, Adolfo de Hostos y Mario Brau respecto del asunto; que examinó el inventario que cubre hasta el año 1873 y rindió su informe. Luis A. Castro, Secretario de la Capital, dijo que el archivo del municipio data de 1631 y hecho un examen no encontró en él documento oficial alguno del que conste que el Municipio se desprendiera de la propiedad o posesión del cuadro de doña Isabel II. Sí consta que el cuadro se compró por suscripción de los vecinos de San Juan quienes lo donaron al Municipio. Esa fue la evidencia aportada por el demandante. El demandado llamó a Juan García Verdomar, de setenta y cinco años de edad, nacido en la Coruña, España. Llegó a esta isla en diciembre 3, 1885. Fue empleado del Municipio desde mediados de julio, 1890, guardia urbano primero, luego ordenanza del Alcalde. Continuó sirviendo hasta que el Sr. Todd desempeño la Alcaldía siendo entonces jubilado. Vió en el salón de sesiones el retrato de la Reina. Recuerda que cuando el cambio de soberanía, 1898, (85) vió a don Manuel Fernández Juncos en el Ayuntamiento con otros señores paseando por las galerías inmediatas al salón y hablando "de los objetos de España", y observó que un señor preguntó a don Manuel "¿Para qué tú quieres eso?" y que él contestó, "Pues para hacer un museo." José Pérez Lozada, Secretario del Casino Español desde 1909, declaró que en el Casino había dos retratos de la Reina Isabel II pintados por Madrazo, uno de ellos de tamaño monumental, de cuerpo entero, que fue adquirido por donación de don Manuel Fernández Juncos, prócer de la colonia española, reconocido tanto como amigo de los españoles como del país puertorriqueño. Presentado al testigo un libro, lo reconoció como el de actas del Casino de 6 de diciembre 1907 a marzo 1916. El demandado introdujo en evidencia el párrafo final del acta que figura a la página 249 en lo relativo al cuadro de la Reina Isabel II. Se admitió con la objeción del demandante. Siguió el testigo declarando que desde 1913 en que el cuadro fue donado al Casino, éste lo colocó en el salón anexo al de baile. Cuando el Casino se instaló en la Calle de San José y luego en la de Fortaleza, estaba en el salón de baile. Ahora, en la Casa de España, está en el salón de lectura. El retrato fue retocado y barnizado y se le puso un marco nuevo. El Casino nunca ha sido inquietado en la posesión del mismo. La inscripción que el retrato tiene dice "Ayuntamiento de Puerto Rico, 1866." Recuerda haber visto el retrato en casa de don Manuel Fernández Juncos allá por el año 1899 ó 1900 y le consta personalmente que don Manuel lo donó al Casino. Este no tiene edificio. Está alojado en la Casa de España con otra institución española. El solo documento que tiene para acreditar la donación es el acta. El retrato puede valer cinco mil pesos. Compareció Ramón Fernández Náter, hijo de don Manuel. Dijo que el retrato en litigio fue llevado a su casa allá por el año 1898, en octubre. Antes lo tenían tirado en el Municipio en un cuarto que había abajo donde había trastos viejos. Lo llevaron a su casa junto con otros objetos procedentes del Municipio. "Mi padre vió ese cuadro allí y él sintió mucho esto y habló con el Alcalde don Francisco del Valle Atiles, y don Francisco le dijo que no tenía inconveniente en cederle ese cuadro a él, pero tenía sus (86) temores que había un gobernador militar, el General Ortega, que sin él.... Estuvo (el General) en casa .... le dijo a mi padre que él no ponía ningún inconveniente en que esos cuadros pasaran a manos de él, que fueran para él." Manifestó que el retrato estuvo siempre colocado en sitio ostensible en las varias casas que vivió su padre. "Al morir mi madre, quedó mi padre solo, con mis hermanas, y cogieron una casa más pequeña y papá le regaló ese retrato de Isabel II al Casino Español." Durante el tiempo que el cuadro estuvo en poder de su padre, nunca fue reclamado por el Municipio. Llamado Angel Cruz, Archivero del Gobierno de la Capital desde julio 1934 citado para que trajera los inventarios posteriores al 1898, declaró que dado el término breve que se le diera no pudo encontrarlos, no siendo fácil la búsqueda porque no estaban organizados. Se le presenta un libro y contesta, "Por el conocimiento que tengo, y lo que puedo leer aquí, es un libro de actas que dice `Material Ayuntamiento San Juan, 1899.'" Se le pide que diga si en el libro "aparece o no un acuerdo relativo a un cuadro de la reina doña Isabel II de España." Contesta que para ello tendría que leer todo el libro. El incidente se repite en relación con otros, sin que el testigo aporte dato concreto alguno sobre el particular. Terminada la prueba del demandado, el demandante llamó nuevamente al Inspector de la Auditoría de Puerto Rico Arsenio R. Rodríguez. Dijo que la oficina del Auditor tiene a su cargo la propiedad y cuentas de los Municipios de Puerto Rico. Se le muestran los libros de actas del Municipio de San Juan de 1898, 1900 y 1901 y dijo que los había examinado cuando practicó la investigación y también otros--1895 a 1935--"página por página buscando a ver si existía algún acuerdo donde se donara, transfiriera, vendiera o de modo alguno se cedieran esos cuadros de la Reina Isabel II, pintado por Madrazo, y el de don Ramón de Castro, pintado por Campeche", al Casino Español o al señor Marxuach. La investigación, que ordenó el Auditor como consecuencia de una denuncia, le llevó un mes completo. Rindió un informe, copia del cual se ofrece en evidencia. Se opone el demandado y el Juez resuelve "que quede como prueba ofrecida y no admitida." (87) La declaración termina así: "P. --¿En alguna ocasión se quejó el Municipio de San Juan o el Gobierno de la Capital de que le faltaban esos cuadros? "R. --No señor. "P. --¿De modo que eso obedeció a una queja de un individuo particular, a una denuncia? "R. --Sí señor." Sigue la declaración de Mario Brau Zuzuárregui, Director del Museo Insular. A la fecha del juicio tenía sesenta y seis años. Conoció el Ayuntamiento de Puerto Rico desde la edad de diez--la Casa Consistorial--donde había varios retratos, entre ellos el de Isabel II. Asegura que el cuadro de Isabel II estuvo allí hasta tres años y pico después de la llegada de los americanos, el mismo que luego vio en el Casino Español retocado y barnizado convenientemente. Calcula su valor en dos mil dólares. Tras una serie de preguntas termina reconociendo que fue él el que originó esta controversia con miras más bien a que se investigara la suerte que había corrido no el retrato de Isabel II sino el del General Castro. En la transcripción no aparece incluido el particular del libro de actas del Casino Español ofrecido en evidencia por el demandado y admitido por la corte con la oposición del demandante. A ese particular se refiere el juez sentenciador en su relación del caso y opinión, así: “Sigue el señor Fernández Juncos en posesión del cuadro hasta 1913, fecha en que dicho señor lo dona al Casino Español, según aparece del acuerdo que figura en el acta de la sesión celebrada el 23 de diciembre de 1913 transcrito a los folios 248 y 249 del libro de actas de dicho centro social. El precitado acuerdo dice así: “‘Se acuerda también aceptar el obsequio que don Manuel Fernández Juncos hace al casino con el muy apreciable presente del cuadro al óleo de la que fue Reina de (88) España, doña Isabel II, pintado por el insigne Madrazo, y que se den al Señor Fernández Juncos las más cumplidas gracias.’” Examinada la evidencia en relación con el fallo de la corte, hay que concluir que no fue cometido el primero de los errores señalados, o sea el que se refiere a la apreciación de la prueba. Prescindiendo de ciertas manifestaciones innecesarias, más o menos justificadas, que su opinión contiene, lo que la corte sentenciadora declaró probado fue que desde 1866 el Municipio de San Juan poseía y tenía inventariado como de su propiedad un cuadro de la Reina de España Isabel II, que decoraba el salón de actos de la casa consistorial; que al ocurrir el cambio de soberanía (1898) don Manuel Fernández Juncos obtuvo del Alcalde de San Juan Sr. Francisco del Valle Atiles con la intervención del último Gobernador Militar Español de la Isla, General Ortega, la entrega de dicho cuadro, poseyéndolo desde entonces y donándolo en 1913 al Casino Español que aceptó la donación y colocó el cuadro en sitio visible en los varios edificios que ha ocupado, poseyéndolo a su vez sin reclamación de nadie hasta enero 20, 1936, en que este pleito fue entablado. Y esa declaración de hechos probados encuentra amplio apoyo en la evidencia. Ahora bien ¿pudo el Alcalde por sí solo o con el asentimiento del Gobernador, disponer del cuadro, en la forma en que lo hiciera? ¿Adquirió don Manuel Fernández Juncos un título válido a la propiedad del retrato, a virtud de la entrega? Esas preguntas tienen necesariamente que contestarse en la negativa. No cabe otra respuesta. El acto del Alcalde y el del Gobernador no estuvieron autorizados por la ley. Ellos no tenían facultad para disponer de la propiedad del Municipio en la forma en que lo hicieron. El Sr. Fernández Juncos no adquirió por la entrega derecho al dominio del retrato. Ley Municipal de 1896, artículos 89 y siguientes y 118 y siguientes; Pueblo v. Municipio de San Juan. Pero la entrega fue una realidad y realidades también fueron la posesión del retrato por parte de don Manuel Fernández Juncos públicamente, en concepto de dueño y sin interrupción hasta 1913, la donación hecha por él en esa fecha al demandado, la aceptación por éste y su posesión pública, pacífica, como dueño, hasta 1936, y esas (89) realidades se invocaron por el demandado como defensa a la acción ejercitada en contra suya. ¿Surge de ellas el derecho del Casino Español, demandado, a continuar en el disfrute del bien mueble de que se trata, no obstante el título original del municipio y la entrega ilegal que del mismo se hiciera al poseedor de quien trae causa el demandado, como resolvió la corte del distrito? Veámoslo. El artículo 1862 del Código Civil, ed. 1930, invocado por el demandado, dispone: "Artículo 1862. --Las acciones reales sobre bienes muebles prescriben a los seis años de perdida la posesión, salvo que el poseedor haya ganado por menos término el dominio, conforme al artículo 1855, y excepto los casos de extravío y venta pública, y los de hurto o robo, en que se estará a lo dispuesto en el párrafo tercero del mismo artículo citado." El 1855 a que se hace referencia dispone: "Artículo 1855. --El dominio de los bienes muebles se prescribe por la posesión no interrumpida de tres años con buena fe. "También se prescribe el dominio de las cosas muebles por la posesión no interrumpida de seis años, sin necesidad de ninguna otra condición. "En cuanto al derecho del dueño para reivindicar la cosa mueble perdida o de que hubiese sido privado ilegalmente, así como respecto a las adquiridas en venta pública, en bolsa, feria o mercado, o de comerciante legalmente establecido y dedicado habitualmente al tráfico de objetos análogos, se estará a lo dispuesto en el artículo 393, capítulo III, título V, libro segundo de este código." Y el 393: "Artículo 393. --La posesión de los bienes muebles adquiridos de buena fe equivale al título. Sin embargo, el que hubiese perdido una cosa mueble o hubiese sido privado de ella ilegalmente, podrá reivindicarla de quien la posea. (90) "Si el poseedor de la cosa mueble perdida o sustraída la hubiese adquirido de buena fe en venta pública, no podrá el propietario obtener la restitución sin reembolsar el precio dado por ella. "En cuanto a las cosas adquiridas en la bolsa, feria o mercado, o de un comerciante legalmente establecido y dedicado habitualmente al tráfico de objetos análogos, se estará a lo que dispone el Código de Comercio." El 549 del propio cuerpo legal, también invocado por el demandado, al determinar los diferentes medios de adquirir la propiedad incluye entre ellos el de la prescripción y el de la donación. Comentando Manresa el artículo 1962 del Código Civil Español igual al 1862 del nuestro que dejamos copiado, se expresa como sigue: "Esta regla de prescripción es consecuencia de la establecida para la adquisitiva de dicha clase de bienes. En efecto: en el examen hecho de las disposiciones comprendidas en el artículo 1955, vimos que la prescripción ordinaria del dominio de las cosas muebles se producía por la posesión no interrumpida y con buena fe durante tres años, y la extraordinaria tenía lugar por el transcurso de seis años en la posesión de la cosa que se prescribe, sin necesidad del concurso de ningún otro requisito. Y si por virtud de cualquiera de dichas prescripciones el poseyente adquiere el dominio de dichas clases de bienes, es indudable que por el lapso del término marcado para cada una de ellas habrá de extinguirse el derecho del propietario, y por consiguiente, la acción que al mismo pudiera corresponder para reclamar o reivindicar la cosa objeto de la prescripción, porque no puede existir el dominio en dos personas distintas, a no ser en caso de indivisión. Por eso el artículo 1962, que establece dicha regla de prescripción, establece el término de seis años para cuando no haya ganado dicho dominio el poseedor por menos tiempo; es decir, para el caso de que no se haya producido con anterioridad la prescripción ordinaria. "En cuanto a las otras salvedades que consigna, no son más que reproducción de las establecidas en el párrafo 3 o. del citado art. 1955, según el cual, habrá de estarse en dichos casos a lo dispuesto en el 464, y como al ocuparnos de lo relativo al término para la prescripción adquisitiva de las cosas muebles expusimos cuanto a dichos (91) extremos se refiere, nos remitimos a lo entonces dicho y no insistimos más en este punto." 12, Manresa, Comentarios al Código Civil, pág. 795 de la cuarta edición. Lo antes dicho, en lo pertinente, fue: "A primera vista parecerá que existe cierta contradicción entre el precepto del art. 1940, que exige en todo caso como condición precisa para la prescripción adquisitiva ordinaria la concurrencia de justo título, y el de los párrafos indicados del 1955 según lo que no es necesario dicho requisito para la prescripción ordinaria ni para la extraordinaria en cuanto a las cosas muebles; pero dicha contradicción desaparece teniendo en cuenta lo dispuesto en el art. 464, con arreglo al cual, la posesión de los bienes de dicha clase, adquirida de buena fe, equivale al título, y, por lo tanto, la disposición del artículo 1940 en la parte que exige la concurrencia de dicho requisito se refiere a aquellos casos en que la posesión por sí solo no equivalga a él como sucede en la prescripción adquisitiva ordinaria de los bienes inmuebles. "Fuera del caso de la prescripción de las cosas muebles con buena fe en todos los demás es necesario el justo título para la prescripción ordinaria; y faltando dicho requisito sólo puede tener lugar la extraordinaria. "La prescripción extraordinaria de cosas muebles, autorizada por el párrafo 2 o. del art. 1955 antes indicado, no requiere ningún otro requisito más que la posesión continuada por el término expresado en el mismo, y así lo tiene declarado el Tribunal Supremo, con relación a los efectos públicos, en sentencia de 31 de marzo de 1902 (93 J. C. 528), en la que, entre otras cosas, se estableció la doctrina de que `el dominio de las cosas muebles, entre las cuales se comprenden los efectos públicos, prescribe por el transcurso de seis años, sin más requisito que el lapso de tiempo, y que la sentencia que no aplica esta doctrina consagrada por el segundo apartado del art. 1955 del Código Civil, lo infringe.' Excusado es decir que esa posesión continuada por dicho espacio de tiempo, que la ley estima como medio eficaz para la adquisición de dichos bienes por prescripción, ha de ser tenida en concepto de dueño, pues si bien la ley no lo dice, hay que sobreentenderlo así en vista del precepto del art. 447, que establece que sólo la posesión que se adquiere y disfruta en concepto de dueño puede servir de título para adquirir el dominio, pues la generalidad de dicha regla excluye toda distinción respecto de este particular entre la prescripción ordinaria y la (92) extraordinaria." 12, Manresa, Comentarios al Código Civil Español, págs. 760 y 762 de la cuarta edición. Véanse además las decisiones de esta corte en los casos de García et al. v. Sabino et al., y García et al. v. Suro et al., donde la cuestión de prescripción de bienes muebles ordinaria y extraordinaria se encuentra discutida. Y si aplicamos la ley, el comentario y la jurisprudencia a los hechos de este caso, tendremos necesariamente que concluir que el primer poseedor ya había adquirido por prescripción extraordinaria el dominio del retrato cuando lo donó al actual y que aunque no fuera así, el actual o sea el Casino siempre lo habría adquirido ya se aplique el período de tres, ya el de seis. No seis años transcurrieron en cuanto al primero, si que alrededor de catorce y no tres o seis en cuanto al segundo si que alrededor de veinte y tres. En junto entre ambos más de treinta que es el tiempo que se necesita para prescribir el dominio sobre bienes inmuebles. Es, pues, evidente que a virtud de la prescripción adquirió en todo caso el demandado el derecho que alegó en su defensa y perdió el demandante el que ejercitó en su acción. Sin embargo, el demandante alega que eso sería así si de particulares se tratara, pero que siendo él como es una corporación de gobierno creada para facilitar la administración del estado, la prescripción no corre en contra suya, es decir, sostiene que le es aplicable la máxima Nullum tempus occurrit regi. En el caso de El Pueblo v. Dimas, dijimos: "Al fijar los derechos del demandado en este caso con referencia a la cuestión de prescripción, sólo podemos considerar los hechos acaecidos hasta el año de 1898 en que cesó la soberanía española en esta Isla y comenzó la americana. A partir de esa fecha, no era posible adquirir por prescripción los terrenos de que se trata en este pleito. A este respecto se expresa así el juez sentenciador: "‘....Según la máxima Nullum tempus occurrit regi, aplicada en el derecho inglés (93) como una regla invariable, no podía adquirirse ningún título a los terrenos de la Corona por la posesión adversa de los mismos. Esta regla ha sufrido más tarde algunos cambios por los estatutos. La doctrina inglesa prevalece en los Estados Unidos, donde como en Inglaterra, no puede adquirirse título alguno contra la Soberanía por medio de la posesión adversa. De acuerdo con este principio, únicamente por medio de una ley del Congreso haciendo directamente la concesión o autorizando a algún funcionario público para que la lleve a efecto, es que puede adquirirse el dominio sobre terrenos pertenecientes al Estado. En este caso, aunque los terrenos cedidos a los Estados Unidos pudieran adquirirse por prescripción bajo las antiguas leyes, no obstante, si el dominio no llegó a consolidarse en el poseedor antes de haberse realizado la cesión, la prescripción no puede alegarse contra los Estados Unidos. Véase sobre estos extremos el tomo 1, pág. 1111 y 1112 del Cyc. "‘El mismo principio se aplica en favor de los Estados de la Unión. En la ausencia de una disposición autorizando la prescripción de los terrenos que a los Estados pertenezcan, no puede adquirirse título por la posesión adversa. "‘Aunque la Legislatura del país hubiese permanecido en silencio, el dominio del pueblo sobre los terrenos de su propiedad no podría prescribir hoy aplicando la misma regla que a los Estados se aplica La Asamblea Legislativa, sin embargo, ha consignado este precepto en el Código Político, cuyo artículo 9 dice de modo claro y terminante, que no puede adquirirse título a terrenos baldíos insulares por la posesión adversa de los mismos. "‘De acuerdo con esta doctrina, aunque los terrenos cedidos a los Estados Unidos y adquiridos más tarde por el Pueblo de Puerto Rico, estuvieran sujetos a prescripción bajo las leyes en vigor anteriormente, no obstante, si al efectuarse el cambio de Soberanía el dominio no se había consolidado en el poseedor, la prescripción quedó interrumpida, no pudiendo invocarse hoy en contra de la parte demandante. "‘La prescripción como dice muy bien el Sr. Manresa, en sus comentarios al Código Civil Español, no es un derecho creado o adquirido ya, sino una mera expectativa, una esperanza, cuyo cumplimiento o realización depende de una multitud de eventualidades; y como no es un derecho adquirido, no puede estimarse sujeta su realización a la legislación que antes rigiera, y bajo cuyo imperio quedara (94) perfeccionado dicho derecho, o el acto jurídico de que tuviera origen, o al que debiera su nacimiento. "‘En virtud del cambio de Soberanía, consumado al firmarse el Tratado de Paz, se operó un cambio fundamental en las leyes políticas de este país, e ipso facto quedaron completamente derogadas todas las leyes de origen político, así como aquéllas que dependían de la voluntad del Soberano, tales como la disposición y gobierno de la propiedad pública. "‘Es una doctrina firmemente establecida que cuando una Soberanía cede a otra algún territorio, las leyes de la primera autorizando la enajenación de la propiedad pública y la autoridad de los funcionarios encargados de llevarla a efecto, quedan completamente derogadas. (More Steinbach, 127 U.S. 70, 81; Ely's Adm'r. v. United States, 171 U.S. 220, 230; United States v. Vallejo, 1 Black 541; Harcourt v. Gaillard, 12 Wheat 523.) "‘De acuerdo con esta doctrina, los terrenos cedidos por la nación española a los Estados Unidos, deben gobernarse y regularse por las leyes de este país y no por las leyes de la nación cedente.' (Opinión del Juez sentenciador, Sr. Córdova Dávila, págs. 36, 37 y 38 de la transcripción.)" Mas eso se dijo en relación con el Pueblo de Puerto Rico, entidad soberana, no en relación con los municipios. Con respecto a éstos la regla aplicable se fijó en el caso de Logan County v. City of Lincoln, 81 Ill. 156, 158, como sigue: "Nuestra interpretación de la ley es que, en relación con todos los derechos de carácter público, con respecto a la propiedad poseída para uso público, o por virtud de fideicomiso, las corporaciones municipales no están sujetas a los estatutos de limitación (prescripción); pero en relación con los contratos o meros derechos privados, la regla es diferente, y tales corporaciones, al igual que los ciudadanos particulares, pueden alegar o tienen que sufrir que se alegue contra ellas, la prescripción." Y con mayor extensión y más amplio y convincente razonamiento por la Corte Suprema de los Estados Unidos en el caso de Metropolitan R'D v. Dist. of Columbia, (95) 132 U.S. 1. Hablando por la corte el Juez Sr. Bradley se expresó, en parte, como sigue: "Alega el apelante que él (el Distrito de Columbia) no se halla sujeto al `Estatuto de Limitaciones' (prescripción) por tres razones: primero, por la dignidad con que se halla investido por participar del poder soberano del gobierno; segundo, porque él no está incluido dentro de los términos del estatuto de limitaciones en vigor en el Distrito; y tercero, porque asumiendo que las palabras generales del estatuto sean lo suficientemente amplias para incluir al Distrito, sin embargo, las corporaciones municipales no están sujetas a las disposiciones del estatuto a menos que sean especialmente mencionadas. "1. La primera cuestión a decidir será, por consiguiente, si el Distrito de Columbia es o no un mero cuerpo municipal, o si posee tal carácter soberano o se halla en tal forma identificado con o es representativo de la soberanía de los Estados Unidos que puede invocar las prerrogativas y exenciones de la soberanía." Examina entonces el gobierno del distrito y los cambios que tuvieron lugar desde su organización y continúa: "Somos claramente de opinión que el demandante es una corporación municipal, con derecho a demandar y ser demandada, y sujeta a las reglas ordinarias que gobiernan la ley de procedimientos entre particulares. "2. Pero la Corte Suprema del Distrito supone que las corporaciones municipales no están comprendidas en las palabras del estatuto de limitaciones. Veamos si es posible sostener ese criterio. "El estatuto en vigor en el Distrito es el de Maryland, aprobado en 1715, c. 23. La ley, en cuanto concierne a las acciones personales, es fundamentalmente igual a la de 21 James I. Comienza con el siguiente preámbulo: `Por cuanto, nada puede resultar más esencial a la paz y tranquilidad de esta provincia que la estabilización de los títulos de la propiedad de sus habitantes, para cuya realización no puede adoptarse mejor medida que limitar el tiempo para el comienzo de acciones semejantes a aquéllas que son juzgadas en las cortes de esta provincia, desde el momento que surge (96) la causa de acción. Se resuelve por tanto que todas las acciones de....deberán ser comenzadas dentro de....' "Las corporaciones son `personas' en derecho. No existe razón aparente por la cual no deban ser incluídas en el estatuto. Se admite que las corporaciones privadas están incluídas. ¿Por qué entonces las corporaciones municipales ser excluídas? Ciertamente que no será basado en que ellas no son `personas', pues eso excluiría a las corporaciones privadas. Se hallan por consiguiente, dentro de los términos de la ley. "3. ¿No caen igualmente dentro del espíritu y razón de la ley? Están ciertamente dentro de la razón del preámbulo. Tanto concierne a los intereses y tranquilidad públicos el que se limite a las corporaciones municipales el tiempo para instituir acciones como aa los individuos o corporaciones privadas. La razón aducida en el preámbulo como fundamento para la aprobación de la ley, se aplica a todos; y además, demuestra que los fines de la ley son beneficiosos, y que por lo tanto, deben ser liberalmente interpretados. No puede desde luego, ser aplicable al poder soberano. Ninguna ley de carácter restrictivo se aplica al soberano, salvo que así se disponga expresamente. Y especialmente ninguna ley que afecte un derecho basada en negligencia o `laches', porque la negligencia y `laches' no pueden ser imputadas al soberano. Y no importa que el soberano sea un monarca individual, una república o un estado. El principio se aplica a todo soberano. La razón usualmente aducida para explicar esta prerrogativa es que el soberano no responde de la desidia de sus agentes. Pero, sea cual fuere la verdadera razón, tal es la ley general--la ley universal, salvo que expresamente se renuncie a ella. El privilegio sin embargo, envuelve una prerrogativa y no puede ser invocado por ninguna persona inferior al soberano, ya sea esa persona natural o corporativa. "A duras penas resulta necesario el discutir con más amplitud la cuestión de la aplicabilidad del estatuto de limitaciones a una corporación puramente municipal, cuando ésta se encuentra comprendida dentro de los términos generales de la ley. Se decidió expresamente que era aplicable en los casos de Kennebunkport v. Smith, 22 Maine 445; Cincinnati v. First Presbyterian Church, 8 Ohio 298; Cincinnati v. Evans, 5 Ohio St. 594; St. Charles County v. Powell, 22 Missouri 525; Armstrong v. Dalton, 4 Devereux, (Law) 568; y en otros casos citados en las monografías que aparecen en Wood on Limitations, Sec. 53; 2 Dillon on Municipal Corporations, Secs. 668, 3 a. ed. (97) El Juez Dillon, en la sección citada de su obra, dice muy acertadamente: "‘Es bien clara la doctrina de que la máxima, "nullum tempus occurrit regi," es de aplicación al poder soberano y que los Estados Unidos y los varios Estados no están, salvo un pronunciamiento expreso, en contrario, sujetos a las disposiciones del estatuto de limitaciones. Si bien se considera a las corporaciones municipales como agencias públicas, que ejercitan, a nombre del estado, funciones públicas, hay sin embargo muchos casos que sostienen que tales corporaciones no están exentas de la aplicación de los estatutos de limitaciones y que por el contrario, tales estatutos, al menos con respecto a toda acción real o personal, se aplica tanto en favor o en contra de estas corporaciones en igual forma y extensión que contra las personas naturales.’ "No es necesario determinar cuál puede ser la regla con respecto a usurpaciones de terrenos y estorbos públicos surgidos como consecuencia de intrusiones (encroachments) en las carreteras y otros sitios públicos. Son éstas generalmente ofensas contra el poder soberano mismo, y como tales, ningún período de tiempo puede protegerlas. Cuando el derecho de propiedad en tales sitios está investido en la municipalidad, la reclamación de tal derecho puede estar o no sujeta a la ley de prescripción. No expresamos opinión sobre este punto, ya que el mismo puede ser afectado por consideraciones que no están envueltas en el presente caso." Aplicando la regla del modo más amplio, esto es, tomando en cuenta la diferencia reconocida por la Corte Suprema de Illinois y por Dillon e insinuada en el párrafo final de la parte de la opinión de la Corte Suprema Federal que dejamos transcrita, aún así no quedaría comprendido este caso entre los no prescriptibles, por no tratarse de un bien de uso público. Como pauta a seguir puede tomarse la fijada por el Código Civil, ed. 1930, en sus artículos 255, 256 y 257. Según ellos son bienes de dominio público, los destinados al uso público, como caminos, canales, ríos, torrentes, y otros análogos, y están destinados al uso público en Puerto Rico y en sus pueblos los caminos insulares y los vecinales, las plazas, calles, fuentes y aguas públicas, los paseos y las obras públicas de servicio general, costeadas por los mismos pueblos o con fondos del tesoro de Puerto Rico. (98) Todos los demás que los municipios posean, se declaran patrimoniales, esto es, bienes de propiedad privada, prescribiéndose que se regirán por las disposiciones del Código, entre las cuales se encuentran las relativas a la prescripción. El bien de que aquí se trata por más que en verdad pudiera considerarse como una obra de arte adquirida y preservada por el municipio para beneficio del público, no está comprendida entre las especificadas por la ley como de dominio o uso público, ni es a ellas análoga. Por lo menos ni la parte apelante ha citado ni hemos podido nosotros encontrar entre los precedentes españoles y americanos que hemos consultado nada que nos permita llegar a una conclusión contraria. Eso resuelto claro es que debemos resolver también que el segundo y último de los errores señalados, el relativo a la aplicación al caso de la ley de prescripción, tampoco fue cometido y que procede en su consecuencia la desestimación del recurso y la confirmación de la sentencia apelada. Rubert Armstrong v. E.L.A. 97 D.P.R. 588 (1969) [José Angel Rubert Armstrong et al., demandantes y recurridos, v. El Estado Libre Asociado de Puerto Rico, demandado y recurrente. ] SENTENCIA declarando con lugar una demanda de sentencia declaratoria, nulidad y cancelación de título inscrito, y reivindicación. Confirmada. Sr. Santana Becerra, Juez Asociado: Los demandantes-recurridos interpusieron demanda contra el Estado Libre Asociado de Puerto Rico para reivindicar dos predios de terreno que en la demanda se describieron así: "Parcela Núm. 10--Principal (1) Rústica: Finca radicada en el Barrio Monacillos de Río Piedras, término municipal de San Juan, compuesta de seis cuerdas con ochocientos noventa y seis milésimas de cuerda (6.896 cds.) equivalentes a dos (99) hectáreas, setenta y una (71) áreas y quinientas noventa y cinco (595) centiáreas, en lindes por el Norte, con el `viejo Río Puerto Nuevo; por el Sur, con el nuevo Río Puerto Nuevo; por el Este y Oeste, con el viejo Río Puerto Nuevo'." "Parcela Núm. 10--Principal (2) Rústica: Finca radicada en el Barrio Monacillos de Río Piedras, término municipal de San Juan, compuesta de ciento veinte cuerdas con cuarenta y ocho céntimos de cuerdas (120.48 cds.), equivalentes a cuarenta y siete (47) hectáreas, treinta y cinco (35) áreas, treinta y dos (32) centiáreas y cincuenta y cuatro (54) miliáreas, en lindes por el Norte con el nuevo Río Puerto Nuevo; por el Sur, con terrenos de la finca principal San Patricio; por el Este, con el nuevo Río Puerto Nuevo, y terrenos de la finca principal San Patricio; y por el Oeste, con la Quebrada Barraco." Por Resolución Conjunta Núm. 13 de 13 de marzo de 1956, el Estado Libre Asociado de Puerto Rico otorgó su consentimiento para que se le demandara en este caso en lo referente a la reivindicación de las parcelas anteriormente descritas, las cuales se describieron en igual forma en dicha Resolución Conjunta. A todos los fines del litigio, la Parcela Núm. 10 ha sido un solo cuerpo de 129.74 cuerdas deslindado en el Plano de Mangles del Pueblo de Puerto Rico en la Bahía de San Juan, levantado oficialmente por el Gobierno de Puerto Rico en 4 de diciembre de 1919. Véase dicha Parcela en el Anexo-A [Véase el Apéndice] que es una copia fotográfica de una porción de dicho Plano oficial. El Gobierno de los Estados Unidos segregó de este cuerpo 2.29 acres que constituyen un pasaje dentro de la Parcela, uniendo los puntos 636 y 695 en dicho Anexo, dejándola dividida en Parcela Núm. 10 Principal (11) y Parcela Núm. 10 Principal (2), con las descripciones dadas en la demanda, y reducida el área total de 129.74 a 127.376 cuerdas. Esta segregación no está en litigio. Después de un juicio en los méritos en que se aportó cuantiosa prueba documental, complementada con la declaración de testigos de una y otra parte, y efectuada una inspección ocular, la Sala de San Juan del Tribunal Superior dictó sentencia en 11 de mayo de 1965 decretando que los demandantes son los legítimos dueños de la Parcela Núm. 10 en litigio, Principal (1) y Principal (2); ordenando la cancelación en el Registro de la Propiedad del título inscrito del Estado Libre Asociado sobre dicha parcela y ordenando el cese de toda intervención del Estado contra los demandantes (100) en la finca. Historial del título en controversia de los demandantes (1) En 17 de diciembre de 1881 Don Antonio Ramos y Mencos tramitó un expediente posesorio ante el Juez Municipal de Río Piedras en el que expuso ser dueño de la Hacienda denominada San Patricio en el Barrio Monacillos de Río Piedras, compuesta de 760 cuerdas de terreno más o menos en un solo cuerpo, colindando por el Norte con el Río de Río Piedras que atraviesa la estancia denominada "Puerto Nuevo"; por el Oeste con la quebrada Margarita, la Sucn. de Don Ramón Arroyo y el Presbítero Don Manuel Díaz Caneja; por el Sur con Don Gerónimo Landrau; por el Este con Landrau y el río citado; y se compone de terrenos de vegas, sobre vegas y montes, conteniendo edificios que se describen. Dijo haber adquirido dicha finca por herencia de su padre Don Antonio Ramos Sandoval a la muerte de éste en 6 de febrero de 1854, desde cuya fecha la ha poseído como dueño sin interrupción de nadie.8 Acompañó al escrito certificación del Alcalde, del Regidor Síndico y del Secretario del Ayuntamiento de Río Piedras al efecto de que de acuerdo con el archivo municipal, resultaba que Don Antonio Ramos y Mencos era dueño de la finca San Patricio, de 760 cuerdas según descrita, y que a nombre propio pagaba las contribuciones correspondientes a la misma. Admitida la información, fueron citados y oídos los colindantes quienes expresaron no tener objeción al expediente, si bien el colindante Presbítero Manuel Díaz Caneja hizo constar que aunque no se oponía, debía entenderse que su lindero con el Sr. Ramos era "el caño de la quebrada Margarita siguiendo el rumbo a dos pilares de mampostería línea recta a la zanja de dicha quebrada y no por donde corren hoy las aguas."9 8 El río de Río Piedras y el río Puerto Nuevo que tantas veces se mencionarán es el mismo río. 9 Esta alegación del Presbítero colindante resultó luego en un pleito entre la Sucn. Ramos y él que terminó por sentencia de este Tribunal de 29 de junio de 1906: (101) Oídos los testigos quienes declararon que el solicitante había estado en posesión como dueño de la referida finca desde que la heredó en 1854, el juez municipal declaró probada la posesión de la finca a favor del Sr. Ramos desde que la heredara en el año 1854, sin perjuicio de tercero, y ordenó la inscripción a su favor en el Registro de la Propiedad conforme a lo dispuesto en la Ley Hipotecaria, inscripción verificada el 4 de enero de 1882 al foliio 176, tomo 26 de Río Piedras, finca Núm. 89, inscripción 1ra. (Dtes. Exh. 1.) (2) Por escritura Núm. 534 de 12 de julio de 1893 otorgada ante el Notario Don Mauricio Guerra-Mondragón, Don Antonio Ramos y Mencos vendió la finca San Patricio a Don Leopoldo Cerecedo. Se describió la misma en cuanto a la cabida de 760 cuerdas y colindancias igual a como fue descrita en el expediente posesorio, si bien ahora se adicionó la siguiente descripción más detallada: "Los puntos y guardarrayas de la finca descrita son los siguientes. `Empezando en la desembocadura del río de Río Piedras se encuentra el cañuelo de la Quebrada Margarita, y de este punto aguas arriba á encontrarse con el camino antiguo de Guainabo donde colindan las fincas `Puerto Nuevo' y `Pueblo Viejo arriba': al partir de este punto en línea recta á la Cabesa de la hoya llamada `Barraco' y de aquí aguas abajo a encontrarse con la punta ó esquina de un palenque de emajagua que atraviesa á encontrarse con la citada quebrada `Margarita' y de aquí aguas abajo á la desembocadura del río donde empesó.'" Idéntica descripción detallada de la finca San Patricio se hizo en la escritura pública de 28 de noviembre de 1815 ante el Notario Don Francisco Acosta, en virtud de la cual Don Antonio Ramos Sandoval, padre y causante del vendedor Don Antonio Ramos y Mencos, adquirió la Hacienda San Patricio de la viuda del Coronel Don Jaime O'Daly, y en donde se expresó que la finca colindaba por el Norte y Este con el Río Puerto Nuevo, y por el Oeste con la quebrada Margarita hasta su desembocadura. El Anexo-B [Véase el Apéndice] es un plano de la finca San Patricio según estos linderos, y por donde discurrían las aguas de la quebrada Margarita en el 1885 cuando Sucn. Ramos v. Díaz Caneja (1906). (102) surgió el litigio sobre la dirección de su cauce inestable, resuelto en definitiva en 11 D.P.R. 211 (1906). Hicieron constar las partes que se eliminaban de la venta 80 cuerdas que estaban en litigio con el Presbítero Díaz Caneja, por lo que se traspasaron a Cerecedo la diferenciaa de 680 cuerdas más o menos. Este traspaso quedó igualmente inscrito en el Registro de la Propiedad a favor del adquirente Cerecedo, inscripción 13 de la finca Núm. 89. (Dtes. Exh. 2; Exh. 15.) (3) A petición de su dueño Cerecedo Hnos., en 20 de julio de 1901 el ingeniero Camilo González realizó una mensura de la finca San Patricio adquirida por ellos de Ramos. Según el certificado de mensura y el plano levantado de igual fecha, la Hacienda San Patricio colinda por el Norte con el río de Río Piedras, y Pablo Ubarri; por el Sur con terrenos de Gerónimo Landrau, por el Este con Landrau y el río de Río Piedras y por el Oeste con la quebrada Barraco, terrenos de la Sucn. Arroyo y terrenos de la Sucn. Ramos que están en litigio con el Presbítero Díaz Caneja. Esta mensura arrojó dentro de los lindes descritos una cabida de 776 cuerdas de las cuales 64 cuerdas eran montes; 26 cuerdas de maleza; 38 cuerdas de mangles; 64 cuerdas de poyales; 86 cuerdas de vega; 100 cuerdas de sobrevegas; 390 cuerdas de pastos más una superficie ocupada por la vía del ferrocarril equivalente a 8 cuerdas. El Anexo-C10 es el Plano levantado por el ingeniero González en virtud de esta mensura. (Dtes. Exhs. 4 y 5.) Según el cuadro de acotaciones de puntos, ángulos, distancias, rumbos y estaciones, unido al certificado de mensura, la misma comenzó en el punto 1 dentro de un círculo; de ahí al noreste al punto 2, puente del ferrocarril; de ahí al noroeste siguiendo el curso río abajo de las aguas hasta el punto 3, desembocadura en el río de la quebrada Barraco; de ahí aguas arriba por el curso de esta quebrada hacia el sur hasta el punto 4 y de ahí al punto 1 de partida. 10 Nota del Compilador [Equity]: No se imprime el Anexo "C"--"Plano de la Finca Denominada San Patricio Propiedad de los Señores Cerecedo Hermanos & Cía, sita en el Barrio Monacillos, Jurisdicción de Río Piedras"--por no haber sido posible obtener una buena copia para su reproducción. Dicho Anexo puede ser examinado en el expediente oficial del caso en la Secretaría del Tribunal Supremo. (103) (4) Por escritura de Venta Núm. 45 otorgada en Barcelona el 17 de enero de 1916 ante el Notario Don Melchor Canal y Soler, Don Luis Rubert y Catala, causante de los demandantes, adquirió de un causahabiente de Don Leopoldo Cerecedo la finca San Patricio con cabida de 680 cuerdas descrita en forma igual a los anteriores documentos y al Registro. Esta adquisición quedó igualmente inscrita bajo la finca Núm. 89. (Dtes. Exh. 3.) (5) En 20 de septiembre de 1919, Rubert y la Sucn. Ramos, condueños de la finca San Patricio, solicitaron en la Corte Municipal de Río Piedras la conversión en inscripción de dominio de la posesión inscrita en 1882 a favor de Antonio Ramos. Hicieron constar que si bien en dicho expediente posesorio se le dio a la finca descrita una cabida de 760 cuerdas más o menos, la misma era errónea, y que practicada después la mensura por agrimensores competentes y aparatos adecuados, resultaba tener dentro de los linderos y puntos referidos, 900 cuerdas de cabida, siendo el exceso de 140 cuerdas menos de una sexta parte de la cabida inscrita. Seguidos los trámites de rigor con la publicación de los correspondientes edictos, en 28 de octubre de 1919 la Corte Municipal dictó sentencia decretando la conversión en dominio de la posesión originaalmente inscrita a favor de Ramos, con la cabida rectificada de 900 cuerdas. (Dtes. Exh. 8.) (6) Por escritura Núm. 32 de Divisoria, otorgada ante el Notario Don Luis Abella Blanco en 27 de septiembre de 1919, comparecieron Don Luis Rubert Catala y los causahabientes de Don Antonio Ramos fallecido en 14 de enero de 1894, y expresaron que si bien en el expediente posesorio tramitado por Ramos se dio a la finca una cabida de 760 cuerdas más o menos, practicada una mensura por agrimensores competentes con aparatos adecuados, dentro de los linderos descritos en dicho expediente la finca tenía una cabida de 900 cuerdas. Hicieron referencia a la venta realizada por Ramos a favor de Cerecedo traspasándole 680 cuerdas y reservándose el vendedor 80 cuerdas más o menos que estaban en litigio. Este remanente según mensura de la totalidad del inmueble resultaba ser de 220 cuerdas más o menos de terreno de vega y mangles; que por escritura de 10 de junio de 1894, Núm. 670, ante el Notario Don Mauricio Guerra, los herederos causahabientes de Don Antonio Ramos se adjudicaron el resto no vendido a Cerecedo de la referida finca; que en consecuencia la Hacienda San Patricio pertenecía a la fecha de este documento a Don Luis Rubert Catala y a los herederos de Ramos, siendo el resto perteneciente a los herederos de Ramos de 220 cuerdas más o (104) menos; que por error notarial y por error del Registro al efectuarse la venta de Ramos a Cerecedo por la escritura Núm. 534 de 12 de julio de 1893, no se consignó que la parte vendida era una segregación de la totalidad del inmueble, ni se hizo un deslinde y descripción, a fin de que pudiera inscribirse como finca aparte en el Registro de la Propiedad, quedando inscrita la venta sin hacerse segregación bajo el mismo Núm. 89 de la finca así como sucesivos traspasos; que con el fin de subsanar dichos errores las partes deslindaban ambas porciones para formar fincas separadas, describiéndose la parte vendida a Cerecedo, ahora Rubert, de la siguiente manera: "RUSTICA denominada `San Patricio', radicada en el barrio de Monacillos, en el término municipal de Río Piedras, compuesta de seiscientas ochenta cuerdas, equivalentes a doscientas sesenta y siete hectáreas con veinte y seis áreas y sesenta y cinco centiáreas de terreno de vegas, sobre-vegas, montes, poyales y manglares; colindando, por el Norte, con el río de Río Piedras que atraviesa la estancia `Puerto Nuevo', por el Oeste con el resto de la finca principal propiedad de la sucesión Ramos Buist y con la sucesión de don Ramón Gutierrez del Arroyo (hoy tierras de don José S. Cestero); por el Sur con don Jerónimo Landrau; y por el Este con el citado Landrau y el río de Río Piedras; conteniendo dicha finca casa de habitación de altos de madera y bajos de mampostería, casa de hornallas y ranchos y varias casas para peones." y describiéndose la parte correspondiente a la Sucn. Ramos de la siguiente manera: "RUSTICA denominada `Monterrey', radicada en el barrio de Monacillos en el ttérmino municipal de Río Piedras, compuesta de doscientas veinte cuerdas, más o menos, equivalentes a ochenta y seis hectáreas con cuarenta y seis áreas y ochenta y seis centiáreas de terreno de vega, poyales y manglares; colindando por el Norte con el río de Río Piedras; por el Oeste, con la quebrada Margarita que la separa de las tierras del Presbítero don Manuel Díaz Caneja (hoy de los hermanos Iriarte); por el Este con la finca segregada propiedad de don Luis Rubert; y por el Sur, con la misma finca segregada y con las tierras de la sucesión de don Ramón Gutierrez del Arroyo (hoy de don José S. Cestero); conteniendo dicha finca un ranchón u ordeñadero y varias casitas para peones." En el mismo documento Rubert dio su conformidad a una venta pendiente de la parte de los Ramos a Don Luis Llorens Torres, renunciando a cualquier derecho de (105) preferencia que pudiera corresponderle como sucesor de Cerecedo en virtud de cláusula de preferencia consignada en el título de éste. Convinieron las partes expresamente que si en consecuencia de los mangles que reclama el Pueblo de Puerto Rico o por cualquier otra causa resultare menor la cabida total del inmueble principal que se ha dividido, la pérdida o disminución que resultare no afectaría en lo más mínimo al predio segregado como Hacienda San Patricio de Rubert, sino que dicha pérdida o rebaja sería imputada y afectaría solamente al predio Monterrey de los Ramos, al igual que cualquier exceso si lo hubiere. De todo lo dispuesto en el anterior documento, del aumento en cabida de 760 a 900 cuerdas en la totalidad, y del aumento de 80 a 220 cuerdas en la porción Monterrey de los Ramos, se tomó razón en el Registro de la Propiedad, inscribiéndose la porción San Patricio como finca aparte al folio 182 del tomo 46 de Río Piedras, finca Núm. 2034, inscripción 1ra., y quedando inscrito el remanente de los Ramos bajo el número original 89 de la finca. (Dtes. Exh. 7.) (7) Por escritura Núm. 20 sobre Determinación de Colindancias, otorgada en 3 de julio de 1922 ante el Notario Don Luis Abella Blanco, Rubert Catala y Don Luis Llorens Torres, dueño ahora de la porción Monterrey de 220 cuerdas, manifestaron que sus respectivos predios, Monterrey y San Patricio, colindan entre sí (véase Dte. Exh. 7) y las partes han respetado la quebrada "Barraco" por el cauce que tiene en el plano de 19 de julio de 1901, Anexo-C, como línea divisoria; y que para precisar definitivamente la colindancia y para transar cualquier diferencia o exceso de terreno que hubiera, acordaron que la quebrada "Barraco" era definitivamente la divisoria entre sus fincas y la colindancia por el Oeste de la porción San Patricio, de Rubert; que todo terreno al Este de dicha quebrada pertenecía a Rubert exclusivamente, y al Oeste de la exclusiva pertenencia de Llorens; que Llorens aquí cedía y traspasaba a Rubert cualquier terreno al Este de la quebrada en exceso de las 680 cuerdas registradas de Rubert, y Llorens seguía dueño de 220. Este traspaso se hizo por la suma de $3000 que Llorens recibió de Rubert en el acto, y así quedaba transigida entre ellos toda controversia sobre el lindero Oeste de San Patricio y cualquier exceso de cabida. De lo anterior se tomó nota en el Registro de la Propiedad, al margen de las respectivas fincas Núm. 89, Monterrey; y Núm. 2034, San Patricio. (Dtes. Exh. 9.) En carta de Llorens a Rubert de 19 de junio de 1922 relacionada con la anterior (106) escritura, Llorens le informa que seguirá defendiendo el pleito de los manglares (Pueblo de Puerto Rico v. Luis Llorens Torres, Civil #12685, reivindicación) y Rubert le pagaría $300 en concepto de honorarios por dicho pleito. Rubert, en carta de igual fecha, se comprometió a pagar la mitad de los gastos de dicho pleito. (Dtes. Exh. 14.) (8) Por escritura Núm. 21 aclaratoria de descripción de finca, otorgada en 3 de julio de 1922 ante el Notario Don Luis Abella Blanco, Rubert Catala describió la finca según se ha dicho antes pero hizo constar que aunque el inmueble aparecía inscrito con una cabida de 680 cuerdas, de la mensura realizada por el ingeniero Camilo González aparecía tener una cabida real de 776 cuerdas según el plano levantado (Dtes. Exhs. 4 y 5) y solicitó que así quedara rectificada la cabida en el Registro de la Propiedad, lo cual ocurrió por la segunda inscripción de dicha finca Núm. 2034. (Dtes. Exh. 10.) (9) Antes del título escriturario de la finca San Patricio de que se tiene conocimiento (la escritura de 28 de noviembre de 1815) se sabía de la existencia de dicha finca como tal, según aparece del Diario de Disposiciones y Ordenes del Brigadier Don Ramón de Castro, Gobernador Intendente y Capitán General de Puerto Rico en relación con el ataque de los ingleses, desde el 17 de abril de 1797, en que aparecieron a la vista buques enemigos. El día 18 se hizo constar: "Llegó noticia de que una partida enemiga compuesta de veinte a treinta hombres había llegado hasta el sitio de Baña-caballos y de que había saqueado los ingenios inmediatos de D. José Giral y D. Jaime O'Daly sitos en Puerto Nuevo y San Patricio." Ya desde 1780, en informe que rindiera el Gobernador al Rey de España identifica la hacienda San Patricio con el río Puerto Nuevo. Estos datos históricos identifican la hacienda San Patricio con el río Puerto Nuevo, que siempre ha sido su colindancia Norte. Historial del título del demandado Estado Libre Asociado (10) El 8 de abril de 1913 el Departamento de lo Interior envió una comunicación a Don Luis Rubert como apoderado del Sr. Cerecedo y arrendatario de su finca, anunciándole que se había dispuesto efectuar el deslinde y mensura de los terrenos y manglares pertenecientes al Gobierno Insular alrededor de la Bahía de San Juan y con tal motivo le suplicaba que permitiera a los empleados de dicho Departamento la entrada a la finca San Patricio, necesaria dicha entrada para colocar banderas en los cerros y partes altas de ellos para vértices de la triangulación que había de servir dee (107) base a la mensura. Se pidió al Sr. Rubert los títulos de la propiedad del Sr. Cerecedo para estudio y se anunció que cuando se fuera a determinar el lindero con la propiedad del Sr. Cerecedo se le notificaría oportunamente a fin de que presenciara la mensura. En 22 de abril de 1913 contestó el Sr. Rubert como apoderado del Sr. Cerecedo manifestando estar dispuesto a darle al Gobierno todas las facilidades para el deslinde y mensura pero que,para su protección, un empleado del Departamento y otro designado por él debían hacer el deslinde de los terrenos que poseía el Sr. Cerecedo sin que ello prejuzgara la cuestión de propiedad. En 8 de mayo de 1913 el Sr. Rubert envió al Departamento el título del Sr. Cerecedo que le fue devuelto en mayo 16 siguiente. Nada demuestra la prueba en cuanto a lo ocurrido con posterioridad a estas comunicaciones, y cómo se efectuó el deslinde y la mensura. (Ddo. Exh. E.) (11) En 28 de mayo de 1918 el Gobernador de Puerto Rico emitió el Boletín Administrativo Núm. 143, una Proclama, declarando bosques insulares todos los manglares de la costa de la Isla de Puerto Rico e islotes adyacentes, pertenecientes a El Pueblo de Puerto Rico, Proclama que se emitió bajo la autoridad del Art. 2 de la Ley Núm. 22 de 22 de noviembre de 1917, "Ley estableciendo un Servicio Forestal en Puerto Rico". Todos los manglares de la Isla de Puerto Rico fueron descritos en la referida Proclama, y en lo que se refiere a este litigio, se incluyó un manglar de 1003.61 cuerdas descrito: "Manglar de la Punta de Cataño, Ensenada de Pueblo Viejo, Sabana-Hoyos, Caño de San Fernando, Santa Catalina, Portuguez, Boca del Río de Puerto Nuevo, Caño de El Seboruco de Rey y de Quebrada Margarita. Lindantes por el Norte con la bahía de San Juan; Sur, terrenos de Marcos T. Caneja, Eduardo González Caneja y los de la Suc. Ramos; Este y Oeste, manglares." (Ddo. Exh. G.) (12) Incuestionablemente, como consecuencia de la mensura y deslinde antes dichos y de la Proclama, se levantó por El Pueblo de Puerto Rico el Plano Oficial de dicho Manglar de la Bahía de San Juan de 1003.61 cuerdas. (Ddo. Exh. C), al cual nos referimos al principio, fechado en 4 de diciembre de 1919, y del cual el Anexo-A representa una porción. En este plano, Anexo-A, está deslindada la Parcela Núm. 10 (108) en litigio con su cabida de 129.74 cuerdas, con el río de Río Piedras o río Puerto Nuevo por su Norte, y con la quebrada Barraco por su Oeste. (13) En 18 de junio de 1940 el entonces Comisionado de lo Interior, Sr. José E. Colom, expidió certificación dirigida al Registrador de la Propiedad solicitando se procediera a inscribir a nombre del Pueblo de Puerto Rico varias parcelas, entre ellas la Parcela Núm. 10 aquí en litigio, que fue descrita con una cabida de 129.74 cuerdas, como terreno bajo cubierto por manglares, y colindando por el Norte con el río Puerto Nuevo; por el Sur con terrenos de Luis Rubert y la Hacienda San Patricio; por el Este con la Hacienda San Patrricio y por el Oeste con un caño donde desemboca la quebrada denominada "Barraco" que separa de manglares propiedad de la Sucn. de Petra de la Torre, antes Luis Llorens Torres. (Ddo. Exh. A.) La autoridad invocada en su certificación por el Comisionado de lo Interior para solicitar la inscripción en el Registro a favor del Pueblo de Puerto Rico de la referida parcela y otras más, según deslindada en el Plano de 1919, fue el Art. 13 de la Ley Orgánica de 12 de abril de 1900 (Acta Foraker) y la Ley del Congreso de los Estados Unidos aprobada el 1ro. de julio de 1902 titulada "Ley autorizando al Presidente de los Estados Unidos a reservar terrenos públicos y edificios en la Isla de Puerto Rico para uso público, y cediendo otros terrenos y edificios públicos al Gobierno de Puerto Rico." En esa forma la Parcela Núm. 10 obtuvo su primera inscripción a favor del Pueblo de Puerto Rico al folio 64 del tomo 140 de Río Piedras, finca Núm. 6971, el 25 de junio de 1940. (14) En 20 de noviembre de 1940 y por escritura Núm. 16 otorgada ante el Notario R. B. Pérez Mercado, el Pueblo de Puerto Rico traspasó a Estados Unidos la Parcela Núm. 10 conjuntamente con otras parcelas deslindadas en el Plano de Manglares de 1919 ya referido, y Estados Unidos inscribió su título sobre la misma. (Ddo. Exh. A-1.) (15) En 11 de enero de 1950 y por la escritura Núm. 1 de Segregación y Traspaso otorgada ante el Notario Francisco A. Quirós Méndez, los Estados Unidos de América traspasaron de nuevo al Gobierno de Puerto Rico la referida Parcela Núm. 10, y otras más, sujeto a ciertas segregaciones hechas por Estados Unidos, entre ellas, la segregación de 2.29 acres dentro de la Parcela Núm. 10 a que hicimos mención al (109) principio en la página 591. El Gobierno de Puerto Rico inscribió su derecho nuevamente sobre la Parcela Núm. 10. Conformidad de las fincas en litigio Surge de lo anteriormente expuesto que cada parte hace descansar su derecho de propiedad a la finca en litigio en un título escriturario inscrito a su favor sin limitación alguna en el Registro de la Propiedad. Ante esa situación es preciso determinar, antes de entrar en la consideración del derecho de los litigantes, si la Parcela Núm. 10 y la finca de los demandantes son congruentes en toda o en parte de su extensión. Si se coloca el Plano Anexo-A sobre los Planos Anexos-B y C de modo que coincidan en los tres el curso del Río Puerto Nuevo, el punto donde la quebrada Barraco desemboca en dicho río y el curso de la quebrada Barraco, surge incuestionablemente que la Parcela Núm. 10, según aparece deslindada en el Plano Oficial de 4 de diciembre de 1919 ocupa el polígono o porción noroeste de la finca San Patricio siendo el vértice de dicho polígono el punto donde desemboca la quebrada Barraco en el río. No puede haber duda que la Parcela Núm. 10 inscrita a favor del Gobierno forma parte en toda su extensión de la finca San Patricio según ésta fue adquirida por Rubert y después de la segregación de la parte Monteerrey, que retuvo Ramos, con el Río Puerto Nuevo como la colindancia Norte de ambos predios y la quebrada Barraco como la colindancia Este de Ramos y Oeste de Rubert. Forzosamente hay que llegar a la conclusión que la Parcela Núm. 10 está en toda su extensión dentro de los linderos conocidos ya desde 1815 de la finca San Patricio. El derecho de las partes a la propiedad en litigio (1) El de los demandantes recurridos. Los demandantes basan su derecho de propiedad en los títulos escriturarios con su inscripción sin defecto en el Registro de la Propiedad y en la posesión pública, quieta, pacíficamente disfrutada por ellos y sus predecesores a título de dueños. En adición a su prueba documental antes reseñada, los demandantes ofrecieron prueba testifical. Se admitió por estipulación la declaración del Sr. Rafael Villamil, (110) dada en un pleito anterior entre las partes.11 Declaró el testigo que se hizo cargo de la finca San Patricio desde el 10 de agosto de 1927 como mayordomo y administrador; que le entregaron la finca por sus puntos y linderos; describió dichos linderos coincidiendo con la prueba documental; que la finca se dedicaba a cañas y la administró hasta el año 1948 en que fue vendida para edificarse la urbanización Puerto Nuevo. Manifestó que la porción del terreno en el rincón entre el Río Puerto Nuevo y la quebrada Barraco se utilizaba para madera de espeques para las verjas y lo demás era pasto. Que todo era aprovechable en esa esquina. Que en ningún momento fue interrumpido durante los años que estuvo administrando la finca en cuanto a porción alguna. Que nadie pretendió ser durante ese tiempo dueño de la finca y que siempre estuvo en posesión de la misma como mayordomo de Rubert. Declaró que la esquina noroeste que se usaba para sacar espeques y pastar ganado era donde estaba el mangle, el río y la quebrada Barraco, la esquina del río con dicha quebrada; que esa esquina podría tener 100 cuerdas más o menos y tenía parte seca de malojillo. Con miras al Plano del Gobierno, la esquina noroeste a que se refería coincidía con la Parcela Núm. 10 en litigio. A preguntas del Estado: "P.--En esa esquina del Río Puerto Nuevo y Quebrada Barraco, qué clase de monte había ahí? R.--Mangle. P.--Esos mangles los utilizaba para espeques? R.--Sí, señor. P.--El mangle es apropiado para espeques? R.--Bastante bueno para espeques. P.--Espeques para qué? R.--Para cercas. P.--Los sacaba en qué cantidad? R.--Depende del consumo que hubiese. P.--Eso era continuo? R.--Donde hay caña y ganado hay reparación constante de verjas. P.--Esa verja de qué era? R.--De alambre de púa. P.--Y los postes eran de madera? R.--Sí, señor. P.--Específicamente eran de mangle los postes? R.--Sí, señor. P.--Eso es una práctica corriente hacer verjas con postes de mangle? R.--Sí, señor. P.--No lo usaron para ningún otro fin que para espeques? R.--En leña, los agregados la usan para leña, para cocinar. P.--Qué agregados? R.--De la finca. 11 Corte de Distrito de San Juan, Civil #7674. (111) P.--Esos mangles están en terreno firme? R.--Sí, señor. P.--Se puede transitar por ahí? R.--En parte se moja los pies y en parte más hondo y más llano. P.--Y cuando sube la marea? R.--En parte entra y en parte no. P.--Qué parte de esa esquina que marcó en el plano cubría la marea? R.--En la misma esquina no cubría, bien adentro entraba un poco porque la esquina es alta. P.--Era alta por configuración del terreno o se rellenó? R.--En parte se rellenó pero a toda la orilla del río era alta antes de rellenarse. P.--Qué ganado tenía usted bajo su administración? R.--Bueyes, vacas, becerros. P.--Qué pastos había en esa parcela? R.--En esa parte habíamalojillo. P.--De eso usted está seguro? R.--Seguro. P.--Está seguro que estamos hablando de la misma parcela? R.--Sí, señor. P.--De la parcela que por el Norte tiene el río y por el Oeste la quebrada? R.--En parte había malojillo. P.--Habrá actualmente malojillo? En el 1948 la última vez que laa vio? R.--Yo salí en marzo de 1948. P.--Y había malojillo? R.--Sí, señor. P.--Sembrado o de clase silvestre? R.--Silvestre pero malojillo bueno. P.--El que diga que son poyales no es verdad? R.--Hay poyales y malojillos, no es todo general. P.--Reit rándose12 del Río Puerto Nuevo directamente al Sur, donde terminan los pollales qué distancia hay entre el río y donde terminan los pollales? R.--Para afuera o de la orilla del río? P.--Del río hacia adentro de la finca. R.--Creo que debe haber 150 o 200 metros. P.--Camina 200 metros? R.--Para llegar al río, del río a lo alto. P.--Usted tiene una idea qué es una cuerda? R.--Sí, cómo no. P.--Usted ha medido? R.--Mucho he medido. P.--Con cadenas? R.--Y varas. P.--De cuántas cuerdas era San Patricio? R.--Exacto no sé porque no me ocupaba de planos. Creo que pasaba de 600 cuerdas; exacto no sé. P.--Sembrado de cañas cuántas había? R.--Yo tenía dos colonias unidas y habían 600, 400 o 500 cuerdas. 12 Así aparece en el original. (112) P.--Había alguna otra colonia además de las dos? R.--San Patricio y Puerto Nuevo. P.--En la de San Patricio cuántas colonias de cañas tenía? R.--Una sola. P.--De cuántas cuerdas en cañas? R.--En San Patricio 350 a 400 cuerdas de cañas. P.--Y el resto? R.--Pasto, porque teníamos mucho ganado. P.--De 350 a 400 cuerdas de cañas. Cuántas cuerdas de poyales y manglares había en la finca San Patricio? R.--Poco más o menos 80 ó 100 cuerdas. P.--Esos mangles están localizados en un sólo sitio de la finca? R.--En una esquina. P.--La que usted habla? R.--Sí, señor. P.--Usted nunca vió a nadie meterse en esa finca en el tiempo que usted fué administrador de ella? R.--Cuando la draga enderezó el río. P.--Cuándo fué eso? R.--Creo que fué por el 1947; no estoy seguro. P.--Pero antes de usted entregar? R.--Por el 1946, un par de años antes. P.--Antes de usted entregar? R.--Sí, señor. P.--Usted no vió nunca allí oficiales del Navy? R.--Nunca. P.--Ni vvió empleados del Navy? R.--No, señor. P.--No vió ingenieros haciendo mensuras? R.--No, señor. P.--Unicamente con excepción del enderezamiento del río? R.--Sí, señor. Del Navy no he visto nada. P.--Quién enderezó el río? R.--Los de la draga; me dijeron que era el Gobierno y como era una cosa que beneficiaba siempre le indiqué algo al jefe mío. P.--Quién era el jefe suyo? R.--René Jiménez. P.--Cuál era el cargo de Jiménez? R.--Era allá en la Central, pero él era el jefe mío que venía a la finca. P.--Usted era el administrador de San Patricio? R.--Mayordomo. P.--Usted personalmente no le indicó nada al Sr. Rubert? R.--No, señor. P.--Ni se le ocurrió que la gente que llevó la draga lo hicieran creyéndose que eran dueños? R.--Primeramente abrieron un caño y estaba el río bastante ciego y era beneficioso. P.--Ciego con qué? R.--Con la tierra que botaba la draga. P.--Tapiado? R.--No, lleno de `bahote' y los desagues los tenía tapados y al abrir me beneficiaba. P.--Ahí no se hizo una zanja hace varios años durante la incumbencia suya de la finca para desaguar de la finca grande de San Patricio? R.--Sí, había un desague. P.--Quién lo hizo? R.--El Army, no fué el Navy. P.--Pero usted me dijo que nadie. R.--Lo hicieron porque yo insistí con un teniente (113) que se entendía con los asuntos de la malaria y yo conseguí que me abrieran eso. P.--Fue un favor especial para usted? R.--Sí, beneficioso para el asunto de la malaria. P.--Cuando dice que enderezaron el río, le cambiaron el curso? R.--Sí, señor, quedó de la propiedad de San Patricio una cuerda al lado del Norte del río que era propiedad y eso yo se lo reporté al Sr. Rubert. P.--Lo que era la finca San Patricio? R.--Sí, cogió una orilla de San Patricio el río. P.--Ese río siempre tuvo su cauce bien definido? Usted lo veía allí? R.--Siempre tenía su mismo ancho; los recodos había más. P.--No se desbordaba? R.--Cuando crecía la marea, sí. P.--Hasta dónde llegaba la marea? R.--Se entraba y volvía a bajar; entraba a la pieza de cañas; entrar y salir. P.--Eso era dos veces al día la marea? R.--Dos veces en las 24 horas." Declaró por los demandantes el testigo Pedro Díaz Monroig quien dijo haber estado relacionado con la finca San Patricio desde el año 1912 en que vino a trabajar en ella como obrero, y luego fue mayordomo. Estuvo allí trabajando hasta que vendieron la finca en el año 1947. Describió los lindes de la finca coincidiendo con la prueba documental. Refiriéndose al sector o esquina formada por el Río Puerto Nuevo y la quebrada Barraco en su desembocadura, dijo que había una parte de terreno húmedo que lo cubría la marea cuando subía y ahí se sacaban postes para la cerca. Cuando las mareas eran grandes es que cubrían esa parte húmeda, pero cuando no eran grandes se podía caminar por ahí con zapatos. El resto de la finca se usaba para caña y crianza de ganado. Se sembraba caña casi hasta la misma boca de la quebrada, como media cuerda o una cuerda antes de llegar a la quebrada Barraco. En esa esquina se echaban las vacas a pastar. A preguntas del Estado declaró que esa finca no estuvo ocupada por el Navy. Que el gobierno militar compró a Rubert una parte pero la Marine no ocupó la finca. El Sr. José Rubert Armstrong declaró haber estado atendiendo la finca desde el 1927 y explicó que al vendérsele la propiedad a Long para la urbanización Puerto Nuevo se encontraron con el hecho de que en el Registro aparecía parte de la misma, la Parcela Núm. 10, inscrita a favor del Pueblo de Puerto Rico. Para no interrumpir la transacción con Long procedieron a segregar esta parte y vendieron el resto. La segregación se hizo por escritura Núm. 1400 ante el Notario Juan Rodríguez de Jesús (114) en 19 de diciembre de 1947. (Dtes. Exh. 11.) Declaró el testigo que su padre no fue interrumpido por el Pueblo de Puerto Rico en la posesión de la finca antes de 1947; que la Marina nunca había tomado posesión de la misma y que había pedido permiso para hacer una rectificación del caño. A la posesión de los demandantes, pública y pacíficamente a título de dueños, se une la posesión en igual concepto, luego convertida en dominio, acreditada judicialmente en 1881 a favor de Ramos desde 1854, y la de su causante.13 (2) El del demandado recurrente. El demandado y recurrente Estado Libre Asociado pretende sostener su derecho de propiedad sobre la Parcela Núm. 10 en el Tratado de París, en la Sec. 13 de la Ley Foraker, en la Ley del Congreso de 1ro. de julio de 1902, y en determinaciones administrativas de agencias del Gobierno Español. Por el Art. VIII del Tratado de París de 11 de abril de 1899, la Monarquía española cedió en Puerto Rico a Estados Unidos ... "todos los edificios, muelles, cuarteles, fortalezas, establecimientos, vías públicas y demás bienes inmuebles que con arreglo 13 En 10 de febrero de 1948 los demandantes interpusieron demanda de injunction contra el Comisionado de lo Interior Sr. Jorge J. Jiménez alegando que él y el Almirante Daniel Barbey habían penetrado ilegal y violentamente en su propiedad y habían realizado actos perturbadores de la posesión de los demandantes. (Cte. Distrito San Juan, Civil Núm. 7674.) Por las razones que se exponen en nuestra decisión de Armstrong v. Sánchez Vilella, Com. (1952), no prosperó el injunction. Pero dijimos al final: "Si a estas alturas los demandantes pueden proseguir con éxito contra el Pueblo de Puerto Rico una acción reivindicatoria, una acción sobre sentencia declaratoria o un procedimiento para cancelar la inscripción que a virtud del expediente de dominio obtuvo el Pueblo de Puerto Rico es algo que no está ahora ante nos y que, por ende, no nos concierne. (El Pueblo inscribió mediante certificación expedida al Registrador por el Comisionado de lo Interior.) Aparte de lo transcrito y de las otras consideraciones que se usaron para emitir dicha decisión, no surge de esse caso que los actos de perturbación alegados ocurrieron precisamente en el sitio donde está deslindada la Parcela Núm. 10 objeto de este otro pleito. (115) a derecho son del dominio público, y como tal corresponden a la Corona de España." Se aclaró inmediatamente en el Tratado, que dicha cesión a que se refiere el párrafo anterior "en nada puede mermar la propiedad, o los derechos que corresponda, con arreglo a las leyes, al poseedor pacífico, de los bienes de todas clases de las provincias, municipios, establecimientos públicos o privados, corporaciones civiles o eclesiásticas, o de cualesquiera otras colectividades que tienen personalidad jurídica para adquirir y poseer bienes en los mencionados territorios renunciados o cedidos, y los de los individuos particulares, cualquiera que sea su nacionalidad." (Énfasis nuestro.)14 La Sec. 13 de la Ley Foraker de 12 de abril de 1900, 31 Stat. 80, dispuso que todas las propiedades que pudieran haber adquirido en Puerto Rico los Estados Unidos por la cesión de España en el Tratado de Paz, "en puentes públicos, casas camineras, fuerza motriz de agua, carreteras, corrientes no navegables, y los lechos de las mismas, aguas subterráneas, minas o minerales bajo la superficie de terrenos particulares, y toda propiedad que al tiempo de la cesión pertenecía, bajo las leyes de España entonces en vigor, a las varias Juntas de Obras de Puertos de Puerto Rico, y todas las orillas de los puertos, muelles, embarcaderos y terrenos saneados, pero sin incluir la superficie de los puertos o aguas navegables", quedaban "bajo la dirección" del gobierno establecido por dicha Ley Foraker para ser "administrados a beneficio de El Pueblo de Puerto Rico." Por la Ley del Congreso de 1ro. de julio de 1902, se autorizó al Presidente para, dentro de un año de la aprobación de la Ley, hacer reservas de terrenos y edificios públicos pertenecientes a Estados Unidos en la Isla de Puerto Rico para fines militares, navales, cuarentenas, faros, correo, aduana, cortes de Estados Unidos y otros fines públicos, que el Presidente creyere necesarios, y todos los terrenos y edificios públicos, sin incluir áreas de bahías, ríos y cuerpos de aguas navegables y las tierras sumergidas debajo de éstos, propiedad de los Estados Unidos en la Isla y no reservados según 14 El texto en inglés promulgado por Estados Unidos como reza es: "... cannot in any respect impair the property or rights which by law belong to the peaceful possession of property of all kinds, of ..., or of private individuals...." (Énfasis nuestro.) (116) dicha Ley, se cedieron al Gobierno de Puerto Rico para que los mantuviera y dispusiera de ellos para uso y beneficio del pueblo de la Isla, siendo esta cesión a condición expresa de que el Gobierno de Puerto Rico renunciaría a cualquier interés o reclamación en los terrenos y edificios reservados por el Presidente bajo las disposiciones de esa Ley. 32 Stat. pág. 731. Las anteriores disposiciones del Tratado de París, de la Ley Foraker y de la Ley de 1902 que invoca el Estado en apoyo de su derecho de propiedad, nos obligan a considerar qué bienes de los aquí disputados pertenecían a la Corona de España susceptibles de haber sido cedidos a Estados Unidos en 1898. Refiriéndose a los bienes baldíos en ultramar, expone Alcubilla, Diccionario de la Administración Española, 4ta. Ed., Tomo 1, pág. 861, que las leyes del Tit. XII, lib. IV de la Recopilación de Indias, sobre el repartimiento de solares y tierras a los nuevos pobladores y su enajenación de las no repartidas o cultivadas, dispusieron que labrándolas y poblándolas de ganado, árboles, etc., adquirían dominio sobre los terrenos a los cuatro años de morada y labor, y que las no repartidas, y en que no hubiera composición, se vendieran a vela y pregón, dándose a censo al quitar. Por Real Cédula de 15 de octubre de 1754 se dieron instrucciones para la venta y composición de los terrenos realengos. Comenta Alcubilla que hubo de cometerse abusos en tan importante asunto ya que por Real Orden de 11 de junio de 1814, se encargó a la Intendencia de La Habana que cuidase de que se observaran las Leyes de Indias y la Real Cédula de 1754, y de que se respetase a los propietarios que, según ellas, hubieren obtenido la adquisición legal, "no admitiendo los jueces el menor recurso de corporación ni pueblo alguno contra aquellas tierras, que ya deslindadas y medidas, deben aplicarse a su dueño en virtud de título o merced, composición o compra." (Énfasis nuestro.) Esta Real Orden es de 11 de junio de 1814, sólo un año antes de la venta, por la viuda de O'Daly a Ramos Sandoval, padre de Ramos Mencos, de la finca San Patricio, ya conocida así y situada en ese sitio por lo menos desde 1780. Por otra Real Orden de 16 de julio de 1819, después de la adquisición por título de Ramos Sandoval, se comunicaron a la Intendencia del Ejército reglas para que se (117) respetasen como títulos legítimos de dominio las mercedes de tierras concedidas por los Cabildos y Ayuntamientos hasta el 1729, y a falta de otro título, la prescripción de 40 años. De haberse suscitado un problema de dominio al decretarse esta Real Orden de julio de 1819, ya habían transcurrido más de 40 años que el Ingenio San Patricio era finca conocida ubicada en ese sitio. Reales Ordenes de 1834 y 1858 se manifestaron en igual sentido de respetar y proteger el dominio de los que tenían tierras. La Ley de 16 de mayo de 1835, promulgada 20 años después de haber adquirido Ramos SSandoval por título escrito de O'Daly conocida como Ley de Bienes Mostrencos, transcrita en el Tomo VI de Scaevola, ed. 1891, pág. 527, dispuso en su Art. 1 que pertenecían al Estado los siguientes bienes semovientes, muebles e inmuebles, derechos y prestaciones: "Primero. Los que estuvieren vacantes y sin dueño conocido y por no poseerlos individuo o corporación alguna." (Énfasis nuestro.) En su Art. 3 decretó que "También corresponden al Estado los bienes detentados o poseídos sin título alguno, los cuales podrán ser reivindicados con arreglo a las leyes comunes." Y el Art. 4 dispone que "En esta reivindicación, incumbe al Estado probar que no es dueño legítimo el poseedor o detentador, sin que éstos puedan ser compelidos a la exhibición de títulos ni inquietados en la posesión hasta ser vencidos en juicio." (Énfasis nuestro.) De haber surgido contienda entre el Estado Español y los Ramos a partir de la Ley de 1835 sobre el título de la propiedad San Patricio, el Estado hubiera tenido que ser el actor en pleito ordinario como cualquier otro litigante, con el peso de la prueba para establecer su derecho, sin que hubiera podido compeler a los Ramos a exhibir sus títulos. Compárese lo anterior con la mera Certificación enviada al Registro en 1940 por el Comisionado de lo Interior, como único título escriturario para inscribir la Parcela (118) Núm. 10 a favor del Estado. En 17 de abril de 1884, después de tener Antonio Ramos Mencos inscrito su título en el Registro de la Propiedad, se promulgó el Real Decreto de esa fecha aprobando el "Reglamento para la Composición de Terrenos Realengos en Puerto Rico". El Art. 1ro. de dicho Reglamento dispuso que se considerarían como realengos para los efectos del mismo, y con arreglo a la Ley 14, tit. XII, lib. IV de la Recopilación de Indias, todos los terrenos "baldíos, suelos y tierras que no tengan dueño particular legítimo, o lo que es lo mismo, que no hayan pasado nunca al dominio privado en virtud de concesión gratuiita u onerosa por parte de las autoridades competentes." (Énfasis nuestro.) En el Art. 2 se dispuso que se considerarían propietarios a los efectos del Reglamento, entre otros, los que acreditaren título de autoridad competente, y haber cumplido las condiciones impuestas, "e igualmente se considerarán propietarios los que, careciendo de título, acrediten haber poseído sin interrupción los expresados terrenos durante veinte años, si se encuentran en cultivo, y durante treinta si se hallan incultos." (Énfasis nuestro.) Un terreno se consideraba cultivado por el Reglamento si lo había estado en los últimos 3 años, Alcubilla, op. cit., pág. 865. El período de 40 años de la Real Orden de julio 16, 1819, quedó reducido a 30. De haberse suscitado pugna entre el Estado Español y Ramos a tenor de dicho Reglamento de Composición, la situación era que al regir el mismo en 1884 ya Ramos había acreditado judicialmente ante la Corte Municipal de Río Piedras e inscrito una posesión pública, pacífica y a título de dueño de 69 años, más de dos veces el período de 30 años ahora dispuesto. En El Pueblo v. Dimas (1912), haciendo referencia a este Reglamento de Composición de Terrenos Realengos de 17 de abril de 1884, dijimos, págs. 1078-1080, que cuando el litigante en ese caso se dirigió al Gobierno, invocando dicho Reglamento, él no había adquirido tampoco un título por prescripción bajo sus disposiciones. En Pueblo v. Rojas (1938), hicimos igualmente referencia al mencionado (119) Reglamento de Composición. A la pág. 131 expresamos que es de conocimiento judicial que en su origen, la totalidad territorial de la Isla de Puerto Rico pertenecía a la Corona de España por razón de descubrimiento y conquista, pasando gradualmente a la propiedad particular parte de ella por concesiones onerosas o gratuitas hechas por el Gobierno Central, por título de amparo concedido por la Junta de Terrenos Baldíos y Realengos "y mediante posesión adversa extintiva del derecho dominical", (Énfasis nuestro.) para concluir más adelante, pág. 136, que ante los hechos probados, no era "difícil llegar a la conclusión de que al efectuarse en la isla el cambio de soberanía, no se había consolidado en el apelante el dominio sobre el inmueble reclamado en la demanda. En otras palabras, en aquella fecha el apelante no podía ostentar un título ganado a virtud de posesión durante treinta años o más." (Énfasis nuestro.) Hemos citado las anteriores leyes, Ordenes y Decretos del Gobierno Español sólo como un fondo histórico legislativo para demostrar la actitud altamente proteccionista de la Corona de España hacia los ocupantes y poseedores de tierras, pero no porque sea de directa aplicación el Reglamento de Composición de 1884, ya que a su promulgación, la Hacienda San Patricio no eran terrenos baldíos ni realengos según ahí se definen, ni eran terrenos sin dueño conocido como ahí se expresa.15 Tampoco San Patricio, con sus lindes precisos conocidoss cuando menos desde 1815 según el Anexo-B, eran bienes de los expresamente mencionados en el Art. VIII del Tratado de París que en 10 de diciembre de 1898 al firmarse el Tratado pasaron a Estados Unidos, ni eran otros bienes inmuebles que, conforme a dicho Artículo, "con arreglo a derecho" pertenecían en esa fecha a la Corona de España. 15 Entre las Reales Ordenes antes mencionadas, la de 15 de octubre de 1754, ratificada por la de 11 de junio de 1814, al darse instrucciones sobre terrenos realengos y su composición, la Corona se preocupaba aún por los de los indios y encargaba a los jueces y subdelegados que, en su cumplimiento, "procedieran con suavidad, templanza y moderación, respecto de las tierras que poseían y necesitaban los indios"; y por la Real Orden de 1ro. de marzo de 1834 "se trató de escogitar medio de proveer de título de propiedad a las poseedores de terrenos en los dominios de Indias, para que gozasen de la seguridad y confianza debida." (Énfasis nuestro.) (120) A todo lo anteriormente dicho, nada ha opuesto el Estado Libre Asociado que destruya la titulación escrituraria y del Registro de la finca San Patricio, altere sus lindes y ubicación o que refute su posesión conocida en manos privadas por más de un siglo al 10 de diciembre de 1898. La posición del Estado Libre Asociado, y éste es el esencial fundamento de su alegado derecho de propiedad, es que la Parcela Núm. 10 en litigio constituye un bien de dominio y uso públicos de los de aquella categoría que no son susceptibles de enajenación y posesión privada, por ser de eminente uso público por la naturaleza de los mismos. Veamos: Ya en la Tercera Partida del Rey Alfonso el Sabio, año de 1256, se distingue entre bienes de dominio público del Estado y los de uso público no alienables. Comienza el Título XXVIII de dicha Partida: "Gana ome, o pierde el señorío en las cosas, non tan solamente por los juyzios de los Judgadores, de que fablamos en los Títulos ante deste; más aun en otras muchas maneras que mostraremos en las leyes deste Título." La Ley III: "Las cosas que comunalmente pertenescen a todas las criaturas que biuen en este mundo, son estas; el ayre, e las aguas de las lluuia, e el mar, en su ribera. Ca qualquier criatura que biua, puede vsar de cada vna destas cosas, según quel fuere menester. E porende todo ome se puede aprouechar de la mar, e de su ribera, pescando ... e faziendo y todas las cosas que entendiere que a su pro son." (Énfasis nuestro.) Y la Ley VI: "Los ríos, e los puertos, e los caminos públicos pertenecen a todos los omes comunalmente; en tal manera que también pueden vsar dellos los que son de otra tierra estraña, como los que moran, e biuen en aquella tierra, do son." (Énfasis nuestro.) Las Leyes IX y X hablan respectivamente de cuáles son las cosas propiamente comunales de cada Ciudad o Villa de que cada uno puede usar, y cuáles son aquellas del común de la Ciudad o Villa de que no puede cada uno usar. Se asoma ya aquí el concepto, luego más definido, de la diferencia entre bienes públicos patrimoniales del Estado y bienes de uso público, no susceptibles del comercio de los hombres. El Título XXIX de la Tercera Partida dice que los sabios antiguos señalaron tiempos (121) ciertos en que el hombre puede perder, o ganar el señorío de las cosas, y señala aquello que el hombre puede ganar lo ajeno por tiempo, o perder lo suyo. Así: La Ley VII: "Plaza, nin calle, nin camino, nin defensa, nin exido, nin otro logar cualquier semejante destos que sea en uso comunalmente del Pueblo de albuna Cibdad, o Villa, o Castillo, o de otro Lugar, non lo puede ningund ome ganar por tiempo.. Más las otras cosas que sean de otra natura... maguer sean comunalmente del Concejo de alguna Cibdad, o Villa, bien se podrían ganar por tiempo de quarenta años." (Énfasis nuestro.) Ya la propia Partida adelanta la explicación del porqué la diferencia entre unos y otros bienes comunales, y dice: "E esto es, porque maguer que sean de todos comunalmente, no vsan comunalmente dellos todos, assi como de las otras cosas sobredichas." (Énfasis nuestro.) Estos conceptos se recogen en la Ley de Aguas española de 3 de agosto de 1866, extendida a Puerto Rico 5 días después por Real Orden de 8 de agosto. Dispone en su Art. 1 esta Ley que son de "dominio nacional y uso público: 1° Las costas o fronteras marítimas del territorio español, con sus obras, ensenadas, calas, radas, bahías y puertos. 2° El mar litoral, o bien la zona marítima que ciñe las costas, en toda la anchura determinada por el derecho internacional. [Se refiere al límite de millas mar afuera internacionalmente reconocido.] 3° Las playas. Se entiende por playa el espacio que alternativamente cubren y descubren las aguas en el movimiento de la marea. Forma su límite interior o terrestre la línea hasta donde llegan las más altas mareas y equinocciales. Donde no fueren sensibles las mareas, empieza la playa por la parte de tierra en la línea a donde llegan las aguas en las tormentas o temporales ordinarios." (Énfasis nuestro.) El Art. 2 de dicha Ley, que aparece publicada en el tomo 96 de la Colección Legislativa de España, pág. 294, dispone: "Tienen la consideración de puertos marítimos las rías y las desembocaduras de los ríos hasta donde se internan las embarcaciones de cabotaje y altura que hacen el (122) comercio marítimo. Fuera de estos casos, las riberas u orillas de los ríos conservan su caracter especial de fluviales, aun cuando estén bañadas por las aguas del mar.16 Art. 3° Son propiedad del Estado los fondeaderos, varaderos, astilleros, arsenales y otros establecimientos destinnados exclusivamente al servicio de la marina de guerra. Lo son igualmente las islas formadas y que se formaren en la zona marítima, o en las rías y desembocaduras de los ríos, considerados como puertos marítimos según el Art. 2E Más si las islas procediesen de haber un río cortado terrenos de propiedad particular, continuarán éstos perteneciendo a los dueños de la finca o fincas desmembradas. Art. 4° Son del dominio público los terrenos que unen a las playas por las accesiones y aterramientos que ocasione el mar. Cuando ya no los bañen las aguas del mar, ni sean necesarios para los objetos de utilidad pública, ni para el establecimiento de especiales industrias, ni para el servicio de vigilancia, el Gobierno los declarará propiedad de los dueños de las fincas colindantes en aumento de ellas." (Énfasis nuestro.) En el extenso y profundo estudio que hizo la Comisión de 1859 que redactó la Ley de Aguas de 1866, y que constituye su Exposición de Motivos--Alcubilla, op. cit., pág. 341--después de expresarse que no pueden darse reglas sobre el aprovechamiento de las aguas públicas sin fijarse reglas claras y precisas, hasta ese momento no fijadas en las leyes civiles o administrativas, en virtud de las cuales quedaran perfectamente definidas y deslindadas las aguas pertenecientes al dominio público y al privado, ni se podían señalar los cauces y riberas que deben quedar del dominio público sin separarlos y deslindarlos de los que corresponden al dominio privado, dice la Comisión: (pág. 344). "La Comisión ha creído, pues, que debía abstenerse de fijarla, limitándose a declarar que esa zona marítima territorial, cualquiera que sea la extensión que el derecho internacional le conceda, [se refiere al límite de millas mar afuera], pertenece al dominio público de la Nación, así como las obras, bahías, radas, calas y ensenadas 16 El río Puerto Nuevo no es navegable en sitio alguno. (123) formadas por las costas del territorio español y los puertos naturales o construidas con fondos públicos para el servicio general, a diferencia de los construidos para el servicio exclusivo del Estado, que pertenecen al dominio particular de éste." (Énfasis nuestro.) Más adelante expone la Comisión en su Exposición de Motivos: "Por dominio público de la Nación entiende el que a ésta compete sobre aquellas cosas cuyo uso es común por su propia naturaleza o por el objeto a que se hallan destinadas; tales son, por ejemplo, las playas, ríos, caminos, muelles y puertos públicos; su carácter principal es ser inenajenable e imprescriptible. Y por dominio particular del Estado entiende el que a éste compete sobre aquellas cosas destinadas a su servicio, o sea, a la satisfacción de sus necesidades colectivas, y no al uso común, cosas de las que dispone como los particulares de las que constituyen su patrimonio: tales son, entre otras muchas, los montes, minas, arsenales, fortalezas y edificios militares." (Énfasis nuestro.) Aún de mayor aplicación a la cuestión litigiosa que levanta el Estado Libre Asociado en este caso, dice la Exposición de Motivos: "Al declarar también del dominio público de la Nación las playas, se ha creído conveniente restablecer la disposición de nuestras antiguas leyes que de acuerdo con las romanas, les fijaban por límite aquel donde alcanzan las olas del mar en sus temporales ordinarios, espacio bastante para las necesidades de la navegación y pesca; y en vez de la zona contigua de 20 varas, que después se ha considerado como ensanche de aquellas, se establecen sobre las heredades limítrofes las servidumbres de salvamento y vigilancia, con las cuales quedan suficientemente atendidos los intereses de la navegación en casos de naufragios, y los de la Hacienda pública para vigilancia de las costas, sin necesidad de condenar a perpetua esterilidad terrenos que en algunas comarcas son susceptibles de cultivo." (Énfasis nuestro.) Conforme a esta legislación, basta ver el Anexo-A, que es también prueba del Estado recurrente, para captar la imposibilidad de que la Parcela Núm. 10, según deslindada en dicho Plano Oficial de 1919, pudiera bajo criterio alguno de esa Ley, ser playa. Ya dijimos que el río Puerto Nuevo no es navegable. En la escala en que se levantó dicho Plano Oficial, 1:5,000, la porción más cerca al mar de la Parcela Núm. 10 que es su (124) Norte y Oeste queda a unos 1,400 metros de la playa, o sea, casi a kilómetro y medio, comparado con la cinta de unos metros de terreno que cubren o descubren las olas en sus temporales ordinarios, o la línea de la marea más alta o la equinoccial. Bajo el concepto de montes, la Parcela Núm. 10 podía haber sido de dominio del Estado, pero ya vemos que la propia Ley y su Exposición de Motivos excluyen los montes de entre aquellos bienes que por su naturaleza y uso, no son susceptibles de ser enajenados por el Gobierno, o de ser poseídos y prescritos por el individuo particular. A este respecto, confirmando lo anterior, el Art. 26 de la Ley de Aguas de 1866 dispuso: "El gobierno podrá conceder para su desecación las marismas propias del Estado o de uso comunal de los pueblos, cuando oidos el Comandante de la Marina, el Jefe provincial de Ingenieros de caminos, el Gobernador de la provincio y la Junta consultiva de Obras Públicas en el Ministerio, conste que de ello no puede resultar perjuicio a la navegación de los ríos o conservación de los puertos. Las marismas de propiedad particular podrán ser desecadas por sus dueños con licencia del Gobernador de la provincia...." (Énfasis nuestro.) La marisma, que como señalaremos luego, es considerada como monte se ha definido como terreno bajo y pantanoso que se inunda con las aguas del mar; y Alcubilla, Tomo 7, pág. 133, al referirse a las mismas dice que son terrenos bajos contiguos a las playas o riberas de los ríos que se inundan con las aguas extravasadas de los mares y los ríos; y que la Ley de 1866 disponía la concesión por el Estado para su desecación de aquellas que le pertenecían, y las reglas para la desecación de aquellas de propiedad privada. En Sentencia del Tribunal Supremo de España de 28 de enero de 1878, en que un concesionario de terrenos que eran marismas demandó a otro particular para que éste los dejara a su disposición, y la demandada invocó ser dueña de los mismos por documentos que databan del Siglo XVII, dicho Tribunal revocó la sentencia de instancia que declaró que tales marismas eran de dominio público hasta la fecha de la concesión al demandante. Dijo el Tribunal Supremo que la sentencia recurrida infringía la Sentencia de 19 de diciembre de 1870, y el Art. 26 de la Ley de 3 de agosto de 1866 (Ley de Aguas) al declarar que playa y marisma son la misma cosa. (125) Transcrita en el Tomo 7, Alcubilla, op. cit., pág. 135. En cuanto a la colindancia del río Puerto Nuevo respecta, dispuso la Ley en su Art. 72 que eran de dominio público los álveos y cauces naturales de los ríos; y en el Art. 73, que "se entienden por riberas de un río las fajas o zonas laterales de sus álveos que solamente son bañadas por las aguas en las crecidas que no causan inundación. El dominio privado de las riberas está sujeto a la servidumbre de tres metros de zona para uso público, en el interés general de la navegación, la flotación, la pesca y el salvamento." (Énfasis nuestro.) Finalmente, de haber conflicto entre el derecho de los Ramos y el del Estado por razón de las disposiciones de la Ley de Aguas de 1866, y en lo que aquí respecta no captamos conflicto alguno, en sus Disposiciones Generales dispuso la misma, Art. 299: "Todo lo dispuesto en esta ley es sin perjuicio de los derechos legítimamente adquiridos con anterioridad a su publicación, así como también del dominio privado que tienen los propietarios de aguas de acequias,...." (Énfasis nuestro.) Sobre este Art. 299 dice la Exposición de Motivos: "Con dos disposiciones generales termina la ley; por la primera, [Art. 299] fundada en el sabido principio de que las leyes no deben tener efecto retroactivo, se declara que todo lo dispuesto en ella es sin perjuicio de los derechos adquiridos antes de su publicación;.... (Énfasis nuestro.) La Ley de Aguas de 1866 rigió en Puerto Rico hasta el 5 de febrero de 1886, en que por Real Orden se extendieron a la Isla la Ley de Aguas de 13 de junio de 1879, y la Ley de Puertos de 7 de mayo de 1880. La Ley de Aguas de 1879 sustituyó a la de 1866 sólo en cuanto a las aguas terrestres, con pocas modificaciones y no envuelta en el presente litigio. En cuanto a las aguas marítimas, fuen sustituida por la de Puertos de 1880, que empezó a regir aquí según expresamos, en 1886. Comenta Alcubilla, op cit., pág. 341, que con la Ley de Aguas de 1879 y con la Ley de Puertos de 1880 en nada perdió su importancia y eficacia la Exposición de Motivos de la Ley de 1866. La Ley de Puertos de 1880 según se hizo extensiva a Puerto Rico, dispone en su Art. 1 que "son de dominio nacional y uso público, sin perjuicio de los derechos que (126) correspondan a los particulares: 1. La zona marítimo-terrestre, que es el esppacio de las costas o fronteras marítimas de la Isla de Puerto Rico y sus adyacentes, que forman parte del territorio español, y que baña el mar en su flujo y reflujo, en donde son sensibles las mareas, y las mayores olas en los temporales en donde no lo sean. Esta zona marítimo-terrestre se extiende también por las márgenes de los ríos hasta el sitio en que sean navegables o se hagan sensibles las mareas." (Énfasis nuestro.) Esta Ley reproduce casi todas las disposiciones sobre el dominio público de la zona marítima contenidas en la Ley de 1866 y dispone expresamente que: (Art. 1, incisos 7, 8 y 9) "7. Los terrenos de propiedad particular colindantes con el mar o enclavados en la zona marítimo-terrestre, están sometidos a la servidumbre de salvamento y de vigilancia litoral. 8. Las servidumbres de salvamento tienen la misma extensión en los terrenos de propiedad privada colindantes con el mar, que la zona marítimo-terrestre, dentro de la cual están comprendidos y 20 metros más contados hacia el interior de las tierras, y de ella se hará uso público en los casos de naufragio, para salvar y depositar los restos, efectos y cargamentos de los buques náufragos. Esta zona de servidumbre avanzará o se retirará conforme el mar avance o retire, según queda establecido en general para la zona marítimo-terrestre. Por los daños causados a las heredades en las ocasiones de salvamento habrá lugar a indemnización, .... 9. La servidumbre de salvamento no es obstáculo para que los dueños de los terrenos contiguos al mar siembren, planten y levanten, dentro de la zona marítimo-terrestre, en terreno propio, edificios agrícolas y casas de recreo." (Énfasis nuestro.) (Ley de Puertos, 1880, Compilación de los Estatutos Revisados y Códigos de Puerto Rico, Ed. 1941, pág. 92.) (127) En esta legislación el Estado Libre Asociado recurrente hace descansar básicamente su derecho de propiedad. El hecho amerita unas observaciones: i. Dijimos antes que era imposible que la Parccela Núm. 10 fuera playa bajo la Ley de 1866 y el Plano Oficial, ni que allí, a un kilómetro y medio de distancia, llegaran las olas. ii. La Ley de 1880, antes transcrita, introduce el concepto de "zona marítimo-terrestre" y la describe como aquel espacio que baña el mar en su flujo y reflujo y la extiende hasta donde son sensibles las mareas y las mayores olas en los temporales cuando las mareas no sean sensibles. iii. Asumiendo--el Estado no aportó prueba sobre el hecho --que la Parcela Núm. 10 fuera lugar sensible a las mareas y que con el cambio de éstas se extravasaran en ella las aguas del mar, o sea, que la Parcela Núm. 10 era una marisma,17 las disposiciones transcritas de esta Ley de 1880, aún en vigor, al igual que aquellas de la Ley de 1866, plenamente reconocen el disfrute de propiedad privada en este tipo de zona "marítimo-terrestre", distinto al criterio del demandado de que son bienes incapaces de ser enajenados por el Estado, e incapaces de ser poseídos particularmente. iv. Aun cuando lo anterior no fuera correcto, esta zona "marítimo-terrestre" en la forma definida hasta donde son sensibles las mareas, se estableció por primera vez el 5 de febrero de 1886, años después que Ramos tenía inscrito en el Registro su título de propiedad. En consecuencia, todo sucesor en título de Ramos, como lo son los demandantes en este pleito, tienen la incuestionable protección del Art. 34 de la Ley Hipotecaria de 1883, como terceros que adquirieron de quien según el Registro podía transmitir. Posteriormente haremos referencia más en detalle al problema de tercero hipotecario.18 17 El Acta de los hallazgos de la Inspección Ocular del juez sentenciador tiende a indicar lo contrario. 