Uruguay y la modernización

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Correspondiente a Unidad 3. − El Uruguay de la modernización. 1870 − 1900
Resumen sobre la agonía del Uruguay pastoril y caudillesco
La sucesión de crisis de diverso signo que azotaron este periodo (finales de los 60 comienzo de los 70),
culminó creando un vacío de poder que a la postre fue colmado por el ejército. La debilidad del Estado, la
regionalización del poder protagonizada por los caudillos, la inoperancia de los doctores principistas (y
también los candomberos), reforzaron las demandas de orden interno y crecimiento económico de las clases
altas rurales y urbanas.
El comienzo de los 70 recibió el impacto de una de las mayores revoluciones del siglo que duró dos años (5 de
marzo de 1870 al 6 de abril de 1872), congregó a 16.000 combatientes (en una población total estimada en
400.000 habitantes) y provocó enormes daños a la campaña, a los estancieros, a los comerciantes y aparejó
otra paralización en el proceso de refinación ganadera.
Precisamente el sector de las clases altas rurales fundó la Asociación Rural (el 3 de octubre de 1871) en medio
de esta revolución, denominada de las Lanzas. A su vez, grupos de las clases altas urbanas combatieron
gobiernos papelistas y poco confiables.
Todas estas clases altas juntas fueron a buscar un gobierno militar. El ejército venía a reemplazar a caudillos y
doctores, como el lanar y el alambrado desplazaron al cuero y el tasajo. (Resumen basado en Benjamín
Nahum, Manual de Historia del Uruguay, 1830 − 1903. Tomo 1, Ediciones Banda Oriental)
Fragmentos de Acta de instalación de la Asociación Rural del Uruguay
En Montevideo a 3 de octubre de mil ochocientos setenta y uno, reunidos a las dos de la tarde en el salón de
la Bolsa (...) Hubiera deseado (la Comisión iniciadora) que días más serenos para el país, permitieran que
esta importante asociación tomara desde su origen el desarrollo que indudablemente tendrá, cuando luzcan
días de paz en la República. (...) Preciso es no olvidar, que esta asociación se compondrá de todos los
hombres que se interesan en el progreso moral y material del país: y en este carácter podrán rendir grandes
servicios, porque sus quejas e indicaciones esperamos que serán bien atendidas por todos, desde que
conozcan sus móviles pacíficos y progresistas (...) Dirigir los esfuerzos de todos a la explotación de nuestro
fértil suelo, al desarrollo de la ganadería y de la agricultura, al incremento del comercio y a la construcción
de carreteras, puentes y ferrocarriles: tal será la interpretación genuina de nuestros Estatutos (...) La
propaganda benéfica de esta asociación se hará sentir hasta los confines del país, por medio de un periódico
que haga conocer prácticamente los intereses y necesidades de la campaña (...) Carecemos de un Código
Rural que deslinde los deberes y derechos del habitante de la campaña, y dilucide con equidad los puntos
controversiales, consiguiendo así, que su aplicación sea breve y expeditiva. (...) estamos en la infancia de la
agricultura y de la ganadería y tenemos que ilustrarnos en esas materias con los ejemplos y modelos que nos
suministran los países que más se distinguen en esos ramos especiales. Sin embargo Señores, todos estos
beneficios serían ilusorios si no les proporcionamos una base sólida, vale decir Paz y garantías: que harto
nos enseña la triste experiencia de más de cuarenta años de convulsiones intestinas − con pequeños
intervalos − que a no ser por la fertilidad prodigiosa de este suelo estaría ya postrado. La Asociación Rural
del Uruguay necesita para desarrollar su vida, que se disipe el humo de la guerra. Necesita de la paz, porque
sin ella no puede haber progreso: porque para mejorar nuestros ganados o fomentar la agricultura por
medio de la inmigración laboriosa, es indispensable tener seguridad individual y seguridad en la propiedad;
y la guerra señores, es la negación del derecho de propiedad en la campaña. (Documentos relativos a la
Fundación de la A.R.U. Montevideo, Imprenta a vapor Del Siglo, 1871.)
Fichas sobre_Modernización y Militarismo
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Ficha 1: Puede tacharse a Latorre de reaccionario. Porque defendió los intereses de las clases altas,
haciendo respetar la propiedad privada; porque exterminó (socialmente) al gaucho... Más cabe
preguntarse también a esos respectos: ¿pudo hacer otra cosa? Cerrado el camino artiguista, que
aseguraba la propiedad de la tierra y el progreso sobre bases democráticas y justicieras; encauzado el
país desde la derrota de Artigas en la senda marcada por la oligarquía patricia liberal, que fue
estorbada mas no contradecida, por caudillos carentes de la visión y del sentimiento popular del prócer
máximo, había que elegir entre continuar la obra iniciada o seguir en la anarquía y la parálisis. (Ares
Pons, Roberto. Uruguay: ¿Provincia o Nación?, Ediciones del Mundo Nuevo, 122 p, 1967.)
Ficha 2: Latorre encuentra la mayor oposición a su gobierno en la brillante generación de principistas del 70.
Ante los ojos de esta élite doctoral, el coronel que había asumido el pilotaje del Estado no era más que la
continuidad de la prepotencia caudillista. Pero se equivocaban. Si bien es cierto que Latorre para imponer el
orden, logró el apoyo de los principales caudillos, el signo histórico de su acción es totalmente diferente.
Latorre se sirve de los métodos de los caudillos para extinguir su poderío, canaliza el fervor candombero de la
divisa (tanto de la colorada como de la blanca) para imponer los cánones racionales del Estado moderno. La
tajante oposición doctoral es un malentendido histórico, en realidad Latorre trabajaba para ellos. Si se piensa
(en su obra), realizada bajo aquel régimen, se comprenderá que el Dictador obraba en función de las mismas
coordenadas básicas que inspiraban a la élite doctoral. La prueba de ello reside en que (...) esa misma
generación principista (es la) que hereda el poder del Estado construido por Latorre. (Ídem)
Ficha 3: La dictadura del coronel Latorre coincide con la iniciación de un nuevo ciclo en la historia
mundial. Se inicia la era imperialista del desarrollo del capitalismo que se distingue por una renovada
presión sobre los países coloniales y dependientes. (...) Nuestro país, incluido en la órbita del
imperialismo británico, recibe la exportación de capitales bajo la forma de grandes empréstitos
financieros y el establecimiento de industrias como el ferrocarril el gas, las aguas corrientes, etc. Los
cambios que se producen en el país a fines del siglo XIX deben atribuirse en parte fundamental a la
influencia ejercida por el capital extranjero. (Ídem.)
Ficha 4: Ninguno de los gobiernos uruguayos en el siglo XIX logró tan completo apoyo de las fuerzas
sociales que controlaban la economía del país, como lo logró el régimen del Coronel Lorenzo Latorre (...)
entre los miembros del alto comercio montevideano y la élite rural. Latorre sustituyó a los partidos y a los
grupos profesionales de la política. No hubo más personeros y el militar se encargó de aparecer como el
mandatario directo de los más fuertes grupos económicos deseosos de imponer la paz y el orden a cualquier
precio, aún el de renegar de la tradición y las libertades individuales. La burguesía mercantil de origen
extranjero y la clase alta rural que no sentían los principios liberales con la misma fuerza del patriciado
urbano, apoyaron y se sirvieron del régimen militarista. La prontitud con que el Gobierno atendió sus más
importantes demandas es la mejor demostración del aserto anterior. El establecimiento del patrón oro; la
reanudación de la propiedad privada y su definición jurídica y práctica; la constitución de un Estado por fin
moderno y poderoso que pudiera imponerse a la anarquía caudillista, todo ello fue su obra. (José Pedro
Barrán y Benjamín Nahum, Historia Rural del Uruguay Moderno 1851 − 1885. Tomo 1. Ediciones de
Banda Oriental, 1967.)
Ficha 5: El periodo militarista, tan nefasto en cuanto a la vigencia de las libertades públicas fue, sin embargo,
una época de grandes transformaciones económicas y sociales y además, el momento de la definitiva
afirmación y organización del Estado uruguayo. Es recién a partir de mediados de la década del setenta que
los problemas de nuestros grandes vecinos −Argentina y Brasil− empiezan a dejar de interferir directamente
en la política interna uruguaya. La aparición − en esa misma época− de las armas de fuego modernas − fusiles
Rémington y Máuser, cañones Krupp − estableció una brecha tecnológica insalvable entre el ejército de línea
y todo intento de rebelión civil. Provocada la modernización en las distintas áreas, cuando la seca autoridad
cuartelera de Latorre fue sustituida por la opulencia y el derroche de la época de Santos, el militarismo había
llegado a su apogeo y su decadencia empezaba a vislumbrarse. (José de Torres Wilson, Brevísima Historia
del Uruguay. 1516 − 1984 Ediciones de la Planta, 90 p. 1985)
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Resumen sobre América Latina en la segunda mitad del siglo XIX (1860 − 1910)
En la segunda mitad del siglo XIX y fundamentalmente desde 1870 se da la progresiva integración de
América Latina a le economía mundial. Esa integración n o es un acto que dependa de la voluntad de la región
sino que es consecuencia de la fase de desarrollo que alcanza el capitalismo a en el siglo XIX y especialmente
a partir de 1872 la etapa denominada Imperialismo.
Las potencias imperiales (primero Inglaterra, luego EEUU) en estrecho vínculo de interés con las con las
clases altas de los diferentes estados latinoamericanos, logran instalar un modelo económico social en esta
región, basado en la introducción de capitales bajo la forma de grandes empréstitos financieros y el
establecimiento de industrias como el ferrocarril, el gas, etc., que permiten controlar las débiles economías
locales ampliando la dependencia con el exterior.
