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Los textos que se leen a continuación como parte de
este intento de historieta, han sido retomados del
artículo El dominio de la mercancía, que fue
realizado por el ya disuelto Grupo Anarco Comunista
(se puede leer el texto en el siguiente enlace:
http://hommodolars.org/web/spip.php?article4817)
; cabe puntualizar que se hizo alguno que otro
agregado por parte del grupo editor, con el fin de
complementar y enriquecer un poco más el bagaje
del mismo.
Las citas de Marx que acompañan los textos, son
fragmentos de su obra Elementos fundamentales
para la crítica de la economía política – Grundrisse.
Hecho en el año 2016
en algún lugar de este
controversial planeta llamado mundo.
Alentamos la difusión y reproducción de este
material por todos los medios pertinentes posibles.
“La riqueza de las sociedades en las que domina
el modo de producción capitalista se presenta
como un «enorme cúmulo de mercancías», (…)”
Karl Marx - El Capital
La mercancía es, por excelencia, el elemento unificador de la
sociedad bajo las actuales condiciones capitalistas de
producción. Toda relación que lleva a cabo el hombre con el
mundo está mediada por la mercancía, todo aquello que él
produce, consume, desea… toma su razón de ser como
mercancía, el valor de ésta en el mundo, su existencia
concreta, se da por el simple hecho de ser lo que es:
mercancía.
Los rasgos de la sociedad mercantil
capitalista se manifiestan en todos
se encuentran mistificados por una
cosa que no
en el modo de producción
los aspectos, no obstante
realidad que aparenta una
es.
Cada individuo cree entender lo que
es el dinero, porque lo usan, en su
sentido práctico reconocen lo que
es, sin embargo, nunca se llega a la
comprensión del dinero más allá de
la apariencia externa del fenómeno.
Así ocurre con todo, con el
trabajo, el salario, la propiedad, la
familia, el amor, etc. La verdad
es que nada existe sino en función
del sistema de producción de
mercancías, o sea, el capitalismo.
La vida en general y el trabajo en
particular están condicionados por
eso, el trabajo se reduce a una
producción masiva de bienes y
servicios para la venta, la
acumulación de capital y la
reproducción de éste. Ello significa
un beneficio para el dueño de las
herramientas de producción, pero
un sacrificio para quien carece de
ellas. Nada tendría razón de ser si
la mercancía no produce valor
(beneficio), la eterna actividad
por la disminución en costes y el
aumento de beneficios; el
significado real de la mercancía se
encuentra en la dictadura del
valor, las industrias aceleran o
disminuyen su producción en
función de éste, igualmente se
hacen las guerras, se presentan las
crisis, se pudren montañas de
comida en bodegas, pululan los
trabajadores sin trabajo, etc.
Supeditados, como estamos, a la
economía y su manera de
realizarse, esto es, en su forma
mercantil, nuestras relaciones con
el mundo exterior no pueden ser
entendidas más que como un
continuo cambio de bienes,
valorizando, cosificando y
despreciando la esencia en favor de
un beneficio personal. Esto se
observa desde la atracción sexual,
las afinidades con los amigos, y
obviamente en el mundo del
trabajo.
“El capitalismo es el reino de las
separaciones que compartimentan
nuestra vida. El usuario, el
productor («productivo» o
«improductivo»), el asalariado como
el sin trabajo. Todos ellos pierden,
dominados, el sentido de la vida.
Desposeídos de todo y de sí mismos,
los individuos llevan una vida
parcializada (tiempo de
trabajo/tiempo de ocio), especializada
(orientación profesional, estatutos
definidos y limitados), esparcida
(tiempo pasado en los transportes
para los desplazamientos provocados
por las divisiones geográficas del
hábitat y del trabajo, así como de las
gestiones necesarias para gestionar
la propia miseria).”