18 Dispone el Art. 33 de la Ley Hipotecaria de 26 de mayo de 1893: (128) v. Finalmente, lo mismo que la Ley de 1866 que protegió los derechos ya adquiridos y a la cual, según su Exposición de Motivos, no se le deseó dar efecto retroactivo (Art. 299), la Ley de 1880, al declarar el dominio público expresa de inmediato que es, "sin perjuicio de los derechos que correspondan a los particulares", y respeta, como la anterior, a aquellos ya adquiridos. En abono de su tesis, el Estado Libre Asociado presentó un Expediente Administrativo Núm. 175, de 1 de julio de 1895 (Ddo. Exh. L) en que Leopoldo Cerecedo, quien adquirió San Patricio en 1893--ante par. 2--y antecesor en título de los demandantes, presentó una instancia al Gobernador General pidiendo que se suspendiera el corte de mangle que por el personal de las obras del puerto se estaba haciendo en su hacienda San Patricio, causándole daño a su propiedad. Recibida la queja, se suspendió de inmediato el corte de mangle y se trasladó a otro sitio "en la margen izquierda del caño Pto. Nuevo, ... interín se deslinda la verdadera zona donde deba hacerse la extracción." Referido el asunto por la Junta de Obras del Puerto de la Capital al Ayudante encargado de las obras, hay un informe de 6 de agosto de 1895 dirigido al Ingeniero Jefe Director de las Obras. Dice el informe que el Sr. Cerecedo parecía incurrir en un error de apreciación "confundiendo los límites de su proppiedad con los de la zona "La inscripción no convalida los actos o contratos que sean nulos con arreglo a las leyes." Y el Art. 34: "No obstante lo declarado en el artículo anterior, los actos o contratos que se ejecuten u otorguen por persona que en el Registro aparezca con derecho para ello no se invalidarán en cuanto a tercero, una vez inscritos, aunque después se anule o resuelva el derecho del otorgante en virtud de título anterior no inscrito o de causas que no resulten claramente del mismo Registro." (Énfasis nuestro.) Los Arts. 33 y 34 de la Ley Hipotecaria Española que rigió en Puerto Rico desde el 1E de mayo de 1880 hasta ésta de 1883, disponían de igual manera. (129) marítimo-terrestre." Para "poder desvanecer tales errores", entró en consideraciones sobre la planta de mangle y donde se produce. Dice: "El mangle rojo, árbol cuya madera se utiliza como combustible para el movimiento de las máquinas de vapor del Tren de Limpia al servicio de las Obras del Puerto, es una planta especial, que nace solamente en las marismas o sea sobre los terrenos cenagosos bañados por las aguas del mar en el movimiento de las mareas.... Por el medio especial en que vive esa planta, no se puede producir sobre otro terreno que no sea el salitroso bañado por el mar en el movimiento de sus mareas, ocupando por lo tanto la zona marítimo-terrestre de las costas bajas de esta Ysla. El límite de un manglar o sea su encuentro con el terreno vegetal de la Costa, está determinado precisamente por la misma naturaleza, pues en la unión de ambas zonas, se desarrolla y crece, otra planta especial que se denomina marunguey y que necesita para su nutrición, del terreno salitroso y del vegetal bañado por las lluvias, de suerte que, el menos avisado, viene fácilmente en conocimiento del límite de la zona marítimo-terrestre ocupada por los mangles en un sitio dado, observando tan solo donde empieza a desarrollarse la indicada planta de marunguey, que como ya se ha dicho, limita los terrenos vegetales de los salitrosos o marismas de la costa." (Énfasis nuestro.) Interrumpimos aquí el informe para observar que del Acta de la Inspección Ocular que realizó la Sala sentenciadora, comenzada en el linde Norte y Oeste de la Parcela Núm. 10, el Magistrado hace constar que caminando hacia el Este, a lo largo de la colindancia Norte, observó mangle a la orilla izquierda de un canal, probablemente el cauce anterior del río Puerto Nuevo antes de desviarse éste para desembocar ahora en el Caño Martín Peña, y a la derecha, o hacia el Sur, observó terrenos cubiertos de pasto natural, marunguey y arbustos de diferentes especies, incluyendo mangles y otras especies. Concluyó el informe aludido que el corte se estaba haciendo en la zona del mangle, sin que hubieran entrado para nada en el predio "San Patricio", y que no parecía fundada la queja. Recomendó el funcionario que se hiciera un deslinde de las expresadas zonas "fijando de una vez los límites en que quede comprendido el mangle que pueda explotarse para los usos ya referidos." (Énfasis nuestro.) (130) En informe de 18 de julio de 1895 del Ingeniero Director al Presidente de la Junta de Obras del Puerto de la Capital, se expresa que el corte de mangle se había mantenido siempre dentro de los sitios detallados en la subasta en que se adjudicó a la Junta de Obras el aprovechamiento de los manglares del Estado sitos en Bayamón, sin que se rebasara, en ningún caso la parte contigua al límite del Sr. Cerecedo, el límite superior de la zona marítimo-terrestre "en que crece la planta especial llamada marunguey." Acepta el informe que era "innegable según dice el recurrente y es sabido de toodos, que dentro de la zona marítimo-terrestre pueden existir propiedades particulares" (énfasis nuestro), pero que el reclamante no había mostrado documento alguno que demostrara que San Patricio se hallaba comprendido total o parcialmente dentro de dicha zona. Insiste este segundo informe que solo se lograría resolver el conflicto de un modo radical practicándose "el deslinde de la zona en que puede verificarse la explotación de la leña, a los usos referidos." (Énfasis nuestro.) El anterior Expediente Administrativo contemporáneo con la adopción de la Ley de Puertos de 1880, no sostiene la tesis del recurrente de que las marismas, asumiendo que la Parcela Núm. 10 lo fuera, son bienes inajenables y no susceptibles de dueño privado. Desautoriza también la conclusión de que los manglares, por el solo hecho de serlo, son necesariamente propiedad del Estado, y no prueba que el Gobierno Español fuera dueño de la Parcela Núm. 10, que luego pasara bajo el Tratado de París a Estados Unidos y bajo la Ley Foraker al Pueblo de Puerto Rico como bienes "para ser administrados" a beneficio del Pueblo.19 La Proclama del Gobernador de Puerto Rico de 28 de mayo de 1918, Boletín Administrativo Núm. 143, se expidió por autoridad del Art. 2 de la Ley Núm. 22 de 22 de noviembre de 1917, creando un servicio forestal. Autorizó esta ley al Gobernador para que, de tiempo en tiempo, "después de oir en audiencia pública a los 19 No obstante el hecho que lla Ley del Congreso de 1° de julio de 1902 cedió a Puerto Rico el dominio de aquellos bienes que Estados Unidos recibió de España que no fueran reservados por el Presidente en virtud de dicha Ley, la Carta Orgánica de 1917 volvió a repetir que eran "para ser administrados" a beneficio del Pueblo de Puerto Rico; y así se ha perpetuado en la actual Ley de Relaciones Federales. (131) interesados" (énfasis nuestro), declare bosques insulares todo terreno insular, y después de las audiencias, el Gobernador podía modificar o revocar o suspender cualquier proclama o parte de ella. (Art. 2.) Entre las facultades concedidas por esta Ley al Comisionado de Agricultura, está la de arrendar, o de otro modo conceder la ocupación y uso de estos bosques del Estado. También para adoptar reglamentos referentes al uso, etc. y ocupación de los mismos, pero se le impuso la obligación de conceder audiencia a cualquier persona que se creyere perjudicada. Se ordenó la mensura y deslinde de cualquier bosque insular incluyendo los terrenos cedidos de la Corona de España incluidos en cualquier bosque insular antes de perfeccionarse la mensura y el título de los mismos, sin que lo dispuesto pudiera interpretarse "en el sentido de estar en oposición o conflicto con cualquier derecho adquirido por virtud de alguna concesión o concesiones ... del Gobierno ...." (Énfasis nuestro.) La Proclama de 1918 no declara que todos los manglares fueran de propiedad del Gobierno, sino que declaró bosques insulares los manglares pertenecientes al Pueblo de Puerto Rico. En la descripción y deslinde del que aquí se aplica, se dice en la Proclama que colinda por el Este con otros manglares. Si se hubiera intentado establecer que todos los manglares eran propiedad pública, la colindancia Este tenía que ser terreno vegetal firme. De lo que se desprende que la confección del Plano Oficial de 1919 no responde, como cuestión de derecho, ni a la Proclama, ni a la Ley Núm. 22 de 1917, ni a la legislación española aquí en vigor sobre el dominio de la zona marítimo-terrestre. El recurrente no ha aportado prueba del certificado de mensura del Plano de 1919 de donde surgiera haberse dado audiencia a los interesados y dueños colindantes, conforme lo exigía la referida Ley Núm. 22. En El Pueblo v. Dimas dijimos a la página 1072 que los manglares se consideran como montes del Estado, aunque constituyan terrenos inundados. Véanse: Ordenanzas Generales de 22 de diciembre de 1833 descriptivas de los montes. Tomo 6, Scaevola, op. cit. (1891), pág. 143. Por Real Decreto de 21 de abril de 1876, se proveyó para el deslinde y conservación (132) de los montes y terrenos de la Corona existentes en Cuba y Puerto Rico, y se aprobaron las Ordenanzas para el Servicio del Ramo de Montes. En su Art. 1 se declaró que bajo la denominación de montes se comprenden "todos los terrenos destinados particularmente a la producción de maderas y leñas, y a las tierras de pastos no cultivados." Se dividieron los montes en (1) montes públicos y (2) montes de particulares, definiéndose éstos como "los que con justo título pertenezcan al dominio privado." Se ordenó el deslinde de unos y otros conforme se dispuso, y se proveyó para que el Ingeniero Inspector de Montes presentara al Gobernador General dos catálogos de montes públicos: (1) los que por ser altos fueran necesarios para el suministro de servicios de guerra y marina, debían ser reservados de la venta y (2) aquellos montes que sin menoscabo de los intereses públicos, debían pasar al dominio particular. Colección Legislativa de España, tomo 116, pág. 360. Estos catálogos en verdad se hicieron y existían según se desprende de la prueba del recurrente. A esos catálogos e inventario se hace mención en Pueblo v. Rojas. Este Tribunal, [en] El Pueblo v. Dimas, hace referencia a un expediente de subasta de aprovechamientto de varios montes del Estado, en que el Gobernador dispuso que por la alcaldía se procediera a anunciar la subasta y aprovechamiento de leñas del monte del Estado denominado Manglar de la parte norte de la bahía. Otra vez, judicialmente ahora, hay una expresión adicional que no comparte la tesis de que los manglares, o marismas de la zona marítimo-terrestre sean, por solo esa condición de manglares, bienes de dominio y uso público de los de aquella naturaleza que están fuera del alcance del comercio de los hombres y no son enajenables por el Estado ni están sujetos a ser privadamente tenidos por los medios reconocidos de obtener título, inclusive, la posesión. Nuestra Asamblea Legislativa lo reconoció también así al aprobar la Resolución Conjunta Núm. 7 de 13 de mayo de 1927, que autorizó al Comisionado de lo Interior a vender manglares de El Pueblo de Puerto Rico. La legislación común española contemporánea con la legislación especial de Aguas y Puertos, tampoco sostiene la posición del recurrente. El Código Civil Español de 26 de mayo de 1889, en vigor en Puerto Rico el 1E de enero de 1890 y hasta el 1° de julio de 1902, dispuso en su Art. 339 que son bienes de dominio público: "Los destinados al uso público, como los `caminos, canales, ríos, torrentes, puertos y puentes (133) construidos por el Estado, las riberas, playas, radas y otros análagos'." No se mencionan manglares ni marismas como tal. El Art. 344: "Son bienes de uso público en las provincias y los pueblos los caminos provinciales y los vecinales, las plazas, calles, fuentes de aguas públicas, los paseos y las obras públicas de servicio general, costeadas por los mismos pueblos o provincias." "Todos los demás bienes que unos y otros posean son patrimoniales y se regirán por las disposiciones de este Código, salvo lo dispuesto en leyes especiales." El Art. 407 que trata del dominio público de las aguas no incluye la propiedad en litigio, aun cuando ésta fuera un manglar. En ausencia de prueba del Estado Libre Asociado que impugnara el título inscrito de Antonio Ramos, su posesión con justo título escriturario desde 1815, ni que destruyera la condición de tercero hipotecario de los demandantes, no hay base para alterar la sentencia recurrida bajo el criterio que la Parcela Núm. 10, aun cuando participare de la naturaleza de manglar o marisma--y en contrario concluyó la Sala sentenciadora--es un bien de uso público no susceptible de ser enajenado o cedido por el Estado, o de ser poseído en privado. Tal vez con lo dicho sea suficiente para disponer de este recurso. Tratándose de bienes que hoy tienen un inmenso valor económico y que están inscritos a favor del Estado Libre Asociado, preferimos, no obstante, no dejar fuera del análisis nada que pueda reafirmar el convencimiento de juzgador, aun a costa de prolongar más esta exposición. El Pueblo de Puerto Rico v. Luis Llorens Torres, Civil 12,685, Reivindicación Con más pujanza y fuerza persuasiva para la deciisión de este caso que el análisis anterior interpretativo, están los hechos que quedaron perpetuados judicialmente en el pleito de reivindicación tramitado por El Pueblo de Puerto Rico contra Luis Llorens Torres en la entonces Corte de Distrito de San Juan. (134) En 16 de abril de 1920 el Gobierno interpuso demanda reivindicando un predio de 300 cuerdas que alegó Llorens detentaba sin título alguno. Obtuvo de inmediato un injunction pendente lite a base de que Llorens no sólo cortaba leña sino que hacía obras de roturación y cultivo. Se describió la parcela como parte del manglar de 1,003.61 cuerdas declarado bosque insular por la Proclama de 28 de mayo de 1918, "colindante la misma por el Norte con aguas del río Puerto Nuevo; por el Este con aguas del mismo río y la Hacienda San Patricio; por el Sur con la Hacienda San Patricio, perteneciente hoy a Don Luis Rubert, con terrenos de la Sucesión, Ramos, antes, hoy de Don Luis Llorens Torres; y terrenos de Eduardo González Caneja antes, hoy de Don Eduardo y Don Celestino Iriarte, y por el Oeste con más manglares de El Pueblo de Puerto Rico." No obstante estar ya deslindado el manglar de 1,003.61 cuerdas en el Plano Oficial de 1919 por puntos, ángulos, rumbos y distancias, y dividido en parcelas identificadas con los números 9, 10, 11, 12, no se dio en la demanda la descripción geométrica de este predio de 300 cuerdas, ni se situó en alguna de dichas parcelas numeradas. Llorens negó la demanda, y alegó ser dueño de la finca Monterrey que describió de igual manera a como la tenía inscrita según el deslinde que hizo con Rubert (véase el párrafo 6 anterior), excepto que alegó que tenía 397 cuerdas en lugar de 220. Esta mayor cabida alegada motivó una estipulación de las partes radicada el 5 de agosto de 1924, en que acordaron que de la Finca Monterrey de 397 cuerdas descrita en la contestación de Llorens, el Pueblo sólo reclamaba 300 cuerdas cenagosas, y quedaban fuera del pleito 97 cuerdas situadas en la parte seca, o sea en la parte Sur. Describieron estas 97 cuerdas como colindando por "el Norte, con los terrenos cenagosos que reclama El Pueblo de Puerto Rico; por el Este, con la quebrada Barraco que separa terrenos de Don Luis Rubert; por el Sur, con los mencionados terrenos de Rubert y ..., y por el Oeste con dichos terrenos cenagosos que reclama El Pueblo de Puerto Rico." (Énfasis nuestro.) Debe observarse que ahora se identifica la quebrada Barraco, colindancia Oeste de Rubert y de la Parcela Núm. 10, como colindancia Este del terreno seco que se elimina del pleito. (135) El 5 de marzo de 1925 el Juez Charles E. Foote dictó sentencia en contra de Llorens y decretó la reivindicación. Se basó el Juez Foote fundamentalmente en lo que observó en su inspección ocular, y dijo: "la colindancia Norte de la finca del demandado es el Río Puerto Nuevo solo hasta el punto en que el mismo desemboca sus aguas en la bahía de San Juan, y de ahí en adelante dicha colindancia es la zona manglar que hemos descrito antteriormente [se refiere al manglar de 1,003.61 cdas.] y dentro de la cual está incluida la porción de terreno que reclama el demandante, siendo la línea divisoria, aquella más alta que marquen las aguas en el flujo y reflujo de la marea." (Énfasis nuestro.) Si se tiene en cuenta que desde su origen la parte más cerca al mar de la finca San Patricio o su colindancia Oeste, nunca sobrepasó la quebrada Margarita, y según el Anexo-B su desembocadura en el río aparece a 150 metros de la playa, las observaciones del Juez Foote no estuvieron equivocadas. Llorens apeló. No resolvimos el caso porque las partes estipularon su solución. En transacción que propusieron a la Corte de Distrito fechada 12 de febrero de 1931, El Pueblo de Puerto Rico aceptó que Llorens era un tercero hipotecario protegido por el Registro en cuanto a la cabida no aumentada de 220 cuerdas, "cuya cadena de título se ha comprobado desde el año 1815"; y pidió que se dictara sentencia decretando que Llorens era legítimo dueño de esas 220 cuerdas registradas, que se volvieron a describir en la misma forma expresada en el párrafo 6 anterior de esta opinión. El demandado Llorens, por su parte, estuvo conforme en que se decretara que el Pueblo de Puerto Rico era legítimo dueño "de todo el terreno excedente situado entre las 220 cuerdas arriba descritas y la Bahía de San Juan, debiendo el demandado entregar la posesión de dicho terreno al demandante Pueblo de Puerto Rico." Estipularon además las partes que las 220 cuerdas "se entenderán comprendidas desde la Quebrada Verraco [sic] que separa la finca del demandado de la Hacienda San Patricio de Don Luis Rubert, hasta una línea recta y paralela a la carretera, cuya línea se trazará desde la Quebrada Margarita hasta el Río Puerto Nuevo; y que desde esta línea, que será marcada por ingenieros del Departamento del Interior, el terreno restante, hasta la Bahía de San Juan, quedará de (136) la propiedad de El Pueblo de Puerto Rico. Trazada esa línea, las partes se obligan a respetarla como línea divisoria entre ambas propiedades, renunciando a toda ulterior rectificación o deslinde entre ellas o sus causahabientes; y en consecuencia, El Pueblo de Puerto Rico renuncia a todo derecho o reclamación sobre cualesquiera otros terrenos reclamados en este pleito y poseído por Llorens que quedan situados al este de la referida línea paralela a la Carretera, que será trazada por ingenieros del Departamento del Interior y la cual servirá de límite en lo sucesivo entre los terrenos del Pueblo de Puerto Rico y los de la antigua Hacienda San Patricio, hoy denominada San Patricio y Monte Rey." (Énfasis nuestro.) La Carretera referida es la Núm. 2, que como puede verse en el Anexo-A, está considerablemente mucho más cerca del mar hacia el Oeste que la Parcela Núm. 10. No obstante, la prueba demuestra que El Pueblo pagó a Ramos, en 1913, el importe del terreno ocupado por esta carretera. Conforme a la anterior estipulación, la Corte de Distrito de San Juan dictó sentencia final y firme en 18 de febrero de 1931, perpetuando judicialmente los pactos y declaraciones hechos por las partes. El pleito de reivindicación terminó en realidad, como uno de deslinde, en que el Gobierno reconoció la quebrada Margarita como el límite Oeste de la Hacienda San Patricio según adquirida en 1815, y reconoció la quebrada Barraco como el límite Oeste de dicha hacienda después que la dividieron entre Monte Rey de Llorens, y San Patricio de Rubert. (Párrafo 6 anterior.) Aun cuando Rubert podía indirectamente ser afectado por las resultancias del pleito de Llorens--de hecho aportó para sufragar los gastos del mismo--la sentencia mencionada no es aquí cosa juzgada, ya que Rubert no fue parte compareciente. La aceptación que hizo El Pueblo de que Llorens era un tercero protegido por el Registro en lo que a sus 220 cuerdas inscritas se refiere, fue bien y correctamente hecha. Llorens incuestionablemente estaba protegido como tercero en esas 220 cuerdas inscritas--Art. 34 de la Ley Hipotecaria--aunque no en cuanto a las 197 cuerdas adicionales que alegó al contestar la demanda. (137) A fortiori, los demandantes son también terceros hipotecarios en cuanto a su cabida inscrita, ya que la cadena de título de ellos, como la de Llorens, tiene idéntico origen y proviene de la misma finca Núm. 89 matriculada en enero de 1882.20 La sentencia de deslinde de 1931 fue acatada por el Gobierno. El Plano Oficial de Manglares de 1919 quedó modificado para trazar en él el deslinde convenido y ordenado, y se trazó en dicho Plano la línea dentada (/ / / / / / / /), al Este de la cual el Gobierno aceptó no tener reclamación alguna, y que sería la divisoria perpetua entre los terrenos del Estado y los de la "antigua Hacienda San Patricio". Trasladado este hecho al Anexo-A, se verá que esta línea límite está situada a 825 metros al Oeste de la quebrada Barraco, o dicho de otro modo, que la colindancia Oeste de la Parcela Núm. 10, la más cerccana al mar, está a casi un kilómetro al Este de dicha línea divisoria, al Este de la cual el Gobierno aceptó no tener derechos de propiedad. 20 En El Pueblo v. Dimas dijimos a la pág. 1075 que la demanda de reivindicación del Pueblo había sido declarada sin lugar en cuanto a los demandados Bosch y Riera "por estimar la corte sentenciadora que concurría en favor de ellos la condición de terceros por ellos alegada." En este caso se trataba de manglares, y el Gobierno no apeló el pronunciamiento del juez de instancia declarando a Bosch y a Riera terceros hipotecarios. Este Tribunal continuó entonces considerando si los otros demandados contra quienes se declaró con lugar la demanda de reivindicación eran o no terceros, y concluimos que no lo eran. 18 D.P.R. 1075. No fue en el caso de Llorens la única vez que el Pueblo reconoció que pueden existir terceros hipotecarios protegidos por el Registro aun cuando se tratare de este tipo de zonas marítimo-terrestre. Cf. Fajardo Sugar Growers Ass'n. v. Kramer (1933), manglares, en donde a la página 377 discutimos si allí había una condición de tercero y concluimos que no porque por el Registro, un posterior adquirente había quedado claramente informado del incumplimiento de un concesionario original de las condiciones impuestas para obtener título. (138) Después de esos hechos no acertamos a explicarnos cómo en 1940, diez años más tarde, y con el Plano Oficial de 1919 ya modificado conforme a la sentencia de 1931, el Comisionado del Interior pudo haberle certificado al Registrador la primera inscripción de la Parcela Núm. 10 a favor del Pueblo de Puerto Rico, como un bien obtenido de la Corona de España a través del Tratado de París, de la Sec. 13 de la Ley Foraker y de la Ley del Congreso de 1° de julio de 1902. En el estudio de este caso hemos tenido el beneficio de una excelente labor realizada por el Juez Polo, Magistrado que falló en 1ra. Instancia. Su sentencia, que declaró con lugar la demanda de reivindicación y ordenó la cancelación en el Registro de la Propiedad de la inscripción a favor del Estado Libre Asociado recurrente de la Parcela Núm. 10, según al presente está compuesta por un predio de 6.896 cuerdas y otro de 120.48 cuerdas después de la segregación a favor de Estados Unidos que no se litiga, será confirmada. E.L.A. v. Tribunal Superior 97 D.P.R. 644 (1969) [Estado Libre Asociado de Puerto Rico, peticionario v. Tribunal Superior de Puerto Rico, Sala de Expropiaciones, Hon. Pedro Santos Borges, Juez, demandado; Planta de Cal Hicaco, Inc., et al., interventores.] El Juez Asociado Señor Hernández Matos, en opinión en la cual concurren el Juez Presidente Señor Negrón Fernández y el Juez Asociado Señor Santana Becerra, expone los criterios en que funda su voto de no ha lugar.] * *Nota del Compilador: La opinión original aparece en 95 D.P.R. 339. (139) –O– Opinión del Juez Asociado Señor Hernández Matos exponiendo los criterios en que funda su voto de no ha lugar a la moción de reconsideración, en la cual concurren el Juez Presidente Señor Negrón Fernández y el Juez Asociado Señor Santana Becerra. El peticionario solicitó la reconsideración de nuestra decisión que confirmó la resolución de la Sala de Expropiaciones del Tribunal {645} Superiorque determinó que el Estado carecía de título de dominio sobre los islotes Hicacos y Ratones objeto de expropiación y que los mismos pertenecían a la fecha de instarse el procedimiento a la codemandada Best Builders, Inc. Expone que erramos (a) al concluir que la composición tuvo lugar; (b) al determinar que la condición de cultivo fue sustancialmente cumplida y (c) al considerar terceros de buena fe a los adquirentes subsiguientes frente a la prueba de acontecimientos ocurridos fuera del Registro. Las interventoras se han opuesto a la solicitud de reconsideración. A su vez sostienen, en síntesis, que el trámite de la composición debe estimarse concluido y que el mismo 'constituye una ratificación del título que le había transferido don Leandro Fort' a don Juan Lavaggi; que el Estado no probó título alguno sobre los islotes; que los subadquirentes son terceros por haber comprado sin que constase del Registro el cumplimiento, con efectos extintivos, de la condición resolutoria y que 'han adquirido por usucapión los terrenos objeto de este procedimiento', solicitando un reexamen de la actual doctrina de la usucapión contra el Estado. Reseñaremos primeramente todos los antecedentes registrales de los islotes Hicacos y Ratones que forman la finca rústica Núm. 104 del término municipal de Fajardo. Comienzan el 28 de febrero de 1883, fecha de su primera inscripción en virtud del título de amparo concedido por la Corona de España a don Leandro Fort Torres, y terminan el 12 de diciembre de 1962, día de presentación del título de compraventa de Best Builders, Inc., cubriendo un estado registral de vigencia titular dominical ininterrumpido de 79 años y 9 meses. Luego discutiremos los efectos hipotecarios específicos de las inscripciones traslativas subsiguientes frente a la condición (140) resolutoria constante en el asiento inmatriculador. Después los efectos de los actos extraregistrales relacionados en esta opinión {646} y, finalmente, la cuestión prescriptiva y sus efectos sobre el título envuelto. I Antecedentes Registrales Primera inscripción, 28 de febrero de 1883. Por esta primera inscripción queda inscrito el islote Hicacos por título de amparo fechado el 12 de febrero de 1872, a favor de Leandro Fort Torres, y, según el título y el Registro: '... bajo la condición indispensable que se impuso el mismo de tenerla a disposición del Gobierno en cualquier tiempo que se le exija y la indispensable de cultivarla en su décima parte dentro del término de un año, en la cuarta parte dentro de cuatro años y en la mitad dentro de diez años a beneficio de la agricultura bajo la pena de la revocación de la gracia y reversión de esta finca al Estado en el caso de incumplimiento de la referida condición y con la obligación de que a los dos meses cuanto más de la fecha de la expedición del título ha de dar principio al cultivo de los terrenos concedidos, en cuyo caso no podrá turbársele en su posesión ni disputársele su dominio, debiendo pagar los derechos de tierra.' (Énfasis suplido.) Segunda inscripción de dominio, de fecha 4 de marzo de 1887. En este asiento se dice 'No aparece afecta a carga alguna.' Se inscribe la venta que hace Leandro Fort y Torres a Juan Lavaggi e Ignacio García del islote Hicacos, por partes iguales. Se dice, en parte, en el asiento: 'En su virtud Don Juan Lavaggi y Don Ignacio García inscriben a su favor el dominio de la finca de este número que adquieren por título de compra.' Tercera inscripción, de fecha 30 de septiembre de 1901. Se inscribe a favor de Rita Alonso Rivera, viuda de Juan Lavaggi, y de los cuatro hermanos José Ignacio, Heriberta Nicolasa, Josefa Cirila y Aurelia Braulia García Becerril, 'proindiviso y por iguales la participación que en esta finca correspondía a don Juan Lavaggi,' y a título de herencia testada de éste, fallecido el 4 de (141) febrero de 1901. Se repite en este asiento que la finca 'no aparece afecta a carga alguna.' Cuarta inscripción, fechada el 1ro. de octubre de 1901. Queda inscrita la venta que hace la condueña Rita Alonso Rivera de toda su participación en la finca a los cuatro hermanos García Becerril. Quinta inscripción, fechada el 11 de octubre de 1901. Queda inscrita, a título de herencia testada, a favor también de los cuatro hermanos García Becerril, la mitad proindivisa del islote Hicacos perteneciente al padre de ellos Ignacio García, fallecido el 7 de marzo de 1890, habiéndose denegado la inscripción 'respecto al llamado ?Ratones' por no aparecer inscrito a nombre del causante.' Sexta inscripción de dominio. Dice literalmente este asiento registral: 'Rústica:--Islote denominado ?Hicacos' descrito en la inscripción primera de igual modo que en el documento presentado. No aparece afecta a carga alguna. Don José Ignacio, Doña Heriberta, Doña Josefa y Doña Aurelia Braulia García Becerril son dueños de esta finca según las anteriores inscripciones y con tal título la venden en unión de tres más a su convecino Don Jorge Bird Arias por el precio todo de quinientos dollars, más cien dollars importe de un carro y una yunta de bueyes que enclavan en esta finca, cuya suma total confesaron recibida. En su virtud Don Jorge Bird Arias inscribe a su favor esta finca por título de compra. El documento comprende tres fincas más de las que se ha denegado la inscripción respecto al llamado ?Ratones' por no aparecer inscrito hallándose las demás donde dice la nota marginal. La presentación y demás circunstancias constan de la inscripción extensa número seis al folio veinte del tomo presente. Humacao, once de octubre de mil novecientos uno. Hons. No. 7 Arl. 2 pesos 70 cts. (Fdo.) Toro Ríos.' Séptima inscripción, de la misma fecha 11 de octubre de 1901. Este es un asiento practicado para salvar el error material cometido al {648} verificarse la anterior inscripción Sexta al omitirse expresar que la finca rústica Núm. (142) 104 'está compuesta por los islotes ?Hicacos y Ratones' y, estando el título aún en el Registro, la describe el Registrador nuevamente en la siguiente forma: ?Rústica: Islotes denominados 'Hicacos' y 'Ratones', descrita en la inscripción primera de igual modo que en el documento presentado." A continuación se repite el texto de la inscripción sexta, o sean las circunstancias de la venta hecha de la finca por los cuatro hermanos García Becerril, en pleno dominio, a favor de Don Jorge Bird Arias, comprendiéndose en ella el islote Ratones, cuya trasmisión aparecía denegada erróneamente en las inscripciones Quinta y Sexta. Octava inscripción de dominio. Practicada el 8 de enero de 1954, luego de haber permanecido en toda su vigencia, durante más de 52 años, las inscripciones dominicales Sexta y Séptima en favor de Don Jorge Bird Arias. Consta en esta inscripción Octava que el titular Bird Arias falleció testado el 3 de julio de 1950, dejando como sucesores a su esposa, dos hijos y una nieta; que se decretó la administración judicial de su herencia y en el curso de la misma la Sala de San Juan del Tribunal Superior ordenó la venta en pública subasta de los dos islotes con su planta de cal y sus anexos, adhesiones y maquinaria y otra finca más por un precio mínimo de $115,000.00; que la subasta se celebró el 16 de octubre de 1952, adjudicándose los islotes por $115,000.00, pagado de contado, a favor de Pilar Bird de Veve, quien pagó en dicha subasta también $54,683.10 por los bienes muebles.' Se inscribió el dominio de la finca rústica, 'a título de compra en subasta publica' a favor de la señora Bird de Veve, dándosele a esta finca Núm. 104 un valor de $11,000.00 en la distribución que se hizo del precio total de subasta. Novena inscripción de dominio. Practicada el 12 de enero de 1954. En la descripción de la finca se dice: 'que enclavan en el mismo {649} [Hicacos] los siguientes edificios: Dos polvorines para pólvora y dinamita y fulminantes, de concreto el primero y el otro de madera y zinc; tres casas de madera y zinc; un cuartel para obreros, cisternas de concreto; muelle de concreto con piso de madera y railes de acero; kilómetro y medio de vía fija de acero. No tiene cargas.'Consta de ella que la señora Pilar Bird Cerra y su esposo Rafael A. Veve trasmiten la finca a la corporación 'Planta de Cal Hicaco, Inc.', por la suma de $11,000.00 que reciben en acciones de la (143) corporación adquirente a cuyo favor se inscribe en pleno dominio el inmueble. Décima y última inscripción, según la Certificación que se relaciona, verificada el 29 de abril de 1954. Se inscribe sobre esta finca una hipoteca constituida por su dueña Planta de Cal Hicaco, Inc., en garantía del pago de una obligación al portador, pagadera a su presentación, por la suma principal de $40,000.00, con interés al 6% anual, librada por la corporación propietaria el 9 de abril de 1954, extendiéndose la garantía hipotecaria a $7,000.00 para créditos adicionales. A los fines de la ejecución hipotecaria se tasó esta finca en la suma de $31,000.00. En el párrafo Décimo-Primero de la mencionada Certificación librada el 10 de enero de 1963, hace constar finalmente el Registrador que 'en relación con esta finca se encuentra pendiente de despacho, presentado a las ocho y quince minutos de la mañana el asiento ciento veinte y ocho del Diario ciento noventa y tres, con fecha doce de diciembre de mil novecientos sesenta y dos-- la expropiación se instó el 14 de enero de 1963--el siguiente documento: .....' A continuación, en esa certificación, aparece transcrito el texto de la escritura pública Núm. 180, de compraventa, otorgada en San Juan, el 7 de diciembre de 1962, ante el notario R. Elfrén Bernier, mediante la cual la corporación Planta de Cal Hicaco, Inc.--titular según el Registro de la finca-- la vendió a la corporación Best Builders, Inc., por la suma de $900,000.00, de la que se pagó en el {650} acto de la venta $25,000.00 y los restantes $875,000.00 se pagarían en cinco plazos anuales de $175,000.00 cada uno, deduciéndose de estos plazos el importe de la hipoteca de $40,000.00 a que se refiere la inscripción Décima de la finca. En esa escritura se hace constar también que la cabida de la finca 'según aparece en el Registro de la Propiedad es de cuarenta y cinco cuerdas cuarenta y cuatro céntimos, pero según mensura practicada resultó tener una cabida de ciento sesenta y nueve punto treinta y cinco (169.35) cuerdas.' En la certificación relacionada constan textualmente las distintas notas marginales de esas diez inscripciones practicadas. Ninguna de tales notas marginales se refiere, en forma alguna, al cumplimiento o incumplimiento de la condición resolutoria impuesta en el título de amparo otorgado en favor de Leandro Fort y Torres el 12 de (144) febrero de 1872 que motivó la inscripción primera. Ni en el cuerpo de las nueve inscripciones siguientes a la primera, ni en la mencionada escritura de compraventa a favor de Best Builders, Inc., se hace constar explícita o implícitamente, o se anota o menciona o indica en forma alguna, el cumplimiento extintivo--que se dejó de cultivar--o el incumplimiento consolidador--que se cultivó del modo señalado en el Registro de la condición resolutoria inscrita. Empero, en las nueve inscripciones subsiguientes a la primera, unas veces se consigna 'No aparece afecta a carga alguna.', otras veces 'No tiene cargas de ninguna clase.' o 'No tiene cargas.' Existe por tanto, en el Registro, una serie sucesiva y continua de asientos dominicales respecto a los islotes Hicacos y Ratones, que figuran debidamente encadenados, apareciendo cada acto de disposición o gravamen derivado de la voluntad del titular o titulares inscritos. Ese eslabonamiento perfecto de titulares sucesivos del dominio no consta ni resulta interrumpido en el Registro por inscripción, anotación o mención de acto alguno de {651} revocación o anulación del título de amparo original o de reversión del título en favor de la Corona de España, del gobierno de los Estados Unidos o del Pueblo de Puerto Rico. II Efectos Hipotecarios de la Condición Del mismo modo, durante esos 79 años y 9 meses, ha permanecido inalterada, según el Registro, la condición indispensable impuesta por la Junta Superior de Repartimiento de Terrenos Baldíos a la concesión graciosa del título de amparo de 1872 a favor de Leandro Fort Torres, relativa al cultivo de los islotes, bajo la pena de la revocación de la gracia y reversión de esta finca al Estado en el caso de incumplimiento de la referida condición. Del Registro no resulta ni consta cancelada, revocada, resuelta, renunciada, o anulada su eficacia; ni cumplida ni incumplida. No ha cesado o desaparecido registralmente el período de pendencia de tal condición resolutoria. Dice Roca Sastre, en su obra Derecho Hipotecario, Tomo II, págs. 275 y 276, (145) Editorial Bosch, Barcelona (1954): 'Los efectos hipotecarios específicos de la inscripción de un acto con condición resolutoria, y mientras se halle la misma pendiente de cumplimiento, son los generales de toda inscripción normal, si bien con la limitación que representa la contingencia de la condición resolutoria, la cual actúa a modo de gravamen, y afecta a los terceros adquirentes. No obstante, como también se produce una doble titularidad inscrita, podrán inscribirse en el Registro no sólo los actos dispositivos del titular sujeto a condición resolutoria (si bien con la amenaza del posible cumplimiento de la misma, con sus efectos retroactivos en general), sino también los actos dispositivos de las personas favorecidas por la condición, los cuales están asimismo supeditados a la eventualidad de que se extinga tal derecho, caso de incumplirse la condición resolutoria. {652} Fuerade estas particularidades, el derecho inscrito bajo condición resolutoria surte los efectos hipotecarios propios de todo derecho puro registrado. b) Una vez cumplida la condición suspensiva o resolutoria (existente condicione), o incumplida la condición suspensiva o resolutoria (deficiente condicione), cesa el período de pendencia (pendente condicione) desapareciendo el estado de incertidumbre y, con ella, queda firme o consolidada una de las dos titularidades, y extinguida o sin efecto la otra. Los efectos que en estos supuestos se producen, interesan al Derecho civil, si bien repercuten en el orden hipotecario, por cuanto debe traducirse en los libros del Registro la nueva situación creada, o sea el resultado consolidador o extintivo que dicho cumplimiento o incumplimiento de ambas clases de condiciones provoca.' III Prescripción de la Acción Resolutoria En su octava conclusión de derecho la Sala de Expropiaciones determinó que dicha condición resolutoria había prescrito en el año 1886, fundándose en que 'la acción (146) resolutoria prescribe a los cuatro anos.' eL pUeblo alega que tal determinación es errónea. En ello tiene razón. Nuestro Código Civil no señala término de prescripción alguno para las acciones resolutorias. Es cierto que en su Art. 1251 dispone que la acción para pedir la rescisión autorizada por ley dura 4 años. Pero tal término no es aplicable para el ejercicio de las acciones resolutorias, sino el general de 15 años que señala el Art. 1864 cuando se trata de acciones resolutorias de carácter personal.1 En términos generales, la doctrina española se inclina a creer que toda vez que el derecho de resolución implica una verdadera causa {653} de extinción contractual, debe ser incluido en consecuencia dentro de los derechos de modificación o de formación no sujetos a prescripción, si bien la jurisprudencia española no admite en su integridad ese principio, estimando que la acción resolutoria de tipo personal está sujeta al plazo general de prescripción de quince años señalado por el Art. 1964 del Código Civil español, Núm. 1864 del nuestro. Pero en este caso no se trata de una acción resolutoria que obre in personam o meramente obligacional. Se trata de una acción resolutoria inscrita que obra in rem, con juego semejante a la rei vindicatio, que en su caso puede aniquilar o resolver el derecho o acto adquisitivo afectado por la misma.2 1 Véanse sentencias del Tribunal Supremo de España, de 14 de octubre de 1914, 14 de noviembre de 1927 y 24 de setiembre de 1930. Manresa, Comentarios al Código Civil Español, tomo 8, vol. II, pág. 596, 5ta. Ed. 1950; Scaevola, Código Civil, tomo XX, pág. 946. 2 Varias acciones reivindicatorias ha instado El Pueblo de Puerto Rico originadas por la extinción, caducidad o ineficacia de primitivas concesiones de terrenos realengos hechas por el gobierno español. Véanse: Pueblo v. Dimas, 18 D.P.R. 1061 (1912); Pueblo v. Riera, 27 D.P.R. 1 (1919); Trigo v. Pueblo, 51 D.P.R. 222 (1937); Pueblo v. Rojas, 53 D.P.R. 121 (1938); People of Porto Rico v. Livingston, 47 F.2d 712 (1931). En el citado tomo II de su obra, a la pág. 284, comenta Roca Sastre: (147) Toda vez que la condición resolutoria inscrita, respecto a las partes y terceros adquirentes interesados en el negocio jurídico condicionado, constituye una amenaza constante de posible pérdida, extinción y caducidad definitiva del dominio y demás derechos reales adquiridos, y produce una doble titularidad e incertidumbre para el tráfico inmobiliario durante su período de pendencia y después de su cumplimiento la posibilidad de estados litigiosos, no debe estimarse perpetua e imprescriptible la acción resolutoria real que genera ese cumplimiento extintivo. {654} Bajoel juego de los Arts. 1830, 1832, 1836, 1861, 1863 y 18693 de nuestro Código 'Cumplida una condición resolutoria, la persona favorecida por ella deviene titular de una acción resolutoria, mediante la cual puede exigir la efectividad de la resolución con la consiguiente restauración o tránsito del derecho afectado; e incluso puede proceder contra terceros o posteriores adquirentes del derecho sujeto a resolución, puesto que la acción resolutoria obra in rem, ya que el cumplimiento de la condición resolutoria produce efectos retroactivos o ex tunc, según se ha examinado en otra parte de la presente obra. Esta actuación de la acción resolutoria afecta a terceros hipotecarios, siempre que la condición correspondiente conste registrada.' 3 'Art. 1830.--Por la prescripción se adquieren, de la manera y con las condiciones determinadas en la ley, el dominio y demás derechos reales. 'También se extinguen del propio modo por la prescripción los derechos y las acciones, de cualquier clase que sean.' 'Art. 1832.--Los derechos y acciones se extinguen por la prescripción en perjuicio de toda clase de personas, inclusas las jurídicas, en los términos prevenidos por la ley.' 'Art. 1836.--Son susceptibles de prescripción todas las cosas que están en el comercio de los hombres.' 'Art. 1861.--Las acciones prescriben por el mero lapso del tiempo fijado por la ley.' 'Art. 1863.--Las acciones reales sobre bienes inmuebles prescriben a los 30 años. 'Entiéndese esta disposición sin perjuicio de lo establecido para la adquisición del dominio o derechos reales por prescripción.' 'Art. 1869.--El tiempo para la prescripción de toda clase de acciones, cuando no haya (148) Civil la acción resolutoria de índole real prescribe a los 30 años contados desde el día en que pueda ejercitarse. Tratándose de una condición resolutoria a término, si no se había cumplido en cada plazo de cultivo, la acción resolutoria prescribía el 12 de abril de 1903; el 12 de abril de 1906 y el 12 de abril de 1912, en la hipótesis de no haberse extinguido por la reversión al Estado del título de 1891. IV Validez de la Composición ¿Tuvo lugar la composición en favor de los señores Lavaggi y García y de sus herederos? Expusimos en nuestra opinión que como consecuencia de una investigación practicada en 1890 por el Estado español sobre el cultivo de los islotes, el 29 de agosto de ese año se resolvió la concesión graciosa del original título de amparo hecha en 1872, se decretó la reversión del dominio de los islotes {655} a la Corona Española, otorgándose posteriormente la composición final a favor de los sucesores de Lavaggi. Relacionamos todos los trámites que, en ese sentido, entonces se observaron al nivel administrativo hasta llegar al momento en que se le requiere al interesado para que finalmente deposite la suma de cien pesos en la Alcaldía de Fajardo para sufragar los gastos de mensura y tasa de los islotes. No existe en la prueba documental presentada por el Estado resolución, decreto, auto o comunicación oficial al cual pueda atribuírsele autenticidad y obligatoriedad, como acto o disposición de funcionarios competentes y debidamente autorizados entonces para intervenir en el asunto de aquella composición, y que pueda demostrar legalmente que no se completó el trámite de la composición. Parte de la documentación procedente de los antiguos archivos públicos es ilegible. disposición especial que otra cosa determine, se contará desde el día en que pudieron ejercitarse.' (149) Como única evidencia de que la misma no se efectuó el Estado nos hace referencia a cierta nota manuscrita puesta en la carátula del antiguo expediente Núm. 108 del Negociado de Bienes del Estado de la Administración Central de Contribuciones y Rentas, que lee así: 'Revertida.--Se concede a los entonces ocupantes Sociedad García Lavaggi el derecho de composición, pero no se efectuó ésta. P.R.R.' Esa nota no está fechada. No se sabe a qué o a quién hacen relación esas letras mayúsculas 'P.R.R.' En toda la parte presentada del expediente no hay nombre de funcionario o autoridad a quien propiamente se puedan atribuir tales letras como las iniciales de su nombre y apellidos. En la carátula aparecen otras observaciones manuscritas con letras distintas. El no haber recobrado el gobierno español la posesión material de los islotes, y, por el contrario, el haber continuado públicamente en la posesión material y explotación de esos islotes los sucesores {656} de Lavaggi y García por más de una década y hasta que los venden a Jorge Bird Arias; el haberlos inscrito a nombre de ellos, en pleno dominio, como tales sucesores; el no haber solicitado en forma alguna el Estado la cancelación en el Registro de la inscripción de dominio a favor de Lavaggi y García por resolución de la antigua concesión del título de amparo de 1872 y que se extendiera a su favor, a título de reversión, una nueva inscripción de los islotes a tenor con el Art. 16 de la Ley Hipotecaria; el que apareciera en distintos sitios del viejo expediente manifestaciones de varios funcionarios en el sentido de que Jorge Bird Arias poseía y era el dueño de ellos y 'los adquirió de buena fe', y, finalmente, el que jamás El Pueblo de Puerto Rico, a partir del 1 de mayo de 1900 en que empieza a regir el Acta Foraker, y hasta el 14 de enero de 1963, reclamara derechos de propiedad alguno sobre los islotes, constituyen circunstancias adversas a la teoría de la no conclusión del trámite de la composición. Todo ello, a falta de evidencia legítima en contrario, nos inclina a estimar que en el trámite de composición se siguió completamente el curso ordinario de los negocios, que la ley y reglamentos aplicables a ella se acataron y que en tal trámite se actuó con celo ordinario. En definitiva, a la luz de esas circunstancias, concluimos que por la virtud jurídica de esa composición los herederos de Lavaggi y García también adquirieron sobre los islotes un derecho de propiedad puro, no sujeto a condición alguna, del cual podían disponer libremente. (150) Al desprenderse de nuevo, en forma incondicional, la Corona de España de la propiedad de ambos islotes, y al convertirse los mismos definitivamente en propiedad privada de Lavaggi y los herederos de García, ningún derecho real sobre ellos pudo trasmitir la Corona de España al Gobierno de los Estados Unidos por medio del Tratado de París del 10 de diciembre de 1898, ni éstos a Puerto Rico por la Carta Orgánica de 1900, ni por la de 1917. {657} Nuestraaseveración de que hubo un cumplimiento sustancial de la condición de cultivo impuesta de parte de Lavaggi encuentra amplio apoyo en los testimonios obrantes en el antiguo expediente presentado por el demandante y a los cuales hicimos referencia en nuestra opinión. No tenemos que esforzarnos para demostrar que tratándose de unos islotes rocosos y de poquísima fertilidad 'empotrados en la soledad del mar como esos despeñaderos de costa donde se descuernan los cabros alzados', el lograr un cultivo de 20 cuerdas del máximo de 22.72 exigido por la concesión de 1872, constituyó un cumplimiento sustancial de la condición.4 4 Dice, en parte, el informe de Manuel Martínez Mora, Inspector de Terrenos Públicos, obrante en el tantas veces citado expediente ofrecido como prueba de El Pueblo: 'En el islote [se refiere a ?Hicacos'] hay próximamente una tercera parte de su área que puede dedicarse al cultivo de frutos menores, y con preferencia a la siembra de palmas de coco. Esta parte del suelo está constituída por arena gris con subsuelo de roca caliza. Su fuerza vegetativa es bastante en atención a que los arrastres [de] las aguas pluviales acumulan en ella los detritus producidos por la descomposición de las hojas de losarbustos que cubren las tierras más altas. 'Las dos terceras partes de área del islote es de naturaleza accidentada, pero de poca elevación. Lo constituye una ligera capa de tierra vegetal formada de detritus orgánicos, como lo indica su color oscuro; tierra que es retenida entre las asperezas de la superficie del subsuelo, que se compone de compacta roca caliza de cristalización cúbica y consistencia que se presta a ser labrada en sillares aplicables a construcción. Roca que calcinándola se obtiene de ella una cal de superior calidad para cortar los guarapos en la elaboración del azúcar de caña, y para cualquier clase de fabricación de mampostería.' (151) La condición no señalo la clase de cultivo a que deberían someterse las 45.44 cuerdas concedidas. Si de ellas sólo 15.15 podían cultivarse 'a beneficio de la agricultura', aunque fuera con palmas {658} de coco, la prueba aducida a los fines de la composición acreditó que se cultivaron 20 cuerdas de pasto de yerba de guinea y malojillo que alimentaba una bueyada de una hacienda de cañas y que en el resto del islote Hicacos se operaba un horno de cal, es correcto concluir que hubo un cumplimiento sustancial de la condición de cultivo. Es obvio que ante esa realidad, las autoridades coloniales encargadas de determinar administrativamente si la condición de cultivo había sido cumplida, utilizaron un criterio matemático en la resolución del asunto. Parece que al mismo resultado hubieran llegado aun cuando se hubiera demostrado que se cultivaron 22.71 cuerdas y no 22.72 cuerdas como exigía el título de amparo. La condición de cultivo, pensamos, se ideó para imponerse en general a los agricultores que recibían graciosamente terrenos fértiles, productivos, labrantíos y demás tierras de campo laborables; no para pescadores y demás habitantes de arrecifes, cayos, islotes, atolones, bancos de arenas y tierras de secano. Los nombres geográficos de los islotes son 'Cayo Icacos' y 'Cayo Ratones'. Así aparece hasta en varios de los recibos de contribuciones presentados. La condición impuesta era casi de naturaleza imposible; el evento del cual se hizo depender lindaba en lo irrealizable. Podría estimarse en este caso como una 'condición fallida', de deficiencia en la condición, que produce efectos inversos a la condición cumplida, y que, cuando se trata de condiciones resolutorias, el negocio jurídico gravado con ella se considera puro y producirá los efectos que le sean propios, También del expediente aparece lo que sobre este aspecto decimos a la página 343 de nuestra opinión: '... presentando ante la Intendencia General de Hacienda, ... bajo testimonio público el hecho jurídico de haber intentado tanto él [Lavaggi] como su socio don Ignacio García ? hacer siembras en dichos islotes sin haber obtenido frutos por ser el terreno seco y demasiado estéril, sintiéndose en dicho sitio fuertes sequías que lo hacen improductivo, pudiéndose únicamente sembrar una muy pequeña parte de pastos en ciertas épocas del año ....'' (152) considerándose definitivos los ya causados, al desaparecer respecto de ellos la amenaza de su resolución.5 VI {659} Condición De Terceros Sostiene el Estado que en nuestra opinión le dimos la razón respecto de su contención de que la Sala de Expropiaciones había cometido error al determinar que Planta de Cal Hicacos, Inc., y Best Builders, Inc., eran terceros registrales, condición que invocaron específicamente en la cuarta defensa de su contestación. Se funda en que en nuestra opinión hicimos referencia sobre prueba extraregistral relativa a la investigación practicada en 1890 por el Estado español en la que se descubrió que ni Leandro Fort Torres ni sus inmediatos sucesores Lavaggi y García, 'habían cumplido los requisitos de la segunda condicion' y que, por ello, el eStado decretó la reversión.6 (a) Leandro Fort Torres fue parte en la concesión del título de amparo sujeto al 5 Véase la Monografía sobre las Condiciones, escrita por el jurista español Alberto de Rovira Mola, en el Tomo IV, pág. 876, de la Nueva Enciclopedia Jurídica, Ed. Seix, Barcelona, 1952. 6 Resulta del Exhibit 3 de El Pueblo que la Junta Superior de Composición y Venta de Realengos, con la asistencia de sus cuatro miembros españoles, decretó la reversión al Estado de los islotes el 26 de agosto de 1891, estando ausentes los miembros puertorriqueños de la misma don Pablo Ubarri, don Francisco de P. Acuña y don José de Celis Aguilera, quienes tampoco concurrieron a la siguiente sesión. En esas reuniones de la Junta de Celis Aguilera no podía actuar porque él había actuado como mandatario verbal de Lavaggi y García en el contrato de compra por ellos de los islotes a Leandro Fort Torres.– Exh. 4, Dte., foto 83. (153) gravamen de la condición resolutoria. Se puede afirmar, por la prueba obrante en autos, que él no cumplió durante los once años en que los poseyó con la condición de cultivo, aunque en el propio título de amparo se dice que había cultivado unas cuatro cuerdas. No podía, desde luego, considerarse tercero a la luz del Art. 27 de la Ley Hipotecaria que empezó a regir el 1 de mayo de 1880. (b) Don Juan Lavaggi y don Ignacio García, representados por don {660} Joséde Celis Aguilera por escritura pública del 18 de mayo de 1883, compraron los islotes. En esa escritura en su cláusula segunda se hizo constar en parte: 'Segundo: Que vende los tres islotes reseñados con todas sus entradas y salidas, usos, derechos y servidumbres a los referidos D. Ignacio García D. Juan Lavaggi representados por D. José de Celis Aguilera bajo las mismas bases y condiciones que le fueron concedidas [a Leandro Fort y Torres] por el convenido precio de ....' Para la fecha de esa escritura estaba inscrito el título de amparo de 1872 a favor de Fort Torres y constaba inscrita la condición resolutoria. Si ellos adquirieron 'bajo las mismas bases y condiciones que le fueron concedidas' a aquél, están reconociendo implícitamente que su vendedor no había cumplido la condición de cultivo y que ellos se hacían cargo de su cumplimiento. Tampoco ellos la cumplieron y ello motivó la revocación de la concesión y la reversión del título en 29 de agosto de 1891. Estos sucesos los eliminan como terceros registrales. Al inscribirse el título de compra de Lavaggi y García el 4 de marzo de 1887, en ninguna forma se hizo constar en la inscripción que ellos adquirían 'bajo las mismas bases y condiciones que les fueron concedidas.' Desde luego, ya ellos, por la primera inscripción tenían conocimiento claro y preciso de la naturaleza y posibles efectos resolutorios de la condición de cultivo en caso de cumplirse. Ellos y sus herederos fueron partes en los trámites de la investigación del cumplimiento de la condición y de la revocación que produjo la reversión al Estado. Estos gozaron de una protección registral que no tuvieron sus causantes. Es cierto que adquieren después un título de dominio puro por virtud de la (154) composición que posteriormente se efectuó, según concluimos correctamente en nuestra opinión original. Pero el título de composición no fue llevado al Registro, así como jamás figuró en el {661}Registronoticia de índole alguna de la investigación, revocación y reversión, como hemos consignado en otro lugar. (c) Jorge Bird Arias compra a los cuatro hermanos García Becerril, mediante escritura pública otorgada el 5 de octubre de 1901, los dos islotes. Los inscribe, en pleno dominio el 11 de octubre de 1901 por las inscripciones sexta y sétima. Véase a la pág. 647 el texto completo de la sexta inscripción. Adquiere de buena fe, por título justo y oneroso, de personas que en el Registro resultan titulares dominicales de los mismos, y con facultades para trasmitirlos, según las inscripciones tercera, cuarta y quinta, en las que se dice que la finca 'No aparece afecta a carga alguna.', o 'No tiene cargas de ninguna clase.' A la fecha de la venta la realidad extraregistral demuestra que los hermanos vendedores desde las respectivas muertes de sus causantes disfrutan de la posesión material de ambos islotes. En ese día el Registro revela que se ha mantenido, por lo menos registralmente, durante los anteriores 29 años un tracto sucesivo de titulaciones: De la Corona Española a Leandro Fort Torres; de éste a Juan Lavaggi e Ignacio García; de éstos a sus herederos mencionados. Como hemos dicho y repetido, del Registro no constaba en forma alguna que esos anteriores titulares, o alguno de ellos, hubiese incumplido la obligación de cultivar, ni mucho menos constaba que el título había revertido al Estado español. Sin embargo, en aquella fecha del 5 de octubre de 1901, por la virtud informadora de la primera inscripción se anunciaba erga omnes, de manera precisa, clara y expresa, que Leandro Fort Torres inscribía el derecho pleno actual sobre los islotes afecto su derecho dominical a la contingencia de la condición resolutoria, y que, asimismo, quedaba registrado a favor del Estado español el derecho condicional o expectativa resultante, es decir, ese asiento inmatriculador publicaba la existencia de dos titularidades, una, la del adquirente, que venía a ser propietario de la cosa, si bien {662} con la amenaza resolutoria derivada de la condición resolutoria si se cumplía, y otra, a favor del transferente, caso de cumplirse la condición, y cuya titularidad tenía, por tanto, el carácter de condicionada o preventiva. (155) Esta conditio iuris, especie de gravamen que formaba parte de la causa o elemento integrante del contrato inscrito, que se denominó requisito indispensable del título de amparo registrado, era determinante del derecho real concedido, y afectaba directamente a subsiguientes adquirentes en la misma extensión que a Leandro Fort Torres. En la realidad jurídica extraregistral había quedado destruida en 1891, por efectos de la reversión y de la posterior composición, pero al no cancelarse entonces y al figurar todavía en 1901 como pendiente aún de cumplimiento o incumplimeinto tal condición resolutoria de cultivo, por lo menos registralmente, aparecía el comprador Jorge Bird Arias, en su condición de nuevo titular de los islotes, sometido a los efectos extintivos o consolidadores de ella.7 ¿Pero respecto a la condición resolutoria en el momento de adquirir Bird Arias, existía concordancia entre el contenido del Registro y la realidad jurídica? No existía. Al declarar la Junta Superior de Composición y Venta de Terrenos Realengos el 29 de agosto de 1891 --casi diez años antes de comprar Bird Arias–revocada o resuelta la concesión de los islotes y decretar la reversión del dominio sobre ellos a favor del Estado español, se extinguió ipso jure la condición resolutoria. Tomó cuerpo de realidad la amenaza de caducidad del título de amparo que había surgido a la vida registral el 28 de febrero de 1883. La titularidad preventiva de la Corona de España se transformó en pleno derecho de propiedad a su favor. Poco tiempo después los trasmite por composición a Lavaggi y a los {663} herederos de Ignacio García, en forma pura, sin quedar su título sujeto a condición resolutoria alguna. En esa nueva situación de derecho y en el curso de una nueva soberanía política, se venden los islotes a Bird Arias y éste los adquiere de quienes, según el Registro, tenían facultades para enajenarlos. No podía Bird Arias, en octubre de 1901, resultar jurídicamente obligado a cumplir un requisito del antiguo título de amparo que había arrastrado consigo la reversión titular de agosto de 1891, aun cuando figurase registralmente subsistente. Como dijimos en Fajardo Sugar Growers Ass'n v. Kramer, 45 D.P.R. 348, 378 (1933): 7 Véase lo que dijimos en nuestra decisión del caso de Trigo v. Pueblo, 51 D.P.R. 222 (1937), cita precisa a la pág. 234 respecto a este punto. (156) '... inscribió pero no poseía lo inscrito, y con que habiendo la demandante adquirido el título que invoca desde 1909, esto es, desde hace más de 20 años, tampoco entró en la posesión de los manglares. El Registro de la Propiedad no se ha hecho para llevar a él derechos que no existen. Es cierto que protege a los terceros, pero parte siempre de la base que existe algo real.' En El Pueblo v. Riera, 27 D.P.R. 1 (1919), el Estado demandó en reivindicación a Juan D. Riera alegando que éste se hallaba poseyendo sin título legal cierta parcela de terreno radicada en el barrio de Puerta de Tierra de San Juan, que pertenecía en propiedad a El Pueblo por cesión que le hizo el gobierno de los Estados Unidos de Norte América, quien la adquirió de España en virtud del Tratado de París del 10 de diciembre de 1898. Contestó Riera alegando que el gobierno español por escritura pública de 27 de setiembre de 1897 había vendido la finca a Manuel J. Gestera, que se habían hecho posteriormente sucesivas trasmisiones de la parcela hasta adquirirla del demandado; que tanto el comprador original como los subsiguientes habían inscrito sus títulos, que él era un tercero protegido por la ley que había adquirido el dominio de persona que según el Registro aparecía como dueña de dicho inmueble sin condición ni defecto alguno. El pleito se terminó por sentencia que {664} declaró con lugar la demanda en cuanto a la devolución de la finca y de ella apeló Riera. Allí resolvimos que el título del primer adquirente Manuel J. Gestera se había otorgado por funcionarios del gobierno sin facultades para ello, resultando por tanto nulo, y también nulo porque al solicitarse por Gestera la adquisición de la parcela él no era un poseedor que la hubiera cultivado por lo menos dos años antes del 17 de abril de 1892, requisito indispensable exigido por el Decreto Real de primero de febrero de 1894. Por no constar tales causas de nulidad en el Registro, consideramos a Riera tercero amparado por el Art. 34 de la Ley Hipotecaria, no obstante la nulidad del título inscrito del primer adquirente. Entre otras cosas, a las páginas 11, 12 y 16 del citado tomo, dijimos: 'Pero se sostiene que al que adquiere de quien en el registro aparece como dueño no le basta con examinar los libros de esa oficina para ver si de ellos resulta claramente vicio alguno de nulidad sino que si no quiere verse privado (157) de los beneficios que a los terceros concede el artículo 34 de la Ley Hipotecaria deberá por los datos que el registro arroje, acudir a otras oficinas a examinar los documentos que menciona el registro para conocer por ellos si existe vicio de nulidad. Entendemos que el artículo 34 que consideramos es claro y terminante en el sentido de que es en el registro donde debe aparecer el vicio de nulidad, siendo necesario que de él aparezca claramente el mismo para que perjudique a tercero. La ley lo dice así expresamente y, por tanto, so pena de violentarla y de destruir el fin que persiguió el legislador al consignar ese precepto, no puede sostenerse que el vicio de nulidad que no consta en el registro perjudique a tercero, porque él pudo conocerlo si hubiera ido a examinar en otras oficinas los documentos mencionados en el registro. Sería también agregar a la ley mandatos que no tiene. El legislador quiso que sólo la nulidad que apareciese del registro fuera la que perjudicara a tercero, y si hubiera querido que tuviera igual efecto la que apareciese fuera del registro pero en documentos en él mencionados, lo hubiera dicho. {665} Pero es que la ley no quiso esto último, y se comprende fácilmente su razón recordando el fin primordial perseguido por el legislador al decretar la Ley Hipotecaria, que fue el de facilitar el crédito territorial, y a cuyo fin garantizó a los terceros que no serían perjudicados por los vicios de nulidad que no constasen claramente en el registro. Si, contra lo que dice la ley, no basta a los terceros lo que aparezca del registro, entonces se habrá destruído el crédito territorial pues las personas que quieran contratar con propiedad inmueble, si quieren estar garantidas contra vicios de nulidad de los títulos inscritos del dueño y sus antecesores en derecho, estarán obligados a hacer una peregrinación de oficina en oficina, y de pueblo en pueblo, por lejanos y extraños que sean, en busca y examen de los documentos, expedientes y actuaciones de cualquier clase que estén mencionados en el registro. Si la ley hubiera tenido este propósito, entonces le hubiera bastado con no haber escrito el artículo 34 que comentamos. En resumen, pues, como es en el registro de la propiedad, y no en otras oficinas, donde deben constar claramente las causas de nulidad o de rescisión de los actos o contratos para que perjudiquen a un tercer adquirente con título inscrito, y como en este caso el vicio de nulidad del título de Gestera no consta del mismo registro, el (158) apelante Riera está protegido por el artículo 34 de Ley Hipotecaria contra ese vicio de nulidad.' Desde entonces ese criterio respecto al tercero hipotecario ha prevalecido en nuestras decisiones.8 En los casos de Kramer, supra, y Trigo v. Pueblo, 51 D.P.R. 222 (1937), en los que las circunstancias fundamentales son muy distintas al de Riera, no lo abandonamos como parece creer El Pueblo. Asumiendo que para el 1901 estuviera vigente la condición resolutoria inscrita, esa circunstancia, por sí sola, no constituía causa efectiva de nulidad del título de sus antecesores en derecho.{666} Enadición a ella nada constaba en el Registro que pudiera legalmente impedir la legítima adquisición de los islotes. Resumiendo, Jorge Bird Arias al adquirir e inscribir su título en octubre de 1901 se situó en una posición jurídica semejante a la del demandado Riera, aunque sujeto, tan sólo en apariencia registral, a una amenaza de resolución de su título, imposible de realizarse desde el 29 de agosto de 1981. Lo consideramos un tercero hipotecario, condición que, desde luego favoreció a sus herederos 49 años después. (d) Pilar Bird y su esposo Rafael Veve adquieren en pública subasta celebrada el 16 de octubre de 1952, ordenada por el Tribunal Superior, la propiedad de los islotes Hicacos y Ratones y sus edificaciones. Para esa fecha había transcurrido más de medio siglo de ininterrumpida vigencia registral del dominio de ellos en favor del anterior dueño Jorge Bird Arias y de posesión material del inmueble por parte de éste y sus herederos, sin que constara del Registro vicio o causa de nulidad titular alguna. La sociedad conyugal de ambos fue un tercer adquirente protegido por la ley. 8 Annoni v. Sucn. Nadal, 59 D.P.R. 640, 645 (1941); Lizardi v. Caballero, 65 D.P.R. 83, 90-93 (1945); Cruz v. Sucesi ón González, 72 D.P.R. 308, 316 (1951); Rubio Sacarello v. Roig, 84 D.P.R. 344, 354-356 (1962); Mundo v. F úster, 87 D.P.R. 363, 375 (1963). (159) (e) Planta de Cal Hicaco, Inc., y Best Builders, Inc., corporaciones demandadas, a base de esos antecedentes registrales (reforzados por la exactitud o concordancia entre el Registro y la realidad jurídica existente respecto al título y al hecho posesorio material) también son terceros hipotecarios cuyas respectivas y legítimas condiciones titulares deben mantenerse y protegerse.9 9 El actual Art. 34 de la Ley Hipotecaria española aunque no lo define, otorga al tercero registral la siguiente protección: 'Art. 34--El tercero que de buena fe adquiera título oneroso algún derecho de persona que en el Registro aparezca con facultades para transmitirlo, será mantenido en su adquisición, una vez que haya inscrito su derecho, aunque después se anule o resuelva el del otorgante por virtud de causas que no consten en el Registro.' En sus comentarios sobre ese Art. 34, en el tomo I, págs. 440 y 441 de su citada obra Derecho Hipotecario, dice Roca Sastre: 'II. Alcance del art. 34 de la Ley Hipotecaria.– 'El alcance de este precepto es mantener a todo trance, en beneficio del tercer adquirente que reúna los cuatro requisitos que el mismo establece, la adquisición efectuada por este tercero, frente al peligro y consecuencias aniquiladoras que se produzcan cuando el título de adquisición del titular registral que le transmitió, resulte ineficaz por efecto de una acción de nulidad, de resolución o de tipo análogo, cuya causa originadora no conste claramente del Registro, o frente a una inexactitud registral. '........ 'El art. 34 viene a disponer lo siguiente: el tercer adquirente que reúna las cuatro circunstancias que el mismo precepto señala será mantenido en su adquisición aunque el contenido del Registro sea inexacto, o el acto adquisitivo o derecho del transferente sea nulo o quede resuelto, revocado o ineficaz, total o parcialmente, por causas (160) VII {667} De la Prescripción contra el Estado En la quinta defensa especial de su contestación a la demanda las corporaciones demandadas alegaron: 'La posesión pacífica, quieta, pública, en concepto de dueño, sin interrupción y continuadamente, con justo título y buena fe por los dueños de las propiedades por más de 80 años, excluye a cualquier persona natural o jurídica, inclusive el Estado Libre Asociado, como titular de derecho alguno sobre ambas islas, ... habiendo las demandadas adquirido o consolidado por usucapión o prescripción adquisitiva su título de dominio.' Contra esta defensa expuso el Estado: 'Las demandadas están además impedidas de alegar haber adquirido la propiedad por prescripción adquisitiva o usucapión. Es innegable que por disposición expresa del Artículo 9 del Código Político de P.R. no puede adquirirse por prescripción título de propiedad sobre bienes inmuebles que no consten explícitamente del Registro.' En el Art. 192 del Proyecto de Código Hipotecario presentado bajo el Núm. 782 ante la Cámara de Representantes de Puerto Rico, sesión ordinaria de 1967, se define y protege al tercero hipotecario así: 'Es tercero quien, de buena fe y a título oneroso, adquiera algún derecho de persona que en el Registro aparezca con facultad para trasmitirlo y será mantenido en su adquisición, una vez haya inscrito su derecho, aunque después se resuelva o anule el del otorgante en virtud de causas que no consten del Registro.' (161) pertenecientes al Estado a partir del cambio de soberanía.' {668} La Sala sentenciadora, entre otras cosas, determinó: 'Desde 1872 hasta la fecha de la expropiación--14 de enero de 1963--don Leandro Fort y Torres y sus sucesores en título poseyeron los islotes pública, quieta y pacíficamente, en concepto de dueños y sin interrupción alguna, habiendo estado protegidos en esa posesión por el Estado, a quien en diversas ocasiones pagaron contribuciones territoriales.' ¿Es correcta la tesis de que a partir del cambio de soberanía no pueden adquirirse por usucapión los bienes inmuebles pertenecientes al Estado? Resolvemos que respecto a ciertos bienes lo es; pero que respecto a otros, no lo es. Veamos. En los Arts. 252 a 257 del Libro Segundo, nuestro Código Civil, luego de declarar que 'la palabra bienes es aplicable en general a cualquier cosa que puede constituir riqueza o fortuna', pasa a clasificar los bienes por razón del sujeto de ellas, del fin o carácter de los mismos, así: en cosas comunes,10 'que son aquellas cuya propiedad no pertenece a nadie y en las cuales todos los hombres tienen un libre uso, en conformidad con su propia naturaleza: tales son el aire, las aguas pluviales, el mar y sus riberas'; bienes de dominio público, los destinados al uso público, como los caminos, canales, ríos, torrentes y otros análogos: son bienes de uso público en Puerto Rico y sus pueblos, los caminos estaduales y los vecinales, las plazas, calles, fuentes y aguas públicas, los paseos y las obras públicas de servicio general, costeadas por los mismos pueblos o con fondos del tesoro de Puerto Rico. Sobre los otros bienes dispone el Art. 256: 'Todos los demás bienes que el Pueblo de Puerto Rico o los municipios posean, son patrimoniales y se regirán por las disposiciones de este Codigo.' (Énfasis suplido.) 10 Sobre el concepto de cosas comunes, véase la interesante obra del profesor Pedro Luis Perea Roselló, Res Communes Ommnium, Burgos, 1964. (162) {669} Considerael Código bienes de propiedad privada a los patrimoniales del Pueblo de Puerto Rico y de los municipios y los pertenecientes a particulares individual o colectivamente. Art. 257. Véase Art. 24, Reglamento Hipotecario. Los bienes de dominio público, comprendiendo los de uso público, están sometidos, principalmente, al régimen jurídico provisto en el Código Político Administrativo de Puerto Rico. Véanse sus Arts. 5-9 y 393-426. Véanse Arts. 25 y 26, Reglamento Hipotecario. En Gobierno de la Capital v. Consejo Ejecutivo, 63 D.P.R. 434, 459 (1944) dijimos que los bienes de uso público se usan libremente por el público en general, mientras que a los bienes patrimoniales el público no tiene constante y general acceso, a pesar de que nada impide que se les puede dar un uso público ocasionalmente. Estos bienes, como toda propiedad particular, pueden constituir fuente de ingresos para el erario público o son susceptibles de producir ingresos, para cubrir atenciones del Estado; están o pueden estar en el comercio jurídico humano porque pueden ser vendidos o arrendados, generalmente, por el Secretario de Obras Públicas, en las formas legalmente dispuestas. Art. 135, Código Político. Como resolvimos en Autoridad sobre Hogares v. Sagastivelza, 72 D.P.R. 276, 282 (1951) a tenor de lo provisto por el citado Art. 256, en los casos de expropiación, como el presente, una vez que se dicte la orden de incautación, los bienes o derechos expropiados son patrimoniales. También lo son todos los adquiridos por el Estado por herencia intestada--bienes mostrencos--por el procedimiento de apremio para el cobro de contribuciones territoriales o de contribuciones de ingresos, por confiscación de bienes y cobro de toda clase de créditos pertenecientes al Estado. Si todos los bienes patrimoniales o de propiedad privada del Estado 'se regir an', según lo ordena el transcrito Art. 256, 'por las disposiciones de este C odigo', es obvio que tales bienes del Estado {670} están sujetos a las que en dicho Código regulan el (163) instituto de la prescripción.11 Como regla general dispone nuestro Código Civil que por la prescripción se adquieren, de la manera y con las condiciones determinadas en la ley, el dominio y demás derechos reales y también se extinguen del propio modo los derechos y las acciones, de cualquier clase que sean. Pero limita el ámbito objetivo de ese modo de adquirir a todas las cosas que están en el comercio de los hombres, que equivale a prevenir que no son susceptibles de prescripción las cosas que están fuera del comercio.12 De suerte que para el Código ciertas cosas tienen la aptitud o cualidad de prescriptibles y otras no la tienen. En su Art. 1865 encontramos ejemplos de acciones declaradas imprescriptibles. 11 Ya lo hemos resuelto respecto a bienes patrimoniales de los municipios, en ñGobierno de la Capital v. Casino Espaol, 56 D.P.R. 790, 806 (1940) y Jiménez v. Municipio, 70 D.P.R. 517, 521 (1949). En éste en parte dijimos: '... considerando entonces cuáles son los bienes de dominio público y cuáles los patrimoniales, esto es, bienes de propiedad privada de los municipios, se llegó a la conclusión de que éstos se rigen por las disposiciones del Código Civil, entre los cuales se encuentran las relativas a la prescripción, estableciendo que en cuanto a los bienes patrimoniales de los municipios, la prescripción corre contra ellos y que no siendo el cuadro envuelto en el pleito, uno de los bienes entre los especificados por la ley como de uso público, ni siendo tampoco análogo a ellos, la prescripción le era aplicable al municipio. Véanse los artículos 255, 256 y 257 del Código Civil, edición de 1930. 'En el presente caso no hay discusión en cuanto a que el solar objeto del dominio era un bien patrimonial del municipio, y siéndolo, la prescripción corre en su contra bajo la doctrina anteriormente expuesta, y erró la corte inferior al no resolverlo así.' 12 Véanse los Arts. 1830, 1832 y 1836 del Código, cuyos textos insertamos en el escolio (3). (164) Así como éstas se encuentran irradiadas del comercio de los hombres por explícita disposición de ley, también por diversas razones hay cosas no prescriptibles como son, entre otras, las de dominio público, las de uso público general y las cosas y derechos no susceptibles de apropiación individual. Las cosas cuya enajenación {671} esté prohibida por la ley también se hallan fuera del comercio humano, y, por tanto, no pueden prescribirse.13 Por la prescripción, señala el Art. 1832, los derechos y acciones se extinguen 'en perjuicio de todas las personas, inclusas las juridicas.' aSí ha de entenderse 'sin perjuicio de lo que en este Código o en leyes especiales se establezca respecto a determinados casos de prescripcion', conforme al aRt. 1838. Sólo conocemos dos disposiciones legales que prohiben la adquisición por usucapión de ciertos y determinados terrenos del Estado. Se establecen por los Arts. 9 y 405 del Código Político de 1902. Dispone el primero según el texto español de la Compilación de 1941: 'Artículo 9.--Usurpadores de terrenos, cómo se expulsarán.--Posesión adversa.--Si alguna persona so pretexto de algún derecho incompatible con la jurisdicción del Gobierno de Puerto Rico, usurpare terrenos baldíos o no concedidos, pertenecientes a Puerto Rico, el Fiscal del distrito judicial en que radican dichos terrenos informará de ello en el acto al Gobernador, quien dispondrá que el Attorney General adopte las medidas necesarias para expulsar al usurpador. No podrán adquirirse títulos a terrenos baldíos insulares por posesión adversa, o contraria al título de otra u otras personas.' 13 Manresa, Código Civil Español, Tomo XII, pág. 799, 5ta. Ed. Reus, 1951; Scaevola, Código Civil, Tomo XXXII (Vol. 1), págs. 359, 361 y 364, Ed. Reus, 1965; Castán, Derecho Civil Español, Común y Foral, Tomo I (Vol. 2), pág. 839, 10ma. Ed. Reus, 1962; Borrell, Derecho Civil Español, Tomo I, págs. 294-300, Barcelona, 1955; Puig Peña, Compendio de Derecho Civil Español, Tomo I, págs. 502-505, Ediciones Nauta, Barcelona, 1966; Sánchez Román, Estudios de Derecho Civil, Tomo 2, pág. 484, 2da. Ed. y Tomo 3, pág. 258, Madrid, 1900; Diccionario de Derecho Privado, De Casso y Cervera, Tomo II, pág. 3084. (165) (Énfasis suplido.) El Art. 405 citado dispone, en lo pertinente, que 'La posesión u ocupación, cualquiera que fuere el período de tiempo, de terrenos pertenecientes a las carreteras insulares, por parte de algún dueño u ocupante de terrenos adyacentes, no constituirá derecho alguno {672} sobre el terreno así ocupado a favor del citado dueño u ocupante de la persona que pretenda tenerlo por virtud del que aquél alega, ....' (Énfasis suplido.) El transcrito Art. 9 del Código Político, en su última oración, en términos claros y precisos, limita la prohibición de adquirir títulos contra el Estado por posesión adversa, a terrenos baldíos insulares solamente. Sin duda alguna, tal prohibición fue establecida en ese artículo para evitar que el usurpador de terrenos baldíos alegara como defensa la prescripción. Al reducir su ámbito objetivo a terrenos baldíos tal prohibición restringida jamás podría entenderse como una de general aplicación respecto a los bienes patrimoniales del Estado.14 14 Entre los textos inglés y castellano del Art. 9 del Código Político existe una fundamental discrepancia respecto al alcance o ámbito objetivo de la prohibición. Mientras que en el texto castellano se circunscribe a 'terrenos baldíos insulares', en el inglés se extiende en general a todos los terrenos insulares, al decir: 'Title to insular lands shall not be acquired by adverse possession.' Si literalmente se tomara en consideración esta última oración del texto inglés, con entera independencia de lo demás dispuesto en el Art. 9, la prohibición de adquirir título por usucapión sería aplicable a toda clase de terrenos insulares, no sólo a los 'terrenos baldíos insulares' como señala el texto castellano. Pero en la resolución del problema prescriptivo en este caso, estamos obligados a preferir y atender sólo al texto castellano, aplicando las reglas que para estos casos provee el Art. 13 de nuestro Código Civil, en los siguientes términos: 'Artículo 13. Discrepancia entre los textos inglés y castellano de un (166) estatuto, cómo se resolverá. En caso de existir discrepancia entre los textos inglés y castellano de un estatuto de la Asamblea Legislativa de Puerto Rico, prevalecerá en la interpretación del mismo el texto en que se hubiere originado en cualquiera de las Cámaras, salvo en los casos siguientes: (a) si el estatuto fuere una traducción o adaptación de un estatuto de los Estados Unidos o de algún Estado o Territorio de los Estados Unidos, se dará preferencia al texto inglés sobre el texto castellano; (b) si el estatuto fuere de origen español se atenderá al texto castellano con preferencia al texto inglés; (c) si la cuestión de preferencia no pudiera resolverse por las reglas precedentes, se atenderá al texto castellano.'--Código Civil, 1930, Art. 13. El Art. 9 de nuestro Código Político se tomó, en parte, del Art. 42 del Código Político de 1872, del estado de California que dice así: ' 42. Intruders on Public Lands of the State. If any person, under any pretense of any claim inconsistent with the sovereignty and jurisdiction of the state, intrudes upon any of the waste or ungranted lands of the state, the district attorney of the county must immediately report the same to the governor, who must thereupon, by a written order, direct the sheriff of the county to remove the intruder; and if resistance to the execution of the order is made or threatened, the sheriff may call to his aid the power of the county, as in cases of resistance to the writs of the people.' Decimos que se tomó en parte porque, según se observará, del Art. 42 de California no formaba parte la oración final del Art. 9 nuestro. Por disposición del Art. 40 del Acta Foraker que autorizó la creación de la Comisión Codificadora de 1901, y, por la Ley Núm. 13 de 31 de enero de 1901, se le confirió facultad a dicha comisión para compilar, revisar y codificar un sistema de leyes para Puerto Rico, que incluiría un Código Civil, un Código Político, un Código (167) {673} de Procedimiento Civil y un Código Penal, que serían sometidos a la Asamblea Legislativa en los idiomas inglés y español. Dicha comisión preparó los códigos, con excepción del Código de Procedimiento Civil, y los sometió a la Asamblea Legislativa en 1902. Se sometió un proyecto de Código Político redactado en el idioma inglés y otro proyecto del mismo código en castellano. Se le asignó a ambos el Núm. CB-24. Al preparar en ambos idiomas el proyecto del Código Político la Comisión Codificadora de 1901, por su propia iniciativa, adicionó (con los mismos textos que respectivamente tienen hoy, y que se han conservado inalterados) las últimas oraciones de los textos inglés y castellano del Art. 9. No hemos encontrado precedente legal alguno respecto a esas últimas oraciones. Ni aparece tomado de California, el texto inglés, ni mucho menos el texto castellano de alguna ley de España, donde los bienes patrimoniales del Estado pueden ser adquiridos por la usucapión. No sabemos cuál de ellas se redactó primero o si una es traducción errónea de la otra. Sin embargo, se nota que hay mayor armonía y correlación entre el sentido de cada oración del Art. 9 en el texto español, ya que ambos tienen el mismo y determinado ámbito objetivo: 'los terrenos baldíos insulares', lo que no se observa en el texto inglés, donde la primera oración se refiere a 'waste and ungranted lands' y la segunda en términos generales a 'insular lands.' Habiéndose originado el Código Político en las cámaras de aquella época en ambos idiomas, la regla general del Art. 13 del Código Civil no es aplicable para resolver la discrepancia; ni la regla (a) porque esas últimas oraciones no son una traducción o adaptación de estatuto alguno de Estados Unidos o de alguno de sus Estados; ni la regla (b) porque no son de origen español. La regla (c) que dispone que 'si la cuestión de preferencia no pudiera resolverse por las reglas precedentes, se atenderá al castellano', es de perfecta aplicación a nuestro caso, por lo que la última oración del texto castellano del Art. 9 es la que debe aplicarse. (168) Nuestro Código Civil nada dispone sobre terrenos baldíos. Baldío es el terreno que pertenece al Estado pero que no está adehesado ni se labra, pertenece al dominio público para su común disfrute o aprovechamiento, no produce más frutos que los espontáneos y naturales ofrecidos por la tierra. Véase Enciclopedia Jurídica {674} Española, Tomo IV, sobre la voz 'Baldíos.' Los islotes Hicacos y Ratones envueltos en este litigio, no son 'terrenos baldios', ni tampoco 'terrenos no concedidos.' Esde 1872, en que fueron trasmitidos a título de amparo, se dedicaron a pastos cultivados y a la explotación de una industria de cal para la elaboración de azúcar, fertilizantes y construcciones. Si alguna vez, antes del año 1872, pudieron clasificarse como baldíos, hace muchos decenios que perdieron esa condición. A la luz de todo lo expuesto, no puede válidamente sostenerse que, en todos los casos y como norma jurídica de aplicación general, la prescripción no corre contra el Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Como hemos dicho en otro lugar, no correrá respecto a aquellos bienes suyos no susceptibles de dominio por particulares, que son inalienables y que estarán fuera del comercio de los hombres mientras se encuentren afectos al uso o servicio público general. Pero los restantes bienes que integren su propiedad privada, sujeto a las excepciones establecidas por ley, son prescriptibles conforme a las normas de nuestra legislación civil. Como apuntamos en el escolio (11), reiteradamente hemos decidido que los bienes patrimoniales de los gobiernos municipales son prescriptibles.15 Si, como dispone el artículo citado 256 todos los bienes patrimoniales 'que el Estado Libre Asociado de {675}Puerto Rico o los municipios posean ... se regirán por las disposiciones de este Codigo', entre las cuales, como dijimos en Jiménez v. Municipio, supra, 'se encuentran las relativas a la prescripcion', no hay ni hubo buena razón para resolver, o para haber resuelto, que los bienes patrimoniales del Estado no pueden ser adquiridos por usucapión. Nuestro Código Civil en esto obliga tanto al soberano como a sus 15 Véanse, El Pueblo v. Municipio de San Juan, 19 D.P.R. 656 (1913); Miranda v. Municipio de Aguadilla, 39 D.P.R. 467 (1929); Gobierno de la Capital v. Casino Español, 56 D.P.R. 790 (1940); Jiménez v. Municipio, 70 D.P.R. 517 (1949). (169) divisiones de gobierno local.16 Ahora, examinemos el problema de la adquisición por usucapión planteado en este recurso, tomando como punto de partida la adquisición de Jorge Bird Arias en octubre de 1901. No existe controversia alguna respecto a los siguientes hechos y circunstancias: 1. Por escritura pública otorgada el 5 de octubre de 1901, Jorge Bird Arias compró los islotes Hicacos y Ratones a los cuatro hermanos García Becerril, sus titulares, según constaba en el Registro. 2. Ese título de compra fue inscrito en el Registro de la Propiedad de Humacao el 11 de octubre de 1901, sin defecto alguno. 3. El 5 de octubre de 1901 tomó posesión material de ellos el comprador Bird Arias, y de hecho disfrutó y gozó de tal posesión física, en concepto de dueño, con justo título, de buena fe, en forma pública, pacífica, constante e ininterrumpida, hasta la fecha de su muerte ocurrida el 3 de julio de 1950, es decir, por más de 48 años. 4. Desde el 5 de octubre de 1901 hasta el 3 de julio de 1950 El Pueblo de Puerto Rico conoció o tuvo medios racionales y motivos {676} suficientes para conocer, que tales islotes estaban poseídos de hecho, y a título de dueño, por Bird Arias, y nunca realizó acto o gestión alguna que pudiera interrumpir, suspender o extinguir tal posesión física, no obstante tener en su poder el 16 Nuestras decisiones en sentido contrario y, en particular, Jiménez v. Municipio, 70 D.P.R. 517, 521 (1949), Gobierno de la Capital v. Casino Espa ñol, 56 D.P.R. 790, 801 (1940), Pueblo v. Rojas, 53 D.P.R. 121, 136 (1938), Miranda v. Municipio de Aguadilla, 39 D.P.R. 467, 470 (1929) y Pueblo v. Municipio de San Juan, 19 D.P.R. 656, 667 (1913) no deben tener, en modo alguno, el reconocimiento ni autoridad de precedentes obligatorios en cuanto en ellas se resuelva, explícita o implícitamente, que respecto a sus bienes patrimoniales--excepto terrenos baldíos--no puede alegarse la prescripción adquisitiva en contra de El Pueblo de Puerto Rico. (170) informe sometido por el Inspector de Terrenos Públicos el 26 de noviembre de 1904, mencionado en el escolio (4), en que ese funcionario comunicaba al gobierno insular, en términos claros y precisos, que Bird los había adquirido en 1901 por compra y los ocupaba y poseía. En dicho informe, presentado en evidencia por el Estado, y marcado Exh. 4, en lo pertinente, se hace constar: 'El actual poseedor del islote lo es Dn. Jorge Bird Arias que lo adquirió en octubre 5 de 1901 por compra a los hermanos García Lavagi. [sic]17' Pág. 9. 'Consideraciones. En estos predios que poseen los indicados Sres. Bird y Noble,18 se ha de dilucidar como proceda el mejor derecho a la propiedad, porque ellos los adquirieron de buena fe, y los títulos que recibieron han sido debidamente anotados en el Registro de la Propiedad de Humacao.' Pág. 33. 'En cuanto a los predios que ocupan el Sr. Noble y el Sr. Bird, esta inspección entiende que se les debe comunicar oficialmente el resultado de la investigación practicada, para que ellos demuestren con los primitivos documentos el derecho que les asiste sobre tales terrenos.' Pág. 36. (Énfasis suplido.) Ante la Sala sentenciadora no se ofreció evidencia alguna por la parte demandante de la acción tomada, si alguna se tomó, por el gobierno, como resultado de las recomendaciones del Inspector de Terrenos Públicos. 5. A Bird Arias y a sus herederos, suceden en la posesión física de los islotes los subadquirentes Pilar Bird de Veve en 1952, la {677} corporación Planta de Cal Hicaco, Inc., en 1954, y, finalmente, la corporación Best Builders, 17 Un tercer islote llamado 'Lobos' fue comprado en 24 de enero de 1903 por Bird Arias a Quintín Rodríguez. 18 William Noble era poseedor como dueño de 230 cuerdas de terreno situado en la misma zona. (171) Inc., en 1962. 6. Se pagaron al Estado contribuciones territoriales sobre los islotes por sus titulares registrales y poseedores de hecho; la Compañía de Fomento Industrial, para cuyo beneficio se han expropiado los islotes, le prestó a 'Planta de Cal Hicaco, Inc.', la suma de $40,000.00 con garantía hipotecaria sobre los islotes, y 'mientras se estudiaba la posibilidad de instar este procedimiento,' la Compañía de Fomento Industrial llevó a cabo valoraciones de los islotes y hasta llegó a expedir un cheque (por $500,000.00) a favor del Secretario del Tribunal para ser depositado como valor de los inmuebles en favor de los titulares registrales de los mismos. 7. El 14 de enero de 1963, transcurridos ya 61 años y 3 meses de constante posesión de hecho ejercida, en la forma relatada, por los propios titulares registrales de los islotes, se inicia por el Estado Libre Asociado de Puerto Rico 'a requerimiento de la Compañía de Fomento Industrial de Puerto Rico' la expropiación de los islotes y sus establecimientos industriales por una simbólica compensación de $2.00, alegando que todos esos bienes le pertenecían. Por consecuencia jurídica inevitable de esa prolongada posesión de hecho, partiendo del 11 de octubre de 1901, fecha de la inscripción del título a favor de Bird Arias, en el día 11 de octubre de 1911 se consolidó la usucapión ordinaria secundum tabulas, ratificándose por el estado de hecho posesorio la paralela situación registral. Por si ello fuera insuficiente, y en los supuestos de que El Pueblo de Puerto Rico hubiera sido el verdadero dueño de los islotes con arreglo a lo acordado en los Arts. II y VIII del Tratado de París ylo dispuesto en el Art. 13 de nuestra Carta Orgánica de 1900, y que Bird Arias jamás hubiera tenido un título justo sobre ellos, ni {678} buena fe en su posesión como dueño, el 11 de octubre de 1931, se consolidó también la usucapión extraordinaria secundum tabulas a su favor. Desde esta última fecha, por la virtud adquisitiva-extintiva de la conjunción del tiempo con la posesión, quedaron plena y definitivamente aseguradas la certidumbre, firmeza y perfección de aquella adquisición dominical 'en perjuicio de toda clase de (172) personas, inclusas las juridicas', como reza el Art. 1832 del Código Civil; quedaron convalidados, curados y purgados todos sus posibles vicios, defectos e imperfecciones y quedaron ipso facto, perdidas, destruidas y extinguidas para siempre cuantas acciones reales se hubieran podido ejercitar respecto a esos inmuebles por el Pueblo de Puerto Rico. Así, purificado por el correr del tiempo, el derecho de propiedad plena sobre los islotes pasó a la señora Bird de Veve, después a la corporación 'Planta de Cal Hicaco, Inc.', y finalmente a Best Builders, Inc., quienes agregaron otro decenio posesorio al medio siglo de Jorge Bird Arias. En este incidente de reconsideración de nuestro fallo las corporaciones interventoras dieron énfasis a sus defensas de prescripción de la acción y de adquisición por usucapión ordinaria y extraordinaria, hasta el punto de pedirnos el reexamen de la doctrina relativa a la usucapión contra propiedades del Estado, cosa que estimamos haber hecho. Procede ampliar un poco esta ponencia a fin de precisar la eficacia jurídica de la usucapión en relación a cada islote de los dos que componen la finca rústica Núm. 104 del Municipio de Fajardo. A--Respecto a Hicacos, con su cabida original de 45.44 cuerdas, la usucapión tuvo eficacia jurídica convalidante de los títulos de Bird Arias y sus causantes en derecho. Los tradicionales cinco requisitos de la usucapión ordinaria: justo título, buena fe, posesión continuada, transcurso del tiempo tasado por la Ley y prescriptibilidad de la cosa, habían quedado cumplidos antes de {679} adquirir Bird Arias en octubre de 1901, y con arreglo al Art. 1957 del Código Civil que nos rigió desde el 1 de enero de 1890 hasta el 1 de julio de 1902, según quedó enmendado ese artículo por la Orden Militar de 7 de abril de 1899, la cual, con efecto retroactivo, redujo a 6 años el término de prescripción adquisitiva ordinaria señalado por aquel artículo. El justo título lo constituyó la adquisición por composición del año 1892. Vuelve a consolidarse en 1911 la usucapión ordinaria, a la luz del Art. 1857 de nuestro Código Civil de 1902 que restituyó el plazo de 10 años, en el supuesto de que fuese aplicable al caso este Art. 1857, no obstante lo dispuesto en el Art. 1839, a virtud del cual la ley sobre prescripción vigente al comenzar ésta es la aplicable. (173) La usucapión extraordinaria, tomando en consideración exclusivamente la posesión de Bird Arias, y a partir de la compra que hace el 5 de octubre de 1901--antes de entrar en vigor el Art. 9 del Código Político--se consolida en el mismo día y mes del año 1931. Ella también tuvo eficacia, consecuencia y efecto adquisitivo sobre el excesode cabida de Hicacos ascendente, según mensura reciente practicada por el demandante, a 94.56 cuerdas sobre la cabida original 45.44 cuerdas del título de amparo. No parece que tan gran exceso pueda comprenderse como una accesión con arreglo al Art. 303 de nuestro Código Civil. Para inscribirse tal exceso de cabida es necesario acudir al procedimiento especial apropiado. B--Si bien el islote Ratones aparece haber estado unido a Hicacos a los fines de la explotación agrícola e industrial a que han sido por mucho tiempo sometidos ambos, y no obstante haber concluido la Sala sentenciadora que desde el 1872 ambos islotes habían sido poseídos por Fort Torres y sus posteriores adquirentes, lo cierto es que este islote Ratones no figuró como objeto de concesión en el título de amparo de 1872. Este se limita al islote Hicacos, entonces compuesto de 45.44 cuerdas. En el texto del título de amparo sólo se menciona el islote Ratones como un punto de {680} referencia al describirse a Hicacos, y al decirse que éste está situado entre las Cabezas de San Juan y el islote Ratones. En las primeras cuatro inscripciones de la finca rústica Núm. 104 del Municipio de Fajardo aparece que la misma está formada solamente por el islote Hicacos. Al practicarse la quinta inscripción se hizo constar que la misma se denegaba 'respecto al llamado Ratones por no aparecer inscrito a nombre del causante.' Cuando Bird Arias pide inscripción de su título, también se deniega en relación con el islote Ratones. Sin embargo, por la séptima se hace constar: 'Omitida en la inscripción que precede--6ta.--hacer constar que esta finca está compuesta por los islotes denominados ?Hicacos y Ratones' y estando el título aún en el Registro la describo nuevamente en la siguiente forma: Rústica: Islotes denominados ?Hicacos y Ratones', descrita en la inscripción primera de igual modo que en el documento presentado. No aparece afecta a carga alguna.' (174) Empero en la inscripción primera del año 1883 la finca 104 sólo se describe así: 'Rustica: Islote denominado Hicacos destinado a pastos, sito entre la Cabeza de San Juan y otro islote llamado Ratones, a tres millas del puerto de Fajardo frente al barrio de las Cabezas término municipal de dicho pueblo. Linda por los cuatro puntos cardinales con el Mar. Tiene de cabida cuarenta y cinco cuerdas cuarenta y cuatro céntimos de otra.' Se nos hace difícil aceptar que a la luz de tal descripción pudieran rectificarse las inscripciones quinta y sexta a los fines de hacer constar que la finca 104 estaba integrada por ambos islotes. La usucapión extraordinaria resulta ser el verdadero modo de adquirir la propiedad del islote Ratones. Faltó el ingrediente del justo título para que respecto al mismo se produjera la ordinaria. Y tanto Hicacos como Ratones, de aceptarse que al cambio de {681} soberanía pasaron a pertenecer, por cesión de la Corona Española, al pueblo de los Estados Unidos y luego al pueblo de Puerto Rico, como bienes patrimoniales del Estado estuvieron puestos, desde marzo de 1902 y bajo ciertas condiciones, en el comercio de los hombres, a tenor del Art. 135 del propio Código Político nuestro, que hasta el 1949 dispuso: 'Artículo 135. El Comisionado de lo Interior podrá, previa aprobación del Consejo Ejecutivo, disponerel arrendamiento, por un período que no exceda de quince años, y con el consentimiento de la Asamblea Legislativa, la venta de todos los terrenos cedidos a la Isla de Puerto Rico por los Estados Unidos o que en adelante le cedieren, o de otro modo adquiridos.' (Énfasis suplido.) Véase Ley Núm. 182 de 5 de mayo de 1949. En una contienda sobre el título de una cosa, en que la parte actora alega que ésta le pertenece por cesión que se le hizo, mientras que la otra aduce que ella es su verdadera dueña y que la adquirió por distintos modos autorizados por ley, no concebimos impedimento serio para resolver, de ello proceder, que la parte demandada es la dueña real de la cosa por las distintas formas, razones, modos y títulos, independientes entre sí, que mediaron o intervinieron en su adquisición. Si para (175) decidir una cuestión en determinado sentido existen razones diferentes, pero igualmente válidas, es preferible que la firmeza y solidez jurídica del fallo se apoyen en todas. Una conciencia judicial, libre de prejuicios, con ánimo de medir a todos con la misma vara, tiene derecho a sentirse satisfecha y convencida de que ha dado a cada uno lo suyo, con mayor razón cuando cada uno de los fundamentos de derecho de que se ha valido, de por sí, constituye un sostén inconmovible de su decisión. Con ello se facilita extensivamente la aplicación del principio de cosa juzgada. Hemos aplicado un cuadro de disposiciones de nuestro cuerpo de {682} derecho positivo, reconocidas como de orden público, para arribar a la conclusión de que la resolución dictada por la Sala sentenciadora y nuestra decisión que la sostiene no deben alterarse en reconsideración. Hace tiempo que la doctrina de que la prescripción en Puerto Rico nunca corre contra el Estado debió derrumbarse, tanto en relación con los gobiernos municipales, como ya ha acontecido, como también en relación con el insular. No existen verdaderas razones para que subsista la distinción, que constituye un irritante reto al recto sentido y filosofía de ese cuadro de disposiciones. Si en verdad existe una necesidad seria que imperiosamente clame por otro estado de derecho que efectivamente y a plenitud imponga esa doctrina de privilegio, favoreciendo con una inmunidad prescriptiva absoluta al Estado que puede invadir las actividades privativas, comerciales, industriales, agrícolas, de servicios a la comunidad, y hasta enfrascarse en negocios de compra y reventa de bienes inmuebles, debe establecerse tal estado de derecho por los organismos legislativos. Creemos que nada hay que se oponga a ello. Muchos estados continentales lo han hecho.19 Bastaría para ello un simple cambio al Art. 9 del Código Político. En El Pueblo v. Dimas, 18 D.P.R. 1061 (Del Toro) (1912), el Estado reivindicaba 19 Para la jurisprudencia americana sobre la materia véase 55 A.L.R.2d 554-638. Para jurisprudencia respecto a que la doctrina nulla tempus ocurrit regi no es de aplicación a bienes inmuebles y derechos reales de los Estados Unidos sitos en Puerto Rico y de que nuestras disposiciones prescriptivas benefician o perjudican a Estados Unidos, véanse: Baldrich v. Barbour, 90 F.2d 867 (1937) y People of Puerto Rico v. Fortuna Estates, 279 Fed. 500 (1922). Véase el apéndice o anexo unido. (176) una parcela de terrenos desecados, antiguos manglares que 'formaban parte de un monte del Estado declarado reservable.' Haciendo una indeterminada alusión al año 1898 (en vez de hacerla al 1 de julio de 1902, en que realmente comenzó la prohibición, según el Art. 9 del Código Político, de adquirir terrenos baldíos del Estado por posesión adversa) dijimos en la opinión: {683} 'A partir de esa fecha, no era posible adquirir por prescripción los terrenos de que se trata en este pleito.' (Énfasis suplido) Pág. 1081. Despuéstranscribimos unos ocho párrafos de la opinión del tribunal de instancia, emitida por el entonces Juez de Distrito, Córdova Dávila. Es en el primero de ellos donde se inserta la máxima Nullum tempus ocurrit regi, y, en el tercero se dice, refiriéndose a ella: 'Aunque la Legislatura del país hubiese permanecido en silencio, el dominio del pueblo sobre los terrenos de su propiedad no podría prescribir hoy aplicando la misma regla que a los Estados se aplica. La Asamblea Legislativa, sin embargo, ha consignado este precepto en el Código Político, cuyo artículo 9 dice de modo claro y terminante, que no puede adquirirse título a terrenos baldíos insulares por la posesión adversa de los mismos.' (Énfasis suplido.) Pág. 1082. Se observará que en la primera oración, el juez sentenciador, partiendo del supuesto de que la máxima hubiera sido de aplicación a Puerto Rico, manifestó que 'el dominio del pueblo sobre los terrenos de su propiedad no podía prescribir.' Pero, en su segunda oración, obviamente indica el Juez Córdova Dávila lo único que respecto a esa materia de prescripción de bienes del Estado había hecho el supremo órgano legislativo local, en las siguientes palabras: '... La Asamblea Legislativa, sin embargo, ha consignado este precepto en el Código Político, cuyo artículo 9 dice de modo claro y terminante, que no puede adquirirse título a terrenos baldíos insulares por la posesión adversa de los mismos.' (Énfasis suplido.) Con ello claramente indicaba que la máxima, en su más amplio sentido, no había (177) sido adoptada como derecho legislado en Puerto Rico. Habiendo concluido este Tribunal que se trataba de una acción para reivindicar terrenos baldíos, resolvió que al aprobarse el Art. 9 {684} del Código Político, decretando la no adquisición por posesión adversa de terrenos baldíos insulares, había quedado interrumpida la prescripción y que por este motivo no era posible usucapir 'los terrenos de que se trata en este pleito.' No resolvimos en ese caso que la mencionada máxima rigiera o fuera aplicable en Puerto Rico, ni que, en términos generales y absolutos, todos los bienes del Estado estaban fuera del alcance del instituto prescriptivo establecido en nuestro Código Civil. No obstante, en varias decisiones posteriores, luego de hacer una mera alusión a El Pueblo v. Dimas, le atribuimos un alcance y autoridad como precedente, que jamás tuvo, en el sentido de establecer una doctrina o regla reconociendo tal prohibición prescriptiva general y absoluta en favor del Estado. A la luz del derecho aplicable y de los hechos y eventos peculiares envueltos en ese caso, no podíamos, ni podemos en casos semejantes, resolver tal cosa. La aplicación del único precepto que gobierna la materia-- Art. 9, última oración, Código Político--debió mantenerse dentro de su excepcional limitación objetiva: sólo respecto a propiedades del Estado comprendidas exclusivamente dentro del término 'terrenos baldíos insulares.' Nuestro ministerio, como reza el Art. 26 de la Ley de Evidencia, en la interpretación de una ley, es simplemente averiguar y declarar lo que textualmente y en sustancia contiene, sin insertar lo que se hubiese omitido, ni omitir lo que se hubiese insertado. Por las razones anteriores y, además, porlas complementarias respecto al punto de la usucapión fiscal, que expreso en el apéndice o anexo que se une a esta opinión, como parte de la misma, quedan expuestos los criterios en que fundo mi voto de 'no ha lugar' sobre los méritos de la moción de reconsideración presentada el 30 de oktubre de 1968. (178) –O– {685} I ADVERTENCIA PRELIMINAR Este anexo sólo complementa el punto de prescripción tratado en mi anterior opinión expositiva de los criterios en que fundo mi voto de no ha lugar a la moción de reconsideración. RECUÉRDESE: que estoy conforme con la desestimación de la moción de reconsideración de El Pueblo dejándose en pie la opinión del Juez Belaval y nuestra sentencia confirmatoria del 10 de octubre de 1967,* que declara a la interventora Best Builders, Inc., única y legítima titular de los islotes Hicaco y Ratones, por las siguientes razones: Primera: Porque el demandante Estado Libre Asociado de Puerto Rico jamás ha tenido--ni lo tuvo El Pueblo de Puerto Rico--título alguno de dominio o cualquier otro derecho real, sobre los islotes que en vano alegó le pertenecián y que por muchos años reconoció como bienes de los demandados. Segunda: Porque adquirió su pleno dominio y posesión a virtud del contrato de compraventa celebrado el 7 de diciembre de 1962, entre ella y la corporación 'Planta de Cal Hicaco, Inc.', mediante escritura pública otorgada ese día, por el convenido precio de $900,000.00, parte del cual fue satisfecho entonces.-- Véanse págs. 649-651, anterior opinión.-Tercera: Porque esa codemandada auténticamente ostenta, tiene y disfruta del estado, condición o categoría jurídica superior de tercero hipotecario, encontrándose sus derechos dominicales desde {688} la presentación de su título de compraventa en * Nota del Compilador: E.L.A. v. Tribunal Superior, 95 D.P.R. 339 (1967). (179) el Registro de la Propiedad--12 de diciembre de 1962-- legalmente protegidos, fortalecidos y garantizados, contra todo el mundo. En la misma forma privilegiada en derecho, o sea como terceros hipotecarios, por títulos respectivos de compraventa, inscritos sin defectos algunos, desde octubre de 1901 (antes de empezar a regir el Art. 9 del Código Político) se encontraron sus anteriores dueños Jorge Bird Arias, Rafael Veve, Pilar Bird y la corporación Planta de Cal Hicaco, Inc.