Se inicia una etapa que los economistas han llamado modelo latinoamericano de crecimiento hacia afuera.
¿En que consistió este modelo?
En que las economías del área crecen por:
• el aporte del capital extranjero
• las condiciones favorables del mercado internacional para la colocación de los productos
latinoamericanos.
¿Cómo es que entonces afirmamos que se amplía la dependencia económica cuando crece la economía?
• En primer lugar, las ganancias del capital extranjero no eran volcadas para el beneficio de las frágiles
repúblicas, sino que volvían de su lugar de origen
• En segundo lugar, por más que las condiciones del mercado internacional fueran favorables, América
Latina, no tenía el control de ese mercado.
• En tercer lugar, las crisis periódicas del sistema capitalista mundial afectaban en forma más dura a las
economías latinoamericanas obligadas a mantener un modelo monoproductor.
América Latina creció entonces, pero hacia fuera, es decir fundamentalmente lo hizo en beneficio de los
imperios. Esto se llevará a cabo de acuerdo a las características políticas e históricas de cada país y a la
conformación de los grupos de poder de cada uno de ellos. Por tanto las formas de gobierno serán de lo más
variadas. En Uruguay este proceso abarca lo que llamamos modernización y se plasma ya en gobiernos
militaristas como los que inicia Latorre o gobiernos civilistas y constitucionalistas, con componentes
oligárquicos como los de Julio Herrera y Obes.
Precisamente a poco de llegar a la presidencia en el año 1890, Julio Herrera y Obes, líder del partido colorado
y especialmente del colectivismo exclusivista afirmó: Me siento como el gerente de una gran empresa cuyo
directorio está en Londres
Sin embargo a fines del siglo XIX, el Uruguay tuvo características económicas que lo singularizaron en el
contexto latinoamericano. Producía alimentos − la carne − y satisfacía otras dos necesidades básicas del
hombre, su calzado, con el cuero, y su vestimenta con la lana. Sus mercados externos se habían diversificado
en vez de tender a la dependencia de un solo comprador. Brasil y Cuba consumían su tasajo; Francia,
Alemania y Bélgica, sus lanas; y Gran Bretaña y Estados Unidos, sus cueros. Al comprarle Europa
mercaderías que ella también producía, el Uruguay gozó de una renta diferencial elevada, por cuanto Europa
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mantenía sus ganados con más altos costos de explotación. Estimaciones recientes del ingreso per capita en el
siglo XIX, realizadas en base a al 15% de las exportaciones, permiten sospechar un elevado ingreso el
Uruguay de 1870 − 1900: 317 dólares per capita en 1881 − 1885, por ejemplo comparable y superior al de los
Estados Unidos y muy superior al atribuido al Brasil.
Debemos anotar también que el librecambismo británico −y europeo en general− fue una pieza clave de
este sistema económico en el cual el Uruguay vendía a Europa mercaderías que competían con su
producción agraria. Mientras ese libre cambio duró − y lo hizo hasta la crisis mundial de 1929 −
Uruguay tuvo un lugar económico seguro y rentable en el mundo. (el entrecomillado de los últimos dos
fragmentos corresponde a José Pedro Barrán, en la página Web de la Universidad de la República,
Facultad de Humanidades)
Fichas de estudio sobre las bases de la modernización y el Uruguay de la segunda mitad del siglo XIX
Ficha 6: Los gobiernos de los militares colorados Lorenzo Latorre (1876 − 1880), Máximo Santos (1882 −
1886) y Máximo Tajes (1886 − 1890), fueron los que asentaron el poder central, dominaron los caudillos
rurales y tronaron los alzamientos sino imposibles, difíciles. El Estado y el ejército gozaron desde ese
momento de la coacción física, en parte porque el armamento era ya costoso y de difícil manejo para los
gauchos − el fusil Rémington de repetición y la artillería Krupp hicieron su aparición −; en parte porque los
medios de comunicación (telégrafo) y transportes (ferrocarril) fortalecieron el poder montevideano; en parte
porque la sociedad y la economía estaban cambiando y se oponían a las costosas rebeliones del pasado.
También contribuyó el afianzamiento de la paz interna, el fortalecimiento del sentimiento nacional que ya no
admitió la internacionalización de los partidos uruguayos y sus alianzas con los federales y unitarios
argentinos o los bandos brasileños. (...) Desde este ángulo, la Revolución de las lanzas (1870 −1872) fue la
primera guerra civil puramente uruguaya. A los militares sucedieron los gobiernos civiles, presidencialistas y
autoritarios, de Julio Herrera y Obes (1890 − 1894) y Juan Idiarte Borda (1894 − 1897). Al exclusivismo
colorado y sus manipulaciones electorales respondieron las revoluciones blancas capitaneadas por el caudillo
rural Aparicio Saravia. Su levantamiento en 1897 fue la base de un gobierno colorado de compromiso con los
blancos, el de Juan L. Cuestas (1897 − 1903). (también) Aparicio Saravia dirigió en 1904 la última gran
revuelta rural (...) y así, en 1897 y 1904, los blancos alzaron las modernas banderas del respeto a la voluntad
popular en las elecciones y la representación proporcional de los partidos en el Poder Legislativo. (José Pedro
Barrán, en la página Web de la Universidad de la República, Facultad de Humanidades)
la base social: los estancieros empresarios
Ficha 7: El dominio de la vida económica real, en una evolución lenta pero firme, pasó a hombres
nuevos; muchos, inmigrantes arribados al país después de la independencia; otros, miembros de
familias de origen español no destacados durante la Colonia y la Revolución, pero ahora, mediante el
empuje económico de alguno de sus miembros, expuestos bruscamente a la luz pública. Puede
afirmarse que hacia 1860 el proceso había ya cristalizado y que los principales rubros de la economía
urbana se hallaban en poder de esta nueva clase (...) El patriciado, sin embargo, no desapareció.
Despegado de la actividad económica (...) arruinado muchas veces por la misma anarquía
revolucionaria en que el país vivió durante su predominio poseyó, durante estos años, no sólo el
predominio de la cosa pública, sino también otro prestigio: el que surgía de su estilo, culto y señorial. El
patriciado, aunque cada vez más sustituido en lo económico, brillaba todavía por el status elevado que
le confería el pasado − su identificación con la nación desde los más lejanos tiempos −, la cultura y la
política. En este brillo debemos buscar la causa de un hecho social fundamental: la nueva clase no lo
desplazó por completo, lo correcto sería decir que se dejó influir por él e incluso se unió a él (las
alianzas matrimoniales jugaron en ello un papel decisivo). La inserción paulatina de un grupo en el otro
será esencial para explicar algunas fallas − y muy importantes − de nuestro frustrado desarrollo
económico del siglo XIX. El espíritu de empresa y aventura del burgués capitalista inmigrante o nativo,
se apagó ante el fuego (...) del grupo con más rango social: el formado de los patricios. En el medio
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rural las cosas ocurrieron exactamente igual que en el medio urbano (...) Hacia 1870 puede afirmarse
que existía en la campaña una nueva clase formada en su mayoría por hombre no pertenecientes a la
jerarquía social tradicional (...). La virtud de la nueva clase iba a residir (en) la apertura sicológica al
cambio, en la recepción apasionada de este y en el tono combativo con el que lo procuró implantar. El
ovino que, requería un nuevo bagaje técnico, conmovió las estructuras sociales, afianzando a los
hacendados progresistas, como se le llamó en la época (...) La crisis de depresión (1869 − 1875) fue el
otro gran impulso que afianzó a este nuevo grupo. La crisis actuó como incitación para el cambio
colocando sobre el tapete la necesidad vital de una transformación para evitar, no solo la repetición de
fenómenos similares, sino incluso la propia desaparición económica del país por la no adaptación al
mundo de la oferta mundial. (...) La nueva clase alta rural por cierto que no se enseñoreó del país en su
totalidad (...) El carácter minoritario del movimiento es esencial ya que de él se desprenden
consecuencias muy importantes: una de ellas es la escasa velocidad con que se promovió el cambio
esencial, la mestización, y otra la frustración regional del mismo en el ya señalado Norte (donde la
mayoría era terratenientes tradicionales de origen brasileño). Además, un factor que debilitó a las
fuerzas renovadoras, fue como en el caso urbano, la gradual inserción de la nueva clase alta rural en las
filas del patriciado. Allí los efectos revistieron las mismas características que en la ciudad:
debilitamiento del espíritu de empresa. Por los años que estamos analizando, sin embargo, 1876 −1885,
la nueva clase rural mantenía todavía en alto los principios favorables a una modificación de la
estructura económica nacional. (José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, Historia Rural del Uruguay
Moderno 1851 − 1885. Tomo 1. Ediciones de Banda Oriental, 1967.)