La insecurite sociale
A simple vista se nos presenta la
mercancía como algo natural, algo que
en sí no posee un contenido más allá
de su explicación simplista,
naturalmente la mercancía es ese
objeto que necesitamos y está a la
venta, hasta ahí llega el
entendimiento común y nos
convencemos que adentrarse al análisis
de ésta es perder el tiempo, puesto
que se piensa que la mercancía es
mercancía y ya, ¡tan sencillo como
eso! Sin embargo, la mercancía detrás
de sí oculta toda una serie de
relaciones que tienen razón de ser
gracias a las actuales condiciones de
dominación que están dadas en la
sociedad capitalista, o sea, es en el
capitalismo y su entramado
estructural en el cual podremos
adentrarnos al análisis y la crítica de
eso, que a simple vista apreciamos
tan trivial.
Formalmente la mercancía se nos
muestra como el producto del ser
humano, algo útil que necesita ser
intercambiado por otra cosa útil, algo
necesario para nuestra subsistencia,
eso es, la mercancía se determina por
su “valor”, un valor de uso que está
condicionado por la necesidad del ser
humano sobre ella, por ejemplo: el
valor que posee un par de zapatos o
un kilo de cereal en determinación por
la necesidad de una persona por
calzarse y por alimentarse. Pero el
valor de uso no es lo que
caracterizará únicamente a la
mercancía, ésta no es si no posee ese
otro componente que realmente la
significa: el valor de cambio. El valor
de cambio es la capacidad de tal a
cual producto para su intercambio, es
decir, cuánto vale al confrontarla con
otro producto, por ejemplo: cuánto
vale un par de zapatos (mercancía A)
oponiéndolo a x kilos de cereal
(mercancía B), podemos entender que
un par de zapatos vale lo que valen
20 kilos de cereal (A=20B).
Históricamente la mercancía
aparece desde la destrucción de
la comunidad primitiva:
“En estas comunidades
primitivas cada uno no produce
más de lo que consume. El nivel
de las fuerzas productivas es
muy bajo y la constitución de
reservas, de existencias, es casi
imposible. Por producción hay
que entender aquí esencialmente
actividades de caza, pesca,
recolección. Los bienes no son
producidos para ser consumidos
después del cambio, después de
ser puestos en el mercado. La
producción es social
inmediatamente, y no por el
rodeo del cambio. La comunidad
reparte - según reglas simples,
por supuesto- lo que produce, y
cada uno recibe directamente lo
que ella le da, sin que haya
necesidad de ir a procurárselo.
No hay producción individual, en
el sentido de una separación
entre los individuos, que un
término medio, el cambio,
reuniría sólo después de la
producción por la confrontación
de los diferentes bienes
producidos por cada uno
separadamente.
Los arcos, flechas, redes y
armas primitivas son
instrumentos de reproducción y
el producto que de ellos se
obtiene no es algo separado;
pero los economistas sí lo
entienden como algo separado.
Antes los individuos
eran dominados unos
por otros;
ahora son dominados
por las abstracciones.
Las actividades son decididas
aquí -es decir, impuestas al
grupo por las necesidades- y
efectuadas en común, y sus
resultados repartidos de la
misma manera.”
El desarrollo de las herramientas
de producción hizo desaparecer la
recolección y la caza de la
comunidad primitiva
sustituyéndola por la agricultura,
es en este momento donde
aparecen los excedentes de la
producción que posibilitan, en
primer lugar, el intercambio de
tribu a tribu y en un desarrollo
posterior el intercambio dentro
de la misma tribu, separando
así, a los integrantes de la
comunidad, y en este modo,
fracturándola; “La ampliación de
la actividad y de las necesidades
de la comunidad la conduce a
producir ya no solamente bienes,
sino también mercancías, que
tienen un valor de uso, pero
poseen igualmente un valor de
cambio. El comercio, aparecido
primeramente entre
comunidades, se introduce
después en el interior de las
comunidades, especializando las
actividades, creando los oficios,
dividiendo socialmente el trabajo.
Pero por ahí mismo el trabajo
cambia de naturaleza.
La relación de cambio crea el
trabajo como trabajo «doble», a
la vez producción de valor de
uso y producción de valor de
cambio. (…) Primero hay
separación entre lo que hace el
individuo para el grupo y para sí
mismo, y lo que hace para
intercambiar por otros bienes de
otra comunidad. Esta segunda
parte de su actividad es
sacrificio, coacción. Después la
sociedad se diversifica y hay
separación entre trabajador y
no-trabajador. En este estadio,
la comunidad ya no existe.”