--véanse págs. 659-666, anterior opinión. Cuarta: Por imperio de las siguientes usucapiones: a) La ordinaria de seis años, con justo título y buena fe, establecida por el Art. 1957 del Código Civil Español que rigió en Puerto Rico desde el 1ro. de enero de 1890 hasta el 1 de julio de 1902, tal como dicho artículo quedó enmendado por Orden General, o Judicial, de 4 de abril de 1899, en concordancia con los Arts. 344, 1932 y 1939 del mismo antiguo Código. b) La ordinaria de diez años entre presentes, y veinte entre ausentes, con justo título y buena fe, autorizado por el Art. 1857 de nuestro Código Civil vigente, que curó cualquier vicio o defecto que pudiera afectar el título de compraventa indicado. c) La extraordinaria de 30 años, sin necesidad de título ni buena fe, fijada en el Art. 1859 del mismo cuerpo legal. Según la realidad jurídica y los asientos del Registro de la Propiedad, el período posesorio continuo hasta el momento del pleito es de sesenta y un (61) años, contando desde la adquisición e inscripción de los islotes en octubre de 1901, por y a favor de Jorge Bird Arias, y Quinta: Por imperio de la prescripción extintiva de la acción reivindicatoria (es la que en verdad se instó) ejercitada el 14 de {689 {685} enero de 1963 por el Estado contra Best Builders, Inc., y Planta de Cal Hicaco, Inc., establecida en el Art. 1861 del actual Código Civil. A virtud de cualquiera de las anteriores cinco razones jurídicas fundamentales, (180) necesariamente debía desestimarse la moción de reconsideración. II AMBITO DE LA PRESCRIPTIBILIDAD SEÑALADA Pregunto en la página 668 de mi opinión: '¿Es correcta la tesis de que a partir del cambio de soberanía no pueden adquirirse por usucapión los bienes ... pertenecientes al Estado? (Énfasis nuestro.) Contesto en la misma página: '... respecto a ciertos bienes lo es; pero respecto a otros, no lo es.' (Énfasis nuestro.) En ella seguidamente procedo a exponer que, de toda la masa de bienes del Estado, sólo aquella parte declarada o clasificada 'bienes patrimoniales' con arreglo al Art. 256 de nuestro Código Civil--o sea la propiedad, fortuna o riqueza privada del Estado--sí puede adquirirse o perderse por usucapión, con la especial excepción, respecto a esos bienes patrimoniales, (a partir del 1 de julio de 1902) de los terrenos clasificados 'baldios' del eStado, según lo dispuso, con efecto prospectivo, nuestro Código Político de 1902, en la última oración de su Art. 9, texto castellano, en los siguientes términos: 'No podrá adquirirse títulos a terrenos baldíos insulares por posesión adversa, o contraria al título de otra u otras personas.' (Énfasis nuestro.) Para enfatizar y aclarar más nuestra posición, reproducimos el primer párrafo de la página 674 de nuestra opinión: 'A la luz de todo lo expuesto, no puede válidamente sostenerse que, {690} en todos los casos y como norma jurídica de aplicación general, la prescripción no corre contra el Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Como hemos dicho en otro lugar, no correrá respecto a aquellos bienes suyos no susceptibles de (181) dominio por particulares, que son inalienables y que estarán fuera del comercio de los hombres mientras se encuentren afectos al uso o servicio público general. Pero los restantes bienes que integren su propiedad privada, sujeto a las excepciones establecidas por ley, son prescriptibles conformes a las normas de nuestra legislación civil.' (Énfasis nuestro.) III MOTIVOS DE OPOSICION QUE PODRIAN ADUCIRSE Las razones que podrían aducirse contra mi opinión serían las siguientes: 1ra. Respecto al texto que debe prevalecer en la interpretación y aplicación del Art. 9 del Código Político de 1902, es el inglés, debido a que, el Sr. Rowe, miembro de la primitiva Comisión Codificadora que preparó los proyectos de códigos de 1902, utilizó para su labor el Código Político de California y utilizó el idioma inglés y el Art. 13 del Código Civil nuestro dispone que si el estatuto fuera una traducción o adaptación de un estatuto de algún Estado se dará preferencia al texto inglés. 2da. Que los tribunales han resuelto a favor del Estado este problema específico de la prescripción o no prescripción de los terrenos públicos y que el caso determinante de tal solución en nuestra isla es Pueblo v. Dimas, 18 D.P.R. 1061 (1912). Ambas razones son erróneas. Veamos por qué: IV ARGUMENTO RESPECTO AL TEXTO (a) {691} En el escolio 14 de nuestra opinión consideramos, con alguna amplitud, el problema de la irreconciliable discrepancia entre los textos inglés y castellano de la última oración del Art. 9 del Código Político de 1902, a la luz del Art. 13 de nuestro Código Civil. Concluimos que el castellano era el que debía prevalecer con arreglo a las normas de hermenéutica fijadas por dicho Art. 13. (182) Repetimos, que la última o segunda oración del texto inglés original del Art. 9 del Código Político de 1902, que dice: 'Title to insular lands shall not be acquired by adverse possession.', ni ninguna otra relativa a la adquisición por posesión adversa de terrenos públicos, baldíos o no baldíos, jamás formó parte del Art. 42 del Código Político de 1872 del Estado de California que aparece transcrito en el escolio 14. Tampoco integraba dicho Art. 42 de ese Estado, ninguna otra expresión o disposición análoga, respecto a la no adquisición por usucapión de terrenos públicos del Estado. Como ello es correcto, necesariamente tenemos que aceptar que la idea, noción o pensamiento de dotar de tal oración al Art. 9 del proyecto de Código Político de 1902--que el Congreso y nuestra Legislatura mandaron se hiciera y se aprobara en los idiomas inglés y castellano--se concibió, por primera vez, en Puerto Rico y aquí se añadió a la parte del Art. 42 de California que se tomó y adaptó por la Comisión Codificadora de 1901. Ante esa realidad, forzosamente debe concluirse, como se dice en nuestro escolio, que 'los textos inglés y castellano de esa última oración no son una traducción o adaptación de estatuto alguno de Estados Unidos o de alguno de sus Estados ....' (Énfasis nuestro.) Lo que no se dice, ni se escribe, en idioma alguno, es intraducible, {692} es inadaptable. Considerando con toda serenidad el problema, no se puede afirmar, con acierto, que ha sido traducida, mal traducida o adaptada, de o a tal texto, una oración que nunca se escribió o expresó en fuente original alguna. Adaptación significa ordenación ajustada, acoplamiento de medios afines, de las actividades a sus objetos, de la vida en general a las circunstancias del medio. Es avenir, acomodar o modificar condiciones en armonía con un medio distinto al suyo habitual. Existe en los casos en que un objeto, inútil originalmente para ciertos usos, por medio de alteraciones, se ha convertido en un objeto utilizable o apto para tales usos. En aquella parte del Art. 42 del Código Político de California que se tomó para formar la primera oración del texto inglés del Art. 9 de nuestro Código Político de 1902, la adaptación que se hizo para acomodarla a las condiciones y circunstancias de esta Isla de Puerto Rico, consistió en cambiar las frases o expresiones 'lands of the state', por 'lands of Puerto Rico'; 'the district attorney of the county', por 'the Fiscal (183) (District Attorney) of the judicial district'; 'sheriff of the county', por 'the Attorney General', y, además, en eliminar la parte del texto californiano que disponía: '...; and if resistance to the execution of the order is made or threatened, the sheriff may call to his aid the power of the county, as in cases of resistance to the writs of the people.' (Énfasis nuestro.) La segunda y última oración del Art. 9 de nuestro Código Político, cuyos textos inglés y castellano discrepan esencialmente entre sí, no tiene concordancia alguna con el Código Político de California; ni fue tomada del mismo, ni es una traducción, ni una adaptación de estatuto alguno de un estado o territorio americano de habla inglesa. Fue una autóctona y original aportación, o bien de toda una Comisión Codificadora que por ley--Acta Foraker--tenía que preparar dos proyectos originales, uno en inglés y otro en {693} castellano, de cada Código, o de los hombres de nuestra primera Asamblea Legislativa, en la que figuraban notables juristas, hombres de ilustración y profesionales de la talla de Rosendo Matienzo Cintrón, José Guzmán Benítez, Francisco M. Quiñones, José Gómez Brioso, Santiago Veve, Cayetano Coll y Toste y Ulpiano R. Colón. La preparación de esos Códigos fue carga de muchos camellos. Como ya expusimos, la segunda y última oración del Art. 9 del Código Político, regula, en parte, una institución jurídica, la prescripción, en sentido prohibitivo, materia independiente y extraña a la finalidad de la primera oración, referente a la invasión, por intrusos, de 'waste or ungranted lands of Puerto Rico', según su texto inglés y a 'terrenos baldíos o no concedidos pertenecientes a Puerto Rico', según su texto castellano. Jamás--y no nos cansamos de afirmarlo, aunque parezcamos machacones--esta última oración pasó por proceso alguno de traducción o adaptación. ¿Cuál texto se redactó primero? No hemos encontrado información que nos ayude a contestar con absoluta precisión la pregunta. No queremos correr el riesgo de adivinar o de hacer afirmaciones categóricas a ciegas. Las circunstancias de que al Comisionado Rowe, se le asignara la dirección de la preparación de un proyecto de Código Político, aunque tiene su peso o valor, no es evidencia concluyente de que él fuera el inspirador, autor o coautor de la oración (184) segunda. La posibilidad de que lo fuera de su versión inglesa no la negamos, desde luego. Pero apuntaremos otros hechos y circunstancias acaecidos en torno a la redacción y aprobación de los códigos de 1902. Recordemos que el propio Congreso de Estados Unidos, autorizó la creación de una comisión para revisar los códigos y leyes de Puerto Rico y el nombramiento de 'los empleados y demás auxiliares' de la {694} misma, ordenándose, en parte, textualmente por la Sec. 40 del Acta Foraker: 'Y dicha Comisión presentará al Congreso un informe minucioso y definitivo, en los idiomas inglés y español, de sus revisiones, compilaciones y recomendaciones, con notas explicativas en cuanto a los cambios y justificación de éstos, dentro de un año de la adopción de la presente Ley.' (Énfasis nuestro.) Recordemos también, que la primera legislatura insular, a fin de prorrogar el plazo concedido a la anterior comisión, aprobó una ley (C.B.13), el 31 de enero de 1901--véase leyes de 1901, pág. 145--estableciendo otra comisión para compilar, revisar y codificar el sistema de leyes nuestro, incluyendo un Código Civil, un Código Político, un Código de Procedimiento Civil y un Código Penal. Se dispuso en esa ley, según su texto inglés: 'The said proposed codes shall be in English and in Spanish.' (Énfasis nuestro.) Por su Sec. 3, en ella también se dispuso: 'The said commission is hereby authorized to employ such necessary translators and assistants as may be deemed necessary and proper for the performance of its work.' (Énfasis nuestro.) En el Tomo I del Informe de dicha comisión, redactado en inglés y castellano, impreso en 1901, por la imprenta del gobierno federal, encontramos un detallado relato (185) de sus labores preliminares en su parte I, titulada 'Historia de la Comisión.' La comisión dio participación en la obra de revisión y codificación a toda la ciudadanía ilustrada del país. Celebró audiencias y conferencias públicas y privadas en muchos municipios de la Isla y 'recibió gran número de comunicaciones escritas de magistrados, funcionarios y comerciantes de la Isla; todas las cuales fueron compendiadas y tomadas en consideración por los comisionados al {695} redactar su informe definitivo.' Ver pág. 19. De esa 'Historia de la Comision', pág. 17, tomamos los siguientes párrafos: 'Se pasaron invitaciones para la primera serie de audiencias públicas y privadas, al tenor de las enviadas en Septiembre 3, 1900, á las siguientes conspicuas personas: Dr. José Estebán Saldaña, Dr. Cayetano Coll y Toste, Sr. Manuel F. Rossy, Sr. Luis Muñoz Rivera, Sr. Fidel Guillermety, Sr. Tulio Larrínaga, Sr. Manuel C. Román, Sr. Herminio Díaz, Sr. Santiago Veve, Dr. Rafael del Valle, Sr. Manuel Egozcue, Dr. José Marxuach, Sr. Carlos M. Soler, Sr. Rafael Palacios, Sr. Gerardo Soler. Cada miembro tomó a su cargo también la cuestión de forma de gobierno insular y organización del sistema de enseñanza. A fin de familiarizarse con el funcionamiento del gobierno local en toda la isla, el Comisionado Rowe empleó todo el mes de Octubre y parte de Noviembre en una extensa excursión de estudio, visitando la mayor parte de las poblaciones y celebrando conferencias públicas y privadas en las cuales oyó la opinión de los representantes de dichos gobiernos locales y de los principales vecinos.' (Énfasis nuestro.) Según el plan para la distribución del trabajo adoptado por la Comisión, se asignó al Comisionado Joseph F. Daly, entre otros, la preparación de los proyectos correspondientes a la organización de los tribunales y al Comisionado Rowe, entre otros, el correspondiente a tributación y rentas. No obstante ser el inglés el idioma propio de ellos, los proyectos preparados respecto a tales materias asignadas a estos comisionados norteamericanos, fueron redactados originalmente en español y ello se hace constar en esa Historia de la Comisión, pág. 29, del siguiente modo: (186) 'Conviene indicar acerca de lo expuesto que la ley sobre reorganización de los tribunales, la relativa a derechos sobre trasmisión de herencias y la de derechos judiciales, fueron redactadas originalmente en español; de aquí el que se hallan conservado en la traducción muchos términos latinos y españoles. En muchos casos fué del todo imposible hallar equivalentes en inglés {696} para los términos empleados por las leyes españolas, considerándose mejor, por tanto, conservar estas voces y evitar así la confusión e incertidumbre que resultaría del uso de expresiones inglesas que no corresponden exactamente a las españolas. Exceptuando la revisión de la ley orgánica (Ley Foraker), todos los asuntos confiados a la comisión son de la competencia de la asamblea legislativa local y a menos que el Congreso esté en aptitud de promulgar un código completo de las leyes para Puerto Rico, la revisión del sistema legal tendrá que ser llevada a cabo por la asamblea insular.' El proyecto de Código Político, preparado bajo la dirección del Comisionado Rowe, por sus asesores y auxiliares puertorriqueños, con el consejo y sugerencias de tantos distinguidos juristas puertorriqueños, de formación jurídica española, contenía 778 artículos, divididos en 15 títulos y un título adicional. Cuando se sometió a la Legislatura Insular de 1902-- Compuesta por un Consejo Ejecutivo, integrado por once miembros, 5 de ellos puertorriqueños, y por una Cámara de Delegados, integrada por 33 puertorriqueños y sólo un norteamericano, Mr. Frederick Cornwell--se eliminaron de tal proyecto original 351 artículos, quedando reducido su articulado primitivo a 427. Sobre ello dice el Maestro Muñoz Morales, a la pág. 210 de su obra Compendio sobre Legislación Puertorriqueña, ed. 1948, U.P.R.: 'Ese proyecto adaptándose en su estructura al Código Político de California de 1872 contiene 778 artículos divididos en 15 títulos y un título adicional con 40 artículos dedicado al servicio civil insular y local. (b) Texto aprobado por la Legislatura Insular de 1902: --Al someterse a la Legislatura Insular el mencionado proyecto se aceptó sustancialmente pero fue enmendado según la Ley aprobada en 1 de marzo de 1902 titulada ?Ley para establecer un Código Político para Puerto Rico' que consta de 392 artículos divididos en 10 (187) títulos, y un apéndice aprobado en la misma fecha que contiene el título XI y que comprende los artículos 392 al 427.' (Énfasis nuestro.) Entre los artículos eliminados del proyecto de Código Político por {697} aquella legislatura de 1902 figuraba el número 778, último del proyecto, cuyo texto español disponía: 'Art. 778. El texto de este Código según consta redactado en inglés será considerado como el texto oficial.' (Énfasis nuestro.) Demasiado significativa es esta circunstancia para ignorarse o no citarse. Fue un cuerpo legislativo de puertorriqueños y norteamericanos que rechazó en absoluto tal propuesta y ocasionó o prefirió la no prevalencia del texto inglés sobre el castellano. Todas estas circunstancias nos indican obviamente lo inseguro, desconfiable y arriesgado que sería afirmar, en términos absolutos y sin reservas, que el texto castellano de la última oración del Art. 9 del Código Político de 1902, es una traducción, y, mucho más, una 'mala traduccion' de su texto inglés, cuando, por al Acta Foraker y nuestra ley de 1901 (C.B. 13), se autorizó y ordenó la preparación de todos los proyectos de códigos en ambos idiomas.1 1 En varias ocasiones hemos resuelto problemas de discrepancia entre el texto inglés y el castellano de otros artículos del mismo Código Político de 1902, tomados original y literalmente del Código Político de California de 1872. Conforme a la regla (a) del Art. 13 del Código Civil, decidimos que prevalecía la versión original inglesa del artículo concernido. Así ocurrió en: Coll v. Picó, 82 D.P.R. 27, 32 (1960) respecto al Art. 291 (i); Sucn. Giusti v. Tribunal de Contribuciones, 70 D.P.R. 117, 121 (1949), respecto al Art. 291(d); New Córsica Cent. v. Gallardo, 41 D.P.R. 669 (1931) respecto al Art. 290. Idéntica solución dimos al tratarse de artículos, tomados totalmente de otros códigos americanos. Véanse: Mestres v. Díaz Román, 50 D.P.R. 370 (1936); Pueblo v. Zayas, 72 D.P.R. 18 (1951). Pero desconocemos precedente alguno nuestro en que estuviera envuelto un artículo estructurado con oraciones traducidas o adaptadas de estatutos americanos y, (188) A pesar de nuestras intensas investigaciones--varias veces hemos examinado los textos español e inglés del Código Político en las oficinas de Secretaría Ejecutiva--no estamos en condiciones, repetimos, de ofrecer una positiva y absoluta contestación o {698} solución al problema de quién, cómo, cuándo y dónde fueron preparados los textos castellano e inglés de la última oración del Art. 9, cuya sede apropiada debió ser el Código Civil y no el Código Político. Por constituir un precepto de excepción, limitadísimo en su ámbito objetivo, de la aplicación de nuestro histórico instituto de prescripción, que, por otro lado constituye una afirmación de la supervivencia plena de ese instituto, en cuanto afecta a los terrenos patrimoniales pertenecientes al Estado que se encuentran en el comercio de los hombres, cuando se interpreta y aplica a contrario sensu, esa última oración, debemos decidirnos a concluir que su texto castellano fue concebido y redactado, bien por un legislador, bien por un jurista, o bien por un asistente o auxiliar de la comisión codificadora, puertorriqueño. Ante ello, es de estricta aplicación el mandato del Art. 13 del Código Civil, en el sentido de que, cuando no se trata de una traducción o adaptación del estatuto de algún Estado, o de un estatuto de origen español, como ocurre en este caso, SE ATENDERA AL TEXTO CASTELLANO. V SOBRE LA PRESCRIPCION CONTRA EL ESTADO –A– La Prescripción en el Derecho Romano Pueden encontrarse citas del Digesto y las Institutas en demostración de que en el Derecho Romano no se adquirían, por usucapión, las cosas públicas del pueblo romano además, con oraciones de puro origen puertorriqueño, como la segunda y última oración del Art. 9 del Código Político. (189) y de las ciudades.2 Por su valor histórico y porque en el Derecho Romano existieron otras instituciones prescriptivas que también deben considerarse, haremos alguna glosa en torno a los orígenes y {699} evolución en Roma de ese modo de adquirir. Generalmente se acepta que los bienes del Estado romano no podían ser adquiridos por usucapión. Pero los más destacados romanistas demuestran que esto no fue siempre así, especialmente después de Constantino I y el Código Teodosiano. En cuanto a la propiedad, el derecho privado romano comenzó por la de los animales y los esclavos, y, en general por la de los bienes muebles; la propiedad de la comunidad partió, por el contrario, del derecho al suelo. La trasmisión privada de propiedad se verificaba principalmente por medio de un cambio material de posesión, concurriendo el propietario saliente y el entrante, en el lugar donde la cosa se encontraba. En el derecho de la comunidad el cambio ocurría por un simple acto de la voluntad de ésta o de su mandatario, esto es, por medio de asignación. El título de adquisición por ocupación era exclusivo del derecho de la comunidad; el título por posesión prescriptiva, exclusivo del derecho privado. La toma de posesión del suelo público por los particulares dio origen para la comunidad a un crédito análogo, por su duración, a los arrendamientos de tiempos posteriores, crédito a los que no correspondía nada semejante en el derecho privado. En el derecho público dominaron, desde tiempo inmemorial, las relaciones jurídicas reales, efectivas, apoyadas en la costumbre y la buena fe; compraventa, arrendamiento, 2 Sobre este punto hemos consultado tratados clásicos de profesores de renombre sobre la materia, como Derecho Público Romano, Teodoro Mommsen, traducción de P. Dorado, Madrid; Elementos de Derecho Privado Romano, Alvaro d'Ors, Pamplona, 1960; Instituciones de Derecho Romano, Pedro Bonfante, 8va. Ed., traducción de Luis Bacci y Andrés Larrosa, Reus, 1965; Curso de Derecho Romano, Tomo I, Ursicino Alvarez, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1955; El Derecho Privado Romano, Guillermo Floris Margadant, México, 1960; Derecho Romano, Juan Iglesias, 4ta. Ed., Barcelona, 1962. (190) etc. El derecho patrimonial romano no conoció la demanda propiamente {700} dicha; por regla general, la comunidad ni demandaba ni era demandada. En la esfera del derecho privado, la comunidad ocupaba el puesto de juez que resolvía las contiendas entre particulares, y cuando ella misma fuese parte, su derecho no se equiparaba al de los particulares, sino que ella se hacía justicia por sí propia; si el particular se consideraba perjudicado en su derecho por la comunidad, no tenía otro recurso que confiar en su propio auxilio. El censor estaba a cargo del orden patrimonial, y tenía o ejercía su reglamentación central, su conservación y explotación, sujeto a ciertas restricciones tendientes a conservar el derecho de propiedad del Estado. Disponía lo tocante al aprovechamiento del suelo común. Todo pedazo de tierra comprendido dentro del campo de la comunidad era, de derecho, de la propiedad de ésta, siempre que no estuviera acotado. Los gastos ordinarios de la nación se cubrían no con la contribución romana (tributus), sino con los productos de los bienes comunes. Estos, por esa y otras razones públicas, no podían perderse por la usucapión para el Estado. La propiedad del suelo no se vendía. Sólo se donaba a la familia (datio asignatio), el aprovechamiento del suelo de la comunidad. Ello podía hacerlo únicamente la propia comunidad por acuerdo especial de los comicios. La primera época del Derecho Romano fue el fruto de una sociedad restringida, de vida sencilla y rústica. Las XII Tablas, codificadas en el año 451 A.C., son la expresión de esa época. Estas reconocieron que la propiedad privada podía adquirirse por quien no fuese titular de ella, mediante la usucapión, siempre que se comportara como dueño y bajo condiciones que los tratadistas resumen así: (1) Res habilis; (2) titulus; (3) fides; (4) possessio y (5) tempus. El término posesorio se fijaba en 1 año para los bienes muebles y 2 años para los inmuebles. Pero esta usucapio no {701} podía invocarse por un extranjero contra los intereses de un romano. Este modo de adquirir convertía al poseedor bonitario --el que poseía desprovisto de título legal o válido--en propietario quiritario o legítimo. Según Bonfante--pág. 290 ob cit.--estaban excluidas de la usucapión, además de las (191) cosas absolutamente extra commercium, las siguientes: '1ro. las cosas furtivas (res furtivae) y las cosas sustraídas violentamente al propietario (res vi possessae). El vicio de furtividad, que afecta a la cosa que se halle en manos de cualquiera, se purga a base de la ley Atinia con el retorno de aquélla a la potestad de su propietario, y análogamente el vicio de la violenta adquisición; 2do. las cosas recibidas por el Magistrado en virtud de donación contra la prohibición de la lex Iulia repetundarum: no obstante, también aquí se admitía la purgación; 3rd. por la Novela 119, según la opinión dominante, los inmuebles adquiridos por un poseedor de mala fe; 4to. las cosas del Estado, res fiscales, del Príncipe, de los pupilos y de los menores (2), los bienes inmuebles de las iglesias y de las fundaciones pías; 5to. las cosas dotales (no solamente el fundo); 6to. las cosas respecto de las cuales está prohibida la enajenación.' La usucapión sólo era aplicable a los fundos itálicos. En las provincias el verdadero propietario de todos los inmuebles era el Estado romano. Los individuos particulares no podían tener más que un possessio provincialis, transmisible, pero revocable y restringido por Roma si el interés social lo exigía. En principio no podían usucapirse los fundos provinciales. La comunidad romana por lo general, no se desprendía del derecho de propiedad de sus bienes, aunque traspasara al ciudadano su posesión, uso y disfrute. Sin embargo, los emperadores Constantino, Teodosio II y Justiniano simplificaron y unificaron la usucapión y la prescripción en tal grado y extensión que hasta los bienes del Estado--el aerarium sacrum o fiscus regis-- no se escapaban de ser adquiridos o perdidos por este modo. A las págs. 132 y 133 de su citada obra Elementos de Derecho Privado {702} Romano,el sabio profesor compostelano Alvaro d'Ors, nos dice respecto a la materia. ' 105. En la época post-clásica, la extensión de la ciudadanía romana produjo también una equiparación entre los fundos itálicos, susceptibles de usucapión bienal (192) y los provinciales, a los que se aplicaba la prescripción decenal o vicenal; era inevitable que ambas instituciones se confundieran. La prescripción se convirtió en un modo adquisitivo, no meramente negativo, y precisamente el general para todos los inmuebles; al mismo tiempo, la usucapión se redujo a los muebles. Esta situación fue reconocida por Justiniano, el cual distingue: a) una usucapio, con plazo de tres años, para adquirir la propiedad de los muebles; b) una praescriptio longi temporis, de diez o veinte años como antes, pero referidos ahora a la presencia o ausencia del propietario en la misma provincia (reducida en su extensión desde Diocleciano), para la adquisición de la propiedad sobre toda clase de inmuebles; ambos tipos, con los requisitos de buena fe y justo título; ambos con posibilidad de successio y accessio possessionis; ambos interrumpibles por la demanda procesal (una vez que había desaparecido el régimen de la litis contestatio clasica); pero además, Justiniano recogió otro tipo: c) una longissimi temporis praescriptio, prescripción extraordinaria sin el requisito de la justa causa, establecida por Constantino con el plazo de cuarenta años, reducido por Teodosio II a treinta, cuyo fin era el de defender, mediante la extinción de las acciones del propietario, a los que poseían una finca sin título ninguno, y, al mismo tiempo, facilitar así un sujeto pasivo a los derechos del Fisco; Justiniano la mantuvo, pero con carácter de prescripción adquisitiva del dominio cuando el poseedor era de buena fe aunque sin título, con el plazo Teodosiano de treinta años, y, cuando perjudicaba a la Iglesia o al Fisco, de cuarenta.' (Énfasis nuestro.) Al mismo efecto el acatado romanista italiano Pedro Bonfante, a la pág. 287, de su obra ya mencionada, afirma: 'Pero en la Edad imperial, esta institución de la usucapión, juntamente con otros defectos, que la jurisprudencia pretoria podía remediar en los casos extremos, como era el breve transcurso de tiempo no adecuado a una vasta sociedad, manifestaba una grave {703} laguna, consistente en ser un modo de adquisición del dominio, que sólo era aplicable a los fundos itálicos. Probablemente, para aportar un remedio a esta laguna se fundó en la Edad imperial, por obra de los Emperadores o de los Gobernadores de las provincias, la institución de la exceptio o praescriptio longi (193) temporis o longuae possessionis, derivada del Derecho griego. Esta Institución consistía en una excepción concedida al poseedor contra quien intenta reivindicar la cosa, cuando él la haya poseído por espacio de diez años entre presentes, o sea entre personas residentes en la misma ciudad (o en la misma provincia, después de la admisión de los súbditos provinciales en la ciudadanía), y por espacio de veinte años entre ausentes. Esta institución tenía su base no tanto en la posesión del demandado como en la inacción y en el largo silencio del actor, que hacían presumir su carencia de derecho. Conforme a las normas del Derecho pretorio, se requirió en principio, como condición de la exceptio, solamente la possessio iusta (conseguida nec vi nec clam nec precario). En la práctica, si bien las dos instituciones tuvieron diverso carácter y diversos requisitos, derivados de la base diferente en que se apoyaban, acabaron por cumplir la misma función y aun parece que al poseedor, después de transcurridos los diez o veinte años, se le concedió más tarde, a más de la excepción, una acción para la recuperación de la cosa eventualmente perdida. No quedaba más que una diferencia, ahora injustificable, entre fundos itálicos y fundos provinciales, sobre todo en lo que se refiere al tiempo necesario para la adquisición. Por otra parte, en el Oriente no existían en general más que fundos provinciales, por lo que la usucapión, en este nuevo territorio del Derecho romano, no tenía aplicación en lo referente a las cosas inmuebles. Los tiempos eran maduros para la reforma, y Justiniano la llevó a efecto. Hizo claramente de la longi temporis praescriptio un modo de adquisición del dominio y la fundió después con la usucapión, ampliando también el transcurso del tiempo con respecto a las cosas muebles de uno a tres años y allanando las diferencias existentes entre las dos instituciones. Sin embargo, conforme al estado de las cosas en la última época, el nombre de usucapio se empleó con preferencia respecto a las cosas muebles, y el nombre de longi temporis praescriptio con respecto a las cosas inmuebles.' Juan Iglesias, en su obra Derecho Romano, pág. 274 comenta: {704} 'Un rescripto de Constantino3 introduce la praescriptio longissimi temporis o excepción que puede 3 '324 Véase C. 7, 39, 2, que hace mención de la lex Constantiniana. Un extracto del rescripto de Constantino ha sido conservado en el Pap. Columbia Inv. 181 (Riccobono, Fontes, n. 464). Cf. Arangio-Ruiz, Negotia, n. 101; Parerga, pág. 79 y ss.' (194) oponerse a cualquier acción reivindicatoria por parte de quien ha poseído la cosa durante cuarenta años, aunque sea sin título ni buena fe. Tal prescripción tiene fuerza adquisitiva, y no simplemente defensiva, en el Derecho justinianeo. En efecto, Justiniano dispone que el que ha poseído la cosa--incluso la furtiva, pero no la sustraída violentamente-- durante treinta años,4 o durante cuarenta, si pertenecía al fisco, a la Iglesia,5 a una obra pía, al emperador o a la emperatriz, adquiere la propiedad sobre ella. Para esta prescripción adquisitiva no se exige el título, sino únicamente la buena fe inicial. El tiempo comienza a correr desde la toma de posesión, que es el momento a partir del cual puede intentarse contra el poseedor la acción reivindicatoria, cuyo ejercicio caduca a los treinta o cuarenta años. En lo demás, rigen los requisitos de la antigua longi temporis praescriptio. Todavía es de advertir que esta prescripción extraordinaria--tal es el nombre que hoy suele dársele--funciona con eficacia extintiva cuando se dan las condiciones necesarias para ello, y faltan, en cambio, las que se requieren para que entrañe adquisición.' De todo lo dicho se deduce que después de Constantino el Grande, emperador desde el año 306 d.c. a 337 d.c., los fundos del Estado podían ser adquiridos por la prescripción extraordinaria o sea la praescriptio longi temporis, y que después de Justiniano, la usucapión sólo regía respecto a los bienes muebles. Desde la edad media al renacimiento el Derecho romanojustinianeo se {705} convirtió poco a poco, por obra de los jurisconsultos de la escuela de Bolonia y por efecto de un conjunto de causas históricas y sociales, según observa Bonfante, en ley común para todos los pueblos latinos y germánicos. Pero desde la mitad del siglo XVIII empezó a ceder el puesto a los Códigos civiles, no obstante haber constituido parte esencial en la formación de los mismos. 4 '325 Tal tiempo es el que señaló Teodosio II para la prescripción de todas las actiones perpetuae. Véase C. Th., 4, 14, I-C. 7, 39, 3.' 5 '326 Así algunos autores, pero en C. I, 2, 23 se señalan cien años para las cosas pertenecientes a la Iglesia.' (195) Hoy, según el mismo jurista italiano, la verdadera fama imperecedera del Derecho romano se debe: a la importancia que conserva para la interpretación de los nuevos Códigos, al arte perfecto de sus jurisconsultos y a ser el único Derecho que se puede seguir a través de un desenvolvimiento más que milenario, ofreciendo, por consiguiente, el mejor terreno para el estudio de las leyes orgánicas de la evolución jurídica. –B– La Prescripción Según los Principales Códigos Antiguos Españoles En el Código de las Siete Partidas, aprobado en el siglo XIII, se regula la prescripción como en el Derecho romanojustinianeo. En el título XXIX, 'De los Tiempos Por Que Ome Pierde Sus Cosas, También Muebles como Rayzes', de la Tercera Partida, y en su Ley VII, se dispone que se prescriben por cuarenta años las cosas patrimoniales de las ciudades y villas y los inmuebles de las Iglesias. Dice esta ley: 'Ley VII.--Como las placas, nin los caminos, nin las defesas, nin los exidos, nin los otros lugares semejantes, que son del comun del Pueblo, non se pierden por tiempo, e de las otras cosas(a). Plaza. (1), nin calle (2), nin camino (3), nin defensa, nin exido, nin otro lugar qualquier semejante destos (4), que sea en vso comunalmente del Pueblo de alguna Cibdad, o Villa, o Castillo, o de otro Lugar, non lo puede ningund ome ganar por tiempo. Mas las {706} otras cosas (5) que sean de otra natura, assí como sieruos (b), o ganados, o pegujar,o nauios, o otras cosas qualesquier semejantes destas, maguer sean comunalmente del Concejo de alguna Cibdad, o Villa, bien se podrían ganar por tiempo de quarenta años (6). E esto es, porque maguer que sean de todos comunalmente, non vsan comunalmente dellas todos, assi como de las otras cosas sobredichas. Empero si la Cibdad, o Villa, o otro Lugar, que perdiese alguna destas cosas por tiempo de quarenta años, pidiese despues deste tiempo fasta quatro años (7) al Rey, o al Adelantado, o al Judgador del logar (c), que aquel tiempo passado non le empeciesse, e que le otorgasse, que la cosa non se perdiese por el, deuegelo otorgar (8); e estonce non le empescera ninguna cosa el tiempo de los quarenta años. Mas si (196) los quatro años passasen de mas de los quarenta, que lo non pidiessen assi, dende adelante non lo podrían pedir (9); e el que la cosa tuuiese, ganarla y a por tiempo de los quarenta años.' Según la Ley VI, de 'Como la Cosa sagrada, ni ome libre, non se gana por tiempo', del mismo Título y Partida, estaban excluidas de la prescripción: 1. Las cosas sagradas, santas o religiosas 2. El hombre libre 3. El 'senorío para fazer justicia' 4. Los 'tributos, pechos o rentas o otros derechos qualesquier que pertenezcan al Rey, e que ayan costumbrado, o usado de darle.' La Corte Suprema de España, por sentencia del 16 de abril de 1880, interpretando la transcrita Ley VII, resolvió que entre las cosas que esta Ley declara imprescriptibles, no se encuentran los bienes del Estado que, como persona jurídica, está sujeta a las prescripciones de la ley común, sin que sea lícito atribuirle excepciones y privilegios que la ley no le concede. Por imperio de la Ley IV, Título VIII--'De las Prescripciones', del Libro XI de la Novísima Recopilación, se prescriben por la posesión inmemorial, probada conforme se requiere en la ley de Toro, el señorío de las ciudades y villas y las cosas patrimoniales de la Corona.--El texto de esta ley, tomado de la obra Los Códigos {707} Españoles,Madrid, 1850, Tomo 9, pág. 458, es como sigue: 'Ley IV.--Tiempo necesario para prescribir el Señorío de los pueblos, y su Jurisdicción civil y criminal, a excepción de la Suprema, y de los pechos y tributos pertenecientes al Rey (a). Ley 2. tit. 27. del Ordenam. de Alcalá; y D. Felipe II. año de 1566. (197) Porque algunos en nuestros reynos tienen y poseen algunas ciudades, villas y lugares, y Jurisdicciones civiles y criminales, sin tener para ello título nuestro, ni de los Reyes nuestros antecesores, y se ha dudado, si lo suso dicho se puede adquirir contra Nos y nuestra Corona por algun tiempo; ordenamos y mandamos, que la posesion inmemorial, probándose segun y como y con las calidades que la ley de Toro requiere, que es la ley 1. tit. 17. lib. 10., baste para adquirir contra Nos y nuestros sucesores qualesquier ciudades, villas y lugares, y Jurisdicciones civiles y criminales, y qualquiera cosa y parte dello, con las cosas al Señorío y Jurisdiccion anexas y pertenecientes; con tanto que el dicho tiempo de la dicha prescripción no sea interrumpido, ni destajado por Nos, ó por nuestro mandado, ó otros en nuestro nombre, natural ó civilmente; pero la Jurisdicción civil ó criminal Suprema, que los Reyes han por mayoría y poderío Real, que es la de facer y cumplir donde los otros Señores y Jueces la menguaren, declaramos, que esta no se pueda ganar ni prescribir por el dicho tiempo, ni por otro alguno: y asimismo lo que las leyes dicen, que las cosas del Reyno no se puedan ganar por tiempo, se entienda de los pechos y tributos á Nos debidos. (Ley 1. tit. 15 lib. 5. R.)' Sería demasiada prolija la enumeración de las diversas disposiciones legales que desde las Siete Partidas hasta la aprobación del Código Civil de España en 1889, regularon el modo de 'ganar lo ajeno y perder lo suyo', por la acción del tiempo. En resumen, nos basta decir, que en el curso de la evolución del instituto prescriptivo, se fijaron como plazos de la posesión prescriptiva, 1, 3, 4, 10, 20, 30, 40 y 100 años, y el tiempo inmemorial. El término de 100 años se fijó tomando en consideración que era el {708} término mayor de vida de 'los hombres de vida larga.' El de 4 años se fijaba en la Recopilación de las Leyes de Indias, título III, Libro V, por las cuales se disponía que los nuevos pobladores de las Indias se convertían en dueños de tierras repartidas por la Real Corona '... labrándolas y poblándolas de ganado, árboles, etc.... adquirirían dominio sobre los terrenos a los cuatro años de morada y labor....' (Énfasis nuestro.) Esta cita la hacemos del alegato--pág. 7--de la parte demandante ante el tribunal de (198) instancia. –C– La Prescripción de Bienes del Estado en el Código Civil Español de 1889 Desde su aprobación original el Código Civil Español, en el primer párrafo de su Art. 1932, ha dispuesto y dispone aún: 'Los derechos y acciones se extinguen por la prescripción en perjuicio de toda clase de personas, inclusas las jurídicas, en los términos prevenidos por la ley.' (Énfasis nuestro.) Manresa, en su clásica obra sobre el Código Civil español, Tomo XII, págs. 786, 787, 789 y 790, comenta el alcance y orígenes de ese primer párrafo así: 'Nuestras antiguas leyes atendían para dar o no eficacia a la misma a las condiciones de la cosa objeto de la prescripción y a las circunstancias de las personas a quienes pertenecieran las mismas. Así, por ejemplo, la ley 8a. del tít. XXIX de la Partida 3a., excluyó de ella los bienes de los menores de edad y de las mujeres casadas, si bien al declararlo así reconoció que si después de llegar aquéllos a la mayor edad ganase alguno el dominio por prescripción, fuera ésta eficaz, y también lo sería en el caso de que la mujer casada no reclamara su dote al marido malgastador. Del {709} mismo modo podríamos citar otras varias excepciones sancionadas por el derecho anterior en consideración a dichas causas. Por el contrario, el Código no admite ninguna de las excepciones que, por razón de la naturaleza y condiciones de las cosas o por las circunstancias de las personas, eran admitidas antes, y entre ellas, las correspondientes a los bienes patrimoniales del Estado, susceptibles de peculiar apropiación de los menores, de las mujeres casadas por razón de su dote inestimada y de las cosas hurtadas y robadas. Todos esos bienes eran antes imprescriptibles por el término ordinario, aunque algunos podían serlo por el extraordinario; pero desde la publicación del nuevo Cuerpo legal están sujetos a la prescripción como todos los demás, sin otra condición que la de ser poseídos con las (199) condiciones legales. Y no podía menos de ser así habiendo aceptado sus autores el principio, elevado a precepto positivo en el art. 1.936, de ser susceptibles de ella todas las cosas que estén en el comercio de los hombres. Por eso en el párrafo primero de este artículo se consigna en términos absolutos, la declaración de que los derechos y acciones se extinguen por la prescripción en los términos prevenidos por la ley en perjuicio de toda clase de personas, incluso las jurídicas. Este principio es aplicable sin distinción a todos los que fueren dueños de los bienes objeto de prescripción, cualesquiera que sean sus circunstancias, habiendo venido a borrar todas las excepciones antes admitidas por razón de la persona sujeto pasivo de la prescripción, pues al no establecer disposición especial respecto de ellos, las sometió a las reglas generales del derecho. En su virtud, es aplicable lo mismo a los mayores que a los menores de edad, a la mujer casada que a la soltera, al incapacitado que al que posea íntegra su capacidad. La redacción dada al primero de dichos preceptos ha hecho incurrir a algunos en error suponiendo que sólo se refiere a los derechos y acciones, y que, por tanto, su disposición no alcanza a las cosas materiales, ya de los particulares, ya de las Corporaciones, Sociedades u otras entidades; pero el error en que se incurre al estimarla así es bien notorio y patente, porque semejante inteligencia está en pugna con la regla consignada en el art. 1.936, según la que son susceptibles de prescripción todas las cosas que están en el comercio de los hombres. Al fijar el Código el principio antes indicado lo ha hecho en {710} términos absolutos, apartándose de todo privilegio puramente personal o independiente de la condición de las personas, pues no admite ninguna de las excepciones que las antiguas leyes reconocían, y ni aun siquiera se eximen de los efectos de la prescripción los impedidos física o legalmente para administrar sus propios bienes. Los términos en que se halla redactado dicho precepto no pueden ser más claros y precisos. Según ellos, no sólo se da la prescripción contra los particulares sino también contra las personas jurídicas, pues rompiendo los antiguos moldes y separándose de algunos Códigos que aun conservan vestigios del privilegio concedido al Estado, a las Corporaciones y a otras entidades, morales o jurídicas, para seguir el amplio criterio adoptado en el Código francés, en el de Holanda, en el de Vaud y (200) algunos otros, se da lugar a la prescripción contra dichas instituciones y contra los establecimientos públicos y las demás personas jurídicas, sin otra limitación que la impuesta también a los particulares de haber de estar en el comercio de los hombres las cosas o los derechos y acciones objeto de la misma. En su virtud, sólo dejará de surtir efecto la prescripción contra el sujeto pasivo de ella cuando fuere imprescriptible, con arreglo a la ley, la cosa sobre que recaiga.' (Énfasis nuestro.) Glosando Scaevola este Art. 1932 español, a las págs. 315-317, del volumen Primero, Tomo XXXII, Ed. Reus, 1965, de su obra Código Civil, nos dice también: 'Alguna otra disposición, como la Ley 2a., título V, del libro V del Espéculo, establece un plazo de cien años para la prescripción de las cosas del Rey y de la Iglesia romana, y otro de cuarenta para los pertenecientes a las demás iglesias. Nuestro Proyecto de Código de 1851, en su artículo 1.946 determinaba que ‘El Estado y las personas morales, comprendidas en el artículo 33, están sujetos a la prescripción en cuanto a sus bienes o derechos susceptibles de propiedad privada'. Siguiendo este criterio, ya antiprivilegista, llega nuestro actual artículo 1.932, que, igualmente se aparta de la mayoría de las legislaciones extranjeras, que aún contienen, con una o más variantes, el sistema {711} tradicional, y proclama, como vemos, la prescriptibilidad de derechos y acciones en contra de toda clase de personas, cualquiera que sea su condición o estado de naturaleza física o jurídica. El sistema de nuestro Código es rigurosamente lógico y responde a la sistemática y armonía que ha de tener este artículo con su precedente 1.931, en cuanto hay una razón de lógica para deducir legalmente que si la prescripción favorece a toda clase de personas y puede aplicarse, como vimos, en beneficio de los menores e incapacitados y en las personas jurídicas de toda clase, también, en obligada correlación, todos ellos deben soportar los efectos de aquella.' (Énfasis nuestro.) Otro precepto del Código Civil Español, que llega a la máxima amplitud o comprensión objetiva, abarcando todas las cosas de todas las personas naturales y (201) jurídicas, sin límite alguno, con tal que formen parte del comercio de los hombres, es su Art. 1.936, que también, desde su origen, dispone: 'Art. 1.936. Son susceptibles de prescripción todas las cosas que están en el comercio de los hombres.' (Énfasis nuestro.) Manresa, sobre la aplicación de este Art. 1.936, que es otra pieza de efectos expansivos del cuadro de disposiciones prescriptivas, de carácter reparador y de utilidad práctica para el bien y el orden sociales, a las págs. 799, 800 y 801 del mismo tomo XII, nos dice: 'No hemos de detenernos en la crítica ni aun en el examen de dichas teorías, pues hoy, después de las modificaciones introducidas por el Código en nuestro antiguo derecho relativas a esta materia, resultaría ocioso dicho trabajo, toda vez que partimos en estos comentarios del derecho positivo vigente; pero no está de más indicar que nuestras antiguas leyes limitaban considerablemente el alcance o la extensión de la prescripción en cuanto a las cosas que podían ser objeto de ella, estableciendo numerosas excepciones, ya absolutas, ya relativas, pues unas cosas no podían prescribirse por {712} término alguno y otras requerían un lapso de tiempo mayor que el ordinario para que pudieran ser ganadas o perdidas por prescripción. Así, por ejemplo, las leyes 6a., 7a. y 29 del tít. XXIX de la Partida 3a., declaraban imprescriptibles las cosas llamadas sagradas, la jurisdicción, las contribuciones, los bienes de aprovechamiento común de los pueblos y algunos otros; pero no todas esas excepciones eran absolutas, sino que se referían a la prescripción ordinaria, constituyendo la especialidad de las mismas la necesidad del transcurso de mayor término para que se causase la prescripción, por lo que era conocida con el nombre deextraordinaria. Conforme con dicho sistema prescribían por treinta años las cosas de los menores de edad, por cuarenta las de las ciudades y villas, y los inmuebles de las iglesias, y los inmuebles de ellas a los tres, excepción hecha de aquellos pertenecientes a la Iglesia romana, los cuales sólo podían perderse por prescripción a los cien años cumplidos, y en cuanto a los bienes patrimoniales no podían tampoco prescribirse, sino por tiempo inmemorial. (202) Hoy todo este estado de derecho ha desaparecido por virtud de la amplitud dada por el Código al precepto consignado en el presente artículo, según el que pueden ser prescritas todas las cosas que estén en el comercio de los hombres. Réstanos indicar para dejar perfectamente definido el alcance o la extensión del precepto consignado en dicho artículo, que aun aquellos bienes excluidos de la prescripción por la ley en consideración a determinadas condiciones de las personas a quienes pertenezcan, por privilegiadas que éstas sean, pueden llegar a ser prescriptibles siempre que vengan a colocarse por intervención de ellas o por cualquiera otra causa dentro de las condiciones que las hagan susceptibles del comercio de los hombres. No creemos que en adelante pueda haber cuestión ni dificultad alguna sobre ello, dada la precisión y la claridad de los términos en que la ley ha establecido la regla que sirve de norma para dilucidar cuáles sean las cosas que pueden ser materia u objeto de la prescripción, y por eso no insistimos más en este punto, pues creemos ociosa toda nueva consideración respecto de ello.' (Énfasis nuestro.) {713} En su Art. 1938 el Código español consigna una salvedad de todo punto necesaria, que, según el mismo comentarista, tiene su fundamento en las especiales razones que en algunos casos impone un régimen distinto para la prescripción. Previene este artículo: 'Art. 1938. Las disposiciones del presente título se entienden sin perjuicio de lo que en este Código o en leyes especiales se establezca respecto a determinados casos de prescripcion.' (éNfasis nuestro.) En la misma trayectoria jurídica--de afectar a todas las personas y de comprender y abarcar todas las cosas--se encuentra la siguiente, y primera disposición general, del Código Civil Español, respecto a la materia de prescripción, que adrede, en último término mencionamos: (203) 'Art. 1930. Por la prescripción se adquieren, de la manera y con las condiciones determinadas en la ley, el dominio y demás derechos reales. También se extinguen del propio modo por la prescripción los derechos y las acciones, de cualquier clase que sean.' Sobre este artículo, dice la sentencia de 31 de enero de 1902, del Tribunal Supremo de España que la prescripción no puede hacerse extensiva a casos distintos, ni para ampliarla ni para restringirla. Manresa, quien actuó como vocal de las secciones 1ra. y 4ta. de la Comisión General de Codificación que preparó y redactó el Código Civil Español de 1889, dice, a la pág. 785 del tomo XII de su obra, que en 'consideraciones a la importancia de la materia objeto del presente título--el Código--ha puesto especial cuidado en la expresión de las disposiciones del mismo, procurando la mayor claridad en sus términos y la conformidad más completa en sus preceptos con los principios generales del derecho....' En los Arts. 338-345 españoles se definían y aún se definen, los {714} bienes de dominio público o de propiedad privada; se disponía que los bienes del Patrimonio Real 'se rigen por su ley especial.' En los Arts. 342 y 344 (hoy el 256 nuestro) se prevenía, como sigue previniéndose, que los bienes patrimoniales o de propiedad privada se rigen 'por las disposiciones de este Código, salvo lo dispuesto en leyes especiales.' En España el antiguo Patrimonio de la Corona vino a denominarse 'Patrimonio Nacional' y se gobierna por la Ley de 7 de marzo de 1940 y el Reglamento de 1942. Su propiedad corresponde al Estado y el Art. 5 de esa ley declara que tales bienes 'son inalienables e imprescriptibles, y no podrán sujetarse a ningún gravamen real ni a ninguna otra responsabilidad.' –D– Extensión a Puerto Rico del Código Civil Español de 1889 Por real decreto de 31 de julio de 1889 se hace extensivo a Puerto Rico el Código Civil Español vigente en la península ibérica. Empezó a regir el 1 de enero de 1890, (204) según declaraciones en Torres et al. v. Rubianes, et al., 20 D.P.R. 337, 345 (1914). Con las enmiendas y adiciones que, a juicio de la sección de lo civil de la Comisión General de Codificación, fueron necesarias y convenientes, se puso aquí en vigor el Código Civil Español de 1889, como una nueva edición del original conteniendo, respecto a la materia de prescripción, el mismo texto y la misma numeración del articulado original. Así los transcritos Arts. 1930, 1932, 1936 y 1938 del Código Civil Español de 1889 figuran en su edición, ligeramente enmendada, que se pusieron aquí en vigor el 1 de enero de 1890, sin modificación o alteración alguna. Al amparo de las disposiciones de ese Código Civil Español hecho {715} extensivo a Puerto Rico, adquirieron, inscribieron y poseyeron sus respectivos derechos dominicales sobre ambos islotes: 1ro. Los cuatro hermanos García Becerril, a título de herencia testada de Ignacio García, fallecido el 7 de marzo de 1890. Inscripción 5ta., pág. 647, opinión. 2do. La señora Rita Rivera Alonso, y esos cuatro hermanos, por herencia testada de Juan Lavaggi, fallecido el 4 de febrero de 1901. Inscripción 2da. 3ro. Don Jorge Bird Arias, por título de compraventa, mediante escritura pública de fecha 5 de octubre de 1901, que quedó debidamente inscrita, en pleno dominio, en el Registro de la Propiedad de Humacao, por sus inscripciones sexta y séptima, ambas de fecha 11 de octubre de 1901. Nuestro antiguo Código Civil de 1890 continuó en vigor en nuestra Isla hasta el 1ro. de julio de 1902. Rigió, sin interrupción alguna, y según fue enmendado por el Gobierno Militar y el Congreso de los Estados Unidos (Sec. 8, Acta Foraker, 1900) durante once años y medio, o sea hasta que por la Disposición Final del Código Civil revisado de 1902, se dispuso: 'Quedan derogados y sin fuerza ni vigor el Código Civil y todas las demás (205) leyes o cuerpos legales ... así en su concepto de leyes directamente obligatorias, como en el de derecho supletorio.' Empero, en parte de las Disposiciones Transitorias del Código Civil revisado de 1ro. de julio de 1902, se previno así: 'Disposiciones Transitorias Las variaciones introducidas por las reformas hechas en el Código Civil que perjudican derechos adquiridos según la legislación civil anterior no tendrán efecto retroactivo. Para aplicar la legislación que corresponda en los casos que no {716} están expresamente determinados en el Código revisado, se observarán las reglas siguientes: 1ra. Se regirán por la legislación anterior al Código revisado los derechos nacidos, según ella, de hechos realizados bajo su régimen, aunque dicho Código los regule de otro modo o no los reconozca. Pero si el derecho apareciere declarado por primera vez en el Código Civil revisado, tendrá efecto desde luego, aunque el hecho que lo origine se verificare bajo la legislación anterior, siempre que no se oponga o perjudique a otro derecho nacido o adquirido al amparo de dicha legislación anterior. 2da. Los actos y contratos celebrados bajo el régimen de la legislación anterior, y que sean válidos con arreglo a ella, surtirán todos sus efectos según la misma, sin limitación de ningún género.' –E– El Gobierno Militar y el Congreso Federal Enmiendan el Antiguo Código Civil y Ordenan la Continuación de su Vigencia (a) Nos refiere el Maestro Muñoz Morales, en su citada obra Legislación Puertorriqueña, pág. 24, que al establecerse el Gobierno Militar en Puerto Rico el 18 de octubre de 1898, y asumir el mando del Departamento de Puerto Rico el mayor (206) general John R. Brooke, éste, cumpliendo instrucciones del Presidente de los Estados Unidos, dictó la Orden General Núm. 1, en cuyo apartado IX se dispuso: 'IX. Las leyes provinciales y municipales, hasta donde afectan la determinación de derechos privados correspondientes a individuos o propiedades, serán mantenidas en todo su vigor, a menos que no resulten incompatibles con el cambio de condiciones realizado en Puerto Rico, en el cual caso podrán ser suspendidos por el Jefe del Departamento. Dichas leyes serán administradas materialmente tales como existían antes de la cesión a los Estados Unidos. (Véase órdenes generales del Departamento de Puerto Rico para 1898 O. N. {717} I.)Véase Boletín Histórico de Puerto Rico, tomo VI, pág. 86.' Y continúa diciendo el Maestro, 'Por virtud de esa formal declaración continuaron vigentes en Puerto Rico las leyes anteriores y entre ellas el Código Civil de que ahora nos ocupamos, y sobre ese texto se verificaron todas las enmiendas decretadas por subsiguientes órdenes generales del gobierno militar hasta enero de 1900.' (Énfasis nuestro.) Entre esas órdenes, se encuentra la Núm. 82, de fecha 4 de abril de 1899, decretada por recomendación del entonces Secretario de Justicia, Herminio Díaz Navarro, cuyo texto inglés, en cuanto enmendaba el Art. 1957 del Código Civil antiguo, vigente entonces, con efecto retroactivo dice así: 'Office of the Secretary of Justice Judicial Order The mayor general, on recommendation of the Department of Justice, has been pleased to order as follows: 1. Article 1957 of the civil code is amended to read as follows: (207) Ownership and other property rights in real property shall prescribe by possession for six years, as to persons present and absent, with good faith and with a proper title. 7--This order shall have retroactive effect.' (Énfasis nuestro.) Por los apartados 2, 3, 4, 5 y 6 de esa orden quedaron también enmendados los Arts. 391, 393 y 394 de la Ley Hipotecaria. En la compilación de esas órdenes hecha por la oficina de imprenta del gobierno federal en 1909, a la pág. 2477, se consignó la siguiente nota: 'Compiler's Note. This order was formally approved by General Henry in both languages, the two versions being published in the Gazette. {718} The English version being an evident translation of the Spanish, the latter was selected for this volume.' (Énfasis nuestro.) Reproducimos esta nota por lo que afirmamos a la pág. 698, respecto a que en muchos casos los proyectos de ley eran preparados en español, aunque bajo la supervisión de funcionarios americanos. La enmienda del Art. 1957 antiguo la interpretamos y aplicamos en distintas ocasiones. Véanse Teillard v. Teillard, 18 D.P.R. 562 (1912); García v. De los Angeles, 13 D.P.R. 76 (1907); Cobin v. Registrador, 11 D.P.R. 91 (1906); Ex Parte Tapia, 6 D.P.R. 247 (1904). Decidimos en Teillard que la enmienda había sido sustituida por el Art. 1858 del Código Civil revisado que reprodujo el original término de 10 años entre presentes y 20 entre ausentes. Igualmente quedó enmendado, pero por la Orden Militar Núm. 162 de 1899, el Art. 688 del antiguo Código Civil, eliminando el requisito del papel sellado en el otorgamiento del testamento ológrafo. (b) El Congreso de los Estados Unidos el 12 de abril de 1900 aprueba el Acta (208) Foraker, para proveer de un gobierno civil a Puerto Rico. En su Sec. 8 se dispuso en esa primera ley orgánica: 'Sección 8.--Que las leyes y ordenanzas de Puerto Rico actualmente en vigor, continuarán vigentes, excepto en los casos en que sean alteradas, enmendadas ó modificadas por la presente; ó hayan sido alteradas ó modificadas por órdenes militares y decretos vigentes cuando esta Ley entre á regir, y en todo aquello en que las mismas no resulten incompatibles ó en conflicto con las leyes estatutarias de los Estados Unidos no inaplicables localmente ó con las presentes disposiciones, hasta que sean alteradas, enmendadas ó revocadas por la autoridad legislativa creada por la presente para Puerto Rico, ó por una ley del Congreso de los Estados Unidos. Disponiéndose: Que la parte de la ley vigente cuando se efectuó la cesión en abril {719} once de mil ochocientos noventa y nueve, prohibiendo el matrimonio de los curas, ministros ó secuaces de cualquiera religión, ó sea el párrafo cuarto, artículo ochenta y tres, capítulo tres del Código Civil, y que continuara en vigor por orden del Secretario de Justicia de Puerto Rico, fechada en marzo diez y siete de mil ochocientos noventa y nueve, y promulgada por el Mayor General Guy V. Henry, Voluntarios de los Estados Unidos, queda revocada y anulada por la presente, y todas las personas legalmente casadas en Puerto Rico tendrán todos los derechos y recursos conferidos por la ley á los contrayentes de matrimonios civiles ó religiosos. Disponiéndose, además: Que el párrafo uno, artículo ciento cinco, sección cuarta, sobre divorcio, en el Código Civil, y el párrafo dos sección diez y nueve, de la Orden del Secretario de Justicia de Puerto Rico, fechada marzo diez y siete de mil ochocientos noventa y nueve, y promulgada por el Mayor General Guy V. Henry, Voluntarios de los Estados Unidos, queden por la presente redactados en los términos siguientes: ?Adulterio por parte del marido ó de la mujer.'' Se autoriza, en términos generales, la continuación de las leyes entonces vigentes en Puerto Rico, con las alteraciones o modificaciones que en esa ley orgánica de 1900 se hacen, o como hayan sido alteradas o modificadas por órdenes militares y decretos vigentes, y en todo aquello en que la misma legislación no resultara incompatible con las leyes estatutarias de los Estados Unidos no inaplicables localmente, o con las disposiciones propias de esa carta orgánica. (209) En términos específicos se enmiendan, por el Congreso de los Estados Unidos-téngase ello en mucha cuenta para cuando nos refiramos al caso de Pueblo v. Dimas--por medio de esa Sec. 8, los Arts. 83 (4) y 105 (1) del Código Civil antiguo, entonces en vigor. Es el Congreso, y no cuerpo legislativo alguno de Puerto Rico, que ordena la continuación de nuestra legislación sustantiva fundamental, entre ella el Código Civil español, hecho extensivo a Puerto Rico en el año 1899, que contiene, entre su articulado, el instituto de la prescripción, al cual somete la propiedad patrimonial o privada del Estado y de sus pueblos o municipios. {720} Ejercitó,en esa ocasión, el Congreso de los Estados Unidos, el poder que le concede en el Art. IV, Sec. 3, la Constitución de Estados Unidos así: 'El Congreso podrá disponer de, o promulgar todas las reglas y reglamentos necesarios en relación con el territorio o cualquier propiedad perteneciente a los Estados Unidos.' Pero el Congreso, no sólo ordena, en términos generales y específicos la continuación de la vigencia en Puerto Rico del Código Civil, sino que, va más lejos en esa acta orgánica de 1900. Por su Sec. 40, crea una comisión codificadora 'para revisar las leyes de Puerto Rico, como también los varios códigos ... y para formular y proponer las leyes que fueren necesarias para formar un gobierno sencillo, armónico y económico; establecer justicia.... (Énfasis nuestro) con la encomienda específica siguiente: 'Y dicha Comisión presentará al Congreso un informe minucioso y definitivo, en los idiomas inglés y español, de sus revisiones, compilaciones y recomendaciones con notas explicativas en cuanto a los cambios y justificación de éstos,.... (Énfasis nuestro.) Después de disponerse en esa Sec. 40 del Acta Foraker que la legislación puertorriqueña continuaría en vigor cuando no estuviere en conflicto con esa ley orgánica y en todo aquello en que las mismas no resulten incompatibles o en conflicto con las leyes estatutarias de Estados Unidos no inaplicables localmente, señala las (210) únicas fuentes u organismos con exclusiva autoridad o poder para enmendar, alterar, revocar o derogar toda o parte de esa legislación aprobada durante la Soberanía Española para Puerto Rico, es decir '... la autoridad legislativa creada por la presente para Puerto Rico, o por una ley del Congreso de los Estados Unidos.' (Énfasis nuestro.) No se podía, ni aún se puede, alterar, modificar o derogar los {721} códigos y leyes que continuaron rigiendo nuestro destino de pueblo y nuestros conflictos públicos y privados, por meras máximas de la ley común, por la llamada lógica, ni por el sentido común, que ahora se invocan tratando de tirar por la borda nada menos que la institución de la prescripción en cuanto afecta a los bienes patrimoniales o de propiedad privada del Estado. Hasta que no se demuestre racionalmente, no por caprichosas ocurrencias y argucias, que todos o parte de los preceptos sobre prescripción de nuestro Código Civil 'resultan incompatibles o en conflicto con las leyes estatutarias de los Estados Unidos 'no inaplicables localmente, estamos obligados a respetar de verdad, consciente y responsablemente, ese instituto jurídico que promueve, conserva, protege, asegura y garantiza la paz pública y privada, la riqueza pública del propio Estado, la propiedad privada de sus ciudadanos y todas las demás cosas que están en el comercio de los hombres. Frente a la madurez jurídica que nuestro cuerpo de Derecho positivo o privado ha alcanzado, no sería posible convertirnos en una tercera Cámara Legislativa para hacer un tajante cambio en nuestra fundamental legislación sustantiva ni permutar nuestro justo y humano sistema de derecho legislativo, lo estatuido en nuestro código sobre la prescripción de bienes del Estado, por otras doctrinas; cambiar un sistema de igualdad prescriptiva, por uno de inmunidades, privilegios, desigualdad, discrimen, prerrogativas y monopolio irritantes en favor del Estado. Como dice Scaevola, nuestro Código 'sigue un criterio antiprivilegista' y proclama la prescripción contra toda clase de personas, cualquiera que sea su condición o estado de naturaleza física o jurídica. Si, conforme al Art. 7 del Código Político el Estado puede adquirir bienes por la prescripción, ¿ por qué, ante el Derecho, en 'obligada correlacion' (frase de ese comentarista de {722} tanto renombre) no puede soportar los efectos adversos de esa misma prescripción? (211) Si hace mucho tiempo que de nuestra legislación ha desaparecido en absoluto la histórica o tradicional inmunidad substantiva o adjetiva, de que gozaban los menores de edad, los incapacitados mentales o dementes, las personas encarceladas, las mujeres casadas, los bienes hurtados y eclesiásticos, las fundaciones pías y, hasta los municipios de Puerto Rico con arreglo a repetidas decisiones nuestras, cuando se trata de la prescripción de acciones reivindicatorias de propiedad inmueble, y, si, con excepción de terrenos baldíos, en Puerto Rico no existe, en absoluto, ley, estatuto o disposición legal alguno que directa, o hasta indirectamente, disponga que los bienes patrimoniales o de propiedad privada del Estado no pueden usucapirse, y, por el contrario, existen claras y precisas disposiciones legales como los Arts. 21, 256, 1830, 1832, 1836 y 1859 (y esas leyes especiales de prescripción contra el Estado que más adelante indicaremos) no concebimos fundamento sólido, racional, justo, de índole moral, social o legal, para resucitar el odioso privilegio de la inmunidad prescriptiva de que gozaron, en el curso de la historia, los bienes del Rey, del Príncipe, del Emperador, de la Iglesia y de la nobleza feudal. (c) La Comisión Codificadora de 1901 Autorizó la Prescripción Contra el Estado No obstante estar integrada aquella Comisión Codificadora creada por el Congreso por una mayoría de miembros norteamericanos, la misma recomendó la aprobación de un proyecto de Código Civil preparado por el Comisionado Hernández López. Un comité conjunto de la Cámara y el Consejo Ejecutivo rindió informe proponiendo numerosas enmiendas a dicho proyecto. Aprobado éste por dichos cuerpos en unión a los proyectos de Códigos Político, Penal y Enjuiciamiento Criminal, el {723} 1 de marzo de 1902, quedaron aprobados definitivamente esos cuatro códigos. Hace Muñoz Morales, a la pág. 213 de su citada obra, el siguiente elogio del proyecto del Código Político, redactado originalmente en castellano e inglés por mandato congresional; '... cuyo proyecto, aunque adaptado en su forma general al del Código Político de California, no es copia servil de aquél y se ajusta en detalle a nuestra legislación insular en todo aquello que no fue necesariamente modificado por el cambio de régimen. Y podemos decir en justicia que ese proyecto fue el mejor y más concienzudo trabajo presentado por aquélla (212) Comisión ....' (Énfasis nuestro.) En su informe la Comisión se expresó, en parte, que 'la mente del Congreso fue poner las instituciones de la Isla en más estrecha armonía con el sistema americano, pero sin efectuar cambios repentinos y que debía tenerse presente que 'la base de los códigos españoles es el derecho civil romano' y que éste podría considerarse también como padre del Common Law; que 'el sistema de derecho de los Estados Unidos es del todo compatible con la conservación de aquellas instituciones que han resistido la prueba de los tiempos y de la experiencia en algunos de los pueblos más adelantados de Europa y Sud Am erica.' (Énfasis nuestro.) Dice además, la Comisión en parte de ese informe al Congreso: 'La comisión no fue nombrada para barrer con el sistema de derecho de la Isla, sino más bien para conservar las instituciones del país que han dado prueba de vigor y desarrollo y adaptarlas a los principios fundamentales del derecho americano.' (Énfasis nuestro.) Pero como se verá, respecto a la prescripción, lo que hizo fue una perfecta labor de conservación o subsistencia textual del articulado sobre la materia del Código Civil español que nos regía desde el 1 {724} de enero de 1890, con la sola limitación o excepción, de ámbito objetivo, de hacer inaplicable la usucapión, exclusiva y únicamente a los 'terrenos baldíos insulares' y a 'terrenos pertenecientes a las carreteras insulares', por virtud de los Arts. 9 y 405 del Código Político. Ya hemos demostrado ampliamente que la oración sobre 'terrenos baldíos insulares', no es copia o adaptación de estatuto alguno continental. Además, en sus tantas veces citado informe se expresa así la Comisión Codificadora de 1901, a la pág. 25 del citado tomo I, Partes I, II y III de sus comentarios sobre la revisión propuesta. 'Hay que notar, por otra parte, que los códigos civil y de comercio de Puerto Rico han sido cuidadosamente revisados por sucesivas comisiones codificadoras españolas y constituyen un sistema de derecho mucho más avanzado que los que existen en cualquiera de los países de Sud América. El (213) período de liberalismo que prevaleció en España después de la revolución de 1869 fue testigo de una transformación profunda en su legislación. Un gran número de juristas educados en países extranjeros, principalmente Alemania y Francia, empezó la revisión del sistema anticuado basado sobre las leyes de las ?Siete Partidas,' Nueva y Novísima Recopilación y demás antiguos códigos. La serie de compilaciones de las cuales los códigos civil y de comercio y la ley hipotecaria son los más importantes, proporcionaron una nueva base para el sistema legal de la madre patria. Tanto Cuba como Puerto Rico recibieron el beneficio de estos cambios, por cuya razón tenemos aquí un sistema de derecho civil que en muchos conceptos puede ser considerado superior al de los otros códigos latinos.' (Énfasis nuestro.) Inspirada en esos principios la Comisión Codificadora de 1901 no propuso alteración fundamental alguna al instituto prescriptivo codificado, ni mucho menos conceder inmunidad prescriptiva al Estado. Sólo propuso crear las excepciones prescriptivas en relación con terrenos baldíos por el Art. 9 y terrenos de carreteras por el 405 del Código Político. Se incluyeron en el proyecto del Código Civil revisado, aprobado por {725} la Legislatura del 1902 (Compuesto uno de sus cuerpos también por otra mayoría norteamericana) los siguientes artículos tomados textualmente del antiguo Código Civil de 1890: 'Art. 328.--Son bienes de uso público en Puerto Rico y en sus pueblos, los caminos insulares y los vecinales, las plazas, calles, fuentes y aguas públicas, los paseos y las obras públicas de servicio general, costeados por los mismos pueblos ó con fondos del Tesoro de Puerto Rico. Todos los demás bienes que el Pueblo de Puerto Rico ó los municipios posean, son patrimoniales y se regirán por las disposiciones de este Código. Art. 329.--Son bienes de propiedad privada, además de los patrimoniales del Pueblo de los Estados Unidos, del Pueblo de Puerto Rico y de los municipios, los pertenecientes á particulares individual ó colectivamente. (214) Art. 1831.--Por la prescripción se adquieren, de la manera y con las condiciones determinadas en la ley, el dominio y demás derechos reales. También se extinguen del propio modo por la prescripción los derechos y las acciones, de cualquier clase que sean. Art. 1833.--Los derechos y acciones se extinguen por la prescripción en perjuicio de toda clase de personas, inclusas las jurídicas, en los términos prevenidos por la ley. Art. 1837.--Son susceptibles de prescripción todas las cosas que están en el comercio de los hombres. Art. 1839.--Las disposiciones del presente Título se entienden sin perjuicio de lo que en este Código ó en leyes especiales se establezca respecto á determinados casos de prescripción. Art. 1858.--El dominio y demás derechos reales sobre bienes inmuebles se prescriben por la posesión durante diez años entre presentes y veinte entre ausentes, con buena fe y justo título. Art. 1860.--Se prescriben también el dominio y demás derechos reales sobre los bienes inmuebles por su posesión no interrumpida durante treinta años, sin necesidad de título ni de buena fe, y sin distinción entre presentes y ausentes, salvo la excepción determinada en el art. 546 de la segunda Sección del Capítulo I, Título VII del Libro Segundo de este Código. Art. 1862.--Las acciones prescriben por el mero lapso del tiempo fijado por la ley. {726} Art.1864.--Las acciones reales sobre bienes inmuebles prescriben á los treinta años. Entiéndese esta disposición sin perjuicio de lo establecido para la adquisición del dominio ó derechos reales por prescripción.' (215) Del Art. 1833 antiguo la Comisión eliminó su segundo párrafo en que se hacía cierta salvedad o reserva, en favor de las personas impedidas de administrar sus bienes, del derecho a reclamar contra sus representantes legítimos cuya negligencia hubiese sido causa de la prescripción. Hemos insertado el texto de esos artículos para que se tenga a la vista y se tomen en consideración como parte del derecho positivo o legislado en Puerto Rico sobre prescripción existente al cambio de soberanía y al decidirse el citado caso de El Pueblo v. Dimas en el año 1912, cuyo análisis, adredemente, hemos dejado para último lugar. –F– Análisis y Aplicación del Art. 9 del Código Político (a) Análisis En su última oración el Art. 9 del Código Político previene: 'No podrá adquirirse títulos a terrenos baldíos estaduales por posesión adversa, o contraria al título de otra u otras personas.' (Énfasis nuestro.) Los Códigos Civil y Político se aprobaron en la misma fecha, 1 de marzo de 1902. Ambos entraron en vigor el 1 de julio siguiente. El segundo de ellos, con el cambio de soberanía, respondió a la necesidad de una reorganización del sistema público administrativo, ajustada al criterio e ideales americanos. Como esa oración del Art. 9 se refiere a la usurpación de terrenos {727} baldíos y designa las personas que deben adoptar y ejecutar 'las medidas necesarias para expulsar al usurpador', afirmamos a la pág. 672 del proyecto de opinión circulada: 'Sin duda alguna, tal prohibición [la de que no se podrá adquirir títulos a terrenos baldíos por posesión adversa] fue establecida en ese artículo para evitar que el usurpador de terrenos baldíos alegara como defensa la prescripción. Al reducir su ámbito objetivo a terrenos baldíos insulares tal prohibición restringida jamás podría entenderse como una de general (216) aplicación respecto a los [otros] bienes patrimoniales del Estado.' (Énfasis nuestro.) Al restringirse objetivamente esa norma estatutaria por su aplicación, efectos y consecuencias jurídicas única y exclusivamente a una especie o tipo de terrenos patrimoniales del Estado, implícitamente, o a contrario sensu, declaró que el título sobre todos los demás bienes patrimoniales del Estado podía adquirirse por posesión adversa. Sólo es aplicable, por los términos claros y precisos en que se concibió tal prohibición, a los terrenos baldíos insulares, hoy estaduales. Los islotes reclamados aquí por el Estado dejaron de ser terrenos baldíos hace cerca de un siglo. Hacía más de 30 años que al empezar a regir el Art. 9 del Código Político había dejado de serlo. Tal Art. 9 es una disposición especial, operante exclusivamente respecto a terrenos baldíos. Como precepto prohibitivo, constitutivo de una excepción a la regla general de que son susceptibles de prescripción todas las cosas que están en el comercio de los hombres--Art. 1836--que rige respecto a los bienes patrimoniales del Estado-- Art. 256--no debe aplicarse a casos que no estén claramente comprendidos dentro de sus disposiciones, ni ampliarse mediante interpretación, ni extenderlo más allá de sus claros términos. Dávila v. Torres, 58 D.P.R. 881 (1941); Barros v.{728} Padial,35 D.P.R. 258 (1926); Fuentes v. Tribl. de Distrito, 73 D.P.R. 959, 978 (1952). Ya dispone el Art. 26 de la Ley de Evidencia que en la interpretación de un estatuto, nuestro ministerio es simplemente averiguar y declarar lo que textualmente y en sustancia contiene, no insertar lo que se hubiere omitido, ni omitir lo que se hubiere insertado; y cuando contuviere varias disposiciones o extremos, se adoptará la interpretación que, de ser posible, diere efecto a todos. Pueblo v. Abru, 67 D.P.R. 887 (1947); Pueblo v. Gonzlez, 20 D.P.R. 591 (1914); Matson v. Goyco, 18 D.P.R. 702 (1912). Hace tiempo dijimos que es un principio de interpretación que dos preceptos legislativos, uno de carácter general y otro particular, pueden subsistir al mismo tiempo, aunque al parecer estén en contradicción, ya sean partes de la misma o de leyes distantas, cualquiera que sea la fecha de su aprobación, entendiéndose que los preceptos de carácter particular califican y constituyen excepciones a preceptos de carácter general. Coll v. Leake, 17 D.P.R. 857 (1911); Wood v. Tribunal de (217) Contribuciones, 71 D.P.R. 233 (1950). Como dijimos, aquí se trata de preceptos correspondientes a códigos distintos, pero aprobados y puestos en vigor conjuntamente. Uno de ellos, el civil, que es la ley general, en su Art. 1838 previene: 'Las disposiciones de la presente parte se entienden sin perjuicio de lo que en este título o en leyes especiales--en este caso la última oración del art. 9 del Código Político--se establezca respecto a determinados casos de prescripción--en este caso la imprescriptibilidad de los terrenos baldíos del Estado Libre Asociado de Puerto Rico.--(Énfasis nuestro.) El precepto prohibitivo del Art. 9 del Código Político, como hemos dicho, al limitar la no adquisición por posesión adversa, pone o sujeta al alcance jurídico de la precripción, adquisitiva o extintiva, todos los demás bienes patrimoniales del Estado, que no sean terrenos baldíos como: Los terrenos cultivados o cultivables, los dedicados a fines {729} agrícolas, industriales, residenciales, comerciales; los explotados con toda clase de negocios y actividades; toda clase de propiedad inmueble que no consista en terrenos, como edificios e instalaciones; toda clase de bienes muebles o semovientes; las propiedades adquiridas en cobro o pago de contribuciones, procedimientos de expropiación y confiscación de bienes, en fin, cuanta cosa que, con arreglo al Art. 256 del Código Civil, pueda clasificarse como patrimonial y se encuentre en el comercio de los hombres. La prohibición prescriptiva tampoco la extiende esa última oración a los derechos reales. El día, no lejano, en que la fuerza expansiva poblacional, comercial e industrial de nuestro pueblo materialmente acabe con los poquísimos terrenos baldíos que el Estado aún conserva, desde luego, por los medios propios y legales establecidos, será letra muerta esa última oración. (b) Su no aplicación al presente caso. La especial y limitada prohibición de adquisición por posesión adversa del Art. 9, (218) es un precepto substantivo de derecho. Crea, define y regula derechos a favor del Estado, concediéndole un privilegio e inmunidad especialísima contra la usucapión. Declara imprescriptibles únicamente sus terrenos baldíos. No se trata, ni remotamente, de una norma adjetiva, de trámite, procesal o de enjuiciamiento. El propio Código Político, en su Art. 384 dispone, y siempre ha dispuesto: 'Art. 384. Ninguna parte de este Código tendrá efecto retroactivo, a menos que expresamente estuviere así consignado.' Nuestro Código Civil en su Art. 3, también dispone: 'Art. 3. Las leyes no tendrán efecto retroactivo, si no dispusieren expresamente lo contrario. En ningún caso podrá el efecto retroactivo de una ley perjudicar los {730} derechos adquiridos al amparo de una legislación anterior.' Hemos visto – pág. 715 – que entre sus Disposiciones Transitorias nuestro Código Civil (que es nuestro Derecho general o común) provee la siguiente: 'Las variaciones introducidas por las reformas hechas en el Código Civil que perjudican derechos adquiridos según la legislación civil anterior, no tendrán efecto retroactivo.' (Énfasis nuestro.) Ya decidimos que la no retroactividad es un principio corriente y cardinal bien reconocido de interpretación de estatutos. Rodríguez v. Miller, 23 D.P.R. 594 (1916); Biz v. Comisin Hpica, 63 D.P.R. 483 (1944). Pues bien, el Art. 9 del Código Político entró en vigor el 1 de julio de 1902. En la hipótesis que se tratara real y efectivamente de 'terrenos baldíos insulares', don Jorge Bird Arias adquirió por compra los islotes en 5 de octubre de 1901, es decir unos 8 meses antes de entrar en vigor y de aprobarse, tanto el Código Político, con su Art. 9, como el Civil, y casi un año antes de la aprobación de ambos. Sus antecesores en título habían poseído, como dueños, tales islotes, sin interrupción, cultivándolos y (219) dedicándolos a fines industriales--fábrica de cal--desde el 12 de febrero del año 1872, con legítimos y justos títulos de amparo, de compraventa y de herencia. Cuando el 12 de febrero de 1902, se cumplieron 30 años de tal posesión, ni se había aprobado ni mucho menos puesto en vigor el Art. 9, con su última oración, del Código Político. Entonces estaban en vigor, la prescripción ordinaria del Art. 1857 del Código Civil antiguo, tal como había sido enmendada por la transcrita orden judicial del 4 de abril de 1899, reduciendo el término prescriptivo a 6 años y la prescripción extraordinaria de 30 años establecida por el Art. 1959 del mismo antiguo Código Civil. Al amparo de ambas prescripciones Bird Arias también había adquirido {731} derecho de propiedad sobre ambos islotes, mucho antes de la vigencia de ambos códigos. En tal caso, aun cuando expresamente se le hubiera dado efecto retroactivo al Art. 9, no podría afectar el pleno derecho de propiedad que ya había adquirido al amparo de la legislación anterior, basado no sólo en dicha prescripción, sino en la fuerza y eficacia jurídica de las obligaciones consignadas y contraídas en un contrato de compraventa y en los efectos de títulos hereditarios. Es más, los citados Arts. 1867 y 1859 siguieron en vigor respecto a la posesión prescriptiva ejercitada por Bird Arias, después del 1 de julio de 1902, por virtud del Art. 1839 del vigente Código Civil, que dice: 'La prescripción comenzada antes de la publicación de este código--como la de Bird y sus antecesores en título--se regirá por las leyes anteriores al mismo; pero si, desde que fuere puesto en observancia, transcurriese todo el tiempo en el exigido por la prescripción, surtirá ésta su efecto, aunque por dichas leyes anteriores se requiriese mayor lapso de tiempo.' (Énfasis nuestro.) La prescripción se rige por la legislación vigente en la época que empieza a correr. Este es un principio básico y fundamental en esta materia. Rivera v. Registrador, 25 D.P.R. 491 (1917); Subirana v. Collazo, 14 D.P.R. 520 (1908); Cobin v. Registrador, 11 D.P.R. 91 (1906). No olvidemos que la posesión prescriptiva de Jorge Bird Arias empieza con la compra de los islotes (por escritura pública en lo que se refiere a Hicacos) efectuada el 5 de octubre de 1901--antes de la aprobación y vigencia de los (220) códigos revisados del 1902--sigue con su inscripción registral verificada el 11 de octubre de 1901, y continúa, sin interrupción, hasta que fallece el 3 de julio de 1950, o sea, poco menos de medio siglo, pagando como dueño contribuciones territoriales al propio Pueblo de Puerto Rico, que presta dinero a su titular con garantía hipotecaria sobre los islotes y sus edificios. –G– {732} Nuestra Legislación Prescriptiva Antiprivilegista En la formación y evolución de nuestro Derecho puertorriqueño en materia de usucapión, sin duda alguna, ha predominado el criterio antiprivilegista señalado por ilustres comentaristas españoles. 1. Así vemos que en el antiguo Código Civil de 1890, que tuvimos hasta el 1 de julio de 1902, en los artículos insertados en las anteriores páginas 708, 711 y 713, se consagró la adquisición por prescripción de bienes patrimoniales y de propiedad privada del Estado y sus municipios. 2. En la Ley Hipotecaria de 1893 y su Reglamento, se dio acceso y protección registral a los actos y contratos afectantes a bienes y derechos reales del Estado, que, por ser patrimoniales o privados, están en el comercio de los hombres y en el tráfico inmobiliario, y sean adquiribles o disponibles en las formas o modos de ley, Arts. 2 (6), Ley Hipotecaria y 24 de su Reglamento. Empero, se niega, especialmente, acceso y protección a los bienes y derechos reales .... '... que pertenezcan tan sólo al dominio eminente del Estado, y cuyo uso es de todos, como las riberas del mar, las islas, los ríos y sus márgenes; las carreteras y caminos de todas clases, plazas, paseos públicos y ejidos de los pueblos, siempre que no sean terrenos de aprovechamiento común de los vecinos; las murallas de las ciudades y plazas, los puertos y radas y cualesquiera otros bienes, análogos, mientras sean de uso común o general, y salvo las servidumbres establecidas por las leyes en las riberas del mar y en (221) las márgenes de los ríos navegables.' Art. 25, Reglamento. Con arreglo al Art. 26 del mismo Reglamento, esos bienes, si en todo {733} o en parte 'cambiaren de destino, entrando en el dominio privado del Estado', podrán ser inscritos del modo prevenido en los Arts. 42 a 49 del propio Reglamento. Como es obvio, nuestra Ley Hipotecaria le da un trato registral negativo a los bienes inmuebles del Estado que son inalienables, que se encuentran fuera del comercio de los hombres, y que por no ser susceptibles de la apropiación individual, no los alcanza o afecta la prescripción. Son bienes de situación estática, a los que no arrastra la corriente dinámica del constante tráfico inmobiliario. Para ellos el Registro de la Propiedad no tiene sentido, puesto que esta institución no puede convertirse en un mero inventario de bienes o derechos reales del Estado. Otorga trato afirmativo, a los bienes patrimoniales o de propiedad privada, cuando un ciudadano los adquiere por los modos de ley, incluyendo la prescripción acreditada y declarada en derecho. 3. El Código Civil revisado de 1902, que el Congreso ordena se prepare, publique y se ponga en vigor, reproduce todos los artículos del antiguo Código de 1890, relativos a la prescripción que afectan a todos los bienes y derechos reales patrimoniales del Estado. En sus ediciones de 1911 y 1930 en nada se altera esa institución, con excepción de un simple cambio en la enumeración del articulado. Considera en su Art. 275 que la prescripción es una forma o modo de enajenar la propiedad. 4. Nuestro Código Político de 1902, sólo establece en la última oración de su Art. 9, una excepción a la prescripción adquisitiva contra el Estado, limitando y restringiendo el ámbito objetivo de tal excepción a los 'terrenos baldios' exclusivamente. yA hemos dicho que, a contrario sensu, aplicada esa excepción y la otra contenida en su Art. 405, se puede afirmar que el Código Político, concordado con el Código Civil, ambos aprobados y puestos en vigor simultáneamente, en materia prescriptiva, autoriza la adquisición por posesión adversa de títulos sobre todos los terrenos {734} patrimoniales o de propiedad privada del Estado, que no sean: (1) terrenos baldíos insulares y (2) terrenos de carreteras y caminos públicos. Si el Art. 8 del Código Político faculta al Gobierno de Puerto Rico para adquirir (222) bienes por prescripción de cualquier ciudadano, existe una situación jurídica correlativa, de justicia fundamental, por la cual también debe perderlos del mismo modo. 5. Nuestro Código de Enjuiciamiento Civil de 1904, dedicó su Art. 40 a proteger a los menores de edad, dementes, convictos y mujeres casadas en el ejercicio de sus acciones que no fueran las reivindicatorias de propiedad inmueble, contra los efectos de la prescripción, proveyendo que el tiempo que duran sus respectivas incapacidades 'no se considerará parte del tiempo fijado para empezar a ejercitar la acción.' Les reconoció franca inmunidad, en términos generales, contra los estatutos de prescripción. Pero, en términos específicos, les privó de la histórica inmunidad que también tenían durante la incapacidad y respecto a las acciones reivindicatorias de propiedad inmuebles. El Art. 352 del Código de Enjuiciamiento Civil de California, del cual se tomó el Art. 40 nuestro, no excluía de esa protección a las acciones reivindicatorias. Todavía allí se mantiene tal protección absoluta y sin excepción alguna en cuanto al tipo de acción. También dicho Código de Enjuiciamiento Civil concede inmunidad temporal contra la prescripción, sujeto a ciertas condiciones, a personas ausentes-- Art. 39--, a súbditos o ciudadanos de un país en guerra con los Estados Unidos-- Art. 42--; en casos en que el principio de una acción es suspendido por prohibición legal o injunction--Art. 44. Los Arts. 41 y 43 conceden ciertos privilegios prescriptivos en favor de herederos, en los casos en que sus causantes hubieran fallecido antes o después del comienzo de la acción. Como en California, estas otras inmunidades se conceden aquí en todas las acciones. {735} Elhecho de que no se ha reconocido en ese código adjetivo inmunidad general contra la usucapión de bienes patrimoniales y privados del Estado, claramente establecida en el Código Civil a pesar de que frecuentemente El Puerto de Puerto Rico, ha sido parte demandante o demandada ante nuestros tribunales en acciones reivindicatorias evidencia, una vez más, el predominio del criterio antiprivilegista y la armónica relación entre los cuerpos fundamentales de nuestro Derecho Civil en materia prescriptiva. Ni en las Reglas de Enjuiciamiento Civil de 1943, ni en las de Procedimiento Civil de 1958 se intentó la resurrección del privilegio antiprescriptivo, (223) reliquia de la era de los derechos divinos. 6. El 13 de abril de 1916 fue aprobada la Ley Núm. 76, 'Para Autorizar Demandas contra el Pueblo de Puerto Rico'. Entró en vigor el 1 de julio siguiente. Creemos que fue adoptada para obviar los inconvenientes procesales consecuentes a la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos emitida el 24 de febrero de 1913, en Porto Rico v. Rosaly y Castillo, 227 U.S. 270, que revocó a Rosaly v. El Pueblo et al., 16 D.P.R. 508 (1910). Habiámos confirmado una sentencia declarando con lugar una acción reivindicatoria de propiedad inmueble, dictada por la entonces Corte de Distrito de Ponce, de la cual apeló El Pueblo de Puerto Rico, parte codemandada, y el único fundamento para sostener su recurso fue 'que no pudiendo El Pueblo de Puerto Rico ser demandado sin su consentimiento y no apareciendo que se haya prestado tal consentimiento en este caso, la corte de distrito actuó sin jurisdicción y la sentencia que dictó es nula.' De nuestro fallo se apeló ante la Corte Suprema federal y ésta lo revocó, resolviendo que el gobierno de Puerto Rico establecida por el Acta Foraker de 1900, gozaba del privilegio de no ser demandado sin su consentimiento, al igual que el gobierno federal, los {736} estaduales y los de territorios incorporados, ya que tal privilegio era un atributo del poder soberano, no obstante haberse creado por la Sec. 7 de dicha Carta Orgánica un cuerpo político hajo el nombre de El Pueblo de Puerto Rico con facultades gubernamentales y facultad para demandar y ser demandado. A través de la indicada Ley Núm. 76 de 1916, El Pueblo de Puerto Rico, bajo ciertas condiciones, renunció el privilegio de no ser demandado sin su consentimiento específico, autorizando a las entonces Cortes de Distrito de Puerto Rico para admitir demandas en su contra en las acciones por daños y perjuicios basados sobre contratos celebrados después del 1 de julio de 1916 y en acciones para reivindicar propiedad inmueble o mueble, o derechos sobre la misma, originadas después de su aprobación. En su Art. 9 dispuso en parte: (224) 'Artículo 9.--Todas las acciones contra El Pueblo de Puerto Rico prescribirán, si el pleito no se principia dentro de un año después de originada la causa de acción; con excepción de las acciones que se refieren a propiedad inmueble, las cuales prescribirán a los dos años.' No puso reparos El Pueblo de Puerto Rico a que se le demandara en reivindicación de inmuebles adquiridos por usucapión contra el Estado. Estableció una prescripción extintiva de dos años para las acciones reivindicatorias de propiedad inmueble, a partir, desde luego, de la fecha en que se originara la causa de acción, es decir, desde el momento en que El Pueblo de Puerto Rico cometiera algún acto contrario, adverso o perturbador del derecho de propiedad del titular, según se resolvió en Ramos v. Pueblo, 70 D.P.R. 619 (1949). 7. Por la Ley Núm. 104 de 29 de junio de 1955, quedó derogada la Núm. 76 de 1916. En este estatuto de 1955 se extendió ampliamente el ámbito de la renuncia del privilegio del Estado a no ser {737} demandado sin su consentimiento a casi todas las posibles acciones contra el Estado. Se autorizaron las acciones reivindicatorias contra el Estado por su Art. 8 y se dispuso que para su ejercicio regirían 'los términos prescriptivos fijados en las leyes aplicables.' (Énfasis nuestro.) Esto significa que, con arreglo al Art. 1863 del Código Civil, se concedió para el ejercicio de 'las acciones reales sobre bienes inmuebles ... 30 a nos.' De modo que aquella prescripción de sólo dos años de la Ley Núm. 76 de 1916, para ejercitar la acción reivindicatoria, se extendió a 30 años, en perjuicio del propio Estado y en beneficio del titular. Esta situación creada por la Ley de 1955, permite en derecho al ciudadano adquirir de nuevo por prescripción ordinaria de 10 años o por la extraordinaria de 30, contra el Estado, durante el largo período de 30 años que se le concede para el ejercicio de la acción reivindicatoria en caso de apropiación clandestina o violenta de su propiedad. Eso lo ha autorizado el propio Estado, claro está, para las causas de acción que hayan surgido con posterioridad al 29 de junio de 1954 según enmienda que se hizo al Art. 8 de la Ley Núm. 104, por la Núm. 30 de 11 de junio de 1957. Las surgidas antes, se regían por la prescripción de sólo 2 años. Todas esas acciones (225) antiguas quedaron extinguidas, a nuestro entender, el 29 de junio de 1956, según la misma enmienda. Así el estatuto de prescripción, en cuanto a la prescripción negativa o extintiva de acciones reivindicatorias, quedó adoptado por el Estado por la Ley Núm. 104 de 1955, según enmendada en 1957. Respecto a la prescripción adquisitiva de inmuebles contra el Estado ya estaba precisa y claramente regulada por los artículos correspondientes del Código Civil revisado, según éste quedó modificado en sus ediciones de 1911 y 1930. Tal especie de prescripción no tenía que ser reproducida en 1916 y 1955. {738} La Comisión de lo Jurídico Civil, del Senado de Puerto Rico, al informar el alcance del proyecto P. de la C. 1145, que se convirtió en la Ley Núm. 104 de 1955, se manifestó así: 'Alcance del Proyecto Este proyecto de ley propone, siguiendo el patrón federal, la autorización de demandas contra el Estado Libre Asociado de Puerto Rico sin la previa autorización legislativa en acciones de daños y perjuicios, en acciones de reivindicación de propiedad mueble e inmueble cuando la cuantía no exceda de 15,000 dólares. El proyecto enmienda también el artículo 1803 del Código Civil en el sentido de que pueda establecerse la acción contra el gobierno aunque la persona causante del daño no haya actuado como agente especial del Estado. La Comisión cree que una legislación de esta naturaleza es altamente necesaria y deseable en Puerto Rico ya que la vieja idea de que no se podía demandar al Estado sin su previo consentimiento, se ha ido descartando. No se ha querido conceder ilimitadamente autorización para demandar al Pueblo de Puerto Rico y se ha fijado esa autorización en una cuantía que no excederá de 15,000 dólares.' En el Informe de la Cámara, en parte, se expresó lo siguiente: (226) 'La Comisión ha estudiado este proyecto con sumo cuidado por tratarse de una medida legislativa de gran significación para la ciudadanía y el Estado. La Comisión escuchó al Secretario de Justicia, al Sr. Contralor y a un representante del Secretario de Hacienda. La medida está inspirada en el deseo de que el Estado pueda ser demandado cuando cualquier ciudadano entiende que tiene una buena y justa causa de acción y que sea el poder judicial el que determine la validez y suficiencias que se formulan contra el Estado.' (Énfasis nuestro.) De modo que toda la relacionada anterior legislación efectivamente, da o tiende a dar, igual trato de derecho substantivo, tanto al {739} ciudadano contra el Estado, como al Estado contra el ciudadano. Ya debe entenderse completa y absolutamente descartado el sistema de privilegios, inmunidades y prerrogativas del Estado contra el ciudadano que lo sostiene con el producto de su trabajo y sacrificios. No debe permitirse por más tiempo el estrangulamiento de los derechos de propiedad privada por la entelequia jurídica que él mismo ha creado. 8. Tanto el Estado, en lo referido a sus bienes patrimoniales, como el ciudadano, en lo tocante a su propiedad privada, deben recibir igual trato de derecho sustantivo cuando son, o pueden ser, sujetos activos o pasivos enel campo de los negocios, transacciones, actos y contratos realizados con fines de lucro. Cuando actúa a ese nivel el Estado deja de ser el llamado 'soberano', deja de gobernar, deja de ejercer supremos poderes políticos. Sus bienes patrimoniales son su propiedad privada y, cuando no las dedica a uso público, los puede vender, arrendar, dar en uso o usufructo, o los somete a los actos o contratos que desee, sujeto, desde luego, a las formas, limitaciones y restricciones de ley. El llamado 'derecho primitivo y final a todos los bienes inmuebles y muebles, dentro de los límites de Puerto Rico', no es nada más que un derecho preferente a adquirir--no a apropiarse ni a confiscar--la propiedad privada 'mediante el pago de una justa compensación y de acuerdo con la forma provista por ley.' Bajo el Art. II, Sec. 7 de nuestra Constitución, se reconoce como derecho fundamental del ser humano--al igual que el derecho de la vida y a la libertad--el (227) derecho al disfrute de la propiedad, y no se negará a persona alguna en Puerto Rico la igual protección de las leyes. El Art. 22 de nuestro Código Civil dispone: 'La ley civil es igual para todos sin distinción de personas ni de sexo, exceptuándose los casos en que especialmente se declare lo contrario.' (Énfasis nuestro.) No hay base jurídica alguna para establecer un discrimen intencional {740} contra la ciudadanía y a favor del Estado, en igual situación, en materia de usucapión, frente a los Arts. 256 y 1832 del Código Civil que (volvemos a machacar) dicen: 'Art. 256.--....... Todos los demás bienes que el Estado Libre Asociado de Puerto Rico o los municipios posean son patrimoniales y se regirán por las disposiciones de este Código. Art. 1832.--Los derechos y acciones se extinguen por la prescripción en perjuicio de toda clase de personas, inclusas las jurídicas, en los términos prevenidos por la ley.' (Énfasis nuestro.) ¿Por qué puede el Estado adquirir por prescripción mi propiedad y yo no puedo adquirir, también por prescripción, su propiedad patrimonial, no comprendida en el término 'terrenos baldios' o terrenos de carreteras? Lo curioso del presente caso es que, como ya hemos dicho, ni El Pueblo de Puerto Rico ni el Estado Libre Asociado han perdido nada por prescripción. Cuando el Art. 9 del Código Político entró en vigor, el primero no tenía título alguno sobre los islotes. Éstos habían dejado de pertenecer a la Corona de España desde mucho antes del hundimiento del Maine. (228) – H– La Prescripción Contra el Estado en la Jurisprudencia Americana Diremos algo respecto a la jurisprudencia americana sobre esta materia. (a) Empecemos por la jurisdicción federal, o sea por la adquisición de bienes inmuebles del gobierno de los Estados Unidos por posesión adversa o prescriptiva. Toda vez que los distintos Estados carecen {741} de poderes para adoptar normas de prescipción contra los bienes inmuebles del gobierno federal y regular la adquisición de la propiedad federal por ese modo, se ha aceptado que no corre la prescripción contra bienes del gobierno federal mientras éste ostente título de dominio sobre ellos. Pero esta regla tiene una clara excepción. Se refiere a bienes y derechos reales propiedad de los Estados Unidos, sitos en Puerto Rico, en donde éstos han consentido en estar sujetos al estatuto local de prescripción. En la anotación al caso de Goldman v. Quadrato, 142 Conn. 398, 114 A.2d 687, 55 A.L.R.2d 549--citada por nosotros a la pág. 682 de nuestra opinión-- se hace constar, a la pág. 563 del tomo 55 A.L.R.2d, lo siguiente: 'II. United States A. Acquisition of title against, generally 3. Public lands of United States, generally. Since the United States is not subject to the jurisdiction of a state, the state is without power to prescribe the time within which the United States shall assert its rights in order to preserve them, and it must be regarded as settled that state statutes of limitation do not apply to the federal government; consequently, no title to public lands of the United States can be acquired by adverse possession or prescription during the time the United States holds (229) title thereto, unless, of course, as is sometimes the case,6 the United States consents to be bound by a limitation statute.' Esa es la principal razón por la cual, hemos estado insistiendo y dando énfasis al papel o participación fundamental que tuvieron los {742} Estados Unidos, por medio de su Presidente, de su Gobierno Militar, de su Congreso, de su Comisión Codificadora y de su Consejo Ejecutivo, en la continuación de la vigencia en Puerto Rico de la legislación fundamental substantiva existente al cambio de soberanía, incluyendo el Código Civil español de 1889, la Ley Hipotecaria de 1893 y su Reglamento. Ello fue consecuencia jurídica de la enmienda hecha al Código Civil en 1899, en la materia de prescripción--Art. 1957--y de las que hizo al mismo Código el propio Congreso por la Carta Orgánica de 1900, y de su intervención en la preparación y aprobación de los Códigos revisados de 1902, que continuaron la vigencia del instituto español de prescripción, de criterio antiprivilegista. Con arreglo a la Sec. 31 del Acta Foraker y el Art. 34 del Acta Jones, '... toda ley decretada por la Asamblea Legislativa de Puerto Rico sería comunicada al Congreso de los Estados Unidos, el cual se reservaba la facultad y autoridad de anularla. En el mencionado caso de People of Porto Rico v. Fortuna Estates, 279 Fed. Rep. 500 (1st Cir. 1922), El Pueblo de Puerto Rico instó una acción reivindicatoria contra Fortuna Estates. Se alegó por esta corporación que había adquirido la finca objeto del litigio con justo título y buena fe y que tal título fue consolidado por la prescripción ordinaria de 10 años, establecida en el Art. 1957 del antiguo Código, transcurrida del 31 de julio de 1889 al 31 de julio de 1899. 