la base ideológica: la Asociación Rural del Uruguay (ARU)
Ficha 8: (La ARU) fue el fruto de dos factores coaligados. En primer lugar, su origen más cierto se
encuentra en la propia consolidación de lo que hemos llamado la nueva clase alta rural, y este grupo
sólo se afianzó definitivamente con el triunfo del ovino (1860 − 1868). En segundo lugar la ARU fue la
respuesta organizada de los terratenientes progresistas a la situación crítica por la que atravesaba el
país desde 1869 (...) La ARU surgió de tal manera como la definitiva respuesta que la nueva clase dio a
la crisis. La depresión volvía imprescindible el amparo del Estado. La liberación de los derechos de
exportación, la policía rural, la definición del derecho de propiedad, todo ello debía ser la obra del
gobierno. Para obligarlo a definirse, para presionarlo, en una palabra, debía nacer un gremio. (...) La
ARU tal cual fue programada debía ser el vehículo de la trasformación rural, aquel que convertiría el
oscurantismo pastoril en la ganadería agronómica, aquel que eliminaría las causas de la guerra civil
ambientada en un régimen de explotación primitivo y bárbaro, al introducir la agricultura como
ocupación de los gauchos sueltos y los minifundistas ganaderos. (...) La influencia de la ARU en los
destinos del país no puede estimarse (...) en función exclusiva de su número de socios. La exigüidad de
estos no revelaba en todo caso, sino la debilidad del grupo de los hombres nuevos dentro del contexto de
la sociedad tradicional (...) La Revista (de la ARU) fue el arma propagandística más eficaz de la
Asociación (...) Si este fue uno de los caminos que eligió el gremio para lograr influencia, no constituyó,
por cierto, ni el único ni el más importante. La ARU se comportó desde sus orígenes como un típico
grupo de presión, representativo de los intereses de la nueva clase alta rural (...) El rasgo más peculiar
(...) de la ideología (de la ARU) fue la incentivación en la modernización. En este sentido, la Revista de
la ARU fue el vehículo más apropiado para la difusión de las nuevas ideas rurales en el interior del país
(...) En forma abierta y clara, esa ideología acentuaba los valores de las virtudes burguesas − trabajo,
ahorro, frugalidad − frente a los de la sociedad tradicional (...) Cambiar, modificar, desarrollar son las
palabras más comunes que se encuentran en sus escritorios, reveladores de una mentalidad nueva (...)
La ideología de la ARU fue una ideología de clase. De una clase fundamentalmente ganadera que llegó
al predominio económico basada en sus inmensas extensiones de campo y sus numerosas cabezas de
ganado. Como lógica consecuencia, vieron en la ganadería la fuente de riquezas del país, como que
también era la fuente de riqueza personal (...) Partirán así de un típico razonamiento clasista: lo que es
bueno para la ganadería, es bueno para el país; y todo lo que signifique adelanto para aquella se
traducirá en progreso para éste (...) En este esquema. La agricultura no tiene un papel autónomo sino
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subordinado a la ganadería (...) Pero cuando el cierro de la propiedad deje sin ocupación a mucha
gente, la Rural encontrará en la agricultura la actividad necesaria para estos hombres (porque) la
agricultura sedentariza, y le hace cambiar al gaucho los hábitos nomádicos y levantiscos de vida, al
mismo tiempo que elimina una posible competencia. En la cría de ganados, actividad reservada para un
grupo social (...) La agricultura se convertirá así en una actividad útil, más que por sus posibles
resultados económicos por su función tranquilizadora del medio (...). (Ídem).
la base política: la creación del Estado Moderno y el Militarismo. 1876−1886
Ficha 9: − El militarismo y la clase alta urbana: Culminando la crisis política y la depresión económica en
el año terrible de 1875, y luego de un corto interregno bajo el gobierno de Pedro Varela, los militares dirigidos
por el coronel Latorre se adueñaron del Estado, el 10 de marzo de 1876. (...) Sin duda, el primer grupo de
presión que conformó la nueva situación fue el ejército. Ampliado en sus cuadros por la Guerra del Paraguay
(1865 − 1870) y la Revolución de las Lanzas (1870 − 1872), el ejército uruguayo se profesionalizó,
apartándose de aquellas características que siempre lo habían convertido en un simple sucedáneo de los
partidos políticos tradicionales (...) El ejército, sin embargo, más durante Latorre, menos durante Santos, fue
el personero de otros grupos de presión; actuando a través de su dirigente principal, Latorre, las llamadas
clases conservadoras. La clase superior urbana dedicada al fuerte comercio de importación y exportación, a la
actividad bancaria prudente y asentada (el Banco comercial, el de Londres), a la actividad saladeril, se agrupó
en la Bolsa de Comercio constituyendo su primer soporte y el más directamente beneficiado por le gobierno
militar (...). El dictador pagó de inmediato su deuda con la clase superior urbana (...). El Estado se hizo cargo
de inmediato de toda la emisión circulante de papel moneda sin respaldo en oro y comenzó a extinguirla a
medida que permitía el pago de impuestos con ella (...). El uso de las rentas del Estado para este fin traía
aparejados problemas que el Coronel resolvió con mano de hierro. Afectados buena parte de los recursos
normales de la Nación a la extinción del papel moneda y ante la disminución de los mismos, el gobierno llegó
a cierto relativo equilibrio presupuestal disminuyendo el número de funcionarios públicos, rebajando los
sueldos de los mismos y ejecutando un plan de estricta economía del gasto público (...). (Ídem)
Ficha 10: − La creación de poder estatal. El país, caracterizado hasta 1876 por gobiernos centrales
inoperantes y estériles en lo que a control de todo el Uruguay se refiere, no ofrecía la base políticas que
todos los cambios económicos requieren (...) Refinar las razas ovina y vacuna; alambrar los campos;
promover la agricultura y las praderas artificiales, todo ello era imposible en el Uruguay anarquizado
de blancos y colorados, de caudillos y doctores. El amparo a la propiedad privada (...) sólo podía
lograrse a través del Estado moderno (...) Seguridad y orden, pero también fomento de la construcción
de caminos, puentes y ferrocarriles, incluso universalización de la educación, por lo menos primaria,
todo ello constituía una base mínima de la cual partir para transformar el país (...) La modernización
de la sociedad y la economía estaba supeditada a la modernización del Estado. Su largo alcance y
rapidez de tiro (del Rémington) lo convertían en el arma clave para lograr el triunfo definitivo de la
infantería. Su elevado costo lo ponía fuera del alcance de las patriadas, organizadas casi siempre en
medio de enormes dificultades financieras. El Rémington era el mejor amigo del fortalecimiento del
gobierno, la salvación contra la anarquía que provocaba la espontaneidad revolucionaria en que el país
vivía (...) El Rémington primero y el Máuser después, al tecnificar la guerra y elevar el costo de las
campañas militares operaron a favor del gobierno, ya que este poseía los controles del único personal
especializado en su manejo − el ejército de línea − y el aparato financiero para procurárselo (...) Las
comunicaciones operaron también (...) a favor del poder coactivo del Gobierno y la autoridad central
montevideana. Junto al aparato militar, ellas constituyeron los caminos que más transitó el gobierno
para lograr la modernidad, o sea, reasumir el poder atomizado en los caudillos regionales (...) El poder
regional recibía un golpe de muerte con la unificación política que el ferrocarril y el telégrafo
provocaban e los caminos que más transitó el gobierno para lograr la modernidad, o sea, reasumir el
poder atomizado en los caudillos regionales (...) El poder regional recibía n el Uruguay gobernado por
los militares. La rapidez de las comunicaciones hacía innecesarias las autonomías de los jefes políticos
(...) Así como el poder coactivo del Estado se reforzó integrando al Uruguay las más modernas técnicas
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(...) así también se se perfeccionó el aparato administrativo y jurídico, poniéndolo a tono con las nuevas
realidades que el país exigía. A mediados de 1877 fue reorganizado el servicio de Correos (...) (y en
materia judicial) el dictador fue sustituyendo paulatinamente a los alcaldes ordinarios por Jueces
Letrados departamentales, con lo que la administración de justicia ganó en tecnicismo y en eficiencia.
La promulgación de los Códigos de Procedimiento Civil e Instrucción Criminal (1878) se vinculó al
mismo deseo: modernizar, haciendo más ejecutivos los juicios y delimitando de una vez los
procedimientos que se arrastraban casi incambiados y complejísimos desde la época colonial (...) El
triunfo más espectacular en el camino de la modernización, lo logró el dictador mediante una paradoja
(...) Decidido, aún sabiendo que rompía deliberadamente con toda su generación, José Pedro Varela
ofreció sus servicios al gobierno dictatorial y logró que se aprobase la famosa ley de Educación de 1877.