Esta ruptura de la comunidad
primitiva inició la era de la
civilización, es decir, de las
sociedades divididas en clases,
donde aparecen las interacciones
mercantiles y de sometimiento,
donde cada uno no sólo produce
para sí para su subsistencia, sino
que ve la necesidad de producir
para confrontarlo con lo que
otros producen. La propiedad
privada, la defensa de ésta, las
regulaciones sobre el valor e
intercambio de mercancías, los
derechos y deberes de la
sociedad ya son impuestos por
aquellos que logran una
acumulación de más bienes de los
que necesitan para sobrevivir, ya
sea mediante la rapiña, la guerra
o el simple engaño.
Esta fracción se configura en las
clases dirigentes devenidas del
sacerdocio, de la actividad
guerrera o de la especialización
en el comercio. Las nacientes
clases dirigentes, controlan la
vida de las sociedades, y para
mantener la hegemonía de su
poder y su aparato de
dominación (Estado), exigen la
contribución en impuestos: en
especie o en trabajo, y así
costear al ejército regular para la
defensa y la conquista (de
recursos y hombres), en
oposición a otros pueblos. La
invención de la moneda facilitó la
interacción en la actividad
económica (referida a la
mercancía), que en la etapa
inmadura dificultaba la libre
circulación de éstas: la expansión
de una sociedad mercantil.
El capitalismo así como la mercancía, ante todo, son una relación
social, con sus leyes propias (reificación). La mercancía es antes que
cualquier cosa una relación social, una manifestación de las
condiciones de la sociedad capitalista, que se presenta gracias al
movimiento y la participación, consciente o no, de todos en las
condiciones capitalistas de existencia y reproducción de la realidad.
La mercancía no es una “cosa” y ya, es el corazón de la sociedad
capitalista, es fuerza motora que envuelve a la humanidad en un ir
y devenir de acciones, pensamientos, ansiedades, necesidades, que
están encaminadas a seguir revitalizando una sociedad donde imperan
las relaciones mercantilizadas.
La existencia del dinero presupone la reificación
del nexo social. En la reificación del capital, los
individuos se enfrentan a su propio Cambio y a su
propia producción, como si se enfrentaran a una
relación material, independiente de ellos… y este
nexo no es producto de los individuos sino histórico.
Cuando los antiguos crearon Dioses (totems y animales), los
erigieron por encima de ellos para rendirles culto; de esta
manera las creaciones ocuparán a partir de entonces una
posición dominante, suprema. Las invenciones místicas de la
actividad pensante humana, adquirieron un carácter más allá de
lo físico, que al volverse ajeno ejercía poder sobre sus
creadores. En el capital los humanos son gobernados por su modo
de producción, pues lo que se produce, al ser mercancía, se
vuelve algo externo que domina a los productores y sus
relaciones. Esto es el fetichismo de la mercancía.
En la sociedad burguesa la mercancía es elevada a un Dios, donde todos
están esperanzados al paraíso que el Capital promete, el dinero es el
Jesucristo que salva a la humanidad para acceder a los placeres del
paraíso. Pero nada es tan sencillo, porque para encontrase con su
Jesucristo es debido que cada uno pague su cuota, cargue su cruz, es
decir, trabaje asalariadamente para comprar, para ser feliz, para sentirse
realizado, para llegar al paraíso.
El sistema de producción no sólo crea “mercancías”, crea también toda una
gama de sensaciones y posibilidades para que la mercancía se venda bajo otros
preceptos. Donde el valor de uso es definido más que nada por una cualidad
mística, no por su utilidad o propiedad física, sino por aquella sugestión
provocada por la publicidad y la ideología.
En todo caso, el valor de uso tiende
a alejarse de su entendimiento
tradicional.