6 'Where the United States, upon the cession of Puerto Rico to it by Spain, continued all laws in force, for a time, which had theretofore been in force in Puerto Rico, including a section of the Spanish Civil Code proving for acquisition of prescriptive title to land by possession for 10 years, the United States sanctioned acquisition of a prescriptive title against it during such period. Porto Rico v. Fortuna Estates, 279 F. 500 (1st Cir. 1922 Puerto Rico), cert. den. 259 US 587, 66 L ed 1077, 42 S Ct 590.' (230) 'But the plaintiff contends that [dice la decisión, a la pág. 508] inasmuch as the United States acquired its title by the treaty with Spain, proclaimed April 11, 1899, the prescriptive period was interrupted before the 10 years had elapsed, as prescription will not run against the United States. The defendants' answer to this is that the prescriptive period did not cease to run upon the cession by Spain to the United States; that, while Porto Rico was, by order of the President, under military control and occupation, a general order was issued November 4, 1898, continuing all laws in Porto Rico theretofore in force compatible with the military government; that by section 8 of the Foraker Act of 1900 (Com. St. {743} 3755), the laws and ordinances of Porto Rico were further continued in force; and that, as section 1957 was continued in force and unmodified until the Political Code of Porto Rico was adopted March 1, 1902 (section 9), the period of prescription was not broken and the defendants' title became good at the expiration of 10 years from July 31, 1889; that the United States, by continuing section 1957 in force, sanctioned the acquisition of a prescriptive title against it. The court below instructed the jury upon this question in accordance with the defendants' contention, and we fail to see wherein the instruction was not correct. We do not think that Crespin v. United States, 168 U.S. 208, 18 Sup. Ct. 53, 42 L. Ed. 438, and Hayes v. United States, 170 U.S. 637, 18 Sup. Ct. 735, 42 L. Ed. 1174, cited by plaintiff, are applicable, as in those cases the court, in reaching its conclusion, was limited by the language of the act creating the Court of Private Land Claims, while here we have the adoption of the provision of the Spanish Code continuing the right of prescription.' (Énfasis nuestro.) La sentencia que desestimó la demanda fue confirmada. Vemos como la Corte de Circuito encontró correcta la instrucción al jurado federal de que 'the United States, by continuing section 1957 in force, sanctioned the acquisition of a prescriptive title against it.' (Énfasis nuestro.) Además esa Corte dijo: '... here we have the adoption of the provision of the Spanish Code continuing the right of prescription.' (Énfasis nuestro.) (231) En Baldrich v. Barbour, 90 F.2d 867 (1937) la situación era a la inversa. Los Estados Unidos alegaron haber adquirido por prescripción los terrenos conocidos por 'Luquillo Forest Reserve', que reclamaban los demandantes. Esta alegación prosperó, y, entre otras cosas, a la pág. 871, dice la opinión: 'In any event, it being admitted that the defendant has been in possession of the property described in the complaint for more than twenty years, we think that, under section 1858 of the Civil Code, {744} the plaintiffs' rights in the land described in the complaint have been prescribed by the possession of the defendant for more than ten years.' Si en Puerto Rico la usucapión establecida por nuestros Códigos Civiles de 1889, 1902, 1911 y 1930, corre en contra o en favor de los Estados Unidos-- el soberano del soberano nuestro--no concebimos buena razón para sostener que no corre contra una creación política del propio Congreso Federal, el Pueblo de Puerto Rico, y su sucesor El Estado Libre Asociado de Puerto Rico, en cuyos códigos figura la prescripción establecida desde el año 1889. El primero que no puede ir contra sus propios actos legislativos, que han creado un firme estado de derecho substantivo, que debe respetarlo y acatar su eficacia jurídica, es el propio Pueblo de Puerto Rico, regido por un sistema de derecho civil legislado, que nada tiene que pedirle prestado al derecho angloamericano en materia de prescripción. (b) Comentemos ahora, en particular, algunos de los casos de la jurisprudencia de distintos Estados sosteniendo, que, en ellos, la prescripción no corre contra el Estado. Comencemos por los tribunales de Luisiana, casos de Slattery (1902); Bright (1905) y City of New Orleans, (1914). Puede aceptarse que en ellos se sostiene que, en Luisiana, no pueden adquirirse por posesión adversa los bienes del Estado de cualquier clase o naturaleza. Pero la razón de ese estado de derecho se fundamenta en que en las Constituciones de 1898, 1913, y 1921, del Estado de Luisiana, expresa y terminantemente, se ha dispuesto, en sus Disposiciones Generales, Arts. 193 y 19(16), lo siguiente: 'Prescription shall not run against the State in any civil matter, unless otherwise provided in this Constitution, or expressly by law.' (Énfasis (232) nuestro.) En los casos citados reiteradamente se hace referencia a esa prohibición constitucional. {745} Frentea esa disposición constitucional los tribunales de ese Estado, a partir del 12 de mayo de 1898, no han podido resolver que en Luisiana la prescripción corre contra el Estado. Pero lo que es muy significativo es lo siguiente: La Constitución de Luisiana, del 12 de mayo de 1898, es su séptima constitución. Ha aprobado nueve constituciones hasta hoy, en los años 1812, 1845, 1852, 1864, 1868, 1879, 1898, 1913 y 1921. En sus primeras seis no tenía tal disposición. La Comisión Codificadora de 1900, creada por el Congreso, tomó del Código Civil revisado de Luisiana de 1870, nada menos que 118 artículos y los llevó a nuestro Código Civil revisado de 1902. Sin embargo, no se ocupó de adoptar la prohibición constitucional contra la prescripción de bienes del Estado, que hacía poco Luisiana había aprobado en su Constitución del 12 de mayo de 1898, y se limitó a adoptar, en el Art. 9 del Código Político una restringida excepción prescriptiva sobre terrenos baldíos y nada más. Pero sí adoptó y reprodujo textualmente, esa Comisión Codificadora de 1901, en nuestro Código Civil, el instituto completo de prescripción aquí vigente desde el 1 de enero de 1890 hasta el 1 de julio de 1902, que en términos claros autoriza la usucapión contra el Estado. No obstante esa categórica disposición constitucional en Luisiana, sus tribunales han resuelto que la prescripción corre contra los municipios y las juntas del gobierno. Véanse: New Orleans v. Salmen Brick, 135 La. 828, 66 So. 237 y Board of Comm. v. Toyo Kisen Kaisha, 163 La. 865. Luisiana, en su Código Civil, dedica 98 artículos--3457 a 3555--a la materia prescriptiva, pero no tiene nada parecido a nuestros Arts. 256 y 1832. La disposición constitucional transcrita se debe, sin duda, a los esfuerzos e influencia del Gobernador Claiborne para poner a Luisiana bajo el dominio del Common Law, tal como este {746} sistema de derecho inglés se aplicaba en los demás Estados. (233) Harris v. O'Connor, 185 S.W.2d 993 (1944) es un caso resuelto por la Corte Suprema de Tejas, que favoreció la adquisición de terrenos bajo la antigua legislación mejicana. Los terrenos se poseían bajo concesiones mejicanas de época anterior a la República de Tejas, y los funcionarios y agentes del Estado de Tejas así lo reconocían. De una simple lectura de la opinión se concluye que por virtud del Art. 5517 de los Estatutos Revisados del Estado de Tejas--Vol. 16, pág. 609, Ed. 1958, Vernon Law Book Co. se dispone, sobre adquisición de bienes del Estado, Condados, Ciudades y Distritos Escolares de Tejas, lo siguiente: 'Art. 5517. [5683] [3351] Right of the state, counties, cities and school districts The right of the State, all counties, incorporated cities and all school districts shall not be barred by any of the provisions of this Title, nor shall any person ever acquire, by occupancy or adverse possession, any right ortitle to any part or portion of any road, street, alley, sidewalk, or grounds which belong to any town, city, or county, or which have been donated or dedicated for public use to any such town, city, or county by the owner thereof, or which have been laid out or dedicated in any manner to public use in any town, city, or county in this State. Acts 1841, p. 163; P.D. 4622-4; Acts 1887, p. 28; G.L. vol. 9, p. 826; Acts of 1939, 46th Leg., p. 485, 1; Acts 1953, 53rd Leg., p. 857, ch. 348, 1.' Varios Estados como Alabama, Kentucky, Missouri, New York, South Carolina y West Virginia, han aprobado leyes limitando el tiempo para poder el Estado recobrar terrenos poseídos por personas particulares y no usados para fines públicos específicos. Podemos decir que en los demás Estados se perfila ya la misma política legislativa y jurisprudencial. Los derechos de servidumbres sobre terrenos de los Estados pueden ser adquiridos por prescripción adversa, en California, Montana, Utah. A la pág. 598 de dicha Anotación, se dice: ' 29. View that property must be reserved for or dedicated to {747} public use. In California the view has been taken that if land held by the state is neither (234) reserved for nor dedicated to some public use, title as to such land may be wrested from the state by adverse possession. Richert v. San Diego (1930) 109 Cal App 548, 293 P 673; Fresno Irrig. Dist. v. Smith (1943) 58 Cal App2d 48, 136 P2d 382; Ortiz v. Pacific States Properties (1950) 96 Cal App2d 34, 215 P2d 514. Thus, in Ortiz v. Pacific States Properties (1950) 96 Cal App2d 34, 215 P2d 514, it was held that property sold to the state for nonpayment of taxes could be acquired by adverse possession, where it was neither reserved for nor dedicated to any public use and could be alienated.' En 1960 el Estado de Nueva York adoptó la anterior regla en Gottfried v. State, 201 N.Y.S.2d 649. En 1964, el Estado de Oklahoma, en Sears v. Fair, 397 P.2d 134, también se decidió por la norma de que cuando lo que hay envuelto son derechos privados del Estado, el estatuto de prescripción opera en su contra. En 1967, Hawaii, que tiene la regla de no prescripción contra el Estado, hace una distinción entre meros transgresores que se posesionan de terrenos pertenecientes al Estado y aquellos que no son considerados transgresores y que poseen bajo algún título. Éstos pueden adquirir por posesión adversa. In re Real Property, etc., 425 P.2d 83. Como se dijo en City of Bisbee v. Cochise County, 52 Ariz. 1, 78 P.2d 982, 984, la máxima Nullum tempus ocurrit regi--el tiempo no corre contra el Rey-- se refería a éste, exclusivamente en su capacidad como representante o encarnación de la absoluta soberanía nacional, y no al Rey como individuo. Aun en Inglaterra, bajo el Nullum Tempus Act (3 Geo. III c. 16), se fijaba un término de 60 años a la Corona para reclamar sus derechos. La variedad o conjunto de sistemas, filosofías, principios, fuentes {748} u orígenes del Derecho de los 50 Estados de la Unión Americana, respecto a la tesis de la usucapión contra el Estado, no puede ofrecer punto de apoyo firme, seguro y sólido para decidirnos, en 1969, por continuar o restituir aquí un estado, o una era de (235) privilegio, monopolio, gracia, ventajería y excepciones especialísimas en favor del Estado, que como dice Manresa--págs. 37-38-- fueron exterminados por el Código Civil español del siglo pasado. Hace ya mucho tiempo que nuestra Constitución, nuestros códigos, sustituyeron al Rey y a los poderes absolutos. La igualdad en la Ley, su eficacia contra todos, es lo que prevalece. Contamos con un sistema de derecho legislado, positivo, 'mucho más avanzado que los existen en cualquiera de los países de Sud America', como decía la Comisión Codificadora de 1901. ¿Vamos a cambiarlo, este año, por el que impera en Texas, el año que viene por el de California y, en el año de más arriba, por el que impera en Wisconsin, y así, de experimento, acabar pensando, actuando, rigiéndonos, por los criterios esquimales de prescripción del Estado de Alaska? Sabemos que la jurisprudencia continental, como la de cualquier Estado o país, responde genuinamente a la estructuración de la peculiar escala de valoración de cada comunidad. Hay que tener en cuenta la historia y experiencia de cada Estado, de cada sistema de Derecho, antes de acudir a arreglar al Mundo con soluciones abstractas, con términos tan manoseados como 'sentido común, lógica y recta razon.' hAy que tomar con pinzas, bien largas, el sentido común, la lógica y la recta razón de mucha gente. Con Holmes, decimos, 'La vida de la Ley no ha sido la lógica; ha sido la experiencia; una página de historia equivale a un volumen de lógica.' Nuestra situación, en el asunto que estudiamos, es que aquí tenemos un estatuto que, en términos claros y precisos, nos dice: 'Los {749} derechos y acciones se extinguen por la prescripción en perjuicio de toda clase de personas, inclusas las jurídicas, en los términos prevenidos por la Ley.' (Énfasis nuestro.) Art. 1832 Código Civil. La forma legal, o autoridad para cambiar este precepto legal, obligatorio para toda clase de personas, 'inclusas las juridicas', está expresa y precisamente fijada por el cOngreso de los Estados Unidos, en la Sec. 8 de la Carta Foraker, en cuanto dice que nuestras leyes regirán, '... hasta que sean alteradas, enmendadas o revocadas por la autoridad legislativa creada por la presente para Puerto Rico, o por una Ley del (236) Congreso de los Estados Unidos.' Esto se repite en el Art. 58 del Acta Jones de 1917 y se reproduce en la Ley Núm. 600 de Relaciones Federales, Art. 4. Las leyes, como dice el Art. 5 de nuestro Código Civil, se derogan por otras leyes posteriores. Aquí jamás hemos permitido que se deroguen por las máximas del derecho común angloamericano y desechadas. El propio Estado, desde el año 1916, en Puerto Rico, ha dado su consentimiento para que se le demande en acciones reivindicatorias, ha fijado términos de prescripción para ello, adoptando, como ya expusimos, para las acciones que autoriza, por la Ley Núm. 104 de 1955, '...los términos prescriptivos fijados en las leyes aplicables.' Los diversos modos de adquirir, disponer y enajenar los bienes inmuebles sitos en Puerto Rico, son aquellos prescritos por las leyes de Puerto Rico. Art. 10, Código Civil. Como dijimos en Coln v. Registrador, 22 D.P.R. 369 (1915) y López v. Sotelo, 70 D.P.R. 501 (1949), en relación con este principio cardinal, las doctrinas sobre esta materia de las cortes americanas, no pueden quebrantar su letra ni su espíritu, y nadie puede ganar o perder en Puerto Rico derechos sobre bienes inmuebles sitos aquí sino de acuerdo con las prescripciones de nuestras leyes. –I– Ratio Decidendi en Pueblo v. Dimas, 18 D.P.R. 1061 (1912) {750} La doctrina de esta decisión nuestra debe ser considerada cuidadosamente a la luz de su propio contexto. En ella no se llegó a la conclusión general y absoluta de que, a partir de la vigencia de nuestro Código Político, todos los terrenos del Pueblo de Puerto Rico no pueden adquirirse por prescripción. Hemos estudiado y analizado paciente y cuidadosamente el viejo expediente civil Núm. 795, de El Pueblo de Puerto Rico, demandante-apelado v. José Dimas Riera, Enrique Calvo Ríos, Wenceslao Bosch y Honorato Andrés García, demandados y (237) apelante el último, año 1912, sobre reivindicación, procedente de la antigua Corte de Distrito de San Juan. Es un caso típico de aplicación del Art. 9 del Código Político, texto castellano, y una equitativa y humana aplicación del principio de tercero hipotecario. Si se analiza bien esta decisión, a la luz de la naturaleza de los 'terrenos baldios' envueltos en el caso, así se concluirá. Nombre del Caso Como una curiosidad de edición, anotamos que el nombre dado al caso en el vol. 18 es incorrecto. Debió ser El Pueblo v. Riera, et al., ya que 'Dimas' es sólo un segundo nombre de José Dimas Riera, no es un apellido. Véase el caso de El Pueblo v. Riera, 27 D.P.R. 1 (1919) que es otro de reivindicación contra esa misma persona, con el nombre de 'José D. Riera.' Procedimientos ante el Tribunal de Instancia El legajo de la sentencia revela que el 10 de febrero de 1910, El Pueblo de Puerto Rico, instó ante la Sección Primera de la entonces {751} Cortede Distrito de San Juan, una acción reivindicatoria contra José Dimas Riera, Enrique Calvo Ríos y Wenceslao Bosch. Alegó en su demanda que le correspondía la propiedad y pleno dominio de una parcela de terreno compuesta de 12,090 metros, situada en el barrio Puerta de Tierra de San Juan, con las siguientes colindancias: Norte, solares de Andrés Calvo y otros, Sud, con los manglares del caño denominado San Antonio; Este, calle San Andrés; Oeste, solar de Marcos Caneja. Adujo además que, con fecha 8 de octubre de 1906, Enrique Calvo Ríos promovió (238) un expediente de dominio ante esa Corte de Distrito, exponiendo que había comprado esa parcela a sus padres Andrés Calvo Hermida y María F. Ríos, 'quienes la habían hecho suya por desecación de manglares que antes la constituían y la poseían desde el año 1883.' Dicha Corte, oída la información ofrecida por el promovente, declaró justificado el dominio de esa parcela a favor de Enrique Calvo Ríos. Se inscribió en el Registro de la Propiedad. Siguió alegando El Pueblo que respecto a esa parcela se hicieron las siguientes operaciones: 1. Enrique Calvo Ríos vendió el 40% de ella a Mariano Pesquera Goenaga; 2. Pesquera Goenaga vendió a su vez 17% a Wenceslao Bosch y 7% a Martín Bellber; 3. Los señores Calvo Ríos, Pesquera Goenaga y Martín Bellber vendieron a José Dimas Riera las participaciones siguientes: Bellber su 7%; Pesquera su 16%, Calvo Ríos 1/2 de su condominio de 60%, o sea el 30%, en total 53%. En definitiva, resultaba 'que los actuales poseedores de la finca eran, con perjuicio del demandante, los tres demandados en la proporción siguiente: don José Dimas Riera un 53% don Enrique Calvo Ríos un 30% don Wenceslao Bosch un 17%' {752} Se suplicó por El Pueblo se le declarara dueño en pleno dominio de la finca, se ordenara su entrega y la cancelación en el Registro de los asientos correspondientes. La demanda la firmaba el Attorney General H. M. Hoyt, 2nd. El 13 de marzo de 1910, comparecieron José Dimas Riera y Wenceslao Bosch. Por medio de una excepción previa alegaron: (1) Que la demanda no aducía hechos que (239) determinaran una causa de acción y (2) que 'tienen el carácter de tercero en el sentido que les reconoce la Ley Hipotecaria.' El 14 de marzo de 1910, compareció el otro demandado Enrique Calvo Ríos y también excepcionó la demanda por 'no aducir hechos suficientes para determinar una causa de acción contra este demandado.' Discutidas las excepciones previas ante el Juez Martin E. Gill, éste las declaró sin lugar por medio de una resolución de fecha 9 de junio de 1910 que aparece textualmente transcrita a las págs. 1064 a 1066 del tomo 18 D.P.R. Llama la atención el énfasis que dio el Juez Gill, en esa resolución a la naturaleza, calidad, tipo y clase de los terrenos en litigio, es decir, los caracteriza y define 'terrenos baldios'. Contestaron la demanda José Dimas Riera y Wenceslao Bosch, exponiendo que al Pueblo de Puerto Rico no le correspondía la propiedad; que eran dueños de sus respectivos condominios con justo título y buena fe y que los tenían inscritos en el Registro de la Propiedad. Aceptaron la tramitación del expediente de dominio; expusieron que en ese expediente se formuló oposición por los Estados Unidos; que los Estados Unidos y El Pueblo de Puerto Rico, después de tal oposición celebraron ciertas transacciones sobre derechos y acciones que los primeros creían tener sobre esos terrenos. Se enmendó la demanda en junio de 1910, para alegar adicionalmente {753} que en la primera inscripción de la finca aparecía que los causantes de Enrique Calvo Ríos, sus padres don Andrés Calvo Hermida y doña María F. Ríos 'la hicieron suya por desecación de la zona de manglares que antes la constituían y la poseyeron desde el 1883 ó 1885, teniéndola sembrada de yerba.' (Énfasis nuestro.) La suscribió Foster V. Brown, como Attorney General. Contestaron la demanda enmendada 'José D. Riera' y W. Bosch. Interpusieron la defensa de terceros hipotecarios, el fracaso de la oposición en el expediente de dominio y la prescripción por un período de más de 20 años, o sea desde el 1883 hasta el 1906. (240) La contestó Enrique Calvo Ríos el 1 de julio de 1910; negó los hechos de la demanda enmendada; alegó que compró la finca a sus padres Andrés Calvo y María F. Ríos, que éstos la poseyeron como dueños; que tramitó el expediente de dominio que había aprobado 'el Honorable Pedro de Aldrey, Juez de la Corte de Distrito de esta capital en 31 de mayo de 1907;' que sus padres habían desecado esos terrenos y los cultivaban; y que en caso de que El Pueblo tuviera derecho a la reivindicación a él debería pagar $7,000.00, 'invertidos en la desecación y mejoramiento del inmueble objeto de la acci on;' alegó la prescripción a tenor de lo dispuesto en el Art. 1957 del Código Civil Español y la orden judicial del 4 de abril de 1899 del General Henry, y, 'aun si se quiere al Real Decreto de 17 de abril de 1884 relativos a terrenos baldíos, aprobado por S. M. el Rey de España.' El 22 de diciembre de 1910 compareció en el litigio Honorato Andrés García y solicitó que se le constituyera en parte demandada en el pleito por haber comprado al codemandado Enrique Calvo Ríos el 27 de septiembre anterior, su participación del 30% en la finca. A su moción acompañó una contestación alegando seis defensas, a saber, que poseía su participación con justo título; la prescripción a {754} tenor del Reglamento de 1884; la prescripción ordinaria; la prescripción extintiva del Art. 1864 del Código Civil de Puerto Rico; la de res judicata por virtud de la resolución dada en el expediente de dominio que se había convertido en contencioso; que cuando El Pueblo de Puerto Rico creyó haber adquirido derechos sobre la parcela ya ésta estaba en posesión legal de los demandados. Por enmienda expuso una séptima defensa de tercero hipotecario. En la contestación interpuso reconvención por $5,000.00 por mejoras hechas a la finca 'en cuanto a su participación se refiere.' Se le admitió como parte codemandada. Fue el pleito a juicio ante el Juez Martin E. Gill. Dice el legajo de la sentencia: '... la susodicha causa fue oportunamente presentada para su vista ante el Hon. Martin E. Gill, Juez de la citada Corte y después de una amplia y detenida discusión de todas las materias que entraña, fue sometida a dicho Martin E. Gill para su resolución.' Poco después, el 14 de junio de 1911, falleció el Juez Gill, sin haber dictado 'resolución definitiva sobre las materias en controversia en dicho pleito ... quedando (241) dichas materias y cuestiones pendientes de resolución.' Por estipulación escrita de las partes, fechada el 23 de junio de 1911, se acordó: '... que la causa arriba citada se traspase ... a la Sección 1, presidida hoy por el Hon. Félix Córdova Dávila, quien queda autorizado para resolver y dictar sentencia sobre las materias y cuestiones contenidas en la misma en vista de los autos de la causa y alegatos en ella presentados, como si originalmente se hubiese incoado ante dicho Sr. Félix Córdova Dávila.' El 2 de agosto de 1911, el Juez Córdova Dávila emitió una extensa opinión y dictó sentencia final en la acción reivindicatoria por la cual decretó: 1ro. Que El Pueblo de Puerto Rico debía ser reintegrado en el 30% {755} de la finca que poseía el codemandado original Enrique Calvo Ríos y que éste había traspasado al codemandado Honorato Andrés García; 2do. La desestimación de la demanda enmendada, respecto a los demandados José Dimas Riera y Wenceslao Bosch, por ser terceros hipotecarios y haber adquirido un título superior sobre el 70% remanente y; 3ro. La desestimación de la reconvención de $7,000.00, formulada por dicho Enrique Calvo Ríos. Opinión del Tribunal de Instancia La elaborada opinión del Juez Córdova Dávila es muy extensa. La citaremos textualmente en parte y en parte trataremos de resumirla e intercalando comentarios nuestros. Trataremos de relacionarla en todos sus aspectos. En primer lugar señalaremos los hechos que, de la prueba practicada ante el Juez Gill, consideró probados el Juez Córdova Dávila: 'En 6 de setiembre de 1897, Andrés Calvo, antecesor en título de su hijo el (242) demandado Enrique Calvo Ríos, 'dirigió una petición al Intendente General de Hacienda, haciendo constar que hacía 14 años había desecado, con sus propios y exclusivos recursos, en el barrio de Puerta de Tierra, una Zona de Mangle, con una cabida de 8,470 metros cuadrados y cincuenta centímetros. Basado en estos hechos y en los cuantiosos gastos realizados para convertir un radio de Mangle improductivo en terreno vegetal, el peticionario, deseando adquirir la propiedad de dicho terreno, en compensación con la Hacienda, solicitó del Intendente que éste dictase las órdenes oportunas, conducentes al indicado fin, significándole que estaba dispuesto a pagar la cantidad que se asignase, al terreno referido, según la práctica establecida y seguida hasta aquella fecha por la Intendencia General de Hacienda. Esta solicitud se presentó acompañada de una certificación expedida en 1883 por el ayudante facultativo de obras públicas, en la cual este funcionario manifiesta que a instancia de don Andrés Calvo, reconoció y midió una Zona de Mangle, radicada en Puerta de Tierra, y desecada por el {756} propio Calvo, a sus expensas, convirtiéndola en terreno vegetal. La cabida de esta Zona concuerda con la fijada por Calvo al terreno designado en su petición al Intendente. En 22 de septiembre de 1897, estos documentos fueron enviados para informe a las autoridades correspondientes, y desde esta fecha, no encontramos en la prueba ningún dato que se relacione con las pretensiones del Sr. Calvo sobre los terrenos en cuestión. En 8 de octubre de 1906, Enrique Calvo registró una solicitud en la Corte de Distrito de San Juan para justificar el dominio de 12,095 metros cuadrados de terreno, radicados en Puerta de Tierra, alegando que los había adquirido a título de compra de don Andrés Calvo y su esposa, quienes a su vez los adquirieron, con su trabajo personal, desecando las Zonas de Manglares que antes los constituían, cuyos trabajos efectuaron durante un período de tiempo que alcanza hasta el año de 1883, desde cuya fecha arranca su posesión. Aprobado por la Corte el dominio del inmueble aludido, a favor de Enrique Calvo, se inscribió a su nombre en el Registro de la Propiedad, haciéndose constar en dicha inscripción que Andrés Calvo y María Felícita Ríos hicieron suyas la ameritada parcela de terreno por desecación de la Zona de Manglares (243) que antes la constituían. Posteriormente Enrique Calvo vendió el 40% del total de la finca a Mariano Pesquera, quien a su vez vendió a Wenceslao Bosch el 17% y el 7% a Martín Bellber, habiendo más tarde Bellber, Pesquera y Calvo vendido participaciones a José D. Riera, en esta forma: Bellber, el 7%, Pesquera el 16% y Calvo el 30%, resultando en definitiva poseedores del inmueble al promoverse este litigio, José D. Riera, en un 53%; Enrique Calvo en un 30%; y Wenceslao Bosch en un 17%. Después de haberse iniciado esta acción Enrique Calvo, vendió su participación a Honorato Andrés, quien se personó en autos, presentando una moción para que se le considerase como parte demandada, cuyo moción fue favorablemente resuelta por la Corte.' Luego de dar por probados los hechos anteriores, expuso el juez sentenciador en su opinión: 'Alegan los demandados que el Pueblo de Puerto Rico carece de título {757} para ejercitar con éxito la acción reivindicatoria que exige necesariamente como requisitos esenciales, la designación de la finca, y la demostración, con pruebas fehacientes, del dominio que por título legítimo corresponda al demandante. La parte que promueve una acción reivindicatoria, debe confiar en la fortaleza de su propio título y en la claridad de su propia prueba, y no en la falta de título o debilidad de prueba del demandado. En opinión nuestra, El Pueblo de Puerto Rico ha demostrado en este caso la identidad completa de la cosa reclamada y, en parte, el dominio de la misma. Decimos que el dominio ha sido justificado en parte, porque creemos que el demandante ha perdido sus derechos para reivindicar los terrenos adquiridos por los demandados Riera y Bosch, quienes, en nuestro concepto, ostentan hoy un título válido, amparados por los preceptos de la Ley Hipotecaria. Sobre este punto hablaremos más adelante. El Art. 1ro. del Reglamento para la composición de terrenos realengos, en la Isla de Puerto Rico aprobado en Abril de 1884, dice así: -- (244) Se considerarán como realengos para los fines de este Reglamento y con arreglo a la Ley 14, título 12, libro 4to. de la Recopilación de Indias, todos los terrenos baldíos, suelos y tierras que no tengan dueños particulares legítimos, o lo que es lo mismo, que no hayan pasado nunca al dominio privado, en virtud de concesión gratuita u onerosa por parte de las autoridades competentes.' De la prueba practicada en este caso y de las mismas alegaciones, resulta que Andrés Calvo, practicó gestiones para adquirir la propiedad en controversia por composición con el estado. Este hecho plenamente evidenciado, demuestra que en la época en que Andrés Calvo dio los primeros pasos para adquirir los terrenos en litigio, éstos no habían pasado al dominio privado, siendo desde luego, terrenos baldíos, pertenecientes al estado y sujetos a apropiación de acuerdo con el Reglamento anteriormente citado. La petición dirigida por Calvo al Intendente General de Hacienda en 1897, con el fin de adquirir estos terrenos por composición, es una admisión clara y concluyente de que los mismos pertenecían en aquella fecha al estado.' Después se hace referencia al Art. 8 del Tratado de Paz, entre {758} Españay Estados Unidos y a la cesión de bienes de aquélla a éstos, incluyendo edificios, muebles, cuarteles, fortalezas, establecimientos, vías públicas y demás bienes inmuebles que 'con arreglo a derecho son del dominio publico', que pertenecían a la cOrona de España. Se hace una cita de 32 C y c. 651, sobre el significado, en Estado Unidos, de los términos 'public property', 'terrenos publicos', o 'dominio publico'. Dice la opinión, que 'Las palabras ?terrenos públicos' o ?dominio público, se usan habitualmente en los Estados Unidos para designar aquellos terrenos de los Estados Unidos o solamente de los Estados que se hallan sujetos a la venta o a cualquier otra disposición bajo las leyes generales, no estando retenidos ni reservados para ningún propósito público, o especial del Gobierno. No hay una definición establecida por los Estatutos de las palabras 'terrenos públicos', y su interpretación puede sufrir alguna variación en las diferentes leyes aprobadas para distintos propósitos, debiendo dárseles aquella interpretación que más (245) se avenga con la intención del Congreso. (32 Cyc., 775-776.)' La opinión hace referencia al estado de derecho que sigue a la cesión de territorios de un gobierno a otro y que 'los terrenos que carezcan de dueños porque nadie se los haya apropiado, pasan a ser propiedad' del gobierno cesionario. Se sostiene que por el Tratado de París, la Ley Orgánica de 1900, una ley del Congreso de primero de julio de 1902, las proclamas presidenciales y un convenio llamado 'Lomley Feuille agreement' y cierta escritura de permuta y traspaso otorgada entre el gobierno federal y el insular, los terrenos en litigio pertenecían a El Pueblo de Puerto Rico. También se sostiene que todos los bienes de la propiedad de la Corona de España pasaron, sin excepción alguna al gobierno de los Estados Unidos, además de aquellos que con arreglo a derecho eran de dominio público. Respecto a las cuestiones a resolver, a continuación de lo antes relacionado, dice el juez sentenciador: {759} 'Sentada por nosotros la afirmación de que, según la evidencia, los terrenos en litigio, que no haya pasado al dominio privado, pertenecen al Pueblo de Puerto Rico, tócanos ahora decir si estos bienes pueden adquirirse por prescripción, composición o de algún otro modo, y en caso afirmativo si los demandados, ostentan hoy algún título válido que pueda oponerse con éxito a las pretensiones de la parte demandante.' (Énfasis suplido.) La opinión del Juez Córdova Dávila empieza entonces a resolver la principal cuestión planteada. En un párrafo dice: '... declaramos que los terrenos pertenecientes al Estado, antes de la aprobación definitiva del Tratado de Paría, estaban sujetos a prescripción de acuerdo con las leyes entonces en vigor ....' Expone, citando a Cyc., que según la máxima nullum tempus ocurrit regi, aplicada en el derecho inglés, no podía adquirirse bienes de la Corona por posesión adversa y que la doctrina prevalece en Estados Unidos y que la prescripción contra Estados Unidos puede alegarse cuando una ley lo autoriza. Advertimos, a las págs. 742-743, que la situación, conforme al caso de People v. Fortuna, era distinta cuando se trataba de inmuebles sitos en Puerto Rico, donde el Congreso (246) adoptó el estatuto de usucapión contra el Estado. Y dice el juez sentenciador que '[e]l mismo principio se aplica a favor de los Estados de la Unión, en ausencia de una disposición autorizando la prescripción ....' (Énfasis suplido.) A los párrafos anteriores, sigue el que figura en la pág. 1082, tomo 18 D.P.R. de nuestra decisión: 'Aunque la Legislatura del país hubiese permanecido en silencio, el dominio del pueblo sobre los terrenos de su propiedad no podría prescribir hoy [hoy equivale al 2 de agosto de 1911, fecha de la opinión y sentencia] aplicando la misma regla que a los Estados se aplica. La Asamblea Legislativa, sin embargo, ha consignado este precepto en el Código Político, cuyo artículo 9 dice de modo claro y terminante, que no puede adquirirse título a terrenos baldíos {760} insulares por la posesión adversa de los mismos.' (Énfasis nuestro.) En la primera oración de este párrafo se alude a la máxima nullum tempus ocurrit regi. En ella obviamente el Juez Córdova Dávila da a entender que si tal máxima del derecho común 'que a los Estados Unidos se aplica', se siguiera o aplicara 'hoy' (1911) a Puerto Rico, no podrían adquirirse por prescripción adversa los bienes del Estado. Pero, por la siguiente segunda oración del mismo párrafo, nos dice el propio juez sentenciador: '... La Asamblea Legislativa, sin embargo, ha consignado este precepto [no puede ser otro que la máxima inglesa a que se alude en la primera oración precedente] en el Código Político, cuyo artículo 9 dice de modo claro y terminante, que no puede adquirirse título a terrenos baldíos insulares por la posesión adversa de los mismos.' (Énfasis nuestro.) Lo que así expresó el Juez Córdova Dávila, es lo mismo que, en id énticas palabras, hemos venido sosteniendo: Que la Comisión Codificadora de 1901 y la Asamblea Legislativa, no obstante lo que sobre la materia se ha legislado y resuelto en los Estados de la Unión siguiendo la Ley Común inglesa, jamás optaron por una prohibición plena, absoluta y general de la prescripción contra el Estado, sino que, como dijo allí el juez sentenciador el 'precepto' del derecho común, o la esencia del (247) mismo, se consignó 'de modo claro y terminante' en el Art. 9 del Código Político, limitando y restringiendo la no prescripción 'a títulos baldíos insulares' solamente. El ámbito inmunizante de la excepción, como vemos, es pequeñísimo. Seguimos resumiendo la opinión del tribunal de instancia. Continuó el Juez Córdova Dávila, después de citar a Manresa sobre la naturaleza de la prescripción que no se ha consumado, diciendo que se operó un cambio fundamental en las leyes políticas de este país, especialmente aquellas sobre la disposición y gobierno de la {761} propiedad pública y que '... los terrenos cedidos por la nación Española a los Estados Unidos, deben gobernarse y regularse por las leyes de este país y no por las leyes de la nación cedente.' Esto se decía en el año 1911, vigente la Carta Orgánica y toda la legislación española que puso en vigor el Acta Foraker, y vigentes los códigos de 1902. Claro, es posible que se refiriera, lógicamente, a toda la propiedad cedida que Estados Unidos se reservó, habiendo expresado el Congreso en las Cartas Orgánicas de 1900 y 1917, que la legislación que continuaba en vigor sólo podía ser '... alterada, enmendada o revocada por la autoridad legislativa creada por la presente para Puerto Rico o por una ley del Congreso de los Estados Unidos.' (Énfasis nuestro.) Hasta donde sepamos la máxima nullum tempus ocurrit regi nunca ha sido 'una ley del Congreso de los Estados Unidos,' ni de Puerto Rico. Consideró el Juez Córdova Dávila en Pueblo v. Dimas, que para el 1898 no se había consolidado en los demandados el dominio porque la prueba, a su juicio, 'demuestra de modo satisfactorio, que esta posesión data de 1883.' Y continúa diciendo en su opinión: '... Desde esta fecha hasta 1898, únicamente han transcurrido quince años, período de tiempo que no basta, según queda demostrado, para adquirir por prescripción aquellos terrenos pertenecientes al Estado. Estos hechos, satisfactoriamente probados, demuestran que el expediente de dominio, tramitado y aprobado en 1906 carece de validez legal.' (Énfasis nuestro.) (248) Bajo el Art. 2do. del Reglamento de 1884 para la composición de terrenos realengos, citado en la opinión, tratándose de 'terrenos baldíos o título de autoridad competente', se consideraban propietarios: 'los que careciendo de títulos, acrediten haber poseído sin interrupción los expresados terrenos durante veinte años si se encuentran en cultivo, y durante treinta años si se hallan incultos. {762} Para que se entienda cultivado un terreno es necesario acreditar que lo ha estado en los tres últimos años.' Recuérdese que en este caso de Hicacos, el título de amparo se concedió el 12 de febrero de 1872; que, asumiendo que se tratara de terrenos baldíos, los 30 años vencieron el 12 de febrero de 1902, es decir, antes de aprobarse el Código Político, con su Art. 9, referente sólo a terrenos baldíos, y vigente aún el nuevo plazo de 6 años para la prescripción ordinaria del Art. 1957 del Código Civil de 1889. Respecto a la prescripción ordinaria alegada por los demandados el juez sentenciador se expresó así: 'Alegan también los demandados, acogiéndose a la prescripción ordinaria, la posesión de terreno reclamado, por un período que excede de diez años con buena fe y justo título. Esta alegación no es suficiente para adquirir por prescripción terrenos que pertenecieron y pertenecen al estado. Las disposiciones del Código Civil anterior sobre prescripción, así como las del Código Civil revisado, no son aplicables, cuando se trata de terrenos públicos, porque existen leyes especiales que regulan esta materia, de acuerdo con los Códigos citados, cuyos Arts. 1938 y 1839 respectivamente, en el Capítulo 1, título 18 que trata de la prescripción en general, dicen como sigue: -Las disposiciones del presente título se entienden sin perjuicio de lo que en este Código o en leyes especiales se establezca respecto a determinados casos de prescripción.' (249) La ley aplicable en el presente caso, es el reglamento para la composición de terrenos realengos en la Isla de Puerto Rico, anteriormente citado.' Regresando al presente caso de Hicacos, si tal Reglamento de 1884, fuere aplicable por haberse comenzado la posesión material en 1872, entonces, deberá contarse la posesión prescriptiva desde el 12 de febrero de 1872 en que oficialmente empezó bajo el título de amparo concedido válidamente por la Corona Española, hasta el 14 de enero de 1963, en que, por primera vez, el Estado reclamó como suyos los islotes valiéndose de un aparente procedimiento de expropiación. {763} Consideró,finalmente, el Juez Córdova Dávila que no estaban protegidos por la Ley Hipotecaria los demandados Enrique Calvo Ríos y su cesionario Honorato Andrés García. Aquel promovió el expediente de dominio sin la posesión material de los 30 años fijados por el Reglamento de 1884, y sin haber obtenido justo título sobre los terrenos, y éste compró con conocimiento de la existencia del pleito. Sin embargo, a los codemandados José Dimas Riera y Wenceslao Bosch los consideró terceros hipotecarios. Recurso de Apelación El Pueblo de Puerto Rico no apeló del fallo del Juez Córdova Dávila en cuanto declaró sin lugar la demanda respecto a los codemandados 'José D. Riera' y Wenceslao Bosch, por considerarlos terceros hipotecarios. Pero Honorato Andrés García, el adquirente pendente lite, instó recurso de apelación el 6 de septiembre de 1911. El recurso fue argumentado ante el Tribunal Supremo el 19 de abril de 1912, representando al apelante el letrado Eugenio Benítez Castaño y a El Pueblo, el Sr. Charles E. Foote, fiscal del Tribunal. Decisión del Tribunal Supremo 18 D.P.R. 1061-1086 Fue resuelto el recurso el 21 de diciembre de 1912, confirmándose la sentencia (250) apelada 'en la parte en que lo ha sido', por una mayoría de jueces, siendo el ponente el Juez Asociado Señor del Toro, concurriendo con el entonces Presidente Hernández y el Juez Asociado Señor MacLeary. Disintió el Juez Señor Wolf. No intervino el Juez Señor Aldrey, por haber sido el juez de distrito que en el año 1906 había aprobado el expediente de dominio instado por Calvo Ríos, declarado inválido por el juez sentenciador. Las primeras ocho páginas de la opinión--1063 a 1070--exponen los antecedentes del caso que hemos relatado. En la opinión se estudian {764} las cuestiones debatidas en el recurso en el siguiente orden: 1ro. Examen del título del demandante y luego el del demandado Enrique Calvo Ríos; 2do. la prescripción de la acción del demandante; 3ro. si era necesario que antes de la reivindicatoria se ejercitara la acción de nulidad; 4to. si hubo cosa juzgada por la resolución en el expediente de dominio y, 5to. si procedía la reconvención del apelante Honorato Andrés García. –1– Manifiesta la opinión de mayoría que 'No hay duda alguna con respecto a la naturaleza de las tierras que forman la parcela cuya propiedad se discute en este litigio. [pág. 1071] ... se formó por desecación de una zona de manglares. ?Manglar' es un sitio poblado de mangles, y ?mangle' es un árbol que crece con gran abundancia ... en la América intertropical.' --(Énfasis nuestro.) pág. 1071. A la pág. 1072, se continúa describiendo la naturaleza y clasificación de los terrenos en litigio, diciéndose textualmente: 'Los manglares en Puerto Rico eran considerados como montes del Estado, y, bien se les reconozca ese carácter, ya se les considere como terrenos realengos o baldíos, es necesario concluir que eran del dominio público y que sólo podían pasar al privado por los medios claramente establecidos en las leyes. Atendida, pues, la naturaleza de las tierras que forman la parcela en litigio, es necesario concluir que el dominio de dicha parcela correspondía al Estado. (251) Además, como veremos más adelante, Andrés Calvo, la persona de quien alegan que derivan sus derechos los demandados, al dirigirse al Estado Español con el fin de adquirir la propiedad de la parcela por composición, reconoció expresamente el título incuestionable del Estado.' (Énfasis nuestro.) Se dice, además, en la opinión mayoritaria, que los manglares de Puerto Rico, por su propia naturaleza, son 'montes inundados por el mar.' Y se expone – pág. 1073 – 'Y esto sería siempre así aun cuando el lenguaje del Tratado [el de {765} París]hubiere sido menos claro, pues es principio bien establecido, que cuando un gobierno extranjero cede territorio a los Estados Unidos, las tierras baldías y sin dueños pasan al dominio de los Estados Unidos.' (Énfasis nuestro.) Se habla en la opinión del Tribunal, y en ello el ponente da mucho énfasis, de que por el Acta Foraker se entregaron a Puerto Rico entre otras propiedades, 'todas las orillas de los puertos, muelles, embarcaderos y terrenos saneados, pero sin incluir la superficie de los puertos y aguas navegables.' y que el Presidente, por la autoridad de la Ley de 1 de julio de 1902, no hizo reserva de la 'parcela de terreno desecado procedente de manglares, sobre que versa este pleito.' (Énfasis nuestro.) --pág. 1074. –2– Se resuelve que Enrique Calvo y Honorato Andrés no eran terceros porque sabían que dichas tierras se formaron por desecación de manglares. Se analiza la evidencia presentada en el expediente de dominio aprobado e inscrito en el Registro de la Propiedad el 25 de setiembre de 1907, y se llega a la conclusión de que la posesión material de los manglares por parte de Andrés Calvo había comenzado en el año 1883, tal como lo había determinado el Juez sentenciador Córdova Dávila, por lo cual, al instarse en 1906 el expediente de dominio la posesión material únicamente se había disfrutado durante 23 años, sin título alguno concedido por la Corona de España, por el gobierno de Estados Unidos o por El Pueblo de Puerto Rico. Por ello la resolución aprobando el expediente carecía de validez. (252) A fin de que se comparen y contrasten los particulares hechos, eventos y circunstancias, y, también las disposiciones de ley o de reglamentos, concurrentes y aplicadas en el caso de El Pueblo v. Dimas, con los que concurren y están presentes en este recurso, {766} vamos a reproducir a continuación aquellos párrafos de la opinión del Juez del Toro, en Pueblo v. Dimas, referente al fundamental punto de la prescripción: 'Aceptando que los terrenos de que se trata en este pleito puedan considerarse como realengos, veamos si Andrés Calvo había ya adquirido un título cuando se dirigió al Gobierno de acuerdo con la ley especial sobre la materia. Que él no tenía ninguna concesión de la junta superior de repartimiento de terrenos baldíos, es evidente. Veamos si tenía algún derecho adquirido por prescripción. La posesión de Andrés Calvo, según su propio escrito y según la conclusión a que llega el juez sentenciador después de analizar las pruebas aportadas en este pleito, data del año de 1883 y es bien claro que desde esa fecha a la del 6 de septiembre de 1897, no habían transcurrido los veinte años que el reglamento fija para adquirir los terrenos si se encontraban en cultivo, ni menos los treinta que señala para el caso de que se hallaran incultos. Luego es necesario concluir que tampoco tenía Andrés Calvo en aquella fecha ningún derecho a la propiedad de las tierras adquirido por prescripción, de acuerdo con el reglamento invocado. Y si estudiamos el caso en relación con los preceptos generales del derecho en materia de prescripción, tampoco puede concluirse que fundándose en ellos pueda haberse adquirido por los demandados un título por prescripción. Escriche define la prescripción adquisitiva como el modo de adquirir o hacer suya alguna cosa por tener la posesión de ella todo el tiempo que prefije la ley, y dice, además, que para que tenga lugar esta prescripción, son necesarios, hablando en general, cinco requisitos: 1ro., justo título; 2do., buena fe; 3ro., posesión continuada; 4to., el tiempo tasado por la ley; 5to., la prescriptibilidad de la cosa. (4 Escriche 639.) En estos principios se inspiran (253) tanto las leyes antiguas como el Código Civil Español y el revisado y la Orden Judicial de 4 de abril de 1899. Calvo sabía que lo que estaba desecando eran terrenos públicos y todo lo más que puede admitirse en su favor es que él lo hacía con la esperanza de que el Estado algún día le otorgaría el título de propiedad sobre los mismos. No puede, pues, concluirse que Calvo poseyera como dueño y con justo título las tierras en cuestión. El mismo consignó por escrito en 1897 que estaba dispuesto a abonar de {767} contado la cantidad que se asignara por el referido terreno. Por terrenos que nos pertenecen en plena propiedad, no tenemos que abonar cantidad alguna. Bien se regule, pues, este caso por las Ordenanzas de Montes, bien por el reglamento para la composición de terrenos realengos, o ya se apliquen los preceptos generales del derecho en materia de prescripción, es necesario concluir que Andrés Calvo no llegó nunca a adquirir un título legal de propiedad sobre la parcela desecada, ni pudo, por consiguiente, trasmitirlo a Enrique Calvo, y en tal virtud que la sentencia declaratoria de dominio dictada por la Corte de Distrito de San Juan en 1906 a favor de Enrique Calvo, carece de validez legal. Debe hacerse constar, además, que todas las pruebas relativas a la posesión antigua por parte de Andrés Calvo se refieren a una parcela de 8,470 metros, sin que conste de modo claro y preciso cuándo se desecaron los metros que faltan para llegar a los 12,090 que se acreditaron en el expediente de dominio. La diferencia, que alcanza a más de 3,500 metros, tuvo necesariamente que desecarse después del año de 1883. Al fijar los derechos del demandado en este caso con referencia a la cuestión de prescripción, sólo podemos considerar los hechos acaecidos hasta el año de 1898 en que cesó la soberanía española en esta Isla y comenzó la americana. A partir de esa fecha, no era posible adquirir por prescripción los terrenos de que se trata en este pleito ....' (Énfasis nuestro.) En la opinión de mayoría se dijo que a partir del 1898 (debió decirse: 'a partir de (254) 1 de julio de 1902') la prescripción no corría. Pero eso se dijo en relación con los terrenos de que se trata en este pleito. --pág. 1081--Es decir los 'terrenos baldíos, realengos o montes del estado,' de cuya naturaleza participaba la parcela litigada que era parte de los manglares del Estado. Para abundar en ese fundamento jurídico que constituye el ratio decidendi de la opinión, es que se inserta, la transcrita oración en que el Juez Córdova Dávila usa la frase 'aplicando la misma regla'. No se resolvió que tal regla o máxima fuera aquí obligatoria o aplicable sin un estatuto expreso y especial autorizándolo, como la citada disposición constitucional de Luisiana {768} o la Sec. 5517 de los estatutos revisados de Tejas, que dejamos transcrita. Pero tal aplicación no era posible, por el fundamento jurídico insoslayable que adoptamos al hacer nuestra la segunda parte del párrafo del juez sentenciador que dice: '... La Asamblea Legislativa, sin embargo, ha consignado este precepto [el de la máxima de derecho común inglés] en el Código Político, cuyo artículo 9 dice de modo claro y terminante, que no puede adquirirse título a terrenos baldíos insulares por la posesión adversa de los mismos.' (Énfasis nuestro.) Jamás este Tribunal Supremo dio al Art. 9 del Código Político en el caso de El Pueblo v. Dimas, un alcance general ni extendió o amplió su ámbito o esfera de aplicación, a terrenos válidamente cedidos por la Corona de España, inscritos en el Registro desde el 1883, dedicados pública y constantemente al cultivo de pastos para la agricultura del país, edificados y a la industria de cal y productos de construcción, durante 26 años bajo la bandera española y 65 años bajo la norteamericana. Hasta ahora nadie ha intentado demostrar, ni es posible intentarlo racionalmente, que los islotes son terrenos baldíos o realengos. No haremos referencia a los últimos puntos sobre la cosa juzgada y la reconvención de Calvo porque ningún interés tienen a los fines del presente recurso. Ni el Juez Gill ni el Juez Córdova Dávila, ni el Juez del Toro, en sus respectivas ponencias, llegaron a la conclusión general e incondicional de que todos 'los terrenos (255) del pueblo de Puerto Rico no pueden adquirirse por prescripcion.' nO se arriesgaron a ello porque el estado de las legislaciones envueltas, española, congresional y puertorriqueña, no lo hubiera permitido. Se refirieron, como dijo el Juez del Toro, 'a los terrenos de que se trata en este pleito.' Y ellos sabían que para enmendar, alterar o revocar nuestro instituto español de prescripción adoptado por el gobierno militar, el Presidente y el Congreso de los Estados Unidos, {769} y continuado intacto por la Legislatura de 1902, era necesario e indispensable otra ley aprobada válidamente, '...por la autoridad legislativa creada por la presente para Puerto Rico, o por una ley del Congreso de los Estados Unidos.' (Sec. 8, Carta Orgánica de 1900.) Y ellos sabían, que no se había adoptado por ley alguna, en términos generales y amplios, el precepto de nulla temporis ocurrit regi, sino con alcances, virtud y eficacia restringidísimos, a un espacio superficial de Puerto Rico, que no cubría 1/25 del 1% de su territorio, es decir, a sus terrenos baldíos, casi compuestos hoy por los escasos manglares y montes del Estado. Y el Juez Córdova Dávila resolvió que ello era así por imperio del '... Código Político, cuyo artículo 9 dice de modo claro y terminante, que no puede adquirirse título a terrenos baldíos insulares por la posesión adversa de los mismos.' Y precisamente, esa es, y ha sido nuestra posición en este recurso. Que, única y exclusivamente, están fuera del alcance de la prescripción, aquellos terrenos patrimoniales del Estado, que positivamente puedan clasificarse como terrenos baldíos. Los demás bienes patrimoniales o de propiedad particular o privada del Estado, que se encuentran en el comercio de los hombres, como son los islotes Hicacos y Ratones, sí están cubiertos por o al inmediato alcance de nuestro estatuto prescriptivo. La decisión de El Pueblo v. Dimas, antes de ser contraria a la tesis de la usucapión fiscal la apoya, defiende y sostiene. Tomando en cuenta sus particulares hechos y circunstancias, no se puede considerar un precedente apropiado para combatir nuestra posición, sino para sostenerla. El sin embargo es la clave del verdadero pensamiento jurídico del Juez Córdova Dávila que hicimos nuestro. Como parte de la 'biografía procesal' del caso de El Pueblo v. Dimas, agregaremos, (256) que el apelante Honorato Andrés García interpuso {770} apelación de nuestro fallo para la Corte Suprema de Estados Unidos, el 18 de diciembre de 1914 bajo la firma del ilustre jurista Eugenio Benítez, en ese día. A los fines de ese nuevo recurso, formuló un 'Pliego de Errores', alegando la comisión, por la mayoría que decidió, de 17 errores. No llegó a discutirse el recurso ante la Corte Suprema federal, porque las partes suscribieron 'cierto convenio de transaccion', el 30 de junio de 1915, suscrito por el Attorney General de Puerto Rico y el Comisionado del Interior, de una parte, y por Luis Sánchez Morales y el apelante Honorato Andrés, de la otra parte, a virtud del cual, por una de sus estipulaciones, éste se comprometió a desistir, y desistió, de su recurso, el 2 de julio de 1915. Jurisprudencia Posterior a Pueblo v. Dimas Pueblo v. Dimas establece, ratifica o rechaza diversas doctrinas, principios, máximas y postulados, substantivos o procesales, sobre variadas materias de Derecho, tales como: orígenes, fuentes y naturaleza de títulos sobre propiedades del Estado; clasificación y características de las mismas; cesiones y reservas congresionales y presidenciales; título o derecho eminente del Estado; propiedad específica sobre manglares, terrenos baldíos, bienes realengos y montes del Estado; propiedades de uso común, uso público, dominio público, y, patrimoniales del Estado; la previa acción anulatoria del título y la reivindicatoria; prescripción contra el Estado; defensa de tercero hipotecario contra el Estado; eficacia de cosa juzgada de resoluciones en expedientes de dominio; formas y reglamentos anteriores para adquirir bienes inmuebles del Estado, etc. En los 56 años de jurisprudencia siguiente a esa decisión, es decir, hasta diciembre de 1968, la misma ha sido citada, aplicada o comentada en relación con sus variados pronunciamientos, en los 18 casos siguientes: (1) Pueblo v. Municipio de San Juan, 19 D.P.R. 656, 667 (Del Toro) {771} (1913); (2) Pesquera v. Fernández, 22 D.P.R. 53, 67 (Del Toro) (1915); (3) Pueblo v. Riera, 27 D.P.R. 1, 4 (Aldrey) (1919); (4) Pueblo v. Sucn. Vald és, 31 D.P.R. 223, 233 (Hutchison) (1922); (5) Pueblo v. Esteves, 36 D.P.R. 407, 408 (Del Toro) (1927); (6) González Rodríguez v. Fumero, 38 D.P.R. 556, (257) 570 (Texidor) (1928); (7) Miranda v. Municipio de Aguadilla, 39 D.P.R. 467, 470 (Hutchison) (1929); (8) Fajardo Sugar Growers Ass'n. v. Kramer, 45 D.P.R. 348 (Del Toro) (1933); (9) González v. Col ón, 49 D.P.R. 557, 558 (Córdova Dávila) (1936); (10) Sucn. Tra ís v. Porto Rico Leaf Tobacco Co., 50 D.P.R. 91, 95 (Hutchison) (1936); (11) Pueblo v. Rojas, 53 D.P.R. 121, 131 (Travieso) (1938); (12) Rivera v. Sucn. Collazo, 56 D.P.R. 736, 747 (Del Toro) (1940); (13) Gobierno de la Capital v. Casino Español, 56 D.P.R. 790, 801 (Del Toro) (1940); (14) Moore v. Corte, 59 D.P.R. 620 (Del Toro) (1941); (15) Pueblo v. Del Valle, 60 D.P.R. 184, 191 (Todd, Jr.) (1942); (16) Jiménez v. Municipio, 70 D.P.R. 517, 519 (Todd, Jr.) (1949); (17) Mario Mercado e Hijos v. Comisi ón, 73 D.P.R. 589, 594 (Marrero) (1952); (18) Sucn. Marrero v. Santiago, 74 D.P.R. 816, 820 (Marrero) (1953). En muchos de ellos se da al caso de Dimas un alcance doctrinal que no puede atribuírsele. Algunos casos posteriores a Dimas Digamos algo sobre los casos de Pueblo v. Municipio de San Juan, 19 D.P.R. 656 (1913); Miranda v. Municipio de Aguadilla, 39 D.P.R. 467 (1929); Pueblo v. Rojas, 53 D.P.R. 121 (1938); Jiménez v. Municipio, 70 D.P.R. 517 (1949). La naturaleza y características de las propiedades envueltas en estos cuatro casos, con excepción, hasta cierto punto, del caso de Rojas, no es la misma que la naturaleza y características de los manglares o terrenos baldíos objeto del litigio en Pueblo v. Dimas. En ellos no se analiza ni discute esta decisión, simplemente se hace {772} referenciaa ella, a modo de mera advertencia de que ya habíamos resuelto que 'no prescriben los bienes del Estado.' Estas simples alusiones a esa decisión, desde luego, no implican válidas modificaciones o extensiones de la ratio decidendi en el caso de Dimas. Si en ellos hubiéramos aplicado los originales Arts. 328, 329, 1831, 1833, 1837, 1839, 1858, 1860, 1862 y 1864, de nuestro Código Civil de 1902 y el Art. 9 del Código Político tal como fue interpretado en el caso de Dimas, jamás hubiéramos dicho en términos absolutos y generales que la prescripción no corre contra el Estado en ningún (258) caso. Comitimos un imperdonable error jurídico en, a la ligera, así afirmarlo en esos casos posteriores. El Gobierno Militar, establecido el 18 de octubre de 1898, por su Orden General Núm. 1, autorizó la continuación de la vigencia de 'las Leyes provinciales y municipales hasta donde afectaran la determinación de derechos privados correspondientes a individuos o propiedades.' La soberanía americana, en su orden político, empieza con el Tratado de Paz, firmado en París el 10 de diciembre de 1898. En su Art. VIII se dispuso que la cesión que España hacía a los Estados Unidos de la Isla de Puerto Rico. '... en nada puede mermar la propiedad, o los derechos que correspondan con arreglo a las leyes, al poseedor pacífico de los bienes de todas clases de las provincias, municipios, establecimientos públicos o privados, corporaciones civiles o eclesiásticas, o de cualesquiera otras colectividades que tienen personalidad jurídica para adquirir y poseer bienes en los mencionados territorios ... cedidos y de los individuos particulares, cualquiera que sea su nacionalidad.' (Énfasis suplido.) Y todo esto se estipula y ordena en esos históricos documentos, a sabiendas de que Puerto Rico vive bajo un avanzado sistema de Derecho civil, codificado, desde el 1 de enero de 1890 y de que entre los modos legítimos de adquirir la propiedad patrimonial o privada del Estado estaba la usucapión, con arreglo al Código Civil {773} de ese año y a los distintos Reglamentos para adquirir los bienes realengos del Estado. Y el 12 de abril de 1900, el Congreso de los Estados Unidos y su Presidente, en uso de sus poderes constitucionales sobre territorios, adoptan, enmiendan y autorizan la continuación ininterrumpida de la vigencia en el territorio de Puerto Rico, de todas 'las leyes y ordenanzas de Puerto Rico actualmente en vigor.' Entre esas leyes está el Código Civil español de 1890, con su instituto de la usucapión, que sólo queda derogado por el Código Civil revisado de 1 de julio de 1902, estatuto en que se vacía, total y literalmente, los preceptos españoles de prescripción contra los bienes patrimoniales y privados del Estado, con la especial (259) excepción de los terrenos baldíos señalada en la final oración del Art. 9 del Código Político que también empieza a regir ese mismo día. Y siguen aún rigiendo, después del 1 de julio de 1902, los términos prescriptivos del Código Civil español, cuando ha empezado la prescripción a correr antes de esa fecha y bajo su imperio, con arreglo al Art. 1840 del Código Civil Revisado de 1902 que dice: 'Artículo 1840.--La prescripción comenzada antes de la publicación de este Código se regirá por las leyes anteriores al mismo....' Las disposiciones transitorias del nuevo Código aseguró y protegió todos los derechos substantivos nacidos al amparo de la legislación anterior. Ya hemos visto cómo el Acta Jones de 1917 protegió tales derechos. Nuestra Constitución le da rango constitucional a el derecho al disfrute de la propiedad y prohíbe su gratuita expropiación o lesión. En medio de todo, se aprueba la última oración del Art. 9 del Código Político, que confirma nuestro estatuto general de prescripción contra el Estado, excluyendo clara y terminantemente, como dijo el Juez Córdova Dávila, de esa regla general, únicamente a los terrenos {774} baldíos, que comprenden pantanos, manglares, terrenos realengos, terrenos sin dueños en tiempo alguno y montes del Estado. Después está la Corte de Circuito de Apelaciones, Primer Circuito, fallando el caso de Fortuna Estates, que relacionamos en las págs. 742 y 743, en donde se resolvió, ya en el año 1922. '... the United States by continuing Section 1957 [prescripción ordinaria] in force sanctioned the acquisition of a prescriptive title against it.' (Énfasis nuestro.) Volvemos a decir, con vista a la legislación relacionada, que si esto se resolvió por un tribunal de jerarquía judicial superior a la nuestra, por jueces americanos, contra su propio gobierno federal, ¿con qué derecho se nos ocurre decir que el estatuto de (260) prescripción de bienes patrimoniales o privados del Estado desapareció con el cambio de soberanía, cuando entonces adquirió mayor pujanza, fuerza y eficacia, al hacerlo suyo, un Tratado de París, un Gobierno Militar, un Congreso federal, una Comisión Codificadora y una Asamblea Legislativa de Puerto Rico? En fin de cuentas, lo que acertadamente podemos afirmar es que, a partir del 1 de julio de 1902, no podrán ser adquiridas por posesión adversa, los terrenos baldíos del Estado y que el transcurso del término prescriptivo sobre terrenos baldíos comenzado antes de esa fecha, pero no consumado al 1 de julio de 1902, quedó de derecho interrumpido, al declararse legalmente imprescriptibles los terrenos baldíos del Estado. Volvamos a los cuatro casos antes citados en los que, a veces, se hacen equívocas referencias al caso de Pueblo v. Dimas. En Pueblo v. Municipio de San Juan, 19 D.P.R. 656, 657 (1913), la cuestión fundamental discutida y resuelta fue si era válida la {775} cesión hecha al Ayuntamiento de San Juan por el Capitán General M. Macías, Gobernador General de la Isla, el 7 de setiembre de 1898, de un solar que pertenecía a la reserva del ramo de guerra de la nación española. Se resolvió que la cesión era inválida por que el Gobernador General carecía de autoridad para hacer tal cesión y 'decidir por sí solo este asunto.' El pleito de reivindicación fue fallado en contra del Municipio de San Juan, pero reconociéndose al municipio como propietario del edificio construido sobre el solar del Pueblo de Puerto Rico. La solución final fue: 'Decidiendo el pleito, pues, de acuerdo con la ley, se impone la confirmación de la sentencia apelada, en cuanto a la reivindicación de los terrenos cedidos por el Gobernador General de Puerto Rico al Municipio de San Juan.' (pág. 667.) Citando a Pueblo v. Dimas, dijimos, que 'las cesiones se verificaron en 1898 y en ese mismo año cesó la soberanía española en Puerto Rico,' y que después de (261) comenzada la nueva soberanía 'dicho medio de adquisición de propiedad no estaba autorizado en contra de los Estados Unidos, ni en contra de Puerto Rico.' Como autoridad para ello sólo descansamos en esa alusión a Pueblo v. Dimas. Ya sabemos cual fue el tipo de terreno envuelto en el caso de Dimas y lo que allí se dijo sobre los terrenos baldíos. También sabemos lo que en 1922 se resolvió en Fortuna Estates, por un Tribunal federal con poder entonces para revocar, anular y alterar nuestras decisiones: '...the United States by continuing Section 1957 in force sanctioned the acquisition of a prescriptive title against it.' En Miranda v. Municipio de Aguadilla, 39 D.P.R. 467 (1929), se trataba de 'un procedimiento para establecer ...título sobre cierta casa y solar ubicados en el Municipio de Aguadilla.' Éste se opuso alegando que el solar en cuestión formaba parte de un predio mayor suyo que se le había traspasado por una Ley aprobada el 3 de agosto de 1923. {776} Se indicó en la opinión, claramente, que no se trataba de terrenos baldíos: 'La ley describe una faja de terreno que linda por el poniente con la zona marítima y por el sur con el Cañito'. Tal descripción no prueba que el terreno quede sumergido bajo el agua cuando la marea está alta, o de que sea un manglar, o de que haya sido saneado.' (Énfasis nuestro.) (pág. 470.) También se consignó en la opinión del Juez Hutchison: 'El peticionario estableció un caso prima facie de posesión por prescripción durante un término de más de treinta años, y de posesión de buena fe y con justo título durante la mayor parte de ese tiempo. Su título por prescripción, de acuerdo con el artículo 1858 del Código Civil, había sido perfeccionado antes de que el municipio adquiriera interés alguno en la parcela mayor que éste ahora reclama. La ley de la Legislatura autorizando al Comisionado del Interior a traspasar una faja de terreno que no se había demostrado que pertenecía al Pueblo de Puerto Rico al tiempo de esa autorización, no (262) interrumpió el transcurso del período estatutorio que aún no había expirado, ni despojó al peticionario de un título previamente adquirido.' (pág. 471.) El fallo apelado fue revocado. A la página 470, se hace referencia a la 'teoría del juez sentenciador,' en un párrafo que dice: 'La corte inferior desestimó el procedimiento fundándose en que el título de bienes inmuebles no puede ser adquirido mediante prescripción contra los Estados Unidos o El Pueblo de Puerto Rico. La teoría del juez sentenciador fue que la propiedad en cuestión había pasado de la corona de España a los Estados Unidos de acuerdo con el Tratado de París, y de los Estados Unidos al Pueblo de Puerto Rico por virtud de las distintas leyes del Congreso a que hacen referencia los casos de El Pueblo v. Dimas, 18 D.P.R. 1061; y El Pueblo v. Municipio de San Juan, 19 D.P.R. 656. Esta teoría asumió que hasta el momento del cambio de soberanía, la corona de España jamás se había desprendido de su título sobre el predio de terreno ahora en controversia. Pero no hay base satisfactoria alguna para tal conclusión en el presente caso.' {777} Pueblov. Rojas, 53 D.P.R. 121 (1938). En este caso se trata de una reivindicación de 'ciertos terrenos baldíos, cubiertos de monte casi en su totalidad, inventariados con vista de los antecedentes existentes en los archivos de la Secretaría Civil en marzo de 1900.' (Énfasis nuestro.) (pág. 125) La prueba demostró que esos terrenos baldíos figuraban en el Expediente Núm. 10 del Departamento de lo Interior, titulado 'Inventario de los montes públicos y terrenos baldíos propiedad del Estado existentes en la Isla. (Énfasis nuestro.) [pág. 125.] ...y que esos terrenos, con otros, habían sido mensurados y deslindados por la Corona de España por los años de 1879 a 1883, declarados montes del Estado y ocupado y poseído por el Estado en todo momento; que el terreno en litigio también había sido deslindado en 1923 y que estaban comprendidos dentro de los montes 'De la Vaca Muerta' y 'La Cuchilla del Prelado." (pág. (263) 128.) El tribunal sentenciador declaró con lugar la reivindicación y confirmamos su fallo. La prescripción alegada encontró un obstáculo legal infranqueable en el Art. 9, última oración, del Código Político, tratándose de terrenos baldíos. En ese aspecto, era de aplicación lo dicho en Pueblo v. Dimas. En Jiménez v. Municipio, 70 D.P.R. 517 (1949), este Tribunal, dejó un poco a un lado la exagerada tendencia americanizante que afloró en las primeras dos décadas de este siglo en nuestras decisiones, con la simple adaptación de máximas y estatutos angloamericanos y fallos de jueces que formaron parte de 'las fuerzas para americanizar la isla,' a que se refiere la Comisión Codificadora de 1901, en su Informe al Congreso. Véase pág. 27, vol. I, partes I, II y III. Como estaba ya resuelto en Gobierno de la Capital v. Casino Espa ñol, 56 D.P.R. 790 (1940), ponencia del Juez Presidente Del Toro, {778} resolvimos en Jiménez v. Municipio, supra, que los bienes patrimoniales pertenecientes a los municipios, que son bienes de propiedad privada, pueden ser adquiridos por posesión adversa. También allí dijimos que los derechos de carácter público, la propiedad poseída para uso público o por virtud de fideicomisos, por el contrario, no estaban sujetos a la usucapión. Hace tiempo que lo mismo debió decirse respecto a los bienes del gobierno de Puerto Rico, al igual que se dijo, nada menos que respecto a los bienes patrimoniales del gobierno de los Estados Unidos, por la Corte de Circuito de Apelaciones del Primer Circuito. No hay razón válida aquí para establecer esa antijurídica distinción. Como hemos visto la regla de los casos del Casino Español y de Jiménez es la misma en casi todos los Estados de la Unión, no obstante las disposiciones constitucionales y estatutarias en contrario, como en Luisiana. El derecho permite la usucapión de bienes patrimoniales del Estado, poniendo en pie de igual, sin privilegios odiosos, al ciudadano con el Estado. No se trata de la usucapión de bienes que no están dentro del comercio de los hombres, como las calles, (264) plazas, parques públicos, hospitales, alcaldías, cárceles y demás bienes destinados al uso público. Se trata de la usucapión de propiedad privada del Estado, adquirida y poseída como los bienes individuales y privados de cualquier ciudadano y que por no ser terrenos baldíos se puede dedicar a fines de utilidad social. La cosa del Estado apta para la usucapión, sostenemos, es su propiedad privada utilizable, buena para la agricultura, la industria y el tráfico y comercio. Por eso es que el Estado ha excluido de la usucapión, como excepción, aquellos bienes suyos que no tienen gran utilidad social, que puedan estar comprendidos entre la clasificación de terrenos baldíos, como los pantanos, los {779} manglares, los montes del Estado y bienes realengos o que nunca han tenido dueño privado. Si se ha poseído como dueño durante el transcurso del término fijado por ley, en las condiciones que ésta señala, ese bien patrimonial, de utilidad social e individual en manos del ciudadano, el buen sentido, aconseja que ese estado posesorio no se perturbe, que se permita reconocerse como transformado, por la absorbente realidad jurídica, en un estado perfecto de derecho. La opinión pública parece repudiar hasta la limitación sobre terrenos baldíos impuesta al estatuto general prescriptivo. En la pasada sesión de la 5ta. Asamblea Legislativa, se presentó por el Senador Ortiz Toro, ex Procurador General de Puerto Rico, el P. del S. 755, para enmendar el Art. 9 del Código Político 'de suerte que las leyes relativas a la prescripción adquisitiva del dominio sobre bienes muebles e inmuebles se apliquen al Estado Libre Asociado en la misma extensión [así se eliminaba la no prescripción de terrenos baldíos] que a las personas particulares.' (Énfasis nuestro.) Ese proyecto, presentado por un legislador de minoría, no podía tener entonces oportunidad alguna de ser considerado; no podía captar el interés jurídico legislativo en un año saturado de preocupaciones electorales como el de 1968. Se proponía en el proyecto que se enmendara el Art. 9 del Código Político de Puerto Rico para que se leyera así: 'Articulo 9.--Si alguna persona, so pretexto de algún derecho incompatible con la jurisdicción del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, usurpare propiedades o terrenos pertenecientes a Puerto Rico, el Secretario de Justicia (265) adoptará las medidas necesarias para expulsar al usurpador; entendiéndose, sin embargo, que las leyes relativas a la prescripción adquisitiva del dominio sobre bienes muebles e inmuebles se aplicarán al Estado Libre Asociado de Puerto Rico en la misma extensión que a las personas particulares.' (Énfasis nuestro.) Posición Actual del Estado Pero aún queda algo más por decir. En otro recurso de revision,{780} Núm. R-65-110, de José Angel Rubert Armstrong, demandantes-recurridos v. El Estado Libre Asociado de Puerto Rico,* sobre reivindicación, resuelto hoy, el demandadorecurrente E.L.A., expuso en su alegato: 'Estos bienes de dominio nacional fueron cedidos por España a virtud del Tratado de París de 1898, Art. VIII. A partir de dicha cesión los bienes del Gobierno no son susceptibles de adquirirse por los particulares mediante prescripción adquisitiva a menos que estos bienes sean patrimoniales, lo cual obviamente no sucede en este caso y que la zona marítima-terrestre es de uso público. Siendo esto así, la demandante no pudo haber adquirido dichos bienes por prescripcion.' (éNfasis nuestro.) En ese caso de Rubert, El Pueblo se acoge a la verdadera y auténtica doctrina del caso de Dimas, es decir, que procede la prescripción contra bienes patrimoniales del Estado, excepto cuando se trata de terrenos baldíos, y, desde luego, cuando también se trata de terrenos de uso común o que están fuera del comercio de los hombres. La falla principal de la jurisprudencia posterior al caso de El Pueblo v. Dimas, repetimos, con pocas excepciones, es haberle atribuido un alcance jurídico a su * Nota de Compilador: 97 D.P.R. 588 (1969). Estado Libre Asociado de Puerto Rico, peticionario v. Tribunal Superior de Puerto Rico, Sala de Expropiaciones, Hon. Pedro Santos Borges, Juez, demandado; Planta de Cal Hicaco, Inc., et al., interventores. (266) doctrina que jamás tuvo, o debió tener, por sus peculiares e individuales hechos y circunstancias. No podemos aprovecharnos de nuestros propios errores ni perpetuarlos conscientemente. Los privilegios ya no pueden ni deben perdurar. Nuestra Asamblea Legislativa de 1902, para después del 1 de julio de ese año-- no a partir precisamente del cambio de soberanía--legisló de un modo especial, categórico, claro y terminante, sobre la problemática de la usucapión contra el Estado, y lo hizo en forma positiva y general, respecto a sus bienes patrimoniales, a través del Código Civil, en su instituto prescriptivo y, en forma negativa, limitadísima y excepcional, respecto a terrenos baldíos exclusivamente, por medio de la segunda {781} oración del Art. 9 del Código Político, cuyo texto es: 'No podrá adquirirse títulos a terrenos baldíos insulares por posesión adversa, o contraria al título de otra u otras personas.' (Énfasis nuestro.) Así se prescribió la única regla que aquí debe gobernar respecto a la materia. Lo menos que podemos hacer, ante un precepto tan claro y libre de ambigüedad, es respetarlo, acatarlo y aplicarlo 'tal como suenan' sus palabras. Advertencia Histórica Sería muy saludable, de vez en cuando, recordar que en el famoso caso de Giménez v. Brenes, 10 D.P.R. 127, 170 (1906), el ilustre Juez MacLeary, al final de su inolvidable disenso, se expresó así: – 'Si para llegar a una correcta decisión de este caso es necesario modificar las opiniones dictadas anteriormente por este Tribunal, que se modifiquen de cualquier modo, o que se anulen si fuere necesario. Al error nunca se le puede convertir en verdad, por más que se insista en él; si se ha seguido un camino equivocado, volvamos sobre nuestros pasos antes de que nos perdamos en el laberinto de los engaños, atrevámonos a proceder correctamente.' (Énfasis suplido.) (267) Figueroa v. Municipio 98 D.P.R. 534 (1970) [Angela Figueroa, et al., demandantes y recurrentes, v. Municipio de San Juan (Gobierno de la Capital de Puerto Rico), demandado y recurrido.] SENTENCIA desestimando un pleito de clase contra el Municipio de San Juan. Revocada en cuanto afecta a cierto inmueble y se dicta la sentencia que procede, dejada sin efecto en cuanto afecta a otro inmueble, devolviéndose el caso al tribunal de instancia para hacer ciertas determinaciones. Sr. Santana Becerra, Juez Asociado: –I– La Base del Pleito (1) Por escritura Núm. 4 otorgada en Ponce el 9 de enero de 1922 ante el Notario M. Alberto Salicrup, comparecieron Don Enrique Adsuar y Boneta por sí y como apoderado de su esposa Doña Rosario Miró; Don Luis de la Cruz y Santiago como apoderado de su hermana Doña Rita de la Cruz y Santiago; Don Casimiro Figueroa y Reyes; Don Sandalio Torres Monge como apoderado de su esposa Doña Angela Figueroa y Reyes; Don José Víctor Figueroa y Reyes; Don Juan Figueroa y Reyes; Don Angel Figueroa Reyes casado con Doña María Siuró y Renta, y procedieron a la división entre ellos de la finca conocida con el nombre de "El Reloj", ubicada en el Barrio de Santurce y que perteneció a los esposos Don Ramón Figueroa y Doña Carmen Reyes Arroyo, según consta en la testamentaría de éstos, inscrita con el número 1824 al folio 82 vuelto del Tomo 64 de San Juan, inscripción 13a. (2) Se describió la finca con una superficie total de 96 cuerdas, 2,732 varas cuadradas, con sus respectivas colindancias por sus puntos cardinales. (3) En virtud de la testamentaría mencionada y de ciertas adquisiciones hechas de otros herederos, los comparecientes vinieron a ser dueños de dicha finca, en determinadas participaciones que no es necesario ahora detallar. (268) (4) En la escritura Núm. 4 mencionada manifestaron los comparecientes que al hacer la división material habían determinado, "para el mejoramiento de la finca en beneficio de todos", diversas calles y una plaza de recreo que fueron descritas en su extensión y trayectorias. A los efectos de este pleito deben mencionarse las siguientes: (a) La Calle "Del Rosario" con una trayectoria de Este a Oeste atravesando las Calles "José Ramón Figueroa", "Labra" y del "Condado", con un ancho de 12 metros y un área superficial de 3661.80 metros cuadros; (b) La Calle "Corchado" con trayectoria de Este a Oeste atravesando las Calles "José Ramón Figueroa", "Labra" y "Condado", con un ancho de 12 metros y un área superficial de 331.20 metros cuadrados. (c) La Calle "Labra", en dirección de Norte a Sur, y la Calle "José Ramón Figueroa", con igual trayectoria de Norte a Sur, partiendo ambas de la Avenida Ponce de León. (5) La porción de terreno dedicada a "Plaza de Recreeo" quedó situada entre las Calles del Rosario con la que colinda por el Norte, la Calle "Labra" por su Oeste, la Calle "Corchado" por el Sur y por el Este en colindancia con terrenos adjudicados en la misma escritura de partición a Doña Rita de la Cruz. Se hizo constar que tenía un área superficial de 4,5000 metros, con una extensión por el Norte a lo largo de la Calle "Del Rosario" de 60 metros 4 centímetros; por el Sur, a lo largo de la Calle "Corchado", 52 metros 6 centímetros; por el Oeste, a lo largo de la Calle "Labra", de 76 metros 33 centímetros y por el Este en su colindancia con Rita de la Cruz, de 74 metros 8 centímetros. (6) En lo que a este pleito respecta, y en pago de sus respectivas participaciones, se adjudicó a Doña Rita de la Cruz Santiago una porción con un área superficial de 8,542.86 metros cuadrados, colindando por el Norte en una distancia de 114 metros 75 centímetros con la ahora Avenida Fernández Juncos; por el Oeste en 78 metros 22 centímetros con la Calle "Labra"; por el Sur en 106 metros 43 centímetros con la Calle "Del Rosario" y por el Este en 76 metros 20 centímetros con la Calle "José Ramón Figueroa". (269) (7) En lo que respecta también a este pleito, se le adjudicó a la misma señora Rita de la Cruz Santiago otra parcela con un área superficial de 3,200.72 metros cuadrados en lindes por el Norte con la Calle "Del Rosario" en una distancia de 46 metros 16 centímetros; por el Oeste en lindes con la "Plaza de Recreo" descrita en el párrafo (5) anterior en una distancia de 74 metros 8 centímetros; por el Sur con la Calle "Corchado" en una distancia de 44 metros 16 centímetros y por el Este con la Calle "José Ramón Figueroa" en una distancia de 72 metros 38 centímetros. [Ver Apéndice del Capítulo, Exhibit 1] –II– La Cuestión Litigiosa (8) El 11 de diciembre de 1962 los recurrentes por sí y en representación de los herederos, causahabientes y cesionarios de las personas que en 9 de enero de 1922 eran dueeños de la finca "El Reloj" y se la repartieron según la escritura Núm. 4 relacionada en el párrafo (1) anterior, interpusieron demanda contra el Gobierno de la Capital de conformidad con la Regla 20.1 de Procedimiento Civil.1 Unieron como Anexo A a dicha demanda una relación que contiene los nombres de las personas herederas, causahabientes o cesionarias de los dueños de la referida finca según la escritura Núm. 4, 71 personas en total, y se hizo constar que la recurrente Angela Figueroa Reyes era la única condueña viva de la propiedad. 1 Comparecieron como demandantes Angela Figueroa Reyes, Alejandro y Carmen Figueroa Maldonado, Carmen Figueroa Collazo, Carlos A. Figueroa Camacho, Roberto y Manuel Figueroa García, Ernesto y Emigdio Figueroa Ortiz, Rafael y José Angel Figueroa Ciuro, todos por sí y en representación y para beneficio de Rosario Miró Vda. de Adsuar, y de todos los miembros y cesionarios de las Sucesiones de José Víctor Figueroa Reyes, Juan Figueroa Reyes, Casimiro Figueroa Reyes, Angel Figueroa Reyes, Enrique Adsuar, Luis de la Cruz y su esposa Rosa Figueroa Reyes, Lydia Figueroa Ortiz, Juan Figueroa Rivera. Alegaron los demandantes que su presencia en el pleito asegura una adecuada representación de todas las personas mencionadas en el Anexo A, y se solicita un remedio común para todos. Ver Regla de Procedimiento Civil 20.1. (270) (9) Se alegó en la demanda que los recurrentes, como herederos, causahabientes y cesionarios de los dueños originales de la finca, párrafos (1) y (3), eran dueños en común pro indiviso de las parcelas descritas en la escritura de partición como "Calle del Rosario" y "Plaza de Recreo"; que bajo el pretexto de haber adquirido dichas parcelas por cesión según la referida escritura Núm. 4 de 9 de enero de 1922 el Gobierno de la Capital había expedido la Certificación Núm. 465 de 7 de abril de 1958 para obtener que se inscribieran ilegalmente a su favor (a) parte de la Calle "Del Rosario" con una cabida de 1212.9462 metros cuadrados, que quedó inscrita al folio 103 del tomo 151 de Santurce Sur, finca 4885, inscripción 1ra.; y (b) parte de la parcela descrita como "Plaza de Recreo" con una cabida de 3735.7278 metros cuadrados, que quedó inscrita al folio 102 del tomo 151 de Santurce Sur, finca Núm. 4884, inscripción 1ra.; todo ello sin consentimiento ni intervención de los legítimos dueños. (10) Se alegó que ilegalmente y por la escritura Núm. 17 otorgada en San Juan el 4 de junio de 1958 ante la Notario Margarita Landrau, el Gobierno de la Capital agrupó las referidas dos parcelas con otras más para formar otra finca con una cabida superficial de 12,019.4567 metros cuadrados, en lindes por el Norte con terrenos de Texaco Service Station, Blanco Auto Service y J.J. Gerardino; por el Sur con la Calle "Corchado"; por el Este con la Calle "Figueroa" y por el Oeste con la Calle "Labra", finca esta que quedó inscrita al folio 134 del tomo 151 de Santurce Sur con el número 4891. Alegaron que dicha inscripción y sus agrupaciones son nulas por carecer el Municipio de San Juan de título alguno sobre dichas parcelas. (11) Por una segunda causa de acción alegaron los recurrentes que por las Ordenanzas Núms. 84 de 1956-57 y 33 de 1957-58 relativas a la "Plaza de Recreo" y a parte de la Calle "Del Rosario", el Municipio de San Juan entró ilegalmente en la posesión de las referidas parcelas, de mala fe y sin justo título sobre ellas, y ha derivado frutos civiles. (12) Por una tercera causa de acción alegaron los recurrentes que el Gobierno de la Capital ha pretendido vender la finca agrupada de 12,019.4567 metros cuadrados, y que para facilitar dicho traspaso obtuvo la aprobación de la Ley Núm. 9 de 15 de mayo de 1962 dispensándole del requisito de subasta; y que el Municipio carece de poder para vender, con o sin ssubasta, la referida finca. (271) (13) Solicitaron los recurrentes la nulidad y cancelación en el Registro de las inscripciones a favor del Gobierno de la Capital relativas a dichas parcelas "Plaza de Recreo" y Calle "Del Rosario"; la nulidad de la escritura de agrupación Núm. 17 de 14 de junio de 1958 ya referida, así como la nulidad de la Certificación del Municipio de San Juan Núm. 465 de 7 de abril de 1958; que el tribunal ordenara al Municipio de San Juan la entrega a los recurrentes y personas representadas por ellos de las referidas dos parcelas con la devolución de frutos derivados desde 1956 a 1957 e intereses, y que se prohibiera al Municipio la enajenación de dichas fincas. Solicitaron además los recurrentes que por tratarse de un "pleito de clase" el tribunal fijara los honorarios de sus abogados. (14) La demanda fue negada y las partes suscribieron una estipulación en virtud de la cual sometieron la prueba documental que debía ser aceptada como evidencia de ambas partes o como evidencia de alguna de ellas. Entre esta evidencia aparecen ciertas constancias del Pleito Civil Núm. R-5777 seguido ante el entonces Tribunal de Distrito de San Juan por Angela Figueroa Vda. de Torres Monge por sí y en representación de otros de su clase, contra el Gobierno de la Capital, sobre "Compensaciones y Daños". (15) Estipularon las partes que las descripciones de la "Plaza de Recreo" y de la parte de la Calle "Del Rosario" en litigio eran las que resultan del hecho primero--letras "B" y "C" respectivamente--de la escritura Núm. 17 otorgada en 4 de junio de 1958 ante la Notario Margarita Landrau, excepto que los demandantes alegan que parte de los terrenos al sur de la Calle "Del Rosario" son de su propiedad y no del Gobierno de la Capital, por lo cual debían figurar ellos como colindantes por la parte Sur.2 Igualmente estipularon que la cabida exacta de la parcela en litigio sería determinada mediante una mensura y deslinde posterior a sentencia en caso de que la sentencia que se dictare en el pleito fuera favorable a los demandantes-recurrentes. 2 En esta escritura se describió la "Plaza de Recreo" con una cabida de 3735.7278 metros cuadrados y la parte de la Calle "Del Rosario" con una cabida de 1212.9462 metros cuadrados. La parte de la Calle "Del Rosario" en litigio es la manzana comprendida entre las Calles "Labra" y "José Ramón Figueroa". (272) (16) Estipularon además que una serie de actos oficiales einscripciones que detallaron, incluyendo la agrupación hecha por la escritura Núm. 17 de 4 de junio de 1958 para formar la finca 4891, que se refieren todos a ciertos predios de terrenos identificados y descritos de diversas formas y con distintas cabidas, comprenden entre ellos el pedazo de la Calle "Del Rosario" reclamado en la demanda, así como la "Plaza de Recreo". (17) Finalmente estipularon que el pedazo de la Calle "Del Rosario" en litigio y la "Plaza de Recreo" estuvieron dedicados al mismo uso público a que estaban dedicados cuando se dictó la sentencia en el caso R-5777 en el año 1948, y hasta la fecha en que los mismos fueron retirados del uso público por el Municipio de San Juan en el año 1957. (18) Con esta estipulación y la prueba documental ofrecida y con un breve testimonio oral del testigo Ernesto Figueroa respecto a que las personas mencionadas en el Anexo A de la demanda eran los sucesores, causahabientes o cesionarios de los dueños originales de la finca, quedó sometido el caso. De la prueba documental en el récord, surgen los siguientes hechos: i. Por escritura Núm. 159 de 12 de diciembre de 1923, otorgada en Ponce ante el Notario Felipe Colón Díaz, los esposos Don Luis de la Cruz Santiago y Doña Rosa Figueroa Reyes adquirieron de Doña Rita de la Cruz Santiago las parcelas de 8,542.86 m/c y 3,200 m/c adjudicadas a ésta, descritas en los párrafos anteriores (6) y (7) marcadas en el Plano "A" y "B". Estas fincas quedaron inscritas a favor de los esposos De la Cruz-Figueroa Reyes en el Registro de la Propiedad. ii. Por escritura Núm. 6 otorgada en San Juan el 16 de enero de 1928 ante el Notario José Martínez Dávila, los esposos Luis de la Cruz y Rosa Figueroa Reyes segregaron de la parcela "A" de 8,542.86 m/c una porción de 5,313.44 m/c en lindes al Norte, en 110.59 metros con la finca principal de donde se segrega; al Este, en 48.20 metros con la calle "José Ramón Figueroa"; Sur, en 46.16 metros primero con el propio Luis de la Cruz (Parcela "B") de 3,200.72 m/c y segundo, en 60.04 metros con el Municipio de San Juan (Plaza de Recreo). iii. Por la misma escritura Núm. 6 los esposos De la Cruz-Figueroa manifestaron (273) que la anterior parcela segregada colindaba con la otra "B" de su propiedad de 3,200.72 m/c y que formando ambas un solo cuerpo, procedieron a agruparlas en otra distinta que describieron como de 8,530 m/c [8,514.16 m/c] en lindes al Norte en 110.59 metros con la finca principal; al Sur, en dos alineaciones en forma de martillo de Este a Oeste, la primera de 44.16 metros en lindes con la Calle "Corchado" y la segunda de 60.04 metros en lindes con la "Plaza de Recreo"; al Este en 120.58 metros con la Calle "José Ramón Figueroa"; y al Oeste, en dos alineaciones en forma de martillo de Sur a Norte, la primera de 74.08 metros en lindes con la "Plaza de Recreo" y la segunda de 38.22 metros con la Calle "Labra". iv. Así agrupadas en una sola finca, los esposos De la Cruz-Figueroa vendieron esta porción de 8,530 [8,514.16] metros cuadrados al Municipio de San Juan al precio unitario de $6.00 el metro cuadrado y un total de $51,180. v. La anterior compra fue autorizada por Resolución Núm. 365 del Municipio de San Juan del año 1928, según enmendada por la Resolución Núm. 372 del mismo año. No obstante lo anterior, por Ordenanza posterior Núm. 72 de 27 de junio de 1929 se autorizó idéntica adquisición, y se otorgó de nuevo la escritura Núm. 12 de 15 de agosto de 1929 ante el Notario Edelmiro Martínez Rivera adquiriéndose la misma propiedad por el Municipio, sin que ni la Ordenanza Núm. 72 ni esta escritura hicieran relación o mención alguna a la Resolución Núm. 365 y a la escritura Núm. 6 anterior. En la parte expositiva de la Ordenanza Núm. 72 se expresa que el Sr. Luis de la Cruz donó al Municipio de San Juan y éste había aceptado la parcela de 4,500 m/c (Plaza de Recreo) colindante con esta propiedad. Nada hay en la prueba sometida que acredite que Don Luis de la Cruz o su esposa Sra. Rita Santiago fueran dueños en algún momento antes de la parcela "Plaza de Recreo" supuestamente donada por él al Municipio. vi. Surge en forma indubitada de la anterior escritura Núm. 6 ante el Notario Martínez Dávila, y luego de la Núm. 12 ante el Notario Edelmiro Martínez Rivera, que la segregación y agrupación ahí realizadas incluyeron la porción de la Calle "Del Rosario" entre "José Ramón Figueroa" y "Labra", no obstante haberse separado este predio para calle en la escritura Núm. 4 de 1922 de división material de la finca "El Reloj", y que dicha porción no fue allí adjudicada a ninguno de los copartícipes. (274) vii. La prueba en el récord no contiene las constancias del Registro a este respecto, ni contiene la cabida del remanente de la finca principal--Parcela "A" del Plano--de donde se hizo la segregación. En esas circunstancias no estamos en condiciones de determinar si al adquirir título sobre esta propiedad así agrupada el Municipio era o no un tercero según el Registro, y en ausencia de otra prueba, si era o no tercero civil de buena fe en lo que respecta al título sobre la porción que comprendía la Calle "Del Rosario" no adjudicada a la persona de quien el Municipio adquirió. viii. Resulta un hecho, en lo que respecta a dicha porción de calle que es una de las dos propiedades aquí en litigio, que el título del Municipio aparentemente no parte de la separación de terreno para calles--Calle "Del Rosario" --en la escritura Núm. 4 de 9 de enero de 1922, sino de las escrituras Núms. 6 de 16 de enero de 1928 y 12, de 15 de agosto de 1929; con sujeción a las impugnaciones que pudieran haber contra dicho título de no haber sido el Municipio un tercero protegido. ix. Por Ordenanza Núm. 85 de 5 de junio de 1957 se autorizó a la Administradora de la Capital a celebrar vistas públicas para retirar del uso público el tramo de la Calle "Del Rosario" entre "José Víctor Figueroa" y la Carretera Estatal Núm. 2 (Labra). Se hace constar en la parte expositiva que dicho tramo siempre había estado agrupado a y formaba parte de un solar del Municipio y que dicha Calle nunca había sido usada como vía pública. Por la Ordenanza Núm. 33 de 7 de agosto de 1957 se retiró del uso público el referido tramo de la Calle "Del Rosario". x. En 18 de diciembre de 1957 la Junta de Planificación rindió el Informe Núm. 58-p-833 sobre agrupación de terrenos del Gobierno de la Capital, que según quedó enmendado por otro de 22 de enero de 1958 autorizó la agrupación de la Parcela "B" del Plano anterior con el remanente de la "A" después de segregaciones para Garage Texaco, Blanco Auto Service y J. J. Gerardino; con la porción de la Calle "Del Rosario" entre "Figueroa" y "Labra", y con la parcela "Plaza de Recreo". Se describió la finca agrupada como parcela con una cabida de 12,019.4967 m/c en lindes por el Norte,, con terrenos de Texaco Service Station, Blanco Auto Service y J. J. Gerardino; Sur, con la Calle "Corchado", Este, Calle "Figueroa" y Oeste, Calle "Labra". Se hizo constar en el Informe que la Calle "Del Rosario" había sido eliminada mediante Ordenanza Núm. 95 de 1955-1956. Se hizo constar, además, que la parte oeste de la Parcela agrupada se estaba utilizando para parque de recreo activo, y que la Junta no (275) tenía objeción a que se retiraran del uso público los terrenos dedicados a parque de recreo y fueran dedicados a uso patrimonial siempre que se cumpliera con los trámites requeridos para actos de esa naturaleza. De este Informe y de su enmienda se tomó razón en el Registro de la Propiedad en 25 de agosto de 1958. xi. Por Certificación Núm. 465 de 7 de abril de 1958, y conforme a los Arts. 31 al 36 del Reglamento Hipotecario según enmendados, el Gobierno de la Capital obtuvo la inscripción a su favor de: (1) la parcela segregada según escritura Núm. 6 de 16 de enero de 1928 ante Martínez Dávila, con una cabida ahora de 3,775.2269 m/c; (2) la parcela en litigio en todo momento descrita como "Plaza de Recreo", con una cabida ahora de 3,735.7278 m/c; y (3) la parcela parte de la calle "Del Rosario" en litigio, con una cabida de 1212.9462 m/c. xii. En la Certificación se le hizo constar al Registrador que la porción (1) se había adquirido en la forma ya dicha, y que las porciones (2) y (3) Plaza y Calle, se habían adquirido por cesión de la Sucn. de Carmen Reyes al Municipio mediante la escritura Núm. 4 de 9 de enero de 1922 ante el Notario Salicrup. Se hizo constar al Registrador que la porción (2) (Plaza) fue destinada desde mucho tiempo al uso público como "Plaza de Recreo" y que por Ordenanza Núm. 84, 1956-57, dicha plaza de recreo se retiró del uso público a patrimonial; que la porción (3) (Calle) fue destinada desde muchos años al uso público trazándose la Calle "Del Rosario" y que por Ordenanza Núm. 33, 1957-58, fue retirada del uso público a patrimonial. xiii. Hemos examinado la Ordenanza Núm. 84, 1956-57, ahí mencionada, y la propiedad en ella descrita a ser retirada del uso público y difícilmente puede conciliarse con la parcela desde el primer momento descrita como "Plaza de Recreo". Se hizo constar finalmente en esta Certificación que el Municipio de San Juan había estado en la posesión de las descritas tres parcelas por más de 30 años quieta, pública y pacíficamente, sin interrupción, y en concepto de dueño "desde la fecha de sus adquisiciones." Estas parcelas fueron inscritas separadamente a favor del Municipio en 15 de agosto de 1958, inscripciones primeras, no obstante que la porción (1) de 3,775.2269 m/c había sido, según el récord, objeto de agrupación con otra, formando un cuerpo distinto. xiv. Por escritura Núm. 17 de 4 de junio de 1958 ante la Notario Margarita Landrau (276) se procedió a la agrupación de las tres porciones descritas en los párrafos xi y xii anteriores y Certificación Núm. 465 de 7 de abril de 1958, más una cuarta parcela de 3295.5558 m/c (la parcela "B" del anterior Plano, de 3200.72 m/c rectificada ahora su cabida) formando una finca distinta que quedó inscrita como finca Núm. 4891 en 25 de agosto de 1958, inscripción 1ra. Esta parcela agrupada se describió con cabida de 12,019.4567 m/c formando el polígono comprendido entre las Calles "Labra" por el Oeste, "Corchado" por el Sur y "Figueroa" por el Este, y en colindancia al Norte con Texaco, Blanco y Gerardino. Se ratificó en esta escritura la procedencia del título de las tres primeras parcelas según fue expresado en la Certificación 465, y se repitió que la Ordenanza Núm. 84 de 1956-57 había retirado la "Plaza de Recreo" del uso público. Repetimos que la descripción de la propiedad hecha en esta Ordenanza no responde a la descripción conocida de la "Plaza de Recreo". En lo que respecta a la cuarta parcela agrupada, que según el récord había sido adquirida por el Municipio por la escritura Núm. 6 de 16 de diciembre de 1928 agrupada a otra, se hace constar ahora que el Municipio la obtuvo por sentencia en el caso Civil Núm. 40,991 sobre Nulidad, etc., entre la Capital como demandante y Cipriano Manrique y otros como demandados, y que aparecía inscrita como finca Núm. 2554. (Esta finca había sido agrupada a otra en la escritura Núm. 6 aludida.) xv. Por las R. C. Núms. 118 de 25 de junio de 1958 y 84 de 6 de junio de 1960, y escrituras Núms. 22 de 5 de septiembre de 1958 y 7 de 8 agosto de 1960, ambas ante la Notario Margarita Landrau, respectivamente, el título de esta parcela de 12,019.4567 m/c pasó al Pueblo de Puerto Rico y de nuevo al Municipio de San Juan. xvi. Por Ordenanza Núm. 46 de 15 de septiembre de 1960 se autorizó a la Administradora de la Capital a vender esta parcela de 12,019.4567 m/c por no tener utilidad pública para el Municipio. xvii. En el Informe 61-C-114 de la Junta de Planificación de 16 de noviembre de 1960 se recomendó favorablemente la venta propuesta por la anterior Ordenanza. Se expresa en el Informe que las oficinas ubicadas en parte de estos terrenos se habían traslado; y que el "área recreativa" había sido sustituida por otras ubicadas en sectores adyacentes; que estos terrenos serían permutados al Negociado de Correos Federal por otro solar, aunque el Correo había desistido de construir su oficina central en ese sitio. Se aprobó el proyecto considerando que el terreno (predio de 12,019.4567 m/c) no (277) tenía uso para el Municipio y que con el producto de la venta podrían atenderse otros programas y siempre que la venta se ajustara a la zonificación vigente. xviii. En igual fecha, 16 de noviembre de 1960, la Junta de Planificación rindió el Informe 61-P-1007, en que reiterando que ya esta propiedad no estaba dedicada al uso público, autorizó su venta (12,019.4567) en tres parcelas segregadas de 4,019.4967 [.4567] m/c y otras dos de 4,000 m/c cada una. Autorizó la segregación ahí envuelta dispensando al Municipio del Reglamento, a fin de que el Registrador inscribiera las parcelas segregadas. xix. Por Ley Núm. 9 de 15 de mayo de 1962, la Asamblea Legislativa autorizó al Municipio la venta de la parcela de 12,019.4567 m/c sin sujeción a subasta, por precio mínimo de $800,000. xx. Según Informe Núm. 62-P-1401 de la Junta de Planificación fechado 14 de marzo de 1962, se autorizó al Municipio de San Juan a arrendar, para fines de estacionamiento, terrenos al Este de la Calle "Labra" esquina "Corchado" descritos como Parcela de 6,011.34 m/c en lindes por el Norte con la Calle "Labra" y J. J. Gerardino, Blanco Auto Service y Estación Texaco; Sur, Calle "Corchado" y terrenos de Autoridad de Acueductos y Alcantarillados y Municipio de San Juan; Este, con Municipio de San Juan y Gerardino, Blanco y Texaco, y Oeste, Calles "Labra" y "Corchado" y Autoridad de Acueductos. Presumiblemente, esta parcela de 6,011.34 m/c forma parte del polígono de 12,019.4567 m/c antes descrito y, posiblemente, aunque no podemos decirlo con exactitud dada la anterior descripción, la "Plaza de Recreo" o parte de ella y la porción de la Calle "Del Rosario" en litigio, están igualmente incluidas. xxi. En 22 de enero de 1964 la Junta de Subastas del Municipio de San Juan adjudicó el arrendamiento de la parcela de 6,011.34 m/c anteriormente descrita para fines de estacionamiento a Arcadio Morales por el canon de $635.00 mensuales. El contrato fue aceptado en 29 de enero de 1964. xxii. En 1 de febrero de 1946, y en virtud de comunicación enviada al Registrador por el entonces abogado del Municipio de San Juan, Lcdo. Fernando B. Fornaris, el Registrador extendió nota al margen de la inscripción de la finca "El Reloj" haciendo (278) constar las porciones separadas para calles en la partición de esta finca. Distinto a otras expresiones en cuanto a la Calle "Del Rosario", en este documento el Municipio hace constar a través de su abogado, que estas calles fueron "abiertas y puestas al servicio o dominio público, han estado y están en uso y aprovechamiento del pro común." En Certificación de 29 de noviembre de 1963 el Registrador certifica que con respecto a las áreas reservadas para calles no se ha practicado segregación alguna, y que la finca "El Reloj"--salvo las segregaciones hechas inscritas como fincas separadas--aparece inscrita a favor de Angela, Juan, José-Víctor, Angel y Casimiro Figueroa y Reyes y de Luis de la Cruz y de Enrique Adsuar Boneta. xxiii. Angela Figueroa Vda. de Torres Monge, por sí y en representación de otros de su clase, interpuso demanda contra el Gobierno de la Capital, fechada 25 de junio de 1945, Civil Núm. R-5777 del anterior Tribunal de Distrito de San Juan, sobre "Compensación y Daños". Alegó que las siguientes personas se encontraban en la misma posición que la demandante: José Víctor Figueroa, Rita de la Cruz Santiago, Casimiro Figueroa, Sucn. Enrique Adsuar, Angel Figueroa Reyes y Juan Figueroa Reyes. xxiv. Se alegó en esta demanda que en momento alguno la demandante ni los otros condueños cedieron, traspasaron o donaron gratuitamente al Municipio de San Juan los terrenos seleccionados para calles dentro de la finca "El Reloj", pero que sin su oposición y mediante el reconocimiento de sus derechos sobre los referidos terrenos así como el de ser compensados por el valor justo y equitativo de los mismos, el Municipio procedió a pavimentar y a dedicar al uso público "algunas" de las calles indicadas; que la Calle "Del Rosario" había sido totalmente suprimida incorporándose parte de ella a un solar propiedad del Municipio y parte a la parcela deslindada para plaza de recreo; que esos terrenos tenían un valor de $250,297.90 sin que el Municipio la hubiera compensado a ella ni a los otros condueños; que no había recibido compensación del Municipio por 2000 m/c que ocupaba la parte de la Calle "Del Rosario" incorporada por el Municipio a otra propiedad suya con un valor esta porción de $30,000; que el Municipio retenía y ocupaba el solar separado para plaza de recreo sin título alguno, así como otra porción de la Calle "Del Rosario" parte de este solar, teniendo ambos 4,000 m/c; que el Municipio había cedido esta propiedad a una entidad privada para el establecimiento de un parque atlético o con otros propósitos, privando a la demandante de esta propiedad, con valor de $80,000. Se solicitó en la súplica que (279) se dictara sentencia obligando al Municipio de San Juan a satisfacer las sumas antes mencionadas. xxv. El Municipio negó los hechos esenciales y entre otras cosas, alegó en su contestación enmendada que Administraciones anteriores habían levantado una edificación de madera sobre un trozo de la Calle "Del Rosario" la cual era removible, sin que tuviera la intención de apoderarse de un trozo de la referida calle por pertenecer a la comunidad en general al haber sido dedicada al uso público; que el Municipio no había incorporado parte de dicha calle a propiedad suya, siendo lo cierto que Luis de la Cruz Santiago había vendido al Municipio por la escritura de 16 de enero de 1928 ante Martínez Dávila una parcela compuesta de 8530 m/c formada por otras dos y que fueron agrupadas como una sola finca incluyendo "fraudulentamente" el área que abarcaba la Calle "Del Rosario" entre las de "Figueroa" y "Labra", con una cabida de 1259.85 m/c; que el Servicio Insular de Parques de Puerto Rico procedió a construir un Parque de Recreo en la parcela destinada a "Plaza de Recreo" según la escritura Núm. 4 de 1922, y que dicho parque era un sitio enteramente público para los fines de su dedicación. En esta demanda se pretendió cobrarle al Municipio de San Juan el valor pecuniario de todas las áreas separadas para calles en la escritura de 1922 de división de la finca "El Reloj" así como el área destinada a "Plaza de Recreo". Posteriormente se enmendó la súplica para que en su defecto se ordenara la devolución y entrega a los demandantes de las referidas áreas. xxvi. El caso Civil R-5777 fue fallado por sentencia de 10 de noviembre de 1948. En sus conclusiones de hecho determinó el Juez Cordovés Arana, entre otras determinaciones basadas en la prueba y en una inspección ocular: 1. Que la Calle "Del Rosario" estaba en parte abierta al público aunque sobre una porción de la misma el Municipio tenía construido un edificio de madera y columnas usado como garage desde 1940 y el cual interrumpía el tráfico por dicha calle. Que existían además otras construcciones del Municipio sobre la misma calle. 