Ella fue el andamiaje sobre el que se desencadenó el desarrollo revolucionario de la instrucción
primaria en la capital y en la campaña (desarrollo que para Varela tenía la doble virtud de eliminar la
ignorancia y el primitivismo a la vez, que por medio de la cultura, fundar una auténtica vida
democrática, impidiendo para el futuro gobiernos militares similares al que estaba sirviendo) (...) lo
cierto es que la reforma se inscribía dentro de un plan orgánico de puesta al día del Uruguay que el
dictador tuvo la habilidad de comprender y apoyar. (Ídem)
Ficha 11: − La campaña y el Código Rural Lo primero que exigió la clase alta rural del Gobierno
Provisorio − y obtuvo− fue el establecimiento de firmes garantías a la propiedad privada de la tierra y los
ganados (...) Las policías auxiliadas con eficacia por ejército, practicaron durante toda la dictadura un sistema
ejecutivo para concluir con la anarquía y el bandidaje (...) A raíz de estas medidas es que el ideólogo de la
ARU, Domingo Ordoñana escribió en 1876 la frase más célebre de la historia rural: Va siendo habitable la
campaña, lo que significa decir que se van resolviendo los problemas de seguridad en la vida y en la
sociedad. El gobernador provisorio (Latorre) no escatimó esfuerzo − ni violaciones de los derechos
individuales para hacer habitable la campaña (...) El Código Rural, el cercamiento de los campos y la
organización de la policía constituyeron la tríada sobre la que la ARU basó su alianza con el régimen
militarista. Fue también ese instrumento jurídico, la definición más completa que desde el punto de vista del
derecho podía lograrse en la época, sobre la propiedad de las tierras y el ganado. El Código era en buena parte
la prueba jurídica de que la clase terrateniente se consideraba ahora segura de sus propiedades. Aparecía como
la superestructura legal que venía a culminar un largo proceso en el cual la propiedad burguesa de la tierra
había sido discutida por el país de las guerras civiles y los caudillos (...) El Código trataba de muy variadas
materias pero tenía una unidad de concepción que se la brindaron sus ideólogos, grandes propietarios
progresistas, fundadores de la ARU. La propiedad de la tierra era rigurosamente definida y se buscaba la
obtención de títulos perfectos sobre la misma; existía la obligación del deslinde y el amojonamiento; se
pretendía eliminar al estanciero minifundista que aprovechaba el campo grande del vecino, facilitando el
alambramiento e imponiendo grandes multas a los propietarios de haciendas dispersas. La propiedad de la
tierra era, sin embargo, solo un capítulo. La propiedad del ganado era su complemento ineludible. Debía
establecerse un sistema racional de marcas y señales, no pudiendo existir dos marcas iguales en todo el
territorio nacional (...) Como coronación de todo el edificio conceptual de este derecho burgués, se legislaba
sobre las policías, las pulperías y las peonadas, buscando el afianzamiento de las primeras, el control de las
segundas para eliminar los factores morales disolventes de la mano de obra (juego, alcoholismo, etc.) y la
estabilidad de la últimas, poniendo trabas a la libertad personal del asalariado rural contratado por escrito por
su patrón. El código de 1879 introdujo dos variantes fundamentales (...) En materia de abigeato (...) se
establecía que el que cometiera este delito sería penado en prisión y trabajos públicos. Si el abigeato se
cometía en animales de razas especiales (europeas) la pena podía aumentarse. Por lo tanto, la nueva
legislación suprimía (la posibilidad) de que el estanciero rico pudiera librarse de la cárcel pagando la multa, y
estatuía una pena igual para todos: la prisión. El culto de la propiedad privada, cayera quien cayera, ese era el
lema de la concepción burguesa del derecho, cayera incluso el gran propietario. El segundo aspecto reformado
− el más importante pos sus proyecciones sociales − fue el referente a los cercos de las estancias (...) Para
agilitar el cercamiento, impedir que los minifundistas continuaran abusando de la gran propiedad y obligar al
lindero que aprovechaba el cerco vecino a contribuir a su erección y mantenimiento, la comisión estipuló la
medianería forzosa (...) La Comisión Reformadora informó que esta medida está llamada a operar una
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transformación de inmensas consecuencias para los intereses rurales del país, impulsando el cierre
inmediato de la propiedad y con él, la consecución de los valiosos beneficios que antes se indicaron (...) A
nadie se obliga a cerrar su campo; y si se impone el pago de la medianería (...) ello no menoscaba de ningún
modo el derecho de propiedad, ni importa otra cosa que una justa compensación por el beneficio que se
recibe. El Código Rural contribuyó en líneas generales, a afianzar en lo jurídico el cambio económico que los
rurales progresistas propugnaban. Al definir la propiedad de la tierra y el ganado (...) el Código contribuyó a
valorizar los bienes existentes en el medio rural y permitió la introducción de nuevas técnicas de explotación,
ya que las garantizó (...) La puesta en práctica del Código concluyó además con los ganaderos de nombre,
aquellos que al decir de Ordoñana poseían solo ganados y carecían de tierras, los minifundistas. (...) Su
función de reafirmación de la propiedad privada − y de afianzar a la clase que la detentaba − no concluyó
aquí. La reforma de 1879 acentuó esos rasgos. La ARU manifestó desde el principio su disconformidad con
ella (...) Si los grandes propietarios que habían hecho las reformas de 1879 deseaban imponer el cercamiento
para obligar a los pequeños ganaderos (...) a vender tierras y ganados y dedicarse a la agricultura, que tal fue
su intención según Ordoñana, el resultado, lejos de modernizar la economía del país, la iba a cristalizar,
impidiendo su evolución. El pago de la medianería forzosa consolidó el latifundio, arruinó al pequeño
hacendado, debilitó al mediano y constituyó uno de los principales elementos que conspiraron contra el
desarrollo integral del medio rural. (Ídem)
la base técnica: el alambramiento de los campos
Ficha 12: − Causas del alambramiento Las ventajas que el alambrado proporcionaba al estanciero eran
múltiples. En primer lugar, fijaba con claridad el límite de la tierra que cada uno poseía, hecho fundamental en
una época donde la indefinición de la propiedad era la regla y los pleitos que de ellos resultaban múltiples (...)
Ahorraba mano de obra, porque ya no se necesitaba gente para recoger la hacienda dispersa o para parar
rodeo, lo que permitía hacer fuertes economías en salarios (...) Uno de los males más importantes que
afrontaban los estancieros de antaño era la disparada de los animales asustados, o la dispersión provocada por
las sequías. El alambrado lo curaba radicalmente. Salía más barato alambrar que perder cientos de animales
que se alejaban en busca de aguadas. Favorecía notablemente la cría del ovino (...) El refinamiento del ovino y
el cercamiento de los campos fueron dos procesos que se desarrollaron paralelamente. El mismo benéfico
resultado tenía para el bovino. No se podía pensar en el mestizaje controlado y seguro sin la existencia de
potreros y éstos sólo se podían hacer de alambre. Por otro lado, el alambrado constituía una valla impuesta a
las recorridas ajenas del campo. Cualquiera podía cruzarlo, espantando al ganado, dificultando su engorde, y
en más de una ocasión, cuereando algún animal alejado (...) Desde este punto de vista, el cerco significó
ponerle puertas al campo, custodiarlo mejor, asegurar los bienes que contenía. Trajo consigo una afirmación
de la propiedad: ello explica que todos los estancieros, tradicionalistas y progresistas, lo hayan adoptado
velozmente. Pero los últimos, además le dieron un significado económico: la subdivisión de potreros permitía
el mestizaje, es decir, lograr más carne y más lana en menos tiempo, y por lo tanto, más ganancias (...) En la
revista de la ARU del 15 de agosto de 1881, se calculaba que en 1789, según declaraciones de la Contribución
Directa, existían 7.685 suertes de estancia en todo el país. Si se alambraron 4.906 hasta 1882, quedaron sin
alambrar 2.779, o sea, 36% del total (...) Del 64% alambrado sólo un 13% lo hizo entre 1872 − 1876; el
restante 87% lo hizo entre 1877 − 1882 (...) si bien el costo del alambrado fue bajando, las primeras
inversiones fueron altísimas, superando en 1874 a la tercera parte del valor de la tierra. Luego, gracias a la
medianería forzosa, su costo que alcanzaba a la cuarta parte de ésta, bajó a la octava en 1879, para pasar
finalmente de la sexta a la doceava parte en 1882. (Idem)
Ficha 13 − Las consecuencias económicas del alambrado. Después del ovino, el alambrado fue el segundo
elemento transformador de la estructura económica rural (...) (La) alimentación y (la) cruza, tienen en su
origen al alambre. Por eso es que lo consideramos como el elemento técnico básico de nuestra modificación
de estructuras. Lo que el tractor fue para los países agrícolas, lo constituyó el alambre para el nuestro
ganadero (...) En lo relativo a la cruza, el papel del alambre es clarísimo; pero también va a crear un nuevo
tipo de trabajo con el ganado: la invernada, es decir, el engorde calculado de los animales para venderlos en
los meses en que la hacienda es escasa y el consumo encuentra dificultades para proveerse (...) Pero hay otras
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ventajas, que si bien secundarias, pesaban considerablemente en el conjunto de la explotación ganadera. Por
ejemplo, el cerco disminuye el pisoteo y la pérdida de los pastos por el ganado vacuno, de manera que cuando
hay sequía, los campos alambrados se conservan bien mientras que los sin cercar no tienen pastos. Cuando
hay alguna epidemia, los animales pueden ser aislados en potreros lejanos (...) También se economiza en
sueldos de peones, que ya no se necesitan para recoger ganado que no pueden escapar de los límites de la
propiedad; ni representa problema de estampida; ni los propietarios de mucho ganado y poca tierra pueden
utilizar la de los vecinos, como hacían antes. (...) (Los pequeños estancieros fueron perjudicados) por el
alambrado hasta tal punto que se puede sostener que el alambre eliminó el minifundio ganadero, y aún
muchos medianos propietarios se vieron obligados a vender sus tierras por el costo del cercado. Es que, como
ha pasado siempre en nuestro medio rural, las inversiones importantes sólo las pueden hacer los grandes
propietarios; los pequeños, colocados en situación de desventaja productiva por no poder alambrar, o por estar
obligados a pagar una medianería que les imponía − por ley − su vecino más poderoso, tenían que vender
ganados o tierras (...) La conclusión lógica es que el alambrado favoreció la gran propiedad. Por ello lo