Ya no sólo se compra una tal
mercancía, se compra un concepto,
una sensación. Por ejemplo, en el caso
de una camisa, que sirve para
cubrirnos, una prenda sin más… la
utilidad pasa a segundo plano cuando
se toma en cuenta la marca de esa
prenda, la boutique donde se
adquiere, la tendencia a la cual
representa… es decir, una camisa de
tal marca es preferida por un grupo
de individuos y otra marca por otros,
aunque las camisas sean idénticas en
corte y tela, una camisa Adidas,
Nike, etc., es de la preferencia de un
“deportista”, una Fred Perry, de
algún rico tenista o un skinhead, otra
Dickies o Ecko, de un graffitero o
algún cantante de hip hop. Cada cual
compra una identificación con su
micro-cultura, afición, estilo de vida,
estatus, etc. Y esto ya ocurre
generalmente con la mayoría de las
mercancías, con la ropa, el calzado, el
alimento, el divertimento y un sinfín
de otros tipos de mercancías. En un
sentido, la diferencia entre un
individuo y otro no se da por su
identidad elegida, sino por la misma
mercancía, es decir, un joven
empresario se diferencia de un punk,
no porque uno vista mejor que el
otro, sino porque el tipo de
mercancías que consume el joven
empresario lo distingue como tal, al
igual que las mercancías del punk lo
hacen un punk ante los demás. Al
mismo tiempo que la mercancía los
separa, la misma los une, porque
tanto uno como el otro se reconocen
en esa actividad afanosa por la
posesión de mercancías que realiza sus
vidas, como todo ser se encuentra en
el mundo capitalista.
El trabajo asalariado es la manera en que el ser humano se presenta
como una mercancía, vende sus fuerzas físicas e intelectuales a cambio
de un salario, un salario que de antemano estipula el capitalista. El
capitalista compra al obrero, al empleado, al trabajador, para que
produzca mercancías [que además de ya generar un valor en el mercado
por encima de su costo de producción, tales mercancías también
reflejarán ganancias].
El trabajador “productivo” está tan poco
interesado en la mierda que tiene que
fabricar, como el propio capitalista que lo
emplea… tenemos que de hecho, la verdadera
definición de trabajador productivo
consiste en lo siguiente: un hombre que no
necesita ni exige nada más que lo
estrictamente necesario para estar en
condiciones de procurar a su capitalista el
mayor beneficio. Los esclavos tenían valor
de cambio, el trabajador NO; su carencia de
valor y desvalorización constituyen la
premisa del capital y la condición del
trabajo libre en general. El obrero
vuelve siempre a su punto de partida
como trabajador y todo lo que gana
(salario) se diluye en el consumo de
cháchara.
Pero a la par que el Capital
compra millones de manos de obra
para mantener la tasa de
explotación en el proceso de
producción mercantil, es también
fundamental que otra gran parte
de seres humanos sea arrojada a
la supervivencia mas ruin,
desprovista y al margen de ese
proceso de acumulación de
En fin, toda esta cosificación del ser
humano en el Capital llega a
extenderse a las partes más íntimas
de la vida, cuando sólo vemos en el
otro los beneficios que nos podrían
procurar o los valorizamos como
objetos a nuestro servicio, las
relaciones humanas están plagadas de
este hecho. “Hemos llegado a “amar”
a las mercancías, y cuando nos
amamos entre sujetos también lo
hacemos como entre mercancías.
Esta relación de personas como meras
cosas puede observarse simplemente
en la calle, las miradas se dirigen
ganancias para la clase dominante.
Esas masas de personas, que no
son útiles, ni valorizables a la
dinámica de desarrollo y progreso
de la civilización capitalista serán
confinadas a ghetos y barrios
donde los ciclos autodestructivos
están a la orden del día por medio
de militarización, violencia y
tráfico de drogas.
«reduciendo el deseo sexual a algo tan
banal como la simple atracción a un
cuerpo, creado por un sistema de
cuerpo como mercancía», somos
objetos para ser contemplados, somos
objetos en la calle, en la cama. Pero
este no es un problema
extraordinario, somos objeto desde
mucho antes: cuando somos obligados
a trabajar asalariadamente para
satisfacer necesidades e imposiciones,
nos convertimos en mercancía que
otras personas compran para sus
fines.”