2. Que los otorgantes de la escritura Núm. 4 de 9 de enero de 1922 se encontraban en la misma posición legal que la allí demandante. 3. Que la parcela destinada a "Plaza de Recreo" estaba (al dictarse sentencia) (280) abierta al público como un parque atlético administrado por la Comisión de Parques del Gobierno Insular. El terreno del parque era poyaloso o pantanoso y para ser dedicado a parque atlético fue rellenado, nivelado y acondicionado, siendo a la fecha un sitio público en donde habían canchas de tenis y de baloncesto, un diamante para jugar pelota y otros aparatos de diversión para niños. Que estas obras fueron financiadas por el Programa de Emergencia de Guerra (P.E.G.) y auspiciadas por el Servicio Insular de Parques. 4. Que las dos parcelas agrupadas por Luis de la Cruz en la escritura Núm. 6 de 1928 ante Martínez Dávila y la 12 ante Martínez Rivera no colindaban entre sí, estando en medio la Calle "Del Rosario". 5. Que una porción de la Calle "Del Rosario" de 705.93 m/c al Este de la Calle "Labra" había sido incorporada al área del parque y se usaba como tal pero podía ser separada y convertida en calle nuevamente. La Calle "Del Rosario" estaba afirmada en parte y en parte sólo rellenada. 6. Que en relación con la tasación de la finca "El Reloj", los 50,018 m/c destinados a calles y los 4,500 destinados a "Plaza de Recreo" quedaron sin tributar desde el año 1922-23. xxvii. Concluyó en derecho el Juez Cordovés Arana: 1. Que del hecho de que la demandante en aquel caso había renuunciado a su primera causa de acción (en ésta se reclamaba el valor pecuniario de las áreas separadas para calles en el monto de $250,297.90), él podía inferir que ella y los otros habían aceptado que dichos terrenos para calles y plaza fueron "cedidos, traspasados y donados gratuitamente al extinto Municipio de San Juan", y por éste "dedicados al uso público para el cual fueron cedidos, con excepción de un trozo de la Calle `Rosario' y la parcela destinada a plaza." 2. Que de no ser lógica esa inferencia, llegaría a la misma conclusión por resultar de la prueba que los referidos terrenos habían quedado fuera de tributación desde el año 1922-23 por pertenecer los mismos al Municipio que los tenía dedicados al uso público, y por resultar, además, que los dueños de los solares adyacentes a dichas (281) calles habían traspasado muchos de ellos a terceras personas, adquiriendo estos terceros el derecho al uso de esas calles conjuntamente con el público en general. 3. Concluyó el Juez Cordovés que la Calle "Del Rosario", en el trozo comprendido entre las de "Figueroa" y "Labra" había desaparecido totalmente y su superficie de 1259.85 m/c estaba "dedicada por el Gobierno de la Capital a usos distintos a aquellos para los cuales fue donada." Sobre 553.92 m/c de esa área el Municipio tenía edificaciones y los restantes 705.93 los había integrado al Parque Atlético administrado por la Comisión de Parques del Gobierno Insular. 4. Que la parcela donada para "Plaza de Recreo" había sido agrupada a un solar del Municipio junto a los 705.93 m/c de la Calle "Del Rosario" y en esta área se construyó el Parque Atlético financiado con fondos del Programa de Emergencia de Guerra. 5. Concluyó el Juez Cordovés Arana que el Gobierno de la Capital se apartó o desvió de los fines para los cuales "se hizo la dedicación y consagración" en cuanto al referido trozo de la Calle "Del Rosario" y la parcela para plaza pública, si bien en cuanto a ésta, el fin para el cual estaba siendo dedicada no era "inconsistente" con el propósito para el cual "fue donada". Determinó el Magistrado que había una diferencia entre una "Plaza de Recreo" y un "Parque Atlético". Determinó igualmente que en dicha área el Municipio podía construir la "Plaza de Recreo" en la parcela "donada" a este fin y al mismo tiempo conservar el Parque en los terrenos que eran de su propiedad. 6. Finalmente concluyó que estas actuaciones del Municipio no revelaban un abandono suyo de la "dedicación" y que tampoco daban lugar a que los terrenos revirtieran a sus antiguos dueños "ya que su uso continúa siendo del público." Que en cuanto al trozo de la Calle "Del Rosario" dedicado por el Municipio a fines distintos para los que fue "donada" dicha Calle, el Municipio "podría ser obligado al cumplimiento específico de la dedicación, removiendo las estructuras que existen sobre el mismo, que de acuerdo con la prueba pueden ser fácilmente removidas, y reconstruir dicho trozo de calle para abrirlo al públiico." xxviii. Resolviendo, por los fundamentos expuestos, que la allí demandante y personas en posición parecida no tenían base legal para recobrar los terrenos envueltos (282) en ese pleito ni su valor pecuniario, y que el remedio podría ser la acción para obligar al Municipio de la Capital al "cumplimiento específico de las condiciones de la dedicación", se declaró sin lugar la demanda, Civil Núm. R-5777. (19) La Sala sentenciadora en el presente recurso concluyó al disponer del caso: i. Que había identidad de partes entre los aquí demandantes y los demandantes en el pleito R-5777, siendo los ahora demandantes causahabientes de aquéllos, excepto Angela Figueroa que sobrevive. ii. Que existía identidad de cosas con el anterior pleito. iii. Que habiendo quedado establecido en el pleito R-5777, como en éste, que los terrenos en controversia pasaron del dominio privado de los demandantes al dominio público, ya estaba judicialmente adjudicado que los demandantes no son dueños de los predios en litigio. iv. Y "que siendo la sentencia dictada en el caso anterior, R-5777, final y firme, existiendo la más perfecta identidad en los litigantes y sus causahabientes y las cosas y causas objeto del pleito ya que la referida sentencia resuelve definitivamente el asunto del título, es inescapable la conclusión de que procede declarar con lugar la defensa de cosa juzgada. Muñoz v. Pardo (1948); Silva v. Doe (1953); Araújo v. Arenas (1942)." "Pero aun asumiendo que no prosperare la defensa de cosa juzgada, no podría discutirse ni re-litigarse en este pleito la cuestión del título del Municipio sobre los terrenos en controversia ya que el hecho específico del título a favor del Municipio es un hecho esencial (ultimate fact) previamente adjudicado entre las partes en el tantas veces mencionado caso R-5777, el cual no puede ser objeto de nueva litigación bajo la teoría del impedimento colateral por sentencia (colateral estoppel by judgment). Fuentes v. Tribunal de Distrito (1952); Pereira v. Hernández (1961). v. Considerando que el pleito resultaba ser cosa juzgada en cuanto al hecho esencial del título del Municipio, o que había impedimento para impugnarlo por haberse adjudicado ya por sentencia firme, la Sala expresó que creía innecesario fallar otras (283) cuestiones de derecho y procedió a desestimar la demanda. Entre esas otras cuestiones de derecho reservadas mencionó "la reversión de la posesión al donante o sus causahabientes si el uso público es abandonado en cualquier tiempo y por cualquier motivo." –III– Consideración de la Cuestión Litigiosa A. --La Cosa Juzgada. Entre las presunciones que establece el Código Civil--Art. 1204, ed. 1930--se dice que "Contra la presunción de que la cosa juzgada es verdad, sólo será eficaz la sentencia ganada en juicio de revisión."; que para que la presunción surta efecto en otro juicio, "Es necesario que entre el caso resuelto por la sentencia y aquel en que ésta sea invocada, concurra la más perfecta identidad entre las cosas, las causas, las personas de los litigantes y la calidad con que lo fueron." (Énfasis nuestro.) Más adelante: "... que hay identidad de personas siempre que los litigantes del segundo pleito sean causahabientes de los que contendieron en el pleito anterior, o estén unidos a ellos por vínculos de solidaridad o por los que establece la indivisibilidad de las prestaciones entre los que tienen derecho a exigirlas u obligación de satisfacerlas." La presunción de la cosa juzgada tiene bien definidas excepciones en ley, y de orden equitativas. Pérez v. Bauzá (1961); Millán v. Caribe Motors Corp. (1961); Suárez Fuentes v. Tribunal Superior, (1963); Viera v. Comisión Hípica (1960); Tartak v. Tribl. de Distrito (1953); Vidal v. Monagas (1946) y véanse opinión confirmando en 179 F.2d 99, 106; cert. denegado, 335 U.S. 911; Riera v. Pizá (1962); Rodríguez v. Sucn. Pirazzi (1963); Feliciano Ruiz v. Alfonso Develop. Corp. (1968). Surge inicialmente en la consideración de este aspecto del recurso, el problema que señala la manera representativa en que se han interpuesto ambas acciones, la del pleito R-5777 y ésta. La demanda R-5777 no es una interpuesta afirmativamente por todos los otorgantes de la escritura Núm. 4 de 1922 como co-partes en una demanda. (Reglas 19 y 20 de Enjuiciamiento Civil de 1943.) Compareció allí únicamente Angela Figueroa y aparentemente asumió una representación alegando que otras personas (284) mencionadas se encontraban en la misma posición legal y de hecho que la de ella. El Municipio negó esta alegación como cuestión de hecho. Aparentemente esa fue una acción bajo la Regla 23 de 1943, que permitía el pleito de clase. Bajo esa Regla, una persona podía asumir la representación de otras cuando la naturaleza del derecho solicitado a favor o en contra de la clase fuera: "(1) Conjunta, o común, o subsidiaria, en el sentido de que el propietario del derecho primario rehusa hacer valer dicho derecho y un miembro de la clase, por lo tanto, adquiere el derecho a reclamarlo; "(2) Separada y el objeto del pleito sea la adjudicación de reclamaciones que afecten o pudieran afectar una propiedad específica envuelta en la acción; o "(3) Separada y existiere una cuestión común de derecho o de hecho que afectare los distintos derechos y se solicitare un remedio común." (Regla 23, 1943.) Esta Regla le dio aquí vigencia a la Regla 23 de las de Procedimiento Federal. El presente pleito se instó bajo la Regla 20.1 de las de Procedimiento Civil de 1958. En esencia y sustancia es igual a la de 1943, sólo algunos cambios en la exposición.3 En Caguas L. Y., Inc. v. Tribunal Superior seguimos la glosa judicial de otras 3 Al igual que la de 1943, la Regla 23 Federal de 1937 dispone en sus apartados (2) y (3): "(2) Several, and the object of the action is the adjudication of claims which do or may affect specific property involved in the action; or "(3) Several, and there is a common question of law or fact affecting the several rights, and a common relief is sought". En las Reglas de 1958 el vocablo "several" aparece traducido indebidamente como "solidario". (285) jurisdicciones que cataloga la acción de clase bajo el párrafo (1) como la genuina acción de clase; aquella bajo el párrafo (2) como una acción de clase híbrida, y la del párrafo (3) como acción de clase espuria.4 Llegamos a la conclusión de que no es necesario ahora adentrarnos en una consideración y discusión pormenorizada en cuanto a la clasificación en que caen los pleitos aquí llevados, y su efecto en lo que respecta a la cosa juzgada. El récord nos convence, con independencia de los anteriores factores, que no procedía por parte de la Sala sentenciadora sostener la defensa de cosa juzgada, aun en cuanto a la propia Angela Figueroa, única compareciente directa en ambos litigios. La escritura Núm. 4 de 9 de enero de 1922, base del pleito, expresa literalmente: "Que los condueños de la finca El Reloj han tenido diversas conferencias y reuniones para tratar de esta división y últimamente se reunieron en San Juan, en las oficinas del Banco Comercial de Puerto Rico con fecha nueve de Octubre de mil novecientos veintiuno, y acordaron llevar a cabo la división material de una parte de la finca El Reloj antes descrita, determinando al efecto, para el mejoramiento de la finca en beneficio de todos, las diversas calles y plaza de recreo previamente convenidas; las cuales son las siguientes: (Se describen.) (Énfasis puesto.) La anterior es toda la expresión en el récord que serviría de base al criterio de una "cesión" de la propiedad por parte de sus dueños o de una "aplicación" o "destino" de las áreas de calles y plaza "en beneficio de todos." Resolvió el Juez Cordovés y quedó claramente adjudicado en su sentencia, en lo concerniente a la plaza de recreo y a la parte de la calle "Del Rosario" que ahora se litigan, que el Municipio no les estaba dando el uso público para el cual habían sido "cedidas". 4 Para el efecto que cada una de estas clasificaciones tiene en lo que respecta a la presunción de cosa juzgada, véase el conocido estudio de actualidad aún, de James Wm. Moore y Marcus Cohn, "Federal Class Actions--Jurisdiction and Effect of Judgment", 32 Ill. L. Rev. 555; "Binding Effect of Class Actions", (Nota) 67 Harv. L. Rev. 1059; Moore's Federal Practice, 2nd Ed. 1968, Vol. 3, págs. 3434 et seq., 3456 et seq.; cf. Supreme Tribe of Ben-Hur v. Cauble, 255 U.S. 356; cf. O'Hara v. Pittston Co., 42 S.E.2d 269. (286) La calle, porque había levantado el Municipio una edificación en parte de ella que interrumpía el tránsito, y la otra porción la había integrado a la plaza; y la plaza, porque no estaba siendo usada como "plaza de recreo" que era el uso para el cual había sido "cedida" por los dueños, sino que conjuntamente con la porción de la calle "Del Rosario" que le adicionaron, era usada públicamente como parque atlético, siendo de opinión el juez que el uso de "plaza de recreo" y el de "parque atlético" no eran el mismo uso público. Considerando el Juez Cordovés que la edificación levantada en parte de la calle "Del Rosario" era fácilmente removible, y que la parte integrada a la plaza era restituible como calle; y considerando que el uso público a que estaba destinada la "plaza de recreo" como parque atlético no era "inconsistente" ("incompatible") con aquel a que fue destinada por los dueños, y que era fácil mantener ambos usos públicos, el parque atlético en terrenos que allí pertenecían al Municipio, y la plaza en el terreno destinado para ello, resolvió y fallo el Juez Cordovés, ante esa situación de hechos, que no era procedente declarar con lugar aquella demanda y compensar a la allí demandante y a los otros en el valor de tales terrenos. En abono de lo decidido, expresó el Juez Cordovés que los dueños tenían una causa de acción para obligar al Municipio a restituir el uso público destinado por ellos. Nada hay en el fallo del Juez Cordovés en el pleito R-5777, que adjudicara a favor del Municipio el título patrimonial sobre estos bienes, que es el hecho sustancial que se litiga en el presente caso. No podía haber quedado allí juzgado este hecho esencial al actual pleito, ya que los acontecimientos del retiro permanente de esos bienes del uso público, y en su consecuencia, la conversión por el Municipio de los mismos a su haber patrimonial, occurrieron con posterioridad al haberse dictado sentencia en el pleito anterior.5 5 Una sola vez, en la parte expositiva, el Juez Cordovés se refirió a los terrenos traspasados o donados al Municipio de San Juan y dedicados por éste al uso público. No puede interpretarse esa expresión como una que adjudicó un derecho patrimonial porque tal interpretación sería incompatible con el propio fallo del Juez Cordovés al determinar que los bienes estaban dedicados en parte a un uso público y era fácil restituirlos al uso destinado por los dueños, y al reconocer en éstos una causa de acción (287) En Chabrán v. Méndez (1953), ya habíamos dicho sobre lo anterior citando de Restatement, Judgments, Sec. 54, pág. 211: "`Cuando se dicta sentencia a favor de un demandado por el fundamento de que no existe un hecho esencial a la causa de acción del demandante, éste no está impedido de radicar otro pleito al surgir luego ese hecho... En tal caso si el demandante insta su acción antes de que el evento ocurra, y se dicta sentencia a favor del demandado por dicho motivo, el demandante no está impedido de instar una acción después de ocurrido el evento.'" (Énfasis puesto.) En Fels v. Biascoechea, citando de 2 Freeman, Judgments, 5ta. Ed., págs. 1501-4, reafirmamos lo dicho en Chabrán: "`Y lo mismo es cierto con respecto a una decisión de que no existe derecho o causa de acción alguna; ésta no impide una segunda acción cuando los hechos nuevos han creado un derecho o causa de acción'...(Énfasis puesto.) ... Toda vez que en la demanda que ahora está ante nos se alega específicamente que `liquidado el negocio entre demandante y demandado ... resultó un balance a favor del demandante y contra el demandado ...', ese nuevo hecho crea una causa de acción en favor del demandante, y, a tenor de las citas anteriores, las sentencias dictadas por los tribunales del país vecino no resultan ser res judicata." En el pleito ante nos, el hecho esencial que dio base a ejercitar esta causa de contra el Municipio, en las circunstancias de aquellos hechos, para compelerlo a mantener los bienes en el uso destinado. Esa expresión es más bien producto de la tendencia que ha habido en muchas expresiones judiciales a no hacer la requerida distinción entre el bien de uso público y el bien patrimonial del Estado u organismos públicos, y la tendencia a confundirlos. Recientemente este Tribunal tuvo ocasión de hacer las debidas aclaraciones en Rubert Armstrong v. Estado Libre Asociado, resuelto en 1969. Y véase, con iguales fines aclaratorios, la expresión del Juez Asociado Señor Hernández Matos de 1969 en Estado Libre Asociado v. Tribunal Superior. (En reconsideración), en la cual concurrieron el Juez Presidente y este Juez. (288) acción surgió, como razón de pedir de un remedio judicial, con posterioridad al fallo del pleito R-5777, o sea, surgió al terminarse definitivamente en 1957, por acción gubernamental, el uso y dominio del público de la plaza y de la porción de calle en litigio, y darse el Municipio a sí mismo un título de dominio patrimonial y privativo sobre dichos bienes según la Certificación Núm. 465 de 7 de abril de 1958 ya mencionada y las Ordenanzas 84 de 1956-57 y 85 de 5 de junio de 1957. Por los fundamentos expresados, no procedía el sostener en este pleito la defensa de la cosa juzgada. B. --El Título. Ante el cuadro de hechos que surge del récord, la cuestión litigiosa gira en torno al derecho de propiedad de los demandantes sobre estos bienes contra el derecho de propiedad que con carácter patrimonial y privativo el Municipio alega tener sobre los mismos. Por no ser idénticas las circunstancias en cuanto a la porción de calle y en lo que respecta a la plaza, trataremos por separado cada caso. 1. --La Plaza. Distinto a la situación de hecho que de ordinario presentan los casos decididos en donde existe el traspaso formal de título propietario de unos bienes a una entidad gubernamental, con la condición impuesta de que han de ser dedicados al uso y dominio del público, es un hecho irrefutable que en éste la demandante Angela Figueroa Reyes y los causantes de los demás co-demandantes no cedieron ni traspasaron título patrimonial alguno a favor del Municipio de los 4,500 m/c que en la escritura Núm. 4 de 9 de enero de 1922 ellos separaron para plaza de recreo. Todo lo que se expresa en diccha escritura es lo que ya antes mencionamos: que reunidos los condómines, (citamos): "... acordaron llevar a cabo la división material de una parte de la finca El Reloj antes descrita, determinando al efecto, para el mejoramiento de la finca en beneficio de todos, las diversas calles y plaza de recreo previamente convenidas; las cuales son (289) las siguientes: (Se describen.) (Énfasis nuestro.) Es un hecho irrefutable que la plaza de recreo fue real y efectivamente destinada al uso y dominio del público, y así lo adjudicó el Juez Cordovés Arana en su sentencia de 1948. Siguió destinada a tal uso y dominio del público hasta que el Municipio, con la anuencia de la Junta de Planificación, terminó dicho uso y dominio en 1957 y por la Certificación Núm. 465 de 7 de abril de 1958 inscribió dicha plaza en el Registro como un bien patrimonial y privativo suyo. Es otro hecho irrefutable que a partir de esta conversión en 1957, el Municipio ha estado en la posesión de la plaza y ha realizado actos de pleno dominio sobre ella, como el hecho de agruparla con otros predios privativos suyos y así agrupada tratar de venderla o permutarla, y luego arrendarla a tercero para estacionamiento de vehículos. A la luz de estos hechos, cualquier título patrimonial o privativo del Municipio habría de surgirle por vía de la prescripción adquisitiva, en ausencia de un título escriturario de cesión y traspaso del dominio por parte de los dueños, y en ausencia de legislación especial sobre la materia que dispusiera, en esas circunstancias, la consolidación de un título patrimonial a favor del Municipio. Al aspecto de la prescripción nos referiremos un poco más adelante. –O– El problema al cual aquí nos enfrentamos, sobre el destino de bienes que han estado dedicados al uso y al dominio del público al terminar tal uso y dominio, tiene hondas raíces históricas en ambos sistemas occidentales de jurisprudencia, latino y sajón. Están fuera de estas consideraciones el bien de uso y dominio público que nunca es susceptible del comercio de los hombres, y que carece de la condición de ser alienable y prescriptible, a distinción de aquellos bienes que, de naturaleza alienable y en el comercio de los hombres, son destinados o aplicados al uso y dominio del público y luego cesa tal uso. Este segundo tipo de bienes es el envuelto en esta litigación. Cf. Rubert Armstrong v. E. L. A. (1969). En varias jurisdicciones estatales americanas existe legislación positiva que (290) reglamenta a priori todo lo concerniente a la dedicación y aplicación de bienes privados al uso y dominio del público, incluyendo las cuestiones de título. Esta legislación positiva a veces ha modificado normas históricas de la Ley Común inglesa, y en tal caso, el destino y aplicación por un dueño de sus bienes al uso y dominio del público se rige, tanto en los aspectos sustantivos como en los de forma, por esas expresiones de ley positiva y su acto engendra aquellas consecuencias jurídicas que la legislación dispone.6 Bajo las normas clásicas de la Ley Común inglesa, en ausencia de legislación positiva que las modifique y en ausencia de expresión de voluntad del dueño cediendo o traspasando su título o imponiéndole restricciones al mismo, las cortes estatales americanas están de acuerdo, siguiendo la Ley Común, en que terminado el uso y dominio del público sobre bienes alienables que fueron aplicados a tal uso, los mismos revierten al uso y disfrute del dueño que así los destinó y aplicó. En tal caso, no ha habido desprendimiento de título, y tanto la doctrina latina como la Ley Común inglesa coinciden en el criterio de que en tal situación la intervención del Estado, el Municipio o de cualquier otra entidad pública es una de orden reguladora en la capacidad de un administrador, y no en la capacidad de un propietario.7 6 Fred Zengel--Elements of the Law of Ownership, comentando el Título II del Código Civil de Louisiana. West's, L.S.A. Civil Code, 3, pág. 1 y ss.; pág. 17. 7 "Ya hemos indicado que, en nuestra opinión, el derecho de la persona moral, Estado, departamento, municipio, sobre los bienes de su dominio público no es un derecho de propiedad pues no comprende los atributos esenciales de la propiedad usus, fructus, abusus. El dominio público pertenece, en tanto que dura su afectación, más bien al uso público que a la persona moral de que depende. La persona moral no tiene sobre esta parte de su dominio más que un derecho de guarda, de gestión, de administración, [énfasis del autor] y no, como se ha dicho--equivocadamente en nuestra opinión--derecho de propiedad."--Colin y Capitant, Curso Elemental de Derecho Civil, Tomo Segundo, Vol. II, 3ra. Ed., 1952, págs. 71 y ss.; pág. 80. Citando abundantes autoridades, se dice en Town of Choteau v. Blankenship, 1944, 152 P.2d 379: (291) "The general rule is that in the absence of a statute to the contrary the title to streets and alleys is held by the municipality in trust, not in a proprietary capacity, and the municipality is without power to alienate the same. "By the great weight of authority a municipality cannot be divested of title to its streets held in trust for public use by adverse possession for the prescriptive period. [citas]. We think this is the sound rule and adhere to it." (Énfasis nuestro.) En el connotado caso de City of Fort Worth v. Burnett, 1938, 114 S.W.2d pág. 220, ya se había dicho lo mismo: "It is established by the authorities that, where property is appropriated to public use by common law dedication of the owner, the municipality within whose borders the premises are situated takes it, as trustee for the public, for the special uses designated by the dedicator." En este caso se destinó por su dueño un predio para plaza o parque que proveyera espacio libre para respirar, y la Corte Suprema de Texas resolvió que Fort Worth no podía usar parte del terreno para edificar una biblioteca pública. Reafirmándose el principio, se repite en Hyland v. City of Eugene (1946), 173 P.2d 464: "It is the universally accepted rule of law that land dedicated by a private owner for a specific purpose must be used in conformity with the terms of the dedication and not diverted to any other purpose. [citas], ... When such a grant has been made by a private owner, the municipality, by accepting the dedication, becomes a trustee to carry out the terms of the grant and it has no power to sell or lease the property for purposes foreign to the dedication. [citas] "In determining whether there has been a misuse or diversion of the property, courts are more strict in cases of grant by private owners." Este último criterio en cuanto a la interpretación más estricta contra el distinto (292) En lo que respecta al Libro II--Propiedad--del Código Civil, en su Código Civil de 1808 así como en la revisión de éste que hiciera en 1825, Louisiana se apartó en aspectos básicos del Código de Napoleón de 1804, con sus disposiciones éste sobre dicho Libro más afines y semejantes a las que luego forman parte del articulado del Código Civil Español. Louisiana prefirió acogerse a principios de la Ley Común sobre la propiedad, codificando esos principios en legislación positiva. Así: --su Art. 482 actual (Art. 474 Código Civil 1825), que se aparta del Código Napoleónico y del Español, y reza: "Entre las cosas que no son susceptibles de apropiación están comprendidas aquellas que no pueden ser propiedad particular por razón de su objeto, tales como las cosas en común o sean aquellas cuyo uso y disfrute pertenece a todos los hombres. "Hay cosas, por el contrario, que aunque por su naturaleza son susceptibles de propiedad particular, pierden esta cualidad como consecuencia de la aplicación que de ellas se hace para fines públicos incompatibles con la propiedad privada, si bien pueden adquirir su primitiva condición tan pronto cese el fin público que se las hubiera dado; tales son las carreteras, calles y plazas públicas". LSA C.C. Art. 482. Según el anterior Art. 482, aquellos bienes en el comercio de los hombres con condición de alienables que se han aplicado o destinado al uso y dominio del público dejan de ser propiedad particular por incompatibilidad de uso, pero si el uso público termina, readquieren su condición primitiva de bien particular del dueño; ya el dueño sea un individuo, o ya sea el propio Estado o municipio o entidad pública en su capacidad patrimonial.8 uso cuando la dedicación al uso público ha sido hecha por un dueño privado, que cuando ha sido dedicada la propiedad al uso público por las propias entidades gubernamentales, es igualmente de general aceptación por las cortes. 8 En su Art. 658 sobre servidumbres, declara Louisiana que aquella parte de la propiedad sujeta a una servidumbre no deja de pertenecer al dueño, y que por lo tanto el lecho o terreno de una carretera pública pertenece al propietario o dueño, y al (293) En Puerto Rico rige idéntico orden civil. En lo que concierne al Libro Segundo – Propiedad – la Comisión Codificadora de 1901 creada por la Ley Foraker prefirió adoptar mucho del articulado del Código Civil de Louisiana de 1825, por sobre las disposiciones del Código Civil Español que nos regía desde el 1ro. de enero de 1890. Esta fue una preferencia consciente y deseada, por cuanto de los tres Comisionados, correspondió al connotado civilista y legislador puertorriqueño Don Juan Hernández López la labor de preparar el Código Civil que luego fue aprobado por la Asamblea Legislativa por Ley de 1ro. de marzo de 1902 y nos rige desde el 1ro. de julio de ese año.9 público le corresponde su uso. Por supuesto, lo anterior no aplicaría si el Estado o entidad pública ha expropiado un título dominical del terreno o si ha adquirido dicho título consensualmente, o si existe un estatuto que rige la materia de distinto modo y exige el cumplimiento de ciertas formalidades. Cf. Lamartiniere v. Daigrepont, 168 So.2d 373. 9 Informe de la Comisión para Revisar y Compilar las Leyes de Puerto Rico. Washington, Imprenta del Gobierno, 1901. Dice Don Luis Muñoz Morales: "No obstante esa declaración y a pesar de que la revisión del Código Civil fue confiada al Comisionado Puertorriqueño, se notó bastante en este Código la influencia del Criterio Norteamericano, porque no sólo se hicieron aquellas modificaciones que naturalmente exigía el cambio de régimen, sino que se intercalaron artículos del Código de Louisiana, e introdujeron otras doctrinas radicalmente opuestas a nuestro histórico Derecho Civil, y la explicación que se dá en el informe de nuestro comisionado puertorriqueño, después de sostener un criterio de adaptación gradual, pero no de igualdad, a las instituciones de los Estados y Territorios de la Unión, dice textualmente: `Tales principios y tal criterio han servido de base a la revisión del Código Civil, y si de algo peca es más bien por haber caído del lado de la reforma en muchos casos, no tanto por convencimiento de que algunas de las instituciones actuales reformadas no sean buenas, cuanto por el deseo de demostrar prácticamente el amor (294) Así, se trajo literalmente a nuestro orden civil el Art. 482 de Louisiana antes transcrito y comentado, como el Art. 349 del Código Civil de 1902 que continuó en vigor como el 274 de la edición de 1930. En una decisión de 1865, Louisiana interpreta y aplica el Art. 474 de 1825, igual a su Art. 482 actual, en el sentido de que al cesar el uso público de una faja de terreno dedicada por su dueño a carretera, el título pertenecía al dueño y no a propietarios adyacentes a dicha vía. Se resuelve que el hecho de que el dueño vendiera solares adyacentes a la carretera no constituía hecho suficiente de desprendimiento de su título que le privara del mismo conforme al Art. 474 (482). Méndez v. Dugard, 29 La. Reports 116, 117. Así había sido interpretado el Art. 482 cuando lo adoptamos en 1902. El anterior principio se reafirma en otro conocido caso --Louisiana Highway Commission v. Raxdale (1943), 12 So.2d 631. Aquí, un causante de los demandantes vendió al Municipio de Alexandria en 1868 por escritura pública que fue registrada, una faja de terreno parte de un predio mayor, haciéndose constar que era para calle. El precio, $50.00. De hecho la faja nunca se usó como calle y se consideró que el uso público había sido abandonado. Aplicando y siguiendo el Art. 482 en el sentido de que este era un bien susceptible de revertir a la propiedad privada terminado el uso público, o en ausencia de tal uso, la Corte sostuvo que si bien el causante de los demandantes había traspasado título a favor de la municipalidad por escritura registrada, él y los demandantes, sus causahabientes, habían estado en posesión del predio como dueños por más de 30 años y a éstos favorecía un título por prescripción adquisitiva contra la municipalidad. ferviente al principio de identidad en todo lo que pueda parecer justo o siquiera racional.'" (Énfasis suplido.) Reseña Histórica y Anotaciones al Código Civil de Puerto Rico. Libro Primero págs. 23 y ss. La Asamblea Legislativa nombró su propia comisión conjunta de la Cámara y el Consejo Ejecutivo para estudiar el Código sometido por los Comisionados, y aceptó igualmente las adopciones hechas de Louisiana. (295) En Ferrente v. Tantilla se ratifica la norma y se dice, 42 So.2d 379 (1949): "No hay duda bajo la jurisprudencia de este estado que cuando se abandona una carretera pública, la porción abandonada revierte a la propiedad privada de la persona dueña del terreno por sobre que pasa. Véase Goree v. Midstates Oil Corporation, 18 So.2d 591, y el Artículo 482 del Código Civil de Louisiana." En este caso se resolvió, no obstante, que como cuestión de hecho el uso público no había terminado o se había abandonado. En la decisión posterior de Green v. Chamberlain, 1952, 60 So.2d 120, se dice después de citarse verbatim el Art. 482: "Es de notarse que el artículo no hace sitios públicos per se no susceptibles de propiedad particular, sino solamente cuando se destinan a un propósito público incompatible con la propiedad privada." (Énfasis en la decisión.) En un caso de mucho parecido con el presente en sus hechos, un propietario en 1812 marcó en plano de su propiedad un "predio" destinado a plaza pública de recreo. En efecto, el predio así se usó por el público hasta 1886. En 1882 la municipalidad, por ordenanza, traspasó o intentó traspasar la plaza a la Junta de Educación, y en 1886 ésta erigió en ella una escuela, cesando el uso público como plaza. La Junta instó acción contra los herederos del dueño para hacer prevalecer su título sobre el de éstos. La Corte Suprema de Kentucky--City of Bowling Green v. Board of Education, et al, 278 S.W.2d 726--antes esos hechos resolvió que al traspasar la municipalidad el predio a la Junta cesó el uso público de la plaza, y en ese momento el título del predio así destinado revertió al dueño original. Con abundantes citas de autoridades, dijo la Corte: (pág. 727) "Cuando propiedad que ha sido destinada al uso público es abandonada o cedida, el derecho del público termina, y la propiedad en derecho revierte al que así la destinó." (citas) Resolviendo entonces la cuestión del título entre la Junta y los herederos del dueño, sostuvo la corte que el título había revertido a éstos en 1886 cuando cesó el uso (296) público y la Junta edificó la escuela, pero habiendo estado la Junta en la posesión pública y exclusiva del predio desde esa fecha y por tiempo suficiente, su posesión adversa a la de los herederos le daba un título superior dominical al de éstos, por prescripción adquisitiva. Igual doctrina básica ha seguido California al cesar el uso público de calles. Cf. Loma Vista Investment v. Roman Catholic Archbishop, 1958, 322 P.2d 35, 38. No ponemos en tela de juicio la facultad que tenía el Municipio de San Juan para sacar del uso público la plaza y la calle, siguiendo, como los siguió, los procedimientos de ley a tal efecto. El cerrar una calle o eliminar una plaza de recreo puede ser una función gubernamental necesaria para beneficio general, bajo el poder de policía del Estado. Con el correr del tiempo y con los desarrollos urbanos, el gobierno no puede quedar atado para siempre por un uso a la propiedad fijado en época remota por su dueño.10 El Art. 274 del Código Civil, ed. 1930, idéntico al 482 de Louisiana, dispone: "Entre las cosas que no son susceptibles de apropiación están comprendidas aquellas que no pueden ser propiedad particular por razón de su objeto, tales como las cosas en común o sean aquellas cuyo uso y disfrute pertenece a todos los hombres. Hay otras cosas, por el contrario, que aunque por su naturaleza son susceptibles de propiedad particular, pierden esta cualidad como consecuencia de la aplicación que de ellas se hace para fines públicos incompatibles con la propiedad privada, si bien pueden adquirir su primitiva condición tan pronto cese el fin público que se las hubiera 10 Véanse: en el cuadro general de ilustración, Central Land Co. v. Grand Rapids 1942, 4 N.W.2d 485 y monografía en 144 A.L.R. 487; los casos ya citados de Hyland v. City of Eugene; Town of Choteau v. Blankenship; City of Fort Worth v. Burnett; Lamartiniere v. Daigrepont; Tul. L. Rev. Vol. XII, Comments, págs. 428 y ss.; pág. 429; Vol. 13, Comments, "The Effect of Dedication to Public Use in Louisiana", págs. 606 y ss. En la jurisprudencia de Louisiana debe tenerse en cuenta que algunas decisiones descansan en legislación especial separada o complementaria del Código para regir determinadas situaciones. (297) dado; tales son los terrenos de las carreteras, calles y plazas públicas." No habiéndose otorgado título escriturario por los comparecientes en la escritura de partición Núm. 4 de 9 de enero de 1922 enajenando el dominio a favor del Municipio de San Juan; en ausencia de legislación especial sobre la materia disponiendo del título en tales casos, como ocurre en varios estados;11 y conforme al Art. 274 según ha sido autorizadamente interpretado y aplicado en las jurisdicciones de su procedencia, debemos resolver que al cesar definitivamente en 1957 el uso y dominio público de la plaza de recreo por acción del Municipio mediante el procedimiento de ley dispuesto para ello, dicha plaza adquirió su primitiva condición de propiedad privada de sus dueños. Los bienes dedicados al uso y dominio público, y así usados por la comunidad en general, no producen prescripción a favor o en contra de nadie. En esto también están de acuerdo la doctrina sajona y la latina. Véanse: Art. 1836 Código Civil ed. 1930, Colin y Capitant, op. cit., pág. 73, Louisiana Highway Commission v. Raxdale; Locke v. Lester, 1955, 78 So.2d 14. El récord demuestra, no obstante, que al cesar en 1957 el uso y dominio público de la plaza, el Municipio quedó en posesión y realizó actos de dominio sobre ella, según hemos expresado. A partir de ese momento comenzó a correr la prescripción adquisitiva a favor del Municipio en razón a su posesión adversa a la de los demandantes. Habiéndose interpuesto la presente acción judicial en 11 de diciembre de 1962, el Municipio no poseyó durante el término mínimo requerido bajo cualquier tipo de prescripción para obtener título de dominio por prescripción adquisitiva. Por todos los anteriores fundamentos, la sentencia que desestimó la demanda será revocada en lo que respecta a la plaza. Se dictará otra decretando que a partir de 1957 al cesar el uso y dominio público los demandantes, como otorgantes y causahabientes de los otorgantes de la escritura Núm. 4 de 9 de enero de 1922, ostentan título de 11 Véanse, por ejemplo, disposiciones tales como las secciones 837, [sic] 8324, 8330, 8331, de la legislación de California, que siguen las normas de la Ley Común. West's, Ann. Str. & H. Code, secciones mencionadas. (298) dominio sobre dicha plaza, decretando la nulidad de laa Certificación Núm. 465 de 7 de abril de 1958 y las operaciones que dieron lugar a dicha Certificación, y decretando la nulidad de la inscripción de esta propiedad en el Registro a favor del Municipio de San Juan como bien patrimonial y privativo suyo. 2. La Calle Rosario. El récord contiene expresiones contradictorias del Municipio hechas oficialmente en distintas épocas en cuanto a si la Calle Rosario fue o no de uso y dominio público. En su sentencia de 1948 el Juez Cordovés Arana concluyó que la Calle había sido usada públicamente, aunque el Municipio había obstaculizado la vía con una edificación removible. Aparte de ello existe el hecho que en la escritura Núm. 6 de segregación, agrupación y compraventa otorgada ante el Notario Martínez Dávila en San Juan, Puerto Rico, el 16 de enero de 1928, transacción que se repite por la escritura Núm. 12 de 15 de agosto de 1929 ante el Notario Edelmiro Martínez Rivera, la agrupación y la segregación que ahí se hacen de las porciones adjudicadas en 1922 a Rita de la Cruz Santiago (véase Plano, pág. 538), indebidamente incluyeron la Calle Rosario entre Labra y Figueroa. En esa forma el Municipio adquirió la propiedad agrupada y segregada por precio de $51,180.00. A la luz de la prueba en el récord, a Rita de la Cruz no se le adjudicó título sobre la porción de esta calle, ni a ningún otro condómine, y fue ilegal incluirla en la agrupación y segregación y venta el Municipio. El propio Municipio al contestar la demanda en el pleito R-5777 alegó afirmativamente: "... siendo lo cierto que uno de los firmantes de la escritura número cuatro de 9 de enero de 1922 `Sobre División de Terrenos', otorgada por los demandantes, o sea, el Señor Luis de la Cruz y Santiago, casado con doña Rosa Figueroa Reyes, y quien concurrió en dicha escritura en concepto de apoderado de doña Rita de la Cruz y Santiago, por escritura número seis otorgada ante el Notario don José Martínez Dávila, el 16 de enero de 1928, vendió al extinto Municipio de San Juan, hoy Gobierno de la Capital, por la suma de $51,180.00 una parcela radicada en la Sección Sur del Barrio de Santurce del término municipal de San Juan; compuesta de 8,530 metros cuadrados, parcela que fue formada por dos parcelas segregadas y fraudulentamente agrupadas para que formaran una sola. Sigue (299) alegando en contrario la demandada que en la venta a que se hace referencia el Municipio de San Juan, hoy Gobierno de la Capital, se incorporó fraudulentamente el área que abarca la calle del Rosario en un trozo comprendido entre las calles Figueroa y Labra, y que tiene un área total de 1,259.85 metros cuadrados". (Énfasis nuestro.) El Juez Cordovés Arana, en sus conclusiones de hecho determinó que esas fincas no podían ser agrupadas estando la Calle en el medio. El Municipio hizo las anteriores expresiones en el año 1947. El récord no nos permite determinar, si en 16 de enero de 1928 y en 15 de agosto de 1929 cuando adquiere por escritura pública y por precio de $51,180..00 tenía o no conocimiento del "fraude", o si era o no un adquirente protegido por el Registro o si era o no un tercero civil. En lo que a la calle respecta, y habiendo en la prueba un título escriturario a favor del Municipio sobre la porción de dicha calle, se dejará sin efecto la sentencia recurrida, y se devolverá el caso para que la Sala sentenciadora determine, a la luz de la prueba que las partes presenten, si al adquirir de Luis de la Cruz en 1928 y 1929 el Municipio era un tercero protegido por el Registro o si era un tercero civil de buena fe. De determinarse que era un tercero inocente, deberá sostenerse el título del Municipio sobre la porción de Calle. De lo contrario, a ésta le regirán igualmente los pronunciamientos hechos sobre la Plaza, al cesar el uso y dominio público. Conforme a la estipulación de las partes de 10 de febrero de 1964, al devolverse el caso se determinará la cabida exacta de los predios en litigio, que deberán ser entregados materialmente a los demandantes, y se harán los pronunciamientos sobre frutos adeudados a partir del año 1957, la fecha en que cesó el uso y dominio público de los bienes envueltos. La Sala sentenciadora deberá fijar, además, los honorarios de abogado en primera instancia conforme a la súplica a tal efecto en la demanda. Se dictará sentencia de conformidad con todos los pronunciamientos anteriores. Caquías v. Asoc. de Residentes 134 D.P.R. 181 (1993) (300) [JOSÉ R. CAQUÍAS MENDOZA , ETC., demandantes y recurridos, v. ASOCIACIÓN DE RESIDENTES DE MANSIONES DE RÍO PIEDRAS., demandados y RECURRENTES; ASOCIACIÓN DE RESIDENTES DE MANSIONES DE RÍO PIEDRAS, INC., demandante y recurrida, v. WILFREDO BÁEZ Y OTROS, demandados y peticionarios.] Números: RE-91-139 / CE-91-786Resueltos: 25 de agosto de 1993 PETICIONES DE CERTIORARI Y REVISIÓN para revisar una RESOLUCIÓN de Evaristo M. Orengo, Jr., J. (San Juan), que declara no ha lugar cierta moción de sentencia sumaria de la parte demandada en el caso de la Asociación de Residentes de Mansiones de Río Piedras, Inc. v. José R. Caquías, Wilfredo Báez y otros, y una Sentencia de Arnaldo López Rodríguez, J. (San Juan), que declara con lugar cierta demanda contra los demandados en el caso de José R. Caquías Mendoza etc. v. Asociación de Residentes de Mansiones de Río Piedras, etc., y ordena a la Asociación demandada a proveer a los demandantes todos los beneficios del sistema de control de acceso sin que estos estén obligados a pagar la cuota para sufragar los gastos de mantenimiento del sistema. Se revoca en parte la resolución recurrida en el caso Asociación de Residentes de Mansiones de Río Piedras, Inc. v. Wilfredo Báez y otros, y se desestima sumariamente la demanda incoada por la Asociación demandante y recurrida. Se confirma la sentencia dictada en el caso de Caquías Mendoza etc. v. Asociación de Residentes de Mansiones de Río Piedras, etc. En consecuencia, se ordena a la Asociación a: (1) desistir de sus gestiones del cobro de la cuota de mantenimiento a los demandantes y recurridos en Caquías Mendoza etc. v. Asoc. de Residentes, y a los demandados recurrentes en Asoc. de Residentes v. Báez y otros, y (2) entregar a estos, libre de costo, los controles remotos y las llaves del paseo peatonal. Maritza Julia Ramos, abogada de los demandantes y recurridos en Caquías Mendoza, etc. v. Asoc. de Residentes, y de los demandados y recurrentes en Asoc. de Residentes v. Báez y otros; Héctor M. Collazo, abogado de los demandados y recurrentes en Caquías Mendoza, etc. v. Asoc. de Residentes, y de los demandantes y recurridos en Asoc. de Residentes v. Báez y otros. (301) Hernández Denton, Juez Asociado: En 1987 la Asamblea Legislativa aprobó la Ley Num. 21 de 20 de mayo de 1987 (23 L.P.R.A. sec. 64 et seq.) para autorizar a urbanizaciones y comunidades a controlar el acceso vehicular y el uso público de sus calles residenciales. El propósito principal de esta ley es proveer a nuestra ciudadanía un instrumento adicional para combatir la criminalidad y así procurar su cooperación activa en la lucha contra el crimen. La ley propende, ademas, a mejorar la seguridad y tranquilidad de nuestras comunidades, de modo que los vecinos puedan lograr una sana convivencia e interacción comunitaria. El concepto de control de acceso implica que se preserva la naturaleza pública de las calles residenciales, mientras se permite a los residentes establecer unos medios para controlar el trafico de vehículos y el uso público, y así velar por su propia seguridad, y cultivar un ambiente propicio para una mejor convivencia. La delicada política pública tras este ordenamiento requiere armonizar el interés de los ciudadanos en su seguridad y bienestar con los derechos de propiedad y libertad de otras personas, así {187 como de aquellos residentes que se oponen al control de acceso o a sus términos. Tanto la Ley Num. 21, según enmendada, supra, como el reglamento de la Junta de Planificación de Puerto Rico y las ordenanzas municipales que la implantan, intentan armonizar estos intereses. Los casos ante nuestra consideración nos permiten aclarar los derechos y las obligaciones de los residentes de aquellos sectores que han sido autorizados por los municipios a establecer controles de acceso. En particular, nos pronunciamos sobre los derechos de unos residentes de Mansiones de Río Piedras, que alegádamente se opusieron al sistema control de acceso, a obtener gratuitamente los medios para operar dicho sistema. Antes de emprender nuestro análisis es preciso señalar que, en nuestro ordenamiento actual, las calles son bienes de uso público y que en el pasado, a los efectos del ejercicio de la libertad de expresión, las hemos considerado foros públicos. Veanse, e.g.: Art. 256 del Código Civil de Puerto Rico, 31 L.P.R.A. sec. 1025; Pacheco Fraticelli v. Cintrón Antonsanti, 122 D.P.R. 229 (1988); Saldaña v. Concejo Municipal de San Juan, 15 D.P.R. 37 (1909). (302) En el caso José R. Caquías Mendoza etc. v. Asociación de Residentes de Mansiones de Río Piedras, etc. (en adelante Caquías etc. v. Asoc.) la Asociación de Residentes de Mansiones de Río Piedras, etc. (en adelante la Asociación) solicita la revocación de una sentencia del Tribunal Superior que declaro con lugar la moción de sentencia sumaria de los residentes opositores y que ordeno a la peticionaria a poner a disposición de los demandantes todos los beneficios del sistema de control de acceso, sin que ellos estuvieran obligados a pagar cuotas de mantenimiento. En el segundo caso, Wilfredo Báez y otros residentes nos piden que revoquemos la resolución del Tribunal Superior en el caso Asociación de Residentes de Mansiones de Río Piedras, Inc. v. Wilfredo Báez y otros (en adelante Asoc. v. Báez y otros) que declaro sin lugar su moción de sentencia {188 sumaria parcial. Ellos habían solicitado, entre otras cosas, que se declarase ilegal el sistema de control de acceso implantado en la urbanización o, en la alternativa, que la Ley Num. 21, supra, según alegádamente aplicada por la referida asociación, se declarase inconstitucional. Por tratarse de controversias novedosas, expedimos los autos y consolidamos los recursos. Mediante una interpretación estatutaria confirmamos la sentencia recurrida en Caquías etc. v. Asoc. y ordenamos a la Asociación entregar gratuitamente a los residentes opositores, tanto los controles remotos como las llaves del paseo peatonal. Simultáneamente, confirmamos parcialmente la resolución recurrida en Asoc. v. Báez y otros. Fieles a los principios tradicionales de revisión judicial, nos abstenemos de resolver los señalamientos constitucionales presentes en este caso por entender que existen controversias de hecho que impiden su resolución por la vía sumaria. Devolvemos el caso al tribunal a quo para conceder a las partes amplía oportunidad de presentar prueba sobre la manera en la que la Asociación opera el sistema y sobre las alegadas violaciones a derechos constitucionales resultantes de tal operación. Al así proceder, no hacemos mas que cumplir nuestra obligación de no adjudicar la constitucionalidad de una ley antes de que sea necesario y, con mas razón, cuando los autos son inadecuados para tal adjudicación. Vélez Ramírez v. Romero Barceló, 112 D.P.R. 716, 728 (1982); Vives Vázquez v. Tribunal Superior, 101 D.P.R. 139 (1973). Este Tribunal tiene el deber, reiterado y cumplido en repetidas ocasiones, de no decidir a destiempo cuestiones constitucionales y así evitar pronunciamientos de índole (303) consultiva, sin proporción a los hechos. Veanse, e.g.: Hernández Agosto v. Betancourt, 118 D.P.R. 79, 8687 (1986); Molina v. C.R.U.V., 114 D.P.R. 295, 297 (1983); Cerame-Vivas v. Srio. de Salud, 99 D.P.R. 45, 51 (1970); Esso Standard Oil v. A.P.P.R., 95 D.P.R. 772, 783 (1968). {189 Al remitir el caso al foro de instancia, reiteramos la norma tradicional de que las leyes son y se presumen constitucionales hasta tanto un tribunal competente declare lo contrario. Enfatizamos, ademas, que al examinar las cuestiones constitucionales, los tribunales deberán siempre tener presente su deber de interpretar la Constitución de manera que puedan garantizar su vigor y relevancia ante las realidades de nuestros tiempos. Cerame-Vivas v. Srio. de Salud, supra, pag. 51; López Vives v. Policía de P.R., 118 D.P.R. 219, 227 (1987); P.R. Tel. Co. v. Martínez, 114 D.P.R. 328, 349350 (1983). Después de todo, la vitalidad de nuestra Constitución depende, en ultima instancia, de su capacidad para responder con acierto a los distintos problemas sociales, políticos y económicos que de tiempo en tiempo aquejen al país, y al aplicarla debemos recordar que "[i]nterpretamos una Constitución, no los Rollos del Mar Muerto". P.R. Tel. Co. v. Martínez, supra, pag. 350. I De los autos originales se desprenden los siguientes hechos que no están en controversia. Mansiones de Río Piedras (en adelante Mansiones) es una urbanización de unas ciento ochenta y una (181) residencias, localizada en el Municipio de San Juan (en adelante el Municipio). Sus únicas dos (2) vías de acceso son las calles Begonia y Gardenia, ambas vías municipales. Alla para 1985 los residentes de Mansiones comenzaron a explorar alternativas para velar por su propia seguridad mediante el cierre permanente de una (1) de las dos (2) calles, según el Art. 12.07 de la Ley Num. 146 de 18 de junio de 1980, conocida (304) como la Ley Orgánica de los Municipios de Puerto Rico, 21 L.P.R.A. ant. sec. 3457).1 {190 Organizados en una asociación no incorporada, una mayoría de los residentes autorizo por escrito a sus directores a representar "los intereses comunitarios a los efectos de solicitar a la Asamblea Municipal de San Juan la autorización para controlar la entrada y sal[i]da de personas entrañas a nuestra comunidad".2 (Énfasis en el original suprimido.) Caso Num. RE-91-139, Solicitud de revisión, pag. 14. El boletín mensual de Mansiones, El Timonel, informo a los residentes "que nada se pierde ni se 1 El Art. 12.07 de la Ley Num. 146 de 18 de junio de 1980 disponía, en la parte pertinente, que: "El municipio podrá ordenar y efectuar el cierre permanente de cualquier calle o camino dentro de sus limites territoriales, previa celebración de vista pública que deberá notificarse mediante avisos escritos fijados en sitios prominentes en la Casa Alcaldía y en [la] calle o camino a cerrarse y se enviará copia del mismo al Secretario de Transportación y Obras Públicas y a cada uno de los residentes y colindantes de la calle o camino." 21 L.P.R.A. sec. 3457 (Sup.1981). 2 El texto completo de la autorización es el siguiente: "Yo [nombre del suscribiente], mayor de edad, [estado civil], [profesión], residente de la Calle [nombre de la calle y num. de lote] de la Urbanización Mansiones de Río Piedras, en representación de los residentes de la vivienda de referencia, autorizo a la Asociación de Residentes de Mansiones de Río Piedras para que represente los intereses comunitarios a los efectos de solicitar a la Asamblea Municipal de San Juan la autorización para controlar la entrada y sal[i]da de personas extrañas a nuestra comunidad. " H o y _ _ _ _ d e _ _ _ _ _ _ _ _ _ d e _ _ . _____________________________________________ FIRMA DEL RESIDENTE" (Enfasis en el original suprimido.) Caso Num. RE-91-139, Solicitud de revision, pags. 1415. (305) compromete con esta petición". La gestión, sin embargo, resulto infructuosa. A pesar de las autorizaciones concedidas, los residentes no pudieron llegar a un acuerdo sobre la calle que sería cerrada de forma permanente. Unos y otros se oponían al cierre de la entrada mas próxima a sus respectivas residencias. Así las cosas, el 20 de mayo de 1987, la Asamblea Legislativa aprobó la Ley Num. 21, supra, la cual autorizo a la Junta de Planificación de Puerto Rico (en adelante la Junta) a conceder permisos para el control del trafico de vehículos de motor y el uso público de las calles en urbanizaciones residenciales, públicas o privadas, con un solo acceso de entrada y salida o con mas de un acceso, {191 siempre que ninguna de sus calles o caminos se usara como vía de entrada o salida de otra comunidad. 23 L.P.R.A. sec. 64. Según esta ley, para poder obtener un permiso, la urbanización interesada debía tener un consejo o asociación de residentes y presentar una solicitud adoptada por tres cuartas (3/4) partes de los residentes, acompañada de garantías de que la comunidad sufragaría los gastos de instalación, operación y mantenimiento del sistema de control. 23 L.P.R.A. sec. 64a(b).3 Cumplidos todos los requisitos estatutarios y aquellos que se estableciesen mediante reglamento, la Junta podía proceder a expedir el permiso solicitado, previa celebración de vistas públicas debidamente notificadas.4 Esta ley nada dispuso sobre los derechos u obligaciones de 3 El cuarto requisito estatutario establecía que en la urbanización "no exista ningún edificio o facilidad propiedad del Gobierno del Estado Libre Asociado de Puerto Rico o de los municipios para uso y disfrute del público en general a excepción de aquellos dedicados a escuelas, parques recreativos o centros comunales". 23 L.P.R.A. sec. 64a. 4 La Sec. 3 de la Ley Num. 21 de 20 de mayo de 1987 (23 L.P.R.A. sec. 64b, Sup.1988) disponía que: "Toda petición o autorización de control de acceso deberá notificarse al municipio y ser sometida a vistas públicas, luego de dar aviso al público de la fecha, sitio y naturaleza de la vista mediante notificación escrita a los residentes de las urbanizaciones, calles y comunidades residenciales, públicas o privadas y publicación de un aviso en uno de los periodicos de circulación general en Puerto Rico, con no (306) aquellos residentes que no favorecieran la implantación del sistema de control. Poco mas de un (1) año después, el 10 de agosto de 1988, la Asamblea Legislativa aprobó la Ley Num. 156 (23 L.P.R.A. secs. 6464b1, 64c64g) y enmendó sustancialmente la Ley Num. 21, supra. En particular, traspaso la facultad de expedir los permisos de la Junta a los municipios y estableció un procedimiento especifico para su expedición. 23 L.P.R.A. secs. 64 y 64b. Los requisitos estatutarios para la solicitud quedaron, en esencia, intactos.5 Con respecto a los residentes que no favorecieron {192 el sistema, la Ley Num. 156, supra, dispuso que estos no estarán obligados al pago de las cuotas para la implantación, la operación y el mantenimiento del sistema, excepto cuando así se comprometan mediante contrato escrito. 23 L.P.R.A. sec. 64g. A raíz de estos desarrollos, la Asociación, una corporación privada sin fines de lucro, realizo gestiones para obtener un permiso para establecer un sistema de control de acceso conforme a la Ley Num. 21, según enmendada por la Ley Num. 156, supra. El 16 de agosto de 1988 la Asociación presento su solicitud ante el Municipio acompañada de, entre otras cosas, copias de aquellas autorizaciones suscritas durante 1986 y principios de 1987 para que su predecesora iniciara las gestiones con el Municipio para controlar "la entrada y la salida de personas entrañas".6 Incluyo, menos de cinco (5) días de anticipación a la fecha de la vista." 5 La Ley Num. 156 de 10 de agosto de 1988 (23 L.P.R.A. secs. 64 – 64b1, 64c – 64g) dispuso que cuando el desarrollador o urbanizador solicite el permiso no es necesario cumplir con el requisito de tener una asociación o consejo de residentes debidamente organizado y en funciones. Aclaro, además, que para fines de la adopción de la solicitud por tres cuartas (3/4) partes de los residentes, la participación esta limitada a un (1) residente por vivienda. 23 L.P.R.A. sec. 64a. 6 La Asociación de Residentes de Mansiones de Río Piedras, Inc. (en adelante la Asociación) había presentado esta solicitud ante la Junta de Planificación de Puerto Rico el 26 de abril de 1988, según requería la Ley Num. 21 de 20 de mayo de 1987 (23 L.P.R.A. sec. 64 et seq.). Aprobadas las enmiendas de la Ley Num. 156 de 10 de (307) ademas, copia de los contratos de mantenimiento suscritos por poco mas de tres cuartas (3/4) partes de los residentes. Con estos contratos, los residentes suscribientes se comprometieron a financiar el sistema mediante el pago mensual de una cuota de cuarenta y cinco (45) dolares durante su residencia en la urbanización. Así las cosas, el 20 de enero de 1989 entro en vigencia el Reglamento de Planificación Num. 20 de 20 de enero de 1989, Junta de Planificación de Puerto Rico (en adelante Reglamento Num. 20), conocido como el Reglamento de Control de Transito y Uso Público de Calles Locales, adoptado por la Junta conforme a la Sec. 6 de la Ley Num. 21, según enmendada, supra, por la Ley Num. 156, {193 supra.7 Conforme a la Sec. 5.03(8) de este reglamento, la urbanización solicitante tiene que proveer una garantía de que brindara acceso por igual y en todo momento a todos los residentes, incluso a los que no favorecieron el establecimiento del sistema.8 Meses mas tarde se celebró una vista pública ante el Municipio para considerar la solicitud de la Asociación.9 Ningún residente compareció a manifestar oposición. agosto de 1988, supra, la Asociación retiro la solicitud de la Junta y el 16 de agosto la presentó ante el Municipio de San Juan (en adelante el Municipio). 7 Luego de un proceso de vistas públicas, la Junta de Planificación de Puerto Rico adoptó el Reglamento Num. 20 de 20 de enero de 1989 (en adelante Reglamento Num. 20) el 3 de octubre de 1988. El Gobernador de Puerto Rico lo aprobó mediante Orden Ejecutiva de 5 de enero de 1989. Orden Ejecutiva para aprobar el Reglamento de Control de Tránsito y Uso Público de Calles Locales, Boletín Administrativo Num. 5260D, 5 de enero de 1989. Por virtud de esta orden, el Reglamento Num. 20 entró en vigor el 20 de enero de 1989. 8 La Asociación certificó en Reunión Extraordinaria de 16 de enero de 1988 una garantía de que "se le proveerá acceso por igual y en todo momento a todos los residentes de la comunidad, incluyendo a los que no favorezcan el establecimiento de los controles propuestos". 9 La vista pública se celebró el 28 de junio de 1989 ante la comisión pertinente del Municipio. (308) Acto seguido, el 13 de noviembre de 1989, la Asamblea Municipal aprobó la Ordenanza Municipal Num. 40 de 13 de noviembre de 1989, Serie 19891990 (en adelante la Ordenanza), mediante la cual autorizo a los residentes de Mansiones a "cerrar, mediante la instalación de [un] portón electrónicamente activado [con] tarjeta y [la] construcción de [una] caseta con vigilante, la intersecció[n] de las calles Lirio y Begonia". Autorizo, ademas, "el cierre controlado mediante la instalación de [un] portón electrónicamente controlado con 'beeper' [control remoto] de la intersección de las calles Lirio y Gardenia". Ordenanza, Sec. 1ra. En particular, la Asamblea Municipal de San Juan estableció como condición sine qua non de la autorización que: ... aun [sic] aquellos residentes que no estén de acuerdo con los mencionados cierres de calles y que no participen con la {194 aportación de cuotas, se les reconocerá el derecho a la participación de todos los beneficios. Ordenanza, Sec. 2da.10 El Municipio no solicitó a los residentes de Mansiones que demostraran su conformidad con esta ordenanza. Esta constituyo el primer y ultimo pronunciamiento del Municipio sobre la solicitud de la Asociación. Acto seguido, la Asociación procedió a instalar un portón en la intersección de la calles Gardenia y Lirio que se opera mediante control remoto. Adyacente a este portón no hay caseta de vigilancia alguna, por lo que el uso de un control remoto es la única forma de obtener acceso. Instalo, ademas, un portón operado por llave que controla el acceso peatonal. En la intersección de la calles Begonia y Lirio, la Asociación construyo una caseta de vigilancia e instalo un portón que opera no solo mediante control remoto, sino también mediante un mecanismo colocado dentro de la caseta, la cual es a todas horas atendida por un guardián. El sistema de control de acceso comenzó a operar el 30 de junio de 1990. Por razones de seguridad, la Asociación decidió cerrar el portón de la intersección de las 10 La Ordenanza Municipal Num. 40 de 13 de noviembre de 1989 (en adelante la Ordenanza) fue presentada debidamente certificada por el Presidente y el Secretario de la Asamblea Municipal de San Juan al Honorable Alcalde y este la firmó e impartió su aprobación el 4 de diciembre de 1989. (309) calles Gardenia y Lirio de 10:00 P.M. a 6:00 A.M. Distribuyo, ademas, unas calcomanías para facilitar la identificación de los automóviles de los residentes y así agilizar el transito por el portón atendido por el guardián. Entregó los controles remotos a aquellos residentes que habían suscrito el contrato de mantenimiento y pagado la cuota mensual junto con un deposito de treinta y cinco dolares ($35) por control. La llave del portón del paseo peatonal la puso a disposición de todos los residentes por un precio de quince dolares ($15) por llave. Algunos residentes se negaron a suscribir el contrato de mantenimiento y, por lo tanto, a pagar la cuota mensual y {195 el deposito por cada control. La Asociación, por su parte, rehusó entregarles los controles remotos o las claves de estos. En consecuencia, dichos residentes se quedaron sin acceso por el portón que no tiene guardi0n en la intersección de las calles Gardenia y Lirio. II El 26 de julio de 1990 la Asociación presento una demanda contra varios residentes en la que alego que estos eran miembros de la Asociación, que habían autorizado el sistema de control de acceso con el compromiso de financiarlo y que, no obstante, se habían negado a pagar la cuota mensual para su mantenimiento.11 Caso Civil Num. KAC-90-1233, Tribunal Superior, Sala de San Juan, Asoc. v. Báez y otros.12 A manera de remedio, solicito que se les ordenara pagar dicha cuota y que se 11 Los demandados en este caso fueron los residentes siguientes: Wilfredo Báez, Anastacio Baez, María Antonia Sierra, Rafael Muñoz, Beatriz Avila de Muñoz, Juan A. Molina, Ernesto Rodríguez, Arquímedes Ramírez, William Varas. 12 Dos (2) días antes, el 24 de julio de 1990, la Asociación había presentado una demanda contra un solo residente, el Sr. José R. Caquías Mendoza. Las alegaciones y los remedios solicitados fueron, en esencia, los mismos. Caso Civil Num. KAC-90-1221, Tribunal Superior, Sala de San Juan, Asoc. de Residentes de Mansiones de Rio Piedras, Inc. v. José R. Caquías. Este caso no se encuentra ante nuestra consideración. (310) resolviera que estos no tenían derecho alguno a los controles remotos que activan los portones del sistema hasta tanto no pagaran la cuota. Demanda, Caso Civil Num. KAC-90-1233, pag. 4. Solicito, ademas, que se les condenara a indemnizar los daños y perjuicios alegádamente causados por sus actuaciones. id., pag. 4.13 Varios de los demandados y otros residentes adicionales respondieron, a su vez, con la presentación el 17 de agosto del mismo año de una demanda sobre sentencia declaratoria e interdicto preliminar y permanente contra la Asociación {196 y el Municipio. Caso Civil Num. KPE-90-1382, Tribunal Superior, Caquías etc. v. Asoc.14 Aunque este fue el segundo caso presentado, comenzaremos por exponer su cauce procesal, ya que el Tribunal Superior dicto sentencia en el antes de que se dictara la resolución recurrida en el caso iniciado por la Asociación. 13 El 1ro de abril de 1991 el Tribunal Superior, en ánimo de evitar determinaciones conflictivas y con la conformidad de las partes, consolidó este caso con el que la Asociación presentó contra el señor Caquías Mendoza. 14 Entre los demandantes en Caquías etc. v. Asoc. están todos menos tres (3) de los residentes demandados con sus conyuges en los dos (2) casos iniciados por la Asociacion: José R. Caquías Mendoza e Ines Mejias Paradis, Anastacio Baez Colon y Aide García Rodriguez, Rafael Kercado Salgado y María Antonia Sierra Diaz, Juan A. Molina Robles y Carmen L. Hernandez Santos, Ernesto Rodriguez Rivera y Carmen L. Borgos Bou, Arquimedes Ramirez Rivera y Edelmira Rivera Cruz, William Varas Bas y Lackmee Delgado Mena. Los otros tres (3) demandantes, Edwin Jimenez Irizarry y Margarita Martinez Perez, y Luz M. Rios Rosario, no habían sido demandados por la Asociación en Asoc. v. Baez y otros. Wilfredo Baez, Rafael Munoz y Beatriz Avila de Munoz, a pesar de haber sido demandados en Asoc. v. Baez y otros, no comparecieron en la demanda. Wilfredo Baez, sin embargo, es hijo de Anastacio Baez Colon y Aide García Rodriguez, quienes si comparecieron. (311) A. Caquías etc. v. Asoc. Los residentes demandantes en Caquías etc. v. Asoc. alegaron, en síntesis, que no habían autorizado la gestión de la Asociación para establecer el control de acceso según la Ley Num. 21, supra, ni firmado contrato alguno de mantenimiento y que, no obstante, la Asociación les había negado los controles remotos para operar los portones hasta tanto pagaran la cuota a la Asociación. Demanda, Caso Civil Num. KPE-90-1382, párrafos 2126.15 Por otro lado, alegaron que la Asociación no tenía autorización en ley para cerrar el portón de la calle Gardenia durante horas de la noche ni para requerirles el pago de quince dolares ($15) por la llave del paseo peatonal. Demanda, Caso Civil Num. KPE-90- 1382, párrafos 26 y 27.16 {197 En la súplica solicitaron que las actuaciones de la Asociación se declarasen contrarias a la Ley Num. 21, según enmendada por la Ley Num. 156, supra, y al Reglamento Num. 20 y la Ordenanza o, en la alternativa, que se declarasen inconstitucionales; que se ordenara a la Asociación desistir de sus gestiones de cobro y proveer los controles remotos o sus códigos sin requerir el pago de aportación alguna o su ingreso a la Asociación, y que se ordenara permitir el paso a todas horas por el portón de la calle Gardenia y entregar, libre de costo, la llave del port2n del paseo peatonal. Demanda, Caso Civil Num. KPE-90- 1382, párrafos AJ.17 15 De acuerdo con la demanda, solamente uno (1) de los residentes demandantes, el Sr. Arquimedes Ramirez Rivera, había autorizado a la Asociación a hacer gestiones ante el Municipio despues de la aprobación de la citada Ley Num. 21 el 20 de mayo de 1987. Demanda, Caso Civil Num. KPE- 90-1382, parrafo 21. 16 En la demanda también se alego que la Asociación requiere a los residentes anunciar con, por lo menos, un (1) día de anticipación toda actividad a la cual pudieran asistir diez (10) o mas personas y que pública sus nombres en las listas de aquellos que no pagan la cuota de mantenimiento. Los residentes demandantes plantearon que estas alegadas actuaciones violan su derecho constitucionalmente reconocido a la intimidad. 17 Los demandantes también solicitaron una orden para que la Asociación desistiera del requisito de previa notificación de actividades y de la publicación de sus (312) La Asociación contesto la demanda y admitió que el uso de los controles remotos era exclusivo para aquellos residentes que habían pagado la cuota de mantenimiento y para aquellos "que desde un principio se opusieron a que se estableciese el Sistema de Control de Acceso". (Contestación a Demanda, Caso Civil Num. KPE-90-1382, párrafo 17.) Caso Num. RE-91-139, exhibit IV, pag. 19. Según la Asociación, los demandantes residentes no tienen derecho a estos controles porque alegádamente "autorizaron y estuvieron de acuerdo con la implantación" del sistema. id. Admitió, ademas, que no había restricción alguna sobre las calles de la urbanización que constase en el Registro de la Propiedad y que "por razones de seguridad" había ordenado el cierre nocturno del portón de la intersección de las calles Gardenia y Lirio. id., pags. 18 y 20. Negó el resto de las alegaciones principales de la demanda. Luego de varios incidentes procesales, los residentes demandantes presentaron una moción de sentencia sumaria debidamente acompañada de documentos y declaraciones {198 juradas.18 La Asociación se opuso oportunamente. Con excepción del planteamiento constitucional en la alternativa, la referida moción incluyo las mismas alegaciones y solicito los mismos remedios que la demanda.19 Ademas, los residentes demandantes alegaron que el sistema fue implantado ilegalmente, toda vez que la Ordenanza no fue adoptada por tres cuartas (3/4) partes de los residentes de conformidad con la Ley Num. 21, según enmendada por la Ley Num. 156, supra, y nombres y direcciones como residentes que no pagan la cuota de mantenimiento. 18 Entre los incidentes procesales cabe destacar una orden de interdicto preliminar mediante la cual el tribunal de instancia ordeno que la Asociación entregara a los residentes demandantes los controles remotos por un precio de treinta y cinco dolares ($35) por unidad o sus claves sin costo alguno. 19 Los residentes demandantes no presentaron ningun planteamiento de indole constitucional en esta moción de sentencia sumaria. En particular, no solicitaron al tribunal de instancia que resolviera sus planteamientos sobre el alegado requisito de notificación previa de actividades de diez (10) o mas invitados o sobre la alegada publicación de sus nombres y direcciones en las listas de los residentes que no pagan la cuota de mantenimiento. (313) el Reglamento Num. 20, y solicitaron, por lo tanto, la detención y remoción del sistema. Vease Replica a memorando parte demandada y solicitud de sentencia sumaria, Caso Civil Num. KPE-90-1382, pags. 1517, 2021. Caso Num. RE-91-139, exhibit VI, pags. 255257, 260261. El 8 de febrero de 1991 el Tribunal Superior (Hon. Arnaldo López Rodríguez, Juez) dicto sentencia en la que resolvió como cuestión de hecho que ninguno de los demandantes había firmado el contrato de mantenimiento y que, con dos (2) excepciones, todos habían suscrito las autorizaciones iniciales antes de la aprobación de la Ley Num. 21, supra, para que la predecesora de la Asociación comenzara gestiones con el Municipio.20 Como cuestión de derecho, entendió que no era necesaria la adopción de la Ordenanza por tres cuartas (3/4) partes de los residentes por entender que la Ley Num. 21, según enmendada por la Ley Num. 156, supra, y el Reglamento Num. 20 no la requerían {199 cuando, como en este caso, el Municipio no modifica la propuesta que le somete la urbanización solicitante. Sobre la obligación de los residentes demandantes de pagar la cuota determino que, de acuerdo con la Ley Num. 21, según enmendada por la Ley Num. 156, supra, y al Reglamento Num. 20, solo había dos (2) formas de obligar a un residente a pagar la cuota para el mantenimiento del sistema de control de acceso, a saber, que dicho sistema constara debidamente inscrito en el Registro de la Propiedad (en adelante el Registro) o que el residente se hubiera comprometido a su pago mediante contrato escrito. Como en este caso ni el sistema constaba inscrito en el Registro ni los residentes demandantes habían suscrito los contratos de mantenimiento, el tribunal a quo resolvió que las autorizaciones suscritas por algunos de los residentes demandantes para hacer gestiones ante el Municipio no eran determinantes ni obligaban al pago de cuota alguna. Finalmente, sobre el derecho de los residentes demandantes a recibir los controles remotos para activar los portones, concluyo que tanto la Sec. 5.03 del Reglamento Num. 20 como la Sec. 2 de la Ordenanza les concedía ese derecho. En consecuencia, 20 El tribunal de instancia determino que el Sr. Edwin Jimenez Irizarry y el Sr. Juan A. Molina Robles nunca suscribieron la referida autorización. (314) el tribunal ordeno a la Asociación "proveerle a los demandantes acceso por igual en todos los beneficios del sistema de control," lo cual incluía la entrega de los controles remotos. Caso Num. RE-91-139, exhibit II, pag. 9.21 De esta sentencia recurrió únicamente la Asociación. Sostiene que el tribunal a quo incidió al disponer del caso por la vía sumaria y al resolver que los residentes recurridos no est0n obligados a pagar la cuota de {200 mantenimiento.22 En 21 A pesar de que los residentes demandantes lo plantearon en la moción de sentencia sumaria, el tribunal a quo no se expreso directamente sobre el asunto de la llave del portón del paseo peatonal ni sobre el cierre nocturno del portón de la intersección de las calles Gardenia y Lirio o a quien corresponde la carga monetaria de los controles remotos de los residentes que no suscribieron contrato de mantenimiento. Cabe destacar, sin embargo, que en la orden de interdicto preliminar el tribunal había ordenado la entrega de los controles a cambio del pago de treinta y cinco dolares ($35) por unidad o la entrega gratuita de la clave. 22 La solicitud de revisión contiene los senalamientos de error siguientes: "A. Primer Error: 'Erro ... al resolver que los demandantes recurridos están protegidos por la Sección 15, de la Ley [Num. 21 según enmendada por la] Ley numero 156 ... a pesar de que estos favorecieron el establecimiento del control de acceso, y [que] dicha sección ... solo protege a los residentes que no favorecieron el sistema.' "B. Segundo Error: 'Erro ... al resolver que un sistema de control de trafico de vehiculos implantado a tenor con la Ley num. 21 ... y la Ley num. 156 ... tiene que estar inscrito en el Registro ... como grav[a]men real o existir un contrato por escrito para poder obligar a un residente a contribuir económicamente a los gastos de mantenimiento del sistema.' "C. Tercer Error: 'Erro ... al no resolver que entre los demandantes y la Asociación ... se perfecciono un contrato de mandato, y el mismo obligaba a los demandantes recurridos a apoyar económicamente el sistema de control de trafico de (315) particular, aduce que las autorizaciones suscritas por todos, excepto dos, de los demandantes recurridos constituyen contratos de mandato que los comprometen a financiar el sistema de control de acceso implantado. B. Asoc. v. Báez y otros En el otro caso, Asoc. v. Báez y otros, los residentes demandados contestaron la demanda y presentaron una reconvención escasamente dos (2) días después de haberse presentado la moción de sentencia sumaria en Caquías etc. v. Asoc. Con excepción de una reclamación de daños y perjuicios contra la Asociación, la reconvención repitió las mismas alegaciones adelantadas y solicito los mismos remedios solicitados en la referida moción.23 No incluyo una impugnación constitucional de la Ley Num. 21, según enmendada, supra. Luego de unos tramites procesales, el 16 de julio de 1991, unos cinco (5) meses después de dictada la sentencia en Caquías etc. v. Asoc., los residentes demandados presentaron una moción de sentencia sumaria parcial {201 debidamente acompañada de documentos y declaraciones juradas.24 A manera de remedio, solicitaron que se declarasen sin lugar las demandas de la Asociación por el planteamiento ya adjudicado a su favor en Caquías etc. v. Asoc. de que no existe vehiculos una vez implantado el sistema.' "D. Cuarto Error: 'Erro ... al declarar sin lugar la Moción en Oposición a Solicitud de Sentencia Sumaria y Solicitud de Vista en su Fondo.' '' Solicitud de revision, pag. 6. 23 Por no estar las acciones de daños y perjuicios ante nuestra consideración, no exponemos las alegaciones de la reconvención sobre los daños que la implantación del sistema de control de acceso alegadamente ha causado a los residentes demandados. 24 Esta moción de sentencia sumaria parcial fue suscrita por todos los residentes demandados en los dos (2) casos consolidados iniciados por la Asociación, incluso el señor Caquías Mendoza. Ni estos ni la Asociación intentaron utilizar la sentencia del Tribunal Superior en Caquías etc. v. Asoc. como impedimento colateral por sentencia en su modalidad ofensiva o defensiva. (316) contrato alguno que los obligue al pago de la cuota de mantenimiento. Moción solicitando se dicte sentencia sumaria parcial, Casos Civiles Núms. KAC- 90-1221 y KAC-90-1233 (Cons.), pags. 6061.25 Ademas, solicitaron que se declarara ilegal y se ordenara la detención y remoción del sistema de control de acceso de Mansiones bajo el argumento ya adelantado y rechazado en Caquías etc. v. Asoc. de que dicho sistema no fue adoptado por los residentes conforme a la Ley Num. 21, según enmendada por la Ley Num. 156, supra, y al Reglamento Num. 20, supra. Moción, pags. 1929 y 61. Presentaron, sin embargo, un nuevo planteamiento de que el sistema es ilegal porque la Asociación alegádamente no sometió una declaración de impacto ambiental o una determinación de que ese estudio no era necesario de conformidad con la Ley Num. 9 de 18 de junio de 1970, según enmendada, 12 L.P.R.A. sec. 1121 et seq., conocida como la Ley sobre Política Pública Ambiental. Moción, pags. 29 y 30. Por último, señalaron que el sistema contraviene la Ordenanza porque esta no autorizó que el portón de la calle Begonia operara por control remoto, sino por tarjeta, ni {202 que el portón de la calle Gardenia permaneciera cerrado en horas de la noche. Moción, pags. 30 y 31. En la alternativa, y a diferencia de la moción de sentencia sumaria en el caso en Caquías etc. v. Asoc., los residentes demandados solicitaron por primera vez que, de determinarse que la Ley Num. 21, supra, autoriza a la Asociación a operar el sistema como alegádamente lo hace, entonces se declarara inconstitucional la Ley Num. 21, 25 Surge de los documentos y de las declaraciones anejadas a la moción que los residentes peticionarios William Varas Bas y Anastacio Baez Colon, y María A. Sierra Diaz y Carmen Borgos Bou, esposas de los peticionarios Rafael Kercado Salgado y Ernesto Rodríguez Rivera, respectivamente, firmaron las autorizaciones en enero de 1987. El peticionario Arquímedes Ramírez Rivera la firmó el 15 de junio de 1989. Los únicos que no firmaron fueron Juan A. Molina Robles y Wilfredo Báez. El padre de este último, Anastacio Báez Colón, sin embargo, si había suscrito la referida autorización. (317) supra. Moción, pag. 61.26 Argumentaron que las calles son bienes de dominio público y que, en la medida en que dicha ley permita a la Asociación limitar, restringir o impedir el acceso a las calles de Mansiones, esta contravendría la Sec. 9 del Art. VI de la Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, L.P.R.A., Tomo 1 (en adelante la Constitución del E.L.A.) porque tal disposición alegádamente carece de fin público. Moción, pags. 3135.27 Sostuvieron, ademas, que si la Ley Num. 21, supra, autoriza la alegada practica de la Asociación de requerir al visitante que se identifique e indique el nombre y la dirección del residente que va a visitar, esta viola el derecho a la intimidad de los residentes según consagrado en la Sec. 8 del Art. II de nuestra Constitución, L.P.R.A., Tomo 1. Moción, pag. 35. Finalmente, sostuvieron que dicha ley violaría sus derechos de libertad, expresión y libertad de culto, tanto bajo la Constitución del E.L.A. como bajo la Constitución de Estados Unidos si se resolviere que permite a la Asociación limitar el acceso a grupos religiosos o de otra {203 índole que pudieran repartir hojas 26 La Reconvención no contenía esta impugnación constitucional, por lo que la moción de sentencia sumaria parcial implicitamente enmendo la reconvención con respecto a este particular. Dispone la parte pertinente de la moción de la forma siguiente: "3. Si el Honorable Tribunal entiende que el CONTROL fue implantado legalmente y que la demandante esta facultada por la Ley Num. 21 a continuar operandolo en la forma en que lo hace entonces solicitamos que se declare inconstitucional dicha ley." Moción solicitando se dicte sentencia sumaria parcial, Caso Civil Num. KAC-90-1221; KAC-90-1233 (Cons.), pag. 61. 27 La Sec. 9 del Art. VI de la Constitución del Estado Libre Asociado, L.P.R.A., Tomo 1, 1982, pag. 369, dispone que "[s]olo se dispondra de las propiedades y fondos públicos para fines públicos y para el sostenimiento y funcionamiento de las instituciones del Estado, y en todo caso por autoridad de ley". (318) sueltas y otra literatura en la urbanización. Moción, pag. 36.28 La Asociación se opuso a esta moción. Luego de varios incidentes procesales, el 31 de octubre de 1991 el Tribunal Superior (Hon. Evaristo M. Orengo, Jr., Juez) dicto una breve resolución y orden en la cual declaro sin lugar la moción de sentencia sumaria parcial y señaló el caso para vista en su fondo. Inconformes, los residentes demandados también recurrieron ante nos mediante petición de certiorari presentada el 27 de noviembre del mismo año.29 Presentaron seis (6) señalamientos de error. Además, solicitaron que se les concedieran los mismos remedios solicitados en la moción denegada. III Antes de atender los planteamientos de derecho, es menester precisar la postura procesal de los recursos. En Caquías etc. v. Asoc., la Asociación recurre de una sentencia sumaria en su contra. Por otro lado, en Asoc. v. Báez y otros los residentes demandados y demandantes en reconvención recurren de una resolución que denegó su moción de sentencia sumaria parcial.30 Por lo tanto, previo a resolver cada señalamiento es preciso determinar si existe alguna controversia real sobre hechos materiales que impida la adjudicación en esta etapa de los procedimientos. Regla 36.3 de Procedimiento Civil, 32 L.P.R.A. Ap. III; Pérez v. {204 Advisors Mortgage 28 De forma supletoria solicitaron una nueva determinación de que tienen derecho a los controles remotos que activan los portones mientras el sistema continue operando. Moción solicitando se dicte sentencia sumaria parcial, Casos Civiles Nums. KAC-90-1221 y KAC-90-1233 (Cons.), pag. 61. 29 El senor Caquías Mendoza no recurrió ante nos de la resolución del tribunal a quo, por lo que el Caso Civil Num. KAC-90-1221 no se encuentra ante este Foro para adjudicación. 30 En adelante, nos referiremos a los residentes, recurridos en Caquías etc. v. Asoc., y recurrentes en Asoc. v. Baez y otros, como los "residentes opositores". (319) Investors, 130 D.P.R. 530 (1992); Tello, Rivera v. Eastern Airlines, 119 D.P.R. 83 (1987). Un estudio de ambos recursos revela que las cuestiones de derecho ante nuestra consideración son, en síntesis, las siguientes: (1) si el sistema de control de acceso de Mansiones fue implantado en contravención de la Ley Num. 21, según enmendada por la Ley Num. 156, supra, del Reglamento Num. 20 y de la Ordenanza; (2) si los residentes opositores tienen derecho a los controles remotos y a las llaves del paseo peatonal, libre de costo, sin que se les pueda obligar a pagar la cuota de mantenimiento o a ser miembros de la Asociación, y (3) en la alternativa, si la manera en que la Asociación opera el sistema viola los derechos constitucionalmente protegidos a la intimidad, libertad de expresión y libertad de culto de los residentes, y contraviene la limitación constitucional de que solo se dispondrá de los bienes públicos para fines públicos, y en esa medida, si la Ley Num. 21, según enmendada, supra, es inconstitucional por autorizar las alegadas practicas de la Asociación.31 Procedemos a atender cada uno de estos planteamientos en el orden aquí expuesto.32 IV Atendemos, en primer lugar, el planteamiento de los residentes opositores de que el sistema de control de acceso de Mansiones fue implantado en violación de la Ley Num. 21, según enmendada por la Ley Num. 156, porque la Ordenanza no fue adoptada por tres cuartas (3/4) partes de {205 los residentes. Es preciso aclarar que, 31 Los residentes opositores también senalaron que el sistema fue implantado en violación de la Ley sobre Política Pública Ambiental y el reglamento que la implanta, porque alegadamente no se precedió de una declaración sobre el impacto ambiental del sistema o, en la alternativa, de una determinación de que tal declaración no era necesaria. 32 Debido a los planteamientos constitucionales en la alternativa, el 19 de junio de 1992 expedimos una resolución en la que concedimos termino al Procurador General para que se expresara sobre estos. Este presento su informe el 6 de noviembre de 1992. (320) para fines de esta controversia, debemos circunscribirnos a la Ley Num. 21, según enmendada por la Ley Num. 156, supra, ley que estaba vigente al momento de la aprobación de la Ordenanza y de la implantación del sistema. No es hasta el 16 de julio de 1992 que la Asamblea Legislativa aprueba las enmiendas de la Ley Num. 22 (23 L.P.R.A. secs. 6464b-2, 64d-3-64d-4, 64e, 64g-64h). La Sec. 3 de la ley entonces vigente disponía, en la parte pertinente: ... De ser favorable la decisión del municipio correspondiente para los controles propuestos emitirá un dictamen preliminar que contendrá las condiciones, cambios o modificaciones bajo los cuales deberá desarrollarse el proyecto teniendo que obtener dicho dictamen preliminar la autorización de los residentes de por lo menos tres cuartas (3/4) partes de las viviendas allí establecidas para su adopción final e implantación. Dicha participación estará limitada a un representante por vivienda. Sec. 3 de la Ley Num. 21, según enmendada por la Ley Num. 156, supra, 23 L.P.R.A. sec. 64b (Sup.1989). En el caso de Mansiones, el Municipio emitió la Ordenanza el 13 de noviembre de 1989. Surge del expediente que este dictamen nunca fue remitido para la aprobación por escrito y bajo juramento dentro del termino de treinta (30) días, por tres cuartas (3/4) partes de los residentes de Mansiones. Las partes están de acuerdo en que la Ordenanza no varió o modifico en forma alguna la propuesta sometida por la Asociación. En ausencia de controversia sobre hechos materiales, procede disponer de este asunto por la vía sumaria. La Asociación alega que la notificación del dictamen solamente es necesaria cuando el Municipio aprueba un dictamen preliminar favorable en el cual impone nuevas condiciones, cambios o modificaciones a la propuesta original de control de acceso. Caso Num. CE-91-786, Parte III, Alegato de los demandantes recurridos, pag. 9. Señala que el tribunal de instancia había razonado de la misma forma {206 cuando resolvió el caso de Caquías etc. v. Asoc. (consolidado con este recurso) al concluir que el dictamen preliminar solo se emite en aquellos casos en que el municipio imponga modificaciones. Los residentes opositores, por su parte, sostienen que la letra de la ley era clara y que esta requería la remisión de la Ordenanza, aun cuando el Municipio no hubiese cambiado o modificado la propuesta original de la Asociación. (321) A nuestro juicio, la Sec. 3 de la Ley Num. 21, según enmendada por la Ley Num. 156, supra, no requería la remisión de la Ordenanza para la aprobación por tres cuartas (3/4) partes de los residentes de Mansiones. El propósito de este requisito de remisión era evitar la implantación de un sistema de control de acceso distinto al propuesto inicialmente por la urbanización solicitante sin obtener el previo consentimiento de los residentes afectados. Por lo tanto, el dictamen del municipio autorizador era de carácter preliminar únicamente cuando este cambiaba o modificaba el sistema propuesto. En este caso, la ley requería la remisión para dar oportunidad a los residentes de examinar el sistema aprobado preliminarmente y expresar su conformidad o desacuerdo. En el caso contrario, cuando el municipio no alteraba la propuesta original, no era necesario remitir el dictamen para que los residentes aprobasen por segunda vez el mismo sistema inicialmente apoyado. De hecho, mediante la Ley Num. 22, supra, la Asamblea Legislativa enmendó la Sec. 3 de la Ley Num. 21, supra, precisamente para aclarar este particular. Según enmendada, la Sec. 3, supra, dispone ahora claramente que si la determinación del municipio no enmienda los controles propuestos, esta será final, pero que si los enmienda, entonces tendrá que remitirlos para aprobación por tres cuartas (3/4) partes de los residentes.33 Sec. 3(d) {207 de la Ley Num. 21, según enmendada, supra, 23 L.P.R.A. sec. 64b(d). 33 Dispone la referida seccion: Si la determinación del municipio favorece los controles propuestos por la Junta, Consejo o Asociación de Residentes, emitira un dictamen final y autorizara la implantacion. Dicho dictamen será firme desde la fecha del archivo en el municipio de copia de su notificacion. Si la autorización del municipio modifica o establece restricciones a los controles propuestos por la Junta, emitira un dictamen preliminar que contendra las condiciones, cambios o modificaciones bajo los cuales deberá desarrollarse el proyecto teniendo que adoptarse dicho dictamen preliminar mediante declaración firmada por no menos de tres cuartas (3/4) partes de los propietarios, dentro de los quince (15) dias siguientes a la fecha de archivo en el municipio de copia de su notificacion. La firma de dichos propietarios estara limitada a un propietario por vivienda. 23 L.P.R.A. sec. 64b(d). (322) En el caso de Mansiones, la Ordenanza no tuvo el efecto de variar o modificar la solicitud de la Asociación, por lo que no constituyo un dictamen preliminar, sino final. No era necesario, por lo tanto, remitir la Ordenanza para la adopción de los residentes como sostienen los residentes opositores. V Como hemos resuelto que el procedimiento mediante el cual se autorizo el sistema de control de acceso no estuvo viciado, tenemos que resolver si la Asociación de algún otro modo lo implanto de forma contraria a la ley. Atendemos primeramente el reclamo de los residentes opositores de que el sistema se implanto en violación a la Ordenanza. En apoyo de su contención aducen que la Asociación hizo cerrar el portón de la calle Gardenia de 10:00 P .M . a 6:00 A .M . La Asociación recurrida admite que dicha alegación es veraz, pero sostiene que razones de seguridad la llevaron a autorizar el referido cierre. Los residentes opositores señalan también que el portón de la calle Begonia se opera por control remoto en lugar de tarjeta, como disponía la Ordenanza. No hay controversia en cuanto a este hecho. Apuntamos primeramente que, de ordinario, el permiso que otorga un municipio a una asociación de residentes {208 para controlar el acceso a las calles residenciales de su urbanización debe interpretarse e implantarse de conformidad con la naturaleza pública de esas vías. Por lo tanto, de acuerdo con el esquema legal aplicable, su uso generalmente no puede hacerse indebidamente oneroso. Toda norma de control de acceso debe ser razonable a la luz de las particularidades de la urbanización en que se vaya a implantar. Bajo el esquema vigente, recae sobre cada municipio la responsabilidad de examinar cuidadosamente la propuesta de control de acceso sometida para su aprobación por una asociación o consejo de residentes. Al realizar ese examen, el municipio deberá evaluar no solo las estructuras fisicas del sistema propuesto, sino también la manera en que la entidad solicitante se propone operarlo. Su escrutinio no debe ser liviano, ya que persigue asegurar que el sistema propuesto no transgreda los derechos que nuestro ordenamiento ha conferido a todas las partes afectadas por la (323) medida. A esos fines, el municipio tiene la facultad, así como el deber, de establecer las condiciones y restricciones que estime necesarias para armonizar los intereses en cuestión. Sec. 3, Ley Num. 21, según enmendada, supra. Concedido el permiso, recae sobre la asociación de residentes la obligación de utilizar el privilegio concedido conforme a las exigencias legales aplicables. En cuanto al cierre nocturno del portón de la calle Gardenia, reconocemos que la Ordenanza guardo silencio sobre la posibilidad de cerrar algunas de las calles durante horas de la noche. Meramente autorizo la instalación de unos portones operados mediante tarjeta y una caseta de vigilancia en la calle Begonia, y la instalación de un portón operado mediante control remoto en la calle Gardenia. No obstante, la Asociación sostiene que ha tenido que recurrir al cierre nocturno del portón de la calle Gardenia por razones de seguridad compatibles con los fines del sistema {209 de control de acceso autorizado. Ninguna de las partes presento documentos o declaraciones juradas en torno a estas alegadas razones de seguridad. Existe, pues, una controversia sobre hechos materiales que impiden la adjudicación de este asunto por la vía sumaria. Ahora bien, los residentes opositores no tienen razón al impugnar el método escogido para la operación automatizada de los portones. Bajo los hechos específicos de este caso, el que operen mediante control remoto en lugar de tarjeta es irrelevante. Lo esencial es que el residente pueda abrir el portón desde su vehiculo.34 34 Nos abstenemos de resolver el planteamiento de que al aprobar e implantar el sistema de control de acceso en Mansiones no se cumplió con la Ley sobre Política Pública Ambiental, según enmendada, ni con el Reglamento sobre Declaración de Impacto Ambiental de Puerto Rico, Reglamento Num. 3106 de 4 de junio de 1984, por entender que procede remitirlo al tribunal a quo para que determine si la Junta de Calidad Ambiental tiene jurisdicción primaria sobre el asunto. Los residentes opositores no presentaron el planteamiento ante esta junta y la Sec. 1.4 del referido reglamento dispone que esta será la instrumentalidad responsable de reglamentar y (324) VI Como hemos resuelto que con la posible excepción del cierre nocturno de la calle Gardenia el sistema de control de acceso se implanto conforme a la Ley Num. 21, supra, y la Ordenanza, debemos atender ahora cuales son los derechos que asisten a los residentes que se oponen a su implantación. Examinamos, primeramente, si la manera en que la Asociación opera el sistema contraviene la Ley Num. 21, según enmendada, supra, y el Reglamento Num. 20, en la medida en que ha negado a los residentes opositores el derecho a tener tanto los controles remotos de los portones como las llaves del acceso peatonal, hasta tanto no paguen las cuotas de mantenimiento e ingresen como miembros a la Asociación. En cuanto a esta controversia tampoco hay hechos materiales en disputa que nos impidan resolver. La Asociación {210 aduce que el uso exclusivo de los controles y las llaves es para los residentes que hayan pagado la cuota de mantenimiento y para aquellos residentes que desde un principio se opusieron al control de acceso. Admitió no haber entregado ni los controles remotos ni las llaves del paseo peatonal a los residentes opositores.35 Sostiene que al firmar la "autorización para controlar la entrada y salida de personas extrañas a nuestra comunidad", los residentes opositores apoyaron desde un principio la implantación del sistema. Por su parte, los residentes opositores argumentan que la autorización en cuestión no tuvo el alcance que le atribuye la Asociación. Por lo tanto, reclaman su derecho a obtener el control remoto y la llave del acceso peatonal sin tener que pagar nada a cambio. La Sec. 10(a) de la Ley Num. 21, según enmendada, supra, 23 L.P.R.A. sec. 64d3(a), obliga al pago de las cuotas de instalación, operación y mantenimiento del control de acceso, a los propietarios siguientes : (1) a los dueños de fincas en que se administrar el proceso de declaraciones de impacto ambiental. Veanse, e.g.: Secs. 1.6.11.6.5, 5, Reglamento Num. 3106. 35 En respuesta a la orden de interdicto preliminar de 25 de octubre de 1990, emitida en Caquías etc. v. Asoc., la Asociación entrego las claves de los controles remotos a los residentes allí demandantes y aquí recurridos. (325) haya inscrito en el Registro el dictamen del municipio que autorizó el control de acceso;36 (2) a los que autorizaron la solicitud para establecer el control de acceso, siempre y cuando el sistema implantado fuese igual en sus términos y condiciones, económicas y de otra índole, al sistema por ellos inicialmente autorizado o (3) a aquellos que se obligaron posteriormente mediante contrato escrito, y (4) a los que hayan adquirido su finca {211 luego de implantado el control de acceso o comenzado el tramite para obtener el consentimiento de tres cuartas (3/4) partes de los propietarios residentes para su implantación.37 Sec. 10(a)(3) de la Ley Num. 21, según enmendada, supra, 23 L.P.R.A. sec. 64d-3(a)(3). Estos propietarios estarán obligados a contribuir proporcionalmente a los mencionados gastos mediante el pago de cuotas mensuales. Sec. 10(b) de la citada Ley Num. 21, según enmendada, 23 L.P.R.A. sec. 64d-3(b). Tanto la Ley Num. 21, según enmendada, supra, como el Reglamento Num. 20 consagran el derecho de los residentes a oponerse al control de acceso. Dichos residentes no están obligados a pagar las correspondientes cuotas para "el establecimiento, operación, mantenimiento o remoción" (Sec. 15 de la Ley Num. 21, según enmendada, supra, 23 L.P.R.A. sec. 64g) del sistema; tampoco están obligados a pertenecer a la asociación de residentes, aunque si tienen derecho de voz y voto en las reuniones que esta celebre; finalmente, tienen derecho de acceso al área controlada bajo las mismas condiciones que los residentes que hayan favorecido el control de 36 La Sec. 8 de la Ley Num. 21, supra, 23 L.P.R.A. sec. 64d1, permite que, mediante escritura pública suscrita por los propietarios de mas del 50% de las fincas, se inscriba en el registro la autorización del municipio como un gravamen real. El gravamen solo surtirá efecto sobre las fincas cuyos titulares han consentido a la inscripción. La inscripción también puede solicitarla el urbanizador, desarrollador o constructor que antes de vender o conceder opción de compra sobre finca alguna obtenga un permiso para implantar el control de acceso. Sec. 4, Ley Num. 21, según enmendada, supra, 23 L.P.R.A. sec. 64b-1. 37 En ese caso, ello ha de constar en actas. Sec. 10(a)(3) de la Ley Num. 21, según enmendada, supra, 23 L.P.R.A. sec. 64d-3(a)(3). (326) acceso.38 Cuando solicite al municipio el permiso para implantar el control de acceso, la ley exige que la asociación de residentes garantice este ultimo derecho. Secs. 10(a) y 15 de la Ley Num. {212 21, según enmendada, supra; Secs. 5.03(8), 10.01 y 10.02 del Reglamento Num. 20.39 El efecto neto de las anteriores salvaguardas es que los vecinos que se opongan al sistema de control de acceso tendrán exactamente los mismos derechos que los vecinos que hayan apoyado el sistema y que contribuyan económicamente a su mantenimiento. Esto puede parecer injusto para aquellos residentes que apoyan la gestión. También puede prestarse a abuso por parte de residentes que, de mala fe, se opongan a la implantación del sistema de control de acceso para no tener que contribuir económicamente a su mantenimiento pero que en realidad desean la seguridad y tranquilidad que este ofrece. No obstante, ese es el balance que nuestro 38 La Sec. 15 de la Ley Num. 21, según enmendada, supra, 23 L.P.R.A. sec. 64g, dispone del modo siguiente: "Los propietarios que no autorizaron expresamente el establecimiento del sistema de control de acceso no estarán obligados al pago de cuotas para el establecimiento, operación, mantenimiento o remoción de dicho sistema excepto en aquellos casos en que se comprometan a dichos pagos mediante contrato escrito. Cuando así se comprometan, estos propietarios estaran sujetos a las obligaciones y disposiciones de la sec. 64d3 de esta ley. Todo propietario o residente tendra acceso al área sujeta al control de acceso en igualdad de condiciones y todo propietario podrá participar con voz y voto en las asambleas generales que celebre el Consejo, Junta o Asociación de Residentes, independientemente de que sea o no miembro de dicho organismo." (Enfasis suplido.) 