apoyaron con fervor tan inusitado los hacendados rutinarios. Se puede decir que el alambrado fue el único
objetivo de la prédica de la ARU que se cumplió completamente; pero no porque la campaña entera quedara
subyugada por su propaganda renovadora, sino porque el cerco consolidaba definitivamente la estructura de la
propiedad de la tierra que regía en ese momento en el país. (...) Por eso el alambramiento fue general, por eso
los tradicionalistas no discutieron la prédica de los progresistas (...) Pero lo que importa enfatizar ahora es que
el alambre, al delimitar la propiedad, marcar la tierra, fijar la posesión, llevó fatalmente a la consolidación del
latifundio y de la sociedad tradicional. Ambos, pero sobre todo el primero, fueron obstáculos insalvables para
la creación de un desarrollo económico rural viable. Por defender sus intereses de clase, los rurales mutilaban
su propio empuje progresista, destinándolo a la frustración. Predicaron el alambramiento aún sabiendo que
consagraban y hasta agrandaban − por las ventas de los pequeños propietarios − el latifundio. Creyeron,
quizás, que podrían superar esta valla contagiando al latifundista rutinario con su espíritu de progreso y
adelanto; se equivocaron radicalmente. El latifundio fue más fuerte que ellos: aceptó el alambramiento para
fortificarse, pero el segundo paso, perfeccionar al máximo la explotación, no lo dio nunca; no tenía interés de
darlo (...). (Idem)
Ficha 14: Consecuencias sociales del alambrado. A medida que avanzaba la década de 1870 y con ella el
crecimiento, los peones, agregados y puesteros iban quedando fuera de las estancias, y arrastrando su miseria
por los lindes o precoces rancheríos y suburbios de los pueblos del interior (...) Las tareas de campo que más
trabajo humano necesitaban eran los rodeos y los apartes. Estos se hacían para apartar los animales de
distintos dueños, mezclados a consecuencias de una estampida, la sequía o las conmociones políticas; o para
separar los destinados a la venta, etc. El alambre eliminó todo ese trabajo: el ganado que no se podía escapar,
ni se podía mezclar, ni se podía perder. Muchos peones fueron despedidos (...) También fueron despedidos los
agregados y puesteros (...) despedir al puestero − centinela, ahora inútil, y expulsar a los agregados que ya no
tenían en que ocuparse, fue visto como una medida ineludible de racionalización del trabajo y ahorro (...) Pero
todavía hay un tercer sector de perjudicados por el alambramiento: los pequeños poseedores que residían en
los límites indefinidos de las grandes estancias, viviendo un poco sobre cada una, y pastoreando así sus
escasos animales. Al tenderse el cerco, el linde se fijó con absoluta precisión; ya no quedaron terrenos
indefinidos, ya no hubo donde asentarse. El minifundista ganadero, ocupante simple de la tierra, fue a reunirse
con los peones, agregados y puesteros, fuera de los límites de la estancia. (...) A lado de estos tres grupos de
desplazados, hay que ubicar, además, a los pequeños y medianos propietarios, que, tarde o temprano, tuvieron
que vender (...) Aquí, en el Uruguay del '70 (...) ¿qué salida quedaba para el peón que durante generaciones
había vivido de y para el vacuno, sin otros conocimientos de los que daba la estancia o el puesto?. Ninguna,
porque no se puede considerar al ejército o al rancherío como solución económica, ni para el hombre ni para
el Uruguay. El campesino europeo o estadounidense desplazado encontró un lugar en la actividad productiva
del país, adquirió en fábricas conciencia de su propia clase social, se organizó presentando una fuerte lucha a
la clase social poseedora. Pero nuestros criollos desplazados, sin posibilidades de inserción en la vida activa
del país, quedaron en el campo, incultos, desunidos, inconscientes de su pésima situación social, inhabilitados
por el medio para comprenderla y reaccionar. Quedaron doblemente marginados: no sólo de la estancia, sino
también del país, fuera de su función económica, fuera de su esfuerzo para el progreso, fuera de todos los
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beneficios, que éste podía aparejar. Y esta es la segunda consecuencia de signo negativo − la primera fue la
consolidación del latifundio − que hay que atribuir al alambrado. (...) (Idem.)
la base económica: el rendimiento de la estancia.
Ficha 15: La ganancia que los estancieros obtuvieron del capital invertido durante el primer año de giro de
una estancia puede considerarse como muy importante ya que, basándonos en sus propias estimaciones,
concluimos que osciló alrededor del 18% (entre 1861 − 1881, período para el que contamos con los datos más
confiables). ¿Qué otro negocio en la época podía dar semejante interés en el primer año de inversión?
Solamente la usura montevideana: sobre los préstamos hipotecarios se cobraba entre el 18 y el 25 % anual (...)
Restablecido el orden con el militarismo a partir de 1876, sus ganancias readquirieron el altísimo nivel
normal, capacitándolas para emprender la tarea del cercamiento. Como conclusión final (...) debe subrayarse
que la crecida ganancia que obtuvieron de la explotación de la estancia, fue uno de los elementos
capitalizadores de la campaña y de fundamental importancia para permitir el peculiar desarrollo económico
impulsado por los hombres de la ARU. Sin capital no hay desarrollo. Se los dio el ganado, el primitivismo
técnico y el peón.. (Idem)
Resumen sobre la Reforma Educativa de José Pedro Varela
Antes de esta reforma la enseñanza se encontraba bastante atrasada en sus conceptos científicos y en sus
objetivos con respecto a las necesidades sociales del momento, pero todavía la distancia era mucho mayor por
la prolongada inmovilidad del sistema de enseñanza, mantenida casi en los mismo objetivos y métodos de los
últimos tiempos de la Colonia. Por otra parte, la instrucción primaria se cumplía en forma restringida y
defectuosa. Era frecuente que la designación de maestros recayera sobre personas sin preparación adecuada.
Las penurias del erario repercutían aún más en el sostenimiento de una escuela supuestamente gratuita. Al
criterio de la autoridad impuesto de un modo mecánico y absoluto sobre los alumnos se agregaba el empleo
exclusivo de la memoria dando un resultado atroz, dado que en muchos casos excedía la capacidad de
comprensión del niño. Según José Pedro Barrán el triunfo más espectacular en el camino de la modernización,
lo logró el dictador mediante una paradoja. El realismo político que se empezaba a infiltrar junto al
positivismo filosófico en la generación principista hacia 1875, determinó la singular evolución ideológica de
José Pedro Varela. Decidido aún sabiendo que rompía deliberadamente con toda su generación transida de
idealismos afrancesados y que se condenaba al aislamiento y al repudio de sus amigos liberales, José Pedro
Varela ofreció sus servicios al gobierno dictatorial (...) A fines 1877 funcionaban en todo el país 196 escuelas
municipales con 17.541 alumnos inscriptos. Tres años después, el número de escuelas públicas había
ascendido a 310 y el de alumnos a 24.785. La reforma vareliana de cuyos tres principios fundamentales −
obligatoriedad, gratuidad y laicidad − el gobierno solo adoptó los dos primeros, constituía la base cultural
desde la cual partir para llegar a la modernización económica y política. (José Pedro Barrán, en Latorre y el
Estado uruguayo en Enciclopedia Uruguaya)
José Pedro Varela, en 1874 publicó el libro La educación del pueblo. Allí según Pivel Toda (la) obra está
nutrida de una profunda fe en la eficacia de la acción educacional. El perfeccionamiento intelectual − dice
Varela− necesario en todos los regímenes de gobierno, es imprescindible en la democracia. El sufragio
universal supone la conciencia universal, y la conciencia universal supone y exige la educación universal.
Sobre esta base propone Varela un régimen de educación obligatoria, gratuita y laico. En cuanto a la
obligatoriedad de la enseñanza, cree que es absurdo discutir el punto. La libertad humana −dice− no es
ilimitada, y el poder público reprime el abuso y no hay mayor abuso que el que comete un padre al privar a
sus hijos de los medios de desenvolver sus aptitudes. Añade, además, un argumento de índole jurídica: el
analfabeto se hallaba privado constitucionalmente del ejercicio de los derechos cívicos y era absurdo
consignar tal prohibición sin castigar al responsable de esa ignorancia: el padre o el tutor. Por otra parte creía
Varela encontrar en la experiencia, un argumento más a favor del régimen de la obligatoriedad: los hechos
probaban que sólo se difundía la instrucción allí dónde esta era obligatoria. La gratuidad la fundamenta en el
hecho de que la enseñanza era un servicio público como la justicia, como la policía, y debía ser pagado por
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toda la nación. Además solo la escuela gratuita podía desempeñar con éxito la función igualitaria que la
democracia le exigía. Finalmente, para explicar la necesidad de una escuela laica, según el modelo holandés y
americano, Varela argumentaba que el Estado es una institución laica, política y no religiosa, y su obra
educacional debe ser laica como él. Por otra parte −añadía Varela− el laicismo suprimía una serie de
problemas y sobre todo dos: el relativo a los hijos de los disidentes, a quienes no se debía forzar a recibir las
enseñanzas de una confesión distinta a la de sus padres y el creado por el instructor que, de haberse impartido
una educación religiosa, habría tenido que se o un sacerdote o un laico aceptado por la Iglesia. Ambas
soluciones habrían significado la ingerencia de la Iglesia en los asuntos del Estado, cosa que en el criterio de
Varela era necesario reprimir vigorosamente. Pero no debe desnaturalizarse el pensamiento vareliano. Tal
como él la proponía, la escuela laica no pretendía turbar el dominio religioso de los niños; por el contrario lo
reservaba a la familia y al sacerdocio y (esperaba) el respeto a todos los cultos en el seno de la escuela. (Juan
Pivel Devoto − Alicia Ranieri, Historia de la República Oriental del Uruguay)
Documentos del periodo militarista
a. El período de pastoreo libre o sea de campo abierto, es el que ocupa la mayor parte de la República, en
nuestro concepto esta es la causa de que la población movediza encuentre todavía la facilidad de vivir sin
trabajar, cargando sobre el vecino el peso de sus necesidades, y el de aquellos otros que no son movedizos y
que tienen una pequeña fracción de terreno y pastos que necesitan. Es, pues, esta ganadería libre o sea
ganadería primitiva causa inmanente de querellas sangrientas, de abigeatos perfectamente disfrazados y de
que los policías gasten inútilmente sus fuerzas alrededor de pagos misteriosamente salpicados de ladrones.