El trabajo no es tan solo valor de uso enfrentado al
Capital; sino que es el valor de uso del capital mismo.
Como valor de uso el trabajo existe únicamente para el
Capital, y es el valor de uso del capital mismo, es
´ de la cual el
decir, la actividad mediadora a traves
Capital se valoriza, es la miseria absoluta como objeto.
La actividad en el Capital solo presupone la
reproducción de aquel. Todos los adelantos de la
civilización, por consiguiente, o en otras palabras todo
aumento de las fuerzas productivas sociales, o si se
quiere, de las fuerzas productivas del trabajo mismo
–tal como se derivan de la ciencia, los inventos y
combinación del trabajo, los medios de comunicación
mejorados, creación del mercado mundial,
maquinaria, etc.- no enriquecen al obrero,
sino al capital; una vez más, solo acrecientan
el poder que domina al trabajo, aumentando
la fuerza productiva del capital.
¡La sociedad
del Capital nos hace
libres entre
trabajar o reventar
de hambre!
¡Esa es la
libertad burguesa!
Dentro de todas las tendencias reformistas presentes en la sociedad
mercantil, encontramos algunas que “sí apelan a una crítica del
capitalismo”, las cuales deambulan en dos vertientes: las que
abiertamente refutan la revolución y la agitación armada (y que
defienden proyectos basados en economías alternativas, desarrollistas
sustentables, monedas alternativas, cooperativas, trueque, bancos
populares, comunas); y por otra parte, las que van de
“revolucionarias” pero abogan por el eterno programa de la
socialdemocracia: conquista del poder parlamentario, reparto de la
riqueza, nacionalizaciones, bonos de trabajo, Estado, patria, trabajo,
progreso (leninistas, trotskistas, stalinistas, maoístas, guevaristas,
hoxistas, mariateguistas, sindicalistas).
Cualquiera de esas tendencias, no pueden sino dejar intacto el valor de
cambio y el trabajo asalariado, fundamentos del sistema capitalista. Por
consiguiente, constituyen el campo del enemigo y ha de combatírseles
con la misma fuerza y contundencia que a la burguesía.
¡Me cago en Dios!
¿qué hago aquí?
¡LA SOCIEDAD SOVIÉTICA FUE UNA SOCIEDAD
CAPITALISTA COMPETIDORA DE OCCIDENTE!
El deseo de que el valor de cambio no se
desarrolle en capital, o que el trabajo que
produce valor de cambio no se vuelva
trabajo asalariado es tan piadoso como
estúpido.
Debe quedar completamente claro:
Mientras se conserve la base del valor de
cambio esos proyectos [los bonos de trabajo]
no pasarán de capucherías y que la ilusión
del dinero metálico falsea el intercambio
deriva de un desconocimiento total de lo
que se refiere a la naturaleza del dinero…
igualmente claro es, que se pueden practicar
las más variadas operaciones
“revolucionarias” con el dinero, mientras
estos ataques dejan todo lo demás como está
y solo parecen a aspirar algunas
rectificaciones. Mientras las medidas se
dirijan contra el dinero como tal, se trata
tan solo de un ataque a las consecuencias
cuyas causas subsisten.
Muchos pensarán y dirán que la
esclavitud en las “actuales sociedades
democratizadas”, quedó atrás, que las
únicas víctimas de esclavitud se
encuentran en “países
subdesarrollados” “en un bajo
porcentaje de la población”, siendo
ésta expuesta al tráfico de personas,
prostitución, producción de
estupefacientes, recluidos en granjas
de trabajos forzados; o como dirían
los de la OIT (Organización
Internacional del Trabajo/de la
tortura) lo anterior representa […“la
esclavitud moderna que debe ser
eliminada”…]
Pero ¿Acaso no ha sido la esclavitud
hasta ahora la fuente del
amasamiento de capital para la
burguesía? ¿Acaso no somos una
especie de esclavos que, aunque no
todos vivimos recluidos en alguna
granja o en algún complejo industrial,
estamos obligados por pura
sobrevivencia a entrar al juego de la
explotación salarial o auto-explotarnos
en el comercio informal, o robar, en
busca de ganarnos la vida y de paso
vivir el “capitalist dream”?;
La constante del Capital, ya sea
durante las crisis financieras, la
recuperación o el crecimiento
económico de la sacrosanta economía
nacional; solo ha reiterado en esta
cruda realidad el poder visualizar que
todo “crecimiento económico” no es
sino la tasa de ganancia en aumento
de una minoría, la cual siempre va de
la mano con el incremento
monstruoso en niveles de
pauperización y precariedad.