39 La Sec. 5.03(8) del Reglamento explícitamente impone el requisito siguiente para solicitar el permiso: "Garantía de que se le proveerá acceso por igual y en todo momento a todos los residentes de la comunidad, incluyendo a los que no favorezcan el establecimiento de los controles propuestos." (327) legislador estimo adecuado para proteger los intereses en conflicto. Para oponerse al control de acceso bajo la ley actual, basta con que el residente no preste su autorización a la asociación para gestionar el permiso con el municipio.40 Ahora bien, aquel residente que en un principio haya dado esa autorización, puede luego revocarla siempre que lo haga expresamente y por escrito antes de la primera vista pública que celebre el municipio en torno al control de acceso propuesto. La autorización inicial no revocada obliga al residente a cumplir con todas las responsabilidades que impone la ley, siempre y cuando el sistema se haya implantado de conformidad con los términos y las {213 condiciones contenidas en dicha autorización. Sec. 2 © de la Ley Num. 21, según enmendada, supra, 23 L.P.R.A. sec. 64a(c). Esto ultimo no siempre fue así. Antes de ser enmendada por la Ley Num. 22, la Ley Num. 21, supra, guardaba silencio en torno a que sucedía si un residente se arrepentía de haber autorizado a la asociación a gestionar la instalación del sistema. Mas aun, tampoco disponía que la autorización inicial obligaba a los suscribientes a sufragar los gastos del sistema ni que tenía que ser revocada expresamente para evitar ese efecto. VII Procedemos a determinar si los residentes opositores tienen una obligación de sufragar los gastos de operación del sistema de control de acceso. Resolvemos que no. 40 En su parte pertinente, el inciso c de la Sec. 2 de la Ley Núm. 21, según enmendada, supra, 23 L.P.R.A. sec. 64a(c), dispone que "[a]quellas personas que favorezcan la implantación del sistema deberán hacerlo expresamente y por escrito ...". La Sec. 15 de la Ley Núm. 21, supra, también dispone que aquellos propietarios que no autorizaron expresamente la implantación del sistema no están obligados a sufragar su mantenimiento y operación a menos que se comprometan mediante contrato escrito. Sec. 15 de la Ley Num. 21, supra. Por lo tanto, el silencio del residente no lo compromete. (328) No existe controversía de hechos en cuanto a que ninguno de los residentes opositores firmo el contrato de mantenimiento mediante el cual el resto de los residentes se comprometió a sufragar los gastos de operación del sistema por una mensualidad de cuarenta y cinco dolares ($45). Excepto dos (2) de ellos, que nada firmaron, los demás residentes opositores se limitaron a firmar la autorización para que la Asociación realizara gestiones para limitar la entrada y salida de personas extrañas a su comunidad. Esta autorización no tuvo el efecto de comprometerlos a sufragar el mantenimiento y la operación del sistema. Primeramente, la autorización aludida no paso de ser un consentimiento para que la Asociación realizara "gestiones". La propia Asociación represento mediante las pulicaciones del Timonel, que esta a nada les comprometía. Tampoco el documento de autorización aludió a un compromiso económico. De hecho, cuando la Asociación solicito el permiso ante el Municipio presento -- ademas de las referidas autorizaciones-- contratos de mantenimiento firmados por poco mas de tres cuartas (3/4) {214 partes de los residentes como prueba del apoyo económico para el sistema propuesto. Ello implica que tanto la Asociación como el Municipio entendían que solo aquellos residentes que hubiesen firmado el referido contrato estaban obligados a pagar las cuotas de mantenimiento. Segundo, con excepción de uno (1) de ellos, aquellos residentes opositores que firmaron la autorización lo hicieron antes de aprobada la Ley Num. 21, supra. La autorización se presto bajo las disposiciones de la Ley de Municipios Autónomos del Estado Libre Asociado de Puerto Rico de 1991 que permitían el cierre permanente de calles, modalidad que conllevaba gastos de instalación y operación muy distintos a los del sistema de control actualmente implantado. Tercero, aunque eventualmente la Asociación utilizo estas autorizaciones para gestionar la solicitud una vez aprobada la Ley Num. 21, supra, no podemos perder de vista que, en aquel entonces, dicha ley no disponía que la autorización obligaba a sufragar los gastos de operación y mantenimiento del sistema ni exigía que el residente revocara expresamente su autorización para evitar ese efecto. Por lo tanto, y visto que el documento de autorización no contenía ningún compromiso en contrario, debemos tomar su negativa a firmar el contrato de mantenimiento como una revocación implícita de su autorización inicial. (329) Concluimos, por lo tanto, que los residentes opositores no tienen obligación alguna de sufragar la operación del sistema de control de acceso. Por lo tanto, al exigirles el pago de las cuotas de mantenimiento como condición para darles los controles remotos y las llaves del acceso peatonal, la Asociación actuó contrario a las disposiciones de la Ley Num. 21, según enmendada, supra, y al Reglamento Num. 20. En consecuencia, la Asociación deberá entregar, sin costo alguno, los controles remotos y las llaves del acceso peatonal a todos los residentes que no hayan suscrito el {215 contrato de mantenimiento. No podrá exigirles que paguen las cuotas de mantenimiento ni obligarlos a pertenecer a la Asociación. Deberá, ademas, permitirles acceso a las reuniones de la Asociación con voz y voto. De ninguna manera podrá coartarles su derecho de libre acceso a la urbanización. VIII Por ultimo, habiendo resuelto en contra de los residentes opositores el planteamiento de que era ilegal la operación del control de acceso por no haberse cumplido con el procedimiento de adopción por tres cuartas (3/4) partes de los residentes, debemos pasar al planteamiento constitucional. Recordemos que los residentes opositores en Asoc. v. Báez y otros alegaron por primera vez y en la alternativa, en su moción de sentencia sumaria parcial, que la manera en que la Asociación opera el sistema de control de acceso contraviene varias disposiciones constitucionales. Ademas, impugnaron la constitucionalidad de la Ley Num. 21, supra, en la medida en que autorice dichas practicas. Específicamente, sostienen que la Asociación pretende privatizar las calles de Mansiones en contravención de la limitación contenida en la Sec. 9 del Art. VI de nuestra Constitución, supra, que dispone que solo se dispondrá de bienes públicos para fines públicos. Aducen, ademas, que la Asociación exige a toda persona que intenta entrar a Mansiones que se identifique por su nombre y que de el nombre y dirección del residente que se propone visitar. Sostienen que la alegada practica lesiona su derecho de intimidad protegido por la Sec. 8 del Art. II de nuestra Constitución, L.P.R.A., Tomo 1. Finalmente, alegan que sus derechos de libertad de expresión y libertad de culto protegidos tanto por nuestra Constitución como por la Constitución de EE.UU. se ven afectados toda vez que la Asociación alegádamente {216 limita el (330) acceso a grupos religiosos o de otra índole que desean repartir hojas sueltas u otra literatura en Mansiones.41 La Regla 36.3 de Procedimiento Civil de 1979, supra, dispone que se dictara sentencia sumaria cuando de las "alegaciones ... [deposiciones], contestaciones a interrogatorios y admisiones ofrecidas, en unión a las declaraciones juradas, si las hubiere, demostraren que no hay controversia real sustancial en cuanto a ningún hecho material y que como cuestión de derecho debe dictarse sentencia sumaria ...". Esto es, el tribunal deberá quedar convencido de la inexistencia de controversia sobre ningún hecho material y que como cuestión de hecho nada impide dictar sentencia sumaria. Veanse: Roig Com. Bank v. Rosario Cirino, 126 D.P.R. 613 (1990); McCrillis v. Aut. Navieras de P.R., 123 D.P.R. 113 (1989); Tello, Rivera v. Eastern Airlines, supra. Por el contrario, si el tribunal tuviera alguna duda sobre la existencia de un hecho material, no deberá disponer de la controversia mediante sentencia sumaria. Corp. Presiding Bishop CJC of LDS v. Purcell, 117 D.P.R. 714 (1986). Valcourt Questell v. Tribunal Superior, 89 D.P.R. 827, 832 (1964). Cualquier duda se resolverá en contra de la parte que solicita sentencia sumaria. Méndez Arocho v. El Vocero de P.R., 130 D.P.R. 867 (1992); Cuadrado Lugo v. Santiago Rodríguez, 126 D.P.R. 272 (1990). Evaluados los autos, los documentos que acompañan la solicitud de sentencia sumaria parcial de los residentes {217 opositores y los documentos presentados en oposición, concluimos que en Asoc. v. Báez y otros existen hechos materiales en controversia que nos impiden resolver estos planteamientos mediante sentencia 41 Los residentes recurridos en Caquías etc. v. Asoc. se abstuvieron de abundar sobre los planteamientos constitucionales. Luego de un análisis de poco mas de un párrafo, manifestaron que "[n]o nos extenderemos en el análisis constitucional ya que como hemos expuesto, los derechos de los recurridos están debida y adecuádamente garantizados por la Ley 21[,] el Reglamento 20 y la Ordenanza". Alegato de replica de la parte recurrida, pags. 2425. Como hemos resuelto los señalamientos de error en Caquías etc. v. Asoc. a favor de los residentes recurridos, este caso no presenta ninguna cuestión constitucional para nuestra adjudicación. Estas cuestiones surgen únicamente a raíz de la moción de sentencia sumaria parcial denegada en Asoc. v. Báez y otros. (331) sumaria. Mediante la Ley Num. 21, según enmendada, supra, la Asamblea Legislativa delego a los municipios la facultad para autorizar a residentes de urbanizaciones o comunidades --debidamente organizados en asociaciones o consejos-- a implantar y operar controles de accesos, conforme a los criterios de la ley y de los reglamentos que tuvieran a bien aprobar la Junta y los propios municipios. En el ejercicio de esta facultad, el Municipio autorizo a los residentes de Mansiones, por medio de su Asociación, a instalar y operar un sistema de control de acceso. Los residentes opositores en Asoc. v. Báez y otros alegan que la manera en que la Asociación opera este sistema lesiona varios de sus derechos constitucionales y que la Ley Num. 21, según enmendada, supra, es inconstitucional en la medida en que autoriza a la Asociación a así actuar. El único documento que anejaron a su moción de sentencia sumaria parcial para demostrar la manera en que la Asociación opera el sistema fue el Reglamento Interno de Control de Accesos adoptado alla para 1991 por una asamblea de los miembros de la Asociación. No acompañaron, sin embargo, ningún documento o declaración jurada que avalara su contención de que la Asociación sigue las disposiciones de este reglamento en la operación del sistema. En otras palabras, los residentes opositores no demostraron si la Asociación esta realmente poniendo en vigor el referido reglamento. En consecuencia, desconocemos la practica actual de los guardiánes que atienden la entrada en la intersección de las calles Begonia y Lirio, y la dinámica entre estos y las personas que intentan entrar a Mansiones. En particular, no sabemos la información que se les solicita y si esta se pide de manera obligatoria o voluntaria. Tampoco sabemos {218 si la información se solicita solamente a personas que pretendan entrar por medio de vehículos o si también a los peatones. Ignoramos, ademas, si los guardianes exigen algún tipo de corroboración de la información provista. Por ultimo, desconocemos las consecuencias de la renuencia de una persona proveer la información solicitada. Tampoco conocemos de la existencia de un alegado registro de las personas que intentan entrar, que información contiene, quien tiene acceso a este y que salvaguardas existen, si algunas, para impartir confidencialidad a la información que pueda (332) contener. Finalmente, desconocemos que limitaciones se le imponen, si algunas, a grupos religiosos u otras organizaciones privadas que pretendan acceso a Mansiones con el propósito de llevar su mensaje a los residentes. Ante estas interrogantes, no podemos determinar si la Asociación ha excedido limites constitucionales, estatutarios o reglamentarios en la operación del sistema hasta tanto el tribunal a quo determine la manera precisa en que la Asociación opera el sistema de control de acceso de Mansiones. Corresponde, pues, que se devuelva el caso para que, en vista en su fondo, se diluciden todas estas cuestiones de hechos a tenor con lo dispuesto por las Reglas de Procedimiento Civil. Este curso de acción responde no solo a las exigencias de la Regla 36.3 de Procedimiento Civil, supra, sino a la doctrina reconocida tanto por el Tribunal Supremo de Estados Unidos como por esta Curia de que la validez de las leyes se presume y que los tribunales no se anticiparan a decidir una cuestión de derecho constitucional antes de que sea necesario hacerlo ni cuando los autos sean inadecuados para hacer una determinación de esa índole. Vélez Ramírez v. Romero Barceló, supra; Vives Vazquez v. Tribunal Superior, supra; Esso Standard Oil v. A.P.P.R., supra; Suarez Sanchez v. Tribunal Superior, 92 D.P.R. 507 (1965); E.L.A. v. Aguayo, 80 D.P.R. 552, 596 (1958). {219 Debemos recordar, ademas, que desde la década de 1950 hemos declinado resolver asuntos constitucionales a menos que sea imprescindible para adjudicar las controversias ante nuestra consideración. Veanse: Fac. C. Soc. Aplicadas, Inc. v. C.E.S., 133 D.P.R. 521 (1993); Vélez Ramírez v. Romero Barcal, supra; P.P.D. v. Admor. Gen. de Elecciones, 111 D.P.R. 199 (1981); Galarza Soto v. E.L.A., 109 D.P.R. 179 (1979); Pacheco v. Srio. Instrucción Pública, 108 D.P.R. 592 (1979); Mari Bras v. Alcaide, 100 D.P.R. 506 (1972); Pueblo ex rel. M.G.G., 99 D.P.R. 925 (1971); Suárez Sánchez v. Tribunal Superior, supra; Esso Standard Oil v. A.P.P.R., supra; Bordas & Co. v. Srio. de Agricultura, 87 D.P.R. 534 (1963); E.L.A. v. Aguayo, supra; Tesorero v. Tribl. de Contribuciones y Kemper, 71 D.P.R. 298 (1950); Spanish Am. Tobacco Co. v. Buscaglia, 71 D.P.R. 991 (1950); Pueblo v. Marrero, 79 D.P.R. 649 (1956). De conformidad con estas normas, ahora debemos abstenernos de adjudicar la (333) constitucionalidad de la Ley Num. 21, supra, según aplicada, hasta tanto los hechos que alegádamente dan lugar a las cuestiones constitucionales sean plenamente dilucidados en una vista en su fondo. De esta manera evitamos, desde este estrado apelativo y sin el beneficio de una adjudicación previa de los hechos, formular innecesariamente unos pronunciamientos constitucionales e imponer unas medidas adicionales que puedan afectar la viabilidad de los sistemas de control de acceso implantados en muchas de nuestras urbanizaciones. IX En resumen, confirmamos la sentencia recurrida en Caquías etc. v. Asoc. y revocamos en parte la resolución recurrida en Asoc. v. Báez y otros por entender: (1) que la Ley Num. 21, según enmendada por la Ley Num. 156, supra, no requería la remisión de la Ordenanza para su adopción {220 por tres cuartas (3/4) partes de los residentes de Mansiones; (2) que la operación del portón de la intersección de las calles Begonia y Lirio por control remoto, y no por tarjeta, no acarrea la ilegalidad del sistema; (3) que los residentes opositores no están obligados por contrato o inscripción registral a pagar las cuotas para el mantenimiento del sistema. Ordenamos, por lo tanto, a la Asociación (1) entregar a los residentes opositores, libre de costo, tantos controles remotos como llaves del paseo peatonal que se pongan a disposición de los residentes con contrato de mantenimiento, y (2) desistir de sus gestiones para el cobro de la cuota de mantenimiento a los residentes opositores. Por ultimo, confirmamos en parte la resolución recurrida en Asoc. v. Báez y otros en cuanto a los planteamientos constitucionales, por entender que existen controversias sobre hechos materiales que impiden su disposición por la vía sumaria. Por lo tanto, devolvemos este caso al tribunal de instancia para que las partes ventilen estas controversias en juicio plenario y ademas para que se dilucide la controversia sobre el cierre nocturno del portón en la intersección de las calles Gardenia y Lirio y se determine si la Junta de Calidad Ambiental tiene jurisdicción primaria para atender (334) el planteamiento sobre el alegado requisito incumplido de una declaración de impacto ambiental. Se dictara la sentencia correspondiente. El Juez Asociado Señor Rebollo López emitió una opinión de conformidad. El Juez Asociado Señor Fuster Berlingeri emitió una opinión de conformidad. El Juez Asociado Señor Negrón García emitió una opinión disidente. Todos los Señores Jueces participaron conforme a la Regla de Necesidad.{221 Opinión disidente del Juez Asociado Señor Negrón García I Desde los albores de este siglo reconocimos que las calles, aceras y plazas "han sido destinadas al uso de los habitantes de la ciudad, y todos y cada uno de ellos desde el Gobernador, en su palacio, hasta el limosnero en su choza, tienen derecho al uso [pacifico] libre y continuado de las mismas". Saldaña v. Concejo Municipal de San Juan, 15 D.P.R. 37, 51 (1909). Décadas después, arropa a nuestra isla1 el fenómeno explosivo de una dinámica criminosa2 que ha convertido el automóvil hurtado o robado 1 "Sería de suponerse que por vivir en una isla estemos protegidos, aislados de las corrientes malsanas que contaminan el mundo de hoy: la violencia, las drogas heroicas, los asaltos, el crimen, la pornografía epidémica, las convulsiones sociales epilépticas. En tierra firme se suele pensar en las islas como refugio de paz. Pues no. Por los milagros de la tecnología, las islas perdieron su tranquilidad. Y por las maromas de la geopolítica, la nuestra es ademas una frontera." S. Tio, Un Fracatan de Tirabuzones, Graf. M. Parejo, España, 1975, San Juan, Puerto Rico, pag. 9, "Botellón". 2 Existen numerosas teorías sobre las raíces del crimen: la económica, la política, la psicológica y la social-aprendizaje. Encyclopedia of Crime and Justice, Nueva York, The Free Press, 1983, T. I, pags. 316341. Manuel López-Rey y Arroyo analiza comprensivamente la etiología del delito desde la tesis de desorganización social, fenómenos sociopatológicos, conflictos de culturas, cambio social, (335) en el instrumento codiciado y favorito de la delincuencia,3 por la movilidad, facilidad biopsicológico, psicológico, biológico y otros. M. Lopez-Rey y Arroyo, La Criminalidad, Madrid, Ed. Tecnos, 1976, pags. 160226. "Las causas generales de la criminalidad son bien conocidas. Aparte de los casos psiquiatricos, nace de la pobreza, de las grandes diferencias económicas entre los grupos sociales, la mala educación, la competición extrema por los bienes materiales, el desempleo, las familias rotas, la influencia dañina de la televisión y el cine, el pésimo ejemplo de las clases dirigentes, la epidemia del narcotráfico, etc." R. Serrano Geyls, Comunicación a Oficina de Servicios Legales del Municipio de San Juan, 10 de junio de 1992, pags. 56, Apéndice. 3 El hurto o robo armado y violento relacionado con los vehículos de motor ha alcanzado cifras inimaginables. La situación no es de nuestra exclusividad. En Estados Unidos causó que el Congreso aprobara la Ley Antirobo Automovil de 1992 (Anti Car Theft Act of 1992, 18 U.S.C. sec. 2119 et seq.). En Puerto Rico ha exigido la aprobación de disposiciones legales encaminadas a reducir su uso delictivo y venta ilegal lucrativa. A tal efecto, la Ley de Vehiculos y Transito de Puerto Rey, Ley Núm. 141 de 20 de julio de 1960, según enmendada, 9 L.P.R.A. sec. 1134, reglamenta el uso de cristales de visión unidireccional y de tinte en los parabrisas o cristales que permiten la comisión fácil de delitos y dificultan la identificación de sus autores. Por otro lado, la Ley Núm. 8 de 5 de agosto de 1987 (9 L.P.R.A. sec. 3201 et seq.) sobre protección de la propiedad vehicular reconoce lo lucrativo de la actividad de vehículos ilegalmente apropiados, estimado anualmente en varios millones de dólares. "Se trata de un negocio ilícito que involucra distintos sectores: el roba carro profesional, el hojalatero que le da una nueva apariencia a la unidad, el funcionario venal que le da identidad registral, el vendedor y exportador con conexiones internacionales que dirige sus esfuerzos al mercadeo de las unidades, el empresario indiferente que no toma precauciones para asegurarse de la identidad del adquirente que financia o asegura, y finalmente el comprador insensible que solo considera sus ventajas personales." Exposición de Motivos de la Ley Num. 8 de 5 de agosto de 1987, (336) y rapidez en que puede desplazarse y huir por las modernas vías urbanas. El modus operandi de estos delincuentes consiste, dentro o fuera de una urbanización, en hurtar o robar a mano armada un automóvil. Una vez en posesión de este comienzan una serie de asaltos sucesivos a través de esa u otras urbanizaciones. Las victimas pueden ser cualquier hombre, mujer, niño, sea visitante o residente, que se encuentre en su paso en las calles, aceras o patios frontales de las residencias. Incluso, penetran peatonalmente y esperan sigilosamente que abran los portones, las marquesinas o los hogares para sorprender y así aterrorizar al residente o a familias enteras. Como saben que el dueño del vehiculo hurtado o robado lo habrá notificado a la Policía, para evitar ser aprehendidos durante esas fechorías, constantemente se apropian de otros vehículos, a la par que descartan el anterior. En ocasiones hieren o asesinan al dueño u otra persona. A veces la resistencia ciudadana, a grandes riesgos y por excepción, frustra el delito. A menudo estos vehículos son conducidos a "talleres" o son abandonados en sitios deshabitados donde son desmantelados por otros individuos dedicados a esas actividades ilegales. Es obvio que, en estas rápidas incursiones y giras delictivas, el uso peatonal y vehicular irrestricto de las entradas, salidas, calles y aceras no controladas de las urbanizaciones residenciales, representan el factor mas {223 importante que les permite fácilmente transitar, consumar el delito y escapar impunemente. "Es de conocimiento común que el vehiculo ilegalmente apropiado es utilizado por los delincuentes para llevar a cabo fechorías tales como robos, asaltos, escalamientos y asesinatos como un medio para impedir su identificación por la policía." Exposición de Motivos de la Ley Num. 8 de 5 de agosto de 1987, Leyes de Puerto Rico, pag. 655. Diversos estudios tienden a confirmar la interacción sustancial que existe entre el incremento de esos delitos y el consumo y trafico del alcohol, sustancias controladas o estupefacientes.4 Leyes de Puerto Rico, pags. 654655. 4 Véanse: Victimas de asesinatos-homicidios y su posible relación con el problema de las drogas, Año fiscal 1989-1990 y enero a mayo de 1988 y 1990, Ofic. de Información de Justicia Criminal, Depto. de Justicia, noviembre 1990; G. Speckart (337) Mas que frías estadísticas, consideramos los efectos del crimen sobre las personas de carne y hueso, esto es, el impacto a corto y largo plazo que experimentan la mayoría de las victimas. Nos referimos no solo a las lesiones corporales, sino a aquellos danos invisibles severos, de carácter psicológico, tales como el miedo, la ansiedad, la paranoia, la depresión, la confusión, la sensibilidad interpersonal, la autoestima y el ajuste social. Para esas victimas y sus familiares, la dignidad del ser humano proclamada en nuestra Constitución es simple ficción. Nos preocupa sobremanera el costo espiritual del crimen y de lo que aparenta ser el desarrollo de un síndrome o estado de animo de miedo colectivo por "la impresión progresiva de inseguridad, amenaza, impotencia o sensación de perdida del dominio individual". A. Alonso Arias, El miedo insuperable y la fuerza o violencia moral e irresistible, [S.P.] Ed. Ediar-Conosur Ltda., 1985, pag. 8. No es para menos este malestar y estado de impotencia {224 comunitario. En el asesinato u homicidio, "el bien jurídico protegido es la vida humana, que es el bien mas importante, no solo porque el atentado contra la misma es irreparable, sino también porque la vida es la condición necesaria para sentir su grandeza y disfrutar de los restantes bienes". R. Levene, El Delito de Homicidio, Buenos Aires, Ed. Perrot, 1955, pag. 15. Mas alla del asesinato u homicidio --como ataque al máximo valor, la vida humana-- los delitos de asalto y robo son también graves y extremadamente peligrosos. "El sentido común nos dice que al efectuarse un robo, en que de ordinario los asaltantes utilizan armas de fuego o letales para producir la intimidación, es de esperarse que debido a lo desprevenido de las victimas y la fluidez situacional estas puedan resultar lastimadas. Si por el contrario se hace uso de la fuerza física para y M. Douglas Anglin, Narcotics Use and Crime: An Overview of Recent Research Advances, 13 Contemporary Drug Problems (1986); J.K. Watters, C. Reinarman y J. Fagan, Causality, Context, and Contingency: Relationships Between Drug Abuse and Delinquency, 12 Contemporary Drug Problems 351 (1985); P. Gomez Pavón, El delito de conducción bajo la influencia de bebidas alcoholicas, drogas toxicas o estupefacientes, Barcelona, Ed. Bosch, 1985, pags. 168; M. Alfonso Sanjuan y P. Ibanez Lopez, Drogas y Toxicomanías, Madrid, Imp. Pablo Lopez, 1979. (338) consumarlo, la situación empeora. No es necesario mucho esfuerzo mental para comprender que al efectuarse un robo -- debido al interés natural de la victima de proteger su persona y bienes-- el asaltante razonablemente ha previsto o puede prever que la consecuencia natural o probable de su acción puede desembocar en la muerte de alguna persona." Pueblo v. Lucret Quiñones, 111 D.P.R. 716, 739–740 (1981). Finalmente, el delito de violación, en el que se somete a la victima a un abusivo ataque físico sexual y a "una experiencia ... avasalladora cuyos efectos pueden durar indefinidamente". Elba A.B.M. v. U.P.R., 125 D.P.R. 294, {225 321 (1990).5 Veanse: Pueblo v. Rivera Robles, 121 D.P.R. 858 (1988); Pueblo v. Mattei Torres, 121 D.P.R. 600 (1988). 5 Experiencia descrita así en la opinión concurrente y de conformidad: "La experiencia vital puede a veces rebasar la mas enfermiza de las imaginaciones humanas. La dura realidad excede en ocasiones --por anchísimo margen-- lo que el morboso delirio de un demente puede concebir. Tal es el caso de la aterradora noche que le tocó en desdicha a esta joven universitaria. En definitiva, nada, absolutamente nada, borrara de su cuerpo y de su alma el estrago indescriptible que le deparó la vida. No es necesaria la condición de perito ni de experimentado en la condición humana para comprender el espanto de una experiencia que sobrecoge profundamente al mas insensible. "Temor, angustia, verguenza, consternación, dolor implacable: todo debe haberse apoderado de esta joven mujer en esa hora pavorosa. La intimidad de su cuerpo, hecha para la caricia consentida, para el disfrute del amor en su expresión mas tierna, fue violada brutalmente sin que hubiese para ella el mas leve resquicio de respeto. Por el contrario, el furor mas salvaje daño para siempre lo que para ella era inviolable, excepto por la voluntad del amor. "Y al final, para salvarse, para no morir por la injuria física y moral, o lo que es igual, para no perecer de asco, una salida igualmente aterradora. Tiene que echar mano del arma blanca usada por el violador para, a su vez, liberarse siquiera por un instante del estigma indeleble que --a fin de cuentas-- ya nunca podría borrarse del espiritu. Salvo su vida precariamente, pero el daño quedo y permanecerá para siempre como una huella que jamás podrá desvanecerse." (Escolio omitido.) Elba A.B.M. v. U.P.R., 125 D.P.R. 294, 331332 (1990), opinión concurrente y de conformidad. (339) Ante estos peligros,6 en protección del derecho a la vida y a la integridad física, examinamos formas de defensa comunitaria tales como el cierre de calles y control de accesos para prevenir y combatir el crimen. Naturalmente, su establecimiento genera legítimos reparos fundamentados en divergencias de criterios, incluso los jurídicos-{226 tradicionales, y pone a prueba la vitalidad y eficacia de nuestra Constitución como pacto social. La triste realidad delictiva aquí expuesta forma parte del trasfondo cotidiano que como juristas insertos en la sociedad no podemos ignorar. No existen soluciones mágicas para prevenir y disminuir el crimen. Estamos conscientes de que el sistema de cierre y control de calles ha suscitado --y continuara suscitando-- múltiples debates de índole social, moral, cultural y legal. Como mecanismo nuevo que abarca y afecta numerosas personas, su uso causara fricciones que requerirán --sobre la marcha-- ulterior intervención de los tribunales y la legislatura. "La democracia es una forma de vida, en la cual -- a modo de experimento diario-- se pone a prueba toda la gama de ideas, opiniones, conclusiones y demás percepciones que el ser humano 6 "El peligro puede definirse como la probabilidad de verificación de un daño o como la probabilidad de un resultado temido. El concepto de peligro es meramente objetivo, por cuanto este está constituido por el conjunto de las condiciones objetivas existentes en el mundo externo, de las cuales se puede deducir la probabilidad de verificación de un resultado que se teme y que no se desea. El peligro, dice Antolisei, no consiste en un estado de incertidumbre de la naturaleza, sino de una situación que lleva consigo la probabilidad de determinado efecto. Esta probabilidad consiste en una conjetura fundamentada en la experiencia de los casos similares. La experiencia nos enseña que de determinadas causas se derivan determinados efectos y enseña, además, que existe una uniformidad constante en el proceder de la naturaleza. Junto a la ley de causalidad que rige todos los fenómenos, existen leyes de causalidad por separado o particulares que rigen determinados fenómenos. De ahí la posibilidad de generalizar un hecho y establecer los efectos que se pueden derivar de él y la posibilidad de establecer la aptitud, la capacidad, la idoneidad general de un hecho para causar otro hecho. Precisamente por estás características se puede hablar de probabilidad, la cual existe a pesar de no haberse verificado el hecho." (Enfasis suplido.) S. Tulio Ruiz, La Estructura del Delito, Bogota, Ed. Tecnos, 1978, pag. 42. (340) genera en una sociedad pluralista. En la zona intelectual y afectiva, el individuo se presenta empapado de conflictos y diferencias ... con un juicio critico a veces sano, elevado y constructivo --y en ocasiones-- producto de la mala fe, el fanatismo, la intolerancia, la ignorancia, el prejuicio, etc. Basta reflexionar nuestras experiencias cotidianas --interfamiliares, con los vecinos, e incluso aquellos a quienes no conocemos directamente-- para darnos cuenta del cumulo de sentimientos y actitudes positivas y negativas involucradas." Noriega v. Gobernador, 130 D.P.R. 919 (1992). En particular, sabemos que pautar unas normas que satisfagan y armonicen todos esos diferentes puntos de vista, por lo pronto, es judicialmente imposible. II La prevención del delito mediante el concepto de diseño arquitectónicos esta "íntimamente relacionado con los problemas {227 de las áreas metropolitanas, consecuencias de la incesante tendencia a la concentración urbana".7 Si bien el diseño y la técnica son modernos,8 históricamente el concepto no. Encyclopedia of Crime and Justice, Nueva York, The Free Press, 1983, T. I, pags. 362–365. En las edades antiguas, las civilizaciones mediterráneas construían las viviendas con atrios interiores, no solo por razones climatológicas, sino por razones de 7 Informe de la Comisión para el Estudio de la Policía sometido al Consejo sobre la Reforma de la Justicia en Puerto Rico, 19 de diciembre de 1973, pag. 205. 8 Con algunas modificaciones, básicamente trata de la instalación de portones eléctricos con sistemas de control remoto (beepers); sistema de intercomunicación para acceso y control de visitantes, y sistema especial para acceso de los servicios gubernamentales. Incluye una caseta con guardián, y todas las facilidades requeridas, y dos (2) o tres (3) brazos mecánicos para controlar el acceso de entrada a la urbanización, uno para residentes y otro para visitantes. Pueden ser operados por tarjetas o control remoto (beepers) y por un guardián desde la caseta las veinticuatro (24) horas del día. (341) seguridad. Durante las edades medias, la ciudad murada y el castillo feudal fueron los bastiones de la seguridad. Con el surgimiento del concepto moderno de las naciones, el énfasis se transfiere a las fronteras de estas. En épocas recientes, el problema de la defensa de nuestros hogares se ha agravado al reconocer que el enemigo no viene de afuera, sino que esta presente dentro de nuestros pueblos y ciudades. Existen tres modelos conceptuales recientes que atienden el problema de diseñar ambientes residenciales seguros: la aldea urbana, el fortín urbano y espacio defendible. El concepto de la aldea urbana asume una población relativamente homogénea y la existencia de usos diversos en las calles que permitan la vigilancia constante de las mismas. El concepto del fortín urbano postula la necesidad de aislar los residentes del ambiente urbano .... El concepto de espacio defendible se centra en identificar aquellos elementos de diseño que facilitan la percepción de territorios sobre los cuales grupos de residentes se sientan responsables y dentro de los cuales los extraños sean fácilmente identificables. De mas reciente formulación esta el concepto de planificación de seguridad ambiental que recoge algunos de los señalamientos del concepto de espacio defendible, pero los amplía para considerar el efecto de los usos circundantes a las áreas residenciales como generadores de oportunidades para actos delictivos. (Énfasis suplido.) Memorial sobre el P. del S. 814 de 26 de noviembre de 1986. {228 Un estudioso de este reciente tipo de planificación urbana describe así el concepto: En términos teóricos los nuevos proyectos urbanos de acceso controlado se erigen sobre un modelo de intervención preventiva en favor del medio ambiente residencial cuyo objetivo es disuadir al criminal de su intención delictiva a través de la creación de barreras físicas y simbólicas. Lo que conduce a preponderar los conceptos de territorialidad, imagen, jerarquía y seguridad. La manipulación y conju[n]ción de [e]stos componentes supone un efecto minimizador de los niveles delictivos sobre el escenario urbano. La configuración preventiva se alcanza mediante un cuidadoso tratamiento fisionómico de factores contexturales. Lo que sugiere que el diseño ambiental y su articulación con la posición espacial de la edificación generen los elementos estructurales necesarios para constituirle en un "espacio defendible". De este modo queda planteado que mediante el diseño físico es posible crear zonas percibiblemente (342) territoriales, o sea áreas de marcada influencia vecinal. Desde esta vertiente el criminal pasa a ser entendido y definido como una suerte de ente foráneo, exógeno al área residencial. O. De la Rosa Tirado, Ciudad, Morfología y Alienación Social, ponencia dictada por encomienda del Greater San Juan Committee, Inc., noviembre de 1990, pags. 179180. Caso Num. CE-91-786, Parte I, Petición de certiorari, pags. 249250. Vease Criminalidad, nuevo hábitat y estructura urbana, Tesis de maestría, Escuela de Planificación, Universidad de Puerto Rico, 1988. Con sujeción a ciertos pronunciamientos, sostenemos hoy la validez constitucional de la legislación que autoriza el cierre de calles y control de acceso, a la par que pautamos normas para remediar sus abusos y excesos. III La alta incidencia del crimen en Cupey movió en 1985 a los residentes de la urbanización Mansiones de Río Piedras a explorar alternativas para intentar prevenirlo mediante el control de entrada de vehículos de motor y personas extrañas. Para esa época, la Ley Orgánica de los Municipios {229 de Puerto Rico, Ley Num. 146 de 18 de junio de 1980 (21 L.P.R.A. ant. sec. 2001 et seq.) en su Art. 12.07 (21 L.P.R.A. sec. 345), únicamente facultaba a "ordenar y efectuar el cierre permanente de cualquier calle o camino dentro de sus limites territoriales, previa celebración de vista pública que deberá notificarse mediante avisos escritos fijados en sitios prominentes en la Casa Alcaldía y en calle o camino a cerrarse ...". (Enfasis suplido.) Se observa, pues, que la ley trataba de unos cierres distintos, no el control de acceso como se conoce hoy. Una vez realizado el cierre previsto en esa ley, el carácter fijo e inamovible de esa obra no requería el continuo y permanente pago de cuotas de operación y mantenimiento. Con ese proposito, una mayoría de los dueños y residentes de las ciento ochenta y una (181) viviendas de la urbanización, organizados en una asociación no (343) incorporada, autorizaron por escrito9 a sus directores a gestionar y solicitar el cierre permanente de una (1) de las dos (2) calles por las cuales había acceso. El proceso fue lento, complicado y azaroso. Posteriormente, por falta de consenso, se abandono la idea del cierre permanente. El 20 de mayo de 1987 la Asamblea Legislativa aprobó la Ley Num. 21 (23 L.P.R.A. sec. 64 et seq.) con el objetivo de permitirle a la ciudadanía "participar de la lucha contra el crimen al establecer mecanismos que controlen los accesos y al mismo tiempo disminuye la labor de vigilancia, ya sobrecargada, que presta la Policía de Puerto Rico". Exposición de Motivos de la Ley Num. 21 de 20 de mayo de {230 1987, Leyes de Puerto Rico, pag. 67. La hipótesis central que animo este estatuto es que el Gobierno compartiese con los residentes la responsabilidad10 por la vigilancia 9 En el documento que suscribían los residentes se estipulaba: "Yo _________________________, mayor de edad, ________________, residente de la calle ____________________ de la Urbanización Mansiones de Río Piedras, en representación de los residentes de la vivienda de referencia, autorizo a la Asociación de Residentes de Mansiones de Rio Piedras para que represente los intereses comunitarios a los efectos de solicitar a la Asamblea Municipal de San Juan la autorización para controlar la entrada y sal[i]da de personas extrañas a nuestra comunidad. "Hoy _____ de ____________ de _______." (Enfasis suprimido y en el original.) Caso Num. RE-91-139, Solicitud de revision, pag.14. Se advierte la total omisión al aspecto económico para la instalación inicial o gastos de operacion, reparación o mantenimiento fijos. 10 Lo que nos hace recordar que "[a]costumbrase entre nosotros confiar a la acción gubernativa el desenvolvimiento de las mas insignificantes cuestiones de interes social. Encuentrase agradable al parecer, que la Autoridad Superior lo prepare y metodice todo .... El principal elemento de progreso de nuestro país ha de brotar al calor de la iniciativa individual ...". Las clases jornaleras en Puerto Rico, 1882, en S. Brau, Ensayos (Disquisiciones Sociologicas), Rio Piedras, Ed. Edil Inc., 1972, pags. 5859. (344) y el mantenimiento del orden y, por ende, el control de la conducta delictiva.11 Al restringirse la libre entrada y el paso de personas y vehículos en las diferentes urbanizaciones, se limita el área de acción de los delincuentes y se les impide o dificulta escapar y salir airosos una vez cometido el delito. Esta ley autorizo a la Junta de Planificación a adoptar los reglamentos necesarios y a conceder permisos en comunidades residenciales públicas y privadas con un solo acceso de entrada y salida o que, teniendo mas, sus calles o caminos no fueran vías de entrada o salida a otras comunidades. Podía concederse cuando cumplieran los requisitos siguientes: (1) tener una asociación de residentes debidamente organizada; (2) que en la urbanización o comunidad no existiera ninguna facilidad estatal o municipal destinada a uso público, excepto escuelas, parques recreativos o centros comunales; (3) que tres cuartas (3/4) partes de los residentes de las viviendas establecidas en la comunidad prestaran su consentimiento para controlar el acceso, y (4) que la comunidad "se comprometa y presente garantías de que ha de asumir los gastos de instalación, operación y mantenimiento de las facilidades necesarias para el control del acceso a la urbanización o comunidad". Sec. 2 (23 L.P.R.A. sec. 64a). Cumplidos estos requisitos y celebrada una vista pública ante el Municipio de San Juan {231 (en adelante Municipio), la Junta de Planificación (después el Municipio) quedaba facultada para conceder el permiso. Fundamentada en esta nueva legislación, la asociación, a la sazón incorporada como la Asociación de Residentes de Mansiones de Río Piedras, Inc. (en adelante la Asociación), continuo sus gestiones para controlar el acceso a la urbanización y tras varios tramites --incluso una vista pública-- el 4 de diciembre de 1989, mediante la Ordenanza Municipal Num. 40 de 13 de noviembre de 1989, obtuvo del Municipio la autorización. En su sección segunda, la Ordenanza, supra, impuso como "condición 'sine qua non' que aun aquellos residentes que no estén de acuerdo con los mencionados cierres de calles y que no participen con la aportación de cuotas, se les reconocerá el derecho a la participación de todos los beneficios". Ordenanza, supra, Sec. 2da. 11 Igual enfoque inspiró la Ley Núm. 14 de 7 de diciembre de 1989, creadora del Consejo de Seguridad Vecinal. 25 L.P.R.A. sec. 1030. (345) La Asociación instalo en la calle Gardenia un portón que se activa con control remoto (beeper) y otro en la calle Begonia, activado de igual modo y por dispositivos dentro de una caseta, atendida y vigilada constantemente por un guardián. Los automóviles de los residentes tienen una calcomanía que los identifica y todos, sin restricción, podían y pueden usar la salida y entrada custodiada por el guardián. El sistema comenzó a funcionar el 30 de junio de 1990 y produjo una reducción sustancial en la comisión de delitos contra la persona y propiedad dentro de la urbanización. Para el mantenimiento del sistema, la Asociación redacto un contrato en el cual los residentes se obligaban a pagar cuarenta y cinco dolares ($45) mensuales. Una vez lo firmaban se les entregaba el control remoto (beeper). Algunos residentes no lo suscribieron y la Asociación les negó el beeper y, por ende, el acceso vehicular por el portón automático. Subsiguientemente, el 26 de julio de 1990 la {232 Asociación los demando12 en cobro de la cuota y los daños y perjuicios ascendentes a mil dolares ($1,000), invocando la existencia de un contrato de mantenimiento y alegando que ellos habían autorizado a gestionar el control. En contra, los residentes negaron responsabilidad, formularon una reconvención en la cual solicitaron que se decretara ilegal la Ordenanza y se ordenara la remoción del sistema. Ademas, reclamaron daños por angustias y sufrimientos mentales y solicitaron en la alternativa unas modificaciones al diseño y varios remedios mas. Alegaron, ademas, que era ilegal la orden de la Asociación que disponía el cierre del portón de la calle Gardenia desde las 10:00 de la noche hasta las 6:00 de la mañana y el cobro de quince dolares ($15) como condición para entregarles copia de una llave del portón peatonal de esa calle. Con posterioridad solicitaron sentencia sumaria aduciendo que nunca favorecieron el sistema. 12 La Asociación de Residentes de Mansiones de Río Piedras, Inc. (en adelante la Asociación) presentó dos (2) demandas: La KAC-90-1233 contra Wilfredo Báez, Anastacio Báez, María Antonia Sierra, Rafael Muñoz, Beatriz Avila de Muñoz, Juan A. Molina, Ernesto Rodríguez, Arquímedes Ramírez y William Varas; y la KAC-90-1221 contra José R. Caquías, quienes también formularon reconvención. Fueron consolidados. (346) Pendiente dicho pleito, los residentes demandados13 presentaron demanda sobre sentencia declaratoria y entredicho permanente (KPE-90-1382)14 en que pidieron se les proveyera gratuitamente acceso en iguales condiciones de los que satisfacían la cuota de mantenimiento. El tribunal (Hon. Arnaldo López Rodríguez, Juez) ordeno a la Asociación "entregar a los demandantes el control remoto (beeper) sin que estos estén obligados a pagar cuota para sufragar los gastos de mantenimiento del sistema". Caso Num. RE-91-139, Solicitud de revisión, Apéndice II, {233 pag. 9. Como cuestión de derecho, la ilustrada sala sentenciadora concluyo que en virtud de la Ley Num. 21, según enmendada, supra, los residentes solo tenían que pagar cuando la autorización para controlar el acceso a la urbanización constaba inscrita en el Registro de la Propiedad, como un gravamen real sobre la finca, o cuando de otro modo se comprometían mediante contrato escrito. Ausentes esas circunstancias, eran acreedores al control remoto (beeper), pues la referida Ley Num. 21, supra, expresamente disponía acceso igual a los residentes que no lo favorecieran. Contra ese dictamen, a solicitud de la Asociación acordamos revisar. En el ínterin, el foro de instancia (Hon. Evaristo M. Orengo, Jr., Juez) en los casos Núms. KAC-90-1221 y KAC-90-1233, denegó la sentencia sumaria pedida por los residentes. No conformes, acudieron ante nos. Expedimos y consolidamos ambos recursos. Con el beneficio de los alegatos de las partes, la comparecencia del Secretario de Justicia por conducto de la Oficina del Procurador General y la replica de los residentes opositores presentada el 4 de diciembre de 1992, resolvemos si es valido o no el sistema de control fundamentado en la Ordenanza, supra; si los residentes opositores tienen que pagar las cuotas de mantenimiento, y si la Ley Num. 21, según enmendada, supra, por la Ley Num. 156 de 10 de agosto de 1988 (23 L.P.R.A. secs. 13 Excepto Wilfredo Báez, Rafael Muñoz y Beatriz Avila de Muñoz. 14 Figuran como demandantes los esposos Rafael Kercado Salgado y María Antonia Sierra Díaz, Edwin Jiménez Irizarry y Margarita Martínez Pérez y sus respectivas sociedades legales gananciales, y Luz M. Ríos Rosario. (347) 6464b-1, 64c64g) es constitucional.15 {234 IV La tarea exige ampliar, aunque someramente, algunas disposiciones de la legislación sobre el cierre de calles y urbanizaciones. Según lo expuesto, con la Ley Num. 21, supra, la Legislatura estableció claramente un procedimiento para obtener el permiso de control de acceso de calles. Sin embargo, no visualizo ni fijo un mecanismo para sostenerlo económicamente. Con la Ley Num. 156, supra, aprobó "un método de financiamiento para que sea factible establecer el control de acceso y mantenerlo funcionando". Exposición de Motivos de la Ley Num. 156 de 10 de agosto de 1988, Leyes de Puerto Rico, pag. 723. Dicha ley, ademas de diseñar un sistema de cuotas, traslado a los municipios la prerrogativa para concederlos. Para la eficacia del sistema de financiamiento se autorizo, mediante escritura pública, su inscripción en el Registro de la Propiedad como un gravamen real sobre la finca de los residentes cuyos titulares hubiesen consentido a la inscripción, en caso de que el urbanizador no lo hubiese inscrito previamente. Secs. 4 y 8(b), 23 L.P.R.A. secs. 64b1 y 64d1(b). La inscripción obliga al propietario a contribuir proporcionalmente con los gastos de instalación, reparación y mantenimiento del control de acceso, lo cual constituirá un gravamen sobre su "inmueble cuando este se haya constituido conforme a lo establecido en la sec. 64d1 de este titulo". Sec. 12 (23 L.P.R.A. sec. 64d5). 15 En José R. Caquías Mendoza, etc. v. Asociación de Residentes de Mansiones de Rio Piedras, KPL-90-1382 no se planteo en instancia la cuestión constitucional, pero si ante este Foro. Por otra parte, la validez constitucional de la Ley Num. 21, supra, fue cuestionada en el tribunal de instancia en Asoc. de Residentes de Mansiones de Rio Piedras, Inc. v. José R. Caquías, KAC-90-1233. Los hechos esenciales para resolver los recursos están fundamentados en prueba documental o en las posiciones facticas coincidentes expuestas por las partes en sus diversos escritos. (348) Ningún propietario podrá librarse del pago de cuotas aun cuando abandone el inmueble gravado o entienda que no recibe beneficio alguno. Sec. 10 (23 L.P.R.A. sec. 64d3). Cuando el desarrollador o constructor no inscribe la autorización en el Registro de la Propiedad, esa inscripción solo puede hacerse después sobre fundamentos voluntarios; no es susceptible de imponerse compulsoriamente. La {235 solicitud al municipio debe ser adoptada por tres cuartas (3/4) partes de los residentes de las viviendas en la comunidad. Sec. 2, supra. Ademas, es requisito que la comunidad "se comprometa y presente garantías de que ha de asumir los gastos de instalación, operación y mantenimiento de las facilidades necesarias para el control del acceso a la urbanización o comunidad". Sec. 2(d), 23 L.P.R.A. sec. 64a(d). Es obvio que la viabilidad económica de control de acceso debe ser garantizada por los residentes que consintieron a su establecimiento. Los residentes que no lo favorecieron "no estarán obligados al pago de cuotas para el establecimiento, operación, mantenimiento o remoción de dicho sistema excepto en aquellos casos en que se comprometan a dichos pagos mediante contrato escrito". (Énfasis suplido.) Sec. 15 (23 L.P.R.A. sec. 64g). En resumen esta obligación puede surgir de tres (3) fuentes distintas: (1) inscripción en el Registro --por el urbanizador-- del permiso en el cual el pago de cuotas consta como un gravamen sobre la finca; (2) autorización o consentimiento inicial que brindan los residentes a su asociación para que gestione el permiso municipal, que recoja expresamente el compromiso voluntario de sufragar los gastos, y (3) contrato suscrito posteriormente por los residentes que originalmente no lo favorecieron. Evaluemos los distintos reclamos de los residentes opositores y la Asociación.16 16 Distinto a la contención de los residentes opositores, no consideramos que la variante entre activar el portón con un control (beeper), en lugar de una tarjeta, según originalmente fue autorizado por el municipio, lo mismo que el cierre del portón de la calle Gardenia entre las 10:00 P.M. y 6:00 A.M. (noche), tengan la consecuencia de afectar la legalidad del sistema. Ambos puntos no ameritan mayor análisis. (349) {236 V Ciertamente, la Sec. 3 de la Ley Num. 21 (23 L.P.R.A. sec. 64b), y los Arts. 5.05 y 5.06 del Reglamento de Planificación Num. 20 de 20 de enero de 1989 sobre Control de Transito y Uso Público de Calles Locales, requiere que el municipio celebre vistas públicas y de ser favorable la decisión, "un dictamen preliminar que contendrá as condiciones, cambios o modificaciones bajo los cuales deberá desarrollarse el proyecto teniendo que obtener dicho dictamen preliminar la autorización de los residentes de por lo menos tres cuartas (3/4) partes de las viviendas allí establecidas para su adopción final e implantación. Dicha participación estará limitada a un representante por vivienda". 23 L.P.R.A. sec. 64b (Sup. 1989). Sin embargo, como sentencio el ilustrado foro de instancia, en recta lógica, el dictamen preliminar solo tiene que emitirse cuando el municipio establece "condiciones, cambio o modificaciones bajo las cuales deberá desarrollarse el proyecto", distinto al propuesto por la Asociación. De la transcripción de las vistas públicas y de la propia Ordenanza, de vigencia inmediata, se desprende que el municipio no impuso ningún tipo de condición, cambio o condición. No era necesario un dictamen preliminar. VI De la sentencia surge que los residentes opositores --excepto las familias de Juan A. Molina y Edwin Jiménez quienes nunca consintieron-- suscribieron inicialmente el documento y autorizaron a la Asociación para que realizara gestiones con el municipio. Vease esc. 9. No obstante, excepto Arquímedes Ramírez Rivera, sostienen que lo hicieron en enero de 1987 --cuando todavía no estaba en vigor la Ley Num. 21, supra-- y ello con la sola intención de cerrar permanentemente una (1) de las dos (2) calles de {237 acceso a la urbanización, a tenor con la Ley Orgánica de los Municipios de Puerto Rico entonces vigente. Arguyen que no favorecieron el sistema Tampoco encontramos persuasivo el planteamiento de que el Municipio debió gestionar un estudio sobre impacto ambiental. (350) de control de acceso que a la postre autorizo el municipio bajo la posterior Ley Num. 21, supra. Tienen razón. A finales de 1985 la Asociación intimo en su Boletín Informativo, El Timonel, Año I, Num. 3, que una de las alternativas para combatir la criminalidad era cerrar una (1) de las dos (2) vías. Subsiguientemente, en El Timonel de enero de 1987, Año 2, Num. 7, la Asociación en su editorial asevero: "Que no seas tu el que detiene la única oportunidad de ganar derecho a controlar nuestros accesos a la urbanización. Mucho podemos ganar, nada se pierde ni se compromete con esta petición. %I" (Enfasis suplido y en el original.) Caso Num. CE-91-786, Parte I, Petición de certiorari, Apéndice IV, Anejo IV. Los residentes aquí involucrados suscribieron el documento antes aludido que, en lo pertinente, autorizaba "a la Asociación de Residentes de Mansiones de Río Piedras para que represente los intereses comunitarios a los efectos de solicitar a la Asamblea Municipal de San Juan la autorización para controlar la entrada y sal[i]da de personas extrañas a nuestra comunidad". (Enfasis suprimido.) Caso Num. RE-91-139, Solicitud de revisión, pag. 14. Ello fue con anterioridad a la vigencia de la Ley Num. 21, supra. Es incontrovertible que al firmar esas autorizaciones, el único mecanismo viable para controlar ese acceso bajo las disposiciones de la Ley Orgánica de los Municipios de Puerto Rico era cerrar permanentemente una de las calles, y que ello no generaba gastos fijos de operación y mantenimiento. No podemos, pues, darle el alcance que pretende la Asociación. Así ella lo reconoció en El Timonel y en otras gestiones.17 17 En carta dirigida el 9 de febrero de 1988 al entonces Gobernador, Lcdo. Rafael Hernandez Colon, expuso en lo pertinente: "Antes de aprobarse la Ley #21 del Senado de P.R., que permite a las urbanizaciones controlar sus entradas, la Asociación de Residentes de Mansiones de Río Piedras obtuvo la autorización del 99% de los residentes, lo cual hac[i]a viable, a través del Municipio de San Juan, controlar nuestra urbanización. "Nos tomo cerca de un año el trámite de estas autorizaciones, y ya que creíamos nuestro proyecto una realidad, se aprueba la Ley #21, y lo anterior no es (351) Resulta claro que los residentes opositores no consintieron {238 al sistema de control propuesto, finalmente establecido, en virtud de la Ley Num. 21, supra, consistente en cerrar las dos (2) vías de acceso mediante unos portones automáticos y el establecimiento de una caseta con guardián de seguridad. La tesis jurídica del mandato escrito o verbal que propone la Asociación es improcedente, ya que la contribución económica no era ni formo parte esencial del documento ni encomienda original. De ser cierta la posición de la Asociación, ¿por qué requirió a todos los residentes que suscribieran específicamente un contrato de mantenimiento y cuota? Un aspecto tan importante como el financiamiento ad perpetuam no podía dejarse en el aire y sujeto a una interpretación tan precaria. De hecho, según certificado de 16 de enero de 1988, producto de un acuerdo adoptado en una reunión extraordinaria de la Asociación --suscrito por la Secretaria, Ivonne V. Alvarez y la Presidenta, Lcda. Mildred Diez de Muñiz-- se garantizo con lenguaje de carácter prospectivo "que se le proveerá acceso por igual y en todo momento a todos los residentes de la comunidad, incluyendo a los que no favorezcan el establecimiento de los controles propuesto[s]". Caso Num. CE-91-786, Parte II, Petición de certiorari, Apéndice IV, Anejo IV54. Y en su ponencia el 28 de junio de 1989 en la vista pública municipal, la Presidenta, licenciada Diez de Muñiz, cuidadosamente desgloso en dos (2) la documentación de los números y los porcientos de autorizaciones {239 de apoyo que tenía de los residentes: una, endosando la presentación del proyecto y la otra, los contratos de mantenimiento que se había firmado. T.E., Vista Municipal, pag. 27. Es ineludible concluir que con estas y otras actuaciones la Asociación represento y reconoció que la única forma en que los aplicable. Dicha ley fu[e] aprobada por Usted como Gobernador y nos hemos enterado hay unas enmiendas que Usted desea hacerle al Reglamento. Debido a esto est[a]mos impedidos de someter nuestra petición a la Junta de Planificación. "El motivo de esta comunicación es para, respetuosamente solicitarle, que Usted, como Gobernador, autorice un Permiso Provisional que haga factible el controlar las entradas. El esperar al proceso que conlleva el hacer enmiendas y someter las mismas a las distintas oficinas y/o Agencias que deben aprobarlas tomaría demasiado tiempo." (Enfasis suplido.) Caso Num. CE-91-786, Parte II, Petición de certiorari, Apendice IV, Anejo IV. (352) residentes se comprometían al sostenimiento económico del sistema de control de acceso era mediante la firma del contrato escrito sobre pago de cuota. La Asociación señala, en la alternativa, que aun cuando esos residentes no lo favorecieron, están obligados a el, pues no se opusieron en la vista pública celebrada por el Municipio. La dificultad del señalamiento --consentimiento tácito-- estriba en que la Ley Num. 21, supra, no les imponía, como tampoco al presente les impone, el deber de actuar así. Nos negamos a aplicar el conocido aforismo de que "el que calla otorga" o que "el que calla, consiente", pues el silencio tiene máximas que se contradicen entre si; aquí "el que calla no dice nada". J. Dualde, Una revolución en la lógica del Derecho, Barcelona, Ed. Bosch, 1933, pag. 10; R. Bielsa, Los conceptos jurídicos y su terminología, 3ra ed., Buenos Aires, Ed. DePalma, 1987, pags. 269–270. No están, pues, compelidos estos residentes a pagar las cuotas. Todos tienen derecho a que se les brinde acceso igual, esto es, tener los controles electrónicos (beepers) para controlar el portón donde esta ubicada la caseta del guardián, el correspondiente a la calle Gardenia, también con un portón electrónico, e incluso la llave del peatonal. La familia Molina también es beneficiaria. No es óbice para negarle su derecho el hecho de que su antecesor en titulo se comprometiera a pagar las cuotas por escrito. A esa fecha no existía la Ley Num. 156, supra, ni la Ordenanza que autorizara el sistema, y mucho menos la posibilidad de crear un gravamen mediante la inscripción en el Registro de la Propiedad. Igual solución se impone en cuanto a la familia de Arquímedes Ramírez. El consentimiento que presto el 15 de junio de 1989 --en vigor las {240 Leyes Núms. 21 y 156, supra, e iniciado el tramite por la Asociación-- fue solo un endoso de la presentación y obtención del permiso; nunca suscribió el contrato de mantenimiento de cuotas. Recuerdese que ese fue el medio legitimo que se uso para obtener el compromiso y así se le presento al Municipio. Aclarados estos extremos, concentrémonos en los planteamientos constitucionales los cuales trascienden el problema económico de las cuotas y van a la medula existencial de esta legislación. Aunque respetables, omitiremos pasar juicio sobre una serie de señalamientos no jurídicos que versan sobre consideraciones filosóficas y sociales, la erección de barreras sociales y los efectos negativos a corto y largo plazo de este tipo de sistema. Estos corresponden mas bien a escenarios tales como el (353) l e g i s l a t i v o , e l p o l í t i c o y o t r o s . 1 8 18 Al respecto los residentes opositores nos exponen que "[n]uestra sociedad ya esta lo suficientemente dividida por razones políticas, religiosas, económicas, etc. y los controles contribuyen a fomentar aun mas esa separación de estratas sociales; constituye un sistema elitista y clasista. Tiende ademas a aislarnos de otros sectores sociales y coarta la efectiva interacción de diversos grupos sociales. En cierta medida, nos hace recordar el sistema de 'apartheid' de Africa del Sur, la teoría de iguales pero separados ya superada, al menos por la jurisprudencia, en Estados Unidos, el sistema de castas de India y en otros aspectos, el sistema feudal de la Edad Media ...". Caso Num. RE-91-139, Alegato de replica de la parte recurrida, pag. 6. De la ponencia presentada por De la Rosa Tirado, transcribimos: "Si bien es cierto que en terminos micro-espaciales las zonas tratadas mediante este paradigma adquieren una fehaciente estabilidad --en tanto logran un incuestionable decrecimiento de sus indices delictivos-- no menos cierto resultan los desequilibrios e inestabilidades que su marcada diferenciación estructural podrían producir al entorno macro-espacial. "Un análisis prospectivo de escenarios desprendidos de estos neo-emergentes urbanos refleja el siguiente cuadro situacional: "1. Una paulatina segregación espacial mucho mas evidente y severa que la registrada al presente. Los precios de los diversos proyectos urbanos resultan ser desmedidamente altos. Esta condición excluye a los sectores medios y bajos incapaces de sufragar estos costos por concepto de vivienda propia. "2. Las corrientes inflacionarias seguiran haciendo de la clase media una cada vez mas insolvente, pudiendo constatarse fisicamente por su lugar de residencia, y sus estilos de vida que le acercaran cada día mas a las bajas estratas sociales. Conduciendo a una inevitable polarización de clases. "3. Este patron urbano que enfatiza en los controles de sus accesos y entornos (354) fomenta el aislamiento, la enajenación social, incrementa el escepticismo, la negación de la realidad colectiva y el hermetismo social. Las ciudades tenderan a ser mucho mas cerradas y departamentalizadas por estos proyectos nuclearizados, desconectadas del entorno y de las comunidades perifericas. En consecuencia reivindican al criminal al igual que las actividades ilicitas que estos representan a través del escepticismo social que proyectan. "4. Cambios y evidentes complicaciones en las políticas públicas vigentes y en los servicios a las comunidades. "5. Una marcada puesta en cuestión respecto al poder del Estado y de su capacidad de dominio y diligencia frente al crimen. Por otro lado se puede vislumbrar un incremento en el uso de los mecanismos privados de represión, para guardar el orden social. "6. Estos proyectos urbanos, su endoso y proliferación representan simbolicamente un explicito reconocimiento de la primacía y dominio que sobre el espacio poseen las practicas ilegales. Practicas que fuerzan a la ciudadanía a desarrollar patrones de hermetismo colectivo, respaldados por todo un montaje comercial que se nutre de ellos y de esta caotica condición social. "7. En terminos de accesibilidad en casos de emergencias o desastres naturales estas barreras pueden representar serios inconvenientes, poniendo en peligro la vida y propiedad de la comunidad en pleno. "En sintesis, las unidades vecinales representan instrumentos de enorme utilidad en tanto y en cuanto esten orientadas a la acción pluriclasista. Pero el replanteamiento de estas unidades vecinales a través de estos nuevos formatos urbanos redundan en productos y subproductos detrimentales a nuestra formación social." Caso Num. CE-91-786, Petición de certiorari, Apendice IV, Anejo IV18, pags. 250252. Igual preocupación senala así Serrano Geyls: (355) {241 VII En síntesis, contra el sistema de control de acceso los residentes opositores aducen que este viola el Art. VI, Sec. 9 de nuestra Constitución, L.P.R.A., Tomo 1, que dispone el uso de bienes públicos (calles, aceras y parques) sin mandato de ley y, ademas, la utilización de fondos y propiedades públicas para fines privados; la ausencia de un fin público legitimo y la "privatización" de las calles; violación del derecho a la libre expresión, asociación y libertad religiosa, en la medida en que el sistema impide el acceso a las calles {242 y aceras públicas; infracción al derecho de intimidad al requerirsele identificación a las personas que van a entrar a la comunidad, y una aplicación desigual del principio de igual protección de las leyes al permitir que algunos grupos de personas tengan acceso a las calles de determinada comunidad y otros no. Examinemoslos. Nuestra Asamblea Constituyente en el Art. VI, Sec. 9 de la Constitución del E.L.A., supra, ed.1982, pag. 369, estableció que "[s]olo se dispondrá de las propiedades y fondos públicos para fines públicos y para el sostenimiento y funcionamiento de las instituciones del Estado, y en todo caso por autoridad de ley". "El resultado evidente de estos proyectos será el de gradualmente parcelar la ciudad capital y mas adelante todas las ciudades y convertirlas en un conglomerado de pequenos feudos divididos por vallas a cargo de guardias que recibiran ordenes de grupos vecinales. Ademas de los resultados en cuanto a transito, polvo, accidentes y crimenes, ya mencionados, esta el grave mal de que esas segregaciones acentuaran las ya existentes divisiones económicas y sociales entre diversos grupos de la población. Si los que tenemos medios económicos cerramos nuestras calles ?por que los que no tienen esos medios no han de exigir del gobierno que cierre las suyas? Y si eso sucede ¿podrá en realidad gobernarse una comunidad urbana en esas condiciones? ¿Conduciría esa parcelación a incrementar grandemente los conflictos y odios entre diversas clases económicas y a la larga y por esa razon a aumentar la criminalidad?'' R. Serrano Geyls, Comunicación a Oficina de Servicios Legales del Municipiode San Juan, pag. 5, Apéndice. (356) Al interpretar esta disposición hemos reiterado que un bien de dominio y uso público no es susceptible de enajenación o posesión privada --Ortiz Carrasquillo v. Municipio de Naguabo, 108 D.P.R. 366, 369 (1979); Rubert Armstrong v. E.L.A., 97 D.P.R. 588, 616 (1969); Balzac v. Registrador, 51 D.P.R. 757, 759 (1937)--salvo su desafectación y ello, mediante legislación. Cónsono con ese enfoque de inspiración democrática, "[d]esde tiempos inmemoriales los parques, las plazas y las calles en Puerto Rico han constituido foros de divulgación, de intercambio y de critica de ideas. Es en ellos en donde la conciencia ciudadana y particular forma de ver el mundo tienen impacto y repercuten. Son los foros públicos por excelencia para la divulgación y expresión de ideas. Las calles en particular constituyen un instrumento eficaz de divulgación de ideas accesible para aquellos individuos y grupos que no cuentan con suficientes recursos económicos y que no tienen, por tanto, acceso a los medios de comunicación masiva como lo son la radio, la televisión y la prensa. Los derechos de expresión y el uso de las vias públicas en Puerto Rico, Comisión de Derechos Civiles de Puerto Rico, 1971". Pacheco Fraticelli v. Cintron Antonsanti, 122 D.P.R. 229, 241242 (1988).19 {243 19 Desde su decisión en Hague v. C.I.O, 307 U.S. 496, 515 (1939), el Tribunal Supremo de Estados Unidos ha sostenido que las calles y los parques, "[i]ndependientemente de donde radiquen sus titulos son para uso público y los ciudadanos tener reuniones, comunicar sus pensamientos y discutir asuntos públicos". (Traducción nuestra.) La vigencia de esta norma es indiscutible. En Boos v. Barry, 485 U.S. 312, 318 (1988), el Tribunal expreso que las calles y aceras públicas son foros públicos tradicionales que "ocupan una posición especial en terminos de la protección de la Primera Enmienda donde la habilidad del gobierno para restringir la expresión es muy limitada". (Traducción nuestra.) En Frisby v. Schultz, 487 U.S. 474, 480481 (1988), el Tribunal reafirmo a Hague v. C.I.O., supra, y aclaro que el caracter de foro público tradicional de las calles es independiente de su naturaleza residencial o comercial: "... nuestras decisiones que califican las calles y aceras públicas como foros públicos tradicionales no son invocaciones accidentales de 'un cliche', sino reconocimiento de que [i]ndependientemente de donde radiquen sus titulos se han mantenido para uso público" Hague v. CIO, supra, pag. 515, (Roberts, J.). No se (357) Frente a esos usos y costumbres, surge la Ley Num. 21, según enmendada, supra, vital para combatir la criminalidad. Esta permite que la comunidad participe activamente mediante la autorización para "establecer mecanismos que controlen los accesos" --(enfasis suplido) Exposición de Motivos de la Ley Num. 21, supra, 1987 Leyes de Puerto Rico 67-- de los vehiculos de motor y el uso público de calles y caminos. No impide ni prohibe el uso público de las calles y aceras; mas bien, permite algún grado de control de sus usos. La ley no traslada ni delega el mantenimiento de las calles, las aceras y los parques a los residentes, sino que, por el contrario, reconoce el deber de los organismos y funcionarios públicos de continuar brindando los servicios esenciales a la comunidad. No estamos propiamente ante una legislación que persiga privatizar calles y aceras. En rigor jurídico y científico, no cabe hablar propiamente {244 de privatización de aceras y calles.20 Cabe reproducir las manifestaciones del entonces Senador requiere una investigación particular sobre la naturaleza residencial o comercial de una calle especifica, todas las calles públicas se mantienen para uso público y se consideran apropiadamente foros públicos tradicionales." (Traducción nuestra.) En Perry Ed. Assn. v. Perry Local Educators' Assn., 460 U.S. 37 (1983), el Tribunal elaboro los criterios de escrutinio aplicables a la reglamentación gubernamental de la expresión en los foros públicos tradicionales. Cuando la reglamentación excluye la expresión por razon de su contenido, el Estado tiene que demostrar que la reglamentación es necesaria para proteger un interes gubernamental apremiante y la interferencia es ajustada a lo necesario para fomentar ese interes (narrowly tailored). Si la reglamentación se limita al tiempo, lugar y manera de expresarse, el Estado tiene que demostrar que tal reglamentación es neutral en cuanto al contenido de la expresión, la interferencia es ajustada a lo necesario para fomentar un interes gubernamental significativo y que se han dejado abierta otras alternativas para la expresión. Perry Ed. Assn. v. Perry Local Educator's Assn., supra, pag. 45. 20 España ha desarrollado y culminado verdaderamente el concepto de urbanizaciones privadas. Veanse: J. Martin Blanco, Las urbanizaciones privadas y su posible configuración jurídica, Ministerio de la Vivienda, 1973; M. Gitrama Gonzalez, Propiedad y Urbanismo, Ed. Montecorvo, 1978; P. Escribano Collado, Las vias urbanas, concepto y regimen de uso, Ed. Montecorvo, 1973. (358) Fernando Martín García (P.I.P.), en ocasión de discutirse el 5 de marzo de 1992 el P. del S. 1200, enmendatorio de la Ley Num. 21, supra: Pero no nos engañemos, el efecto jurídico de esto no es, ni podría ser, es que no podría ser el de convertir una calle pública en Puerto Rico en una calle que es para uso exclusivo de los residentes, para el cual tengan el poder legal de impedir, de impedir el acceso de nadie. Cuando la ley original habla otra vez ambiguamente de que no se puede prohibir el acceso a iglesias, facilidades, parques, un parque y una calle no tienen jurídicamente naturaleza distinta, son ambas una tan pública como la otra. Proveen al ciudadano una facilidad tan una como la otra; no puede ser que yo puedo ir a la cancha de baloncesto a tirar canasto, pero si voy a la cancha de baloncesto a mirar el canasto se me prohíbe el acceso. Así es que legalmente el día en que se quiera permitir que una urbanización en efecto se convierta en un condominio, es decir, que pueda legalmente decir, "el que no vive aquí no puede entrar", eso requiere una transformación jurídica mucho mas compleja de la que esta envuelta en esta ley. Y ademas, supondría, supondría que los vecinos se tendrían, primero que adquirir, adquirir las facilidades públicas entre ellas las calles. Y tendrían en su momento también que hacerse cargo de su reparación. Yo presumo que el País no esta listo para esto, esto haría quebrar a cualquier asociación de vecinos, si se tuvieran que imponer el comprar la calle. Pero por otro lado tampoco podemos levantar falsas ilusiones sobre lo que estamos haciendo. Repito, en ese sentido las preguntas del senador Ramos me parecen acertadas. Nadie en Puerto Rico, no hay ley esta, ni la anterior, que impida jurídicamente, no digo yo en términos prácticos, uno no vive ahí y ve un guardia, una barrera, se va para otro sitio. Pero nada que jurídicamente impida que yo transite por una calle pública de Puerto Rico sin tener que proveerle explicaciones a nadie mientras sea una calle pública. Y digo esto, en primer lugar, porque es la verdad. Y en segundo lugar, para que aquellos que piensen que esta legislación debe ir mas lejos que sepan que habría que {245 hacer enmiendas mas profundas. (Enfasis suplido.) XLIV (Num. 19) Diario de Sesiones de la Asamblea Legislativa, pags. 373374. En el mismo tenor ha expuesto Serrano Geyls: Recuerdese de entrada que lo que se pretende cerrar son calles y parques públicos. Esos son lugares, como ha dicho el Tribunal Supremo de Estados Unidos, que el Estado "retiene en fideicomiso para el uso del público" y que desde tiempo inmemorial (359) son los sitios preferidos para la comunicación pública e interpersonal. El estado no puede mantener el carácter público de esos lugares y a la vez entregarles su control a unas personas privadas para que ellas excluyan al público de su uso. Es también de muy dudosa constitucionalidad que el Estado utilice dinero público para reparar calles y parques de los cuales se excluye al público y que benefician principalmente a ciertas personas privadas. (Enfasis suplido.) Serrano Geyls, supra, pag. 3. VIII Según hemos indicado, esta legislación tiene varios propósitos: (1) lograr que la comunidad se involucre en la lucha contra el crimen; (2) disminuir la sobrecargada labor de vigilancia que ejerce la Policía, y (3) promover una acción concreta e inmediata que "le devuelva la tranquilidad que nuestro pueblo requiere".21 Frente al comprobado uso desenfrenado de la combinación peatón-vehículo de motor, como instrumento preferido para la delincuencia, definitiva e indudablemente esos propósitos son legítimos y responden realmente a un interés apremiante gubernamental: proteger al ciudadano y controlar la criminalidad dentro del entorno residencial. {246 Nuestro repertorio jurisprudencial parte de la visión de que el destino del vehiculo de motor es la vía pública y, por sus características, existe un tratamiento distinto constitucional para estos, vis-a-vis los hogares. Pueblo v. Turner Goodman, 110 D.P.R. 734, 738 (1981). Pueblo v. Acevedo Escobar, 112 D.P.R. 770, 776 (1982), reitero "la diferencia conceptual y funcional entre una residencia o estructura (uso y ubicación fijos) y la movilidad y reglamentación de un vehiculo de motor, al igual que la fluidez, rapidez y, en ocasiones, situaciones marginales en que ocurren los acontecimientos ...". También aludimos a que el "uso por las vías públicas de un automóvil, la facultad en ley de detener para fines de infracción de las leyes de transito 21 La Exposición de Motivos de la Ley Num. 22 de 16 de julio de 1992, Leyes de Puerto Rico, pag. 141, que recientemente enmendo la Ley Num. 21, supra, expresa que "[e]l sistema de control de acceso ha probado ser un mecanismo eficaz para reducir la incidencia criminal en las comunidades donde se ha establecido; ademas fomenta una convivencia segura y tranquila entre los miembros de las comunidades, lo que propicia una mejor calidad de vida". (360) y características del medio de locomoción, diluyen la razonable expectativa de privacidad con referencia a otros tipos de propiedad". (Enfasis en el original suprimido.) En Pueblo v. Malavé González, 120 D.P.R. 470, 479 (1988), señalamos que no podíamos ignorar que dada la movilidad del "automóvil en ocasiones es el medio utilizado por los delincuentes para sus actividades ilícitas y que con frecuencia es el producto del delito". De su faz, el estatuto en discusión es de contenido neutral, pues si bien establece una restricción, no prohíbe ningún tipo de expresión especifica. Tampoco impide que subsistan otros canales adecuados de comunicación, pues salvaguarda el derecho a utilizar las calles y aceras como foros públicos, con una mínima limitación. La Ley Num. 21, supra, no define ni enumera que medidas deben adoptarse al implantar el control de acceso. No obstante, esa indefinición queda superada mediante el Reglamento Num. 20, supra, adoptado por la Junta de Planificación. Este, de manera especifica, establece --como parámetros-- las condiciones necesarias que forman parte del permiso concedido por el Municipio. Ello implica que toda ordenanza, que a esos efectos se apruebe, incorpora de jure esas condiciones y requisitos. {247 Sin embargo, los residentes opositores sostienen que la Asociación, en su Reglamento Interno de Control de Accesos de la Urbanización Mansiones de Río Piedras (en adelante Reglamento Interno), vedo la entrada a personas que desean entregar hojas sueltas.22 Efectivamente, la Sec. 7 del Reglamento Interno, in fine, "limita el acceso de grupos privados que vienen a distribuir hojas sueltas, religiosas o cualesquiera otros, entendiendose que esta limitación no cubre el acceso de servicios de basura, de leche, de cartero, de luz eléctrica, de agua y tel[e]fono, etc.". Apéndice A, Reglamento Interno de Control de Accesos de la Urbanización Mansiones de Río Piedras. Esta disposición reglamentaría es impermisible y no puede prevalecer. La prohibición de entrada a la comunidad a esas personas impide el ejercicio de su 22 En cuanto a este y a otros planteamientos, le reconocemos legitimación activa a los residentes opositores para formular planteamientos sobre la libertad de expresión y asociación de terceros según nuestra jurisprudencia. Pueblo v. Hernández Colón, 118 D.P.R. 891, 898899 (1987). (361) derecho a la libre expresión y asociación, en contravención con lo dispuesto en la Constitución.23 Finalmente, los residentes opositores argumentan que el control implantado invade el derecho a la intimidad de los visitantes y residentes, pues el guardián de seguridad requiere al visitante que identifique al residente que va a visitar y lleva un registro. IX La practica generalizada --utilizada por la Asociación--consiste en que el guardián de seguridad privado desde la caseta pide a los ciudadanos que se identifiquen con su {248 nombre y la residencia que van a visitar. Establece el primer párrafo de la Sec. 7 del Reglamento Interno: Toda persona no-residente en la Urbanización que desee visitar, familiares, amigos, etc. tendrá acceso a la Urbanización exclusivamente por la entrada de la Calle Begonia donde deberá identificarse con el guardia de seguridad y mencionar el motivo de su visita. El guardia de seguridad tomara el nombre del visitante, así como una descripción breve del vehiculo con el numero de tablilla y el nombre del residente hacia donde se dirige. (Enfasis suplido.) Apéndice A, Reglamento Interno de Control de Accesos de la Urbanización Mansiones de Río Piedras. Esa acción, fundamentada en el aludido Reglamento debe examinarse al amparo de nuestros pronunciamientos sobre el derecho a la intimidad. En Arroyo v. Rattan Specialties, Inc., 117 D.P.R. 35, 62 (1986), nos reafirmamos 23 Consistentemente se ha sostenido que la distribución puerta a puerta de hojas sueltas y otra literatura es una forma de lenguaje protegido por la Primera Enmienda federal. Secretary of State v. Joseph Co., 467 U.S. 947 (1984); Heffron v. Int'l Soc. for Krishna Consc., 452 U.S. 640, 647 (1981); Schaumburg v. Citizens for a Better Environ., 444 U.S. 620, 632 (1980); National AntiDrug Coalition, Inc. v. Bolger, 737 F.2d 717, 720 (7mo Cir. 1984). Ese enfoque se justifica a base de que es el medio de expresión menos costoso y accesible para muchas personas y grupos. (362) en que los "derechos a la dignidad, integridad personal e intimidad son derechos constitucionales fundamentales que gozan de la mas alta jerarquía y constituyen una crucial dimensión en los derechos humanos. Su protección es necesaria para que se pueda lograr una adecuada paz social o colectiva. Una persona respetada en su intimidad y dignidad --que no es otra cosa que el amplio y, en ocasiones, complejo mundo interior individual-- sentirá y vivirá la paz, el respeto y la consideración merecida por todo ser humano en una sociedad. Es de esperarse, pues, que esos mismos sentimientos, vitales para una ordenada, racional y pacifica convivencia social, sean proyectados de manera efectiva a nuestro orden social". El sistema de control de acceso establecido por la Asociación en este caso, en la medida en que exige a los visitantes divulgar información personal sobre el propósito de su paso por una vía pública, ciertamente interfiere con la intimidad. Ademas, incide en la intimidad de los residentes opositores ya que el guardián obtiene conocimiento y mantiene un registro de las personas que visitan sus residencias, "{249 santuario" tradicional del ciudadano. Sucn. de Victoria v. Iglesia Pentecostal, 102 D.P.R. 20, 29 (1974). El derecho a la intimidad opera ex propio vigore y es oponible entre partes privadas. Arroyo v. Rattan Specialties, Inc., supra, pag. 64, y casos allí citados. Ahora bien, ante la alta incidencia del crimen en nuestro país y el papel significativo del vehiculo de motor, combinado con el crimen del delincuente peatonal, como medio preferido, la necesidad de prevenirlo y la tranquilidad que debe haber en los hogares de nuestras urbanizaciones y comunidades, es evidente que estamos ante un interés apremiante susceptible de permitir alguna interferencia con el derecho a la intimidad.24 Aunque para algunas personas los portones eléctricos, 24 En ese sentido, en Michigan Dept. of State Police v. Sitz, 496 U.S. 444 (1990), el Tribunal Supremo federal, al amparo de las Enmiendas IV y XIV, valido constitucionalmente un programa de la Policía de Michigan de detener brevemente a los conductores para prevenir accidentes ocasionados por conductores ebrios. Dicho foro resolvió que la invasión a la intimidad era razonable ante el interes (363) brazos mecánicos y otras barreras fisicas, unido a la figura de autoridad de un guardián de seguridad, puedan tener un efecto intimidante o disuasivo (chilling effect) --o resultar mortificante o irritante-- la "protección mas liberal de los derechos del individuo ... establecida ... en [la] carta de derechos, no puede perder de vista el básico principio de que la salud del pueblo es la suprema ley. Los derechos individuales tienen que entenderse dentro del cuadro general de la sociedad con arreglo a las limitaciones inherentes a la vida en común". (Enfasis suplido.) 4 Diario de la Convención Constituyente. "No concebimos derecho de posición preferente a la libertad de estar y sentarse tranquilo en su casa." Sucn. de Victoria v. Iglesia Pentecostal, supra, pag. 23. "[U]na vida intima familiar ... goza de primogenitura en nuestra descendencia constitucional." P.R. Tel. Co. v. Martínez, 114 D.P.R. 328, 338 (1983). Estamos ante unos intereses que reclaman ser armonizados, sin caer en intromisiones {250 excesivas. E.L.A. v. Hermandad de Empleados, 104 D.P.R. 436 (1975). Hagamoslo. X Primero, por imperativo constitucional la intromisión permisible tiene que ser mínima, es decir, el guardián de seguridad puede preguntar y anotar el nombre y numero de la tablilla del vehiculo, y para confirmar esa información exigir la licencia de conductor y del vehiculo. De no suministrarse esa información y documentos, podrá legítimamente negar la entrada. Segundo, el guardián de seguridad puede inquirir el motivo de la visita, lugar especifico hacia donde se dirige e incluso a quien en particular va a visitar. Sin embargo, esa y cualquier otra información adicional, debe ser suministrada voluntariamente; el dejar de proveerla no podrá invocarse como única razón para negarse el acceso. Salvo que el residente lo autorice por escrito, el guardián no puede llevar un registro de las personas que voluntariamente han manifestado que van a visitarlo. De lo contrario, "al propietario al que se le imponga la medida vera como un guardián de seguridad inescrupuloso puede tomar nota de cu [a]ndo y qui[e]n lo visita, de sus hábitos de vida y de toda una serie de detalles de su vida intima que, por apremiante del Estado de eliminar dicha situación en las carreteras. (364) mas honrosa que sea, el desea y tiene derecho a que permanezca intima". Luis Muñiz Arguelles, Ponencia ante la Junta de Planificación de P.R. sobre el Borrador Reglamento Control, 18 de agosto de 1987, pag. 5. (Enfasis suplido.) Caso Num. RE-91-139, Alegato de triplica de la parte recurrida, Apéndice I, pag. 31. Tercero, en cuanto a los visitantes peatonales, el guardián de seguridad puede exigirles sus nombres y algún tipo de identificación. De igual modo, puede requerirles que voluntariamente informen el propósito y destino, pero la negativa a proveerla tampoco será motivo ni razón para impedirseles {251 la entrada. Aunque el debate legislativo de la Ley Num. 21, supra, es escaso, el P. del S. 1436 --Ley Num. 156, supra-- clarifica que se considero que A.R.P E. (ahora el municipio) "no puede dar permiso para ningún tipo de control de acceso, a menos que no haya la libertad y la facilidad de acceso para todas las personas, incluyendo a los impedidos". (Enfasis suplido.) Diario de Sesiones de 12 de mayo de 1988, pag. 1585. Cuarto, la sola negativa a suministrar la información adicional y voluntaria antes referida, enfatizamos, no podrá invocarse para impedir la entrada de la persona, a menos que bajo las correspondientes Reglas de Procedimiento Criminal proceda validamente un arresto.25 Tampoco será óbice para que preventivamente el guardián 25 El guardián de seguridad obligado a efectuar un arresto lo hace al amparo de la Regla 12 de Procedimiento Criminal, 34 L.P.R.A. Ap. II, que dispone: "Una persona particular podrá arrestar a otra: "(a)Por un delito cometido o que se hubiere intentado cometer en su presencia. En este caso deberá hacerse el arresto inmediatamente. "(b)Cuando en realidad se hubiere cometido un delito grave (felony) y dicha persona tuviere motivos fundados para creer que la persona arrestada lo cometio." Nuestra jurisprudencia es escasa. En Pueblo v. Rosario Igartua, 129 D.P.R. 1055, 1070 (1992), expresamos: (365) de seguridad {252 active aquellos sistemas de seguridad y vigilancia que existan en situaciones potencialmente peligrosas o altamente sospechosas, según lo ameriten las distintas circunstancias o que se solicite la ayuda e intervención directa e inmediata de la Policía. Quinto, para beneficio y orientación de toda la ciudadanía, la información sobre vehículos de motor que deberá suministrarse y susceptibles de corroborarse documentalmente (nombre, tablilla y licencias, respectivamente); la voluntariedad de la información sobre motivo de la visita, destino y acceso vehicular y peatonal, y las "Aunque muchas entidades públicas y privadas contratan agencias de seguridad privada y tienen empleados a cargo de la protección de sus propiedades, estos guardias particulares no son 'funcionarios del orden público' bajo la Regla 11 de Procedimiento Criminal, supra. Pueblo v. Velazco Bracero, supra. Por ende, al efectuar arrestos su autoridad emana de la Regla 12 de Procedimiento Criminal, supra, y es necesario que cumpla con los requisitos alli provistos. En particular, la Regla 12 de Procedimiento Criminal, supra, requiere que tenga certeza de que se ha cometido o intentado cometer un delito en su presencia o que tenga motivos fundados para creer que la persona arrestada cometió un delito grave que en realidad se había cometido. Nuestro ordenamiento, ademas, requiere que la persona particular efectue el arresto inmediatamente y lo entregue a un funcionarió de orden público o lo lleve 'sin demora innecesaria ante el magistrado disponible mas cercano ...'. Regla 22(a) de Procedimiento Criminal, 34 L.P.R.A. Ap. II. D. Nevares-Muniz, Sumario de derecho procesal penal puertorriqueño, 3ra ed. rev., Hato Rey, Ed. Inst. Desarrollo del Derecho, 1989, Sec. 5.71, pag. 47." (Enfasis en el original.) Vease, ademas, Pueblo v. Velazco Bracero, 128 D.P.R. 180 (1991). En cuanto a la jurisprudencia norteamericana que esboza un criterio similar, veanse: Loden v. State, 406 S.E.2d 103 (1991); State v. Walker, 459 N.W.2d 527 (1990); Grant v. Farnsworth, 869 F.2d 1149 (8vo Cir. 1989); Scanlon v. Flynn, 465 F. Supp. 32 (S.D. New York 1979); United States v. Hillsman, 522 F.2d 454 (7mo Cir. 1975); Monteiro v. Howard, 334 F. Supp. 411 (D. Rhode Island 1971); Scanapico v. Richmond, Fredericksburg & Potomac R. Co., 439 F.2d 17 (2do Cir. 1970); United States v. Chodak, 68 F. Supp. 455 (D. Maryland 1946). (366) consecuencias que conllevan, deberán explicarse y hacerse constar en rótulos y avisos en sitios visibles en las área de control. Sexto, demás esta decir que cualquier abuso de poder expone a la Asociación, al guardián de seguridad y su patrono a las acciones remediales judiciales correspondientes. En conclusión, reafirmamos que bajo nuestra Constitución todos los ciudadanos tienen derecho a utilizar pacíficamente las calles, las aceras y los parques de cualquier comunidad que haya establecido el sistema de control de acceso vehicular y peatonal. Sin embargo, "[e]stos no tienen mas derechos que sus vecinos". Pueblo v. Hern0ndez Colón, 118 D.P.R. 891, 905 (1987). La Ley Num. 21, según enmendada, supra, que forma parte de un plan vital e integral gobierno-ciudadanía para combatir el crimen, es constitucional. No limita de manera absoluta el acceso de las aceras y vías públicas. "El fin de la Constitución es la convivencia social con respeto y justicia para todos. Su vitalidad descansa en su dinamismo. Es un documento que rebasa las preferencias personales de sus autores y plasma las esperanzas de ulteriores generaciones. Su factura es moderna, de lenguaje claro y sencillo, susceptible a una continua renovación. No esta escrito en lengua extinta, arduo de descifrar y referente a asuntos esotéricos. Interpretamos una Constitución, no los Rollos del Mar Muerto. {253 Nuestra decisión no es incompatible con las garantías que un Estado democráticos debe a sus ciudadano." P.R. Tel. Co. v. Martínez, supra, pags. 349–350. En protección del derecho a la intimidad, reiteramos que los guardias de seguridad que implantan los controles de acceso pueden preguntar y llevar un registro del nombre del conductor y el numero de tablilla del vehiculo de motor. Pueden corroborar esa información pidiendo que se les muestre la licencia del conductor y la del vehiculo. La disposición del Reglamento Interno --de que el guardián de seguridad preguntara al visitante la información adicional (motivo y nombre del residente al que va a visitar)-- debe entenderse voluntaria. No pueden compulsoriamente inquirir el motivo y destinatario de la visita. Mantener un registro al efecto requiere autorización del residente. Sujeto a la identificación debida, reconocemos ademas el libre acceso peatonal. Cualquier otra información será brindada sobre fundamentos voluntarios. A la brevedad posible la Asociación enmendara su reglamento para armonizarlo con esta decisión y, ademas, adoptara interinamente las medidas correspondientes para fijar (367) los rótulos y avisos necesarios, según aquí ordenado; ello, sin menoscabo de implantar cualesquiera otras medidas permanentes que la Junta de Planificación adopte al revisar el Reglamento Num. 20, supra, para actualizarlo a estos pronunciamientos. Por los fundamentos expuestos, confirmaríamos la sentencia en el caso Civil Num. KPE-90-1382 que reconoció acceso igualitario y ordeno a la Asociación entregarles el control (beeper) y a llave a los demandantes sin pagar las cuotas de mantenimiento. Retocaríamos la resolución emitida en los casos consolidados Civil Num. KAC-90-1233 y sumariamente desestimaríamos las demandas incoadas contra los residentes en cobro de tales cuotas. Continuaría dilucidandose en instancia las reclamaciones por daños y perjuicios contra la Asociación. Dicho foro {254 velaría y, ademas, quedaría autorizado a adoptar las providencias necesarias para el fiel cumplimiento de nuestro mandato. XI Como EPÍLOGO, lamentamos no haber podido convencer a la mayoría del Tribunal de acoger totalmente nuestra propuesta originalmente circulada y adjudicar también, sin mas demora, los planteamientos constitucionales. Salvo en su imaginación, no existe controversia sobre hechos esenciales que lo impidan. Artificialmente pretenden crearla en torno al contenido, vigencia y forma de implantación del Reglamento Interno. A esos efectos nos dicen que los residentes opositores no acompañaron ningún documento que avalara su contención ni demostraron que la Asociación este poniendo en vigor dicho reglamento. Opinión mayoritaria, pag. 217. A renglón seguido afirman "desconoce[r] la practica actual de los guardianes que atienden la entrada en la intersección de las calles Begonia y Lirio, y la dinámica entre estos y las personas que intentan entrar a Mansiones". (Enfasis en el original.) Opinión mayoritaria, pag. 217. Con este aserto, la mayoría entra en el mundo de los ciegos y arbitrariamente soslaya los hechos establecidos en los documentos y autos del caso. Se trata de unas aseveraciones genéricas, incorrectas y confusas. Merecen precisarse y aclararse. Los autos y documentos descartados por la mayoría revelan diáfanamente la existencia de un (1) solo Reglamento Interno de Control de Accesos (368) de la Urbanización Mansiones de Río Piedras, aprobado el 29 de mayo de 1990, enmendado posteriormente el 3 de octubre de 1991. Otro documento contiene las "reglas básicas" para el uso mas efectivo del sistema al reinstalarse el control de acceso el 3 de mayo de 1991. En lo pertinente (sección 7), la copia del Reglamento Interno{255 presentada por los residentes opositores es igual y contiene el mismo texto que la copia sometida por la Asociación. En este extremo, su lenguaje original permaneció intacto al ser enmendado. Incluso, el Secretario de Justicia, por conducto de la Procuradora General, en su alegato (Caso Num. RE-91-139, Informe de la Procuradora General, pag. 55), no cuestiona su vigencia y cito su Sec. 7, supra, para renuentemente aceptar que, si bien "pudiese contener alguna disposición que infrinja el derecho a la intimidad de los residentes objetantes no tiene nada que ver con la ley". id., pag. 54. La mayoría del Tribunal parece olvidar el aforismo elemental de "admisión de parte, relevo de prueba". Desde el 26 de julio de 1990 la Asociación en su demanda invoco la existencia de dicho reglamento y expuso que, a tenor con el, los vehículos de los residentes identificados con una calcomanía tenían "paso libre sin ningún tipo de restricción", pero que a "los no residentes se les requiere identificarse con el guardia de seguridad y mencionar el motivo de su visita". Caso Num. CE-91-786, Petición de certiorari, Apéndice I, pag. 24. ¿Como puede entonces la mayoría decir que desconoce las disposiciones reglamentarias y así intentar crear dudas y controversias donde no las hay? ¿Como pueden seriamente afirmar que no se demostró que en la practica se sigue ese reglamento? ¿Que otro propósito podría tener la presentación del Reglamento Interno por la Asociación y los residentes opositores? Creemos que están subestimando la inteligencia de todas las partes, restandole valor forense y seriedad al proceso probatorio judicial habido en el tribunal de instancia. En definitiva, no hay margen para especular en lo referente a la Sec. 7, supra, su operación y las restricciones y violaciones reglamentarias a los derechos a la libertad de expresión, culto y protección a la intimidad. Unimos como Apéndice A a este disenso dichos documentos, cuya legitimidad esta fuera de toda duda. De ese {256 modo el lector podrá corroborar directamente, sin necesidad de interpretaciones, donde radica la verdad. Le revelara contundentemente la existencia de las disposiciones reglamentarias antes transcritas, cuya (369) inconstitucionalidad surge de su faz. De hecho, las partes coinciden en cuanto a la forma y manera limitante en que se ha puesto en vigor dicho reglamento. De sus escritos y alegatos no surge cuestionamiento o duda. Nada hay en los autos que revele que su implantación se haya desviado de las referidas normas reglamentarias. En este extremo el error de la mayoría es grave y los conduce a otro mayor. Los lleva a afirmar que desconocen "la practica actual de los guardianes" --(énfasis en el original) opinión mayoritaria, pag. 217-- que no saben cual información se pide a los visitantes vehiculares y peatonales; que desconocen la existencia de un registro de visitantes y que ignoran las limitaciones impuestas a los grupos religiosos. id. Al cualificar así la mayoría su argumento ("practica actual''), simplemente tratan de superar la realidad fáctica expuesta. Introducen una peligrosa nueva técnica adjudicativa apelativa, esto es, a partir de esta decisión todo litigante vendrá obligado a "actualizar" constantemente los hechos probados. Pasan por alto "las reglas básicas para un mas efectivo control de acceso" antes aludidas (Apéndice A, IV, de esta ponencia), que en lo pertinente demuestran la practica siguiente: 1. Los residentes identificaran sus vehículos con el "sticker" del timón en el lado izquierdo del cristal delantero. Para que el guardia identifique fácilmente el "sticker", coloquele un papel blanco detrás. El guardia permitirá el acceso inmediatamente y sin requerir identificación a todos los residentes en vehículos con "sticker". Todo vehiculo sin "sticker" tiene que identificarse con el guardia de seguridad para lograr acceso a la urbanización. CONSIGA EL "STICKER" DE SU AUTOMÓVIL EN LA CALLE GARDEN, FA, MATTEI. 2. Todos los visitantes se detendrán en el área del micrófono, se identificaran con el guardia (informara el nombre y apellido y {257 nombre y dirección del residente que va a visitar). Para nuestra seguridad, no se permitirá el acceso al visitante que no sepa el nombre y la dirección del residente que viene a visitar. Informele a sus familiares y amigos del proceso de identificación con el guardia para lograr acceso. 3. Cuando un residente celebre una actividad con muchos invitados, le (370) recomendamos que haga una lista de los invitados y se la entregue al guardia. Esto facilitara el acceso y evitara los tapones innecesarios. 4. Los visitantes para practicas deportivas en el Parque de Mansiones tienen que estar autorizados por la Asociación Recreativa. El guardia le permitirá el acceso al Parque a las personas incluidas en la lista que nos suministre la Asociación Recreativa. 5. Los residentes que tengan personas que le vayan a dar servicio pueden darle los nombres al guardia para facilitarle el acceso. 6. Los visitantes que vengan a la urbanización después de las 10:00 pm serán anunciados al residente por teléfono. Se permitirá el acceso solamente si el residente lo autoriza. Asegurese de que la Asociación tenga su numero de teléfono para poder avisarles estas visitas nocturnas. (Énfasis suplido y en el original.) Opinión disidente, Apéndice A-IV. Toda esta ceguera temporal fáctica nos recuerda "la censura expresada por Bentham al efecto de que el arte de la jurisprudencia consiste en desconocer metódicamente lo que todo el mundo sabe". (Énfasis suplido.) Ballester v. Tribunal de Apelación, 61 D.P.R. 474, 507–508 (1943). Repetimos, no existen controversias de hechos; han sido creadas ficticiamente para evadir tener que resolver los planteamientos constitucionales. Unimos también como Apéndice B las paginas correspondientes a los escritos de las partes que revelan parte de esa discusión. Al rehusar la mayoría decidir los planteamientos constitucionales adecuadamente presentados y discutidos por los residentes opositores Caquías Mendoza etc. y demás partes, acogen la postura del Secretario de Justicia. Así, la propia mayoría se encarga de restarle importancia y valor de precedente a su opinión. Como método adjudicativo tiene el serio defecto de que no precisa los deberes y derechos, deja de proveer soluciones y omite remediar los {258 excesos. Una vez mas se apartan injustificadamente de honrar el principio de stare decisis . Peligrosamente reducen a un estado de hibernación judicial los pronunciamientos de Pueblo v. Hernández Colón, supra, en que reconocimos la legitimación activa de los litigantes para defender los derechos de terceros no presentes en un caso "en el área de los derechos constitucionales de libertad de expresión y asociación". Pueblo v. Hernández Colón, (371) supra, pag. 898. Ese proceder pilatesco contribuye a que subsistan las dudas, arbitrariedades, abusos y malos entendidos entre la ciudadanía, residentes, asociaciones de residentes, municipios y demás agencias encargadas de implantar la legislación que autoriza el cierre de calles y control de acceso como mecanismo para reducir la criminalidad en las urbanizaciones. Hace siglos Aristóteles, en uno de sus celebres pasajes de la Etica a Nicomaco, (M. Araujo y J. Marias, trads.) Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1985, Libro IV, 4, nos dijo que "[c]uando los hombres dudan del medio justo recurren al juez, y esto es como si recurriesen a lo justo mismo, porque el juez debe ser a modo de lo justo animado". ¿Es justicia viviente la opinión mayoritaria? ¿Efectiva y rápida? Ambas interrogantes son en la negativa; aunque ciertamente al llevar la mayoría a lo absurdo la sabía doctrina de no resolver cuestiones constitucionales innecesariamente logra mantener la incertidumbre y posponer lo imposponible. Aun así, la mayoría no ha podido evitar y se ha visto forzada a penetrar, aunque tímidamente, en la dimensión constitucional del caso. Así trasluce de la crucial directriz impartida al tribunal de instancia de que "deber[a] siempre tener presente su deber de interpretar la Constitución de manera que pued[a] garantizar su vigor y relevancia ante las realidades de nuestros tiempos'' (énfasis suplido), opinión mayoritaria, pag. 189, y, ademas, aplicar el criterio de "razonabilidad" al evaluar la ley. Opinión mayoritaria, {259 pag. 207. Si a esos pronunciamientos unimos las conclusiones especificas, el significado y el "compromiso solemne'' que explica el Juez Asociado Señor Rebollo López en su Opinión de ¡conformidad!, pag. 336, y, también, todos los "señalamientos idóneos" de la Opinión de !conformidad! del Juez Asociado Señor Fuster Berlingeri, pag. 337 --entre los cuales se destaca su criterio de que constitucionalmente el derecho de expresión "no significa que cualquier persona puede exigir el libre acceso a cualquier calle o parque a cualquier hora del día para cualquier fin" (opinión de conformidad del Juez Asociado Señor Fuster Berlingeri, pag. 346)-- anticipamos que aunque tardíamente, en el futuro, la mayoría sostendrá la constitucionalidad de la Ley Num. 21, según enmendada, supra, siguiendo en términos generales, con lenguaje distinto y algunas modificaciones, el marco conceptual, las ideas y los restantes pronunciamientos concebidos y propuestos en (372) esta opinión. {260 APÉNDICE A I –Contestación a Interrogatorio II –Reglamento Interno de Control de Accesos de la Urbanización Mansiones de Río Piedras, aprobado originalmente el 29 de mayo de 1990 III –Reglamento Interno de Control de Accesos de la Urbanización Mansiones de Río Piedras IV –Reglas para un Mas Efectivo Sistema de Control de Acceso V –Reglamento Interno de Control de Accesos de la Urbanización Mansiones de Río Piedras, según enmendado el 3 de octubre de 1991 {261} (373) En el Tribunal Superior de Puerto Rico Sala de San Juan Asociación de Residentes de la Urbanización Mansiones de Río Piedras vs. Civil # 90-1221 (908 Sobre: Daños y Perjuicios José R. Caquías Mendoza y otros Contestación a Interrogatorio Al Honorable Tribunal: Comparece la parte demandante, Asociación de Residentes de la urbanización Mansiones de Río Piedras, Inc. representada por su abogado que suscribe y muy respetuosamente somete contestación al interrogatorio que dirigiera la parte demandada, José R. Caquías Mendoza y otros. 2.Se incluye copia fotostática del: Reglamento Original de la Asociación de Residentes de la Urbanización Mansiones de Río Piedras. Reglamento con las enmiendas de la Asociación de Residentes de la Urbanización Mansiones de Río Piedras Reglamento de Control de Acceso según se enmendó el 3 de octubre de 1991. A)Se incluye en la fotostática de la pregunta (2). (374) B)Se contestó en la pregunta (2). C)Se aprobaron tanto en las Reuniones de la Junta como en Asamblea de Miembros. D)Las minutas de estas asambleas están en el Libro de Actas que está en poder de la Secretaria, Sra. Amilda Román. Los demandados pueden coordinar con la Sra. Román, calle Clavel 1793, teléfono 760-1341 para examinar y sacar las copias fotostáticas de las páginas del Libro de Actas. 1)Todas las enmiendas a los reglamentos se han aprobado por unanimidad de los miembros presentes en las Asambleas; y así consta en las actas de las distintas Asambleas. 