Nosotros no creemos que el país adelante gran cosa, ni que repueble la campaña de ganados, ni que las
familias de estancieros decentes hagan su morada en las estancias, hasta que esas familias estén cercadas y
garantidas de la llegada de gentes de improviso, que son su terror y su espanto; que sea en fin la campaña
habitable como lo dijimos en oportunidad al Jefe de Estado (Domingo Ordoñana; Pensamientos rurales sobre
necesidades sociales y económicas de la República, Montevideo, 1892)
b. La nueva situación no es obra de facciones turbulentas o inmorales, ni de partidos intransigentes. Más aún,
tengo la convicción de que hoy, el poder de cualquiera de los partidos que dividen a nuestra patria, no sería
sino la tiranía en el gobierno, la emigración o la guerra civil en los gobernados y el martirio para el país. Mis
opiniones personales son conocidas, y así como me honro de haber sido individualmente colorado, tomando
mi parte activa en las batallas que han ensangrentado la República, así también me hago un honor en declarar
que mi gobierno prescindirá absolutamente de nuestras discordias anteriores y de todo favoritismo de partido.
Como partidista no quiero inaugurar en mi país, sino el gran partido de la moral pública, de la honradez
administrativa, de la libertad en el orden, del respeto a las leyes y a todos los derechos garantidos por nuestra
Constitución. Yo no puedo ni me propongo hacer un gobierno ilustrado, pero os respondo que haré un
gobierno honrado y decente (Cnel. Lorenzo Latorre y sus primeras declaraciones públicas al asumir el
Gobierno Provisorio)
c.− Va siendo habitable la campaña, lo que significa decir que se van resolviendo para ella los problemas de
seguridad en la vida y en la sociedad. Es grande la confianza que va inspirándonos la Administración del
coronel Latorre, porque encontramos en ella condiciones de aptitud con arreglo a las necesidades y soluciones
modernas () Repetimos, que la campaña es habitable, y es habitable porque han desaparecido aquellas
falanges de ladrones organizados, aquellas turbas de encubridores de cueros robados y aquellas cuadrillas de
compadritos que hacían difícil el trabajo metodizado.(Domingo Ordoñana , en 1876)
d.− La campaña ha entrado realmente en caja y solo por tener nublada la vista y tupida la inteligencia es que
puede negarse a esta palpable verdad. La campaña ha entrado en caja y para reconocer como se reconoce el
principio de autoridad, basta visitar el galpón de esquila; en el se observa un comedimiento, una puntualidad,
un deseo de agradar y de cumplir cada uno con su deber, que nos era desconocidos en otro tiempos(...).
Westman, Estrada, Martínez, Kalveen y otros muchos cayeron cosidos a punta de tijera en sus galpones de
esquila, queriendo establecer orden y métodos en los trabajos. Ni la taba ni la baraja, compañeros inseparables
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de toda reunión, se dejan ver en los centros de movimiento, lo que se acredita que se ejecutan fielmente las
disposiciones y ordenanzas rurales. (Domingo Ordoñana en noviembre de 1878)
e.− Central, 23.10.1877 − 10.50. Gobernador Provisorio Latorre. Montevideo, al Capitán de la 2ª Compañía
destacada en Salto. Noticias oficiales de ésa, me hacen saber que una gavilla ha pretendido dar un malón ¿Qué
hacen sus infantes que no se han puesto en campaña? ¿Para qué están al servicio del orden y de las garantías
de los Departamentos? Quiero que, de acuerdo con el Jefe Político, se mueva Ud. a fin de acabar con esos
bandidos. Si sus soldados no son capaces de nada, dígamelo, para quitarlos a Ud. y a ellos (Telegrama de
Latorre en la ciudad, fecha y hora indicada)
f.− La estrechez de los campos pide otro orden de aprovechamiento. Los alambrados aseguran la propiedad,
pero también la reducen a lo que es propio, y ya no se puede contar con lo ajeno. Cada cual en su estancia
tiene que bastarse a sí mismo. De lo contrario, la ruina es inevitable, los ganados se morirán de hambre (...) De
hoy para delante el estanciero pequeño que no trabaje y saque todo el partido posible de su moderno campito
es hombre perdido (...) Y nos ocupamos del pequeño estanciero con preferencia porque es de ese gremio que
se compone la mayoría den nuestros hacendados (en La Revista de la Asociación Rural)
g.− Los alambrados han dado por tierra, con respecto a los campos, con todos los usos y todos los vicios del
antiguo sistema, como el arma de precisión, o sea el Rémington ha dado en tierra con el reinado de la chuza
(...) El alambre en el reino económico ha realizado el fenómeno que el Rémington realiza en el orden político
(...) El campo abierto era la propiedad en común. El alambre es la plenitud del ejercicio del derecho. (Agustín
de Vedia en La Democracia en 1881)
h.− El Código Rural, esa obra tesoro de bienestar y seguridad para la campaña, apenas fue puesta en vigencia,
empezó a causar los efectos que se esperaban: el contento de la población honrada de los campos, que no
temía someterse al rigor de la ley, porque sabía que obrando bien estaba exenta de caer en sus penas; y el
descontento y guerra que los ladrones de vacas y cuatreros, en pequeña y grande escala, le hicieron, porque
veían en el Código Rural el freno puesto a sus desmanes; veían que no era posible ya tener pastoreo de
ganados orejanos, que no podían tener grandes cantidades de haciendas pastando en campo ajeno, que no
podían ya, como señores feudales, cerrar su terrenos al tránsito público, que los cueros robados no había
pulpero que los comprase y que esas bolsas de oro donde desaparecían los ganados de los vecinos saliendo
sólo para ser faenados en los saladeros del Brasil, dejaban de existir para dar paso a la garantía de la
propiedad.(uno de los miembros de la Asociación Rural en 1878, citado por Barrán y Nahum en Historia rural
del Uruguay Contemporáneo, tomo I)
i.− El gaucho que en otros tiempos recorría nuestras fértiles campiñas encontrando en cada hogar un modesto
asilo que lo resguardaba del hambre y la intemperie, hoy atraviesa de parte a parte del territorio de la
República, lleno de miserias, cubierto con harapos, perseguido muchas veces por las autoridades policiales,
sin encontrar conchabo, ni siquiera un pobre rancho donde se ofrezca por algunos días aquella noble y franca
hospitalidad de otros tiempos. Los gauchos se van (se ha dicho) y en efecto es esta una raza que se extingue y
que tal vez antes de medio siglo habrá desaparecido casi por completo. Hoy mismo, ya no se encuentra su
verdadero tipo, su tipo primitivo, salvo muy raras excepciones. Tenemos en su lugar, una nueva generación
que aparece sobre la misma escena, en los momentos en que una época de transición, cambia las condiciones
de vida, y hace más difícil la existencia del gaucho, abandonándola como la abandona a sus antiguos hábitos y
costumbres (en El Pueblo de Paysandú en 1882)
j.− La tiranía no es un hecho de Latorre: es fruto espontáneo del estado social de mi patria. No se puede
combatir con más seguridad la dictadura que transformando las condiciones intelectuales y morales del
pueblo, ni pueden transformarse estas condiciones por otro medio que por la escuela. Y puesto que yo aspiro a
verificar aquella transformación por este medio, y que no me da el pueblo la dirección escolar, la recibo de
quien me la da sea quien fuera. No exterminé la dictadura de hoy, que tampoco exterminará el pueblo , pero sí
con las dictaduras del porvenir. (Respuesta de Varela a las críticas de Carlos María Ramírez)
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k.− La política militante atribuye al cambio de gobierno el remedio de los males. Los gobiernos no son causa
del Estado, sino efecto de ese Estado. No son los malos gobiernos los que hacen la desgracia permanente de
las naciones. Es el estado social de las naciones el que marca el tipo que deben tener los gobiernos. En 45
años hemos tenido 19 revoluciones. La guerra es el estado normal de la República. Ni diez libros se han
publicado desde la independencia. No sabemos nada del país, de su población, ni de nada. Triple crisis
económica, política, financiera, agobia a la República. Falta la gran fuerza motriz de la inteligencia cultivada
(José Pedro Varela, en la Legislación Escolar, 1876.)
l.− Tenemos que tratar de elevarnos para que no nos turben las pasiones. Un pueblo ignorante, no puede tener
sino gobiernos que estén en relación con su ignorancia. No se educan en la República más 18 o 20 mil niños y
están en la ignorancia 60 a 80 mil. (...) Vivimos en un desacuerdo entre la ignorancia popular y las
instituciones políticas, entre el caudillaje y los doctores (...) La sabiduría y eficacia del buen sistema de
educación pública está en armonizar la acción del Estado con el tutelaje de la libre acción particular. La
dirección absoluta de la educación por el Estado, puesta en práctica en Alemania y Prusia, ha dado resultados
satisfactorios, pero es nociva para el sentimiento y la idea democrática. (José Pedro Varela, en la Legislación
Escolar, 1876.)
m.− Los que una vez se han encontrado juntos en los bancos de una escuela, en la que eran iguales, a la que
concurrían usando de un mismo derecho, se acostumbran fácilmente a considerarse iguales, a no reconocer
más diferencias que las que resultan de las aptitudes y las virtudes de cada uno. (José Pedro Varela, en La
educación del pueblo, 1874.)
n.− No necesitamos poblaciones excesivas; lo que necesitamos es poblaciones ilustradas. El día en que
nuestros gauchos supieran leer y escribir, supieran pensar, nuestras convulsiones políticas desaparecerían
quizá. Es por medio de la educación del pueblo que hemos de llegar a la paz, al progreso y a la extinción de
los gauchos. Entonces el habitante de la campaña, a quién hoy embrutece la ociosidad, dignificado por el
trabajo, convertiría su caballo, hoy elemento de salvajismo, en elemento de progreso, y trazaría con él, el
surco que ha de hacer productiva la tierra que permanece hasta hoy estéril, y las inmensas riquezas nacionales,
movidas por el brazo del pueblo trabajador e ilustrado, formarían la inmensa pirámide del progreso material.