Y por si fuera poco, no es solo
mediante medidas hambreadoras y
agudización del terrorismo de Estado,
como la burguesía mantiene a raya al
proletariado mundial; Son las guerras
imperialistas, es decir las guerras
mundiales, en donde el proletariado,
además de constituir la carne de
cañón para los intereses de sus
opresores, es participe del autoaniquilamiento de su rol sepulturero
de la sociedad de clases.
Todas las incursiones humanitarias,
luchas contra el terrorismo, defensa
de la patria o invasiones preventivas
tienen el objetivo claro, para el
Capital, de imponer la guerra
imperialista a la guerra de clases;
encuadrando al proletariado en
masacres donde la inmolación
constituye la punta de lanza para la
reactivación económica del mercado en
sus diversas fases: avances
tecnológicos, reemplazo de fuerzas
productivas, servicios mercenarios,
prestamos crediticios con altas tasas
de interés entre Estados y producción
a gran escala de insumos bélicos.
El goce no existe
bajo el capitalismo,
las ilusiones de
plenitud que nos
ofrece sólo nos
llevan a fabricar
nuestros propios
infiernos.
¡Ahora empiezo
a comprenderlo!
¡Es hora de que
toda esta mierda
se termine de una
buena vez!
Es verdad, l@s proletari@s
no tenemos nada que
hacer para salvar y mejorar
este sistema;
¡solo nos queda luchar
por su total aniquilación!
Destruir la mercancía no consiste en el acto burdo de destrucción de una
“cosa” en el aparador, sino en la destrucción de las relaciones sociales que
permiten tales “cosas”, o sea, el capitalismo.
La radicalidad de aquél que cree que por ser un consumidor limitado, de
tratar de autogestionar su vida, frente al trabajador común y consumidor
compulsivo, es igual a cero. Ninguna solución reside en la disminución en
el consumo, ni de autogestionar la mercancía, como muchos ingenuamente
se plantean. No es una cuestión de dejar de consumir Coca-cola
sustituyéndola por un refresco de una empresa cooperativa.
Mucho menos la expropiación de las mercancías, para seguirlas produciendo
e intercambiando “colectiva y libertariamente”, sin trastocar en absoluto
todo lo que conlleva la esencia de una sociedad que mantiene relaciones
de intercambios, valorización de las necesidades humanas, compra-venta
de productos y bienes. Por muchos años las tesis de la autogestión han
errado en lo más fundamental: el creer que autogestionando el
capitalismo, con sus empresas, fábricas, bancos, tal y como están, es
revolucionar la sociedad. La autogestión es la última carta que se juega la
burguesía ante un proletariado impaciente, que desea tomar parte en la
gestión de su propia miseria y explotación.
La destrucción de la mercancía es la destrucción revolucionaria de este
mundo donde la mercancía y todo lo que esta genera, reina con poder
totalitario. Es el derrumbe de las separaciones humanas, del trabajo
asalariado, de la cosificación del ser, de las clases, del Estado, del Valor…
de la sociedad mercantil generalizada.
¡PROLETARIOS SALVAJES
DEL MUNDO UNIOS!
¡A EXTENDER
LA GUERRA DE CLASES
CONTRA EL CAPITAL,
LA DEMOCRACIA,
LAS PATRIAS, EL ESTADO
Y EL TRABAJO ASALARIADO!
¡POR LA DESTRUCCIÓN
TOTAL DE LA
SOCIEDAD MERCANTIL
GENERALIZADA!
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