3.En las actas de esas reuniones la secretaria certificó el quórum y los socios presentes aprobaron el mismo, según se requiere por el reglamento. No se tienen las listas de las firmas de los asistentes a las Asambleas. A)Las minutas de estas asambleas están en el Libro de Actas que está en poder de la Secretaría, Sra. Amilda Román. Los demandados pueden coordinar con la Sra. Román, calle Clavel 1793, teléfono 760-1341 para examinar y sacar las copias fotostáticas de las páginas del Libro de Actas. APÉNDICE [II] REGLAMENTO INTERNO DE CONTROL DE ACCESOS DE LA URBANIZACIÓN MANSIONES DE RÍO PIEDRAS Sección 1.00 – Disposiciones Generales 1.01 – Titulo Este Reglamento se denominara y citara como "Reglamento Interno de Control de Accesos de la Urbanización Mansiones de Río Piedras" y será parte (375) integral del Reglamento de la Asociación de Residentes de Mansiones de Río Piedras. 1.02 – Autoridad Este Reglamento se adopta al amparo de la Ley Num. 21 del 20 de mayo de 1987, según enmendada, al Reglamento de Planificación Num. 20, conocido como "Reglamento de Control de Transito y Uso Público de calles locales y a la Ordenanza del Municipio de San Juan Num. 40 Serie 1989-90. 1.03 – Propósito El propósito de este Reglamento es el establecer las normas y procedimientos para el establecimiento, uso y mantenimiento de los controles de acceso establecidos o que se establezcan en la Urbanización Mansiones de Río Piedras, así como las acciones a tomarse por el incumplimiento a lo establecido. 1.04 – Aplicación Las disposiciones contenidas en este Reglamento aplicaran y cubrirán a todo residente, invitado, o cualquier persona que desee tener acceso a la Urbanización. 1.05 – Vigencia Este Reglamento comenzara a regir una vez aprobado por la Asamblea General de Residentes de la Urbanización Mansiones de Río Piedras a tenor con la Ordenanza Num. 40 Serie 1989-90 emitida por el Municipio de San Juan autorizando el cierre y control de los accesos a la Urbanización. 1.06 – Términos empleados Cuando así se justifique su uso en este Reglamento, se entenderá que toda palabra {263 usada en singular también incluye el plural y viceversa y el masculino incluirá el femenino y viceversa. 1.07 – Interpretación del Reglamento La Asociación de Residentes de la Urbanización Mansiones de Río Piedras podrá, mediante resolución al efecto, clarificar o interpretar las disposiciones de este Reglamento que creen o puedan crear conflicto de intereses en armonía con los fines y propósitos generales de la Ley Num. 21 del 30 de mayo de 1987, según enmendada, el Reglamento de Planificación Num. 20 y la Ordenanza Num. 40 del Municipio de San Juan Serie 1989-90. 1.08. – Violaciones Cualquier violación o incumplimiento a las disposiciones de este Reglamento estará sujeta a aquellas acciones administrativas que aquí se consignan. (376) 1.09 – Clausula de Salvedad Si cualquier disposición, palabra, oración, inciso, subsección o sección del presente Reglamento fuera impugnada por cualquier razón ante un Tribunal y declarada inconstitucional o nula, tal sentencia no afectara, menoscabara o invalidara las restantes disposiciones y partes de este Reglamento, sino que su efecto solo se limitara a las disposiciones, palabras, oraciones, incisos, subsección o sección así declarada inconstitucional o nula y la nulidad o invalidez de cualquier disposición, palabra, oración, inciso, subsección, sección en alguno caso especifico no afectara o menoscabara su aplicación o validez en cualquier otro caso, excepto cuando expresamente se invalide para todos los casos. Sección 2. – Definiciones 1) Acceso – cualquier espacio que permita la entrada o salida de los predios de la Urbanización Mansiones de Río Piedras. 2) Asociación – es la Asociación de Residentes de la Urbanización Mansiones de Río Piedras, Inc. {264 3) Persona – Toda persona natural o jurídica, pública o privada y cualquier agrupación de ellas. 4) Propietario – dueño de un solar o residencia en la Urbanización. 5) Residente – persona que reside en la Urbanización y que puede o no ser el dueño de la propiedad que ocupa. 6) Urbanización – es el grupo de viviendas y demás facilidades vecinales con su extensión territorial que lleva el nombre de Urbanización Mansiones de Río Piedras. 7) Vía – es las calles de la Urbanización. 8) Control de acceso – la forma de reglamentar la entrada y salida a la Urbanización. 9) Miembro – familia residente en la Urbanización que esta acogida a la (377) membresía de la Asociación. Sección 3. – Control de Acceso La Urbanización tiene solo dos accesos para la entrada y salida a la misma. Mediante la Ordenanza Num. 40 del Municipio de San Juan Serie 1989-90, el Municipio de San Juan autorizo el cierre de la Calle Begonia mediante el uso de caseta con guardia de seguridad y portones mecánicos y el cierre de la Calle Gardenia Esquina Lirio mediante el uso de portones eléctricos controlados por "Beeper". Sección 4. – Uso de Controles de Acceso Toda familia que sea miembro activo de la Asociación tendrá derecho a recibir mediante un deposito de $35.00 un "Beeper. Aquellas familias miembros que deseen y posean mas de un automóvil podrán tener "Beepers" adicionales, siempre y cuando paguen el deposito correspondiente por cada "Beeper" y demuestren mediante evidencia fehaciente que los "Beepers" adicionales serán utilizados por los automóviles que poseen mediante titulo de los mismos. Aquellas familias que no sean miembros de la Asociación {265 utilizaran el acceso de la Calle Begonia Esquina Lirio donde se encuentra el Guardia de Seguridad. Disponiendose que el "Beeper" es propiedad de la Asociación de Residentes, Inc. El uso del "Beeper" se obtiene por la aportación de un deposito de $35.00 para los residentes miembros. Si estos lo prestan o transfieren a personas no-residentes o no-miembros se les privara del beneficio, solicitandoles la entrega de dicho "Beeper" y devolviendoles el deposito. El acceso de la Calle Gardenia provee un portón peatonal controlado por llave la cual estará disponible solo a los residentes que expresamente la soliciten y demuestren la necesidad de poseer la misma. Disponiendose, que si la llave se perdiere, el residente no podrá solicitar otra hasta pasados treinta (30) días de que notificase por escrito la referida perdida. (378) El costo de la llave será de $15.00. Disponiendose, que para mayor seguridad el portón de la Calle Gardenia y Lirio estará cerrado de 10:00 P.M. a 6:00 A.M. y el acceso vehicular a la Urbanización será únicamente por el portón de las Calles Begonia y Lirio, donde esta ubicada la caseta del Guardia. Sección 5. – Uso de Calcomanías Para la fácil identificación de los automóviles de los residentes de la Urbanización se les proveerá una calcomanía debidamente identificada, la cual deberá adherirse en el lado izquierdo del cristal delantero del automóvil de todo aquel residente que demuestre mediante evidencia fehaciente que el vehiculo es de su propiedad. Disponiendose, que todo residente es responsable de quitarle la calcomanía al automóvil cuando el carro fuese vendido o cuando hay que sustituir la calcomanía por alguna razón se traerá la calcomanía vieja y entonces se sustituirá. {266 Sección 6. – Cuota Se cobrara una cuota mensual a todos los miembros de la Asociación de Cuarenta y Cinco Dolares ($45.00), los cuales sustituirán la cuota establecida en el Reglamento de la Asociación de Residentes en su Sección 8; la cual ira destinada al pago de guardia de seguridad, costos de mantenimiento de los sistemas electrónicos, pagos de agua, luz y teléfono de la caseta del guardián de seguridad y cualquier otro gasto incidental para el adecuado funcionamiento de los controles de acceso, así como para cualquier otra obra o gasto que sea necesario realizar en la Urbanización a tenor con los propósitos generales y específicos que crearon la Asociación. Disponiendose que durante los primeros tres meses el pago de la cuota ira destinado a cubrir los gastos de construcción e instalación del sistema. El pago de la cuota se hará al principio de cada mes. Se dispone ademas, que de la Asociación estar solvente económicamente después de realizar los gastos de funcionamiento y mantenimiento del sistema de control de acceso, así como cualquier otro gasto incidental, podrá destinarse mediante Resolución al efecto, parte de ese sobrante a la Asociación Recreativa de la Urbanización para el mantenimiento del Parque. (379) Sección 7. – Entrada Controlada a No-Residentes Toda persona no-residente en la Urbanización que desee visitar familiares, amigos, etc. tendrá acceso a la Urbanización exclusivamente por la entrada de la Calle Begonia donde deberá identificarse con el guardia de seguridad y mencionar el motivo de su visita. El guardia de seguridad tomara el nombre del visitante, así como una descripción breve del vehiculo con el numero de tablilla y el nombre del residente hacia donde se dirige. En caso de que algún residente-miembro haya dado instrucciones para ser llamado antes de dejar pasar a alguien, el guardia le notificara la visita telefónicamente. {267 Aquellos residentes miembros con actividades especiales en su hogar, que tengan visitantes asiduos a su residencia, podrán dar la lista al Guardia de Seguridad para facilitar el proceso de acceso. Visitantes autorizados por la Asociación Recreativa de Mansiones de Río Piedras para ofrecer servicios o participar de actividades deben ser informados a la Asociación para que estos impartan las instrucciones al Guardián. Los proveedores de servicios privados deberán identificarse con el Guardia de Seguridad y este deberá cotejar por vía telefónica o mediante autorización escrita, el acceso de los mismos. Se limita el acceso de grupos privados que vienen a distribuir hojas sueltas, religiosas o cualesquiera otros, entendiendose que esta limitación no cubre el acceso de servicios de basura, de leche, de cartero, de luz eléctrica, de agua y de teléfono. Sección 8. – Lista de Miembros La Asociación llevara un control mensual de sus miembro[s] y del pago de cuotas. Miembros que se tarden en pagar dos mensualidades o mas se les eliminara el derecho a "Beeper" y pasaran a ser considerados como residentes no-miembros. Sección 9. – Administración El establecimiento, uso y mantenimiento del Control de Acceso de la (380) Urbanización estará adscrita a la Asociación como una de sus funciones encaminadas a fomentar la seguridad personal y de la propiedad en la Urbanización de forma tal que tienda a mejorar la calidad de vida y la tranquilidad emocional de las familias que allí residen. La Asociación designara a un miembro de la Junta para ser responsable de dar las instrucciones al Guardia y de supervisar que el Guardia este cumpliendo con el sistema de identificar y registrar los datos requeridos a los {268 visitantes. Ese miembro de la Junta será responsable de recibir las observaciones o querellas de los residentes sobre el funcionamiento del sistema y tendrá la potest[ad] de decidir la acción a seguir para corregir o modificar el procedimiento practico establecido siguiendo las normas establecidas en este Reglamento. Disponiendose, que cualquier procedimiento no contemplado en las normas de este Reglamento, se discutirá en la próxima reunión de la Asociación. Todo cambio en procedimiento se notificara a los residentes por escrito indicandose la fecha de efectividad del mismo. Sección 10. – Cobro de Cuotas Para facilitar el cobro de la cuota mensual, los miembros de la Asociación podrán optar por escoger pagos de descuento automático con el Banco Popular o el Sistema de Cobro de Cuotas conocido como Edu-pago también del Banco Popular y el Pago Directo. Sección 11. – La Asociación hará gestiones encaminadas a conseguir un seguro de responsabilidad pública que cubra el control de acceso de la urbanización. Sección 12. – Este Reglamento podrá ser enmendado únicamente en Asamblea General de Residentes de la Urbanización Mansiones de Río Piedras. APROBADO: Hoy 29 de mayo de 1990 en Asamblea General de Residentes. Presidenta {269 (381) _________________ Presidenta [APÉNDICE III] REGLAMENTO INTERNO DE CONTROL DE ACCESOS DE LA URBANIZACIÓN MANSIONES DE RÍO PIEDRAS Sección 1.00 – Disposiciones Generales 1.01 – Titulo – Este Reglamento se denominara y citara como "Reglamento Interno de Control de Accesos de la Urbanización Mansiones de Río Piedras" y será parte integral del Reglamento de la Asociación de Residentes de Mansiones de Río Piedras. 1.02 – Autoridad – Este Reglamento se adopta al amparo de la Ley Num. 21 del 20 de mayo de 1987, según enmendada, al Reglamento de Planificación Num. 20, conocido como "Reglamento de Control de Transito y Uso Público de calles locales y a la Ordenanza del Municipio de San Juan Num. 40 Serie 1989-90. 1.03 – Propósito – El propósito de este Reglamento es el establecer las normas y procedimientos para el establecimiento, uso y mantenimiento de los controles de acceso establecidos o que se establezcan en la Urbanización Mansiones de Río Piedras, así como las acciones a tomarse por el incumplimiento a lo establecido. 1.04 – Aplicación – Las disposiciones contenidas en este Reglamento aplicaran y cubrirán a todo residente, invitado, o cualquier persona que desee tener acceso a la Urbanización. 1.05 – Vigencia – Este Reglamento comenzara a regir una vez aprobado por la asamblea General de Residentes de la Urbanización Mansiones de Río Piedras a tenor con la Ordenanza Num. 40 – Serie 1989-90 emitida por el Municipio de San Juan autorizando el cierre y control de los accesos a la Urbanización. (382) 1.06 – Términos empleados – Cuando así se justifique su uso en este Reglamento, se entenderá que toda palabra usada en singular también incluye el plural y viceversa y el masculino incluirá el femenino y viceversa. {270 1.07 – Interpretación del Reglamento – La Asociación de Residentes de la Urbanización Mansiones de Río Piedras podrá, mediante resolución al efecto, clarificar o interpretar las disposiciones de este Reglamento que creen o puedan crear conflicto de intereses en armonía con los fines y propósitos generales de la Ley Num. 21 del 30 de mayo de 1987, según enmendada, el Reglamento de Planificación Num. 20 y la Ordenanza Num. 40 del Municipio de San Juan Serie 1989-90. 1.08 –Violaciones – Cualquier violación o incumplimiento a las disposiciones de este Reglamento estará sujeta a aquella acciones administrativas que aquí se consignan. 1.09 – Clausula de Salvedad – Si cualquier disposición, palabra, oración, inciso, subsección o sección del presente Reglamento fuera impugnada por cualquier razón ante un Tribunal y declarada inconstitucional o nula, tal sentencia no afectara, menoscabara o invalidara las restantes disposiciones y partes de este Reglamento, sino que su efecto solo se limitara a las disposiciones, palabras, oraciones, incisos, subsección o sección así declarada inconstitucional o nula y la nulidad o invalidez de cualquier disposición, palabra, oración, inciso, subsección, sección en alguno caso especifico no afectara o menoscabara su aplicación o validez en cualquier otro caso, excepto cuando se invalide para todos los casos. Sección 2. Definiciones 1) Acceso – cualquier espacio que permita la entrada o salida de los predios de la Urbanización Mansiones de Río Piedras. 2) Asociaci[ó]n – es la Asociación de Residentes de la Urbanización Mansiones de Río Piedras, Inc. 3) Persona – Toda persona natural o jurídica, pública o privada y cualquier agrupación de ellas. {271 (383) 4) Propietario – dueño de un solar o residencia en la Urbanización. 5) Residente – persona que reside en la Urbanización y que puede o no ser el dueño de la propiedad que ocupa. 6) Urbanización – es el grupo de viviendas y demás facilidades vecinales con su extensión territorial que lleva el nombre de Urbanización Mansiones de Río Piedras. 7) Vía – es las calles de la Urbanización. 8) Control de acceso – la forma de reglamentar la entrada y salida a la Urbanización. 9) Miembro familia residente en la Urbanización que est[a] acogida a la membresía de la Asociación. Sección 3. – Control de Acceso La Urbanización tiene solo dos accesos para la entrada y salida a la misma. Mediante la Ordenanza Num. 40 del Municipio de San Juan Serie 1989-90, el Municipio de San Juan autorizo el cierre de la Calle Begonia mediante el uso de caseta con guardia de seguridad y portones mecánicos y el cierre de la Calle Gardenia Esquina Lirio mediante el uso de portones eléctricos controlados por "Beeper". Sección 4. – Uso de Controles de Acceso Toda familia que sea residente de la Urbanización que pague la cuota de mantenimiento del Sistema de Control o que tenga un derecho reconocido expresamente por la ley tendrá derecho a recibir mediante un deposito de $35.00 un "Beeper". Disponiendose que el "Beeper" es propiedad de la Asociación de Residentes, Inc. Aquellas familias residentes que deseen y posean mas de un automóvil podrán tener "Beepers" adicionales, siempre y cuando paguen el deposito correspondiente por cada "Beeper" y demuestren mediante evidencia fehaciente que los "Beepers" adicionales serían utilizados por los automóviles que poseen mediante titulo de los mismos. {272 (384) Disponiendose que el uso del "Beeper" es exclusivo de los residentes que pagan la cuota del Sistema de Control de Acceso. Si estos lo prestan o transfieren a personas no residentes o no miembros, se les privara del beneficio, solicitandoceles la entrega de dicho "Beeper" y devolviendosele el deposito. El acceso de la Calle Gardenia provee por razones de mayor seguridad durante las horas de la noche en que los residentes descansan y no pueden estar alerta a situaciones imprevistas tales como: desperfectos mecánicos o de suspensión temporera del servicio eléctrico se acuerda que este portón permanecerá cerrado de 10:00 pm a 6:00 am. El acceso vehicular a la urbanización será únicamente por el portón de la Calle Begonia y Lirio donde esta ubicada la caseta del Guardia. El acceso de la Calle Gardenia provee un portón peatonal controlado por llave la cual estará disponible solo a los residentes; disponiendose, que si la llave se perdiere, el residente no podrá solicitar otra hasta pasado treinta (30) días de que notificase por escrito la referida perdida. El costo de la llave será de $15.00. Sección 5. – Uso de Calcomanías Para la fácil identificación de los automóviles de los residentes de la urbanización se les proveerá una calcomanía debidamente identificada, la cual deberá adherirse en el lado izquierdo del cristal delantero del automóvil de todo aquel residente que demuestre mediante evidencia fehaciente que el vehiculo es de su propiedad. Disponiendose, que todo residente es responsable de quitarle la calcomanía al automóvil cuando el carro fuese vendido o cuando hay que sustituir la calcomanía por alguna razón se traerá la calcomanía vieja y entonces se sustituirá. {273 Sección 6. – Cuota Se cobrara una cuota mensual de cuarenta y cinco ($45.00) a todos los residentes participantes del Sistema de Control de Acceso, la cual ira destinada al pago del servicio de guardia de seguridad, costos de mantenimiento de los sistemas (385) electrónicos, pagos de agua, luz, y teléfono de la caseta del guardián de seguridad y cualquier otro gasto incidental para el adecuado funcionamiento de los controles de acceso, así como para cualquier otra obra o gasto que sea necesario realizar y establecer la reserva suficiente para garantizar la permanencia del Sistema de Control de Acceso. Disponiendose que durante los primeros tres meses el pago de la cuota ira destinado a cubrir los gastos de construcción e instalación del sistema. El pago de la cuota se hará al principio de cada mes. Se dispone ademas, que de la Asociación estar solvente económicamente después de realizar los gastos de funcionamiento y mantenimiento del sistema de control de acceso, así como cualquier otro gasto incidental, podrá destinarse mediante Resolución al efecto, parte de ese sobrante a la Asociación Recreativa de la Urbanización para el mantenimiento del Parque. Sección 7. – Entrada Controlada a No-Residentes Toda persona no-residente en la Urbanización que desee visitar familiares, amigos, etc. tendrá acceso a la Urbanización exclusivamente por la entrada de la Calle Begonia donde deberá identificarse con el guardia de seguridad y mencionar el motivo de su visita. El guardia de seguridad tomara el nombre del visitante, así como una descripción breve del vehiculo con el numero de tablilla y el nombre del residente hacia donde se dirige. En caso de que algún residente-miembro haya dado instrucciones para ser llamado antes de dejar pasar a alguien, el guardia le notificara la visita telefónicamente. Aquellos residentes miembros con actividades especiales {274 en su hogar, que tengan visitantes asiduos a su residencia, podrán dar la lista al Guardia de Seguridad para facilitar el proceso de acceso. Visitantes autorizados por la Asociación Recreativa de Mansiones de Río Piedras para ofrecer servicios o participar de actividades deben ser informados a la Asociación para que estos impartan las instrucciones al Guardián. Los proveedores de servicios privados deberán identificarse con el Guardia de (386) Seguridad y este deberá cotejar por vía telefónica o mediante autorización escrita, el acceso de los mismos. Se limita el acceso de grupos privados que vienen a distribuir hojas sueltas, religiosas o cualesquiera otros, entendiendose que esta limitación no cubre el acceso de servicios de basura, de leche, de cartero, de luz eléctrica, de agua y teléfono. Sección 8. – Lista de Miembros La Asociación llevara un control mensual de sus miembros y del pago de cuotas. Miembros que se tarden en pagar dos mensualidades o mas se les eliminara el derecho a "Beeper" y pasaran a ser considerados como residentes no-miembros. Sección 9. – Administración El establecimiento, uso y mantenimiento del Control de Acceso de la Urbanización estará adscrita a la Asociación como una de sus funciones encaminadas a fomentar la seguridad personal y de la propiedad en la Urbanización de forma tal que tienda a mejorar la calidad de vida y la tranquilidad emocional de las familias que allí residen. La Asociación designara a un miembro de la Junta para ser responsable de dar las instrucciones al Guardia y de supervisar que el Guardia este cumpliendo con el sistema de identificar y registrar los datos requeridos a los visitantes. Ese miembro de la Junta será responsable de {275 recibir las observaciones o querellas de los residentes sobre el funcionamiento del sistema y tendrá la potestad de decidir la acción a seguir para corregir o modificar el procedimiento practico establecido siguiendo las normas establecidas en este Reglamento. Disponiendose, que cualquier procedimiento no contemplado en las normas de este Reglamento, se discutirá en la próxima reunión de la Asociación. Todo cambio en procedimiento se notificara a los residentes por escrito indicandose la fecha de efectividad del mismo. (387) Sección 10. – Cobro de Cuotas Para facilitar el cobro de la cuota mensual, los miembros de la Asociación podrán optar por escoger pagos de descuento automático con el Banco Popular o el Sistema de Cobro de Cuotas conocido como Edu-pago también del Banco Popular y el Pago Directo. Sección 11. La Asociación hará gestiones encaminadas a conseguir un seguro de responsabilidad pública que cubra el control de acceso[.] {276 APÉNDICE [IV] 3 de mayo de 1991 REGLAS PARA UN MAS EFECTIVO SISTEMA DE CONTROL DE ACCESO Reestablecemos el Sistema de Control de Acceso con gran entusiasmo y la plena confianza de que nuevamente operara con eficiencia y efectividad. Para su éxito total necesitamos la cooperación de todos los residentes. A continuación las reglas básicas para un mas efectivo control de acceso: Identificación de Residentes y Visitantes 1.Los residentes identificaran sus vehículos con el "sticker" del timón en el lado izquierdo del cristal delantero. Para que el guardia identifique fácilmente el "sticker", coloquele un papel blanco detrás. El guardia permitirá el acceso inmediatamente y sin requerir identificación a todos los residentes en vehículos con "sticker". Todo vehiculo sin "sticker" tiene que identificarse con el guardia de seguridad para lograr acceso a la urbanización. CONSIGA EL "STICKER" DE SU AUTOMÓVIL EN LA CALLE GARDENIA, FA. MATTEI. (388) 2.Todos los visitantes se detendrán en el área del micrófono, se identificaran con el guardia (informara el nombre y apellido y nombre y dirección del residente que va a visitar). Para nuestra seguridad, no se permitirá el acceso al visitante que no sepa el nombre y la dirección del residente que viene a visitar. Informele a sus familiares y amigos del proceso de identificación con el guardia para lograr acceso. 3.Cuando un residente celebre una actividad con muchos invitados, le recomendamos que haga una lista de los invitados y se la entregue al guardia. Esto facilitara el acceso y evitara los tapones innecesarios. {277 4.Los visitantes para practicas deportivas en el Parque de Mansiones tienen que estar autorizados por la Asociación Recreativa. El guardia le permitirá el acceso al Parque a las personas incluidas en la lista que nos suministre la Asociación Recreativa. 5.Los residentes que tengan personas que le vayan a dar servicio pueden darle los nombres al guardia para facilitarles el acceso. 6.Los visitantes que vengan a la urbanización después de las 10:00 pm serán anunciados al residente por teléfono. Se permitirá el acceso solamente si el residente lo autoriza. Asegurese de que la Asociación tenga su numero de teléfono para poder avisarles estas visitas nocturnas. REGLAS PARA EL GUARDIA 1.A los guardias de seguridad se les requerirá que traten con cortesía y respeto a todos los residentes y visitantes. De igual manera, esperamos que los residentes y visitantes sean corteses y respetuosos con los guardias. 2.Los guardias serán responsables de: que a la caseta solo entren las personas autorizadas por la Asociación: el supervisor de la compañía de seguridad y la supervisora del control de acceso. evitar las distracciones, visitas y tertulias en los predios de la caseta durante las horas de trabajo. (389) 3.Las utilidades de la caseta del guardia (teléfono, agua, luz, equipo, etc.) son para el uso exclusivo del Sistema de Control de Acceso. INFORMACION ADICIONAL 1.El portón de la calle Gardenia es entrada exclusiva para residentes. Los visitantes utilizaran la entrada de la calle Begonia y se identificaran con el guardia de seguridad. Los residentes no darán acceso a visitantes por la calle Gardenia. {278 2.Para nuestra seguridad, el portón de la calle Gardenia permanecerá cerrado de 10:00 pm a 6:00 am (las horas de servicio de este portón están controladas por un "timer", una interrupción en el servicio eléctrico puede atrasar la hora de cierre y de apertura. Sea paciente!) 3.Si el portón de la calle Gardenia se queda abierto por un lapso de tiempo prolongado, pidale la llave del panel del "breaker" y reprograme el mismo. Nuestra seguridad depende de que todos nos preocupemos y cooperemos, AYUDANOS! 4."Beeper" Se oprimirá el botón (1) para entrar y el botón (2) para salir. El portón esta programado para cerrar automáticamente tan pronto pase el automóvil. Mantenga su automóvil y su persona fuera del área de movimiento del portón para evitar accidentes. La Asociación de Residentes ha designado a la SRA. CUCA VIDAL, vecina de la calle Gardenia, supervisora del Sistema de Control de Acceso. El trabajo de Cuca es voluntario y muy sacrificado, su motivación es el bienestar de la comunidad y el éxito del Sistema. Necesitamos la cooperación y tolerancia de todos. GRACIAS! CUALQUIER OBSERVACIÓN O SUGERENCIA PARA MEJORAR EL SISTEMA DE CONTROL DE ACCESO , DEBEN LLAMAR A CUCA AL 761–7405. {279 (390) APÉNDICE V REGLAMENTO INTERNO DE CONTROL DE ACCESOS DE LA URBANIZACIÓN MANSIONES DE RÍO PIEDRAS Sección 1.00 – Disposiciones Generales 1.01TituloEste reglamento se denominara y citara como "Reglamento Interno de Control de Accesos de la Urbanización Mansiones de Río Piedras" 1.02Autoridad Este Reglamento se adopta al amparo de la Ley Num. 21 del 20 de mayo de 1987, según enmendada, al Reglamento de Planificación Num. 20, conocido como "Reglamento de Control de Transito y Uso Público de calles locales y a la Ordenanza del Municipio de San Juan Num. 40 Serie 1989-90. 1.03Propósitos El propósito de este Reglamento es el establecer normas y procedimientos para el establecimiento, uso y mantenimiento de los controles de acceso establecidos o que se establezcan en la Urbanización Mansiones de Río Piedras. 1.04Aplicación Las disposiciones contenidas en este Reglamento aplicaran y cubrirán a todo residente, invitado o cualquier persona que desee tener acceso a la Urbanización. {280 1.05Vigencia Este Reglamento comenzara a regir tan pronto la Asamblea General de Residentes de la Urbanización Mansiones de Río Piedras lo apruebe a tenor con la Ordenanza Num. 40 Serie 1989-90 emitida por el Municipio de San Juan autorizando el cierre y (391) control de los accesos a la Urbanización. 1.06Términos empleados Cuando así se justifique su uso en este Reglamento, se entenderá que toda palabra usada en singular también incluye el plural y viceversa y el masculino incluirá el femenino y viceversa. 1.07Interpretación del Reglamento La Asociación de Residentes de la Urbanización Mansiones de Río Piedras podrá, mediante resolución al efecto, clarificar o interpretar las disposiciones de este Reglamento en casos de duda o conflicto en armonía con los fines y propósitos generales de la Ley Num. 21 del 20 de mayo de 1987, según enmendada, el Reglamento de Planificación Num. 20 y la Ordenanza Num. 40 del Municipio de San Juan Serie 1989-90. 1.08 Violaciones Cualquier violación o incumplimiento a las disposiciones de este Reglamento estará sujeta a aquellas acciones administrativas que aquí se consignan. {281 1.09Clausula de Salvedad Si cualquier disposición, palabra, oración, inciso, subsección o sección del presente Reglamento fuera impugnada por cualquier razón ante un Tribunal y declarada inconstitucional o nula, tal sentencia no afectara, menoscabara o invalidara las restantes disposiciones y partes de este Reglamento, sino que su efecto solo se limitara a las disposiciones, palabras, oraciones, incisos, subsección, sección así declarada inconstitucional o nula y la nulidad o invalidez de cualquier disposición, palabra, oración, inciso, subsección, sección en algún caso especifico excepto cuando expresamente se invalide para todos los casos. (392) Sección 2. Definiciones 1. Accesibilidad-cualidad de poder llegar a un destino. 2. Acceso-Vía Pública con la cual colinda un solar o propiedad [o] la cual sirve de entrada y salida al solar o propiedad. 3. Asociación-es la Asociación de Residentes de la Urbanización Mansiones de Río Piedras, Inc. 4. Persona-Toda persona natural o jurídica, pública o privada y cualquier agrupación de ellas. 5. Propietario-due[n]o de un solar o propiedad en la Urbanización. 6. Residente-persona que reside en la Urbanización y que puede o no ser dueño de la propiedad que ocupa. 7. Urbanización-es el grupo de viviendas y demás facilidades vecinales que lleva el nombre de Urbanización Mansiones de Río Piedras. 8. Vía-es las calles de la Urbanización. 9. Control de Acceso-la forma de reglamentar la entrada y la salida a la Urbanización. 10. Miembro-familia residente en la Urbanización que esta acogida a la membresía de la Asociación. {282 Sección 3. Control de Acceso La urbanización tiene solo dos accesos para la entrada y salida a la misma. Mediante la Ordenanza Num. 40 del Municipio de San Juan Serie 1989-90, el Municipio de San Juan autorizo el cierre de la Calle Begonia mediante el uso de caseta con guardia de seguridad y portones mecánicos y el cierre de la Calle Gardenia Esquina Lirio mediante el uso de portones eléctricos controlados por "Beeper". (393) Sección 4. Uso de los Controles de Acceso Toda familia que sea residente de la Urbanización que pague la cuota de mantenimiento del Sistema de Control de Acceso o que tenga un derecho reconocido expresamente por la ley tendrá derecho a comprar un "Beeper" que le permitirá acceso por la calle Gardenia. Los residentes de la Urbanización Mansiones de Río Piedras que firmaron un contrato de arrendamiento de "beepers" con la Asociación de Residentes de Mansiones de Río Piedras serán los propietarios de los mismos efectivo al momento de rescindir el contrato de arrendamiento de "beeper" suscrito con la Asociación. Los $35.00 que los residentes pagaron a la Asociación como deposito por cada "beeper" al momento de firmar el contrato de arrendamiento será el precio de venta de los mismos. La Asociación será responsable de codificar los "beepers" de aquellos residentes con derecho a poseer y usar los mismos para lograr acceso a la urbanización. Aquellas familias residentes que deseen y posean mas de un automóvil podrán tener "Beepers" adicionales, siempre y cuando paguen por cada "Beeper" y demuestren mediante evidencia fehaciente que los "Beepers" adicionales serán utilizados por los automóviles que poseen mediante titulo de los mismos. Disponiendose que el uso del "Beeper" es exclusivo de los residentes que pagan la cuota del Sistema de Control de Acceso o que tenga un derecho reconocido expresamente por la ley. Si estos lo prestan o transfieren a personas no residentes o no miembros se les privara del beneficio. Disponiendose que el código de seguridad que controla {283 los portones de acceso a la urbanización son propiedad exclusiva de la Asociación de Residentes de Mansiones de Río Piedras. Solo las personas autorizadas expresamente por la Asociación tendrán acceso al código de seguridad y a codificar los "beepers" de los residentes. La utilización o transferencia del código de seguridad a personas no autorizadas por la Asociación constituye un delito y estarán sujetas a cualquier acción que proceda en derecho. El acceso de la Calle Gardenia, por razones de mayor seguridad durante las horas de la noche en que los residentes descansan y no puedan estar alerta a cualquier (394) situación, tal como un corte de luz o desperfecto mecánico, en que el portón se pueda quedar abierto se acuerda que este portón permanecerá cerrado de 10:00 pm a 6 am. El acceso de la Calle Gardenia provee un portón peatonal controlado por llave la cual estará disponible solo a los residentes disponiendose, que si la llave se perdiere, el residente no podrá solicitar otra hasta pasados treinta (30) días de que notificase por escrito la referida perdida. El costo de la llave será de $15.00. Sección 5. Uso de Calcomanías Para la fácil identificación de los automóviles de los residentes de la Urbanización, se les proveerá una calcomanía debidamente identificada a todo aquel residente que demuestre mediante evidencia fehaciente que el vehiculo es de su propiedad. La calcomanía deberá adherirse en el lado izquierdo del cristal delantero del automóvil. Disponiendose, que todo residente es responsable de quitarle la calcomanía al automóvil cuando el carro fuese vendido o cuando haya que sustituir la calcomanía por alguna razón se traerá la calcomanía vieja y entonces se sustituirá. Todo automóvil que no tenga una calcomanía en el cristal delantero, aunque se identifique como residente, tendrá que identificarse con el guardia de seguridad. {284 Sección 6. Cuota Se cobrara una cuota mensual de cuarenta y cinco ($45.00), la cual ira destinada al pago de guardia de seguridad, costos de mantenimiento de los sistemas electrónicos, pagos de agua, luz y teléfono de la caseta del guardián de seguridad y cualquier otro gasto incidental para el adecuado funcionamiento de los controles de acceso, así como para cualquier otra obra o gasto que sea necesario realizar y establecer la reserva suficiente para garantizar la permanencia del Sistema de Control de Acceso. Disponiendose que durante los primeros tres meses el pago de la cuota ira destinado a cubrir los gastos de construcción e instalación del sistema. El pago de la cuota se hará al principio de cada mes. Los residentes que tengan un problema económico temporero que le imposibilite (395) el cumplir con el pago de la cuota mensual establecida, podrá someter una solicitud de rebaja de cuota de mantenimiento a la Asociación. La solicitud y documentos que justifican la rebaja de pago de cuota mensual serán sometidos a la consideración del Auditor de la Asociación, quien determinara si el residente es elegible a la reducción temporera de pago de mantenimiento solicitada. Las solicitudes de reducción de pago de cuota de mantenimiento se revisaran cada 6 meses. Sección 7. Entrada controlada a No-Residentes Toda persona no residente en la Urbanización que desee visitar familiares, amigos, etc. tendrá acceso a la Urbanización exclusivamente por la calle Begonia donde deberá identificarse con el guardia de seguridad. El guardia de seguridad tomara el nombre del visitante, así como una descripción breve del vehiculo con el numero de tablilla y el nombre del residente hacia donde se dirige. Después de las 10pm, para mayor seguridad de los residentes, el guardia de seguridad le avisara por teléfono a los residentes los visitantes que interesen lograr acceso a nuestra urbanización {285 para hacerles una visita. El residente debe autorizar su entrada. En aquellos casos en que algún residente haya dado instrucciones para que le llamen antes de dejar pasar a alguien, el guardia llamara por teléfono para notificar la visita. Aquellos residentes con actividades especiales en su hogar, que tengan visitantes asiduos a su residencia, podrán dar la lista al Guardia de Seguridad para facilitar el proceso de acceso. Visitantes autorizados por la Asociación Recreativa de Mansiones de Río Piedras para ofrecer servicios o participar de actividades deben ser informados a la Asociación para que estos impartan las instrucciones al Guardián. Los proveedores de servicios privados deberán identificarse con el Guardia de Seguridad y este deberá cotejar por vía telefónica o mediante autorización escrita, el acceso de los mismos. Se limita el acceso de grupos privados que vienen a distribuir hojas sueltas, (396) religiosas o cualesquiera otros, entendiendose que esta limitación no cubre el acceso de servicios públicos tales como: de basura, de leche, de cartero, energía eléctrica, agua y de teléfono, etc. Sección 8. Lista de Residentes La Asociación llevara un control mensual de sus residentes y del pago de cuotas. Los residentes que se tarden en pagar dos mensualidades o mas, se les suspenderá el derecho a usar el "beeper" hasta tanto pague las mensualidades adeudadas e inicie nuevamente los pagos mensuales acordados. Sección 9. Administración El establecimiento, uso y mantenimiento del Control de Acceso de la Urbanización estará adscrita a la Asociación como una de sus funciones encaminadas a fomentar la seguridad {286 personal y de la propiedad en la Urbanización de forma tal que tienda a mejorar la calidad de vida y la tranquilidad emocional de las familias que allí residen. La Asociación designara a un miembro de la Junta para ser responsable de dar las instrucciones al Guardia y de supervisar que el Guardia este cumpliendo con el sistema de identificar y registrar los datos requeridos a los visitantes. Ese miembro de la Junta será responsable de recibir las observaciones o querellas de los residentes sobre el funcionamiento del sistema y tendrá la potestad de decidir la acción a seguir para corregir o modificar el procedimiento practico establecido siguiendo las normas establecidas en este Reglamento. Disponiendose, que cualquier procedimiento no contemplado en las normas de este Reglamento, se discutirá en la próxima reunión de la Asociación. Todo cambio en procedimiento se notificara a los residentes por escrito indicandose la fecha de efectividad del mismo. Sección 10. Cobro de Cuotas Para facilitar el cobro de la cuota mensual, los residentes de la Urbanización, (397) podrán optar por escoger pagos de descuento automático con el Banco Popular o el Sistema de Cobro de Cuotas conocido como EduPago también del Banco Popular y el Pago Directo. La Asociación podrá contratar los servicios de un profesional en cobros de dinero para realizar estas funciones cuando entienda que redundaría en beneficio y permanencia del sistema de control de acceso. Sección 11. Seguro de Responsabilidad Pública La Asociación hará gestiones encaminadas a conseguir un seguro de responsabilidad pública que cubra el control de acceso de la urbanización. {287 Sección 12. Enmienda Este reglamento podrá ser enmendado únicamente en Asamblea General de Residentes de la Urbanización Mansiones de Río Piedras. 3 de octubre de 1991 {288} (398) APÉNDICE B TRANSCRIPCIÓN DE PÁGINAS DE LOS ESCRITOS DE LAS PARTES SOBRE PLANTEAMIENTOS CONSTITUCIONALES {289 ESTADO LIBRE ASOCIADO DE PUERTO RICO TRIBUNAL GENERAL DE JUSTICIA EN EL TRIBUNAL SUPREMO ASOCIACIÓN DE RESIDENTES DE MANSIONES DE RÍO PIEDRAS, Inc. Demandante – Recurrida Civil NUM. Sobre: CERTIORAR VS. WILFREDO BAEZ y otros Demandados – Peticionarios PETICION DE CERTIORARI LCDO. HECTOR M. COLLAZO MALDONADO #5613 LCDO. MANUEL BETANCOURT AVILES #7199 Abogados de la Recurrida Medical Center Plaza, Local Núm. 5 Calle 3 S.E., Núm. 1051 Urb. La Riviera, Río Piedras Puerto Rico, 00921 Tel. 749-0827 (399) LCDA. MARITZA JULIA RAMOS #7068 Abogada de los Peticionarios Calle Harding Núm. I-8 Urb. Parkville, Guaynabo Puerto Rico, 00969 Tel. 789-3177 EN GUAYNABO, PUERTO RICO 27 de noviembre de 1991 [...] ciar el CONTROL son aquellos que suscribieron un Contrato de Mantenimiento; ANEJOS IV-1, IV-13 y IV-14, pags. 7274, 224 y 232. De hecho, en junio de 1988 la recurrida circulo una lista de las personas que respaldaban el CONTROL en la que no se incluyo el nombre de los peticionarios; ANEJO IV-41, pags. 329330 Y no los incluyo porque a la recurrida le constaba que los peticionarios no respaldan en forma alguna el CONTROL. Por otro lado, la recurrida pretende reclamar un derecho propietario sobre las claves o códigos de seguridad de los controles remotos que accionan los portones del CONTROL. Aceptar esa proposición sería equivalente a decir que la recurrida es dueña del derecho de propiedad inscrito en el control de entrada y salida de los peticionarios a su residencia y a MANSIONES. Nada hay en la Ley 21 que le otorgue a la recurrida ese derecho propietario ni a imponer castigo a aquellos que no pagan. La Sec. 5.03, inciso 8 del Reglamento 20 señala que el que pretenda establecer unos controles tiene que garantizar acceso por igual y en todo momento a todos los residentes de la comunidad; dicha garantía incluso fue suscrita por la ASOCIACION (ANEJO IV-54, pag. 445). En igual sentido la Sec. 2da. de la ORDENANZA establece que no se puede establecer discrímenes contra los que no aportan para sostener el CONTROL y que estos tienen los mismos derechos que los que pagan. E.Quinto señalamiento de error o controversia: La recurrida estableció de forma arbitraria que el portón instalado en la Calle Gardenia permanecería cerrado durante el periodo de 10:00 p.m. a 6:00 a.m. (ANEJO IV-25, pag. 274), por lo que a los peticionarios y a los demás residentes se les obliga a entrar durante ese horario por la Calle Begonia. Una lectura de la ORDENANZA (400) refleja que no hay nada en esta que autorice el cierre de los portones electrónicos del CONTROL durante cualquier periodo del día o de la noche. También es necesario recordar que la {291 ORDENANZA se promulga al amparo de la Ley 21 que solo establece controles de acceso. Bajo esta legislación no procede el cierre de calles ya que la legislación para esos fines es la Ley Num. 81 del 30 de agosto de 1991, Art. 10.015. F.Sexto señalamiento de error o controversia: En nuestra Moción de Sentencia Sumaria Parcial le planteamos al Honorable Tribunal Superior que la controversia podía ser resuelta utilizando la interpretación de la ley ya que el CONTROL fue implantado por la recurrida en violación de ley. No obstante, se planteo que en caso de que el Honorable Tribunal así no lo determinase entonces se solicitaba que se declarase inconstitucional la Ley 21. Se le solicito al Honorable Tribunal Superior que en caso de no conceder el reclamo principal de decretar la ilegalidad del CONTROL ordenase notificar la impugnación de la constitucionalidad de la Ley 21 al Secretario de Justicia conforme lo dispone la Regla 21.3 de Procedimiento Civil o determinase que dicho requisito era innecesario conforme lo resuelto en Torres Solano vs. P.R. Telephone Co. 90 JTS 122, pag. 8197, 8207, confirmado en 91 JTS 77, pag. 8939. Este planteamiento también fue declarado no ha lugar en la Resolución aquí impugnada. Con todo respeto entendemos que incurrió en error el Honorable Tribunal Superior ya que estaba obligado a resolver en una u otra forma y la única vía que le estaba vedada fue precisamente la que tomo. Este argumento es tan evidente que se hace innecesario una mayor discusión. Los peticionarios cuestionan la constitucionalidad de la Ley 21 en dos áreas: (a) la utilización de propiedades y fondos públicos para fines que no son públicos y/o la disposición de propiedades públicas sin un mandato de ley que lo disponga como se requiere en el Art. VI, Sec. 9 de nuestra Constitución y (b) que no garantiza, reconoce ni hace reserva expresa del derecho de los peticionarios a la libertad de expresión, libertad de religión y de su derecho a la privacidad. {292 Los Arts. 255 y 256 del Cod. Civ. establecen que las calles son bienes de uso y dominio público. Este Honorable Tribunal ha establecido que los bienes de uso (401) público no son susceptibles de enajenación ni posesión privada por lo que el estado no puede disponer de ellos mientras tengan tal carácter. Rubert Armstrong vs. ELA 97 DPR 588, 616 (1969); Ortiz Carrasquillo vs. Municipio de Naguabo 108 DPR 366, 369 (1979) y; Balzac vs. Registrador 51 DPR 757, 759 (1937). Si las disposiciones de la Ley 21 se interpretan como un acto de privatización de las calles se estaría no solo violando las disposiciones anteriores sino que al permitirsele a grupos privados que puedan excluir a otras personas del libre acceso a las comunidades cerradas por la Ley 21 se estaría violando el derecho a la libertad de expresión y se estaría fomentando un discrimen por razón de raza, color, origen o condición social en violación al Art. II, Sec. 1 de nuestra Constitución y ademas se estaría infringiendo disposiciones del Art. II, Sec. 7 de nuestra Constitución y Enmienda XIV, Sec. 1 de la Constitución de Estados Unidos. Al no garantizarse por la Ley 21 el libre flujo de las personas a las comunidades cerradas no solo se limita la libertad de expresión sino que se restringe la libertad de religión. En MANSIONES la recurrida, amparandose en esta omisión de ley, ya dispuso por reglamento (ANEJO IV-17, pag. 244) que esta prohibido distribuir hojas sueltas religiosas o de otra índole por grupos privados. Los peticionarios tienen derecho y así lo reclaman a recibir literatura religiosa sin restricción alguna según lo reconoció el Tribunal Supremo de Estados Unidos en Marsh v. Alabama 326 US 501 (1946); Tucker vs. Texas 326 US 517 (1946); Schneider vs. State 308 US 147 (1939); Cantwell vs. Connecticut 310 US 296 (1940); Martin vs. Struthers 319 U.S. 141 (1943); Follett vs. Mc Cormick 321 US 573 (1944) y; Widmar vs. Vincent 454 US 263 (1981), entre otros. En el presente caso, la libertad de religión de los peticionarios se {293 esta coartando al impedir que estos tengan acceso a hojas sueltas y otro material religioso impreso distribuido normalmente de casa en casa y al no garantizarse expresamente ese derecho. VI. SUPLICA POR TODO LO CUAL los peticionarios muy respetuosamente solicitan de este Honorable Tribunal que expida el auto de Certiorari para revisar la Resolución del Honorable Tribunal Superior, Sala de San Juan del 31 de octubre de 1991 en el caso Civil KAC 90-1233 y que proceda a dictar sentencia sumaria parcial concediendo los remedios solicitados en nuestra Moción de Sentencia Sumaria Parcial. Suplicamos de (402) este Honorable Tribunal que expida dicho auto tomando en consideración que existe un conflicto irreconciliable entre la Resolución emitida en el caso Civil KAC 90-1233 y la Sentencia emitida por el Juez Superior Hon. Arnaldo López en el caso KPE 90-1382 (pendiente de revisión por este Honorable Tribunal en el recurso RE 91-139) quien dicto dicha Sentencia de forma sumaria y ademas por concurrir las circunstancias expuestas en los incisos (1), (2), (3), (4), (7) y (11) de la Regla 19A del Reglamento de este Honorable Tribunal. Se solicita con todo respeto, ademas, que la consideración de este recurso se consolide con el recurso RE 91-139 pendiente ante la consideración de este Honorable Tribunal; el peticionario Wilfredo Báez es el único que no es parte en el recurso RE 91-139. RESPETUOSAMENTE SOMETIDA. CERTIFICO: Que ya notifique personalmente copia fiel y exacta de esta Petición en el día de hoy a los abogados de la recurrida Lcdo. Héctor M. Collazo Maldonado y Lcdo. Manuel Betancourt Aviles en su dirección en el Medical Center Plaza, Local 5, Calle 3 S.E., Num. 1051, Urb. La Riviera, Río Piedras, P.R., 00921. {294 En Guaynabo, Puerto Rico, hoy 27 de noviembre de 1991. [Fdo.] Lcda. Maritza Julia Ramos #7068 Calle Harding Num. I8 Urb. Parkville, Guaynabo P.R., 00969 Tel. 7893177 {295 (403) ESTADO LIBRE ASOCIADO DE PUERTO RICO TRIBUNAL GENERAL DE JUSTICIA EN EL TRIBUNAL SUPREMO ASOCIACION DE RESIDENTES DE MANSIONES DE RIO PIEDRAS, Inc. Demandandate – Recurrida Civil NUM. CE 91-7 Sobre: CERTIORAR VS. WILFREDO BAEZ y otros Demandados – Peticionarios ALEGATO DE LOS PETICIONARIOS LCDO. HÉCTOR M. COLLAZO MALDONADO #5613 LCDO. MANUEL BETANCOURT AVILES #7199 Abogados de la Recurrida Medical Center Plaza, Local Núm. 5 Calle 3 S.E., Núm. 1051 Urb. La Riviera, Río Piedras Puerto Rico, 00921 Tel. 749-0827 LCDA. MARITZA JULIA RAMOS #7068 Abogada de los Peticionarios Calle Harding Núm. I-8 Urb. Parkville, Guaynabo (404) Puerto Rico, 00969 Tel. 789-3177 EN GUAYNABO, PUERTO RICO 24 de febrero de 1992 (405) [...] efectiva para prevenir riesgos a la vida e integridad corporal en casos de emergencia y desastres: De la Cruz vs. Toro Sintes 112 DPR 650, 657 (1982), Consejo de Titulares vs. Vargas 101 DPR 579, 586 (nota al calce 7) (1973) y Consejo de Titulares del Condominio McKinley Court vs. Rullan, 90 JTS 72, pag. 7773 (1990). F.Sexto señalamiento de error o controversia: En nuestra Moción de Sentencia Sumaria Parcial le planteamos al Hon. Tribunal Superior que la controversia podía ser resuelta utilizando la interpretación de la ley ya que el CONTROL fue implantado por la recurrida en violación de ley. No obstante, se planteo que en caso de que el Hon. Tribunal así no lo determinase entonces se solicitaba que se declarase inconstitucional la Ley 21. Se le solicito al Hon. Tribunal Superior que en caso de no conceder el reclamo principal de decretar la ilegalidad del CONTROL ordenase notificar la impugnación de la constitucionalidad de la Ley 21 al Secretario de Justicia conforme lo dispone la Regla 21.3 de Procedimiento Civil o determinase que dicho requisito era innecesario conforme lo resuelto en Torres Solano vs. P.R. Telephone Co. 90 JTS 122, pag. 8197, 8207, y 91 JTS 77, pag. 8939. Este planteamiento también fue declarado no ha lugar en la Resolución aquí impugnada. Con todo respeto entendemos que incurrió en error el Hon. Tribunal Superior ya que estaba obligado a resolver en una u otra forma. Los peticionarios cuestionan la constitucionalidad de la Ley 21 en dos áreas: (a) la utilización de propiedades y fondos públicos para fines que no son públicos y/o la disposición de propiedades públicas sin un mandato de ley que lo disponga como se requiere en el Art. VI, Sec. 9 de nuestra Constitución y (b) que no garantiza, reconoce ni hace reserva expresa del derecho de los peticionarios a la libertad de expresión, libertad de religión y de su derecho a la {297 privacidad. Es necesario examinar el alcance de la Ley 21 y su posible conflicto con otras leyes y con la Constitución. Para analizar el alcance de la Ley 21 es forzoso contrastarla con las disposiciones relevantes del Cod. Civ. El Art. 256 del Cod. Civ. establece que "Son bienes de uso público en Puerto Rico y en sus pueblos, los caminos estaduales y los vecinales, las plazas, calles..."; vease, ademas el Art. 255 del Cod. Civ. Interpretando dichas disposiciones este Honorable Tribunal señalo en Gobierno de la Capital vs. Consejo Ejecutivo 63 DPR 434, 459 (1944) que los bienes de uso público son aquellos "...para (406) ser usados libremente por el público en general..." y que los bienes patrimoniales del estado son aquellos que se "...usan para fines públicos pero a los cuales el público no tiene constante y general acceso." Ya desde Saldaña vs. Consejo Municipal de San Juan 15 DPR 37, 51 (1909) este Honorable Tribunal estableció que las calles "...han sido destinadas al uso de los habitantes de la ciudad, y todos y cada uno de ellos desde el Gobernador, en su palacio, hasta el limosnero en su choza tienen derecho al uso libre y continuado de las mismas." El uso público de calles y caminos implica que el acceso del pueblo a ellas no puede ser impedido y que incluso están fuera del comercio de los hombres, incluyendo al estado. Los bienes de uso público no son susceptibles de enajenación ni posesión privada por lo que el estado no puede disponer de ellos mientras tengan tal carácter; este solo puede disponer de bienes patrimoniales: Rubert Armstrong vs. ELA 97 DPR 588, 616 (1969); Ortiz Carrasquillo vs. Municipio de Naguabo 108 DPR 366, 369 (1979) y; Balzac vs. Registrador 51 DPR 757, 759 (1937). Conforme a lo dispuesto por este Honorable Tribunal en ese ultimo caso citado, es necesario que cese el uso público del bien antes de que se pueda disponer de el ya que mientras esto no se haga "...la libertad de enajenación queda restringida..." (Vease al respecto el análisis contenido en el ANEJO IV-19, pags. 256260 de la Petición). Estas limitaciones inherentes {298 a los bienes de uso público plantean contradicciones imposibles de armonizar con la practica seguida por la recurrida en la implantación del CONTROL. Si se le reconociese facultad a la recurrida para limitar, restringir o impedir el acceso de vehículos y personas a MANSIONES, como lo ha estado haciendo, entonces se trataría de un acto de privatización de las calles sin que se hubiese determinado por la Ley 21 o por otra ley que las calles donde se establecen los controles ya no son un bien de uso público. Mas aun, esa interpretación presentaría un conflicto irreconciliable con las disposiciones del Art. VI, Sec. 9 de la Constitución de Puerto Rico que establece que "Solo se dispondrá de las propiedades y fondos públicos para fines públicos y para el sostenimiento y funcionamiento de las instituciones del Estado, y en todo caso por autoridad de ley." En el caso de los controles este conflicto se presenta en dos dimensiones: (a) la transferencia o privatización de la calle, que es una disposición de propiedad pública a una persona o entidad privada sin que medie compensación y (b) el mantenimiento de esas calles así privatizadas sufragado con fondos públicos. Si bien los tribunales no han (407) establecido una definición uniforme de lo que constituye un fin público, cabe preguntarse, ?que justificación puede existir para impedir que unas personas tengan acceso o puedan utilizar libremente y sin restricción las calles de una comunidad o urbanización? ?No se estaría estableciendo un discrimen por razón de raza, color, origen o condición social en violación a lo dispuesto en el Art. II, Sec. 1 de nuestra Constitución? ?No se estaría negando la igual protección de las leyes; Art. II, Sec. 7 de nuestra Constitución y Enmienda XIV, Sec. 1 de la Constitución de Estados Unidos? ?O es que estamos condenados a vivir en fortines urbanos? Si tratamos de justificar que existe cualquier razón que nos condene a vivir segregados entonces también tendríamos que concluir que la inviolabilidad de la dignidad humana que proclama nuestra Constitución {299 (Art. II, Sec.1) es solo retorica y letra muerta. No existiendo fin público legitimo entonces la privatización de las calles sería inconstitucional. En todo caso la privatización debe surgir de forma diáfana y no por meras inferencias ya que el Art. VI, Sec. 9 de nuestra Constitución requiere que la disposición de propiedades públicas se hará solo por autoridad de ley. Entendemos que la Ley 21 no tiene ese alcance; si lo tuviese entonces hay que utilizar el análisis constitucional antes expuesto. La practica seguida por la recurrida en MANSIONES presenta problemas constitucionales adicionales. Si la Ley 21 autorizara la practica de requerirle al visitante que se identifique y que identifique al residente de MANSIONES que va a visitar, ?en donde queda el derecho a la privacidad de que habla nuestra Constitución (Art. II, Sec. 8)? A este respecto son muy ilustrativas las palabras de Luis Muñiz Arguelles, en ocasión de considerarse la aprobación del Reglamento 20 al indicar "...al propietario al que se le imponga la medida verá como un guardián de seguridad inescrupuloso puede tomar nota de cuando y quien lo visita, de sus hábitos de vida y de toda una serie de detalles de su vida intima que, por mas honrosa que sea, el desea y tiene derecho a que permanezca intima. (ANEJO IV-19, pag. 259 de la Petición). En la medida en que se reconozca alguna facultad a la recurrida para excluir personas de MANSIONES o para imponer condiciones para su acceso estaríamos permitiendo que entre esas exclusiones se incluyan actividades de carácter religioso. Esta situación es mas que una simple posibilidad al considerar el ultimo párrafo de la Sec. 7 del reglamento del CONTROL que dispone sin ambages "Se limita el acceso de grupos privados que vienen a distribuir hojas sueltas, religiosas o cualesquiera otros (408) ..." (ANEJO IV-17, pag. 244 de la Petición). ? Como podemos armonizar esa limitación con la libertad de religión proclamada en nuestra Constitución (Art. II, Sec.3) y en la Constitución {300 de Estados Unidos (Primera Enmienda)? El Tribunal Supremo de Estados Unidos ha reconocido que las calles constituyen un foro público para el intercambio de ideas y que la libertad de expresión y de religión que consagra la primera enmienda de la Constitución Federal no puede ser coartada de forma irrestricta en estas. Incluso hasta en predios privados y universidades se ha reconocido el derecho de las personas a expresar sus creencias religiosas sin que esta pueda ser limitada arbitrariamente; se incluye en esta libertad religiosa el derecho a repartir y a recibir hojas sueltas y literatura religiosa; Marsh vs. Alabama 326 US 501 (1946); Tucker vs. Texas 326 US 517 (1946); Schneider vs. State 308 US 147 (1939); Cantwell vs. Connecticut 310 US 296 (1940); Martín vs. Struthers 319 US 141 (1943); Follett vs. McCormick 321 US 573 (1944) y; Widmar vs. Vincent 454 US 263 (1981), entre otros. En el presente caso la libertad de religión de los peticionarios se esta coartando en contra del mandato constitucional al impedir que estos tengan acceso a hojas sueltas y otro material religioso impreso distribuido normalmente de casa en casa. La Ley 21 es inconstitucional en la medida que no garantiza, reconoce o hace una reserva expresa del derecho de los peticionarios a la libertad de religión en ese aspecto. Tan recientemente como el 23 de septiembre de 1991 la recurrida como parte de una organización a la que pertenece (nota al calce num. 7, supra, pag. 13) solicito una reunión con el Gobernador Hon. Rafael Hernández Colón urgiendo la aprobación del P. de la C. 1203 que fue presentado por el Representante Hon. Hiram Meléndez (quien es residente de MANSIONES) a solicitud de la recurrida (ANEJO VI-10, pags. 910911 de la Petición). En dicha comunicación se senala que "...se cuestiona en los Tribunales la constitucionalidad de la Ley 21, ... lo que pone en gran peligro la permanencia de TODOS los sistemas de control de acceso establecidos. NOS URGE SU INTERVENCION."(Subrayado nuestro; ANEJO VI-10, {301 pag. 911 de la Petición). Si la Ley 21 es constitucional como señala la recurrida en su Moción en Oposición (ANEJO V-1, pags. 464465 de la Petición) ¿porque están convencidos de que los sistemas de control de acceso están en grave peligro? ¿No hay una inconsistencia insalvable? ¿O esto es producto de la ambivalencia característica de la recurrida que en un lugar dice una cosa y en otro lugar dice algo irreconciliable con lo primero? Y la urgente intervención que le solicitan al Hon. Gobernador, ?sera en (409) relación al P. de la C. 1203 o con relación a los casos ante los tribunales? No solo a la recurrida parece preocuparle la evidente inconstitucionalidad de la Ley 21 sino que a algunos legisladores parece que también les ha llegado esa preocupación y así en la Exposición de Motivos de la R. de la C. 1576 presentada por los Representantes Hon. Hiram Meléndez y Hon. David Noriega y aprobada por la Camara de Representantes el 12 de julio de 1990 se expresa "Con motivo del gran auge en la criminalidad se ha proliferado la practica de que vecinos en las urbanizaciones decidan cerrar las calles al transito ordinario. En ocasiones esta practica se ha establecido sin seguir los procedimientos de ley correspondiente,...Ademas..., se ha levantado por connotados juristas importantes interrogantes constitucionales sobre la legalidad de la privatización de calles construidas con fondos públicos." (ANEJO VI-11, pag. 912 de la Petición); vease también la R. del S. 210. El San Juan Star publicó sobre el Representante Hon. Hiram Meléndez: "Meléndez, who lives in a controlled-access urbanization, makes a clear distinctión between resident groups which legally restrict traffic in and out of their communities and those which bar traffic from through streets or stop citizens from other communities from using public-funded parks or recreatión áreas. The Puerto Rican Independence Party lawmaker said that the latter cases raise constitutional questions about 'the legality of privatizing streets built with public funds.' He also sees problems concerning {302 the 'integratión of communities' when urbanizations shut themselves off from their immediate surroundings." (APENDICE XI, pag. 76 de este Alegato). Estas expresiones hay que analizarlas recordando que en MANSIONES hay un parque recreativo público, supra pag. 2. VI.SÚPLICA POR TODO LO CUAL los peticionarios muy respetuosamente solicitan de este Honorable Tribunal que expida el auto de Certiorari para revisar la Resolución del Honorable Tribunal Superior, Sala de San Juan del 31 de octubre de 1991 en el caso Civil Num. KAC 90-1233 y que proceda a dictar sentencia sumaria parcial concediendo los siguientes remedios: 1. Determine que el CONTROL fue implantado ilegalmente y en su consecuencia ordene que la recurrida cese y desista de operarlo y proceda con su (410) remoción. 2. Determine que las autorizaciones suscritas por algunos de los peticionarios (ANEJO IV-4, pags. 153158 de la Petición) no constituyen un contrato ni son fuente de obligación para con la recurrida y que los peticionarios no están obligados al pago de cantidad alguna para el sostenimiento del CONTROL. En su consecuencia se solicita que se declare NO HA LUGAR a la demanda sometida contra los peticionarios en todas sus partes. 3. Determine que los peticionarios tienen derecho a los controles remotos y a las claves o códigos de seguridad que accionan los portones electrónicos del CONTROL mientras este continué operando. 4. Determine que la recurrida no tiene derecho o facultad en ley para cerrar el acceso de la Calle Gardenia durante ningún periodo de tiempo durante el día o la noche. 5. De resultar insoslayable la adjudicación de los aspectos constitucionales para conceder el remedio justo reclamado por los peticionarios, se solicita que se declare inconstitucional la Ley 21. En este caso, se solicita que se determine si procede la notificación de la impugnación al {303 Secretario de Justicia conforme a la Regla 21.3 de Procedimiento Civil o si se exime ese requisito conforme a Torres Solano vs. P.R. Telephone Co., caso citado. 6. Dicte aquellos otros pronunciamientos y conceda aquellos otros remedios necesarios conforme a lo expuesto en este Alegato y en la Moción de Sentencia Sumaria Parcial. RESPETUOSAMENTE SOMETIDA. CERTIFICO: Que estoy enviando copia fiel y exacta del Alegato que antecede en el día de hoy por correo certificado a los abogados de la recurrida Lcdo. Héctor M. Collazo y Lcdo. Manuel Betancourt a su dirección en el Medical Center Plaza, Local Num. 5, Calle 3 S.E., Num. 1051, Urb. La Riviera, Río Piedras, P.R., 00921. (411) En Guaynabo, Puerto Rico, hoy 24 de febrero de 1992. Lcda. Maritza Julia Ramos #7068 Calle Harding Num. I-8 Urb. Parkville, Guaynabo P.R., 00969 Tel. 789–3177 {304} (412) ESTADO LIBRE ASOCIADO DE PUERTO RICO TRIBUNAL GENERAL DE JUSTICIA EN EL TRIBUNAL SUPREMO ASOCIACIÓN DE RESIDENTES DE MANSIONES DE RÍO PIEDRAS, Inc. Demandandate – Recurrida Civil NUM. CE 91-7 Sobre: CERTIORAR VS. WILFREDO BAEZ y otros Demandados – Peticionarios ALEGATO DE DUPLICA DE LOS PETICIONARIOS LCDO. HÉCTOR M. COLLAZO MALDONADO #5613 LCDO. MANUEL BETANCOURT AVILES #7199 Abogados de la Recurrida Medical Center Plaza, Local Núm. 5 Calle 3 S.E., Núm. 1051 Urb. La Riviera, Río Piedras Puerto Rico, 00921 Tel. 749-0827 LCDA. MARITZA JULIA RAMOS #7068 Abogada de los Peticionarios Calle Harding Núm. I-8 Urb. Parkville, Guaynabo (413) Puerto Rico, 00969 Tel. 789-3177 EN GUAYNABO, PUERTO RICO 23 de abril de 1992 (414) [...] rios y otros residentes no pagan la cuota del CONTROL, este sigue operando. La demanda sometida por la recurrida reclamandole a los peticionarios daños ascendentes a $1,000,000.00 provocaría hilaridad si no fuese por el fin detrás de esa actuación que es el de infundir temor, miedo paralizante y el de reprimir la conciencia de los que difieren de sus ideas. La represión a los objetores es de tal naturaleza que en otras urbanizaciones aquellos temen identificarse por miedo a lo que les pueda suceder; APÉNDICE XI, pag. 132 de esta Duplica. Sin embargo, y a pesar de todo lo que han vejado a los peticionarios (Alegato de los Peticionarios, pags. 1014) estos continúan firmes en sus convicciones por que: "No creemos que para el hombre civilizado la libertad de conciencia es menos importante que la libertad física." Aponte Martínez vs. Lugo, 100 D.P.R. 282, 294 (1971). Ademas los peticionarios concurren con la elocuente advertencia de Martín Niemoller, hecha en el año 1945, a los efectos de que: "En Alemania, los nazis primero persiguieron a los comunistas, pero yo, como no era comunista, no proteste. Mas tarde vinieron tras los judíos, pero como yo no era judío, no proteste. Luego, comenzaron a perseguir a los miembros de las uniones obreras, mas como yo no era unionado, no proteste. Mas adelante la persecución se torno contra los católicos, pero siendo yo protestante, no tuve por que protestar. Luego vinieron por mi. Para entonces ya no había nadie que protestara por ninguno otro. Asegurémosno[s] de que tal cosa no vuelva a suceder". Aponte Martínez vs. Lugo, caso citado, pag. 294. D. Inconstitucionalidad de la Ley Num. 21En su Replica (pags. 24 y 25) la recurrida intenta controvertir dos aspectos planteados por los peticionarios en su Alegato (pags. 4348) sobre la constitucionalidad de la Ley Num. 21; veamos los mismos: 1. La recurrida señala que la Ley Num. 21 no tiene el efecto de privatizar las calles ni conlleva la utilización de propiedades o fondos públicos para fines que no son públicos. Sobre este aspecto el Senador Hon. Fernando {306 Martín señalo que "Las calles de Puerto Rico son públicas y de la misma forma en que en un condominio se daña el elevador y no se puede llamar al municipio para arreglarlo, si se pretende privatizar la calle, entonces no podemos pretender que los municipios nos las arreglen."; APENDICE XII, pag. 133 de esta Duplica. No obstante es de conocimiento (415) general que el propósito de los 'controles' es precisamente hacer un escrutinio de las personas que se van a dejar entrar y las que van a ser excluidas. De hecho, en algunas comunidades con 'controles' no hay guardia de seguridad y solo puede entrar el que posee un control remoto o aquel a quien un residente con control remoto permite tal acceso; de hecho, hasta los carteros tienen problemas para entrar a las comunidades con 'controles' (APENDICE XIII, pag. 134 de esta Duplica). También es de conocimiento general que en las comunidades con 'controles' los municipios contin[u]an haciendo las reparaciones y asfaltado de calles (en MANSIONES ya el Municipio asfalto la Calle Lirio después de la implantación del CONTROL). Siendo esto un hecho de conocimiento general es prudente recordar la cita contenida en la opinión disidente del Juez Asociado Hon. Antonio S. Negrón García en Mundo vs. Hernandez Colon, caso citado, pag. 5898: "Los jueces no vivimos aislados en esta sociedad y no estamos ajenos a lo que sucede alrededor nuestro. No debemos por tanto prestarnos a jugar el juego de desconocer metódicamente lo que todo el mundo sabe." Al respecto la Senadora Hon. Victoria Muñoz ha señalado que: "Quedan aun interrogantes en cuanto a si en efecto se esta dando privatización de calles y de infraestructura, cuyo mantenimiento esta financiado con aportaciones de todos los contribuyentes."; Replica, ANEJO XII, pag. 30. La Senadora Hon. Victoria Muñoz ha señalado también la necesidad de hacer un estudio y señala que "El estudio debe ser sobre cuan efectivo para controlar la criminalidad han sido los cierres o controles de acceso ... y la constitucionalidad de privatizar las calles ..."; APÉNDICE {307 XII, pag. 133 de esta Duplica. Igual preocupación expreso el Representante Hon. Hiram Meléndez; Alegato de los peticionarios, pag. 48 y APÉNDICE XI, pag. 76). El asunto esta planteado; le toca ahora a este Honorable Tribunal decidir y resolver la controversia. 2. La recurrida señala en su Replica, pag. 25, que no se ha violado el derecho de libertad de religión de los peticionarios. Sobre este aspecto basta hacer dos observaciones: primera, que el ultimo párrafo de la Sec. 7 del reglamento del CONTROL dispone sin ambages "Se limita el acceso de grupos privados que vienen a distribuir hojas sueltas, religiosas o cualesquiera otros ..."; (Subrayado nuestro), Petición de Certiorari, ANEJO IV-17, pag. 244; y segunda, que desde que se implanto el CONTROL los peticionarios no han tenido mas acceso a la literatura religiosa que antes se repartía de casa en casa y aquellos reclaman ese derecho. La situación de MANSIONES no es única; en otra urbanización la Presidenta de la Asociación de (416) Residentes anuncio con gran regocijo que en relación a los 'controles': "Otra de las ventajas mencionadas por Puig fue la exclusión de ...visitas de grupos religiosos..."; APÉNDICE XIV, pag. 135 de esta Duplica. La recurrida apenas comenta el aspecto de los efectos de la Ley Num. 21 sobre la libertad de culto y de religión de los peticionarios (garantizados por el Art. II, Sec. 3 de nuestra Constitución y la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos). No obstante, la única expresión que hace dirigida a estos fines es totalmente incorrecta; dicha expresión es que "... la libertad de vivir en paz en nuestro hogar es un derecho de superior jerarquía Constitucional" que la libertad religiosa; Replica, pag. 25. Los casos citados por la recurrida para sostener tal desacierto expresan una posición que contradice la posición de aquella. En Sucn. De Victoria vs. Iglesia Pentecostal 102 D.P.R. 20, 27 (1974) precisamente este Honorable Tribunal sostuvo {308 que "No puede darse derecho contra derecho ni verdad contra verdad. Aun la cuestionable 'posición preferente' de algunos derechos no confiere la atribución de anular el de los demás, toda vez que ninguna de las libertades es absoluta. Los preceptos de la Carta de Derechos no se eliden sino que se refuerzan unos a otros." El problema planteado en dicho caso es una situación totalmente distinta a lo que reclaman los peticionarios. En Sucn. De Victoria vs. Iglesia Pentecostal, caso citado, el problema planteado era el que unos ruidos intensos y prolongados procedentes de la iglesia impedían que los residentes cercanos tuviesen paz y tranquilidad; ante ese conflicto entre dos derechos fundamentales este Honorable Tribunal busco una solución salomónica que armonizo ambos derechos reconociendo la libertad de religión a la vez que garantizo el derecho a vivir en paz libre de contaminación por ruidos. En el caso de la Ley Num. 21 y el CONTROL estamos en una situación totalmente distinta por cuanto se afecta negativamente y de forma absoluta el ejercicio pacifico, silencioso y ordenado de la libertad de religión. Ante esta situación los peticionarios solicitan que este Honorable Tribunal reconozca su derecho a la libertad de religión y culto y que no se permita que la Ley Num. 21 constituya un impedimento a ese derecho. Recordamos la admonición de este Honorable Tribunal al efecto de que "No vaciaríamos en reprimir cualquier perturbación del derecho a profesar su religión ordenadamente." Sucn. De Victoria vs. Iglesia Pentecostal, caso citado, pag. 29. (417) En el caso de P.R. Tel. Co. vs. Martínez 114 D.P.R. 328 (1983) citado por la recurrida no se plantea ningún conflicto relacionado con la libertad de religión o culto. En este caso se examina el derecho a que no se intervengan las comunicaciones telefónicas en relación al derecho a la intimidad y se resuelve que en ultima instancia el primero no es de rango superior con respecto al segundo sino que es una de sus manifestaciones. {309 En E.L.A. vs. Hermandad de Empleados 104 D.P.R. 436 (1975) tampoco se plantea ningún conflicto relativo a la libertad de religión. Lo que esta en controversia es el derecho a la libertad de expresión en contraposición con el derecho a la intimidad. Con respecto a estas garantías constitucionales este Honorable Tribunal expreso en las pags. 445446 de ese caso que: "... el derecho a la intimidad goza de un altísimo sitial en nuestra escala de valores, pero lo mismo puede decirse ciertamente del derecho a la libre expresión y de otras libertades ... En muchas situaciones el derecho a la protección de la vida privada o familiar debe prevalecer sobre dichas libertades. En otras puede ocurrir a la inversa." Así, este Honorable Tribunal señalo que aunque el derecho a la intimidad "Ocupan un lugar privilegiado en la gama de derechos que la Constitución ampara ... Esto no quiere decir que el derecho a la intimidad vence a todo otro valor en conflicto bajo todo supuesto concebible"; E.L.A. vs. P.R. Tel. Co. 114 D.P.R. 394, 401 (1983). Siguiendo esas normas debemos concluir que cuando el ejercicio de la libertad de religión se hace en las condiciones particulares que señalan los casos de Sucn. De Victoria vs. Iglesia Pentecostal, antes citado, y en Lasso vs. Iglesia Pentecostal 91 JTS 74 (1991), confirmado en 91 JTS 86 (1991), sin dudas debe prevalecer el derecho a la intimidad. Por el contrario, cuando la restricción se produce sobre el derecho al ejercicio de la libertad de religión de forma ordenada entonces este derecho debe reconocerse como preeminente. Resulta irónico que la recurrida cite el caso de E.L.A. vs. Hermandad de Empleados, caso citado, cuando aquella incurrió precisamente en la practica allí vedada al organizar y participar sus Directores y miembros en una marcha- piquete el 1ro. de enero de 1991. Esta paso y se detuvo frente a la residencia de los peticionarios (Alegato de los Peticionarios, pag. 12) y al así hacerlo, a estos "Se le coarta su derecho a la tranquilidad y al descanso. Se le acosa. Se {310 le inquieta. Se altera no solamente el sosiego de su hogar, sino el de sus vecinos ..." E.L.A. vs. Hermandad de Empleados, caso citado, pag. 446. (418) VI.RELACION DE LOS PETICIONARIOS Y LA RECURRIDA A. En su Replica (pag. 5), la recurrida se refiere a los peticionarios como si todos estuviesen en idéntica situación de hechos. Lo cierto es que los peticionarios forman un grupo heterogéneo y hay distinciones en detalles de hechos sobre cada uno de ellos. Así, por ejemplo, algunos peticionarios no firmaron 'papelitos' de clase alguna y los que los firmaron lo hicieron en fechas diferentes; vease detalle al respecto en el Alegato de los Peticionarios, pags. 34. B. En su Replica (pag. 5), la recurrida asevera que los peticionarios "... fueron miembros de la Asociación de Residentes desde sus principios." Para aclarar ese aspecto basta examinar las solicitudes de admisión que somete la propia recurrida. En relación a estas es necesario aclarar que las solicitudes de membresía de los peticionarios Varas y Anastacio Báez por sus fechas respectivas es evidente que se sometieron para ser admitidos como miembros de la ASOCIACIÓN; Replica, ANEJOS I y II, pags. 12. La solicitud del peticionario Ramírez es para ser miembro de la recurrida (ya que esta quedo incorporada el 17 de febrero de 1988 como lo manifiesta la propia recurrida y según consta en la Petición de Certiorari, ANEJO V-10, pag. 543). En la solicitud del peticionario Rodríguez no consta la fecha en que fue sometida (Replica, ANEJO IV, pag. 4) pero si se sometió en 1986 como asevera la recurrida (Replica, pags. 3) entonces la solicitud era en relación a la ASOCIACION y no para la recurrida; ya que esta no existía en el 1986. De los peticionarios Sierra, Molina y Wilfredo Baez no hay constancia alguna de que hayan solicitado ser admitidos como miembros de la ASOCIACION o de la recurrida. Llama la atención el hecho que la recurrida no manifiesta que de estas solicitudes de membresía la única {311 que consta que fue aprobada por la Junta de Directores de la ASOCIACION o de la recurrida es la del peticionario Varas; en las demas no consta que se hayan aprobado (Replica, ANEJOS I al IV, pags. 14). VII. EXPRESIONES DE LA RECURRIDA RELATIVAS A José R. CAQUIAS De la Replica refulge, a tal extremo que hiere la retina la manía y ojeriza de la recurrida hacia José R. Caquías. La situación alcanza tal paroxismo que la recurrida menciona a José R. Caquías en 17 ocasiones en cinco folios de su escrito (Replica, (419) pags. 2, 5, 7, 8 y 12) a pesar de que dicha persona no es parte en este recurso de Certiorari. Llama la atención que a quien no es parte se le mencione con un ahínco que no se observa en cuanto a los peticionarios que si son parte en esta acción. Ese énfasis sobre una persona que no es parte en este recurso de certiorari solo puede obedecer a una vindicta personal de la recurrida o de la paranoia colectiva y personal que la lleva a descargar su furia en una persona determinada cuando las actuaciones de la recurrida son cuestionadas. La manía de la recurrida hacia José R. Caquías llega a tal extremo que en su Replica (pag. 8), destaca visualmente su alegación de que esa persona utilizo su influencia y su posición de juez al hacerle acercamientos a los residentes de MANSIONES y presentarse como "Yo soy el Juez José Caquías ...". Para probar ese desvarío, la recurrida señala que había incluido las pags. 59, 60, 83, 90, 91 y 93 de la deposición tomada a José R. Caquías el 4 de octubre de 1990 (Petición de Certiorari, ANEJO VI-9, pags. 904909). La alegación de que José R. Caquías se presentaba como el Juez José Caquías es mendaz, inflamatoria, impertinente y constituye un fraude a este Honorable Tribunal. Es mendaz según surge de la propia prueba a que se refiere la recurrida. En las pags. 59, 60, 83, 90 y 93 de la deposición tomada a José R. Caquías los temas tratados son distintos a lo que intentaba probar la recurrida {312 (Petición de Certiorari, ANEJO VI-9, pags. 904909). Solo la pag. 91 trata sobre esa alegación. De dicha pag. 91 surge claramente que el Lcdo. Héctor Collazo preguntó si esa persona se presentaba diciendo que era el Juez Caquías y que la respuesta de este fue: "No, eso no es así ..."; Petición de Certiorari, ANEJO VI-9, pag. 908. Sin embargo, la recurrida pretende hacerle creer a este Honorable Tribunal que lo que constituyo una pregunta del Lcdo. Héctor Collazo fue una admisión de José R. Caquías. Tal acción constituye sin duda fraude a este Honorable Tribunal. Aunque este Honorable Tribunal ha señalado que el fraude no se presume, en este caso el fraude queda probado por el hecho de que ya la aseveración mendaz a que nos referimos la había expuesto la recurrida ante el Hon. Tribunal Superior (Petición de Certiorari, ANEJO V-1, pag. 458) y ya había quedado demostrada su mendacidad ante ese Honorable Tribunal (Petición de Certiorari, ANEJO VI-1, pags. 880881) y aun así la recurrida vuelve a insistir en ello. Ademas, la alegación es inflamatoria porque pretende crear animosidad hacia José R. Caquías con el único fin de desvirtuar la justa reclamación de los peticionarios y desviar la atención de las controversias reales de la reclamación. Finalmente, la alegación es impertinente porque no tiene relación alguna (420) con las controversias reales planteadas en esta acción. Otros aspectos en que se transluce la manía de la recurrida hacia José R. Caquías es en el incidente que se señala en el apartado IV (A) 2, de esta Duplica, supra, pags. 910 y en los apartados (A) a continuación: A. El señor José R. Caquías no fue asesor legal de la ASOCIACION ni de la recurrida como asevera esta ultima. Aquel redacto un borrador de un Reglamento interno para la ASOCIACION pero ese fue un hecho aislado. La redacción de ese borrador fue hecha como un favor personal en consideración a la Sra. Mildred Diez quien le hizo la solicitud. El señor José R. Caquías no estuvo pendiente de {313 si se aprobó o no la versión del Reglamento interno que el redacto ya que el no formaba parte de la directiva de la ASOCIACION, ni participaba de su proceso decisional, ni era consultado, ni daba su opinión en los asuntos de la ASOCIACION ni de la recurrida; el Reglamento interno es distinto a y no tiene relación con el reglamento del CONTROL. B. La recurrida señala en su Réplica que José R. Caquías fue asesor del Presidente de la Camara de Representantes y como tal participo en la redacción del proyecto de ley que finalmente se convirtió en la Ley Num. 21. Es cierto que José R. Caquías fue asesor legal del Hon. José R. Jarabo e incluso fue Director de su Oficina de Asesores. El proyecto de ley que luego se convirtió en la Ley Num. 21 no se origino en la Camara de Representantes, sino en el Senado (P. del S. 814) e incluso el proyecto de enmiendas a dicha ley también se origino en el Senado (P. del S. 1436). El señor José R. Caquías en efecto participo en revisar esos proyectos cuando se sometieron a la consideración de la Camara de Representantes pero su participación no fue para plasmar su propia visión sobre el concepto sino para darle forma a lo que los señores Representantes querían aprobar; si la recurrida no lo sabe, la facultad de aprobar leyes corresponde a los legisladores y no a los asesores. Mas aun, durante los casí cuatro años que José R. Caquías trabajo en la Camara de Representantes participo en la redacción de innumerables piezas legislativas, guiado no por su criterio personal, sino siguiendo las instrucciones que recibía de los que tienen la facultad de legislar. C. La recurrida en su empeño de distraer la atención de los aspectos esenciales de esta acción y por lo antes señalado en los primeros párrafos de este apartado VII, supra, pags. 3132 indica que José R. Caquías logro que se presentara en la Asamblea (421) Legislativa un proyecto de ley relativo a los 'controles'. Es curiosa esta expresión cuando la recurrida se cuida de no decir que a su vez ha montado una campana de presión tan brutal que inclu[....] {314 } (422) EN EL TRIBUNAL SUPREMO DE PUERTO RICO ASOCIACIÓN DE RESIDENTES DE MANSIONES DE RÍO PIEDRAS, Inc. Demandandate – Recurrida Civil NUM. CE 91-7 Sobre: CERTIORAR VS. WILFREDO BAEZ y otros Demandados – Peticionarios ALEGATO DE LOS DEMANDANTES RECURRIDOS LIC. MARITZA JULIA RAMOS COLEGIADO #7068 ABOGADA DE LOS PETICIONARIOS CALLE HARDING NUM. I-8 URB. PARKVILLE GUAYNABO, P.R. 00969 LIC. HÉCTOR M. COLLAZO MALDONADO COLEGIADO #5613 LIC. MANUEL A. BETANCOURT AVILES COLEGIADO #7199 MEDICAL CENTER PLAZA OFICINA #5 CALLE 3 SE NUM. 1051 (423) RÍO PIEDRAS, P.R. 00921 responde al interés de mayor seguridad, y proteger a toda la comunidad en horas de la noche. Todos entran por la entrada donde se encuentra el guardia de seguridad. El movimiento de vehículos en horas de la noche, después de las 10:00 pm, es mínimo. Después de todo, la Urbanización Mansiones de Río Piedras es una comunidad pequeña. F. Sexto señalamiento de error: "Erro el Honorable Tribunal al no tomar determinación respecto a la solicitud de los peticionarios de que se determinara si procedía notificar la impugnación de la constitucionalidad de la Ley 21 al Secretario de Justicia conforme lo dispone la Regla 21.3 de Procedimiento Civil o si dicho requisito era innecesaria y al no resolver el planteamiento de incostitucionalidad de la Ley 21. Entendemos que no debe haber duda de que conforme a la Regla 21.3 de Procedimiento Civil debió notificarse al Secretario de Justicia de la impugnación de la constitucionalidad de la Ley 21, supra. A pesar de lo anterior los demandados-recurrentes discuten extensamente la controversia sobre la constitucionalidad de la Ley 21, supra. Se alega lo siguiente: 1. Utilización de propiedades y fondos públicos para fines que no son públicos y/o la disposición de propiedades públicas sin un mandato de ley que lo disponga como se requiere en el Articulo VI, Sección 9 de la Constitución. 2. No garantizar, reconocer ni hacer reserva expresa del derecho de los peticionarios a la libertad de expresión, libertad de religión y derecho a la privacidad. 3. No existiendo fines públicos legítimos entonces la privatización de la Calle sería inconstitucional. Los demandados-recurrentes se preguntan, ¿Que justificación puede existir para impedir que una persona tenga acceso o pueda utilizar libremente y sin restricción las calles de una comunidad o urbanización? {316 (424) La Ley 21, supra, constituye un esfuerzo legitimo del gobierno de Puerto Rico de integrar a la comunidad en la lucha contra el problema numero 1 de Puerto Rico: La Criminalidad. La prensa diaria de nuestro país ha descrito el problema de la siguiente manera: (Anejo X). "Los vecinos de las Urbanizaciones Venus Gardens, en Río Piedras, y el Conquistador, Trujillo Alto, han puesto el grito en el cielo ante la ola de asaltos y escalamiento a todas horas y durante cualquier día, que están amenazando con la vida de adultos y niños. En la ultima semana ha habido no menos de 6 robos a plena luz del día en ambas Urbanizaciones y cuentan que frente a la ola no se ha intensificado el patrullaje policiaco. El acto es sencillo: esperar que alguien llegue a su casa, sacan un arma de fuego, le encañonan, penetran en el hogar y cargan el botín en el carro del dueño o la duena, porque tampoco escat[i]man por sexo. Mientras tanto, los vecinos empiezan a hablar sobre una contraofensiva propia, debido a la ineficacia de la Policía". "Desespera el Pueblo por el auge criminal. Interpretan el apoyo popular a la pena capital como un llamado urgente a que se ponga coto a la violencia que vive el país". "La sensación de impotencia ante la criminalidad que abruma al país lleva a los puertorriqueños a considerar la pena de muerte como medida para enfrentar a los maleantes en una reacción que rompe precedentes de aversión a la pena capital". "Es un grito de desesperación ..., Es indignación espontanea de un pueblo que no aguanta mas criminalidad". El legislador capto y entendió el grito de desesperación e indignación expon [tá]nea de un pueblo que no aguanta mas criminalidad. Los peticionarios establecen como una de las razones para oponerse al CONTROL el que, a su entender, los CONTROLES no constituyen una solución a la criminalidad. Coincidimos con los peticionarios en que el {317 CONTROL DE ACCESO no es la solución mágica al problema numero uno de nuestra sociedad: la criminalidad. Para resolver el problema de la criminalidad tenemos que regresar a la familia, la comunidad, a la escuela, a los valores morales, éticos y religiosos. Mientras tanto se (425) logra este regreso, las personas necesitan vivir con tranquilidad y seguridad y buscan alternativas a corto plazo que les permitan lograr sus objetivos de mejorar su calidad de vida. EL CONTROL DE ACCESO, en las comunidades en las cuales se ha establecido, ha probado ser un remedio eficaz para controlar la criminalidad; lo que resulta en una reducción dramática de los delitos. Así lo certifica el superintendente de la Policía, Ismael Betancourt Lebrón en su memorando del 25 de febrero de 1991, y cito "El control de acceso ha contribuido grandemente en el Puerto Rico de hoy a minimizar la incidencia criminal". (anejo XI). Tanto es así, que recientemente, al efectuar el operativo en el Residencial Público Neme[s]io R. Canales, el superintendente de la Policía expreso públicamente a los medio noticiosos que el recomendaba se implantara el SISTEMA CONTROL DE ACCESO CON PORTONES ELECTRÓNICOS como alternativa adecuada y efectiva para proteger la vida de los residentes de Canales. Los tres candidatos a Gobernador en las próximas elecciones apoyan el control de acceso ((Anejo XII). Mansiones de Río Piedras es un ejemplo de las Urbanizaciones que antes de establecer el CONTROL DE ACCESO tenían un alto indice de criminalidad y que luego de establecido el CONTROL, se ha minimizado dramáticamente, reduciendo al mínimo los delitos. El informe ASJ 15-91-099 (Anejo XIII) demuestra claramente que en Mansiones de Río Piedras el CONTROL DE ACCESO ha sido el mecanismo responsable de que se haya reducido la criminalidad. El informe ASJ 15-91-099 cubre el periodo entre julio de 1990 y enero de 1992 (19 meses). En ese lapso de tiempo, el {318 informe registra la ocurrencia de 13 delitos. De los 13 delitos registrados en el periodo cubierto por el informe, 7 ocurrieron durante el periodo de enero de 1991 a abril de 1991, periodo en el cual el Sistema de CONTROL DE ACCESO no estuvo en funcionamiento y 2 delitos de apropiación ilegal registrados (el 15 de julio de 1990 y el 18 de diciembre de 1990) corresponden a una finca independiente propiedad del Sr. Carlos Padín Vega que colinda con la Urbanización cuyo acceso principal es por la Carretera 744 de Cupey. En 15 meses de funcionamiento el CONTROL DE ACCESO en Mansiones de Río Piedras se han registrado tan solo 4 delitos. Si se analiza la ocurrencia y naturaleza de estos 4 delitos podemos concluir que en 2 de esos delitos: querella 90-1262-7921 del 13 de diciembre de 1[9]90 de la Sra. Leonilda Olabarría Hernandez y la querella 91-1262-2619 del 16 de mayo de 1991, la persona logro acceso por áreas de la periferia de la urbanización (426) que están bajo el absoluto control del propietario de la vivienda (Anejo XVI). Los 2 delitos restantes corresponden a situaciones de poco impacto económico y de los cuales no se tiene información confiable de la fecha ni de las circunstancias especificas de lo ocurrido. En entrevista telefónica con al Srta. Lucette Cardona Serrano, persona perjudicada en la querella 90-1262-4228 del 8 de julio de 1990, ella nos aseguro que los actos informados en esta querella ocurrieron en fecha anterior al establecimiento del CONTROL DE ACCESO y así lo informo al oficial policiaco que redacto el informe. Con relación a la querella 91-1262- 3030 del 7 de junio de 1991, por la alegada apropiación ilegal del anillo y candado del contador de la luz, la persona perjudicada, Sr. Edwin Jimenez Irizarry es parte de este caso y cuya vivienda esta localiza al lado derecho detrás de la caseta del guardia. Esta ocurrencia se informo 3 días mas tarde de la fecha de ocurrencia a la policía estatal, y nunca se informo al guardia de la caseta que esta a una corta distancia de la residencia. {319 Los peticionarios traen a la atención de este Honorable Tribunal el problema de jóvenes y niños de tierna edad que conducen vehículos de motor de sus padres, motoras, "go karts" sin supervisión y pretenden hacer responsables al CONTROL DE ACCESO de lo que es un problema común a TODAS las urbanizaciones (LAS QUE TIENEN CONTROL Y AQUELLAS QUE NO TIENEN CONTROL) en donde hay jóvenes y niños desprovisto de la supervisión adecuada de sus padres. Pretender hacer responsable al CONTROL DE ACCESO Y A LA ASOCIACIONES DE RESIDENTES QUE LO ADMINISTRA de todos los actos privados de sus residentes resulta ser una pretensión irrazonable e ilógico de transferir las responsabilidades y obligaciones inherentes a la función que tiene cada padre con respecto a sus hijos a la ASOCIACIÓN DE RESIDENTES. Sin embargo, el mantener el CONTROL DE ACCESO en nuestra urbanización ha permitido que la comunidad se conozca y que participe activamente en la solución de los problemas comunitarios. Se facilita la identificación de cualquier problema o circunstancias que afecten la calidad de vida de nuestra comunidad con la gran ventaja de que se puede identificar los jóvenes y niños que incurren en conducta no aceptable; y como una gran familia, con prontitud y diligencia se dialoga y se orienta directamente a los padres. La Asociación de Residentes cuenta con muchos residentes responsables, amantes de la ley [y] el orden, que están dispuestos a colabora[r] previniendo actos delictivos y orientando y guiando a nuestro niños y jóvenes en [la] consecución de actividades de desarrollo positivo. Lamentablemente, la urbanización también tiene un grupo de residentes que prefieren (427) ser testigos de las actuaciones delictivas de nuestros niños y jóvenes que ocurren en su presencia, cruzar sus brazos sin ni siquiera intentar detenerlas o informarlas a la policía, y luego traen los datos específicos que le fueron negados a la Asociación o a las autoridades policiacas, a la atención de este Honorable {320 Tribunal en un intento por manchar la dignidad de toda una comunidad responsable y amante de la Ley y el orden. Tanto los niños que transitan en motoras, etc, como el alegado incidente de los jóvenes que tiraron las piedras frente al portón de la calle gardenia la ocurrencia de estos eventos ocurren a la vista del Sr. William Varas, peticionario y demandante en el caso KPE 90-1382; que en ambas ocasiones, es testigo presencial de los hechos, no actúa para prevenir sus consecuencias y se niega a cooperar con la Asociación de Residentes en su esfuerzo por identificar los responsables para orientar a los padres. La Asociación de Residentes se mantiene firme en su propósito de mejorar la calidad de vida y actúa diligentemente y con prontitud para resolver los problemas que le traen a su atención. Los peticionarios traen a la atención de este Honorable Tribunal la comunicación escrita por la presidenta de la Asociación Recreativa de Mansiones de Río Piedras en la alerta a los padres sobre ha[ll]azgos encontrados en el parque de la Urbanización que hace presumir que las facilidades se estaban utilizando fines distintos a los legítimamente reconocidos de recreación y deportes y nuevamente pretenden responsabilizar al CONTROL DE ACCESO por esta situación. También incluye como evidencia la querella 92-1262-0662 del 31 de enero de 1992, en donde dos jovencitos lograron acceso al urbanización con el propósito de utilizar las facilidades del Parque; y luego de estar en los predios del mismo, asaltaron a mano armada a todos los presente[s]. Los peticionarios tienen conocimiento de que las facilidades recreativas de la Urbanización Mansiones de Río Piedras están administradas por la Asociación Recreativa actúa como una corporación sin fines de lucro independiente bajo las disposiciones del Reglamento de la Asociaciones Recreativas que aprueba el Departamento de Recreación y Deporte[s] y del cual la Asociación de Residentes no tiene control ni in[j]erencia legal. Por tal razón, y porque existe libre acceso a las áreas recreativas de la urbanización, {321 y la administración de estas facilidades recreativas recae, por mandato expreso de ley en la Asociación Recreativa, entendemos que los peticionarios actúan de mala fe cuando por un lado proclaman y defienden vehementemente el libre uso y disfrute de las facilidades recreativas para atacar el CONTROL DE ACCESO; y por otro lado, hace responsable al CONTROL (428) de las actividades delictivas que surgen como consecuencia lógicas y predecibles de mantener el libre acceso a estas facilidades. Exigen y defienden el libre acceso, y luego no quieren aceptar el precio de disfrutar de libre acceso: la posibilidad de ser victima de un acto delictivo y tratan de responsabilizar de estos actos delictivos al CONTROL DE ACCESO. Los demandados-recurrentes señalaron que desde el Gobernador, en su palacio, hasta el limosnero es su choza tienen igual derecho de uso de calles. Saldaña vs. Consejo Municipal de San Juan, 15 DPR, p. 37, 51 (1909). Nos preguntamos si los der[e]chos del gobernador y del limosnero reconocido en el 1909 son iguales a los derechos del criminal del Puerto Rico de 1992 que espera en la calle al frente de su casa en una urbanización para al momento de usted entrar a la casa encañonarle con una pistola frente a sus hijos y esposa. Es posible que salga vivo del evento si tiene suerte; aunque de seguro el autom[o]vil o propiedades del hogar las perderá. Pero sin lugar a duda el daño sufrido a la tranquilidad del hogar, privacidad familiar y p[e]rdida de propiedad será permanente e irreparable. Su dignidad de ser humano y todos sus der[e]chos contitucionales est[a]n desprovistos de protección adecuada. La Ley 21, supra, es un esfuerzo, entre otros, para atacar el problema que hemos descrito. El derecho del uso legitimo de las calles no puede convertirse en el derecho del uso ilegal y perverso de la misma. No hay derecho a usar las calles para violar la ley y cometer delitos. Le Ley 21, supra, regula el Control de acceso; no la prohibición de acceso a las calles en las urbanizaciones. La {322 Ley 21, supra, garantiza el uso legitimo de las calles; y sirve de instrumento para controlar el uso ilegal de las calles. No se trata de privatizar las calles de urbanizaciones, ni la utilización de propiedades y/o fondos públicos para fines que no son públicos. Aunque es un fin público y obligación del gobierno el proteger al ciudadano de la ola criminal que azota el país. La Ley 21, supra, es un medio de lograr ese fin público. La persona que interese usar la calle de una urbanización para robar, escalar y violar mujeres no puede alegar discrimen y violación de la igual protección de la leyes. (Articulo II, Sección I y Articulo II, Sección 7 de nuestra Constitución). Lo contrario es el argumento del absurdo y de la frivolidad. (429) Se alega violación a la libertad religiosa. (Articulo II, Sección 3 de nuestra Constitución). No hay duda de la importancia de la libertad religiosa dentro de nuestra ordenamiento constitucional; aunque la libertad de vivir en paz en nuestro hogar (garantizado por el Articulo 2, Sección 7 de nuestra Constitución) es un derecho de superior jerarquía Constitucional. Sucesión de Victoria vs. Iglesia Pentecostal, 102 DPR 20; Puerto Rico Telephone Company vs. Martínez, 114 DPR 328 (1983); E.L.A. vs. Hermandad de Empleados, 104 DPR 436. A pesar de todo lo anterior no hay prueba de clase alguna que se haya violado o se pueda violar el derecho de libertad religiosa de la demandada- recurrente. POR TODO LO CUAL, los demandantes-recurridos muy respetuosamente solicitan de este Honorable Tribunal que no expida el auto de certiorari; y por tanto no se revise la Resolución del Honorable Tribunal Superior, Sala de San Juan del 31 de octubre de 1991 en el caso KAC 90-1233 y proceda a confirmar dicha Resolución CERTIFICO: Haber enviado copia fiel y exacta del presente escrito a: Lic. Maritza Julia, a su dirección de record. En San Juan, Puerto Rico a 2 de abril de 1992, {323 RESPETUOSAMENTE SOM[ET]IDO [Fdo.] LCDO. HECTOR M. COLLAZO COLEGIADO NUMERO 5613 MEDICAL CENTER PLAZA LC5 CALLE 3 SE NUMERO 1051 LA RIVIERA RIO PIEDRAS, PR 00921 TEL: 7490827 FAX: 7813696 {324} (430) EN EL TRIBUNAL SUPREMO DE PUERTO RICO JOSÉ R. CAQUIAS MENDOZA INES MEJIAS PARADIS, ETC. Demandandates – Recurridos vs. ASOCIACIÓN DE RESIDENTES DE MANSIONES DE RIO PIEDRAS, INC., ETC. Demandados – Recurrentes RE-91-139 Revisión INFORME DE LA PROCURADORA GENERAL LIC. HÉCTOR M. COLLAZO MALDONADO LIC. MANUEL BETANCOURT AVILES MEDICAL CENTER PLAZA, LOCAL NUM. 5 CALLE 3 SE NUM. 1051 URB. LA RIVIERA RÍO PIEDRAS, P.R. 00921 TEL. 749-0827 LIC. MARITZA JULIA RAMOS CALLE HARDING NUM. I-8 URB. PARKVILLE GUAYNABO, P.R. 00969 TEL. 789-3177 LCDO. OLGA M. SHEPARD COLL Y TOSTE #54 HATO REY, P.R. 00918 TEL. 758-4220 (431) ANABELLE RODRÍGUEZ Procuradora General Núm. Colegiada: 9572 REINA COLON DE RODRÍGUEZ Subprocuradora General Núm. Colegiada 4894 MARÍA ADALJISA DAVILA Procuradora General Auxiliar Núm. Colegiada: 9543 Departamento de Justicia Apartado 192 San Juan, P.R. 00902 Tel. 721-2924 EN SAN JUAN, PUERTO RICO A 6 DE NOVIEMBRE DE 1992 [...] investigación dual si la controversia sustantiva sobre validez es apropiada para resolución judicial y si el daño a la parte es suficiente para requerir una adjudicación". No cabe duda entonces que se trata de una controversia judicial que no esta completa o lista para adjudicación. Esto es así, porque no se demostró que dicha ley prohíba la entrada de determinadas personas a las urbanizaciones o que se hayan utilizado fondos públicos para la conservación de calles privadas. La opinión que emita el tribunal por tanto, será de naturaleza consultiva. Es de aplicación al caso de autos, la norma tantas veces enunciada por este Honorable Tribunal a los efectos de que no es función de los tribunales brindar asesoramiento (432) o producir decisiones en abstracto y bajo hipótesis de índole especulativa. El Vocero v. Junta de Planificación, 88 JTS 46. C. IGUAL PROTECCION DE LAS LEYES Aun cuando se superaran todos los obstáculos anteriores, también se equivocan los residentes objetantes al señalar que la Ley Num. 21 infringe la igual protección de las leyes. Ello así, porque la clausula de igual protección de las leyes se activa únicamente cuando hay una legislación o acción del estado que cree clasificaciones entre grupos, discriminando a unos frente a otros. Berberena v. Echegoyen, 91 JTS 65. Los residentes objetantes no han señalado en ningún momento cuales son las clasificaciones estatuidas en la Ley Num. 21. Es evidente, entonces que la Ley Num. 21 tampoco infringe la igual protección de las leyes. D. CONSECUENCIAS JURIDICAS LEY 21 Aunque sostenemos que no se debe entrar a analizar los méritos de estas cuestiones por las razones expuestas anteriormente, {326 queremos señalar lo siguiente en cuanto a la alegación de los residentes objetantes a los efectos de que la Ley Num. 21 tiene el efecto de privatizar las calles. El Senador Fernando Martín al discutir las enmiendas a la Ley Num. 21 argumento: Pero no nos engañemos, el efecto jurídico de esto no es, ni podría ser, es que no podría ser el de convertir una calle pública en Puerto Rico en una calle que es para uso exclusivo de los residentes, para el cual tengan el poder legal de impedir, de impedir el acceso de nadie. Cuando la ley original habla otra vez ambiguamente de que no se puede prohibir el acceso a iglesias, facilidades, parques, un parque y una calle no tienen jurídicamente naturaleza distinta, son ambas una tan pública como la otra. Proveen al ciudadano una facilidad tan una como la otra; no puede ser que yo puedo ir a la cancha de baloncesto a tirar canasto, pero si voy a la cancha de baloncesto a mirar el canasto se me prohíbe el acceso. Así es que legalmente el día en que se quiera permitir que una urbanización en efecto se convierta en un condominio, es decir, que pueda legalmente decir, 'el que no vive aquí no puede entrar', eso requiere una transformación jurídica mucho mas compleja de la que esta envuelta en esta ley. Y (433) ademas, supondría, supondría que los vecinos se tendrían, primero que adquirir, adquirir las facilidades públicas entre ellas las calles. Y tendrían en su momento también que hacerse cargo de su reparación. Yo presumo que el País no esta listo para esto, esto haría quebrar a cualquier asociación de vecinos, si se tuvieran que imponer el comprar la calle. Pero por otro lado tampoco podemos levantar falsas ilusiones sobre lo que estamos haciendo. Repito, en ese sentido las preguntas del senador Ramos me parecen acertadas. Nadie en Puerto Rico, no hay ley esta, ni la anterior, que impida jurídicamente, no digo yo en términos prácticos, uno no vive ahí y ve un guardia, una barrera, se va para otro sitio. Pero nada que jurídicamente impida que yo transite por una calle pública de Puerto Rico sin tener que proveerle explicaciones a nadie mientras sea una calle pública. Y digo esto, en primer lugar, porque es la verdad. Y en segundo lugar, para que aquellos que piensen que esta legislación debe ir mas lejos que sepan que habría que hacer enmiendas mas profundas. Diario de Sesiones, Procedimiento y Debates de la Asamblea Legislativa, Vol. XLIV, núm. 19, pags. 373374. Esa es la única interpretación razonable de la Ley Num. {327 21, nada hay en ella que demuestre que se están privatizando las calles. E. DERECHO A LA INTIMIDAD Los residentes-objetantes también alegan que la Ley Num. 21 les infringe su derecho a la intimidad. Sobre ese particular ni ellos ni nosotros hemos encontrado ninguna disposición de dicha ley que tenga ese efecto. Como correctamente señalan los residentes objetantes lo único que hace dicha ley es darle facultad a la Asociación de Residentes para aprobar un Reglamento. El que el Reglamento aprobado por la Asociación de Residentes pudiese contener alguna disposición que infrinja el derecho a la intimidad de los residentes objetantes no tiene nada que ver con la ley. Lo cierto es que la Ley no contiene ninguna disposición que infrinja el derecho a la intimidad de los residentes.26 26 Sección 7. Entrada Controlada a No–Residentes Toda persona no-residente en la Urbanización que desee visitar familiares, (434) amigos, etc. tendra acceso a la Urbanización exclusivamente por la entrada de la Calle Begonia donde deberá identificarse con el guardia de seguridad y mencionar el motivo de su visita. El guardia de seguridad tomara el nombre del visitante, así como una descripción breve del vehiculo con el numero de tablilla y el nombre del residente hacia donde se dirige. En caso de que algún residente-miembro haya dado instrucciones para ser llamado antes de dejar pasar a alguien, el guardia le notificara la visita telefonicamente. Aquellos residentes miembros con actividades especiales en su hogar, que tengan visitantes asiduos a su residencia, podran dar la lista al Guardia de Seguridad para facilitar el proceso de acceso. (435) Los residentes objetantes no han logrado identificar que aspecto de su intimidad se ve afectado por la Ley 21. Figueroa Ferrer v. E.L.A., 107 D.P.R. 250 (1978). De existir {328 alguna disposición en el Reglamento de Asociación de Residentes que infrinja el derecho a la intimidad, lo unico que tendría que analizarse sería dicho Reglamento. Ya que como es sabido el derecho a la intimidad es oponible entre partes privadas. Arroyo v.. Rattan Specialties, 117 DPR 35 (1986). En conclusión, los residentes-objetantes no han demostrado cual ha sido o en que consiste el menoscabo al derecho a la intimidad por la ley 21. F. DERECHO A ASOCIARSE LIBREMENTE Alegan los residentes-objetantes que la ley 21 atenta contra su derecho a asociarse libremente. Esto es asi, porque en el Reglamento Interno de Control de Acceso de la Urbanización Mansiones de Rio Piedras se estableció como requisito para tener derecho a controles remotos, ser miembros de la Asociación de Residentes.27 Visitantes autorizados por la Asociación Recreativa de Mansiones de Rio Piedras para ofrecer servicios o participar de actividades deben ser informados a la Asociación para que estos impartan las instrucciones al Guardián. Los proveedores de servicios privados deberán identificarse con el Guardia de Seguridad y este deberá cotejar por vía telefonica o mediante autorización escrita, el acceso de los mismos. Se limita el acceso de grupos privados que vienen a distribuir hojas sueltas, religiosas o cualesquiera otros, entendiendose que esta limitación no cubre el acceso de servicios de basura, de leche, de cartero, de luz electrica, de agua y de telefono. 