La ilustración del pueblo es la verdadera locomotora del progreso. (José Pedro Varela, artículo de la Revista
Literaria, 1865.)
Aspectos demográficos
Ficha 16: El Uruguay de 1830 apenas contaba con 70 mil habitantes. El de 1875 poseía ya 450.000 y el 1900
un millón. El espectacular crecimiento− la población se multiplicó por 14 en 70 años − no tenía parangón en
ningún país americano. La alta tasa de natalidad dominante hasta 1880 − 40/50 por 50 mil habitantes− se
había unido a una relativamente baja tasa de mortalidad − 20/30 por mil − para ambientar ese hecho, pero el
factor crucial de la revolución demográfica fue la inmigración europea. Franceses, italianos y españoles hasta
1850, italianos y españoles luego, llegaron en 4 o 5 oleadas durante el S XIX. La inmigración fue temprana en
relación a la más tardía que arribó a la Argentina, y sobre todo fue cuantiosa en relación a la muy pequeña
población existente en 1830. De 1840 a 1890, Montevideo poseyó de un 60 a un 50% de población extranjera,
casi toda europea. El Censo de 1860 mostró un 35% de extranjeros en todo el país, y el de 1908 redujo esa
cifra al 17% (José Pedro Barrán, en la página Web de la Universidad de la República, Facultad de
Humanidades).
Ficha 17: El Uruguay conoció en su pasado dos modelos demográficos, es decir dos maneras de encarar la
vida y la muerte. El primero, vigente en el siglo XVIII y la mayor parte del XIX, estuvo caracterizado por un
incremento espectacular de la población, debido a cuatro fuertes oleadas inmigratorias y un permanente y alto
crecimiento vegetativo. La impresionante tasa de natalidad se conjugó con un a baja mortalidad. La familia
estaba constituida por una esposa muy joven, casi adolescente, el hombre mayor y numerosos hijos. La
fecundidad era un valor socialmente estimado, y la muerte, por familiar y cotidiana, fue culturalmente
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aceptada. El segundo modelo demográfico comenzó a gestarse en 1880 − 1890. En veinte años se afianzó y
hacia 1900 − 1910 estaba constituido. La población disminuyó su ritmo de crecimiento. De 1900 a 1930 solo
arribaron dos oleadas inmigratorias a una sociedad que, por relativamente densa, poco sitio les dejó. Luego de
1930 se interrumpió toda corriente importante del exterior. La natalidad descendió más espectacularmente aún
de lo que lo hizo la inmigración y la mortalidad. La familia resultante se constituyó con una esposa madura y
un número de hijos, que a menudo solo le garantizaba el mantenimiento del nivel poblacional, no su
superación. A la mujer−madre sucedió la mujer empleada, obrera, profesional. El feminismo hizo sus
primeras armas. La muerte menos frecuente que antes, fue vivida como algo insólito y hasta pecaminoso. La
sensibilidad de la sociedad y los individuos se rearticuló bajo otro patrón. (José Pedro Barrán y Benjamín
Nahum Batlle, los estancieros y el Imperio británico. Tomo 1. Ediciones de la Banda Oriental)
Economía y finanzas al retorno civilista
Ficha 18: − La crisis de 1890. A esta crisis se llega como un resultado de las contradicciones existente entre
un Uruguay que cambia, pero que no cambia del todo, y la permanencia del viejo Uruguay, del Uruguay
criollo, tradicional, de la vieja estancia y del predominio del capital especulativo. Esta crisis fue en parte el
resultado de la situación internacional, pero también resultaba de contradicciones internas. ¿Cómo se
manifiestan esas contradicciones en nuestro país?. En la crisis de la actividad ganadera, en la crisis del
comercio de tránsito y en el auge del capital especulativo. Alrededor de 1890, Montevideo pierde el papel de
intermediario que tenía en toda la región ganadera. Uno de los factores de esta pérdida está en la propia
estructuración de las economías de los países vecinos en torno a los puertos de Río de Janeiro y de Buenos
aires. La construcción del puerto de Buenos aires desplazó al de Montevideo. El puerto de Montevideo era un
excelente puerto natural, pero sus ventajas naturales desaparecieron en cuanto el puerto de Buenos Aires fue
construido y se constituyó en puerto obligado de exportación de toda la producción argentina (...) En segundo
lugar, la construcción de vías férreas en el Brasil eliminó en parte el comercio de tránsito que se realizaba con
la región de Río Grande del Sur. El ganado en pie se siguió exportando hacia el Brasil e incluso en
determinado momentos el ganado fue traído del Brasil para ser faenado aquí. El factor detonante de la crisis,
fue la crisis de la Bolsa como resultado del uso especulativo de los capitales y de la oposición entre el grupo
orista y el que tenía un carácter netamente especulativo (cursista). (Los) capitales traídos del exterior fueron
utilizados en actividad especulativa. En 1887 se fundaba el Banco Nacional, con capitales en parte de origen
extranjero pero radicados en Montevideo. Estos estaban nucleados en torno al grupo de Emilio Reus, sobre
todo. El Banco Nacional surgió con el carácter de banco de emisión, de banco que haría empréstitos al estado,
y de banco hipotecario, con lo cual intentaría quebrar el monopolio de crédito que tenía el grupo orista que
predominaba en Montevideo. Si bien el Banco Nacional realizó una acción positiva en el sentido que dio en
parte satisfacción a las apetencias de crédito del medio rural, en gran medida sus capitales fueron empleados
en la especulación (...) El banco por su parte fue muy combatido por el grupo orista; precisamente el hecho
que desencadenó la crisis fue la acción de uno de los bancos oristas tradicionales, el Banco de Londres, el cual
presentó al Banco Nacional 400.000 pesos para ser convertidos en oro. La imposibilidad del Banco Nacional
para efectuar la conversión llevó a una baja de las acciones y a la desvalorización del papel moneda.
Simultáneamente, los empréstitos contratados con el exterior agravaron la situación. (...) La amortización de
esta deuda insumiría en 1897 el 45% del presupuesto nacional. Los capitales llegados del exterior fueron
usados en la especulación (y se tradujo) en la fundación de 27 bancos con un capital accionario de 70 millones
y más de 100 sociedades anónimas con un capital fantasmal de 400 millones. La crisis del Banco Nacional
provocó la caída de la mayoría de estos bancos y sociedades que habían abusado en la especulación. El
gobierno de Julio Herrera y Obes (...) intentó salvar al Banco Nacional mediante la contratación de nuevos
empréstitos con el extranjero y establecimiento del curso forzosos del papel moneda. La oposición del grupo
orista a esta última medida determinó en 1892 la liquidación del Banco Nacional. Su sección hipotecaria
sirvió de base para la creación del Banco Hipotecario. Los oristas triunfaron en la tarea de liquidar al capital
especulativo, pero su dominio no fue de nuevo total, porque en 1896 se fundaría el Banco de la República, con
el carácter de banco mixto con capitales privados y del estado (...) Los oristas perdieron así el monopolio del
crédito, aunque lograron el mantenimiento del patrón oro. La crisis financiera fue acompañada de una balanza
comercial desfavorable, como resultado de la prosperidad del periodo anterior, que se traduce en un aumento
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de los consumos y del aumento de población que hizo necesaria la importación de un número cada vez mayor
de mercaderías. Entre 1887 y 1896 la balanza comercial fue negativa en 21 millones y medio. La prosperidad
había aumentado la capacidad de consumir productos importados: bienes de producción (maquinaria para
ferrocarriles), productos suntuarios, y bienes de consumo popular, como consecuencia del aumento de la
población. (...) La crisis detuvo el proceso de modernización por la falta de capitales para invertir y el
descenso general de los precios (Rosa Alonso Hacia la consolidación del Uruguay Ediciones de la Banda
Oriental, 1973)
Ficha 19.− La crisis de 1890. En 1890 estalló una crisis de naturaleza económica de tal gravedad que a
muchos hizo añorar el tiempo en que aquellos parecían ser simples traspiés políticos. La caída de los precios
de lanas y cueros y el derrumbe del Banco Nacional financiado desde el exterior, en el marco de la depresión
internacional de esos año, mostraron a la nación otros puntos vulnerables: una ganadería que había llegado al
tope de su capacidad productiva y nuestra dependencia de un mercado internacional de bienes y capitales
sobre el que no teníamos el menor control. Las reflexiones que hicieron los dirigentes políticos civilistas del
Noventa sobre el exclusivismo pastoril al que Uruguay estaba todavía atado, forman parte de la puesta en tela
de juicio de todos los presupuestos que la vida ideológica liberal, predominante hasta 1880 en nuestros
círculos dirigentes, había construido bebiendo siempre conceptos europeos. El Noventa está caracterizado por
un nuevo signo: la nacionalización del país. Y se comenzó por nacionalizar los esquemas culturales que hasta
este instante predominaban. Estos dirigentes comprendieron que el modelo autoritario militar no había
aventado las crisis. La guerra civil había desaparecido y sin embargo la República enfrentaba la más violenta
conmoción económica y social de su historia. La crisis dentro del orden revelaba que por debajo de las
enfermedades políticas existían otros obstáculos para el porvenir nacional. El diagnóstico de esta generación
dominada por las figuras de Julio Herrera y Obes, Carlos María Ramírez, Francisco Bauzá y el todavía
treintañero José Batlle Ordóñez, fue que dos elementos singularmente conectados impedían el normal
desenvolvimiento del país soberano: su condición de monoproductor ganadero y su extrema dependencia. ()
Toda esta generación coincidió en la solución: sólo el Estado podría detener esa hemorragia ambientando la
independencia económica.(José Pedro Barrán − Benjamín Nahum, El problema nacional y el Estado: un
marco histórico, Fundación de Cultura Económica, nº 14, p.9, 1986).