27 La Sección 4 del Reglamento en su parte pertinente dispone: Aquellas familias que no sean miembros de la Asociación utilizaran el acceso de la Calle Begonia Esq. Lirio donde se encuentra el Guardia de Seguridad. (436) Argumentaron los residentes objetantes que por diversas razones no desean ni tienen interes en ser miembros de la Asociación. Se niegan por sus convicciones personales a financiar actividades "sociales" o de otra indole de la recurrida. Es dificil entender como la ley Num. 21 infringe el derecho a asociarse libremente. Ello así porque no hemos encontrado en ella nada que obligue a los residentes-objetantes a pertenecer a la Asociación. Todo lo contrario, la propia ley en su sec. 15 senala: Los residentes que no favorecieron el sistema de control de acceso no estaran obligados al pago de cuotas para el establecimiento, operación, mantenimiento o remoción de dicho sistema {329 excepto en aquellos casos en que se comprometen mediante contrato por escrito. En suma, en parte alguna de la Ley 21 se le requiere a los residentes asociarse para ningun proposito. Si el Reglamento es el que dispone el requisito de asociación es el que deberá analizarse. Pero el hecho de que en el reglamento aparezca ese requisito no se puede entender que la ley es inconstitucional. La Ley Num. 21 en manera alguna obliga a los residentes a asociarse. No existe ninguna disposición en dicha ley que así lo requiera. POR TODO LO CUAL, muy respetuosamente se le solicite a este Honorable Tribunal que devuelva los casos al tribunal de instancia con el propósito de que se celebre juicio en su fondo de manera tal que se puedan dilucidar todos y cada uno de los hechos pertinentes en controversia. También le solicitamos que se abstenga de entrar a analizar la validez constitucional de la ley Num. 21. RESPETUOSAMENTE SOMETIDO. Disponiendose que el "beeper" es propiedad de la Asociación de Residentes, Inc. El uso del "beeper" se obtiene por la aportación de un deposito de $35.00 para los residentes miembros. Si estos lo prestan o transfieren a personas no-residentes o no-miembros se les privara del beneficio solicitandoles la entrega de dicho "beeper" y devolviendoles el deposito. (437) En San Juan, Puerto Rico, a 6 de noviembre de 1992. [Fdo.] ANABELLE RODRIGUEZ Procuradora General Num. Colegiada: 9572 [Fdo.] REINA COLON DE RODRIGUEZ Subprocuradora General Num. Colegiada: 4894 [Fdo.] MARÍA ADALJISA DAVILA Procuradora General Auxiliar Num. Colegiada: 9543 {330 NOTIFICACION CERTIFICO: Que se ha ordenado el envió por correo certificado con acuse de recibo copia del presente escrito a: LCDO. HECTOR M. COLLAZO MALDONADO LCDO. MANUEL BETANCOURT AVILES MEDICAL CENTER PLAZA, LOCAL NUM. 5 CALLE 3 S.E. NUM. 1051 URB. LA RIVIERA RIO PIEDRAS, P.R. 00921 TEL. 749–0827 LCDA. MARITZA JULIA RAMOS CALLE HARDING NUM. I-8 URB. PARKVILLE GUAYNABO, P.R. 00969 TEL. 789–3177 LCDO. OLGA M. SHEPARD COLL Y TOSTE #54 HATO REY, P.R. 00918 (438) En San Juan, Puerto Rico, a 6 de noviembre de 1992. [Fdo.] MARIA ADALJISA DAVILA Procuradora General Auxiliar Num. Colegiada: 9543 Departamento de Justicia Apartado 192 San Juan, Puerto Rico 00902 Tel. 721–2924 MAD/ca/ode {331 (439) — O— Opinión de conformidad emitida por el Juez Asociado Señor Rebollo López. Como es de todos conocido, las leyes que aprueba nuestra Asamblea Legislativa regulan el funcionamiento de nuestra sociedad, en general, y el comportamiento de los ciudadanos que componen la misma, en particular. Hay algunas leyes que, por no afectar de manera directa los intereses de las personas, pasan desapercibidas para nuestra ciudadania. Otras, sin embargo, adquieren gran notoriedad; ello debido, principalmente, a que tienen un impacto enorme sobre la vida diaria y corriente de nuestros conciudadanos. Tal es la situación de las leyes en controversia en el presente caso, a saber: la Ley Num. 21 de 20 de mayo de 1987 (23 L.P.R.A. sec. 64 et seq.) según la misma fue enmendada por las Leyes Num. 156 de 10 de agosto de 1988 y la Num. 22 de 16 de julio de 1992; leyes mediante las cuales, en sintesis, la Asamblea Legislativa autorizo, dentro de unos parametros, a los residentes de urbanizaciones residenciales de nuestro País a controlar el acceso vehicular y peatonal, en las mencionadas urbanizaciones. Ello, a través de unas "asociaciones de residentes", integradas por dichos vecinos, que reciben un permiso a esos efectos de los municipios; a los cuales, a su vez, le fue delegado ese poder por la Legislatura. El proposito, no hay duda, de la Asamblea Legislativa al aprobar las mencionadas piezas legislativas fue, como correctamente se senala en la Opinión mayoritaria, el de proveerle a la ciudadanía un instrumento --o alivio-- para combatir la ola de criminalidad que azota a nuestra Isla. Dicho en forma mas realista, la aprobación de estas leyes constituyo una triste admisión de impotencia de parte de nuestro Gobierno en lo referente a la lucha contra la criminalidad; esto es, el Gobierno, ante la imposibilidad de proteger {332 a los ciudadanos de este País, autorizo a estos a encerrarse, aun mas, en sus residencias, y, en adición, a separarse, todavía mas, los unos de los otros. Las agrias controversias y, en ocasiones, serias confrontaciones que han surgido entre nuestros ciudadanos respecto a la implantación de las mencionadas leyes se debe, de manera principal, a que esa ciudadanía fue mal informada por las Ramas (440) Ejecutiva y Legislativa de nuestro Gobierno al momento de aprobarse las mencionadas leyes. Se les hizo creer a nuestros ciudadanos que las referidas leyes permitían el cierre absoluto, o privatización, de las calles públicas que existen en las urbanizaciones residenciales que cualifican bajo la legislación en controversia. Nada mas lejos de la realidad y la verdad. Atendidos los derechos que le garantiza la Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico a sus ciudadanos la veda, definitivamente, no puede ser absoluta. Aclarado ese extremo, la cuestión a resolver, en terminos generales, lo es si la referida legislación --la cual, repetimos, meramente autoriza a los residentes de urbanizaciones residenciales a controlar el acceso de vehiculos y peatones en las mismas-- es o no constitucional. Esto es, si la misma no infringe, fatalmente desde un punto de vista jurídico, los derechos que garantiza nuestra Constitución relativos a: la igual protección de las leyes, a la intimidad, a la libertad de culto, a la libre expresión y asociación, etc. La ciudadanía clama por orientación, de parte de este Tribunal, respecto a este asunto. Tiene derecho a ello. Igual derecho tiene la Asamblea Legislativa de Puerto Rico, la cual hoy precisamente tiene bajo estudio y consideración el impacto y las consecuencias que sobre nuestro País ha tenido hasta la fecha la legislación mencionada. No hay duda, en consecuencia, que una expresión, y determinación, final de parte de este Tribunal sobre la constitucionalidad de la referida legislación resulta ser esencial e indispensable. {333 Como es sabido, una ley puede ser inconstitucional de su faz y/o en su aplicación. En la primera situación, la ley contiene en su terminologia, el germen de la inconstitucionalidad. En dicha situación, se puede resolver, a nivel apelativo, el planteamiento constitucional sin necesidad de que se desfile prueba a nivel de instancia. Por otro lado, aun cuando una ley resista, de su faz, el escrutinio judicial de su validez, la misma podría guardar vicios de inconstitucionalidad si en su aplicación se vulneran derechos fundamentales de la persona. En esta situación se requiere, de ordinario, prueba al respecto. Veanse: Rodriguez v. Depto. Servicios Sociales, 132 D.P.R. 617 (1993); Torres v. Castillo Alicea, 111 D.P.R. 792, 800 (1981). (441) Examinamos, brevemente y a la luz de los planteamientos de los peticionarios, si la legislación aqui en controversia es inconstitucional de su faz. No creemos que lo sea. Los detractores de esta legislación alegan que la misma viola la Sec. 9 del Art. VI de nuestra Constitución, L.P.R.A., Tomo 1, por cuanto, alegadamente, permite el uso de bienes públicos --las calles-- para propositos privados, lo cual, naturalmente, de ser ello correcto violaría la Constitución. No tienen razon. La legislación impugnada faculta, de manera principal, a los municipios a conceder permiso para "el control del trafico de vehiculos de motor y del uso público de las vias públicas en paseos peatonales, calles, urbanizaciones y comunidades residenciales, públicas o privadas ...".1 (Enfasis suplido.) Los aqui peticionarios tienen razon al senalar que la Constitución de Puerto Rico prohibe el uso de bienes públicos para propositos privados. Sin embargo, bajo la legislación aqui en controversia, las calles de nuestro País siguen siendo públicas.2 En adición, la Asamblea Legislativa {334 tiene reconocida y amplia discreción para determinar lo que constituye un fin público. McCormick v. Marrero, Juez, 64 D.P.R. 260 (1944); P.R. Telephone Co. v. Tribl. Contribuciones, 81 D.P.R. 982 (1960); P.S.P. v. E.L.A., 107 D.P.R. 590 (1978). Esta, aprobo la Ley Num. 21, ante, y sus posteriores enmiendas, en un esfuerzo por integrar a la comunidad en la lucha contra el crimen. Como bien se senala en la Opinión mayoritaria del Tribunal, el propósito principal de esta ley es proveer a nuestra ciudadanía un instrumento adicional para combatir la criminalidad y así procurar su cooperación activa en la lucha contra el crimen. Este es, indudablemente, un fin público que responde a un propósito legislativo legitimo. Por lo tanto, los peticionarios no tienen razon al impugnar la validez constitucional de la citada Ley Num. 21, según enmendada, bajo las disposiciones de la Sec. 9 del Art. VI de nuestra Constitución, ante. Por otro lado, y en segundo lugar, los peticionarios también alegan que la 1 Art. 1 de la Ley Num. 22 de 16 de julio de 1992 (23 L.P.R.A. sec. 64). 2 Vease las manifestaciones al respecto emitidas por el Senador Fernando Martin en el debate sobre la aprobación de dicha Ley. XLIV (Num. 19) Diario de Sesiones de la Asamblea Legislativa 373–374. (442) legislación en controversia infringe su derecho a la intimidad, a la libertad de expresión, a la libertad de culto y a la libertad de movimiento. Sobre este particular, ni ellos ni nosotros hemos encontrado ninguna disposición de dicha Ley que tenga, de por si, el mencionado efecto. Como hemos senalado, lo unico que dicha legislación hace es facultar a la asociación de residentes de una urbanización para, en virtud del poder delegado por el Estado, aprobar un reglamento que regule el trafico vehicular en su urbanización. Por tratarse de una delegación de poderes estatales, los mismos --y obviamente su ejercicio-- estaran limitados por las disposiciones constitucionales que limitan los poderes del Estado. En otras palabras, el Estado únicamente les delega a los municipios --y a través de estos, a las asociaciones de residentes-- el poder que tiene y lo hace sujeto a las limitaciones que sobre el Estado operan.3{335 El hecho de que un reglamento, una vez aprobado por una asociación en particular, pueda contener alguna disposición que infrinja los mencionados derechos de los residentes o visitantes, o que el mismo pueda ser aplicado en forma ilegal, no guarda relación alguna con la constitucionalidad, de su faz, del estatuto. En tal caso estariamos ante una controversia sobre la constitucionalidad de la forma en que dicha asociación de residentes implementa, o ha implementado, las facultades que le han sido validamente conferidas por virtud de la referida legislación. En resumen, de la faz del estatuto impugnado, no encontramos que la delegación 3 La delegación de tal poder no viola, de por si, ninguno de los derechos constitucionales arriba mencionados. La Ley Num. 21 (23 L.P.R.A. sec. 64 et seq.) tampoco resulta excesivamente amplia pues por tratarse de una delegación de poder estatal la facultad conferida a las asociaciones de residentes tiene unos parametros definidos. El ambito maximo de la facultad delegada esta delineado por los limites de orden constitucional que operan sobre el Estado, por la propia Ley Num. 21, según enmendada, ante, por el Reglamento Num. 20 de 20 de enero de 1989 de la Junta de Planificación y por la ordenanza municipal que aprueba el sistema de control. Dicho planteamiento es uno que esta comprendido dentro del senalamiento que hacen los peticionarios a los efectos de que la legislación en controversia resulta violativa del derecho a la libertad de expresión tanto bajo la Constitución de Puerto Rico como la de los Estados Unidos. (443) de poderes estatales contenida en la legislación ante nuestra consideración atente, de por si, contra los derechos a la intimidad, a la libertad de movimiento, a la libertad de expresión o a la libertad de culto de los residentes o visitantes de las urbanizaciones de nuestro País que cualifican, bajo la legislación impugnada, para controlar el trafico vehicular en sus predios. Ese aspecto tendra que ser objeto de prueba, respecto a la fase de implementación del estatuto, en cada caso en particular. Similar razonamiento es aplicable a la alegación de los peticionarios a los efectos de que la legislación bajo examen viola la clausula constitucional sobre igual protección de las leyes. Un examen del estatuto revela que este no crea, de su faz, clasificación alguna.4 Es cierto, sin embargo, que {336 puede ser posible que dicho estatuto resulte, en su implementación, en la creación de una "clase privilegiada"; esto es, que los residentes de las urbanizaciones "cerradas" obtengan beneficios, a manera de ejemplo, tales como aumento de valor en su propiedad y reducción en la incidencia criminal y/o, por el contrario, que los duenos de propiedades que queden fuera del "cierre" sufran devalorización de las mismas y aumento en la incidencia criminal. Ello, sin embargo, no necesariamente tiene que ser asi; esto es, el asunto es uno que tiene que ser objeto de prueba a nivel de instancia. Si es que se puede demostrar fehacientemente mediante la presentación de prueba a esos efectos que, en su implementación, dicha legislación efectivamente crea clasificaciones que pueden afectar derechos fundamentales de los ciudadanos, entonces será el momento para determinar si la misma supera la aplicación de los criterios ("tests") que nuestra jurísprudencia ha establecido y utilizado en la determinación de la constitucionalidad de una ley, en la fase de su aplicación, por violar la clausula sobre 4 Aun cuando en teoría podría argumentarse que el estatuto, al establecer el concepto de "control", crea una clasificación entre los residentes de la urbanización y los no residentes de la misma, tal clasificación ni es sospechosa ni afecta, de por si, derechos fundamentales. El delegar poder para controlar el acceso solo a los residentes se justifica porque ellos son quienes, por residir en el lugar a ser controlado, están mejor situados para ejercer el poder delegado y hacer realidad el propósito legislativo que persigue la citada Ley Num. 21. Ademas, presumiblemente todos --residentes y no residentes-- están sujetos a los mismos criterios de control. (444) igual protección de las leyes. Vease Rodríguez Pagán v. Departamento de Servicios Sociales, ante. De manera, pues, que resulta obvio que la legislación hoy ante nuestra consideración no es, de su faz, inconstitucional por las razones que alegan los peticionarios. Es correcto que en la Opinión del Tribunal ello no se concluye expresamente. Ahora bien, un análisis cuidadoso de la misma revela que dicha determinación es una que se hace sub silentio en dicha Opinión mayoritaria. No puede ser de otra manera. Si los integrantes del Tribunal que suscriben la Opinión mayoritaria emitida pensaran de otra forma{337 --esto es, que la legislación es inconstitucional de su faz--?no vendrían obligados a así determinarlo en esta etapa?5 La acción mayoritaria de devolver el caso al tribunal de instancia para que se reciba prueba sobre los diferentes aspectos que anteriormente hemos mencionado --en la etapa de aplicación del estatuto-- ?no presupone una determinación previa de que el estatuto es constitucional de su faz? Flaco servicio le estaría haciendo el Tribunal a nuestra ciudadanía si, teniendo ahora la oportunidad de determinar que el estatuto impugnado es, de su faz, inconstitucional, así en estos momentos no lo hiciera e, incomprensiblemente, dejara dicha determinación para mas tarde; causando así que las partes, innecesariamente, se involucren en gastos adicionales a nivel de instancia y, en adición, fomentando que los ciudadanos de nuestro País continúen incurriendo, futílmente, en gastos para "cerrar" sus urbanizaciones. Presumimos la corrección de su proceder; nos negamos a pensar, y aceptar, lo contrario. Establecido que la legislación ante nuestra consideración es, de su faz, constitucional, procedería examinar si la misma es inconstitucional en su aplicación o implementación. Ello, sin embargo, es un asunto que deberá ser resuelto en el futuro, 5 De hecho, tanto en la petición de certiorari, como en el Alegato que radicarán ante este Tribunal, los peticionarios cuestionan la constitucionalidad de la Ley Num. 21, supra, en dos (2) formas: (1) según el estatuto es aplicado por la Asociación de Residentes, y (2) de su propia faz. Veanse: Caso Num. CE-91-786, Parte I, Petición de certiorari, pag. 18; Opinión disidente del Juez Asociado Senor Negron Garcia, Apendice B. (445) caso a caso, de acuerdo a los hechos particulares y específicos de cada uno de los mismos. La decisión, no hay duda, es una que no será fácil de hacer. Un buen jurista podrá aducir, en apoyo de cualesquiera de las dos posibles alternativas, buenos y convincentes fundamentos. Ambas alternativas cuentan con fogosos e incansables propulsores y detractores. Es por ello que la decisión que al respecto tenga a bien emitir en el futuro cada uno de los integrantes del Tribunal, sea esta cual sea, {338 será y podrá ser objeto de dura critica. Dicha situación, sin embargo, no deberá nublar o perturbar nuestro entendimiento y, sobre todo, nuestro solemne compromiso de siempre interpretar la Constitución en beneficio de los mejores intereses de la ciudadanía de este País. En cuanto a este aspecto de los recursos hoy ante nuestra consideración, coincidimos con la Opinión mayoritaria de que la situación fáctica de los mismos no es la mas indicada y/o apropiada para dilucidar, en forma definitiva, la constitucionalidad de la legislación en controversia en la etapa de su implementación. Esto es, no consideramos errónea la reiteración y aplicación por el Tribunal, en el presente caso, de la norma jurisprudencial de abstención judicial en materia constitucional, establecida en nuestra jurisdicción desde hace mas de tres (3) décadas, a los efectos de que el Tribunal no entenderá en una cuestión constitucional si los autos no son adecuados para hacer una determinación de esa índole. E.L.A. v. Aguayo, 80 D.P.R. 552, 596 (1958). En resumen, brindamos nuestro voto de conformidad a la Opinión mayoritaria por entender, en primer lugar, que el resultado a que se llega en la misma -- relativo a la dilucidación de las controversias especificas surgidas entre los vecinos de las urbanizaciones envueltas-- es correcto. Lo hacemos, en segundo termino, por cuanto no tenemos duda alguna de que la Opinión emitida parte de la premisa de que la legislación en controversia es, de su faz, constitucional. En tercer lugar, consideramos que la determinación del Tribunal de devolver el caso al foro de instancia, por razón de la ausencia de un cuadro fáctico completo relativo a la determinación de constitucionalidad del estatuto, en su etapa de aplicación o implementación, es una igualmente correcta en derecho. Por ultimo somos del criterio que de la Opinión mayoritaria emitida se desprende el compromiso solemne de parte de todos los miembros del Tribunal, que suscriben (446) la {339 misma, de interpretar la Constitución, respecto a la etapa de implementación del estatuto en el momento apropiado en el futuro, teniendo presente, en primer lugar, que la misma es una que tiene que ser interpretada conforme, entre otros, a los cambios y problemas sociales que afectan y gravan la tranquilidad, paz y sosiego a que tienen derecho los ciudadanos de este País y, en segundo lugar, manteniendo presente que los derechos que garantiza nuestra Constitución, y que se levantan como posibles obstáculos a la validez constitucional de la legislación en controversia, no son absolutos.6 En atención a las razones antes expresadas, suscribimos la Opinión del Tribunal. —O— Opinión de conformidad emitida por el Juez Asociado Señor Fuster Berlingeri. Estoy de acuerdo, en general, con los pronunciamientos que la mayoría hace en su opinión, y con los resultados que en ella se anuncian, pero estimo necesario hacer unas expresiones adicionales en torno al asunto ante nos. Aunque favorezco la política judicial de no resolver asuntos constitucionales a menos que ello sea imprescindible, no creo que esta impide hacer señalamientos idóneos sobre las cuestiones constitucionales que se traen prematuramente a nuestra consideración, particularmente en casos excepcionales como el de marras, en el cual los asuntos en cuestión son de la mayor importancia pública y existe un gran interés colectivo en que se diluciden expeditamente. {340 6 En palabras de la Opinión mayoritaria, pag. 189: "la vitalidad de nuestra Constitución depende, en ultima instancia, de su capacidad para responder con acierto a los distintos problemas sociales, políticos y económicos que de tiempo en tiempo aquejen al país, y al aplicarla debemos recordar que '[i]nterpretamos una Constitución, no los Rollos del Mar Muerto"'. Conforme el refran popular, "al buen entendedor, con pocas palabras basta". (447) I Demás esta decir que el asunto en torno al cual giran los casos ahora ante nos constituye una de las cuestiones públicas mas controversiales y angustiosas que la colectividad puertorriqueña, incluso este Foro judicial, haya encarado en años recientes. Con intensidad superlativa y de la manera mas dramática se contraponen derechos e intereses de la mayor jerarquía. Y en su raíz mas honda pugnan inexorablemente visiones dispares sobre nuestra convivencia social y sobre las formas de enfrentar algunos de los graves problemas comunitarios que sufrimos. Es menester comenzar estas expresiones acotando brevemente los elementos sobresalientes de la aludida controversia pública que da lugar a los pleitos ante nos. Ello es así porque, en fin de cuentas, la solución a los problemas de índole constitucional que este asunto suscita depende en gran parte de las características particulares de esa controversia. Si la controversia gira en torno a medidas dirigidas a proteger intereses estatales legítimos y preeminentes que se han canalizado debidamente, los problemas constitucionales pueden desvanecerse. En cambio, si la controversia surge por razón de que se han menoscabado impropiamente derechos personales del mas alto rango, entonces las cuestiones constitucionales pueden ser determinantes. El análisis constitucional depende en gran medida de la naturaleza de los intereses sociales en pugna, por lo que debemos comenzar precisando cual es la esencia de estos. La aludida controversia pública tiene como protagonistas, por un lado, a aquellas personas que amparadas por las leyes pertinentes reclaman el derecho a proteger sus vidas propias y su integridad física, y las de sus familiares; su propiedad, y su tranquilidad mediante la implantación de medidas de seguridad al nivel del área residencial. Este {341 derecho se proclama estentóreamente, con desafiante voluntad, como desesperado grito del alma. La férrea determinación de miles de personas en incontables vecindarios y urbanizaciones de adoptar sistemas de cierre de calles o de control de acceso a sus áreas residenciales nace del hondo desasosiego y de la desconcertante inseguridad que permean la vida familiar cotidiana, por causa de la implacable plaga de criminalidad que azota al país. Desde hace ya varias décadas, la comunidad puertorriqueña vive (448) trágicamente afligida por el cáncer social de una delincuencia virulenta, que crece incontrolablemente cada día mas, y que ha victimizado gravemente ya de un modo u otro, sino a todos los que vivimos en esta isla, al menos a algún pariente o amigo de todo residente, en la mayor parte de los casos. La ciudadanía en general sufre los estragos no solo de la desenfrenada violencia y del interminable pillaje causados por el crimen, y del justificado pavor que este causa, sino que ademas padece de la desesperación que provoca la aparente inevitabilidad de la delincuencia. Sentimientos de impotencia e indefensión cunden en el animo de las personas al observar que la criminalidad aumenta implacablemente año tras año y que el Estado parece ser incapaz de contenerla, no empece las continuadas e insistentes promesas de políticos de todas las estirpes de que habrán de "bregar con mano dura" y poner coto a la criminalidad. De esta ominosa convergencia de pesares inquietantes, de la combinación del dolor con el miedo y la desesperanza, nace la idea de ampliar el ámbito del propio encarcelamiento para extender al vecindario las rejas que antes se ponían solo en las residencias. Surge como una panacea al terrible mal y se adopta con inusitada resolución, afincada firmemente la decisión de cerrar las calles en un sentido de defensa propia de hondo calado psíquico y gran emotividad. {342 Por otro lado, como protagonistas contrarios, se encuentran varios grupos sociales que por razones diversas se oponen al cierre de calles. Algunos son ciudadanos que han sufrido caramente los efectos deletéreos inevitables de dichos cierres. Entre estos se encuentran personas envejecientes o impedidas que ya no pueden entrar o salir de sus urbanizaciones expeditamente. También están las personas que ahora tienen que tolerar tardanzas y molestias en su transitar urbano porque tienen que lidiar con "tapones" vehiculares que antes podían obviar utilizando calles y vías de acceso secundarias que ya no están abiertas a su uso. Un tercer sector dentro de este primer grupo lo constituyen las personas que viven en las avenidas principales o vías periféricas cuyo transito ha aumentado considerablemente al excluirse el paso a través de las calles locales de las urbanizaciones aledañas donde ha ocurrido un cierre. Estas sufren no solo el aumento en transito, sino también del incremento en ruido, polvo, accidentes, crímenes y otros que aquel apareja. Están incluidas ademas en este primer grupo aquellas personas cuyas propiedades colindantes han sufrido una considerable (449) devaluación al quedar fuera del área protegida por el cierre, o cuyos negocios han mermado al limitarse el flujo de clientes potenciales dentro de dicha área. Hay otros mas que pertenecen al grupo de los afectados adversamente. Son los que tienen que viajar distancias un poco mayores que antes para llegar a sus propias residencias o salir del vecindario; los que ya no tienen fácil acceso a un parque que antes disfrutaban a menudo, ni a la iglesia a la que acudían, y, finalmente, son los que ahora les toma mas tiempo llegar incluso a la escuela donde los hijos estudian. Todos tienen en común que la vida cotidiana se les ha hecho mas difícil en mayor o menor grado por razón de los cierres de calles que antes transitaban con frecuencia libremente. Un segundo grupo que se opone a los cierres lo constituye personas que pueden o no estar directamente afectadas {343 por el cierre pero que independiente de ello, no lo favorecen por razones esencialmente políticas, usado el termino en su mas prístina acepción. La principal preocupación de los que integran este grupo es relativa a los probables efectos adversos del cierre de calles sobre la colectividad y sobre la calidad de la vida comunal. Se preguntan si el cierre de calles es realmente una medida efectiva para combatir el crimen o si no es, en cambio, una ilusoria precaución que solo sirve para desplazar la actividad criminal de un lugar a otro sin ninguna reducción neta en el mal social que nos aflige. Cuestionan si el aparente efecto de mayor seguridad para los que viven en el sector residencial donde ocurre el cierre no contribuye a dividir aun mas y a hacer aun mas desigual nuestra ya fragmentada y dispar colectividad, en la cual las grandes diferencias económicas entre grupos sociales se torna aun mas evidente, ya que unos tienen la posibilidad y los medios para "proteger" sus vecindarios mientras muchos otros no los tienen. Sospechan que el falso sentido de tranquilidad que puede producir el cierre aminorara el clamor público ante el Gobierno respecto a resolver el problema de la criminalidad y reducirá en los ciudadanos favorecidos por el cierre su insistencia de que se tomen medidas efectivas para combatir la delincuencia. Les inquieta que la reciente parcelación de la comunidad, que la van convirtiendo en un "conglomerado de pequenos feudos" divididos por portones y vallas, ha de aumentar los conflictos y odios entre diversas clases económicas y, de ese modo, a la larga, aumentar la criminalidad. Mas aun, les alarma que muchos vecindarios han procedido ya a cerrar sus áreas residenciales y privatizar sus calles sin autorización, ilegalmente, utilizando a veces para ello masivas barreras que son prácticamente inmovibles e impenetrables. Les preocupa que, al refugiarse en una medida como el cierre de calles, muchos ciudadanos reflejan su (450) creciente sentido de desamparo comunal; que se esta resquebrajando la solidaridad de la polis; que no se {344 confía en la colectividad para resolver los problemas comunes, y que esta predominando entre nosotros el ominoso parecer de "salvese el que pueda". Uno y otro grupo, ademas, impugnan la constitucionalidad de los cierres de calles. Aducen que esta medida es ilegal y constituye una violación de varios de los derechos fundamentales que garantiza la Constitución. Plantean que, aunque algunos de los varios costos y efectos adversos ya aludidos provocados por el cierre de calles no ocurriesen, aun así dicha medida es inaceptable, por ser contraria a importantes valores sociales y principios de convivencia que están consagrados en nuestra ley fundamental. II Sucintamente expresados, los principales planteamientos constitucionales que formulan los que se oponen al cierre de calles son los siguientes: (1) que en la medida en que el cierre impida que calles y parques públicos puedan usarse como tradicionalmente se ha hecho para la comunicación pública y el intercambio y critica de ideas, este sería contrario a las garantías de libre expresión y asociación contenidas en nuestra Constitución y la federal; (2) que en la medida en que el cierre impida un acceso razonable a sectores que desean divulgar sus particulares creencias religiosas y repartir propaganda sobre ellas, este sería contrario a la libertad de culto garantizada por las dos constituciones; (3) que en la medida en que el cierre de lugar a que algunos de los no residentes sean detenidos antes de entrar a un vecindario y se les exija identificación y otra información como condición para permitirsele el paso, este sería contrario al derecho a la intimidad y a la protección contra registros y arrestos irrazonables garantizada por ambas constituciones; (4) que en la medida en que el cierre constituye una "privatización" de las calles y los parques públicos dentro del área residencial sujeta a control, porque en efecto (451) se excluye al público en general de su uso y se benefician de ellas solo los residentes, este sería contrario a la garantía de nuestra Constitución que prohíbe la utilización de fondos y propiedades públicas para fines privados; {345 (5) que en la medida en que el cierre produce efectos muy adversos sobre el valor en el mercado de propiedades colindantes excluidas del cierre o sobre el valor de propiedades en vías principales que reciben el trafico vehicular que antes ocurría a través de las calles locales del vecindario cerrado, este constituiría una privación de la propiedad sin el debido proceso de ley o una incautación (taking) que constitucionalmente requiere justa compensación; (6) finalmente, que en la medida en que el cierre autorizado por ley permite que unos residentes tengan acceso a las calles y parques públicos de determinada comunidad pero otros no, este sería contrario a los principios de igual protección de las leyes garantizados por ambas constituciones. Los planteamientos anteriores evidentemente constituyen una sería y substancial impugnación de la legitimidad del cierre de calles y de la legislación en que se apoyan dichos cierres. Requieren cuidadoso examen oportunamente porque podrían dar base, ciertamente algunos de ellos, para declarar la falta de validez jurídica de la medida en cuestión, al menos en las formas en que se lleva a cabo actualmente. III Como se puede colegir de lo expuesto previamente, tenemos ante nos una compleja situación donde se contraponen derechos e intereses de la mayor jerarquía. Encaramos validos pero dispares reclamos que deben ser armonizados. Como ocurre con frecuencia en la vida del Derecho, es menester buscar un balance adecuado entre preciados valores jurídicos que se encuentran en conflicto. Una parte importante del problema que presenta esta particular contraposición de importantes derechos e intereses sociales, es que giran en torno a una medida de alegada protección social cuyos efectos y consecuencias reales desconocemos mayormente. Poco sabemos en términos precisos y concretos sobre el resultado a corto y a largo plazo de los cierres de calles respecto a los propios vecindarios {346 (452) donde ello ha ocurrido. Menos aun sabemos sobre el impacto de dichos cierres respecto al resto de la comunidad, sobre todo en cuanto a las áreas adyacentes que no han cerrado. Existen conjeturas razonables que sostienen el reclamo de que se trata de una medida de prevención de crímenes, junto con otras de comparable razonabilidad que sostienen el reclamo contrario de que a la larga esta medida aumentara la delincuencia en el país. No hemos tenido en Puerto Rico, ni en otros lugares parecidos, suficiente experiencia con esta medida para aquilatar sus méritos de modo confiable. Y, claro esta, no hay evidencia empírica, producto de estudios científicos, que siquiera arroje luz sobre los supuestos efectos positivos o negativos del cierre de calles. La solución que finalmente se le de al conflicto en cuestión dependerá en gran medida de la información y el conocimiento que tengamos sobre los efectos y las consecuencias reales del cierre de calles, y mucho convendría que las personas interesadas o concernidas pudiesen adelantar esa solución final propiciando estudios científicos que ayuden a contestar algunas de las interrogantes que este asunto plantea. Mientras tanto, sin embargo, es menester tomar las decisiones pertinentes que intenten armonizar de algún modo razonable los importantes derechos e intereses sociales que están en conflicto. La labor de armonizar esos derechos e intereses contrapuestos les corresponde inicial y primordialmente a las ramas políticas del Gobierno. El balance que se intente lograr entre los distintos reclamos en cuestión puede ser preceptuado de varias maneras, dependiendo de los valores e intereses específicos que se quieran favorecer, dentro del marco que fijan los requerimientos constitucionales. La labor de escoger un particular balance, un modo de armonizar los derechos e intereses en conflicto u otro, implica juicios valorativos sobre cuestiones sociales y económicas que propiamente le compete hacer a la Asamblea Legislativa {347 y al Gobernador. En otras palabras, la reglamentación detallada del asunto ante nos, dirigida a atender y acomodar de manera concordante los dispares reclamos que están presentes en este, requieren formular una política pública abarcadora sobre el particular, cosa que no le compete hacer a la rama judicial. Las ramas políticas vienen obligadas a actuar dentro del marco que le fijan las garantías y los derechos constitucionales, y por ello la legitimidad del esquema que estas establezcan lo decide final y oportunamente nuestro foro, como Tribunal Supremo de Puerto Rico. Pero esa labor nuestra de pasar juicio (453) final sobre la constitucionalidad del esquema legislativo es una función muy distinta a la de las ramas políticas, a las cuales propiamente les corresponde formular el esquema. Una parte importante del problema que presenta el asunto ante nos es precisamente que no existe una política pública detallada y abarcadora sobre dicho asunto. La legislación y la reglamentación sobre el particular que están vigentes se quedan cortas, porque no atienden el asunto en cuestión en todos sus aspectos centrales. No proveen normas y directrices suficientes para contestar todas las interrogantes y dudas importantes que tienen los que quieren proteger sus vecindarios. Tampoco proveen garantías adecuadas para salvaguardar todos los derechos de los que se oponen a los cierres o de los que están adversamente afectados por estos. La existencia de esas lagunas legislativas y reglamentarias es una de las causas de las muchas disputas que este asunto ha generado. Convendría que las ramas políticas del Gobierno actúen expeditamente para aprobar un esquema regulatorio adecuado, mas abarcador y preciso que el que esta vigente. Al formular el esquema mas completo que hace falta, es menester tener muy en cuenta varias nociones jurídicas que propiamente aplicadas pueden ayudar mucho a lograr un balance constitucionalmente aceptable de los intereses contrapuestos que el problema ante nos presenta. En primer {348 lugar, debe tenerse en cuenta que aunque los derechos que se reclaman por unos y otros son todos del mas alto rango, ninguno de ellos es tan absoluto que impida los inevitables ajustes y limitaciones que aparejaría un legitimo esfuerzo por armonizar lo que esta en conflicto. Tomemos, por ejemplo, el fundamental derecho de expresión en las calles y los parques públicos. Nadie puede negar que su singular rango en nuestro ordenamiento constitucional exige la mas esmerada protección. Pero ello no significa que cualquier persona puede exigir el libre acceso a cualquier calle o parque a cualquier hora del día para cualquier fin. Aun este primordial derecho es regulable, como lo ha sido en muchas ocasiones avaladas judicialmente, si los controles que se imponen respondiendo a otros intereses estatales preeminentes son de contenido neutral, si permiten una oportunidad adecuada para el ejercicio de la libre expresión y si no son mas onerosos que lo que las circunstancias requieren. Una segunda noción que es muy pertinente es que el esquema que ha de (454) formularse puede legítimamente instaurar o permitir mayores o menores limitaciones a los derechos fundamentales conforme a justificadas diferencias en las circunstancias de cada situación. Es decir, no es menester tratar igualmente instancias que no son iguales. Por ejemplo, no es lo mismo reglamentar un área residencial en el centro de la ciudad a través de la cual pasan avenidas principales, que reglamentar suburbios que solo tienen calles de uso estrictamente local. Tampoco es lo mismo reglamentar una extensa zona urbana, que reglamentar una pequeña zona de una o dos calles. Las limitaciones a derechos fundamentales que pueden implantarse en unas son menores que las que pueden implantarse en otras. Así, pues, el cierre total de calles que sería permisible a altas horas de la noche en un pequeño vecindario suburbano, no sería valido si ocurriese en el centro de la ciudad afectando vías periféricas. {349 Finalmente, la complejidad del asunto ante nos justifica el uso de opciones creativas. Es permisible diseñar medidas diferentes para un mismo fin, según lo requieran las realidades de cada caso. En algunas situaciones, por ejemplo la de las zonas residenciales grandes y céntricas, el cierre solo sera permisible si se instrumenta a través de vallas operadas por guardianes de seguridad con educada discreción para proteger los derechos de unos y otros. En cambio, en otras situaciones, como las de pequenos vecindarios en los suburbios, puede permitirse el cierre mediante portones automáticos, si este ocurre solo en determinados días y horas conforme a un justificado itinerario debidamente notificado al público concernido. Aun en otras situaciones puede permitirse un cierre mas abarcador si los vecinos se hacen cargo de las reparaciones y el mantenimiento de la calle o redondel de uso muy particular que ellos mismos construyeron con fondos privados. Lo que el legislador debe tener claro es que existe un margen de flexibilidad en la formulación de las medidas que han de implantarse, que responde a la necesidad de atender las múltiples variantes que existen en esta complicada situación de preeminentes intereses sociales en conflicto. El reto a la inventiva jurídica de las ramas políticas es claro. Tienen la responsabilidad de salvaguardar en lo esencial los auténticos derechos e intereses de los que se oponen al cierre de calles, sin dejar desamparados a los que legítimamente desean proteger sus vecindarios contra el pavoroso embate de la criminalidad controlando razonablemente el acceso a estos. Oportunamente nos corresponderá determinar si lo dispuesto por dichas ramas cuadra debidamente dentro de los marcos que fija nuestro ordenamiento constitucional. (455) Asociación Pro Control de Acceso v. Cardona 144 D.P.R. 1 (1997) [Asociación Pro Control de Acceso Calle Maracaibo, Inc., Peticionario-Recurrente v. Nancy Cardona Rodríguez y otros, Opositores-Recurridos.] [Vecinos Unidos, Inc., Peticionario-Recurrente v. María Luisa Vilá y otros, Opositores-Recurridos, Municipio de San Juan, Interventor] Tribunal de Primera Instancia: Sala de San Juan. Juez de Instancia: Hon. Germán Brau Rodríguez Abogados de la parte recurrente: Lics. Héctor Collazo & José Torres Morales. Abogados de la parte recurrida: Lics. María Kortright Soler & Edgardo Rodríguez Núm. CE-95-91. Certiorari San Juan, Puerto Rico, a 31 de octubre de 1997. SR . HERNÁNDEZ DENTON , JUEZ ASOCIADO : Hoy nos corresponde pronunciarnos por primera vez sobre la constitucionalidad de la Ley Núm. 21 de 20 de mayo de 1987, según enmendada, 23 LPRA sec. 64 et seq. (Supl. 1996), que permite que residentes de una urbanización o comunidad controlen el acceso vehicular y peatonal a sus calles e inmediaciones. Específicamente, nos corresponde delimitar el alcance de la intervención que puede llevar a cabo un guardia de seguridad con el propósito de controlar el acceso a dos de tantas comunidades en Puerto Rico que han establecido este sistema para garantizar la tranquilidad y seguridad de sus residentes. En la primera controversia que presenta el recurso, Vecinos Unidos, Inc., cuestiona la parte de la sentencia del antiguo Tribunal Superior, Sala de San Juan, mediante la cual dicho foro revocó el permiso concedido por el Municipio de San Juan (456) a la urbanización College Park bajo el fundamento de que una porción del sistema de control de acceso allí autorizado tiene el efecto de obstaculizar el flujo vehicular y peatonal por las vías que tienen continuidad entre la comunidad que solicitó el control y otras adyacentes. Por entender que el foro recurrido no erró al así decidir, confirmamos esta parte de la sentencia recurrida. Por su parte, en la segunda controversia planteada, la Asociación Pro Control de Acceso Calle Maracaibo, Inc., Vecinos Unidos, Inc. y el Municipio de San Juan solicitan que revisemos la determinación de que la Ley Núm. 21 de 20 de mayo de 1987, según enmendada (en adelante Ley de Control de Acceso), es constitucional siempre que en su aplicación no se restrinja indiscriminadamente el acceso a los ciudadanos no residentes a las vías públicas de las comunidades acogidas a dicho ordenamiento. Para llegar a esta conclusión, el foro a quo validó el control de acceso a la urbanización y la formulación de preguntas dirigidas a identificar a la persona, y sostuvo que la entrada podría ser negada tan sólo cuando existiera motivo fundado o sospecha razonable para creer que el visitante podría cometer un delito en el área restringida. Sostenemos la constitucionalidad de la Ley de Control de Acceso, pero modificamos aquella parte de la sentencia recurrida que resuelve que el único motivo para negar el acceso a un visitante sería la existencia de motivo fundado o sospecha razonable para creer que el visitante podría cometer un delito. Concluimos que la negativa a brindar cierta información puede dar base para denegar la entrada a un visitante. I. El pleito en instancia consistió inicialmente de dos recursos independientes, que por presentar alegaciones similares fueron oportunamente consolidados por el tribunal de instancia. Dicho foro contó con el beneficio de los alegatos de cada una de las partes, además de la comparecencia del Secretario de Justicia, quien se expresó en apoyo de la constitucionalidad de la Ley. Veamos los hechos que dieron pie a la controversia en cada uno de ellos. A. Vecinos Unidos, Inc. v. María Luisa Vilá y otros (457) En septiembre de 1992, Vecinos Unidos, Inc., (en adelante Vecinos Unidos), entidad compuesta por residentes de la urbanización College Park en Río Piedras, presentó una solicitud ante el Municipio de San Juan para establecer un sistema de control de acceso en dicha urbanización. Fundamentaron su solicitud en la existencia de una situación insostenible con motivo de la ola criminal que azotaba el área. Su propuesta contemplaba la instalación de barreras permanentes que aislarían la urbanización College Park con un único acceso a través de la calle Salerno. Conforme lo requiere la Ley de Control de Acceso, el Municipio notificó la solicitud a las agencias de servicio público correspondientes y celebró vistas públicas para dilucidar la concesión del permiso. En éstas comparecieron residentes de la urbanización Altamesa, contigua a College Park y residentes del condominio College Park, quienes expresaron su oposición al control de acceso solicitado. Los primeros alegaron que utilizaban las calles Compostela y Salerno como acceso a la avenida Glasgow y que el control de acceso les privaba dde tal uso.1 (Véase el mapa incluido en el Apéndice). Los residentes del condominio College Park, por su parte, reclamaron la utilización de la calle Alcalá, otra de las calles de College Park, como acceso principal a la Torre B del condominio. Vecinos Unidos refutó el reclamo de los residentes de Altamesa alegando que éstos contaban con la calle San Ignacio como salida alterna, por lo que el cierre de College Park no les perjudicaría. En cuanto al reclamo de los residentes del condominio College Park, sostuvo que la calle Alcalá constituía un acceso alterno para esos residentes y no el principal, pues la entrada principal de éstos en realidad era otra. Pendiente una determinación final, el Municipio de San Juan expidió una orden que autorizaba el cierre provisional por sesenta (60) días.2 Finalmente, con leves 1 Por este mismo fundamento la Autoridad de Carreteras negó su endoso a la parte del sistema propuesto que impediría tal uso. 2 Esta autorización provisional, al igual que la petición formal, fue impugnada en los tribunales por un grupo de ciudadanos que reclamaba su derecho a continuar utilizando las calles de College Park como acceso hasta la avenida Glasgow. Aunque (458) modificaciones, dicho Municipio autorizó el sistema de-control de acceso solicitado.3 Mediante la Resolución Núm. 75 de 29 de abril de 1993, el Municipio dispuso lo siguiente: (1) mantuvo el cierre de la intersección Santa Inés-Compostela, privando a los residentes de Altamesa de esta vía para acceder a la avenida Glasgow; y (2) dispuso que debía permirtírsele a los residentes de la Torre B del condominio College Park, el acceso a través de la calle Alcalá. Inconformes con la resolución emitida, dos residentes de la urbanización College Park y un grupo de vecinos de la urbanización Altamesa, solicitaron la revisión judicial al amparo del remedio dispuesto en la Sección 3 de la Ley de Control de Acceso, según enmendada. 23 LPRA sec. 64b (e) (Supl. 1996). Su solicitud en torno a la paralización de los efectos de la Resolución les fue denegada. En su recurso ante el tribunal de instancia, en síntesis, plantearon la comisión de varios errores, algunos de naturaleza estatutaria, otros de carácter constitucional. Alegaron que la autorización se expidió sin cumplir con los requisitos procesales y sustantivos de la Ley de Control de Acceso, según enmendada. Además, señalaron que la acción del Municipio concedía privilegios a unos, mientras causaba graves perjuicios a otros, pues los despojaba de su ruta principal y más segura. Alegaron, además, que al ser excluidos de entrar a las calles de las comunidades acogidas al control, se lesionaban sus derechos constitucionales, a saber, la igual protección de las leyes, el debido procedimiento de ley en sus modalidades sustantiva y procesal, y el no se trata de una controversia ante nos, es preciso señalar, como bien lo hizo el tribunal de instancia en su decisión, que la Ley no contemmpla la concesión de permisos provisionales. 3 Al así actuar, el Municipio rechazó los planteamientos de los residentes de Altamesa puntualizando que dicha urbanización contaba con las vías alternas de entrada y salida que requería la ley. Hizo referencia, además, a una comunicación de la Directora Ejecutiva del Departamento de Obras Públicas Municipal en la que se recomendaba que ciertas calles de la urbanización College Park debían ser utilizadas exclusivamente para el tráfico local debido a su pésimo estado. (459) derecho a la intimidad, así como también se estaban concediendo bienes de uso público para uso exclusivo privado, en contravención a nuestra Constitución. Igualmente señalaron que en la medida en que el estatuto autorizaba tal actuación, este era excesivamente amplio y vago. Tras expresarse sobre la constitucionalidad de la Ley de Control de Acceso, el tribunal de instancia dispuso de la controversia respecto a la urbanización College Park a base de fundamentos de naturaleza estatutaria. Concluyo que, en términos generales, los procedimientos seguidos ante el Municipio cumplieron con los requisitos procesales y sustantivos dispuestos en la Ley. Sin embargo, destaco dos aspectos que a su juicio violentaban la Ley de Control de Acceso. El primero de estos estaba relacionado con el cierre de la intersección entre las calles Santa Inés y Compostela, y con la valla para controlar el acceso en la calle Salerno. Según dicho tribunal, estas medidas tenían el efecto de obstaculizar la continuidad existente entre la calle Santa Inés y la Compostela, lo que, a su juicio, privaba a los recurrentes de acceso a la avenida Glasgow en contravención a lo dispuesto en la sección 1 (b) de la Ley de Control de Acceso. 23 LPRA sec. 64 (b) (Supl. 1996). En cuanto al segundo aspecto, determinó que el establecimiento de barreras en la calle Alcalá y la valla en la calle Salerno, tuvieron el efecto de controlar la entrada y salida de la Torre B del condominio College Park, comunidad que no había solicitado el control de acceso. A la luz de lo anterior, el tribunal a quo resolvió que la erección de estas barreras específicas afectó indebidamente derechos de terceros en contravención a los términos de la Ley de Control de Acceso, y que, por tanto, debían ser removidas. Sin embargo, por entender que la eliminación de dichas barreras trastocaría todo el sistema de control de acceso de la urbanización, el tribunal revocó la resolución en su totalidad y devolvió el asunto al Municipio para que se diseñara un nuevo sistema que fuese congruente con lo resuelto. Inconforme con esta determinación Vecinos Unidos y el Municipio de San Juan decidieron acudir ante nos. B. Asociación Pro Control de Acceso Calle Maracaibo, Inc. v. Nancy Cardona (460) Rodríguez y otros El otro recurso se origino cuando residentes de varias calles que colindan y tienen acceso a la calle Maracaibo en la urbanización Park Gardens de Río Piedras, unidos en una entidad de nombre Asociación Pro Control de Acceso Calle Maracaibo, Inc. (en adelante Asociación Calle Maracaibo), presentaron una petición ante el Municipio de San Juan para establecer un control de acceso en dicha calle. Solicitaron el control de acceso en ambos extremos de ésta, alegando que atravesaban por un grave problema de seguridad por la alta incidencia criminal del área, así como por la contaminación, ruido y congestión vehicular ocasionada por el tráfico que discurría por dicha calle. El Municipio expidió una orden de cierre provisional por sesenta (60) días, dejando abiertas las entradas y salidas en las horas de mayor tráfico. Luego de realizadas las vistas correspondientes4 y de recibir el endoso de varias agencias, el Municipio de San Juan emitió la Resolución Núm. 72 de 28 de abril de 1993, en la que finalmente autorizó el control de acceso de la calle 8 Maracaibo. A tenor con los términos de la autorización, una de las entradas sería controlada mediante un portón operado con "beeper" o tarjeta electrónica y, la otra, por una barrera de metal operada por un guardia de seguridad, además de 2 "beeper" y tarjeta. Se dispuso además que el sistema de control de acceso estaría abierto al flujo vehicular general de lunes a viernes de ó:00 A.M. a 7:00 P.M., excepto en días feriados. Inconformes con la decisión del Municipio, los opositores al control de acceso de la calle Maracaibo, residentes tanto del área controlada como del área circundante, acudieron en revisión judicial. Sus alegaciones eran muy similares a las del caso 4 En la vista pública un grupo de vecinos de la propia urbanización Park Gardens y de dos urbanizaciones contiguas a ésta presentó su oposición a la solicitud debido a que utilizaban la calle Maracaibo como acceso más seguro para llegar a sus hogares. Por su parte, el representante del Departamento de Transportación y Obras Públicas manifestó que dicha agencia sólo consideraría favorablemente un cierre nocturno de lunes a viernes. En vista de los planteamientos de los opositores, la Asociación Calle Maracaibo solicitó enmendar su propuesta para limitar las horas de cierre. (461) anterior. Luego de una vista evidenciaría, su solicitud en torno a la paralización de los efectos de la Resolución del Municipio fue denegada. Finalmente luego de varios incidentes procesales, entre los cuales estuvo la consolidación de ambos casos, el tribunal a quo emitió sentencia en la que modificó el permiso concedido para la calle Maracaibo en varios aspectos. Primero, determinó que la operación del sistema de control de acceso no debía tener el efecto de excluir a los ciudadanos no residentes de las calles y aceras públicas del área objeto del control. Y segundo, delimitó el ámbito de intervención permitido con los visitantes. Al respecto, sostuvo que la Ley de Control de Acceso sería inconstitucional si era interpretada en el sentido de que permitía a las asociaciones de residentes restringir indiscriminadamente el acceso de los ciudadanos no residentes. A juicio del foro recurrido, el ámbito de intervención permisible debía ser similar al establecido para las investigaciones criminales. Por ello, luego de reconocer que la actuación del guardia de seguridad privado contratado por una asociación de residentes constituía una acción estatal, sostuvo que el interés apremiante en proteger la seguridad de los ciudadanos era suficiente para justificar una intervención momentánea con los vehículos y transeuntes que visitan la urbanización, siempre que fuese mínima y se aplicase uniformemente a todos los visitantes.5 Conforme con la sentencia recurrida, la mera detención en la entrada de la urbanización, así como la formulación de preguntas dirigidas a identificar a la persona y a conocer el propósito de su visita eran actuaciones constitucionalmente válidas. No obstante, señalo dicho foro que la contestación a ambos tipos de preguntas debía ser voluntaria y que únicamente podría denegarse la entrada de un visitante a una urbanización cuando existiera motivo fundado o sospecha razonable para creer que el visitante podría cometer un delito de permitírsele el acceso a la urbanización.6 5 En este contexto utilizamos la palabra "visitantes" para referirnos a todas aquellas personas no residentes que pretendan lograr acceso al área controlada. 6 Entendió el tribunal de instancia que la detención y el cacheo, validadas por el Tribunal Supremo Federal en Terry v. Ohio, 392 U.S. 1 (1968), son separables. Al respecto expresó: "Podría adoptarse una y la otra no, autorizándose la detención (462) De igual modo, sostuvo que la mera negativa a brindar la información requerida no constituía motivo suficiente para negar el acceso7 y que establecer la obligatoriedad de brindar tal información restringiría la libertad del ciudadano por lo que se activaría la protección constitucional contra registros, incautaciones y allanamientos irrazonables contenida en la Sección 10 del Artículo II de la Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico.8 Finalmente, resolvió que no podía mantenerse un registro de visitas salvo que el residente lo autorizara expresamente. No conforme con esta determinación la Asociación Calle Maracaibo acudió ante esta Curia. En un mismo alegato, Vecinos Unidos, la Asociación Calle Maracaibo y el Municipio de San Juan, imputan al foro de instancia la comisión de dos errores. En el primero de éstos, Vecinos Unidos plantea que el foro a quo erró al revocar la Resolución Núm. 75, que autorizó el control de acceso en la urbanización College Park, bajo el fundamento de que el Municipio carecía de discreción para autorizarlo. momentánea de un individuo, a base de una sospecha razonable, para propósitos de investigación, pero sin permitir su cacheo." Sentencia, a la pág. 44 n.5. 7 En este sentido, el foro a quo expreso en su sentencia: "[D]icha pesquisa es válida cuando la contestación a la misma es de carácter voluntario y una persona prudente y razonable puede comprender que podría negarse a ofrecer dicha información si así lo desea, sin que ello implique que no se le daría acceso a la urbanización." Sentencia, a las págs. 45-46. 8 En lo pertinente dispone dicha Sección: No se violará el derecho del pueblo a la protección de sus personas, casas, papeles y efectos contra registros, incautaciones y allanamientos irrazonables. Solo se expedirán mandamientos autorizando registros, allanamientos o arrestos por autoridad judicial, y ello únicamente cuando exista causa probable apoyada en juramento o afirmación, describiendo particularmente el lugar a registrarse, y las personas a detenerse o las cosas a ocuparse. (463) Como segundo error, todas las partes recurrentes plantean que los parámetros desarrollados por la jurisprudencia en torno al ámbito de intervención permisible por los agentes del orden publico para restringir la libertad de los ciudadanos, no son aplicables al tipo de intervención que de ordinario ocurre con los visitantes en las urbanizaciones sujetas a los controles de acceso bajo examen, y que, en consecuencia, tampoco es aplicable la garantía constitucional contra registros e incautaciones irrazonables del Artículo II, Sección 10 de nuestra Constitución. Luego de examinar detenidamente las posiciones de las partes y de analizar el texto de las disposiciones de ley en controversia, consideramos apropiado discutir en primer lugar la controversia relativa a la constitucionalidad de la Ley de Control de Acceso. Posteriormente, consideraremos la controversia restante. II. En el presente caso, las partes recurrentes cuestionan la determinación del foro de instancia respecto a la aplicabilidad de los parámetros desarrollados por la jurisprudencia interpretativa de la garantía constitucional contra registros e incautaciones irrazonables, de la Sección 10 del Artículo II de la Constitución de Puerto Rico, al momento de delimitar el ámbito de intervención constitucionalmente permisible con las personas que solicitan acceso a una comunidad sujeta al régimen instaurado por la Ley de Control de Acceso. Aducen que en virtud del poder que les delega la Ley, las urbanizaciones tienen la potestad de decidir quién puede entrar a la comunidad, y por tanto, pueden negar la entrada a quien no ofrezca la información requerida. Aunque reconocen que existe una intervención con el ciudadano cuando se le solicita el nombre y alguna identificación a la persona que se aproxima, catalogan la misma como "mínima" y señalan que es el modo menos oneroso a través del cual se puede cumplir con el propósito legislativo de permitir a las comunidades que instauren medidas de seguridad para protegerse de la incidencia criminal. Los opositores a los controles de acceso, aquí recurridos, por su parte, tampoco están de acuerdo con la determinación del tribunal de instancia. Alegan que para que sea cónsono con nuestro ordenamiento constitucional, el concepto de control de acceso no puede comprender la detención intervención con un ciudadano por el único hecho de que no es conocido por la asociación o por su representante. A su juicio, los (464) guardias en las entradas de comunidades con acceso controlado pueden obtener mediante sus sentidos aquella información necesaria para salvaguardar su seguridad, como lo sería ver al conductor o persona que se aproxima, la marca y modelo del vehículo, así como su número de tablilla. De igual forma, plantean que la Ley de Control de Acceso es inconstitucional de su faz por ser excesivamente amplia y vaga, lo que ha dado margen al abuso constante de los derechos civiles de los ciudadanos por parte de las asociaciones de residentes. De entrada, es preciso destacar que en el caso de autos los controles de acceso vehicular permitidos por el Municipio de San Juan requerían que en una de las entradas hubiese un guardia de seguridad operando las barreras de metal.9 Por ende, nuestros pronunciamientos están limitados a sistemas de control de acceso vehicular análogos, en los que en por lo menos una de las entradas de automóviles hay una persona o guardia de seguridad. En estricta juridicidad nos abstenemos de hacer pronunciamientos sobre aquellos sistemas que no tengan guardia en una de sus entradas vehiculares. En la resolución del presente caso, el tribunal de instancia se vio precisado a atender planteamientos constitucionales similares a los esbozados por los opositores al sistema de control de acceso impugnado en Caquías v. Asoc. Res. Mansiones Río Piedras, Op. de 25 de agosto de 1993, 93 CDT 131, 134 D.P.R. ___ (1993) (en adelante Caquías). En aquella ocasión, a la luz de los hechos, adjudicamos la controversia mediante una interpretación estatutaria y no fue necesario dilucidar la validez constitucional de la Ley. Caquías, supra; véanse los casos allí citados. En el caso de marras, en cambio, específicamente se nos solicita que evaluemos el ámbito 9 En el caso de la calle Maracaibo, la Sección 1ra de la Resolución Núm. 72, Serie 1992-93, dispuso que se autorizaba controlar el acceso: "En la Calle Maracaibo casi esquina Generalife mediante barrera de metal operada por guardia de seguridad y 'beeper' o tarjeta electrónica para los residentes y portón peatonal." Por su parte, la Resolución Núm. 75, Serie 1992-93, en la Sección 1ra, inciso II, autorizó controlar el acceso a la urbanización Colllege Park, mediante la instalación de un sistema de vallas para controlar el tránsito en la calle Salerno cerca de su intersección con Glasgow que "[t]endrá una caseta para el guardián ...". (465) de intervención constitucionalmente permisible a las asociaciones de residentes, al implantar determinados mecanismos para controlar el acceso, dentro del poder que les fue delegado por la Asamblea legislativa. En este sentido, nos toca hoy delimitar el ejercicio de dicho poder delegado frente a los derechos ciudadanos. Como es sabido, una ley puede ser declarada inconstitucional de su faz o en su aplicación. Bajo la primera doctrina, el análisis se circunscribe a determinar si del texto de la ley surge el vicio que la hace inconstitucional. Véanse, Unión Nacional de Trabajadores de Salud v. Soler Zapata, Op. de 16 de abril de 1993, 93 CDT 60, 133 D.P.R. ___ (1993); Velázquez Pagán v. Autoridad, Op. de 15 de septiembre de 1992, 92 CDT 122, 132 D.P.R. ___ (1992). Bajo la segunda, es necesario analizar el contexto en el que la ley ha sido aplicada para determinar si tiene el efecto de infringir alguna disposición constitucional. En el caso de autos, los recurridos alegan, en parte, que la Ley de Control de Acceso es inconstitucional de su faz por ser excesivamente amplia y vaga. Sin embargo, no incluyen alegaciones específicas sobre la posible violación de derechos de libertad de expresión y asociación. Como se sabe la doctrina que permite examinar un estatuto de su faz se ha utilizado tradicionalmente para examinar legislaciones que se alega infringen las libertades encarnadas en la Primera Enmienda a la Constitución federal y en las secciones análogas de nuestra Constitución. En consecuencia, de ordinario nuestros precedentes derrotarían su pretensión de que abordemos las controversias constitucionales planteadas. Sin embargo, no sería ésta la primera ocasión en que este Tribunal evalúa de su faz una ley sin que se hubiesen alegado violaciones a las libertades protegidas por dichas disposiciones constitucionales. Anteriormente hemos expresado que procede el escrutinio judicial sobre la validez de una ley de su faz en otros contextos en que se afectan derechos fundamentales de la persona. Véanse, Torres v. Castillo Alicea, 111 D.P.R. 792, 800-801 (1981); Rodríguez v. Depto. Servicios Sociales, Op. de 3 de febrero de 1993, 93 CDT 14, 132 D.P.R. ___ (1993); E.L.A. v. Sucn. Gautier, 81 D.P.R. 580 (1959). La naturaleza de la controversia ante nos requiere un pronunciamiento inmediato por parte de este Tribunal. A modo de excepción, estimamos que es preciso examinar (466) la constitucionalidad de su faz de la Ley Núm. 21 por varias razones. Los opositores al control de acceso en el caso de autos alegan que el mismo incide sobre sus derechos a la intimidad y libertad de movimiento, los cuales son derechos de considerable arraigo en nuestra sociedad democrática. Como veremos, la Ley de Control de Acceso hace una delegación a las asociaciones de residentes para que regulen el acceso a ciertas vías públicas mediante el establecimiento de mecanismos de aplicación general. Al ejecutar esta facultad, las asociaciones de residentes establecen medidas que limitan e impiden el ejercicio de tales derechos por parte de la ciudadanía. Así, la mera presencia de un guardia en una vía pública de una urbanización puede tener el efecto de inhibir el que la ciudadanía opte por transitar por ella, y deje de utilizar las instalaciones que allí se encuentran, a pesar de la naturaleza pública de las vías e instalaciones cuyo acceso ha sido controlado. En este contexto, en los autos del caso contamos con alegaciones lo suficientemente concretas al respecto y con disposiciones reglamentarias que inciden sobre los derechos de intimidad y libertad de movimiento en ese ámbito como para que ejerzamos el escrutinio constitucional solicitado. Por otro lado, no albergamos duda de que al permitir que una comunidad controle el acceso a vías públicas, la Ley de Control de Acceso limita y, en ciertas circunstancias, inhibe la libre difusión de ideas y la plena libertad de expresión de aquellos grupos que resultarían excluidos bajo una operación del control de acceso que no garantice adecuadamente estos derechos de la ciudadanía. La exclusión de estos grupos de áreas tradicionalmente concebidas como foros públicos, presenta un potencial problema de lesión al derecho a la libertad de expresión, que nos obliga a examinar de su faz el estatuto y reglamentos impugnados. Finalmente, la importancia excepcional que reviste la Ley de Control de Acceso como instrumento gubernamental para prevenir la criminalidad refuerza la contención de que un análisis constitucional de su faz de la Ley de Control de Acceso resulta inevitable. El cierre de vías públicas y la consiguiente exclusión indiscriminada de la ciudadanía como medida para atender las necesidades de seguridad pública de múltiples comunidades en todo el país constituye un mecanismo cuyas implicaciones sociales y jurídicas alcanzan dimensiones aun insospechadas, por lo que el asunto planteado ante nos (467) amerita un pronunciamiento por parte de este Tribunal sobre la validez constitucional de su faz del estatuto impugnado. Además, en ausencia dé una actuación legislativa que defina el ámbito de intervención permisible al controlar accesos como el de autos, tenemos la ineludible obligación de expresarnos en este caso. Debemos destacar que, además de los derechos constitucionales antes señalados, los recurridos plantean que la Ley de Control de Acceso viola la cláusula de igual protección de las leyes y les priva de sus derechos libertarios y propietarios sin un debido proceso de ley. De igual forma alegan que la Ley contraviene la Sección 9 del Artículo VI de nuestra Constitución, referente al uso de fondos públicos. Examinemos en detalle estos señalamientos. A. Bajo nuestro ordenamiento constitucional nada impide que la Asamblea Legislativa delegue poderes a entidades privadas, tales como el poder para administrar o implantar una ley. Lo único que le está vedado delegar, en ausencia de autorización constitucional, son aquellas funciones estricta y exclusivamente legislativas y judiciales. Una delegación de poder a personas privadas tiene que ser razonable, en atención al propósito o meta que persigue la ley a la luz de sus circunstancias particulares. A su vez, la razonabilidad de la delegación depende de varios aspectos: (1) que la Asamblea Legislativa haya inicialmente decidido las cuestiones fundamentales de política pública relevantes al esquema de la ley, y (2) que el estatuto provea criterios o salvaguardas que eviten el ejercicio arbitrario del poder delegado. Estas últimas no tienen que mencionarse expresamente en el estatuto, siempre y cuando puedan ser razonablemente determinadas del esquema de la ley. Véase, 16 C.J.S. secs. 137, 141 (1984). En el caso de autos, la Ley de Control de Acceso delega poder tanto a los municipios como a las asociaciones de residentes para poner en vigor la legislación. Los primeros son los encargados de reglamentar y conceder los permisos conforme a unos procedimientos y criterios esbozados en la propia ley y en el Reglamento de Planificación Núm. 20. Por su parte, las asociaciones de residentes, una vez organizadas y registradas en el Departamento de Estado como un Consejo, Junta o Asociación sin fines de lucro, 23 LPRA sec. 64a (a) (Supl. 1996), han sido facultadas (468) para administrar y mantener los sistemas para controlar el tráfico y el uso de las vías públicas, según estos les hayan sido autorizados por los diferentes municipios. 23 LPRA sec. d-3 (a) (Supl. 1996). Al aprobar este estatuto, la Asamblea Legislativa de Puerto Rico llevó a cabo todas las decisiones concernientes a la política pública. En la exposición de motivos se expresa lo que persigue y la forma en que se pretende lograr dicho propósito. A lo largo de su texto se establecen unos requisitos para la presentación y otorgación de permisos. En relación con los criterios o salvaguardas que delimiten el ejercicio del poder delegado, en este caso, el ámbito de acción que le será permisible a una asociación al implantar el sistema de control de acceso, los mismos están contemplados en la ley sólo parcialmente. Aunque la Ley no establece criterios específicos que guíen a las asociaciones respecto a la amplitud de poder delegado, es decir, respecto a cómo controlar el acceso, se le delega a los municipios la facultad de definir el sistema a utilizarse y establecer los requisitos pertinentes y apropiados para cada una de las comunidades. Esta ausencia de guías no convierte la delegación en inconstitucional.10 Como es 10 El hecho de que la Ley de Control de Acceso no contemple el ámbito de acción que le será permisible a una asociación, al controlar el acceso de los no residentes, no la invalida por inconstitucional, como sostienen los recurridos. Al igual que cualquier otra ley, esta tiene que interpretarse acorde con el ordenamiento constitucional y legal dentro del cual opera. Esta legislación no adolece de ningún vicio que la invalide por ser inconstitucional de su faz, ya sea por amplitud excesiva o por vaguedad, contrario al planteamiento en el que insisten los recurridos. Al referirse a amplitud excesiva y a invalidación de su faz en el contexto de la Primera Enmienda de la Constitución Federal, el profesor Tribe señala: Of course, almost every law, such as the ordinary trespass ordinance reviewed in Marsh v. Alabama, is potentially applicable to constitutionally protected acts; that danger does not invalidate the law as such but merely invalidates its enforcement against protected activity. A plausible challenge to a law as void for overbreadth can (469) sabido, siempre que resulte posible suplir las guías de la delegación sin frustrar el propósito de la ley, no la invalidaremos. En el caso de autos, el esquema general de la Ley pauta el ámbito de acción permisible de las asociaciones al controlar el acceso. Al constituir una delegación de poder, la asociación se limitará al ejercicio del poder delegado. De igual forma, el hecho de que la Ley de Control de Acceso constituya una delegación de poder estatal implica que un individuo o una asociación no puede, amparado bajo el manto de conducta privada, violentar los derechos individuales garantizados por la Constitución ni causar perjuicio o daño a otros mediante el ejercicio del poder delegado. En la medida en que se esta controlando el uso de bienes públicos, la facultad conferida a las asociaciones de residentes esta delimitaría por los mismos parámetros que limitan las actuaciones del Estado. Por ende, si algún reglamento aprobado por alguna asociación de residentes infringe derechos constitucionalmente protegidos, el mismo será invalidado. Los reglamentos que se aprueben en virtud del poder delegado no pueden resultar onerosos ni irrazonables. Estos deben limitarse al mínimo necesario de restricciones a los derechos de terceros, sin olvidar que lo único que autoriza la ley es controlar el tráfico de vehículos de motor y el uso público de ciertas vías públicas residenciales. En este sentido nos pronunciamos en Caquías a los efectos de que: [E]l permiso que otorga un municipio debe interpretarse e implantarse de be made only when (1) the protected activity is a significant part of the law's target, and (2) there exist no satisfactory way of severing the law's constitutional from its unconstitutional applications so as to excise the latter clearly in a single step from the law's reach. Laurence H. Tribe, American Constitutional Law 1022 (2da ed. 1988) (nota al calce omitida). Según este reconocido profesor, respecto a leyes con esas características, el acercamiento apropiado en la adjudicación constitucional consiste en eliminar gradualmente, a base de un análisis caso a caso, los aspectos inconstitucionales de la ley, invalidando las aplicaciones impropias que se hagan de ella. Id a la pág. 1023. (470) conformidad con la naturaleza pública de esas vías su uso no debe hacerse indebidamente oneroso. Toda norma de control de acceso debe ser razonable a la luz de las particularidades de la urbanización en que se vaya a implantar. Caquías, supra. Recalcamos, la Ley no permite que se impida indiscriminadamente el acceso, sólo autoriza a que se controle el mismo, conforme a las circunstancias particulares de cada comunidad. La delegación efectuada por, la Legislatura a las asociaciones de residentes es limitada y la misma debe interpretarse conforme al ordenamiento vigente y al propósito de la Ley de proveerle a la ciudadanía un instrumento para prevenir el crimen en sus hogares y vecindarios, teniendo presente la naturaleza de los bienes involucrados y los derechos constitucionales de todas las partes afectadas. Examinemos estos aspectos. B. El uso de bienes públicos se encuentra regulado por la propia Constitución, la cual impone la obligación al Estado de disponer de las propiedades y fondos públicos únicamente para fines públicos, Const, P.R. art. VI, sec. 9. A tales efectos la Asamblea Legislativa tiene amplia discreción para determinar lo que constituye un fin público, P.I.P. v. C.E.E., 120 D.P.R. 580, 608 (1988); P.S.P. v. E.L.A., 107 D.P.R. 590 (1978); P.R. Telephone Co. v. Tribl. Contribuciones, 81 D.P.R. 9882, 996 (1960); McCormick v. Marrero, Juez, 64 D.P.R. 260, 267 (1944), y una vez ha hecho tal determinación, los tribunales de ordinario no la invalidarán a menos que sea palpable y manifiestamente arbitraria e incorrecta. En este contexto, las calles son bienes de dominio y uso públicos independientemente de la jurisdicción bajo la cual se encuentren, sea ésta municipal o estatal. Este carácter público de las calles se desprende de nuestro Código Civil, Arts. 255 y 256, 31 LPRA secs. 1024 y 1025 (1993); véanse además, Caquías, supra; Rubert Armstrong v. E.L.A., 97 D.P.R. 588, 616-18 (1969); Gobierno de la Capital v. Consejo Ejecutivo, 63 D.P.R. 434, 458-59 (1944); Municipio v. Smith, 27 D.P.R. 632 (1919); Saldaña v. Consejo Municipal de San Juan, 15 D.P.R. 37, 51 (1909); y se remonta a (471) los tiempos de las partidas del Rey Alfonso el Sabio. Tercera Partida, Título XXVIII, Ley VI y Título XXIX, Ley VII, 2 Las Siete Partidas del Rey Don Alfonso el Sabio, Cotejado con varios Códices Antiguos por la Real Academia de la Historia, 711-12, 736 (1972). El propio Código Civil reconoce, además, la existencia de bienes, como los terrenos en donde ubican las carreteras, calles y plazas públicas, "que aunque por su naturaleza son susceptibles de propiedad particular, pierden esta cualidad como consecuencia de la aplicación que de ellos se hace para fines públicos incompatibles con la propiedad privada". Art. 274, 31 LPRA sec. 1082 (1993). El derecho de la ciudadanía al uso y disfrute de los lugares públicos es básico dentro del esquema de valores de nuestro sistema democrático. Sin embargo, esto no significa que los ciudadanos tengan un derecho absoluto a su uso. Véase, Unión Nacional de Trabajadores v. Soler Zapata, Op. de 16 de abril de 1993, 93 CDT 60, 134 D.P.R. ___ (1993). El Estado, en el ejercicio de su poder parens patriae, puede válidamente reglamentar el uso que se le dará a las calles siempre y cuando la reglamentación o legislación adoptada al respecto no interfiera de forma irrazonable con los derechos constitucionales de los individuos.11 Pacheco Fraticelli v. Cintrón Antonsanti, 122 D.P.R. 229 (1988); véase además la Ley de Vehículos y Tránsito de Puerto Rico, 9 LPRA secs. 301, 1903 (1996) En este contexto, el derecho a la libertad de movimiento o a discurrir libremente 11 Asimismo, puede adoptar medidas para proteger la seguridad, la salud y el interés general de la comunidad, siempre que las restricciones que puedan causar al derecho de propiedad no sean contrarias al mandato constitucional que impide privar a una persona de intereses libertarios y propietarios sin un debido proceso de ley. E.L.A. v. Márquez, 93 D.P.R. 393 (1966). Ya desde 1963 el Secretario de Justicia reconoció que, como regla general, no hacía falta una previa autorización para utilizar bienes que fueran de dominio público. Sin embargo, reconoció que por razones de seguridad y de orden público podría requerirse una autorización previa del municipio para poder usarlos para determinadas actividades. 13 Op. Sec. Just. (1963), reiterado en 39 Op. Sec. Just. (1966). (472) por las vías públicas ha sido reconocido como un derecho con valor propio, y no solamente como uno necesario para el ejercicio de otros garantizados constitucionalmente. Véanse, Papachristow v. City of Jacksonville, 405 U.S. 156 (1972); Hague v. Committee for Industrial Organization, 307 U.S. 496 (1937). Sin embargo, tampoco es absoluto. El Estado puede reglamentar su ejercicio dentro de los parámetros de nuestro ordenamiento constitucional. Otro derecho constitucional en juego en la implantación de los controles de acceso del caso de marras lo es el derecho a la intimidad. Const. P.R. art. II, secs. 1 y 8. Se trata aquí del derecho a la intimidad en la información personal, específicamente en la adquisición de la información, y la retención y uso de la información adquirida.12 No es éste el caso de información sobre la vida íntima y familiar, la cual merece la mayor protección, Arroyo v. Rattan Specialties, Inc., 117 D.P.R. 35 (1986); Figueroa Ferrer v. E.L.A., 107 D.P.R. 250 (1978), sino de información que se deriva del movimiento de los ciudadanos por las vías públicas del país, ciertamente merecedora de una protección menor. Hemos afirmado que el derecho a la intimidad no se ejerce de ordinario en el vacío, sino en el centro mismo de nuestros vecindarios, y por ende, su práctica no está inmune a la intervención moderadora del Estado. Al respecto, debemos tener presente que la intromisión en la intimidad ciudadana de ordinario sólo debe tolerarse cuando así lo exijan problemas apremiantes de salud y seguridad pública. Véanse, Pueblo v. Figueroa Navarro, 104 D.P.R. 721 (1976); E.L.A. v. Hermandad de Empleados, 104 D.P.R. 436 (1975); García Santiago v. Acosta, 104 D.P.R. 321 (1975). 12 En la jurisdicción federal véanse, Nixon v. Administrator of General Services, 433 U.S. 425 (1977); Whalen v. Roe, 429 U.S. 589 (1977). Varios Tribunales de Circuito de Apelaciones han utilizado el análisis de balance de intereses como criterio de revisión a seguirse en caso s de derecho a la intimidad en la información. Plante v. González, 575 F.2d 1119 (5to Cir. 1978); U.S. v. Westinghouse Elec. Corp., 638 F.2d 570 (3er Cir. 1980); J.P. v. DeSanti, 653 F.2d 1080 (6to Cir. 1981); Barry v. City of New York, 712 F.2d 1554 (2do Cir. 1983); Tavoulareas v. Washington Post Co., 724 F.2d 1010 (Cir. D.C. 1984). Véase además, Alan F. Westin, Privacy and Freedom, 330-99 (1968). (473) Al adjudicar la controversia de autos debemos, además, tener presente que el Estado tiene la obligación de velar por la seguridad de los ciudadanos y sus propiedades. Por ende, la Asamblea Legislativa tiene plena facultad para adoptar mecanismos dirigidos a proteger a la ciudadanía y a desalentar la actividad criminal. Al aprobar la Ley de Control de Acceso la Asamblea Legislativa ponderó los intereses en conflicto y decidió adoptarla como medida para garantizar la seguridad Y tranquilidad de las personas. Véase la discusión sobre los intereses sociales en pugna tras la adopción de la Ley, en Caquías, supra (Fuster Berlingeri, J.A., Op. de Conformidad). Desde este estrado apelativo no nos corresponde expresarnos sobre la necesidad, conveniencia o sabiduría de esta pieza legislativa. Tampoco debemos sustituir nuestro criterio por el de la Asamblea Legislativa, sino únicamente determinar si la Ley de Control de Acceso conflige con el ordenamiento constitucional, si contraviene algún derecho o mandato constitucional. Un análisis del texto de la Ley de Control de Acceso advierte que la misma no autoriza los cierres de las urbanizaciones controladas ni prohíbe el acceso a éstas. Tan sólo pretende regularlo. Por ello, en Caquías advertimos que "[e]l concepto de control de acceso implica que se preserva la naturaleza pública de las calles residenciales." Caquías, supra. Al permitir algún grado de control sobre el acceso y uso de las vías públicas a las asociaciones de residentes, la Ley de Control de Acceso permite cierta intervención con los individuos que quieren entrar a las comunidades controladas. El término controlar implica el ejercicio de algún tipo de intervención con el objeto de regular, vigilar o fiscalizar, en este caso, el acceso a las vías. IImplica además una limitación en el uso de las calles. Sin embargo, trasluce del texto de la Ley de Control de Acceso que esta intervención autorizada por la Asamblea Legislativa no equivale a una incautación de la persona, y menos a un registro de ésta. Dicho poder no les fue delegado a las asociaciones de residentes. Por otro lado, como medida para salvaguardar los derechos de terceros al uso de bienes públicos, la Ley de Control de Acceso prohíbe que se le imposibilite o dificulte a los residentes externos de la comunidad el uso y disfrute de facilidades comunales, y para ello contempla la colocación de letreros que identifiquen las instalaciones y (474) facilidades públicas existentes en la comunidad. 23 LPRA sec. 64b (e) (Supl. 1996). Además, condiciona la concesión del permiso a que se dé fiel cumplimiento a la reglamentación vigente sobre acceso a las playas y a que bajo ninguna circunstancia pueda impedirse el libre acceso a la Policía, Bomberos, ambulancias y otros servicios, ya sean públicos o privados. De conformidad con lo anterior, estimamos que la determinación tomada por la Asamblea Legislativa no fue irrazonable en la medida en que la Ley de Control de Acceso no limita de manera absoluta el acceso a las vías públicas y ciertamente pretende favorecer el interés y bienestar general. Asimismo, las limitaciones al acceso y uso de las calles públicas que conlleva la implantación de la Ley de Control de Acceso no tienen el efecto de interferir con la consciencia, la mente, los pensamientos o los sentimientos del individuo. Cf. Arroyo v. Rattan Specialties, Inc., 117 D.P.R. 35 (1986). Tampoco lesionan la zona de autonomía e información que el derecho a la intimidad reconoce. únicamente reglamenta el uso de unos bienes a los cuales todos los habitantes tienen derecho de uso, en aras de salvaguardar precisamente el sosiego, la paz y la tranquilidad de la vida comunitaria, factores que anteriormente hemos reconocido que son parte del derecho a la dignidad e intimidad del ser humano, derechos de posición preferente en nuestro esquema constitucional. Pueblo v. Hernández Colón, 118 D.P.R. 891, 905 (1987); E.L.A. v. Hermandad de Empleados, 104 D.P.R. 436, 446 (1975); Sucn. de Victoria v. Iglesia Pentecostal, 102 D.P.R. 20 (1974). En este sentido, tal como lo señalara el tribunal de instancia, en la medida en que el texto de la Ley de Control de Acceso no autoriza la exclusión indiscriminada de los ciudadanos que no residen en las comunidades sometidas a este régimen, no existe conflicto alguno con los derechos a la libre expresión y difusión de ideas, ni puede hablarse de discrimen o menoscabo alguno de un interés constitucional. Véase Caquías, supra. Por otro lado, entendemos que la Ley de Control de Acceso tampoco viola la igual protección de las leyes. Debido a que la clasificación que, en todo caso, crea esta Ley sería una no sospechosa, residente y no residente, el análisis aplicable sería el de escrutinio racional. Dicha clasificación se justifica a la luz de los propósitos que (475) persigue la Ley. Véase, Arlington County Board v. Richards, 434 U.S. 5 (1977). A la luz de lo anterior, la Ley de Control de Acceso constituye una delegación válida de poder estatal a entidades privadas. Sin embargo, corresponde a los tribunales examinar cuidadosamente, caso a caso, la implantación de la Ley para evitar que se establezcan controles de acceso que rebasen los poderes delegados o que se autoricen para otros propósitos que no sean los contemplados en la Ley. Aclarado lo anterior, examinemos en detalle cómo las asociaciones de residentes recurrentes han implantado los sistemas de control de acceso que les fueron autorizados, para, dentro de ese contexto, interpretar el alcance del poder delegado. C. En los dos casos ante nos, las resoluciones municipales autorizan a las asociaciones de residentes a intervenir con los visitantes para indagar si el propósito para acceder a las calles controladas es legal. Al respecto, la secciones 7 y 9 de las Resoluciones Núms. 72 y 75 del Municipio de San Juan, e Serie 1992-93, las cuales autorizaron los controles de acceso para la calle Maracaibo y la urbanización College Park, respectivamente, igualmente establecen que: "[l]as calles aquí controladas permanecen bajo el control y jurisdicción de este municipio; por lo tanto se garantizará el acceso de personas que así lo requieran para propósitos legales...[l]a asociación de residentes hará los arreglos para garantizar este derecho y a su vez protegerse de la criminalidad". Tanto en la calle Maracaibo como en la urbanización College Park, los sistemas de control de acceso implantados funcionan haciendo uso de guardianes de seguridad privados contratados por las respectivas asociaciones de residentes. Estos guardianes privados se encargan de operar el mecanismo seleccionado, en ambos casos, una valla o portón. De los autos se desprende que, en el caso de la calle Maracaibo, la persona que opera el sistema implantado pregunta al visitante su nombre y le solicita una identificación. Resolución de la Junta de Directores sobre instrucciones al guardia de seguridad y forma de operar el sistema de control de acceso en la calle Maracaibo, 7 (476) de julio de 1994. Posteriormente le pregunta el propósito de su visita, aunque según el citado documento, la contestación a esta pregunta será voluntaria y no podrá usarse para negar el acceso. Id. El guardia anotará en un registro la marca del vehículo y el número de tablilla. Id. Por su parte, surge de los autos que, en la urbanización College Park, el guardia de seguridad le requiere a todo vehículo que no tenga adherida la calcomanía al cristal, el nombre del conductor y el número de licencia de conducir. 8 a la pág. 5. Le pregunta además la residencia o lugar a donde se dirige, y e nombre del residente a visitar, mas esta información se provee voluntariamente, por lo que no se impide la entrada a quien se niegue a proveerla. Id. El guardia procede entonces a anotar en un registro el nombre y número de licencia del conductor, así como el número de tablilla, la marca del vehículo, la hora de entrada y salida, el nombre de la persona a visitar, además de la residencia o lugar a donde se dirige. Id. Sólo cuando conste en actas una autorización por escrito del residente para que sean anotados sus visitantes en el correspondiente registro, puede anotarse dicha información en el registro. Id. En términos prácticos, los mecanismos utilizados para controlar el acceso en los casos ante nos, sea portón, valla u otro análogo, suponen un impedimento físico al acceso de aquellas personas que no cuentan con un "beeper" o tarjeta electrónica, según sea el caso. Dichos mecanismos no implican un cierre de las respectivas comunidades, pues el acceso a las mismas está supeditado al cumplimiento de unos requisitos, solicitados por los guardias de seguridad cuando el visitante se acerca a la entrada del área controlada. En torno a este aspecto de la implantación de la Ley, el ámbito de intervención con los visitantes, se traba la presente controversia. D. En la resolución del presente caso, el tribunal de instancia actuó correctamente al esbozar los parámetros constitucionales a los cuales tiene que circunscribirse la implantación de un sistema de control de acceso. Sin embargo, erró al entender que hacer compulsorio el cumplimiento de ciertos requisitos mínimos para lograr acceso a un área controlada restringía la libertad del ciudadano, lo cual activaría la protección de la Sección 10 de nuestra Carta de Derechos. Por ende, dicho tribunal erró al aplicar la jurisprudencia interpretativa de la Sección 10 del Artículo II de la Constitución del (477) Estado Libre Asociado de Puerto Rico y de la Cuarta Enmienda de la Constitución de Estados Unidos a la presente situación. No obstante, nuestra decisión no excluye la posibilidad de que la intervención que realice la persona ubicada en las entradas de la comunidad alcance el grado funcional de un arresto o incautación de la persona de forma tal que se active la protección de la Sección 10. Entendemos que dicha protección constitucional se activaría bajo el supuesto de un arresto realizado por una persona particular, debido a que la Ley de Control de Acceso no ha delegado la facultad de registrar ni allanar. Aún si resolviésemos que en la situación particular del caso de marras fuera aplicable la garantía constitucional de la Sección 10, entendemos que la intervención en cuestión no equivale a una incautación de la persona. Se entiende que una persona ha sido incautada, dentro del contexto de la Cuarta Enmienda, sólo cuando a la luz de la totalidad de las circunstancias que rodean el incidente, una persona razonable hubiera pensado que no estaba en libertad de poder marcharse del lugar.13 Por ende, en la medida en que el visitante permanece en libertad de evadir las preguntas e irse, no estamos ante una incautación de la persona. Sostenemos que la intervenciones autorizadas en los casos ante nos no activan la protección contra registros e incautaciones irrazonables. El tipo de intervención que se lleva a cabo en estos controles de acceso entre el guardia de seguridad y el visitante difiere de la que se da entre particulares cuando se trata exclusivamente de bienes privados. La intervención que ocurre en los controles de acceso tiene el propósito de velar por la seguridad de las personas y propiedades dentro de un área en que ubican bienes públicos y privados, y, como vimos, la misma es posible en virtud de una delegación del gobierno y en cooperación con éste. En la medida en que dicha intervención es de naturaleza preventiva, la misma es parecida a la que se permite realizar en las entradas de parques, estadios, coliseos y otros edificios públicos, ciertas áreas de los aeropuertos y bases militares, entre otras 13 Pueblo en Interés del Menor N.R.O., Op. de 12 de septiembre de 1994, 94 CDT 119, 136 D.P.R. ___ (1994); Pueblo v. Ruiz Bosch, 127 D.P.R. 762 (1991); Véanse además a manera de ilustración, I.N.S. v. Delgado, 466 U.S. 210, 228 (1983); U.S. v. Mendenhall, 446 U.S. 544, 554 (1980). (478) instalaciones públicas. Véanse a manera de analogía, Collier v. Miller, 414 F. Supp. 1357 (D.Tx. 1976); U.S. v. Moreno, 475 F.2d 44 (5to Cir. 1973), cert. denegado, 414 U.S. 840 (1973); Downing v. Kunsig, 454 F.2d 1230 (6to Cir. 1972); Barret v. Kunsig, 331 F.Supp. 206 (D.Ten. 1971). En los casos citados, se utilizaron mecanismos de seguridad con el propósito de evitar la comisión de actos que pusieran en peligro o atentaran contra la vida y propiedad de determinado número de personas ubicadas en cierta área. Lo crucial al validar los distintos tipos de intervenciones fue si el método utilizado resultaba ser el menos intrusivo con la intimidad. Conforme a lo discutido anteriormente, al interpretar el alcance de la intervención que podrá llevar a cabo un guardia de seguridad, el criterio rector debe ser que el medio utilizado sea el que menos interfiere con los derechos ciudadanos antes mencionados sin que se frustre el propósito de la Ley. El medio utilizado para controlar el acceso no podrá impedir a terceros, de forma discriminada, el uso y disfrute de las vías, aceras, parques y otras instalaciones públicas que ubiquen dentro del área. Así tampoco podrá interferir irrazonablemente con la intimidad de los que transitan por las vías públicas. Para salvaguardar los intereses y derechos de los visitantes, las indagaciones que podrá realizar el guardia de la entrada de los sistemas de control bajo examen se limitarán a preguntar el lugar o destino hacia donde se dirige el visitante, o, en su defecto, el propósito de la visita.14 En aquellos casos en que el residente haya autorizado el que se indague respecto a la identificación de sus visitantes particulares el guardia podrá preguntar el nombre del visitante. Estos criterios serán de aplicación, 14 Además de visitar a un residente, serían propósitos igualmente legítimos, sin pretender ser exhaustivos, lograr acceso a las playas, utilizar las facilidades comunales, ya sean educativas, deportivas, recreativas, instituciones de servicios o de otra índole (véase, 23 LPRA sec. 64b (e) (Supl. 1996). Sin embargo, a tono con las particularidades de la comunidad y sujeto a un análisis de razonabilidad, podrán establecer horarios nocturnos en los cuales no se podrá tener acceso al área sujeta al sistema de control. Las asociaciones de residentes tienen que tener presente que no podrán denegar el acceso a las calles controladas para el ejercicio de actividades constitucionalmente protegidas. (479) a su vez, en cuanto al acceso peatonal se refiere. Por otro lado, entendemos que, para cumplir con el propósito que se persigue al solicitar una tarjeta de identificación, esto es confirmar la identificación de la persona, existen medios menos onerosos e intrusivos con la intimidad, como lo sería el anotar el número de tablilla del vehículo. Por ello resulta oneroso el que la Asociación Calle Maracaibo y Vecinos Unidos soliciten la licencia de conducir u otra identificación a aquellas personas que interesen entrar a una comunidad con acceso controlado, en automóviles o como peatones. En lo que respecta a los registros de visitantes, resolvemos que sólo podrá llevarse un registro, de determinada información sobre los visitantes de aquellos residentes que así lo hubieran autorizado expresamente. Es decir, que para poder llevar un registro de los visitantes de determinado residente, éste tiene que haber consentido para ello. En dicho caso, la información que podrá incluir el mismo se limitará a aquélla que sea percibida a simple vista,15 además del nombre del visitante en los casos en que se haya provisto. En aras de reducir el riesgo del mal uso de los datos recopilados, dichos registros serán custodiados por el secretario de la asociación de residentes o por el cargo análogo, quien velará porque no se haga uso indebido de la información en él contenida. El uso que se haga del registro no puede alejarse del propósito que persigue la Ley, participar en la lucha contra el crimen y asistir a la labor de la Policía cuando se comete un crimen en el área controlada. Véase, Ley de Control de Acceso, Exp. de Mot., 1987 Leyes de Puerto Rico, pág. 6. Sólo podrán mantenerse guardados por un período de tiempo razonable limitado, transcurrido el cual serán destruidos. En atención a todos los derechos e intereses envueltos, en aras de lograr el mejor balance entre éstos, establecemos que en la implantación de los sistemas de control de acceso de marras, constituye una condición esencial notificar o advertir a todo potencial visitante de los requisitos que se le pedirán en la entrada, con el propósito de minimizar la intervención con los visitantes. De esta manera, si el visitante no está de acuerdo con ellos puede retroceder antes de detenerse frente a la persona encargada de 15 Tales serían, por ejemplo, la hora de entrada y salida, y las características del vehículo como lo son la marca, el modelo, el olor y la tablilla. (480) controlar el acceso. Las personas que se acerquen a áreas acogidas al régimen de la Ley deben estar informadas mediante la colocación de letreros que le avisen a una distancia razonable de la entrada que van a tener que parar su vehículos brevemente con el objetivo de indagar su nombre y destino o propósito. Asimismo dicho letrero deberá indicar la entidad o persona a quien pueden dirigir cualquier tipo de reclamación. Además, en cuanto se acerquen a donde se encuentre el guardia,16 no tendrán que detenerse durante más ti