Documentos del fin de siglo
ñ.− Vivir exclusivamente de la ganadería importa exponer el progreso económico del país a todo género de
trastornos. Bastó que el Brasil cerrara un año sus puertos al tasajo, para que la República experimentara
instantáneamente una profunda depresión. Basta ahora que nuestros saladeros disminuyan sus faenas, para que
se altere la cifra de exportaciones y sufra el país entero. Si en vez de tener una sola industria exportadora,
tuviéramos varias, el decaimiento transitorio de alguna de ellas, estaría casi siempre compensado por en
ensanche de otra y el país no experimentaría bruscas sacudidas. (El Siglo, 1890)
o.− Tenemos un país en que la luz es extranjera y privilegiada en forma de Compañía de Gas, en que el agua
se halla en las mismas condiciones en forma de Empresas de Aguas Corrientes; en que la locomoción
representada por tranvías, ferrocarriles, vapores, es también extranjera, etc. ¿A qué continuar? Todo es
extranjero y privilegiado o tiende a serlo. Y de esa manera, si en el régimen político hemos destruido el
sistema colonial, no lo hemos destruido en la industria, en el comercio. (...) El hecho es que una inmensa parte
de las riquezas del país se van (...) El número más considerables de los productores de esas riquezas trabajan
en el país, pero no para el país ni para habitantes del país. Sus industrias son como esas pesquerías que se
establecen en las costas de las islas desiertas. Cargan con todo lo que pueden y levan anclas (El Día, 1891)
p.−Nuestro poder industrial es limitadísimo. Ningún factor intermedio entre las dos industrias madres − la
ganadería y la agricultura − alimenta la actividad de las clases jornaleras (...) La causa esencial del
pauperismo naciente es el exceso de brazos rivalizando para aplicarse a un mismo empleo. Hay sobrada oferta
de peones de estancia o chacra, y por eso es que los salarios bajen y las industrias encarecen. Conviene pues,
favorecer y alentar la creación de nuevas industrias nacidas del trabajo del suelo o de la explotación de sus
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riquezas, pero tomando el propósito con la decisión que pide un asunto de tanta magnitud, porque si a pretexto
de las escaseces del Erario, no se ataca en su origen la plaga del pauperismo, el porvenir del país se verá
amenazado por un elemento perturbador de su progreso social y político (Francisco Bauzá. Memoria del
Ministerio de Gobierno, 15 de junio de 1893)
q.−Hay todavía en nuestro país una cantidad de señores feudales o señores de campo, que disponen de
grandes cantidades de tierra y que, porque consideran el progreso social paralelamente al progreso de sus
propios recursos, dejan de darle a esos terrenos la aplicación que convendría al país para dejarlos como a ello
les conviene, como se les da la gana. (Antonio Bachini, diputado colorado el 13 de julio de 189 en la Cámara
de Representantes)
r.− Es indudable que el Gobierno tiene y tendrá siempre y es necesario y conveniente que lo tenga, una
poderosa y legítima influencia en la designación de los candidatos del partido gobernante, y entonces de lo
que puede acusársele es del buen o mal uso que haga de esa influencia directriz, pero no de que la ejerza, y
mucho menos podrá decirse racionalmente que el ejercicio de esa facultad importe el despojo del derecho
electoral de los ciudadanos (El Presidente Julio Herrera y Obes en su definición de influencia directriz)
s.−Dice el Partido Blanco que viene a reestablecer las garantías individuales y las libertades públicas ¡pero no
le creamos! ¡Viene, antes que todo, a derrotar al Partido Colorado! (...) ese ataque es uno de los más
formidables que se haya preparado contra nosotros y habremos de repelerlo con nuestros propios brazos, bajo
las órdenes de nuestros mejores jefes. (José Batlle y Ordóñez, 1897, en asamblea partidaria)
t.−El Partido Blanco tiene el derecho de revolución, porque el Partido colorado gobierna exclusivamente los
destinos del país y gobierna mal, como vosotros mismos afirmáis. (Eduardo Flores, 1897 en asamblea
partidaria colorada)
u.−Caraguatá, 6 de mayo de 1897 (...) El país hace mucho que está en ruinas, pero sobre este suelo que
adoramos los dos, la huella que han dejado los gobiernos que crees gobierno de orden y han sido gobiernos de
licencia, mientras Bernardo P. Berro, mientras Giró, mientras el probo Atanasio Aguirre, mientras los
presidentes del Partido que hoy está en armas cuidaban la hacienda pública y acrecían las comodidades
privadas por la pureza de la administración, los gobiernos a los que tu te refieres en tu extensa nota, (...) han
hecho todo lo contrario (...). Es por eso, hermano, que estoy donde estoy, y aquí estaré al morir. En el bando
de los administradores de buena fe; en el partido de las probidades presidenciales; junto a aquellos que suben
y bajan pobres del poder, donde nuestro padre que no sabía manchar sus canas hubiera estado en la hora de las
grandes y supremas crisis de la conciencia pública... ¿Tú crees servir a la Patria en el puesto que ocupas? (...)
pues no la sirves, sirves tan solo a un círculo; la patria es algo más de lo que tu supones, la patria es el poder
que se hace respetar por el prestigio de sus honradeces y por la religión de las instituciones no mancilladas; la
patria es el conjunto de todos los partidos en el amplio y pleno uso de sus derechos; la patria es la dignidad
arriba y el regocijo abajo; la patria no es el grupo de mercaderes y de histriones políticos que han hecho a las
prerrogativas del ciudadano, nubes que el viento lleva y que se sientan hoy donde se sentaban próceres (...)
Deseo manifestarte lo mucho que me duele y lo harto que me pesa verte luchar en pos de una camarilla sin ley
ni patria, contra las más legítimas aspiraciones y contra los más generosos anhelos del alma de esta tierra de
desventuras. Tú me dices que eres soldado de un gobierno constituido, olvidando que lo fue mal. Yo te
preferiría soldado de la nación, del derecho, de la libertad, de la honradez administrativa; lo que no obsta para
que bien te quiera quien no olvidará nunca los vínculos sagrados que a ti me unen. Es tuyo siempre. (Carta de
Aparicio Saravia a su hermano Basilicio en la fecha indicada)
Los levantamientos saravistas
Ficha 20.− Pero ni siquiera el orden y el sosiego políticos habían quedado garantizados con la solución
militarista que las clases altas y el inversor británico apoyaron en 1876. Las guerras civiles renacieron,
primero con timidez en 1896 y 1897, y por fin brutalmente en 1904. La evolución económica y social que los
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terratenientes iniciaron al amparo de la paz latorrista, el cercamiento de los campos sobre todo, dejó a una
inmensa masa humana sin trabajo, lo que ambientó el alzamiento político. Por otro lado, los gobiernos al no
basarse en las mayorías sino en el manipuleo de un pequeño electorado por el partido oficialista, dejaron fuera
el grueso de la opinión pública. La combinación de estos dos hechos se reveló explosiva y cuestionó por
insuficiente la solución impuesta en 1876. La guerra civil de de 1904, con sus sangrientas batallas de
Tupambaé y Masoller, y sus nueve largos meses, provocó tal sonido y furia que de nuevo la conciencia
nacional se sobresaltó. La inestabilidad política fue considerada otra vez el centro del gran problema nacional
a resolver. Apenas terminada la guerra, políticos e intelectuales se dedicaron a buscar sus motivaciones más
profundas. Aparecieron innumerables artículos periodísticos y varios libros con el título El problema nacional.
El análisis de esas publicaciones muestra existencia de dos grandes vertientes explicativas que a ves se
conjuraron: la económico social, mayoritaria, derivada por lo general del batllismo y el socialismo, y la
política, expuesta casi siempre por los dirigentes del Partido Nacional. (Los colorados sostenían) que el mal
del país radicaba en el predominio del latifundio y la ganadería extensiva, generadora del caudillismo, la
miseria campesina, la despoblación y las revueltas. () Los dirigentes del Partido Nacional, en cambio,
insistieron en que la causa fundamental de la persistencia de las guerras civiles radicaba en la inexistencia de
gobiernos democráticos, que fueran elegidos y actuaran con la aprobación de la mayoría de la sociedad
uruguaya. .(José Pedro Barrán − Benjamín Nahum, El problema nacional y el Estado: un marco histórico,
Fundación de Cultura Económica, nº 14, p.11, 1986).
21.− La miseria predispuso al pobrerío a la violencia y la divisa dio el empujón para que esta subiera al rango
de revolución política y tuviera una justificación sentimental, casi éticaTodo el paisanaje empero esperaba el
levantamiento armado, aventura, alimento abundante y la posibilidad de recuperar su dignidad humana con un
fusil o una lanza en la mano, beneficios que atribuirían al jefe que los mandaban o a la divisa que servían.
Saravia sabía, aunque lo declaró solo a sus íntimos, que su única posibilidad de triunfo no era militar sino
social: si la Revolución duraba y consumía haciendas y quemaba postes de alambrado, la clase alta rural
terminaría ejerciendo una presión irresistible sobre Batlle para que pactase y cediese (1904) lográndose así el
objetivo político buscado () El alimento abundante, la ansiada carne después de la abstinencia que sólo el
abigeo rompía de vez en cuando, era el beneficio mayor. El fuego para asarla se hacía con los postes de los
odiados alambrados .(José Pedro Barrán − Benjamín Nahum, Historia Social de las Revoluciones de 1897
y 1904)
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